Relatos Hot de Mentes Perversas

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Jud Blatimore

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Edición y maquetación: Jud Baltimore

Diseño de portada: Sebastian Milanesio Editado y publicado en mayo del 2.012

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Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece penas de prisión y/o multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeran o plagiaran públicamente, en todo o parte, una obra literaria, artística o científica, o sui transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.

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Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído. Jorge Luis Borges

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Tú y yo

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Me levanto sudando entre las sabanas, nuestros cuerpos enredados y mis manos aferradas a tu cuerpo como garras. Muerdo tu sonrisa, me pierdo en tus caricias, en esas manos que recorren mi cuerpo sin pudor, con malicia. Me embrujas, te enciendes. Nos volvemos indecentes y no quiero esconderme. Quiero gritar a los cuatro vientos el amor que te profeso, la pasión que nos encierra. La luna nos hace prisioneros de una lujuria inmensa, de una reinventada locura. Tus gritos se unen a los míos. Tus dulces labios me besan con desespero. Es tan mágico dormir al borde de tu cuerpo, saber que estas ahí dibujándome los sueños. Tus ojos marrones interceptan a los míos, me devoran con lujuria; me hablas sin decir una palabra. Me muero cada vez que despierto a tu lado, me rindo a tu belleza, a tu cuerpo, a tu amor. Quiero burlar la tristeza cada día riendo a tu lado. Una pasión desmedida hace que me devore la vida, que me enrede a ti cada día, cada noche. Que te espere y desespere.

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Apagas mi sed con tus besos implacables, bebo desesperado de tu boca. Me baño con tu sudor, ese sudor fruto de nuestra pasión desenfrenada. Me miras con furia y me envenenas con tu pasión. Tus manos me buscan y yo me dejo encontrar, se aferran a mi cadera pegando mi bajo vientre a tu erección. Me estremezco al sentirte tan mío y yo ser tan tuyo. No quiero que esto se acabe, te deseo demasiado. Acaricio tus pectorales y esos abdominales que enloquecen a medio mundo. Tu media sonrisa acaba con mi cordura y vuelvo al ataque, no soporto tenerte tan cerca y no estar dentro de ti. Tu mano acaricia mi sexo y un gemido se escapa de mi boca. Eres tan ardiente y dulce a la vez. Te quiero para mí, te quiero sin medida. Quiero poder devorarte sin sentirme culpable, quiero que sólo seas mío. Me pongo de espaldas a ti; me penetras con suavidad y sin prisa. Tenemos toda la vida por delante para disfrutarnos y querernos. Entras y sales de mi cuerpo como un guante de seda mientras tus dedos se hunden en mis muslos. Acaricias tímidamente mi virilidad. Mi cuerpo comienza a convulsionarse llegando al clímax, un orgasmo devastador que acaba con tu suavidad para dar paso al hombre salvaje de sangre caliente. 14

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Me penetras con fuerza e insistencia. Tus estocadas son firmes y precisas. Me giro un poco, quedando boca abajo y tu encima de mí. Comienzas a acelerar un poco más, elevo un poco mi cuerpo y tu miembro sigue su destino. Tu mano vuelve a acariciar mi masculinidad esta vez con más rapidez. Nuestros gemidos se hacen uno, nuestros nombres se confunden en el aire y nos fundimos en un orgasmo conjunto. Nos quedamos así, pegados, durante unos minutos que se me antojan demasiados cortos. Tras una breve siesta te despiertas y susurras en mi oído: Tengo que irme o llegaré tarde. Deja tu perfume sobre mi almohada, para respirar de tu olor cuando te vayas –suplico.

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Historias de un taxi

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Los turnos de noche en el taxi eran los peores; se hacían largos y los fines de semana me tocaba aguantar a niñatos borrachos. Aquel domingo se estaba haciendo sumamente tedioso. Una pareja me hizo señas y paré. La chica tendría unos veinticinco años y el chico unos treinta; eran guapos y bastante educados. Me dieron la dirección de su destino y me puse en marcha, el trayecto duraba una media hora. Les pregunte si les molestaba la música y puse la F.M.

Comenzaron a darse unos besos tímidos y muy tiernos, hasta que de a poco fue subiendo la temperatura. Miré por el retrovisor y el chico tenía una de sus manos dentro de la falda de ella; la chica estaba agitada, me vio y avergonzado aparté la mirada. El calor empezó a hacerse intolerable, bajé un poco mi ventanilla. Volví a mirarlos y la chica tenía su torso desnudo, mientras su acompañante besaba sus pechos. Ella me miró, provocativa y altiva, sensual y

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desafiante. Puso su dedo índice en la boca y comenzó a moverlo en ella. El muchacho alzó la vista y me dedicó una media sonrisa, yo asentí y volví mis ojos a la carretera. Cogí la ruta con calma, mientras aquellos amantes desataban su pasión. La chica empezó a gemir y al volverme para observar la escena, vi como el chico introducía sus dedos en la vagina de la señorita. Ella sentía tanto placer que se tocaba el clítoris con una mano y con la otra tocaba el miembro de él. Verlos hizo que en mí se desatara una furia infernal. Mi pene se erectó de inmediato, me sentí incómodo, pero a la vez sentía la necesidad de tocarme. La joven me miraba y dedicaba risas excitadas. Pasaba su lengua por sus labios y dientes de manera tan provocadora que no pude evitar frotarme el pene. Noté como una lengua pasaba por mi oreja, al mirar por el rabillo del ojo la vi... mi mano fue dentro de mi pantalón y comencé a masturbarme.

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En mi oreja oí mil obscenidades que hicieron que perdiera la cabeza; me vi en la obligación de detener el coche al costado de la ruta. Ella tenía su trasero en la boca del chico y sus manos ahora acariciaban mi pene con gran insistencia. Su lengua mojaba mi oreja. Como pude, me giré y pasé al asiento de atrás haciendo algo de equilibrio. Ambos se rieron y cogieron mis manos para ponerlas en el cuerpo desnudo de aquella belleza. Se introdujo mi pene en la boca y decía — mmm! –mis dedos bailaban en su vagina y los del chico en su trasero. Cuando estaba a punto de culminar, ella lo notó y quitó su boca de mi pene. Se sentó encima del joven, dándole la espalda y se metió el pene en su sexo. Con una mano tocaba sus pechos y con la otra acariciaba su clítoris. Ella no paraba de gemir y susurrar lo que quería que le hiciéramos. Se apartó del chico y vino encima de mí, mi pene la embistió una y otra vez, aquella loba era insaciable y tenía a dos hombres para satisfacerse. Aquella ruta era desierta, así que decidimos salir del coche para estar más cómodos. 21

Relatos Hot de Mentes Perversas El chico se apoyó en el capó del coche y la penetró de manera furiosa, acabó y ella, aún insatisfecha se puso encima del coche, dejándome vía libre a su trasero. La penetré con cautela, sentir eso apretado fue la mejor sensación de mi vida. Mientras la penetraba por detrás le metía dos dedos en su centro húmedo. Empezó a moverse con fiereza, haciéndome acabar dentro de su cola. Para cuando nosotros terminamos, el chico ya estaba otra vez erecto. La chica se arrodilló a los pies de él y mientras le besaba su miembro, le hacía suaves caricias. La cogió por las nalgas y la subió a su pene, ella enredó sus piernas. Yo ya estaba otra vez duro y decidí unirme otra vez. Aprovechando la ley de la gravedad me apoyé a su espalda y en el primer bajón que dio su cuerpo, mi pene se metió nuevamente en su apretado trasero. Uno la penetraba por delante y el otro por detrás, ambos tocamos sus pechos y le regalamos besos por todo su cuerpo. La sincronización fue tal, que logramos terminar los tres a la vez. 22

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Exhaustos, nos metimos en el coche y tras una breve pausa reanudamos el camino. Los dejé en la dirección indicada, me pidieron una tarjeta. —Te llamaremos siempre que necesitemos un taxi ijo él con voz ronca. ˗d —No lo dudes ˗d ijo ella, satisfecha. Con ánimo les respondí—:Será un placer.

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Relatos Hot de Mentes Perversas Una noche de verano

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Viernes 24hs. Un calor más propio del mediodía que de estas horas de la noche. Estoy dando vueltas en la cama y no consigo dormirme... no sé si es el calor o la falta de calor humano. Desde que corté con el cabrón de mi novio, ya ex, que no tengo una noche de sexo desenfrenado... eso me está desquiciando. Viernes 1am. Estoy en el baño, dándome una ducha; ya que no puedo dormirme he decidido salir por ahí. Llamé a Vero, mi mejor amiga y le dije que pasaba a recogerla; resulta que estaba en casa de su hermano y se nos ha unido a la salida. Él se llama Javi y esta como para comérselo; es un par de años mayor que yo y por eso nunca se fijó en mi. Viernes 2am. Llegamos a Akuarella playa y estaba atestado de gente, así que decidimos irnos a un pub de mala muerte, un sitio de motoristas. Javi esta increíblemente hermoso; con su pantalón de vestir negro -marcando paquete- y una camisa blanca de mangas

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cortas. El pelo rubio al viento y su barba de 3 días. Yo iba con mini falda vaquera, unas botas de caña alta y un top abierto en la espalda. Por primera vez creo que logré que él me mirara; a decir verdad, el corto de mi falda no pasaba inadvertido para nadie. Viernes 2.15am. Me pedí lo de siempre, un Mojito; Vero se pidió un Martini con Limón y Javi un Whisky... con lo que me ponía a mi el olor y sabor de los besos con Whisky. Viernes 3am. Nos lo pasamos genial, riendo y disfrutando de esa noche de verano. - −¿Dónde están los baños? ˗Les pregunté. −Espera, te acompaño ˗ me dijo Javi amablemente. Me acompañó hasta la puerta y él se fue al servicio de caballeros. El baño era pequeño y solo cabía una persona; en esa intimidad aproveché a hacer mis necesidades y cuando terminé me dispuse a lavar las manos y mojarme la cara, para refrescarme un poco.

