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22 B¡blioteca de Patrística G ¡o P VI (tr ofs O) o ¡- GREGORIO MAGNO regla pastoral o (- -FR 1 635 ISBN 84-97

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22

B¡blioteca de Patrística

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GREGORIO

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C¡ udad Nueva

Gregorio Magno REGLA PASTORAL Aunque nos separan quince siglos de la vida de Gregorio Magno (540-604), es mucho lo que este maestro de síntesis de la patrística

Gregorio Magno

occidental nos puede enseñar a los cristianos del siglo XXI. Gregorio, el de familia senatorial, el prefec-

to de Roma, el monje, el diácono legado papal, el Papa, n¡vo que dar respuesta a interrogantes ineludibles que le presentaba su tiempo: el del nacimiento de Europa. Su pastoral se disdnguió siempre por su equilibrio, fidelidad, discernimiento pn¡dente, espíritu desprendido, sentido de la responsabilidad y oportunidad, amor al orden y a la justicia. Se le ha llamado "el Papa de la caridad" llegando a convertir los bienes de la Iglesia en los bienes de los pobres. Su humildad, nacida de una profunda armonía entre contemplación

REGLA PASTORAL Introducción, traducción y noras de Alejandro Holgado Ramírez y josé Rico pavés

y acción, le

hizo tomar el apelativo de ..siervo de los siervos de

Dios".

La Regh Pastoral, escrita entre 591-592 como respuesta al obispo de Rávena, se inserta en la misma línea que la Oratio secunda ad fugam de Gregorio de Nacianzo o el De sacerdotio de Juan Crisóstomo, que ante la

responsabilidad pastoral optaron

por

Segunda edición corregida )t adaptuda

la

huida.

Desde su composición ha servido como libro de formación pastoral para sacerdotes. Así lo aconsejaron los concilios de Reims, Maguncia, Tours y Chalon-sur-Saone (813). Juan XXIII confesaba que "este libro es el más precioso código de la acción pastoral, después del Evangelio y de las Cartas de los Apóstoles, parala santificación de las almas sacerdotales y la dirección de los fieles". Juan Pablo II nos ha recordado la perenne actualidad de esta obra: "Será sumamente útil y oportuno tomar de nuevo en la mano este libro verdaderamente áureo, para sacar del mismo enseñanzas todavía válidas e indicaciones prácticas de experiencia pastoral ¡ diría, los secretos mismos de un arte que es indispensable aprender para poder ejercerlo dcspués".

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Ciudad Nueva Ilogot:í

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I\{or¡1g1.i11q,,¡ S.rrrti.rg.,

Segunda ediciírn: dicicmbre 2001

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Alcjanrlro Ilolgarlo lJ.amírcz v José l{ico I).rvós

o

1991, l-clitori¿l Ciurl.td Nueva Andri's T:lnrit\'() 4 - 2u028 Madricl

ISBN:

84-9715-002-.1

Depósito Lcgal: M-52 I 5(r-2001 Imprcso cn Españrr

-

Printccl in Spain

Prcin.rprcsión: MCIr Tcxtos. M,rclricl Irnprirnc: Artes Gráficas Cucsta. M¡clricl

A cuantos ban formado parte del Seminario Mayor Santa Leocadia de Toledo.

PRESENTACIÓN

Tiene el lector en sus manos la segunda edición de la Regla Pastoral llevada a cabo por la Editorial Ciudad Nueva. Agotada la primera edición en algo menos de seis años, se publica ahora de nuevo esta obra clásica de la literatura cristiana primitiva. Respecto a la primera edición, la presente viene calificada con dos adjetivos ("corregida" I "adaptad¿') que merecen una aclaración. Ante todo, esta nueva edición es, ciertamente una edición corregida. La primera edición se realizó a partir del texto latino de la "Patrologia Latina" de Migne. Texto, que sin ser crítico, era el único disponible cuando emprendimos Ia tarea de traducción. Cuando nuestra versión se encontraba ya en la imprenta, la Colección Sowrces Chrétiennes publicaba en dos volúmenes una edición bilingüe con un texto latino críticamente fijado, establecido a partir del manuscrito más antiguo que se conserva de nuestra obra. La segunda edición de la Regla pastoral debía, necesariamente, hacerse a partir de ese texto, adoptando las variaciones respecto al texto de Migne y asumiendo la nueva numeraciórr y distribución. El lector paciente podrá, no obstante, c()nrprobar cómo estas variaciones son mínimas. Esta segunda edición es, además, una edición adaptadn. Desde que apareció la primera edición de la obrrr grcgor-i:rna hasta hoy, la colección "Biblioteca clc [):rtrístic:r' h:r rc-

corrido un importante trecho en cl cluc los volúrncncs que la conforman han ido adquiricndo un,r fisononrí:r c;lcla vez

Presentactón

más definida: introducciones proporcionad,ts ;r l:r olrt.t l r .t ducida, índices más completos, notas más ¡rrccis.ts... l'ttt's

bien, hemos considerado oportuno adaptar l,r sc¡¡trrl.l.r .'.li ción de la .Regla pastor.al al estilo de toda l:r (lolc.'t'i,irr. lrrr consecuencla, se ha reducido sensiblementc la Irttrotltl..'t'r.itr, omitiendo aquellas consideraciones que pcrtcrlcc('rr rrr,r\ ,r otro ámbito de estudios; se han simplificado lrts rt.)l.rs, \tr primiendo aquellas alusiones que sólo pueclcrr i¡rtt'r't's,tr .rl especialista; se han ampliado, en fin, los índiccs, ttlt't',.'i.'tt.l.' asi un instrumento de lectura útil a cualquier ti¡'ro tlc lt't'tor. Felicitamos, una vez más a la Editorial Ciutl.rtl Nt¡t'r'.t por Su valentía al promover el conocimiento y l,r lcctt¡¡'.t tlt' la literatura cristiana primitiva, y Por impulsar cst:l s('lltlrr da edición, corregida y adaptada., de una ol-rr:r (ltt(' ('sl)('r'.r mos siga entusiasmando a cuantos Se accrquctl .l t'll.r: l.r Regla pastoral de Gregorio Magno.

Alejandro Holgado Ramírez - Josi' ltit',, l'.tvtls Roma - Toledo, 3 de septicrrrbrt' tlt' 1000 Festividad de san (]rcgot'io IVl.tgrrtr

ABREVIATURAS Y SIGLAS'T

Obras de Gregorio Magno Dial Ep

Ex Cant

Hm Ev Hm Ez In I Reg Mor Reg Past

Diálogos Registro epistolar Exposición sobre el Cantar de los Cantares Homilías sobre los Eaangelios Homilías sobre Ezequiel Exposición sobre el Libro I de los Reyes Libros morales Regla pastoral

Fuentes generales

Acoll

Grégoire le Grand, Actes des Colloques Internarionaux du CNRS (Chantill¡ 15-19 septembre 1982), Paris 1986

BAC BPa

Biblioteca de Autores Cristianos (Madrid) Biblioteca de Patrística, Ed. Ciudad Nueva (Madrid)

CCL

Corpus Christianorum series Latina, Ed. Brcpols (Turnhout)

CSEL

Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum

Latinorur¡n

(Vien) Fuentes Patrísticas, Ed. Ciudad Nucva (M.rdritl)

FuP

'f La .f

crusalén.

Sagrada Escritura se cita scgún las ¿rbrs'i,rtur';rs (le l.r llibli¿ dc

Abreaiaturas

10

PG

PL PLS

y

siglas

Patrologia Graeca, J. P. MrcNr', ([):rris) Patrologia Latina, J. P. MrcNr, (Paris) Patrologiae Latinae Supplemcntunr, ctl. A. I l.rrr¡nr,ur,

INTRODUCCIÓN

Paris 1957-1971 SC

TS

Sources Chrétiennes, Les Éditi.rr',r tlu ( ,r,r I (t'.rris) Teología del Sacerdocio, Colcccitin pulrli.',r,l.r ¡,,,r l.r

Facultad de Teología del Nortc clc I'.s¡'r.rrr,r, r...1,. .'r' Burgos

I. VIDA Y ÉPOCA DE GREGORIO MAGNO 1,.

Primeros años

y contexto bistórico

Gregorio nació en Roma hacia el año 540, en el seno de una familia patricia, cercana a los aniciosr. Del linaje de los

1. Para el estudio de la vida de san Gregorio Magno contamos con fuentes diversas. Las principales las constituyen sus escritos, especialmente el Registro de cartas. Existen también Vidas, algunas dc cllas con carácter legendario: biografía de

Vhitb¡

un monje anónimo de

escrira hacia el 213 (es

la

biografía conocid¿ más antigua), cxiste edición de A. Gnsqurr, ,4 Itft of Pope Gregory tbe Great, \üTestminster 1904 y otra más reciente de B. Colcn¡ve, Tbe earliest life of Gregory the Great, by dn anonymus monb of Whitby,

breves datos sobre Gregorio se han rccogido en la Historia francorum, de Gregorio de Tours (cf. PL 71, 527-529), en el De viris illustribus de Isidoro de Sevilla (cf. PL 83, 1102-llo3) y en cl propio de Ildefonso de Toledo (cf. PL 96, 197-199), así como en la Historia ecclesiatica gentis anglorum, de

Beda el Venerable (.f. PL 95). Entre las biografías generales modernas, ciramos: H. Dudden,Gregory the Great, his place in bistory

and tbought, 2 vols., Lonckrrr 19Q5, 1967; H. H. Howorrh, .\r. Gregory tbe Great, London l9l2;

de V. Stullfath, Gregor I. Lcl¡t,n bis Pablo Diácono, escrita hacia el zur Wabl zum Papsrc..., Hciclcl770-780, (cf. PL 75,47-60); otra de berg 1913; H. Grisar, .\an OrcgoDiácono escrita en Roma rio Magno, traduccitin dcl alcmiin Juan Cambridge 1985; biografía

enrre el 872-82 (cf. PL

75,59-242); al italiano clc A. rlc Santi, Roma

l.]

Introducción

Introducción

anicios fue también Boecio, I con él ()tr()s rttit'tttlr,,..l,'l,r nobleza y senado romanos. Entre sus ilrlt('¡r.ts,t.l. 'r \(' ('n cuentran el papa Félix III, el presbítero (]ortli.ln,', t't'l ¡r,r¡r,¡ san Agapito (535-536). Sus padres, Gortli.ur., r' Silvi.r, s,,n venerados en la Iglesia como santos, jurtto c,,ll tl,)s lt,ls l).r ternas que ejercieron sobre él un decisivo inl'luio tlt'(.u.r ,r su conversión, Társila y Emiliana. Siendt-r [)orttíl'it't', ( itt'1'. rio hablará de su conversión y de su inici:rl rcsistcrtt'i,t .r l.t gracia de Dios2. Sin embargo, podemos cst¿1r scgt¡r'()s (1..' ,¡rr..' ya en el ambiente familiar encontró un ejcnrpltt viv.' ,1.' t,' guimiento a Jesucristo. Cuando apenas contaba seis años, Grcgorit) tuv() (lu(' asistir al asedio y destrucción de Roma por p¿rrtc tlt'l.rt tr,, pas del rey godo Totila. Roma no era lugar pacíl'ico \' .tsr l,' recordaría en el futuro. Entre guerras, se i[-r:r ftr-rn.ttt.l() ('n Gregorio un corazón tan pacífico, como Anl:lrrtc tlt' l(()nr,l, s¡z Roma. Siendo yaPapahará frente a los brttt,tl..'t .tst'tlir¡s longobardos. A la destrucción respondió con p:r7 \' .un()r; el resultado fue la formación de una verdadcra sr)('t('/.n ('ntr (' bárbaros y romanos. El siglo vI es de singular importancia par:r l:r lrisr,,ri.t,l..' Europa. Con la deposición de Rómulo Augústult, ('lll') rlt'

saparecía para siempre el Imperio Romano de Occidente. Oc-

12

P. Batiffol, Grégoire le Roma 1994; .1. l(it lr,rr rls. ( ,,r'¡rl Grand, Paris 19281'E. M. Marin, of God. 'l'l¡c ltl,' ,trt,l Ittttt', ,,1 Gregorio I Papa della caritá, Gregory tbc ( )tt,tl, I .,rt.l.',' ¡')SOl Roma l95l; Ch. Chazottes, Gré- V. Parotlctt.,, (;,.'t'.t,ttt, ll,t,t',u,,. Un mat'slt',, ,tll,' t',tt'.utt (,t\!t.ut.' goire le Grand, Paris 1958; C. Dagens, Grágoire le Grand. Cultwre d'Euro¡t,t, l(r'rtt.t l')s5; ( ;.|t. et expérience cbrétiennes, Paris Ev:tns, 'l'l¡c tltttttvl¡l ,,1 ( irr',r'rr )' 1977; E. Gandolfo, Gregorio tbc Ort',tt, (,,rrrrl'ri.l¡',,' l(,ri'il,; r I l(. Magno, servo dei serzti di Dio, GoIrlrtN< ;, /lr/,/r,,r',¡,tlt,t tlt ( , t t .t',t, Milano 1980; reeditada con Pe- rio hldttto ( Ili')0 l'),\')), l(,'nt.t 1990, I l{ 2 I queñas variaciones con el título 2. (.1. IVl.'r, ( ,ttt,t tlt'tlt,,t!,,tt,t Gregorio Magno, Papa in un'epoca trar.tagliata e di transizione, I (lll'.r {2, r'l). 1928;

.

cidente se gobernará entonces desde Oriente. Los godos se habían extendido por los países mediterráneos, uniendo a su culrura las grandes aportaciones de la decadente Roma. Vándalos en el norte de África, visigodos en Hispania, ostrogodos en Italia... pretendieron rornanizar su culrura. Roma seguía ejerciendo su influjo, pero ahora, sin tener la iniciativa. Con Justiniano las aspiraciones imperiales renacieron. Desde Oriente quiso reconstruir el Imperio; la unidad religiosa sería uno de los medios empleados. Pero los tiempos lrabían cambiad o, yd no eran los de Constantino, y menos ¿rún los de Teodosio. Los pueblos godos iban siendo cada vez más fuertes; en ellos iba naciendo una idea que encontrará su plasmación en el Renacimiento, y que halló su primicia en España: la idea de nación, presupuesto del Estado rrroderno renacentista. En el III Concilio de Toledo (5S9), la unidad religiosa llevó a la unidad nacional. La conversión de Recaredo al catolicismo no significaba sólo el final de las controversias arrianas en Hispania, sino que supuso, ante todo, el triunfo de un proyecto común, nacional. El proyecto, asumido como vocación, fue la Cristiandad; el resultado, el nacirniento de un estado, la España visigoda, primicia de los estados europeos. El fruto se frustró con la invasión musulrnana; el proyecto permaneció como principio motor de la Reconquista y de la unidad lograda por los Reyes Católicos3. En Toledo, en efecto, se gestó Europa.

3. "El Concilio de Toledo ha crcado futuro; ha construido Europa, produciendo la unidad a par-

sentada en el Encuentro clc intclectuales sobre Catolicismo 7r (.t,1-

tura, cclebrado en Madricl .lur.rtr-

tir de la fuerza del espíritu": J. te los días 24 y 25 ,Jc fcbrcro clc IlnlzlxcpR, Perspectiaas y tareas 1990; recogida cn Catolic'ivno y Cultura, EDICI:, M:rrlricl 1990, tlal Catolicismo en la actualidad y ,lc cara al futuro, ponencia pre- 90.

Introduccirín

Introducción

En Occidente se estaba operandt) Lnr:1 unitl.rtl (lu(' n. l).1 ni sc rctlut'í.r ,r 1,, r,, manizado. La Cristiandad nacía com() pr()y('('t() ()( ('i.lr.'r¡t.rI; los pilares de Europa se estaban ponicntlo, v ('()nr() ('()r\ tructor perito aparecía la figura de Grcgorio M.r¡{n(), .,.rl,t' za de la Cristiandada.

cle los emperadores. Todo tenía fuerza de ley. Es sorprcndente que esta masa legislativa no fuese org Ár.^d^ y codi-

t4

saba ya por los cauces del Imperio,

2. Formación y estudios Gregorio fue educado en el clima dc l,r rcttt,r'.tt'i.,rr ., rrl tural promovida en Italia por Justiniano. Irl crnpt'r'.rtl,'r Iri zantino, deseando la unidad del Imperio, h:r['rí:l cnrl)r'('rr,li,l,, una magna labor renovadora. Conocemos las inici.rtiv.rs t'rn prendidas en materia religiosa (lucha contrrr l:rs lrt'r't'ir,r' )' controversias teológicas) y en política rrilit,rr. l,.rs rt'l()r nr,rs culturales son, quizás, mayores que las Antcriorcs, \' \(rr l,rt que le han valido más fama para la pt-rstcrirl¡ttl, s,,lt¡.'totlo en el campo jurídico. En efecto, Justiniano queriendo rcst¡cit.u' l,r l(,,rrr,r ,urti gua, mandó codificar el antiguo dercclr,r r'()nr,ur(). I .r .rrrti gua legislación romana se había fornr:rtlt, l)()r' .r('r¡nrul.r. i,,n de elementos muy diversos. Como núclt',) t('nr,r l.r lt'r .'1.' las Doce Tablas, arcaica, imposiblc, pcr() totl.tvr.r rrrir .r.l.r ('( )n veneración. A ésta hay que añadir l,rs lt'l'.'t ,rpr,'l',r.1.¡. p,,r' el pueblo en los comicios republican()s; los rr'r/,r/ tt¡ tru¡ul tws o decisiones del Senado, las ordcnrlnz.ls nruni. i¡',r1,'r ,, edictos de los pretores, eue cambirrb:ln t'.rtl,r.ur('; l,r...lt'..i siones de jurisconsultos célebrcs, y por. lirr, l,tr t('\( ril't,rt 4. "Por su accitln de gobernante responsablc, estc cónsul de Dios logró dar en catorcc años un impulso eficaz al devcnir de un Occidente empeñado cn su nrctir-

l'norlosis ('ur'P('rl.urrr',. I l , '^; , I ltt l,,tt,l,ttt'ttt tlt' l'l ttt,,¡,t'

'tAtNt

Orlrottt' lt'(,t,ttt,l1l'l1) nr.intit'.r l'f (lt,st), l/t

¡,11'l), I lr'l

l5

ficada hasta el siglo vI por Justiniano, cuand o ya casi no hacía faka. El emperador nombró una comisión encargada de hacer una primera compilación. Después de catorce meses apareció el llamado Código Justiniano. Satisfecho de cste primer fruto, Justiniano nombró una segunda comisión para codificar la legislación civil romana; esta comisión tardó tres años en redactar lo que hoy llamamo s el Digesto, o las Pandectas. Por fin, Justiniano hizo ordenar un tratadito sumamente práctico, resumen del Digesro, llamado Instituta, y fundó escuelas de derecho en Roma, Consrantinopla y Berito. Es probable que Gregorio visitara durante sus años de cstudiante alguna de estas escuelas. Los cargos y misiones, civiles y como legado pontificio, que años más tarde desempeñó invitan a pensar en ello. En cualquier caso no tenemos ningún testimonio directo que lo asegure. Sí sabernos, por el testimonio de Pablo Diácono, QUe Gregorio "de rriño se educó en las disciplinas liberales: gram ática, retórica y dialéctica; de modo que, aunque en aquel tiempo florecían en Roma los estudios literarios, sin embargo, ninguno tenía el prestigio de éstos,,s, y que desde joven dio muestras de inteligencia preclara6. 5. Vita Gregorii,2: PL 75,42. un tiempo proporcionado, 6. "Siendo de corta edad, re- de su garganta proferidos

¡lizaba ya estudios superiores; se rrnía a las enseñanzas de los ma\'()res, y si escuchaba algo digno .lc ser aprendido, no lo entregaba .rl olvido, sino que lo conservaba ('()n tenaz memoria. Apuraba, ya

dulce miel": P¡sLo

Gregorii, 2: PL 75, 42-43; cn l;r misma línea se sitúa Juan [)i;ict' no, el cual afirma dc Grcg.rrio t¡ut., a una edad prcmaturrr ((//rrt tt('('t'ba aetate) ya rcalizeb¡ cstutli.rs su-

('ntonces, en su sediento pecho, los periorcs; cf . Vit¿ t()rrcntcs de la doctrina, los cuales, 75, 64.

