Principios y Valores

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Qué Son Los Principios Los Valores Y Las Virtudes Jorge Yarce Distinguir para comprender Los principios se consideran, normalmente, inmutables a través del tiempo. Cambiar los principios, para muchos, es como cambiar de moral, como ser incoherente en la vida. Cuando se está hablando de estos principios, se entiende como tales, entre otras cosas, la dignidad de la persona, el respeto a la palabra dada, la integridad, la honestidad, la lealtad, el respeto la vida, procurar hacer el bien, amar la patria, etc. En esa enumeración hay cosas que en realidad corresponden a lo que llamamos valores (honestidad, lealtad...) y otras que más propiamente las colocaríamos al nivel de los principios o normas básicas naturales (procurar hacer el bien, respetar la vida...), porque tienen un carácter más fundamental.

Quien llama principios a aquellos valores es porque les está asignando ese carácter, les está dando una validez especial, por encima de circunstancias variables. Diferentes clases ―Principio‖ viene del latín principium y del griego arjé. Significa ― aquello de lo cual algo proviene de una determinada principio de la línea o la causa es principio del efecto. Los principios no son resultado de una moda pasajera. Constituyen una preocupación antigua en la historia de la humanidad. Los primeros filósofos griegos se preguntaron por el principio de las cosas (arjé), su origen y también por su esencia o por su razón de ser primordial. Y daban respuestas relacionadas con la naturaleza física: el fuego, el aire, el agua, etc. Poco a poco la ciencia fue descubriendo los principios que la rigen. Entonces se habla del principio de la

gravedad, de la relatividad, de la conservación de la energía, etc. Pero también se habla de principios lógicos, metafísicos, éticos, jurídicos, sociales. A todos ellos se les considera como leyes naturales, universales, reglas fundamentales, absolutas, válidas siempre e incondicionales. Principios administrativos No sólo hay principios en ciencias como la física. Los encontramos en el campo jurídico, médico o administrativo, por ejemplo la buena fé, la salud, la calidad, la excelencia o el servicio. Pero no se puede colocar en un mismo orden de análisis la excelencia que la dignidad humana. Lo primero es un principio administrativo y lo segundo es un derecho humano fundamental que corresponde a una ley natural que no puede ser cambiada por nadie. Lo mismo podría

decirse de valores que a veces se colocan como principios: honestidad, lealtad, integridad, etc. En realidad se trata de valores (en sentido de algo bueno y deseable como ideal realizable) que también pueden darse como virtudes personales. En la ética como ciencia práctica de la conducta humana también hay principios o leyes naturales, reconocidas como tales a lo largo de los siglos: ―Hacer el bien y evitar el mal‖, ―No hacer a otro lo que no se quiere para sí‖, etc. Son normas prácticas universales propias del obrar moral del hombre independientemente de su cultura, raza, ideología o religión. En esta línea pueden inscribirse lo que hoy se denominan derechos humanos primarios: la dignidad de la persona, el derecho a la vida, al buen nombre, a la libertad, al trabajo... Principios, normas, paradigmas

También se habla a veces de los principios como paradigmas o como normas. La palabra paradigma está de moda y no es extraño que su uso lleve a ampliar el significado inicial. Primeramente paradigma se entendía como verdad científica clave o fundamental, de la cual se derivaban otras verdades. Pero hoy en día se emplea más como modelo o ejemplo, arquetipo, esquema o punto básico de referencia, parámetro o manera de ver o entender algo. Cambiar de paradigmas es cambiar de modos de pensar en un determinado asunto. Por ejemplo, los paradigmas empresariales de hoy son muy diferentes a los de los años treinta. Los principios obran, en cierta manera como paradigmas básicos en una ciencia o en el comportamiento, o como normas básicas que hay que acatar. Pero no podemos reducir los principios a paradigmas ni a normas, porque el principio inspira conductas que van más allá del paradigma o de la norma. Decimos, por ejemplo, que

una persona de carácter se guía por principios, pero esos principios hay que integrarlos en la conducta personal, y ya nos movemos en un terreno próximo a los valores y a las virtudes. Una persona de carácter, sin duda, es una persona que tiene y vive valores y posee virtudes comprobables. Las normas están más cerca de la adquisición de habilidades, de la instrucción o del entrenamiento que de la educación o formación, que suponen una visión más personalizada e integrada del hombre. VALORES Valor viene del latín ―valere‖ que significa estar en forma, ser fuerte, ser capaz de algo, valerse por sí mismo. Virtud viene de ―vis‖ que quiere decir fuerza, y las virtudes en realidad son fuerzas, que llevan la persona a la excelencia, a la perfección moral, a ser capaz establemente (hábito) de hacer algo bueno, mediante el obrar personal. El valor puede ser mirado

como un ideal deseable (civismo, generosidad...), sin referirlo a nadie en concreto, pero el valor que interesa realmente es el que se incorpora a la vida, no el que se queda en la aspiración, en el deseo, en el ideal general. ―El valor es un bien descubierto y elegido en forma libre y consciente, que busca ser realizado por la persona‖ (Derisi). Ella expresa muy bien su condición de bien deseable, su dimensión subjetiva y su carácter práctico. Valores hay para todos los gustos y de todos los tipos: sensibles, económicos, estéticos, humanos, espirituales, sociales, religiosos, etc. Unos son más subjetivos (estéticos por ejemplo) y otros más objetivos (económicos) pero en realidad el valor no prescinde de su carácter subjetivo porque es algo propio del ser humano (los animales no tienen valores) y no puede dejar de tener un nexo con los principios externos al hombre, que dan consistencia a los valores.

