Poesía Ismael Enrique Arciniegas

POESÍA ISMAEL ENRIQUE ARCINIEGAS Dirección Cultural Biblioteca MÍnima Santandereana © Universidad Industrial de San

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POESÍA

ISMAEL ENRIQUE ARCINIEGAS

Dirección Cultural

Biblioteca MÍnima Santandereana

© Universidad Industrial de Santander Colección Biblioteca Mínima Santandereana No. 3 Poesía. Ismael Enriqe Arciniegas Dirección Cultural Rector: Jaime Alberto Camacho Pico Vicerrector Académico: Álvaro Gómez Torrado Vicerrector Administrativo: Sergio Isnardo Muñoz Editor Dirección Cultural Luis Álvaro Mejía A. Impresión División de Publicaciones Primera Edición: marzo de 2009 ISBN: Dirección Cultural. UIS Ciudad Universitaria Cra. 27 calle 9 Tel. 6846730 - 6321349 - Fax 6321364 [email protected] Bucaramanga, Colombia Impreso en Colombia

Ismael Enrique Arciniegas

ISMAEL ENRIQUE ARCINIEGAS Esta gran figura de la poesía y del periodismo nació en Curití (Santander) en 1865; y murió en Bogotá el 23 de enero de 1938. Dirigió “El Nuevo tiempo” durante 27 años (de 1905 a 1932), y, al lado del diario, un precioso suplemento, “El Nuevo Tiempo Literario”, que es un emporio de nuestra literatura de los albores del siglo XX. Ocupó cargos diplomáticos de mucha importancia, entre ellos los de ministro de Colombia en Venezuela, Panamá, Ecuador y Francia. En las luchas civiles de fines de siglo XIX alcanzó el grado de coronel. En la producción poética de Arciniegas hay dos épocas bien definidas: la de su juventud, a la cual pertenecen casi todas las producciones originales que le dieron rápidamente renombre continental, y la de su vejez, en que, con sorprendente frescura e inspiración, se dedicó 3

a verter al castellano a Heredia y a Horacio, y a trazar admirables evocaciones de la Bogotá Colonial. Publicó los libros “Traducciones poéticas”, “Antología poética” y la versión de “Los Trofeos de Heredia”.

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INDICE Den adhem y el ángel Paisaje En great park A solas Nuestra señora de los ladrones El peregrino Atracciones La balada del poeta El alma muerta La nave entre hielos En colonia El regreso Anhelo de poeta Abanicos de museo Su corsé La tonada del boyero Códice antiguo

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DEN ADHEM Y EL ÁNGEL (Leigh Hunt) A Tomás Surí Salcedo

Ben Adhem (que su tribu florezca eternamente!) Dormía, cuando un hálido vino a rozar su frente, y despertó.

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Su alcoba brillaba con un rayo de la luna; brisa de la noche de Mayo traía de los valles el olor de las flores, y un ángel vio, las sienes ceñidas de fulgores, que en un libro escribía. Ben Adhem, con rudeza, dijo el ángel: “Qué escribes? Levantó la cabeza la visión, y en acento de indecible dulzura que llegó a sus oídos como voz de la altura, “Los nombres de los que aman al Señor,” le responde. Y con acento trémulo, que la ansiedad esconde, Velado por las lágrimas, al ángel preguntó: “Has escrito mi nombre? Y el ángel dijo: “No!” Ben Adhem habló entonces con voces suplicantes: “Pon mi nombre como uno que ama á sus semejantes.” Un nombre escribió el ángel. A la noche siguiente 8

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volvió a la alcoba, en medio de luz resplandeciente, y le mostró las páginas en donde están escritos los escogidos nombres, por el Señor benditos. Ben Adhem, de rodillas, cayó ante el mensajero, porque vio que su nombre llenaba el libro entero.

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PAISAJE De verdes sauces entre doble hilera, de la agria roca al coronar la altura, a lo lejos, cortando la llanura, se ve la polvorosa carretera. Donde se parte en dos la cordillera se divisa una casa, y su blancura resalta del trigal en la verdura, cual si velamen de una barca fuera.

