Poemas de Charles Wright

Una breve historia de la sombra, de Charles Wright, con prólogo y traducción de Jeannette L. Clariond Charles Wright (P

Views 129 Downloads 0 File size 85KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

Una breve historia de la sombra, de Charles Wright, con prólogo y traducción de Jeannette L. Clariond

Charles Wright (Pickwick Dam, Tennesee, 1935) es autor de una extensa obra poética. Ha obtenido el National Book Award en 1983 por Country Music y el Premio Pulitzer de poesía en 1988 por Zodíaco Negro, libro publicado por Pre-Textos en traducción también de Jeannette L. Clariond. En 1993, recibió el Ruth Lilly Poetry Prize por su vida dedicada a la poesía y la crítica. Premio a la traducción del Pen Club en 1979 por La tormenta y otros poemas de Eugenio Montale, título que el lector podrá encontrar en DVD Ediciones, Wright es asimismo el traductor al inglés de Dino Campana. Con San Juan de la Cruz, Charles Wright aprendió que para seguir el camino, hay que cerrar los ojos y caminar la oscuridad. Nombrar el vacío es vaciarse de recuerdos, reconocernos seres nacidos para la falta. Este Vacío es la materia prima del lenguaje de Charles Wright, quien vive a la intemperie para luego dejarse arrastrar por el peso muerto del mundo. Una breve historia de la sombra es una voz que recoge el sentido por la vía de la negación. El poeta recorre la senda más callada para recuperar su mundo y la naturaleza, como si fuesen parte esencial de su lenguaje: el petirrojo, la liebre, el diente de león, los ciruelos silvestres…, construcciones de silencio cobijadas por el tiempo. Los olvidos y no el recuerdo dan vida a estos poemas cuyo brillo surge en la oscuridad: «No me extraña que el alma anhele una sombra profunda, / y no, como solemos pensar, la luz. / No me extraña que dentro todo sea oscuro.» Esta edición de Una breve historia de la sombra, a cargo de la poeta Jeannette L. Clariond, se completa con una sugerente correspondencia entre Charles Wright y Charles Simic sobre la narrativa de la imagen, inédita hasta ahora en español.

DOS POEMAS DE UNA BREVE HISTORIA DE LA SOMBRA NOCTURNO DE CHARLOTTESVILLE El demorado anochecer de septiembre es un tren de pensamiento, una herida que no sangra, pasto muerto sin morir, sin renuevos, sin elegancia, el demorado anochecer de septiembre, limpio de adjetivos, máxima abstracción y esplendor. Se ha dicho que hay un final para la asignación de los nombres. Se ha dicho que todo lo escrito está vacío. Se ha dicho que los escorpiones danzan donde el lenguaje fracasa y cede. Se ha dicho que algo brilla en cada oscuridad, que algo resplandece. Apoyados contra lo invisible, vencidos asentimos. El atardecer se asienta sobre las hojas caídas como alfabeto en el patio de atrás, desoladas sílabas nos interpretan y señalan, apoyados contra lo invisible. Luminosos son nuestros sueños, fuego arrojado sobre el mundo. Llega la mañana y todo se va. La luz del sol ensombrece la tierra.

ELOGIO DE THOMAS HARDY Cada segundo la Tierra es impactada por dos mil gramos de luz solar. Cada segundo. Intenta imaginarlo. No me extraña que el alma anhele una sombra profunda, y no, como solemos pensar, la luz. No me extraña que dentro todo sea oscuro. Gruñidos, acosos caninos, todos descienden y regresan, danza de vocales, doliente, esperando ser alineados en un espacio que jamás brillará. Distintos a la luna de octubre, violentos y deslumbrantes, diminutos se precipitan por el poniente hacia la intersección de Ovidio junto a un tiempo de invisibles ofrendas. Distintos a las hojas del fresno, su pátina de luna, pervive acaso un día más. Distintos de nuestro menguado ser, gotean, deslavan el límite.

