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OPUS PHILOSOPHICAE INITIATIONIS Monografía 30 EL TAROT INICIÁTICO Nivel Básico El Tarot Iniciático Frater Phileas A

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OPUS PHILOSOPHICAE INITIATIONIS

Monografía 30

EL TAROT INICIÁTICO

Nivel Básico

El Tarot Iniciático Frater Phileas Arcano 9: El Ermitaño Elementos primarios: Un anciano en una cima. Elementos secundarios: Un farol y un báculo. Esta carta nos presenta a un anciano con barba blanca en la cima de una montaña, con un bordón en la mano izquierda y un farol en la derecha. El primer contraste evidente con la carta anterior radica en que este es un personaje masculino y viejo, mientras que la dama de la fuerza es joven y muy femenina. La escena anterior transcurría durante el día en un entorno verde y lleno de vida, mientras que el ermitaño aparece en un ambiente nocturno en un árido entorno montañoso. Sin embargo, existe una característica que relaciona a la fuerza y al ermitaño: ambos han vencido las bajas pasiones. Al igual que el loco, se encuentra en la montaña, pero ya no camina. Está quieto porque ya ha llegado a la meta y ahora espera a sus hermanos del sendero guiándolos con un candil encendido. Mientras que el loco mira hacia arriba y camina hacia el lado equivocado, el ermitaño obser va el sendero hacia abajo, que llega hasta él desde la izquierda a la derecha. En términos orientales, el ermitaño es un boddhisattva, es decir aquel que “por el ejercicio sistemático de las virtudes perfectas (paramitas), aspira a la buddheidad, pero renuncia a entrar en el completo Nirvana hasta que los demás seres estén liberados”. (1) La barba blanca del ermitaño nos indica que ha recorrido un largo camino, a través de muchas encarnaciones, pero finalmente ha alcanzado la cúspide. Anteriormente hablamos del simbolismo de la montaña y del alpinismo en particular como alegoría del ascenso espiritual. En este caso, el anciano ha logrado su objetivo con la ayuda de un bordón, que sostiene en su mano y que ya no necesita usar. Este báculo alude a las enseñanzas librescas y doctrinas que el caminante ha utilizado para avanzar en el sendero, que le han ayudado en el ascenso pero que eran un medio, no un fin en sí mismas.

La etimología de la palabra “ermitaño” implica aislamiento, soledad. Pero esta soledad no significa apartarse del mundo sino alejarse de las preocupaciones mundanas. Del mismo modo, el aspirante debe “vivir” en el mundo pero no “ser” del mundo. (Es el “camino de la salamandra al que aludimos en el arcano del carro) En la Biblia encontramos múltiples referencias a esta “distancia” que toma el espiritualista con respecto al mundo. Por ejemplo, en Santiago 4:4 se lee: “¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye en enemigo de Dios”, y en 1 Juan 2:15: “No améis el mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él”. “Vivamos sosegados entre los agitados”. (Dhammapada) Este aislamiento aún viviendo “en el mundo” a veces es conocido como el camino de la salamandra, pues el aspirante debe imitar a la salamandra que está en el fuego pero no se quema. Los picos nevados que rodean al viejo maestro son el origen del río, como ya vimos en el arcano del loco. El agua, simbolizando la enseñanza espiritual que procede desde lo alto, se precipita a las tierras bajas para que los profanos y aspirantes puedan beneficiarse de su frescura, y finalmente sentir la necesidad de aventurarse en la búsqueda del origen de ese líquido maravilloso. El farol que el personaje sostiene en su mano derecha actúa como un “faro” para los peregrinos que intentan llegar a la cima, como se describe en el Nuevo Testamento: “el que practica la Verdad viene a la luz” (Juan 3:21) El faro es un antiguo símbolo de orientación hacia el buen camino, brindando a los navegantes la información necesaria para que puedan guiarse aún en la noche más oscura y en la tormenta más salvaje. La escritora ocultista Alice Bailey ha utilizado en varias ocasiones la alegoría del faro para representar la “luz interna”. En una de sus obras señala: “Podría decirse que la luz interna es como un faro que escudriña el mundo del espejismo y de la lucha humana, lo que un Maestro ha denominado “el pedestal del alma y la torre o faro espiritual”. Estos términos transmiten la idea de altitud y de distancia, tan características en el acercamiento místico. El poder para utilizar esta luz, como agente disipador, sólo se obtiene cuando dichos símbolos ya no se tienen en cuenta y el servidor empieza a considerarse como luz y centro de irradiación”. (2)

