PDF Como Una Pelicula en Pausa

COMO UNA PELÍCULA EN PAUSA Melina Pogorelsky Si me arrojara como un dardo sin razón, yo me clavaría en tu sombra. Nube

Views 178 Downloads 9 File size 203KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

COMO UNA PELÍCULA EN PAUSA Melina Pogorelsky

Si me arrojara como un dardo sin razón, yo me clavaría en tu sombra.

Nubes En Mi Casa

UNO Colectivo. Hasta Zamudio, por favor. La mochila le molesta a la gente. Perdón. Auriculares. Suena Nubes En Mi Casa. No, no me bajo acá, pase. La mochila le molesta a la gente. Resoplan cuando pasan. ¿La señora se baja? No, se acomoda, nomás. Borro mensajes de texto así pasa el tiempo. Ahora sí se baja. Me siento. La gente parada me mira mal. También me miran mal si estoy en el pasillo con la mochila.

DOS -Ahora. Vas a ver que lo cuenta ahora. Mauro y yo nos reímos por adelantado. Es fija que mamá va a volver a contar la misma anécdota. Solo hace falta que alguien diga cualquier cosa de un nene chiquito para que ella la repita. La tía Moni está hablando de algo que hizo su nieto en el jardín, así que ahora va a salir mamá con la historia de cuando yo estaba en sala verde. -Ay, ¡qué plato, Moni! Los chicos son terribles. Me hace acordar a una vez cuando Lucho era chiquito. Debía tener dos o tres, ¡estaba en sala verde! ¿Te acordás, Luchito? Resulta que lo voy a buscar y no aparecía por ningún lado. La maestra se puso pálida, imagínate. Yo le dije: “Silvia, no te preocupes…”.  -Se llamaba Claudia. -Bueno, no importa eso, Lucho, da lo mismo. Le dije: “Silvia, no te preocupes. Yo a mi hijo lo conozco como si lo hubiese parido”. Ella no lo podía creer; a cualquier madre en esa situación le daría un ataque de nervios. Entré a la salita y fui directo a un armario chiquito.

-Era un baúl, mamá. -Bueno, da lo mismo. Fui directo al armario y lo abrí. Y ahí estaba Luciano todo acurrucado, escondido. “¿Viste? –le dije a la maestra-. En casa me hace siempre lo mismo. Como si lo hubiese parido…”.   -Pero sí lo pariste, mamá –le dice Mauro. -Bueno, es un decir. ¿Podés creer, Moni? Andá a saber desde cuándo estaba escondido. Te digo que la maestra tuvo suerte que fuera yo, porque otra madre… ¿O no?  -Me acuerdo de esa anécdota. ¿Vos no habías ido a quejarte con la inspectora? -No, Moni, ¿qué decís? -Sí, me pediste el número de mi vecina que era la inspectora del distrito, ahora me acuerdo bien. Celia se llamaba; la llamaste y a la maestra la suspendieron. -¿Sí? No me acuerdo para nada, mirá vos. Pero cómo son los chicos, eh. Escondidito en el armario estaba, parecía un ovillo. -Era un baúl, mamá.

-Sí, un baúl. Decí que yo ni lo dudé y fui directo a buscarlo al armario, ¡lo conocía como si lo hubiese Moni! parido,

TRES El festival está anunciado desde las dos de la tarde, pero ya me veo que si caemos a esa hora nos clavamos con alguno sentado con su guitarra tocando canciones pedorras o la prueba de sonido de una banda nueva. En la página pusieron que Nubes En Mi Casa arranca a la cuatro. Antes iba siempre a la hora que decían, y hasta me tomé taxis para no llegar tarde. Ahora ya sé que tengo que caer una hora y media más tarde. No sé por qué no anuncian la hora real a la que van a tocar. Pero es así. Como todavía es temprano, nos quedamos en la casa de Flora tomando unos tererés. Me acuerdo cuando no la aguantaba a Flora y pensaba que su discurso de “no puedo vivir sin mate” era pura pose, para hacerse la hippie. Damián se cagaba de risa y me juraba que era buena mina, que le pusiera onda. Ahora no pasa un día sin que nos veamos los tres. Y es vedad que no puede vivir sin el mate, por eso en verano se pasa al tereré. Al final yo también me hice adicto. Qué loco; y ahora, en casa, Mauro me carga con que me hago el hippie con mi mate de acá para allá. Damián dice que podríamos ir saliendo, que para tomar tereré en el living de Flora mejor nos vamos para el festival. Pero Flora es culo pesado, le cuesta un montón arrancar; siempre es lo mismo. A mí me da igual, aunque ya lo conozco a Dami y sé que en cualquier momento se va a hinchar y va a decir: “Bue, yo voy yendo, los veo ahí”.  -Dale, Flo, movamos –digo. Flora ya tiene su cara de “voy a suspender”. Qué chanta es, por favor. Hasta me da ternura; no se da

cuenta de que siempre hace lo mismo. En cualquier momento dice que le duele la cabeza y que prefiere quedarse. Cómo le cuesta salir; parece que solo está cómoda metida en una casa con nosotros dos. Si hay más gente, se pone toda tensa y callada. Hasta en la escuela es otra. -Che, me duele la cabeza, me voy a tirar un rato y cualquier cosa voy después. Vayan ustedes, chicos. Me levante enseguida y voy al lado de Damián. -Dale, si te sentís mejor, mensajeanos –le digo. Pero Dami le insiste, le dice que no sea boluda, que no se va a perder a Nubes una vez que tocan gratis. Al final la convence con la promesa de comprar facturas para el camino.

CUATRO Los temas nuevos están buenos. Igual siempre me pasa lo mismo, la primera vez los siento raros, no me engancho. Necesito escucharlos mucho… Después puedo terminar fanatizado con una canción que odié. En

realidad, todo pasa por la letra. Yo necesito entender bien de qué habla, sentir que lo que cantan es lo que yo querría decir. Damián es todo lo contrario, puede volverse loco con un tema, sacarlo en la guitarra, escucharlo todo el día, lo que sea. Pero si le preguntás qué dice o cómo se llama, no tiene idea. Es como si las letras fueran un instrumento más, no se fija en lo que dicen. Y yo, en cambio, no registro el bajo. En la plaza, mientras toca Nubes, nos reímos de eso. Dami no puede creer, me marca con un dedo hacia el piso en un bajo imaginario: “Ahí, ¿no escuchás? Dum, dum, dum. Me estás jodiendo, ¿cómo no vas a escuchar?” 

-No escucho el bajo porque soy muy para arriba. No como vos, que sos un emo-le digo. Flora se tienta de la risa y escupe el tereré. Hace unos años, cuando recién nos conocíamos, en la tele se hablaba todo el tiempo de las tribus urbanas. Decían que los emos se deprimían y se lastimaban a propósito. Ese año, en plástica, hacíamos una maqueta con telgopor. Damián se cortó la mano con un cúter. Cuando llegó a su

casa con la mano vendada, la madre lo sentó y le preguntó, muy seria, si era como esos que mostraban en la tele. Pasó un montón de tiempo, y decirnos emo todavía nos causa más gracia que nada. En el bondi, volviendo del recital, le pregunto a Flora si ya se siente mejor. Pero ella ni se acuerda de haber dicho que le dolía la cabeza. Cuando se baja, le pregunto a Damián si no le preocupa. -La veo cada vez peor-le digo. -Cada vez más para dentro, ¿no? Damián habla poco, pero siempre la pega. -Sí, tal cual. Como para adentro. ¿Viste cómo se puso cuando se nos acercó ese tipo en la plaza a pedirle un tereré? Parecía como si quisiera, no sé, desaparecer. ¿Da que le preguntemos si le pasa algo? -Qué sé yo, Lucho. Para mí necesita amigas mujeres. O un novio. Los dos pensamos en lo mismo, estoy seguro. Pero Dami habla primero: -Yo la re-quiero, pero no le doy ni a palos-dice, a punto de bajarse del colectivo. -No, claro –le grito desde arriba antes de que la puerta se cierre-, ¡sos demasiado emo para darle a nadie! Creo que me putea, pero no lo escucho porque el bondi arranca.