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Del saucedal bajo el ramaje amigo clavo la vista en el hogar risueño. de dos almas talvez dichoso abrigo; Y bajo el peso de tristeza ignota finjo visiones de un borrado sueño, y hondo suspiro de mi pecho brota.

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EN GREAT PARK Por el parque, abstraída, bajo el cielo otoñal, donde puso la tarde lividez de marfil, el semblante cubierto con un velo sutil, de la Quinta Avenida va la flor ideal. En contraste armonioso con lo obscuro del chal las mejillas resaltan, como rosas de abril, y parece, en su coche, Dogaresa gentil que en su góndola fuera recorriendo el Canal.

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La adorable flor rubia de esta enorme Babel se confunde, a lo lejos, entre el raudo tropel de las hojas marchitas, bajo el cielo otoñal; Mientras sueña en su triunfo, cuando al brillo del sol, en París, el bosque, sea un áureo arrebol De su muelle carruaje la corona condal.

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A SOLAS Quieres que hablemos? … Está bien … Empieza: Habla a mi corazón como otros días. Pero no … que dirías? Qué podrías decir a mi tristeza? No intentes disculparte … todo es vano! Ya murieron las rosas en el huerto; el campo verde lo secó el verano, y mi fe en ti, como mi amor, ha muerto.

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Amor arrepentido, ave que quieres regresar al nido al través de la escarcha y las neblinas; amor que vienes aterido y yerto, donde fuiste felíz… ya todo a muerto! No vuelvas … todo lo hallarás en ruinas! A qué has venido? … Para qué volviste? qué buscar? … Nadie habrá de responderte! Está sola mi alma, y estoy triste, inmensamente triste hasta la muerte! Todas las ilusiones que te amaron, las que quisieron compartir tu suerte, mucho tiempo en la sombra te esperaron, y se fueron … cansadas de no verte! Cuando por vez primera en mi camino te encontré, reía en los campos la alegre primavera: toda esa luz, aromas y armonía. Hoy … todo cuán distinto! Paso a paso, y solo voy por la desierta vía - Nave sin rumbo entre revueltas olas – pensando en las tristezas del ocaso, y en las tristezas de las almas solas,

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En torno la mirada no columbra sino aspereza y páramos sombríos; los nidos, en la nieve, están vacíos, y la estrella que amámos, ya no alumbra el azul de tus sueños y los míos! Partiste para ignota lontananza cuando empezaba a descender la sombra. … Recuerdas? Te imploraba mi esperanza, pero ya mi esperanza no te nombra! No ha de nombrarte! … Para qué … Vacía Está el ara, y la historia yace trunca. Ya para qué esperar que irradie el día! Ya para qué decirnos: Todavía, si una voz grita en nuestras almas: Nunca! Dices que eres la misma; que en tu pecho la dulce llama de otros tiempos arde; que el nido del amor no esta desecho, que para amarnos otra vez, no es tarde. Te engañas! … No lo creas! … Ya la duda echó en mi corazón fuertes raíces. Ya la fe de otros años no me escuda … Quedó de sueños mi ilusión desnuda, y no puedo creer lo que me dices!

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No lo puedo creer! … Mi fe burlada, mi fe en tu amor perdida, es ansia de una nave destrozada, ancla en el fondo de la mar caída! Anhelos de un amor, castos risueños, ya nunca volveréis … Se van … Se esconden! Los llamas? … Es inútil! … No responden … Ya los cubre el sudario de mis sueños! Hace tiempo se fue la primavera … Llegó el invierno, fúnebre y sombrío! Ave fue nuestro amor, ave viajera, y las aves se van cuando hace frío!

