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Novena de San Pedro Apóstol Varón humilde, apóstol de una idea, de grave unción y de valor provisto, anduvo el pescador

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Novena de

San Pedro Apóstol Varón humilde, apóstol de una idea, de grave unción y de valor provisto, anduvo el pescador de Galilea predicando la ley de Jesucristo. Roma fue su escenario y su presea, la fe era el arma de que estuvo listo, la visión de la gloria fue su Dea, su futuro… un Calvario como Cristo.

Fue su voz cual la miel de los panales, era rima de dulces madrigales, elocuencia de amor embellecida; Pues por él, en las tristes catacumbas, que de los vivos fueron como tumbas, la religión de cristo fue esparcida.

Clementísimo Jesús, Señor y Dios mío, tiernísimo Padre de las almas, fuente inagotable de misericordia y gracia, Pastor divino, cuya vida se ofrece sacrificio por vuestras ovejas, aquí tenéis, Dios mío, una de ellas, que con la más monstruosa ingratitud huyó de vuestro aprisco, despreció vuestros beneficios, rehusó vuestros halagos, renunció vuestros favores, abandonó vuestra ley santa. ¡Oh benignísimo Jesús! ¿Quién hubiera creído que una criatura sacada de la nada, adornada de vuestra gracia en la adopción filial del bautismo, enriquecida con los demás sacramentos se había de rebelar contra su Creador? ¿Cómo fue posible, que de hijo vuestro muy amado, de heredero de vuestro reino, me haya convertido en esclavo de Satanás, y reo de eternos tormentos? ¡Oh culpa abominable! ¡Oh detestable pecado! ¡Qué trastorno tan formidable, qué trasformación tan horrorosa ha causado en mi alma! ¿De qué remedio me valdré cuya eficacia pueda restituirme la salud de mi alma? ¿Qué

deberé hacer, Dios para satisfaceros, para desenojaros? ¿Qué queréis que haga, Señor? Rendido estoy como Pablo a vuestros pies: todo el infierno me parece poco castigo de un atrevimiento contra mi Dios. Tan indignado estoy contra mi culpa, que yo mismo me sepultaría en él si en él pudiera amaros. Pero, ¡Oh Jesús clementísimo! Si mis culpas me han cerrado las puertas del cielo, vuestra misericordia ha puesto sus llaves en las manos de vuestro amado Pedro, aquel mismo que perjuró negándoos ¡Oh, qué aliento tan grande para que no desfallezca el infeliz que tuvo la desgracia de ofenderos! Pedro perjuro, Pedro infiel, Pedro desconocido, ingrato, cobarde, abandona a su buen Maestro en la mejor ocasión: y este mismo Pedro es a quien se le entrega llaves de la gloria, la potestad de perdonar los pecados: se le constituye Príncipe de los Apóstoles, primer Pontífice de la Iglesia y Piedra fundamental sobre que se edifica. ¿Qué hizo Pedro, Jesús mío, para alcanzar tanta elevación después de tan terrible caída? Arrepentirse, pedir perdón, llorar su culpa constantemente. ¡Oh lágrimas, venid a mis ojos! ¡Oh contrición, oprimid y despedazad mi corazón, que quiero morir anegado en mi llanto a los pies de mi ofendido Jesús! Me pesa tanto, Jesús mío, el haberos ofendido, que sólo mis lágrimas os lo pondrán explicar. Estoy tan arrepentido de mis culpas, que la misma confesión de ellas y mi enmienda, será el mejor testimonio de mi arrepentimiento. Tengo tanta confianza en vuestra misericordia, cuanto me inspira

Dadme el corazón de Pedro, sus lágrimas y dolor. Clemencia, Señor, clemencia, tened de mi compasión; salvadme, que solo Vos mi Señor, mi salvador. Dadme el corazón de Pedro, sus lágrimas y dolor.

Dadme el corazón de Pedro, sus lágrimas y dolor. Pequé, Señor, más me pesa de todo mi corazón el haberos ofendido solo por ser Vos quien sois. Dadme el corazón de Pedro, sus lágrimas y dolor. Si mis lágrimas no bastan a lograr mi petición, las de Pedro con las mías ofrezco con su misión. Dadme el corazón de Pedro, sus lágrimas y dolor. Yo soy la oveja perdida, Vos, Señor, sois el pastor, yo me perdí por mi culpa, Tú me buscas por amor. Dadme el corazón de Pedro, sus lágrimas y dolor. Ingrato, llegue a ofenderte, llegué a negarte, traidor, obré contigo como hombre, Vos conmigo como Dios.

el perdón que concedisteis a mi padre San Pedro, y las gracias y distinciones con que le colmasteis. ¡Oh Jesús clementísimo! Si tanto puede un dolor de contrición, aumentad el que tengo, hasta hacerme morir de dolor, y concededme por los merecimientos de vuestra vida, pasión y muerte, y por las ardientes lágrimas de Pedro, la perseverancia en vuestra divina gracia hasta el fin de mi vida. —Amén.

