Orgullo

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EL EL YO YO DEL DEL ORGULLO ORGULLO

SABIDURÍA SABIDURÍA GNÓSTICA GNÓSTICA

EL “YO” DEL ORGULLO “Quien sienta dolor o se sienta herido cuando lo calumnian, lo acusan o le levantan falsos testimonios, es señal de que todavía tiene vivo el YO del orgullo”. Samael Aun Weor, “La Revolución de la Dialéctica”. “El Ego es, por naturaleza, altivo, soberbio, orgulloso, arrogante, despreciativo y desdeñoso. Suele sin embargo esconder su orgullo bajo la túnica de Aristipo (vestidura llena de remiendos y agujeros) y hasta se da el lujo de parlar con fingidas mansedumbres y poses pietistas, pero a través de los huecos de su ropaje se le ve la vanidad”. “El Ego quiere siempre subir, trepar al tope de la escalera social, hacerse sentir, ser alguien en la vida”. Samael Aun Weor, “El Parsifal Develado”.

1- QUÉ ES EL ORGULLO EN SÍ MISMO Y SU ORIGEN El orgullo es uno de los 7 “Yoes” principales, un Agregado Psíquico capital surgido dentro de nosotros, en principio, por altanería y arrogancia frente a los mandatos divinos. “Según los libros de Zoroastro, el primer hombre y la primera mujer fueron creados puros y sometidos a Ormuz, su Hacedor. Ahriman los vio y se sintió celoso de su felicidad; los abordó en forma de culebra, les presentó unos frutos y los convenció de que él era el mismo creador del Universo. Le creyeron, y desde entonces su naturaleza se corrompió totalmente”. De igual modo, “los monumentos y las tradiciones de los hindúes confirman la historia de Adán y Eva y de su caída. Esta tradición existe, asimismo, entre los budistas tibetanos y era enseñado por los chinos y los antiguos persas”. “El pecado original (la fornicación) es pues la raíz del Ego, la casa-causorum del mí mismo, del sí mismo” (véase “La Doctrina Secreta de Anahuac”, Cap. Nº 9). Nos dicen los Códices Nahuas que “antes de levantarse y cristificarse, hubo un tiempo en el que QuetzalcoatlHombre se embriagó con el licor de la lujuria junto a su esposa Quetzalpetatl, y que como estaban así embriagados, nada hablaban ya en razón”. Comentando el tema, el V.M. Samael afirma que “el lujurioso no entiende razones” precisamente porque está olvidado de sí mismo, se ha olvidado de su propio Ser, y en consecuencia supone o cree que la razón de su sin-razón es la más valedera, es la más correcta. Vale decir: el germen del orgullo le ha aprisionado también, conjuntamente con la lujuria. Según todas las antiguas tradiciones, el desacato o desobediencia a las Leyes Universales establecidas por los Kumaratz o Rectores de la Humanidad, implica ya un gesto de soberbia, de orgullo, por suponer que sí es posible “llegar a ser como Dioses” sin la ayuda de las Jerarquías Celestes, sin el auxilio de lo Divinal. Siguiendo el curso de las explicaciones gnóstico-filosóficas expuestas por el V.M. Samael Aun Weor, Adám y Eva (la humanidad Lemur) cedió a la tentación porque no supo entender la frase del Divino Daimón, de Lucifer-Xolotl, que a la letra dice: “ERITRIS SICUT DEI” (“SERÉIS COMO DIOSES”). En forma orgullosa, creyó pues aquella humanidad Lemur que la fornicación (o “comer del fruto prohibido”) podía conferirle “la igualdad divina”, conjuntamente con “el po-

der y la Sabiduría de los Dioses Santos”. Y es que de la ciega fornicación provocada por el “Yo” de la lujuria, se pasa rápidamente al orgullo, luego a la ira, después a la envidia, y de allí a la codicia, la pereza y la gula. En realidad todos esos 7 Agregados Psíquicos o “elementos inhumanos” establecen entre sí perversas y siniestras asociaciones íntimas; cada uno de los 7 es cabeza de legión y por eso se les llama “capitales”. La vanidad, por ejemplo, es hija del orgullo, como hijos bastardos de ese Ego lo son también el amor propio, la auto-consideración (o auto-estima) y su contraparte la autocompasión; la auto-suficiencia, la jactancia, la pedantería, la altanería o altivez, el auto-mérito, la arrogancia y muchísimos otros que sólo mediante el uso del sentido de la AutoObservación psicológica podemos descubrir en sí mismos, dentro de nosotros mismos, aquí y ahora. El orgullo tiene como característica medular la sobrestimación o sobre-valoración de todo lo que le es propio y personal, esto es: pensamientos, sentimientos, acciones, propiedades, dineros, títulos, posiciones sociales, familia, etc. Entiéndase, pues, que “el Yo es Yoes”. En el caso específico del orgullo, todos esos elementos y sub-elementos (o pequeños “Yoes”, digamos) que de él se derivan, surgen debido a la no-transformación de las impresiones, porque la persona psico-física está en un estado de absoluta inconsciencia y entonces se empeña en ser más de lo que realmente es, auto-considerando que “es digna de mérito”, que “por ser hija de Dios tiene gran valía”, o que los demás están obligados a reconocer sus supuestas “virtudes”, a aplaudir sus “maravillosas cualidades de excelentes ciudadanos”, de “abnegados padres de familia”, de “nobles esposos o esposas” y así sucesivamente. “Cada uno de los pequeños Yoes que constituyen el Ego (en este caso el del orgullo) quiere mandar, ser el amo, el señor. Los pequeños Yoes riñen entre sí, se pelean por la supremacía. Esto explica el lamentable estado de desintegración psicológica en que vive el animal intelectual equivocadamente llamado hombre” (véase el libro “Educación Fundamental”, capítulo Nº 14). El orgullo, que en sí mismo es soberbio, engreído, petulante, presumido, altivo, prepotente, altanero, jactancioso, etc., como si fuera poco fundamenta su actuación en el falso concepto del “más”, y de esa característica intelectual del Ego que ahora estamos estudiando, nos ocuparemos a continuación...

2- EL ORGULLO Y SUS FALSOS CONCEPTOS. “Del centro intelectual surgen diversos pensamientos, provenientes no de un Yo permanente como suponen neciamente los ignorantes ilustrados, sino de los diferentes Yoes en cada uno de nos”... “Como quiera que no es posible que exista efecto sin causa, afirmamos solemnemente que nunca podría existir un pensamiento por sí mismo, por generación espontánea. La relación entre pensador y pensamiento es ostensible: cada pensamiento negativo tiene su origen en un pensador diferente. En cada uno de nos existen tantos pensadores negativos cuantos pensamientos de la misma índole”. “Mirada esta cuestión desde el ángulo pluralizado de pensadores y pensamientos, sucede que cada uno de los Yoes que cargamos en nuestra psiquis es, ciertamente, un pensador diferente”. Samael Aun Weor, “Tratado de Psicología Revolucionaria”, capítulo Nº 14.

“El Yo que siente (en sí mismo) que él es la base sobre la que descansamos, debe ser disuelto si es que en realidad anhelamos la auténtica Bienaventuranza. Tal Yo subestima a las gentes, se siente mejor que todo el mundo, más perfecto en todo, más rico, más inteligente, más experto en la vida, etc...” “Empezar a darse cuenta de la propia nadidad y miseria en la que nos encontramos es absolutamente imposible en tanto exista en nosotros ese concepto del MÁS. Ejemplos: Yo soy más justo que aquel, más sabio que fulano, más virtuoso que fulano, más rico, más experto en las cosas de la vida, más casto, más cumplidor de sus deberes, etc., etc., etc.” “Es más facil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el Reino de Dios”... No es posible pasar a través del ojo de una aguja mientras seamos RICOS, mientras en nosotros exista ese complejo del MÁS”. “Eso de que mi escuela es la mejor y que la de mi prójimo no sirve, eso de que mi religión es la única y verdadera y que todas las demás son falsas y perversas; eso de que la mujer de fulano es una pésima esposa y de que la mía es una santa, eso de que mi amigo Roberto es un borracho y yo soy un hombre muy juicioso y abstemio, es lo que nos hace sentirnos RICOS, motivo por el cual somos (todos) los CAMELLOS de la parábola bíblica en relación con el trabajo esotérico”. Samael Aun Weor, “Tratado de Psicología Revolucionaria”, Cap. Nº 28.

Una y otra vez el Mensajero de Acuario subraya el hecho cierto de que “somos personas-máquinas, simples marionetas controladas por agentes secretos, por Yoes ocultos, es decir, que “dentro de nuestra persona viven muchas personas, razón por la cual nunca somos los mismos, ni siquiera durante media hora. Cada una de esos “Yoes-personas” (según sus características psicológicas) tiene su forma específica de pensar, sentir y actuar”. El “Yo” del orgullo por ejemplo, en íntima asociación con el Agregado Psíquico de la envidia”, sólo piensa y siente en función del “más”, en aquello de: “Yo soy más que tú”, o “yo tengo más conocimientos que fulano de tal”, o “yo tengo más virtudes, más santificaciones, más experiencias, más perfecciones, más evoluciones”, etc.” Cabe aquí recordar que tal o cual pensamiento va precedido siempre de un determinado sentimiento. El falso sentimiento de superioridad precede al pensamiento del “Yo” orgulloso, a su vez fundamentado en el proceso comparativo del “más”. Toda comparación, además de equivocada, es francamente abominable porque esa actitud orgullosa lo que pretende es colocar en posición de minusvalía a alguien, tratando de rebajarlo, denigrarlo, detractarlo, maldecirlo e incluso de calumniarlo, vituperarlo, etc. Así las cosas, el Ego del orgullo y sus derivados buscan inútilmente aparentar (por ejemplo)

que “mi familia es mejor que la familia del vecino”, que “yo sí puedo ser alguien en la vida porque no soy perezoso ni tan imbécil como fulano de tal”, actitudes mentales presuntuosas y engreídas que sólo producen descontento, desasosiego, amargura y problemas sin fin, tanto en el individuo como en la sociedad. Al respecto el V.M. Samael Aun Weor señala que “todo Yo-pensador se auto-engaña y engaña, y que en conclusión miente”. Verbigacia: “El Yo-pensador (o negativo) del orgullo místico engaña a los devotos del Camino, y éstos, sintiéndose sabios, aborrecen a su Maestro o le traicionan”. “El Yo negativo (o Yo-pensador) apela a nuestras experiencias personales, a nuestros mejores anhelos, a nuestra sinceridad, y mediante una rigurosa selección de todo esto, presenta algo en una falsa luz, algo que fascina, y viene el fracaso”. “Sin embargo, cuando uno descubre al Yo en acción” (el ”Yo” del orgullo, en el caso que ahora nos ocupa), “cuando ha aprendido a vivir en estado de alerta, tal engaño se hace imposible” (véase el “Tratado de Psicología Revolucionaria”, capítulo Nº 14).