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NUESTRA SEÑORA DE LOS LADRONES Apagado el incendio quedó el templo en ruinas … Hiedra en vez de brocado. Las lívidas arañas con sus hilos envuelven las santas bizantinas. De los rotos mosaicos brotan plantas extrañas, plantas de los abismos … Y la humedad sombría pone manchas verdosas en muros y peañas. 19

Tras vidrio de colores, una Virgen María, como un rayo de luna, lilial y cansada, en las sombras se yergue de la iglesia vacía Por las lágrimas muestra la mejilla surcada; su lividez de tísica da a las almas pavura, y hay tristezas de ángeles en su dulce mirada. Siete espadas al rostro dan sello de amargura; los anillos, sin piedras, guardan sólo el engaste, y su pálida boca, temblorosa murmura: -“Oh Jesús! Oh hijo mío! Por qué me abandonaste en medio de estas ruinas de calma aterradora, do la luna es fantasma y es el sol un contraste? Mi vestido y mi manto son harapos ahora; mi diadema, sin joyas, ya cual antes no brilla, y mi boca es un astro que la luz lo colora. Ya, contricto, a mis plantas ninguno se arrodilla; nadie cirios me trae … y tan sólo oraciones oigo aquí de las almas que el pecado mancilla.

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Nadie viene a pedirle dulces consolaciones, bálsamo para el alma por el dolor herida … Soy ahora, hijo mío, Vírgen de los Ladrones. Las lágrimas dejaron ya mis ojos sin vida; yo que siempre refugio fui de humanos dolores, hoy aquí de murciélagos soy tan sólo guarida! Oh mi altar de otros días con sus luces y flores! … Oh música del órgano! … Templo siempre aromado del incienso y la mirra con los gratos olores! … Hizo un búho en mis brazos suave nido abrigado, y amé el búho (Los búhos son aves desgraciadas) y crié sus polluelos con materno cuidado. Pero un día su vuelo por las ruinas calladas levantaron … y huyeron … De este abismo de espanto todos huyen por siempre … menos estas espadas!

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Oh Jesús, hijo mío! No te mueve mi llanto! Quiero en vez de lluvia, la tristeza y el viento, incensarios y música, y jazmines y canto! De mis penas apiádate, de mi duro tormento! Por qué sola me dejas, y por qué no me abrigas, por qué, tú eres suave cual perfumado ungüento? Mas si debo, con frío, quedarme aquí entre ortigas, si tal es el mandato de tus fallos divinos, dame un manto … Este manto parece de mendigas. Dame anillos, rubíes, diamantes peregrinos … Los ladrones, a veces, tienen hambre, cuidalos! Tienen hambre, y no pueden robar en los caminos. Dame flores … No armiños! … lirios embalsamados; la flor azul del lino; y miosótis en donde tiemble el rocío; rosas, y claveles rosados!”

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Así habló … mas ninguno a la Virgen responde. Todo es paz y silencio … La noche es negra y fría. Y Jesús qué se hizo? … Duerme acaso, ó se esconde? Está triste la noche cual tu alma, oh María! … Los murciélagos vuelan … Melancólicamente van pasando fantasmas por la obscura arquería. Más de pronto la luna se destaca en Oriente, y robando colores a los altos vitrales, ilumina, en las sombras, a la Virgen doliente. A sus pies pone flores y fulgentes cendales; cambia en llamas el cinto y el manto hecho jirones; le da anillos y joyas de esplendores astrales. De la Virgen María cantan las Ilusiones en las dulces pupilas. Y clama entre guirnaldas: “Oh ladrones! Oh amigos! Venid, venid, ladrones! Robaos mis anillos! … Robad mis esmeraldas!”

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EL PEREGRINO - De Eugenio de Castro A JUAN M. ABELLO

En el poniente el esplendor del sol se diluía, y mi caballero, en un vetusto puente, meditaba y decía: -“Judith, Ana y Arminda, y Lidia, de labios sensuales, Inés, la rubia linda, todas fueron iguales! 25

