Nueva Galicia

José Eduardo González Amador Historia e Historiografía Regional I La Nueva Galicia como región: siglos XVI-XVII Introduc

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José Eduardo González Amador Historia e Historiografía Regional I La Nueva Galicia como región: siglos XVI-XVII Introducción En este trabajo se pretende hablar acerca de la formación de la Nueva Galicia luego de la conquista de Nuño de Guzmán, explicando como se fueron conformando sus fronteras, pasando posteriormente a hablar de las instituciones tanto seculares como eclesiásticas y la expansión misma para poblar la región en diferentes zonas, para terminar haciendo mención de la situación que se vivía en el siglo XVII y analizar los aspectos demográficos y económicos para poder ver que tanto influyó en la conformación de la Nueva Galicia como una región. Evolución del territorio en el siglo XVI Las fronteras sociales y naturales en el territorio de Nueva Galicia temperaron el ímpetu que tuvo la expansión española por tierra continental durante su presencia en el norte de América en las primeras décadas y siglos posteriores, lo que ocurrió antes con los grupos mesoamericanos durante el primer milenio de nuestra era. Así, el territorio de Nueva Galicia nacería como una extensión desmesurada, de igual manera como casi todos los territorios del continente americano en las primeras fases del asentamiento colonial. Posterior a la entrada de Nuño Beltrán de Guzmán en este territorio, el borde septentrional de la Nueva Galicia se encontraba en la villa de San Miguel de Culiacán y el trazo seguido por el río Petatlán (que actualmente es llamado Sinaloa).1 Por la parte sur, el límite del territorio estaba formado por el curso del río Grande (o río grande de Santiago) cuando se internaba en la provincia de Michoacán. Con esta delimitación se consideraba que a partir de ahí había empezado la conquista del Nuevo Reino en 1530, y las provincias de Colima y 1

Román Gutiérrez, José Francisco, Sociedad y Evangelización en la Nueva Galicia durante el siglo XVI.

México, El Colegio de Jalisco, 1993. p. 28

Zacatula, quedando bajo la jurisdicción de la Audiencia de México, aún así la Nueva Galicia constituyó una entidad dotada de una cierta autonomía con relación al poder central mexicano.2 El sitio ubicado en el pueblo de Troses (o Troxes), que se ubicaba en la provincia de Zacatula –fuera de Michoacán y Colima- marcaba la frontera norte del obispado de Michoacán, a la vez que de la jurisdicción civil de la Nueva España. Todo este territorio comprendido entre la provincia de Culiacán en el norte y el obispado de Michoacán en el sur, fue el asiento de gobernación que la corona otorgó a Nuño de Guzmán de toda la tierra que conquistara, fuera de Nueva España, según cédula emitida en Ocaña el 15 de enero de 1531.3 Viendo a grosso modo el territorio que quedaba bajo la jurisdicción de la Audiencia de la Nueva Galicia, era el de los actuales estados de Jalisco, Nayarit, Zacatecas, Aguascalientes y comprendía también la parte oeste de San Luis Potosí. Hay que mencionar que la provincia de Culiacán era un enclave costero rodeado por territorios que dependían de la Nueva Vizcaya.4 Es ya bien sabido que la elección del sitio en la ciudad de Guadalajara fue algo difícil en un principio, ya que desde la primer fundación, en 1532, encontró su sitio definitivo 10 años más tarde, luego de tres cambios sucesivos. Aunque tampoco fue la ciudad más importante ni la más antigua de las establecidas por Nuño de Guzmán en su gobierno, ya que Compostela había sido la primer capital del reino. Cabe decir que esta extensión territorial, fue en su magnitud excesiva, ya que llegó a ser una frontera para todo tipo de iniciativa social, tanto para el abastecimiento de áreas dispersas con productos de otras regiones, como por la aplicación de disposiciones legales emanadas dela Corona española.