3- EL “QUERIDO EGO” DEL ORGULLO “Cuando el YO quiere continuar aquí y en el más allá, se auto-engaña con el falso concepto de un YO DIVINO e INMORTAL”. “En cuestiones psicológicas hemos podido evidenciar, claramente, que los sujetos paranoicos, ególatras y mitómanos por nada del mundo abandonarían el culto al querido Ego. Incuestionablemente, tales gentes odian mortalmente la Doctrina de los Muchos Yoes”.

Samael Aun Weor, “Tratadode Psicología Revolucionaria”, capítulo Nº 11.

En estos Estudios gnósticos, “lo importante es conocerse a sí mismo profundamente y en todos los niveles de la mente”. “Desgraciadamente las gentes se encuentran auto-encerradas dentro del ambiente fétido e inmundo de su propia mente, adorando a su querido Ego”, suponiendo sin embargo que sí se auto-conocen (véase “La Gran Rebelión”, capítulo Nº 11). Es decir, el “Yo” del orgullo se ha fortalecido en forma tan desmesurada, que las multitudes humanoides se atribuyen valores (o virtudes) y cualidades que ni remotamente poseen, y por otra parte es tal su inconsciencia que muchas cosas que creen no tener, sí las tienen. Merced a la presencia del “Yo” engreído, presuntuoso, orgulloso y vanidoso, siempre pensamos de nosotros mismos lo mejor y ni siquiera sospechamos que nuestra conciencia duerme profundamente. Aún más: suponemos que somos verdaderos individuos, que somos poseedores de la individualidad. Obviamente “sí es posible conseguir la individualidad, más si creemos tenerla tal posibilidad desaparecerá”. “Es evidente que jamás lucharíamos por conseguir algo que creemos tener”. El “Yo” del orgullo, asociado con ese “YO-FANTASÍA” o “PERSONA-FANTASÍA” que hemos pre-fabricado, “nos hace creer que somos poseedores de la individualidad, y hasta existen en el mundo escuelas que así lo enseñan”. Los aspirantes gnósticos que anhelan “perderse en el Ser” comprenden que “es necesario y urgente luchar contra la fantasía, porque ésta nos lleva a aparentar ante los demás que somos esto o aquello cuando en realidad somos miserables, desvergonzados y perversos”. Por ejemplo, “pensamos que somos hombres que poseen Voluntad propia, verdadero sentido de responsabilidad moral y continuidad de propósitos, cuando en verdad somos tan sólo mamíferos intelectuales desprovistos de todas esas características que sólo son privativas del verdadero hombre”. “La fantasía es una fuerza real (de tipo hipnótico) que actúa universalmente sobre la humanidad y deviene del abominable Órgano Kundartiguador” (véase guía de estudio titulada “El Yo de la lujuria”) Entre las manifestaciones más extremas del “Yo” del orgullo y de la vanidad, asociadas (como ya se dijo con el “Yo-Fantasía”), podemos citar la mitomanía, la egolatría y la paranoia. “Los mitómanos se creen Dioses, Mahatmas, etc., sin sospechar que ni siquiera tienen

mente individual y Voluntad consciente”. “Los ególatras adoran tanto a su querido Ego que nunca aceptarían la multiplicidad de Egos dentro de sí mismos”. “Los paranoicos, con todo el orgullo clásico que los caracteriza, ni siquiera leerán este libro” (o sea el “Tratado de Psicología Revolucionaria”). “El animal intelectual (en fin) está tan hipnotizado por su fantasía que engreídamente sueña que es león o águila, cuando en verdad no es más que un vil gusano del lodo de la tierra”. “El mitómano jamás aceptaría estas afirmaciones, renglones arriba hechas. Él se siente ArchiHierofante, digan lo que digan, sin sospechar que la fantasía es meramente nada, que es sólo fantasía y nada más”. Cuando por simple orgullo pensamos que SOMOS UNO, que tenemos UN MODO ÚNICO DE SER, “no podemos movernos de donde estamos psicológicamente ubicados, permanecemos estancados y por último involucionamos”. Muy categóricamente el Maestro Samael afirma que “cada uno de nos se encuentra en determinada etapa psicológica”, y que “no podremos salir de la misma a menos que descubramos directamente a todas esas personas o Yoes que viven dentro de nuestra persona. Es claro que mediante la Auto-Observación íntima podremos ver a las muchas gentes que viven en nuestra Psiquis y que necesitamos eliminar para lograr la transformación radical. Esta percepción, esta Auto-Observación, cambia fundamentalmente todos los conceptos equivocados que sobre sí mismos teníamos, y como resultado evidenciamos el hecho concreto de que no poseemos verdadera individualidad”. “Mientras no nos auto-observemos viviremos en la ilusión de que SOMOS UNO, y en consecuencia nuestra vida será equivocada”, viviremos a merced o bajo el dominio de los “Yoes” de la lujuria, del orgullo, de la ira, de la envidia, de la pereza y de la gula, más todos los derivados de cada uno de esos 7 “Yoes” capitales. Aquellos que se sienten uno y que por quererse demasiado piensan de sí mismos lo mejor, nunca aceptan la Doctrina de los Muchos Yoes ni tampoco desean auto-observarse. Por lo tanto, cualquier posibilidad de cambio se hace para ellos imposible. Sobra decir que la antítesis del orgullo es la humildad, y escrito está: “hay que ser humildes para alcanzar la Sabiduría, y después de alcanzada hay que ser más humildes todavía”. Mediante el cambio o transformación radical, el aspirante gnóstico va adquiriendo gradualmente la Sabiduría del Ser, la verdadera Gnosis o Auto-Gnosis. “Distíngase entre el Ser y el Yo. Quienes confunden al Ser con el Yo, ciertamente nunca se han auto-observado seriamente”. “La Individualidad es sagrada, está mucho más allá de cualquier Yo; élla es lo que es, lo que siempre ha sido y lo que siempre será. La legítima Individualidad es del Ser y la razón de ser del Ser es el mismo Ser”. Podemos entonces inferir que el orgulloso, el vanidoso, jamás podrá lograr la identificación o consubstancialización con su propio SER DIVINAL, y sobre ese punto disertaremos en el siguiente segmento de esta guía de estudio.

4- EL ORGULLO, LA VANIDAD Y EL SEÑOR ÍNTIMO “Desintegrando los agregados psíquicos, haremos de nuestras vidas una Obra Maestra. Los Demonios Rojos de Seth, viva personificación de nuestros defectos psicológicos, temen a la soberanía del Cristo Ïntimo. Saben muy bien, los Demonios Rojos de Seth, que la soberanía del Señor significa muerte para ellos. El Señor construirá la ciudad de Sión, es decir nuestro Universo Interior, los Cuerpos Existenciales Superiores del Ser, y a sí mismo se revelará en su soberanía. El Señor nunca desprecia la oración del humilde. Todo esto lo entenderá la futura generación, la nueva raza que nacerá en una nueva Tierra transformada, después del gran cataclismo”.

Samael Aun Weor, “Pistis Sophía” develada.

“El orgullo y la vanidad impiden las correctas relaciones íntimas con las distintas partes independientes del Ser”.

Samael Aun Weor, obra citada.

Develando la enseñanza secreta de Jeshuá Ben Pandirá, de Jesús El Cristo, en el capítulo Nº 49 del libro “Pistis Sophía” el Venerable Maestro Samael explica lo que a continuación transcribimos: “El Señor Íntimo es nuestro Dios Protector. Debemos aniquilar los agregados psíquicos y refugiarnos en el Señor. El Señor puede sacarnos de la red despiadada tendida por el Enemigo Secreto; en manos del Cristo Íntimo debemos poner nuestro Espíritu. El Señor rechaza a aquellos que se aferran a la vanidad, el Señor auxilia a quienes luchan por desintegrar los agregados psíquicos de la vanidad. En modo alguno sería posible mantener correctas relaciones con el Señor Íntimo y con todas las partes autónomas y auto-conscientes del Ser, si antes no aniquilamos todos los agregados psíquicos de la vanidad. La vanidad destruye las posibilidades de Iluminación. Grandiosa es la Iluminación, más ésta sólo es posible aniquilando los agregados psíquicos de la vanidad. La Iluminación es una gracia del Señor; sólo los humildes pueden recibir la iluminación por gracia del Señor. Quienes no han aniquilado los agregados psíquicos del orgullo, en modo alguno podrían llegar a la iluminación”... Y más adelante, el Maestro nuevamente declara que “el Cristo Íntimo se aleja de la vanidad”, acotando que “la vanidad es charlatana por naturaleza” y que, “cuando es herida, truena con grande ira”. Ciertamente, “la vanidad herida causa espantoso sufrimiento, más el orgullo herido puede causar la muerte. La vanidad suele también disfrazarse con el traje de la modestia. Un pintor o un escribano vanidosos pueden aparecer en público vestidos con ropajes de mendigos”.

Por ejemplo: “muchos son los santos que se han revestido con el ropaje de la vanidad. Aristipo se vistió con una túnica vieja llena de remiendos y agujeros, empuñó el Báculo de la Filosofía y se fue por las calles de Atenas. Cuando Sócrates le vio venir, exclamó: ¡Oh, Aristipo, se te ve tu vanidad a través de los agujeros de tu vestidura!” Por otra parte, “la vanidad y el orgullo suelen asociarse peligrosamente (la vanidad es pariente del orgullo). Cuando la vanidad y el orgullo se unen, pueden realizar monstruosidades”. “La vanidad es charlatana y el orgullo es silencioso. Por vanidad alguien hablaría ciertas cosas, más por orgullo las callaría”. “Una dama rica compraría un coche de principios de siglo para tenerlo en su casa (tal capricho por puro orgullo), más por vanidad preferiría un flamante automóvil para andar por las calles de la ciudad”. Psicológicamente esto significa que “muchas cosas que por vanidad aceptaríamos, por orgullo las rechazaríamos”... Aclarando conceptos a fin de evitar malos entendidos, el Maestro enfatiza que “Dios abandona al que marcha por el sendero de perdición”, es decir, que “cuando el hijo se cae, el Padre se aleja”; que “cuando el Padre se aleja, el hijo cae en desgracia”. En otros términos: “Aquel que no confía en la ayuda de Dios sino en su riqueza material, y que (por añadidura) ha desarrollado el agregado psíquico de la vanidad, cae en el abismo de perdición”.