..lcspués

de haberlos asimilado en

salían conr() DrÁcc-lNr.l, Vir,l

Orrpttrit,3:

I)1.

l6

Introducción

Introducción

A

3. Prefecto en Roma

El año 565 Justino II sucedió a.fustin;;ln(t .rl lrcnrc tlt'l Imperio. Con Justiniano terminaba urt:t ['¡rot'.r; .lt'r¡rut's tlt' é1, el Imperio de Bizancio empezarii;t c()r'r'('r' l.r ¡r¡isnr.r \u('r' te que el Imperio Romano. Las rcfor¡n;ls (lu(' ('nrpr1'¡r.1r,,, sobre todo la jurídica, los esfucrzos p()r'l.r¡¡r'.u l.r u¡ri.l.r,l t..' rritorial del Imperio y su vigilanciir 1'ror l.t t'ut'sti,,rr r.'li¡ii,, sa serán todavía las líneas de fucrz.:r (lr,r('s('lluir,r¡r su\ \u('(' sores en el gobierno y dirección dcl lrrrpt'r'i'. En un ambiente de amenaz.a lorrgttlr.u'tl.t, ( irt'¡i,,ri,, in gresa en los funcionarios del gol-ricrno biz;urtirro tlc l(()nr,r, recibiendo hacia eI 572 la suprcrnrr nrrrgistr'.lrur'.r , ivil: lut' nombrado Praefectus urbi, c:lrl{() cn cl t¡tt.' .r.1.¡u¡n,, r tlr' mostró las actitudes desplegirclrrs nrris t.trrl('('n l.r r.',rr¡1.rrrr zación del Patrimonio dc satr l)cclro y cn l:t nrt'tli.r, r,,n lrt'n te a los lombardos. En este ticmpo prrsrrtlo cr) l,r ¡tlrrri¡rist r.rt'ior¡ irrr¡tt'¡ i.¡l aprendió a tcncr clcv,rrlo c()nc('l)t,r .1.'l ortlt'rr, l.¡ .1r., iltlrrr.r, el respcto a l:r lcy, ctc. I)r' lrt'r'1r.,, sit'tt.l.r l'.r¡).r, tt't,,rrri,'rr,l.t a sus ol'lisl'ros quc tcnl]iln r'()nl() nro.lcl,,.'rr l.¡t ¡1t'stror¡.',.', lt'. siásticas cl orclcn, l,r rliligr'rrt'i.r v t'l r('\l)('t,.r l,r lt'r',1.''l,,s buenos funci.,n¡r'ios t'ivilcs'. [ln cl cilt]lP() cclt'si.istit'o, lu\'() (lut' ot ulr.¡¡,r1' .1.'l ,,rrrllir'to origin¿tdo p'rol'cl cisnt.tr.lc l,rs'l'rt's (,.r¡rttttlor, ,rl (lu('\(' habían adhcrido :rlguttos .rlris¡t.rs ,1.' lr.¡lr.r \t'Pl1'¡rtr i,,rr.rl. Adernás, gracias a su gcstitirt, t'rt t'l .utr¡ 5/.1, stn. rilri,) (()n otros reprcscntantcs dc la Irolllcz..t r'()r'n.lrr.r,.''l .rr t.r t('n l.l (lu(' el arzobispo de Milán, Lorcnz.o, r'cconot'í.t Jrts ,1,'ltl'r'r,¡/,r tlt'l Concilio de Constantinopla dcl 55.1 v l,l ..'.,rr.1.'rr.r.l.'l,,s'l'rt's Capítulos, reconciliándose con l:r Sctlt' A¡rortolit .r".

7.

Cf

. Ep II,

139-140).

48 (CCL

17

140,

t{. (,1. 2r8-2re).

lV, .' (( (

I

pesar de asumir estas responsabilidades, hacia el año 570 había empezado ya Gregorio a sentir deseos de una vida más perf ec:.a y de una entrega del todo a la oración y contemplación de Dios. Estos deseos fueron aprovechados por algunos monjes gu€, arrastrados por las invasiones, llegaron a Roma procedentes de Montecasino. Al monje Constancio (f560), de la generación siguientc a san Benito, debió conocerle cuando Gregorio era bastantc joven; y a Simplicio ff575) debió tratarle cuando ya ocupaba altos cargos en la sociedad romana. También parecc quc influyó en él el monje Valentiniano, también de Montccasino y abad del Monasterio de San Pancracio de Letráne. Sin cmbargo, no quiso precipitar su cambio de vida ¡ después de reflexionarlo con

tiempo, decidió continuar su vida de seglar.

4.

Conztersión. Vida monástica

Gregorio experimentaba que en su interior se iba aquilatando una vocación realmente contemplativa; y aunque al principio no se atrevió a dar el paso definitivo, al fin un día cambió las vestimentas púrpuras de gobernante por el saco humilde de monjero. Hacia el añ,o 574 se produce su definitiva conversi ón a la vida contemplativa, tras una madura reflexión y un largo titubeo. Transformó la casa paterna -situada en el Cliztus Scauri- en el monasterio de San Andrés, donde ya el Papa Ag"pito había instituido la Biblioteca de exégesis bíblica, proyectada por Casiodoro y é1, cvya realización fue impedida por la guerra gótica.

9. Cf. Dial II, Prol., 2 t.t0,

(SC

260, 128).

10. Cf. GRnconro ou TouRS,

Historia francorum s27).

X, I (PL 7l,

Introducciórt

Introducción

Este cambio de vida, sin ser c()ttscctt('lt..'i.t .1,' l.¡ ¡rt,',1.t de entonces, sí que se vio favorcciclo tlr'.rl¡iurr tn,,.l, l)r)r' la desgraciada condición de aquellos.clí:ts. lirt'rttt' .r l,¡\ t('n siones y amenazas provocadas por lrrs ('()tlli¡tt¡,tt ttt\',t\t() nes, la interiorizacíón de la vida cristi¡rr.r s(' l)tt'st'trt.tl,,t como una tarea capaz de poner pa7. cll lttt',li,t .1,' l.r lrrr bación. Además del monasterio dc S¡rrt A¡t.lrt't, .,'l't.' ,'l monte Celio, instituyó y dotó otros scis ltt.)tt.t\l('lr()\ rrr.l\ en los terrenos que él poseía en Sicili:r, lrt'r'.',1.t.1,,.,,1.'stt

No se sabe con seguridad si Gregorio había asumido la clirección de la comunidad de Roma; lo cierto es que en los primeros momentos de su fundación era abad el monje Valencio (574-584) -qr. ya lo había sido en la provincia Valeria tt- y, durante la estancia de Gregorio en Constantinopla fue elegido abad Maximiano (584-589) -que después fue obispo de Siracusar4-; del 590 al S9S lo fue Mariniano. Tampoco se puede afirmar con certeza que Gregorio y

18

madre. Esta etapa es decisiva en la vida dc (it'('ll()rr,,; .r l.r lrrz ,lt'

ella podemos comprender mejor su obr:t litt'r.rrr.r v .s¡ri¡i rual. Formado en el Derecho y enam()l':rtlo .1.' ttt l,tt ('.1, t,,l,t tras una madura reflexión abandona los .tl.utcr nnnr(l.rtt,rs, inspirado por un deseo de eternidad. Lrr vitl,t rrr,rr.r,.¡l .,' ll,t maba senticio de Dios, y el monastcrio t't',t t'l lrr¡1,rr .1.'l ...'r' vicio del Señor. Tres objetivos llevab,r (irt'¡i,)rrr) ('rr',rr r()r.r zón cuando ingresó en San Andrés: clci.rt'.t rttt l,t,l' l.rr t.t reas exclusivamente mundanas, seguir tttl l)to( ('\r' .1.' ¡tttri ficación y mortificación de sus pasiorrt's \'¡',t/.rr ,1,'l.t .,'tt templación de Dios. "Me esforzab¿l p()t' \'('t ('\lttttttr.tltrt,'rt te los supremos gozos y, anhelandtl l¡ visi,,¡¡ ,1,' l)r.',. rl,'.. t.t no sólo con mis palabras, sino cttn totlo ttlt ,,)t.l/(,tr: l,'l,,t dicho mi corazón: "He bwscado tu roslnt"; ttt ttttltr¡ l'tttt,t ré, Señor (Sal 2Z,8)"". Esta fundación de San Andrés :ttlt¡t¡iri,r nru\' lrrnrrt, un,l gran fama entre los monasterios r()tll:ltlos. ( ,r,rr ,'l ¡t.tt.tr .1r.'l tiempo fue creciendo su influencirr, lr.tst,r .'l prn¡1,, ,1,' ,¡ttt' algún autor lo compara con el misrrto Montcr.run', urr. 111' los baluartes de la civilización occiclcrrt.tl''.

l1)

sus monjes hubieran profesado la Regula Benedicti. Aún se duda acerca de la consonancia de fondo entre el ideal monástico de Benito y el de Gregorio, e incluso, si esto no im-

plica necesariamente un preciso vínculo jurídico de la comunidad del Celio con los monasterios benedictinosrs. En cualquier caso, el aprecio de Gregorio por la Regla de san Benito sí parece suficientemente probador6. Los años vividos como monje en San Andrés marcarán definitivamente la espiritualidad de Gregorio y su solicitud posterior por la reforma monástica. Gregorio, QU€ podía haberse retirado a un monasterio ya existente, quiso, sin embargo, transformar la casa paterna en uno nuevo. No se trataba, pues, de renunciar a lo anterior despreciándolo, sino de asumirlo y transformarlo orientándolo definitivamente hacia Dios. Lo que hizo con el hogar familiar, lo había hecho previamente con su propia vida, de ahí que Gregorio pueda hablar de verdadera conversión al abrazar la vida de monjetT.

13. Cf. Dial

IV

22 (SC 26s,

78).

16.

Cf. Dial II, 36 (SC

260,

242).

V/ra 17. Paralas reformas mon¿ísti65). cas emprendidas por Gregorio v 15. Cf. O. Poncnl, La doctri- ambiente monástico de su ticnr¡'ro, na monástica de san Gregorio Mag- cf. G. JrNu, Grégoire lc Clr,utd ct tto y la "Regula monacborum,, la aie monastique dans l'ltrtlic dc Madrid 1951. son temps, en AColl, 147-155. 14. Cf. JunN DtÁcoNo,

()regorii,I, 6 (PL 75,

I,5 (CCL 140,5). A'l,tvt,,tl ( ,'1t,,, l.r ( r,tlr., ( ,,rr,, Gntsnn,llmonas- lil.'.r \Vlll, r,'l \'l (1"'r.'). 'll primitivo di S. Gre gorio tero 11. Cf. Ep 12. Cf. H.

e I

Introducción

20

Introducción

21,

5. Legado del papa Pelagio II

c,rba el principio c:rtólico.

Benito I18, pero más probablementc Pcl:r¡¡io ll, .,rtlt'rr.i diácono a Gregorio y lo envió, en el 579, contt, lt'g.r.l,) \ir\() a la corte imperial de Constantinopla, dontlc' l)('nrr.urt'r iri hasta fines del SgS o principios del 586. No crrltc l.r ¡rr,'rr,,r' duda de que, estando allí, echaba de mcn()s cl s.rsi.'¡ir¡ \ t'l silencio de sus años de vida monásticar". l)or t'st,, ¡titli,r r¡rrt' vinieran a Constantinopla un grupo de hcrrrr,lr'¡()s (lttt' lt' ¡rt'r' mitieron reconstruir, en el Palacio dc (l.rll.r l'1.r, i,li,r, un clima de recogimiento similar al del Cclio. A partir de las piadosas conversaciortcs nr.lntt'rri,l.rr .rt¡rrí con estos monjes y con todo prelado (lu('s('.ttt'rt.rlr.t.rl grupo2o, nació la Expositio in lob o Mortli,t ttt l,,l,,l,r ,,1,r'.r exegética más grande de nuestro aut()r, (lu(' tt'r'ir,, 1 ( ()ncluyó durante su pontificado. En Bizancio mantuvo cordiales rcl:rci.)n('s ( r,tr .'l .'nrJrt'rador Mauricio, su esposa Constantin:r y ulr.r l.rr¡1.r list.r tlc personajes: Teoctisa, Teodoro -médico .lc l.r t ortt' , l(ustictana, etc. Por otra parte, conoció a frrttl,r .'l ,'s¡tl,'rrrl,t ,lc la liturgia y canto bizantinos. De hccll,,, l.t r(',rl',.rn/.r( r()n de la scbola cantorum de Roma, el Kyric ,'|,'tr,,n \' t,tr,rs innovaciones llevadas a cabo durantc su po¡rt¡lit,¡rlo r,,rr ,'1,'mentos que recuerdan las celebraciortcs t' l.r. ,,,r."' ,l(' lti

Hacia el 586, Gregorio abandonó la corte imperial de lonstantinopla y volvió a Roma, donde desempeñó las funciones de consejero y secretario del papa Pelagio II hasta principios del 588. Siguiendo la inclinación narural de su es* píritu, se retiró al monasterio de San Andrés. Allí pasó ent()nces algunos años de vida tranquila y de profunda meditación. En este tiempo inició algunos de sus comentarios bílrlicos, como la Exposición sobre el Cantar de los Cantares, Homilias sobre Ezequiel y Exposición sobre el Libro I de los Reyes. Posiblemente se refiera también a este tiempo una tradición antigua que presenta a Gregorio recorriendo las calles de Roma y encontrándose con unos esclavos anglosajones, de ruda cabellera y talle esbelto; se informó sobre su procedencia y prometió hacer todo lo posible por su conversión. De hecho, consta que pidió a Pelagio II permiso para consagrarse a la conversión de los anglosajones y partir a la Gran Bretaña par^ evangelizarla. Había obtenido ya licencia para emprender esta empresa; pero, habiéndose entcrado el clero y el pueblo romanos, obtuvieron del Papa la revocación del permiso. Gregorio permaneció, .rrto.r.é, .r, Roma como consejero de Pelagio II. El prestigio de Gregorio se iba extendiendo. Durante este tiempo residió en San Andrés; hay datos suficientes como para pensar que fue abad de dicho monasterio desde el S89. Como secretario del Papa y en su rrombre, redactó la Epístola III de Pelagio sobre la cuestión ..lc los Tres Capírulos2r. En ella sostiene la legitimidad de la t'ondena de los Tres Capítulos emitida por el Concilio de ( lonstantinopla del 553, por iniciativa de Justiniano. Para é1,

zancro. se ocupó también de cucstio¡rcs tt''l,f'r(.r" rlt'lt'r¡ la tesis tradicional acerca dc l,t r'r''un r('( ( r'n ,1,' l,,s diendo cuerpos contra el Patriarca biz¿ulti¡lo l'.utir¡ttt, r, rlu,' ,r¡'li

Allí

18. Cf. Junr.r DtÁcoNo,

Vira

Gregorii, I,25 (PL 75,72). 19. Cf. Ep V 53 (CCL 140,

348). 20. Como Leandro de Sevilla, presente en la capital para implo-

rilt',rvu(l,r ctt l.tr,,t ,lr l.r l¡'l,.r.r

,1..'

l:s1t,¡¡¡.¡, p('r"('l',rrtrl.t ¡'r,r 1,," )',,,1,,r .rt'r'i.ttt,,s. l',tt,t.l .trl', n \ | r.rl'r', rl(' ('()ttll)(l\i( t(ltt ,1, 1,,', I tlttttr ttttt¡,t

/,'r, , l. lll',r '1.'. I I

t

I

del hilemorfismo aristotélico al dogma

(

21. Cf. PR¡lo DrÁcoNo, De "t'stis Langobardorum,

III, 20 (PL

95,522).

Introducción

Introducción

era airn una cuestión de derecho y ¡r.r tlt' ollotloxt.t, (lttc venía siendo sostenida por la Sedc l{ort't¡ur¡t, l)or ( r¡ltt'rt'rtt'i.t y uniformidad disciplinar :una vcz. qttc ósl.r lr,rltr.r ,l.t.l,' ttt

rlor Mauricio no confirmara el consensus del pueblo. Salre mos que desde Justiniano se necesirab a la praeceptio o iusio del emperador para ser consagrado Papa. Gregorio, (lue conocía esta norma, escribió a su antiguo amigo, el crnperador, pidiéndole que no confirmarala elección. Pero óste no aceptó su petición. Los historiadores, Pablo Diácono y Gregorio de Tours, nos hablan de los numerosos intentos de Gregorio por esconderse en las montañas más cercanas a Roma; todos fueron inútiles. El pueblo lo cogió y llevado a la fuerza fue consagrado Papa el 3 de sep-

22

asentimiento.

6. Gregorio,

Papa

A comienzos del año 590, Grc¡¡orio rlrslrtlt.rlt.r ,1.' l¡ paz del monasterio de San Andri's. At't,tttt't ilttt('ttto\ irtSospechados iban a cambiar la tr:tyt't'toli.t Itt,'¡'t.tlt,.t ,lc este monje, consejero y secretaritt tlt' I't'l.r¡ii,, ll. \ ('rr i'l de toda la Iglesia. En el otoño clcl ,rtto 5lltl, trn,r\ lltrvi.rs torrenciales provocaron varias irrtrrrtl.lt'i,ttt.'s ('r¡ .ltr'.'t's:ls campiñas italianas. La mayoría clc l¡s ('.ls.l\ \' l',t.rt¡('r.\ (lttc-

daron inservibles. Para colmo dc ¡lr,rlt's, .t.1.'rrr.t\ rl,' l.rt rlttcrras y el hambre, surgió un brtltc tlt'¡t.'ttr (r¡tt,tttt ttt,qtrinariarn 'I)ocant)22, Que se extenclitl pot' lotl.r l(,rltl.t, l)l ()\'()cando millares de muertos. [Jnrr tlt' l.rt l)ttlttr'l,t', \ rt lttll.ts fue el papa Pelagio II, que muriti t'l T rlr l,'l'r,'r,' l,r situación era crítica: Ia cátedra clc l'r'tlt,t lt,' ¡t,t,lt,, lt,'r rrl.tnecer vacante largo tiempo. Ctltt voz lll¡.lllllll(', r lt'l o, st'nado y pueblo romanos aclamrtl'o¡t ,tl .rlt.¡,1 ,1.' \.rtt r\rr,lrt's Sumo Pontífice. La noticia SOrprendió abruttl¡ltlt)t'.lttt('ltlr' .t ( rtr'|'r,t t,,: tll era indigno de tal puesto dc s¿rntitl.rtl. ¿llt.r ,r r('trrrrrt r.rr' .l la tranquilidad tantas veccs [ttts.',t.l.l ('lt ,'l ttt'r¡,trt.'ti,t? Gimió, protestó, rechazí la iclc,r, l)t't'o \tt\ I.¡/ort(". ttu l1¡q'ron atendidas23. Sólo había ultrl ('sl)('t.ttt/.t: (lttt' r'l lnrl)('r,l-

('l r¡r\r, r,I'rlr

22. Cf. Pa¡lt-r DtÁcONtl, Vit,r Gregorii, 10 (PL 75, 46). 23. Resuenan cn Grcgz: Rt 4, l-lt. En , l tiempo de vigcncia dc la ley nr()saica, el zapato era símbolo ,1,'

38. Mt 5, 14-15.

I, 4-t

.lonrinio y posesión, cf. Sal 60,

lJ rlonde se arroja el calzado

pa-

ra romar posesicin; el rexro dc Rut atcstigua, sin cmbargo, quc ya cn tiempos de su .o-p,-,ri.i,i,.,

cl rito de descalzarsc halí.r ,i.1,, sustituido por cl rcsrinr.ni. cscrito. 43. Mt 2u,

lO.

t;

Gregorio Mdgnl

58

gelio de la Paz'o.Por tanto, si cst¿llllos atentos al prójimo como a nosotros mismos, protcgclll()s lluestro pie con el calzado. Pero quien desatiende :1 sLts ¡'rríriirnos, Pensando en su propio beneficio, es como el quc pricrclc desgraciadamente el calzado de un pie+5. Así pues, h^y algunos -cortto clijirrtos- quc, dotados de grandes dones, mientras están cntttsi:rstll,rcltls mirándose a Sí mismos, rechazan poner sus dolrcs ,rl sct'vicitl del prójirno por medio de la predicación. Alrrrttr cl ensitlrisnlarse en la quietud y desean la soledad p,rr,t stt rlrctlit¡citln. Pues bien, Sl por esto Se les juzga estrict:ltttctttc, silr tltlcl:l., son culpablás de la perdición de todos ,'tt¡uclltts ,r l.,s .'¡uc pudieron aprovechar apareciendo antc cl ¡rtrclrl.t. I'.1 t¡trc 1'rucclc beneficiar notablemente a sus prójitttos, ¿c()rt t¡tre' rrlzírn antcPone su soledad al beneficio dc los clcrtl,is, cttrrtrclo cl rnismo Unigénito del eterno Paclrc clcsccrrcliti tlcsclc cl seno del Padre hasta nosotros a fin tlc ,t1rt',,vccll,ll' rr llltlchos?

6. Son humihlcs los r¡ut'lto s('olott('tt ¿ lrts juicios de Dios

H.y

rrlgultos rlttc rclrttvcrl ('st.l I'('sl)()lls:lbilidad sólo por hu¡lilcl:rd, p:11':1 tl() sct'prcl'critl.,s,t l,rs tlclllás, pues Se con41. Ef 6, 15.

r'.t1,

¡'t,)\('\'('ll(l(t l,ts clt,tlcs quc Dii-rs

45' Cf' Ar;ustÍx' ('tttttr¿ ()t()l'!l'l l)'rr''l t'll.' cs rcchrlT-ar lo más Faustum Manicbacum, 32, lO írttitrr.t ,1..' l.t r',.'l.rcitirl rrupcial a la (CSEL 251,769). Nos sorprcnclc t¡uc l)i,'s ll.un.r crttt'c cl p,rstor v la cn este párrafo Grcgorio corl u11 lglcsi.r. l{r't'lr.tz,tr tlichrr rclacitln es, ejemplo claro de lectur,r alcgriric:r c()nsce u('nlr'nl('ltl(', t¡ttccl.rr irrfccunclt" ccll'rtltlt''t Pt'r'tlct'ltts tlotlcs quc de la Escritura' Entrclazando tcxl)ios otor'¡¡ri .l ttrro err i.rvt,r clc los tos del Antiguo y del Nuevo Tcsramenro, con la sabiduría propia dcnrás. [)¡clrr l.t lccci,irr, Grcgorio s:'tc.r l¿1 c()rtscctlctlci.r ttt()r.tl cn el del quc lcc nrás allá clc l,r lctra, nos párrafo qtrc siutrc. I )c cst¿ i,,rrrta, ha prescnt,rclo una sugcrcntc lccciciÁ: no accprar la solicitud pasto- al scntido :rlcgorico sistlc cl ntoral.

