Nellie Campobello

XII FESTIVAL DE CINE D E S A N TA F E D E A N T I O Q U I A MÉXICO IMÁGENES DE LA REVOLUCIÓN DICIEMBRE 7 AL 11 DE 2011

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XII FESTIVAL DE CINE

D E S A N TA F E D E A N T I O Q U I A

MÉXICO IMÁGENES DE LA REVOLUCIÓN DICIEMBRE 7 AL 11 DE 2011

Nellie Campobello, una estampa de la Revolución Rodrigo Pérez G. Ha trasegado con las matemáticas, la literatura y el estudio de la historia política. Escribió y publicó una novela y un libro de cuentos, además de ensayos sobre mujeres escritoras y sobre historia colombiana. En el prólogo a Mis Libros (1960), uno adivina su talante: Si fuera posible escribir estas verdades con puntas de flechas pulidas por las manos cobrizas de comanches en guerra, lo haría, y lo haría solo por el gusto de sentirme en el paisaje donde aún se respira la libertad heredada de nuestros ancestros. Sentí mi primer aliento de libertad un día en que me ahorcajaron en un caballo. Pero no se crea que emprendí la carrera, no, no salí corriendo, simplemente él iba, paso a paso, andando en derredor del patio interior de nuestra vieja casa materna, y llevado de la brida por alguien a quien yo debo de haber querido inmensamente. Aquel paseo, que solo duró unos instantes, me hizo sentir una seguridad casi permanente de bienestar. Capté un aire nuevo, creí haber ido por un mundo desconocido, inmenso y libre. Ni las miradas directas de regaño, ni las opresiones psicológicas, ni la autoridad salvaje, ni las ropas ajustadas, ni nada que obstruyera la acción libre del movimiento físico y mental podría detener el impulso de que yo tuviera la parte de bienestar que me pertenecía. El placer de ir al encuentro de la brisa para tenerla en el aliento me llevaba constantemente a buscar una ventana de escape para mi deseo imperante, y así fue como una mañana de primavera, estando en una huerta exuberante, donde el aire se cortaba pletórico de perfumes por las flores, me escapé de junto a mi mamá y me deslicé a la orilla de un río. Caminé sobre la arena mojada, compacta, y pisándola, rítmicamente, ella me devolvía la forma de los pies, mis pies burbujeantes en agua. Mirándolo todo, de pronto sentí un regocijo tal, que por primera vez, en mi vida de niña, inicié un canto que nacía de todas las partículas de luz que brillaban en los poros de mi piel —canto que le había oído a mamá cuando ella lo tarareaba en sus idas y venidas dentro de nuestro hogar—. En esta ocasión yo canté fuerte, tan alto y prolongado como pude, rápidamente me fui corriendo hasta llegar frente a una peña: la nombraban la Peña del Águila. Desde ese día supe que las canciones heredadas son un refugio inmediato para la tristeza.

7 de noviembre de 1900, Villa Ocampo (Estado de Durango), nació Francisca Moya, alias Nellie Campobello, hija de Rafaela Luna, descendiente de indios comanches. El padre desapareció pronto. En 1908, la familia emigra a Parral, en el estado de Chihuahua. Rafaela trabajaba como empleada doméstica en casas de ingenieros extranjeros contratados por una empresa minera. Hizo pareja con el inglés Ernest Campbell, con quien concibe a su hija Soledad, hermana media de Francisca. Desde muy temprano, las jóvenes hermanas recorrieron sitios de indios y los vieron danzar. Les fascinaba bailar...

Rafaela trabajaba y cantaba a la par con su máquina de coser, “Estaba cantando; siempre que cosía se alegraba. El ruido de la máquina, con su canto de fierros, era en la noche la única verdad de dos seres: Ella cantaba al ritmo de la máquina; una niña de acero entre sus manos, dejándose llevar por Ella y por sus cantos…”. En 1911-1918, la familia vivió en Parral, así que la adolescente Francisca sería testigo de los años oscuros de la Revolución Mexicana: la guerra de guerrillas, con voladuras de trenes en las 108

