Nietzsche: El de la tragedia

Nietzsche Estudio introductorio Germán Cano El nacimiento de la tragedia El caminante y su sombra La ciencia jovial b

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Nietzsche Estudio introductorio

Germán Cano

El nacimiento de la tragedia El caminante y su sombra La ciencia jovial

b

GREDOS

Recién inaugurado el siglo xx1 1 la presencia de Friedrich Nietzsche (1844-1900) nos sigue acosando de manera, cuando menos, inquietante. Entre otras razones, la inhospitalidad de su mensaje brilla de manera especial en nuestro espacio filosófico contemporáneo a causa de la radicalidad y hondura de su crítica a los fundamentos metafísicos de la cultura occidental. Su reflexión inaugura un arduo trabajo de demolición del legado valorativo erigido tras la irrupción del cristianismo y de su principal antecedente, lo que Nietzsche denomina bajo los rótulos de «platonismo,. o sencillamente «la moral». Ubicado, según sus propias palabras, •en la contradicción entre el hoy y el mañana», Nietzsche se ofrece en cuanto crítico de la moral bajo un doble signo: como un epílogo tardío de la tradición occidental y, al mismo tiempo, como un hijo prematuro de un futuro todavía por construir. En esa medida es comprensible que su obra haya sido objeto de sugerentes exégesis, pero también de grandes tergiversaciones.

IlustrJción Fotografla de Nicrtsche por Gusrav SchuJ17,e en 1882.

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FRIEDRICH NIETZSCHE

EL NACIMIENTO DE LA TRAGEDIA EL CAMINANTE Y SU SOMBRA LA CIENCIA JOVIAL ESTUDIO INTRODUCTORIO

por GERMÁN CANO

EDITORIAL CREDOS MADRID

CONTEN IDO

l'.ST U IJI O I NTRODUCTOR IO

VII

EL N\< IMll :NTO DE l.i\ T ltAGf.O IA O 111'.l.J:.N ISMO Y PIS IMISMO

P.L C,\l\.llN ,\NTJ:. Y Sl \UMBRA

157 1 A C' I ENCJA J OV l \L (l \ GWA SC ll. NZ'\)

305

V

ESTUDIO INTRODUCTORIO por GERMÁN CANO

FRIEDRICH NIETZSCHE, CRÍTICO DE LA MORAL

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\lguicntcs:

El A11t1cr1s10 Asf habl6 ZaratlutrcJ Auroru El caminante y m sombra El Cíl.JO Wagn" La cimcia )OL'UJI El combate de Homero ., La cosmov1s16n d1001~1aca•, en El pensam1mto trdgim de lo, griegos

En rdación con el discurso académico filosófico, que se remite continuamente a s{ mismo, Nietz.sche representa la frontera exterior. Por supuesto, toda una linea de 1>, § 1.) En esta «escena primordial» N ietzsche discute el sentido último de la cultura y sus lazos con el arte en cuanto cura de la vida. La cuestión fundamenta l ahora también es superar la inercia nihilista decadente - y su último residuo, el romanticismo. Nada más coherente, pues, que este libro comience con un e nsayo de autocrítica. La sublimidaJ romántica pasa a ser vista como un impúdico des-velo, una insolente maniobra narcisista que agota los canales nutricios cu lturales, una caída sin red inmediata en un mal dionisismo, un residuo parasitario del pasado, espectacular y confesiona l, ilusoriamente maquillado como proyecto de Íuturo pero que, en su estéril pureza, es incapaz de contaminarse con lo real. Así, parece difícil sintelizar el contenido de El nacimiento de la tragedia mejor que con estas palabras: Sobre El m1cimiento de la tragedia: El «Ser» como invención poéLica del que sufre por el devenir. Un libro construido de puras vivencias sobre estados estéticos de placer y displacer, con una mecafísica de artista como celón de fondo. Al mismo tiempo, una confesión romántica; finalmente, una obra juvenil repleta de corajl· juvenil y mdancolía. El que más sufre anhela en lo más profundo la belleza ... la crea 1... J. (KSA, XII, 2 [110J.)

Los filósofos preplat6nicos Bajo este epígrafe nuestra edición también incluye dos ensayos del joven Nietzsche -«La filosofía en la época trágica de los griegos» [FTl y «Continuación según las lecciones manuscritas sobre "Los filósofos preplatónjcos"»- sobre la temática de la A ntigüedad. El primero de los ensayos es redactado durame la primavera de T873 y estaba concebido para leerlo y comentarlo durante tres sesiones con el círculo de Bayreuth. lncluso Nietzsche pidió permiso a Cosima para dedjcárselo. El segundo texto, escrito durante los cursos que sobre este tema

