Que Los Hace Leer Así. Fragmento

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¿Qué los hace leer así? Los niños, la lectura y las bibliotecas Geneviève Patte

Espacios para la Lectura

¿Qué los hace leer así? Los niños, la lectura y las bibliotecas

• Espacios para la Lectura

Como fuente primaria de información, instrumento básico de comunicación y herramienta indispensable para participar socialmente o construir subjetividades, la palabra escrita ocupa un papel central en el mundo contemporáneo. Sin embargo, la reĀ exión sobre la lectura y escritura generalmente está reservada al ámbito de la didáctica o de la investigación universitaria. La colección Espacios para la Lectura quiere tender un puente entre el campo pedagógico y la investigación multidisciplinaria actual en materia de cultura escrita, para que maestros y otros profesionales dedicados a la formación de lectores perciban las imbricaciones de su tarea en el tejido social y, simultáneamente, para que los investigadores se acerquen a campos relacionados con el suyo desde otra perspectiva. Pero —en congruencia con el planteamiento de la centralidad que ocupa la palabra escrita en nuestra cultura— también pretende abrir un espacio en donde el público en general pueda acercarse a las cuestiones relacionadas con la lectura, la escritura y la formación de usuarios activos de la lengua escrita. Espacios para la Lectura es pues un lugar de confluencia —de distintos intereses y perspectivas— y un espacio para hacer públicas realidades que no deben permanecer sólo en el interés de unos cuantos. Es, también, una apuesta abierta en favor de la palabra.



¿Qué los hace leer así? Los niños, la lectura y las bibliotecas

• Geneviève Patte Traducción de Lirio Garduño Buono

Primera edición, 2011 Patte, Geneviève ¿Qué los hace leer así? Los niños, la lectura y las bibliotecas / Geneviève Patte ; trad. de Lirio Garduño. — México : fce, 2011 270 p. ; 21 × 14 cm — (Colec. Espacios para la Lectura) Título original: Mais qu’est-ce qui les fait donc lire comme ça? Les enfants, la lecture et les bibliothèques ISBN 978-607-16-0792-8 1. Lectura – Fomento. 2. Bibliotecas infantiles. I. Garduño, Lirio, tr. II. Ser. III. t. LC Z1037

Dewey 028.5 P537q

Distribución mundial © 2011, Geneviève Patte D. R. © 2011, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho Ajusco 227, Bosques del Pedregal, C. P. 14738, México, D. F. www.fondodeculturaeconomica.com Empresa certificada iso 9001: 2008 Colección dirigida por Eliana Pasarán Edición: Mariana Mendía Diseño: Miguel Venegas Geffroy Traducción: Lirio Garduño Buono Viñeta de portada: Mauricio Gómez Morin Comentarios y sugerencias: [email protected] Tel.: (55)5449-1871. Fax: (55)5449-1873 Se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin la anuencia por escrito del titular de los derechos correspondientes.

ISBN 978-607-16-0792-8 Impreso en México • Printed in Mexico

A mi padre y a mi madre A Sarah Hirschman

Índice

1. Experiencias fundadoras 2. El corazón inteligente 3. Small is beautiful. Pioneros de nuestros tiempos 4. Los pequeños son grandes lectores 5. Lectores hábiles en el reino de los álbumes 6. Novelas y cuentos, los clásicos y los demás 7. La alegría de conocer 8. Como una segunda casa 9. La palabra viva en la biblioteca 10. La biblioteca y la escuela 11. La biblioteca en la era digital 12. A manera de conclusión

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Notas Bibliografía

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1. Experiencias fundadoras

Algunos días de nuestra infancia, en la magia de nuestros juegos, para los más jóvenes de mis hermanos y hermanas nuestro jardín se transformaba en un pueblito. Un hermano atendía la tienda, otro la oficina de correos, la más pequeña atendía el café y yo la biblioteca. Ponía los libros en una banca de piedra. Cada libro llevaba un número y yo se los prestaba. Decenios más tarde, convertida en bibliotecaria en Clamart, volví a realizar los mismos gestos, que parecían olvidados. En un barrio difícil, todos los miércoles por la mañana instalábamos la biblioteca muy cerca del arenero infantil y yo ponía sobre un pequeño muro los libros que daríamos a conocer a los niños. Muchos años después de aquellos juegos, al final de mi preparatoria, descubrí por casualidad en París, en el corazón del barrio latino, la primera biblioteca pública para niños, L’Heure Joyeuse [la hora alegre]. Me maravilló. Mi decisión estaba tomada: sería bibliotecaria para niños. Nunca me he arrepentido. Durante toda mi vida no he dejado de aprender, en Francia o en otros lugares; en un multifamiliar de los suburbios parisinos, en Clamart; en el extranjero, mediante las experiencias de pioneros a quienes he podido acompañar de diversas maneras, particularmente en países en vías de desarrollo. La mayor parte de mi vida profesional la he consagrado a La Joie par les Livres [la alegría por los libros],1 creada en Clamart. 9

El renacimiento de las bibliotecas para niños La historia de La Joie par les Livres la viví durante varios decenios, en equipo y en estrecha relación con la biblioteca para niños de Clamart, que constituyó su núcleo. A nuestra mecenas, Anne Gruner Schlumberger, debemos el hermoso destino de esta biblioteca y su influencia en Francia y en el mundo. La señora Gruner Schlumberger había recorrido el mundo entero. En los Estados Unidos, donde vivió durante mucho tiempo, pudo admirar el lugar que ocupan las bibliotecas públicas en la vida cotidiana de los niños y de las familias. Ella sabía que en Francia, a pesar de algunas excelentes iniciativas comenzadas cuarenta años antes, casi no existían las bibliotecas para niños, y tuvo la firme intención de apoyar su desarrollo en este país. Quiso iniciar un movimiento a su favor, construyendo, dando vida y visibilidad a una biblioteca que pudiera llegar a ser una referencia en ese campo, que atrajera la atención tanto de los poderes públicos como de los bibliotecarios y que revelara al público en general la riqueza de una institución de este tipo. Así, decidió crear una biblioteca ejemplar para niños. Anne Gruner Schlumberger me pidió asociarme a su proyecto y dirigirlo. Me interesaba. Su propuesta era entusiasmante, audaz.2 La biblioteca se instalaría en un suburbio que tenía reputación de ser difícil, la Cité de la Plaine, en Clamart. Algunos de sus habitantes nos predijeron las peores catástrofes: “¡Ah! Ya verán cómo son las cosas en los suburbios, van a sufrir destrucciones sistemáticas, robos y agresiones. ¿Vienen de París? Sepan que todos los días encontrarán reventados lo neumáticos de sus autos”. Los ministerios no nos dieron mejores ánimos. Para ellos, una biblioteca creada y administrada por una asociación civil no tenía garantía profesional. “En la era audiovisual, proponer a los niños la lectura… ustedes no 10

están en nuestro tiempo. Lo que les interesa a ellos es la televisión.” ¿Acaso necesitábamos una valentía a toda prueba o un candor increíble para lanzarnos en una aventura como ésta? Lo que nos ofrecía Anne Gruner Schlumberger ciertamente era único: libertad para innovar y la oportunidad de poner en práctica lo aprendido durante mi largo periodo de formación en la Biblioteca Pública de Nueva York y que se sumaba a lo que había descubierto con entusiasmo en L’Heure Joyeuse de París.3 Las tres jóvenes bibliotecarias4 asumimos plenamente y con entusiasmo la orientación definida por la fundadora. Nos unía una convicción común. Anne Gruner Schlumberger confió en nosotras, nos dio la libertad para inventar. De esta manera, la historia de la biblioteca de Clamart —y de La Joie par les livres— podía comenzar.

Un acontecimiento en el corazón de una unidad habitacional hlm5 A pesar de las reticencias expresadas aquí y allá, la apertura de la biblioteca, el 1 de octubre de 1965, es todo un acontecimiento para el público. La prensa nacional e internacional, la radio y la televisión lo difunden ampliamente y de inmediato. La revista Life, el Boletín de la unesco, Reader’s Digest, por mencionar sólo algunos de los grandes nombres de la prensa internacional, le consagran importantes artículos. Pero, ¿qué hace tan particular a esta biblioteca? En primer lugar, su arquitectura. Es la primera vez que en Francia se construye una biblioteca para niños. El concepto arquitectónico está basado en un análisis preciso de la manera en que los niños de todas las edades se apropian de los espacios, con11

viven y circulan en total libertad. La arquitectura es bella y sencilla a la vez que audaz. Actualmente, el edificio es considerado un monumento histórico. Los niños del barrio se muestran sensibles a su belleza y a veces nos lo dicen: “¡Qué hermoso, y es para nosotros!” Implantar esta bella biblioteca en el centro de una unidad habitacional suburbana —que, además, se encuentra junto a un barrio de tránsito,6 destinado a alojar a familias en dificultades— es algo que en ese entonces sorprende.7 Más tarde, el conjunto será declarado zona de educación prioritaria (zep).8 Esto hace que nuestra experiencia sea particularmente interesante y necesaria. En esa época, esos nuevos territorios, a pesar de la creciente importancia que tomaban, se encuentran generalmente olvidados por las instituciones culturales y por los planes de desarrollo. A mediados de los años sesenta no existe aún, que yo sepa, ninguna biblioteca en los barrios hlm. Únicamente se conoce la experiencia de Sarcelles, barrio emblemático, símbolo en Francia de un nuevo tipo de hábitat: en ese lugar, una pareja de empleados de correo ofrece gratuitamente un servicio de biblioteca en su departamento. Allí, los niños son bienvenidos. La vida que se desarrolla en la biblioteca sorprende a los muy numerosos visitantes. Es cierto que en ese entonces en Francia aún se ignora el concepto mismo de las bibliotecas públicas para niños, tal y como existen desde hace decenios en los países nórdicos y anglosajones. Pero la biblioteca de Clamart ofrece más. Fortalecidos por la confianza que se les muestra, los niños asumen responsabilidades de manera espontánea. Algunos piden ser “asistentes de bibliotecario”, para participar, entre otras cosas, en las tareas del mostrador de préstamo. Hacen sugerencias sobre la adquisición de libros y la organización de programas. En ocasiones, reciben y guían a los visitantes, a los recién inscritos. Tienen también a su disposición una ver12

dadera imprenta para imprimir sus textos, como en las escuelas Freinet. Se les abre un taller bajo la responsabilidad de un artista. En este lugar de lectura, la expresión, la creación y la palabra viva tienen importancia. Desde la apertura de la biblioteca, el soporte audiovisual encuentra un lugar en ella. Todo esto asombra a nuestros visitantes. Los niños descubren un modo original de convivencia, fundado en la confianza; un lugar donde pueden aprender sobre la libertad, la autonomía y el encuentro con el otro, sea niño o adulto. Los lectores de ese entonces nos lo dicen: la biblioteca transformó profundamente la vida del barrio.