5- ¿QUÉ ES LA VANIDAD EN SÍ MISMA? “Bueno es descubrir en qué se siente uno halagado, en qué es satisfecha su vanidad. Esto vendrá a mostrarnos los fundamentos sobre los que nos apoyamos”. Samael Aun Weor, “Tratado de Psicología Revolucionaria”, Cap. Nº 27

“Aunque parezca increíble, es muy cierto y de toda verdad que esta tan cacareada civilización moderna es espantosamente fea, no reúne las características trascendentales del sentido estético, está desprovista de belleza interior”. “Es mucho lo que presumimos con esos horripilantes edificios que parecen verdaderas ratoneras”... “Parecemos verdaderos pavos vanidosos con el traje que cargamos y con los zapatos muy brillantes, aunque por aquí, por allá y acullá circulen millones de infelices seres hambrientos, desnutridos y miserables”. “La sencillez y belleza natural (espontánea, ingenua, desprovista de artificios y de pinturas vanidosas) ha desaparecido del sexo femenino. Ahora somos modernos y decimos: ¡así es la vida!”

Samael Aun Weor, “La Gran Rebelión”, Cap. Nº 1.-

En tratándose de comprender, conviene repetir que según la Psicología Gnóstica, la vanidad es un Agregado Psíquicos, “apéndice” derivado del orgullo, con el cual se asocia íntimamente. El término “vanidad” (del latín “vanitas”) implica “carencia de valor”, que “no vale nada”, e indica además la cualidad de “vano” o “vacío”. También tal palabra es símil de “fatuidad”, “insubstancialidad” y “vacuidad”, o que es “fútil”, “carente de provecho”. Ser vanidoso es una manera de fingir. Esta falsa postura da origen al engreimiento, a la jactancia, a la presunción, a la arrogancia, a la altanería, a la pedantería, a la auto-estima, a la auto-importancia y otros tantos valores inferiores o “Yoes” que adormecen la Conciencia individual. Incuestionablemente la vanidad nace de una incorrecta relación con nosotros mismos y con los demás. Ya hemos apuntado, en segmentos anteriores, que la Psicología profunda del Gnosticismo Universal enseña que “todos los Agregados Psíquicos toman forma dentro de cada uno de nosotros merced a la no-transformación de las impresiones”. Ahora añadiremos que esos tales “elementos inhumanos” son reforzados por la falsa educación recibida desde la infancia. Efectivamente, gracias a la educación meramente externa y superficial (totalmente alejada de los valores del Ser y fundamentada en el miedo y la imitación) surgen dentro de nosotros los elementos y sub-elementos de la vanidad, cuya característica más relevante es la ostentación. Por eso ha dicho el Venerable Maestro Samael, con justa razón, que “la vanidad es charlatana”. Siendo como es, conversadora y extrovertida por naturaleza, al mismo tiempo élla induce a la charla interior equivocada y a la vana palabrería insubstancial y ambigua, manifiesta en el mundo exterior. Al igual que todos los “Yoes” que en nuestro mundo interior cargamos, la vanidad gira

siempre sobre el mismo punto egocéntrico del amor propio. La vanidad es, entonces, un apoyo psicológico inútil y vano, es una de las tantas bases o “arenas” sobre las cuales descansa nuestra desnudez, vacío y miseria interior (véase el “Tratado de Psicología Revolucionaria”, capítulo Nº 27). Muchos equivocadamente suponen que la vanidad nos convierte en “mejores personas”, “alegres y felices”, pero los hechos demuestran exactamente lo contrario: la satisfacción de la vanidad provoca envidias, intrigas, odios, ambiciones, codicias y fingimientos o hipocresías en el individuo y en la sociedad, con los subsecuentes problemas económicos y sufrimientos sin límites que tal tipo de “Yoes” acarrean. Huelga decir que la vanidad desequilibra la economía familiar y la economía de los pueblos, pues nos obliga a gastar en cosas pueriles y superfluas que realmente no necesitamos para subsistir. Existe en el planeta Tierra una industria de la vanidad, sustentada en el espejismo ilusorio de las fastuosas sedas y joyas, de los perfumes y cosméticos envasados en lujosos frascos, de los flamantes automóviles y aviones privados, de los concursos de belleza y así hasta la saciedad. Sin temor a caer en exageraciones podemos afirmar que la vanidad es esfermiza, que en el fondo es miedo a no ser tomados en cuenta, por lo que además de agradarle la ruinosa competencia y la odiosa comparación, puede incluso conducir hacia la depresión y la demencia.

En cierta oportunidad un médico hablaba de una de sus pacientes. Tratábase de una mujer extremadamente rica que gastaba mucho en ropa y que todos los días llevaba un vestido y zapatos diferentes. El diagnóstico del galeno fue determinante, concluyente: “Esta mujer (aseguró) es demente debido a su vanidad, pues sin duda se cree encantadora y sueña que es una bella mujer”... Pero no se crea que sólo la mujer es vanidosa; el varón también lo es. Y si cabe alguna duda, véase el caso histórico de Aristipo, ya mencionado en el punto número 4 de la presente guía de estudio. Narciso, aquel que según la mitología se enamoró de su propia figura reflejada en las aguas, vive en el fondo íntimo del pobre y del rico, del ignorante y del ilustrado, del creyente y del descreído. El narcisismo o manía de adorarse a sí mismo, de envanecerse manifiesta o simuladamente, es una lamentable enfermedad psicológica que hoy padecen el individuo y la sociedad en general. El orgullo, la vanidad y todos sus derivados nos alejan pues del Real Ser Interior y enturbian la convivencia fraternal entre los hombres. Sin embargo los estudiantes gnósticos que realmente buscan su propia Intimidad Infinita, que cooperan con el particular Ser Interior Profundo en su proceso de Revaluación y Auto-Conocimiento, saben muy bien que la vanidad esclaviza, que nos convierte en sumisos peones de nosotros mismos y de los convencionalismos sociales, de las modas, de las costumbres establecidas, del “qué dirán” y sobre todo del miedo, por lo que entonces tratan de auto-observar, comprender y eliminar todos esos condicionamientos a partir del manejo de su propia Esencia o Conciencia libre de “Yoes” que sí posee las exóticas virtudes o valores de la humildad, la modestia y la sencillez.

6- LA AUTO-CONSIDERACIÓN ÍNTIMA O AUTO-ESTIMA, Y LA AUTO-COMPASIÓN “En el fondo todos los seres humanos somos narcisistas, enamorados de nosotros mismos. Observad a un cantante en el escenario del teatro: está locamente enamorado de sí mismo, se adora, se idolatra, y cuando le llueven los aplausos llega al clímax de su auto-adoración pues eso es precisamente lo que él quiere, lo que anhela, lo que aguarda con sed infinita. Realmente la vanidad es la viva manifestación del amor propio; el Yo se adorna para que otros lo adoren. Cuando el Ego comienza a controlar la personalidad del niño, la belleza espontánea desaparece. Entonces se inicia la sobre-estimación del querido Ego y el niño sueña con dominar el mundo y llegar a ser el más poderoso de la Tierra”. Samael Aun Weor, “La Revolución de la Dialéctica”, segmento titulado “La Auto-adoración”.

El “Yo” del orgullo obliga a que “nuestra vida emocional se fundamente exclusivamente en la auto-simpatía”. Sobre el punto en cuestión, el Maestro Samael refiere que “para colmo de tanta infamia sólo simpatizamos con nosotros mismos, con nuestro tan querido Ego, y sentimos antipatía y hasta odio contra aquellos que no simpatizan con nuestras formas de pensar, sentir y actuar. Y agrega: “nos queremos demasiado a sí mismos, somos narcisistas en un ciento por ciento (esto es irrebatible, irrefutable)”. El aspirante gnóstico revolucionario, serio y definido, debe con suma urgencia comprender que “en tanto continuemos embotellados entre la auto-simpatía, cualquier desarrollo del Ser se hace algo más que imposible”. Nosotros los aspirantes gnósticos, impulsados desde adentro por el Dios Íntimo, por el Ser, hemos accedido a los estudios gnósticos para trabajar sobre sí mismos con el propósito de lograr cambios o transformaciones radicales, no para adquirir poderes o “shiddis” inferiores, no para fortalecer “Yoes” de mando y buscar que otros nos obedezcan ciegamente, que nos veneren, nos aplaudan, nos auto-consideren, nos auto-compadezcan, o cosas así por el estilo. En el capítulo número 24 del “Tratado de Psicología Revolucionaria”, el Avatara o Mensajero de la Edad de Acuario arroja luz sobre tan importantísimo tema y expone lo siguiente: “Ha llegado el momento de reflexionar muy seriamente sobre eso que se llama consideración interna. No cabe la menor duda sobre el aspecto desastroso de la auto-consideración íntima, porque ésta, además de hipnotizar la conciencia, nos hace perder muchísima energía”. “Si uno no cometiera el error de identificarse tanto consigo mismo, la autoconsideración interior sería algo más que imposible”... ¿Y por qué uno comete el error de identificarse tanto consigo mismo? El Maestro responde: “Porque se quiere demasiado, porque siente piedad por sí mismo, porque se auto-considera”, y entonces “piensa que siempre se ha portado muy bien con fulano, con sutano, con la mujer, con los hijos, y que nadie lo ha sabido apreciar”. En suma, “uno es un santo y todos los demás unos malvados, unos bribones”. Los “Yoes” del orgullo y de la vanidad también nos conducen hacia una de las formas más comunes de auto-consideración, que consiste en “la preocupación por lo que otros puedan pensar sobre uno mismo, porque tal vez supongan que no somos honrados, sinceros, verídicos, valientes, etc.” Lo más curioso de todo esto es que lamentablemente ignoramos, por