Realizables y reales Otra manera de mirar los valores es verlos como algo irreal, ilusorio o reducido a un ―deber ser‖, a algo normativo-objetivo, desencarnado y frío. No es ésta una óptica adecuada para entenderlos. Es verdad que los valores se ofrecen como ideales pero es todavía más preciso que son reales, reconocidos, participados a otros, relativos a las personas entre sí, realizables, practicables, identificables, que llevan a obrar, que no se quedan en una abstracción mental. El valor siempre cualifica o determina concretamente pero no se reduce a ser un sustantivo (lealtad) o un adjetivo (generoso) o un símbolo (el fuego). El valor tiene que ver directamente con la conducta humana. Ayuda a estructurarla y a transformarla en la medida en que es algo vivido, reflejado en las acciones personales. Se puede decir que cuando muchas personas viven los mismos valores, esos valores compartidos se viven corporativa o

socialmente. Pero su raíz más íntima sigue siendo la práctica individual de los mismos. Valores y antivalores Los valores presentan siempre dos lados o caras de la moneda: la cara afirmativa, positiva -la propia de los valores, a secas-, o la cara negativa, que podemos llamar antivalor o contravalor, que es su antípoda: generosidad versus egoísmo, amor versus odio, lealtad versus traición...Todos tenemos valores y todos buscamos realizar nuevos valores y fortalecer los que ya tenemos. Como también es cierto que tenemos antivalores que nos arrastran hacia abajo y hay que combatirlos con el ejercicio de los valores y con la formación de hábitos estables de buen obrar (virtudes personales). Por eso los valores, como la vida misma y como el desarrollo personal, son algo dinámico y cambiante No siempre poseo los mismos valores. Hay valores que antes no eran reconocidos como tales, por

ejemplo el respeto al medio ambiente, pero su principio básico (la naturaleza como ámbito esencial del hombre) ya existía. Los valores son realidades dinámicas, no estáticas o inamovibles. Por ejemplo el cambio, la flexibilidad y la negociación son valores dinámicos que se oponen al inmobilismo, a la resistencia o al enfrentamiento o ruptura. Tienen más vigencia y fuerza los valores personalizados, como el trabajo, la creatividad o el compromiso, que simplemente singularizados, como ocurre con el rango de una persona en una empresa, con el éxito o el logro individual. Son algo más consistente que las habilidades que se adquieren a nivel de la entrenamiento, porque se apoyan mucho más en el conocimiento y en la actitud. VIRTUDES La virtud es la encarnación operativa del valor. No se trata ya de ideales deseables o de bienes atractivos que yo puedo hacer realidad a través de acciones aisladas

entre sí o esporádicas en mi conducta. La virtud le da estabilidad al valor y hace que su vivencia se prolongue en el tiempo. Hoy en día se toman, a veces como sinónimos o se piensa que hablar de valores es un discurso más universal que hablar de virtudes. Lo cierto es que la vida ética del hombre no se reduce a la afirmación de los valores sino que necesita de la virtud. No todo valor, pues, es una virtud. Por ejemplo el amor o la calidad son valores pero no virtudes personales. Las virtudes se conciben como hábitos o disposiciones estables, que convienen a las posibilidades que hay en la persona de obrar–que permanece en ella, es acción inmanente, a diferencia del hacer que no se interioriza–. Cuando hablamos de una persona generosa nos referimos al modo habitual de vivir el valor de la generosidad, a su disposición de dar y darse a los demás. La virtud permite obrar con mayor facilidad, buscar mas eficientemente la excelencia en la vida

personal y la operatividad de los valores a nivel corporativo o social. La virtud ayuda a vencer resistencias instintivas, emocionales o ambientales, a romper la indiferencia frente a los valores. No basta con respetar los principios o las normas ante las cuales nos sentimos obligados y que en cierta manera se nos imponen desde fuera. El conocimiento en sí es un valor, pero puede ser usado para hacer bien o para hacer mal. La virtud sólo puede dirigirse al bien. Y tiene como el valor, una cara subjetiva como proceso psicológico individual, y una objetiva en cuanto se presentan las virtudes como la inspiración o incluso como normas básicas para la conducta, no impuestas desde fuera sino desencadenadas desde dentro. Diversas formas de alcanzar el bien El campo de los valores es más amplio que el de las virtudes. No todos los valores se convierten en virtudes personales. Como ya se dijo, en el lenguaje común se

toman como sinónimos y muchos valores llevan el mismo nombre de las virtudes (sinceridad, prudencia, fidelidad, etc. Después puede hablarse de virtudes humanas en general, que mantienen una relación con las virtudes antes citadas: excelencia, alegría, responsabilidad, amistad, generosidad, flexibilidad, solidaridad, orden, comprensión, fe, credibilidad, laboriosidad constancia,creatividad, diligencia, esperanza, optimismo, honestidad, humildad, integridad, naturalidad, civismo, sencillez, respeto, serenidad, tolerancia, simpatía, sociabilidad, valentía, autenticidad,confianza, etc. El resumen de todas las virtudes es el amor, como síntesis del esfuerzo de la persona por alcanzar el bien de diferentes maneras. El orden del amor es fundamental en la creación de los hábitos. Sin amor no hay crecimiento en la virtud. La virtud como encarnación operativa habitual de los valores goza del mismo

dinamismo que se atribuye a los valores, personalizándolos aún más más plena. El trabajo es la actividad humana fuente por excelencia de virtudes. Ahí se ponen a prueba esas fuerzas interiores adquiridas con la práctica constante, que no se cultivan para tener algo que mostrar a los demás sino como el camino concreto para que exista una conducta recta, conforme con la razón humana y con las aspiraciones de felicidad y bien que hay en todos. Su sentido pleno se alcanza en la comunicación a los demás de lo mejor de sí mismo. El criterio de valoración Desde la perspectiva ética, un objeto tiene mayor valor en la medida en que sirve mejor para la supervivencia y mejora del ser humano, ayudándole a conseguir la armonía y la independencia que necesita y a las que aspira. Es por tanto esencial que los valores que se elijan y que se persigan en la propia vida se correspondan con la realidad del

hombre, es decir, sean verdaderos. Porque sólo los valores verdaderos pueden conducir a las personas a un desarrollo pleno de sus capacidades naturales. Puede afirmarse que, en el terreno moral, un valor será verdadero en función de su capacidad para hacer más humano al hombre. Veamos un ejemplo. Puedo elegir como ideal el egoísmo, en la forma de búsqueda de la propia comodidad y del propio bienestar, desestimando las exigencias de justicia y respeto que supone la convivencia con otras personas y que exigen renuncias y esfuerzos. La personalidad se volverá entonces insolidaria, ignorando los aspectos relacionales y comunicativos esenciales en el ser humano. Hecha la elección, el crecimiento personal se detendrá e iniciará una involución hacia etapas más primitivas del desarrollo psicológico y moral. Por el contrario, si se elige como valor rector la generosidad, concretada en el esfuerzo por trabajar con profesionalidad, con espíritu de servicio, y en la dedicación de tiempo a causas altruistas y solidarias, entonces se favorecerá la apertura del