Crear un movimiento Nunca quisimos encerrarnos en el estatus de una biblioteca excepcional, que desde la altura de su saber dictara al resto de los profesionales una manera de actuar. Lo esencial era mostrar lo que puede ser una biblioteca. Asimismo, nos pareció importante iniciar un movimiento nacional en torno a tareas a la vez concretas y fundamentales que invitaran a la reflexión. Aun antes de que la biblioteca abriera, invitamos a todas las buenas voluntades a reunirse a propósito del análisis y la selección de los libros. Qué obras proponer a los niños, cómo tomar en cuenta sus aspiraciones: esto era el centro de nuestras responsabilidades. Había que leer, leer mucho, volver a leer, comparar, revisar lo nuevo, lo original, lo que no merece quedarse, lo que se puede hacer a un lado. En lo referente a lo que conocíamos de los niños, había que buscar las pepitas de oro, sus aptitudes, sus curiosidades, lo que los puede mover; es decir, participar en la construcción de su psique, en el enriquecimiento de su vida interior. La tarea de la selección nos incita13

ba a la escucha, a la observación de los niños, lo cual iluminaba nuestra reflexión que, compartida, se hacía más profunda. Por ello, en el análisis crítico de los libros dimos prioridad a la participación de los bibliotecarios que tenían contacto cotidiano con niños. Su experiencia era rica en enseñanzas. Bibliotecarios de toda Francia decidieron entonces reunirse cada mes en Clamart. Valoraban salir de su aislamiento para compartir sus análisis críticos y reflexionar juntos. Eran muy pocos, apenas una decena; pero el movimiento estaba en marcha. Una cosa llevó a la otra: la riqueza de ese análisis crítico nos incitó a publicarlo. Así nació lo que más tarde sería La Revue des Livres pour Enfants [revista de libros para niños], que a la fecha continúa vigente.9 Unánimemente, los bibliotecarios que participaban en ese trabajo de lectura crítica pidieron una capacitación sobre literatura infantil. “Clamart” respondió, organizando programas de capacitación y, más tarde, de formación de capacitadores. Nuestros ciclos de conferencias multidisciplinarias interesaron a un gran público: periodistas, directores de colecciones, libreros, psicólogos y médicos, padres, trabajadores sociales, maestros de todos los niveles; todos descubrieron el interés de este dominio editorial. Se volvió necesario un centro de documentación, constituido esencialmente por un área de publicaciones y consulta de obras de referencia, a los que después se añadió un ejemplar del catálogo de la Biblioteca Nacional de Francia (el Dépôt Légal). Se instaló primero en un pequeño departamento del barrio de Montparnasse, en París, para convertirse luego en el Centro Nacional de Literatura Juvenil, hoy parte integrante de la Biblioteca Nacional de Francia (bnf). De esta manera, para crear, para avanzar, partimos de las experiencias cotidianas con los niños en torno a los libros. En cuanto la biblioteca abre, todo se organiza; los bibliotecarios para niños tienen en Clamart un centro de encuentros 14

y de discusiones donde se confrontan y se someten a reflexión todo tipo de temas emanados de la práctica, como el lugar que se debe dar a la animación, las relaciones con la escuela, los medios audiovisuales y los medios escritos, entre otros. Se trata de “un verdadero laboratorio donde se exploran las múltiples estrategias de acceso a la lectura”.10 Durante más de treinta años, en Francia, prácticamente todos los bibliotecarios interesados en la lectura en los niños se habrán capacitado en Clamart. También vienen muchos del extranjero, para observar. Muchos son, en efecto, los bibliotecarios extranjeros que vienen a Clamart para efectuar sus prácticas. Durante los primeros años vienen por lo general de los países nórdicos, allá donde las bibliotecas públicas gozan de un gran desarrollo. Algunos deciden quedarse todo un año, a veces más tiempo. ¿Por qué manifiestan tanto interés en nuestra biblioteca? Cuando se les pregunta, responden que les gusta el entusiasmo que une al pequeño equipo y le permite proponer un servicio de calidad. Aprecian también el interés que se da a la relación individual con los niños, la importancia brindada a la calidad de los contenidos y de los encuentros; el lugar reservado a los talleres, al arte y a la expresión artística; las responsabilidades que asumen los jóvenes lectores en el seno de una casa-biblioteca. Aprecian la bienvenida que se da a las iniciativas y sugerencias de los niños, así como la flexibilidad de la organización administrativa de la institución, que les parece se ciñe a lo estrictamente necesario y da prioridad a lo que constituye el núcleo de nuestra profesión. Les gusta también la libertad de la cual gozamos, que nos ayuda a adaptarnos a las realidades y necesidades de la biblioteca y de sus diversos públicos. Los programas no se dictan autoritariamente desde arriba, sino que se conciben de acuerdo a las personas, el ambiente y el terreno, a la vez que se basan en una estricta reflexión. 15

Esto fue lo que despertó el gran interés de nuestros colegas extranjeros. Consideraban nuestra pequeña biblioteca como una pionera de nuestro tiempo, en la medida en que tomaba en cuenta las realidades vividas por los niños y sus familias en ese momento, para inventar y proponer nuevas formas de encuentro.

Para los niños, el mundo Muchos de nuestros visitantes manifiestaban un vivo interés por el acervo que ofrecíamos a los niños, a través del cual descubrían la asombrosa diversidad de sus gustos e intereses. Sin embargo, la biblioteca no se limitó a la literatura francófona; proponía también una hermosa y única colección de álbumes extranjeros en sus versiones originales. Anne Gruner Schlumberger, una artista, tuvo la idea de abrir su biblioteca a lo mejor de la producción editorial internacional, no sólo para el gran placer de los niños del barrio, sino también para revelar a los creadores y a los editores las obras maestras del mundo entero. La primera tarea que se me confió fue la de constituir un importante acervo de álbumes extranjeros. A principios de los años sesenta, y después del periodo floreciente de los años treinta, la producción editorial en Francia estaba un poco marchita. En los Estados Unidos, por el contrario, se vivía la edad dorada del libro para niños, la de gente como Sendak, Lobel, Ungerer, Charlip, Lionni. En otras regiones del mundo Munari, Mitsumasa Anno, Trinka y muchos más revelaban maneras originales de dirigirse a los niños. ¿Cómo constituir correctamente este acervo internacional? ¿Me bastarían los catálogos de las casas editoriales y mis ocasionales visitas a las ferias del libro de Fráncfort, Leipzig y 16

Bolonia? Eso no era suficiente. Me interesaba la recepción que los niños daban a los libros de calidad. Por ello, necesitaba los sabios consejos de bibliotecarios japoneses, suecos, italianos, checos, ingleses y muchos otros. Pedí su ayuda. Ellos tenían contacto cotidiano con los niños y eran verdaderos conocedores del arte del libro infantil. A cada uno le pedí que me diera a conocer sus diez mejores álbumes, clásicos o nuevos, dando prioridad a los preferidos de los niños. Me pareció interesante que los niños del barrio conocieran algunos de esos álbumes y cuentos que marcaban la vida de los pequeños y de sus familias más allá de nuestras fronteras. En aquel tiempo, esos libros aún no estaban traducidos, pero recibíamos la traducción en inglés, el resumen o las ideas principales, para poder acompañar a los niños en sus descubrimientos. “¿Me lees un libro en extranjero?” Junto a ellos, viéndolos escoger ciertos álbumes y leerlos una y otra vez incansablemente, descubrimos maravillas y quisimos darlas a conocer ampliamente. Este acervo de álbumes tan originales y los testimonios de los niños atrajeron a los visitantes. Editores, artistas, educadores de todo tipo venían a ver. Como algunos de sus colegas, el fundador de L’École des Loisirs11 vino a consultarnos. Deseaba conocer los álbumes extranjeros particularmente preferidos por los niños. Años más tarde, el responsable de las ediciones Circonflexe decidió, por consejo nuestro, traducir un gran número de obras maestras. También los editores de novelas nos consultaban: “Mumin, nacido en las tierras nevadas y rudas de Finlandia, ¿podría conmover con sus aventuras a los niños de Francia?” ¿Iba a ser la biblioteca, a su manera, un tipo de observatorio vivo? Sin duda. Cuando me llaman para dar seguimiento a proyectos de servicios de lectura en países en vías de desarrollo, donde la producción editorial es irregular, propongo a 17

mis interlocutores y a los niños con los que trabajan, algunos de estos álbumes que, aunque nacidos y editados en otras latitudes, representan bellas experiencias para los niños, cualquiera que sea su cultura. Es una manera de mostrar a los adultos la capacidad de los niños para saborear lo nuevo, lo original, lo que escapa a la mediocridad repetitiva, lo que se sale de los caminos trillados. Como he podido constatar con frecuencia, lo nuevo despierta también la atención de artistas que descubren lo interesante que es dirigirse a los niños. Así, las ediciones locales resultan estimuladas y enriquecidas.

