Polemicas - Jauretche, Arturo.pdf

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INTRODUCCIÓN Y COMENTARIOS N O R B E R T O GALASSO

COMISIÓN NACIONAL PROTECTORA DE BIBLIOTECAS POPULARES Secretaría de Cultura Presidencia de la Nación ESTE LIBRO NO DEBE VENDERSE

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Polémicas E Peña Lillo ISBN: 978-950-517-039-6 Jauretche, Arturo Polémicas / Arturo Jauretche ; edición a cargo de Arturo Peña Lillo. - l a ed. - Buenos Aires : A. Peña Lillo Editor, 2007 160 p.; 23x16 cm. ISBN 978-950-517-039-5 1. Historia Argentina. I. Peña Lillo, Arturo, ed. II. Título CDD 982

©2007, D Peña Lilla Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723. Libro de edición argentina Prohibida la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.

AMANERA DE PRÓLOGO

He aquí otro libro de Jauretche. Dicho con más propiedad, otra recopilación del pensamiento de Jauretche, disperso en charlas, conferencias, revistas y diarios más permisivos que ciertos monstruos de la información, atentos a las formas y perspicaz observación del valor conceptual del centímetro de columna. Es así como don Arturo descubrió la velocidad del mensaje boca a boca, ganando por varios cuerpos a las refinadas emisiones de los intelectuales y críticos adscriptos a la circulación de las ideas dominantes. La presente reedición, cuya primera data del año 1981, responde tanto a una necesidad cultural como a una exigencia moral de quien esto suscribe. Así retomamos la misión de difundir "lo nacional", expresión dada como antónimo de estilos de vida, hábitos domésticos, lengua y cultura de las potencias colonizadoras, fundamentalmente Francia en lo cultural y Gran Bretaña en lo económico, que infundieron decididamente en la clase dirigente argentina una identidad mulata, desdeñosa de su compatriota nativo, sentimentalmente desterrada en su propia patria, que llegó a considerarla territorio de paso venal y provisorio. No es de extrañar que esta psicología cultivada por lo que Jauretche llamó la intelligentzia, desrealizara los valores propios de la Nación incipiente, condición necesaria para faltarle el respeto a un débil Estado, a sus instituciones en formación y, principalmente, a su ambigua organización social, garante del orgullo y dignidad nacional. A todo esto, se opone la generación que llamaríamos del 40, jóvenes que habían asistido a lo que José Luis Torres bautizara con el apelativo de "década infame", época que arrastra las consecuencias del 5

amotinamiento que derrocara al gobierno radical, encabezado por Hipólito Yrigoyen, el 6 de septiembre de 1930. Ante esa incorregible conducta del pueblo de seguir apoyando a quienes habían elegido con el voto, los golpistas primero y luego las autoridades surgidas de amañadas elecciones persiguen y encarcelan a los militantes del radicalismo, fundamentalmente al sector yrigoyenista que respondía a la consigna del caudillo: la reparación nacional. La historia ha documentado exhaustivamente la mencionada "década" aunque algunos historiadores hayan relativizado, cuando no justificado, el fraude "patriótico " y el prevaricato en que incurrió la Suprema Corte de Justicia, que como afirma Torres en su libro La oligarquía maléfica, "fabricó en cambio, jurisprudencias arteras en asuntos pequeños, para aplicarlas más tarde en grandes litigios en que se comprometía gravemente el interés público", lo que sumado a la creación del Banco Central por personeros del Banco de Londres, el sonado negociado de la CADE, y una larga lista de corruptelas menores, creó un clima social que esa década mereció con justicia el adjetivo de infame. Ese clima genera, por reacción, una inteligencia esclarecedora, verbigracia literatura política y económica como el libro de los hermanos Julio y Rodolfo Irazusla titulado La Argentina y el imperialismo británico, al que sigue Historia de los ferrocarriles argentinos y Política británica en el Río de la Plata de Raúl Scalabrini Ortiz, quien, junto a Arturo Jauretche, desde FORJA, golpean la conciencia de los argentinos, sobre todo en la juventud que inaugura su vida política buscando explicaciones a una realidad asfixiante. La generación de los autores citados, es decir, los Irazusta, Scalabrini Ortiz, Jauretche, coinciden y agotan la investigación en un punto que es capital para comprender la problemática nacional: la dependencia de la Argentina de los designios imperialistas del Reino Unido. Las investigaciones de estos autores son el fruto, a su vez, del trabajo de la generación anterior que echara las bases del revisionismo histórico como Adolfo Saldías (1844-1914), conspicuo liberal, mitrista y secretario de Sarmiento que produce la densa Historia de la Confederación argentina obra que consta de tres tomos (edición de EUDEBA) de aproximadamente 500 páginas cada uno. Saldías 6

se anima a desmitificar la leyenda roja que a guisa de sudario envolvió a la Confederación y a su máximo exponente don Juan Manuel de Rosas. Julio Irazusta dice en el prólogo de esta edición, que "[...] no fue el único entre los hombres de su tiempo que acometieron el estudio de aquella época, como fruto de una preocupación similar a la suya. Varios otros descendientes de antirrosistas como él: Manuel Bilbao, Vicente y Ernesto Qjiesada y Samuel Lafone Quevedo evolucionaron como el historiador de la Confederación". Saldías, precursor del revisionismo histórico, colma su objetivo demostrando que el gobierno de la Confederación no había ejercido la barbarie sino la lucha por la defensa de la soberanía ante la agresión imperialista, principal motivo que moviera a San Martín a solidarizarse con el "tirano". La síntesis de esta controversia se resume en la, tesis de los unitarios que expresa el progresismo rivadaviano a lo extranjero, enfrentado a los federales identificados con los dones de la tierra, lo que comprendía el dilema de Sarmiento: "civilización o barbarie". A partir de aquí la historia, argentina se edifica sobre equívocos y malentendidos cuyas disputas entre académicos y de los "otros", destila acidas críticas como sutiles ironías, que hacen, en algunos autores, las delicias literarias de empinadas polémicas. El revisionismo a través de varias generaciones toma distintos tintes que no fueron ajenos a determinada clase social, que toma partido por un nacionalismo clerical y rosista, timbre distintivo de la sociedad patricia, distante y antagónica del nacionalismo democrático, latente en el gaucho Martín Fierro y en las masas que advinieran con el peronismo. En lo que sí fueron contestes —fundamentalmente en determinada época, de la vida institucional de la Argentina y, haciendo abstracción de la ideología política— fue en el hecho de centrarse en un interés superior: el destino de la Nación. A partir de la finalización de la "década infame" se da la coincidencia de propósitos "nacionales" ante los acontecimientos del 4 de junio y las vísperas del 17 de octubre. Fascistas desilusionados, nacionalistas mazorqueros, militantes de la Acción Católica y de la Alianza Libertadora se fundieron con una izquierda, que desembarazada del "marxismo" estalinista, adoptaba el adjetivo de "nacional". l

Vencer la superestructura que había creado la dependencia era vista por unos con piadosa y fingida aprobación; otros apelaban a ponzoñosas acusaciones de chauvinismo, xenofobia y nazismo. El aparato difusor de las ideas del sistema, salvando honrosas excepciones, desconoció —cuando no rebatió— "las trasnochadas y delirantes propuestas del extravagario nacionalista". El periodismo negó espacio a la crítica de los libros de los Irazusta, Enrique Rivera, Jorge Abelardo Ramos, Rodolfo Puiggrós, a las investigaciones de Raúl Scalabrini Ortiz, a los irreverentes libros de Arturo Jauretche como Los profetas del odio y la yapa, cuyo análisis de la colonización pedagógica es todo un tratado sobre la alienación, la falta de conciencia ciudadana. Sus libros, tanto El medio pelo en la sociedad argentina como Manual de zonceras argentinas y Política nacional y revisionismo histórico, como el lúcido ensayo de Juan José Hernández Arregui titulado La formación de la conciencia nacional —libro de iniciación que desnuda, definitivamente, la retórica antinacional— hubieran ocupado permanentemente la lista de best sellers si no fuera por el insidioso ukase aplicado al pensamiento descolonizador. El libro para que "exista" en el universo de la cultura debe ajustarse a normas dictadas por usos y costumbres de su distribución y comercialización. El ejemplar sospechado de ser "edición del autor" es un libro marginado del circuito, dado que lo desacredita el prejuicio de carecer de sello editorial. Es un hijo natural, valioso, inteligente, pero ilegítimo. Ahora bien, darle a una producción editorial un respaldo de formalidad (con domicilio impreso, sistematización y organización de la producción y distribución), a partir de una coherencia ideológica que descarta un fenicio interés comercial, salvo el lucro que ayuda a subsistir, y, por sobre todo, seguir engrosando su catálogo, da fe de que existe una voluntad real de ser en el mundo de la cultura. La tarea por sobrevivir culturalmente fue ardua, pero promisoria. Porque ese ser innominado, índiferenciado, anónimo, que la estadística categoriza de ciudadano, y que en suma conforma el pueblo, valido de su inteligente intuición, consagró a esta empresa —en la que, con orgullo, confieso haber participado— su guía intelectual, ungiendo al sello como insignia de la bibliografía nacional. 8

En esa patriada milité en la medida de mis fuerzas, y por esto, me atrevo a desafiar ciertas normas —y desde ya ruego clemencia por el grado de atrevimiento en que hubiera incurrido—, reapropiándome de la esencia jauretcheana para acompañar el presente renacimiento, con la muestra de este botón. Arturo Peña Lillo Ituzaingó, abril de 2007

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INTRODUCCIÓ

En esta época donde pululan tantos hombres con su libro exótico debajo del brazo y para quienes una idea es tan sólo "un divertimento" o un motivo de lucimiento personal, la presencia de Arturo Jauretche significó una permanente irritación, un vivo escozor capaz de perturbar la amable tertulia y la solemne conferencia o restar ínfulas a la "glorióla" del galardón literario. En los más diversos cenáculos —desde el oscuro rincón reaccionario hasta el núcleo ultraizquierdista de confitería céntrica— la pequeña burguesía "culta" podía disentir abriéndose en gama insólita de medioevalistas, pro-nazis, afrancesados, yankófilos, prochinos, rusófilos, cubanistas, etc., pero ese aparencial desencuentro no molestaba la santa devoción de unos y otros a los mitos fundamentales que la clase dominante había cuidadosamente insuflado durante años en sus almas. La discusión vocinglera cubría el escenario y de todas las bocas partía la palabra desorientadora y dispersiva porque las inteligencias trasladaban mecánicamente a la Argentina discursos pronunciados en Nueva York, en París, en Londres, en Berlín, en Pekín o en Moscú. Entonces llegaba de tanto en tanto, desde un periódico de corta vida o por un rinconcito de la radiotelefonía o la televisión, la voz ronca, protestona y agresiva de don Arturo Jauretche para llamarlos a la realidad, con verdades simples pero tan enormes como el elefante: "¿Para qué pierden tiempo en condenar a la sociedad de consumo, cuando en la Argentina cada vez se consume menos? ¿Para qué discuten acerca del divorcio si

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C o m o c o n v e n c i ó n , a lo largo de este libro utilizaremos la letra bastardilla para los textos y comentarios de Galasso, y la redonda para los de Jauretche. L o s pies de p á g i n a van todos en redonda y se indica [N. G . j si son de Galasso, y [A. J . ] si son de Jauretche. [N. de E . ] 11

el gran problema de las multitudes argentinas es casarse y el otro gran problema es el de los hijos con apellido materno? ¿Por qué llaman 'pajuerano' al hombre de las provincias que es, precisamente, del 'interior', es decir 'de adentro' y no 'de ajuera'? ¿Por qué los más furiosos antirracistas cuando de los judíos se trata, resultan entusiastas racistas respecto a nuestros paisanos de provincias a los que califican desdeñosamente de 'negros' y 'cabecitas'? ¿Por qué proclaman que Sarmiento no faltaba a clase en los días de lluvia, si muy difícilmente llueve en San Juan en el período escolar? ¿No comprenden que asesorarse con técnicos extranjeros o con el Fondo Monetario es lo mismo que ir a comprar al almacén guiándose por el manual escrito por el propio almacenero?".

Alertado de que funciona una superestructura cultural dirigida a impedir que pensemos por nuestra propia cuenta, analicemos nuestros problemas y busquemos las mejores soluciones para nuestra reali dad, Jauretche se coloca al margen de la ideología dominante e influye como pocos en la obra de descolonización. Su pasión argentina, enarbolando certezas incontrovertibles, se constituye entonces, como d ce el poeta español, "en un viento que viene / a romper miniaturas y abanicos de encaje". Y toda la cristalería tallada durante años y años por los coquetos snobs de la factoría, se quiebra estrepitosamente. Los empachados por el liberalismo conservador de las escuelas oficiales, los discípulos de Maurras admiradores del Duce, los embalsamados por la lectura de los manuales de la Academia rusa, los "inteligentes" que han gastado años leyendo a Sartre directamente del francés y los más nuevos impregnados de indigestas comilonas de Marcuse, Althuser, Lacan y Barthes, rechazan con desagrado a este paisano bárbaro, a este impertinente para quien no hay verdades consagradas y toda idea debe bailar previamente en la cuerda floja para ser aceptada. Algunos, los más jóvenes, por más auténticos y menos "leídos", se convencen de que "hay que desaprender todo lo malo, para poder recién después empezar a aprender lo bueno", que no hay "ideas foráneas" pero que las ideas nacidas en cualquier parte del mundo no pueden aplicarse mecánicamente para resolver los problemas argentinos sino que, a la inversa, hay que analizar previamente esa realidad para 12

recurrir luego a las ideas que promuevan nuestro progreso histórico. O como sostiene más sintéticamente Jauretche: "No se trata de 'incorporarnos a la civilización', colonialmente, sino de que 'la civilización se incorpore a nosotros' para asimilarla y madurarla con nuestra propia particularidad". Al tiempo que sectores de la pequeña burguesía culta realizan ese esfuerzo por quitarse de encima los venenos tan queridos" (la predisposición al escepticismo y la ironía, el deslumbramiento ante las formas artificiosamente complejas, la idealización de "los brumosos y lejanos países"), las multitudes trabajadoras, en su permanente avance político y cultural, van encontrándose a su vez con este pensamiento nacional en desarrollo. Su experiencia cotidiana las ha llevado a transitar un camino más provechoso, y si tienen mayor certeza "de lo que no quieren" mientras avizoran con incertidumbre el posible futuro, así también incorporan a su bagaje ideológico conceptos y definiciones fundamentales para el nuevo país, sin la previa contaminación con los viejos mitos difundidos por la Academia, la Universidad y la gran prensa. Porque de nuevo se comprueba que, como decía el viejo Léñanos "con alpargatas se asciende a las montañas", mientras con los malos libros se desciende a los infiernos del pensamiento colonial y se termina en las asesorías de los monopolios extranjeros. lí

Pero la resistencia ante los planteos nacionales de los cuales Jauretche es uno de los principales portavoces durante muchos años, persiste por parte de los dinosaurios de la Argentina colonial. ¿Cómo va a aceptar la anciana profesora de geografía que el planisferio pueda ser corregido y que, dado que siempre está girando nuestra redonda Tierra, el centro del mismo pueda ser Argentina y no Europa ? ¿ Cómo no provocará escándalo en el estreñido profesor de Educación Democrática la aseveración de que "democracia es el gobierno del pueblo"y por tanto es democrático quien obtiene la mayoría de votos aunque se trate de un caudillo sonriente y campechano y en cambio, al carecer de apoyo popular, no es democrático el gobierno "serio" de los hombres de doble apellido ? i Cómo no va a irritarse el profesor de Historia a punto de jubilarse cuando le enseñan que hubo un segundo combate de San Lorenzo de tanta o mayor envergadura que el que libró San Martín, y en el cual las fuerzas criollas se opusieron a las pretensiones de 13

las dos potencias mayores del planeta? ¿Cómo no habrá de inmutarse en su sarcófago el catedrático de Letras a quien se le prueba que hay "malditos" en la historia de nuestra literatura, autores de treinta o cuarenta libros como José Gabriel o Manuel ligarte, silenciados y desconocidos en un país donde integran la comisión de la Sociedad Argentina de Escritores respetables damas que sólo tienen en su haber dos o tres composiciones escolares? ¿Ycómo no enrojecerá el académico de Ciencias Económicas cuando se le demuestra que Estados Unidos, Japón y Alemania alcanzaron su alto grado de desarrollo económico porque abominaron del liberalismo económico y aplicaron una política protectora de sus industrias y creadora del mercado interno, frente a la codiciosa prepotencia de Inglaterra, previamente proteccionista y luego librecambista porque ya estaba desarrollada ?

Por eso les irrita Jauretche y careciendo de respuestas, sólo intentan desprestigiarlo: "Jauretche no es sociólogo, sino alguien que ambula por los alrededores de la sociología, es un parasociólogo". El contesta: "No soy un parasociólogo, sino una 'para sociólogo', que viene a aplacar las ínfulas académicas de los egresados de sociología que como se sabe, no sólo carecen de 'estaño' sino que sirven fundamentalmente para dar clase a otros jóvenes que un día también llegarán a ser profesores de sociología para cumplir, a su vez, idéntica misión". Otros acotan entonces: 'Jauretche tampoco es economista, ni historiador, ni literato". El agrega: "Ni intelectual, apenas un paisano que mira las cosas de su patria con ojos argentinos y desde la vereda de las multitudes, ayer yrigoyenistas, después peronistas". Y en esa tarea de descalificarlo, llega más de una vez la nota periodística mezquina, la crítica malévola, el brulote, la deformación de sus ideas. Algunos, acantonados en el medioevalismo, lo denuncian por las implicancias marxistas de sus análisis. Otros —que, como él decía, "se tienen miedo a sí mismos de tan izquierdistas que son"— lo sindican de derechista. Frente a estos ataques, don Arturo no vacila en la respuesta y que "al salir, salga cortando". El no ha jugado a la política ni a la revolución en las madrugadas de los cafés de la calle Comentes, sino que ha empuñado el revólver en el treinta para oponerse a una manifestación conservadora que vitupera a don Hipólito y ha tomado "la tartamuda" 14

en Paso de los Libres en el 33 y ha sacado luego muchas veces su cuchülito para continuar el debate "por otros medios". De ahí su permanente actitud polémica, de ahí su erizamiento agresivo y las chispas de sus ojos felinos en el momento previo al ataque cuando el pueblo argentino o sus grandes banderas —o él mismo como representante de aquéllos— son objeto del agravio. Entonces cae su palabra, dura como el látigo: "¡Vendepatrias! ¡Cipayos! ¡Traidores!". Después explica: "Me acusan de falta de ecuanimidad, de excesivo apasionamiento [...] Con una sensibilidad de pétalos de rosa consideran falta de ecuanimidad la menor violencia, así sea verbal, de los oprimidos, del país oficialmente inexistente, pero sobre e! que carga el peso de todos los sacrificios y responsabilidades. El país debe ser austero, prudente, amoroso, mientras les desborda la grasa a los que colocados en lo ancho del embudo gozan de todos los privilegios, ejercen el monopolio de los derechos cívicos y sociales y pueden injuriar y calificar duramente a todos, sin comprometer lo que ellos llaman 'la conciliación de la familia argentina' [...] Ignoran que la multitud no odia, odian las minorías. Porque conquistar derechos provoca alegría, mientras perder privilegios provoca rencor". Larga resulta la pelea y esas continuas polémicas, esas notas del periódico de vida azarosa, y esos pocos minutos del reportaje luego mechado por el periodista prudente, van encadenando una larga lección. Jauretche nada tiene que ver con los "maestros de juventudes" y cuando un día, alguien le pregunta si él no será el Alfredo Palacios del peronismo, sólo contesta: "¡Vayase al carajo!". Por este motivo su docencia nacional, consecuente y profunda a través de décadas, aflora más en sus respuestas al enemigo que en sus trabajos más elaborados. Y porque no aflojó un momento en la larga gesta que va del yrigoyenismo, a través de FORJA, al peronismo y abre incluso el camino hacia nuevas formas de expresión de la voluntad popular que recomenzarán la Revolución Nacional, don Arturo fue quien más discusiones debió afrontar, quien más consecuentemente tiroteó has avanzadas enemigas. Estas polémicas, cuya publicación iniciamos, llevan su marca tan personal brotando junto al vigor de la idea, la sátira punzante, impregnadas ambas de una fe inconmovible en el pueblo como creador de 15

la historia, de un optimismo indemne a todo eventual fracaso porque "nada grande se puede hacer con la tristeza. Desde la ciencia al deporte, desde la creación de la riqueza a la moral patriótica, el tono está dado por el optimismo o por el pesimismo. Nos quieren tristes para que nos sintamos vencidos y los pueblos deprimidos no vencen ni en la cancha de fútbol, ni en el laboratorio, ni en el ejemplo moral, ni en las disputas económicas [...] Por eso venimos a combatir alegremente. Seguros de nuestro destino y sabiéndonos vencedores a corto o a largo plazo".