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Alguien golpeo la puerta. −Un momento, ya salgo˗ Y me apresuré a salir de aquel mínimo habitáculo. En cuanto abrí la puerta Javi me empujó con brusquedad hacia dentro, cerrando la puerta detrás suyo. Cogió mi cara con fuerza y la atrajo hacia la suya. Comenzó a besarme con rudeza y sus manos se colocaron en mi cintura. Su lengua pasó por toda mi boca; el aliento a Whisky hacía que me embriagara en cada bocanada de aire. Su perfume varonil inundó el lugar. Parecía que sus manos habían cobrado vida propia, iban de aquí para allá, como si no supieran donde atacar, o mejor dicho como si quisieran abarcarlo todo y no le diera tiempo. La manera de besarme logró apartar cualquier pensamiento de mi mente; solo estábamos él y yo. Mis dedos temblorosos lograron desabrochar su pantalón, mientras él subía mi falda y bajaba mi tanga. Me tomó por los muslos y acto seguido me levantó, rodeando su cintura con mis piernas.

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Ambos jadeamos y gemimos; nos besamos con locura y urgencia. Mis pechos pasaron a ser su plato del día en cuestión de segundos. Me estampó contra una pared e introdujo su miembro dentro de mí. Ahogué un grito en su cuello y él hizo lo propio. Su miembro iba y venía dentro mío a la vez que sus manos tocaban cada centímetro de mi cuerpo. Mis piernas estaban tan amarradas a su cintura, que no estaba segura de dejarlo escapar. Comencé a notar como poco a poco aceleraba el ritmo. Cuando terminó, sentí alivio, pero también quería más. −¿Esto a que ha venido? ˗Pregunté. Oír mi voz por primera vez le hizo estremecer. −¿No te ha gustado? ˗ Preguntó, sarcástico. −Si, por supuesto ¿Acaso lo dudas? ˗Dije medio enfadada−. Es sólo que no me lo esperaba, no de ti e˗ sentía m una completa imbécil. Debería haberme quedado callada. −Te tenía ganas y al verte esta noche así... mmm...yo no pude resistirme. −Gracias.

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Cogió mi mano derecha y le dio un dulce beso, luego me dio un tímido beso en los labios. −Sal tu primero ˗d ijo tajante y yo salí.

Mi amiga me miró con ganas de hacer un interrogatorio; pero en cuanto vio que a los pocos segundos llegaba su hermano, no hizo falta que le contará nada. Viernes 6am. Javi me lleva de camino a casa, tras haber dejado a Vero en la suya. Viernes 6.10am. Aparcamos el coche frente a mi casa. Nos despedimos con un efusivo beso. −¿Quieres entrar? ˗Mis palabras salieron deprisa, sin darme tiempo a el arrepentimiento. −No sé si es buena idea. −Ok ˗ me separé de él y me dispuse a abrir la puerta. −No quiero que te enfades. −¿Enfadarme? ¿Yo? ¿Por qué? ˗ Realmente no estaba enfadado, al menos no con él. −Por mi respuesta. 31

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−Tranquilo, Javi; sé muy bien lo que es un polvo de una noche ˗su mirada se clav mí con perplejidad. −Yo no he dicho que lo sea. −No te entiendo. −Que no te he dicho que esto sea un polvo de una noche, al menos no por mi parte. Si no me quedo es porque entro pronto a trabajar... pero me encantaría que nos viéramos por la noche. −¿Eso es una invitación? −Sí; nada formal; pero si, es una invitación ˗dijo sonriente−. Paso a recogerte sobre las nueve. −Perfecto. ¿A dónde iremos? −¿Porque quieres saberlo? −Básicamente para saber cómo vestirme −Normal, ni de fiesta ni de andar por casa. −Vale, eso quiere decir que no vas a decirme donde vamos. −Exacto. Nos vemos mañana ˗ me besóy se marchó.

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Esa noche, como tantas otras, me quedaba a dormir en casa de Stella después de una noche de fiesta. Ninguna de las dos habíamos vuelto acompañadas y eso nos resultaba bastante patético, aunque divertido. Nos burlamos la una de la otra y también de algunos tipejos que nos habíamos encontrado. Si no habíamos vuelto en compañía de dos machos era porque los allí presentes no merecían un mínimo de atención. Nos desnudamos para enfundarnos en nuestros veraniegos pijamas.  ¿Te han crecido las tetas? −le pregunté a Ste.  Eso parece −con veintidós años aún me asombraba ver como crecían los pechos de las mujeres. Stella siempre se burlaba de eso.  Toca que duros están desde que empecé el gimnasio −me decía mientras se acercaba con la camiseta levantada. Toqué su pecho con mi mano abierta, para abarcarlo por completo y a ella se le erizó la piel. Siempre bromeábamos piropeándonos,

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pero su reacción hizo que un calor punzante me atravesara el cuerpo. Ver su pecho desnudo afloró en mí los deseos que tuve en la adolescencia. Por aquel entonces pasaba por la típica duda existencial de si mi mejor amiga me gustaba más que mi novio. Pero ahora era bastante diferente, éramos dos chicas adultas y teníamos clara predilección por los hombres. Aún así, mi mano siguió en su pecho y lo acaricié con dulzura, ella tomó mi mano libre y la puso en su otro pecho.  Si que están duras, ¡que perra! Las mías están blandas, odio que sean tan grandes, porque se vuelven más flácidas y en tiempo record −nos reímos hasta que nos dolió el estomago.  A ver −dijo mi mejor amiga a la vez que estiraba su mano y tocaba mi pecho por encima de la camiseta. Di un respingo hacia atrás cuando noté como su lengua acariciaba mi pecho.  Mmm, veo que seguís poniéndote perfume −dijo, y acto seguido pasó su húmeda lengua por todo mi seno. 36

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Mi pezón se endureció a modo de respuesta y mi braguita se humedeció tímidamente. Me parecía mentira que mi amiga despertara ese deseo en mi.  Que tonta eres Stella −dije apartándola y bajándome la camiseta.  ¿Vas a decirme que nunca fantaseaste con hacerlo con una mujer? Porque yo sí, muchas veces y últimamente más de la cuenta.  Si, no voy a negarlo. Creo que deberíamos salir en busca de dos hombres que llenen nuestras camas −me reí hasta que noté que esa idea no le hacía especial ilusión. Con sigilo se acercó más a mí, tomó mi mandíbula con una de sus manos y dijo en mi oído: Yo preferiría llenar tu cama esta noche −acto seguido me estampó un beso que no pude rechazar.  Estás loca ¿lo sabes? −dije con dificultad.  Tal vez, ¿pero qué mejor que cumplir una fantasía y que tu mejor amiga sea la protagonista? Estamos buenas y nos queremos un montón, y la verdad es que… tengo unas ganas de… no acabó la frase y me beso de manera presuntuosa. 37

Relatos Hot de Mentes Perversas Su lengua se introdujo en mi boca dejándome sin aire. Los labios de Stella eran tan sabrosos que hacían que mi cuerpo temblara, ahora entendía porque los hombres siempre querían pasar más de un día con ella. Sus manos poseyeron mis pechos con entusiasmo y sus pulgares jugueteaban con mis duros pezones. Fue besándome hasta bajar a mis pechos y su aliento caliente los rozó, erizándome cada folículo capilar. Una de sus manos cogió mi mano derecha y la apoyó en su feminidad. Estaba tan húmeda como yo lo estaba y eso me excitó tanto que no pude reprimir el deseo de tocarlo por debajo de su tanga blanca. Mis dedos, seguros de lo que hacían, tocaron sus labios y acariciaron su clítoris con la dulzura que siempre deseé que me tocaran. Sus jadeos no hacían más que aumentar el calor de aquella habitación. Ambas estábamos sentadas en mi cama. Ella se agachó a mis pies, bajó mi braguita con suavidad mientras besaba mis piernas. Su lengua pasó rápidamente por mi sexo y solté

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una tonta risita, ella me acompaño riendo con nerviosismo. Su lengua humedeció toda mi vagina y sus dedos hicieron maravillas en mi clítoris. Estiró su mano libre hasta el cajón de su mesilla de noche y de allí sacó el consolador que ella tanto amaba en sus noches de soledad. Lo introdujo en mí, haciéndome enloquecer. Su boca recorría mi cuerpo con impaciencia y el consolador entraba y salía de mi cuerpo. Seguía el compás a la perfección. Levanté mi torso, la cogí por la nuca y nos fundimos en un beso que quitaba el hipo a cualquiera. Cuando nos apartamos me percaté de que el vecino nos miraba. Mira tu vecinito, parece que le divierte mirar −en cuanto le dije eso, Stella se acercó a la ventana del joven vecino. El chico estaba buenísimo y nunca nos había hecho caso porque era unos años mayor que nosotras y nos veía como a unas niñitas tontas, pero ese día llamamos por fin su atención. Stella tiró de mi brazo y me acercó a la ventana. 39

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Si a mi vecinito le gusta mirar, no le privaremos de ello ¿Verdad, amiga? Tiré de su cara, le di un beso e introduje mi lengua con agresividad. Nuestras caricias se hicieron más rudas, nos pellizcamos y mordisqueamos. Nuestras vaginas estaban tan lubricadas que parecían hervir la piel de quien las tocara. El vecinito nos dedicó una mirada lasciva y totalmente pervertida. Sacó su miembro y comenzó a masturbarse. A nosotras eso nos hizo calentar más todavía. Sentirnos observadas y ver la cara de satisfacción de nuestro espectador no hacía más que aumentar los deseos. Mis piernas rozaban su vagina y ella hacía lo propio con las suyas. Nuestras manos iban de los pechos al trasero y nuestra feminidad con una velocidad vertiginosa. Nuestros cuerpos ardían en aquel particular infierno pasional. No aguanté más y la tiré en la cama. Me senté encima de ella  Nos sabes cuánto me gustaría tener un miembro viril para satisfacerte −nuestras vaginas de refregaron con entusiasmo.

