Oraculo

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Este libro fue traducido por el blog BRAD PACK C para libre lectura solo te pedimos que no cambies nada de él. Nuestro staff realizó mucho esfuerzo para que puedas leerlo. Este libro es de contenido homoerótico, es decir tiene escenas de sexo explícito, si te molesta el tema no lo leas, y si eres débil de corazón no sería recomendable. Esperamos que lo disfrutes.

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Serie Oráculo Libro 1 Oráculo (Oracle)

RJ. Scott

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Resumen Alex Sheridan. Un empático sin recuerdos de su primera infancia. Su cuerpo está cubierto de los patrones y las cicatrices que lo han tatuado como recordatorio permanente. Luke MacKinnon. Un profesor de lenguas antiguas. El ejército de EE.UU. cree que él es la persona para encontrar las respuestas que necesitan. Palabras en una antigua escritura que los llevarán a un arma para ganar la guerra de todas las guerras. Otros, simplemente quieren que encuentre el Oráculo para una venganza tan antigua como el tiempo. La leyenda. El poder del Oráculo regresara al cabo de cincuenta generaciones, enviado a nosotros por los dioses del Olimpo. Cuando Alex y Luke se encuentran hay más que sólo lujuria entre ellos. Hay una conexión que no pueden entender. ¿Pueden sobrevivir al mal que desea el Oráculo?

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Capítulo 1 Londres, Inglaterra, hace una semana. El final del sueño destruyó la posibilidad de seguir para Alexander Sheridan. La cruda y simple imagen de una mujer vestida de blanco que sucumbía a su muerte en un incendio, le hizo ponerse en posición vertical en la cama, con las sábanas agolpadas en la cintura y la respiración agitada y acelerada. El mismo sueño, lleno de fragmentos, latiendo a un ritmo apresurado. Lleno de imágenes frenéticas que se asentaban en su mente casi todas las noches; pero hasta hace poco la mujer de blanco que perecía en el fuego marcaba su muerte como una secuencia final y con un cierto aire de carácter definitivo. —¿Alex? —La voz era suave, insistente, el delicado tacto de una mano caliente en el brazo tranquilizándolo—. Acuéstate. Alex sabía que Edward estaba demasiado acostumbrado a estas pesadillas. Su amante lo tranquilizó como siempre, con toques y palabras suaves, tirando del recio cuerpo de Alex para atraerlo hacia el suyo. Edward no lo sostenía fuerte. La piel de Alex llegó a ser tan sensible al tacto, que un atisbo de intenso contacto físico era siempre demasiado al principio. Sus defensas estaban siempre bajas cuando flotaba en un duermevela rasgado en dos imágenes que Alex no podía ni siquiera empezar a explicar. —De… demasiado, otra vez —balbuceó Alex, colocando sus manos sobre los ojos. No quería que la luz lo molestara. Unos minutos después, se abrieron a las visiones que comenzaban a desvanecerse. Esa noche intentó aferrarse a los fragmentos de las imágenes que se desvanecían en la nada. Trató de respirar a través del pánico que lo atrapaba cada noche. —Está bien, Alex, todo estará bien...

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—Vamos, Ed... —gimió, mientras el dolor formaba una banda apretada alrededor de su cabeza. Alex trató de aferrarse a lo que había imaginado dentro de la oscuridad de su propia cabeza, pero las imágenes descoloridas hasta los punzantes recuerdos se convirtieron en nada más que un recuerdo. Intentó almacenar todo lo que pudo: una caverna, antorchas, cánticos, dolor, sangre, fuego y los gritos de un niño pequeño, junto a la mujer envuelta en seda blanca. —No trates de recordar, no te fuerces —rogó Edward en voz baja, y Alex quiso cerrarse de nuevo para poder recordar. Sabía el por qué le estaba diciendo esto. Edward había dicho precisamente hoy que estaba convencido de que los sueños de Alex llegarían a él en las horas del día si tan sólo no trataba de esforzarse tanto en recordarlas. —Quiero recordar —insistió Alex, su voz era apenada—. Había más... y... la mujer… —añadió, frotándose los ojos. —¿Todavía más? —Edward sonaba curioso. Alex tomó una respiración profunda y la entrada de aire le provocó un sollozo. —La muerte... mi... —Alex no pudo terminar la frase. ¿Tal vez era su muerte lo que había visto? Había una mujer... La respiración desesperada de Alex fue claramente una advertencia, suficiente para que Edward se asegurara de quedarse tranquilo y absolutamente quieto, permitiendo a Alex elegir lo cerca que quería estar. Edward sólo hablaba y Alex escuchaba su voz, susurrándole y confiándole palabras seguras y sencillas de tranquilidad, tonterías realmente, susurrándole promesas. —No queda mucho para el amanecer, Alex, todo será diferente entonces. —Nada de lo que realmente dijo fue tan importante. Ninguno de ellos recordaba las palabras que se decían en la mañana, cuando la luz del día sacaba a Alex de los terrores nocturnos, pero a la luz de la mañana las palabras de Edward eran suficientes.

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Los largos dedos de Edward, por el simple instinto que da la familiaridad, acariciaban la piel de Alex. Inconscientemente, seguía cada patrón tallado que encontró ahí, trazando cada una de las cicatrices ligeramente elevadas que podía sentir, pero no ver, en la penumbra. —Te amo, Alex. Rozando y dando forma a los negros tatuajes que estaban situados sobre y alrededor de las cicatrices, imágenes estilizadas y texto en cursiva que sobresalía del tejido cicatrizado tatuado en negro, con constante y amable cuidado dibujaba con los dedos esas marcas, evidentes ahora en el nuevo amanecer que se filtraba por las persianas. Así trataba de calmarlo, mientras Alex dormía como en los sueños de vigilia que le aquejaban. Edward y Alex eran pareja desde hacía casi dos años, unidos debido a una serie de circunstancias, tales como el amante y el ladrón. Se conocieron cuando Alex sacó a Edward de una situación particularmente pegajosa en Estambul, entonces decidieron que ser socios de fechorías, por así decirlo, no sería tan malo. La idea se convirtió aún en más atractiva, una vez que Alex tuvo a Edward en la cama, y descubrió que la persona que había salvado era un primo cuarto de la realeza, una parte de la complicada aristocracia británica. Mientras su relación entraba en su segundo año, Edward todavía se las arreglaba para detener con su toque el que Alex huyera de la habitación cuando se despertaba con el corazón acelerado por el miedo. Sus suaves caricias permitían que permaneciera tranquilo en la cama, y, a veces, aunque en raras ocasiones, el toque era suficiente para calmar a Alex de un sueño inquieto, e incluso de un profundo sueño sin soñar. —Vas a estar bien... sólo respira. Alex estiró su cuerpo enderezándolo, sintiendo la tensión enroscándose en cada músculo y odiando los calambres que invadían cada centímetro de él cuando soñaba tan vívidamente. Iba midiendo su

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respiración, disminuyendo su velocidad, centrándose en el dolor, tratando de liberar los calambres, hasta que finalmente, sus músculos se relajaron. Hubo un delicioso y agradable cosquilleo de necesidad en él mientras se empujaba contra la caricia de su amante, y esa era la forma en que Edward sabía que Alex iba a estar bien. Normalmente se quedaba quieto, pero esta noche, mientras las sensaciones que su mente había creado con su sueño se filtraban en su conciencia, no le dejaban quedarse quieto y en silencio. Una parte de él quería contar lo que había soñado. Sabía que sólo tenía que abrir la boca y empezar a hablar, pero también sabía que tan pronto como rompiera la quietud con los detalles de las imágenes que recordaba, caería en la oscuridad. —A veces... —La voz de Alex era baja y su frase se perdía en el caos de su cabeza. —¿A veces? —Edward lo estimulaba amablemente. 8 —Yo... la mujer... ella me mira... yo creo... Alex suspiró mientras Edward lo acariciaba con sus fuertes manos a través de su pelo, y lo escuchó susurrar palabras de consuelo en un lenguaje que Alex nunca oiría fuera de sus sueños. El murmullo era una parte tan importante para que Alex se recuperara de un sueño, que se había convertido en una parte del paisaje vívido de los sueños. Por fin su corazón desaceleró de su violento ritmo, estabilizándose mientras la tranquila respiración de su amante ayudaba a calmar la suya. Las manos de Edward delineaban el diseño del ave en su costado, las alas se extendían desde el brazo izquierdo y la cola se envolvía estrechamente a través de sus bíceps hasta la muñeca. El calor del tacto de su amante le quemaba la piel. —¿Mejor? —Preguntó Edward, pero Alex no pudo responder, todavía estaba perdido en la pesadilla. En silencio, se apretó aún más, permitiendo que los brazos de Edward lo rodearan, sintiendo el tacto de unos labios suaves en la nuca de su cuello. Con los sueños, a Alex le daban ganas de acercarse, de sentir tanto como pudiera en esta tenue luz del

amanecer, sobre todo, una vez que la pesadilla se desvanecía. La única persona de confianza, la persona que lo conocía mejor que nadie, estaba ahí con él y era al que quería acercarse todo lo que pudiera. Alex cambió su enfoque, desesperado por centrarse en sí mismo y ganar un poco de control sobre las tortuosas emociones de su interior. Sus dones empáticos abrieron su mente a la sensualidad y al deseo que se estaba formando en el interior de Edward, desnudo y expuesto mientras inundaba su subconsciente. Agotado, elevó la última barrera que necesitaba, con cuidado volviéndose para aflojar el agarre de Edward y moviendo sus piernas entrelazadas con las de su amante, sintiendo a Edward todavía excitado contra él. —Estaba muy claro —murmuró Alex—. Quiero volver a verla. —Mañana... —Edward respondió con voz baja y tranquila, reconfortándolo. Alex levantó las manos para enredarlas en el pelo corto de Edwards, viendo un destello de emoción en sus oscuros ojos mientras su amante le sostenía la mirada, una mirada de compasión tranquila trenzada de lujuria. Alex cerró los ojos, la última de las violentas imágenes de sus sueños empezó a desaparecer enviándolas a un rincón de su cabeza. —No las quiero de nuevo. —Alex era consciente de que se contradecía con lo que acababa de decir. No podía mantener sus pensamientos en orden, por un lado estaba aterrorizado por los sueños y por otro, con ganas de saber más. —Estás bien ahora, te tengo. —Edward medio susurró, mientras le daba un suave beso en los labios. Esta fue la parte fácil para Alex, besar a Edward era siempre el cielo. Edward lo besó sin compasión, su lengua era malditamente inteligente, buscando, probando, despacio, pero con intención, alejándose con suavidad y lamiendo tiernamente el labio inferior de Alex. Éste persiguió el beso, haciendo un mohín, mientras Edward reía entre dientes y se echaba hacia atrás para mirar a su amante, ambos muy necesitados y conectándose de una manera que, por mucho que lo intentaran, nunca podrían entenderlo.

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—¿Puedo poseerte? —Preguntó Alex. —Cada vez que me necesites. —Fue todo lo que Edward podía responder. Alex sabía que Edward quería dejarlo ir totalmente. Sólo una vez Edward pudo sentir a Alex del todo, sin las barreras que rodeaban su don, con la sola necesidad de la vista y el tacto entre ellos. Un día tal vez. Cuando Alex sintiera que Edward pudiera estar seguro, que su amante no se iba a abrumar o asustar por lo que estaba dentro de la cabeza de Alex. —Estoy bien, Ed, por favor... deja de preocuparte tanto —dijo Alex suplicante a la suave luz del amanecer de la habitación, suspirando por dentro, incluso mientras lo decía. Sabía que Edward siempre se preocuparía por los sueños y lo que querían decir, era inútil incluso decirle eso a su mejor amigo. Se dio la vuelta para establecerse en la cuna de las piernas de Edward, tan duro como su amante, abriendo su mente un poco a Edward y dejando que la necesidad lo llenara, empujando los últimos vestigios de sus pesadillas a un lado. —Te amo —le repitió Edward. Lo decía con tanta frecuencia, que eso transmitía un rayo de calor en lo profundo de Alex en todo momento. Miró hacia el hombre desnudo y listo debajo de él, admirando los músculos que definían la forma del hombre que estaba a su lado. Edward era seis centímetros más bajo, hermoso en su determinación de ser todo lo que Alex necesitaba. Su pelo negro era suave y corto, su rostro siempre escrupulosamente afeitado sin atisbo de barba, y sus ojos constantemente vigilantes. Siendo tan reservado como los británicos, tenía el fuego de la pasión y con él hablaba a Alex en sus toques y suspiros. —Eres tan hermoso, Ed. —Era tan fácil hacer el amor con su Edward. Alex sabía exactamente qué partes tenía que mantener a distancia. Estaba tan familiarizado con su tacto y con la memoria de lo que Edward significaba para él. Si no dejaba que sus barreras estuvieran completamente bajas, Edward no podría ponerlo en duda. Nunca pondría en duda que Alex

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estaba en su momento más vulnerable cuando estaba involucrado con estas emociones tan intensas. Se besaron y tocaron y se rieron en voz baja, incluso cuando los besos subieron de tono y los toques se hicieron fuertes, implacables, insistentes. Edward dejó de intentar luchar por posicionarse, siempre lo hacía, y se mantenía entusiasta mientras Alex agarraba sus manos en una de las suyas y las mantenía por encima de la cabeza de Edward, exponiendo su garganta. —Alex... —Edward hizo un gesto simbólico de resistencia, pero lo abandonó tan pronto como Alex lo besó en la boca entreabierta y mordió el arqueado cuello de su amante. Luego abajo, flotando con el aleteo del pulso en su garganta, antes de pasar aún más abajo y tirar de la tetilla izquierda con el toque de los dientes. —Mío. —Le susurró Alex, suave en las palabras y egoísta en su intención. Lamiendo una pequeña marca de sangre a un lado, sintió a Edward estremecerse debajo de él con un gemido ahogado. Sonriendo, se movió hacia su otro pezón poniendo el mismo cuidado y atención en todo el pecho de su amante. Sabía que Edward disfrutaba, sabía que sosteniéndole de esta manera, incapaz de moverse, y burlándose de él, a veces era suficiente para que Edward sucumbiera. Alex siguió presionando al delgado hombre con sus manos, su altura y su peso, y se burlaba de él con los labios y los dientes. —Alex. —La simple palabra era una súplica de lo que necesitaba esta noche, sin embargo. La seguridad de Alex le marcó y le sostuvo, vibrando en la súplica desesperada. Alex sintió una necesidad primitiva en Edward, una necesidad rayando en la desesperación, el sabor de la lujuria que sentía. Soltó las manos de Edward, bajando las suyas por el cuerpo de su amante, con cada beso una parte de una gran oratoria. Gracias... déjame amarte... Aquí es donde se que puedo hacerte gritar mi nombre... Edward siempre dormía en bóxer y fácilmente los empujó hacia abajo hasta que tuvo la boca ahí, tirando del algodón con sus manos y boca

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para finalmente, tocarlo con mucha suavidad, trazando la parte inferior de la erección de Edward con una amplia franja de su lengua. Edward estaba muy excitado. El sabor de la humedad que rezumaba la punta era suave en la lengua de Alex, y él surcó la humedad alrededor de la ardiente cabeza. Cerrando los labios sobre el glande del miembro sin circuncidar de Edward, Alex se introdujo todo lo que pudo, incluso mientras su ansioso amante estuvo empujando hacia arriba y luego se retorció debajo de él, usando su mano para tocar y agarrar lo que no podía tomar en su boca. Se concentró en el aumento de la presión con su boca, moviendo los dedos detrás mientras buscaba el lubricante en la cama. Edward murmuró palabras confusas mientras se retorcía y luchaba por echar hacia atrás a Alex para obtener besos. —Dentro de mí —rogó finalmente Edward, en un tono que no aguantaba ningún argumento. Alex se deslizó sobre el cuerpo de su amante, sus movimientos eran lentos y deliberados y sus dedos capaces. Se abrió paso entre el apretado anillo con un solo dedo, oyendo a Edward disfrutar de la quemazón y sintiendo en su amante un malestar inicial. Alex llegó a captar el zumbido con la boca, calmándole con barridos de su lengua. Se movió suavemente hasta que empujó un segundo, y luego un tercer dedo, cuidando de hacer tijera para abrir a Edward mientras profundizaba con sus besos. Con la intención de unirse a ellos, en ambos lugares Alex presionó las piernas de Edward plantándolas contra su pecho. Edward se retiró del beso y silbó entre dientes, mientras los curvados dedos de Alex sacudían la pequeña glándula conectada a la polla de su amante. Escuchaba los deliciosos sonidos de necesidad que Edward no podía contener en su interior, que le embriagaban. —Ahora, Alex... Alex se colocó, dudando por un momento, mientras sus manos y la punta de su polla rozaban el relajado anillo, y miró directamente a los ojos de Edward. El color marrón oscuro del iris de Edward parecía una delgada línea alrededor del negro de la pupila, casi sin color en la penumbra.

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Descansando sobre su codo Alex movió su mano libre, desesperado por sumergirse en el interior de Edward y de repente ansioso por el acoplamiento. Alex empujó hacia delante, los dedos le guiaban a empujar. El toque erótico del intenso ardor y la fuerza que necesitó para empujar más allá de la barrera inicial, le hizo gemir bajo su garganta. El movimiento les era familiar tanto como el respirar. Permitiéndole a Edward un poco de placer-dolor que iba más allá de la barrera que había levantado en torno a sus sentidos y siendo suficiente para frenar el aumento de su orgasmo, esperó hasta que el cuerpo de Edward se ajustó a la quemazón. —Dios... —La voz de Edward era más una exhalación que un jadeo. Tras unos latidos del corazón, Alex estaba tan intensamente dentro de Edward que no había espacio entre ellos, sin intercambiar palabras mientras el placer corría por toda su columna vertebral. Sacó los dedos hacia fuera, rápidos y calientes, con un férreo control sobre los muslos de Edward, estableciendo un ritmo rápido e intercambiándolos con calurosos besos, faltándole coordinación mientras Edward le instaba por más. 13 Si Alex se detenía, si Edward se daba cuenta de que los escudos de Alex estaban en su sitio, no hizo ningún comentario. No podía, no era realmente capaz de decir nada. Edward arqueó la columna vertebral, su orgasmo estaba tan cerca que Alex podía sentirlo y el suyo fue magnificado por el gozo interior de Edward. —Te amo —repitió una y otra vez Edward, hundiendo el rostro en el cuello de Alex mientras sucumbía de forma caliente y húmeda entre ellos. Al presionar hacia abajo con fuerza, Alex pudo sentir la desesperación, el placer aumentando en el interior de Edward mientras acababa muy dentro de él, pero también podía sentir tristeza, un deseo interno en Edward de que Alex pudiera repetirlo con él. En lugar de eso, Alex gimió bajo su pecho mientras se acercaba profundo a Edward, transmitiéndole lo suficiente de si mismo a través de su conexión con Edward, y cayó pesadamente sobre su amante.

Edward se rio, extendiéndose como un gato, con todos los músculos laxos. Durante unos momentos Alex transmitió energía que fluía en el interior de su amante, y luego disminuyó mientras su miembro se suavizaba, liberando su dominio sobre los muslos de Edward y desenredándose para caer a un lado, satisfecho y respirando profusamente. Movió los dedos haciendo intrincados dibujos en el semen que se podía ver en la palidez de la piel de Edward en la luminosa habitación, antes de limpiar a ambos con la camiseta tirada en el suelo. El único inconveniente de no usar condón era el desorden en Edward, pero lo superaba con una sonrisa, siempre lo hacía. Era parte de la razón por la cual Alex tenía mucho cariño por su amante, por esa facilidad con que hacía todo fácil para Alex. —Mía —susurró en la acalorada piel, y luego cerró los ojos. Su mano fue en busca de la de Edward, sólo para sujetarla, para anclarse a sí mismo en el aquí y ahora. Con el agotamiento de los trastornos del sueño y el orgasmo, y embotados sus sentidos, Alex buscó la paz y el descanso. 14 El sueño no tardó en llegar, pero se centró en la quietud cada vez más prometedora de la habitación y en el toque de Edward, su fuerza y su tranquilo sosiego. De forma inevitable, Alex empezó a soñar de nuevo.

Capítulo 2 389 AD. En las laderas del monte Parnaso, en Grecia. El amanecer de aquella mañana arrojaba un silencioso color rosa en torno a su hogar y Elysia despertó de unos sueños intermitentes que se perdieron en la memoria tan pronto como abrió los ojos. Se levantó y se bañó, colocándose una simple, blanca y suave prenda que le cubría hasta sus delicados tobillos. Se colocó un simple adorno, era un brazalete de oro, en su brazo y añadió un toque de color a su rostro. Después de enrollar su larguísimo pelo oscuro alrededor de su mano pasó un peine de perlas a través de sus filamentos de seda desde las puntas hasta las raíces. Toda su extensión brilló sobre su cabeza, su pelo largo y suelto era un símbolo de su devoción a Apolo. Sobre sus pies descalzos caminó a la habitación de su hijo. Se detuvo sonriendo suavemente a una cama vacía sabiendo que iba a estar fuera, en el césped, con los ojos centrados en el Oráculo, esperando y observando con entusiasmo la llegada de visitantes de fuera de la isla. —Buenos días, mi pequeñín —dijo mientras miraba por la puerta hacia las lejanas colinas. Su hijo, Athanasios, o Athan, como también se le conocía, estaba en el séptimo verano de su vida. Un sonriente e inteligente niño, con sus castaños rizos oscuros, lavados en las aguas de los manantiales de montaña, que caían sueltos sobre los hombros en el abandono de la juventud. Los ojos, cuyo color era una mezcla de otoño y primavera en tonos marrones y verdes, cobraban vida tan a menudo con el descubrimiento y la travesura como se tornaban serios y atentos. Siempre estaba corriendo, ocupado con esto y con aquello, inevitablemente inmerso en algún tipo de problema que su madre arreglaba de la forma en que las madres sólo pueden hacerlo con su único hijo. Athan encontraba vida y esperanza en todas partes y ningún peligro. En cada hoja de hierba y en cada insecto que recorrían los caminos arriba y abajo de la montaña, él descubría y disfrutaba de la vida por lo que

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era. Vivía para cada día y la luz de Apolo estaba en él como un faro que envuelve a otros en su inocencia y alegría infantil de la naturaleza. Sonriendo, sabiendo que ella lo vería antes de la puesta de sol en ese mismo día, levantó el dobladillo de su prenda y con la ligereza de su paso comenzó el corto trayecto de su casa al templo. Athan la encontraría, lo sabía y ella estaría cantando sus oraciones de purificación en voz baja para sí misma centrándose en lo que se avecinaba mientras caminaba. Cuando se acercaba al templo vio a Dareios, su amado, esperándola a un lado con una sonrisa en su rostro. No podía tocarlo, saborearlo o sucumbir a los placeres terrenales el día de hoy, a pesar de que lo que su interior deseara fuera fuerte. Así que simplemente le devolvió la sonrisa, alejándose de él en una nube de seda y belleza, y entró en el templo. Los preparativos para los ritos eran complicados. Elysia recibió una gran cantidad de entrenamiento en las semanas antes de la propicia mañana en que se convirtió en Oráculo. El escribano estaba sentado sobre sus rodillas mientras recitaba las palabras que Apolo había decretado, asegurando al Dios su devoción y amor. Él hizo un movimiento con la cabeza en reconocimiento a su presencia. Era su responsabilidad el detallar su profecía si Apolo se dignaba a visitarla y los dos se movían con la dignidad adecuada del interior del santuario. El sumo sacerdote, Seth, estaba ahí esperando. Era conocido como un hombre de letras, un estudioso orgulloso y altanero, proveniente de Byzantium. Era lo suficientemente inteligente como para saber que los ritos que presidían iban a acabar y que el final de ese tiempo se acercaba. Seth se había cansado de ese tiempo y había llegado a considerar la fe como una herramienta por la cual podía obtener lo que quería. Llevaba la piedad hacia el exterior del sacerdocio, pero sus años de estudiante estudiando todos los aspectos de la fe, le habían dejado orgulloso y duro de corazón, codiciando cosas terrenales como poder, dinero y a Elysia. Sin pararse a pensar, la deseaba sin tener en cuenta su posición como una sierva elegida de Apolo, Seth la había exigido en matrimonio. Y ahí los hilos del destino comenzaron a desmoronarse. Ella se había negado, como era su derecho. Dareios su amado y protector permanecía de pie a su lado. Ahora Seth estaba a un lado, con su manto rojo sobre él, cuidadosamente doblado y cubriéndole de forma

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original a través de su forma rechoncha. Sus labios estaban enrojecidos obscenamente, debido a una creciente moda entre los hombres más ancianos del pueblo que coloreaban sus labios con bayas para darles un aspecto juvenil. Elysia se estremeció, por el enrojecimiento de los falsos labios de Seth que parecían sangrar oscuros contra su piel rub icunda. Él pronunció las palabras dictadas en las escrituras de Apolo y le dio la bienvenida en el santuario, colocándola en el sitio del Oráculo, fijado para garantizar que estuviera segura. Se arrodilló para besar sus pies desnudos antes de regresar, trazando un círculo contra el fuego ceremonial anaranjado frente a ella. Dos sacerdotes del templo entraron, sus formas borrosas en el otro lado del fuego. Un objeto pequeño se retorcía entre ellos, lamentándose en voz alta y de forma ruidosa y Elysia se estremeció interiormente. El sacrificio debía hacerse antes de que la adivinación comenzara. Siempre había evitado mirar cada vez que el sacrificio se había realizado. Por lo general, era un cabrito, ceremoniosamente tatuado con símbolos del dios del sol. Cuando finalmente lo sacrificaban, el hígado era examinado para probar que las profecías se podrían hacer en este día. El fuego se movió un poco y se obligó a concentrarse en el espectáculo que se exhibía delante de ella, como sabía que ocurriría. El repentino y abrumador horror de lo que vio la hizo ponerse en pie, ahogando un grito en sus labios. Lo que había delante de ella no era un cabritillo que luchaba por su libertad en el borde de la muerte, era su hijo Athan, luchando y llorando, con símbolos y diseños tatuados en su joven piel. Un reluciente y perverso cuchillo curvo en la mano de Seth bajó hacia el niño pequeño para cortarle su costado, después los sacerdotes colocaron a Athan sobre el altar y dejaron que se desangrara. —¡Athan! —Gritó Elysia. Gritó la angustia de una madre, sin sonido y corrió hacia adelante. Seth se estaba transformando, con un brillo demencial en sus ojos, lamiéndose los coloreados y obscenos labios y limpiándose las manos manchadas de sudor en la túnica. Torturada y enloquecida más allá de toda cordura, después de ver morir a su hijo delante de ella, levantó el cuchillo ceremonial que llevaba en su mano hacia el cuerpo de Seth, pero él simplemente se hizo a un lado, con una risa

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salvaje en su voz y con sus dorados ojos que brillaban intensamente en las llamas. Elysia sabía mientras miraba a los otros dos sacerdotes que le flanqueaban, que no tendría ninguna posibilidad de matarlo, por lo que desesperada porque la luz de su vida le había sido arrebatada, hizo lo único que le quedaba por hacer. A pesar de que Seth, corrupto y asesino, la asió con sus grandes manos, ella gritó el nombre de Athan, llorando a Apolo por venganza. Hundiendo el cuchillo en su propio pecho con toda la fuerza que pudo se volcó dentro de los pozos de fuego y su cuerpo se consumió por las llamas y el fuego en un instante. Desconcertado, el heraldo del dios Apolo enfureció y el templo entero y las paredes de la cueva se estremecieron. La gente gritaba y corría, asustados ante la ira de Apolo por la muerte de su esclava y el horror de la muerte de un inocente en su nombre, por la perversión de un sacrificio infame más allá de toda medida. Seth corrió despavorido, su sangrienta túnica roja bajo el manto del mismo color, el terror repentino en los ojos, mientras la locura del sacrificio que ordenó salía de él. Todos corrieron mientras la montaña se estremeció, estallando alrededor de ellos con su furor y un rayo cayó sobre el lado del templo para marcar una línea negra sobre los pilares blancos, directamente a través de los rostros tallados de las Parcas. Dareios empujaba en sentido contrario, tambaleándose mientras la tierra se movía bajo sus pies. Sus manos escarbando para apoyarse contra las agitadas paredes mientras el templo se movía desde sus cimientos. Desesperado buscó a Elysia, a su amor, y a Athan. Lo único que encontró fue la forma arrugada todavía de su hijo, la luz de la vida dejando sus hermosos ojos color avellana mientras él lo miraba. Un fuerte lamento salió de su garganta mientras cogía a Athan y salía a trompicones del santuario al mismo tiempo que rocas caían encima de él. La sangre de su hijo manchaba con rapidez sus vestidos blancos, coloreándola como el manto ceremonial del sumo sacerdote. Con el viento a su alrededor sollozando, cayó de rodillas suplicando a su dios. —Apolo, te lo ruego, llévate a mi hijo... llévate a mi hijo. —Una y otra vez... Eran las únicas palabras que podía pensar.

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Los dioses desollaron y criticaron, conspirando y discutiendo, enfrentándose entre ellos, pero ese día en Delphi, en medio del caos, mientras ellos decidían que los puros de corazón podrían vivir, debían vivir y arrebataron a Athanasios a los cielos del Olimpo. Lo ocultaron como un niño que esconde un tesoro, e hicieron y sellaron un pacto con la humanidad y con Dareios, con la promesa de que durante cincuenta generaciones ellos mantendrían al niño a salvo. Dareios fue el encargado de inculcar a sus descendientes e instruir la necesidad de proteger al elegido que volvería después de que esas cincuenta generaciones llegaran a su fin. Dareios sollozó aún cuando sus brazos se aferraban y portaban el cuerpo de su hijo. Zephyrus envió un viento cálido, primaveral, un viento de luz y curación, para sacar a Athan lejos del horror de ese día. A Dareios no le dio tiempo de decir adiós. Los caprichosos dioses del cielo estaban por encima de él, con su nuevo juguete, lanzando rayos que tocaban el suelo a su alrededor, hasta que Dareios se sentó cegado en un círculo perfecto en la tierra quemada, aturdido por el dolor de lo que acababa de pasar. No estaba al tanto de que Seth miraba desde la seguridad de los árboles. Seth, con su diario bajo el brazo, con cada conjuro y cada palabra escrita en el interior de los brazos y a salvo de la venganza de los dioses. Añadió lo que había oído a los dioses decir a Dareios. Esperaría, sus descendientes podrían esperar cincuenta generaciones si era necesario. Tendría la sangre de Athan. Tendría el poder del oráculo. Estaba escrito.

Londres, Inglaterra, una semana antes Cada noche pasaba lo mismo. Cada noche, Edward trazaba el ave alada y el sol subiendo por la parte posterior de Alex, seguido de los intrincados círculos planteando formas que desafiaban la lógica. Esbozó los patrones con sus dedos a través de las letras que rodeaban los brazos de Alex y desaparecían debajo de su pelo castaño. Todas las noches le daba un poco de su corazón y de su amor incondicional a su amante, a su cariño.

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Alex era plenamente consciente de que todo lo que Edward quería de él, era que lo amara a cambio. Sabiendo, incluso que era la única persona responsable de sostener a Alex aquí y ahora, incluso cuando planearon y confabularon juntos como pareja en la vida.

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Capítulo 3 El Museo Británico se encontraba firmemente afincado, de acuerdo con otros edificios señoriales de la época fue donado en 1854, con una fachada que reflejaba la arquitectura de columnas de Grecia. Cuarenta y cuatro altas columnas de orden jónico, algunas con cerca de catorce metros de altura, fueron construidas para parecerse a las del templo de Atenea Folias en Priene, Asia Menor. El frontón triangular sobre la entrada principal ostentaba quince esculturas que representaban figuras alegóricas de la historia, eran el progreso de la civilización. El edificio era fuerte y elegante, cuna de colecciones que abarcaban siglos y millas entre la antigua Grecia y Asia moderna. Siempre que su trabajo los llevaba desde los EE.UU. a Inglaterra era a este hermoso edificio. Alex vaciló fuera del Museo. Cada vez que lo veía quedaba impresionado por el esplendor del edificio y la naturaleza de su diseño, la familiaridad casi cómoda de sus columnas blancas cada vez que permanecía ahí bajo su sombra. Edward se movió a su lado, sus pensamientos clareaban en los tesoros de su interior, siempre dispuesto a permitir que Alex se deleitara unos minutos con la vista delante de ellos. Alex podía sentir a su amante seguir firmemente centrado en el plan para esta noche en su cabeza. Estaba preocupado, era el único que aseguraba el intrínseco plan sincronizándolo a la perfección. Alex era muy consciente de que Edward le permitía unos momentos para mirar y eso que lo que Edward veía era muy diferente a su propia visión. Donde Alex veía belleza y arquitectura y vislumbraba las ensoñaciones que plagaban su sueño, Edward veía oportunidad y robo. El propio tátara-tátara-tío de Edward había sido el responsable de la desaparición y eliminación de piezas artísticas de todo el mundo para colocarlas en los fríos pasillos del Museo, incluyendo el ser parte del

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equipo responsable de la debacle de Elgin Marbles. Había un punto de controversia sobre si se debía permitirse, que los museos poseyeran piezas tomadas de otros países y el Museo Británico era un objetivo destacado por la crítica. Una cuestión en la que Edward optó por no centrarse en s u determinación de hacer el trabajo. Alex sabía la posición exacta y las medidas de seguridad en torno a los mármoles de Elgin, los bronces de Benin y la Piedra de Rosetta. Tres de los objetos disputados en las colecciones del Museo. La cosa es que, tanto a Alex como a Edward, les hubiera encandilado la presión de robar cualquiera de estos elementos, pero el robo en esa escala, simplemente no era práctico. Esos perfiles tan desarrollados les provocarían bastante tensión y les acarrearía la posibilidad de ser atrapados, algo que ni Alex ni Edward querían. Habían sido invitados al Museo como invitados del honorable Edward de DeChauncey, con la misión de llevar a cabo una tarea específica. Alex estaba vestido de punta en blanco para mezclarse con todos los hombres de la velada. El maldito esmoquin lo estaba matando, estaba tirante y rígido, mientras que la chaqueta la sentía bastante ajustada sobre sus anchos hombros, los pantalones eran rígidos e inflexibles. Él no nació para usar estas cosas, había nacido para usar pantalones vaqueros y camisetas bajo el caliente sol de Texas, no para trajes de pingüino en el gélido clima Inglés. No era como si el disfrazarse lo mantuviera caliente, pensaba mientras se ponía de pie y examinaba la parte frontal del museo con su habitual apreciación del extravagante diseño. —Alex. Deja de comértela con la mirada. Bobo. —Le susurró Edward en voz baja, volviendo casi de inmediato a mezclarse con otros ricos patrocinadores que estaban esperando para entrar en el interior. Eludió sin esfuerzo el rol que le habían colocado en la sociedad. Alex frunció el ceño ante las palabras de su amante, pero al mismo tiempo, salió de sus meditaciones. Mostrando una expresión socialmente aceptable y firme sobre su cara se movió colocándose al lado de Edward. El socio fiel, la otra mitad de la exitosa empresa de antigüedades de Azure. Estaba ferozmente orgulloso de estar al lado de Edward, su guapo, confiado y por lo tanto muy inteligente amante. Esta noche el pelo corto de Edward, estaba espigado y engominado a la perfección y sus ojos de color marrón oscuro con rímel en las pestañas, estaban vivos de expectación. Alex siempre difería de Edward en materia de sutilezas sociales, él era el experto en

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lograr que ellos fueran invitados a esos lugares, usando su nombre y sus conexiones. Y una vez que se encontraban dentro, Alex se hacía cargo del resto. Mientras la multitud de invitados se trasladaban al museo, Alex siguió el ejemplo de Edward; asentir con la cabeza y besar al aire, riéndose con coquetería con las damas de sociedad, ruborizándose cuando la gente comentaba sobre su atractivo acento americano y vendiéndose a todos como alguien simple e inocente del todo. Sin embargo, a cada segundo que hablaba, iba catalogando las cosas en su cabeza, cosas que la gente no se daría cuenta de manera consciente. Los detalles de las joyas y su valor las clasificó en secciones independientes de su mente, mientras echaba un vistazo a las habitaciones buscando cámaras de seguridad, estando al tanto de las vías de escape, las ventanas y los obstáculos. Tenía una capacidad innata, el conocer en cada instante la forma en que los alrededores estaban establecidos. Edward siempre había envidiado la habilidad de Alex en ese ámbito. Se refería a eso llamándolo la habilidad especial de Alex, con énfasis en 'especial' y ganándose siempre un empujón cuando lo decía. La posición de Edward en la complicada aristocracia británica le dio a Alex una relevancia social a la que un inteligente chico de Texas no hubiera podido aspirar. Después de todo, no era gracias a él que tenían acceso al Museo Británico, ni en particular, a la sala de lectura, donde estaba la nueva exposición que contenía la pieza que era su objetivo: La exposición del Primer Emperador. Dedicada al Ejército de Terracotas de China, fue una presentación especial, un fuera de serie por un tiempo limitado. El objeto que él y Edward se encargarían de obtener sólo estaba en el edificio en dos ocasiones, con la visita real de ayer y la recepción con champán esa noche para aquellos que se lo podían permitir, en otras palabras, para las personas que conocían a otras personas. —Edward, mi querido muchacho, ¿cómo diablos estás? —Alex se puso rígido con las palabras pronunciadas detrás de él y suspiró para sus adentros. Un hombre rubicundo, corpulento, que siempre miraba a Alex como el joven americano que olía mal, el señor Arriseth era algo parecido a la némesis de Alex. El viejo aristócrata sin duda desaprobaba la relación de su ahijado Edward con este "hombre extranjero", como describía a Alex y nunca dejaba de recordarle su triste realidad. Lo que preocupaba a Alex era

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que incluso con el complejo de superioridad, Arriseth se cubría reservándose de él y pasaba un tiempo excesivamente largo mirando a Alex y Edward. Alex no podía tener una idea clara o verdadera de por qué lo hacía y hacía mucho tiempo que asumió el hecho de que el viejo señor estaba bien resguardado “en el armario” y vivía vicariamente a través de su ahijado y del amante palurdo de Texas. Alex se puso tenso, pero luego vio la mirada suplicante de Edward para que hubiera paz justo antes de que el hombre mayor se interpusiera decididamente entre Edward y Alex, para atosigarle. Alex realmente no sabía por qué Edward se preocupaba de que se revelara al aguijoneo de Arriseth, nunca lo haría, en realidad nunca increparía al viejo bobo. Sobre todo teniendo en cuenta que Edward era su ahijado. Además, él había sido el que había suministrado a la pareja las cotizadas entradas para el evento de esa noche. Lo que le hizo sonreír era el hecho de que la familia de Arriseth provenía de menos de tres generaciones, con unas raíces en Grecia y España, haciendo de él uno de los extranjeros que tanto detestaba. Pensamientos como esos divertían a Alex durante las aburridas recepciones y los insulsos tés, además del cosquilleo de excitación ante lo que iba a lograr cuando fuera el momento adecuado. Todo eso mezclado con la pesadez de lo desconocido, que también le oprimía y lo relajaba, al mismo tiempo. Podía sentir la ener gía destellar en su interior, la concentración que necesitaba para completar el robo de esta noche oprimía su columna vertebral. Alex retomó de nuevo el hilo de lo que estaba hablando Arriseth. —... así que le dije que no, porque en realidad, simplemente no se hace, ya sabes. Ah, y un chico con un apellido escocés está aquí esta noche, una especie de experto en las lenguas antiguas. Bennington dice que él está aquí para hacer algunas traducciones de los manuscritos enviados a través de la embajada de China... —escuchando a medias a Arriseth y omitiendo su nombre, Alex escrutó a la multitud en las gradas en torno a las exposiciones. Estaban las personas de costumbre, algunas celebridades, la élite de Londres y él. Lo absurdo de la situación lo hizo reír, si supieran que el verdadero Alex podría desconcertarlos de cualquier forma. Curioso acerca de lo que otros pudieran estar discutiendo se trasladó a un grupo que permanecía de pie en un pasillo lateral, un rincón sombrío lleno de estatuas

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y artefactos. Tenía una hora libre, así que pensó en aprovecharla averiguando lo que estaba sucediendo a su alrededor, ver qué información podía recoger, beber su copa de champán y coquetear un poco con las damas de la sociedad. Había dado sólo tres pasos cuando algo le pareció que no estaba bien. Comenzó como una punzada en la parte posterior de su cuello, una singular presión de que alguien lo estaba observando. Alex controló su respiración y colocó la copa de champán en la cercana mesa. Utilizó esa acción como una excusa mientras miraba atentamente a su alrededor. Se había acostumbrado a ser observado, ya que tendía a mezclarse con las multitudes. Después de todo, un hombre de metro noventa y ocho centímetros con largas piernas dentro de un smoking, ¿sería capaz de pasar totalmente desapercibido? De alguna manera, sin embargo, esto le hizo sentirse claramente diferente, era ese tipo de observación especulativa lo que activó la conciencia de Alex tan pronto como sintió que era el centro de la atención de alguien. Captó la mirada de Edward, quien estaba mirando a Alex con preocupación. Se sentía nervioso mientras buscaba a Edward, quien frunció el ceño ante el leve malestar que estaba seguro que mostraba en su rostro. Alex se encogió de hombros y sonrió "no te preocupes," tanto en su expresión y como en su lenguaje corporal transmitió tranquilidad a su compañero y continuó su inspección de la habitación. Su mirada, finalmente se centró en las sombras que parcialmente oscurecían la última exhibición de la vista. Una alta figura se apoyaba en la segunda columna a la izquierda de la vitrina. La misma punzada de esperanza se deslizó sobre sus hombros, incluso mientras Alex se dirigía hacia la persona que lo observaba, recogiendo dos copas de champán de un camarero que pasaba deslizándose entre las sombras con facilidad. Él asintió con la cabeza en reconocimiento de la otra mirada y le ofreció a su homólogo la segunda copa de champán. Sin decir palabra, el hombre asintió con la cabeza, colocando el vaso vacío que había estado sosteniendo en la esquina trasera de la mesa de exhibición y aceptando la ofrenda de Alex. No intercambiaron ni una palabra entre ellos, mientras cada uno bebía de su copa, valorándose el uno al otro mientras lo hacían.

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—Buena concurrencia —comenzó Alex neutral, tratando de obtener una idea del hombre que estaba ahí, tratando de descifrar que causaba el cosquilleo de la conciencia en su interior. Era alto, tal vez sólo unos pocos centímetros más bajo que la altura de Alex, ancho de hombros, pero no musculado, bien formado por la forma en que se sostenía. Se aflojó la corbata y Alex sintió desazón en el otro hombre, pero aparte de eso no hubo nada. Era confuso. No podía tener una idea adecuada del hombre que estaba frente a él, no podía ver más que sombras vagas de la persona que era... Sabía que no obtendría ningún detalle sin tocarlo. Debido a que estaba preparado intensamente para terminar la tarea de la noche con exitosa rapidez y sabía que no sería una buena cosa distraerse intentando obtener una lectura clara. En su lugar, se centró en el físico y en la expresión del hombre. Era tan alto como Alex había asumido inicialmente, de ojos verdes y la piel besada por el sol. Con el pelo rubio oscuro y labios carnosos que prometían mucho, su silencioso compañero tenía un rostro fuerte y unas largas pestañas, que hacían justicia a unos pómulos definidos. Alex se dio cuenta que estaba en presencia de un hombre verdaderamente impresionante. —¡Ajá! —Los ojos verdes lo miraron, con sumo cuidado. Estaba bebiendo champán con la espalda apoyada en la columna y su rostro en las sombras. —Alex Sheridan —Alex tomó la iniciativa, tendiéndole la mano en señal de saludo, elevando y fortaleciendo de forma automática sus barreras a la sobrecarga potencial que era probable que causara un apretón de manos. El otro hombre no dudó, su mirada se centró en la mano extendida y moviéndose un poco fuera de las sombras para tomarla con firmeza. Esa misma mirada inteligente observó que el borde de la muñeca de Alex revelaba un punto negro en la p iel. —Luke MacKinnon. —El otro hombre se presentó, estrechando la mano de Alex y girándola para examinar los comienzos de las marcas que podía ver. —Un tatuaje interesante, Sr. Sheridan —comentó, liberando la mano de Alex. Alex se encogió de hombros, permitiendo que sus mangas de camisa cayeran sobre la mayor parte de las líneas negras. No se

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avergonzaba de los tatuajes que cubrían y adornaban su piel de color avellana. Lejos de ello, estos eran impresionantes en el diseño y eran una parte de él. Sin embargo la suave voz americana de Luke había sonado demasiado interesante, de hecho, casi posesiva. Ahora no era el momento de estar haciendo un show o de llamar la atención sobre sí mismo. Ese solitario toque fue suficiente para que Alex sintiera algo respecto a Luke. Una mezcla de sospecha, dudas y preguntas... entonces giró la mano de Alex y examinó el final de la cola del ave que descansaba sobre los huesos de sus muñecas. Eso fue un shock sensorial. Alex casi podía sentir el aumento de la sospecha en el otro. Era enervante y Alex optó por la misma respuesta que daba a cualquier persona que comentaba sobre sus tatuajes. —Compromisos universitarios —respondió frugalmente Alex, dando golpecitos, con el dedo meñique contra la copa de cristal—. “Juventud desperdiciada" —añadió mientras el otro hombre se apoyaba contra el pilar, retirándose una vez más a las sombras. Su mirada se movió hacia el interesado y le hizo acercarse a él. —Deberías venir a verme antes de que me vaya de Londres —le indicó Luke, inclinando la cabeza con la solicitud—. Puedo sugerirte muchos más tatuajes con la misma temática. Por si deseas volver a revivir tu juventud perdida, ¿te parece? —Su voz era fría con el civismo cauteloso que había mostrado antes, con sus ojos todavía ocultos y su boca delineando una línea recta. Alex sintió un escalofrío que le recorrió la columna vertebral, ¿qué había podido ver este chico? ¿Unos diez centímetros del tatuaje que serpenteaba alrededor de su torso? ¿Y con solo eso iba a adivinar que el idioma era griego y para mayor intriga lo identificó como griego antiguo? No sólo eso, sino como un contacto empático, Alex había sentido el cambio en el comportamiento de MacKinnon mientras un golpe frío le atravesó el pecho. ¿Qué había causado que la postura del otro hombre se endureciera y sus hermosos ojos marrones profundos se estrecharan? Esa no era una reacción que Alex había visto antes en otros a los que había tocado. Por lo general, no se estremecía cuando los tocaba. Colocó su copa todavía llena en la ostentosa mesa junto al vaso vacío de MacKinnon, y se fijó en toda su estatura, murmuró un buenas noches de

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cortesía socialmente neutro, y se fue sin mirar atrás. Podía sentir la mirada de Luke detrás de él y frunció el ceño, pensando en eso... No, no era lo que había pensado. Con impaciencia movió su cabeza, aclarándose, y diez segundos después Alex volvió a centrarse en la tarea que le ocupaba. Tenía un trabajo que hacer. Mirando su reloj y la cola del tatuaje de su brazo que llegaba a la muñeca tocando la banda de platino, dirigió su concentración de nuevo al ambiente y lejos del hombre perspicaz del rincón en penumbra. Tenía quince minutos para lograr lo que había estado planeando días. El asunto que tenía la intención de "tomar prestado", estaba particularmente bien protegido con las medidas de seguridad, por lo que podría resultar difícil. El inevitable “mezclarse entre la multitud” en eventos como el actual siempre era una excelente oportunidad para pasar inadvertido. Se reunió de nuevo con Edward, excusándose para buscar “los baños” y al ver la chispa de diversión y emoción en los ojos de su amante, dudó por un instante. El éxito de la "reubicación", como Alex la llamó, estaba garantizado para dar lugar a una noche de sexo intenso. Parecía que la pasión s e desbordaba, tanto de la emoción y del miedo que poseía y que Alex tradujo en lujuria. Edward conocía su parte. Efectuándola, se apoyó para morder con un beso los labios de Alex, y mientras él se echaba hacia atrás, vio la emoción reflejada en los ojos de Edward. Con una suave sonrisa que prometía mucho, Alex le dio unas palmaditas a Edward firmemente en el pecho y luego salió de la sala principal. Durante un instante se apoyó contra una pared, alejando de su percepción cualquier ruido de la multitud y enfocando de nuevo su atención. Sorteó con éxito el laberinto de corredores que conectaban el vestíbulo principal con los cuartos de baño y la habitación, en silencio, que albergaba los elementos que realmente había venido a ver: los manuscritos encontrados en la tumba del emperador. En particular, Alex estaba interesado en el libro que detallaba la construcción de la tumba. Se encontraba escondido en una caja fuerte en la habitación 104, en espera de ser traducido. Alex se detuvo fuera de los baños, mirando y escuchando los sonidos de cualquiera que pudiera acercarse. Entonces, enfocó su energía interna en la cámara que estaba examinando con profundidad cualquier movimiento del pasillo y en los cables del interior que estaban conectados a

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la pared. Impulsó suavemente a su mente y vio como la cámara giraba hacia otro lado en un lento y sencillo arco. Cautelosamente, se deslizó por el pasillo y giró en la esquina hasta la puerta final que tenía un rótulo de “solo personal autorizado”. Nada más llegar, colocó la palma de su mano sobre el teclado para activar la apertura de la puerta. Sintió de forma consciente como la tensión se agolpaba en la parte baja de su espalda y en el vacío de su estómago, mientras la energía surgía de él hacia el mecanismo de la puerta, anulando las alarmas con total seguridad y asegurándose que en la huella de su mano residían los datos correctos. El ruido al abrirse la puerta sonó fuerte en el corredor vacío. Alex se quedó inmóvil, escuchando de nuevo y luego se deslizó en el interior, cerrando la puerta. Le llevó exactamente cuarenta y tres segundos situarse en un lugar seguro, varios en desactivar la seguridad y tal vez diez segundos localizar y retirar el artículo. Las preciosas tallas de joyas y otros objetos en el interior quedaron ignoradas. Mientras salía de la habitación, se medio replegó y entonces deslizó con cuidado los papeles en sus cubiertas de protección en el bolsillo interior de su chaqueta, escondiéndolos en paredes falsas que significaba que nadie podía saber que los llevaba de un simple vistazo. En exactamente cinco minutos y siete segundos, si alguien hubiera estado contando, Alex Sheridan volvió a su lugar al lado de Edward, insinuándose a sí mismo en una pequeña charla, sonriendo y asintiendo con la cabeza en todos los lugares correctos. Sólo la contracción rápida de los dedos de Edward alrededor de él traicionó las emociones de su amante. Media hora después la pareja se había excusado y se había embarcado en el viaje a casa. Una pequeña sonrisa curvaba los labios de Alex y un llamativo grito de completa emoción se reflejó en la cara de Edward mientras Alex buscaba su pequeño coche y salían corriendo del museo. Ninguno de los dos se había dado cuenta de que un tercer hombre con ojos verdes miraba su huida por la puerta. Alex sintió poca culpa por lo que él y Edward habían hecho. Desde un principio, el noventa y cinco por ciento de su negocio era legítimo y estaba dentro de la ley. Mientras que el cinco por ciento final, como las "reubicaciones," las adquisiciones, los elementos para su no exhibición pública, iban destinados a colecciones privadas. Así, si utilizaba sus extraños poderes para hacer dinero, nadie

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podría demandarlos. Alex tenía todo lo que quería, dinero, una casa fantástica y el amor incondicional de Edward. Alex nunca había sido capaz de amar a Edward tan profunda e intensamente como Edward lo amaba. Sabía que Edward había decidido esperar pacientemente hasta que Alex fuera capaz de reflejar su amor y esa expectativa nunca abandonó por completo la mente de Alex, pero en su mayor parte fue capaz de evitar esa incomodidad y era feliz con la vida que ellos habían creado. Escuchar hablar a su amante por encima del ruido del motor, lo fue calmando y lo envolvió en cierta seguridad y sintió lujuria erigirse por dentro, mientras un alto nivel de adrenalina empezaba a inundar su cuerpo. Cogió el volante con una mano, agarrando la mano de Edward y devolviéndole la sonrisa. La vida era buena, jodidamente buena. —¿Sabes lo mucho qué te quiero en este momento? —Dijo Edward con un gruñido, moviendo una mano para dejarla sobre el muslo de Alex, con los dedos lo suficientemente cerca como para ejercer presión sobre el duro sexo de Alex. —Por Dios —Alex se retorció mientras Edward jugaba con la cremallera de sus pantalones de vestir, deslizando los malditos y astutos dedos en el material negro, sonriendo mientras miraba a Alex ensimismado. —Esta noche, voy a hacerte gritar, Sr. Sheridan.

