NO CIEMPRE ES MALO RECORDAR

“No siempre es malo recordar” Mariola Sampedro Laranga O SIEMPRE ES MALO RECORDAR Mariola 3 “No siempre es malo

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“No siempre es malo recordar”

Mariola Sampedro Laranga

O SIEMPRE ES MALO RECORDAR

Mariola

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“No siempre es malo recordar”

Dedicado a todas las mujeres que, a pesar de lo dura que es la vida, aún siguen creyendo en el amor. Mariola

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CAPÍTULO: PRIMERO María sentada en un taxi pensaba en las pocas ganas que tiene de fiesta, hubiera deseado quedarse en casa trabajando. – La realidad es que desde que te conozco no te he visto divertir ni un día, sólo trabajo y más trabajo. – Es lo que he elegido hacer en mi vida, hago lo que más me gusta, he elegido una profesión que me fascina, para mí no ha sido un sacrificio. – Debieras divertirte más. – Ya lo hago. – Convendría que te relacionaras un poco más con personas que están socialmente en una posición alta... necesitas escalar más alto. – ¿Para qué? – ¡Venga! Si quieres ascender necesitas tener más relación con otro tipo de gente que no sean tus subordinados. – Alejandro, no tengo ganas de discutir contigo. – Respira profundamente y prosigue – Estoy demasiado cansada; no comprendo cómo me he dejado engatusar por ti para que me llevaras a esa cena; de aburridos y engreídos nuevos ricos. – No seas desconfiada, no juzgues predeterminadamente. Además, conoces a casi todas las personas que van a ella. – No tengo ganas de relacionarme con nadie. – Debes conocer al joven con el que tendrás que trabajar los próximos seis meses. Por unos segundos ambos permanecen en silencio. María mira por la ventanilla del automóvil negro con la mirada perdida. Alejandro aprovecha para observarla, le gustaba mirarla cuando ella no podía advertirlo, la observaba con detenimiento. Había elegido para la ocasión un vestido de tiras “No siempre es malo recordar”

color celeste con flores grandes pinceladas en castaño, era corto dejando ver las piernas bien hechas de la mujer. Las sandalias, al igual que el bolso, castaño y de plataforma hacían que María aparentase más alta. El vestido se ceñía al cuerpo menudo, pero bien formado de aquella morena de cabello largo. El pelo recogido en un moño dejando caer sobre la cara y su cuello largo unos tirabuzones finos y bien formados. Se pintaba muy suave porque decía que la frescura era más hermosa que la falsa cara que había debajo de un montón de potingues de algunas mujeres. Esto a Alejandro le parecía muy gracioso y cuando él se reía ella hacia que le iba a pegar, este recuerdo hace esbozar en aquel cuarentón una gran sonrisa que María no puede ver porque aún sigue perdida en sus pensamientos. María no era muy dada a maquillarse, sin embargo, con poco conseguía resaltar su belleza; no es que fuese una mujer hermosa, pero si se hacía interesante y porque no... Muy sexy, su andar, su sonrisa, aquellos labios pequeños, pero sensuales provocaban la excitación de Alejandro que tenía celos de todos, era una joven, porque a sus cuarenta y uno años aparentaba muy joven. Era una mujer que se llevaba muy bien con sus compañeros de trabajo, continuamente dispuesta a ayudar a sus "colegas" como ella siempre decía, no le importaba dedicar tiempo extra para ayudar a quién le hiciera falta. Si por alguna razón realizaba las funciones de relaciones públicas, la empresa tenía garantizada la venta, su franqueza sorprendía a su adversario dejándolo desarmado. Pero no todo eran virtudes, María era autoritaria, le gustaba el mando, eso de que todos hicieran lo que desde su punto de vista era lo correcto, sí... realmente le gustaba mucho. Orgullosa ¡hasta la médula! Como se suele decir; tenía un genio tremendo y de ello era testigo Alejandro que muy paciente siempre la apoyaba; no sólo era su jefe sino también 7

un buen amigo y aunque casi nunca estaban de acuerdo se llevaban y se entendían perfectamente. A pesar de la alegría que a veces aparentaba, Alejandro sabía que ella guardaba algo que no quería contar; a veces la veía con la mirada perdida en sus pensamientos, era entonces cuando los ojos de María reflejaban la tristeza, la soledad y el dolor. Al principio Alejandro pensó que era debido al divorcio, que no lo había superado, pero no tardó en comprender que era otra cosa lo que traía la pena a los ojos de aquella mujer tan decidida y tan segura y, sin embargo, tan frágil a la vez. María había tardado en confiar en Alejandro, pero pasado un par de años él se había convertido en su confidente y ella no tenía secretos con él. María gira la cabeza y mirando a los ojos azules de aquel rubio y atractivo que estaba sentada a su izquierda. – No entiendo como es que te has unido a la competencia, no tiene sentido. No te perdonaré que te hayas fusionado al enemigo. – Los negocios son los negocios. – Sí, pero no me hace gracia tener que trabajar con gente que no conozco y menos con un niñato recién salido de la universidad que se creen que ya lo saben todo. – Al igual que todos sólo serán seis meses luego podrás volver a trabajar con los tuyos. – ¿Por qué no has buscado a otro? – Eres la mejor que tengo, no podrán contigo. Además, necesito una persona de confianza – hace una larga pausa antes de continuar – Y no es un niñato – suspira – con 28 años tenía su carrera de informática terminada con un máster que le financió la empresa en la que trabaja. Además, señorita para que se entere, mientras estudiaba trabajaba. Es muy quisquilloso en cuanto a la gente con la que trabaja y no te creas, tú eres una privilegiada. “No siempre es malo recordar”

– Me siento ofendida. – No tenía entonación de enfado sino todo lo contrario. – No te rías, es muy serio todo esto. – Lo siento. Pero me gusta aprender y no enseñar. – Con él puedes aprender más de lo que tú te imaginas. Lleva en la informática toda la vida. – ¿Por qué dices tú que soy una privilegiada? – Él sólo trabaja con los mejores. Todos los que trabajan para él antes los pone a prueba. Muy pocos son aceptados en su equipo. Y créeme – añade Alejandro – son muchos los que han solicitado trabajar con él. Le gusta trabajar con personas que tengan su carrera hecha, no por... discriminación sino porque dice que tienen que entender lo que él diga, a la primera de otra manera es perder el tiempo. Ha creado su propia empresa de programación indistintamente de seguir trabajando en la que lo ha apoyado siempre. A la mayoría los ha preparado él. Se dice que son muy buenos juntos. – Ahora sí que me siento humillada. – No tienes porqué. Si hubieras hecho la licenciatura en vez de haberte quedado con la ingeniería. – No es justo, soy muy buena en mi trabajo. – Se sentía enfadada. – Él es mejor. – Soy una buena técnica informática, una gran analista y una estupenda programadora. – El también – dándose de cuenta de su comportamiento grosero. – Sé que eres buena en tu trabajo, no te intento insultar, vales más que tu peso en oro, pero tu próximo compañero no está dispuesto a que tú estés a su altura si no lo vales, por tanto, demuéstrale tu valía. – Te odio porque sé que tienes razón. – No, no me odias, sólo lo crees. María le sonríe, en realidad no está enfadada con él, 9

sabe que no tuvo otra opción, a ella no le importa trabajar en un puesto sin tanta autoridad mientras pudiese programar. Le gusta el poderío, pero también sabe aceptar el mando. Alejandro le deposita un beso en la mejilla – María – hace una pausa – por alguna razón está atormentado, se ha volcado tanto en su trabajo que asusta, tiene solo 32 años y ya ha terminado también la carrera de matemáticas. – Alejandro apoya la cabeza contra la pared del taxi – tiene su propia empresa de informática con dos equipos propios, en realidad este trabajo es para la empresa en la que ha trabajado tantos años y que ha apostado por él, es un favor – Alejandro cierra los ojos. – Por supuesto cobrando, pero un favor – María lo observa como poco antes hiciera él. Alejandro era un cuarentón muy atractivo, rubio de ojos azules atraía a las mujeres fuesen casadas, solteras o viudas. Era un rico muy cotizado entre las mujeres que cazan hombres. Le era indiferente tener fama de mujeriego ya que reconocía que era cierto y siempre advertía de que era incapaz de ser fiel a nadie. Alejandro adoraba a todas las mujeres, decía que les daba lo que buscaban. Nunca fuera deshonesto con María porque era la única mujer que conocía que no se interesaba por su dinero. Alejandro le pidiera en varias ocasiones a María una relación, pero ella sabía que si le daba lo que le pedía ella se convertiría en una más de la lista. Era por esta razón por la que se mantenía a distancia, evitaba así perder la amistad que entre ambos había y, por tanto, siempre le contestaba "– Si te acuestas con un amigo pierdes amante y amigo." Así que Alejandro optó por conservarla como amiga, prefería tenerla así a no tenerla de ninguna manera. Cuando la vio por primera vez se prometió así mismo ampararla y apoyarla siempre aunque era difícil porque María se valía sola para todo. María era consciente de la protección de Alejandro y en su interior se “No siempre es malo recordar”

lo agradecía. Instantáneamente su pasado regresa a su memoria rescatando de allí a un joven de veinte años, moreno, cabello un poco largo y rizos. Cierra los ojos y a su mente le llega un recuerdo... le ve como si lo tuviese delante, barba de tres o cuatro días... se ríe... él decía que era incómodo afeitarse. Tenía un cuerpo imponente, María siente un escalofrío sólo de recordarle, era un cuerpo atlético de una persona que hace ejercicio; un pequeño hoyo en la barbilla hace de aquel chiquillo un joven muy interesante. Los labios bien hechos, uniformes, sensuales, provocaba en las jovencitas el deseo de besarlos. Tenía una mente lúcida, ingeniosa; aprendía a una velocidad que desbordaba, era una persona muy inteligente, erudita, todo él era de alguien que está vivo y lleno de sueños. María esboza una sonrisa ante estos recuerdos, pero poco dura al recordar aquella mirada segura de esos ojos verdes y brillantes que se clavaban en las pupilas oscuras de ella. Parecía como si fuese hoy, aun veía aquella mirada que penetra como si sus mentes se conectasen comunicándose por telepatía. Ella leía en él como un libro abierto, desconcertándolo, sin embargo, él también podía leer en los ojos de ella. María cierra los párpados e intenta ver la cara de quien tanto desea, de quién tanto un día amó. No podía olvidarla, siempre hacia que ella se sintiese especial, la ruborizaba, la excitaba. Se sentía segura e insegura; a su lado el tiempo corría como intentando ganar una carrera. Ella le llevaba nueve años en cambio se sentía una adolescente a su lado, despertaba en ella lo más infantil de su ser. Recordó su edad y sintió un agudo dolor en su pecho, a su mente llegaron unas palabras que ella le dijera una vez "Yo tengo una vida hecha en busca de mejorar y tú que suerte, tú tienes todo un mundo por explorar". De los ojos de María se escapan dos lágrimas que resbalan por su mejilla e intenta apartar los recuerdos, para ello 11

se pellizca una mano hasta que el dolor la devuelve al presente. Alejandro saca un pañuelo de su bolsillo y le limpia las lágrimas. – Ojalá pudiese calmar ese corazón. – Estoy bien sólo es el pasado. – ¿Por qué recordaba a Javier continuamente? – ¿Cuéntame algo más de nuestro anfitrión? Alejandro la mira, ella le sonríe. Él siempre tan impecable, tan perfecto en la vida, en la vestimenta... en todo. – En sólo cuatro años logró la carrera de informática, un año más e hizo un máster, financiado por su empresa que apostó por él. Dos años más y se fue detrás de un doctorado, con cuatro libros editados en informática; uno sobre análisis, dos sobre robótica y otro sobre microprocesadores de la nueva generación; ¡te das cuenta! Eso sólo lo puede hacer alguien que tenga un don. El proyecto de fin de carrera dejó asombrado al profesorado incapaz de hacer algo parecido. En el primer año se ofreció a trabajar para HERMES S.A. sin cobrar nada el primer mes, como demostró lo que valía el segundo mes cobró igual que los demás. Al finalizar el año dijo que si no le pagaban más se iba, como hay pocos como él, tuvieron miedo a perderlo y lo contrataron fijo con un sueldo millonario y franquicias altas por cada programa terminado; tiene un don para los avances tecnológicos. Se hizo rico en pocos años, siendo hoy en día muy solicitado. Creó su propia empresa sin descolgarse totalmente de HERMES, le pagaban para que no se le marchase. Con solo treinta y dos años tiene el mundo informático a sus pies. – Parece un genio. – Lo es. – Alejandro hace una pausa, pensativo. – Sé que te gustará. – Me asusta..., yo no le llego a la suela de los zapatos, yo soy una buena currante, pero no un genio... necesito mucho “No siempre es malo recordar”

esfuerzo para casi cualquier cosa, se me da bien, pero... – Él es muy trabajador, por eso sé que os llevaréis muy bien. – ¿Y dinero? – Sí, la verdad es que sí. Tú podrás comprobarlo al ver la casa, un hogar así no se paga en cuatro años si no se gana mucho dinero. – Ni que viviera en una mansión. – La casa a la que vamos es la de los padres y es como un Pazo gallego que él les compró. Pero sé que tiene una casa maravillosa e inmensa en algún lugar de los Pirineos. Los padres viven aquí a las afueras de Madrid, pero creo que él no, por lo menos no la mayor parte del tiempo, le gusta trabajar en la montaña y lleva a su equipo o equipos para allí hasta rematar los trabajos. – Sigo diciendo que me asusta, alguien así tiene que ser... – No sigas, te gustará, te lo prometo, antes de conocerlo todo eran prejuicios sobre él, pero tras conocerle... creo que tengo que sacarme el sombrero. Al llegar al destino ambos se quedan abrumados al ir viendo tras el inmenso portal de hierro tallado el camino que los iba llevando hasta la gran residencia. Al aparecer ante ellos una maravillosa casa grande y antigua, toda ella en piedra muy bien trabajada, los dos se quedan petrificados admirándola. Ya ante la grandiosa puerta – valla si no da miedo tanto dinero – susurra María justo al abrirse grueso portón de madera de nogal. Un señor bien trajeado los recibe. – Buenas noches, por favor, sus abrigos. – Se los quitan, entregándoselos a éste que mientras añade. – El señor los está esperando, son los últimos en llegar. María cae en la cuenta que no sabe aún el nombre de su anfitrión cuando quiere preguntarle a su acompañante se oye un ruido tras el mayordomo alguien les saluda. – Creí que no venían, estaba a punto de llamar por teléfono 13

por... sí. Se hace el silencio, María contiene la respiración, se miran a los ojos, fríos, pálidos, sorprendidos, mudos, surge la tensión que es palpable en el ambiente para quien allí estuviese; Javier y María se comen con la mirada el pasado regresa a la memoria de ambos. Los ojos verdes de Javier recorren el cuerpo menudo de ella; nueve años, han pasado nueve años y, sin embargo, les parece que fue ayer cuando se vieron por última vez. Ella desapareció de la faz de la tierra de un día para otro, sin más palabras que “ya te veré” sin ninguna explicación, Javier no comprende que pasó, no puede entenderlo, eran... amantes... amigos. María no se puede creer que estén uno frente al otro, aun retumban en su mente aquellas palabras escritas “¡pasión es lo que quiero, pasión es lo que siento... no puedo sentir nada más!” Javier seguía estudiando el cuerpo de ella intentando ver las diferencias del ayer y del hoy. María intentaba ocultar el nerviosismo que la embarga al verse estudiada por su antiguo compañero y amigo. ¿Por qué el tiempo los vuelve a reunir? ¿Por qué? > – Los años no pasan para ti, estas igual que la última vez que te vi " – sin embargo, para ti si se nota el tiempo." – Piensa María, 15

pero añade – Lo siento, usted me confunde. – Javier no entiende, no comprende porque María hace que no le reconoce ¿de verdad cree que lo está engañando? – No le conozco de nada ni creo haberlo visto en mi vida. – A María le tiembla la voz y Javier se percata de que ella está mintiendo, nunca supo engañarlo, ahora no entiende a que está jugando y le sigue la corriente. – Lo siento, me debí de confundir. – Sí. – Me llamo Javier Troyano Ruiz. – Y yo María Santiso Larez. Mientras se presentaban se miraban a los ojos, el pasado regresaba y les carcomía las entrañas debido al recuerdo amargo de aquellos años. Ocho años habían pasado y aun se les hacía insoportable pensar en el ayer, cuando esto les ocurría siempre movían la cabeza en ademán de sacudida consiguiendo desviar su mente a otros pensamientos menos dolorosos. María no pudiendo sostener la mirada baja la vista; los ojos verdes de Javier estaban llenos de dudas, de preguntas sin respuesta, siempre había podido leer en los ojos de ella, sin embargo, en este nuevo hoy no conseguía saber lo que aquellos ojos de color castaños oscuros, casi azabache, tan profundos decían. ¡No! Ya no podía leer en ellos, pero si podía sentir el nerviosismo y el calor del cuerpo de María. María comienza a notar un sudor frío por toda ella, siente como los latidos de su corazón se aceleran, cuando Javier le extiende la mano María experimenta una sacudida similar a una descarga eléctrica que la recorre desde la cabeza hasta los pies. Javier le presiona suavemente la mano obligándola a que le mire a los ojos. Los pensamientos se amontonan en su cabeza, no consigue apartar sus recuerdos y siente como todo le da “No siempre es malo recordar”

vueltas, intenta mantenerse serena, pero el esfuerzo hace que se sienta peor por momentos. Su cara pálida cada vez más por segundos pone en alerta a Javier – ¿Está usted bien? – Pero María no puede ahora oír lo que le está diciendo Javier, el cuarto se le hace inmenso, como puede se disculpa tiene que huir de allí, da dos pasos hacia delante y se desploma; Javier en una zancada llega alcanzándola a tiempo de tomarla en brazos, se acerca a un sofá, la coloca con delicadeza sobre el mismo y le sostiene con sumo cuidado la cabeza. Un individuo calvo, vestido de traje gris con corbata color azul se acerca a Javier. _ Xavi, déjame – y gesticula con las manos para que se aparte. Javier que estaba de cuclillas mirando a su invitada alza la vista. – Gracias Antonio, tengo suerte de tener un médico en mi casa. El tal Antonio ocupa el sitio de Javier que se hace a un lado, tras examinarla un minuto. – No es nada, sólo el cansancio. – No la despiertes. – Dice con calma Javier volviendo a colocarse en el sitio inicial de rodillas esta vez. María abre los ojos, echando la mano a la cabeza. – Estoy bien. – Alejandro se acerca. – Estoy bien – Vuelve a repetir otra vez en tono bajo, pero seguro para tranquilizar a su amigo; no mira a Javier, se siente incapaz. Javier deja el sitio a Alejandro; María sonríe a este último. – Estás cansada, debería de llevarte a casa. No debí obligarte a venir. – No importa, estoy bien. – Se sienta. – Lo siento, señor Troyano, estoy un poco cansada. – ¿Quieres que te lleve a casa? – Pregunta preocupado Alejandro. – No, estoy bien. 17

Durante la cena María actuó como si fuese la primera vez que viera a Javier en su vida, ambos se comportaron igual que dos desconocidos, se percibía la tensión entre la pareja, Javier ignoró a María toda la noche actitud que molestó a la joven. A pesar de todo, la velada resultó agradable. Javier no sabía si estaba más desilusionado que enfadado. No podía comprender por qué María procedía como si no le conociese y ello le molestaba e incluso lo irritaba. Finalizada la velada María se despide sin muchas contemplaciones. Sin mediar palabra con Alejandro llegaron al hotel en donde María al despedirse de su buen amigo. – Buenas noches Alejandro. – ¿No me vas decir nada? – No tengo nada que decir. – dice disimuladamente María. – No quieras tomarme por tonto. Sí que le conocías. – ¿A quién? – Violeta... – ¡Déjalo! – interrumpe ella. – ¡Venga! No nos conocemos de ayer. No te pienses que él te creyó. Sabía lo que decía y olvídate de que él lo vaya dejar así. – Es una historia muy larga. – Tengo tiempo. – Alejandro sabía que María lo había estado muy atormentada, él nunca había querido forzarla a contarle nada que no fuera por propia iniciativa, así que sabía cosas sueltas que ella le había ido contando. Como María no le contestaba.– Está bien, no tienes que contármelo si no quieres. Pero ten cuidado, el señor Troyano no estaba que digamos muy satisfecho. Buenas noches. – Le da un beso en la frente y le sonríe, sabe perfectamente que cuando ella esté preparada se lo contará. María no durmió en toda la noche, cada vez que cerraba los ojos allí estaba Javier. Había cambiado bastante, ahora era más alto, las fracciones de su cara se habían endurecido, lo “No siempre es malo recordar”

viera más maduro, aparentaba bastante más edad que la que tenía. María le tenía miedo a sus sentimientos, se había creído que ya no sentía con tanta intensidad, pero se había equivocado eran demasiado fuertes, e intensos; así que se levantó y tomando un bolígrafo y papel escribió: “Llama al señor Troyano y dile que no voy a trabajar con él; me voy al extranjero un mes de vacaciones, tengo mucho en que pensar y necesito tiempo, no sé lo que haré luego, ya te avisaré, no le digas donde estoy. Besos María.” Preparó su equipaje, recogió sus cosas, llamó a un taxi y se fue a la estación de autobuses. Sacó la nota que había escrito y se dirigió a correos. Dio una ojeada y detuvo la vista en un cartel que decía "TELEGRAMAS" se encaminó al mostrador. – Sí, ¿qué desea? – Yo quisiera mandar este telegrama. – Le extendió la hoja de papel. Tras darle la dirección y pagarle se dirigió a buscar un billete de autobús que fuese lo más lejos posible.

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CAPÍTULO SEGUNDO ¡Qué absurdo era el destino! ¡Qué irónico! Sentada en la estación de autobús María pensaba en qué jugada le había hecho el destino. Sin rumbo daba vuelta tras vuelta. Se oye por el altavoz un sonido que parecía ser la de una mujer dando las salidas de los grandes vehículos transportadores de personas y equipajes, pero no se le entiende bien. María se encamina a la cafetería, el recinto está lleno de individuos que conversan mientras toman un café. La joven busca una mesa libre, se dirige a un rincón, va con parsimonia sin pensar que cualquiera puede tener la misma idea que ella. Toma asiento y ensimismada pierde toda noción de tiempo. Un caballero se acerca a ella y la saca de todo pensamiento al preguntarle. – ¿qué toma? – Un café con leche, por favor. María saca del bolso una cajetilla de tabaco rubio y toma de ella un cigarrillo, busca un encendedor en los bolsillos, tras encontrarlo y sacarlo lo enciende. Dándole una gran bocanada mira a través del gran ventanal de su derecha. La calle llena de gente esperando el autobús urbano gesticulando con desespero el cansancio de la espera. Llegan dos monstruos de cuatro ruedas, uno azul y el otro amarillo; hacen su acostumbrada parada, al abrir sus puertas salen en tumulto personas que entran en la estación a toda prisa y aquellas que esperaban entran sustituyendo a los anteriores. A su izquierda siente un ruido y gira la cabeza, el camarero le sirve el café pedido y le extiende el recibo de la consumición. María ve alejarse a aquel personaje que vestía impecable, pantalón negro de pinzas, zapatos de igual color, camisa blanca y manga larga a pesar del calor, una negra pajarita se aplastaba contra el cuello. Un chaleco negro por

detrás y castaño por delante con dibujos abstractos de marrón plateado. A lo largo del mismo una solapa doblada de color negro que termina a la altura del ombligo comenzando con botones blancos. María retira la mirada del camarero que servía otras mesas y mira al fondo; en alto hay un televisor que ahora está encendido echando dibujos animados, se abstrae en sus propios pensamientos hasta el punto de no percatarse de que alguien se sienta a su lado. – ¿Se puede saber adónde vas? María se sobresalta, reconoce la voz y le dedica toda atención mirándole a los ojos, a esos ojos grandes, verdes, brillantes, profundos, que siempre la ponen nerviosa. – Me voy de vacaciones. – Tienes un contrato firmado, no te lo puedes saltar así por las buenas. – Yo hago lo que quiero. – ¡No! – Con voz despótica. – Tú no te vas a ningún sitio sin que yo te deje. – Tú no me puedes retener. – ¿Crees que no? No me pongas a prueba, sabes que a mí nadie me toma el pelo. – Ya recuerdo, a ti no te gusta que te tiren del pelo. – Veo que ya te ha vuelto la memoria y recuerdas que al menos nos conocemos. María no le escuchaba, seguía ofuscada en coger un autobús que la llevase lejos de Javier, no podía permitir que él la obligase a quedar, tenía miedo a lo que pudiese pasar, a lo que pudiese sentir, ella no podía volver a tener nada con él, el rencor, los recuerdos... ¡qué tontería! Ella se veía demasiado mayor para él. No tenía miedo a lo que él quisiera sino a lo que no quisiera. No pensaba en el rencor, si no en lo que ella era capaz de sentir; no sabía nada de él desde hacía mucho tiempo, 21

seguía soltero eso sí, pero nada más, tenía miedo de ella, de sus secretos, de su vida, ¡no! ¡Sabe que tiene que huir de allí!... ¡Cómo sea! Además, no podría esconderle un secreto... él nunca debería enterarse... – No conseguirás que me quede. – Siempre has sido muy tozuda. – ¿Y no te gusta? _ No – dice con sarcasmo – siempre me ha irritado ese aspecto tuyo. María baja un poco la vista mirando los labios de Javier, un escalofrío le recorre el cuerpo, aquellos labios tan sensuales que ella siempre deseaba besar. Javier tras una corta pausa prosigue.– Si incumples el contrato os hundo. – ¡No me hagas reír! – El trabajo lo puede hacer otro – Pero Javier no se reía, se aproxima a ella y casi en un murmullo. – ¿Qué nos ha pasado? Antes éramos buenos amigos. ¿Es qué el tiempo nos ha cambiado tanto que ya somos dos extraños? – No lo sé Xavi, han pasado tantas cosas en nueve años, ya no somos los mismos. Te miro y hay algo en ti que te ha cambiado. – Javier casi en un susurro con la frente apoyada en la de ella – No huyas otra vez de mí, por favor – la besa, un beso lento, largo, sin prisa... – no huyas otra vez de mí – repite Javier y la abraza como aquel abrazo en la montaña. > Llevaban un rato abrazados y en silencio, María aun recordaba los momentos difíciles que pasara cuando estudiaba y allí estaba siempre Xavi apoyándola en todo al cien por cien. Al terminar el curso no dejaron de verse; Xavi se puso a trabajar para ayudar a su familia, puesto que no eran económicamente ricos; trabajaba cerca de la casa de la madre de María en una autoescuela; María aun lo puede recordar; Javier dando clases, tan serio, quien no lo conociese diría que asustaba. Aun resuena en su cabeza cada vez que llegaba y lo encontraba trabajando en el ordenador delante de su escritorio de maestro. Ella entraba sin hacer ruido y lo veía todo serio concentrado. Cuando se percataba de la presencia de ella levantaba la cabeza y sonreía, le brillaban los ojos, a María le gustaba como la miraba Javier siempre le brillaban los ojos, aquella mirada era como un brote de felicidad espontáneo. > A los seis meses de terminar sus estudios María encontró trabajo en una empresa de informática dedicada a la programación, subcontratada en una empresa importante de telecomunicaciones programando para ellos. Aquí fue donde se decidió estudiar la carrera, el estar entre ingenieros la hacia sentirse poca cosa, por lo cuál empezó sus estudios universitarios mientras trabajaba. Tres años más tarde, la empresa en la que trabajaba se fue a la quiebra y decidió comenzar sus pinitos por el mundo de Internet en un ciberchat, allí terminó su carrera, le llevó cuatro años una ingeniería de tres. Javier cambió de empresa y entró a trabajar para una empresa grande, dedicada a montar redes y adminístralas, siempre fue un genio por lo cual no le fue difícil trepar. Por este entonces se veían casi todos los días ya que ambas empresas colindaban. Siempre había habido entre ellos electricidad, y aunque se enamoraron siempre respetaron la situación de ella, en silencio, siempre en silencio; cada uno guardaba su secreto sin que el otro lo supiera... sin que nadie lo supiera. – María mírame – con ternura Javier le obliga a levantar la vista y mirarle a los ojos, durante un momento se miran sin palabras y Xavi le deposita un beso en los labios. Javier recordaba el dolor que le produjera al enterarse de que estaba casada. Lo que había soportado siendo su amigo y amándola en secreto. Los celos le habían angustiado día tras “No siempre es malo recordar”

día y el sarcasmo que a veces empleara con ella habían sido para hacerse a la idea de que ella jamás sería de él, le dolía tratarla así, pero siempre pensó que era lo mejor para ambos, una manera de protegerla de un imposible. Nunca ella le había dicho que lo amaba, pero él tampoco le dijera nunca que estaba enamorado de ella, y ambos pensaban que era mejor así para que cada cosa estuviese en su sitio. Ahora Javier no estaba dispuesto a dejarla ir, “¡por nada del mundo!” Pensaba él, no dejaría que huyese de él. – Eres una buena programadora. – Siempre has dicho lo contrario. – Te dije una vez que si creyera todo lo que te decía seguramente no seríamos amigos. – Si – dice con añoranza. > María vuelve a la realidad y sonríe por el recuerdo tan hermoso que tenía de aquellas fechas. – ¿En qué piensas? – María lo mira. – En la excursión de fin de curso. – Dejamos una conversación a medias. María se hace la despistada – No lo recuerdo – y le mira como si quisiera preguntarle algo. – ¿Aún no sabes por qué fui a la excursión sin querer ir? – No llegaste a decírmelo. – Simplemente porque me lo pediste, no tiene más misterio que el que tú quieras ponerle. María se queda algo pensativa – ¿tanta influencia tenía sobre ti Xavi? El joven se echa a reír y mirándola – eso y más, creo que tú no eras consciente de tu dominio sobre mí – se ríe otra vez – todo lo que decías era importante para mí. Se hace el silencio, que rompe María más tarde cambiando el tema. – ¿Cómo sabías que estaba aquí? – Le leí el telegrama a Alejandro sin que se enterara y por deducción vine aquí, sabía que si querías huir no cogerías un avión. – No debiste leer lo que no va dirigido a ti. – No dejaré que huyas de mí ya te lo dije. Javier se levanta. Le extiende la mano. – ¡Vamos! Ya es tarde. Date una oportunidad. María no tiene ganas ni fuerzas para resistirse y decide 31

extenderle la mano, Xavi aprieta con fuerza, intentando transmitirle un poco de coraje. Delante de la estación un Volvo negro los está esperando, ambos se suben al oscuro automóvil, silenciosamente como si el aire fuese lo único existente. El vehículo cogió la dirección de salida Norte de Madrid, tras una hora de recorrido Javier toma la autopista que los lleva a Francia. – ¿No tienes curiosidad por saber adónde te llevo? – Estoy tan cansada, la verdad no me importa. – ¿Confías en mí? – Le pregunta con suavidad, Javier reduce la velocidad y la mira con cariño. – ¡Mira la carretera! – María lo miraba con enfado. – ¿Quieres mirar la carretera? – Le pregunta en tono más suave. – Como quieras. – Mirando delante de él. – ¿Confías en mí? – Siempre lo he hecho, tú lo sabes. – Ha pasado tanto tiempo que ya no estaba seguro. – Siempre lo haré, pase lo que pase. – Suspira. – Hay algo en ti que te ha cambiado, algo que aún no sé lo que es. – La vida; siempre dijiste que la vida me cambiaría, ya no soy el mismo, he "Madurado", no es así cómo tú lo llamas. María lo observa mientras está entretenido mirando a la carretera. Las facciones de la cara eran más duras, el cabello corto, su cara afeitada, su nuevo aspecto hacía de él un hombre muy interesante; ella no lo recordaba así ahora era más guapo, su cuerpo había terminado de desarrollar, incluso le parecía que era más alto, con mejor tipo, ella lo recordaba con cabello largo y barba de tres días, María siempre le decía "Hay que cortar el pelo y tienes que afeitarte que pareces un ermitaño"; Javier siempre le contestaba " Para qué si estoy cómodo, además, imagínate, si alguien se enamora de mí así y luego me ve todo aseado que maravilla le daré una gran satisfacción, además, me habrá demostrado que me quiere por mí y no por mi aspecto o “No siempre es malo recordar”

lo que aparente." Y ahora se le veía impecable, elegante, sin olvidar el detalle, con ropa de marca al igual que cualquier persona con dinero sobrado, con olor a colonia cara. María recuesta el asiento y cierra los ojos, le duele la cabeza de pensar, los recuerdos le golpean el cerebro como pedruscos cayendo en una tormenta. Poco a poco se va encerrando en un sueño en el que se deja ir, relajándose por momentos se queda profundamente en un sosegado sueño. Tras tres horas de viaje Javier ve un aparcamiento y decide apartar el vehículo a un lado del camino, delante de un bar de camioneros, no es que le gusten esos sitios, pero tiene que descansar un poco. Llevaba todo el viaje pensando en las cosas que había hecho desde que viera a María la última vez. Aún recordaba que ella siempre le decía en tono de broma "Hazte rico y después veme rescatar" esta frase lo empujara día tras día, aunque ella siempre utilizaba un tono de broma sus ojos se lo decían en serio. Sale del coche, abre el maletero, saca una manta y la utiliza para tapar a María. Durante un rato la mira, no puede dejar de mirarla, ha pasado mucho tiempo y necesita recuperarlo; su mente vuelve a momentos felices con ella. > La bocina de "un Mercedes" lo trajo de vuelta a la realidad, María seguía dormida, no quiso despertarla. Sin ganas de querer dejarla de mirar tomando una gran bocanada de aire cerró la puerta de su Volvo, se encaminó al bar, tenía que descansar un poco antes de seguir conduciendo, aun le quedaba mucho camino por recorrer y su sensatez le decía que descansase. María abre los ojos lentamente, el automóvil no estaba en movimiento y eso la despierta, por un momento se encuentra desorientada, pero en milésimas recuerda, mira el reloj que está en su muñeca izquierda y se sorprende “¡Las ocho de la tarde! Llevamos muchas horas de viaje. ¿Dónde estaremos? Y ¿Xavi dónde está?”. Se incorpora tranquilizándose al ver a Javier hablando con un individuo vestido con un uniforme color naranja butano; el vehículo está al lado de un surtidor de gasolina. María baja del coche y busca su cajetilla de tabaco, pretende encenderlo cuando se fija en un cartel grande con letras inmensas rojas, lee "PROHIBIDO FUMAR EN TODO EL RECINTO" el cartel estaba escrito en varios idiomas, Catalán, Castellano, Inglés Francés y Alemán. Vuelve la vista a la primera frase, "¡Catalán! ¡Estamos en Cataluña! Terminada la conversación Javier se dirige para María mientras ella guarda el tabaco sin haberlo consumido. – Ya veo que te has despertado. – ¿Dónde vamos? – ¿Adónde vamos? – Le corrige él; María le sonríe, siempre lo había hecho. – Que quieres, soy así, no lo puedo evitar. – Tengo una casa cerca de Portbou lindando los montes Pirineos, te va a gustar estoy seguro. Hay un río precioso que te “No siempre es malo recordar”

enamorará, el mar está cerca y la montaña te embriagará, justo delante tras la casa un inmenso lago. – ¡Sabes que no me gusta estar aislada! – Respira profundamente, coloca las manos detrás de la nuca. – Necesito estar rodeada de gente, no me gusta estar sola, ni aislada, necesito el barullo. – Te garantizo la falta de soledad. Te aseguro que desearás la intimidad, tengo la casa más concurrida de la zona. – No sé que te diga. – ¿Tienes hambre? Aún quedan varios kilómetros. – Sí, estoy hambrienta, me comería una vaca yo sola. Javier se echa a reír, no tanto por lo dicho sino por los gestos de súplica de ella – Bien, yo también tengo hambre, conozco un restaurante que te va a gustar, está aquí cerca y tienen como especialidad un Rodaballo Exquisito. – No me gusta el pescado. – Sí, lo recuerdo, pero éste si te va a gustar, además, fuiste tú la que una vez me dijo que el pescado es muy importante para el cerebro y te va hacer falta usar tu mente mucho para este proyecto. – Ya veo que no se puede decir nada. Te he enseñado bien. – La verdad es que sí. El restaurante estaba a cinco kilómetros tras salir de la autopista, la arquitectura del local recordaba a las casas holandesas, piedra castaña mezclándose con madera. Alrededor de la casa unos jardines con fuentes largas, la entrada al recinto formado por un pasillo con dos palmeras imponiéndose de vigilantes a todo lo largo viñas de uvas blancas y negras. Había un aparcamiento justo delante de la entrada y aun lateral izquierdo una inmensa terraza con mesas y sillas para aquellos clientes que desearan comer al aire libre sobre aquellos objetos de piedra granito negro y con bordes de mármol blanco. 37

Para dar sombra, había allí unos árboles que parecían ser castaños. Por todo el recinto había estatuas pequeñas también en piedra de granito y mármol con forma de animales del bosque, estas figuras ambientaban el lugar. – Por la cara que pones intuyo que te gusta el lugar. – Si – Sonreía, se la veía entusiasmada. – Me encanta el lugar, ¡es precioso! Javier se divertía, recordaba esa faceta de María, ese brillo en los ojos cuando algo le hacía sentir feliz, era fácil contentarla, ese entusiasmo por las cosas bellas de la naturaleza, disfrutaba igual que una niña. Nada más detener el vehículo María sale para mirarlo todo. Javier la observa satisfecho, esa naturalidad de María de la que él se enamoró una vez aún estaba en ella. Javier se aproxima a ella y la rodea con sus brazos. – ¡Qué hermoso es todo esto! – Sí, la verdad que este paraíso embriaga. Javier la gira quedando uno enfrente del otro, con la mano izquierda le sujeta la barbilla y le obliga a levantar la cabeza, se miraban a los ojos – ¿María, recuerdas nuestro primer baile? – ¡Qué guapo, estabas de traje! Camisa clara, corbata llamativa, chaqueta americana y pantalón de pinzas... verde oscuro. > – Qué pena que nos interrumpieran – susurra Javier. – Sólo nos rozamos los labios, pero... – Pero María... María ahora le llegaba a la altura del hombro. ¡Valla si no había crecido, al menos unos centímetros desde aquella vez! La altura de él hacía que tuviese la cabeza baja; el dedo gordo de Javier pasa suavemente por los labios de María que los entreabre; ambos cuerpos se estremecen. Javier inclina la cabeza y deposita un beso largo, profundo y como si la espera “No siempre es malo recordar”

hubiese sido demasiado larga sus lenguas se entrecruzan buscándose desesperadamente. La temperatura de sus cuerpos subía como un termómetro a cien y el desespero del tiempo despierta el deseo guardado, convirtiendo a ambos en fieras hambrientas. Javier susurra en su oído. – lo deseaba desde hace tanto tiempo, lo echaba tanto de menos. – Estas palabras hacen reaccionar a María y como si estuviese viendo una película a través de sus ojos cerrados vuelven escenas de un pasado no muy lejano. A su cabeza miles de recuerdos y escenas pasadas se apelmazan desbordándola; su llamada de auxilio, su soledad, las palabras de Javier “lo nuestro – parece no querer decir nada – ha sido una equivocación”. Comienza a sentir aquel dolor de encierro y la rabia se va apoderando de todo su ser, la cólera que siente provoca un movimiento brusco empujando a Javier y apartándolo de ella. Con toda la fuerza de su brazo derecho suelta una fuerte bofetada en la mejilla izquierda de Javier, el sonido seco y penetrante hace volver a algunas personas cercanas, el color tostado del lateral de la cara del agredido se torna rojo; María furiosa grita desesperada. – ¡Jamás me vuelvas a tocar! ¿Me oyes? ¡Nunca!. Me apartaste de ti como si fuese un residuo; te pedí que vinieras; te necesitaba... estaba sola... no tenía en quien confiar, sólo en ti; no sabía que hacer, estaba desesperada, me sentía perdida, mísera, creí volverme loca; me acuerdo perfectamente “lo nuestro es un error” pero claro tú que decías que eras mi amigo sólo lo serías mientras ello no supusiese un sacrificio; eres un hipócrita. “Necesito mi libertad” me dijiste – María era un mar de lágrimas, estaba desencajada y hablaba balbuciendo – no oses acercarte jamás a mí, me veo obligada a realizar este trabajo, sólo lo hago por lo que le debo a Alejandro, pero cuando lo terminemos si te he visto no me acuerdo. No quiero 45

nada que tenga que ver contigo. No te conozco, no sé nada de ti, por lo que a mí respecta nuestra relación será puramente profesional. Los ojos de María eran dos mares que se desbordaban, las lágrimas corrían por su mejilla como cataratas, algunas se perdían en sus labios mientras otras bajaban hasta su barbilla. La excitación provocaba una respiración agitada que subía y bajaba el pecho de María. Tan ofuscada estaba ella que no se percataba de la furia y desilusión que por momentos se reflejaba en la cara de Javier. – ¡Te odio! ¿Me oyes? Te odio tanto que creo que no podré resistir mucho tiempo a tu lado. Eres el ser más despreciable que hay sobre la tierra. – María hablaba inconscientemente, en realidad, en el fondo de su corazón no sentía nada de lo que decía, era simplemente miedo lo que tenía, estaba aterrorizada por los sentimientos que aún sentía hacia Javier e intentaba protegerse, no quería que nadie le hiciera daño y se forjaba alrededor de sí un escudo que la protegiese de todo sentimiento que ella intentaba negar. Las lágrimas que salían de sus ojos eran tantas que las palabras ya no salían porque se ahogaban en su garganta, golpeaba imperiosamente con los nudillos de sus manos el pecho de Javier. El cansancio de ella se hace patente cuando rendida llora en los brazos de él, – tengo que huir de ti, no lo entiendes, tengo que huir, cogeré un taxi que me lleve a un aeropuerto.– Su voz era baja, cansada; la de él era autoritaria, pero también baja. – Ya dije que no te permitiría que huyeras de mí. – Tú no me lo puedes impedir, no comprendes que dos seres que se odian no pueden trabajar juntos. – Pues lo tendrás que hacer. – ¡No! – Grita ella, – No lo haré, no quiero tener nada contigo, quiero que salgas de mi vida, te odio. – Ella intentaba “No siempre es malo recordar”

convencerse que aquello era cierto. – Si lo repites muchas veces puede que acabes convenciéndote y luego me convenzas a mí. – Hace una pausa. – El destino nos ha vuelto a reunir por algo. – Sí claro para mortificarme a mí. – No hables así, no seas vulgar. – Déjame en paz.– María seguía con la cabeza apoyada en el pecho de él. – ¡No! No lo podré soportar. –volvía a correr las lágrimas por sus mejillas. Javier se daba cuenta del dolor de ella, quería huir de él y no podía entender cómo ella podía odiarlo tanto, cada palabra de ella era como un veneno que lo estaba consumiendo por dentro y que lo iba destrozando poco a poco. Javier tomándola por los nudillos la separa de él con furia contenida obligándola a mirarlo. – ¡Mírame a los ojos! Dime todas esas palabras, dime que me odias y te dejaré en paz, pero con odio o sin odio terminaremos el proyecto tú y yo juntos; te guste o no te guste, porque si no es así, recuerda que tengo sujeto durante seis meses a tu jefe por el cuello, y si me aprietas demasiado puedo ahogarlo – Estaba furioso, rabioso, si ella le seguía envenenando podría hacerle daño, sí mucho daño, para vengarse le podría lastimar. Le estaba apretando las muñecas, ya sentía dolor y las lágrimas seguían cayendo. – Puedes seguir diciéndome lo mucho que me odias, – María no lo reconocía, nunca lo viera así, pero claro, había cambiado tanto, ella que era Mister orgullo no iba dejar que la intimidase. – ¡Te odio, te desprecio! – Estas palabras incitan a Javier a que presione más las muñecas, María pega un grito de dolor. – ¡Vete! Desaparece de mi vista durante un buen rato o corres el riesgo de que te estrangule, o incluso te haga algo peor que te ate a mí de por vida. – Durante un puñado de minutos ambas miradas se encuentran para decirse que se odian mientras 47

ambos corazones sangran y lloran asfixiándose por el amor que sienten y la pérdida a la que son condenados por las mentes omnipotentes y llenas de orgullo. María reacciona, dándose la vuelta sale corriendo mientras Javier la observa alejarse sin inmutarse y sin hacer ademán por detenerla. Se encamina a una mesa del restaurante y se sienta.