Pocos días antes de morir, le preguntaron si su tarea de escritor era hobby, divertimento, profesión, obsesión o refugio. Contestó como un hombre que lucha por la liberación de su pueblo: "El fin ha sido la comunicación, la difusión y el proselitismo"; es decir, el libro como arma de lucha, como herramienta de militancia y polémica. Y otra vez recalcó: "No admito ser definido como intelectual. Sí, en cambio, me basta y estoy cumplido si alguien cree que soy un hombre con ideas nacionales. Entre intelectual y argentino, voto por lo segundo. Y con todo". Norberto Galasso Buenos Aires, marzo de 1981

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LA HISTORIA COMO " B I E N D E F A M I L I A " Y L A SEÑORA V I C T O R I A PUEYRREDÓN

El 22 de junio de 1971, Arturo Jauretche participa en un programa periodístico transmitido por Canal 13 de televisión y allí se refiere incidentalmente al Dr. Carlos Saavedra Lamas, ministro de Reuiciones Exteriores y Culto del gobierno del Oral. Justo (1932-38). Posiblemente —porque ni el mismo Jauretche recuerda exactamente su crítica a dicho personaje— debe haberse referido a la estrecha vinculación del ministro con los intereses ingleses que atizaron la Guerra del Chaco, más específicamente con la Royal Dutch Shell que operaba desde el Paraguay e incluso quizá a intereses económicos personales del ministro en relación a la empresa Carlos Casado Ltda. sobre lo cual corrieron largamente los rumores en Buenos Aires. Esta circunstancia (el proparaguayismo de la Argentina que era, en definitiva, probritanismo, frente a la poderosa influencia de la Standard Oil sobre el gobierno boliviano) debe haber sido resaltada irónicamente por Jauretche en relación al Premio Nobel de la Paz que se le entregó luego a Saavedra Lamas. Y con motivo de ese programa televisivo, aparece pocos días después una solicitada en los diarios firmada por Victoria Pueyrredón, en defensa del ministro criticado. Victoria Pueyrredón es hija de Carlos Alberto Pueyrredón y Silvia Saavedra Lamas, de lo cual resulta sobrina del susodicho ministro. De múltiples ocupaciones, ha publicado cuatro libros, uno de ellos en francés (Sentiments, 1940) y es colaboradora dominguera de La Nación, además de directora de la Cia. de Seguros "La Rural", miembro del Instituto Cultural Rabindranath Tagore y cónsul honorario de la República de Haití desde 1959. En el Diccionario de Mujeres 17

Argentinas, Lily Sosa de Newton otorga importancia al hecho de que Victoria Pueyrredón sea vicepresidenta de la Fundación Pro Asistencia de Enfermedades Neurológicas y que algunos de sus cuentos hayan sido traducidos al alemán y al sistema Braille. Por su parte, en el Quién es quién de Kraft se resalta que la señora Pueyrredón fue secretaria de una Comisión Investigadora en 1955/56.

Ofuscada por la crítica de Jauretche a su tío, Victoria Pueyrredón protesta en su solicitada sosteniendo que "existe un abismo entre la personalidad de Saavedra Lamas y la de Jauretche y es una pena tener que aclararlo públicamente". Y agrega: "¿Por qué el escritor Jauretche no se Umita a continuar ocupándose del rosismo, del peronismo y del yrigoyenismo, ya que ésas son sus ideas conocidas y ratificadas por la TV en lugar de agraviar la memoria del Primer Premio Nobel que obtuvo la Argentina y que le fuera concedido al Dr. Saavedra Lamas por haber obtenido la Paz del Chaco en 1936?". * * #

En Dinamis, junio de 1971, aparece la contestación de Jauretche bajo el título "La historia como bien de familia". Dice así: Doña Victoria Ocampo publicó en Clarín del 22 de abril del corriente, un artículo titulado "El capítulo de la Correspondencia" donde recuerda que Ortega y Gasset afirmaba que el género epistolar es una forma de expresión más propia para la mujer que para el hombre. Dice: "La carta es algo demasiado de puertas adentro. No le cuadra al hombre, se siente incómodo de sus limitaciones, pues lo público y no lo privado, es su oficio. La mujer, en cambio, está a sus anchas en la intimidad". Continúa Victoria Ocampo diciendo que ése es su caso particular y que sus Testimonios son cartas disfrazadas —cosa verificable en su reciente Octava entrega-. "Pero, me parece, agrega, que Ortega se dejó tentar por una generalización equivocada". Así debe pensarlo, a su vez, doña Victoria Pueyrredón, porque descarga una solicitada que parece es la forma epistolar de su intimismo, que se publicó en La Nación del sábado 8 del corriente. 18

Pero pare de contar, en la analogía, porque no basta ser tocaya y tal vez media pariente de la otra Victoria. Como lo verá el que siga, no todas las Victorias tienen alas y a muchas, además de ser ápteras, les falta la cabeza, como a la de Samotracia. Y aínda mais. Según el criterio de doña Victoria Pueyrredón, los personajes históricos se dividen en dos clases: los que tienen descendientes y los que no los tienen, porque los primeros pueden ser defendidos por un pariente y los segundos, como no tienen parientes, deben pudrirse en su soledad. Pero, además de tener sobrinos o nietos, el procer debe dejar plata porque las solicitadas cuestan caras. Supongo que a esta teoría histórica adhería el general Onganía y sus cursillistas al exigir abundante progenie; la segunda parte de la exigencia tendría que ser que los gobernantes se "forrasen" bien, para que sus descendientes pudieran publicar solicitadas. Hay un tercer sistema: que es dejar un diario para que le cuide la espalda al procer y de paso para publicitar la solicitada de los parientes de los proceres amigos, tal vez beneficiándolos con un módico descuento.

¿Se discuten los "Nobeles"? La verdad es que yo no recuerdo haber dicho algo muy expreso sobre el doctor Saavedra Lamas, tío de la señora Victoria Pueyrredón. Me parece que ella tampoco, por la forma ambigua en que lo recoge. Tal vez fue una sonrisa subrayando lo del Premio Nobel y la sonrisa bastó para excitar el recuerdo de lo que en su época se llamó el "pirómano bombero". Entonces todo el mundo sabía lo que hacía el coronel Schewizer en el Paraguay y con qué carga viajaba la Escuadra de Río a la Asunción. Se sabía bien que detrás de la "Rosca" boliviana y el general alemán Kund, que había organizado al ejército, estaba la Standard Oil y que del otro lado estaba la Shell Mex que movía la influencia británica en la Argentina. Después, los fo19

guistas se ocuparon de hacer la paz y pasaron a ser bomberos y las mismas fuerzas que consiguieron esta transformación, consiguieron un premio para el jefe de los bomberos. (Entre paréntesis, la Argentina contribuyó con un pedazo de territorio cedido a Bolivia para compensar la parte de la renuncia que Bolivia hacía en el Chaco.) Ya se sabe que "el mal que aqueja a la Argentina es la extensión", como dijo Sarmiento y aquí hay siempre pacifistas dispuestos a regalar territorios propios. Propios del país, no de ellos. La solidaridad familiar de la señora Victoria Pueyrredón me impresiona, porque ni el mismo doctor Saavedra Lamas ha dado ejemplo de ella: el doctor Saavedra Lamas era yerno del doctor Roque Sáenz Peña y se inició en política a la sombra de tan democrático personaje, pero no resulta un ejemplo de coherencia en la conducta, ni de lealtad al antepasado, al haber sido ministro y Premio Nobel en el gobierno fraudulento del general Justo.

Tradición oral e historia Es que la imagen familiar no basta. Así es como la otra Victoria, la tocaya, publica en La Gaceta de Tucumán (4 de marzo de 1971) la "Carta a Arminda D'Onofrio", su fallecida colaboradora en el texto de Habla el algarrobo. Y allí le dice: "Usted, Arminda, me enseñó el lado de esta historia que ignoraba, porque no formaba parte de la crónica casera. Y yo necesitaba ese lado también para darle voz al algarrobo". Aprenda de su tocaya; hay que oír una historia paralela a la relatada por los labios de las viejas, que la oyeron a su vez de sus abuelas. Entonces la tradición oral le da el toque de gracia vital a los hechos objetivos, animándolos. (Sobre esto de la tradición oral y la transmisión de abuelo a nieto, léalo a Marc Bloch si es que va a seguir con las solicitadas. Pero será mejor que no busque, porque el que busca, encuentra.)

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Hable con el algarrobo

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'o^/

Y «S*x 0/. Más bien, para la próxima primavera, váyasiría. la quigtár'o , de San Isidro y oiga hablar al algarrobo. Es un árbíjí^muy discreto pero alguna vez me parece que menciona el apem^ef^-g^ Ilechea. Y tal vez éste le despierte curiosidad. Sabrá entonces que Tellechea fue fusilado en la conspiración de Alzaga, condenado a muerte por Rivadavia, Chiclana y Pueyrredón. Y Pueyrredón se casó con la hija del fusilado —¡qué título para Nene Cascallar!— que era casi una nena y así la fortuna de Tellechea engordó la fortuna de P u e y r r e d ó n que era flaca. Empezando por la quinta famosa. ¡Esto es bastante más gordo que lo de Nelly RivasI 0

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E n su Historia de Juan Martín de Pueyrredón, J . C . Raffo de la R e t a refiere el episodio: " H a y e n estos sucesos de 1812 u n hecho llamado a tener singular i m p o r t a n c i a e n la v i d a de P u e y r r e d ó n . E s la c o n d e n a de u n o de los conspiradores, d o n Francisco de T e l l e c h e a , rico vecino de B u e n o s A i r e s y h o m b r e de i m p o r t a n c i a e n la v i d a de la colonia. T e llechea c o m p a r t í a c o n Alzaga la p r i m a c í a e n los c í r c u l o s h i s p á n i c o s de B u e n o s Aires. V i n c u l a d o a las familias principales por origen y por fortuna, e r a casado con d o ñ a Matea C a v i e d e s , h e r m a n a del p r e s b í t e ro doctor d o n D o m i n g o Caviedes. H o m b r e e n é r g i c o y resuelto, sus empleados le respetaban con s u m i s i ó n y m á s a ú n sus numerosos esclavos, a los que dispensaba u n trato h u m a n o , pero sin transigir e n cuanto a disciplina". A g r e g a Raffo de l a R e t a que "Tellechea c o n c u r r i ó con d i n e r o y con gente a la c o n t r a r r e v o l u c i ó n y que efectuado u n careo con sus propios esclavos — y a pesar de la obstinada negativa de T e l l e c h e a — é s t o s d e n u n c i a n su p a r t i c i p a c i ó n e n el golpe reaccionario provocando la d r a m á t i c a sentencia" ( p á g s . 228/229). M á s adelante Raffo de la Reta escribe: " P u e y r r e d ó n vuelve e n 1815 a Bs. As., conoce a u n a h e r m o s a n i ñ a de clase, virtuosa, alejada del m u n d o por temperamento y e d u c a c i ó n y se e n a m o r a de ella. Pero hay u n inconveniente. E s a n i ñ a es la s e ñ o r i t a M a r í a C a l i x t a T e l l e c h e a y Cavides, hija de d o n F r a n c i s c o de Tellechea, u n o de los implicados en la conspirac i ó n de Alzaga y a quien el T r i u n v i r a t o , c o n la f i r m a de P u e y r r e d ó n , Rivadavia y C h i c l a n a , c o n d e n a r a a la p e n a de m u e r t e . S i n embargo la familia no se opone y el 14 de mayo se celebra el casamiento. O c h o días d e s p u é s , P u e y r r e d ó n escribe a su inolvidable amigo y confidente el coronel D u p u y y le dice: ' V i u n a n i ñ a , me a g r a d ó , nos c o m p r o m e t í -

Pero la historia sabe que ese mismo Pueyrredón es el de las chacras de Perdriel, el guerrero de Alto Perú y el apoyo de San Martin. Es que la historia es así, en el Río de la Plata, en Grecia y en la corte de Enrique V I I I . Los hombres de la historia verdadera son polifacéticos. Y si dioses, dioses a la manera de los hombres, como los dioses griegos. Con intención peyorativa, doña Victoria P u e y r r e d ó n entiende que debo limitarme a seguir o c u p á n d o m e del rosismo, peronismo e yrigoyenismo. Tal vez lo haga por ser lógica con su criterio histórico: ni Rosas, ni Yrigoyen, ni Perón han dejado sobrinitos para publicar solicitadas. Eso también le pasa a San Martín. Con el frío que hace en la inmortalidad, ¿me considera el mérito de arrimarles un ponchito? Especialmente a Perón, por cuya incorporación a la inmortalidad se hace tanta fuerza en los círculos que d o ñ a Victoria Pueyr r e d ó n frecuenta.

Historia: "Bien de familia" Porque aquí está el quid de la cuestión, la pretensión de ver la historia como bien de familia es hija de considerar al país como bien de familia. Por eso su solicitada más que un test sobre su capacidad intelectual es un test sobre la concepción política de la oligarquía. Nadie debe alterar la imagen de don Carlos Saavedra Lamas, con su amplia cadera, su amplio cuello duro y su duro peinado rococó, con el diploma de Premio Nobel en la mano, caminando hacia la inmortalidad, como nadie debe alterar la imagen del país, propiedad de un grupo de familias donde cargosean veinticinco millones de intrusos descendientes de gauchos y de gringos que estarían de más si no

mos y hoy hace ocho d í a s que me c a s é con d o ñ a Mariquita T e l l e c h e a y C a v i e d e s , j o v e n que a ú n no cuenta catorce a ñ o s . . . ' " ( p á g . 244). Rafo de la Reta e x p l i c a que "el a m o r todo lo puede" pero admite que a l guien comenta: "¿Por q u é se casa con ella? Por i n t e r é s de su fortuna" ( p á g . 244). [ N . G . ] 22

hiera que trabajar. Y servir para soldados si hay alguna erra. 2

Don A g u s t í n R o d r í g u e z Araya me informa que tiene amplia d o c u m e n tación sobre lo que el Ministerio de Relaciones Exteriores (presidido por S a a v e d r a L a m a s ) g a s t ó en telegramas y flores a todos los d i p l o m á ticos del m u n d o para conseguir el apoyo e n la a d j u d i c a c i ó n del Premio Nobel. A su vez, La Fronda en su c a r a c t e r í s t i c o estilo h u m o r í s t i c o r e p r o dujo e n p r i m e r a p á g i n a las i n c r e í b l e s instrucciones que al respecto dio el Ministerio ejercido por el propio Dr. Saavedra L a m a s . Y no se puede creer que d o n Pancho U r i b u r u era u n opositor neto a ese gobierno. L a s "autoridades" que cito son m á s bien del otro lado, que del m í o . [A. J . ] 23

"NOSOTROS NO SOMOS JUECES, SOMOS FISCALES" La Nación, La Prensa y el Dr. Félix Luna

En los primeros meses de 1972, La Nación y La Prensa mostraron una viva irritación con motivo del estreno de la película Juan Manuel de Rosas. Desde la revista Dinamis (N° 43) de abril de ese año, Arturo Jauretche comentó ácidamente la reacción de los matutinos: El estreno de la película Juan Manuel de Rosas ha dado oportunidad para actualizar las palabras de Alberdi ("Los liberales han establecido un despotismo turco en la historia en nombre de la libertad") mostrando crudamente la posición de los órganos más representativos de ese liberalismo: La Nación y La Prensa. Esta última, en su crítica cinematográfica nos dice que "eso que se ha dado en llamar revisionismo histórico, acentuado en este caso, consiste en falsear hechos y caracteres [...] Porque para quien venera el espíritu de Mayo que nace con Moreno, se hace alado en Echeverría, se recupera en el tremendo resplandor de Caseros, se consolida en Las Bases de A l berdi, el batallar de Sarmiento, Mitre y tantos y se retempla en setiembre del 55, podría ser chocante, agresivo, blasfemo, este intento de reivindicar la siniestra figura del primer tirano, símbolo de opresión, negación de libertad, negación de Mayo; pero lo que se ha realizado es tan falso como historia, tan pueril como alegato, tan inconsistente como mensaje, tan torpe en la injuria al adversario, al unitario y tan deficiente como cine, que la posible indignación se esfuma ante la fracasada intentona". 25

Poco espacio dedica esta crítica cinematográfica a la película en sí y el que le dedica está subordinado al objetivo perseguido al escribir lo transcripto: calificar todo intento de revisión en la forma que ya nos había advertido Juan B. Alberdi, ratificando la existencia de "un Alcorán que es de ley aceptar, creer, profesar, so pena de excomunión por el crimen de barbarie o caudillaje". En síntesis, establecer "un despotismo turco en nombre de la libertad". Esta vez en el cine; es el que la historia falsificada se ha establecido en la gran prensa y en la enseñanza hasta llegar de Grosso chico a la clase de "educación democrática". A su vez, La Nación del 23 de marzo se ocupa de la película pero esta vez, nada menos que en su editorial y bajo el título: "La antienseñanza de la historia": "Hay algo más grave: la niñez y la juventud pueden quedar confundidas por largo tiempo y es difícil despejar errores introducidos por estos medios llevándolos a la lectura seria, al estudio detenido, al esfuerzo racional". "Esfuerzo racional" le llama a la repetición de la historia falsificada. Ya sabemos que La Nación según dijo Mitre —y va escrito como copete, precisamente en la página de los editoriales— será una "tribuna de doctrina". ¿Y cuál es la doctrina en este caso? Precisamente la que señala Alberdi: todo intento de revisión histórica es un crimen contra la libertad. La divulgación popular de sus resultados, ahora por el cine, un crimen mayor. Este crimen se agrava por las proyecciones actuales y así dice La Nación: "Lo sucedido recientemente, al estrenarse la película dedicada a exaltar la memoria de Rosas, demuestra claramente cómo suele explotarse el ayer para intereses del presente. En esta ocasión, participaron agitadores que no titubearon en mezclar los nombres más gloriosos de nuestra independencia con los del dictador que jamás sintió simpatía por la causa de Mayo y añadieron los 'slogans' de un presente conflictuado por consignas de sectarismo partidario". Aquí La Nación cae en su propia trampa mostrando una cosa cierta y es que los hechos históricos influyen en el pensa26

miento del presente. En Política Nacional y Revisionismo histórico he dicho que la falsificación del pasado es una "política de la historia". El revisionismo, también. Le es necesario al país actual conocer su propia historia, como le es necesario a los que quieren detenerlo en el pasado, impedir que la conozca. Los falsificadores no fueron individuos aislados sino los instrumentos de una sistemática del conocimiento histórico destinada a servir la política de la oligarquía y la dependencia económica del país; de ahí su posición actual y esta referencia al presente, pues saben que la modificación en el juicio histórico facilitará la comprensión de la tarea a realizar. Por eso, lo que le preocupa a La Nación no es la investigación histórica de gabinete sino la difusión de los resultados que salen de esas investigaciones. Su política necesita que Grosso sea eterno como los laureles del himno y que la historia construida para uso de los escolares sea la única historia argentina válida. Así el ataque de La Nación no es contra la película en sí sino por lo que significa su exhibición ante las multitudes, es decir, la difusión de una historia que no es la suya.