El propio Jesús les dijo a sus discípulos: “Yo soy la luz del mundo: el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la luz de la vida”. (Juan 8:12) simbolizando él mismo el sendero espiritual, concepto que repite en otro célebre pasaje bíblico al decir: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6), que los sectarios cristianos toman al pie de la letra, descartando la posibilidad de iluminación en otras religiones. No obstante, la ocultista rusa Helena Blavatsky lo dijo muy claramente: “los estudiantes de filosofía esotérica ven en el sabio nazareno (Jesús) un Bodhisattva animado del espíritu de Buddha mismo”. (3) Este tema se estudia más profundamente en una monografía anterior. El simbolismo lumínico es universal y aparece en todas las tradiciones como contraposición a las tinieblas, que no tienen existencia por sí mismas sino que son la ausencia de la luz. Así como la luz es real y las tinieblas una ilusión, podemos concluir –usando como punto de partida a Platón y San Agustín- que el odio es la ausencia del amor, el mal la ausencia del bien, el frío la ausencia del calor, etc. La cima de la montaña, que simboliza la unión del cielo y la tierra, también es considerada el “axis mundi”, el centro del mundo o eje de la tierra. Según el simbolismo arcaico, el pasaje de la circunferencia al centro implica la transición de lo externo a lo interno, de la diversidad a la unidad. En otras palabras, el regreso a casa, al Paraíso, donde se encuentra el árbol de la vida del cual hablamos en la carta de los enamorados. (NOTA: El árbol sagrado también puede ser considerado simbólicamente como el “axis mundi”) Por esta razón, la cumbre donde se halla el ermitaño marca el fin del camino, el destino último del sendero espiritual. El Arcano 9 del Ermitaño nos enseña: * El papel del Maestro espiritual * El concepto de bodhisattva * Seguir las huellas de los que nos precedieron Hito para el discípulo: “Sigue las huellas de los Maestros”.

Arcano 10: La Rueda de la Fortuna Elementos primarios: Una rueda girando con la palabra “ROTA”. Elementos secundarios: Los cuatro animales de la visión de Ezequiel (León, águila, toro y hombre), una esfinge con una espada, Hermanubis y una serpiente. El décimo arcano está lleno de símbolos relacionados con las tradiciones judeocristiana (Ezequiel, Apocalipsis) y egipcia (Hermanubis, Tifón, la esfinge). Si comparamos este arcano con el precedente, notaremos que mientras el Ermitaño llegó al pináculo y está estático en la cima, con un báculo en la mano que ya ha cumplido su cometido, la rueda de la fortuna gira y gira, en permanente movimiento, aún en plena evolución. El sabio de la montaña de la montaña ha elegido renunciar al Nir vana para ayudar a sus Hermanos del sendero, y por ello aún permanece en la rueda de Samsara (ciclo de nacimiento y muerte), pero no padece los sufrimientos normales de la humanidad doliente. Según Reginald Ray: “Dado que el apego a la idea del ego ya no constituye el “pegamento” que mantiene unido el “flujo de vida” del bodhisattva, debe ser otra fuerza la que cumpla esa función: es la aspiración y el voto del bodhisattva lo que mantiene unida la fuerza de la vida en una continuidad y lo que le permite a él o ella seguir renaciendo”. (3) Pasando directamente a la rueda de la fortuna, un primer análisis nos llevará a relacionarla con los ciclos, en especial con la ya citada “rueda de Samsara” y –debido a los cuatro personajes que aparecen en las esquinas- a la “rueda de Ezequiel” que son conocidos en la tradición como “Tetramorfos”. Repasando el Antiguo testamento encontraremos la famosa visión del profeta Ezequiel: “Miré, y he aquí que venía del norte un viento huracanado y una gran nube con un fuego centelleante y un resplandor en torno de ella. En su interior había algo como metal resplandeciente, en medio del fuego. De su interior aparecía una forma de cuatro seres vivientes.

El aspecto de ellos tenía la forma de hombre, pero cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas. Sus piernas eran rectas, y sus pezuñas eran como pezuñas de becerro que centelleaban como bronce bruñido. Debajo de sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos de hombre. Los cuatro tenían sus caras y sus alas. Sus alas se juntaban unas con otras. Y cuando se desplazaban, no se volvían, sino que cada uno se desplazaba de frente hacia adelante. La forma de sus caras era la de una cara de