Un terreno fértil A lo largo de sus primeros años de existencia, la biblioteca de La Joie par les Livres se vio beneficiada por circunstancias favorables. Simultáneamente, nacieron L’École des Loisirs, que infundió un nuevo aliento a la edición infantil, y el importante grupo Bayard, que desarrolló una prensa para niños y jóvenes de una calidad excepcional. En ese momento, Francia salía de la urgencia económica de la posguerra y la reconstrucción. Había fuertes mutaciones sociales y culturales. Se empezaba a hablar de la civilización del tiempo libre. La gente se interesaba por algo diferente de las necesidades inmediatas. Se daba importancia también al psicoanálisis y, de manera más general, había un nuevo interés por la infancia. La pedagogía no directiva despertaba un verdadero interés, con figuras como Carl Rogers, Ivan Illich, A. S. Neill. Se apreciaba la destacada pedagogía iniciada y desarrollada por Célestin Freinet, quien, en la escuela, concedía todo su valor a los cuestionamientos de los niños. Las obras de Janusz Korczak evocaban el principio y la realidad de las comunidades infantiles. La biblioteca no podía sino benefi18

ciarse de estas corrientes que valoraban la curiosidad, los deseos de los niños y sus ganas de participar de manera responsable. El terreno era de lo más fértil. Lo que me parecía importante en los inicios de la historia de Clamart es lo mismo que me guiaría en todos los proyectos a los que posteriormente daría seguimiento y apoyo, sobre todo en los países en vías de desarrollo que me lo han solicitado. Primeramente, la preocupación por estar allí donde la lectura no es algo común; preocupación aunada a la de siempre proponer lecturas y encuentros de la mejor calidad. Asimismo, la voluntad de dar prioridad a la esencia de la lectura al proponer ciertas condiciones como la libertad, la sencillez y hasta la intimidad en la relación con el libro. Se trata de dar toda su importancia a la mediación humana y de dar a conocer a públicos muy amplios el fruto de nuestras experiencias. La apertura al mundo siempre me ha parecido necesaria para los niños y sus familias, pero también para nuestra propia reflexión. Ya he hablado de nuestros intercambios con bibliotecarios escandinavos y estadunidenses durante sus largas estancias en Clamart. Personalmente, he participado activamente en dos organizaciones internacionales, ibby e ifla,12 en las que he tenido responsabilidades durante muchos años. Fue así como puse mi atención en algunas experiencias nacidas en los países en vías de desarrollo.

Enfoques militantes en todo el mundo Experimenté un momento crucial en mi vida profesional al participar en un encuentro internacional (ifla/unesco), que tuve la oportunidad de organizar. Por vez primera, se proponía un seminario de una semana sobre los servicios de lectura para niños y jóvenes en países en vías de desarrollo. Fue en 19

Leipzig, en la República Democrática Alemana, en 1981.13 Allí se pudo escuchar la palabra auténtica de quienes trabajaban en el seno de comunidades olvidadas. Aprendí mucho de sus iniciativas, nacidas de fuertes convicciones y de rigurosas reflexiones. Procedentes de países lejanos, éstas iniciativas me ayudaron considerablemente en mi práctica y en mi reflexión de bibliotecaria en Francia. A mi juicio, algunas de ellas tienen un carácter verdaderamente pionero. Todos los participantes y los ponentes invitados a ese seminario provenían de países en vías de desarrollo. Así lo habíamos decidido. En aquella época, se trataba de una gran primicia. Con demasiada frecuencia, los ponentes en este tipo de seminarios provenían de países desarrollados, en los cuales las bibliotecas existían desde hacía mucho tiempo y, de alguna manera, dictaban un modo de proceder. En Leipzig, aquellos que por su pensamiento y su experiencia marcaron profundamente el encuentro daban testimonio de una verdadera y sólida práctica de campo. En su mayoría, tenían la preocupación de llegar sin demora a comunidades que por diferentes razones no eran tomadas en cuenta o no obtenían recursos de las instituciones públicas. En lugar de seguir modelos prefabricados, apresuradamente considerados como universales, ellos decidían acercarse a la gente, tomando en cuenta las realidades de su medio, sus condiciones de vida, sus culturas, sus expectativas. En tales situaciones, se escucha, se intercambia, se dialoga, se solicita la participación de las personas. Esto presupone salirse de las costumbres, de la rutina, y exige el compromiso personal de los bibliotecarios. Apasionados por la justicia, esos bibliotecarios eran militantes. ¿La lectura no debería ser accesible para todos? Lectores convencidos, sabían por experiencia que la lectura puede constituir una apertura y un factor de liberación que ofrece la distancia necesaria para un mejor control de la propia vida. 20

Rechazando todo dominio ideológico, estos bibliotecarios manifestaban un respeto infinito por las personas y por su libertad. Deseaban compartir lo mejor. El núcleo de su labor se centraba en la indispensable mediación humana entre las personas y las obras. Sus prácticas alimentaban una reflexión en perpetuo movimiento. Las acciones que descubrí solían llevarse a cabo con recursos muy modestos, pero siempre con una gran exigencia en cuanto a calidad, y con mucha inteligencia. El sentimiento de urgencia los incitaba a actuar sin esperar hipotéticos fondos. “La biblioteconomía puede esperar. Los niños no.” Es lo que nos decían estos militantes de la lectura. Además, esa forma de trabajo a pequeña escala permite infiltrarse dondequiera.14 Así, las proposiciones no intimidan y cada uno puede sentirse invitado a participar. En estos encuentros, estas voces nuevas se expresan y me complace que sean escuchadas por los responsables de las redes de bibliotecas de sus países, por los encargados de la capacitación y los responsables de las escuelas de bibliotecarios, pues es necesario reconocer y adoptar estos enfoques en cualquier red de bibliotecas. Fue notable la diversidad de las acciones reveladas durante este seminario, porque en lugar de corresponder a un modelo uniforme, se inspiraban en las realidades locales, en las personas allí conocidas. Se trataba, pues, de un verdadero caleidoscopio de iniciativas y realizaciones. Estaban, por ejemplo, las pequeñas bibliotecas portátiles instaladas en los mercados y en otros lugares de encuentro; o las bibliotecas a domicilio en Zimbabue, abiertas por las madres de familia, hábiles contadoras de historias que invitaban a los niños del barrio al gozo de escuchar cuentos y de descubrir álbumes. También estaban los estudiantes bibliotecarios que, como los hombres-libros de Fahrenheit 451,15 recorrían las regiones ru21

rales de Tailandia, narrando las más bellas historias, presentando los más bellos álbumes a todos aquellos que estuvieran privados de libros y de bibliotecas. Somboon Singkamanan, profesor de biblioteconomía en una universidad de Bangkok, propuso así a sus estudiantes experiencias de campo inéditas. He aquí algo para reflexionar. Les recomendaba: “don’t stick to the theory, let the theory stick to you” [no se aferren a las teorías, dejen que las teorías lleguen a ustedes]. Estos pequeños logros pueden fácilmente multiplicarse. Se basan más en las convicciones que en grandes medios financieros. Lo importante es avanzar juntos y reflexionar siempre sobre estas acciones. Lo importante también es encontrar sitio para ellas en el seno de las bibliotecas públicas, lograr su reconocimiento. Porque la atención que se pone en las acciones marginales es lo que permite que la institución avance en su totalidad. Todos tienen la necesidad de conocer y reconocer al otro para caminar juntos, en beneficio de todos sin excepción. Cuando estos programas nacen fuera de la biblioteca como institución, ¿cómo puede ésta integrarlos? ¿Cómo darles la solidez necesaria? ¿Cómo hacer que la biblioteca pública, que se dirige a todos y dispone de acervos más amplios, los reconozca? Éstas son las verdaderas interrogantes. Los militantes de la lectura no pueden sino desear esa integración. Sus experiencias, en apariencia modestas, les permiten imaginar el formidable potencial de una institución como la biblioteca cuando ésta se vuelve acogedora, cuando busca la calidad en los acervos y en las relaciones. Ellos esperan mucho de la biblioteca. No cabe duda de que esas acciones permiten abrir ampliamente la biblioteca a nuevos públicos, a nuevas estrategias, a nuevas experiencias. Es muy importante dar seguimiento en el tiempo a la evolución de ese tipo de acciones nuevas. Con frecuencia son frágiles. ¿Cómo darles perennidad? Se debe seguir reflexionan22

do sobre ellas. Algunos de los participantes en el seminario de Leipzig me manifestaron su deseo de reunirse de vez en cuando para continuar esa reflexión común. En consecuencia, a este primer encuentro siguieron algunos otros en Caen, Francia, y en Bangkok, Tailandia. Ciertamente nos parecía esencial permanecer en contacto. Esto da ánimos para continuar, para dar seguimiento a la evolución de los programas, tanto de sus triunfos como de sus fracasos, y profundizar así en la reflexión necesaria para, en la medida de lo posible, extenderlos. También está la necesidad de intercambio sobre cuestiones que emergen a lo largo de los años; por ejemplo, ¿no habría que suscitar nuevas fórmulas, como la de agentes de lectura —siguiendo el modelo de los agentes de salud comunitarios que existen en algunos países en desarrollo—, a quienes se debería dar la capacitación mínima necesaria? ¿Cómo imaginar tales módulos de capacitación? Ésta fue una de las cuestiones planteadas en Leipzig y que requería experimentarse en diferentes regiones en vías de desarrollo. Los colombianos y los senegaleses se propusieron entonces experimentar e intercambiar experiencias sobre este tema. La fuerza de estas iniciativas desarrolladas en el terreno proviene de la convicción y la reflexión exigente. Éstas son las cualidades que permiten su extensión y su difusión. Su bajo costo y su modesto formato facilitan la adopción de estas acciones en muy variados contextos, incluyendo los países desarrollados, como mi propia experiencia en Clamart lo demuestra.