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1. Dicen que soy brusca, que no sé lo que digo porque vine de allá, que de la montaña oscura. Que soy montaraz…

carrileras, adelantada por Pancho Villa contra los gringos y contra las fuerzas de los gobiernos de turno. Entre 1916-1917, dos veces entran los villistas en Parral. Cuenta Nellie en Las manos de mamá que la madre Rafaela se dedicaba con pasión a ayudar a los soldados, no importaba de qué bando. Alguien le cuestionó, al verla auxiliar heridos villistas: “¿Por qué levantó a esos hombres? ¿No sabía usted que son enemigos?”. Ella respondió: “Míos no lo son, son mis hermanos”. “Pero son unos salvajes. ¿Usted protege a los que asaltan?”. “Para mí ni son hombres siquiera”, dijo ella, muy serena. “Son como niños que necesitaron de mí y les presté ayuda”. Aquel tipo insistía, escribe Nellie Campobello, “en hacerla creer que aquellos hombres eran unas fieras. ¡Como si fueran desconocidos! Eran soldados inmaculados de la revolución. Los bandidos estaban parados allí, gritándole a Mamá, vestidos a la inglesa y con engarces de plata en todo el cuerpo”.

2. Yo sé que vengo de una claridad. Brusca porque miro de frente: Brusca porque soy fuerte. 3. ¡Cuántas cosas dicen porque vine de allá, de un rincón oscuro de la montaña! Mas yo sé que vine de una claridad.

En el norte de México, zonas semidesérticas, las gentes luchaban por tierra, agua, pan y café, dentro de una tradición guerrera indígena. Tierra de caudillos y bandidos sin mucha fe religiosa. En Cartucho: recordar los bandidos del Norte, Susi Wendolín escribe: “Peleaban por no morir de miedo, de hambre, de desolación y abandono. La Revolución Mexicana, herederos de la historia de México… Una llaga todavía con las orillas rojinegras, resecas, y la piel trasquemada en el México que vive la supuesta democratización política y social”. Cartucho consiste en pequeños acontecimientos o momentos de la vida cotidiana en la revolución y es narrado por una niña. De modo que los relatos, brevísimos, carecen de cualquier connotación de afectación, horror, aprobación o censura. La visión de esta niña se inclina a pintar el grito, y hasta la sonrisa, mas no el horror. No hay maniqueísmo moral en Cartucho. La hipérbole que usa Campobello al referirse a estos revolucionarios como “soldados inmaculados de la Revolución” es del libro Las manos de mamá. En Cartucho, se trata de bandidos anónimos a los que nadie podía arrancarles su destino ante la muerte…

En 1919 la familia se trasladó a ciudad Chihuahua. Nellie escribe, Cuando llegamos a una capital: “Las calles de Chihuahua, largas y tristes, nos recibieron abiertas de brazos. Brazos fuertes que devoran (...) Los perfiles de la ciudad hostil nos estremecieron. Las estatuas de bronce dijeron: 'Irreales, váyanse a la montaña'. Y aquellas manos de fierro extendían su brazo: '¡Váyanse!'. Y como son de metal, siguen allí en pie, señalando la montaña”. Las hermanas logran conjurar el Aviso bailando: “Por fin un día nos dieron una función, y voy viendo en el programa nuestros nombres en letra chiquita. Del coraje, no quería salir a bailar… Total, lo hicimos, pero querían que bailáramos ritmos levantándonos las enaguas para que se nos vieran las piernas. Pero yo salí a bailar como lo hace la tehuana, con esa dignidad humilde, no majestuosa, sino la dignidad concentrada del indio”. La madre Rafaela muere en 1922, y en 1923 Francisca y los hermanos, bajo la protección de Mr. Campbell, se van a Ciudad México. Nellie y su hermana practican la danza y Francisca Moya cambia su nombre a Nellie Campobello. En 1929, con el seudónimo “Francisca”, ¡hizo de su nombre original un seudónimo!, publicó un librito de poemas, ¡Yo! He aquí el poema que da título al libro:

Cuatro soldados sin 30-30 Y pasaba todos los días, flaco, mal vestido, era un soldado. Se hizo mi amigo porque un día pensé que si le regalaba unas gorditas de harina haría muy bien. Al otro día, cuando él pasaba al cerro, le ofrecí las gordas; su cuerpo flaco sonrió y sus labios pálidos se elasticaron con un 'yo me llamo Rafael, soy trompeta del cerro de La Iguana'. Apretó la servilleta contra su estómago helado y se fue; parecía por detrás un espantapájaros; me dio risa y pensé que llevaba los pantalones de un muerto (…) Hubo un combate de tres días en Parral; se combatía mucho. 'Traen un muerto —dijeron—, el único que hubo en el cerro de La Iguana'. En una camilla de ramas de álamo pasó frente a mi casa; lo llevaban cuatro soldados. Me quedé sin voz, con los ojos abiertos, sufrí tanto, se lo llevaban, tenía unos balazos, vi su pantalón, hoy sí era el de un muerto.

