Norberto Bobbio, Imperialismo.

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Imperialismo 1. INTRODUCCIÓN. Si los fenómenos que normalmente se vinculan con la expresión "i.” —expansión violenta por parte de los estados o de sistemas políticos análogos del ámbito territorial de su influencia o de su poder directo y las formas de explotación económica en perjuicio de los estados o pueblos sometidos que van unidas normalmente a estos fenómenos— se han manifestado, con formas y modalidades diversas, en cada época de la historia, la expresión es en cambio relativamente reciente (B. Semmel considera que se fue consolidando a partir de 1870 en la Inglaterra victoriana para designar la política de Disraeli, dirigida a reforzar la unidad de los estados autónomos del imperio, o sea a crear la imperial federation) y solamente hacia finales del siglo xix se inició el estudio sistemático de dicho conjunto de fenómenos, surgiendo entonces las primeras teorías del i., dando vida a un tipo de análisis que no ha dejado de desarrollarse cuantitativa y cualitativamente hasta nuestros días. Esto depende evidentemente del hecho de que en los últimos decenios del siglo xix (especialmente una vez terminados los procesos de unificación italiana y alemana en 1870) se inició una fase histórica caracterizada por una especial intensidad y calidad de los fenómenos imperialistas. En efecto, entre 1870 y el estallido de la primera guerra mundial tuvo lugar la repartición casi completa de África entre los estados europeos y la ocupación (con participación del Japón y en menor escala de Estados Unidos) de amplios territorios de Asia, que quedaron subordinados a la influencia europea (China, Persia, imperio otomano). Concluida esta fase, entre 1914 y 1945 se desarrolla el i. particularmente agresivo de Alemania, que intenta dos veces alcanzar su hegemonía en Europa; del Japón, que intenta hacer lo mismo en Asia; de la Italia fascista. Que ocupa el último territorio independiente de África (Etiopia) e intenta llevar a cabo, en una posición de alianza subordinada respecto a la Alemania nazi, un proyecto hegemónico más limitado en el área del Mediterráneo. Después de 1945 se agotó el proceso imperialista de los estados europeos y del Japón v se produjo el proceso de descolonización. Pero el fenómeno del i. ha continuado manifestándose, obviamente bajo formas diversas, ya sea a través de las relaciones hegemónicas instauradas entre las dos súper- potencias y los estados de su bloque correspondiente, ya sea a

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través de la política neo- colonialista practicada sobre todo por Estados Unidos (y en menor escala por las otras potencias capitalistas). De lo dicho se comprende el surgimiento y el desarrollo de la amplia temática representada por las teorías del i., las cuales tienen esencialmente por objeto el estudio de los fenómenos imperialistas de nuestra época, sin excluir en muchos casos la confrontación con otras épocas o el intento de elaborar teorías más generales, relativas a los fenómenos imperialistas de cada época. En las raíces de este hecho existe sin embargo, en nuestra opinión, una actitud de crítica y de rechazo del i., cada vez más difundida, incluso en los países imperialistas, en escala mundial (en correspondencia al hecho de que con la expansión imperialista europea todo el mundo se transforma por primera vez en un sistema interdependiente), y que tiene su fundamento en último término en el hecho de que el i. aparece como contradictorio respecto del principio de la autodeterminación nacional establecido por la revolución francesa y reafirmado por la revolución soviética. Es en efecto significativo que las teorías del i. estén en su gran mayoría orientadas desde un punto de vista contrarío al i. y la misma expresión “i." haya ido adquiriendo velozmente, después de haber surgido con una connotación positiva, un significado generalmente negativo — interrumpiendo de esta forma una tradición histórica en la que la expresión "imperio", de la que deriva la de "i.", tenía también un significado positivo, entendiéndose entonces (como puede verse, por ejemplo, en el De monarchia de Dante Alighieri) como sinónimo de paz internacional. Una vez establecido esto, procederemos a enumerar los puntos esenciales de las principales teoría*, del i., las cuales se pueden clasificar en cuatro grupos básicos: las teorías de inspiración marxista. Que hasta tiempos recientes han sido las más difundidas; las de orientación socialdemócrata, entendidas en una línea que se distingue ya sea del liberalismo, ya del marxismo revolucionario; la interpretación liberal; la interpretación fundada en la teoría de la razón de estado. II IAS PR1NC1PAI.ES TEORIAS MAKXJSTAS DEL IMPERIALISMO.

Antes que todo conviene precisar al respecto que en las obras de Marx no se encuentra una teoría específica del i., ni pollo tanto un uso de dicho término en su acepción moderna, y sólo cabría señalar algunas apreciaciones más bien generales a