Estudio introductorio

Fnedr1ch Nietzsche, critico de la moral

Nietzsche imparte entre los años 1872 y 1876 en Basilea, arranca con el análisis de la figura de Tales y prosigue con Anaxímenes, Anaximandro, Heráclito, Jenófanes, Parménides, Zenón y, finalmente, Anaxágora~. Se tra~a de una curiosa investigación de tipos humanos en la que Nietzsche introduce una óptica en virtud de la cual la anécdota trata de con~ensar de algún modo el escenario de fuerzas en el que nace el pensamiento. Como ha resaltado de forma muy sugerente Gilles Deleuze: «La .anécdota es en la vida lo que el aforismo en el pensamiento: algo que interpretar. Empédocles y su volcán, ésta es una anécdota de pensador. Lo alto de las cimas y las cavernas, el laberinto; mediodía-medianoche; el elemento aéreo, alcioniano, y también el elemento rarificado de lo subterráneo. A nosotros nos corresponde ir a los lugares más altos, a las horas extremas, donde viven y se alzan las verdades más elevadas, las más profundas. Los lugares del pensamiento son las zonas tr.opicales, frecuentadas por el hombre tropical. No las zonas Lempladas, m el hombre moral, metódico o moderado».'4 ¿Por qué resulta as1m1smo de interés este «prodigioso camino que va de Tales a Sócrates»? En su exigencia de preguntar a Grecia sobre su presente histórico, Nietz~che corrige la óptica histórica para así cuestionar la propia autocomprensión de ese presente, cómodamente instalada en una imagen de Grecia según los cánones de lo que él llama el filisteísmo dominante. La mirada histórica nietzscheana estaba atenta no ya a lo que había tenido éxito, sino a las posibilidades desaparecidas. El cambio de escala hermenéutico propuesto en esta peculiar des-historización y este cambio de cronología constituían una especie de arqueología en la que nueslra cultura, confrontada con la griega, aparecía como decadente en la medida que nuesLra decadencia pertenecía a una historia de la que formaba parte, como momento inicial, esa precisa imagen «clásica». •La fatalidad -reflexiona Nietzsche- quiso que el helenismo más reciente y degenerado haya manifestado el maximum de fuerza histórica. Por esta razón el helenismo más antiguo ha merecido siempre un juicio falso. Es preciso conocer exactamente el más reciente para distinguirlo del más antiguo. Existen muchas posibilidades no descubiertas todavía, p~csto que tampoco los griegos las descubrieron. Los griegos descubrieron otras que después recubrieron.» (KSA, \ ' 111, 20 j 191 J.) Sin duda, este ju1c10 está relacionado con su gran interés por la filosofía presocrática. Un ejemplo de ello lo tenemos en «La filosofía en

1.1 época trágica de los griegos». En esta investigación, «lo que a '\J1etzsche parecía aquí importarle no era transformar una opinión o corregir algunas tesis sobre la historia de Grecia, sino que era más .11nbicioso: le importaba ofrecer una nueva perspectiva, un nuevo punto de vista sobre eso que era el filosofar y su lugar en el seno de la cultura,. •s. Desde su comprensión del fenómeno dionisíaco, en realidad ya abordaba la cuestión de un diagnóstico de la civilización occidental: la victoria del socratismo, del platonismo y del idealismo, extraño paso atrás que mostraba otras voces posibles y, en cierto modo, el difícil camino iniciácico de otro aprendizaje posible. «Con el manuscrito "La filosofía en la época trágica de los griegos" Nietzsche pretendía rendir criburo a unos nuevos maestros que habían surgido ante él ya incluso antes de acceder a la cátedra: los filósofos griegos más antiguos, aquellos a los que él denominaba "los caracteres puros" antenores a Platón.»' 6 De ah! que el ensayo proponga una auténtica modificación de la identidad de un pre-;ente que ya no buscaba canto reconocerse en el pasado cuanto una experiencia de «modificación» por medio de una apertura a la diferencia existente entre los griegos trágicos y nuestra experiencia. Afirma Nietzsche:

LXX

1 •

G. Deleuze, Nicwchc y laftlosofia, ~g). 155-156.

LXXI

Para nosotros, que arrostramos la encruc1¡acgún Nietzsche «el ideal nocivo p01 excellence», Lo ingleses,., enfrascados en la carca de desenmascarar los ideales ...tití donde el orgullo intt.• lectual menos desearía cnco~trarlo .. , '>e nos indica que la gcnealog 1a trnta de desbrozar ua camino realmente histórico. Tampoco parece plausible que la tarea genealógica se identifique con un simple magisterio de la sospecha, una inversión de los valores ideales o un~1 mera Jestrucci6n. La inédita vía histórica que busca Nietz~che no es, desde luego, la Jel «cmpequcñec11n1ento del hombre". M:h bien lo contrario: es ju'ito esla inveterada y cerril orientación la que desea im¡~ugnar su escala ge~ealóg1ca: una dirección curiosamente compa rtida tanto por idealistamo, al hilo de la cons~it_ución ele la «ficción" de la subjetividad moral, surge un nuevo reg1men de poder que separa la potencia virnl, de «lo que puede». Un hecho que, cnlrc otros factores, imposihilit~1 inleresadame~~e para un tipo humano (el «esclavo») la posible gestión ascet1ca del _cuer~~ y el poder, que devienen irrele\antes, y erige así un nuevo lamente pueden compensar ese déficit con una venganza imaginaria • (GM, vol. 11, pág. (>03).