propio yo a los demás, primando la dimensión social del ser humano y estimulando el crecimiento personal. Valores universales Como acabamos de referir (tal como se deduce del proceso de desarrollo del ser humano), la maduración personal sólo se facilitará procurando eliminar obstáculos que puedan originar una detención de la misma o una regresión a etapas más primitivas (propio interés). Por eso, parece acertado concretar algunos valores universales, deseables para todos. En este sentido, la formulación clara y precisa del imperativo categórico kantiano ofrece abundante luz. Así, en la segunda formulación del Imperativo, en la Fundamentación de la metafísica de las costumbres, dice: «Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, nunca meramente como un medio, sino que, en todo momento, la trates también como a un fin». Y en la tercera insiste en el mismo sentido: «Pues los seres racionales están todos bajo la ley de que

cada uno debe tratarse a sí mismo y debe tratar a todos los demás nunca meramente como medio, sino siempre a la vez como fin en sí mismo. De este modo, surge un enlace sistemático de seres racionales por leyes objetivas comunes, esto es un reino, el cual, dado que estas leyes tienen por propósito precisamente la referencia de estos seres unos a otros como fines y medios, puede llamarse un reino de los fines» Se trata de aquellos valores que se fundamentan en la dignidad incondicionada de todo ser humano. Una dignidad que -como puede deducirse de su propia génesis- no admite ser relativizada, no puede depender de ninguna circunstancia (sexo, edad, salud calidad de vida - y demás cualidades). ¿Qué es un principio? En sentido ético o moral llamamos principio a aquel juicio práctico que deriva inmediatamente de la aceptación de un valor. Del valor más básico (el valor de toda vida humana, de todo ser humano, es decir, su dignidad humana), se deriva el principio primero y

fundamental en el que se basan todos los demás: la actitud de respeto que merece por el mero hecho de pertenecer a la especie humana, es decir, por su dignidad humana. Vamos a examinar a continuación este valor fundamental (la dignidad humana), el principio ético primordial que de él deriva (el respeto a todo ser humano), y algunos otros principios básicos.

La dignidad humana, un valor fundamental En la filosofía moderna y en la ética actual se propaga una subjetivización de los valores y del bien. Desde David Hume, existe una corriente de pensamiento que se expresa en la idea de que no es posible derivar ningún tipo de deber a partir del ser de las cosas. El paso siguiente nos lleva a concluir que por valores entendemos nuestras impresiones, reacciones y juicios, con lo cual convertimos el deber en un fruto de nuestra voluntad o de nuestras decisiones.

En el positivismo jurídico tipo Kelsen el derecho es el resultado de la voluntad de las autoridades del estado, que son las que determinan aquello que es legalmente correcto - y legítimo - y lo que no lo es. En ética, el positivismo y el empirismo afirman que bueno y malo son decisiones meramente irracionales o puro objeto de impresiones o reacciones, o sea, del campo emocional. Tanto en el positivismo como en el empirismo existe aún, es verdad, la idea de valores, pero sólo como una idea subjetiva o como objeto de consenso. El acuerdo por ejemplo de un grupo o de un pueblo crea los valores.

En realidad esto conduce a un relativismo total. Así por ejemplo, el grupo podría acordar que los judíos no son seres humanos o que no poseen dignidad, y que por tanto se los puede asesinar sin miedo a castigo alguno. Para esta teoría no existe ningún fundamento que se base en la naturaleza de las cosas y cualquier punto de vista puede además variar de una a otra época. No

existe ninguna barrera segura de valores frente a la arbitrariedad del estado y el ejercicio de la violencia. Sin embargo, el propio conocimiento y la apertura natural a los demás nos permite reconocer en ellos y en nosotros el poder de la inteligencia y la grandeza de la libertad. Con su inteligencia, el hombre es capaz de trascenderse y de trascender el mundo en que vive y del que forma parte, es capaz de contemplarse a sí mismo y de contemplar el mundo como objetos. Por otro lado, el corazón humano posee deseos insaciables de amor y de felicidad que le llevan a volcarse - con mayor o menor acierto- en personas y empresas. Todo ello es algo innato que forma parte de su mismo ser y siempre le acompaña, aunque a veces se halle escondido por la enfermedad o la inconsciencia. En resumen: ala vez que forma parte del mundo, el hombre lo trasciende y muestra una singular capacidad - por su inteligencia y por su libertad - de dominarlo. Y se siente impulsado a la acción con esta finalidad. Podemos aceptar por tanto que el valor del ser humano es de un orden superior con respecto al de los demás

seres del cosmos. Y a ese valor lo denominamos "dignidad humana".

La dignidad propia del hombre es un valor singular que fácilmente puede reconocerse. Lo podemos descubrir en nosotros o podemos verlo en los demás. Pero ni podemos otorgarlo ni está en nuestra mano retirarselo a alguien. Es algo que nos viene dado. Es anterior a nuestra voluntad y reclama de nosotros una actitud proporcionada, adecuada: reconocerlo y aceptarlo como un valor supremo (actitud de respeto) o bien ignorarlo o rechazarlo. Este valor singular que es la dignidad humana se nos presenta como una llamada al respeto incondicionado y absoluto. Un respeto que, como se ha dicho, debe extenderse a todos los que lo poseen: a todos los seres humanos. Por eso mismo, aún en el caso de que toda la sociedad decidiera por consenso dejar de respetar la dignidad humana, ésta seguiría siendo una realidad presente en cada ciudadano. Aún cuando algunos fueran

relegados a un trato indigno, perseguidos, encerrados en campos de concentración o eliminados, este desprecio no cambiaria en nada su valor inconmensurable en tanto que seres humanos. Por su misma naturaleza, por la misma fuerza de pertenecer a la especie humana, por su particular potencial genético - que la enfermedad sólo es capaz de esconder pero que resurgirá de nuevo si el individuo recibe la terapéutica oportuna -, todo ser humano es en sí mismo digno y merecedor de respeto.