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dicho problema en sus escritos sobre el colonialismo. neocolonialismo y del subdesarrollo, ha surgido adeSu contribución fundamental al estudio del i. está en más el intento por dar una explicación del i. soviético la teoría acerca de las contradicciones del capitalismo en términos marxistas. moderno (en especial sobre la baja tendencial de la I. La teoría del subconsumo. La explicación del tasa de ganancia y el problema de la realización del i. formulada por R. Luxemburg se basa en la plus- valor, considerados como factores esenciales del inserción en el ámbito del planteamiento proceso histórico contemporáneo destinado a marxista de la teoría del subconsumo eladesembocar en la revolución socialista), a la cual se borada anteriormente fuera de este marco han referido más o menos fielmente sus seguidores teórico y que se atribuye sobre todo a que han elaborado las diversas teorías marxistas del i. Malthus. Sismundi. Rodbertus y Hobson, y Éstas, en efecto, aun divergiendo netamente entre que puede tener cierta relación con las tesis ellas en la formulación de los aspectos específicos de Marx respecto al problema de la contradictorios del sistema productivo capitalista que producción de plusvalor. Se puede resumir la llevan al i., están de acuerdo en que. en la fase de teoría del subconsumo, según la versión de pleno desarrollo de tal sistema que empieza Luxemburg, diciendo que, ya que la clase precisamente en los últimos decenios del siglo xix, trabajadora tiene inevitablemente un bajo todas las formas de violencia internacional se poder adquisitivo, siendo mantenida en un originan en definitiva o de modo predominante en las nivel de vida miserable a consecuencia de las contradicciones estructurales del capitalismo, el cual leyes objetivas de la acumulación capitalista, en este periodo llega a instrumentar cada vez más es indispensable, para que pueda ser eficazmente el estado a los propios fines. Por otro absorbida toda la producción normal, la lado el i. aparece como el instrumento fundamental existencia de una “tercera persona". de un para enfrentar, exportándolas al plano internacional comprador externo al sistema capitalista. En —a través de la explotación de otros pueblos y la resumen, debe existir un mundo no capitalista posibilidad de hacer concesiones a la clase obrera de junto al capitalista, a fin de que el las metrópolis capitalistas—, las contradicciones del funcionamiento de este último no se capitalismo y por tanto para prolongar su obstruya. En las primeras fases del desarrollo sobrevivencia. Estrechamente vinculada a estas tesis capitalista, la tercera persona estaba existe la convicción de que la eliminación de los representada por la economía rural, que coefenómenos del i. y de la guerra es solamente posible a xiste todavía junto a la capitalista. Pero en través de la superación del capitalismo y que, por otra una fase sucesiva, como consecuencia de la parte, ésta será posible debido a las profundas crisis, transformación en sentido capitalista de tal potencialmente revolucionarias que el capitalismo sector, los mercados internos ya no bastan y tiende indefectiblemente a producir precisamente se hacen indispensables los mercados extercomo consecuencia de sus manifestaciones nos para dar salida a la producción, los cuales imperialistas. se adquieren con la conquista de las colonias. Las teorías marxistas más importantes del i. son las Ya que las áreas de explotación eran de Rosa Luxemburg y las de Lenin. Después de la limitadas, antes o después los conflictos se segunda guerra mundial surgió una nueva hacían inevitables, como será también ineviinterpretación importante original de los marxistas table la catástrofe final del sistema capitalisnorteamericanos Baran y Sweezy. De esta última ta, cuando los mercados externos ya no sean corriente, que representa la aportación marxista más tampoco suficientes. importante al análisis de los fenómenos del

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2. La teoría leninista del imperialismo. La teoría marxista más aceptada generalmente no es la del subconsumo, sino la más ortodoxa de Lenin. La hipótesis central de la teoría de Lenin no se basa en el empobrecimiento del proletariado y su incapacidad de consumir, sino que se refiere a la baja tendencial de la tasa de ganancia. Las finanzas monopolistas, en las fases más avanzadas del capitalismo, se ven obligadas a explotar el mercado mundial entrando en conflicto con otros grupos financieros que intentan hacer lo mismo, ya que los beneficios que se consiguen del mercado interno tienden a desaparecer. La baja de la tasa de ganancia, en la teoría marxista. se explica grosso modo por la creciente competencia entre los capitalistas. Esta ley del mercado obliga a invertir grandes capitales en maquinaria cada vez más perfeccionada para vencer a la competencia. Pero si esta responde al desafío, muy pronto las nuevas máquinas serán obsoletas y será necesaria su renovación si no se quiere perder. Esta lucha sin tregua disminuye los beneficios de los capitalistas y de vez en cuando puede llevar a un aumento temporal de la tasa de salario, ya que los capitalistas están dispuestos a pagar más a los trabajadores para acapararlos. Además, a largo plazo (aunque este aspecto del análisis de Marx no es retomado explícitamente por Lenin), sustituyendo en una escala cada vez más amplia con máquinas (el capital constante) a la mano de obra (el capital variable), se restringe la misma fuente de la que se deriva el plusvalor (siendo solamente el trabajo vivo el que produce un nuevo valor). La creciente e inevitable mecanización de la producción provoca por otro lado la concentración de ésta en pocas manos. A medida que el capitalismo se desarrolla se pasa de la forma de mercado competitivo a la monopolista. Unos pocos individuos, que se pueden reducir incluso a uno, controlan conjuntos enormes con miles de trabajadores. Ésta es la fase más avanzada del capitalismo. Naturalmente, con el crecimiento y el reforzamiento de los monopolios se desarrolla también la tendencia a controlar el gobierno del estado por parte del poder económico. La política

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nacional no es otra cosa que el resultado de esta influencia. En esta fase del desarrollo capitalista, dada la organización de la producción en escala mundial, la actividad de los monopolios no puede limitarse dentro de los confines del estado. El "capital financiero", fruto de la fusión entre capital bancario y capital industrial, intenta asegurarse el control de las materias primas y de los mercados en escala mundial. Antes o después diversos intereses entran en conflicto entre ellos. El mundo se divide en áreas de influencia de los diversos monopolios, o bien, lo que es lo mismo, de los diversos gobiernos. Una vez que la división del mundo en áreas de influencia se completa, crece la tensión entre los diferentes grupos y la guerra se hace inevitable tarde o temprano, abriéndose así la posibilidad de desencadenar la revolución socialista. Como ya hemos señalado, la doctrina leninista del i. es la más difundida entre los partidarios del marxismo, y todavía hoy, con algunas añadiduras, ocupa un lugar esencial en tal orientación y especialmente en la doctrina política oficial de los países de régimen comunista. Las razones por las que ésta ha sido casi siempre preferida en relación con la de Luxemburg se pueden resumir sustancialmente en las siguientes tres consideraciones. En primer lugar, la teoría leninista, al no estar fundamentada en la hipótesis del empobrecimiento creciente del proletariado, parece ser más cercana a la realidad histórica, la cual ya en tiempos de Lenin, pero sobre todo en los años posteriores, ha contradicho tal hipótesis de una manera cada vez más inequívoca. En segundo lugar, Lenin supo criticar de manera convincente a Luxemburg acerca del hecho de que los intereses imperialistas no se refieren sólo a los países subdesarrollados, sino también a áreas altamente capitalistas. Las guerras entre Francia y Alemania por la conquista de Alsacia y Lorena son un claro ejemplo de ello. En tercer lugar, el análisis de Lenin, aun habiendo sido formulado como el de Luxemburg en una época en que la forma más usual del i. era el colonialismo. al ser más elástico, tiene una mayor capacidad para acoger en su propio ámbito explicativo fenómenos imperialistas distintos de los de la expansión colonial o de las guerras coloniales entre potencias imperialistas producidas por la misma expansión colonial. Por lo general este análisis, con algunas añadiduras, se ha podido aplicar al fenómeno del neocolonialismo, típico del periodo posterior a la segunda guerra mundial, o sea a situaciones en las que los países explotados tienen un gobierno independiente, al menos formalmente, de los estados explotadores.