“No siempre es malo recordar”

CAPÍTULO TERCERO – ¿Qué va tomar, señor Troyano? – Un Güisqui. Durante un momento corto lo observa, intenta desviar sus pensamientos, pero no puede, mire donde mire ve la cara llorosa y acusadora de María, "dijo qué confiaba en mí" se repetía una y otra vez. "Ni siquiera me preguntó, no quiso saber la verdad, sólo conjeturas. ¡No, no me justificaré! Si quiere seguir engañada yo no me defenderé, ella será la que venga a mí." María se detiene en un pequeño Jardín lleno de flores, se echa sobre la hierba y rompe a llorar con un gran desconsuelo hasta que ya no le quedan lágrimas. > María vuelve a la realidad por fin decide ponerse en pie mira el reloj “¡ya han pasado tres horas!” Piensa ella. Se encamina hacia el coche, ya había oscurecido, sentía hambre, pero su orgullo le impedía dar el brazo a torcer. La noche cubre el vehículo no dejando ver su interior, cuanto más se acerca mejor se ve en la penumbra la figura de Javier que está recostado sobre el asiento con los ojos cerrados. María abre la puerta este acto provoca que Javier abra los ojos, la mira mientras se introduce en el automóvil. No hay palabras entre los dos sólo una mirada fugaz por parte del moreno de ojos verdes penetrantes. Durante el trayecto no dicen nada, sólo el suave sonido del motor del coche, ambos metidos en sus propios pensamientos que terminan en el mismo recuerdo. >

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María se gira para mirar a Javier que seguía conduciendo. – MagoDeOz – susurra María a lo que Javier se gira sorprendido. – Hace mucho que nadie me llama así... – Suspira – desde que desapareciste de mi vida, lo sigo teniendo registrado, pero no lo utilizo desde aquella época. – Yo también tengo el mío registrado, pero tampoco lo he vuelto a utilizar. Sin embargo, lo he querido conservar. Llegan a un valle en donde el automóvil se detiene, Javier sale del vehículo, está nervioso, mira el lugar, delante de ellos había un gran monte, Javier va subiendo la vista, en lo alto una inmensa casa que se impone como un altar, las luces dan un cierto colorido, haciendo resaltar más la hermosa casa. María hace lo mismo que él, y se coloca a su lado ambos quedan mirando el lugar fascinados, la luna les iluminaba igual que si estuviesen en un escenario. – Ya hemos llegado, ¡Vamos es tarde! – Dice Javier. Los dos se suben de nuevo al vehículo. El resto del camino era cuesta arriba. Javier pensaba en las palabras que ella le dijera. "Te odio" le había dicho ella y ahora él se las repetía una y otra vez para su adentro. – Mañana cogeré un taxi que me lleve de vuelta a Madrid. – De eso nada. No empieces, no voy a dejar que te alejes de mí, ya te lo he dicho. – No podrás retenerme. Trabajaremos conectados a una red. – Así no se puede trabajar. – Sí que se puede, ya lo he hecho otras veces por menos necesidad. – No se trata de que no puedan los demás, soy yo el que no puedo trabajar contigo a distancia. Javier se va exasperando ante la actitud tan persistente de ella, sin darse de cuenta comienza a acelerar el coche. “No siempre es malo recordar”

– Xavi, no corras tanto. – Pero él no la oye. – ¡Xavi! – Tienes que prometerme que no te marcharás en cuanto yo me dé la vuelta. – No te voy a prometer tal cosa. – No reduciré la velocidad mientras tú no me lo prometas. – Pues nos mataremos porque no te lo voy prometer. Llegaron a la casa. Javier la toma por un brazo y la hace salir. – Te juro que me vas prometer que no te marcharás de mi lado hasta que acabemos el trabajo. – Javier sólo quería ganar tiempo, pierde el control, está irreconocible. La hace entrar en la casa, ésta estaba alumbrada con pequeñas lámparas que iluminaban lo justo para que vieses por donde se andaba. Tira de ella escaleras hacia arriba, como se sujetaba a todo, él optó por echársela al hombro como un saco de patatas mientras ella pataleaba. Abre una puerta entrando en el dormitorio de él, la echa sobre una cama. – ¡Prométemelo! O te arrepentirás, si no te retengo por las buenas lo haré por las malas. – Eres una bestia, no me retendrás. – María estaba asustada, pero no iba dar su mano a torcer, era demasiado orgullosa para dejarse someter, ella y sólo ella era dueña de su persona. – No me retendrás. – Intenta bajar de la cama, pero Javier más rápido se echa sobre ella. – ¡No! – El cuerpo de él estaba sobre el de ella, las manos de Javier sostenían presionadas las de ella contra la cama. – ¡Prométemelo! – ¡No pienso! – Le grita ella. – ¡Te vas a arrepentir! – ¿Qué vas hacer? Javier no se lo piensa dos veces y la besa con rabia. – ¡Prométemelo Marquesa! No me incites para que te obligue. – ¡Eres una bestia! No me quedaré aunque me fuerces. – Si me provocas puedo obligarte a quedarte de una forma que 53

tú no puedas controlar. – No serás capaz de violarme. – No me hará falta, me suplicarás que te haga el amor. – ¡Eres repugnante! Javier no tenía control sobre él, era capaz de matarla si ella seguía provocándolo. – ¿Quieres que te demuestre lo mala persona que soy? – Una violación es un acto de cobardes desalmados sin escrúpulos. – Ya te dije que no tendría que violarte – ahora hablaba con voz suave, incluso tranquilo, como si esa opción le gustase más que la propia discusión. La vuelve a besar, pero esta vez no tan brutamente. Ella se resistía, tenía que luchar con él y con sus sentimientos, la habilidad que demostraba Javier desarmaba a María, comienza a sentir una excitación que la deja casi sin respiración, cada movimiento de él iba calmando a María hasta que ella ya no ponía resistencia, poco a poco comienza a desnudarla, – No, por favor, Xavi no. – Era casi en un susurro. – Lo deseamos los dos, déjate llevar. – deja libre uno de los brazos de ella que ésta utiliza para acariciar la espalda de él, poco a poco se desnudan uno al otro, cuando Javier le intenta sacar el sujetador ella lo detiene, sus senos ya no son los de una jovencita, siente vergüenza e insiste para que él no se lo quite. Javier se rinde y sigue acariciándola quiere darle más tiempo. En un momento el ardor se convierte en desesperación uno por el otro ya no piensan sólo sienten, desean con desesperación sentirse uno dentro del otro, cuando Javier la despoja de toda prenda ella ya no se opone, lo desea, necesita sentirlo, quiere perderse con él y mañana Dios dirá y dispondrá, está perdida, ya no tiene armas. En un momento piensa en que ya no puede detenerlo y con un poco de valor y orgullo murmura. – Está bien usted gana Señor Troyano, prometo no marcharme. “No siempre es malo recordar”

Javier se queda frío, sale de encima de ella, María se cubre la cara con las manos, no puede mirarlo, tiene que ser fuerte, no puede dejar que le haga el amor, si lo permitiese ya no tendría voluntad, no puede dejar que Javier tenga tanto poder sobre ella. “¡Dios cómo lo ama!” No puede permitir que le haga daño, no quiere sufrir. Siente como Javier sale del cuarto dejándola allí llorando, desconsolada, dolorida. Siente que dentro de ella desea llamarlo, pero tiene que contarle algo tan importante, él tiene que saberlo y cuando lo sepa la odiará. Además ¿dónde quedaría su orgullo? Tiene que ser más fuerte que su corazón, no puede dejar que él la posea sólo por conseguir que se quede, no así no, él no la quiere, sólo quería castigarla, hacer valer su poder, demostrarle que él es el que manda. Se cubre con una sábana acurrucándose igual que hacia de pequeña cuando quería que un padre que nunca tuvo le diese fuerzas para sobrellevar sus penas. "Me odia, sé que ahora me odia y cuando se entere me odiará más." Este pensamiento la desconsuela más y desea morir, no soportará que él la odie, no quiere pensar, tiene que dormir y dejar pasar la noche seguramente mañana verá las cosas mejor. Intenta dormir, pero no puede sus pensamientos vuelan al pasado su corazón late con fuerza sólo de recordar... Javier se va al jardín siente rabia, dolor... no lo sabe sus pensamientos también regresan aquella noche tan especial... > Javier cierra los ojos a la vez que todo su cuerpo se estremece al recordar ese momento. María en su cuarto se ha levantado mirando por la ventana sin ver nada delante de ella que no sean esas escenas del pasado; un escalofrío pasa por todo su ser recordando, parece como si él aún sintiera los besos de Javier, como si aún notase cada caricia. > María coloca las manos en el cristal de la ventana, cierra los ojos y entre lágrimas recuerda que en ese mismo momento gritó en su adentro mientras dos lágrimas resbalaban por sus mejillas “te quiero” Javier se acuerda perfectamente que la miraba a los ojos mientras interiormente le decía cuanto la amaba. María vuelve a la cama y se echa sobre esas sábanas con olor a Javier no consigue calmar su dolor, abraza la almohada mientras llora desolada no consigue sosiego poco a poco se va adormilando hasta que por fin cae en un profundo sueño que la va llevando a un estado de relajación.

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CAPÍTULO CUARTO Miles de estrella luminosas llenaban el inmenso cielo, Javier acostado sobre la hierba las miraba intentando sacar figuras con grupos de ellas. Tenía las manos cruzadas, apoyando cabeza. Su respiración lenta y profunda; en voz alta iba dando nombre a cada estrella, ello le suponía un gran esfuerzo, pero lo intentaba mientras consiguiese vaciar su mente de pensamientos dolorosos. Ya cansado opta por sentarse; se frota los ojos; mira el lago que tiene delante de él; aquellas luces del techo que cubre la tierra aparecen reflejadas en aquel agua dulce y cristalina e imponiéndose la luna llena dominando como un rey Vikingo; Javier se la queda mirando con una sonrisa irónica, en ella ve la cara dolorida de María, mueve la cabeza como resentimiento e intenta eliminarla de sus pensamientos y para ello cierra los párpados. Alguien se le aproxima por detrás y lo rodea con sus brazos, la barbilla de ella apoyada en el hombro izquierdo de Javier, los brazos alrededor del pecho de él. – ¿Qué pasa Xavi? – La joven de unos treinta y cinco preguntaba preocupada. – Me siento tan impotente, tan desorientado... – Tú el rey de la dureza, tú que creo que has inventado la seguridad, el hombre que poco a poco he visto transformar, a éste que se ha vuelto inflexible, indomable, inmutable. – Me describes como un monstruo. – Xavi – Ella siempre le llamaba así – Has cambiado tanto _ La voz de aquella mujer de cabello corto era melancólica. – Ella me dijo lo mismo, dijo que había algo en mí que era diferente. Ambos vuelven al pasado, a sus años de estudiantes, los “No siempre es malo recordar”

recuerdos de unos tiempos más sosegados y con menos preocupaciones. – Aunque tenías un aspecto serio y que imponías cuando se te conocía se veía que eras alegre, María decía que estabas lleno de energía, de vida. – Recuerdo que una vez me dijo que ella tenía una vida hecha y que buscaba mejorar y que yo tenía todo un mundo por explorar. Se reía de mí porque quería ver el mundo en una Halley y siempre me decía que la vida me haría cambiar de opinión. ¡Valla si no fue así! La joven morena se pone delante de él y de cuclillas mirándole a los ojos. – He visto cómo día a día has ido cambiando, cómo poco a poco tu carácter se iba transformando, sin embargo, en el fondo eres el mismo sólo que más duro contigo mismo. Te exiges y exiges a los demás.– Toma aire y prosigue en la misma medida que empezó. – He sido testigo de como a medida que pasaba el tiempo te llenabas de trabajo y tu vida ha sido desde entonces tu trabajo, has triunfado y en poco tiempo has conseguido convertirte en un guapo y cotizado soltero rico. – Pensé que con el trabajo la olvidaría y si no la olvidaba la buscaría, siempre me decía que cuando fuese rico la buscase, la olvidaba o la buscaba esa era mi finalidad. – Pero no ha sigo así ¿Verdad? – Sandra, creí volverme loco cuando no pude encontrarla, ya me había rendido. Cuando la vi creí ser el hombre más feliz que hay sobre la tierra. Pensé que la había perdido y ahora el destino la ponía de nuevo a mi alcance. – Lo recordaba con alegría, se le iluminaban los ojos. – Pero ella hizo como si no me conociese, me desconcertó. – Lo decía con tristeza, con dolor. – Deseé matarla por fingir que no me conocía. Vi en sus ojos la desilusión. Dijo que no tenía interés en trabajar conmigo y se fue como sí tal cosa. Me acusó de traicionarla, 59

que la abandoné a su suerte. – Porqué no le explicaste el motivo de que no fueras a verla cuando te llamó. – No me dio ocasión, ni me dio la oportunidad de decir nada. – ¿Y cuando te acusó? – ¿Para qué iba a desengañarla? – Sujetando a Sandra por los brazos – Me tienes que prometer que no se lo vas a decir. – ¡Pero Xavier! – ¡Prométemelo! – Sandra lo mira con preocupación, no le gusta la situación que se ha provocado, pero resignada. – Está bien, no le contaré nada. – Cierra los ojos y volviéndolos a abrir. – Siempre presentí que entre vosotros había algo especial, aunque no lo reconocierais – ¡Cómo os mirabais! Tú siempre vigilando todo lo que ella hacía; y María siempre protegiéndote. Reconozco que al principio pensé que era instinto materno por parte de ella y cariño de hermanos por parte tuya, pero, sin embargo, había algo entre los dos que se notaba en el ambiente, algo mágico que todos percibíamos y nadie entendía, por supuesto que no pensábamos que estuvieseis enamorados; la verdad que me engañasteis, pero por poco tiempo. – se produce un silencio entre ambos que es roto sólo por el canto de los animales nocturnos. – Una vez le dije que sabía con quién ella le pondría los "cuernos" al marido, si se diese la ocasión. – ¿Qué te dijo? – Sandra sonríe. – ¿qué te dijo? – Insiste Javier. – No te lo creerías, me dijo que no quería ni pensarlo, ni saberlo que me lo guardara. Javier abraza a Sandra – no le permitiré que me abandone. – Xavi, no hay nada que la retenga si no quiere. Mueve la cabeza de un lado a otro. – Ella tiene miedo, siento su miedo, su confusión. Si estuviera seguro de que no siente nada. – Se queda en silencio como si “No siempre es malo recordar”

las palabras lo ahogaran, le costaba decirlas, era como si su garganta se negara a dejar que él transmitiera algo tan horrible para su corazón, casi en un susurro se le oye decir. – La dejaría ir. – María es muy testaruda, siempre hace lo que quiere. – ¡No! – Y levantándose. – No lo soportaría, mientras me quede una posibilidad no la dejaré marchar, mientras tenga una pequeña esperanza. – ¿Podrías vivir con quien te odia? Javier sonríe irónicamente. – Ella quisiera odiarme, pero en el fondo no puede. Además, he conseguido que me prometa aguantar hasta acabar este proyecto, necesito tiempo. – ¿Para qué el tiempo? – Quiero que se convenza de que el tiempo no ha cambiado los sentimientos y que se dé cuenta de que la diferencia de edad sólo tiene el inconveniente de que ella puede creer que es un problema sin serlo. – ¡Vamos! Es hora de desayunar, la gente debe estar ya levantada. No entiendo pero... – Pensativa. – ¿Crees que se llevará bien con la gente? – A la mayoría ya la conoce, lo que no sé es cómo va a reaccionar cuando vea a futuros compañeros de clase. – Riendo – Y, además, no precisamente aquellos con los que más nos llevábamos. Ambos amigos se encaminan a la casa cogidos del brazo. Van hablando del hambre que tienen y lo que se comerían en ese momento; iban riendo. Javier sabía que Sandra era una buena amiga y que estaría con él a pesar de todo, aunque Sandra no estaba de acuerdo con todo lo que él hacía siempre lo apoyaba y ello había forjado con el tiempo una amistad muy fuerte, casi indestructible. Pero el apoyo era mutuo ya que Javier también apoyaba en todo a su querida amiga. 61

Sandra había sido el jipi del grupo, por decirlo de alguna forma, defensora de los desvalidos y desfavorecidos; era una joven llena de ternura y grandes sentimientos. Poco femenina, cabello castaño y liso le gustaba llevarlo cortado a la altura de la barbilla, con un flequillo por encima de los ojos, que no le molestara. Por supuesto su carácter no le permitía el maquillaje ni las pieles, decía que lo sintético calentaba igualmente. Tenía su armario lleno de chalecos, camisas y pantalones vaqueros indumentaria típica en ella. Era alta, ni delgada ni gorda, pero si anchita, no era hermosa pero su cara se hacía dulce y su voz con su habla siempre en gallego le daban un toque de mujer influyente en los demás. Claro está que no le gustaba la carne, aunque no era vegetariana nunca nadie la viera comiendo carne. Sandra en una de las vacaciones con sus padres los convenció para ir a Valencia; allí conoció por fin a un joven del lugar con el que chateaba desde hacía un año; se enamoraron y mantuvieron un romance. Continuando su relación en la distancia viéndose en las vacaciones, hacía desde esa ya unos años y ella decía que continuaban muy enamorados, Joseph también le gustaban los ordenadores con lo cual siempre tenían tema de conversación cuando no sabían que contarse, porque hablaban cada día por chat. Ambos estaban estudiando y su idea era rematarlos y casarse. Sandra mantenía una muy buena relación con María, sin embargo, con Javier y con Yago era algo muy especial porque entre ellos tres manaba una cierta complicidad... María en varias ocasiones le comentara que le daba la sensación de que entre Yago y ella aparecía cierta electricidad... Sandra se reía y le contestaba que tenía buena imaginación. Siempre quedaba la conversación en el aire hasta el día que Sandra le confesó que aunque estaba muy enamorada de Joseph si cayese en la tentación sería con Yago. También sugería que sabía con “No siempre es malo recordar”

quien le engañaría María si pudiera; esta última no quiso saber más de la conversación, era mejor negarse a sí misma ciertas cosas y cuando uno lo dice en alto parece cometer ya un pecado escabroso y macabro. Cuando María salió de la vida de Javier este quedó tan derrotado y Sandra se sintió tan culpable que le suplicó a Joseph que se quedasen con su amigo; necesitaba sacarlo a flote. El marido de Sandra no hizo preguntas, simplemente asintió y apoyó en todo a su mujer, entendía que algo carcomía a su esposa y algo dentro de él le decía que tenía que posponer sus planes. Montaron su empresa de informática por Internet y les iba estupendamente siempre al lado de su amigo Javier, casi sin darse de cuenta acabaron formando parte de la vida de Xavi. Cuando éste montó sus grupos de trabajo los incluyó, eso sí, el matrimonio nunca abandonó su tienda, era como un complemento. Joseph a veces decía que tenía celos del gran cariño que había entre su mujer y su jefe... pero claro no era en serio, realmente sabía que para su mujer él era el primero, no porque se lo dijera, sino porque cada día se lo demostraba y para él eso era suficiente. Así los tres formaron un conjunto durante esos años. Entre tanto en el comedor de la casa un grupo de jóvenes conversaba animadamente mientras desayunaban. – Ya veo que el jefe ha vuelto. – Dice un joven de unos treinta y seis años, alto, delgado, atractivo y bien vestido. – Tenemos el trabajo atrasado y creo que a este paso no lo terminaremos a tiempo. – Venga Víctor, no te pongas trágico, que yo sepa hasta ahora nunca nos ha fallado. – Roberto tiene razón, terminaremos todos los trabajos a tiempo somos un equipo aunque no nos llevemos bien. – Dudando. – Bueno, eso creo yo. – El que hablaba se llamaba José, no es que fuese un genio, pero él se lo creía, en un tiempo 63

atrás no caía en gracia a sus compañeros, pero lo toleraban, era trabajador, inteligente y hacía su trabajo bien. – Creo que Xavi traía a alguien que nos ayudará, consiguió que uno de los programadores de la competencia trabaje con nosotros. – ¿Alguien lo conoce? – No, Xavi llamó ayer para decir que llegaba de madrugada y acompañado. – Eso nos indica que lo consiguió. – Lo que él no consigue, nadie lo consigue. – Nunca pensé que Troyano fuera a llegar tan lejos, es casi increíble lo pensaba de José, incluso de Víctor, pero que él os superase a todos no, la verdad que pensé siempre que era muy joven y tenía la cabeza llena de fantasías estúpidas. – ¿Recordáis la excursión de León? – Sin esperar respuesta Roberto continúa. – Pues pensé que este chico era un porrero. – Él no había llevado la marihuana, fui yo. – Alguien interrumpe la conversación. – Sé que todos os creísteis que fue él, pero no, fui yo y eso que María casi me descubre. – ¿María también fumó? – Le pregunta José al joven que acabara de entrar por la puerta y que ahora se sentaba enfrente de él. Miguel toma aire y sin esforzarse en recordar el día añade. – ¡No! – Dice Miguel rotundamente. – No, ella nos regañó como si fuésemos niños, pero, sin embargo, ni lo probó, nos llamó drogadictos, perdidos y no sé que más, pero ella era así. – ¿Qué será de ella? – ¿De quién? – Todos se dan la vuelta cara la voz, Mónica insiste en su pregunta. – ¿De quién habláis? – De María, ¿recuerdas a María? ¿Qué será de ella? – Me extraña que Javier no la haya buscado. – Y ¿Por qué la iba a buscar? – Mónica se enfada. – Venga tú no serás la única ingenua que no percibía lo que “No siempre es malo recordar”

ellos no querían reconocer. – No sabía que hubiese algo entre esos dos. – Dice José pensativo. – Otro ingenuo más. No, en realidad entre ellos no había nada, que se supiera claro, por las circunstancias, él es mucho más joven que ella, casi nueve años y eso son muchos años sobre todo para alguien como María tan exigente en ese aspecto. Otro motivo era el matrimonio de ella con dos críos y sobre todo Xavi en ese instante aun estaba saliendo del cascarón. Entre ellos hubo una gran amistad porque la sensatez no les permitía nada más, además, María es de las personas que dice que amante y amigo no deben mezclarse porque pierdes amante y amigo. Sin embargo, había magia entre ambos se respiraba en el ambiente. – ¿También la conocías, Víctor? Víctor se toca su delgada y larga nariz como pensando si no estaría equivocado, tras una corta pausa dice convencido de tener razón al respecto. – María es de esas personas especiales que es difícil de conocer, no es superficial, todo lo contrario, quizás nos engañe a todos y sepamos que lo está haciendo, pero es de esas personas que no puedes garantizar lo que va hacer porque es imprevisible, compleja... – Lo pintas como si fuese una diosa. – dice Berta celosa. – Me hubiera gustado que ella se enamorara de mí, yo no la dejaría escapar. – Ni yo, fue la primera persona que me dio su amistad sin pedirme nada a cambio, ella perdió su tiempo para ayudarme a estudiar RPG, Miguel aprobó, pero yo, además, fue una persona que nunca le importó mi físico. – Se ve que la apreciabas, Roberto. – Fue de las pocas personas que he conocido que hacía las cosas por instinto. Ayudaba a todos simplemente porque 65

consideraba que los seres humanos deben ayudarse para estar en igualdad de condiciones a la hora de competir; para ella no hay personas ineptas, sino que todos son inteligentes con la diferencia de que unos lo son para unas cosas y otros para otras. – No creo que fuese tan perfecta. – Berta tú nunca le llegarás a la suela de los zapatos. No era perfecta, tenía muchos defectos, pero sus virtudes disculpaban sus defectos. Era chismosa, enredosa, entrometida, se creía con derecho a decir a los demás lo que tenían que hacer, era abogado y juez. Pero era sabia, siempre sabía que decir a los demás, cuando tenían problemas. Era la persona más sensata y cuerda que jamás conoceré. Pero sobre todo yo no la querría como enemiga; podía ser una mujer muy cruel. – Yo la odio. – Berta se levanta y sale al jardín. Mónica la sigue. – Yo la odio. – Repite en alto Berta, Mónica se acerca a ella y la toma del brazo. – ¡Olvídala! – No puedo, ella se entrometió entre Marcos y yo. – No Berta, Marcos se enamoró de Rebeca. – Pero ella abogó por Rebeca. – ¿Tú crees? Yo pienso que María abogó por Marcos. – Yo le amaba. – Venga no te pongas así. ¿Sabes algo de él? – Sí, al año de terminar FP se casaron, se matricularon en la universidad de económicas... no estoy segura de que ha sido de él, dejó su pasión que era el análisis informático por influencia de su mujer, hace tres años le perdí la pista, cuando supe que ella estaba embarazada. Sé que están en contacto con María. Rebeca trabajaba en una empresa muy buena en la bolsa de Madrid, él tenía un puesto importante en el campo de la política. “No siempre es malo recordar”

– ¿Qué sabes de María? – Es una gran analista programadora en una empresa extranjera aquí en España, aunque ha estado varios años fuera, creo que ha vuelto, no estoy segura... la verdad... no sé. Berta lloraba. Mónica la abraza. – tranquila, el tiempo todo lo cura. – La odio, ella arruinó mi vida. – No te engañes, si Marcos se hubiera enamorado de ti en vez de Rebeca, estoy segura de que dijese lo que dijese María él no le haría caso. Es más yo no creo que María le indicara a Marcos a quien amar, es la vida Berta, se enamoró de Rebeca y María les echó una mano para que se dispusieran a decirse sus sentimientos. – Sabes, María tan fuerte siempre, me imponía su valor y su decisión a la hora de hacer cualquier cosa; decía siempre que la gente débil merecía que la humillasen sólo por ser débil, decía que la timidez había que hacerle frente. – No dijo ninguna mentira. – No, pero todo el mundo merece una oportunidad y ella no estaba dispuesta a dársela a nadie. – Eso es que la conocías poco. – Es buena amiga para quien ella es amiga, pero ¡ay! De aquel que fuese su enemigo, ¡dios! Los aplastaba como si fuesen hormigas sin compasión. Era vengativa y desde luego en mí provocó una gran frustración. – Tanto daño te hizo. – Sé que hablaba de mí, me rebajaba delante de todos cuando yo no estaba presente la manera que tenía de mirarme y psicoanalizarme me ponía nerviosa. Lo gracioso es que ella sabía perfectamente cómo me empequeñecía y por eso lo hacía. – Lo siento tanto, Berta. – A veces creo que si no estuviera casada, Marcos se hubiera fijado en ella y no en Rebeca. 67

– No, lo primero que surgió entre Rebeca y Marcos fue físico, el resto lo trajo el tiempo. – Tú andabas con ella. – Pocas veces estuve con ella. – Sin embargo, sabes que juzgaba a todo el mundo. – Sí y a ti muy duramente. Pero María psicoanalizaba a todo el mundo ella incluida y también era dura consigo misma con lo cual... – ¡Buenos días! – Xavi ¿cuándo has llegado? – Esta madrugada. – Mónica se acerca a él y le deposita un dulce beso en la mejilla. – Me alegro de verte. – Tengo noticias para todos ¿dónde están? – La mayoría en el comedor desayunando. – ¿Quiénes estáis? – Miguel, Roberto, Víctor, José, vosotros dos y nosotras dos. – Pues ve a buscar a los demás, es importante lo que tengo que deciros. Sandra interviene en la conversación. – Yo voy buscar a Joseph y a Yago, tú Berta ve buscar a Moli y a Elena y Mónica ve buscar David, Carlos y Ernesto. Ya todos reunidos en el comedor. – Tengo algo que deciros, buenas y malas noticias. – Primero empieza por las buenas y luego por las malas, así tendremos tiempo para hacernos a la idea. – Yago calla y escucha, esto no es un juego, llevamos mucho tiempo de retraso. – Te has vuelto un viejo. – ¡Yago! – Autoritariamente, cuando Javier hablaba así todos escuchaban, no sólo por ser el jefe sino porque había cambiado tanto que imponía a todos y algo de temor le tenían. Javier se había convertido en un ser poderoso y demasiado “No siempre es malo recordar”

comprometido con su trabajo y con todo lo que le rodeaba, llevaba las riendas siempre, él mandaba y todos obedecían, pero a ninguno le importaba porque también se sentían protegidos por él y ganaban mucho dinero con su jefe. Javier solucionaba los problemas de todos y aun siendo el más joven era el más maduro, equilibrado, juicioso... – Está bien. – Se resigna Yago. – He hecho un trato millonario con HERMES, no sólo porque se lo deba, sino porque me han ofrecido mucho dinero. Pero tenemos poco tiempo y mucho trabajo. Durante ocho meses disponemos de la exclusiva, éste es el tiempo del que disponemos para realizar el proyecto, he decidido que los dos equipos trabajen juntos en esta ocasión, por eso nos encontramos todos aquí. – He traído a otra analista programadora, para que no trabajes solo Yago, quiero que tengas quien se pelee contigo, es muy buena en su trabajo y no te dejará respirar, de las mejores que tiene ÁLAMO, la empresa a la que se ha unido HERMES para explotar este proyecto en conjunto. Ella estará seis meses, dos menos que nosotros. Tenemos que ponernos las pilas. – ¿Es joven? – ¿Hombre o Mujer? – Moli tendrás que contener tu curiosidad. – Es hombre. – No, es mujer. – Valla que suerte. – A Carlos se le ilumina la cara. – Si te gusta que ella lleve las riendas. – Yo la manejaré, haré que coma de mi mano. – Que ingenuo, ¡te devorará! – suelta una risotada espontánea, ante el asombro de todos que pocas veces desde hacia mucho tiempo lo veían así. – No hay mujeres así. – Aún no había terminado de decirlo cuando María entra en el cuarto. 69

– ¡María! – dice perpleja Berta, todos miran hacia la puerta por la que entraba María, durante un corto tiempo todos quedan en silencio, pero a María, que le gustaba dominar las situaciones tensas, es la primera en reaccionar. – Valla... Valla... – dice con calma – jamás esperé encontrarme a la mayor parte de la tropa de informática aquí. – María se acerca a Miguel. – Me dejas que te abrace. – Miguel no espera a recibir respuesta y extiende los brazos, María lo aprieta con cariño. – ¡Hola! Viejo amigo. – Te he echado de menos. Estás preciosa. – No es cierto, pero te lo agradezco. Yago se acerca rápidamente por detrás y se la saca de los brazos a Miguel. – ¡María! No me lo puedo creer, estas igual que cuando estudiábamos juntos, de joven, porque de apariencia has mejorado un montón, tienes un aspecto... – La abraza fogosamente. María llevaba puesto una falda que le llegaba al tobillo, recta de color verde pastel apagado, tenía un pequeño dibujo de flor color granate; unas botas de tacón alto castañas de ante, una camisa de manga corta que le llegaba a la cadera resaltando su figura, la llevaba media abotonada. El color granate de la camisa resaltaba la cara de tez tostada de María, debajo de la camisa una camiseta de tiras del color de la falda le daba un toque alegre. El cabello recogido en una larga trenza. Sobre la cara, dejando caer, unos pelos sueltos que hacían que María pareciese una niña. Los labios pintados con un color suave y marcando; con un lápiz negro la línea a unos ojos brillantes y alegres en ese momento; las espesas pestañas y largas son objeto de admiración de aquel apuesto joven que no la recordaba tan fascinante. – Yago, tú sí que estás guapísimo. Roberto se aproxima a ambos y toma de la mano a “No siempre es malo recordar”

María tirando suavemente de ella. – Yago es un rompe corazones, es elegante, atractivo y si vas con él a algún sitio no ligarás. – Yago si era un joven muy guapo y tenía un gusto exquisito para vestir, era curioso porque cuando María lo conoció este apuesto joven vestía con vaqueros rotos, y al igual que Xavi con barba de tres días. Ahora en cambio con ropa de marca, pantalones de pinzas en combinación con la camisa y por supuesto una corbata que destaque en la indumentaria; eso si seguía con un toque personal de desorden, la camisa por fuera del pantalón, y la corbata algo floja, eso no provocaba dejadez sino que le daba un toque muy personal y muy atractivo. – Roberto cuanto tiempo. – Javier observaba como María iba de brazos en brazos saludando y sus antiguos compañeros y sintió una fuerte punzada en el corazón, eran los celos "A mí no me recibió así" pensaba tristemente el joven enamorado “qué hermosa está”. María prosigue la conversación con Roberto sin prestar atención a nada más. – Has adelgazado bastante o ¿eso me parece a mí? – Más de quince kilos. – Estás más guapo, pero me gustabas también de la otra forma si tú estabas bien. – ¿A mí no me saludas? – ¡Hola José! A ti, sí que nunca me habría imaginado verte aquí. – Ambos se dan un abrazo y un cariñoso beso en la mejilla. – Tengo que ir al pueblo, me están esperando, pero espero hablar más tarde contigo. – Tras despedirse sale del cuarto junto con Roberto y Carlos que también tenían que marchar, eso si presentándose antes de irse. María se fija en Víctor y se aproxima a él.– ¿Qué, tú no me recibes? Víctor que estaba sentado observando, la mira y levantándose. 71

– Yo querría acaparar tu atención siempre. Nunca te lo he dicho, pero siempre he estado enamorado de ti como un tonto, pero tú eres tan difícil de conseguir, creo que me resigné demasiado pronto. – Puedes dejar de decir tonterías y darme un fuerte abrazo. – Ambos se abrazan. – Elena baja la vista tristemente, ella aún lo ama, en ocho años no ha cambiado sus sentimientos y ahora le gustaría ser María para recibir un abrazo y un beso así, aunque sólo fuese de amistad. – ¿Tienes que acaparar la atención siempre? – ¡Sandra! – Las dos entre gritos se abrazan. – El tiempo te ha mejorado. – No ha sido el tiempo, sino el amor. – María la mira interrogativa, Sandra como si le leyese la mente. – ¡Sí! Sigo casada con Joseph. – ¿Me lo llegarás a presentar algún día? – Aún no terminara de decirlo cuando Joseph se acerca a su mujer y agarra por la cintura. – Yo soy Joseph, y tú, María. Eres una persona muy famosa, hace mucho tiempo que quería conocerte. – Y yo a ti también. – Llegué a pensar que eras una fantasía, una alucinación de unos pocos. – Veo que se ha hablado bastante de mí. – Sí, créeme que demasiado y a demasiados. No sé cómo eres, pero estoy seguro de que marcas a las personas, porque a esta gente le has dejado huella, a unos buena y a otros mala, pero huella. – no te preocupes, todos han mentido. Mirando a su amiga Sandra. – No le has dicho a tu marido que era la persona más simpática que jamás has conocido. – No te eches laureles. “No siempre es malo recordar”

– Es "no te eches flores", lo de los "laureles" me lo he inventado yo y me lo has robado. – Ni que lo tuvieras en exclusiva. Ambas amigas se echan a reír. Mónica se aproxima a Javier y lo toma de la mano antes de añadir. – María, que alegría, has venido, Xavi no me comentó nada al respecto, pero es toda una sorpresa. – Mónica... – María echa un vistazo rápido a Javier para volver la vista a su interlocutora. – Sí, estás guapetona, hija, has cambiado mucho. – María observa a lo que parece ser su anfitriona. Mónica había cambiado mucho, de ser y una mujer muy delgada con ropa floja y larga; cabello rubio, liso y largo; zapatos planos y una voz dulce y tierna parecía ahora una gran señora adinerada. Seguía siendo la misma rubia, pero de cabello corto y rizado; tenía unos kilos más que cuando María la vio por última vez, ahora estaba perfecta, esbelta y más hermosa. Su indumentaria era más provocativa y su voz seguía siendo dulce, pero ahora se detectaba algo más de cinismo. Sus ojos claros mostraban una mirada de aviso... como si te estuviese advirtiendo de que tuvieses cuidado con ella y su entorno... ¡sí!... daba escalofrío y una inmensa desconfianza. – Te veo muy bien Mónica, la verdad que has conseguido sorprenderme. – Y eso sí que es difícil de conseguir – mirando a Javier melosamente – ¡verdad cariño! Los celos comían a María por dentro, así que cuando ante su sorpresa, divisa a Berta y Moli no puede evitar descargar toda su rabia sobre ellas; se encamina hacía ellas con toda procacidad típica en ella cuando quiere atacar. Las jóvenes estaban sentadas en una mesa desayunando. – ¡Esto sí que es una sorpresa! – Se sienta enfrente de ellas. Sandra le susurra a Javier y a Joseph. – Las va a atacar, 73

sigue siendo la misma, pero cariño – mirando a su marido – nosotros no vamos a ser testigos tenemos que irnos que ya llegamos tarde. En veinte minutos volvemos jefe. – ¡Berta! Has cambiado, estás más guapa, no has crecido pero, sin embargo, si has adelgazado. – María, tú siempre tan sincera. – Estás más guapa con lentillas. – Te estás riendo de mí, estoy segura. Nunca fui... que digamos de tu agrado. – ¿Sigues siendo la misma chica tímida? Espero que no. – Por qué infravaloras a las personas más débiles que tú. – ¿Qué me quieres decir? Que eres débil y por eso te tengo por debajo. María recordaba a Berta más fea, parecía como si el tiempo la hubiese mejorado; sin embargo, seguía teniendo el mismo carácter inseguro de la época en que ella la conociera. Cierra un momento los ojos, levantando la cabeza intentando hacer memoria de antes... sí... la recordaba perfectamente, pequeña, gordita, con unas gafas de pasta castaña, sí... gordos eran los cristales. Tenía una voz chirriante como el grito de miles de ratas, decía tonterías continuamente, a María se le hacia increíblemente insoportable. Al salir de clase los viernes se iba con sus amigas por los mismos bares de la zona vieja por donde iba Marcos. Alguna vez algún profesor hacía algún chiste al respecto y como si la cosa no tuviese importancia, soltaba a veces algo como “Berta hasta en la sopa te vemos, hija.” Su forma de vestir daba una sensación de persona cateta, torpe, basta, burda... – Te gusta jugar con las personas. No me extraña que tu matrimonio no te durara. María abre los ojos y la mira, parece que le fuese a decir algo pero un recuerdo la detiene. Le da la espalda y se dirige con calma a una mesa que tenía una cafetera con tazas “No siempre es malo recordar”

alrededor, se sirve una taza de café solo, le pega un sorbo tras el cual dice con lentitud – Berta, ¿Aún te fascinan los profesores?... parecía que iba a proseguir, pero se detiene mientras mirando su taza regresa a un bar muy lejos de allí.

