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Vincent Van Gogh - A Pair of Lovers, Arles

NOVIAZGO CRISTIANO En un mundo super-sexualizado Una guía para católicos

T.G. Morrow EDICIONES RIALP, S.A., MADRID, 2008 Título original: Christian Courtship in an Oversexed World 2008 by T.G. Morrow 2008 de la versión española realizada por Mercedes Villar, Alcalá, 290. 28027 MADRID El itinerario entre la primera amistad y el día de la boda tiene mucho de inolvidable, pero también de accidentado. Para los jóvenes católicos, que apuestan por un compromiso fiel, el noviazgo requiere conocimientos específicos sobre la moral, los matices del amor, las conductas en los momentos de diversión, la relación castidadfelicidad, cómo afrontar futuras crisis de pareja, etc.

Esta guía entretenida y con solidez teológica, ha resultado de gran ayuda para numerosas parejas católicas que buscan un camino mejor, más firme y también más feliz. T.G. MORROW trabajó doce años como ingeniero antes de ordenarse como sacerdote en Washington. Tiene un STL en Teología Moral y es Doctor en Teología por el Instituto Juan Pablo II para estudios de Matrimonio y Familia. Durante tres años presentó Catholic Faith Alive!, un programa de radio sobre fe católica. Es cofundador de dos Sociedades, para hombres y mujeres solteros, con presencia en varios estados americanos.

AGRADECIMIENTOS Deseo dar las más expresivas gracias a todos los que me hay ayudado en este intento. En primer lugar, a Barbara Meng, que tan afectuosamente leyó cada palabra y me hizo innumerables correcciones; y a mi mentor teológico, Dr. William Mayo, por leer los dos capítulos sobre el matrimonio y sugerirme las mejoras; y a Mike Aquilina, por publicar tan amablemente mi columna sobre el noviazgo en la revista New Covenant, y sugerirme que escribiera un libro sobre el tema. Mi sincero agradecimiento también a Pete y Barbara DiGioia y a su familia por permitirme usar su casa de la playa para redactar mucho de lo que hay escrito aquí; y a Susan Bucheit, Maribeth Harper, Susan Gray, Dori Belmont y Christine Creech, por revisar varios capítulos y hacerme recomendaciones. También estoy agradecido a Luis Brown y Carolyn Pierce por su cooperación, y a Susan Mea. Nota: Con objeto de proteger la intimidad de las personas implicadas, he cambiado el nombre y algunas circunstancias de las historias reales que aparecen aquí.

ÍNDICE INTRODUCCIÓN El noviazgo: la búsqueda de una profunda amistad como preparación de un posible matrimonio ¿Un cura hablando del noviazgo? 1. ELEGIR EL CÓNYUGE PERFECTO 1.1 Piensa en tu salvación 1.2 El deseo de hijos 1.3 Evaluar la comunicación 1.4 Luces rojas y señales de alarma 1.5 Libertad para contraer matrimonio 1.6 Relaciones cálidas y frías 1.7 Casarte con tu mejor amigo 1.8 La química tiene su importancia 1.9 ¿Seguro que la apariencia importa? 1.10 La independencia de los padres 1.11 ¿Se atraen los opuestos? 1.12 El deseo de mejorar 1.13 Conseguid la intimidad 1.14 La cuestión monetaria 1.15 Obsérvale/la 1.16 Reza mucho, pero usa la cabeza 1.17 ¡Preparados! ¡Listos! ¡Ya! 1.18 Resumiendo 2. ENTENDER EL AMOR 2.1 «Agape» (Amor divino) 2.2 Amor conyugal o amor de elección (una especie de «agape») 2.3 «Philia» (amistad) 2.4 «Storge» (afecto) 2.5 Libertad en la moderación 2.6 ¿Retrasar los besos hasta el matrimonio? 2.7 «Eros» (enamoramiento)

2.8 Resumen 3. UN RETO IMPORTANTE: UN NOVIAZGO CASTO 3.1 Sagrada Escritura 3.2 La Iglesia 3.3 ¿Cómo de lejos es demasiado lejos? 3.4 Una nota sobre la pornografía 3.5 Aplicaciones prácticas 3.6 Resumen 4. ¿POR QUÉ UN NOVIAZGO CASTO, UN NOVIAZGO CRISTIANO? 4.1 Aplicándolo a los cuatro amores 4.2 El pensamiento de Juan Pablo II 4.3 Dignidad de la mujer 4.4 Los hombres y la castidad 4.5 El sexo prematrimonial y el divorcio 4.6 ¿Están los cristianos realmente obsesionados por el sexo? 4.7 Resumen 5. VIVIR UN NOVIAZGO CRISTIANO 5.1 Cómo vivir castamente 5.2 El convencimiento propio 5.3 Domesticar los sentidos y dominar la imaginación 5.4 Los valores de la castidad 5.5 El autocontrol como «padre» 5.6 Tratando con el mundo 5.7 ¿Basta estar de acuerdo? 5.8 ¿Es posible la reforma? 5.9 La Gracia 5.10 Sin transigencias 5.11 Ideas prácticas 5.12 Resumen 6. UNA LLAMADA AL PUDOR 6.1 ¿Qué es lo impúdico en la actualidad? 6.2 ¿Qué debe hacer una chica?

6.3 La fuerza del pudor 6.4 El peligro de la belleza 6.5 Los hombres enfrentados al impudor femenino 6.6 Resumen 7. EL MODELO BÍBLICO DEL NOVIAZGO 7.1 Marcianos y venusianos 7.2 Las reglas 7.3 El noviazgo sin sexo fortalece el respeto 7.4 Respeto y auto-confianza 7.5 Resumen 8. ESTRATEGIAS EN EL NOVIAZGO CRISTIANO 8.1 ¿Estáis preparados para el noviazgo? 8.2 Evitar el exceso en las salidas 8.3 ¿Y si no es satisfactorio? 8.4 Vestigios del hedonismo 8.5 ¿Hasta qué punto comprometerse, estando comprometidos? 8.6 ¿Cuál es la mejor edad para el matrimonio? 8.7 ¡Consigue un trabajo! 8.8 Estar ahí, hacerlo 8.9 Sentencias de nulidad 8.10 Resumen 9. ENCONTRAR AL PRÍNCIPE AZUL 9.1 Plan de acción 9.2 Cuídate 9.3 Actitud positiva 9.4 Programa tu vida 9.5 Sé educada 9.6 Poner fin a las relaciones complicadas 9.7 Solteros católicos on line 9.8 Las cenas 9.9 Otros lugares semejantes 9.10 ¿Es religioso este chico? 9.11 Confiar en el Señor

9.12 Resumen 10. BUSCANDO A LA MUJER SOÑADA 10.1 ¡Cherchez la femme! 10.2 El hombre cristiano 10.3 ¿Dónde buscar? 10.4 Pedirle salir 10.5 Lo romántico 10.6 Resumen 11. LA COMUNICACIÓN 11.1 Lo que puede hacer Mortimer 11.2 Haz de ella el número uno 11.3 Demuéstrale algo más que cierto respeto 11.4 Manifiesta tu enfado racionalmente y con amabilidad 11.5 Lo que puede hacer Esmeralda 11.6 Enfados simpáticos 11.7 Deja de criticar y no manipules 11.8 Señor, ¿por qué nos hiciste tan distintos? 11.9 Es duro, por supuesto 11.10 Resumen 12. PECADOS ANTERIORES Y NUEVOS COMIENZOS 12.1 Pecados sexuales 12.2 Enfermedades venéreas 12.3 Aborto 12.4 Homosexualidad y pedofilia 12.5 Otras cosas del pasado 12.6 Pecados sexuales recientes 12.7 La misericordia de Dios 12.8 Pecadores reformados 12.9 Resumen 13. DISFRUTAR DE LA SOLTERÍA 13.1 Buscad primero el Reino 13.2 Leer a los Santos

13.3 Encuentra apoyo en la fe 13.4 Concretar metas de trabajo 13.5 Aprender a vivir sencillamente 13.6 Suprime el exceso de televisión 13.7 Resumen 14. EL MATRIMONIO CRISTIANO (I). EL AMOR: LA FORMA DEL MATRIMONIO 14.1 El Sacramento-compromiso 14.2 Respeta a tu cónyuge 14.3 Da a conocer tu insatisfacción diplomáticamente 14.4 Fidelidad 14.5 Lo que un marido puede hacer por su mujer 14.6 Proporciona a tu mujer algo de variedad 14.7 Lo que puede hacer toda mujer 14.8 Lo que ambos pueden hacer 14.9 ¿Cómo saber si necesitas asesoramiento? 14.10 Resumen 15. EL MATRIMONIO CRISTIANO (II). LOS HIJOS: EL FRUTO DEL MATRIMONIO 15.1 ¿Explosión demográfica? 15.2 «Vamos a esperar un poco» 15.3 La anticoncepción y la planificación familiar natural 15.4 ¿Cuántos hijos? 15.5 La madre en el hogar 15.6 La sencillez cristiana 15.7 La educación 15.8 ¿Y sobre la escolarización en el hogar? 15.9 Resumen 16. EL COMPROMISO CRISTIANO 16.1 Hablar con el padre 16.2 El noviazgo con compromiso 16.3 Hablar con un sacerdote 16.4 Los cursos prematrimoniales 16.5 Despedida de solteros

16.6 La última semana 16.7 Resumen 17. UNA BODA CATÓLICA 17.1 Vestidos discretos 17.2 El sacerdote 17.3 La Misa nupcial 17.4 Las Lecturas en la Misa y otras 17.5 Promesas 17.6 Música 17.7 Formato tradicional de la boda 17.8 Irreverencias que hay que evitar 17.9 Estad preparados para los fallos 17.10 No os compliquéis 17.11 Resumen

INTRODUCCIÓN El noviazgo: la búsqueda de una profunda amistad como preparación de un posible matrimonio. Para una pareja estadounidense, el clásico guión consiste en «salir» seriamente dos o tres veces por semana o más, acostarse juntos después de la tercera cita y contraer matrimonio al cabo aproximadamente año y medio. La consecuencia es un 50% de divorcios, a menos que vivan juntos antes del matrimonio, en cuyo caso las posibilidades de divorcio llegan al 74%. Y esto, sin mencionar la elevada cifra de enfermedades venéreas (según los Centros de Prevención y Control de la Enfermedad, 65 millones de personas en USA padecen una enfermedad incurable de transmisión sexual), así como el maltrato a la mujer antes y durante el matrimonio. Si quedas satisfecho con lo anterior, no creo que te guste este libro. Pero si crees que las cosas han ido mal durante los últimos cuarenta años, que el panorama de las «salidas» resulta un poco raro, y que necesitamos iniciar un nuevo sistema de noviazgo, este libro puede ser exactamente el que estás buscando. Si crees que puedes encontrar un remedio para la penosa situación que te hemos descrito, léelo pensando en Jesucristo y en su Iglesia. Sin embargo, he de advertirte que todo lo que encontrarás en él es un poco radical, tan radical como el Evangelio mismo. Es un libro destinado a los que quieren hacer las cosas como las haría Cristo, lo que es algo radicalmente radical (y siempre lo ha sido). No obstante, estoy seguro de que si llevas a cabo lo que estás escrito aquí, serás feliz en esta vida y en la otra. ¿Un cura hablando de noviazgo? Salíamos juntos durante casi un año, en realidad desde que nos conocimos. Tenía el pelo negro azulado, oscuros ojos irlandeses y era alegre y piadosa, de una personalidad chispeante. Llamémosla Judy McIntyre. Hablábamos con frecuencia de la posibilidad de casarnos, así que lo que le dije aquel día debió sorprenderla. «Judy -le dije-, no tiene sentido que continuemos nuestra relación». «¿Por qué?» -respondió decepcionada. «Porque voy a ser sacerdote». Así, a la edad de seis años, terminó mi primer gran romance. Estaba seguro de que Dios me llamaba al sacerdocio. Judy y yo estábamos en primaria, en la Escuela de San Gabriel de Riverdale, New York, y, mirando hacia atrás, creo que éramos bastante precoces. Mantuve este propósito a lo largo de los nueve años siguientes, optando por estudiar latín en los dos primeros años de escuela secundaria, con objeto de prepararme para el sacerdocio. Entonces, descubrí las chicas. Jugueteé con la idea de casarme y convertirme en sacerdote de rito oriental pero, por fin, abandoné definitivamente el sacerdocio. Así, aunque en secundaria y en el instituto salía con chicas de vez en cuando, en segundo empecé a hacerlo con más frecuencia, con la perspectiva del matrimonio en el fondo de la mente. Tuve mi primer gran amor en el colegio (o el segundo, con el debido respeto a Judy). Se trataba de una californiana rubia, con una personalidad

deliciosa, y católica, aunque sólo marginalmente. Después de salir juntos durante varios meses, se enamoró de otro estudiante con el que terminó casándose. Luego apareció Sally en Los Ángeles, donde yo había ido a trabajar como ingeniero después de la universidad. Otra rubia, que contaba con el atractivo añadido de ser una católica practicante. Las cosas iban a las mil maravillas hasta que, unos meses después, prefirió a un amigo por correspondencia que había regresado de su destino en el ejército y que la conquistó plenamente. Por último, está Mary, de Belmont, Massachussets, a la que conocí cuando trabajaba en las afueras de Boston. Procedía de una encantadora y piadosa familia católica y también ella lo era. Contestó a mi proposición con un «probablemente» que me llenó de grandes esperanzas, porque mi madre le había respondido así a mi padre cuando le preguntó lo mismo. Sin embargo, el «probablemente» de Mary no era tan seguro como el de mi madre. Muy a mi pesar, se casó finalmente con un novio anterior. Desde los 18 años hasta los 33 procuré vivir castamente, y aunque salía con católicas, me citaba frecuentemente con no-católicas con la insensata esperanza de resolver nuestras diferencias religiosas antes del matrimonio. En aquella época, me entristecía el hecho de que hubiera en la Iglesia muy pocos grupos donde conocer a una católica alegre y buena. Me propuse la primera oportunidad para ayudar a los católicos solteros a vivir castamente y a conocer a otros con el mismo ideal. A los 31 años empecé a rezar fervorosamente por mi vocación. En lugar de rezar un rosario diario, como hacía desde los 14 años, empecé a rezar dos. Continuaba preguntándome lo que el Señor deseaba hacer con mi vida, dispuesto a todo. A los 33 años, justamente un año después de cortar con Mary, sentí una fuerte llamada al sacerdocio. Todos mis planes de matrimonio se desvanecieron y me invadió una felicidad enorme. En 1977 entré en el Seminario de San Carlos, de Filadelfia, y en 1982 fui ordenado por la Archidiócesis de Washington. En mis destinos en distintas parroquias me convertí en el capellán de grupos de jóvenes, pero mi esfuerzo resultaba inútil. En 1991 me trasladé a la catedral de San Mateo y allí me encontré con un grupo parecido de jóvenes: un grupo reducido y callado. Una tarde, estudiando posibles iniciativas, les propuse un taller sobre «relaciones cristianas en un mundo super-sexualizado».Yo había observado que muchos jóvenes venían a rezar y a confesar en la Misa del domingo y también a diario. Era probable que, con un buen programa, el proyecto interesara a un buen grupo de gente joven. Los ocho que me escuchaban respondieron con gran entusiasmo. Preparamos entre todos un programa basado en la Sagrada Escritura, la Declaración de la Ética Sexual de la Iglesia del año 1975, Los Cuatro amores, de C.S. Lewis y Amor y Responsabilidad de Juan Pablo II. Hicimos algunos folletos en cuya portada aparecía una pareja de aspecto feliz y los llevamos a todas las parroquias que se nos ocurrieron. El programa se desarrollaría durante tres viernes consecutivos, inmediatamente después del trabajo, y con pizza en el intermedio. Continuamos el otoño siguiente con una charla mensual sobre la fe, y repetimos las reuniones en un local más grande que atrajo la participación de 115 personas por semana. Mantuvimos el mismo seminario durante años, con un rendimiento parecido. Aquellos jóvenes estaban encantados de que alguien les hablara de castidad y deseaban conocer a otros con ideas similares. Mencioné la posibilidad de crear grupos de solteros de un solo sexo. Les comenté que, cuando era un joven bachiller en Los Ángeles, fui invitado a una cita a ciegas en un bar de «solteronas». Aquellas mujeres,

que eran todo menos solteronas, habían organizado su propio grupo para crear un estilo personal de vida social. Nadie mostró entusiasmo ante esta última sugerencia. Sin embargo, varios meses después mencioné la idea a dos mujeres jóvenes que acudieron solicitando dirección espiritual, y decidieron poner en práctica esta iniciativa pocas semanas después. Yo abordaba a toda joven piadosa que veía en Misa o en las charlas mensuales, invitándola a unirse a nuestro grupo. Con el tiempo, se celebró el primer encuentro al que asistieron unas diez jóvenes. Nos reuníamos mensualmente para rezar el rosario, charlar y discutir sobre temas religiosos. Tres años después, los jóvenes crearon la contrapartida, con la callada esperanza de mezclarse socialmente de vez en cuando con el grupo de mujeres. Dos de ellas se mostraban preocupadas por mi insistencia en incluir el tema de la castidad como parte del programa. Estaban seguras de que no funcionaría, pues veían difícil encontrar hombres que se interesaran por la cuestión. Un año después me recordaban esta conversación, riéndose de su propio escepticismo. Había funcionado. De hecho, si no hubiéramos hablado de castidad el proyecto habría fracasado. Más tarde, una de ellas me dijo: «Padre, yo siempre he querido vivir así, pero no sabía cómo. Esta es la época más feliz de mi vida». Pero vuelvo a la pregunta inicial: ¿Qué hace un cura hablando de castidad? En primer lugar, tengo una cierta experiencia personal. Por otra parte, muchos me han pedido que escriba sobre unos seminarios que dirigí en Washington. En tercer lugar, al haber trabajado estrechamente con jóvenes desde 1992, tengo la certeza de que un noviazgo cristiano es posible. Me entusiasma ver a tantos católicos maravillosos muchos han llegado a ser amigos queridos- que han triunfado viviendo su fe y casándose bien. Por fin, decidí escribir mis conclusiones, con el fin de ayudar a jóvenes católicos a sobrevivir alegremente en medio de la revolución postsexual. Aquí las tienes.

I. ELEGIR AL CÓNYUGE PERFECTO La mayor parte de los jóvenes buscan a alguien que les atraiga, con quien iniciar una relación. Y si no se producen grandes crisis a lo largo del camino, o aunque se produzcan, llegar al matrimonio. Una vez casados, sólo queda esperar a que aquello funcione. Hay un camino mejor: decidir bien lo que estás buscando y luego ponerte en marcha. 1.1 Piensa en tu salvación ¿Me ayudará esta persona a alcanzar el Reino de Dios? Esta es la primera consideración antes de elegir esposa. Para cualquier católico, la propia salvación debería ser el punto de mira al iniciar cualquier tarea. ¿Qué clase de persona te ayudará a salvarte? Por lo que yo he observado, la mejor selección en estos días es, por supuesto, la de una firme católica practicante. ¿Por qué? Por nuestra actual crisis moral. Mira con objetividad a qué obstáculos se enfrentan actualmente las parejas, entre las que pronto te encontrarás tú: clima proclive a la relación sexual durante el noviazgo; aborto y anticoncepción (muchos

anticonceptivos son abortivos); número de hijos (los buenos católicos tienden a superar la cifra media); culto dominical; bautismo de los hijos y educación en la fe; escolarización, que incluye la elección de la escuela católica, laica o familiar, etc. La lista parece crecer día tras día. Vas a compartir íntimamente la vida con la persona con la que te cases. Nadie de la tierra estará más cerca de ti, ni tu padre ni tu madre (Gen 2,24). ¿Desea realmente pasar gran parte del tiempo de tu matrimonio discutiendo sobre la anticoncepción o la asistencia a la Misa dominical? ¿No preferirás contar con alguien que te apoye en vez de enfrentarse contigo? ¡Ya es bastante difícil la salvación como para arrastrar a un cónyuge descontento detrás de ti! ¿Existe alguna posibilidad de relación con una persona no-católica? Quizá: pero si esos temas morales pueden ser difíciles entre católicos, no hablemos entre los no-católicos. La cuestión estriba en preguntarte si quien buscas está abierto a tus criterios morales. Hay posibilidades: podía tratarse de una persona piadosa de religión protestante que entienda la bondad de tu fe católica. ¿Qué pasa si te encuentras con una persona católica no practicante o con una atea que parece encantadora? Mi opinión ha sido siempre la misma: si durante los primeros seis meses de noviazgo tales personas no se hacen más religiosas, es probable que nunca acepten a Cristo o a la Iglesia. Pero, ¿no es cada uno responsable? Ciertamente. Sin embargo, ¿acaso no deseas sumar probabilidades de éxito cuando quieres ganar un partido de béisbol o firmar un contrato? ¿Por qué atarte una mano a la espalda cuando persigues tu meta definitiva, la vida eterna? Ahora, alguien podría decirme: «Bueno, padre, eso es fácil decirlo para Vd., pero si ya es difícil encontrar a alguien que te guste, ¡añadiendo más condiciones, será casi imposible!». Estoy de acuerdo en que el campo es realmente reducido. Pero recuerda, Dios no dice, «te he llamado a la vocación del matrimonio. Ahora, busca a alguien por tu cuenta». Dios está ahí para ayudar. Si dices, «Señor, busco a alguien que te ame, y así podemos alimentarnos uno a otro con ese amor», ¿crees que Dios dirá, «que tengas suerte?». Yo creo que, más bien, dirá, «magnífico, te ayudaré a encontrar a alguien». Existen muchos otros factores en la elección de pareja para el matrimonio, pero si no eliges a la adecuada, podrás encontrarte con graves problemas durante toda tu vida. ¿Cómo sabe que alguien es buen católico? Lo que no tienes que hacer es preguntar. En realidad, todo el mundo cree que él/ella es un buen católico aunque no haya rezado ni pisado una iglesia durante años. Observa: ¿va a Misa los domingos? ¿Se confiesa? ¿Desea vivir la castidad no por ti, sino por Cristo? ¿Reza con regularidad? ¿Desea rezar contigo? ¿Habla de esos temas? Suele ocurrir que, si alguien se niega a hablar sobre su propia vida espiritual, es porque carece de ella. Si estás pensando en casarte con él/ella, tienes derecho a saber cómo se relaciona con tu mejor amigo, Dios. ¿Desea conocer mejor la fe a través de lecturas, etc? ¿Comprende que seguir a Cristo y amar al prójimo es duro y exige un auténtico sacrificio? (Y este es grande). No necesitar llevar a cabo un interrogatorio durante la primera cita, pero mientras se desarrolla la relación, podrías manifestarle algunos aspectos de tu vida espiritual y ver cómo responde. Si nunca obtienes respuesta, podrías ser algo más directo: « ¿Quieres que recemos juntos alguna vez?». Si responde que se trata de una cuestión demasiado personal, podrías contestarle que estás buscando precisamente una relación personal. Al fin y al cabo, ¿hay algo más personal que el matrimonio?

No os vendáis barato. He tratado con muchos jóvenes, católicos solteros que encontraron cónyuges católicos con quien compartir sus valores. No transijas en ese sentido ni te rindas antes de empezar, como hacen muchos. Encontrar a un compañero exige así exige esfuerzo, pero es completamente posible. 1.2 El deseo de hijos ¿Él/ella quiere tener hijos? ¿Quiere una familia numerosa o desea limitar el número por temor o egoísmo? La Iglesia alaba a los esposos que «de común acuerdo, bien ponderado, aceptan con magnanimidad una prole más numerosa para educarla dignamente»1. ¿Desea esa persona dedicar tiempo al cuidado de los hijos? ¿Será paciente con ellos? Todo padre y madre ha de ser flexible y saber tirarse por el suelo entre lápices de colores y juguetes desordenados. ¿Es responsable? ¿Puede ser firme y amable al mismo tiempo? Algunas de esas facetas serán difíciles de descubrir, pero si ambos pasáis algún tiempo hablando de los niños sobrinos, sobrinas o hijos de amigos- podréis conoceros en este aspecto. No es preciso que tu futuro cónyuge sea psicólogo infantil, pero debe interesarse por educar. 1.3 Evaluar la comunicación ¿Esa persona es buena comunicadora? ¿Sabe darte a conocer diplomáticamente lo que le disgusta de tu comportamiento? Por ejemplo: «oye, tú, patán, has dejado otra vez la ropa en el suelo», no terminará en un matrimonio feliz. Sin embargo, «cariño, ya sabes lo mucho que te quiero y aprecio todo lo que haces por mí. Por favor, ¿podrías poner tu ropa sucia en la cesta?». La habilidad de hablar con el cónyuge cuando intentas corregirle da buenos resultados en el matrimonio. El truco consiste en ser capaz de manifestar tus deseos de forma positiva, sin regañar. Hablaremos más sobre esto en el capítulo de la comunicación. 1.4 Luces rojas y señales de alarma ¿Tiene él/ella alguna adicción importante, como consumir droga o traficar con ella, ser un alcohólico reformado o un jugador compulsivo? Cualquiera de ellas encendería inmediatamente las luces rojas. Casarse con una persona así equivale a una invitación al desastre. Si sueles sentirte atraído por ese tipo de gente ¡pide ayuda al momento! Vino a verme una joven para consultarme sobre su novio, que consumía e incluso vendía droga. Le dije, « ¡líbrate de él hoy mismo! ¡Es un problema!». « ¡Pero lo amo!» insistía ella. «El amor no vencerá al hábito de la droga. No te hagas una desgraciada durante años y años por unos momentos de placer». Otra joven me preguntó si debía continuar su noviazgo: «él reza el rosario, y suele ir a Misa durante la semana, pero bueno, intenta practicar conmigo una relación sexual pervertida». «Escápate al monte», le dije. «Ese chico es un tremendo hipócrita». (¿Necesitaba que yo se lo dijera?).

Otro peligro: ¿Tiene él/ella unas cóleras intempestivas? La cólera es un veneno para el matrimonio. Si alguno de ellos se muestra irritado durante gran parte del tiempo, debe solucionarlo antes del matrimonio con una terapia adecuada. Un marido me contó que su esposa se había enfadado con él y en una ocasión estuvo dos semanas sin hablarle. ¡Qué comportamiento tan infantil! Cuando te enfadas con la persona amada, necesitas algún tiempo para calmarte, pero después has de ser capaz de hablar. Usar el silencio como arma es un completo disparate. A la persona que dice, «pero yo puedo cambiarle o cambiarla», le digo, «decídete por la vida religiosa. Ahí puedes reformar a la gente sin tener que vivir con ella». Un reformador -decía Ghandi- no puede permitirse tener una gran intimidad con el que trata de reformar. 1.5 Libertad para contraer matrimonio Otro aspecto en el que hay que ser muy cuidadoso es la seguridad de que la persona que tratas está libre para contraer matrimonio. Si descubres que esa persona ha estado casada, lo primero que debes preguntarle es si posee una sentencia de nulidad. Si el matrimonio anterior tuvo lugar al margen de la Iglesia siendo ambos o alguno de los cónyuges católico, su matrimonio no fue válido: conseguir la declaración de nulidad es poco más que una formalidad. Sin embargo, si el matrimonio celebró por la Iglesia, es necesaria una sentencia de nulidad con objeto de ser libre para contraer uno nuevo. (Un no-católico puede conseguir la sentencia de nulidad en la Iglesia católica si él/ella quiere casarse con un católico). ¿Qué pasa entonces si le preguntas por la nulidad y responde que no la tiene? Te recomiendo que digas simplemente, «si consigues la sentencia de nulidad, házmelo saber. En ese caso si quieres, podremos reanudar nuestra relación». Sucede que algunas personas no tienen la intención de conseguir la declaración de nulidad, pero están deseando mantener un noviazgo contigo. Si una persona está divorciada, pero no anulada, se le considera casada y no debe cortejar a nadie. Sin embargo, en ocasiones no se trata de noviazgo, sino de salir juntos, sin intención de contraer un nuevo matrimonio. Por ejemplo, la mujer que salió con un divorciado durante años. Ambos eran católicos. Le pregunté si él pensaba en la nulidad, y contestó que no. Yo le insistí para que le urgiera a hacerlo, pero ella tenía miedo. Cuando la vi, unos años después, le pregunté si habían conseguido la sentencia de nulidad. La respuesta seguía siendo no. Le dije, «nunca se casará contigo». Fue un comentario mal recibido, pero el caso estaba claro. Se trataba de un hombre que supuestamente la amaba, pero no deseaba casarse con ella. Ella estaba loca por salir con él. Y, por supuesto, nunca se casaron. Recuerda también que no obtiene la declaración de nulidad todo el que la solicita. No está garantizada. Es poco aconsejable implicarse con alguien que se ha limitado a solicitarla. Espérate hasta tenerla en tu mano antes de iniciar tu noviazgo. Otra cuestión es la que se refiera a personas divorciadas. Algunas de ellas son muy buenas personas cuyos cónyuges anteriores se portaron mal. Otras sin embargo son responsables de su divorcio, aunque jamás lo admitirán. Necesitas ser extremadamente cauto en el trato con alguien divorciado y deberás estudiar su carácter. La sola opinión de un divorciado suele estar cargada de subjetivismo. La declaración de nulidad, al contrario, es más objetiva. ¿Esa persona la tiene o no la tiene? Si está solicitándola actualmente, todavía no la tiene. Si no tiene la declaración de nulidad,

evita enredarte románticamente hasta que la consiga. Sin nulidad no hay relación: es una buena regla a seguir. Los que son amablemente firmes en este sentido se evitan problemas y pérdidas de tiempo. 1.6 Relaciones cálidas y frías Tiene mal futuro las relaciones cálidas y frías, es decir, maravillosas un día y al siguiente pésimas. Algunas personas son adictas al amor e incapaces de romper aunque su pareja sea un canalla: «no puedo vivir con él, pero tampoco sin él -o sin ella-». Si tus sentimientos son esos, debes encontrar el modo de romper. Es una trampa. Una joven estaba saliendo con un hombre que reunía todos los requisitos de un mal compañero. La hacía llorar continuamente, la manipulaba y tenían unas discusiones tremendas. Ella rompía con él una vez y otra, pero al final reanudaban su relación. Le pregunté si tenía alguna diversión en su vida. «Solamente Martin», contestó. «No me extraña que no logres romper», le dije. «Tras unas semanas te aburres y le llamas. Tienes que salir y hacer algo divertido por lo menos una vez por semana». «Trabajo todo el tiempo». «Podrías buscar otro trabajo», sugerí. Lo hizo. Y al poco tiempo rompió con Martin. 1.7 Casarte con tu mejor amigo La persona con la que te cases debe ser tu mejor amigo. Esto es fundamental. Tras unos años de matrimonio la belleza física desaparece pero la amistad perdura. La amistad se basa en compartir valores y puntos de vista. ¿Compartís las mismas creencias religiosas, los mismos criterios morales, algunos intereses recreativos e intelectuales, intereses por el arte, la lectura, etc? Puedes aprender a compartir los intereses del otro en algunos aspectos, pero conviene partir de una buena base desde el principio. Hace algunos años, los amigos de una pareja que contrajo matrimonio, dudaban de su duración. Sin embargo, las cosas fueron mejor de año en año. Un amigo les preguntó por el secreto de su éxito. El marido lo atribuía a los regalos de aniversario. Antes de casarse, él había sido un entusiasta de la fotografía, pero la había abandonado al ver que a su mujer no le interesaba. En su primer aniversario, ella le regaló una cámara, tomaron juntos algunas fotografías, y después las revelaron. Ella le susurró: «este es mi regalo de aniversario, cariño». Había estudiado fotografía en secreto. Al año siguiente, él se apuntó a clases de baile, y mientras bailaban el vals el día de su aniversario, le dijo «este es mi regalo de aniversario, cariño». Desde entonces, cada año se hacían regalos parecidos, consolidando más y más su amistad. Y también su matrimonio. Por supuesto, los esposos no tienen por qué hacer todo juntos, pero sí ciertas cosas que contribuyan a fraguar una profunda amistad. 1.8 La química tiene su importancia

«Horacio es perfecto en todos los sentidos, pero tras dos años de noviazgo noto que nos falta química». Si piensas así, las perspectivas de matrimonio no son buenas. No tienes por qué sentir escalofríos y hormigueos cuando ves a esa persona, pero deberías sentirte atraído, no repelido. Por otra parte, ¿es muy importante estar tan enamorado que apenas puedas separarte unos kilómetros o unos días? No mucho. Y no es síntoma de que falte química. Por cierto, si en tu vida pasada estuviste enamorado/a de alguien con más intensidad, no significa que la persona a la que amas ahora no sea la adecuada. No necesitas tener una experiencia cumbre, sublime, cada vez que la tratas. Sin duda, el amor pasional está magnificado en nuestra cultura, especialmente a través de las películas, pero no es lo único que importa. Sin embargo, cuando existe una auténtica atracción hacia la otra persona, ayudará. 1.9 ¿Seguro que la apariencia importa? ¿Qué pasa con las mujeres deslumbrantes o los hombres guapos? Las mujeres llamativas pueden no valorar un trato honesto y decente. Cuando un hombre guapo es demasiado consciente de ello tiene un doble peligro. ¿Es modesto, capaz de pasar inadvertido? (La humildad es un ingrediente indispensable en el camino hacia la santidad). ¿O es arrogante y busca llamar la atención? Los hombres discretos suelen ser buenos maridos y buenos padres. 1.10 La independencia de los padres Hace años, una pareja vino a pedirme consejo sobre su relación. Ella tenía seis años más que él y estaban preocupados por ese motivo. Yo les aseguré que la diferencia de edad no era un obstáculo en sí mismo. El verdadero problema radicaba en los padres: los del chico no querían oír hablar del matrimonio de su hijo con una mujer mayor que él. Por otra parte, él también temía ser rechazado por los padres de ella. Le dije que tenía que armarse de valor para decir cortesmente a sus padres que agradecía la preocupación por su bienestar, pero que él tenía que tomar sus propias decisiones. Si le rechazaban por eso, era su opción, pero que él esperaba que le aceptaran, porque iba a hacer lo que creía correcto. Dije a la joven que si ella no se enfrentaba a sus padres ahora, probablemente no lo haría nunca, y que debía abandonarle. Desgraciadamente, el joven no se enfrentó a ellos y el asunto fue de mal en peor. Otro chico vino a pedirme opinión sobre la boda con su novia. Me contó que cuando estaban juntos viendo la televisión, la madre de ella entraba y se quedaba con ellos toda la tarde. También me dijo que recientemente habían salido a comprar los muebles y que la madre los acompañó entrometiéndose continuamente en lo que adquirían. Le dije que se metía de cabeza en un gran problema. No se iba a casar con una mujer, sino con dos. Otra chica regresó a su ciudad natal para comunicar a sus padres que había conocido a un hombre que sería un gran marido. Hablaba con ella diariamente, tenía una magnifica personalidad y era un buen chico, pero tenía 12 o 13 años más que ella. Los padres decidieron que aquel hombre era demasiado viejo para su hija y que debía casarse con un novio anterior, que carecía de práctica religiosa. Ella dio marcha atrás y comenzó a salir con este último: que Dios la ayude.

Otra pareja había estado saliendo durante algún tiempo y la cosa iba a las mil maravillas. Poco después, cuando el joven llevaba a su madre a pasar un fin de semana en Atlantic City, decidió invitar también a su novia. Resultó ser un desastre. Ambas mujeres acabaron enfadadas y fue el comienzo del fin, pocos meses después. Conclusión: tened el valor de decir educadamente a vuestros padres que son muy amables al ofreceros su consejo, pero que la decisión es solo vuestra: «dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer» (Gen 2,23). 1.11 ¿Se atraen los opuestos? Quizá es cierto para los imanes, pero no para las personas. A menudo las cosas que más te atraen de alguien, las más distintas a ti, son las que te harán enloquecer en tu matrimonio. Según el psicólogo Neil Clark Warren2 «casi todos los estudios psicológicos actuales indican que es crucial encontrar un cónyuge que se parezca mucho a ti. Si es muy distinto, puede existir una atracción inicial, pero los matrimonios más duraderos y gratificante suelen ser aquellos en los que la pareja es muy parecida». Tiene sentido, ya que la amistad es el ingrediente más importante de un buen matrimonio. Puesto que la amistad se fundamenta en el hecho de compartir intereses comunes, las semejanzas son muy importantes. ¿Cuáles son las más significativas para un matrimonio? La religión y la moral, y también los hábitos personales. Eso incluye el orden, la formalidad, la responsabilidad y la puntualidad. Durante una temporada salí con una chica que solía llegar cuarenta y cinco minutos tarde a nuestra cita diaria. Si os molesta al principio, más os molestará cuando ya estéis casados. Otras circunstancias son la costumbre de fumar, de comer (la comida sana frente a la comida basura), el nivel de energía y de gasto y la buena disposición para conversar. Esto no quiere decir que tengáis que romper si encontráis alguna diferencia en uno o dos de estos aspectos. Más bien, como dice Neil Clark Warren, si tenéis diferencias en varios de ellos, si sois muy diferentes en alguno, o si no podéis soportar esas diferencias: ahí podrían surgir problemas. Uno de los factores capaces de resolver problemas matrimoniales es la adaptabilidad, esencial en cualquier relación pero especialmente en el matrimonio. Una pareja estuvo tan ocupada en sus estudios y en sus trabajos, que no descubrieron lo diferentes que eran hasta su luna de miel. Explicaron a Neil Clark Warren que si no hubieran crecido en familias numerosas, no habrían sobrevivido a sus diferencias. «Siendo flexible en lugar de inflexible -afirma-, adaptable en lugar de rígido, puedes evitar que las diferencias destruyan un matrimonio. Por supuesto, eso implica el compromiso de ambos por transigir y adaptarse». 1.12 El deseo de mejorar He tratado a muchas parejas casadas y fieles y todas ellas tienen una cosa en común: ambos tratan de mejorar. Han intentado madurar y adaptarse a su cónyuge. Algunas veces, cuando una mujer pide a su marido que cambie su comportamiento, él responde, «bueno, siempre me he comportado así. Tienes que aceptarme como soy». Por supuesto, la mujer debe considerar si está pidiendo un imposible o si es una quisquillosa. Debe consultar el asunto con un sacerdote o con una amiga íntima y discreta, para tener la seguridad de que es razonable lo que pide. Una vez convencida de que su petición es correcta, ha llegado el momento de reconducir al marido.

Si él no tiene intención de madurar como persona, si nunca ha pedido perdón, no es un buen candidato para el matrimonio. Desde luego, no son únicamente los hombres los que se niegan a cambiar. Si alguien hombre o mujer- dice, «tienes que aceptar mi modo de ser», durante el noviazgo, y su comportamiento es marcadamente inaceptable, ha llegado el momento de dar marcha atrás en esta relación. Dile, «lo siento, pero no puedo aceptar ese comportamiento», y disponte a poner fin a esa relación. Mejor ahora que más tarde. 1.13 Conseguid la intimidad No, no se trata de sexo. Me refiero aquí a una intimidad espiritual que, como dice Neil Clark Warren «tiene la fuerza para elevar a dos personas desde un mundo solitario de individualidad, hasta la estratosfera de la identidad emocional». Los psicólogos la defienden como uno de los ingredientes más importantes en un buen matrimonio, pero las encuestas no parecen favorables: solo un pequeño porcentaje de las parejas alcanza esa intimidad auténtica. Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, el Dios de Tres Personas. Entre Ellas existe una completa intimidad de amor. Tanta, que se definen solamente en su relación mutua. Nos descubrimos a nosotros mismos y no realizamos sólo en relación con Dios y con los demás3. Pero en lo que se refiere a la realización, nuestras relaciones deben ser íntimas y no superficiales. Después de todo, ¿quién desea realmente una relación superficial con Dios? De hecho, una relación así es la que hace aburrida la religión. En el matrimonio sucede lo mismo. Una relación superficial entre marido y mujer puede ser incompleta y catastróficamente aburrida. Para compartir la intimidad, una pareja debe ser capaz de compartir sus pensamientos más íntimos, sus deseos, sus sentimientos, sus sueños, sus temores y sus alegrías. Como sigue diciendo Neil Clark Warren «cuando surge este conocimiento “nuclear”, la pareja llega a captar el modo de ser más íntimo del otro. En este proceso de descubrimiento, adquieren una información vital sobre si realmente ambos están hechos el uno para el otro permanentemente». Muchos de nosotros vivimos tan deprisa que ni siquiera tenemos una interioridad propia, una intimidad personal que compartir con otro. En ocasiones, el ritmo trepidante que imprimimos a nuestra vida nos lleva a vivirla con superficialidad, sin apenas desarrollar sentimientos o deseos profundos. Nunca nos preguntamos: ¿Qué es para mí lo más importante? ¿Por qué? ¿Cuál es mi mayor temor? ¿Cuáles son mis metas en la vida? ¿Qué personas son las más importantes para mí? ¿Cuál es mi fuerza y cuál es mi debilidad? ¿Deseo desarrollarme como persona? ¿De qué modo lo intento? ¿Qué opino sobre la amistad, la madurez, los padres, los colegas, los hermanos? Cuando tenemos tiempo para contestarlas, podemos manifestar esas respuestas en el momento oportuno, en el ámbito de esa intimidad. Ahora, la pregunta es, ¿tiene tu novio/a cierta profundidad y la comparte contigo? Los hombres suelen tener más problemas con la intimidad que las mujeres. En ocasiones una mujer podrá decir, «nunca comparte conmigo su interioridad y se siente incómodo cuando intento hacerle partícipe de lo que considero más importante». Algunas veces descubren que el hombre carece de intimidad porque no la ha desarrollado. Este puede ser un problema importante.