3. El """capitalismo monopolista” de Baran y Sweezy. Ante los nuevos datos surgidos en la última posguerra (sobrevivencia del capitalismo a pesar de la descolonización y consolidación de un bloque de estados socialistas, el subdesarrollo y el neocolonialismo. el papel de Estados Unidos en esta nueva fase del imperialismo), muchos investigadores marxistas (o mejor "neomarxistas") han sentido la exigencia de construir una nueva teoría en lugar de intentar mantener a toda costa el planteamiento conceptual elaborado por Lenin (o por Luxemburg). Entre ellos cabe señalar especialmente a los economistas norteamericanos Baran y Sweezy, cuya intención declarada es superar la teoría de Lenin, todavía demasiado vinculada a una economía de tipo competitivo, y la construcción de un modelo teórico que considere más explícitamente la economía monopolista como el principal factor que mueve al i. La parte más innovadora de esta teoría (que ha sido elaborada teniendo como objeto central de estudio la economía norteamericana) respecto a las tesis de Lenin es la que se refiere al militarismo. Según estos autores, uno de los principales usos del "excedente” (nuevo concepto introducido por ellos en lugar del concepto clásico de plusvalor, que ya no es adecuado en su opinión a las condiciones del capitalismo monopolista) está representado por los gastos militares. Estados Unidos no habría podido tener en la última posguerra un desarrollo económico tan rápido y de dimensiones tan impresionantes si no hubiera empleado gran parte de su presupuesto en armamentos. Dichos gastos permiten tener ocupada en servicios militares directos e indirectos (sectores productivos que trabajan para la defensa) una gran parte de la población que de otro modo sería improductiva. Además, los gastos militares son un instrumento bastante efectivo para favorecer el desarrollo tecnológico, ya que gran parte de las invenciones más importantes, usadas después en el sector civil, proceden de la actividad de investigación del sector militar. Como consecuencia, si la política norteamericana de contención de la URSS

y de presencia político-militar en el tercer mundo responde, por una parte, a la exigencia de obstaculizar la extensión del área socialista (lo que explica la superación de los conflictos interimperialistas y la duradera aceptación por parte de los países capitalistas del liderazgo del más poderoso de ellos y también las ventajas económicas que ello comporta), es por otra parte funcional al desarrollo de la sociedad opulenta. Por lo que respecta al problema del subdesarrollo, esta teoría sostiene (retomando una línea de pensamiento que se ha desarrollado ampliamente en la última posguerra por obra de numerosos investigadores marxistas y no marxistas) que la explotación de los países atrasados se ha podido llevar a cabo, no obstante haber logrado su independencia, porque estos han continuado insertos en el sistema mundial capitalista, dominado por los países capitalistas más fuertes y por las grandes empresas transnacionales (que son las expresiones más típicas de la actual fase de desarrollo del capitalismo monopolista). El sistema capitalista, dominado por la búsqueda de la ganancia, así como tiende de manera orgánica a producir desequilibrios sociales y territoriales dentro de los estados capitalistas, hace lo mismo y con menos obstáculos en el plano mundial, obviamente con perjuicio de los países más débiles y pobres, los cuales, careciendo de un adecuado poder de contratación en el plano internacional, son cada vez más pobres. La única alternativa válida para ellos es salir del sistema mundial capitalista a través de la guerra revolucionaría y crear una economía socialista. En la medida en que se produzca y se vaya extendiendo, será menor la posibilidad, por parte de las metrópolis capitalistas, de exportar sus contradicciones por el mundo, y por tanto la superación revolucionaría del capitalismo volvería a la orden del día también en ellas. Para concluir, conviene recordar que en una reelaboración reciente del análisis de orientación marxista del i., en la que ha desempeñado un papel importante Sweezy. existe un esfuerzo por explicar, con base en las categorías de origen marxista. el fenómeno del i. soviético. Después de la invasión de Checoslovaquia, que ha hecho más difícil a los investigadores marxistas no subordinados a la ideología oficial soviética negar la existencia de aspectos imperialistas en la política

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exterior soviética (ya sea en el sentido de la imposición por la fuerza de su propia voluntad a los estados satélites, ya sea en el sentido de su explotación económica), Sweezy y otros han abierto una nueva línea de reflexión basada en la tesis de la restauración del capitalismo en la URSS, y por lo tanto de las tendencias imperialistas propias y orgánicas de tal sistema

económico-social.

III LA INTERPRETACIÓN SOCIALDEMOCRATA DEL IMPERIALISMO.