* ** En esos mismos días, en su editorial de la revista, l o d o es historia (N° 60), su director Félix Luna abordó el tema de la película recientemente estrenada. Después de considerar un "paso positivo" que la cinematografía argentina rompa con el tabú que pesa sobre el Restaurador, Luna critica el tratamiento dado al tema pues "el mismo primitivismo con que la Historia de Grosso dividía a los argentinos en buenos y malos es el que campea en esta película. La diferencia consiste —agrega Luna— en que los malos de Grosso son los buenos de Antín y viceversa. Todo el que no es rosista es implacablemente caricaturizado (salvo Lavalle) con un esquematismo que tiende a superarse cada vez más en la historiografía actual pero que aquí revive con el más elemental maniqueísmo" [...] "Retornar a la exageración revisionista es tan negativo como volver a la mendacidad liberal —sostiene Luna— es un retroceso del espíritu con que están pensando de nuevo nuestra historia los sectores más lúcidos del país. Para los responsables 27

de esta película nada hay en los adversarios de Rosas que merezca rescatarse. Todos fueron malos, traidores, inferiores, venales". Y concluye: "Pero bien sabemos que en la historia, como en la vida, rara vez s da lo malo absoluto [...] La película de Antín aprueba tácitamente esta tremenda alternativa. En esto radica la negatividad de una obra que, por muchos otros conceptos, es digna de aplauso". ***

En el N° 44 de mayo de 1972 de la revista Dinamis, Jauretche vuelve sobre el tema en el siguiente artículo que titula "Revisionismo y ecuanimidad". En el n ú m e r o anterior, la película Juan Manuel de Rosas me sirvió de pretexto para comentar la política de la historia. Recordé allí que esta expresión —política de la historia— la empleo en Política Nacional y Revisionismo histórico, para señalar que la falsificación de la historia es una política. En efecto, la falsificación de la historia ha sido una sistematización sin contradicciones, perfectamente dirigida. Y agrego: "Ha habido una sistemática de la historia concebida después de Caseros y que no puede explicarse por la simple coincidencia de historiadores y difusores [...]. "Una escuela histórica no puede organizar todo un mecanismo de la prensa, del libro, de la cátedra, de la escuela, de todos los medios de formación del pensamiento, simplemente obedeciendo al capricho del fundador. Tampoco puede reprimir y silenciar las contradicciones que se originan en su seno y menos las versiones opuestas y que surgen de los que demandan la revisión [...] No es, pues, un problema de la historiografía sino de política y así lo que se nos ha presentado como historia es una política de la historia, en que ésta es sólo un instrumento de planes más vastos destinados precisamente a impedir que la historia, la historia verdadera, contribuya a la formación de una conciencia histórica que es la base necesaria de toda política de la nación. 28

Prácticamente no se puede aislar la falsificación de la historia de la creación y existencia del aparato que ha construido la superestructura cultural del país. El se preocupó de la historia como se preocupó de difundir determinadas ideas económicas y el prestigio de los hombres, desde la política a las ciencias y las artes, que se manifestaban dóciles para seguir las directivas de la colonización porque éste es el quid de la cuestión: la falsificación de la historia forma parte de la colonización pedagógica. Nada sobre este particular es más significativo que el caso de los políticos e intelectuales que se dicen marxistas. Ellos, durante más de cincuenta años, para el juicio histórico sobre el país, prescindieron en absoluto de los dogmas científicos que tienen para interpretarlo y que, sin embargo, utilizan para el menor episodio cotidiano y que ahora creo hasta aprovechan para calcular los resultados del Prode. Ellos tienen una fórmula que les da la interpretación materialista de la historia y que les permite comprender tanto la pasada como la venidera. Y sin embargo, hasta muy recientemente, cuando ya no pudieron cerrar los ojos al hecho histórico del peronismo, comulgaron con las ruedas de molino de la historia oficial y así el Dogma Socialista de Echeverría les resulta socialista porque emplea el nombre y todos los hechos de nuestro pasado carecían de interpretación por lo social o lo económico desde que aceptaron como cierto que la historia argentina era el conflicto entre la Civilización y la Barbarie. Ésta representaba lo auténtico, lo español, lo católico, lo tradicional que había que destruir y la Civilización, la europeización violenta, aun a costa del pueblo, porque eso era la libertad y todos los valores institucionales que prestigiaban la colonización pedagógica del pueblo. Para la mayoría de los argentinos ya la historia oficial está derrotada. Pragmáticamente, como se construyó el peronismo a exigencias de la realidad y ésta, pragmáticamente, va modelando una doctrina, la justicialista, pragmáticamente casi —más que nada como resultado de su propia experiencia 29

histórica— el pueblo argentino ha ido diferenciando su verdadera historia de la falsificada. El revisionismo ha hecho su labor de investigación tan encomiable y ha difundido su verdad pero no nos engañemos: el eco popular, la adhesión multitudinaria ha venido como efecto de una experiencia histórica paralela a la revisión que creó las condiciones para la comprensión popular. En este terreno, la batalla está ganada y esa victoria viene a complementar un ángulo del pensamiento justicialista que en los momentos iniciales ofrecía una brecha a la penetración del adversario. Pero esa victoria del revisionismo es actual y puede no consolidarse si descuidamos la prédica. El aparato de la superestructura cultural es poderoso y persiste tenaz, mientras las generaciones se suceden actuando sobre los nietos de los nietos como actuaron sobre los abuelos de aquéllos. Que el revisionismo esté triunfante en el estado de opinión de hoy, no quiere decir que su verdad deje de estar en peligro mientras la falsificación sea d u e ñ a del aparato y esté en condiciones de perturbar el pensamiento de las generaciones que siguen. Me lleva a estas reflexiones el editorial con que don Félix Luna en Todo es historia comenta la película sobre Rosas que yo había comentado en un artículo anterior. Don Félix Luna ha traído importantes aportes a la interpretación de nuestro pasado y especialmente el próximo, pero continúa en esa posición de "bendigo a tutti" que desde un pulpito neutral le permite distribuir justicia mitad por mitad, eclécticamente. Acusa al revisionismo —y a su expresión en esa película— de que ocurre lo mismo que en la historia de Grosso, d i vidiendo a los argentinos en malos y en buenos sólo que los malos son los buenos de Grosso y los buenos, los malos de aquél. Concluye así en que la exageración del revisionismo es tan negativa como la mendacidad liberal. En una palabra, le molesta el carácter combativo y de parcialidad del revisionismo y le molesta en síntesis porque el revisionismo no es ecuánime. Pareciera que Luna ignorase 30

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que todavía tiene el revisionismo mucho que combatir, y Q ^ g ^ / . bien él, como historiador, puede haber llegado a l ^ ^ u a n í f f t ^ ° '* | dad, no son ecuánimes los modos objetivos de formaPminión. La historia falsificada tiene a su favor todas las estatf^^^ todos los retratos en todas las plazas y en todas las escuelas y en todos los Rotary Club y Leones y en todos los diarios y en todas las revistas (raras son las excepciones como Dinamis y Todo es historia) y la historia tal como se enseña en la escuela, lo que dicen los textos y las cátedras desde las secundarias a las universitarias. ¿Conoce el señor Luna la cátedra de educación democrática? raix

¿Cree el señor Luna que en esas condiciones ha llegado para el revisionismo el momento de abandonar el tono combativo y polémico para dedicarse a la búsqueda de una mayor ecuanimidad? ¡No! Estamos en la guerra y si la guerra es la guerra, no es el revisionismo el que lo dice. Saqúense los falsos santos de los nichos, cámbiense los programas escolares, dense vacaciones a los falsos proceres instalados en lo alto de las paredes para nominar las calles, desocúpense la mayoría de los pedestales y bájense los retratos, mármoles, yesos, bronces y recién habrá llegado el momento de la ecuanimidad. ¡Iguala y corremos...! Es el desafío de las carreras cuadreras. Aquí también. No es cuestión de no querer ser ecuánime y creemos serlo. Es simplemente no confundir la desigualdad con la igualdad. Para revisar el revisionismo y limar sus conclusiones polémicas tiene que haber igualdad de condiciones en la polémica. El revisionismo ha superado en el plano de la inteligencia y de la documentación a los falsificadores, pero si abandona las armas combativas, en poco tiempo, sería aplastado por el aparato de la superestructura cultural que persiste y persistirá mientras no se haya integrado en el Estado el proceso de revisión que desde 1945 se opera en todo lo argentino. * **

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En el número siguiente de Dinamis —-junio de 1972— aparece la contestación de Félix Luna. "Y sin embargo, yo creo en la ecuanimidad —sostiene el director de Todo es historia-. Para mí, ecuanimidad significa ponerse en el lugar del adversario y examinar honradamente si no hay nada rescatable en su posición. O lo que es igual, hacer un examen de conciencia profundo y establecer honradamente si uno está en la verdad tanto como supone '. En este tono moderado discurre Luna, aunque su viejo antiperonismo le brota en seguida y quiebra su ecuanimidad pues imprevistamente lanza un dardo contra Perón por una frase que éste usó en momentos de dura pelea. Dice Luna: "No soy de los que postulan al enemigo, ni justicia'". Niega el historiador hallarse ubicado "en un pulpito neutral ni tampoco 'bendigo a tutu"' y pregunta: "Los unitarios, ¿eran tan absolutamente canallas que no pueda rescatarse su ideario? Y si el revisionismo ha triunfado en el plano de la opinión pública como usted dice y yo también creo, ¿es lógico que siga aplicando métodos de lucha tan agresivos como si estuviera en la Década del 40 peleando contra la Academia de Levene?". Luego agrega con una ternura humanística que encubre apenas la actitud conciliacionista: "El país lo han hecho todos, con sus errores y con sus aciertos y usted mismo, le guste o no, está viviendo en un país estructurado por los hombres que detesta. Podrá intentar modificarlo pero no puede renunciar a él ni puede pretender que el país se desprenda de toda una mitad de su historia para asumir solamente la otra mitad [...]". Finalmente concluye sosteniendo que si la verdad de Jauretche debió defenderse "combativa y polémicamente", la de él, Luna, "la que deriva de la ecuanimidad y se funda en la posible síntesis de las mejores contribuciones, debe difundirse en otro tono. Un tono que no debe confundirse con la neutralidad cómoda. Porque en estos tiempos, don Arturo, tenga usted la seguridad que para ser ecuánime hay que ser muy valiente". 7

* ** Dinamis, N° 46, en julio de 1972, publica la contestación de Jauretche. Se trata de la siguiente nota titulada "Ecuanimidad y eclecticismo".

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Como don Félix Luna tiene una muy estimable labor de divulgación histórica, a la que se agrega la capacidad que ha tenido para dotarla de instrumentos eficaces para el contacto con el gran público, me es cómodo contestarle su publicación del último n ú m e r o de Dinamis a ese nivel: el de divulgador, porque historiador no lo soy, ni lo pretendo. El amigo Luna se convierte en campeón de la "ecuanimidad" y por ella rompe su lanza y porque la rompe afirma que "en estos tiempos, para ser ecuánime, hay que ser muy valiente". Es que el doctor Luna supone que la posición revisionista en que estamos es una posición de jueces. El se coloca en juez, puede ser ecuánime; nosotros no somos jueces, somos FISCALES. Estamos construyendo el proceso a la falsificación de la historia y develando cómo se la falsificó, por q u é se la falsificó y qué objeto actual y futuro tiene esa falsificación. Nosotros no somos jueces porque la historia falsificada no está sentada en el banquillo de los acusados para que nosotros la juzguemos. Lo que queremos es sentarla en ese banquillo para acusarla ante los jueces, que son las generaciones que vendrán. No le negamos el derecho a tener defensores a nuestra acusada, pero no somos zonzos para creernos jueces y en función de la justicia distribuir ecuánimemente lo que no puede ser ecuánime hasta que no esté demolido el edificio de la mentira. Le pregunto al doctor Luna: ¿Qué estatuas están sobre los pedestales? ¿Qué retratos presiden todos los salones de las escuelas y de los edificios públicos de la República? ¿Qué hechos se rememoran oficialmente y cuáles se silencian? ¿Qué dicen ios programas escolares secundarios y hasta universitarios? ¿Qué enseñan los maestros? ¿Qué enseñan los libros de texto desde primer grado? ¿Quiénes están en las academias? ¿Qué dicen los grandes diarios? Que me conteste con su habitual ecuanimidad don Félix Luna. 33

No, Luna, no. "Iguala y largamos..." como dice el jinete que se apresta a correr una carrera con otro. No es todavía el tiempo de la ecuanimidad porque para eso hace falta que todos hayan sido —hombres y hechos— medidos con la misma vara y que las oportunidades sean para todos iguales. ¿No se ha dado cuenta usted, Luna, que la Plaza 11 de Septiembre recuerda un episodio indignante y es una de las plazas más importantes de Buenos Aires? Y vaya calle por calle, lugar por lugar, de Buenos Aires y de Jujuy y de Tierra del Fuego y de Misiones y de Mendoza y verá lo mismo. Si todo eso que le he enumerado y mucho más no existiera y los puntos de partida de la tesis revisionista y las otras tesis fueran parejos, las mismas sus posibilidades de divulgación y de prestigio, habría llegado la hora de pesar los méritos de los hombres y los hechos que ahora detractamos para encontrarles la parte positiva que indudablemente tienen. Un historiador riojano, De la Vega, escribió un libro que leí hace muchos años cuyo tema era Mitre y El Chacho. Creo que es la primera reivindicación impresa de Peñaloza que se hizo en este siglo. Al terminar, el riojano De la Vega quiso ser ecuánime y no halló mejor recurso que mandarlos a Mitre y a Peñaloza a los Campos Elíseos para que allí, en ese Paraíso, se reconciliaran. No sé si lo hicieron, pero imagino que Mitre lo abrazaría al Chacho con las dos manos, mientras El Chacho no podría pasar por la cintura de don Bartolo más que un solo brazo: el otro estaría ocupado sosteniendo su propia cabeza. ¡No! Para ser ecuánime hay primero que ponerle la cabeza al Chacho. Pero vaya y pase esto en los Campos Elíseos. Pero estamos aquí, hoy, sobre esta Argentina concreta, cuyas élites dirigentes y cuyos hombres de gobierno ignoran política internacional porque en la escuela y en la Universidad se les ha enseñado la de la traición al país, y tampoco pueden comprender el patriotismo sino como una idea crematística en la que el hombre no juega como tal sino como cifra. Vea, Luna: yo he escritos dos brulotes sobre un mismo tema. Uno contra el Dr. Hueyo, ex ministro de Hacienda, que 34

en un editorial de La Prensa dijo que la Argentina no debía tener más población que la necesaria para su producción agropecuaria y que el resto debía emigrar. Otro, contra el señor Fano, presidente de la Sociedad Rural, cuando sostuvo, en una comida de la prensa extranjera, que el ideal de la población argentina era cuatro vacunos por persona. Ahora voy a ser ecuánime como a usted le gusta: que me perdonen Hueyo y Fano si fui demasiado agresivo; no sabía yo que eso se lo habían enseñado de uno de los sagrados maestros que tiene la República. En efecto, Domingo Faustino Sarmiento dijo en 1855: "El Estado de Buenos Aires no está pues destinado, por la cría de ganado, a poblarse de hombres sino en cierta medida y en cuanto baste a las necesidades de la crianza". Mientras esa tesis esté en pie, ¿de qué ecuanimidad me habla? Reconozco que no soy muy estudioso, que puedo ser haragán, todo lo que usted quiera, pero es increíble que a esta altura del partido no conociera ese pensamiento de Sarmiento, habiendo gran parte de mi vida tenido predilección por el estudio del personaje —nuestro más grande prosista (¡ya ve si soy ecuánime!, cosa que parece dejo de ser si digo que era un gran macaneador). Todos nuestros marinos creen que Sarmiento fue un propulsor de la Marina porque fundó la Escuela Naval, pero al mismo tiempo afirmaba que no debíamos tener flota de mar, porque el mar está reservado a las grandes potencias, que nuestro destino está exclusivamente en nuestros ríos y que (textualmente) a Bahía Blanca sólo podíamos ir a buscar "unos huevos y unas plumas de avestruz". Esa es la cara de Sarmiento que no conocen los marinos. ¿Por qué? Porque la historia se falsificó para que los marinos y los ingenieros, y los generales y los diplomáticos y los peones y los doctores no tuvieran puntos de apoyo en una historia auténtica donde se dieran sus rutas y su destino. No confunda, doctor Luna, ecuanimidad con encubrimiento. Y no crea que el revisionismo consiste en desnudar a un 35

santo para vestir a otro. No. Los santos que nosotros defendemos hace rato que están desnudos y lo que queremos es que los otros se saquen los ropones con que los han disfrazado —hombres y hechos— para empezar desde allí, entonces sí, una historia con ecuanimidad. La falsificación de la historia es una política de la historia. La revisión también es una política de la historia y debe ser una política combatiente, por lo menos para nosotros. Usted es e c u á n i m e porque se siente juez y nosotros somos mucho m á s modestos, porque sólo queremos crear las condiciones en que se pueda ser e c u á n i m e . Hay quien gusta de la cerveza negra y quien de la cerveza blanca; el que quiere ser e c u á n i m e antes que las condiciones sean las que correspondan, toma cerveza half and half, mitad y mitad. Y hace bien si le gusta. Pero no sirve al país en la política de la historia que necesita. Es u n e r r o r frecuente confundir ecuanimidad con eclecticismo. Es lo que le pasa a ese desarrollismo hecho sobre la base de las palabras, puestas por el país y los hechos, puestos por el extranjero, que sólo es una variante de la visión crematística liberal que impera en el país d e s p u é s de Caseros: hacer u n país es hacer cifras. Nosotros creemos que hacer u n país es hacer hombres para que, a su vez, los hombres hagan el país.

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HUMILDAD NACIONAL Y SOBERBIA FUBISTA Polémica con los que todavía se hacen pipí en la cama

Entre 1955 y 1960 se produce una interesante reorientación eolítica en amplios sectores de la clase media argentina, especialmente en la juventud, proceso estrechamente ligado a la experiencia reaccionaria del gobierno Aramburu-Rojas, a la frustración frondizista y triunfo de la Revolución Cubana. Derrotas y triunfos, desmitificaes y nuevos ídolos generan diversas crisis en los viejos y ya pericos partidos de izquierda. La juventud socialista —formada en el nbejustismo—repudia a Américo Ghioldi para embanderarse dede José Luis Romero, pasando muy rápidamente a encarnar sus elos de renovación en Palacios, Muñiz y Tieffemberg. En muchos isos se trata simplemente de abandonar el reformismo de izquierda -oligárquica para adherir a los planteos de otra izquierda también -oligárquica, que cree hallar la solución en una confluencia entre n B. Justo y un marxismo abstracto aprendido en los manuales de Academia de la URSS. Pero, sin embargo, en algunos de los grudisidentes se gesta una revalorización del peronismo y un comente acercamiento a esa cuestión nacional que el maestro Repetto no cansaba de repudiar. En algunas revistas de esta tendencia crece el onformismo respecto a las ideas económicas imperantes hasta enes en el partido: librecambio, moneda sana, Estado mal adminisor. En otros casos, se intenta hablar un lenguaje latinoamericaPero la autocrítica respecto a toda la tradición del socialismo ormista en la Argentina es dolorosa y la realizan sólo a medias. Por v lado, el momificado aparato del Partido Comunista dirigido por 37

Codovilla los presiona desde una supuesta posición más izquierdista y los espera con su abrazo fatal. Cuba, a su vez, les da una bandera, pero al mismo tiempo se les ofrece como una nueva forma de evasión y muchos jóvenes en tren de nacionalizarse, terminan solamente por tornarse "cubanofilos". Uno de esos grupos de fervientes admiradores de Fidel Castro en los cuales parece encontrarse latente la posibilidad de entender la cuestión nacional y pasar a una concepción política de izquierda nacional, es el que edita la revista Che. Arturo Jauretche observa con atención y simpatía ese posible salto cualitativo para favorecer el cual se presta a un reportaje de la revista y entra finalmente en una polémica con ellos.