CINCO Mauro se hace el boludo. -¿Sos gracioso ahora?-dice y me pega una piña suave en el pecho. Se hace el boludo. Si él ya sabe. Hace rato sabe, por algo me preguntó. -No. Vos me preguntaste-le digo. -Era un chiste, Lucho, te estaba jodiendo. No era una pregunta en serio. -Pero yo te respondí en serio. -Callate, Luciano. No digas huevadas. -Me preguntaste si me gustaba Damián. -No. Yo te hice un chiste. Dije: “Vos siempre con tu amigo… ¿No serás putito?”  -Por eso. Mi hermano se hace el boludo. -Era una joda, Lucho. Yo no te pregunté nada. -Pero yo te contesté en serio, Mauro. -Callate, Luciano-dice. Y se va. Pero él ya sabe.

SEIS Me desperté de la siesta pensando. No sé qué habré soñado, pero tenía que ver con los lugares cómodos. Ahora que pienso, hoy la de Literatura dijo algo de la comodidad y los espacios, ni me acuerdo de qué hablaba, pero se ve que me quedó picando. Las siestas son así; uno babea más y también se tienen sueños más raros. Yo siempre me levanto de la siesta retarado, me cuesta arrancar. Como si hubiera dormido, pero no. Ahora me rebota en el cerebro la frase “lugares cómodos”.  Pienso en Flora, por ejemplo, que solo parece sentirse bien cuando está encerrada en una casa con nosotros dos. O en mi hermano Mauro, que no tiene un lugar puntual. O no un lugar físico, en realidad. Su lugar es el del que tira el chiste justo, que le pone onda a todo. Y desde lo de ayer, me queda clarísimo que le queda muy cómodo hacerse el boludo. Porque durante la cena ni me habló ni me miró. Y cuando me acerqué a su cuarto a

preguntarle si estaba todo bien y si quería que habláramos, solamente me sonrió y me dijo: “¿Hablar?, eso es de

minitas, no de hermanos, Lucho. Está todo bie n. Me voy a dormir.”  El lugar cómodo de mi viejo no lo tengo tan claro; lo primero que se me ocurrió es su estudio. Bah, estudio le dice él a ese cuartito que se armó con sus libros para encerrarse cuando no puede dormir. Pero no sé. La verdad es que papá parece cómodo en cualquier lado. De la vieja hay algo que es seguro: su lugar cómodo no es la cocina. Estoy en mi cuarto y desde acá se siente el olor a quemado. Ahora va a empezar a gritar que este horno es una mierda y qué cuándo van a comprar uno nuevo. Y ahí va a llegar el viejo a abrazarla y decirle que pedimos una pizza, o mi hermano con algún chiste que seguro la calma. Por suerte justo me llega un mensaje de Flora para encontrarnos en el Burger. Últimamente nos empezamos a juntar ahí a la hora de la cena. Nos clavamos un  paty   y después estudiamos. Bueno, estudiamos lo que podemos entre charla y cuelgue, claro. Le contesto que sí, que voy saliendo. Flora se pide una cajita con la excusa de guardarle el juguete al nene que cuida los sábados a la noche. Yo le pregunto si no le conviene dejar de cuidarlo, así los sábados puede salir. Las de la división van a bailar, podría sumarse. -Ni en pedo-dice con cara de asco-. ¡Ahí llega Dami! Los tres nos sentamos lejos del pelotero y comemos casi sin hablar. -Qué cara de boludo tenés-me dice Dami. -Dormí la siesta, recién me levanto. -¡Vago de mierda!-se ríe mientras me agarra la cabeza con el brazo haciéndome una llave. -¡Salí, qué olor a chivo!-le grito. Damián vino directo de jugar al fútbol. Seguro se tiró desodorante encima, sin bañarse, como siempre. Pero no huele mal. Es olor a mezcla, su típico olor. -Bajo a buscar unos helados y después arrancamos a estudiar-dice Flora. Dami y yo esperamos mirando a unos nenes que corren descalzos del pelotero a la mesa. Seguro los dos deseamos que alguno pise el charco de Coca que vienen esquivando. Y así, en silencio, en un lugar que huele a fritanga, junto a un pibe con olor a mezcla, yo me siento más cómodo que en ningún lado.

SIETE Papá maneja, pero cada tanto le agarra su ataque de mejor vamos en subte. Sí, claro, qué aventura. Como si todavía tuviéramos cinco años y viajar en subte nos resultara una novedad. Por suerte no hay casi nadie. Sábado al mediodía. En el vagón estamos nosotros cuatro, un tipo dormido y una pareja. -Ay, ¡nos olvidamos el regalo!-grita mamá. Papá pone cara de no pasa nada. -Estamos nosotros, el mejor regalo-se ríe Mauro. -No, ¡somos los padrinos, Edu! No podemos llegar con las manos vacías. Además, ya lo compramos. ¡Vamos a buscarlo! La chica y el chico que estaban sentado en frente nuestro se levantan. -Le podemos llevar un caramelito  –nos dice el viejo a Mauro y a mí, marcándonos a la chica con un cabeceo. -¡Qué gracioso, Eduardo! Nos bajamos en esta y volvemos a casa. Después vamos en auto. ¡Vamos!

En la escalera mecánica, el viejo me pone la mano encima del hombro. Adelante está la parejita chuponéandose. La mano de papá pesa mil kilos. Los dos salimos a la calle mirándole el culo a la mina.

OCHO -No, chicos, me siento re mal. Me debe estar por venir. -Dijiste eso el viernes pasado. B u e n o , p e ro n o m e v i n o . - D al e , F l o . U n ra t o. L e d i ji mos que íbamos; nos calculó para el asado, boluda. -Vayan ustedes. Además, ¿qué se hacen los amigos de Pato si después viven bardeándolo cuando no está? Tiene razón. Pero es un buen pibe. Y además me gustan los asados. -¿Segura? -Dale, vayan. Cualquier cosa después me mando.

NUEVE ¡Uy, perdón! ¿Estabas durmiendo? No, nada, ver si venías. ¿Tan tarde? No me di cuenta, ¡venite! No, boluda, ni ahí. Bueno, un poquito. Cerveza y vino, ja. Damián ahí, bailando cumbia, haciéndose el villero, ja. Si es recheto, qué se hace. ¡Dale, venite! Te pago un taxi. No, Flo, estoy bien, posta. No, ¡qué voy a estar en pedo! Un poco alegre. ¿Venís? Le digo a Dami y te vamos a buscar a la parada. ¡Hay tipos, boluda! Dale, no te enojes. Yo te quiero, Flor. Te quiero mucho, ¿sabés? Jaja, sí, pedo triste. ¿Venís? Pero ya estás despierta, dale. ¿Para qué querés hablar con Damián? ¡Pará, nena! ¿Qué sos? ¿Mi vieja? Te digo que estoy bien. ¡Mirá, hago el cuatro! ¿Me ves?, ¿no tenés camarita? Te quiero, Flora. A vos y a Dami. Somos los tres mosqueteros. Las tortugas ninjas somos…