MUESTRA DE LA CORRESPONDENCIA ENTRE CHARLES WRIGHT Y CHARLES SIMIC A PROPÓSITO DE LA NARRATIVA DE LA IMAGEN (Al iniciar el trimestre de primavera del ‘94, en mi taller de postgrado de creación poética, distribuí entre mis estudiantes una copia de la pequeña declaración que aquí anexo. Lo hice pensando en el trabajo de uno de mis alumnos que había llamado mi atención –del cual resultaba difícil hablar bajo criterios “normales” – y que no estaba recibiendo la debida atención ni el estímulo merecido. Sentí que su desarrollo difería conceptualmente de la práctica más común. Tuve la impresión que los demás alumnos se sintieron desconcertados ante mi postura, quizá tenían razón, y se lo comenté por teléfono a mi amigo Charles Simic. De inmediato respondió: “Envíamelo, y te doy mi opinión”. “Querido Profesor W” es su respuesta. Mi primer “Commendatore” es mi réplica. Así continuamos durante toda la primavera hasta sentir que uno a otro nos habíamos insultado lo suficiente.) Si es verdad (y así lo creo) que una imagen, según afirma Pound, es un complejo intelectual y emocional en un instante y si, como advierte Crane, la “lógica de la metáfora” se construye sobre una serie de asociaciones de significados y extensiones de pensamiento, entonces la narrativa de la imagen y la narrativa de la metáfora son distintas, si no genéricamente, sí perceptivamente, y los poemas donde se les incluye actuarán y reaccionarán de manera distinta. La narrativa (o lógica) de la metáfora es más bien el agente liberador del tiempo que permite al lector una contemplación lenta y prolongada: un mayor tiempo para pensar en las asociaciones. El poema es quizá más susceptible de convertirse en el fluir de lo que se cuenta dentro del poema. La (lógica) narrativa de la imagen, por otra parte, es más explosiva, concede al lector menos tiempo para reflexionar, se abre a percepciones impresionistas. El flujo, en cuanto tal, es intermitente, interrumpido y tiende a existir fuera del poema, como una serie de cosas velozmente entrevistas mas de modo indeleble, desde un tren en marcha. Diversas no en clase (ya que ambas son definidas como “figuras del lenguaje”) pero sí en grado. Aun así, diversas aunque no se diga en ningún libro. Querido Profesor W. He aquí algunos comentarios (ideas) para rumiar:

—Imagen (ojo) versus Metáfora (imaginación, intelecto.) —¿Qué clase de Imagen? ¿Los ojos abiertos o cerrados? —¿Imaginismo o Surrealismo? Favor de explicar. —La Imagen (en su versión imaginista) es el presente suspendido, su “narrativa” no tiene lugar en el tiempo. La Imagen lleva a la Visión lo que es un concepto místico. La Visión se aproxima a lo inefable. Se recurre a cierto tipo de imágenes para escapar del lenguaje o trascenderlo. Como quien señala con el dedo índice. —La Metáfora desentraña las posibilidades imaginativas (narrativas) de imágenes yuxtapuestas. Si la intención de la Imagen es la Visión, la intención de la Metáfora es el Mito, el que, obviamente, es la narración que deriva de tomar lo figurado en sentido literal. La función de la imagen es descriptiva mientras que la estrategia de la metáfora es despojarse de su función descriptiva para acceder al nivel