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Capítulo 4 Luke McKinnon miró el pequeño coche deportivo saliendo del parking del museo, atraído por el alto y greñudo hombre, el de los tatuajes en sus muñecas, con los ribeteados símbolos que sólo había visto una vez. Las líneas y los círculos que habían sido traducidos por el museo de Atenas después de los hallazgos descubiertos en una excavación en la Acrópolis. Palabras antiguas. Interesante el que fuera una especie de promesa universitaria, dentro del típico estereotipo de hombre tatuado. Luke nunca había visto a alguien como él antes, tan alto, físicamente intimidante, con hombros y pecho amplio, vestido con un traje que habría costado bastante más que el confeccionado traje hecho a medida que él tenía adaptado a cada centímetro de su cuerpo. A pesar de sus pómulos altos, sus ojos color avellana y la belleza de sus rasgos, él era exactamente el tipo de hombre que solía evitar. Los hombres con esa esmerada arrogancia vivían ajenos en sus propios mundos. Había tenido ganas de tirar de la manga de Alex para ver hasta donde llegaban las marcas, pero la reacción del hombre, su helada voz, su firmeza, la suave, pero inflexible negativa rezumaba por todo su cuerpo sorprendentemente. Tanto había cercado a Luke que le dejó una sensación de frío y temblor, como si hubiera estado físicamente encerrado dándole un portazo. Esa fue la parte realmente interesante, correcta. Alex Sheridan era interesante, y antes de regresar a la velada para charlar y odiarlo hasta la médula, Luke decidió averiguar sobre él y sobre sus tatuajes. Se reincorporó a la reunión, mirando a su alrededor para ver quién era quién. Arriseth estaba al teléfono móvil y su comitiva se movía a la espera de su regreso, aparentemente incapaz de llevar a cabo conversaciones sencillas sin altanerías. Cruzó al otro lado de la sala de forma deliberada y se sintió inmediatamente atraído por varias prolijas conversaciones sobre los artefactos que estaban ahí para ser estudiados, todo el tiempo sus pensamientos volvían al intrigante hombre alto y tatuado que se había ido.

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Sin querer, y a pesar de sus buenas intenciones, se encontró cerca de la persona que él había estado tratando de evitar toda la noche, el mismísimo Señor Arriseth. El viejo griego no estaba en la lista de las personas favoritas de Luke. Podía financiar un buen número de las excavaciones en las que Luke estaba involucrado, incluso podía ser el único que hiciera que estuvieran juntos un rato esta noche, pero rechazaría siempre esa superioridad que sólo la aristocracia titulada parecía p oseer. —Este es el profesor MacKinnon, mi experto. —Arriseth lo sacó del blindado círculo de sus amigos cercanos, que comprendía una colección de otros títulos y una lista de otras personalidades. Asintió con la cabeza saludando, tratando de no erizarse con el término "mi experto" y escuchó mientras éste exponía sus habilidades con las traducciones y la resolución de enigmas. La conversación giró en torno a los rollos de la colección del emperador, lo que significaba que Luke, al menos podría contribuir a la conversación manteniendo la atención de todos por unos veinte segundos. Para ser justos, ellos estaban aquí por el prestigio de asistir, no para romper los códigos de un libro sellado, pero todavía seguía irritado ya que le estaban impidiendo simplemente seguir con su traducción. Al mismo minuto del debate habían cambiado con el tema de yates y Mónaco, Luke presentó sus excusas. Ni siquiera podía permitirse el lujo de mirar a los yates y mucho menos tener uno propio, trató de evitar a Arriseth por el resto de la noche, escondiéndose de nuevo en su habitación y observando. Eso fue lo mejor que pudo hacer.

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Capítulo 5 Estaban en la A40, alejándose de la ciudad, cuando Alex se dio cuenta que Edward estaba mirando a través de los espejos y agarrando la mano de Alex con demasiada fuerza. —No estoy seguro de que nos hayamos ido de la forma correcta — dijo Edward, con una repentina preocupación en su voz. Alex inspeccionó por su lado, a través de los espejos retrovisores, a los faros de los vehículos que los seguían. Filtró sus sentidos a través de los ocupantes de cada vehículo, por último se centró en uno: desconfiando de uno de ellos. Una frustración repentina lo atravesó. ¿Sus contratistas no creían que Alex y Edward entregarían lo que habían robado? ¿Y no sólo desconfiaban de ellos, sino que tenían sospechas hasta el punto que tuvieron que salir del museo para comprobarlo? —Voy a parar. —Decidió abruptamente, señalizando y girando hacia el lateral de una calle, mientras hablaba. —No, Alex, vamos a seguir adelante. —Había un dejo de preocupación en la voz de Edward, pero Alex lo descartó. Su cliente tenía que aprender el arte de la confianza o no habría ninguna adquisición, con dinero o no. —Joder, no —respondió Alex rápidamente, girando la llave de contacto para silenciar el motor y esperar con impaciencia que el propietario del coche de atrás siguiera con sus intenciones y llegara para charlar. Edward se quitó su cinturón, abriendo la puerta y saliendo y luego vio como Alex le observaba. El vehículo que los había estado siguiendo desaceleró, la ventana del lado del conductor bajó mientras el coche se les acercaba. Un fino destello arrebató la atención de Alex, haciendo un nudo enredado en la boca del estómago al darse cuenta de que éstos no eran los hombres que suponía que eran.

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Todo sucedió a cámara lenta, entre una respiración y la siguiente, la pistola, el grito, una sola bala y la energía instintiva en su interior, empujándolo a un lado. Sintiéndose triunfante, para después sentir el horror mientras notaba el golpe de la bala en Edward. Alex se desplomó en estado de shock, abyecto mientras la bala se deslizaba a través de la aorta de su amante. El dolor de Edward y una absoluta incredulidad también, de rodillas, con una mano agarrando su propio pecho sobre el corazón incluso cuando Edward comenzó a caer lentamente sobre el suelo. La sangre latía en el aire con cada latido de su corazón, sangre en forma de gotitas suspendidas a través de la visión borrosa de Alex. Podía ver y sentir a la vez la destrucción dentro del cuerpo de Edward mientras la bala arrasaba todo a través de sus pulmones. Sin aire… sin aire… Y se estremeció con el dolor y el terror mientras cogía a su amante roto de donde estaba tirado en el suelo, atragantándose. —No… ¡NO! —Gritaba Alex, con las manos presionando contra el agitado pecho de Edward, tratando de detener la sangre... Transmitiendo la energía de su interior hacia el exterior, hacia su amante, para sanar la masa quebrada de tejido y músculo y la aorta destrozada de Edward. Al verlo en el ojo de su mente, su gentil Edward se alejaba de él ya... Caminando donde no podía seguirlo... —Vete a casa —se atragantó Edward. La sangre en la garganta destrozó sus palabras. La muerte de este hombre que tenía su corazón y su lealtad, muriendo y protegiéndolo mientras él se apartaba de la vida. Abrumado por la agonía y la oscuridad y la menguante conciencia de Edward, Alex no podía hablar, sólo podía pensar, Edward, Ed... No... No... Lo siento... Sabiendo que lo sentía por todo, pero sobre todo por no ser capaz de amar a Edward por completo. Manteniéndose firme en el borde para entrar en su propia oscuridad, se conectaron estrechamente y Alex sólo escuchaba parcialmente a Edward. —... Athena... —entonces, con las fuerzas que le quedaban recordó. —Grecia. La sangre se acumuló en la boca de Edward. Alex podía sentir como el aire que expulsaba de su cuerpo, se llevaba la vida de su amante en sus brazos. Podía sentir como el bombeo de sangre en el corazón de Edward

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disminuía, su propio latido del corazón se ralentizó para igualarlo, aun cuando Alex había querido que siguiera latiendo. —Grecia —susurró Edward, mientras se desvanecía en la temida oscuridad. Alex podía ver la sangre mientras se detenía, podía oír y sentir los latidos del corazón, estos últimos cada vez más lentos, y luego el hueco silencioso de un corazón que no se movía. Su propio latido del corazón se obstinó casi abrumándolo, tan desesperada era la necesidad de Alex por encontrar a Edward. ¿Dónde había ido el dolor? Tenía que volver porque entonces Edward estaría vivo... Sí, sentía su dolor. Edward... por favor... no me dejes... déjame ir contigo... Edward... Él quería que el dolor volviera porque Edward estaría vivo si Alex sentía su dolor. ¿Por qué estaba todo tan silencioso? Sin su corazón latiendo, sin una sonrisa, no tenía sentido la presencia de Edward en su cabeza... silencio... Alex envolvió sus brazos alrededor del cuerpo de Edward y se quedó ahí sanguinolento. Cada atisbo de él escuchando hasta el final los débiles sonidos de su conexión mientras se marchitaban y se quebraban. Tendido ahí, destrozado y sin moverse. Las sirenas sonaron. Su Banshee 1 se lamentaba en la cabeza de Alex, sus agonías le causaron que lo guiaran de un sonido a otro, ensordeciéndolo. La policía llegó al lugar, pero no podía oír más allá de un murmullo de sonidos rotos. Alguien le tocó el hombro y se convulsionó apartándose, con sus defensas al mínimo hasta el suave contacto era un dolor imposible de soportar. Silencio, Edward se había ido. "A casa, Alex. Athena... Grecia", ¿Se lo imaginó? No, Edward había... dicho... cuando se estaba muriendo... Su mente se aferró a las últimas palabras que su Edward había dicho y poco a poco, muy lentamente, volvió a ese momento. Pies... otros... no lo hagas... si te lo llevas... no, por favor... unas severas y suaves manos soltaron su agarre del cuerpo de Edward y miró inexpresivo mientras cubrían el rostro de su amante. Se aferró a las suaves manos de Edward. Manos que habían trazado los tatuajes de Alex cuando sufría sus pesadillas, sacándolo del 1

La banshee o Bean Sidhe según la mayoría de las interpretaciones no es un ser maléfico sino un espíritu femenino o hada que anuncia con sus gemidos la muerte de quien la escucha o de alguno de sus parientes o allegados.

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abismo, y sin pedir nada a cambio. Afligido, incapaz de hablar, besó los dedos de Edward. Cada beso era una súplica para que regresara. Cada súplica, sin respuesta. El dolor físico se había alejado, pero Alex permaneció enterrado en la confusión y sólo mínimamente consciente del dolor. La separación era demasiado profunda para hacerla frente con rapidez. —Señor, señor, ¿me oye? ¿Está herido? —La voz de un desconocido se hacía oír a través de la grisácea y turbia niebla que lo rodeaba y Alex miró a unos ojos claros de color gris y a una cara amenazante—. ¿Está herido? ¿Señor? ¿Está herido? Alex se miró la camisa, manchada de sangre. El desconocido había estado preguntando por las lesiones físicas; Alex se dio cuenta de eso. Vagamente. Levantó la cabeza, todavía incapaz de concentrarse, agitándose en silencio. —Edward… —fue todo lo que pudo susurrar—. Mi Edward... —No podría respirar la palabra nunca más. Su Edward. Se había ido y no lo podía seguir. Edward le había dicho que fuera a casa. Vete a tu casa. La orden había sido clara y la mente de Alex se aferró a ella como la cuerda de salvamento que era. Un atisbo de su conciencia fue a la deriva muy intensamente. Esa voz de nuevo, tan tranquilo... sin emociones. Dándole un lugar para descansar, sin esperar nada de él, que no fuera una sola palabra. —¿Me puede dar su nombre, señor? —Edward DeChauncey, vizconde Edward DeChauncey. —Con ese nombre y completamente abrumado, Alex dio paso a la oscuridad y perdió el conocimiento.

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Capítulo 6 El hermano de Edward, Colin, trajo una muda de ropa para él. Ellos eran más o menos de la misma altura y de la misma constitución, además sabía un poco acerca de las habilidades de Alex. Edward siempre se había preocupado por su amado y le había dicho a su hermano como debía actuar si él muriera. Hizo una mueca al recordar la serenidad con la que su amado había hablado de esa posibilidad, pero Edward también quería salvar la vida de su amado diciéndole a Colin lo que se necesitaba hacer. —Mantén la calma. Asegúrate de que no está solo. No te pongas en contacto con él y asegúrate de que nadie lo hace, a menos que sea él quién tome la iniciativa. Si es posible, llévale ropa limpia. Eso lo tranquilizará a seguir vivo, a que pueda seguir adelante, y entonces la tristeza irá menguando. El hecho de que no pueda amarme como yo lo amo, lo salvará, si nada más puede hacerlo. —Y luego con esa mirada firme y la sonrisa vacilante dijo—. Mantenlo con vida durante las primeras horas. Eso es todo lo que te pido. Eso es todo lo que necesita, aunque él no lo crea. —Se aclaró con aspereza su garganta y palmeando sus muslos, se levantó y llevó a Colin a la puerta de su oficina—. ¿Puedes hacer eso, viejo? —Sí, vejestorio —bromeó de nuevo Colin. —Mantenlo con vida durante las primeras horas... —Colin observó a Alex liado con los botones de la camisa y se abstuvo de ayudarlo. "No lo toques" Y ahora, horas después, él estaba de pie junto a Alex, que estaba apenas consciente, en una camilla dentro de un cubículo en la sala de urgencias del hospital local. Bajó la mirada hacia el atractivo hombre al que se había estado preparando para ayudar y fue difícil encadenar una frase completa por dónde empezar. Estaba tan absorto en su propio dolor que fue casi imposible mantener la calma.

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—Alex, soy Colin. El hermano de Edward. ¿Sabes quién soy? —Su voz estaba cargada de dolor, desgarrada y lastimada más allá de su comprensión—. Alex, soy Colin. —C... —Sí. Soy Colin. Alex, termina de vestirte. ¿Puedes hablarme? —Colin... —Alex escuchó las palabras. Un nombre, un rostro... El hermano de Edward que está… —Colin. —La familia quiere verte. Voy a estar aquí, aquí mismo. ¿Puedes hacerlo? La familia de Edward... Colin... Ropa... Grecia, Atenas. La realidad volvió de nuevo a Alex a través de la voz de Colin. Asintió con la cabeza una vez y casi se cae de la camilla en el proceso. Luego se encerró en sí mismo detrás de unos agrietados escudos, acurrucado dentro de la ropa limpia. ¿Quién lo había lavado? ¿Cuándo? Se sentó cerca de Colin, mientras hablaban sobre Edward y de lo que estaba por llegar. Ven con nosotros Alex. Tenemos que organizar el funeral. Eres bienvenido a decir unas palabras. Sabemos que lo amabas. Pero nada tenía sentido. Nada, excepto lo que Edward había dicho, lo que Edward le dijo que hiciera. La familia de Edward, con la excepción de Colin, lo dejó en el cubículo. Tan pronto como dejaron que Alex dijera sus últimas palabras a Edward. Él no tenía manera de saber cuánto tiempo había transcurrido ya y tampoco le preocupaba. Colin se quedó a su lado, hablándole y permaneciendo inmóvil, paciente como le indicó Edward que hiciera, hasta que Alex pudiera responder a las preguntas. Alex era insistente. Se iba a marchar. Nada de lo que el hermano de Edward o sus médicos pudieran decir, le haría cambiar de opinión. El médico que lo examinó se debatía entre darle el alta o no, en ese momento, a sabiendas del grave shock que tenía. —Ten cuidado, Alex —murmuró Colin cuando se separaron en el estacionamiento. Alex no podía arriesgarse a darle un apretón de manos,

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sabía que su control sobre las cosas era tan frágil como el de un bebé, así que mostró una sonrisa de tranquilidad y se alejó. Solo, condujo el pequeño coche hacia la casa de campo de Edward y de él, ahora suya, sólo suya, sin Edward, porque Edward había muerto. Alex sacó rápidamente una bolsa de viaje y cogió su pasaporte. Sin pensar en nada compró un billete de avión a Grecia, a Atenas. Como dijo Edward que hiciera.

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Capítulo 7 Luke MacKinnon se desplomó con cansancio en los hundidos cojines del antiguo sofá de la sala de profesores. Era la única habitación en el campus donde una persona podía encontrar café medianamente decente, gracias a la dedicación de la secretaria del Decano y la cafetería principal. El treintañero profesor, se echó hacia atrás, cubriendo su rostro con la última copia de color naranja fluorescente del periódico del campus. Alguien golpeó sus pies, que los había puesto sobre la mesa frente a él, y con un gemido los colocó sobre el suelo. —¿Fiestas nocturnas? —Dijo una voz desde detrás del periódico y Luke volvió a gemir. —Veinticuatro horas de trabajo seguidas y la transcripción. — Intentó murmurar, aunque la realidad es que su voz parecía como una colección de ruidos inconexos y una amplia gama de bostezos con la boca abierta. —Por Dios, MacKinnon, sabes cómo divertirte. Luke volvió a gemir mientras unas manos finas y delicadas cerraban el periódico del campus y la severa mirada amarilla de las luces del techo escocían sus ojos cansados. —Sophie... ¡NO! —Se agarraba con energía al papel que bloqueaba la luz, maldiciendo a su colega en voz baja, pero Sophie Masters, obviamente, no tenía respeto por su compañero y se lo quitó de las manos. —Lo siento, cariño, pero no hay ningún tipo de emoción en lo que estás leyendo —dijo Sophie, haciendo una mueca de simpatía—. El Decano ha dicho que te espera. Sin café. Luke suspiró. Sin un miserable café y tal cruel e inusual castigo significaba sólo una cosa. Weathers Abraham, venerado Decano del departamento, prefería tratar con él privado de sueño y por tanto, cuando

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era menos capaz de resistirse al pedirle que hiciera algo fuera de sus responsabilidades normales. Esos eran los momentos en que era propenso a decir que sí a todo lo que se le pidiera. En el apuro por preservar lo poco que quedaba de su cordura, y de su escaso tiempo libre, se bebió dos tazas de café y se arregló la corbata. Al marcharse se miró en el espejo cerca de la puerta, sin ver nada más que un rostro agotado y despeinado. Los pocos cientos de metros de pasillos intrincados e interconectados parecían kilómetros, pero llegó a su meta y se presentó frente al secretario del dragón de Abraham, que sólo le hizo un gesto. —Siéntese, siéntese, MacKinnon... la antigua Grecia, hijo mío. Luke parpadeó ante el hombre de pelo gris que estaba sentado. Llevaba unas gafas de montura redonda encaramadas en su gran nariz. Detrás de su escritorio, cuya superficie estaba inundada de carpetas y libros, con la excepción de un amplio espacio suficiente para que el Decano pudiera descansar los codos. Esperó a que continuara seguro de que había una razón para esto y preguntándose a donde iría a parar. —El Ejército ha estado cavando y encontró algunas cosas. Quiero que les eches un vistazo. Pensé que siendo el final del trimestre, te apetecería un viaje con todos los gastos pagados... —dejó de hablar, mirando hacia abajo a una maltratada carpeta, con las gafas sobre la nariz y murmurando para sí mismo. Luke, que había estado antes en la misma posición, siempre a medio terminar, con frases incompletas y con los antecedentes de un hombre que se consideraba inteligente, se sentó a la esperar. A menudo se había preguntado cómo un genio en el campo de las matemáticas llegó a ser decano de una escuela tradicional. Aún así, el Decano Weathers parecía cumplir con sus responsabilidades lo suficientemente bien. Luke nunca había estado por debajo de cualquiera que lo financiara o apoyara con su enseñanza. Cuando, después de dos minutos, el Decano no levantó la vista de sus papeles y no le había dirigido ni una palabra, Luke supuso que había sido despedido. —Gracias, señor —expresó Luke, que estaba agradecido por no haber discutido mientras esperaba una respuesta. Luego fue en busca de la única persona que sabría qué demonios estaba pasando.

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Emily Pritchard, a pesar de estar jubilada, era el pilar sobre la cual el departamento se edificó. Su orgullo y amor por sus trece bisnietos, cuyas fotografías decoraban el panel de corcho detrás de su escritorio, servían como contrapeso a su expresión: la señora Pritchard parecía como si ella hubiera pasado el día chupando limones. —¿Señora Pritchard? —Preguntó Luke, masajeándose el puente de la nariz para disuadir los inicios de la formación de un dolor de cabeza entre sus ojos. Ella lo miró. —Profesor MacKinnon, creo que ha sido plenamente informado —dijo simplemente, entregándole una carpeta de color marrón y un itinerario escrito—. Todo lo que necesita saber está en esta carpeta. Los hombres... —Arrugó la nariz al pronunciar esa palabra. Los hombres con enormes botas pisando fuerte alrededor de su tranquilo ambiente, bebiéndose su té, causando estragos en su reserva de galletas—. Están en la tercera sala de conferencias, listos para que se vaya. Luke, preguntándose qué era exactamente lo que estaba pasando, se encontró parpadeando estúpidamente al darse cuenta de que había sido despedido una vez más. Esta vez con un movimiento del brazo, mientras la señora Pritchard respondía a su llamada telefónica. Se suponía que debía ir al encuentro de “los hombres” en la sala de conferencias; esperaba que ellos pudieran ser capaces de aclararle que era lo que estaba ocurriendo. Agarrando con firmeza los papeles que le habían sido entregados, enderezó sus hombros y abrió la puerta. Lo que se encontró fue ciertamente inesperado, no eran uniformes azules de seguridad del campus, ni los uniformes normales de la policía, eran dos hombres vestidos con uniformes de servicio del ejército y sonrientes. —¿Profesor MacKinnon? El más bajo permanecía de pie, Luke observó con curiosidad su largo pelo color marrón oscuro, casi negro que le llegaba al cuello de la camisa. Sin duda, ¿el pelo largo estaba permitido en el ejército? —Teniente Chris Samuels —se presentó, tendiéndole una mano para saludarle, la cual tomó Luke con cautela—. Él es Adams y estamos aquí para acompañarle al emplazamiento.

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—¿Emplazamiento? —Luke realmente no entendió nada, y recordó su trayecto. Tal vez tendría que haberlo visto antes de entrar en la sala de conferencias. Ubicó su destino y los miró sorprendido. —¿Londres? ¿Voy a volver a Londres? —Por Dios, acababa de volver de ahí después del debacle del manuscrito perdido. Dos semanas esperando los manuscritos para tenerlos a su cuidado para la transcripción, y fueron extraviados por el museo, provocando una pérdida total de su tiempo. La dosis inminente que iba a tener de jet-lag, le hizo sentirse confundido hasta el límite. —Tenemos que salir ahora, señor, si puede acompañarnos. —Chris abrió la puerta y Luke lo siguió ciegamente. Había sido llamado para situaciones de urgencia antes, pero nunca de manera tan dramática y nunca por el Ejército de los EE.UU. Los siguió hasta que salió del edificio y luego se detuvo con la boca abierta y los ojos muy abiertos. Vio un pulcro helicóptero negro, agazapado en el centro del cuadrilátero. Mientras Luke miraba fijamente, el volumen del motor zumbó en aumento y entonces ellos corrieron. Unos segundos y los rotores de la pequeña cola y de la hélice principal resurgieron con vida agitándose. La gran multitud que se había reunido alrededor, a una distancia segura, se apartó y lo llevaron hacía el aparato, ayudándole a entrar. El teniente Samuels comprobó los cinturones de seguridad de Luke antes de que él y Adams se deslizaran en los asientos frente a él. En las películas nunca todo lo concerniente al Ejército terminaba bien. Luke sabía que el personal no importante, tales como traductores, casi siempre eran los primeros en morir, aunque tuvieran que hacerse cargo de una traducción de vital importancia. Irónicamente su satisfacción por su gran y activa imaginación lo había llevado al límite revolviéndole el estómago cuando el helicóptero comenzó a elevarse, mientras pasaban por los altos edificios cubiertos de hiedra y oscilaron haciendo un arco a... Dios sabe dónde. Luke trató de mirar los papeles, pero la vibración de la aeronave lo hacía imposible y supuso que probablemente no sería prudente tratar de leer mientras estaban volando. Un poco histérico por falta de sueño, esperaba que no planearan su traslado en este aparato a través del Atlántico a Londres o nunca entendería las razones de por que infiernos estaba regresando a la ciudad de la que acababa de llegar.

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Capítulo 8 A Christian Samuels no le extrañó que el Ejército reclamara sus servicios para encargos extraños. Ser niñero de un profesor era nuevo, pero no le planteó ningún impedimento. Sin embargo, se preguntaba qué querían ellos del profesor, el por qué el hombre con gafas, con los pantalones desaliñados y una corbata mal anudada, era requerido con tanta maldita urgencia. Por lo tanto, lo inaplazable significaba sacar a Chris de una zona de guerra y convertirlo en niñero. Durante el vuelo en helicóptero tuvo tiempo para observarlo, no podía evitarlo, estaba sentado justo enfrente del hombre y en el aparato su ángulo de visión daba directamente hacía él. Miró a un hombre que parecía perdido en su profesión, mordiéndose el labio inferior pensativo, mientras echaba una ojeada a los documentos cuando podía y fruncía el ceño bastante. Era muy interesante. Este Luke MacKinnon era un chico guapo de ojos verdes, cabello rubio oscuro, delgado, pero bien construido y el hombre gay dentro de él que se escondía del ejército, estaba ciertamente agradecido. Cada vez que decidía liberar la tensión, inevitablemente acababa con los bohemios más desvergonzados con los que no podría tener ningún vínculo. Puritanos profesores estirados que en realidad no le convenían. Sin embargo, eso no le impidió mirar con aprecio la atractiva cara del profesor o sus labios carnosos, y se preguntaba, aunque fuera brevemente, como se vería envuelta exactamente alrededor de su polla. Se lo quedó mirando por el resto del vuelo. Fue una buena manera de pasar el tiempo, mirar a alguien tan intenso, tan ajeno, alguien tan condenadamente atractivo. Todo este conjunto de calificativos podía dar lugar a un momento muy interesante si este tipo era de esa manera y si Chris podía superar el aislamiento autoimpuesto de tener relaciones sexuales cuando él estaba de guardia. Su mirada se deslizó desde el profesor hacia los cielos azules fuera. Era un hombre del ejército, un gruñón que había surgido de las filas, volando cuando no estaba en su lista de tareas pendientes. Aburrido de estar sentado ahí y ansiando mano sobre

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mano la aventura de una misión, pensaba que no servía para hacer de niñero. Vio que Luke Mackinnon inclinó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, obviamente, tratando de descansar un poco, y volvió a pensar en sus órdenes: conseguirle todo lo que necesitara, llevarlo donde quisiera y mantenerlo a salvo. Darle lo que pidiera y no dejarlo fuera de su vista. Unas órdenes muy interesantes.

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Capítulo 9 Le llevó tres semanas averiguar el paradero de Thanos. Alex sólo tenía papeles de la herencia de su padre, todo lo que quedaba de sus difuntos padres adoptivos, contenido en una simple caja con poca o ninguna explicación. Algunos de los contenidos estaban escritos en lo que Alex creía que era latín, sólo para ser informado por el abogado de la familia que el idioma era el griego. El contenido reveló un poco de algunos nombres y algo de historia. Sin embargo, en el momento en que llegó al aeropuerto de Eleftherios Venizelos de Atenas, toda su investigación, cada pequeño indicio de la misma, lo llevó a Thanos Castellanos, el magnate naviero multimillonario con sus yates, sus riquezas y sus mansiones. ¿Cuál era la razón por la que ahora estaba sentado en el yate de Castellanos, adormecido y tranquilo? El tremendo dolor del duelo todavía estaba rondando en su interior, subiendo a intervalos intermitentes siempre que sus defensas se debilitaban y no podía mantenerlas. Sus sentidos estaban trabajando horas extras. El olor de la sal y el mar en el aire, el calor de un nuevo día comenzaba a brillar en el exterior, la marea invadiendo los muros del puerto y el barco balanceándose suavemente con cada ola del agua cristalina. Sentado en silencio, ocupaba un puesto en la cubierta exterior del yate. Su siempre vigilante mirada, estaba vagando por el muelle y clasificando las personas mientras bebía café solo y miraba a Thanos sentado frente a él. —Tengo alguna idea de por qué Edward te ha enviado aquí —dijo en voz baja. El impacto de la presencia de Alex y el dolor por toda la detallada información sobre la muerte de Edward que le había traído, hizo difícil el comentarlo un poco cuando informó a Thanos—. Nunca pensé, ni por un minuto, que en realidad él fuera obligado a eso. Alex sintió la pena atravesar su cuerpo al escuchar el nombre de Edward hablado con tanta familiaridad por un extraño. La mitad de él estaba ausente, sin Edward ahí para él de mil maneras diferentes, y no sólo cuando tenía las pesadillas. La presencia de Edward le había ayudado a

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centrarse, suministrándole equilibrio para calmar su nerviosismo y dejándolo pensar ampliamente, cuando las emociones y los pensamientos del mundo que le rodeaba se le escapaban de las manos. Él había sido el protector de Alex contra el mundo, enraizándose profundamente en su alma. Ahora se había ido, arrancado de Alex de manera repentina y brutal. Alex sabía que estaba sufriendo lo que, según la medicina convencional, se llama shock. Los médicos, sin embargo, no tenían ninguna definición para la conexión empática que tenía con el mundo exterior o para sanar el dolor en su cuerpo cada vez que sus aún frágiles defensas se derrumbaban. Edward le había dicho en varias ocasiones que él era más fuerte de lo que se imaginaba. Dijo que si podía encontrar algún tipo de equilibrio en su interior, su don empático sería fácil de controlar. Alex se había reído siempre sombríamente. Ser una persona empática no era un regalo y algunos días estaba convencido de que eso era poco menos que una maldición. La reconstrucción de sus defensas y el tratar de lidiar con la muerte de Edward al mismo tiempo, resultó ser casi imposible. Miró a Thanos de manera sensata, sus defensas a nivel, deseando que el hombre dejara de hablar de Edward y centrándose a su vez en la sensación del sutil viento en el rostro y del sonido del mar de la costa cercana. Siempre se sentía en paz cuando estaba al lado del océano, descansando durante horas con el agua deslizando y acariciando sus pies. Con las olas rompiendo en la frágil orilla, el olor del salitre y el ritmo del sonido fraguándose en su interior cuando se encontraba sensible. —Es bueno verte tan bien —comentó Thanos, sobresaltando a Alex con la observación. Desde luego, no se sentía bien. Se miró a sí mismo, con sus pantalones de color claro y camisa de algodón negro abotonado hasta el cuello, sabiendo que su pelo largo y lacio estaba alrededor de su cara, pareciendo un andrajoso y sintiéndose al borde del agotamiento. A pesar de tener puesta la mascara correcta, Alex se basó en el fruncimiento del ceño para conocer el estado de ánimo de la otra persona. Podía sentir que Thanos realmente no sabía por dónde empezar. Eso no le parecía extraño, ¿cómo podría empezar a resumir la historia de la vida de alguien tomando un café y pasteles?

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—Desearía ser capaz de contártelo todo... —Suspiró Thanos, la historia que estaba contando era realmente dura. Alex abrió la boca para decir algo, para exigir toda la verdad. Pero Thanos, levantando una mano para detenerlo, cortó a Alex—. Te diré lo que sé, pero siento decir que ni siquiera yo sé muy bien toda la historia —suspiró Alex, no tenía paciencia para las historias incompletas, las verdades parciales, pero aún así pensó que podía ver hacia dónde iba. Bajó un poco la guardia, llegando a ver qué podía leer de Thanos, pero no había nada más que honestidad y un extraño tipo de entusiasmo en los pensamientos del anciano. Alex tiró de las riendas de su impaciencia. —Al día de hoy no puedo decirte lo que me hizo ir a nuestra playa ese día. No era habitual, no se esperaba, pero algo cambió... me hizo caminar a la playa... respirar la sal en el aire... Yo sólo tenía treinta y dos años cuando te encontré, muy cerca de la muerte, en la costa donde la marea alta te había dejado. Era como si Poseidón mismo te hubiera dragado del mar y devuelto con una ola. Estabas cubierto de sangre, llagas, cortes… —su voz se desvaneció y con la pausa Alex pudo leer de forma clara sus recuerdos—. Te tomé en mis brazos y corrí hacia la casa. La niñera de nuestros hijos, una enfermera, te limpió y te curó.— Se recostó en su silla, fijando los ojos a lo lejos y Alex pudo sentir tanto como ver al hombre mayor dar prioridad a los elementos de su historia. —¿No me llevaron a un hospital? —Observó Alex y Thanos hizo una mueca. —No, no te llevamos. No se por qué. Simplemente no parecía... correcto... —Dijo Thanos simplemente y Alex de repente necesitaba entender, para jugar al abogado del diablo en esa conversación. —¿Encuentras a un niño moribundo y no te atreves a llevarlo a un hospital o a que lo vea un médico? —Esa parte... parecía un recuerdo que sólo llegaba a su mente si se esforzaba mucho. Thanos continuó: —Los dioses no querían que tú te movieras. Estoy convencido de eso... Fueron los dioses los que te pusieron a mis pies y fueron los que decidieron que yo era tu destino ese día. —Alex asintió con la cabeza, se negaba a creer cualquier tontería sobre los dioses, a pesar de

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la energía que se almacenaba en su columna vertebral y se deslizaba por cada célula de su cuerpo con el pensamiento de su intercesión a su llegada a la playa. —Te curaste muy rápidamente —continuó Thanos—. Apolo estaba dentro de ti. Todo duró un día, una semana a lo sumo, y volviste de nuevo con nosotros en cuerpo y espíritu, aunque lleno de cicatrices. Dibujos que habían sido deliberadamente trazados en la carne, con líneas quemadas a través de ellos. Esas marcas eran demasiado terribles y dolorosas. —Se detuvo y Alex pudo ver que esos recuerdos eran demasiado para él. Lo vio retorciéndose las manos—. Nunca lloraste. Ni una sola vez. Te limitabas a sonreír, sonreías todo el tiempo y era cuando fuiste capaz de caminar... intentado obtener la atención... de los de... —¿Otros? —Preguntó con curiosidad. Alex se inclinó hacia delante en su silla, sintiendo la rabia en el interior de Thanos. Ira y dolor. —La mirada de las autoridades. Aquellas a las que el dinero de mi padre no pudo evitar mantener alejadas por mucho tiempo. Y luego los de, también los otros, que estaban interesados en las marcas que tenías, en tu historia, en la forma en que te encontramos. También había un templo, los sacerdotes te querían, te reclamaban, y yo sentía que estaba mal... —¿Un Templo? Thanos asintió con la cabeza, con el ceño fruncido oscureciendo su rostro, y Alex esperó, pensando en la dirección que esta historia estaba tomando. —Tenemos un montón de mitos sobre estas islas. Ninguno tan fuerte como los cuentos que rodean al templo de Delphi, de Apolo, el dios sol, el curandero y sus seguidores. Estos eran sacerdotes de su templo. —Se detuvo de nuevo. Alex podía sentir cómo buscaba las palabras adecuadas, intentando describir los mitos que dieron forma a la tierra de Grecia—. Este escondido grupo tergiversó la palabra escrita y la palabra hablada y lo hicieron para adaptarla a sus fines. Así ellos encontraron a una mujer que te reclamó como suyo. Dos hombres la llevaron a la casa. Ella se quedó ahí, llorando, lamentando y esperando que le devolvieran a su hijo. Sólo que todo estaba mal, muy, muy, mal.

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—¿Ella no era mi madre? —Ella te sostenía, completamente ajena a las cicatrices de tu cuerpo, junto con el llanto y los lamentos, agarrándote... Fue demasiado, demasiado ensayado y luego hizo algo que recordaré hasta el día que me muera. — Hizo una pausa y cerró los ojos un instante y luego los abrió conteniendo las lágrimas—. Tú lloraste. Me miraste, con los ojos anegados en lágrimas y tú, que siempre sonreías y no llorabas, lloraste. Entonces supe que no era tu madre y te arrebaté de ellos, pero me amenazaron con demandarme, si no te devolvía con “tu madre” y entonces fue cuando me di cuenta... cuando supe que tenías que marcharte de aquí, para estar seguro en alguna parte. —Thanos se detuvo de nuevo, respirando profundamente, y Alex no quiso sentir la angustia en el interior del hombre. Ya era suficiente con ver el dolor en su rostro—. Te saqué a escondidas, esa misma noche, y, finalmente, fuiste entregado a unos viejos amigos de la familia, Gerald Sheridan y su esposa. Te llamaron Alex. Te educaron y te mantuvieron a salvo. Les advertí de las personas que querían atraparte. Les dije que tuvieran cuidado, que te mantuvieran oculto. Nunca te volví a ver. Lo último lo dijo con rapidez. Nunca te volví a ver. Alex pudo ver la angustia del anciano, el dolor causado cuando se había visto forzado por el destino a enviar al niño lejos de él. Un niño que llevaba terribles cicatrices en todo su cuerpo y que, sin embargo, sonreía. El corazón de Alex s e quebró. Podía sentir que Thanos había hecho eso, con todo el dolor del mundo. Incluso sin pruebas, el anciano sabía que Alex estaba todavía en situación de riesgo inminente, a pesar de que ni siquiera podía determinar ese riesgo. Había algo, otra emoción, otro recuerdo que Thanos vacilaba en compartir: ¿algo acerca de sus padres? Alex no estaba preparado para lidiar con los recuerdos de sus padres. Ellos habían muerto cuando tenía dieciséis años y todavía los echaba de menos. Extrañándolos a cada momento. Siempre había sabido que había sido adoptado, desde el primer día, eso nunca había sido un secreto. Sin embargo, al oír la historia de cómo y por qué se lo llevaron y se preocuparon por él, a pesar de saber el peligro que le acompañaba, hizo que esa singular pena lo inundara. Tosió para aclararse la garganta. Una nueva sensación de angustia se entrelazó en torno a sus recuerdos y sentimientos sobre Edward. No recordaba nada de

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su vida en Grecia. Su primer recuerdo era de una Navidad con un árbol y los regalos de sus adorados padres, que lo amaban con locura. Sin saberlo Alex, parecía que Thanos había sido una constante en su vida, desde su infancia. Al parecer, él había sido el que había encontrado a Alex, sangrando e inconsciente en la playa. —Encontré a un niño. Ese niño eras tú. No sabía por qué estabas ahí o cómo habías llegado hasta ahí. —Todavía no me acuerdo de nada de ese momento —respondió Alex, inclinando la cabeza hacia un lado y escuchando con atención todo lo que Thanos decía. —Me llamaste papá a los dos meses de que llegaras aquí. Admito que eso probablemente me animó. Eras un niño muy excepcional y yo sólo había sido bendecido con hijas. —Entonces, ¿qué cambió? —Decidimos que necesitabas una nueva vida. Nosotros te sacamos fuera del país y te dejamos con la familia Sheridan en Estados Unidos. —Mamá y papá. —La voz de Alex era baja y pensativa al recordar a sus padres y la tragedia de perderlos tan joven. —Ellos fueron asesinados, Alex. —Agregó en voz baja. Alex sacudió la cabeza horrorizado, negándolo en silencio. ¿Thanos ni siquiera era consciente de lo dramático que sonaban sus palabras? Lo que acababa de decir podía sentirlo Alex como si lo hubieran apuñalado en lo más profundo de su corazón —¿Asesinados? —Miró boquiabierto a Thanos, quién había estado vacilando en contarle su historia. Medio minuto más tarde, el magnate naviero se aclaró la garganta y volvió a hablar. —No tengo ninguna prueba de eso, nada tangible, pero se que fueron asesinados. —Se acurrucó y se colocó un puño con fuerza contra su pecho—. Lo siento en mi corazón. El día que murieron, incendiaron la casa, tú no estabas ahí...

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Alex recordó todo. La sacudida de terror que lo sorprendió cuando estaba sentado con unos amigos cenando en Pauline’s después del final de partido de la temporada de baloncesto, con sus piernas palpitando mientras corría a su casa, las sirenas y la visión horrenda y el olor y el sonido de la casa de su familia toda envuelta en llamas. No siendo capaz de sentir a sus padres. Sus padres. Alex escuchó sus gritos y sintió su agonía mientras morían. Aún podía oír todo lo que sucedió, después de una década. Y podía escuchar el silencio que encontró en la frenética búsqueda de sus presencias. La única diferencia era que los recuerdos de esa noche habían llegado a confundirse con las pesadillas horribles de la mujer vestida de seda blanca, muriendo abrasada. —No entiendo, ¿quién podría haberlos matado y por qué? —Su voz temblaba mientras oscilaba entre el dolor y la furia. —No tengo ninguna prueba. Porque he buscado y no puedo encontrar nada más que rumores y suposiciones, pero siento en mi corazón que el Templo estaba involucrado... Me he explicado mal... Yo creo que un grupo disidente, llamados a si mismos Xenos, te estaban buscando. Ellos habían sido los responsables de que tu supuesta "madre" fuera enviada a reclamarte. —¿Yo? Estaba ahí en la casa. Vi como se quemaban. —Alex volvió a caer en su asiento, encerrándose en si mismo con el fin de protegerse y hacer frente a los ríos de pena y culpa que lo atravesaban. No tenía la protección suficiente para tratar con el mundo y lo que había aprendido. No, todo esto era nuevo y sospechaba que hubo algo turbio por lo que al fuego se refería. Había pensado incluso inconscientemente que la muertes de sus padres fueron por su causa, porque estaba con ellos. —Tú te escondiste bien, Alex. Ellos no pudieron verte. Alex no respondió. No podía asimilar todo lo que le había dicho o siquiera comenzar a comprender las implicaciones de sus palabras. Retrocedió cuando el anciano se acercó a consolarlo. Con tristeza el hombre mayor retiró su mano. Miró directamente a Thanos, no estaba seguro de que supiera de los poderes que tenía en su interior.

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Sí, había estado oculto de todo el mundo ese día y los días posteriores. Usó sus habilidades para dar un paso para alejarse hacia otra dimensión, donde nadie podía verlo, encerrándose definitivamente, incapaz de sentir o pensar. ¿Que había dicho Thanos? ¿Te escondiste bien? ¿Podría saber del extraño poder que ocultaba Alex o de las habilidades que tenía? ¿Podría conocer su empatía? Alex nunca se enteraría de las respuestas si seguía escondiéndose detrás de sus defensas. Necesitaba llegar a él de nuevo. Con cuidado, mucho cuidado, trató de sentir lo que albergaban los pensamientos del anciano. Era una palabra, Edward, convertida en una barrera. Era evidente que el anciano no quería tocar el tema del amante de Alex y que la reticencia era suficiente para que quisiera saber el porqué. ¿Porqué Thanos bloqueaba esos recuerdos? La ira comenzó a erigirse en su interior. Secretos sobre el hombre que había sido su otra mitad durante tanto tiempo. Secretos que no eran aceptables. Se puso de pie, con las manos sobre la mesa entre ellos. —¿Edward? —Interrumpió tristemente, viendo como Thanos entrecerraba los ojos, con el rostro surcado de un gran dolor. —Yo conocí a Edward —dijo Thanos simplemente. Alex midió los pasos, tanto como todo lo que pudo pasearse en el pequeño espacio de la cubierta superior—. Él era el amigo de mi hija en Oxford, un buen hombre, alguien en quien podía confiar. —Hizo una pausa y Alex sintió que estaba reteniendo una verdad que una vez que fuera dicha haría que Alex lo mirara, y peor aún, tal vez ver a Edward de forma diferente. Sintió miedo en Thanos, miedo y resignac ión—. Yo arreglé tu primera reunión. Quería que alguien que yo conocía, en quien podía confiar, fuera capaz de protegerte. En primer lugar desde la distancia y luego haciéndose tu amigo, alguien cercano a ti. —Terminó admitiendo. Con esas palabras, Alex "escuchó" cada palabra que Edward le había dicho a cada momento, la risa y la ternura y el “te quiero”. Oía todo lo que le decían mientras empezaba a cuestionar toda la base de su vida, de los últimos los dos años. El efecto fue catastrófico. La duda lo apuñaló. ¿Quién era el verdadero Edward?, ¿quién era el hombre que estaba detrás de las manos suaves en sus cicatrices que le proporcionaban refugio y

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consuelo a Alex? Alex se estremeció al sentir proyectar a Thanos: "Esta es la verdad, no dudes de su amor", mientras él continuó hablando—. Pero la atracción a partir de entonces fue real, te lo prometo. —¿Cuánto sabía de mí? ¿Sobre mi monstruo interno? — Estalló Alex, deteniendo su paso y apretando los puños a los costados y Thanos se limitó a sacudir la cabeza. —Le dije algunos de tus antecedentes como el misterio de tu llegada a la playa o sobre las energías que parecías tener dentro de ti. —Alex entrecerró los ojos mientras Thanos sacudía tristemente la cabeza, evidentemente, por el duelo de la muerte de Edward. Cuando miró a los ojos de Alex, sin embargo, su voz sonó fuerte y verdadera—. Él lo sabía, Alex. Edward lo sabía. Sabía que eras especial y te amó. No tengas ninguna duda de eso, nunca. Te amó. Thanos claramente necesitó un momento para recobrar la compostura y cerró los ojos, inclinando la cabeza en lo que parecía una profunda reflexión. Alex estaba tan quieto como una piedra, a la espera de las siguientes palabras de Thanos, con imágenes de su Edward girando en su cabeza y asentándose una nueva tristeza y dolor dentro de él. El puerto se mantuvo muy tranquilo y el viento seguía trayendo los olores del mar a su alrededor. El sol se encontraba alto en el cielo. Thanos alzó la mirada hacía él. —Le dije que si alguna vez sentía que estabas en peligro, si pasaban cosas que no podía explicar, entonces debía traerte a Grecia. Le dije que si pensaba que había peligro para ti, entonces debía considerarse a sí mismo igualmente en peligro. Si Edward no podía venir... sabía que tenía que enviarte a casa conmigo. Alex volvió a sentarse en su silla, el agotamiento por el esfuerzo de mantener sus defensas altas lo dejó exhausto y al borde del colapso. Sus siguientes palabras llegaron, forzadas y tristes. —No tuvo tiempo de darme tu nombre, sólo que debía ir a casa a Grecia. Él murió... —Alex paró, girando el anillo de oro de su mano derecha. Era un regalo de Edward por su último cumpleaños—. Me dejó de repente y violentamente.