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Jean Pierre-Berthe y otros, Introducción a la historia de Guadalajara y su región en Regiones y ciudades

en América Latina, México, SepSetentas, 1982. p. 132 3 4

Francisco Román Op. Cit. p. 29 Jean-Pierre, Op. Cit. p. 134

Para 1550 Nueva Galicia contaría con dos ciudades (Compostela y Guadalajara), tres villas, (San Miguel Culiacán, Purificación y Espíritu Santo, esta última quedaría despoblada por completo) y varios reales de minas, siendo Zacatecas y Guachinango los más importantes.5

Creación del obispado de Nueva Galicia Fueron los franciscanos la primer orden religiosa que llegó al reino de Nueva Galicia, el 13 de julio de 1548, a través de la bula Super specula militantes Ecclesiae,6 se procedería a la organización definitiva de la provincia con la creación de un obispado y una audiencia. Su sede se establecería en Compostela, aunque Guadalajara, ya en su sitio definitivo desde 1542, sustituiría a ésta, demasiado excéntrica, como centro principal urbano de la Nueva Galicia. Dávila Garibi da noticia que desde el año 1544 Carlos V solicitó al papa Pablo III la creación de un obispado en territorio novogalaico. Durante los años 1545 y 1546, hubo dos candidatos que fueron presentados para ocupar la prelacía: fray Antonio de Ciudad Rodrigo, franciscano, y don Juan Barrios Infante, pero ninguno de ellos ocuparía la sede, el primero renunció y el segundo moriría antes de consagrarse, de esta forma, el primer obispo de la Nueva Galicia sería Pedro Gómez de Maraver, a quién ya se le autorizaba a ocupar la diócesis aún sin erigir mediante Real provisión emitida el 14 de febrero de 1546 en Madrid. Posteriormente, a su llegada a su nuevo obispado, Gómez de Maraver al ver la dificultad de instalar el obispado y la audiencia en Compostela, y viendo que Guadalajara era mejor lugar para vivir y tenía mejor cercanía con la ciudad de México, en 1560 el obispado y la Audiencia fueron trasladados oficialmente de Compostela a Guadalajara, aunque el obispo ya desde 1550 se encontraba instalado ahí sin autorización real. Un hecho definitivo para la ciudad y la región, fue este hecho de concentrar en Guadalajara el poder eclesiástico y las funciones administrativas y judiciales de 5 6

Francisco Román Op. Cit. p. 30 Francisco Román Op. Cit. p. 163

la Audiencia. Aunque en efecto, existieran otras diócesis, sólo había dos audiencias: la de la ciudad de México y la de Guadalajara. De hecho esto generaría controversias con la Audiencia de la ciudad de México, ya que tanto para asuntos de los ramos de justicia civil y criminal, administración común, hasta para la designación de alcaldes mayores y corregidores, la Audiencia de Guadalajara poseía un privilegio de jurisdicción que hace valer vigorosamente contra la Audiencia de México y contra el mismo virrey.7 Por otra parte, es importante mencionar que la diócesis de la Nueva Galicia desbordaba ampliamente las fronteras del territorio de ésta y se extendía ampliamente hacia el este hasta Nuevo León. No tenía límites definidos hacia el norte, cuando menos hasta la erección, en 1621, de la diócesis de Durango. Fue objeto de varios litigios la línea de demarcación que hubo entre la diócesis de la Nueva Galicia y la de Michoacán. La respuesta indígena Luego de lo sucedido tiempo atrás con la guerra del Miztón y de la Chichimeca, los

indígenas

occidentales

seguirían

organizando

rebeliones.

Por

su

participación masiva y su extensión, sobresalió la de los tepehuanes, que duró de 1616 a 1618 y la de 1702, en la que se involucraron fuertemente huicholes.8 La política iniciada en el siglo XVI de congregar indios en pueblos y bautizarlos, había continuado con poco éxito. Muchos de estos indígenas se convertirían en trabajadores asalariados de las minas, junto con los esclavos indios y negros. Hubo dos causas que se pueden rastrar como detonantes: la rápida apropiación por parte de los mineros y ganaderos de la Nueva Vizcaya de las tierras indígenas y la defensa del sistema religioso nativo, así como las formas