Al hablar de interpretación social- demócrata del i., se pretende establecer una orientación interpretativa cuyos elementos característicos son: aj el rechazo (común a todas las teorías no marxistas del i.) de la tesis acerca del nexo orgánico existente entre i. y capitalismo, de la cual se deriva que sólo con la superación radical de este sistema económico-social es posible eliminar el i. y las guerras; b] la convicción de que las tendencias imperialistas existentes en el capitalismo (y que se pueden aliar con tendencias imperialistas derivadas de grupos sociales precapitalistas, como por ejemplo las castas militares) pueden ser eliminadas a través de reformas democráticas y reformas económico-sociales. Sentada esta premisa, puede integrarse a esta orientación al exponente de la teoría anteriormente mencionada del subconsumo, Hobson, aunque en el plano ideológico deba catalogarse como liberaldemócrata más bien que como social-demócrata. En efecto, ha ejercido una notable influencia en los ambientes de la izquierda no marxista, especialmente en los partidos socialistas anglosajones, formulando a principios del siglo xx la tesis según la cual para curar la plaga del subconsumo de las clases populares, con sus implicaciones imperialistas vinculadas a la investigación espasmódica de mercados exteriores donde vender e invertir, se debe llevar a cabo una política de reformas económico-sociales dirigida a aumentar, en el marco de una economía capitalista competitiva y librecambista, integrada sin embargo a la función decisiva del gasto público, la capacidad de consumo de los trabajadores que permita el crecimiento constante y la regular absorción de la producción, sin tener que recurrir a la expansión imperialista. Obviamente se encuentran en esta orientación las tesis de los máximos teóricos de la socialdemocracia histórica. Entre éstos cabe mencionar sobre todo a Kautsky (con el cual concuerda sustancial mente Hilferding, aunque sus tesis acerca del capitalismo financiero constituyan uno de los ingredientes fundamentales de la teoría leninista del i.), que sostiene, en contra de la tesis

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de los marxistas revolucionarios sobre la inevitabilidad de las guerras imperialistas entre países capitalistas. que el i. agresivo constituye no una fase necesaria, sino una politica del capitalismo, la cual puede ser sustituida por una politica "ultraimperialista", que implique la colaboración pacífica entre las potencias capitalistas (lo cual, por lo demás, es más conveniente, ya que el i. agresivo representa unos costos mayores que sus beneficios) en la organización del mercado mundial y en la inserción en el mismo de los países que están todavía fuera de él. Esta política no eliminaría la tendencia de los países capitalistas a repartirse los países atrasados, sobre todo los que aportan materias primas, y a explotarlos, ya que la tendencia a la explotación de los países atrasados es estructural en el sistema capitalista —y Kautsky desarrolla al respecto tesis que anticipan las modernas teorías del subdesarrollo, o sea una reflexión que los marxistas revolucionarios contemporáneos han profundizado menos, ya que partían del presupuesto de que el capitalismo estaba a punto de ser completamente sustituido por la revolución socialista— y tal explotación solamente puede ser superada a través de reformas socialistas dirigidas a introducir un control político cada vez mayor del desarrollo económico en función de los intereses generales (economía mixta, programación, etc.). El ultraimperialismo eliminaría sin embargo la ruinosa conflictividad entre las potencias capitalistas, y por lo tanto la carrera de armamentos y las guerras, ya sea a causa del reparto de las colonias o esté dirigida a la expansión territorial en la misma Europa. Ello constituiría una situación bastante más avanzada respecto de la lucha por el socialismo, y la clase obrera tiene pues interés en favorecer una evolución en este sentido mediante una política que favorezca las tendencias más pacificas del capitalismo, que debilite el militarismo (el cual refuerza las tendencias imperialistas del capitalismo) y abra la perspectiva de la progresiva realización de vínculos federales entre los estados. Este último aspecto de la reflexión de Kautsky, o sea la relación entre militarismo e i., ha sido desarrollado orgánicamente en la última posguerra, refiriéndose al i. alemán, por HansUlrich Wehler, el cual ha aportado la mejor contribución a la elaboración de la teoría del "socialimperialismo”. Esta teoría explica en sustancia el i. por el concepto de bonapartismo, señalando como factor decisivo la tendencia de la casta noble burocrático-militar dominante en Prusia v en Alemania a llevar a cabo, en alianza con la industria pesada, una política exterior de

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expansión imperialista y de prestigio, no tanto o no principalmente para obtener ventajas económicas, como para debilitar y derrotar a las fuerzas político-sociales que buscaban una radical transformación democrática de tendencia socialista de las estructuras autoritarias, conservadoras y militaristas del imperio alemán. Esta tesis, según Wehler, se puede generalizar a muchos otros casos de i., y es cercana en algunos aspectos al planteamiento de Schumpeter. que veremos a continuación. pero del que se diferencia netamente a causa del punto de vista crítico sobre el sistema capitalista que está en su base. En conclusión, la línea interpretativa socialdemócrata en esta posguerra tiene como característica una posición (común a los partidos que forman parte de la Internacional socialista, y en la que convergen las tesis del Club de Roma y las tendencias revisionistas más avanzadas del comunismo occidental) sobre la problemática del subdesarrollo, la cual puede resumirse de la siguiente manera: así como dentro de los países industrializados más avanzados las políticas dirigidas a subordinar el desarrollo económico al interés general aun sin eliminar radicalmente el papel de la libre iniciativa y del mercado (programación económica, control de las inversiones, política regional, etc.) han abierto el camino hacia la superación de los desequilibrios económicos, sociales y territoriales producidos por un capitalismo incontrolado, asi también podrá suceder en escala mundial, por lo que respecta al desequilibrio fundamental entre países ricos y países pobres, en la medida en que el mercado mundial sea gobernado con los instrumentos de la programación, de la política regional, etc., en lugar de abandonarse a la actividad incontrolada de las grandes empresas transnacionales. Esta perspectiva se considera una alternativa mejor que la de introducir en los países atrasados rígidos sistemas colectivistas, los cuales rompen los vínculos de dependencia del mercado capitalista mundial, pero con los que deben renunciar también a las ventajas derivadas de la interdependencia con sistemas económicos fuertemente dinámicos, precisamente porque en ellos no se ha producido una burocratización completa de la economía (cuyos límites son bastante evidentes), como ha sucedido en los países de la esfera soviética. II

