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MY LIFE

Nadie está preparado para la muerte, por lo general es algo a lo que la mayoría le tememos, pero aún con todo es algo que debe asumirse… puede pasar en cualquier momento y en las maneras menos esperadas; sin embargo hay gente que tiene la oportunidad de reflexionar sobre este tema y de saber cuándo será, esperarla… y sobre todo, decidir qué hacer en el tiempo que aun le queda. Hace unos días me encontré con esta cinta, que es un reflejo claro de una persona ante la realidad de su muerte. “My life” o “Lo mejor de mi vida” es una película estadounidense de 1993 donde nos encontramos a dos grandes del cine: Michael Keaton, Nicole Kidman, en ese momento actores jóvenes que representan un drama cotidiano en el que un matrimonio feliz se topa con una situación muy difícil. Bob Jones es un ejecutivo de éxito al que la vida le va a poner a prueba. Casado con Gail, la felicidad le llega con la noticia del próximo nacimiento de su primer hijo. Pero la alegría se tornará en tristeza cuando, tras unas pruebas médicas, le comunican que padece una grave enfermedad y que quizá no podrá llegar a conocer a su hijo. Bob es un hombre que desde su niñez carga muchos temores y traumas, la cinta de hecho inicia con un trozo de su infancia en la que él se siente defraudado por no lograr conseguir un deseo que con su inocencia de niño le pide a una estrella. Sus aspiraciones lo llevaron a la ciudad y a alejarse de su familia provinciana, se va con un resentimiento que le acompaña toda su vida y que, al enterarse de su enfermedad y tras una batalla interna, trata de resolver, porque sabe que lo único que le queda antes de morir es recuperar el tiempo perdido con su familia. La película tiene una forma narrativa interesante, ya que el protagonista se convierte en un guía de cada escena, va llevando al espectador a hechos pasados y presentes de su vida justamente porque, consciente de que posiblemente no conocerá a su hijo, decide hacer un video que le permita hacerse conocer a su pequeño… porque quiere ser él mismo quien, a través de esta cinta, genere un contacto especial con el futuro bebé. Una de las tantas cosas que la cinta nos refleja, es que nadie está preparado para saber que la vida se le acaba, y que es lamentable que, hasta ese momento, se empiecen a valorar cosas que antes no se hacía. En un intento por curarse, Bob se acerca a un hombre que le dice que la base de su cura física es empezar por curar su alma, por sacar de sí mismo el dolor, el rencor… y esa breve apertura le da la posibilidad de vivir un poco más para ver a su hijo… para tenerle entre sus brazos…Una película ya de muchos años, pero que impacta por una realidad tan común… Cuántas veces gastamos nuestras vidas en luchas innecesarias?? Qué es lo que realmente importa? Qué es lo que nos hace felices??.

Una bella pieza cinematográfica que nos pone en un dilema interesante, que abre nuestros más profundos sentimientos… con un final ya anunciado desde el inicio, pero con el mensaje de que debemos dar a nuestra vida el valor que merece. Un joven y exitoso profesional de las Relaciones Públicas en Los Angeles Bob Jones(Michael Keaton), es informado de que en pocos meses, merced a una enfermedad incurable (cáncer) , dejará de existir. Paradójicamente, su bella y solidaria mujer Gail, (Nicole Kidman) se encuentra en proceso de gestación para, en pocos meses, dar a luz al primer hijo de la pareja. Con mesura, sensibilidad y gran empatía, Bruce Joel Rubin, cineasta y guionista del film, hace al espectador acompañar a Bob y a su mujer en este difícil y aleccionador tránsito que, con la más que oportuna y sabia intervención de un médico tradicional chino Mr. Ho(Haing S. Ngoe), invita a Bob a enfrentarse, confrontarse y a aceptar que su aparente felicidad y éxito no son sino la máscara de una persona dolida que trae muchos nudos interiores y es un verdadero desconocido, tanto para sí, como para su familia y gente cercana. Atiende, entiende, comprende, resuelve y, aún a tiempo, da forma a un inapreciable legado de amor y entereza que lo reconcilia con la vida y consigo