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Jean-Pierre, Op. Cit. p. 133 Rosa H. Yañez Rosales, Historia de los pueblos indígenas de México. Rostro, palabra y memoria

indígenas. El Occidente de México: 1524-1816. CIESAS-INI. 2001. p. 164

de reproducción social.9 Al igual que en la Guerra del Miztón, hubo un mensaje con tintes de utopía, permite vislumbrar rasgos de la inconformidad tepehuana. Otro de los levantamientos de importancia fue el ocurrido en 1702 entre los indios de los pueblos de la frontera norteña, principalmente los que pertenecían al gobierno militar de Colotlán. Algunos años antes, se habían concedido una serie de mercedes y composiciones de tierras, por parte del visitador de la zona Francisco Feijoo y Centellas, cosa que afectó en gran medida a las poblaciones indígenas. Posteriormente se levantarían en armas pueblos de distrito dándole muerte a un capitán de Colotlán. Mientras el virrey Juan de Ortega y Montañés convocó a los indios de los pueblos levantados para que fueran a México y pidieran “todo lo que les conviniese”. No habría juicio contra los responsables del asesinato del capitán y por su parte el virrey enviaría un juez privativo en 1703, que formaría los expedientes de donde quizás proceden muchos de los reconocimientos de tierras dados a los pueblos. La creación de la Audiencia de Nueva Galicia Un rasgo muy notable de la historia española durante el período colonial es el inmenso poder e influencia social que ejerció el clero. Las guerras contra los moros había creado un gran entusiasmo religioso en todas las clases sociales y de hecho había pocas familias en la España del siglo XVI que no contaban con ningún clérigo entre sus miembros. Claro estaba también que el poder de la iglesia afectaba en forma notable el ámbito total de la vida económica de la nación. La Iglesia, que era poderosa, no era de alguna manera independiente. Su peculiar poder radicaba grandemente en su estrecha alianza con la Corona. El Patronato Regio fue algo que estuvo celosamente guardado en todos momentos.10

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Ibíd. p. 166 H. Parry, John, La Audiencia de la Nueva Galicia en el siglo XVI, México, El Colegio de Michoacán,

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2010. p. 151

Algo que hizo diferencia fue que, pese a que se quizo tener un estricto control real, en América el clero gozó en la práctica de un grado de independencia mucho mayor que en España. Este control real era naturalmente difícil de hacer cumplir a distancia y aunque los obispos se pudieran mantener a supervisión, los misioneros podían fácilmente eludir a la autoridad.11 De hecho, tanto la Corona como las audiencias reales no querían estorbar a los religiosos en su labor de conversión, muchas veces se hacían de la vista gorda respecto a su independencia de control tanto real como episcopal. Los tribunales eclesiásticos, como todos los demás sectores de la iglesia en territorio español, eran controlados por la Corona. La legislación real limitaba los poderes de las audiencias, pero al mismo tiempo les daba reconocimiento y apoyo. A las audiencias les correspondía la poco grata tarea de hacer observar los límites de la jurisdicción episcopal, lo cual se hizo motivo de inevitables conflictos. La cooperación y el entendimiento entre los jueces civiles y los eclesiásticos era claramente esencial para el funcionamiento efectivo de un sistema en el cual tales poderes coexistieran. Esta necesidad era remarcada por la existencia de cierto tipo de casos conocidos como “de fuero mixto”, compartido por ambas jurisdicciones. De estos, el más importante era el testamentario. Aparte del complicado procedimiento prescrito en estos casos de “fuero mixto”, las decisiones ordinarias de los jueces episcopales podrían ser desaprobadas en algunos casos por cortes eclesiásticas superiores y en otros por las audiencias. Éstas tenían un sustento legal muy sólido al tratar con los casos de “fuerza”: en cada provincia representaban al rey y sellaban sus autos con el sello real. El resistirse a la autoridad real significaba sedición, y los clérigos sediciosos podían ser enviados a España sin juicio y todos sus bienes ser confiscados por orden de la Audiencia.12 La enseñanza

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Ibíd. P. 152 Ibíd. P. 164

La tarea evangelizadora fue una de las preocupaciones primordiales. De los franciscanos, era la misión principal. Aunque parece ser que para 1570, éstos estuvieron más absorbidos en los conflictos con el obispo y la consolidación de sus privilegios que en la actividad misionera.13 Fueron necesarios la intervención del rey, algunos castigos ejemplares, la rivalidad nueva de los jesuitas y un refuerzo del personal para volver a poner en marcha la maquinaria a partir de fines del siglo XVI. En 1633 había 37 conventos de la provincia de Jalisco como otros tantos focos de evangelización donde se administraban los sacramentos, se enseñaba la doctrina cristiana y se predicaba el Evangelio a los indígenas. Algo importante y digno de mencionar es respecto a los talentos de los indios y de hecho también las necesidades del culto explican que el canto y la música hayan registrado entre ellos grandes progresos. Según Tello, gracias a la perseverancia del franciscano Francisco de Mafra, muchos indios de Mexicaltzingo y Analco se convirtieron en excelentes lectores, escritores y, sobre todo, músicos.14