En Clamart, la biblioteca al aire libre Si nuestro trabajo en Clamart tiene alguna credibilidad en el mundo es porque nosotros mismos somos actores en nuestro propio país y no simples expertos asesores. Tenemos la res23

ponsabilidad de una biblioteca en un barrio donde la lectura no es cosa común, donde la vida es difícil. Hay también un constante vaivén entre la experiencia en nuestro espacio y aquellas experiencias que descubrimos y seguimos en otros lugares, sobre todo en el extranjero; más particularmente, en los países en vías de desarrollo. Esto nos da la oportunidad de reflexionar juntos e intercambiar puntos de vista. Ya he contado innumerables veces nuestra experiencia de la biblioteca al aire libre en Clamart. Esta experiencia puso los espíritus en movimiento en muchos lugares. El resultado fue una nueva imagen de la biblioteca, entusiasmante, al alcance de todos y con la posibilidad de ser propuesta en cualquier lugar. Esta práctica se ajusta exactamente a la línea que siempre nos guio: hacer ver y vivir lo más sencillamente posible la realidad de la lectura, tal como se puede experimentar en concreto y cotidianamente. No se trata en absoluto de acciones mediáticas; puesto que nuestro enfoque es sencillo, es universalmente válido. Puede adoptarse del mismo modo en cualquier lugar, al interior de cuatro paredes o en el exterior, en pequeñas estructuras o en grandes mediatecas. Es una manera de estar con los niños, rodeados de los libros. ¿En qué consisten estas acciones? En Clamart, los niños y las familias con grandes dificultades que habitaban el vecino barrio de tránsito batallaban con frecuencia para encontrar su lugar en la biblioteca. La convivencia siempre es tan difícil: los grupos pueden tender a excluirse. Estos niños con frecuencia perturbaban el orden o simplemente no venían. En esos casos, nosotros debíamos ir hacia ellos, adaptándonos a su modo de vida. Como vivían en la calle, nosotros debíamos instalarnos en la calle. Cuando empezamos a “sacar la biblioteca”, la directora de la escuela maternal nos ofreció amablemente su hospitalidad, pero la rechazamos. Era importante 24

para nosotros que la biblioteca estuviera al aire libre para ser vista fácilmente y accesible. Como siempre, sólo si toma en cuenta a quienes viven marginados, a aquellos a quienes nuestras sociedades dejan injustamente a un lado, una institución puede actuar y liberarse de la rutina y de los dogmas que impiden la reflexión y el pensamiento. Para ir hacia ese público, es necesario salirse de las costumbres y de las propias paredes. Para llegar a ellos hace falta darse tiempo para la escucha, para el diálogo, para el acercamiento necesario que hace que el otro exista en toda su singularidad y riqueza y que suscita en unos y otros el deseo de avanzar en el conocimiento. Durante todo ese año, ofrecimos en un barrio difícil de Clamart lo mejor de nuestros servicios, los libros más conmovedores, los más apasionantes. Ofrecimos a los niños la lectura y el préstamo de libros, como en la biblioteca. Todo se hacía al aire libre, donde los niños jugaban, en los lugares de paso de los habitantes, bajo sus miradas interesadas y sorprendidas. Realmente era importante actuar en presencia de todos. Esta insólita biblioteca se instalaba todos los miércoles por la mañana, día libre en la escuela, siempre a la misma hora, en el mismo lugar, cerca del arenero infantil. Allí, sobre una pequeña barda, poníamos nuestras dos cestas con libros. En esas cestas de panadero, en lugar de croissants y pan de dulce, pusimos unos 50 libros, los más bonitos, los más queridos. Como los habitantes de este barrio eran extranjeros en su mayoría, también pusimos magníficos álbumes de fotos de sus países de origen, libros que no hubieran podido comprar debido a su precio, pero que a nosotros nos complacía dar a conocer y prestar. Las familias vieron en esto una expresión de nuestra confianza. Y no se podía llegar tarde a esa cita semanal: los niños 25

estaban al acecho. En cuanto nos veían, dejaban sus juegos y la biblioteca se organizaba naturalmente: algunos pasaban un largo rato escogiendo, otros se aislaban para leer, otros le pedían a un niño más grande o a un bibliotecario que les leyera un álbum. Se contaban historias, se intercambiaban impresiones sobre los libros, lo que les gustaba, lo que no; lo que los hizo llorar o reír o, simplemente, lo que les dio un poco de miedo. Todo era libre y natural: las relaciones se establecían alrededor de los libros y de las historias. Aquí nos encontramos frente a lo esencial, el placer de la comunicación, del intercambio, de la palabra, de la lectura de un cuento contado y escuchado; en suma, de un encuentro verdadero. Los niños se unían a esta escena de calle como transeúntes curiosos, se agrupaban alrededor de una historia, echaban un ojo a un libro o se iban si preferían seguir jugando. Los adolescentes, los hermanos grandes en sus motonetas, pasaban, volvían a pasar, miraban, se detenían y a veces se unían a nosotros y no dudaban en ayudarnos y les mostraban los álbumes a los más pequeños. Los padres observaban desde lo alto de sus ventanas. Veían a sus hijos esperar nuestra llegada, abrazarnos cuando llegábamos. ¡Y ellos que los pensaban destinados al fracaso! “¡Resulta que a nuestros hijos les gustan los libros!” De pronto, es una mirada nueva la que les dirigen y, sin duda, una mirada nueva la que también dirigen a la lectura. Además, les prestábamos los libros. Qué importante, el préstamo a domicilio; era una especie de puente entre lo que el niño vivía con nosotros y lo que sin duda tendría ganas de compartir con su familia. No había ninguna formalidad administrativa. Anotábamos rápidamente el nombre de cada niño que se llevaba un libro. Desde el principio les tuvimos mucha confianza y nunca nos decepcionaron. En los primeros tiempos, en el momento de partir 26

a mediodía, una jovencita gitana ponía mucho empeño en ayudarnos a juntar los libros. La regularidad es una regla de oro que nos impusimos. ¿Acaso no éramos un servicio público? Esto constituía un símbolo de respeto para una población marginada con frecuencia. Resultaba reconfortante para aquellos que vivían el drama del desarraigo y sufrían la precariedad. Sin embargo, ¿qué hacer cuando llovía o nevaba? En esos casos, decidimos pasar de puerta en puerta; una práctica común en esos barrios. ¿Será una regla de la tradicional hospitalidad de los países en vías de desarrollo? Quizá por eso siempre fuimos cálidamente recibidos. Los padres sabían que nuestra actividad era completamente desinteresada. Prestábamos los libros que nos gustaban y que seguramente agradarían a los niños y a sus padres. Al principio, se necesitaba cierto tiempo para encontrar los libros extraviados en los departamentos. Rápidamente se hizo costumbre que los libros nos esperaran, listos sobre la mesa. La conversación surgió con los padres de manera natural. Algunos de ellos se ponían a leer regularmente a sus hijos o a hojear los libros con ellos si tenían dificultades para dominar la lectura. Todos sabían que los esperábamos en la Pequeña Biblioteca Redonda y, muy pronto, vimos llegar niños a la biblioteca; cualquier temor y agresividad habían desaparecido: allí se sentían conocidos y reconocidos. Vivimos esta experiencia feliz cada miércoles por la mañana, sin excepción, durante casi veinte años, hasta 2001. Después, el barrio fue destruido por considerarse insalubre. Nunca fuimos objeto de mala voluntad o de agresión. Los niños y sus familias siempre respetaron sus compromisos; por ejemplo, los relativos al préstamo de libros. En cuanto a nosotros, dadas nuestra regularidad y nuestra fidelidad, nunca faltamos a los nuestros. Nos inspiramos en atd Quart Monde16. Sin embargo, 27

nuestra posición era diferente, dado que éramos una biblioteca de barrio. Nuestra biblioteca callejera era en cierto modo una antena de la biblioteca principal. Lo que proponíamos regularmente al aire libre era un servicio normal para nosotros, pero permitía alcanzar a ese público en dificultad, que concentraba toda nuestra atención, e integrarlo de manera digna y responsable a la biblioteca pública del barrio, ésa que para los niños puede volverse su casa, parte de su mundo. Ese lazo es vital. Sería una lástima limitar a la calle esas actividades simples, familiares, incluso íntimas. En cualquier lugar, tanto en las pequeñas bibliotecas como en las grandes mediatecas, dentro de cuatro paredes, estas actividades encuentran perfectamente su justificación; hasta son absolutamente necesarias. Para florecer, la lectura necesita sencillez, confianza e intimidad. He dado a conocer ampliamente en los países en desarrollo esta modesta experiencia llevada a cabo en Clamart, así como el pensamiento que la fundamenta. Ciertamente es modesta por su formato y por los medios materiales necesarios para su desarrollo; sin embargo, es rica por todo lo que puede poner en movimiento en las familias, pero también entre los bibliotecarios en la concepción misma de su rol de mediadores. Adoptadas a partir de entonces en numerosos proyectos en América Latina y a veces en Europa del Este, estas propuestas se iluminan con el pensamiento y la acción de personas que tuve la suerte de encontrar en mi camino. Sus experiencias, su reflexión y su entusiasmo me ilustran y me ayudan a avanzar. Esos hombres y mujeres de convicción que trabajan en lugares poco habituales y precarios esperan mucho de la biblioteca pública. Todos la tienen en un alto concepto. La biblioteca debe estar a la altura de esta imagen positiva y de las expectativas que suscita. ¿Cómo pensarla en 28

profundidad? ¿Cómo darla a conocer y reconocer más ampliamente? He aquí la invitación.