mítico, donde su función de hallazgo se libera. Múltiples palabras derivan de lo anterior. La imagen trata de la austeridad, la metáfora de la plenitud… (continuará) Commendatore, Es cierto que la imagen es menos y la metáfora más. Como dijo el Maestro: en el conocimiento, suma; en la sabiduría, resta. La Imagen es Zen, la Metáfora, Cristiana. Si la imagen, en verdad, es descriptiva, entonces la narrativa de la imagen se puede rastrear, tanto como las huellas en la nieve bajo el sol, distinguibles aunque siempre al borde de la desaparición. Así, uno podría, supongo, argumentar a favor de una narrativa imaginística en el poema, siempre bajo el riesgo de desvanecerse tras ser hallada. Así, la narrativa que permanece fuera del poema será siempre la imaginísticamente más poderosa. Como dijo San Juan de la Cruz: para conocer tu camino, debes cerrar los ojos y caminar la oscuridad. Yo diría lo mismo respecto a la imagen. La verdadera imagen emerge de la oscuridad, algunas veces permanece allí y sólo puede rastrearse su contorno luminoso; otras veces surge a la intemperie y sólo el contorno puede rastrearse: un “pentimento” contra el mundo mirado. La verdadera imagen no pertenece ni al Imaginismo ni al Surrealismo sino al Vacío. Lo cual significa que su poder no es de este mundo y, por último, que es apofántico, un borde luminoso sobre la lengua. (La falsa imagen, por supuesto, de pronto se torna aparente y fácil.) Todo lo anterior sólo para confirmar su observación de que la progresión va de la imagen a la visión a lo inefable. Pero no concuerdo en que exista una separación, en un último grado, imaginística, entre Surrealismo e Imaginismo. Tal distinción existe sólo en el tiempo, no en el espacio, o en una tercera dimensión, ajena a aquellas dos, de la cual nace la imagen. Ya que la narrativa de la imagen no tiene lugar en el tiempo, como dice, entonces parece más probable que tenga lugar fuera de las fronteras temporales del poema mismo, y existirá más como un continuo y una sucesión de sobreposiciones que eventualmente formen la línea de la historia por acumulación. El ojo interior, que cubre y descubre a un mismo tiempo mediante palimpsestos. Si el mito es el objetivo último de la metáfora, la iconolatría es el sitio de reposo de la imagen. En lo anterior, la metáfora es lo viejo, imagen lo nuevo. La metáfora es memoria, la imagen presciencia… Los gnósticos son enredados y gnómicos, rechinando sus dientes, royendo maxilarmente los ingenuos gnoquis de la verdad, lo cual es como un traductor gnéisico. ¿Existe un gnomon o un gnu? No. Suyo en hypgnosis.

3 de marzo de 1994

Una breve historia de la sombra Charles Wright Prólogo y traducción de Jeannette L. Clariond 192 páginas 12 euros Colección poesía, 121

Pequeño Apocalipsis por Charles Wright

La mariposa hace su ronda al mediodía, dragoneando sobre las extasiadas flores. Los cascos de la hormiga hacen temblar el suelo. A cubierto del sol, el escarabajo pelotero avanza entre sus sueños de verano. Allá en lo alto, en otro mundo, las nubes se congregan y murmuran sus mensajes. Tranquila, avariciosa vida.

El gusano se enrosca en la negrura, el petirrojo, arriba, gran guerrero, atraviesa y refunde las tumbas destrozadas de sus padres. La hierba, en su periodo verde, se inclina ante aquello que la mueve. La tarde ya se apresta a hundir la pala en los sucios terrones, ataúdes y huesos de azúcar exhumados bajo el súbito sol.

Y dentro de los sótanos del mundo comienza a despejar, relampaguea en la garganta tronante de la infratierra, una gota de fuego y una gota de fuego, claras vendas de niebla que alivian las secuelas lentamente.

Y entonces, contra el negro horizonte, ráfagas en sus rostros, cuatro caballos se incorporan. -

APOLOGÍA PRO VITA SUA por Charles Wright

Cuán pronto llegamos al fin del camino— El fracaso, nuestro compinche de doble dimensión, luz plana de ensueño, No nos encenderá o consumirá,

El cerezo silvestre, engañoso en sus constelaciones de cruceros chamuscados, La Vía Dolorosa de la primavera desvanecida en grave profusión, A dónde ir sino hacia arriba, a dónde dirigirse, peso muerto del mundo,

Volvieron a recaer, cerezo silvestre, Ramo de primavera sin su savia, artrítico, seco por el invierno, rama mítica Cuyas raíces son los cabellos de mi madre.

*

Cómo asemejan al pasado las nubes, Haciéndose y deshaciéndose en el horizonte, Modulando montañas, recostando sus sombras bajo nuestros pies

Para que las podamos atravesar. Desde dentro de sí mismas el fuego cae, el hielo cae, Lo recordado que aún nos recuerda, tierra y aire caen.

Ninguno, sin embargo, nos puede resucitar o redimir,

Alejándose, cual deben ambos, hacia esquinas contrarias. Ninguno ha estado en el sitio al que vamos, faltos de talante. -

EL ARTE MENOR DE LA AUTO-DEFENSA

El paisaje nunca fue un tema; fue una técnica, Un método de medida, un andamio para estructurar. Le robé sus silencios, llegué hasta su revuelo.