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Stella me hizo girar y quedamos de costado, frente a frente. Metí mis dedos en su centro húmedo y ella metió sus dedos en el mío. Gemíamos y jadeábamos tan fuerte que la habitación se llenaba con nuestras voces femeninas.  El sabor de tu piel es riquísimo, pero tu intimidad se lleva la palma de oro. Si hubiese sabido lo rica que eras, te juro que no habría esperado tantos años −tras confesarme eso aceleró el ritmo de sus dedos en mí. Quitó su mano de mi sexo y uno de sus dedos fue directo a mi trasero. Me avergoncé, pero ella hizo caso omiso. Con su muslo rozaba mi vagina haciéndome excitar y así dejar que hiciera lo que quería. Sentir su dedo en mi trasero fue de lo más agradable.  Amiga −dije sin aliento . Creo que voy a… no me aguanto más, voy a explotar. Acelero el ritmo de sus dedos y el de su pierna, y me hizo acabar, mojando todo lo que estaba debajo mío. Quedé exhausta, pero me esforcé en besar su clítoris para que ella también llegara a la culminación… si había algo que siempre 41

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criticábamos, era cuando los hombres acababan y dejaban a la mujer a medias sin importarles un pepino.

Mi lengua trazó círculos en su clítoris mientras dos de mis dedos entraban y salían de la profundidad de sus ser. Besé su pelvis, su pubis y cada parte cercana y sensible que estaba en la zona. Su éxtasis a punto estuvo de estallarme en la cara y eso nos provocó una risa estridente. Agotadas, nos tiramos en la cama. Desnudas, piel con piel nos abrazamos y nos besamos. Aquella experiencia cambiaria nuestra amistad por siempre. Cada fin de semana volvíamos a casa sin ningún hombre que nos acompañara; con creces, preferíamos nuestra propia compañía. Compramos diferentes juguetes con los que entretenernos y satisfacernos. El vecino se ocultaba tras la cortina para masturbarse mientras no espiaba, creyendo que no lo veíamos.

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Probando a mi mejor amigo

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Pleno mes de Enero en Oliveros, Los mosquitos no paraban de zumbar y darme picotazos. Con mis amigos nos habíamos ido de Camping al mismo lugar de todos los veranos. Como era costumbre ya, yo era la única de las chicas a la que sus padres habían dejado ir. Mis viejos me conocían confiaban en mí, mis amigos eran más grandes y siempre me cuidaban. Era el quinto día que pasábamos allí y estábamos tremendamente exhaustos. Prácticamente no dormíamos; pasábamos el día en la piscina y las noches hablando y jugando a las cartas, acompañadas por nuestros eternos mates. Yo dormía en la misma tienda que Pipi, mi mejor amigo. Era sólo 4 años mayor que yo; nos habíamos conocido en la secundaria hacia ya dos años, éramos inseparables. Tenía el pelo negro y largo; unas piernas musculosas, típicas de futbolista. Piel morena y una labia que enamoraba a cualquiera. Siempre estaba presumiendo de lo bien que besaba y todos nos moríamos de la risa... esa noche estaba decidida a comprobarlo.

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Estábamos con algunos de los chicos cuando él los empezó a echar porque quería dormir, eran casi las cuatro de la madrugada y yo tenía ausencia de sueño. Nos quedamos los dos solos y yo me puse tensa. −Estoy muerto. − Yo te veo bien vivito ˗l e dije entre risas. Empezamos a hablar de unas chicas que habíamos conocido esa tarde, él no dejaba de decir lo buenas que estaban y que pretendía liarse con una, por lo menos. − Sos un terrible fantasma vos. − Soy irresistible amiga y vos lo sabes. ¿Acaso alguna de tus amiguítas se me resistió? − Mis amigas son bastante ciegas a veces ˗ Dije muerta de risa, propinándole un codazo. − Chiquita, la que prueba mis labios no se resiste nunca más e lo estaba sirviendo en ˗m bandeja y tenía que aprovechar la ocasión. − Eso habría que comprobarlo ˗c omenté desafiante. 47

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− Cuando quieras, pibita. −¿Porque no ahora, pibito?

Mi manos comenzaron a sudar ante la idea de besar a mi mejor amigo. Tenía miedo de que me gustara, me aterraba la idea de verlo como algo más que un amigo, era como un hermano para mí. Se fue acercando lentamente, esos segundos se me hicieron eternos. − ¿Todavía querés probar? ˗Preguntó, y yo sólo pude asentir, nerviosa y acalorada. Tomó mi cara con ambas manos, con tanta delicadeza que me sentí de cristal. Primero besó mi mejilla sonrojada, luego mis ojos. Dio un beso en el lóbulo de mi oreja derecha, me estremecí y él lo notó. Su cara se detuvo delante de la mía y me miro fijamente a los ojos. Me besó de manera tímida y se separó. Volvió a mirarme, escrutando mi expresión. Cuando vio que aún seguía sin desmayarme volvió a besarme, pero esta vez fue un beso mas intenso.

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Sus labios abrieron los míos con paciencia; su lengua se introdujo en mi boca y acarició mi lengua. Bajó sus manos tocando mis brazos, mi piel se erizó a su paso. Sentía como quemaban sus caricias. Hizo caso omiso a mis síntomas y continuó bajando sus manos. Sus dedos iban de acá para allá sobre mi piel. Cogió una de mis manos y la posó en su cintura; la otra la enredó en su pelo suelto. Volvió a tomar mi cara entre sus enormes manos, me separó de él y besó mi oreja nuevamente. Estaba tan excitada que no lograba ni oír los latidos de mi corazón. Realmente era bueno besando, tal vez demasiado. Me sentí culpable por haber causado esa situación, por tener esos pensamientos hacia mi amigo del alma. Sin darme cuenta, mi boca estaba en su cuello, besándolo ardorosamente. Una de sus manos bajó hasta mis muslos y los tocó hasta hacerme enloquecer. Su mano bailó por toda mi pierna, mientras yo sentía

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que las lenguas de fuego crecían desesperadas. Cogió mis dos piernas y las enredó a su cintura, haciendo que nuestras partes se rozaran. Su boca se pegó a la mía, impaciente. Los besos tiernos pasaron a ser urgentes y violentos. Nuestros cuerpos se frotaban sin cesar y nuestros labios se provocaban a cada instante. Con sus manos posadas en mis nalgas, me apretaba cada vez más hacia él. Noté con avidez el tamaño de su miembro, estaba tan excitado como yo. − Sabes cuánto te respeto, pero me muero de ganas de desnudarte y hacerte mía i ˗m manos empezaron a bajar la cremallera de su pantalón; pero en ese mismo instante sentimos como alguien se acercaba a nuestra tienda. −¿Se vienen a la tienda de las chicas? ˗ Pregunto Alejandra mientras abría. Pipi y yo nos separamos tan rápido que parecía que nos repelíamos. Sus ojos me miraban con culpa y deseo; mi cara reflejaba la decepción y rabia de ser interrumpida. 50

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Hizo una media sonrisa y se encogió de hombros. − Sí, claro ˗r espondió él. − Yo paso, me quedaré durmiendo. − No seas tonta, vení ˗i nsistió él. − De verdad, estoy muy cansada. Y se marchó con Ale

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Relatos Hot de Mentes Perversas El cura

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Relatos Hot de Mentes Perversas Por primera vez en aquel triste y solitario pueblo de la provincia de León había un hombre joven y guapo. No llegaba a los treinta años. Su pelo rubio ondeaba al viento y su esbelta figura podía verse, aún ataviado en ese formal atuendo. Como cada mañana, Micaela llegó a su trabajo, en el que estaba desde hacía poco más de un año. Se dedicaba a limpiar una fascinante Iglesia de estilo Gótico y barroco del siglo XIV para poder pagarse su carrera como peluquera.