Regla pastoral

I,

5-7

siclcran inferiores. Su humildad es verdadera anrc los ,j.s tlc Dios si se rodea también de las demás virtudes; es dccir, r'u:rndo no se obstina en rechazar lo que se le manda accpt:u'. Pues, no es verdaderamente humilde el que sabe quc ,lcbe asumir el gobierno por un juicio de Dios ¡ sin emlrrrrgo, lo rcchaza. Ahora bien, el que es fiel a las disposiciones divinas y cs ajeno al vicio de la obstinación, cuando se le impone la ,lignidad de este gobierno, si ya esrá provisto de dones con Ios que puede aprovechar a los demás, debe huir de su inclinación y obedecer contra su deseo.

7. (Jnos desean rectamente el ministerio de la predicación, a él

t¡troS rectamente son obligados

A veces, algunos desean laudablemenre el ministerio de le prcdicación, micntras otros, no menos laudablemente son llcvados a él ala fuerza. Esto se ve claramente si pensamos t'n la conducta de dos profetas: uno de ellos se presentó vo-

Itrntariamente para ser enviado a predicar, mientras el otro llevar a cabo esre ministerio por miedo. En efecro, 'c'cl-razó lsrrías se ofreció voluntariamente al Señor que se pregunralrrr a quién enviaría, cuando le dijo: heme aquí, enpíAmea'. I',rr cambio, Jeremías fue enviado y, no obstante, como si no ,lclriera ser enviado, se resistió humildemente diciendo: Ab \cñor Dios, mira que no sé hablar, que soy un niño+7. La r.z de cada uno de ellos se expresó externamente de distirta forma, pero no procedía de una fuente de amor disti.ta. Dos son los prcccpros de la caridad: el amor a Dios r cl amor al prójimo. Isaías deseó la vida acriva en el mi'ristcrio de la predicación a fin de aprovechar a los próji-l(;. Is 6,

8.

47.

Jr l,

6.

60

Gregorio Magno

mos. En cambio, Jeremías, dese¿rnckr la vida contemplativa, unido exclusivamente al amor dc su Crcador, se resiste a ser enviado a predicar. Por tanto, uno l,ruc{ablemente deseó que le enviaran, mientras el otro se espantír cle ello. Ést e, para no perder los beneficios de la contcnrplación silenciosa cuando hablara; el otro para no scr-ltir- los prejuicios dcl trabajo del contemplativo cuando callar:r. Ahora bien, esto hay que considcr,rrlo con agud eza en cada caso, porque el que se resistió, no kr hiz.o totalmen¡e, y el qy9 quiso ser enviado se vió antes purificacl() por un carbón del altar. De modo que quien no cstó ¡rurific;rcl() no se atreva a aceptar los sagrados ministerios, v a quicrr h,'ry,r clcgido la gracia de lo alto no se oponga orgullos:uncnLc l'r:rjo rrpariencia de humildad. Pero como es nruy difícil rcc()noccr si se está purificado, en principio, niégL¡csc :1 tockrs cl nrinisterio dc la predicación, si bien -como hcrn,rs clichtp n() sc nicgue cuando se sabe que la voluntad dc [)ios cs qLrc lo rccib,r. Moisés adn-rir,rblcmcntc puso cn pr':íctic,r :unbas tareas: no quist) poncrsc :rl f:rcntc rlc ,tt¡ucll,r cn.,r'nlc nruchedumbre ¡ sin cnll'r:trgo, obcclcciti. I'urlo h¡lrcr siclo soberbio si hubicsc rrccpt:tclo sirr tcnror cl gobicnr() tlc urr ¡rucblo innurncrablc. Y, :tclcnlrís, sc lrubicsc nr()str-:rtlo sobcrlrio si se hubiesc ncg,rdo ,r obcdcccr cl rrriln(lilt() clcl (lrc:rdor. En ambas ocasioncs fuc hunlilclc y dticil, Pucs tcnrii'rrclt)sc :1 sí mismo no quiso ponersc ¿rl frcntc dcl 1rr"rc[rlt, y, sin enllrargo, consintió confiando cn quicn lc diri cl nr:rrrrlrrto. Deduzcan de cstos ejcrn¡rlos los inrprudcntcs lo grande que es su culpa si por amor propio n() tcnrcn scr preferidos a los demás, viendo que aqucllos s:lnt()s v:lr()ncs ternieron aceptar el gobierno, incluso h¿rbicrrclo siclo ¡ll,rnclado por Dios. Moisés, alentado por Dios, tcnrt'rki. ¡Y tocl:rvía estos imprudentes desean recibir el misrno honor'! Sc clisponen con ello a ser aplastados por poncr sus honrbros bajo las cargas ajenas. ¡No pueden con su propi¿r c:1rg:l y :lunlcntan la que llevan!

Regla pastoral

8. I{o hay que desear

I,

7-8

este gobierno

ocurre con frecuencia que los que apetecen estar al frentc del pueblo de. Dios por caprichó, roman como argumento las palabras del apósrol, cuando dice: Si alguno árrro ,l cpiscopado, buena cosa deseaas. Pero é1, a pesai de alab ar al deseo,. en .seguida convirtió en morivo de iemo, lo que acalraba de elog-iar, añadiendo a conrinuación: es, pues, necesario que el obispo sea irreprensiblea'). y enumeiando a renglón seguido las virtudes que le son necesarias, pone en claro cr-r qué consiste el ser irreprensible. Aprueba .1 d.r.o, pero hace temer con su precepto, como si dijera .la.ame.rte: "alabo que lo busquéis, pero anres, sabed bien qué es lo que buscáis; no sea que descuidando el conocimiento d. ,rorotros mismos, lleguéis a ser más dignos de corrección, cuant¿r más prisa os deis para que los demás os vean en la cumbre de este honorr'. El gran maestro en el artc de regir les urgc co. su elogio, pero les advierre con precauciones a fin ác alejar- a sus ()\'cntes de la soberbia. ! alabando el mir-risterio que se busca, los dispone para tal clase de vida. No obstrr,ü, d.bcmos observar_que esro lo dijo en aquel tiempo, en el que ,¡uien presidía al pueblo de Dios, era el p.i-eio ..r ,., üer',rdo a los tormentos del martirio. Consiguientemente, ent()nces fue elogiable buscar el episcopado, cuando por ejerr'cr este ministerio, no había duda en encont.r.r. con los rrrás graves sufrimientos. De ahí que el mismo ministerio del .'lriscopado se defina con la expresió n buena cosa, cuando ,liio: si algwno desea el episcopado, buena cosa desea5o. por r.rnto, quien busca el episcopado, no por ser buena cosa este rrrinisterio, sino por la gloria terrena de este cargo, da tes+8. 49.

I Tm 3, l. I Tm 3,2.

50.

I Tm 3, 1.

Grcgorio Magno

62

timonio contr:l sí rnisnro clc cluc no lo desea. Pues, aquel que anl-rcla la cligrriclacl clc cstc cstado, deleitándose en la oculta mcclit,rcion clc pcnsar cn cl dominio de los demás, alegráncl()sc cn su propi¿r al,rb:rnz.r1, ¿lpoyando su corazón en los hont)rcs y rc¡¡ocijiindosc crr la al-runclancia de bienes, no

sólo no iun¿1 cn al-rsoluto el r¡inistcrio s:rgrado, sino que no lo cor-rr-rcc. Sc busca el lucro mundano bajo l:r apariencia de cstc honor cuando debieron haber dcstruiclo dicho mundano lucro. Y así, cuando el alma piensa cn alcanzar lo más alto de la humildad, por ensoberbecerse, nlezcla en su interior lo que deseó en apariencia.

9.

ha de desear presidir, prometiéndose en su imaginación realizar bwenas obras .A/o se

Generalmente, los que anhelan alcanzar el ministerio pastoral, también proponen a su alma algunas obras buenas; y aunque las aperezcan con la intención de vanagloriarse, sin embargo, sc crcen quc tiencn que hacer grandes obras. Por cso, una cos:l cs lr intcnci>, pues, al indicar que es fugaz lo presente, anuncian lo que ha de suceder. Sin embargo, la Palabra divina los refuta de ver falsedades porque cuando temen denunciar los pecados, favorecen en vano a los pecadores prornetiéndoles tranquilidad. Értor no ponen, en absoluto, al descubierto la iniquidad de sus pecados, puesto que callan la palabra de imprecación. En verdad, la llave para descubrirla es la palabra de corrección, porque con la increpación se patentiza el pecado, el cual, a menudo, el mismo que lo comete lo ignora. Por eso dijo Pablo: Para que sea capaz de exhortar conforme a la sana doctrina y de rebatir a los que contradicen2o. Por lo mismo se dice por Malaquías: Zos labios del sacerdote custodien la ciencia y busque la Ley en su boca, Porque es mensajero del Señor de los ejércitos2r. De ahí que el Señor amoneste, por medio del profeta Isaías, diciendo: Clama, no ceses, alza tu aoz como una trompeta22. Y es que todo aquel que accede al sacerdocio recibe el oficio de pregonero, a fin de que él mismo, claro está, marche clamando antes de la venida del Juez que llega terriblemente. Por tanto, si el sacerdote no sabe predicar, el pregonero rnudo ¿qué voz de clamor habrá de dar? Por esto, el Espíritu Santo se posó sobre los primeros pastores en forma de lcnguas23: porque a los que llena, los hace ininterrumpidarnente elocuentes de Sí. También por esto se ordena a Moisés que el sacerdote, al entrar en el tabernáculo, se rodee de campanillas2a; sin duda t para que entre con voces de predicación y no ofenda con su silencio cl juicio del Supremo

intereses, no los de Jesucristo!": Acus'tÍN, Sermo, 46, ll (CCL 41,

que hablan, no sólo no les preparan para las tentaciones inminen- 537). 16. Cf' Jn 10, 12' ,.r, iino que hasta les prometen la 17' Is 56, l0' felicidad de este mundo, que Dios

no prometió ni al mismo mun-

tus

II,

19. Lm 2,14. Tt 1,9.

20. 21.

Ml 2,7.

22. ls 58, l. 23. Cf . Hch 2, 3. 24. Cf . Ex 28, 33.

80

Grcgorio Mdgno

Espectador. Irstá cscrit(): Pard quc sc oiga cl sonido cuando entre y salga ('n t'l stntu,trio cn prcscnc'ia del Señor, y no muera25. Mucrc cl srrccrclotc quc cntra o sale si no se oye su sonido, porquc, al pcnetrar sin cl sonido de la predicación, hacc srrlir l¿r ira clcl .lucz. r-rculto contra sí.

Por otro l:rdo, muy oportunamcntc, se indica que las campanillas cstán insertas en su vestido. En efecto, iqué otra cosa dct'rcrnos entender por los vestidos del sacerdote sino sus l-ruer-ras obras? Lo atestigua el profeta que dijo: Tws sacerdotes se 'uistan de la jwsticia26. Las campanillas van pegadas a sus vestidos con el fin de que las mismas obras del sacerdote anuncien también, junto al sonido de la lengua, el camino de la Vida. Ahora bien, el pastor, cuando se disponga a hablar, atienda a la gran cautela con que lo ha de hacer, no ocurra que, lanzándose desordenadamente a hablar, hiera los corazones de sus fieles con el golpe del error. Atienda también a ella par.a no romper tontamente los lazos de la unidad cuando quiera acaso aparecer como un sabio. Por eso dice la Verdad: Tened en'uosotros sal y tened Paz entre eosotros2T. Con sal se designa la sabiduría de la palabra. Por tanto, quien se esfuerce por hablar sabiamente teng a gran temor, para que por su elocuencia no se vaya a alterar la unidad de sus oyentes. De ahí que Pablo dijera: no saber más de lo que conviene saber, sino saber tendiendo a la sobriedad2s. Por lo mismo, conforme ala Palabra divina, se unen granadas al vestido del sacerdote. ¿Qué se designa con las granadas sino la unidad de la fe? Porque del mismo modo que en una granada, con una sola corteza exterior, se protegen muchos granos en su interior, así también la unidad de la fe guarda a muchos pueblos de la Santa Iglesia conteniendo

Regla pastoral

27. Mc 9, 49. 28. Rm 12,3.

gl

dentro de sí diversidad de méritos. por tanto, para que el

pasror no se lance a hablar como un incauto, l, ü.rJrá, p* sí misma, clama a su: discípulos esro que ya hemos dicho: Tened en 'uosotros sal y ttnid paz entrr' ,oiorros2e. como si

figuradamente dijera refiriénáose al hábito del sacerdore: "unid granadas a las campanillas, para que, con cauta observancia' se manrenga la unidad i. la fe por todo t" qu.

0ecls>>.

Se ha de advertir con solícita intención c1ue, además de no. predicar cl nral baj.

a los pasrores .á,r."pro, 'ingún tampoco anuncien lo recto presuntuosa y desárdenrdr_.rr_

,.. I es que ocurre con f.eiuencia qr. Ír, palabras ;t;;J;; su fuerza cuando inoportunamenre se quiere a los corazones de los oyentes con la imprude'cia ^gr^dá, dJ la locuacil dad. Tal locuacidad deshonra a su mismo auror, pues ignoque se ha de servir a los fieles para su prove.ho. po.".ro 'i1 sc dice correcramenre por Moisés: E/ hámb* que padece lluio de semen, será iimundoio. En verdad, la óalijad del rliscurso .proferido es semen del pensr-;."io que se prorlr¡ce en la menre de los fieles; pu.r, cuando se concibe el scrmón por el oído, se genera el pensamiento en la mente3r. l'.r eso, incluso los sablos de esie mundo, lraman al predir'.rc{or egregio osembrador de palabras,,r;. Se declara in'rr-r'do al que sufre flujo de semen, porque dedicado a la r'.rl,rbrería se deshonra por ella, ya que si la expusiera or'1.'adamente podría enfendrar unr prol. d. buá;;;;";; en los ,or^tonás de sus oy.rrt.r. por el .orr'r.rrlo, 'ricrrtos r r¡.r'do el incauto se desmanda .omu locuacid"d, d.rrr-, 29. Mc 9,49. 10. I

25. Ex 28,35. 26. Sal 132,9.

II, 4

l.

Lv 15,2. L,r irnagen de Gregorio cs

,1, qr',rn cxprcsividad: del misnro

,,,,,,1,,quc por el semen sc conci_ un rrue vo ser, así por la palabra

l',

que enrra por el oído del interlo_ cutor, se engendra cn cl que escu_ cha el pensamiento. Esta imagen

es

Ia que lc pcrrnitc interpreta'r alegóricamentc cl texto del Levítico. 32. Cf . Hch 17, 18.

Gregorio Magno

82

semen, no para cngendrar, sino Para la inmundicia. Por eso Pablo, cuando amoncsta a su discípulo sobre la insistencia de la prcdicación, dijo Tc conjuro en la presencia de Dios y de Cristo Jesús, quc ha de juzgar a aivos y muertos, Por su ztenida y por su reino: predica la palabra, insta a tiempo y a destiempo33. Al decir a destiempo, antepuso a tiempo, pues

si la inoportunidad ignora ser oportuna, vilmente se destruye a sí misma la predicación en la mente de su oyente.

5.

Cercano por la compasión, entregado a la contemplación

El pastor debe ser cercano por la compasión con cada uno destacado sobre todos en la contemplación, para que por sus entrañas de piedad asuma las debilidades de los demás ¡

y

a un tiempo, por la misma altura de su contemplación, penetre los bienes invisibles apeteciéndolos. De modo que ni por apetecer los bienes eternos desprecie las debilidades de sus prójimos, ni uniéndose a estas debilidades lo haga de tal forma que abandone el deseo de los bienes supremos3a. Pablo, conducido al Paraíso y sondeando los secretos del tercer cielo, después de estar suspendido en la contemplación de lo invisible, vuclvc, sin embargo, al lecho de lo carnal y dispone cómo han de rclacionarsc en la intimidad conyugal, diciendo: Sin embargo, por razón de la fornicación, cada uno tenga su Propia mwjer, y cada wna tenga su proPio marido. El marido devuekta a su mujcr lo que le es debido, e igwalmente la mujer al maridors. Y poco después: .l1o os defraudéis el uno al otro, a no ser de comun acuerdo Por un tiempo, con el fin de dedicaros a la oración y lwego tornéis a juntaros no sea que os tiente Satanás36. Y es que, pene-

33. 2 Tm 4, l-2.

34. Cf.2 Co 12,

1.-6.

35. 1 Co 7,2-3. 36. 1, Co 7,5.

Regla pastoral

II,

4-5

83

trando.ya los secretos celestiales, examina, sin embargo, el lccho de lo carnal debido a sus enrrañas de miseri.o.ii". A li1, yez, estando elevado, lo levanta a lo invisible, y siendo nrisericordioso, inclina la mirada de su corazón a los secretos.de las. flaqu ezas. Traspasó el cielo con su conremplación, v sin embargo, no menospreció el estrato de las .oir, ."rrr,rles; ya que unido por el lazo de la caridad a lo más alto a lo más bajo a un mismo tiempo, también en sí mismo ' arrebatado cs con poder a las alturas por la fuerza del Espíritu y, por su piedad con los otroi, él mismo enferma ccuánimemenre. Por eso dice: ¿Quién enferma que yo no cnferme? ¿quién se escandaliza que yo no *, obrose-?37. y cn otro lugar: me bice judío como los judíos38. Evidenternente, no lo hacía abandonando su fe, sino dilatando su piedad, con el fin de gu€, al tomar la forma de los infieles, i'l mismo aprendiera en sí cómo había que rener misericorclia de los demás y cómo ofrecer a los áemás lo que él hubiera querido que le ofrecieran. Por esro, se dice también: si hemos perdido el juicio, ba sido por Dios; si somos sensato.s, lo es por-vosotrosse. Y es que, sabía con la contemplación trascenderse a sí mismo y, a la vez, moderarse .oná.rcendiendo con sus oyentes. Jacob' estando el Señor arriba, sobre la escalera, y la piedra ungida abajo, vio a sus ángeles subiendo y bajandooo. Lo cual significa que los buenos predicador., .d.-ái de anlrclar con la contemplación al sehor -Cabeza ya elevada de l¿ Iglesia-, descienden también por su miseiicordia a los nriembros que están en lo bajo. Por lo mismo, Moisés enrra y sale con frecuencia del Tabcrnáculo, significando con ello que quien es arrebatado a I. interior de la conremplación, ei también urgido a lo ex-

37. 2 Co 1,1,29.

38. 1 Co 9,20.

39. 2 Co 5, 13.

40. Cf. Gn 28, 11-18.

Regla pastoral

Grcgorio Magno

84

terior por lrrs fatigas dc los débiles. Por dentro' considera los miitcrios cscrriididor dc Dios, por fuera soPorta las pesaclas cargas dc los carnalcs{r. El rnismo Moisés, ante las 'farbcrnáculo y consula al Señor dudas, ,..u.r. siernprc al

.i

Arca de la Aiiauza. Con ello daba eiemplo a los pas-

".,,. rores, para que al discutir por fuera lo que han de disponer, lru.l,rm ,i.Ápre a su mente -como si fuera el Tabernáculo-

revolviendo dentro de sí las. páginas de la Sagrada Escriíir^, consulten al Señor, por décirlo así, ante el Arca de la Alianza aquello que dudan. También la -is-a Verdad, manifestada a nosotros al cargar con nuestra humanidad, permanece en el monte en ora!i¿" y realizamilagros en las óird"d.ta2. Así ofrecía a los bue,ro, p"r.ores el .rititto de la imitación; de modo que si por l" cónt.-plación apetecen ya los bienes eternos' se unan a los necesiádos .omptttiendo sus enfermedades. Cuando uno se abaja a lo más baio de sus projimos' entonces se eleva admirablemenre a h -er alta caiidad,ya que si con benignidad desciende a lo inferior, valerosamente reto rna a lo superior' Ahora bien, los pastores deben presentarse ante los fieles de tal forma que éstos no se avcrgücnccn de mostrarles sus secretosar; .on .l fin de quc los pcqucñuelos, cuando su-

¡

41. Preciosa formulación dc del pastor: Intus Dei arcavida la

na considerat, foris onera carntlium portat. 42. Cf . Lc 6, 12.

43. Aquí Parece que san Grcgorio se está refiriendo al sacrarn.nto de la penitencia. En la época de san Gregorio (s. vr), la disciplina penitencial de la Iglesia fue sustancialmente la misma quc en los siglos anteriores. Desde finales del siglo rv sabemos que sc

fuc fornr,rndo la práctica de

que

cada uno, p:rr:r la confesión de Pecados secrct()s v ocultos, se escogíir un srrccrtlotc v cjecutaba también cn privaclo la penitencia que se le irnponía. Tal práctica, iniciada en Oricntc, pirsó Pronto a Occidcntc. L,n cl siglo v, sc iue generalizanclo l¿ ct.rstumbrc cle dejar ordin,rrianlcntc ¿1 los rnonjes la administracicin clc la pcnitencia. La administración de la penitencia correspondía al obispo, que actuaba

II,

85

5

ran las sacudidas de las tentaciones, puedan recurrir a la nrente del pastor como al seno de su madre, y el pastor pueda además lavar, con el consuelo de su palabra y con las lágrimas de su oración, aquello que les haya manchado por los sucios impulsos del pecado. Delante de las puertas del Templo doce bueyes sujetan rrn Mar de bronce, esto es, una gran bañera para las purific¿rciones de los que entrenaa. Estos bueyes, además, muestran al exterior sus rostros, pero ocultan sus partes traseras. ¿Qué se designa con los docc bucycs sino cl orden univers,rl de los pastores? Pablo dice sobrc ellos, citando la Ley: l{o taparás la boca al buey qwe trillaa5. Podemos reconocer l,rs obras que manifiestan los pastores, pero ignoramos las .'¡ue qued an para el futuro, en la retribución oculta ante el .luez severo. Estos pastores, al disponerse condescendientes .r borrar con paciencia los pecados confesados de sus prójimos, es como si sujetaran la bañera que está ante las puert:rs del Templo, indicando que todo el que desee entrar por l:r puerta de la eternidad, ha de descubrir sus tentaciones a l:r ment€ del pastor y lavar sus manos, de pensamiento u obra, en la bañera de los bueyes. f

t.rrnbién por sus presbíteros. En euanto a penitencia pública o prit.rda, el principio seguido era éste: .r pecados públicos, penitencia púl'lica. Había casos cxcepcionales, t'r)rno el caso de los clérigos. San ( )rcgorio Magno sólo permitía ,rplicar

a los

clérigos penitencia

[''rivada, nunca la pública. En cual,¡uier caso, de esta época sabemos t't)n ceft€Za que la penitencia prir.rda ya estaba en uso junto con la ¡''Llblica, que correspondía al obis1'o (o a delegados por él) la admi-

nistración del sacramento

y

que,

en ningún caso se dudaba del poder de la Iglesia para perdonar los pecados. Para una exposición más detallada del problcma de la penitencia pública y privada, y sobre la absolución sacramental en

tiempos de san Gregorio, cf. E. GoElLl,R, Papsttum und Bussge-

walt in spátromiscber und frübmittelaberlicher Zeit, Freiburg 1933.