Pero también puede suceder que no desee compartirla. El problema es mayor, ya que la intimidad es lo único que puede unir a una pareja. «Intimidad: no salgas de esa casa sin ella». 1.14 La cuestión monetaria Los ingresos son importantes solamente si las intenciones son correctas. Si buscas alguien que logre mantenerte en el nivel de vida al que estás acostumbrada, tienes un problema. Si buscas casarte con un hombre cuyos ingresos te permitan dedicar un tiempo mayor a la educación de tus hijos, el fin parece el mismo pero la diferencia de motivos es abismal. Es fundamental que el hombre tenga un buen trabajo para poder casarse. Si planea hacerlo con una mujer que le mantenga, el problema se lo está buscando ella. Un hombre ha de ser un hombre, plenamente preparado para mantener a su mujer y a sus hijos. Si no lo está, no es apto para el matrimonio. ¿Acaso no hemos oído hablar de un hombre cuya esposa lo mantuvo durante la carrera de derecho o de medicina, y luego se marchó con otra? Estas relaciones pueden funcionar en algunos casos, pero tienen una buena dosis de riesgo. 1.15 Obsérvale/la Es importante ver a esa persona en distintas situaciones. Pasad un fin de semana juntos (¡en grupo, en habitaciones separadas!) esquiando; pintad ambos una habitación; salid de camping con amigos o con un acompañante; colaborad juntos en trabajos de voluntariado; visitad a un amigo enfermo en el hospital en lugar de ir a cenar o a bailar; haced cosas que os permitan conocerle/la bien. Conceded importancia a la opinión de los demás sobre esa persona. ¿Qué tienen que decir tus amigos/amigas sobre ella? ¿Qué opinan tus padres? No obstante, recuerda, es tu decisión, no la suya. Debes amarle profundamente pero, aproximadamente tras un año de trato, tu elección ha de ser fríamente racional. « ¿Podría ser mejor?», piensan algunos. No se trata de encontrar el mejor cónyuge posible, o el perfecto, sino uno bueno que es el adecuado para ti. Piensa en el hombre que se divorció de su dulce y cariños esposa para casarse con una mujer más sofisticada. Cuando la segunda esposa se divorció de él, confesaba, «me divorcié de mi mejor amiga para casarme con mi peor enemiga». Algunas personas tratan de ser realistas sobre la esposa adecuada y hacen concesiones en lo esencial, pero son idealistas pronosticando un matrimonio maravilloso. Si mantienes altas tus ilusiones y moderadamente bajas tus expectativas, no te sentirás defraudado. 1.16 Reza mucho, pero usa la cabeza El amor es terriblemente ciego, aun en las personas más frías, y como nunca estarás completamente seguro de haber encontrado al cónyuge perfecto/a, la oración desempeña un papel importante. Reza el Rosario diariamente y, si es posible, ve a Misa diariamente también, confiésate por lo menos una vez al mes y, por supuesto, vive en estado de gracia: por ejemplo, no mantengas relaciones sexuales. Si vives en

gracia de Dios, tendrás en ti al Espíritu Santo y su don de Consejo. Si vas a elegir a tu cónyuge, es el momento de contar con el Espíritu Santo. Cuando estaba en la universidad, salía con una joven elegante y atractiva. Era católica también. Bueno… a su manera. Iba a Misa entre semana, pero el domingo se la saltaba. Era un modo más de manifestar su rebeldía. Pero el amor es ciego. Yo pensaba que era la «única». Sin embargo, cuando rezaba, pedía a Dios que, si era su voluntad, las cosas funcionaran, y si no lo era, me lo hiciera ver con claridad. Así fue: ella rompió conmigo. En mi ofuscación yo seguía pensando que alguna vez volvería. Pensaba, «¡nunca he querido a nadie como la quiero a ella!». Por las tardes, más dueño de mi mismo, me repetía: «mira, estúpido, tienes suerte. Esta mujer era un problema». Pero a la mañana siguiente me despertaba y el corazón recuperaba el control: «¡La amo! ¡La necesito!». Recé mucho, y gracias a la oración logré salir adelante, sin ella. Esta experiencia me enseñó dos cosas: en primer lugar, que la oración es esencial cuando buscas acertar en tu elección. Y no una elección cualquiera, sino la que pide que se cumpla la voluntad de Dios, no la propia. En segundo lugar, aprendí que para vivir de un modo razonable y feliz, la cabeza debía convencer al corazón. Lo contrario hace al hombre desgraciado. (Algo análogo sucede cuando se busca la virtud de la castidad). 1.17 ¡Preparados! ¡Listos! ¡Ya! ¿Qué ha de hacer un hombre que ha rezado, ha esperado un tiempo y todo ya está en orden? Debe actuar con decisión, y no como un debilucho indeciso. Debe confiar en la ayuda de Dios y declararse. ¿Qué ocurre con la mujer en la misma situación? ¿Qué debe hacer si todas las cosas son acertadas, si se han estado viendo durante un par de años, si ella ha decidido que él es el único, y él, sin razones aparentes, no se compromete? Empezar por dejar caer una insinuación. «Empiezo a preguntarme cómo están las cosas entre nosotros». Si no hay respuesta, puede dar un paso más: «creo que sería preferible que saliéramos con otras personas». Si él dice, « ¿por qué? ¿Ya no me quieres?». Di simplemente, «te quiero, pero me parece que tenemos un problema de ritmo. Yo estoy preparada para un compromiso, pero tú no». Esto impide la presión sobre él mientras le comunica que estás preparada para el matrimonio. Por cierto, si te dice, «vale, salgamos con otras personas», has de llegar gasta el final. De otro modo, puedes terminar como una mujer que conocí en una ocasión; tenía cuarenta y cinco años y salió con un hombre durante trece hasta que él rompió. ¡Qué modo de desperdiciar la vida! Algunos hombres son incapaces de comprometerse. Toda mujer inteligente, tras un tiempo razonable y sin propuesta de matrimonio, corta. Las mujeres deben también ser precavidas si un hombre se lo propone a los dos o tres meses. Una de las causas más comunes para elegir el cónyuge equivocado es que uno, o los dos, están demasiado ansiosos por casarse. No importa la edad que tengáis, ni lo «unidos» que creéis estar: el hombre que lo plantea pronto puede carecer de paciencia para crear una relación profunda y fuerte. Dile que reduzca la velocidad, y que no quieres pensar en matrimonio hasta que no hayan pasado por lo menos nueve meses de noviazgo… ¡sí, aunque tengas 39 años! De hecho, los estudios demuestran que el tiempo ideal para un noviazgo antes del matrimonio es de dos años. 1.18 Resumiendo

Cuando se busca un cónyuge, no se puede transigir en ciertos aspectos «fundamentales»: fe firme, amistad, sin adicciones ni problemas importantes, auténtico interés por criar buenos hijos, facilidad de comunicación, capacidad para mantenerse firme ante los parientes, cierta química interpersonal, y deseo de comprometerse a una entrega amorosa. Mujeres: evitad al perpetuo adolescente, al maniático del control, al embustero. Hace unos años, Steve Arterburn y la Dra. Meg Rink escribieron un libro titulado, Avoiding Mr. Wrong. En él aconsejan a las mujeres que se tomen su tiempo, se nieguen a las relaciones sexuales, y estudien al hombre cuidadosamente. Incluyen una lista de diez tipos del Mr. Wrong (Señor Inadecuado) entre los que se encuentra el hijo de mamá, el niño eterno, el hombre distante, el adicto a las drogas y el incrédulo. Hombres: evitad a la mujer embustera y manipuladora. Ambos: Mantened vuestros listones razonablemente altos. Es preferible estar soltero y desear estar casado, que estar casado y desear estar soltero. Tiene que ser una persona que te ayude a llegar al cielo. Necesitas verle/la en numerosas circunstancias distintas, no solamente en las cenas o en el cine. Debéis tener en cuenta las opiniones de otras personas, pero consideradlas con prudencia. Sobre todo, manteneos muy cerca del Señor a través de la oración, la Misa, la confesión y de una vida honesta. En definitiva, sólo con la gracia de Dios se puede hacer una elección acertada.

II. ENTENDER EL AMOR4 En mi último año de Teología en el seminario, asistí a una clase llamada «Seminario inter-seminario», donde participaban otros estudiantes de seminarios cercanos. Se trataba de estudiar los diferentes puntos de vista teológicos sobre nuestra fe. Nunca olvidaré el día en que correspondía hablar sobre el amor, y un seminarista afirmó que no había posibilidad de que Dios nos mandara amar5, pues el amor es un sentimiento y no se puede programar: tiene que llegar. En su atrevimiento negaba la validez de la Sagrada Escritura y cometía un grave error ante los dos grandes mandamientos de Jesús, confundiendo amor y sentimiento. El amor del que habla Jesús es un amor deseado, no el amor que se siente. Afortunadamente, tenía muy reciente la lectura de Los cuatro amores, de C. S. Lewis. Entonces descubrí la confusión que en este sentido existe entre los anglo-parlantes. Detecté la misma confusión el día en que, charlando con una feligresa, me dijo que ya no amaba a su marido. Le pregunté si le preocupaba el bien de su marido y me respondió que así era. «Entonces, le amas -le dije-. Ese es el amor que prometiste el día de tu boda, no un sentimiento romántico. Decírselo es el primer modo de manifestarlo». «Llevo mucho tiempo sin decirle que le quiero», admitió ella. «Bien, ¿y no crees que deberías hacerlo? Después de todo, prometiste amarle durante toda vuestra vida». «No sé si seré capaz de hacerlo ahora», contestó. Era patente que él la había hecho sufrir durante mucho tiempo. Antes de decirle aquello, ella aguardaba la llegada de ese sentimiento de amor. Es curioso el hecho de

que las parejas vuelvan a amarse sólo cuando se lo dicen, y entonces las cosas funcionan de nuevo. Con objeto de comprender el noviazgo cristiano, tratemos de eliminar la indefinición con la que el idioma inglés se refiere a los significados de la palabra amor. En griego hay cuatro palabras distintas para referirse a él: -ágape se suele traducir por «amor divino» porque expresa el amor sacrificial de Dios por la humanidad; -philia, por amistad, llamada algunas veces «amor fraterno»; -storge se traduce por afecto, y suele llamarse amor familiar; -eros, la cuarta, por amor sensual. Como he mencionado anteriormente, C.S. Lewis escribió una explicación clásica de estas cuatro dinámicas de amor, alguna de las cuales emplearé como punto de partida. 2.1 «Ágape» (Amor divino) El amor que un hombre y una mujer se prometen mutuamente el día de su boda es un amor divino, al que los griegos llamaban agape. Es el más importante de los cuatro, pues es la condición para la salvación: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con toda tu mente…» (Lc 10,27). La palabra griega empleada aquí es agapao, derivada de agape. Por tratarse de un mandamiento, ha de ser un acto voluntario, no un sentimiento. Podríamos definirlo como la entrega incondicional de uno mismo por el bien de la persona amada. Si amas de este modo, entregarás tu tiempo, tu dinero, tu trabajo, todo lo que tienes, por aquel que amas. Pero no lo entregues indiscriminadamente: entrégalo solo por el bien de la persona amada. Entregarse para complacer al otro no es siempre amor divino, ya que lo que agrada no es necesariamente lo que es bueno. El padre que le dice «no» al hijo que le pide un Mercedes al cumplir los dieciséis años, le está demostrando su amor. La joven que dice «no» a su novio, cuando le pide una relación deshonesta, le está demostrando su amor. Los padres que se niegan a alojar al hijo traficante de droga le están demostrando «amor recio». Dios nos demuestra «amor recio» cuando nos desviamos de su camino y parece que nuestra vida se desmorona. Aquí no hay lugar para condiciones: «si te portas bien», «si continúas complaciéndome», «si no engordas». Los padres han de amar a sus hijos de modo incondicional, siempre dispuestos a luchar por su bien, tanto si les gusta como si no. No gustamos mucho a Dios cuando pecamos, pero siempre nos aceptará cuando volvamos, porque es un Dios de amor. Su interés por nuestro bien no admite condiciones, y confía en que le amemos del mismo modo. Agape se expresa generalmente de un modo silencioso y duradero, sin mucho espectáculo. Cincuenta años lavando la ropa de la familia; cuarenta años atendiendo a los enfermos o a los moribundos; décadas de pequeños sacrificios por el esposo y por los hijos: una vida entera entregada a la oración y a enseñar a los hijos. Un amor así es menos apasionante, incluso el más aburrido de los amores, pero a la larga, el más profundo y gratificante. Es lo mismo que regar un árbol; le echas agua y lo cuidas día tras día, semana tras semana, año tras año, y aparentemente no percibes su crecimiento. Un día, después de muchos años, el árbol florece y, por fin, da fruto. Sólo entonces, tras lo que parecía

un esfuerzo inacabable, te das cuenta de que valía la pena. De hecho, este amor es lo único que puede realizarnos como personas. «El hombre -escribe Juan Pablo II en Redemptor hominis, 10- no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente». Esta es la clase de amor agape de la esposa/o profundamente decepcionada, pero que supera esa situación intentando que reine la paz y se salve la relación. Podemos comprobarlo en los matrimonios que llevan casados más de veinticinco años. Juntos han pasado por los roces típicos de toda relación humana, entre pruebas y dificultades. Y ahora, cuando su amor era incondicional y capaz de mantenerse en pie cuando dejó de ser divertido, tienen algo especial. Ese matrimonio goza de cierta paz, de un resplandor especial: es el agape. Una mujer me pidió que visitara a su marido, moribundo. Él la había abandonado años antes para irse con una mujer más joven. Más tarde le sobrevino un cáncer y su joven compañera se desentendió. Entonces, su esposa lo recogió y lo cuidó hasta su muerte: había comprendido el poder del amor de agape. Aunque agape es un movimiento hacia fuera, una donación de uno mismo, los que aman de este modo suelen recibirlo también, de manera inesperada6. Por tanto, aunque la mayoría de las veces agape implica dar y también recibir, el deseo del cristiano insiste más en lo primero. La expresión más profunda de este amor divino es «dar cuando duele». «Nadie tiene amor mayor que el que da la vida por sus amigos» (Jn 15,13). Cristo predicó este amor y vivió y murió con él. Con su ayuda, también nosotros podemos vivir y morir con él. 2.2 Amor conyugal o amor de elección (una especie de «agape») La forma verbal agapao, suele usarse ocasionalmente en el Nuevo Testamento para referirse a una elección. Cristo dijo, «nadie puede servir a dos señores, porque o tendrá aversión a uno o amará al otro, o bien se allegará a uno y despreciará al otro» (Mt 6,24). Es decir, deberá elegir entre uno y otro. Así hay un amor que podría llamarse «amor de elección» o «agape de elección». Este es el amor de debemos a Dios, porque Él nos hizo elegirle sobre cualquier otro dios que pudiéramos fabricar. Nuestro amor a Dios debería tener cuatro características: -

perennidad, deber ser un compromiso eterno;

-

exclusividad, no amaremos a otro persona como amaremos a Dios, es decir, con todo nuestro corazón, alma y mente;

-

publicidad, deberemos dar testimonios de este amor a los demás;

-

fecundidad, deberá dar fruto por nuestra participación de la vida de Dios, la vida de la gracia.

Aunque este amor de elección es único, otro amor lo refleja como un espejo: el amor conyugal, que goza de las cuatro características. Perennidad, deber ser una entrega para toda la vida; exclusividad, cada uno tiene un solo cónyuge; publicidad, las parejas deben casarse en público y dar a conocer su compromiso viviéndolo en público; y fecundidad, en el sentido de que se ordena engendrar nuevas vidas7. De este modo, el amor conyugal en el matrimonio simboliza ante el mundo del amor -esponsal- entre una persona y Dios8.

Mientras el agape conyugal o de elección puede expresarse en cualquiera de los modos en que lo hace agape, hay un modo particular para ello: la comunión de los cuerpos. Con el Señor, esto implica la recepción de la Eucaristía. En el caso de los esposos, implica las relaciones conyugales. La Eucaristía es, por supuesto, la coronación del compromiso de amar a Dios sobre todas las cosas, y una fuente de gracia para mantener ese compromiso. Christopher West plantea una analogía similar en Good News about Sex and Marriage: « ¿Dónde nos hacemos una sola carne con Cristo? Esencialmente en la Eucaristía. La Eucaristía es la consumación sacramental del matrimonio entre Cristo y la Iglesia. Y cuando recibimos el cuerpo del esposo celestial en nuestro interior, concebimos, lo mismo que una esposa, un nueva vida en nosotros: la auténtica vida de Dios». La intimidad sexual es el signo físico, sagrado, del agape conyugal del matrimonio. Y como tal, comparte las mismas cuatro características: 1. Perennidad: el acto sexual pide a gritos un mañana. Independientemente del acuerdo previo al que se haya llegado, si no existe un compromiso entre la pareja -el compromiso matrimonial-, más tarde sólo será un triste sentimiento. 2. Exclusividad: nadie realmente enamorado se encontraría cómo compartiendo su compañero o compañera de sexo. 3. Publicidad: aunque el acto conyugal no tiene lugar en público (gracias a Dios), el marido y la esposa no ocultan el hecho de que duermen juntos. 4. Fecundidad: el acto, por su propia naturaleza, está ordenado a aceptar la procreación de una nueva vida. Los hijos son fruto del amor conyugal y dan testimonio de ese amor por toda la eternidad. ¿Por qué hay tanto placer en el sexo? ¿Cuál es su finalidad? La razón más obvia del placer sexual es la de estimular la propagación de la raza humana. Sin embargo, esta no puede ser la única razón, ya que el acto sexual y el placer que lo acompaña son buenos y lícitos también durante las épocas en que la procreación es imposible (tras la menopausia, durante los períodos infértiles o en el caso de esterilidad, por ejemplo). Por tanto, yo añadiría que el placer se entiende también como un estímulo para la entrega y conservación del amor conyugal. El Concilio Vaticano II enseñó que «este amor [conyugal] se expresa y perfecciona singularmente con la acción propia del matrimonio. Por ello, los actos con que los esposo se unen íntima y castamente son honestos y dignos, y ejecutados de manera verdaderamente humana, significan y favorecen el don recíproco con el que se enriquecen mutuamente en un clima de gozosa gratitud»9. La intimidad conyugal, pues, simboliza y favorece la amorosa y continua entrega conyugal del marido y la mujer. La unión sexual es una culminación y una fuente. Es una culminación del compromiso de la amorosa entrega conyugal, y una fuente de aliento para mantener esa entrega. 2.3 «Philia» (amistad) Como señala C.S. Lewis, la amistad (philia) es esencialmente una relación basada en la participación en un interés común. Si dos personas comparten la misma fe, las mismas ideas políticas, el mismo gusto por la música, las diversiones, los deportes o las aficiones intelectuales, seguramente disfrutarán pasando el tiempo juntas. Lewis indica acertadamente que mientras eros es cara a cara, la amistad es «uno al lado del otro». Es preferible compartirla con más de una persona porque, de nuevo explica Lewis, hay

un aspecto de Doug que sólo sacan a la luz John y Don. Y Doug descubre algo en Don que John no detecta. La philia puede ser cultivada, o puede surgir sencillamente. Además, puede darse entre personas de cualquier edad y sexo. La clave de una amistad duradera es la moderación. Una flor se aplasta si se le agarra con demasiada fuerza, y se marchita si se la abandona durante demasiado tiempo. Debemos conservar a nuestros amigos, pero no ahogarlos. Algunas amistades se desvanecen porque las personas cambian y siguen caminos diferentes. En este caso no hay que lamentarse, sino recordarles con simpatía y gratitud. Pero cuando una amistad aumenta y madura como el buen vino, debe ser atesorada. Generalmente, los amigos contribuyen a la relación en la misma medida. Sin embargo, hay ocasiones en que uno u otro pueden ser incapaces de dar lo mismo. En este caso el agape, ese amor de donación que es el soporte de todos los amores, debe hacerse cargo. Un amigo está ahí para su amigo/a en caso de necesidad. Durante ese tiempo, esa persona no puede recibir de la amistad más que la convicción de que la relación era algo más que un trato de negocios. De este modo se convierte en una imagen de nuestra amistad con Dios. San Agustín mantiene que la amistad es el más elevado de los amores humanos (agape es divino). Por cierto, ¿cuál de los amores humanos debe ser el más importante en el matrimonio? Compartir la misma fe, la misma educación, los mismos valores, las mismas diversiones, los mismo gustos… son cosas sobre las cuales se edifican los buenos matrimonios, y sin ellas pueden fallar. Que él reciba clases de baile porque a ella le gusta bailar, que ella se informe sobre el fútbol porque a él le gusta ese juego, son modos de construir una amistad por el bien de la donación amorosa del matrimonio. Esto no significa que la gente casada no pueda hacer cosas por separado, sin su esposo/a, pero, para reforzar sus lazos de amistad, deber haber muchas que realicen juntos. La amistad se manifiesta en la participación en los sentimientos del otro, en las alegrías del triunfo y, si la amistad es profunda, en el dolor que producen los fracasos. Esto supone riesgo e incluso heridas, pero el hecho de encontrar una verdadera amistad lo merece. En una pareja casada, la amistad ha de ser profunda, capaz de compartir sus pensamientos más íntimos, los sentimientos, esperanzas y temores. Compartir todo eso exige mucha confianza, y no suele alcanzarse en la tercera cita. Pero cuando la familiaridad y la confianza empiezan a crecer, la pareja desea compartir esos profundos sentimientos, y descubrir lo que tienen en común. Cuando se habla de cosas íntimas, ambos deben interesarse por las palabras del otro. Cuando viertes tu corazón en alguien y te responde, « ¿dónde iremos a cenar mañana?», ya sabes que existe un problema. Cada uno debe respetar y querer apoyar al otro. Cuando aparece el temor al rechazo, las palabras no fluyen. Como indica Neil Warren Clark, cuando se comparten las cosas, existe una atención esmerada y una auténtica franqueza. Los que reflexionan a través de la oración, los que se encuentran cómodos en medio del silencio y no necesitan tener continuamente conectadas la radio o la televisión, los que leen -también los libros de espiritualidad- suelen estar mejor preparados para la intimidad que los que no lo hacen. Esta es una razón más para que la religión sea tan importante en un futuro cónyuge. La religión, es decir, la práctica de la religión, ayuda a preparar a las personas para esa intimidad.

La participación en la intimidad se facilita cuando ambos se encuentran solos en un marco adecuado -un restaurante tranquilo o un largo paseo por la playa-. Algunas temporadas de crisis o de sensación de vacío se prestan a menudo para una conversación íntima. Las parejas que han compartido sus fallos y sus luchas alcanzarán una relación más íntima que las que no lo han hecho. Un hombre y una mujer deben tener una amistad íntima antes de planear su matrimonio. Entre las cosas más importantes que comparte una pareja casada se encuentra la educación de los hijos, y puede favorecer la amistad entre los cónyuges; los hijos no deber ser considerados como un obstáculo en el amor de sus padres, sino como un fortalecimiento. Por este motivo, las parejas no deben retrasar el nacimiento de sus hijos con el fin de «darse tiempo y conocerse mutuamente», pues suele significar «tiempo para disfrutar uno del otro sin obstáculos». Los hijos impulsan a los padres a ese agape de donación, que es la fuente de toda felicidad, y también a la amistad, el mayor de los amores humanos. El amor que, sin una razón importante, intenta excluir a otros aunque sea por poco tiempo, fortalece el egoísmo. Algunos de los mejores matrimonios comienzan en la amistad, no en el noviazgo. De hecho, son muchos los jóvenes que, como afirma Joshua Harris en Boy Meets Girl, optan por mantener una amistad con alguien que les gusta. Luego, si prospera la amistad, se plantea el noviazgo. Es un gran medio para evitar la tremenda presión que las salidas nocturnas ejercen sobre las parejas. Las salidas actuales son más una preparación para el divorcio que para el matrimonio10. ¡Qué maravillosa es la amistad! «El amigo fiel es seguro refugio, el que lo encuentra, ha encontrado un tesoro (…). El amigo fiel es remedio de vida, los que temen al Señor lo encontrarán» (Si 6, 14-16). 2.4 «Storge» (afecto) El afecto se llama a veces amor familiar porque surge generalmente entre los miembros de la familia, pero también es de mayor importancia durante el noviazgo. Es el cariño tierno y delicado por alguien. El afecto se manifiesta de muchos modos: un abrazo; un suave beso en los labios, en la mejilla o en la frente; una sonrisa cariñosa; un ligero toque en el brazo, en la mano o en el cabello. Parece que el afecto sano, desinteresado y casto ha causado baja en nuestro mundo super-sexualizado. Muchos han perdido el arte del cariño. Todos tenemos necesidad de afecto: una mirada cariñosa, un roce. Este cariño se encuentra entre padre e hijo, entre una mujer y su marido, entre una muchacha y su mejor amiga. En el lugar adecuado, en el momento oportuno, un gesto afectuoso es un modo de hermoso de comunicar el amor, a veces el único. Hace unos años, Ann Landers llevó a cabo una encuesta entre sus lectoras casadas, peguntándoles si preferían ser acariciadas a tener relaciones sexuales. En torno al 70% prefirió las caricias. No creo que se debiera a que no les gustaban dichas relaciones, sino a que hacía mucho tiempo que nadie las abrazaba. Muchas mujeres casadas suelen decir que todo lo que quieren los maridos es tener relaciones sexuales. Cuando les pregunto si practicaron el sexo antes del matrimonio, la inevitable respuesta es «sí». Esa es la raíz del problema. Son parejas que nunca han desarrollado la costumbre de compartir el cariño juntas. Cuando un hombre se ha acostado con su mujer antes del matrimonio, suele considerar los besos y las caricias como una mera introducción al acto sexual. Esas mujeres deben hacer comprender a sus maridos la importancia del cariño. Los maridos y las mujeres han de ser capaces

de acariciarse, de abrazarse, de besar y ser besados sin que sea el preludio de un acto sexual. El cariño es un lenguaje importante del amor, un lenguaje que debe aprenderse bien durante el noviazgo. A menudo, cuando se habla de castidad en un contexto religioso, el trato afectuoso apenas se menciona. A causa de ello la gente joven está confundida, con toda la razón, sobre lo que es aceptable y lo que no. Solemos hablar sobre lo que no debes hacer, sin plantear positivamente lo que debes hacer. Un joven de unos 30 años vino a verme después de uno de nuestros seminarios sobre «Las salidas cristianas en un mundo super-sexualizado», y me preguntó, «bien, ¿cómo debería entonces despedirme de mi novia?». Le respondí: «Pues bien, podrías ponerle la mano en el rostro, acercarte muy despacio a ella y besarla suavemente. Una vez. Dos. Entonces, le das un gran abrazo, lento, presionando tu mejilla contra la suya y sintiendo el calor como un modo de proclamar tus cálidos sentimientos hacia ella. Luego, quizá puedes decir algo como, «eres tan valiosa para mí…». Luego le das las buenas noches y la besas una vez más, lentamente, cariñosamente como si temieras romperla si no tienes cuidado». «No está mal, padre». «Ha pasado el tiempo, pero tengo buena memoria». ¿Hay un cariño más romántico que el de un beso de despedida? En absoluto. Si una pareja ha salido durante algún tiempo, él, cuando llega a recogerla, debería darle un abrazo y un beso breve pero tierno en la mejilla. Debería besarle la mano de vez en cuando. Cuando pasean, debería tocarle la cara o la mano en algún momento. En ocasiones debería pasarle el brazo por encima del hombro, o acariciarle el pelo. Los abrazos lentos, cariñosos, son actos que simbolizan poderosamente la unión. La joven debería ser capaz de mostrarle también su cariño, especialmente si le ha dado motivos para que confíe en su amor por ella. Podría apoyar la cabeza en el hombro de él mientras ven una película, o podría tocarle suavemente la mano o besarle cariñosamente en la mejilla. Otra posibilidad sería tomarle la mano y ponerla alrededor de su cintura, inclinándose ligeramente hacia él cuando pasean juntos. Este debería ser el límite de las expresiones físicas de amor en el noviazgo. Imagínate lo sano que sería, espiritual y psicológicamente, si esta fuera una norma admitida para expresar el cariño. Recuerda, compartir el afecto actuando lentamente suele ser el modo de dar, respetar y servir a la persona amada. El hecho de hacerlo con más rapidez o de acariciar con mayor intensidad suele ser indicio de búsqueda, de complacencia y de servir al yo. 2.5 Libertad en la moderación Pues bien, para algunos esto supone un gran paso atrás. Pero es el único camino realmente sano. Muchas personas que lo han emprendido están satisfechas. El problema radica en que en nuestro mundo occidental adoptamos una actitud hedonista hacia el placer: «si me resulta agradable debo atracarme de eso». Actualmente, cuando algo es placentero, tendemos a poseerlo hasta saciarnos. Si nos gusta el esquí, nos convertimos en esquiadores compulsivos. Si nos gusta el tenis, en adictos al tenis. Si disfrutamos besando, acabamos durmiendo juntos. Ese no es el camino cristiano. El planeamiento cristiano del placer consiste en disfrutarlo durante un momento y luego olvidarlo, gozar de algo sin aferrarse a ello. Dicho de otro modo, no desear cosa ni persona fuera de Dios hasta el punto de no

poder ser feliz sin ella. Por eso, San Francisco de Asís veía a Santa Clara solamente una vez al año: disfrutaba tanto de su amistad que no quería que su felicidad dependiera de ella. Es una bendición disfrutar de los pequeños placeres de la vida, viendo en ellos un atisbo del gozo del cielo, sin ser esclavo de ellos, incluso en pequeña medida. Es decir, el auténtico cristiano puede satisfacerse con pequeños placeres en la comida, en la bebida o en el beso de despedida, sin insistir en recibir más. Nuestra plenitud11, no se alcanza en este mundo sino en el futuro. En cualquier punto donde pongas el umbral de tu satisfacción -un abrazo, un beso cálido y casto, una relación sexual- quedarás igualmente satisfecho. ¿Por qué? Porque nuestros deseos son infinitos y tratamos de colmarlos con cosas finitas que nunca llegarán a satisfacernos. Cuanto más cedamos a nuestros apetitos, como pueden ser las comidas exóticas, los licores o el sexo, más peaje nos exigirán. Si ponemos el umbral de nuestros placeres en un nivel lícito, estaremos tan satisfechos psicológicamente como si lo ponemos en un nivel hedonista. Sin embargo, situarlos en un nivel lícito nos capacita para estar desprendidos del placer, y nos libera para entregarnos al amor desinteresado (agape), sin vivir esclavizados por nuestras pasiones y sin usar a los demás para satisfacerlas. Mujeres, decid a los hombres lo os gusta y lo que no. Si son inteligentes, responderán. Pedir lo que te gusta no es manipular; es enseñar al hombre cómo ha de tratarte. Solamente sería manipulación si trataras de que hiciera algo que no desea hacer. ¿Y si no quiere tratarte como tú deseas? ¡Dile adiós! Muchas parejas no alcanzan la intimidad durante el noviazgo. Están demasiado ocupadas besándose y abrazándose (entre otras cosas) cuando tendrían que estar hablando de los profundos sentimientos de sus corazones. 2.6 ¿Retrasar los besos hasta el matrimonio? ¿Qué decir de unas personas como Joshua Harris12, que decidió no besar hasta estar casado? ¿O de Elizabeth Elliot13 y Steve Word14, cuyo primer beso llegó con sus respectivos compromisos? ¿Son estas actitudes el mejor camino? Puedo comprender el motivo de semejante reacción, ya que muchas cosas buenas, como el cariño, se han sexualizado y explotado. Pero creo que su actitud es exagerada. Es necesario rehabilitar el afecto y colocarlo en su lugar, purificado de connotaciones sexuales. El cariño puro y noble es algo maravilloso. Cuando una pareja pospone los besos, incluso los más inocentes, hasta el matrimonio o el compromiso, puede estar aceptando implícitamente que las muestras de afecto no son más que una forma moderada de explotación sexual. No lo son. Son una maravillosa expresión de amor y satisfacen una necesidad humana. ¿Qué pasa con las expresiones de cariño en público? Aconsejo que sean muy pocas y sólo en los lugares oportunos: pasear de la mano, besos breves de saludo o de despedida, un abrazo en el aeropuerto, tomar su mano durante la cena. Pero las caricias insistentes y los besos repetidos reclaman intimidad, vida privada. Comportarse educadamente tiene como objeto, en primer lugar, lograr que los demás se sientan cómodos. A todo el mundo le resulta realmente incómodo ver que un hombre y una mujer son incapaces de apartar sus manos el uno del otro. El cariño, como escribió Karol Wojtyla (Juan Pablo II) en Amor y Responsabilidad no tiente como objeto el disfrute, «sino la sensación de cercanía»15. Compartir el cariño, «tiene el poder de librar al amor de los distintos peligros implícitos en el egoísmo de

los sentidos…». «El afecto es un importante factor del amor, pero exige un profundo control personal». En ocasiones, una persona descubre que su novio/a está poco preparado para el cariño; tiene dificultades para abrazar o acariciar. Algunas veces, esta reticencia se debe al temor al acercamiento sexual, como consecuencia de nuestra cultura impregnada de sexo. O quizá podría deberse a que él/ella proviene de una familia donde las manifestaciones externas de afecto eran escasas. En ambos casos, yo recomendaría tratar ese tema con delicadeza y diplomacia, y promover el hábito de compartir un cariño casto. Esto puede aprenderse, pero poco a poco, sin presión externa. Otra causa de la timidez ante el cariño puede ser el bloqueo psicológico producido por una mala experiencia anterior. En este caso, por su propio bien y el de la futura familia, debería recibir el asesoramiento de un especialista, a ser posible cristiano, para llegar a la raíz del problema. No cabe duda de que el ambiente cultural influye en las modas del cariño. En general, los latinos, filipinos y algunos europeos orientales se sienten cómodos besando y abrazando a la familia y a los amigos. Esto no significa que los de otros lugares se satisfagan con un afecto mínimo. Muchos estudios afirman que las demostraciones físicas de cariño son una terapia para todo el mundo, con independencia de la nacionalidad. Respecto al cariño con los hijos, Gary Smalley afirma en su libro The Blessing que, «una caricia elocuente puede evitar que un niño satisfaga esta necesidad en los lugares equivocados». El mismo Jesús hizo que los niños se acercaran a Él, «y abrazándolos, los bendecía imponiendo las manos sobre ellos» (Mc 10,16). Juan Pablo II llega a afirmar que los niños tienen un «derecho especial de cariño». Smalley defiende también que una caricia elocuente produce beneficios psicológicos, disminuye la presión sanguínea y puede añadir dos años a la vida del marido. Muchos padres dejan de abrazar o de besar a sus hijas cuando llegan a la adolescencia. Quizá se debe a que, como las hijas van siendo ya mujeres, piensan que no conviene prodigarles muestras de cariño. Se equivocan: el que un padre de a su hija un buen abrazo, un abrazo casto, lo dice todo de él. Los psicólogos que han estudiado las tristes consecuencias de esas omisiones coinciden en aconsejarlo encarecidamente. El afecto es una gran ayuda para el bienestar mental y un aspecto importante del noviazgo. 2.7 «Eros» (enamoramiento) El cuarto de los cuatro amores es el enamoramiento, o eros. Significa estar muy contento con alguien o algo, gustarle mucho. A veces empleamos «gustar» para describir nuestros sentimientos sobre un ordenador nuevo, un coche o una casa. « ¡Me gusta!». En realidad, lo que significa es que nos gusta, pero no lo suficiente como para hacernos decir « ¡Me gusta muchísimo!». En inglés, «love» -I love it- ha llegado a ser el superlativo de «like» -I like it-. En el noviazgo, el enamoramiento significa encaprichamiento, una atracción emocional por otro, que parece incontrolable, pero que no lo es. El Papa Juan Pablo II lo subraya en sus charlas sobre la teología del cuerpo: «según Platón, eros representa la fuerza interior que atrae al hombre hacia todo bien, verdad, y belleza…»16. Así, en nuestro contexto, significa un profundo deseo por el bien, la verdad y la belleza del otro. Este

es el sentimiento más fuerte de atracción, poco menos que una experiencia mística: es estar «enamorado». Eros no es un mero deseo sexual como Freíd enseñó equivocadamente, aunque la atracción sexual representa una parte. Es primordialmente personal. Uno desea poseer el conjunto de la persona, no solamente su cuerpo: en este sentido es mucho más poderoso que la atracción sexual. ¿Cuál es el propósito de este amor? Lo más probable es que esté concebido como un catalizador del matrimonio, que ayuda a las parejas a vencer las dudas ante el compromiso de un matrimonio para toda la vida. De hecho, probablemente es el primer aliciente para el matrimonio, aunque como demuestran una y otra vez los enamorados de Hollywood, no es el primer ingrediente para el éxito de un matrimonio. Recuerdo haber oído decir a una actriz, de unos sesenta años, hablando en televisión sobre su cuarta boda: «este es auténtico amor. Los otros no lo fueron. Este matrimonio durará porque nuestro amor es real». A los pocos años, el matrimonio había tocado fondo. C.S. Lewis insiste en un punto que deberíamos recordar: si haces un dios del eros, este se convertirá en un demonio y te destruirá. Eros es una cosa maravillosa, estupenda, pero es finita; no es Dios. Imita a Dios en la medida en que está muy por encima de otros placeres de la tierra: parecer ser un Dios pero no lo es. Solamente Dios es infinito, eterno. Eros no. Si sabes lo finito que es ese amor que imita a la divinidad, y comprendes que no necesitas entregarte a él por mucho que se empeñe, te evitarás gran cantidad de desgracias. Por otra parte, cuando entiendes su sentido y lo compartes con tu cónyuge, es muy dulce. En toda relación, el enamoramiento se debilita invariablemente por dos razones. Primera, crece con el misterio, y el misterio se desvanece con la familiaridad. Segunda, como amor humano, es limitado y necesita ser alimentado y sustentado por el amor divino. Si no está divinizado, morirá como mueren todas las cosas meramente humanas. ¿Cómo lo mantiene uno vivo -aunque no como en el día de la boda- en el matrimonio? En primer lugar, creciendo y aumentando uno mismo en gracia y sabiduría, es decir, preservando cierto misterio en la relación. Segundo, poniendo en práctica el amor divino (agape). De este modo, el enamoramiento, bueno en sí mismo, puede mantenerse vivo y la relación conserva cierto aliciente. El enamoramiento puede expresarse con las palabras «estoy enamorado de ti» o con los hechos. Pero, ¿con qué hechos? ¿Hechos apasionados para sentimientos apasionados? Aplicando este razonamiento a otros sentimientos exigiría hechos coléricos para sentimientos coléricos (arrojando, quizá, una silla o dos, o rompiendo unas pocas ventanas), o hechos de celos para sentimientos celosos (quizá un puñetazo en la boca). Naturalmente, los sentimientos deben expresarse, pero de un modo, constructivo y razonable. Los hechos apasionados y su consecuencia natural, la relación sexual, son algo más profundo que un sentimiento. Simbolizan entrega, exclusividad, una donación total, un amor tan rico que desea dar a luz una nueva vida con la que compartir ese amor. La manifestación física más honesta del enamoramiento es el cariño romántico. El modo de acariciarse, de abrazarse, de besarse, expresa una pura gratitud y un deleite en la felicidad del otro, que me ha dado semejante felicidad. Este es el modo cristiano

de expresar el eros, despojado del egoísmo que mata el amor, y divinizado por el amor divino. Y esta expresión del eros, por estar divinizada, hará que perdure. En la Eucaristía encontramos la promesa del cumplimiento del impulso natural del enamoramiento: consumir al amado. Al recibir la Eucaristía consumimos a nuestro Dios como Él nos consume más y más dentro de su vida de la gracia, como signo del amor consumado que nos espera en su Reino. El enamoramiento, pues, es un signo del fuego incontenible con el que todo nuestro ser arderá ante la mera visión de Dios. Por cierto, la palabra eros no aparece en el Nuevo Testamento, pero sí en el Cantar de los Cantares, del Antiguo Testamento. Es la historia del amor apasionado entre Dios y su pueblo: Prendiste mi corazón, hermana, esposa, prendiste mi corazón en una de tus miradas en una de las perlas de tu collar. ¡Qué encantadores son tus amores, hermana mía, esposa! ¡Qué deliciosos son tus amores, más que el vino! Y el aroma de tus perfumes es mejor que el de todos tus bálsamos. Miel virgen destilan tus labios, esposa, miel y leche hay bajo tu lengua; Y el perfume de tus vestidos es como aroma de incienso. Eres jardín cercado, hermana mía, esposa; eres jardín cercado, fuente sellada. Tu plantel es un vergel de granados de frutales los más exquisitos. (Cant 4,9-12) Como solía decir Fulton J. Sheen, «los hombre prometen lo que sólo Dios puede dar. Y toda mujer promete lo que sólo Dios puede dar». Solamente cuando una persona comprende esto, podrá disfrutar del eros sin convertirse en su esclavo. Y, además, todos podemos concebir en el corazón un amor apasionado por Dios aquí en la tierra. Aunque es una idea ajena a la mayoría de los cristianos, San Agustín la expresaba así: « ¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! El caso es que tú estabas dentro de mí y yo fuera. Por fuera te andaba buscando y, como un engendro de fealdad, me abalanzaba sobre la belleza de tus criaturas. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo. Me tenían prisionero lejos de ti aquellas cosas que si no existieran en ti, serían algo inexistente. Me llamaste, me gritaste, y desfondaste mi sordera. Relampagueaste, resplandeciste, y tu resplandor disipó mi ceguera. Exhalaste tus perfumes, respiré hondo, y suspiro por ti. Te he paladeado, y me muero de hambre y de sed. Me has tocado, y ardo en deseos de tu paz». 2.8 Resumen Cada uno de los cuatro tipos de amor tiene su propio lugar en nuestras vidas. Los cuatro son buenos en el lugar adecuado. Solamente agape es divino y vivifica a todos los demás. Los tres amores humanos se marchitan y mueren en el amor divino si no están animados por el amor divino. Si por la gracia, agape se convierte en el tema

dominante de tu vida, ocurrirán dos cosas. En primer lugar, empezarás a amar como Dios ama, algo que te encantará. En segundo lugar, serás capaz de unirte con Dios y con los demás en el amor. Ningún placer de la tierra puede superar esas buenas relaciones. Ninguna otra cosa nos proporcionará esa felicidad imperecedera, en el noviazgo, en el matrimonio, o en el cielo.

III. UN RETO IMPORTANTE: UN NOVIAZGO CASTO El mayor reto con que el se enfrentan hoy los solteros cristianos es quizá el de intentar vivir una vida cristiana casta, también durante el noviazgo. ¿Qué espera de nosotros Jesús respecto al noviazgo en el siglo XXI? Las normas más evidentes se encuentran en la Sagrada Escritura. Otras requieren los razonamientos y la guía de la Iglesia. 3.1 Sagrada Escritura Recordemos en primer lugar la predicación de Jesús sobre el sexo pre-matrimonial: «porque del interior del corazón de los hombres proceden las malas intenciones, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, maldades, engaños, deshonestidad, envidia (…). Todas esas cosas proceden del interior y hacen impuro al hombre» (Mc 7,21). Fornicación no es una palabra que muchos de nosotros empleemos diariamente. Se define como la relación sexual entre una persona soltera y otra persona soltera de sexo opuesto. Dicho de otro modo, es patente que Jesús se oponía a las relaciones prematrimoniales. De hecho, así lo hacía San Pablo: « ¿No sabéis que los injustos no poseerán el reino de Dios? No os engañéis, ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maledicientes, ni los rapaces poseerán el reino de Dios» (I Cor 6,910). La palabra fornicación aparece tres veces en el Antiguo Testamento y catorce veces en el Nuevo. En todos los casos se afirma que es inmoral. La exclusión del reino de Dios no es el castigo por el pecado venial. Así, la fornicación es claramente materia de pecado mortal. La fornicación te mantendrá fuera del reino. Esto no significa que todo el que ha fornicado esté perdido. El Señor perdona a los que se arrepienten, confiesan su pecado y se reforman. Esto se ve patente en el modo en que trató a la mujer descubierta en adulterio (Jn 8, 3-11), y en el modo en que trató a María Magdalena que, según San Gregorio, muchos creen que fue una pecadora arrepentida. Por otra parte, todo el que ama al Señor y busca su propio bien, hará todo lo posible por evitar tales pecados. De los pecados mortales, los sexuales no son los peores, pero son los más frecuentes. Peor que cometer un pecado de carácter sexual por debilidad, es cometer el pecado de negar la enseñanza de la Sagrada Escritura sobre la gravedad de la fornicación. Dicho de otro modo, los que racionalizan su fornicación y pretenden ser buenos cristianos son mucho peores que los que abrazan la verdad, pero a veces fallan al vivirla. Las enseñanzas de la Sagrada Escritura y de la Iglesia son muy claras en este sentido, y declararse inocente por ignorancia es una excusa casi imposible.

3.2 La Iglesia La Iglesia confirma la enseñanza de la Sagrada Escritura en la Declaración sobre la Ética Sexual: «El uso de la función sexual tiene auténtico sentido y rectitud moral solamente en el verdadero matrimonio». Y aún más, confirma la gravedad de los pecados sexuales: «El orden moral de la sexualidad exige tan altos valores de la vida humana que cualquier violación directa de este orden es objetivamente grave». Así, toda actividad sexual fuera del matrimonio -incluyendo las relaciones prematrimoniales, el adulterio, la masturbación y los comportamientos homosexualeses gravemente pecaminosa. ¿Por qué es malo el sexo fuera del matrimonio? Brevemente: es inmoral porque el sexo es un símbolo del compromiso marital de amor, y el sexo puede dar lugar a hijos que serán concebidos y educados en la estable comunidad de amor que es el matrimonio. 3.3 ¿Cómo de lejos es demasiado lejos? El sexo prematrimonial es claramente malo. ¿Qué ocurre con otras cosas como las caricias estimulantes? ¿Son pecaminosas? Sí, es mala cualquier excitación sexual deseada fuera del matrimonio. Santo Tomás de Aquino lo escribió en la Suma Teológica: «(…) al ser la fornicación un pecado mortal, así como otros muchos pecados de lujuria, se sigue que en tales pecados no sólo se consiente el acto, sino que también el placer consentido es un pecado mortal. En consecuencia, cuando (…) se producen besos y caricias para este placer, se sigue que son pecados mortales (…). Por tanto, en la medida en que son lujuriosos, son pecados mortales». Define la lujuria como «la búsqueda del placer sexual en desacuerdo con la recta razón». Por supuesto, la lujuria incluye el hecho de intentar cometer pecados sexuales, o imaginarlos, como apuntó Jesús: «pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón» (Mt 5,28). Así, los besos apasionados o cualquier otro acto que por naturaleza o intención estimule el deseo del sexo o provoquen excitación sexual podrían calificarse de actividad sexual. Tales actos se realizan generalmente con objeto de proporcionar un cierto placer incompleto que solamente puede completarse con la relación sexual u orgasmo. Como dijo Santo Tomás, todos esos hechos son pecados graves. ¿Por qué es pecaminosa la excitación sexual fuera del matrimonio? Por que la excitación sexual prepara a la persona para la relación sexual. No es razonable preparar una relación sexual si no estás dispuesto a tenerla. En esencia, el pecado es un acto contrario a la recta razón, la razón de Dios. Cuando una pareja se excita sexualmente y luego echa atrás voluntariamente o llega al clímax con alguna clase de actividad genital, está trivializando el sexo. En otras palabras, lo está usando como un juego. La Iglesia nunca ha trivializado el sexo: lo considera como algo valioso y sagrado. Por lo tanto, nadie puede trivializar los actos para prepararlo. Entonces, ¿hasta dónde puede llegar un cristiano en una cita? Expuesto sencillamente: compartir el afecto es generalmente agradable y bueno, incluso deseable, pero los actos que por su naturaleza o intención causan una excitación sexual en ambas personas son gravemente inmorales. Algunos argumentan que la cuestión de hasta dónde puedes llegar en una cita es como preguntar hasta dónde puedes acercarte al borde de un acantilado sin caer. No es así. Acercarse al borde de un acantilado no tiene un valor intrínseco. Compartir el afecto en

una cita lo tiene. Es saludable, ayuda a crear vínculos afectivos. Como tal, debía ser buscado razonablemente. Juan Pablo II, en su pre-papal y mundialmente celebrado Amor y Responsabilidad apunta que el afecto (o en sus palabras, la «ternura») es un factor importante en el amor. No puede existir una auténtica ternura sin un dominio propio, «que tiene su origen en el deseo siempre dispuesto a demostrar un amor tierno, y así vencer la tentación de un mero disfrute…». En otras palabras, existe una línea divisoria entre el noble y buen intercambio de cariño y la búsqueda del placer sexual. Permanecer en el lado de la virtud exige dominio personal. 3.4 Una nota sobre la pornografía ¿Es pecado el hecho de ver pornografía como entretenimiento? Sí, porque corrompe la mente. Como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica, «la pornografía consiste en dar a conocer actos sexuales, reales o simulados, fuera de la intimidad de los protagonistas, exhibiéndolos ante terceras personas de manera deliberada. Ofende la castidad porque desnaturaliza la finalidad del acto sexual. Atenta gravemente a la dignidad de quienes se dedican a ella (actores, comerciantes, público), pues cada uno viene a ser para otro objeto de un placer rudimentario y de una ganancia ilícita. Introduce a unos y a otros en la ilusión de un mundo ficticio. Es una falta grave» (n. 2354). 3.5 Aplicaciones prácticas Entonces, ¿qué significa esto en la práctica actual? En primer lugar, como los hombres se excitan con mayor rapidez que las mujeres, una mujer debe preocuparse por el modo en que reacciona su pareja, no por el suyo propio. Si él se muestra menos amable y más insistente en sus abrazos o en sus despedidas, es seguro que ha ido más allá del umbral del cariño. Es el momento de que uno de ellos o ambos deben dar marcha atrás, diciendo algo elogioso. ¿Por qué elogioso? Para evitar el pecado sin herir al ego. Él o ella podría decir algo como «vales mucho para mí», o «eres el mejor», antes de dejarle por la noche. Una pregunta clásica entre los solteros se refiere al french kiss o besos con lengua. ¿Es aceptable? Tajantemente, no. Algunas mujeres me han dicho que son capaces de hacerlo sin sentirse excitadas, y las creo. Sin embargo, es difícil encontrar a un hombre normal que no se excite en un french kiss. Las mujeres son responsables de todo lo que hacen al hombre, así como de lo que se hacen a sí mismas. Un estudiante me dijo. «Padre, yo puedo dar un french kiss sin excitarme». Le repliqué, «me parece que debes hacerlo mal». Sería posible que un varón se insensibilizara por la práctica constante, pero ese proceso de insensibilización esconde ya muchos pecados graves. ¿Y si alguien se excita solamente con el cariño? Parece que por el principio del doble efecto, algo de esto puede ocurrir. La clave está en no desear la propia excitación. Sin embargo, debe evitarse una prolongada manifestación de afecto que tenga como consecuencia una excitación, ya que es probable que, cuando se prolonga, se sume la voluntad. En todo caso, ponerse voluntariamente en peligro de pecar es ya un pecado. Otro tema que suele pasarse por alto es la situación de un hombre y una mujer sentados en el coche y besándose «sólo eso, cariñosamente» durante algún tiempo. Aparte de la tentación de caer en un pecado sexual, aquí hay un problema. El propósito del noviazgo es llegar a conocer a la otra persona para ver si deberías

casarte con ella. Los besos prolongados no ayudarán a ese proceso. Generalmente se hace porque es agradable, no por un descubrimiento interpersonal. De modo que, aunque no se produzca una excitación con los besos prolongados (lo que podría ser un fenómeno médico), es contraproducente para el noviazgo. Los besos prolongados son, por lo menos, un pecado contra la virtud de la prudencia. 3.6 Resumen La Sagrada Escritura afirma la grave pecaminosidad del sexo prematrimonial. La Iglesia llega a la razonable conclusión de que toda actividad orientada a una excitación sexual fuera del matrimonio es gravemente inmoral. Sexo es una palabra con un profundo contenido de compromiso de amor, y su preparación pertenece solamente a una relación firme, el matrimonio. Un noviazgo casto es difícil en el siglo XXI, pero casi tan difícil como el Evangelio del que forma una parte esencial. Antes de entrar en más detalles sobre el modo de vivirlo, estudiemos los motivos por los que, basado en la naturaleza humana, este es el camino de la verdadera felicidad.