Soñadas alegrías ya sois cual secas rosas! Ay! Y en vano mis días, tristes días, quisieran ser doradas mariposas … Cansáronme los besos, y el hastío a mi lado ya veo. Del desencanto invade mi corazón el frío, y no he saciado nunca la sed de mi deseo El alma traigo envuelta en una túnica que ha tejido el Cansancio en horas tristes En dónde estás, si existes? En dónde estás, oh única? Responde al que te ama! Debo olvidarte como bien perdido! Responde al que en las sombras a ti clama; Vives, moriste acaso… ó no has nacido? Y no cruza ninguna mi camino, Princesa rubia o bella Zagala, sin que diga a mi destino: será ella? Una niña vi un día junto a una anciana de cabello cano, y me dije: Cuál de ellas es la mía? Llegué tarde tal ves? … Llegué temprano? 26

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Busco el jardín soñado de sus encantos a la luz se abrieron, y la llamo … y tal vez paso a mi lado, y llorosos mis ojos no la vieron! Cuando creo que nunca he de encontrarte, cómo sufro al pensar, oh dulce amada, que quizá vives, sola y desgraciada, y que no puedo ir a consolarte! Murió la Primavera; también pasó el Estío y viene ya el Otoño las hojas arrancando, y mientras en tu busca voy llorando, me esperarás llorando, dueño mío. Y prosigo buscándote rendido, aunque una voz en medio de las sombras irónica me diga: la que nombras ni vendrá … ni está muerta … ni ha nacido! “ Al extremo del puente, airosa dama surge, suelta la rubia cabellera, y su voz en el viento, pálida rosa, clama: “Yo soy la que aguardabas. Ven, que mi amor te espera.”

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El caballero parte … Traicionero Abismo era ese puente; y al instante rodaron al torrente caballo y caballero Hervía un mar de sangre en el poniente mientras de sangre el agua se teñía, y allá, al extremo del hundido puente, la dama reía … reía … reía.

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ATRACCIONES Oh mano larga y fina, mano que entre la bruna noche parece un lirio besado por la luna; Oh mano transparente y exangue, que armoniza de pálidas perlas con la luz enfermiza; Labios que no supieron nunca reir, en donde una vaga sonrisa cual capullo se esconde;

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Pudorosas pupilas; ojeras azuladas, nunciadoras de insomnios en las noches calladas, Cuando voz del pasado, que un bien perdido nombra, llega a nuestros oídos al través de la sombra; Palidez de la frente, cual palidez de cielos invernales, que dice de callados anhelos, De sacrificio y luchas de una alma siempre sola, que vencida sucumbe sin amor ni aureola … (Oh atracciones secretas … misteriosa armonía!) Cómo habláis sin palabras a mi melancolía!

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LA BALADA DEL POETA A Luis G. Urbina

Bajo un cámbulo en flor, en la llanura, cerca de clara fuente rumorosa que va regando a su rededor frescura, sin cruz la abandonada sepultura, el poeta suicida en paz reposa Caprichoso juguete del destino, pálido, siempre triste, torvo y ceño, fue en extrañas regiones peregrino, 31

siempre buscando su ideal divino, y siempre en pos de su imposible sueño. Una tarde, a los últimos fulgores de Sol, cuando en el viejo campanario del Angelus vibraban los clamores, regresó, con su fardo de dolores, a su hogar el poeta solitario “Mi corazón, nos dijo, paz desea; escribiré” …Para luchar cobarde Nada más escribió. Su sola idea era la de la muerte … Y otra tarde lo vimos que salía de la aldea. “Dónde vas?” Le dijimos Una cita; Voy de prisa … me esperan” … Infinita calma brillaba en su pupila inerte “Quien? No lo sé. Beatriz … o Margarita,” … Y su cita … era cita con la muerte! Ya duerme … Y a las sombras, a lo ignoto, a la negra, infinita lontananza, lanzó el cansado y pálido piloto, su blanco ensueño, como mástil roto, como tabla deshecha, la Esperanza.