hombre, con una cara de león en el lado derecho de los cuatro, una cara de toro en el lado izquierdo de los cuatro, y una cara de águila en los cuatro. Así eran sus caras. Sus alas estaban extendidas hacia arriba. Cada uno tenía dos alas que se tocaban entre sí, y otras dos que cubrían sus cuerpos. Cada uno se desplazaba de frente hacia adelante. Iban adondequiera que el Espíritu decidía ir, y no viraban cuando se desplazaban. En medio de los seres vivientes había algo como carbones de fuego encendido que se desplazaban como antorchas entre los seres vivientes. El fuego resplandecía, y del mismo salían relámpagos. Y los seres iban y volvían, como si fueran relámpagos. Mientras yo miraba a los seres vivientes, he aquí que había una rueda en la tierra, junto y al frente de cada uno de los cuatro seres vivientes. La forma y el aspecto de las ruedas era como Crisólito. Las cuatro ruedas tenían la misma forma y aspecto, y estaban hechas de manera que había una rueda dentro de otra rueda”. (Ezequiel 1:4) Estos animales aparecen también en el Apocalipsis 4:7: “Y el primer animal era semejante á un león; y el segundo animal, semejante á un becerro; y el tercer animal tenía la cara como de hombre; y el cuarto animal, semejante á un águila volando”. Estos cuatro animales se relacionan a los cuatro elementos (águila-aire, león-fuego; buey-tierra y hombre-agua), así como a los cuatro signos “fijos” del zodíaco (águilaescorpio, león-leo, toro-tauro y hombre-acuario). Hemos dicho anteriormente que los cuatro elementos aluden a la existencia material y a la figura geométrica del cuadrado. El zodíaco y la rueda se pueden relacionar a ciclos naturales y cósmicos, así como a la figura geométrica del círculo. Si percibimos el vínculo entre ambas figuras notaremos que el arcano es una representación de los períodos cósmicos que se manifiestan en la existencia terrenal. Al estudiar este punto, es necesario hablar de la llamada “cuadratura del círculo” que interesó a los antiguos alquimistas y que consistía en tomar como punto de par tida a los dos grandes símbolos cósmicos: el cuadrado (terrenal) y el círculo (celestial), e “identificar y anular los dos componentes en una síntesis superior. Correspondiendo el cuadrado a los cuatro elementos, en el significado de la “cuadratura del círculo” que, en realidad, no debiera denominarse así sino “circulación del cuadrado”, se trataba de obtener la unidad de lo material (y de la vida espiritual) por encima de las diferencias y oposiciones del cuatro y el cuadrado”. (4) El Tetramorfos también representa a los cuatro evangelistas: a) El hombre alado se relaciona con San Mateo, pues su Evangelio comienza hablando de la genealogía “humana” de Cristo.

b) El toro representa a San Lucas, pues su escritura empieza refiriéndose al sacrificio de un buey que hizo Zacarías, el padre del Bautista. c) El león se puede asociar con San Marcos, porque su Evangelio se inicia hablando de Juan El Bautista que tenía una “voz que clama en el desierto”, que se ha relacionado con el rugido del león. d) El águila se relaciona con San Juan Evangelista, pues su evangelio es el más espiritual de los cuatro y por lo tanto se eleva sobre los demás. Y si los cuatro elementos se relacionan con los evangelistas... ¿quién sería el “quinto elemento” o “quintaesencia”? Cristo, por supuesto. De este modo, el sendero crístico es el que nos puede liberar de la rueda de la fortuna. Pasando a la rueda en sí misma, vemos que en ella está escrita la palabra “ROTA” que también es “TARO”, “TORA”, “ATOR”, tal como lo revelamos en otra monografía y que significa: “ROTA TARO ORAT TORA ATOR” que significa “La Rueda, Taro, pronuncia la Ley de Hathor”. También aparecen en la rueda cuatro letras hebreas que son el Tetragrammaton: Yodh, He, Vav, He (YHVH, Yahvé o Jehová), el nombre sagrado de la divinidad hebrea. Y también hay cuatro símbolos en el interior que representan al mercurio (arriba), azufre (a la derecha), sal (a la izquierda) y acuario o disolución (abajo). El mercurio, el azufre y la sal nos guían hacia el trabajo alquímico, aunque desde un punto de vista espiritual podemos establecer una relación entre estos tres elementos y las tres gunas orientales, tal como sugiere Paul Foster Case. Según esta enseñanza, la Naturaleza tiene tres cualidades primarias (gunas) que determinan nuestro crecimiento espiritual. Estas cualidades son: 1) Sattva - Inteligencia, armonía (relacionada con el Mercurio) 2) Rajas - Energía, desequilibrio (relacionada con el Azufre) 3) Tamas - Sustancia, inercia (relacionada con la Sal) Sobre esto dice el Bhagavad Gita: “La Materia tiene tres cualidades, principios o gunas, que se llaman: Sattva o Armonía, Rajas o Movimiento, y Tamas o Inercia. Estos tres atributos vinculan el alma al cuerpo o el espíritu a la materia. Sus vínculos son diferentes pero todos son vínculos.