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—¿Cómo pudiste encontrarme? —Esta vez el anciano se tornó curioso. Alex se encogió de hombros: —No se cómo explicarlo, supongo que sentí lo que tenía que hacer y seguí hasta donde me llevaban esos pensamientos. Fui reuniendo pequeñas piezas del todo. Se publicaron varios artículos... todo lo que quedaba de mis padres, unas cuantas letras, un recorte de papel, fotos de una boda… Nada demasiado obvio, pero cuando llegué al aeropuerto y el conductor del taxi me preguntó a dónde me llevaba..., lo supe al momento. —Se detuvo, respiró profundo, ¿cómo podía ser que todo esto tuviera sentido para Thanos? —No he descartado nada de lo que has dicho —Thanos parecía querer tranquilizarlo, así que Alex hizo lo que pudo para explicarle todo. —Mamá tenía una pintura en la habitación de enfrente. Era un puerto y muy hermoso, pero nunca lo mencionó por su nombre. Sentí la relación con Grecia y la playa en la pintura... el mar... Parecía que debía tener bastantes recuerdos de ese lugar. Eso fue cuando... Edward... —Alex se detuvo de nuevo, enredando una mano en su largo pelo, el agotamiento dentro de él lo dejaba tambaleante. ¿Cómo podía siquiera empezar a explicar esto? La muerte de Edward, igual de violenta que la de sus padres, pero mucho, mucho más cerca en el tiempo y en términos emocionales, parecía servir para sacudir los viejos pensamientos y los olvidados recuerdos. Su mente parecía ser capaz de retener los pensamientos de "Thanos" mejor que la arena de la playa debido a que era un nombre al que había escuchado alguna vez. ¿Algo de esto podía empezar a tener sentido? Alex se acercó por café de la jarra que había entre ellos. Necesitaba algo caliente para derretir la repentina sensación de frío de su espalda, para disminuir el temblor de sus manos. Mientras se inclinaba hacia delante, la chaqueta y la camisa subieron hacia arriba. Para su sorpresa, Thanos, imitó el lenguaje del chico, MacKinnon... Luke... como lo había hecho en el museo, agarró la muñeca de Alex, aunque con mucho menos destreza, y se la retorció para mirar los tatuajes. —¿Qué hiciste, Alex? —Había horror en los ojos de Thanos mientras deslizaba el botón del puño y echaba hacia atrás la manga. Alex permitió que el anciano tocara su piel, las barreras a estas emociones

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volvieron a su sitio. Thanos se quedó sin aliento al ver las negras y retorcidas siluetas por el brazo de Alex y lo miró directamente a los ojos, era obvio que quisiera saber. —Yo tenía dieciocho años. —Alex apartó su brazo de las garras de Thanos—. Las cicatrices estaban ahí, borrosas pero estaban ahí. —Se detuvo, jugueteando con la manga, y tirando del material hacia abajo, y después continúo—. No puedo decirte lo que significaban, realmente no, pero... ellas me empujaban, con insistencia, cuando las miraba y entonces me hice los dibujos tatuados en negro. —¿Todos ellos? ¿El pájaro, el sol, las letras? —Todos ellos. —Alex levantó el largo pelo de su cuello y torció la cabeza para que Thanos pudiera ver los tatuajes que se extendían hasta más allá de la línea de su pelo y luego dejó caer el cabello en su lugar, mientras Thanos respiraba sobresaltado. —Alex... —Se sintió bien hacerlo, como estar sentado aquí contigo se siente bien, blanco y negro, como la muerte de Edward se sentía demasiado mal, al igual que mis padres muriendo a causa de mis sentimientos equivocados. —No estoy seguro de las respuestas que encontraremos para ti Alex, pero... bienvenido a casa.

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Capítulo 10 Cinco días traduciendo y sus ojos estaban doloridos y su garganta irritada por el café. Su temperamento tan revuelto como su camisa y su cerebro a plena capacidad, aún así Luke seguía estando completamente involucrado con el desafío que tenía delante. Las pizarras blancas cubiertas de símbolos y escritos lo rodeaban, era griego antiguo y moderno. Los libros con las referencias estaban apilados a su lado y se extendían en todas las superficies, que lo rodeaban en una sala de conferencias bien iluminada de la Embajada de EE.UU. en Grosvenor Square. —Así que entonces dime —dijo Chris en voz baja, de pie al final de la pizarra blanca, la última de las diez pizarras blancas con símbolos y traducciones, esperando pacientemente a que el hombre delante de él le explicara. Había pasado cinco días viendo a este hombre. Cinco días después de ver las fórmulas y las traducciones de los símbolos, algunas conexiones aleatorias, flechas y líneas, todas congregadas juntas en las pizarras. Estuvo temeroso de que el profesor, que parecía ser capaz de seguir alguna pista sobre el descubrimiento de forma fácil, diera marcha atrás y exigiera la mayor parte de la información que tenía a mano, pero estaba tan ensimismado que Chris cesó rápidamente en su empeño de que sus labios lamieran su polla y en la impresión del apretado culo del hombre que estaba de pie delante de él. Luke estaba demasiado serio, también muy exaltado, y a pesar de que Chris lo respetaba por su habilidad, no estuvo tentado de cambiar su suerte y correr el riesgo de comprometer las órdenes que le habían dado por culpa del sexo. Esto no era exactamente material de guerra en una zona en el frente, pero si el Ejército pensó que era importante, entonces Chris de ninguna manera iba a poner en peligro el trabajo. Luke rozó un lápiz en contra de su labio inferior, con el rostro pensativo. —Así que... aquí... un símbolo de un pájaro, pero las llamas, quiero adivinar que es un ave fénix y el sol... bueno... las letras...

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posiblemente... sea Apolo, el dios del sol... y esta parte de aquí... esto es referencia al Templo de Delphi... —¿Delphi? ¿Delfos en Griego? —Preguntó Chris. Luke parpadeó hacia el hombre y Chris casi podía ver su enorme cerebro confundido mientras él no sabía la respuesta a lo que probablemente le parecía era una pregunta obvia. —Sí, eh... el templo de Apolo en Grecia, Delfos... Un Oráculo, un lugar donde las sacerdotisas podían predecir el futuro para aquellos que fueran lo suficientemente dignos para escuchar. Es una parte intrínseca de las leyendas en torno a Grecia. —Chris asintió con la cabeza, no sintiéndose del todo bien porque acababa de ser acusado sutilmente de ser un ignorante. Luke continuó paseando arriba y abajo mientras relacionaba las complejidades de la historia y el detective arqueológico seguía hablando con una cómoda familiaridad. —Así que... Apolo, el dios del sol, habló a través de su Oráculo. La sacerdotisa se encontraba sentada en un asiento a través de una abertura en la tierra intoxicada por los vapores liberados por el volcán que formaba la isla, la sacerdotisa... O Sibila, como era conocida, caía en trance permitiéndole a Apolo que poseyera su espíritu. En este estado ella profetizaba. Ahora diría que lo han atribuido a un gas con altas concentraciones de etileno que causaba trances, pero em... el em... —Hizo una pausa, se frotó los ojos y se quitó las gafas—. Los delirios de la mujer eran traducidos por los sacerdotes del templo en hexámetros. Todo llegó a su fin alrededor del 300 antes de Cristo. Nadie está del todo seguro de por qué, y desde entonces los templos paganos fueron convirtiéndose en una cosa del pasado y... bueno... Luke dejó de caminar, deteniéndose junto a Chris y la ultima pizarra. —¿Y? —Le interrumpió Chris. —Estos escritos de aquí van más allá de los conocimientos que tengo. Hablan de cincuenta vidas y un nuevo oráculo el cual contiene profecías para las generaciones venideras. —El entusiasmo de Luke era palpable. —Un nuevo Oráculo, ¿qué significa eso?

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—Que las traducciones que estoy intentando descifrar hablan sobre los detalles de un hombre que puede conducir al Oráculo, un hombre de veintisiete veranos, no de nuestro tiempo, que puede detener la guerra y traer la paz. —¿Un hombre? —Chris estaba confundido. Estos pergaminos fueron encontrados en el sótano de una casa que se demolió para una nueva renovación del centro de la ciudad. ¿Así qué eran una especie de historia? ¿Otro mito, una leyenda de la antigua Grecia? Por primera vez conscientemente reconoció que él no entendía por qué el Ejército estaba interesado en un mito. Que estuviera lo suficientemente interesado como para asegurarse de que Luke, el traductor, tuviera un niñero a tiempo completo. —La última parte no tiene mucho sentido para mí. — Luke frunció el ceño—. Tengo confianza en mi traducción, pero...—se dirigió a Chris—. Ellos describen a este hombre como muy alto, con los ojos del color de la tierra y la hierba y con el cuerpo pintado por los dioses... Un hombre increíblemente alto. Un hombre pintado. —Perplejo, Chris ladeó la cabeza hacia un lado y se quedó, por primera vez mirando fijamente la escritura en la pizarra, luego en el profesor entusiasmado que estaba ante él. —¿Un hombre pintado? ¿Qué demonios?

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Capítulo 11 Luke necesitaba recursos y el ejército de EEUU, al parecer, estaba dispuesto a darle todo lo que quería. —No se si esto es un problema, pero tengo que cotejar algunas referencias de esta traducción, llenar los vacíos... Tengo que tener acceso para ver algunos de los escritos. —¿Dónde? —Interrumpió Chris, echando un vistazo a su reloj y luego otra vez a Luke. Tener un hombre fuertemente embutido en uniforme militar cerniéndose sobre él, casi deseando que terminara la traducción y que fuera rápido en eso, lo puso nervioso. —Erm... hay colecciones privadas... la colección de Morgan. Lord Morgan —dijo cuidadosamente—, y se de algunas colecciones privadas que tienen otros. —¿Tienes alguna dirección de contacto? —Luke se sorprendió por la rápida reacción a sus sugerencias y escarbó por toda la mesa, empujando sus errantes gafas sobre la nariz. Finalmente, sacó un post-it y lo agitó triunfalmente a Chris—. Ya hablé con el hijo. Dice que puedo utilizar los recursos de la colección. Están en el domicilio de la familia, a las afueras de Londres. —Chris tomó la nota, le echó un breve vistazo y se lo devolvió a Luke. —Está bien, guarda tus cosas —ordenó el oficial con firmeza. Mirando hacia abajo sobre su uniforme y pasándose una pensativa mano sobre la barbilla sin afeitar, se volvió y salió de la habitación. Luke parpadeó como un búho treinta segundos antes de agarrar sus cuadernos de notas y las copias de los rollos de papel y salió corriendo tras él. Mientras caminaba por el pasillo supuso que Chris habría dispuesto el helicóptero, deseando que estuviera esperándolo cuando salió del edificio y contando hacia atrás los segundos que quedaban antes de que perdiera la

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paciencia con Luke y que el helicóptero se marchara. Sin él. Bueno, tal vez eso era una exageración, pero no quería correr el riesgo. La colección de Morgan. Estaba conmovido, maravillado. Ser capaz de leer y utilizar transcripciones de más de mil quinientos años para Luke era el equivalente aproximado del sueño húmedo de un adolescente con miss julio y miss octubre posando de forma provocativa en las páginas centrales. En la imaginación de su sueño aparecía un envejecido y sedoso pergamino y el ruido de la escritura de una pluma por un monje, donde las palabras sobre el pergamino creaban un lugar y un tiempo que sólo podía soñar hasta que pareciera casi real. Tropezó con una pila de libros olvidados y estuvo a punto de perder sus propias notas en el proceso, por lo que maldijo en voz baja mientras la adrenalina que lo atravesaba hizo que su sistema nervioso fallara y sus movimientos fueron irregulares y descoordinados. La correlación directa entre la excitación y la torpeza hizo que maldijera a toda su familia. No había podido evitarlo a pesar de que había intentado con todas sus fuerzas controlarlo. Finalmente se quedó plantado en la puerta que Chris acababa de usar antes que él y sintió una ráfaga de color rojo subir por su cara. Esperando ver un exasperado Chris mirando a sus ladeadas gafas, se encontró de pie al Cabo Adams con los brazos cruzados, en su lugar, en la puerta principal. —Va a estar fuera en diez minutos —dijo Adams, haciendo un gesto con la cabeza hacia una puerta cerrada y luego echándose hacia atrás, mirando muy aburrido, contra la entrada principal. Dejó caer la mano para descansar en la pistola, cómodo y aparentemente a gusto con la muerte bajo sus dedos. Luke se estremeció. No había llevado una vida protegida, pero provenía de una familia suburbana, con un perro labrador, una furgoneta, un padre banquero y un ama de casa y nunca había estado realmente cerca de ninguna arma. La aceptación informal de las armas de fuego en Chris y el Cabo no hizo otra cosa que provocarle una tensión nerviosa. Avergonzándose, estaba absolutamente seguro que Chris se había dado cuenta, dado el número de veces que Luke lo había sorprendido sonriendo. Finalmente la puerta se abrió y Chris entró al pasillo, mirando distraído. Se había cambiado su uniforme por unos pantalones vaqueros oscuros y un jersey de color azul claro con botones y abierto en el cuello.

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Se había peinado sin piedad hacia atrás firmemente y su piel estaba suavemente afeitada. El cambio fue tan notable que se preguntó si esa gran parte de la aburrida molestia había sido preparada para su diversión y eso le ocasionó malestar. Se le quedó mirando. Sí, estaba mirándolo fijamente, con su mirada errante por cada detalle de la ropa de civil de Chris. Éste estaba totalmente inconsciente de cómo revisaba hasta los últimos detalles de su físico. Al ver a su protector de esta manera, con esa facha de suavidad y frescor, Luke simplemente no podía revocar la opinión que tenía de él. Interesante. Sólo se dio cuenta de que seguía observándolo cuando Chris tosió y volvió a mirarlo deliberadamente levantando las cejas con una expresión tipo “¡qué coño te pasa!”. —Te ves... diferente... —balbuceó Luke y luego decididamente le dio la espalda antes de que su cara se encendiera. Él era gay, pero eso no significaba que se le trabara la lengua con todos los hombres atractivos que se encontraba. ¡Tenía más de treinta años, por amor de Dios! —Como ves, también puedo ser tan civil como tú— escuchó la voz de Chris detrás de él—, y no me imagino a un Lord recibiendo a alguien con el aspecto de un animal muerto en la carretera desde hace tres días. — Luke de forma consciente miró su polvorienta y arrugada camisa roja y luego se pasó una mano por la barba que cubría su mentón. ¡Mierda! Oh, bueno, no se había parado a mirarse porque una vez que puso sus manos en la colección, cosas sin importancia, como la suciedad en la ropa o el pelo en la cara no le importaban lo más mínimo. Estaba ahí para aprender, descubrir, y su boca se le hizo agua con esa perspectiva. El viaje no fue largo. El Señor y la Señora Morgan vivían en una casa llamada Six pillars, a unos treinta kilómetros en las afueras del centro de Londres, más allá de la ciudad, en las suaves y onduladas colinas Chiltern. Luke miró por la ventana, inclinando hacia atrás la cabeza y centrándose en la vegetación, mientras pasaba de largo. No habló con Chris, que estaba concentrando intensamente en la conducción, y el sistema de navegación era el único ruido que se oía en el coche de alquiler. Eso fue suficiente para quedarse en silencio y soñar con lo que sería la lectura, creando una excitación en él con cada kilómetro que recorría.

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Por su parte, Chris se quedó en silencio, analizando pensamientos que no llegaba a entender. Cuando había estado delante de su jefe y le entregó los detalles de esta última operación, esto era sólo otro trabajo. Recoger al profesor MacKinnon de la universidad, llevarlo a la casa de seguridad, vigilarlo mientras trabajaba y devolverlo a la universidad, era simple. Fue sólo cuando el general indicó que este trabajo en particular debía ser llevado a cabo a toda costa, le hizo sentir como si algo se le estuviera ocultando. Estaba acostumbrado a estar en la sombra. Esa posición era algo natural, el ser responsable de participar en una operación y no ver cómo su implicación encajaba con el resto del rompecabezas. Pero simplemente no comprendía porque era tan malditamente especial este texto antiguo, igual que las historias y leyendas griegas en las que Luke parecía estar tan entusiasmado otra vez. El tiempo lo diría, supuso, lo que significaba jugar al juego de la paciencia hasta que tuviera un mayor conocimiento de lo que estaba pasando. Cuando llegaron al final de un largo y curvado paseo en coche, Chris detuvo el automóvil de alquiler y miró hacia arriba al edificio de delante de él. Six Pillars no era una casa, sino que parecía ser una reliquia de uno de los dramas de época tan horrendos con los que su hermana seguía atormentándolo. Se alzaba ahí, sin doble frontal, pero en realidad con una redoble fachada cubierta de hiedra y del paso del tiempo. Dos conjuntos de escaleras curvas ascendían a lo que pensaba que podría ser la puerta de entrada. Su mirada se deslizó sobre las ventanas, adornadas con metal y lustradas para que brillaran intensamente y sobre las chimeneas de ladrillo que sobresalían en puntos al azar por encima de la pátina de color rojo de la cubierta de teja. Dejó escapar un silbido y se volvió a Luke, que estaba casi retorciéndose en su asiento impaciente. Por primera vez Chris realmente miró al hombre joven, al traductor y experto en todas las cosas antiguas. Vio la chispa en sus ojos, emocionados, y estaba maravillado de la pasión que emergía de su cara. Se preguntó si era el repiqueteo de su conciencia que él mismo experimentaba cuando tocaba su guitarra y cantaba. Se preguntó si alguna vez podría llegar a sentir eso todos los días en lugar de enterrarlo en lo profundo del verde militar y de una ciega disciplina. Al conocer la pasión de Luke, obviamente sintió... ¿podría alguna vez arriesgarse lo suficiente como para...?

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Parpadeando, Chris aclaró sus pensamientos, sin estar seguro de la fuente de su melancolía y desechándola. Abrió la puerta y salió. Se puso de pie y se estiró, sonriendo para sus adentros mientras Luke salía a toda prisa del coche, maldiciendo cuando se le cayeron la mitad de sus libros. Chris rodeó el coche, ayudando a Luke a recoger los papeles revoloteados. —¿Cómo puede alguien tan brillante ser tan torpe? — Preguntó intentando conversar, deseando no haber dicho nada mientras la cara de Luke se ponía de un rojo brillante y el profesor abría y cerraba la boca como un pez varado y luego arrugaba la nariz. —Los genes —dijo simplemente, y luego se volvió hacia la casa, todavía avergonzado. Entonces, al parecer seguro, comenzó la caminata dirigiéndose a la puerta mientras Chris aseguraba el coche. —¿Los has visto antes, digo a la familia Morgan? — Preguntó Chris, guardando las llaves. Luke frunció el ceño concentrado. —Hace algunos años, en una gala benéfica. Ellos estaban ahí para apoyar una gira de antigüedades que albergaba el Instituto Smithsonian. Parte de su colección estaba incluida en la gira. Fue... interesante. —¿Interesante? —Le preguntó Chris con curiosidad. La voz de Luke sonaba extrañamente desinflada, no con su timbre de excitación normal. El profesor se encogió de hombros. —Yo era un interno, no podía tocar nada. Los libros, los diarios, todo estaba cuidadosamente expuesto y oculto detrás de cristales. Quería tocarlo. —Chris no lo cuestionó mientras se abrían las puertas. En la oscuridad del interior apareció un hombre. Obviamente no era el anciano Señor Morgan. Luke, indeciso, no reconoció al hombre. Era un hombre joven, rubio, fornido, relajado y sonriente. Dio un paso acercándose a la luz del sol inglés y le tendió una mano. —¿Supongo qué uno de ustedes es el profesor MacKinnon? —Preguntó, en voz baja. Luke hizo malabares con los apuntes para alargar su propia mano, asiendo firmemente la del otro hombre y saludándolo.

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—Mi padre me dijo que lo esperara —continuó el rubio—. Sólo me encuentro yo aquí en este momento, Griff... Griff Morgan. —Luego se volvió hacia Chris expectante, todavía con una sonrisa relajada en su rostro. Chris le tendió una mano. —Teniente Chris Samuels —dijo secamente, estrechando la mano de Griff y luego dejándola caer, sin dejar de mirarlo. Hubo un momento de incómodo silencio, hasta que Griff pareció recordar que estaba bloqueando la puerta e hizo pasar a los dos hombres a su interior. El interior era tan impresionante y antiguo como el exterior y Luke se detuvo un momento, girando sobre sus talones para echar un vistazo al inmenso hall y a la escalera que iba al segundo piso. Los cuadros no eran precisamente los que se compraban en WalMart y las luces eran lágrimas de cristal que colgaban desde el alto techo. Griff no se detuvo, guiándolos a la izquierda de la gran escalera, hacia una puerta con un largo pasillo y una cocina bien iluminada. Las superficies eran de granito y madera con electrodomésticos relucientes. Aquello no era definitivamente lo que esperaba, y, momentáneamente, se decepcionó. Griff se dio cuenta de la expresión y se encogió de hombros. — Mamá accedió a quedarse en la sede familiar con la condición de que la cocina fuera actualizada. Lo siento. —Agregó el "lo siento" al final con una sonrisa triste, y Luke le devolvió la sonrisa, sintiéndose de repente totalmente a gusto con este hombre melenudo y su avergonzada disculpa—. ¿Cerveza? ¿Café? —Le preguntó, mirando en la nevera. Luke no quería nada, quería ver los libros, las notas. Quería llegar a la colección. Sin embargo, vagamente consciente de sus modales se obligó a una contestación rápida. —Café, por favor. —Sabiendo que la noche que le esperaba sería muy larga. Griff volvió a mirar a Chris expectante, agitando una botella y levantando una ceja, a la que Chris se limitó a asentir, aceptando la fría cerveza con gratitud. La destapó con su anillo de servicio y se llevó la botella a los labios, cerrando los ojos mientras bebía. Después se limpió los labios con la mano mientras una gota perdida de cerveza se quedaba sobre ellos, vaciando de un trago, la mitad de la botella. Luke se limitó a mirarlo,

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sabiendo que su expresión era probable que fuera desorbitada por la sorpresa. —Lo siento, ha pasado mucho tiempo desde que tuve una cerveza fría. —Chris brindó a los presentes y con eso Griff se echó a reír, haciendo tintinear su propia cerveza con Chris antes de alejarse para servir el café recién hecho a Luke, entregándole una taza con aromático olor. —¿Qué es lo que estás buscando en realidad? Quiero decir, buscando de la colección. —Algunos de los antiguos relatos griegos, que su familia adquirió hace mucho tiempo, antes de la Segunda Guerra Mundial. Además, las transcripciones de los monjes de la Abadía de Fountains... yo... emm... emm... ustedes tienen algunos. —Luke puso su café en la encimera de granito y abrió uno de sus cuadernos, enseñando una página de garabatos a Griff—. Mira, tengo esto, no tengo ni idea de lo que significan. —Aguardó expectante a que él hiciera comentarios, pero todo lo que hizo fue echar la cabeza hacia atrás riéndose, moviéndose un collar turquesa en su garganta mientras se le escapaba una carcajada. —¿Yo? Soy músico, mi padre es el coleccionista... Todo es griego para mí. —Se rio de nuevo con su propia broma. Luke levantó una ceja ante la broma. No era la primera vez que la escuchaba y no sería la última y sonrió cortésmente para no parecer grosero. Estaba completamente consciente de que estaba, literalmente, saltando de un pie a otro, desesperado por ponerse a ver y tocar la colección. Griff parecía entenderlo y los dos hombres lo siguieron hacia la parte trasera de la casa. Bajaron algunos escalones, deteniéndose en un panel de seguridad sorprendentemente moderno e introduciendo un código de acceso. Segundos después, la puerta se abrió con un siseo, deslizándose tan suavemente como la seda. Lo primero que sintió Luke fue el olor del moho y el vacío de la sala limpia. Después vio la única mesa en medio, sin una mota de polvo, unos guantes ahí esperando y la luz filtrándose desde los barrotes de las ventanas situadas en el techo y las paredes. Luke quería recorrer la bóveda aplaudiendo y saltando, pero no lo hizo, tenía treinta años, por amor de

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Dios. Con calma esperó a que Griff completara el código de seguridad general y el protocolo de seguridad. Prestando atención a las concisas instrucciones que le daba para entrar y salir, centrándose sólo cuando se aclaró la garganta y dijo: —Pulse el botón verde, aquí, si necesita ayuda. — Luke asintió con la cabeza, apenas consciente de las palabras, y Griff miró a Chris sacudiendo la cabeza y sonriendo. Ambos lo dejaron solo. Griff se detuvo sólo para gritarle: —No se olvide. El botón verde si nos necesita. —Esperó hasta que Luke asintió con la cabeza ausente antes de irse. Por fin Luke se sentó en la habitación en silencio, los guantes blancos en sus manos, los codiciados tomos bellamente ornamentados a su vista y a su tacto. No sabía por dónde empezar, las obras del evangelio cristiano apiladas a la izquierda, las tragedias griegas, los textos originales de Shakespeare a la derecha. La cámara le otorgaba sus deseos haciéndolos realidad. Suspirando y deseando que el tiempo ocultara su pasión por la historia y el descubrimiento, se centró en lo que necesitaba. Sus dedos trazaron los títulos en el aire, sin tocar los libros y pergaminos en sí, apenas a unos centímetros de distancia para protegerlos. Por último, encontró lo que necesitaba. La caja que contenía el archivo de un solo pergamino que esperaba que lo llevara a encontrar respuestas a sus preguntas. Con cuidado, llevó la caja a la mesa, creando expectativas en él, mientras abría la tapa y revelaba en su interior un pergamino envejecido. Se hizo esperar, como un niño en la víspera de Navidad que quería simplemente deleitarse con la previsión de tocar. Cuando levantó los papeles estos parecían frágiles, delicados, decolorados y manchados en algunos lugares, pero se sorprendió al ver los signos de vitela en su mayoría intactos y no mostrar el haber sido reutilizados, eso era en sí mismo un milagro. La decadencia del mundo clásico y con el creciente predominio del cristianismo y el monacato en la Edad Media llevó a la destrucción de muchas obras de autores clásicos. No era raro que un texto clásico fuera borrado para que así las páginas del manuscrito pudieran ser reutilizadas para las obras de un Padre de la Iglesia o en algún trabajo gramatical.

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Luke sabía de esta destrucción, de la sobre-escritura de los textos antiguos, que había llevado sin querer a la preservación y la recuperación de una serie de obras importantes y trabajos perdidos. Con el tiempo, estos textos “borrados” a menudo reaparecían y se hacían visibles como textos recientes. Él a veces se congratulaba de haber nacido en una época en que las computadoras y los rayos X revelaban los textos ocultos, pero en su mayor parte no había nada como trabajar con una lupa y su propia aguda vista. Sentándose en la silla respiró hondo y, con un cuidado nacido de la experiencia, planificó sus traducciones. Cada página contenía intrincados detalles, decoradas con símbolos sólo visto por un puñado de personas. Luke reverentemente tocó las pequeñas partes de la vitela con los dedos, que habían sido raspadas y vueltas a utilizar varias veces. Cada vez estaba más perdido en el pasado, uniendo su propia mente con la línea temporal de los libros, sintiendo cuando era el momento adecuado para comenzar. Trabajó de manera limpia y precisa. Los textos antiguos se vieron afectados por la respiración humana y los cambios en la atmósfera y estaba desesperado por no dañarlos por un exceso de exposición a cualquiera de ellos. Tomó notas, trató de tomar fotos con su teléfono, que eran en su mayoría oscuras, pero legibles, y luego volvía a colocar el manuscrito en su caja. Luke se acomodó, sus notas a un lado, sus gafas puestas de nuevo en su nariz y su cerebro orientado a la traducción. Pasaron tres días casi sin dormir antes de que Luke resurgiera. Griff y Chris le habían llevado regularmente la comida, bocadillos y café, así como agua durante ese tiempo. No escatimando ningún minuto sobre los textos para no perder el tiempo, pero sabiendo que tenía que refrescar sus conocimientos para empezar a corregir errores, por lo que comía en el pasillo. Se obligó a reducir la velocidad, mirando detenidamente, para mantener su mente ágil, antes de volver al trabajo en el que se había enfrascado. Se las arregló para ir al baño, pero sólo cuando no podía aguantar más. Cuando finalmente salió de la cámara, cerrando el sistema de seguridad detrás de él, se dio cuenta de que estaba oscuro. No tenía idea de qué momento era o donde pudieran estar los demás, pero poco a poco volvió del pasado al presente, centrándose en los sonidos

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y en los olores a su alrededor para recordarse a sí mismo dónde estaba. Se abrió camino a través de corredores, con el sonido de la música como su única guía, mientras subía las escaleras, oyendo risas, y oliendo... a pizza. Su estómago rugía, recordándole que probablemente tenía mucha hambre y se detuvo fuera de una sala que contenía, al parecer, tanto la pizza como la risa. El enseñó su característica y por lo general estudiada expresión de un Luke joven y feliz. Miró, con una sonrisa en su rostro, como Chris y Griff estaban recostados juntos, terminando la canción que estaban cantando con un broche de oro y cayendo uno contra el otro, riendo y bromeando. Se sentaron en el suelo, con la espalda apoyada en la cama y con la mitad de la pizza que habían comido en un plato a un lado. Luke sabía que debía decir algo. No supo que es lo que le hizo detenerse, no queriendo interrumpir la alegría que podía ver en el rostro de Chris, la felicidad que existía en la habitación, pero de alguna manera no se sorprendió cuando Chris puso la guitarra con la que había estado tocando a un lado y se subió a horcajadas sobre el regazo de Griff, apoyándose para besarlo ardientemente, con sus brazos alrededor de él, mientras le sostenía cerca. Había una pureza en la pasión que se desbordaba cuando se besaron. Era tan pura como los símbolos que vio en su trabajo y se sintió mal el estar ahí y mirar. En cambio, retrocedió y se preguntó qué hacer a continuación. Había pasado tanto tiempo desde que experimentó algo parecido en su vida sexual, no había querido involucrarse mientras estaba con su investigación y su enseñanza. Hubo relaciones en el pasado, pero habían pasado más de seis meses desde la última. Incluso después de dos semanas Luke llegaba tarde a las citas, si en realidad se presentaba a todas. Sintió que su miembro se revolvía en sus pantalones viendo la excitante escena de la habitación y se prometió a sí mismo que la próxima vez que conociera a alguien tendría que hacer el esfuerzo, aunque sólo fuera para obtener una conexión la mitad de apasionante que ambos parecían tener. Se retiró antes de que él interrumpiera la escena, pero no antes de ver a Chris enterrar los dedos en el largo y rubio pelo de Griff y como echaba la cabeza hacia atrás para exponer su cuello, remarcando los besos hasta hacerlo vibrar y luego moviendo los labios en busca de un gemido ahogado de Griff en un excitante beso.

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Luke podía esperar con las novedades, no mucho pero si un par de horas. Sintiéndose todavía un poco mareado por la falta de sueño y los aperitivos que había tomado de la cocina, bajó las escaleras y se abrió paso hacia el espacioso estudio. Trató de concentrarse en observar las pinturas o verificar la decoración de madera tallada de la ancha chimenea, pero la necesidad de hacer algo activo estaba machacando sus pensamientos. La mesa de lord Jeffrey tenía aspecto de antigua. Era una pieza fabricada en caoba con incrustaciones de rosa palo y tilo hecha por encargo. Dominando la habitación, había cinco ventanales que iban desde el suelo al techo. Dejándose caer sobre el asiento no dudo en que había sido usado por Lord Morgan durante sus estancias en Six Pillars. Luke encendió la computadora que estaba tristemente fuera de lugar en una sala llena de antigüedades y de elementos históricos. Recordó vagamente que Griff Morgan le había dicho que podía usar la computadora cuando lo necesitara y pensó que así podía matar el tiempo hasta que su protector y el joven lord terminaran sus actividades actuales. Mientras esperaba que se encendiera, sus pensamientos volvieron a la escena del piso de arriba. Luke se sintió cada vez más incómodo ante la excitación en sus pantalones vaqueros mientras su cuerpo respondía a las imágenes eróticas que poblaban su imaginación. No era la primera vez que deseaba que la vida no pasara tan rápidamente. Se reclinó en la silla y se aflojó sus pantalones, abriendo el botón y bajando la cremallera antes de introducir una mano para envolverla alrededor de su miembro medio excitado. Luke se acarició hábilmente hasta que estuvo totalmente erguido, tratando de no centrarse en las imágenes de Chris y Griff. En su lugar trató de crear al azar hombres sin rostro. Había estado tan condenadamente solo y lo que había presenciado se tradujo en una necesidad por liberarse. Cerró los ojos, pasando el pulgar a través del perlado líquido sobre el glande y luego suavizando sus movimientos a lo largo del miembro. Se imaginó a un hombre sin rostro de rodillas detrás de la mesa, cerrando su boca alrededor de Luke, obligándolo a sentir, y con un gemido ahogado separó las piernas ampliamente. Imponiéndose un ritmo constante, logró excitarse hasta el límite y no pasó mucho tiempo antes de que su orgasmo empezara a construirse en la base de su espina dorsal y supo que iba a correrse en su puño cerrado. Oyó su propio gemido mientras lo hacía

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y se sorprendió de que en el momento de llegar al orgasmo, mientras esa sensación se apoderaba de él, agitándolo, sus pensamientos fueron a un primer plano de la cara del hombre del museo.

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Capítulo 12 Alex se deslizó por la pared, sosteniendo el libro en sus manos, el horror retorciéndole el estómago mientras miraba las palabras en blanco y negro y escuchaba a Thanos leyendo su copia. —¿Cuántas personas saben esto? —Susurró, con dolor y cansancio en su voz, mirando hacia arriba. Mientras Thanos detenía su lectura y se quitaba las gafas lentamente, mirando ciegamente las palabras en la página que tenía delante. —Sólo yo. Hay otra traducción en una colección privada ofrecida en Inglaterra, la colección de Lord Morgan para la Universidad de Oxford, y ahora tú. —Alex dejó caer el libro al suelo, las palabras en inglés giraban en su cabeza, lágrimas caían por sus mejillas espontáneamente. Se echó hacia atrás la manga, los dedos de una mano seguían las marcas que rodeaban el brazo opuesto. Sabía que era diferente, incluso único, pero el estar tan cerca de averiguar el porqué de esa diferencia, era una perspectiva aterradora. Sabía que lo que estaba sintiendo era un miedo muy real, saber la razón de su pasado antes de los siete años, era una neblina en blanco. Ahora, al leer estas palabras, escritas sobre un pergamino, cada palabra era tan pesada como el plomo en su corazón... lo sabía. Sabía lo que estaba leyendo, esto acababa de dibujar una línea bajo su controversia. Se apalancó en la pared, tambaleándose sobre sus pies y cruzando hasta donde Thanos estaba sentado. Apoyó sus brazos sobre la mesa, con la cabeza gacha. —Alex, háblame. —Le pidió Thanos en voz baja. —¿Quién eres Thanos? ¿Quién eres realmente? — Preguntó Alex, con un matiz de desesperación en su voz. Tal vez ya lo sabía, pero necesitaba oírlo de labios del anciano. Thanos no dudó, el orgullo rodando como un trueno a través de cada palabra. —Yo soy descendiente de sangre de Dareios, el amante de Elysia, la Sacerdotisa y el padre del niño Athanasios —dijo Thanos, haciendo una pausa dramática para que se diera cuenta antes de continuar.

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—¿Quién soy yo? —Preguntó Alex. —¿Quién puedo ser? —Era una pregunta retórica, que Alex expresó en voz alta para que su cabeza no explotara con la emoción de agonía que se le disparó a través de su cuerpo. —Alex, si todo esto es verdad. Si esto puede ser cierto, entonces tú eres el niño que tatuaron y quemaron en el templo. Tú eres Athanasios, nacido de nuevo al cabo de cincuenta generaciones. Alex lo negó, meneando la cabeza con vehemencia, incluso cuando reconoció, cuando sabía que veía dentro de la gente, cuando veía las cosas segundos antes de que ocurrieran, conocía cosas que iban a suceder, todo lo hacía diferente. Aún así, no se lo hizo este niño perdido de la mitología griega. Esto no significaba que los diseños de su cuerpo eran obra de un sacerdote, no significaba que los dioses lo habían escondido en los cielos para el momento de regresar... No significaba nada. Sabía que sus pensamientos podían sonar infantiles si los decía en voz alta, pero su mente no aceptaba lo que sus oídos escuchaban. —Eres especial Alex. —Susurró Thanos—. Y estás acorralado. Desearía con todo mi corazón que fuera de otra manera, pero si quieres vivir tienes que irte. Alex no podía procesar lo que estaba diciendo el anciano, su cabeza estaba dividida entre el deseo de correr y la necesidad de quedarse. Mientras Thanos le decía esto era imposible concentrarse en una sola palabra... marcharse. —¿Marcharme? ¿Dejar Grecia? ¿De qué serviría? —La desesperanza llenó su voz—. Ellos me encontrarían de nuevo, al igual que nos encontraron en Inglaterra cuando mataron a Edward. —La ira y la confusión se estaban forjando en su interior, amenazando con romper la última barrera de su resolución—. ¡No importa a dónde vaya, este grupo que está por ahí, qué quiere herirme me buscará y me encontrará! ¿Quiénes son Thanos? ¿Quién jodidos son esos hijos de puta? —Golpeó con el puño en el escritorio. Esa era la única manera que conocía para liberar la tensión. Thanos sacudió la cabeza con tristeza: —No lo sé. Ojalá como el infierno lo supiera, nunca... Yo no sabía que iba a ser quien se encargaría de esto... voy a investigarlo, encontraré un traductor que pueda leer el resto.

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Tienes que irte, tengo el dinero suficiente para poder ocultarte hasta que sepamos. Espontáneamente, Alex recordó los destellantes ojos verdes que lo miraban desde las sombras en el Museo Británico. Era un profesor, un hombre que le tocó la cola de su tatuaje y cuyo toque le transmitió un estado de conciencia que se deslizó por el brazo y por su columna vertebral. Cuya ocasional caricia había enviado una sensación de culpa al corazón de Alex, mientras sentía que la lujuria se enroscaba en su vientre con ese toque. Además sin descartar lo que sentía, tenía un conocimiento instintivo de la gente, su confianza, su curiosidad, risa y sorpresa... —No voy a ir a ninguna parte —dijo Alex finalmente—. Puedo ocultarme... Tengo que hacerlo... —Su voz decayó, sin saber por qué se detuvo cuando le estaba diciendo a Thanos sobre las capacidades que tenía. —¿Control? —Thanos terminó en voz baja—. ¿La capacidad de cambiar la mente a la gente, para curar? —Suspiró Alex, era tan difícil resumir lo que sabía cuando ni siquiera Alex lo acababa de entender. Thanos colocó una mano sobre el brazo de Alex, la simpatía brotaba desde su interior, llenando los sentidos de Alex hasta que tuvo que interrumpir la conexión. Thanos era muy consciente del malestar cada vez mayor de Alex al ser tocado con tantas emociones puras. —¿Me has estado vigilando todo el tiempo? —Preguntó Alex con curiosidad. Nunca había sentido que estaba siendo observado y eso le desconcertaba, que la gente hubiera estado observándolo y que no se hubiera dado cuenta. —No, Alex, no. Sin embargo, tus padres, eran buenas personas, ellos te amaban y Gerry... era mi amigo. Él me decía lo qué estabas haciendo... cómo estabas. Se sentaron en silencio, la mente de Alex se agitaba sobre lo que había aprendido de su pasado. Con impaciencia se corrigió, su pasado era posible. Tal vez lo que había oído y leído realmente no era nada más que un libro de cuentos, mitos, algún oscuro gran truco cósmico establecido para confundirlo. Sin embargo, cuando se paró frente al espejo de su habitación al amanecer, trazando con ligeros toques las marcas que

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adornaban su desnuda piel, sabía que habían sido marcadas en su cuerpo deliberadamente, a pesar de que no podía recordar el momento preciso y el dolor que a continuación lo debía haber acompañado. Quería saber por qué alguien le haría eso a un niño. Quería saber QUIÉN había infligido las marcas en su cuerpo. Y quería encontrar a las personas responsables de la muerte de Edward. Si los culpables eran Xenos u otras personas, necesitaba encontrarlas, vengarse por la muerte de Edward y sobre todo, obtener RESPUESTAS. Alex no tenía intención de correr o esconderse, pero necesitaba información, traducción, conocimiento. Así sabría por dónde empezar. Necesitaba al hombre de los ojos verdes y el tacto que le transmitió ese zumbido de lujuria más rápido que el pensamiento consciente. Él lo necesitaba en Grecia. A propósito, se volvió y miró a Thanos. —Conocí a alguien cuando estaba en Londres, un profesor llamado Luke MacKinnon. Necesitamos traerlo aquí. —Entonces Alex se volvió hacia el mar, hundiéndose en el ritmo relajante de las olas interminables.

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Capítulo 13 Luke se sentó, profundamente concentrado en sus pensamientos, esperando a que los dos hombres bajaran las escaleras. Se había metido en la cocina para buscar algo de comer, por lo que el hambre lo condujo lejos del ordenador del estudio. Un sándwich de jamón y queso estaba en un plato, pero estaba a medio comer por lo que lo ignoró. Afortunadamente, poco tiempo después Griff y Chris entraron remoloneando en la cocina. Estaban riendo y tocándose, deteniéndose brevemente para disfrutar de un largo beso pasional. Sus risas callaron al mismo tiempo que se detenían frente a un inexpresivo Luke. —¿Luke? —Le preguntó Griff, su voz estaba teñida de preocupación y sus ojos grises llenos de bondad—. ¿Estás bien? —Miró a Chris cuando Luke no dijo nada. —¿Profesor? —Le preguntó, avanzando para tocar a Luke en el brazo. Su suave voz finalmente despejó las telarañas de la mente de Luke. Luke miró hacia arriba, moviéndose lentamente, el cansancio tirando de él hacia abajo, incluso cuando trataba de concentrarse en el ros tro de Samuels. Se aclaró la garganta. —Creo que he rastreado al hombre pintado. —Levantó un montón de papeles: impresiones de Google, sus propias notas garabateadas, un mapa de Texas y artículos de periódicos impresos. Miró a Chris con sus pupilas dilatadas y el rostro pálido—. Creo que he tocado al hombre pintado.

Luke había estado en Grecia antes, por supuesto. Había participado en varias excavaciones, en tres de ellas en realidad, por eso tenía contactos

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en Grecia, todos los académicos que se quedaron a vivir y respirar el sentimiento de edades pasadas. Ellos no podían entender por qué Luke quería dejar una tierra tan rica en objetos y lenguajes tan antiguos como el tiempo, no podían entender por qué atesoraba celosamente sus conocimientos, manteniéndolo entre ellos y deteniéndose donde lo habían encontrado. Algo acerca de las historias de Grecia contuvo el alma de Luke. Esa era la Grecia que amaba con celestes y azules aguas y playas de aguas cristalinas, montañas maduras con el aroma de tomillo y pintorescos pueblos enclavados en paisajes antiguos. Las notas fueron discordantes, resultado, tal vez, del choque entre la historia que Luke sabía tan bien y lo moderno. Tanto la Grecia moderna como la Grecia antigua se sustentaban de los ingresos turísticos. De la maravilla y el asombro de las visitas a la Acrópolis, de las excursiones y de los guías que traían a la vida las estructuras restantes de los siglos ya pasados. La Grecia moderna tuvo sus problemas, al igual que cualquier otro centro de conocimiento y de entretenimiento. Cada vez que Luke la visitaba percibía menos de la Grecia antigua y más de la Grecia moderna, de la burocracia, los funcionarios y las mentes cerradas para la investigación. El aterrizaje en la base del Ejército de EEUU fue una experiencia diferente, aunque, sin burocracia sólo fue un paseo rápido por la aduana y luego a su habitación en la zona de invitados. Después había sido abandonado, después de un casual 'volveré por ti en un momento' de Chris. Con la excepción de la vibración constante de dos de los motores turbo hélice de los C27J’s, las cosas hubieran sido tranquilas en el vuelo. El avión de transporte de tamaño mediano, había sido atiborrado de cajas y contenedores de metal, sin pensar en darle espacio o comodidad a los pasajeros. No había tenido ninguna posibilidad real de dormir en el largo vuelo y Luke se dejó caer cansado en la cama de la habitación que recién le había asignado el ejército. Se quedó mirando el techo roto, deseando, no por primera vez, que tan sólo pudiera seguir adelante con su investigación. No había ninguna computadora en la habitación, nada que indicara donde iba a trabajar, no había escritorio, nada. Suspiró, irritado, inquieto de encontrar

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una posición cómoda en el ancho colchón. El calor era sofocante y su camisa estaba pegada a la espalda. Su cabeza estaba llena de muchas preguntas. Una vez que leyó los periódicos, a continuación, siguió avanzando con la transcripción de las notas. Sabía a quien estaba buscando. Este hombre increíblemente alto y pintado era en todo lo que podía pensar, pero no fue hasta que escudriñó un poco su propia investigación que todo volvió a su lugar. Le habían pedido hacía algunos años, que fuese miembro de un equipo antropológico que pensaba centrarse en los atributos físicos de los antiguos griegos. Se acordó de estar excitado, ya que era su primer reto de investigación real y luego llegó la decepción cuando se dio cuenta que la indagación era en realidad poco más que un análisis estadístico de unos insulsos datos. Un metro ochenta centímetros. Al parecer, el hombre griego medio medía un metro ochenta. Luke recordó eso, pero no pudo unir todo hasta que dobló las rodillas a la aproximación de un metro ochenta y miró hacia arriba. Luego saltó sobre sus pies, devaneándose la cabeza. Para alguien de esa altura, increíblemente alta, podría ser cualquier cosa. Cualquier altura y fue entonces cuando se dio cuenta de lo que había descubierto. Al principio, Luke había considerado imposible esa altura para ser gigantesco, un hombre increíblemente alto. Con su nueva perspectiva, el hombre en el Museo quien debía de medir por lo menos un metro noventa y cinco centímetros o tal vez más, de repente parecía increíblemente alto. —No entiendo —declaró Chris—. ¿Qué quieres decir con que has tocado al hombre pintado? —Luke había tomado un respiro, ahí mismo, en la cocina de la casa de Griff y se lo explicó todo detalladamente. Grecia, los rumores, sus contactos todavía en Grecia, un grupo llamado Xenos, Texas, la adopción, un incendio, un huérfano y el vizconde Edward DeChauncey. Sorprendido, Griff había fruncido el ceño con eso. —Yo estuve la semana pasada en el funeral, asistió a la misma escuela pública que yo — afirmó con cuidado—. ¿Qué tiene que ver con todo esto? Luke parpadeó incesantemente. —¿Lo conocías?