44.cf. 1P.7,23. 45. 1 Co 9,

9.

Grcgorio Magno

86

Regla pastoral

Sucedc con frccLlcncia quc cl ánimo del pastor' conociendo por su cttnclcsccndcncirr las tcntaciones aienas' se siente ren;do. L,l agurr clc la bañcra, con la cual se limpia todo. el pueblo, t.,,'tbión sc mancha. Al rccibir las impu r.ezas de. lo1 q.r. ," purificirn, cs como si ella misma perdiera la serenidad d. ,u pur"r^. por lo demás, estas cosas no deben asustar al prr,or, pues Dios, que lo ha pensado todo sutilmente, aparta i. lrs tentacion., .ótt más facilidad a los que más misericordiosamente se entregan a combatir las tentaciones ajenas'

6. Compañero de

los qwe bacen

el bien, firme frente a

los

vicios de los Pecadores

El pastor debe ser, por su humildad, compañero de los q.re hrcen el bien y, al mismo tiempo, ha de permanecer fir-., por el celo de la justicia, frente a los vicios de los pe.rdor.i; de modo que no se considere en nada superior a los buenos y pu.dr, a su vez, reconocer sin dilación l1 qotestad dc su pr.emincncia cuando lo cxijan las culpas de los malhccho..r. Pc-rr tanto, callando su dignidad' debe considerarse igual a los ficlcs quc vivcn rcctamente, y n9 ha de

temer que se practiqLlcn las lcycs dc la rcctitud con los perversos. Y es qu., .o,',-,o rccucrclo hirlrcr dicho en los Libros Moralesat, eS evidente quc l:r naturalcza ha hecho a todos los hombres iguales, Pero, según el clivcrso orden de sus méritos, la culpa pospone unos a otros. Esta misma diversidad que proc.¿l ¿.t ,ri.io, esrá re gulada por el. juicio divino, a fi" i. que unos rijan a orros, pues no- todos pueden permanece; igualmente firmesaT. Por eso' los Pastores no han

46. cf . Mor 2l , 22-24 143A, lO82); 26, 44-46

1438,

1291-1302).

(ccl(CCL

47. .Nosotros, a quienes

el

Señor .nos Puso' Porque T: lo quiso É1, no por nuestros méritos,

II,

¡i/

5-6

.lc considerar en sí la potestad del orden sino la igualdad dc condición, y no alegrarse de estar al frente de los hombrcs sino de servirlesas. También nuestros antiguos padres recuerdan haber sido, r1o reyes de hombres, sino pastores de rebaños. De modo .¡ue al decir el Señor a Noé y a sus hijos: Creced y muhi,uuestro temor ¡tlicaos, y llenad la tierraae, añadió enseguida: y .1, miedo sea sobre todos los animales de la tierraso. Temor y nriedo que al ordenar que sea sobre los animales de la tier-ra, se prohibe recaiga sobre los hombres. El hombre adelrrntz, por su naturaleza, a los animales salvajes, pero no a los demás hombres. Por eso mismo, se dice que sea temido por los animales y no por los hombres, porque querer ser tcmido por un igual es ensoberbecerse contra la naturaleza. Y, sin embargo, es necesario que los pastores, cuando descubran que sus fieles no temen a Dios, sean temidos por ellos, para que los que no temen los juicios divinos, al menos teman pecar por miedo a los hombres. Los pastores no se han de cn cste puesto del quc hcrnos dc los (cncontranros rcminiscencias (l.rr cuenta estrechísima, tenerrros de la Regla de san Benito, c. 64). (lLrc distinguir dos cosas: quc No cs la primera vez quc Grego\()nros cristianos y que somos su- rio se refiere a la dignidad del pasPcriores vuestros. El ser cristianos tor para explicar en qué consiste. cs en beneficio nuestro; el ser suEn su época, a la dignidad sacra¡'''criores es en el vuestro": Acus- mental, se había añadido una de nN, Sermo, 46,

i.10).

2 (CCL 41, 529- orden social: el pastor (obispo

48. Dignidad

o sacerdote) poseía ya un status so-

y servicio se cial clevado. No cxtraña por ello La que Gregorio se opusiera con

.rbrazan en la figura del pastor.

..lisnidad

no puede entenderse

r'()nlo distinta del servicio para el ,¡uc cl pastor ha sido elevado; en csto reside precisamente la digni.l.rd del pastor: en haber sido sac.rclo de entre los hombrcs, por el \.rcr¿mento del orden, para servir-

todas sus fuerzas a ser elevado

a

esta dignidad. Negándose a ser Obispo de Roma, rehusaba la dignidad social que conllevaba, no cl sacramento del orden. 49. Gn 9,

1.

50. Gn 9,

2.

88

Regla pastoral

Gregorio Magno

ensoberbecer en modo alguno a causa de este temor necesario, ya que cn él no han de buscar su gloria sino Ia santidad de sus fielcs. En esto, es como si dominaran a animales y no a hombres, porque, claro está, en aquello en que los fieles son como bestias deben también ser sometidos por el miedo. Sucede muchas veces que el pastor se ensoberbece arrogantemente pensando que está al frente de los demás. Como todos están sujetos a su servicio, como sus órdenes se cumplen prontamente según sus deseos, como los fieles le lle-

nan de alabanzas en aquello que hizo bien y no le reprochan lo que hace mal por no tener autoridad, como además le alaban incluso aquello que debieran reprochar, su ánimo se engríe porque tales cosas se le rinden. Y así, mientras por fuera anda rodeado de una gran estima, por dentro está vacío de la Verdad. Olvidado de sí, anda disipado en la palabrería ajena y llega a creerse tal como lo pintan por fuera y no tal como debiera descubrirse por dentro. Se considera superior.en sabiduría.a-aquellos que de forma manifiesta le aventa,an en autoridad. Se coloca a sí mismo en cierta altura y rehusa tratar a los demás col'l-lo a iguales, él que está unido a los demás por una misrna condición de natvraleza. De esta forma, sc asemcja a irqucl clel quc está escrito: Mira todo lo elevado, y ól mismo cs ray sobrc todos los hijos de la soberbia5t. El cual, descandt-, la curnbre extraordinaria y despreciando vivir en común con los ángeles, dijo: Pondré mi trono hacia el Norte y seré semcjante al Altísimo52. Sin embargo, mientras por fuera sc lcvantal-ra en el culmen del poder, en su interior se precipitaba a la fosa de la ignominia debido a ese razonamiento tan espantoso. Sí, el Pastor que siendo hombre rehusa ser semejante a los hombres se asemeja al ángel de la apostasía.

51.

del

Jb 41, 25; está hablando

Leviatán.

52. Lucifer.

Is

14, 13-14; se refiere

a

II, 6

89

Lo mismo ocurrió a SaúI, QU€ tras el mérito de su huse hinchó de soberbia por el culmen del poder. El 'rildad, Señor lo. puso_ al frente por su humildad y lo .epiobó por su soberbia. Él mismo ló atestigua al decii' sienio prqrrno ¿ tt4S ojos, ¿no te he constituido cabeza de las vibus de Is-

rael?n. Primero se veía pequeño anre sus propios ojos, pero lr-rego, afianzándose en su poder temporal, ,ró ,. consiáeró t¿rl. Se consideraba mayor a todos, pues al compararse con los demás, tenía más poder que ellos. Y, sin embargo, de rrrodo admirable, cuando para sí era pequcño, fue g.ande ante l)ios; mas cuando se creyó grandc, fue pcqueño para Dios5+. Y es gu€, sucede a menudo que el alma del pastor, engreída por la cantidad de fieles que tiene, se corrompe por l.r.soberbia que engendra la altura del poder. poder éite que s,rbe administrar bien quien, manteniendo la cantidad de fielcs, lucha conrra la soberbia. Gobierna bien el que sabe cr'rmo mantenerse firme frente a las culpas, gracias a su poder \/, a un tiempo, usa de éste para tratar a los demás como a iguales. Pues si la mente humana se engríe muchas veces in.'luso cuando no se apoya en ningún poder, ¿cuánto más se lrinchará si además se le suma éste? Por tanto, administra r'()rrectamente el poder quien con gran cuidado sabe tomar ,lc él lo que ayuda y rechazar lo que tient a y,, al mismo tiem¡'ro, sabe considerarse con él igual a los demás y anreponer'c a los pecadores por el celo de la retribuciónss.

I S 15, 17. 55. "Pertenecéis a una familia "[¡ las cosas visibles, y nosorros [los obispos] somos los administradores de esa misma famil'.r'',r alcanzar lo que está en lo alto lr.rr quc erguirse; a Dios, sin em- lia; todos perrenecemos a un únicc-r l'.rr-s., ¿lunquc es lo más alto dc Señor. Lo quc doy no lo doy de mi 53. 54.

rrr1f 1¡, 5g le alcanza no ensalzándo- propia cosecha, sino de la despcns,r '.t', sino humillándoseo: AcusrÍN, de Aquel de quien rambién yo r"\t't'tLtot 35l, 1 (PL 39, 1536; BAC cibo": A ,ro y ,otócok como muro entre ti y la ciud,a.d' Con fortalela od. hierro" ;i.r;*a el fervor de la mente, .ot con sufrir hace za de Ia corrección. Pues ¿qué enfervoriza y eso Por Dios? más ardor la mente del doctot que el celo de pablo ,. ,brrr"ba con el ardor^ de su sartén cuando decía: se escandaliza ¿úl¿"- ri¡rr*o que yo no enferme? se¿qw.ién como colócala dice: que yo no me.abrase?'tan. Rectamente en el muro entre t;-; ¡, c,iud,od, ya que quien se enciende no sea que se celo de Dios ,. d.fi.nde con fuerte custodia' negligente' Se pone yt". sartén de hierro l" .o.td.n. Por 'férrro;";. el profet a y la ciudad, porque los como muro u., fuátte celo,-pueden.luego irrior.r, al manifesrar "ho., si fuera una fuerte trinchecomo celo conservar ese mismo disora entre sí y sus oyentes, no_ ocurra que siendo ahora castigo. al arrojados lutos en la'.orr..áón, sean luego que la.mente del doctor' cuanJunto a esto, se debe saber se le escado se .t"rp.., ,l .o,"gir, es muy difícil que no menudo que la lengua del oe t-;;;decir also indebido. sucede a exageradas cuando corrige t."á*rira con palabras cuando lt :oasí' Y fielés' mordazm.nr.lo, p..'dá' de los de los corazones rrección se enciende sin moderación, los

log. 2 Co 11, 29' Este mismo texto ha sido citado Por

cercanía del Pastor. Aquí sin embargo, se aduce Para exPresar el

misÁa parte para demostrar la

debe haber.

Gregorio en el caPítulo V de esta

celo de Dios que en el

Pastor

II, 10

II

I

pecadores se abaten en la desesperación. Por eso, es ncccsario que el pastor exasperado recurra siempre dentro de sí a la penitencia cuando crea haber golpeado la mente de sus fieles más de lo debido, para que obtenga por sus lamentos, en presencia de la Verdad, el perdón en aquello que pecó

rnovido por el afán de su celo. Esto mismo preveyó el Señor figuradamente por Moisés al decir: Si uno se introduce en la sel'ua con un amigo para cortar leña, y se le escapa el hacha de la mano por el árbol y saha el hierro del mango y le da a sw amigo y lo mata, éste huirá a una de las ciudades citadas y viairá. No sea que algún pariente de aquel cuya, sangre fue derramada, arrebatado de dolor, le persiga, le dé alcance y acabe con su ztidarro. Vamos ,rl bosque con un amigo siempre que nos volvemos a considerar las faltas de los fieles. Derribamos árboles, cuando con piadosa intención atajamos los vicios de los que pecan. Pero se nos va el hacha de la mano cuando corregimos con más aspereza de la necesaria. Salta el hierro del mango cuando las palabras de la corrección se exceden en dureza. Y da y mata ,rl amigo porque con la afrenta mostrada hace morir en su oyente el espíritu de amor. Y así, si la corrección proferida uolpea más de lo debido la mente del corregido, ésta se hunde ;rl momento en el odio. Ahora bien, es necesario que quien ha golpeado el árbol incautamente y ha matado a su prójirno huya a las tres ciudades, para que viva protegido en una cle ellas; porque si, entregado en la unidad del sacramento al llanto de la penitencia, se refugia en la esperanza y la caritlad, no será considerado reo del homicidio perpetrado. Y el ¡rariente del fallecido no le matará, pues el estricto Juez, que sc unió a nosotros al tomar nuestra naturaleza, cuando venga, no reclam ará Ia responsabilidad de una culpa protegida, por srr perdón, con la fe, la esperanza y la caridad.

110.

Dt

1,9,5-6.

112

11. Atento a Ia Sagrada LeY

El

Regla pastoral

Gregorio Magno

pasto

r

podrá llevar a cabo debidamente todo 1o que

hemos dicho si, inspirado Por el espíritu de dilección y remor sagrado, -editt todos los días la -sagrada Escritura con verdld.ro celo. De modo que las palabras de amonestación divina restauren en él el vigor de la solicitud Pasto.;i y de la providente considerróión de la vida celestial. Vigár q.r. ,. destruye constantemente en el habitual trato humanollr. Así ,r-bién, el que simpatizando con el mundo se conduce a la anrigua vida, se renovará siempre en el 1m91 a la patria espiritual gracias al aliento de la comPunción. Y ., q.r., el corazó.r t. disipa mucho cuando anda entre palabras humanas. por tanto, cuando conste sin duda, el pastor que_cae por sí mismo ante el impulso que produce el ajetreo de las ocupaciones exteriores.debe procurar resurgir .incesantemente por .1 deseo de instrucción. De ahí que ?ablo amoneste a lu discípulo y prelado de la greft diciendo: Mientras llego, aplícate a la'liccióntt2. Por lo mismo dijo David: Cuánto i*o tu Ley, Señor, todo el día es mi meditaciónll3. Y,- por eso, el Señár dio órdenes a Moisés sobre el modo de llevar .l Ár.r, diciendo: Harás cuatro círcwlos de oro que pondrás en los cuatro ángulos del Arca, y harás u1as barras de mad,era d.e acacio I lot cubrirás de oro, y lf .meterás por los cwatro círcwlos que están en los ángwlos del Arca, para que pweda ser llevaáo po, ellas que están en los círcwlos y nu:nc.a 'rr r*,noigan d,e rliotrr4. ¿De qué es figura el Arca sino de la 111. Afirmaciones de este mejor, nunca el texto sagrado se te tipo son frecuenres en la Literatu- caiga de las manos, : Epistula 52,7 ra crrsüana pnmitiva. Recordemos (PL 22,533; BAC 530' 473)' 112' I Tm 4' 13' únicamente la exhortación de san 113' Sal 118,97' muy a Nepociano: "Lee Jerónimo '" 114' Ex 25, 12-1'5' las Divinas Escrituras, o

-".tudo

II, 11

IIl

Santa Iglesia? Se manda poner cuatro anillos de oro en los cuatro ángulos precisamente porque la Iglesia, extendida por las cuatro partes del mundo, declara estar sostenida por los cuatro Libros del Santo Evangelio. Y se hacen barras de ma-

dera de acacia que se introducen en los anillos para llevarla, porque se han de buscar doctores fuertes y perseverantes como barras incorruptibles, de modo que siendo siempre fieles a la enseñanza de los Libros Sagrados, proclamen la unidad de la Santa Iglesia y lleven el Arca como introducidos en los anillos. Llevar el Arca con las barras es llevar la Santa Iglesia con la predicación de los buenos doctores a las rudas mentes de los infieles. Se ordena también que las barras se cubran de oro, para que los pastores, al hacer vibrar a los que están entregados al oficio de la predicación no abandonen el estudio de la Sagrada Escritura. Para esto, pues, se ordena que estén siempre las barras en los anillos: para que no se produzca mnguna tardanza al introducir las barras cuando la ocasión exija llevar el Arca. Es ignominioso que el pastor, cuando es requerido por los fieles en algo espiritual, se ponga entonces a esrudiar debiendo ya saber aclarar la cuestión. Por tanto, deben introducir las barras en los anillos, para que los doctores, meditando siempre en su corazón las Sagradas Palabras, alcen el Arca de la Alianza sin demora cuando sea necesario enseñar algo repentinamente. El primer pastor de la Iglesia amonesta correctamente a los demás pastores, diciendo: Estad siempre preparados para dar satisfacción a todo el que os pida razón de aquello que en aosotros es esperanzAtls. Como si claramente dijera: : Hijo mío, no desprecies la corrección del señor; ni te desanimes al ser reprendido por É1. Prtt, a qwien el Señor amt,

81. Pr 5, 10-ll. 82. Pr 5,12.

83. Sal 77,34. 84. Ap 3, 19.

Gregorio Magno

148

le corrige; y azota a todos

Regla pastoral

los bijos que recibe\s.

Y el sal-

mista: Muchas son las desgracias del justo, Pero de todas le libra el Señor86. El santo Job, exclamando en su dolor, dice: Si soy jwsto, no levantaré mi cabeza, saturado de aflicción y de miseriasT. lHay quc decirle s que, si creen que su patria es la del cielo, es necesario que padezcan trabajos en ésta, como si fuese extraña. Por eso, las piedras Para la construcción del

Templo de Dios fueron martilleadas fuera; pará' que pudieran ser colocadas sin ruido de martillo; y así nosotros, ahora somos martilleados fuera con el azote, Para que después, seamos colocados dentro del Templo de Dios, sin martillazos de corrección. Todo lo que en nosotros es superfluo se quita a base de golpes; y así, sólo la concordia de la caridad une el edificio. Además, hay que decirles, que tengan en cuenta cómo se castiga a los hijos con el azote de la disciplina, para que alcancen la herencia terrena. ¿Qué dolores de corrección divina nos son duros, si por ellos evitamos el castigo eterno? Dice Pablo: Teníamos a nuestros padres según la carne, que nos instruían, y les respetábamos. ¿l/o nos someteremos mejor al Padre de los espíritws para viztir? Y eso que ellos nos corregían segwn su voluntad y por poco tiempo; y esto para el que es provecboso recibir la santificación\8. Se les debe aconsejar que consideren qué importante es para la salud del alma, la molestia del cuerpo. Pues, llama ál rl-r, con insistencia, al conocimiento de sí misma. Y además, actualiza la memoria de la propia debilidad; lo cual se descuida, generalmente, cuando se goza de buena salud. Así, el espíritu que es llevado fuera de sí mismo hacia la soberbia, viene a acordarse de la condición a la que está sujeto, por las molestias que soporta en su carne.

85. Hb 12,5-6. 86. Sal 33,20.

87. Jb 10,

15.

88. Hb t2,9-t0.

III,

12

Esto fue indicado correctamente por Balaam en el nrisr.. retraso de su viaje (¡si hubiese tenido ganas de seguir obcclientemente la voz de Dios'"!). Vemos que Balaam intenr¿r llevar a cabo su propósito, pero se lo impide la bestia quc llevaba como ofrenda. El asno se para por un mandato y ve rl un ángel que el alma de hombre no ve; porque, por lo general, la carne detenida por sus molestias, hace con su dolor tlue el alma conozca a Dios a quien no veía el espíritu que lrr rige; y así, impide los deseos del espíritu gu€, como de paso, quiere el provecho de esre mundo, hasta que llega a conocer al que invisiblemente le sale al paso del camino. Por lcr que muy bien dice Ped ro: Fue corregido por su locura. Una bestia de carga muda, hablando con 1)oz bwmana, probibió la insensatez del profetaeo. un hombre loco es corregido por una bestia muda, cuando la carne afligida recuerda al alma ensoberbecida la virtud de la humildad que debía tener. Pero Balaam no recibió el don de la corrección; porque, maldiciendo, cambió sus palabras, pero no su intcnción. También hay que aconsejar a los enfermos que considelo grande que es el don de la molestia corporal: limpia 'cn Ios pecados y evita los que se podrían cometer; y, arrancilndo las molestias de las heridas exteriores, clava en el alma .rfligida las heridas de la penitencia. Está escrito: Las cicatrices de las beridas son remedio contra los males, los golpes ('urA.n basta el fondo de las entrañas"r. Las cicatrices de las lreridas remedian los males; es decir, Que el dolor de los castisos limpia los males, tanto del pensamiento como de las ,rl'rras. Y por entrañas suele entenderse el alma; porque así ('()mo el vientre consume los alimentos, del mismo modo el .rlma, al valorar las molestias, las purifica. Esto de que cl

89. Cf. Nm 22,

23ss.