¿Ah, son cuatro tortugas? ¡Las Tres Marías!... Uy, estoy re-emo, parezco Damián, jajaja. Venite y brindamos. ¡Qué sé yo dónde está Damián! No lo veo. A ver… Bancá que lo busco. ¡Damiiiiiiii! Ay, perdoná, no grito más. Sí, te escucho. Estoy calmado. Sí, agua, ahora busco, dale. Agua y a Dami. No lo veo a Dami, Flora. ¿Vos lo ves? ¿No tenés camarita? ¿Si pongo el teléfono así para adelante lo ves? ¡Damii! ¿Lo viste a Damián? Hola, Flo. ¿Venís? Uy, acá hay agua, ¿te sirvo? Ah, jaja, qué nabo. Sí, dale, ahora tomo. Sorbitos cortos, dale. Te quiero, Flo. Gracias por cuidarme. Quiero vomitar. Sí, le voy a decir a Dami que me acompañe a casa, tenés razón. Dami, ¿dónde estás? No, los viejos de Pato están de viaje. Sí, mucha gente, ¡es un quilombo! ¡Venite, te va a gustar! Igual, yo ya me voy. Lo busco a Damián y nos vamos. Estaba acá bailando antes… ¡Uy, perdón! Nada, Dami, Flora  que te quería hablar. Ya fue. Yo me voy. Dale, mañana hablamos. Sí, estoy bien. Cómo no voy a poder volverme, boludo. Mirá hago el cuatro. Sí, con Flora hablo. Chau, emo, jaja, no, todo bien, quédate, quédate. Mañana hablamos. Flo, ¿estás? Nada, estaba ocupado Dami. Me voy solo, sí, estoy bien, ya me siento mejor. Seguro vomito y estoy mejor. Te quiero, Flora. Sí. No sé quién era. Una mina, qué sé yo. No, no es de la escuela. Una minita, no vi bien. Sí, me tomo un taxi. Gracias, Flo. Dale, mañana. Beso.

DIEZ -¿Te doy vergüenza? -¡Qué decís, Luciano! -¿Asco? -¡No! -Pero estás raro. -Es raro. -… 

-No raro mal. No es que vos seas raro, eh. Pero es raro. ¿Para vos no? -Sí. Y no. Qué sé yo…  -¿Los viejos saben? -Creo que no. -¿Cómo “creo”?  -A veces pienso que sí saben. -Pero vos no les dijiste. -Tampoco me preguntaron. -…  -¿En qué pensás? -Me preocupa mamá, le va a pegar mal. -¿Vos decís? yo siempre pensé eso. Pero no sé. Ahora siento como que atrasa un poco hacer de esto un problema. Es re-normal, se habla mucho más. ¡Los viejos tienen amigos gay! A nosotros nunca nos mintieron ni se habló de eso como si fuera algo especial. -Sí, es cierto. Papá defendió como loco que se aprobara el matrimonio igualitario. Pero igual, la vieja, no sé… ¿vas a hablarles?  -Por ahora no me dan ganas. -Y, ¿estás con alguien? -No. -¿Damián? -¿Qué? -Nada, pregunto si con él. -No. Somos muy amigos. -Pero ¿él es? -Si es ¿qué? -¡Si patea para el arco contrario, boludo! -Contrario al tuyo, será. ¿Si se come la galletita, decís? -Claro, ¡o si rasguña el paquete! No me busques que puedo seguir jodiendo con eso toda la noche. No, en serio. ¿Damián es gay? -No sé. -¿Pero le gustan los tipos? ¿O está con minas? -Nunca lo hablamos. La otra noche lo vi con una chica, pero nunca antes lo había visto con nadie. No sé. ¿Y vos? -¿Yo, qué? ¿Si me la como? -Jaja, no, gil. Si estás con alguien. -No. Con esta cara, ninguna me da bola. ¿No viste que cuando salimos juntos todas las minas te miran a vos? ¡Qué desperdicio! -Gracias, Mauro. -¿Por qué? -Gracias por esta charla. -Callate, loco. Gracias hacen los monos.

ONCE El cuarto de Flora es chiquito, pero tiene algo hipnótico. Sin darnos cuenta, esta pieza se fue convirtiendo un poco en el cuarto de todos. Por lo menos eso demuestran nuestras guitarras ya instaladas sobre la pared y nuestros usuarios de mail en su notebook. Estamos los tres tirados en el piso y, cuando digo “tirados”, hablo de muy tirados, de esos momentos en que uno hasta se aguanta las ganas de hacer pis con tal de no mover un

dedo. -¿Hago unos mates? Qué genia Flora. Lo que tiene de culo pesado para todo, lo tiene de pilas para hacernos sentir bien a nosotros. -¿De qué te reís?-le pregunté a Damián. -Nada, me acordé de vos el otro día en el asado. Te lo perdiste, Flor. Era mortal, redestruido. -Ya sé, me llamó por teléfono. -Che, no estaba destruido. -¡Qué no! Me decías todo el tiempo: “te quiero, Flora”.  -¡Es que te quiero! -Yo también pero estabas re en pedo. ¿Por qué lo dejaste tomar tanto, Damián? ¡No los puedo dejar solos”  -Loco, yo no soy el papá. Además, ni me di cuenta de que tomó tanto. ¿Qué tomaste, Lucho? -Nada. Un poco de vino. Y mucha cerveza. -Che, Dami, ¿y vos qué estabas haciendo que no viste lo que tomó? ¿Estabas ocupado? -Qué sé yo. Por ahí, bailando. -¿Bailando? ¿”Bailando” se llama la que estuvo mandando mensajitos toda la noche? -Callate, gorda, y andá a buscar el mate. -Gorda será tu abuela. Mirá cómo me hablás; ya parecemos un matrimonio en decadencia. -Eso somos-se burla Dami-. Un matrimonio de tres. Tres nabos encerrados en un cuarto: un emo, una adicta al mate y un borracho destruido.

DOCE -No me acuerdo bien. Ni siquiera estoy seguro de que haya pasado. Es como si fueran sensaciones más que recuerdos. Lo que sí tengo grabado es que había escuchado a mi mamá hablando con alguien, creo que era la tía Moni o una amiga, y decían que había que darle dos manos porque si no, no se veía. Y sé que en ese momento, mientras me pasaba el pincel por segunda vez en el dedo chiquito, recordaba eso como si fuera una m is ió n im p o r t an t ís i m a . P a sa r lo d o s v e c e s , d o s m a n o s . Y b ie n c la ro e l c o lo r r o s a , m e a c u e r d o . O c r e o q u e m e a c u d e b ía se r v e r d a d , p o r q u r e c i é n l a s e g u n d a v e z a p a r e c ió e rd o . N o s é . P e ro a lg o se c a y ó , d e e s o e s to y se g u r o . N o puedo decir si fue el mismo esmalte o todo el mueble sobre el que estaba apoyado. Pero sea lo que sea, a mí me asustó tanto que corrí a esconderme en un armario. Ahí me encontró mi vieja, que se mataba de risa. Nunca le pregunté si ella había visto la uñita rosa. En realidad no había pensado en esto nunca. Ni siquiera sé si fue real. Pásame un mate, que me vienen salteando hace rato.

TRECE -Perdoná, no te quería interrumpir. Tomá. Está medio lavado; ahora cambio la yerba. Es re loco eso. Lo de los recuerdos, digo. A mí también me pasa con muchas cosas. No sé si las viví, si me las contaron o las imaginé. Aunque me acuerdo más cosas de cuando era chica que cosas que pasaron hace poco. Por ejemplo, todo primer año y segundo es como si estuvieran en blanco. Los últimos dos años los tengo más frescos. Pero soy capaz de

borrar algo que pasó hace un mes. Y está bueno. ¿Qué cosas interesantes tengo para recordar? Nada. Entonces, mejor. No ocupo espacio en mi cabeza al pedo. ¿No? Uy, está amaneciendo. Damián, ¿te dormiste?

CATORCE -No. Los escucho. Estoy despierto. Pasa que se puso muy profunda la charla. ¿Se supone que ahora me toca decir algo importante? Pasame la viola. Y un mate, aunque debe ser un asco, ¿no?

QUINCE A veces Damián me parece una mierda de persona.