La voz de hombres y mujeres “de campo” Entre las experiencias que más me han impresionado, las que he podido seguir en los países en vías de desarrollo son para mí particularmente significativas. Aunque minoritarias, están en el origen de cambios cualitativos y de desarrollos amplios que me maravillan. Pienso, por ejemplo, en la experiencia que tuve la suerte de iniciar en África.17 Lleva el nombre de Takam Tikou, que significa en wolof: “qué rico está, quiero más”. Sí, la lectura puede ser una verdadera golosina para los niños; ése es el objetivo de este programa y está bien que así sea. Realmente se trata del gozo de leer. En los años ochenta fui invitada a animar un curso en Bamako, Mali, para los bibliotecarios de ese país. Visité entonces algunas bibliotecas públicas. Al principio, me sorprendió constatar que en las mejores de ellas los libros se quedaban bien quietos sobre los estantes. Aparentemente, nadie se los llevaba en préstamo. Sin embargo, las dotaciones del Ministerio de Cooperación francés estaban muy bien pensadas. Ofrecían libros escogidos cuidadosamente por los responsables de La Revue des Livres pour Enfants, publicada por La Joie par les Livres. Los bibliotecarios y los maestros a quienes se destinaban estas obras las recibían y las ponían con todo cuidado en los libreros. De regreso en París, propuse un proyecto a la oficina correspondiente del ministerio, que lo aceptó con entusiasmo y lo apoyó por completo. Se trataba de movilizar a los bibliotecarios africanos en torno a la selección de libros. ¿Pero cómo, 29

si en sus países no pueden tener un panorama de la amplitud de las producciones editoriales francesa y africana? Entonces, varias veces al año, cincuenta obras representativas de lo mejor de la industria editorial se mandarían a noventa bibliotecas del África francófona. Por cada obra se pediría a los responsables que enviaran a La Joie par les Livres, para su publicación, sus comentarios críticos y las reacciones de los niños, quienes también estarían invitados a expresarse. Esto bastaría para movilizarlos a todos. Las observaciones recogidas en el terreno permitirían constantes ajustes en la composición de las dotaciones de libros. Esos comentarios nutrieron la sección “Red Crítica” de la revista Takam Tikou, creada en 1989 por La Joie par les Livres. Esta publicación circula en el África francófona y en Francia. Otra sección ofrece selecciones bibliográficas de libros editados en África, en el mundo árabe y en el Caribe. Los da a conocer ampliamente. De este modo nació una revista anual y, para coordinar y sostener este trabajo, se puso en marcha un servicio especial de documentación en La Joie par les Livres.18 Este proyecto, en su fundamento, venía a unirse al que a mediados de los años sesenta había nacido en Clamart, en Francia, cuando movilizamos a bibliotecarios de todas las regiones francesas en torno a la selección de libros. Los análisis críticos confiados a los bibliotecarios “de campo” habían provocado poco a poco un vasto movimiento sostenido por acciones de capacitación y publicación. Todo esto se desarrolló en Francia para el gran beneficio de las bibliotecas, de los lectores y de la edición. El mismo proceso tuvo lugar en África. El libro tomaba vida en las manos de los bibliotecarios de campo que amaban transmitirlo. Entonces, se desarrolló una industria editorial africana de calidad. Tenía los medios para darse a conocer y para ser reconocida; ahora, grandes artistas africanos enriquecían el 30

mundo del libro para niños. En Francia se seguía también con admiración la producción africana. Ésta, durante mucho tiempo ignorada, tomaba su lugar en nuestras bibliotecas. Reconocida en la Feria Internacional del Libro para Niños de Bolonia, África fue en 1999 la invitada de honor. Organizada con el apoyo del sector africano de la jpl, la feria sería inaugurada por Alpha Konaré, entonces presidente de Mali. Pero, ¿qué cambios en el terreno produjo este trabajo compartido? En las bibliotecas, el cambio fue radical. Los bibliotecarios nos lo decían. Descubrieron un nuevo oficio que no tenía nada que ver con el simple rol de distribuidor. Leyeron mucho, se acercaron a los niños, profundamente interesados por la manera que ellos tienen de apropiarse los libros. Los niños también se entregaron a las lecturas con entusiasmo por el gozo de comunicar sus impresiones. Desde entonces todo fue movimiento en las bibliotecas. Pienso en las palabras de esa joven malí que nos escribió: “La biblioteca ha hecho más por sacarnos del aislamiento que la carretera que va de nuestro pueblo a Gao, la ciudad vecina”. O ese conmovedor correo de un bibliotecario del Congo, miembro de la red Takam Tikou, quien nos escribía a finales de los años noventa, en pleno conflicto: Deploro la desaparición de tres miembros del club de lectura; uno fue ejecutado fríamente y los otros dos murieron por enfermedad, sin cuidados médicos, situación agravada por la desnutrición y las condiciones de vida en la selva […]. Vivimos, pues, la desolación total, la gran miseria. En estos momentos hay como una calma que nos da esperanzas […] Esperanzas para reconstruir nuestras bibliotecas. Muchos niños del club de lectura de la biblioteca regional que están refugiados en Brazzaville me preguntan si no sería posible ver libros […]. Los niños parecen haber olvidado ya todos 31

los sufrimientos que han pasado […]. Su preocupación es regresar a la exploración de los libros […]. Por otro lado, quieren que nos tomemos una foto para mandarla a la jpl […] De ellos vino la idea de ponerse a dibujar, mientras encuentran otra cosa qué hacer. Estamos dispuestos a hacer otra cosa, pero siempre será bajo el sello de la biblioteca regional.19

También me impresionaron mis experiencias latinoamericanas, que comenzaron en Brasil, a mediados de los años setenta. Jean Roze, director de la Alianza Francesa de ese inmenso país, me había invitado a dar, de norte a sur, de Belén a Porto Alegre, pasando por Recife, Salvador de Bahía, Río y muchas otras ciudades, cursos y conferencias sobre mi concepto del oficio de bibliotecario, la lectura para niños y la selección de libros infantiles. Desde entonces, he tenido contactos frecuentes con ese continente tan querido, donde siempre he tenido la oportunidad de aprender. Salvo algunas excepciones, las bibliotecas públicas que descubrí en esta época no eran muy dinámicas. Las estanterías estaban llenas de obras que parecían dormidas. En el mejor de los casos, los escolares copiaban artículos de enciclopedias para la escuela. La profesión, de hecho, era poco reconocida: la catalogación y las tareas tradicionales de biblioteconomía parecían constituir lo esencial del oficio de bibliotecario. Algunos años más tarde, pude conocer en esos países algunas de las más bellas iniciativas que jamás haya visto, gracias a personas sensibles a la urgencia y la necesidad de transformación, convencidas del rol excepcional que pueden tener, en ciertas condiciones, la biblioteca y la lectura. Todo esto fue puesto en marcha y desarrollado en el entusiasmo de los descubrimientos y los encuentros. Pienso, por ejemplo, en ese joven indio de Colombia que vino de sus lejanas montañas 32

para asistir a un curso de algunos días que impartí en Bogotá. Había decidido convertirse en bibliotecario. No cesaba de decir: “La biblioteca es mágica. Es un milagro”. Estas personas se ponen a trabajar sin esperar recibir apoyo financiero importante o indicaciones venidas desde arriba. Sus empresas, generalmente de apariencia modesta, con frecuencia nacidas al margen de las bibliotecas tradicionales, dan fe de una creatividad notable. Son asimismo testimonio de la confianza otorgada a los niños y a sus familiares que, sean quienes sean, pueden vivir encuentros sensibles con textos literarios y obras de calidad. Pero para actuar así hay que vencer muchos a priori: recuerdo al director de una Alianza Francesa en el nordeste brasileño, quien me reprochó amablemente que fuera a hablar de libros, de cuentos y de bibliotecas para niños en regiones de extrema pobreza. ¿No había cosas más urgentes? ¿No era casi una provocación indecente de mi parte? Subestimaba la fuerza de apertura y de liberación que pueden representar las acciones culturales y en especial la lectura, la narración, el cuento; olvidaba que ellas responden a una necesidad vital, precisamente allí donde la vida es inhumana. Pero hay otro gran obstáculo que vencer. Dados los frecuentes cambios de los políticos responsables, éstos tienen la tentación de dar prioridad exclusivamente a empresas prestigiosas y caras, en detrimento de las pequeñas estructuras suburbanas y rurales adaptadas a la diversidad de los públicos reales y potenciales. En América Latina y en otros lugares, hago un trabajo de mensajera, dando a conocer experiencias entusiastas recolectadas aquí y allá y siempre respaldadas por reflexiones exigentes. También relato la “experiencia Clamart” y sobre todo las acciones que pueden encontrar lugar en cualquier sitio, en cualquier contexto económico y social. Relato la historia de la 33

biblioteca al aire libre, insisto en lo que le ha dado su riqueza; en particular, la sencillez de los encuentros, la calidad de los libros, la observación y la reflexión. Evoco también el singular papel que desempeña el adulto en los actos de mediación entre el niño y el libro. Hablo de lo que aprendí junto con René Diatkine y la asociación acces, Actions Culturelles contre les Exclusions et les Ségrégations [acciones culturales contra las exclusiones y las segregaciones], que concede un lugar particular a la observación minuciosa y a su redacción. Las experiencias simples y fecundas vividas en Clamart al aire libre y las profundas reflexiones que provocan fueron fuente de inspiración, en el año 2000, para los creadores de un trabajo muy original en América Latina; trabajo con el cual tuve el privilegio de asociarme de cerca en el curso de sus cuatro años de lanzamiento. Este proyecto dio lugar a diferentes espacios de lectura de una gran variedad, desarrollados simultáneamente en varios países.20 Lleva el nombre de Leamos de la Mano de Papá y Mamá. La iniciativa de este proyecto fue de María Elvira Charria, de Colombia, directora del importante programa de promoción de la lectura del Cerlalc.21 Para ello recibió el apoyo del consejo de cultura de México, Conaculta, y de la embajada de Francia en México. En sus inicios participaron nueve países del continente.22 ¿De qué se trató? Tomando en cuenta las dificultades de las bibliotecas públicas y de sus secciones para niños y jóvenes, los iniciadores del proyecto decidieron hacer un llamado a personas dispuestas a probar nuevas prácticas para llegar de manera prioritaria a las poblaciones que normalmente no tienen acceso a la lectura y a las bibliotecas. Se trataba de crear y desarrollar pequeñas células de lectura, particularmente vivaces. Estos espacios de lectura, que el ministerio mexicano denominó Salas de Lectura23 se alojaron en cualquier lugar, fre34