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—Sólo a través de la familia, estaba dando mis respetos. —Le dispararon. —Agregó Luke, sacando el informe en el periódico que había impreso y lo deslizó sobre la mesa, los otros dos hombres se sentaron en sillas para sentarse frente a él. —Algún tipo de tiroteo por lo que recuerdo. —Señaló Griff, tirando del periódico y echando un vistazo a los titulares. Luke señaló un párrafo hasta la mitad. —Se menciona un compañero que salió ileso y que venían de un evento en la ciudad. Mi evento. Me refiero a... —Negó con la cabeza enfadándose consigo mismo—. ...En realidad no era mi evento, era un asunto del Museo Británico. Yo estaba ahí, me encontré con socios de DeChauncy, estoy seguro de eso. Vi a un hombre alto, muy alto, con tatuajes... —Luke retiró la manga indicando donde había visto el tatuaje en el brazo del hombre alto—. Tenía una marca en su muñeca, un símbolo, como éste. —Rebuscó entre los papeles, sacando una copia que había dibujado a mano—. Este símbolo... aquí. Luke fijó la mirada a la blanquecina expresión de Chris y a la cara de Griff, y suspiró. Estaba acostumbrado a esto. La gente no lo asimilaba de inmediato y tiró de su labio inferior con los dientes—. Es un nuevo símbolo que yo no había visto antes, creo que... es... tal vez... un símbolo inusual del Oráculo. Y con eso, se había encontrado viajando por la vía rápida, trasladándose a Grecia y a una base del ejército rodeado de vallas de seguridad y vigiladas por guardias con rifles semiautomáticos y con perros. Ahora, aquí sudaba en su habitación vacía, esperando... lo qué, no lo sabía. Bostezó ampliamente, se volvió sobre un lado mientras el jet lag se adueñaba de él y muy pronto se quedó dormido.

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Capítulo 14 Alex cerró su teléfono celular: —MacKinnon —dijo simplemente a Thanos quien lo garabateó—. M-A-C-K-I-N-N-O-N, Luke. —¿Le seguiste la pista a partir de esa llamada? —Le preguntó Thanos con curiosidad. —La universidad no me ha revelado esa información, pero tengo la sensación de que él no está ahí. —No voy a preguntar cómo lo sabes —comentó Thanos con cuidado—. Entiendo que eres más especial que cualquier hombre de este mundo. —Alex no respondió a Thanos, ni siquiera reconociendo lo que había dicho. —Entonces, ¿dónde podría estar ahora, Alex? ¿Puedes sentirlo? —Él está aquí —dijo Alex simplemente, frotándose las manos sobre los brazos desnudos que le hormigueaban, estremeciéndose con la repentina sensación de frío que le cubría—. Está durmiendo. —¿En Grecia? Alex movió la cabeza de un lado a otro, sintiendo los huesos de su cuello crujir mientras se estiraba y cerró los ojos. Frunció el ceño, incapaz de centrarse en el hombre que había tocado. —Dormido —le susurró a Thanos, que lo miraba con una mirada de asombro—. Está dormido. —¿Tú... tú puedes hacer esto con todo el mundo? Alex se encogió de hombros. —No, si no está vivo, si no está cerca —dijo simplemente—. Tengo esto... estos... sentimientos..., sobre todo, pero nunca tan claros.

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—Así que este Luke, es probable que sea una parte importante de tu futuro... —¿O tal vez de mi pasado?

Chris Samuels se dirigió resueltamente hacia la sala de interrogatorios. Había seguido sus órdenes como se le indicaba en el informe. Luke MacKinnon estaba aquí, su investigación estaba aquí. Sus órdenes sólo cubrían hasta ese punto, pero algo en su estómago le decía que había algo más en esto de lo que sabía o podía saber. No se fiaba de Stewart tanto como quería hacerlo. Chris sabía detalles sobre algunas de las operaciones especiales en las que Stewart había estado, sobre todo después de haber estado bajo sus órdenes dos veces. Siempre estaba buscando su interés, viendo cómo podía sacar provecho de las situaciones y eso provocó que Chris no pudiera confiar en el Mayor. Disminuyó la velocidad mientras se acercaba a la oficina, preparándose para la sesión informativa y con la esperanza de volver a hablar con Luke antes de que lo cuestionara, con un bombardeo de preguntas que sabía que el profesor tendría. Se detuvo delante de la puerta, justo fuera de la vista. Se oían voces acaloradas, no... Alguien alzando la voz... dentro de la habitación. —... notas. Esta es la última cosa que... no... No se le contrató para matar a nadie o por cualquiera de sus grandiosos planes sobre los dioses... Fuera de la puerta Chris frunció el ceño, “los dioses”. Estaba acostumbrado a los nombres en código como Abilene o Tormenta del Desierto, que se les llamara así a situaciones que no tenían nada que ver con el significado de las palabras. Sin embargo, en esta situación, con todo el enfoque de Grecia y esto del Oráculo, ¿tal vez estaba pasando algo muy diferente aquí?

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Hubo un largo silencio en la oficina, sólo roto por el golpeteo de los dedos sobre el escritorio de metal y luego más palabras. Los sonidos goteaban con cantidades iguales de terquedad y derrota. —Tan pronto como tengamos... sí... las notas y MacKinnon para ti... —otra pausa— ...y eso será el final de todo... no... No me preocupa lo que puede o no puede saber acerca de cosas que he hecho... —Chris esperó unos segundos después del obvio final de la llamada antes de entrar en la habitación, alargando su paso para hacer parecer que había estado caminando a toda velocidad y se detuvo en posición de firme frente al Mayor. —Señor, el profesor MacKinnon está programado para entrar en la siguiente media hora. —Descanse teniente, bueno... bueno... —Mi informe señor. —Chris colocó un folio escrito a mano con un diseño formal en el escritorio y luego se trasladó para sentarse en la silla frente al Mayor. —Así que, ¿hasta dónde llegó el profesor?

Luke se sentó de repente, la voz en su cabeza lo llamaba, insistente, buscándolo. Una súbita presión emocional hizo que le faltara el aire y se balanceó sobre sus piernas en el suelo, quitándose el sudor de su frente con las manos. Los sueños, las sensaciones, se habían vuelto cada vez más intensos. Se extendían desde los pensamientos sobre Grecia a los sentimientos de que estaba siendo vigilado, lo que aumentaba su lujuria. En sus sueños, sucumbía a la pasión y a esa necesidad tan imperiosa que le robaba el aliento.

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Con cansancio se frotó las manos sobre los ojos cansados y permaneció de pie. Un efímero examen de su reflejo en el pequeño espejo del lavabo de la habitación y se estremeció ante el agotamiento de su rostro. No tenía buen aspecto. Se echó agua en la cara y se miró de nuevo en el espejo. Esa extraña sensación, que punzaba en la parte posterior de su cuello, se había estabilizado en una imagen cercana, sólo en su visión periférica: el hombre alto, observando. El golpe en la puerta fue rápido, acompañado por el vaivén de la puerta, como si la persona que estaba detrás se mostrara reacia a esperar el permiso para entrar. Esto sorprendió a Luke y se movió de nuevo, golpeando su cadera contra el lavabo. Maldiciendo interiormente, trató de estabilizar su respiración. —¿El profesor MacKinnon? —La voz desde luego no era de Chris y Luke parpadeó porque el agua todavía le goteaba desde el pelo a su cara. —Tiene que venir conmigo. —Luke miró de soslayo el borrón frente a él, tanteó el lavabo para ponerse sus gafas y colocárselas cuidadosamente en la nariz, lo que le permitió enfocar la habitación y ver al hombre en su habitación por primera vez. —Está bien —dijo, como si su aceptación pudiera marcar alguna diferencia. Confundido, cogió la mochila que contenía, entre otras cosas, sus notas y siguió al soldado a través de un pasillo a una habitación gris sin ventanas. En el centro de la habitación había una desproporcionada e inmensa mesa de metal verde oliva, flanqueada por una silla a cada lado. Chris estaba ahí, de pie en la pared del fondo, sus hombros estaban tensos y su cara cuidadosamente en blanco. Otro hombre estaba sentado en el escritorio. Era un hombre mayor vestido con uniforme, con los dedos tocando rítmicamente el metal y su rostro coronado por una sonrisa. Casualmente, se levantó y le tendió la mano, que, a pesar de las dudas que inundaron al instante sus pensamientos, Luke tomó con firmeza. —Profesor MacKinnon, yo soy el mayor Stewart. Estoy al frente de esta operación y soy el enlace con las autoridades griegas.

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Luke se puso rígido con la voz, que sonaba como un político dando el saludo que había ensayado una y otra vez. No dijo nada, ya que era evidente que Stewart era plenamente consciente de quién era. —Creo que tenemos que empezar con la forma en que llegamos aquí. Por favor, siéntate. ¿Café? ¿Agua? —El hecho de que el comandante no perdió el tiempo en charlas y estaba tan ansioso por llegar al meollo de la cuestión que se le olvidó la cortesía común, fue un hecho que no se le pasó por alto a Luke. Luke murmuró: —Agua. —Y pasó a sentarse en la incómoda silla. Era embarazosamente consciente de que Chris se había desplazado ligeramente a medida que se apoyaba contra la pared y no hizo ningún intento de ocultar el hecho de que estaba mirando el intercambio entre los dos hombres. Pero eso no era todo en él, Luke sintió, durante un instante, la certeza de que estaba siendo observado desde... afuera... Algo estaba mal con todo lo relacionado con el Mayor y la base militar. Miró a Chris, que sólo bajó los ojos. Algo estaba muy mal. Luke comprendió de repente que Chris se estaba comunicando con él de la única forma segura posible, con gestos y movimientos de los ojos. ¿Prudencia? ¿Por qué pensó en esa palabra? El Mayor siguió hablando y Luke trató de prestar atención. Se obligó a escuchar en silencio, con la intención de poder entender todo lo que le decían, sin importarle el método de comunicación. —Los gobiernos de Estados Unidos y de Grecia quieren evitar que el Oráculo caiga en las manos equivocadas. Luke no indicó que el Oráculo fuera real, era una colección de historias y nada. Aprendió la lección años atrás cuando se enfrentó a las banales palabras de los políticos, de los cuales ese mayor, obviamente, era un ejemplo. Dejemos que hablen, no levantes la mano. —Es muy importante que sigamos hasta el final, profesor. Encuentre a este hombre alto del que habla, tráigalo... invítelo a una discusión acerca de lo que puede saber con respecto a... —Stewart en realidad no terminó la frase, sólo hizo un gesto laxo con la mano, indicándole, obviamente, un par

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de cosas: Oráculo, Grecia, poder. Si había una cosa que Luke no era, es que él no era estúpido. Echó una rápida mirada a Chris, el cual seguía mirando resueltamente hacia el suelo. —¿Cómo lograré encontrar a este hombre? —Le preguntó Luke con cuidado y Stewart sonrió, con una amplia expresión en sus labios. Una sonrisa que no llegó realmente a sus ojos grisáceos. —Tienes todos los recursos que necesitas, incluyendo, por supuesto, a Samuels que va a ser tu enlace militar. —En este momento, Luke vio al teniente rígido y de pie, levantando la cabeza, como si fuera la primera vez que él fuera en realidad parte de esta conversación, aunque Luke sabía que había estado escuchando con atención todo el tiempo—. Te seguirá prestando apoyo en tu investigación y me presentará informes regulares para que pueda organizar los recursos adicionales que puedas necesitar. —Está bien. —¿Podría ser real esto del Oráculo? ¿Un artefacto real? ¿Algo con el poder de predecir el futuro? —No se. —Fue todo lo que Luke pudo decir. Tenía sus propias creencias, sus propios sentimientos acerca de lo que había leído, pero no desechó nada. La cosa era que todo lo que quería era sentarse como el profesor MacKinnon y tener una franca discusión con este hombre sobre sus teorías. Pero una parte de Luke no se fiaba de él y por eso dijo muy poco. En algún momento Chris salió, para obtener agua, supuso. Cuando regresó con el agua, la colocó junto a Luke sobre la mesa. —El agua —dijo en voz baja, rozando su mano en el hombro de Luke, sus ojos claros y precisos sobre Luke, casi como si estuviera tratando de decirle algo. Luke no descartó que sus propios sentimientos de aprensión se notaran como las profundas respiraciones de Stewart y finalmente se levantó abruptamente, sacudiéndose el polvo imaginario de sus desgastados vaqueros y recogió sus papeles.

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—¿Hay algún lugar tranquilo donde pueda estudiar lo que he recogido? —Preguntó, esperando que la envoltura de profesor significara que podía evadir la grosería descarada. A pesar de mostrar impaciencia por el abrupto final de su discusión, Stewart sugirió a Chris llevarlo a la biblioteca para tener la tranquilidad que necesitaba. Luke siguió a un Chris tranquilo por el pasillo hasta que estuvieron fuera de la extraña habitación, de la que Luke se dio cuenta demasiado tarde, que le había recordado a una sala de interrogatorios de una película de espías de 1950, en vez de una oficina. —¿Qué jodidos? —Luke escupió inmediatamente. Chris se volvió brevemente, moviendo la cabeza y colocando un dedo en sus labios. Luke calmó sus pensamientos y se limitó a seguir al Teniente. Las preguntas exigían ser hechas con voz. Finalmente llegaron a una puerta marcada con un simple veintitrés y entraron en la habitac ión, cerrando la puerta detrás de ellos. Luke abrió la boca para decir algo, pero Chris negó con la cabeza bruscamente. Apiló el trabajo de Luke en una mesa de pino que obviamente, servía como escritorio, agarró un pedazo de papel en blanco de la pila y, con la pluma en la mano, garabateó algo. —¿Necesitas algo? —Le preguntó Chris en voz alta, mientras Luke miraba lo que había escrito en el papel, 'ten cuidado. No estoy seguro de que puedas confiar con esto del Oráculo'. —No, Chris. Estoy bien —dijo Luke, escribiendo una sola palabra. ‘¿Por qué?’ —OK, voy a sentarme aquí y dormitar a continuación — Ellos lo ven como un arma tal vez'. —Lo se. —Escribió Luke de nuevo, 'pero el oráculo no es real'—. Está bien —dijo en voz alta. 'Quédate conmigo', escribió Chris. —Vamos a empezar.— Añadió verbalmente y ladeó la cabeza en cuestión.

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'Muy bien', escribió Luke y luego se sonrieron el uno al otro. Una sonrisa sincera donde podía sentir la honestidad que emanaba del musculoso hombre del ejército.

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Capítulo 15 Alex volvió a insistir que él era la única persona capaz de “localizar” al profesor MacKinnon. Quería hacerlo lo antes posible. Sentía un mal tan sombrío que lo sacó de sus sueños. Ese mal se escondía y se arremolinaba alrededor de Luke MacKinnon y otra persona cerca de él, un inocente. La presencia de esa maldad tan intensa lo asustaba y lo enfurecía. Eso lo empujó a sus sueños de la mujer muerta, algo que nunca había sucedido antes, y tuvo el impulso de correr detrás de Luke, ahora a la luz del día en lugar de esperar. Todo esto lo hizo estar inquieto y hosco. —No puedo aceptar esto. colocándose entre Alex y la puerta.

—Insistió

Thanos

ásperamente,

Alex simplemente se quedó con los brazos cruzados sobre el pecho, argumentando unas sencillas palabras. —Tengo que ir a buscar a este profesor Mackinnon. Nadie me verá. Es la forma más rápida y segura. — Alex vio como Thanos parpadeaba, con incertidumbre en sus ojos, y después se retiró de mala gana a un lado. —Ten cuidado —le dijo Thanos abruptamente. Alex hizo una pausa y mirando hacia atrás, asintió con la cabeza. — Lo tendré. —Entonces, antes de que pudiera decidir tratar de detenerlo una vez más, se deslizó rápidamente y descendió por la escalera principal, dirigiéndose rápidamente al Jeep. Alex era muy consciente de las cautelosas razones que tenía para marcharse de la Villa. Estaba preocupado de que alguien tuviera noticias de él. El interior del Jeep era oscuro por que no funcionaban las luces interiores. Lo estacionó en una calle lateral cerca de la base militar, donde MacKinnon, Luke, se alojaba. La noche se sentía pesada y oscura a su alrededor y Alex permanecía en las sombras, preparado para esa "fase" si fuera necesario. Finalmente se quedó en la entrada, esperando a que

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abrieran a un coche de empresa. Deslizándose al lado de ellos, su cabeza se centró exclusivamente en la eliminación de su propio espacio-tiempo y en sí mismo. En esos momentos se acordó del descubrimiento de este talento. Un grupo particularmente persistente de matones siguieron al chico nuevo a los aseos del gimnasio, con la única intención de hurgar en las cicatrices. Él se sentó en el asiento del inodoro, llorando, llorando muy fuerte. Sólo tenía ocho años y trataba de hacer frente a una escuela nueva, unos nuevos padres, un nuevo lenguaje para aprender y muy poco en su memoria. Los matones abrieron la puerta de la cabina en la que se había refugiado y se les quedó mirando mientras estaba sentado llorando, empujándose a sí mismo contra la pared, aún sabiendo que todo era inútil. Ellos lo miraron, con risas y amenazas y vieron a través de él. Los matones cerraron la puerta y se trasladaron a otra cabina. Y otra, hasta que examinaron todos los cuartos de baño. Un poco incómodo, Alex se dio cuenta que no volverían. Estuvo tanto tiempo sentado ahí que no se dio cuenta. En realidad no podía moverse ni pedir ayuda. El calor y el dolor en cada músculo y nervio lo dejó sin habla e inmóvil. Ellos no lo habían visto. ¡Lo habían oído hablar, pero no lo habían visto! Podía verse a sí mismo, pero no podían verlo. Esta extraña habilidad era novedosa y espantosa y se creyó que aquello no era otra cosa que su calenturienta imaginación haciéndole pensar que podía escapar de los matones. A medida que pasaron los años, se enteró de que podía convertir la capacidad de hacerse desaparecer y aparecer a su voluntad. Cuando llegó a la pubertad, se esforzó en controlar y utilizar el poder. En convertirlo en un interruptor que podía accionar para activar ese mecanismo, como le gustaba llamarlo, dentro y fuera, y pasaba tanto tiempo en su “otro espacio” como era necesario. Era capaz de controlar sus pensamientos y “desaparecer” en sí mismo y fuera de la vista de otras personas cuando quería. Era hermoso y aterrador. Le dejaba marcado su cuerpo con una sensación de hormigueo eléctrico cada vez que entraba o salía de esa "fase". Lo estaba haciendo ahora, destellando energía en cada vena, deslizándose con cuidado y en silencio a través de los guardias de la

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entrada e inexplicablemente atraído, hacia la habitación veintitrés, con una mezcla de miedo y emoción en el estómago. Hizo una pausa, se apoyó contra una pared lateral, mientras una súbita oleada de emoción lo traspasó. Era un cómodo sentimiento casi de alivio y lo aceptó con un suspiro. Las emociones no eran suyas. Pertenecían al hombre que buscaba. Armándose de valor para ser aún más cauto, se trasladó hasta quedar fuera de la puerta marcada con el veintitrés. Después de una comprobación rápida para confirmar que estaba solo en el pasillo, con cuidado "apareció" de nuevo y empujó la puerta con suavidad. No se abrió, estaba claramente cerrada desde el interior. Se centró en sus pequeñas partículas hasta que escuchó el toque de la cerradura y se deslizó a través del espacio abierto antes de dejar cerrar la puerta detrás de él. De pie en el interior, con los ojos fijos en los dos hombres y la incertidumbre en cuanto a su reacción, él era totalmente vulnerable. El soldado reaccionó de inmediato pistola en mano y Alex sintió aturdido un golpe, mientras se ponía de pie bruscamente y tartamudeaba a la vez. Todo parecía que iba sucediendo a cámara lenta. Luke se puso de pie, con un gemido en sus labios y los ojos muy abiertos, mirando de nuevo a Alex con el mismo aturdimiento. —Tú. —Fue todo lo que Luke dijo, mientras el soldado apuntaba con su arma a la cabeza de Alex. Alex reaccionó instintivamente. No quería asustarlos, pero era necesario que el arma fuera neutralizada. Tendió la mano rápidamente sintiendo la energía fluir de sus dedos y vio impasible como el soldado maldijo y dejó caer la pistola cuando la luz azul brilló sobre sus dedos con intensidad. Alex se recostó contra la puerta, las manos apretadas en puños, un aura de ese mismo color azul suave y confuso en torno a él mientras respiraba profundamente. Tuvo que conformarse con el respaldo de energía acumulando dentro de él, ardiendo en sus venas. Y respirando profundamente calmó sus pensamientos. —Profesor MacKinnon. —Finalmente reconoció, asintiendo con la cabeza. Al final, con respiración lenta y profunda, se inclinó para recuperar

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el arma que había caído y se la devolvió al hombre del Ejército. Era el último signo de su deseo de paz entre el soldado y él. —¿Qué demonios? —El soldado escupió de mala gana mientras cogía el arma de fuego, un gesto en sus labios, preguntas en la punta de la lengua que reflejaba en su rostro. —No hay tiempo para hablar de esto. Tenemos que irnos.— Interrumpió Alex en los turbulentos pensamientos del soldado. Mirando de Luke al soldado, agregó muy claramente—. Todos. El soldado se mantuvo de pie, con el arma a salvo en la mano. Sin importar nada, parecía que iba a hacer una cosa absolutamente clara.— No vamos a ninguna parte —dijo secamente adelantándose para interponerse entre Luke y Alex. —Realmente tenemos que irnos. —Alex cerró los ojos y frunció el ceño, el aura estaba de un azul claro y débil en torno a él—. Hay cámaras ocultas en esta sala y en el pasillo. Las controlaré, pero sólo se puede engañar a la tecnología durante un tiempo. —Alex era consciente de que sonaba enfático. Se calmó y se centró en el equipo clandestino de la operación en torno a él. Acercándose y modificando las imágenes que transmitía. —¿Alex? —Dijo Luke finalmente, su voz era ronca y baja—. ¿Alex Sheridan? —Alex Sheridan. —Reconoció Alex en voz baja, extendiendo la mano con la palma hacia arriba. Por primera vez en su vida, Alex estaba dispuesto a dejar caer una pequeña cantidad de sus barreras, para mostrarle a otro lo que había dentro de él, aunque sólo fuera para convencer a este profesor de sus buenas intenciones. No tenía que demostrar a Luke las otras cosas que se escondían en su interior, sólo la simple confianza y sus buenas intenciones. Luke puso una mano sobre el hombro del soldado y pasó por su lado para tocar a Alex, palma con palma. Tocó con su mano con cuidado la de Alex, mirándolo a los ojos. Alex cerró rápidamente los ojos, tratando de no

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revelarle demasiado, solo guiándolo a lo que Luke quería ver, lo suficiente como para dejarlo saber lo que necesitaba. Imágenes acometieron por la mente de Alex, reflejos de lo que Luke podía ver. Un niño llorando y una mujer muriendo. Petróleo, fuego y dolor. Un niño. Athanasios. La sangre, fuego y un hombre. Un hombre rubicundo, corpulento y con un cuchillo que brillaba a la luz del fuego, con los labios hacia atrás en aparente sonrisa, gruñendo y chasqueando una vetusta lengua. Alex estaba mostrando una increíble tristeza a Luke. Las antorchas parpadeantes contra las paredes de piedra y el grito de un niño pequeño a su madre. Entonces eso cambió... Alex. Sintió las lágrimas prensarse contra los ojos de Luke, como si fueran las suyas propias, eso era demasiado, demasiado rápido. Tenía que poner fin a la espantosa conexión. Necesitaba tiempo para asimilarlo, pero Luke sabía que no podría hasta que Alex liberara la conexión. Alex sintiendo como aumentaba la angustia en él, relajó la conexión suavemente, negándose a que sus pesadillas hirieran a Luke. Luke tropezó mientras Alex lo soltaba y cayó de nuevo sobre el soldado, que simplemente lo sostenía. La respiración de Luke era irregular y parecía aturdido, parpadeando para sacar el resto de la pena y el horror de sus ojos. Le llevó unos minutos el encontrar su voz. El soldado lo miraba expectante y Alex lo observó con una mirada de preocupación en su rostro. —Tenemos que irnos —dijo Luke simplemente, recogiendo su investigación y notas de seguimiento y metiéndolo de nuevo en la bolsa, precipitándose tanto que sus movimientos eran torpes. El soldado estaba todavía en pie. El arma holgada en su mano, la boca abierta en estado de shock, mientras que la luz azul que había rodeado a Alex brilló sutilmente sobre Luke antes de retirarse y apagarse. —Tienes que venir también. —Insistió Alex mientras hablaba con el soldado. —Dame una buena razón —dijo Chris. —Porque eres parte de esto —dijo Alex en voz baja—. ¿Por favor?

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Fue la suavidad con que lo hizo lo que empujó al soldado a enfundar su arma y ayudar a Luke a meter el resto de los papeles en la bolsa. Alex podía decir que él no sabía lo que estaba sucediendo, pero también que no pensaba dejar a Luke fuera de su vista. Alex respiró profundamente. Nunca había "desaparecido" con otras personas antes, estaba traspasando una increíble cantidad de energía para engañar a las cámaras y sugestionar al personal para que no los pudieran ver. Esto era para no llevar a sus compañeros a su "otro espacio'. Se movía silenciosamente por el pasillo. Luke aparentemente confiaba lo suficiente para caminar detrás de él y el soldado, desconfiando en silencio, miraba a las cámaras. Todos ellos esperando a que alguien les gritara alto. Nadie lo hizo. Llegaron hasta los límites del complejo. La oscuridad les proporcionaba alguna cobertura, pero sabía que para llegar a la puerta necesitaba "transmutarse" a sí mismo, al profesor y al guerrero con el fin de que ellos la atravesaran. —Manténganse cerca —susurró, extendiendo la mano y tocando a cada uno en el brazo. Una tenue luz azul se trasladó hacia ellos con su toque—. No pierdan el contacto. —Añadió, mirando a los dos para ver si le entendían. Cuando los dos hombres asintieron Alex cerró los ojos. Una quemadura familiar en su columna vertebral y empezó a moverse en ese momento. Los grises y azules de su “otro espacio” comenzaron a alejarse. Escuchó a Luke jadear suavemente, sabía que eso era inquietante. Estaba esperando a que el otro dijera algo, esperando su reacción. No había nada, todo lo que leía del oficial era que la sospecha y la incredulidad persistían en él. De Luke vio la emoción y le provocó una media sonrisa.

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Capítulo 16 Ellos atravesaron la línea de seguridad sin ser detenidos, simplemente se limitaron a cruzarla. Luke vio la fina capa de sudor que cubría la piel expuesta de Alex y su intensa mirada concentrada en su rostro. Se subieron a un polvoriento y bastante oxidado Jeep estacionado en una pequeña calle lateral. Nadie dijo nada mientras Alex apoyaba la cabeza contra el volante, respirando profundamente con un brillo tenue de sudor en los tonos avellana de su piel. Luke abrió la boca para preguntar, pero descubrió que no tenía corazón para decir en voz alta lo que realmente quería saber cuando el tipo que acababa de alguna manera de sacarlos de la base, parecía enfermo. Después de unos momentos, Alex arrancó y nadie dijo una palabra. Treinta minutos más tarde se detuvo en un conjunto de puertas de hierro de gran tamaño. Cuando Alex tocó la bocina del automóvil tres veces, las puertas se abrieron y cerraron silenciosamente. Salió del Jeep guardándose las llaves y asintiendo con la cabeza a los dos hombres para que siguieran sus pasos hacia la puerta principal. En la zona cubierta del porche esperaron. Todo estaba oscuro, salvo por un aplique que estaba sostenido por una sola vela encendida en el pilar. Luke vaciló en la puerta principal, algo estaba diciéndole que para cruzar este umbral tenía que tomar una decisión. —Dime, Alex —dijo en voz baja, dispuesto a perturbar el profundo silencio, pero muy seguro de que debía decir las palabras. —No te lo puedo decir... tengo que mostrártelo. ¿Quieres venir conmigo y mirar? —Preguntó Alex, bajando la voz, con la expresión de su rostro abierta y vulnerable. Una parte de la mente de Luke reconoció que no debería ser capaz de ver a Alex con tanta claridad en condiciones de poca luz. Al mismo tiempo, supo que mirar a Alex era la cosa más normal de hacer. Hizo una pausa y Chris de pie junto a él, en silencio retrocedió y esperó a que Luke dijera sí o no.

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Luke se centró en la punta del tatuaje que pudo ver en el cuello de Alex y cerró los ojos brevemente. —Sí. Sí, lo haré.

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Capítulo 17 Luke intercambió miradas con Chris y vio como este se encogía de hombros, con su "estoy contigo" implícito. Después se dirigió a la izquierda y manteniéndose un paso por detrás de Luke. Mientras entraban en la casa, su mirada parpadeó de izquierda a derecha. Su mano estaba en su arma. Cruzando el hall de entrada siguieron a Alex a la frialdad de un salón con techo alto. Las lámparas proporcionaban una luz suave e indirecta y un anciano vestido de blanco estaba de pie, esperándolos. Alex los llevó a un patio interior, con altas paredes de vidrio con un follaje rojo y verde que caía en puntos estratégicos. Había una pequeña fuente de piedra asentada en el medio, con el ruido de la sedimentación de una tranquila agua. Con un guiño y un amplio movimiento de la mano, el hombre mayor que tenía una clásica belleza griega, los animó a sentarse en una mesa grande de hierro circular sobre la que estaba situada una gran vasija de agua. Cada uno de los hombres miraba al otro con expectación. Existía un aire de excitación palpable circulando de un hombre a otro. —Thanos Castellanos. —El griego de oro se presentó, mirando expectante a Luke mientras estrechaba su mano. Luego pasó al pequeño hombre que estaba de pie, como un perro guardián, a un lado. —Luke MacKinnon. —Se presentó Luke. —Christian Samuels, Chris —agregó Chris rápidamente, callándose inmediatamente después. Todo el mundo permaneció en silencio, esperando a que alguien comenzara. —¿Es él? —Preguntó finalmente Thanos, apretando sus labios en una ajustada línea y asintiendo con la cabeza hacia Luke. —Yo creo que sí —dijo Alex, simplemente. Luke frunció el ceño. —¿Él, quién?

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Una rápida mirada de Alex, quien asintió con la cabeza y Thanos tiró de su manga izquierda revelando el comienzo de los oscuros dibujos en la piel del joven. —El que nos diga lo que significa esto... que nos diga lo que tenemos que hacer. Luke miró las marcas detenidamente en la ligera luz, mientras pensaba que había estado en lo cierto esa noche en el Museo Británico. Los símbolos no eran del griego moderno, pero si cercanos al griego clásico, probablemente de principios del siglo tercero antes de Cristo. —¿Qué es lo que necesitas hacer? —Preguntó Luke mientras observaba al hombre alto con cuidado, pensando en la quietud que desprendía, en la paz. Alex bajó la manga de su camisa, su piel estaba caliente al tacto. —Para conocer la posible ubicación de un arma peligrosa que no debe caer en las manos equivocadas. Tal vez tenga que morir o no, sacarme de la ecuación —dijo Alex simplemente. El silencio volvió. —El mayor Stewart me dijo lo que ellos querían —suspiró Chris—. En la base, antes de que Luke entrara en la habitación. Te juro que esto suena como una especie de película de Indiana Jones, pero los poderes que se cree que posee el Oráculo, cuando se encuentre, le darían una ventaja táctica a cualquier ejército que lo posea. El hecho es que si el Oráculo puede predecir el futuro es una manera de tener ventaja. El Ejército cree que Luke podría completar el enigma, averiguar dónde está enterrado el artefacto, donde se puede encontrar el Oráculo. Es por eso que lo trajeron aquí, para encontrar el último eslabón: al hombre tatuado. Luke levantó una ceja, su experiencia radicaba en los clásicos y los idiomas, en la solución de antiguos enigmas lingüísticos y filológicos. Siendo la tarea de encontrar lo que Chris llamó “el artefacto del Oráculo”, eso parecía que estaba fuera de su área de experiencia. —Soy un traductor, se idiomas —dijo Luke simplemente—. Enseño Clásicos, conozco sus historias, pero eso no quiere decir que sea una especie de Indiana Jones.

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—¿Qué es el Oráculo? —Interrumpió Chris—. ¿Es grande? ¿Pequeño? ¿Está oculto? ¿Qué es? —Es un lugar —comenzó Luke explicando—, una antesala en el templo de Delphos. Las Sacerdotisas hablaban de cosas que no habían sucedido todavía y como dice la leyenda, lo sabían de los vapores humeantes que fueron enviados ahí por Apolo. Lo que tenemos hasta ahora, lo que he traducido de la colección de Morgan, es un apéndice que anuncia que pasadas cincuenta generaciones desde la última vez que se pronunció el Oráculo, éste se alzará para ser utilizado de nuevo, a través del conocimiento de un hombre tatuado. —Por lo tanto, si unimos todo y averiguamos dónde está el supuesto Oráculo, entonces ¿qué? ¿Destruirlo? —Chris siempre era práctico y Luke palideció ante la idea de la destrucción de algo tan antiguo y precioso. —Deberíamos, quizá, no encontrarlo nunca. —Agregó Thanos, mirando a Alex, quien asintió con la cabeza—. Si no conectamos los puntos y traducimos las marcas de Alex entonces nunca podremos encontrar el Oráculo en primer lugar. Fin del problema. Chris negó con la cabeza. —Sin embargo, si intentamos tratar de ocultar a Alex, algún día, alguien que no sea Luke puede ser capaz de traducir los escritos y esta arma podría ser encontrada, si es que existe. Stewart habló de cosas de las que no se suponía que debía estar enterado. No significaban nada para mí hasta ahora, pero se refirió a que otras partes están interesadas en este Oráculo. Por lo tanto, nosotros deberíamos, ahora que lo hemos encontrado, utilizar toda la información que tenemos y si no podemos neutralizarlo, destruirlo. Alex miró fijamente a Chris, sin contraer un músculo para no sentirse traicionado por lo que esas palabras podrían significar para él. —Thanos no tiene intención de ocultarme, Chris — interrumpió Alex—, él sabe tan bien como tú lo que quería decir. Si yo muero, quémenme, destruyan mi cuerpo y así el Oráculo permanecerá oculto. — Las palabras de Alex sonaron duras en la tranquila habitación, fuertes y directas.

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—¡No! —Luke intervino con fuerza, una necesidad repentina casi heroica de mantener vivo a Alex estaba aferrándose a su corazón—. ¡NO VA A MORIR NADIE! —Todo el mundo miró a Luke, obviamente, a todos les sorprendió el paso de un extremo a otro en su arrebato. Chris abrió la boca para discutir, pero se detuvo cuando Luke continuó—. Fuera de mis traducciones y las marcas de Alex, hay poco conocimiento del Oráculo, tenemos que aprender. —Él era muy terco en esta cuestión. Su propósito en la vida era aprender, no destruir. —Necesitas documentar los tatuajes —dijo Alex, simplificando—. Luke, ¿vendrías a la habitación de al lado conmigo? Luke percibió una puerta casi invisible en la pared oriental del patio interior. Abriéndola, Alex dirigió a Luke a una pequeña antesala con ventanas que daban al mar. La puerta se cerró detrás y ahora ellos dos estaban solos.

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Capítulo 18 Alex se quitó sus zapatos, los calcetines y de forma casual desabrochó sus pantalones vaqueros, con el largo pelo cayendo sobre su cara mientras se concentraba en bajarse los desgastados vaqueros bajo sus caderas. Para sacárselos, se puso a un lado de la mesa. Vacilando momentáneamente, sus dedos se cernieron sobre cada botón de la camisa, abriéndolos hasta que por fin la camisa colgaba, separada, contra su pecho. Los ojos de Luke se centraron por completo en la visión de color negro que yacía en el material oscuro de la camisa de Alex, y él dio un paso para estar delante del hombre alto, sus propios dedos con ganas de tocar. —Tienes que quitarte la camisa por completo —dijo con dulzura, su voz era baja y quebrada. Desde el instante en que Alex comenzó a desnudarse, Luke había empezado a excitarse en sus propios jeans. Parpadeó constantemente a medida que Alex se sacaba por los hombros la camisa, dejando que cayera al suelo para quedar junto con el resto de la ropa, hasta que al final se quedó en calzoncillos de algodón frente a Luke. Era imposible ver al hombre que tenía delante de él como una colección de pistas e indicios de un pasado perdido. Él era muy atractivo. Perfecto. No había palabras para eso. Los tatuajes atravesaban suavemente a través del pecho lampiño y a través de sus definidos músculos. Se puso de pie con los brazos sueltos a su lado, y Luke bajó su mirada al bóxer negro de algodón, colocándose momentáneamente sobre los fuertes y firmes muslos. El hombre apreciaba cada hermoso centímetro de su cuerpo y se dispuso a imaginar que escondía el bóxer de algodón negro. Había pasado tanto tiempo desde que había tenido un amante, pero había algo aquí, un deseo interior que Luke nunca había sentido antes. Alex podría haber sido un grandioso dios griego, orgulloso, confiado, un cuerpo esculpido por el ejercicio y la naturaleza. Levantó la mirada, avergonzado de ver un rasgo de diversión en el rostro de Alex, luego parpadeó mientras apartaba al hombre en él de nuevo y movía al profesor hacia delante.

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Centrándose en las marcas, Luke no pudo abarcarlo todo. Había demasiadas marcas, algunos eran símbolos conocidos, algunas eran reflejos de lo que había visto en las traducciones de la colección Morgan, otros estaban intrincadamente cortados, con líneas rectas. Debe haber sido muy angustioso que le hicieran esto. ¿Por qué? ¿Qué había llevado a Alex a soportar esto? Pero por encima de todo, ¿sobre qué patrón se había basado alguien para crear tanta belleza intrincada en esa piel avellana bañada por el sol? —¿Quién diseñó esto, Alex? —Luke respiró, con los dedos a pocos centímetros para tocarle. Alex suspiró, agarró los dedos del profesor con una mano para guiar a Luke a uno de los grandes tatuajes, la detallada cola de un ave que se enroscaba en el brazo. Luke frunció el ceño. Bajo el tatuaje la piel se levantaba en una cresta de tejido cicatrizado cubierta de negro. —Nadie —dijo Alex, alejándose y dejando caer la mano de Luke—. Nadie que sepamos, tenía esas cicatrices cuando me encontraron siendo un niño. Los tatuajes... bueno, he tenido que trazarlos por encima y alrededor de las cicatrices existentes. Luke se tambaleó hacia atrás mientras Alex lo soltaba, dándose cuenta de que había dejado de respirar mientras permaneció trazando los dibujos. —¿Estos dibujos fueron... —Luke los miró—, tallados en la piel, antes de los tatuajes? —Preguntó horrorizado. Esto debía haber causado mucho dolor. Una sensación de angustia se formó dentro de él por la agonía que podía haber sufrido este hombre. Luke no podía dejar de mostrar el horror en su rostro. —No recuerdo —se apresuró a tranquilizarlo Alex—. Fue antes de que yo tuviera ocho años, estaban ahí cuando Thanos me encontró. No me acuerdo de nada antes de esa fecha sólo sé que llegué aquí para estar con Thanos, en lo que él supuso que era mi octavo cumpleaños, con los cortes y las... quemaduras. —Él se encogió de hombros, como si estuviera hablando del tiempo. Luke llegó a tocarlo de nuevo, sorprendiéndose mientr as Alex se movía de nuevo fuera de su alcance.

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—Tengo que... —comentó Luke, con un tono desvalido en su voz, y Alex podía leer lo que estaba pensando tan claro como el día... Necesito... tocar... delinear cada dibujo para sentir las cicatrices internas... Tengo que tocar... —No —dijo Alex con firmeza, no podía permitir que lo tocaran. No sabía lo que quería Luke, pero algo primario en su interior le dijo que no debía estar tan cerca de él, y mucho menos que lo tocara. Estaba tratando de ignorar el calor en su columna vertebral que continuaba erigiéndose y condicionándolo a la vez, y fortaleciendo sus defensas contra el contacto de Luke mientras empezaba a tambalearse. —Fotos. Dibujos. Pero no toques —finalizó Alex, y Luke parecía respetar las palabras, asintiendo con la cabeza a su acuerdo. Alex pudo ver al otro echándose hacia atrás de esa necesidad, ese deseo de catalogar mediante el tacto. Abrió su cuaderno de notas, cogiendo un lápiz y empezó a dibujar los complicados diseños. Alex se quedó más feliz corriendo el riesgo de relajarse un poco cuando Luke se concentró de manera completa en su trabajo, siendo cuidadoso de mantener la guardia, provocando que el calor interno bajara lentamente. Alex se quedó quieto, sin apenas moverse, el único cambio sutil fue en su respiración cuando el aire de la noche atravesó la sala y el material transparente de las ventanas se movieron con la leve brisa. Luke detalló los audaces diseños, añadiendo a lo largo, una larga línea que atravesaba sus costillas por un lado, y Alex pudo ver por qué el hombre mayor estaba frustrado por la destruida piel que estaba mirando. Le preguntó a Alex girándose a su lado, sin aliento, causando una mecánica respiración, sobre el hermoso pájaro dibujado, y el sol, el signo de Apolo. El círc ulo estaba acentuado y los rayos salían hacia afuera y hacia abajo en la cadera de Alex, las alas del ave se extendían por encima de su hombro. Girándose una vez más dibujó los símbolos de la parte posterior de Alex, los más complicados de todos ellos. El resto del ave, y las llamas estilizadas, estas salían desde el sol y subían hacia arriba sobre él, desapareciendo dentro de su cabello. —¿Puedes... levantarte el pelo? —Le preguntó Luke suavemente, tomando nota de los símbolos que estaban ocultos por las capas de su

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castaño pelo y luego diciendo que había terminado—. ¿No hay nada en tu cara o las piernas? —Preguntó. —Hay uno más, en la cara interna del muslo —dijo Alex. Tirando hacia arriba de la parte inferior de su bóxer mostrando las pequeñas letras, Luke se ruborizó y miró detenidamente, las gafas se deslizaban de la nariz mientras se sonrojaba de vergüenza. Entonces Alex fue golpeado en la espalda por una súbita oleada de cólera que lo empujaba a si mismo proveniente de Luke, y los pensamientos en la cabeza de él eran un confuso desastre de emociones mezcladas. Las palabras salieron disparadas contra Alex y se tambaleó hacia atrás, los pensamientos dentro de la cabeza de Luke reclamaban que no necesitaba una traducción para leer las palabras, estas dos palabras. Luke se echó hacia atrás sobre sus talones con disgusto. —¿Es esto una especie de broma de mal gusto? —Preguntó, dejando caer su libro y el lápiz sobre el escritorio, la ira enroscándose sobre él. Alex se quedó atónito. ¿Luke estaba pensando que había sido utilizado? Alex sólo miró desconcertado, dejando que el bóxer lo cubriera. —¿Qué quieres decir? No entiendo... —No soy un estúpido palurdo al que se le puede engañar. ¿Por qué está el tatuaje ahí? Alex se encontró de pronto a la defensiva, era una sensación nueva para él, y tropezó con sus palabras: —Cuando me encontraron... estaba ahí... marcado a fuego, lo mismo que los otros cortes y quemaduras. Luke gritó a Alex e intentó poner una barrera a su empatía para detener las emociones que le provocaba: ira, asco, decepción. Trató de escuchar mientras Luke escupía acusaciones contra él. Alex no podía formar palabras, su concentración estaba sobre la mascara que construyó sobre sí mismo para detener el dolor. Luke iba más lejos, con palabras mordaces, un violento lenguaje corporal.

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—¿Por qué, Alex? ¿Por qué hacerlo estallar ahora, cuando me tenías comiendo de la palma de tu mano, por que poner en contra al ingenuo y estúpido profesor? ¿Por qué Alex? —Luke, por favor... no... —las defensas de Alex se estaban debilitando, el temperamento y la desconfianza de Luke se estaba filtrando por las rendijas y no tuvo otra opción, lanzó un puñetazo, golpeando su boca, derribando a Luke contra el suelo, luchando contra las emociones que penetraban contra su fuerza física. Luke rodó hacia un lado, con la mano yendo a su cara, tocando la sangre que florecía sobre su piel —¿Por qué está mi nombre tatuado ahí, Alex? Contéstame a eso. —Le preguntó desde el duro suelo de baldosas. La mente de Alex se quedó en blanco, ¿el nombre de Luke estaba en su cuerpo? Tatuado en su piel con cicatrices en una lengua tan antigua que nadie, excepto el profesor a sus pies, lo sabía. —Luke, por favor, siempre ha... —¡Que te jodan! —Luke intentó ponerse de pie firmemente, con los puños apretados a su lado. ¡Era imposible! Alex no podría hacer frente a esta emoción tan intensa a tan corta distancia, y se tambaleó hacia atrás dando un paso. La ola de ira que albergaba Luke iba a ser su perdición si no tenía cuidado. —Luke, por favor... —Las palabras eran tan difíciles de encontrar, el caos dentro y alrededor de él lo dejaron incapaz de pensar racionalmente—. Te estoy diciendo la verdad. Yo no sé por qué ellos me marcaron con tu nombre. Alex parecía encajarlo, reaccionando de inmediato con clara burla, curvando el labio con disgusto. —¿Ellos? ¿Ellos? ¡Por el amor de Dios, Alex, deja de fingir sobre los místicos "ellos" y termina de contarme la maldita verdad! ¿La verdad? ¿Qué otra cosa podía decir? Luke tenía la verdad delante de él. —¿Qué quieres que diga? —Imploró Alex, entrando en estado de shock en defensa de las marcas de la cara interna del muslo que

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lo conectaban a este hombre. Él cerró los ojos mientras el dolor dentro de su cabeza comenzó a debilitarlo. Siempre era así, con los extremos de la emoción, estas detenían, rompían y rasgaban sus defensas en pedazos. No estaba seguro de cuánto tiempo podría mantenerse aislado de la sospecha y la desconfianza en la habitación. ¿Cómo podía defenderse, cuando ni siquiera él estaba seguro de su historia, su origen? ¿Cómo podía siquiera empezar a convencer a un hombre del presente que Alex pertenecía al pasado? ¡No tenía palabras! Dio otro paso atrás, lejos de Luke. Tenía las manos detrás de su espalda, tocando la pared dura detrás de él, Anclándose a sí mismo en el aquí y ahora, la textura áspera dura raspaba contra su piel. Movió la mano, sintiendo el roce de bienvenida del duro yeso, y antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, estaba conectando sus emociones con el dolor, presionándose con fuerza contra el yeso y haciendo que la sangre se marcara sobre la superficie de su piel. Luke se quedó ahí, con el rostro con una mezcla de disgusto y resentimiento, sus ojos despedían fuego, sin darse cuenta de lo que Alex estaba haciendo. —Quiero un taxi... ¡ahora! Sácame de la jodida isla —escupió Luke con evidente mal genio. Alex dudó del veneno en la voz de Luke. A medida que se apoderaba de él, clavó sus rodillas y la pared detrás de él se convirtió en la única cosa que lo separaba de su caída. —Por favor... —Alex sacó las manos por detrás de él, medio dobladas sobre la cintura, el agotamiento erigiéndose en la base de su cuello, una opresión familiar en la garganta. Escuchó a Luke “¿qué jodidos?” pero sabía que las palabras no las habían pronunciado, sólo estaban en los pensamientos de Luke, y lo vio horrorizarse con su mano revestida de sangre. Él sabía que sus barreras estaban anuladas; que no pasaría mucho tiempo antes de que se derrumbaran por completo y perdiera hasta el último atisbo de control que había construido a lo largo de su vida. Él sería como un hombre privado de oxígeno. El instinto para la conexión estaba ahí, tan visceral que talló el camino de la necesidad desde su corazón a los dedos. Zumbando tan fuerte a través de sus venas y arterias que se preguntó si Luke físicamente podía oírlo. Alex estaba a punto de cerrarse por

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completo. Podía sentirlo, saborearlo, la felicidad de la inconsciencia se disparaba hacia él. —Puedo... ¿puedo mostrártelo? —Sabía que había gritado las palabras, oyéndolas en su cabeza, pero todo lo que Luke hizo fue dar marcha atrás hasta que se detuvo frente a una mesa de madera maciza. Alex tropezó dando dos pasos hacia Luke, cayendo de lleno contra él sobre la mesa, sosteniendo su mano sobre el puño cerrado de Luke y mirando profundamente en sus parduscos ojos verdes—. No entiendo esto más que tú —alcanzó finalmente a decir... meditando lo que había dicho. Luke todavía parecía enojado, frustrado, sorprendido, y Alex fue a ciegas, esperando que pudiera cerrar la brecha entre ellos antes de que lo rechazara y se fuera. Sólo había una cosa que podía hacer ahora, y era que Luke lo viera. —Tócame —gimió Alex—. Toca la palabra... Mira... cómo... se yergue. —¿Tocar la palabra? —Tartamudeó Luke. Su olor, el toque en él y su alrededor, sus sentidos estaban sobrecargados mientras Alex cerraba los ojos, colapsando en Luke como si hubiera perdido la capacidad de ponerse de pie. Lo que Alex quería no importaba. No podía controlar la imperiosa necesidad de conectarse con él. No había otra opción, no podía dudar. Era demasiado simple, bajando sus defensas. Con sólo un gesto decisivo de Alex estaba ahí. Dentro de Luke, en torno a él, parte de él, y Alex pudo ver horrorizado a Luke, con la boca abierta mientras la luz azul traspasaba la mano de Alex para tocar su piel, hormigueando y ardiendo, mientras lo tocaba. —Por favor... —Alex lo escuchó gemir, oyendo su propio suspiro y sintiendo al hombre mayor relajarse para apoyarse en la mesa, estaba atrapado entre Alex y la inmóvil y dura madera, a continuación Alex guió la mano de Luke para tocar el tatuaje del muslo, empujando el material algodonado a un lado. Alex atrapó un sollozo en la boca, mientras trataba de aferrarse a la cordura, el dolor, la desesperación y el deseo de guiar a Luke a través de la conexión.

