Relacion Entre La Personalidad y La Corrupcion

RELACION ENTRE LA PERSONALIDAD Y LA CORRUPCION Solemos asociar con corrupción las palabras coima, robo, política, entre

Views 71 Downloads 2 File size 312KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

RELACION ENTRE LA PERSONALIDAD Y LA CORRUPCION Solemos asociar con corrupción las palabras coima, robo, política, entre otras, pero usando una definición más precisa la cual es propuesta por la organización no gubernamental de lucha contra la corrupción Transparency International: "abuso del poder en beneficio privado". A todos deja estupefactos el hecho de que las personas que ejerzan este tipo de actos sean las mejor posicionadas en un trabajo, los representantes de un país, o las que tienen algún reconocimiento social. Si bien no se puede asociar por completo una patología a este caso, existen varios factores psicológicos que se puede decir predisponen a la persona a actuar de esta manera, al igual que tipos de personalidades y sus patologías, tenemos entre estas al tipo narcisista y al antisocial. Vemos que día a día las personas son cada vez más egoístas, pensando en el bien propio sin importar los demás, violando sus derechos y todas las características que se le otorgan a una persona antisocial; se sabe que los actos principales de estas personas son los de robar, mentir, manipular y atacar. Tenemos así el primer tipo de trastorno. Como segundo caso tenemos a la persona narcisista la cual es aquella que muestra un excesivo amor a sí mismo, necesita ser admirado y carece de empatía, son arrogantes y pedantes; mostrando actitudes manipuladoras y de aprovechamiento de los demás, estas características se unen a las mencionadas anteriormente, formando así a personas que solo buscan su bienestar sea como sea; vale decir que no todas las personas que muestren este tipo de actitudes sean corruptas pero en mayoría lo son. Como factor importante dentro de la vida diaria tenemos a la moral y a la ética, las cuales tratan de hacer el bien a los demás sin mirar a quien, y de las acciones humanas en orden a su bondad o malicia, acciones inexistentes en estas personas, cegadas por su ambición. La corrupción es un problema social presente en nuestras vidas, el cual somete a las demás personas a convivir con los malos manejos de sus “superiores o gobernantes” quedándose atrapados en un círculo vicioso, difícil de romper que en la mayoría de los casos queda así, ya que son pocas las personas que admiten su error, se disculpan y devuelven lo quitado. A todos nos sorprende la corrupción por parte de personas con un alto poder adquisitivo, una buena posición profesional y cierto reconocimiento social. A esta personas, teniéndolo casi todo, ¿qué es lo que les lleva a caer en la corrupción? Puede haber muchas causas, pero desde el punto de vista psicológico, existen personas que están más predispuestas que otros a ser corruptos. Personas que superando el temor a un posible castigo, anteponen el beneficio individual, incumpliendo la ley. La mezcla de ciertos rasgos de personalidad puede dar lugar a comportamientos corruptos si se dan unos condicionantes. Concretamente, se trata de lo que denominamos la personalidad narcisista y la personalidad antisocial. El rasgo fundamental de un narcisista es el