cuentemente en lugares poco acostumbrados, en la calle, en las salas de espera de los hospitales, en los centros de entretenimiento, en los jardines públicos, en casas privadas abiertas al público por los miembros de esta red. Detrás de todo estuvo la preocupación de llegar a niños y a padres, así como a las personas en contacto con ellos en el ejercicio de su profesión. El nombre dado a la red, Leamos de la Mano de Papá y Mamá, expresa claramente el deseo de integrar a los padres en esos momentos de intercambio con los niños. Es necesario que la lectura se convierta en un asunto familiar. Uno de los elementos esenciales fue el registro regular de observaciones sobre las experiencias de lectura compartidas y las reflexiones que ellas provocaron. Se dio la mayor importancia a los detalles mínimos, que son los que nos dan qué pensar. Estos preciados “cuadernos de campaña”,24 circulan vía internet a través de los países. Cada uno se compromete. El hecho de poner por escrito esas observaciones minuciosas se inspiró en las prácticas iniciadas por Diatkine25 y la asociación acces. Por esta razón, durante los cuatro años de lanzamiento, sugerí que bibliotecarios en contacto con este movimiento me acompañaran en cada misión. Durante todo el año, gracias al correo electrónico, los miembros de la red intercambian sus observaciones, sus ideas, sus interrogantes. Esta manera de relacionarse tan simple es fundamental. Mantiene permanentemente la reflexión en movimiento. En estas “bibliotecas improvisadas”, inspiradas en nuestras bibliotecas callejeras, se ofrecen obras maestras de la edición para niños. Es una cuestión de principios; estas obras merecen ser conocidas por todos. Uno se sienta en medio de los libros y de los niños como en familia, con la misma sencillez, con la misma naturalidad. Se comienza a leer a un niño y los demás se acercan, si quieren. Los padres y algunos adoles35

centes pasan; a veces toman el relevo. Así se viven muchas cosas felices en companía. Ésta es, en efecto, una de las características de estas nuevas prácticas. Provocan en el mediador, así como en los niños y sus familias, una verdadera felicidad, un verdadero entusiasmo. Admiro a esos jóvenes militantes de la lectura que con tan buen ánimo se apegan a un exigente trabajo de observación y redacción, y que no dudan en desplazarse para asistir a las frecuentes reuniones de discusión. Algunas universidades26 se interesan en estos nuevos enfoques, en las actitudes de los niños alcanzados por ellos, en la recepción literaria, en el juicio que se hace sobre los libros. Proponen su ayuda a los miembros de la red para extraer con ellos, a partir de sus prácticas, los principios teóricos y facilitar también su circulación. La crítica del libro para niños suele tener dificultades para apoyarse en la realidad de las relaciones entre tal o cual título y los niños. La observación de lo que se vive en esos momentos de lectura puede arrojar luz a este respecto. Se pueden iniciar entonces diálogos fructíferos con los investigadores. Es importante dar a conocer, dar a ver. Al final de cada seminario anual, quisimos organizar encuentros para recibir a un amplio público —padres, maestros, educadores, bibliotecarios— y compartir las maravillas que descubrimos juntos, así como las audaces acciones de promoción que se pusieron en marcha. Por otro lado, los poderes públicos se interesan y nos tienen confianza. Así, el ministerio mexicano de educación (Secretaría de Educación Pública) invitó a los miembros de la asociación Leamos de la Mano de Papá y Mamá a participar en la selección de libros para las escuelas primarias y preescolares del país. Se trató de un inmenso proyecto que tuvo repercusiones en el mundo de la edición, sobre todo al reco36

nocer el valor de algunos pequeños editores destacados. Ciertamente, los miembros de la red habían adquirido una verdadera competencia para juzgar la calidad de los libros. Los álbumes que dimos a conocer en el curso de los seminarios pertenecen a lo mejor de la producción mundial. Son el deleite de niños y adultos que comparten momentos de lectura. He aquí una incitación a los artistas y a los editores locales para que emprendan nuevos caminos en la creación. Y para la vida escolar esto constituye un verdadero enriquecimiento. Se dio un impulso. Este trabajo en redes continúa con nombres diferentes según los países, las regiones, las afinidades; ha provocado en sus actores un entusiasmo y una seriedad que están lejos de apagarse. A mi parecer, estas empresas son ejemplares; se desarrollan prioritariamente en los lugares alejados de las instituciones culturales habituales; pero, ¿por qué deberíamos reservar estos acercamientos a ciertos espacios, a ciertos públicos? Por doquier, tanto en el norte como en el sur, en el occidente como en el oriente, en países ricos como en países pobres, esta forma de trabajar está plenamente justificada. Nuestro trabajo, concebido de esta manera, es tan apasionante como necesario. Todos aquellos que quieren comprometerse con nuestra profesión deberían pasar por esta etapa que, en la cercanía de la gente, conjuga su tarea de mediación con la de la observación y la reflexión. La simple biblioteconomía encuentra así su lugar justo, al olvidarse definitivamente de las tentaciones burocráticas y tecnocráticas. Así se está entonces en el centro de nuestro oficio. Pude proponer en Armenia27 una red parecida, que desde 2002 se implantó en cinco ciudades de ese país y que ha establecido contactos con los miembros de América Latina. Esta red, denominada La Joie de Lire, provoca en los jóvenes estudiantes que se consagran a ella el mismo entusiasmo, la misma pasión por dar a conocer el gozo de leer juntos. 37

Una de las preguntas que nos podemos hacer hoy es la siguiente: las bibliotecas para niños28 —que en Francia ya poseen cierta estabilidad—, la lectura y la vida en la biblioteca ¿aún pueden proponer experiencias nuevas y jubilosas tanto para niños como para profesionales de la lectura o para nosotros? “Queremos sorpresas”, nos dicen los niños. “Gracias, niños, por sorprendernos siempre”, respondemos nosotros los adultos que rechazamos la rutina, la repetición, los automatismos. “La calidad y la diversidad de los libros y de otros documentos propuestos y la posibilidad de intercambio provocan, tanto en ustedes como en nosotros, sorpresa y entusiasmo. Están también los intercambios con las personas que invitamos a la biblioteca para hablar, escuchar y construir proyectos con ustedes”. Todo eso se vive en la sencillez y la confianza. Nada más ajeno a nosotros que proponer actividades demasiado complicadas, que suelen alejar e intimidar más que acercar y estimular. Qué dicha para nosotros el poder asistir al despertar de su sensibilidad, de su entendimiento del mundo. Cada día es nuevo porque cada uno de ustedes es único y la lectura nos revela su singularidad.

La Pequeña Biblioteca Redonda en la actualidad Después de cuarenta años de existencia, con convicción, la biblioteca para niños de Clamart vive hoy, en la Cité de la Plaine, un retorno a sus fuentes. Sus aguas vivas irrigan una tierra que ha cambiado a lo largo de los años. Primeramente en su composición. Como en muchos barrios difíciles, la integración casi no existe. Se pueden percibir múltiples fracturas sociales, culturales y a veces familiares. La población empobreció mucho. Es una población mayoritariamente inmigrante que tiene la tentación constante de vivir replegada sobre sí 38

misma. La clase media prefirió otros parajes y se fue. Esto tiene consecuencias sobre el nivel escolar. La tasa de desempleo también es particularmente elevada; como muchos barrios de los suburbios, éste sufre de cierto aislamiento y de una reputación poco halagadora. Esto es lo que impulsa a la biblioteca a actuar. El estatus asociativo de esta biblioteca29 le da toda la libertad para experimentar, para innovar y para adaptarse a un mundo en plena mutación; ésta es la esencia de su misión. Después de sufrir la amenaza de una clausura definitiva, la biblioteca de Clamart vuelve a adquirir color. Además, el Ministerio de Cultura le asignó formalmente nuevas misiones,30 como la de luchar contra las fracturas sociales y contribuir a la investigación de formas nuevas para la biblioteca infantil de hoy.31 Ciertamente sus contactos, nacionales e internacionales, le otorgan los medios para ponerse en relación con bibliotecas y otras instituciones que comparten preocupaciones similares, en Francia y en el extranjero. La biblioteca se llama a partir de ahora la Petite Bibliothèque Ronde [Pequeña Biblioteca Redonda].32 Los servicios que inició durante los años sesenta se integraron desde el 2008 a la bnf, con del nombre de Centre National de la Littérature de Jeunesse. La Joie par les Livres.33 Misión cumplida: la perennidad y el desarrollo pleno de sus servicios están asegurados. El nuevo nombre de la biblioteca es significativo. Redonda como el mundo, como la rueda que viaja, como la espiral que se levanta, como el círculo de aquellos que gustan de encontrarse. Pequeña porque small is beautiful, porque la lectura no es asunto de masas y muchedumbres, porque se vive mejor en la intimidad y en la confianza de la relación, en pequeños grupos informales o a solas con alguien, y porque este enfoque es deseable y posible en cualquier lugar, incluso en una gran mediateca. 39

Hoy en día, hay que inventar sin cesar, sin que esto signifique renegar de las valiosas herencias que hemos recibido de aquellos que nos precedieron; herencias que adquieren un nuevo sentido al responder a los desafíos de nuestro tiempo. La biblioteca no puede sobrevivir si no toma en cuenta las grandes mutaciones del mundo que nos rodea, sus riquezas y sus debilidades; de este mundo en el cual nuestros niños tienen que crecer. Libre en sus movimientos, la Pequeña Biblioteca Redonda puede encontrar su lugar en cualquier parte. Sale de su casa. Recorre todos los caminos. Se detiene aquí y allá y propone entonces momentos de lectura. Se instala cerca de las escuelas, de los mercados, de los espacios públicos, al pie de los edificios y también allí donde se dispone de tiempo: en las salas de espera, en las guarderías, en los servicios de salud, en los centres de loisirs.34 Lo que ella ofrece de esta manera, durante todo el año, son encuentros. Encuentros con libros cuidadosamente seleccionados; encuentros con personas, puesto que todos se reúnen espontáneamente alrededor del bibliotecario y de sus canastas con libros. También podemos aislarnos para leer a gusto el libro que escogimos; tomarnos el tiempo para eso. Los curiosos se detienen y, si quieren, se unen al grupo. Esa biblioteca que está en los caminos nos hace desear la otra, la pequeña biblioteca redonda, una casa abierta, cálida, dispuesta para la convivencia, en la cual se puede recibir, permanecer, conversar, actuar juntos.