* ** En el N° 3, del 18 de octubre de 1960, la revista Che, dirigida por ese grupo de jóvenes socialistas, afirma, en una nota referida a las próximas elecciones de senador por la Capital Federal: "Otra candidatura sorpresiva sería la de Arturo Jauretche, con el apoyo de algunos sectores del nacionalismo y otros de la ultra izquierda; total ya nadie se acuerda, después del año en Europa, que Jauretche jugó sin retaceos su apoyo a Frondizi durante las elecciones del 58. Por lo visto, para todos los políticos descarriados hay siempre un Jordán". En el número siguiente —25/10/60— un lector que firma L . Cordone solicita que aclaren la posición de Jauretche respecto alfrondizismo pues "si Jauretche persistió en su apoyo después del brusco cambio de timón del gobierno, eso resultaría lapidario para él" y "en cambio, si solamente existió ese apoyo hasta el I de mayo de 1958, entonces la situación cambia porque ¿acaso Perón no apoyó a Frondizi? El pueblo debe saber de lo que se trata y pido esta aclaración porque siempre lo creí a Jauretche ubicado en una posición auténticamente nacional". o

Con la firma J. Maciel, la revista Che contesta: "Jauretche, en efecto, acompañó a los grupos más o menos independientes que en su momento coincidieron en promover la candidatu38

ra de Arturo Frondizi para la presidencia de la Nación. La adhesión de Jauretche a esta candidatura fue anterior a la decisión de Perón. La persistencia de su apoyo a Frondizi después del frondizazo' no fue, en efecto, tan visible ya que poco después del I de mayo de 1958 y frustrada por obra de Frigerio su aspiración a la presidencia del Banco Central, Jauretche partió para España donde permaneció un año. Y el único dato que nos permite ubicar su posición durante ese lapso es su condición de colaborador de El Nacional, diario que fue, en cierto modo, la vanguardia ideológica del golpe de timón frondizista. Por otra parte, fuerza es reconocer que también el apoyo de Perón acompañó al nuevo gobierno durante un lapso de tiempo bastante más largo del que tardó Frondizi en evidenciar su alejamiento del programa electoral que le había valido la conquista del poder. Es un hecho que la liquidación de Dinie y la suscripción de los contratos petroleros no perturbaron la actitud colaboracionista observada por Perón en los primeros tiempos, si bien se hacía visible una creciente inquietud en la masa peronista. Y fue probablemente la actitud de las masas lo que a la postre decidió la tardía conversión de Perón a posiciones opositoras frente al gobierno de Frondizi' . o

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En ese mismo número se refieren al peligro que entraña la inversión de veinte millones de dólares que efectuarían los jesuítas en la Argentina, cuestión a la que alude también Jauretche en su respuesta. * * *

En el Arturo:

5 de Che, del 1/11/60, aparece la contestación de don

Señor Director de Che Muy señor mío: Dicen que no hay comedido que salga bien y parece que ése es mi caso. Ocurre que nacionalistas y peronistas me atacan porque estimulo las posibilidades de un encuentro con lo nacional de ios que a sí mismos se llaman izquierda, sobre todo los jóvenes que no se han encanallecido en el paralelismo 39

tradicional de la izquierda marxista o liberal y la derecha oligarca. (Empleo esta terminología de izquierda y derecha —entre nosotros los límites de una y otra son bastante confusos y se penetran— porque para la c o m p r e n s i ó n inmediata de los que recién llegan a la posición nacional, hay que emplear estos transplantes de la posición política importada.) Su revista se ha particularizado conmigo en el ataque reiterado. T a m b i é n veo que la investigación del Banco de la Provincia le da tema para particularizarse con los jesuítas, por algo que se supone quisieron hacer, sin que les haya dado material la misma investigación para ocuparse de los generales y almirantes gorilas que actuaban desde los directorios de las sociedades a n ó n i m a s , quienes emplearon esta nueva técnica de los factores de presión (me refiero a Vernengo Lima, Bonnecarrere y Osorio Arana) con olvido de las incompatibilidades entre Marte y Mercurio. Esto de alarmarse porque los jesuitas pueden traer veinte millones de d ó l a r e s y no alarmarse porque los protestantes o los de la sinagoga hagan dólares con los pesos de nuestros bancos sacados del ahorro argentino revela que no están enterados de c ó m o funciona el mecanismo imperialista de que hablan y que consiste precisamente en ese cuento: hacer capital extranjero con la plata nuestra a través de los depósitos bancarios. Si hubieran estudiado el Banco Central de P e r ó n , por lo menos como lo e s t u d i ó M é n d e s France que parece que sabe de a q u í más que ustedes, hubieran postergado la cuestión religiosa a la cuestión económica y financiera y se hubieran ocupado en el caso concreto del Banco de la Provincia de Buenos Aires que se refiere a SEGBA, Ford y General Motors. Pero eso les ocurre porque su antiimperialismo es de i m p o r t a c i ó n , como su imperialismo, y porque hasta su ateísmo es ateísmo con respecto al catolicismo que t e n d r á n que convenir conmigo es una costumbre en el país. Esos son arrastres "repettunos y juanbejustistas" que están en el subconsciente y que con paciencia y buena letra se i r á n corrigiendo. Y c r é a m e , Sr. Director, todo esto se lo digo con una buena leche. 40

Si estuvieran desde hace tiempo en el mc4|mieHjti nal h a b r í a n conocido a través de los trabajos de dalmente de Scalabrini Ortiz, cuál es la técnica éfóbleada' de el p r i m e r "empréstito", el de Baring, y la funda* mismo Banco. Sabrían que Bunge 8c B o r n vino a q u í coi mano atrás y otra adelante, con u n aval de la casa en París y que con los ahorros de los argentinos, a través del Banco de la Nación, hizo la bicicleta (en t é r m i n o s bancarios) comprando las cosechas con nuestro dinero y repitiendo anualmente la operación: renovaba para la cosecha siguiente, en el momento de encerse la obligación anterior. Como é r a m o s nazis entonces y ustedes estaban ocupados en defender las sabias instituciones de la Constitución del 53, parece que no se enteraron. Tampoco, porque estaban estudiando el socialismo en el Himalaya, pudieron comprender la diferencia que había entre la misma Constitución redactada por una poderosa plutocracia, el naciente capitalismo americano, para ser aplicada por él, y su rep r o d u c c i ó n por unos cuantos abogadillos y literatos iluministas eme como no tenían intereses capitalistas propios que defender, crearon las condiciones para el capitalismo ajeno, que no es el capitalismo, sino la típica forma colonial del capitalismo de i m portación. Hubieran sabido entonces que Caseros sirvió para extinguir en lo geográfico y en lo humano, las posibilidades de u n gran país y en el orden económico, las balbuceantes formas capitalistas que obstaculizaban el desarrollo imperialista. En fin. Demasiado ilustrados para simplificar las líneas de lo nacional y lo otro, se enredaron en las piolas y por no encontrarse con Perón, se encontraron con Braden y A r a m b u r u . No se los digo como cargo, pero sí como advertencia, que no es cuestión de que se pongan a e n s e ñ a r l e al padre a hacer hijos, cuando todavía tienen los dientes de leche en es10 de lo nacional, y han mamado leche de Braden y con Ghiol

Para evaluar la importancia de la actitud de Centeya —y de la consiguiente crítica de Jauretche— es necesario acercarse a la obra y a la personalidad del autor de La musa mistonga, tarea difícil aún no acometida y de la cual sólo se pretenden ofrecer aquí algunas "puntas". La poesía de Amleto Vergiatti, conocido públicamente como Julián Centeya, es despareja e insólita como él mismo. Cultivador del lunfardo, produjo sonetos sin vuelo, simples glosas o acuarelas de ocasión, pero también enhebró singulares poemas surrealistas o versos de profunda inquietud existencial. El autor de La balada de la enfermería de San Jaime lo es también de Entre prostitutas y ladrones y el que exalta a Aníbal Troilo por haberlo frecuentado "con luz de pucho y copa levantada I en el boliche aquel de la cortada I tan cordial y tan nuestro como el queco", es el mismo que se tutea con Rimbaud, es "fanático de Gorki" o le canta al "hambre de César Vallejo". Es el periodista sin un mango, que se "amasija" en frenéticas curdas y borronea mecánicamente carillas para la revista escandalosa o la crónica roja del diario sensacionalista, pero que de pronto emerge para decir: "Hay que demostrar de una vez por todas que existe una literatura nacional" y lanza certeramente estos nombres: Roberto Arlt, Nicolás Olívari, Homero Manzi, Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Macedonio Fernández. Si la poemática argentina puede dividirse entre el arte preciosista vacío de realidad nacional y los versos formalmente modestos que recogen la anécdota popular, Centeya transita un camino intermedio: su fidelidad a la verdad de la calle no impide sus divagaciones sartreanas y a su vez, el argot reo y presidiario del bajo fondo le sirven para transmitir una auténtica emoción generalmente ausente en los puristas tipo Borges. Algún día se analizará con justicia la obra de Centeya y se incorporarán entonces al semidesierto Olimpo nacional aquellos de sus mejores poemas: "Mi viejo" ("Vino en un 72

Conté Rosso. Fue un espiro / Tres hijos, la mujer, a más un perro / Como un tungo tenaz cinchó de tiro / Todo se lo aguantó: hasta el destierro /...i Qué mundo habrá encontrado en su apolillo / Si es que hay un mundo pa los que se plantan? I Quizás el cuore suyo se hizo grillo /y su mano cordial es una planta"), "El punga" ("Pinchó / Se lomó el piro I quedó igual como si nunca hubiera sido... / Podía llover y un vómito de cielo sacudir un árbol / empavurar un perro I amasijar una rosa Iy que el miedo se persignara / A él tanto le daba... / Le batían el flaco y era punga / Cuando lo vieron así, de última / Indiferente, / Cuando ni hacía sombra / Se dijeron: ¿De qué valió que la supiera lunga? I ...La muerte lo pungueó en el conventillo / Quedó en el patio de la crispada zurda / Venía de lejos el canto de los grillos / Y entraba el taño Yacumín en curda), "Deschave" ("La vida fue pa ellos estrafute / cinchar y malvivir, duro programa / El destino jugó de farabute /y la miseria cruel se mandó el tute / ¿Me vas a hablar a mí de cinerama? / ...Lo más blando que hallé fue como roca / y tengo el cuore en venta de corrido / ¡Qué te habrá de importar lo que he sufrido! / Nos vamos a entender: ¡Paga una copa!). 1

Se reparará entonces en su capacidad para recrear esos atardeceres de "lonjeados cielos" con "chiquitines descalzos y perros vagabundos" o esas medianoches con "cafetines humosos y citas de portón". Y se desmenuzará atentamente ese himno a la frustración argentina, escéptico y aniquilador, estremecedor y doliente: "Atorro". Dejando esa tarea para los que vendrán, anotemos aquí una visión sociológica de los poemas de Centeya que hace directamente a la crítica de Jauretche. Julián es un hombre marcado indeleblemente por la Década Infame y el submundo social que ocupa la escena de los años treinta se sobrevive en sus versos muchos años después. "Trepando a Boedo desde el fondo de Chiclana" o desde su café "de recalada" en Roca y Lafuente, Centeya es testigo de una sociedad que se desmorona, que se hunde irremisiblemente, pero su testimonio difiere del de Discépolo, el otro gran testigo de la crisis. Mientras Discépolo expresa la amargura del pueblo hambreado que anhela el cambio y por eso se transmuta luego en el Mordisquito del 50, Centeya grita la frustración del marginado, el resentimiento, el escepticismo y la protesta individual del lumpen, ese lumpen que abomina de los propietarios pero rechaza también a la 73

multitud que protagoniza importantes transformaciones. En Discépolo es el desocupado que "se raja los tamangos buscando ese mango que lo haga morfar". En Centeya es el "cafiolo" que "faja" a la puta porque le trajo pocas "latas", es el "punga" que jamás "taburó" y que hace de "vez en cuando alguna levantada", es el "yiro que revolea la c... ala marchanla", el que se "quedó con un vuelto", el escruchante, el reo, la madama. En fin, es el submundo sórdido, con su filosofía reaccionaria —individualista y escéplica—para el cual la clase obrera es la "gilada" porque labura todos los días. De ahí la indiferencia de Centeya ante una eclosión popular como la del 45 y de ahí su silenciamiento del Discépolo-Mordisquito. Y de ahí también Jauretche saliéndole al paso para decirle: "¿Vos también, Julián Centeya?". Hace unos días leí un libro que firma u n mozo Norberto Galasso. Su título: Discépolo y su época. Al mismo tiempo leí en un diario que Julián Centeya hablaría en el teatro "Corrientes" sobre el mismo tema. Antes de ir, le eché un vistazo al libro y a p u n t é una observación que hace sobre los comentaristas de Discepolín, que parece se e m p e ñ a r a n en ocultar una cara del mismo, aquella alegre de la fe y el entusiasmo para incidir solamente en la amargura y el escepticismo que los tangos, a brochazo limpio, recogen, menos que como amargura propia, como un largo y duro mensaje de la vida de los porteños de abajo. Fui al "Corrientes" y Julián Centeya estuvo como siempre. O mejor todavía. El personaje que hace —porque lo hace— en su lunfardo (disimulo de una erudición que gusta disfrazar en el "vesre") sólo tiene un defecto y lo tuvo esta vez a la enésima potencia. Abusa del ingenio, porque anonada, apabulla, no nos da tiempo a pensar la frase y la expresión ingeniosa, a nosotros, los del público, que somos más lerdos que su facundia creadora. Es un humor "a chorro" para los que andamos en el cuatrimotor creyendo andar ligero. Le mete y le mete; apila como ovejas puerteando el corral. Y así, las ovejas se pisan, se aplastan, no dan todo lo que tienen que dar;»para 74

más el oyente, que viene corriendo atrás, tiene que ir sacando de la pata sin elegir. Muchas veces se pierde lo mejor por lo bueno y hay un peligro también en ese prodigar encimado, que es el descubrimiento del resorte —como la trampa del prestidigitador— por exceso de abundancia. Y esto del humor pierde su gracia cuando el resorte está a la vista. No voy a hacer una crónica. Quiero recordar solamente aquella vez que dijo que Discepolín decidió suicidarse con su primer amor, tirándose al río. Discepolín la esperó en la Costanera. Llovía torrencialmente y el retraso se hizo largo, hasta que apareció por fin la presunta suicida y ¡de paraguas! Discepolín frustrado, le dijo entonces: "Anda, anda. ¡Viví...!". ¿ H u m o r de Discépolo, humor de Centeya? No importa, porque proviene de la misma vertiente de gracia popular. Podría ser también de Macedonio Fernández. Aplaudí a rabiar y sigo aplaudiendo. Pero lo que había leído en el libro de Galasso me tocó entonces. ¿Y Mordisquito? Recordé lo que ese autor dice sobre el trabajo de Luis Adolfo Sierra y Horacio Arturo Ferrer, titulado Discepolín, el hombre de Corrientes y Esmeralda, que hurtan la otra cara de Discépolo, que es otra cara de Buenos Aires en otro momento: el 'Mordisquito' de Discepolín. Porque Discépolo tiene dos imágenes: la de antes del 45 y la de después. Galasso dice que estos autores no presentan esa cara de Discépolo por motivos políticos. Y ha de ser así no más. ¿Pero vos, Centeya? ¿Vos también te complicas? No me digas que sos gorila... por favor. No me digas que estás entongado con los que hacen la historia a medias. Porque a vos, Julián, te acepto hasta metiendo un paco, y hasta la ferramentusa, pero no metiendo la ferramentusa y el paco en la historia y nada menos que en la de Discepolín. También se mete el paco y la ferramentusa por omisión. ¿No me digas que habiendo abierto el lenguaje tan ancho, te has dejado prohibir el tema? ¿Quién mejor que vos sabe eso que todos los días dicen los que se creen críticos de letras y es que el poeta se expresa por el común, por todos? ¿Cómo, entonces, no vincular la te75

mática y la filosofía de Discépolo con la filosofía y la temática del pueblo que expresa? ¿No te diste cuenta que el Discépolo de Yira, yira y Cambalache es el Discépolo de la Década Infame? ¿Y que el Discépolo de "Mordisquito" es el Discépolo de un pueblo que entró en otra vida, saliendo de la amargura y la desesperanza de Cambalache y Yira, yira? ¿Comprendes que en Discépolo, expresión de ese Buenos Aires que canta, el personaje cambió de actitud con el cambio de actitud del pueblo que expresaba? ¿Vos también has entrado, Julián Centeya, y te has puesto del lado de la yuta, esa yuta de la SADE, de La Nación, que odia al Discépolo de "Mordisquito"? ¿No sabes que es la policía de la intelligentzia la que ha prohibido al Discepolín que estuvo, como Manzi, como Vacarezza, donde había que estar cuando el pueblo cantaba alegremente porque la vida lo sentó en su banquete después de ser durante largos años, como vos dijiste, no el perro detrás del hueso, sino el hueso detrás del perro? A vos, menos que nadie, te podemos permitir que te compliques con ese silencio tramposo impuesto por la yuta de los intelectuales prolijamente numeraditos y premiados. Fijate, Julián Centeya, en lo que decía Discepolín a su "Mordisquito": "Mira, Mordisquito, todo se ha movido en el mundo. Nada está en su sitio. Estás asistiendo al momento más dramático de la historia del hombre civilizado. Asistís al fracaso de todos los sistemas". (Mira si será grande Discepolín: leéte la Populorum Progressio.) Seguilo a Discepolín: "En tu país se está produciendo la revolución más sensata de que se tenga memoria. Una revolución como la presente con la que se ha dado tanta felicidad a un pueblo con tan poco de dolor". Fijate en lo que dice Mordisquito: "El día que me entiendas te vas a entristecer de haber tardado tanto". (Ahora, digo yo, han entendido tantos que no puedo creer que vos no entiendas, Centeya.) Habla Discepolín: "Porque me vas a seguir escuchando, Mordisquito. Cada vez con menos rabia vas a seguir escuchán76

dome. Y voy a estar en el grillo de tus noches. En la canilla que gotea. En el ropero que cruje a media noche. En el humo final del pucho que apretás rabioso contra el cenicero. En el cháschás del zinc cuando llueve. En todos los pequeños ruidos de la obsesión, allí voy a estar yo, Mordisquito, con mi voz de grillo, persiguiéndote, persuadiéndote". Fijate, Julián Centeya, lo que dijo para todos, para que sigamos oyéndolo y no tapemos su vocecita: "Aunque me marche, sé que seguirás oyéndome. Como el grillo, Mordisquito". ¿No sabes, Centeya, que ese grillo sigue oyéndose y que todo el país lo entiende ya? Como lo entienden hasta los fubistas, esos muchachos que por quererla perfecta, la consiguieron mala. ¿Te acordás lo del arpa? Así la contó Discepolín: "—Fuimos Pepe y yo al circo. Y empezó el n ú m e r o de un equilibrista. Se subía a una escalera de punta, y al llegar allá arriba ponía un banquito y encima un tarro de yerba. Después del tarro, un asiento de bicicleta. Allí se sentaba él y mientras la escalera daba vueltas sobre ella misma, este bárbaro hacía juegos malabares con tres botellas en las manos... Con los dos pies tocaba el arpa y claro, todos aplaudimos como locos. ¡Fijate! Un n ú m e r o estupendo... Pero Pepe movió la cabeza desdeñándolo. ¿Y sabes qué dijo? 'Sí, bueno... pero el arpa no la toca bien'. "—¿Y qué querías? ¿Un concierto de la Wagneriana?" Bueno, está bien que los músicos, muy exigentes todavía, no estén conformes. Pero vos no sos músico, Centeya; sos un hombre del montón, de esa gente cuyos estados de ánimo interpretaba el poeta, según como a ellos, los de la multitud, les iba en el baile. ¡No, Julián! Yo prefiero creer que te olvidaste de la otra cara de Discepolín, esa que también tuvieron Manzi y Vacarezza en su hora. Por eso te advierto que sin saberlo, con un olvido, has facilitado a la yuta intelectual, a la que desde el 77

principio de la historia, presenta el sol como sombra y la sombra como sol. Otra vez, Centeya, tenes que darnos a Discepolín completo, con todas sus caras, que son las dos que tuvieron los porteños de abajo, según les fue en el baile. Discépolo, el triste y el alegre, fue el poeta de Buenos Aires. No te compliques con los que le roban los caballos a la baraja para copar las sotas. Hay que poner las cuarenta en la carpeta. Habrá sido sin querer, pero estamos tan quemados, que siempre miramos los dedos del tallador. No he visto nada entre ellos, tal vez te dieron el mazo y no contaste las cartas. Revisa el mazo antes de tenderlo en la carpeta. ¡Vamos, Julián Centeya! ¿Te lo tengo que decir, a vos, que sos flor de "orre", yo, que apenas soy un gil avivado...? (La Hipotenusa, mayo de 1967.)