considerar posible la corrección de los aspectos imperialistas del capitalismo, la teoría elaborada por Schumpeter en un ensayo de 1919 representa un cambio completo respecto al planteamiento marxista. A través de un erudito análisis de los fenómenos imperialistas desde la antigüedad hasta la primera guerra mundial, este autor llega a la conclusión de que el i. moderno, lejos de ser un producto del modo capitalista de producción, es por el contrario el reflejo de condiciones políticas, culturales, psicológicas, sociales y económicas precapitalistas, que el desarrollo capitalista no ha logrado eliminar todavía. En resumen, el capitalismo (que para Schumpeter. en el periodo en que escribió dicho ensayo, en ausencia de interferencias políticas que operen en contra debería tender naturalmente a un equilibrio fundado en la libre competencia y en el libre intercambio, en lugar del monopolio y el proteccionismo) es por naturaleza esencialmente pacífico, por cuanto posee intrínsecamente una fuerte tendencia racionalizadora —en el sentido del cálculo racional de gastos e ingresos— que extiende progresivamente su influencia a todos los aspectos de la vida social. En especial tiende a neutralizar las actitudes agresivas e irracionales que se manifiestan en la praxis política interna e internacional en diversas formas de violencia, como la guerra y la expansión imperialista, canalizándolas y dirigiéndolas hacia una racional y pacifica competencia económica en el mercado y favoreciendo sobre tal base la afirmación de procedimientos democráticos. Dada tal tendencia del capitalismo, el hecho de que se manifiesten fenómenos muy relevantes de política imperialista en el ámbito de la civilización capitalista no se puede explicar más que como consecuencia de la permanencia en dicho ámbito de actitudes psicológicas y culturales así como de intereses concretos de origen y naturaleza precapitalista, los cuales manifiestan su influencia a través del poder político, dirigiéndolo precisamente hacia una política imperialista contradictoria respecto a la lógica del capitalismo. Concretamente Schumpeter llama la atención sobre las pasiones nacionalistas irracionales difundidas en amplios estratos de la opinión pública de los países europeos y derivadas del lastre histórico de las incesantes luchas por el SCHUMPETER Y LA INTERPRETACIÓN LIBERAL DEL poder que se produjeron en Europa en los pasados IMPERIALISMO. Si las doctrinas socialdemócra- siglos. Y sobre todo pone en evidencia la tas se separan netamente de algunos orientación acentuadamente belicista y principios básicos del marxismo ortodoxo filoimperialista de las castas militares y feudales o revolucionario. dada su tendencia a

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así como de amplios sectores de las burocracias de los estados continentales europeos. Estos grupos sociales, que se han constituido o consolidado en el periodo del absolutismo y de sus continuas guerras de conquista, son todavía bastante fuertes en la época capitalista y contribuyen de modo decisivo a determinar el empuje imperialista, no por un interés económico dirigido a la expansión territorial, sino porque esta política justifica el mantenimiento y reforzamiento de enormes aparatos militares y burocráticos, o sea la base material de su poder, de sus privilegios y de su prestigio. Establecidas en dichos términos las raíces del i.. Schumpeter puede llegar a la conclusión de que "el i. es un atavismo" y confiar por tanto en su superación progresiva como consecuencia del pleno desarrollo del capitalismo. Esta interpretación del i. ha tenido mucho éxito en los ambientes liberales, y sobre todo en los liberal-conservadores norteamericanos. ya que, poniendo completamente entre paréntesis la problemática del i. informal y por tanto la de la explotación neocolonial de los países atrasados, se adapta perfectamente a la imagen ideológica oficial de un país que es al mismo tiempo el más importante país capitalista y el que no ha tenido prácticamente una tradición colonial. Además esta interpretación ha inspirado una visión muy difundida en los ambientes liberales por la que. partiendo del nexo "pleno desarrollo del capitalismo y del sistema liberal democráticosuperación del i.", tiende a considerar la política soviética como la forma más relevante, si no la única, de i. en la segunda posguerra, y establece un nexo orgánico entre el i. y la alternativa colectivista totalitaria respecto al sistema democrático-plural isla fundado en la economía de mercado. Finalmente pueden entrar dentro del planteamiento schumpeteriano (aunque vinculados con la teoría del social-imperialismo) los análisis del i. norteamericano que se refieren al así llamado complejo militar industrial. III

LA INTERPRETACION DEL IMPERIALISMO SOBRE LA

Entran dentro de esta línea interpretativa los análisis del i. surgidos en el ámbito de las corrientes más modernas de la tradición de pensamiento referente a la teoría de la razón de estada, en especial a la doctrina alemana del estado-potencia (cabe mencionar al respecto a Paul Rohrbach. Max Weber, Otto Hintze, Hermann Schumacher) y sobre todo a la corriente BASE DE IA TEORIA DE IA RAZÓN DE ESTADO.