DIECISÉIS En el top five de frases que me hacen querer matar a mi vieja, la que lleva la delantera es: “Flora tiene una carita preciosa. Si bajara unos diez kilos, sería una muñeca”.  Mamá está convencida de que entre nosotros dos hay algo. Creo que hasta alguna vez la escuché preguntándole a Mauro si él sabía qué onda. -¿Cenás acá? -No, me parece que me encuentro con los chicos en el Burger, tenemos que terminar un trabajo práctico. Ella sonríe. Yo miento. Mientras me pongo la campera, chequeo en la compu cómo llegar y me lo anoto. Meto el papelito en el bolsillo del pantalón y salgo sin saludar. Me gusta quejarme del frío. Soy un abanderado de los antiinvierno. Año a año fui desarrollando más y más argumentos para sostener que el frío es una mierda. Extrañamente, mientras oscurece y camino por las calles de un barrio que no conozco, agradezco que no haga frío. Me cuesta imaginar esta misma escena una noche de verano; y además me tranquiliza pensar que los primeros minutos de incomodidad pueden ser tapados con el original tema del clima. Entro al bar, saludo y me siento. -¿Qué frío, no?-dice Emanuel golpeándome suavemente la pierna. -Tremendo-respondo.

DIECISIETE La primera vez que vimos el cartel pegado en el pasillo de la escuela, Damián se burló de la frase “Sumate

 para sumar ”. Después comentó que su prima participaba de ese proyecto y estaba muy enganchada. Lo había

invitado varias veces, pero se reunían los miércoles, el día que él jugaba al fútbol. -Dale, vayan ustedes y súmense a pensar frases más ingeniosas para convocar gente  –nos dijo a Flora y a mí. Esa tarde, en la puerta del centro cultural, Flora me preguntó si no prefería ir al Burger o a su casa. Estaba mareada, con baja presión. -Después contame. Si está bueno, “me sumo” la semana que viene-dijo sonriendo mientras se despedía. -o que yo estoy sumando son las veces que me clavás, nena.

DIECIOCHO A d e n t r o h a b í u n a s d i e z p er s o n s. Un grupito tomaba mate y discutía algo. marcado r e s s o b r e u n a ca r t u li n a a m a r il la. Otros tres chicos escribían con

Pasaron unos segundos hasta que el que cebaba se dio cuenta de que yo estaba ahí parado en la puerta. Era un chico de quinto B; lo tenía visto de algún recreo. Me miró un rato y se acercó. -Hola, soy Emanuel. Dudé como un boludo entre darle la mano o un beso en la mejilla. Siempre me pasa lo mismo. Dar la mano me parece tan de señores, de tipo grande. Al final no hice nada. -Yo, Lucho. Luciano. ¿Qué tal? -Bien, acá, esperando que lleguen los que faltan. Vení, acércate que te presento. No entendí ni la mitad de las cosas que se hablaron en esa reunión. Pero me causó mucha gracia que una media hora hayan estado discutiendo si el “Sumate a sumar” estaba bueno o había que cambiarlo.   -Lu se acercó. Tan mal no debe estar –comentó Emanuel. Era la primera vez que alguien que apenas conocía me llamaba Lu. ¿Ahora tendría que decirle Ema? Como sea, Emanuel, o Ema, me pasó un cuaderno y una birome para que escribiera mi mail y mandarme el cronograma de actividades del mes. Escribí mal y taché dos veces mi dirección. Al tercer intento logré anotarla bien. Me temblaba la mano.

DIECINUEVE -¿Llegaste bien? Es un viaje largo. -Todo bien, igual venía con los auriculares. -¿UQnua éb easncduac,h Naubbaes?s En Mi Casa; no es muy conocida. -¿Está buena? -Sí. Bah, a mí me gusta. ¿Vos vivís por acá? -Sí, hace un año. Tengo como una hora de viaje a la escuela. Pero no me iba a cambiar por un año. Ya termino quinto. -No, claro. -Bueno. Te cuento un poco cómo es la cosa. -Dale. -Tenemos este taller de apoyo escolar para los pibes del barrio. Recién se está armando, así que por ahora vienen unos diez chicos, todos de primaria. No es tan complicado, porque las tareas que traen son fáciles. Pasa que necesitan ayuda para aprender cómo resolverlas. Alguien que los escuche y les dé una mano. -Yo nunca di clases de nada. -No, yo antes de esto tampoco. Pero está bueno, vas a ver. Además necesitamos sumar gente, porque cuanto más personalizado sea con cada pibe, es mejor. -Tengo dos amigos, les voy a decir. Uno no puede ir a las reuniones los miércoles, pero podría ir solo al apoyo. -Damián, ¿no? -Sí, ¿lo conocés? -De vista. Es el primo de Martina. Y además siempre te veo con él. -Ah, mirá vos.

VEINTE -Tengo fiaca de ver a Flora, quedémonos acá. P o r p r i m e r a v e z d e s d e q u e nos conocemos, Damián cayó en casa sin avisar. - ¿ P a s ó al g o ? ¿ S e p e l e a r o n ?

-No. Fiaca, no más. Además en un rato me voy. Mi vieja entra al cuarto y se pone contenta de verlo a Dami. -¡Les pido una pizza! ¿Viene Flora? ¿Cómo estás, Damián? ¡Qué largo tenés el pelo! O me parece que es que no te veo hace mucho. ¿Vos también estás yendo a ayudar a los chiquitos? Bueno, Luchito, ¡no me mires así!, ya me voy. Tampoco soy una madre tan hinchapelotas, che. ¿Pizza grande o chica? -Gracias, Elsa, no me puedo quedar a comer. -¿No? Bueno, pido igual, Lu, para vos y Flora. Chau, Damián, te doy un besito. Saludos a tus papás. Dami me muestra unos videos en YouTube y nos reímos hasta llorar. Hay uno de un pibe que hace break dance que la rompe. Lo ponemos una y otra vez. -¿A qué chiquitos ayudás? -¿Qué? -Tu mamá dijo. -Nada; estoy yendo a dar apoyo escolar. Fui una vez en realidad. -¡Te sumaste a sumar y no me dijiste nada!-se burla. -Y bueno, loco, ¿qué sos?, ¿mi novio? Perdoname por no contarte todo-me río. -Eso quisieras, trolo. Me fui. Estoy llegando tarde. -¿A dónde vas? -Ah… Yo tampoco te cuento todo. Nos vemos mañana.

VEINTIUNO Por favor, por favor, papá, cállate. Por favor no me cuentes de nuevo que vos también dabas apoyo escolar a mi edad. No me cuentes de cuanto te metías en las villas a dar clases de guitarra otra vez. No, no necesitamos tu ayuda, por más experiencia que tengas. Esto es algo mío. No te metas y cállate. -Dale, pa. Gracias. Lo voy a comentar en la reunión, después te aviso. No, mamá. Flora no va. Dejá de pensar que estoy con ella. Flora no va porque está para atrás y siempre tiene una excusa para encerrarse. Y no estoy con ella porque me gusta más Damián que Flora. Porque soy puto, mamá. Cállate, no me preguntes más por ella. No sonrías con picardía, ¿entendés? -No, Flo no va al apoyo. Quizás empiece más adelante.

VEINTIDÓS No sé para qué seguimos estudiando a esta hora; los tres sabemos que hay muchas chances de que, por estar ac á en el Burger hasta tan tarde, nos quedemos dormidos y faltemos a la escuela. Ya nos pasó varias veces. Pero se ve que nos gusta el ritual. Nos gusta mucho más estar juntos que sacarnos buenas notas. Estamos leyendo en silencio y nos interrumpe el ruidito del celular de Dami. -Se me cierran los ojos, me voy a casa-dice mirando su teléfono. -Vamos todos, yo tampoco puedo más-respondo. Mientras bajamos la escalera, Damián me apoya la mano en el hombro y me dice casi en secreto: “Mañana paso por tu casa, Lu, saqué unos temas de Nubes; te quiero mostrar”.  Tardo en reaccionar. No sé si por culpa del sueño o por lo extraño de su tono. En la puerta, Dami nos saluda y se va rápido. Flora y yo caminamos para el otro lado. Recién a las dos cuadras me doy cuenta de que ella está llorando.