egocentrismo. Es un patrón de grandiosidad, y necesitan sentirse admirados y sobrevalorando sus capacidades. En la personalidad antisocial se destaca en el individuo la frialdad emocional, una carencia de ética y un comportamiento basado en el engaño y la manipulación, sin remordimientos por las consecuencias de sus actos. Son personas a las que les gusta el poder, suelen ser extrovertidas y atentas pero, todo pensando en su beneficio personal y conseguir lo que sea sin importar los medios. No quiere decir que todas las personas con estos trastornos sean corruptas, simplemente destaco el elevado riesgo que supone para una de estas personalidades enfrentarse a una situación propicia para caer en la tentación de la corrupción. Tampoco estos rasgos justifican los actos de corrupción, ya que no tienen nada que ver con una enfermedad mental. Este tipo de personalidades tiene una predisposición a la corruptela, pero lo que les lleva a ella es una elección personal. El corrupto lleva a cabo un proceso razonado y calculado de costes y beneficios. La mayoría de las veces el acto corrupto empieza con la idea de cometerse una sola vez, pero si sale bien sirve como incentivo para continuar, como una adicción. Vivimos en una sociedad donde nos exigen muchísimos requisitos para acceder a puestos en empresas privadas (formación, eternas fases de entrevistas, desarrollo personal y mental). Todo opositor se presenta a pruebas psicotécnicas, las cuales, si no son superadas, por muy buenas puntuaciones que tengan en el resto de pruebas, no se le da un aprobado. Sin embargo, no utilizamos filtros a la hora de elegir o seleccionar candidatos para un puesto político de responsabilidad, por lo que no nos debe extrañar que nos sigan representando personas con perfiles más dados a buscar su beneficio personal , en vez de personas con una orientación hacia el beneficio comunitario. Por razones puramente lógicas, las exigencias deberían ser las mismas para todos; incluso, a mayor responsabilidad, mayor exigencia LA CORRUPCION La corrupción no es un fenómeno, situación o actitud que se presente rápidamente y sin avisar. La corrupción es un estado al que se llega lentamente, degenerando poco a poco las ideologías más honestas hasta convertirlas en títeres de los individuos corruptos. La corrupción es una enfermedad latente en las personas que crece con fuerza y alcanza niveles epidémicos cuando afecta las ideologías. A la corrupción, como a las epidemias, hay que atacarla antes de aparecer con medidas preventivas y con medidas activas potentes cuando se declara algún foco epidémico; una vez extendida la epidemia, el combate es mucho más duro e ineficaz y los efectos secundarios, desastrosos. En los últimos años se ha puesto en duda la existencia del “libre albedrío” de las personas en una discusión general entre biólogos, sociólogos, filósofos, psiquiatras y otros profesionales de la mente. Se cuestiona la conciencia y la voluntad de las personas y se discute si somos máquinas bioquímicas predecibles con sensación de libre albedrío, o bien somos en realidad sistemas complejos con conciencia, voluntad y libre albedrío. Algunos dicen que los actuales ordenadores electrónicos evolucionarán a menor peso y mayor capacidad hasta alcanzar los niveles del cerebro humano en pocas décadas. Otros dicen que la inteligencia artificial acabará por parecerse a la humana cuando la capacidad de la electrónica alcance la del cerebro humano. Se dice que las máquinas

podrán desarrollar consciencia de sí mismas, conciencia del bien y del mal, instinto de supervivencia y apariencia de libre albedrío. El corolario es simple: si las máquinas se comportan como personas, las personas se comportan como máquinas. Algunos filósofos y biólogos niegan la posibilidad de que las máquinas puedan pensar como los humanos y se apoyan en múltiples razonamientos, algunos de la física cuántica, para demostrar la imposibilidad de negar el libre albedrío de las personas. Dicen que los humanos son libres para pensar y que su pensamiento es intrínsecamente impredecible. Para describir el perfil de un corrupto, habría que definir primero la corrupción –más concretamente la política– como un mal uso del poder público en un ilegítimo beneficio personal, práctica que se ejerce en nuestro país con frecuencia y descaro –y hasta cierta impunidad– desde cargos irrelevantes hasta las más altas esferas, circunstancia que ha convertido a la clase política en uno de los principales problemas reconocidos por la ciudadanía y que focaliza la atención de los medios de comunicación en los corruptos de alto nivel, unos individuos que pese a su reconocimiento profesional y poder adquisitivo, sucumben a ansias desmesuradas de poder sin importarles a quienes puedan hundir en su ascenso. Hay ciertas personas más predispuestas que otras a la corrupción en base a sus rasgos de personalidad. No hace mucho escribía sobre lo frecuente que es encontrar personalidades psicopáticas y narcisistas en el mundo la política, la banca y el mundo empresarial, así como también un artículo donde planteaba si los corruptos son unos psicópatas. A un individuo mentalmente equilibrado le resulta difícil entender que alguien que lo posee todo, delinca para obtener más y más en base a unos impulsos perversos y opuestos a la ética a los que voluntariamente claudican. Desde una perspectiva psicopatológica, los corruptos son individuos que sistemáticamente ignoran al ‘otro’ y prescinden de los valores éticos, morales y cívicos que garantizan la equidad en la convivencia. Su modus operandiresponde sólo a pulsiones encaminadas a satisfacer su ego y sólo frenan esos impulsos (respetando por tanto las normas) como estrategia evitativa de sanciones o represalias. Otra singularidad del corrupto es su irresponsable sensación de invulnerabilidad, una representación mental que les hace creer que sus fechorías pasarán desapercibidas y que nunca serán juzgadas ni condenadas. Se creen pues inmunes, invencibles y descartan las consecuencias negativas de sus actuaciones, motivo que les hace ser temerarios y jactarse chulescamente de sus actividades así como aferrarse a sus cargos públicos –aunque estén imputados– por su patológica negativa a reconocer sus delitos por muy evidentes que sean las pruebas que los inculpan. Psicopatológicamente, podemos englobar a los corruptos en dos grandes grupos: el corrupto narcisita (están convencidos de que son superiores, necesitan ser admirados y carecen de empatía para conectar emocionalmente con los demás), y el corrupto antisocial (sienten necesidad de mostrar superioridad, son manipuladores, violan sistemáticamente los derechos del otro y son propensos a actos delictivos).