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federalista (Lionel Robbins, Lord Lothian, Luigi Einaudi, Ernesto Rossi, Altiero Spinelli, Ludwig Dehio, Mario Albertini). El elemento distintivo de esta orientación lo constituye la tesis de la autonomía de la política exterior respecto de las estructuras internas de los estados, la cual se contrapone a la tesis de la primacía de la política interna respecto a la externa, que constituye en cambio el fundamento teórico común de las orientaciones interpretativas precedentes y es un elemento característico del internacionalismo. En resumen, mientras que para estas interpretaciones el i. deriva fundamentalmente de las estructuras internas políticas y económico-sociales de los estados y sólo puede superarse transformando tales estructuras (obviamente en direcciones distintas según los diversos puntos de vista), la orientación que estamos examinando ve en definitiva en el i. una consecuencia de la estructura anárquica, por estar fundamentada en la soberanía estatal absoluta, de las relaciones internacionales —lo cual no excluye que el bonapartismo (v. bonapartismo) pueda ser un factor concomitante importante de la política de poder y del i. La anarquía internacional establece entre los estados, cualquiera que sea su sistema económico-social y su régimen político, la ley de la fuerza, traduciendo por ello inexorablemente la diversa distribución del poder entre los estados en un dominio de los más fuertes sobre los más débiles y por tanto en la posibilidad de explotación económica de los primeros hacia los segundos, empujando por otra parte a los estados, especialmente a las grandes potencias, a reforzar incesantemente por exigencias de seguridad la propia potencia incluso a través de conquistas territoriales, apenas se presente la ocasión y la posibilidad, evitando al mismo tiempo la intervención de las potencias competidoras. En esta situación la única forma de eliminar de raíz el i., así como en general las guerras, es (como afirma la corriente federalista: v. razón de estado, iv) la superación de la anarquía internacional mediante una constitución federal mundial, la cual sustituya la política de potencia por la

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protección jurídica de la independencia de las naciones. La tesis referente al nexo entre i. y anarquía internacional (que ha recibido infinidad de confirmaciones desde la experiencia histórica. lo cual pone en evidencia la continuidad de la política de potencia y del i., aun habiendo cambiado los contenidos económicos y sociales, más allá de las más radicales transformaciones de las estructuras internas de los estados) indica un aspecto esencial de los fenómenos imperialistas, aunque en un sentido muy general, lo cual por sí solo no permite una comprensión adecuada de tales fenómenos en su concreta determinación histórica, por cuanto prescinde de los contenidos económico-sociales específicos de las relaciones interestatales y de las configuraciones concretas del sistema de los estados. Sin embargo, esta tesis aporta la base indispensable para una teoría general del i., o sea aplicable, con los debidos ajustes, a contextos históricos distintos de los del i. moderno, con lo cual la explicación de los fenómenos del i. en '.u especificidad se fundamenta en ulteriores determinaciones. Para reconstruir de manera adecuada este desarrollo del análisis, conviene distinguir entre los análisis referentes al periodo comprendido entre 1870 y 1945 y los correspondientes al último periodo posbélico. 1. El imperialismo entre 1870 y 1945. El factor decisivo sobre el que se llama la atención para explicar el i. en este periodo, en el que tienen un papel decisivo las potencias europeas y, en el contexto asiático, el Japón, en donde se pasa del colonialismo a los intentos hegemónicos de Alemania y de Japón, es la crisis del estado nacional. Con este concepto (que ha sido elaborado sobre todo por la corriente federalista, a la que se hará referencia principalmente, pero que también se funda en las contribuciones de los teóricos alemanes del estado-potencia, los cuales han llegado a justificar sobre esta base el i. alemán) se pone en evidencia en primer lugar la contradicción que se ha ido manifestando desde finales del siglo xix entre las dimensiones de los estados nacionales europeos (y esto vale también en cierta medida para Japón) y las exigencias del desarrollo productivo, las cuales como consecuencia de la puesta en marcha de la producción de masa requerían mercados de dimensiones continentales. La condición fundamental que ha hecho posible la manifestación v el progresivo agudizarse de esta contradicción ha sido detectada, desde finales de los años setenta, en el predominio de la tendencia

a un creciente proteccionismo económico. De ello se deriva el peligro de ser excluidos cada vez más de los mercados externos y, al tallar la voluntad política de poner en marcha formas de integración supranacional, ya que los estados nacionales europeos estaban en la cima de su fuerza y no existía por tanto un espacio real para una política de limitación de la soberanía, prevaleció la tendencia a asegurar el control político directo o indirecto de un territorio lo más amplio posible, o sea a extender el área de protección (que los teóricos alemanes definen como “espacio vital"), eliminando el proteccionismo de cualquier otro. De aquí la razón económica fundamental del abandono, incluso por parte de la Gran Bretaña (la cual, siendo librecambista hasta 1931, retoma la expansión colonial en grande para mantener lo más amplio posible el territorio sustraído a las políticas proteccionistas practicadas por los otros estados), de la tendencia al i. informal que se había manifestado claramente en la época del libre intercambio. Se comprende así la razón económica de la agresividad especial de la política imperialista llevada a cabo por estados como Alemania, Italia y Japón, en los que el problema de las dimensiones territoriales demasiado restringidas respecto de las exigencias del desarrollo económico era especialmente grave por el retraso con que habían llegado a participar en la expansión imperialista formal o informal. De ello se deriva un evidente nexo entre las fases de agudización de la política proteccionista y las fases de expansionismo exasperado. Para entender mejor el alcance de esta línea interpretativa, conviene precisar que pone en claro un punto débil fundamental en todas las otras interpretaciones. En sustancia, los teóricos anteriormente mencionados, aun tomando en consideración el nexo entre proteccionismo e i. (Hilferding, Kautsky, Bujarin y el mismo Schumpeter hablan explícitamente de tendencia a la expansión imperialista del área protegida, para poder exportar libremente hacia ella mercancías y capitales), o sostienen que el proteccionismo es una consecuencia necesaria de la fase monopolista del capitalismo (Bujarin) o insisten, además de en dicho aspecto, en las exigencias para los países relativamente atrasados por recuperar con el proteccionismo el retraso respecto de la Gran Bretaña (Hilferding), o señalan la necesidad pura los estados capitalistas de crear para sí áreas reservadas, precisamente mediante el proteccionismo, lo más amplias posible para poder resolver el problema de la realización del plusvalor (Luxemburg). o en definitiva hacen