Situación en el siglo XVII Para el siglo XVII el desarrollo no se interrumpió, aunque Guadalajara permanecía con una importancia reducida respecto de las demás ciudades de la Nueva España como México y Puebla y los centros mineros, contaba con una población más o menos importante. Don Alonso de la Mota y Escobar, narra hacia 1605 que Guadalajara contaba con alrededor de 173 vecinos españoles, lo que daba un total aproximado de 500 personas españolas y 500 esclavos negros y mulatos, mientras que en poblados situados a una o dos leguas, pudo haber alrededor de 1200 familias indígenas.

13

Calvo, Thomas, Poder, religión y sociedad en la Guadalajara del siglo XVII, México, CEMCA,

Ayuntamiento de Guadalajara, 1992. p. 133 14

Ibíd. p. 134

Por la misma época Zacatecas tenía alrededor de 300 vecinos españoles establecidos, de 100 o 200 de población flotante, una docena de vecinos extranjeros, 800 esclavos y 1500 indios. Por otra parte el crecimiento de la producción agrícola desempeñó un papel más importante que la minería en el crecimiento económico de la Nueva Galicia, cuando menos en Guadalajara y sus zonas aledañas. Aunque las minas de Zacatecas, que por largo tiempo produjeron más de la mitad de la plata que se extrajo en México, se encontraban en Nueva Galicia, dependían de una tesorería especial y sus ligas básicas se establecieron en la ciudad de México. Por otra parte las relaciones comerciales también fueron de importancia, sobre todo en Guadalajara, que fue el centro de distribución de la Nueva Galicia de las mercancías importadas de Europa y China, aunque muchos quieren explicar esto como un factor para el crecimiento de la ciudad no es esto algo seguro. Por otra parte, es probable que la expansión comercial haya estado ligada a la diversificación de ciertas actividades agrícolas, como el cultivo de tabaco y la producción de cochinilla. En cuanto a la producción de trigo, fue la región del Bajío la que más proveyó de grano a las minas de Zacatecas y San Luis Potosí. Conclusión Parece que todavía viene a ser un objeto de discusión afirmar si ya estaba la Nueva Galicia conformada como una región para la segunda mitad del siglo XVIII o en vísperas de la independencia, y para definirlo podemos ver si influyeron de alguna manera su población, estructuras sociales o riqueza económica,

o

haberse

estructurado

administrativas particulares.

en

función

de

sus

instituciones

Como dice Erick Van Young15 que las regiones son como el amor, difíciles de describir, y aunque la Nueva Galicia no tuvo el mismo crecimiento demográfico o económico que la Nueva España, algunos autores dicen que esto no la pudo conformar como una región; aunque yo concluyo en que más bien con la diversa actividad demográfica y económica que hubo en diversas zonas del reino, se fue dividiendo en diversas regiones, como podemos ver ahora en la actualidad. Bibliografía: 

Calvo, Thomas, Poder, religión y sociedad en la Guadalajara del siglo XVII, México, CEMCA, Ayuntamiento de Guadalajara, 1992.



H. Parry, John, La Audiencia de la Nueva Galicia en el siglo XVI, México, El Colegio de Michoacán, 2010.



Jean Pierre-Berthe y otros, Introducción a la historia de Guadalajara y su región en Regiones y ciudades en América Latina, México, SepSetentas, 1982.



Román Gutiérrez, José Francisco, Sociedad y Evangelización en la Nueva Galicia durante el siglo XVI. México, El Colegio de Jalisco, 1993.



Rosa H. Yañez Rosales, Historia de los pueblos indígenas de México. Rostro, palabra y memoria indígenas. El Occidente de México: 15241816. CIESAS-INI. 2001.



Van Young, Erick, Haciendo Historia Regional: Consideraciones metodológicas y teóricas, México, VII Conferece of Mexican and US Historians, 1985.

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Van Young, Erick, Haciendo Historia Regional: Consideraciones metodológicas y teóricas, México, VII

Conferece of Mexican and US Historians, 1985. P. 1