Sattva, la Armonía, siendo pura e inmaculada, vincula el alma por amor al

conocimiento y a la armonía. Quien está en su poder, renace por causa de los vínculos que le unen al saber y a la belleza. Rajas, la Emoción, es la naturaleza pasional, el deseo que vincula al alma, incitándola a ocuparse de la acción y de los objetos, y que lleva al renacimiento por el apego a la acción. Tamas, la inercia, vincula al alma por medio de los lazos de la negligencia, apatía y prejuicio. Sattva atrae la felicidad; Rajas está ligado a la acción; pero Tamas, al oscurecer la recta percepción, encadena los mortales a la indolencia. Cuando el hombre vence a Tamas y a Rajas, reina solamente Sattva en él. Cuando desaparece Rajas y al ver la Sabiduría en alguien, se sabe que Sattva es la guna que le domina. Allí donde se ve avidez, obstinación, mucha actividad, agitación y deseo, allí ejerce su poder Rajas. Cuando aparece la estupidez, la pereza, la vanidad y la falta de ideas, Tamas está en el trono. Si en la hora de su muerte prevalece la armonía, el hombre va a los mundos de los grandes sabios. Pero si prevalece la Emoción, el hombre renace entre los inclinados a la acción. Y si desaparece en la inercia, vuelve a nacer entre los ignorantes. El fruto de una buena acción es puro y armónico; el fruto de la Emoción es, en verdad, el sufrimiento, y el de la inercia es la ignorancia. De la Armonía procede el Conocimiento; de la Emoción, el Deseo, y de la Inercia, el error, la ignorancia, la pereza. Los que están situados en la Armonía, ascienden a lo alto; los activos moran en la región intermedia, y los inertes se hunden en las más viles cualidades”. (5) Entre rajas y tamas, el hombre debe buscar el equilibrio (sattva) mediante un estilo de vida armonioso, sereno y espiritual, aún en el mundo acelerado en el que vivimos. El aspirante espiritual debe superar el tamas a través de rajas, y éste a su vez por medio de sattva. Junto a la rueda aparecen tres personajes de la mitología egipcia: la esfinge, Hermanubis y Tifón-Set, que en el tarot de Rider-Waite se representa en forma de serpiente. La esfinge tiene en sus manos una espada que simboliza la ley, que

volveremos a apreciar en el arcano de la Justicia. Hermanubis es, en realidad, una fusión entre los dioses Hermes (Grecia) y Anubis (Egipto), el revelador de los misterios del mundo inferior, que no es el Hades ni el infierno sino la existencia terrenal. Su postura es ascendente, mientras que al otro lado aparece Tifón-Seth (serpiente) que es la fusión otros dos personajes: el monstruoso Tifón (Grecia) y Seth, el dios egipcio de las tinieblas. Estos seres simbolizan las fuerzas que hacen mover la rueda del destino, aquellas fuerzas que nos hunden y nos hacen levantar, reforzando además el concepto de las tres gunas: rajas (Hermanubis), tamas (Tifón) y sattva (Esfinge). El hombre está atado a la rueda de Samsara por ignorancia y apego, y para liberarse de ella debe seguir su dharma y dejar de generar karma, cambiando radicalmente los comportamientos, las pasiones y los pensamientos que nos atan a esta rueda. El Arcano 10 de la Rueda de la Fortuna nos enseña: * El ciclo de renacimientos al que estamos sujetos * La liberación a través de la “imitación de Cristo” * Las tres cualidades de la materia o “gunas” Hito para el discípulo: “Libérate de la rueda”. Arcano 11: La Justicia Elementos primarios: Una mujer sentada en un trono sosteniendo una balanza y con una espada en la mano derecha. Elementos secundarios: Dos columnatas y un velo. En este arcano aparece una mujer inmóvil en un trono sosteniendo en sus manos una espada y una balanza de dos platos. Esta carta es opuesta a la anterior porque todo en ella nos sugiere quietud e inmovilidad, mientras que la rueda de la fortuna giraba sin cesar y insinuaba un movimiento continuo. Por otro lado, la carta anterior estaba relacionada con los ciclos y la rueda de samsara (nacimiento y muerte), mientras que ésta la complementa ya que simboliza la ley que equilibra, la justicia cósmica o ley del karma (causa y efecto). Según la doctrina esotérica, el lapso de maduración del karma es más largo que la duración