~11111

El resentimiento, además, es una construcción imaginaria, una ficfi6n, que se nutre de la incapacidad de la «acción• de negar; repre'cnta un ficticio «SÍ» que nace de la incapacidad de decir «no• o de reaccionar adecuadamente. Es muy importante destacar ei;ce punto: el esclavo no sabe ni quiere negar una situación de desigualdad de fuerzas, o siquiera reaccionar ante ella. Dicho de otro modo, el 'ingular «desprecio» nietzscheano hacia la figura del esclavo radira en la incapacidad de éste hacia el acto de despreciar. Esto explica la situación del •úlcimo hombre» en el Zaratustra o la incapacitbd de la figura del asno en la misma obra para «decir sí» 1decuadamente. El resentido no es resentido porque guarde algún upo de desprecio hacia ese elemento real que le desborda, sino porque ante esta situación traumática que le perjudica sólo puede negar de otro modo, indirecta, subterráneamente, desde una consrrucción ficticia abocada a salvaguardar su impotencia ante los peligros de un «afuera»: Mu:ntras que toda la moral noble crece de un triunfante decirse •!>Í" a sí mismo, la moral de esclavos dice de antemano •nO• a codo ,.fuera,., a todo lo .dmimo .. , a todo •no yo .. : y este • no,. es su obra creadora. Pre-

XCII

Estudio introducumo

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cisamentc esca invernón de la mirada que pone valores -esta dirección necesaria hacia fuera en ve1 de hacia sí mismo- form:1 parte del resentimiento: para surgir, la moral de e~clavos siempre neces1ra primero un mundo con1rario y exterior; para actu:lr de algun modo neces11.cuall, Madrid, Alianza, 1971. La filosofía en la !poca trágica de los gnegos lrrad. y notas de Luis Fernando Moreno Claro~]. Madrid, Valdemar, 1998. La genealogía de la moral (introducción, trad. }'notas de André\ Sánchez Pascual], Madrid, Alianza, 1972. La ge11ealogfa de la more1l. Un escrito polémico 1trad. y notas de José Mardomingol. r-.ttdrid, Edaf, 2006. Humano, demasiado humano 1 y ll, (tr.1d. de Alfredo Brotom .Muñoz, ineroduccíón de Manuel Barrios Casares!, Madrid, Akal, 1996. Más allá del bien y del mal. Preludio para una filosofía del futuro 1trad. y notas de Carlos Vergaral, MadmJ, Fdaf, 1979. .\-fás allá del bien y del mal [introducción, trad. y notas de André' Sánchez Pascual], Madrid, Alianza, 1983. El 11acimie11to de la tragedia [introducción, trad. y nocas de Andrés Sánchez Pascual], Madrid, Alianza, 1973. F.l nacimiento de la tragedia o. Helemsmo y pesimismo !erad. y notas de Germán Cano), Madrid, B1bl1oteca Nueva, 2007. Nietzsche contra Wagner -contiene F.I caso Wagner y Nietzsche cotltra Wagner-ltrad. de José Luis Arántcgui, prólogo de Begoña Lolol, Madrid, Ediciones Siruela, 2002. Schopenhauer como educador! trad. y notas de Lu1~ Fernando Moreno Claros], Madnd, \'aldcmar, 1999. Sobre la utilidad y el perjuicio de la hutona para la vida {ll intempestiva} !trad. y notas de Germán Cano], Madrid, Biblioteca Nueva, 1999· Sobre verdad y mentira en se11t1do extramoral !trad. Joan Llinares ChoverJ en Nietzsche. Antología [trad. ele Joan Llinares Chover y Germán Meléndez Acuña l. Barcelona. Ediciones Península, 2003.

Poesía completa (1869 1888) [eAl'RANSKI, R., Nietzsche, hiograffa de su pensamie1110, Barcelona, Tusqucts, RC>l>S,

2001.

SAVATf.R, F., Idea de Nietzsche, Barcelona, Arid, 1995. VATTIMO, c., El sujeto y la máscara. Nietzsche y el problema de la l1beraci6n, Barcelona, Península, 1985. ___ , lntroducetón a Ntet-:.sche, Barcelona. Península, 1987. VL RMAL, J. L., La crítica de la meta/inca en Nietzsche, Barcelona, Anthropos, 1987.