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—Tócalos —le ordenó de nuevo, y acarició las letras y las siluetas. Sintió el borde de una quemadura en la cicatriz, el relieve de la piel tintada se realzaba en el ojo de su mente. Suavemente, presionó la piel, Alex se tambaleó con el toque, reviviendo historias de una edad avanzada. Él siseó cuando Luke movió la cabeza para permitir que Alex descansara su cabeza en el espacio entre la oreja y el hombro, su boca abierta saboreando la piel de la garganta de Luke, inhalando el aire y el olor del hombre que lo sostenía. El deseo de Alex de compartirse a si mismo, tener a alguien que realmente lo conociera, lo sostuviera, lo ayudara, era un deseo que lo quemaba en lo más profundo. Había demasiadas emociones que brotaban en su interior, en su totalidad. Era su propia pasión, era la lujuria de Luke, no sabía donde terminaba él y comenzaba Alex. —Mírame, no estoy mintiendo. —Alex se dispuso bajo su garganta mientras Luke movió su mano, deliberada o inconscientemente, sus dedos rozaron el excitado miembro. Alex trató de dar marcha atrás, la lujuria destellaba y siseaba a través de su cuerpo, su cerebro le indicaba que debía moverse, ¡protegerse a sí mismo! Pero a medida que la mano de Luke se movía, Alex pasó su lengua para probar el sudor recogido en la base de la garganta del hombre que lo sostenía, sintiendo el aleteo de la vida por debajo de su lengua. En su mente, vio a Luke desnudo y necesitado y se extendió bajo sus deseos. Vio al hombre mayor, con la cabeza echada hacia atrás, con los ojos fuertemente cerrados, gimiendo su necesidad y deseo en mitad de la habitación. ¿Era éste el futuro? ¿Fue el pasado? Luke movió su mano en incrementos suaves de tocar el tatuaje de Alex. No era una decisión consciente, Alex podía sentir eso, y de pronto se odiaba por, tal vez, hacer que Luke deseará esto. ¿Cuánto de esto era Luke, cuánto de ello era Alex empujando sus deseos sobre el otro hombre? Luke hizo una pausa, dudando entre una respiración y la siguiente. Alex necesitaba que le confirmara que deseaba esto, y mientras Luke movía sus caderas hacia Alex, jadeando, fuerte y necesitado, sumergiéndose en el espacio entre una respiración y la siguiente, Luke le estaba diciendo que sí. Alex movió la cabeza, el deseo de ver su cara, ver su deseo reflejado en el suyo, en la parte delantera de sus

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pensamientos, moviendo las caderas mientras Alex dejaba caer una mano sobre la base de la columna de Luke y tiró de él, acercándolo. —Alex... por favor... —Alex no estaba seguro de lo que Luke estaba pidiendo, no podía percibir la habitación o el momento, sus toques convirtiéndose en besos, plasmando un sendero desde su garganta a los labios, y luego con un repentino y profundo giro de su lengua que le robó el aliento fue lamentándose con el tacto, oyendo gemir a Luke de necesidad. Él estaba desesperado por ser tocado y le correspondió, con Luke saboreándolo, y la desesperada ansiedad sorbiendo y tirando, reflejando el acto final en sí. Alex estaba muy excitado contra él, y la mano de Luke entrelazándose con su miembro, apretándolo a su alrededor. Alex usó su altura, moviendo a Luke para inmovilizarlo en la mesa, forzándolo a separar sus piernas, alzando su mano, y gruñendo bajo su garganta. —Mírame Luke. —Habló con claridad de nuevo, moviéndose para sujetarse así mismo, ciñéndose firmemente contra el propio Luke, estableciendo un ritmo perdido entre la blasfemia y el deseo. Luke, por su parte, pareció darse cuenta que Alex necesitaba algo y esperó, manteniendo la mano apretada, su cuerpo en tensión. El orgasmo se erigía en la columna de Alex, el calor acariciando cada terminación nerviosa, la confianza y la verdad se extendían sobre él, y perdió su gemido cuando le llegó el orgasmo, caliente y húmedo entre ellos. Luke acabó sin siquiera ser tocado, empujando el resto de su orgasmo contra la mano del otro hombre. Debilitado, Alex tropezó hacia atrás cayéndose y golpeándose contra el suelo retorciéndose dolorido, sollozando fuerte sobre su pecho, y las manos sobre los ojos. Luke lo siguió hacia abajo, de rodillas junto a él, sus dedos delineando de nuevo el tatuaje con su nombre, su toque todavía ardía en la piel de Alex. Lo que acababa de hacer, lo que había pasado, era tan alucinante que no había nada que pudiera haber hecho para evitarlo, y ahora parecía que ni siquiera el hablar fuera posible. Alex se había servido literalmente de Luke y el aceptó de buen grado a Alex, y como mucho, él podría compartirlo de nuevo. La conexión todavía estaba ahí, profundamente entrelazada entre ellos, la tensa emoción apretándolos, y pasó mucho tiempo antes de que

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Alex se sintiera capaz de abrir siquiera los ojos. Tenía muchas preguntas en sus confusos pensamientos. ¿Significaba que el destino había tallado y quemado esos símbolos en él? ¿Cuándo había ocurrido? Luke estaba deslizando las manos por todo su cuerpo, recorriéndole destellos eléctricos en cada sacudida tensando los músculos sobre su piel, y él estaba inconscientemente consciente de que Luke todavía estaba completamente vestido y él estaba casi desnudo y patéticamente llorando en el suelo. Trató de parar su actitud, realmente lo hizo, pero todo el tiempo que pudo leerle tan nítidamente supo que no sería capaz de funcionar correctamente. Se puso tenso, mientras Luke deslizó los dedos tocando el pulso en su garganta, presionando ligeramente, trayendo de nuevo a Alex al presente. Alex estaba siendo conducido por la lujuria y la necesidad tangible del tacto. En cuestión de segundos estaba excitado otra vez, y oyó un ruido, un suave gemido lleno de dolor, horrorizado al darse cuenta de que el hacía el ruido. Luke se inclinó, apoyando sus labios contra Alex, lamiendo una perla de sangre que recogió del lugar en el que Luke había perdido el control y mordido en la blanda carne, sus ojos cerrándose. Alex escuchó la pregunta en su interior antes de que Luke la empujara al exterior, su voz sonaba ronca y fuerte. —¿Por qué?

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Capítulo 19 —Por favor... ¿por qué? —Repitió Luke con voz temblorosa, sentado sobre sus talones y mirando las marcas de las lágrimas surcando el rostro de Alex. Alex podía sentir que Luke estaba luchando contra la necesidad de tenderse con él y perderse otra vez, y vio como se quitaba su camisa y la dejaba caer en su regazo, estudiándole mientras Alex simplemente tiraba de la camisa acercándolo a su pecho. —¿Por qué el nombre? ¿Por qué la conexión? —Resumió Alex, su voz ronca de tanto llorar, enjugándose los ojos cansados con una gran mano y empujándose sobre sí mismo para sentarse recostándose contra la pared—. Me gustaría saber... quiero decir... no entiendo las palabras de mi piel, ni siquiera intentándolo, ¿cómo podría haber sabido que llevaba tu nombre como una cicatriz? Luke suspiró, frotándose los dedos manchados en sus pantalones vaqueros. —Hasta la colección de Morgan nunca había tenido la menor idea de la importancia de las marcas en tu piel. Es sólo que, cuando vi mi nombre, me sentí... como si hubieran jugado conmigo, estafado. El griego era uno de los idiomas básicos de los cuales había surgido el inglés, el alfabeto griego antiguo y el moderno eran muy similares. Incluso aun cuando las palabras de Alex fueran estilizadas, Luke no era nuevo en esto, él podría descifrarlas. —No tenía ni idea de que los símbolos en tu piel significaran realmente nada hasta que vi las referencias en la colección de Morgan. Alex asintió con la cabeza. Él entendía a donde quería llegar Luke, ya que él mismo tenía un carácter inherentemente sospechoso. —Así que tu nombre está ahí. ¿Y ahora qué?

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—Parece que el destino ha decidido —murmuró Luke, más para sí que para Alex, con un tono contemplativo en su voz. —¿Decidir qué? —Preguntó Alex, un escalofrío recorrió su espalda. —Decidir que tenemos que hacer esto juntos, que de alguna manera debe ser una parte de tu futuro. —Está bien... está bien —dijo Alex en voz baja, tratando de pensar en qué hacer con las intrínsecas ideas de Luke—. Llevamos aquí demasiado tiempo ya. Tenemos que salir de aquí. Thanos tiene otras propiedades en todo el mundo. ¿Podríamos ocultarnos, para resolver esto? —Sabía que probablemente sonaba esperanzado y preocupado al mismo tiempo por él. Buscó otra cosa, cualquier deseo en él para explotar el conocimiento que tenía ahora. Ahí no había nada de Luke. Estaban juntos en esto hasta que el enigma estuviera resuelto. Alex se levantó para estirarse, y se acercó a la ventana. —Espera. Alex, las otras cosas... cuando te toqué... ¿qué fue eso? — Alex se preguntó si Luke sabía que él estaba recibiendo la incertidumbre y la renuencia a tratar con las respuestas que Alex podía darle. Era obvio para Alex que Luke ni siquiera quería hacerlo y se sentía nervioso de su respuesta. Este tragó saliva. Él nunca había contado esto a nadie, ni siquiera a Edward. Edward, quien le tocaba las cicatrices todas las noches y lo sostuvo a través de sus pesadillas. La pena en su pensamiento por Edward lo hizo encresparse en su interior, tirando de sus piernas hacia arriba y dejando caer la cabeza sobre sus rodillas, con lágrimas amenazando una vez más, lágrimas que habían sido retenidas durante mucho tiempo. —¿Alex? —Luke se movió para tocarlo, pero Alex volvió a su mundo, no estaba dispuesto a compartir su dolor con nadie. Esta pena era la única que podía soportar por sí solo. Sin embargo, su mente se apresuró a encontrar las palabras para explicar lo que lo convirtió en el hombre que era. —Yo puedo hacer cosas... podrías llamarlo conexión con la gente. — Él se vació por completo, totalmente desprovisto de vida, levantó la cabeza

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uniendo los dedos, pero él quería... necesitaba explicárselo de alguna manera. Alex podía decir miles de palabras, pero la única manera de que le hiciera entender todo, era mostrándoselo a través del tacto. Luchó con la incertidumbre sobre explicárselo absolutamente todo pero era evidente que aún se encontraba muy sensible de la primera conexión y cuando él se sentía tan malditamente vulnerable... ¿Cómo podía estar seguro de que incluso sería capaz de controlar todo, si hacían contacto? Alex no pudo desprenderse de la conexión. No estaba seguro de si fue porque el otro hombre se había convertido en una parte de él de lo que sabía, o porque la suave voz de Luke y su tranquila fuerza le sostenían. En lugar de abordarle una serie de emociones incontroladas, la sensación de que Luke generaba dicho instinto llegó a Alex como apenas un suspiro suave. Se preguntó cuánto tiempo tendría que conectar con él para hacerle saber que tenía cierta habilidad para captar su inherente empatía. Después de todo, ¿qué otra cosa podría haber llevado a un instantáneo, ardiente y apasionado vínculo entre ellos? Luke se sentó ahí, hablando con él, con dulzura, con insistencia. — ¿Cómo hacer frente? ¿Cómo es posible incluso hacer frente? —Su voz era suave, y los pensamientos en su cabeza eran tan tranquilos, y no hubo incredulidad o acusación en ellos. Alex sacudió la cabeza, sus pensamientos no eran tan suaves, sus percepciones sensoriales totalmente abiertas para que cualquier impresión fluyera sin control, su cuerpo se sentía como si estuviera ardiendo por dentro. —Puedo bloquear la mayor parte, protegerme a mí mismo —dijo con voz ronca—. En realidad tengo que bajar la guardia para que la gente "vea" en mí. —Y tú no has hecho mucho eso. Dejar que la gente te vea, ¿quiero decir? —Nunca lo he hecho. Bueno no así... no con nadie... Me pareció importante... vital, que confiaras en mí... Que vieras dentro de mí. —Alex era consciente de que estaba sufriendo, y que él no tenía el pleno control de sí mismo. No sirvió de nada cuando Luke fue a sentarse justo en frente de él para que su cuerpo estuviera a poco más que unos centímetros de distancia de la piel de Alex.

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Luke estaba a punto, equilibrado, y con un propósito, y se inclinó hacia adelante esos centímetros extra para tocar sus labios con los de Alex. Un destello de color azul irrumpió entre ellos, mientras se tocaban el indicio de un gemido se escapó de Alex antes de que el otro hombre se echara hacia atrás. Alex trató de sonreír tranquilo, pero él sabía que era probablemente una mueca por la manera en que Luke le devolvió la sonrisa. —¿Estás bien para sobrellevarlo? ¿Puedo añadir los símbolos de mi nombre y su posición al esquema? Temblando con la intensidad de las emociones que se precipitaban en torno a él, Alex utilizó la pared para levantarse, haciendo caso omiso de la mano extendida de Luke. Su gesto había sido automático, pero Alex no podía correr el riesgo de hacer contacto con él. Se agarró fuerte de la camisa, limpiando el desorden en su estómago y luego se detuvo, quitándose el bóxer de sus piernas y echándolo a un lado, con la cabeza gacha y el rostro oculto por el cabello. Luke rápidamente esbozó el tatuaje, su tamaño, forma, orientación y posición sobre el cuerpo de Alex en su libreta. Si era o no importante, Luke documentó con precisión todas las marcas del cuerpo de Alex. Por último, tomó algunas fotos con su teléfono para tener referencias. Entonces Alex se puso los pantalones y los dos hombres volvieron al patio interior. Thanos alzó la vista y Chris se levantó rápidamente, ambos, obviamente, llenos de preguntas. —Sé que tienes preguntas. Mañana será el momento correcto, creo —dijo Luke con firmeza, alzando la mano para evitar preguntas—. Todos necesitamos dormir.

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Capítulo 20 Luke se sentó en el borde de la cama en la segunda habitación para invitados en el pasillo del patio interior, Chris se desplomó en la silla junto a la ventana, los dos hombres esperando al otro para hablar. Finalmente Luke inició la conversación. —¿Ahora tenemos la ira del ejército de EE.UU. sobre nosotros, yo desapareciendo y tu ausente y sin permiso? Chris frunció el ceño, realmente no había considerado este caso mientras él estuviera ausente sin permiso. Sin embargo, Luke tenía una excusa. —No creo que ellos se lo vayan a tomar bien. —Porqué dices eso de que “¿no lo van a tomar bien...?” —Yo participo en operaciones encubiertas, algunas investigaciones internas. Es por eso que me asignaron este caso. —¿Como ir de incógnito? —Preguntó Luke. —Sí, algo así. No sería la primera vez que estuviera fuera del radar —suspiró, mordiendo su labio inferior con los dientes, de pie mirando por la ventana hacia el agua del mar Egeo—. Lo que escuché en la base... por eso te dije que mantuvieras tus asuntos para ti... tuve la sensación, una reacción visceral. Este plan conjunto... —él se debatió, no lo suficientemente claro sobre sus sospechas de que ellos se las explicarían fácilmente—. Es casi como si Stewart estuviera fuera de sus cabales, y “las voces” lo tenían. Armas míticas —se quejó—. Nada de lo que estaba haciendo era sancionado y ¿aquel "oficial" que te entrevistó? Parecía como la escena de una mala película de espionaje de 1950. Estaba tan fuera de lugar como yo. —¡Espera! ¿Te enviaron a mí como una especie de guardaespaldas? ¿Una niñera? —Confió el profesor cortando por lo sano.

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—En pocas palabras. —Chris vio a Alex de pie sobre la delgada franja de playa. Estaba mirando hacia el océano, con las manos en los bolsillos, los hombros encorvados, todavía desnudo de cintura para arriba. Chris se volvió, diciendo buenas noches a Luke y emplazándolo para hablar en la mañana, y luego salió de la habitación. Corrió a su habitación que estaba al lado, donde continuó vigilando a Alex. A Chris, observar era algo que se le daba bien y Alex proporcionaba un enfoque perfecto. Observó como primero se estiraba y luego dio un paso a través de las complejidades de un avanzado kata, con una serie de elegantes movimientos contrarrestados por golpes poderosos, centrados y patadas rápidas. Había una gracia silenciosa en la figura alta moviéndose de una postura a otra, con la perfección en el equilibrio y la simetría. Cuando él terminó un segundo movimiento del Kata dio la vuelta y escaneó la casa desde su lugar antes de hacer su camino a la cercana puerta. Chris siguió el sonido de él por los pasillos hasta que lo escuchó detenerse en la puerta de Luke. Los dos hombres parecían haber formado una verdadera conexión, si las acaloradas miradas que habían intercambiado antes en la noche estaban basadas en algo. Chris sonrió con tristeza, sorprendido mientras lo hacía. Echaba de menos a Griff, y la falta de alguien... eso era una sensación nueva para Chris. Una repentina sensación de soledad le atravesaba. Esa sensación amargaba fuerte en comparación con los tres días de paz que había encontrado con su nuevo amante y su música. Sabía que la última vez que había vuelto a filas para su actual gira del deber era su único final. Tenía que tomar una decisión, y el recuerdo de aquellos tres días y tres noches en Inglaterra podrían muy bien ayudar a dicha decisión. Tal vez ahora era un buen momento para decidir sobre la vida que quería. Los pensamientos de Griff, inevitablemente conectaban con los pensamientos de la situación que le rodeaban, con Luke y Alex. Esto llevó a pensar sobre la posibilidad de que Griff se encontrara en peligro. Vaciló, sin saber qué camino tomar. En realidad no tenía ninguna forma segura de contactar con él, no había manera de decirle que tuviera cuidado, para advertirle sobre qué decir y qué no decir. Se sentía desanimado, cansado e irritable, y sabía que dormiría durante mucho tiempo.

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Chris pasó la mayor parte de la noche de pie mirando por la ventana, imaginando a Griff muy cerca detrás de él, abrazándolo. Luke estaba algo así como aturdido, pasando el tiempo junto a la ventana, mirando hacia abajo vislumbrando la posición de Alex y luego avanzando a través de su Kata con la arena bajo sus pies y a través de su pose. ¿Qué había sucedido antes que lo había sacudido hasta la médula? Este hombre tenía el nombre de Luke cortado y quemado en su cara interna del muslo en un lenguaje de dos mil años de antigüedad. Ese solo hecho era suficiente para provocar escalofríos por su espalda. Mientras que Luke sí era un nombre de origen griego y latino, no era familiar, ni tampoco era un nombre que se encontrara en la mitología. La derivación de MacKinnon era tan completamente desligada de la tradición griega y romana que sería imposible imaginarlo como algo que un humano pudiera haber provocado en la piel de Alex cuando era niño. Luke nunca había sentido sensaciones como la que tenía cuando Alex lo tocó, e incluso ahora se contrajo en ocasiones cuando pequeños pellizcos y pequeños destellos eléctricos, recorrían su piel. Estaba hinchado y duro sólo de ver al hermoso hombre que se había estrellado en su mundo moviéndose sin esfuerzo haciendo los ejercicios en la arena bajo su ventana. Abrió sus pantalones vaqueros, con la mano firme a su alrededor y tan malditamente cerca después de ver a Alex. Luke se perdió en una nube de fuego creado a partir de los recuerdos de su primer encuentro sólo un momento antes y la visión del cuerpo de Alex en movimiento en la playa. Él utilizó la recolección del fluido sobre la punta manchando sus dedos, trazando un sendero húmedo firme e insistente, en la forma rápida que él sabía para acabar. Los recuerdos fueron el cegamiento, la intensidad del contacto de Alex lo llevaron al clímax, mientras se perdía en él con un grito ahogado en su cabeza. En lo que parecía ser sólo unos pocos segundos, Luke acabó de nuevo, la espalda arqueada, la cabeza contra el frío cristal. Respirando pesadamente, vio como Alex se volvía y miraba hacia arriba a su ventana, sus ojos se centraron en donde Luke estaba a pesar de que era poco probable que pudiera verlo. Estaban conectados mientras

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Luke se apoyaba en el cristal. Entonces Alex rompió la conexión mediante un movimiento de la cabeza y caminó hacia la casa. Después de lavarse las manos, Luke se tambaleó hacia atrás y se tumbó en la cama. Se las secó en su camisa, tirando la improvisada toalla sobre su cabeza y dejándola caer al suelo. La noche traía una fresca brisa sobre su piel excesivamente sensible. Alex había mirado mientras Luke llegó a la cima de su orgasmo, en el punto más alto acabando con tanta fuerza que le quitó el aliento, Alex levantó la vista hacia él, descubriéndolo. Luke volvió a tumbarse, con su cabeza golpeando contra las suaves almohadas, sus vaqueros ásperos y rasposos contra su bóxer arrugado. Irritado, se quitó el resto de su ropa. Por último, estaba completamente desnudo bajo el ventilador de techo que se movía perezosamente, con su miembro medio duro y la cabeza llena de imágenes catalogadas en un sueño que simplemente no estaba ocurriendo. ¿Qué era Alex para él? ¿Cuál era la conexión? Cerró los ojos, dispuesto a dormir. Luke se sobresaltó, y luego no se sorprendió para nada al escuchar la llamada en su puerta. Sabía quien estaba al otro lado. Podía sentir a Alex, precipitando la conexión mientras él contestó con un simple —entra.

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Capítulo 21 Alex supo inmediatamente cuando Luke lo estaba mirando. No tenía que ver o mirar para saber que estaba siendo observado. Había tantas cosas que trataba de clasificar en su cabeza que estaba preocupado, y el profesor había visto tanto. ¿Cómo era que este hombre, en el espacio de un día, hubiera visto más de Alex que Edward en dos años? La culpa apuñalaba su corazón. Debería haber dejado entrar a Edward, debería haber permitido a su amante ver al verdadero Alex, experimentar la misma intensidad de sensaciones que estaba compartiendo con Luke. Las lágrimas picaban en sus ojos mientras fijaba su mirada en el mar negro y las estrellas del cielo por encima de él. Extrañaba muchísimo a Edward, perdió su toque y su influencia calmante. Había sido el balance de Alex, y ahora que Edward y sus tranquilizadoras palabras de amor se habían ido las pesadillas estaban resultando imposibles de detener. Esta era una de las razones por la cual él se encontraba bajo la luna de Selene, los dedos de sus pies clavados en la arena y sus pulmones llenos de aire de mar. Necesitaba equilibrio, necesitaba que alguien lo tocara y lo centrara, lo protegiera para que pudiera descansar sin pesadillas y seguro. Necesitaba a Edward con su tacto suave y el susurro de sus palabras más de lo que necesitaba su siguiente respiración. —Edward. —El nombre salía forzado, lleno de un dolor difícil de soportar—. Lo siento —Lo siento, no pude amarte como tú necesitabas ser amado. Lo siento, mi conexión con Luke fue instantánea. Así lo sentimos. Estaba convencido de que Luke sintió el mismo tirón visceral para estar con Alex como él mismo. Con toda su educación y su enojo por los tatuajes, aún compartía aquella misma conexión, y no había duda de que Luke estaba al tanto. Quería dormir… olvidar sus pesadillas y sin embargo tenía preguntas para Luke, y sabía que el hombre mayor lo observaba con una despierta excitación, más que nada quería probar una vez más a Luke. Hizo su camino hasta las escaleras de hierro curvado y mármol, su mano posándose

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sobre las finas y débiles balaustradas de suave madera, con un nudo en el estomago. En su camino por el poco iluminado pasillo pasó por la habitación de Chris, y vaciló. La sensación de que el hombre estaba en el interior llegó hasta Alex. Se le hacía curioso, el sentimiento no era de miedo, ira o desconfianza, sino de una singular lujuria y el inicio del amor llenaba los pensamientos de Chris. Un nombre vino a Alex: Griff. Alex sonrió, cerrando los ojos, sintiendo la soledad en el interior del oficial del Ejército de pelo oscuro, viendo sus pensamientos aunque fuera brevemente. Llamó a la puerta de Luke, más por costumbre que por cortesía, y sin esperar respuesta abrió lo suficiente como para permitirle la entrada, deslizándose a través del pequeño espacio antes de cerrar la puerta detrás de él. Por un momento se quedó en silencio, sin aliento. Al principio no se movió, sólo quería saciarse de mirar a su compañero a la luz de la media luna, el hombre le devolvía la mirada con una expresión indescifrable en sus ojos y la lujuria en su alma. —Te vi mirándome —dijo finalmente, cruzando la corta distancia hacia la cama de Luke y deteniéndose a mirar hacia abajo al hombre desnudo tendido encima de las fundas. Estaba mirando a Alex con una curiosa expresión en su rostro. Alex casi estaba seguro que Luke había estado así mismo, buscándolo fuera en la playa. Su mirada recorría sin descanso su más de metro ochenta que sencillamente construía el delgado cuerpo del hombre académico, desde la débil capa de pelos en el pecho hasta el rastro del tesoro que apuntaba más abajo. —No podía dormir —dijo Luke pasando la lengua por los labios, sin darse cuenta que brillaba en la penumbra. Sus ojos estaban muy abiertos, con la expectativa y el pesado aire de la lujuria. Alex recordó el tacto del hombre en sus manos, su figura, su culo apretado, la curva de la columna vertebral, y los pequeños sonidos que hizo con su garganta cuando estaba en el pico del orgasmo. Estaba íntimamente consciente de la solidez escondida debajo de la camisa holgada y pantalones sueltos, y se puso duro al instante.

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Luke estaba desnudo, relajado y dispuesto como una comida para un hombre hambriento, su polla llena de sangre, pesada y gruesa, vuelta hacia su estómago, mientras miraba fijamente a Alex. El miembro circuncidado tan diferente en apariencia al del propio Alex. El brillo de la luna relucía sobre su piel, recordando su toque. Escalando a lo alto del colchón se puso a horcajadas sobre el magnifico hombre. No hablaron, todo lo que Alex necesitaba era llegar hacia abajo y girar los dedos en el pelo corto de Luke y tirar de él más cerca para un beso. Sintió que Luke no estaba listo para cuestionarse porqué Alex estaba aquí. Alex, en este momento, necesitaba tocarlo para tranquilizarse, para ahuyentar el parpadeo del miedo que tenía en sus pensamientos. Alex trató de no pensar demasiado acerca de las similitudes en la constitución ósea entre Edward y Luke. Ambos eran altos, delgados y de personalidad similar, ambos serios. Rehuyó el dolor por el que sus pensamientos lo llevaban. Así que hizo lo que su alma le decía y besó a Luke con toques muchos más suaves de lo que habían experimentado antes. Se besaron, suave e insistentemente, suave y fuerte, cada uno de ellos cada vez con mayor necesidad e intensidad. Alex nunca había sentido nada igual, la conexión, la necesidad y el deseo ardiendo en la parte baja de su vientre. Él anhelaba ferozmente su piel, quería tocar y degustar, y gimió cuando Luke hizo aquella cosa con la lengua, recorriendo, degustando y empujándolo hasta encajar. Quería cerrar los ojos, la intensidad de Luke quemaba en él. Tenían que moverse, era necesario separarse y poner fin a esto, quitarse la holgada ropa. Alex se retiró. —Esto es… —se detuvo, totalmente sin palabras. —¿Surrealista? —Dijo Luke, con una pequeña sonrisa alrededor de sus labios humedecidos por los besos—. No te conozco —le susurró. —Tú no me conoces, pero esto… —¿La conexión? —Si, la conexión, es intensa. Sé que te quiero, quiero todo de ti — Alex logró encadenar juntas las palabras, empujándose hacia abajo contra Luke. Ellos habían estado muy unidos constantemente y ninguno iba a llevarlo tan lejos como para perder la relación que tenían.

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—Quiero que estés dentro de mí —susurró Luke—. Tengo… en el cuarto de baño… —Luke señaló una botella de loción en su mesilla de noche. Alex tiró de él para un nuevo beso. Deslizándose hacia atrás miró a Luke, los pantalones bajos en sus caderas, su camisa blanca arrugada y tirada. Los labios de Luke se separaron en un suspiro y Alex supo con certeza que nunca había visto a nadie, nada, tan bello como el hombre que yacía debajo de él. Edward siempre había dejado que Alex guiara su vida sexual, había hecho de buena gana todo lo que Alex necesitaba hacer para detener las pesadillas, dejarlo salir. Esto era diferente, Luke estaba pidiendo mucho de él, las mordeduras y los besos y los ruidos de necesidad. La necesidad de Alex se movía en una espiral cada vez más alta. Su cerebro le decía que tenía que disminuir la marcha, su corazón advirtiéndole que esperara… y el amor… que fuera suave. Su cuerpo, sin embargo… su cuerpo estaba fuera de control. Él anhelaba, quería, con un movimiento hábil descansó su peso entre los muslos de Luke. Este empujó hacia arriba, arqueando la espalda, frenético, su cuerpo demandando por la necesidad de unirse, de fundirse con su compañero. Alex ansiaba ser tocado en todo momento por Luke, su cuerpo y sus pensamientos fuera de su alcance cuando conectó con el antebrazo de Luke. Y entonces, como la luz que deslumbra sobre la noche, llegó hasta él. Conectándose. Luke… su compañero. Para tomarlo, para exigir su posesión. El calor entre ellos, la pasión, explotó en una confusión de manos que se agarraban, dientes que mordían y tiraban, y las bocas que se probaban y degustaban con frenesí. Alex había llegado demasiado lejos para querer ir de forma lenta y pausada, simplemente surcó y lo empujó, tal como Luke lo marcó a él, con una primitiva lujuria. Sacando la ropa de Alex tiró de él hasta que se encontraron piel contra piel, músculos firmes, luchando por el dominio. En un momento Luke tenía el control, ya que debilitó la necesidad de Alex con sus hábiles manos, llegando abajo y cerrándose alrededor de él con fuerza, agarrando su polla, girando y tirando. Su otra mano agarraba casi cruelmente el

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cabello de Alex, alejándolo hasta que sus labios estaban separados, una máscara de calor recorría su rostro. —Mío —gruñó Luke, mordiendo su camino por la puntiaguda barbilla hasta la garganta de su amante, chupando con fuerza, calmándolo con su lengua y luego mordiendo de nuevo, seguro de dejarle una marca—. Mío. Alex se lo permitiría. Dejaría que Luke lo marcara, frenando su fuerza al sentir como se construía el orgasmo en su columna vertebral, tan cerca, lo dejaré marcarme, pero aprenderá, él aprenderá que es mío. Mierda. ¿Que jodidos? ¿De donde venían esos pensamientos de posesión? Ese no era Alex, él no era posesivo. —Para —gimió Luke debajo de él—. Más despacio —sus acciones contradiciendo la petición hecha sin aliento, mientras arqueaba la cabeza para darle rienda suelta a Alex hacia su garganta—. Necesitamos… —trató de parar, era demasiado tarde. Claudicó, el agarre de Alex era caliente, fuerte y firme. Alex se echó hacia atrás, mirando hacia abajo, no dejando que sus ojos preguntaran. Alex sabía lo que quería, y sin decir una palabra deslizó sus dedos a través de su pecho y abdomen hasta deslizarse contra su apretado agujero. Luke pedía más, uniendo sus propios dedos con los de Alex, rodeando su agujero, alentando a lubricarlo. —Ábreme, estoy preparado. Alex estaba concentrado en ser amable, tratando de ser cuidadoso, pero el profesor quería fuerte, rápido, y ahora. —Poco a poco, yo no quiero… —Demasiado lento —espetó Luke irritado, empujándose a si mismo contra Alex con insistencia. Alex comenzó un movimiento constante dentro y fuera, el dedo índice cada vez más rápido, una combinación de semen y lubricante facilitaban el camino. Era la cosa más erótica que jamás había sentido. Luke se empujaba contra el dedo, gemidos bajos salían de su garganta. Su

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hermosa polla, rápidamente se puso dura de nuevo, estaba roja y llorosa contra su vientre, la suave piel de terciopelo sobre la carne congestionada por la sangre. Escuchaba los sonidos de Luke, mientras se arqueaba hacia abajo por el toque de su dedo. Sintiendo como se rompía la presión del anillo y moviéndose más adentro, parándose y manteniéndose inmóvil para permitir que los músculos apretados de Luke se acostumbraran a su dedo. Se movió sobre sus rodillas, usando la mano libre para llenar la brecha entre su boca y la polla de Luke, marcando un ritmo contrario al dedo. Retorciéndose impaciente, exigente, Luke se empujaba hacia abajo, a los dedos, suplicando. Ya, Alex, ya. Alex empujó las piernas de su amante hacia atrás y las enganchó con sus brazos, se preguntó brevemente si debería darle la vuelta para que la unión fuera más fácil. No. Tal vez estaba siendo egoísta, tal vez era que entendía lo que Luke quería, pero Alex anhelaba mirarlo a los ojos cuando llegara al final. Y él supo de repente que Luke lo quería así. Rápidamente se puso un condón mientras se posicionaba, resbalando lubricante, hasta que se empujó sobre Luke con los ojos cerrados y suspirando aliviado, sintiéndose a la perfección. Cuando la quemadura golpeó a Luke, Alex también la sintió. Luke demostró que no quería parar simplemente presionándose con fuerza contra Alex hasta que finalmente este se enterró profundamente hasta sus bolas en Luke. Luke gemía con urgencia, mudo, pero quería decir —más, ahora… más profundo… mío… Capturando sus labios en un beso ardiente, Alex gemía su necesidad en alientos rápidos sobre su boca. Miraba con deseo mientras Luke envolvía sus piernas alrededor de su cintura y empezó a moverse, retirándose y presionando, encontrándose sus miradas. Alex esperó ver algún signo, una indicación de que podía seguir, el sudor le recorría la parte baja de la columna mientras sus brazos temblaban por el esfuerzo. Luke tomó la decisión de alejarse de él, levantándose con los ojos vidriosos, las pupilas dilatadas. Alex se movió, inclinándose para capturar los besos, las palabras y las súplicas, estableciendo un ritmo tan antiguo como el tiempo en sí. Luke se sentía fuerte y ardiente, clavando sus uñas en la piel de Alex, marcándolo, tirando de él más profundo y más cerca. No se

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sintió satisfecho cuando se interpuso cualquier distancia entre ellos, sollozando cuando los sentimientos le abrumaron, Alex redobló sus esfuerzos, empujando y presionando fuerte contra Luke. Tenía que poner sus manos sobre Luke, envolverlas a su alrededor, necesitaba tocarlo. —Tócame —exigió Luke suspirando, Alex se preguntó como lo supo Luke. Sin perder el ritmo, Alex apoyó su peso sobre un codo, la otra mano se cernió sobre Luke, mientras se enterraba profundamente en su interior, hundiéndose en el calor oscuro y apretado, perdiéndose en él, sintió a Luke correrse en su mano mientras se mordía el labio y arqueaba su cuello en el éxtasis. Alex lamió una marca sobre la garganta de su amante, a la vez que desaceleraba sus movimientos. Su propio orgasmo se construyó como el fuego dentro de él hasta que se corrió, sin palabras, sin aliento, dentro de su pareja. Roto y agotado, Alex sabía que tenía que retirarse. Se quitó el preservativo y lo tiró a la pequeña papelera que había junto a la cama. Alex rodó sobre su espalda, un brazo sobre los ojos, el otro sobre el cabecero por encima de él, mientras escuchaba como Luke trataba de recuperar su propia respiración. Finalmente se quedaron inmóviles, respirando en sincronía. Ambos perdidos en sus pensamientos, con los ojos cerrados, porque no querían dejar de ver las imágenes que danzaban bajo su visión o reconocer la inmediata lujuria que los había conducido. No dijeron nada, no había palabras para describir lo que acababa de suceder y Alex no quería ponerlo en duda. Por primera vez en días el sueño le resultaba fácil mientras tocaba a Luke, y aunque el sueño no tardó en llegar, parecía muy suave, como si lo estuviera viendo en la distancia en vez de estar justo en el centro de todo.

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Capítulo 22 Algo sacó a Luke de su ligero sueño, un ruido, un movimiento, y se dio cuenta que fue Alex. El instinto lo hizo tocar a su amante con una ligera presión sobre el corazón haciendo que Alex gimiera sobre su garganta y se moviera inquieto en su sueño. Rozó con un suave movimiento de sus dedos contra las estilizadas y oscuras áreas de sol que cubría su pecho. El movimiento parecía calmar a Alex, que dio la vuelta en la almohada rodando hacia un lado, de espaldas a Luke. El ave fénix se reveló en la suave luz, sorprendente y aterrador en toda su gloria. Luke tenía catalogado cada detalle, de cada intrincada pluma trazada. Estaba descentrado, el cuerpo sobre el hombro izquierdo de Alex, las siluetas de fuego subiendo por la derecha y dentro de cada parte había signos en griego antiguo. Luke conocía las palabras; fuego, tiempo, siempre… Palabras sencillas que no tenían mucho sentido para él, y eso era lo más frustrante. Le gustaba una buena película de misterio, se pasaba horas planificando, trazando y siguiendo los débiles enlaces para entrar en las cabezas de los pueblos antiguos, para descifrar sus palabras. Esta vez, sin embargo, con su amante moviéndose de nuevo para ponerse sobre su espalda, durmiendo con sus rasgos normalmente tensos, relajados y jóvenes, Luke quería respuestas. Ahora. Se preguntó porque quienes hicieron esto no decidieron marcar la cara de Alex. Tan solo una pequeña cicatriz estaba cerca del nacimiento del pelo, y por aquella pequeña gracia Luke estaba agradecido. El joven que estaba sobre las sábanas era increíblemente hermoso, desde el cabello castaño hasta sus ojos verdes en forma de avellana ocultos por los cerrados parpados, era la imagen de la perfección. Suspirando, se relajó y recostándose sobre las suaves almohadas, descansó sus dedos de nuevo sobre el pecho de Alex, sin contemplar el dejar de tocarlo, dándole vueltas a los motivos y escenarios en su cabeza hasta que finalmente el sueño lo venció.

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El Mayor Stewart estaba a punto de darse por vencido. Había oído fuerte y claro a sus superiores que era necesario un informe sobre los progresos. ¿Y qué demonios tenía él que informar? ¿Qué de alguna manera, a pesar de las cámaras de seguridad, a pesar del hecho de que había estado en un edificio en el centro, cerca de una base del Ejército, dos hombres habían desaparecido debajo de su nariz? —¡Catorce horas! —Gritó a una unidad de oficiales, todos miraban sorprendidos al Mayor—. ¿Ellos han estado desaparecidos catorce horas y usted me dice que no tiene nada? —Nada, en resumen, no hay imágenes de la cámara de seguridad, algún tipo de corte de energía había dejado todas las cámaras fuera de servicio al mismo tiempo, apareciendo una nieve estática en su lugar. No había señales de entrada o salida en la puerta principal, o en cualquier otro lugar a lo largo del perímetro. Habían desaparecido literalmente. Tenía a todos en esto y todavía no había ningún maldito resultado. Stewart lamentó el día en que se había visto obligado a aceptar esta serie de órdenes, órdenes que lo enviaron en la misión de este idiota. Para ser honestos, no es que le dieran mucha elección. Este maldito puesto no era lo que esperaba en absoluto. Le habían encomendado una sola cosa, ver a Luke y obtener información sobre lo que estaba trabajando a la mayor brevedad posible. Bien, él había hecho eso, y lo único que podía decir era que el hombre había desaparecido. Tenía que hacer un seguimiento de aquel tipo de Oráculo maldito, y con el desaparecido, esto era inaceptable. Rápidamente se volvió a mirar el mapa de la región sobre la pared para hacer frente al grupo de hombres que lo miraban para recibir órdenes. —Tenemos que estar equivocados y salió fuera de la ciudad. Debemos encontrar a MacKinnon. Observó mientras los hombres se marchaban, dejando a sus oficiales capaces de seguir órdenes a la carta. Temiendo lo que estaba a punto de hacer, levantó el teléfono, pidiendo conexión y escuchando cuando era

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transferido. Esperó a que la llamada conectara. Todos sus años de servicio en el Ejercito, tan cerca de su jubilación, y que llegado a este punto, estuviera chantajeado por alguien que podía arruinarlo. Se imaginaba con una pistola sobre la cabeza del hombre que lo tenía con el agua al cuello sólo para verlo retorcerse. Contuvo el aliento mientras el hombre respondía. —Se lo advierto, esto es lo ultimo que hago —había un sentimiento de frustración en él, que se filtraba en su voz—. He engañado a altos mandos y enviado a mis hombres fuera en una búsqueda inútil, no hay más que pueda hacer, así que si usted sabe donde está MacKinnon o lo sospecha… captúrelo ahora.

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Capítulo 23 Algo indescriptible empujó a Alex en el sueño, como un codazo en la base de su cráneo, y se dio cuenta que estaba despierto. Se habían movido durante el sueño. Luke acunaba a Alex en sus brazos, moviendo las manos, incluso mientras dormían, relajándolo. Alex se estremeció sin querer, pero con resolución se movió poco a poco lejos. Luke murmuró en sueños y dándose la vuelta enterró su cara en las suaves almohadas de algodón. Los espíritus inquietos en su interior empujaron a Alex hasta las olas, el único lugar donde verdaderamente se sentía como en casa, dejando a un dormido Luke con un suave beso. Trató de concentrarse en Edward, de darle sentido a lo que estaba sintiendo, pero nada tenía sentido, no aquí, no ahora. Sabía, incluso más que Luke, que él era el último. Ningún empático jamás podría cuestionar una unión como la que había experimentado con Luke. Se acoplaron. Y tan simple o tan complicado como la declaración sonaba en su cabeza, Alex sabía que no podía huir de él. La realidad era innegable, y su dolor por Edward estaba al borde de su subconsciente, estaba siendo perseguido por imágenes del hombre que tenía dormido en su cuarto. Se sentó en paz hasta que el amanecer iluminó el perlado y diamantino cielo, y fue entonces cuando se puso de pie. Desde que recordaba estar vivo se había sentido más seguro en la luz, el sol levantó la presión que había dentro de él como si Apolo mostrara el sol en el cielo sólo para él. Se colocó sin problemas en posición de Kata, era más sencillo y por lo tanto mucho más difícil de completar sin problemas. Llevando las manos a los costados, se colocó en el centro. A continuación, extendió sus brazos hacia delante y hacia atrás, con medio cuerpo torcido en su primer movimiento. Todo su ser moviéndose en un delicado equilibrio, cada movimiento perfecto pasando al siguiente, su respiración rítmica, sus ojos centrándose en el emergente horizonte, hasta que finalmente, terminó, llegando a su posición final, tan inmóvil como una estatua tallada, la paz que encontró en si mismo era su único objetivo.

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Se quedó así durante largos minutos mientras el sol subía y coloreaba de rojos y rosas el cielo, hasta que con cuidado, se abrió paso a través de las pequeñas piedras en la arena, el rumor cadencioso del océano a sus espaldas, y entró en la fresca cocina de azulejos encontrando el café de Thanos listo, negro y humeante, en la encimera de granito. —¿Has dormido algo? —Preguntó el hombre mayor mirando a un agotado Alex. —No mucho, he meditado. Thanos asintió con la cabeza, la preocupación seguía grabada en su rostro. —Alex, ¿Qué pasó anoche en la habitación? —Alex no dejo pasar la pregunta—. ¿Qué pasó y en qué habitación? —¿Qué era exactamente lo que Thanos estaba preguntando? Tratando de ganar tiempo, Alex se acercó a la jarra de café, se puso una taza del aromático café removiéndolo con leche y azúcar, antes de volver a sentarse frente a Thanos, que tenía una amplia sonrisa en su maldita cara. Alex optó por ignorar la sonrisa, enfocándose en los tatuajes. —Está bien. Todo lo que Luke ha catalogado, se detalla con dibujos y fotos. Pero… tengo su nombre grabado en mi cuerpo Thanos, el nombre de Luke, su nombre completo… esto no puede ser coincidencia. —Alex sabía que su voz sonaba casi esperanzada y vio como Thanos medía su respuesta, sintiendo la calma completa en él, como si lo que Alex había dicho no fuera exactamente una sorpresa. Extendió la mano sin darse cuenta, tocando a Thanos sintió una emoción que no había sentido antes, un cierto temor que hizo a Alex fruncir el ceño. —¿Te acuerdas de las lecturas de los tres destinos? —Preguntó finalmente Thanos. Alex sonrió ante la pregunta. Había pasado horas en la biblioteca de Thanos en las últimas semanas aprendiendo más sobre la antigua Grecia y Roma de lo que él había conocido. La leyenda de las Parcas, o Moiras, era su favorita. En la mitología griega, las Parcas era la personificación del destino caracterizada con túnicas blancas, que se supone que aparecen tres

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noches después del nacimiento de un niño para determinar el curso de su vida. Para los griegos, en un principio, ellas eran llamadas las hijas de Zeus y fueron nombradas Cloto, Láquesis y Átropos. Cloto era la hilandera, que hacía girar el hilo de la vida en el eje de su rueca. Láquesis medía el hilo de la vida asignado a cada persona con su varilla de medición y Átropos era la cortadora del hilo de la vida. Era Átropos quien decidía la forma y el momento de la muerte de cada persona. Cuando cortaba el hilo con “sus abominables tijeras” alguien en la tierra moría. —Me encanta esa historia —dijo Alex—, la idea de que alguien decide la duración de mi vida y la manera de mi muerte me intriga. —Bueno, entonces, tú sabes que está escrito que Láquesis controla la duración de tu vida —hizo una pausa, esperando a que Alex asintiera—, pero se cree, y tú tal vez no hayas leído esto, que ella también diseña qué otros hilos se cruzan con los tuyos, cómo otras personas pasan a forman parte de tu vida. Alex no desestimó la pasión con la que Thanos contaba esta historia, el hombre mayor creía en los dioses. Era su creencia, formaba parte de las reglas en que vivía su vida. Sin embargo la historia de los tres destinos en cierta medida le explicaba a Alex lo que estaba sintiendo en ese momento. —¿Estás tratando de decir que es un plan de tus dioses que el hilo de mi vida se haya cruzado con Luke? —Sentía curiosidad. Tenía poca fe en si mismo, en cambio confiaba en cosas que podía ver, cosas tangibles, pero nunca rechazó lo que otros sentían, ni ofreció sus propias creencias en contraste con las suyas. Cada uno a lo suyo era su propia filosofía, y había funcionado bien para Alex. Thanos se limitó a asentir, no dudaba de su creencia, su fe, había visto mucho en las últimas semanas para negar que las mayores energías hubieran jugado un papel importante en la vida de Alex. —Luke es parte de tu destino. Su nombre en tu piel, para ser honesto no me sorprende. Sus destinos parecen marchar por un camino similar. —Alex.