de una vida humana, éste tiene que actuar necesariamente en varias encarnaciones, que constituyen en su conjunto la rueda de Samsara. Este principio de “causa y efecto” es uno de los pilares del “Kybalión”, donde los Tres Iniciados explican que: “toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo a la ley; la suerte no es más que el nombre que se le da a la ley no reconocida; hay muchos planos de casualidad, pero nada escapa a la Ley”. (6) La corona de la mujer que aplica la justicia evidencia su campo de acción: la vida material, ya que la misma posee un cuadrado (símbolo de los cuatro elementos y de la materia) y tres divisiones que representan a las tres gunas, que estudiamos en el arcano anterior. Dicho de otro modo, la corona significa que la dama reina (se impone) en el mundo material. La balanza sugiere equilibrio, la búsqueda de la compensación a través de sus dos platillos. El símbolo es antiguo y nos recuerda al dios Anubis, que pesaba en una balanza el corazón de los difuntos con sus buenas obras en un plato y la pluma de la verdad en otro, que contenía las malas acciones terrenales. En Grecia, la diosa Temis utilizó la balanza como instrumento de la igualdad de los ciudadanos ante la Ley. Mientras que la balanza sir ve como instrumento de juicio, la espada sir ve como elemento de castigo o ejecución. La balanza es horizontal, femenina, receptiva y pasiva, mientras que la espada es vertical, masculina y activa. La espada apuntando al cielo alude a las dificultades del camino hacia la Unidad, hacia “arriba”, donde nos espera el Ermitaño, y la rectitud y el filo de la misma nos recuerda a la cita de los Upanishads que reza: “La búsqueda de la perfección es como caminar el filo de la navaja”. A diferencia de las representaciones profanas de la justicia, que luce una venda en los ojos, en este caso la mirada de la dama es muy profunda y obser va detenidamente a los hombres para juzgarlos imparcialmente, ya que esta justicia no es mundana sino divina, trascendente y por ende “todo lo ve”. La justicia humana es falible y las leyes humanas dependen del país, de la cultura y el tiempo, mientras que la justicia divina es inmutable e infalible. Vivir de acuerdo a la “Ley” es adecuar nuestra vida al Dharma que significa “Ley” o “Deber”, que implica “Orden Universal”, lo que nos conduce al “único camino

correcto”, lo cual ya estudiamos en el primer nivel. Esotéricamente, “seguir el Dharma” es encontrar nuestro camino, nuestra misión en esta existencia y acomodarnos al orden universal, evolucionando armónicamente sin generar karma. Pero, si el ser humano ignora cuál es el cometido de su existencia o bien lo conoce y prioriza otros objetivos materiales, se alejará por consiguiente del Dharma, y, de este modo, deberá seguir encarnando una y otra vez. En este sentido, recordamos que hay dos formas básicas para “encontrar” el Propósito de nuestra vida: La primera forma es la Filosofía: estudiando, reflexionando y formulándonos las preguntas básicas en las que resumió Kant la búsqueda filosófica: “¿Qué puedo saber?”, “¿Qué debo hacer?” y “¿Qué me cabe esperar?”. Este es el camino que seguimos, el que nos lleva a comprender nuestra vida, a interpretar las señales del destino y es el camino que recomendamos a los estudiantes de esoterismo. La segunda manera es más lamentable: el aprendizaje mediante experiencias extremas, generalmente trágicas: el llamado “camino del dolor”. Los accidentes, la pérdida de familiares, las enfermedades incurables y otras circunstancias adversas nos pueden llevar a formularnos las mismas preguntas. Por esto se dice que “el dolor es vehículo de conciencia”, porque nos obliga a reflexionar sobre el sentido de la vida, alejándonos de nuestra comodidad y nuestra somnolencia cotidiana, forzándonos a cambiar. No obstante, muchas personas que pasan por estas crisis no aprovechan las enseñanzas del dolor o simplemente en pocos días vuelven a su vida habitual, regresando a la existencia de autómatas que nos ofrece nuestra sociedad. La decisión es nuestra: o vivimos de acuerdo a nuestro Dharma y evolucionamos, o bien lo ignoramos y generamos Karma, recibiendo golpes y más golpes, vida tras vida. El Arcano 11 de la Justicia nos enseña: * La ley de causa y efecto (karma) * El propósito en la vida (dharma) * El dolor como vehículo de conciencia