VEINTITRÉS La abrazo. La abrazo fuerte como nunca abracé a nadie. No se me ocurre qué más hacer. Nunca la vi llorar y no entiendo qué pasó. Ella se cubre con sus propios brazos alejando mi cuerpo del suyo. La abrazo todavía más fuerte y, qué boludo, recién ahí me doy cuenta de que, cuanto más la abrazo, más llora. Entonces la suelto y busco un pañuelo de papel en mi mochila sin poder decir nada. Pero mi mochila es un quilombo y no lo encuentro. Y así, mientras busco, Flora se calma. -P¿Qerudéo pnaás, óLu? . Ya estoy bien. -Nada. Ya está. -¿Hicimos algo que te molestó? -¿Estás en pedo? -Te acompaño a tu casa. ¿Querés que me quede a dormir y charlamos? -Tu vieja se va a volver loca si su nene se queda a dormir en la casa de una chica. -Loca de alegría. Nos reímos. La risa de Flora está llena de mocos. Es cierto que tiene una cara divina; y así colorada y con los ojos vidriosos, está más linda que nunca. -Dale, me quedo en tu casa. Dormimos pie-cabeza. ¿No te movés mucho, no? -Es obvio que vamos a faltar mañana, ¿no? -¡Es obvio desde hace tres horas! Vamos, Flo.

VEINTICUATRO -¿Qué? No escuché. Te tapó el ruido de la pava-digo. Ella apaga la hornalla. -Que no se fue a su casa-dice. -¿Quién? -Dami. No se fue a dormir. Se encontraba con alguien. -Ah. ¿Cómo sabés? Flora toma el primer mate. -Me di cuenta. Está raro, se hace el misterioso. ¿No viste que le llegan mensajes y no dice nada? Tomá, está medio tapada la bombilla. ¿ Q u é m e q u er é s d e c ir ? ¿L p u e d o p on e r a zú c a r? - N o , q u é a sc o e l m a t e d u l ce . L o q u e d i g o e s q u e no soy ciega. Que veo que Damián está con una mina. Y que a vos te va a doler. Nunca lo hablamos, pero no hace falta. Me quedo callado. Su comentario me cae como el mate que me pasó. Horriblemente amargo.

VEINTICINCO Ahora me quiero ir a la mierda. Le ofrecí a Flora quedarme para hablar de ella, no de mí. Fue ella quien se puso a llorar como una loca de la nada y me viene a tirar la pelota. No la pienso agarrar. Ahora no. Ahora pateo yo. -¿Por eso llorabas?-disparo. -¿Qué? -¿Llorabas porque Damián tiene una mina?

-¡Estás loco! Si a mí Damián no me mueve un pelo. Estoy tan enojado que no me mido. -No, ya sé. Pero tal vez te lo mueve que algo cambie. Que Damián se vaya. No tener más tu matrimonio decadente de tres en donde encerrarte. -¿Qué pelotudeces decís, Luciano? Callate, no hables huevadas. Yo me callo. Ella llora. Muy despacito y tratando de disimular, pero llora.

VEINTISÉIS Revuelvo de nuevo dentro de mi mochila. -No necesito pañuelo, Lucho. Acá tengo. Como un mago que saca conejos de la galera, encuentro en mi mochila un chocolate y se lo doy. -Perdoname. Me fui al carajo. Tomá, para endulzarnos. -Gracias. Vos también perdóname. -¿Querés hablar? -No. ¿Vos? -Ahora no, estoy muerto. -¿Te quedás? -Solo para darle una alegría a mi vieja. Préstame una almohada.

VEINTISIETE Es raro despertarse junto a una chica. En realidad, es raro despertarme junto a alguien que no sea mi hermano. Flora me trae un mate a la cama. -Gracias, vieja, sos la esposa ideal-me río. -Vos, como marido, sos lo menos. Rocás toda la noche y no me tocás un pelo. Busco mi celular para mirar la hora. Son las diez y media. Veo que tengo un mensaje de Damián avisando que la prueba había sido una pavada. Estoy por responderle cuando me entra otro nuevo: TE BUSQUÉ EN EL RECREO. ¿FALTASTE? Es de Emanuel. O Ema.

VEINTIOCHO Mauro está incómodo y yo tengo ganas de salir rajando, pero la vieja no se da cuenta y sigue y sigue. -Yo soy una madre joven y canchera, no te voy a decir nada, imagínate. Lo único que te voy a pedir es te asegures de que los padres de Flora estén de acuerdo, ¿entendés, Luchito? -¿De acuerdo con qué? -No sé, con que vos duermas ahí. Los padres de mujeres son distintos. -Pero, mamá, yo no voy a seguir durmiendo ahí. Fue una vez, porque se hizo tarde y la acompañé a su casa, y nos quedamos tomando mate y…  -Shhhh, no me digas, no me digas. Soy piola, pero no necesito saber detalles, ¿sí? -¡Es que no hay detalles, vieja!

-Bueno, Lucho, como vos digas. Yo, no hace tanto, tuve tu edad. Además, Flora es un encanto; con esa carita y ese cutis de porcelana. Pero yo te pido, o te aconsejo, mejor dicho, que estés seguro de que a sus padres no les moleste que te quedes a dormir. -Los viejos de Flora nunca se enterar de que dormí ahí. -Bueno, para la próxima, digo. -No va a haber próxima. -Listo. Me callo. La vieja nos mira a Mauro y a mí con cara de picardía. Si viera la cara de boluda que tiene en este momento… Es tan patético todo, que ni a mi hermano se le ocurre un chiste para romper el hielo.   -Bueno, los dejo. Seguro que ustedes tienen mucho de qué hablar. ¡Qué grandes están mis chiquitos! Por suerte, en la vida real (a diferencia de en la fantasía paralela de mamá), Mauro y yo no tenemos mucho de qué hablar y me puedo clavar una buena siesta.

VEINTINUEVE -Deberíamos volver al plan de tener una banda. Yo podría haber compuesto este tema, ¿o no? Vos con las letras te arreglarías bien, eso seguro. Damián me despertó de la siesta tocando la guitarra. Mientras me muestra un tema de Nubes, se burla de mi cara de dormido. sheanccéisaaac láo?s pies de mi cama, me genera tanto desconcierto como alegría. -S¿uQ purée -Te dije que iba a venir, gil. ¡Asco! ¡Lavate los dientes! Tengo ganas de contarle de la noche con Flora, quiero que sepa que pasamos un mal momento y que tiene que ver con él. Quiero que se haga cargo, que deje de hacerse el boludo, el misterioso. Quiero saber si está con alguien. Quiero saber por qué no me lo cuenta. Quiero saber por qué mierda viene a hacerse el Romero despertándome con su guitarra. -Sí, deberíamos volver al plan de la banda, a full-dice. -Deberíamos tantas cosas, Damián. -¿Qué cosas? -Nada. Estoy medio dormido. ¿Cómo se llama el tema que estás tocando? -“Debería”.  -¡Me estás jodiendo! -Se llama así. Posta.

TREINTA -Me tengo que ir, Dami. -¿A dónde? -Al apoyo, estoy llegando tarde. -…  -¿Por qué sonreís? -Me causa gracia, parece un colmo. -¿Un colmo de qué? -El colmo de un puto: llegar tarde al apoyo. -Ay, qué ingenioso sos. Graciosísimo. -No te calentés. Dale, te acompaño.

-…  -Y, vos, ¿por qué sonreís? -Vos sos un colmo. El colmo de un puto reprimido: pedirle a otro que no se caliente.

TREINTA Y UNO Colectivo. La mochila le molesta a la gente. Está cargada de libros infantiles y un rompecabezas de cuando era chico.SeEsa viejaMe quesiento. resopló cuando rocé con mochila, mejor si supiera que voy dar apoyo escolar? baja. Reviso loslalibros. Les la voy a leer ¿me el delmiraría canguro. A todos los chicos lesa gustan los canguros. Mensaje. Es Flora. Dice que viene, que nos vemos en el centro cultural. La vida te da sorpresas.