IV. ¿POR QUÉ UN NOVIAZGO CASTO, UN NOVIAZGO CRISTIANO? Uno de los mayores problemas del siglo XXI es la confusión sobre cuestiones morales. Algunos, incluso cristianos, creen que las normas morales son restricciones externas establecidas por Dios para ver si le obedeceremos. Dicho de otro modo, vivir inmoralmente nos traería más felicidad, pero como Dios no lo aprueba, no debemos hacerlo. Nada más lejos de la verdad. La ley moral son las instrucciones de Dios para nuestra conducta, el proyecto para nuestra felicidad eterna. Está hecha a la medida de nuestra naturaleza como personas, y ordenada a nuestra realización como seres humanos complejos, racionales y sensibles. Imagínate, si quieres, un mundo en el que hombres y mujeres vivieran realmente el código moral de Dios con respecto a la sexualidad: no habría hijos «sin padre», muy pocas enfermedades venéreas, menos mentiras, las mujeres tendrían mucho más control sobre sus propias vidas, los hombres empezarían a relacionarse con las mujeres en calidad de personas y no como objetos sexuales. Los medios de esparcimiento describirían a las mujeres como personas también, no como juguetes. ¡Sería un mundo tan decente…! La mejor fuente de información sobre lo que es recto y equivocado es ciertamente la palabra de Dios y de su Iglesia. Sin embargo, el descubrimiento de la sabiduría de la enseñanza divina sobre la castidad a la luz de la condición humana, podría ayudarnos a comprender nuestra doctrina moral. 4.1 Aplicándolo a los cuatro amores Ante las cuatro distintas dinámicas de amor que hemos estudiado anteriormente, está clara la razón por la cual la actividad sexual prematrimonial es mala. En primer lugar,

se supone que el noviazgo de un hombre y una mujer es un período destinado a desarrollar los hábitos de agape, de amistad y de cariño en su relación para que, cuando en el matrimonio entre en juego la intimidad sexual, no impere el egoísmo. Cualquier cosa grata puede llevar fácilmente al egoísmo, y este es ciertamente el caso del sexo. El cristiano está destinado a eliminar el egoísmo y a promover el verdadero amor de donación. Entablar una actividad sexual antes de la entrega matrimonial apagará con frecuencia el apetito por los menos excitantes, pero más fundamentales amores: agape, amistad y cariño. El crecimiento de esos amores «más serenos» puede detenerse. Algunas parejas descubren, después de unos pocos años, que tienen muy pocas cosas en común aparte del sexo, y carecen de base para su amistad. Esta no surgió durante el noviazgo, pues los elementos físicos y emocionales tenían preeminencia. Los que viven juntos antes del matrimonio no llegan a conocer la única clase de vínculo que surge cuando las personas no viven juntas. En un noviazgo cristiano, las parejas están obligadas a relacionarse a nivel personal, no a nivel físico. Tienen mucho de qué hablar. Tienen que compartir los profundos deseos de sus corazones y sus sueños más íntimos. Esas son las cosas que fundamentan un matrimonio, no solo cuidar el hogar y jugar a las casitas. El hecho de vivir juntos antes del matrimonio puede llegar a ser completamente trivial, sobre todo si no existe la conciencia de una participación en el ámbito íntimo y personal. Cuando una pareja ha desarrollado la costumbre de compartir sentimientos y esperanzas antes del matrimonio, es poco probable que caiga en esa rutina. Por cierto, la llegada de los hijos puede sacar a los padres de ese aburrimiento y ayudarles a crecer en amistad. En cualquier caso, llegar a conocer bien a alguien es el propósito del noviazgo, y el hecho de vivir juntos no lo garantiza. Quizá la frustrada presunción de que vivir juntos proporcionará automáticamente una intimidad personal es la razón de que la taza de divorcios sea aproximadamente el 50% más alta entre los que han vivido juntos antes del matrimonio que entre los que no lo han hecho17. Algunos apoyan la idea de vivir juntos diciendo, « ¿acaso compras un coche sin probarlo?». No. Pero un coche es un objeto: puedes recorrer las tiendas para encontrar el más barato, y entonces lo compras. Lo usas durante unos años y luego lo cambias por uno nuevo. ¿Es ese el modo de tratar a las personas? ¿Quieres que te traten de ese modo? El criterio cristiano sobre el sexo, expresado en Gaudium et Spes es que el acto conyugal «significa y favorece el don recíproco con el que se enriquecen mutuamente en un clima de gozosa gratitud». Simboliza una entrega total, un amor fecundo que no desea terminar en sí mismo, sino que pretende ir más lejos, más allá del égoisme à deux como dicen los franceses, a una nueva vida. 4.2 El pensamiento de Juan Pablo II Juan Pablo II nos ha legado algunos textos excelentes sobre la castidad, incluyendo su pre-papal Amor y Responsabilidad y su «Teología del Cuerpo», que expuso en una serie de charlas en sus audiencias de los miércoles, desde 1979 a 1984. Identificaba tres etapas en la condición humana: 1. Antes del pecado original. 2. Después del pecado original.

3. Después de la muerte redentora de Jesús. Antes de la caída en el pecado original, la humanidad tenía lo que, en unidad original, el Papa llamaba la «plenitud de la visión, por la cual se manifestaba el ‘puro’ valor de la humanidad como hombre y mujer, el ‘puro’ valor del cuerpo, y del sexo… Se ven y se conocen uno a otro, de hecho, con toda la paz de la mirada interior, que crea precisamente la plenitud de la intimidad de las personas». Así, con esta «mirada interior» el hombre y la mujer pueden verse no sólo como un cuerpo, sino como una persona, con todos sus valores, interiores y exteriores. Después de la caída, las cosas cambiaron dramáticamente. Adán dijo: «temeroso porque estaba desnudo, me escondí» (Génesis 3,10). «En cierto modo -comenta Juan Pablo II-, el hombre pierde la realidad original de la “imagen de Dios”, manifestada en su cuerpo. Pierde también, en alguna medida, el sentido de su derecho a participar en la percepción del mundo, de la que gozaba en el misterio de la creación. Este derecho tiene su fundamento en el interior del hombre, en el hecho de que él mismo participó en la visión divina del mundo y en la de su propia humanidad; una visión que le daba profunda paz y la alegría de vivir en la verdad, y de valorar su propio cuerpo…». El hombre perdió la «mirada interior» que tuvo en la inocencia original, por la cual era capaz de ver, más allá de las apariencias exteriores, al conjunto de la persona expresada por el cuerpo. Es decir, antes de la caída, la humanidad veía a los demás en su totalidad, «en color». Después de la caída cambia el cuadro, de modo que sólo se ven en color los valores físicos, y los valores interiores o espirituales se ven en blanco y negro. Predominan los valores físicos, que son los valores sexuales. En lugar de la «mirada interior», se da una visión superficial del cuerpo, y la respuesta superficial a ese cuerpo. Así comentaba Juan Pablo II el texto de Mateo 5, 28: «… si un hombre mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón». Estas palabras, dice, no constituyen una acusación sino una «llamada al corazón». A la luz de la redención, «el hombre debe sentirse llamado a redescubrir, mejor dicho, a comprender el sentido nupcial del cuerpo y a expresar de este modo la libertad interior de la donación, es decir, de ese estado espiritual y ese poder espiritual que se derivan del dominio de la lujuria de la carne. Las palabras de Cristo atestiguan que el poder original (por tanto también la gracia) del misterio de la creación llegar a ser para cada uno de ellos el poder (es decir, la gracia) del misterio de la redención». Añade que Cristo no invita al hombre a volver al estado de inocencia original, sino a vivir como el «hombre nuevo» de la redención, con pureza de corazón, en perfección. Sin embargo, en el modelo de conducta «de la redención, el ethos original de la creación habrá de recuperarse de nuevo». El hombre reestablece «con un poder más profundo y más firme (…) el valor del sentido nupcial del cuerpo, por (…) el cual el Creador (…) ha escrito en el corazón del hombre el don de la comunión». El hombre es libre de nuevo para amar, no para usar18, porque por gracia, ha recuperado la «plenitud de la visión» que tenía al principio. En Amor y Responsabilidad describe la castidad en sentido positivo: «La esencia de la castidad consiste en la rapidez para afirmar el valor de la persona en toda situación y elevar todas las reacciones de nivel personal al valor del “cuerpo y el sexo”. Esto exige un esfuerzo interior y espiritual, porque afirmar el valor de la persona sólo puede ser fruto del espíritu, pero ese esfuerzo es sobre todo positivo y creativo “desde dentro”, no negativo ni destructivo. No se trata meramente de “aniquilar” el valor del “cuerpo y el sexo” en la mente consciente enviando las reacciones al subconsciente, sino de

apoyar la integración a largo término; el valor del «cuerpo y el sexo» debe ser enraizado e implantado en el valor de la persona». En este estado redimido, un hombre puede relacionarse con una mujer tratándola como una persona19, no como un cuerpo ni un objeto de uso. Esto coincide con nuestro análisis de los cuatro amores. La amistad, el afecto y especialmente el agape son amores que afirman la personalidad, mientras que la actividad sexual sin esos amores se ha convertido en un hábito arraigado. Sin la entrega que implica, el sexo tiende a despersonalizar al otro. Hace de la otra persona un objeto para mí, no una persona unida a mí por el amor. Sólo cuando una persona se relaciona con su pareja correctamente, obtendrá la experiencia de la alegría de un amor profundo y enriquecedor. 4.3 Dignidad de la mujer20 En una ocasión, una joven me contó que se había acostado con su novio. Como parecía indiferente a la doctrina de la Sagrada Escritura le dije, «pues ya lo sabes, eres una esclava». Con los ojos muy abiertos, reaccionó: «tiene usted razón. Él no está comprometido, pero yo sí. No quiero salir y conocer a nadie más después de lo que hemos hecho, pero él sí. ¡Basta de sexo!». Otra joven tenía miedo de decir a su novio «católico» que ya no se acostaría más con él. Tenía miedo de que rompiera con ella. Por fin se lo dijo y él no rompió. ¡Después de algunas citas más, ella decidió que no le amaba y terminó la relación! Mientras se acostaban, ella no veía lo mala que era su relación porque intentaba salvarla por todos los medios. Cuando dio marcha atrás y fue capaz de mirarlo objetivamente, se dio cuenta de lo desgraciada que era. Todo eso indica algo que la sabiduría ha repetido durante siglos: las mujeres son las que más pierden en las relaciones prematrimoniales. En términos modernos, la llamada revolución sexual ha sido mala para todos, pero las mujeres han llevado la peor parte. ¿Por qué ha sido tan dañina la revolución sexual para las mujeres? Cuando una mujer se acuesta con un hombre establece con él unos lazos afectivos y se siente comprometida con él porque es más equilibrada. Un hombre no se siente necesariamente comprometido cuando practica el sexo con una mujer. Se establece por tanto una relación en la que una persona está comprometida y la otra no. La mujer tiende a soportar su mal comportamiento porque no desea dejarle y encontrar a otro. El hombre, si cede a su peor carácter, tiende a ser más y más despreocupado por el modo en que la trata, porque se da cuenta de que ella lo aceptará. El resultado suele ser el maltrato de las mujeres antes del matrimonio, y el mismo maltrato o peor después de la boda. En los primeros 60 las mujeres empezaron a estar cada vez más de acuerdo con las proposiciones inmorales de los hombres y así comenzaron a ser peor tratadas. A primeros de los 70 se hartaron e iniciaron una revolución feminista. Sus líderes hicieron un trabajo maravilloso identificando el problema, pero sus soluciones fueron peores que el problema mismo. Decidieron que las mujeres debían ser exactamente iguales a los hombres, pidiéndoles salir cuando querían, pagando por citas que elegían y entregándose a numerosas relaciones sexuales, hasta el punto de verse obligadas a abortar para ocultar sus errores. Las mujeres no pueden disfrutar del sexo ocasional sin hacer violencia a su naturaleza. Y mucho menos, abortando. Esto tiende a hacer más profunda la desavenencia entre los sexos. Desde 196021 se ha duplicado en Estados Unidos la cifra de divorcios. Y algunos cálculos afirman que hasta el 50% de los miembros de la Organización

Nacional de Mujeres (NOW) son lesbianas. Claramente, la versión del feminismo NOW no funciona. Hay otras que empiezan a llegar a la misma conclusión. Danielle Chrittendon escribe en What our mothers didn’t tell us: why happiness eludes modern woman: «la mujer de buena edad descubre hoy rápidamente que disfruta de (…) una garantía de «igualdad sexual»; el derecho de hacer el amor con un hombre y no volver a verle; el derecho a verse insultada y rebajada si se niega a los avances de un hombre; el derecho de sufrir una enfermedad de transmisión sexual que, como gratificación, la dejaría estéril; el derecho al aborto cuando las cosas van mal o, como puede ocurrir, el derecho a cargar con un hijo fuera del matrimonio. Por supuesto, de todas las promesas que nos hicieron sobre nuestra capacidad para alcanzar la libertad y la independencia como mujeres, la promesa de la emancipación sexual ha sido la más ilusoria». En Return to Modesty, Wendy Shallit indica: «Nuestro peculiar sistema cultural intenta prevenir a las mujeres para que no busquen más que el «mero sexo», y así librarnos de nuestras románticas esperanzas o, según los casos, de nuestra vergüenza y de nuestras obsesiones. Es, yo deseo argumentar, nada menos que un intento de arrancarnos nuestra feminidad y en muchos casos situarnos ante un auténtico peligro». Y lo argumenta eficazmente, basándose en artículos escritos por las mismas liberadoras en Cosmopolitan, Elle, y Mademoiselle. Cierto tiempo atrás, la columnista Mona Charen opinaba que el programa de abstinencia, Best Friends, de ayuda a las jóvenes universitarias para posponer el sexo, rechazar las drogas y el alcohol, y desarrollar una verdadera autoestima, ha apartado a esas muchachas de su feminidad. La cuestión es que la mujer puede recuperar su dignidad femenina viviendo la castidad cristiana, y ayudando también al hombre a alcanzar la salvación. Si los hombres no desean elevar su cultura a un nivel cristiano (aunque, por supuesto, deberían) las mujeres pueden hacerlo, como ha sido durante siglos. Fulton J. Sheen tuvo una gran visión de futuro cuando dijo que el nivel de civilización de una sociedad viene siempre determinado por las mujeres. Si las mujeres se niegan al sexo prematrimonial, e insisten en que el hombre las trate bien antes y después del matrimonio, elevarán el nivel de la cultura en su conjunto. 4.4 Los hombres y la castidad Los hombres tienen mucho que ganar con la castidad, además de la salvación de sus almas (¡como si fuera poco!), aunque para ellos los beneficios son más sutiles. Al comprometerse a vivir castamente y mantenerse firmes, los hombres valoran más a las mujeres haciéndolas sentirse seguras, atractivas y misteriosas. Sin embargo, aquellos que muestran la actitud de superioridad que acompaña a las relaciones prematrimoniales se sienten extremadamente decepcionados al comprobar que sus esposas se han convertido en unas mujercitas apocadas. ¡Muy pocas veces se dan cuenta de que han sido ellos los que han creado a esa mujer! Aquellos que respetan la virtud de la mujer la ayudan a ser persona auténtica, con criterios auténticos, con auténtica voluntad, no la mujer irritable y testaruda que se ha rebelado contra el frecuente maltrato de un noviazgo poco casto. La mujer que ha vivido de acuerdo con la voluntad del Señor está en paz con su identidad, con su marido y con su mundo. Por su parte, un hombre casto puede vivir en paz con sus apetitos y evitar el egoísmo que acompaña a la licencia sexual; será capaz de transmitir la integridad de la fe a sus hijos porque él la ha vivido; conocerá las dificultades porque se ha enfrentado con ellas y las ha superado.

4.5 El sexo prematrimonial y el divorcio Es bien conocida la relación entre el sexo prematrimonial y el divorcio. Según un estudio publicado en 1992 por la Universidad de Chicago, los hombres que han mantenido relaciones sexuales prematrimoniales tienen un 63% más de probabilidades de divorciarse. Las mujeres, un 73%22. Hay quien argumenta que los valores de aquellos que no mantienen relaciones prematrimoniales son propios de personas más tradicionales, y por tanto, más dispuestas a la estabilidad matrimonial. Es cierto. No estamos animando a las personas a evitar las relaciones prematrimoniales mientras hacen suyos otros valores mundanos. Lo que proponemos no es otra cosa que la conversión a Cristo y a su pleno modo de vida. 4.6 ¿Están los cristianos realmente obsesionados por el sexo? El mundo está mucho más obsesionado por el sexo que los cristianos. Nos preocupa, pero nuestra actitud es mucho más respetuosa que la del resto del mundo. Es difícil dialogar con la gente sobre este punto, pues generalmente adopta el dogma del pansexualismo. El mundo está convencido de que, con pocas excepciones, él/ella tienen que mantener relaciones sexuales con quien quieran y cuando quieran, salvo pocas excepciones. El hecho de que el uso del sexo sin restricciones dé lugar a hijos se resuelve con la contracepción y, si es necesario, con el aborto. Por otra parte, es posible que, en un momento de candor, muchos lleguen a admitir que el sexo es más que un juego y que las personas son algo más que un objeto de placer. El sexo tiene un profundo efecto en sus participantes. El sexo tiene un profundo lenguaje de amor que simboliza una unión íntima. Es un amor que se desborda en la aparición de una nueva vida en manos del Creador. En modo alguno es superficial o secundario, sino que forma parte del núcleo de la persona. La sexualidad podría ser considerada su núcleo estético, el lugar donde la persona es bella, poética y artística. El sexo es también el acto por el que un hombre «expresa y perfecciona» el amor que siente por su esposa. Cada vez que un marido fiel se acuesta con su esposa le está diciendo: «me he entregado a ti para toda la vida. Me doy totalmente a ti. No amo a nadie más de este modo y mi amor por ti es tan completo que deseo que ese amor se vierta generosamente en una nueva vida que, a su vez, será un símbolo de la perennidad de nuestro amor»23. Este es el intrínseco sentido del sexo, que lo hace hermoso y sublime. Cuando el sexo se usa mal, parece surgir una tristeza inevitable que, en el mejor de los casos, es melancolía, y en el peor, depresión. El idealista clama por la hermosa sinfonía que debería resonar en su interior, pero que ha quedado arruinada por su entrega a un apetito por el placer. Realmente, todo ser humano sabe qué es el sexo y no lo trata como algo insignificante. El sexo no es una mera actividad recreativa. 4.7 Resumen Una relación al margen de la castidad no traerá consigo la felicidad porque están cortocircuitados los más ricos, serenos, pero más fundamentales amores como el agape, la amistad y el cariño. Cuando un hombre corteja castamente a una mujer,

descubre la profundidad de su personalidad, y esto es plenamente satisfactorio. Cuando una mujer insiste en vivir castamente su noviazgo, si sitúa en pie de igualdad, el lugar de en la esclavitud de sentirse ligada a un hombre apenas vinculado a ella porque se han acostado juntos. El hombre que desea vivir un noviazgo casto confiará en su mujer, la verá más atractiva y ayudará a llegar a ser un buen modelo para sus hijos. Gracias a su noviazgo, ambos se liberarán de la desdicha de trivializar el sexo. Los cristianos verdaderos no pueden admitir las mentiras del mundo, por muy extendidas que estén. Como cristianos, hemos de mantener la verdad sobre el sexo y sobre la humanidad. El sexo es bueno, es hermoso, y está reservado para el matrimonio. Y, con la ayuda de Dios, podemos vivir la dignidad de la castidad.

V. VIVIR UN NOVIAZGO CRISTIANO Vivir un noviazgo cristiano en el siglo XXI es realmente posible. Vivir la castidad evangélica sin una gran lucha cotidiana es posible. Vivir un auténtico noviazgo cristiano, incluso si no ha sido así en el pasado, es posible. Para empezar, estudiemos la virtud de la castidad. Según Santo Tomás de Aquino y Aristóteles, la castidad es la moderación habitual del apetito sexual de acuerdo con la recta razón. En otras palabras, es el domino que ejerce la razón sobre el apetito sexual24. No se trata solamente de la regulación del comportamiento, que podría ser el autodominio, sino el auténtico deseo de controlar la conducta sexual. Advirtamos también que la norma es la «recta razón», es decir, la razón conforme al eterno amor de Dios, no una razón mundialmente extendida que considera razonable cualquier sexualidad que evite enfermedades o embarazos no deseados. 5.1 Cómo vivir castamente ¿Cómo crecer en la virtud de la castidad para vivirla habitualmente y con alegría? La castidad es un fruto del Espíritu Santo, y no se alcanza sin el esfuerzo y la oración constante. Los frutos de un árbol aparecen después de las hojas y de las flores: lo mismo sucede con los frutos del Espíritu Santo. Exigen un cuidadoso cultivo con ayuda de la gracia de Dios. El hecho de empezar a vivir castamente requiera una profunda vida interior. Quince minutos de meditación diaria, más la asistencia frecuente a Misa y la recepción de los sacramentos, deben ser fundamentales para cualquiera que desee vivir esta virtud. 5.2 El convencimiento propio Para crecer en castidad, además de la Misa y los demás sacramentos, puedes emplear distintos procedimientos que contribuyan a aprovechar la gracia sacramental. Empieza por observar, con Santo Tomás de Aquino y Aristóteles, que el apetito sexual parece gozar de vida propia. No sólo escucha a la razón, sino también a la imaginación y a los sentidos. Si quiero levantar una mano, le digo que se mueva y se mueve, pero si mi apetito sexual se siente atraído por algo ilícito, he de decirle algo más que se detenga: puede ser muy impetuoso.

«Pues no hago el bien que quiero -dice San Pablo-, sino el mal que no quiero, eso hago… Pues me complazco en la ley de Dios según el hombre interior, pero advierto otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi razón y me esclaviza a la ley del pecado que hay en mis miembros. ¡Pobre de mí!» (Rom 7, 19, 23,24). Por tanto, debes encontrar el modo de convencer a tu apetito sexual para que obedezca a la razón y no a los sentidos o a la imaginación. 5.3 Domesticar los sentidos y dominar la imaginación El apetito escucha a los sentidos. Debes por tanto ser cuidadoso con lo que miras o contemplas. Ver películas explícitamente pornográficas, o centrar la atención en miembros del sexo opuesto vestidos provocativamente es un veneno cuando estás luchando por la castidad. Peor aún es curiosear páginas web, pues la pornografía trivializa el sexo, presentándolo como mera diversión y reduciendo a la mujer (o al hombre) a simple herramienta de placer. Difícilmente podrás evitar los pecados sexuales si continuamente estás contemplando escenas sexualmente explícitas. La imaginación es otro ámbito de peligro. Cuando percibas un pensamiento impuro, intenta sustituirlo por otro sano, como un partido de pelota25, una maravillosa puesta de sol, etc. También puedes seguir el consejo de San Juan Vianney: hacer la señal de la Cruz para rechazar la tentación, o pronunciar repetidamente el nombre de Jesús, como aconsejaba Santa Catalina de Siena. Un pensamiento impuro no consentido no es pecaminoso, pero sí lo es cuando lo consientes. Como indicó Jesús, puedes pecar gravemente con el corazón como con el cuerpo. 5.4 Los valores de la castidad Algunos proponen el control sexual de un modo voluntarista, equivocado: reprimen la llamada del sexo con una negativa enérgica y despótica. De este modo, como apunta Juan Pablo II en Amor y Responsabilidad, el apetito sexual se refugiará en el subconsciente, a la espera de la primera ocasión de debilidad para explotar en un estallido de actividad sexual. Lo comprobamos en la persona que se contiene varias semanas para continuar luego en una juerga, y repetir el ciclo una y otra vez. La inteligencia debe tratar «políticamente» con el apetito, defendiendo las ventajas de la castidad ante el valor del placer sexual sacrificado. La inteligencia debe convencerse de que, en brazos del sexo, jamás logrará ser plenamente feliz. Tu razón debe insistir encarecidamente para convertir tu corazón a la verdad. No basta saber lo que es bueno y lo que es malo. Para sobrevivir castamente en este mundo, tu mente y tu corazón deben estar completamente convencidos de sus beneficios. El primero de esos beneficios es el don más valioso: nuestra relación personal de amor con Jesucristo. Violar libre y conscientemente la castidad aniquila esa relación, fuente de felicidad y único camino de salvación. Destruirla supone pagar un alto precio por unos escasos momentos de placer. Optar por la castidad es defender el carácter sagrado del sexo, tanto que se protege con la dignidad del matrimonio. Al vivir la castidad, evitas trivializar el sexo como algo meramente divertido, mientras que participando en él dentro del matrimonio, experimentarás su sublime dignidad y trascendencia. Al optar por la castidad, estarás viviendo con la dignidad de quien se sabe imagen y semejanza de Dios. Como tal, estás fortalecido para vivir bajo la razón, y no a merced de tus deseos y tus impulsos, como los animales.

Al abstenerte de la actividad sexual, manifiestas tu capacidad de valorar a la otra persona en toda su grandeza, y no como un mero objeto de disfrute. El sexo es un tesoro en el almacén de valores. Se trata de un valor importante, por cierto, pero también hay otros muchos. La participación en el sexo antes del matrimonio predispone, más en el caso del hombre, a mirar a la otra persona como una herramienta para obtener algo: en este caso, placer. Un valor posterior estriba en la importancia de desarrollar los tipos más importantes de amor durante el noviazgo. El amor de donación (agape), la amistad y el cariño son los amores que mantienen unido al matrimonio. Deberían por tanto convertirse en hábitos durante el noviazgo, de modo que cuando llegue el momento del matrimonio, y entren en juego las relaciones sexuales, esos otros amores menos excitantes pero más fundamentales, se conviertan casi en una segunda naturaleza. Las parejas que compartieron el sexo antes del matrimonio no parecen desarrollar esos hábitos más desinteresados de amor. Sí comparten el egoísmo de deslizarse hacia algo tan placentero como el sexo. Sin embargo, las parejas que se abstienen antes del matrimonio parecen mucho más dispuestas a servir al otro en el agape y más capaces de expresar cariño y amistad. De hecho, la implicación sexual antes del matrimonio podría enmascarar falta de amistad, imprescindible en un buen matrimonio. No basta convencer a tu inteligencia: tienes que convencer también a tu corazón. Y un corazón no está convencido si no pone medios para evitar los peligros. Hay quien acepta la doctrina de la Iglesia pero, por aburrimiento o por riesgo, coquetea torpemente con el sexo ilícito. Esto es particularmente insidioso: una pareja que empieza a besarse de modo prolongado sabiendo que suele llevarles a pecar, o quien invita al otro a quedarse por la noche afirmando que «no pasará nada»… Al colocarse de manera deliberada e innecesaria en ocasión próxima, esas parejas ya han pecado gravemente contra el amor y la prudencia. Si luchas por la castidad debes recordarte a ti mismo, varias veces al día si es preciso, los valores que lleva consigo una vida casta. A largo plazo, es más fuerte el atractivo de la verdad que el del placer sensual: la verdad puede ser más convincente si buscas lo razonable una y otra vez. 5.5 El autocontrol como «padre» El autocontrol debe desempeñar el papel de padre para el apetito sexual hasta que este adquiera una educación razonable, pero nunca llega a estar consolidado realmente, ya que exige una continua batalla. Por otra parte, la castidad es una auténtica virtud, ya que vence al apetito dando paso a la razón. Gracias a la castidad, la persona tiene corazón y cabeza unidos y puede ir en busca de los más nobles valores. Unos de los grandes destructores del autocontrol es el exceso de alcohol. Muchas personas padecen unos problemas tremendos por este motivo. Si tienes la esperanza de vivir la virtud de la castidad, debías proponerte no tomar más de una copa. Yo hice el propósito de no beber mientras estuviera en la universidad y me resultó enormemente beneficioso. Mientras no adoptes la misma decisión, sé muy cuidadoso con el alcohol y, por supuesto, con las drogas. Pueden aniquilar la vida. Ningún verdadero cristiano jugaría con esas cosas sabiendo que destrozan el autocontrol. Necesitas el autocontrol si tratas de conseguir la paz de la castidad. 5.6 Tratando con el mundo

Sin embargo, no sólo debes pensar en tu propia vida. También has de tratar con un mundo super-sexualizado: debes saber qué deseas y mantenerlo luego con firmeza. Piensa primero cómo vas a compartir el cariño durante el noviazgo. Ya hemos expuesto una serie de medios: mantener ese programa te capacitará para un noviazgo casto. La cuestión es, ¿cómo convencer al otro desde el principio? Para empezar, has de estar de acuerdo con lo que podrían llamarse las salidas amistosas. En este supuesto, sólo salís juntos una vez por semana más o menos durante tres meses sin que surjan besos. Un abrazo limpio, sí, pero ni palabras tiernas, ni agarrarse de las manos, ni compromisos. Si tu acompañante lo acepta, será un buen comienzo. Quizá aún no tienes la garantía de que la otra persona entienda este prudente planteamiento. Algunos admiten bien esta prudencia previa, pero una vez iniciado el noviazgo se desenfrenan. De modo que necesitas aclarar lo que pretendes. Imaginemos una pareja en la que la joven desea mantener un trato casto en el noviazgo. Si el chico muestra desconcierto, ella debe exponerle amablemente su criterio. «Solamente nos manifestaremos el cariño mediante abrazos, caricias o tomarnos las manos. Los besos, muy tiernos y sólo en la mejilla. Nada de besos como en las películas». Si él duda, ella puede responder: « ¿Por qué no lo piensas? No hay prisa». Si ve con toda claridad que el chico no está de acuerdo, puede decirle educadamente: «está bien. Es bueno que hayamos tenido esta conversación antes de empezar. He disfrutado mucho con tu amistad». Es absolutamente crucial esta firmeza. Ella debe ser correcta, amable, pero firme. Y si el chico se va, que se vaya. Ella se habrá salvado de una prolongada lucha por su castidad y quizá de un mal matrimonio. Si es él quien hace el planteamiento de un noviazgo casto y es ella quien reclama una mayor actividad física, el que debe cortar es él. Si transiges al principio, caerás rápidamente en el típico noviazgo super-sexualizado. Aunque te abstengas de una relación sexual completa, surgirán numerosas caricias estimulantes que acabarán con tu propósito. Ha llegado el momento de mostrarse seguro y fuerte. ¿No resulta algo incómodo plantear esto al comienzo del noviazgo? Así es, pero es preferible hacerlo al principio, que tras un incidente desafortunado. Yo recomiendo encarecidamente que pongáis las cosas claras desde el principio. Así todo el mundo sabrá exactamente dónde está. 5.7 ¿Basta estar de acuerdo? Generalmente, es el hombre el que se acomoda a la ética de la mujer, pero no siempre. En cualquier caso, no basta estar de acuerdo. El que sale con un cristiano practicante no vive por eso en estado de gracia. Debe creeer en el Evangelio y tratar de vivir como un seguidor de Cristo. Quien se cree virtuoso/a sólo porque lleva a cabo un programa de castidad vive en un mundo de sueños. Seguir a Cristo significa llevar al Evangelio en el interior, no obedecer a determinadas restricciones externas. En este caso, la mujer debe recordarle amablemente, «es estupendo que estés de acuerdo conmigo, pero no es suficiente. Necesitas estar convencido de que Jesús lo desea y que quieres seguir ese camino por Él». 5.8 ¿Es posible la reforma?

La respuesta es, «categóricamente, sí». El demonio podría hacernos pensar «después de lo que has hecho no podrás vivir castamente, no seas hipócrita pretendiendo que otros vivan así». ¿Qué mejor testimonio de la tristeza de una vida adicta al sexo que el de quien se ha librado de esa esclavitud y ha paladeado la libertad de los hijos de Dios? La gracia te hace realmente «una nueva criatura de Cristo» (2 Cor 5,17). Así, la respuesta a cualquiera que te haga esa pregunta es: «Sí: puedes vivir castamente, y también puedes llegar a ser santo». Piensa solamente en San Agustín, que vivió durante quince años con su amante antes de rechazar «la cruel esclavitud de la lujuria» y encontrar la paz y la felicidad en el Señor Jesús, ¡y también la santidad! Ha habido otros como Santa Margarita de Cortona y San Juan de Dios. Algunos de los más fervientes defensores de la castidad han sido sus mayores infractores en el pasado. 5.9 La Gracia Como ya hemos mencionado, no puedes vivir castamente sin la ayuda de la gracia, y en gran cantidad. Por eso, numerosos jóvenes católicos solteros están formando grupos con objeto de ayudarse a vivir la castidad, y conseguir una profunda vida espiritual. Muchos de ellos rezan diariamente el Rosario, van a Misa los domingos y también entre semana, y leen libros de espiritualidad. Algunos hacen media hora diaria de oración ante el Santísimo Sacramento. No sólo son capaces de vivir castamente, sino que han descubierto el gozo de tener una íntima relación personal con Jesucristo. Han aprendido, como San Agustín, que «nuestros corazones están inquietos hasta que descansen en Él». 5.10 Sin transigencias En tu noviazgo tienes que mantener el firme propósito de ser fiel a Dios. Los grandes hundimientos suelen iniciarse por transigencias en cosas pequeñas. Has de estar convencido de que la castidad te hará más feliz, y lo serás. Pregúntate, « ¿Qué haría Jesús? ¿Y María?». Si tienes vida de oración, podrás escuchar sus consejos. Pide concretamente al Señor en tu oración que te ayude a vivir una vida casta. Pídeselo tras recibir la Sagrada Comunión: es el momento de mayor intimidad con el Señor y el mejor para buscar su ayuda. Como decía Santa Teresa de Jesús, «después de comulgar cuidemos de no perder tan buena oportunidad de negociar con Dios. Su Divina Majestad no está acostumbrada a pagar malamente por su morada si se encuentra con un buen recibimiento». Y como dice el Catecismo, «los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje de la fidelidad y de la esperanza de recibirse el uno y el otro de Dios…» (n. 2350). 5.11 Ideas prácticas Unos de los obstáculos que dificultan una vida casta es el aburrimiento. Yo animo siempre a las personas que acuden a mí en busca de dirección espiritual a que hagan algo divertido todas las semanas. Tienes que buscar un entretenimiento: un deporte como el tenis, el pádel o el baloncesto, navegar, jugar a las cartas, leer un libro apasionante, ver una buena película…, cualquier actividad interesante. Nuestra mente necesita oxigenarse. Sentirse aburrido en la vida es convertirse en el primer candidato a la tentación y al pecado. Para huir de este aburrimiento muchos permanecen en pie hasta última hora de la noche. Cuando llega el momento de regresar a casa, piensan,

« ¿esto ha sido todo hoy? Quizá si alargo el día un par de horas más, me divertiré un poco». Cuando tu vida es aburrida necesitas más estímulos, y es muy probable que los encuentres en la trampa de la pornografía, u otras adicciones sexuales que lograrán excitarte cuando sales. Un aburrimiento por falta de entretenimiento no solo puede encadenarte a una adicción al sexo: también puede llevarte a la depresión. Entonces te encuentras tan deprimido que te falta energía para planear algo divertido. Caes en un círculo vicioso. ¿Cómo contrarrestarlo? Programa algunas actividades semanales limpias, buenas, saludables y divertidas. ¡Tu vida será mucho más equilibrada y no necesitarás desesperadamente un estímulo sexual o un amor destructivo! 5.12 Resumen El primer paso hacia la castidad es educar tu apetito y desentrañar la verdad sobre la verdadera sexualidad y la felicidad que comporta. Esto requiere una completa conversión del corazón, y un convencimiento de que saldrás ganando, pues las ventajas son evidentes: vivir en estado de gracia, bajo la razón y no bajo los instintos animales; tratar a tu novia como una persona que merece amor; construir durante el noviazgo amores de amistad, cariño y agape, de modo que lleguen a ser hábitos en el momento del matrimonio. Una vez que estés convencido puedes convencer a tu novia o a tu novio. Lo mejor es proponerle el programa de «solamente cariño», y mantenerlo con firmeza. Haz lo que es recto y deja que el mundo se reorganice tras tu decisión. No lo lamentarás. Las parejas que han actuado así lo han encontrado sumamente refrescante, y han puesto las bases de un matrimonio saludable. Como dice Juan Pablo II en Amor y Responsabilidad, «la castidad es una virtud difícil y cuya adquisición requiere tiempo; es menester aguardar sus frutos y la alegría de amar que ella debe aportar. Pero es la verdadera vía, la infalible, para ese gozo». La castidad no es fácil en nuestra sociedad super-sexualizada, pero con la gracia que nos llega a través de la Misa, los sacramentos y la oración, resulta posible. Recuerda: lo que estamos buscando no es la castidad en sí misma, sino el Reino. La castidad es muy importante, pero no es lo más importante. Lo más importante es llevar una vida de oración, una vida sacramental, una vida de culto; en resumen, una relación tan profunda de amor con Dios, que nos facilitará vivir castamente.

VI. UNA LLAMADA AL PUDOR26 Un planteamiento de castidad no puede dar resultado sin la virtud del pudor en el vestido tanto en hombres como en mujeres. Aunque no pensamos frecuentemente en ello, también el hombre debe ser modesto. Trajes de baño minúsculos, pantalones excesivamente ajustados, camisetas sin mangas y abiertas hasta la cintura no son propios de un verdadero cristianismo. Sin embargo, como escribió Santa Teresa de Jesús en su autobiografía, «…las mujeres están obligadas a ser más modestas que los hombres». Así que nos centraremos especialmente en el tema del pudor en las mujeres.