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derivar el proteccionismo de las presiones en este sentido de las castas nobles y militares precapitalistas (Schumpeter). De este modo se olvidan de la raíz fundamental del proteccionismo, que es la soberanía estatal absoluta. Precisamente esto es lo que ponen en evidencia los teóricos de la corriente federalista, los cuales llaman la atención sobre el hecho de que las mismas tendencias anteriormente indicadas, si están formadas efectivamente por factores que llevan al proteccionismo, con todas sus consecuencias. en el plano internacional, no producen en cambio consecuencias análogas en las relaciones entre las diversas regiones de un estado unitario y entre los diversos estados de un estado federal. Esto significa que la condición institucional que hace posible operar efectivamente a dichos factores (u los que se añaden otros importantes: la exigencia de desarrollar sectores económicos de importancia estratégica según los fines de una política de potencia, aunque sean poco rentables desde un punto de vista estrictamente económico; la exigencia de defender el empleo o en general las políticas dirigidas a afrontar las crisis económicas, las cuales producen generalmente desequilibrios con relación al exterior) en el sentido de introducir el proteccionismo o exagerar la soberanía estatal absoluta. Esta implica por una parte la subordinación de las exigencias económicas a la razón de estado y por otra significa que no existe un poder soberano por encima de los estados, encargado de tutelar el interés común y teniendo por tanto el poder de impedir a los estados una tutela particularista de los propios intereses, destinada inevitablemente a desencadenar represalias. La incapacidad de detectar en la soberanía estatal absoluta la raíz fundamental del proteccionismo está estrechamente vinculada a las limitaciones del punto de vista internacionalista que es el fundamento de los otros planteamientos. Estando en efecto dicho punto de vista fundado en la tesis de la primacía de la política interna, no pone en discusión la soberanía absoluta, sino que tiende a considerarla como un dato natural inmodificable (o. como en el caso de Kautsky, tiende a ver en la afirmación de los vínculos federales entre los estados una consecuencia casi automática del reforzamiento de las tendencias socialistas dentro de los estados, y no como el fruto de una acción política deliberada y específicamente dirigida hacia tal objetivo), y por tanto se llega a no tomarlo en consideración como el factor decisivo del proteccionismo y del i. Este obstáculo ideológico está ausente en cambio entre los teóricos de la corriente federalista

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precisamente porque ellos cuestionan prácticamente la soberanía absoluta. Sobre esta base, éstos entre otros han podido poner en evidencia que el i. no está vinculado orgánicamente al capitalismo, si bien es verdad que en este contexto histórico concreto han desempeñado un papel decisivo los intereses capitalistas, los cuales (junto con otros intereses, comprendidos los de grupos enormes de trabajadores) han llevado al proteccionismo. Incluso se ha previsto que en un futuro sistema de estados socialistas soberanos, caracterizados por las mismas exigencias objetivas de planificación y por un fuerte proteccionismo. no podría decaer la exigencia económica de extender el área protegida y por tanto no podrían decaer los conflictos entre ellos, a no ser que el orden no pudiera ser garantizado por una potencia socialista hegemónica. Sobre esta base se ha criticado la tesis de Kautsky y de Schumpeter acerca de la no conveniencia económica del i., demostrando que en un contexto proteccionista la expansión imperialista tiene sobre todo la función de evitar las pérdidas que se derivarían de abandonar ciertos territorios y caer éstos en manos de otros. Esta exigencia, aunque a menudo el proteccionismo sea impuesto por intereses particulares, corresponde a un interés nacional, o sea interclasista, ya que la pérdida de territorios sujetos al proteccionismo de otros perjudica a todas las clases, y en mayor medida a las clases trabajadoras. Lo dicho explica de manera decisiva el hecho de que las políticas imperialistas hayan recurrido en definitiva al consenso de la gran mayoría de las poblaciones de los países imperialistas. Además de llamar la atención sobre el nexo entre proteccionismo e i., con el concepto de crisis del estado nacional se ubica el i. en el contexto de la crisis del sistema europeo de los estados, establecido al consolidarse la fórmula del estado nacional en general y por el nacimiento del estado nacional alemán en particular. En el marco de una paz armada, que se ha ido haciendo cada vez más costosa y precaria a causa del reforzamiento inaudito de la potencia de los estados europeos, hecho posible por la industrialización y por la conscripción obligatoria (características típicas del estado nacional moderno) y a causa de los factores de conflictividad introducidos por la propia ideología nacional (irredentismo. disminución radical del sentimiento de pertenencia a una comunidad supranacional, fruto de la herencia cultural común europea), la creación del estado nacional alemán, tan poderoso como incierto en sus confines. rompió definitivamente según este

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punto de vista el equilibrio europeo y abrió una tase de creciente desorden internacional. En este contexto, a la decadencia de la potencia británica correspondió su incapacidad de mantener el libre intercambio a escala mundial. mientras que la opción de enfrentar con una respuesta imperialista la incipiente crisis del estado nacional, una vez agotados los territorios extraeuropeos susceptibles de ocupación, derivó en el último y terrible intento hegemónico que se ha producido en la historia del sistema europeo de los estados. El i. de las potencias europeas (así como el del Japón) desapareció finalmente después de ser absorbida su autonomía en el marco del sistema mundial bipolar dominado por Estados Unidos y la Unión Soviética. En este marco. en la zona de influencia norteamericana (y en términos algo distintos también en la soviética), se ha podido poner en marcha, con el proceso de integración europea, la respuesta pacífica a la crisis del estado nacional. 2. El imperialismo después de la segunda guerra mundial. Por lo que respecta a los fenómenos imperialistas posteriores a 1945, en los que tienen un papel decisivo las superpotencias Estados Unidos y URSS, el análisis fundado en la teoría de la razón de estado se caracteriza esencialmente por la tendencia a señalar la influencia autónoma derivada de la configuración concreta de las relaciones interestatales en la manifestación de los fenómenos imperialistas y sus modalidades. Siguiendo el anterior criterio, en general se llama la atención sobre las implicaciones imperialistas del sistema mundial bipolar. Este sistema tiene ciertamente el mérito histórico de haber puesto fin a las cada vez más ruinosas convulsiones del sistema europeo de los estados, y por tanto a las aventuras imperialistas de las potencias europeas y del Japón. En este marco se ha desarrollado además el proceso de liberalización de los intercambios (Estados Unidos ha utilizado eficazmente su posición hegemónica respecto a los estados de economía de mercado para retomar la política de libre cambio llevada a cabo por Gran Bretaña a mediados del siglo xix) y el proceso de integración europea (desarrollado de maneras diversas y más limitadas incluso en la esfera de influencia soviética), llegando al mismo tiempo a su fin el gran proceso de la descolonización. Por otra parte, la creación de bloques hegemónicos por parte de las superpotencias, necesariamente derivadas de la estructura bipolar del sistema (v. relaciones internacionales), ha determinado relaciones de fuerte dependencia entre las superpotencias y sus