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Como es tierra maldita, no hay camino a do el triste cantor descansa inerme; huye su sepultura el campesino, solo … y en paz, con su laúd divino. Pero cuando la luna en los desiertos ámbitos se levantan, como aurora, como la blanca aurora de los muertos, desentume el canto los brazos yertos, y en su huesa callada se incorpora. Qué dulce voz de misterioso encanto rompe el silencio de la noche? Es una serenata de amor? … Plegaria ó llanto? Notas de arpas celestes? … Es el canto del poeta, a los rayos de la luna! Y surgen a su acento, cual visiones, las bellas heroínas inmortales de sus castos poemas y canciones … De su vida, las blancas ilusiones; del poeta, las novias ideales! Van surgiendo al vibrar de la armonía, halo de luz sobre la frente, y llenas de albas rosas las manos … Se diría de canéforas blanca Teoría, bajo arcadas de mármol, en Atenas. 33

En silencio lo escuchan … Ni un acento Se levanta inoportuno … Ni suspira Entre las ramas del guadual el viento. En torno todo es paz, recogimiento; todo es quietud al sollozar la ira. Callad al fin las notas armoniosas; y a la luz de la luna, que en la quieta llanura se difunde, las hermosas ponen sobre las sienes del poeta una corona de laurel y rosas Vuelve a cantar la brisa … Lentamente las visiones se extinguen una a una; como un áureo jardín es el Oriente, y el poeta en la fosa hunde la frente, mientras se borra en el azul la luna.

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EL ALMA MUERTA Oh la paz y el silencio de los tiempos feudales, cuando fuí solitario monje benedictino; cuando el amor de mis noches fue el Cordero divino, y pintaba mayúsculas en los grandes misales! De mi carne el cilicio fueron verdes rosales, y mi solo regalo fue la hostia y el vino, y de abrojos punzantes ericé mi camino, do vagaron un tiempo los Pecados mortales. 35

Pero fueron ayunos y oraciones en vano … Siempre rojas mayúsculas dibujaba mi mano, siempre en rojas mayúsculas se extasiaban mis ojos. De Satán fue mi alma, de Satán fue mi anhelo … Pues cerró con tinieblas mi camino hacia el cielo el recuerdo implacable de unos labios muy rojos.

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LA NAVE ENTRE HIELOS A Diego Uribe (De Graf)

En el ártico mar, bajo la grave, fría techumbre del borrado cielo, rota la proa, yace antigua nave, prisionera entre témpanos de hielo. A do vayan inquietas las miradas en esa soledad do el hielo impera, 37

tan solo ven llanuras desoladas, rocas de hielo … hielo donde quiera. Entre las sombras de la noche bruma, Del horizonte en el confín distante; turbio aparece el sol, fosca la luna, y en el cielo se ven solo un instante. De la llanura en la extensión inerte jamás de vida palpitó un aliento, y no flota en la calma de esa muerte, sobre ese horror, ni voz ni movimiento. Antes de que sus flancos destrozados fueran allá donde la nave mora, de los rugientes mares dilatados todas las playas conoció su prora. De las hijas del viento en compañía la vio del ecuador el cielo urgente, y cruzó con gallarda bizarría los mares todos, desde Ocaso a Oriente. Vió la boca del Ganges; el distante Cabo de la Esperanza; surcó el seno del Mar de las Antillas resonante, y su bandera recorrió el Tirreno.

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Era su nombre PORVENIR; su vida fue el libre y ancho mar; y yace ahora por témpanos de hielo detenida, e inmóvil yace su volante prora. Los años pasan. Desde el turbio Oriente la mira un sol de luz amortiguada, y una luna sin brillo … y lentamente la nave se deshace abandonada. Ya derribó los mástiles el noto; la quilla, entre los hielos, yace endida; se hunde el puente … el timón está roto, y cayó al mar el ancla desprendida. Arriba, el cielo tenebroso y frío y el desierto en redor, mudo y sombrío!

Tomado de: El nuevo Tiempo Literario. T II Abril 20 de 1904 - Abril 16 de 1905

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EN COLONIA En la vieja Colonia, en el oscuro rincón de una taberna, tres estudiantes de Alemania un día bebíamos cerveza. Cerca el Rhin murmuraba entre la bruma evocando leyendas, y sobre el muerto campo y en las almas flotaba la tristeza.