90.2P2,15-16.

91. Pr 20,30.

Grcgorio Magno

150

vientre significa cl alma se cnseña por la sentencia que dice: Lámpara del Señor cs cl cspíritu del hombre qwe investiga todos los secrctos dcl vicntrc"r. Como si dijera: "cuando el espíritu divino ilurnina cl ¿rln-ra del hombre, hace que.se conozca a sí rnismir; ella que antcs de la venida del Espíritu Santo podía tcncr malos pcnsarrnicntos, pero no sabía expiarlos". Las penas de las heridas remedian los males con incisiones que llegan hasta las entrañas; porque cuando somos heridos exteriormente, callando y sufriendo, recordamos nuestros pecados y ponemos delante de nuestros ojos todo lo malo que hemos hecho. Y así, porque sufrimos por fuera, nos dolemos por dentro más de lo que hemos pecado. Con lo cual, sucede que, por medio de las heridas externas del cuerpo, nos purifica más la herida escondida del corazón; porque ésta sana el mal de la obra perversa. Además, hay que exhortarles a que conserven la virtud de la paciencia, de modo que tengan en cuenta, constantemente, cuántos sufrimientos soportó nuestro Redentor por aquellos que había creadoi icómo aguantó tantas injurias y reproches; cómo, Aquel que rescata cada día las almas cautivas de las manos del antiguo enemigo, recibió las bofetadas de los que le insultaban; cómo É1, que nos lava con cl agua de la salvación, no cscondió su rostro a los salivazos de los malvados; cómo É1, qr. nos libera del castigo eterno, toleró en silencio los latigazos; cómo É1, que nos concede honores permanentes entre los coros de los ángeles, soportó los puñetazos; cómo É1, q,.t. nos salva de las punzadas de los pecados, no rechazóla corona de espinas; cómo É1, qn. nos embriaga de eterna dulzura, aceptó en su sed l,r amargura de la hiel; cómo É1, q.r. adoró al Padre por nosotros, aún siendo igual r Él .n su divinidad, se calló cuan-

92. Pr 20,27.

Regla pastoral

III,

I2-13

do fue adorado con burla; cómo É1, que es la misma Vida y prepara la vida a los muerros, llegó irrt" la muerte! ¿Por qyé, pues, se cree que es rtg" muy duro, quc cl ,hombre tolere de Dios los azoter poi los Áaler, ,l á. lo, l'rombres soportó Dios rantos -r1., en vez de bienes ? o ¿quiérr, en su_:1no juicio, se mosrrará rngrato por sus cas_ tigos, cuando É1, que vivió aquí sin pecadó, ,,o salió a. ,q"r sin ser azotado? 13- A los que ztiaen inocentemente porque temen los castigos y a los que no se corrigen ni ,on costigo,

De un modo lay que exhortar a los que temen los castigos y por eso viven inocentemente, y d; orro a los que se han endurecido en la maldad y tri .oÁ castigos ,. .orrig..r. \^y que decirles a los temerosos, que nunca deseerr, .J-o algo grande, los bienes rernporal.r qL. ven poseer a los malvados. Y. qu9 huya' de los ,á-po.rles, como -rle, -nunca llgo intolerable, con loi que saben que tambi¿r, ,o.. ,fiigi.los los justos. H^y que decirles..que si de veras desean no tener males, ternan mucho los suplicios erernos; pero no se queden .r, .llos, sino que crezcan con el alimento de l" caridad hasta t^ gr^ri^ del amor. Pues, en verdad, está escrito: La caridaa pr'jrrt) cxpulsa el rcmorn', Y también, en otro lugar: pues, no recibisteis un espíritu de serztidumbre para recaer en el támor; ,ino un espíritu de bijos adoptiros, en el que exclamamos: ¡Abbá, Padrelea. Por eso, el mismo dice de nuevo: Donde -r.rtro cstá el Espíritw del Señor, allí está la libertad.,5. por ranro, si todavía es el temor del castigo lo que le aparta de hacer cl 93. I Jn 4, 18. 94. Rm 8, 15.

95. 2 Cct 3, 17.

()rcgorio Magno

t52

Regla pastoral

mal, verdaderanrentc no goza cle libertad de espíritu este alma que está tan dominacla por cl tcmor. Pues, si no temiera el castigo, sin duda, conrctcría cl pccado. El alma ignora la gracia de la libcrtad, cu,rndo sc somcte a la esclavitud del temor. El bien ticnc quc scr arnado por sí mismo, y no se debe practicar a impulsos del tcmor al castigo. El que hace el bien sólo porque tcmc los daños de los castigos, desea que no haya nada que temer para, así, poder cometer audazmente obras ilícitas. Por lo que se ve más claro que la luz, que se peca con el deseo, ante Dios, en cuya presencia se pierde la inocencia. Por otro lado, a los que se han endurecido en la maldad y ni con castigos se corrigen, hay que reprenderles con fuerza, tanto más aguda, cuanto mayor es la insensibilidad en la que han caído. Por lo general, hay que mostrarles desdén, pero sin despreciarlosi / también desc onfianza, p€ro sin deses peranza, sino de tal manera que esta desc onftanza los haga temer, y la exhortación que se les añada los haga volver a la esperanza. H^y que poner de manifiesto lo que las sentencias divinas dicen contra ellos, para que se reconozcan en ellas, al consid erar la eterna maldición. Oigan que en ellos se ha cumplido lo que está escrtto: Aunque machaqwes al necio en el mortero, como se machaca la cebada con el mazo, no se apartará de él su necedad''. También el Señor se queja contra ellos, diciendo por el profeta: Les trituraste a ellos, pero recbazaron la enseñanza')7. Y en otra parte: Hice estragos y mwertes en este pueblo y, sin embargo, no han retrocedido de sws caminosetr. Y de nuevo: El pueblo no se ha conztertido bacia quien le bieree". Se queja el profeta con la voz de los que castigan, diciendo: Dimos medicinas a Babilonia y no ba sanado r00. A

96. Pr 27,22. 97. Jr 5,3. 98. Jr 15,7.

III,

13

liabilonia se le dan medicinas ¡ sin embargo, no llega a esrar s:lna' cuando el alma, confundida por el mal ob.ri oye las g'ralabras y recibe los castigos de córrección y, no obrt.,rt.,

,lcsprecia volver a los recros caminos de la'salvaciórr. po, cso, el Señor reprende al pueblo de Israel, cautivo y no conpara mí, io casa d,e 'crtido aún de su iniquidad, diciendo: lsrael se ba convertido en escoria; todos éstos ,o,n ,o6re, estttño., Itierro, plomo en medio de un bornoror. como si dijer'¿r claramenre: "he querido purificaros por el fuego de la t.ibulación h. intentado haceros .o--o plata o como oro, -y pcro en el crisol os habéis convertido en iobre, estaño, hie'ro y plomo, porque en medio de la tribulación os enrregtrsteis a los vicios y no a la virtud,,. cuando se golpea el cobre suena más que los demás por eso, quien al ser golpeado prod'u.. el sonido 'retales; tlc la murmuración, se ha conrrértido en .ob... En cambio, cl estaño, cuando se elabora con arte, parece igual qu. lá plata; por eso, el que no se desprend. á.1 viciJde t, ¿irinrulación, en su tribulación, se h, .orrr.rtido en estaño. El hierro se usa para acechar la vida del prójimo; por eso, r¡uien no se desprende de la malicia de ^hr... ¿ánf, .r, ,, tribulación, se ha convertido en hierro. El plomo, por su Part€, es más pesado que los otros metales; por .ro, quien sc encucntra muy_ oprimido por el peso de su pecado, . i"cluso en su tribulación no se despega de lo, der.os rerrenos, se ha convertido en plomo.- pár lo que está escrito: Con mucbo trabajo ba sudado, pero no ba podido quitar sw ¡nucha berrumbre, ni siqwiera ion el frrgár02. El fu.go d. lrr tribulación nos remueve para limpiar Jn ,,oro,ro, la h.'rumbre dc los vicios; pero, ni poi el fuego perdemos la herrumbre, cuando aun en medio de los .rr"rigár no nos libramos de nuestros vicios. Por eso, el profeta"dice una vez

99. Is 9, 13. 100.

Jr 51,9.

153

lQl. Ez 22, 18.

102. Ez 24, 12.

Regla pastorctl

Grcgorio Magno

154

más: En ztano derritiri cl fundidor,, pues no han sido consu-

midas sws maldaclcstc\. Pero hay quc s:rbcr qr-rc, ;rlgu na vez, cuando Permanecen incorregidcls cn mcclio de la dureza de las pruebas, tienen quc scr amonest¿rdos con una cxhortación suave. Pues, a los que los sufrimicntos no corrigen, a veces, la amabilidad los aparta de sus malas acciones. Porque a la mayoría de los enfermos a los que no pudo curar la poción de hierbas, antes le devolvió la salud el agua templada. Y las heridas que no se pudieron curar por incisión, se curan con fomentos de aceite. El duro diamante de ningún modo se puede cortar con un cuchillo, pero se reblandece con la suave sangre de los machos cabríosrca.

14.

A

los mwy callados

y a los muy charlatanes

De un modo hay que exhortar a los que son muy callados, y de otro a los que están vacíos en su mucho hablar. Hry que decir a los primeros que, mientras huyen imprudentemente de ciertos vicios, se ven envueltos interiormente en otros peores. Pues, con frecuencia, por reprimir inmoderadarnente su lengua, hablan mucho y peor en su corazón; de modo que estos pensamientos fluyen en la mentc, en proporción a la rcprcsión que ellos se hacen por un violento e indiscreto silencio. Gcr-reralmente, estos pensamientos fluyen con mayor abundancia, en la medida en que sc creen más seguros de que no los ven quienes podrían re103. Jr

6,29.

12,

l,14 (PL 82,426).

Estos aut()-

cn- rcs, urlo ¿utcrior (f+:O¡ y otr'() poco postcrior (f636) ;r Grc¡¡orio, conrriutlos irtestiguirclo tambión cn ()tros Padrcs: cf. Ar;uslíx, Dc CiP¿lrcccn dcpcr-rclcr clircct,r o indi rcctamcntc de Pt.lxro, Historia na' (CCL 763); 48, 4 21, Dei, aitntc IsrutrRtr ul SLvtt t-n, Etl,rnologiac, tural 20, proernit'r; 37, 55. lO4. Este extratio uso l9

III,

13-14

t5s

1''r'cnderlos. Por lo que, algunas veces, el alma llevada por l,r t.berbia desprecia, como a gente más endeble, a los que oyc lrel'rlar. Al cerrar la boca de su cuerpo, no se da cuénta de euántos vicios pone de manifiesto por ensoberbecerse. Rep'rrimen su lengua, se ensoberbece su alma ¡ sin considerar ru maldad, acusan ranto más libremente a los dcmás en su 1'tropio corazón, cuanto más secretamente se quejan de ellos. Por tanto, hay que amonesrar a los qr. io.r demasiado e,rllados, para que procuren saber con todo cuidado, no sólo

etimo deben monstrarse al exterior, sino también cómo ,lcben comportarse interiormente. De tal modo, QUe teman nrás el secreto juicio acerca de sus pensamienros, quc la re¡''rensión a sus palabras por parre de los demás. Puesto que cstá escrito: Atiende bijo mío, a mi sabidwría, aplica tu oído ,t mi prudencia, para que guardes la reflexiónros. No hay en nosotros nada más fugaz que el corazón; porque se aleja de n()sotros tantas veces como se desliza por malos pensarrientos. Por eso, dice el salmista: Mi corazón me ha aban,lonado 106. Y, volviéndose a sí mismo, dice: Tu siento ba ent'r¡ntrado su corazón para orar a ¡iroz. Se encuentra el corazrin acostumbrado a huir, cuando se domina el pensamiento vigilantemente. con frecuencia, los que son demasiado callados, cuan,1,> sufren algunas injusticias, llegan a soporrar un dolor más ,rsudo; puesto que no hablan de lo que les hace sufrir. Si su lc'gua hablase tranquilamenre de las molestias que esrán pat.rndo, el dolor saldría de sus conciencias; pues, las heriáas t'crradas atormentas más. En cambio, cuando se expulsa la irfección interna, el dolor abre paso a la salud. Debén saber t'sto los que más callan, para que no aumenten el grado dc ,lolor, callando las molestias que sufren.

105. Pr 5, l-2. 106. Sal 39, t3.

107. 2

s 7,27.

Regla pastoral

Gregorio Magno

156

a sí deles mismos, ,ru.r.. les dc[-tc,-t ocultar lo que iustamente berían corregir. Así, con la mcdicina de la _palabra concu-

Hry que decirles quc, si aman a sus prójimos como

rren ambr, fr.,., cn la promoción de la salud; puesto que se corrige la mala acción en quicn la lleva a cabo, I :. -?dera el ár.lo, del dolor que ,opor," cl que tiene abierta la herida.

Por consiguiente, los que ven las malas acciones de los demás y, no Jbttt.tt., en silencio reprimen su lengua' a.ctú,. .o-o el que, viendo las heridas, no aplica el medicamento. y se ñr..r autores de esa muerre, porque, pudiendo curar el virus, no quisieron hacerlo. Por tanto' la lengua debe ser prud.nt.-.nt. moderada, sin dejarla totalmente amarrada. Pues, está escríto: El sabio guarda silencio hasta sw horaro8. De modo que, cuando lo considere oPortuno, dejando a un lado l, .e.rs.rra del silencio, se ocupa provecho,r*..rr., hablando aquello que sea conveniente. También esrá escrito en ot.o l.rg" r: Hiy tiempo de callar y tiempo de bablarroe. Es decir, q* hty que juzgar prudentemente las distintas ocasioner, á. rnrn.ru que cuando la lengua deba moderarse, no se deslice por pálrbr"r inútiles; ni cuando pueda hablar consrructivamenre, deje de hac.erlo por pereza. ^El sal-ista, teniendo esto bien en cuenta, dice: Pon, Señor, en mi boca un centinela, y wn vigía a Ia puerta de mis labiosuo. No pide que se le ponga a su boca una pared' sino una puerta que, evidentemente, abr-a y cierre. Por tanto' tenemos que aprender cuándo la palabra debe abrir la boca discretamenté y en tiempo oPortuno ¡ también, cuándo la debe mantene r cerrada en un oPortuno silencio' por otro lado, hay que e"hoitar a los que son -tl charlatanes, a que miren .on tt.ttción, cuántas veces se disper-

108. si 20,7. 109. Qo 3, 7.

srrn, cuando se apartan de la

III,

14

157

rectitud por la multiplicidad de

l,rs palabras. El alma humana se comporta como el agua: cuando está encerrada, se concentra hasta el nivel más alto, porque busca de nuevo la altura de la que había descenditlo; y cuando está suelta, se pierde, porque se desparrama

inútilmente por lo más bajo. Por tanto, todas las palabras superfluas disipan la censura de su silencio, como si se saliese de madre por diversos riachuelos. Por esto mismo, es incapaz de recogerse interiormente hacia el conocimiento de sí misma, porque, disipada por su mucho hablar, no ahoncla en lo profundo de una íntima consideración. En cambio, queda toda al descubierto a las heridas del enemigo que la .rcecha, porque no estaba rodeada por ninguna fortificación

rri vigilancia. Está escrito: Como una ciwdad abierta y sin murallas, es el bombre que, puesto a hablar, no puede contcner sw verborreAtrr. En efecto, la ciudad del alma sin las rnurallas del silencio, está expuesta a los dardos del enemigo; y cuando ella misma sale afuera por sus palabras, se encuentra indefensa ante el adversario. Y éste la vence con nruy pocos problem as, ya que el alma también lucha contra sí misma, debido a su mucho hablar. Como, normalmente, el alma es empujada paso a paso a lrr caída, cuando no evitamos las palabras ociosas, caemos en l,rs nocivas. De tal modo que, en primer lugar, le gusta hablar de cosas ajenas, después, morder con detracciones la t'ida de los que se habla ¡ finalmente, la lengua se precipit.r €r claras injurias. Por eso, se siembran los celos, nacen l;ls riñas, se encienden las pasiones del odio, se apagala paz .le los corazones. Por lo que, bien dice Salomón: El que pleitosr12. Soltar el agua signifi'uelta el agua es cabeza de c.l soltar la lengua en un torrente de palabras. Y, al contrarirr, se dice en otra parte: Las palabras en la boca del hom-

110. Sal 140, 3. II

l.

Pr 25,28.

112. Pr 17, 74.

I

158

Gregorio Magno

bre son agua profunda rrr. Por tanto, el que suelta el agua es causa de disputas, porquc quien no modera su lengua, rompe la concordia. Tambión cstá cscrito de otra man era El que impone silencio al nccio, mitiga las iras rra. Cuando el charlaún no quierc modcrar su lengua, tampoco puede mantenerse er-r la rcctitud dc la justicia, como atestigua el profeta: No ande más sobre la tierra el hombre deslengwadotr5. Y también Salomón: En la mwhiplicidad de palabras, no faltará peca6Jotrc. Además, dice Isaías: El silencio guarda la justiciatrl. Es decir, que la justicia del alma es desolada cuando no se priva de hablar sin moderarse. Por lo que dice Santiago: Si algwno se cree religioso, Pero no refrena su lengua, sino que engaña su proPio corazón, sw religión es 'uanatt\. Y en otra parte: Sea todo bombre rápido Para escuchar y tardo para hablar I re. X definiendo el poder de la lengua, añade: Es la lengua wn mal twrbulento, lleno de veneno mortíferona. Por lo que la Verdad misma nos advierte, diciendo: De toda palabra ociosa qwe bablen los bombres, darán cuenta en el día del juicio r2r. Es palabra ociosa la que no es justamente necesaria, o la que no tiene religiosa utilidad. Por tanto, si se ha de dar cuenta hasta de una palabra ociosa, consideremos qué pena tan grande tendrá el mucho hablar, por donde llegamos a pecar con palabras nocivas.

Regla pastoral

III, l4-l j

l5g

dcjen pasar las buenas accion es, aplazándolas para orro mornento. En cambio, a los otros hay que decirles, que no rebajen el mérito de las buenas acciorres, cuando se'adelantan

.rl momento oportuno, anticipándose imprudentemente. A los perezosos, hay que hacerles caer en la cuenta de gu€, rnuchas veces, cuando no queremos hacer oportun"-.rrta lo que podemos, .po:o después, si queremor, y, no podemos. ciertamente, el alma perezosa, cuando no ,. ercierde co' un fervor conveniente, le crece impcrceptiblemente la desiclia, por la que pierde todo sentidó d. i.r.o del bien. por cso, dice claramente salomón: La pereza bunde en el soport22.. El perezoso, cuando pietrsa correctamente, está como despiertoi pero, cuando no hace nada, se adormece. Se dice que la pereza hunde en el sopor, porque, cuando cesa. el afán.por hacer el bienr poco a poco ,e pi.rde incluso el cuidado de pensar bien. Por lo qu. r. a¡ade acertadarnente: Y el alma descuidada pasari f.7a2n[rrrzt. El alma, .'uando por negligencia no aspiia a las cosas superior.r, ,. rlispersa en bajos deseos. Mientras no se someta c on fuerza ¿r sí misma al deseo de lo más sublime, es herida por los de.seos de las bajas pasiones. consecuentement., .ó-o rechaz.a someterse a disciplina, está descuidada, hambrienta de ¡rlaceres. Por lo cual, escribe el mismo Salomón: Tod,o ocio-

so es codiciosot2a.

15.

A

los perezosos

y a los precipitados

De un modo hay que exhortar a los perezosos y de otro a los precipitados. A los primeros hay que decirles que no 113. I

Pr 18,4.

14. Pr 26, 10.

ll5. I

Sal 139,12. 16. Pr 10, 19.

t

17. Is 32,

17

.

118. St 1,26. 119. St l, 19. 120. St 3, 8. l2l. Mt 12,36.

La misma Verdad predica que la casa quedó limpia, cuando salió un sólo espíritu; pero que, cuanio está u^rí^', -la con otros muchos que ocúpan r2s. No.-rl-.r,t., 'uelve cl perezoso se niega a hacei lo que le correspondc; .lgun* cosas porque las ve difíciles, y orras, porque 1., t.-I i-prudentemente. Así, cuando encuentru rlgutr. razón aparcnte para temer, declara que no actuó tan mal p,r, ,-,-,rr.t.122. Pr 19, 123. Pr 19,

15. 15.

124. Pr 21,26. 125. Ct. Mt 12, 44ss.

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160

nerse inactivo. Sobre é1, dice Salomón con razón: Por el frío, no quiso arar el perezoso; por tanto, en verano mendigará, y no le darán nadarr6. El perezoso no ara a causa del frío,

cuando dejándose dominar por la desidia y la pereza, aI pensar lo quc debc hacer, se excusa o no lo hace. También deja de arar por el frío, cuando teme males pequeños dcl adversario y tolera que se cometan males mayores. Bien se dice: En verano mendigará, y no le darán nada; pues, quien no suda ahora por hacer el bien, cuando aparezca más ardiente el sol del juicio, en verano mendigará, y no le darán nada, puesto que en vano pedirá entrar en el reino. Dice en otro lugar Salomón: El que observa al viento, no siembra; el que mira a las nwbes, nunca siegar27. ¿Qué se entiende por el viento, sino la tentación de los espíritus malignos?, y ¿qué, por las nubes que mueve el viento, sino las adversidades de los malvados? En efecto, los vientos empuj^n a las nubes, como el soplo de los espíritus malignos mueve a los malvados. Por tanto, el que vigila al viento, no siembra; y el que mira a las nubes, no siega. Todo el que

teme la tentación de los espíritus malignos y todo el que teme la persecución de los malvados, ni ahora siembra los granos del buen obrar, ni después cosechará las gavillas de la santa rctribución. Por otra parte, a los precipitados hay quc aconsejarles gue, cuando se adelantan al momento oportuno de hacer una obra buena, echan a perder su valor; y, con frecuencia, llegan a caer en el mal, por no discernir de ningún modo el bien. Nunca consideran qué y cuándo actuar; pero, normalmente, reconocen que no debieron haber actuado así. A éstos, como si fueran sus oyentes, les dice Salomón: Hijo, sin consejo no hagas nada, y despwés de becho, no te causa-

126. Pr 2Q, 4; cf.

(ccl

143B, 1340).