> – ¿Berta, aún te gusta los profesores? – ¿Qué? – Berta se echa a temblar, pero la rabia que siente es “No siempre es malo recordar”

mayor que el miedo, desea enfrentarse a María. Creyó que ya había superado su cobardía, pero ahora se daba cuenta de que no, sentía temor, María la hacia sentir siempre mísera, un diminuto insecto, sin embargo, ahora sentía que le venían las fuerzas para enfrentarse a ella, por eso sin pensárselo dos veces añadió – ¿A cuántos hombres le has roto la vida? – Berta se envalentó y sigue – ¿Vigilas bien tus espaldas? – Berta, yo te hice una vez una promesa... no hagas que la rompa. – No te tengo miedo – dice furiosa Berta. – Sigues siendo insignificante, tu apariencia exterior ha mejorado, pero tu interior sigue siendo débil, demasiado endeble. Te puedo pisar como un escarabajo sin inmutarme. – ¡Ya vasta! ¿Por qué no la dejas en paz? – María mira a Moli. – Tranquila Moli pronto te toca a ti, pero antes tengo que terminar lo que empecé. – Volviendo la mirada a Berta. – Marcos me dijo una vez que él jamás se fijaría en alguien como tú, no sólo por el aspecto – Con una amplia sonrisa. – Si no por el comportamiento, tu voz chillona, tu pesadez a la hora de llamarlo... – ¡Déjalo estar María! – dice Javier, la miraba con dureza. – Está bien. – Berta iba a salir del cuarto llorando, pero María la detiene. – Berta, no te vallas. Deberías quedarte... seguramente lo que tenga que decirle a Moli te interese a ti más que a ella misma. – Eres cruel. – Moli estaba frenética. – Molinita. – A Moli le irritaba que María la llamase así. – Veo que tu carrera de graduado social te ha servido para algo. – ¿Te estás riendo de mí? – ¡No! ¿Por qué me iba a reír de ti? – Sin dejarla contestar, María prosigue. – ¿Han cambiado tus gustos? No lo creo, por eso estás aquí, debe haber algo aquí interesante. Ya sé, gente con mucho dinero. Una mujer importante como tú, no se 77

juntaría a gente como nosotros si no fuera por la cuenta en el banco o el rango social. Por lo poco que sé, la mayor parte de los que están aquí cumplen ambas condiciones. – ¿Por qué haces esto? – ¿Qué hago Molinita? ¿Te has puesto colorada? Moli era una guapísima rubia de ojos castaños, alta y cuerpo imponente, así la recordaba María y con los años no había cambiado nada, si acaso más elegante y más guapa. Ésta joven y María nunca se habían llevado bien, tenían un carácter muy parecido, solían ser las que acaparaban la atención, puede que ese fuese el motivo, no puede haber dos gallos en el mismo corral, María era menos hermosa que Moli, pero quizás tuviese una personalidad algo más fuerte lo que la hacía más dominante. Moli y Berta eran amigas, siempre juntas en todos los lugares, cómplices una de la otra, incluso diría que pensaban igual. María sabía perfectamente que el mayor secreto de Moli era que amaba a Marcos en secreto, no entendía que nadie se diese cuenta ni tan siquiera su gran amiga Berta. María sabía que Moli utilizaba a Berta para sus fines, simplemente que le salió mal. Marcos estaba demasiado enamorado de Rebeca, fuera un flechazo y nadie podía ir contra eso. – ¿Le has contado a Berta tu secreto? ¿Le has dicho que la utilizabas para poder verlo a él? Que ella era el pasadizo. Ella hacía el ridículo por ti, y tú aprovechabas la ocasión para verlo, para estar con él... – ¡Cállate! – Dile que eso no es verdad – dice Berta acercándose a Moli, María no tiene ni idea de lo buenas amigas que somos, de cuanto has pasado a mi lado... – Berta... – tartamudea su amiga. – Díselo Molinita... dile lo buena amiga que eras..., lo falsa que ha sido tu amistad. “No siempre es malo recordar”

– Di me que no es verdad – repite Berta a su amiga. Ante el silencio Berta sale de aquella habitación con la cara de derrotada. Moli mira a María y le espeta – un día alguien te dará tu merecido, eres un monstruo... no te recordaba tan malvada. – Moli sale del cuarto, tenía unas ganas tremendas de llorar, pero no le iba a dar a María la satisfacción de verla así, por eso decide irse, necesita calmarse... pensar cómo atacarla, necesita buscar una táctica. – Ya van dos – dice Víctor a Miguel que les divertía la situación de las mujeres, no podían entender porque se comportaban de esa manera tan despreciable entre ellas. – Te diviertes ¿verdad? – Mónica contigo no me he metido. – ¡Qué! ¿Me toca a mí? – No, que yo sepa tú no me has hecho nada. – Comenzando a dudarlo se levanta, se aproxima a ella y muy cerca le dice casi en un susurro – ¿Tú no me habrás hecho nada? ¿Verdad? Mónica nerviosa mira a Javier, María se aparta un poco y observa a los dos. Se acerca otra vez a la mesa que está en el centro del cuarto, esta vez se sienta y se sirve otro café, pero esta vez con leche. Nadie dice nada, María era observada despertaba curiosidad, ¿qué habrá sido de ella todos estos años? Se lleva el tazón a los labios y da un sorbo. – Más te vale que no hayas hecho algo de lo que te tengas que arrepentir. – ¿Qué me harías? – Mónica, no lo quieras saber, a menos que tengas que guardarte de mí. María se levanta necesita salir, demasiada tensión, se está agobiando, la presencia de Javier la pone demasiado nerviosa y parece que entre Mónica y él hay algo... intenta no darle importancia pero sólo pensarlo le duele. Parece ir a decirle algo a Víctor cuando se fija en una joven que está 79

apartada, en un rincón intentando pasar desapercibida. – No sé que haces tú aquí Elena, pero Javier debió avisarme que os iba a encontrar en este lugar, te dije una vez que no quería verte en lo que te quedaba de vida si la tenías en aprecio. – Y con el mayor cinismo que un ser puede tener. – ¿Sigues con el patán de Alfonso? Es verdad, la última vez que te vi, ya estabas con otro... le desgraciaste la vida a Víctor ¿Has aumentado tu lista de polvos?, ¿Quién es el pobre tonto al que le estás descalabrando la vida ahora? Porque Víctor te dejó ¿verdad? – Eres el ser más cruel y vengativo que jamás haya conocido. – Elena, Elenita... – Déjala – Le pidió Miguel, es mi mujer, es otra... persona, tú no la conoces. – Está bien. – María se levanta y mirando a su antiguo amigo repite resignada. – está bien – La verdad es que ya no tengo ganas de... historias... estoy cansada de... – mirando a Javier – debiste decírmelo, no tenías que habérmelo ocultado. Elena se levanta ofuscada, no estaba dispuesta a que nadie la defendiera aunque fuese su marido, María no tenía derecho a decidir cuando uno empezar o terminar una conversación, cuando humillar a quien quisiera cuando quisiera, era ya hora de que alguien le parase los pies. – No me defiendas, puedo hacerlo yo sola. – Mirando furiosa a María y con recelo – Tenía que enfrentarme a ti tarde o temprano, no me has perdonado, pero no te temo, ya no te temo. – Pues haces mal, soy un cruel enemigo. Debieras dejar las cosas como están o te podrías arrepentir. – ¡No te temo! – Por enfrentarte a mí ya te admiro. – No entiendo por qué tenías que ser tan... horrible con Berta, ella no tiene culpa de ser una persona que se enamora hasta el “No siempre es malo recordar”

punto de hacer cualquier cosa por conseguir al ser que ama. Es bonito. – Qué cursi me suenas. – No sé, te crees una Diosa, crees que todos tienen que bailar al movimiento de tus hilos. – No, ahí es en donde te equivocas, me gusta la gente con la que puedo discutir, que si no tengo razón me lo porfié. No soporto a los complacientes, a las personas que te traicionan, a las que te fallan... – hace una pausa y mirando a Javier – esas en las que confías y te dan la espalda – mirando a Elena otra vez – las personas que quieres son las que tienen la capacidad de hacerte daño. – Sin embargo, te llevaste bien con Víctor, el rey de la superficialidad y poco carácter... – no termina de hablar cuando el aludido las interrumpe. – A mí no me metáis en vuestras discusiones de mujeres. Deberíais dejar esta estúpida conversación. Os haréis daño. El pasado es el pasado, nadie tiene que mirar atrás. – No – dice Javier – déjalas, van trabajar todas juntas, así que es mejor que se escupan todo lo que tengan que decirse, las necesito lúcidas, por tanto, es mejor dejarlas. – Puedo leer en tus ojos Víctor y veo que aún la quieres. A pesar de que ella te utilizó y luego te tiró como escombro. – ¿Por qué me odias? – dice Elena llena de dolor y rabia. – No te odio. – No me puedes perdonar, ¿verdad? – No sé que hablas – la parte prudente de María la advierte, le dice que remate la conversación. – No actúes como si no supieses lo que estoy hablando – Elena estaba furiosa. – Déjalo Elena – le repite María, la verdad no tiene ganas de discusiones, está agotada. – ¡No! Ahora no lo voy dejar, tú empezaste todo y lo vas a oír 81

todo. – ¿Qué quieres oír Elena dime? Que no comprendo como es que Víctor está aquí trabajando contigo después de lo que le hiciste, que Miguel se casara contigo después de... déjalo estar – Tú no puedes perdonarme lo de Javier. – No les hagas daño a otras personas – dice María pensando en Miguel, Víctor y en Javier que no sabían nada del tema, le constaba. – No señora, tú me vas a oír y vas a oír a tu interior. – Elena no era consciente del posible daño, estaba fuera de sí. – Tu problema es que no podías respetar a nadie, te daba lo mismo acostarte con tu cuñado, con tu vecino o con la persona que más quería tu mejor amiga. Te daba lo mismo, si era Javier, si era Miguel, si era Roberto... el caso era consolarlos a todos... – hace una pausa – y Elena eso no es posible sin hacerle daño a los demás. Te tiraste a medio colegio y luego en la fiesta de la celebración del centenario a todo el que pillabas... no tenías luces... – ¡No es verdad! – Miguel parecía desilusionado. – ¿Di que María no dice la verdad? Elena baja la cabeza. – Sí, es verdad. – Elena se siente impotente por un momento, pero no va a dejar las cosas así se envalentona – Tienes que oírlo todo. – Te dije que lo dejarás. – María sale del cuarto para la terraza, Elena le sigue, las puertas están abiertas, Víctor, Miguel y Javier van detrás, Sandra y Joseph llegan en ese instante y se encuentran con el panorama. – Miguel me ha aceptado como soy, he cambiado a su lado, ha hecho de mi mejor persona y nunca me arrepentiré de haberme casado con él. Hay cosas que no le he contado, pero es mejor que lo sepa todo al igual que Javier porque él también está engañado y yo estoy llena de remordimientos y harta de que “No siempre es malo recordar”

todos seamos malos menos tú, que eres el ser más depravado que hay sobre la tierra. – No dejas de hacer daño a los hombres que te aprecian. Elena estaba dispuesta a llevar a María a un estado máximo de furia, de desconcierto, pero sin darse de cuenta el tema se le va escapando de las manos. – ¡Venga! Tú y yo sabemos que me odias porque sé tu secreto. ¿Se lo has dicho a Xavi? – Calla Elena o lo lamentarás. – Tú no has tenido compasión con las chicas, ni conmigo me toca a mí hacer mi gran juego. – Cuidado Elena con lo que dices – interrumpe Sandra que conocía el secreto que la herida mujer quería revelar – no dañes a la gente que aprecias, perjudica a María si quieres, pero piensa en las otras personas. – Sandra temía que Elena revelase tan horrible secreto tenía que intentar evitarlo. Allí iba estallar una bomba. – Ella puede jugar con quién le dé la gana. – Espeta enfadada Elena – ella se cree con el derecho de decidir por los demás. – Respeta los sentimientos de aquellos que están fuera del juego. – Si yo estoy en el asunto – dice Javier con calma – también quiero saberlo. Elena estaba fuera de sí, veía la manera de arruinar la vida de María, quería vengarse de ella por todo lo que había hecho y no pensaba en las consecuencias ni en las personas a las que dañaría. – María no puede perdonarme haber intentado acostarme contigo, Xavi. – La sorpresa en la cara de Javier se hace patente. – Eso no es cierto. – Dice María con mucha calma. – Sí que es cierto, me llamaste zorra por intentar acostarme con Javier, por eso se fue Víctor... – No entiendo. – Dice Javier perplejo mirando a Víctor, este no 83

dice nada – No lo entiendo – Javier no comprendía la conversación, tenía la sensación que todo aquello fuese una broma de mal gusto. Sandra insistía. – Por favor, Elena, no lo cuentes. – Todo el mundo tiene su secreto, María también tiene un secreto muy grande que ocultar. – Dice triunfalmente Elena, satisfecha por sentirse triunfadora. María se apoya en la barandilla y mira el lago volviendo al pasado y recordando algo tan terrible. – ¿Sabes por qué su marido la dejó? – Espera respuesta, pero como nadie contesta sigue. – María estaba embarazada de otro hombre. Estaba embarazada de un mes cuando su marido se enteró y sabía que no era de él, de dos meses fue a Francia a abortar, el mismo día que salió firmó los papeles del divorcio éste fue rápido y de mutuo acuerdo. Pero ella nunca dijo de quién era, sólo lo sabíamos Rebeca, Sandra, Mónica, Yago y por supuesto yo. – Elena se vuelve a Javier y con frialdad le espeta. – Mató a tu hijo Javier, sin decírtelo, no tuvo escrúpulos. – No, siempre puse dobles medios. No me acosté con ella sin protección... una vez en toda mi vida no la utilicé y fue en la fiesta del aniversario de San Paio y no fue con ella. – Sí que lo hiciste. – ¡Ya basta Elena! – Esta vez era Miguel el que la mandaba callar, no quería saber nada más, ese era un tema demasiado penoso, demasiado triste... – No, de eso nada, ahora quiero que continúe, necesito que se explique – Javier estaba asombrado. – No te va a gustar lo que te voy a contar. Elena empezaba a arrepentirse. – Termina, nadie te mandó empezar – añade Javier perplejo. – En la última cena del grupo, en la fiesta del aniversario del centro tú habías bebido demasiado, cuando te llevamos a casa, “No siempre es malo recordar”

yo intenté acostarme contigo; María y Víctor me descubrieron el juego y así que mientras Mónica y Sandra intentaban que Yago calmara su borrachera María y yo discutíamos... > – No entiendo nada. Ese día yo me acosté con Mónica. ¿No es cierto? – Mónica baja la cabeza. Javier mira a Sandra. – ¡Cómo me engañasteis! – Como ninguna contestaba vuelve la mirada a María. – Dime que no es cierto. – María no contesta, un silencio que parece interminable es roto por María. – No comprendo que pasó después Javier, yo me fui – haciendo una pausa – Termina de contar la historia Elena ya que la has empezado. – Quizá yo no sea la más indicada para seguir contándola. – Elena acababa de percatarse del desastre que había ocasionado su venganza. Miguel no podía mirarla, se había pasado contando tan macabro juego. Levantando la cabeza y mirando a su mujer a los ojos. – Tú la empezaste, tú la terminas. – Le dice Miguel muy enfadado. – Ese día en la discoteca compramos pastillas de esas que te aturden; son alucinógenas, al pasarte con la dosis, uno no distingue la realidad de la ficción. A Javier se las metió Mónica en la bebida, justo antes de salir de la discoteca, para ver si se lo podía montar con él, ella no contó con que eso lo que hizo fue desinhibirte Javier, pero también en su momento confundirte. 87

> Un golpe sobre una mesa que hay en la terraza trae a todos al presente. Sandra mira a Javier, estaba furioso. Nadie se atrevía a decir nada. Elena tras terminar su relato no quiso decir nada más. Javier volviéndose a Mónica. – ¡Dejaste que creyera que eras tú! – Lo siento, yo... – Mónica lloraba, se sentía muy vieja, no sabía cómo justificarse y decidió que haciendo que María era un monstruo la furia de Javier para con ella sería menor. – Yo no maté a tu hijo. 89

– ¡Calla Mónica! – Sandra apoyada en su marido imploraba que se callase. Javier se aproxima a la barandilla colocándose al lado de María y con voz de abatido. – Será mejor que nos dejéis solos. Joseph era consciente que allí las cosas se habían puesto muy mal, por eso disgregó el grupo. Cuando quedaron solos. – ¿Cómo pudiste matar a mi hijo? Tanto asco te daba tener en tus entrañas algo mío. María gira la cabeza lentamente, veía a un hombre destrozado, los ojos tristes, tras una larga pausa Javier la mira, su tristeza se convirtió en furia. La sujeta por los brazos y la zarandea mientras le repite una y otra vez. – ¿Por qué?, ¿Por qué?... – No podía hacerte algo así, eras solo un niño, no podía convertirte en padre de un día para otro, estropearía tu futuro. ¿No lo entiendes?– María le oculta que se lo intentó decir cuando fue a hablar con él al enterarse de su estado. – Pudiste criarlo. – ¿Cómo? Yo también tenía un futuro. No podía ocuparme de él, estaba casada. Todos sabían que era un bastardo y lo iba a maltratar. – Apenas dicho esto Javier le suelta una bofetada. – ¡Lo mataste porque era bastardo! Haré que me lo pagues. La toma de un brazo y tira de ella como había hecho la noche anterior, Javier la lleva a su propio cuarto y la tira sobre la cama. – Te voy enseñar lo que te espera, te voy castigar por ser un ser despreciable. Mi venganza durará tanto tiempo como dure mi furia. María estaba asustada, Javier parecía una fiera herida, la iba a castigar y sabía que no sería sólo ese día sino que duraría su castigo tantos días como días durase la rabia de él. “No siempre es malo recordar”

– No lo hagas Xavi. – La súplica no te servirá de nada. En el fondo, por lo que sé, lo estás deseando, tu cuerpo te engaña. La besó y la acarició hasta que la desarmó le hizo el amor con rabia y la llevó a un orgasmo a la vez que él lo sentía, a pesar de todo la deseaba, la amaba. Pero no había sido algo especial como fuera cuando aquella noche él creyó estar en un sueño. Cuando aquel fatal día él se despertó creyendo haber hecho el amor con María, pero cuando vio a Mónica no se lo explicaba. Cuando Mónica le dijo que habían pasado toda la noche los dos juntos, su corazón lo negaba, pero la evidencia tenía mayor fuerza y pensó que la noche más hermosa de su vida la había pasado con la mujer equivocada. Y ahora descubrir el engaño al que fue sometido y saber que la mujer que amaba matara a su hijo por egoísmo le hizo sentir miserable. Su rabia iba a tardar en disiparse.

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CAPÍTULO QUINTO A la mañana siguiente nadie se había asomado por el comedor a desayunar, temían la incomodidad. El día anterior fuera como un estallido de una bomba atómica, como inducidos por un sexto sentido la gente fue a desayunar al salón, pero el destino le hace jugadas a quien quiere escapar y por azar acabaron todos tomando la misma decisión. La tarde anterior nadie estuvo en casa, a excepción de María con lo cual era el primer encuentro desde la catastrófica riña. La primera en entrar en el salón fue Sandra y Joseph. – No hay nadie. – Joseph se reía de la situación de su mujer. – te digo siempre que te mantengas al margen. Tarde o temprano vas tener que enfrentarte a Xavi y a María. – Aunque no te lo creas temo más la furia de María que la de Javier, a él sólo le oculté un secreto que lo fue carcomiendo, pero es comprensible pensar que los secretos no se cuentan. Pero María jamás me perdonará que haya contado a Mónica y a Elena lo del aborto. Compadezco a Mónica y a Elena. Más a la primera que a la segunda. – No puede ser tan terrible, siempre me has hablado bien de María, la quieres mucho. – Siempre te he contado las cosas buenas de María, pero nunca te he contado cómo trata a sus enemigos. Pero lo más terrible es que Elena no contó toda la verdad y María tampoco conoce toda la verdad. – ¿De qué me estás hablando? – ¿De verdad quieres saberlo? – No, me da pánico saberlo. – Pensativo. – ¿Crees que María se lo va hacer pagar a Elena? “No siempre es malo recordar”

– Sí, pero va a ser peor con Mónica. Y a mí no te digo nada. – Yo te defenderé. – ¡No cielos! Te devoraría, conmigo puede ser benévola, pero que se entrometa alguien que no tiene ni voz ni voto, te convertiría en un insecto. María es de las personas que sabe esperar la oportunidad para su venganza, sin embargo, hay algo en ella que es distinto, en otros tiempos… no sé es como si la viese más dócil. En ese instante entran dos jóvenes, uno pelirrojo, pecoso y muy guapo este era Ernesto acompañado de su inseparable amigo Carlos un joven no muy apuesto, casi se podía decir que era feo, sin embargo, era un juerguista empedernido. Javier los conociera en la universidad de matemáticas y se habían hecho buenos amigos. Ernesto estaba pasando un mal momento cuando se presentó ante Javier y le dijo que si lo contrataba jamás se arrepentiría y sobre todo que no le fallaría nunca. Javier no entendía por qué querían trabajar con él puesto que las ofertas les llovía a ambos, ya eran cuatro años trabajando con él. – Buenos días. – Ernesto saluda sonriente. – Veo que tenemos las mismas ideas. – Buenos días chicos, creo que por eso trabajamos bien en equipo. Pronto el salón se llenó, las chicas no se hablaban y a excepción del matrimonio de Sandra, los otros estaban peleados. Cuando Javier entró en el cuarto, el que más o el que menos contenía la respiración. Xavi se sirve un café solo con un bollo, no dice ni una palabra, la tensión era evidente, pero nadie quería ser el primero en romperla. María hace su aparición en escena y cada uno tiene miedo que explote algo parecido al día anterior. La joven nota no sólo las miradas, sino que percibe en el ambiente la tensión. Experta en este tipo de situaciones decide romper el bloque de hielo. 93

– ¡Buenos días! Ya tengo el primer esquema general del trabajo, necesito saber la distribución de las especialidades. – Ya las he terminado – responde Javier que ni la mira mientras habla con ella. Pero María hace como si le diese lo mismo. – Bien te escucho – dice ella muy indiferentemente. – ¿Alguna vez escuchas a alguien?– añade Javier echando la cabeza hacia atrás rotándola. – Sí, a mí – responde María con cinismo sin cortase. – ¿Me estás retando? – ¡Por dios que tontería! Durante breves segundos se miran fríamente, como si en el fondo se odiasen. Suena el móvil de María, al sacárselo de un bolsillo con rapidez Javier se lo arrebata de las manos descolgándolo. – ¿Diga?... por supuesto que no soy María, sí, está aquí. ¿De parte de quién?... ¿quién has dicho que eres? – apartando el móvil de la oreja – ¡Increíble! – con insolencia – María es para ti... de un tal... Marcos. A Berta se le cae el tazón que sostenía en ese momento en sus manos. María le quita con desagrado el teléfono – no vuelvas a hacer eso. – Eres mía – en voz bien alta para que todos le oyesen bien – me perteneces así que... – Ya vale MagoDeOz – y conversa con su joven amigo que estaba al otro lado de la línea esperando, Javier no dice nada más, el hecho de que ella le llamara MagoDeOz con tanta suavidad hizo que lo desarmase. Tras colgar y ante la mirada interrogante de Berta. – Yo lo llame ayer por la tarde, desde la muerte de Rebeca trabajamos siempre juntos, es muy buen analista, el tiempo es escaso por lo que me ha dicho el jefe – mirando a Javier – si trabajamos a buen ritmo – hace una pausa y pensativa como divagando – Xavi dice que, lo conseguiremos sin perder “No siempre es malo recordar”

dinero, que es lo que realmente tiene que importarnos. Cuando María comentó que Rebeca había muerto provocó cierto desconcierto entre todos, nadie sabía de la muerte de la antigua compañera. Berta sintió pena por Marcos, pero también alivio, se sintió incómoda por sentirse aliviada. – Trabajaran los dos grupos como si fuera uno solo. Acercaros todos a la mesa – Cogiendo entre las manos una cartulina que tenía sobre una silla, la abre y durante un momento la mira como estudiándola con rapidez. Tras unos minutos la coloca sobre la mesa, con un rotulador hace dos correcciones – Quiero que lo hagamos de esta manera. Como analistas programadores Yago y María, creo que es una buena manera de que aprendáis a soportaros. Yago se acerca a María y la rodea por la cintura – bueno jovencita podemos intentarlo. María iba a contestarle cuando Javier le saca la mano de la cintura de María – solo tienes que trabajar con ella. – Vale, vale no te pongas celoso. – Yo siempre trabajo con Marcos, no quiero hacerlo de otra manera – dice María apartándose de ambos. – yo soy el jefe, así que tendrás que adaptarte y trabajar con Yago. Marcos trabajara en análisis con Berta, pienso que harán buenas migas – Berta se pone colorada, no dice nada. – Yo trabajaré con Marcos, somos un equipo y no dejaré que me impongas según que cosas. – Harás lo que te diga – Javier se aproxima a María y muy cerca en bajo le susurra al oído – soy tu amo, tu dueño y harás lo que yo te diga. – Si quieres que haga bien mi trabajo tendrás que dejarme hacerlo a mi manera. Ambos se miran a los ojos muy cerca el uno del otro – ¿No tendrás nada con él además de trabajar juntos? – antes de que María soltase alguna impertinencia un gesto de Javier le 95

hace cambiar de opinión y responde. – No... Solamente vivimos y trabajamos juntos, pero créeme no tenemos nada de nada que no sea amistad. – ¿Estás segura? – Sí, estoy segura – dice con insolencia María – ¿no me crees? Javier se vuelve acercar a ella y casi tocándole los labios – ya lo averiguaré – Separándose de ella y volviendo a mirar la cartulina vuelve a hacer otra corrección – está bien analista programador María y análisis Marcos y Berta con lo cual los tres trabajaréis juntos – Mirando a María – ¿Te parece bien? – Sí, mucho mejor... gracias. A la pandilla le estaba empezando a gustar aquella situación era como estar viendo una película romántica, se preguntaban para sus adentros ¿cómo acabaría toda aquella historia? – Los redactores de los análisis, ayudas, manuales, etc. Miguel y Moli, creo que no hay comentarios. – Por mí sin problema dicen ambos jóvenes al unísono. – Víctor y Elena – Miguel mira a Xavi interrogantemente – son muy buenos en su trabajo. Elena gestión es lo tuyo y Víctor rastrea sus programas. – Te vas a quemar Xavi – añade María – ¿No te vas a callar? – No sería yo si te hiciese caso ¿no crees? – Sistemas... Roberto rastreador de los programas de Yago. – Me encanta rastrearte Yago – dice guaseándose Roberto – Y a mí que me rastrees – siguiéndole la broma Yago. – ¡Eh! – Yago y Roberto callan ante esa palabra con tanto significado en boca de su jefe. – Eres un viejo – dice María. – Si quieres después de esto te demuestro lo viejo que estoy. – Jefe que estamos trabajando – añade el pecoso Ernesto. “No siempre es malo recordar”

– Hardware Joseph y Sandra. – Me encanta trabajar con mi marido. – y a la pareja feliz – Mirando a Carlos y a Ernesto – Matemáticas. Lo siento, José, tú tendrás que trabajar solo, será por esta vez y te dedicarás al apartado de contabilidad tú solito. – Puedo hacerlo. – Lo sé, por eso te lo dejo a ti solito. – Creo que deberías reconsiderar algunos de los... – No termina de hablar porque Javier la interrumpe. – No me interesa tu opinión, soy quien manda. – Bien – dice ella ofendida – si has terminado... – María sin terminar la frase se da la vuelta y sale del cuarto. María se encamina fuera de la casa, se acerca a algo que le llama la atención ya próxima ve una pequeña y hermosa piscina hecha en la misma piedra con agua muy fría ya que venía de un pequeño manantial, se sienta al borde y se queda mirando el agua. – ¡No vuelvas a contradecirme delante de mi gente! María se sobresalta – no entiendo. Javier se sienta al lado de ella, la toma por la cintura introduciéndole la mano por debajo de la ropa comienza a acariciarle la barriga, sube poco a poco hasta llegar al pecho y comienza a jugar con él. Ella le susurra – no, déjalo. – Sé que te gusta, no puedes evitarlo tu cuerpo responde aunque tú no quieras por eso esta es la última vez que te voy a tocar, ese será el castigo que te he impuesto, hasta que tú vengas y me supliques... y lo harás María lo harás. – se levanta y se va, dejándola allí desolada. Llevaba sólo un rato pensando cuando un joven se allega a ella sobresaltándola. – Esto es precioso. – Sí que lo es – sonriéndole a Víctor. – ¿Qué ha pasado María? 97

– No te lo han contado... – Sí que me lo han contado. Pero hay algo que no encaja. – Ven siéntate a mi lado. Miremos el lago, calma como la nana de un niño. – Sí es reconfortante. – Víctor te veo muy cambiado, más triste, más solitario, más reservado. – La vida María, también te ha cambiado a ti. – Sí que es verdad, los años pasan y nos hacen más respetuosos con la vida. – Víctor mira a la mujer que tanto admira. – María nunca le he dicho a Javier ni a nadie adónde te habías ido, yo sabía que no ibas a abortar... tú eres para eso toda una mujer, decidí perder todo contacto contigo, lo que no sabes no tienes tentación de contarlo. – Gracias por ese voto de confianza... – Víctor la interrumpe. – Tu personalidad no te permitiría hacer otra cosa, lo que no puedo entender es porqué Javier no se ha dado cuenta, cuando Elena lo soltó, en el momento yo supe que no era verdad, que estaba mal informada. – ¿Cómo sabes que no es verdad? – Porque te conozco, lo sé, a mí no me engañas. O no estabas embarazada o has tenido el crío. – Es una niña. Pero no le digas nada a nadie de momento, por favor... déjame hacer las cosas a mi manera. – Está bien – Víctor la toma de las manos – Tú sabes cómo tienes que hacerlo, tienes ese derecho, porque él dudó de ti. – Gracias, y cambiando de tema ¿Cómo has llegado a trabajar con Javier? ¿Cómo es que trabajas estando Elena? > 101

– Llevo desde esa con él siempre... no sólo es nuestro jefe María sino también nuestro amigo. Salí del alcohol gracias a él. Cuando Elena vino a trabajar con nosotros tuve tentación de irme, pero Javier me pidió que me quedase; sería una prueba para mí... no la he olvidado, pero sí que he aprendido a vivir trabajando a su vera. No me fue fácil al principio, pero ahora ya no me afecta, sé que puedo volverme a enamorar. De Elena tengo un recuerdo hermoso... no malo... sino positivo. – Eres muy valiente. – Todos somos valientes... cada uno decide en qué grado, pero el hecho de vivir en este mundo ya es un acto de valentía. María lo abraza, y él la aprieta, siente que necesita que alguien le dé un fuerte abrazo que le transmita fuerzas. – yo siempre seré tu amigo, de los dos... creo que vosotros deberíais arreglar las cosas..., estáis hechos el uno para el otro, créeme. – Ya veremos... ¡te invito a tomar un refresco en un bar! – ¡Acepto! Ambos amigos salen charlando y riendo como deberían hacer todos los amigos. De la sombra sale Miguel... allí se mantuvo durante toda la conversación... como siempre en las sombras. Miguel estaba enamorado de Elena desde el primer día que la viera, pero intentaba disimularlo criticándola duramente, en realidad era la falta de conformismo por su comportamiento y el machismo que radiaba en él le otorgaba una manera de ser cara a los demás a veces desagradables. Al rematar el curso Elena se fue a vivir con Víctor eso para él fue un desespero, verlos felices le provocaba un dolor inmenso así que cuando tuvo la ocasión de separarlos ni se lo pensó. Sólo se lo había contado a Javier; cuando le fue a pedir trabajo para su mujer; porque sabía perfectamente que él no se lo contaría a nadie... “No siempre es malo recordar”

Miguel tenía que contar la verdad, tenía que explicarle a María porqué el comportamiento de Elena; Víctor tenía que saber por qué perdió a la mujer que amaba, ambos deberían saber la verdad... incluso su amada Elena. Y después de haber escuchado la conversación de ambos amigos más todavía, él tenía una parte de la culpa de todo lo que había ocurrido... ¡sí! Buscaría a María, a Víctor y a Elena y les contaría todo. No le fue muy difícil encontrarlos porque los chicos solían reunirse en un bar muy antiguo a menudo para salir de la villa de Javier e impregnarse de gente. Era un lugar en lo alto del pueblo, desde allí se divisaba el valle aunque no estuviese en lo más alto. Era una casita toda de madera y rodeada de ventanales grandes por un lado se veía el valle y por el otro la montaña, incluso el río que fluía caudaloso todo el año gracias al lago que le aportaba parte del caudal. Cuando Miguel entró pegó un vistazo rápido para ver si veía a María y a Víctor, sentado en la barra los encontró charlando animadamente. – Quería hablar con vosotros – ambos amigos se giraron. – Claro – dijo sonriente María – porque no, hoy tengo el día dado. – Venir... – mostrando una pequeña mesa en una gran terraza – vamos para aquella mesa, allí estaremos tranquilos. He llamando a Elena... – balbuciendo – creo que es hora de que os cuente la verdad de alguna cosa. – No creo que tengas que justificarte de nada – le dice Víctor. – Sí, tengo, con los tres, una cuenta pendiente, aunque no lo sepáis. No llevaban sentados cinco minutos cuando asoma Elena. – Javier te estaba buscando María. – No es mi dueño. – Según él sí. 103

– Que diga lo que quiera. – Además, creo que mejor es que me marche. – Espera – reteniéndola Miguel. Si me apreciáis en algo dejar que hable, después si queréis, tiraros los trastos a la cabeza. Elena se sienta, está bien Miguel... tú dirás. – Está bien... retrocedamos al centenario de San Paio. – Es una tontería volver a todo eso – añade Víctor – eso es tiempo pasado. – No… no lo es. Cuando los dos os fuisteis a vivir juntos creí volverme loco, los celos me carcomían, pensé que era amor, pero no. El amor es hacer lo que has hecho tú... Víctor. – Yo no he hecho nada. – Sí que has hecho. Te apartaste de nosotros para dejar que Elena fuese feliz. – Así entiendo yo el amor, si le amas, le dejas ser feliz. – Pues eso. La famosa noche que visteis a Elena con Javier... ella no tenía culpa... yo le di una fuerte bebida mezclada con las pastillas que tenía Mónica. Era la misma droga que le dio ella a Javier, en realidad, nosotros dimos a todos una dosis en la bebida… como un juego, simplemente que Mónica se pasó echándoselas a Javier y yo a Elena. Se trataba de ponerla a cien, – mirando a Víctor – tú tendrías que pillarla conmigo romperías la relación y yo la consolaría, ella sería para mí. – ¡Qué estás diciendo Miguel! – asombrada Elena, Víctor permanecía inconmovible, pensativo por lo que estaba escuchando. – Yo no contaba – continúa Miguel – con tener que llevar a José a casa debido a su borrachera. ¡Entiendes María! Tenía que ser yo no Javier... a ella en esa situación de drogas y alcohol le hubiese dado igual si fuera pepe o Jacinto, daba igual quien fuese, era un hombre y ya está, supongo que le di en exceso porque los otros... – No puedo entender cómo pudiste hacer algo así – apunta “No siempre es malo recordar”

María. – Yo pensé que... – Miguel hace una pausa como para pensar lo que iba a decir. – Yo pensé que la quería, pero eso era egoísmo propio, ya casado con ella comprendí que si quieres a alguien tienes que dejar que sea feliz. Por eso cuando fui consciente de ello fui a pedirle trabajo a Javier para ella. – No sabía que le pidiese trabajo a Javier. – dice pensativa Elena. – Sí. Os cuento. > – ¿Quién os creéis que soy tú y Javier para manipularme? – Elena estaba fuera de sí. En ese instante llega Javier y la joven se levanta y le suelta una bofetada. – ¡Qué! – dice Javier pasmado. – Acabo de llegar no me ha dado tiempo a hacer nada. – Quiero que me dejéis en paz. – y sale llorosa a pensar en todo lo que su marido le había contado. “No siempre es malo recordar”