Principios derivados de la dignidad humana La primera actitud que sugiere la consideración de la dignidad de todo ser humano es la de respeto y rechazo de toda manipulación: frente a él no podemos comportarnos como nos conducimos ante un un objeto, como si se tratara de una "cosa", como un medio para lograr nuestros fines personales.

Principio de Respeto «En toda acción e intención, en todo fin y en todo medio, trata siempre a cada uno - a ti mismo y a los demás- con el respeto que le corresponde por su dignidad y valor como persona» Todo ser humano tiene dignidad y valor inherentes, solo por su condición básica de ser humano. El valor de los seres humanos difiere del que poseen los objetos que usamos. Las cosas tienen un valor de intercambio. Son reemplazables. Los seres humanos, en cambio, tienen valor ilimitado puesto que, como sujetos dotados de identidad y capaces de elegir, son únicos e irreemplazables. El respeto al que se refiere este principio no es la misma cosa que se significa cuando uno dice “Ciertamente yo respeto a esta persona”, o “Tienes que hacerte merecedor de mi respeto”. Estas son formas especiales de respeto, similares a la admiración. El

principio de respeto supone un respeto general que se debe a todas las personas. Dado que los seres humanos son libres, en el sentido de que son capaces de efectuar elecciones, deben ser tratados como fines, y no únicamente como meros medios. En otras palabras: los hombre no deben ser utilizados y tratados como objetos. Las cosas pueden manipularse y usarse, pero la capacidad de elegir propia de un ser humano debe ser respetada. Un criterio fácil que puede usarse para determinar si uno está tratando a alguien con respeto consiste en considerar si la acción que va a realizar es reversible. Es decir: ¿querrías que alguien te hiciera a ti la misma cosa que tu vas a hacer a otro? Esta es la idea fundamental contenida en la Regla de Oro: «trata a los otros tal como querrías que ellos te trataran a ti». Pero no es ésta una idea exclusiva de los cristianos. Más de un siglo antes del nacimiento de Cristo, un pagano pidió al Rabí Hillel que explicara la ley de Moisés entera mientras se sostenía sobre un solo pié. Hillel resumió todo el cuerpo de la ley judía levantando un pié y

diciendo: «No hagas a los demás lo que odiarías que ellos hicieran contigo». Otros principios El respeto es un concepto rico en contenido. Contiene la esencia de lo que se refiere a la vida moral. Sin embargo, la idea es tan amplia que en ocasiones es difícil saber cómo puede aplicarse a un caso particular. Por eso, resulta de ayuda derivar del principio de respeto otros principios menos básicos. Vale la pena hacer notar que, en ética aplicada, cuanto más concreto es el caso, más puntos muestra en los que puede originarse controversia. En esta área, la mayor dificultad reside en aplicar un principio abstracto a las particularidades de un caso dado. En consecuencia, convendrá disponer de formulaciones más específicas del principio general de respeto. Entre estos principios están los de no malevolencia y de benevolencia, y el principio de doble efecto.

Principios de No-malevolencia y de Benevolencia «En todas y en cada una de tus acciones, evita dañar a los otros y procura siempre el bienestar de los demás». Principio de doble efecto «Busca primero el efecto beneficioso. Dando por supuesto que tanto en tu actuación como en tu intención tratas a la gente con respeto, asegúrate de que no son previsibles efectos secundarios malos desproporcionados respecto al bien que se sigue del efecto principal» El principio de respeto no se aplica sólo a los otros, sino también a uno mismo. Así, para un profesional, por ejemplo, respetarse a uno mismo significa obrar con integridad.

Principio de Integridad «Compórtate en todo momento con la honestidad de un auténtico profesional, tomando todas tus decisiones con el respeto que te debes a ti mismo, de tal modo que te hagas así merecedor de vivir con plenitud tu profesión». Ser profesional no es únicamente ejercer una profesión sino que implica realizarlo con profesionalidad, es decir: con conocimiento profundo del arte, con absoluta lealtad a las normas deontológicas y buscando el servicio a las personas y a la sociedad por encima de los intereses egoístas. Otros principios básicos a tener presentes son los de justicia y utilidad.

Principio de Justicia «Trata a los otros tal como les corresponde como seres humanos; sé justo, tratando a la gente de forma igual. Es decir: tratando a cada uno de forma similar en circunstancias similares». La idea principal del principio de justicia es la de tratar a la gente de forma apropiada. Esto puede expresarse de diversas maneras ya que la justicia tiene diversos aspectos. Estos aspectos incluyen la justicia substantiva, distributiva, conmutativa, procesal y retributiva. Principio de Utilidad «Dando por supuesto que tanto en tu actuación como en tu intención tratas a la gente con respeto, elige siempre aquella actuación que produzca el mayor beneficio para el mayor número de personas». El principio de utilidad pone énfasis en las consecuencias de la acción. Sin embargo, supone que has actuado con respeto a las personas. Si tienes que elegir entre dos acciones moralmente

permisibles, elige aquella que tiene mejor resultado para más gente. J.V. Vive tus valores ―Lo único verdaderamente sagrado es la integridad de tu mente‖ —Ralph Waldo Emerson

Usando los valores para tomar decisiones Una vez que conoces y comprendes tus valores personales, puedes utilizarlos para tomar decisiones clave en tu vida. ¿Debería aceptar el trabajo que me han ofrecido? ¿Es un buen momento para iniciar una relación? ¿Cuánto tiempo debería pasar con mi familia? Estas pueden ser decisiones complicadas y que no tienen una respuesta fácil. Puede que respondas de manera diferente en diferentes momentos de tu vida.

Tu lista de valores te proporciona un atajo a la hora de tomar estas decisiones de una manera inteligente. Cada vez que te encuentres en una encrucijada de este tipo, puedes revisar tu lista de valores y observar las prioridades. Después puedes preguntarte ―¿Qué haría una persona con estos valores en esta situación?‖. Generalmente, la jerarquía de valores te dará la respuesta. Por ejemplo, si te ofrecen un ascenso que implica que pases a trabajar de 40 a 60 horas y que dobla tu salario, ¿deberías aceptarlo? Si valores como el éxito, la carrera y el dinero están en lo alto de tu lista, probablemente dirás que sí. Si la libertad y la familia están en ese lugar, probablemente dirás que no. Al haber jerarquizado tus valores, ya has hecho el trabajo más pesado para saber qué es lo más importante para ti. Así que, en estas encrucijadas, eres capaz de reducir la decisión a una sencilla comparación de valores y la decisión aparece por sí sola. Si el ascenso significa más éxito pero menos paz interior, entonces puedes comparar ambos valores para saber si es una buena idea

o no. El objetivo es aumentar la satisfacción de los valores más importantes evitando sacrificarlos en virtud de otros menos relevantes. Recuerda que esta es sólo una guía más a la hora de tomar decisiones. Como tal, posee sus limitaciones, pero te darás cuenta de que facilita el proceso de establecer prioridades en tu vida.