Dar espacio a los padres, a las familias Usted que pasa por aquí, poco importa su edad; usted vino a reunirse con esos niños que se entretienen alrededor de los libros; se detuvo como ellos, para saborear este momento. Us40

ted tiene también un lugar en la biblioteca. En su barrio, donde la vida es difícil, donde los habitantes viven diversas formas de soledad y de aislamiento, la biblioteca se abre ampliamente a todas las generaciones. Se convierte en la biblioteca de la familia. Está abierta el domingo, precisamente para que todos puedan venir juntos. Los más pequeños son los responsables de esta transformación que hoy llega a todas las edades de la infancia. Hace varios decenios tomaron a sus padres de la mano. Los trajeron a este espacio y ellos, a su lado, encontraron plena y discretamente su lugar. Los hijos crecen. Muchos de esos padres no dejan de venir a la biblioteca por eso. En este lugar de pequeñas dimensiones, las personas de origen modesto ganan confianza en sí mismas; pisan firme de alguna manera. Después, pueden, si quieren, entrar en las grandes mediatecas, en otras instituciones culturales. Estas personas aprecian esta manera de vivir libremente en presencia de los niños, fuera del hogar y de las obligaciones familiares. Les permite evitar las dolorosas fracturas que ocurren en el interior de la familia. Estas fracturas se producen cuando los niños acceden a un medio enriquecedor que los hace disfrutar y progresar, mientras que los padres, por diversas razones, no tienen acceso a esas oportunidades. Los adultos del barrio finalmente encuentran en la biblioteca su lugar y eso es afortunado. Participan en la vida misma de la casabiblioteca. Por ejemplo, junto a los narradores profesionales los padres a menudo son invitados para contar historias de su propia tradición, relatos de su vida o cuentos que les gustan. De esta manera los niños toman conciencia de que sus padres tienen algo qué decir, que son escuchados, que su historia personal o familiar, sus experiencias y sus culturas son dignas de interés. La biblioteca se convierte entonces en un lugar ineludible en el corazón del barrio, un lugar de palabras y de encuentros. 41

Pero el niño ocupa allí el lugar más importante, ya sea en los acervos, en las múltiples opciones o en los talleres que se ofrecen. Desde muy pequeño ya puede vivir hermosas experiencias, y sabemos cuán importantes son esos primeros encuentros con el libro. ¿Y qué decir de los niños de siete a 12 años, edad de apertura y de curiosidad? La Pequeña Biblioteca Redonda le concede toda su importancia a la etapa entre los primeros años de la infancia y la preadolescencia, etapa a la que hoy se brinda tanta atención. ¿Qué pasa con esos relatos, con esa literatura maravillosamente infantil que hace vivir a los niños experiencias literarias incomparables? Ya en los años setenta, Isabelle Jan35 se preocupaba por esto. La literatura propiamente infantil no es una literatura menor. Ella nos recordaba que “el individuo que lee por primera vez Babar vive una experiencia tan cautivadora y única como aquel que lee por vez primera Los hermanos Karamázov. Lo importante en la literatura infantil no es que sea o no literatura, sino que sea infantil; es su carácter específico lo que le confiere todo su interés y su dignidad”. La Pequeña Biblioteca Redonda toma esto en cuenta al hacer sus selecciones. La literatura que ofrece se inscribe en una doble línea: la de los clásicos, siempre nuevos para el niño, y la de las obras contemporáneas, que hablan la lengua del presente. Por su belleza, su humanidad, su originalidad, esas obras propiamente infantiles pueden llegar profundamente a todos los lectores, cualquiera que sea su edad.

Con los niños que “se desconectan” Pero, ¿cómo llegar a esas obras de calidad cuando uno ha fracasado gravemente en los aprendizajes de la lectura? Ésta es la pregunta que se nos hace. Todos conocemos a esos niños 42

grandes y a esos preadolescentes que dolorosamente “se desconectan”, a veces brutalmente. En nuestros barrios son comunes. ¿Cómo dirigirnos a ellos? ¿Qué proponerles? Inspirada en Serge Boimare, investigador y piscoterapeuta, la Pequeña Biblioteca Redonda imparte desde hace varios años algunos talleres que han revelado su gran riqueza. Boimare36 apoya experiencias llevadas a cabo en medios escolares de Francia y del extranjero. ¿Estas experiencias son posibles en la biblioteca? A diferencia de la escuela, los niños vienen aquí sólo si lo desean. Un taller así, que requiere de una asiduidad regular, ¿será posible en estas condiciones? Probamos la experiencia. Algunos de esos niños en situación precaria deciden venir regularmente, cada semana, a este taller. Los ha invitado su maestro. Es importante que las sesiones tengan lugar en la biblioteca, que propone un medio particularmente rico en documentos y en encuentros. A lo largo de los talleres, esos niños y preadolescentes tienen contacto con obras auténticas, que les son leídas en voz alta. Así, descubren durante las sesiones a Jack London, los hermanos Grimm, Jules Verne, Selma Lagerlof; escuchan relatos sacados de la Odisea, de la Biblia; narraciones sobre el origen del mundo, tanto de los antiguos griegos como de los indios hopi de hoy. Estos textos hablan de los orígenes, de la muerte, a veces de miedos muy antiguos. El aspecto técnico del aprendizaje de la lectura, que bloquea a estos niños desde hace años, se ve desbordado por el sentido de esos mensajes. Una vez terminada la lectura, hablan juntos de los héroes de estas historias. La bibliotecaria que imparte el taller los invita a hablar. Así aprenden poco a poco a discutir, a escucharse unos a otros. Conforme pasan las semanas, el progreso es impresionante. La biblioteca, el libro, la narración se convierten en espacios de encuentro donde el intercambio de palabras se hace 43

posible. Luego escriben o dibujan, según su inspiración. De este modo pueden conservar un testimonio de esos momentos. Estos niños en situación de fracaso llegan a decir, después de algunas semanas de taller: “ahora nos gustan los libros”. Aprendieron también a amar lo que es bello, grande, divertido, fino y sutil. ¿Cómo se escogen los textos? La respuesta del adulto responsable es clara: “Ofrezco los textos que me gustan, que me conmueven personalmente”. Aquí hay una verdadera obra de transmisión. Niños y adultos se interesan en algo juntos. Entre ellos hay intercambio y reciprocidad. Todo esto ayuda a los niños a dejarse impregnar por esos textos. ¿Se volverán lectores entusiastas? No lo sabemos. Al menos tendrán un recuerdo feliz de esos encuentros. Éstos son objeto de precisas observaciones escritas. La Pequeña Biblioteca Redonda desea dar a conocer ampliamente estas experiencias tan fecundas y difundirlas entre otros bibliotecarios, aun cuando incluyan a un número muy limitado de chicos. Mediante tales experiencias, esos niños con problemas pueden saborear lo que la biblioteca les ofrece a todos: obras que les hablan a su sensibilidad; la compañía de un adulto mediador atento, dispuesto a transmitir y a facilitar el despertar; la compañía de sus pares, con quienes pueden interactuar. Encuentran así la oportunidad para expresarse de diferentes maneras, en especial en los talleres.