Llegó a la puerta y vio que uno de los curas esperaba a que le abrieran también. ―Buenos días, Padre –le saludó ella haciendo casi una reverencia. ―Buenos días –las palabras le quedaron atragantadas, pero se obligó a decirlas―… hija. A Micaela le comenzaron a rondar unos extraños hormigueos por todo el cuerpo al ver a aquel hombre vestido de cura. Lo había visto el día anterior cuando llegó al pueblo con una enorme maleta. Iba vestido normal y por eso jamás se imaginó que podría ser un… ―un cura― pensó. Era un hombre hermoso, joven. El corazón de Micaela dio un vuelco aquella noche, pero esta mañana al verlo así… 54

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―Buenos días –dijo Graciela interrumpiendo los pensamientos de Micaela. ―Buenos días –saludaron Micaela y el cura. En voz baja Graciela le preguntó a su compañera de trabajo―: ¿Qué tal tu cita de anoche? ―Emm, humm –Micaela dudaba si contarlo delante del Padre, quien se veía extrañamente interesado en la conversación―. La verdad es que a las once de la noche ya estaba en casa. ― ¿Tan mal fue? ―Pésimo, el típico idiota que se cree un listillo. ―Entiendo –decía Graciela mientras le propinaba codazos señalando al Padre. Tras un breve silencio Graciela preguntó―: ¿Es usted, Padre, el nuevo párroco? –él asintió brevemente. ―Estoy empezando, por eso me asignaron aquí. En ese preciso instante Carina abrió la puerta y los tres entraron al recinto. ―Una pena que sea cura ―comentó Micaela cuando se estaban vistiendo para empezar a trabajar. ―La verdad es que si, aunque en la forma que te miraba eso no parece importarle demasiado. ―No seas boba, Gra. ―Venga Mica, que no eres creyente y estoy segura de que tu presencia silenciosa era por el papas… Padre –dijo riendo. ―Vamos que al final entraremos tarde. 55

Relatos Hot de Mentes Perversas Micaela despertó jadeando, sudorosa y húmeda. Aún podía sentir las cálidas manos del hombre del que no sabía su nombre. Le quemaba el cuerpo por ahí donde habían pasado sus manos, sentía la boca inflamada por los besos y su centro palpitaba deseoso. ― ¡Mierda! –maldijo una y otra vez por haber soñado con aquel hombre prohibido. Los días pasaban más rápidos de lo que Micaela deseaba. Cada mañana que se cruzaba con el Padre era una pequeña tortura para ella, ese hombre se había adueñado de cada uno de sus sueños más íntimos y húmedos. Para el Padre las cosas no estaban resultando muy fáciles que digamos. Las jóvenes y solteras mujeres del pueblo iban a misa y a confesarse con él, además de insinuársele con autentico descaro. Todas acudían a él, salvo ella. Esa mujer a la que sólo veía un rato por las mañanas, pero que había conseguido que su vocación se convirtiera en una autentica pesadilla. Habían transcurrido ya varios meses cuando la Navidad llegó. Micaela estaba absorbida por el trabajo y los estudios, casi no se daba respiros para descansar y mucho menos para divertirse, había dejado de tener inútiles citas con hombres… pero

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todo ello era por aquel hombre que la hacía perder la cabeza. La gente de la Iglesia había organizado una magnifica cena para celebrar la Navidad y la pronta llegada del nuevo año. Micaela acudió con un sexy pero muy discreto vestido de color rojo carmesí, en palabra de honor y corto hasta por encima de las rodillas. Era sencillo, pero le quedaba tan perfecto que podía levantar suspiros incluso entre las mujeres. Al entrar al salón donde se haría la cena nadie se giró a mirarla, no llamaba demasiado la atención, pero a él no le pasó por desapercibida su llegada. Se quedó mirándola, con sus ojos azules clavados en su magnífico cuerpo. Ella notó como un par de ojos se centraban en ella y los vio, sus miradas se cruzaron en ese preciso instante en que él la devorada con su cristalina mirada. Micaela se acercó a saludar y se estremeció cuando los labios del Padre tocaron sus mejillas. Sintió como la electricidad atravesaba su cuerpo y se instalaba en el centro de su ser. La cena fue increíble, se divirtió como hacía tiempo que no lo hacía. Recibió muchos halagos por su vestido y más aún porque al final había acabado su carrera, lo cual significada que en breve

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dejaría de trabajar en la iglesia para trabajar de lo suyo. Al cura se le compungió el corazón al saberse lejos de aquella mujer, sin poder verla cada mañana y disfrutar de su precioso aroma a fresas. ―Micaela –gritó aquella voz aterciopelada ―. Espera. Ella se giró lentamente y allí estaba él, con su traje oscuro, su camisa blanca y su pelo rubio ondeando en el aire, dedicándole ráfagas de su colonia varonil. ―Dígame, Padre. ―Leonardo ella se quedó con cara de no entenderlo―, llámame Leonardo por favor. O Leo, si lo prefieres –ella seguía mirándolo perpleja, sin entender porque él había corrido hasta ella mientras se iba a casa ―. Estaba pensando, si no te molesta, en acompañarte a casa. Ya sabes, es tarde y no hay mucha gente por aquí hoy. ―Tranquilo, Pad… Leonardo –se corrigió de inmediato―. Estoy acostumbrada a caminar sola por estas calles, no hay peligro. Gracias igualmente. Leonardo sintió una punzada en el corazón por el rechazo. ― ¿Aún así me permitirías que te acompañe? ―Claro, es una noche hermosa para caminar. Estuvieron un largo rato sin decir nada, como si ninguno se atreviera a romper el cómodo silencio, con miedo a decir algo que arruinara el momento en que tanto disfrutaban de la compañía del otro. 58

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Finalmente fue él quien interrumpió el silencio. ―Así que en breve nos dejaras. Me alegra mucho que por fin acabarás tu carrera, pero he de decirte que echaré en falta tu presencia matinal –¿de verdad había dicho aquello? Se odiaba por haberle confesado algo tan íntimo y tan… verdadero. Se sintió furioso consigo mismo y también con la mujer que le hacía perder la poca cordura que quedaba en él. ―Aún me queda un tiempo de dar guerra por aquí, al menos hasta que consiga un trabajo como peluquera. ―La verdad es que yo estoy necesitando un corte de pelo ¿Qué te parece pasarte mañana a cortarme el pelo? ―Estooo… claro, no hay problema. Micaela notaba como la mirada de Leonardo la quemaba desde fuera hacia dentro, sentía las llamas de su infierno personal e intimo. Detestaba sentir aquello por un hombre que jamás podría… se sacudió la cabeza para alejar esas absurdas ideas. ―Bueno, hemos llegado. Gracias por haberme acompañado. ―Un placer. Te espero mañana sobre las siete de la tarde ¿te parece bien? ―Sí, perfecto. Él se acercó y le dio un beso breve en la comisura de la boca. Ella contuvo el aliento estoicamente mientras el corazón le latía con fuerza y su sexo se humedecía con impaciencia. 59

Relatos Hot de Mentes Perversas Por la noche volvió a tener el sueño que tanto la atormentaba. Nuevamente se despertó empapada en sudor y en su propio placer. El beso que el Padre Leonardo le había dado sólo consiguió volverla aún más loca. La novedad es que ahora sabía su nombre y que por primera vez se despertó por el grito de su nombre. Sabía que no era una buena idea que fuese a cortarle el pelo en la intimidad de su casa, pero ya le había dicho que si y unos euros extras le vendrían de maravillas. El día le pasó tan rápido que por poco llega tarde a la casa de Leonardo, que difícil y sencillo a la vez se le hacía llamarlo por su nombre. Sencillo porque ansiaba gritar su nombre mientras él le hacía el amor en sus sueños. Difícil porque mientras lo llamaba Padre le parecía más… intocable e imposible, lo cual facilitaba la tarea de quitárselo de la cabeza, aunque en todos esos meses no lo consiguiera. Golpeó la puerta con tres suaves toques y él abrió de inmediato; llevaba unos pantalones vaqueros y una camisa a cuadros, así vestido a Micaela se le olvidaba fácilmente que se trataba de un hombre religioso y que practicaba el celibato. ―Hola, Leonardo.

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―Hola. Pasa que estarás helada ahí fuera –lo cierto era que estaba helada hasta el momento en que lo vio, momento en que su temperatura corporal subió, rompiendo todos sus termostatos. Le cortó el pelo con rapidez y agilidad, dejándolo maravillado con el tacto de sus suaves manos femeninas. Estuvieron charlando un rato hasta que ella decidió que lo mejor era irse, era ya la hora de la cena. ― ¿Por qué no te quedas a cenar conmigo? Es aburrido cenar siempre solo y algo de compañía estaría genial. ―Yo no quiero molestarte. ―Desde luego que no me molestas, estaré encantado. Mientras él hacía la cena ella se acercó a la cocina ― ¿Puedo ayudarte con algo? –Preguntó con cierta timidez. ―Tranquila, tengo todo controlado –se acercó a la cocina y le estiró una lata de refresco―. ¿Prefieres vino? ―No, no bebo. Un refresco está bien. Gracias. Sus manos hicieron contacto y la electricidad hizo estragos en los cuerpos de ambos. Él dejó su mano en la de ella, saboreando ese mágico momento. Micaela cerró los ojos al tiempo que Leonardo la acercaba a su cuerpo y le daba un beso en los labios, un beso cargado de deseo.