TREINTA Y DOS Flora es lo más con los pibes chiquitos. Emanuel le pide que se quede con los de jardín, que vienen a acompañar a sus hermanos de primaria. Está ella sola con ocho enanos y en cinco minutos controló toda la situación. Recortó unas figuritas de papel y ahora están representando una obra de títeres. Flora es linda cuando llora. Pero riéndose a carcajadas mientras hace la voz de un conejo, es mucho más hermosa. Creo que no la había visto reírse con alguien que no fuéramos Dami o yo. Ella se da cuenta de que la estoy observando y se pone colorada. La primera vez que la vi también se puso colorada. Y también la miraba de lejos. Nunca hablamos de eso; creo que le dio vergüenza porque pensó que la miraba con ganas. Pero yo miraba hacia ella solo porque estaba sentada con Damián. Cuando salgamos se lo voy a decir, se va a cagar de risa. -¡Ey, profe, terminamos el rompecabezas! Era una papa este, ¿no trajo otro? -¿En serio? ¡Ustedes son muy inteligentes, che! La semana que viene les traigo un juego difícil. Quédense acá que les voy a servir el mate cocido. Mientras esperamos, en la parada, Flora parece otra. Los chicos de jardín la abrazan, se le tiran encima y le piden que no se suba al bondi. Ella se ríe mucho y les dice que vuelve la próxima semana y que va a traerles títeres grandes. En el colectivo, Emanuel se sienta en frente nuestro. -Che, mañana es mi cumpleaños, vamos a hacer algo en el centro cultural, vénganse si tienen ganas. Flora y yo tenemos que bajarnos, a él le queda unos cuarenta minutos de viaje. Cuando lo saludo me dice: “Te veo mañana, Lu”. 

Veo la cara de complicidad de Flora y me hace acordar a mi vieja.

TREINTA Y TRES -Me divertí, estuvo buenísimo. -Sí, ¡te vi! Yo no podría estar con los nenes tan chicos. -A mí me gustan. ¡Pero vos no me espíes, que me da vergüenza! -Uy, perdón, es que te queda bien ser conejo. -Gracias, quizás me deje crecer las orejas. -Y una colita de pompón. -Un pompón gigante, como para el tamaño de mi culo. -Callate, Flora, qué exagerada. -Bueno, pero no me mires más, en serio. Además podrías mirar para otro lado, ¿no?

-¿Para dónde? -Ay, Luciano, no te hagas. Me pare que alguien del centro cultural estaría muy feliz si lo miraras a él. -¿Emanuel? ¿Te parece? -Me parece. -Me dice “Lu”, ¿le tengo que decir “Ema”?   -Los dos sabemos que mejor un “Ema” que un “emo”.  -Sos una genia, Flo. -Vos también. Uy, hablando de emos, mirá quién llega.

TREINTA Y CUATRO A pesar del fío, nos quedamos sentados en la plaza. Flora contaba de los chicos y los títeres. Dami estaba de buen humor. -Che, Flora, el otro día dijimos con Lucho de volver al plan de armar una banda. -¿En serio? -Sí, tenés que animarte a cantar. -Me animo, pero solo entre nosotros. -Bueno, tampoco es que ya tengamos que salir a tocar en público. Es para pasarla bien, joder un rato…   -Bueno, hagámoslo. S e

ve

q u e e l c o nt a c to

las duda s , n i D a m i n i y o

c o n lo

d e ci m o s n

s c h iq u it o s l e p e g ó

ad a . A

v e r s i s e

bi e n a

a r r ep ie n t e

F lora. Nunca la habíamos visto tan predispuesta. Por

…  

-Genial. ¿Nos reunimos mañana?-propone Damián. Flora se apura a responder: -Mañana no. Lucho y yo tenemos un cumple. -¿Y eso? ¿De quién? -De un flaco del centro cultural; si querés podés venir, Dami. -No, Flo. No vayamos. Nos invitó de compromiso, apenas lo conocemos. Juntémonos a tocar. Nos vamos los tres tomados del brazo. Parecemos una propaganda de la semana de la dulzura o algo así. Hasta que Flora me dice en secreto: “Sos un cagón, Luciano. Sabelo.” Esa parte no iría en la publicidad, claro.  

TREINTA Y CINCO Hola, Lu! Che, me pasas el mail de tu amiga? No me acuerdo si es Flora o Florencia. La quiero poner en la cadena con los otros profes así ya queda incluida. Gracias. Ema. P.D: Venís mañana, no? No hace falta que me traigas regalo, con tu presencia alcanza. Jajajaaa!!   En el documental de mi vida, esta escena se llamaría “El valor de una posdata”, y yo respondería algo

ingenio y sutil. Pero como mi vida está más para una película bizarra de bajo presupuesto que un documental, como un cagón respondo mandándole el mail de Flora y un ingenioso: “Jajajja. Mañana estoy complicado, pero voy a tratar”. 

TREINTA Y SEIS -¿Cenás acá, Luchito? -No. Me veo con los chicos. -¿Vas a lo de Flora? -Ajá. -Bueno, te doy un besito. Que te diviertas. Cuídate. C h a u , m a. - M a n d a le besos a Flora. -A Flora y a Dami.

TREINTA Y SIETE Empezamos boludeando, como corresponde a toda banda. Damián dice que va a llamar a un primo que toca la batería, pero que antes tenemos que tener un poco más claro qué vamos a hacer. -Mientras tanto nos podemos arreglar con algún programita que haga las batas. -Lucho, ¿vos tocás el bajo?-se burla Damián. -El bajo es para emos, me quedo con la guitarra. -Che, yo canto pero no nos grabemos ni nada, eh. Por lo menos hasta que tome confianza-pide Flora. Recién ahora, a la cuarta vez que estamos tocando el mismo tema de Nubes en Mi Casa, me cae la ficha. Es “Debería”, la canción que tocaba Damián en mi cuarto.

Presto más atención a la letra. Flora se pone nerviosa porque piensa que estoy atento a cómo canta. Pero no; con lo que estoy escuchando, nada podría importarme menos que si desafina o no. ¿Con esto me despertó Damián? ¿Justo con esta canción entre miles de temas? ¿Damián me está jodiendo? Busco su cara a ver si algún gesto me tira una punta. Una pista. Pero nada. Somos tres tocando, y yo estoy solo, muy lejos, buceando dentro de una letra.

TREINTA Y OCHO Debería (Me suelto y vuelvo) Nubes En Mi Casa

Debería sincerarme podría repetir larga espera. Las miradas crecen tensas sin encender la luz veo la ausencia. Escondiendo primaveras el tiempo no calma el dolor y lo acelera. Si a nadie le importa la flor

si se la traga la tierra despierta.

Debería enfurecerme que no pueda olvidarme de vos aunque lo niegue. Tanta histeria dedicada a evitar que yo pueda decir que me importabas. Si a nadie le importa la flor si se la traga la tierra despierta.

Sé que mi destino está varado en vos, por no enfrentarme al miedo fuiste fingiendo. Me suelto y vuelvo.

TREINTA Y NUEVE -¿Qué hacemos? ¿Salimos a comer o pedimos algo? -No quiero tocar más, salgamos-dice Damián. -Podemos ir a comer algo y después seguimos. Damián me dedica una de sus mejores caras de “estoy más allá de todo”. -No, no quiero seguir hoy. Ya me cansé. Flora percibe mis ganas de saltarle a la yugular y trata de armonizar. -¿Qué pasa, Dami? ¿Te cansaste de tocar? -Me cansé de este tema. -Bueno, comamos algo y después tocamos otro, ¿les parece?-propone Flora como si nosotros fuéramos dos de sus enanitos del apoyo escolar. Busco la mirada de Damián. Me calmo. Por un segundo solo por un segundo, pienso que podría ser. Nunca me animé a llegar a fondo con esa posibilidad, con ese deseo. Dami es un amigo, mi gran amigo. Y además, está con una chica; no puedo hacerme el boludo con eso. Pero esta letra … Él vino a mi casa tocando un tema que habla de sincerarse, de la histeria. Me da vértigo pensar. Demasiado. -Dale, cambiemos de tema-digo. Y alcanza con decir esto para que Damián se afloje todo y vuelva a ser el Dami que me gusta.