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Hablábamos de amor, y Franz, el triste, el soñador poeta, de versos enfermizos, cual las hadas de sus vagos poemas, “Yo brindo, dijo, por la amada mía, la que vive en las nieblas, en los viejos castillos y en las sombras de las mudas iglesias; por mi pálida musa de ojos castos y rubia cabellera, que cuando entra de noche a mi buhardilla en la frente me besa” Y Kart, el de las rimas aceradas, el de la lira enérgica, cantor del sol, de los radiantes cielos y de las hondas selvas; el poeta del pueblo, el que ha narrado las campestres faenas; el de los versos que en las almas vibran cual músicas guerreras,

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“Yo brindo, dijo, por la amada mía, la hermosa lorenesa de ojos ardientes, de encendidos labios, y riza cabellera; por la mujer de besos ardorosos que aguarda ya mi vuelta en los verdes viñedos donde arrastra sus aguas el Mosela.” “Brinda, tú!” – me dijeron. Yo callaba, de codos en la mesa, y ocultando una lágrima, alcé el vaso y dije con voz trémula: “¡Brindo por el amor que nunca acaba!...” y apuré la cerveza, y entre cantos y gritos exclamámos: “¡Por la pasión eterna!” Y seguimos risueños, charladores, en nuestra alegre fiesta… ¡Y alli mi corazon se me moría, se moría de frío y de tristeza!

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EL REGRESO Volví después de muchos años. Todo lo mismo. El puente de madera. El río lento, entre guaduas y negruzco lodo; y de teja y de paja el caserío. La calle principal, con su empedrado roto a trechos. Asómanse curiosos… niños que van corriendo por el prado, y en la plaza, naranjos rumorosos.

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Y su casita, como entonces. Flores en la ventana, adonde fui temblando en años idos con canción de amores… de esa ventana me alejé llorando. ¿Casada? ¿Muerta? No lo sé. La vida desgarró mi ilusión, ensueño de oro. ¡Amor y versos de mi edad florida!... … Y nuevamente en las tinieblas lloro.

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ANHELO DE POETA Quiero el poeta ser de almas heridas que la piedad de la palabra imploran, de tantas tristes, solitarias vidas, de corazones que en silencio lloran. Quiero dar ritmo a lo indeciso y vago, que es cual bruma y recóndita belleza, y ser voz del que sueña junto a un lago sin que dar pueda voz a su tristeza.

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Quiero en cadencias expresar lo ignoto y en el azul dar alas a lo inerme, juntar en ritmos un ensueño roto, y canto ser de lo que oculto duerme. Y quiero compartir el sufrimiento de otros; y ser su confidente ansio … ¡Y dar no puedo vida a lo que siento, ni forma puedo dar a lo que es mío!

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ABANICOS DE MUSEO J´aime les éventails fanés Dont le lointain passé chagrine. Max Waller

Bajo cristales, en vitrinas, reposando estáis olvidados, abanicos de sedas finas en lejanos tiempos bordados.

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Y os abrís, en un sepulcral silencio, en fondo carmesí, a la luz de tarde otoñal, en el Museo de Cluny. Y al pensar en lo que no existe, encanto ayer y hoy desengaño, decir parece el alma triste: “¿Dónde están las nieves de antaño?” ¿En cuáles manos marfilinas lucirían vuestros encajes, en dulces citas vespertinas bajo los trémulos boscajes? Corte de los Luises de Francia, reverencias ante el estrado… ¡Abanicos! ¡Sois la fragancia Que va surgiendo del pasado! … Fragancia que se desvanece en ideal mundo risueño, mientras el alma se adormece en una bruma azul de ensueño. Al veros, llegan a la mente ecos de fiestas cortesanas, cuando os plegábais lentamente como al compas de las pavanas. 50