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Si en su adolescencia Nellie había vivido entre los fragores de la Revolución Mexicana, en sus años de juventud y creación literaria (1925-1940) vivió en medio de un auge cultural sin precedentes en México. Basta apreciar la cantidad de cineastas, artistas y escritores que pulularon en este país anfitrión, inspirados por los ecos de la Revolución: Frida Kahlo y Diego Rivera, Sergei Eisenstein, ¡Viva México!, Antonin Artaud, Malcolm Lowry y D. H. Lawrence, Remedios Varo y Leonora Carrington... En 1930 Nellie encontrará a Lorca en La Habana. Ella evocará años más tarde este encuentro: “En La Habana pude ver a Federico sin apartar mi mirada de la de él. Sus cejas eran, o me lo parecieron, enormes, su cara ancha, sus ojos de moro, bellísima frente; su boca traslucía signos amargos de tragedia constante”. Elena Poniatowska, en Las siete cabritas, afirma que el personaje Jesusa Palancares de su obra, Hasta no verte Jesús mío, tiene una visión mucho más crítica que Nellie Campobello acerca de la Revolución Mexicana, cuando dice: “Creo que fue una guerra a lo pendejo, porque eso de matarse unos a otros, padres contra hijos, hermanos contra hermanos; carrancistas, villistas, zapatistas, todos éramos los mismos pelados y muertos de hambre, pero esas son cosas que, por sabidas, se callan”. Poniatowska: “Nellie va más lejos aún: para ella los que pelean son soldados inmaculados de la Revolución. ¿Inmaculados como la Virgen María? ¡Válgame Dios! ¡Ese inesperado adjetivo nuca lo previeron los revolucionarios! Con él, Nellie revela que ella es la inmaculada, la inocente, la simplista, la crédula, ella la ingenua, la parcial, la cieguita, ella, la niña grande, la soldaderita”. Para Nellie, “los malos son los poderosos, los 'vestidos a la inglesa', y con engarces de plata en todo el cuerpo”.

Soldadera

Son patentes los resultados nefastos de la guerra civil española, de la revolución en México, en Rusia, en Cuba. Sin embargo, no hay que confundir el porvenir de una revolución con el devenir revolucionario de mujeres y hombres entreverados en estos procesos. ¿Que la Revolución Mexicana fue una guerra a lo pendejo, porque luchaban hermanos contra hermanos, todos llevaos? ¿Acaso puede decirse lo mismo de la Guerra Civil Española de 1936-40? Ahí no había otra opción: o estabas con la República o estabas con la Falange. Por supuesto, la figura del guerrero de armas tomar sufre una degradación total en el siglo XX... Es un hecho que Poniatowska se conmovió ante el caso Nellie Campobello y denunció el ninguneo de que fue objeto en México: “Tan es así que durante más de quince años (1983-1998) nadie supo qué ha sido de ella, si estaba viva o muerta (...) Ni siquiera un pedacito de ella quedó”. Concentrándose en la danza, Campobello había dejado de escribir en la década de 1940. Su hermana y su entrañable amigo Martín Luis Guzmán mueren en la década de 1970. Ella pudo vivir años a la sombra porque tenía una aguda conciencia minoritaria, y así menos sola se sentía…, hasta perder el norte, íngrima entre gatos, y sumirse en el olvido narcótico de una vejez cautiva. Campobello había reunido objetos de valor, obras de arte, etc., que serían presa de la ambición de Claudio Niño Fuentes y Cristina Belmont. Ésta había sido alumna de danza de Campobello y se había acercado a Nellie en los años setenta. Nellie permitió a la pareja vivir en los bajos de las instalaciones de la Escuela Nacional de Danza, que ella dirigía, y ellos la secuestrarían hasta llegar a vivir en su casa y hacer uso indiscriminado de sus bienes. La alcoholizaron y sedaron con barbitúricos hasta su muerte. La enterraron en una fosa común, como a Juana Inés de la Cruz y como a Lorca, en 1986. Claudio Niño fue detenido años más tarde de cometido el delito. Cristina Belmont huyó de la justicia ordinaria con buena parte del botín…

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