Mor 27,

15

Regla pastoral

III,

I

t-16

l6t

rá arrepentimiento r2rr. y de nuevo: eue tu aista se ad.elantc a tus pasosr2e. Tu vista precede a tus pasos, cuando los consejos preceden a ru actuación^. El que rechaza 'cctos r'irar, considerando lo. que va a hacer, camin, *r, lo, ojos ccrrados y' conrinuando su camino, no ve delan,. i. ;i;, r)or eso mismo, cae antes, porque no atiende con l^ ..lcl consejo donde debía pó".i el pie de su acción. ^ir^áá 16.

A

los mansos

ya

los coléricos

De un modo. hay que exhortar a los mansos y de otro A vecei, cuando los mansos estár, al frente ..le la comunidlg, p_1d.cen algo parecido a la pereza que en_ qcndra la desidia. ! .ror-rl-enre, por una resolución exr'csiva de mansedumbre, suavizan de lo necesario el -;r i'igor de la severidad. Por el contrario, los coléricos, cuando desempeñan un t'.rrgo.de gobierno, empujados por la ira, se precipiian al frercsí de su menre, f así, int.oducen la iurbación .r, la vida ,lc sus fieles, disipando su paz. Éstos, cuando son arrebata,lrs por la ira, no se dan cuenta de todo lo que los airados Ir,rcen, ni todo lo que ellos sufren. En cambio, r esto sí que r's grave, algunas veces creen que el d. ,., i., ''ás .s celo por la justicia. Y, cuando rl ui.io se".r.báto le considera virt ucl, la culpa crece sin ningún miedo. .r los coléricos.

Por tanto, con frecuencia, los mansos se muestran débiles, l)()rque les repugna. reprender; y los coléricos se engañan .n .i .'clo. por la rectitud. Así pues , a la virtud de los pii-..or, ,. ,rri¿rde latente el vicio; y orros, el vicio les parece ferviente r i.tud. Por consiguiente,"lor hay que exhorta* lo, mansos a que lruvan de lo que está junto r.llo, mismo; y a los.ol¿.i.o],,

127. Qo 11, 4.

t28. Si 32,24.

129. Pr 4,25.

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162

que huyan de lo quc ticncn. Aquéllos, disciernan lo que no tienen; ér,or, lo quc ticncn. Los mansos, que se hagan más solícitos; los coléricor, quc condenen su irritabilidad. Hry que cxl-rortar a los mansos a _que deseen tener también .álo^ por la iusticia; y ,r los coléricos, QUe añadan la ..lo que crccn tener. Por esto mismo, el manseclumbre "l Espíritu Santo se nos É, -ortrado en forma de_ paloma y ,r,irbi¿r, de fuego. Porque, evidenterlente, a todo aquel a de la paloma, frri.r, Él ll..rr, T. prodúce tanto la sencillez modo lleno ningún de .o-o el fervor d.i fr.go. No está la mansede del Espíritu Santo, quién, en la tranquilidad du-br., no tiene .l i.rrro,- dcl celo; ni quien, con el ardor del celo, pierde la virtud de la mansedumbre' si preseneuizás podamos explicar meior esta cuestión dotados discípulos ,r-ot, el magisterio de Pablo que a dos. predicala J. ig"rt ."rü"d les da diferenies consejos para ción] Exhortando a Timoteo, le dice: Reprende, conjwr-a, in.;r;i, con tod,a paciencia y.doctrinat3c. Y a Tito: Así bas de bo'blor, exhortar y reprender con toda autoridaflrtt. ,Cómo es que el gran maestro en el arte de la enseñanza proPone' ..r ér,. .rñor,..ión, la paciencia a uno y la autoridad al otro, si no es porqu. ,r. qu. Timoteo es de _espíritu más colérico le modera con la suaf ri," .r rlgá -ás -anso? A Timoteo con el deseo del estimula íiar¿ d. l"'paciencia; a Tito le celo. A éste ü añade lo que le falta, y al otro le quita lo que le sobra. A Tito, procura estimularlo como con una esPuela; a Timoteo, -ód..ttlo como con un freno' De este modo, el gran cultivador de la Iglesia que ha tomado a su cargo, riegá a los sarmientos que deben crecer, y poda a los que ve creccr más de lo iusto; a fin de que ni á.j.., de dai fruto por no crecer, ni se pierdan los frutos producidos por crecer desmesuradamente'

131.

Tt 2, 15.

l(,.]

Es muy diferente la tra que brota bajo apariencia de celo, rlc la ira que arrebaa el corazón turbado, incluso sin ninuún pretexto de justicia. La primera se muestra desordena.la en lo que debe; pero la segunda, se enardece siempre en Io que no debe. Hry que saber que, a este respecto, los colóricos se diferencian de los impacientes: aquéllos, causan incluso la imposición que hay q,,r. ropo tt^r; ésros, no soport:rn la imposición de los demás. De hecho, los coléricos persiguen incluso a los que se lcs doblegan, promueven la ocasión para reñir, se divierren con el esfuerzo de una polémica. A los otros, sin embargo, nrejor les corregimos si nos doblegamos ante su misma irrit:rción; pues, una vez irritados, no se dan cuenta de lo que .veflr pero, cuando vuelven en sí, aceptan de muy buena s¿1na las palabras del consejo, en la misma medida en que sc avergü enzan de haber sido aguantados tan pacíficamentc. Y es que, al alma embriagada de furor, todo lo bueno (lue se le dice le parece malo. Por eso, Abigail, admirablcnrcnte se mantuvo en silencio ante la culpa de Nabal, cuan..lo éste estaba borracho; pero bien se la echó en cara cuan..lo se le pasó el efecto del vinor'. Así pudo reconocer la eulpa que cometió, de la que no escuchó nada mientras estLlvo borracho. Cuando los coléricos arremeten contra los demás, de tal nrodo que es imposible doblegarles, se les debe llamar la .rtcnción, no con un reproche por las claras, sino tratándolcs con cierta cortesía. Esto lo aclararemos mejor con el ,.'icrnplo de Abnerrr3. Cuando Asahel le perseguía con im-

132. Cf. 1 S 25,36ss. 133. Abncr, hijo dc Neq sol,r'ino dc Saúl (cf. t S 14, 50ss.) y

rey a Isbaal (cf.2 S 2,8-ll), hijo de SaúI. Suscitó la desconf tanza de éstc por casarse con Rispá, concubina de SaúI, y pretcndió llevar las

dc su ejército. Tras la r)ucrtc de Saúl cs quicn dirige a tribus dcl Norte a David; pcro fuc I s tribus dcl Norte v proclanra asesinado por el general de Davicl,

,.rpitán 130. 2 Tm 4, 2.

III, 16

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Gregorio Magno

Regla pastoral

prudente prisa, dicc la Escritura: Habló Abner a Asahel, diciendo: "Aparta., no qwieras perseguirme, ni me pongas en trance de coserte con la lanza a la tierra,. Ésft se negó a escucbar y no quiso apartarse. Y Abner le birió en el vientre con la lanza del revés, le atravesó y murió r'r4. ¿A quién representa Asahel, sino a los que sc dejan llevar precipitadamente en un arrebato de ira? Éstos, cuando se hallan bajo el ímpetu de la .ra, deben ser doblegados, tanto más cuidadosamente, cuanto más locamente hayan sido arrebatados. Por eso, Abner, que en nuestra lengua significa ,.luz del padre"r35, huyó. Es decir, que si la lengua de los maestros, que da a conocer la suprema luz de Dios, cuando se da cuenta que el alma de alguno se deja llevar por los precipicios de.la íra, y no le lanza los dardos de su palabra, actúa como quien no quiere herir al que le persigue. Pero, cuando los coléricos no se tranquilizan con ninguna consideración, les pesa como a Asahel, QUe no cesan de perseguir y ensañarse, entonccs, es necesario que los que intentan calmarles, nunca se muestren furiosos, sino tranqui-

Joab. David lc cledicír una hcrmo- trata con un colérico, -v clcbe hasa lament,rción (2 S 2,3l-34). Pcro ccrlo así, corno con rcspcto al

fue Salomón quicn condcnír ;r muerte al asesino. Asahel, hcrmano rnenor de Joab, pcrsiguió cn l:r batalla a Abner v murió a rnan()s dc óste. Antes dc matarlo, Abner, con actitud noble -que contrasta con la de Joab al vengar a su hcrmano) cf. Z S 3,7- amonesta a Asahel; pero, al final, se ve empujado a darle muerte clavándole la punta de la lanza atravesándole el vientre. Gregorio resalta con estc ejcmplo la actitud noblc, c¿rballeresca dc Abner que sienifica el que

principio, pcro sin

doble garsc

hasta hacerle bajar de su ira. El quc sc dcja llcvar de la ir:r (Asahcl), sufrc las consccuencias de habcrsc prccipitado y dcbc rccibir las correcciones del pastor. 134. 2 S 2,22-23.

135. Cf. Jt,nóNtt'tr>, De nominibus hebraicis, 34, 16 (CCL 72, 102). "Ab-¡g¡", dcl hebreo 'abn|r

o 'ábínér, significa: "cl

III,

l6-17

los' sin embargo, no dejen de decir sutilmente algunas cosas que rebajen indirecramenre el ánimo J.i .orérico. por eso, Abner, al enfrenrarse, a su p.erseguidor, ,ro l. traspasó directamenre' sino con la lanza del rJvés. Á-.r* zar con Ia lanza es oponerse con el ataque de. un claro reproche, y i..1, ll que te persigue con la lanza del revés, ,igrrifi. íoL^, á;-ri_ guna manera.{ ."1 tranquilidad al ^ colérió y vencerle como con respeto. No obstante, Asahel murió enseguidr, .o-o i* rrlmas irascibles; cuando ,i..r,.n que se res tiene en conside_ ración y se les toca el coraz( i n m e d i á t, s e b a j a n a. r'," i Hil'r ll quienes se vuelven at.ás en el ímpetu ,1: su ue rra lonsiguienre, con un toque suave, mueren como ",1:: a golpe de rinza.

jl'ffi l,: i;?ij'

*,.

17.

A

los humildes

ya

los soberbios

De un modo. hay que habrar a los humildes y de orro

a Ios soberbios. A los p.i-..o, hry qu. d;;ü;; conocer cuánto vale la excelencia que .rp.rrrráo han .onr.guido. En

cambio, a los otros,,hay qu. hr..rl.; JJ;;ü vana es la gloria de esre mundo quá ambicion an y rroliJn.rr. oigan los humildes qué e_ternos son ros bienes que desean y qué pasajeros los. que desprecian; oigan 1", ,ou.ruio, qué pasajeros son los bienes qué ambicionln y qué erernos los que pierden. oigan los humildes la parabra del maes tro: Todo er que se humilla, será. ensarzado]tu; y ros soberbios, Todo er qwe se exalta, será fir*¡l/of,orsz. oigan los humildes: La humildad precede a ra groriats,. y los soberbios: Ante la ruina ,, ,*olto ,t ,:,rpiritr,r.

padrc

(Dios) cs antorch¿"; cf. HnRc;-vRN Il,N BonN-Aust'1o, Diccionario dc la Biblia, Barcelona, 1982.

165

136. Lc 18, 137. Ib;d.

14.

138. Pr 15, 33. 139. Pr 16, ltt.

166

Gregorio Magno

Oigan los humildes: ¿A qwién ,uoy a mirar, sino al humilde y pacífico, y al qwe tiembla a mis palabras?rao y los soberbios: ¿Por qué se ensoberbece el que es tierra y ceni24?

t+t

.

Oigan los humildes: Dios mira a los bwmildesra2; y los soberbios: Y a los soberbios los conoce de lejosta3. Oigan los humildes: Porqwe el Hijo del Hombre no ba venido a ser serztido, sino a servirtoo; y los soberbios: Porque el inicio de todo pecado es la soberbiata5. Oigan los humildes, que Nwestro Redentor se bwmilló a sí mismo, se bizo obediente hasta la mwertet46. Y los soberbios, lo que está escrito acerca de su jefe: Él mismo es el rey sobre todos los bijos de la soberbiat4T. La soberbia del diablo se convirtió en ocasión de perdición nuestra, y la humildad de Dios demostró ser la señal de nuestra redención. Nuestro enemigo, creado como las demás criaturas, deseó aparecer como superior a todas; en cambio, nuestro Redentor, que es mayor que todos, se dignó hacerse pequeño entre nosotros. H^y que decir, pues, a los humildes que mientras se abajan, ascienden a semejanza de Dios; y a los soberbios, que mientras se enaltecen, descienden a imitación del ángel apóstata. Así pues, ¿qué hay que sea más rastrero que la soberbia, que cuanto más se eleva, más se aleja del camino de la verdadera cima?, y ¿qué hay que sea más sublime que la humildad, que cuanto más se abaja, más se aceÍca al Creador, que vive en lo más alto? En esto hay algo que debemos meditar con arención. Muchas veces, a unos los engaña una apariencia de humil-

140. Is 66, 2. 141. si 10,9. 142. Sal 137,6. 143. rbid.

144. Mr 20,28. 145. si 10, 15. 146. Flp 2, 8. 147. Jb 47,25.

Regla pastoral

III,

17

rc7

d.td, y a orros' la ignorancia de su soberbia. por lo general, algunos que se .r.é., humildes tienen un remor que no debieran; mientras. que a los soberbios l.s ,uele caracterizar un gran atrevimienro en el hablar. cuando se les lh; ;;;; la corrección de ciertas faltas,.l"r p.r-..oi .rllr'p;; ;.il;; y, no obstantc..r..:tr que lo h"r.r, po, hu-ildad; -i."rr* que los otros' hablan áebido a la impaciencia de su sober\ia y, no obsta.r:, rj.creen que lo hr¿.; ;;, .l ,rrlor de de_ fender la rectitu.d. El ,.-or, bajo rp*iá.;, d. t r-ii¿rá, reprime a los primeros par? qr. ,.piendan lo que está mal, en cambio, la ir.rt. p.rturbriiór,, trj. ;;ri.r,.i, de valen_ empuja r r.pi..rder lo qr. ná d.b.,. o a reprender l3: 5

cxcesrvamente.

Por eso' hay que exhortar a los soberbios a que no sean lo convenier!.; y a los humilda, , q;;;; se abajen más de lo debido. con er fin de que no suceda que aquéllos conviertan la defensa de la justicia .r, .j.rri.io de soberbia, ni los otros, al dese". ,o-*..r. los más de lo conveniente, se vean en el .o-fro-iso " de>24s. y como toda la comuni¿r, d. la Igle_ sia al mismo tiempo, sirve por su confesión como testimonio de la verdad, no es foizado entender por Gal aad, a la Iglesia, que p-or boca de todos sus fieles ,t.rtig,.r" acerca de l)ios lo que hay de verdad2a6. En cambio, poi preñadas se cntienden las almas que, por amor divino, .ár.ib.rr la comprensión de la palabra. Estar almas, si llegan a tiempo a su perfección, han de dar a luz la palabr, .8rr..biar, io"ierrdola de manifiesto en sus obras. Ensanchar sus territorios s.ignifica extender la fama de su propia opinión. no, ,"rrro, desgarraron a las preñadas de G"i".i p^riensanchar sus reporque, efectivamente, los herej., h.* p;;;; 'ritorios, por su perversa predicación, las almas de'los fieles qu. hr_ bían concebido algo de la verdad. y así, .*ii.rrd.r, ,,., fama cle sabios. Además, con la espada del .rro, .orrr' los coraz'ones de los niños fecundadór po.- la concepción d. h f"l;rbra, convirtiendo su opinión ér, do.trirrr. ' oor consiguiente, cuando intentamos enseñarles que no , l)lensen equivocadamente,-primero es necesario que l.r'r.orrsc,emos que no busquen la vanagloria. pues, si cortamos la r:líz'{e su soberbia, consecuentemente se secarán las ramas ,le sus falsas afirmaciones. Thmbién h"y qu. á..irl., q". i."qan cuidado de..ro .onrrertir, ..rg..rdránáo .rrores y discor..lias, la misma ley de Dios en iacrificio a Satanás; pues se ,lio para prohibir, precisamenre, los sacrificios a Satanás. por 244. Am 1, 13. de testigo en el pacro realizad,o 245. Cf. Gn 31, 47ss. Acentus L""bán y "r,tr"246 para Jacób. tt'stimonii significa literalmente el ó.egorio, la Iglesia,

nlontón del testimonio'. Se en- en cuanto .o-u.,ián, ti.:'de el montón de piedras sobre ria de la fe,

' l que comieron Labán, Jacob y 'r¡s hermanos. Ese montón sirvió

.,

d.p'or;o_

d.'l" r"u"i".iir.,, d" l; p.;r:ncia del que es ra lug"I rertigo

Verdad.

Gregorio Magno

196

Regla pastoral

eso, se queja el Señor, diciendo por el profeta: Les di 1rigo, ztin'o y iceíte, les muhipliqwé la plata y el oro, qu.e ofrecie-

,on

i

Baal247. Recibimos

el trigo de Dios, cuando, en

los

más oscuros pasajes, sustituimos Ia cáscara de la letra y- Per'

cibimos, a tra',rés de la fuerza interior del Espíritu, el más profundo significado de la Ley- Fl Señor. nos da su vino, irrndo .tos .-b riaga con la sublime predicación de su Escritura. Nos da su áceite, cuando ordena nuestra vida con suave ternura Por sus PrecePtos más llanos. Multiplica. la plata, cuando ,rt, ,.r.ni.ristra iu palabra llena del resplandor i. la rrerdad. Y nos enriquece con oro, cuando irradia a nuestros corazones la .ompiensión de su suPremo esplendor. Los herejes ofrecen todo esto a Baal, Porque pervierten los corazones de sus oyentes con todas estas materiasr QUc han entendido compleiamente al revés. Y tanto el trigo dc Dios, como su ,,ino y Su aceite, así como su plata y Su oro ofrecen en sacrificio a Satanás; Porque las palabras de paz' las desvían hacia el crror de la discordia.H^y que amonestarles para que se den cuenta de que, mientras la perversidad dá sus mentes engendre discordia a Partir de los preceptos de la paz, e\Ios mismos, ante el justo juicio de Dios, .rr.onrr" rán la muerte por las palabras de vida' Por otro lado, hay que exhortar a los que entienden correctamente la Lcy de Dios, Pero no la enseñan con humildad, a que anres á. q.t. elloi expliquen a otros la p-alabra de Dioi se examiner a sí mismos; no sea que, pendientes de las acciones de los demás, se abandonen ellos mismos y, aunque entiendan correctamente toda la Escritura, se olvid.n rólo de lo que ella dice a los soberbios. En verdad, les ocurre como .tt ímprobo e ignorante médico que -desctr " curar a alguienr p€fo á.r.otto.e su propia enfermedad. Pol' tanto, r l""t que no exPresan la palabra de Dios con humil-

247. Os 2,8.

III,

24

197

dad, hay que amonestarles para gu€, al aplicar remedios a un enfermo, cuiden el virus de su propia infección; no sea que, mientras intentan curar a otros, mueran ellos. También hay que decirles, que se fijen si está en desacuerdo su modo de expresarse y aquello que dicen. No sea que prediquen una cosa con sus palabras y otra con sus obras. Por eso, oigan lo que dice la Escriiura: si alguno babla, que lo baga como predicaciones de Dios248. por tinto, los que no tienen como propias las palabras que predican, ¿por qué se enorgullecen como si fueran suyas? Oigan lo que está escrito: como de parte de Dios y en presencia de Dios, hablamos en Cris¡s2ae. Como de parte dL Oios y en su presencia, habla el que entiende la palabra de predicación que recibe de Dios y, con ella, bus ca agradar a Dios y no a los hombres. oigan lo que esrá escriio: Abominación det Señor es todo arrogante2so. Pues, está claro güe, mientras se busca. la propia gloria en la palabra de Diós, se usurpa el derecho del Dad or,, y no se reme preferir los elogios para sí, antes que para El, de quien se ha recibido todo aquello por lo que los demás le alaban. oigan lo que dice Salomón a los predicadores: Bebe el lgua de tu cisterna, la qwe fluyt de tu pozo. Rebosen por f\rro tus fuent€s, ! se esparzan las aguas por las plazas. Tenly pya ti sólo, no participen contigo los-extrañós2sr. El predicador bebe el agua de su cisterna cuando, al examinr. ,., corazón, se escucha antes a sí mismo. Bebe el agua que fluye d.. t.r pozo, cuando se inunda con el riesgo á. r,.r propia palabra. Donde bien se añade: Rebosen poi frrro trí frirte.S,.y,se esparzan las aguas por las plazas. Pues, es justo que ól beba primero ¡ después, dé a los demás de beber .tr l" predicación. Rebosar por fuera las fuentes significa infundir

248. 1 P 4,11. 249. 2 Co 2, 1,7.