inconsciencia, cuán enorme es la pérdida de energía que esta clase de preocupaciones vanidosas y orgullosas nos acarrea. “Muchas actitudes hostiles hacia ciertas personas que ningún mal nos han hecho, se deben precisamente a tales preocupaciones nacidas de la auto-consideración íntima. Y en estas circunstancias (queriéndose uno tanto a sí mismo, auto-considerándose de ese modo), es claro que el Yo, o mejor dijéramos los Yoes, en vez de extinguirse se fortifican entonces espantosamente”. Al llegar a estas profundidades de nuestra particular psicología, conviene mucho destacar que allá en los tiempos de la Lemuria, al quedar la Conciencia embotellada entre el Ego perdimos también la belleza íntima, de la cual emanan la Felicidad perfecta y el verdadero Amor. La pérdida de la capacidad de amar de hecho fortaleció (en primer lugar) al “Yo” de la lujuria y luego a los restantes “Yoes-defectos”, siendo más tarde suplantada esa fuerza del amor y su perdón por los enconados odios, los resentimientos, la sed de venganza, etc. Y así tenemos hoy que el orgullo y sus hijastros o ramificaciones cuando no son plenamente satisfechos terminan asociándose con los “Yoes” de la ira y del odio, adoptando incluso (como señala el V.M. Samael Aun Weor) “actitudes hostiles hacia ciertas personas que ningún mal nos han hecho”. “La impertinencia y la insolencia se fundamentan en la falta de humildad y de paciencia”, por lo que podemos aseverar que los “Yoes” del orgullo no sólo realizan siniestras transacciones con los “agregados psíquicos” del odio, sino que (al ser heridos) se enlazan también con los de los del miedo, con los de los celos, con los de la queja, con los de mala voluntad, con los de las broncas, las disputas, las querellas, los alborotos y con otros tantos que se roban nuestras energías mentales, emocionales, motoras, instintivas y sexuales. Hay quienes afirman que “el honor mancillado (léase el “orgullo herido”) se lava con sangre”. Obviamente cuando uno se auto-estima porque se quiere demasiado a sí mismo, es capaz de llegar hasta el asesinato. El dormido es dormido y nadie puede esperar de él que tenga el valor y la humildad suficientes como para no identificarse con las impertinencias de los insultadores, ni mucho menos para reconocer la propia nadidad, desvergüenza y miseria interior, El “Yo” del orgullo jamás doblega fácilmente su cervíz, nunca voluntariamente el Ego del amor propio da su brazo a torcer. En el capítulo Nº 27 del libro titulado “IMITACIÓN DE CRISTO”, extraordinaria obra de Tomás de Kempis, se dice del amor propio que “nos desvía mucho del Bien eterno”. Tomás de Kempis pone allí en boca de Jesucristo lo siguiente: “Hijo, conviene que lo des todo por el todo, y no ser nada de ti mismo. Sabe que el amor propio te daña más que ninguna cosa del mundo. Según fuere el amor y la ficción que tienes a las cosas, estarás más o menos ligado a ellas. Si tu amor fuere puro, sencillo y bien ordenado, no serás esclavo de ninguna”... Y es que el amor propio, uno de los tantos derivados del “Yo” del orgullo, tiene un terrible poder hipnótico que nos lleva a suponer ficticiamente (fantasiosamente, digamos) que lo que pensamos, sentimos y hacemos tiene muchísimo valor y que por añadidura nos produce gran bienestar, cuando en realidad resulta exactamente lo contrario, pues entre otras cosas el redicho amor propio limita la libertad, nos liga a las cosas meramente materiales. Hasta los mismísimos teólogos de las religiones ortodoxas y dogmáticas suelen pensar (sin saberlo) en función del amor propio, al creer que “son merecedores de la compasión divina”, o bien “dignos de reconocimiento público por el hecho de estar dedicados a predicar la palabra del Señor”. Mirado este asunto desde el punto de vista de la Ley del Péndulo, observamos que en un extremo del amor propio está la auto-consideración o auto-estima, y en el otro extremo la auto-compasión. Ambos extremos pendulares acusan o señalan identificación, sujeción, apego o aferramiento a las tonterías y necedades de los “Yoes” de la falsa personalidad o personalidad ilusoria.

6- EL ESNOBISMO “ESNOB” (del inglés “snob”): persona que practica el esnobismo. “ESNOBISMO”: manía de darse ínfulas con los de abajo y halagar e imitar a los de arriba. Admiración afectada por todo lo que está de moda. (Diccionario Comprehensivo de la Lengua Española).

“Para amar a la humanidad hay que ser como la nada, hay que ser nadie en la vida. El esnobismo sólo puede morir con el amor; el amor sólo puede nacer en aquellos que son como la nada”. Samael Aun Weor, “La Transformación Social de la Humanidad”, Capítulo Nº 60

En forma muy enfática, el V.M. Samael nos dice: “Si fuéramos conscientes, si despertáramos de tantos sueños y fantasías, ¡cuán distinta sería la vida!” El “esnobismo” es precisamente una de esas múltiples ensoñaciones y fantasías provocada por el “Yo” del orgullo y sus derivados. Con esa extraordinaria capacidad de síntesis que le caracteriza, el Logos Samael expone todo lo concerniente al esnobismo en el capítulo número 60 de su libro “La Transformación Social de la Humanidad, y para beneficio de los aspirantes gnósticos transcribimos ahora, textualmente, el capítulo en cuestión... “Todo Jefe de Estado, todo Ministro, toda persona influyente está siempre rodeada de cínicos aduladores, interesados y egoístas. Todos esos parásitos sociales son verdaderamente esnobistas, amigos de hacerle la barba a las personas influyentes. El esnob quiere ser grande y goza diciendo: Soy amigo del presidente de la República, estoy invitado a una fiesta en la casa del señor Ministro, salgo de paseo con el General X, etc. El tipo-esnob goza identificándose con los grandes, es auto-suficiente, quiere siempre darse aires de grandeza, presumir de influyente, contarle a todo el mundo que es amigo de don fulano de tal, o del Primer Ministro. Desde el pequeño empleado de mostrador hasta la gente más importante del país, todos deseamos ser alguien en la vida. Así empieza el esnobismo, el sentido de la autoimportancia. El esnobista goza haciéndole la barba al Yo psicológico, ningún esnob quiere ser un don nadie; el esnob (por naturaleza) presume de importante, y aunque a veces se disfraza con ropajes de mendigo, jamás deja de ser esnobista. Resulta muy difícil en la vida ser un don nadie. Debido a la falsa educación que hemos recibido, debido a las novelas que hemos leído, al cine, a la Televisión, a los prejuicios sociales y tradiciones, siempre nos dicen que somos de la mejor familia y que descendemos del Conde fulano de tal, o de un antiguo héroe histórico, o de un hombre muy inteligente, etc. Todos en el fondo deseamos ser magníficos escritores, codearnos con gentes muy famosas, ser grandes músicos, famosos pintores, hombres virtuosos, grandes santos, etc., etc.,etc. En este mundo cruel nadie quiere ser una insignificante hormiga, todos quieren ser elefantes poderosos, grandes. Hemos conocido pobres criadas que recuerdan a sus nobles antecesores presumiendo de aristócratas, orgullosas de su antiguo linaje. El esnobismo está tan difundido por todas partes que lo mismo podemos hallarlo entre los ricos como entre los pobres.

Ser como la nada, ser un don nadie, es algo terriblemente difícil, y sin embargo sólo siendo nadie en la vida podemos acabar con el esnobismo. Para ser como la nada hay que saber amar profundamente; cuando uno en la vida es nada, es decir, un don nadie que pasa por la calle, ya no es un esnob. Quien realmente quiera ser un don nadie, quien realmente quiera acabar con el esnobismo, necesita con urgencia romper con los viejos hábitos equivocados que han modelado su pensamiento, olvidar las antiguas influencias educativas, acabar con los resentimientos personales o rencores, extinguir la envidia que dentro del engranaje social sirve de base para todas nuestras actividades, volver polvo el sentido de rivalidad y desintegrar muchas otras facetas (del Ego) dañinas y perjudiciales. Todo esnob se sobre-estima en exceso, el esnob vive muy pegado de sí mismo y está lleno de amor propio, el esnob se adora a sí mismo. El esnob tiene muchos matices porque lo mismo podemos hallarlo entre el artista refinado y la dama elegante que entre los hombres dedicados a la política. Esnobismo podemos hallar entre aquellos que quieren dejar de ser empleados de mostrador para ser alguna otra cosa mejor, y entre aquellos que siendo simples estudiantes seudo-esoteristas aspiran a ser Maestros. Esnobismo podemos encontrar entre la clase de los barrenderos que quieren dejar de ser barrenderos y figurar en algo, como en el pobre artesano que quiere dejar de ser un anónimo y figurar con letras de molde. Esnobismo hallamos entre las humildes modistillas, llenas de amor propio y que aspiran casarse con un príncipe azul, como entre las esposas de los Señores Ministros del Gabinete. Esnobismo encontramos en la prostituta rica que se vanagloria de sus magníficas relaciones con Jefes de Policía, Representantes y Senadores, como entre las pobres criadas de familia que en sus horas de ocio recuerdan otros tiempos y otras gentes de las cuales presumen descender. Todo el mundo lucha por ser algo, por ser alguien; nadie se contenta con ser lo que es, todos quieren ser algo más. La ambición es uno de los resortes más poderosos del esnob, y es muy difícil hallar una persona sin ambición. Ser como la nada es algo muy difícil en la vida, y sólo siendo nadie en el camino de la existencia podemos amar a nuestros semejantes. ¿Qué me importan los insultos de los insultadores si yo soy un don nadie? Las palabras del insultador no tienen más valor que el que le dé el insultado. Es lógico que si la víctima está llena de amor propio, si es un esnob insoportable y orgulloso, le dará a dichas palabras un tremendo valor y cobrará muy caro el insulto; pero si es un nadie el insultado, entonces no le dará ningún valor a esas palabras y hasta sentirá amor y piedad por el insultador. Para amar a la humanidad hay que ser como la nada, hay que ser nadie en la vida. El esnobismo sólo puede morir con el amor; el amor sólo puede nacer en aquellos que son como la nada. Necesitamos la transformación social de la humanidad y ésta sólo es posible con la substancia del amor. Quien realmente quiera desintegrar el Yo psicológico, debe reducir a polvo el esnobismo. No debemos jamás olvidar que muchos esnobs aspiran a ser grandes santos y viven haciéndole la barba al Yo. Todos los gobiernos de la Tierra están controlados por las camarillas del esnobismo. Los esnobs, como plaga mala y dañosa, rodean a los gobernantes y ocupan siempre (para desgracia del mundo) todos los mejores puestos de la colmena burocrática”...

Hasta allí la cita. Ahora conviene entender que ese “NADIE” al que el V.M. Samael se refiere, es aquel que ha muerto en sí mismo, que ha auto-observado, comprendido y eliminado el orgullo, la vanidad, el amor propio, el afán de figurar, la auto-importancia, el auto-mérito, el engreimiento, el miedo, la envidia, la codicia, la ambición y muchos otros “elementos indeseables” que establecen una voraz y cruel competencia en el mundo de relaciones, convirtiendo la vida sobre el planeta Tierra en un espantoso infierno.

7- CONCLUSIONES “Es necesario anotar cuidadosamente cómo y cuándo despreció a otros sintiéndose superior, tal vez debido al título, o a la posición social, o a la experiencia adquirida, o al dinero, etc. Grave cosa es sentirse rico, superior a fulano o a sutano por tal o cual motivo. Gente así no puede entrar al Reino de los Cielos”.