CUARENTA Flora nos espera en la casa. Nosotros vamos a buscar pan y fiambre para unos sándwiches. Cuando llegamos al abierto. supermercadito de la vuelta ya estaba cerrado, así que caminamos buscando algún maxikiosco

Creo que es la primera vez que le saco a Damián un tema para romper el silencio. En realidad, creo que es la primera vez que estamos así de incómodos. -Canta bien Flora. -Re. Ok. Volvió el Damián charlatán. En silencio, llegamos a un kiosco y en silencio volvemos hasta lo de Flora.

CUARENTA Y UNO El problema de los silencios así, es que, cuanto más silencio hay, más se me llena la cabeza de palabras.

CUARENTA Y DOS Siempre es Damián quien decide cuándo se puede hablar de un tema y cuando no. De hecho, es algo que a Flora y a mí nos revienta. Pero, ahora, ¿tendría que abrir el juego yo? Tal vez lo mejor sea dejar pasar el tiempo y ver cómo transcurre todo. ¿Cuántas cuadras caminamos en silencio buscando el kiosco que no llegamos más a lo de Flo?

CUARENTA Y TRES Pequeños gestos: una mano palmeándome la espalda, una mirada sostenida por un instante de más, una cara cómplice que nos alejaba de Flora y del mundo. Señales. ¿Eran señales? ¿Puedo llamarlas así? Damián evasivo con los mensajes que recibía. Damián tocando Debería a los pies de mi cama. Damián el día que nos conocimos, codeando a Flora al descubrir que los miraba de lejos. Y este Damián, mudo, cargando una Coca y una bolsa con pan y fiambre. -Dami, ¿qué onda el tema que estábamos tocando? El de Nubes, digo …  -¿Qué onda, qué? -La letra, Damián. Te hablo de lo que dice. -¿Me estás jodiendo? -No. Silencio. Palabras en mi cabeza. Vértigo. Damián abre la coca y toma un trago de la botella. -Si vos sabés mejor que nadie que yo jamás le doy pelota a las letras, Lucho.

CUARENTA Y CUATRO -Ey, ¡viniste! -¡Feliz cumple! Tomá, te traje un chocolate. Pensé que mi presencia era poco regalo. -Pensaste mal. Pero el chocolate también me gusta.

CUARENTA Y CINCO. Un rincón. Una cerveza. Un chin chin. Un feliz cumple. Un gracias.

CUARENTA Y SEIS Y dos bocas.

CUARENTA Y SIETE -Acá. Este lugar te decía. Qué bueno, hay poca gente a esta hora. Flora me pidió que la acompañara al barrio chino a comprar unos condimentos. Es temprano, pero yo estoy pasado de rosca. Me siento un zombi. -¿Entonces? Contame con detalles, a veces puedo ser una minita. -No hay nada más que contar, Flo. -¿Y quedaron en algo? -¿Algo como qué? -No sé; en hablar, en verse. -No. Bueno, tenemos reunión el miércoles. -¡No digo eso! Verse a solas. ¿Lo vas a llamar? No, mejor esperá que te llame él. -¡Sos minita en serio, eh! -Es que… uy, ¿qué onda? ¿Cómo es, Lu? ¿Quién tiene que llamar a quién? Ponele, yo salgo con un tipo. Espero que me llame él, obvio. -Eso es machista. -Puede ser. Igual hace mil que no salgo con nadie. -¿Y qué esperás? -¡No te puedo creer! Tienen estas galletitas de sésamo; son geniales. Alcánzame dos paquetes que no llego. ¡Ya sé! Llamalo ahora, decile que venga a almorzar. Al lado hacen un chau fan buenísimo. -¡Ni loco! -Bueno, ¿te molesta si le aviso a Dami? A él le encanta la comida china. -¿Y por qué me va a molestar? -Qué sé yo. Como ahora tenés otro novio. Le mando un mensajito, entonces. -¡Qué boluda sos! No hagas chistes con eso, por favor. -¿Te ofendiste en serio, Lucho? -No. Pero estoy sensible, ¡me debe estar por venir, ja! -Con mis hormonas alcanza, Luchito. Damián dice que no: está durmiendo. -Flo, ¿no te enojás? Me parece que quiero ir a almorzar a casa. Te llamo a la noche a ver si salimos. -Todo bien. Pero mejor llámalo a Ema. Me gustan los finales felices. -Tranqui, loca, esto es recién un comienzo.

CUARENTA Y OCHO Colectivo. Me siento. Siempre hay asientos vacíos los sábados por la mañana. El recorrido hasta mi casa es corto; si me duermo, me paso. El recorrido en mi cabeza también es corto. Pienso en todo lo que pasó ayer. Qué loco, tantos días que no pasa nada y después pasa todo junto. Armo un video clip mental; pero no le pongo música de Nubes. ¿Y ahora? No quiero pensar más. Por suerte en la próxima me bajo.

CUARENTA Y NUEVE -Tenés un chupón en el cuello –me dice Mauro por lo bajo.

Casi muero atragantado con una papa al horno. -Es un chiste. ¡Te cagaste, eh! -¿De qué se ríen? -De nada, ma. -¿Viste que misteriosos están nuestros hijos, Edu? -Muy misteriosos. -No nos cuenten, no importa. ¿No, Edu? Igual mamita sabe. ¡Como si los hubiese parido, los conozco! -Son cosas de chicos, Elsi, dejalos. Mauro y yo nos tentamos de risa como cuando éramos nenes. -¿Cuál es el chiste?-pregunta el viejo. -Nada. Cosa de chicos, es cierto.

CINCUENTA El silencio llena todo con la misma intensidad que hace veinticuatro horas. Pero hoy no me incomoda. Con la misma intensidad que anoche odiaba a Damián, hoy me siento extremadamente cómodo junto a él. Tal vez sea el cuarto de Flora. Este escondite que armamos, y donde el afuera queda realmente afuera. O tal vez sea lo de ayer con Emanuel, que me hace sentir protegido, o importante. Hay un algo. Algo que no es Damián. D a m i y la t e n si ó n . E s ta n o c h e p i e n s o q u e D a m i p u ede L o q ue s é e s q u e e s t a m o s a c á , l o s tr e s , e n s il e nc i o . volver a ser solamente Dami. No sé. Y está buenísimo.

CINCUENTA Y UNO Esta sí que no me la esperaba. Nunca imagine a Flora proponiendo algo así. -Como cuando éramos chicos, ¿no jugaban ustedes? En mi primaria organizábamos bailes y siempre terminábamos jugando a eso. Estaba seguro de que Damián iba a decir que era una boludez; pero definitivamente esta es una noche de sorpresas. -¿Cómo era? “Verdad”, tenés que contestar algo sin mentir. ¿Y “consecuencia” qué era?-pregunta Dami entusiasmado. -Una prenda, o algo así. -Pero, Flo, somos tres. Van a ser un bodrio las prendas. -Cierto. Juguemos solo con “verdad”. ¿Quién empieza? De repente tengo once años de nuevo y me invade el medio de que me pregunten de quién gusto. Pero me dura poco. Miro a Flora y a Dami, mi guitarra en la pared y el mate pasando. Entonces tengo dieciséis de nuevo, y ya no tengo que decir que Carolina Topman, la rubia de mi primaria, es “la más pasable”, para que nadie me cargue ni sospeche. Por suerte estoy con mis amigos. Y ahora puedo decir la verdad.

CINCUENTA Y DOS Arranca Flora. -Dami, ¿es verdad que tenés novia?

sí.