mismo. Quizá una frase del film lo resume todo: “Es duro aprender de la vida a través de la muerte”. Comentario personal y relación con la materia de intervención en pacientes terminales En la película se observa como la vida cambia de un momento a otro y de cómo la muerte puede tocar nuestra puerta en cualquier momento, se aprecia a un protagonista completamente ensimismado en sus cosas y de una relación inexistente con su familia. El tiene que tener un diagnostico terminal para querer profundizar sobre cuestiones personales en su vida y se da cuenta de que su vida es más vacía de lo que cree. Desde que es niño quiere estar en todos lados menos su casa, fantasea que hay una feria atrás de su jardín y sueña con salir de Detroit, entre otras muchas cosas, Se puede apreciar que es una persona que no se abre con las personas ya que al estar grabando un video para su hijo de cómo era su padre nadie puede describir ni siquiera un 50% de el. En cuanto se entera de su enfermedad cae en una negación, en una impotencia y un enojo muy marcado pero después viene la aceptación, estos son generalmente los procesos en los que cae un paciente terminal siendo de gran ayuda su esposa, ya que el apoyo y el amor que le da es muy grande y incondicional siendo una especie de soporte y de esperanza a acabar su vida de la mejor forma posible. Bob recurre a un medico de medicina alternativa en la que recibe muchísima ayuda, no para curarse del cáncer sino para curar su alma. En primera estancia Bob se burla pero algo en el cambia por completo después de esa primera visita ya que el medico oriental le dice que guarda demasiado rencor y que eso es realmente lo que esta envenenando su alma haciendo que haga un examen de conciencia y vaya cambiando su comportamiento y la percepción que tiene con el mundo.

Este medico oriental en mi opinión hace la labor de psicólogo ya que hace que el paciente tome conciencia de su enfermedad y hace que el paciente quiera terminar su vida de la mejor forma posible. Un aspecto que quisiera mencionar es la parte en la que llegan sus padres y hermano a visitarlo a su casa y le cumplen su fantasía de cuando era niño con el circo en la parte de atrás de su jardín. Por un momento se olvida de su realidad y disfruta al máximo de ese momento. Bob en los últimos momentos de su vida va cerrando ciclos y va luchando para solo ver a su hijo vivo y cargarlo ya que esa era la mayor ilusión de el y se aprecia de cómo los médicos hacen un plan para mantenerlo con vida de una forma decorable para que esto se lleve a cabo. Esta es una película en la cual nos hace caer en conciencia de cómo la vida cambia en un momento a otro y nos señala aspectos específicos para entender más a la medicina paliativa y de cual es su función.

Lo mejor de mi vida (My Life), Estados Unidos, 1993, de Bruce Joel Rubin. El venturoso tránsito hacia una muerte anunciada por Luis Arrieta Erdozain “Vivir la muerte como acción consiste en escoger de modo sabio y tolerante el envejecimiento y la enfermedad, mensajeros de nuestra condición efímera y pasajera. Rahner habla del morir como acto libre, en tanto que la muerte „es el fin de ese morir continuo que sucede en la vida‟ y „morimos a lo largo de la vida hasta el fin del morir‟. En otras palabras, el ser humano perece parcialmente „en cada acción libre en que el hombre dispone de la totalidad de su persona‟ (…) Más aún, como la libertad humana es siempre limitada, situada en condiciones que no siempre escogió, Rhaner ve precisamente ante la muerte un supremo acto de libertad como „disponibilidad‟ radical, cuando el hombre se despoja de todo y el mismo sujeto de la libertad desaparece (…) La muerte no es una realidad al margen de la vida, como un evento terminal, sino que es el centro de la vida misma: su sombra se proyecta sobre el entero curso de la vida”. María Julia Cuetos en NotiCUC, año 7, No. 4, en la edición correspondiente a noviembre del 2006, pp.1-2, 7-8. Lo mejor de mi vida (My Life, 1993), opera prima y único film dirigido por Bruce Joel Rubin a la fecha, quien se ha desarrollado como guionista (lo es, también, de la película que nos