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Ambos hombres se dieron la vuelta. Luke vaciló en la puerta, llevaba el pelo mojado de la ducha, vestía pantalones vaqueros y una camisa blanca que caía sobre sus caderas. — ¿Podemos hablar? —Thanos se puso de pie para marcharse, pero Luke le hizo un gesto para que se sentara de nuevo—. Creo que todos tenemos que formar parte de esto. En ese momento Alex se dio cuenta de que Chris estaba de pie detrás de Luke, haciéndose a un lado le permitió que entrara y se sentara con los demás. Cuando los cuatro hombres tenían café, Luke se sentó enfrente de Alex, tragándose su inquietud comenzó a hablar. —No podía dormir —comenzó a decir, y Alex miró más de cerca sus ojos verdes inyectados en sangre y con un matiz de cansancio en el rostro de Luke. Se preguntó, cuánto tiempo después de haber salido de su cama tardó Luke en despertarse, si la fuerza de su conexión lo había despertado—. He recogido todas mis notas y las imágenes de los símbolos de Alex y comienzo a pensar las cosas desde distintos ángulos. Quiero decir, no he tenido mucho tiempo, y no he avanzado mucho… —su voz decayó y en vez de palabras decidió que la acción era lo mejor. Puso sobre la encimera de granito los dibujos que había hecho de las marcas de Alex, reconstruyendo las siluetas de los tres hombres que aparecían a través de él. Chris dejó escapar un silbido. Alex parpadeó ante los comentarios rápidos y decisivos de lo que pensaba Chris. Sabía que Chris había visto algunos de los tatuajes la noche anterior, pero unos ojos y un c erebro entrenados para realizar recuentos exactos de la gente que está a un kilómetro de distancia con rapidez, resume en un instante los variados diseños. Por lo menos sesenta estaban trazados cuidadosamente en posiciones relativas a la situación actual en el cuerpo de Alex. Alex no podía mirar hacia abajo, en su lugar se centró en la piel de Luke, las líneas de expresión alrededor de su boca, la barba que rascó su cara cuando se besaron la noche anterior, sus manos, competentes y puntualizando cada palabra que decía. Luke señaló el gran pájaro, que se curvaba sobre los hombros de Alex, hacia los brazos. —Las aves se han utilizado en la mitología antigua, por muchas razones, pero con la proximidad del sol en la espalda de Alex yo estaba equivocado. Pensé que el fuego, las llamas aquí —señaló las marcas al azar

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que salían disparadas había arriba del pájaro y el sol—, eran el sol, pero en realidad creo que ellos emanan del pájaro mismo, casi como lo que se llama el ave fénix. Hay otras marcas, palabras, y una serie de números, que realmente no tienen ningún sentido. Aún. —Empujó otro pedazo de papel hacia Chris y Thanos, números, aleatorios, algunos en parejas, algunos en cuatro, y las palabras, como la muerte y la paz y otro, un nombre, Elysia. Alex escuchó el suspiro de Thanos y, finalmente miró hacia el papel sobre la mesa, la lectura de los números y el nombre al revés. Los símbolos no significaban nada para él, e incluso antes de mirar hacia Thanos, sintió la gran tristeza que brotaba desde el hombre mayor. —¿Thanos? —El nombre, Elysia, la madre de Athanasios… Alex, tu madre. — Sus palabras resonaron en la sala de pronto silenciosa. Alex vacilante tiró del pedazo de papel con el sumario hacia él, trazando el único nombre con un tembloroso dedo índice, mordiendo el labio inferior con preocupación. El nombre no le era familiar a él, sin embargo, algo le molestaba, una imagen de sus sueños. La mujer lanzándose en el pozo de petróleo y fuego, un cuchillo en ella, la sangre fuerte y escarlata contra el blanco de su vestido. Si, como Thanos creía, Alex y Athanasios eran una misma persona, entonces si esta mujer, si ella era la persona cuyo nombre marcaba su piel, podía ser su madre. Se estremeció por dentro, la frialdad se introducía en sus venas como si escuchara una historia de fantasmas por primera vez. Alex vio un destello blanco más allá del alcance de su visión periférica. —Hay algo más —dijo Luke en voz baja, y Alex supo inmediatamente y sin concesiones que lo que Luke estaba a punto de decir afectaría a cada persona sentada alrededor de la encimera. Sólo una gran fuerza de voluntad por parte de Luke le impedía gritar la noticia, su tensión cantó a través del enlace entre él y un cauteloso Alex. Todas las miradas se volvieron hacia Luke, pero el optó por mirar directamente a Alex, con la mano a ciegas en busca de contacto, la paz lo envolvió cuando entrelazaron sus dedos. Alex tenía un control estricto de su empatía, pero con un cuidadoso toque supo que podía aliviar algo de la agitación de Luke. Sentía los sentimientos de soledad de Luke y la desesperación de ser portador de

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malas noticias. El hecho de que a Alex le encantara la sensación de la piel sobre piel hizo que las cosas parecieran mucho mejor. —Las palabras en el interior del fénix en la espalda, no creo que conducen al Oráculo. Creo que llevan a un lugar en el que el Oráculo pueda existir, puede, supongo, que funciona como tal, un templo… no… un templo interior. —Fue perfeccionando su explicación mientras hablaba, con la cara arrugada en una mueca de concentración. —¿Así que las palabras no nos dan un lugar donde se encuentra el maldito Oráculo? —Se quejó Chris, su voz sonaba irritada y decepcionada. —Si, lo hacen. Los símbolos del fénix nos dicen que el Oráculo no es una cosa como tal, ni tampoco es un lugar, el Oráculo es el interior de una persona, el Oráculo… es una persona. Nadie dijo una palabra, y Alex supo. Supo cuando Luke apretó su mano. —Eres tú, Alex. Tú eres el Oráculo.

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Capítulo 24 Luke parpadeó al ver al hombre fuerte de repente profundamente tranquilo. Deseaba amargamente poder recuperar lo que acababa de decir, la sensación de que con esas cuatro palabras había pronunciado la sentencia de muerte de su amante. Si Alex había leído sobre el mito, y si incluso creía que una pequeña parte de ello pudiera ser verdad, entonces él sabía del potencial de su poder. Su potencial poder. Si el Ejército llegara a él… el gobierno de cualquier nación… y si fuera verdad, Dios si fuera cierto… que el Oráculo de alguna manera pudiera predecir el futuro, entonces con seguridad Alex era un arma andante. Cualquiera que consiguiera poner sus manos sobre Alex con la suficiente fuerza como para obligarlo a usar sus habilidades para ellos, era un potencial peligro. Luke se guardó lo que deseaba decir, negando las palabras, no estaba seguro de lo traducido, necesitaban más estudio, los símbolos no significaban que Alex fuera el instrumento de los dioses y los destinos. No era como si Alex mostrara cualquier habilidad asombrosa de previsión. Sí, el sentía cosas que estaban a punto de suceder, había dicho eso, pero realmente saber lo que estaba pasando un día a partir de ahora, o un año… las palabras en su piel. Algún monstruo perverso habían marcado a un niño… eso es lo que era. —¿Puedo suponer que sabes del Oráculo y sus orígenes? —Preguntó Luke suavemente, esperando a que Alex reconociera que sí lo sabía. Luke asumió que Alex y Thanos sabían del Oráculo y su poder para predecir el futuro, acerca de las historias basadas dentro y fuera de ese poder. No conseguía sentir nada de Alex, se preguntó si deliberadamente bloqueaba su conexión. Tú eres el Oráculo… Alex echó una mirada a Luke, con el ceño fruncido en su rostro. Luke podía sentir a Alex dentro de su cabeza, haciéndole preguntas; Luke sentía que Alex necesitaba sacar las palabras fuera, que tenía algo desesperadamente importante que decir.

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—Cuando yo tenía nueve años, desaparecí. —Alex empezó en silencio, mirando hacia atrás en la mesa incapaz de mirar a los ojos a Luke—. Yo estaba siendo intimidado, chico nuevo en la escuela, lleno de cicatrices, ocultando mi cuerpo de la vista, muy tímido, las cosas normales de la escuela. Estaba llorando y asustado y me escondí en los baños. Ellos me encontraron. Luke quería que Alex mirara hacia arriba otra vez, quería que aquellos increíbles ojos verdes dorados lo miraran directamente mientras hablaba, se obligó a escuchar. Alex sólo continuó, con voz tranquila, aceptando —ellos miraron donde estaba, a través de mí, como si yo no estuviera ahí. Yo estaba ahí, me puse histérico, y mi piel ardía, las marcas en mi piel quemaban tan ferozmente… y me dolió tanto… —se detuvo, obviamente parecía perdido en su memoria, en verdad, era sólo un doloroso pensamiento en la distancia. —¿Supongo que te acuerdas del dolor como una persona normal recordaría los detalles de un cuadro? —Luke estaba curioso y horrorizado al mismo tiempo por la historia. —Algo dentro de mi me mantuvo invisible para ellos —Alex terminó cuidadosamente, sin reconocer directamente la observación de Luke. Finalmente alzó la vista, mirando directamente a Chris, relajando el tenso dominio sobre su taza de café y suspirando—. Edward tenía un nombre para eso, lo llamó la eliminación gradual. Caminando a un lado dentro de otra esfera temporal, en un plano diferente. —¿Desapareciendo? —La voz de Chris sonaba incrédula, y Luke quería que se callara para que Alex pudiese sacar toda su historia fuera. —Para cuando yo conocí a Edward tenía un buen control sobre lo que podía hacer. Podía eliminar esa fase que necesitaba, era en parte el motivo de que nuestro negocio fuera tan exitoso. —¿Qué parte del negocio? —Se apresuró a preguntar Chris, y Luke sonrió para sus adentros cuando Chris se aferró a todos los tortuosos cuentos mágicos alrededor de la mesa. Negocios significaba algo que Chris podía manejar.

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—La adquisición de piezas de colección para el mejor postor, los trabajos especiales que… —Alex empezó a dudar, obviamente, él no sabía como continuar. Luke frunció el ceño, tenía la sensación de que ahí había algo, que para Alex era muy difícil ser sincero, incluso cuando tenía que hablar de las cosas que le dolían. Se preguntó si estaba nervioso por admitir las cosas delante de él. —Es el pasado —dijo Luke, simplemente, tratando de alentarlo, recibiendo una pequeña sonrisa de Alex a cambio. —También puedo controlar, no, no controlar, afectar a las cosas, cámaras de vigilancia, códigos electrónicos de entrada. Puedo sentir la mecánica en el interior, ver las tripas de ellos mismos, cambiar la forma en que se mueven, suspendiendo su realidad… Puso sus manos sobre la mesa frente a él, una brisa de aire hizo que el puño de Luke se cerrara fuerte destellando entre ellos mientras estaban sentados cerca. Todavía no parecía capaz de buscar a Luke, pero este suponía que era debido a la conexión que permanecía ahí. Alex se preguntó si podía sentir el corazón de Luke, sentir como se aceleraba su pulso. —Algo así como esto —Alex suavemente extendió los dedos, la mirada fija en la taza de café, sin parpadear cuando se deslizaba hacia un lado frente a él. Luke escuchó a Chris volverse en su silla con un ahogado joder. De Thanos nada. Sin ansiedad, sin conmoción. Sólo aceptando, sin sorprenderle. Luke asumía que Thanos podía leer a Alex, y que creía en estos dioses de los que hizo jurar. Luke sabía que el anciano tenía una gran creencia para sorprenderse por los milagros. —¿Y la telequinesis? —Preguntó Luke al fin, pero Alex sacudió la cabeza. —No creo que sea lo bastante fuerte como para que sea importante. Quiero decir, yo puedo hacer eso, con objetos pequeños, nada grande. —¿Qué más puedes hacer? Chris parecía intrigado y Luke le lanzó una fuerte mirada de censura. Eso no era un juego. Alex no parecía muy preocupado por las palabras de

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Chris. Era evidente que aceptaba que el cínico de Chris necesitaba más pruebas. —Puedo hacer que parezca como que las cosas no están ahí — rompiendo a sudar, se concentró en las moléculas que formaban la taza vacía—. Creo que es casi construcción de la estructura de la taza. Puedo eliminar las moléculas, moverlas a otro plano. —¿Qué se siente en ese otro plano? —Quiso saber Luke. —Sombras, niebla y ráfagas de luz —medio susurró, y en una milésima de segundo la taza había desaparecido de la mesa. Segundos después la misma taza apareció cerca de la mano derecha de Chris: —¿Qué jodidos? —Chris dejó escapar un grito. Las palabras de Chris parecían desencadenar una respuesta por parte de Alex. Volviendo su atención a Luke, Alex colocó su mano contra su pecho, reforzando sus barreras. Una conexión visceral se desenrolló inmediatamente dentro de Luke. Con voz tensa por la angustia y el calor, Alex le susurró: —Puedo ver tu corazón, ver dentro de ti. Ver la adrenalina que empuja corriendo desde aquí. Puedo sentir el calor en la sangre, la necesidad de perseguir a la mía… ¿dónde me detengo? —Alex. Alex frunció el ceño, girando su cara, una pena singular en sus expresivos ojos. —Vi morir a Edward en mis brazos, vi como su corazón dejó de bombear, vi la sangre ahogando su arteria fracturada. Luke sintió más que vio a Alex cerrándose delante de él, pero oyó los pensamientos no expresados en la cabeza de Alex. ¿Quieres que deje de tocarte ahora? ¿Yo abuso de ti de esta manera? Parecía que las palabras no eran necesarias entre ellos. Luke podía sentir el sufrimiento de Alex llegando hasta a él. Levantando las manos, agarró los dedos de Alex que se ajustaban contra su pecho, sacudiendo la cabeza. —No, para, no es… tú no abusas de mi. —Alex había roto de nuevo las barreras. Tenía una cosa más que

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contar, y una cosa que estaba convencido podría llevar a Luke, a otra parte de su alma, lejos de él. —Yo vi el arma Luke, la bala, puedo ver las cosas casi a cámara lenta antes de que sucedan, sabía para donde se movía, pude haber curvado la bala, porque no me alcanzó, se enterró profundamente en el corazón de Edward y lo mató. Yo lo maté. —Alex, no. —Entonces, ¿es eso? ¿Trucos de salón? —Alex interrumpió cualquier tópico que Luke iba a lanzar contra él. —¿Me estás hablando del futuro? Alguna clase de retorcido caso de auto preservación, porque, ¿sabes? estas personas me quieren, ¡Ellos pueden venir a buscarme! ¡Soy una mierda para ellos! —Alex —se oyó salir de Chris, quien cuidadosamente recogió la vagabunda taza de Alex, asegurándola en su mano, pensativo—, el por qué ellos te quieren no es el problema aquí. La cuestión es ¿qué quieren en primer lugar? Es por eso que tenemos que conseguirte otro sitio. Ocultarte lejos hasta que Luke pueda descifrar todo el material y demostrar que esto es todo una mierda. —No es una mierda —espetó Luke al instante. —Mierda, no —reconoció Chris, antes que la ira aumentara—. Lo he visto con mis propios ojos. Pero nosotros tenemos que convencer a Stewart, y quienquiera que tenga el mando sobre esto. Eso es una putada. Luke asintió con la cabeza, los pensamientos de Chris tenían sentido en un tipo de camino —Chris. Sólo cuatro de ellos conocían la medida de lo que las palabras tatuadas en los tonos miel de la piel de Alex podía decir. —No tiene por qué salir de esta habitación. Yo no he escrito ninguna de mis últimas traducciones —sugirió Luke con calma—. Nadie más tiene que saberlo. —Su tranquilo exterior desmentía el caos dentro de él, no puedo vivir sin ti, Alex… —¿Eres el único experto en griego antiguo y clásico, Luke? — Preguntó en voz baja Thanos, con prudencia. El estómago de Luke se

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volteó mientras procesaba la pregunta. Los símbolos y sus significados son complejos, lo suficiente como para disuadir a un gran número de lingüistas. Pero... no, estaban otros, Vladrin, Austin, acababa de nombrar algunos. Luke estaba elaborando una lista en sus pensamientos. —Cualquiera de los pocos expertos que hay, pueden, con un poco de esfuerzo, igualar mi trabajo —dijo finalmente con tristeza. Luke se estremeció ante la desesperación creciente en el interior de Alex, y parpadeó cuando este empujaba un poco de confianza a su manera, un tono de color único, verde azulado, azul océano, la conexión abierta de par en par entre ellos. —También está Xanos —continuó Thanos, con triste resignación en su voz. —Suena como una droga —murmuró Chris a nadie en particular. Inquieto y aparentemente en estado de alerta, se puso de pie y se acercó a la ventana, mirando a través de las arenas hacia el lejano mar. —Xanos era un grupo muy antiguo de seguidores que parodiaban a los discípulos de Apolo —le indicó Thanos con voz burlona. Continuó—, ellos intentaron secuestrar a Alex cuando era un niño, trazando un elaborado plan, cuando su “madre” intentó detenerlo, Alex se echó a llorar. —¿Lo sabías? —Chris se unió a ellos en la mesa. —Si. Xanos, la palabra, significa esperar, y eso es lo que han hecho, mantienen sus costumbres de hace cincuenta generaciones, como lo hicieron mis antepasados, lo mismo que yo, esperando que vuelva el Oráculo. —Como una especie de maldita segunda venida —sugirió Alex, tratando de aligerar la tensión en la habitación y luego hundiéndose en el silencio mientras miraba a Luke deliberadamente. Luke bajó la mirada, sabiendo que Alex podía sentir el miedo en su interior. Ese mismo temor lo empujó hacia sus pies, alejándose del contacto de Alex y tropezando hacia atrás en contra de su propia silla.

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—¡Necesitamos alejar a Alex de aquí, de Grecia si podemos! Lejos de Xanos, de Stewart, sólo lejos. —Había un filo de agotamiento en su voz, el miedo girando de nuevo y Alex se acercó a Luke, lo siguió hasta la encimera de la cocina, donde los papeles se difuminaban en un caos organizado. Extendió su mano para tocar a Luke, tirando de él, guiándolo, animándolo a salir fuera al sol. Luke podía sentir la arena bajo sus pies. Hizo un gesto para que Alex hiciera lo mismo, hasta que finalmente se sentaron con las piernas cruzadas frente a frente en la fina y dorada arena, Luke, de espaldas al mar. —¿Estás bien? —Preguntó Alex en voz baja, con las manos extendidas, las palmas hacia arriba, obviamente esperando que Luke lo tocara. Vaciló momentáneamente y luego se trasladó sin problemas para colocar sus propias manos, las palmas hacia abajo, en la parte superior de las de Alex, la calidez hormigueaba entre ellos cuando Alex dobló los dedos para capturar a Luke, negándose a dejarlo retirarse. —Lejos de estar bien —dijo Luke silenciosamente, y sintió a Alex alcanzar el espacio entre ellos—. Sobrecarga sensorial —agregó con una sonrisa, luego levantó los ojos para mirar en las profundidades infinitas de color avellana que contenían cientos de años en ellos. —Quiero que seas indulgente conmigo, Luke. Quiero estar dentro de ti —dijo Alex, simplemente, y los ojos de Luke se abrieron perceptiblemente, lo que provocó una sonrisa en Alex—. En sentido figurado —agregó. Luke haciendo un simulacro de exagerado suspiro se unió con una sonrisa de satisfacción—. Y, literalmente —añadió Alex, inclinándose hacia adelante para dejar un pequeño beso en sus labios, poco más de un intercambio de aire, una marca y una promesa para más adelante. Luke, elevó un gemido leve en la voz, inclinándose hacia delante para perseguir el beso cuando Alex retrocedió. —Creo que —murmuró Luke—, partiendo de la anterior experiencia de nuestra conexión a menos que quieras tener sexo en la playa, aquí y ahora, a la vista de cualquiera que guste mirar, tendrás que mantener tus barreras en alto Alex. —Probablemente tienes razón —Alex inclinó la cabeza hacia un lado—. Lo que no entiendo es como he pasado de no saber que, a sentir

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como si fueras la otra mitad de mí en menos de veinticuatro horas — ofreció Alex como el inicio de una conversación. Algunas conversaciones, pensó Luke interiormente. Sabía que sonaba derrotado, Luke estaba cansado y apretó las manos de Alex, diciendo simplemente una y otra vez. —No es real, Alex. No puede ser. Alex interrumpió sus palabras firmemente. —¿Porqué no puede ser real lo que tenemos? —Enamorarse… es un proceso largo… —Luke ofreció impotente, y Alex sólo le devolvió la sonrisa, esa sonrisa presumida, Alex empezaba a enfurecer a Luke. —Si, estás triste Luke, o asustado o preocupado, lo siento dentro de mi, y no me refiero sólo a este extraño Oráculo de mierda, es decir, miro tu cara y entiendo tu expresión, como que te conozco ya —Luke medio sonrió—, si te quedas hoy Luke, me quedaría contigo. Donde tú estés me quedaría junto a ti, salvo que pienses que te puedo poner en peligro. Tú no morirás por mí. —Oh —fue todo lo que Luke pudo decir, porque ahí, había una declaración bastante intensa de Alex. —Por supuesto que me gustaría ser contigo una especie de acosador de manera exclusiva —agregó Alex, sonriendo. —Bueno, obviamente —respondió Luke con una sonrisa girando los hombros para relajar la tensión sobre ellos.

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Capítulo 25 Esa noche tenían que moverse para trasladarse a otra de las casas de Thanos, más hacia el interior, lejos del océano. Luke estaba tomando la oportunidad de hurgar en la colección de manuscritos que Thanos tenía a mano, incluyendo una copia casi prístina de los papeles de Morgan y su traducción correspondiente. El que había traducido la copia de Thanos había hecho un buen trabajo, habían mirado el idioma ligeramente diferente a Luke, y se habían acercado a aquellos caracteres que estaban manchados o difuminados claramente. Agregó la nueva información a sus papeles y se sentó durante mucho tiempo en el escritorio de la habitación bien ventilada, con vistas al océano. Sus pensamientos volvieron a la hora en que vio a Alex en la playa, recordando el silencio absoluto del hombre sumido en sus pensamientos. Estaba perdido en esos recuerdos, mientras la parte de atrás de su cuello hormigueaba y registraba en su subconsciente la aproximación de Alex. Unas cálidas manos descansaron sobre sus hombros, masajeando los tensos músculos de la parte inferior del cuello y la espalda. Habí a una chispa de calor ahí, un reconfortante calor que parecía llegar como el agua caliente a través de sus músculos dejándolo cerca de ronronear como un gatito bajo el sol. El calor se convirtió rápidamente en necesidad al levantar la vista y afrontar la seria cara de Alex, haciendo a Luke deslizarse por debajo de la presión de sus manos y afrontarlo. —¿Qué pasa? —Preguntó rápidamente Luke, tocándolo y haciendo una mueca de dolor cuando el hombre más joven retrocedió. Alex sacudió la cabeza. —No puedes tocar… Tenemos que hablar… Luke suspiró para sus adentros. Era esto, evidentemente —Lo siento, pero no es tu culpa, es culpa mía, vamos a tomar caminos separados — dijo, Luke inevitablemente se encontraba a menudo en el extremo.

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Siempre supo lo que realmente significaba querer ser normal. Terminaban las cosas tan pronto como descubría que era cualquier cosa menos normal. Él era un soñador, con una vida académica, a veces en su propio mundo, sólo un breve contacto con sus estudiantes como lo que sus compañeros llamaban la vida real. Su relación más larga duró unos dos meses enteros, pero en retrospectiva, terminó muy probablemente después de tres semanas, era sólo que él nunca había oído que el tipo con el que salía lo fuera a dejar. Entonces, ¿Cómo iba a ser diferente Alex? Mierda, si Alex podía ver dentro de su cabeza, leer sus pensamientos, entonces ya sabía qué novio inútil podía ser, como puso su amor por la historia en primer lugar, distrayéndose fácilmente. Por supuesto, no servía de nada que Alex fuera la primera persona con la que Luke quería estar, el resto palidecía en comparación. Alex sonrió. Una extraña sonrisa, una especie torcida y medio triste, y Luke podía sentir la tensión enrollarse desde su columna vertebral. —¿Qué tenemos que hablar? —Preguntó Luke en voz baja, preparándose para la inevitable decepción. —Todo este asunto del Oráculo —dijo tranquilamente Alex y Luke tragó saliva. Él realmente no estaba esperando eso, y maldijo su propia baja autoestima. —Deja de hacer eso —dijo Alex con cansancio—, me estás haciendo sentir cansado con todas tus preocupaciones y pensamientos. —Pellizcó el puente de su nariz, cerrando los ojos un instante, y Luke pudo ver la tensión en él, su piel normalmente de tonos cálidos casi gris, a la luz del sol. Él no tenía buen aspecto. —Alex… ¿Qué pasa? —Estoy cansado, la conexión, bajando la guardia, ver dentro de ti… sólo me abruma, me drena —abrió sus ojos verdes, centrándose en Luke y sonriéndole, la misma sonrisa medio triste. —Lo siento. —Sugirió Luke con cuidado, viendo como Alex movía la cabeza negando instantáneamente.

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—Nada que ver contigo —resopló en una pequeña risa—. Bueno, si, en realidad tiene que ver contigo, pero en el buen sentido. Nunca dejé mis escudos bajar hasta el momento antes… nunca quise… nunca necesité… era el cielo y el dolor todos en el mismo momento. —Luke escuchó las palabras, la sugerencia oculta que nunca debería tocar de nuevo. —¡Está bien! —Luke finalmente ofreció, con las manos cayendo en los bolsillos de los vaqueros y su rostro cuidadosamente mostrando aceptación—. No tenemos que hacer nada más, tengo lo suficiente como para obtener algún tipo de arreglo en el templo, sólo necesito un poco más. —No —interrumpió Alex—, yo he venido aquí para decirte que quiero que te detengas. Deja de traducir. Quiero que te vayas. Sube a un avión y te vas. Vuelve a la universidad de nuevo, donde estarás a salvo. —No entiendo —Luke estaba desconcertado, ¿estaba a punto de mandarlo para su casa? ¿Por qué Alex lo quería de vuelta en Estados Unidos? —Estoy tan cerca… podemos averiguar de donde vienes… quién es tu familia…. Alex bajó la cabeza. —Edward era mi única familia, y casi me mató perderlo. —Lo se —empezó Luke, medio entendiendo lo que Alex trataba de decir, y el deseo de evitar que pasara. —¿Qué haría yo si murieras a causa de lo que soy? ¿O porque la gente me quiere como una especie de arma? —Nadie me va a matar Alex. —Si la gente, los expertos, llegan a las mismas conclusiones que tú… Me convertiré en algo más de lo que soy. —Alex es... —No. Me tienes que escuchar, Luke. No voy a ser Alex, el ladrón, nunca más. Seré Alex, entrando a la victoria en cada batalla. No seré yo. ¡No puedo dejarlos en mi cabeza Luke! —Se detuvo. Luke podía ver que no sabía como vocalizar lo que estaba dentro de él. Sabía que sólo había

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espacio para una persona dentro de Alex, para aprender, y era él. Lo que Alex le pedía era imposible. —Necesito que te vayas, Luke… no puedo tenerte aquí cuando vengan a por mí —la voz de Alex colocada con desesperación. La desesperación para que le entendiera. Luke dio un paso adelante y Alex se apartó, levantando la mano en una silenciosa suplica para que no le tocara. —Alex, no entiendo, si alguien viene por ti entonces yo quiero estar aquí para poder hablar con ellos, hacerles ver el sentido. Alex se reía sombríamente de las palabras de Luke. —Eres inocente —le espetó, el escarnio goteando de sus palabras—, eres tan ingenuo. Nadie estará interesado en la razón académica. —Tengo que tratar de hablar. —¡Ellos no vendrán a hablar con el profesor! —Escupió, hizo inflexión en su voz ante el término profesor como un comentario despectivo en lugar de una etiqueta de respeto—. Ellos lo usarían, diseccionándolo, arruinándolo, y ningún lujoso discurso los detendría, quienquiera que sean ellos. —Alex. —¡Aquí no hay ningún argumento! Tienes que irte, llévate a Chris contigo y aléjate de Grecia… lejos de mí. —Hubo un momento de silencio, Alex parecía ver como Luke procesaba la orden que acababa de recibir. —No tienes que ser un empático para saber que no voy a ir a ninguna parte —espetó Luke. —Si irás. Verás que es lo que debes hacer, lo correcto. —¿Y qué vas a hacer cuando me vaya? —Luke estaba en aparente calma en su discurso, a pesar de la rabia y la incredulidad que se

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encrespaba en su interior. Respiraba fuerte y entrecerrando los ojos con genio esperó la respuesta de Alex. —Me ocultaré… un tiempo… permaneceré fuera de su camino. ¡No soy estúpido! Yo soy de la calle, inteligente. Ellos no me conseguirán, o me usarán, o me encerrarán —comenzó Alex, en forma agresiva confiando en la elección de sus palabras y mirando directa y profundamente a los ojos de Luke—. Me mataré yo mismo antes de tenerlos cerca de mí —concluyó. No era una amenaza vacía, Luke sabía eso. —¿Te matarías? —Contigo fuera de aquí puedo salir de la ecuación. Tú serás liberado de este enlace que parecemos tener. —Alex señaló entre ellos, provocando un chasquido azul eléctrico sobre las yemas de sus dedos. —¿Qué demonios? —Luke no parecía tener palabras para expresar la ira que sabía que Alex podía ver en su interior. Luke miró como cambiaban las expresiones en el rostro de su amante, de la ira, a la conmoción, al dolor, al miedo, para terminar apagado. Como si no fuera suficientemente malo ver esto en el rostro de Alex, sentía cada etapa de la emoción explotar de dolor detrás de sus ojos. —Es simple, Chris y tú se van… Thanos puede ayudarme a ocultarme... y si llega el momento… —¿Qué? ¿Qué harás cuando llegue el momento? ¿Darte un tiro? ¿Lanzarte por un acantilado? ¿Tomarte una sobredosis? Porque por supuesto, tendrás que contar con Thanos para que queme tu cuerpo. No queremos que cualquier persona consiga una lectura en vivo. —La voz de Luke sonaba neutral, pensativa, justo desde su interior. Alex dio un paso atrás, fuera del alcance del puño, obviamente, sintiendo la frustración dentro de Luke. —No voy a dejarte morir y no me marcho. —Con esto terminó, y sin decir una sola palabra más pasó junto a Alex a recoger los libros que había estado leyendo.

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Mientras avanzaba en su paso, Luke pareció deliberadamente pasar su mano contra Alex, un toque suave, pero fue suficiente. Las emociones cayeron sobre Alex como una ola gigante, no pudo pararlas, ni siquiera lo intentó si era realmente honesto. El estado de ánimo, el temor, el shock y la determinación de Luke justo se abrió paso a través de él y llegó hasta sus rodillas doblándose con un grito sordo de dolor retorciéndose las manos en su pelo. —No… Luke... —gimió, sintió a Luke arrodillarse junto a él, ni siquiera luchó cuando tiró de él cerca, cerrando el enlace. Alex quería hablar, quería formar palabras, quería decir, ¿Por qué estás empujando tan fuerte? ¿Por qué no me dejas ir? No podía, Luke estaba tan cerca de él, dentro de su cabeza, su cuerpo tenso, con genio, su respiración agitada y su mente desatando un fuego verde esmeralda, increíblemente hermoso, y en su interior algo de Alex sólo se rindió a lo inevitable. En un frenesí de movimiento se puso en pie, lo agarró para mantener el equilibrio y luego tiró de él, empujándolo contra la pared. Capturó sus manos contra las suyas forzándolas por encima de su cabeza. Alex gimió ante el torrente de sensaciones, de dolor, y atrapó los labios de Luke en un beso de necesidad desesperada, pellizcos y mordiscos obligando a la misma boca a abrirse en un grito de asombro dolorido cuando Alex se deslizó empujándola y tomándola. Luke luchó para liberar sus manos, con fuerza en cuestión de segundos, Alex lo forzó hacia arriba poniéndolo sobre los dedos de los pies, alineándolos. No era más que la sensación de lujuria, un pico de intensa necesidad que los unió en una obligación inmediata y frenética para aparearse y esto hizo volar la mente de Alex. Él agarró fuerte las manos de Luke, consciente de que estaba causando dolor, sabía que él podría apartarlo si quisiera, si era demasiado. Alex estaba abrumado cuando la sensación de confianza brilló entre ellos. Luke confió en que Alex lo dejaría ir, de la misma forma que no tenía ninguna otra opción, solo quedarse. —Por favor dime que te irás, dime que me detenga… —Alex estaba abogando por medio de Luke para detener esto, imaginando que era un error. Esta compulsión no era más que la necesidad física para marcarse uno al otro, nunca podría ser algo más que la liberación de la tensión de los

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nervios y el miedo. No era hermoso, o lento, o preciso; esto era él, el difícil y repugnante lado de la bestia. Alex se apoderó de las caderas de Luke, sintiendo la superficie resbaladiza por el sudor, tan fuerte uno contra otro, con los ojos medio abiertos en caliente lujuria. Luke movió las manos, dejándolas caer, torciéndolas en el largo cabello castaño, empujando hacia abajo para subir por el duro cuerpo de Alex. —No… joder… no pares —gimió Luke, mordiendo un beso en la piel de su amante. Las manos de Alex, confiadas, fuertes, se trasladaron, profundizando en los muslos de Luke, extendiendo sus piernas, empujándolo más arriba en la rugosa pared, y forzando gemidos en su boca mientras sus duros miembros se rozaban hasta el final. Alex llegó en primer lugar, retorciéndose de calor en su embriagador control, empujándolo sobre el borde como una adolescente caliente, su boca derramaba maldiciones sobre la piel de Luke hasta que sintió arquear su cuerpo, gritando en su boca, el orgasmo cayó sobre él con la velocidad de un incendio forestal. Había paz ahí, en esa conclusión. Por tan solo unos preciosos segundos hubo equilibrio. Se quedaron cerca, respirando pesadamente, intercambiando y saboreando besos húmedos. Alex seguía soportando el peso de Luke, y no fue hasta que los dos registraron el silencio en la sala que la realidad los golpeó al mismo tiempo. Tropezando en estado de shock, con los dedos en los labios, Alex dio un paso atrás, sintiendo el frio contra la piel caliente, dejando a Luke deslizarse por la pared de rodillas al suelo. Un pesar instantáneo inundó a Alex, no desde Luke, desde lo más profundo de su interior. —Esto no está bien. Esto está jodidamente mal. —No lo está Alex… —Luke parecía cansado. —¿Cómo pude hacer esto? —Por Dios, había amenazado a su amante con matarse y le dijo que no tenía lugar en este mundo, y luego procedió a la violación de los sentidos del hombre. ¡Esto estaba mal en muchos niveles! Luke lo miró, su rostro relajado, los ojos brillantes de lágrimas no derramadas. —¿Alex?

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El aire abandonó a Alex en un aliento apresurado cuando se tambaleó hacia atrás, sintiendo el sólido escritorio detrás de él. —Mierda —dijo. Tantas emociones cayendo y girando en su cabeza. Tenía que salir a la calle, necesitaba la calma del océano, y el aire en sus pulmones, sólo para calmar sus pensamientos, antes de que hiciera algo más que después lamentaría. Le tomó pocos segundos salir de la biblioteca, prácticamente en una carrera vacilante hacia la playa, paró repentinamente, cayendo de rodillas hundió sus dedos en la mezcla de arena fina dorada y piedra volcánica. Cerró los ojos, escuchando el ritmo del mar, permitiendo que la cadencia de las olas lo calmara. Le tomó apenas unos pocos segundos la opción de abandonar al hombre que prometió salvar, los dedos formaban magulladuras en su piel bañada por el sol, marcando lo que acababa de hacer. Apenas unos segundos antes.

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Capítulo 26 Thanos se asustó, obviamente, cuando Luke entró en la cocina y se sirvió agua. Se volvió hacia él, frunciendo el ceño preocupado mientras Luke se apoyó contra el fregadero agotado como un hombre que le doblaba la edad. —¿Adivino que él te habló de sus planes? —Resumió Thanos, y Luke asintió, simplemente, inclinando la cabeza y cerrando los ojos, el fregadero de cerámica frío era un calmante para su piel caliente. —Me lo ha dicho —fue todo lo que dijo, fue lo único que podía decir. Sintió la ira dentro porque Alex había elegido obviamente a Thanos antes que a él para hablar. Entonces todo se volvió una rápida molestia mientras estaba perdiendo el sentido común en las manos del hombre que sostenía su alma. Por supuesto, Alex necesitaba hablar con alguien antes que con él, necesitaba saber que Thanos estaba ahí para apoyarlo, para ocultarlo. —El planea alejarse de la ecuación —resumió Thanos—. Quiere que te vayas, que te lleves al soldado contigo. Le dije que fracasaría si trataba de convencerte que este era un buen plan. —Con un gesto de la mano le indicó la playa y afuera del océano. —Lo intentó. —Deberías ir con él Leucos, no le permitas el lujo del tiempo para que construya sus muros otra vez. Luke sabía con certeza lo peligroso que podía ser para Alex no tener ninguna defensa, sabía lo descubierto que eso lo dejaba. —Es un hombre inocente —dijo Thanos—. Se siente solo. Ve con él y hazle ver lo que podría ser si viviera. —Él no me necesita. Lo hago débil con la necesidad de protegerme. —Luke sentía cansancio en todos los músculos y tendones—. Nuestra

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conexión es puramente física, él tiene que sentirse condenado… No puedo trabajar con eso. —Luke se erizó cuando Thanos hizo una mueca de desagrado. ¿Qué derecho tenía Thanos a juzgarlo, o ahora que pensaba en eso, se suponía que podía juzgar de Alex también? —El científico en ti no cree en las viejas costumbres —empezó Thanos, levantando la mano para detener a Luke cuando abrió la boca para defender sus creencias—. No es algo malo, no estoy diciendo que las viejas costumbres tienen más fundamento que el Dios cristiano o tu ciencia… Lo veo en ti... hay una conexión entre tú y Alex mucho más allá del mundo físico. —Thanos se inclinó contra la superficie de trabajo, y Luke estaba seguro que la cabeza del griego estaba llena de justificaciones en cuanto a por qué Luke debería estar ahí con Alex, hasta que por fin parecía que se asentaron en lo que él pensó que podía sacar una reacción. —¿Qué se siente? —¿Qué? —Preguntó Luke, desconcertado por tan repentino cambio en la conversación. —La conexión con Athanasios —continuó Thanos—, ¿cuándo lo tocaste… cuándo se abrió para ti? Luke se sentía incómodo respondiendo a esta pregunta, pero Thanos se veía tan intrigado, casi sagrado en su necesidad absoluta de saber. —Fue… —suspiró, sacudiendo la cabeza—. Quiero decir que yo realmente no tengo las palabras adecuadas… Thanos lo impulsó con entusiasmo. —¿Era solamente una chispa de algo? ¿O una sensación abrumadora… una unión? —Más bien como un dolor, un deseo —ofreció simplemente Luke—, un irresistible deseo y necesidad de tocar, de tener… —Lujuria —asintió Thanos con la cabeza, cerrando los ojos un instante, obviamente ordenando sus pensamientos. Luke no se imaginó por un minuto que Thanos se sorprendió por lo que acababa de decir. Después de todo, al final de las cosas, el impulso primitivo en el interior de todos los seres humanos era conectar a través del apareamiento.

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—Nada más que eso —replicó Luke, con obstinada firmeza en su voz. —Las energías dentro de Alex, yo creo que se encuentran en la parte más oculta de él luchando o intentando salir de donde residen —él, obviamente, le había dedicado a esto una gran cantidad de pensamiento. Tenía sentido, y después de lo que había sucedido en la biblioteca, estaba empezando a tener más sentido aun. Fue tan brutal cuando Alex bajó sus defensas. —Una conexión visceral —agregó Luke suavemente—. Desde el interior. Un poder. —Dioses. —Mierda ¿Tiene esto algún sentido? —Preguntó Luke, retorciendo los dedos en su oscuro pelo—. Quiero creer que alguien más tramó la conexión… pero los antiguos dioses colocándonos en este lugar con algún resultado intricado profético, no parece real. —Todo lo que pido Leucos es que tomes unos minutos y te sientes con Alex. Tienes que ser tú quien haga entrar al idiota testarudo en razón. —Thanos claramente esperaba una reacción por parte de Luke, su temperamento quizás era lo que estaba pidiendo, pero todo lo que Luke podía sentir era tristeza. —Es una decisión bastante pobre de los dioses tanto para mí como para Alex… no puedo hacer nada digno para resolver esto, además de ser el portador de malas noticias. —Luke se tragó el agua del vaso, él no era bueno para Alex. Este estaba en lo cierto, lo único que conseguía era hacer más difícil para Alex salir de esto con vida. Determinado de repente, se volvió sobre sus talones saliendo de la cocina, de nuevo en los pasillos hacia las habitaciones… lejos de la llamada de las olas. —¿Por qué no puedes ver que eres la otra mitad de él? —Medio susurró Thanos, parando a Luke a la salida.

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—No soy esa persona —dijo de manera decisiva Luke, negándose a girar y mirar al hombre que lanzó las declaraciones cargadas como semillas en el viento. —Luke… Alex sabe que eres su otra mitad. ¿Por qué crees que él no te quiere lo suficiente cómo para que te vayas? Luke esperó, antes de volver la cara hacia Thanos, fue incapaz de responder de manera coherente. —Alex necesita a alguien que pueda ser su equilibrio —respondió Luke—. Yo sólo soy un profesor de historia, un hombre normal, ¿Cómo puedo ser esa persona? —Puedes. Eres —fue todo lo que dijo Thanos, y recopilando los documentos de la mesa, salió de la cocina. Luke no podía seguirlo fuera de la cocina, algo le obligaba a permanecer en el interior y contemplar a Alex ahora sentado con las piernas cruzadas sobre la arena con su mirada fija en el horizonte. Por último fue todo demasiado; su propio temperamento, su duda, oscureciendo su idea original contra la necesidad de estar con Alex .Suspirando, agarró dos grandes botellas de agua de la nevera y salió a la ancha terraza, el olor del mar al llegar a la orilla era tan familiar para él como el sabor de Alex. Sin dudarlo, se acercó hasta donde Alex estaba sentado, agachándose se sentó con las piernas cruzadas a su lado derecho, su rodilla tocando la de Alex, la sensación de calor más apagada que antes. Le entregó a Alex el agua, mientras que el otro hombre la tomó con un murmullo de agradecimiento y luego se sentaron sólo mirando hacia el océano, sus conciencias vibrando entre ellos. Después de un rato Alex tomó la iniciativa, serpenteando una mano hacia Luke. No dudó, capturó los dedos de la mano derecha de Alex con los suyos. En silencio, se tomaron de las manos cuando la noche volvía el cielo tan negro como el agua del mar. Hablaron un poco, Alex le ofreció una suave disculpa por haber perdido el control, exigiéndole a Luke lo que dijo que nunca podría hacer

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por si mismo. Luke, por su parte, aceptó la disculpa con una pequeña sonrisa, excusándose en un beso, ambos rieron mientras una grieta de energía se precipitó sobre ellos como un zafiro azul en la oscuridad. Alex se relajó, respirando profundamente el aire salado, vislumbrando el choque y el silbido de las olas que acompasaban los latidos de su corazón hasta que finalmente fue capaz de abrir su conexión con Luke y compartir la paz dentro de él.

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Capítulo 27 Permanecieron sentados por un largo tiempo. Cuando Alex se dio cuenta de la paz que estaba sintiendo, centrándose en Luke, lejos de las tranquilas emociones y del repentino miedo que se deslizaba por su columna. Se propagó una ráfaga de energía a través de la silueta de su espalda y Alex se dio cuenta que Luke podía sentir esto como movimientos que recorrían su cuerpo a través de sus manos. ¿Algún tipo de conexión, una visión, una fase? Algo no estaba bien. —¿Alex? —Se apresuró a decir Luke, y este lo miraba preguntándose si debía soltar su mano. Comenzó a apartarse, sentía el miedo en su interior tan afilado como un cuchillo, pero Luke apretó, encerrándolo con su mirada. —No veo nada… —dijo Alex de repente—, yo solo… —algo bloqueaba su vista, echando un manto gris sobre sus visiones, y no había nada más que el miedo y el peligro corriendo ahora. —¿Alex? —Luke sonaba asustado, y Alex no podía dejar de absorber el pánico. —Siento… Luke… Siento un peligro aquí… lo sé… justo fuera de alcance. —De repente Alex se soltó del agarre de las manos de Luke y se puso de pie demasiado rápido. Luke, también se levantó rápidamente, una red de confusión sofocaba a los dos—. No nos marchamos de esta isla Luke, no nos dejarán marchar. —¿Quién no nos dejará salir? —Luke no era consciente de que estaba gritando, exigiendo una respuesta basada en su instinto. —No se… no puedo ver. Quiero ver… —Alex torció las manos en su largo pelo, cerrando los ojos, como si la concentración pudiera sacar las respuestas. A continuación, como si el tiempo hubiera hecho un alto repentinamente, el miedo se congeló en su cara. Tantas imágenes, pero sólo una palabra—. Seth…

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Alex trató de cambiar su enfoque a los gritos del interior de la casa, fuerte, estridente, y se volvió, desgarrado entre protegerlo y descubrir lo que estaba sucediendo. Se movió, de forma rápida antes de que incluso este pudiera comprender como Alex traducía sus visiones al caos de la casa de la playa. Alex podía sentirlo tratando de ver más allá de él, que se había movido hasta colocarse entre la casa y Luke, sintió el impacto de horror de Luke al oír por encima de él, un solo grito y silencio. —¿El hombre tatuado? —La voz que habló estaba llena de asombro y Alex sintió la tensión en sus hombros ya que Luke se movía para obtener la línea de visión, más allá de la de Alex fija en la puerta de la cocina. Un hombre parado, con pantalones vaqueros y una camisa, bajo, cabello oscuro piel olivácea con una pistola en la mano y con nada más que un silencio aterrador detrás de él, donde Chris y Thanos estuvieron. —¿Disculpe? —Preguntó simplemente Alex, haciéndose el inocente, con las manos abiertas. Haciendo hincapié en esas palabras— Mantente detrás de mí. Estaban en un cara a cara con el arma que manejaba el intruso, hasta que un hombre más alto se abrió paso entre el más bajo, su piel más clara, exponiéndose en la noche bañada de luna, revelando la cara a Alex y Luke, reconociéndolo ambos por diferentes razones. Luke, viendo un benefactor de la Universidad y el hombre que lo había invitado al Museo Británico, el hombre que le hacía sentirse como un mono amaestrado. Alex, veía al hombre que pensaba que Edward podía tener a alguien mejor que un paleto de Texas. Lord Arriseth. Arriseth se quedó en silencio y atento durante unos segundos, antes de pisar el porche y asintiendo con la cabeza retorcía sus rasgos callejeros en una sonrisa salvaje. No parecía muy diferente de la noche en el Museo Británico, vestido inmaculadamente, pero esta vez con un traje de color oscuro, una corbata marrón anudada con precisión en su garganta. Su pelo era suave, peinado hacia atrás desde una frente alta y estaba bien afeitado, todo lo que un Lord ingles debía ser. —Sheridan. Profesor MacKinnon. Es bueno estar por fin juntos — dijo, sobre un lado y sugiriendo con un gesto de la mano que tanto Luke

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como Alex debían entrar en la casa, esperando, hasta que el gesto sutil de la pistola de su colega hizo moverse finalmente a Alex y Luke. Al entrar a la intensa luz de la cocina, Alex casualmente pasó su mano en un breve contacto con Luke, esperando que el pequeño toque transmitiera tranquilidad a su amante visiblemente conmocionado. Alex tomó nota de cada pequeño detalle, Chris estaba sentado en una de las sillas, un arma de un tercer hombre en su cabeza, Thanos junto a él lanzándole miradas asustadas y tratando de llamar la atención de Alex en lo que él supuso era como una clase de consuelo. —Por favor, siéntate —dijo Arriseth y Luke se sentó, Alex lo seguía hasta que los cuatro hombres estuvieron dispuestos como en una parodia de una temprana discusión con el café de la mañana. —¿Qué es esto? —Preguntó Luke, golpeando el muslo de Alex por debajo de la mesa, el afecto ahí entre ellos. Alex sintió que Luke estaba pensando en la eliminación gradual, lo veía tan claro como el día, enfocando la intención, podría seguir su proceso de pensamiento, como si estuviera hablando con él. —No creo que tengamos que perder el tiempo en una sesión de preguntas y respuestas. Profesor, yo quiero saber lo que ha descubierto. ¿Qué caminos se encuentran en el cuerpo de este hombre que nos conducirá al Oráculo? Alex trató de ocultar su reacción, sorprendido ante las simples palabras de Arriseth, el Oráculo, los tatuajes. ¿Cómo diablos es taba el inglés involucrado en todo este maldito lio? Sintió el mismo shock en Luke, y atrapó la mirada de Chris, preocupada y perpleja. Luke parpadeó como un búho, jugando con su personalidad de profesor distraído sólo un poquito más de lo normal. —No he descubierto nada. —Las palabras de Luke pararon cuando el hombre que estaba en la puerta utilizó la pistola de su mano para golpear la sien de Chris, cortando la piel y la sangre empezó a caer gota a gota por la cara de Chris. Este gruñó de dolor, tratando de echarse para atrás y Alex quería que no se moviera, que no reaccionara, y no darle a esta gente cualquier munición para luchar.