Samael Aun Weor, “Tratado de Psicología Revolucionaria”, capítulo Nº 27.

“Mejor es humillar el espíritu con los humildes que repartir despojos con los soberbios”. PROVERBIOS, Cap. 16, Vers. 19

En el capítulo Nº 10 del libro “La Gran Rebelión”, podemos leer lo siguiente: “Aunque parezca increíble, nosotros estamos equivocados con respecto a sí mismos; nos hemos formado falsos conceptos sobre sí mismos y debemos hacer un inventario para saber qué nos sobra y qué nos falta”. ¿De dónde surge esa equivocación, fundamentada en la creación de falsos conceptos sobre sí mismos? Incuestionablemente surge del Ego, del “Yo”, del “mi mismo” que le agrada el embuste, el engaño, la falsedad, la patraña, el trampolín, la vanidad, el error, la ficción, lo aparente, etc., pero muy particularmente del “Yo” del amor propio. En la Psicología Gnóstica, a esa actitud mental del Ego se le llama, con justa propiedad, «la Mentira de nosotros mismos». Obviamente esa falsa creación, como señala el Maestro, debe ser inventariada, o sea auto-observada y debidamente auto-explorada con el propósito de comprenderla gradualmente para luego eliminarla con la ayuda de Nuestra Divina Señora, de nuestra Divina Madre Kundalini particular, individual. Claro está que si uno se siente “RICO” en virtudes, tendrá que atenerse a la sentencia de N.S. El Cristo, esto es: “jamás entrará en el Reino de los Cielos”, que no son otra cosa que los Niveles Superiores del Ser. Para salir pues del estado en que nos encontramos y acceder a los Niveles Superiores del Ser, debemos comenzar por aceptar y comprender nuestra propia miseria y nadidad, abandonar los delirios de grandeza, pues “cuando uno descubre la necedad de tantos títulos, honores y vanas superioridades sobre nuestros semejantes, es señal inequívoca de que ya empieza a cambiar”, y este cambio implica meterse (de hecho) por el CAMINO VERTICAL donde están, precisamente, los Niveles Superiores de nuestro propio Ser. Advierte el V.M. Samael que “uno no puede cambiar si se aferra a LO MÍO, al MI MISMO, o sea a “mi casa, mi dinero, mis propiedades, mi empleo, mis virtudes, mis capacidades intelectuales, mis capacidades artísticas, mis conocimientos, mi prestigio, etc”., porque tal aferramiento (léase identificación) es más que suficiente para impedir que reconozcamos nuestra propia nadidad y miseria interior”. No está de más repetir que el “Yo” del orgullo y sus derivados nos obligan a sobre-valorar y sobre-estimar en exceso todo lo que es propio y personal, eso que uno denomina “LO MÍO”. “Uno se asombra ante el espectáculo de un incendio o de un naufragio. Entonces las gentes, desesperadas, se apoderan muchas veces de cosas que dan risa, de cosas sin importancia”... “¡Pobres

gentes: se sienten en esas cosas, descansan en tonterías, se apegan a eso que no tiene la menor importancia!” “Sentirse a sí mismos por medio de las cosas exteriores, fundamentarse en éllas, equivale a estar en estado de absoluta inconsciencia”. “El sentimiento de la Seidad (del Ser Real) sólo es posible disolviendo todos esos Yoes que en nuestro interior llevamos. Antes, tal sentimiento resulta algo más que imposible” (véase el “Tratado de Psicología Revolucionaria”, capítulo Nº 27). Ahora bien, en tratándose de eso que “YO SOY”, la identificación con el “MI MISMO” (con “LO MÍO”) recibe el nombre de “AMOR PROPIO”. “El Yo del amor propio crea dentro de nosotros el falso concepto de que somos bellos, puros, inefables, santos, virtuosos, etc. A raíz de querer tanto ese “MI MISMO”, nadie se cree malo, todas las gentes se auto-consideran buenas y justas”. “El amor propio (afirma el Maestro Samael) es algo terrible. Por ejemplo, el amor propio de los fanáticos del materialismo dialéctico les impide aceptar las Dimensiones Superiores del espacio. Ellos se quieren mucho a sí mismos y como es natural exigen que las Dimensiones Superiores del Espacio, del Cosmos y de toda la vida ultrasensible se sometan a sus caprichos personales; no son capaces de ir más allá de sus estrechos criterios y de sus teorías, más allá de su querido Ego y sus proyectos mentales”. “La muerte física no resuelve el problema fatal del Ego; sólo la muerte del Yo puede resolver el problema del dolor humano, pero el Yo se ama a sí mismo y no quiere de ninguna manera morir. Mientras el Yo exista, girará la Rueda del Samsara, la rueda fatal de la tragedia humana”... Estableciendo una exacta diferenciación entre el verdadero Amor y el amor propio, el Mensajero de Acuario apunta lo siguiente: “Cuando realmente estamos enamorados renunciamos al Yo. Es muy raro hallar en la vida a alguien verdaderamente enamorado; todos están apasionados y eso no es amor. Las gentes se apasionan cuando se encuentran con alguien que les gusta, pero cuando descubren en la otra persona sus mismos defectos, virtudes y cualidades, entonces el ser amado les sirve de espejo donde pueden contemplarse totalmente. Realmente no están enamorados del ser querido, sólo están enamorados de sí mismos y gozan viéndose en el espejo del ser amado. El Yo goza ante el espejo de cristal, o se siente felíz mirándose a sí mismo en la persona que tiene sus mismas cualidades, virtudes y defectos”. Véase, pues, cómo extendemos nuestro amor propio hacia las personas que supuestamente amamos: hijos, esposa o esposo, familiares, amigos, etc., creyendo que eso que sentimos es verdadero amor. Por otra parte, “mucho es lo que hablan los predicadores sobre la verdad, ¿pero es acaso posible conocer la verdad cuando existe dentro de nosotros amor propio? Sólo acabando con el amor propio, sólo con la mente libre de supuestos, podemos en ausencia del Yo experimentar la verdad”. El “Yo” del amor propio sólo se escucha a sí mismo. Prueba de ello es que “muchos critican la Divina Gnosis, los seudo-sapientes se ríen de estos planteamientos revolucionarios por el delito de no coincidir estas Enseñanzas con los supuestos mentales y complicadas teorías que tienen en sus memorias. Los eruditos no son capaces de escuchar estos planteamientos de Psicología Gnóstica con mente espontánea, libre de supuestos mentales, teorías, prejuicios, preconceptos, etc.; no son capaces de abrirse a lo nuevo con mente íntegra, con mente no-divida por el batallar de las antítesis. Los eruditos (demasiado llenos de sí mismos, de amor propio) sólo escuchan para establecer comparaciones, de acuerdo con lo que tienen almacenado en la memoria mecánica; sólo escuchan para traducir las enseñanzas de los Maestros según sus

propios prejuicios y preconceptos, llegando a la falsa conclusión de que son fantasías extravagantes. Así son siempre los eruditos: sus mentes están ya tan degeneradas que no son capaces de descubrir lo nuevo”. Los PROVERBIOS de Salomón-Rey señalan (Cap. 21, Vers. 24) que “Escarnecedor es el nombre del soberbio y presuntuoso que obra en la insolencia de su presunción”. Y es que el Yo del orgullo, merced a su soberbia, quiere que todo coincida con lo que él piensa, siente y hace; “el Yo quiere que todos sus caprichos se cumplan y que el Cosmos en su totalidad se someta a sus experimentos de laboratorio”. “El Ego, vanidoso y arrogante, aborrece a todo aquel que le hiera el amor propio; el Ego adora sus teorías, hipótesis, creencias, prejuicios y preconceptos. El querido Ego se adora demasiado a sí mismo y presume, aún cuando no lo diga, de bueno y perfecto” (véase “La Revolución de la Dialéctica”, segmento titulado “El amor propio”). Digamos, finalmente, que el “Yo” del amor propio ni siquiera acepta reprensiones o sanciones kármicas cuando comete errores, cuando viola las leyes, llegando incluso a rebelarse contra los dictados del Gran Tribunal de la Justicia Divina, con lo cual el Karma individual se fortalece aún más, y de allí el Proverbio que a la letra dice: “El hombre que reprendido endurece la cervíz, de repente será quebrantado y no habrá para él medicina”.

SEGUNDA PARTE

EL “YO DEL AUTO-MÉRITO “Nosotros jamás tenemos méritos reales, porque quien realiza toda obra verdadera es el Padre”. Samael Aun Weor, “Pistis Sophía” develada.

“Cuando uno reconoce su propia nadidad y miseria interior, cuando tiene el valor de revisar su vida, viene a saber (por sí mismo) que de ninguna manera posee méritos de ninguna especie”. Samael Aun Weor, “La Gran Rebelión”, Capítulo Nº 19)

¿Por qué ha surgido dentro de nosotros el “Yo” del auto-mérito, cuál es su causa-raíz? ¿Y por qué nos auto-consideramos “dignos de mérito” y de qué modo afecta al desarrollo interior ese Agregados Psíquicos derivado del orgullo? Eso es lo que ahora, seguidamente, vamos a estudiar... Ya hemos dicho, y ahora lo volvemos a repetir, que el orgullo es un exceso de estimación propia, es un vano empeño de querer ser más de lo que realmente somos, todo eso originado en los falsos conceptos que sobre sí mismos tenemos, entre ellos el de auto-considerarnos “dignos de mérito”. Ahora bien, el trabajo sobre sí mismos con los 3 Factores de la Revolución de la Conciencia nos conduce al Re-nacimiento, a “nacer por segunda vez”, tal como lo explica el Evangelio del Señor. Es decir, nos lleva a la creación del Hombre Interior u Hombre Psicológico. Afirma el V.M. Samael Aun Weor que “no es posible dicho re-nacimiento mientras continuemos viviendo con la psicología del hombre exterior”, o sea de acuerdo con los lineamientos o condicionamientos de la falsa personalidad. Recordemos que ese vehículo llamado “Personalidad” (falseado por el “Yo” de la psicología) es una máscara artificial adquirida que nada tiene que ver con la suprema realidad interior, con el Ser Íntimo. Sin embargo esta Falsa Personalidad se atribuye todo a sí misma, cree que puede hacer cuando en verdad todo le sucede mecánicamente, de acuerdo con las Leyes de Causa y Efecto, del Eterno Retorno y de la Recurrencia. ¿Y qué significa “atribuirse todo a uno mismo”? Entre otras cosas significa que creemos tener la capacidad de pensar, sentir y actuar conscientemente, deliberadamente, intencionalmente, con plena libertad, y en tales condiciones nos queremos demasiado a sí mismos, valoramos en gran manera todo lo que es propio y personal: familia, posesiones, títulos, dinero, etc., e incluso nos sentimos orgullosos y plenamente satisfechos con nuestros hábitos o costumbres, con nuestras ideologías políticas y religiosas, con nuestras tradiciones, auto-considerando que tanto los objetos físicos adquiridos como el bagaje cultural-intelectual que poseemos “son el producto de los esfuerzos individuales”, “el resultado de la personal creatividad”. “Desgraciadamente los adoradores del Yo no aceptan esto; ellos se creen dioses, piensan que ya poseen esos Cuerpos Gloriosos de que hablara Pablo de Tarso, suponen que el Yo es divino y no hay quien les quite tales absurdos de la cabeza”. “Uno no sabe qué hacer con tales gentes: se les explica y no entienden, viven siempre aferrados a las arenas sobre las cuales edificaron su casa (interior), siempre metidos en sus dogmas, en sus caprichos, en sus necedades.