Hito para el discípulo: “Ajusta tu existencia a la Ley”. “Si poseyera tan sólo el más pequeño grano de sabiduría, andaría por el Gran Camino, y mi único miedo sería desviarme de él. El Gran Camino es muy llano y recto, aunque la gente prefiere senderos tortuosos”. (Tao Te King) Arcano 12: El colgado Elementos primarios: Un hombre colgado cabeza abajo en una extraña postura. Elementos secundarios: Una rama vertical y otra horizontal formando una “T”. En esta carta aparece un hombre colgado de un pie en una postura inver tida muy curiosa, mientras permanece completamente en paz, sin sufrimiento ni humillación. Esta carta es complementaria a la anterior, ya que mientras la justicia “dicta” la ley, el colgado la “cumple”, pues ha encontrado el Propósito en la vida (Dharma). Y la carta del colgado es opuesta a la anterior porque mientras la justicia está sentada en un trono, con un atuendo sofisticado y en una postura cómoda, el colgado viste ropas sencillas y está en una postura incómoda y precaria. El primer significado que nos revela la carta es la “inversión”, que representa un cambio de perspectivas, una inversión de actitudes y comportamientos que experimenta el discípulo cuando ha avanzado lo suficiente en el sendero espiritual. En este sentido, el colgado está listo para ser iniciado, pues mediante el sacrificio (sacro oficio), ha vuelto sagrada toda su vida y ya no existe en él vestigio de lo profano. La aureola que rodea su cabeza refuerza esta idea de iluminación espiritual. La postura invertida implica un cambio revolucionario en nuestro modo de actuar, pues verdaderamente, el discípulo debe navegar contra la corriente y avanzar en un mundo hostil. Como bien decía Sri Ram: “Lo que diferencia a un tronco flotante de una barca hecha de la misma madera es que esta última tiene remos y puede bogar contra corriente.” ¡Y eso es lo que hace un verdadero discípulo!

Quienes han decidido trabajar internamente, avanzando en la senda iniciática, rápidamente descubren que el “mundo está al revés”. “Donde el camino es más duro, allí debes ir, y lo que el mundo desecha, recógelo. Lo que el mundo hace, no lo hagas; en todas las cosas camina en dirección contraria al mundo. Así te aproximarás a lo que estás buscando”. (Jacob Böehme) Los profanos sin duda se burlarán del “colgado” (el que camina hacia la iniciación) porque su postura es “rara” e inusual. Sin embargo, debemos estar preparados para recibir críticas y burlas de quienes no comprenden la vida espiritual. Ramacharaka aconseja: “Dejad que los niños charlen, riñan y rían, en esto no hay mal y no puede dañar ni a vosotros ni a la Verdad. Que jueguen los niños: esa es su naturaleza. Algún día experimentarán el dolor creciente de la madurez espiritual y pasarán justamente por lo mismo que vosotros pasáis ahora. Fuisteis un día como ellos; ellos serán como vosotros con el tiempo. Seguid el antiguo adagio y que dejad que esas cosas entren por un oído y salgan por el otro”. (8) La postura del colgado tiene una particularidad: sus piernas forman un número cuatro (referido al “cuaternario inferior”) mientras que sus brazos constituyen un triángulo (“Triada superior”), es decir que el discípulo ha logrado integrar en sí mismo la personalidad (yo inferior) y el Ego (Yo Superior). El discípulo está suspendido de un árbol que no está muerto, sino que tiene retoños nuevos, lo cual confirma que aún no ha recibido la muerte mística de la Iniciación. Este árbol forma una cruz “Tau” (letra “T”) que proviene del Ankh egipcio (cruz ansata) y que es símbolo de vida y resurrección. San Francisco de Asís también adoptó este símbolo para su Orden, inspirándose en los justos que se describen en Ezequiel 9:4: “Yahveh dijo: “Pasa por la ciudad, por Jerusalén, y marca una cruz en la frente de los hombres que gimen y lloran por todas las abominaciones que se cometen en medio de ella. Y a los otros oí que les dijo: “Recorred la ciudad detrás de él y herid. No tengáis una mirada de piedad, no perdonéis; a viejos, jóvenes, doncellas, niños y mujeres matadlos hasta que no quede uno. Pero al que lleve la cruz en la frente, no le toquéis”. También puede establecerse un paralelismo entre el colgado del arcano 12 y el dios Odín, que colgó de cabeza del árbol Yggdrasil durante nueve días. Tras este sacrificio, le fueron reveladas las Runas que legó a la humanidad. Posteriormente, la escena nórdica de Odín en un árbol donde alcanza un éxtasis místico es innegablemente simbólica e iniciática, por eso muchos afirman que la carta del colgado tal como la conocemos reproduce el mito de Odín, ya que en la antigüedad europea existieron ritos de pasaje que implicaban “imitar al dios”