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“Delfin! ¡Callad, os lo suplico!” decía la rubia Marquesa, y en tanto, tras el abanico, reía una boca de fresa. Restos de antigua aristocracia que llevó del tiempo el turbión. ¡Cómo os abriríais con gracia en los jardines del Trianón! ¡Y qué encantadores secretos guardareis de épocas remotas, cuando en Versalles, los minuetos alternaban con las gaviotas! Abanicos de sedas finas que durmiendo estáis olvidados, desde el fondo de las vitrinas ¡cómo evocáis tiempos pasados! Tomado de: Los poetas. Flores de varia poesía. Nº. 81 Selección Samper Ortega de Literatura Colombiana. Bogotá, Ed. Minerva, 1937. Los poetas. Del amor y de la mujer. Nº. 83 Colección Samper Ortega de Literatura Colombiana Bogotá, Edit. Minerva, 1937

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Ismael Enrique Arciniegas

SU CORSÉ Corrido el cortinaje, desde el balcón de enfrente vi su cuarto, el cuarto de la virgen, que mi sueño arrulla en las mañanas con su canto. Jarrones de Sajonia descansaban sobre consola de bruñido mármol; y del sol que moría los postrimeros rayos hacían resaltar en la penumbra las doradas molduras de los cuadros, 53

las lámparas de bronce los ricos muebles de nogal tallado, las cortinas del lecho, y en el muro los brillantes espejos venecianos. Y en un rojo sillón, que parecía a su dueña esperar medio borrado por la naciente sombra, se veía un corsé de blanco raso Y pensé entonces en las frentes pálidas, y en los risueños labios, en los azules ojos y en los cabellos áureos, en las cinturas breves y en los ebúrneos brazos; en el velo flotante de las novias y de las niñas en los sueños castos, y de las vírgenes carnes sonrosadas y en los púdicos senos de alabrastro ¡Quién fuera su corsé, me dije entonces, quién fuera su corsé de blanco raso, para saber si late aún su corazón ingrato.

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LA TONADA DEL BOYERO A Ricardo Nieto

Íbamos todos al río en alegre caravana. Yo, a su lado … La mañana era mañana de estío. Cantando triste tonada pasó entonces un boyero; Por una mujer me muero, pero ella no sabe nada 55

Caminando, caminando ella cantaba y reía. Una flor aquí cogía, otra allá, siempre cantando. En el sombrero, albos tules, y de albo linón vestida, ¡cómo brillaba la vida en sus pupilas azules! … Y lejos, en el sendero, bajo el oscuro pinar, se iba perdiendo el cantar: “Por una mujer me muero…” Mis ojos se iban tras ella mientras vagaba sombrío. ¡Y ella, a la orilla del río, entre todas, la más bella! Al regresar se encendían las luces en el poblado. Yo, en mis ensueños callado, y cantaban y reían. Y pensaba en la tonada que oí cantar al boyero. “Por una mujer me muero, pero ella no sabe nada” 56

Ismael Enrique Arciniegas

CÓDICE ANTIGUO En Cluny, Siglo XV. Bajo álamos de plata sus aguas el Saona, rumoroso dilata por el lento deshielo. La mole ennegrecida de piedra, corta el llanto que despierta a la vida. En el parque, vagando, y humilde la mirada, las manos sobre el pecho y en la oración callada, pasan monjes, tendida hacia atrás la cogulla y como una armonía celeste al campo arrulla. 57

Cielo tranquilo y diáfano. La quietud del convento a la plegaria incita y a hondo recogimiento. Las ventajas abiertas dan al jardin. Las rosas sonríen bajo errante vuelo de mariposas; y en las frondas, de nidos y de aves la algazara es saludo a la aurora, que surge azul y clara. En la amplia biblioteca, monje benedictino tiene abierto en la mesa borroso pergamino, donde paciente artista de tiempo muy lejano, al principiar capítulos, pintó con hábil mano, en grandes iniciales y con vivos colores, dragones, ninfas, grifos y ultraterrenas flores… Con sus rubios cabellos sobre la frente vasta, su palidez y el brillo de su pupila casta, y con su hábito blanco, parece el monje, efebo, del jardín ante el tibio primaveral renuevo Copia un códice antiguo; “Dafnis y Cloe”. Aromas de los rosales suben y arrullos de palomas. Absorto escribe: y Cloe se yergue ante sus ojos, y de la vida en el áurea puerta con sus promesas el amor. 58