Permitidme que os cuente una historia. Una tarde, un miembro de nuestra asociación católica de mujeres solteras estaba intentando decidir el traje que se pondría para una boda. Llamó a su padre para pedirle opinión. Él le dijo, «bueno, tienes bonitas piernas, ¿por qué no ponerte algo corto?». Entonces, se puso «algo corto»…. y casi produjo una conmoción. No fue su momento más feliz. Después de aquello empezamos a hablar sobre el pudor y ella comenzó a vestir de forma más recatada. Posteriormente me dijo que había asistido a una fiesta y que su discreto vestido había llamado la atención ¡más que las que vestían ropa llamativa! Ya que las mujeres miran más a la persona en su conjunto, suelen ser menos conscientes de cómo las miran los hombres. Juan Pablo II lo identificaba en Amor y Responsabilidad: «siendo como es generalmente más fuerte y más acentuada en los hombres la sensualidad que hace considerar al “cuerpo como un objeto de placer”, parece que habría de esperarse que el pudor, en cuanto tendencia a disimular los valores sexuales del cuerpo, fuese más pronunciado en las jóvenes y en las mujeres». Las mujeres suelen ser conscientes de que los hombres se sienten atraídos a ellas físicamente, pero no suelen tener ni la más remota idea de la intensidad de esa atracción. Cuando una mujer ve a un hombre de buena apariencia piensa: «es guapo». Cuando un hombre ve a una mujer bien parecida, su respuesta es mucho más intensa. Muchos hombres jóvenes que creen en la castidad, incluso aquellos que se esfuerzan por vivirla, nunca han caído en la cuenta de la importancia de la modestia en las mujeres. Algunos están completamente deseosos de disfrutar ante el espectáculo de una bella mujer con una falda corta y ceñida. Cuando empiezan a pensar en las causas primordiales de la lujuria, no tardan en reconocer el efecto negativo que esto tiene en ellos. Fr. David Knight, en Good News About Sex, piensa que «sería deliberadamente ingenuo en esta época de sofisticación psicológica ignorar el hecho de que determinado estímulo visual es objetiva y normalmente provocador para el apetito sexual de un varón normal. Podríamos cerrar los ojos ante esto, pero los comerciantes no lo hacen. Y las fortunas que obtienen poniendo en práctica sus ideas demuestran que saben lo que están haciendo… Si las jóvenes y las mujeres de nuestra cultura ignoran o no lo que ocurre, pierden de todos modos… En la medida en que un determinado estilo de vestir es consciente y deliberadamente provocativo -por parte del diseñador, de la cliente o de ambos- este modo de vestir debe ser considerado como una violación al revés, donde alguien estimula un deseo sexual en quien tal vez no desea excitarse. Cada vez que les ocurre a los hombres (que son más proclives que las mujeres a este tipo de excitación) siempre provoca cierto enfado, lo reconozcan o no…». Además, el Catecismo (n. 2521 y 2522) recuerda que «el pudor preserva la intimidad de la persona. Designa el rechazo a mostrar lo que debe permanecer velado. Está ordenado a la castidad, cuya delicadeza proclama. Ordena las miradas y los gestos en conformidad con la dignidad de las personas y con la relación que existe entre ellas. El pudor protege el misterio de las personas y de su amor; exige que se cumplan las condiciones del don y del compromiso definitivo del hombre y de la mujer entre sí. El pudor es modestia; inspira la elección de la vestimenta…». 6.1 ¿Qué es lo impúdico en la actualidad? ¿Qué elementos más extendidos de la ropa actual provocan más reacciones en los hombres? El más común es la falda corta. He asistido muchas veces al desconcierto de hombres piadosos cuando reparan en el escasísimo vestido de algunas mujeres,

cuando acuden a Misa a diario, o a hacer un rato de oración. Consideraban que la vestimenta de las mujeres y sus prácticas de piedad eran absolutamente contradictorias. Yo estaba de acuerdo con ellos. Siempre me asombra el número de mujeres devotas que no relacionan lo religioso con el vestido. Los vestidos o las faldas por encima de las rodillas afectan sexualmente a los hombres, por lo menos levemente, pero quizá aún más psicológicamente. Es decir, afecta a su opinión sobre la totalidad de esa mujer. A veces, las mujeres se sorprenden al oír el modo en que los hombres reaccionan ante ombligos al aire, pechos semidesnudos, trajes ceñidos, «peinados sexy» o trajes de baño indecentes. En una charla que di sobre el pudor, una mujer (que resultó ser californiana) replicó: « ¿Está Vd. diciendo que no debemos llevar determinados bikinis en la playa?». «Sí, eso es lo que estoy diciendo». «Eso es una exageración, ¿no?». «Mucho. Tan exagerado como el Evangelio mismo». Varios meses después, supe que acudía a la playa con un traje de baño de una pieza. ¡Había empezado su conversión! Cuatro años después, ingresó en una Orden Carmelita contemplativa. ¡Eso, en el mejor sentido ahora, es una exageración…! ¿Qué mujer quiere ser recordada por sus piernas? ¿O por su ombligo? ¿No querrá ser recordada por su afabilidad, su personalidad, su decencia, bondad o santidad? Si una mujer acentúa exageradamente sus encantos físicos, seguramente apagará otros, más personales, más importantes y más duraderos. 6.2 ¿Qué debe hacer una chica? «Si los hombres tienen un problema con mi modo de vestir, el problema es suyo, no mío. Que lo resuelvan ellos». Esto es falso por varias razones. En primer lugar, no es cristiano. La cristiandad es una comunidad activa. San Pablo nos enseña, «ayudaos mutuamente a llevar las cargas y así cumpliréis la Ley de Cristo (Gal 6,2)». Nos salvamos en comunidad, no como individuos. Y en segundo lugar, el problema no es solo de los hombres. La mujer que viste indecorosamente se crea sus propios problemas. Siempre que se dice esto, algunas mujeres se sienten ofendidas. Dicen, «ya estás en lo de siempre “las mujeres tiene la culpa” de la agresividad de los varones». No es así. No toda la culpa es de las mujeres, pero ellas tienen mucho que ganar cuando visten con decencia. Una mujer carga con cierta responsabilidad por el modo en que reacciona el hombre, pero carecería de sentido pretender justificar así las malas conductas del varón. Pero cuando las mujeres visten indecorosamente, invitan a pensar en sus utilidades ante el varón, y se suelen quejar de que todos los hombres son unos «animales»: se debe a que los descontrolados acuden a ellas corriendo. Sin embargo, los hombres decentes procuran huir. La mujer que viste inadecuadamente está vendiéndose barata; sus mejores activos son los sexuales. Una mujer que vive en estado de gracia tiene un halo que excede con mucho a cualquier criterio de moda. Algunas veces, las mujeres cristianas subestiman su belleza interior, debido quizá a la poderosa influencia de los diseñadores de moda, que ponen demasiado énfasis en la exterior pues con ello se ganan la vida. Como dice la Sagrada Escritura, que «el adorno de ellas no sea externo, hecho de peinados, joyas y modos de vestir, sino de buenas obras, como conviene a mujeres que reverencian a Dios» (1 Pe 3,4). Dicho de otro modo, las mujeres deben ser atractivas por su santidad, no por

sus vestidos exagerados o indecorosos, ni por sus joyas. Después de todo, no hay nada más atrayente que la santidad. Las mujeres deben preguntarse, « ¿a quién estoy intentando gustar? ¿A Dios o al mundo?». Santiago nos dice, «la amistad con el mundo es enemiga de Dios» (St 4,4). Pensemos en cómo vestiría hoy la Madre de Jesús si fuera una soltera de 25 años. Especulando, sería un ejemplo de lo que San Francisco de Sales describe: «yo, por mi parte, tendría un grupo de gente piadosa, hombres o mujeres siempre adecuadamente vestidos, pero sin ostentación ni extravagancia. Como dice el proverbio, me gustaría que estuvieran “adornadas con gracia, decencia y dignidad”». Hay quien afirma que los tiempos han cambiado y los estilos son mucho más llamativos que hace sesenta años, que las modas que hoy llamamos impúdicas parecerán corrientes dentro de una o dos generaciones. Puede ser así, pero generalmente los que están comprometidos con el Señor no están en la vanguardia de las modas que dejan el cuerpo descubierto. «Pero en verano hace demasiado calor…». Puede ser que haga calor, pero hay ropas decorosas que te permiten aliviarlo. Además ¿qué es importante, estar cómodos o contribuir a crear un mundo más educado, más respetuoso con la dignidad de todos, y más respetuoso por tanto con la ley de Dios? 6.3 La fuerza del pudor Una mujer que viste modestamente no halagará a los medios o a los diseñadores, pero sabe lo que quiere -decencia- y lo consigue. Procurará ser elegante y vestir a la moda, pero sin estridencias que desvíen las miradas. Controlará su propio estilo, con ropa decente. Pertenecerá al tipo de mujeres que controlan su vida social y están menos expuestas al reclamo sexual. Por supuesto, las jóvenes deben recibir el mensaje sobre la ropa decorosa en su casa, pero desgraciadamente, no todas lo oyen. Feliz la joven con un padre y una madre dispuestos a dar esa batalla. ¿Por qué se visten impúdicamente tantas mujeres? Hay muchas razones. Algunas sienten cierta excitación vistiendo ropas ajustadas o escotadas; otras se dejan influir por la moda; otras sólo desean atraer a los hombres, y éste es un modo de logarlo. El argumento de la moda es débil, dados los eclécticos estilos actuales. Y la excitación cristiana apenas encuentra cabida en el modo de pensar de una mujer cristiana. De hecho, es algo de debes evitar si deseas permanecer cerca de Dios. Sin embargo, el empleo del impudor para atraer a los hombres es un fenómeno interesante. Al vestir de un modo provocativo la mujer adquiere cierto poder, es indudable, pero es un poder muy caro. Determinado tipo de hombre responde con gran energía ante una vestimenta indecorosa. Pero, ¿qué perfil reúne? Suele buscar un encuentro sexual, sin la menor inclinación hacia el matrimonio, por lo menos con la mujer sexy. Su reflexión nunca será «¡qué personalidad tiene esa chica!» o « ¡será una esposa perfecta!». Al contrario, será más bien, « ¡apuesto a que es una más!». 6.4 El peligro de la belleza A pesar de que la belleza es un bien en sí mismo, es también una llamada al pudor, porque una mujer extremadamente atractiva recibirá numerosas invitaciones para portarse mal.

Cuando un hombre sale con una mujer espléndida, suele quedar fascinado por su aspecto. Incluso si piensa que no es la persona con la que se casaría, esperará algún tiempo antes de olvidarse de su belleza. Entonces, rompe. Algunas veces dejará pasar los años antes de confesar que aquello no puede funcionar. ¿Cómo se las arregla entonces una mujer extremadamente atractiva?27 No estando apegada a la atención que recibe, y manteniendo la visión de lo realmente importante. Necesita que su fe prevalezca, recordemos que Dios no creó la belleza femenina para que las mujeres fueran frívolas y narcisistas. La mujer atractiva que desea realzar su belleza atraerá demasiada atención hacia sí. Si desea atraer a un hombre virtuoso, debería mostrarse comedida en su maquillaje, su peinado, la elección de las alhajas y el estilo de su ropa. Para todas las mujeres, independientemente de su belleza natural, la meta debería ser parecer elegante, no llamativa. La mujer que goza de una belleza discreta, femenina, encontrará mucho más fácilmente al tipo adecuado de hombre cristiano, que la que intenta llamar la atención. Recordemos que solo la belleza interior dura para siempre. Las siguientes palabras de la Sagrada Escritura se aplican a todas las mujeres: «el adorno de ellas no sea externo, hecho de peinados, joyas y modos de vestir, porque el hombre humilde de corazón, de incorruptible mansedumbre y ánimo sereno, ese es el rico a la vista de Dios» (1 Pe 3, 3,4). Resulta cada vez más imprescindible cierta revolución cultural en lo que se refiere a la vestimenta de las mujeres. Los hombres deberían ponerse en marcha y asumir una especie de liderazgo en la renovación moral de nuestra cultura, pero también las mujeres tienen que tomar parte en el juego. 6.5 Los hombres enfrentados al impudor femenino ¿Qué debe hacer el hombre para evitar la influencia negativa de una mujer vestida indecorosamente? Algunos bajan la mirada, otros miran hacia otro lado, pero esto puede resultar difícil. Mejor solución sería mirarla a los ojos, y al hacerlo, recordarse a sí mismo que ella es una persona, una hija de Dios, y entonces desviar la mirada. Podrías decir también una corta oración pidiendo que cambie su apariencia y advierta su dignidad, de persona creada a imagen de Dios. Si ella aparece vestida de modo provocativo en la primera salida, tendrás que descubrir si es católica o incluso cristiana. Entonces, puedes discutir con ella tus ideas sobre el noviazgo, la castidad y el pudor. Dale tiempo para informarse. Si no tiene la intención de compartir tu punto de vista sobre la castidad, ha llegado el momento de decir adiós. ¿Qué pasa si continuáis saliendo durante algún tiempo, ella es una cristiana convencida de vivir la castidad, y de repente aparece vestida de un modo provocativo? Podrías decirle algo como, «estás preciosa con esta ropa, pero se me hace difícil permanecer casto cuando te vistes de ese modo». Si tiene algo de sentido común, captará el mensaje y cambiará. Si no lo hace, tendrás que dirigirte directamente a ella y decirle, «ese vestido es demasiado sexy para mí. Por favor, ¿te puedes poner algo un poco menos provocativo?». ¿Qué pasa si tienes una amiga católica, con la que no sales, que aparece vestida de un modo deshonesto? Pues bien, por amor de Dios y por el interés de ella, podrías decir, «alguien tan guapa como tú no necesita vestirse así. Tienes mucho más que ofrecer que el atractivo sexual».

Si parece asombrada, podrías continuar, «bueno, así vestida ningún chico logrará descubrir tu personalidad». Prepárate para una mirada glacial o quizá por un bofetón. Ofrécelo al Señor como reparación por los pecados. ¿Merece la pena decir lo que se piensa? Sí, si existe la menor esperanza de mejora. La mayoría de las mujeres cristianas están deseando cambiar, aunque su primera reacción pueda ser bastante fría. Con frecuencia basta ayudar a pensar, pues es cierto que el tema parece ajeno a nuestro mundo. 6.6 Resumen Pocos parecen dispuestos a oír hablar de pudor. Como mejor se enseña es con el ejemplo, especialmente con el ejemplo de otras mujeres. Exige prudencia y capacidad de elegir el atuendo apropiado para cada lugar y cada ocasión. Y está basado en el amor y en la caridad. Si somos pacientes y perseverantes, podremos convencer a otros de sus ventajas. Una vez que los hayamos convencido, ellos convencerán al mundo con su alegría.

VII. EL MODELO BÍBLICO DE NOVIAZGO28 El modelo bíblico de noviazgo no sólo existe, sino que cuenta con el apoyo de nuestros psicólogos modernos y va adquiriendo una nueva actualidad. Crea una magnífica base para un matrimonio feliz. Pensemos en primer lugar, en la historia de Jacob y Raquel del Nuevo Testamento. Jacob trabajó durante catorce años con el padre de Raquel, Labán, para que se la diera en matrimonio. Saúl ofreció a David la mano de Micol si mataba a cien filisteos. Volvió con las pruebas y reclamó la mano de la novia. ¿Te imaginas a Raquel trabajando durante catorce años para lograr la mano de Jacob? ¿O a Micol llevando a cabo grandes hazañas para conseguir a David? La mujer de fe debe comprender que ella es un gran premio. En Proverbios 31,10 y siguientes, leemos: La mujer fuerte, ¿quién la hallará? Vale mucho más que las perlas. En ella confía el corazón de su marido. Y no carece de ganancia. Proporciónale ventura, no desgracia, todo el tiempo de su vida. Tiende sus palmas al desvalido y alarga la mano al menesteroso. Conocido es en las puertas su marido cuando se sienta entre los ancianos del país. Se reviste de fortaleza y de dignidad y sonríe ante el provenir.

Con sabiduría abre su boca, y en su lengua está la ley de la bondad. Vigila la marcha de su casa y no come su pan de balde. Álzanse sus hijos y la aclaman bienaventurada y su marido la ensalza. «Muchas hijas han hecho proezas. pero tú a todas sobrepasas». Engañosa es la gracia, vana es la belleza; la mujer que teme a Dios, esa es de alabar. Dadle del fruto de sus manos y alábenle sus obras en las puertas. En el Libro del Eclesiástico encontramos: «no despidas a una mujer sensata, es más valiosa que los corales»; «la mujer de valer es una fortuna, los que temen al Señor la tendrán»; «una mujer es el tesoro más valioso de su marido»29. En Proverbios 12, 4, leemos: «la mujer virtuosa es la corona del marido». No quiere decir que un buen marido no sea también un premio, pero la Sagrada Escritura habla de la buena esposa -y no del buen marido- como un premio para subrayar su papel en el matrimonio y en el noviazgo. La cuestión es que el hombre está destinado a perseguir a la mujer, como un atleta persigue la victoria, una victoria que debe alcanzar una y otra vez. Esta búsqueda activa por parte del hombre da lugar a un modelo sano que se transmitirá al matrimonio y lo mantendrá saludable. Esto lo vemos continuamente en la mitología: el héroe sale, mata al dragón y obtiene la mano de la hermosa doncella. El psicólogo Carl Jung, entre otros, fue un gran defensor de la importancia de la mitología para comprender el alma humana. ¿Qué tiene que decir la Sagrada Escritura sobre los maridos? No dice que son el premio, sino que deben amar a sus esposas: «maridos, amad a vuestras esposas como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella… Los maridos deben amar a sus esposas como a su propio cuerpo…» (Ef 5, 25,28). «Maridos, amad a vuestras esposas y no seáis ásperos con ellas» (Col 3, 19). Solamente en Tito 2, 4, la Sagrada Escritura habla de que las mujeres amen a sus maridos, en una exhortación a las ancianas para que sean sensatas y enseñen a las mujeres jóvenes «a querer a sus maridos y sus hijos». ¿Por qué la Sagrada Escritura solamente anima a los maridos a que quieran a sus mujeres? Supongo que los hombres han de ser los iniciadores del amor, del amor divino (agape) en el matrimonio. Según mi experiencia, parece que las mujeres que son amadas por sus maridos de un modo absolutamente generoso, tienen pocos problemas para amar a sus maridos. De este modo, la mujer es el premio y el hombre el que alcanza el premio con su amor. Todo esto puede parecer evidente a una generación anterior, pero no lo es para las más jóvenes. En nuestros días, las chicas empiezan a llamar y a perseguir a los chicos en la escuela secundaria, y continúan en la facultad y más allá. Estas no son buenas noticias para las mujeres. Podría pensarse que la Sagrada Escritura está condicionada

por el tiempo. Y ciertamente, podría ser así, pero existe una confirmación en el ámbito de la psicología, que mantiene esto en pie de modo evidente. 7.1 Marcianos y venusianos En su best-seller, Los Hombres son de Marte, las Mujeres son de Venus, el psicólogo John Gray apunta que los hombres tienden a valorar «el poder, la competencia, la eficacia y el éxito. Siempre están haciendo cosas para probarse a sí mismos y demostrar su poder y su capacidad». Tienen objetivos fijos. Las mujeres, dice Gray, piensan en «el amor, la comunicación, la belleza y las relaciones…» y en «ayudar y alimentar». Además, cuando un hombre se siente atraído por una mujer suele aislarse un cierto tiempo, para experimentar su individualidad y su autonomía antes de tomar decisiones. Necesita «cierto espacio». Esto, según Gray, es perfectamente normal y no debe ser motivo de alarma. No es el momento de que la mujer tense la cuerda, dice. Necesita dar al hombre su espacio y aguardarle fuera. Luego, al cabo de poco tiempo, el hombre puede dar ese salto gustosamente. Gray llama a esto la «teoría de la goma». Si el hombre busca a la mujer y la mujer lo permite, la cosa puede funcionar. Él retrocede, y ella espera a que pase. Si sucede al revés, él saldrá corriendo. El libro de Gray hizo reaccionar a muchos. Estuvo en la lista de los best-seller durante varios años. Y dejaba claro que el papel del hombre es el de perseguir y el de la mujer el de ser perseguida. 7.2 Las reglas Otro libro que confirma la teoría del «premio» es Las Reglas, de Ellen Fein y Sherrie Schenaider. No está tan argumentado como el anterior, pero expone algunos puntos interesantes. Las autoras afirman, con cierta extravagancia, que las mujeres deben dejar que los hombres las persigan e insistir en que también las traten correctamente. Estas son algunas de sus «reglas»: 1. «Sé una “criatura como no hay otra”… No cedas. No persigas a nadie. No emplees el sexo para conquistar a un hombre»30. Dicho de otro modo, eres el premio. Esto es especialmente cierto si eres una cristiana practicante. 2. «No te dirijas la primera a un hombre» (y no le pidas que baile contigo). 3. «No quedes con él a mitad de camino ni pagues a medias. Todo el que pide a una persona debe pagar. Si le dejas pedir, le puedes dejar pagar. Si se lo pones demasiado fácil, perderá interés». 4. «No aceptes una cita para el sábado por la noche después del miércoles». Prepara los planes del fin de semana los jueves por la mañana, y mantenlos. Sé amable, pero firme. 5. «Déjale tomar la iniciativa». Estas son algunas de sus «mejores» reglas. Desgraciadamente no defienden una de las mejores «reglas» para un noviazgo feliz: «sin sexo, sin plazos». Aunque en ocasiones exageran los argumentos, su tesis fundamental es acertada, es decir, que las mujeres deben permitir que el hombre las persiga y ellas han de insistir en un trato correcto. Al exponer un modelo de respeto en el noviazgo, las mujeres no

están empleando una treta para conseguir a un hombre, sino sentando las bases de una relación sana y duradera en el matrimonio. Las autoras indican que sus abuelas lo sabían muy bien. Desgraciadamente, no es el caso de la mujer actual. Si estas reglas se emplean para la manipulación, es decir, con el fin de logara que un hombre haga lo que no quiere, olvídalas. En ese caso, estás poniendo los cimientos para un amor desdichado. Pero si se emplean simplemente como ayuda para que el hombre valore a su mujer -como desean la mayoría de los hombres buenos-entonces son válidas. Recordemos también: no se trata de hacerse de rogar, sino de ser difícil de conseguir. Si actúas como una mujer religiosa y buena, consecuente, no deberías conformarte con un tratamiento mediocre. Eres un premio, y has de actuar como tal. Algunos afirman que esos papeles convencionales hacen que las mujeres se sometan al hombre, sean compañeras sumisas, obedientes a sus deseos. Pero esto no es lo que sucede en la realidad. Paradójicamente, la mujer que deja que el hombre la persiga y fija la cita (esto no es poderío, ¡eso sí que es trabajo!) manifiesta más igualdad que si es ella la que persigue. Los cristianos creemos en la igual dignidad de la persona, no en la igualdad de intercambio de papeles tan pregonada hoy día. Precisamente a través de esos papeles mal llamados «anticuados», las naturalezas del hombre y de la mujer se realizan plenamente y se mantiene el respeto mutuo. 7.3 El noviazgo sin sexo fortalece el respeto Negarse al sexo prematrimonial es otra ventaja para la mujer. Una chica dejó de dormir con su novio y él siguió maltratándola. Ella empezó a apartarse de él, hasta el punto de salir con otros. Se negó a soportar su maltrato. Por fin, él reaccionó (muy pocos lo hacen) y comenzó a tratarla como a una reina. Ambos se beneficiaron. Ella consiguió un marido civilizado y él una esposa a la que podía respetar. Algunas mujeres por miedo a perder a su pareja, temen reclamarle ese respeto y negarle una relación sexual. Pero en realidad, no tienen nada que perder. Si ella se muestra firme, el hombre o bien rectificará y la tratará con respeto, o se negará a ello y la dejará. En cualquier caso, ella es la que gana. Si se rinde, pierde en ambos sentidos. Se queda con un hombre que la maltratará durante toda la vida. Probablemente, él terminará por sentir tan poco respeto por ella, que de todos modos lo perderá. El hombre que denigra a su mujer arruina las cosas para ambos. Ella pierde respeto y confianza en sí misma. Él sentirá indiferencia por la tímida esposa que ha creado y se sentirá desgraciado. Dichoso el hombre que trata a su esposa como a una reina. Su esposa le tratará como a un rey. Generalmente, si una mujer quiere a un hombre, le trata con respeto. Sin embargo, no siempre es lo mismo en el caso contrario. Con gran perspicacia, Fulton J. Sheen dijo que el nivel de civilización de una sociedad viene siempre determinado por la mujer. Si la mujer se niega a las relaciones prematrimoniales e insiste en que el hombre la trate bien antes y durante el matrimonio, ambos elevarán el nivel de la cultura en conjunto. Fruto de mis observaciones de los adultos solteros, estoy convencido de que un propósito clave del noviazgo es que el hombre aprenda a ser civilizado y respetuoso, así como a valorar el cariño sin sexo, y que la mujer aprenda a disciplinar su amor. Los hombres han de descubrir el arte de amar en su dimensión espiritual y afectiva, pero no sexual. Las mujeres deben hacer que la razón modere sus sentimientos, sin perder la calma, permitiendo que el hombre las busque y se comprometa.

7.4 Respeto y auto-confianza El declive del respeto a las mujeres tiene sus raíces en la revolución sexual, pero desgraciadamente, todos respiramos aún el aire de ese triste fenómeno. Incluso aquellos que viven castamente, tienen que tratar con el problema de la falta de respeto. ¿Cómo puede reclamarlo una mujer sin convertirse en una latosa? En pocas palabras, cuando un hombre la trata irrespetuosamente, no debe perder los nervios, sino retroceder un poco y decir, «tenemos que hablar». Ella le explica el motivo de su infelicidad. Si él no se enmienda después de varias advertencias, ella debe decirle, «esto no está funcionando bien. Creo que deberíamos salir con otras personas». Y por supuesto, ha de estar dispuesta a mantener su palabra: si él no cambia, ha llegado el momento de dejarle. 7.5 Resumen La Biblia nos indica el papel del hombre y de la mujer durante el noviazgo: el hombre persigue y la mujer es el premio. La experiencia y la psicología moderna lo confirman. Al no practicar el sexo prematrimonial, una mujer merecerá más respeto de su marido, respeto que durará durante toda la vida. Incluso sin sexo, si desea disfrutar de un matrimonio feliz, debe seguir exigiendo un trato respetuoso. Al insistir en la castidad y en un trato adecuado, no tiene nada que perder sino un mal novio, o lo que es peor, un marido desastroso. Las mujeres han desempeñado el papel principal en la revolución sexual. Ha llegado el momento de que reivindiquen su dignidad y el propio respeto, respecto a la castidad, el noviazgo y el matrimonio.

VIII. ESTRATEGIAS EN EL NOVIAZGO CRISTIANO ¿Has pensado alguna vez dónde nacen los modelos de las citas? En Hollywood y en la televisión. Considerando los márgenes de éxitos matrimoniales de la gente de esas industrias, no creo que tengamos que seguir su ejemplo. Actualmente hay mucha presión sobre los hombres y las mujeres jóvenes cuando salen. Son citas excesivamente «pegajosas». En efecto, desde el segundo o tercer encuentro se comprometen a salir uno con otro exclusivamente. Sería preferible llevar a cabo varias actividades como amigos por algún tiempo, sin la presión que generalmente acarrea la exclusividad. Esto significa que os veis, que hacéis cosas juntos, pero que sois libres de salir con otros31 si lo deseáis. No hay besos de despedida, ni os tomáis las manos. La simpatía, la cordialidad, los abrazos son estupendos, pues los amigos suelen abrazarse, pero todo controlado y a baja presión. Salir juntos una vez por semana y hablar dos por teléfono, es el nivel de compromiso. Si la amistad se hace más profunda, podéis acordar una mayor exclusividad: no salir con otros y quedar dos veces por semana, charlando por teléfono un poquito más. Pero hasta llegar el noviazgo, todavía nos encontramos en un nivel de amistad, incluso si ésta es exclusiva. ¿Qué ocurre si en uno de los dos se despiertan unos fuertes sentimientos amorosos? Eso es estupendo, pero hasta llegar al noviazgo, no permitas que tomen el mundo y

guíen tu comportamiento. Expresa esos profundos sentimientos con tu simpatía y tu consideración, pero no con tus palabras. En mi opinión, la idea de salir en exclusiva una vez por semana, es un vestigio de la moda del matrimonio a prueba que ha dado lugar al 50% de divorcios. Si insistes en la exclusividad en los primeros encuentros de amistad, puedes sumarte pronto a ese modelo. En ocasiones, la mujer debe explicar al hombre sus deseos durante ese período de amistad. Una joven aclaró a su acompañante: «me gustaría avanzar lentamente ahora y que saliéramos solamente como amigos durante un par de meses, sin ningún tipo de besos. Espero que estés de acuerdo». Él lo estuvo. Pasaron una buena época y más tarde él le agradeció realmente su insistencia en aquel planteamiento. Si él no estuviera de acuerdo con la idea, ella probablemente le diría: «por favor, piénsalo. Para mí es importante». En el caso de que él pretendiera acortar el tiempo, el tema podría ser negociable, pero si no está dispuesto a aceptar ese planteamiento, ella podría preguntarle por el suyo, y decidir luego si desea continuar con la relación. El planteamiento «primero amistad» proporciona algo absolutamente positivo. Cuando yo era joven pretendía dar la talla en las tres primeras citas, y así conseguir un beso de despedida. Con el paso del tiempo, se redujeron a dos, y luego a ninguna. Albergaba la esperanza de recibir el beso de despedida en la primera cita. Las citas amistosas no son un cronómetro para obtener el primer beso, ni conllevan un compromiso de exclusividad en la tercera o cuarta cita. Es un modo maravilloso y amable de poner los cimientos de un noviazgo casto. Uno de los elementos clave de la verdadera «calidad de vida», de la calidad humana y cristiana, consiste en vivir bajo el dominio de la razón. Cada vez son más los jóvenes que se plantean cambios importantes. «¿No sería mejor mi vida espiritual y más sencilla mi vida como estudiante de medicina, si me limitara durante algún tiempo a mantener una buena amistad, y no lanzarme a una relación intensa, cuando aún faltan varios años para poder casarme?». Es una delicia, aunque ciertamente limitada, tener una profunda amistad con una persona del sexo opuesto. Es un gozo tener alguien con quien hablar de tu vida con la seguridad de no ser defraudado. Es maravilloso abrazar limpiamente a la persona que te gusta y en la que confías. Cada vez son más los jóvenes que valoran ir despacio y recorrer esa maravillosa distancia donde da tiempo a aprender a amar. ¿Cómo pasas de la amistad al noviazgo? El hombre puede decir a la mujer: «bueno, nos hemos tratado como amigos durante dos meses. ¿Estarías dispuesta ahora a iniciar un noviazgo?». Si ella pregunta por el significado de estas palabras, él dice: « ¿me permitirías continuar esta relación con la perspectiva de un matrimonio siempre que las cosas funcionen?». Ella podría decir: «estaría muy bien», o, si no está preparada, «podríamos seguir como hasta ahora durante un mes más, y después, decidir». (Siempre cabe la posibilidad de que ella diga: «no, no estoy interesada en ello».Si este es el caso, el hombre puede dejarla ir y abandonar). Si después de tres meses ella no sabe lo que quiere, debe negarse a iniciar un noviazgo. Si él pretende seguir saliendo como amigos y ella está dispuesta, magnífico. Algunas veces, las mujeres se toman mucho tiempo, incluso años, hasta decidir que aman a un hombre. Cuando una mujer afirma que necesita más de tres meses, él debe tomar en consideración su edad y su propia preparación para el matrimonio, y considerarlo en su oración buscando el consejo del Señor. ¿Qué ocurre cuando ella está dispuesta al noviazgo y él no da el paso? Si, como hemos dicho anteriormente, el hombre ha de llevar la iniciativa, dejémosle llevarla. Él debe

ser el primero en proponer el cambio. Sin embargo, si después de tres meses, ella cree que se está tomando demasiado tiempo, puede decirle lo que piensa. Por ejemplo: «como ves, nuestra relación conduce a algo más que a una amistad». El problema es que él puede decir no (aunque la mayoría de las mujeres conocen antes la respuesta). A pesar del riesgo, creo que es el mejor enfoque. Si le ve vacilar, puede intentar un planteamiento más sutil. Una chica me dijo que había estado saliendo con un chico durante tres meses, pero que no estaba segura de sus intenciones. Me preguntó que si debía contarle lo mucho que se interesaba por él. «De ningún modo -le repuse-. Él tiene que ser el que empiece a hablar». «Entonces, ¿qué he de hacer? Hemos salido durante tres meses y nunca me ha besado». «La próxima vez que salgáis, cuando te lleve a casa, apóyate en el quicio de la puerta y dile: «si quieres, puedes darme un beso». Al cabo de un año, oí decir que se habían casado. Espero que les haya ido bien. ¿Qué pasa si después de tres meses él no está interesado en el noviazgo? Olvídale. Generalmente, los hombres lo saben mucho antes de los tres meses. ¿Y si ella pregunta y él acepta, pero no da el paso al noviazgo? Ella podría decirle: «no estoy segura de seguir saliendo contigo». Si él pregunta los motivos, puede responder: «no creo que estés preparado para un noviazgo». Si contesta que trata de ir más despacio, ella puede decirle simple y directamente: «no me hace feliz el hecho de continuar en este nivel». Esto puede parecer un poco fuerte en una mujer cristiana, pero basta y sobra. Al decirle claramente que desea terminar su relación, no le está manipulando. Si él pretende alcanzar una relación más seria, ha llegado el momento. Si no es así, el momento es el de separarse. Cualquiera que sea tu situación, yo recomiendo que intentes entablar una discreta relación de amistad durante unos tres meses, sin besos ni idilios antes de iniciarte en un noviazgo más romántico. Algunos de los mejores matrimonios que he conocido empezaron con una maravillosa amistad. 8.1 ¿Estáis preparados para el noviazgo? Es un fenómeno frecuente salir «en plan serio», sin ninguna intención de alcanzar un «matrimonio serio». Esto suele sucederle a los adolescentes, pero también a los adultos jóvenes. Joshua Harris vendió miles de ejemplares de su libro. I Kissed Dating Goodbye, porque planteaba cuestiones controvertidas. «Si dos personas no pueden llegar a un compromiso mutuo -plantea Harris-, no tienen derecho a continuar su romance». Hace algún tiempo, Connie Marshner escribió un artículo32 en el que se indicaba que los hábitos de salida de nuestros adolescentes son una preparación perfecta para el divorcio, no para el matrimonio. Cuando los jóvenes se emparejan y prosiguen una relación íntima sin la menor probabilidad del matrimonio, se están buscando problemas. El primero, el problema de las tentaciones contra la castidad. Aparece el deseo de vincularse a esta persona, de estar cerca de ella, y desgraciadamente, siguiendo incluso el modelo de los adultos, obtener de esa relación todo el placer posible. Aunque no deseen establecer relaciones sexuales, se sentirán impelidos a ellos por sus sentimientos y por la cercanía. Otro problema es la montaña rusa emocional

por la que tienen que pasar. Marshner lo llama «intimidad constante y sufrimiento». Esto, dice, es un «modelo que pavimenta el camino para todo divorcio». Por supuesto, Harris y Marshner se refieren a gente más joven, pero puede suceder algo parecido cuando los adultos jóvenes no están realmente preparados para el matrimonio. Tomemos, por ejemplo, el caso de quien está empezando la carrera de leyes o de medicina. Ahora bien, la persona que no desea casarse hasta dentro de cinco o seis años, ¿debería salir intensamente como si estuviera en posición de contraer matrimonio? Sugiero que consideren si su vida no será mucho más agradable como amigos ocasionales, incluso como amigos especiales, más que como enamorados. Lógicamente, también los sentimientos pueden avivarse gracias a una profunda relación de amistad, pero hay una diferencia. En el panorama de la amistad, si no expresas tus sentimientos verbalmente y no besas, no estás encendiendo la llama emocional. De este modo, tienes más oportunidades de mantener las cosas bajo control. Alguien podría decir: «pero si ya tengo treinta y cinco años. No puedo desperdiciar tres meses sólo como amigos. Necesitamos avanzar». Muchas personas desgraciadas han tenido que lamentar semejante actitud. Otros dirán: «Pues mi tía Margarita tuvo un noviazgo brevísimo -seis meses- y su matrimonio fue magnífico». Estoy seguro de que lo fue, pero por cada tía Margarita hay cien o veinte tías Irenes que tuvieron matrimonios terribles porque precipitaron las cosas. La precipitación es uno de los motivos más comunes de los fracasos matrimoniales y de los divorcios. A mediados de los 80, los investigadores de la Kansas State University estudiaron la relación entre los matrimonios satisfactorios y el tiempo de noviazgo. ¿Los resultados? «Las parejas que han salido durante más de dos años puntuaron sistemáticamente alto en lo que se refiere a éxito matrimonial, mientras que las parejas que han salido durante un período más breve puntuaron en un amplio margen desde muy alto a muy bajo»33. Basándome en esto y en lo que he visto, yo recomendaría al menos dos años de noviazgo antes del matrimonio. Para algunas personas que comulgan diariamente, y que tienen más de treinta años, serían aceptables dieciocho meses, pero no menos. Las personas acuden a toda clase de excusas para recortar el noviazgo. Desean ganar tiempo para tener cierto número de hijos: la abuela ha venido de visita y quiere estar presente en nuestra boda; somos mayores; sabemos lo que queremos. Recuerda: el amor es la forma del matrimonio. Todo procede de ahí. Si por precipitar las cosas haces una mala elección, serás desgraciado. ¿Acaso quieres correr el riesgo? En torno a los treinta a muchas mujeres les entran las prisas por casarse. Una de nuestras feligresas, alegre y piadosa, tenía treinta y ocho años cuando un joven la conquistó completamente. Parecía un buen católico y un buen hombre. Se conocieron en febrero y se casaron en septiembre. Al siguiente septiembre él iniciaba un proceso de divorcio. Otra cosa que no hay que mirar es el ¡reloj biológico! Una mujer se casó a los cuarenta años y tuvo tres hijos. No es el modo más fácil de hacer las cosas, pero Dios tiene un plan para ti, y si haces las cosas según ese plan, él lo llevará a cabo. Ninguna mujer debería aceptar una proposición de matrimonio antes de haber tratado a un hombre por lo menos durante un año. En el caso de los que rondan los treinta y comulgan a diario, su compromiso podría ser más breve, con mucha oración y algunos consejos razonables. Piénsalo. Si te casas, estaréis juntos durante quizá cuarenta, cincuenta, incluso sesenta años. ¿Qué son seis y ocho meses?

Una pareja vino en abril para preparar una boda para septiembre. Sólo llevaban saliendo unos meses y yo no estuve de acuerdo. Le pregunté a ella el motivo de la prisa y me dijo: «Bueno, he tenido mala suerte con los noviazgos largos». Lo que quería decir era que había malgastado cinco años con un chico sin llegar a comprometerse, y ahora no quería que le sucediera lo mismo. Además, tenía treinta y tres años. Estaba mirando al reloj. Les aconsejé esperar por lo menos un par de meses. Aceptaron esperar hasta noviembre. Llevamos a cabo los preparativos y todo estaba en orden. En septiembre, ella vino a decirme que había suspendido la boda porque había decidido que él no era el adecuado para ella. La espera evitó un auténtico desastre. Ahora, alguien podría preguntarse por las tentaciones sexuales durante un noviazgo largo. La solución es cultivar la verdadera virtud de la castidad, no acortar el noviazgo. La auténtica castidad no consiste en contener el aliento hasta encontrar una válvula de escape lícita. Es una virtud necesaria durante toda la vida. Es vivir en paz con tu apetito sexual, tanto si estás casado como si no. No es una solución a corto plazo, sino una parte de la auténtica vida cristiana. Si convences a tu corazón de que la castidad es el camino de la felicidad, y te comprometes a discretos besos de despedida, a un cariño tierno y a montones de abrazos castos, un noviazgo largo no tiente por qué ser un problema. Desarrollaréis una intimidad espiritual que os proporcionará un verdadero gozo. Este planteamiento da resultado. Enseña a mirar más a la persona que al cuerpo, una base importante para el noviazgo y para el matrimonio. Alguien puede decir: «pero no puedes poner reglas sobre la duración del noviazgo. Las personas son tan diferentes que tienes que estudiar caso por caso». No está mal, pero ¿cuáles son los criterios? ¿Madurez? ¿Cómo se mide? ¿Convicciones religiosas? Lleva tiempo evaluarlas en una novia. ¿Adaptabilidad? ¿Generosidad? Muchas personas han demostrado que pueden ser generosas y amoldables durante varios meses, pero no durante dos años. Actualmente existen muchas personas disfuncionales, y es más difícil que nunca llegar a discernir su carácter. Tu única esperanza es rezar, emplear la cabeza, y jugar contra las estadísticas, concediendo a la relación el tiempo necesario para desarrollarse. Luego, si el matrimonio resulta desastroso, por lo menos puedes decir delante de Dios, « ¡yo hice mi parte!». Recordad: Un noviazgo corto da lugar a un matrimonio corto. 8.2 Evitar el exceso en las salidas Una de las cosas que acompaña a la mentalidad occidental es el exceso en las salidas, es decir, las citas demasiado frecuentes durante la semana. Todos tenemos amigos, trabajo, nuestra vida de oración, la familia, las diversiones, y esas cosas llevan tiempo. Cuando empezamos a salir, no tiene sentido que abandones la mitad de tu vida para citarte con una persona cinco o seis noches por semana. Tienes que conservar tu propia vida. A veces, cuando algunos de nuestros jóvenes se enamoran, difícilmente volvemos a verlos. Creen que tal vez esa persona va a «cumplir todos mis sueños». Pueden defenderse, « ¡oh no! Yo sé que nadie en la tierra puede llenarme por completo», pero es lo que manifiestan con su comportamiento. Una pareja vino a visitarme en busca de consejos prematrimoniales, y ella me hizo partícipe de sus dudas sobre que su novio fuera el hombre adecuado, porque siempre estaba cansado. Parecía no poder con la vida. Luego hablé con él, y me dijo que estaba tremendamente cansado porque veía a su novia seis noches por semana. ¡Y vivía a hora y media de

distancia! Cuando nos reunimos los tres, le dije a ella que se estaban viendo demasiado. Bastaría verse dos o tres veces por semana. «Pero cuando nos vemos tanto -replicó ella-, estamos encantados el uno con el otro». «No se trata de sentimientos. Se trata de lo que es bueno y prudente. Carece de sentido que viváis un noviazgo agotador». Algunas parejas detectan cierto estancamiento cuando quedan con demasiada frecuencia. Concedeos dos o tres días por semana incluso sin llamaros. Al día siguiente encontraréis un nuevo brío. Quizá es un poco complicado echar marcha atrás. Puedes decir: «creo que deberíamos vernos con menos frecuencia», pero tal vez causes un buen problema. El hombre podría decir algo como, «quiero que nos divirtamos más cuando estemos juntos. Creo que te estoy asfixiando. Intentemos un experimento, yo te llamo los lunes, miércoles y viernes, el sábado jugamos al tenis y luego cenamos tranquilamente. El domingo vamos a Misa tarde y luego hacemos el picnic en el parque. El lunes puedes decirme lo que te ha parecido». ¡Suena bien! Mi propia hermana tuvo el problema de las excesivas salidas. Se veía con su novio con tal frecuencia que le costaba mucho trabajo levantarse para ir a trabajar. Por fin, mis padres le convencieron de que fuera más despacio. Y dio resultado. Sería suficiente una noche a la semana y un par de noches en el fin de semana. Por supuesto, no vendría mal una llamada de teléfono algún otro día. También, la pareja podrá dedicar algún fin de semana a visitar a la familia, ir de camping en grupo o a esquiar. Pero si existe una intensa necesidad de verse diariamente, el matrimonio podría terminar en una auténtica interdependencia. Esto conduciría a una verdadera incapacidad para funcionar sin la «decisión» del otro. Y aún peor: podríais terminar en un égoisme à deux, como dicen los franceses. Intentas obtener cada pizca de placer de esa persona mientras te cierras a todas y cada una de las cosas que podrían interferir en ese placer, incluyendo los hijos en el matrimonio. Naturalmente, cuando disminuye el enamoramiento, como ocurre siempre, entonces surge una profunda decepción, que es un paso seguro hacia la desdicha. El equilibrio es la clave de un noviazgo feliz y de una vida feliz. 8.3 ¿Y si no es satisfactorio? El noviazgo debe ser agradable. No debes seguir cortejando a alguien que te hace continuamente desgraciado. Sin embargo, el noviazgo no consiste en alcanzar una experiencia óptima en cada cita. Consiste en descubrir si eres compatible con alguien, si esa persona puede ejercitar el amor desinteresado y tú puedes corresponder con el mismo amor. La actitud no ha de ser «¿cómo me divertiré esta noche?», sino «¿cómo puedo ayudar a esta persona para llegar a crear una buena relación? ¿Cómo podré hacerle/a feliz?». Así descubrirás que disfrutas y, lo más importante, disfrutará él/ella. 8.4 Vestigios del hedonismo En una ocasión vino a verme una joven que estaba de vacaciones. Su novio iba a visitarla y a hacer un poco de turismo, y ella deseaba saber si sería oportuno que se quedara en su casa con ella y con su compañera de habitación. Le contesté que de ningún modo. Podría ser motivo de escándalo y, en circunstancias ordinarias, una

mujer no puede permitir a un hombre la intimidad de pasar la noche en su vivienda. El hecho tiende a destruir el misterio que ella debe mantener hasta el día de su boda. Por otra parte, en este aspecto existen algunas especificaciones. ¿Es apropiado que una mujer invite a su novio a acompañarla a visitar a su familia en otra ciudad, y proporcionarle una habitación distinta de la de ella? Por supuesto, especialmente si toma las precauciones adecuadas y procura que las habitaciones no sean contiguas. ¿Es apropiado que una mujer salga de viaje por Europa con su novio y otras personas, ocupando una habitación diferente? No hay problema, pero conviene ser prudentes. Todo lo que hagamos que tenga la apariencia de pecado puede influir en los demás, y nosotros somos responsables de esa influencia. Otra pareja que conocí estaba a punto de casarse. Yo tenía que hablar de algo con la novia, y cuando llamé a su número de teléfono escuché el siguiente mensaje de la compañía: «este número ha sido cambiado por el siguiente…». ¡Era el del novio! Esta mujer comulgaba a diario, habían estado haciendo bien las cosas. Entonces les llamé. Contestó el novio, que me aseguró que estaban viviendo juntos, pero en habitaciones separadas. Cuando les indiqué que podrían escandalizar a la gente, ella se mudó a un hotel. Me confesaron que no habían pensado en el escándalo que podrían producir. Había vencido el contrato de alquiler de la joven y «les pareció un buen procedimiento para ahorrar dinero». Por último, este es el testimonio de unos jóvenes que se trasladaron a vivir juntos y llegaron a darse cuenta del error que cometieron: «no vimos nada malo en comprar y compartir una casa, puesto que dejábamos aparte el sexo… Compramos juntos la casa y compartimos la cama a lo largo de un año, reservando las relaciones sexuales hasta el momento de nuestra boda. Sin embargo, tras varios años de matrimonio y de crecimiento espiritual (estimulado en parte por el uso de la planificación familiar natural…) comprendimos que había sido un error. Lamentamos profundamente que nuestras familias, nuestros amigos (incluso los más íntimos) y nuestros vecinos -todos sabían que éramos católicos- supusieron una relación sexual prematrimonial… Nuestro ejemplo como hermanos mayores de nuestras familias puede haber contribuido a que algunos de nuestros hermanos más jóvenes nos hayan imitado. Tendríamos que haber esperado…»34. Una última sugerencia en este sentido. Supongamos que tu novio vive a una hora de distancia. Es tarde y está cansado. ¿Qué harías? Suponiendo que no haya ventisca o una auténtica crisis, dale un café fuerte y mándale a casa. De ningún modo, excepto en caso de emergencia, una mujer debe permitir que un hombre se quede toda la noche en su apartamento. Ningún cristiano debería solicitarlo. 8.5 ¿Hasta qué punto comprometerse, estando prometidos? Las buenas parejas cristianas no se plantean vivir juntos antes del matrimonio, pero psicológicamente es otra cuestión. ¿Qué queremos decir con psicológicamente? Pero, «bueno, como vamos a casarnos dentro de unos meses, compremos una casa juntos». Ahí está el problema: no estáis casados. Estáis prometidos. El hecho de estar prometido significa que pasaréis juntos un tiempo para evaluar vuestra relación. Eso no significa una entrega. Estáis pensando en casaros, pero no estáis casados. El matrimonio es la entrega, no el compromiso. Si compráis una casa entre los dos, o un coche, o lo que sea, estáis diciendo implícitamente: «nos hemos entregado el uno al otro». De alguna manera estáis trivializando la boda.