EL N ACIMI ENT O DE LA TRAGEDI A O H EL ENI SMO Y PESIMISMO Traducción y notas de GERMÁN CANO

ENSAYO DE AUT OC RfTI CA'

I

cua l sea la cuestión q ue subyace en d fo nJo de este libro prohll'mático, no puede menos de ser una de primera fila y de alto valor excitante, más aún, profundamente personal. Testimonio el arte, y 110 la moral, lo que presenta como la actividad genuinamente mttafísica del hombre; 1 lo largo del propio libro se repite en algunas ocasiones la provo1.1tiva tesis de que la existencia del mundo sólo puede justificarse rnmo un fenómeno estérico. En realidad, todo el libro no reconoce, dufrimiento originado por las contradicciones que se abren paso en su in terior. El mundo, en todo momento la redención lograda de Dios, en cuanto visión eternamente cambiante y eternamente nueva del ser que más sufre, se desgarra y se contradice, que no sabe ren común •arte .. parece mitigar; un antagonismo t¡ue impera hnsta que, final lllcntc, en virtud de un milagroso acto metafísico de la «voluntad hdénica», apa recen fusionados y mediante esta fusión engendra n la obra artística -d H er;l, l''P°'·' de 7.eu~. y luego por d pro-

pio Zl'l1', que recogil1 el fctu clt· la muc:na y lo impl.1111(1 en 'u mu,lo h;l\ta que rnmpl1ú la gestación: de ahí creyeron los anugm>\ que den\'aba el nombre del dio\: dm 11)~.r: el nacido do, vece'; utm~ cum11kr.1b.111 que: prO\cní;i de tito! fl}>Ot: d h1¡u Je Zeus: realmente tcuchaclo que ;tlgunas personas han sido capaces de prolongar durante tres o m;h noches sucesivas regularmt:nte un único y mismo sueño. Estos hechos demuestran Je manerJ palmaria que nues1ro ser más esencial, el hondo substrato común a we '>lmblicamente; se necesita un nuno mundo de símbolos: de entrada, t0 preciso, valga la :inalogía, desmontar piedra a piedra ese primoroso edificio de la cultura apolírlt'a, hasta 1.ntrever los pilares sobre los que st· asienta. Aquí, lo primero que ob'crvamos son las majestuosas figuras de los dioses ollmpicos,\~ erigidas sobre los frontispicios ele dicho edilicio, cuyas hazaña:., representadas en relieves plendor, ;adornan sus frisos. En absoluto Jebe confundirnos el hecho de que la figura de Apolo no descuelle rnmo divinidad singular en medio de las ckm.h, y aparezca privada dd derecho de ocupar la pm1ciém superior. Del mismo impulso enr arnado en Apolo naciú todo ese mundo olímpico; en este sentido es lícito atribuirle la paternidad del mismo. éCuál fue, pues, la enorme necesidad que dio origen a esa sociedad can luminosa de seres olímpicos> Aquel que, albergando en su corazón otra religión, se aproxime a estos dioses olímpicos y busque en ello'> elevación moral o, incluso, espiritualiznción mcorpórea o amorosas mir.idas llenas de piedad, pronto, disgustado y decepcionado, no tcncguir, pese a reconocer que, gracias ,, 'u profunda metafísica de la música, él es el único que pudo tener e n su poder la clave para !>Uperar esta dificultacl decisiva. En me11wna de su espímu y honor, creo haberlo conseguido aquí. Schop como un querer oh-.raculizado (duelo), y siempre como afcc14 pac;1bn o temple inquieto, lo lJllt.' colma la conciencia del cantante:. Junto a c~to, no oh-.t.1ntc, y al mismo tiempo, el cancantc, antt: la visión ele la naturaleza t1ue le rodea, se hace consciente ele su condición de sujeto del conocimiento puro, privado de voluntad, cuyo dil·hoso e imperturbable solaz contrasta desde ese momcnm con el denuedo del -siempre limitado, siempre menesteroso- querer; es propiamente la percepción de este contraste, de ese juego alternante, lo que se expresa en la dimensión total del L1ed y lo que conform.1 en general el estado líneo. En este estado el conocimiento puro se aproxima a nosotros, digámoslo así, a fin de liberarnos del querer y de .su denuedo, y nosotros lo seguimos aun cuando sea sólo por un instante: pues un.1 y otra vez el querer, el recuerdo de nues1ros fmcs personales, nos arrnnca de nuevo de la contemplación serena y, no satisfecho, a su ..,ez nos priva de querer la belleza tlcl entorno circundante que nos es próxima en la que se nos regala la posib1li corno «escenn al borde de un arroyo», o 1111110 «alegre reunión de aldeanos», rodas estas mdicnc1ones no son, .11'1 mismo modo, m