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Arriseth hablaba con decepción. —No haga juegos aquí profesor. No, por un minuto ha pensado que soy estúpido, pero hay una razón por la que estamos juntos. Usted lo puede leer. Por lo tanto, dígame ¿Dónde. Está. El. Oráculo? Alex miró a Chris, estremeciéndose cuando la sangre corría por su párpado y se recogía en sus pestañas, Chris le devolvió la mirada de forma constante, ningún signo de emoción y ninguna conjetura en cuanto a que decir. Por último, Luke suspiró, telepáticamente le dijo que necesitaba ganar tiempo, mirando el arma sobre la cabeza de Alex, el arma que apuntaba a Thanos, la sangre en el ojo de Chris. —Tenemos los números —Alex oyó que Luke decía sobre la confusión de ruidos en su cabeza—, creemos que son las coordenadas, un mapa de tipos, hacia el Oráculo, de donde es el Oráculo, pero no tenemos nada más. —Mierda. Arriseth curvó una sonrisa encantadora, tomando el arma de su compañero, liberó la seguridad, obviamente con la intención de limpiar la habitación de lo que no necesitaba, o de lo que podría ser un problema para él, tan rápido que Luke no pudo reaccionar con suficiente rapidez. Un solo disparo en la cabeza de Thanos, otro al pecho de Chris, la sangre saliendo de sus heridas quitándoles la vida, ambos hombres desplomándose hacia delante. —Vámonos. Alex no podía ayudar a Thanos, lo que sea que tapaba la vista significaba un retraso en lo que Arriseth intentaba, era sólo como si Arriseth relevara a uno de sus compañeros del arma de la que Alex sabía cuales eras las intenciones, Thanos estaba muy cerca, su cerebro demasiado denso. Alex no podía curvar la bala, no tenía control sobre ella, su frágil ser casi se partió en dos cuando la bala explotó en el interior de la cabeza del hombre mayor, matando al descendiente de su padre como un soplido descuidado… Con Chris fue diferente, con esa milésima de segundo de aviso, Alex dirigió la bala a través del tiro, reduciendo la velocidad de la trayectoria, evitó el corazón, las arterias, los huesos, suspirando interiormente cuando

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la bala esculpió un camino de calor por la espalda de Chris, enterrándose profundamente en la silla. Sintió la conmoción de Chris, sintiendo la necesidad de caer sobre la mesa, fingiendo su muerte. —Ayuda a Luke. — Y por su parte Chris no tuvo otra opción, su cuerpo entró en shock de inmediato. Alex vio que Luke estaba horrorizado, podía tocar las palabras atrapadas en la cabeza de su amante por la sangre que manchaba la camisa de Chris, se levantó con repulsión, retrocediendo lejos, chocando contra el hombre armado, que simplemente lo empujó hacia atrás, cayendo de rodillas hasta que Alex lo levantó. —Luke para… para… —¿Por qué… ? ¿Qué jodidos… qué hizo? Arriseth lo interrumpió con un gesto de desprecio de su mano —sólo necesito una cosa profesor, y es el Oráculo, no quiero ni necesito el exceso de equipaje. Luke le devolvió la mirada a Arriseth, aún con miedo en sus ojos. Estos eran incapaces de mirar por encima de Chris. Alex quería decirle que el hombre al que Luke había comenzado a llamar amigo iba a estar bien, pero no pudo llegar a él a través del miedo que padecía. Él estaba tratando desesperadamente de calmarse, de pensar racionalmente. Luke había convencido a Arriseth que tenían una dirección, por lo que ahora necesitaba un lugar, y lo examinó a través de los recuerdos tan rápido como pudo, incluso cuando aceptó la mano de Alex y se detuvo, dejándola caer de inmediato, no tenía sentido mostrarles todas las cartas hasta que ellos las necesitaran. Se colocó lo más derecho que pudo. Arriseth dijo que no le gustaba Chris, no le gustaba el Ejercito, lo que le llevó a una conclusión, que Arriseth era parte de algo, o trabajaba para otra persona, posiblemente de este nebuloso grupo denominado Xenos, y actuó de esa manera para pensar en que podía hablar con Luke. Un miedo repentino lo golpeó, ¿que pasaría si Arriseth pensaba que no necesitaban a Alex? ¿Que pasaría si lo veían como nada más que un lienzo en blanco, no un ser humano, en el que los otros podrían transcribir y entender?

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—Todavía necesito investigar más, aun necesito a Alex —exclamó Luke, tratando de resolver su inquietud, tratando de parecer racional y tranquilo. Arriseth movió el arma, apuntando directamente entre los ojos de Alex. —Tenemos los tatuajes, ¿Qué más puede darnos? —Alex no se movía, no podía ver la intención de matar dentro del hombre frente a él, y le devolvió la mirada, parpadeando constantemente. —Él tiene sueños —dijo Luke, simplemente—, enlaces de lo que estamos buscando. —Mierda, Arriseth no iba a ir tras esto, y Luke tensó cada músculo de su cuerpo listo para la pelea. Era un enfrentamiento, Alex quieto y callado, Luke sintiendo que en cualquier momento una sola bala mataría, y Arriseth simplemente miraría pensativo. Con movimientos tranquilos y moderados entregó la pistola al hombre que estaba de pie soportando indiferente su mano sobre el brazo de Alex y asintió con la cabeza. —Vamos —dijo, caminando hacia la puerta. —Mi investigación esta aquí —dijo Luke, mirando a Chris, centrándose en un pequeño movimiento de sus pestañas, no podían abandonar a Chris si había alguna posibilidad. —No, profesor —ofreció Arriseth simplemente—, no lo está.

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Capítulo 28 Griff tardó exactamente un día en saber que tenía que seguir al Profesor y a Chris a Grecia. No estuvo exactamente seguro de lo que lo hizo ir, pero algo dentro de él, incitado tal vez por el sentimiento vagamente inquietante de ser perseguido, lo hizo reservar el vuelo, agarrar su pasaporte, una tarjeta de crédito e ir. Pudo haber sido el sueño que finalmente lo había empujado hasta el extremo. Griff yacía en la cama de su habitación, torciendo sus caderas cuando su mano acarició la longitud de su polla, ahogándose en su aliento y nombrando a Chris en el momento de su liberación, corriéndose fuerte sobre su estómago mientras su brazo izquierdo se extendió hacia alguien invisible, agarrando aire en lugar de su amante. Respirando con dificultad, susurrando el nombre de Chris te quiero aquí… te necesito… El sueño había sido intenso. En el Chris se trasladó a la cama, subió arrodillándose junto a su amante, mirando como Griff se echaba hacia atrás, estirando sus brazos hacia arriba para agarrar la cabecera. Usando sus dedos trazó una pauta de pezón a pezón, siguiendo el camino con su lengua y sus dientes, hasta que Griff se retorcía, necesitado por debajo de él. En este maravilloso sueño Griff estuvo rápido a cuatro patas, todo listo para facilitar la entrada de Chris. No había torpeza, ningún calambre, ningún dolor, la sensación justa. Chris agarró a su gran amante envolviendo su mano alrededor de su brazo derecho, cerrándose y deslizándose a lo largo del miembro de Griff, deteniéndose sólo para sentir el peso de él, su palpitante sexo, mientras la respiración de Griff se entrecortaba, su sensible gemido bajo su garganta. Cuando acabaron lo hicieron juntos cayendo sobre la cama, Griff se volvió hacia él… Voy a estar ahí pronto Chris, resiste… Estoy en camino… Estas palabras pronunciadas en su sueño, tan serias y precisas, fueron las palabras que pusieron nervioso a Griff. La promesa inquietante a un hombre a miles de kilómetros de distancia.

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La última conversación con Chris fue hace unos días, Chris estaba firmemente seguro en la base del Ejército, todavía le quedaba un mal sabor de boca. Le había gustado Luke, aunque era tranquilo, fue un buen huésped, y después de todo, el motivo por el cual conoció a Chris. Esta era otra cosa curiosa. En menos de veinticuatro horas de reunión con él había tenido a Chris en su cama. Hubo algún tipo de conexión instantánea entre los dos, vínculos con la música, con la vida. Comenzó como lujuria; sólo sexo, una forma para matar el tiempo mientras Luke hacía su trabajo en el sótano, pero en algún momento en sus días, se había tergiversado, aumentado, evolucionado hasta convertirse en algo que definitivamente era necesario explorar. La última vez se sentaron en el suelo uno junto al otro, Chris tocando la vieja guitarra de Griff, cantando en voz alta juntos, riendo y sonriendo, fue un momento que Griff tendría siempre para él. A continuación, Chris colocó la guitarra a un lado, movió a Griff sentándoselo a horcajadas, duro y pesado contra él, tirando simplemente en el más caliente, suave, de los besos. Fue suficiente pensar en eso para poner su polla dura, recordaba como enterró sus callosas manos en las hebras de seda de su cabello oscuro, torciendo y tirando, ahondando más en el beso, y luego las manos de Chris levantando su camiseta, rompiendo el beso, sin palabras, simplemente necesitando su calor. ¿Así que fue eso? ¿Fue la lujuria la que envió a Griff a través de los océanos? ¿Lo estaban vigilando? Era una insignificante sensación que de alguna manera debía estar en Grecia, un impulso que había atormentado sus sueños. No lo sabía, pero al bajar del avión, se ajustó sus gafas de sol y empujando su pelo largo y rubio lejos de su cara, sintió de alguna forma que era la decisión correcta. La cosa era. ¿Y ahora qué? ¿Dónde iba ahora? Trató con el móvil de Chris otra vez, y de nuevo lo mandó al buzón de voz, y de nuevo dejó un mensaje, una actualización sobre el viaje. Se preguntó si había encontrado al hombre tatuado, si esa era la razón por la que Chris no había devuelto sus últimas llamadas, quizá estuvo ocupado. Otra vez, la misma sensación incómoda picaba en su espalda, tal vez sólo estaba apagado, abrió su

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teléfono de nuevo, hojeando a través de sus contactos hasta que llegó a Chris, una vez más. Cruzó las puertas de cristales, entrando al calor de la calle y agitó la mano llamando un taxi. Del mismo modo exhalando un suspiro, se preparó para dejar un mensaje, conectó el teléfono y con una fina voz, dejó una sola palabra. —…Griff…

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Capítulo 29 Luke se movió imperceptiblemente en el asiento de atrás, tocando el muslo de Alex, el calor de su contacto asentándose de algún modo, calmándolo, sin decir nada. Alex estaba silencioso e inmóvil, con las manos entrelazadas sobre su regazo, con los ojos cerrados, Luke se preguntó que estaría pensando, en que estaba tan concentrado. Viendo el brillo de sudor en la cara del hombre más joven, una sola gota cayendo por el grabado del tatuaje del cuello, los extremos de lo que Luke ahora sabía eran las llamas de un fénix agonizante. Eran tres en el asiento trasero del jeep, ninguno llevaba cinturón, pero el arma siempre estaba sobre Luke. Nunca sobre Alex, siempre sobre él. Lo hacía reír, que estas personas pensaran que él era el más peligroso. Ellos viajaron durante una hora, hacia la Grecia más profunda que fascinaba a Luke, los campos y colinas de leyendas, y su imaginación infantil de los dioses y diosas, héroes y villanos. Fantasías, todo tan en blanco y negro, hasta que se dio cuenta de los caprichos de los dioses, sus rabietas, sus mimadas venganzas: muy pronto Luke se vio envuelto en querer saberlo todo. Todo un amor que desde que él pudo leer, aprendió acerca de Hércules, Aquiles, Apolo, Atenea, Zeus, sus complicadas familias, sus historias, sus necesidades humanas y celos insignificantes. Pero ninguno lo había interesado tanto como las leyendas que rodeaban al Oráculo de Delfos. Había basado su tesis alrededor del final del Oráculo y de la caída de los ritos paganos, el levantamiento de un imperio dominante que llevó el cristianismo en sus manos, y el desmoronamiento del templo de Apolo. Había estado ahí antes, había tocado el templo, había explorado antesalas y cuevas, un hombre al limite de su edad adulta, impaciente por aprender, tocar. Era diferente esta vez. En las otras ocasiones mientras se enterraba en las historias siempre aceptó que ninguna de ellas era real. Eso si, la gente había adorado y creído, pero no era real, nada de eso era cierto. Esta

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vez, con Alex a su lado, la concentración torciendo su cara, sintió el despertar de la fe, y lo asustó y cautivó igualmente. Finalmente llegaron a su destino. Luke y Alex fueron alentados a abandonar el coche para encontrarse de pie ante la puerta de una gran casa blanca en lo alto del acantilado sobre un mar de rocas esparcidas por su superficie. Vieja, con los colores de la naturaleza. Luke leyó las cartas en la puerta escritas en griego antiguo, el mismo que estaba tatuado en el cuerpo de Alex, y él había traducido mentalmente, Xenos, lo que esperaban. Esto no se veía bien. Ellos fueron empujados por la puerta hasta un hall de mármol frío, sintiendo la pérdida del sol en sus espaldas al instante, y Luke sintió que un escalofrió recorría su cuerpo hasta que finalmente la puerta se cerró pesadamente tras ellos. —Cuarenta y ocho horas profesor. Cuarenta y ocho horas para reunir una posición. —No dijo ni una palabra más, ya que llevó a Luke a lo que él supuso era un estudio, parte de una biblioteca, con libros en estanterías ornamentadas hasta el techo. Todo lo que hacía falta para interpretar al hombre tatuado, la chispa del conocimiento se precipitó hasta Luke. Llevaron a Alex también, dejaron caer los papeles de Luke sobre la mesa en el centro, y se retiraron, cerrando la puerta detrás de ellos dejándolos de pie en la oscura habitación, la única luz entraba por una ventana pequeña muy por encima, el sonido de una llave girando en la cerradura, hasta que el único sonido era el de su respiración y el tic-tac de un reloj grande de madera en la pared. Luke tenía muchas preguntas, ¿porqué no te organizaste?, ¿porqué no huiste?, podrías haber huido… pero no dijo nada más, sentía que estaban siendo observados, deseando decir algo para que pudieran escapar. —Thanos, Chris… —dijo Luke en voz baja, con una muda pregunta—, ¿están muertos? Alex frunció el ceño, cruzando la mesa se sentó con cuidado, sin responder a la pregunta, sus ojos recorriendo la habitación, revisando las cámaras de vigilancia sobre ellos. Contó tres cámaras, dos micrófonos, y sintió a dos personas mirando. Vio que Luke caminaba por la periferia de la habitación, deteniéndose y recorriendo los dedos por los lomos de los viejos libros que parecían rebosar la historia, hasta que finalmente se

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detuvo y se sentó frente a Alex, sus verdes ojos brillando por la emoción, las manos firmes sobre la mesa. —Muertos —finalmente Alex respondió a la pregunta de Luke—. Ellos no podrían haber sobrevivido a esos tiros. —Entrecerró los ojos para concentrarse en el mensaje de las palabras a través de su extraña conexión. —Chris está vivo, curvé la bala… —fue sólo la súbita ingesta de aire de Luke en la respiración que le decía que el hombre mayor lo había oído. — Griff está aquí —añadió—, en Grecia, Chris ha hablado con él, lo llamó y vivirá. —Siento mucho lo de Thanos —dijo Luke en voz baja. Alex inclinó la cabeza. —Él está con sus dioses —dijo suavemente. —Luke, nos están viendo, no puedo hacer nada, tenemos que esperar el momento oportuno, cubrir las horas… ¿puedes hacerlo? En respuesta Luke bajó la mirada fijándola en las notas, sus notas, revolviéndolas, diciendo para sus observadores —cuarenta y ocho horas para solucionar esto, cuarenta y ocho horas.

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Capítulo 30 Griff casi se cae del taxi en su prisa por llegar a la casa. Las puertas estaban abiertas, una sensación de temor lo llenó mientras corría hacia la puerta y se abría paso al interior. Chris había dicho “cocina” antes de que todo se quedara en silencio. Griff tomó dos caminos equivocados, maldiciendo el laberinto de la casa antes de tropezarse en el caos y la sangre de la cocina, encontrando a un hombre mayor, obviamente muerto, con la mitad de su cara oculta, y Chris desplomado sobre la mesa junto a él, sangre por todas partes. —Joder —Griff cayó de rodillas al lado de su amante inconsciente, sintiendo el pulso, sangre pegajosa y espesa en sus dedos—. Mierda. Le pareció una eternidad hasta que los servicios de emergencia llegaron, los había llamado desde el taxi. Policías, paramédicos, un enjambre, moviendo al viejo, moviendo a Chris, pero cuando lo apartaron se dio cuenta que no habían sido más de unos minutos. Lo dejaron ir en la ambulancia y él mismo se empujó hasta el fondo en una esquina como pudo, manteniéndose fuera del camino mientras trataban de salvar la vida de Chris. Hubo confusión, pánico y ruido hasta que se cerró la puerta en la sala de urgencias y Griff se quedó cubierto con la sangre de Chris temblando y en estado de shock mientras le bajaba la adrenalina. Pasaron tres horas hasta que Griff pudo estar junto a la cama de Chris en la sala de recuperación, mirando su blanca cara, llena de vendajes. Tenía el pelo echado hacia atrás y se veía tan pálido contra las sábanas, era alarmante. La enfermera se movía con una tranquila habilidad, escribiendo notas y advirtiéndole sobre como debía darle el agua. Él no quería hablar del agua, quería que Chris abriera los malditos ojos. Pasado el primer nivel de calmantes, Chris abrió los ojos, parpadeando con dolor y con voz ronca, Griff se inclinó sobre él para escucharlo.

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—Se llevaron a Luke —dijo Chris—, y a Alex… Griff frunció el ceño —¿Alex? —El hombre tatuado —dijo Chris, ahogando un grito al sentir un repentino dolor circulando por su cuerpo. La segunda inyección de calmantes empezaba a surtir efecto, suavizando los bordes, pero no lo suficiente todavía para hacer el movimiento fácil. Trató de incorporarse, luchando contra el dolor. Griff lo empujó suavemente hacia abajo. —No te muevas —Chris murmuró su desaprobación al ser empujado, pero Griff no se daba por vencido—. Lo digo en serio, sin moverse. Ahora dime, ¿sabes a dónde se los llevaron? Chris negó con la cabeza —… un nombre, Alex dijo… un nombre, Arriseth, Lord Arriseth… un nombre extraño. Griff incluso no quería ni siquiera empezar a saber lo que Chris quería decir, centrándose en cambio en rodarlo suavemente sobre la espalda, el sueño empezaba a tirar de su obstinado amante. —Duerme. Voy a hacer algunas investigaciones, a ver que puedo averiguar —dijo Griff, simplemente, no dejando espacio para la discusión, y luego con una súbita oleada de afecto le dio un pequeño beso en la frente, quedándose hasta que vio que por fin el soldado se quedaba dormido. En pie de nuevo, sacó su teléfono e hizo unas cuantas llamadas. A la media hora tenía respuestas, demasiadas respuestas, demasiados lugares, pero fue un comienzo y se sentó en la silla junto a la cama, deseando que Chris despertara, y estuviera dispuesto a hablar un poco más. Se abrió la puerta detrás de él y ni siquiera miró hacia arriba, suponiendo que era una enfermera o un médico, los mismos que entraban a comprobar los signos vitales, observaban los gráficos incomprensibles y luego le ofrecían tópicos comunes acerca de como el paciente iba a estar bien. —¿Griff Morgan? —Un hombre con uniforme del ejército estaba en la puerta, con un nombre en su pecho, Stewart, indicó hacia Chris inconsciente sobre la cama. —¿Cómo está?

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Capítulo 31 Sus captores les llevaron alimentos y agua y tanto Alex como Luke comieron y bebieron sin hablar. Los dos estaban muy conscientes de que tenían que empezar a hablar de estos sueños que tenían implícito a Luke, sueños que este dijo que necesitaba oír, manteniendo las apariencias de lo que estaban haciendo por si alguien los estaba mirando. —Sueño a veces que soy un niño —comenzó Alex—, y veo estos símbolos en mis sueños —empujó unos garabatos hacia Luke, sus manos se tocaron brevemente, bastante para conectar, lo suficiente como para que Alex le dijera lo que tenía que decirle. —Tenemos que crear una pista falsa, alejarnos de la casa, hacia fuera, Chris duerme, Griff esta aquí, el Ejército tiene conocimiento, y tenemos que salir de aquí antes de que nos muevan. Luke asintió con la cabeza, mirando hacia abajo a los símbolos garabateados, tonterías al azar que no significaban nada en el esquema de las cosas, pero lo suficiente para mantener a sus captores fuera de su espalda. Me gustaría poder hablar contigo… pensó para si mismo, un profundo e intenso deseo de conectar de la misma manera que Alex podía con él, y con el deseo llegó la frustración asociada porque Alex no podía oírlo. Cerró los ojos, centrándose en lo que Alex había dicho, suspirando, trazó las conexiones sobre un papel en blanco. Distraídamente, comenzó a asignar los números de la espalda de Alex como coordenadas, sólo por hacer algo, sentado muy erguido en su silla cuando la realidad representaba muy cerca de Delfos, en la montaña sobre el Templo. ¿Eran estos números realmente importantes? ¿Estaba equivocado? ¿Era el Oráculo una cosa, no una persona… no Alex? Necesitaba respuestas… llegó a tocar a Alex, antes de dudar y tirar hacia atrás, dolorosamente consciente de que las cámaras estaban vigilando. —¡Santa mierda! —No. Él estaba convencido de que Alex era el Oráculo, El Oráculo, pero ¿tal vez este lugar, estas coordenadas, podrían darle a Alex algún tipo de lugar seguro donde estar, un lugar donde su

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madre le había preparado hace tantos siglos? ¿Tal vez había dejado un santuario de los dioses? Luke negó con la cabeza, consciente de que muy lentamente por la fina línea entre la leyenda y la realidad se estaba empezando a desmoronar, a difuminar, y conectar y no sabía como manejarlo. La frustración comenzó a construirse en su interior. A pesar de que le preocupaba, de repente sintió una sensación de paz aplastante, y alzando la vista, vio una pequeña sonrisa, casi pícara en el rostro de Alex, los ojos de su amante brillaban. De repente, era muy real. Que Alex pudiera hacer esto, verter emociones tan hermosas y frágiles en otra persona, hacía que todas las cosas, las leyendas, el paisaje de los antiguos, las habilidades de Alex… todo muy, muy, real. —Cálmate Luke... Un paso a la vez… Griff nos encontrará… todo estará bien. La puerta se abrió y el señor Arriseth, pistola en mano, se paró en el arco, emitiendo una simple orden —Alex, te vienes conmigo. Luke se puso rápidamente en pie —lo necesito. Estoy cerca de encontrar las coordenadas, pero todavía lo necesito. —Luke sabía que sonaba desesperado, esperando que su voz sonara más como un profesor desesperado que como un amante desesperado. Arriseth no dijo nada, hizo caso omiso a la súplica de Luke, simplemente esperando hasta que Alex se levantó de su asiento y caminó junto a él por el pasillo, tirando de la puerta y cerrándola en la cara del profesor. Arriseth hizo un gesto con la pistola a una habitación al otro lado de la sala y Alex caminó hacia dentro. No podía hacerse una idea de que el hombre lo quería muerto, pero estaba dispuesto a hacer lo que tenía que hacer para volver con Luke. Envió un —estoy bien —preguntándose si Luke lo sentiría y luego se volvió hacia el hombre armado. Algo no iba bien en esta nueva sala, un amplio espacio abierto con ventanas del piso al techo y el azul mar Egeo en la distancia. Alex no podía ver, en algún lugar, algo estaba bloqueando sus capacidades, o al menos reduciendo su eficacia. Trató de hacer una conexión, pero lo único que vio fueron las palabras grises y borrosas, nada tangible. Se sentía ciego, aturdido por el vacío a su alrededor.

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Alex necesitaba conectar, necesitaba no sólo intentar, pero no tenía éxito en hacer lo que él sólo había perfeccionado con Edward: una conexión a larga distancia. —No me gusta esto —goteaba la voz de Arriseth con burla—. La nueva tecnología es torpe, sin delicadeza —agregó, levantando una caja tallada sobre una mesa pulida. Símbolos griegos se encontraban en algún tipo de decoración circular, cartas que Alex reconoció de su propio cuerpo y de los mismos sueños acerca de los que él había hablado a Luke. —Esto se adapta más a mis necesidades —dijo, abriendo la tapa y sacando un cuchillo, dejando caer el arma sobre la mesa. El cuchillo era pesado y forrado, tallado de nuevo con los mismos símbolos que la caja, y Alex sintió la opresión de repente en la habitación, una oscuridad malvada emanaba de la hoja. Arriseth se acercó a Alex, con el cuchillo en la mano, una mirada absoluta de concentración en su rostro y Alex no podía moverse, él no podía llevar la energía a sus miembros, ni siquiera podía comenzar a coordinar el miedo dentro de él, tratando de obtener la lectura en las energías que se arremolinan en su interior. Arriseth se detuvo a unos centímetros de Alex, girando el cuchillo en su mano, y Alex se oyó a si mismo suplicar una sola palabra, “NO”, antes de lanzar un repentino grito cuando el cuchillo tocó su piel. Hubo una sobrecarga sensorial, provocándole un dolor tan intenso dentro de él que cayó hacia atrás, incapaz de soportarlo. Desesperado, se arrastró de nuevo a la esquina lo más lejos que pudo, todos sus músculos gritaban en protesta cuando Arriseth levantó el cuchillo en alto frente a él, un destello maníaco en sus acerados y duros ojos. Apoyándose, tocó el contorno del brazo de Alex rozando la creciente línea de fuego emocional y Alex estaba al borde de la oscuridad mientras la intensidad del dolor lo llevó hacia la oscuridad. Luchó para fijar su camino de regreso, un sollozo salía de su garganta, mientras veía a Arriseth agacharse delante de él, de nuevo el cuchillo a escasos centímetros suyo. —¿Lo reconoces Athanasios? —Preguntó Arriseth con cuidado, inclinando la cabeza a un lado y levantando sus cejas de manera inquisidora.

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Alex no podía hablar, estaba cerca de desmayarse de nuevo, se le cerró la garganta, el odio y el poder rodaba fuera de Arriseth aplastando a Alex. Con cuidado, Arriseth movió la hoja tocando su piel, girando para cortar bajo el bíceps de Alex, la sangre brotaba por el corte, y Alex se quedó inerte con el dolor, respirando profundamente, con los ojos muy abiertos, el negro de sus pupilas avellana alejándose. Corriendo un dedo por la hoja del cuchillo Arriseth reunió parte de la sangre, llevándola hasta sus labios, saboreando la riqueza metálica y sonriendo mientras Alex sintió la conexión dentro del hombre, la emoción de la historia. —¿Conoces la hoja que te marcó, que esculpió estos diseños, Athanasios? Por como está escrito, es la misma hoja que transferirá tu poder al titular y te dejará muerto. Alex gimió, finalmente, empujó hacia arriba un muro contra el dolor intenso, tratando desesperadamente de sincronizar, para no dar un indicio de sus capacidades. Arriseth se puso en cuclillas mirando hacia él desapasionadamente, golpeando la hoja maligna en su mano, miró pensativo su cara, evaluando a Alex. —Después de cincuenta generaciones, nosotros los verdaderos seguidores de Apolo, hemos esperado para completar el rito. ¡Cincuenta! Yo he nacido para esperar por ti, Athanasios, nací para conocerte cuando pasaras tu veintisiete cumpleaños. He pasado mi vida entera aprendiendo de memoria todas las palabras que Seth y sus seguidores escribieron, esperando por ti. Es mi destino, hijo de Elysia, usar el cuchillo destinado para ello. Es mi propósito mostrarte como eres verdaderamente. —A medida que escupía palabra tras palabra, Arriseth se deshacía del resto de su personaje como un aristócrata arrogante, demasiado pesado, testarudo. Había desaparecido el hombre que abiertamente se mofó de la elección de Edward como su amante, en su lugar había un loco, un granuja ido, empeñado en el cumplimiento de su versión del destino. El nivel del dolor dentro de Alex se desvaneció mientras Arriseth divagaba, la única excepción era su bíceps, donde la sangre espesa se había coagulado cerrando la herida, se abría camino el ardor de las cicatrices que envolvían el tenso músculo, distrayéndolo. Todavía era imposible centrarse firmemente en lo que Arriseth estaba diciendo.

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—Siempre me he preguntado lo que el anciano te habrá dicho. ¿Te habló de tu madre? ¿Cómo murió antes de intentar protegerte, cómo tu padre se limitó a observar? —Arriseth se detuvo, y Alex pensó que podía ver la locura en los ojos del hombre—. Seth estaba tan cerca… había completado casi todo el ritual… sólo necesitaba que su sangre se mezclara con la tuya para que se completara… y él lo habría tenido todo, debería haber tenido todo… el poder del Oráculo para mi linaje… en cambio, se quemó… y no tenía nada, nada. —Su voz tenía un tono melancólico y entonces en un instante se quebró de vuelta al presente, en el fervor religioso, Alex podía sentir el odio en Arriseth, la incoherencia virtual en la rabia frustrada dentro de este hombre. A Arriseth, los ojos le brillaban luminosos, sus labios se torcían cruelmente en una parodia de una sonrisa. —Nada de eso, es cualquier asunto ahora… te tenemos a ti y a tu sangre. Vamos a localizar el templo interior, completar el ritual y el poder del Oráculo volverá a los verdaderos creyentes. Durante la grandilocuencia de Arriseth, Alex había intentado centrarse en si mismo, levantando muros contra el horror que resonaba en su cabeza. Necesitaba tiempo para reconstruir, era necesario alentar los delirios de Arriseth sólo un poco más, tiempo suficiente para que Alex sanara. El tiempo suficiente también para que él pudiera escuchar más historias del hombre loco. Divagaciones o no, loco o no, las historias proporcionaron la información que Alex y, pensó que Luke desesperadamente quería, si ellos fueran capaces de hacer algo para parar la locura. —¿Eran ellos los verdaderos creyentes? —Alex se las arregló para forzar a que lo sacara—. ¿O era todo cuentos de hadas? Arriseth miró a Alex, con una expresión burlesca en su cara. — Tenemos tantas preguntas acerca de los escritos dejados por Seth. Tienes que estar presente, necesitábamos traerte aquí. Independientemente de lo que piensas, en este punto, es irrelevante. Estás aquí, y podemos continuar una vez que terminemos de descifrar las últimas pistas de Seth. —No vas a encontrar respuestas en mí. Yo no soy nadie.

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—¿De verdad crees que has sido invisible para nosotros durante los últimos veinte años? Te hemos observado, te conocemos, y todo lo que te ha sucedido aquí, en este punto fue diseñado. Destino. Llámalo como quieras, estabas destinado a estar aquí en este momento para cumplir con tu papel en este acto. —Yo no creo en las estupideces del destino —escupió Alex, sosteniendo su brazo lesionado. —No hay nada en mí que diga que eres mi destino, Arriseth. Ve a decir sandeces a otra parte. Si Alex tenía la intención de probar los límites del carácter del otro hombre, había hablado bien. La furia cruzó la expresión de Arriseth y se lanzó hacia delante, deteniéndose sólo cuando la punta del cuchillo se balanceó a milímetros de la piel de Alex. Alex se concentró en cada músculo, para tratar de controlar el temblor en su interior. Desesperadamente estaba haciendo todo lo posible para construir muros y proporcionarse refugio a si mismo en su interior. —Siempre he sido tu destino, Athanasios, como tú eres el mío. Saqué a tus padres de la ecuación, incluso eliminé a tu amante; hice todo lo necesario para que volvieras aquí para esto. Este momento, todo esto, ha sido mi razón de vivir. El horror despojó escenas de un corte final, ¿Xanos eliminó a sus padres? ¿Eliminó a Edward? —¿Tú… los mataste? —Tartamudeaba en shock con un asco extremo. Arriseth lentamente levantó una ceja, mostrando su desprecio en lo que a él le pareció una pregunta completamente insustancial. —Su muerte sirvió a nuestro propósito. Teníamos la esperanza de que la muerte de tus padres te condujera aquí a Grecia por elección, pero juzgamos mal. Tu necesidad de perversión en las relaciones sexuales con esa patética criatura, fue tu talón de Aquiles. —Edward estaba lejos de ser patético —defendió de inmediato Alex, su repulsión por las palabras de Arriseth tan claras como la luz—. Era un buen hombre, un hombre fuerte, y lo asesinaron.

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—Fue cuando murió tu madre, que comenzó el ciclo, culpa a su partida de todo esto, no a Xanos. Seth necesitaba la sangre de las arterias de tu madre, la necesitaba para completar el círculo, y ella traicionó su necesidad. Alex sintió que se le encogía el corazón con las palabras, no entendía todo lo que estaba diciendo… Seth… su madre… había soñado con una hermosa mujer… etérea, una mujer vestida de blanco, cayendo en las llamas, ardiendo ante sus ojos, ¿era aquella su madre? Inconscientemente, su mano se movía en su costado, en el corte más profundo. Largo y dentado, tallaba su torso desde el pecho hasta el muslo, una cuchillada salvaje, a diferencia de los ordenados y bien diseñados símbolos. Arriseth se inclinó más cerca, movió el cuchillo con el último aliento, empujando debajo de la camisa de algodón de Alex, tirando hacia arriba, rompiendo el material y revelando la piel marcada, con cuidado de que la hoja no tocara la piel, sonriendo ante la larga cicatriz que desfiguraba el costado de Alex. —El corte final, Seth —murmuró más para si que para Alex. En silencio, la historia narrada a su entera satisfacción, se puso de pie y deslizó el cuchillo en su caja—. Levántate —le ordenó, recogiendo el arma de nuevo y señalándolo. Moviendo su espalda contra la pared fue capaz de hacer palanca con sus pies. Tembloroso y desorientado, cerró los ojos, confiando en el suelo para mantenerlo conectado a tierra. Desnudo, sin sus defensas habituales, hipersensibles a cualquier estímulo, volvió a abrirlos cuando su respiración volvió a acercarse a la normalidad. Con cuidadoso equilibrio sobre sus inestables piernas, anduvo por delante de Arriseth, quien señaló a través del pasillo a la biblioteca donde Luke esperaba. Alex pasó hacia adentro, esperando hasta que la puerta se cerró tras él, dejándolo en la habitación con Luke, antes de caer

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Capítulo 32 Luke estaba en el escritorio ante los manuscritos abiertos, se levantó visiblemente horrorizado ante la visión de Alex desplomado en la puerta, su camisa blanca rota alrededor suyo, su brazo herido y ensangrentado. En cuestión de segundos, se instaló en el suelo al lado de Alex. Las chispas sacudieron a ambos mientras tocaba la piel febril de Alex y escuchó lo que Alex estaba tratando de decirle. Él no podía entender nada, las palabras y los pensamientos de Alex se abrían paso hirviendo en una confusa mezcla de miedo y dolor en su mente. —Alex… detente. —Con sus labios cerca del oído de Alex, susurró una y otra vez hasta que los escalofríos que sacudían el cuerpo de Alex menguaron y el calor en su piel comenzó a disminuir. Con cuidado, se trasladó para sentarse frente a la puerta, y suavemente ayudó a Alex a inclinarse contra él. Ojos castaños claro lo miraron, y a continuación Alex los cerró. Luke dio la bienvenida al calor familiar y al vínculo que les rodeaba. —Chris todavía está dormido. Tengo que tratar de enviar una posición. Dame una posición Luke. Necesitamos ayuda, no puedo hacer esto yo solo. ¿Me entiendes? Dame algo que decirles. Algo… nada… Las sencillas instrucciones que Alex le enviaba, en pocas palabras, eran hasta ahora para ganar algo de tiempo. Si lo que decía era cierto, si es que su amante podía conectarse con Chris a través de la distancia, entonces Alex tenía que intentarlo. Se dio diez minutos, acariciando suavemente el pelo de Alex, calmándolo, centrándose y esperando hasta que él se sintiera más fuerte, hasta que pudiera moverse. Con cuidado, colocó a Alex hacia un lado, apoyándolo contra la puerta antes de ponerse de pie y dirigirse al escritorio, mientras su genio se encendía. Agarró un puñado de papeles haciéndolos una bola, la expresión en su cara dura como una piedra. A las cámaras que, sin duda, vigilaban la habitación, él les gritó. — No se quien de ustedes es un monstruo, pero torturando a este hombre no va a conseguir nada. Yo soy el que puede darles la posición; quien puede

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ayudarles a encontrar el Oráculo. ¡Yo, no él…! —Determinó golpeando la mesa con los papeles. Cuando volvió a mirar las cámaras de nuevo, sus ojos se habían vuelto letales, gruñó con los dientes apretados. —Con ninguno de sus golpes van a obtener nada de mí, de lo que he descubierto. ¿Crees que estoy mintiendo? Ve y llama a ese fanfarrón, que venga y lo intente con nosotros, monstruo. —Su lado racional pensaba que era una buena táctica de evasión, su parte emocional, sensible y expuesta, entendió que sólo quería matar a las personas que hicieran daño a Alex. Terminó su amenaza con letal seguridad, mirando a un Alex claramente agotado que estaba tirado en el suelo junto a la puerta. La misma puerta, que se abrió casi cuando Luke hubo terminado de hablar, empujando a Alex a un lado. Arriseth se quedó ahí, echando una mirada despectiva al cuerpo encogido de Alex, cuyos ojos se mantenían cerrados. Luke podía sentir a Alex trabajar sobre sus defensas; todo lo que tenía que hacer era mantenerse en su puesto. —¿Tienes una posición? —Arriseth caminó dentro de la habitación hasta la altura de Luke. —Delfos, el Templo. Arriseth se burló. —¿Crees que soy estúpido? Es muy evidente que es un truco. —No Arriseth —Luke lo interrumpió, y acercándose se puso a su altura, con la esperanza de intimidarlo, o fallando eso, por lo menos parecer seguro. —¿Crees que soy estúpido? El Templo es un punto de partida. Quiero garantías. Arriseth empujó a Luke lejos de él. Dándose la vuelta, fue de nuevo hasta la puerta, lanzando sólo dos palabras por encima del hombro. —Al amanecer.

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Luke vio cerrarse la puerta y escuchó el chasquido de la cerradura girar antes de caer de rodillas al lado de Alex, sin fuerzas intentó levantarlo. Se dejó caer contra la puerta, y tiró de él, animándolo a poner la cabeza en su regazo. Alex abrió y cerró los ojos otra vez. —Tengo las cámaras amañadas — empujó a Luke, comunicándose a través del contacto físico. Durante unos minutos pareció relajarse con el tacto de los dedos de Luke masajeando suavemente el cuero cabelludo, calmándole mientras trataba de mantener su equilibrio. El intento de llegar a Chris drenó a Alex. Ni siquiera estaba seguro de haberlo logrado y estaba irracionalmente furioso consigo mismo. Se sentía tan condenadamente débil. Él era grande y fuerte, el hombre tatuado, que podía sincronizar en cualquier momento y desaparecer, no alguien débil que se sienta en el regazo de su amante como un niño con su mamá. —Shhh —dijo Luke. Sobresaltado, Alex levantó la vista. Se reprendió a si mismo por reducir sus barreras lo suficiente para que pudiera oír sus pensamientos. No quería herir ni preocupar a Luke. Al ver su mirada, tan suave y tranquila, Alex asintió con la cabeza y se recostó de nuevo contra él. —Tengo que recuperar mi energía… para recargar de alguna manera… necesito conectar… ¿Luke? Todo lo que Alex podía hacer era sostener la mano de Luke cuando este se apoderó de la suya y apretándola desactivó las barreras en torno a sus emociones. En primer lugar se abrió una pequeña abertura, arremolinándose entre ellos la conexión y formando un arco, menos sexual, más emocional, Alex estaba advirtiendo a Luke que la conexión sería lenta, íntima. Las lágrimas se formaban en los ojos de Luke, mientras miraba los ojos cerrados de Alex, la cabeza de su amante se movía en su regazo, estirando el cuello, el pulso palpitó en la base de su garganta. Durante un momento Luke luchó contra la conexión, su cuerpo reaccionó ante sus innatos instintos de auto conservación desviando los pensamientos de Alex a un lado, pero las sencillas palabras de Alex: — Estará bien, yo sólo necesito esto, yo te cuidaré, aclararé tus pensamientos —Luke se relajó. Levantando la cabeza cerró los ojos, y descansando la espalda contra la puerta, permitió que un calor sofocante subiera por su

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cabeza y Alex pudo sentir que sólo estaba escuchando sus pensamientos y sentimientos, deseando estar en cualquier otro lugar.

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Capítulo 33 Griffith Oisin Charles William Morgan no estaba acostumbrado a esperar. El director del hospital era claramente consciente de este hecho. Como consecuencia de eso, en lugar de en una sala de emergencia o de una habitación ocupada con un segundo paciente, Chris estaba en una cómoda cama, de un hospital, en una habitación privada. No es que esto hiciera alguna diferencia al hombre extremadamente enfermo, pero lo hacía sentir a Griff que estaba haciendo algo positivo. Griff se paseaba junto a la cama de Chris, murmurando en voz baja para si mismo mientras miraba a Chris sacudirse en la cama, un brillo de sudor perlaba el rostro del oficial, murmurando incoherencias, para volver a sumirse en el silencio. —¿Cuánto tiempo más, hombre? Vamos, Christian —exhortó, con voz intensa. ¿Cuánto tiempo más pasaría hasta que pudiera tener a Chris de nuevo con él en la tierra de los vivos? El café más negro y más fuerte de Turquía lo mantenía despierto. La preocupación lo mantenía en pie. Griff estaba determinado a ser la primera persona que Chris viera, la primera persona que hablara con él una vez que recobrara el conocimiento. Chris seguía atrapado vagando en cualquier sueño y Griff continuaba examinado la cara del hombre con el que había caído en la lujuria terminal en sólo tres días. La conexión casi inmediata que sintió entre él y el oficial del ejército había sido casi irreal. La opresión inmediata en la atracción, la oportunidad de encontrarse uno al otro, todo lo que paso era tan irreal. Griff realmente no podía conseguir dejar de dar vueltas a su cabeza al porque él estaba aquí de pie ¿Qué demonios lo había llevado a viajar a Grecia? ¿Qué demonios estaba pasando? Pasándose la mano por el pelo se detuvo para mirar por la ventana de la habitación de Chris. Chris murmuraba en sueños. Griff miró por encima del hombro para ver que Chris estaba un poco más tranquilo, pero continuaba murmurando, ladeó su cabeza hacia delante, tratando de distinguir las palabras que Chris

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continuaba diciendo entre dientes, para darles sentido. Se inclinó para escuchar los apacibles sonidos, centrándose bien en Chris. Dos brillantes ojos azules se abrieron de golpe, claros y libres de dolor, Griff se sorprendió, balanceándose sobre los talones. Durante unos segundos, Chris se quedó inmóvil, parpadeando, y luego se inclinó rápido hacia arriba para capturar los labios de Griff apenas en un beso. Entonces, usando lo que debía ser cada poquito de fuerza que tenía, luchó por incorporarse. Griff inmediatamente se acercó para cogerlo, con los brazos fuertes se apoyó para ayudarle a balancear sus piernas alrededor y permitir que Chris se sentara de lado en la cama. Griff le acarició la cara, aliviado de verlo al fin despierto, y buscando desesperadamente sentirlo a través del contacto de sus dedos y sus labios para volver a conectar con el desconocido que era su amante. Suspirando, besó a Chris suavemente en la frente y luego se puso rígido, tenía algo que decir antes de que Chris abriera la boca. Suavemente colocó un dedo en los labios de Chris para impedirle que dijera nada. —El ejercito sabe donde estás —resumió Griff. Chris asintió con la cabeza, mirando la puerta, con el ceño fruncido en su rostro hizo una mueca de dolor ante el movimiento repentino. Griff agregó lo que él pensaba que un oficial del ejército querría saber—. Uno de los guardias, del Ejercito, creo que armado. Recibiste la visita de un militar llamado Stewart. Las enfermeras le dijeron que tú estarías de baja hasta el amanecer. Me dio la impresión de que estás en algún tipo de apuro. Pienso que estás en su lista negra. —Necesito irme —Chris respiró a través del dolor, agarrando el puño de la camisa de Griff—. Alex… el Oráculo… Delfos… —dijo cada palabra con la respiración trabajosa. Griff se apartó, la seguridad fuera de la puerta, el ejercito, por no mencionar el hecho de que Chris casi había muerto, ¿Cómo diablos podrían incluso contemplar la salida del hospital? —No podemos Chris… nosotros… —La voz de Griff se fue apagando, desapareciendo ante la mirada de determinación y propósito en los ojos de Chris. Aunque él no deseaba otra cosa que ignorar a Chris, estaba mentalmente buscando un camino por delante del guardia, un

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camino que no implicara violencia… bien, violencia no letal de todos modos. Abrió la puerta y con una sonrisa le indicó al hombre que guardaba la habitación que necesitaba ayuda, y en cuestión de segundos tenía al hombre inconsciente de un solo golpe en la cabeza. —Fui boxeador una vez en mi vida —dijo, encogiendo los hombros, a un impresionado Chris. Arrastrando al soldado inconsciente por la habitación, Griff lo empujó hacia el cuarto de baño, no podía cerrar la puerta, pero al menos el tipo estaba fuera de la vista. Luego alzó expectante la vista a un aturdido Chris. —Eras muy bueno en eso —comentó Chris, intentando ponerse de pie mientras Griff restó importancia al cumplido y cruzó la habitación para ayudarlo a ponerse de pie. —Tengo habilidades que no son tocar la guitarra, ya sabes… así que, ¿ahora que Christian? —Analgésicos, un coche, en ese orden y no me llames Christian — Griff ahogó una risa. Un Chris sarcástico era nuevo para él. Llegaron a la entrada del estacionamiento en poco tiempo, logrando evitar a la mayoría de las personas que no querían encontrar. Había más presencia del Ejercito, pero parecía tan casual, tan relajado, que lo que Griff dijo había estado en lo cierto, nadie pensó que Chris se despertaría antes del amanecer. —Me arde el pecho. —Se quejó Chris, con su respiración entrecortada. Se apoyaba en Griff a medida que se abrían paso por el estacionamiento. Griff sabía lo mucho que le costaba a Chris admitir cualquier cosa, sabía que su cuerpo necesitaba descanso, pero necesitaban escapar del maldito hospital. Se colocó para encontrar el coche más cercano que estuviese sin seguro y lo suficientemente viejo para que fuera fácil de robar. Ayudó a Chris con la pistola, alcanzándosela mientras la agitaba sobre su amante. Una sola mirada de Chris fue suficiente para que

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Griff diera marcha atrás en ese momento. Con cuidado, Griff logró deslizarse en el asiento, medio apoyado en el volante obligándose a mantener una respiración uniforme, parpadeando para aliviar el sudor de los ojos. Se agachó bajo el salpicadero y apretó el clip para conectar el cableado del arnés y sintió los cables detrás de la llave de encendido. Maldiciendo su torpeza, entrecerró los ojos y se aseguró que tenía la fuente de alimentación principal para el interruptor de encendido en una mano y el cable que conectaba los circuitos eléctricos del vehículo en la otra. —¿Tú sabes cómo puentear un coche? —La voz de Chris se mostraba incrédula y Griff sonrió. —Tengo que pelar aproximadamente una pulgada de aislamiento, para que giren bien juntos —dijo en voz baja, tratando de recordar cada paso. Chris no tenía que saber que había aprendido a hacer esto de una novela que había leído hace unos meses. Griff murmuró varias palabras elegidas en voz baja y ayudó a Chris a ponerse hacia un lado por lo que tuvo más espacio. Chris exhaló ruidosamente, agarrando su pecho y jurando. —Por Dios —resumió, su atención dividida entre el calor del cableado del coche y el cuidado de Chris —cable de encendido… marrón, en el mazo de cables... se pelan… se juntan —Griff revisaba los cables con la punta de sus dedos hasta que tuvo el adecuado. Tocándolos cerró el circuito y la reconfortante chispa de ignición trajo al sedan a la vida. Dejó escapar un grito de júbilo muy comedido, oyó reír a Chris débilmente, recordándole donde estaban. Tan pronto como fue posible y con cuidado, ayudó a Chris a sentarse completamente en el asiento del acompañante y se metió en el lado del conductor lo más rápido que pudo. Se apartó poco a poco hasta que estuvo lo suficientemente lejos del perímetro del hospital para evitar que se notara y luego piso a fondo el acelerador del coche. —¿Donde? —Le preguntó escuetamente Griff, ya que cerca de la primera intersección, las indicaciones de los postes eran una masa confusa de palabras y nombres de las calles, tanto en griego como en inglés.

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—Delfos —tartamudeó Chris, su cara de color gris por el dolor… — Tan rápido como sea posible. —La sangre roja se extendía, marcándose contra la blanca venda que le envolvía alrededor de su pecho. Griff no quería nada más que conseguir seguridad para Chris. En cambio, siguió las órdenes y maniobró el coche por el tráfico con las primeras luces de la mañana, hacia Delfos.