Ismael Enrique Arciniegas

De la luna la luz de plata brillaban en el barrio desierto, y una canción de serenata subía al balcón entreabierto. Pendiente la escala de seda de los barrotes del balcón … del pasado ya sólo queda un rescoldo en el corazón. Paseos bajo la luz de luna por alamedas de rosales; dos bocas que el amor aúna en claras noches estivales… Entonces… cantos, alegría, juramentos de eterna fé; y ahora, gris melancolía del dichoso tiempo que fue…

III La frente apoyo en la vidriera: en el parque, vestidos blancos, y amantes en la primavera bajo los pinos, en los bancos 59

Primeros versos a la amada, cantos primeros de ilusión… son hoy cual queja desolada en el fondo del corazón. Tú, flor de la tierra nativa, de los ojos fuiste embeleso. Sólo a tu boca, rosa viva, le dio la muerte el primer beso. Cuando se recuerda el pasado hay un deseo de llorar. ¡El árido camino andado, si se pudiera desandar! … Sombras doloridas que vagan y esperanzas muertas deploran: astros que en tinieblas se apagan, voces que en silencio lloran! … A la claridad matutina fragante erguíase el rosal ya sobre el agua gris se inclina la amarilla rama otoñal… Una palabra … un juramento … ¿Era verdad o era mentira? Mentira o verdad es tormento cuando sola el alma suspira. 60

Ismael Enrique Arciniegas

Se abría a la luz la ventana en un radioso amanecer, la ilusión decía: “¡Mañana!” Y hoy el corazón dice “¡Ayer!” ¡Mañana! ¡Ayer! Polos remotos … Lo que es dolor y lo que salva. Claros sueños y sueños rotos, gris de la tarde y luz del alba Y al Amor, que en sombras se aleja, el alma dice: ¿Volverás? Y como una lejana queja se oye en el pasado, “¡Jamás!” La hiedra fija sus raíces Aun bajo nieve en la piedra. Recuerdos de días felices: sois del corazón … siempre hiedra!

IV Aromadas rosas de Francia en los Casinos y en el Ritz; rosas que dais vuestra fragancia en Montecarlo y en Biarritz. 61

Reservados de Restaurante; de vida y de goce ansias locas, el áureo champaña espumante, temblando de ósculos las bocas. Nerviosa espera de la cita, penumbra de la “garconiére” Fausto a los pies de Margarita en el rosado atardecer … Otra … extraño acento de arrullo, honda nostalgia en su mirada, y severo siempre su orgullo en su dolor de desterrada. Su imagen el pasado alegra, y fijos en la mente estan su traje blanco y su capa negra en las carreras de Longchamps. Días lejanos de estudiante, embriaguez de ideal divino, el corazón, rosa fragante, en noches del Barrio Latino … Midineta bulevardina, boca roja, frente de lis, incitadora, parlanchina, jilguero alegre de París. 62

Ismael Enrique Arciniegas

Y del “cabaret” la alegría,,, ¿Era del Rhin o era del Volga? En su vida un misterio había … ¿Era su nombre Elisa u Olga? En otra, del vuelo el arranque, mirar nostálgico … y pasó! Muchas veces junto a un estanque soñando la luna nos vió. Tú mejicana – parísina, del cabello como aureola de luz, de sol y habla divina entre francesa y española. En la tristeza de un suspiro lejos, a la orilla del mar, una margarita aun te miro Melancólica deshojar. Húngara triste, flor bohemia, de ojos, miosotis del Danubio: ¡Cuán adorable era tu anemia en marco de cabello rubio! Tus pupilas vagas de Isis fingían decir un adiós; y casi exangüe por la tisis caíste de un golpe de tos. 63

La frente apoyo en la vidriera… Un claro sol el cielo dora, riega rosas la primavera… El otoño en el alma llora. Se oye como una voz que ruega, como un gemido de laúd … ¡Es la tarde que ya llega el adiós de la juventud!

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Colección Biblioteca Mínima Santandereana N° 1. Cuento. Tomás Vargas Osorio N°2. Poesía. Tomás Vargas Osorio

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