Si esas gentes se auto-observaran seriamente verificarían la Doctrina de los Muchos, descubrirían (dentro de sí mismos) toda esa multiplicidad de personas Yoes que viven dentro, en nuestro interior” (véase el “Tratado de Psicología Revolucionaria”, capítulo Nº 27). Precisamente esa ilusión de la unidad, de suponer que somos un “Yo” único, que somos en todo momento una y la misma persona que piensa, siente, habla y actúa “conscientemente”, es una extraña forma de egocentrismo que conduce inevitablemente hacia el amor propio, hacia la auto-suficiencia, hacia el auto-mérito. Es exactamente a causa del amor propio que nos atribuímos todo a sí mismos, esa es la razón por la que nos creemos “importantes”, “dignos de mérito”. ¿Cómo podríamos disminuír esa bárbaro egocentrismo?, ¿cómo herir de muerte a esos ·Yoes” de la auto-suficiencia, del auto-prestigio, de la auto-estima y de otros tantos derivados del “Yo” del orgullo? En primer lugar tenemos que adquirir un nuevo conocimiento gnóstico que por experiencia propia y directa nos lleve hacia la comprensión del lugar que ocupamos en el Rayo de Creación y sobre cuál es nuestro Nivel del Ser. Esta percepción emocional (de Emoción Superior) nos demostrará, entre otras cosas, que la Tierra es apenas un pequeñísimo punto que gravita en medio de una inmensa Galaxia y que cada uno de nosotros es algo menos que un grano de arena. Nos dará (emocionalmente, repetimos) la certeza de que “somos tan minúsculos en la totalidad del Universo, que si la humanidad terrícola dejara de existir apenas se notaría”. Vale decir: desde el punto de vista del Rayo de Creación y considerando nuestro bajísimo Nivel del Ser, en la práctica no somos nada, carecemos de importancia, excepto para la economía de la Naturaleza. Sin embargo, no obstante, se nos dado la oportunidad (a través de los Avataras o Mensajeros de la Divinidad) de dejar de ser simples maquinitas transmisoras de Energías Cósmicas, de bípedos tricerebrados que sólo sirven para que una mole planetaria pueda existir. En otros términos: si comprendemos el significado de nuestra propia vida y su brevedad, si comprendemos que en un gran porcentaje somos apenas unas sombras y que es muy pequeña la luz que internamente nos alumbra, y si comprendemos además lo que implica vivir atrapados entre la gran maquinaria de la relatividad, entonces estamos en posibilidad de luchar con mayor ventaja contra el “Yo” del auto-mérito. Pero es obvio que mientras uno sienta que “es alguien en la vida”, ese falso sentimiento del “Yo” del auto-mérito impedirá reconocer la propia nadidad y la Conciencia continuará dormida, en estado de hipnosis. Ante todo, a los aspirantes gnósticos nos interesa el despertar de la Conciencia y sabemos que eso de creernos superiores a los demás, de sentirnos “ricos” (como señala la parábola bíblica), se debe a que no hemos aprendido a colocarnos en la posición de los otros, de nuestros prójimos, y que en consecuencia (a causa de ello) subestimamos sus posibilidades, sus capacidades, sus conocimientos, etc. En este caso específico el “Yo” del orgullo establece asociaciones íntimas con el “Yo” de la envidia, con el del temor y hasta con el del odio, surgiendo así la antipatía mecánica. El sentimiento de antipatía es, pues, una Emoción Negativa que surge como resultado de sobre-estimarnos en exceso, de sobrevalorar los falsos conceptos que de sí mismos tenemos, y eso explica por qué experimentamos disgusto y animadversión cuando alguien no coincide con los particulares puntos de vista del “Yo” del orgullo. Para dejar de amarnos a sí mismos, o sea, para dejar de ser narcisistas, hay que aprender a amar a Dios y al prójimo. Sobra decir que el Ego sólo se ama a sí mismo, que el “Yo” únicamente aprecia lo que le halaga, lo que le auto-satisface, aquello que (según su criterio) le permita “sentirse bien”.

Por lo tanto el Ego jamás se considera un “don nadie”; el “mi mismo” tiene un fantasioso sentido de la auto-importancia y reacciona con grande ira e insoportable orgullo cuando alguien intenta disminuirlo, despreciarlo, subestimarlo o humillarlo. El sentimiento de la propia pequeñez, de la nadidad, únicamente podemos experimentarlo desde el ángulo de la Luz, poniendo en actividad el porcentaje de Conciencia-Luz que poseamos, comprendiendo directamente el Misterio de la Creación y vislumbrado entonces cuán pequeños somos en relación con la Grandeza de Dios. En el extraordinario libro titulado “LA IMITACIÓN DE CRISTO”, Don Tomás de Kempis nos habla sobre el tema que ahora nos ocupa, expresándose del siguiente modo: “Vano es el que pone su esperanza en los hombres o en otra cosa criada”...“No confíes en tu ciencia, ni en la astucia de ningún viviente, sino en la gracia de Dios, que ayuda a los humildes y abate a los presumidos”. Y añade: “Si tienes riquezas no te gloríes en ellas, ni en tus amigos, aunque sean poderosos, sino en Dios que todo lo da”... “No te ensalces por la gallardía y hermosa disposición del cuerpo, que con pequeña enfermedad se destruye y afea. No te engrías de tu habilidad o ingenio, no sea que desagrades a Dios, de quien es todo bien natural que tuvieres”. “No te estimes por mejor que otros porque no seas quizá tenido por peor delante de Dios, que sabe lo que hay en el hombre. No te ensoberbezcas de tus buenas obras; porque de otra manera son los juicios de Dios que los de los hombres, y a Él muchas veces desagrada lo que a éstos les contenta. Si tuvieres algo bueno piensa que son mejores los otros, porque así conserves la humildad... Contínua paz tiene el humilde, más en el corazón del soberbio hay emulación y saña frecuente”...

CONCLUSIONES “Dichoso quien reciba el Poder-Luz que viene del Padre. La Gracia es ese Poder-Luz. Ningún engreído, vanidoso, orgulloso, podría saber aprovechar conscientemente la Gracia, el Poder-Luz que viene del Padre. Por ello es que antes de recibir la Gracia del Viejo de los Siglos, debemos desintegrar los agregados psíquicos del orgullo místico, del engreimiento místico y de la vanidad mística. Hagamos, pues, plena diferenciación entre el orgullo místico, la vanidad mística y el engreimiento místico, y el orgullo, la vanidad y el engreimiento comunes y corrientes. El orgullo, la vanidad y el engreimiento místicos se relacionan con los Iniciados o Adeptos y los simples aspirantes. La vanidad, el orgullo y el engreimiento comunes y corrientes son diferentes y los tienen muchas gentes”. Samael Aun Weor, “Pistis Sophía” develada.

Desde un punto de vista meramente gramatical, por “mérito” se entiende “lo que hace a uno digno de premio o elogio, lo que da valor a una cosa”. Secuencialmente, esto que la psicología profunda llama “auto-mérito” consiste en suponer que “uno es digno de reconocimiento público”, que “merece aplausos o elogios”, que “nuestra Personalidad tiene gran valía” y que por lo tanto “debe ser tomada en cuenta”, y así sucesivamente. Creerse uno “digno de mérito” implica olvido de sí mismo u olvido del Ser, del Dios Íntimo, y desde luego señala o acusa Conciencia dormida, o estado de sueño hipnótico. Aún más: auto-considerarse “digno de mérito” indica supina ignorancia de lo que realmente somos aquí y ahora. Al respecto, el V.M. Samael pregunta: “Cómo podría existir en nosotros el Real Sentimiento de nuestro verdadero Ser cuando esos Yoes están sintiendo por nosotros y pensando por nosotros?” Ciertamente, mientras estemos controlados emocional y mentalmente por el “querido Ego”, no es posible experimentar el sentimiento de la Seidad, del Ser Real, y en consecuencia viviremos metidos dentro del pequeño mundito de la Falsa Personalidad, auto-considerándonos y autocompadeciéndonos en exceso, creyendo que siempre tenemos la razón, protestando porque los demás “no reconocen nuestros méritos”, “nuestros esfuerzos”, etc. El “Yo” del auto-mérito, y en general el orgullo y todos sus derivados, provocan sufrimientos mecánicos y desde luego absolutamente inútiles, porque esa forma absurda de auto-estima o auto-consideración exige su alimento diario, exige atenciones y elogios, aplausos y reconocimientos, exige que a uno se le tome en cuenta, y cuando así no ocurre adviene la “Canción Psicológica” como producto del malestar íntimo que produce la auto-decepción, la frustración, el resentimiento, el odio, la rabia, etc. En este temario, el aspirante gnóstico no debe nunca olvidar que “el chispeante intelectualismo, como funcionalismo manifiesto del Yo psicológico, indubitablemente es el Anticristo”. “El Anticristo no es un personaje extraño, nacido en tal o cual lugar de la Tierra o venido de éste o aquél país; el Anticristo no es en modo alguno un sujeto definido sino todos los sujetos; el Anticristo radica en el fondo de cada persona y se expresa en forma múltiple”. “El Anticristo (el de cada uno de nosotros), creyéndose a sí mismo omnisciente, embotellado entre todo el podridero de sus teorías, rechaza de plano todo aquello que se parezca a Dios o que se adore”. “La auto-suficiencia del Anticristo, el orgullo y la soberbia que posee, es algo insoportable. El Anticristo odia mortalmente las virtudes cristianas de la Fe, la Paciencia y la Serenidad”.