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Capítulo 34 La mañana llegó demasiado pronto, pero por lo menos Alex había recuperado algo de su equilibrio y logró un par de horas de sueño. Con las armas dirigidas contra su espalda por dos de los matones de Arriseth, Alex y Luke fueron conducidos por las escaleras a la espera del jeep. El rostro de Alex mantenía su palidez y tropezó con paso inseguro sobre sus piernas temblorosas, mientras que Luke se cernía listo para atrapar a Alex en caso de que cayera. Se deslizaron en el asiento trasero, un tercer hombre se metió con dificultad al lado de Luke, mirando por la ventana y al parecer desinteresado en Alex o Luke. Por un breve momento Alex se imaginó a ellos saltando del coche y huyendo. Incluso se imaginó el escenario, sintió su adrenalina empezar a construirse dentro de él. Alex calmó sus pensamientos, trató de impedir que la confusión se asentara en su cabeza, tratando de llegar a Luke, con la confianza de que él sabía lo que estaba haciendo. Desde lo que pasó en Grecia no podía entender para nada por qué Alex no solo utilizaba su capacidad para transmutarse y obtener de una puta vez el coche, o todo lo que se pasara por su cabeza. El temperamento de Luke empezó a fraguarse lentamente, él se estaba moviendo sin importarle nada si Alex sentía sus emociones. Se tardaba poco menos de una hora en coche a Delfos y el amanecer había allanado el camino para una mañana brillante. Las vías de acceso al templo estaban vacías y frías. Con cada paso que llevaba a Alex por los senderos retorcidos en el coche se sintió crecer más fuerte; el aire se volvió más limpio arriba en la montaña, incluso tan cerca de la base. Sentimientos que no pudo identificar corrieron por él, acompañándolo en intervalos impares por desconcertantes imágenes y pensamientos aleatorios. Fragmentos de sus sueños, saltando y corriendo de piedra en piedra, con la libertad de un niño, la tierra bajo sus pies, fragmentos de sus pesadillas, con gritos y destrucción y el fuego siempre presente. ¿Cuáles eran sueños? ¿Cuáles eran eco de la realidad? Cada emoción estaba reñida con la última.

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Alex estaba cansado de no saber quién era, sintiendo toda su vida que había una parte de él que quedaba fuera de su alcance, difícil de alcanzar. Dos partes separadas de él que no luchan por dominar, simplemente porque cada espíritu era parte integrante de la otra. Toda su vida, sus recuerdos, la conciencia de esta otra mitad de él era un caleidoscopio cambiante de la memoria y la reacción. Él mismo y el Otro yo, sin ser claramente otro, era una presencia que se dio a conocer como la fuerza. Quería saber, para encontrar respuestas a lo que estuviera dentro de él, era suficiente para sentirse intrigado en cuanto a lo que le estaba pasando. A medida que cada nueva emoción se deslizaba por su espalda el agotamiento de detectar qué o quién estaba a su alrededor se desvanecía. Él sabía que Luke podía sentir como se construía la energía dentro de Alex, incluso levantó la mirada con el ceño fruncido, pero Alex no dio nada en la distancia. Él no dio ninguna señal que indicara que era más fuerte, simplemente se empapó de todas las sensaciones que se arremolinaban a su alrededor. En algunos puntos se veían destellos de imágenes fantasmales en y alrededor de los árboles, una risa débil a la luz del amanecer, desenroscando como una película que corre a cámara lenta, deteniéndose en cada imagen que se desvanecía, imprimiendo calma y aceptación a Alex. Añadido a esto, podía sentir la cólera de Luke, su creciente ira cuando tropezó por delante de Alex con su espalda rígida. Él sabía que sin ver el interior del hombre, Luke se preguntaba porque Alex no se dividía en fases y se salvaba a si mismo. Alex trató de recordarle a Luke lo que él seguramente ya sabía. Que no era una persona que echara a correr y dejara a los demás. Lo podía llamar destino, suerte, karma, independientemente de como Arriseth etiquetara esto, algo definible había juntado a Alex y Luke, ambos en este lugar y en este tiempo. Ahora no era el momento de correr, ahora era el momento para detenerse y hacer frente a todo, para obtener respuestas, para detener al Oráculo, detenerlo, de que cayera en las manos equivocadas. Alex continuó cruzando pensamientos con Luke, tratando de calmarlo, pero el temperamento raro y alto anudado en el estómago de Luke, resultó ser la barrera más eficaz contra los regalos que Alex había llevado alguna vez a través de él. Hombre idiota.

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Llegaron al extremo de una zona del aparcamiento. Incapaz de llevar el jeep más lejos, todo el mundo salió, Luke indicó que debían tomar el camino hacia arriba y lejos de las ruinas del templo. Con poca discusión empezaron a subir por encima de los senderos del lugar turístico hacia el templo de Apolo. Alex miraba de reojo hacia atrás sobre el saliente donde imaginaba estaba el mar Egeo, oculto a la vista por el momento, sorprendentemente azul y brillante con la luz del sol, batiendo una y otra vez contra la costa. Las imágenes lo asentaron, como el mar siempre hacía, el ritmo y el movimiento apacible en contraste con su poder creciente y lo imprevisible. Se levantó y respiró el aire limpio, el leve olor a sal, no era difícil evocar la imagen del mar en un esfuerzo por mantenerse concentrado. Luke todavía no lo miraba a los ojos y Alex se preguntaba que podía hacer para detener a su amado antes que cometiera algo estúpido. Sus captores se aseguraron de que él y Luke estuvieran separados, por lo que no podía pasarle una idea de la fuerza que él sentía a través del tacto. Alex no podía ponerse en contacto con Luke telepáticamente, todavía permanecía esa maldita barrera, y se sentía inseguro con ese aumento de la fuerza en su interior. Hicieron una pausa para tomar aliento en un tramo escarpado del camino, la gloriosa ruina en la que se había convertido el templo de Apolo se asentaba debajo de ellos. Aunque intentó detenerse, disimulando para poder concentrarse en Luke, las imágenes llenaban la mente de Alex: la emoción en el niño pequeño que había sido, evidentemente, esperando a los colonos que pedían orientación antes de zarpar para Italia, España y África. Ocultando y gritando a los comerciantes intensamente vestidos de piel morena que suplicaron por consejo. Mirando con asombro a los generales que buscaban la palabra del Oráculo antes de planear la estrategia en tiempos de guerra. Era la memoria del sentido, y un choque de olores, sabores y sonidos, y eso fue suficiente para decirle que había sido y que era correcto estar aquí y ahora, esperando a que el hilo de su vida se cortara. Si sólo no hubiera arrastrado a Luke en todo esto. Luke no quería dar la vuelta para mirarlo, pero conscientemente se mantenía entre Alex y Arriseth, su última línea de protección era amplia entre el cuchillo ceremonial que conocía ya el cuerpo de Alex. Un toque con la cuchilla sin

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filo en su piel había derribado con precisión despiadada todas y c ada una de las barreras que él tenía. Cuando la hoja lo cortó todo lo que había sentido fue fuego, quemando desde el interior, caliente, blanco, terriblemente doloroso, trazando los caminos de sus cicatrices y tatuajes. Lo único que pudo ver fue a la mujer muriendo, con el cuchillo en su pecho, la sangre y el fuego consumiéndola. Cerrando los ojos aspiró el claro aire de la baja montaña, equilibrando sus emociones lo mejor que podía, deseando poder tocar a Luke. Sólo una vez. —Profesor, ¿le importa explicarnos a donde estamos subiendo? —La voz de Arriseth era engañosamente tranquila y controlada. Alex observó sin embargo, que su mano se posó en la empuñadura del cuchillo, que tenía en una funda de cuero en la cintura.

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Capítulo 35 Luke enderezó sus hombros, para dar la respuesta que podía engañar como cualquier narrador de historias, y entró de lleno el modo de profesor. —El Oráculo residía en un lugar específico, el Adyton o el área de “sin entrada” del santuario interior del Temp lo, mucho más allá de lo que conocemos hoy como el Templo. —No hay nada de eso, nada significativo —interrumpió Arriseth. —Como usted debe saber, la hermandad de mujeres de Delfos vivían alrededor del Templo, pero un núcleo de estas mujeres fue asignado para atender el fuego eterno sagrado en el templo —continuó Luke, haciendo caso omiso de la impaciencia en el hombre rubicundo—. El área de “sin entrada” fue creado en el interior de la montaña. No se lo que vamos a encontrar, pero si seguimos el camino que estamos haciendo, localizaremos la puerta de entrada. Arriseth se hizo a un lado, haciendo un gesto a Luke para que fuera por delante del grupo de hombres. Alex podía sentir la vacilación de Luke, pero al final no tuvo más remedio que caminar hacia delante, abriendo el camino a un lugar que él había inventado recién salido de la bruma y de la imaginación. El pequeño grupo tropezó, subían y escarbaban el terreno irregular, siempre subiendo, siguiendo caminos que Luke sabía que una vez habían sido andados por muchos. Después de diez, tal vez quince minutos, llegaron a un claro que se extendía por la ladera de la montaña. Dos cedros formaban un arco destrozado contra las rocas y un manojillo del camino se arrastró hacia ellos. En contraste con la suciedad del camino, el terreno de cinco metros desde el arco era de un verde exuberante, cubierto de musgo y resistente bajo los pies. Distraído por el cambio brusco del ambiente, Luke examinó superficialmente las rocas, casi olvidando que él había imaginado la existencia de este lugar.

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Luke se detuvo. El mundo se detuvo. Impotente, se giró hacia Alex, su cara blanca, “yo no sabía, ¿Cómo iba yo a saber? “ Luke echó un vistazo sobre su hombro, siguiendo la mirada de Alex. Ahí, en el muro una subida escarpada de piedra caliza, al final del camino, había una incisión de un grupo de letras creando dos palabras. Fueron inscritas en texto antiguo, con el aspecto de un graffiti moderno, pero talladas profundamente y envejecidas. Las mismas palabras diseñadas en la parte interna del muslo de Alex. El nombre de Luke.

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Capítulo 36 Los analgésicos le habían hecho efecto y Chris realmente se sentía como un ser humano en pleno funcionamiento por primera vez desde que la bala había viajado a través de su pecho hasta su espalda. Dependía en gran medida de la ayuda de Griff para ponerse al día con los hombres que él sabía que estaban por delante de ellos. —Tenemos que parar —gruñó Griff cuando Chris se inclinó fuertemente, y recogía sangre ahí donde tocaba. —No pares —dijo Chris lentamente. La caminata resultó ser cada vez más larga y empinada. A pesar de su determinación de continuar la escalada, su cuerpo herido podía cooperar sólo hasta cierto punto, el dolor acuchillaba su pecho y en intervalos impares su espalda, donde había estado la bala. Bordeaban con cautela alrededor de cada curva ciega, congelándose en seco con cada sonido extraño. No tenían armas, el disparo en el pecho de Chris y la inexperiencia de Griff cortaban su eficiencia por la mitad, esos eran todos los factores que elevaban su estado de alerta y preocupación. —¿Qué tan bueno eres realmente en las artes marciales? —Preguntó Chris en voz baja, con la mano tocando inconscientemente el vendaje de su pecho. —Suficiente para cubrir tu espalda —dijo Griff, con una grave expresión en su rostro, unida a una mirada de completa convicción. Chris pensó en el inconsciente soldado del hospital y el fluido movimiento que Griff había realizado para dejarlo caer. Sólo esperaba que el respaldo de Griff fuera suficiente. Cuando alcanzaron al grupo de cinco hombres, Chris echó un rápido vistazo para evaluar la situación, no parecía que hubiera mucha discusión. Luke estaba en la parte delantera, Alex en el medio, las armas sobre los dos, un hombre los separaba. Tratando de calmar su rápida respiración, se recostó contra la rocosa montaña, cerrando los ojos y ejecutando una rápida

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evaluación. Las posibilidades entre tres hombres armados, uno entre cada uno de los hombres que habían venido a rescatar y uno a cada lado de ellos. El estado de Chris se estaba deteriorando con cada minuto que pasaba. El camino terminaba en lo que parecía ser un impenetrable muro de piedra caliza. Incluso si pudiese alejar a Alex y a Luke de sus captores, sabía que no tenía suficiente potencia de fuego para detenerlos. Y sólo había una manera de retroceder, hacia abajo. Suponiendo que pudieran arrebatar a Alex y a Luke de los tres captores, Chris sabía que los hombres de Arriseth sólo tendrían que esperar en el estacionamiento hasta que bajaran de la montaña. Y no había manera de saber si Arriseth podía ponerse en contacto con más hombres que también podrían estar esperando. Frustrado, Chris se golpeó la cabeza contra la roca. Fue entrenado en combate de cuerpo a cuerpo, altamente capacitado, Griff sin embargo no lo era. Un hombre, y él era reacio a admitirlo, un hombre malherido no iba a lograr una mierda. Joder. 192

Capítulo 37 Alex podía oír los gritos de Luke en su cabeza, ¡los he traído hasta aquí, no lo sabía! y vio como su amante entrelazó las palabras, arrastrando los pies, atraído por una horrorizada fascinación trazó las letras con un dedo tembloroso. Había seguido las líneas del tatuaje de Alex de un modo similar, la misma combinación de miedo y curiosidad que lo irritaban a él en ese momento también. Alex se acercó, con ganas de tocarlo, para tranquilizarlo. El mismo bloque que lo había detenido antes bloqueaba sus esfuerzos. Si bien parecía que era completamente capaz de leer los pensamientos de Luke, no podía conectar. Temía lo que sentía que estaba sucediendo, tenía dos voces en su cabeza, la suya y otra. La otra era insistente, no con palabras sino con hechos, inconscientemente, movió su mano para tocar el tejido de la cicatriz que trazaba una línea quebrada sobre su costado. Dentro de su pecho, debajo de la cicatriz, el calor y algo más —un impulso de energía— le estaba sucediendo. Se sentía incómodo, una sensación ardiente, diferente… inexplicable. Alex trató de no centrarse en la fuerza insistente, reuniendo cada una de sus reservas para buscar a Luke, pero permanecer centrado en su amante se volvió más y más difícil. Alex admitió que él mismo se sentía más fuerte, y desde luego más fuerte que cuando habían empezado a subir los senderos de la montaña, y mucho más poderoso a medida que se acercaban a las palabras talladas. Cuanto más se acercaba a las cartas grabadas en la piedra, más cierto el impulso de luz y poder crecía dentro de él. Instintivamente sabía que Athanasios estaba aquí con él, y no había espacio en la conciencia de Alex para nada más que dos palabras: Luke. Proteger. Arriseth avanzó hacia adelante para estar junto a Luke, con postura orgullosa. Llenándose de emoción, respirando entrecortadamente, sus ojos entornados y codiciosos.

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—¿Es esta la entrada al Templo interior? —gritó. Impaciente, cuando Luke no respondió de inmediato, empujó su mano a un lado, localizando los mismos símbolos que tenía. Acosados por dos mil años de erosión y terremotos, los grabados habían sobrevivido de milagro. Mientras Alex nuevamente captaba la mirada de Luke sobre él, experimentó una llamada repentina y sorprendentemente clara del pasado, de la historia de este lugar y otro tiempo. Pero sus recuerdos jugaban en contrapartida con los de Arriseth. Para él eran de un niño y una hermosa mujer, y los de Arriseth eran de fuego y lujuria por el poder que retorcía en cada imagen. Los recuerdos de Alex eran ciertos: los de Arriseth eran una ilusión. Y Alex se puso un poco más erguido —¿Qué es esta palabra? —su captor exigió del horrorizado y, obviamente, todavía Luke estaba conmocionado. —En…entrada —tartamudeó Luke—,…que significa entrar. Alex escuchó la mentira desesperada que dijo Luke, escuchaba a su amante tratando con tanta confianza como podía para que Arriseth creyera sus palabras. Y la tierra retumbó bajo los pies de Alex: él lo oyó y sabía que el otro, Athan, lo había oído también. Arriseth pareció no notar el ruido, en cambio miraba detenidamente alrededor, a las piedras lanzadas por los terremotos, algunas tan grandes como los coches situados al azar a su alrededor, con el ceño fruncido. —Muéstranos como entrar —le exigió a Luke, que se quedó ahí parado, obviamente, incapaz de crear una mentira fácil en ese momento. Alex podía ver la desesperación en los ojos de Luke, y la lujuria en los de Arriseth. Alex, tranquilo por el momento, inadvertido, dio un paso adelante. —Me dijiste que podías entrar, que tenías descifradas las líneas de Athanasios —escupió Arriseth, haciendo gestos con una mano sobre los grabados, y con la otra sacando el cuchillo de su funda. —Pude llegar hasta aquí, dije eso… es todo lo que dije —comentó Luke y Alex deseó poder ver en su mente, ver más allá del horror del cabecilla del grupo en ese momento y la consternación por haber retrasado

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a Arriseth, pero no de haber logrado confundirlos, y su desesperación sabiendo que él se había quedado sin cosas que decir. Se quedó mirando fijamente a Alex, con desesperación en sus ojos Alex no tenía que leerlo para saber que Luke quería que se escapara. En cambio Alex siguió las profundas demandas que resonaban del otro en su mente. A pesar de que sabía que Luke no podía empezar a comprender sus acciones, dio un paso tras otro hacia adelante. Obligado por ese susurro persistente en sus pensamientos, se dirigió para estar al lado de Luke, lejos de Arriseth, a continuación miró fijamente las marcas. La lenta quemazón en su costado se extendía hasta la columna vertebral y sobre sus hombros, acercándose hasta el nacimiento del pelo. Alex cerró los ojos sabiendo que Athan los cerraba con él, mientras las imágenes comenzaron a construirse detrás de sus ojos. ¿La mujer vestida de blanco estaba ahí, su madre, estaba seguro que murió por él, posiblemente, incluso murió a causa de él? No podía ver todo. El recuerdo de una larga conversación, hace mucho tiempo y lejos de una pequeña montaña en Grecia hizo que llegara desde el pasado hasta las letras de Luke. Con las yemas de sus dedos tocó suavemente la piedra cortada. La roca se calentó bajo su toque, casi derritiéndose con el fuego que enviaba a ella, lo que desató algo que Alex reconocía como la energía que llevaba dentro de si mismo, complementado por la energía mucho mayor y una conciencia inmensamente intensa. A lo lejos, oyó a Luke llamándolo, los gritos de Arriseth, escuchó oraciones apresuradas, y reconoció el nombre de Apolo, ya que salió de algunos labios. Todo el tiempo, la tierra tronó y se meció bajo sus pies, hasta que se agrietó y lo empujó hacia un lado. Silencio. Entonces un ruido sordo se convirtió en un estruendo, cuando el aire atrapado en las profundidades de la montaña durante cincuenta generaciones tomó por asalto la grieta para gritar a la nueva mañana.

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Capítulo 38 Arriseth se puso de pie el primero, luchando por mantenerse en pie y, con la anticipación apenas disimulada, inclinándose sobre el espacio que era bastante grande como para que pasara un hombre a través de él. Levantó el cuchillo de un lado a otro, retorciéndolo en su mano. Un sentimiento enfermo, oscuro y grasiento deformó al alto hombre que estaba detrás de Arriseth, cuando Luke se levantó, se abrió paso entre el inglés, queriendo ir por Alex. —¿Qué demonios? —La voz de Luke vaciló cuando él y Alex miraron a Arriseth girar la hoja alrededor de él delante de ellos murmurando una especie de canto en voz baja. —Sólo una pequeña cosa —sonrió Arriseth en la oscuridad—. Mi antepasado, Seth, el Sumo Sacerdote, el Precursor, la cabeza de mi linaje, me dejó su dirección, y me mostró los medios para al cabo de cincuenta generaciones, comprender y controlar el poder… —Eres un maldito loco —dijo Luke, imperceptiblemente moviéndose entre Alex y el cuchillo. Arriseth no entró al comentario, simplemente comenzó a caminar por la grieta. Luke tropezó contra el arma de un matón en su columna vertebral, y Alex tuvo el sólido y frio acero del fusil del segundo hombre contra su cuello lleno de cicatrices. Un brillo poco natural, amarillo fósforo iluminó las paredes, iluminadas por las linternas que portaban los dos guardias de Arriseth. Las paredes parecían moverse con vida, como el reflejo del agua o un incendio. Luke cuidadosamente recorrió su camino a lo largo de un sendero de piedra, con las manos tocando cada lado del estrecho pasillo, deseando que este no fuera el interior del templo del que hablaba la leyenda, dispuesto a correr hacia Alex antes de que Arriseth se diera cuenta de lo que tenía. La pistola en su espalda lo empujó y tropezó, Alex lo alcanzó para impedir que cayera. El simple contacto amenazó con ahogar a Luke en una cascada, un crescendo de sensaciones inmenso; Alex ahí dentro, su sonrisa

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tranquilizadora... Pero ahí era otro... lo miró directamente, sin ver nada en los oscuros ojos, y movió su mano hacia atrás como si estuviera quemada. ¿Qué estaba en el interior de Alex? ¿Era posible que la historia del niño Athanasios fuera cierta? ¿Que el poder, a falta de una palabra mejor, que estaba en los ojos de Alex era un alma antigua? ¿Era parte de su amante, tan aterradoramente fuerte, tan inmenso en su poder, capaz de alcanzar a Luke cuando Alex lo tocaba? El guardia lo empujó de nuevo y tropezó, evitando los intentos de Alex para atraparlo. Luke había visto demasiado. Las imágenes eran bastante extrañas, irreales, y fue despojado con la sorpresa de ver los enigmas en el interior del hombre que amaba. Finalmente llegaron a una amplia zona de la caverna, los techos eran tan altos que no podían verse y en el centro había una mesa de piedra, un altar, y un hoyo profundamente cavado. Luke miró a Alex a la cara, viendo paz y tranquilidad en ella. Brotaba lejos de Alex, rodeando a Luke de un manto de seguridad, Alex no iba a dejar que le pasara nada, mucho le estaba prometiendo su amante. Arriseth se volvió hacia Alex, con el cuchillo en la mano, y el hombre detrás de este lo empujó hacia delante hasta que el cuchillo estuvo a centímetros de la piel bajo la camisa rasgada. Alex miró el lugar donde estaba Luke, tomando una última mirada, y luego cerró sus ojos deliberadamente y con fuerza. Arriseth sonreía con una sonrisa perversa y entonaba las antiguas palabras. Dibujando con los labios apretados una mueca triunfal hundió la antigua hoja en el pecho de Alex. Se detuvo. Suspirando lejos de la piel marcada con cicatrices y tatuajes se detuvo, y Alex deliberadamente abrió los ojos. Luke se tambaleó hacia atrás, había de repente el fuego más terrible, horroroso, donde Alex había tenido antes su color avellana como si se quemara desde el interior. Alex se quedó un instante, inmóvil como piedra tallada, y Luke sabía que no era Alex, la conexión entre ellos fue cortada limpiamente. Arriseth se congeló, no podía moverse, sus ojos abogando por la liberación, y Luke vio como Alex inclinó la cabeza hacia un lado, el rojo en sus ojos aún encendidos. Movió su mano en un gesto casi desdeñoso, dejando caer de las manos de Arriseth el cuchillo al suelo junto a sus pies. Con otro pequeño movimiento de sus dedos, llamas repentinas aparecieron en el hoyo a la izquierda de ellos, las llamas bailaban en un intenso azul y blanco con terminaciones de rojo y naranja, era hermoso y terrible al

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mismo tiempo, la paz total tanto en Luke como en Alex, o Athanasios controlando las llamas en la apertura de la grieta. Luke no tenía miedo, pues no se podía conectar con Alex, pero Alex, quienquiera que fuera, no le haría daño. —No deberías haberme traído hasta aquí, hijo de Seth —era la voz de Alex, pero retorcido, profundo y reverberante con el gruñido del fuego—. Solo me has hecho más fuerte y hemos esperado tanto tiempo para finalmente terminar esto. —Mátalo —gritó Arriseth, liberado del congelado aislamiento y echándose hacia atrás, sus ojos desorbitados por el miedo. Dos balas se apresuraron a salir de las entrenadas armas sobre Alex. Luke gritó una advertencia, pero vio desmoronarse las balas incluso antes de que alcanzaran a Alex, al igual que si golpearan una barrera de piedra. Alex sacudió la muñeca, murmurando palabras que Luke no había oído antes, y dos arcos de fuego se levantaron desde la fosa consumiendo a los tres hombres con las armas en un instante hasta que no eran más que esqueletos ennegrecidos. Arriseth gritó de nuevo, un ruido profano, cuando Alex lo guiaba sin un solo toque por el borde de la fosa, los pies del hombre mayor deslizándose y arrastrándose, suplicando por su vida. Trató inútilmente de apoderarse de la camisa de Alex, el material blanco se rasgó aun más en sus manos. —Por favor Athanasios, déjame vivir... yo te serviré. —Declaró Arriseth y Luke esperó, se dio cuenta que necesitaba respirar, Arriseth estaba cerca de caerse al fuego. —No tengo ninguna necesidad de adoración —ofreció Alex con un tono de orgullo en su voz, y Luke podía ver el horror en los ojos de Arriseth. —Por favor, Athan… por favor… los dioses… no… —Esta espera interminable termina aquí —dijo simplemente Alex, haciendo caso omiso de cualquier suplica, y sin más palabras soltó a Arriseth que cayó gritando a la fosa, el cuerpo del hombre mayor confundiéndose entre huesos y cenizas antes de que incluso golpeara en el suelo de la hoguera.

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Luke retrocedió, hasta que su espalda chocó contra la pared, el miedo dentro de él cuando Alex desapareció ante sus ojos, la forma física del hombre que amaba se convirtió en una criatura de fuego, dolor y muerte. El fuego seguía quemando, y Luke no quería morir, no quería pensar que Alex ya no existía. Vio como el hombre que sabía debía ser el hijo mayor de Athanasios lo buscaba en las sombras y señaló con el dedo hacia él. Luke, de repente careció de miedo, sentía paz arrastrándose sobre él. —Tengo que ir también, Leucos. —Los labios de Alex se movieron, pero era una voz diferente que Luke no había oído, una voz joven, una voz suave y Luke sintió las lágrimas en los ojos, la belleza en torno a este ángel, una neblina azul, la abrumadora necesidad de decir ¡NO!, para conseguir que se quedara. —Alex… Athanasios… quédate… El alto hombre se agachó delante de Luke, sus ojos todavía enrojecidos por el fuego, pero su rostro casi triste, con una sola mano secando las lágrimas en el rostro de Luke, —Alex está aquí conmigo, Leucos, sé que él te ama tanto como a su próximo aliento, tú eres la mitad de un todo… no puedo quedarme… yo nunca estuve destinado a ser. —Nadie tiene que saber… Alex… —pero no era Alex, esta aparición delante de él, no era Alex, nunca más. —El Oráculo debería haber cesado su existencia hace siglos. No tenemos ninguna razón de porqué los dioses habían elegido este momento para enviarme aquí. El Oráculo no puede vivir —Athanasios habló con cuidado, como si la parte de él que Luke había conectado tratara de alcanzarlo, tratando de hacerlo entender. Todo lo que Luke podía hacer era mirar con desesperación mientras Alex se ponía de pie, levantando el cuchillo y mirándolo con curiosidad. Alex le dio la espalda a Luke y tiró del material suelto blanco que lo cubría hasta quedar desnudo de cintura para arriba. Luke miró con horror como cada cicatriz, cada corte de Dios y hombre, era una separación encendida, la piel, el ave, el ave fénix en su espalda, cruelmente en negro y rojo con sangre, girando y retorciéndose bajo la piel lesionada. Él se volvió hacia Luke y giró el cuchillo, la hoja hacia su piel, y por un breve momento de conexión Luke pudo ver a Alex en esos ojos llameantes, antes de que

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Athanasios hundiera el cuchillo alineado y certero, profundamente en su propio pecho. Por un segundo se puso de pie, con la boca en un grito silencioso, en el borde mismo del fuego. Sus ojos se cerraron, y luego poco a poco y despacio, se dejó caer en el abismo de las llamas. Consumiéndose en los extremos del fuego antes de que Luke tuviera incluso tiempo de gritar.

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Capítulo 39 Luke sollozó el nombre de Alex una y otra vez, llamó a Athanasios, negándose a creer que ambos se habían ido, incluso después de que el templo interior estuviera oscuro y no pudiera oír nada, sino el sonido de su respiración entrecortada. La pérdida repentina y el cansancio abrumador, lo mantenían pegado contra la pared, con las manos agarrando la fría piedra. —Leucos —una voz suave, una voz de mujer y Luke parpadeó cuando un resplandeciente brillo blanco se fundió en una mujer que se agachó delante de él, envuelta en seda blanca alrededor de su esbelta figura, su pelo largo y salvaje sobre el rostro en forma de corazón. La voz era débil, resonando con las sílabas de la antigua Grecia, sus ojos color avellana brillaban por las lágrimas, y el resplandor de otro mundo que salía de ella encendió el altar y el pozo al lado de él. —¿Qué… ? ¿Quién…? —Era todo lo que conseguía decir, su voz ronca de tanto gritar y llorar, con la cabeza conmocionada por los golpes tenía a sus pensamientos fuera de lo racional. —Mi hijo tenía que irse. Mi hijo había muerto en mi mundo. Leucos… ¿entiendes eso? —Luke se limitó a asentir, ¿cómo podía él entender todo esto? ¿Cómo podía comprender que el Oráculo tenía que morir, qué no podía estar aquí para ser utilizado por otros que querían sus poderes? —Athanasios era sólo un niño, tan hermoso, tan feliz, lleno de vida y Seth tomó eso de él, tomó su inocencia, torturándolo y tatuándolo, y oraba a sus dioses por el poder del Oráculo. —Pero… Alex… —Ellos me prometieron a mi hijo en cincuenta generaciones, pero lo colocaron en un mundo que todavía no está listo para el Oráculo, lo mantuvieron y lo marcaron con el nombre de su compañero del alma, luego lo dejaron en el mar. No tuvo infancia y nunca se asustó, se dio cuenta del poder que estaba dentro de él o que su suerte estaba echada ya. —Ella se

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veía tan triste, la pena bordeaba cada palabra—. Yo no quería dejarlo pero no podía dejar que Seth lo tuviera… Simplemente no podía dejarles tener mi sangre. No tenía elección. La conexión entre una madre y su hijo es visceral, permanente. —Pero nuestra conexión… tuvimos... Nos conectamos… —Dijo Luke, perplejo sin palabras que decir, sin saber las preguntas que debía hacer, pero nunca cuestionó la cordura de hablar con esta aparición. —Tú eras su destino, Leucos, por lo que tu nombre fue dado a él, era el destino que sus hilos se cruzaran, pero nunca fue diseñado para ser por mucho tiempo. —Está... él solo ahora… dónde está… está solo… ¿Cómo un niño? —Luke se atragantó cuando hizo la pregunta. La dama blanca sonrió suavemente. —Athanasios no está solo, yo me voy con él, y estaremos felices Leucos, me aseguraré de eso —Hizo una pausa, de pie mirando hacia el cielo, el dolor retorcía sus facciones. —Tus amigos llegan… para ayudarte. Tengo que irme… Pero también debes saber esto Leucos, a través del Fénix tu Alex va a vivir, va a renacer entre las llamas. No todo está perdido para ti —dijo ella con sencillez y en un abrir y cerrar de ojos, en el tiempo entre una respiración y otra, ella se había ido, el resplandor blanco a su alrededor también se fue, hundiendo a Luke en la oscuridad. —Luke… —La luz de un teléfono móvil le llegó a la retina y Luke retrocedió de ella, con una maldición en los labios. —Chris, él está aquí… Luke… joder... ¿estás bien? ¿Dónde está Alex, y el resto de ellos? —Luke sacudió la cabeza, no sabía que decir, sólo sabía que de alguna manera, por alguna razón, tenía que ver las llamas muertas, era necesario finalizar, aunque sólo fuera para ver que las cenizas estaban en el hoyo. Cuidadosamente se arrastró hasta el borde, mirando hacia abajo en la nada… una profunda oscuridad vacía. Una sola palabra empujó en su cerebro, aguijoneó sus recuerdos: fénix, el ave fénix quemado y agrietado en la espalda de Alex… Podría ser que…

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—El teléfono móvil… —logró decir, el ímpetu de mirar, la necesidad de ver, de repente envió una chispa de adrenalina a través de él mientras se aferraba al móvil y dirigía la luz hacia la oscuridad. No era una luz fuerte, pero suficiente para demostrar que el hoyo no era tan profundo como él esperaba, tal vez no más de cinco metros de profundidad, y la luz mostró que el pozo no estaba vacío. El fuego se había ido y acostado en la base de la fosa había un cuerpo, arrugado y colocado en un ángulo extraño. Un hombre alto… ¿Alex? Con cuidado, Luke se movió para sentarse, luchando, el teléfono aún en la mano, sobre el borde del hoyo rezando para que la caída en realidad no fuera tan mala, y caer en cuclillas junto al cuerpo. Alex. Desesperado, rodó por encima del hombre, para sentir su pulso, sin encontrar nada en un principio. Los sollozos se iniciaron en su pecho, mientras levantaba la cabeza de Alex en su regazo y le susurraba naderías en la oscuridad, los dedos tratando de encontrar el pulso, finalmente, un leve aleteo… —¡Alex, Alex! Griff, Chris, él está vivo. Vamos a sacarlo. Como sea. Ayúdenme… Griff bajó de un saltó al hoyo y entre los dos manipularon a Alex por encima de los lados, lados que no eran tan escarpados como en un principio se veían, pero en realidad se apoyaron y nivelaron con asideros, hasta que por último los tres hombres estuvieron fuera del hoyo, Alex, aún frío, establecido entre ellos, desnudo por completo y fundido en las sombras de la luz del móvil. —¿Qué jodidos, Luke? —Preguntó Chris, trazando una mano por la espalda de Alex, una espalda lisa y sin marcas—. ¿Dónde están los tatuajes? Luke negó con la cabeza, él no sabía, no podía ni siquiera empezar a comprender por qué el hombre que vio saltar a su muerte entre las llamas ahora estaba inmóvil y sin marcas tirado en el suelo a su lado. —Él esta vivo y es todo lo que tiene que preocuparte por el momento… —dijo Griff en voz baja —eso, y ¿cómo diablos nos llevamos casi dos metros de músculo desnudo por la montaña?

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Capítulo 40 Se llevaron al gigante dormido de vuelta a la casa de Thanos. Su pálida cara, su piel totalmente sin marcas excepto por el nombre grabado en la cara interna del muslo, el nombre que Luke asumió había sido puesto ahí por los mismos dioses. Recordó lo que la madre de Athanasios le había dicho, que Luke era de alguna manera el destino de Alex, pero no podía precisar cómo se sentía. ¿Era su destino el cruzarse con Alex o con Athanasios, o simplemente para ser parte de la muerte del Oráculo? Se dejó caer de nuevo en la dura silla, en busca de pistas en el alborotado pelo largo de Alex, en la punta de la nariz inclinada, los ojos de gato cerrados, su cuerpo largo y tendido, limpio de nuevo en la cama delante de él. Le hubiera gustado tener respuestas, pero ni siquiera sabía por donde empezar con el rompecabezas. Griff le trajo el café, el desayuno, el almuerzo, la cena, más café, agua embotellada, y hacía pequeños comentarios que hacían sonreír a Luke. Al parecer, Chris era un paciente hijo de puta malhumorado y Griff pasaba pequeños retazos de información casi siempre involucrando al maniático de Chris, aliviando así un poco de tensión en el autoritario Griff. El médico había ido a visitarlo, el médico de Thanos, todavía de luto por la muerte de su amigo. No pudo encontrar nada malo en Alex. —No es estado de coma, simplemente está durmiendo el sueño de los muertos. —Declaró el médico. Luke hizo una mueca en la terminología y el doctor frunció el ceño ante su propia estupidez y se disculpó, antes de recoger sus cosas e irse. Luke sólo le sonrió, asintiendo con la cabeza a las instrucciones recibidas, dejando caer los papeles que el médic o dejó en la mesilla de noche volviendo a su posición sentada. Pasaron tres días antes de que Alex empezara a mostrar signos de despertarse, el cambio en su sueño, abriendo y cerrando las manos sobre las blancas sábanas, moviendo los párpados, como si estuviera en mitad de un sueño y Luke se acercó, sentándose a un lado de la cama. Apoyó una mano en su pecho, sin pensar que realmente echaría de menos la chispa de color azul eléctrico que conectaba a Luke con Athanasios. Se sentó en silencio e

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inmóvil, hasta que el sol comenzó a pintar en el cielo los colores rosas del alba que se movían al caer a través de brechas en las cortinas, el aire temprano de la mañana se filtraba por las ventanas abiertas. La luz que entraba cayó en franjas sobre el pecho de Alex y su mano se sentía cálida y reconfortante, Luke se estiró torciendo el cuello y sintiendo un crac en la columna vertebral, era la protesta de su espalda entumecida por la posición en la que había estado sentado. —¿Luke? —La voz era rasposa, gastada y cansada, pero todo era Alex. Luke miró hacia abajo, viendo como la mano de Alex se trasladaba a cubrir la suya, su rostro estaba confundido, su mirada en blanco. Debió darse cuenta de que la conexión se había ido, pensó Luke con tristeza. —Hey —ofreció como respuesta—. ¿Cómo te sientes? Las lágrimas se formaron en las esquinas de los ojos de Alex siguiendo por el lado de su cara hasta humedecer el algodón debajo de él. —Perdido —fue todo lo que Alex dijo y cerró los ojos otra vez, sin soltar la mano de Luke, su respiración serena, sus rasgos suavizados por la preocupación. Pasar, de saber lo que pensaba la gente, sentir la emoción, de ver cosas que otros sólo han soñado… a de repente tener esta existencia frágil, normal… Luke estuvo de acuerdo; debe ser igual a estar perdido.

Chris finalmente se levantaba y estaba alrededor, y mucho más tranquilo ahora que no tenía que cumplir reposo en cama. Él y Griff pasaban mucho tiempo en la cocina, tomando café, revisando de vez en cuando el sueño de Alex y a Luke que parecía de luto. Pasaban el tiempo hablando y aprendiendo más el uno sobre el otro. Hablaron de muchas cosas, de historia y del futuro, fueron a la playa privada y tiraron piedras en el mar Egeo. Era una existencia idílica, el tiempo parecía parado, a pesar de que la curación en el pecho de Chris significaba que antes el Ejército querría su libra de carne, esto se cernía en

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el horizonte como una amenaza. Era esa amenaza la que tenía a Chris en el teléfono en este momento, en un acalorado debate con Stewart. —¿Habrá un consejo de guerra? —Exigió Griff tan pronto como Chris terminó la llamada. Cada vez más y más ansioso mientras Chris se quedó ahí con los ojos cerrados y su respiración entrecortada y forzada. —Chris… por favor, hombre… —No —dijo finalmente—, no hay un consejo de guerra… honrosa descarga… no se menciona lo que pasó... nada en mi registro. — Básicamente, Stewart estaba cubriendo su espalda en su fallido intento, no autorizado, de mantener los conocimientos de Luke para que otros los pudieran usar. Griff se limitó a suspirar, de pie detrás de Chris, sus manos enredándose hacia delante. No sabía que decir, el alivio de que Chris no se enfrentara a la encarcelación era palpable y finalmente, sólo había una cosa que podía decir. —Yo creo —dijo en voz baja, dando la vuelta y poniendo un beso en la mejilla de Chris—, que ahora tenemos tiempo para que te muestre mi mundo. Para nosotros.

Cuando Alex despertó después, estaba un poco menos desorientado, y recobró la conciencia después de que realmente mantuviera una conversación. Comenzó a sentarse en la cama en cortos periodos de tiempo, el agotamiento seguía marcado en su piel grisácea e incluso comenzó a levantarse de la cama para unirse a los otros tres en la cocina para las comidas y la conversación. Hoy era el cuarto día que Alex estaba consciente, dormía en este momento, acurrucado de lado con la colcha alrededor de su cuerpo. Era obvio que estaba soñando, y Luke se preocupó de que fuera una pesadilla, sentado en la cama junto a él dejaba un ligero toque sobre su piel con la esperanza de que calmara sus sueños.

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Alex despertó despacio, rodando sobre su espalda y volviendo a enterrar su cara contra Luke, abrazado a su toque y luego se echó hacia atrás. Él obviamente aún se aferraba a las imágenes parecidas a una tela de araña de sus sueños, mitad dormido, mitad despierto, dijo simplemente. —Athanasios está con Elysia, su madre. Todo está bien ahora. Luke sonrió, desplazando su silla hasta la cabecera de la cama de Alex y estrechando su mano. Suavemente, apretó la mano, traspasando su felicidad por esa declaración a través del tacto. No hubo ninguna conexión empática. Nada. Durante un segundo le pareció a Luke que Alex parecía un niño perdido, parpadeando inseguro mirándolo a él, con los ojos brillantes de lágrimas. Luke no podía imaginar como se sentía Alex. ¿Cómo debía ser haber tenido una vida conociendo los sentimientos de otros, los pensamientos, y todo ello ser despojado por el fuego con la precisión del bisturí de un cirujano? Todo lo que Luke sabía era que extrañaba muchísimo la conexión, quería el tacto de su amante llenándole la cabeza, lo anhelaba. Cuando Alex cerró los ojos y su respiración se igualó en el sueño, Luke se encontró imaginando la vida de Alex sin esa conexión. Le dolía tener que admitirlo, pero también se preguntó que sería hacer el amor para Alex, sin el vínculo con Luke que los llevaba tan alto tan condenadamente rápido. Se acomodó en su silla con otro volumen de la biblioteca de Thanos en sus manos. Se sentaba aquí todos los días con Alex, cada día aprendiendo más de la venerada Grecia de Thanos, y cada día se sentía más fuera de su terreno. Pasó una hora al teléfono con la Universidad, citando razones personales, a partir de hoy era simplemente Luke, especialista en lenguas antiguas, no Luke, profesor de idiomas. No fue tan duro como él se imaginaba, para qué lado de la enseñanza debía ir su vida, no cuando lo equilibraba con la decisión que había tomado, quedarse con Alex en cualquier parte donde él fuera después. Él sólo quería despertar a Alex adecuadamente para poder hablar. —Nos vamos ahora Luke.

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Luke se sobresaltó, no había oído entrar a Chris en la habitación antes de que hablara, y el mismo se puso en pie con un estiramiento y un bostezo. —Está bien —respondió, mirando cuando Chris vaciló a los pies de la cama de Alex, pensativo. —¿Va a estar bien? —Susurró Chris y Luke se encogió de hombros. Él no tenía una respuesta a esa pregunta. —Cada vez que se despierta parece más lúcido —dijo Luke clínicamente, a sabiendas que Chris no quería decir eso, que en realidad estaba tan preocupado como Luke en cuanto a cómo Alex iba a hacer frente a la aparente pérdida de sus conexiones empáticas. Chris asintió, perdido en sus pensamientos, antes de girar ante Luke y extender su mano, que Luke aceptó sin dudarlo. —Ha sido un viaje interesante, profesor —sonrió, mirando brevemente hacia atrás a Alex—. Cuida de él y mantenme informado —Luke no tenía amigos, no tenía tiempo ni espacio para ellos en la cabeza, pero este hombre que estaba delante de él… quería mantenerlo y llamarlo amigo. —Lo haré Chris, lo haré. —Soltando sus manos Chris se movió hasta la puerta—, te avisaré cuando lleguemos a Inglaterra, y tú y Alex… vengan a visitarnos. Luke siguió a Chris hasta la gran puerta delantera, estaba abierta, un 4x4 aparcado lo esperaba con Griff al volante. Griff saludó desde el coche, una sola vez, concentrado en Chris, que subía en el asiento e intentaba ponerse el cinturón torpemente con una sola mano. Era hora de que los dos hombres se alejaran, para dejar a Alex y Luke sanar por si solos, en su propio tiempo y en su propio espacio. Por mucho que le doliera verlos partir, sabiendo que iba a estar solo en esto, Luke les hizo señas con una sonrisa en su rostro asegurándoles que él y Alex iban a estar bien. Esperó hasta que el vehículo salió por las puertas antes de cerrar la puerta principal y decidir que ahora era un buen momento para tomar un café.

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Cuando entró en la cocina se encontró ante un espectáculo de belleza singular. Alex estaba despierto vestido con un chándal suelto de pie en la playa mirando el océano. Cuando Alex se aventuró a empezar a bajar, hacía aproximadamente cuatro días que simplemente se quedaba en la puerta, mirando hacia el mar, escuchando, observando, pero sin moverse para tocar la arena dorada. Ahora, sin embargo, se movió más allá de la terraza, hacia afuera sobre la arena, con los pies descalzos, torciendo los dedos en la húmeda arena de la costa. Luke no dudó, simplemente se movió para colocarse al lado de Alex, teniendo en cuenta la media sonrisa en el rostro de su amado, mientras las olas de delicada espuma se depositaban en sus pies, ellos miraron el mismo horizonte, sintiendo su respiración en un ritmo similar. —La casa ahora es mía —comenzó Alex en voz baja—. Parte del dinero también, un poco de dinero realmente. Thanos me lo dejó. —Luke asintió con la cabeza, se preguntó si ese era el caso cuando los abogados habían llegado esta mañana y pasaron una hora dentro de la habitación de Alex. A Luke le pareció lógico que Thanos le dejara algo en su testamento al hombre que llamó su hijo. —Te recordó —estuvo de acuerdo Luke, inhalando una bocanada de aire marino llevando un sentimiento de paz sobre él. —Yo no lo merezco… ya sabes —Alex vaciló en sus palabras, respirando profundamente el aire de la mañana—. Necesito decirte… ya sabes, supongo… Yo era un ladrón —Alex finalmente dijo en voz baja—. Tomaba las cosas que la gente rica deseaba de los museos para sus colecciones privadas. —Luke inclinó la cabeza, ¿era este el modo de Alex de despejar el terreno, asegurándose de contarle todo a Luke, ahuyentándolo? —Lo se Alex. Hace mucho tiempo. —Tengo algo en mi equipaje, a partir de esa primera noche en el museo, los pergaminos que estaban ahí para… —su voz decayó y Luke asintió con la cabeza. Nada que Alex pudiera decir lo impresionaba en este momento. Sintió al académico en él saltar ante el entusiasmo por tener esos pergaminos en sus manos, pero palideció en su aceptación de lo que Alex trataba de hacer.

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—Bien —fue todo lo que dijo, y no por primera vez Luke maldijo la pérdida de su enlace con este hermoso hombre, cuando miró a los verdes ojos de Alex tratando de leer su expresión. ¿Por qué Alex realmente le decía todo esto? ¿Esperaba que se enojara por lo que estaba diciendo? Verdaderamente él debería estar enojado. El resentimiento dentro de él era para las personas que escondían los objetos para sus propias colecciones. Sin embargo, Alex estaba aquí. Alex. Por supuesto, ¿debería el hombre saber que lo que Luke sentía por él iba más allá de cualquier historia de lo que ninguno de ellos había hecho antes de conocerse? —¿Bien? —respondió Alex finalmente, haciendo una mueca cuando Luke lo miró directamente a los ojos y asintió con la cabeza, simplemente. Luke adivinaba lo que sentía Alex, no tenía que ser empático para saber que era una conversación para tener otro día—. ¿Te vas a quedar? — Preguntó Alex, mirando a otro lado y centrándose en el lejano horizonte, donde las olas comenzaban su viaje a tierra. ¿Te quedarás aquí conmigo? —Tengo que volver a casa, a… aclarar las cosas ahí… pero, sí, voy a volver aquí contigo —la voz de Luke era firme, la pregunta que le había hecho era muy fácil para su respuesta—. Te amo Alex, no podría alejarme de ti durante más de un minuto. No pienses que soy una persona fácil de espantar. Fue Alex quien tomó la mano de Luke, y fue Luke quién sin pensar alcanzó su propia mano para tocarlo. Ambos sintieron la chispa de calor, ambos miraron hacia abajo donde se unían sus manos y un azul tenue de energía cubría sus dedos. —Te amo, Luke —susurró Alex. No había nada más que decir. Parecía que el destino había ordenado, Oráculo o no, que el destino de Luke siempre sería Alex. Y que Alex, la vieja alma o la nueva alma, sería quién llevara el corazón de Luke con él todo el tiempo.

Fin

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Acerca del Autor R.J. Scott vive en las afueras de Londres. Ella escribe desde los seis años, cuando ella se quedó castigada por una infracción que involucraba galletas y escribió una historia. Después de una historia en los dos lados de una hoja acerca de una princesa atrapada, una amante escritora había nacido. Ella ama leer cualquier cosa de thrillers de ciencia ficción u horror; sin embargo su real amor siempre ha sido el mundo del romance. Su meta es escribir historias con emoción y romance, problemas en el camino para alcanzar la felicidad y ser felices para siempre. Visítala en:

www.rjscott.co.uk O en su email:

[email protected]

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Coordinación del proyecto Cinty

Traducción Lillian

Corrección/Revisión Mar-Ross/Mila-Visionepica

Edición, Diseño y formato Visionepica

Limpieza de Portada Clau ¡Y no olvides comprar a los autores, sin ellos no podríamos disfrutar de todas estas historias!

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