250. Pr 16,5. 251. Pr 5, 15-17.

Regla pastoral

Gregorio Magno

198

predicación. En exreriormenre en los otros la eficacia de su la ."-Ui", espacir las aguas por las p.lazas sig,nifica repartir pr1rU."'¿irrir,. entre li g"tt -t'"hüumbre dt :L::tt:'^i*tnormaliárrdor. a la condición de cada uno' Y' porque' de palabra. la mente, asalta el deseo de vanagloria'. tt""do desmuchos, Dios está corriendo como bu.á noticia para las'agwa: Pl.o!o, 2t oués que se ha dicho: Y se espa.rzan cont.t'go participen no i;;, bL; se sigue: Tenlas para ti sólo, extraños especialmenre a los espíritus los extraños. ilr-, de quienes iitt el profeta' por las.pamalignos, , "qrr.llos contra mí los labras de un tro-Ur. t.rrtrdot Se leztanioro, diiot ! !' eso' Por ,*tronor, brrroron con rabia mi alma252' sól'o.' p.ara telks ;;;;;rt^; to, o'gro, io, h' plazas, Perg que salgas ati realicomo si diiera'cla."m..rte: .

11, 4.

290.

I

Co 7,29-30.

291. 1 Co 7,31..

'l,rrrrlti.'l¡ ll,l\' (ll¡(' ('rltoll.tt ,t l,t. r lll\ lll'ir'', |,ll.l (ltlr' trr l.'lt'rt ntttltt,t ,' 1r,,,, l('lll('lll('l1l(' .lrlrr,'11.,'r t n'.,1', ('ll l.¡" (lll(', 'l vcccs, s(, siclltt'lt rlt's.'.rnl('ttlosi tl.' tlt,,,l,, .llt(', .lltllll,lt¡.1, t'.,' ,'l ullo al ()tl'()., l.rs s.l)('l'cll. l'tlt's, t'rl,l t'rt l ll.' / I t';',ttl tttttltt't "". I 't mente'uuestras cdt'$cts, )t,tst ('tttttl)lttr't, l,t l,'.1' ,lr'(.tt:1o ley de Cristo cs' c11 cfccttl, l;r c'rl'itl'rtl; r 'r (ltl(' ¡l(t s.lt) ll." entregó en abundancia sus bicr-rcs clcsdc sí Irtisrlt,r, sitto t¡ttr' ademáS cargó Serenamente con nucStrOS lll:llcs. I)ol' trlllt(), .ll imitarla, cumplimos la ley de Cristo; cuandtt cntrcg:lll)(,s lt.' nignamente nuestros bienes y soportamos ficlrlrcrltc lltl('s tros males. Hay que amoncstarles además, a quc c:tcl,t t¡1t,, atienda, no tanto a lo que tiene que aguantar dcl otro, sirt,' a lo que el otro tiene que aguantar de é1. Si considcr:l l.ts cosas proplas que el otro Soporta, podrá soPortar coll ll-l:lv()l suavidad las que aguanta el otro. A los cónyuges hay que aconsejarles que recuerdcn cltrt' se han unido en matrimonio para engendrar hijos, y qrl(' transforman la ocasión de procreación en ejercicio de la v.t luptuosidad, cuando se hacen esclavos de una unión innltr derada. Han de considerar que transgreden los derechos clcl matrimonio en la misma unión conyugal, aunqu.e no se salgan fuera de lo permitido. Por eso, €S rl€c€sario que' coll reiteradas súplicas, limpien la pura imagen de la unión conyugal que manchan al añadir voluptuosidades. De ahí quc el Ápóstol, conociendo por experiencia l,a medicina celestial, diga, no tanto para instruir a los sancDs, como para enseñar la medicina a los enfermos: De Io Eue me babéis escrito: Bweno le es al bombre abstenerse de mwjer; No obstante, a causa de la fornicación, cada una tengt su mujer, y cada wna tenga su marido2e3. Al dirigir el precepto a los que no están firmes, avisó del peligro d e la fornicación. Ahora, para 9u€, quizás, no se estrellen contra el suelo,

292. Ga 6,2.

293.

I Co 7,1-2.

,,1r..,' ,'l l,'. lr,, .r 1,,. (llt(.(.tr.tt. lt,,t t'r,r, .1il.1(11,, .t,l..tu.tr ,t l,,t ,1, I'rlr',, I I nt,nttltt,lr, l,,,lr'1,t,1,,,t l,t ttttt¡t.t ),tlt't,t.tt,tl ttt,,rl,, 1,,,uttl('t,tl ttt,ttttltt"'t. Al,.,,rr..t.,lt.r,rlg,, tlt. r,,,luPttrositl.rtl

nl,,.l.'l,r rir.rrr lr.rrrt'stitl.rrl ,l.'l.r rnritirr c()nvt¡g¡1, ¡rl:rrliti: I't ttt t'¡ltt t,, l,, rlt,q,) (()nt() ittrlttlgt,ttt'id, llo colllo lnttntlalo)e1. 'rr' ul(li...r .¡trt' 1,, c.xtt'r'rlitlt, cs pcc:tclo; pcro c'lLlc sc pcrdon.r nr.r\ l.it'ilnrcnt(', yir (lr.rc n() consistc tanto en hacer algo rlr. rr., ('()nr() cn n() tcncr b:rjo c()ntrol lo que lícitamente se

,1,

lr.r. r'.

At'r'r't:rtl:ultcntc lo cxpresa Lot en sí mismo: huyó de Sorlr,rn.l (lLrc:rrdí:I, pcro al llegar a Soar, no subió en seguida .,1 nr,urtcr"r'. [{uir de Sodoma ardiendo es apartarse del ardor rlr, irr, .lc h carnc. La altitud del monte es, por otro lado, la Irur('/.:r dc los que se abstienen. O si se quiere, están como ., un nronte los unidos en matrimonio que, salvo para asu,',ir lrr:rclrnisión obligada de la prole, no dejan libre pasión .rllltrn:r dc la carne. Permanecer firme en el monte es no enrr('qilrsc a la carne, sino buscar el fruto de la procreación. l't'r'.rAnecer firme en el monte es no adherirse carnalmente .r l.r carne. Lot salió de Sodoma porque son muchos los que aban,l,rnAn los desórdenes de la carne ¡ sin embargo, al casar\c, no observan los derechos del rrato debido. No subió en :r'suida a la montaña porgu€, aunque ya dejaba la ida vers()nzosa, todavía no poseía con delicadeza la altura de la ('()ntinencia conyugal. La ciudad de Soar esrá en medio y '.ilva al débil que arde, porque cuando los cónyuges se unen 1',rrr la incontinencia, además de ahuyentar la caída desor,lcnada, se salvan también por el perdón. Y es gue, en tal crlso, el matrimonio es como si llegaran a una pequeña ciu..lad en la que se defienden de las llamaS, Ix que tal vida

294. 295.

I I

Co Co

7, 3. 7, 6.

296. Cf . Gn 19, 30.

Gregorio Magno

210

Regla pastoral

También hay que exhortar a los cónyuges para que toleren mutua y pacientemente aquellas cosas en las que, a veces, se sienten descontentos; de modo 9u€, animándose el uno al otro, las superen. Pues, está escrito: LLeztad mwtuamente auestras cargas, y así cumpliréis la ley de Cristo2e2.La ley de Cristo es, en efecto, la caridad; ya que no sólo nos entregó en abund ancta sus bienes desde sí mismo, sino que además cargó serenamente con nuestros males. Por tanto, al imitarla, cumplimos la ley de Cristo; cuando entregamos benignamente nuestros bienes y soportamos fielmente nuestros males. Hay que amonestarles además, a que cada uno atienda, .ro tr.rio lo q.t. tiene que aguantar áel otro, sino " a lo que el otro tiene que aguantar de é1. Si considera las cosas propias que el otro soporta, podrá soportar con mayor suavidad las que aguanta el otro. A los cónyuges hay que aconsejarles que recuerden que se han unido en matrimonio para engendrar hijos, y que transforman la ocasión de procreación en ejercicio dc la voluptuosidad, cuando se hacen esclavos de una unión inmoderada. Han de considerar que transgreden los derechos del matrimonio en la misma unión conyugal, aunqu.e no se salgan fuera de lo permitido. Por eso, es necesario que, con reiteradas súplicas, limpien la pura imagen de la unión conyugal que manchan al añadir voluptuosidades. De ahí que el Apóstol, conociendo por experiencia la medicina celestial, diga, no tant o para instruir a los sanos, como para enseñar la medicina a los enfermos: De lo que me habéis escrito: Bueno le es al bombre abstenerse de mujer; No obstante, a causa de la fornicación, cada uno tenga su mujer, y cada una tenga su marido2e3. Al dirigir el precepto a los que no están firmes, avisó del peligro de la fornicación. Ahora, para gue, quizás, no se estrellen contra el suelo,

292. Ga 6,2.

293.

I

Co 7, l-2.

III,

27

^2il

.frece el lecho a los que caen. Por eso, añadió además a los y de igual modr¡ mwier al marido2s4. Al conceder algo de ,rolriptuosidad \ dentro de la gran honestidad de la unién .o.ry.rgrl, añadió: Pero esto os lo digo como indulgencia, no como mandato2ts. Se indica que lo concedido .r pe.ado; pero que se perdorra más fácilmen te, ya que no consiste irnto .tr hr.á, algo ilícito, como en no rener bajo control lo que lícitamenr."r. débiles: El marido dé lo debido a la mujer

l-race.

Acertadamenre lo expresa Lot en sí mismo: huyó de So-

.l.o-" que ardíl qero al llegar a Soar, no subió en seguida ,rl monre2e6. Huir de sodomi ardiendo es aparrarse del irdor ilícito de la carne. La altitud del monre .t, po, orro lado, la

pureza de los que se abstienen. o si r. qri..., esrán como cn un monte los unidos en matrimonio qr., salvo para asur'rir la admisión obligada de la prole, no dejan libie pasión .rlguna de la carne. Permane..r li.-. en el Áo.rr. es no entregarse a la carne, sino buscar el fruto de la procreación. I)ermanecer firme en el monte es no adherirse carnalmente

.r la carne.

Lot salió de sodoma porque son muchos los que aban-

.lonan los desórdenes de la .á'. ¡ sin embargo, al casars.,, no observan los derechos del rraro debido. ño subió en scguida a la montaña porgu€, aunque ya dejaba la ida versonzosa, todavía no poseía con delicadeza la altura de la c.ntinencia conyrgll. La ciudad de Soar está en medio y s¿lva. al.débil que arde, porque cuando los cónyuges se unen Iror la incontinencia, además de ahuyentar l^ cí¡d^ desor,lcnada, se salvan también por el perdón. y es gue, en tal crlso, el matrimonio es como si llegaran a una pequeña ciu^q"; ..lad en la que se defienden de las llamaS, tal vida rx 294. 295.

I I

Co 7,3. Co 7, 6.

296. Cf . Gn 19, 30.

Regla pastoral

Gregorio Magno

2t2

conyugal, aunque no sea admirable en sus virtudes, al menos está exenta de suplicios. Por eso, el mismo Lot dice al ángel: Abí cerca está la ciudad, a la que puedo buir. Es Me salvaré en ella. ¿Acaso no es modesta y mi prqnino. 'alma aivirá en ella¿2e7. Se dice, en efecto, QU€ está cerca' y sin embargo, se presen ta a la vista como Segura .para salvarse. y ei 9u€, la vida conyugal ni está separada. a qr?n distancia del^mundo, ni es ajena al gozo de la salvación' Los cónyuges custodian su vida como si estuvieran en una pequeña'ciidrd, cuando interceden con asiduas súplicas por ellos mismos. De ahí que rectamente se diga por medio del ángel al mismo Lor: ife a.qu! que ta,m4iéry en esto admití tus preces, para no destruii Ia ciudad de la que- b7!las2e8. Es áecir, cua.rdo se profiere la súplica a Dios, tal vida conyugal no se condena. Pablo amonesta también sobre esta ,rifti.. al decir: No os defraudéis el uno al otro, 4 no ser d,i *utro acuerdo, por u-n cierto tiempo, pa'ra daros a la oración2ee.

Al contrario hay que aconsejar, a los que no están uni-

dos en matrimonio, que se pongan más rectamente al servicio de los precePt;s celestialis, y^ que.el ltgo de.la l.t hace tender a los cuidados del mundo' unión carnal "" el De modo que peso ilícito de la solicitud terrenal no oprima r los qr. ir carga lícita de la unión conyugal no incomoda, sinó que el último día los sorprenda tanto más preparados cuanro más libres esrán ahora. Y así, no merezcan un suplicio peor, Por su negligencia, estando libres para poderse^dedicar a ló mejor. Escu.lr:" que el apóstol, i.rrtráo instruía a unos sobre la gracia del celibato' no menospreció el matrimonio, sino que rechazó los cuidados del mundo que de él nacen, diciendo: Esto os digo para

297. Gn 19,20. 298. Gn 19,21.

299.

I

Co 7,5.

III,

27

lll

uuestro provecbo, no Para tenderos un lazo; sino para moLteros a lo que es honesto y a lo que es abundante y a poncr i)uestra atención sin impedimento en el Señor300. Las soli-

citudes terrenas nacen, ciertamente, de los matrimonios. I)or eso, el maestro de los gentiles persu ade a sus oyentes :r Qu€ tiendan a los bienes mejores, para que no se aten con la solicitud terrena. Por eso, el célibe, para quien los cuidados seculares son un estorbo, aunque no esté sujeto .rl matrimonio, sin embargo, no ha escapado aún de sus c:1rgas.

Los célibes deben ser amonestados para que no piensen (lue pueden unirse a mujeres no casadas, sin un juicio de condenación. Pues, cuando Pablo unió el vicio de la fornicación a tantos crímenes execrables, indicó que era pecado, ,liciendo: Ni fornicadores, ni los qwe siraen a los ídolos, ni tdúlteros, ni afeminados, ni homosexuales, ni ladrones, ni lr)Aros, ni borrracbos, ni blasfemos, ni rapaces poseerán el raino de Diosior. Y en otro sitio: En cambio, a los fornica,lores y adúlteros los juzgará Dios302. Por tanto, hay que exhortarles a solicitar el refugio del nratrimonio, si reciben la tormenta de las tentaciones con ¡'tcligro para su salvación. Está escrito: Mejor es casarse que (luemarse303. Así, si aún no se consagraron a algo mejor, lles;lrán sin pecado al matrimonio. Ya que, quien se propuso subir a un bien mejor, hizo ilícito el bien menor permitido. l'.n efecto, está escrito: Nadie que pone su mano en el arado, t' mira bacia atrás, es apto para el reino de los cielosso4. Por t.rnto, quien se haya determinado hacia un empeño más valicnte, queda convicto de volver la vista atrás si, dejados los lricnes mayores, regresa a los menores.

300. I Co 7,35. 301. I Co 6, 9-10. 302. Hb 13,4.

303. I Co 7,9. 304. Lc 9,62.

2t4

Gregorio Magno

28. A los qwe tienen exPeriencia de Pecados carnales y a bs que no la tienen

De un modo hay que exhortar a los que tienen expcriencia de pecados de la carne, y de otro a los que los ignoran. H^y que amonestar a los primeros para que al menos teman al mar después del naufragio, y aborrezcan los peligros de su perdición vna vez conocidos. De modo que los que se han mantenido fieles después de perpetrar el mal, no mueran improbamente al repetirlos. Al alma que peca y nunca deja de pecar se le dice: Rostro de mujer meretriz tenías, no qwisiste aztergonzarte3ol. Deben ser amonestados para que procuren resarcir las rasgaduras, ya que no quisieron conservar íntegros los biencs de la naturaleza recibidos. Es necesario además, que consideren cuántos ha¡ entre tan gran número de fieles, QUc se conservan intactos y convierten a muchos de su error. Pues, ¿qué han de decir, si estando otros firmes en su integridad, ellos mismos no se arrepienten después de comcter sus daños? ¿Qué han de decir, si ni siquiera se somcten al Señor que los espera, habiendo muchos que llevan consigo a otros al reino? Se les debe aconsejar que consideren las faltas pasadas y eviten las inminentes. Por eso, cl Señor trae de nuevo a la memoria de las mentes corruptas en este mundo las culpas pasadas; para que se avergüencen de mancharlas en el futuro, diciendo por el profeta: Fornicaron en Egipto, en su adolescencia fornicaron; allí fuerort sobados sws pechos y quebrantados sus senos en su mocef,of,too. Son sobados sus pechos en Egipto, cuando la voluntad de la mente humana se somete al infame deseo dc este mundo. En Egipto se quebrantan sus senos en su mocedad, cuando los sentidos naturales, hasta entonces íntc-

305. Jr 3,

3.

306. Ez 23,3.

Regla pastoral

III,

28

2t5

{r'()s en sí mismos, se corrompen por la perversión de la ncupiScencia incitadora. Hry que amonestar a los que rienen experiencia de pet'.rdos de carne; pzra que consideren con vigilante atención r'or cuánta benevolencia nos abre Dios las entrañas de su 1''icdad, haciéndonos volvet a Él después de nuestros delit()s, cuando dice por el profeta: Si un hombre despide a su tnujer, y ella alejándose se ,ua con otro bombre, ¿acaso se ¡,uelve a ella después? ¿Acaso no será aquella mujer impur.r y contaminada? Tú, en cambio, bas fornicado con mu, bos amantes y sin embargo, nuelves a mí, dice el Señor3o7. I Ie aquí que se propone un argumenro de justicia sobre la rnujer despedida que fornica, ¡ sin embargo, a nosorros que vt>lveremos después de la caída se nos ofrece, no justicia, sino piedad. Concluyamos de aquí, principalmenre, que si a n()sotros que pecamos se nos perdona con tanta piedad, qué srave es nuestro pecado si después del delito no volvemos ., É1, o cuál será el perdón que dará a los ímprobos, É1 que no cesa de llamarnos después del pecado. Tan misericordiosa llamada se expres a acertadamente por el profeta, cuando dice .rl hombre hostil: Y tus ojos verán al que te enseña, y con tus oídos oirás al que te aconseja tras tw espalda3os. El Señor amonestó al género hum ano cara a cara cuan.lo indicó al hombre, creado en el Paraíso y teniendo el libre .rlbedrío, lo que debía y no debía hacer. Pero, como era sobcrbio, menospreció sus mandatos. Sin embargo, Dios no .ibandonó al soberbio, sino que entregó la ley al hombre l)ara que se retracrase, envió ángeles exhortándole y Ét nrismo apareció en la carne de nuestra morralidad. Luego, l)ermaneciendo a nuestras espaldas, nos amonestó. ¡É1, que Ir:rbiendo sido despreciado, nos llam ó para que recuperásenros la gracia! t'o

307.

lr

3,

L

308. Is 3Q,20-21.

216

Gregorio Magno

Esto que a un tiempo se puede decir de todos en general, es necesario que sea sentido por cada uno en particular. Cada uno recibe las palabras de su amonestación como si estuviera ante el rostro de Dios, cuando antes de cometer los pecados considera los preceptos de su Voluntad; ya quc estar aún ante su rostro es no menospreciarle pecando. Cuando se ha abandonado el bien de la inocencia, el que escoge la iniquidad apeteciéndola, ya dio la espalda a su Rostro. Pero Dios, que sigue aún a su espalda, lo amonesta e incluso lo persuade para gu€, una vez que ha pecado, vuelv^ a É1. Lla-a al hostil, no mira lo cometido, y al que regresa, le abre sus entrañas de piedad. Por consiguiente, escuchamos detrás de nosotros la voz que amonesta si, después de pecar, al menos nos volvemos al Señor que nos invita. Debemos respetar la piedad del que nos llama, si no queremos temer la justicia; porque tanto más grave es la maldad con que se le desprecia, cuanto que El, aun despreciado, no para de llamar. Por otro lado, se debe exhortar a los que desconocerl los pecados de la carne, a que teman caer en la ruina tanto más solícitamente, cuanto más alto se encuentran. Hay quc amonestarles para que entiendan que por permanecer en lugar más elevado, el tentador los ataca con sus flechas más frecuentemente. Y es 9u€, el tentador suele erigirse con más ardor cuando considera que se le vence con más fuerza, y rehusa ser vencido cor más intolerancia cuando vc que se lucha contra él con la fortal eza de la débil carnc íntegra.

También hay que decirles que, aceptando ininterrumpidamente las gracias, desprecien las fatigas de las tentaciones que sufren. Pues, si se atiende a la felicidad sin fin que alcanz1 se hace suave lo que transitoriamente fatiga. Oigan lo que se dice por el profeta: Esto dice el Señor a los eunucos, que guardaron mi sábado, y eligieron lo que yo qwise', y mantienen mi alianza: les daré en mi casa y en mis muros

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III,

28

2t7

un lugar y mejor nombre que el de hijos e bijas3oe. son eunucos los _que, conteniendo las mociones de la carne, cortan en sí la tendenci a a la obra perversa. y se indica qué lugar ocuparán junto al Padre, poiqr. en la casa del padre, csto es, en la mansión ererna, también se prefiere a los hijos. oigan lo que se dice por Juan: Estos son-los que no se mancharon con mujeres; pues son vírgenes, y sigien al Cordero a d.ondeq.uiera que.aaya:ro. 6¿.-ás, caÁtañ un cántico que tadie, salvo aquellos ciento cuarenra y cuarro mil, puÉde pronunciar. Cantar un canto singular al Cordero es "l.g.r.r. j" i;.o.r Él para siempre, delante dJtodos los fieles, por corrupción de la carne. cántico, sin embargo, q.r. pueden cscuchar ciertos ele-gidos, aunque no lo pu.Jrn prorrtrrr.ia.; 'a que por su caridad se alegran del privilegio de los orros, .runque no alcancen sus premios. Los que ignoran los-pecados de la carne oigan lo que la Vcrdad, por, sí misma, dice sobre esra integridld: No 'todos c(rPtan este lenguaje3t'. Al negar que fuera áe todos, daba a conocer que era algo_ sumo, y al decir que se capra difícilnlcnte, daba a entender a sus oyentes la cautel, .on que se lr,r de conservar cuando se tiene. Por tanto, los que desconocen los pecados de la carne lr,rn de ser amonestados par? que sepa.t preferir la virgini,lad al matrimonio; ¡ sin émbargo, no se ensob.rb.r.".r"po, t''cima de los có.nyuges. Hay que aconsejarles qu., pr._ "l d. lcrir la virginidad, deben colocarse en un s.grr.rdo pi"no, I.rma que no se descu.ide lo que tienen en i.ryo, estima, y ' Jruedan perseverar en lo que .to .r motivo de .ranagloria. También hay- que invitarles a considerar gu€, "-u.h* \ ('ces, la vida de los célibes se confunde con la acción de los ,nundanos, cuando asumen tareas que exceden su condición

109. Is 56,4-5. 310.

Ap 14,4.