¡Oh amantísimo y divino pastor de las almas! Que el amor de vuestras ovejas se hizo recomendarlas por tres veces a vuestro Vicario Pedro, encargándole las apacentase. Yo, amantísimo y supremo Pastor mío, confieso en vuestra presencia, que me hice sordo a vuestros llamados en las inspiraciones que habéis mandado a mi corazón, y he rechazado, despreciado igualmente los reclamos y voces de vuestros ministros en el quebrantamiento de vuestros preceptos y los de vuestra Iglesia. Pero con todo, dulcísimo Jesús mío; aunque tan grande pecador, no soy obstinado, y por eso recurro a Vos en esta Novena, en que valiéndome de vuestro encardado Pastor, os pido por su intercesión dirijas a mi corazón una mirada, tan tierna como aquella con que convertisteis a mi padre San Pedro. ¡Ay Jesús mío! Con esta bastaría para deshacer en llanto el corazón más empedernido: esta mirada tierna os pido, Señor,

para perfeccionar y llevar a su debido punto mi resolución, que es morir llorando, y llorar muriendo de dolor. —Amén. (La siguiente oración se varía cada día)

Jesús, Señor y Dios mío, mi ofendido Redentor, a tus pies arrepentido vengo a pediros perdón. Dadme y corazón de Pedro, sus lágrimas y dolor.

Gloriosísimo Príncipe de los Apóstoles, Cabeza visible de la Iglesia de Jesucristo y primer Pontífice de ella, que siendo la piedra sobre que tu divino Maestro quiso fundarla, y mi alma una de las que componen esta Iglesia Santa, estás tan interesado en su conservación y aumento; suplícote, padre mío, por el celo que tienes de la honra de Dios y organización del Cuerpo místico de la Iglesia militante, intercedas con tu buen Maestro Jesús, para que, labrando y puliendo mi alma con el escoplo de la tribulación y penitencia quite de ella la fealdad y corrupción con que mis culpas la han desfigurado, restituyéndole la hermosura con que su divina gracia la adornó en su bautismo, con la cual merezca ser digno miembro de la Iglesia triunfante. —Amén.

(Aquí se rezan tres credos por las tres negaciones)

Si las lágrimas de Pedro tanto pudieron con Vos que os obligaron piadoso a olvidar su negación. Dadme y corazón de Pedro, sus lágrimas y dolor. Bien sabes, Señor, bien sabes que no tiene el pecador, otro remedio a su culpa que el dolor de contrición. Dadme y corazón de Pedro, sus lágrimas y dolor. Perdonadme, Padre mío, misericordia, Señor: Perdonadme, que os pido por tu sagrada pasión.

San Pedro, gloria de los protomártires romanos, San Pedro, anciano coronado, San Pedro, proto-corifeo de la Iglesia, San Pedro, Vicario de Cristo, San Pedro, siervo de los siervos de Dios, San Pedro, dulce Cristo en la Tierra, San Pedro, que apacientas los corderos del Padre, San Pedro, que apacientas las ovejas en el Hijo, San Pedro, que apacientas las ovejas con el poder del Espíritu Santo, San Pedro y San Pablo, unidos en la gloria del Cielo, rueguen por nosotros V. Ruega por nosotros, san Pedro apóstol. R. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo. Oremos "Señor, nuestro Padre, que conoces los corazones de tus hijos, haz que, por la fuerza del Espíritu Santo, tu Iglesia crezca siempre en la fidelidad y en el amor a tu Hijo Jesús, a Quien san Pedro ha amado más que todos. Por el mismo Cristo, nuestro Señor. Amén