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" Q U E A L SALIR, SALGA CORTANDO..." Una polémica contada por el propio Jauretche

Fue en una mesa redonda televisada y se motivó en el apasionado papismo de un socialista democrático. Es un tal Arrausi, que dragonea de secretario del Sindicato de Viajantes de Comercio. (Que dragonea digo, porque el tal sindicato forma parte de los "32 gremios democráticos", que no está aclarado si son 32 como en la ruleta o 3 y 2 como en las carreras, n ú m e r o no muy verificable después del próximo agosto dada la edad de sus jubilados componentes, en el impresumible caso de su existencia corpórea.) Excuso decir que el tal Arrausi había hecho previamente las rituales afirmaciones sobre su debilidad oratoria, por tratarse de "un obrero que habla sólo con el corazón" y que en "sus callosas manos" no tiene los recursos retóricos de "los que no son proletarios". Esto, además de ritual, es coquetería. Cualquier dirigente gremial ha participado en un solo período de actuación en más congresos, asambleas, reuniones y deliberaciones que el más experto parlamentario. Ha practicado el arte de la discusión, el manejo del derecho parlamentario y el reglamento, la ejercitación de la réplica o la interrupción rápida, el cómputo mental anticipado de la votación posible y los recursos para cerrar el debate o para introducir mociones dentro de mociones, o para desviarlo, con más frecuencia que el más veterano profesor, literato, abogado o lo que sea. Y es uno de esos recursos, éste, de hacerse el infeliz, presentándose "a puro corazón" y 79

sin la aptitud oratoria de los que han podido estudiar y no tienen "las manos callosas del obrero". En esta ocasión, el señor Arrausi exhibió sus manos "callosas" de viajante de comercio en la primera interrupción que me hizo y que paso por alto, previa a la que vino después. Pude decirle entonces que el trabajo de viajante de comercio no requiere más labor manual que llenar boletas, pues es típicamente un trabajo intelectual: convencer al cliente. Por lo que a m í se refiere me sería mucho más difícil vender un par de medias o una bicicleta que escribir u n artículo, pero como trabajo manual escribir un artículo es mucho mayor que llenar una boleta. Pero el señor Arrausi — p e r d ó n , el c o m p a ñ e r o Arrausi— tiene las manos callosas, según dice y yo no, cosa que debo atribuir al lápiz del viajante de comercio. (Quizás como es secretario de u n sindicato de "los 32" debe fatigarse llenando registros y votos de hipotéticos asociados y de ahí los callos.) Ruego al lector que me perdone esta introducción pero ella me es necesaria porque el tema en que voy a entrar es escabroso, si no para los católicos que me van a leer, para los ateos que vigilan mi ortodoxia, como se verá. El episodio ocurrió hacia mediados de abril del corriente a ñ o en el Canal 2. Se realizaba una mesa redonda sobre la encíclica. En la rueda, viniendo de izquierda y ya en segunda vuelta de exposiciones, había hablado un sacerdote, el padre Ferri, director del Seminario Teológico San Miguel; luego el doctor Tami, católico militante, ex presidente del Banco Central, y cuando me llegó el turno, empecé diciendo que yo me iba a ocupar del aspecto de la encíclica vinculado con la política de la Iglesia. "Si bien el objeto último de la Iglesia es la Ciudad Celeste —dije—, ésta tiene que cumplir su misión en la Tierra, en la Ciudad Terrena, que es donde ejerce su apostolado. Se propone salvar para el cielo, pero ayuda a salvar en la Tierra y en la Tierra tiene que vivir. "Vivir en la Tierra significa con-vivir y convivir significa una política que tiene que practicarse entre las políticas de la 80

Tierra, es decir, de los agrupamientos humanos en rcí^stro caso y hoy, los Estados y su estructura institucional ec y social. \L ^ % „ % Como institución política, la Iglesia es la m a ^ j e j a del mundo y en poco tiempo más ha de cumplir 20 siglo§S3fog^a^ cindiendo de la sabiduría eterna que se le supone, tiene una sabiduría política terrena, hija de una larga experiencia, la más larga de todas." (Aquí pude acotar, usando mi Martín Fierro, aquello de que "el diablo sabe por diablo, pero más sabe por viejo", seguramente válido para los representantes de Dios. Pero no lo hice, no fuera a meterme en teología en presencia de un teólogo como el padre Ferri que lo es con toda la barba, aunque no la use. Y perdónese la digresión.) Entraba así al tema, y continué diciendo: "La Iglesia se encuentra en presencia de un mundo que ya no se conforma a las estructuras capitalistas y colonialistas heredadas del siglo X I X . Ve con toda claridad el cambio y ha llegado a la convicción de que es inevitable. "Con prescindencia de las razones espirituales que aquí se han expuesto, es natural que la Iglesia se ponga en la línea del cambio desde que éste es inevitable. Debe hacerlo por esa misma necesidad de convivir con el mundo presente y futuro y con la estructura de la sociedad en la cual debe ejercer su apostolado. La Iglesia ha convivido con el Imperio Romano, con el feudalismo, con el capitalismo y deberá convivir con la sociedad que viene. Toma la posición de ésta porque su sabiduría política terrena la guía para adelantarse a los tiempos, para no quedarse atrás. Cualquiera sean las razones de orden moral, filosófico o teológico que inspiran la anterior encíclica Mater et Magistra o ésta Populorum Progressio hay razones de orden político, vinculadas a lo que se dijo al principio —el necesario ejercicio del apostolado— que la llevan a adecuarse al mundo que nace y a condenar las formas que se le oponen del mundo que perece, pues la misión de la Iglesia en la Tierra es estar presente cualesquiera sean las circunstancias, con la palabra divina. 81

"Con esto pretendo —continué— añadir un aspecto programático del contenido de las encíclicas que se vincula con la oportunidad histórica en que ellas se producen: la Iglesia juega al cambio porque ya sabe que estamos en el cambio. "Yo diría —comenté entonces— que para un buen jugador no hay duda de este cambio cuando el jugador que tiene más larga experiencia histórica y que mide el tiempo del mundo, este mundo, con el mejor reloj, juega al cambio". Y aquí se produjo el episodio que me impidió continuar. "—¡Usted no tiene derecho a minimizar la actitud de su Santidad envolviéndola en u n sucio cálculo político!" La interrupción combinaba el ácido acento parlamentario de don Nicolás Repetto inculcado en los ferméntanos socialistas democráticos y las admoniciones del presbítero Castro Barros. Me pareció destinada a agregar una prueba más de la eficacia de la encíclica Populorum Progressio. Pensé en un momento: "He aquí un hijo de Belial, u n agnóstico convertido al que le toca amparar a Su Santidad con ésa su poderosa fe de converso". Conozco de sobra el entusiasmo de los neófitos y no podía chocarme ese violento e inesperado papismo. Pero miré a mi izquierda —los creyentes estaban a la izquierda en esa mesa— y percibí que ni el teólogo n i el católico militante aprobaban al viajante de comercio, en su sagrada indignación. Se me ocurrió señalarlo y le dije al tal Arrausi : "Es curioso que ni el sacerdote ni el creyente hayan visto agresión a su Santidad y que el que me ataca tan violentamente imput á n d o m e un propósito minimizado respecto del Papa, sea u n creyente en Norteamérico Ghioldi". La reacción del tal Arrausi mostró la cola del diablo. Me gritó: "¡Nazi!". Y esto provocó a su vez una reacción mía que evidentemente salió de las formas parlamentarias y pacíficas enseñadas en los ferméntanos, constituyendo uno de los sketchs más movidos de la televisión de los últimos tiempos. 82

Olvidado ya de su papismo, el tal Arrausi apeló a su buen Sarmiento retirándose al grito de "Las ideas no se matan...". -

* ** Hasta aquí Jauretche. Ahora va la siguiente notita publicada por la revista humorística Hipotenusa, de mayo de 1967: "La teleplatea del Canal 2 no habla de otra cosa desde hace varios días. En una mesa redonda de lo más heterogénea, se enfrentaron "a los palabrazos" —como dicen los chilenos— don Arturo Jauretche y un tal Arrausi, dirigente de los "32 Gremios democráticos". Jauretche, al parecer molesto por expresiones al parecer agraviantes del ignoto Arrausi, no se conformó con remitirlo a sus ancestros; con gesto de gaucho malo —por el contrario es un gaucho buenazo y necesario— sacó un cuchillito que habitualmente usa para cortar achuras vacunas y ovinas y corrió al ofensor por todo el canal. Las últimas noticias sobre Arrausi lo ubicaban en Pehuajó, a la carrera, exclamando sin cesar: ¡Con la ropa no se juega!'". £

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"LA FALSA OPCION DE LOS COLONIALISMOS" Contestación a Bruno Genta

Uno de los rasgos más nítidos del gobierno de los militares triunfantes en junio de 1943 es la presencia del nacionalismo reaccionario en el campo de la cultura. Y en este sentido, nada resulta más simbólico que la designación de Giordano Bruno Genta —el 28 de julio de 1943— como interventor de la Universidad Nacional del Litoral. El 2 de agosto, Genta asume su cargo y expresa que "la Universidad, atacada en sus verdaderos fines, se ha convertido enfoco de prédica extremista y que la injerencia estudiantil en ella, ha llegado a ser decisiva respecto de todas las resoluciones". Señala además "que los demagogos de la cultura buscaron el apoyo de los estudiantes degradando la dignidad de los altos estudios y fomentando las bajas pasiones y los intereses mezquinos". Pocas semanas después, con motivo de cumplirse un nuevo aniversario de la muerte del general José de San Martín, el interventor Genta aprovecha para lanzar a los estudiantes una especie de discurso-manifiesto acerca de la misión de la Universidad. En esa oportunidad sostiene, entre otras cosas: "[...] El magisterio del héroe constituye el fundamento de la verdadera pedagogía nacional y no el cúmulo de ideologías pedagógicas de importación que ensayamos sin piedad sobre nuestros niños y nuestros jóvenes, a costa siempre del alma argentina y siempre en contra del espíritu heredado de nuestra estirpe romana e hispánica. "[...] El problema de la Universidad argentina se plantea decisivamente en la oposición entre antiguos y modernos. La generación 85

del 80 instituyó el régimen educativo oficial todavía vigente. La orientación modernista, liberal, utilitaria y cosmopolita que prevaleció en tan importante momento, ha determinado la mentalidad de las generaciones sucesivas, principalmente de la clase dirigente, gobernantes, magistrados, educadores, profesionales, etc. El mismo espíritu, éticamente indiferente, contrario a las tradiciones espirituales de nuestro pueblo y al sentido ascético y heroico de la vida que caracterizó a las generaciones de la Independencia y de las Guerras Civiles argentinas, informa todos los grados de la enseñanza oficial aunque no se haya elaborado un sistema orgánico de educación. Esta contradicción del pasado se impuso por un error de perspectiva que representaba el proceso histórico nacional, según el esquema positivista de la oposición dialéctica entre una supuesta época primitiva, bárbara, guerrera, autoritaria y la nueva época científica, comercial, pacífica y progresiva que se abría como el futuro inmediato de la Patria. De tal modo que la preparación del ciudadano argentino para esa nueva vida, se hizo en la negación radical del pasado, sobre la base de un ficticio hombre económico y del ideal burgués de la vida fácil. "Respecto de la enseñanza superior, esta voluntad modernista se tradujo en el lema siguiente: 'Hay que desaristotelizar la Universidad . Esto significa la eliminación de la metafísica de la vida política de la Nación, como una consecuencia de la disminución de la inteligencia y de las verdades que ella puede conocer. Desaparece el espíritu que reflexiona sobre la esencia y el fin último de la existencia [...] La única ciencia legítima es la que se funda en el cálculo y en la experimentación. El hombre ya no posee la inteligencia, en primer término, para conocer y dar testimonio de Dios, así como de la excelencia propia de cada cosa; ha degradado en mero instrumento biológico para obtener conocimientos útiles, verdades de uso. El hombre pierde el sentido de la realidad y se convierte en la medida arbitraria de todas las cosas. Se quiebra la unidad del espíritu y de la vida y este desorden intelectual y moral compromete la existencia misma de la Universidad. 7

"Desterrar a Aristóteles de la Universidad es privarla de unidad, de universalidad, de proporción; significa arrancarla de su realidad histórica, una tradición de cultura ecuménica y de vida nacional que es su tierra nutricia y el necesario sostén. 86

"[...] Aristóteles es el primado de la inteligencia sobre la voluntad y el recto ejercicio de la inteligencia en los diversos grados del saber que se conciertan jerárquicamente en uno primero y principal: la filosofía o metafísica [...] El humanismo clásico es la disciplina de la inteligencia y de la voluntad que se edifica sobre lo eterno del hombre; constituye el tesoro de la cultura greco-romana-cristiana a la cual tenemos el privilegio de pertenecer." Más adelante, Genta analiza el Estatuto de la Universidad sancionado en 1935 y sostiene enfervorizado: "El punto cuarto no tiene desperdicio, en cuanto se declara el progreso en general, del individuo en general y de la sociedad en general. Cabe preguntarse por las razones de esta ambigüedad y de esta indeterminación, al enunciar nada menos que el sentido de la Universidad. Es el ideal democrático, como se complacen en repetir sus voceros; pero se trata de una democracia igualitaria, intelectualista, abstracta, realizada como igualdad de participación en un mundo de bienes socializados. "Aristóteles distingue en la Política cinco especies de democracias: cuatro legítimas y auténticas y una que es ilegítima, corrompida y demagógica. En esta última especie, no impera la ley estable y objetiva, sino ese monstruo de mil cabezas que es la multitud cuando se manifiesta como una masa indiferente y amorfa. El sueño de la demagogia se vería cumplido en una comunidad que abarcara a la humanidad entera, donde las infinitas posibilidades de desarrollo se abrirían a todos los hombres sin distinción de raza, nacionalidad o credo. Un mundo sin fronteras nacionales ni grupos exclusivos, sin Dios definido ni banderas de guerra; donde todo sería común entre hombres comunes y no habría que soportar humillantes jerarquías ni voces escogidas, donde no habría que detenerse ante los límites del pudor ni clausuras de intimidad. Es el mundo ideal para esta Universidad, tal como lo significa implícitamente el título que comentamos " Frente a este modelo de Universidad democrática, Genta propone: "En cambio nosotros queremos reintegrar a Aristóteles a la Universidad, queremos la metafísica en la Universidad". Porque la misión de la Universidad, según Genta, es "formar continuadamente auténticas aristocracias de la inteligencia que aseguren junto con la existencia de una meditación esencial, la consagración de la idoneidad y de 87

la responsabilidad en función política [...] La juventud escogida que llega a sus claustros debe ser elevada al concepto y al dominio de los bienes universales de la ciencia y de la conducta, dentro de la tradición histórica nacional, a fin de que lleguen a colaborar decididamente en el mantenimiento de la unidad moral de la Patria, irradiando sobre la multitud la ejemplaridad de sus palabras y de sus hechos". Dirigiéndose a los estudiantes, agrega el interventor: "[...] Chesterton muestra a los jóvenes que el valor, especialmente en los tiempos actuales, consiste en ser partidarios del orden, porque lo verdaderamente revolucionario y renovador, por paradójico que parezca es 'el orden*. Vuestra rebeldía halla así un magnifico escenario de acción: tened el valor de ser realmente revolucionarios y decid con denuedo las palabras definidas que sólo cohiben a los timoratos. Ir contra la corriente, contra esa fácil corriente que arrastra, es en nuestros días proclamar el orden inmutable; habrá quien os diga reaccionarios: demostradles que no os asustan los epítetos de su retórica gastada." Finalmente, dirigiéndose a los delegados interventores de las Facultades, agrega: "f.J Acompañadme en la obra más alta que los intelectuales podemos y debemos realizar La restitución de la Universidad a su sentido nacional, a su rango clásico, a su jerarquía antigua; y la salvación de la juventud de las frivolas ideas modernas y de las desquiciadoras ideas sobre un orden social que no se estructura referido a fines trascendentes, sino circunscripto a los intereses individuales y a los apetitos más bastardos. Nosotros pensamos que el problema decisivo es el problema de la inteligencia, porque sabemos que toda revolución negadora o restauradora se inicia en la inteligencia. El hombre se mueve por las ideas que condicionan y dirigen su acción. Aún estamos padeciendo el desorden de la revolución negadora cartesiana, y en el retorno a la filosofía perenne hemos de fincar los postulados de la nueva revolución que ha sido preciso realizar para afirmar los valores eternos [...] El problema de la salvación del país es, principalmente, el problema de la inteligencia, porque sólo por la inteligencia conocemos los fines y somos capaces de obrar ordenados a ellos." •fc

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Ante esta andanada medioevalista lanzada por el interventor Genta, un grupo de estudiantes universitarios vinculados a FORJA considera imprescindible publicar una refutación y la pluma de Arturo Jauretche redacta entonces un documento que circulará luego profusamente en los medios universitarios, en modestas copias mimeográficas. Es el siguiente:

La falsa opción de los colonialismos Con motivo de realizar la Universidad del Litoral un homenaje al Gral. San Martín, su Interventor —el profesor Giordano Bruno Genta— se ha expedido ante una asamblea de profesores y estudiantes en el paraninfo de aquella casa de estudios, en términos que exigen a FORJA una esencial rectificación. Expresado en el manifiesto de la Organización Universitaria de FORJA de julio próximo pasado, nuestro pensamiento en materia universitaria, toca en esta oportunidad prescindir de los aspectos meramente específicos, para considerar en la palabra del Interventor, aquello que hace más al destino de la Nación que al de la Universidad misma. Efectivamente, en las palabras del profesor Genta se insinúa, bajo un debate universitario, una orientación sobre el sentido de la cultura argentina que impone a FORJA el deber de ratificar su convicción de fe en las creaciones auténticas del país. Dijo entonces el orador que "el magisterio del Héroe constituye el fundamento de la verdadera pedagogía nacional", afirmación a la que adherimos sin vacilar, pero en el texto de la extensa disertación, esta idea no aparece desenvuelta ni vinculada con la exposición del profesor Genta, que se apoya exclusivamente en la posición filosófica que profesa y de ningún modo en el ejemplo humano del Libertador. Se pretende, de tal manera, hacer de aquélla la base sobre la que asiente la nueva Universidad argentina y orientar así la cultura nacional, esforzada por liberarse no sólo del positivismo, sino también del colonialismo, hacia objetivos puramente intelectuales, que si bien pueden tener efecto respecto 89

al primero, son en el mejor de los casos, inoperantes con respecto a lo segundo. Para el profesor Genta, lo esencial es devolver a la Universidad su jerarquía y señala como única posibilidad para ello, la disciplina de la inteligencia dentro de la cultura grecoromana y la restauración de Aristóteles en las aulas. No admitimos que la verdad sea patrimonio exclusivo de una determinada línea étnica o cultural y menos a ú n de una escuela dentro de ella. Por otra parte, aspiramos para la cultura argentina un destino más rico que el que pueda señalarle una sola parte de su pasado. Ciertamente, tomados uno a uno los habitantes del país y aun los ciudadanos argentinos, se podría decir, como el profesor Genta, con relativa verdad, que son de "estirpe romana e hispánica". Pero ello no sería causa para proclamar que la Nación Argentina es, como nación, de tal estirpe, pues ella se arraiga y nutre en todos los pueblos de diversas estirpes que han concurrido a nuestro desarrollo. Más a ú n , fuera del concepto meramente demográfico, es también justo desconocer esta aseveración, porque como nación cuyos orígenes le asignan una fisonomía y un destino propio, independizados no sólo políticamente sino culturalmente de los troncos coloniales, nos iniciamos en la formación de la nueva cultura que goza de las ricas aportaciones hispánica y romana, pero no está sometido a la necesidad de soportar las restricciones y errores que han causado la decadencia del espíritu romano e hispánico. El error del Interventor consiste en plantear una alternativa entre el pensamiento liberal positivista de los políticos del 80, calco de las ideologías europeas entonces en vigencia, y el europeo del pasado virreinal, sin comprender que frente a ambas posiciones coloniales, existe una Argentina real, americana, manifestada en los hechos. Por ello, no aceptamos que el problema de la Universidad Argentina, se plantee decisivamente en la oposición entre antiguos y modernos. 90

Nadie se inclinará honradamente a manteneirfel infliyó'> J j o y en cultura al quehacer nacional es que quiero qií^deje ae ser judía para ser argentina. Si otro criterio hubiese p m ^ g i o c a ^ con respecto a otras colectividades tan respetables y numerosas como las judías, este país no sería una nación, sino un campamento de colonias extranjeras. Aquello de "todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino" está condicionado a que quieran ser argentinos, plenamente argentinos como hombres y no como miembros de una colectividad. Importa una doble obligación: para los que ya son argentinos, la de no crear ninguna dificultad y facilitar la identificación de los descendientes de los inmigrantes sin hacer cuestión de raza, religión, n i idioma de los padres; pero importa también la obligación de facilitar la definitiva y total i n corporación de sus hijos a cargo de los inmigrantes. Ya no hay en el país ítalo-argentinos, n i hispano-argentinos, ni tampoco vasco-argentinos, como en mi caso. Aspiro a que tampoco haya judeo-argentinos. o

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Las razones que da el señor Finkelstein son de gran valor histórico y evidentemente constituyen parte de las dificultades específicas que hacen más difícil la identificación total de los judíos con el país, que los de los miembros de otras colectividades. Pero el sionismo no intenta resolverlas porque en él, como es lógico, no pesan las razones nacionales nuestras sino las razones nacionales sionistas, muy respetables para los judíos y muy comprensibles para mí como hombre abstracto, pero no como hombre nacional de esta colectividad argentina formada por descendientes de españoles, italianos, indígenas, j u díos, etc. Aviados estaríamos aquí si, por ejemplo, en cada elección política los candidatos, en lugar de plantear los problemas comunes de los argentinos, plantearan los problemas de cada colectividad, tratando de ganar los ciudadanos que componen el país, no por las razones nacionales identificantes nuestras, sino por las razones disgregantes de otro nacionalis121

mo. Y aquí quiero recordarle que en la última elección presidencial, algo tiene que ver el sector sionista con la votación que tuvo el general Aramburu, especialmente a través del Partido Demócrata Progresista, en zonas en donde no hay un demócrata progresista para muestra. Esto no contribuye a eliminar el problema j u d í o sino a agravarlo, en cuanto un sector de los descendientes de judíos puede aparecer moviéndose por razones que serán muy nacionales desde el punto de vista sionista pero que no lo son desde el punto de vista nacional argentino. Y esto se hace más evidente recordando que por las aptitudes intelectuales de esa colectividad no es la programática del general Aramburu la que pudo mover los votos sionistas. Este es un tema que los expertos en análisis electorales han callado deliberadamente con la hipocresía habitual con que se trata esta cuestión y a la que ya me he referido en la nota respectiva. Hubo una consigna nacionalista ahí, que no era la consigna nacional de los argentinos entre los que están incluidos los judíos. Pero Horizonte además de ser sionista es un periódico socialista. Para los socialistas, como lo he dicho en ese reportaje, nada puedo agregar a lo expresado por dos eminentes j u díos: Carlos Marx y Abraham León. Que los sionistas sean socialistas en Israel me parece completamente lógico, pero que los socialistas sean sionistas en la Argentina me parece un absurdo. El fundamento de ese sionismo en un socialista no puede ser racial ni religioso. Y no siendo racial ni religioso, lo encuentro carente de sentido, cuando postula una doble finalidad fundada sólo en motivaciones históricas. Los demás inmigrantes han dejado su historia atrás. Los judíos tienen la suya documentada en el libro más grande y más antiguo. Pero italianos, españoles y franceses tienen la suya a la que no se consideran adscriptos sus descendientes empeñados en la tarea de hacer esta modesta historia nuestra que recién estamos comenzando. De otra manera y una vez escindido el país en descendientes de colonias extranjeras, terminaríamos por ha122

cer de esta Patria una especie de mar polinésico — u n amontonamiento de ghettos en formas de islas— por entre cuyos canales andarían navegando los últimos gauchos vestidos de vigilantes para impedir las peleas de isla a isla o para vigilar las transacciones pacíficas de ghetto a ghetto. Y nosotros, los que somos el producto de la cruza de varias nacionalidades, que ha facilitado el ser una nación y no un agregado de minorías nacionales, carentes de ghetto propio, seríamos los parias, sin patria y sin isla propia. Por lo mismo que las razones judías del señor Finkelstein son valiosas le he tenido que contestar con estos conceptos elementales a que su posición me lleva y es que la doble nacionalidad no existe n i es admisible, porque significa la no existencia de nuestro país como nación. Yo no sé si para los sionistas este planteo implica el to be or not to be. Para los argentinos, sí. Y por eso me resulta tan dañoso el antisemitismo como el sionismo en cuanto quieren establecer una diferencia nacional entre los argentinos. Y como Horizonte expresa a un grupo no religioso del sionismo, le puedo sintetizar con comodidad con u n chiste amable que tal vez fuera mal recibido por un creyente: en cuestión de nacionalidad no se puede tener "la chancha y los 20".