– ¿Qué ha pasado? – pregunta Javier. – Miguel nos ha contado todo. – contesta Víctor. – Valla... – Víctor se levanta y va hacia la barra, Javier le sigue. – Miguel ¿cómo has podido enredarlo todo tanto? – Dice parsimoniosamente María. – No sé María... creí que... yo que sé. – Está bien – colocando su mano en la de él. – Dime que tú no me odias. – No… la verdad que ya no me queda odio para nadie. Pero Miguel, rompiste una relación que tenía Víctor y Elena, estropeaste la amistad que teníamos las dos. Y metiste a Javier en un lío... pero sabes... has sido muy valiente al decir la verdad sabiendo que eso te podía costar tu matrimonio. – Sé que me va a costar mi matrimonio... pero tampoco era justo que os llevaseis mal por mi culpa. Lo que Elena te ha hecho ha estado mal – suspirando – deberías decirle la verdad a Javier sobre lo de la niña. – ¿Cómo lo sabes? – Te oí hablar con Víctor, esa conversación que tuvisteis me hizo reaccionar y decir la verdad, no es justo que tanto lío siga disoluto. Esa noche cambió demasiadas vidas y tuvo su efecto colateral. Comprendí que con mentiras no se lleva ninguna vida adelante. Por eso te digo que le cuentes la verdad a Javier, estáis hechos el uno para el otro y os queréis no dejes que esto continúe así. – Lo que tenga que ocurrir ocurrirá, hay veces que es el tiempo el que determina cuando se debe hacer las cosas. – No tardes mucho. O lo perderás. Mientras tanto en la barra del acogedor bar. – ¿No lo entiendes verdad? – Javier estaba sentado al lado de Víctor. – No sé cómo reaccionar. Llevo estos años trabajando con Elena... he tenido que aprender a estar a su lado sin poder 109

tocarla... viendo como Miguel la abrazaba o la besaba... y resulta que era un plan. – No te equivoques Víctor. Miguel lo ha hecho por ella, tenía que estar seguro de que ella no estaba con él por rebote. – Mira Xavi, ha estado mal por una simple razón, si ella me quiere está con su marido sufriendo, si al que ama es a Miguel entonces me haces la puñeta a mí. De todas a todas ella está entre dos hombres. – Lo sé, pero ella tiene que decidir libremente. – Ahora sabiendo la verdad es cuando puede decidir libremente. Pero Javier ¿dónde queda el daño? El daño que le ha hecho a María, el que me ha hecho a mí, el que le ha hecho a ella y también el que te ha hecho a ti. – ¿Crees que no te aprecio a ti o a Elena? – Sé que nos quieres... eres un muy buen amigo... simplemente no eres Dios y te equivocas como todos los humanos, es por eso por lo que sigo aquí sentado a tu lado y continuaré trabajando contigo y sobre todo seguiremos siendo amigos. Pero no quieras que no esté enfadado contigo porque lo estoy. – Lo siento, sé que eso no sirve de mucho, pero lo siento. – ¿Entonces ya sabías que eras tú con quien la cacé? – No, hasta que Elena lo contó no sabía nada, Miguel me ocultó ese detalle. – Bueno es un consuelo. Elena no había cogido el coche para volver a casa, necesitaba pensar, necesitaba intentar comprender por qué su marido había estado engañándola tanto tiempo. Poco a poco paseando llega al lago, como algo inconsciente. Se sienta y mira el lago para tranquilizarse. – Te estaba buscando. – Elena se gira sobresaltada. – Ya, me has encontrado – dice la joven con cinismo, Moli se sienta a su lado. – Miguel y Víctor te están buscando. “No siempre es malo recordar”

– Pues que sigan, ya no me importa. – ambas miran el horizonte sobre el lago como si fuese un manto grisáceo cubriéndolo. – ¡Qué paz se respira aquí! Ahora entiendo porque siempre venís todos aquí. – ¿No te habías acercado hasta aquí en estos años? ¡Qué raro! Incluso Javier suele venir. – Sola no, siempre he venido a bañarme con los chicos. – De vez en cuando deberías mirar a tu alrededor pararte y observar te sorprenderías de ver cosas fantásticas. – Sé que tienes razón... pero... – Cierra los ojos. – Qué tontería. – Venga, cierra los ojos – repite Elena – ¿puedes oírlo? – No oigo nada – susurra en bajo Moli. – Concéntrate – Moli abre un ojo mirando a su compañera – ¡qué cierres los ojos te digo! – con autoridad. Tras un breve paréntesis de silencio. – Escucho mi interior. – Eso es lo bueno, por eso es estupendo venir a este lugar y escucharte – hace una pausa – al oír tu yo interno puedes pensar con más claridad y tomar decisiones o simplemente clarificar cualquier... – deja de hablar quedándose dentro de sí misma como si sus pensamientos la desbordasen. – Elena – Moli habla muy bajito casi en un murmullo – ¿Qué ha pasado? – Elena mira a su joven compañera, qué bonita es piensa ella, si yo hubiese sido tan hermosa como ella no pensaría tanto. Elena hace partícipe de todo lo sucedido en el bar unas horas antes. Moli no dice nada, la escucha con mucho interés, tras la narración las mujeres se quedan en silencio, pasado un rato Moli interrumpe ese silencio. – Elena... hagas lo que hagas piensa en ti... en lo que quieres... en lo que necesitas... y lo que esperas del futuro. Ellos lo 111

superarán si quieren; para ti tú eres lo más importante... por una vez en tu vida... permítete el lujo de ser egoísta nadie te reprochará nada y si alguien osa hacerlo piensen lo que piensen los demás no va contigo. – Moli se levanta, tocando en el hombro a Elena – sí que es verdad de que aquí uno puede pensar. Creo que te voy a dejar sola – sonriendo – para que hables, con tú yo interno. Moli iba pensando en la suerte que tenían las mujeres que no se enamoraban de un hombre... sufrir por un hombre ¡qué tontería! – ¿Has visto a Elena? Moli levanta la vista para mirar a los ojos a María que estaba subida a un peldaño de una escalera dejándola unos centímetros por encima de ella. – Está hablando, con su yo interno. – ¿Estas de broma? – No estoy bromeando te estoy diciendo que Elena está hablando con su yo interno. – ¿Has bebido? Es igual me voy a buscarla. – Espera... Espera... – ¿qué? – Dejarla... está en el lago... necesita pensar... necesita estar sola ¿Vale? María se detiene y se sienta en la escalera una hermosa escalera en forma de caracol de hierro forjado que iba desde un pequeño jardín hasta una pequeña terraza con una larga pared de cristal tras la cual estaba la sala de trabajo. – María... – sentándose a su lado – yo no te odio, ni te envidio... quizás cuando éramos más jóvenes envidiaba tu facilidad para que todos te hiciesen caso, odiaba que cuando tú hablabas los demás te escuchaban. Recuerdo aquella vez que el profesor de programación te pidió la opinión sobre los trabajos de algunas personas. “No siempre es malo recordar”

– No creo que lo que yo pensase importase mucho. – Pues te lo creas o no eso ayudó a que algunas personas suspendieran. – Simplemente dije que no era justo que unos trabajasen y otros sin hacer nada saliesen igualmente beneficiados. – ¿Y te parece poco? – Era la verdad. Yo tenía razón. – A eso me refiero. Casi siempre tienes razón. Influyes demasiado en las personas. Eres abogado, juez y verdugo... – No hago eso. – Sí que lo haces. Ambas mujeres se quedan en silencio María lo rompe. – Es verdad. – Lo sé, ¿ves? Yo también tengo la razón a veces – las dos se echan a reír, ¿quién les iba a decir a ambas que se reirían juntas algún día? – No pareces la misma – dice María sonriente. – Es que no lo soy. Javier me ha ayudado mucho. Soy otra persona, una persona que me gusta más. Me siento orgullosa de mí. – Javier parece como si fuese vuestro ángel de la guarda. – Lo es María. Si quieres te cuento mi historia de cómo llegué aquí. – La verdad es que me encantaría escucharla. > – Lo siento tanto Moli. Lo que has pasado y sobre todo haber dicho a Berta lo de que estabas... – ¡Calla! Tarde o temprano tenía que saberlo, si hubiese sido más sincera con ella. Ahora está enfadada, pero se le pasará. La conozco y sé que se le pasará. Además, ya no tienes que tenerme lástima, no tienes por qué ahora soy feliz, tengo lo que quiero, trabajo para mí, soy buena en lo mío, no estoy sola... si no te has dado cuenta somos una familia... o al menos lo éramos hasta que llegaste. – Sólo estaré hasta que termine el trabajo. – Javier no te dejará ir. – Eso es cosa mía él no es mi dueño. 117

– Créeme María no te dejará marchar mientras esté enamorado de ti. – Él no me quiere. – Serás torpe, ahora está enfadado pero se le pasará... créeme sé lo que te digo MagoDeOz está más que enamorado de su marquesa, no puede vivir si no es a tu lado. Le gustaría odiarte, pero no puede y lo peor de todo es que tú también le amas. No seas mema arregla las cosas dile la verdad eso del aborto es una patraña yo soy una persona que abortaría, pero tú no eres así, fregarías suelos si hiciese falta para sacar un hijo adelante, pero no lo matarías y menos si es del hombre que amas. María iba a decir algo pero Moli la interrumpe. – No quiero saber nada – levantando los brazos en señal de negación – lo que no entiendo es cómo Xavi no se ha dado cuenta... no lo entiendo, se supone que él te conoce mejor que nadie y resulta que es el único que se lo cree. – A veces creemos lo que queremos. – Puede – levantándose y subiendo dos peldaños se detiene y se gira hacia María – María ¿cómo se llama? – Violeta – María sonríe – pensé que no querías saber nada del tema. – Soy una mujer. – María se queda mirándola hasta que desaparece de su vista.

“No siempre es malo recordar”

CAPÍTULO SEXTO Había sido un día demasiado lleno de tensiones; muchas sorpresas para un solo día. Desde que llegara a aquel lugar no había dejado de estar tirante, no quería ni un momento más para pensar, tenía su cerebro saturado. Cuando llega a su cuarto se encuentra con que allí no están sus cosas. Decide ir en busca de Javier, pero al no encontrarlo pregunta a una joven pelirroja vestida de asistenta a la cual pregunta. – Hola – ¿puedo servirla en algo señora? – ¿Me puedes decir si sabes dónde está el señor Troyano? – En su despacho, pero el señor no quiere que nadie le moleste cuando está allí. – No sabía que tuviese despacho – la joven no contesta – ¿por dónde queda? – Tras explicarle – gracias. – Señora – la pelirroja añade. – Espero que sus cosas estén colocadas a su agrado. – ¿Dónde están mis cosas? Eso era lo que quería preguntarle al señor. – El señor Troyano me ordenó que las colocara todas en el cuarto de él. – Con qué permiso. – Con la del señor Troyano… le recuerdo que yo trabajo para él y que estoy en su casa, si tiene algún problema debería decírselo al señor no a mí. – Perdona tienes toda la razón. Hablaré con él. – Buenas noches señora. Le costó un poco encontrar el despacho de Javier, la puerta estaba entreabierta y se distinguían dos voces una de mujer y otra de hombre. María se acerca sin hacer mucho ruido como una gacela acechando cuanto más se acerca más 119

reconoce las dos voces son las de Javier y las de Mónica. – Lo siento Xavi, espero que puedas perdonarme. Yo no quería perderte, es lo único que se me ocurrió, fue por desesperación, no pensé… – la hermosa mujer lloraba, tenía que convencer a Javier que fue un acto desesperado. Aunque ella no lo supiera; Javier sabía perfectamente lo que había movido a Mónica, sólo por eso no estaba enfadado. Tras una pausa larga Javier parece recapacitar, no le gustaba ver llorar a una mujer, pero estaba casi seguro de que las lágrimas de Mónica eran falsas, cuando estudiaban le gustaba cómo era, sin embargo, tras su viaje a Inglaterra había cambiado tanto. – No te preocupes Mónica, se me pasará. Tendrás que esforzarte mucho para que pueda volver a confiar en ti… necesito tiempo y espacio – Javier se sentía un hipócrita sabía perfectamente que jamás volvería a confiar en ella y menos a tener nada que no fuese laboral aunque no hubiese encontrado a María. – Espero que esto no entorpezca nuestras relaciones esporádicas. Javier va a contestar cuando se percata de la presencia de María así que para molestarla y por estar tras la puerta escuchando le hace una señal a Mónica así que siguiéndole el juego. – Entre nosotros hay pasión… deseo – acercándose a Mónica y besándola en la boca – te gusta este juego... ¿verdad Mónica? – Te deseo tanto Xavi – ambos comienzan un juego de pareja sexual, María con el enfado de celos abre la puerta de golpe hecho que determina el final del juego. – ¡María! – Dice Mónica cínicamente – estas ahí. – Siento interrumpir pero quisiera hablar con Javier. – Cómo no – besando a Javier – luego nos vemos cariño – La joven sale cerrando la puerta tras de sí. “No siempre es malo recordar”

– Espero que la interrupción sea por algo que merezca la pena. – No te entretendré mucho, lo justo y así puedes ir detrás de ella. – ¿Celosa? – ¡Qué estupidez! – Pues dime qué quieres y así puedo ir en su busca. Durante un momento María se detiene para observar a Javier, llevaba unos pantalones de pinzas negros con rayas color crema al igual que la camisa. La corbata la llevaba desbrochada y la camisa por fuera; estaba descalzo, los zapatos de charol negros estaban a pocos metros de él. La chaqueta sobre el respaldo de una silla también próxima. María contiene la respiración para tranquilizarse ese hombre la desencaja. – Mis cosas ¿dónde están? – Donde va a ser… en mi dormitorio. – ¿Por qué? – Creo que está claro ¿no crees? – Eso quiere decir que te vas a ir al dormitorio de Mónica y yo me quedaré con el tuyo. – No… eso quiere decir que tú dormirás conmigo en mi dormitorio, los dos juntitos como un matrimonio bien llevado y lo de Mónica será un pasatiempo. – y tú te crees que yo voy a aceptar esa tontería. – ¡Claro que sí! – Estás loco si crees que voy a dormir contigo y menos aceptar una concubina. – Cariño tú eres la concubina y ella mi mujer. Javier echa una carcajada, le hace gracia aquella situación, va a dejar que crea que él tiene una historia con Mónica así le servirá de lección. – Yo no voy a dormir en tu cuarto. – Sí que lo harás ¿quieres verlo? Javier la arrincona contra la pared. El olor del perfume 121

de ella se mete por las fosas nasales de Javier que lo excita con enloquecimiento. Le sujeta las manos y las aplasta con suavidad y fuerza contra la pared, la respiración agitada de ella hace que sus pechos comiencen un baile acompasado tan sensual que Javier cree volverse loco. – ¡No me toques! – grita ella furiosa por lo que había visto y oído. – ¡No vuelvas a decirme lo que no tengo que hacer, eres mía! ¿Me oyes? Mía, me perteneces. – Yo no te pertenezco. – ¿Quieres que te demuestre que no puedes resistirte a mí? – Déjame, por favor. – Haré que me supliques que te tome. Javier la vuelve a besar pero despacio para disgustar cada beso, cada caricia con calma y sin prisa. María cierra los ojos para disfrutar de más sentimientos, la resistencia de María va descendiendo hasta que es casi una súplica para que no se detenga. Poco a poco él la toma en brazos y sin dejarla de besar la transporta hasta el cuarto en donde la deposita con cuidado sobre la cama. María despoja de la camisa a Javier él a ella de su vestido poco a poco se van desnudando uno al otro hasta que finalmente ella sin poder resistirse más le suplica que la haga suya. Ante estas palabras de ruego él se sienta en la cama se coloca los pantalones toma un suéter en las manos y antes de salir por la puerta le dice. – Te dije que me suplicarías, eres mía aunque tú no quieras... es algo más fuerte que tú, un sentimiento y un poder que te controla y no puedes frenarlo... no quieres frenarlo... y si lo intentas te hace más daño... María se queda allí sentada y callada viendo como Javier se va, se tapa con una sábana y piensa que no tiene ganas de llorar más... la verdad es que está demasiado cansada, le hace menos daño el que Javier la rechazara que el hecho de que “No siempre es malo recordar”

estuviese en ese instante con Mónica. Se duerme llorando aunque se resista no puede dejar de pensar en ver a los dos retozándose como dos adolescentes, cuanto más piensa en ello más llora, así que cuando se queda dormida es de puro agotamiento. Javier sale del cuarto enfadado consigo mismo si la desea tanto y la quiere tanto porqué hace esas cosas de cretino... el hecho de perder un hijo lo hace vulnerable, le hubiera gustado que María hubiese tenido el bebé, sería hermoso ser padre. Al pasar por el cuarto de Berta la puerta está abierta y ella mirando su cara reflejada en un pequeño espejo. – ¿Qué haces? – la joven se gira para ver a su interlocutor. – ¡Ah eres tú! – Gracias por ese desánimo. – perdona Xavi. – ¿No puedes dormir? – No, tengo insomnio. Javier se aproxima a Berta y colocándose tras ella. – No puedes dormir porque no dejas de pensar en Marcos – Berta se pone colorada – venga sigues loquita por sus huesos. – Yo soy fea, chillona... no le gustaría a ningún hombre y menos a él. – No digas eso. María está equivocada, no conoce a la nueva Berta. – Recuerdas cuando viniste en mi busca. – Sí que lo recuerdo – Javier muestra una amplia sonrisa. > Berta se aproxima a un espejo de cuerpo entero, le gustaban los espejos por eso tenía el cuarto lleno de ellos de todas las formas, clases y tamaños. Se observa bien y repite en voz alta para escucharse a sí misma. 125

– ¡Qué guapa estas ahora Berta! Las lentillas te quedan bien, no aquellas gafas feas e inmensas. El maquillaje suave en mi piel me da un toque de alegría y ahora sabes hablar controlando el tono de voz y sobre todo has aprendido a sonreír y a reír. ¡Valla señor Troyano ha hecho que sea una mejor persona! – Ya eras una gran persona. – Berta mira a través del espejo detrás ella a los ojos de Javier. – No te han dicho que no te metas en las conversaciones ajenas. – No lo pude resistir, estabas incluso simpática hablando contigo. Pero no he conseguido que vistas de otra manera, pero tú eres así, forma parte de tu personalidad. Ahora la ropa que utilizas, la llevas con estilo propio, con clase... me gusta esta Berta – y abrazándola. – No dejes que María te haga sentir pequeña, porque no lo eres. No puedo ayudarte ahí Berta porque es la deuda que tienes contigo mismo, enfrentarte a ella. – Sé que tienes razón pero Xavi esa mujer me aterroriza, es una bruja, no entiendo porque le amas – hace una pausa – sí que lo sé... la verdad que la envidio en muchas cosas. – No tienes porque, cada uno es como es y ya está, ella tiene que aceptarte tal y como eres... eso es lo que le tienes que enseñar. – Sí, pero es una cabezota. – Entonces enséñale lo que vales. – Yo no tengo que enseñarle nada. – Ya empiezas a entenderlo... tu vida la determinas tú, nadie más... – dándole un beso en la punta de la nariz – sigue hablando con el espejo que yo tengo trabajo – y sale. – Berta ¿se puede saber que haces ahí? – La joven mira a su amiga. Desearía matarla, por haberla engañado durante tantos años, pero también, a pesar de todo, siempre ha estado a su lado, quizás se haya aprovechado de ella en un pasado, pero no por abusar de ella sino porque estaba sola y asustada. Berta “No siempre es malo recordar”

había comprendido que ella había sido el apoyo de Moli, la fuerza que había necesitado su amiga, para seguir viviendo. Por eso la había perdonado, porque no había maldad en Moli. – Moli pensaba en ti, en nosotras, en como Javier nos ayudó a ambas. Me hizo una promesa y la cumplió. – Estás muy melancólica... vamos te invito a un refresco en el pueblo. – ¿A esta hora, pero si es muy tarde? Mañana trabajamos. – ¡Venga un ratito! – Está bien, pero un ratito nada más, prométeme que no me vas a enredar para quedar algo más de tiempo. – Te lo prometo. – Moli abraza a su amiga y le susurra en el oído muy bajito – gracias Berta por no dejarme. – No digas tonterías, venga vamos al rincón de “Xerardo” allí esta seguramente Carlos y Ernesto... – en tono de picardía – y sé perfectamente que ambos están coladitos por ti. – ¿Tú crees? – Dice Moli pensativa – creo que en realidad están jugando conmigo. – Bueno, juega tú con ellos... hasta que te decidas por uno. – No sé... – sonriendo – pero mientras nos divertiremos sanamente claro. Ambas amigas salen agarradas del brazo y entre risas. – Carlos las chicas están tardando. – No te preocupes Molinita siempre llega tarde. – Sí, Ernesto, hemos pasado muchas historias los dos juntos ¿eh? – Demasiadas, amigo. Toda una vida. Cómo son las cosas y como va cambiando la vida según se van tomando decisiones, unas mejores y otras más equívocas, pero es precisamente las decisiones las que hace que uno madure y sea mejor o peor persona. La misma experiencia para dos personas totalmente distintas afecta de forma contraria 127

o increíblemente de la misma manera, ejemplo de ello Carlos y Ernesto dos personas totalmente distintas y, sin embargo, tan iguales. Carlos y Ernesto se conocían desde la infancia habían vivido en el mismo barrio en Ciudad Real. Ya en la guardería Carlos era el dominante y Ernesto el retraído; aunque ambos eran muy inteligentes Ernesto sobresalía en todo lo intelectual y Carlos permanecía en la sombra, sin embargo, este último era siempre el centro de atención gustándole para nada parecer lo que realmente era... un genio. Carlos siempre había sido muy delgado, su altura imponía siempre de tal modo que nadie era capaz de enfrentarse a él. Tenía unos ojos azules grisáceos, no obstante, cuando le daba mucha luz a veces se tornaban verde aceituna resaltando en su tez blanca, su cabello rubio proporcionaba a Carlos un aire de chicuelo aún hoy en día con sus 34 años. Carlos se mostraba siempre lleno de vitalidad, defensor de las causas injustas ya de pequeños defendía a los menos afortunados. Ernesto era todo lo contrarío bajo, gordo, inseguro. Su cabello rojo y sus muchas pecas provocaban que siempre fuese la diana de los demás muchachos y el hecho de que siempre lo supiese todo incitaba a los demás a propinarle cientos de insultos. Tenía unos ojos grandes de color avellana que resaltaban en su tez morena, pero que durante años estuvieron tristes. Carlos cuidaba de Ernesto porque en el fondo se veía en él. El yo que nadie conocía y que siempre tenía escondido con miedo a salir. Una vez en el primer año de instituto, los de último curso, ridiculizaron a Ernesto por su cabello; Carlos salió en su defensa y los mayores se burlaron de la altura de Carlos; éste que tenía carácter orgulloso le echó por encima de los pantalones del líder un batido de chocolate, esto no hizo “No siempre es malo recordar”

mucha gracia, la suerte acompañó a los dos jóvenes porque el tutor de los mayores se los llevó a clase. Por la tarde cuando ambos amigos salieron de clase, en la puerta de la casa de Carlos, los estaba esperando no dos ni tres jóvenes sino unos seis chicos para vengarse. Carlos ni se lo pensó, se abalanzó sobre el joven más alto; aunque todos golpeaban a Carlos éste no se acobardaba y con su cuerpo endeble daba golpe tras golpe a quién hiciese falta por defenderse. Él sabía que si no lo hacía jamás lo dejarían tranquilo, prefería recibir y dar a quedarse impasible y que lo humillasen; era consciente de que le dolería todo el cuerpo, pero las heridas del cuerpo se recuperan pronto, mucho más rápidas que las de la mente. Ernesto permanecía impasible ante aquella escena; no podía comprender por qué su amigo quería recibir semejante paliza... durante un buen rato permaneció observando hasta que comprendió que Carlos tenía razón, si no se defendía, sería siempre el hazme reír de los demás y sobre todo, no podía dejar que Carlos recibiera aquella manta de golpes, cuando por él había empezado todo. Así que sin más dilema se abalanzó sobre el grupo de chicos que golpeaban a su amigo. Poco más duró la pelea, del mismo modo que empezó terminó. Sin decir nada los seis jóvenes se fueron, sólo uno había añadido al irse “sois valientes”. Ambos amigos sentados en el suelo una espalda contra la otra, se reían, les dolía todo el cuerpo, pero estaban felices y sobre todo satisfechos. Desde ese día no sólo se afirmó más la amistad entre los dos, sino que ambos cambiaron un poco; Carlos mostró su inteligencia, Ernesto se mostró más sociable. Los años fueron cambiando y ambos amigos se fueron a la universidad... varios años habían pasado desde aquella pelea y el cuerpo de ambos lo marcaba. Ernesto se volvió un pelirrojo muy guapo, alto y delgado, cuerpo atlético y sonrisa afable. Carlos seguía siendo muy alto y delgadito, pero no muy 129

agraciado en belleza, eso era lo de menos porque era tan simpático que las chicas solían verse más atraído por Carlos que por Ernesto aunque siempre acababan en los brazos de Ernesto éste sabía fascinarlas más. Lo que realmente le gustaba a las chicas era el conjunto que formaban los dos, a las mujeres les gustaría un hombre que fuese la fusión de ambos... quizás por eso jamás tuvieran una relación que les durase más de dos semanas porque las jóvenes se enamoraban de ambos. Pero es que para trabajar eran iguales... juntos no existían problemas porque unidos todo tenía solución Así que cuando Javier los conoció le impresionó la capacidad intelectual que generaban en conjunto. Al salir de la universidad Ernesto se presentó ante Javier y para su sorpresa le pidió su primer trabajo; a esas alturas estaban muy solicitados y, sin embargo, querían trabajar con él; se sintió muy honrado de que se lo pidieran, realmente le recordaba un poco a él y a Yago cuando eran jóvenes, llevaban con él unos cinco años en ese tiempo nunca se habían arrepentido por ninguna de las partes el hecho de trabajar juntos. Cuando conocieron a Moli se enamoraron en el momento de ella, al principio decidieron que se la quedaría quien la consiguiera, pero cuanto más la conocían más loquitos estaban por ella así que decidieron ser su amiga y compartirla hasta que ella se decidiera por uno de los dos... el perdedor se apartaría noblemente. Pero Moli también se había enamorado de ambos así que tenían una relación de amistad de tres y les iba bien, simplemente esperarían a que el destino hiciese algo para cambiar aquella situación mientras la disfrutarían así. Berta solía acompañar a los tres, a ella no le gustaba mucho eso, pero entendía que cuatro personas eran mejor que tres, así que casi nunca decía que no. Carlos y Ernesto se lo agradecían y aunque preferirían estar con Moli a solas comprendían que la idea de la joven era mucho mejor para evitar posibles “No siempre es malo recordar”

problemas de rivalidad. – ¡Berta! ¡Moli! ¡Estamos aquí! – ¿Qué guapa es? – Dice Carlos mirando fascinado a Moli. – Sí que lo es – Añade su colega. Los cuatro pasarán una noche agradable en ese café, mientras una tormenta se acerca. Un estruendo sobresalta a María. Mira el reloj que tiene en la muñeca. Las seis y media de la mañana, oye a su lado la respiración acompasada de Javier que está a su vera dormido. Enciende la luz de su mesilla y lo observa durante un pequeño rato, ahora puede disfrutar de él sin temor a que él se percate. ¡Qué guapo es! Piensa ella; cabello corto, nariz larga, boca sensual, pestañas espesas, cejas bien marcadas; la sábana cubre a Javier hasta la cadera dejando al descubierto el resto del cuerpo desnudo, María siente un escalofrío, ese pecho bien formado de alguien que se cuida, nada de barriga, ni tan siquiera un pequeño michelín. Se levanta y se acerca a un gran ventanal cubierto por una más inmensa cortina gris, la retira lo suficiente para poder vislumbrar fuera. A pesar de la tormenta que cubre el cielo tapando la luna se puede apreciar perfectamente el lago, el amanecer está comenzando a asomar. – vente para la cama, aún es temprano podemos dormir algo más. – No tengo sueño. – Si quieres podemos hacer otra cosa – María lo mira – ¡No! – dice contundentemente ella. Javier se aproxima a ella, prometo no fallarte, estar ahí en cuerpo y alma, soy tuyo ¿es que no te das cuenta? – Por favor, Xavi, déjame. Él la toma en brazos y se la lleva a la cama, durante unos segundos se permite el lujo de mirarla a los ojos. – ¡Qué hermosa eres! Te veo como una diosa – la besa cálidamente como aquella primera vez; como aquel primer baile que apenas 131

llegaron a rozar los labios; como la primera vez que se abrazaron; la primera vez que vieron Santaestela juntos desde el Pedroso; su primera mirada a los ojos; su primer escalofrío cuando se tocaron la primera vez; el alivio del reencuentro; los primeros celos. Cuando sonrieron juntos por primera vez; las primeras lágrimas por su amor… Desde hacía mucho tiempo se estaban esperando, miles de recuerdos hermosos los desbordaba más quizás que el físico mismo era aquel mar de sentimientos, así que cuando ambos llegaron al orgasmo no dejaron de mirarse a los ojos querían leer uno en los ojos del otro lo que tanto ansiaba, que era lo mucho que se necesitaban.

“No siempre es malo recordar”

CAPÍTULO SÉPTIMO – ¡Marcos! – María corre a sus brazos – ¡cómo te he echado de menos! – Cogiendo de los brazos de Marcos un niño que tenía de dos años aproximadamente. – ¿Me has echado de menos chiquitín? – el niño le sonríe y la abraza. – Creo que tienes que contarnos muchas cosas. – Sí, te pondré al corriente de los sucesos de esta semana, pero créeme vas a alucinar con todo lo que te voy a contar. – Estoy impaciente. – Al llegar al coche – ¡Eh! Menudo auto te gastas. – No es mío es de Xavi. – ¿Xavi? – Sí, Xavi. – ¿No será el Xavi que yo pienso? – Sí. Todo lo que te cuente es poco. – Creo que estoy impacientándome por saber ¿qué ha pasado? María le cuenta a su colega y amigo, desde su encuentro con Javier, en la reunión de su casa, hasta ese mismo momento. Cuanto más le contaba María más increíble le parecía a Marcos. Tras horas de relato y habiéndose parado por el camino finalmente llegan a su destino, antes de comenzar la pendiente a la villa de Javier Marcos añade. – Deberías contarle lo de Violeta a Javier. Sé que él no se ha portado muy bien, pero creo que también ha habido muchos malentendidos y es más creo que si Javier no ha acudido a tu llamada ha sido por algo, deberías averiguar ¿qué ha pasado? Me consta que es verdad lo de que Javier te ha estado buscando y eso creo que es un voto muy grande de confianza hacia él. – Te estás emocionando, ya veo que te gusta la idea de trabajar estos días aquí. – Sí – se sonríe el joven – me parece estupendo... bueno 133

sinceramente me parece muy intrigante. Cuando María y Marcos entraron en la sala de trabajo ya llevaban todos allí ocupados un par de horas, al entrar ellos todos se levantaron, fue Javier el que se aproximó a Marcos para darle la mano y recibirlo. – Es un placer que trabajes con nosotros estos días – mirando el niño que tiene María en brazos – No me digas que es tuyo – María se ríe. – No, es de él, pero como si fuera el mío ya que se lo estoy criando. Marcos pasa el brazo por el hombro de María y le da un beso en la mejilla, esto a Javier no le hace mucha gracia y ello se ve reflejado en su cara. – Eso es casi verdad – dice Marcos – si no fuera por María... bueno dejémoslo estar. – Bien te voy a presentar a la gente, aunque casi conoces a todo el mundo. – Sí, veo caras conocidas. – ¿Te acuerdas de Mónica y Moli? – Sí que me acuerdo de ellas, pero ahora están guapísimas – ambas se aproximan y le extienden la mano. – Gracias – dice Mónica – tú sí que estás cambiado. – Yo pienso que estás más bueno que cuando nos dabas clase – añade Mónica – esto descoloca a Marcos. – No sé qué os diga, me estáis dejando fuera de lugar. – Es el descaro de las mujeres de hoy en día que no tienen vergüenza a nada – apunta Yago aproximándose y dándole la mano al nuevo miembro del equipo. – Me acuerdo de ti... Yago... no eras muy buen estudiante... pero eras buen informático. – Lo sé – dice el joven riéndose. – Espero que te acuerdes de Miguel, Víctor y José. – ¡Hola Víctor! Me alegra verte. “No siempre es malo recordar”

– Y a mí, han pasado varios años desde que no nos vemos. – Lo siento, de vosotros no me acuerdo para nada. – No importa – dice Miguel – a fin de cuentas cuando terminemos de trabajar no te olvidarás de nosotros, ¡créeme! – Me alegra verte aunque no te acuerdes de mí – añade José mientras le extiende la mano. Echa una visual y se percata de más caras conocidas. – Elena – aproximándose a ella y dándole dos besos en la cara – me alegro verte. – Y yo... sentí mucho lo de Rebeca... pero me sentí incapaz de ir al entierro... Elena era la única que había mantenido relación que Rebeca, sin embargo, nunca dijo nada a nadie. – No te preocupes, sé que la apreciabas mucho – hace una pausa como queriendo recordar – ella a ti también. – Girándose hacia Berta – Hola Berta, te veo muy bien... la verdad que muy bien. – La joven se pone muy nerviosa, sin saber que decir, le extraña que se acuerde de ella, hace un esfuerzo y dice. – Para mí también es un placer Marcos. – Bueno, conocida sólo tienes por saludar a Sandra... – interrumpiendo a Javier y acercándose a ella. – Hola Sandra, también me alegra verte, hace tiempo que no nos vemos. – Te presento a mi marido Joseph – dándole la mano. – Llegué a pensar que no existías. – Sí, casi todo el mundo me dice lo mismo cuando me los presentan – riéndose – la distancia ha sido muy larga y mi esposa ha hablado tanto de mí y no me habían visto nunca que siempre se creen que ella se lo había inventado. Como los chiquillos pequeños que tienen amigos imaginarios. – ¡Eh! – Sandra le asesta un pequeño golpe en el hombro. Javier le presenta a Ernesto y a Carlos, tras saludarse Marcos repara en alguien que está de observador y que tiene a 135

su hijo en brazos. – Me suena tu cara... pero no sé. – Yo soy de las personas que pasaban desapercibidas en aquella época. – Me cuesta creerlo. – Más bajo e inmensamente gordo. – ¿Roberto? – ¡Premio! – Mirando la cara de asombro de Marcos – no digas nada, vamos a dejarlo así, es lo mejor. – Mirando al bebé – tu papá es un hombre con suerte al tener un niño tan guapetón como tú – el bebé se ríe con Roberto – si vamos a ser buenos amigos. – Como María me había contado que no te separas de tu hijo me he tomado la libertad de buscarte una niñera, te la voy a presentar para que le des tu visto bueno y de paso hacemos parada en tu cuarto para que te acomodes. – Ve – dice María – yo me quedo con Adán. El bebé termina gateando en el suelo de madera; con su pequeño cuerpecito se sienta para mirar si ve alguna cara conocida. Al distinguir a María va hacia ella, pero tropieza con los pies de Moli; esta lo mira y lo toma por debajo de los brazos levantándolo hasta la altura de su cabeza, mirándolo le dice – eres una cosita que se llena de baba – la personita diminuta se ríe y Moli se aproxima con él a Berta entregándoselo – toma a ti te encantan los bebes y este seguro más que ninguno. – ¡OH! Es precioso – mirando a Moli – eres una bruja – mala la tía Moli. El bebé parece estar a gusto en los brazos de Berta y se recuesta sobre su hombro señal de que tiene sueño, está cansado del viaje para él ha sido demasiado fatigoso. – Trae que te lo coja – dice María. – Por favor... déjamelo. “No siempre es malo recordar”