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―Yo… es mejor que me vaya –dijo Micaela apartándose abruptamente. ―Lo siento. Por favor, no te vayas. ―Será lo mejor. ―He sido un imbécil al creer que tu… al hacer esto, lo siento de verdad. ―Está bien, no pasa nada, es solo que yo –no sabía cómo expresarse, no hallaba las palabras correctas―… no sé durante cuánto tiempo podría contenerme. Él clavo sus atormentados ojos en las dos suaves esmeraldas de Micaela. Se acercó con pasos firmes, pero cautelosos. La tomó por la cintura, haciéndola estremecer y le dio un beso urgente. ―Esto no está bien –pudo decir ella, aún pegada a sus labios. El beso se hizo más urgente, lujurioso y con una vehemencia extrema. Micaela enlazó sus manos al fino cuello del hombre que tantas noches le había robado los sueños. Esas manos con las que tanto había soñado eran las que ahora tocaban su espina dorsal. ―No te imaginas cuanto te deseo, Micaela. Me odio por sentir esto, pero es algo que ya no puedo parar ni negar, tampoco quiero hacerlo. Las manos de Leonardo se pegaron al trasero de ella, con unas caricias propias de un amante experto y la ternura de un hombre dulce.

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Ella se iba humedeciendo cada vez más y la cosa empeoró cuando él tocó sus pechos. Quitó su camiseta por encima de la cabeza, dejando los pechos al descubierto. Su lengua jugó con el pezón endurecido de aquella mujer a la que tanto deseaba. Sus manos recorrían el cuerpo con impaciencia y su miembro estaba tan duro como una lanza, preparado para la lucha que tendría lugar. La levantó poniéndola sobre sus caderas y ella entrelazó sus piernas. Sin dejar de besarla ni un segundo la llevó hasta su habitación, dónde una cama para dos los estaba esperando; una cama en la que él tantas noches había soñado con poseerla. La tumbó sobre los aposentos; la desnudó con suma tranquilidad, disfrutando cada centímetro de ese perfecto cuerpo de mujer. Micaela se incorporó un poco, lo justo para quedar lo suficientemente cerca y desabrocharle los pantalones. Quedó maravillada cuando vio la virilidad que ese hombre ocultaba bajo sus pantalones y normalmente bajo esa indeseada sotana religiosa. Delineó sus abdominales con manos temblorosas. Él se tumbó sobre ella con un cuidado que sólo demostraba el amor que le profesada en silencio desde hacía meses a esa joven. Besó su cuello, sus pechos y bajó hasta su ombligo ―Que Dios se apiadará de su alma ―pensó 63

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Leonardo para sí. Dibujó la forma del ombligo con su lengua, jugando con el piercing que ella llevaba ahí. Esa lengua de fuego siguió el camino hasta la parte más íntima y femenina de Micaela. Dio húmedos lametazos, haciendo las delicias de ella. La chica arqueaba su cintura, le amarraba el pelo pegándolo más a su sexo húmedo y caliente. Subió nuevamente con su lengua y le depositó finos besos en el lóbulo de la oreja ―Eres exquisita –susurró en su oído. Con una mano le masajeaba el clítoris. Ella tomó su virilidad con ambas manos, subiendo y bajando en lánguidos movimientos. Leonardo gemía ―Micaela –y ella aceleraba el ritmo. Él no aguantó más la tortura de tenerla tan cerca y no estar dentro. La besó en la boca, sus lenguas danzaron durante largos segundos. Sin perder el beso, con total calma él la penetró… llevando su miembro hasta lo más profundo del ser de su amante. Ella movía las caderas, impaciente por más, deseando que aquel pene se quedara por siempre en su cuerpo, desarmando todo aquello que conocía de las artes del amor. Leonardo se quedó entre los muslos de ella durante unos dulces minutos en los que su pelvis no paró de

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moverse hasta que por fin los fluidos de ambos se unieron en total armonía. Cayeron rendidos en la cama, agotados y empapados de sudor. Él la cobijó en sus brazos y así se durmieron ¡Que Dios los ayudará a partir de ahora!

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Relatos Hot de Mentes Perversas Karim, el vampiro

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Relatos Hot de Mentes Perversas Karim llevaba ya tantas décadas siendo un ser inmortal que a veces le costaba recordar ciertas necesidades humanas que aún conservaba. Una de ellas era el sexo. Aquella mañana, Karim despertó de su letargo en cuanto el Sol desapareció y la oscuridad penetró cerca de su ataúd. No necesitaba más que su olfato de lince para saber que olía a noche, a noche y oscuridad absoluta. Abrió la tapa de su particular aposento, se desperezó con los brazos abiertos hacía el cielo y se asomó por la ventana. Una fragancia llamó especialmente su atención y tuvo la extraña necesidad de perseguirla hasta encontrar de qué se trataba. Bajó los escalones de tres en tres y sus amigos lo miraban incrédulos. Karim no reparó en ellos y se fue sin tan siquiera decir adiós. La joven Carmen paseaba por las calles de Madrid sin prisa y disfrutando de la tenue luz que las farolas le ofrecían. La suave brisa ponía sus castaños vellos de punta y los labios se le curvaban en una deliciosa sonrisa que Karim admiraba de lejos. Él se acercó con cautela, no quería asustarla. Pero una extraña e indomable fuerza lo atraía hasta ella. 69

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—Buenas noches, caballero –saludó ella con desparpajo. Karim se asombró. —Buena noches señorita –se pronunció él a la vez que se quitaba el sombrero¾. Me preguntaba si podía hacerle compañía. —Nada me gustaría más –su tono había sonado más sensual de lo que le habría gustado, pero a decir verdad le parecía demasiado apuesto como para andarse con rodeos. Caminaron sin rumbo fijo. La electricidad parecía haberse interpuesto entre sus cuerpos. Karim estaba ansioso, pero sin entender el porqué le costaba acercarse a aquella mujer que lo maravillaba con sus relatos, su voz y ese aroma que lo había atraído. Carmen se detuvo en seco, lo miró con sus negros ojos tan fijos que él sintió… ¿Miedo? No, no podía ser. —No voy a andarme con rodeos a estas alturas – comenzó ella—. Me pareces un hombre fascinante, que ha vivido mucho, diría incluso que demasiado. Karim la escuchaba con atención y sus ojos estaban clavados en la carnosa boca que articulaba aquellas palabras que lo tenían hipnotizado. Carmen se acercó con el cuerpo muy erguido, tan segura de sí misma que a él le asustó. No era normal encontrar una mujer en esa época y de encontrarla seguro era una fulana. Pero ella no lo era y estaba muy lejos de serlo. Tenía clase. 70

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Estaba anclado en el suelo y las palabras se le agolpaban en la boca sin tener la posibilidad de armar una frase coherente para decir. Decidió que continuara ella. —Me gustas mucho –se sinceró ella, apoyando su mano derecha en el pecho de Karim. No le dio opción a decir nada y mucho menos a reaccionar. En una milésima de segundo los labios de Carmen estaban pegados a los suyos sin dejar pasar un hilo de aire, que comenzaba a tornarse pesado. Hasta ese momento Karim había creído que caminaban sin rumbo fijo, pero Carmen tenía muy claro donde se dirigían. Con un ligero movimiento Carmen abrió la puerta sin separar sus labios de los de él. Entraron y la cerró con un puntapié. Karim estaba asombrado, pero enseguida el embrujo se disipaba y su parte animal comenzaba a aflorar sin remedio. Tomó el rostro de la joven entre sus manos; la miró de arriba abajo sin importarle lo que ella pudiera ver en él. La acercó hasta él y la besó con furia, con hambre, con ganas y pasión. Carmen correspondió al beso de la mejor manera… con sus manos tiradas hacia atrás fue desabrochando su vestido y cuando hubo terminado prosiguió con la ropa de Karim.

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Un rugido ahogado se le escapó y los colmillos se abrieron paso, interrumpiendo el beso de manera brusca. —Tranquilo –musitó ella acariciándole los labios— . Se lo que eres. Lo cogió de la mano y caminaron hasta una pequeña habitación que se encontraba en un lateral. Karim contempló la piel desnuda de Carmen. Admiró cada curva de ese cuerpo que le era entregado y saboreó el aire que le traía su dulce aroma. Ella se tendió en una cama; esperándolo y deseándolo. Él perdió el control de sus actos y se abalanzó en la cama. La beso con desmesura, sin medida, sin control. La beso con alma humana, con cuerpo de vampiro y con deseo animal. Abrió la boca dejando paso a su lengua, quien se encargó de abrasar la piel de la humana. Sin piedad alguna abrió sus piernas y la embistió con todas sus fuerzas. Ella lo recibió con un gemido que bien podría haber sido un aullido. Su miembro entraba y salía sin darles tregua. Su sexualidad había cobrado vida propia y ahora lo dominaba por completo. Ella agradecía con besos, caricias y gritos. Sus bocas volvieron a unirse y apenas se abrían para dejar paso a los jadeos y gemidos que de ellas salían. 72

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El gutural sonido que dejó escapar Karim anunció que estaba a punto de llegar a su fin. No podía esperar, necesitaba probarla. Sus colmillos desgarraron la piel y la sangre comenzó a fluir en su boca. Cálida, espesa y deliciosa. La embistió con más fuerza y sin dejar de beber. La sangre manaba en la cantidad justa para excitarlo, para conseguir saciarlo. Carmen podía notara como su sangre se escapaba y la vida se le iba gota a gota, pero no le importó. Ese vampiro le gustaba demasiado, desde hacía demasiado tiempo y le había costado demasiado que él por fin se fijara en ella. No, no estaba dispuesta a dejarlo escapar. Quería gozar y verlo gozar. Sin despegar su cuello de la boca de Karim se puso encima de él. Meneaba las caderas en pequeños círculos. Su feminidad se memorizó la textura del duro miembro de aquel insaciable amante. Karim dejó de beber y pasó su lengua por la herida para cerrarla. Ella lo miró fijamente, se separó de él y arqueó su espalda. Los frenéticos movimientos se le antojaban poco a Karim. Ella subía y bajaba por el largo sable que la apuntaba a su interior, hasta la intimidad de su ser. Frotaba su clítoris con la pelvis, acariciaba sus propios pechos. Se sentía mujer, más fémina que nunca. Se movía con desparpajo, sin vergüenza. 73

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Él la miró con ternura, puso sus manos en la cintura y tomó nuevamente el control. La embistió una sola vez. Una potente y última vez que culminó en el orgasmo más largo y extremo que jamás había vivido ninguno de ellos. Ella podía notar como sus fluidos se arremolinaban dentro de su ser; como sus cuerpos se unían en perfecta comunión. Esa sería la primera de muchas noches mágicas e inolvidables; la hermosa aventura entre un vampiro y una humana con ansias de serlo.