Alineando tu vida con tus valores Cada vez que tus valores primordiales cambian, es posible que tengas que hacer cambios en tu vida para realinear las diferentes partes de la misma y establecer un nuevo estado de armonía de acuerdo a los nuevos valores. Si el éxito es tu valor principal, entonces es importante para ti experimentarlo en abundancia. El éxito puede significar para ti una buena carrera profesional, ingresos elevados, una relación satisfactoria y un cuerpo sano. Pregúntate qué partes de tu vida están desalineadas con tus

valores principales y considera cómo podrías alinearlas completamente. De esa alineación obtendrás una mayor congruencia en tus pensamientos, tus palabras y tus acciones. Cada vez que percibas una falta de alineamiento entre tu realidad y tus valores, tienes dos opciones básicas para realinear tu vida: 

Puedes adaptar la situación para que se adecúe a tus valores. Si la salud es tu valor principal y te das cuenta de que tienes un montón de comida basura en casa, puedes recorrer tu cocina para que encaje con el nuevo valor, desechando toda esa comida basura y reemplazándola por opciones más saludables.



Puedes salir completamente de la situación y empezar desde cero. Si estás en una relación en la que tú quieres tener hijos y tu pareja no, puedes elegir terminar con la relación y buscar a una pareja con una perspectiva de futuro más consonante con la tuya.

Así pues, cada vez que encuentres una falta de alineamiento en algún área de tu vida, puedes adaptar las circunstancias o salir de las mismas para empezar de nuevo en otro lugar. Existe una tercera opción, y es vivir de manera ajena a tus valores, a lo que es realmente importante para ti en tu vida. Desaconsejo encarecidamente esa opción. Eso significaría vivir sin integridad, y esa falta de congruencia se propagaría a otras partes de tu vida. Un ejemplo podría ser permanecer en una relación abusiva como resultado de un sentido de lealtad puesto en la persona equivocada. Vivir de manera poco íntegra durante demasiado tiempo arroja consecuencias muy negativas. Cada vez que cambian tus valores, es importante revisar las diferentes partes de tu vida para asegurarte de que están correctamente alineadas con la persona que crees que eres. Si estás en una relación, ¿es compatible con tus valores? Si trabajas en una empresa, ¿son sus valores compatibles con los tuyos? Si hay una falta de alineamiento, es el momento de hacer cambios, bien adaptando la situación o saliendo directamente de ella.

Adaptando los valores Es posible que en diferentes momentos de tu vida atravieses experiencias que te obliguen a reconsiderar tus valores, lo que es verdaderamente importante para ti. Puede que muera un amigo cercano, que te sacuda una enfermedad o que comiences una nueva relación y, por tanto, adquieras una nueva perspectiva sobre lo que te resulta realmente relevante en la vida. Es de esperar que esto suceda a medida que pase el tiempo y adquieras nuevas experiencias. De repente tus valores ya no parecen una representación fidedigna de lo que eres. Has cambiado mucho en muy poco tiempo. Es un buen momento para reevaluar tus valores y confeccionar una nueva lista. Dependiendo de tu ritmo de vida y de la cantidad de cambio que experimentes, puede que necesites revisar tus valores un par de veces al año. También es posible que tus valores permanezcan

invariables a lo largo de los años. Esto es algo de lo que te darás cuenta.

El alineamiento definitivo El objetivo final de vivir a través de tus valores es, en última instancia, el alineamiento con principios universales. A medida que experimentas la vida con sucesivos juegos de valores, aprenderás qué es verdaderamente importante para ti. Tus valores pueden variar mucho al principio mientras fijas nuevas metas y atraviesas nuevas experiencias, aunque finalmente tenderán a converger. Tus valores son tus estimaciones actuales sobre tu verdad. Representan tu respuesta a la pregunta ―¿Cómo vivo mi vida?‖. Algunos juegos de valores fracasarán a la hora de producir los resultados que deseas, quizá dejándote en un estado de agitación e insatisfacción. Otros juegos de valores pueden aproximarte a un sentimiento de coherencia o congruencia con la verdad que se

encuentra en tu interior. Los mejores resultados los obtendrás cuando actúes con integridad de acuerdo a valores que se encuentren alineados con principios universales. Este proceso de alineamiento es similar al que realizan los científicos para descubrir una fórmula matemática que explique un fenómeno natural. La famosa teoría de Newton que sugiere que la fuerza es igual a la masa por la aceleración es una aproximación a la realidad. Sin embargo, esta teoría se probó imprecisa a velocidades relativas y finalmente Einstein proporcionó una teoría más precisa todavía. Al igual que el Universo físico es el campo de pruebas para las teorías físicas, el Universo te ofrecerá feedback a la hora de estimar cómo funcionan tus valores en el mundo. El proceso de descubrimiento en este caso es igualmente experimental, aunque no puede ser medido científicamente como la gravedad. El método científico requiere que un experimento sea repetible bajo las mismas condiciones. En el caso de los problemas humanos, las mismas condiciones nunca se repiten.

Puedes tomar una decisión puntual en tu carrera o en una relación, y nunca volverás a enfrentarte otra vez a esa misma decisión en las mismas condiciones exactas. Dado que es imposible aplicar el método científico a esas situaciones, lo mejor que podemos hacer es clasificar los eventos de acuerdo a patrones que hemos experimentado anteriormente. Es decir, las situaciones nunca serán exactamente iguales, pero sí lo suficientemente parecidas como para establecer una relación entre ellas y ser capaces de tomar una decisión más acertada esta vez.

―La verdadera prueba de cualquier decisión es volver a tomarla de nuevo sabiendo plenamente lo que sucedió la primera vez‖ —El Oráculo, Matrix revolutions.