Santísimo padre, primer Sumo Pontífice de la Iglesia Santa, protector mío, por aquella gracia y predilección con que nuestro Redentor Jesús te distinguió en su amor, por la abundancia de tus lágrimas y eficacia del dolor con que lloraste a ver negado a tu amabilísimo Maestro, por la prontitud con que te arrepentiste de tu infidelidad, te suplico seas mi intercesor en la presencia de Dios, para que yo alcance el perdón de mis pecados. ¡Oh Padre y abogado mío! ¿Qué hubiera sido de ti si el amante Corazón de Jesús no hubiera herido el tuyo con aquella tierna mirada? ¿Qué hubiera sido, si no hubiera mandado que el gallo te cantase, para recordarte la negación que te anunció? Pues si por haber negado tres veces necesitaste de tan poderosos auxilios, ¿Cuáles y cuán eficaces los necesitaré yo, infeliz de mí, que negado tantas a mi Jesús, cuánto lo he ofendido cuya multitud solo El mismo sabe? ¿Y será posible que teniendo yo un abogado como tú no alcance el mismo perdón? ¿Será posible que teniendo tú las llaves del cielo me niegues la entrada? ¿qué teniendo tú la potestad de absolverme me levantes sin absolución? Y si por las lágrimas y el dolor alcanzaste, tú, no sólo el perdón de tus culpas, sino las demás gracias con que fuiste distinguido de Jesús ¿Será posible que te niegues a alcanzarme lágrimas que tengan la misma eficacia, dolor que me alcance el mismo perdón? ¡Ay, amado padre mío! Confío tanto

en tu protección y en la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo, que no sólo espero su perdón, no solo lo pido para mí, sino que me extiendo hasta suplicarlo para todos los pecadores, especialmente los que se hallan presentes y me acompañan en esta Novena; y con la misma te ruego alcances de Nuestro Señor Jesucristo la exaltación de la Santa Iglesia; la conversión de los infieles y herejes; la felicidad y acierto en el gobierno de la cristiandad a todos tus sucesores; la paz y concordia entre los príncipes cristianos y la perseverancia en la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, de todos tus devotos, para que unidos en la gloria, alabemos contigo a la Beatísima Trinidad, por todos los siglos de los siglos. —Amén.

Gloriosísimo y bienaventurado Pedro que, a la primera noticia que te dio tu hermano Andrés, del Mesías, corriste a verlo y mereciste del divino Maestro que te trocase el nombre de Simón, que antes tenías, en misterioso nombre de Cephas, que quiere decir Pedro, declarándote desde entonces discípulo de tan soberano Maestro. Te suplico, padre, abogado y protector mío, que por esta vocación y por tu prontitud en seguir a Jesucristo, me alcances de tu divino Maestro un corazón noble y pronto a recibir las inspiraciones de su santa gracia, para que por ella

San Pedro, liturgo de la verdadera Pascua, San Pedro, heredero del Eterno, San Pedro, profeta de los últimos tiempos, San Pedro, ministro de los circuncisos, San Pedro, vigor de los enfermos, San Pedro, patrono de los huérfanos, San Pedro, sostén de las viudas, San Pedro, benefactor de los pobres, San Pedro, domador del león rugiente, San Pedro, delator de Simón, el mago, San Pedro, vencedor de la antigua Serpiente, San Pedro, nuevo Abraham en la tierra de los Césares, San Pedro, cabeza de una estirpe elegida, San Pedro, cabeza de la Nación santa, San Pedro, cabeza del sacerdocio real, San Pedro, hacedor de nuevos creyentes, San Pedro, custodio místico del Reino de los Cielos, San Pedro, portador de las llaves de la Casa de David, San Pedro, fundamento de la Iglesia, San Pedro, que nos llamas a la Vida, San Pedro, brote de esperanza, San Pedro, alegría de la Ciudad de Dios, San Pedro, sello de la Tradición, San Pedro, invocado por los atribulados, San Pedro, Pastor en Antioquía, San Pedro, Pastor y Patrono de la Roma cristiana, San Pedro, mártir crucificado, San Pedro, príncipe de los mártires,