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Relatos Hot de Mentes Perversas Mi primera vez

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Relatos Hot de Mentes Perversas Con veinticuatro años y recién salida de la Universidad decidí que ya era de viajar a Roma para visitar a mi amigo especial. Había conocido a Lucca hacia ya cuatro años en una estación de Sky, en Teruel. Él estaba de vacaciones y entablamos una bonita amistad los quince días que pasamos allí. Mantuvimos el contacto pero ya no volvimos a cruzarnos. Por eso decidí pasar aquel verano en Italia, con él y su familia.

Vivía en una casa enorme y estaba planeando mudarse sólo. Como yo, acababa de terminar su carrera y empezaba a trabajar en el negocio familiar. La idea era que me quedaría allí veinte días, pero tanto él como su familia insistieron en que pasará todo el verano. Me llevó a recorrer toda Roma y varias ciudades cercanas. Pasábamos los días en la playa y las noches salíamos con sus amistades.

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Quedaba sólo una semana para volverme a España y ese viernes decidimos pasar la noche en la playa.

−Qué bonita es esta playa ¿porque no me habías traído antes? ˗Pregunté maravillada. −La verdad es que venimos poco aquí y no sabía cómo estaba; tuve que enviar a alguien para que la limpiara ˗r espondió en su perfecto castellano, aunque sin quitar su sensual acento italiano. − ¿Cómo que tuviste que enviar a alguien? ˗ Consulté confusa. −Resulta que esta playa la compró mi padre hace un par de años. Pero este verano decidió cerrarla para hacerla privada is ojos se ˗m abrieron hasta casi desorbitarse. −¡Vaya con tu padre! −Sí, ya sabes como es. Vinimos un verano, se enamoró y al siguiente ya era suya ˗d ecía a la vez que se encogía de hombros. Estuvimos charlando durante horas. La brisa marina era bastante fresca y tuvimos que envolvernos en unas sábanas. Comencé a tiritar de frío y él decidió abrigarme en sus brazos. 78

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Seguimos con la charla como si nada; con él podía hablar de cualquier cosa, siempre nos entendíamos. Su cabello negro hasta los hombros bailaba al son del suave viento y cada una de sus palabras resonaba en mi oído como una dulce melodía. Sacudí la cabeza para alejar aquellos absurdos pensamientos. −Ojala pudieras quedarte más tiempo. −Me encantaría, lo sabes. Pero ya demasiado tiempo me he quedado. Buscó mi rostro con su mano y me lo giró hasta quedar frente al suyo. −Para mí nunca es demasiado ˗ dijo vacilante. −La próxima te tocará ir a ti ˗ dije, paraque no pareciera romántico. Acarició mis mejillas y besó mi frente. Ante tal muestra de afecto suspiré. Buscó mis ojos y clavó los suyos en ellos. −Eres bellísima, Eli i cara se puso roja y ˗m pude notar el fuego que desprendía. Se acercó lentamente y sus labios rozaron los míos. Se apartó y yo volví a pegar mis labios a los suyos. 79

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Cerró los ojos y yo los míos. Nos besamos durante minutos interminables. Eran besos tiernos, dulces, respetuosos. Sus manos acariciaban mis hombros. Apartó sus labios y se quedó con la nariz pegada a la mía; suspiró y con la voz rota dijo −: No quiero que te vayas, por favor e besó con ˗m más urgencia, haciendo que cada poro de mi piel suspirará. Sus manos atraparon mi cintura en una presa perfecta; mis manos hicieron lo propio con su cuello. Los besos eran cada vez más apasionados y ardientes. Una de sus manos, temblorosa, se dirigió a mi pecho para acariciarlo con cariño. Mi respiración era entre cortada y dificultosa. Él notó mi alteración y recordó el motivo. Yo era virgen aún; no porque no haya tenido oportunidades, sino porque jamás había encontrado a nadie que mereciera poseer mi cuerpo por primera vez. Se apartó bruscamente y casi en un susurro inaudible logró decir −: Lo siento, lo siento muchísimo ˗s u voz sonaba apenada y sincera, como siempre.

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−Lucca. −¿Qué? −Te quiero. −Y yo a ti ˗ tapé su boca con mi dedo índice. −Me encantaría que fueras tú. −¿Qué sea yo el qué? ˗Preguntó con el rostro lleno de confusión. −El que esté conmigo por primera vez. La perplejidad marcaba sus hermosas facciones. − ¿Estás segura? Ya sabes que no tienes prisa. Cogí su rostro con firmeza y le besé con una pasión ensordecedora. No opuso resistencia alguna ante mis besos insistentes. Con delicadez me recostó en la manta que teníamos debajo y se recostó junto a mí. Besó mi cuello, produciéndome estremecimientos continuos. Acarició mis pechos con decisión, y con calma quitó mi camiseta y el sujetador. Se quitó su ajustada camiseta y sentí escalofríos ante la fresca brisa que nos cubría. Me apretó más a él, para que su cuerpo me irradiara calor. No fue su cuerpo lo que me hizo perder el frío, pero si su forma de acariciar mi rincón húmedo. 81

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Había metido la mano por dentro de mi pantalón y con su dedo anular acarició mi clítoris por encima de la braguita. Entre jadeos le pedía que se detuviera, pero él sabía que eso no era lo que realmente quería. Cada gesto suyo estaba plagado de un cariño infinito hacia mí y mi cuerpo inexperto. El no era un Don Juan, pero tenía toda la experiencia ´de la que yo carecía. Bajó mi pantalón, sin prisa alguna. Yo, algo más brusca le quité el suyo. Sin despojarnos aún de nuestras ropas interiores se posó sobre mí. Besó mis pechos, haciendo pequeños círculos con la punta de su lengua. Agarró una de mis manos y con ella acarició su miembro. Su erección era tan grande que di un gemido de asombro; él esbozó una sonrisa de satisfacción y volvió su boca a mis pechos. Mi mano se introdujo dentro de su bóxer como si ya conociera el camino. Acaricié su pene, parecía que mi mano iba a quemarse del calor que desprendía. Con cautela quitó mi braguita, estaba empapada y me sonrojé de pura vergüenza. 82

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Sonrió, haciéndome perder la poca cordura que quedaba en mí.

Buscó un preservativo de la billetera mientras yo bajaba su ceñido bóxer. Entró en mí con una paciencia infinita, cuidando de no hacerme daño. −¿Estás bien? ˗ Me susurró al oído, yo solo pude asentir. Mi oído se embriagaba con su aliento. Mi cuerpo se estremecía ante cada embestida. Mi boca temblaba cada vez que él la besaba.

No sentí dolor alguno, sólo una leve molestia que acabó convertida en autentico placer. Empecé a sentir una fuerte presión dentro mío y el aceleró el ritmo frenéticamente. Acabó explotando, pero yo me quedé a las puertas. −Esto ijo no puede queda con amargura. Introdujo un dedo dentro de mí y comenzó a dibujar un trayecto que no llevaba a ninguna parte. Metió un segundo dedo a la vez que besaba cada centímetro de mi piel desnuda. Por fin pude estallar, él se recostó a mi lado y me besó con decoro. Desnudos y con nuestros cuerpos perfectamente encajados, dormimos a

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la luz de la luna y con el oleaje del Mar como banda sonora. Desde aquella noche, toda la semana que me quedaba en Italia fue un sin fin de experiencias sexuales. Me enseñó cosas que sólo veía en las películas. Conocí mi cuerpo y el suyo a la perfección; no había rincón que guardara secretos para mí. Cada verano y cada invierno, alguno de los dos viajaba para vernos. Después de cinco años, nuestra amistad sigue intacta y nuestros deseos se acrecientan. No somos novios, cada uno va por su lado… pero cuando pasamos las vacaciones juntos, yo vivo para él y él para mí.

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Inesperado

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Con el tiempo aprendí a disfrutar de mi profesión y es que al principio era por dinero; pero si ahora sigo en esto es por puro placer y porque me encanta lo que hago. Hola preciosa. Estás arrebatadora hoy –dijo Darío en cuanto entré por la puerta de su hotel. Aquella noche se daba lugar una gran fiesta en la cual se celebraba el décimo aniversario de su hotel y él insistió en que yo acudiera.  ¿Cómo estás? Aparte de bella, que salta a la vista. Mucho mejor ahora que te veo –besó mi mano con galantería y me hizo girar sobre mis pies. Sus ojos se clavaron en el escotazo de mi espalda, que se abría paso hasta donde la misma pierde su noble nombre. Noté como su mirada me atravesaba y al quedar frente a él pude comprobar que un intenso brillo perverso afloraba en sus esmeraldas. 87

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 ¡Impresionante! –musitó con una leve ronquera incapaz de disimular. Ven, voy a presentarte a unos amigos. Sus amigos eran los típicos hombres de negocios: adinerados y ególatras. Darío no era de ésos, en realidad si, salvo por lo de ególatra. Él siempre veía más allá de la pelusilla de su propio ombligo y por eso me sentía mejor que con nadie. A las cinco de la madrugada un agotado Darío se acercó a mí apurando su vaso de Whisky.  ¿Subimos, bombón? –Bastó con ofrecerle mi mano para que en cuestión de minutos estuviéramos en la majestuosa suite principal. Hoy has sido la atracción y recreación, tanto de hombres como de mujeres. Sabía que no me equivocaba contigo. Me alegra oírte decir eso, es difícil estar a tu altura –me sinceré. Iba depositando besos en mi espalda, allí donde la tela no cubría mi piel. Siempre estas a la altura, reina.