Esto significa que el proceso de clarificación de valores es inherentemente trabajoso e inexacto. También es una experiencia únicamente individual. Es imposible probar objetivamente que un juego de valores es mejor o peor que otro, aunque puedes empezar a observar patrones con el tiempo, y esos patrones pueden indicarte la dirección hacia principios universales. La existencia de estos principios universales tampoco puede ser probada. Sin embargo, a medida que vives con diferentes juegos de valores el tiempo suficiente y ganas experiencia, observarás que hay valores que funcionan extremadamente bien en muchas áreas, lo que sugiere la existencia de una serie de principios que funcionan universalmente; esto es, para todos. Un ejemplo de principio universal en potencia es el de Justicia. Si te alineas con el valor de Justicia y vives de modo congruente con el mismo, probablemente te des cuenta de que funciona muy bien. La Justicia significa que tratas a los demás como personas de idéntico valor a ti, ni más ni menos. Este principio es la base de algunas constituciones, y es el valor fundamental en el que se

enraíza el concepto de democracia. Los padres de estas constituciones sostuvieron este valor como una verdad evidente, lo que significa que creyeron que la Justicia y la Equidad son principios universales. Imagina que tuvieras que diseñar tu propio sistema para formar una empresa o un país sin saber por adelantado qué papel jugaría este ente tras ser formado. Parece razonable diseñar ese sistema de manera que la Equidad y la Justicia para todos los participantes fuera una prioridad. Cuando tus valores se encuentren desalineados con respecto al valor de la Equidad, te darás cuenta de que tus resultados empeoran. Si eres injusto en tus relaciones o en tus tratos de negocios, otros lo reconocerán y se protegerán de tus injusticias. Con el tiempo, será más difícil para ti incluso obtener un resultado razonable cuando lo desees. Es posible que aquellos que traten contigo prevengan a otros sobre tu comportamiento y hagan que sea más difícil para ti encontrar cooperación. En este caso, tu efectividad empeorará mientras esa ausencia de alineación

permanezca. Pero si desarrollas una reputación de equidad y justicia en todos tus tratos, mantendrás altos niveles de confianza con otras personas y te resultará muy fácil encontrar cooperación. Creo que la meta definitiva de vivir y refinar tus valores es identificar y lograr la congruencia con principios universales. Con el tiempo, tu modelo de la realidad cada vez se asemeja a la realidad última, y a la larga tus acciones producen los mejores resultados posibles de manera consistente. Este no es únicamente un camino individual, sino que es un camino que toda la humanidad en su conjunto experimenta con el paso de los siglos. Creaciones sociales como la desigualdad y la esclavitud evolucionaron hacia la democracia. El descubrimiento de principios universales puede ser visto como un proceso de evolución a través del refinamiento y la implantación de los propios valores humanos.

―Haz a los demás lo que quieras que te hagan a ti‖

—Jesucristo Evoca y prioriza tus valores Conocer los propios valores es algo importante. Los valores, junto con las creencias, son directrices personales de las que emanan nuestros comportamientos. Son una guía para vivir la propia vida. Los valores son lo que en PNL se denominan ―nominalizaciones‖ (ver El metamodelo del lenguaje). Son conceptos abstractos, entes que no tienen una existencia real. En el ámbito comunicativo, simplifican la comunicación aunque a menudo añaden confusión a la misma, ya que cada uno entiende algo diferente para una misma palabra. ―Puntualidad‖ significa algo diferente para cada persona, y si no te lo crees se lo puedes preguntar a mis amigos. Si entramos en terrenos más delicados como ―Honestidad‖, ―Respeto‖ o ―Lealtad‖, nos daremos cuenta de que conviene precisar en cada caso lo que supone para cada una de las partes implicadas.

Los valores son principios directivos, flechas indicando hacia un lugar determinado. Conocer tus valores te permitirá ganar enfoque y claridad, una claridad que te ayudará a tomar decisiones consistentes y congruentes en el tiempo. Descubrir tus valores te permitirá mejorar tus resultados en aquellas áreas que son más importantes para ti. Los valores establecen prioridades sobre cómo emplear tu tiempo. Hay dos razones principales por las que esto es importante: 

El tiempo es, junto con nuestra atención, nuestro recurso más limitado. Cada vez que vivimos un día, ese día se ha ido para siempre. Si empleamos ese día haciendo acciones que nos dan resultados distintos a los esperados, esa pérdida es permanente y sólo quedan las lecciones aprendidas. Podremos ganar más dinero, podremos mejorar nuestros cuerpos, podremos arreglar relaciones medio rotas, pero no podremos volver a vivir el pasado. Si todos tuviéramos un tiempo ilimitado, quizá los valores serían irrelevantes. Pero aquí, en la tierra, somos seres mortales

con una expectativa de vida limitada, así que es lógico invertir nuestro tiempo de la mejor manera posible. Eres libre de decidir que significa ―lo mejor‖ para ti. La simple idea de que diferentes permutaciones de tu vida te resulten más atractivas que otras significa que conocer tus valores será muy beneficioso para ti. Por otra parte, si cualquier posibilidad futura te parece tan buena como cualquier otra, entonces puedes dejar de leer; no necesitas esta información. Sin embargo, la mayor parte de la gente puede visualizar versiones de sus vidas que les resultan más interesantes que otras. 