Otro aspecto que confunde las cosas en el noviazgo es la esplendidez en los regalos. «Después de todo lo que me ha regalado, me tengo que casar con él», puede pensar la mujer. Y él puede pensar, «tengo que casarme, pues ya he hecho demasiada inversión en ella». «Vivir juntos psicológicamente» es también dejar grande cantidades de pertenencias en casa del otro. Es otro extraño vínculo que hace más difícil la ruptura y debilita el significado de la boda. Otro error consiste en convencerse de que el otro es «perfecto» tras unos pocos meses. ¿Qué pasa entonces si él, que «es perfecto», te propone matrimonio al cabo de solamente seis meses? Por tu propia protección, guárdale el corazón por lo menos durante un año. Si quieres, di, «todo parece correcto hasta ahora…». Pero no caigas en la trampa de pensar «es único» hasta que lo hayas tratado por lo menos un año. Incluso entonces, guarda un poquito de reserva. Recuerda, no estás casada hasta que estés casada. Cada momento que te conduce a ello es el tiempo de evaluar la relación. Puedes cambiar de opinión en cualquier instante antes de la boda. Por supuesto, cuanto más se acerque ésta, mayor tendrá que ser el conflicto para anularlo todo, pero si esta persona hace algo extraño, puedes cancelar las cosas la noche antes, o incluso el día de la boda. No te entregues hasta que te entregues. Y entonces, ¡entrégate del todo! 8.6 ¿Cuál es la mejor edad para el matrimonio? La edad ideal es aproximadamente los veinticinco años. Esa edad sería razonable si ambos son piadosos, es decir, oyen Misa a diario, rezan el rosario y otra devoción equivalente, y leen las vidas de los santos35. Es de suponer, por cierto, que ambos son maduros y que él tiene un buen trabajo para poder mantener una familia. Los que se casan a los 21 ó 22 tienen el doble de taza de divorcio que los que lo hacen a los 24 ó 2536. Está demostrado que los que se casaron a los 28 años tuvieron los matrimonios más estables37. Los sociólogos Marcia y Tom Lasswell indican que «la cifra de divorcios es más baja en los que se casaron por primera vez a los 28 años o más tarde. La posibilidad de un matrimonio estable aumenta cuando ambos contrayentes alcanzan los treinta años y después, la cifra se estabiliza»38. Entonces, ¿tienes que negarte a programar tu boda hasta que cumplas los veintiocho años? No, claro que no. Piensa únicamente que, en general, es la edad ideal, pero no te inquietes y evita el afán por casarte antes. Si eres mujer, espera por lo menos cumplir 24; si eres hombre, a los 2639. De este modo duplicas las posibilidades de éxito. Si ya has cumplido los 26 y tienes las cosas claras, ábrete a la posibilidad de conocer a alguien, de tener un grato y relajado noviazgo y, si todo va bien, casarte. Llegar a los 28 años no garantiza nada, y todavía tendrás que esforzarte por discernir si es la persona adecuada. Solo es un punto a tu favor. Esperar demasiado tiempo también puede crear problemas, aunque me he encontrado muy pocos buenos católicos en esta situación. La mayoría de las veces no han conocido todavía a la persona adecuada, y se sienten heridos cuando alguien supone que han retrasado su matrimonio por motivos egoístas. Por otra parte, casarse después de los treinta tiene algunos problemas específicos. La adaptación puede resultar difícil si has hecho vida de soltero durante diez o quince años después de la universidad, especialmente si has estado viviendo solo. Sin embargo, yo he celebrado bodas de parejas con más de 33 años. Algunos pidieron consejo a los pocos meses de la boda, y se esforzaron realmente por mejorar. Ambos factores han facilitado que vayan bien las cosas.

8.7 ¡Consigue un trabajo! Otra cosa: un hombre no debería proponer matrimonio a una mujer hasta no tener un buen trabajo estable. Esto no es materialismo, sino decoro. El hombre que pide a una mujer que se case con él sin tener los medios para mantenerla es un irresponsable. Me asombra el número de hombres que, careciendo de un buen trabajo, no reflexionan antes de pedir a una mujer en matrimonio. Están viviendo en un mundo de sueños. No creo que un hombre de verdad, un hombre inteligente, un hombre de carácter, lo haga. 8.8 Estar ahí, hacerlo Hace unos años vino a verme una mujer divorciada y con una sentencia de nulidad. Deseaba saber si había alguna razón por la que no pudiera dormir con el hombre con el que estaba saliendo. Después de todo, había pasado ya de la edad de tener hijos, así que eso no sería un problema. Le dije que las reglas eran las mismas para ella que para una mujer soltera. El sexo solo pertenece al matrimonio, no sólo porque puede dar fruto en los hijos, sino también porque es un símbolo sagrado de la alianza conyugal. Lo aceptó y decidió vivirlo así. Es este un problema que, sorprendentemente, suele surgir entre viudas y divorciadas, especialmente si han pasado la menopausia. Algunas veces, un hombre puede decir a una mujer viuda o divorciada, « ¿te interesaría vivir conmigo?», como si por haber estado casada y haber tenido hijos, las cosas fueran distintas en relación con la moral. No lo son. Todos, hombres y mujeres en esta situación, deben aclarar a cualquiera que pretenda salir con ellos, que son personas comprometidas con la fe y que la castidad forma parte de ese compromiso. Ciertamente, todo debe hacerse con cortesía y amabilidad, pero firmemente. Una de las dificultades a las que hay que enfrentarse en estas situaciones, es el tremendo sentido de pérdida después de la muerte del cónyuge o del divorcio. Una persona puede ser extremadamente vulnerable en esos momentos y sufrir una gran pérdida de autoestima. Pero en general, encontrar inmediatamente una nueva compañía no es la mejor solución. No hay pesar como el que causa la pérdida del cónyuge. Pude ver la lucha de mi madre, cuando tenía 60 años, tras la muerte de mi padre. El primer año fue el más duro de su vida. Sin embargo, gracias a su fe, y a la ayuda de sus hijos y amigos, lo superó y rehizo su vida. Rehacer la vida es mucho más importante que encontrar una nueva compañía inmediatamente. Una vez que «has recuperado la vida», lo que puede costarte un año, dos o aún más, alcanzarás el suficiente equilibrio como para iniciar un nuevo noviazgo. Lo último que debes hacer como cristiano es mantener relaciones sexuales extramatrimoniales o, peor aún, casarte al margen de la Iglesia con una persona divorciada sin sentencia de nulidad, esperando así llenar el vacío que ha dejado tu cónyuge anterior. Las relaciones inmorales no sanan el dolor de perderlo, solamente lo aplazan y, a largo plazo, lo incrementan. La auténtica curación solo puede hallarse en una profunda vida espiritual a través de la oración, de los sacramentos, de la Misa, de las buenas obras, y en la familia y amigos. Una vez que lo has logrado, puedes, si lo deseas, buscar una nueva relación, tomándote el tiempo para desarrollar una amistad

primero, insistiendo en hacer las cosas al modo de Dios. En el único camino para la verdadera felicidad. 8.9 Sentencias de nulidad Una persona no debe quedar con otra si es divorciado y carece de una sentencia de nulidad. Trivializa el matrimonio. Hasta que no tengas la sentencia en la mano tendrías que imaginarte que sigues casado a los ojos de Dios. Es cierto que la mayoría de las solicitudes son aceptadas, el 90%, pero algunas veces no lo son. ¿Qué sucede cuando una pareja ha iniciado un noviazgo y no ha conseguido aún la sentencia de nulidad? Os recomiendo que no salgáis hasta que haya una sentencia. A veces la gente retrasa la solicitud para tener una excusa y no casarse. Muchas personas consideran desconcertante el proceso. «Intenté ser fiel en mi matrimonio, pero mi esposa me dejó por otro. ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo conseguir una sentencia de nulidad?». Puedes ponerte en contacto con el sacerdote de tu parroquia para iniciar el proceso. Si el primer matrimonio que involucraba por lo menos a un católico no se celebró en la Iglesia Católica el proceso es muy breve. Se trata de ir simplemente al obispado y llenar el impreso de nulidad debida a «Defecto de Forma». Si el matrimonio previo fue reconocido por la Iglesia, puedes buscar la anulación a través de un «proceso formal». Has de escribir la historia de tu matrimonio que luego entregas en el tribunal de matrimonios. Este proceso tarda alrededor de un año, aunque en algunos casos puede prolongarse o acortarse. Lleva consigo algún coste, pero los tribunales eclesiásticos suelen ser muy flexibles sobre las condiciones de pago y muchos presentan una escala. En cualquier caso, no estás «pagando» tu declaración de nulidad, sino ayudando a compensar los costes administrativos. El dinero nunca puede ser una razón para omitir la solicitud de nulidad. Si te preocupa el tema, pregunta a tu párroco cuando lo estudies. Como católico, tienes derecho a solicitar una anulación, independientemente de tu situación económica. ¿La declaración de nulidad afecta a la legitimidad de tus hijos? No, ni en la ley civil ni en la canónica. Se asume siempre que has tenido el llamado «matrimonio putativo», un supuesto o considerado matrimonio, que es todo lo necesario para la legitimidad de los hijos. La sentencia de nulidad no cambia el estatus de un matrimonio pasado, así que no es como un divorcio. Solamente el proceso de investigación determina si el matrimonio fue o no fue inválido desde el principio. Por lo tanto, la clave para dictar la sentencia es la situación en el momento del matrimonio. (Nota aclaratoria del editor digital: Una sentencia de anulación de matrimonio se da después de un proceso en el cual se comprueba que nunca hubo verdadero matrimonio. Por tanto, intentar que se de una declaración de nulidad no es la solución ante un fracaso matrimonial, porque allí verdaderamente se realizó un matrimonio: ¿Qué decir, entonces, de la tesis según la cual el fracaso mismo de la vida conyugal debería hacer presumir la invalidez del matrimonio? Por desgracia, la fuerza de este planteamiento erróneo es a veces tan grande, que se transforma en un prejuicio generalizado, el cual lleva a buscar las pruebas de nulidad como meras justificaciones formales de un pronunciamiento que, en realidad, se apoya en el hecho empírico del fracaso matrimonial. (Juan Pablo II, Discurso a la Rota Romana, 29-I-2004, n.5) Hoy constatamos, por desgracia, que esta verdad (el principio de la indisolubilidad del matrimonio) se ve a veces oscurecida en la conciencia de los cristianos y de las personas de buena voluntad. Precisamente por este motivo es engañoso el servicio que se puede prestar a los fieles y a los cónyuges no cristianos en dificultad fortaleciendo en ellos, tal vez sólo implícitamente, la tendencia a olvidar la indisolubilidad de su unión. De ese modo, la posible intervención de la institución eclesiástica en las causas de nulidad corre el

peligro de presentarse como mera constatación de un fracaso. (Benedicto XVI, Discurso a la Rota Romana, 19-I-2006).

8.10 Resumen Para favorecer tus posibilidades de éxito en el matrimonio, intenta las salidas de amistad durante los primeros meses de la relación. Si realmente no te crees preparado para el matrimonio, limítate a continuar saliendo amistosamente hasta que lo estés. Actúa lentamente y proponte un noviazgo de dos años. Evita el exceso de salidas. Trata de no considerar las citas en términos de «satisfacción» personal. No viváis juntos ni os alojéis juntos, castamente o no. No compréis casa entre los dos ni os hagáis regalos caros. Pensad en los 28 años como la edad ideal para contraer matrimonio. Estad abiertos al futuro consejero matrimonial cristiano si os casáis después de los treinta. Hombres, tened un trabajo. Y si habéis estado casados, retrasad el inicio de otro noviazgo hasta que hayáis conseguido la sentencia de nulidad. Así evitaréis buena parte de problemas matrimoniales y seréis un ejemplo para otros.

IX. ENCONTRAR AL PRÍNCIPE AZUL Dios nos ha dado cierta capacidad y desea que, poniendo en juego nuestros talentos, colaboremos con Él en la búsqueda de objetivos. La clave de la conducta cristiana es ésta: Reza como si todo dependiera de Dios, y trabaja como si todo dependiera de ti. Por otra parte, es peligroso tratar de controlar demasiado este proceso. Tu papel consiste en hacer las cosas adecuadas en el lugar adecuado, pero definitivamente tienes que esperar a que Dios te proporcione a la persona adecuada en el momento adecuado. La confianza es imprescindible para una persona soltera que pretende casarse. Es una lástima que las mujeres sean tan activas en esta búsqueda del hombre correcto. En épocas pasadas, aguardaban a que se presentara un hombre bueno. Había muchas actividades en las iglesias y numerosas oportunidades de encontrar un marido bueno y religioso. La revolución sexual lo ha cambiado todo. Añadamos que muchas personas proceden da familias conflictivas, y que las posibilidades de elección son cada vez más escasas. Las mujeres tienen que desempeñar un papel más activo que antes para encontrar al hombre adecuado. La mayoría de las personas saben que los bares y las discotecas son los peores lugares para conocer a un buen cónyuge cristiano40. Sin embargo, hay caminos. Lanzarse a una buena campaña de búsqueda es casi tan apasionante como buscar un trabajo. Es un rollo. Pero en muchos casos ha dado resultado, así que merece la pena hacerlo. 9.1 Plan de acción Lo primero es preparar un plan: debes tener en cuenta ciertos principios gracias a los cuales encontrarás a tu príncipe azul, te atraerá y te ganará. Te propongo los siguientes41:

-Comprométete a vivir la auténtica castidad cristiana, ocurra lo que ocurra, independientemente de lo que hayas hecho en el pasado. Sin excepciones, sin plazos. La transigencia sólo es fuente de desgracias. -Cuídate física, espiritual y mentalmente. Come bien, duerme, haz mucho ejercicio y bebe muy poco alcohol. Proponte un plan fijo de oración y búscate algo divertido cada semana. -Desarrolla una visión cristiana, positiva, de la vida y proyéctala en tus relaciones, consciente de que tal actitud te hace más atractiva. -Programa tu vida social; prepara tu plan y mantenlo. -Di a los hombres amablemente lo que te gusta y lo que no. No supongas que tienes que pagar. -Sé siempre correcta, y muestra tu paciencia con todos. -Pon fin a la relación que no va a ninguna parte (esto es importante). Ya hemos hablado bastante de castidad, así que pasemos al segundo principio. 9.2 Cuídate Si realmente quieres encontrar un buen marido, tienes que ser la clase de persona con la que cualquiera desearía casarse. En pocas palabras, tienes que ser una buena candidata. Tu vinculación religiosa debería ser un plus para cualquier buen católico, pero tienes que cuidar tu salud comiendo correctamente, descansando lo necesario y haciendo ejercicio sano. Esto no solo te dará mejor aspecto, sino que te hará sentirte mejor y te dará una amplia visión de la vida42. Lee buenos libros sobre personas honestas que sean bien conocidas. Lee buenas revistas, lee periódicos y buenas publicaciones. Mantente al tanto de lo que ocurre en el mundo y así tendrás algo de qué hablar cuando salgas. Siempre que salgas por cualquier motivo, trata de dar buena impresión. Viste esmeradamente con sencillez, con las joyas apropiadas. Mantén siempre una postura correcta y compórtate con aplomo. Deber resultar elegante, pero no seductora. 9.3 Actitud positiva43 Si eres católica practicante, que rezas a diario y lees libros buenos, deberás tener una visión muy positiva de la vida. Es triste ver que personas que intentan ser profundamente religiosas caen en el pesimismo. Por supuesto, en nuestro mundo hay muchas cosas malas, la gente hace algunas terribles, pero también las hay muy buenas. Nuestra visión de la vida depende de en cuáles pensamos más. Si te obsesionas por todo lo negativo del mundo, tu ciudad, los políticos, la Iglesia, puedes convertirte en una persona agria en muy poco tiempo. Esto no significa que no aceptes que hay cosas que son malas. Puede ser completamente útil verlo así, pero de una manera moderada, para luego cambiar a algo positivo. Por ejemplo, si cierto político hace algo equivocado, en lugar de decir, «es un sinvergüenza, un hombre despreciable», puedes decir algo como, «ha sido una gran decepción» o «deja mucho que desear». La otra persona captará el mensaje y tú conservarás tu paz y tu alegría.

9.4 Programa tu vida Programa tu vida significa acudir a los lugares donde es posible encontrar un hombre bueno. Lo primero es decidir cuánto tiempo emplear en esa búsqueda, quizá un par de noches por semana. Tus relaciones sociales exigen todo tu valor. Debes marcar las pautas de tu noviazgo, lugares, actividades, trato correcto que toda mujer merece44. Debes confiar al Señor todas las cosas y no temer la insistencia en ser bien tratada. No tienes por qué ser maleducada cuando exiges un trato respetuoso. Puedes mostrar tu sentido del humor y esperar a un momento más íntimo para hablarle sobre ciertos problemas, pero necesitas hacerlo, o serás una mujer desgraciada toda tu vida. Si un hombre no capta la cuestión del comportamiento, debes decirle adiós, y explicarle la razón. Quizá plantarás una semilla que le ayudará a reformarse y llegar a ser un buen marido para otra. 9.5 Sé educada45 Ser firme no significa ser áspera. En otras palabras, para tener éxito debes saber exactamente lo que quieres y mantenerte firme en ello, pero siendo siempre una señora. Nada debe hacerte perder la sangre fría o impulsarte a decir palabras desagradables. Eso puede perjudicar tu noviazgo y también tu vida espiritual. Los cristianos valoran la dignidad de cada persona humana. Ese es el fundamento de la doctrina social de la Iglesia, y también de la enseñanza sobre el matrimonio y la sexualidad. Si en el pasado has sido malhablada, corrígete. Oblígate a pagar grandes multas (envía dinero a los pobres) si vuelves a caer en un lenguaje grosero, hasta que no elimines esas palabras incluso de tus pensamientos. No dejes que un hombre te oiga decir una palabrota. Si lo haces, perderás tu respeto rápidamente. La rehabilitación del noviazgo se basa, sobre todo, en el respeto. Respeta a todos los hombres, incluso al más embustero, y actúa de un modo respetable. Te ganarás la autoestima de todo el que se acerque a ti. 9.6 Poner fin a las relaciones complicadas46 Una de las cosas más difíciles para una mujer es finalizar una relación grata que no va a ninguna parte. Una mujer salió con un hombre desde los 34 hasta los 40 años. Él estaba divorciado, o eso decía, pero no tenía una declaración de nulidad. En lugar de insistirle en que la solicitara, ella «aguantaba» esperando un milagro. Era una mujer atractiva, alegre y expresiva, pero estaba loca. Él no se casaría nunca con ella. Por fin, murió en un accidente. Y, poco después, ella se enteró de que tenía otra novia. 9.7 Solteros católicos on line Los servicios de agencia eran el modo más escalofriante de conseguir pareja, pero Internet ha cambiado las cosas. Algunos matrimonios felices han salido de páginas web de católicos solteros. Los he visto iniciarse, y he celebrado sus bodas. Esto es cierto y da resultado. Las citas on line pueden ser buenas si sois prudentes y os tomáis vuestro tiempo. Si decides hacerlo así, siéntate frente al ordenador y busca dos o tres páginas que satisfagan tus requerimientos. Si te gusta la página, regístrate ahora mismo. No

esperes. Explica claramente lo que estás buscando. No te centres tanto en conocer a alguien dentro de tu área geográfica. Sé flexible en lo no esencial. Algunas mujeres me han dicho que han obtenido numerosas respuestas y otras menos, pero que es un buen lugar para empezar. Puedes mantener correspondencia por e-mail durante algún tiempo, hasta que percibas que es alguien con el que puedes encajar. Luego, él debía ofrecerse para llamar. Si la cosa se alarga y no se ofrece a llamarte, podrías decirle algo como, «quizá deberíamos hablar alguna vez». Si no lo capta, olvídale. Algunas personas se divierten enviando e-mail. ¿Qué pasa si ya hablas por teléfono con un hombre y recibes correos interesantes de otro? ¿Tendrías que decirle que te olvide? De ningún modo. Mientras no salgas solo con uno, no debes excluir a los demás. Continúa chateando con los otros, incluso permíteles que te llamen también. De hecho, podrías citarte con ellos de uno en uno cada fin de semana. Mientras no te comprometas, no estás comprometida, así que puedes disfrutar de una pequeña variedad hasta que te limites a uno. ¿Qué hacer si por ese sistema conoces a un hombre que vive lejos y te invita a visitarle? No lo hagas. Ir sola a una ciudad que no conoces supondría una gran desventaja. Si está interesado, que venga a verte él. Cuando le hayas tratado durante algún tiempo y estás segura de que te parece bien, podrías visitarle, pero tendría que buscarte alojamiento en una buena familia o similar. Debes evitar los hoteles. ¿Y si te has estado viendo con un hombre durante varios meses y te invita a trasladarte a su ciudad? A menos que tengas familia en ella, olvídalo. Imagínate lo que sentirías si te trasladases y las cosas no funcionaran. Estarías sola en una ciudad nueva, con pocos amigos, ¡y Dios sabe qué clase de trabajo! Si te casas, entonces puedes trasladarte. Debes tener una larga conversación telefónica antes de decidir que es una persona correcta. Y, ¿qué sucede si no es la que estás buscando? Actúa decididamente y explícale claramente que las cosas no van a dar resultado. Por ejemplo, «muchas gracias por tu llamada. Después de hablar contigo, estoy convencida de que no sería buena idea el que nos conociéramos. Te deseo mucha suerte. Gracias y buenas noches». Las mujeres suelen preocuparse tanto por los sentimientos de los hombres, que prolongan el proceso de despedida. Sé cortés, firme y no esperes su respuesta. Si él desea conocerte y tú te animas, ponte de acuerdo en reunirte para tomar un café o algo así. Al hacer esto, estás protegiéndote. Necesitas conocerle y hablar con él personalmente antes de decidir si has de darle tu número de móvil y tu dirección. ¿Qué pasa si te presiona por teléfono para que le des tu número? Simplemente, di algo como, «no lo doy hasta que no conozca mejor a la persona». Si insiste, dile que esta conversación te hace sentir incómoda y que, si no rectifica vas a colgar. Y cuelga. La identificación de llamada puede comprometerte, pero puedes suprimirla o usar un número de teléfono móvil que no revele tu número. Y, como hemos dicho antes, no te desesperes. Si vas a ser el premio, necesitas actuar como tal, y no aceptes comportamientos incorrectos. Pon alto el listón y mantenlo. Los hombres con clase estarán a su altura. Los otros se irán. Recuerda: las mujeres que con cortesía y amabilidad exigen un buen comportamiento, lo obtienen. Si no estás interesada, acláralo, por favor. El hombre desea que si una mujer no está interesada por él, se lo diga, pronto y con claridad. Puedes decirle algo como, « ¿sabes? Me pareces una persona estupenda, pero no creo que nos entendamos». Si insiste en ese punto, sé más directa todavía, «en realidad, no quiero salir contigo». ¿Y si el chico que te gusta te invita a salir pero ya tienes plan? Dile solamente, «lo siento. Ya tengo plan para el sábado. ¿Quizá otra noche?». No concretes la noche a

menos que te lo pregunte. En general, a él le corresponde proponértela. Al sugerirle que lo intente para otra vez, le estás haciendo ver que estás interesada. Si tiene un poco de talento, te presentará inmediatamente un nuevo plan. 9.8 Las cenas Nuestra cultura ha perdido el arte de montar cenas para amigos solteros. Es un modo maravillosamente refinado de encontrarte con gente y llegar a conocerla. Cuando estás a la mesa con seis o siete personas, charlando de los asuntos del día, descubres mucho de ellas en muy poco tiempo. Generalmente, la mujer que ofrece la cena no se encontrará con algún invitado nuevo, pues se supone que los conoce a todos. Una excepción a esta regla podría ser que invitara a un hombre que le gusta, pero que no ha conseguido conocer. O bien, podría invitar a tres amigas a condición de que cada una de ellas invite a un buen muchacho (católico) por el que no sientan un interés personal. En cualquier caso, al celebrar sus propias cenas, quizá las amigas sigan su ejemplo, y la inviten a su vez. 9.9 Otros lugares semejantes Si un buen católico te invita a una boda o a una fiesta, debes ir. A menuda asistirán personas de ideas afines. Acude sola a estos acontecimientos. De este modo serás mucho más asequible47. Existen numerosos eventos en los que puedes conocer a un buen católico, como los movimientos pro-vida, los estudios de la Biblia o los grupos de oración. La situación en estos casos es semejante a la de una boda católica o a una fiesta. Hay otras actividades de naturaleza más secular, como clases de baile, lecciones de tenis, asociaciones políticas, reuniones de caridad, etc., que tienen posibilidades, pero no tantas. Al no ser tan concretas como las anteriores, tendrás que arreglártelas como puedas en esas circunstancias. Y aunque no abunde en ellas, como en las anteriores, el tipo de hombre que estás buscando, pueden ser actividades divertidas. De modo que es bueno que participes en ellas sin pensar en encontrar a alguien especial. Si lo haces, disfruta de la sorpresa. 9.10 ¿Es religioso este chico? Cuando conozcas a alguien en alguna de esas actividades, te llevará algún tiempo descubrir si es piadoso, pero puedes plantear ciertas preguntas que te darán algunas claves. Por ejemplo, «¿cuáles son tus principales intereses en la vida?» o «¿qué cosas son esenciales para ti?». Si te pregunta, « ¿qué quieres decir?», puedes responder, «bueno, por ejemplo, tu trabajo, tu fe, los deportes, las excursiones, o la lectura». Si contesta, «mi colección de sellos», ya puedes formarte una clara opinión. Otra posibilidad consiste en hablar con naturalidad y libremente de tus propias actividades religiosas, y ver cómo reacciona. Si no responde, puede no estar interesado. El auténtico descubrimiento del compromiso y del potencial religioso de un hombre puede llevar varios meses, especialmente si es una persona «complaciente». Como he mencionado antes, si le haces ver claramente que eres religiosa y le preguntas si lo es él, frecuentemente te contestará, «mucho», aunque no haya pasado una iglesia en décadas. Así que preguntarle directamente no te servirá de mucha ayuda.

9.11 Confiar en el Señor Aunque estés llevando el control de las cosas, nunca tienes el control completo. Alguna de esas cosas puede aproximarte al Príncipe Azul Mr. Right, pero ¡no te obsesiones! Una vez que has hecho tu parte, el resto le toca decidirlo a Dios. ¿Qué pasa si intentas alguno de esos procedimientos y ninguno da resultado? Dirígete a Dios en la oración y confía en su calendario, que suele ser más lento que el nuestro. Continúa intentándolo. 9.12 Resumen Es importante que las mujeres se hagan cargo de su vida social y tengan un plan para encontrar al hombre adecuado. Esto implica cuidar su salud espiritual, física y psicológica. Sé una persona positiva. Fabrícate un programa y sigue tu plan disciplinadamente. Insiste en un trato adecuado y trata siempre educadamente a los demás. Finaliza rápido las relaciones perjudiciales. Si quieres, recurre a una cita on line con un católico. Asiste a bodas y a otros acontecimientos semejantes. Participa en actividades divertidas y agradables. Y deja el resto en manos de Dios: tiene un plan para ti.

X. BUSCANDO A LA MUJER SOÑADA La tarea del hombre para buscar a la persona idónea para casarse es un poco distinta de la de una mujer. Ella tiene que ponerse en el lugar adecuado para recibir la atención de un hombre bueno. Un hombre tiene que ir a los mismos sitios y encontrar a una mujer buena. Antes de hablar de «lugares» hablemos brevemente de la «búsqueda». 10.1 ¡Cherchez la femme! Hemos intentado demostrar que el hombre es el perseguidor y la mujer su premio. Pero con la funesta revolución feminista que empieza a morir de muerte natural, muchos hombres temen actuar demasiado activamente quizá porque no saben lo que les espera de las mujeres. A las auténticas mujeres cristianas les encanta que los hombres lleven la iniciativa en el noviazgo. Siempre es conveniente tener la sana sensación de si las mujeres están interesadas o no, pero si lo están, quieren que hagáis el primer movimiento. Parte del problema puede deberse al hecho de que el «panorama de las salidas» se ha convertido en algo desastroso. Algunos hombres cristianos dudan en acercarse demasiado decididamente a las mujeres por temor a que los consideren como parte de ese pegajoso «panorama de salidas» que reconocen equivocado. Así que intentan llegar a conocerlas viéndolas en distintos eventos antes de ir directamente. A las mujeres les disgusta esta actitud. Si te gusta una mujer, no la persigas como un perro faldero. Acércate a ella a través de lo que hemos llamado «salidas amistosas». En otras palabras, lleva la iniciativa, pero como amigo en primer lugar. Los amigos no se esperan a que haya una fiesta para verse. Se llaman y hacen cosas divertidas juntos, porque así lo pasan bien. No

tienes que comprometerte a un noviazgo para salir con una chica y tratarla como amigo. Si te interesa una joven, adelante, invítala a cenar, a montar en bici o a cualquier otra cosa. El que te estés acercando a ella amistosamente no significa que no le tengas que prestar una atención especial y hacerle ver que estás interesado. «Persíguela» con moderación durante un par de meses como amigo, no como un pretendiente enamorado. Pero persíguela. El 12 de octubre del 2001, exactamente un mes después del ataque del 11/S, Peggy Noonan publicó en el Wall Street Journal un editorial titulado, «Bienvenido, duque». Su argumento era que, después del 11/S, surgió una nueva valoración del hombre tipo John Wayne, que no es un actor cansado, sino un hombre que puede salir a la calle y hacer cosas. Los bomberos, los policías de Nueva York, los trabajadores corrientes que hacen la vida más fácil a miles y miles de personas son todos héroes desconocidos. «El Duque ha vuelto -dice-, y ya era hora». El regreso de la masculinidad llevará consigo el regreso de la caballerosidad por una sencilla razón: los hombres viriles, por definición, son caballerosos. Por ejemplo, si eres mujer y vas a un encuentro universitario en la Ivy League University te tendrás que pelear por un asiento con un intelectual masculino, pero te aseguro que si vas a los Knights of Columbus Hall, los hombres que se encuentran allí (policías, bomberos, agentes de seguros) se levantarán para cederte el sitio. Porque son principalmente hombres, y caballeros. Alaba también a los hombres de negocios del vuelo 93 que se despidieron de sus seres queridos, desconectaron los móviles y dijeron, «vamos allá». Todo esto se puede aplicar al hombre que desea ganarse el corazón de su hermosa doncella. Caballeros, ha llegado el momento de «perseguir» a las mujeres, no groseramente, lascivamente o de un modo machista, sino como caballeros. Por cierto, un caballero escucha y observa cuidadosamente las señales claras que demuestran si ella está interesada. Y si ella no da esas señales claras (¡peor para ella!), él será lo bastante inteligente como para preguntárselo directamente. Sin embargo, hombres, a menos que demuestre falta de interés, y con las citas amistosas in mente, ha llegado el momento de decir «vamos allá». 10.2 El hombre cristiano Antes de encontrar a la Mujer Soñada, el hombre debe ser el Príncipe Azul. Si esperas triunfar en el noviazgo y en el matrimonio (así como alcanzar el Reino), necesitas rezar un montón. Tendrías que ser testigo del valor de la oración. Muéstrate dispuesto a decir a los otros lo mucho que te ha ayudado la oración. Y no seas ñoño. También es importante conocer la doctrina, especialmente en lo que ser refiere a la castidad, y no debes pedir perdón a nadie por vivirla. Recuerda, el motivo de que Cristo desee la castidad es porque conduce a la felicidad. He conocido a muchos hombres que pretendían ser cristianos, pero que ni siquiera intentaban ser castos. Si quieres ser un cristiano auténtico, inténtalo por lo menos. El hombre cristiano es decidido, pero al mismo tiempo amable. El modelo es Jesús. Se siente seguro de sí mismo, pero es humilde; conoce sus propias limitaciones; tiene en alta estima a las mujeres y trata de ser educado; intenta vivir su fe; aprovecha sus talentos para Dios, el atlético, el artístico, el musical o cualquier otro. Por último, tiene toda una vida aparte del noviazgo, una vida que está muy implicada con su Iglesia. Este hombre, para una auténtica mujer cristiana, es la proverbial «buena pesca».

10.3 ¿Dónde buscar? Los servicios on line pueden ser un buen sitio para que los hombres cristianos conozcan a mujeres buenas y viceversa. Los hombres suelen quejarse, «pero, ¿no son cosas para los perdedores?». Pudieron serlo, pero ya no. He conocidos a muchos católicos inteligentes y atractivos que encontraron a esposas buenas en esos servicios. Puedes entrar en la página web y ver sus rostros junto a alguna información personal, incluso antes de ponerte en contacto con alguna de ellas. Entra simplemente en una de esas páginas, busca «Servicio de Citas Católicas», y únete a uno o más grupos. Luego, recorre las listas hasta que encuentres a alguien que parezca interesante. Entra en su correo y pon la cosa en marcha. Durante algún tiempo comunícate por e-mail y luego a través de llamadas telefónicas. Si todo va bien, pregúntale si puedes visitarla o, si vive cerca, proponle una cita. Algunas veces, los participantes viven lejos, pero siempre se puede hacer algo. El resto es cosa tuya. Las bodas católicas son otro lugar para conocer a gente buena. El acercamiento es siempre el mismo, aunque algo más fácil, ya que tenéis algo en común: la persona que os ha invitado. De modo que tienes una excusa para empezar la conversación (por ejemplo, « ¿eres amiga de Anastasia o de Ambrose?»). Los actos pro-vida son otro lugar adecuado, o los grupos de oración, de estudios bíblicos y grupos políticos que apoyen soluciones justas a problemas morales. Otras actividades como clases de baile, esquí, tenis o ciclismo pueden situarte en el lugar oportuno para encontrar a alguien adecuado. Por supuesto, la persona que conozcas puede no ser católica. Desgraciadamente, muchos católicos desean encontrar a una católica, pero al final se conforman con lo que sea, con resultados catastróficos. Por último, las cenas son un método estupendo para conocer a gente. Si recibes a alguno de tus amigos, ellos corresponderán. Una cena con seis u ocho personas es un modo digno y personal de conocer a gente. Si decides organizar una fiesta numerosa, prepara algunos juegos. Dos de los mejores para las cenas son las adivinanzas y los juegos de palabras. Lo mejor es jugar durante un par de horas y luego dejar que las personas se mezclen entre sí. 10.4 Pedirle salir Cuando llega el momento de pedirle salir a una mujer, no seas confuso diciendo algo como, « ¿te gustaría salir conmigo el sábado por la noche?». Una de mis inteligentes sobrinas recibió una invitación de un muchacho. Le pidió que fuera un poco más concreto, pero él no pudo. Entonces ella le dijo, «llámame cuando tengas un plan». Señores, necesitáis tener un plan. Cuando propongáis salir a una chica, que sea algo concreto, como cenar, bailar, ir a un concierto o a un partido de baloncesto. Nunca empieces con un « ¿te gustaría que saliéramos juntos alguna vez?». Si le sugieres dos noches diferentes y ella te responde a ambas, «lo siento, ya tengo planes», entonces haz una pregunta más general como, «no lo estoy haciendo bien. ¿Habrá algún día en el que yo tenga más éxito?». Con un poco de suerte, si no quiere salir contigo te lo dirá, educada pero directamente, en ese momento. Si queréis triunfar tenéis que intentarlo. Si os gusta una mujer, y si le gustáis a ella, salid, matad el dragón y ganaos el corazón de la doncella. No seáis como el chico que salía con una mujer joven tan enamorada de él, que dijo a sus padres, «me gustaría casarme con ese hombre». A los padres no les gustaba porque era ocho años mayor que ella, y acabó dejándose influir. Yo pregunté al chico, «dime, ¿tanto la quieres?».

«Por supuesto», replicó. «Entonces, ¿qué piensas hacer?» continué. «Bien, parece que ella está de acuerdo con sus padres. Voy a dejarlo». « ¿Y por qué no te ofreces a ir con ella a visitar a sus padres y por lo menos los conoces? Que vean cómo eres, quizá cambien de opinión». No quiso oír hablar de ello. ¿Quién sabe lo que habría ocurrido si hubiera insistido? A nadie le gusta que lo rechacen, pero parte de la condición masculina es superar el rechazo. Son gajes del oficio. Se supone que, como hombres, seremos capaces de soportarlo. Eso se debe a que el hombre pide relaciones a la mujer, de modo que tiene que soportar que lo rechacen. Se supone que, para esas cosas, son más duros. De modo que lo intentas y fracasas. ¿Y qué? Levántate y prueba de nuevo. Parece que son demasiados los hombres que carecen de aguante. Recuerda, un corazón débil nunca conseguirá a la doncella. 10.5 Lo romántico Se supone que el hombre ha de aportar la mayor parte del romanticismo a un noviazgo. ¿Qué queremos decir exactamente por romanticismo? Un modo innovador, heroico o imaginativo de perseguir a una mujer; un modo lleno de color e imaginación en la forma de demostrarle su amor. A las mujeres les gusta siempre un poco de variedad y dinamismo. Los hombres no acabamos de acostumbrarnos. El romanticismo es un modo de decir a la mujer, «tú me haces ser imaginativo, innovador». ¿Algunos modos de ser romántico con tu novia? Cuando vas a buscarla para salir, llévale una rosa o por lo menos una flor. A las mujeres les encantan las flores. Algunas veces las sensiblerías dan resultado. En una Navidad, un chico muy imaginativo además de romántico decidió fabricar un pedestal para su novia. Tomó un tronco de madera, grabó en la parte superior el hombre de su chica, escribió un poema y se lo regaló. Ella se mostró encantada. Realmente, lo que más le conmovió fue la poesía. La poesía goza de gran éxito entre la mayoría de las mujeres. Por ejemplo, mi cuñado solía enviar a mi hermana pasajes de Cyrano de Bergerac. Si puedes escribir tu propia poesía, hazlo. No tiene que ser perfecta, sino sincera. Un muchacho escribió a su novia lo siguiente: Si nos casamos en el futuro para mí será una tontería terminar el noviazgo porque te sacaré la basura y te ayudaré a lavar tus blusas. ¿No trata de eso el amor, de dar cuando duele? Incluso con cinco años te seguiré enviando rosas para llenar vuestros corazones y satisfacer a vuestras narices.

Observemos que el hombre expresa claramente su amor, pero incluye algunos torpes toques de humor. Su novia afirmó que encontraba «dulce» esta poesía. Si no eres capaz de componer tus propios versos, recurre a Cyrano. En envío de tarjetas de vez en cuando suele tener éxito. Puedes comprarlas en la papelería o fabricarlas. Con ayuda del ordenador conseguirás hacer algo realmente divertido y personal. Por último, si quieres dar con una idea imaginativa, esto puede ser justo lo que necesitas. Un día, estaba yo en la playa cuando, moviéndose lentamente, pasó una barca donde un hombre exhibía un gran letrero que decía, «Felicity, ¿quieres casarte conmigo?». Felicity estaba en la playa con su novio y un grupo de amigos. El chico tenía preparado el anillo. Aparentemente, ella dijo sí, porque a los veinte minutos la barca volvió a pasar con otro letrero, « ¡Un gran día! ¡Ha dicho que sí!». Si vas a pedir una cita a una joven procura ser imaginativo y romántico. Algunas de las citas más románticas son los picnics. Ve a alguna tienda de exquisiteces y compra algunos platos exóticos. Busca una buena toalla de playa (la que no has lavado durante cinco años no vale) así como un bonito parque donde puedas extenderla dejando algún espacio para vosotros. No olvides una rosa en un florero. Este es un escenario estupendo para establecer un lazo íntimo. La idea de contemplar juntos el amanecer es también otra cita romántica. Otra aventura es un paseo por el parque en un coche de caballos. O caminar por el parque a la puesta de sol (si no habéis estado en la salida). O una excursión a la heladería en busca de un batido con dos pajitas. Salir a comer juntos es siempre romántico. Asar algunos filetes en la barbacoa y preparar en el patio una mesa con mantel y velas. (Asegúrate de rociar previamente el lugar con un insecticida). Un toque añadido consistirá en tener un reproductor de CD con música ambiental. Por supuesto, si tienes un amigo músico que te deba un favor, ¡podríais tener una serenata! Algunas de las vistas más maravillosas se pueden contemplar desde las terrazas de los restaurantes. Si el menú es accesible, entre en él. Si no, no te preocupes. Ve a cenar a un restaurante agradable y luego llévala a la terraza a tomar el postre. Otra cita estupenda consiste en pasear por la playa a la puesta del sol. Enróllate las perneras del pantalón y camina descalzo por la espuma. ¿Tienes chimenea? Coloca el sofá frente a ella, prepara un buen fuego, y charlad. Todo esto debería, por lo menos, hacerte empezar a pensar en citas románticas. Recuerda también que hay otros muchos tipos de citas además de las románticas. Películas, juegos, conciertos, excursiones, paseos en barca, pesca (si a ella le gusta), conferencias (religiosas o no), juegos de mesa… por nombrar solamente algunas. A propósito, las jóvenes cristianas no pretenden necesariamente que los hombres gasten un montón de dinero con ellas, pero desean que sean imaginativos. Si tu novia se queja de que ya no la sacas tanto, llevarla a comer o cenar en un restaurante modesto no será una gran ayuda para tu causa. No es preciso que sea el Ritz, pero ha de tener cierta clase. 10.6 Resumen El primer desafío estriba en perseguir a la joven una vez que sabes que está interesada. Y en ser un buen partido, es decir, ser un hombre conocedor de la fe, sin temor de hablar de ella y orgulloso de vivirla.

Intenta encontrar a la Mujer Soñada en los servicios on-line, en buenas charlas sobre temas católicos, en cenas, o en cualquier clase de fiestas, especialmente las que ofrezcan auténticos cristianos. Ciertamente, las bodas, los movimientos pro-vida, los grupos de oración, estudios bíblicos y grupos políticos afines, también pueden ser loables, así como el baile, las actividades deportivas e incluso las citas a ciegas. Cuando encuentras a alguien agradable, llámala proponiéndole un plan, y sal con ella como amigos, pero persíguela. Y por último, cuando llegues al noviazgo, sé original. Dile que la amas de todos los modos imaginables y románticos. ¡Vive l’amour!

XI. LA COMUNICACIÓN ¿Por qué resulta tan difícil la comunicación entre hombres y mujeres? Porque, como escribió John Gray en su bestseller, los hombres son de Marte y las mujeres de Venus. Dicho de otro modo, los hombres piensan de una manera y las mujeres de otra. Adaptabilidad es la palabra clave en la comunicación entre los sexos. Él necesita saber lo que ella piensa, y ella necesita saber lo que piensa él. Cada uno debe adaptarse al otro. A lo largo de los últimos años he oído a muchas parejas, casadas o no, decir que sus relaciones son lamentables, y en el 80% de los casos, el argumento es el mismo. Primero, el hombre comete un error: olvida un aniversario o un cumpleaños; es demasiado cariñoso con una antigua novia; deja de llamar a su novia cuando se suponía que debía hacerlo. No es que la mujer no se equivoque nunca, pero la mayoría de los hombres son menos sensibles a los faux pas de las mujeres, y ellas, menos proclives a cometerlos. En cualquier caso, sucede algo que enfada a una mujer. Incluso puede ser algo que no ha hecho el hombre, sino algo que la altera emocionalmente. De modo que está enojada y dice «no me haces caso». « ¿Qué quieres decir con eso?», pregunta él. Cree que se ocupa muchísimo de ella. La lleva a restaurantes de lujo; la llama varias veces por semana; va a visitar a su familia; recientemente le ha comprado docenas de rosas. Cree que ella debía darse cuenta de lo mucho que se ocupa de ella. «No me llamaste ayer. Y sabías que tenía un entrevista». Él intenta defenderse. Craso error. «Solo mencionaste la entrevista en una ocasión. No pensé que fuera un tema tan importante». Cuidado. Los temas insignificantes pueden convertirse en temas importantes si los llamas insignificantes. «Pues lo era. En realidad, necesitaba hablar contigo». « ¿Por qué no me llamaste?», continúa cayendo en la inútil senda de la autodefensa. «Lo hice. Pero no contestaste. Te dejé un mensaje». «¡Ah sí!, cuando llegué era demasiado tarde para llamarte. Pero no era tan importante, ¿verdad?». Ahora, ella está completamente furiosa. Cree que él está despachando el asunto como si fuera algo trivial. Puede ser trivial, pero eso no le va a ayudar. El problema son los

sentimientos de ella. Es una mujer, está muy vinculada a sus emociones. Necesita calmarlas y es él quien debe hacerlo. « ¿Cómo puedes ser tan insensible? Nunca estás cuando te necesito. Siempre me haces lo mismo». Lo cual no es cierto, y ella lo sabe, pero se siente como si siempre fuera así, ¡especialmente ahora! «No te hago siempre lo mismo», dice él correctamente, pero también de un modo insensato. Ahora ella está más furiosa todavía. El se está mostrando lógico mientras que ella desea ser emotiva. Llegados a este punto, si la discusión continúa, ella puede decir algo tan fuerte como, «¡eres idiota, solo que no lo sabes! ¡Entérate!». Ahora, él se encuentra absolutamente frustrado. Se lleva las manos a la cabeza y se calla. Sabe que si dice cualquier cosa, está perdido. ¿Te suena familiar? Los hombres y las mujeres piensan de modo diferente. Los hombres se centran en el problema o en la solución. Las mujeres se centran en sus sentimientos; no les preocupa lo fundamental, sino su corazón, al que están estrechamente conectadas. En otras palabras, el problema no suele ser el problema. El problema es su corazón. ¿Así es como se ocupa él de su corazón? Y ¿cómo puede ella ayudarle para que lo haga? 11.1 Lo que puede hacer Mortimer Empecemos por Mortimer (le llamaremos así). En primer lugar, ha de entender el modo de pensar de su novia, Esmeralda. Como indica John Gray, cuando la mujer está enfadada, los hombres tienden a analizar y resolver el problema. Las mujeres solamente quieren hablar. Simplemente, desean que su hombre las consuele, y eso no es tan difícil. Una mujer, descrita por Gary Smalley en If Only He Know (un libro sólo para hombres), dice, «ojalá mi marido me rodeara con sus brazos y me abrazara sin sermonearme cuando estoy triste». Las mujeres, por su parte, deben darse cuenta de que los hombres son un poco cortos de entendederas. Generalmente, una petición no basta. La mujer que seguía escuchando sermones lo sabía, de modo que insistió en decirle con toda la dulzura, «no me sermonees, sólo abrázame». Las primeras seis o siete veces no surtió efecto. Por fin, un día él se enteró. Decidió hacer exactamente lo que su mujer le pedía. La abrazó. Fue tal la respuesta, que decidió seguir haciéndolo. Smalley afirma que ese matrimonio funciona cada vez mejor. Recordad, hombres: no necesitáis defenderos. Solamente decidle que sentís que esté enfadada. Odiáis verla así. «Estoy aquí para ti, amor mío. Tu felicidad es muy importante para mí». ¡Bingo! Sin soluciones. Sin excusas. Sin análisis. Sin apuros. ¡Sólo estar ahí! Las mujeres saben que son incapaces de dejar de amar a un hombre que se comporta así. ¡No hay nada más sencillo! Un hombre que desconoce todo sobre las mujeres debía aprender lo siguiente: Cuando tu mujer está disgustada, es tu ocasión para ser un caballero de brillante armadura. ¡Si la consuelas, serás un héroe! Todas las flores que le hayas enviado la semana pasada, el esfuerzo que hiciste lavando y encerando el coche, los cientos de dólares que has gastado en ella, las noticias de amor, los sacrificios que has hecho son estupendos, pero no ganarán su corazón. Ganarás su corazón cuando estés ahí para consolarla cuando está disgustada. Eso es lo que realmente cuenta. Y para conservar

el amor de una mujer, tendrás que hacer eso varias veces al mes. Créeme, es un precio muy bajo para la paz y felicidad que proporciona, para la hermosa intimidad que genera. Vino a verme una pareja joven y piadosa que de vez en cuando tenía unas peleas tremendas. Habían estado en una fiesta y él había pasado mucho tiempo hablando con unos antiguos amigos, ignorando a su novia mientras tanto. Ella tenía una expresión apenada y cuando él le preguntó el motivo, ella se lo explicó. Desgraciadamente, el chico replicó, «eres demasiado sensible». Poco inteligente. Ella se enfadó cada vez más y a continuación estalló la Tercera Guerra Mundial. Esto sucedía repetidamente por cualquier motivo. Un día le dije, «¿por qué no le dices que la quieres y que es la persona más importante de tu vida?». Él contestó, «porque cuando se pone así, no siento un gran amor por ella. Estoy intentando ser sincero». ¡Alerta roja! ¡Hombre en puesto de batalla! El amor que debes tener por tu mujer no es un sentimiento. ¡Es una preocupación por el bien de ella! Si solamente le dices que la amas cuando lo sientes, lo vas a tener difícil con cualquier mujer. Debes estar dispuesto a decirle, cada vez que necesite oírlo, cada vez que se sienta triste por la razón que sea, que la amas, que después de Dios, su felicidad es para ti lo más importante de tu vida. Cuando te cases, habrá días, incluso semanas o meses, en los que no sentirás amor ninguno por tu esposa. Puede parecerte que es tu peor enemigo. Pero debes decirle «te amo» porque le prometiste «amarla y honrarla» todos los días de tu vida. Debes decirle «te amo» porque eso sanará muchas dolencias. Debes decirle «te amo» porque si lo haces, y da resultado, recuperarás ese sentimiento. Deber decírselo porque la gente necesita cariño, sobre todo cuando lo merece48. Una de las peores cosas que un hombre puede hacer es ignorar el corazón de su novia una vez que se casa con ella. «Ya la tengo -piensan algunos-, ya no necesito enamorarla. Puedo descansar». Un hombre debe conquistar diariamente el corazón de su mujer. No es difícil, una vez que te acostumbres a ello y se convierta en un hábito, pero es algo que has de seguir haciendo el resto de tu vida. Toma siempre en serio su corazón. Si lo haces, estarás rodeado de sonrisas. 11.2 Haz de ella el número uno En cierta ocasión. Gary Smalley tuvo serios problemas en su matrimonio. Su mujer se quejaba de que cada vez que planeaban algo, surgía algún problema que lo aplazaba. Terminaban haciendo «cualquier otra cosa». Ella le dijo, «en realidad, mejor estarías con tus amigos en lugar de perder el tiempo conmigo». En efecto, estaba logrando que la persona más importante de su vida se sintiera como la menos importante. Empezó a cambiar y escribió en If Only He know: «yo quería decirle que era la persona más importante de mi vida. Realmente quería sentirlo así. Al principio no tenía tales sentimientos, pero quería tenerlos. Intenté que ella fuera para mí más importante que cualquier otra cosa, y muy pronto empecé a sentir que ella era mi máxima prioridad… Dicho de otro modo, el tibio sentimiento interior que tenía por Norma empezó a arder después de que coloqué en su cabeza la corona de reina». Esto es fundamental en cualquier relación. Los sentimientos siguen al esfuerzo. Si quieres que los sentimientos surtan efecto antes de que actúes, nunca serás feliz. El amor está en la voluntad: es una decisión. Si amas a tu mujer con toda tu voluntad ¡ella enviará el tuyo al séptimo cielo! No lo olvides. La mujer que recibe a diario el amor de su marido le hará sentirse como un rey.