Ahora entenderemos mejor por qué el V.M. Samael Aun Weor afirma, en forma enfática, que “el Señor (nuestro Cristo Íntimo) rechaza a aquellos que se aferran al orgullo y a la vanidad”, y que “sólo los humildes pueden recibir la iluminación por gracia del Señor”... El “Yo” del orgullo (repetimos) es la antítesis de la virtud de la Humildad, y ya sabemos que la emoción negativa del auto-merecimiento tiene su origen allí, en ese “Yo” capital. Conviene pues, en esta guía de estudio, traer a colación la famosa Parábola del Fariseo y del Publicano, de donde se deduce que frente a Dios, “el que se enaltece será humillado” y “el que se humilla será enaltecido”. Desde el ángulo de la Humildad y en forma absolutamente práctica, los aspirantes gnósticos debemos comprender que no somos nada en relación con la Gran Luz, esto es: frente al Padre-Madre, el Cristo Íntimo y de manera global frente a las Jerarquías Solares que sumadas forman eso que llamamos “Dios”. Hay que auto-observar y comprender cómo y por qué el “Yo” del auto-mérito impide que nos inclinemos reverentes (y con humildad) ante la majestuosidad del Ser, que no hagamos su Santa Voluntad tanto en la Tierra como en los Cielos. En estos tiempos modernos estamos de tal modo identificados con el Ego, que por todas partes se les dice a las gentes que “deben auto-estimarse”, “quererse a sí mismas”, y todo eso revela una total ignorancia de lo que implica el legítimo valer. Dentro de cada uno de nosotros lo único que realmente vale es la Esencia libre de “Yoes”, el Ser y sus 49 partes fundamentales. Todo lo demás (o sea el “querido Ego) es sólo “tinieblas exteriores”, llanto y crujir de dientes. ¡Hemos dicho!

MENSAJE

ENGAÑOS Y AUTO ENGAÑOS “Mirad que nadie os engañe, porque vendrán muchos en mi nombre diciendo: Yo soy El Cristo, y a muchos engañarán. Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no le creáis. Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aún a los escogidos. Ya os lo he dicho antes. Así que si os dijeran: Mirad, está en el desierto, no salgáis; o mirad, está en los aposentos, no le creáis. Porque como el relámpago que sale del Oriente y se muestra hasta el Occidente, así también será la venida del Hijo del Hombre”. (Nuevo Testamento, Mateo, Cap. 24, Vers. 4, 5 y 24 al 27)

1- DEVELACIONES Y ADVERTENCIAS “La vestidura de Luz del Cristo Íntimo, aunque originalmente le fuese concedida, debe ser elaborada en el Telar de Dios, en el Misterio 24 de la Gran Obra. La Vestidura de Luz del Cristo Íntimo, símbolo de todos sus poderes, la tiene el Padre en su poder; el Padre es el primero y el último de los Misterios. El Cristo Intimo, encarnado en cualquier hombre sencillo y humilde, usará en el Misterio su Vestidura Sagrada. El Cristo Íntimo se halla recubierto por la humilde personalidad de alguien. Nunca las gentes podrán reconocer al Cristo encarnado. El Cristo Íntimo es el Instructor del mundo. El Instructor del mundo, encarnado, deberá discurrir con la raza humana y revelarles desde el principio de la Verdad hasta su final. El Adepto que lo tenga encarnado sabrá amarlo y nunca dirá: Yo soy El Cristo. El Maestro que lo tenga encarnado adorará al Señor y le servirá de instrumento. El Señor, encarnado, discurrirá con los seres humanos desde los interiores de los interiores hasta los exteriores de los exteriores, y desde los exteriores de los exteriores hasta los interiores de los interiores. Todo esto significa que el Señor puede auxiliar al Ser del Ser y a la personalidad humana. El Instructor del mundo, encarnado puede instruir no solamente a las humanas personalidades, sino también al Ser de las mismas, y por último al Ser del Ser. Ayuda al exterior del exterior significa auxilio total, en todo orden de cosas. Ayuda al interior del interior significa instrucción plena al Ser del Ser. El Cristo Íntimo, encarnado, no solamente ayuda sino, además, ayuda a ayudar. Sólo los Adeptos de Perfección lo tienen encarnado. Empero os digo: sed vigilantes, porque en estos tiempos del fin son muchos los que presumen ser Adeptos de Perfección. ¡Cuidaos de los falsos profetas!” (Samael Aun Weor, “Pistis Sophía develada, Capítulo 7)

2- LA AUTENTICIDAD “El gnóstico auténtico quiere un cambio definitivo, siente íntimamente los secretos

impulsos del Ser, y de aquí su angustia, rechazo y embarazo ante los diversos elementos inhumanos que constituyen el Yo”, (Samael Aun Weor, “La Doctrina Secreta de Anahuak”, Capítulo Nº 10) “Los gnósticos no aspiramos a ser mejores ni peores; sólo queremos morir en sí mismos, aquí y ahora”. (Samael Aun Weor, Ob. Citada). “Un monje fue a visitar a Te Shan, quien le cerró las puertas en las narices. El monje golpeó la puerta y Te Shan preguntó: ¿Quién es? El monje contestó: El Cachorro de León. Entonces Te Shan abrió la puerta y saltó a babuchas sobre el pescuezo del monje, mientras gritaba: ¡Animal!, ¿A dónde irás ahora? El monje no contestó nada... El término Cachorro de León es empleado por Buddhistas Zen para designar a un discípulo que es capaz de entender la Verdad Zen. Cuando los maestros alaban el entendimiento de un discípulo, o quieren probarlo, se suele emplear ese término. En este caso el monje se llama a sí mismo, presuntuosamente, El Cachorro de León, pero cuando Te Shan lo prueba, tratándolo como a un verdadero Cachorro de León, cuando se trepa su pescuezo y le hace una pregunta esotérica, entonces el monje no sabe contestar. Esto es la prueba de que el monje carecía del auténtico entendimiento que pretendía poseer. Tal monje era, de hecho, un hombre de conciencia dormida, un equivocado sincero, un mitómano... (Samael Aun Weor, “El Misterio del Áureo Florecer”, Capítulo Nº 25)

3- ILUMINACIÓN, ORGULLO Y VANIDAD “El orgullo es silencioso, la vanidad es charlatana” (Samael Aun Weor) “El Señor rechaza a aquellos que se aferran a la vanidad. El Señor auxilia a quienes luchan por desintegrar los agregados psíquicos de la vanidad”. En modo alguno sería posible establecer correctas relaciones con el Señor Íntimo y con todas las partes independientes y auto-conscientes del Ser, si no aniquilamos antes todos los agregados psíquicos de la vanidad. La vanidad destruye las posibilidades de la iluminación. Grandiosa es la iluminación, más ésta sólo es posible aniquilando los agregados psíquicos de la vanidad. La iluminación es una gracia del Señor. Sólo los humildes pueden recibir la iluminación por gracia del Señor... Dichoso quien reciba el Poder-Luz que viene del Padre. La Gracia es ese Poder-Luz. Ningún engreído, vanidoso, orgulloso, podría saber aprovechar conscientemente la Gracia, el Poder-Luz que viene del Padre. Por ello es que, antes de recibir la Gracia del Viejo de los Siglos, debemos desintegrar los agregados psíquicos del orgullo místico, del engreimiento místico y de la vanidad mística. Hagamos, pues, plena diferenciación entre el orgullo místico, la vanidad mística y el engreimiento místico, y el orgullo, la vanidad y el engreimiento comunes y corrientes. El orgullo, la vanidad y el engreimiento místicos se relacionan con los Iniciados o Adeptos y los simples aspirantes. La vanidad, el orgullo y el engreimiento, comunes y corrientes, son diferentes y los tienen mucha gente”.... (Samael Aun Weor, “Pistis Sophía” develada)

4- LOS “YOES” NEGATIVOS, “YOES-PENSADORES” “El Yo negativo del orgullo místico engaña a los devotos del Camino, y éstos, sintiéndose sabios, aborrecen a su Maestro o le traicionan”. (Samael Aun Weor, “Psicología Revolucionaria”, Capítulo Nº 14) “Pensar profundamente y con plana atención, resulta extraño por esta época involutiva y decadente. Del centro intelectual surgen diversos pensamientos, provenientes no de un YO único, como suponen neciamente los ignorantes ilustrados, sino de los diferentes Yoes en cada uno de nos. Cuando un hombre está pensando, cree firmemente que él, en sí mismo y por sí mismo, está pensando. No quiere darse cuenta, el pobre mamífero intelectual, que los múltiples pensamientos que por su entendimiento cruzan, tienen su origen en los distintos Yoes que llevamos dentro. Esto significa que somos verdaderos individuos pensantes, que realmente no tenemos mente individual. Sin embargo cada uno de los diferentes Yoes que cargamos dentro, usa nuestro centro intelectual, lo utiliza cada vez que puede para pensar. Absurdo sería, pues, identificarnos con éste o aquél pensamiento negativo y perjudicial, creyéndole propiedad particular. Obviamente, éste o aquél pensamiento negativo proviene de cualquier Yo que en un momento dado ha usado abusivamente nuestro centro intelectual. Pensamientos negativos los hay de distinta especie: de sospecha, desconfianza, mala voluntad hacia otra persona, de celos pasionales, celos religiosos, celos por amistades o de tipo familiar; de codicia, lujuria, venganza, ira, orgullo, envidia, odio, resentimiento, hurto, adulterio, pereza, gula, etc., etc., etc. Realmente son tantos los defectos psicológicos que tenemos, que aunque tuviéramos paladar de acero y mil lenguas para hablar, no alcanzaríamos a enumerarlos cabalmente. Como secuencia o corolario de lo antes dicho, resulta descabellado identificarnos con los pensamientos negativos. Como quiera que no es posible que exista efecto sin causa, afirmamos solemnemente que nunca podría existir un pensamiento por sí mismo, por generación espontánea. La relación entre pensador y pensamiento es ostensible: cada pensamiento negativo tiene su origen en un pensador diferente. En cada uno de nos existen tantos pensadores negativos cuantos pensamientos de la misma índole. Mirada esta cuestión desde el ángulo pluralizado de pensadores y pensamientos, sucede que cada uno de los Yoes que cargamos en nuestra psiquis es, ciertamente, un pensador diferente. Incuestionablemente, dentro de cada uno de nos existen demasiados pensadores; sin embargo cada uno de éstos, a pesar de ser tan sólo una parte, se cree el todo en un momento dado. Los mitómanos, los ególatras, los narcisistas, los paranoicos, nunca aceptarían la pluralidad de pensadores porque se quieren demasiado a sí mismos, se sienten el papá de Tarzán o la mamá de los pollitos. ¿Cómo podrían tales gentes anormales aceptar la idea de que no poseen una mente individual, genial, maravillosa? Sin embargo tales sabihondos piensan de sí mismos lo mejor y hasta se visten con la túnica de Aristipo para demostrar sabiduría y humildad. Cuenta por ahí la leyenda de los siglos que Aristipo, queriendo demostrar sabiduría y humildad, se vistió con una vieja túnica llena de remiendos y agujeros, empuñó con la diestra el Bastón de la Filosofía y se fue por las calles de Atenas... Dicen que cuando Sócrates le vió venir, exclamó con gran voz: ¡Oh, Aristipo, se te ve la vanidad a través de los agujeros de tu vestidura! Quien no vive siempre en estado de alerta-novedad, de alerta-percepción, pensando que