Los seres humanos tendemos a ser bastante inconsistentes en la manera en que empleamos nuestro tiempo y nuestra energía. La mayoría de nosotros nos distraemos fácilmente. No es difícil caer en la trampa de vivir con prioridades diferentes cada día. Un día te ejercitas, al día siguiente te dejas estar. Un día trabajas de manera muy productiva, al día siguiente te dejas llevar por la pereza. Si no utilizamos

conscientemente nuestras prioridades para mantener un rumbo claro y consistente, corremos el riesgo de desviarnos y empezar a dar tumbos. Y este tipo de vida ofrece resultados muy pobres. Imagina un avión que fuera con el viento. ¿Quién sabe dónde aterrizaría finalmente? El mismo viaje resultaría estresante e inseguro. Debido a estas dos razones, tiempo limitado y un índice de distracción alto, conocer tus valores y vivir según ellos es algo muy importante. Los valores funcionan como una brújula que nos mantiene en rumbo día tras día, de manera que usándolos podemos mantenernos en el rumbo hacia la ―mejor‖ vida que podamos imaginar. Cuando digo ―mejor‖ me refiero a tu propio ideal, aunque a medida que te aproximas a ―mejor‖ vas encontrando nuevos matices aunque quizá no llegues adonde te proponías en principio. Esto tiene sentido porque todo es parte de un continuo. Hay algunos conceptos discretos como ―estar casado‖ o no estarlo, pero tu salud, tu economía, tus relaciones o tu felicidad son continuos, lo que significa que pueden mejorar o

empeorar gradualmente. Parece razonable decir que cuanta más salud, felicidad, dinero, relaciones íntimas, paz interior, amor… será mejor que cuanto menos. Es interesante pensar que, dado que nuestro tiempo es limitado, y dado que se necesita tiempo para moverse en ese continuo de estados, normalmente no podemos lograr instantáneamente nuestro concepto de ―mejor‖. No podemos aterrizar inmediatamente nuestro avión; todavía está volando. Además, todo el mundo tiene una definición diferente de lo que ―mejor‖ significa para ellos. Para algunas personas una buena salud es algo obligatorio. Para otras las relaciones son lo más importante. Para cada uno de los valores, cada persona está en un punto diferente del continuo. Imagina que hay un montón de aviones en vuelo, habiendo partido cada uno de un aeropuerto diferente y dirigiéndose también a un destino diferente. Es imposible trazar el mismo rumbo para cada avión y hacer que aterrice en su ―mejor‖ aeropuerto. Cada avión necesitará su propio trayecto.

Por poner un ejemplo más humano, cada uno está en un estado de forma diferente, y cada uno tiene un objetivo diferente (si lo tiene) en su propia visión de ―mejor‖ estado físico. El rumbo que cada persona tomará hasta llegar a su ―mejor‖ estado será por tanto diferente y único. Debido a estas diferencias individuales, algunos de tus aviones estarán más cerca que otros del aeropuerto. Si quieres pesar 70 kilos y ahora mismo pesas 75, el avión ya ha avistado el aeropuerto y está realizando su aproximación a la pista de aterrizaje. Si quieres convertirte en millonario y ahora mismo posees deudas y tienes un salario bajo, tu avión apenas acaba de despegar. Como no puedes hacerlo todo a la vez, debes decidir qué aviones son más importantes para ti. Quizá no puedas hacer aterrizar todos tus aviones en el curso de tu vida; después de todo ni siquiera sabes cuánto vivirás. Tampoco sabes exactamente cuánto durará cada uno de los vuelos. Pero date cuenta de que

cuanto más cerca esté un avión del aeropuerto, mejor será ese área de tu vida.

Evocando tus valores A continuación te presento un método paso a paso para crear tu jerarquía personal de valores. Este puede ser un proceso que te tome algo de tiempo y que precisa tu atención concentrada. Si ahora es un mal momento para ti, puedes echarle un vistazo por encima y volver aquí cuando dispongas del tiempo y la tranquilidad necesarias. Es trabajo duro, pero los resultados valen la pena. La pregunta que debes contestar es: ¿Qué es importante para mí en la vida? Escribe una pequeña lista de valores que respondan a esa pregunta. Reduce las respuestas a una o dos palabras que tengan significado para ti. Por ejemplo, si una de tus respuestas

es ―Desarrollar una carrera profesional exitosa‖, puedes reducirla a ―Éxito‖. Si lo prefieres puedes recurrir a la Lista de valores que publiqué anteriormente para construir la tuya propia. Evita preocuparte sobre el orden de los valores o la longitud de tu lista. Ahora mismo simplemente toma nota de lo que consideras importante para tu vida. Al final terminarás con una lista similar a esta (fue la mía en su momento): 

Responsabilidad



Honestidad



Puntualidad



Flexibilidad



Verdad



Salud



Tolerancia



Ternura



Solidaridad



Curiosidad



Compromiso



Integridad



Lealtad



Transparencia



Respeto



Humor



Pragmatismo



Belleza



Crecimiento



Trabajo



Originalidad

Da igual la longitud de la lista, aunque yo prefiero poner un límite de 25 valores. Si tienes más, considera recortar aquellos valores que te parezcan menos representativos o, si hay algunos similares, puedes probar a agruparlos para crear algunos nuevos que engloben a los anteriores.

Prioriza tus valores El siguiente paso es establecer prioridades y ordenar la lista. Existen varios métodos diferentes; yo te propongo el siguiente. Para establecer una clasificación, debemos comparar cada valor con respecto a los demás. Supongamos que queremos establecer una jerarquía entre la siguiente lista de cuatro valores: 

Responsabilidad



Honestidad



Puntualidad



Flexibilidad

La pregunta a la que deberemos contestar para detectar nuestra prioridad es: ¿Para sentirme realmente feliz y satisfecho, ¿necesito más la Responsabilidad que la Honestidad? A medida obtengamos la respuesta (sí o no) a cada una de estas preguntas, empezamos a confeccionar nuestra propia escala. Si

todas las respuestas han sido sí, es decir, que la Responsabilidad es más importante que la Honestidad, la Puntualidad y la Flexibilidad, entonces sabemos que la Responsabilidad es el primer valor de nuestra escala. Si por el contrario llegamos a la Puntualidad y la respuesta es no, sabemos que la Puntualidad es más importante que la Responsabilidad. En ese caso debemos seguir comparando el resto de valores con el nuevo valor ―más importante‖ (Puntualidad). Si al terminar la lista todas las respuestas han sido afirmativas, este será nuestro primer valor. Este proceso se repite con cada uno de los valores de la lista hasta que hayamos establecido por fin una jerarquía. Al terminar la clasificación, dedica un poco de tiempo a reflexionar sobre la misma: 

¿Podrías vivir sin alguno de esos valores?



¿Hay algo en tu vida verdaderamente importante que hayas olvidado hacer constar?