-No. -No vale mentir. -No miento. En todo caso, preguntá mejor. -¿Eh? ¿Tenés novio, entonces? -¡Callate, gorda! Digo que preguntes bien porque “novia” es muy formal. Estoy saliendo con alguien, eso

-¿Una chica? -Claro, Flora. Una chica, ¿o es otra cosa la que me querés preguntar? -No, está bien. Por ahora no. Te toca a vos. -A ver… Bueno, ¡a vos, Flo! Misma pregunta. ¿Estás con alguien? -¡Si sabés que no! -Ey, nunca se sabe. Yo no les había contado nada y vos igual me preguntaste. -Es que a vos se te nota. Hace rato nos dimos cuenta, ¿no, Lucho? -Ajá. -Che, este juego ya me aburrió. Era más divertido cuando éramos chicos. No me extraña que Damián haga esto. Es típico de él. Pero no tengo ganas de dejárselo pasar. No quiero que corte el juego solo porque se le canta. -Ni empezamos-digo. -¿Qué te pasa, Lucho? ¿Querés preguntar algo? ¿O contarnos alguna verdad?-me dice irónico. -No me rompas las bolas, Damián. Es que estamos jugando y punto. No podés decidir vos cuándo se acaba porque ya te aburriste. ¿Quién sos? -¿Me estás haciendo una pregunta? ¿Es parte del juego? Es un forro. Lo odio. -No. No era. Pero, dale. Te pregunto: ¿Quién te creés que sos? ¿Por qué pensás que nos podés manejar? ¿Por qué no te tomas este juego en serio? ¿De qué carajo te reís? ¿Por qué no me tomás en serio? ¿Eh, pelotudo? Flora está pálida. Damián, rojo. Nos quedamos los tres callados. No sé qué decir. No sé qué va a pasar. Tengo miedo, pero también me siento más liviano, como después de vomitar. Damián va recuperando su color. -Preguntaste mal, Luciano. Es una sola pregunta por turno; y tiene que empezar con “¿Es verdad?”-me dice.

CINCUENTA Y TRES -Bueno, basta, córtenla. Bajemos un cambio. ¿Hago unos mates? Ah, todavía hay, qué boluda. ¡Es que me ponen nerviosa! Se pelean como dos hermanitos, loco. No da. La estábamos pasando bien. Sigamos. ¿Dale? Cambien las caras. ¿Preguntas, Lucho? ¿No? Bueno, entonces yo. Me pregunto y me contesto sola. A ver… Flora, ¿es verdad que tenés ganas de llorar? Sí. Porque mis amigos, que son lo más importante que tengo, se portan como dos nabos. Bien. Ahora les toca a ustedes. ¿Ninguno? Ok, yo de nuevo. Flora, ¿te sentís bien? Ah, no; cierto que tiene que empezar con “es verdad”. Flora, ¿es verdad que te sentís como el culo y que pensás que sos una gorda que no vale nada? Sí. Es verdad. ¿Qué me miran así, eh? ¿Ya tienen ganas de volver al juego o van a dejar que me siga hundiendo en mi nube emo?

CINCUENTA Y CUATRO -No me gusta escucharte hablar así, Flo. Odio que pienses eso de vos misma. Es cualquiera. Sos una minaza, eso sos. Inteligente, buena, linda. ¿Por qué no te querés un poco? ¿Por qué no te podés tratar con la mitad del cariño que nos tratás a nosotros? No sé. ¿Podemos ayudarte? Lucho, ya fue. No da que nos enojemos por nada; mirá cómo se puso por nuestra culpa. No, claro. Ya sé, Flo, que esto viene de antes. Pero por algo te saltó ahora. Perdónenme que quise cortar el juego. Es que, no sé bien cómo explicarlo, pero no es lo mismo jugarlo a

lo s d o c q u e a h o r a . Q u é s é y o ; e s c o m o q u e e n a lg ú n q u e n a d ie n o s c o n o c e , ¿n o ? P e r o q u é l o co , a la v e z s e g u im p u n t o n o s o t r o s n o s r e - co n o c em o s ; in c l u s o m e jo r q u e lo o s l l e n o s d e s se c re t o s . D e v e rd ad e s q u e n u n ca h a b l a m o s. Bah, quizás estoy diciendo cualquier cosa. ¿Seguimos jugando?

CINCUENTA Y CINCO Puta madre. Más lo escucho hablar y más me doy cuenta de lo innegable. No hay Ema ni Emanuel que pueda tapar la realidad.

CINCUENTA Y SEIS Estoy enamorado de mi mejor amigo.

CINCUENTA Y SIETE (Y eso no se pasa con un enojo y tres gritos). -Dale, sigamos jugando. Yo pregunto.

CINCUENTA Y OCHO -¡Sí! Es verdad. ¿Nunca lo hablamos? Ay, me da vergüenza, pero sí. Me re acuerdo de ese día. Dami y yo estábamos juntos porque nos conocíamos de la primaria. Y vos, desde la otra punta del aula, mirabas todo el tiempo a nuestro banco. Y sí, pensé que eras lindo, te lo digo. Bah, lindo no, pero me gustó tu onda. Y además… bueno, pensé que me mirabas a mí. ¡Y de hecho se me ocurre algo para preguntar al respecto!

CINCUENTA Y NUEVE -Ah, estaba seguro de que me ibas a preguntar eso. “Te conozco como si te hubiese parido”, diría mi vieja. Bueno, sí. Es verdad. Y también les digo que me di cuenta de que ustedes pensaron que te miraba a vos, Flo. Incluso me acuerdo que cuando me acerqué en el recreo a hablarles, no sé, Dami, si te acordás, te fuiste al baño para dejarnos solos. Perdoname, Florita, no quise romperte el corazón, ¡ja! Igual te juro que un poco te miré. En esa época todavía me esforzaba en mirar chicas. Dale, preguntá, ya me imagino por dónde viene.

SESENTA -¿Es verdad…? Che, no me sale hacer la pregunta así, saquemos esa regla, ¿puede ser?-pregunta Flora. -Dale. -¿Por qué nunca nos dijiste: “Chicos, soy gay”? -Me lo pregunté muchas veces. La verdad, no sé. Nunca me salió. Bueno, ahora yo; una pregunta para los dos, conteste el que quiera. ¿Por qué nunca me preguntaron?

-Porque nunca hizo falta-dice Damián. Y es la mejor respuesta que podría haber escuchado.

 

SESENTA Y UNO Pasan las horas. Entre secretos y verdades. Entre preguntas que nadie se anima a hacer y que quedan latiendo entre las risas y los chistes malos que tan bien nos salen. Pasan las horas entre mate y mate.

SESENTA Y DOS Flora pone el disco de Nubes En Mi Casa y yo boludeo con las manos delante del velador. -Mirá, ¿no jugabas a las sombras chinas de chiquita? El conejo me sale genial. Los dedos son las orejas, ¿ves? -Para mí es un tapir. -¡Malvada! Déjame creer que es un conejo, son sombras chinas. -Dale, es conejo entonces. Damián se quedó dormido en el piso. Con la luz del velador, su sombra se proyecta enorme como una película en pausa. -Tan alto y así dormido parece un bebé, ¿viste?-me dice Flora mientras lo tapa con una manta. -Parece más bueno-me río. -Hay muchas cosas que no te animaste a preguntarle hoy, ¿no? -Está bien así. Puedo creer que hay muchas cosas que él no se animaría a responderme. Nuestros propios bostezos comienzan a tapar las risas. -Quiero que estés bien, Flo. -Estoy bien. Y voy a estar mejor. Gracias. Me parece que sonó tu celu. -Uy, sí. Es un mensaje de Emanuel. Está por acá. -Deberías ir a verlo. -Debería tantas cosas…  Pero por esta noche, aunque sea por esta noche, lo único que quiero es quedarme así. Dormido en el suelo, junto a mi amigo y su típico olor a mezcla. Ahora estoy acá. Con Nubes de fondo y clavado en su sombra.