está pensando, se identifica fácilmente con cualquier pensamiento negativo. De resultas de ésto, fortalece lamentablemente el poder siniestro del Yo negativo, autor del correspondiente pensamiento en cuestión. Cuanto más nos identifiquemos con un pensamiento negativo, tanto más esclavos seremos del correspondiente Yo que le caracteriza. Con respecto a la Gnosis, al Camino Secreto y al trabajo sobre sí mismos, nuestras tentaciones particulares se encuentran precisamente en los Yoes que odian la Gnosis y el trabajo esotérico, porque no ignoran que su existencia dentro de nuestra psiquis está mortalmente amenazada por la Gnosis y por el trabajo. Esos Yoes negativos y pendencieros se apoderan fácilmente de ciertos rollos mentales almacenados dentro de nuestro centro intelectual y originan, secuencialmente, corrientes mentales nocivas y perjudiciales. Si aceptamos esos pensamientos, esos Yoes que en un momento dado controlan nuestro centro intelectual, seremos entonces incapaces de liberarnos de sus resultados. Jamás debemos olvidar que todo Yo negativo se auto-engaña y engaña, y que, en conclusión, miente...

5- NUESTRO CONCEPTO “La vida es demasiado breve y el tiempo demasiado precioso para malgastarlos en vanas polémicas, y no es honrarse demasiado despreciar el saber del otro”. (FULCANELLI, “Las Moradas Filosofales”) En un “Manifiesto Gnóstico” enviado por el V.M. Samael Aun Weor a los hermanos de la República de Colombia, fechado el día 13 de mayo del año 1.976, entre otras cosas importantes el Mensajero de Acuario puntualiza que “no se están considerando (en ese Manifiesto) los triunfos esotéricos ni los defectos psicológicos de los hermanos” (a quienes fue dirigido el mensaje),”porque los éxitos o fracasos esotéricos de los dignatarios... son aspectos íntimos que sólo atañen a la vida de las personas y no al orden meramente social-religioso de nuestra institución”... Asimismo, o de igual manera, siguiendo nosotros las sabias orientaciones del Venerable Maestro, no cometeremos en este Mensaje que hemos titulado “Engaños y Auto-engaños”, el error de mencionar nombres ni de pretender entrometernos en la vida íntima de nadie. Pero sí consideramos necesario alertar a nuestros hermanos gnósticos sobre ciertos aspectos doctrinarios como los que hemos transcrito en líneas anteriores, referentes a la mitomanía, al orgullo místico, el engreimiento místico y la vanidad mística, así como referidos también a los auto-engañosos efectos de los “Yoes-pensadores”, quienes apelando incluso a nuestra sinceridad, nos llevan hacia erróneas conclusiones que en el terreno del esoterismo gnóstico traen siempre desastrosas consecuencias. El hecho es que, después de la partida del Maestro “en la Barca de Ra”, el día 24 de diciembre del año 1.977, aparecieron por estos lados del mundo, específicamente en Venezuela y Colombia, algunos sujetos que se auto-denominaron “re-encarnaciones del V.M. Samael en su segunda etapa”, y otros tantos, no tan atrevidos como aquéllos, ni tan profanadores, emergieron como “Maestros” y hasta revelaron lo que, según éllos, es “el nombre de sus Padres Internos”. El asunto comenzó con un misionero que dijo llamarse “Maestro Desoto”, nombre que al parecer no descubrió por sí mismo, sino que se lo había revelado el V.M. Samael pero con la advertencia de que “no lo podía divulgar”. Pero lo divulgó, y no conforme con eso se dio a la innoble tarea de pronunciarse contra su Maestro, argumentando que “él era emisario de una enseñanza superior a la de Samael”. Luego vinieron más personajes de este tipo, como uno que se auto-denomina “KELIUM ZEUS”, y otro que se auto-califica de “Maestro Naicosole”, y otro que dice llamarse “Arpíndalo”, y otro a quien llaman “Ramain”, y otro a quien denominan “Maestro Lakhsmi”, y hay uno más al que le llaman “Maestro Eughing Arioms”, y así sucesivamente, porque faltan algunos cuyos supuestos nombres internos no los tenemos por ahora.

Recientemente, por los lados de Europa, al decir de su propio “Diario Íntimo”, nos llega alguien que dice llamarse “Maestro Zoroastro”, y muchos otros que se añaden a esta lista de personajes que confunden al estudiantado gnóstico, porque aún concediéndoles crédito, considerando que en efecto han logrado ciertos avances en la Vía Iniciática, ¿por qué no lo demuestran con hechos, en vez de revelar secretos íntimos? ¿Qué Jerarquías Divinas les dieron autorización para declararse “Maestros” ante el mundo? ¿Tienen acaso el permiso reglamentario de los Leones de la Ley? Podrían éllos argumentar que “es necesario dar testimonio de la autenticidad de las enseñanzas gnósticas, de su tremendo realismo, de su efectividad dentro de cada uno de nosotros cuando la sabemos implementar conscientemente”, pero dicha argumentación, además de endeble, resulta extremadamente peligrosa, pues puede dar origen a una gran cosecha de “mitómanos”, de hermanitos que por tener tal o cual experiencia íntima , podrían llegar a creer que ya están en capacidad de recibir “desideratos cósmicos”, o podría suceder (ya ha sucedido) que algunos caigan en la “espiritiadera” y cosas así de indudable color negro, de tipo tenebroso, disfrazadas tales actitudes con el ropaje gnóstico. Cabe aquí reseñar, a modo de advertencia, lo que el V.M.Samael apunta en su libro “El Misterio del Áureo Florecer” y que a la letra dice: “El mitómano tiene, por lo común, señuelos imposibles, sufre invariablemente de eso que se llama delirios de grandeza. Esa clase de personajes suele presentarse como reencarnaciones de Maestros o de héroes fabulosos, legendarios ficticios. Empero, es claro que estamos haciendo énfasis sobre algo que merece una explicación”... “Centros egoicos de la sub-consciencia animalesca, que en las relaciones de intercambio siguen a determinados grupos mentales, pueden provocar (mediante asociaciones y reflejos fantásticos) algo así como espíritus que, casi invariablemente, son sólo formas ilusorias, personificaciones del propio YO pluralizado”... “No es, pues, extraño que cualquier agregado psíquico asuma una forma Jesu-Cristiana para dictar falsos oráculos. Cualquiera de esas tantas entidades que en su conjunto constituyen eso que se llama EGO, puede (si así lo quiere) tomar forma de Mahatma o Gurú, y entonces el soñador, al volver al estado de vigilia, dirá de sí mismo: ¡Estoy auto-realizado, soy un Maestro!”

6- CONCLUSIÓN “Nada hay escondido que no deba ser descubierto, ni nada secreto que no deba ser conocido” (Mateo, 10, 26) Existe algo que los auténticos esoteristas gnósticos denominan “sigilo iniciático”, o sea, que “uno debe hablar cuando debe hablar y callar cuando debe callar”, pero claro está que en el momento de hablar hay ciertos límites, sobre todo cuando se trata de asuntos particulares, relacionados con la auto-realización íntima del propio Ser. Al respecto, en el Prefacio a la primera edición francesa de “Las Moradas Filosofales”, portentosa obra alquimista de ese Artista Hermético de Calidad llamado Fulcanelli, podemos leer lo siguiente: “... Sería erróneo creer que la ciencia tradicional cuyos elementos ha reunido Fulcanelli se haya puesto, en la presente obra, al alcance de todos. El autor no ha pretendido eso en absoluto, y se engañaría del todo quien esperara comprender la doctrina secreta tras una simple lectura. Nuestros libros no son escritos para todos –repiten los viejos maestros-, si bien todos son llamados a leerlos. En efecto, cada uno debe aportar su esfuerzo personal, absolutamente indispensable si desea adquirir las nociones de una ciencia que jamás ha cesado de ser esotérica. Por ello los filósofos, con objeto de esconder sus principios al vulgo, han cubierto el antiguo conocimiento con el misterio de las palabras y el velo de las alegorías”... “El ignorante no es capaz de perdonar a los alquimistas que se muestren tan fieles a la disciplina rigurosa que han aceptado libremente. Mi maestro, lo se, no escapará al mismo reproche. Ante todo, le ha sido preciso respetar la voluntad divina, dispensadora de la luz y de la revela-

ción. Asimismo, ha debido obediencia a la regla filosófica, que impone a los iniciados la necesidad de un secreto inviolable”... A estas sabias palabras nosotros añadimos que si, por ejemplo, algún hermano sufre de escepticismo, bien le haría hacer varias prácticas diarias, concentrándose en el centro del corazón, a fin de conectarse con el Divino Amor, es decir, con Dios-Madre en su intimidad, porque las enseñanzas gnósticas de este milenio que ahora está concluyendo no están dadas para convencer a gentes escépticas, a personas encasilladas dentro de rígidos moldes intelectuales, sino para rebeldes inteligentes. De modo que, si alguien quiere pruebas, si quiere convencerse del crudo realismo de esta doctrina, ¡no piense en élla, practíquela, y eso es todo! La Vía Iniciática, su recorrido, no es para aspirantes orgullosos que auto-consideran que tienen méritos, que se creen merecedores de las dádivas divinas, sin necesidad de realizar super-esfuerzos individuales., o que por curiosidad exigen de los misioneros “pruebas concretas” de aquello que éstos predican. Escrito está que “se enseña más con el ejemplo que con el precepto”. Los misioneros intentamos desarrollar nuestra capacidad de amar mediante la acción, en los hechos, y la actividad que desarrollamos habla por nosotros. Porque, precisamente, como dice el refranero español, “obras hacen amores, que no buenas razones”. Aún más: sabemos que “lo exterior es tan sólo el reflejo de lo que interiormente somos”. Entonces, ¿para qué ese afán de verbalizar intimidades, de querer que nos vean por dentro? Así como “el árbol se conoce por sus frutos”, el estudiante gnóstico se conoce por sus hechos. ¡Eso es todo!