Una tarea imprescindible es tratar de hacer de ella la número uno. Nunca, nunca, nunca rompas una cita con una mujer aunque se trate de una emergencia nacional. Yo trataba a una pareja recién casada que había tenido los típicos problemas. Se exigían demasiado el uno al otro y, cuando vinieron, la tensión se acrecentó. Conseguí que el marido saliera con su mujer, algo que no ocurría desde hacía mucho tiempo. Ella contrató a un canguro y reservaron mesa para cenar. Tres días antes, un amigo le había ofrecido tres entradas para un partido de la NBA. Si a su mujer le hubiera gustado el baloncesto, podría haberla llevado, pero sabía que no lo aguantaba. De modo que pensó que podría salir con ella en otra ocasión, pero que un partido de desempate era una oportunidad única en la vida. Gran error. Si durante los años anteriores hubiera amado a su mujer de un modo romántico, la hubiera invitado a salir todas las semanas, la hubiera hecho sentirse importante en cualquier ocasión, en estas circunstancias podría haber cancelado su cena a favor del partido de baloncesto pero no era esa su situación. 11.3 Demuéstrale algo más que cierto respeto Nunca menosprecies su opinión. Puedes no estar de acuerdo, pero respétala siempre. Es un modo de honrar a tu mujer, y cuando te casas, prometes amarla y honrarla durante todos los días de tu vida. Una pareja estaba pasando por una época terrible en su matrimonio. Les pedí que, cada mañana, se susurraran el uno al otro, «te amaré y te honraré hoy». Su matrimonio mejoró. Te sugiero que empieces inmediatamente a decirte a diario, «amaré y honraré a mi novia en el día de hoy». Otra cosa que destruye la relación es ser supercrítico. Esto sucede más frecuentemente en el matrimonio, pero también en el noviazgo. Es muy fácil criticar a tu novia, y nada deteriora con mayor rapidez una relación. Casi todos los libros sobre el matrimonio afirman, «¡basta de criticar a tu esposa!». Una tarde, Gary Smalley asistía a un partido de fútbol con su familia; su mujer había preparado bocadillos para ella y para sus tres hijos, pero no para él. Unos días después, él se armó de valor y le preguntó por el motivo. Ella replicó, «¿lo dice en serio? ¿Te das cuenta de que cada vez que te preparo un bocadillo me lo criticas? “Norma, no me has puesto suficiente lechuga. ¿Está maduro el aguacate? Tiene demasiada mayonesa”. No fue justo que me criticaras el otro día». Él pudo haber discutido la expresión «cada vez», pero no lo hizo. Había aprendido que, cuando una mujer está irritada, «cada vez» significa sencillamente «a menudo». Después de eso, alabó cada bocadillo, y voila!, fin del problema. Intenta un pequeño experimento durante una semana: toma nota de cada vez que criticas a tu novia y cada vez que la alabas. La primera cifra debería ser muy baja, y la segunda muy alta. Además, si la proporción no es de dos a una o mayor, ha llegado el momento de reformarte. 11.4 Manifiesta tu enfado racionalmente y con amabilidad Los enfados son un veneno en la relación. Esfuérzate por librarte de cualquier resto de enojo. Si estás disgustado con tu novia, pregúntate en primer lugar, «¿es importante?» Si no lo es, olvídalo. No tiene importancia. Si merece la pena mencionarlo, y hacerlo puede ayudarte, dile con toda amabilidad, «estoy realmente disgustado contigo». Y explícale la razón. O busca un modo divertido de decírselo. ¿Y si el hecho de mencionarlo pudiera ser perjudicial? Entonces, no lo hagas. Ofrece tus sentimientos como un sacrificio a Dios y déjalo pasar (si existe un montón de cosas

que no puedes mencionar a tu novia, debías replantearte la relación). En cualquier caso, siempre habrás hecho algo positivo con tu enfado. Guardártelo tendrá un efecto perjudicial en tu psique. Otro punto importante: si estás enfadado, no cierres el pico ni dejes de llamarla durante una semana. Aprende a expresar tu disgusto sin destrozarla. El modo más importante de comunicación que has de aprender consiste en manifestar tu enfado racionalmente, sin perder los nervios. No sólo mejorará tu noviazgo y tu matrimonio, sino que dulcificará toda tu vida. Muchos consejeros recomiendan que expreses tu disgusto con frases como, «en este momento me siento muy insignificante», o «cuando dijiste que no entendería, me sentí muy dolido». Intenta siempre manifestar cómo te sientes antes de decir a alguien lo que te hizo. Es un buen modo de evitar que se pongan a la defensiva. Otro buen procedimiento para apaciguar una situación que puede ser fuente de problemas es empezar con una pregunta, «¿sabes quién dijo a Hortense que yo era un ogro?». Es posible que Hortense se lo inventara. Así, empezando por una pregunta, estás evitando hacer una acusación. Un último punto. Si de repente te encuentras sin saber cómo hacerla feliz, pregúntale por lo que estás haciendo mal. Pregúntale cómo tenías que haber reaccionado para hacerla feliz en determinada circunstancia. Luego, escucha atentamente lo que te dice y hazlo. ¡Apúntalo y así no lo olvidarás! 11.5 Lo que puede hacer Esmeralda Sin embargo, la comunicación sigue dos caminos. La mujer necesita desarrollar la capacidad de hacer saber amablemente al hombre lo que desea y no sacarle de sus casillas. Tiene que continuar diciendo cariñosamente a su pareja lo que le gustaría. Gary Smalley cuenta la historia de la mujer que se enfadaba porque su marido pasaba mucho tiempo con su familia: le parecía que la prefería a ella misma. Él le decía una y otra vez, «eres demasiado sensible» o «estás exagerando». Durante algún tiempo tuvieron que vivir alejados de la familia del marido y ella esperaba que las cosas cambiaran. No fue así. Hubo muchas llamadas de teléfono y numerosas visitas. Cuando él le dijo que tenían la posibilidad de volver, ella se echó a llorar. Él le preguntó el motivo de que estuviera tan disgustada y ella contestó que se repetiría su preferencia por la familia. Él se defendió de nuevo. Más tarde, cuando visitaban a su familia durante vacaciones, él le dijo, « ¡explícame una vez más por qué no quieres volver!». Ella lo hizo y, por fin, el marido lo comprendió. Empezó a darle la máxima importancia, y su matrimonio funcionó cada vez mejor. Los hombres son muy torpes. No entendemos a la primera. Ni a la segunda ni a la tercera. No es mala voluntad. Es torpeza. Y ya que todos los hombres son así, las mujeres deben perseverar en su amabilidad. Las quejas no hacen más que acrecentar la resistencia, así que repetídselo a los hombres una y otra vez. Cada vez que le decís cariñosamente lo que queréis, hacedlo como si fuera la primera. Probablemente no quedaréis defraudadas. 11.6 Enfados simpáticos ¿Existe algún modo de que una mujer se enfade con su pareja sin aspereza y sin enfrentarse con él? ¿Hay alguna manera de enfadarse y que a él le haga gracia en lugar de irritarle? Por supuesto. En su best-seller Fascinating Womanhood, Helen Andelin lo califica de «enfado infantil». Yo lo llamo «enfado simpático».

Básicamente, funciona así: la mujer se convierte en una «enfadada adorable», como hacen los niños. Le amenaza con no volver a hablarle y cuando se va, mira atrás para comprobar si él la toma en serio. Esta exageración infantil hace que el hombre se eche a reír, que se sienta más fuerte, más sensato, como un auténtico hombre. Esta frescura infantil, dice Andelin, es de lo más atractiva para el hombre, mucho mejor que la aspereza de una mujer amargada (o el silencio rencoroso) 49. Las reglas de Andelin incluyen: 1. Eliminar cualquier acritud, resentimiento, sarcasmo, odio o violencia. 2. Usad solamente adjetivos que confirmen su masculinidad, tales como grande, duro, bruto, terco, porfiado o bestia peluda. Nunca empleéis pillín, pazguato, debilucho, pequeño, pelele o imbécil. No importa si mide 1,60 ó 1,80, siempre será «grande». 3. Exagerad. Por ejemplo, «¿qué hace un bruto como tú metiéndose con una pobre mujer indefensa como yo?». O haz una amenaza exagerada como «nunca volveré a hablarte»50. Andelin describe a una mujer que había tenido un matrimonio desgraciado durante ocho años. Empezó a mostrarse más positiva y cariñosa, y la situación mejoró. Un día, su marido estaba advirtiendo a un joven soltero sobre «los dolores de cabeza que te traerá una esposa». Continuó insistiendo en ellos, sabiendo que su mujer le escuchaba. Por fin, ella se hartó. Decidió representar un enfado simpático. Se volvió hacia él, y le dio un pisotón diciendo, « ¡tú, bestia peluda! ¡No te voy a querer nunca más, nunca!». Mientras salía de la habitación, miró hacia atrás con un ligera sonrisa. Al marido le llegaba la sonrisa de oreja a oreja mientras decía al joven, «¿has oído lo que acaba de llamarme?». Cuando ella entró en su habitación, se preguntaba, «estupendo, ¿y ahora qué?». En ocho años nunca le había pedido perdón. Sin embargo, unos minutos después él entró y le dijo, «lo siento, no pensé que heriría tus sentimientos. ¿Querrás perdonarme?». Ella escribió: «En aquel momento, le perdoné todo». Dos meses después, él le entregó una tarjeta de felicitación por su cumpleaños, la primera, por cierto. En la portada tenía una linda bestezuela peluda, y en el interior había escrito: «Feliz cumpleaños. Cariñosamente, tu bestia peluda»51. Algunas mujeres solteras dicen que ese rollo infantil y festivo está por debajo de su dignidad. Sin embargo, muchas mujeres casadas comprenden la necesidad de reducir la tensión. Cuando una mujer lleva casada algún tiempo, tiende a reducir sus grandes ilusiones primeras. La vida de casada puede ser dura. Exige grandes cantidades de humildad. Cualquier cosa que aporte humor donde hay enfado, merece ser tomada en consideración. Si hay aspectos de ese «enfado festivo» que no puedes adoptar, estupendo. Elige el que puedas emplear y luego inténtalo. Procura expresar tu enfado de modo racional: dulcemente y, si puedes, con sentido del humor. Intenta también ser diplomática. Hace años, Arnold Palmer estaba jugando en un gran torneo de golf, y los espectadores hacían ruido mientras él se inclinaba para golpear la bola. Se enderezó. Yo me preguntaba cómo conduciría diplomáticamente la situación aquel ídolo de masas. Abrió los ojos de par en par, sonrió y poniéndose el dedo delante de la boca, hizo, «sh-h-h-h». Una gran reacción. Por último, ¿cómo puedes expresar tu disgusto sin llevar las cosas al extremo de una guerra? Limítate a decir, « ¡ay!»52. Déjalo y no hables más. No te pongas nerviosa si se producen unos momentos de silencio. Espera a que pase, y a ver qué ocurre.

11.7 Deja de criticar y no manipules Otra cosa importante que debes recodar es dejar las críticas y empezar a alabar a tu pareja. Ciertamente, esto se aplica lo mismo a hombres que a mujeres. No intentes cambiarle ni controlarle. Puedes insinuar lo que te gustaría, pero si no responde inmediatamente, no seas manipuladora. Sé paciente y decide lo que puedes aceptar y lo que no. Vino a verme una mujer que estaba pasando una época terrible en su matrimonio. Estaba claro que él estaba haciendo algunas cosas equivocadas y ella estaba criticándole. Le pregunté si también hacía algunas cosas buenas. «Por supuesto», me contestó. «¿Le has dado las gracias por esas cosas?», le pregunté. «Pues no», confesó. Le aconsejé que se fuera a casa y que hiciera una lista de las cosas por las que ella le estaba agradecida. Luego, le sugerí que le diera las gracias diariamente por una o dos de ellas. Lo hizo, y pronto la situación fue mejorando. Una mujer intentaba que su marido la acompañara a la iglesia. Insistía un día tras otro, pero él se resistía. Entonces, organizó una operación con sus amigos de la iglesia. Aparecerían a la hora de la cena con la esperanza de que él los invitara a cenar. Llevaban libros, cintas y vídeos. Llegaron exactamente en el momento previsto y él les invitó. Todo salía según lo planeado. Después de la cena, la esposa dijo, «sería estupendo si estos dos caballeros explicaran algo sobre la iglesia». El marido estaba atrapado. Accedió por educación, pero cuando estaban preparando el material, se excusó y fue al baño. Salió por la ventana y desapareció. No volvió aquella noche y al día siguiente seguía desaparecido. La mujer estaba fuera de sí y pidió a algunos hombres de su iglesia que intentaran encontrarlo. Al cabo de tres días de búsqueda lo encontraron. No tenía la menor intención de volver, pero gracias a las amables palabras de los hombres y a la promesa de que su mujer no volvería a mencionar la religión, regresó. Ella mantuvo su promesa. El marido se hizo amigo de uno de los hombres que lo encontraron. Dijo a su salvador que deseaba saber algo más sobre la iglesia, pero no a través de su mujer. De modo que, en secreto, empezó a estudiar la fe y se convirtió. Uno domingo, el párroco anunció que había un nuevo miembro en la congregación, y apareció el marido. Su mujer lloraba de alegría. La moraleja de la historia es la siguiente: si quieres que tu marido cambie, no le des la lata con ello53. 11.8 Señor, ¿por qué nos hiciste tan distintos? ¿Te has preguntado alguna vez por qué hizo Dios tan distintos a los hombres y a las mujeres? ¿Por qué no nos hizo iguales? ¡Hubiera sido mucho más fácil! Estoy convencido de que lo hizo al menos por dos razones. En primer lugar, hizo tan distintos a los hombres y a las mujeres para prepararnos al encuentro con Dios, que es totalmente otro. Suelo decir a los casados, «si te parece difícil amar a tu esposa, espera hasta que intentes amar a Dios. Él es realmente diferente». Cada uno de nosotros ha sido creado para ser el cónyuge de Dios. Al concebir el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer, el Señor nos está mostrando que el juego, cuando

llega el amor, se llama «adaptabilidad». Necesitas adaptarte a la persona amada. Esto es mucho más cierto para el matrimonio divino que para el humano. Si vamos a merecer la intimidad de Dios debemos cambiar en nuestro interior y volvernos cien veces del revés porque ¡Él es absolutamente otro! Afortunadamente, nos da la fuerza para hacerlo, si queremos. Y, desde luego, nos da la gracia para adaptarnos a nuestros cónyuges (a) si deseamos ir hacia Él por la gracia, y (b) adaptar nuestro modo de comunicarnos. La segunda razón es que en Dios se dan todas las virtudes que generalmente asociamos con los hombres y las mujeres. El matrimonio de un hombre y una mujer es, en cierto modo, una experiencia de aprendizaje. Él tiene que aprender dulzura, educación, sensibilidad y una preocupación personal por su esposa. Ella tiene que aprender de él la lógica, la disciplina, su motivación y firmeza. ¿Hay excepciones, en las que uno u otro se muestra débil en terrenos que tradicionalmente se atribuyen a su sexo? Seguro, pero en general, esto sigue siendo cierto. Cuando en un hombre o en una mujer se dan todas las virtudes propias de su sexo, y aprende las otras de su cónyuge, llega a ser una persona completamente cristiana. Al menos, con respecto a la virtud, están preparados para Dios. ¿Acaso Dios pudo haber dotado a hombres y mujeres de las mismas virtudes, y así no tendrían que aprender el uno del otro ni adaptarse el uno al otro? Naturalmente, pero entonces nos haríamos psicológicamente débiles y no tendríamos la clave para preparar el matrimonio definitivo, el divino. Así, cada matrimonio de la tierra es en cierto modo una preparación para el celestial. 11.9 Es duro, por supuesto Acomodarte a la persona amada es un trabajo difícil, pero cada pequeño esfuerzo merece la pena. No es fácil cambiar. Reza pidiendo humildad. ¡Muchas parejas saben lo que tienen que hacer, pero no cuentan con la humildad para llevarlo a cabo! Lee obras sobre San Francisco de Asís y sobre otros santos humildes. Aprende de ellos el gran valor de la humildad. Luego, esfuérzate por cambiar y por vencer tus inclinaciones naturales. En nuestros días parece duro hacer esas cosas, pero no es más duro ahora que antes. El motivo de que nos parezca más duro es que todas las cosas han llegado a ser más fáciles. Muchos aspectos de la vida son más fáciles hoy que hace 50 años. Las relaciones no: son exactamente tan difíciles como lo fueron siempre. 11.10 Resumen Para mantener la paz en el noviazgo y en el matrimonio, un hombre debe prestar atención al corazón y a los sentimientos de su mujer. Debe ponerla siempre en primer lugar, y nunca menospreciar sus opiniones. Debe aprender a manifestar su enfado razonablemente, con educación y sin mostrarse orgulloso. Una mujer debe hacer saber a su hombre lo que necesita, sobre todo en el aspecto emocional, y decírselo dulcemente una vez y otra. Cuando se enfade, ha de manifestarlo de un modo infantil y festivo. No debe intentar cambiarle con su comportamiento negativo o manipulador, sino animarle en el momento en que él desee mejorar. Debe minimizar las críticas y ser generosa con las alabanzas.

XII. PECADOS ANTERIORES Y NUEVOS COMIENZOS

Actualmente, parece que gran número de solteros católicos practicantes han cometido algunos pecados graves antes de volver al Señor. ¿Cómo superar el pasado cuando encuentras a alguien especial y te planteas la posibilidad del matrimonio? Una joven pareja cristiana llevaba saliendo algún tiempo cuando se planteó charlar sobre su vida pasada. La joven tenía la sensación de que debía decir al novio que había tenido relaciones sexuales con tres hombres y pensó que se había quedado embarazada de uno de ellos. Acudió a abortar a un centro y, cuando se disponía a pagar, le dijeron, «señora, ha habido un error, no está usted embarazada». Decidió decirle a su novio toda la verdad. Este fue capaz de soportarlo, porque había barajado esa posibilidad. Sabía que en un mundo invadido por el sexo tendría que enfrentarse con una situación semejante. Sin embargo, se preguntaba el motivo de que ella le diera los detalles, pues se habría quedado más que satisfecho si le hubiera dicho que había cometido algunos errores en lo que se refiere a la castidad. Otra joven había mantenido algunas relaciones sexuales antes de su conversión. Cuando confesó a su nuevo novio que no siempre había vivido castamente, él empezó a presionarla pidiéndole detalles, sobre cuántos hombres, bajo qué circunstancias, etc. Me pidió consejo y yo le dijo que no le diera ninguno. «La mayor parte de los hombres dicen que quieren conocer los detalles, pero cuando los tienen no pueden soportarlos». De modo que se negó a dárselos, diciéndolo que si le contaba algo más acabaría por herirle. Finalmente se casaron y forman una familia feliz. Una joven contrajo una enfermedad de transmisión sexual (Papillomavirus) en sus numerosas aventuras antes de encontrarse con Dios. Salió con un hombre durante dos años antes de decirle que padecía dicha enfermedad. Le confesó que intentaba decírselo sólo cuando pensara en la posibilidad de casarse. El hombre no rompió con ella, pero le molestó que hubiera esperado tanto tiempo, y tenía razón. Cuando empiezas un noviazgo serio con alguien, ha llegado el momento de decirle algo tan importante como eso. Ocultar semejante información puede ser más tarde causa de una declaración de nulidad. Todo esto conduce a una pregunta importante: ¿Tiene derecho tu pareja a saber qué pecados has cometido en el pasado? Mi consejo es que sí, en el caso de que llegue a afectar a la relación. En caso contrario, no. Consideremos ahora algunas de esas posibilidades. 12.1 Pecado sexuales ¿Deben hablar las personas de sus pecados pasados durante las salidas amistosas? No veo por qué. Hablar sobre el pasado solamente debe importar cuando el auténtico noviazgo va progresando. Esas salidas tienen la finalidad de averiguar si sois compatibles. No debes hablar con tus amigos de tus pecados pasados, ni tampoco en tus citas en plan de amistad. ¿Qué ha de hacer una mujer si el hombre le sugiere que, ya que ella ha mantenido relaciones con otros hombres en el pasado, tendría que hacerlo también con él, logrando así una especie de paridad? Rehusar sencillamente y decir algo como, «me sorprende que me sugieras semejante cosa. Creí que eras un buen cristiano y que deseabas ayudarme a serlo yo también». 12.2 Enfermedades venéreas

¿Qué ocurre cuando una persona sufre una enfermedad venérea? Ocultarlo puede ser causa de declaración de nulidad. ¿Cuándo lo debes comunicar a tu pareja? No durante las salidas en plan de amistad sino al principio del noviazgo. Él, digámoslo así, necesita decírselo lo más pronto posible, con objeto de que ella pueda tomar una decisión racional sobre esto antes de que llegue a implicarse emocionalmente. ¿Cómo decirlo a la pareja? Supongamos que una mujer padece de herpes. Podría decir, «tengo que decirte una cosa, y quizá después de escucharla quieras poner fin a nuestra relación. Lo comprenderé. Déjame empezar por contarte que crecí apartada de la verdadera fe. Yo salía con la mayoría de los chicos de secundaria y de la facultad. Hace solamente cuatro años, aprendí la fe católica que ahora vivo plenamente. Para mí, no hay nada tan importante como Dios y cómo agradarle. Amo a la Iglesia y comparto su doctrina del sexo, el matrimonio, la anticoncepción, pero no siempre fue así. Padezco una enfermedad venérea, herpes. Es controlable, pero existen ciertos peligros… (explica con detalles los peligros). Así quiero que lo sepas ahora antes de que nuestra relación llegue demasiado lejos, por si no puedes soportarlo». Debe estar preparada para que, cuando se lo diga, él ponga fin a su relación. Algunas enfermedades como el SIDA son tan graves como para hacer muy poco aconsejable el matrimonio. Otras, como el herpes, pueden ser llevaderas y no excluyen el matrimonio. 12.3 Aborto ¿Y si una mujer ha abortado? Personalmente, no creo que necesites mencionarlo si sucedió hace mucho tiempo, lo has confesado y has encontrado paz en la misericordia divina. Si eso te produce pesadillas o te preocupa en exceso, díselo, porque afectará a vuestra relación. Una vez más, tendrás que tomar la decisión tu misma. 12.4 Homosexualidad y pedofilia La actividad homosexual pasada tiene varios aspectos. Si fue una experiencia y no dio como resultado una persistente atracción por el mismo sexo, yo diría que no necesitas mencionarlo. Si sientes o has sentido una atracción por el mismo sexo, o eres bisexual, ciertamente debes contarlo en cuanto empieces el noviazgo. A menos que la persona acuda a terapia y reduzca considerablemente esa atracción por el mismo sexo, él o ella no deben contraer matrimonio. Si tuviera lugar la boda, esto sería causa de nulidad. Y en el mundo de hoy, puede surgir el caso de pedofilia (sexo con pre-adolescentes) o de efebofilia (sexo con adolescentes). Esto debe comunicarse antes del noviazgo, ya que ocultarlo puede ser causa de nulidad. Puede ser una de las condiciones que excluyen el matrimonio, ya que no se conoce una terapia psicológica, y tal atracción podría ser desastrosa en el caso de que una pareja se case y tenga hijos. 12.5 Otras cosas del pasado Si un hombre o mujer solteros han dado a un hijo en adopción, deben decirlo en el primer día de noviazgo. Respecto al uso de la pornografía en el pasado, yo diría que no necesita mencionarlo, pero si se ha convertido en una adicción, entonces tendrá que hacerlo, pues puede afectar a su relación. Todo adicto a la pornografía debería encontrar un buen director espiritual que le ayude a apartarse de tal actividad.

12.6 Pecados sexuales recientes Ahora bien, algunas personas pueden confesar pecados pasados, pero los hay recientes. Por ejemplo, de hace un mes. ¿Es conversa esta persona? La única respuesta lógica es no, pues una conversión exige generalmente varios años. Puede ser el comienzo de un cambio, pero sólo se podrá confiar en ella cuando haya transcurrido mucho tiempo. Es razonable preguntar, pero la cuestión ha de formularse diplomáticamente. « ¿Cuánto tiempo ha pasado desde tu último tropiezo pecaminoso?» resulta una pregunta difícil y embarazosa. Mejor sería preguntar, « ¿cuánto tiempo hace que has cambiado en este sentido?». Si el tiempo ha sido muy corto, ten cuidado. Algunas personas se convierten cuando les conviene, y se vuelven atrás cuando no les conviene. La gente, especialmente los hombres, son muy raros en lo que se refiere a la castidad. Pueden ser las personas más dulces y más formales en aspectos muy diferentes, pero estar totalmente obsesionadas por el sexo libre. Los libertinos sexuales no suelen ser buenos maridos. 12.7 La misericordia de Dios Aunque el pecado es una cosa terrible, la misericordia de Dios lo excede con mucho. El Antiguo Testamente habla en numerosas ocasiones de la misericordia de Dios. Por ejemplo, el Salmo 136 dice, «Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia». Una de las primeras encíclicas de Juan Pablo II fue Dives in Misericordia, literalmente « [Dios, que es] rico en Misericordia» (Ef 2,4), sobre la infinita misericordia de Dios. El Rosario de la Divina Misericordia, que nos ha llegado a través de Santa María Faustina, está orientado a ayudarnos a comprender la infinita misericordia de Dios. Dios le dijo que era su atributo más grande. En las vidas de los santos, como Agustín y María Magdalena, encontramos unos ejemplos maravillosos de la infinita misericordia de Dios. No obstante, hay una santa cuya vida nos habla, más que cualquier otra, de esa misericordia: Santa Margarita de Cortona. Los que han cometido muchos pecados en su vida pasada y en algunas ocasiones dudan de la misericordia de Dios para ellos, encontrarán estimulante esta historia. Margarita nació en Laviano, Toscana (la actual Italia) en 1247. Su madre murió cuando Margarita acababa de cumplir siete años. Su padre se casó dos años después, pero ni él ni su nueva esposa brindaron a Margarita el cariño que necesitaba. Y ella buscaba el amor fuera de casa con los chicos de su ciudad. Su impresionante belleza, unida a su fogosa naturaleza, la hacían irresistiblemente atractiva. Le gustaba llamar la atención y se entregaba a sus deseos lascivos. Antes de que cumpliera 17 años, toda la ciudad conocía sus aventuras sexuales. A los 18 años se fugó con un noble y vivió con él en su castillo en las colinas de Montepulciano. Aunque él le había prometido que se casarían, nunca lo hizo, así que vivió abiertamente como su amante durante nueve años. Solamente se reformó a través de una tragedia. Cuando tenía 27 años, su amante no regresó de un viaje de negocios. Después de varios días de búsqueda, un perro la condujo hasta el cuerpo del noble, asesinado y cubierto de hojas en el bosque. Margarita gritó y se desmayó. Al recobrarse se enfrentó directamente con el tema de su propia muerte, con su destino. ¿Dónde estaba ahora el alma de su amante? ¿Dónde terminaría ella por toda la eternidad?

Dejó su castillo y decidió cambiar de vida. Marchó a Cortona, donde se le concedió la gracia de encontrar un amable sacerdote que la oyó en confesión. Empezó a rezar y a vivir una vida de profunda penitencia, vistiendo de harapos, durmiendo en el suelo con una piedra o un pedazo de madera como almohada, y buscando humillarse de todos modos. Cuando pidió a Dios que le quitara su belleza, el Señor se negó, diciéndole que deseaba que la empleara para que los pecadores acudieran a ella y se convirtieran. Con el paso del tiempo, fue capaz de acercarse más y más profundamente al Señor por medio de la oración y la penitencia. En una ocasión, cuando llevaba muchos años luchando por la santidad, nuestro Señor le dijo, «hija mía, te colocaré entre los serafines, entre las vírgenes cuyos corazones están en llamas por el amor de Dios». «¿Cómo puede ser eso -preguntó Margarita-, si yo me he manchado con tantos pecados?». «Hija mía, tus muchas penitencias han purificado tu alma de todos los efectos del pecado hasta el punto de que tu contrición y tus sufrimientos te han devuelto a la pureza de las vírgenes». Algún tiempo después, el Señor se le apareció con sus ángeles, que le entregaron un vestido blanco, un anillo de boda y una corona. Entonces Jesús afirmó: «Eres mi esposa». Se dice que este «matrimonio místico» es el estado espiritual más elevado posible, en el que el alma es perfectamente conocedora de la presencia y el amor de Dios. El 22 de febrero de 1297, después de 23 años de oración, penitencia y de ayudar a los enfermos y a los pobres, Margarita murió serenamente a la edad de 50 años. Casi inmediatamente empezaron a producirse los milagros en su tumba, incluyendo el regreso a la vida de doce personas. Su cuerpo, incorrupto hasta el día de hoy, se puede ver junto al altar mayor de la Basílica de Cortona. Fue canonizada en 1728. ¡Qué impresionante, esa misericordia de Dios capaz de alzarnos de las profundidades del pecado hasta las alturas de la santidad como alzó a Margarita! Indudablemente, cuando buscamos y recibimos el perdón, tenemos un largo camino que recorrer para reparar nuestros pecados, como descubrió la santa. Pero nada hay tan dulce para el pecador como recorrer ese camino de regreso a la profunda y pacífica intimidad con Dios, nuestro último esposo que siempre nos recibirá de vuelta. 12.8 Pecadores reformados ¿Pueden llegar a ser buenos esposos los pecadores reformados? Algunos pueden, siempre que estén realmente reformados. Hace unos años una joven dio una charla sobre la castidad en nuestra diócesis. Comentó que los mejores colaboradores en la promoción de la castidad a través del país fueron pecadores reformados. Después de todo, ¿quién fue el mayor impulsor del cristianismo sino San Pablo, un converso después de ser un perseguidor de Cristo? Si eres un pecador reformado y estás intentando reconstruir tu amistad con el Señor a través de la oración, la asistencia a Misa y la penitencia, no andes con cara mustia. ¡La sangre de Cristo nos lava a conciencia! Si vives en Cristo, puedes ser un gran compañero en el matrimonio. El mismo Dios te ha invitado a que seas suyo, y si perseveras, eso serás exactamente. 12.9 Resumen

Es posible que dar a conocer a la persona amada tus pecados pasados sea una buena idea, especialmente si piensas llegar al matrimonio, pero ahórrate los detalles. El hecho de darlos suele ser casi siempre motivo de problema. Sé consciente de la infinita misericordia de Dios. Si eres un pecador reformado, y estás intentando borrar tus pecados por medio de la oración y la penitencia, mantén alta la cabeza. ¡Cristo no murió en vano!

XIII. DISFRUTAR DE LA SOLTERÍA Un fenómeno que en los últimos diez o veinte años he percibido entre los católicos solteros es la búsqueda obsesiva de un cónyuge. Puede ser la mujer que teme hacerse mayor, y si su Príncipe Azul tarda en llegar, no podrá tener hijos. O puede tratarse del hombre que no ha conseguido encontrar a la mujer perfecta y se siente desgraciado. En ambos casos, están obsesionados por encontrar a la persona adecuada. Algunos incluso se casan con alguien absolutamente inapropiado, pensando que semejante relación es mejor que ninguna. Todo esto revela una seria falta de confianza en Dios. Dios tiene un plan para cada uno, y ha preparado las cosas para nuestro beneficio, siempre que le amemos. San Pablo nos dice que «todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios» (Rom 8,28). ¿Lo creemos así? Creamos que basta con decir a Dios, en cualquier edad que tengamos, «Señor, gracias por el hecho de que no esté casado/a ahora. Sé que es algo que servirá para mi bien porque te amo». En Prison to Praise, Merlin Carothers, pastor metodista, relata los muchos milagros que se produjeron en él y en otros que había tenido la suficiente confianza para alabar a Dios por todas las cosas, basándose en la cita de San Pablo. Incluso cuando las cosas parecían increíblemente malas, esas personas alabaron a Dios por el bien que les había aportado y que ciertamente les había llevado a Él. ¡Cuánto ama Dios la confianza! En la Sagrada Escritura, el Señor nos dice repetidamente que está junto a nosotros y que debemos confiar en Él. «Bienaventurado el varón que confía en Yahvé, y en Él pone su confianza. Será como árbol plantado al borde las aguas, que echa sus raíces hacia la corriente, y no teme la venida del calor, conserva su follaje verde, y en año de sequía no se inquieta y no deja de dar fruto» (Jr 17, 7-8). Mateo nos dice también, «mirad las aves del cielo que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? ¿Quién de vosotros, por mucho que se preocupe, puede añadir a su estatura un solo codo? (…). No andéis, pues, inquietos diciendo: ¿qué comeremos?, o ¿qué beberemos?, o ¿con qué nos vestiremos? Por todas esas cosas se afanan los gentiles. Bien sabe vuestro Padre celestial que necesitáis de todas ellas» (Mt 6, 26-30). Podemos imaginar a Jesús diciendo a las cristianos solteros: «No os preocupéis por cuándo o con quién vais a casaros. Vuestro Padre celestial sabe que queréis un cónyuge bueno y piadoso. Buscad primero el Reino y su justicia y esto se os dará también». Posiblemente, la siguiente cita es la más apropiada para los cristianos solteros: «tú confía en Yahvé y obra el bien; habita en la tierra y apaciéntate de seguridad. Haz de Yahvé tus delicias, y te dará lo que tu corazón desea. Encomienda a Yahvé tus caminos; confía en Él, y Él obrará… Aquiétate en Yahvé y espera en Él» (Sal 37, 3-5, 7).

13.1 Buscad primero el Reino ¿Cómo se traduce en hechos todo esto? En primer lugar, has de buscar el Reino de Dios. ¿Cómo lo harás? Pues bien, empieza por la oración. La auténtica oración. La oración que exige cierto tiempo. Si realmente estás buscando el Reino de Dios debes verlo como nos dice Jesús, como la perla de un gran precio: «el reino de los cielos es semejante a un comerciante que busca perlas finas, y habiendo encontrado una de gran valor, va y vende cuanto tiene y la compra» (Mt 13, 46-47). Si esto merece realmente que vendas todo lo que posees, tu oración debe reflejar esa exigencia. Como persona soltera, estás en una situación única respecto a tu tiempo. Tienes más tiempo del que nunca tendrás hasta que te jubiles. No lo malgastes mirando abatido a tu alrededor, sintiéndose triste porque no has encontrado un buen cónyuge. Es el momento de adquirir una profunda vida de oración. Una vez que reces quizá quince o veinte minutos al día, piensa en la posibilidad de la Misa diaria. ¿No puedes? ¿Tus ocupaciones no te lo permiten? No es problema. Pide al Señor el modo de solucionarlo. Yo creía que tampoco tenía tiempo. Luchaba por levantarme cada mañana para ir a trabajar. Me resultaba imposible asistir a Misa de siete de la mañana, o así lo creía. Un día, el Señor me sugirió la posibilidad de intentarlo y ver si mi salud, que nunca fue mucha, podría sobrevivir. No sólo sobrevivió, sino que mejoró. Empecé a ir a Misa diariamente hace veinticinco años y he seguido así desde entonces. Ha sido una de las mayores alegrías de mi vida. Muchos, muchos de nuestros jóvenes católicos solteros, hombres y mujeres, ha empezado a asistir a Misa diariamente, y esto ha sido una gran fuente de bendiciones en sus vidas. Así, abre un poquito tu corazón a la posibilidad de la Misa diaria ahora, mientras estás soltero. Pide al Señor que te muestre el modo de hacerlo. Verás la sorpresa que te llevas. 13.2 Leer a los Santos Una de las cosas que puedes hacer para mantener altas tus motivaciones religiosas consiste en leer las vidas y escritos de los santos. Esto es extraordinariamente importante si deseas progresar en la vida espiritual. Hazlo ahora, mientras estás soltero, y avivarás en tu corazón el deseo de una intensa vida interior. Y más que obsesionarte por encontrar un buen cónyuge, te centrarás en tu salvación y avanzarás hacia tu meta. 13.3 Encuentra apoyo en la fe Leer sobre los santos te ayudará a mantenerte motivado para vivir la fe, lo mismo que tener buenos amigos que la compartan. Muchos católicos solteros se sienten solos porque tratan de vivir su fe en un mundo pagano, sin apoyo de algún grupo. Si deseas tener un auténtico noviazgo cristiano, debes esforzarte por moverte en buenos círculos cristianos. Debes rodearte de gente que crea lo que tú. No es suficiente que busques al Príncipe Azul o la Mujer Soñada en reuniones católicas. Debes buscar amigos entre los católicos y crear un «familia» de católicos iguales, gente con la que puedas salir y vivir una verdadera vida social cristiana. A comienzos de los noventa creamos dos grupos en la zona de Washington DC: uno para hombres llamado St. Lawrence Society y otro para mujeres llamado St. Catherine Society. Tenían como objeto ayudar a que los hombres y mujeres encontraran en esos grupos ayuda mutua para vivir la fe.

La St. Catherine Society, llamada después St. Catherine de Alexandria, patrona de las mujeres solteras, empezó en 1992, y casi desde el principio, las asociadas comprendieron que podían ser abiertamente católicas, sin preocuparse de lo que pensaran los demás. «Padre, es una alegría muy grande formar parte de este grupo. Aquí me siento… segura». Era alegre, vital y verdaderamente vivía su fe. Algún tiempo después se reunió a tomar café con un antiguo novio, quien le preguntó si seguía practicando su fe. «Por supuesto», replicó ella. « ¿Vas a Misa todos los domingos?». «En realidad, voy a diario». « ¿Sin sexo?». «Sin sexo». Él no estaba dispuesto a unirse a dicho programa, pero se quedó impresionado. Era una mujer atractiva, con éxito, a tono con su mundo, y que vivía activamente su amor a Dios. Más del 60% de aquellas mujeres rezaban el rosario, oían Misa a diario y leían libros de espiritualidad. Todo el mundo deseaba asistir a sus fiestas porque era muy divertido estar con ellas. La St. Lawrence Society, llamada después St. Lawrence, el patrón de los hombres solteros, es también vibrante. Más de la mitad de sus miembros van a Misa y hacen oración diariamente, y casi todos están profundizando en su fe. Y un miembro nuevo de St. Lawrence comentaba recientemente a propósito del grupo, «nunca he visto nada igual en otra ciudad. Aquí tenéis algo maravilloso». Espero que muchos de los jóvenes católicos que lean este libro estudien la idea de crear grupos en su zona. Esto os ayudará a hacer buen uso de vuestros años de soltería para crecer en la fe, y hará que sean más agradables. Si en vuestro entorno no tenéis bastantes jóvenes, intentad por lo menos reunir un puñado de hombres y mujeres con los que compartir vuestra fe y relacionaos con ellos. Estaréis complaciendo a Dios y, al mismo tiempo, mejoraréis vuestra vida social. 13.4 Concretar metas de trabajo El tiempo de la soltería es un buen tiempo para fijarte unas metas de trabajo. Si estás contento con tu profesión, es el momento de adquirir los conocimientos o las técnicas que necesitas para seguir en ella. En cualquier caso, ahora es el momento de asentar tu vida profesional, no después de que comiences un noviazgo, o aún peor, después de estar casado. 13.5 Aprender a vivir sencillamente Una de las mayores causas de problemas matrimoniales es el dinero. Ahora es el momento de aprender a ser responsable, no cuando estés casado; el momento de ahorrar para adquirir una casa. Muchos jóvenes son tremendamente derrochadores con su dinero cuando están solteros, y luego, cuando se casan, desean haber sido un poco más prudentes. En su libro, The Simple Living Guide, Janet Luhrs señala con acierto que «vivir sencillamente es vivir prudentemente. Tú eliges tu modo de vida en lugar de andar por ella con un piloto automático (…). Cualquiera que sea tu nivel de ingresos, guarda una parte considerable de ellos. Vivir sencillamente significa tener dinero en el banco y

tener equilibrada la cuenta de crédito (…) Vivir a fondo significa estar involucrado (…), estrechamente ligado a la gente, a los lugares y a las cosas de tu vida. Cuando simplifiques, tendrás espacio y tiempo para conocer y amar a la gente de un modo más profundo (…). Te rodearás de las personas a las que gustas y te quieren porque eres más maduro en tu interior». Gastar moderadamente, invertir con prudencia, vivir con sencillez, ser generosos con los pobres y con la Iglesia forma parte de la vida cristiana. No son asignaturas opcionales. Ahora es el momento de aplicar la fe a tu cartera. Te estarás preparando no sólo para el matrimonio, sino también para el Reino. Vivir modestamente no se refiere solamente al dinero. También se refiere al tiempo. Janet Luhrs describe que nuestra omnipresente «escasez de tiempo es realmente una escasez de intimidad. Es mucho más fácil estar ocupado y frenético que amar y conocer profundamente a los demás y a nosotros mismos. Cuando vivimos en una prisa constante no nos tomamos el tiempo para ser sensible con los demás y ocuparnos realmente de ellos. Las relaciones necesitan tiempo para alimentarse». La intimidad y las relaciones son cosas que nos realizarán como personas. Son las cosas que nos aportan una auténtica felicidad. Algunas personas solteras son tan hiperactivas que no son capaces de detenerse y relacionarse con los demás. Muchas, muchas personas -solteras y casadas- necesitan reducir la velocidad y tomarse tiempo para «oler las rosas» de una amistad serena y tranquila. ¡Qué importante es para la salud psicológica y espiritual! Programa solamente unas pocas cosas cada día. Piensa en que esas cosas sean menos que más. Relájate. Disfruta de largas conversaciones en noches tranquilas. La vida será mucho más dulce y podrás mantener un noviazgo. 13.6 Suprime el exceso de televisión Cuando yo era un ingeniero joven, volvía a casa del trabajo pensando en el trabajo, y mientras guisaba y cenaba, tenía conectada la televisión, y la mantenía encendida hasta avanzada la noche. Toda una noche desperdiciada. Por fin, me di cuenta de mi insensatez y empecé a cenar en el comedor mientras leía un libro o una revista. Aquello fue un gran paso. De repente, tenía más tiempo para vivir mi vida y para estar con amigos. Y además, no estaba influido por la dudosa moralidad de la televisión. Así, si quieres tener una vida piadosa y eficaz, apaga la televisión, excepto cuando haya algún programa realmente bueno. Elige los programas cuidadosamente. Emplea el tiempo leyendo o charlando con amigos. 13.7 Resumen Si estás soltero no es el momento de pensar apasionada y ansiosamente en el matrimonio, sino el momento de llegar a ser mejor persona. Esfuérzate en relacionarte con Dios a través de la oración, de la Misa diaria -siempre que sea posible-, y de los sacramentos. Busca apoyo para tu fe en la lectura sobre los santos y en la formación de grupos, o por lo menos en la amistad de otros católicos auténticos que te hagan vivir la fe con más facilidad. Concreta tus metas profesionales y da los pasos necesarios para alcanzarlas. Lucha por vivir sencillamente en lo que ser refiere al tiempo y al dinero, y así serás libre para entablar amistades buenas y enriquecedoras. Deja de mirar la televisión cuando vuelvas a casa. Si haces todo eso mientras estás soltero, cuando aparezca la persona adecuada estarás preparado, y lo más importante, agradarás a Dios.