ocupa) es, sin duda, un film de gran y profunda veta que no sólo impacta, sino que invita a la reflexión personal. Como bien se sabe (aunque muchos prefieren tener dicho conocimiento no muy presente, o no tan seguido), la Muerte es la única certeza inobjetable que tiene cada ser humano desde que nace: la propia muerte que, en un lapso más breve o luengo, irremisiblemente habrá de producirse algún día, en algún momento y lugar, la mayor parte de las veces desconocidos para quien habrá de vivirla (ciertamente, por paradójico que suene, lo último que habremos de vivir es nuestra propia muerte). Algunos escritores y filósofos han apuntado que, luego de nacer, se muere un poco ya desde ese instante y cada vez más. Cada cual tiene su tiempo para ser y existir en el modo único que conocemos y, cumplido el plazo, será inconmutable la hora de nuestra hora. En esta realidad propia de nuestra humana condición mortal, se

detiene Lo mejor de mi vida y, para facilitar el involucramiento en la vida del protagonista, Bruce Joel Rubin, ofrece detalle de lo sucedido treinta años antes de lo que serán los últimos meses de vida de Bob Jones (en pantalla se precisa: “Detroit, Michigan, 1963” y la película tiene por año de realización 1993, lo cual contribuye a la verosimilitud del relato. Otro detalle interesante es que el propio cineasta nació en Detroit, Michigan en 1943). Bob niño es inteligente y con chispa, aunque retraído y fantasioso; se frustra cuando sus deseos no se cumplen o la respuesta de su familia no es como la que espera. De hecho, no se siente muy orgulloso de esta última. Él llega a externar que: “No se puede confiar en muchas cosas en el mundo”. Buena parte de su tiempo libre se la pasa encerrado en el sótano de la casa con sus muñecos y juguetes y, cuando tiene más edad, a la primera oportunidad, abandona Detroit y se desplaza a Los Angeles para iniciar una vida que busca sea una suerte de borrón y cuenta nueva a lo que ha sido su existencia hasta la fecha. En este intento de cercenamiento de lo que ha sido, alcanza un relativo éxito, pues en solo diez años posiciona a R. A. Jones, Inc. Public Relations entre las diez mejores agencias de su tipo en la cosmopolita urbe angelina. Sin embargo, hay fisuras que son detectadas por otros de sus colegas. En una entrevista que le hacen a uno de sus colaboradores para una pieza testimonial que se desarrolla para su firma, creyendo que la cámara no está en funcionamiento, comenta off the record al videoasta a cargo que, a la par que reconoce que Bob (Michael Keaton) es encantador, ingenioso, simpático y muy poderoso, confiesa que: “Bueno, no lo conozco realmente. Es más, no sé si alguien lo conozca realmente …ni siquiera se apellida Jones, sino Ivanovich”, para luego aludir a que las cartas credenciales de estudios que refiere sobre haber cursado carrera en una prestigiada universidad norteamericana son parciales en su verdad, pues sólo estudió ahí un par de semestres … Jones conoce accidentalmente este testimonio que se constituye en el primer desmoronamiento de su aparentemente invulnerable fachada. Algo por dentro le dice que no se conoce a sí mismo, que ha venido representando una vida “de a mentiritas” con una y otra máscara sobre su rostro, situación favorecida por su oficio de publirrelacionista. En estas anda cuando, por un lado, se le informa que tiene un cáncer que, a pesar de distintos tratamientos, no sólo no cede, sino que acorta su vida a unos pocos meses más; por otro, se confirma que, también en pocos meses, nacerá su primogénito. La madeja de circunstancias capitales, aunada a la brevedad del tiempo disponible para actuar, llevan a Bob del conocimiento a la negación, de la impotencia, al enojo y de ahí a la aceptación, proceso en el cual cuenta con el solidario y amoroso apoyo de Gail, su mujer (Nicole Kidman). En la búsqueda de soluciones para evitar o postergar en lo posible el deceso anunciado, es ella quien lo invita a hacer la prueba con medicina alternativa oriental, llevándolo con el Señor Ho (Haing S. Ngoe), cuyo consultorio y proceso para la atención de sus pacientes es la antítesis de las prácticas que han