– ¿Estás segura? – Claro que sí. Javier le proporciona a Marcos una habitación estupenda, quizás una de las mejores, con una vista al lago impresionante. – Me gusta mucho. – Era la de María, pero como la he trasladado a mi cuarto creo que es la idónea para ti y tu hijo. – Gracias, eres muy amable. – Xavi... no soy tu enemigo. – Eso yo no lo sé, pero tendré que averiguarlo. – Entre María y yo no hay nada que no sea amistad... no nos acostamos juntos nunca ni tan siquiera nos lo hemos planteado, sería como acostarme con mi hermana. – ¡Seguro! – No estaría aquí si fuese de otra manera. Piénsalo... ella en tu cuarto y yo aquí... eso no sería normal. – Yo me he acostado con Mónica y, sin embargo, ella sigue aquí. – Mónica no está enamorada de ti... créeme sino no estaría viviendo en la misma casa. Además, María es mujer de un solo hombre y Mónica se ha convertido por lo que he visto en una devoradora. – María está en mi cuarto porque yo la he obligado – Javier se sienta en la cama al lado de Marcos con la cabeza gacha muestra de desánimo. – Xavi – éste le mira. – María no hace nada que no quiera, está en tu cuarto porque quiere estar allí; tú deberías saberlo, nadie le puede obligar a hacer lo que no quiere. Sé que ha intentado no venir, que ha intentado irse, que ha intentado convencerte que te odia... pero Xavi María te quiere al igual que tú a ella. Es por eso por lo que estáis juntos... tenéis que solucionar 137

muchas cosas... pero todo llegará a su tiempo. – Gracias – Javier se levanta y se marcha no antes de volverse para decirle – espero que me cuentes como es que vivís juntos. – Hecho, nos queda pendiente. – Pues esta noche podemos ir a tomar una copa, a los chicos le gusta salir todas las noches antes de la cena para despejarse del día. – Los entiendo perfectamente todo el día aquí metidos – hace una mueca de perdón no quería que le pareciese que el comentario pretendía ofenderlo por su hermosa y acogedora casa. – me refiero al hecho de tener que echar aquí todo el día. – Sé lo que quieres decir – se ríe Javier. El resto del día trabajaron sin apenas demora, unos bocadillos, que les llevó alguien, fueron lo que comieron. Cuando terminaron era casi la madrugada. Pero trabajaron así durante los próximos quince días consiguieron no solo ponerse al día en el trabajo sino que lo habían avanzado mucho, dos semanas estuvieron sin salir, madrugando y acostándose a altas hora de la madrugada. Los grupos trabajaban bien como los había compaginado Javier, María se fijó que Marcos y Berta casi sin darse de cuenta se estaban haciendo amigos, el hecho de trabajar juntos y el que Berta estuviese siempre pendiente de Adán consiguió que de alguna manera Marcos reparara más en ella. Pasaban todo el día juntos sino era el trabajo era el niño reforzando el equipo que ambos formaban. Javier apenas paraba en casa, el negocio requería constantes salidas y cuando María se despertaba se encontraba sola en la cama, muchas veces se dormía vencida por el cansancio e intentando mantenerse despierta por si Javier volvía, pero era una espera inútil. Las pocas veces que estaba en casa solía permanecer en el despacho, a veces con Mónica por lo que equívocamente María creía que era porque entre “No siempre es malo recordar”

ellos había algo como le sugiriera él días atrás. Estos pensamientos la carcomían lentamente por dentro y no podía entender como Javier le podía estar haciendo algo tan terrible tras la última noche que pasaran juntos. Tras las dos semanas volvieron a la rutina. A Sandra y a su marido les gustaba salir a pasear por el lago antes de cenar era como un ritual relajante. Charlaban durante horas de todo, desde trabajo a sentimientos, Javier siempre les decía que envidiaba esa complicidad y esa amistad que había entre ellos dos, que así tendrían que ser todos los matrimonios. Sin embargo, María conjeturaba que el hecho de no poder tener hijos quizás contribuyera a apoyarse uno en el otro. El resto del grupo a excepción de Mónica que siempre estaba con Javier, solía ir al bar de “Xerardo” para desconectar, solían cenar todos juntos en casa, pero algunas veces no todos regresaban. El problema era que aún no se hablaban casi ninguno, así que la salida de esa noche no iba a ser como las de siempre. Los chicos salieron juntos, aunque Víctor y Miguel no se hablaban Roberto les había comentado que mientras no arreglasen los problemas no desconectaran de ellos, eran una piña. Berta se decidiera salir con Moli aunque no le hacía ninguna gracia, le gustaba estar con el niño de Marcos y con él por supuesto, pero su amiga era muy convincente, alegara que no se hiciese tan pesada no conseguiría que se aburriera de ella por ser pegajosa. María y Marcos estaban en el cuarto de Adán, ya se iba a dormir y lo estaban acompañando hasta que tal hecho ocurriera. Javier entró en la habitación y sin mirar a María ni tan siquiera un momento – Tenemos una copa pendiente. – Sí que la tenemos, los chicos están allí así que podemos unirnos a ellos si esperas a que mi pequeñuelo se duerma. – Sandra me ha dicho, que si queréis salir, ella y Joseph 139

cuidarán del bebe, además, una vez dormido... – Dame diez minutos y nos encontramos en el vestíbulo. – De acuerdo – mirando a María – tú puedes venir si quieres, será interesante, yo voy con Mónica así que tú puedes ir con Marcos – os espero abajo. A María no le dio tiempo a reaccionar, antes de que ella dijera nada su amigo añade – Está resentido María, deberías contarle lo de Violeta, se arreglarían muchas cosas. – Así no quiero nada, si él se cree que yo soy un monstruo es su problema. No iba a ir... pero creo que ahora tengo ganas. – Te vas hacer daño tu sola. – Él está con Mónica. – No te engañe la vista, guíate por el corazón. – Siempre están juntos, y ella se mofa de ello. – Créeme, las apariencias engañan. Decidieron llevar dos coches, según Javier por si alguna de las parejas quería quedarse a dormir fuera, Javier lo dijera para hacer daño a María, e hizo su efecto de veneno. Al llegar al bar se reunieron con los demás, estaban discutiendo sobre política en el interior del local, María se percata de que fuera en la terraza, apoyada en una barandilla, mirando el valle, estaba Berta con la mirada perdida, sola..., decide acercarse a ella para charlar, hace unos días que tiene ganas de que ambas tengan una conversación. – ¿Qué haces? – pregunta María. – Nada – la mira Berta sin mucho interés. – ¿Me puedo sentar? – Recuerdo una escena parecida, pero al revés. – María se sienta al lado de su compañera de trabajo. – Berta – dice con lentitud María – yo no te odio. – María... realmente ya no me importa lo que puedas pensar de mí. Esta actitud a María le gusta, parece que la nueva Berta “No siempre es malo recordar”

tiene las ideas más claras. – Pero a mí sí. – Berta la mira sorprendida. – Ya sé que he sido un engendro, pero yo no soy perfecta – sonriéndole – tú eres mejor persona que yo. – Cada uno es como es – recordando lo que le había dicho Javier días antes. – Me gusta la nueva Berta, es más creo que a Marcos también. – ¡Qué tontería tan grande! – Exclama con asombro. – Además, a pesar de que no te gustase Rebeca veo como coges en brazos a Adán, ese tacto al acariciarlo, el simple hecho de mirarlo, observarlo, estar pendiente de él... se ve en ti que no es por Marcos sino porque te sale de dentro. – Él no tiene culpa de nada... y Rebeca no ha pecado por enamorarse del mismo hombre que yo, Marcos se enamoró de ella, además, lo entiendo... yo no soy... Rebeca era hermosa... imponente... – Dominante y posesiva – terminó María. Berta la mira con desconcierto. – Sí... – hace una pausa – no me mires de esa forma, yo quería a Rebeca, pero ella no era virtudes precisamente lo que tenía. Si no me crees pregúntale a Elena que eran también amigas, ella estará de acuerdo conmigo. – No lo entiendo. – Es muy sencillo. Rebeca persuadió a Marcos para dejar su pasión y dedicarse a lo que ella tanto la entusiasmaba, el amor que él sentía le hizo transigir e hicieron juntos la carrera, dejó la informática por la política... él quería que los padres de ella se sintieran orgullosos de que su hija por casarse con alguien con futuro en ese campo. Vivió los dos primeros años de película de enamorado... pero los siguientes seis años él fue un desgraciado, dejó de ser él para convertirse en alguien que no era. – No lo sabía. – Es normal Berta, las cosas hay que verlas desde dentro no 141

desde fuera, las apariencias engañan. – Yo apenas los he visto, pero él la miraba siempre... – La quería para reventar – le interrumpió María – cómo iba sino a manipularlo si no fuese así. – Creí que estabas de parte de ella. – El querer a alguien no significa no ver los defectos o los fallos. A pesar de que Rebeca era mi amiga y yo la quería mucho... – hace una pausa – yo siempre he estado de parte de Marcos en este asunto en concreto, si él se hubiera enamorado de ti, actuaría de la misma manera que he hecho con Rebeca, yo simplemente estaba con él. Berta respira profundamente, se siente terriblemente aliviada, no sabe por qué, solamente que es lo que siente un inmenso consuelo. Mientras Berta y María hablaban Javier se va a la barra, desde donde está situado ve perfectamente a María, no puede dejar de mirarla, recuerda la última noche que pasaron juntos, dos semanas antes, desde ese día sintió que no podía estar con ella hasta que le pudiese perdonar. Tenía una lucha con él mismo. Odiarla por el engaño, por el aborto... o amarla porque su alma se lo pedía a gritos. Marcos lo observa... ve a un hombre atormentado y le parece increíble que queriéndose como se quieren estén así, separados y peleados. Si él pudiese hacer algo para juntarlos, sabía lo mucho que había sufrido María esos años y le constaba que si Javier hablase con Alejandro quizá él cambiase de opinión porque el mayor sufrimiento de María lo había pasado junto con su amigo Alejandro, él la había ayudado a seguir viviendo. Marcos se aproxima a Javier y se sienta a su lado. – Está preciosa ¿verdad? Más dura y más tolerante. – Eso parece una contracción. – María es un mar de refutaciones. – ¿La quieres? “No siempre es malo recordar”

– Claro que sí, pero no como tú piensas, daría mi vida por ella, pero de la misma forma que se la daría a mi hermana. – Ya, a lo mejor te has enamorado de ella y no lo sabes. – Javier... – dice pensativo Marcos – quizás deba contarte mi historia desde que murió Rebeca, quizá así pueda comprender por qué nos llevamos tan bien. Yo, si fuese tú, intentaría poner mis sentimientos en regla y actuar, si seguís así acabaréis separados por estúpidos. Habla con Alejandro, él la conoce mejor que nadie en este mundo, mejor que su propia madre, entre ellos ha habido una complicidad y un apoyo que... – ¿Alejandro? – dice Javier extrañado. – No me mal interpretes, con él, al igual que conmigo no ha ocurrido nada, pero él quizá te pueda contar lo que ha sufrido María estos años. – Creo que hay demasiadas cosas que desconozco. – Javier... – hace una pausa quiere contarle su historia con María pero sin malas interpretaciones, lo más objetivo posible y sin contarle lo de Violeta – Cuando María se marchó rompió el contacto con Rebeca, sin embargo, un año antes de venir recibimos una llamada de ella, estaba muy bien y desde entonces se telefoneaban asiduamente. Rebeca se quedó embarazada y dio a luz el mismo día que regresó María. A la vez que Marcos le cuenta la historia a Javier María se la cuenta a Berta. > – Es una historia muy conmovedora – Berta miraba a María asombrada – no pensé que alguien pudiese manipular tanto a alguien. – No digas tonterías, los hombres enamorados son lo más manejable que hay sobre la tierra. – María suspira – Mira Berta, Rebeca decía que amaba a Marcos, pero no era cierto, si fuese así nunca dejaría que trabajase en algo que odiaba pudiendo hacerlo en lo que le llenara, aunque su madre influyera en ella, no cedería. En cuanto a Marcos ha sido un lerdo por no haber roto la relación; si Rebeca hubiera sobrevivido él seguiría siendo un desgraciado al lado de ella, creo sinceramente que no teniendo fuerzas para abandonarla ha sido lo mejor que le ha pasado, no lo digo desde la perspectiva de que Rebeca haya muerto sino desde el punto de haberse quedado solo. Mientras Marcos le contaba la historia a Javier, este iba de asombro en asombro. – Marcos porque no la dejaste tras ver que te ibas ahogando. – ¿Alguna vez has amado a alguien hasta el punto de que tu “No siempre es malo recordar”

vida sea lo menos importante? – Sí – Javier permanece pensativo, él ama a María hasta el punto de hacer lo que ella quiera, de dejarse llevar... no sabe si dejaría que su vida fuese un infierno... – Hay veces que el que dos personas se amen no quiere decir que puedan vivir juntas, no siempre llega el amor para convivir. Creo sinceramente que Rebeca no te quería. – Yo pienso lo mismo – interrumpe Marcos – pero ha sido a lo largo de estos dos años en los que me he dado cuenta de ello, pienso que ella se creía que me quería, pero pienso que nunca me quiso. – Mirando a los ojos a Javier – ¿Dejarías ir a María si vieses que no era feliz? Javier no sabe que decir... quiere no mentirse y siendo sincero consigo a la vez que con aquella persona que está ante él. – Creo que intentaré que no se valla, pero si la viese desgraciada a mi lado... – con todo el dolor que esas palabras significaban – sí, la dejaría marchar, incluso teniendo hijos, no perdería el contacto con ella, pero la dejaría ir... precisamente porque la quiero. – ¿Qué hacéis? – Abordándolos Mónica – pareciese que estuvieseis... bueno da igual. Camarero póngame una Margarita – reparando en dos mujeres charlando en la terraza – mirar esas dos pareciese que fuesen amigas, quien diría que se odian. Javier se levanta – Yo sé que ahora no quiero estar aquí. – ¿Quieres que te acompañe? – dice pegajosamente Mónica. – No – se apresura a contestar Javier. – Tengo ganas de estar solo, me apetece pensar. – Bueno pues me voy a tomar una copa con Marcos que está de muy buen ver. – No jovencita – increpa Marcos – yo me voy a invitar a las dos nuevas amigas a tomar algo, pero en otro momento será. Viendo como Mónica se va con las otras chicas, suspirando se encamina a la terraza. Sonriendo a su amiga. – 155

Vengo a invitar a las dos mujeres más maravillosas que hay en este pueblo a tomar algo – mirando a Berta – creo que por ser como eres con mi hijo es lo mínimo que puedo hacer. Berta parecía poner la cara de decepción, le hubiera gustado que fuese por ella y no por agradecimiento. – ¿Y Javier? – pregunta María. – Dice que quiere estar solo. Últimamente todo el mundo quiere estar solo. No sé, creo que soy el más feliz de este lugar. – Pues voy en su busca, así que ahí os dejo, ya tomaremos una copa en otro momento – dándole un beso a su amigo, le susurra – veo como miras a Berta, no seas memo, dile algo. Las cosas pueden ir despacio no tenéis que correr, conoceros primero, sin miedo, si lo que ves no te gusta sal corriendo, pero si lo que ves te gusta dale una oportunidad a tu corazón. María sale en busca de Javier, el hecho de haber contado la historia de Marcos ha hecho que desee estar con él; necesita estar con él. Lleva un par de semanas que la ignora; no puede aceptar que esté con Mónica, tiene que averiguar cuáles son los sentimientos de Javier hacia ella; necesita averiguarlo, necesita contarle lo de Violeta, pero antes tiene que saber... no en realidad tiene que contárselo aunque no la quiera, es su padre y debería saber la verdad, por lo menos esa verdad en concreto. María se encamina andando al río, no queda lejos; el coche de Javier aun sigue aparcado por lo que deduce que seguramente esté allí; una vez le dijo que el ruido del caer del agua lo relajaba mucho, así que sin pensárselo se dirige a la pequeña catarata del río; al aproximarse lo ve con Mónica, se estaban besando así que decide no interrumpir la escena y regresar; coge el automóvil de Marcos y retorna a casa. La casa estaba en silencio una calma, los chicos aún no habían regresado y los que si estaban durmiendo porque allí reinaba el silencio más absoluto. María no quería subir a aquel “No siempre es malo recordar”

cuarto triste, le parecía frío al no sentir a Javier en él, así que decidió subir coger una manta e irse a dormir acurrucada en la sala de ordenadores, allí se sentía más tranquila y protegida, se durmió harta de llorar, hacía tanto que se sentía tan sola, parecía ser que así seguiría. Javier no tardó mucho en llegar, al entrar en el cuarto y no verla se preocupó, había preguntado por ella en el bar, pero nadie la había visto, le había costado deshacerse de Mónica, ¡qué pegajosa! Se había ido al río a pensar; el hecho de que Marcos le expusiera sus sentimientos en su matrimonio le ha hecho pensar mucho, pero Mónica siempre tras de él, ya le dijera que no quería nada con ella, que estaba enamorado de María y no quería historias ni aunque fuesen esporádicas, estando ella tan cerca de su vida no, la quería y la deseaba demasiado como para pensar en otra mujer aunque fuese físico. Tenía que decirle a María que lo que había visto no era lo que ella pensaba; apartó a Mónica y le dijo que no volviera a intentar nada o que tendría que despedirla. Ella se había resignado. Al salir a buscarla tropezó con un círculo de madera del tamaño de un posavasos, lo tomó en entre sus manos y lo reconoció en el acto; se lo había entregado Víctor en el bar hacía un par de horas a María; así que ella estuvo allí, fue en busca de él y seguramente vio como él y Mónica de besaban, ¡qué pena! Parecía que todo se les torcía continuamente. Decide ir a la sala de ordenadores, allí seguramente la encuentre... la conoce lo suficiente como para saber en qué lugares buscar. Javier se aproxima a ella y la observa durante un buen rato, está acurrucada en una manta en el suelo, siempre pensó en poner un sofá en aquella habitación, pero por alguna razón nunca coincidió hacerlo. Ahora se arrepentía por haberlo dejado pasar. Se sienta a su lado y la toma entre sus brazos, ella está totalmente dormida y se acomoda inconscientemente entre los brazos de su amado, así es como los encuentra por la 157

mañana Marcos y Berta cuando entran en el cuarto, abrazados durmiendo en el suelo. Dos semanas han pasado y María se encuentra cada día más irritable no entiende por qué ella nunca ha sido así... tan insoportable. El trabajo va viento en popa y todas las noches los chicos se van a tomar una copa, antes de la cena o después de la cena o cenan fuera... sea lo que sea intentan relajarse fuera de la casa todos los días ya que el trabajo los mantiene encerrados el día entero. Javier y María son corteses el uno con el otro, pero nada más, es como si estuviesen esperando para terminar el trabajo y después ya arreglarán lo que tengan que arreglar. Siguen compartiendo el mismo cuarto, pero Javier no hace intento de nada y María se lo agradece aunque desearía en su interior que pasase algo. Marcos y Berta cada vez salen más juntos, hasta el punto de que ya entre ellos se les ve que algo está surgiendo, a lo que todos apremian, en realidad hacen buena pareja, se complementan. Carlos, Ernesto y Moli siguen su historia, así les va bien ninguno de los tres, pretenden cambiar nada, se sienten cómodos y ya está... no es que sea una relación coherente pero todos la aceptan, ¿los mormones ó los moros no tienen más de una mujer? Entonces. ¿Por qué una mujer no puede tener dos hombres si son felices así? Sandra sigue triste porque su amiga aún no le habla, Javier se ha distanciado, pero la trata bien, como si no le guardase rencor, sin embargo, ya no confía en ella. Hace turnos con Berta para el bebé de Marcos le encanta poder cuidar de él en sus ratos libres. Joseph se siente desanimando al ver a su mujer tan mortificada por lo que ha hecho a Javier y a María, y le ha dado las gracias a Marcos por dejar que ella se ocupe del “No siempre es malo recordar”

niño, es como una medicina para ella. Tiene que hablar con María para que aclaren las cosas con su mujer, para bien o para mal, pero que quede esclarecido todo. Elena casi ha tomado una decisión y tiene que hablar con Víctor y con Miguel... pero antes hablará con Javier, no va a cambiar de sentencia es irrevocable, lo mejor que puede hacer. Pero también tiene que hablar con María, tiene que desengañarla y pedirle perdón... ha sido una monstruosidad lo que le ha hecho y necesita que la perdone, en este mes ha cambiado mucho sobretodo su manera de pensar, de sentir y sobre todo de ver las cosas. Miguel y Víctor no se hablan, simplemente están a la espera de que Elena les diga algo, bueno o malo, pero algo; la espera es un tormento para ambos, pero esperan pacientemente.

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CAPÍTULO OCTAVO Yago ha sido siempre el mejor amigo de Javier, o más correctamente Javier es el mejor amigo de Yago desde el instituto, no se han separado nunca. A veces Yago desaparecía alguna temporada, pero acababa retornando al lado de Javier debido a su mala cabeza. Era un excelente informático, pero le gustaba la vida de lujo y gastaba más de lo que ganaba. De hecho, empezaron la empresa asociados, pero un par de meses más tarde le vendió su parte a Javier, decía que no podía permanecer mucho tiempo quieto en su mismo lugar y era cierto. A los 30 años decidió sentar la cabeza, estaba harto, así que Javier le dio trabajo fijo; era su mano derecha. Seguía siendo una cabeza loca pero responsable en el trabajo, lo tenía muy claro no iba a fallar a Javier nunca más y hasta la fecha así había sido. Cuando aquel fatal día Mónica dijo que se metía en la cama de Javier, le pareció una buena idea, engañar a su amigo para salvarlo, aunque día tras día ver el sufrimiento de Javier y la desesperación de no encontrar a María comprendió finalmente que se había equivocado. Muchas veces intentó contárselo a Javier, pero no fue capaz, era un acto de cobardía incapaz de superar. Quizá por eso ha querido durante aquellos años apoyar en todo a su amigo, porque consideraba que se había equivocado y no sabía cómo repararlo. Cuando Mónica reapareció en la vida de Javier no le gustó nada la nueva Mónica, aquella mujer él no la conocía, no era lo mejor para Javier, pero ya se había equivocado una vez y no quería interponerse en la vida de nadie, con el tiempo aprendió a tolerar a Mónica, y ella hacía lo mismo con él, la verdad que no le importaba nada que él simplemente la tolerase, mientras no le contase nada a Javier... “No siempre es malo recordar”

A Yago le encantaban las mujeres, así en plural, consideraba que había muchas solas y que él las consolaría a todas, era muy guapo y apuesto con lo cual no le era difícil. Cada vez que se encaprichaba de una mujer dejaba de salir con ella, no quería enamorarse, se lo tenía prohibido a sí mismo. Le gustaba la ropa, era uno de sus vicios comprar mucha ropa; parecía mentira que fuese en el pasado tan descuidado vistiendo y desinteresado en ese sentido; al igual que Javier el vestir y afeitarse era una pérdida de tiempo para él, pero en algún momento del camino se cambiaron los papeles y se convirtió en un personaje que siempre estaba impecable y enviciado a la moda. Yago sin que Javier lo supiera había intentado buscar a María por su cuenta, pero María se había ido al extranjero, por mucho que intentó dar con ella fuera imposible localizarla. Cuando se enteró de que Marcos iba a trabajar con ellos se puso muy intranquilo. Le agradeció que no hiciera alusión a lo que sabía, no quería que nadie supiera que había estado en casa de Rebeca para informarse de cualquier cosa que ella le pudiese contar de María, pero Rebeca lo tenía muy claro y no diría información, nada de nada a nadie. Por su parte Rebeca nunca comentó a María que Yago la estaba buscando, le parecía una tontería. Cuando María reapareció en la vida de Javier otra vez se sintió agradecido al destino, consideraba que el tiempo tendría que arreglar muchas cosas pero que ellos tendrían que estar juntos. Estaba seguro que eran el uno para el otro; cuando Elena contó lo del aborto, él para nada se lo creyó y no entendía porque Javier conociendo a María pensase que ella haría tal cosa; o María no estaba embarazada o había tenido el crío, fuese lo que fuese era consciente que más tarde o más temprano se enterarían y más por curiosidad que por otra cosa esperaba impaciente saber del tema. 161

Siempre que salían estaban Víctor, Miguel, Roberto, José y él juntos, habían formado una piña a pesar de que Miguel y Víctor apenas se hablaban. Yago consideraba que el tiempo todo lo cura y ellos volverían a ser amigos; sobre todo porque sabía que Elena no se inclinaría por ninguno de los dos; había aprendido a conocerla y el hecho de estar viviendo aquellos años una presión y una forma de ser que no iba con ella a cambio de nada, le haría tomar la decisión correcta; mirar por ella misma, simplemente necesitaría tiempo para darse cuenta, pero Yago sabía que eso era inevitable y por eso intentaba que Miguel y Víctor se congraciaran. – Víctor te estaba buscando. – Pues ya no sigas, me has encontrado. – ¡Estás simpático eh! – Es que esta mañana me he levantado con humor. – Víctor estaba trabajando con un portátil en el jardín debía llevar al menos un par de horas, a Yago le pareció extraño porque teniendo en cuenta que eran las ocho de la mañana, su colega debió haber madrugado mucho. – ¿Para qué me buscabas? – Quisiera hablarte de Miguel. – No tengo ningún interés – contesta Víctor algo molesto por la conversación. – ¡Venga! Somos amigos Víctor parece detenerse un momento, piensa que ese tema tiene que solucionarlo el tiempo, si es que puede. – Sí que lo somos… pero en este instante lo que quiero es olvidarme de todo durante un tiempo… créeme lo necesito. – El hablar del tema te ayudará a afrontarlo. – Realmente, Yago, no tengo nada que… – Yago le interrumpe. – No seas cretino, el hablar te hará bien. Durante un momento ambos amigos permanecen en “No siempre es malo recordar”

silencio, pensativos. Víctor y Yago desde que trabajaban juntos de llevaban muy bien, realmente todos se habían convertido en una familia bien llevada. Yago no sabía que contarle a su colega, no estaba seguro de cómo se sentía, había dejado que el tiempo fuese pasando y hay veces que sin hacer nada los problemas se arreglan solos, o quizás a la espera de que el destino provocase alguna situación para poder hacer algo, realmente… no lo sabía. – Yago no sé qué te diga, estoy demasiado desorientado como para decirte algo. No sé si odiar a Miguel o si darle las gracias. – No te entiendo. – Mira, al menos ahora sé que Elena no actuaba del todo consciente de lo que hacía, eso me hace sentir que yo no he fallado en nuestra relación… – dudoso – o al menos no toda, llevo años preguntándome qué es lo que había hecho mal. Ahora no me lo preguntaré más, ello me da cierta tranquilidad. – Ha sido muy valiente Miguel por haber contado toda la verdad. – Sí, más vale tarde que nunca. Aunque ya no hay arreglo… creo que ya no quiero a Elena por lo menos como antes, creo que el hecho de aprender a vivir sin ella poco a poco ha conseguido que la haya dejado de amar. – Se vuelve a hacer el silencio, el día parecía soleado y empezaba a ser molesto por lo que ambos jóvenes decidieron ir hacia el porche en donde se sentaron. – Me gustaría que las cosas acabasen bien. – Yo pienso qué algo se ha terminado, pero sabes vendrán historias buenas para los tres, estoy seguro, créeme cuando te digo que el tiempo soluciona los asuntos y coloca poco a poco cada cosa, cada sentimiento, cada nueva experiencia, cada forma en su sitio. – ¿Sabes? Para nada eres la persona que conocí en el instituto. – Ahora me gusto más. 163

– Y a mí también me gustas más. Ambos amigos se ríen siguiendo la conversación contando anécdotas de aquellos tiempos. Así los encuentra Mónica al asomarse al oír las risas. – ¿Qué hacéis chicos? Ambos se giran al oírla. – Recordamos viejos tiempos, éramos tan jóvenes, inexpertos y necios. – Le dice Yago riéndose. – Habla por ti – añade Víctor golpeándole suavemente en el hombro. – A mí no me importaría volver a aquellos tiempos – sentándose entre los dos Mónica recuerda melancólicamente – me gustaba aquella inocencia que había en nosotros, creíamos que lo sabíamos todo, que nos comeríamos el mundo… ¡qué ingenuos! – Es estupendo recordar viejos tiempos. – Yago sonríe al mirarla, le parece una mujer hermosa, entiende que Javier tuviera unos cuantos romances con ella, Mónica podía ser muy persuasiva, a él en concreto le daba miedo esa mujer tan calculadora y perversa. – No es bueno vivir en el pasado. – Eso es verdad, pero es estupendo recordar algunas cosas. – Víctor opinaba que Mónica era más atractiva que hermosa, pero también le asustaba aquella mujer tan depravada. – Hay veces que lo mejor es no recordar nada del pasado. – Mónica era consciente de que su personalidad imponía a los hombres; eso le gustaba… turbar a los hombres le permitía dominar todas las situaciones… no era nada fácil con Javier, él no se dejaba dominar y mira que lo intentaba mucho, pero era indomable… ahora, sin embargo, con María tan cerca era imposible, esa mujer lo tenía bloqueado sentimentalmente. – Ahí viene Roberto – los tres miran hacía el horizonte, a lo lejos entre el amanecer se aproxima un atlético joven, a Mónica se le rizan los pelos del cuerpo un escalofrío asoma “No siempre es malo recordar”

repentinamente por toda ella, los muchachos que la rodeaban sienten la sacudida y ambos riéndose. – Mónica ¿no tendrás frió? – ¡Sois idiotas! Ya próximo a ellos Roberto sonríe al trío. – Veo que hemos madrugado. – No más que tú – añade la hermosa mujer. – Mira que tener ganas de correr. – Deberías probarlo algún día – le sonríe Roberto – ayuda a mantener el cuerpo en forma. – Eso se dice, pero yo prefiero comer menos y para lo demás están los centros de mujeres. – Eso es tirar el dinero. – Mírame Roberto ¿te parece que no sirven para nada? Los tres al unísono – ¡Qué va! – Ahí os dejo chicos tengo algo pendiente antes de desayunar – Roberto la mira antes de añadir. – ¿No tendrá nada que ver con el mando? – ¿Acaso te importa? – dice enfada Mónica – Realmente para nada – con indiferencia Los jóvenes ven marchar a la atractiva mujer. – ¿Cuándo te vas a decidir? – Dice Víctor mirando a su colega y dándole un empujón, Yago se los mira como diciendo que algo se le ha escapado. – No tengo ni idea de lo que me estás diciendo. – ¿Estás seguro de que no me equivoco? – insiste Víctor. – No tengo ningún interés por una joven tan interesada como esa, ni tan zorra. – No seas bruto, zorra no es – sonríe Yago. – Quizá un poquito ligera, pero que sepamos… – No creo que a Javier le gustase mucho. – No seas cretino – continua Yago – al revés te agradecerá que se la saques de encima. 165

– Que se apañe solito, ya es mayorcito, además, él es quién se ha metido en el lío con ella, le está bien que María esté enfada con él, en realidad se lo merece. – No lo dices en serio. – ¡Dejarme! – ¿Estás celoso? – Sorprendido Yago – te has enamorado de esa mujer depravada y sin escrúpulos. – ¿De verdad la veis de esa manera? – Dice el joven con decepción – yo no creo que lo sea, algo la ha cambiado desde que estuvo en Inglaterra, pero bueno que le vamos hacer, no es mi problema. – Lo que tú digas – Víctor decide irse él si sabe lo que le ha pasado a Mónica, pero prometió no contárselo a nadie, se lo había prometido a Elena y guardaría el secreto. En cuanto a Roberto no parecía muy interesado en la joven así que le parecía una tontería no respetar la promesa. Los dos amigos se fueron dejando allí sentado a Roberto, pensativo, así es como lo encontró María. – ¡Buenos días! – Roberto se gira, María se sienta. – ¿En qué piensas? – En cómo buscar un ligue – sonríe él – no me mires así que es broma. – Serás tonto, no necesitas nada, las chicas se te acercan, como moscas, lo que no entiendo es por qué no tienes novia, o estás casado o… ¡qué sé yo! – Mí trabajo es lo primero, me siento feliz así. – Solo. – Pero sin problemas. – ¿Eso cree? – No, sé que tienes razón, pero me gusta mi soledad. Cuando encuentre a la persona que se acople a mí, créeme no la dejaré escapar. – Respirando profundamente – Cómo estás haciendo tú. “No siempre es malo recordar”

– ¿Qué hago yo? – Vas a perder a Javier si no te pones las pilas, estáis hechos el uno para el otro, sois uno en dos cuerpos y estáis perdiendo el tiempo por orgullo, eso sí es estúpido. – Ahora soy yo quién te da la razón. – Mirándolo – Es que no sé cómo decir… – ¿Qué es padre? – ¿Cómo lo sabes? – Porque te conozco. – Es que aquí todo el mundo sabe que no he abortado por ser como soy. – Claro que sí, y créeme que Javier está muy perdido, sino supongo que también se daría cuenta. – ¿Por qué Elena…? – Estaba enfadada no creo ni que ella piense que lo hayas hecho – interrumpe Roberto. – Y tú ¿Qué haces aquí? ¿Cómo es que has acabado trabajando con Javier? – Es una larga historia. – Me encantaría escucharla. – En realidad es a Yago a quién tengo que agradecérselo; fue él, el que me dijo que Javier necesitaba personal, que estaba formando un grupo. Primero trabajé con él en HERMES luego me ofreció irme con él y ni me lo pensé. – ¿Satisfecho? – Llueve demasiado en Santaestela en primavera, lo recuerdo de siempre, desde niño, me encantaba ponerme las botas de goma del invierno e ir a los charcos, mi madre se ponía histérica solo de pensar que volvería lleno de barro y con la ropa mojada, pero a pesar de todo nunca me decía nada y me dejaba. Llevaba toda la vida entre latas de pintura, ese olor desbordante y tan pesado, me encantaba de pequeño, sin embargo, lo llegué a odiar, cómo puede alguien dejar su sueño 167

y dedicarse a algo tan poco gratificante como es vender pintura. Me gustaba ir a pintar con mi padre, pero él quería que estuviera en la tienda, me volvía loco. Pienso que por esto es por lo que estaba tan gordo, la depresión de no estar satisfecho conmigo mismo. Por eso cuando me animaste a seguir con los estudios me replanteé mi vida y me animé a estudiar. – Con entusiasmo – fue la primera buenísima decisión que he tomado en mi vida. Y desde ésta todas mis decisiones han sido buenas y lo más importantes, yo las he tomado, nadie, solamente yo sin que nadie influyera en mí, eso me ha gustado y me gusta. > – ¿No os habéis vuelto a hablar? – Sí, cuando rematé la carrera. Me regaló su presencia en la graduación. – Estupendo – sonríe María. – Sí, pero, ya no es mi mejor amigo, me dejó solo y no le puedo perdonar eso, sin embargo, es mi padre y… – Te entiendo. – ¿Cómo encontraste a Yago? – Al terminar la carrera entré en una empresa a trabajar, la verdad es que ganaba dinero, pero no lo que yo quería, tuve una discusión con el jefe y me echó a la calle. – ¿Discutir? ¿Tú? – Sí – riendo el joven – le porfié la resolución de un programa, como yo tenía razón no se le ocurrió otra cosa que decirme adiós. – ¿Estás de broma? – No, bueno le pegué cuando dijo algo de mi madre. – ¡Increíble! – Con sorpresa María. – No lo creas, que me llamen lo que quiera, pero que se metan con la santa de mi madre. – ¿Desde cuándo tu madre era santa? – Vale, vale, era una zorrilla santa. Ambos se echan a reír. – El caso es que te quedaste en la calle. – Sí y para mi suerte encontré a Yago. > – Suerte encontrar a Yago – dice ensimismada María – ¿tardaste mucho en ver a Xavi? – No, al día siguiente metí mis cosas en el coche, entregué las llaves y puse rumbo a Madrid con la tarjeta que me entregó 171

Yago. > 173

– ¿crees que por eso te contrató? – ¡Quién sabe! – con cinismo. – Te lo estoy diciendo en serio. – ¡Qué atontada eres! – dándole suavemente un golpecito sobre la frente. – Me contrató porque soy muy bueno en lo mío, créeme. – ¿Eres feliz? – Casi feliz, me falta mi otra cabeza. – ¿Crees que la encontrarás? – Sé que la he encontrado, pero ella aún no lo sabe, cuando esté preparada y yo preparado… entonces… – ¡Ojalá tengas suerte! – Ya es tarde, vamos debe de estar toda la gente ya trabajando. – Ve tú; yo quiero quedarme un ratito. – Como quieras. Necesitaba pensar en lo que le había contado Roberto sobre los sentimientos de Javier sobre ella. Estaba confusa porque Javier le había dicho que no la amaba, que era físico… estaba cansada, agotada, no sabía que iba hacer, tenía tantas dudas que el alma se le estaba rompiendo en pedazos. – ¿Se puede saber que haces? María se sobresalta al oír la voz de Javier. – Me siento cansada, últimamente no duermo bien y me canso más de lo normal… estaré incubando algo. Javier se sienta a su lado de la misma manera que antes había hecho ella con Roberto. – No me había dado cuenta, perdona. – Estas dos últimas semanas apenas te veo. – ¿Me echas de menos? – dice Javier con ironía. – No, ¡Qué tontería! – A Javier le molesta esa actitud de María. – No me importa lo que hagas, pero deberías estar más aquí. – Qué pena, creí que dirías que necesitabas que estuviera más a “No siempre es malo recordar”

tu lado. – ¡Qué más quisieras! – esto molesta a Javier, por eso se aproxima a ella y la toma en sus brazos, ella intenta apartarlo, pero él es más listo y la aprisiona contra él, con los labios muy cerca Javier le susurra. – ¿Di me que no te importo? ¿Qué no me echas de menos? ¿Qué no deseas que te acaricie?... – Está bien – interrumpe María – tú ganas. Javier iba a decir algo más, pero los interrumpe José. – Dejar eso para la noche, ahora tenemos trabajo, nos hemos encontrado con un pequeño problema que no esperábamos. Ambos se ponen en pie y los tres juntos se dirigen al cuarto de los ordenadores. José de detiene un momento mirando hacía el horizonte, pensativo... José es el más solitario del grupo, el que está con todos y con nadie. Es un joven de unos treinta y cinco años, moreno no muy alto, pero tampoco bajo, no guapo, pero si físicamente atractivo, su gran problema es su prepotencia y su gran bocaza. No es la persona que más amigos tenga, no porque no los haga sino que no los sabe retener. Hijo único, mimado, malcriado, pero ha cuidado siempre de sus padres a los cuales adora porque reconoce que se han sacrificado por él. Le gustaría no pasar desapercibido, pero eso no se puede evitar, casi todo el mundo ha ignorado lo que piensa o diga. Siempre se ha esforzado demasiado por casi todo, pero nunca ha comprendido que si fuera más humilde ganaría más en la vida. Con veintidós años terminó sus estudios de informática de la escuela, se presentó a la selectividad y con buenas notas aprobó, así que decidió hacer la carrera de informática de gestión, especializándose en programas de gestión administrativa, le gustaba eso de hacer programas para los usuarios más torpes, para eso se había preparado. De un programa complicado lo adaptaba estupendamente a la gente 175

menos capaz. Con un proyecto de fin de carrera para las autoescuelas consiguió que lo solicitaran distintas autoescuelas para que les personalizasen sus programas, era autónomo y ganaba dinero, había colocado una oficina en el centro de Santander, tenía muchos clientes por toda la península, pero a él no le importaba desplazarse cada vez que le hiciese falta. Por casualidad un día alguien le habló de él a Javier, investigó su trabajo y fue en su busca, consideraba que le hacía falta alguien como él en su equipo. Al principio sus compañeros no lo aceptaban mucho, pero poco a poco fueron admitiendo como era; porque descubrieron que no era mala persona y entendían que cada uno era como era; que había que aceptar a la gente como es. La verdad que eso se lo había dicho Javier a los chicos; cuanto más lo conocían, más eran conscientes de que su jefe tenía razón, así José pasó a formar parte de la familia. José solía mantenerse al margen de todo, porque sabía que se metería en líos, no daba consejos a nadie porque consideraba que si no sabía aplicárselos a él mismo cómo dárselos a los demás. Pero poco a poco había aprendido a ser más paciente con los demás y con él mismo y sobre todo había cambiado tanto que ahora le gustaba pasar desapercibido. Se sentía feliz por su vida, echaba de menos no haber encontrado una mujer en su vida, pero era tan exigente que no conseguía que le durasen más de un mes. Él no perdía la esperanza de encontrarla, la seguía esperando con paciencia. Cuando conoció a Javier no le gustaba, le parecía un necio despreocupado por todo, no le gustaba como Yago y Xavi se reían de todo lo que representaba capitalismo, sociedad, compromiso… Se sorprendió un montón el día que Javier se presentó ante él para ofrecerle trabajo, no lo había reconocido, de pasar “No siempre es malo recordar”

de un joven desaliñado a alguien tan ostentoso lo desencajó. La oferta de Javier había sido tan espléndida que no se pudo resistir, ahora estaba más que contento de haberla aceptado. Javier se había convertido en buen amigo para él, José lo admiraba de una manera enorme. Había visto a Javier sufrir por la búsqueda de María, y se alegró mucho cuando su vieja amiga reapareció de la nada, a pesar de los problemas que parecían haber entre ellos a Javier se le veía muy tranquilo y él ya no lo recordaba así. Al morir sus padres todos los compañeros estuvieron a su lado, sobre todo Javier, no lo dejaron solo hasta que comenzó a superarlo y eso hizo que José empezara sus pasos a la humildad, tenía sus momentos de desfase, pero bueno… ¿quién no? – José, vamos no te quedes atrás – le dice María que había vuelto sobre sus pasos al ver que su joven compañero no los seguía.