dejándose colgar desde un árbol durante varios días, suprimiendo la razón y obser vando la realidad desde otra óptica. En esta faceta, Odín es Hangagud (el dios de los colgados) y el populacho profano le adoró sacrificando prisioneros tras las batallas, ahorcándolos en árboles. Otra interpretación literal del sacrificio de Odín era el suicidio ritual que cometían algunos ancianos nórdicos que habían sobrevivido a las guerras y creían que el dios los admitiría en el gran banquete eterno si imitaban su sacrificio, por lo cual se internaban en la espesura del bosque y se colgaban hasta dejarse morir. El Arcano 12 del Colgado nos enseña: * El sacrificio * La iniciación * La confrontación con el mundo profano Hito para el discípulo: “Rema contra la corriente”. Navegar contra corriente (Delia Steinberg Guzmán) Navegar contra corriente es... Remontar un río cuando éste baja hacia el mar. Enfrentar las olas que van a deshacerse en las playas. Caminar de frente, dando la cara al viento. Ayudar a la Naturaleza cuando todos tienden a ensuciarla y destrozarla. Valorar la vida cuando todos parecen trabajar a favor de la muerte. Mirar los árboles, los animales y las piedras con el mismo respeto que a los humanos. Conseguir un aire puro cuando todos se esfuerzan por contaminarlo. Sentirse libre ante las variadas máscaras de esclavitud con que tratan de engañarnos. Conser var las propias ideas cuando todos cambian según la moda. Vivir un Ideal cuando todos reniegan de todo. Buscar la Belleza cuando todos la desprecian. Ir en pos del Bien cuando todos tratan de hacer y hacerse daño. Velar por la Justicia cuando todos la quebrantan. Sostener la vir tud cuando todos alaban el vicio. Alimentar los sentimientos superiores cuando todos se inclinan por las bajas pasiones. Ser veraz para enfrentarse a la mentira. Profesar el auténtico conocimiento allí donde se elogia la ignorancia. Conser var el sentido común en medio de la locura.

Mantener la serenidad cuando alrededor cunde la angustia. Vivir la fraternidad mientras unos y otros se aíslan y se dividen. Amar la paz en medio de un mundo agresivo. Ser valiente en medio de un mundo débil. Promover el entendimiento entre las gentes cuando todos cierran las puertas de su yo interior. Ser generoso cuando todos se vuelven avaros. Fomentar el amor allí donde crece el odio. Saber escuchar mientras todos pretenden hablar. Disfrutar del silencio cuando sólo cunde el ruido. Apreciar el trabajo por encima del ocio. Desarrollar la voluntad por encima de los instintos. Perseverar en la condición de ser humano a pesar de las circunstancias adversas. Tener fe cuando todos dudan. Creer en Dios cuando todos lo niegan. Levantar los ojos al cielo cuando todos se arrastran por el suelo. Cabalgar en las estrellas al compás del Ritmo Universal.

Arcano 13: La muerte Elementos primarios: Un esqueleto con armadura sobre un caballo blanco y varios personajes que están a su merced. Elementos secundarios: Un río, unas barrancas y a lo lejos se ven dos torres y el sol poniente. En este arcano aparece la gran desconocida: la muerte. En general, los profanos temen a la muerte porque no tienen idea de que nada muere en realidad, sino que todo se transforma, cambia de estado. Por esta razón los místicos llaman a la muerte “transición”. En un maravilloso pasaje del “Bhagavad Gita” leemos las enseñanzas de Krishna: “Como un hombre desecha las ropas viejas y se viste de otras nuevas, así el morador del cuerpo deja el cuerpo viejo y entra en otro nuevo. Arma alguna puede herirle ni fuego abrasarle ni agua humedecerle ni viento orearle. Porque es invulnerable, incombustible, impermeable e inoreable. Es perpetuo, omnidifuso, permanente, incorruptible y eterno. Invisible, inescrutable e inmutable. Si así lo reconoces, no has de afligirte”. (9) Así como la muerte en el mundo físico no significa la aniquilación sino el pasaje de un estado a otro, en el sendero espiritual la muerte simboliza la Iniciación, la