San Pedro, con los Once en la Ascensión, San Pedro, con María y la Iglesia en Pentecostés, San Pedro, lleno del Espíritu Santo, San Pedro, que bautizaste a cinco mil (hermanos), San Pedro, faro de la nueva Luz, San Pedro, modelo del rebaño, San Pedro, elector de Matías, San Pedro, elector de Esteban, San Pedro, instructor de Marcos, San Pedro, anhelo de la Iglesia orante, San Pedro, encadenado por Cristo, San Pedro, gozoso en la persecución, San Pedro, liberado por un ángel, San Pedro, conforme a Cristo, San Pedro, testigo del sufrimiento, San Pedro, partícipe de la gloria futura, San Pedro, taumaturgo de Lydda, San Pedro, iluminado en Giaffa, San Pedro, que has confirmado a Pablo, San Pedro, consuelo de los hermanos, San Pedro, familiar de los ángeles, San Pedro, arca del Maná escondido, San Pedro, arca de la Verdad, San Pedro, arca de la Caridad, San Pedro, juez justo, San Pedro, juez en la resurrección futura, San Pedro, administrador fiel, San Pedro, signo de unidad, San Pedro, signo de reconciliación,

abrace desde luego la vida mortificada y resuelva la verdadera forma de la vida mía, comenzando con un verdadero dolor y arrepentimiento de mis pecados, por cuyo medio alcance la vida eterna. —Amén.

¡Oh padre mío!, favorecidísimo discípulo de mi Señor Jesucristo, que en la milagrosa pesca que hiciste por mandato y en nombre de tu soberano Maestro, estaba simbolizada la prodigiosa pesca que habías de hacer de hombres y almas para el cielo. Suplícote, pescador mío, muy amado, intercedas por mí con Nuestro Señor Jesucristo, para que su gracia imprima en mi alma tu sello, que es el sello del pescador con el cual quede dulcemente preso en consuelo del amor divino y envuelto en las redes de la divina gracia, por cuyo medio mi corazón compungido del dolor de mis pecados, salga deshecho en llanto por los ojos imitando los tuyos. —Amén.

Clementísimo Pedro, que por tu amor a nuestro Señor Jesucristo, viéndole andar sobre las aguas quisiste imitarle, pidiéndole te lo concediese para llegar a Él con más prontitud, como lo conseguiste.

Ruégote, padre mío amantísimo, me alcance de Nuestro Señor Jesucristo un deseo eficacísimo de seguirle de cerca, con tanta fe y caridad, que sin sumergirme en las aguas corrompidas del proceloso mar de las culpas, sea conducido por la mano de la divina Providencia, hasta llegar a la vida eterna. — Amén.

Fidelísimo y dichosísimo Pedro, cuyo amor tu divino Maestro, viendo que otros muchos a sus discípulos le abandonaron por faltarles fe y docilidad en la creencia de la misteriosa doctrina con que les instruía, os hizo confesar tu amado Maestro por el Mesías prometido, ratificándolos en la fe con tu ejemplo. Suplícate, abogado mío, intercedas con Nuestro Señor Jesucristo, que infundiendo en mi alma una fe viva, le confiese, adore y ame hasta lograr darle y gozarle en la vida eterna. —Amén.

¡Oh dichosísimo Pedro!, que habiendo sido, escogido de tu divino Maestro para ser testigo de su transfiguración en el monte Tabor, gozaste aquella visón del esplendor de su divinidad, en que inundado tu corazón, quisiste construir tabernáculo para que permaneciese con Elías y Moisés en aquel lugar de

San Pedro, profeta del Reino, San Pedro, roca unida a la Piedra Viva, San Pedro, roca inquebrantable, San Pedro, roca fundamental, San Pedro, Roca escondida en la Mano de Dios, San Pedro, roca prolífica, San Pedro, roca protectora en el desierto, San Pedro, roca de testimonio, San Pedro, roca de refugio, San Pedro, roca del anuncio evangélico, San Pedro, roca de obstáculo, San Pedro, roca que aplasta las puertas del infierno, San Pedro, roca de la sombra que sana, San Pedro, roca que sacia la sed, San Pedro, roca del Templo de Dios, San Pedro, roca más preciosa que el oro, San Pedro, rama de la verdadera vida, San Pedro, el primero de los apóstoles, San Pedro, fortaleza del Altísimo, San Pedro, con Santiago y Juan en la Luz del Tabor, San Pedro, con Santiago y Juan en las tinieblas de Getsemaní, San Pedro, con Santiago y Juan, columnas de la Iglesia naciente, San Pedro, con Juan, custodios del Cenáculo, San Pedro con los Doce, (cuyos pies fueron) lavados por Cristo, San Pedro, con Juan en el Sepulcro, San Pedro, con los Once en la Pascua,

San Pedro, apóstol del Nazareno, San Pedro, abierto a los signos de los tiempos, San Pedro, operario de la primera hora, San Pedro, amigo del Señor, San Pedro, pecador redimido, San Pedro, que te elevas sobre los juicios humanos, San Pedro, que has vencido la carne y la sangre,

gozo. Ruégote me alcances de Nuestro Señor Jesucristo el mismo conocimiento que lograste, para que conociéndole y amándole, me arrepienta de haberle ofendido y alcance su divina gracia. —Amén.