¿Son algunos de tus valores símbolos de otros? Si ―Quieres ser rico para poder viajar‖, entonces tu valor son los viajes y

no la riqueza. Si ―Aspiras a la fama para ser admirado‖, entonces tu valor puede que no sea la fama sino el éxito, la autoestima o la amistad. Examina cada valor y comprueba que es lo que persigues realmente. Dedica el tiempo necesario para revisar tu mapa hasta que te parezca correcto. IV – Valores Antes de continuar detallando lo que queremos, será bueno conocer los valores que cimientan y dan sentido general a nuestra vida. Los valores son las formas de pensar, sentir y actuar, por las que nuestra vida se rige, como por ejemplo la sinceridad, la honestidad, la creatividad, el respeto, la integridad, la seguridad, etc. Quizás no te habrás dado cuenta de que tienes estos valores, y sólo adviertes su presencia cuando los pones en duda. Constituyen la esencia de lo que da sentido a tu vida y son la base de tu felicidad. Todos tenemos valores. Quien niegue tenerlos es simplemente porque no se conoce lo suficiente.

Los valores son una discusión muy antigua, ¿por qué deberíamos darle valor a los valores? Platón ya nos señalaba a la cuestión del ser, propia del individuo. Fue muy común en ciertas doctrinas filosóficas asociar el ser con el valor, y más concretamente con el ser verdadero. Los valores, más allá de tu energía, estaban relacionados con ver quién eras, con tu esencia. Los valores se fundamentaban como el motor de nuestras vidas y servían para detectar cómo son las personas. Con Platón, el ser verdadero, es decir las ideas, poseen la máxima dignidad y son por ello inminentemente valiosas. En cambio, fue Nietzsche quién indicó que equiparar el ser con el valor suponía ya un juicio de valor en sí. El propio Nietzsche tenía consciencia de la importancia del valor como tal, y describe el valor como las concepciones del mundo y de la vida, las cuales consistían en la preferencia por un valor más bien que en la preferencia por una realidad. Conocer nuestros valores no sólo es importante, es esencial, para saber cómo vamos a superar las crisis. Como se ha mencionado,

son los motores que impulsan la toma de decisiones correctas en los momentos difíciles. A largo plazo nos informan si nuestra vida avanza con coherencia, ya que nos muestran cuán alineadas están nuestras actuaciones con nuestros principios. En otras palabras, los valores nos sirven para comprobar si tenemos una vida acorde con nuestros principios esenciales. Por ejemplo, si para mí la honestidad es un valor crucial, y voy a comenzar un trabajo muy interesante, cuándo sé que en la empresa abusan y se aprovechan de las persona, ¿crees que a la larga estaré cómodo en ese trabajo? Identificar nuestros valores aporta una buena motivación para actuar de forma coherente hacia el logro de nuestro éxito. En definitiva, los valores son la energía que nos impulsa a conseguir todas nuestras metas, y que debemos tener siempre presentes en nuestra vida. Explorador de valores Para descubrir tus valores, lo mejor es preguntarte qué es lo que realmente te importa en la vida, qué es lo que mantiene juntas todas las áreas de la Rueda de la Vida. Recuerda ahora algún

momento en el que te encontrabas muy bien, de forma extraordinaria. Visualiza ese instante de tu vida y responde ordenadamente a las siguientes cuestiones: 

¿Qué recuerdas de esa situación?



¿Qué percibías cómo importante en ese momento?



¿Qué sentías cuando estabas haciendo eso?



¿A qué prestabas atención?



¿Qué beneficios te aportaba?



¿A qué no renunciarías en esa situación?



¿Qué valores crees que te guiaban?

Realiza estas preguntas, con el mayor número de situaciones que puedas, e intenta recrear cada momento lo mejor posible. Para ello es bueno que te visualices en esa situación y recuerdes qué pensabas, qué veías, qué olías, qué tocabas, y que consigas sentirte inmerso en ese instante y puedas finalmente descubrir y enumerar qué valores te guiaban en esa situación.

Los valores, relacionados con diferentes apartados de la Rueda de Vida, no tienen por qué ser iguales; por ejemplo, lo que la gente valora de las relaciones personales puede no ser igual a lo que valoran de su vida profesional. Sin embargo, todos tenemos unos valores esenciales que permanecen estables a lo largo de la vida y que aplicamos a los más diversos contextos. Cuando un valor es esencial y se elige libremente nos impulsa a la acción de forma automática. Por ejemplo, cuando el valor de dar un servicio a la comunidad es elegido libremente habrá entonces una clara motivación y energía para llevarlo a cabo. En cambio, si el valor proviene del exterior y nos viene impuesto, el realizar servicios a la comunidad parece una obligación y no conduce a la acción. Para conocer mejor tu relación con los diferentes valores es recomendable el ejercicio de pensar en una persona o personaje a quien admiras, y por qué no, también en otro a quién odias. Por ejemplo, puede ser que odies la falta de respeto de tu anterior pareja. Si pensamos en personajes cercanos, puede que te guste la humildad de algún párroco, o te impresione la capacidad de

superación de Stephen Hawking. Incluso muchas veces es interesante meditar en la polaridad que nos ofrecen algunos personajes como Zeus, Dios del Olimpo, por un lado persona fuerte y poderosa, y por otro lado mujeriego y celoso. Es importante que, en los próximos días, medites sobre cuáles son tus valores, tomes conciencia de ellos y veas en tus actuaciones cotidianas si te comportas de acuerdo a ellos o no. Por ejemplo, para mí son valores fundamentales las ganas de vivir, la justicia, el humor, el respeto y el equilibrio. Cada vez que me encuentro en una situación en la que no se me respeta, por ridícula que pueda parecer, dejo de ser yo mismo y entro en un proceso mental de lucha. Detectar a tiempo cuándo un valor esencial no se respeta, es un buen método para evitar entrar en discusiones y luchas sin sentido. Además de identificar nuestros valores, hay que respetarlos, ser coherente y actuar de acuerdo con los mismos, siempre desde la perspectiva más enriquecedora. Ahora realiza el ejercicio de la Rueda de la Vida analizando qué valores esenciales detectaste

como base de todos los quesitos. No olvides que todas las áreas de la Rueda de la Vida tienen que ser coherentes con esos valores, es decir, cada quesito incluye como factor necesario el estar alineado con nuestros valores. Ten presente la figura siguiente y recuerda los valores que has detectado. En cada apartado de la vida, deberás pensar si tus valores son coherentes con tus actos, porque de otra forma nunca estarás vibrando con todo lo que haces.