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CAPÍTULO NOVENO – ¡María, quiero hablar contigo! – Elena creo que deberíamos... – Escúchame, por favor. – Yo pienso que las dos no tenemos de que hablar, siento lo que te hizo Miguel, pero yo pienso que... – No quiero disculparme por nada, soy como soy, he cambiado y volveré a cambiar, pero esta vez pensaré en mí antes que en nadie; ahora seré yo. De pequeña pensaba en mis hermanas, de adolescente en que mi madre fuese feliz, después en que mi entorno estuviese contento, luego que Miguel fuese especial y ahora en lo que yo desee, lo que necesito, y lo que quiero. Pero yo he venido porque me gustaría contarte algo que no he dicho y que es importante. – No creo que tú puedas... – No seas estúpida, escúchame, si de verdad quieres a Javier tienes que escucharme, es importante... por vuestra hija o hijo. – ¿Cómo lo sabes? – Venga, nos conocemos, tú nunca harías semejante monstruosidad. – Es una niña – dice casi en un susurro María. – ¿Por qué lo dijiste? – Porque tú se lo contaste a Sandra, aunque fuese mentira yo estaba encolerizada, deberías saber lo horrorosa que eres cuando quieres, diría lo que fuese con tal de alterarte, simplemente se me fue de las manos y ya no supe cómo salir del encierro. – Pues te luciste. – Lo siento – sinceramente y con la mano en el corazón – lo siento un montón. Sé que aunque las drogas te atontan uno puede controlarse si quiere, no tengo disculpa. No podré “No siempre es malo recordar”

perdonarme el daño que le hice a Víctor, no tiene justificación. Intenté compensarlo o ponerme la penitencia con Miguel y eso tampoco ha estado bien. En cuanto a lo de Mónica debería haber hecho algo, no ha estado tampoco bien dejar que Javier creyera que fuera ella, aunque no estuviera de acuerdo acepté taparlo y eso tampoco ha estado bien. – Demasiadas disculpas Elena... Elena la corta colocando la mano en su boca. – Escucha, por favor, no pretendo que nadie me perdone, pero quiero compensarlo de alguna forma. Ambas mujeres estaban solas en la sala de ordenadores ya que sus compañeros se habían tomado la tarde libre. Llevaban trabajando intensamente un mes sin parar, cuando llegó Javier y les comunicó que se fueran a ventilar al pueblo, todos se habían alegrado y ni se lo pensaron; sin embargo, María se había quedado trabajando, se sentía últimamente demasiado cansada y tenía el trabajo algo retrasado no quería que Javier se enterara ni que Marcos la cubriera así que decidió quedarse. Cuando Elena entró a María le sorprendió, pero estaba tan cansada con todo lo que había pasado en su vida los últimos dos meses que decidió escucharla, estaba cansada de estar enfadada. – Te escucho Elena – ambas mujeres se encaminaron a un balcón continuo y se acomodaron en un diván acariciadas por el atardecer. – María cuando terminamos en la escuela informática Mónica... – ¿Vamos a hablar de Mónica? – la interrumpe María. – Escucha, tienes que aprender a escuchar, lo que quiero contarte empieza en ese momento y con ella, si tienes paciencia quizás veas las cosas de otra manera. – Vale, vale. 179

– Mónica se fue a Inglaterra a estudiar el idioma e informática, la ingeniería, aunque no te lo creas es buena, no tanto como los demás que estamos aquí, pero es buena. – No sabía que hubiera estudiado informática. – Para que veas que es un mundo de sorpresas. Bien continúo. Siguió en contacto con Sandra y conmigo, nos escribía a las dos en la misma carta. Luego comenzó a trabajar en una empresa montando redes y recibimos una carta. Sacando un papel y enseñándosela – ¿Qué es esto? – Léela – extendiéndosela. >

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– ¡Qué sorpresa! No sabía que estuviese enamorada de Roberto eso sí que me ha... sorprendido. – Nosotras si ella no nos lo hubiese dicho ni lo sospecharíamos; Roberto estaba gordísimo y no me lo imaginaba con ella. – Yo pensé que estaba enamorada de Javier... entonces no entiendo... nada o menos que nada. – Ten paciencia y lo comprenderás todo. – Se fueron a vivir juntos y las cartas al principio eran de una mujer enamorada. De repente dejó de escribir, de contestar nuestras cartas, no contestaba al teléfono, ni siquiera contestaba el correo electrónico. Finalmente, tras un tiempo de silencio recibimos una carta que nos dejó acongojadas. Extendiéndole otra carta. > – No podía imaginar que le hubiera pasado algo así... tan terrible. – María estaba compungida. – Las cartas las recibía yo, porque Sandra se había ido con 185

Joseph. Nos comunicábamos asiduamente por correo electrónico y yo se las iba mandando a ella desde casi al principio. Elena mostraba una expresión de tristeza de recordar aquellos días, de recordar lo que aquel desgraciado le había hecho a Mónica. – Una noche al llegar a mi casa – hace una pausa para recordar la fecha lo más exacta posible – sería un par de semanas antes de la fiesta del aniversario. > – ¡Dios mío Elena! Que historia tan terrible. – Demasiado horrible, es algo que hasta que le pasa a uno no es consciente de lo grave que es. – Cuando la viste en la fiesta no era ella, era una persona transformada. Te preguntarás porque no habló entonces con Roberto, pues porque después de lo que le hizo Fran ella no se sentía digna de Roberto. Es más María aún es hoy el día que ella no se siente estimable para él. – Es triste pensar que no puedan intentarlo porque ella no se crea buena para él. – No creo que él quiera a una arpía como Mónica, ya no es la misma que conocimos. Yo la quiero y seré siempre su amiga haga lo que haga, está en todo su derecho de vengarse del mundo. – Pero los demás no le hemos hecho daño. – No pero todos son enemigos, es como ella ve a todo el mundo, como enemigos. – ¿A Javier también? – ¿Eso? – Sonríe Elena – también tiene su explicación – frotándose la frente – él la protege. – No entiendo. – Es fácil. – Para ti que lo sabes. – Cuando tú te fuiste tras acostarte con Javier, aquel famoso día, yo no estaba de acuerdo, aparte hablé con Mónica antes de que entrara en el cuarto. > – No sé que diga – añade María llorosa por la condena que tenía Mónica. – Es curioso que la vida nos haga jugadas y envuelva a nuestro entorno provocando que hagamos daño a quienes queremos y apreciamos por temor. Ambas mujeres se giran al oír aquellas palabras. Sandra prosigue. – Tengo que reconocer que estaba escuchando, no conocía toda la historia, alguna cosa suelta. Las tres mujeres sentadas en el amplio diván con las manos agarradas, sollozaban, por tanto, dolor. – Al principio Javier pensó que era Mónica con la que se había acostado – prosigue Sandra que desea que María conozca toda la historia para que pueda decidir que hacer libremente – pero al poco fue consciente algo había pasado. Dejó a Mónica y te 189

buscó, pero... – Pero siguió con ella – remata María. – No es tan simple. Un día Fran se presentó delante de Javier y no sólo lo amenazó sino que le contó todo lo que le había hecho a Mónica. Ese desgraciado se regocijaba con lo que le había hecho a Mónica y juró que si no la dejaba la buscaría y le haría cosas peores. Se pelearon y ganó Javier, cuando Javier tuvo el suficiente dinero lo denunció, no sólo por lo de Mónica, había más mujeres. Mónica ya era libre, pero se sentía en deuda con Javier, así que iba de flor en flor y entre una y otra descansaba con Javier, cuanto más dinero tenía Javi, más atraída se sentía ella. Así que se utilizaban uno al otro, sin promesas. Y aunque no te lo creas son buenos amigos, muy buenos amigos. – ¿Por qué me odia entonces? – Porque tienes lo que ella más desea. – No es verdad. – Que tú no lo veas, no quiere decir que no sea – dice Sandra. A lo que Elena añade. – A Mónica le gustaría que Roberto luchara por ella de la misma manera que Javi lo hace por ti. El se desesperaba buscándote, eso es de envidiar. – Se siente segura con Javier, si tú se lo sacas, se sentirá desprotegida, porque inequívocamente cree que sola no puede. – María – dice Sandra mirándola a los ojos – les conté lo del aborto porque éramos amigas; habíamos compartido muchas cosas y... – Lo entiendo – le interrumpe María – en realidad te lo dije por si se acababa enterando de que estaba embarazada él pensase que el crío no existía, no quería retenerlo con un bebe. – Cuántos líos – dice Elena – la vida es un asco, somos nosotros los que tenemos que hacer que no lo sea. – No – dice Sandra – la vida es hermosa, somos nosotros los “No siempre es malo recordar”

que hacemos que sea un asco. María ve a junto de Javi y dile que es padre, tiene que saberlo, nadie que te conozca se creería que abortases. – ¡Uf! – Dice ella – no sé cómo lo voy hacer – se detiene un momento – ¿O sí? – Tengo una idea.

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CAPÍTULO DÉCIMO El avión se retrasaba, estaba impaciente por recoger a la hija de María y volver a casa, tiene ganas de rematar el trabajo, no le quedaba mucho, en un par de horas podría empezar otra cosa. El hipódromo era pequeño, sin embargo, estaba terriblemente lleno aunque se utilizase sobre todo para los aviones de carga. “¿Qué puedo hablar con una joven de 21 años, aproximadamente esa debe ser su edad?”. Escucha por el altavoz el sonido de un hombre que les comunica que entra por la pista uno el avión que viene directamente desde “A Coruña”, los pasajeros saldrán por la puerta una. ¡Bueno a buscarla! Javier se aproxima a la puerta indicada, la gente va saliendo por aquella puerta que se abre y se cierra sola, ve a una rubia de ojos azules guapísima que parece que esté buscando a alguien, se aproxima a ella y cuando iba a decirle algo un joven se acerca a ella y la abraza. “No” piensa Javier, “esta no es” “¿Dónde se habrá metido?” Piensa. Se gira sobre sus pasos mirando cara la puerta; ésta se abre y Javier se queda petrificado... una joven vestida de azafata lleva de la mano a una muchacha de unos ocho años. El cabello rizado y negro a la altura del cuello, llevaba puesto un pantalón vaquero roto por la rodilla, unos deportivos altos de color azul oscuro con unas letras en amarillo que decía “adidas”. Una camisa de cuadros azules y amarillos larga y por fuera del pantalón; la camisa estaba abotonada hasta la mitad con lo que dejaba ver una camiseta blanca. La niña llevaba puestas unas gafas oscuras a pesar de estar en el interior e iba masticando chicle con gestos más bien de moza pasota, llevaba al hombro una mochila de tela de camuflaje como la de los militares. “No siempre es malo recordar”

Javier la mira durante un momento, le recuerda a él cuando tenía su edad, era idéntica... María le había mentido, se parecía a él años atrás... esa cría era su doble de joven. La azafata suelta a la niña y se acerca a Javier, la jovencita la sigue. – ¿Señor Troyano? – Sí – mira a la niña y aunque no puede verle los ojos siente su mirada a través de los cristales oscuros, la joven le entrega unos papeles – ¿y esto? – No le entiendo – duda la joven, piensa que a lo mejor aquel caballero tan atractivo la esté vacilando – esta jovencita es para entregársela a usted, si me lo permite, tengo que decirle que se le parece muchísimo. La joven se despide de la muchacha, le sonríe a Javier y luego se gira sobre sus talones y sale del recinto por la misma puerta por la que entrara bajo la mirada de padre e hija. – Bueno jovencita vamos, nos queda un largo camino... – la joven le sigue sin al parecer hacerle mucho caso – veo que no tenemos muchas ganas de hablar jovencita – hace un suspiro y dándole la espalda comienza a andar seguida por la niña. Llevaban ya media hora de viaje sin hablarse cuando Javier mirándola – Sácate el chicle de la boca jovencita o mastica bien pareces un hombre. – No me llamo jovencita, mi nombre es Violeta y no quieras darme clases de comportamiento. Mamá dice que me parezco a ti en todo, así que aguántate. Javier sorprendido por darse cuenta de que la niña conocía su existencia. – Tu madre ¿te ha hablado de mí? – ¿A ti no? – se quita las gafas y viendo la cara de incertidumbre de Javier con ironía – Ya veo, mamá no te ha hablado de mí, que poca consideración por su parte. – No te estarás burlando de mí. 193

– No, sería incorrecto por mi parte. – Tienes unos ojos preciosos. – Sí – se ríe Violeta – mamá dice que son tuyos – la mira unos segundos – mira la carretera o tendremos un accidente. – Una vez ya tuve uno con tu madre subiendo al Pedroso. – Con lo prudente que es mamá. – La joven la mira esperando que él se lo relate. – Sí, no teníamos clase, ese día por alguna razón que no recuerdo las anularon, así que ella me dijo que me iba a llevar a un sitio precioso, donde se divisaba toda la ciudad. Ella conducía y cuando íbamos subiendo miraba para el Paisaje. Yo le advertí de que mirase la carretera, pero María es tan terca, no hace caso a nadie y... el coche se metió en una cuneta bien profunda... suerte que llegó la guarda forestal que andaban por allí y nos quitó el coche de allí... yo tomé el volante y la llevé a la cima del Pedroso. – Javier se quedó callado recordando que pasó a continuación. Una vez arriba lo miraron todo, allí está la antena de televisión, delante mismo se sentaron mirando toda la ciudad, era un precioso día despejado ya cerca el verano los días son más largos así que se divisaba no sólo Santaestela sino también los pueblos lindantes. Javier se puso detrás de María y la rodeó con sus brazos, así estuvieron un largo rato. “Me quedaría así toda la vida sin moverme viendo este horizonte”. – Xavi – dice Violeta trayendo a la realidad a Javier. – Así sólo me llama una amiga mía. – No querrás que te llame papá... – dice la niña con extrañeza. – No, creo que aún no estoy preparado para eso – se ríe Javier. – Yo sabía que tú no conocías de mi existencia, ella me lo advirtió cuando me llamó para decirme que tú me recogerías. – Violeta... primero... tengo que hacerme a la idea de que tengo una hija – le sonríe – muy guapa por cierto – se pone serio – mientras podemos ser amigos e ir conociéndonos, ¿te parece bien? “No siempre es malo recordar”

Violeta asiente con la cabeza y le toca la mano en señal de amistad – ya verás como no es tan difícil Xavi. Violeta se queda dormida a los pocos minutos. Javier se preguntaba por qué María se lo ocultó. No sabe si estar dolido o si estar enfadado. Que mal se comportó con ella... no fue en su busca cuando lo llamó; aún recordaba su llanto por teléfono, pero él estaba tan seguro de que aquella noche se había acostado con Mónica. Y después cuando creyó que ella había abortado... la llegó incluso a odiar... no odiar no, pero sentía tanta rabia por haberse dejado engañar por esas mujeres... que ¿Cómo compensar ahora a María? La había forzado, no podía perdonarse a sí mismo... como hacer que... él no la merecía... tendría que dejarla marchar... era lo más justo para ella. Detiene el coche en una gasolinera; baja la ventanilla – lleno, por favor, – mira a Violeta y sale para coger una manta del maletero y taparla; le observa, “¡qué bonita es!” Piensa. Tiene los labios bien perfilados, como los de su madre, pequeños pero bien formados. La barbilla también es como la de María, se parece tanto a él y, sin embargo, tiene tanto de ella. La observara mientras hablaba y tenía los gestos de María. Las manos de María, dedos largos y finos hechos como los de los buenos pianistas. ¿Cómo dejar que ese nuevo ser que ha entrado en su vida ahora salga? No puede... le va a ser imposible. Hace calor, no es normal para la época, pero se agradece tras tantos días de frío. María decide ir andando a casa, no tiene ganas ni de coger el coche ni de tomar un taxi, el pueblo está en un valle y la casa de Javier está en lo alto de la colina, no le sentará mal andar así tendrá tiempo para pensar. ¡Qué va hacer ahora! La historia se repite, no es la misma situación, pero ¿cómo puede volver a ocurrir? María recuerda su reciente conversación con su médico. 195

> De repente el camino se le estaba haciendo largo y pesado, por lo que decide detenerse en una cafetería a beber algo, se sienta en la terraza exterior e intenta durante unos segundos despejar sus pensamientos contemplando su alrededor. Estaba en una plaza amplia llena de gente joven, sobre todo adolescentes y niños pequeños con sus bicicletas, los padres jugaban con ellos, ¡qué curioso! Hace unos años no se vería a tantos padres jugando con sus hijos. Antes se traían niños al mundo para trabajar, para que nos ayudaran a traer dinero, para que nos cuidasen de viejos, para dejar marca de haber estado en este mundo con el apellido, para retener a un hombre, etc. Pocos padres les hacían caso a sus hijos hasta que fuesen ya mayores; pero dónde se determina que ya se es adulto. Hoy, sin embargo, los hijos se tienen como culminación de una relación, casi siempre resultado del amor... “¿Y mi Violeta?” Piensa María “es el regalo que me dio Dios por lo mucho que he querido y quiero a su padre” María sonríe viendo a los chiquillos jugar en aquella plaza tan llena de vida con los gritos alegres de aquellas pequeñas personitas. Introduce la mano en el bolsillo de su abrigo sacando un papel arrugado, lo abre y lee “positivo en la prueba de embarazo” “¿Y ahora?” Se pregunta ella “¿Qué voy hacer ahora?” Se echa a andar otra vez ensimismada; iba recordando cuando supo que estaba embarazada de Violeta; estaba de “No siempre es malo recordar”

apenas un mes, su marido le había encontrado los papeles de los análisis de sangre, no dijo nada, simplemente le tiró el papel a la cara y le pidió el divorcio; a ella le pareció normal; un mes mas tarde era una mujer divorciada, algo mutuo y rápido, ese mismo día recibió los resultados del médico para abortar y llena de alegría y dudas se encaminó en busca de Javier. Habían pasado dos meses sin verse, sin comunicación de ningún tipo, ella quería tener ese niño, pero necesitaba decirle a Javier que era una mujer libre y que iban a tener un niño de él. Ella trabajaría hasta que él terminara sus estudios, ella se ocuparía de todo, si se quieren podrían intentarlo, le pediría más sueldo a su jefe seguro que lo podrían conseguir. Lo encontró en la empresa peleándose con un disco duro. > El sonido de la bocina de un vehículo la trae a la realidad sobresaltándola, mira hacia atrás las luces del coche la ciegan y pierde el equilibrio, cayéndose sobre la calzada, el automóvil tiene que esquivarla saliendo Javier de él corriendo hacia ella. – María – ayudándola a ponerse en pie y apartándola de la carretera – ¿estás bien? ¿No sabes que tienes que andar por la acera y en la dirección opuesta a los coches? – María no le está escuchando, es un mar de lágrimas, Javier piensa que es por el susto, pero no, en su cerebro aún está escuchando, las palabras de años atrás de Javier “pienso que no estoy enamorado de ti” – María – repite otra vez Javier – María – la zarandea para intentar volverla a la realidad – Cariño, mírame – María lo mira, pero no lo ve, sigue llorando – ¿Estás bien? – Javier, Javier – balbucía ella. _ Estoy aquí – y la abraza – ¡Dios mío estás temblando! Ven sube al coche. Al entrar María ve a Violeta en el asiento de atrás durmiendo, sonríe. – ¡Qué guapa está! – Como su madre. “No siempre es malo recordar”

– Es idéntica a ti Xavi. – ¿Cómo has podido ocultármelo? – Violeta se despierta por lo que se corta la conversación. – Mamá – abrazándola – te he echado de menos, pero gracias por este regalo – Javier no entiende, pero María sí comprende lo que su hija le quiere decir. Violeta está contenta de que su madre mandara a su padre a buscarla, le agradece ese primer momento. Mientras María está entretenida hablando con su hija, no es consciente de que entre las manos está jugando con el documento que le entregaran en la consulta del médico. Javier se fija en él y se lo arrebata de las manos, María cayendo en la cuenta intenta sacárselo, pero él es más rápido, al girarlo lee en letras grandes “positivo en la prueba de embarazo” pega un frenazo; se hace el silencio. María contiene la respiración, Javier apoya la cabeza sobre el volante. – ¡Embarazada! – Dice con voz contundente – ¿estás embarazada? – Mamá... ¿no será verdad? – Javier arranca el coche; padre e hija esperan una respuesta. – Sí, estoy embarazada, acabo de enterarme. – ¿De cuánto tiempo estás? – pregunta Javier inexpresivamente. – No puede estar de mucho – dice Violeta convencida – Xavi, tendrías que saberlo. Mamá no tiene relaciones conocidas, lleva contigo dos meses, está más que enamorada de ti, siempre lo ha estado, así que... – ¡Violeta cállate ya hija! Javier detiene el vehículo apartándolo de la calzada, mirando a María – ¿de cuánto tiempo estas, María? – María parece no querer decir nada, no tiene ganas de hablar y menos de ese tema – ¿es mío?... ¿verdad? – María lo mira a los ojos y sabe que no puede no solo engañarlo, otra vez no, así que muy bajito. – Sí, de quién sino, no podría estar con nadie más. 199

– ¿No podéis estar juntos sin hacer niños? Javier se echa a reír – no ya ves.

“No siempre es malo recordar”

CAPÍTULO UNDÉCIMO María estaba sentada en el jardín leyendo, la brisa acariciaba su cabello negro que hoy llevaba suelto, había terminado de leer otro libro, le gustaba mucho leer, sin embardo, desde que Javier entrara otra vez en su vida no había vuelto a leer, había estado demasiado intranquila como para tener la serenidad de leer. No obstante, desde que Violeta llegara había vuelto a recuperar sus horas de lectura. María sonríe al reconocer que Javier y Violeta se llevan bien, por no decir estupendamente, está contenta de haberlos presentado. Y parece ser que la llegada del nuevo bebé también los colma de alegría a los tres. No sabe que va hacer, pero tampoco tiene ganas de pensar en ello ahora, quizás cuando termine el proyecto deberían hablar. Lo que sí tiene claro que esta vez no alejará a Javier de sus hijos. Piensa en los jóvenes o no tan jóvenes; trabajo y más trabajo, pero así es como uno se convierte en el mejor y en como se gana realmente dinero. La pena es que demasiada gente considera que no es importante la profesión de informática. Una de las veces que María estuvo de vacaciones con su anterior marido y sus hijos los mayores; se detuvieron en un pequeño pueblo, curiosamente entró sola en un bar a tomarse un café. Mientras esperaba oyó una conversación en la cual un padre decía a su hijo que el trabajo del campo era muy duro y muy poco remunerado; sin embargo, ahora con esas nuevas carreras tecnológicas, como los informáticos, ganaban mucho dinero por estar delante de un ordenador. Al señor del campo le parecía una profesión inútil y no consideraba justo que pagasen tanto dinero por tan poco trabajo. María recordaba que se sentía molesta, muy molesta porque aquel hombre no era consciente de lo importante de su 201

profesión en la era moderna. ¿Qué harían los bancos si no fuera por la informática la seguridad social? Si no fuese por los programas que les proporcionaba tanta información en minutos almacenada durante años. O que complejidad para una persona que no esté familiarizada con los documentos de hacienda, o la rapidez de los papeles para ayudas, la medicina de precisión, los análisis de los laboratorios, la identificación de los criminales... A María se le ocurrían millones de motivos en la vida actual en la que la informática se había convertido en importante. ¿Cómo es que se había enamorado de la informática? Por supuesto como casi todo el mundo que ama una profesión le suele venir de pequeña. Cuando tenía aproximadamente unos ocho años, su abuela le pidió que la acompañara al banco, a ella le gustaba mucho ir con su abuela de paseo, porque siempre le compraba un dulce, le parecía que era una bonita manera de celebrar la salida. Al llegar al banco no tuvieron que esperar casi nada, antes no había tantos clientes, la gente era más desconfiada que ahora en cuanto a los bancos, se tenía la errónea o no tan errónea idea de que el banco les robaba con la ley en las manos. Bueno ese día no tuvieron apenas que esperar. María observaba a su abuela como hablaba con el cajero del banco. Recordaba a un hombre ya mayor, canoso, grande, sin gafas a pesar de aparentar una edad avanzada. Tecleaba delante de aquella gran máquina, de aquella el monitor era muy ancho y de pantalla pequeña. El fondo de la pantalla era blanco, las rayas de la ventana que veía eran de color verdoso, las letras negras. Le parecía sorprendente que aquel señor tecleara y aquella máquina obedeciera. En ese instante le entró un deseo tremendo de saber ¿por qué? Y esa pregunta le había seguido durante años. Si ahora le dijeran que tendría que volver a la “No siempre es malo recordar”

informática antigua se moriría. Había avanzado tanto este campo que se sentía plena por haber formado parte de ella. María paseaba por el jardín, sin prisa, tranquila, iba pensando en todas estas cosas cuando se encuentra con Elena. – Hola – le dice la futura madre. – ¿paseando? – añade Elena. – Estaba leyendo, pero mucho tiempo en la misma postura me cansa, además, el médico me ha dicho que pasee mucho, cree que estoy engordando demasiado, este trabajo comiendo lo que yo como me pondrá como una bombona si no lo gasto de alguna forma. – María yo quería hablar contigo. – Creo que no hace falta. – Pues yo pienso que si – responde la joven. – Elena lo pasado, pasado está... – A mí me gustaría pedir perdón. – No tienes porque, en realidad todos tenemos un poco la culpa de todo. – Es triste pensar que llevamos años sin hablarnos. – Sí – sonríe María. – Pero desde que me he enterado de que estoy embarazada y que Javier no se ha enfadado, si no todo lo contrarío, ya no le guardo rencor a nadie, ya no me parece importante. – ¡Bendito el bebé! Que te ha traído tanta serenidad. – Pues sí que me la ha traído. María se sienta al lado de Elena – ¿Ya has pensado lo que vas a hacer? – Aún no, tendrán que esperar a terminar el proyecto para que tome una decisión o a que se la diga. – ¡Qué mala! – se ríe María – no más de lo que han sido ellos. – No me voy a meter – dice muy sería – creo que uno tiene que tomar sus propias decisiones por iniciativa propia para no 203

equivocarse y si te equivocas serás tú no nadie. – ¿Qué hacéis? Ambas mujeres se vuelven al oír la voz, Javier tenía cara de cansado. – Buscaba a la madre de mis hijos – extendiéndole la mano – vengo a buscarla para dar un paseo. Su médico me ha dicho que la obligue a andar todos los días un rato. – Estábamos haciendo las paces – alargándole el brazo para que la ayudara a ponerse en pie. – Eso es lo mejor que podéis hacer – tirando de ella – hacer las paces – Elena no tienes que disculparte por nada, ni yo lo voy hacer tampoco, es el pasado y ahí es donde se va a quedar. – Se inclina y le deposita un beso en la mejilla – la vida es dura para todos y me gustaría tener a mis amigas cerca. – No lo dudes, siempre. Javier le da la mano a la mujer que ama y tirando de ella – vamos a mojar los pies al agua. Mira – señalando con el dedo – por allí llega Violeta. – Xavi te echo una carrera al lago a ver quién llega antes – gritando la jovencita ya cerca de ellos. – No jovencita, yo pasearé de la mano de tu madre. – Elena porque no te vienes tú también, me aburriré con ellos. – Javier la miraba suplicante para que se animara yendo – está bien. María estaba recogiendo piedras con su hija por lo cual Javier y Elena hablaban tranquilos. – Elena, siento mucho haber hecho... algo tan estúpido como convencer a Miguel... – No importa – interrumpe Elena. – María tiene razón, el pasado es pasado. – Suspirando – además, gracias a ti mi vida cambió a mejor, y gracias a todo lo que ha ocurrido soy libre de hacer lo que quiera. “No siempre es malo recordar”

– Eres muy buena... ¡Ojalá! Encuentres a un hombre que te entienda, te haga feliz y se vuelque en ti sin ser egoísmo propio. – ¡Papá! Ven ya – ¡Qué raro suena eso! – se ríe Elena. – Pues voy a tener otro. – ¿A ti no te han enseñado lo que es un preservativo? – Y lo feliz que yo soy ahora. – La verdad es que sí, me alegro por ti, espero que arregléis vuestros problemas. – Y yo. Sandra y Joseph paseaban a lo largo del lago con el bebé de Marcos, parecía que el día era propio para ello, al oír las risas de Violeta se aproximan. Violeta al ver al angelito se encara a él para jugar con el niño. – Pequeñuelo ven a jugar con tu tita Violeta. – Chicos ya veo que tenemos las mismas ideas – dice Joseph. – Sí – añade Elena – aunque haga un poco de viento la tarde está para pasear. – ¿En dónde está Marcos? – María sonreía mirando al bebé. – Creo que Berta y él tenían cosas que hacer. – Espero que no traigan más bebes estamos más que servidos – dice Javier riéndose. María le pega un pequeño golpecito sobre el hombro derecho. – ¿Y tú?... – Si te despistas tendrás familia numerosa – interrumpe Sandra. Sandra se acerca a María. – María me gustaría... – No tienes que decir nada. Creías que hacías lo correcto, supongo que todos nos equivocamos a veces, soy lo bastante feliz como para guarda rencor a nadie. – Sí, pero un secreto es un secreto. María abraza a su vieja amiga – sin rencor. 205

El aire deja de soplar y la tarde asoma calurosa así que deciden quedarse a pasar la tarde, se sienten en buena compañía. No tarda mucho en llegar Ernesto con Carlos y más tarde Mónica con Moli y después Roberto y José. – Veo que no podemos estar separados – se ríe Javier. Ya estaba muy avanzada la tarde cuando aparecen en escena Berta y Marcos. Permanecen de la mano, callados y mirándolos a todos esperando que alguno se percate de su presencia; van observándolos de uno en uno. La que se da cuenta es Violeta. – ¡Tía Berta, tío Marcos! – a Berta le encanta que Violeta le llamase tía. Todos se giran para mirarlos, Berta estaba radiante, hermosa, una amplia sonrisa adornaba su cara, desde que empezaran el proyecto había adelgazado, incluso había cambiado su manera de vestir, más elegante quizás. Llevaba un vestido ligero y vaporoso de tirantes finos y ajustados, no llevaba el sujetador, imposible con ese modelo. El escote y bajo adornados con volantes. Crëpe frisado, parecía ser de poliamida, estampado en flores y hojas. El fondo del vestido un color marrón mezclado con vino Rosado, los dibujos castaños, amarillos apagados, dorados, rojos, blancos, grisáceos, pero eran colores discretos para nada llamativos. Un bolso castaño de mano adornaba el conjunto, también llevaba en el brazo lo que parecía ser una chaqueta de iguales características que el vestido. Acompañaban unas hermosas sandalias doradas de suela de cuña que la hacía más esbelta, el cabello suelto y tirando a rubio, se lo había teñido por la mañana, pero nadie la había visto hasta ese mismo momento. Estaba impresionante, provocó que los chicos la silbaran ante el asombro de lo que veían. Marcos llevaba un pantalón largo de algodón de color beige claro, una camisa azul turquesa que salía por fuera del pantalón, por encima de la misma un jersey de algodón peinado “No siempre es malo recordar”

de punto trenzado de color blanco, cuello ligeramente alto. Calzaba unos mocasines beige de ante. El cabello revuelto con gomina. Ambos estaban impresionantes. Berta levanta la mano y enseña un anillo, las mujeres se aproximan gritando y abrazándola. ¿Cuándo es la boda? – No se van a casar – dice María. Todos la miran como preguntando, a lo que ella contesta. – No veis en dónde lleva el anillo – señalando a Berta. Durante unos segundos permanece el silencio, por fin es roto por Javier que se aproxima a Berta y la abraza. – Enhorabuena, me hubiera gustado asistir a la boda, pero lo celebraremos, aún así. – ¿Cómo os habéis casado sin decírnoslo? – Muy sencillo – dice Marcos. Berta le interrumpe. – Me dice “¿Por qué no nos casamos Berta? Creo que estoy enamorado de ti, ¡no...! ¡Sé que estoy enamorado de ti! No quiero perder el tiempo. – A lo que ella me contestó. Sí, pero si no esperamos, por si te arrepientes. – Ni nos lo pensamos – finaliza Berta – fuimos, presentamos los papeles, pagamos y nos casamos. Gritos de alegría por doquier, María se acerca a Berta – Ves tanto esperar y finalmente algunos sueños se cumplen. Me siento tan feliz por ti, que no te lo puedes imaginar. – Gracias María, para nosotros que tú lo aceptes es muy importante. – Nosotros prepararemos la fiesta para dentro de... – Moli intenta contar los días – tres días.

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CAPÍTULO DUODÉCIMO Alejandro paseaba por las calles de aquel pintoresco pueblo, transmitía paz y templanza, se sentía fuera de lugar, él tan estresante y nervioso desencajaba allí. Estaba cansado y nervioso, tenía la sensación de que algo no iba bien, María lo había llamado y como siempre no se hizo de rogar, parecía tranquila, pero él percibió en ella un hilo de preocupación, la conocía demasiado bien. Sin embargo, al hablar con Violeta su transmisión había sido de felicidad, apreció en ella un tono que radiaba júbilo. La voz nos indica situaciones si sabemos escuchar, un gesto, una expresión, una simple mirada nos indica muchas cosas de una persona, sobre todo su estado de ánimo, simplemente hay que saber mirar y escuchar detenidamente para que no se nos escape nada. Buscaba el bar en el que había quedado con María, pero aun siendo pequeño el pueblo se había perdido. Llevaba ya buen rato dando vueltas cuando divisa un quiosco, decide preguntar por el bar de “Xerardo”. – Justo enfrente lo tiene usted – le indica el jovenzuelo que atendía la pequeñísima caseta, gira sobre sus talones con tanto ahínco que se da de bruces con un cuerpo sólido, ambos pierden el equilibrio, Alejandro más rápido la sujeta cayendo ella encima de él. La pareja en el suelo se mira durante unos segundos. Es Elena la primera en reaccionar. – Lo siento – tartamudeando. – Pues yo no; es bonito que una hermosa mujer caiga encima de uno. Los dos se levantan con ayuda del quiosquero que saliera a socorrerlos. Ya ambos en pie se presentan. – Me llamo Alejandro – sonriendo el rubio de ojos azules. “No siempre es malo recordar”

– Yo Elena – extendiéndole la mano y respondiendo a su sonrisa con otra similar. Le gustaba aquel hombre tan alto, guapo y atractivo. – La invito a un café para suavizar este encuentro. Elena se fija en que el hombre lleva un suéter color burdeos con rayas bastante distantes unas de las otras en color blanco, tenía la firma típica de “Lacoste” en la izquierda. Pantalón blanco vaquero también “Lacoste” y deportivos blancos con adornos en color burdeos de la misma firma. – Lo siento... no puedo... tengo prisa... venía a comprar la prensa y me iba corriendo... me están esperando. – Elena sale corriendo, no podía tomar café con alguien que vestía con ropa costosa; una de dos o tenía dinero o se hacía pasar por lo que no era. Así pues no se iba a tomar café con él. No estaba en posición de entablar amistad con nadie. – ¡Quién sabe, si el destino nos vuelve a dar la oportunidad de otro encuentro! – Esperaré impaciente. – él la observa mientras se aleja, aun le palpita el corazón. Él piensa que ella es excitante, lo ha puesto nervioso y eso no le hace mucha gracia. Ella cree que él es fascinante y la ha perturbado y tampoco le hace nada de gracia. La mañana avanza triste, pero para nada Javier se siente igual que el tiempo. Lleva ya demasiado tiempo metido en su despacho, los asuntos administrativos lo han tenido retenido toda la mañana. Se encuentra algo cansado, pero merece la pena, ahora que es padre tiene que pensar arreglar algunos asuntos para no dejar desprotegida a Violeta y por supuesto al futuro bebé. Se sonríe al recordar cómo se enteró, María tan sorprendente siempre, ¡qué haría él sin ella! Ahora que la ha vuelto a recuperar, parece que las cosas no van mal entre los dos, pero porque engañarse, tampoco bien. Oye las risotadas de su hija a través de la ventana y se levanta para ver qué es lo que la hace reír. Sonríe con tristeza 209

cuando al asomarse ve a Alejandro jugando con ella. Envidia es lo que siente, pensar que él se la ha criado, que estuvo en su bautizo, en su primer cumpleaños, en el segundo... la consolaba cuando estaba triste, compartía sus sonrisas y sus lágrimas, le compró su primera bicicleta... había escuchado con paciencia y celos todas las historias de Violeta, siempre aparecía Alejandro o Marcos, más Alejandro. Quizá estuviese en espera de que María diera su primer paso, Alejandro le gustaba, era idóneo para María y para sus hijos... pero no podía dejar que ella saliera de su vida, tenía una lucha con dejarla ir o no dejarla marchar. Violeta estaba en el suelo sobre Alejandro, él le hacía cosquillas y ella intentaba soltarse, pero el padrino era demasiado fuerte para ella y no podía despegarse, ella pedía suplicante que le dejara, – ¡me rindo! – gritaba, sin embargo, el padrino no cedía. Javier decide descansar e ir a dar una vuelta por el lago, tenía ganas de estar solo no puede concentrarse así que sería mejor remojar los pies en el agua cristalina de su parte del lago. Al principio iba a decirle a Violeta que lo acompañara, pero luego piensa que es una tontería elegiría estar con su padrino seguramente le querría más. Alejandro al fin suelta a la niña. – Venga jovencita tengo que hablar con tu papá. – ¿De qué? – Cosas de adultos. – No soy una niña – dice la joven enfadada – nunca me contáis nada. – Eso es porque sí eres una niña. – ¿Te gusta? – Es a ti a quién tiene que gustar. – Sí, pero es importante para mí que también te guste a ti. – ¿Por qué? “No siempre es malo recordar”

– Porque tú siempre has estado ahí. Te siento más padre que a él, no porque Xavi no lo haga bien, sino porque te conozco desde que nací y a él desde hace un mes. – Mamá siempre te ha hablado de él. – No es lo mismo. – Violeta – se sienta en el suelo al lado de ella y la abraza – Siempre te querré, pase lo que pase, esté lejos o cerca y no me enfadaré si le quieres a él un poco más que a mí, eso me diría que es bueno contigo, que lo está haciendo bien, y como yo te quiero esa actitud me haría muy feliz, no lo olvides. Esté donde esté me puedes llamar siempre, yo vendré. – Lo sé – abrazándolo – te quiero tanto padrino. – Venga y ahora déjame ir a charlar con tu padre. Al igual que cuando paseaba por el pueblo se pierde, llega a un campo cubierto de hierba que separa la casa del camino que lleva al lago. Iba entretenido pensando hacia dónde tirar si al lago o a la casa que tropieza con algo que lo hace caer al suelo encontrándose con un cuerpo justo debajo de él. Cuando Alejandro se encuentra con la cara de Elena tan cercana, con las manos hace fuerza para sostener su cuerpo y que no le pese a ella. Durante unos segundos se la queda mirando como drogado, sin poder resistir la tentación la besa, suavemente, con calidez, un beso ni largo ni corto, ella le corresponde, al apartarse de ella le embarga una desolación que no puede comprender. – Lo siento – dice él nervioso – no pretendía... – no digas nada – le dice ella con mucha suavidad y colocándole una mano sobre la boca para que no diga nada. – ¿Alejandro? – Sí – ¿El Alejandro de María? – Efectivamente – soltando una risotada y poniéndose en pie la ayuda a levantarse. – Veo que me conoces. 211