San Pedro, Ojo luminoso de la Cabeza de Cristo, San Pedro, bendito entre los Doce, San Pedro, inspirado del Cielo, San Pedro, baptizador de la penitencia, San Pedro, operador de prodigios mesiánicos, San Pedro, yerno considerado, San Pedro, que caminas sobre las aguas, San Pedro, salvado por la Mano de Jesús, San Pedro, portavoz de los hermanos, San Pedro, hijo de la luz, San Pedro, que has proclamado a Cristo, San Pedro, que has seguido a Cristo, San Pedro, que has escuchado a Cristo, San Pedro, que has despertado a Cristo, San Pedro, que has imitado a Cristo, San Pedro, que has orado a Cristo, San Pedro, que has defendido a Cristo, San Pedro, que has renegado de Cristo, San Pedro, que has llorado por Cristo, San Pedro, que has reconquistado a Cristo, San Pedro, que has amado más que todos a Cristo,

¡Oh bienaventurado y favorecido Pedro! Que mereciste ver a tu divino Maestro arrodillado a tus pies para lavarlos, resignando tu humildad y resistencia a la voluntad del soberano Redentor, que quería purificarte de toda mancha Suplícote, Padre mío amantísimo, que, mediante tu intercesión, merezca yo del mismo Señor, ser lavado en las aguas saludables de la penitencia, mezcladas con las abundantes lágrimas de mis ojos, prevenidas de un verdadero dolor de contrición, que me consigas el perdón de mis pecados y la remisión de ellos hasta el fin de mi vida. —Amén.

San Pedro, que reconoces al Padre en la Palabra del Hijo,

¡Oh! Beatísimo y santísimo padre de la Iglesia y abogado mío, San Pedro, que ilustrado, fortalecido e inflamado tu espíritu con las llamas del divino fuego del Espíritu Santo, lograste con indecible gozo en tu primer sermón tantas conversiones, que bastaron

para establecer y plantar la Iglesia de Jesucristo, defendiéndote el mismo Señor de la persecución de los judíos y librándote por ministerio de un ángel de la cárcel y de las cadenas de Herodes. Ruégote protector mío, me consigas por virtud del mismo Espíritu Divino, la comunicación de sus dones, para que por ellos me vea desatado de las cadenas de mis culpas y libre de las cárceles del infierno. —Amén.

¡Oh triunfante y venerado Pedro!, adorado padre mío, que habiendo plantado la Iglesia Católica y establecido la Silla Pontificia en Roma, Cabeza del mundo cristiano, conseguiste coronar tu trabajosa vida con la inmarcesible corona del martirio, que lograste con gozo tuyo en una cruz, suplicando, por reverencia y para mayor tormento, se pusiese la cabeza donde el divino Redentor puso los pies. Suplícote, padre mío, por el triunfo con que entraste en la Iglesia a tomar posesión de la potestad que te fue dada en la tierra, alcances de Nuestro Señor Jesucristo, para mí la confirmación de la absolución e indulgencia plenaria, que espero de vos, como de mi especial patrón y abogado, con la cual, remitida la pena que merezco por mis culpas, me reconozcas e introduzcas en las celestiales mansiones de la gloria. —Amén.

Señor, ten piedad Cristo, ten piedad Señor, ten piedad Cristo, óyenos Cristo, escúchanos Dios Padre Celestial, ten piedad Dios Hijo Redentor del mundo, Dios Espíritu Santo, Santa Trinidad, un solo Dios, Santa María, Reina de los apóstoles, ruega por nosotros (en adelante se responde así) Santa María, Madre del Verbo encarnado, Santa María, Reina de la Iglesia universal, San Pedro, Simón de Betsaida, San Pedro, hijo de Jonás, San Pedro, hermano de Andrés, (que fue) el primer (apóstol) llamado, San Pedro, compañero de los hijos de Zebedeo, San Pedro, pescador del Mar de Galilea, San Pedro, hijo del Israel de Dios, San Pedro, conducido por Andrés hacia el Mesías, San Pedro, oveja perdida y encontrada, San Pedro, nueva criatura, San Pedro, investido de un nombre nuevo,