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Sus dedos recorrieron mi espinilla dorsal y su boca devoraba la zona entre mi cuello y el hombro, mientras dejaba caer el vestido de raso negro. Di media vuelta para enfrentar su mirada. Tenía los ojos abiertos de par en par, la boca entreabierta y las aletas de la nariz como si no pudiese respirar. Había acertado y eso me gustaba.  ¡Dios! –exclamó. Me has dejado sin palabras. Para la ocasión me puse un conjunto turquesa de seda con detalles en encaje negro. El sujetador realzaba mi generoso pecho y el culott marcaba bien mi trasero. Para rematar escogí unas delicadas medias a juego, un portaligas y su debido liguero. Recordé que en nuestra primera cita me dijo lo mucho que le excitaba ese tipo de lencería y más aún los ligueros. El culott escondía un secreto que él descubriría pronto. Su mirada parecía hacerme un scanner completo y podía sentir como me humedecía al saberme tan observada. Adoraba esa

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mirada suya, entre salvaje y tierna, hambrienta y dulce. Me acerqué a él contoneando las caderas despacio, lento, estudiando cada gesto. Me tomó por la cintura de manera posesiva y acarició la curva hasta mis nalgas, las cual pellizcó y manoseó. Adoro tenerte así, sólo para mí –susurró, acercándose a mi boca. Soy toda tuya –no debería decirlo, pero mi lengua fue más rápida que mi cerebro. Su virilidad abultada en el pantalón de su impoluto traje de Armani hecho a medida. Mis hábiles manos fueron quitando su cinto y con mucha calma desabroché los botones de su pantalón. Darío sólo me observaba, devorándome con su verde mirada y con la cabeza ladeada. Un gemido se escapó de su garganta cuando metí la mano dentro del pantalón y acaricié su masculinidad por encima del bóxer. Mmm, que dura –ronroneé en su boca. Llevo así toda la noche, no sabía ya como disimular –sonrió. Las yemas de sus dedos rozaron mis mejillas, el cuello, la clavícula, los hombros y 90

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dibujaron el contorno de mi silueta hasta llegar a mis caderas; se aferró a ellas con ambas manos y me estremecí ante ese contacto delicioso. Su mano derecha se posó en mi sexo. Se relamió el labio inferior y yo cerré los puños con fuerza. Oooh… menuda eres –gimió sorprendido. Reí satisfecha por el resultado. Separé un poco las piernas y la raja oculta del culott se abrió, dejando a la vista mi feminidad. Lo compré para ti; así no tendrás que quitármela. Eres la mejor… Hundió sus dedos en mí, dedicándome una maliciosa media sonrisa que amenazó con desvanecerme, estremeciéndome de la cabeza a los pies. Con la mano libre acarició mis pechos por encima del sostén, mientras su boca, provocadora, besaba mi cuello. Su aliento caliente parecía arder y sus gruesos labios depositaban húmedos besos dejándome sin aliento. Mis pezones erguidos ansiaban ser besados, pero él no estaba por la labor de quitarme nada de ropa interior. 91

Relatos Hot de Mentes Perversas Fue empujándome hasta la cama, me tendió en ella, separó mis piernas y se acomodó entre el interior de mis muslos. Lo siento, hoy no tengo paciencia –se excusó. Su virilidad entró como un torrente, confirmando que era, con diferencia, el mejor compañero de cama que tuve en toda mi vida. Entraba y salía de mi cuerpo con impaciencia, una y otra vez, penetrando hasta lo más hondo de mi ser. Provocando olas de calor que superaban cualquier previsión. Sexo rápido y duro, él no acostumbraba a ello; pero esa noche estaba como un potro embravecido. Su cuerpo comenzó a convulsionar y su pene latía con vida propia. Lo siento –susurró en mi boca antes de estallar en mí. Se tumbó a mi lado, respiraba con dificultad, sin dejar de mirarme y acariciarme. Empiezo a sentir cosas por ti. Sé que no está bien, pero… –dijo cuando por fin su respiración se estableció no lo puedo evitar. Lo miré con asombro. Sus palabras me pillaban desprevenida. Yo comenzaba a sentir 92

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cosas también y eso para mí era una auténtica bomba. Creo que deberíamos dejar de vernos – sentencié. No me suena convincente –musitó. Atrajo mi cabeza a su hombro y así nos dormimos. Por la mañana ya no estaba, como era de esperar. Abrí el mismo sobre de siempre y por primera vez había dejado una nota: “Te llamaré en cuanto regrese de Barcelona; no creo que tengamos que dejar de vernos. Por cierto, te dejé dinero de más, odio dejarte a medias”. Me vestí con rapidez, guardé el sobre y me fui directa al banco; no me gusta llevar tanto dinero encima. ¿A, que no se los dije? Soy puta de lujo.

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Relatos Hot de Mentes Perversas Lord Baltimore

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En la fiesta que mi padre estaba dando para presentarme en sociedad, estaban las más selectas y destacadas familias de nuestra ciudad y alrededores. El propósito de mi padre era que algún acaudalado joven se fijara en mí y decidiera pedir mi mano. Yo detestaba la idea de casarme con alguien al que no conocía, pero no tenía voz ni voto en ese asunto. Me disculpé con los allí presentes y me dispuse a ir a mis aposentos. Estaba agotada y al día siguiente debía despertarme pronto para ayudar a mi madre en los quehaceres del hogar.

Antes de ir a mi dormitorio me dirigí a la biblioteca, en busca de algo que saciara mis ganas de lectura. Encontré un libro llamado “Una rosa en invierno”, era de los pocos que aún no había leído. Lo cogí y cuando me giré para retirarme tropecé con algo y estuve a punto de caer. Alguien me sujetó por la cintura para que no cayera. Al levantar la mirada, lo vi. Era Lord

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Baltimore, uno de los jóvenes solteros más codiciados. Era alto y esbelto. Sus hombros anchos hacían perfecta armonía con sus musculosos brazos. Bajé la mirada en cuanto note el rubor de mis mejillas. Me ruboricé más aún cuando me sorprendí mirando su entrepierna. Su ajustada calza marcaba a la perfección la virilidad de Lord Baltimore.  ¿Busca usted también algo para leer? −pregunté al fin.  No, en realidad es a ti a quien estaba buscando.  ¿En que lo puedo ayudar, Lord Baltimore?  Puedes llamarme Charles. Un silencio nos embargó. Él se acercó a mí con paso firme; pues yo me había alejado de él casi sin percatarme.  Solo quería admirar tu belleza una vez más, antes de irme −mis mejillas volvieron a sonrojarse y él las rozó con sus dedos. Eres tan hermosa, Leonor −di un paso hacía tras ante tal descaro.  Perdone, Lord Baltimore, pero si no me necesita voy a retirarme. Me precipité a grandes zancadas, mi corazón latía desbocado 98

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y casi da un vuelco cuando me tomó por la muñeca y me giro hacia él.  Lo siento, Leonor, no quería ser grosero. Es solo que… eres tan hermosa que me haces perder los estribos. Tocó mi rostro con el revés de su mano. El tacto cálido de su piel con la mía consiguió que todo mi cuerpo se estremeciera.  Señor… −intenté hablar, pero el posó uno de sus dedos en mis labios, para que de mi boca no saliera nada más que un suspiro resignado.  No entiendo porque tu padre no deja que pida tu mano. Prefiere casarte con mi hermano mayor, que te saca casi 20 años.  Seguramente sus andaduras con las mujeres es lo que hace que mi padre crea que no es usted merecedor de su hija.  ¿Eso crees? −Preguntó con cierta inocencia . Te aseguro que es mi hermano el de las andaduras, no voy a negarte que no me rinda ante la belleza de una dama. Pero tú… tú eres diferente.  ¿Diferente?