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LOS SOCIÓLOGOS CIENTÍFICOS Y UN RASGO DE MAL HUMOR

Con motivo de la aparición de El medio pelo en la sociedad argentina, Arturo Jauretche debió soportar el enconado ataque de más de un profesor o académico que le negaba títulos para incursionar en el campo de las ciencias sociales. De algunos sectores universitarios brotó la burla y el desprecio como única respuesta. De otros, el mote de "parasociólogo" que fue recogido irónicamente por don Arturo al reconocerse "parasociólogo porque les digo: 'Para, sociólogo'" cuando entran a macanear sobre la realidad argentina". En un caso especial la crítica fue violenta por parte de un investigador de laboratorio de esos que pretenden pinchar las clases sociales a través de encuestas como si fueran conejos. Descreía este profesor —de quien obviamos el nombre por razones de delicadeza que el lector sabrá apreciar— de la necesidad de "tener estaño"para aprehender la realidad y caricaturizaba, para poder denigrarlas, varias argumentaciones de El medio pelo... Con el cuero curtido por tantos años de lucha, Jauretche pasó por alto el malévolo comentario. Pero pocas semanas después, el susodicho sociólogo volvió al ataque reiterando sus maniobras tergiversadoras llegando a sostener que "Jauretche critica a Codovilla porque es italiano y gordo", intentando restar así toda importancia a los planteos de don Arturo. Ante la injusticia y la absoluta falta de responsabilidad de la nueva crítica, ahora desde una revista de sociología, el autor de Los profetas del odio consideró que ya las sesudas reflexiones resultaban ociosas y que sólo cabía una respuesta. Se colocó frente a la máquina de escribir y catapultó esta carta:

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"Señor del Centro de Investigaciones Muy señor mío: Oportunamente leí su crítica a mi libro El medio pelo en la sociedad argentina y no le hice mayor juicio porque su posición me pareció la natural a su divorcio "científico" con el país real que corresponde a los titulares del patrimonio intelectual, según ellos lo entienden. Pero hojeando papeles viejos hoy me encuentro con su respuesta a lo que dice N . N . sobre el mismo tema en la revista X. Allí dice usted, entre otras, que "una cosa es la crítica de Jauretche a Codovilla porque es italiano y gordo y otra es la crítica de Debray a la dirección del Partido Comunista". Como en ninguna parte he dicho eso respecto a Codovilla y además, de haberlo dicho, nadie podría tomarlo como argumento sino como un rasgo de humor o de mal humor, esto ya no es una crítica sino una sucia manera de discutir. Es como si yo para rebatirlo dijera que usted es un hijo de puta. Con p e r d ó n sea dicho de su respetable madre, porque usted lo es a mérito propio. Y éste tampoco es un argumento sino un rasgo de humor, de mal humor.

Arturo Jauretche

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COINCIDENCIAS Y DISIDENCIAS AL CALOR DE UNA AMISTAD Arturo Jauretche - Ernesto Sabato

A menos de dos meses del golpe militar del 16 de setiembre de 1955, hace crisis el enfrentamiento entre los dos grupos que integran el bando triunfante: los nacionalistas de derecha nucleados junto al general Lonardi son derrotados por el sector "liberal", más duramente antiperonista, que acaudilla el contralmirante Rojas. Exultan de alegría los Américo Ghioldiy los Borges mientras tal nacionalismo, al igual que en 1930, es arrojado de la Casa Rosada ahora con el estigma de "conciliacionista" y más aún, de "cómplice" del movimiento nacional vencido. Mario Amadeo, uno de los más lúcidos de esos nacionalistas, que se ha desempeñado como canciller en el gobierno de Lonardi, publica poco después el libro Ayer, hoy y m a ñ a n a (abril de 1956) para refutar "a los detractores" que pretenden "tergiversar la posición y la intención de la corriente política que se expresó en el primer gobierno provisional". Ese ensayo recibe la contestación casi inmediata de Ernesto Sabato a través de una "Carta Abierta" que titula "El otro rostro del peronismo" (junio de 1956). La polémica Amadeo - Sábato resulta así el eco intelectual de aquella lucha dirimida entre las dos facciones de la "revolución libertadora". Desde el exilio montevideano, Arturo Jauretche sigue atentamente los argumentos de ambos contrincantes. Amadeo retoma en su escrito la consigna lanzada por Lonardi —"Ni vencedores ni vencidos"—y después de rechazar la imputación de "colaboracionista" con el régimen derrocado, fustiga al cerrado antiperonismo de los Isaac Rojas y Cía., considerándolo una grave 127

deformación de los objetivos propuestos el 16 de setiembre: "Creo que la política seguida en los últimos tiempos no es la más indicada para lograr la unificación del pueblo argentino. Por de pronto, el pueblo sabe bien o intuye que tras los abusos del régimen anterior, se estaba plasmando una nueva realidad y que esa realidad respondía, en lo fundamental, a sus aspiraciones. Pero si oye decir que los últimos diez años sólo han traído miseria, deshonor y vergüenza, no lo creerá porque es afirmarle una cosa que para él, está desmentida por los hechos. Bien está advertir que Perón no fue un taumaturgo que convirtió las piedras en pan. Bien está en mostrar la traición y la estafa cometida contra la bandera que levantó. Pero 'todo lo que ha pasado en los últimos diez años no ha sido dañoso para él. No lo creerá porque tiene la certeza vivida de que ello no es verdad. Sabe el pueblo que, por más estafada que haya sido la causa que abrazó, algún fruto positivo le ha dejado [...] Si el pueblo siguió a Perón no fue, en general, por malas razones. Creyó ver en la nueva enseña un signo de su redención y en cierta medida la encontró. Pudo haber aprovechado la carta blanca que tuvo tantas veces para cometer desmanes y nunca la aprovechó [...] Esta actitud debe hacernos meditar seriamente sobre la bondad intrínseca de nuestras clases populares. Hoy se han cerrado en actitud hosca porque se sienten acosadas y derrotadas. Pero acordémonos que fueron magnánimas pudiendo no haberlo sido [...] Si conservan sentimientos de gratitud para una época en la que juzgan haber mejorado de vida, no se tenga la dureza de obligarlas a confesar que fue, para ellas, una etapa de oprobio [...] Hagamos borrón y cuenta nueva y dejemos los anatemas sobre el pasado inmediato a la más mediata posteridad . Sabato, en cambio, preso de un virulento antiperonismo quizá producto del triunfo reciente, sostiene: "Dejémonos de dividir a la patria en reprobos y elegidos, con la piedra de toque de una pureza que ninguno de nosotros tiene [...] Pero, claro está, no caigamos en el otro extremo, no hagamos del peronismo un motivo de orgullo; de sus perversiones, robos y asesinatos, un motivo de nostálgica reivindicación [...] ¡Cuidado! No incurramos en el sofisma inverso, en el otro, en el grande, en el siniestro sofisma que el tirano puso en funcionamiento cada vez que necesitó justificar su absolutismo, su persecución y su burla: el sofisma de que el pueblo argentino era únicamente la masa de los desposeídos y que el resto de millones de ha9

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hitantes del país era una nada, una entelequia, una abstracción, un comiquísimo invento de los políticos vendepatrias o si de verdad existía, era apenas algo más que un montón de basura. Cuidado ahora con volver a esa doctrina neoperonista que 'lo único' que cuenta, 'lo único real' es el pueblo, queriendo significar la masa trabajadora. Porque aparte de ser cuantitativamente falso es cualitativamente ruin, demagógico y peligroso, ya que en tal caso no sólo no deberían contar para la vida actual y futura de la nación los millones de hombres, mujeres y niños de la clase media y de las clases altas, sino tampoco la actividad de sus estudiantes, las obras de sus artistas e intelectuales, las creaciones de nuestros espíritus más altos. No nos sumemos, en fin, a la grosera teoría de un resentido social como Perón, de un hombre talentoso pero bajo y lleno de odio por los valores espirituales; no incurramos en la repugnante doctrina que alguna vez vociferó ese apóstol de la materia pura, ese profeta de la viscera, que 'en última instancia', todo es cuestión de estómago". Estas diversas posiciones respecto a la política a seguir con el peronismo, tienen su origen en la disímil interpretación del proceso que va desde 1943 hasta 1955. Amadeo lo percibe claramente y así lo dice: "El éxito o el fracaso del intento de unir al país depende en buena medida, de cómo se interprete el hecho peronista". Y en ese camino agrega: "Hay varias versiones o interpretaciones del peronismo. Es opinión generalizada en los sectores socialmente conservadores que el peronismo no ha sido otra cosa que una pesadilla, que un mal paso. Estos sectores hablan de influencia magnética, de sugestión colectiva, de deformación de la conciencia y de otras anomalías que reducen el problema a una cuestión de psicología patológica. Consideran que el pueblo argentino ha padecido una enfermedad y que es cuestión de someterlo a una enérgica cura [...] Otros del mismo sector, menos simplistas aunque no menos equivocados, consideran que el peronismo ha removido a fondo la opinión popular, pero que solamente ha logrado ese efecto por medio de la venalidad y la corrupción o apelando exclusivamente a los más bajos instintos de la plebe. Nada bueno o de signo positivo ven ellos en el movimiento derrotado. El peronismo es el fruto de la ignorancia, como lo es la superstición o el curanderismo. Por eso sólo hace presa en los sectores más primitivos y zafios de la comunidad. 129

Para ellos la cuestión sólo se arregla con una pequeña dosis de reeducación y una gran dosis de leña. En su mente, desperonizar equivale a algo así como desratizar. Para los antiperonistas de nuestra izquierda liberal, por su parte la cuestión se dilucida en esa mar donde todos los ríos confluyen: en el nazismo. Perón y los peronistas eran nazis totalitarios que querían imponer en la Argentina el régimen de Hitler y Mussolini. Según este planteo, el ex-presidente sería un ideólogo doctrinario que había estudiado febrilmente durante su estada en Italia cursos acelerados del sistema corporativo y habría venido a aplicarlos con saña en el anima vili de este inocente y democrático país [...] Para este sector, desperonizar equivale a desnazificar. Hay finalmente otra izquierda, la izquierda antiliberal y marxista que del peronismo sólo desaprueba la persona del jefe y que ve en ese movimiento una forma, forma cruda y primitiva pero eficaz, de la lucha contra el imperialismo [...] Esta tendencia está dispuesta a sobrepasar a Perón en sus reformas sociales porque entiende que su defecto no es haber sido demasiado radical en sus procedimientos sino haberlo sido demasiado poco. Este sector, en el que llevan la voz cantante los comunistas de signo trotskista, proclama implícitamente la fórmula Perón más X y pretende apoderarse del proletariado vacante por la ausencia del leader". Después de este pantallazo sobre las interpretaciones más comunes, Mario Amadeo da su propia versión. "Una gran masa de la población se había alejado definitivamente de los partidos políticos (en 1943). Cuando un pueblo se aleja de la vida cívica es, o bien porque se encuentra en el último estado de decadencia o bien por estar en vísperas de un cambio fundamental. Creo que nosotros nos hallábamos en el segundo y no en el primero de estos dos casos. El país estaba también en apetencia de una gran renovación social [...] El problema social argentino no era tanto el de un proletariado miserable y famélico como el de un proletariado ausente [...] Así, pues, hasta 1945, el proletariado argentino no pudo, queriéndolo, sentirse solidario con el destino nacional. Nadie se había ocupado de hablarle su lenguaje, de vivir sus íntimos anhelos, de acercarse materialmente a él. Perdido en el pasado el recuerdo de Yrigoyen, era inevitable que la clase obrera se lanzara como un solo hombre tras el caudillo que pareciera expresarla [...] La grande y tal vez la única genialidad de Perón consistió en advertir la existencia latente de esas transformaciones y ponerse a su cabeza utili1

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zando los resortes estatales que le había conferido nio". Concluye luego su interpretación sosteniendo discernimiento por parte de Perón", su "indigencia ta", así como "su egolatría", provocaron la frustrada oportunidad histórica, frustración por la cual, según pió Amadeo, él se encontraba al mando de un grupo de civiles en las adyacencias de Plaza de Mayo esperando el bombardeo de la Casa Rosada en aquel terrible 16 de junio de 1955. El enfoque de este productor agropecuario de consecuente militancia en la derecha nacionalista resulta, por momentos, no obstante su antiperonismo, sumamente interesante y lúcido, pues de esa interpretación del movimiento nacional, él concluye afirmando que hay que acabar con las detenciones de dirigentes peronistas que no han delinquido, con las interdicciones y con las intervenciones a sindicatos. Por supuesto que su convocatoria al abrazo fraterno no es desinteresada: "Nuestro pueblo no es extremista. Pero si no le damos otra salida, si pretendemos encasillarlo en marcos anquilosados se lanzará, en su orfandad, a la primera fuerza que le prometa odio y venganza. Habremos creado entonces el problema del comunismo. No nos asusta la idea de que esa posición signifique transigir con el recuerdo de Perón". De cualquier modo, en ese momento de furor antiperonista, la de Amadeo resulla una posición más popular que la sostenida por los liberales de la línea dura, compartida en gran medida por Sábalo. También insólitamente su interpretación (que proviene de un hombre de derecha, defensor de la tradición y opuesto totalmente al cambio del orden social) resulta más imbuida de sociología e incluso hasta de ribetes de materialismo histórico que la del propio Sabato, no obstante haber transcurrido éste varios años militando en el Partido Comunista, como lo recuerda en su Carta Abierta. Por el contrario, Sabato se deja ganar por su apasionamiento "libertador" y echando en saco roto todo lo que se supone aprendió sobre las clases sociales, los factores económicos, el papel del individuo en la historia, etc. se lanza a una interpretación psicologista: "Puede discutirse que el resentimiento sea uno de los resortes más poderosos de la historia, pero difícilmente puede ponerse en duda que ha provocado el ascenso de la mayor parte de los demagogos. Mussolini capitalizó el sordo resentimiento de las ynasas ita131

lianas, suscitado por el menosprecio de las grandes potencias europeas. Hitler encarnó y luego azuzó los rencores del pueblo alemán, vejado por el tratado de Versalles. Perón, en fin, supo canalizar en su favor la más grande acumulación de resentimientos que registra la historia de nuestro país y este origen es una de las razones que explican la persistencia del peronismo ya que nada más pertinaz que los sentimientos negativos [...] El aprendizaje de Perón en Italia, su natural tendencia al fascismo, su infalible olfato para la demagogia, su idoneidad para intuir y despertar las peores pasiones de la multitud, su propia experiencia de resentido social —hijo natural como era— y por lo tanto su comprensión y valoración del resentimiento como resorte primordial de un gran movimiento de masas y finalmente su absoluta falta de escrúpulos; todo lo capacitaba para convertirse no solamente en el jefe de las multitudes argentinas sino también en su explotador [...] Y las masas que son femeninas, se enamoran de su líder y en ese amor no hay ni cálculo ni sensatez, como es propio de cualquier amor De modo que frente al excelente candidato, honrado y puro, buen muchacho y trabajador, estudioso y abstemio, que significaba el Partido Socialista, las masas populares, ante la desesperación de su honesto pretendiente que clamaba por los peligros de la horrible mesalliance, se fueron con el primer aventurero que supo llegar a su corazón". Allá, en Montevideo, Arturo Jauretche lee con dolor estas explosiones "gorilas" del autor de El túnel. Porque Jauretche tiene auténtica estima por Sabato y lamenta no sólo el desencuentro ideológico, sino el bajo nivel en que ha caído el amigo en su exaltación de triunfador. Sin embargo, Jauretche advierte que en El otro rostro del peronismo brota por momentos aquí y allá la sensibilidad social y cierta vocación nacional que él considera que están vivas en su amigo. Así, por ejemplo, en este recuerdo: Aquella noche de setiembre de 1955, mientras los doctores, hacendados y escritores festejábamos ruidosamente en la sala la caída del tirano, en un rincón de la antecocina vi cómo las dos indias que allí trabajaban tenían los ojos empapados de lágrimas. Y aunque en todos aquellos años yo había meditado en la trágica dualidad que escindía al pueblo argentino, en ese momento se me apareció en su forma más conmovedora. Pues, ¿qué más nítida caracterización del drama de nuestra patria que aquella doble escena casi ejemplar? Mu132

chos millones de desposeídos y de trabajadores derramaban lágrimas en aquellos instantes, para ellos duros y sombríos. Grandes multitudes de compatriotas humildes estaban simbolizados en aquellas dos muchachas indígenas que lloraban en una cocina de Salta". Jauretche entiende que, más allá de algunas coqueterías que Sabato prodiga a La Nación o a Victoria Ocampo como un medio para tener prensa, se trata de un argentino honesto, a veces confundido, a quien debe llevársele, aunque sea a empujones, a la vereda popular. Esa honestidad de Sabato aparece, en efecto, apenas un mes más tarde, en agosto de 1956, cuando informado que se está torturando apresos peronistas denuncia el hecho en la revista Mundo Argentino que está bajo su dirección, en un artículo titulado "Para que termine la interminable historia de las torturas". Inmediatamente se suscita un entredicho entre Sabato y el coronel Julio César Merediz, interventor de la Empresa Haynes, propietaria de Mundo Argentino, de resultas de la cual el escritor renuncia a su cargo. Pero no regresa a su casa calladamente. Algo se ha roto dentro de Ernesto Sabato. Tanto su idealización de la "revolución libertadora", como su implacablerigidezpara condenar al peronismo han recibido un golpe tremendo. Sus amigos vinculados al gobierno juzgan desacertada su actitud pues "hay que dar leña" para terminar con el peronismo y entonces él decide consolidar su denuncia, provocando un escándalo. Así, poco después, cuando por la radio oficial se transmite una mesa redonda sobre el Federalismo con la participación de Carlos Alberto Erro y otros "intelectuales libres" del grupo ASCUA, Sabato quiebra la unanimidad de bostezos reinantes para decir a viva voz que no se puede charlar plácidamente sobre el federalismo cuando en ese mismo momento se continúa torturando a compatriotas. Erro y sus amigos "democráticos" no se solidarizan con él, por supuesto, sino que por el contrario lo suspenden como miembro de esa "asociación cultural" por razones de disciplina. Mientras la Sociedad de Escritores también calla, Sabato continúa la defensa de lo que considera justo enviándole una "Caria Abierta al Presidente de la República Oral. Pedro E. Aramburu". Allí se refiere al peligro de "los gobernantes que llegan a perder el contacto con la opinión pública real, con las esperanzas y angustias de los ciudadanos" y que "aislados por un estrecho círculo de parciales, terminan por 133

identificar las opiniones y cortesanías de esos consejeros áulicos con las opiniones de la nación entera. No de otra manera se pueden explicar flagrantes contradicciones entre las excelentes ideas que usted enuncia en sus discursos y las realizaciones de los encargados de llevarlas a la práctica". Agrega que "millones de ciudadanos comienzan a sentir ahora nuevamente una oscura angustia [...] y esa angustia se debe, en primer término, al temor de que estamos ya sobre la pendiente de un nuevo y terrible desengaño [...] Libertad, prescindencia genuina en los pleitos partidarios, justicia social y generosidad con los vencidos que no sean delincuentes. Estas son las palabras que usted, Señor Presidente, debería escuchar. Y no las de esos paradojales consejeros que en nombre de la democracia quieren impedir elecciones libres y en nombre de la libertad recomiendan un nuevo despotismo". En esa Carta Abierta, Sabato sostiene además que "debemos valientemente reconocer que no todo lo que sucedió durante esa década fue negativo y destructor ya que las grandes multitudes trabajadoras advinieron a la vida política de la Nación y un fuerte e irresistible sentimiento de justicia social se elevó como un clamor que ya nadie puede desoír". La renuncia de Sabato a Mundo Argentino, su denuncia de las torturas por radiotelefonía y su carta al Presidente tomando distancia respecto al golpe militar, consolidan en Jauretche la convicción de que su amigo no está perdido para la causa popular. Y entonces se decide a escribirle. El Sabato cerradamente antiperonista de meses atrás no merecía la réplica, aunque lo uniese a él una amistad de años. En cambio, el Sabato capaz de romper lanzas con los reaccionarios de ASCUA y levantar una voz disonante en medio del coro uniforme de "los libertadores" resulta merecedor de un cambio de ideas. Así, en setiembre de 1956 vuela desde la otra orilla hacia la casa del escritor en Santos Lugares una carta donde Jauretche le valora sus últimas actitudes pero al mismo tiempo refuta sus principales argumentos de El otro rostro del peronismo. Recién nueve meses después, a instancias de sus amigos, don Arturo se decide a publicar dicha carta agregándola como introducción a su libro Los profetas del odio pero allí cercena —quizá en aras de la amistad— algunas partes de la misma, protegiendo con puntos suspensivos los párrafos demasiado ásperos:

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Estimado ami Acabo de leer en el n ú m e r o de hoy de Marcha de Montevideo una nota sobre las torturas que usted publicó como director de Mundo Argentino, así como la secuela radiotelefónica y periodística del episodio. Quiero ahora comentarle su último libro El otro rostro del peronismo con que usted contesta a la publicación de Mario Amadeo. Debo decirle que por más que supere la adversa posición que tenemos en política, lamento que usted que tiene formación dialéctica, haya recurrido a la interpretación, inaugurada en nuestro país por Ramos Mejía, de querer resolver las ecuaciones de la historia por el camino de las aberraciones mentales y psicológicas. No, amigo Sabato. Lo que movilizó a las masas hacia Perón no fue el resentimiento, fue la esperanza. Recuerde usted aquellas multitudes de octubre del 45, dueñas de la ciudad durante dos días, que no rompieron una vidriera y cuyo mayor crimen fue lavarse los pies en Plaza de Mayo, provocando la indignación de la señora de Oyuela, rodeada de artefactos sanitarios. Recuerde esas multitudes, aun en circunstancias trágicas, y las recordará siempre cantando en coro —cosa absolutamente inusitada entre nosotros— y tan cantores todavía que les han tenido que prohibir el canto por decreto-ley. No eran resentidos. Eran criollos alegres porque podían tirar las alpargatas para comprar zapatos y hasta libros, discos fonográficos, veranear, concurrir a los restaurants, tener seguro el pan y el techo y asomar siquiera a formas de vida "occidentales" que hasta entonces les habían sido negadas. Cualquier ensayo de la realidad argentina que prescinda del hecho fundamental de nuestra historia, es sólo un arte de prestidigitación que hurta los términos del problema que están dados por la gravitación británica en sus tres etapas: I -Tentativa de balcanización, parcialmente lograda; 2 -Promoción del progreso en el sentido del desarrollo unilateral agrícola-ganadero (para crear las condiciones de la granja) y 3 -Oposición a la integración industrial y comercial de nuestra economía, para mantenernos en las condiciones o

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óptimas de la segunda etapa, con un país de grandes señores y peones de pata al suelo y una clase intermedia de educadores, profesionales y burócratas para su instrumentación. Deje, pues, eso del resentimiento y haga el trabajo serio de que usted es capaz y que el país merece. No importa lo que diga de nosotros, pero no eluda el problema de fondo o no lo mencione sólo incidentalmente. Es usted mucho más que Ghioldi o un Sánchez Viamonte, para usar la técnica que esos intelectuales ya utilizaron contra el otro movimiento de masas, también "resentidas", que acompañó a Yrigoyen, el otro dictador. (Lo remito a la literatura periodística y a los ensayistas de la época.) Más lógico hubiera sido en usted señalar la coincidencia entre estas dos épocas, las dos grandes guerras y el proceso de industrialización y plena ocupación que, al permitir levantar el nivel de vida de las masas, les dio acceso a la acción política, con sus demandas nacionalistas y de justicia social, fenómeno del que los conductores fueron más efecto que causa. Percibirá también las profundas analogías entre setiembre de 1930 y setiembre de 1955, aunque sus autores momentáneos parecieran en un caso ultramontanos y en el otro jacobinos. El vencedor imperial fue siempre el mismo.

Deje que los intelectuales tipo "Mayo y Caseros" le metan fierro a los caudillos y a los "negros". Pero son los negros" los que nos volverán a salvar de esa economía pastoril ordenada en inglés. Bromas aparte. Yo le conozco el espíritu de luzbelito que seguramente Erro no le conocía y no creo que usted haya escrito en serio ese libro. Hasta me sospecho que lo ha hecho para darse el gusto de contestarse con el trabajo serio que esperamos de usted. El ochenta por ciento de los argentinos y usted, entre ellos, coincidimos en lo fundamental: la liberación nacional, la 136

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justicia social y la soberanía del pueblo. Unos marcan más el acento sobre una de las consignas y otros sobre otras. Nuestras diferencias en este momento dramático son adjetivas con respecto a lo fundamental, pero entretanto, una mano extranjera organiza al cipayaje y a los vendepatrias. Quisiera que usted interpretase en cuánto estimo su valeroso gesto como periodista. Pero con la misma lealtad debo decirle, en cuanto creo que lo desmerece, su mal paso como escritor. Sus nuevos enemigos cargarán en su cuenta esta adhesión al primero y no le estimarán esta disensión al segundo. Cualquiera sea la impresión que le cause esta carta, recuerde que sigo considerándome su amigo, Arturo Jauretche Montevideo, setiembre de 1956.

* ** Pocos meses después, Arturo Jauretche y Ernesto Sabato vuelcan sus esfuerzos y sus esperanzas en el triunfo del Frente Nacional que postula la fórmula Frondizi - Gómez para las elecciones del 23 de febrero de 1958. Casi inmediatamente de obtenida la victoria, Jauretche se aparta del nuevo gobierno mientras Sabato se desempeña apenas durante un año como director general de Relaciones Culturales de la Cancillería. Por ese entonces, aprovecha una mesa redonda que se desarrolla en la Facultad de Derecho para abordar el tema del peronismo y la "revolución libertadora". Dice Sabato en esa oportunidad: "Es digno de ser observado que en este país las expresiones empiezan con mayúsculas, pasan luego a minúsculas y terminan finalmente entre comillas [...] Así ocurrió con la expresión revolución libertadora" . Luego, refiriéndose al proceso 1943/55 sostiene: "Tendríamos que empezar por admitir, estoy convencido, de que esto ha sido y es una revolución, aunque muchos todavía piensen lo contrario [...] Todos hemos leído sobre revoluciones. Tenemos en general una idea literaria, sobre todo en este país, donde la gente ilustrada se ha formado leyendo libros en francés. Y todavía hoy ve con enorme simpatía cada vez que llega 9

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el 14 de julio, en las vitrinas de la Embajada francesa, en la calle Santa Fe, un descamisado tricolor tocando un bombo, rodeado por otros descamisados que vociferan y llevan trapos y banderas. Todo eso les parece muy lindo y hasta de buen gusto porque está en la avenida Santa Fe y porque pertenece a la Embajada de Francia, sin comprender que esos hombres allí representados eran precisamente descamisados y que esa revolución (como todas, por otra parte) fue sucia y estrepitosa, obra de hombres en alpargatas que golpeaban bombos y que seguramente también orinaron (como los descamisados de Perón en la Plaza de Mayo) en alguna plaza histórica de Francia [...] A mí me conmueve el recuerdo de aquellos hombres y mujeres que habían convergido sobre la Plaza de Mayo desde Avellaneda y Berisso, desde sus fábricas, para ofrecer su sangre por Perón. No hago un juicio de valor, ignoro las intenciones que tenía este señor, puede ser que no fueran buenas. Personalmente, no tengo simpatía por Perón. Pero si fuéramos a juzgar la historia y los hechos políticos por la simpatía, o antipatía que nos merezcan sus líderes, evidentemente resultaría una historia muy curiosa [...] Los desheredados siguen a un conductor, cuando él sabe despertar en ellos pasiones profundas. En este caso, los hombres de los frigoríficos y quebrachales, de las fábricas y talleres, porque encontraron a un hombre que supo encarnar y personificar sus sentimientos y anhelos más recónditos. Por eso fueron tras él. Y estoy seguro que conservarán ese sentimiento de fidelidad hasta que se mueran". En otra parte de su charla afirma: "Los estudiantes del 30 estábamos equivocados en muchas cosas [...] Y en el 45 nos volvimos a equivocar, nosotros, precisamente, el sector más ilustrado del país. Dijimos 'cabecitas negras', hablamos de chusma y alpargatas. Olvidándonos que esos 'cabecitas negras' habían constituido el noventa por ciento de los ejércitos patriotas, que habían llevado a cabo la liberación de América, esos cabecitas negras que a quinientas leguas de Buenos Aires luchaban contra soldados que habían combatido contra Napoleón mandados por un generalito improvisado y enfermo, solo, mantenido en aquellas soledades, en medio de tanto sufrimiento físico y espiritual, por sus ideales de soberanía y libertad. ¡Qué fácil es despreciarlos ahora desde nuestras aulas [...]! Sí, los estudiantes, los doctores, hemos estado trágicamente separados de nuestro pueblo". 138

Con esta exposición de Sabato pasa al olvido el tremendismo antiperonista de la Carta Abierta a Mario Amadeo, documento que Ernesto Sabato no reeditará jamás ni en sus Obras que le publica Editorial Losada, ni en diversas Antologías de artículos y caitas políticas. Ello no significa, sin embargo que la relación amistosa con Jauretche se canalice siempre por aguas calmas, pues don Arturo le protesta una y otra vez por sus vinculaciones con La Nación o su participación en algún té ofrecido en San Isidro por doña Victoria. "Eso no es para vos, Ernesto", llega a veces la admonición ronca de Jauretche en la conversación personal. En otras oportunidades, cuando el autor de Los profetas del odio embiste contra el Parnaso oligárquico de los Borges y Mallea, al tropezarse sin quererlo con su amigo Sabato acota: "Tal vez sea Sabato una excepción entre éstos pero la culpa es de él si aparece con malas juntas, por deformar su personalidad auténtica en el afán de figurar en todas las listas y correr la promoción a dos rebenques. Que no se queje si lo usan". Pero la amistad sobrevive. Porque Sabato valora al escritor frustrado que hay en Jauretche, ese cuentista y poeta que debió dejar paso al político porque así lo urgían las necesidades de la Patria. Y porque Jauretche comprende que en las contradicciones de Sabato —su sensibilidad social, por un lado y sus debilidades frente al aparato cultural oficial, por otro— se condensa el drama del escritor en un país semicolonial donde una poderosa maquinaria de difusión de las ideas presiona constantemente intentando doblegar al pensamiento nacional. Expresión de esa amistad es la adhesión de Sabato al homenaje que se brinda a Arturo Jauretche en 1965 al cumplirse treinta años de la fundación de FORJA: "Por imposibilidad física no puedo hacerme presente en este justo homenaje a una de las figuras más grandes de nuestra escena pública actual. Cualesquiera sean las diferencias que puedan separarnos, debemos reconocer en Arturo Jauretche la lucidez de su testimonio, la originalidad de su planteo, el fervor nacional que invariablemente acompaña sus análisis, la honestidad total de su vida. Silenciada por los que se proponen mantener estructuras perimidas, esta insólita voz ha sido, a pesar de todos esos obstáculos, una de las voces rectoras de las nuevas generaciones del país. Como simple escritor que vive ob139

sesionado por el destino de nuestra nación, quiero unir mi nombre a esta manifestación de homenaje a un hombre que me honra con su amistad". Y finalmente esa amistad se corona con estas hermosas palabras que Ernesto Sabato tributa a Arturo Jauretche —una despedida sin saberlo— apenas ocho meses antes que don Arturo abandonara este mundo la madrugada del 25 de mayo de 1974: "Como aquellos oficiales egipcios del barrio norte que en César y Cleopatra se quejaban de los victoriosos chacareros romanos, el general Von Kleist declaró en 1942 que los rusos no habían sido aún aniquilados porque esos improvisados mariscales soviéticos ignoraban el arte militar. Más de una vez he oído a profesores de sociología referirse admonitoriamente a Jauretche. El es un montonero de las ciencias sociales, lo que explica sus irregularidades, pero también sus aciertos, su capacidad de improvisación, su salida por donde menos se espera. El hombre formado en la Academia fija su posición con brújula y sextante; él, como los baqueanos de otros tiempos, se agacha, mastica un pastito, observa para dónde sopla el viento, discrimina la huella de un animal que pasó por allí una semana atrás. Hace no sé cuántos años bajó a la capital y del fogón pasó a la mesita de mármol en que Homero Manzi soñaba sus elegías porteños. Y así como Enrique Santos Discépolo elaboró en esa misma mesa su existencialismo, Jauretche fue construyendo su filosofía de la historia entre dichos y sucedidos, conservando la ironía socarrona del paisano, pero ya con el andar medio de costado del compadre porteño (vaya a saber si con un cuchillito en la cintura), mezclando palabras como establishment y apero, Marx y Viejo Vizcacha, haciendo la sociología de Juan Moreira y el Gallego Julio. Si agregamos su coraje a prueba de balas, su desaforado amor por esta tierra y su pueblo, su poner la dignidad de la patria, por encima de cualquier cosa, ¡qué lindo ejemplar de argentino viejo, este Arturo! En ocasiones he discrepado con sus ideas. Pero esas pavadas no hicieron nunca a la amistad y a la común pasión por este rincón del mundo. Y una de las pocas cosas que me tranquilizan en este tiempo entreverado es saber que, palabras más, palabras menos, él y yo estamos del mismo lado del asunto". (Crisis, setiembre de 1973).

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El "Bonifacio" antes y después de ser abogado de Bemberg

El 30 de abril de 1962, el presidente de la Nación, Dr. Guido —que ha reemplazado a Arturo Frondizi como consecuencia de la crisis militar producida al triunfar ampliamente los candidatos peronistas en varias provincias el 18 de marzo de 1962— constituye nuevo gabinete. Asumen entonces en el área económica, hombres notoriamente vinculados a intereses extranjeros como Alvaro Alsogaray y Zaefferer Toro; en Interior, un radical de derecha, Jorge Walter Perkins, y en Relaciones Exteriores, Bonifacio del Carril. El nuevo canciller —que había sido subsecretario de Interior en 1944 y auditor honorario del ejército de Los Andes que operó en Cuyo a las órdenes del Gral. Lagos durante la Revolución Libertadora— se apresura a informar los lincamientos que han de guiar su gestión. Así el 4 de mayo, Bonifacio del Carril formula las siguientes declaraciones: "La política tradicional argentina, inspirada en los ideales de paz, libertad, igualdad y democracia, legislados en la Constitución de Mayo que ha seguido siempre el país en materia internacional, con muy pocas y lamentadas excepciones, será reafirmada con el mayor énfasis posible por el actual gobierno. Nosotros estamos con Occidente porque somos Occidente. En la lucha titánica y desigual que Occidente libra para preservar la paz y la libertad del mundo, la Argentina adhiere sin reservas a los objetivos fundamentales de la política que desarrollan las grandes potencias occidentales europeas y Estados Unidos de América, dignos conductores del mundo libre en estos graves y difíciles momentos. Esta adhesión, libre y espontáneamente expresada, no implica de ninguna manera subordinación, ni entrega. Es la ex141

presión simple de una verdadera coincidencia. Porque nosotros somos occidentales y sentimos fervorosa y hondamente lo que Occidente siente, coincidimos con quienes en Occidente piensan y sienten como nosotros. "[...] La Argentina está plenamente identificada con la política internacional que Occidente promueve y con la filosofía cristiana que la inspira, porque esa política y esa filosofía son las suyas propias, sin consideración de ninguna otra razón de conveniencia ni de oportunidad, que estarían fuera de lugar en la decisión de un pueblo verdaderamente digno. "[...] No somos, por cierto, una superpotencia ni pretendemos tener en la política mundial, una gravitación mayor que la que nos corresponde. "[...] Quiero antes de terminar, decir algo más sobre los Estados Unidos. "[...] Estados Unidos, hoy en día, no es una nación. Es un inmenso continente que va de océano a océano, poblado por hombres provenientes de los lugares más diversos, un inmenso continente que cumple una misión providencial como lo ha demostrado ya dos veces en lo que va del siglo, concurriendo con sus hijos a salvar la integridad de sus padres, pero una vez cumplida la tarea, volviendo con admirable y sencillo amor filial al lugar de donde habían salido. "[...] Estados Unidos es el custodio de la libertad y es quizás el único factor de verdadera esperanza fundada sobre hechos reales que tiene el hombre occidental en estos momentos difíciles de la vida de la humanidad."

* ** Al día siguiente, Arturo Jauretche inicia una serie de comentarios en el diario Democracia, referidos a las declaraciones del canciller. En el primero de ellos —el 5 de mayo de 1962— sostiene: Nada duradero es producto de la casualidad y el cipayismo de la política internacional argentina es el hijo cipayo de padres cipayos. La restauración de la línea "Mayo-Caseros" no 142

es otra cosa que la restauración de las directivas cipayas, perturbadas por la aparición de algunos brotes nacionales. A ellos se refiere el nuevo ministro de Relaciones Exteriores, doctor Bonifacio del Carril, en la declaración solemnemente dada a conocer por los diarios de la mañana de ayer, cuando dice: "La política tradicional argentina, inspirada en los ideales de paz, libertad, igualdad y democracia, legislados en la constitución de Mayo [aquí hace una simbiosis de Mayo emancipador y Caseros constituyente, con el malicioso propósito de confundir independencia y soberanía con instituciones políticas] que ha seguido siempre el país en materia internacional, con muy pocas y lamentadas excepciones, será reafirmada con el mayor énfasis por el actual gobierno". La idea de grandeza, potencia, y su síntesis, soberanía, está ausente por completo de la concepción de la política tradicional argentina, de la que no forman parte las "lamentadas excepciones" que evidentemente se refieren a los períodos 1916-1928 y 1943-1955, en que la soberanía fue el objetivo final de la política internacional. La Argentina no debe tener política nacional propia para el señor Del Carril y su misión en el mundo es ser comparsa, apéndice dócil de agrupamientos internacionales, con objetivos ideológicos. Cámbiese el objetivo y cambiará la política argentina. Pero los países dependientes no cambian de objetivos ideológicos. Los que cambian son los de los países dominantes. El mismo Del Carril, al analizar en ese documento la política histórica de los Estados Unidos, nos lo está diciendo. Porque "pasaron las etapas ingratas de su proceso de expansión, la diplomacia del dólar, el Big Stick y el destino manifiesto". Es decir, adecuaron su política internacional a sus necesidades e intereses nacionales. Se preocuparon en primer término de su grandeza y lograda ésta, fueron paulatinamente a la expansión desde el espléndido aislamiento que había preconizado Washington diciendo que una Nación no tiene amigos ni enemigos sino coincidencias circunstanciales, según las circuns143

tancias del interés nacional. Ahora los Estados Unidos actúan en potencia mundial y son las razones y los intereses de potencia mundial los que determinan su política actual. Es la misma razón que determinó el despojo de México y la explotación del Caribe —desde el destino manifiesto del big stick y la diplomacia del dólar— la que pone a los Estados Unidos a la cabeza de la política de Occidente y no los ideales "legislados en la constitución de Mayo". Esto sólo revela que los Estados Unidos tienen política nacional, de la que es trasunto su política internacional y que hoy le lleva a hacer esa política como antes hizo la que ahora abandona. ¿No se le ocurre al señor Del Carril que también nosotros tenemos que cumplir etapas de ascenso, como los Estados Unidos, y que ahora estamos en la etapa nacional y no en la mundial? ¿o es que la Argentina no tiene destino propio como los Estados Unidos? ¿o como Suiza, si el ejemplo propuesto les parece grande a los cipayos? Esto no significa que a nuestra política nacional no le convenga coincidir con ese alineamiento, pues ello puede estar determinado por razones históricas y geopolíticas. Sería en este caso un alineamiento motivado por razones de política nacional, y coincidiría con la política de los Estados Unidos pero no sería dependiente. Del mismo modo, la estrategia de las Fuerzas Armadas se adecuaría a esa coincidencia pero por razones nacionales y hasta el límite de esas razones y no por razones ideológicas. Es muy simple de comprender. ¿Por q u é entonces el señor Del Carril no lo expresa y por el contrario, lo excluye? Lo excluye precisamente porque excluye toda posibilidad de política nacional, toda base de consideración del interés argentino como nación. Es que el señor Del Carril expresa el pensamiento de un sector económico y social que es precisamente el que no tiene intereses económicos o sociales argentinos, sino internacionales y depende de los intereses económicos o sociales exteriores que dictan la política exterior argentina y cuyo reflejo interno es precisamente la exclusión interna de 144