hecho exitoso a Jones: se tienen que subir escaleras y no un elevador para llegar a donde atiende; el inmueble está descuidadón; la atención al paciente no es por cita a determinada hora sino conforme van llegando; además, Mr. Ho no se vale de estudios y fármacos, sino de un manejo tipo Reiki para identificar posibles causales del mal que aqueja al enfermo, ir elaborando su historia clínica y ofrecer tanto su diagnóstico como la terapia que recomienda seguir (en todo ello, escalofriantemente acertado). Al término de la consulta, Ho le dice a su paciente: “Guarda demasiado rencor; eso lo envenena. Puede despojarse de su temor; no tiene fe”. Aunque sale del lugar burlándose, Bob Jones ha experimentado algo profundo en su interior que lo hará regresar varias veces más en lo futuro. A partir de otras conversaciones con Gail, parece claro que Bob se encerró tanto en sí mismo que, en su decisión por bloquear recuerdos, vivencias y afectos de su etapa pre-angelina, se autoblindó (incluidas su conciencia y memoria), en su afán por lograr ser quien supone que quiere ser. Sin embargo, tras aparentemente lograrlo, su entusiasmo es vano pues está muy lejos de ser sí mismo, de contactarse y aún de estar en verdadera sintonía con su propia mujer, su mejor aliada en los años recientes y hasta el momento. En nueva sesión con el sabio médico chino, se produce este diálogo esclarecedor: -“Casarse con la bondad no basta; debe encontrarla en sí mismo (…) Su ira es muy profunda y muy antigua …

Sólo escuche su corazón. Si usted lo escuchara, no me necesitaría. Su corazón le está gritando:¡ perdona! -“¿Perdonar a quién? No tengo a quién perdonar … Y sí: Bob había sido un creyente que se había sentido muchas veces decepcionado conforme a su entender, por lo que había decidido después dejar de creer y sentir-sentirse, optando por convertirse en un creador de toda suerte de ilusiones, muchas de ellas huecas (de ahí su éxito profesional). En el intenso proceso que sucede a estas revelaciones sobre sí que tiene bloqueadas, Bob inicia la reconstrucción de su pasado con una visita a sus padres y tíos en la ciudad a la que, quizá hasta había jurado, no regresaría jamás, a propósito de una invitación (que no pensaba aceptar antes) para asistir a la boda de su hermano menor Paul (Bradley Whitford). Lo hace acompañado de Gail y de una cámara de video que no lo abandonará en buena parte del film. Vale la pena destacar desde ahora que este recurso (el de mostrar imágenes de la cámara de video, intercaladas con las de la película propiamente dicha, en ambos casos perfectamente distinguibles, refuerza el carácter testimonial y de cualidad existencial emprendido por Bruce Joel Rubin). Luego de saludar a su tía Sofía (en la vida real, Mamá del director de la película), pregunta a Bill Ivanovich (Michael Constantine) y a Rose (Rebecca School), sus padres, cómo era él mismo –Bob- de niño (aquí, la referencia a The Big Fish de Tim Burton, muy posterior, resulta inevitable, en lo tocante al encontronazo hijo “exitoso”-familia). Ellos le dicen que, cuando tenía diez años, se desaparecía horas enteras en el sótano para jugar con sus trenes. Su Papá apunta: -“Nunca te veíamos. -“Por qué? ¿Qué era lo que pasaba? -“Pues es que, para entonces … te avergonzabas de nosotros. Nos ocultabas todo. No traías a tus amigos a casa. Una vez, tu Mamá fue a la escuela a ver a tu maestra … y tú fingiste no conocerla. ¡Desconocer a tu propia madre! Estuvo llorando dos días. -“¿Qué piensas? ¿Por qué crees que hice eso? -“Creo que tu hijo (por nacer) debe saber que su padre se sentía superior a su familia;y que a la primera oportunidad huyó, se cambió de apellido y ya nunca volvió … Cambias todo; huyes de todo. -“¿Sabes? Nunca huí. Me fui. ¿Sabes por qué? Quería hacer mi vida. -“¿No podías hacer tu vida con tu familia? Si no fuera por tu esposa y sus llamadas, estarías muerto para nosotros. Es la verdad. -“¿Qué quieren? ¿Que llame para oír lo mismo una y otra vez? ¿Para qué? ¿Qué ser racional lo haría? -“Quien ama a su familia, la llama. -“A mí no me hables de amor. Me fui hace diez años a Los Angeles y no han ido una sola vez. No