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 Si, contigo iría al fin del mundo; entregaría toda mi fortuna a cambio de tenerte para siempre a mi lado. Sus labios se toparon con los míos, confusa e indecisa me aparté de aquel impertinente caballero. Si se me acercaba más de la cuenta lograba hacerme perder la cabeza. Su colonia masculina y su cuerpo varonil invitaban al pecado. Sin más, me eché a sus fuertes brazos y dejé que sus labios empaparan los míos en un tierno y desesperado beso. Noté como asomaba su virilidad por sus ajustadísimas calzas y eso me hizo sonrojar nuevamente. Estrechó mi cintura y me pegó más a él. Tocó la sueva tela de mi corsé y besó la parte superior de mi busto.  Es mejor que me vaya, alguien podría entrar en cualquier momento.  Tranquila, mi preciosa Leonor −me enseñó las llaves de la biblioteca con una sonrisa que logró que perdiera el aliento. Todos están demasiado ocupados como para notar mi ausencia. 100

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Me besó con más vehemencia. Su entrepierna parecía latir y mi corazón se disparaba ante sus insistentes caricias. Con destreza, desató mi corsé y lo dejó caer. Mis pechos quedaron al descubierto, pero eso no me avergonzó. Sus ojos impactaron con los míos.  Eres aun más perfecta sin esas prendas tan caras −susurró a mi oído. Ambas manos se posaron en mis pechos desnudos y mis pezones se endurecieron ante sus caricias. Sus labios dejaron de besarme y de inmediato sentí su lengua húmeda en uno de mis pezones. Gemí de placer y me dedicó una media sonrisa de suficiencia. Su boca fue bajando por mi torso desnudo, hasta llegar a mi larga falda. Con descaro la subió y bajó mis paños menores. Mi primer instinto fue intentar taparme, él se levantó y susurró a mi oído: Déjame que te haga sentir lo que nadie jamás conseguirá. Volvió a besar mí desnudez para llegar hacía mis partes intimas. Su boca jugó divertida con mi sexo. Me daba delicados mordiscos en los labios y con la lengua, trazaba círculos en mi clítoris. Se 101

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levantó para besarme el cuello, mientras una de sus manos se quedaba jugando con mi sexo. A la vez que me dio un leve mordisco en el cuello, introdujo uno de sus dedos en mí. Al gemir en su oído hice que el gimiera también de placer. Su cálido aliento en mi oreja, acompañado de los susurros que me dedicaba hacía que mi sexo se humedeciera cada vez más. Con urgencia le bajé sus calzas grises y al ver su virilidad me di cuenta de la poca justicia que esos calzones le hacían. Se quitó la parte de arriba y acaricie sus pectorales. Su boca no se apartaba de mi cuerpo. Oímos pasos cercanos, pero él no se detuvo. Con cautela me llevo hacia una de las paredes llenas de libros y me estrechó entre él y aquella pared. Levantó mi falda y acarició mi sexo con su masculinidad. Su cadera se movía con delicadeza y yo rogaba que me penetrara al fin. Hazme tuya −imploré. No tengas prisa −respondió. Abrió mi falda y la bajó rozando sus dedos en mis piernas.

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Le dio un tímido beso a mi parte húmeda y se levantó. Me cogió las nalgas con fiereza y me elevó. Con destreza me posó en su miembro y me penetró con sutileza. Sentí un leve dolor, pero enseguida menguó. Sus caderas se movían más deprisa. Con las manos me cogía de las estanterías, por si aquel hombre perdía el equilibrio. Me besaba el cuello, los labios y los pechos, sin perder el ritmo en sus caderas. Sentir como su masculinidad entraba y salía de mi cuerpo, hacia que me sintiera más mujer que nunca. Aún con su pene dentro de mi cuerpo, camino hacia el escritorio, apartó todo de un manotazo y me dejó allí encima… embistiéndome con más firmeza. Me miró de arriba hacia abajo, maravillado con los que veía. Sus manos volvieron a recorrer mi cuerpo y su boca se pegó a la mía. Nuestras lenguas bailaron en nuestras bocas y entre gemidos y jadeos susurramos nuestros nombres.

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Noté como íbamos llegando al final en cuanto mi cuerpo se estrechaba alrededor de su miembro. Aceleró el ritmo ferozmente y derramó todo su líquido en mi vientre. Tomo un pañuelo de un cajón del escritorio y me limpio de inmediato. Nos besamos hasta que asomó la luz del Sol por la ventana y Lord Baltimore se fue a hurtadillas.

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Relatos Hot de Mentes Perversas Milord

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Relatos Hot de Mentes Perversas Las manos de Leonor intentaban en vano soltarse, los forajidos habían puesto mucho empeño en no dejar sueltos los nudos que la mantenían sujeta. Una habitación húmeda y sin luz conseguía que la joven se lamentara una y otra vez por su suerte. Se odiaba por haber seguido a Christopher campo a través.  ¡Soltadme! –Gritaba una y otra vez. Unos cascos de caballo se oyeron no muy lejos de allí. Leonor aguzó su oído y pudo notar movimiento entre aquellos desalmados que la tenían secuestrada. Espero que hayáis seguido mis órdenes al pie de la letra –dijo una voz grave y elocuente. Aquella voz le era extrañamente familiar a Leonor, pero entre todo ese caos no podía

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distinguir si era cierto o producto de su vulnerable imaginación.  ¡Marchaos de aquí! –ordenó nuevamente la voz. Leonor se arrinconó en la esquina más lejana de la mugrienta habitación al oír el tintineo de las llaves. La puerta se abrió irremediablemente y Leonor cerró los ojos con fervor, pero se obligó a abrirlos e intentar divisar la cara de alguno de sus raptores. Un hombre alto y corpulento con la cara cubierta estaba de pie con expresión divertida a juzgar por el rasgo de sus ojos. Leonor quiso gritar, pero las cuerdas vocales estaban bloqueadas por el miedo. No tengas miedo, estoy aquí para salvarte. Conozco esa voz –acusó ella.

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Aquella figura fue acercándose más. A Leonor

le temblaba el cuerpo como una hoja en pleno día de tormenta y el supuesto captor parecía divertirse con la situación. Una mano se estiró hacía la joven, que titubeó antes de decidir aceptar la mano que le tendía ese desconocido y al parecer buen hombre. Los chicos pueden ser bastante impertinentes pero le aseguro, señorita, que no pensaban hacerle daño ni se lo harán.

A Leonor le resonaba constantemente aquella voz que tan familiar le había resultado. Por fin ya estaba en su casa o más bien en la su madrastra. Su doncella la sacó de la ensoñación al anunciarle que su hermanastro la esperaba para cenar. Ella no bajó; lo último que quería era soportar un interrogatorio. 109

Relatos Hot de Mentes Perversas Apagó la vela que tenuemente alumbraba la habitación y el suave chirrido de la puerta la asustó. No tengo ganas de hablar, Christopher. Soy Charles –Leonor sonrió sin que él pudiera verla y sus mejillas se ruborizaron. Estaba yéndome a dormir Milord –mencionó con timidez y respeto. Sólo quería cerciorarme de que estabas bien después de lo sucedido. Mientras las palabras brotaban de su boca como una tranquila melodía, fue acercándose a los aposentos de Leonor sin que ella se percatase. La voz resonó demasiado cerca y Leonor se sintió intranquila. No podemos seguir así –dijo él en tono suplicante. Milord… 110

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Antes de que la joven pudiera acabar la frase

unos dedos se posaron en su boca, una mano la tomó con fuerza por la cintura; el ligero peso del cuerpo de Charles se sintió sobre el suyo. Un poderoso beso atrapó a la joven, que supo era

inútil

seguir

resistiéndose.

Vertiginoso,

apasionado y cargado de deseo. El deseo se adueñó de la habitación y los jóvenes se rindieron a ese sentimiento tan embriagador que se llama pasión. Con decisión y manos firmes Charles subió la enagua de Leonor, causando verdadero estragos en el corazón de la muchacha. Acariciaba con sumo cuidado la aterciopelada piel de sus piernas y la amarró con fuerza de las caderas, pegándolas con fiereza a su prominente erección. Te quiero Leonor –susurró al oído de ésta, besando el lóbulo de la oreja, humedeciéndolo con la calidez de su lengua.

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Bajó su maya con increíble destreza y le

siguieron los calzones. Leonor se asombró, una vez más de ese perfecto y dulce miembro que le pertenecía desde el primer día. La boca de Charles se acopló al hueco del estilizado cuello de su amante, lo besó con entusiasmo y efusividad; se diría que era el más exquisito de los manjares. Una ola de deseo desbocado azotó la poca prudencia que le quedaba a la joven Leonor; sus piernas se unieron en una potente llave entorno a las fuertes caderas de Lord Baltimore y sus brazos abrazaron el cuello de éste, acercándolo a su boca. Un beso desvergonzado y erótico por parte de la joven despertó en el Lord su instinto animal y sexual. Pretendía ser cálido, pero ya no soportaba la espera. Penetró con impaciencia la feminidad de Leonor.

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Relatos Hot de Mentes Perversas Haaa –suspiró ella.

Su enorme lanza entraba y salía de manera constante, sin pausa alguna que le diera tregua para descansar. Se agarró con fuerza a la parte interior de los muslos de su amada y en un impulso feroz la penetró con violencia. Leonor arañaba la espalda de Charles; clavaba con fuerza sus uñas, rasgando la piel y gozando. Gemidos y maldiciones se mezclaban y lo inundaban todo. La cama chillaba y se movía con imprudencia.  ¡Cuánto te deseo! –se ruborizó ella ante la confesión de él. Él aceleró el paso todo lo que pudo. Empapando su virilidad con los fluidos de Leonor y memorizando cada pliegue de aquella cueva húmeda y deliciosa.

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Una última y efectiva estocada culminó en un

intenso orgasmo para ambos. Charles dejó su miembro en el interior durante interminables segundos. Me quedaría así de por vida –admitió.

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Relatos Hot de Mentes Perversas Agradecimientos: Gracias a todos los lectores, que en estos dos años han estado ahí, al pie del cañón; gracias a los que empiezan a seguir el blog e infinitas gracias a los que se descargarán este libro. Y por supuesto, a mi familia y amigos por apoyarme en este sueño; y a mi hija, por inspirarme.

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