"la paz, la libertad, la igualdad y la democracia" dentro del país. Digamos esto último con las propias palabras del señor Del Carril: "Como en todas las actitudes humanas, ésta es, ante todo, un problema de sinceridad. Las posiciones que se adoptan insinceramente son siempre falsas e inauténticas, conducen al oportunismo y a la política de conveniencia". El señor Del Carril, que profesa una moral ideológica y no nacional, rechaza la "política de oportunismo y conveniencia" en el orden internacional que es, como se ha visto, la que siguen los grandes Estados que lo inspiran. Pero está en el Ministerio como producto de una política de "conveniencia y de oportunidad" que deroga en el orden interno lo que sostiene para el orden internacional, pues, mientras postula esa supuesta igualdad y la democracia excluyendo a la mayoría de los argentinos de sus beneficios, de los que parece no deben ser excluidos ni el Congo, ni Polonia, ni la Cochinchina, ni Tanganika. Sea recordado esto, haciéndole mérito a su pasión por la sinceridad. La nación es así una especie de viuda, cuyos administradores son generosos con los bienes del difunto, pero le niegan la pensión alimenticia al cónyuge supérstite. "La conveniencia y el oportunismo" se aplican a los argentinos; para los otros países se aplican los principios. Bien se dijo que "los argentinos no tenemos cónsul". Si lo tuviéramos, otro gallo cantaría, pues los principios no se aplicarían con la "sinceridad" y sin "el oportunismo" que sólo merece el interés extranjero. [...] Esta mentalidad que expresa el señor Del Carril es coherente con la línea histórica de su apellido, identificado con la tradición antinacional, a diferencia del señor Alsogaray, su colega, que reniega de la tradición nacional de su apellido que se glorificó defendiendo a la nación en la Vuelta de Obligado, con que probamos que el hijo de tigre es a veces overo y a veces no. Esta misma mentalidad la hemos padecido en el país en lo que va del siglo, en las dos guerras. En la "primera y última guerra" y en la Segunda (y también última) guerra. Eran los belicistas 145

de derecha e izquierda, del comunismo a la oligarquía, que lo que buscaban no era sacarnos de la neutralidad, sino sacarnos de la soberanía, para colocarnos en posición de dependencia, en una, para defender la civilización occidental frente a la barbarie prusiana, entonces oriental, y en la otra, para defender la democracia (la comunista y la liberal) frente al totalitarismo. Estas dos posiciones expresaban ese pensamiento internacional que enuncia Del Carril, que se traduce por la declinación de nuestra política nacional en beneficio de otras políticas nacionales. Las políticas ideológicas que nos administraban los cipayos en ese entonces eran comunes entre los occidentales de hoy y los rusos zaristas de 1914 y los rusos comunistas de 1939. Afortunadamente, en las dos oportunidades, fue cuando hubo un atisbo de política nacional en la conducción internacional, con Yrigoyen y con Castillo, alzado este último en un heroísmo civil que la historia tendrá que reconocerle dentro de sus limitaciones personales y de origen, contra las presiones de sus propios partidarios y sus opositores que no pudieron vencer su honradez provinciana, que no había entrado en los cálculos de la oligarquía que lo ubicó. Con estos recuerdos quiero señalar que el cipayismo de izquierda o de derecha no se diferencia. Es de la misma naturaleza el occidentalismo de la oligarquía que el orientalismo de los comunistas, porque unos y otros proponen una política de dependencia, y la agresividad antiyanqui de los rusos, para servir la política de Rusia y no la de la ideología comunista, como los otros en su agresividad antirrusa están sirviendo otras políticas nacionales que a lo sumo coinciden con los intereses de una minoría argentina apatrida. Tengo aquí delante la cita que Scalabrini Ortiz hace de una carta de Lord Liberpoll al duque de Wellington en 1825: le dice que el surgimiento de las nuevas naciones de la América del Sur, en un posible acuerdo con los Estados Unidos, podría poner en peligro los intereses de Gran Bretaña y hasta los de la civilización occidental. 146

Como se ve, no es nuevo el pretexto para impedirnos tener política nacional y si se quiere una prueba definitiva de lo que he venido diciendo ahí está la frase: "¡Hace poco más de un siglo Estados Unidos era un peligro para la civilización occidental!". Es que Gran Bretaña ya utilizaba el slogan, del cual se ha hecho cargo ahora su enemigo de entonces, en la medida en que deviniendo potencia mundial, su política nacional lo reclamaba. Póngase, pues, en el mismo saco este occidentalismo con el democratismo ocasional que unía a Codovilla y las "señoras gordas" en 1945 también en contra de la política nacional por razones ideológicas que no son las mismas de ahora, pero que sirven a los mismos fines. Creo que queda bien claro lo que significa en términos de política nacional la "línea Mayo-Caseros" y por consecuencia, bien claro lo que significan las Fuerzas Armadas cuando tienen esa política nacional, que no es nacional sino ideológica. Su estrategia, entonces, será la estrategia del extranjero dominante, a través de su instrumento, la política ideológica y ella conduce fatalmente, en el orden externo, a ser un instrumento internacional de ejecución de la política, la estrategia y los mandos extranjeros y en el orden interno, a reducirse a ser una policía del mando internacional, cuya consecuencia es ese disparate de la "guerra revolucionaria" que propone como enemigo al propio pueblo y caracteriza una fuerza armada como fuerza de ocupación. Pero háganlo con "sinceridad", como dice Del Carril. Con sinceridad y con turbante. Si alguno dudaba de la necesidad de conocer las causas históricas de nuestra deformación política, el mensaje del nuevo ministro de Relaciones Exteriores ha venido en mi ayuda, como expositor, perjudicándome como argentino juntamente con todos mis paisanos. Y aclaro que entiendo como paisanos a los argentinos. De ninguna manera a los cipayos vinculados a este suelo, por el nacimiento, que no tiene importancia según la frase de Echeverría o por la tradición, cuando ésta es una tradición antinacional que es la de nuestro ministro de Relaciones Exteriores, salvo esas "lamentadas ex147

cepciones" según expresa Del Carril, editor propietario de Emecé. ¿E.M.C.? ¿Editamos manuales cipayos? ¿O expresa una aspiración: Estado Mayor Cipayo, que se está cumpliendo? *K

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El artículo transcripto —cuyo título es "Bonifacio del Carril, un ejemplo al caso"—provoca como reacción un comunicado de la cancillería intentando aclarar las palabras del canciller y moderar el tono lacayuno de las mismas. No hay, sin embargo, refutación alguna a los argumentos aplastantes de Jauretche y el 7 de mayo, don Arturo vuelve a la carga en una nota titulada "Los 'principios' de Del Carril". Allí dice: Sigamos con el Bonifacio éste. Su mensaje reafirma una vez más la habitual tontería de nuestros ministros de Relaciones Exteriores, aunque con más énfasis. La política internacional argentina no está movida por el interés, ni por la conveniencia nacional, sino por los principios. Esto lo dicen también los diplomáticos de los países que tienen política nacional, pero lo dicen precisamente para ocultar los intereses y las conveniencias que le hacen usar alternativamente los principios adecuados. Lo fabuloso es que Del Carril lo dice sinceramente y remarca su sinceridad y que esto suscita el glandular estallido admirativo del secretario de Aeronáutica, brigadier Rojas Silveyra, el cual se regodea con la frase citada de Lincoln que fue el presidente que libertó a los esclavos, posiblemente en razón del conocido antirracismo de los norteamericanos cuyo desmesurado amor a los negros los llevó a matarse entre ellos durante varios años en la guerra de Secesión: parece que fue una guerra de principios y no una guerra entre el Norte industrial que quería negros consumidores de camisetas y un mejor nivel de vida popular, a la vez que asegurarse la provisión del algodón que iba a las hilanderías inglesas . [...] Casi contemporáneamente a la guerra de Secesión, la Argentina, en función de los principios, se había aliado a un imperio esclavista, el Brasil, para libertar a los ciudadanos de 148

un país donde no había esclavos, el Paraguay, y que tan conforme estaban con el sistema del cual se iba a libertarlos que murieron casi totalmente sus varones en el más intenso exterminio que conoce la historia de la humanidad. Ningún interés ni conveniencia argentina hubo en esa guerra en la que todas las ventajas fueron para el aliado esclavista. No fue, pues, el principio de la libertad el que nos guió como fue tampoco la conveniencia. Pero hubo un principio y fue el que proclamó el Gral. Mitre en la recepción a los combatientes que volvían: "¡Habéis luchado por la libertad del comercio!". N i siquiera esos principios son nacionales pues son los que interesan al que está detrás de las bambalinas [...] Y es así que un país que no tiene política nacional, es eso: una viuda. La Diplomacia y las Fuerzas Armadas son como las dos piernas o los dos brazos de la política nacional. Cuando falta la cabeza, los miembros se paralizan o se mueven como las patas de la rana después que ésta ha muerto. En política no se ha dado todavía el caso del milagro de San Dennys, decapitado, que llevaba la cabeza en los brazos, mientras las piernas marchaban hacia su destino. La cabeza es la política nacional. ¡fe

¡Je ¡fe

Días más tarde, Jauretche reitera su ataque al canciller, también desde Democracia (13/5/62) publicando un recuadro con las ideas de Del Carril expresadas en 1942 en el periódico Movimiento de Renovación y contraponiéndolas con las expresadas ahora desde el Ministerio. Ambos textos llevan respectivamente esta acotación: "Antes de ser abogado de Bemberg (1942). Después de ser abogado de Bemberg(1962)". Y al día siguiente publica el artículo titulado "Sr. Del Carril: le cedo la palabra", que por supuesto, carecerá de respuesta: Releyendo cosas viejas, he encontrado que nada hay más efectivo para oponer al doctor Bonifacio del Carril que el doc149

tor Bonifacio del Carril. Diría, recordando un aviso que era popular en mis años mozos y que presentaba al mismo tipo sucesivamente flaco y gordo, con la leyenda "Antes y después de Wampole" que voy a oponer el Del Carril anterior a Bemberg al posterior, el flaco al gordo. Recuerdo que el Wampole era un tónico; parece que Bemberg también. Dice Del Carril (9/5/42, Movimiento de Renovación), bajo el título "Neutralidad y aislamiento": o

"El I de septiembre de 1939, la Argentina quedó atónita ante el maridaje de la Rusia soviética con la Alemania nacional-socialista, que encontraron un punto de coincidencia para atacar entre dos fuegos a Polonia. Con la declaración de guerra y la acción conjunta de Francia e Inglaterra contra Alemania pareció a muchos que esa alianza significaba el comienzo de una lucha gigantesca entre dos concepciones diferentes sobre la vida, el individuo y el Estado: la liberal, encarnada en las llamadas democracias; la totalitaria, en dos de sus expresiones más importantes: nazi y comunista. Bien pronto las conveniencias de la guerra hicieron volver a Alemania contra Rusia y entonces quedó de relieve una realidad que para nosotros nunca ofreció duda. Por doloroso que sea afirmarlo, ante la magnitud de la catástrofe, en esta guerra no luchan el nacional-socialismo contra el comunismo ni el nazismo contra el liberalismo, ni se ataca ni se defiende a la democracia. En la guerra luchan simplemente países, cada uno de los cuales actúa según conviene a sus intereses. "[...] La República Argentina, si quiere tener un destino propio como nación, si quiere ser digna de su futuro, no puede subordinar su existencia a ninguna nación del mundo, por poderosa y triunfadora que sea. "[...] N i siquiera la posibilidad de que el triunfo inglés y norteamericano permita la subsistencia del actual orden de cosas pone una alternativa en esta perspectiva, porque para nosotros el actual orden de cosas significa la continuación de los abusos del capitalismo, la opresión del débil por el fuerte, del pobre por el rico, la injusticia y la desigualdad social, la ve150

nalidad, la corrupción y el desorden entroniza* ses dirigentes y responsables, envenenando len nuadamente al pueblo. No se hable entonces de de adhesión por conveniencia. A la Argentina no leSfoijyiene adherirse a ninguno de los frentes beligerantes, ni en ni en el bajo sentido de la palabra. Las ventajas materiales que podrían obtenerse son un pobre plato de lentejas cuando está enjuego la dignidad y el honor nacional [...] Hay que estar permanentemente alerta para aprovechar todas las posibilidades y por sobre todas las cosas, nunca debe olvidarse que la neutralidad argentina jamás debe servir un interés ajeno ni ser desviada por la simpatía o la benevolencia hacia los países beligerantes." En el n ú m e r o de julio de 1942 del mismo periódico, dice Del Carril: "La gran mayoría de los argentinos sabe también que la guerra desencadenada en el mundo no es una lucha de concepciones diferentes sobre la organización de la sociedad y del Estado, ni sobre el problema del individualismo y el estatismo. Sabe que es un cuento para niños el supuesto combate entre las democracias, como se titulan a sí mismos los regímenes l i berales y el comunismo totalitario, y el totalitarismo como se llama a los demás regímenes dictatoriales y sabe que la hecatombe mundial no es sino una lucha de imperialismos y de países que se mueven en el inmenso tablero de ajedrez del mundo, buscando la posición y la oportunidad que mejor conviene a sus particulares intereses [...] Quien no ve la realidad de las cosas es porque no quiere ver la luz del día. En la guerra luchan países, nada más que países y por lo que le conviene a cada uno de los países [...] Las ideologías, la unión de naciones, los frentes, los ejes, son palabras para embaucar a los ingenuos [...] Preparémonos nosotros a defender el interés nuestro, el alto interés argentino. Y como no tenemos nada que ocultar, afirmamos que nuestro pueblo que quiere ser amigo de todos los pueblos de la tierra, está firmemente dispuesto a concluir con la política de entrega, por donde lo han conducido sus 151

hombres dirigentes. Porque ya ha comprendido que los culpables de la entrega no son los ingleses que nos explotan económicamente, ni los alemanes que organizan su quinta columna, ni los norteamericanos que nos presionan, ni los judíos que nos invaden en masa, ni los comunistas que preparan el golpe audaz y traicionero, son los argentinos que se dejan explotar, presionar, invadir, son los argentinos que no quieren aprovechar la durísima y amarga lección de las naciones vencidas y los pueblos sojuzgados por la venalidad y traición de sus gobernantes, por la claudicación de sus juventudes." Hasta aquí el Bonifacio. En realidad, transcribiendo las palabras de Bonifacio del Carril, simplemente hemos reiterado lo que venimos diciendo en estas notas. Con mejor pluma y con la ventaja de ser un miembro de la "juventud escogida" diría también, si la edad no lo impidiese, que Bonifacio del Carril puede ser mi maestro. En ideas. Espero que mis años, ya que no mi entereza, impidan que lo sea también de conducta. Para los "cuatro días locos" que me quedan por vivir, no tengo las necesidades del señor Del Carril, que lo llevaron del nacionalismo a abogado de Bemberg y de abogado de Bemberg al Ministerio de Relaciones Exteriores. Y me bastarán dos metros de tierra en la Chacarita o en el Cementerio de Flores y la ilusión de que algún paisano patriota, después de pasar por la tumba de Gardel, se acuerde de arrimarme unas violetas. Ni Bemberg, ni todo Occidente, ni Oriente, si se vuelven a juntar, le van a dar al Dr. Del Carril más que eso. Y tal vez le lleven orquídeas, pero éstas se pudren igual que las violetas y el que las compró se queda rezongando. Puede llevar la ventaja de la fama, pero ésta no dura mucho, y como ahora los argentinos están "avivados" en esto de la historia, es posible que sólo perdure la mala fama. Estas últimas reflexiones me vienen a la pluma porque esta mañana estuve en el entierro de José María Freiré, u n obrero del vidrio que fue secretario de Trabajo y Previsión en 1946. No había mucha gente, con ser tantos los que tienen que 152

recordar. Ha muerto en su humilde hogar de Gerli, sin añorar pasadas glorias, como tampoco las buscó, ni las deseó. Hacía versos humildes y proletarios que no figurarán en ninguna antología. Le tocó legislar en una materia casi inédita en el país. Ni las leyes ni los decretos llevan una técnica que él no tenía. Pero sí su espíritu de una larga lucha y el sentido de la realidad, del que viene de la vida y no de los libros. De una realidad que no traicionó cuando estuvo arriba, sino que la alzó con él. Las disposiciones en que él intervino no tienen el brillo del envase legislativo que suele envolver nuestras leyes, pero contienen nuestras cosas mejor que los envases prestados. Ya he dicho que era obrero del vidrio y contribuyó a hacer las botellas que unos quieren vaciar y que otros queremos mejorar. No se mareó arriba, ni se desesperó abajo, porque era humilde. Esa humildad ayuda a ser leal consigo mismo y la lealtad con uno mismo trae la lealtad a las ideas y a los demás hombres. No he querido comparar. Pero las cosas vienen así...

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INDICE

A muñera de prólogo, por Arturo Peña Lillo

5

Introducción

11

La historia como "bien de familia" y la Sra. Victoria Pueyrredón

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"Nosotros no somos jueces, somos fiscales" La Nación, La Prensa y el Dr. Félix Luna

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Humildad nacional y soberbia fubista Polémica con los que todavía se hacen pipí en la cama

37

Guillermo de Torre, Alicia Jurado y el establishment piden la censura

49

Victoria Ocampo y la desconexión con el país Una aclaración a Bernardo Verbitsky

63

¿Vos también con la yuta, Julián Centeya?

71

"Que al salir, salga cortando..." Una polémica contada por el propio Jauretche

79

"La falsa opción de los colonialismos" Contestación a Bruno Genta

85

La unidad democrática de la cultura De Abelardo Arias a Liborio Justo

97

Académicos en serie y por derecho hereditario Los "inteligentes" y el Dr. Rivarola

107 155

Sionistas o argentinos: no hay nacionales con doble nacionalidad La cuestión judía y el periódico Horizonte

115

Los sociólogos científicos y un rasgo de mal humor

125

Coincidencias y disidencias al calor de una amistad Arturo Jauretche - Ernesto Sabato

127

¿Nación o colonia? El "Bonifacio" antes y después de ser abogado de Bemberg

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Me acusan de falta de ecuanimidad, de excesiva pasión en mis polémicas... pero, en cambio, son ellos las víctimas de un estado de conciencia que les impide toda ecuanimidad. La niña que se ha criado entre sábanas de holanda, cree que es una tortura la molestia que le ocasiona el mínimo remiendo de las mismas. Ignora que una enorme cantidad de niñas no conocen la holanda, ni el bramante, ni siquiera la arpillera. Y cuando lo sabe, supone que éste es un dictado de la divina Providencia y que todo el problema consiste en que desaparezcan los remiendos en las sábanas de las niñas que se acuestan entre holandas. Olvidan que estamos bajo la ley del embudo y terminan por creer que lo angosto del mismo no existe aunque pase por allá la casi totalidad del país... Con una sensibilidad de pétalos de rosas consideran falta de ecuanimidad la menor violencia, así sea verbal, de los oprimidos, del país olicialmente inexistente, pero sobre el que carga el peso de todos los sacrificios y responsabilidades. El país debe ser austero, prudente, amoroso, mientras les desborda la grasa a los que colocados en lo ancho del embudo gozan de todos los privilegios, ejercen el monopolio de los derechos cívicos y sociales y pueden injuriar y calificar sin comprometer la famosa "conciliación de la familia argentina". Arturo Jauretche

La polémica pública como punto de acuerdo o disidencia, reveladora de antinomias históricas, equívocos conceptuales y aun coincidencias saludables y no advertidas por los propios polemistas, es una de las carencias que padece el universo de la cultura nacional. Y es por eso que hoy los más viejos extrañan — y los más jóvenes ignoran— las lúcidas y provocativas reflexiones y refutaciones de ese gran polemista que, entre otras cosas, fue Arturo Jauretche. Hombre "con ideas nacionales" y de larga militancia en el campo popular desde los tiempos de FORJA hasta su muerte, se atrevió a arremeter contra el establishment señalando con nombre y apellido el personaje o la institución convocados por su crítica. Así, en estas Polémicas, cuestiona a la intelligentzia argentina —"los sometidos al pensamiento de la superestructura"—; se mete con mitos vivientes como Victoria Ocampo, con personajes como Alicia Jurado y Guillermo de Torre, pasando por Julián Centeya, un joven Juan José Saer, el historiador Félix Luna y Bonifacio del Carril, entre otros. Y también vemos aquí que su relación amistosa con Ernesto Sabato no siempre se canalizó por aguas calmas. Escritas en ese estilo coloquial, satírico, punzante, es decir, inconfundiblemente jauretcheano, estas Polémicas recogen las inquietudes sociales y políticas, el pensamiento y los sueños de un argentino insoslayable.