XIV. EL MATRIMONIO CRISTIANO (I) EL AMOR: LA FORMA DEL MATRIMONIO Algunas de las cuestiones sobre el matrimonio expuestas en los dos capítulos siguientes pueden parecer algo prematuras, ya que nuestro tema es el noviazgo, no el matrimonio. Sin embargo, es importante que pienses ahora en ello, antes de casarte. Luego, cuando lo hayas hecho, tendrás una idea de lo que se trata y estarás preparado. Se han tomado muchas decisiones erróneas porque las parejas carecen de pistas sobre lo que se avecina y, cuando tienen que tomar una decisión, se limitan a hacerlo «de acuerdo con el mundo». Cuanto más lejos está el mundo de Dios, más numerosos son los errores que se cometen, especialmente en lo que ser refiere al matrimonio. Naturalmente, el objeto del noviazgo es llegar a descubrir y a construir una relación con vistas al matrimonio. Si piensas mantener un noviazgo cristiano, será acertado reflexionar sobre cómo es un buen matrimonio cristiano. En primer lugar, ¿para qué es el matrimonio? «El matrimonio y el amor conyugal están ordenados por su misma naturaleza a la educación y educación de la prole» (Gaudium et spes, 50). De esta manera, el marido y la mujer, que por el pacto conyugal ‘ya no son dos, sino una sola carne’ (Mt 19,6) con la unión íntima de sus personas se ayudan y se sostienen mutuamente, adquieren conciencia de su unidad y la logran cada vez más plenamente. Los esposos, al cumplir su misión conyugal y familiar, llegan cada vez más a su propia perfección y a su mutua santificación, y por tanto, conjuntamente a la glorificación de Dios. ¿Cómo decir esto más sencillamente? El matrimonio es una institución en la que la pareja se compromete a servirse mutuamente por medio del amor durante toda la vida, crecer en santidad y criar hijos para Dios. 14.1 El Sacramento-compromiso ¿Por qué la cifra de divorcios en Estados Unidos está alrededor del 50%, y cerca del 75% si han vivido juntos antes de casarse?54 Quizá la única razón sea que muchos ignoran que el matrimonio es una gran empresa. Las promesas en el matrimonio son una gran responsabilidad. En una ocasión, vino a verme una señora cuyo marido la había abandonado un año o dos antes. Él deseaba volver, pero ella estaba muy herida: le había hecho algo terrible tanto a ella como a sus padres. Deseaba saber lo que podría hacer respecto a una declaración de nulidad. « ¿Cómo voy a admitirle?», preguntaba. Abría la Biblia y le leí un pasaje del Génesis: «…dejará el hombre a su padre y a su madre y se adherirá a su mujer, y vendrán a ser los dos una sola carne» (Génesis 2, 24). « ¿Hiciste una promesa?», le pregunté. «Sí». « ¿Delante de Dios?». «Sí», respondió. «Entonces, ¿no crees que debes hacer todo lo que esté en tu mano para cumplir esa promesa?».

«Me figuro que sí. Pero ¿y mis padres? ¿Cómo aceptar lo que les hizo a ellos?». «Un hombre deja a su padre y a su madre y se adhiere a su esposa», repliqué. « ¿Quiere usted decir que debo estar más unida a mi esposo que a mis padres?». «Eso es», dije. «Una persona casada no puede permitir que un miembro de su familia, aunque sea su propia madre, se interponga entre ella y su marido, excepto quizá para salvarle la vida. Nadie debería pensar que él o ella han de ser más leales que sus padres o a cualquier miembro de la familia que a su propio cónyuge. El matrimonio crea un vínculo sagrado que trasciende sobremanera a los lazos familiares». Ella lo acogió de nuevo. Han tenido algunas dificultades más, pero todavía siguen juntos. Me sorprende la frecuencia con la que la gente olvida lo que prometió el día de su boda. Aquella mujer se habría quedado encantada si yo le hubiera dicho que podía plantear una nulidad, pero este no era el plan de Dios. Jesús habló sobre el matrimonio del modo siguiente: «Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre» (Mt 19, 6). «Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y quien se casa con la repudiada de su marido, comete adulterio» (Lc 16, 18). Olvidamos muy pronto las promesas formuladas en el matrimonio. Son un compromiso ante Dios para servirse mutuamente en el amor hasta la muerte, para ser un signo, un sacramento para el mundo del amor pactado entre Cristo y su Iglesia, entre Dios y su pueblo. Pero cuando las cosas se ponen difíciles, los cristianos se comportan como el resto del mundo. Hay algo que debemos tener en cuenta respecto a todo compromiso: no sólo es una restricción de la libertad, sino también una manifestación de libertad. Si nunca te comprometes, tu libertad carece de valor. Tout choix est un sacrifice -toda elección exige un sacrificio-, como dicen los franceses. Pero, si nunca elegimos, ¿para qué nos sirve nuestra libertad? Elegir, comprometerse y mantener el compromiso es el ejercicio más noble de nuestra libertad. Cualquier compromiso con una persona, con una amistad, con un amor, crea vínculos. Amar a Dios significa hacer muchas cosas que no haríamos y evitar otras que querríamos hacer. No puedes relacionarte con otro sin limitar de algún modo tu comportamiento. Y mantener relaciones con Dios, con tu cónyuge y con los demás, es lo único que nos completa como personas. Ni el éxito, ni la fama, ni la salud, ni el placer: solamente las buenas relaciones nos harán felices. Piensa en las promesas que tú y tu cónyuge pronunciasteis en vuestra boda. «Yo, John, te tomo a ti, Linda, como esposa. Prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida». ¡Qué formidable promesa! Si tienes intención de casarte piensa en que es larga y difícil. Te seré fiel en las alegrías y en las penas. Esto significa que te seré fiel cuando las cosas no vayan bien entre nosotros. Te seré fiel cuando no haya dinero, cuando vengas tarde a casa, cuando ambos seamos penosamente infelices. Estaré ahí cuando ganes peso, cuando te salgan canas, cuando te quedes calvo, cuando pierdas tu belleza. El matrimonio no busca maximizar el placer, sino a obedecer a una llamada de Dios para amar a esa persona generosamente y para alcanzar con ella la santidad. No se trata de extraer juntos todo el gozo y el placer de vuestro amor pasional, sino de construir una amistad serena, tranquila y bondadosa a través de una entrega bondadosa, amable y generosa, incluso cuando cuesta, y de gastarse juntos criando

unos hijos piadosos. Y, por supuesto, a través de todo esto, ayudarse mutuamente a crecer en santidad. Te seré fiel en la salud y en la enfermedad. Esto significa que te seré fiel incluso si padeces esclerosis múltiple o alguna otra grave enfermedad que te obligue a estar postrado en cama. Estaré ahí cuando envejezcas, cuando uses un andador, cuando estés en silla de ruedas. Ahí estaré para ti. Te amaré y te respetaré todos los días de mi vida. Dicho de otro modo, trabajaré a diario por tu bien, por tu felicidad, sin importar lo que ocurra, sin importar lo desagradable que estuviste conmigo la noche pasada, sin importar lo dolido que me sentí. Lucharé siempre por tu bien. Y no sólo te amaré, también te respetaré: respetaré tu dignidad; no te trataré con desprecio o como a un inferior; te consideraré como algo especial, algo muy valioso para mí. Y lo haré todos los días de mi vida. Esta es la promesa que haces delante de Dios, ante su altar. En otras palabras, podría ser una cosa que prometes a tu cónyuge, pero es una promesa que tiene a Dios como testigo, así que si dejas de cumplirla, el tema es mucho más grave que la ruptura de un compromiso o de un contrato. Estás dando tu palabra a tu cónyuge delante de Dios. Medítalo largo y profundamente antes de dar tu consentimiento. ¿Estás realmente dispuesto a adquirir esta especie de compromiso? ¿Tienes la gracia para mantener esta clase de promesa? ¿El carácter? Medita todo esto durante meses antes de contraer matrimonio. Y si no estás dispuesto a emplear hasta la más mínima parte de tu fuerza moral, psicológica y física para cumplir tu promesa, no la hagas. Puedes no estar seguro de que te casas con la persona adecuada, pero puedes estar absolutamente seguro de tu deseo de sacar adelante tu matrimonio. Es la empresa de tu vida. No la trates ligeramente. Tu compromiso matrimonial no es solamente entre tú y tu cónyuge. Es una señal al mundo del amor entre Cristo y su Iglesia (Ef 5, 32). ¿Querría Cristo abandonar alguna vez a su Iglesia? ¡Nunca! Dijo que estaría siempre con nosotros, hasta el fin del mundo (Mt 28, 20) y lo hará. Tú y tu cónyuge son un símbolo para el mundo del amor pactado. ¿Estás dispuesto a ello? ¿Deseas trabajar por esta relación más que por cualquier otra cosa que hayas hecho en tu vida? ¿Deseas tragarte tu orgullo cien veces al año con tal de construir una paz amorosa en tu hogar? ¿Deseas decir «te quiero» a la persona que te ha dicho cosas desagradables y terribles, incluso a quien se ha portado últimamente como tu peor enemigo? ¿Deseas hacerlo porque prometiste, hiciste la promesa de amarle/la? Piensa en la inmensidad de esta promesa cuando pretendas casarte después de nueve meses de noviazgo. Piensa en la inmensidad de esta promesa cuando pretendas casarte a los 21 o 22 años. Piensa, cuando muchos de tus amigos y familiares te digan que esa persona es problemática. Piensa, cuando pretendas casarte con alguien que carece de fe, que no soporta a Dios. Reza por tu matrimonio, y para que formules tu promesa con una profunda consciencia, y sepas mantenerla hasta la muerte. Y reza para que la persona con quien te cases haga lo mismo, porque esto es lo que significa llegar al sacramento del santo matrimonio. 14.2 Respeta a tu cónyuge Al casarte, lo prometiste. Tienes que defender siempre su dignidad de persona humana. Y lo harás así, no solo porque él/ella lo merezca, sino porque prometiste hacerlo en el altar de Dios.

¿Cómo lo harás? Decide ahora, mucho antes de tu boda, ser siempre educado con tu cónyuge, intenta decir habitualmente «por favor», «gracias», «si eres tan amable». Algunas personas consideran que todo esto suena demasiado serio, difícil de recordar. Serio o no, las parejas que lo viven así obtienen un extraordinario éxito en sus matrimonios. Y, en cuanto a recordar, una vez que adquieres el hábito, no tienes que volver a pensar en ello. Adquirir la costumbre puede llevarte varias semanas, meses quizá, pero cuando lo consigas tendrás un tesoro conyugal. Mantenlo como si te fuera la vida. Hará maravillas en tu matrimonio. También, inventaos nombres cariñosos para cada uno de vosotros. Uno de mis amigos llama «novia» a su esposa aunque llevan casados más de cuarenta años. Puede dar calor al corazón después de largos años de matrimonio. Todo esto forma parte del respeto a tu cónyuge. Cuando te cases, respétalo/la diariamente. Recuerda, lo prometiste. 14.3 Da a conocer tu insatisfacción diplomáticamente Otro factor del respeto al otro consiste en hacerle saber, sin herirle, que no eres feliz con determinada conducta. Te sugiero tres simples reglas para mantener la armonía en tu matrimonio: 1. Intenta ser divertido. Puedes estar que trinas con el modo desagradable con el que tu marido te pide que hagas algo. En lugar de responder con un «¿cómo te atreves a hablarme así?», que tiene todas las posibilidades de desencadenar la Tercera Guerra Mundial, intenta algo como, «bueno, Mr. Jones, supongo que podrías decirlo de un modo más amable». 2. Piensa antes de hablar. ¿Cómo actuarían Jesús o María en esta situación? 3. Elige el momento adecuado. Haz saber a tu esposa que ha dicho a vuestro hijo algo absolutamente inapropiado. Más tarde, cuando estéis solos, di algo como, «cariño, ¿podemos hablar del pequeño incidente de esta mañana?». ¿Y si tu marido te propone un descabellado plan de inversiones? Mejor que decirle lo que piensas -«eso me parece una estupidez»- sé prudente. Di, «bueno, pensémoslo un poco más, querido». Con un poco de suerte, cuando él piense en ello un poco más, verá su insensatez. Incluso si no lo hace, tendrás tiempo para planear la manera de decirle amablemente que crees que es una locura. Recuerda, uno de los factores para respetar a alguien consiste en construir, no en derribar. 14.4 Fidelidad Ha llegado el momento de pensar en el modo en que vas a proteger tu fidelidad en el matrimonio. Alguien podría pensar, «bueno, eso no será problema. Yo seré fiel y punto». ¡Ojalá! El matrimonio es un proyecto a largo plazo y las parejas pueden atravesar algunos períodos prolongados de mala comunicación, de mal carácter, de hostilidad. Entonces, la infidelidad puede llegar a ser una auténtica tentación. Hay dos tipos de infidelidad: física y mental. A la primera la llamamos adulterio y a la segunda la llamamos «adulterio mental» y puede ser tan perjudicial como la primera. La segunda no implica sexo, pero en cambio supone que otra persona, al margen de tu matrimonio, satisface tus necesidades emocionales.

A menudo, los cónyuges parecen deslizarse por esta rampa, sin saber bien cómo ha ocurrido. Suele producirse cuando las cosas no funcionan bien en el hogar, aunque no siempre. Viajas con alguien a un congreso, o vas a comer con algún colega, y el corazón empieza a agitarse. De repente, encuentras a esa persona mucho más comprensiva, mucho más atenta a tus necesidades que tu cónyuge (por supuesto, si le abandonas y te casas con el otro, al cabo de diez años habrá alguien mucho más comprensivo, etc). ¿Cómo evitar ese desastre? En primer lugar, asegúrate de que las cosas funcionan bien en tu hogar. Estudia buenos libros sobre la comunicación. Si tienes problemas, pide a tu sacerdote que te ayude y, si es necesario, busca consejo profesional. No obstante, aunque las cosas vayan estupendamente en tu hogar, todavía puedes tener problemas. Un principio importante que has de recordar es el de no estar solo, innecesariamente, con alguna persona del sexo opuesto durante un prolongado período de tiempo o en períodos sucesivos. Una mujer me contó que amaba a su marido, pero que se había enamorado de su jefe. Esto la tenía confusa. Le pregunté si de vez en cuando salía a comer con él. Me dijo que sí. Le aconsejé: «intenta no quedarte a solas con él y trata de no pensar en él. Este sentimiento pasará en solo unos meses». Algunas personas son muy ingenuas y consideran innecesaria esta precaución. O quizá son también demasiado soberbias. Piensan, «mi matrimonio es muy firme. No necesito tomar tales precauciones». El que se considere por encima de dichas precauciones corre el máximo riesgo: torres más altas han caído… 14.5 Lo que un marido puede hacer por su mujer Hay ciertas cosas reservadas a un marido. La primera, hacerle saber a su mujer que la ama. ¿Cuál es el modo más eficaz? Diciéndole con frecuencia «te quiero», tanto si lo siente como si no. Y luego, tratando a su corazón con el máximo respeto y la mayor ternura. Esto es mejor que enviarle rosas, comprarle la alhaja más hermosa, un coche nuevo, o construirle una casa nueva en las montañas. Aunque todas esas cosas son también muy hermosas. La mayoría de las mujeres me dicen que no son necesarias. Solo lo son el afecto y la compasión cuando se sienten tristes. Abrázala cuando las cosas no van bien y dile simplemente que solo te importa su felicidad. Si está enfadada contigo, no trates de defenderte. Corre a su lado y dile que lamentas haberla herido, tanto si tenías razón como si estabas equivocado. Más tarde puedes estudiar el modo de resolver esta situación la próxima vez. Cuando las cosas se hayan calmado (por lo menos un día o dos después) siempre puedes decirle, «cariño, necesito tu consejo sobre cómo manejar esta situación en el futuro sin que te enfades». Por otra parte, «el amor conyugal -afirma el Concilio Vaticano II- se expresa y perfecciona singularmente con la acción propia del matrimonio. Por ello los actos con los que los esposos se unen íntima y castamente entre sí son honestos y dignos, y, ejecutados de manera verdaderamente humana, significan y favorecen el don recíproco con el que se enriquecen mutuamente en un clima de gozosa gratitud» (Gaudium et Spes, 49). Al decir que el acto propio del matrimonio «expresa» y «perfecciona» el amor conyugal, el Concilio afirma que este acto sexual celebra la existencia de ese amor, lo revela, y, al perfeccionarlo, modela su futuro. Por lo tanto, el acto debe realizarse de un modo que sea realmente humano. Un modo que prioritariamente se dirige a complacer al otro, no a uno mismo, y que ayudará a acrecentar el amor entre hombre

y mujer. No sólo será el fruto del compromiso matrimonial para toda la vida, sino un modo de fortalecer y alimentar ese amor. El acto conyugal se basa en adaptarse mutuamente a las necesidades del otro. Para un hombre, el objeto de aprender a adaptar su amor y practicarlo debía ser el cumplimiento de las promesas matrimoniales: amar y honrar a su esposa. Debe alegrarse al hacerla feliz en este acto de intimidad. Los hombres deben saber, desde el principio, que no es fácil. Exige un auténtico autocontrol. La teología moral católica reconoce la diferencia en el tiempo de estimulación entre el hombre y la mujer, y permite al hombre estimular a su esposa inmediatamente después de que él alcanza el clímax, para asegurarse de que también lo alcanza ella55. Por supuesto, no sería necesario si el hombre se acomoda a su mujer adecuadamente. Esto es parte del respeto que un hombre ha de mostrar por su mujer. En octubre de 1951, en un discurso dirigido a las esposas, Pío XII mostraba una gran percepción en lo que se refiere a las parejas casadas de hoy: «los hay que afirman que la felicidad en el matrimonio está en proporción directa al placer recíproco en las relaciones conyugales. No es así: ciertamente, la felicidad en el matrimonio está en proporción directa al respeto mutuo, incluso en sus relaciones íntimas…». Una cosa más. Como dijo una futura novia, «deseo tener relaciones amorosas con la palabra antes de tenerlas físicamente». Es inteligente el marido que trata sobre temas íntimos con su esposa durante algún tiempo, antes de tener relaciones. El mejor sexo no es el más apasionado, sino el más personal. Incluso en el lecho conyugal, el amor requiere la muerte del yo, especialmente por parte del hombre, por el hecho de llevar el liderazgo al ser el iniciador del amor. Si muere en este sentido, vivirá una vida nueva con su agradecida esposa. ¿Existen límites morales sobre lo que un marido y su mujer pueden hacer en el terreno de la intimidad sexual? En el mismo discurso a las esposas, el Papa Pío XII las prevenía ante el peligro de ser esclavas de la sensualidad en el matrimonio, cuando escribía: «la seriedad y santidad de la ley moral cristiana no admite una satisfacción incontrolada del instinto sexual tendente sólo al placer y al disfrute». Por otra parte, nada se opone a la búsqueda del placer en el acto conyugal, como objetivo secundario: «el marido y la mujer, por lo tanto, no actúan mal cuando buscan y disfrutan de ese placer. Aceptan lo que el Creador ha designado para ellos. Sin embargo, también aquí, el marido y la mujer deben conocer el modo de mantenerse dentro de los límites de una justa moderación. Como en el caso del placer de la comida y de la bebida, en el placer sexual no deben abandonarse sin restricciones a los impulsos de los sentidos». 14.6 Proporciona a tu mujer algo de variedad Otro medio que tiene el hombre para adaptarse a su esposa es ser lo más consciente posible de sus necesidades. La mayoría de los hombres pueden ser felices yendo a trabajar todos los días de 9 a 17, tomando tres comidas al día y viendo un partido de pelota el domingo. No así las mujeres. Les gusta la variedad en sus vidas. El hombre que lo sabe y trate de proporcionárselo llevará ventaja en el juego. Yo animo a las mujeres a disfrutar de algunos de sus entretenimientos cada semana, como jugar al tenis o salir con amigas. Una mujer no debe depender de su marido para todas sus diversiones. En caso contrario, llega a ser demasiado dependiente, y puede empezar a darle la lata.

Sin embargo, el marido puede desempeñar un papel importante haciendo que su mujer encuentre un poco de color en su vida. Debe salir con ella cada semana o cada quince días. (Lo mismo que en el noviazgo debía llamarla los martes para el fin de semana y tener todo planeado para esa tarde. Si realmente desea dar calor al corazón de su esposa, podría buscar por su cuenta una canguro). Y también podría organizar de vez en cuando un fin de semana para ambos. 14.7 Lo que puede hacer toda mujer ¿Qué puede hacer una mujer por la felicidad de su marido? Lo primero, parece ser, proporcionarle un hogar cálido, feliz y atractivo. Cada vez que vuelven a casa, deben recibirse con una sonrisa. Ella debe abrazarle y hacerle sentirse cómodo, incluso si está enojada con él. La casa es la cueva del hombre, y es importante que su entrada sea grata. Más tarde, ella puede sacar a relucir algún tema desagradable, pero no cuando acaba de llegar. Algunas mujeres de nuestro grupo de parejas reciben cariñosamente a sus maridos cuando vuelven a casa. Después de que le saluden los niños, les hacen salir durante media hora para que papá se quede mirando a las nubes si lo desea, o simplemente relajándose. En algunas ocasiones los hombres no tienen ganas de hablar, sobre todo cuando están cansados. Una buena esposa será muy sensible a esto, y esperará un momento más propicio para sacar a relucir los asuntos del día. Otra cosa que encanta a un marido es que su mujer le prepare algún plato especial. Aunque ambos cocinen, ella debería hacer de la cena una experiencia agradable, guisando a veces con las especies que le gustan y añadiendo algunos toques extra que demuestran afecto. Por cierto, es muy importante que una mujer sea receptiva para las relaciones conyugales cuando él las desea, y no debe rehusarlas sin razón grave. No obstante, esto no significa que, durante el día, ella no le haga ver la importancia de compartir sus sentimientos más íntimos y su cariño, tierno y amable, para disponerla a la relación conyugal. Le explicará automáticamente que, aunque le gusta compartir esa intimidad, las relaciones nacidas del amor siempre son mucho más placenteras que las que nacen del deber. La esposa debe cuidarse. Por eso, insisto en la importancia de que esté descansada, se alimente bien y haga ejercicio. Debería salir y tener algún entretenimiento sano y divertido una vez a la semana por lo menos. Tanto si es un deporte como el tenis o el golf, clases de costura, o clubs de libro forum, una mujer debe contar con algún pasatiempo agradable. 14.8 Lo que ambos pueden hacer Esto es algo que podéis hacer los dos. Colgad un crucifijo donde lo podáis ver con frecuencia, y recordaos diariamente, «el amor implica cruz. ¡No es para los débiles!». Otra posibilidad es salir de vez en cuando con otras parejas de buenos católicos, o invitarlos a vuestra casa. Por último, intentad no criticar. Tratad de decir dos piropos por cada crítica. Rezar juntos es esencial en una pareja y, cuando vienen los hijos, reunir a la familia para rezar juntos por las noches. Haz de esto una auténtica prioridad cuando te cases. Es el mejor seguro contra el divorcio.

14.9 ¿Cómo saber si necesitas asesoramiento? Cuando en un matrimonio las cosas van realmente mal, la solución es el asesoramiento, no el divorcio. ¿Cómo sabe una pareja que necesita consejo? 1. Cuando uno o ambos pasan una semana negándose a hablar con el otro. 2. Cuando alguno se ha liado con alguien diferente incluso aunque no haya adulterio (puede tratarse de «adulterio mental»). 3. Si, por dificultades en el trato, la pareja no ha mantenido relaciones conyugales durante más de un mes. 4. Cuando discuten con demasiada indignación. Para parejas en circunstancias difíciles, el asesoramiento no es ninguna insensatez. No tienen nada que perder y todo que ganar. En esta época, en la que muchos se han casado alrededor de los treinta años, es razonable pensar que necesitarán consejo en alguna ocasión. Hace falta humildad para buscarlo, pero la humildad se digiere mucho mejor que el divorcio. Si la pareja conoce a un sacerdote santo y sabio, y el problema no es complicado, en una o dos reuniones les ayudará a resolverlo. Además es gratuito. Un consejo gratuito es una oferta que no debe despreciarse. Puede ser más fácil acudir a un sacerdote conocido por ambos. Si no puede ayudarlos o si no conocen a un sacerdote que les satisfaga, pueden obtener referencias de un amigo que haya conseguido buenos resultados. En cualquier caso, deben dirigirse a alguien que crea en Dios y en la indisolubilidad del matrimonio. Si no encuentran ayuda después de un par de sesiones, deben dejarlo y acudir a algún otro consejero. No hay que perder el tiempo con alguien incompetente. 14.10 Resumen Cuando te cases, la entrega a tu esposa ha de ser firme. Con la gracia de Dios, haz incuestionable tu promesa a Dios y a tu marido o a tu mujer. Respeta a tu cónyuge, especialmente siendo educado en cualquier circunstancia. Si no eres feliz con él, y merece la pena mencionarlo, díselo amablemente. No pongas en riesgo tu fidelidad. Nunca pases solo un tiempo innecesario con personas del sexo opuesto. Maridos, cuando os caséis, tratad siempre con gran cuidado el corazón de vuestra mujer. Adapta tu tempo al suyo en vuestras relaciones sexuales y, antes de mantenerlas, habla con ella sobre cosas importantes. Dale sorpresas agradables. Mujeres, mirad hacia el futuro proporcionando a vuestros maridos una «cueva» atractiva y feliz. Sed cariñosas en la convivencia ordinaria. Guisad para él y enseñadle a prepararos para las relaciones conyugales. ¡Cuídate personalmente y organízale unos fines de semana divertidos! No permitáis que los parientes políticos se entrometan. Rezad juntos todas las noches. Y prometed ambos, mucho antes de la boda, que buscaréis asesoramiento si surgen problemas reales en vuestro matrimonio.

XV. EL MATRIMONIO CRISTIANO (II) LOS HIJOS: EL FRUTO DEL MATRIMONIO

«Matrimonio» contiene dos términos latinos, matri, que significa madre, y munus, que significa misión. Por tanto, el matrimonio es la misión de la maternidad (y de la paternidad). El matrimonio se basa en que hombre y mujer se aman tanto que su gran amor se desborda en traer al mundo a hijos, que son su mayor corona. El Concilio Vaticano II habló fervorosamente de la bendición que significan los hijos: -

«Son, sin duda, el don más excelente del matrimonio y contribuyen sobremanera al bien propio de los propios padres».

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«Los hijos, como miembros vivos de la familia, contribuyen, a su manera, a la santificación de sus padres. Pues con el agradecimiento, la piedad filial y la confianza corresponderán a los beneficios recibidos de sus padres y, como hijos, los asistirán en la dificultad de la existencia y en la soledad de la senectud».

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«Así, los esposos cristianos, confiados en la divina Providencia y cultivando el espíritu de sacrificio, glorifican al Creador y tienden a la perfección en Cristo cuando con generosa, humana y cristiana responsabilidad cumplen su misión procreadora. Entre los esposos que cumplen de este modo la misión que Dios les ha confiado, son dignos de mención muy especial los que de común acuerdo, bien ponderado, aceptan con magnanimidad una prole más numerosa para educarla dignamente» (Gaudium et spes, n. 50).

Por tanto, los hijos contribuyen al bien, y ciertamente, a la santificación de los padres. Demuestran a sus padres agradecimiento, cariño y confianza a través de sus atenciones. Ayudan a sus padres en la ancianidad. Los padres, al cumplir su misión de tener hijos, glorifican a Dios y crecen en perfección; y así, los padres que generosamente traen hijos al mundo reciben el reconocimiento que merecen56. En Familiaris Consortio, Juan Pablo II hablaba también del valioso don que son los hijos: «en su realidad más profunda, el amor es esencialmente don; y el amor conyugal, cada vez que conduce a los esposos al recíproco conocimiento que les hace “una sola carne”, no se agota dentro de la pareja, ya que los hace capaces de la máxima donación posible, por la cual se convierten en cooperadores de Dios en el don de la vida a una nueva persona humana. De este modo, los cónyuges, a la vez que se dan entre sí, dan más allá de sí mismos la realidad del hijo, reflejo viviente de su amor, signo permanente de la unidad conyugal y síntesis viva e inseparable del padre y de la madre». Los hijos, al principio indefensos, sacan a los padres de sí mismos para que los amen y lleguen a su realización como padres y como educadores. Frecuentemente, son unos amigos nuevos y especiales de sus padres. Por su mera existencia, dan testimonio del amor de marido y mujer por toda la eternidad. Son una fuente de amistad conyugal cada vez más profunda, pues reclama el interés común de marido y mujer. Suelen crear un vínculo entre los padres y la comunidad, de modo que abren nuevos horizontes para las amistades. Por tanto, cuando pienses en traer hijos al mundo, no pienses tanto en lo mucho que te va a costar, sino en lo que te enriquecerán, y en las bendiciones que te atraerán. Y razonablemente, intenta atraerte montones de esas bendiciones. 15.1 ¿Explosión demográfica? Hace muchos años, Julian Simon57, Profesor de Business Administration en la Universidad de Maryland, comenzó una investigación del llamado problema de la explosión demográfica: «irónicamente, cuando empecé mis estudios sobre la

población, asumí que la argumentación admitida era válida. Me propuse ayudar al mundo a contener su «explosión» demográfica (…). Pero mis estudios y mis investigaciones me crearon gran confusión. Aunque la teoría económica en uso sobre la población (…) afirmaba que un elevado crecimiento de esta implicaba una disminución en el nivel de vida, los datos empíricos disponibles no apoyaban esa teoría. Mi libro de 1977 (…) llegaba a una teoría que daba a entender que el crecimiento de la población tiene efectos positivos a largo plazo para la economía, aunque tiene costes a corto plazo»58. En su voluminoso libro The Ultimate Resource II llega a la conclusión de que una población que crece lentamente es beneficiosa para el crecimiento de la economía. Afirma que una disminución del crecimiento de la población no incrementa la riqueza sino que la reduce. La ayuda al desarrollo es el modo de reducir el excesivo crecimiento de la población59. En 1999, el consultor de negocios Peter Drucker escribía, «lo que sabemos a ciencia cierta -aunque sólo sea porque no hay precedentes en la historia- es el colapso de la cifra de nacimientos en el mundo desarrollado»60. Al comienzo del siglo XXI, la cifra de nacimientos en Europa occidental estaba por debajo del nivel de reemplazo de 2,1 hijos por pareja fértil. La tasa de nacimientos en Estados Unidos estaba exactamente por debajo de dos, aún por debajo del nivel de reemplazo. De modo que, si hay algún problema de población en el mundo desarrollado, no es el de superpoblación. 15.2 «Vamos a esperar un poco» Hace muchos años, yo preparaba a una pareja para el matrimonio. Ella tenía 34 años y él 36. La futura esposa me dijo que iban a esperar un poco antes de empezar a tener familia. « ¿Lo dices en serio?» pregunté. «Tienes 34 años. Si esperas, no podrás tener hijos». «Sólo esperaremos unos meses». « ¿Por qué queréis esperar?», pregunté. «Porque primero queremos adaptarnos durante algún tiempo», replicó ella. «Pero el matrimonio está “ordenado a la procreación y educación de los hijos”, como dijo el Vaticano II. Dios sabe cuánto tiempo necesitaréis para adaptaros. Debíais ser espontáneos en vuestra relación conyugal cuando os caséis, especialmente en vuestra luna de miel. ¿Por qué no dejar que Dios os ayude en este tema?». « ¿Quiere decir que deberíamos dejarlo en manos de Dios?». «Naturalmente. A vuestra edad no vas a tener muchas oportunidades de tener hijos. Si podéis, tendréis dos o tres, ¿no es así?». Lo hablaron y decidieron abrirse a la posibilidad de tener hijos desde la luna de miel. De hecho, ella volvió embarazada. Otra pareja estaba pensando en esperar porque tenían que mudarse al cabo de nueve meses. Después de alguna discusión decidieron que abrirse a los hijos era más importante que tener una mudanza cómoda. También ella se quedó embarazada durante la luna de miel. «A causa de nuestra edad -me escribió un tiempo despuésdecidimos intentar tener familia inmediatamente, y Dios nos bendijo: me quedé embarazada a las tres semanas de la boda. Nuestra decisión pudo parecer insensata a la “gente”. Estábamos recién casados y vivíamos con el sueldo de un marino. Mi marido tenía planeado dejar la Marina al cabo de siete meses y no tenía un trabajo

seguro. Sin embargo, los caminos de Dios no son nuestros caminos. La mayor bendición de nuestro matrimonio fue tener un hijo inmediatamente. Nos cambiamos de domicilio a causa del nuevo trabajo de Eldon, embarazada yo de siete meses y medio. Seis semanas después nació Patrick. Nuestro bebé nos unió aún más que al principio. Nos centrábamos juntos en nuestro hijo, y eso nos ayudó a vincularnos más como pareja. Y al tener un bebé nos fue más fácil conocer a las personas de nuestro entorno. Como habíamos tenido un niño tan pronto, nunca caímos en la trampa del egoísmo con nuestro tiempo o nuestro dinero. Muchas parejas recuerdan con nostalgia la época en que al no tener hijos, eran libres para viajar y para gastar más en sus placeres. Nosotros nunca vivimos esa época, de modo que nunca la hemos echado de menos. Al tener un hijo inmediatamente, habíamos imitado a la Sagrada Familia y a la Santísima Trinidad. ¿Qué puede haber más enriquecedor que pasar de ser dos a ser tres?». Muchas parejas dan numerosas razones para «esperar». En realidad, algunas son para retrasar el matrimonio. Otras ignoran, sin embargo, el fin del matrimonio o el poder enriquecedor de tener hijos. No voy a entrar aquí en las razones y en las respuestas, pero permitidme insistir en que recordéis las maravillosas palabras del Vaticano II: «la institución del matrimonio y la unión conyugal están ordenados por sí mismos a la procreación y a la educación de la prole, con las que se ciñen como con su corona propia». En otras palabras, el mismo amor de marido y mujer tiende a desbordarse en los hijos, que «son, sin duda, el don más excelente del matrimonio y contribuyen sobremanera al bien de los padres». ¡Qué importante es comenzar el matrimonio con una plenitud de amor, un amor que desea desbordarse generosamente, trayendo al mundo a otros para que compartan ese amor! Esto no quiere decir que la planificación familiar sea mala, pero debe ser contemplada sólo por motivos graves, como indica la Humanae Vitae y otros documentos. La cuestión es que, cuando una pareja inicia su vida matrimonial, debe tratar de llegar a la plena expresión de su amor conyugal que, por definición, incluye la apertura a la vida. 15.3 La anticoncepción y la planificación familiar natural Otro tema en el que has de pensar previamente es el de la anticoncepción. La Iglesia Católica es una de las escasas instituciones que se muestra contraria a la ola de anticoncepción que ha inundado el mundo desde 1960, cuando apareció la píldora. ¿Por qué está siendo la Iglesia tan «testaruda», como dicen algunos? Muchos de los llamados anticonceptivos, incluyendo el DIU, la píldora, etc. actúan como abortivos, parcial o continuamente. El aborto es mucho más grave que la anticoncepción, que ya es en sí pecado grave. Los métodos de barrera de anticoncepción no son abortivos, pero tienen un escaso margen de éxito. ¿Cuáles son los problemas morales de la anticoncepción? Brevemente, crean una mentalidad anti-vida en los participantes61, un amor que se vuelca en la pareja, una especie de amor excluyente. Simboliza un amor que no es completo62. Y por último, manipula y degrada63 un acto que es sagrado, y que tiene una delicada armonía destinada al bien de los participantes64. Por otra parte, la moderna planificación natural de la familia, o regulación natural de la natalidad, es el 99% más eficaz, pues no depende de la regularidad del ciclo y, como incrementa la comunicación entre marido y mujer, se dice que, entre los que lo emplean, la cifra de divorcios es del 5% o menor. Además, muchas parejas dicen que la abstinencia les hace mantener joven su amor, obligándoles a concentrarse en otro

tipo de amor, es decir del agape, la amistad y el cariño. Un marido afirmaba que era como vivir el noviazgo y la luna de miel cada mes. ¿Es preciso decir algo más?65. 15.4 ¿Cuántos hijos? ¿Cuántos hijos debe tener un católico practicante? Debe tener tantos como pueda razonablemente. El filósofo médico Dr. Herb Ratner propone el número de hijos que una pareja debe tener para el bienestar psicológico de los niños: es el de tres y el número ideal, cinco66. Así que, en principio, tres sería un buen número mínimo, y cinco, el número ideal, exceptuando graves razones en contra. ¿Qué razones existe para limitar el número de hijos y emplear la planificación natural familiar? En la encíclica Humanae Vitae, Pablo VI propone unas orientaciones generales: «en relación con las condiciones físicas, económicas, psicológicas y sociales, la paternidad responsable se pone en práctica, ya sea con la deliberación ponderada y generosa de tener una familia numerosa, ya sea con la decisión, tomada por graves motivos y en el respeto de la ley moral, de evitar un nuevo nacimiento por algún tiempo o por tiempo indefinido». Por lo tanto, si existen unas serias razones físicas, económicas, psicológicas o sociales (una explosión demográfica real podría ser un motivo real) para no tener hijos, se puede emplear la planificación familiar natural para evitar el embarazo. ¿Se puede hacer uso de ella para espaciar los hijos? Sí, aunque el mejor modo de espaciar los hijos es la lactancia materna. Se dice que el espaciamiento ideal entre los hijos es de dos años. La lactancia completa, sin suplementos ni chupetes, hace que, al carecer de menstruación, una mujer sea estéril al 99% durante los seis primeros meses. Después, al introducir alimentación sólida, la cifra cae hasta el 94%67. Así, si una madre alimenta al pecho a su niño durante algo más de un año, ha llegado el momento de traer otro hijo al mundo. Los beneficios de la lactancia materna superan con mucho los beneficios de espaciar los hijos, tanto para la madre como para el niño. 15.5 La madre en el hogar La mayoría de los datos parece indicar que los niños están mejor si la madre está en el hogar. Estos son algunos de ellos: 1. «Los niños que recibieron en guardería (durante su primer año de vida) los primeros cuidados mostraron niveles de enseñanza y comprensión más bajos que sus iguales, y problemas emocionales y de trabajo al llegar a los ocho años»68. 2. Una síntesis de 88 estudios a amplia escala llegaba a la conclusión de que un cuidado no paterno de más de 20 horas semanales tenía un inconfundible efecto negativo en el desarrollo socio-emocional, en el comportamiento y en el cariño de los hijos69. 3. Diez estudios de diferentes países relacionaban el uso extendido de las guarderías con el comportamiento agresivo y negativo y con la decreciente cooperación con los iguales y los adultos70. 4. En el año 2001, el Times informaba que un estudio «había hallado una conexión entre el tiempo que el niño pasa en la guardería y ciertos rasgos como agresión, desconfianza y desobediencia… [y que] sus descubrimientos eran

válidos independientemente del tipo o calidad de los cuidados, del sexo del niño, del status socioeconómico de la familia o de si las madres les proporcionaban una atención delicada». Los niños criados por sus madres muestran la tercera parte de problemas de comportamiento que los que están todo el día en la guardería71. ¿Y si la madre ejerce una importante carrera profesional? Yo he conocido madres abogadas y doctoras que se han quedado en casa con sus hijos. Es una cuestión de prioridades. Dentro de cincuenta años, ¿qué se recordará? ¿Tu trabajo como abogada o doctora, o la educación que diste a tus hijos? Y recuerda, el hecho de que te quedes en casa con tus hijos pequeños no significa que no puedas reemprender tu carrera. Una vez que hayan crecido, podrás volver al mercado de trabajo. 15.6 La sencillez cristiana Veamos el caso del hombre que, durante el noviazgo, no gana lo suficiente para que su mujer se quede en casa. Llévalo a la presencia de Dios. Dile que te gustaría hacer lo mejor para tus futuros hijos y pídele que te ayude a encontrar un trabajo que te lo permita. Y luego, ponte a buscarlo antes de casarte y tener hijos. Algunas veces, un hombre tiene muy pocos ingresos, pero serían suficientes para que su mujer se quedara en casa y criara a los hijos, siempre que la pareja viviera la auténtica austeridad cristiana, como hemos visto antes. En 1991, apareció en la revista Parade un artículo de Brad Lemley sobre una pareja cuyos ingresos medios fueron de 30.000 dólares al año durante siete años. La esposa se quedó en casa para criar a los hijos, y ahorraron 7.000 dólares anuales para comprar una casa. ¿Cómo lo hicieron? Llevando la cuenta de cada penique. La esposa, Amy Dacyczyn, escribió un libro -varios, de hecho- sobre el modo en que lo hicieron. Todos sus libros incluyen en el título las palabras «Tightwad Gazette» (La Gaceta del Tacaño) y todavía hay algunos en imprenta72. En otro caso, una madre trabajadora que se esforzaba por atender a ambas obligaciones fue entrevistada en un programa de televisión. Analizaron sus ingresos y sus gastos. Cuando hicieron el cálculo, descubrieron que, si se hubiera quedado en su casa, habría ahorrado 10$ mensuales. Se echó a llorar. ¡Estaba intentándolo con todas sus fuerzas y para nada! La clave para la seguridad económica no es conseguir un millón de dólares, sino ser inteligentes y gastar con prudencia. Como solía decir Fulton J. Sheen, hay dos filosofías de vida: una es: «primero la fiesta y luego sufrir la resaca». La otra, «primero el ayuno y luego la fiesta». Esa es la filosofía cristiana. Aplicar esto a la vida cotidiana significa que, si vives austeramente durante los primeros años de vida profesional, sin comprar a crédito -excepto tu primer coche o tu casa-, serás capaz de vivir cómodamente con lo que ganes. ¿Por qué? Si empiezas comprando menos, te acostumbrarás a no gastar, a no adquirir más que lo que necesites. Y te ahorrarás un montón de dinero en intereses. Independientemente del dinero que gane una pareja, siempre necesitan economizar cuando se casan. En realidad, deberían empezar a hacerlo antes. Cuando vives sencillamente, estás imitando a nuestro Señor. Él vivió con muy poco, para mostrar al mundo que la verdadera riqueza no se encuentra aquí, sino en la vida futura. ¿Podrá un auténtico cristiano vivir en paz si él o ella están comprando artículos de lujo, mientras otros hijos de Dios carecen de lo necesario? La ayuda a los necesitados es imprescindible para nuestra salvación.