– María siempre tiene algo que decir de ti, es curioso, parece que formases parte de toda su vida. – No, solamente de una parte de su vida. Elena se queda en silencio. A lo que él rompe el silencio – ¿Cuál es el problema? – La envidio. – Pues lo ha pasado muy mal, muy duro ha sido algunas partes de su vida. – Pero fíjate, Javier daría su vida por ella, se sacrificaría por ella... lucharía por ella. ¿Y tú? Qué no harías tú por ella. – Cualquier cosa que me dijera lo haría sin preguntas. – ¿Ves? Qué tiene esa mujer que... – No sabría decírtelo... creo que es su fuerza y su coraje, esa manera de ver la vida y luchar por ella y por todo lo que ama, quiere o desea... eso es lo que la hace especial, que ella daría todo por los que quiere. – ¿Pero no haríamos todos lo mismo? – No, los seres humanos somos demasiado vanidosos, envidiosos y egoístas... pocos te dan lo que tienen por nada. – Por eso la envidio, por ser como es y haber conseguido personas que la quieran tanto. – Tú simplemente mira a tu alrededor, seguro que te pasará lo mismo, solamente tienes que mirar bien. – Si tú lo dices – añade ella nada convencida. – Cambiando de tema. Busco a Javier. – Creo verlo hace un ratillo ir hacia el lago – señalando el sendero que lo conduciría al mismo lugar – sigue por ahí, no tiene pérdida. – Por cierto – dice Alejandro antes de darse la vuelta para encaminarse hacia dónde ella le indicara – me debes un café. – Vale, la próxima vez que nos veamos. Alejandro se despide de Elena y toma rumbo hacia el lago, la joven le había dicho que su jefe solía pasear por la “No siempre es malo recordar”

orilla, le ayudaba a pensar decía. Esto le hizo sonreír porque él le pasaba lo mismo. Pensaba en su conversación con María por la mañana, tenía que hacer algo, debía hablar con Javier, tanta tontería entre ellos dos era perder el tiempo. ¿Cómo podían ser tan estúpidos? Si se querían. No tuvo que buscar mucho porque lo encontró paseando por el lago, se acordó del día que conoció a María, también estaba de perfil mirando el agua. Javier parecía perdido, desorientado. Sin dudarlo se acercó a él. – Hola Sr. Troyano – Javier lo mira. – Por favor, Javier, llámame Javier – Eres el padrino de mi Violeta. – Estoy celoso cuando dices de mi Violeta, no pensé nunca que me la fuesen a quitar. – No te preocupes, tú siempre tendrás tu lugar. Aunque pensándolo bien... pienso que cualquier día, sólo la veré cuando María me deje. – ¿Por qué la dejaste marchar? – Porque estaba loco y confuso – dice tristemente Javier – cuando me di cuenta de mi error ya era demasiado tarde. Estuve buscándola desesperado, pero no la encontré. – Canadá es lejos. – Sonríe Alejandro. – Sí que lo es – como divagando – demasiado lejos. – Veo que no ha sido demasiado fácil para ti. Pero para ella ha sido peor. – No me lo puedo imaginar, supongo que ahora me odia y te quiere a ti. La perdí cuando deje que se marchara, la perdí por no dejar que hablara, por ser un cobarde... – No seas tonto – le interrumpe Alejandro – entre María y yo hay todo tipo de afectos, pero ninguno de enamorados. – ¿No amas a María? – Pregunta desconcertado Javier. – Sí que la amo... – pensativo – pero entre ella y yo nunca ha habido nada que no fuera amistad. Me casaría con ella si me lo 213

pidiera, es mi mejor amiga, forma parte de mí, pero no como de ti, a mí me adora a ti te ama, quisiera no amarte pero es más fuerte que ella. – Eso se lo digo yo, pero empiezo a dudarlo. – Créeme la conozco mejor que nadie, te ama y por eso nunca ha estado con nadie que no hayas sido tú. Y ya veo que no habéis perdido el tiempo. – Sí, ¿ ya te lo ha dicho? – En realidad ha sido Violeta, esa niña no sabe lo que es un secreto, ni una sorpresa... si supieras las que me ha echado a perder. Una vez hasta me espantó una rubia hermosísima que a ella para nada le gustaba. – ¿Eso ha hecho? – Riéndose Javier. – Ya verás te va hacer muy feliz ser padre. – ¿Crees que estoy preparado? – Nadie lo está nunca. A mí no me dijeron cómo hacer, sin embargo, he criado la tuya. – Gracias – con sinceridad – nunca podré pagártelo. – Hazlas felices y me habrás pagado. – No sé cómo – sentándose en el suelo, la cabeza gacha – tengo celos de todos, envidio tu complicidad. – Javier te voy a contar cómo la conocí, quizás así entiendas lo que hay entre María y yo y entiendas que no estamos enamorados, sino que nos queremos mucho, muchísimo – hace una pausa para continuar diciendo – Si la quieres tienes que luchar por ella, tienes que hacerla feliz, compensarla... sé que tú también has sufrido mucho por ella, por estar sin ella, pero a María le ha tocado siempre la peor parte, porque mientras tú luchabas solo y por ti, ella luchaba por tres sin contarse ella porque por ella ya luchaba yo que no la dejaba caer. Cuando María llegó a Canadá entró a trabajar a una empresa de informática como operadora ganando muy poco y con apenas dinero, una buhardilla para ella y los chicos y sin “No siempre es malo recordar”

conocer el idioma; en su situación cualquier mujer hubiese abortado. Los chicos le dijeron que si lo hacía siempre se arrepentiría porque ella amaba aquel bebé y al padre, se lo estaría reprochando toda la vida. Trabajó así en esa situación hasta que su embarazo había alcanzado más de cuatro meses. Fue entonces cuando yo la conocí. Recuerdo que la noche iba dejando pasar la mañana, el día era luminoso, brillante, lleno de color, el mar siempre está lleno de millones tonalidades que hacen que uno al mirarlo le llene el alma. De dónde yo soy hay una playa que termina en el mar abierto, una punta que marca el final de la playa y el comienzo del mar abierto. Me encanta pasear esos días en los que tengo que pensar en muchas cosas, llego a esa punta de la playa y me siento sobre la arena mirando el mar esperando que la cordura me indique que es lo más justo que tengo que hacer, lo correcto y la decisión menos nociva para mí. Ese día fíjate lo que te digo, me fui a pasear porque tenía ganas, porque quería hacerlo, algo dentro de mí me desveló y me encaramó hacia aquella punta de la playa. El día estaba despuntando cuando ya próxima a la arena vi una figura con los pies metidos en la orilla del mar, yo la veía de perfil, su mirada perdida en esa inmensidad de paz, pero ella no parecía feliz sino triste, tan triste que me conmovió en lo más profundo de mi ser. Los rayos de sol comenzaron a acariciarle el cabello, tan negro parecía en ese momento que creí que era azabache; acariciaba su ya notada barriga con tanta delicadeza que me sentí embriagado. Las lágrimas rodaban por sus mejillas perdiéndose en la boca, acariciaban dulcemente sus labios y se disipaban. Me acerqué a ella con temor de ser rechazado, pero tenía que aproximarme y abrazarla, aquel ser necesitaba que alguien la abrazase y le dijera que no estaría sola nunca, que 215

siempre alguien cuidaría de ella de igual forma que ella cuidaba aquel ser que estaba para nacer. Sentí la necesidad de protegerla, mi ser interno se había desgarrado por ella. Cuanto más me aproximaba a ella más nervioso estaba yo, y para mi sorpresa me puse delante de ella, ¡qué hermosa me pareció! Una diosa. Simplemente la mire y sus ojos se clavaron en los míos, le sonreí y como si ella leyera en ellos se dejó llevar por un impulso y dejó que la abrazara. Nos sentamos en la arena, ella delante de mí, la tenía abrazada y así lloró en mis brazos mientras el sol seguía avanzando hacia su altura más alta, no hubo palabras, el sonido suave de las olas y el llanto abatido de ella. – No acudí a su llamada. – Lo sé, ella me lo dijo. Pero también sé que algo te retuvo, quizás antes no lo creía, pero ahora que te conozco, que veo como le miras, como la proteges sin que apenas se note... sé que le amas, que es algo especial y que ha tenido que ocurrir algo muy fuerte para no haber ido en su busca. – Jamás la hubiese abandonado si hubiera sabido que íbamos a ser padres. – Por eso ella no te lo dijo. ¿Cómo retener a quien amas con un bebé? – hace una pausa – y más si cree que no le quieres. – Pero ella... Sabía que no había abortado, creo que fue la rabia de ocultármelo lo que me impulsó a creerme algo tan horrible. Alejandro se levanta y le coloca la mano en el brazo apretándolo con amistad – no seas estúpido y deja de compadecerte, levántate y ve a buscarla y dile lo que sientes, que el tiempo no siga pasando en balde, la vida es demasiado corta para derrocharla en tonterías y reproches inútiles. Alejandro se va a otra parte del lago a pensar dejando allí a Javier a ver si así consigue que reflexione. El lago es un sitio tranquilizador, un lugar en dónde uno puede pensar en cosas bien triviales como en problemas que “No siempre es malo recordar”

atormentan a uno; tenía razón Elena cuando le dijo que allí se respiraba paz. Alejandro estaba paseando por la orilla; miraba el caer del día, un día que se transformaba en noche casi sin percatarse y menos aún, cuando era tan gris como aquel; quizá por eso se sentía más triste porque el clima acompañaba ese dolor y esos sentimientos que te envuelven y no dejan a uno respirar. Cuando son tan tristes, la intensidad con que se sienten carcome las entrañas. Se detiene ante un árbol, un gran árbol, no entiende nada de ellos así que no tiene ni idea de a la familia a la que pertenecerá, pero lo ve tan majestuoso y tan fascinante que siente no ser como él. Estaba tan ensimismado observándolo que no siente aproximarse a alguien hacia el mismo lugar que él un cuerpo le golpea contra su espalda, este acto provoca la reacción inmediata de Alejandro que se gira casi en segundos, el cuerpo parece caer al suelo, pero él más rápido lo sujeta casi a poca altura del suelo. Al ponerse en pie la persona en cuestión Alejandro se da cuenta de que es una mujer, ambas miradas quedan presas una de la otra y durante unos breves segundos ambos quedan en esa postura asombrados. – Veo que siempre tenemos que vernos en situaciones comprometidas. – Sí – sonríe Elena – parece que el destino nos la tiene jugada. – Pues a mí me encanta esta situación. – ¡Hombres! – Apartándose de él – siempre pensando… – ¡Eh! A mí no me compares con los demás… yo soy como soy – acercándose a Elena – no me conoces. – Según María eres extraordinario. – Siento decir que eso no es verdad… soy extraordinario con María, pero créeme no soy así con todo el mundo, ella es especial. – La quieres mucho – con celos, a lo que él sonríe al detectarlo, la toma de la mano y ambos se sientan a los pies de un árbol 217

sobre sus raíces. – Sé que María puede ser muy cruel, pero yo no se lo reprocho, cómo hacerlo, no siempre estoy de acuerdo con ella, sin embargo, siempre la apoyo... eso es la amistad, eso es querer a alguien. – Pero tampoco puedes dejar que haga lo que quiera sino estas de acuerdo. – Yo no me meto en sus asuntos al igual que ella no se entremete en los míos, simplemente nos aconsejamos y después nos apoyamos. – Os envidio, anhelo una relación así. – ¿No estás enamorada? – Estuve... de dos hombres... pero creo que ya no tengo en mi corazón sitio para amar a otra persona más. – ¿Te han hecho daño? – No más que a cualquier otro. En parte cada uno se busca sus propios problemas al tomar decisiones. – Si quieres, yo sé escuchar muy bien, María dice que soy como un psiquiatra. Elena cuenta a Alejandro todo lo que le ha pasado con Miguel y con Víctor. Él, la escucha, embobado; hacía mucho tiempo que alguien no lo tenía en aquella situación de nerviosismo. Tras el relato. – Ahora no sé que hacer – termina Elena suspirando. – ¿Los quieres? – Creo que no... O por lo menos no como debe querer una mujer a un hombre con el que quiere compartir la vida. – Puede que ahora estés confusa, sin embargo, más adelante quizás se disipen todas tus dudas... hacia uno o hacia el otro. – ¿Tú crees? – ambos quedan en silencio. El sonido de la noche acompaña el lugar, se respira tranquilidad y aquellos dos seres se sienten bien juntos, Elena ha encontrado paz y sosiego por unos minutos, Alejandro serenidad. “No siempre es malo recordar”

– ¿Tú que deseas hacer? – Miguel me ha fallado en cuanto me ha engañado, pero ya no es el engaño en si sino que tampoco supo hacerme feliz durante los años que vivimos juntos hasta que Javier nos contrató, quién me dice a mí que era el estar cerca de Víctor aunque fuese trabajando lo que hacia que no fuese tan infeliz. – No sé que te diga – ella le sonríe y añade. – Solamente escúchame como si fueses mi conciencia – como pensando lo que iba a decir añade casi divagando – Con respecto a Víctor me parece una falta de consideración por haber trabajado conmigo amándome, no entiendo cómo alguien prefiere sufrir viéndome con otro, pero si por un momento se creía que le amaba, porqué dejarme sufrir viéndolo cada día. – ¿Y? – Creo que ya no me queda amor para ninguno de los dos. – Insisto ¿Qué deseas hacer? – No lo sé, pero – suspirando profundamente – pero si sé lo que no quiero, y eso es estar con ninguno de los dos. Elena sonríe mirando a Alejandro, le deposita un suave beso en la mejilla y levantándose – gracias, tengo que hablar con Javier, creo que ya he tomado mi decisión. – De nada – apenas tuvo tiempo de decírselo porque Elena salió corriendo, seguramente hacia la casa. El sol ya se ha puesto, hoy la casa está tranquila todos se han ido a la fiesta de Berta y Marcos, Javier y ella irán un poco más tarde puesto que tenían que terminar un punto. Llevan más de dos meses trabajando y ya les queda poco tiempo para rematarlo; a pesar de todos los problemas que ha habido curiosamente llevan muy por delante el trabajo, por lo cual deduce María que los chicos trabajan mejor llenos de problemas, claro así se vuelcan en la tarea para no pensar. Ella ya está lista y se echa un vistazo al espejo, se sonríe, le gusta lo que ve, aquel conjunto le queda bien y disimula que se está 219

poniendo gordita. Un pantalón negro ancho de corte vaquero; estilo masculino, talle bajo, pierna recta de esos que mezclan lana con poliéster y poliamida, lo que hace que tenga una estupenda caída a lo largo. Unos zapatos de plataforma negros y altos dan esbeltez al cuerpo de María que remata el conjunto con una camisa fina de manga larga; color rosa palo en dos tejidos: Escote redondeado con plastrón, abotonado con tela de algodón con vivos y cuerpo de punto de algodón; pequeños frunces, bajo el plastrón. La camisa no era muy larga por lo que deja ver un poco de vientre cuando levanta los brazos. Llevaba por si hace frío una chaqueta fina de punto de fantasía y canalé color ciruela al igual que el pequeño bolso de mano. La cara no la lleva pintada, sólo los labios con rosa suave brillante, da su aprobación y sale hacia el despacho de Javier. Al llegar llama a la puerta con suavidad, al no oír nada decide entrar sin hacer ruido. Al atravesar la puerta se encuentra que Javier está recostado sobre su sillón. Tenía las piernas sobre la mesa; un pantalón de pana fina color castaño, María podía observar un bolsillo de parche a la altura de encima de la rodilla pero de lado exterior de la pierna; una camisa de pana fina de algodón color rojo tirando a granate, a la vista parecía suave dando sensación de comodidad. María iba mirándolo todo sin perderse detalle, cuello con botones, bolsillo superior, botones imitación nácar, puños con tira capuchina con botón, ribete a contraste en el interior del cuello. Llevaba puesto en la cabeza un sombrero del mismo color que el pantalón pero con una tira de un color que recordaba a los caramelos de café con leche al igual que los botines de cordones que llevaba puestos. El sombrero lo tenía inclinado hacia delante por lo que María no podía ver si Javier estaba dormido, le recordaba al protagonista de la película de Casa Blanca, se sonríe al recordar el último curso de informática se acordaba perfectamente. “No siempre es malo recordar”

La profesora de inglés ese año determinó que para poder aprobar su asignatura los alumnos tenían que formar grupos y grabar en vídeo una escena de una película elegida por cada grupo, pero había que interpretarla en inglés. María junto con Elena, Rebeca, no podía recordar ahora quién había hecho de Drácula, interpretaron dos escenas; Elena y Rebeca una, dos amigas charlando en el cuarto y ella junto con otro compañero la escena final por supuesto la película era el “Conde Drácula” en su última versión. Había sido todo un éxito. Llevó el trabajo casi todo el año, pero mereció la pena, Víctor se había encargado de grabar todas las escenas y junto con Miguel hicieron el montaje para entregar. La profesora reunió a todo el profesorado y se la mostró. A través de la puerta se oían las grandes risotadas, al salir todo eran felicitaciones. Ese mismo día los alumnos vieron también el montaje, juntándose las tres clases de último curso en la biblioteca y con luz tenue, escena tras escena el cuarto se iba llenando de alegres sonrisas y de vez en cuando risotadas. Aquellas personas estaban llenas de satisfacción de haber hecho algo tan estupendo. Llegada la escena de María y Drácula allí echado moribundo y ella llorando llegado el beso tras la muerte del protagonista la sala se llena de un ¡uh! Alguien dice ¡menudo beso! La gente se reía pero María busca con la vista a Javier; éste estaba a su derecha, dos sillas más alejado; serio, la miraba intensamente como reprochándole aquella escena... como si le estuviera diciendo que tendría que haberla hecho con él. La verdad es que lo había pensado, pero no se atrevió a sugerírselo y se desentendió del tema con él. Llega la interpretación de Javier, la última del montaje, María aun no sabe qué escena había representado él ni con quién. Miguel pintado de negro está ante un piano tocando; Mónica se aproxima a él y le pide que toque su canción; llega Javier... María contiene la respiración “¡qué guapo está!” “Casa 221

Blanca” ese papel es el idóneo, el personaje de Bogart lo plasma. Los protagonistas de “Casa Blanca” parecían plasmarlo, como si en la interpretación de Javier y Mónica hubiese magia, como si entre los dos hubiera magnetismo; por lo menos era lo que transmitía en aquel cuarto, nadie se reía sino escuchaban y miraban asombrados. De todas las escenas que se había visto en el vídeo esa fue la que más gustó a todo el mundo, hubo, incluso, aplausos; Javier hizo otra escena, la última junto con Víctor, en esa escena final con su sombrero un poco echado hacía la frente fue lo que más llamó la atención de María. Esa imagen le hubiera gustado conservarla en fotografía; María mira otra vez a Javier pero éste está haciendo señas a Mónica que se ríe mirándolo, al percatarse que Maria le observa, su tez se vuelve seria y la mira enfadado, ella desbordada de celos silenciosos. – ¿María, estás lista? – Pensé que estabas dormido. – No, te estaba esperando. – Javier sigue en la misma postura, sin mirarla. – Javier – duda por un momento María – tú crees... – se detiene sin saber cómo decirle lo que quiere. – Di – él se levanta aproximándose a ella – ¿no te encuentras bien? – le toca el vientre con mucho cariño, con mucha suavidad, le gustaba hacerlo desde que se enterara que iba a ser padre otra vez, a veces estaban trabajando y él llegaba inesperadamente y colocaba su mano en el vientre de la futura madre, eso a ella le gustaba mucho, le daba una tranquilidad, la relajaba. – Deberíamos casarnos – Javier la mira a los ojos, una mirada inexpresiva, regresa al escritorio se sienta y se echa las manos a la cara para frotarse los ojos con tranquilidad. María se acerca a él. – ¿Porqué vamos a ser padres? ¿Ya no me odias por haberte “No siempre es malo recordar”

fallado? – No y no, porque te quiero y estoy harta de perder un tiempo que podríamos disfrutar juntos. Javier se sorprende ante lo que está oyendo, se saca el sombrero colocándolo sobre la mesa, tira suavemente de ella hasta que queda enfrente y la rodea con sus brazos colocando su cabeza sobre el vientre de ella, sin decir nada. María le acaricia el cabello, por un momento pensó que ella le diría que se casaran por obligación, aunque lo prefería a perderla... siente un alivio inmenso, día tras día esperaba tristemente que ella se fuese de su lado, que le dijera que se iba que ya no le quería o que no quería vivir con él o... – Llevo tanto esperando oírte decir algo parecido que me parece estar en un sueño. – Xavi – dice ella en bajo a lo que él levanta la cabeza – ¿me quieres? Javier se coloca en pie y la toma por la cintura aproximándola hacia él, utiliza el escritorio de apoyo. – Tanto María que hay veces que creo que no puedo respirar.

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CAPÍTULO DECIMOTERCERO La mañana amanece algo grisáceo, pero a María no le importa porque tiene el corazón rebosante de alegría. Hoy es un día muy especial y toda la casa está inundaba de personas preparando la boda para la tarde. Habían decidido que fuese en el jardín que daba al lago, pero le daba la sensación de que si seguía así el tiempo tendrían que celebrarlo en el interior; la verdad que le era indiferente, ese día era especial por lo que representaba no por la fiesta en sí. Habían decidido que fuese algo familiar, ella no quería manada de personas por compromiso, eso la agobiaba demasiado y en su estado no era conveniente por lo que cuando hicieron la lista de invitados casi estuvieron muy de acuerdo. Javier desde el compromiso se le veía terriblemente despistado y maravillosamente feliz, no conocían a ese Javier ni tan siquiera cuando estudiaban juntos. Violeta al enterarse de la noticia lloró emocionada le parecía que era un sueño de esos que se desean pero que no se cumplen, ni tan siquiera aun a sabiendas de que iba a tener una hermana. Veía que entre sus padres había algo especial, pero también intuía que algo muy malo debiera ocurrir. La boda se organizó en una semana y todos los compañeros participaron en ella con lo cual había más que llegado el tiempo para que todo estuviese listo para ese día. Las chicas habían ido con María a mirar trajes; algo muy agotador desde el punto de vista de María, pero fue emocionante y todas se volcaron en elegir el más idóneo, no sólo para la ocasión, sino para ella. Habían ido a Barcelona y pasado el día entero cuando regresaron era ya de madrugada, Javier estaba más que preocupado y no estuvo tranquilo hasta que la vio asomar por la casa. Habían visto trajes en un montón de tiendas de alta “No siempre es malo recordar”

costura, pero nada le gustaba, todo era demasiado simple, o demasiado estrafalario, o demasiado adornado. Por fin, tras toda la mañana y toda la tarde de compras en una tienda pequeña y desapercibida se queda prendada al ver un vestido de color marfil. Con una Chorrera algo más oscura que el resto del vestido en lo que parecía ser seda, adornada con pequeños pliegues bordados; debajo el vestido se dejaba caer hasta la rodilla. La tela era tan suave que sentías una caricia al contacto con ella. El vestido era de sisas, pero una chaqueta corta hasta debajo del pecho formaba el conjunto. Unas sandalias y un bolso pequeño de mano terminaban el atuendo. Las chicas preferían algo más para boda, pero ella dijo que ese o que iba en vaqueros así que no tuvieron mas remedio que comprarlo. Javier por lo contrario tuvo más fácil su elección porque se compró un traje de una firma importante y propia para la ocasión, con la percha que tenía cualquier cosa le sentaba a las mil maravillas. Lo más difícil había sido dar con el color pero optó por un gris azulado, la camisa de color negra con rayas azules y la corbata azulada con rayas grises. Zapatos negros. Para Violeta las chicas habían escogido un vestido; pero la niña dijo que si intentaban ponerle aquella cosa tan horrible se encerraría en el baño y de allí no saldría. La convencieron diciendo que si la boda era algo importante para ella tendría que transigir. Así pues llevó un hermoso vestido para la ocasión con su cabello adornado por flores blancas en forma de perla, claro está que eran artificiales. Las chicas iban todas con un vestido verde y largo hasta el tobillo. Formaban un lateral del pasillo que llevaría a los novios al altar. Los chicos formaban el otro lateral del pasillo y al igual que las chicas, llevaban todos, el mismo ropaje, un pantalón verde oscuro y una camisa azulada con rayas verdes. Los invitados eran las familias de ambos novios y los 225

amigos más cercanos. No llegaban a un centenar de personas. El padrino era Nicolás, llevaba un traje muy parecido al del novio, y la madrina Miriam, se la veía muy hermosa con su melena rubia y dentro de aquel vestido igual al de las chicas, pero en color marfil como el de su madre. Violeta llevaba los anillos, aunque ella se veía muy mayor para ello le hizo muy feliz el hecho de participar en algo tan especial para toda la familia y sobre todo para ella misma. Al final no llovió con lo cual se celebró la boda a la vera del lago, el cielo por techo, la hierva por alfombra y el lago como cuadro de fondo. Dos grandes abetos formaban los pilares del altar. Parecía una pintura hermosa; de las que uno cuelga en el salón de su casa, para mirarlo cuando deseas apaciguar el alma intranquila tras una discusión. María era un mar de nervios, no había visto en todo el día a Javier, las chicas se lo prohibieron a ambos y los vigilaban para que eso no ocurriera, Berta había comentado que como buenos gallegos eran supersticiosos e iban a hacer que cumpliesen la tradición de no ver el novio a la novia porque traía mala suerte. Javier estaba tranquilo, pero ansioso por ser el marido de Maria. Nunca creyera cuando tenía 18 años que ese deseo, ese sueño, esa esperanza fuera a cumplirse en algún momento de su vida. Jamás en aquel tiempo se le había ocurrido que fuese posible ese hecho y ahora en unas horas serían marido y mujer, con una niña de 8 años y otro en camino, se sentía afortunado muy afortunado. Para apaciguar su apetito por María decidió trabajar todo el día hasta casi la hora de vestirse, a los chicos les pareció algo inusual, pero entendían que realmente era una manera de sosegar la presión, así que ninguno dijo nada y lo dejaron tranquilo con lo suyo. Hasta el altar llegaba una alfombra adornada de flores de todos los colores. Primero lo recorrió el novio que era “No siempre es malo recordar”

llevado del brazo por Miriam. Quizá Javier tenía buenas amigas o a su madre para tal menester, pero ninguno lo llevaría con tanto orgullo y tanta felicidad como la hija mayor de María, rebosante al haber visto a su madre llorar de felicidad, algo casi único en la vida de ellas. El novio se situó en su lugar seguido por el séquito de los chicos, a continuación las chicas y marcando el paso Violeta llevaba un hermoso ramo de flores en una cestita, iba tan plena como su hermana mayor y sonreía emocionada. Tras Violeta su hermano mayor traía hacia el altar del brazo a su madre. La cara de María era indescriptible del inmenso bienestar que sentía en todo su ser. Se desbordaba el amor que ella sentía y miró al cielo dando las gracias por haberle dado toda aquella felicidad. Al pasar junto Alejandro le sonrió con complicidad de satisfacción como diciéndole que aquello que tenía y sentía en ese instante no tenía precio. Al acercarse a su prometido, éste le extendió la mano y sin dejar de mirarse a los ojos se posicionaron uno enfrente al otro ladeando al juez. – Antes de continuar tengo que decirte algo muy importante – dice Javier nervioso – quería habértelo dicho antes, pero supongo que éste es tan buen momento como otro cualquiera teniendo en cuenta que quiero casarme contigo y necesito sincerarme contándote el porqué no respondía a tu llamada de auxilio. – No, – dice María colocando los dedos sobre los labios de él.– No hace falta, sin reproches... – Lo necesito, María, tómalo como los votos de nuestra boda. María le sonríe – Si es importante para ti te escucho. – Cuando me llamaste aquella noche para que fuera a verte yo estaba en el hospital, llevaba una semana acompañando a mi madre debido a la enfermedad terminal de mi abuelo, era cuestión de horas nos había dicho el médico y no quería dejarla 227

sola, por eso no fui. – ¿Por qué no me lo dijiste? – No quería preocuparte, ni tampoco tenía ganas de... – se detiene un segundo para continuar su relato – María cuando colgué el teléfono, el médico me informó de que acababa de morir, entonces comprendí que el tiempo es muy valioso como para perderlo. Cada minuto al lado de la persona que amas es importante. Entonces salí corriendo a buscarte. Fui a tu casa para decirte que te amaba y que quería compartir mi vida siempre contigo. Me daba igual si tenía que aburguesarme y madurar, me sentía con fuerzas para trabajar y estudiar, necesitaba cuidar de ti y de todo aquello que te envolvía. No sentía temor de que fueses madre, eso ya no me asustaba... tenía fuerzas más que suficiente, pero no quería vivir sin ti, no quería pasar ni un día más sin estar a tu vera. Nadie dice nada, todos en silencio escuchan lo que Javier le cuenta a María, ésta siente que el destino ha estado jugando con ellos y no es justo lo que han tenido que pasar. – Si yo lo hubiese sabido Xavi. – María, en tu casa me dijeron que te habías ido al aeropuerto, salí en tu busca, pero el único avión que había acababa de salir rumbo Madrid, tomé el próximo vuelo y te busqué, pero nada de nada, es como si hubieses desaparecido de la faz de la tierra. – Creí que no querías saber nada de mí. Canadá me parecía un lugar lo bastante lejos. – Te busqué durante años, cuando ya iba a tirar la toalla... – se le hace un nudo en la garganta – estabas en mi casa, no me lo podía creer, no comprendía como es que... – Calla – le dice cariñosamente María a Javier – calla mi vida, ya nada importa... sólo nosotros dos. – Sólo puedo decir que tú lo eres todo para mí, prometo estar siempre a tu lado, velar por ti y comprometerme con todo tu entorno, no más dudas, ni más temores, siempre juntos, pase lo “No siempre es malo recordar”

que pase. – Yo prometo no abandonarte nunca, estar contigo más allá de esta vida, eternamente. Seré tu compañera, amante y amiga cada minuto de nuestra existencia. Tras los votos y con todos los testigos emocionados el juez continúa con el ritual.

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CAPÍTULO DECIMOCUARTO – Javier, ¿tienes un momento? – Si pasa – Elena cierra la puerta y se sienta en un sillón que Javier tiene en un lateral de la mesa del despacho. – Espera que concluya esto, ya casi he terminado. Elena lo mira trabajar, le gusta verlo porque es de las pocas personas que se vuelca en lo que hace, sea lo que sea. Se acuerda de cuando habló con ella para que trabajasen juntos, le había costado convencerla, si no le hubiera dicho que ayudaría a Miguel jamás hubiese aceptado el trabajo, porque no quería fallarle y sabía perfectamente que con los celos de Miguel tendría que dejarlo tirado. Se alegraba mucho de que Javier la convenciera. Se lo agradecía. Cuando él levanta la cabeza la expresión de Elena pone visible una sonrisa de complacencia a lo que él corresponde con otro gesto igual. – Tengo que hablar contigo. – Creo que ya sé lo que me vas a decir. – Tú siempre sabes lo que pensamos y lo que vamos a hacer los demás antes que nosotros mismos. Te has convertido en nuestro protector. – No digas tonterías. – Xavi me voy. – Ahora mismo. – No, cuando terminemos el proyecto. Necesito irme. Javier no parece sorprendido a lo que ella le apremia. – Ves como sabías perfectamente lo que... – él le interrumpe. – Te conozco, me lo figuraba. Elena se descalza y coloca los pies en el sillón agarrando las piernas. – Me siento... perdida, necesito recuperar la confianza, deseo “No siempre es malo recordar”

trabajar en esto, pero necesito desentenderme de ellos, olvidarme de ellos, sé que sería un fracaso los dos, han pasado demasiadas cosas como para tener la serenidad, claridad... – divagando – no... Un completo fracaso siempre... sería un error si me fuera a vivir con cualquiera de los dos. – ¿Les quieres? – Elena sonríe al recordar que la misma pregunta se la había hecho Alejandro hacía unos días atrás. – Quiero a ambos, pero no lo suficiente como para convivir. – ¿Quieres que hable con ellos? – No, ese es mi trabajo, tengo que hacerlo yo. – Me permites un consejo. – Sabes que sí. – Hazlo con los dos a la vez, no por separado. Te resultará más fácil y ellos no te rogarán. Si de verdad quieres que te dejen ir... de esta manera te dejarán marchar. Elena se levanta para irse, antes de salir va abrir la puerta cuando se detiene, dándose la vuelta. – Javier, muchas gracias, por todo, por ayudar a Miguel, a Víctor, y sobre todo a mí... por apoyarme siempre. Javier se levanta y la abraza, un fuerte abrazo lleno de tristeza, porque triste es siempre dejar marchar a aquellas personas que queremos. – Te voy a echar de menos, mucho Elena. – Y yo a todos, pero sobre todo a ti, a tu lado no he tenido miedo a nada, ahora tendré que andar sola. – Estás más que preparada. Javier la observa, mientras sale por la puerta, con tristeza. Elena cierra la puerta y ve aproximarse a María, espera que se acerque. – ¿Te vas? ¿A qué sí? – Mirándola con cariño – te lo leo en los ojos. – Suspirando – no les quieres tanto como para luchar por ninguno de los dos. – Alejandro me ha dicho lo mismo. 231

– ¿Alejandro? – abriendo los ojos. – no estarás pensando. – No digas tonterías, quiero estar sola un tiempo y, además, Alejandro es inalcanzable, demasiado... – ¿Rico? – concluye María. – No iba a decir eso, pero también... iba a decir mujeriego. – Eso es porque no se ha enamorado, pero el día que ello ocurra... será el hombre más fiel que hay sobre la tierra. ¿Sabías que Alejandro cree en el matrimonio? – Parece increíble. – Pues sí, le falta la mujer que le ame, que le respete y que provoque cada día algo en su interior que se llama amor. – No parece un hombre que se enamore fácilmente, casi diría que imposible. – Que no te engañe las apariencias, no todo lo que vemos es lo que es. – Te dejo me voy a arreglar mi servidor. – Suerte. Si quieres después búscame y vamos a tomar algo o simplemente a dar una vuelta al río. – De acuerdo. María sale al encuentro de Roberto, tiene que hablar con él y enseñarle las cartas, ella sabe perfectamente que el joven está enamorado de Mónica desde el instituto, quizás antes no tenía el valor para declarársele pero ahora si conociese la verdad no le importaría hacer el ridículo delante de alguien tan fascinante como Mónica. No tarda mucho en encontrarlo, está en la cocina comiendo un bocadillo de jamón serrano. – ¡Te he encontrado! – No sabía que me anduvieses buscando. – Señalándole una silla a su lado – ven siéntate a mi lado y tómate un bocata como el mío. – Sólo me faltaba engordar más, el médico me ha amenazado que si engordo más de la cuenta me tendrá a pan y agua resto “No siempre es malo recordar”

del embarazo. – El jamón no puede ser malo para una preñada. – Además, gordita estás preciosa. – Te quiero un montón – María abraza a su compañero. Roberto llevaba un chándal “adidas” verde, no debía hacer mucho que estuviera corriendo, cada mañana desde hacia unos seis años no se lo saltaba, si tenía que madrugar más madrugaba para correr, era algo impuesto y lo llevaba a rajatabla. – No seas tarugo, toma un bocado, te doy un pedazo del mío. – No, gracias. Poniéndose muy seria – Roberto quería hablarte de algo importante. – No me gusta... cuando tú te pones seria no es por nada bueno. – Es sobre Mónica. – No me interesa. – Escúchame, quizás cambies de opinión. – Creo que no, esa mujer no es trago limpio. – No digas eso, sé que estás enamorado de ella desde el instituto. – ¿Cómo lo sabes? – Porque como tú miras a Mónica, no lo hace nada más que una persona enamorada. Además, hay detalles que a mí no se me han escapado. – No digas tonterías. – Simplemente cubrirla cuando hace algo incorrecto, cuando se equivoca... – Lo haría por cualquiera – interrumpe el joven. – No, eres su guardaespaldas, aunque ella no se dé cuenta, yo me percaté en el pasado y lo veo ahora en el presente. Ambos permanecen en silencio el cual es roto por Roberto. – Aunque fuese así no podría estar con alguien como ella. – Si me escuchas un momento, quizás tengas muchas dudas 233

que se disipen. María le cuenta todo lo que sabe de Mónica al joven enamorado, cuanto más le contaba María más extrañado estaba Roberto, le parecía horrible lo que le había pasado a Mónica, sentía pena por ella y un inmenso dolor por lo que ella había sufrido. – María – dice titubeante Roberto – y ¿ahora que se supone que deba hacer? – No sé que te diga... si la quieres deberías intentar hacer que sea alcanzable. – Tendría que ayudarla, pero no tengo ni idea de cómo. – Si alguien puede ayudarla ese eres tú. Ya han finalizado el proyecto, les has costado más de la cuenta, entre bodas y romances el trabajo se les ha alargado más de la cuenta. Pero finalmente todo ha terminado satisfactoriamente. La presentación ha sido un gran éxito y ambas empresas han llegado a un buen acuerdo. Elena ha comenzado a recoger sus cosas, sin embargo, aún no ha hablado con los chicos, se arma de valor y va a buscarlos su mayor duda es el cómo va abordar el tema, supone que directamente es lo mejor. La joven se encamina hacia la sala de los chicos, un cuarto no muy pequeño en donde suelen reunirse cuando quieren estar sin las chicas, ellas lo respetan porque consideran que quieran sentirse “hombres” de vez en cuando. La guapa morena no se equivoca porque allí los encuentra jugando al billar. Elena hace una pequeña visual del lugar. El cuarto muy masculino, mesa de billar debajo de una gran ventana que da al jardín, una cafetera sobre una mesa con tazas de dibujos de mujeres desnudas. Una librería seguramente llena de revistas eróticas o porno, un par de sillones, un futbolín, una máquina “No siempre es malo recordar”

de discos antigua de esas a las que le echabas monedas. – Chicos, quisiera hablar con los dos. – Dice Elena al entrar en el cuarto Los dos muchachos saben perfectamente de lo que Elena quiere hablar. – Te escuchamos – la pareja de jóvenes se sienta en una mesa que hay cerca de otra ventana que también la vista da al jardín. Elena no se sienta, prefiere estar en pie se siente más fuerte en esa posición. – Bien... iré al grano... he hablado con Javier para que busque a alguien que me sustituya... – ¿Irte? – Interrumpe Miguel irguiéndose – No es necesario que te vallas – concluye desesperado. – Escucharme en silencio. – Suspirando – Lo he pensado muy bien y deseo irme, seguir sola, por lo menos de momento, espero volverme a enamorar algún día. – No entiendo – Miguel parece desconcertado – yo pensé que te quedarías con alguno de los dos. – Mirando a Víctor – Dile algo. – No saldría bien – prosigue Elena – han pasado demasiadas cosas entre nosotros como para que yo... no os quiero como para vivir con ninguno... Sé que es lo mejor, estoy completamente segura – se hace el silencio – por lo menos sé que es lo mejor para mí. Me he vuelto egoísta y deseo seguir sola mi camino. Los tres permanecen en silencio, Elena se aproxima a la ventana para ver a través de ella, está precioso el jardín lleno de arbustos y plantas de muchos colores, las flores ya no son tiempo de ellas. Pero la joven no puede apreciar tanta belleza está con la cabeza en otro lugar, pensado que decir, Miguel vuelve a romper tanta tranquilidad. – ¿Estás segura? Hay veces que creemos que queremos algo que realmente no queremos. 235

– No digas tonterías. – se defiende Elena, Víctor permanece callado, escuchando, analizando. – Simplemente creo que no hay nada aquí que me retenga que no sean mis amigos, un buen sueldo y la maravilla de trabajar con Javier. Pero ¿Sabéis? Trabajos los hay si los buscas, los amigos siguen ahí vallas a donde vallas, en cuanto a jefes como Javier eso sí que es difícil de encontrar, pero también un puede estar bien si haces lo que te gusta. Necesito recomponer mi vida y tengo que hacerlo con vosotros lejos. Otra vez el silencio Elena se aproxima paseando y como no quiere la cosa hacía la librería, la curiosidad de mujer es muy fuerte, cual no sería su sorpresa al descubrir que las revistas eran todas de informática. “Informáticos” piensa ella. – No tengo ganas de luchar por nadie ni que nadie luche por mí, no tengo ningún interés en estar con nadie... Víctor al fin dice algo. – Te deseo mucha suerte – se pone en pie y la abraza tan fuerte que Elena cree que la va a romper. – Siento que todo se estropeara, pero supongo que mi momento contigo ya ha pasado y en cuanto a Miguel lo ha estropeado. Nosotros estaremos bien, lo superaremos al igual que tú. Y ojalá encuentres lo que buscas. – Gracias. – Suspirando – eres un buen amigo. – Me tienes aquí para lo que quieras y cuando quieras. – Lo sé. – Mirando a Miguel – ¿No, me vas a decir nada? ¿No me vas a desear suerte? – Creo que no estoy preparado. – Es una pena – Elena sale hacia su cuarto para terminar de preparar sus maletas dejando a los dos hombres que más ha amado. – Eres un cretino Miguel – dice enfadado Víctor. – No tengo porque desearle suerte. – Serás estúpido, por eso la has perdido. Sólo piensas en ti, “No siempre es malo recordar”

dices amarla, pero no es amor lo que tú sientes. Tú sólo te quieres a ti. Ya en el instituto querías que todos te hiciésemos caso si no te enfadabas como un niño pequeño. – Déjame en paz. – Crece de una vez. – y sale del cuarto dejando allí a Miguel recapacitando. – ¡María! – la futura madre se da la vuelta para contestar. – Dime. – ¿Sabías que Elena se iba? – La joven baja la cabeza avergonzada. – Sí, pero hace poco tiempo que me enteré, sin embargo, lo intuía. – Yo también... pero quizá tenía esperanza de que no ocurriera..., hay veces que nos auto engañamos para protegernos. – Lo siento mucho. – No lo sientas por mí, en tal caso por Miguel, yo ya lo tenía asimilado a pesar de todo. – ¿Y si se hubiera quedado contigo? – Yo le hubiese dicho que no a largo plazo no funcionaría. – hace una pausa como si las palabras se le ahogasen en la garganta, era consciente, pero eso no quería decir que no le doliera – A estas alturas ya no. – El amor está en todas las esquinas – Sí que es verdad. ¡Cómo lo sabes!