El lenguaje fue siempre el tema, la idea de Dios El fantasma que sobre mi pequeño mundo Se cernía, mi boquilla para el significado, mi garra y mi brillante pico...

CICATRIZ II (Fragmento)

El tiempo, para nosotros, es una línea recta, en la que colgamos nuestras narrativas. Para el paisaje, sin embargo, todo es un circular De estación en estación, la cola de la serpiente en la boca de la serpiente, No hay línea para una historia lineal. En su vasta rueda, en su rotar sin fin, no hay vidas que cuenten, ni una.

Difícil imaginar que nadie cuenta, que sólo la vida perdura. Al contrario de las estaciones, nuestras camisas no mudan,

Lo que sea que veamos no nos ve, no importa cuán fijamente miremos, La lluvia en sus aretes plateados contra los troncos de roble, La lluvia en su segunda piel.

Apiádate de la gente, Señor, apiádate de sus idas y retornos, Apiádate de sus suntuosas trincheras contra la oscuridad. Muéstrales la forma en que funciona la tierra. Muéstrales su tamiz, las secuelas y el intermedio. Los días húmedos son su propia recompensa de momento, el intervalo de la basura y el destello del guijarro.

(De: Charles Wright, Scar Tissue. FSG 2007. Traducción de G. A. Chaves.)

RESEÑA

Rizo de mar la ola, enviada de la nostalgia, nos trae a Charles Wright: un hombre sentado en el arrecife de su corazón, comiendo un puñado de arena. Poeta estadounidense nacido en la década del 1930, oriundo de prados y avenidas. Finalista del premio Pulitzer de poesía en cuatro ocasiones y ganador en 1998 con Black Zodiac. Llega a la poesía inspirado por la poesía misma. El hálito entrañable de su voz, desde la devoción de otros hombres que la amaron antes, acariciaba a Wright quien acogió la intimidad con ella. Desde entonces, sus andanzas en ella han sido las mismas del hombre que se entrega al tránsito inagotable de la vida. Enfrentando el día, desde una ventana, contemplando los sucesos y circunstancias de otros como si fueran los propios. Desde un tren, desde un asiento lejano, desde una calle sin salida. Sucesos comunes son transformados por su visión; la reflexión, el pensamiento anclado a la búsqueda de la comprensión y la aprehensión ulteriores poetizan el hecho cotidiano. La poesía no es el horizonte de miradas anhelantes de eternidad, es el grito de la piedra a la orilla del camino, estrellándose una vez sobre un rostro, otra vez sobre el lecho del cuerpo desnudo. Son las palabras con las que se pide cerveza, diciembre, luz, otoño. Es el grito del pie que besa la piedra en el camino y se extiende hasta despertar otros gritos. Y a veces Wright es la piedra cuyo destino es volar entre los árboles del bosque y caer entre la alta hierba desde las manos de un imberbe cualquiera. El recorrido de la piedra finaliza en el pecho de Wright, su reflexión deviene asalto agolpándose en su ser mismo: uno es la humanidad cuando se refiere al otro. Tu mirada, de pronto, vertida hacia ti. Sus poemas son verdes, frescos, agitados por vientos que silban y el silbido cruza las palabras como sobre montañas. En ellos hay otoños, atardece y anochece, durante la lectura de repente ha oscurecido en el poema, uno está solo en la noche de ese poema. Hay memorias rociadas en ellos, el pensamiento es un recipiente de recuerdos que tiemblan como sobre una superficie de agua. Wright se expresa en

monólogos, diálogos, soliloquios, meditaciones, exposiciones, historias, y el poema está lleno de esos movimientos, febriles, vitales. Husmea en las cosas mudas, en los secretos, nombra los silencios con irreverencia, la poesía pretende aluzar esos espacios, habla de lo innombrable, encendiendo fuegos para alumbrar silencios y oscuridades. Su poesía tiene alas y deambula por horizontes, edificios, avenidas, canciones, callejones, estruendos. La poesía tiene las puertas abiertas.