muerte del hombre viejo para que surja el Hombre Nuevo. En el Evangelio de Juan leemos las palabras de Cristo antes de ser crucificado: “Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado. Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor”. (Juan 12:23-26) Esta frase de Jesús que parece enigmática: “El que quiera servirme, que me siga” (es decir que muera), se corresponde con otra muy conocida: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.” (Mateo 16:24) Ahora pasemos a analizar los símbolos de este Arcano. A lo lejos divisamos dos torres, que son las que aparecen en el arcano de la Luna, que es posterior a este, lo cual nos da la pauta de que la Muerte no es el fin del camino sino una etapa del mismo. En este sentido obser vemos a los dos personajes que están detrás de la muer te: un rey y un sacerdote. Estos dos hombres nos guían nuevamente al concepto de “Misterios Menores” y “Misterios Mayores”, que relacionamos con el “arte real” (Arcano del Emperador) y el “arte sacerdotal” (Arcano del Hierofante). El río marca la división, el pasaje a otra etapa y el fin de los Misterios Menores. El rey está muerto: hasta aquí ha llegado su camino, mientras que el sacerdote está dispuesto y reza una plegaria antes de continuar la senda, que no parece fácil de seguir. Según se muestra en la imagen, quienes deseen seguir avanzando por el sendero iniciático tienen que cruzar el río y luego enfrentar más dificultades, representadas por las escarpadas barrancas que tenemos que escalar para llegar a las torres. Y más atrás están las montañas donde recién encontramos al Ermitaño que marca el fin de la odisea. Volvamos a los personajes: atrás aparece el rey que yace en el suelo y el sacerdote que ora. Adelante vemos a una jovencita que muestra pesar (teme a la muer te) y un niño que ofrece unas flores al tenebroso jinete. La joven simboliza a los profanos: se apega al mundo y prefiere ignorar la presencia de la muerte, porque no quiere “morir a lo viejo” ni cambiar un ápice su estilo de vida mundano.

El niño simboliza la pureza y la inocencia del iniciado, y lo vemos obsequiando unas florecillas a la muerte, sin mostrar temor. Sabe que la muerte viene por él y permanece inalterable. Esta escena nos recuerda las palabras de Cristo: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.” (Mateo 18:3) Esta aseveración tan intrigante es abordada en otro pasaje bíblico cuando Jesús dice a Nicodemo: “En verdad, en verdad te digo: si uno no fuere engendrado de nuevo, no puede ver el reino de Dios.” Nicodemo no entendió estas palabras y replicó: “¿Cómo puede un hombre nacer si ya es viejo? ¿Acaso puede entrar segunda vez en el vientre de su madre y nacer?” Y Jesús insistió: “En verdad te digo: quien no naciere de agua y Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne, carne es; y lo que nace del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te haya dicho: es necesario que nazcáis de nuevo”. Para volver a nacer hay que ser “puro” y en esta carta el concepto de pureza se recalca con el caballo blanco (símbolo de pureza), el niño (símbolo de la pureza de intenciones) y la rosa blanca (el deseo purificado). Ya hemos aludido anteriormente al Camino de Santiago original, el llamado “Camino de las estrellas”. El sacrificio del colgado puede equipararse con este camino sacrificado, donde el peregrino debe llegar a Fisterra (el Fin de la Tierra) para quemar sus ropas y “morir” para que nazca el Hombre Nuevo. “El reino de Dios no es sino para quien ha muerto por completo. (Meister Eckhart) Este arcano es opuesto al anterior porque el carácter mortuorio de esta carta se contrapone al colgado, donde los brotes verdes de los árboles nos indican que hay vida. A su vez, la muerte se complementa con el anterior personaje porque el colgado era un candidato a la iniciación y en esta carta la iniciación se muestra en todo su esplendor. El Arcano 13 de la Muerte nos enseña: * La muerte como transición * La pureza de intenciones Hito para el discípulo: “Abandona tu vida si quieres vivir”.

Coloquio de los centauros Rubén Darío Pues de la Muerte el hondo, desconocido Imperio, guarda el pavor sagrado de su fatal misterio. La Muerte es de la Vida la inseparable hermana. La Muerte es la victoria de la progenie humana. ¡La Muerte! Yo la he visto. No es demacrada y mustia ni ase corva guadaña, ni tiene faz de angustia. Es semejante a Diana, casta y virgen como ella; en su rostro hay la gracia de la núbil doncella y lleva una guirnalda de rosas siderales. En su siniestra tiene verdes palmas triunfales, y en su diestra una copa con agua del olvido. A sus pies, como un perro, yace un amor dormido. Los mismos dioses buscan la dulce paz que vierte. La pena de los dioses es no alcanzar la Muerte. Si el hombre —Prometeo— pudo robar la vida, la clave de la muerte serále concedida.

Referencias bibliográficas (1) “Diccionario de la Sabiduría Oriental” (Ed. Paidós) (2) Bailey, Alice Ann: “Espejismo” (3) Reginald, Ray: “El renacimiento en la tradición budista” (4) Cirlot, Juan Eduardo: “Diccionario de símbolos” (5) “Bhagavad Gita”, 14:5-18 (6) Tres Iniciados: “El Kybalión” (7) González, Federico: “El tarot de los cabalistas” (8) Ramacharaka, Yogi: “Curso adelantado de Filosofía Yogi y Ocultismo Oriental” (9) “Bhagavad Gita”, versión de Annie Besant

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