PSIQUEMÁQUINAS -Miguel Morey - Cap. Uno con OCR

Es indudable que Nietzsche abrió un nuevo espacio para la experiencia del pensar -y una nueva tarea para la filosofía, e

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Es indudable que Nietzsche abrió un nuevo espacio para la experiencia del pensar -y una nueva tarea para la filosofía, entendida como precipitado intelectual del tuteo soberano de cada cual consigo mismo. De ahí, las promesas de libertad que acompañan su obra: de auténtica libertad, la de ser uno mismo. Podría decirse que, en adelante, el ejercicio del pensar deberá enfrentarse con el desafío de llevarse a cabo desde una experiencia de lo real para la cual la partición razón/locura no sea pertinente. Aunque, desde siempre, el espacio de la filosofía, constituído por el rigor del lenguaje y la fuerza de la imaginación, ha sido un espacio coextensivo al del sentido común y tan interior al lenguaje como a nuestra imaginación: es aquel espacio en el que nunca Aquiles alcanzará a la tortuga. Psiquemáquinas pretende llevar a cabo una exploración de este espacio, y también caracterizar algunas de las rutas que nos invita a trazar sobre él la literatura contemporánea (Artaud, Beckett, BUIToughs, Lowry ... ) -recogiendo así el desafío mediante el que la literatura nos da qué pensar, con sus diferentes propuestas de ética narrativa (entendidas como políticas de la e.rperiencia o modalidades de relación de uno con uno mismo ante el envite de determinar qué es lo que cuenta en el pasar de lo que nos pasa).

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UNO: DEL PENSAR COMO FORMA DE INDISCIPLINA

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Es posible que la filosofía sea una disciplina, así es considerada escolarmente cuanto menos. Y puede ser incluso lícito hablar de disciplinas filosóficas o reflexivas, como otras tantas estrategias alternativas que se proponen encaminarnos a determinar correctamente el sentido, el valor y la verdad de alguno de los aspectos de lo que hay, Todo ello es muy posible, No obstante, el pensar será siempre un acto de indisciplina, y porque así es debido, Engendrado como un salto involuntario en el trazado mismo del proceso, el pensamiento, disciplinado y métodico, el pensar, es un acontecimiento que irrumpe en su curso para imponer un quiebro: nos obliga a mutar de umbral. y desde él, todo el proceso anterior, disciplinado y metódico, aparece entonces como una tediosa marisma -y no es porque ahora nos hallemos en otro lugar, en el vasto Océano, no, es porque el pensar pone viento en las velas. Que no bastan brújula, cartas y sextante para la navegación de los hombres libres -también hace falta viento. El pensar no puede ser, así y siempre, sino una forma de indisciplina -y ello, cuanto menos, '(.llun doble sentido. EnJ?rimer lugar, porque eso que abre el pensamiento, lo que da-elÚe pensar, es, antes que cualquiera de los 11

rostros de la mera realidad en su presunta simplicidad de tal, la fractura de esta presunción. El pensar aparece en la fractura por la que se quiebra la pretendida normalidad que n?~l.~dea, su disciplinado transcurrir:s esa fractura. Jira-se dice otra cosa cuando se afirma que el asombro es el padre del filosofar -que el filósofo es aquél que se asombra (esto es: se interroga, problematiza) ante aquello gueel sentido común, la doxa, las ideologías o la opinión pública nos exigen considerar obvio, natural y razonable. Lo propio del filósofo reside en este dejarse invitar por el pensar, en su negativa a asumir una mirada disciplinada. La insalvable distancia que separa a los escasos grandes filósofos del resto de quienes simplemente escolarizan en una disciplina aquello que para una época histórica puede ser considerado obvio, natural y razonable estriba en esta diferencia --es por la cantidad de pensamiento que contiene una filosofía por lo que no se confunde su trazado con el de las disciplinas legitimadoras de lo Mismo, con las ideologías o la opinión pública. Es ésta la diferencia que separa a Spinoza de La Mettrie, por ejemplo -lo que le impide a Marx ser marxista. Aún más, eso que está siempre por pensar es precisamente la legitimidad de las presunciones de la doxa, el sentido común, las ideologías o la opinión pública -y la posibilidad, en talo cual dominio o en su más amplia generalidad, de una articulación aIra de la experiencia de lo que hay que fuera más verdadera, más valiosa, mejor dotada de sentido. Si el pensar es un acto de indisciplina es porque no es la suya una mirada inaugural ante un mundo inédito del que haya que comenzar a establecer, a partir de cero, su sentido, sus verdades y sus valores ----.sino que es el suyo un vuelo crepuscular en un mundo que se experimenta como demasiado dotado de presuntos sentidos, valores y verdades. Cuando el filósofo ni siquierálliiSlllilestra piensa, no dice -lo - - gue hay, --. ---,--_.,---~_.,--

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ra:Z,o!,e~~eJoque ~. ' Desde este punto de vista, AtÓlv en tanto que esencia del tiempo que está fuera del tiempo, y que mantiene una connotación arcaica del lado de la vitalidad ni siquiera puede ser vertido como duración, ni que fuera de la vida. A lo sumo, es aquello de lo que no se puede predicar ni el pasado ni el futuro -pero que es condición de todo pasado y todo futuro, en tanto que los complica en su presencia impasible. Así, para Aristóteles el AtÓlv del cie' lo será a~uello que contiene la infinita totalidad de los tiempos.' Si introdujéramos aquí la muy compleja y estimulante problemática dellnstante (vuv) en Aristóteles, entendien· do que el tiempo es lo delimitado por instantes ,52 podria· mas referir la polaridad Al.óJv!XQóvo,; a la conocida aporla del instante: el instante es como lo mismo y como no lo mismo. 53 Y decir entonces: 54 uno, es el intante vivido como experiencia de lo mismo -otro es el instante vi· vida como sucesión en la diversidad del tiempo. Uno es el 51

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De Cae, r, 9, 279 a 22-28. De Cae, 'n, 12,292 a 19. Fis, IV. 11, 219 b 12·33.

Ver al respecto L. Ruggiu: Tempo, conscienza e essere nella filosofia di Aristotele. Saggio sulle origini del nichilismo, Paideia, Brescia, 1970 ---con un interesante prólogo de E. Severino. También, J. Conill: El tiempo en lo filosofUl de Aristóteles. Pub. Fac. Teología S. Vicente Ferrer, Valencia. 1981. Se encuentra una estimulante reflexión al respecto en: V. Gomez Pin, Ordre el substance. L'enjeu de la quéte aristotelicienne, Anthropos, París, 1976. 5