conocen mi negocio, ni la vida que llevo. Así que no me hables de amor”. Tras este intenso diálogo y otro más que sostiene con su hermano Paul la víspera de su boda, cede poco a poco el orgullo de Bob, lo que le hace advertir que ha sido injusto con quienes más lo han amado. Ello le lleva a un proceso de reconciliación consigo mismo y con los demás, dando diafanidad y posibilidad de ventilación a sus sentimientos reales –ya no más maquillados-, atreviéndose y viviendo algunas cosas que antes lo atoraron (el circo en el traspatio de su casa, subirse a la montaña rusa, así como el deseo que lanza al universo –ahora sí cumplido-, en el sentido de poder vivir lo suficiente para conocer a su hijo …). Ocurre como con la frase de un archivo electrónico que conocí hace poco y a la postre resultó de broma, cuyo enunciado inicial dice: “El camino para conseguir la paz interior reside en finalizar las cosas que has comenzado”. Bob, ciertamente, va más allá, tras conocer por un ultrasonido que le practican a Gail que el hijo que esperan será varón. Desde entonces y hasta que su salud se lo permite, se empeña en dar vida a un amplio, variado y simpático legado de afecto y amor para su chaval, como una forma de presencia virtual, toda vez que la real muy en breve se extinguirá. Es su Utopía, como aquella a la que canta Serrat en su canción de título homónimo: “Sin utopía, la vida sería sólo un ensayo para la muerte”.

El Budismo Zen identifica la vida en su conjunto como una preparación para esa culminación existencial que es la muerte como tal. Y bien considerado este precepto, tiene su mucho de verdad, porque entonces se puede llegar a ese momento terminal con sosiego, paz y hasta la alegría de haber vivido una existencia útil y conveniente –para sí y los demás-, cada vez más liberada de la esclavitud de los apegos. Quizá por ello, en las sociedades contemporáneas consagradas al mero halago y consentimiento de los sentidos, a la satisfacción inmediata y al abandono de valores e ideales, a la muerte se le oculta, se le confina en grandes edificios llamados instituciones de salud, se habla poco de ella, y muchas veces se extiende innecesariamente el trecho de vida del que se va con aparatos y fármacos, con lo que logran médicos, la voraz industria farmacéutica y hospitales una última –y por demás cuantiosa- aportación económica, de su afligida familia o de las compañías de seguros: todo muy fría y asépticamente calculado. En Lo Mejor de mi vida es por demás afortunado el tratamiento que se da cuando el médico a cargo de Bob le sugiere que el tiempo que le reste lo pase en casa y no confinado en la cama de algún nosocomio. Desde la perspectiva tanatológica, resulta lo mejor, lo más acertado, pues favorece el reencuentro de afectos, la liberación de nudos interiores, del atenuamiento de fricciones que se convirtieron en traumas y cicatrices, con espacios suficientes para despedirse de sus cercanos, así como llegar al final del camino con una cosecha de amor y un legado que trasciende la vida (los videos que hace para su hijo, en forma análoga a como el señor Watanabe de Vivir de Kurosawa muere en paz, con el parque que logra se erija en lo que era un lodazal, en beneficio de los niños pobres de la zona en que se asienta y sus familias). Como se apunta, a modo de asertiva conclusión en el film: “Es duro aprender de la vida a través de la muerte”. Pero también un Don atender, entender, comprender y, de este modo, lograr trascender con señorío, cuando aún hay tiempo –por breve que éste sea- … cuando aún, pues, es oportuno. FICHA TÉCNICA. Lo mejor de vida (My Life). Estados Unidos, 1993. Dirección: Bruce Joel Rubin; Guión: Bruce Joel Rubin; Fotografía en color: Peter James; Música: John Barry; Edición: Richard Chew;Con: Michael Keaton (Bob Jones), Nicole Kidman (Gail Jones), Bradley Whitford (Paul Ivanovich), Queen Latifah (Theresa), Michael Constantine (Billy Ivanovich), Mark Lowental (Dr. Hills), Rebecca School (Rose), Haing S. Ngoe (Mr. Ho), Danny Rimmer (Bob joven), así como Andrew y Brian Camuccio (Brian bebé), entre otros. Duración: 116 minutos. APUNTE BIOGRÁFICO DEL REALIZADOR.