La biblioteca abierta a todas las artes Estar en contacto con todas las formas del saber, de las habilidades, de las expresiones y creaciones artísticas, de las distracciones y juegos: todo esto es lo que propone la biblioteca. ¿No es también lo que propone Internet? El mundo digital es 44

inmenso; nos pone en contacto con todos los dominios del conocimiento, en todas sus formas. Se pueden ver películas y videos. Se pueden escuchar todas las músicas del mundo. Se puede también jugar. Todos los temas se abordan. Pero hay que saber escoger, no conformarse con saltar de una cosa a otra indiscriminadamente. Esta formidable abundancia que aborda todos los temas provoca que la biblioteca, en la medida de sus posibilidades, se abra también ampliamente a una gran variedad de cuestiones y de modos de comunicación y expresión; por eso se afirma hoy más que nunca como la casa de todas las artes, de todos los saberes, de todas las expresiones culturales, de todos los entretenimientos sin excepción. Con la diferencia de que la biblioteca selecciona, crea lazos con personas y documentos, orienta, responde a las curiosidades, ayuda al niño a formular sus preguntas. La biblioteca trata de responder a las múltiples curiosidades que furtivamente despierta el Internet. La Pequeña Biblioteca Redonda ha tenido que diseñar de nueva cuenta la organización de sus acervos con el fin de que corresponda a las nuevas formas que tienen los niños de procesar la información. Para ello, se inspira en prácticas de librería particularmente eficaces y en las de bibliotecas innovadoras en la materia.37 La variedad de los acervos es por fuerza limitada y por eso se escogen con gran cuidado. El libro sigue teniendo un lugar privilegiado. En el torbellino de información que llega de todos lados, el libro ofrece espacio y tiempo para profundizar, para abrirse, para compartir. Siempre al alcance de la mano, inalterable, nos permite regresar a lo que nos conmovió, ir más allá de una emoción pasajera. Por eso está presente en todos los programas de la biblioteca. ¿Cómo encontrar nuestros puntos de referencia? ¿Cómo tomar conciencia de nuestros intereses personales? ¿Cómo hacer que nuestras propias preguntas emerjan? Sólo preguntán45

donos esto podemos hacer buen uso de esta abundancia de información. A todas esas preguntas, la biblioteca responde proponiendo encuentros y talleres. Para la Pequeña Biblioteca Redonda es una larga tradición; pero todo esto reviste una importancia particular en el presente. Hay que tomarse el tiempo para detenerse y encontrar a personas ricas en saber y en habilidades, personas llenas de entusiasmo y deseosas de compartir lo que fundamenta su vida, de intercambiar con los niños. Entonces nos dejamos conmover, y eso es lo importante. La emoción es lo primero. Ella nos pone en movimiento, nos invita a ir más lejos. Ciertamente esto es lo que ofrecen esos encuentros genuinos. Hacen surgir los deseos y las preguntas. La Pequeña Biblioteca Redonda da prioridad a las estancias de artistas. Su lenguaje se parece profundamente al lenguaje del niño. Uno y otro se responden naturalmente en un diálogo en el que cada uno da y recibe con generosidad. Es por eso que les gusta tanto encontrarse. Sensibles y preocupados por compartir con los niños, esos artistas saben escuchar y se enriquecen con esos intercambios que los maravillan. Lejos de pretender adoctrinarlos sobre su arte, simplemente trabajan con ellos. En esos talleres se habla, se narra mucho. Una gran fotógrafa que ha recorrido el mundo, Caroline Halley des Fontaines, permaneció en la Pequeña Biblioteca Redonda durante varias semanas para impartir un taller de fotografía y trabajar y organizar con los niños una exposición que agrupaba a la vez sus propias obras y las creaciones personales y colectivas de los niños. Ella se puso a relatar, naturalmente, durante esas sesiones de trabajo; igual que esa otra artista, ilustradora, amiga de la biblioteca, Teryl Euvremer, quien durante semanas hizo vivir a los niños en torno a la noción de lo grande y lo pequeño y que con ellos introdujo en el espacio de la bi46

blioteca a los seres minúsculos y a los gigantes presentes en la literatura y en los cuentos populares; o como esa vestuarista de la Ópera de París que, interesada por el programa “cuentos y vestuarios”, vino a contarnos cómo imagina y escoge colores, materias y formas y cómo diseña el vestuario; en una palabra, cómo vive su oficio. Nos gusta invitar a personas apasionadas, que aman su oficio y que nos dicen cómo llegaron a él. En este universo oscurecido por las crecientes dificultades de la vida, por las perspectivas de futuro poco halagadoras, es bueno conocer a personas llenas de proyectos a la vez estimulantes y posibles. Se preparan los espíritus para esos encuentros; así, cuando vino la fotógrafa, los bibliotecarios habían ofrecido a los niños todo tipo de libros, documentos y juegos sobre las luces y las sombras, y habían montado con ellos un espectáculo de sombras chinas. En la Pequeña Biblioteca Redonda, no nos sorprende ver a niños con cámaras en la mano. Filman las actividades que se desarrollan, algunas sesiones de los talleres, algunas animaciones, el recibimiento de los visitantes que vienen o que se quedan algún tiempo, las pequeñas fiestas. Es su casa. Es bueno poder así volver a esos momentos felices, guardar una huella. Esto supone un montaje en el taller multimedia, para poder cargar el video en el sitio web de la biblioteca. También hay niños que son “enviados especiales”, invitados a dar su opinión sobre los libros, la música, las películas, los espectáculos, los sitios web y el software o los video juegos que han detectado y que suponen que pueden interesar a la comunidad. Todos pueden ser reporteros o enviados especiales si así lo quieren. El sitio web se enriquece con sus colaboraciones. Así se perfila una vida común particularmente preciada hoy en día, cuando el consumo, la dispersión y el individualismo parecen ser las reglas de nuestras sociedades. Aquí, uno se declara miembro de la biblioteca. Ésta es como una segunda casa. 47

Muchos barrios de los suburbios que, como el nuestro han sido designados zona de educación prioritaria, sufren de encierro, de aislamiento, de pobreza. Por medio de sus programas y de sus encuentros, la biblioteca enriquece la vida de todo el barrio. Para ella es muy importante invitar a artistas, artesanos, viajeros y científicos de la más alta calidad. Es así como establece lazos con L’Orchestre des Siècles [la orquesta de los siglos] y con La Cité de la Musique [la ciudad de la música] o, más simplemente, con pequeños ensambles musicales cercanos. También organiza talleres musicales en el local de la biblioteca, seguidos de salidas a conciertos en París, en la Salle Pleyel. No es extraño escuchar música en el lugar. Son los niños quienes la tocan. Es encantador. La Pequeña Biblioteca Redonda se define así en el barrio como un espacio cultural abierto a todos los vientos de la creación y del conocimiento. La Pequeña Biblioteca Redonda está efectivamente en todos los caminos. Encuentra su lugar en los senderos digitales recorridos por los niños y los adultos. El sitio web de la biblioteca está abierto para todos.38 Contribuyen a alimentarlo. Gracias a ellos se descubre la abundancia de lo vivido en la biblioteca, como en el “salón de ensayo de poesía” donde, siguiendo los pasos de Paul Fort o de Jacques Roubaud, unos y otros ensayaron sus palabras, rimas y ritmos. El taller “Pero, ¿y qué hace la policía?”,39 juega con diferentes escrituras y caligrafías y nos lleva a descifrar códigos secretos y enigmas. También están los juegos de la red internet en la biblioteca. Nos enteramos de lo que les gusta a unos y a otros. Al recibir sus colaboraciones, se discuten en el sitio de Internet temas de actualidad, de los cuales todos hablan. Las cenizas de los volcanes islandeses llevan a su vez a libros y videos sobre el tema. Descubrimos, a través del video igualmente, a grandes artistas como Maurice Sendak o Elzbieta; algunos fueron en48

trevistados por la biblioteca, como Svjetlan Junakovic y su Gran libro de los retratos de animales. Se tiene acceso también a manuscritos originales de Alicia en el país de las maravillas prestados por la British Library. Se puede ver también a Barack Obama leyendo Donde viven los monstruos40 en medio de un grupo de niños instalados en un jardín de la Casa Blanca. Se vive la lectura en las bibliotecas chinas, de arquitecturas innovadoras. Encontramos también a Biblioburro, que recorre las montañas agrestes de Colombia o las selvas amazónicas, entre niños absortos en la lectura de obras maestras universales bien conocidas por los niños de Clamart. Pero sobre todo, estos niños están felices de poder contribuir al sitio de Internet. Gracias a ellos, las actividades del barrio y de la biblioteca encuentran un espacio. Son los reporteros, los enviados especiales. Felices de encontrar allí lo que constituye su vida, vienen a explorarlo con gran interés. En el taller multimedia preparan videos sobre toda clase de temas, redactan blogs sobre lo que más les gusta en todos los ámbitos: libros, música, cine, etc. Es así como llegan a consultar con interés lo que podemos llamar el gran libro de la biblioteca. El sitio www.enfance-lecture.com se abre a todos aquellos que se interesan en la lectura para niños. La biblioteca se afirma, progresivamente, como un observatorio permanente de prácticas lectoras. Desde su reapertura, realiza sistemáticamente un importante trabajo de observaciones escritas. Se enriquece con su asociación con movimientos como acces, creado por René Diatkine, en torno de las experiencias de lectura de los niños más pequeños, o a investigadores como Serge Boimare. Establece contacto con bibliotecas del mundo entero, para intercambios de experiencias y de reflexiones. Es importante que todos juntos podamos pensar la biblioteca del presente. 49

Las bibliotecas infantiles empezaron a desarrollarse a mediados del siglo xx. Respondieron entonces a una cada vez más clara consideración de la infancia como etapa autónoma y fundamental, que se alejaba de la idea del niño como un ser de tránsito hacia el individuo pleno, el adulto. Los niños empezaron a ser vistos como individuos íntegros con necesidades concretas; se comenzó a valorar la literatura para niños y se desarrollaron bibliotecas o espacios dentro de las bibliotecas destinados a los libros infantiles. Uno de los más destacados proyectos que surgieron a partir de este cambio fue la biblioteca de Clamart, en Francia, en la que Geneviève Patte ha sido pieza fundamental. Su experiencia en Clamart y en otros proyectos e iniciativas alrededor del mundo constituyen el núcleo de ¿Qué los hace leer así?, obra que se nutre del recuento histórico e íntimo para desarrollar una valiosa reflexión respecto al papel que tienen hoy las bibliotecas, particularmente las infantiles. Si Clamart salió de su propio recinto para invitar a los niños y adultos de una comunidad marginada a participar en la biblioteca, ésta debe ahora, en el mundo de la información, replantear su función, su lugar en el entramado social. Hoy, Internet se abre a todos y a todo, sin distinción; en un mundo que se “tecnifica” cada vez más, la biblioteca debe poner énfasis en la comunicación humana, en los lazos y las relaciones interpersonales, en la necesidad de conocer, reconocerse y pensar. Es por eso que la autora nos invita a reflexionar sobre qué es hoy la biblioteca y cómo, a partir de sus fundamentos humanos, sociales y culturales, debe adaptarse a nuevos usos y adoptar nuevas prácticas.

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