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CAPÍTULO DECIMOQUINTO ¡Qué injusta es la vida cuando amamos a alguien y debido a las circunstancias están separadas! Cuando Roberto era joven no se fijaba en él nadie, la gordura es demasiado repulsiva para muchas personas. Roberto lo había experimentado, ya en la escuela le llamaban bola de grasa, o bollo de grasa, pelota sucia... los niños son demasiado malos. Dicen que cuando uno es pequeño no existe la maldad, pero los chicuelos son peores que los adultos y son conscientes de ello, quizás no comprenda la inmensidad del daño, pero son conscientes de que lo hacen. Mónica siempre fue una mujer endeble y al igual que Roberto, de pequeña en la escuela se metían con ella, había pasado por insultos como fideo, palillo, esqueleto... sufrió el dolor de una adolescente apartada por su físico. Por eso cuando conoció a Roberto le comprendía perfectamente. Roberto de había enamorado de Mónica nada más verla, se prendó de ella, pero la veía tan perfecta y tan hermosa que él se consideraba demasiada poca cosa. Mónica no se enamoró de Roberto a primera vista, fue a lo largo del primer curso. Él siempre pendiente de ella, siempre lo sentía vigilante y protector, le gustaba como hablaba, como gesticulaba al contar historias que le salían espontáneamente. Su enorme nobleza la desbordaba de ternura. Roberto nunca le dijo a nadie que estaba enamorada de Mónica, era un secreto... seguramente se hubiesen reído de él. Al rematar el instituto no la volvió a ver hasta la fiesta del centenario, pero la vio tan cambiada que no le gustó nada lo que veía, sin embargo, eso no hizo que la dejara de amar. Cuando Mónica volvió a encontrarse con Roberto ella ya no era la misma, se consideraba demasiada poca cosa para “No siempre es malo recordar”

Roberto, consideraba que si le quería tanto debería dejar que siguiera su rumbo por si encontraba a una mujer decente. Pero el destino los reunió otra vez, Mónica al ver a Roberto la respiración se le aceleró tanto que entendió que jamás podría dejar lo de amar. Roberto la encontró tan hermosa que no sabía cómo superar el estar cerca de ella sin poder tocarla. Le dolía verla con Javier, pero eso se le hacía soportable, lo peor era sus idas y venidas con otros hombres, no podía entender porque se había convertido en una mujer tan promiscua. Una vez le preguntó a Javier si no le molestaba que Mónica tuviera con él una relación tan desordenada, él sonrió y le contestó que tenía la relación que Mónica deseaba tener, ni mejor ni peor. Roberto odiaba el desinterés de Javier por Mónica, pero le agradecía que cuidara de ella incluso cuando no estaba con él. Roberto ya no trataba bien a Mónica; le hablaba siempre con desagrado, indiferencia, descortesía; sin embargo, lo que sí, siempre la estaba tapando cuando no hacía su trabajo bien, él lo repasaba siempre y la encubría. Él pensaba que nadie se había dado cuenta, pero Javier lo sabía desde hacía mucho tiempo, no obstante, no decía nada consideraba que ellos tendrían que estar juntos, pero que tendría que salir de ellos. Desde que María le contara la verdad a Roberto no podía dejar de pensar cómo hacer para compensarla de tantas vejaciones. Estaba seguro de que Mónica lo que necesitaba era confiar en ella misma, en sentirse segura, y aunque él y sus amigos la ayudaran, ella necesitaba el servicio de un profesional, sino no lo superaría nunca muestra de ello era la vida que tenía. – Javier quisiera hablar contigo. – Tengo que llevar a María a ver al médico, pero aún es pronto así que tomémonos un café en la cocina y charlemos. 239

La cocina era grande y por supuesto no le faltaba de nada; tenía los pequeños detalles que les gustan a los cocineros. A Carlos y a Ernesto les encantaba cocinar y muchas veces eran ellos los que preparaban la cena para todo. Esto a Milagros, la cocinera, le encantaba porque le ahorraba trabajo; ellos no eran muy desordenados por lo que Milagros terminaba la limpieza en un plis–plas. Javier es el que prepara los cafés, a Roberto le gusta solo y a Javier cortado, ya ambos sentados. – Me acabo de enterar de lo que le ha pasado a Mónica – hace una pausa – en Inglaterra. – Ya veo – Javier suspira – ¿Y qué quieres de mí? – Sabiéndolo no te remuerde la conciencia aprovecharte de ella de esa manera. – ¿Créeme ha sido al revés? – Haciendo una pausa – no tengo que darle explicaciones a nadie de lo que hago o lo que he hecho, pero como sé que estás enamorada de ella quizás debas saber alguna cosa más. He intentado muchas veces que ella vaya a ver a alguien que la ayude, incluso me he ofrecido a ir con ella, cada vez que hemos hablado de ello, ella ha desaparecido durante meses. Así que finalmente decidí no insistirle más. – No lo sabía. – Roberto, si la quieres de verdad tendrás que buscar la manera de ayudarla. – Es que no sé cómo. – Dile lo que sientes por ella y haber cómo reacciona, así luego puedes planificar qué hacer. María entra por detrás de Javier y lo abraza. – Buscaba a mi marido. Él la besa – ¿Ya es la hora? – Sí, como siempre llegamos tarde. – Menos mal que el médico es mi amigo. “No siempre es malo recordar”

– Quizá deba buscar a Mónica, el hecho de veros, hace envidiaros. – Roberto – dice María preocupada – nosotros hemos estado demasiado separados por necios, no seas tonto y no dejes que pase más tiempo. – El que yo intente hacer algo no quiere decir que sea correspondido. – Ella te quiere – se ríe Javier – estoy seguro, créeme. Roberto ve salir a la feliz pareja, iban de la mano como si fuesen dos adolescentes. Roberto no tardó en encontrar a Mónica, estaba tomando el sol en bikini, ¡qué hermosa y sensual! Le parecía al enamorado, ella con su melena suelta y esparcida por el suelo, su cuerpo se amoldaba a la hierba como si formase parte de aquella maravillosa naturaleza. Temía acercarse y romper aquella paz aquella tranquilidad, daba miedo hasta de respirar. Sigilosamente se aproxima, con cautela como si temiese romper aquel regalo de sosiego. El sol acariciaba aquel cuerpo tan perfecto, el brillo del cabello provocaba que sobresaliese la hermosura de aquella cara, le daba un brillo especial. Roberto la miraba embriagado, tan abstraído que se quedó mirándola durante muchos minutos antes de decidirse definitivamente romper aquel silencio. La joven estaba media dormida, el calor que la cubría la iba adormeciéndola una respiración acompasada y calmosa la tenían como en trance. Así que cuando Roberto saludó, la joven se sobresaltó. – ¿No tenías otro sitio en donde romper la tranquilidad? – Sí – dice el joven con cinismo – pero me gustaba más este. – Aquí estoy yo – la joven se inclina dejando ver parte de su pecho bien formado – búscate otro lugar. – Pues tendrás que aguantarte porque no pienso irme. Parecía como si a Mónica le molestase la presencia de Roberto cuando realmente era todo lo contrario. 241

– No tengo que buscar otro, aquí estás tú, media desnuda por qué cambiar de lugar, estaría loco. – Eres un... – No digas algo de lo que te puedas arrepentir. – Roberto se aproxima a Mónica tan cerca que a ella se le corta la respiración. – ¿No irás a desnudarte aquí? – Sólo voy a sacarme la camiseta. – Añade con calma – no me interesas – miente el joven – pero si quieres que te haga un favor. – Mónica le propina una bofetada. Se levanta, pero Roberto la toma de la muñeca y tira de ella que vuelve a caer sobre la hierba. – ¡Suéltame! – chilla la joven. – No pienso soltarte. Ante la sorpresa de Roberto la joven comienza a sollozar – por favor, no... – tartamudeando. La joven temblaba parecía una hoja de papel ante un viento fuerte, su respiración era acelerada y sus ojos mostraban terror, sollozaba suplicante, como si estuviese reviviendo el pasado, un momento terrible de su vida. – ¡Dios mío! ¡Qué te ha hecho ese desgraciado! ¡Lo buscaré y lo mataré! – la abraza ¡Cómo lo siento, Mónica! Mónica es consciente de que Roberto sabe la verdad y piensa que siente compasión, así que lo aparta brutamente de ella. – No necesito dar pena, no quiero tu lástima. – No es eso... bueno si es eso, pero lo que siento es de siempre, no tiene nada que ver con dar lástima, me duele lo que te han hecho por lo mucho que te amo y me duele el no haberte protegido, no haber cuidado de ti, el no haber te dicho que yo estaba aquí para ti. Mónica sorprendida lo mira, le parece un sueño, pero sigue teniendo temor, Roberto se acerca a ella y la abraza, “No siempre es malo recordar”

Mónica levanta la cabeza y el no puede resistir besarla, un beso amargo, salado y lleno de dolor, pero un beso lleno de amor por ambas partes. Roberto la separa delicadamente y le susurra. – Estás muy frágil, así no, no quiero pensar que me estoy aprovechando de ti. Buscaremos ayuda y cuando estés preparada todo el tiempo será nuestro, de los dos. Mónica para nada se vio rechazada, por primera vez en toda su vida se sintió aliviada, feliz, sin temor. – Prométeme que jamás me dejarás marchar de tu vida – le susurra Mónica con duda. – Nunca, mientras me quieras jamás dejaré que nada nos separe, es lo que te puedo prometer, porque yo te amaré hasta la muerte. El día prosigue, la calidez del ambiente es contagiado por la incandescencia del amor que allí se respira. Ya no importan los miedos de ninguno de los dos porque juntos pueden superarlos.

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CAPÍTULO DECIMOSEXTO Hoy la noche, para nada era oscura, la terraza del pintoresco bar de “Xerardo” estaba más que luminosa, hoy pareciera como si los focos sobraran dejando que las parejas se relajasen mirando el hermoso valle que desde allí se podía observar. Las puertas de cristal que separaban la terraza del bar hoy estaban abiertas dando una sensación de fusión entre ambos lugares. María sentada en una esquina apoyada contra la barandilla vislumbraba a todo el grupo, los iba observando con minuciosidad sus risotadas, sus penas... desde allí podía percibirlo todo. Un brote de alegría asoma a su cara, al ver a Javier acercarse a ella. – ¿Ya la has llevado? – Sí – contesta el joven mientras le deposita un beso suave en los labios – la vamos a echar de menos. – Es su decisión, no debemos entrometernos en su decisión, simplemente apoyarla. – Sé que tienes razón, pero me gustaría que... María abraza a su marido – Yo creo que la volveremos a tener entre nosotros, no digo que trabajando, pero si... no perderemos el contacto con ella. – ¿Tú crees? – dice dubitativamente Javier. – Estoy segura... – ¡Hola pareja! – Ambos se sobresaltan con la inesperada intervención en escena de Alejandro. – Te estaba esperando. – Para – dice con sorpresa. – Necesitamos un favor. Javier acaba de llevar a una de mis amigas al aeropuerto, el avión sale en dos horas con lo cual tienes ese tiempo para que salgas corriendo y le lleves este “No siempre es malo recordar”

paquete – sacando de su bolso un paquete envuelto en papel de regalo de muñequitos de dibujos animados. – Se pone en pie y abrazando a su viejo amigo, mirándolo a los ojos. – Es importante para mí que lo reciba y que seas tú quien se lo lleve, confía en mí. – Siempre lo he hecho – besándola en los labios – cuando se lo entregue te mando un mensaje. Salgo corriendo. Javier y María lo ven marcharse con el paquete bajo el brazo. – Eres una bruja – riéndose. – No, soy una mujer que sabe lo que hace. Ambos están hechos uno para el otro, ya lo verás. – ¿y si no funciona? – Yo solamente les doy la oportunidad de conocerse, soy... el destino... ellos son los que tienen que hacer el resto. – ¡Papá! Vamos tienes que bailar conmigo – Violeta entra corriendo y agarrando a su padre de la mano tira de él. – Espera pequeña – mirando a María. – Ve... nosotros estamos bien – tocándose con cariño la ya bien notada barriga de embarazada. – Está bien – besando a su mujer. María los ve ir hacia la pista improvisada de baile; al pasar por el lado de la barra Javier hace un gesto que provoca una sonrisa en María; lo primero que hace Javier es colocar la mano en el hombro de Miguel que está sentado en una esquina de la barra y luego le da otro apretón en el hombro a Víctor, que está en la otra punta, a continuación toma a su hija en brazos y se la lleva a la pista a bailar. Víctor mira a Miguel, levanta el vaso con su refresco en la mano y le sonríe. El joven responde al saludo del primero y se levanta sentándose a su lado. – Podemos emborracharnos juntos – dice Víctor. – Pues... mucho te vas a emborrachar tú con refrescos de 245

gaseosos. – Puedo saltarme mis hábitos y acompañarte. – ¿Harías eso por mí? – mirándolo sorprendido. – No... Pero a que quedaría bien. Ambos se echan a reír – Jefe – Miguel haciendo un gesto con las manos al camarero – pon aquí dos refrescos de... – tío ¿se puede saber que estás bebiendo? – Prueba el contenido del vaso de Víctor – ¡esto es agua! ¿Estás bebiendo agua? – Y con lo sano que es el agua. – Camarero he cambiado de idea. A éste dele usted un vaso de agua... pero a mí deme un güisqui con hielo. – Ambos se giran hacia Javier que estaba bailando con su hija y levantan el vaso – a tú salud, amigo – dicen ambos. María que está como observadora mientras acaricia su vientre dice al futuro bebé – Vienes a un mundo lleno de dolor, pero también lleno de amor... eres afortunado porque tendrás una gran familia. – ¿Qué haces? – María levanta la cabeza para encontrarse con los ojos llenos de brillo de Rebeca. – Hablo con el bebé – alzando los brazos para coger el crío de Marcos que llevaba Rebeca – ven pequeño, saluda a tu futuro nuevo amiguito. – Está muy guapo – dice a Rebeca mirándola – creo que le brillan los ojos como a ti. – ¿Tú crees que se le ve feliz? – Sí, a los tres se os ve feliz. – Cariño ¡Vamos! ¡A bailar! – Marcos abraza a su mujer por la cintura. – No puedo, tengo que quedarme... – Yo me quedo con él, venga iros a bailar – le corta la conversación María – hay que aprovechar que pronto tendremos otro proyecto. – papá... mamá – dice el jovenzuelo en brazos de María. “No siempre es malo recordar”

– Sí, diles adiós con la manita... venga... mira ahí viene la tía Sandra. – María ¿has visto quién están bailando abrazaditos en la pista? – No veo. – Sí, allí tras Javier. – Ese es José con la camarera. – Sí... – tomando en brazos al niño. – A ver si así, se come algo. – ¡Sandra! – le regaña su amiga. – No es malo, decir lo que se piensa. – A ti se te han soltado algunos tornillos. ¿De verdad crees que es virgen? – Casi lo juraría. – ¿Qué jurarías? – ambas amigas se reclinan cara la voz. – Moli ¿ves allí a José? – Sí, con la rubia. ¿Creéis que se la cepilla? – Según Sandra no. – Pues si no se la ha tirado lo hará esta noche – Las tres jóvenes miran al compañero. – Él no se tira a nadie – dice María muy sería – será ella quien lo devore a él – Las tres se ríen – ¿No veis como se lo está comiendo? – ¿Se puede saber que estáis haciendo arpías? – ¡Carlos, Ernesto! ¡Mirar a José! – Sí que hoy se está luciendo – asombrado dice Carlos. – Sois unas cotillas – dice el pelirrojo – envidia que tenéis. – Casi va desnuda – casi con envidia dice María. – Tiene cuerpo para ello – resopla Ernesto. – No estarás diciendo que está mejor que nosotras. – Sandra – contesta tranquilamente Carlos – tú ya estás casada – hace una pausa para respirar – María está preñadita... con lo cual no vamos a hacer ningún comentario. En cuanto a ti Moli nuestros corazones están ciegos de pasión con lo cuál no vale 247

comparación alguna... – Corta el rollo Carlos, ve al grano – Moli hablaba con cinismo. – Bueno digo que... – ¿Qué? – Venga ayúdame Ernesto. – Olvídame amigo mío, pero me lo estás poniendo en la palma de la mano. – ¡Eh! – En resumidas cuentas – dice finalmente Sandra comprendiendo que los chicos iban a meter la pata – La rubia está buenísima, pero ninguno de los dos, la cambiaríais por un minuto con Moli. – Eso es – ambos chicos al unísono – continúa Ernesto – Moli ven a bailar con nosotros. Primero conmigo y luego con Carlos, si deja de decir tonterías. – ¿Por qué primero contigo? Los tres se van hacia la pista bajo la mirada de María y Sandra. – Es buena chica. – Sí que la es María – hace una pausa – la he visto cambiar poco a poco para mejor persona... creo que Javier ha hecho maravillas con esta gente. – Nosotras dos incluidas Sandra – acariciando su vientre – creo que yo soy mejor persona en todos los sentidos, eso aunque esté dentro de nosotros, creo que Javier ha conseguido que lo sacara hacia fuera. – Me alegra veros felices. – Sí – haciendo una seña para que mirara a Moli y volver a la conversación anterior – Moli les ha dicho que ella los quiere a ambos por un igual, no quiere juegos, ni mentiras... simplemente tienen que enamorarla, pero sin trucos, ni embrollos... ser como son y ya está. “No siempre es malo recordar”

– Así que mientras forman un trío. – Sí – se ríe María – pero de amigos, por lo menos de momento de amigos... más adelante... ¿quién sabe? – haciendo un gesto con la cabeza – ahí viene Joseph – Voy a dar un paseo por las calles del pueblo, hoy la noche está preciosa y me apetece pasear de la mano de mi príncipe azul – mirando al niño que aun tenía en los brazos – y tú te vienes con nosotros. María los observar hasta que desaparecen de su vista. Ya está cansada, se apoya contra el respaldo de su silla y cierra los ojos un momento, mientras respira y siente como la suave brisa acaricia su cara. Roberto se aproxima a María sin que esta se percatase; va a decir algo pero María se le adelanta. – Siempre tan sigiloso. – ¿Cómo sabías que era yo? – El inconfundible olor a Massimo Dutti, esa tranquilidad al andar, la respiración tranquila, sosegada... todo eso te define. – María quería hablar contigo. – ¿Sobre? – lo mira con cariño, leyendo en su mirada percibe en sus ojos la duda – ¿de Mónica? Tengo que reconocer que me confundiste al principio y pensé que era de Elena de quién estabas enamorado, pero al poco tiempo tus ojos al mirarla, aun cuando parecías indiferente me decían que era todo lo contrario. Llevas enamorado de Moli desde el primer día que la viste. – ¿Crees que me aceptaría si le pidiese en matrimonio? – Si no pruebas no lo sabrás nunca. ¿Te has visto? Estas como un queso, simplemente pídele a bailar y cuando la tengas en tus brazos el corazón te irá guiando. – No sé... y... ¿Y si me dice que no? – Eso ya lo tienes... busca el sí. – Es que... desde que va al psicólogo, no estoy seguro de lo que realmente desea, ahora es ella misma. 249

– Hagas lo que hagas date prisa porque ahí viene. – Hola chicos. María, podrías prestarme el coche, casi tengo ganas de irme... el mío está en el taller aún. – ¿Cuándo te lo dan? – Ni idea, parece ser que no le encuentran el fallo. Odio a los malos mecánicos... – ¿Bailas conmigo? – espontáneamente Roberto se decide, la repentina decisión de Roberto provoca que María que se atragante con un poco de agua que estaba bebiendo, tomando por sorpresa a la pobre de Mónica que no sabe que decir. – Bueno... yo... no sé... – No te disculpes, dices no y ya está. Déjate de justificar un absurdo. – La verdad es que me apetece mucho bailar contigo... pero yo pensé que tal vez preferirías dar un paseo. – Primero bailamos y después damos un paseo. Mónica baja la cabeza – ya veo – Roberto siente que ahora es el momento de decidirse; la toma por la cintura y la besa dulcemente, Mónica responde con sorpresa al principio y con alegría después. – ¡Eh! – María los interrumpe – que estoy aquí y como comprenderéis no tengo ninguna gana de sostener el candelabro. – Mónica – le dice cálidamente Roberto – cásate conmigo. – Roberto, – tapándole los labios con la palma de la mano – cuando esté recuperada de todo me gustaría que me lo volvieras a preguntar, porque es lo que he deseado siempre, ser tu mujer. – Dejarme que baile con mi mujer – interrumpe Javier – eres la más hermosa de la fiesta – Para tus ojos – se levanta María para abrazar a su marido. – Vamos a bailar. – Estoy cansada, pero si me llevas a dar un paseo bajo la luna, “No siempre es malo recordar”

me encantaría. Ver tantas parejas salir a pasear me ha entrado el gusanillo de la envidia. – Por el paseo de los enamorados como si fuésemos también adolescentes. – ¡Y somos adolescentes! – ¡Mira a esos dos, nos han dejado solos! – Ya no nos respetan. – Fíjate María, la familia que hemos creado. – No... cariño, tú la has creado. José con su nuevo ligue bailando bien agarrado. Miguel y Víctor juntos bebiendo en la barra como si fuesen amigos de siempre. Sé que a partir de ahora serán inseparables, seguro. Allí Berta con Marcos, te das cuenta, yo nunca pensé ver a esos dos juntos, es hermoso el amor; siempre los veo hablando, como si las palabras nunca se acabasen entre los dos. Moli con su propia personalidad... un día uno se irá y ella se quedará con el otro... o ella se acabará enamorando de otra persona y se quedarán los dos solos, pero ahora míralos Javier es como si fuesen tres amigos inseparables, sin celos, ni envidias entre ellos. Roberto y Mónica empiezan una relación que sé que será para toda la vida. Y tú Verónica con sus hermanos valla si no la han mimado; al igual que esta que viene en camino. Y ahí está Sandra la hermana mayor de todos, ella cuidará bien de todos. – María me asustas cuando hablas así. – ¿Cómo hablo? – Como si te fueras a algún sitio. – No digas tonterías adónde me iba a ir yo. Javier llevaba de la mano a María, iban cara la salida cuando María siente que los pies le fallan. – Xavi... – Javier la sostiene antes de que se desmaye. – ¡Qué alguien llame una ambulancia! – Grita Javier – ¡Dios mío está sangrando!

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CAPÍTULO ÚLTIMO Los hospitales son sitios dónde a nadie le gusta estar, ni tan siquiera de visita, esos olores fuertes de desinfectantes y medicinas provocan dolor de cabeza y un malestar general. Casi siempre largos y estrechos pasillos que llevan a habitaciones donde el dolor mayor es el psíquico ya que del físico se encargan los señores de batas blancas que trabajan en estos grandes edificios de la medicina, éstos calman el dolor corporal, pero no el mental. El blanco suele predominar el lugar, es un acierto porque da sensación a pureza entre tanto dolor. Estos son de los sitios de la sociedad que más angustia genera Y entre tanta desdicha se oye el llanto de un recién que así anuncia que el mundo sigue porque él ha llegado como otros tantos. En la sala de espera se apiñan personas de todas las clases sociales; de todas las maneras de pensar, de sentir... allí se reúnen para esperar a que le digan que están bien y se pueden ir para casa. El que espera regresar al hogar con su familiar, el que acaba de ser padre... o tristemente el que espera el último suspiro de una persona amada. La sala de la UVI hoy está casi vacía, allí siempre hay personas con la cara larga, triste, llorosa, nerviosa... a veces incluso de alivio porque cuando vemos sufrir a alguien que queremos demasiado y da su último suspiro, a pesar del inmenso dolor que nos provoca perderlo sentimos un gran consuelo saber que ya no sufre. Un gran ventanal ilumina la pequeña sala de espera de la UVI, Nicolás y Miriam tienen la cara descompuesta, ambos están sentados en una esquina de la sala dados de la mano; han pasado muchas cosas con su madre y ahora que la veían feliz el destino hace su jugada sucia, ellos se consolarán juntos son “No siempre es malo recordar”

hermanos y siempre se han llevado bien, en silencio sus recuerdos llenan sus mentes de miles de recuerdos al lado de su madre. Verónica está echada entre dos butacas al lado de su padre, se ha quedado dormida con lágrimas en los ojos. Javier al lado de ella tiene la cabeza gacha, mirando el suelo, sus manos colocadas a cada lado de la cabeza y los codos apoyados sobre las rodillas. Simplemente no piensa en nada, tiene su cerebro en blanco. Alejandro y Marcos están enfrente Javier con la cabeza apoyada en la pared mirando al techo... en realidad al vacío. El resto de la piña están todos en la sala exterior, la de las escaleras traseras del hospital, allí hacen menos bulto con lo cual molestarán menos, allí esperan... todos en silencio. Antonio va hacía la máquina de café lleva toda la noche en vela, introduce una moneda en el agujero para ello y se saca un café con leche, mientras el líquido cae recuerda la primera conversación que mantuvo con María cuando descubrieron su enfermedad. > El apagado sonido de las voces se rompe con la entrada en la sala de Marcos, los chicos se levantan y se acercan a él, intentan leer en su cara... saben que nada bueno les va a decir, son malas noticias, eso refleja esa cara de abatido. – María ha tenido una niña, está en la incubadora, pero en principio está bien en todos los sentidos, podemos ir a verla dentro de una hora, cuando hayan terminado con unas pruebas para asegurarse de que no tiene nada. En cuanto a María le quedan solamente unas horas, está consciente y hablando con sus hijos... – ¿Por qué no me lo ha dicho Alejandro? – Ella me pidió que no lo supiera nadie. > 261

– No quería que sus últimos meses la compadecierais, o veros con caras de dolor. Te quería feliz, plenamente feliz Javier, a ti y a los niños. Os quería ver a todos, vivir el momento, sin que tuvierais que pensar que mañana no la veríais. Deseaba disfrutaros estos meses como si nunca fuese a pasar nada. A mí me lo dijo porque tenía que dejar arreglados asuntos... me eligió simplemente... sabía que no sólo no diría nada sino que lo disimularía mejor que nadie. – Xavi – interrumpe Miriam. – Quiere que entres – Verónica se abraza a su padre llorando, Miriam la toma en brazos – ven deja que se despidan. Javier toma una gran bocanada de aire cerrando los ojos, justo antes de entrar como para darse fuerzas. Abre lentamente la puerta dejando paso a un cuarto pequeño con una cama; hay muchos aparatos de emergencia, como puede ser la botella de oxígeno, la máquina a la que estaba conectada su mujer que controlaba sus latidos... María allí postrada, débil a Javier se le rompía el corazón verla con tan poca vida, sin embargo, sus ojos brillaban... como de felicidad... se estaba muriendo y se veía felicidad. Javier se arrodilla delante de ella, María se saca la mascarilla. – No, ven, siéntate en la cama. – ¡Qué frágil te veo! – Pero feliz. – Si – sonríe Javier – Porqué no me dijiste nada. – Y perderme la inmensa felicidad que he vivido estos meses a vuestro lado. – Pero eso es sufrir sola. – No he sufrido nada, me he emborrachado de felicidad. – Y ahora te llevas contigo la resaca – María se ríe. – Javier no te cierres a los demás porque yo ya no esté... – No, no sigas por ahí – la interrumpe él – no me pidas que te “No siempre es malo recordar”

olvide. – No mi vida, solo te pido que aprendas a vivir sin mí. – No quiero vivir sin ti. – Y a mí me gustaría ver crecer a mi Verónica y me gustaría ver como se casa Miriam... o mi Nicolás se enamora. – Ya, he cogido la indirecta – Javier permanece en silencio. – MagoDeOz necesito que seas fuerte... que ayudes a Miriam a cuidar de Violeta y de la pequeña, ¡qué guapa es! – Cómo su madre... la llamaré María. – Ese nombre es feo. – Es el más hermoso del mundo. – No cambies de conversación... tienes que ayudar a Miriam... Javier... que le ayudes a cuidar de ti. No quiero que te encierres dentro de un muro que convierta a mi MagoDeOz en un gruñón amargado, necesito saber que vas a estar bien sin mí, que lo superarás. – No sé si podré superar esto... María le coloca la mano sobre los labios con una suavidad tal que sólo puede hacerlo el amor. – Sí, eres fuerte, te dolerá... y mucho Javier... pero sabes... cuando ya crees que te mueres de pena, el espíritu comienza a aceptarlo y el dolor va cediendo hasta convertirse en recuerdos... en pasado... podrás entonces volver a... – ¡No! – Con ternura – no lo digas. – volver a vivir, sabrás que estás preparado para aprender a vivir sin mí. Te quiero tanto – por la cara de María ruedan dos lágrimas llenas de esperanza. – Tu mirada me lo dice, siempre me han dicho tus ojos lo mucho que me quieres... lo mucho que me has querido siempre – con un suspiro de añoranza – he sido yo el que no he sabido leer en ellos correctamente. – Estoy cansada Xavi... tan cansada – María tose, Javier se recuesta al lado de ella y la toma entre sus brazos, con los ojos 263

llenos de lágrimas silenciosas le susurra al oído. – Ve cariño, ve a ese sitio que te permita descansar. Nosotros estaremos bien, te lo prometo. Déjate llevar sin temor porque yo estoy aquí a tu lado, a tu vera como el río aliado con la tierra o el mar aliada con las olas, al igual que la lluvia de la mano de las nubes. Ve con la sonrisa de una mañana soleada, con el canto del susurro del agua cayendo sobre las rocas, con el canto del viento sobre los árboles. María cada vez respira más lentamente hasta que ya no sale de su boca ningún sonido; con los ojos cerrados y la cabeza apoyada en su marido el silencio es roto por el pitido de las máquinas. Una enfermera entra corriendo, pero al movimiento de Javier con la mano en señal de que no hiciese nada; la joven desconecta las máquinas y se va dejando el cuarto lleno de tristeza y alegría fundida una sosegada antífona arrullada por las lágrimas de aquel amante que abraza a su amada para transmitirle el coraje del adiós. Así los encuentra Alejandro, al entrar Miriam se acerca a la cama y se coloca de rodillas dándole la mano a Javier y la otra a su madre musita – gracias por hacerla tan feliz en tan poco tiempo. – Javier la mira y le sonríe, apoyando la cabeza en la cabeza de María Javier sigue llorando silenciosamente. Un joven se aproxima a la cama, deposita un beso en la mejilla de aquella mujer tan querida para él y se arrodilla al lado de su hermana. Al querer cerrar la puerta Alejandro, Violeta se le cuela colocándose entre los dos hermanos, Elena corre tras Violeta pero no le había dado tiempo a detenerla, Alejandro coloca la mano en un hombro de Elena y le dice muy bajo – Déjalo – ella le mira y asiente con la cabeza. Alejandro cierra la puerta con suavidad tras salir pero antes se detiene unos segundos para observar aquella familia escuchando lo que Javier les dice a los chiquillos aquella escena la recordaría toda su vida – ¡Mirarla!... tanto brillo en esta cara sin vida, ¡qué hermosa! La “No siempre es malo recordar”

muerte se la ha llevado, pero no ha podido sacarle la felicidad, la alegría... el amor, así es como la tenemos que recordar siempre... en paz una paz tan grande que reconforta, los cuatro lloraban porque el dolor de la pérdida era demasiado grande para no exteriorizarlo. Alejandro cierra la puerta... ¡Qué injusta es la vida!

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Epílogo

El día ha sido largo, prepararlo todo para el funeral ha sido muy agotador; Javier se asoma a la ventana, ve a Alejandro dando órdenes para disponerlo todo “¡qué buen amigo tienes, María!” Piensa él. Alejandro se había ocupado de todo, María le había dado órdenes de dónde quería ser enterrada, en el fondo Javier se alegraba de ello, no se sentía con muchas fuerzas para ocuparse de todo esto. María había sido una joven criada en una ciudad universitaria como es Santaestela de Santaestela pequeña, acogedora; a ella le encantaba su ciudad, sin embargo, sus antepasados pertenecían a un puerto de mar pequeño en dónde se juntan el Océano Atlántico y el mar Cantábrico, era un pueblecito lleno de personas trabajadoras, dulces, tiernas, gentes sencillas que no entienden de cosas que no sean necesarias. El pueblo tiene una larga playa en donde muchas barcas de pescadores se enfilaban a lo largo de la orilla largas cuerdas las sujetaban a unas piedras no excesivamente grandes. Si mirabas más allá no se veía más que el inmenso mar, el grandioso Océano lleno de vida porque el mar es otro mundo lleno de vida. De pequeña María paseaba por aquella arena con su abuela, iban simplemente hablando de las cosas que les habían pasado desde que no se vieran. Unas veces el recorrido era más largo porque tardaran mucho en verse, otras, desde el punto de vista de María, era demasiado corto. Tras terminar las novedades su abuela le contaba sus raíces, las historias que rodeaban a su familia. Cuando creció y su abuela murió se encontró muy vacía porque había tantas cosas que no tenía con quien compartir de aquella manera tan especial. Cuando nació Miriam e iban al pueblo, ya de bebé, hacia ese recorrido con “No siempre es malo recordar”

ella transmitiéndole las mismas historias, poco a poco ella fue creciendo y lo que su abuela había hecho con ella lo hizo María con su hija. Miriam paseaba con Verónica, la mayor de las hermanas se detiene para mirar el horizonte, la pequeña se detiene al lado de ella. – Mira Verónica qué maravilla. – Durante unos segundos Miriam permanece en silencio, se sonríe y en alto añade – Mamá, lo que hizo tu abuela contigo y luego tú conmigo, lo haré yo con Verónica. – La más joven mira a su hermana sin entender, Miriam sonríe a su hermana. – Ven... te voy a contar... Ambas hermanas pasean a lo largo de la playa de la mano. La mayor hablaba y la joven escuchaba no quería perderse nada de lo que su hermana le estaba contando con una inmensa sonrisa. Ellas no eran conscientes pero estaban siendo observadas por un inmenso edificio que se levantaba a los pies de la playa sobre un gran montículo. Enfrente se veía el inmenso Océano y de tras el maravilloso mar Cantábrico. Cientos de cruces avisaban que allí descansaban los antepasados de aquel pequeño pueblo marino. Aquellos antecesores que descansaban tranquilamente recibían el brillo del sol, la sombra de las nubes, las gotas de lluvia suave o de las gotas de agua enfadadas. Aguantaban la tranquilidad del mar o la furia de las olas, las lágrimas de los seres queridos o sus risas; parecían vigilar la maravilla de la vida del pueblo o su luto. Aquel campo santo parecía un paraíso de calma descomunal. Alejandro viéndolo desde la pequeña capilla que guardaba aquellas almas comprendió porque María le había pedido ser enterrada allí. – Vamos, Javier, ya es hora. – Dame unos segundos. María está en todo su entorno... en sus hijos... en un programa... en un ordenador... cualquier cosa donde mira allí 267

está... dentro de él. Javier mira a través del gran ventanal del cuarto, sonríe se ve el mar hoy parece traer una hermosa noche, un hermoso sosiego. Cierra los ojos apareciendo ante él la cara de su mujer sonriéndose y diciéndole que es un necio por no pasear por aquella playa con la arena tan menuda que pareciese que se metiese millones de bichitos por entre los dedos de los pies. Ya está anocheciendo, así lo había decidido María, ser enterrada entre el día y la noche. Javier tenía en brazos a la pequeña María, delante de él y agarrada de la mano tenía a Verónica, Miriam estaba a su derecha, sujetándolo por el brazo, Nicolás a su derecha dándole la otra mano a Miriam. Al lado de Miriam Alejandro de la mano de la joven, de lado de Nicolás estaba Marcos con su niño y Berta, el resto de los familiares estaban colocados casi cerrando el círculo alrededor del féretro terminándolo de cerrar el cura y el monaguillo. Detrás de estas personas estaban todos los compañeros de María y ya el resto de la gente. El cementerio estaba lleno, curiosamente seguro que María no sabía que tenía tantos amigos... porque todos eran más o menos amigos, eran personas que la quería. Esto provoca una gran sonrisa en Sandra que lo observa, piensa “María a que no pensabas que te quería tantas personas.” Cientos de flores adornan el hermoso sarcófago que pareciese estar guardando a una diosa egipcia, Javier repara en una amapola roja, muy roja... Nicolás la había colocado allí, decía que era el símbolo del cariño porque era la flor preferida de su madre, roja como la sangre, frágil como el corazón... Van bajando el ataúd en el mismo momento que la noche entra, pero contrariamente, no hay oscuridad sino luz, la luna brilla sobre aquella urna castaña y dorada, el cielo despejado y la luna nueva más brillante que nunca. Violeta la mira – papá mira la luna está sonriendo a mamá. – Su padre la “No siempre es malo recordar”

mira a los ojos y asiente con una sonrisa. Familiares y amigos van dejando caer en la fosa una flor y un puñadito de tierra. Sus padres recuerdan la primera vez que la vieron, tan pequeña y tan frágil. Sus hermanos se acuerdan de sus riñas era tan dominante que siempre conseguía lo que quería. Roberto recordaba que cuando era gordo ella le pidió a bailar, le hizo tan feliz no verse sólo en aquella fiesta. José los enfados de María cuando él soltaba cualquier tontería y luego ella como si nada se reía de ello. Elena se acordaba cuando reparó en ella por primera vez subiendo aquellas escaleras del instituto buscando la clase, le pareció tan segura. Sandra le gustaba sus charlas políticas, siempre discutían porque nunca se ponían de acuerdo en temas tan poco importantes, según ella. Víctor recordaba tanta alegría en ella al principio y su cara tan triste cuando con lágrimas se despidió de él antes de irse al extranjero. Marcos aún tenía la imagen de cuando María le extendió la mano el día que Rebeca murió y le dijo “nunca estarás solo, te lo prometo” mirando a Berta para dentro susurro “gracias María”. Berta sonríe a su marido saca de un bolsillo unas viejas gafas y se las pone, se sonríe María tan segura, se sonríe porque gracias a ella se forjó su propia personalidad y su poca seguridad se la debía a ella. Moli le veía como si fuera ayer, allí sentada en clase porfiándoles siempre a los profesores. Mónica recordaba cuando en la excursión ella buscaba los gamusines, ingenua para algunas cosas, ¿o tal vez no? Miguel aun tenía fresca la escena en que le dijo que todo se supera en esta vida. Yago se sentía tan culpable de no haber hecho nada para María y Javier no estuvieran separados tanto tiempo. Alejandro tiene en su mente tantos recuerdos de aquella amiga, su buena amiga... cuando la vio por primera vez tan 269

frágil, perdida en un mundo que parecía que le había fallado. Ella sola contra el mundo; no pudo resistirse a ella, sintió deseos de ayudarla y no se arrepentía... jamás se arrepentiría fue la mejor decisión que había hecho en toda su vida. Miriam veía a su madre el día que nación Violeta lloraba de alegría, no había visto nunca a su madre llorar de alegría. Nicolás sentía como su madre le abrazaba cada vez que sabía que le hacia falta un abrazo ¿cómo podía saber su madre que necesitaba que le diese un abrazo? Violeta la veía dormida, sí, dormida en brazos de su padre en un sofá, cansados los dos de trabajar y con la panza ¿Cómo es que cabían los tres allí en aquel sofá tan pequeño? Javier a la vez que iban echando tierra en el nicho de descanso de María, al ver caer aquella tierra, esa tierra que la iba a proteger del frío o del calor, esa manta... que iba albergar protección. Daba paso a ciento de escenas por segundo ante él como si un televisor le fuese mostrando en pocos minutos todas sus experiencias con ella, todas sus vivencias. La gente se va yendo, Alejandro disgrega a las personas dejando que padre e hijos queden durante un rato a solas allí, en ese lugar de paz y sosiego. Ninguno llora ya... sólo Violeta, Javier le entrega el bebé a Miriam y se arrodilla ante su hija mayor, esta con la cara llorosa lo mira. – ¡La echo tanto de menos papá! – Lo sé... pero ella está ahí – señalándole el corazón con la mano. Siempre estará con nosotros mientras la recordemos tenemos millones de recuerdos para que no nos dejen que la olvidemos y millones de sentimientos hacia ella que nos desbordará toda la vida. – Los chicos abrazan a Javier y la luna los acaricia con su luz brillante como un gran brote de felicidad, nunca estarían solos porque eran una familia. Javier se descalza y a la vez que lo hace les dice – sacaros los zapatos. – ¿Qué? – dicen los tres. “No siempre es malo recordar”

– Sí, no me miréis así no estoy loco, venga rápido. Los chicos le hacen caso. – Dame a María, ¡vamos! Los chicos no entienden, pero le siguen hasta la playa, Javier se introduce los pies en el agua salada del mar ante la mirada asombrada de los chicos. – ¡Venga! No seáis cobardes – les grita. Los chicos se sonríen y se toman de la mano y se reúnen con Javier, chapoteando el agua cristalina... Alejandro a lo lejos los observa como se ríen dentro de la misma tristeza compartida. Alejandro mira al cielo y sonríe. – María, tenías razón... valla si no tenías razón... juntos los superaran... La noche continúa su curso al igual que la vida. FIN

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