Considerando que los psicópatas son unos individuos depravados moralmente con un deficiente control de sus emociones e impulsos, una nula adaptación a las normas éticas y sociales, gran tendencia a la violencia planificada, dotados de inteligencia y habilidad para mentir y convencer así como carentes de emociones y de ansiedad y por tanto de temor (podríamos comparar a los psicópatas con un hermoso coche deportivo de alta velocidad y frenos defectuosos), no es descabellado aventurar que algunos de los corruptos que proliferan en la política compartan bastantes de los rasgos que acabamos de describir. La corrupción destruye y desgarra la confianza. En su forma contemporánea, la corrupción casi siempre envuelve una relación incestuosa entre el poder y el capital. La corrupción es la manifestación concreta del mal uso del poder público a cambio de dinero. No importa si el intercambio lo inicia la persona con dinero o la persona con poder; el intercambio mismo es la esencia de la corrupción. Desde una perspectiva psicológica, se puede establecer que la corrupción es ejercida por personas de diferentes estatus socioeconómicos. Lo que impulsa a alguien a corromperse deviene de muchas causas; no obstante, es preciso poner especial énfasis en las motivaciones de tipo psicológico. Existen personas que están más predispuestas que otras a cometer actos de corrupción y la explicación la encontramos en la estructura de su personalidad. De manera concreta, las mujeres y hombres con una personalidad psicopática o narcisista están más predispuestas a entrar en el mundo de la corruptela. Por ello, personas con cierta posición social y buen poder adquisitivo no son ajenas a la espiral de este fenómeno, puesto que su práctica no tiene que ver, en esencia, con una necesidad material. Las personas corruptas están sujetas, por voluntad propia, a los rasgos más perversos de su personalidad. El perfil psicológico del corrupto tiende a mostrar que se trata de personas narcisistas, inseguras, egocéntricas y afectivamente anestesiadas, con incapacidad de expresarse de manera asertiva. En un acto de corrupción, el objetivo de estas personas se centra en satisfacer una doble necesidad: sentir superioridad ante los demás y usar a éstos para conseguirlo, por lo que su conducta está dictada por un principio rector, que es la no consideración del otro. En su estilo de vida, la persona corrupta no reconoce una ética general sino sólo la ética propia, y en ella encuentra su reafirmación y su ausencia de arrepentimiento. La persona corrupta posee características que le permiten realizar este acto con frialdad emocional, lo que posibilita que ante los demás se muestre íntegro y con una ética inquebrantable. Sin embargo, lo que predispone no dispone obligadamente. A pesar de sus características de personalidad, toda mujer y todo hombre tienen la posibilidad de hacer una elección personal consciente ante una situación en la que haya lugar para cometer un acto de corrupción.