En la Familiaris Consortio, Juan Pablo II escribe: «los hijos deben crecer en una justa libertad ante los bienes materiales, adoptando un estilo de vida sencillo y austero, convencidos de que el hombre vale más por lo que es que por lo que tiene». ¿Qué mejor modo de enseñar a los hijos ese estilo de vida que vivirlo tú mismo? La prudencia con el dinero te librará de ansiedad, de discusiones con tu cónyuge y de disgustos. Enseñará a tus hijos a no ser materialistas. Y si eres generoso con el Señor, tendrás todo lo que necesitas en este mundo y abundancia en el otro. 15.7 La educación No es preciso que hablemos mucho sobre esto, pero debes recordar que el matrimonio no sólo está ordenado a la procreación de los hijos, sino también a la educación de los hijos, que no es responsabilidad del Estado, sino de los padres. «Puesto que los padres han dado la vida a los hijos -recuerda el Concilio Vaticano II-, tienen la gravísima obligación de educar a la prole y, por tanto, hay que reconocerlos como los primeros y principales educadores de sus hijos. Este deber de la educación familiar es de tanta trascendencia, que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. Es, pues, deber de los padres crear un ambiente da familia animado por el amor, por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorezca la educación íntegra personal y social de los hijos». En la Familiaris Consortio, Juan Pablo II añade otra idea importante: «el derecho-deber educativo de los padres se califica como esencial, relacionado como está con la transmisión de la vida humana; como original y primario respecto al deber educativo de los demás, por la unicidad de la relación de amor que existe entre padres e hijos, como insustituible e inalienable y que, por consiguiente, no puede ser totalmente delegado o usurpado por otros». Los padres son los primeros educadores de sus hijos y, moralmente, no pueden encomendar ese deber solamente a la escuela, al Estado o a la Iglesia. Deber ser los primeros educadores y tienen, no solamente el derecho, sino el deber de controlar lo que sus hijos aprenden en la escuela. Si en ella se enseñan errores, deber buscar otra que les instruya en lo recto, o pensar en la escolarización de sus hijos en el hogar. 15.8 ¿Y sobre la escolarización en el hogar? Aunque no es para todo el mundo, la enseñanza en el hogar se ha convertido en una opción viable para muchas familias. Expongo aquí algunos aspectos: -

Un amplio estudio sobre una muestra al azar de 1.516 familias demostró que los alumnos escolarizados en el hogar obtenían una media del 30% de puntos más altos en los resultados de los test que la media nacional73.

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Según una información del Nacional Home Education Research Institute, el Dr. Larry Shyers estudió el comportamiento de los niños en sus juegos y encontró que los que estaban educados en el hogar mostraban muchos menos problemas de comportamiento que sus homólogos de la escuela convencional. El Institute atribuía esos resultados a que los padres son el mejor modelo de comportamiento74.

«No hay nada remotamente católico -añade la Dra. Mary Kay Clark- en la teoría de que los niños deben pasar al menos seis horas diarias, cinco días a la semana, en un entorno que continuamente ataca sus creencias. Todos los textos laicos están impregnados de valores anti-cristianos, ideas del New-Age, criterios feministas, un

único gobierno mundial en el «Nuevo Orden Mundial». Pero lo peor es (…) la mentalidad de que todo es relativo, de que no hay verdades absolutas, que Dios puede no existir, y que una doctrina es tan buena como cualquier otra. Integración no es paganización. A la gente que me pregunta por la integración de mis hijos, siempre les contesto que no van a ir con el fin de aprender un lenguaje vulgar, cómo usar condones (…) o burlarse de cosas sagradas. Nuestros hijos no se socializarán si por socialización se entiende la formación de sus mentes y sus corazones en los mismo valores de la sociedad en que vivimos»75. 15.9 Resumen Consideremos a los hijos como un don precioso de Dios, «el supremo don del matrimonio». Sed generosos aceptando a los hijos que el Señor envía, sabiendo que, como dice Julian Simon, ellos y la inocencia que aportan son la mayor fuente para mejorar el mundo. Tratad de abriros a los hijos muy pronto, de establecer un amor generoso, de entrega de la vida desde el principio. Si es preciso que limitéis el número de hijos por serias razones, emplead los métodos de planificación familiar natural. Evitad la anticoncepción a toda costa. Disponeos a tener por lo menos tres hijos, para crear un buen ambiente psicológico en la familia. Si es necesario, trasladad las montañas para que la madre permanezca en el hogar con sus hijos. Luchad por vivir austeramente por amor a Dios. Y tomaos gran interés por la educación de vuestros hijos. Pensad en la escolarización en el hogar.

XVI. EL COMPROMISO CRISTIANO ¿Qué hace que un compromiso sea «cristiano»? Algún tiempo atrás, un joven me hizo el relato de un compromiso. Parecía tan cristiano y tan católico que obtuve su permiso para publicarlo (he cambiado los nombres). «El 11 de febrero del 2002, fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, yo, Joshua Brown pedía a Felicity Smith que fuera mi esposa. ¡Dijo, Sí!». «¡Es un momento increíblemente extraordinario!» Las gracias del compromiso son realmente poderosas y maravillosas. Al revelarse y afianzarse ante mis ojos, el plan de Dios nos da una formidable lección de humildad. «Bueno, sobre la petición. Hacía tiempo que yo quería proponérselo el día de Nuestra Señora de Lourdes. Es una fiesta muy especial para mí, pues fue en Lourdes donde me curé de la rodilla. Es también una fiesta sencilla, tranquila y llena de amor, en la que la Virgen María dijo ser la Inmaculada Concepción. Yo ignoraba esto y, al volver, rezando en octubre y noviembre, tuve una inspiración: debía pedírselo en la Fiesta de Inmaculada Concepción. Bueno, el 8 de diciembre no era oportuno. Parecía demasiado precipitado. Así que terminé por pedírselo en una fiesta asociada a la de la Inmaculada Concepción». «Sin que lo supiera Felicity, fui a hablar con su madre y con su padre. Aquella mañana estaba muy contento, pues Felicity me había escrito una carta en la que me decía que estaba contenta con nuestra situación, y asombrada al ver dónde nos llevaba Dios». «La víspera del 11 de febrero, pregunté a Felicity si al día siguiente vendría conmigo a la Misa de 5,15 en la Cripta de la Basílica de la Inmaculada Concepción. Después de la

Misa, le pedía que viniera a rezar conmigo ante el sagrario, donde había dos reclinatorios. Me había puesto de acuerdo con los guardias de seguridad para que despejaran el lugar antes de las 6p.m., hora de cerrar, y me dieran 10 minutos para hacer mi petición. Estuvimos rezando un par de minutos». «Entonces, pedía a Felicity que rezara conmigo una oración al Espíritu Santo por lo que yo iba a hacer. Me puse de rodillas y le dije: «Felicity Elizabeth Cecilia Smith, ahora me acerco a ti como un hombre, como un hermano, como tu mejor amigo y como un enamorado. Me arrodillo aquí delante de ti y delante de nuestro dulcísimo Señor Jesús para pedirte que seas mi esposa. Te invito a este camino de nuestra vocación para que, juntos, podamos amar y servir a Dios, amarnos y servirnos el uno al otro, y amar y servir a los demás. No puedo imaginarme la vida sin ti. ¿Te quieres casar conmigo?». «¡Dijo Sí! ¡Sí! ¡Bendito sea Dios! Nos abrazamos durante un buen rato». «Pues bien, aún hay más. Yo había colocado la Biblia y dos rosas ante una imagen de María en la gruta de Nuestra Señora de Lourdes. Leí un pasaje de la Sagrada Escritura que había elegido y luego coloqué las rosas al pie de María, pidiéndole que fuera nuestra Madre y nuestra guía en los meses venideros». «Después, le pedía que viniera de viaje conmigo. En el coche, puso una cinta que había titulado “45 razones para que Felicity y Joshua Brown se casen”. Eran serias y divertidas al mismo tiempo». «La llevé a Falls Church, en Virginia, donde unos antiguos compañeros de habitación de mi hermano tenían una encantadora casa con suelos de madera y chimenea. Previamente, mi hermano había preparado una mesa con un retrato de Felicity y mío en la fiesta de Pascua en Steubenville, poco después de que empezáramos a salir. Teníamos vino, velas, la chimenea encendida y una cena de Maggiano, nuestro restaurante italiano favorito. Fueron unos momentos de divertida intimidad para ambos. Por supuesto, yo canté “Sígueme”, la canción de John Denver. Luego, los tres compañeros de habitación aparecieron con sombreros mexicanos y nos dieron una serenata». «Por fin, volvimos a su apartamento donde estaba mi hermano, Jen, la hermana de Felicity, y Emily. No lo sabíamos, pero habían preparado la habitación con velas y con nuestros retratos, y habían hecho fondue y comprado champán. Después de una conversación encantadora y positiva, rezaron por nosotros». «¡Qué noche tan hermosa! Es sorprendente el modo en que, cuando nos sometemos a la voluntad de Dios, Él permite cosas que se desarrollan sencillamente y sin complicaciones. Sin embargo, toda gracia va precedida por un tiempo de prueba y de abandono. Veo con claridad que en cualquier decisión importante que tomemos, generalmente no recibiremos consuelo, sino solamente una perdurable seguridad en nuestros corazones gracias a la oración». «¡Bendito sea Dios! Soy feliz y me siento bendecido por estar enamorado de una mujer así, que refleja para mí la belleza de Dios en todo lo que es y hace». 16.1 Hablar con el padre Entre personas educadas y sinceras, es costumbre que el hombre pida permiso al padre de novia para hacer la petición a su hija, como hizo Joshua debidamente. Es algo deliciosamente pasado de moda, una de esas tradiciones que simboliza la unidad de la familia. En medio del caos que nuestra cultura ha hecho del noviazgo, esta costumbre está volviendo.

¿Es preciso hacerlo siempre? No, si existe alguna razón grave en contra. 16.2 El noviazgo con compromiso Una vez que estáis prometidos, no necesitáis veros con mayor frecuencia. Si os habéis estado viendo dos o tres veces por semana, mantened esa periodicidad durante el compromiso. Es posible que en alguna ocasión tengáis que hacer más cosas, ya que os estáis preparando para la boda, pero sólo por estar comprometidos no debéis ahogaros mutuamente con vuestra presencia. Mantened la misma costumbre. Una llamada de atención, sin embargo: el que os veáis para hacer algunos preparativos, no significa que dejéis a un lado las costumbres del noviazgo. Mientras estéis prometidos, debéis salir a cenar o a bailar periódicamente. Esas salidas son importantes incluso para parejas casadas. Esos momentos de intimidad son muy importantes en cualquier etapa de una relación. 16.3 Hablar con un sacerdote Una vez que él ha hecho la petición y ella ha dicho que sí, ha llegado el momento de hablar con un sacerdote sobre la celebración de la boda. Generalmente, las parroquias exigen por lo menos seis meses de preparación, pero la mayoría de las parejas dejan pasar mucho más, por lo menos un año. Si ya habéis decidido casaros, tenéis que ver al sacerdote. Incluso si no habéis pensado en la fecha, él puede ayudaros a fijar una. ¿Qué parroquia, la de él o la de ella? Tradicionalmente, la boda se celebra en la parroquia de la novia, pero podéis hacerlo en una o en otra. Ahora bien, si por alguna buena razón, deseáis casaros en otra parroquia, debéis pedir el permiso y, por supuesto, la aprobación de vuestro párroco. En cualquier caso, la novia, no el novio ni el padre ni la madre, debe tener primacía para elegir el lugar donde ha de celebrarse la boda, aunque ha de pensar en los gastos, especialmente por parte del novio. Podría elegir la iglesia donde oye misa habitualmente. Si se ha mudado recientemente, puede volver a su lugar de residencia anterior, siempre contando con el permiso de su nuevo párroco. De todos modos, ha de elegir el lugar de acuerdo con el novio, teniendo en cuenta las circunstancias de la mayoría de los invitados. Y ha de elegir el lugar de la recepción con el mismo criterio. ¿Y si queréis que celebre la boda un sacerdote, buen amigo vuestro? Generalmente, esto no es problema, siempre que el sacerdote goce de buena reputación. Simplemente, preguntad al sacerdote amigo si estaría dispuesto a celebrar la boda, y luego pedid permiso al párroco. 16.4 Los cursos prematrimoniales La preparación para el matrimonio se hace habitualmente en la parroquia donde piensas casarte, pero por una razón poderosa, puede hacerla cualquier sacerdote. Generalmente, la Iglesia ha dispuesto ciertos aspectos en la preparación prematrimonial: 1. Una entrevista inicial con el sacerdote. 2. La investigación prenupcial: un cuestionario estándar que llenan el sacerdote y los cónyuges.

3. Una especie de test prematrimonial. Es muy útil. Consta de un gran número de preguntas sobre cuestiones que podrían afectar a vuestro matrimonio. Generalmente, respondéis al test y, después de comprobarlo con un ordenador, estudiáis los resultados con un sacerdote. A menudo descubriréis aspectos que no habéis discutido todavía, y que, a veces, han revelado problemas lo bastante serios para que la pareja decida no casarse. 4. Los Cursos de Preparación se pueden hacer en forma de clases con un sacerdote y algunos matrimonios. Para encontrar las mejores clases, puedes preguntar a sacerdotes católicos de confianza y a otros amigos. 5. El papeleo requerido para los contrayentes católicos es un certificado reciente de bautismo. Ha de estar fechado dentro de los seis meses previos a la boda. Si surgen dificultades para obtener el certificado de bautismo (por ejemplo, si la iglesia donde fue bautizada la persona ha sido destruida) puede aceptarse una carta de alguien que ha conocido a la persona durante toda la vida en la que afirma que él/ella no ha contraído matrimonio anteriormente. En determinados lugares se requiere esta carta aunque se haya presentado el certificado de bautismo. 6. Si un católico se casa con un no-bautizado, se requiere una dispensa y un permiso expedido por la oficina del Obispo. El formulario sirve para cualquiera de los dos. El católico ha de certificar que él/ella continuará viviendo su fe católica y hará todo lo que esté en su mano para educar a sus hijos como católicos76. El contrayente no-católico debe conocer este requisito y estar verbalmente de acuerdo con él. 16.5 Despedida de solteros Desde mediados del siglo XX, la tradicional despedida de solteros ha sido de todo menos católica. En muchos casos de la despedida de la libertad del soltero, análoga al «adiós de la carne» del Carnaval, el martes anterior al Miércoles de Ceniza. Ambos son un lamento pagano del compromiso. Ofrecen aspectos negativos de esos dos hechos tan nobles. Por supuesto, existe cierto grado de jocosidad en todo ello, pero las cosas a menudo van más allá y abunda la bebida, el sexo y la burla al matrimonio. El sacerdote que me enseñó teología del matrimonio sugería que, antes de una boda, era más apropiado un retiro que una despedida de solteros. Por otra parte, no tendrá nada de malo que unos chicos, si lo desearan, celebraran juntos lo que puede llamarse una despedida cristiana de solteros. Yo asistí a una en la que los amigos del novio le gastaban bromas divertidas. En ese caso, sería un bonito detalle que, al final, el novio les invitara a hacer un pequeño discurso sobre las bondades del matrimonio, o un simpático brindis en honor de la pareja y del estado matrimonial. 16.6 La última semana En más de una ocasión, una novia me ha llamado una semana antes de la boda, sobresaltada: «no sé si puedo casarme con este hombre. ¡Se está comportando como un imbécil!». ¡Y hablamos de buenas parejas católicas! Los días anteriores a la boda pueden ser los más agobiantes en la vida de cualquiera. Cuando una persona vive en medio de una gran tensión puede decir las cosas más

desagradables. No es el momento de dejarse llevar por el pánico. Siempre digo a las novias -y a los novios- que no se preocupen si discuten mucho en esa última semana. Si los tres meses anteriores han sido buenos, y él o ella no hace nada raro, como tener una aventura con un invitado a la fiesta, ¡adelante con la boda! Las catástrofes a última hora son bastante corrientes. Quizá por ellos existe la superstición de que los novios no deben verse en la mañana de la boda. Yo recomendaría a todas las parejas que no se vean demasiado en la semana anterior. La separación, especialmente en la última semana, hará que el corazón se sienta más enamorado. 16.7 Resumen Para un auténtico compromiso cristiano, intentad crear un ambiente religioso, y rezad juntos agradeciendo al Señor que os haya unido. El hombre debe pedirle permiso al padre de la novia antes de hacerle su petición. No intentéis veros con mayor frecuencia cuando estéis prometidos. No olvidéis organizar alguna salida divertida aunque os estéis reuniendo para estudiar los planes de boda. Tomad en serio la preparación prematrimonial y cumplid todos los requisitos: son para vuestro bien. El novio puede pedir a sus amigos que organicen una despedida de solteros, pero con pocas bebidas, sin juerga, y en la que cada uno diga algo divertido sobre el matrimonio, incluso si se meten con éste. Y no os preocupéis demasiado por las discusiones que surjan en la última semana. Si los tres meses anteriores a la boda han ido bien, entonces ¡adelante con la boda!

XVII. UNA BODA CATÓLICA Son muy escasas las oportunidades que tienen los sacerdotes de celebrar una auténtica boda católica, la clase de boda que habrían tenido la Santísima Virgen María. No siempre es culpa de los novios. Muchos de ellos nunca han recibido un buen consejo sobre cómo celebrar una boda que agrade al Señor. 17.1 Vestidos discretos La novia que trata de agradar al Señor más que al mundo, deberá pensar cuidadosamente en su vestido y también en los de sus damas de honor. Un vestido de novia realmente discreto tendrá mangas (cortas en verano y largas en tiempo más frío) y un escote que cubra el pecho completamente. El escote de la espalda será también alto. Los vestidos de las amigas que actúen como testigos deben tener un estilo parecido. Una de ellas me habló sobre el que tendría que llevar. «No me siento cómoda vistiendo así en una iglesia». Los sacerdotes no siempre se acuerdan de comentar ese tema durante las primeras entrevistas y, si esperan, suele ser demasiado tarde. He aquí un aviso para las novias: vestíos para Cristo, no para el mundo. 17.2 El sacerdote Ciertamente, si deseas tener una boda realmente cristiana, deber elegir a un sacerdote santo. En general, lo habrá en la parroquia en la que te cases, a menos que conozcas

bien a otro sacerdote. Busca a alguien que predique bien, que ame la Misa, la Eucaristía, a nuestra Santísima Madre, y a la Iglesia. 17.3 La Misa nupcial A causa de las enormes gracias que recibes en la Misa, te recomiendo encarecidamente que en tu boda se celebre la Misa nupcial. Esto sería lo normal si ambos contrayentes son católicos. Hay sacerdotes que desaconsejan la Misa si uno de ellos no es católico (si te casas con un no-católico existe la ceremonia sin Misa) ya que puede ser causa de una división en los asistentes en el momento de la Comunión. Por otra parte, la gracia que se recibe en una Misa Nupcial pesaría más que cualquier inconveniente provocado por las diferencias religiosas. En el momento de la Comunión, yo anuncio en todas las bodas, «los católicos que estén viviendo en estado de gracia y asistan a Misa todos los domingos son bienvenidos a acercarse a recibir la Comunión. Los que no formen parte de este grupo pueden acercarse a recibir la bendición». Los no-católicos y los católicos nopracticantes parecen muy satisfechos con esta solución. 17.4 Las lecturas de la Misa y otras Generalmente, el sacerdote te entregará un folleto o manual que contiene la lista de las lecturas recomendadas. Si quieres, puedes elegir otras lecturas bíblicas, pero las recomendadas por la Iglesia son las apropiadas para una boda. Yo propongo las siguientes, que son mis favoritas: Primera Lectura: Génesis 2, 18-24 habla de la Creación de la mujer y del hombre que han de abandonar a su padre y a su madre para adherirse a su esposa. Salmo Responsorial: Salmo 128, 1-5. La respuesta es «bienaventurado el que teme al Señor» y habla de cómo el Señor bendice el trabajo, la mujer y los hijos de quienes temen al Señor. Segunda Lectura: 1 Corintios 12, 35-40, muy popular y muy apropiada, trata de las virtudes en el amor: «El amor es paciente, el amor es servicial, no es envidioso…». Evangelio: Mateo 22, 35-40, el gran mandamiento del amor, o bien Marcos 10, 6-9. En este último texto, Jesús cita el pasaje anterior del Génesis y termina con «lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre». Debéis poneros de acuerdo con el sacerdote sobre la elección del texto del Evangelio. Puede desear elegirlo para que concuerde con la homilía. También tenéis la opción de escoger las oraciones del principio y del final, el prefacio y la bendición nupcial. Yo recomiendo dejar estas cosas en manos del sacerdote. También tenéis la opción de elegir hasta cuatro lectores para la Primera lectura, Salmo Responsorial (recomiendo un cantor), Segunda lectura y Oraciones de petición. Si se celebra una Misa Nupcial, los lectores deber ser católicos. Sugiero encarecidamente que los lectores elegidos estén acostumbrados a leer en las Misas, o por lo menos, que sepan leer bien en público. Si no sabes de nadie que tenga experiencia en esto, puedes dejar que lea el sacerdote.

Podéis preparar vosotros mismos las peticiones, aunque pocas parejas lo hacen. De hecho, la mayoría prefiere que las lea el sacerdote. Sin embargo, es un bonito detalle que hagáis una lista de los parientes fallecidos y la incluyáis en las peticiones. 17.5 Promesas Sin embargo, debéis elegir vuestras promesas. Estas son las que yo recomiendo: «Yo……, te tomo a ti……, para que seas mi (esposo o esposa). Prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida». Generalmente, el sacerdote va pronunciando los votos y vosotros repetís sus palabras. Por supuesto, si queréis arriesgar un poco, podéis aprender el texto de memoria. La única pareja que recuerdo que lo hiciera así, cuando llegó el momento de las promesas el novio dijo, «Yo Herbert, te tomo a ti, Penélope, para que seas mi esposo…». Yo interrumpí, « ¡esposa, esposa!...». 17.6 Música La buena música religiosa es fundamental en una boda católica. Conviene que os reunáis con el director musical de la parroquia y la seleccionéis con él al menos tres meses antes del gran día. Además, os recomiendo que busquéis un organista y al menos un cantor. 17.7 Formato tradicional de la boda Dentro de los márgenes que permite la liturgia el sacerdote suele tener algunas costumbres adquiridas, pero permitirá ciertos cambios, si así lo solicitan los novios. El novio espera en la puerta con la madrina, mientras los invitados lo hacen en el interior. La novia llega unos minutos antes de la ceremonia acompañada por el padrino. Entran todos y empieza la música. Les siguen los niños que llevan las arras y los anillos. Unos de los detalles que definen una verdadera boda católica es la genuflexión que hacen los novios ante el altar; luego permanecen en pie delante de sus reclinatorios mientras el sacerdote empieza la Misa. Después del Evangelio, el sacerdote se adelanta y todos toman asiento. Generalmente, los novios se disponen ahora a cambiar sus promesas. En realidad, este es el camino ordinario, y también el más teológico, porque subraya que la boda es una oración y una promesa, no un espectáculo para los asistentes. Por último, cuando los novios han pronunciado las promesas y bendecidos los anillos, vuelven a ocupar su sitio. El compromiso matrimonial se ha formalizado. El sacerdote continúa con la oración eucarística, el Padrenuestro y la bendición nupcial. Llega el momento de la Comunión. Después, los novios se arrodillan en acción de gracias por haber recibido el sacramento. El sacerdote pronuncia la oración final. A continuación, la novia suele depositar el ramo de flores al pie de la imagen de la Santísima Virgen, se arrodilla ante ella y le pide ayuda para llegar a ser buena esposa y madre. Los saludos pueden durar, a la salida, aproximadamente media hora o más. 17.8 Irreverencias que hay que evitar La primera, es el mal comportamiento en el altar (o lo que es lo mismo, en el templo). Asistí a una boda en la que dos testigos estuvieron cuchicheando todo el tiempo, y

durante la homilía, hicieron un gesto a la novia, que miró hacia atrás. Entonces, me harté, la miré, le sonreí y me puse el dedo en los labios. Ese comportamiento irreverente en el templo distrae a todo el mundo. En general, es conveniente pedir a los invitados que muestren una actitud respetuosa durante la ceremonia. Una Misa de boda es un acontecimiento sagrado, no un concierto de rock. Otra cosa que puede arruinar una ceremonia es la actuación de un fotógrafo imprudente. En una boda en la catedral de Washington, se presentó un fotógrafo con todos sus pertrechos. En cuanto le vi, supe que me iba a dar problemas. Hizo detenerse a la novia mientras entraba, para disparar su máquina. Se movía continuamente delante de los invitados, distrayéndolos a todos. Pedí al padrino que le animara a permanecer en un lugar determinado para no estorbar la visión de los novios. Como no hizo caso, le amenacé con una expulsión. Otro fotógrafo se situó detrás del altar en la mitad de la ceremonia. Me detuve y le hice señas de que se marchara inmediatamente. Si se trata de una grabación de vídeo, el fotógrafo debe procurar no distraer a las personas moviendo los focos por toda la iglesia. El asunto radica en saber si el fotógrafo es consciente de la santidad del momento. Una boda es un acontecimiento sagrado, no una sesión de fotos. 17.9 Estad preparados para los fallos Una cosa que los novios deben tener en cuenta es que, independientemente de lo bien que hayáis planeado vuestra boda, siempre sucederá algo distinto de lo que habéis pensado; algo raro ocurrirá. En una ocasión, la novia se desmayó en la ceremonia. Un sacerdote olvidó el nombre del novio ¡y era su hermano! La clave es estar preparados para lo inesperado. Aseguraos de contactar con el sacerdote durante la última semana antes del acontecimiento. Un sacerdote (luego llegó a ser obispo), me contó que, en una ocasión, se olvidó de la boda que debía celebrar. Volvía de comer bastante después de la hora de la boda, cuando se encontró con la novia a la puerta de la iglesia. Se le cayó el alma a los pies. Entró y celebró la ceremonia, pero no fue el día más feliz de los novios (ni el del sacerdote). En otra boda, el novio no pudo encontrar el anillo y tuvo que usar el de un amigo casado. Otro sacerdote, bromeando con el novio en la sacristía, le decía, «ahora, si cambias de idea, puedes salir por esta puerta trasera, cruzar el patio y desaparecer». Cuando salió al altar, los invitados estaban riendo. No podía saber la razón, hasta que uno de ellos le dijo, «Padre, el micrófono estaba conectado. ¡Le hemos oído todos!». Novios, no os preocupéis. Sabed que en todas las bodas algo sale mal. No os obsesionéis. En la mayoría de los casos, el sacerdote podrá solucionarlo y ni uno solo de los invitados se enterará. Haced vuestros planes y luego dejad el resto en manos de Dios. 17.10 No os compliquéis Las bodas pueden llegar a ser una prueba para los que intentan vivir la austeridad cristiana. Generalmente pensamos en una boda como el momento para tirar la casa por la ventana. Y algunas veces eso puede llevar demasiado lejos, especialmente en lo que se refiere al agasajo posterior.

He celebrado montones de bodas, y las recepciones más agradables y más impresionantes no fueron las más caras en los hoteles de moda. Dos de mis sobrinas las celebraron en clubs de campo. En general son menos caras que las de los hoteles. En la boda de otra sobrina, sus padres montaron una gran carpa en la parte trasera del patio y allí tuvo lugar la recepción. Una novia tenía un amigo que le ofreció una casa encantadora y elegante, pero sospecho que la fiesta no fue tan cara como en un hotel. Algunas de las más agradables a las que he asistido fueron en el claustro de la parroquia, exquisitamente decorado para la recepción. Otra pareja alquiló por una tarde el jardín de un restaurante que estaba cerrado habitualmente. Una pareja ofreció una cena informal en el hall de la cripta de la iglesia. Los amigos del novio le dijeron que estaban muy contentos de que lo hubiera hecho así, porque disminuía la presión sobre su propia boda. Si somos realmente cristianos, debemos luchar por hacer las cosas agradables, pero no ostentosas. Pensad en la hospitalidad, buena comida y buen vino, pero también en la moderación. Puede ayudaros un poco de imaginación en la elección del local. Otra cosa en la que hay que pensar es en no pasarse en el número de invitados. Tres o cuatro testigos por cada parte puede ser suficiente. Los coches son un gasto más. Una pareja imaginativa alquiló uno, y lo condujo un amigo. ¡Qué gran regalo de boda sería por parte de este! Las flores pueden resultar muy caras, pero si te casas en Navidad o en Pascua, no las necesitarás. El lugar estará cubierto de ellas. Algunas parroquias ponen de acuerdo a las novias que van a casarse en el mismo día para compartir el gasto de las flores empleándolas en ambas bodas. La cuestión es que se trata de hacer las cosas agradables, con gusto, siendo tan acogedores como sea posible, sin gastar un montón de dinero. El dinero que ahorréis puede ir a los pobres o a la Iglesia. 17.11 Resumen Una boda católica comienza con unos vestidos recatados. Buscad al sacerdote más santo para la celebración, y tened una Misa nupcial. Elegid lectores experimentados y buena música religiosa. Pedid al sacerdote que oiga confesiones antes de la ceremonia. Tened una idea general de cómo ha de desarrollarse la boda y si deseáis alguna variación en lo que propone el sacerdote, solicitadlo cortésmente. Elegid unos testigos que no os molesten en el altar y un fotógrafo que sea respetuoso durante la boda. Recordad, no importa cómo lo hayáis organizado, generalmente algo sale mal. No lo penséis ni un segundo. Y por último, tratad de organizar una bonita recepción, pero ejercitad la sobriedad cristiana. Una boda es algo grande, pero Dios lo es aún más. NOTAS: 1. Vaticano II, Gaudium et Spes, nº50; y Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2373. 2. Neil Clark Warren, Finding The Love of Your Life, New York: Simon and Schuster, 1992. 3. «El Señor Jesús, cuando ruega el Padre que todos sean uno, como nosotros también somos uno, (Juan 17, 21-22) abriendo perspectivas cerradas a la razón humana, sugiere una cierta semejanza entre la unión de las Personas Divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta semejanza

demuestra que el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás» (Gaudium et Spes, 24). 4. Este capítulo es una adaptación de un artículo del autor publicado en Fidelity en abril de 1984, titulado «A Basis for Positive Sex Education». Parte de él apareció en su columna mensual «Loves lines» de New Covenant Magazine entre julio de 2001 y enero de 2002. 5. En Marcos 12, 19-31, el Señor nos da los dos grandes mandamientos del amor: amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente; y amar al prójimo como a nosotros mismos. 6. Si amar de este modo no implica la respuesta por parte de la persona amada, Dios, sin embargo, nos promete una recompensa. 7. En Humanae Vitae, el Papa Juan Pablo II habla de determinadas características del amor conyugal: humano, pleno, fiel, exclusivo hasta la muerte, y fecundo. Yo añado público, pues parece indicado en este estudio. 8. Como está descrito en Isaías 62, 4-6. 9. Gaudium et Spes, 49. 10. Ver Connie Marshner, «Cotemporary Dating as Serial Monogamy», «Homiletic and Pastoral Review» Octubre 1998, p. 18. 11. En el cielo, como Dios Padre explicaba a santa Catalina, «el alma siempre me desea [Dios] y me ama, y no me desea en vano: si tiene hambre queda satisfecha y estando satisfecha siente hambre, pero el cansancio de la saciedad y el sufrimiento del hambre están lejos de ella» (Diálogo de Santa Catalina de Siena). 12. Joshua Harris, Boy Meets Girl, Sisters, Oregon: Multnomah Publishers, 2000. Es un libro alentador de cierta belleza poética sobre el último noviazgo de Joshua en los años 90. 13. Elisabeth Elliot, Passion and Purity, Grand Raìds, MI: Fleming H. Revell, 1984. Para su razonamiento, ver capítulo VIII. El libro de Elliot es deliciosamente poético, en relato decididamente cristiano de su propio noviazgo. No obstante, en el tema de los besos, se muestra demasiado conservadora. 14. Steve Word, The ABC of Choosing A Good Husband, Port Charlotte, Fl: Family Life Center Publications, 2001. Aunque Steve y su futura esposa no se besaron hasta después de estar prometidos, Steve recomienda ahora esperar hasta el matrimonio. (Ha hecho un trabajo excelente promocionando Catholic Family Life. www.familylifecenter.net). 15. Karol Wojtyla (Papa Juan Pablo II), Amor y Responsabilidad. El traductor emplea la palabra ternura pero, de hecho, el claro significado del texto (y en polaco) es «afecto». 16. Juan Pablo II, Bienaventurados los limpios de corazón (Esto se opone a la connotación freudiana contemporánea, de que el amor es una mera atracción sexual). 17. Ver Popenoe y Whitehead: «Should We Live Together?» en htpp://marriage.rutgers.edu. 18. «La persona es un bien hacia el que el amor es la única actitud correcta y adecuada». Dicho negativamente, «la persona es la clase de bien que no

admite uso y no puede ser tratada como objeto de uso, y como tal se supone al fin» (Amor y Responsabilidad). 19. ¿Es eros más fuerte cuando te relacionas con el conjunto de la persona? ¡Por supuesto! ¿Eso es peligroso? Sí, sin el poder de transformación del amor de agape. El amor de agape te capacita para canalizar tus deseos más fuertes hacia el servicio a los demás, más que hacia una posesión codiciosa de la persona amada. 20. Esta parte es un extracto de un artículo publicado en la revista Laywitness en julio de 2002, titulado: «Mujeres: la Clave de la Renovación Cultural». 21. Bridget Maher, The Family Portrait, Washington, DC. The Family Reserach Concile, 2002. 22. Edgard O. Laumann, The Social Organization of Sexuality: Sexual Practices in the United States (Chicago: U. de Chicago Press, 1994): la encuesta reciente más autorizada sobre el sexo, según Bridget Maher en The Familia Portrait, Washington, DC: The Family Research Council, 2002. 23. Esto no significa que cualquier acto sexual de amor deba llevar en sí el propósito de tener hijos, pero debe simbolizar el amor conyugal, que en sí mismo ha de estar abierto a una nueva vida. 24. «La castidad significa la integración lograda de la sexualidad en la persona, y por ello en la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual…» (Catecismo de la Iglesia Católica n. 2337). 25. Una vez le dije a un joven que había venido a confesarse que, cuando se viera tentado, pensara en cierto equipo de fútbol. Desgraciadamente, era un mal año para su equipo y me contestó «eso no puedo hacerlo. ¡Es demasiado deprimente!». 26. Versión ligeramente ampliada de un artículo del autor, «A Modesty Proposal», publicado en New Convenant Magazine, en agosto de 1999. 27. Esto puede no ser un tema políticamente correcto en nuestra cultura, pero un sacerdote debe adoctrinar a todos, especialmente a los que ponen en riesgo su salvación. 28. Este capítulo está adaptado de un artículo del autor publicado en julio de 2000, titulado «Women: The Key to Cultural Renewal». 29. Sir 7,19; 26,3; 26,24, New American Bible. 30. Ellie Fein y Sherrie Schneider, The Rules, New York, Warner Books, 1995, pp. 22, 23. 31. Algunas personas se sienten horrorizadas ante la perspectiva de salir con otras diferentes cuando tratan de conocer a alguien. Les parece una «traición». No obstante, esto forma parte del modelo occidental, que consiste en lanzarse a un intenso noviazgo desde el primer momento. Hace cincuenta años no se hacía. Durante algún tiempo salían con muchas personas diferentes hasta que decidían formalizar un noviazgo con alguna de ellas. Este es un criterio mucho más razonable. 32. Connie Marshner, «Contemporary dating as Serial Monogamy», Homiletics and Pastoral Review, octubre 1998, pp. 18-25. 33. Kelly Grover, «Mate Selection Processes and Marital Satisfaction», Family Relations, vol. 34, 1985, pp 383-386. También figura en Neil Clark Warren,

Finding The Love of Your Life, New York; Simon and Schuster, 1992, Finding The Love of Your Life, p. 9. 34. CL Family Foundantions, Marzo-Abril 2001 (The Couple to Couple League), p. 20. 35. ¿Por qué es importante leer las vidas de los santos? Porque fueron unos expertos en humildad, un ingrediente clave para una buena relación. Y la consecuencia, sabían que tenían que morir a sí para amar a Dios y a los demás. Morir a uno mismo es otro elemento clave en el matrimonio. 36. Neil Clark Warren, Finding The Love of Your Life, p. 11. 37. Tom Lasswell y Marcia Lasswell, Marriage and Family, Belmont, CA: Wadsworth Publishing Co., 1987; también figura en Warren, Finding The Love of Your Life, p. 13. 38. Tom Lasswell y Marcia Laswell, Marriage and Family, Belmont, CA: Wadsworth Publishing Co., 1987; también aparece en Warren, Finding The Love of Your Life, p. 13. 39. ¿Son edades condicionadas culturalmente? En absoluto. Si queremos volver a una sociedad predominantemente cristiana, las edades deberían disminuir. La biología recomienda matrimonios más jóvenes. Sin embargo, parece cierto que, con la gran necesidad de cultura en nuestra sociedad altamente tecnificada, nunca volveremos a los matrimonios más jóvenes propios de la cultura agraria (a menos que alguna catástrofe nos haga volver a ello). A los que afirman que han sido educados en una cultura sub-cristiana, yo les replicaría: si hubieras limitado la televisión, si hubieras sido educado en tu casa, si hubieras asistido a un colegio católico, y si hubieras conocido las vidas de los santos, muy bien podrías ser una excepción. 40. Alguien podrá meter baza en algunas ocasiones, «pues mi hermana conoció a un chico estupendo en un pub. Es un marido y padre maravilloso». Esto es como decir, «a mi hermana le tocó la lotería. A uno también puede tocarle». Seguramente. Pero, ¿cuáles son las posibilidades? 41. Se basan, en parte, en los principios 4, 5, 8, 9 y 11 de los 12 de Winnefred Cutler en «The Code of Courtship» en Searching for Courtship: The Smart Woman’s Guide to Find A Good Husband, New York: Villar Books (Div of Random House), 1998, pp. 37-39. En los primeros siete capítulos de este libro aparecen muchos valiosos consejos. Esto, a pesar de su aceptación del sexo prematrimonial. 42. Ver Winnefred Cutler, Searching For Courtship, pp. 57-77. 43. Ver Cutler, pp. 38-39. 44. Ver Cutler, pp. 31, 46, 47, 187. 45. Ver Cutler, p. 38. Para más ejemplos, ver los capítulos II y VI. 46. Ver Cutler, pp. 72-75. 47. Ver Cutler, p. 145. 48. John Harrigan, citado en Laura Doyle, The Surrendered Wife, New York: Simon and Schuster, 1999, p. 191. 49. Helen Andelin, Fascinating Womanhood, New York: Bantam Books, pp. 320, 321.

50. Andelin, pp. 322, 323. 51. Andelin, pp. 327-329. 52. Laura Doyle, The Surrendered Wife, p. 180. 53. Andelin, p. 42. 54. David y Popenoe y Bárbara Dafne Whitehead, profesores de Ciencias Sociales en la Rutgers University, mencionan un estudio de 1992 según el cual las parejas que han cohabitado tiene un 46% más alto de divorcio que las que no han cohabitado. «Should We Live Together?» en http://cohabitors.rutger.edu. Hay quien sugiere que los que desean cohabitar son menos convencionales y menos dispuestos al matrimonio. ¡Por supuesto! La Iglesia no está sugiriendo que la gente mantenga sus criterios mundanos y deje de cohabitar. Nosotros animamos a adoptar auténticas actitudes cristianas respecto al sexo y al matrimonio y, por lo tanto, evitar la cohabitación y una cifra de divorcios de aproximadamente un 74%. 55. Ver, por ejemplo, The Way of The Lord Jesus, Volume III Living a Christian Life, Quince IL: Franciscan Press, 1993, p. 642. Grizes reconoce que cualquiera de los dos, el marido o la mujer, puede llevar a cabo la estimulación. Ver también, John R. Cavanagh, Fundamental Marriage Counseling, Milwaukee: Bruce Publishing Co., 1962, p. 170. 56. El valor «personalista» de tener hijos, antes del Concilio Vaticano II solía pasarse por alto. Hay quienes, desgraciadamente lo consideraban un «fin biológico». 57. Julian Simon, fallecido en 1998, fue miembro del Cato Institute. La revista Fortune le nombró una de las 150 Grandes Mentes de 1990. Graduado de Harvard, obtuvo el título de doctor por la University of Chicago, Business School. En 1980 Simon apostó con quien quisiera, que cualquier artículo básico (trigo, aceite, metales, lo que fuera) diez años después sería más barato. Paul Erlich, el alarmista sobre el tema de la población, aceptó la apuesta, y eligió cobre, cromo, níquel, estaño y tungsteno. Todos ellos cayeron de precio espectacularmente. Erlich tuvo que pagar. La teoría de Simon era que la gente encuentra, produce y crea más recursos que los que emplea. 58. Julian Simon, The Ultimate Resource II, Princeton, NJ. Princeton University Press, 1996, p. XXXI. 59. En los años 90, el estadístico danés Bjorn Lomborg leyó un artículo de Simon en el que afirmaba que los profetas del desastre estaban equivocados. Lomborg estaba convencido de que Simon no era más que un propagandista de derechas y reunió a algunos de sus alumnos más inteligentes para demostrarlo. Ante la sorpresa general, descubrieron que ¡Simon tenía razón! Lomborg publicó sus investigaciones en The Skeptical Enviromentalist: Measuring The Real State of The World (Cambridge University Press, 2001). 60. Peter Drucker, Management Challenges for The 21 st Century, New York: Harper Collins, 1999, p. 44. 61. Por supuesto, esto es una simplificación. El argumento teológico es como sigue: el don procreador es siempre bueno en sí mismo, es un don básicamente humano. La anticoncepción actúa directamente contra este bien. Siempre es inmoral actuar contra un bien básicamente humano. De Ronald Lawler, OFM Cap., Joseph Boyle, Jr., y William E. May, Catholic Sexual Ethics, Huntington, IN: Our Sunday Visitor, 1985, pp. 159.

62. Juan Pablo II, Familiaris Consortio, n. 32. 63. Familiaris Consortio, n. 32. 64. La charla más convincente sobre el uso de la anticoncepción por parte de las parejas, puede obtenerse en la cinta: «Contracepción: Why not!», de Janet Smith. Se puede conseguir en One More Soul, 1-800-307-7685, www.OMSoul.com. 65. Nona Aguilar recibió 164 respuestas al cuestionario que, a mediados de los ochenta, envió a varias parejas de distinto ambiente social, cultural y religioso que usaban la planificación familiar natural. Solamente una de las 164 se había divorciado (Nona Aguilar, The New-No Pill, No-Risk Birth Control, New York: Ramson 1986, p. 188). John y Sheila Kippley calculan una tasa de divorcios entre uno en 50 y uno en 20, comparado con la tasa nacional de uno de cada dos. (John y Sheila Kippley, The Art of Natural Family Planning, Cincinnati, OH: Couple to Couple League, 1996, p. 288). Los estudios no son exhaustivos, y no incluyen a aquellos que nunca usaron cualquier clase de control de natalidad. Sin embargo, indican que en USA, la tasa de divorcios es mucho más alta entre las parejas que los emplearon, que entre las que usaron la planificación familiar natural. 66. Herbert Ratner, «Cooperate with Nature», un capítulo en Human Life Education, un libro de Anthony Zimmerman. El Dr. Ratner, un judío convertido al catolicismo, presentó este trabajo en una conferencia en el X congreso de The Fellowship of Catolic Scholars en 1987. La conferencia se puede encontrar en www.ewtn.com/library/FAMILY/NATURE.htm. Ver p. 5. 67. Sheila Kippley, «Summary of Natural Mothering, Breast Feeding and Child Spacing Program» en www.ccli.org/breastfeed/bresfsum.ahtml. Dice que, haciendo uso de las técnicas de planificación natural, la tasa de fertilidad, aunque se añadan alimentos sólidos a la dieta del niño, puede reducirse del 6 al 1%. El 70% de las mujeres que usan su método de «amamantamiento ecológico» tuvieron la primera menstruación entre los 9 y 20 meses, cuando la cifra es de 15 meses. Ver también Sheila Kippley, Breastfeeding and Natural Child Spacing, 2ª edición Cincinnati OH: Couple to Couple League, 1989. 68. Vandell D.L. & Corasantini M.A. «Childcare and the Family: Complex contributors to child development» in McCartney. K. Childcare and Maternal Employment, San Francisco: Josey-Bass, Inc. 1990. (Ver www.jbassc.demon.co.uk/watch/researchday care). 69. Violata C.& Russell C. «Effects of non-maternal care on child development: a meta-analysis of published research», ponencia presentada en el LV congreso anual de la Canadian Psychological Association. Penticon, British Columbia 1994 (ver www.jbassoc.demon.co.uk/watch/researchday care). 70. Haskins R., «Public School agresión among children with varying daycare experience» Child Development, vol.56, 1985, p.689-703. (Ver www.jbassoc.demon.co.uk/watchresearchday care). 71. Sheryl Gay Stolberg, «Link Found Between Behavioral Problems and Time in Child Care», New York Times, 19 de abril de 2001. El estudio empezó en 1990 y se refería aproximadamente 1.100 niños de 10 ciudades muy diferentes. Hasta la fecha, se le considera el estudio más exhaustivo sobre las guarderías. También aparece en Gregory Flanagan, «Daycare Is Harmful to Children», en Liberation Journal, en www.libertocracy.com/Webessays/social/family/daycare/harmful, pp. 2, 3.

72. Amy Dacyczyn, The Complete Tighwad Gazette, New York: Random House, 1999; y The Tighwad Gazette: Big Money Saving Guide, Gramercy Press, 2002. 73. Ray, Brian D, A Nationnwide Study of Home Education, Salem, OR: National Home Institute Education Institute, 1990. Ver Home Education Reserach Fact Sheet Ic at national Home Education Research Institute p. web, www.nheri.org/content.php?menu=1002&page-id=24, p. 1. 74. Larry E. Syers, «A Comparison of Social Adjustment Between Home and Traditionally Schooled Students», Home School Researcher, 8 (3), 1992, pp. 18. Ver Home Education Research Fact Sheet IIb en Home Education Research Institute, www.nheri.org/content.php?menu=1002&page_id=27, p.2. 75. Mary Kay Clark, Catholic Home Schooling, p.80. 76. ¿A qué se debe esta condición? Porque si creemos que la fe católica fue establecida y corroborada por Jesucristo, el mismo Dios (Mt 18, 20), existe la obligación moral de educar a los hijos en esa misma fe.