satélites y por tanto la posibilidad de imponer los intereses de las primeras a los segundos, no excluyendo incluso formas de explotación económica, obviamente con distintas modalidades (papel del dólar, empresas transnacionales, dependencia tecnológica, etc., en la esfera de influencia norteamericana; división internacional del trabajo en el Comecon en función de los intereses soviéticos), según la diversidad de los sistemas políticos y económico-sociales en las dos esferas hegemónicas. De aquí la necesidad de la superación de los bloques, evitando el regreso a la balcanización de Europa con una unificación federal del continente. Por lo que respecta al neocolonialismo y al subdesarrollo, la reflexión parte de la convergencia con la tesis, desarrollada por la orientación social demócrata, según la cual el capitalismo incontrolado tiende a conservar y agravar los desequilibrios entre países pobres y países ricos en el mercado mundial, los cuales solo podrían superarse progresivamente con la introducción de instrumentos eficaces de programación y de política regional a escala mundial. De este modo se produce una integración con el análisis elaborado por los teóricos de la corriente federalista de antes de la segunda guerra mundial, los cuales habían contemplado el problema de la explotación de los países atrasados por parte de los países de economía capitalista madura, pero habían insistido sobre todo en la relación entre tal explotación y las luchas por el poder entre los países avanzados, las cuales, en el contexto de la crisis del sistema internacional entre 1870 y 1945. comportaban la necesidad de recurrir a cualquier medio para incrementar la fuerza económica, y por tanto política, de cada estado. Con base en este punto de vista, un predominio de la solución federal, en lugar de la imperial, del problema de la creación de espacios económicos más amplios, haciendo disminuir la necesidad objetiva de tratar a los pueblos coloniales y retrasados en función de los intereses vitales de poder de los países avanzados, habría abierto automáticamente el camino a una política común de estos últimos, dirigida, en el marco de un sistema general de libre cambio, a desarrollar los países atrasados y a llevar gradualmente al autogobierno a los pueblos coloniales. El límite de este punto de vista consistía pues en la carencia de un análisis riguroso de las tendencias orgánicas hacia un desarrollo desequilibrado propias de un mercado mundial capitalista fuera del marco de los instrumentos de intervención pública dirigidos a hacer prevalecer el interés general en contra de los

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intereses particulares. Lo cual reflejaba las convicciones liberalistas demasiado optimistas de algunos de estos teóricos (especialmente Robbins y Einaudi) acerca de los efectos positivos de un sistema generalizado de libre competencia y de libre intercambio, no obstaculizado por la intervención de factores políticos perturbadores como el proteccionismo. Si esta laguna analítica se ve pues colmada a través de una visión más clara de la necesidad de tener listos instrumentos de política económica capaces de someter a un control eficaz las fuerzas espontáneas del mercado mundial, la contribución específica de la corriente federalista a dicho propósito consiste en aclarar la situación de poder sin la cual tales instrumentos no están en condiciones de operar. Esta situación de poder no puede más que consistir en definitiva en la organización del sistema democrático en un nivel internacional, lo cual es posible sólo a través de instituciones

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federales (v. federalismo). En efecto, ha sido la afirmación y consolidación del sistema democrático lo que ha permitido, en el ámbito de los estados capitalistas, realizar formas (todavía insatisfactorias a causa de las dimensiones inadecuadas de los estados) de control del desarrollo económico en función del interés general, ya que la necesidad de los gobiernos democráticos de obtener el consenso de todas las clases y de todas las regiones ha permitido a las clases y a las regiones menos favorecidas obtener un mayor respeto a sus exigencias. El mismo proceso puede producirse en una escala mundial en la medida en que las decisiones fundamentales de gobierno de la economía mundial ya no serán fruto de puras relaciones de fuerza entre los estados sino de un proceso democrático mundial, que se puede organizar a través de estructuras federales, las cuales, dejando a los estados miembros el máximo de auto-

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nomia compatible con el mantenimiento de la unidad y permitiendo a todos los pueblos hacer valer democráticamente sus propios intereses, están en condiciones de conciliar las inmensas ventajas de un mercado mundial integrado con las exigencias de desarrollo de los países menos favorecidos. Respecto a esta perspectiva, obviamente a largo plazo, de democracia federal mundial, hay un paso necesario marcado por la evolución del sistema mundial bipolar hacia un sistema pluripolar más elástico (v. relaciones internacionales), que produzca una distensión más durable v dé una mayor autonomía y una mayor capacidad de hacer valer los propios intereses a los estados más débiles. Dicha tesis tiene su clara confirmación en

los procesos de los últimos años, los cuales han demostrado que la disminución de la fuerza de las superpotencias ha abierto un espacio de movimiento a los países del tercer mundo, especialmente a los poseedores de materias primas. En este marco tiene una importancia decisiva realizar (llevando a término en primer lugar la integración de la Europa occidental) formas eficaces de integración regional y por tanto federaciones en las regiones más homogéneas, de manera que se creen comunidades políticas con dimensiones más adecuadas a las exigencias del desarrollo económico y capaces de una autonomía real.