311.

Mt

19, 17.

2t8

Regla pastoral

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y no mantienen

ardiente su corazón, precisamente, con lo que es propio de su estado. Por eso, se dice con razón por el profeta: Avergüenzate Sidón, dijo el mar3t2. Y es 9uc, cuando se comp ara la vida de los mundanos y la de los quc fluctúan en est¿ mundo, con la de quien se presenta com() protegido y perseverante, ésta última queda reprobada com() si Sidón fuera avergonzada por la voz del mar. Pues, a menudo sucede que, algunos que vuelven al Señor despr,rés dc pecar, se muestran tanto más ardientes en obras buenas, cuanto más merecedores de condena se ven por sus malas obras. Y, por el contrario, algunos que perseveran en la integridad de la carne, al considerar qu€- tienen menos que llorar, juzgan que la inocencia de su vida es ya más que suficiente para ellos, y no se inflaman de un ardoroso estímulo con un espíritu de fervorsrs. En consecuencia, más grat:r se hace a Dios la vida que arde en amor, tras el pecado, quc la inocencia que se entumece en su seguridad. Por eso, también se dice por boca del Juez: Quedan perdonados sus muchos pecados, porqwe mucbo amó3t+. Y: Más se alegrarán en el cielo Por un pecador que se arrePiente, que por noaenta y nueae justos que no necesitan arrepentimientos15. Verdad a la que llegamos en seguida desde la misma experiencia, si sopesamos los juicios de nuestra mente. Y es gu€, amamos más la tierra que produce frutos abundantes, después de haberle sacado los abrojos, que aquella que no ha tenido abrojot y da frutos vanos, a pesar de ser cultivada con esmero. H^y que decirles a los que desconocen los pecados dc la carne, que no se consideren superiores a los demás, por el privilegio de su situación superior; ya que desconocen 312. Is 23,4. 313. "En vano se hace el bien

si se abandona antes de terminar

la vida, pues de nada sirve correr velozmente si antes de llegar a la

meta se abandona la carrera": Mor 1, 56 (CCL 743, 57; BPa 42, 124).

III,

28-29

219

('Lrríntas obras hacen

mejor los que están en una situación irferior. Porque en el examen del recto Juez,la calidad de

l.rs acciones cambia los méritos de la situación. ¿Quién, QUe t'onsidere las imágenes mismas de las cosas, desconoce que t'n la naturaleza de las piedras preciosas el rubí se prefiere .rl jacinto? Sin embargo, el jacinto de color azul oscuro se

¡''r'efiere

al rubí amarillenro, porque lo que la naturaleza

le

rcsta a aquél, se lo añade su bello aspecro; y a éste, que el rrrden natural pone por encima, lo afeala cualidad del color. l'ues, así ocurre en el género humano: algunos son peores

t'stando en situación superior, y otros son mejores estando cn situación inferior; porque ésros, al vivir bien, trascienden l.r condición de su estado inferior, y aquéllos rebajan el mérito del puesto superior al no corresponder con su vida. 29. A los que detestan los pecados de obra dctestan sólo los de pensamiento

y a los que

De un modo hay que exhortar a los que detestan los pey de orro a los que detestan los de pensarniento. Los que detestan los pecados de obra deben ser .unonestados para que con llanto perfecto borren los peca..los cometidos, de forma que no se fijen ranro en la deuda .casionada por la obra perpetrada, como en expiarlos con lígrimas de reparación. Pues, está escrito: Nos das a beber l,ígrimas sin medida3t6. Es decir, el alma de cada uno, al hacer penitencia, bebe sus lágrimas dc compunción, en la nredida en que recuerda haber estado scdicnta dc Dios a r':ruSx de sus pecados. c,rdos de obra,

Se les debe aconsejar que traigan constantemente ante sus ,,jos los pecados cometidos y quc actúcn en su vida, de ma-

314. Lc 7,47. 315. Lc 15,7.

316. Sal 79,6.

Gregorio Magno

220

nera que tales pecados no sean vistos por el estricto Juez. Por eso, David, al orar, decía: Aparta tus ojos de mis pecadoftT, habiendo dicho antes: Tengo siempre Presente mi pecadút8. Como si dijera: "Te pido que no tengas en cuenta mi pecado, porque yo mismo no dejo de considerarlo". De ahí que también el Señor diga por el profeta: Y yo no bago memoria de tws pecados, tú, en cambio, haz memoria de ellofte. H^y que exhortarles a que consideren en particular los pecados cometidos, de modo que, al llorar por cada uno dc ellos, detesten la mancha de su error y se purifiquen con sus lágrimas ellos mismos y sus pecados. Por eso, al sopesar cada uno de los delitos de Judea, se dice acertadamentc por Jeremías: Divisiones de aguas derraman mis ojos320. Derramamos divisiones de aguas por los ojos, cuando damos equitativas lágrimas a cada pecado. Y es que, el alma no

siente el mismo dolor por todos ellos en un momento o el'l otro. Sin embargo, cuando con mayor dolor se conmuevc ahora de éste, luego de aquéI, por el recuerdo de cada pecado, conmovida por cada uno de ellos, se purifica a un tiempo de todos. H^y que aconsejarles que confíen en la misericordia quc imploran y no se hundan por la fuerza de una inmoderada aflicción. El Señor, si hubiera querido castigar severamentc a los pecadores) no hubiera puesto con dulzura ante sus ojos sus deplorables pecados. Consta que quis o apartar de su juicio a los que htzo jueces de sí mismo, previniéndoles corl su misericordia. Por eso, está escrito: Adelantémonos en con-

fesión a,nte el rostro del Señor32t. Por lo mismo, dice Pablo: Si nosotros mismos nos juzgásemoq ciertamente no seríamos sentenciaf,ottzz

.

317. Sal 50, 11.

320. Lm 3,48.

318. Sal 50, 5. 319. Is 43,25.

321. S¿l 94,2. 322. I Co 11, 31.

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III,

29

22t

Por tanto, se les debe decir, una vez más, que confíen en su esperanza para que no se entumezcan con una incauta seguridad. Sucede con frecuencia que el temerario enemigo se"cu"nduce al alma con el engaño de una pesrífera seguridad, {o, afligida, considera su ruina, haciéndola caer en el pecado. Esto mismo se expresa, figuradamente, cuando r. r.cuerda el suceso de Dina323. Está escrito: Salió Dina para Trer las mujeres de aqwella región; quien al ser vista por siqwem, 1 bijo de Jamor el jivita, príncipe de aquella tierri, la amó, se la llevó y se acostó con ella, violando a la ztirgeni ! su alma sg apegó a ella; y con palabras lisonjeras sedujo a la afligidosz+. Dina sale para ver a las muieres de aquelh r.giJtr, cuando un alma, negligente en sus ocupacionei, anda de un lado.para otro fuera de su condición ¡ estado propios, metiéndose en las rareas ajenas. Siquem, el príncip. d-. aquella tierra, la viola, porque, claro esrá, el diabló pervierte r la que ¿rnda volcada en ocupaciones exteriores. Y: S¡z alma se apigó a ellal25, porque la considera unida a sí por la iniquidai. Ahora bien, cuando el alma se arrepienre de su- culpa, se cntrega con esfu erzo al llanto del pecado cometido. Sin emba.rgi, el corruptor coloca ante sus ojos esperanzas y seguque restan eficacia a su aflicción; pór eso, añád. á' 'idades razón: Y con palabras lisonjeras sedwjo a la afligida326. y así, 323. Dina (forma abreviada ,lc Adinam, .señora,,) aparece sólo ., dos de las listas de los hijos de .f ,rcob, como hija única, porque de-

para acomerer su empresa de engañar

y

matar

al asesino pagano

(|dt 9, 2-4).Se muesrra

q.r.'l"lr.-f.,.r.

sunción de los paganos ,ü-scmpeña un_ papel en Gn 34. sipre, orgullosos de su potencia mi(lrL'rn, hijo del y un "príncipe del país,, litar, para Israel .r.r r i.la a Dina y pretende hacerla su morivo para confiar"riár,d"lo en la d. "yuj" rrrujer. Los hermanos de ésta traDios. rn¡n una venganza desaprobada 324. Gn 34, I-3. 325. Gn 34, 3. ¡',rr Jacob. En el libro de Judit, se .licc que Judit (judía también) se 326. Ibid. ,rnirna con el recuerdo de Dina

222

Gregorio Magno

le dice que las acciones de los demás son más graves, que no es nada lo que ha cometido, que Dios es misericordioso, e incluso, le promete que en adelante se podrá dedicar a la penitencia. De esta forma, al ataer la mente con tales engaños, la aparta de la penitencia, logrando que en el futuro no reciba ningún bien, la que ahora no se duele de ningún malr / Que la que se alegra ahora incluso en los pecados, se abrume después con mayores suplicios. Por el contrario, a los que detestan los pecados de pensamiento, se les debe exhortar a que consideren solícitamente si en lo escondido de sus almas pecaron sólo con la complacencia, o si lo hicieron también con el consentimiento327.

Sucede, muchas veces, que el corazón es tentado complaciéndose en la disipación de la carne ¡ sin embargo, se opone con la razón a esa misma disipación; de modo que lo que agrada, contrista y lo que contrista, agrada. Otras veces, en cambio, el alma es absorbida por el abismo de la tentación, de tal manera que en absoluto la resiste, sino gu€, impulsada por la complacencia, la sigue deliberadamente; y si encuentra a mano ocasión externa, consuma en seguida los deseos interiores realizando el pecado. Entonces, claro está, si tiene en cuenta el justo castigo del recto Juez, no es ya pecado de pensamiento, sino de obra; porque si la lentitud del proceso difirió el pecado exterior, interiormente lo colmó la voluntad con ese acto de consentimiento. En el primer padre aprendimos que cometemos la maldad de toda culpa de tres modos, a saber: sugestión, complacencia y consentimiento328. El primero se comete por el 327. Gregorio expone aquí la doctrina de la concupiscencia, señalando los pasos que se dan hasta que se consuma el pecado. Cf.

también Mor 4, 49-54 (CCL

143,

193-199; BPa 42, 273-279) y Hm Ev 16, 1 (CCL l4l, 110-111). 328. F{ay tres etapas en el desarrollo de un pecado, llamadas sugestión (suggestio) o tentación

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III, 29

223

cnemigo, el segu.ndo por la carne y el tercero por el espíritu. Pues, el instigador sugiere lo perverso, la ^.r.rr. ,.'."trega a la complacencia y, por último, el espíritu, vencido por ésta, consiente. Por eso, la serpiente sugirió lo p.*.rso; Eva, como si fuera la carne, se entreg a í ra.o-plr.*cia;, y Adán, vencido por ésta, de la -irri, forma q.r. .l .r_ píritu por la sugesrión, asintió. Reconocemos el pe.ado en la sugestión, somos vencidos por la complr..rrcia y encadenados por el consenrimiento. Por tanto, los que detestan las maldades del pensamien-

to deben ser amonestados paraque consideren, con toda solicitud, en qué grado de pecadá .ry"ron; de modo q.r. ,. alcen con un lamento proporciorrrdt al grrdo d. ,uirr-a interiormente sienten en sí mismos. N"o sea gue, d; al ,., menos atormentados por los malos pensamientos, cometan cl acto. Junto con esto, se les debe infundir un temor que, sin cmbargo, no los desaliente. A menudo, Dios misericordioso absuelve los pecados del corazón, no permitierrdo qu. ,.

conviertan en obras, al absolver las maldades pensadrr'rr.rro rnás pronto' cuanto con mayo.r rigor no se ligan a la ejecución de la obra. Por eso, se dice lon razón por el salmista: Dije: "pronunciaré ante el señor, contra mí, mis injusticias,, y tú absolztiste.la.impiedad de mi corazón32e. É., .f..to, quien sometió la impiedad del corazón, indicó q,.r. queríá confesar las injusticiis de sus pensamienros. por .ro,'dijo: liie: "p.ronunciaré,, y añadió: y tú absoraiste. Demosrranclo así, lo fácil que es el perdón sobre esro. euien promerlcl demonio, complacencia (delec-

tdtio)o concupiscencia de la carne, v consentimiento (consensus). Gre_

qorio añade un cuarto elemento: la ¿udacia defensionis per elationem, .'l atrevimiento a excusarse provo-

cado por la soberbia, por el cual, el pecador tiende a justificar su pecado (cf. Mor 4, 49: CCL 143,193; BPa 42,273). 329. Sal 31, 5.

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224

tió implorar, obruvo eso mismo que había prometido pedir. i.; ó"., d. la misma forma qu. .l pecado no llegó a la obra, ,sí tampoco la penitencia llegará.al castigo, sino. que dil p.nr"-i.nto purifiéará la mente, manchada i, "fÍi..i¿n sólo por la iniquidad Pensada'

A los que no se abstienen de los pecados qwe detesta'n y a los qrt ,o los detestan cuando se abstienen 30.

De un modo hay que exhortar a los que lloran los pecados cometidor, p.ro .o lot dejan, y de otro a los que-los llodejan, pero ,to 1o, lloran. H"y que amonestar a los que consla qu9 .ri lot pecados cometidos Pero no los deian, deren solícitamente que los que se manchan viviendo en el vicio, inútilmettr. .r-biarán-de vida si se lavan con lágridel mundo' Por eso' está -r, prra volver a las ruindades escrito: Como el perro que rtwelve a su vómito, y s.e laaa en ,i ,rrogal d.e toáo:ro. 91 perro, al vomitar,- expulsa el. aliá."," !.r. l. oprimía ,u pe.ho; Pefo,.al volver a su vómi;;; ,t ,irg^ d. ,-r.r.,ro d. io q.t. i9 había aliviado. También io, q.r. lláran los pecados cometidos expulsan, al confesarior, i, maldad .n Ir que se habían saciado y que oprimía lo í.rtímo de sus conciencias; maldad que vuelven a tragar. cuando, después de confesar, la repitén.. Por otro lado, el cerdo, al lavarse, vuelve al cenagal áe lodo, con más suciedad. Así también, el que llora lós pecados cometidos, pero no los abandona, se somere a una pena de mayor culpa;-poral llorar' 0"., no sólo menosPrecia el mismo perdón 9u€'

330. 2 P 2, 22; cf. Pr 26, ll. El ejemplo del perro que vuelvc a

citado repetidas veces por los Padres para explicar la rei-

,, .'ó-iio

es

III,

29-30

pudo impetrar, sino que además, se revuelca por su cuenta como en agua fangosa. Pues, convierte en despreciables, ante los ojos de Dios, las mismas lágrimas con las que eliminaba la suciedad de su vida. Por eso, está escrito en otro lugar: No repitas palabra en tw oración3rr. Repetir palabras en la oración es cometer, después de haber llorado, lo que es necesario volver a llorar. De ahí que se diga por Isaías: Laaaos, estad limpios332. Y es gu€, todo el que, vna vez que se ha lavado, no se preocupa por estar limpio, no custodia la inocencia de vida después de haber llorado. Se lavan sin quedar limpios los que no dejan de llorar los pecados cometidos ¡ sin embargo, cometen de nuevo lo que han de llorar. De ahí que se diga por cierto sabio: Quien se purifica de tocar a un muerto, y le vuehte a tocAr, ¿de qué le aprozte.cha su purificación?333. Se purifica de tocar a un muerto quien con sus lágrimas se limpia de pecado; y, vna vez purificado, toca al muerto, quien después de llorar, repite el pecado. H^y que amonestar a los que lloran los pecados, pero rro los dejan, para que reconozcan, ante los ojos del justo .luez, que son semejantes a esos que, cuando están en la prescncia de ciertos hombres, los halagan con gran sumisión, pcro al. revolverse, los atacan atrozmente con todo el odio v perjuicio posible. ¿Qué es, pues, llorar la culpa, sino mostrar a Dios la humildad que nace de consagrarse a Éll y qué es cometer lo perverso, sino ensañarse con soberbio ¿ ,,clio, después de haber llorado, contra aquel a quien se había r'..rgado? Ya lo atestiguó Santiago al decir: Qwienquiera ser ,tmigo de este siglo, se constitwye enemigo de Dios33a. También hay que decirles que consideren solícitamente, t¡uc así como los malvados, muchas veces se apenan inútil-

teración en el pecado: cf. AcusrÍN'

Enarrationes in Psalmos 83, (CCL 39, 1148)'

225

3

331. Si 7,15. 332. Is 1,16.

333. Si 34, 30.

334. St 4,4.

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226

mente para obtener justicia, así también los buenos muchas veces son tentados para la culpa. En efecto, se produce una admirable proporción cntre la disposición interior y los méritos que se exigen. De modo gu€, los que hacen algo bueno sin concluirlo, se sienten soberbiamente confiados, a pesar del mal quc sí cometen plenamente; mientras que los que son tentados y no consienten con el mal, aftanzan con mayor certeza la marcha de su corazón hacia la justicia, gracias a su humildad, ya que su debilidad les hace tirubear. Balaam, despreciando los tabernáculos de los justos, dijo: Muera mi alma con la muerte de los justos, sea mi úhima bora corno la suya335. Sin embargo, pasado el tiempo del arrepentimiento, maquinó contra sus vidas, a pesar de que había pedido tener una muerte similar aIa de ellos; y cuando encontró ocasión de ejercer la avaricia, al punto se olvidó de la inocencia que había pedido para sí33ó. De ahí quc el doctor y predicador de los gentiles dijera: Veo otra ley en mis miembros, que repugna a la ley de mi alma, y me llezta cautizto en la ley del pecado, que está en mis miembros337. Sí, para eso es tentado: para 9ue, al conocer su debilidad, se consolide con más fuerza en el bien. ¿Qué significa, por tanto, que Balaam se apene, pero no se acerque a la justicia y que Pablo sea tentado y no se manche con el pecado, sino esto que claramente se expresa: que ni las buenas obras sin concluir ayudan a los malos, ni las malas sin consumar condenan a los buenos ? Por otro lado, hay que exhortar a los que abandonaron los pecados cometidos sin llorarlos, para que no crean que ya los han superado; pues, aunque no los multipliquen cometiéndolos, tampoco los han limpiado con lágrimas. Dc igual forma, un escritor que haya terminado de escribir, no

335. Nm 23, 10.

336. Cf. Nm 24,

337. Rm 7,23. 14.

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III,

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por añadir otras cosas borra 19 va escrito. Ni uno que profiere ultrajes, queda perdonado .on sólo callrr, .u"irdo'h;biese sido necesario .o.rt.r.restar las palabras precedentes, fruto de su soberbia, con orras d. ,r-i* hu-ildad. Ni al deudor se le perdona una deuda, porque no adquiera orr* nuevas' srno porque paga aquellas que le tienen atado. pues bien, así también sucede cua.rdo ofendemos a Dios: no reparamos las ofensas con sólo aparrarnos de la iniquidad, sino que es necesario, además, detestemos las ,roirptuosida-QUe des que amamos, añadiendó el llanto338. y es que, incluso si ningún pecado de obra nos hubiere manchado .r, .rr" "id;; no sería aún suficiente para esrar seguros, viviendo rcdauíá aquí, que muchas cosas ilícitas inciian al alma. por ranro, ¿.91 q_ué menre estará seguro quien, habiendo cometido iniquidades, es él mismo teitigo para sí de no ser inocente? Dios no se goza con nuestros tormentos, sino que sana las enfermedades de nuestros pecados con medicamentos proporcionados., a fin de que lós que nos aparramos de Él seducidos por las voluptubsidade, ,roluamos afligido; p;; las lágrimas; quien.r .áí-os precipitándonos en jo ili.ito, nos levanremos apartándonos lnclr^o de lo que es lícito; eÍ corazón gye se había enfriado en sana se abrase en ^legría, una saludable sobriedad; y, lo que lh ,rrJgancia de la soberbia había herido, lo .uie el abatimiento á. ,r* vida hurnilde. Por eso, está escrito: Dije a los inicwos: *no bagáis

338. Gregorio anticipó la

res-

r)ucsta que tiempo después se dio .r los herejes que sosrenían que el

rrcro hecho de dejar de pecar o la 'cra dererminación de no volver .t pccar' eran suficientes para borr'¿r.un pecado cometido. A finalcs dcl s' rv' en uno de sus-primer'()s sermones'

ya había

afirmado

Agustín: .pues no es suficienre paralaconducra, el volverse mejor

y abando.,ar las -"1", obras realizadas, si a esto no se añade el dolor de penitencia, el llanto hu_ milde, el iacrificio de un corazón contrito y la limosna, rodo cll., q,.r. ,"tiri"ga a Dios": sermo 35r, 12 (pL 39, 1549; BAC 46l,2ol).

Gregorio Magno

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Regla pastoral

iniqwidad"; ! a los impíos: