Muy Interesante Historia 011 - Enero 2017 - Grandes Fraudes PDF

sumario 10 asombrosos 4 Apariencias impostores y embaucadores Suplantadores de identidad, estafadores, timadores... En

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sumario

10 asombrosos 4 Apariencias

impostores y embaucadores Suplantadores de identidad, estafadores, timadores... En la Historia ha habido muchos personajes fraudulentos, pero en algunos la desfachatez y su ingenio los llevó a sobrepasar límites, como los 10 que hemos seleccionado.

que engañan El embuste y la falsificación han formado parte del engranaje con que la humanidad ha fraguado la Historia. Muchos personajes han usado su ingenio y descaro para engañar a otros.

Dorothy Lawrence

Arnaud du Tilh

10 Antigüedades falsas Algunos “tesoros arqueológicos” han llegado a museos a través de estafas, pero métodos de investigación avanzados han podido revelar algunos datos falsos.

Victor Lustig

Cassie Chadwick

Dorothy Lawrence 50 Arnaud du Tilh 51 Victor Lustig 52 Cassie Chadwick 53 Christophe Rocancourt 54

Christophe Rocancourt

Ferdinand Demara

Deacon Brodie

Nerón redivivo

Charles de Beaumont

Ferdinand Demara 55 Deacon Brodie 56 Wilhelm Voigt 57 Nerón redivivo 58 Charles de Beaumont 59

Wilhelm Voigt

18 Coronas

de papel Inglaterra, Francia, Portugal, Albania, Rusia... Hubo farsantes que intentaron hacerse pasar por reyes para ocupar tronos que no les pertenecían.

42 Curiosidades

26 Engaños en el cine

La obrera que quería ser una Romanov; el puente de Brooklyn, ¡a la venta!; un entierro marciano; la foto que engañó al mundo...

En este subgénero de la pantalla grande desfilan ladrones de guante blanco, mujeres de doble filo, abogados sin escrúpulos, hampones de todo tipo, etc. muyinteresante.com.mx

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sumario 36 Las mil caras

del espía

Un impostor muy singular es el informante: un miembro de los servicios secretos de algún país que se infiltra en las líneas enemigas o un intrigante que actúa por su propia cuenta.

Editorial José Alberto Sánchez Montiel Chief Content Officer

78 Toma el dinero

y corre

El ansia de riqueza ha sido aprovechada por ingeniosos personajes carentes de escrúpulos que han engañado a no pocos incautos.

En el mundo de la plástica y las bellas artes las imitaciones son tan antiguas como la propia historia de estas manifestaciones culturales. Y muchos artistas se han pasado al ‘lado oscuro’ porque en ocasiones es más rentable.

Sarai J. Rangel Reyes Redactora Alberto Calva Corrector de Estilo Arte Manuel Arrubarrena Luna Coordinador de Arte

Marketing Diana Bonardel Directora General de Agencia Finanzas Oziel Fontecha Director de Administración y Finanzas Licencia Gruner + Jahr AG & Co KG / GYJ España Ediciones S.L. S. EN C Circulación César Jacques Cuevas Coordinador de Circulación Producción María Refugio Michel García Directora de producción Relaciones Públicas Ana Sofía Pishas Gerente

Digital Fernanda Castro Vázquez Editora Online Ana Karen Vargas Espinosa Community Manager

TELEVISA PUBLISHING INTERNATIONAL Porfirio Sánchez Galindo Director General Mauricio Arnal Director General de Administración y Finanzas

LA REVISTA MENSUAL PARA SABER MÁS DE TODO Suscripciones 5265-0990 (desde el DF y área metropolitana) y 01 800 849-9970 (del interior, sin costo). En Internet: www.tususcripcion.com Atención a clientes 5261-2701 Interior de la República 01800 711 2633

92 Guía de lugares Praga, Rodas, Los Ángeles, Tohoku... han sido escenario de famosos fraudes y hechos de la Historia: ¿estaba tan loca la reina Juana I de Castilla?

© MUY INTERESANTE HISTORIA. Marca Registrada. Año III N° 11. Fecha de publicación: 09-01-2017. Revista bimestral, editada y publicada por EDITORIAL GyJ TELEVISA, S.A. DE C.V., Av. Vasco de Quiroga N° 2000, Edificio E, Col. Santa Fe, Del. Alvaro Obregón, C.P. 01210, México, D.F., tel. 52-61-26-00, mediante convenio con GRUPO TELEVISA, S.A. Contenido licenciado por GRUNER+JAHR AG & Co KG / GYJ ESPAÑA EDICIONES, S.L. S. EN C. bajo los derechos exclusivos de EDITORIAL GYJ TELEVISA, S.A. DE C.V. Editor responsable: Porfirio Sánchez Galindo. Número de Certificado de Reserva de derechos al uso exclusivo del Título MUY INTERESANTE HISTORIA: 04-2015-030213083500-102 de fecha 02 de marzo de 2015, ante el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Certificado de Licitud y Contenido en No. 16611 de fecha 25 de noviembre de 2016 ambos con expediente No. CCPRI/3/ TC/15/20545 ante la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas. Distribuidor exclusivo en México: Distribuidora Intermex S.A. de C.V., Lucio Blanco N° 435, Azcapotzalco, C.P. 02400, México D.F. Tel. 52-30-95-00. Distribución en zona metropolitana: Unión de Expendedores y Voceadores de los Periódicos de México A.C., Barcelona N° 25, Col. Juárez, México D.F. Tel. 55-91-14-00. ATENCIÓN A CLIENTES: a toda la Republica Mexicana Tel. 01 800 REVISTA (7384782). Impresa por: Reproducciones Fotomecánicas, S.A. de C.V. Durazno No. 1 Esquina Ejido, Col. Las Peritas, Tepepan Xochimilco, México, D.F. CP 16010. Tel 5334-1750

en tela de juicio

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Gerardo Sifuentes Coordinador Editorial

Colaboradores Adriana Palma Salinas (Diseño) Luis Felipe Brice Mondragón Adriana Cataño Vergara

72 Victorias

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Ernesto Sánchez Castaneda Director comercial

Portada José Antonio Díaz de León Fotoarte

fue el autor?

Con su profesionalización, el deporte pasó a formar parte de un negocio que acarreó la regularización de conductas fraudulentas como el dopaje.

Francisco Villaseñor Director Editorial

Lilia Díaz Pompa Asistente Editorial

84 El arte de falsificar

No han sido pocas las tretas –a veces ingeniosas– para hacer pasar por auténticos textos que no lo eran. Los autores de algunos de estos engaños acabaron en la cárcel.

Óscar Gaona Lozano Director comercial

Mary Hurtado Ramos Coordinadora de Operaciones

Los exvotos y otras piezas “sagradas” siguen despertando la devoción de millones de creyentes. Pero ¿cuál es su verdadero origen?

66 ¿Quién

Jorge Morett Chief Print Officer

Carlos E. Balan Lara Diseñador

60 El negocio de la fe

Ventas Marielos Rodríguez Directora General de Ventas

EDITORIAL GyJ TELEVISA S.A. DE C.V. investiga sobre la seriedad de sus anunciantes, pero no se responsabiliza con las ofertas relacionadas por los mismos. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial del contenido e imágenes de la publicación sin previa autorización de Editorial Televisa, S.A. de C.V. IMPRESA EN MÉXICO - PRINTED IN MEXICO. TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS. ALL RIGHTS RESERVED. © Copyright 2017

96 Días clave En abril de 1988 se desató un escándalo que pondría a todo el futbol mexicano dos años fuera de las canchas internacionales: el engaño de los ‘cachirules’.

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Fraudes de todos los tiempos

Apariencias que engañan El embuste y la falsificación forman parte del engranaje con que la humanidad ha fraguado la Historia. Los ha habido de todo tipo: voluntarios e involuntarios, inocentes y letales. Por Juan Eslava Galán

H

Dar gato por liebre Si se acude a uno de los múltiples mercados dominicales que afloran por las plazas y ramblas de cualquier ciudad de España, por unos cuantos euros es posible regresar a casa como propietario de un flamante denario de plata, la moneda acuñada en tiempos de Cristo; incluso se puede soñar que es una de las 30 con que se pagó la traición de Judas. Ha dormido el sueño de los justos durante 2,000 años en espera de que una anónima mano la rescatara de la tierra y la hiciera llegar a su bolsillo. Eso es lo que el comprador cree. En realidad esa moneda, que parece mostrar los rastros del tiempo, fue acuñada anteayer a pocos metros de donde se le adquirió. ¿Un fraude numismático? Por supuesto. El denario es concienzudamente falso. Ha habido timo pero,

Malos con cara de malo. Las teorías del criminólogo italiano Cesare Lombroso (1835-1909) fueron dogma de fe a finales del siglo XIX, pero su base científica es nula. Según él, el aspecto físico de las personas determinaba su propensión al crimen. Esta involuntariamente fraudulenta tesis se refleja en el curiosísimo Museo Lombroso de Antropología Criminal, en Turín, del que vemos en la foto de la izquierda un “equipo para delinquir”. Aquí, retratos en cera de criminales ejecutados, obra de Lorenzo Tenchini, discípulo de Lombroso.

FOTO: GETTY IMAGES

ace 50 años, tal vez más, se divulgó entre el medio gastronómico la excelencia de un plato popular español, el “guisado de rabo de toro”, el cual era servido en las tabernas del barrio del matadero de Córdoba. Hoy el rabo de toro es tan solicitado que, como la fiesta nacional –las ferias taurinas–, no da abasto para producir tantos rabos, algunos mesoneros compasivos han comenzado a elaborar la receta con pescuezo de avestruz. Pero como tampoco hay suficientes pescuezos de avestruz para cubrir la demanda, ya han comenzado a servir colas de canguro; o sea, el sustituto del sustituto. ¿Un fraude alimentario? Por supuesto.

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En nombre de la ciencia. Los científicos más serios y rigurosos tampoco han sido ajenos a las “pequeñas trampas” para obtener el éxito en sus investigaciones. Por ejemplo, Gregor Mendel, descubridor de las leyes genéticas que llevan su nombre (arriba, timbre postal conmemorativo), trucó algunos de sus experimentos para que confirmaran sus hipótesis previas.

por si sirve de consuelo, en grandes colecciones avaladas por prestigiosos peritos numismáticos también se deslizan monedas falsas. Puestos a hablar de fraudes, debemos distinguir entre los propiamente dichos (en los que prevalece la intencionalidad de engañar) y los involuntarios. Esta distinción atañe principalmente a cualquier disciplina científica. Como fraude involuntario podemos considerar las doctrinas del criminólogo italiano Cesare Lombroso sobre la relación entre el aspecto físico de las personas y su propensión a la delincuencia. A finales del siglo XIX las conclusiones de Lombroso eran aceptadas como dogma de fe, y si un sujeto tenía cierto parecido con Jack Palance (busque el lector en Google el rostro del memorable actor estadounidense), portaba la evidencia para que cualquier policía descargara sobre él su tolete con sólo verlo. Como fraude voluntario citaremos

Una verdad oculta por mentiras. En la colina del Albaicín de Granada (arriba, una vista panorámica) existió antes una próspera ciudad romana, Ilíberis. Pero el arqueólogo Juan de Flores, queriendo darle mayor magnitud de la que realmente tuvo, falsificó restos y así echó por tierra ante la opinión pública la autenticidad del hallazgo.

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el de otro científico de este tiempo: el padre Gregor Mendel, autor de las famosas leyes genéticas, trucaba al parecer algunos de sus experimentos para que sin margen de error confirmaran sus hipótesis. El fraude está a la orden del día. Forma parte del engranaje con el que la humanidad fragua su historia e incluso la intrahistoria, la menudencia de la vida cotidiana. No quisiéramos resultar demasiado solemnes pero, con la mano en el corazón, díganos, estimado lector, si usted mismo no ha cometido alguna vez algún fraude. Todos cometemos fraudes, es decir, engaños. ¿Quién no ha fingido ser mejor de lo que es –o simplemente diferente– durante el cortejo cuando, rebasado por los sentimientos, intenta conquistar a la persona amada? Después, cuando la relación se afianza, especialmente si media matrimonio, el defraudador baja la guardia y se expone a la cruda luz de la verdad: no era tan encantador como parecía en un inicio. Por eso abundan tanto los divorcios. En las páginas que conforman este Muy Historia vamos a encontrar un completo catálogo de fraudes y engaños perpetrados en los más distintos órdenes de la vida. Fraudes sonados, como el de seis millonarios estadounidenses que en 1911 pagaron una fortuna por sendas Giocondas, convencido cada cual de que la suya era la buena, la robada meses antes en el Louvre. Los cuadros eran, en realidad, excelentes copias del famoso retrato ejecutadas por el hábil falsificador Yves Chaudron.

Fraudes que alteran la Historia Desde que el mundo es mundo ha generado y genera fraudes en todo lo humano, y no digamos ya en lo divino: un fraude medieval, el de la Sábana Santa, ha dado origen a una ciencia, la sindono-

FOTOS: LGETTY IMAGES; EFE

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da por sabida olvidando que allí, en la colina del Albaicín, existió antes la próspera ciudad romana de Ilíberis. El responsable de este olvido fue Juan de Flores y Oddouz, el arqueólogo ilustrado (y fraudulento) que falsificó piezas para atribuirle a Granada un glorioso pasado romano, provocando el descrédito sobre los descubrimientos reales que se registraban. Más famoso, si cabe, es el fraude granadino de los plomos del Sacromonte, que puso a estos libros al mismo nivel que los Evangelios, un fallido intento de los moriscos, deseosos de conciliar el cristianismo y el islam. Leonardo da Vinci fue robado del Museo del Louvre el 21 de agosto de 1911. Felizmente, fue recuperado en 1913 y hoy todos podemos admirarlo, pero en el tiempo en que estuvo en paradero desconocido dio lugar a un fraude de altos vuelos: el falsificador Yves Chaudron vendió (como si fueran la auténtica Mona Lisa robada, arriba a la derecha) seis copias a seis incautos –y codiciosos– millonarios estadounidenses... a cambio de una fortuna.

logía, sostenida por una secta constructiva (o sea, no destructiva): la de los sindonólogos, que no se da por vencida en su empeño de demostrar con pruebas científicas algo tan indemostrable como la milagrosa resurrección de Cristo. Existen fraudes inocentes, como el antedicho, y otros letales, como los derivados de la labor de los espías, que determinan en ocasiones el resultado de una guerra más incluso que los propios ejércitos en contienda. Tenemos el caso del español Juan Pujol, alias Garbo, el agente al servicio de Inglaterra que engañó a los alemanes sobre el desembarco aliado en Europa. O el de Richard Sorge, quien advirtió a Stalin sobre la fecha en que los alemanes atacarían a la Unión Soviética. A veces un fraude sonado puede incluso alterar la percepción de la Historia. Es lo que ocurrió con Granada, cuya fundación islámica todo el mundo 8

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La falsedad no entiende de épocas Igualmente fraudulentas son las decenas de inscripciones fenicias egeas, cretenses, protogriegas, cananeas, celtas, libias, egipcias, etruscas, griegas y romanas que son ‘descubiertas’ en América, obra de falsificadores empeñados en probar exploraciones precolombinas. La denominada arqueología alternativa ha producido un caudal de fraudes en los que está por demostrarse la participación del investigador J.J. Benítez, feliz propietario de un anillo de probable origen extraterrestre, si no atlante. Abundando en los fabricantes de fraudes encontramos algunos que son, ellos mismos, un fraude, porque su mentira se extiende a toda una vida: Dimitri I, que se hizo pasar por hijo del zar Iván el Terrible y logró el trono de Rusia; Gabriel Espinosa, el pastelero de Madrigal que suplantó la personalidad del desaparecido rey Sebastián I de Portugal y terminó en el patíbulo; la falsa duquesa Anastasia, hija del zar Nicolás II supuestamente salvada de la matanza de la familia imperial en 1917; el falso chamán y charlatán Carlos Castaneda, que embaucó a una generación de alocados practicantes de sus pases mágicos.

FOTOS: LGETTY IMAGES

Giocondas para dar y tomar. El célebre cuadro de

Otros fraudes son obra de bromistas, como el cráneo de Piltdown, en el que anduvieron implicados el escritor Arthur Conan Doyle y el prestigiado paleoantropólogo y jesuita Teilhard de Chardin. Y sin salir de la orden ignaciana, otro jesuita, el padre Jerónimo Román de la Higuera, falsificó en el siglo XVII unos presuntos cronicones romanos de Flavio Dextro y otros autores, a partir de los cuales muchos pueblos de España cimentaron su ilusoria estirpe romana. Tendemos a considerar el fraude como propio de épocas lejanas en esta era cibernética en la que nuevos elementos de examen, como la dendrocronología, los rayos X y el análisis de pigmentos, parecen impedir cualquier falsificación. Pero ahí tenemos el caso de las pinturas rupestres descubiertas en 1990 en una cueva de Zigoitia, Álava, País Vasco. La prensa autonómica echó las campanas al vuelo: una nueva “Capilla Sixtina del arte rupestre”. Pero luego llegaron científicos incrédulos que, tras exhaustivos análisis tipológicos, artísticos, físicos, químicos, geológicos, sedimentológicos y de pigmentos, determinaron que las pinturas eran tan verdaderas como una moneda de corcho. Para ese viaje no hubieran sido necesarias tantas alforjas, porque la burda falsificación se delataba por rastros de esponjas sintéticas y por el uso enteramente moderno de hasta nueve pigmentos diferentes rojos y negros. Además, su presunto descubridor había realizado dos series diferentes de diapositivas de las pinturas con siete meses de diferencia, y en la segunda serie aparecían retoques y signos que no figuraban en la primera. En total se invirtieron varios millones de dólares en certificar la falsificación. Menos caro resultó revelar la falsedad de los presuntos diarios de Hitler o de las sorprendentes profecías de la madre Rafols, documentos que, pese a estar escritos en papel de época –lo que no causó dudas al principio–, mostraron su falsedad al ser sometidos a minucioso examen. Si por una extraña penitencia pretendiéramos catalogar las reliquias falsas repartidas por los 100,000 templos de la cristiandad, tendríamos materia para escribir un relato de la extensión de la enciclopedia Espasa: desde el siglo IV los cristianos se dieron en venerar las reliquias de sus santos y especialmente las de Cristo, que se iban incorporando al ávido mercado.

El negocio de las reliquias de Cristo comenzó en el siglo IV y floreció en la Edad Media. sobre la que Moisés había roto las primeras tablas de la Ley; de la zarza ardiente en la que Dios se había manifestado, que estaba todavía viva y echaba brotes; del horno en el que los impíos israelitas fundieron el becerro de oro, y hasta de la columna del palacio de Caifás en la que azotaron a Jesús, que, por cierto, conservaba las marcas de las manos, la barbilla y la nariz del Salvador. A finales del siglo IV ya se había producido la invención de las principales reliquias de Cristo. A este núcleo inicial –formado por la Verdadera Cruz y, algo después, por los clavos y la columna de la flagelación– se incorporaron, en el siglo V, la corona de espinas y, en el VI, la lanza y la vara que le sirvió de cetro. Andando el tiempo se sumaría el resto del ajuar, incluidos los pañales del Niño Jesús, venerados en la catedral de Lleida hasta que se extraviaron en la Guerra Civil. Confrontada con tanta falsedad en su propio seno, la Iglesia, que sabe más por vieja que por Iglesia, ha declarado que sus reliquias son sólo un pia fraus, un fraude piadoso; o sea, una mentira venial. En fin, hablar de fraudes es un cuento que no tiene fin. Continúen leyendon en las páginas que siguen y maravíllense de toda la vocación embustera del ser humano.

Si una reliquia no existe, se inventa El problema radicaba en que nadie había conservado reliquias de Jesús ni de ningún apóstol o santo anterior al siglo III, pero ello no impidió fabricarlas o “descubrirlas” (inventio) para atender la creciente demanda. Una de las primeras peregrinas a los Santos Lugares, la monja Egeria, pudo fortalecer su fe con la contemplación de la piedra muyinteresante.com.mx

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FOTO: SCIENCE; GEOLOGICAL SOCIETY OF LONDON

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Muchos “tesoros” arqueológicos expuestos en museos han llegado hasta allí a través de una estafa, además el análisis de documentos o de restos óseos con métodos de investigación avanzados ha logrado descubrir algunos datos falsos. Por Vicente Fdez. de Bobadilla

E El fraude más grande de la paleoantropología El descubrimiento de los restos óseos del conocido como Hombre de Piltdown (en este cuadro de John Cooke de 1915, antropólogos analizándolos) se creyó verdadero durante más de 40 años, desde que se anunciara el hallazgo en 1912 hasta 1953, cuando la verdad salió a la luz.

l escritor Mark Twain fue un falsificador. En los inicios de su carrera como periodista, inventó una historia sobre el cadáver petrificado de un hombre descubierto en una cueva en el estado de Nevada, sentado y apoyado contra una pared de roca con la cual su cuerpo se había fundido. Su artículo fue reproducido por otros periódicos y mucha gente creyó que era verdad. Más tarde, confesó que lo había escrito como una parodia –en aquella época proliferaban las noticias sobre cuerpos petrificados– y que le sorprendió que tanta gente se lo tomara en serio… sobre todo porque describió la postura de sus manos como si se hubiera muerto haciendo burla a sus futuros descubridores. muyinteresante.com.mx

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Hay gran cantidad de piedras rúnicas en Escandinavia talladas en los últimos siglos que no son propiamente falsificaciones. La tentación del dinero

LIBRO Las falsificaciones de la Historia Julio Caro Baroja, Seix Barral, 1992. El autor recoge en esta obra excepcional aquellas falsificaciones más famosas, especialmente las relacionadas con la historia de España.

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El caso de Twain muestra cómo las bromas pueden ser un motivo tan válido como cualquier otro para perpetrar un fraude arqueológico. Pero también está el dinero, la tentación de labrarse una reputación por la vía rápida, o incluso de influir en el devenir de los acontecimientos internacionales. Un buen ejemplo de esto último, y uno de los primeros de que se tiene noticia, es el que aparece en el imprescindible libro de Julio Caro Baroja Las falsificaciones de la Historia, que tuvo lugar en el año 181 a. C.: según la versión de Tito Livio, cuenta Baroja, dos labriegos encontraron en un campo dos arcas de piedra, cerradas con plomo, con inscripciones que indicaban que una contenía el cuerpo de Numa Pompilio y la otra varios libros escritos por él. “El hallazgo no podía ser más sensacional”, escribe Baroja. “Se refería a un personaje que (…), según la tradición, había vivido entre los años 715 y 672 a. C., y que representa el principio de la ordenación social y cultural de Roma”. En las arcas no apareció ningún cuerpo, pero sí 14 libros, en griego y en latín, sobre filosofía y “leyes religiosas y pontificiales”. Estos libros acabaron en manos del pretor Petilio, propietario del terreno, que los llevó al Senado, donde se acordó su destrucción. ¿El motivo? Baroja apunta que aquellos textos “venían a demostrar la dependencia, o por lo menos relación, de la cultura romana con respecto a la griega”, en un momento en el que ambas naciones estaban enzarzadas en varios conflictos bélicos. En aquellos tiempos en que no se contaba con tecnología que permitiera datar la verdadera antigüedad de un documento, los fraudes podían gozar de una relativa impunidad. Es el caso de la llamada Donación de Constantino, que conoció múltiples copias desde que fue creada allá por el siglo VIII, unos 500 años después de la muerte de su supuesto autor. Su texto indica cómo el emperador Constantino otorgaba al papa Silvestre I y a todos sus sucesores la autoridad definitiva sobre todas las tierras controladas por el Imperio. El documento fue de gran utilidad a los pontífices en los siglos posteriores a la hora de confirmar su autoridad sobre los gobernantes europeos, hasta que en 1440 el humanista italiano Lorenzo Valla publicó el tratado De falso credita et ementita Constantini donatione declamatio, en el que demostraba que el texto era una falsificación. No le faltó valor al hacerlo, ya que tuvo serios enfrentamientos con la Inquisición, aunque también contó con el apoyo de algunos monarcas, felices de ver cómo una de las armas usadas por la Iglesia para interferir en sus asuntos quedaba definitivamente sin efecto.

La Donación falsificó un suceso que supuestamente tuvo lugar unos quinientos años antes de la creación del fraude. Poca cosa, si se compara con otras que han pretendido recrear épocas anteriores, previas a la aparición del Homo sapiens.

El eslabón perdido En cuestión de engaños antropológicos, ninguno supera al Hombre de Piltdown o, como se le conoció en la prensa más sensacionalista de la época, ¡El Eslabón Perdido! Todo comenzó en 1912, cuando un arqueólogo aficionado llamado Charles Dawson presentó al Museo de Historia Natural de Gran Bretaña parte de un cráneo que había encontrado en unos lechos de grava pertenecientes al Pleistoceno cerca del pueblo de Piltdown. El hallazgo parecía tan notable como para llamar la atención de Arthur Smith Woodward, curador de geología del Museo, quien comenzó a trabajar con Dawson; entre los dos descubrieron nuevos fragmentos de hueso y, ese mismo año, presentaron en una reunión de la Sociedad Geológica su reconstrucción del cráneo de un antecesor común entre el hombre y el simio que habría vivido hacía medio millón de años. El revuelo que se organizó en la comunidad antropológica es fácil de imaginar; pero en 1949 se desató

FOTOS: GETTY IMAGES; EFE/ ZUMA PRESS

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otro tipo de revuelo, cuando las nuevas tecnologías de entonces permitieron datar los fragmentos con mayor precisión: Kenneth Oakley determinó que los restos no tenían más de 50,000 años.

Un simio moderno Peor todavía, en 1953, el mismo Oakley, con la colaboración del antropólogo Joseph Weiner y el anatomista Wilfrid Le Gros Clark, descubrió que el cráneo era un montaje entre la parte superior de un hombre fósil y la mandíbula de un simio moderno, probablemente un orangután. Todos los huesos habían sido coloreados para darles apariencia de tener la misma antigüedad, y los dientes afilados para parecer humanos. El fraude quedó completamente al descubierto, aunque para entonces tanto Dawson como Woodward habían fallecido. Sobre la culpabilidad del primero nunca cupo duda alguna, pero el papel que Woodward jugó no estaba tan claro: ¿fue cómplice del fraude u otra víctima? Especialistas que han estudiado el caso no dudan de su culpabilidad, considerando los años que trabajó codo a codo con Dawson y que, en 1917, un año después de la muerte de éste, presentó un segundo espécimen de Hombre de Piltdown. Pero es en la arqueología pura y dura donde los fraudes han sido más numerosos. Los objetos que los han protagonizado varían de documentos a reliquias, restos arqueológicos u obras de arte.

Un caso muy famoso es el de la piedra rúnica encontrada en 1898 en Kensington, que parecía haber sido grabada por vikingos en el año 1362. Llamativo, sí, pero no excepcional... salvo porque no se descubrió en el Kensington de Inglaterra, sino en el Kensington de Minnesota, Estados Unidos. La piedra podría demostrar que los vikingos habían llegado allí antes

Falsos objetos de la Historia. El historiador Julio Caro Baroja (arriba) realizó estudios sobre la falsedad no consciente, y la deliberada, de los hallazgos arqueológicos.

Descubrimientos que no son tales. En 181 a. C., unos campesinos romanos encontraron dos sarcófagos de piedra, ambos con inscripciones en griego y latín: uno afirmaba que Numa Pompilio (en la ilustración), rey de los romanos, había sido enterrado allí 500 años antes; lo abrieron y estaba vacío.

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La iglesia entra en Roma. En el siglo VIII apareció por primera vez un falso documento conocido como Donación de Constantino, por el cual un recientemente convertido Constantino (arriba, en un fresco del siglo XIII) entregaba al papa el gobierno temporal sobre Roma, Italia y Occidente.

del “descubrimiento oficial” de América; si bien existe evidencia de antiguos emplazamientos vikingos en zonas costeras norteamericanas, nunca se supo que se hubieran adentrado tanto en el continente. Y sigue sin saberse, porque desde su descubrimiento las runas han sido objeto de controversia: pequeños pero significativos detalles en el lenguaje utilizado en ellas dejan claro para los escépticos que la piedra en realidad fue escrita en el siglo XIX; además, el hecho de que su descubridor fuera precisamente un inmigrante sueco, Olof Ohman, también contribuyó a arquear más de una ceja.

Sea falsa o auténtica, es excepcional Un profesor de lenguas escandinavas de la Universidad de Upsala, Henrik Williams, dedicó un

extenso artículo al análisis de la piedra, en el que ofrecía una curiosa teoría: tanto si es falsa como auténtica, es igualmente excepcional. ¿Por qué? En primer lugar, deja claro que “no puedo decir que la inscripción en la piedra se parezca a ninguna inscripción medieval que yo haya visto. Si no es medieval, debe ser del siglo XIX; la mayoría de sus palabras ciertamente parece pertenecer a

El fraude de la extraterrestrología

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casos de falsificación que mezclan el fraude con lo esotérico. Calaveras de cristal. Un buen ejemplo son los cráneos tallados en cristal de roca descubiertos desde comienzos del siglo XX en varias zonas de Sudamérica. A falta de medios adecuados para una datación precisa, se pensó que tenían varios siglos de antigüedad y se atribuyó su autoría a los mayas o los mexicas... o a los extraterrestres. En 2005 Jane Walsh, antropóloga del Instituto Smithsonian, analizó al microscopio algunos de los cráneos más famosos, y otros laboratorios realizaron nuevas pruebas empleando luces ultravioleta y tomografía axial computarizada. La conclusión ha sido siempre la misma: los cráneos fueron fabricados usando técnicas modernas de

Erich von Daeniken (en la foto) defiende la hipótesis de que la Tierra pudo haber sido visitada por extraterrestres en el pasado.

tallado y pulido, quizá en los años 20 o 30 del siglo XX, es decir, poco antes de que comenzaran a aparecer. Son, desde luego, hermosos trabajos de precisión, pero nada más... salvo en el universo cinematográfico de Indiana Jones.

FOTOS: GETTY IMAGES; EFE/ ZUMA PRESS

C

uando los fraudes arqueológicos se mezclan con las teorías paranormales, es frecuente pasar del campo de la estafa al del delirio. Siempre tendrán seguidores que encontrarán en ellos la confirmación de que la versión auténtica de nuestro pasado sigue en manos de poderes en la sombra, y sólo sale a la luz gracias a los esfuerzos de valerosos investigadores. No es que, estrictamente hablando, gente como Erich von Daeniken sean timadores: han vendido –y muy bien– ideas descabelladas, pero no se ha probado que hayan perpetrado la falsificación de un documento o un objeto; el problema está en que las teorías que sembraron sobre el origen extraterrestre de la humanidad sí han dado pie a posteriores

Nuevas dataciones En 1949 el doctor Kenneth Oakley (arriba), del Museo Británico, obtuvo un permiso especial para analizar con flúor los restos del Hombre de Piltdown, y resultó que no tenían más de 50,000 años de antigüedad.

ese siglo, y no al XIV”. Pero ¿es una falsificación? Williams se resiste a utilizar la palabra: “Una falsificación es algo que se hace con intención de engañar. Hay una gran cantidad de piedras rúnicas en Escandinavia talladas en los últimos siglos a las que no se puede llamar falsificaciones, y en lo que se refiere a la piedra de Minnesota no sabemos cuál fue la intención original de quien la grabó”. El profesor añade que no existe evidencia de que el autor fuera el propio descubridor –o de que no lo fuera–, y que la piedra tiene en sí interés para los estudiosos del lenguaje y la historia rúnica, dejando aparte el debate intelectual que ha generado, incluida una inmensa cantidad de artículos entre docenas de lingüistas de primera fila. La piedra, a todo esto, sigue en el museo construido en Minnesota especialmente para albergarla. Otros objetos no han corrido la misma suerte, como ocurrió con la tiara de Saitafernes: en 1896, el Museo del Louvre anunció la compra por 200,000 francos de una tiara de oro que había pertenecido al rey escita de ese nombre, y destacó entre sus cualidades su excelente estado de conservación.

Demasiado bien conservada El vendedor había sido el comerciante ruso Schapschelle Hochmann, quien dijo haberla encontrado en Olbia, cerca de Odessa. Pero en cuanto fue puesta en exhibición, se dispararon las dudas, que señalaban como principal elemento de sospecha esa magnífica conservación que tanto había

atraído a los compradores. Finalmente, en 1903 el montaje se vino abajo cuando el orfebre ruso Israel Rouchomovski confesó haber fabricado la tiara siguiendo instrucciones precisas de Hochmann, aunque negó estar al tanto del propósito del encargo. La tiara fue retirada –volvió a exponerse en 1954 en una exhibición sobre Falsificaciones del Louvre–, sin embargo Rouchomovski ganó fama debido al incuestionable talento artístico que había demostrado en la creación de su tiara. Una víctima colateral de todo este asunto fue el arqueólogo Salomon Reinach: durante un tiempo se dijo que había sido el responsable de la adquisición de la tiara. Lo cierto es que desconfió de su autenticidad desde el principio, pero calló por respeto a dos colegas que defendían la posición contraria. Reinach estuvo también inmerso en otro caso de falsificación, éste ocurrido al otro lado del Canal, en el Museo Británico. En 1873 se adquirió un hermoso sarcófago etrusco, que incorporaba sobre la tapa la escultura de un matrimonio reclinado, y en sus lados, relieves con tema bélico y funerario. El Museo lo había obtenido del coleccionista italiano Alessandro Castellani, que a su vez lo compró a Pietro Cerecelli, hermano de un yesero del Louvre. Esto fue lo que despertó las sospechas de Reinach, quien sabía que dicho hermano había creado falsificaciones de fragmentos antiguos –e incluso de piezas enteras– que había vendido a los turistas como auténticas. Pietro acabó admitiendo que, en efecto, el sarcófago había sido fabricado por ambos hermanos, y que después lo enterraron en los alrededores de la antigua villa romana de Caere (hoy, Cerveteri). Luego se desdijo de su confesión, poniendo así en marcha la esperada discusión en-

Un estudioso esencial del arte paleolítico. Salomon Reinach (arriba), pionero en la investigación de la historia del arte prehistórico, fue víctima de un fraude arqueológico.

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El anfiteatro romano de la ciudad de Tarraco, hoy Tarragona –en la foto–, es uno de los conjuntos arqueológicos más extensos de la Hispania romana.

Compra fallida. En 1896 el Louvre anunció haber comprado una tiara de oro (abajo) que perteneció al rey escita Saitafernes. El museo había pagado por esta joya 200,000 francos de oro, pero resultó ser una pieza falsa.

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Tres estatuas etruscas No es la única falsificación que ha tomado como tema al pueblo etrusco. También están las tres estatuas que el Metropolitan Museum of Art adquirió entre 1915 y 1921 y puso en exhibición en 1933: una figura de un soldado de tamaño natural, otra engrandecida, como para representar a un guerrero excepcional, y una enorme cabeza de guerrero que se suponía parte de una estatua gigantesca. En este caso, nos encontramos ante un grupo de delincuencia organizada, pues los creadores de las tres piezas –y de alguna otra, vendida a otros museos– fueron los italianos Riccardo Riccardi y Alfredo Fioravanti. Parece que los padres del primero ya habían coqueteado con la falsificación, pero fue Riccardo quien, con la ayuda de Alfredo, tomó a los grandes museos como sus principales víctimas. Tras crear sus piezas, las rompían en pedazos, que luego eran supuestamente rescatados. Pero hubo problemas. Incluso con este truco, las estatuas reconstruidas presentaban un estado excelente –supuestos colores originales incluidos–, lo cual comenzó a despertar sospechas. Y

Riccardo murió repentinamente tras una caída de caballo, lo cual obligó a Alfredo a contratar a dos primos de su antiguo socio, Teodoro y Virgilio, algo menos dotados en el arte de falsificar, que fueron quienes lo ayudaron a elaborar la estatua del guerrero. Si tardaron en ser descubiertos, en parte se debió, paradójicamente, al entusiasmo por el pueblo etrusco de Gisela Richter, la curadora del Museo, que olvidó toda precaución ante la perspectiva de contar con aquellas tres maravillas. Cuando por fin empezó a investigar, se enfrentó a una red de mentiras y excusas tan elaboradas como las propias figuras.Todo se resolvió por fin en 1961 cuando Fioravanti firmó una confesión jurada sobre su papel en el fraude y proporcionó como prueba un dedo pulgar que faltaba en una de las estatuas.

Emplazamientos ficticios Es cierto que la tecnología moderna permite datar con precisión materiales y pigmentos y, por tanto, identificar las falsificaciones de manera incuestionable. Pero ¿qué ocurre cuando los objetos son auténticos, pero su emplazamiento no? Fue lo que ocurrió con los hallazgos de Shinichi Fujimura, quien descubrió cientos de piedras con grabados prehistóricos en distintas zonas de Japón, alterando por completo las ideas preconcebidas sobre la aparición del ser humano en el archipiélago. Hasta que, en 2000, el diario nipón Mainichi Shimbun, alertado por las crecientes dudas sobre la increíble suerte de Fujimura, lo fotografió enterrando las piedras que luego haría aparecer como descubrimientos propios. Fujimura tuvo que confesar y renunciar a todos sus cargos públicos. Aparte de este caso, las falsificaciones siguen vivas en pleno siglo XXI, y a veces apuntan a historias aún más truculentas: en 2000 corrió la noticia de que se había encontrado un sarcófago persa del siglo V antes de Cristo que contendría nada menos que la momia de Rodogu-

FOTOS: GETTY IMAGES; MUSEO DE LOUVRE

tre expertos, con el Museo resistiéndose a reconocer que lo habían engañado. Pero, como recuerda hoy el propio Museo, “la inscripción está copiada de un broche de oro del Louvre. Varios elementos son muy distintos de cualquier obra etrusca: la postura de la pareja, la desnudez del hombre y los ropajes interiores, del siglo XIX, de la mujer”. Finalmente, en 1935, el sarcófago fue reconocido como falso y retirado de exhibición.

El sarcófago de mármol y falsa cerámica

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spaña es un país donde se han registrado varios casos de falsificación arqueológica, y algunos se remontan a casi dos siglos atrás. En 1850, los obreros que trabajaban en la ampliación del puerto de Tarragona encontraron un extraño sarcófago de mármol repleto de inscripciones. La principal parecía representar nada menos que a Hércules separando en dos una montaña que unía dos continentes, y creando así el Estrecho de Gibraltar. A ambos lados quedaban separados dos pueblos, unos que parecían ser egipcios, y otros, los pobladores originales de la península Ibérica. El

sarcófago fue examinado por el arqueólogo Buenaventura Hernández Sanahuja, que lo relacionó con el pueblo de los hicsos, quienes habrían huido de Egipto para establecerse en la zona de Tarragona, aunque luego reconsideró sus opiniones. No tardaron en plantearse muchas dudas sobre la autenticidad de la pieza, algunos de cuyos grabados tenían un estilo casi infantil; Sanahuja llegó a destruir todos los ejemplares de su obra Resumen histórico-crítico de la ciudad de Tarragona, en la que defendía su teoría inicial. Más reciente ha sido el caso de la ciudad romana de Iruña-Veleia, situada

na, una de las hijas del rey Jerjes. Tras el arresto de sus poseedores, que habían intentado venderla a museos extranjeros, la pieza fue trasladada al Museo de Karachi, donde se anunció como auténtica.

Inscripciones erróneas

En 2000 corrió la noticia de que se había encontrado un sarcófago persa que contendría la momia de una de las hijas de Jerjes. estafa había quedado expuesta, pero dejaba en el aire otras preguntas que no han sido contestadas aún: quién era la mujer, y si fue asesinada con el propósito de hacerla pasar por un cadáver de 25 siglos de antigüedad; y qué organización criminal disponía de los medios y el conocimiento para reproducir el proceso de embalsamamiento y la fabricación de todos los componentes del sarcófago. El descubrimiento del fraude puede ser en este caso el inicio del verdadero misterio.

Lograda falsificación. El Museo Británico no se ha librado de tener en sus salas obras de falsa procedencia, como un sarcófago (abajo) que se suponía etrusco, aunque en realidad había sido creado en el siglo XIX.

FOTOS: EFE/ ZUMA PRESS; BRITSH MUSEUM

Pero los análisis no tardaron en decir lo contrario: aparecieron las marcas de lápiz que se habían usado para los grabados; se comprobó que las inscripciones en el peto contenían errores gramaticales y habían utilizado la versión griega, y no la persa original, del nombre de la princesa. Y el remate lo puso la datación por carbono, que descubrió no sólo que los materiales del sarcófago eran del siglo XX, sino que el cuerpo habría fallecido por muerte violenta alrededor de 1996. Una nueva

en la provincia de Álava. En 2005 los arqueólogos Eliseo Gil e Idoia Filloy anunciaron haber encontrado alrededor de 400 fragmentos de cerámica que dataron como originales de los siglos III al VI, con inscripciones en varios idiomas antiguos... y en euskera. Su hallazgo demostraría la presencia del idioma vasco en la época romana, y su uso por parte de los pueblos de la época. Un comité científico creado por la Diputación de Álava determinó en 2008 que las cerámicas eran falsas, y los dos arqueólogos fueron llevados a juicio. El asunto sigue hoy pendiente de resolución.

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Los impostores de la realeza

Coronas de papel

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Inglaterra, Francia, Portugal, Albania, Rusia... fueron víctimas de farsantes que, aprovechando la situación y, sobre todo, su ingenio, intentaron hacerse pasar por reyes para ocupar tronos que no les pertenecían.

FOTO: ISTOCK

Por María Pilar Queralt del Hierro

La impostura al poder. A lo largo de la Historia, extravagantes personajes han estado en el momento justo y el lugar adecuado para ceñirse coronas ajenas. muyinteresante.com.mx

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Ataque ‘inca’ en Argentina. El aventurero español Pedro Bohórquez logró en 1656 hacerse coronar como emperador inca de los calchaquíes, engañando tanto a éstos como a los gobernantes españoles. En la foto, la ciudad argentina de Salta, saqueada por él.

La Historia tiene en su haber varios casos de suplantación de monarcas, desde el falso inca Hualpa a Otto I de Albania. 20

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De hijo de clérigo a heredero al trono Poco o nada se sabe acerca de Lambert Simnel. Sólo que nació hacia 1477, era de origen humilde y que fue un clérigo llamado Richard Symonds quien lo adoptó, lo educó y le enseñó la etiqueta cortesana. No lo hizo gratuitamente. Inglaterra aún vivía los últimos estertores de la Guerra de las Dos Rosas que había enfrentado a York y Tudor, con la victoria de esta última dinastía. Se decía que Ricardo III de York había asesinado a los legítimos herederos a fin de quedarse con un trono que, finalmente, había pasado a manos de Enrique VII Tudor. En tales circunstancias, al advertir el parecido que existía entre este niño y el conde de Warwick, sobrino del fallecido rey Eduardo IV y, por tanto, con mayor derecho al trono que el monarca Tudor, Symonds decidió llevar al pequeño Lambert a Irlanda, el último baluarte de los York, donde, tras hacerlo pasar por el legítimo heredero, fue proclamado rey en mayo de 1487. No contaba con que, pese a los rumores, el auténtico conde de Warwick no había muerto en la Torre de Londres. De ahí que Enrique VII Tudor, al enterarse de la aventura irlandesa de Lambert Simnel, sacara al muchacho de su prisión a fin de demostrar que el presunto joven rey era, simplemente, un impostor. En consecuencia,

FOTOS: ISTOCK; ALFONSO SANCHEZ COELLO

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as monarquías siempre han sido objeto de deseo para todo aquel que ha buscado medrar en la sociedad, disfrutar del poder y vivir una vida presuntamente regalada. No es de extrañar, pues, que la Historia registre un buen número de casos de personajes que, con mayor o menor fortuna, no sólo intentaron hacerse del favor de los soberanos sino que pretendieron disfrazar sus vidas con el manto de armiño, el cetro y la corona. Unos lo hicieron por propia voluntad, otros por seguir las instrucciones de aquellos que, a causa de su ambición, se valieron de su ingenuidad o de su esperanza de conseguir una vida mejor que la que el destino les había deparado. Unos han pasado a la Historia, otros han permanecido ocultos entre las brumas del tiempo y quién sabe si incluso hubo quien logró suplantar al auténtico monarca. En cualquier caso, he aquí algunos ejemplos notables.

la aventura irlandesa se saldó con la prisión de Lambert y Symonds, si bien para el pequeño embaucador el final fue feliz ya que, liberado de la prisión a causa de su corta edad, fue autorizado a servir en palacio y con los años llegó a ocupar el cargo de halconero real. La picaresca también tuvo su lugar en la América española. Una buena demostración fue la aventura de un sevillano llamado Pedro Bohórquez (1602-1667) o, como él se autonombró, Hualpa, el último emperador inca. Tenía apenas 20 años cuando viajó a Perú con el fin de medrar en las colonias. Una vez allí, desempeñó diversos oficios y, conseguido el apoyo del virrey, encabezó varias exploraciones al Amazonas que acabaron sistemáticamente en fracaso. Instalado en San Miguel de Tucumán, tuvo noticia de que una tribu del lugar, los calchaquíes, conocía la ubicación de diversos yacimientos de metales preciosos que habían pertenecido a los incas. Su ambición vio el cielo abierto y, tras ganarse la confianza de los indígenas, se hizo pasar por descendiente directo del último inca bajo el nombre de Hualpa.

Apresado y ejecutado por los españoles No obstante, puesto que para articular la expedición requería del apoyo de los españoles, se entrevistó con el gobernador de Tucumán. Apareció ante él rodeado de caciques, sobre una litera de oro y vistiendo el llantu que acreditaba su condición de emperador inca, y consiguió su colaboración para ir en busca del codiciado oro. Sin embargo, decidido a disfrutar en solitario del botín, Bohórquez aprovechó la confianza de la metrópoli para militarizar los valles y lanzarse a la conquista del territorio. La aventura acabó trágicamente. Tras asaltar con relativo éxito las ciudades de Salta y San Miguel de Tucumán, fue hecho prisionero por los españoles y finalmente ejecutado en Lima el 3 de enero de 1667. En 1578, el rey Sebastián I de Portugal falleció en la batalla de Alcazarquivir. Ante la falta de herederos, Portugal pasó a ser dominio español bajo la corona de Felipe II. La idea de que el rey no había muerto y que un día regresaría para devolver la independencia a su reino provocó una ola de misticismo mesiánico y dio lugar a que proliferaran los suplantadores de su identidad. El más conocido fue un toledano llamado Gabriel de Espinosa, de cuyos orígenes poco o nada se sabe, sólo que hacia 1594 ejercía de pastelero en Madrigal de las Altas Torres.

Una compleja intriga palaciega F ue en esta villa abulense donde coincidió con un fraile portugués llamado Miguel de los Santos, antiguo confesor del rey fallecido, y con una monja, María Ana de Austria, hija ilegítima de don

Juan de Austria. Entre los tres pusieron en marcha una compleja intriga que pretendía hacer pasar al pastelero por el desaparecido don Sebastián. Para financiar su restauración en el trono, el propio Gabriel partió hacia Valladolid con el fin de empeñar parte del joyero de María Ana de Austria; sin embargo, su falta de discreción acabó por llevarlo a prisión acusado de robo. La sorpresa de los aguaciles fue mayúscula al descubrir sus pretensiones. Puesto el caso en conocimiento de Felipe II, la reacción de la corona fue inmediata: los dos hombres fueron detenidos y la monja recluida a perpetuidad en el convento de Nuestra Señora de Gracia de Ávila, si bien, en 1599, Felipe III le permitió retornar a su convento de Madrigal, del que acabó siendo priora. Peor suerte corrieron Gabriel y fray Miguel de los Santos. Sometidos a tortura confesaron haber querido suplantar la identidad del rey portugués y, considerados reos de lesa majestad, fueron ahorcados en agosto de 1595.

Un rey legendario Entre 1580 y 1640 cuatro pretendientes al trono portugués afirmaron ser el rey Sebastián (arriba, en un retrato del siglo XVI), que había muerto en la batalla de Alcazarquivir; el último de ellos, que en realidad era un italiano, fue ahorcado en 1619.

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ñas circunstancias, lo que dio pie a que, al cabo de algunos años, aparecieran varios posibles –y falsos– Dimitri que esgrimían su derecho a la corona imperial. Sólo uno de ellos, Dimitri I Ivánovich, consiguió su propósito. Conocido como Dimitri I “el Falso”, reinó como zar de Rusia entre julio de 1605 y mayo de 1606. Su aventura se inició en 1600 cuando fue al encuentro del Patriarca de Moscú, al que impresionó con sus buenos modales, sus conocimientos y su parecido con el difunto zar.

Apoyo de familias nobles

Problemas en la Corte rusa. En 1598 Boris Godunov se convirtió en el primer zar no perteneciente a la dinastía Riúrik. Su hijo Teodoro II lo sucedió unos pocos meses y luego fue asesinado (aquí, en un cuadro del siglo XIX).

A la muerte de Iván el Terrible, un Consejo de Estado presidido por Boris Godunov (1551-1605) actuó como consejero de su hijo y sucesor, Teodoro I, un muchacho débil y enfermizo que falleció poco después, circunstancia que Godunov aprovechó para hacerse con el trono. Iván el Terrible había tenido otro hijo, Dimitri, quien falleció en extra-

Al saber de su existencia, Boris Godunov lo mandó arrestar, pero consiguió huir y refugiarse en Polonia, donde logró el apoyo para su causa de varias poderosas familias nobles y, tras convertirse al catolicismo, de la Compañía de Jesús y del nuncio papal en Polonia.También en Rusia reclutó un buen número de partidarios entre los boyardos y en algunos sectores de la Corte que pretendían liberarse del poder absoluto de Boris Godunov. Decidido a hacerse con el trono, en junio de 1604 cruzó la frontera ruso-polaca al frente de sus tropas. Cuando nada parecía predecir el triunfo, la inesperada muerte de Boris Godunov en 1605 dejó abierto el camino al trono. Poco después, el ejército de Dimitri encontró el apoyo de los soldados hasta entonces fieles al zar y derrocó al hijo de Godunov, Fiodor II. Dimitri fue coronado zar de todas las Rusias, pero poco duró su poder. Los privilegios otorgados a los nobles polacos, su conversión al catolicismo y los compromisos contraídos con otras potencias extranjeras le valie-

Los dos falsos Luis XVII

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Benoît, un ingeniero francés instalado en Argentina, jamás se autoproclamó hijo de Luis XVI. Fueron otros quienes, espoleados por el hecho de que siempre portaba consigo una trenza rubia que se quiso identificar como de María Antonieta, aseguraron que era el delfín redivivo que, tras escapar del Temple, había sido criado por unos pescadores de Calais. Huyendo de la Revolución, el joven Pierre habría viajado a Buenos Aires, donde se instaló de manera definitiva. Su muerte, probablemente envenenado por un médico francés, contribuyó a intensificar las especulaciones. Interpretación errónea. De este modo, a su muerte, se encontró un dibujo de su autoría firmado con las letras L.C.R.F.P.B., que se interpretaron como “Louis Charles, roi de France,

Karl Wilhelm Naundorff (en este retrato) fue el más famoso de los impostores que pretendieron asumir la identidad de Luis XVII de Francia.

Pierre Benoît”. No obstante, recientes estudios genéticos han confirmado que efectivamente el pequeño Luis XVII falleció en el Temple.

FOTOS: TRETYAKOV GALLERY, MOSCOW, RUSSIA; EFE

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lo largo del siglo XIX proliferaron una serie de personajes que, negando la muerte del delfín de Francia, Luis Carlos, en el Temple, se proclamaban legítimos aspirantes a recoger el cetro que la guillotina había arrebatado a Luis XVI. Dos nombres son los más conocidos: Karl Wilhelm Naundorff (1785-1845) y Pierre Benoît (1794-1852). Naundorff fue un relojero prusiano de carácter inestable y conducta errática que defendió sus presuntos orígenes contra viento y marea. Padre de numerosos hijos a los que, curiosamente, se les autorizó a detentar el apellido Borbón, llegó a llevar su pretensión a los tribunales galos, lo que le valió la prohibición de pisar suelo francés. Refugiado en los Países Bajos, murió en Delft en 1845. Por el contrario, Pierre

ron la enemistad del ejército, de la Iglesia ortodoxa y de la aristocracia, con el príncipe Vasili Shuisky a la cabeza. El 17 de mayo de 1606, los conspiradores tomaron por asalto el Kremlin y asesinaron a Dimitri, acusándolo de impostor. Su cadáver fue exhibido públicamente, luego incinerado, y sus cenizas disparadas en dirección a Polonia. Vasili Shuisky lo sucedió en el trono como Basilio IV de Rusia. En 1772 una joven rusa, Elizaveta Alekseevna Tarakanova, fascinó a la sociedad parisina. Aseguraba que había nacido en San Petersburgo en 1753 pero que, siendo una niña, había sido raptada y llevada a Ispahán, donde había crecido junto a un noble persa. Es más, se presentaba como una hija secreta de la emperatriz Isabel I de Rusia, fallecida en 1762. La inverosímil historia no convenció a casi nadie, por lo que, en busca de mejor suerte y decidida a hacer valer sus presuntos orígenes, se estableció en Venecia. Una vez allí, sirviéndose de ciertos aliados en territorio ruso, consiguió hacerse con el apoyo del campesinado, por entonces en pie de guerra contra la corona, y de los principales nobles polacos, contrarios a la política del rey Estanislao Poniatowski, quien

había hecho de Polonia un satélite de la Rusia imperial. Con lo que Elizaveta no contaba era con que la zarina Catalina la Grande conocía todos sus pasos. Decidida a impedir que sus pretensiones progresaran, trazó un elaborado plan de acuerdo con su favorito Grigori Orlov. Así, una vez en Venecia, éste hizo creer a Tarakanova que había perdido el favor de la zarina y le ofreció sus servicios contra la presunta enemiga común. Es más, le propuso matrimonio. Elizaveta no tardó en aceptar y, a fin de que la ceremonia tuviera visos legales, se decidió que se celebraría a bordo del buque de Orlov, es decir, que se oficiaría en territorio ruso. El día señalado para la boda, Elizaveta acudió a la nave pero, apenas pisó la cubierta, fue recibida por el presunto novio al mando de un pelotón de soldados que la arrestó en nombre de la zarina. Recluida de por vida en la siniestra fortaleza de San Pedro y San Pablo de San Petersburgo, falleció en su celda. Las causas de su muerte nunca fueron aclaradas. Para algunos autores, falleció a causa de la tuberculosis, si bien la mayoría se inclina por pensar que pereció ahogada en la inundación de su celda en una de las periódicas crecidas del río Neva.

Atuendo y acento exóticos. Mary Baker era una impostora que dijo llamarse princesa Caraboo (abajo, fotograma de la película La princesa Caraboo, Michael Austin, 1994). Fingió ser de una isla lejana y engañó a un pueblo británico durante algunos meses.

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Henri I de Haití, un reino a medida

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enri Christophe o Henri I de Haití (1767-1820) no necesitó suplantar identidad real alguna sino que, como Mary Baker, se fabricó una nueva a su medida. Nacido esclavo, tomó parte en la Guerra de la Independencia americana contra Inglaterra, lo que le valió ser liberado de tal condición. Poco después, se convirtió en el adalid de la lucha haitiana por la independencia y, tras presidir una efímera república, acabó por autoproclamarse rey de la mitad septentrional del país, que denominó “reino de Haití”. Pese a sus proclamas liberales contra el régimen anterior, gobernó como un soberano autocrático y déspota al tiempo que aprovechaba su increíble ascensión en la escala social para rodearse de lujos y privilegios. Valga como ejemplo decir que se hizo construir seis castillos, ocho palacios y una sólida fortaleza de defensa, al tiempo que creaba una falsa corte de aristócratas de nuevo cuño que incluía cuatro príncipes, ocho duques, 22 condes, 37 barones y 14 caballeros. Ante tales acciones, el descontento popular fue en aumento y, finalmente, en 1820 el “rey Henri”, viéndose abocado a ser derrocado por un golpe de Estado, prefirió suicidarse disparándose una bala que, sin dejar de lado su megalomanía, quiso que fuera de oro macizo.

Cuando el 3 de abril de 1817 apareció en Almondsbury (Gloucestershire, Inglaterra) una joven aparentemente desorientada, vestida de manera exótica y hablando un idioma desconocido, las autoridades locales la llevaron ante la presencia de Samuel Worrall, el magistrado del condado. Éste rápidamente la calificó de mendiga y, de acuerdo con la ley, la envió a prisión. Fue allí donde un marino portugués llamado Manuel Enes, encarcelado por deudas, aseguró que conocía su idioma y que podía actuar como intérprete. Fue él quien reveló que la joven era la princesa Caraboo de la isla de Javasu, en el Índico. Según su relato, había sido capturada por los piratas y, tras un largo viaje, había conseguido escapar lanzándose al mar a la altura de Bristol. El magistrado, arrepentido de su intransigencia, la llevó a su casa y la presentó en sociedad con los honores correspondientes a su categoría. Rápidamente, la noticia saltó a la prensa y su retrato ocupó muchas primeras páginas. Fue entonces cuando se descubrió la verdad. La princesa se llamaba en realidad Mary Baker (1791-1864) y era hija de un zapatero de Witheridge, Devon. Había creado un personaje exótico e inventado un lenguaje de ficción formado por palabras de nuevo cuño, en la esperanza de alcanzar una vida mejor. No obstante, pese a haber sido descubierta, no se dio por vencida. Partió hacia Estados Unidos, donde intentó seguir con la farsa pero, al no obtener credibilidad alguna, en 1821 regresó a Gran Bretaña, donde falleció en 1864 en el más absoluto anonimato. Otto Witte nació en Düsseldorf, Alemania, en 1872. Tras una juventud muy agitada en la que ejerció todo tipo de trabajos, arribó a Barcelona, donde 24

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participó en la revolución haitiana por la independencia se autoproclamó rey de Haití como Henri I (en el retrato).

fue encarcelado por contrabando. Fue allí donde conoció a un compatriota llamado Max Schlepsig, con quien, una vez en libertad, se enroló en un circo con el que recorrió toda Europa. Desde ese momento la leyenda envuelve al personaje. Algunos autores aseguran que estuvo involucrado en la venta de una falsa Gioconda a raíz del robo de la auténtica en el Museo del Louvre, otros que raptó a una princesa etiope o que incluso actuó como espía. En cualquier caso, su nombre salió a la palestra en 1912. Por entonces, Albania acababa de declararse independiente y el recién formado gobierno había ofrecido el trono a Halim Eddine, un sobrino del sultán del Imperio otomano.

Parecido razonable Curiosamente, éste guardaba un gran parecido físico con Otto, quien vio en ello una ocasión única de medrar. Sin pensarlo dos veces y ayudado por Max Schlepsig, el 8 agosto de 1913, vestido con uniforme de gran gala, se presentó en Durrës, la segunda ciudad en importancia de Albania, donde fue recibido con todos los honores y proclamado monarca como Otto I. Disfrutó de su cargo hasta que, una semana después, el verdadero titular envió un telegrama exhibiendo el engaño. Inmediatamente se trató de detenerlo pero, después de saquear las arcas reales, consiguió huir. Se refugió en su país de origen presentándose como “antiguo rey de Albania”, fundó un partido político y contendió por la presidencia de Alemania. Como era previsible, fue derrotado por Hindenburg, pero pese a ello disfrutó de un retiro dorado hasta su muerte en 1958. Jamás renunció a su título real. Así consta en su epitafio y así lo afirmó en sus memorias, publicadas en 1939 bajo el título Cinco días rey de Albania.

FOTOS: GETTY IMAGES

Una falsa mendiga y princesa

Un esclavo liberado que

El rey de Andorra. Borís Skósyrev fue proclamado por el Consejo de los Valles rey de Andorra, cargo que ostentó del 8 al 21 de julio de 1934 con el nombre de Borís I. Arriba, una vista nocturna de Andorra La Vella.

Borís Skósyrev nació en Bielorrusia en 1896, en una familia perteneciente a la pequeña aristocracia. La Revolución rusa de 1917 lo impulsó a huir al Reino Unido, donde sus conocimientos de varios idiomas, su facilidad de palabra y su capacidad de seducción acabaron por proporcionarle una espléndida posición económica gracias a su colaboración con el Foreign Office y a su matrimonio con una acaudalada dama francesa, Marie Louise Parat. Hacia 1932 se instaló en Andorra y, tras conocer a fondo la idiosincrasia del pequeño país pirenaico, presentó a las autoridades un completo plan de gobierno que no sólo fue rechazado

FOTOS: GETTY IMAGES

De artista de circo a monarca. Después de enviar un telegrama anunciando su llegada, Otto Witte (en la foto), con el pelo teñido, un bigote falso y ataviado con un uniforme de gala, se dirigió en 1913 a Durrës, ciudad albanesa en la que fue recibido con honores de príncipe.

Pese a ser descubiertos, algunos siguieron con la farsa, como la princesa Caraboo. por los copríncipes (el obispo de La Seu d’Urgell y el presidente de la República Francesa), sino que le valió su expulsión del territorio andorrano.

Proyecto monárquico en Andorra No se dio por vencido. Instalado en la vecina población de La Seu d’Urgell, contactó con algunas de las grandes fortunas españolas de la época, a las que convenció para recibir su apoyo incondicional en un proyecto que pretendía hacer de Andorra una monarquía constitucional y renovar por completo su régimen fiscal para facilitar así las inversiones de capital extranjero en el Principado, a semejanza de otros pequeños Estados europeos como Mónaco o Liechtenstein. Es más, su amistad con el duque de Guisa, Jean de Orleans, pretendiente a la corona francesa, acabó de abrirle las puertas que aún permanecían cerradas. Sólo desconfiaba de su proyecto el obispo de La Seu d’Urgell, Justí Guitart i Vilardebó, quien como copríncipe de Andorra desautorizó públicamente a Borís. Aun así, en 1934 consiguió el aval del Consejo de los Valles, que aprobó por mayoría el nuevo modelo de Estado del país, nombrándolo rey como Borís I de Andorra. Poco duró su reinado. Nueve días después, exactamente el 21 de julio de 1934, por influencia de monseñor Guitart, la Guardia Civil cruzó la frontera y lo arrestó. Trasladado a Barcelona, se le aplicó la Ley de Vagos y Maleantes y fue trasladado a Madrid, donde ingresó en la cárcel Modelo. Una vez liberado, se instaló en Lisboa primero y más tarde en Tánger y Gibraltar, siempre presentándose como un monarca en el exilio. En 1938 viajó a Aix-en-Provence, donde fue detenido por las autoridades del III Reich. Falleció en un campo de concentración nazi en 1944. muyinteresante.com.mx

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Cuatro estafas de película

Engaños en la

gran pantalla Nos sumergimos en un subgénero tan divertido como emocionante por el que desfilan ladrones de guante blanco, mujeres de doble filo, hampones con ganas de comerse el mundo, abogados sin escrúpulos, etc. Por María Fernández

E

l infierno que vivió la artista estadounidense Margaret Keane iluminó al director de cine Tim Burton –admirador de su obra desde niño– para filmar la película sobre la vida de la pintora, titulada Big Eyes y estrenada en 2014. En los años sesenta del siglo pasado, Margaret Keane había iniciado un estilo kitsch caracterizado por personajes de ojos grandes que fue despreciado en su momento y en la actualidad es motivo de culto.

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La cinta se basa en el fraude que durante doce años Walter Keane –interpretado por Christoph Waltz–, el esposo de Margaret –en el papel, Amy Adams–, cometió al hacer creer al público que eran obra suya los cuadros de su esposa, que firmaba como Keane, a secas. Pese a tener la autoestima muy mermada, Margaret enfrentó a su esposo, lo amenazó con marcharse y al fin dejó California para instalarse en Hawái en 1965. Pero le quedaba otra guerra por librar en los tribunales: la recuperación de la autoría de sus cuadros.

FOTO: WEINSTEIN COMPANY

El robo de autoría

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El timo como fórmula de supervivencia

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FOTO: SONY; PARAMOUNT

D

esde su estreno en 2013 La gran estafa americana (American Hustle), comedia dramática de David O. Russell, fue recibida con alabanzas por la crítica especializada y el público. Consiguió 10 nominaciones a los premios Oscar, sin embargo no se llevó ningún galardón. La gran estafa americana recupera un tema clásico del thriller negro estadounidense: el diseño y la ejecución de un timo. La película cuenta la historia de Irving Rosenfeld (Christian Bale), un hombre muy inteligente que, junto con su atractiva compañera Sydney Prosser (Amy Adams), se ve obligado por un agente del FBI (Bradley Cooper) a trabajar en un complicado y peligroso caso: el agente los empuja a introducirse en un mundo lleno de mafiosos situado en Nueva Jersey. El elenco de actores –en la imagen, de izquierda a derecha, Jennifer Lawrence, Elisabeth Röhm, Christian Bale y Jeremy Renner– aporta glamour y estilo setentero a una cinta que engrosa la lista de ‘timos’ cinematográficos.

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Crónica de un monumental engaño

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FOTO: EFE

na pareja de estafadores de poca monta –Roy, el veterano del dúo, y Frank, su joven y ambicioso protegido (interpretados por Nicolas Cage y Sam Rockwell)– vende “sistemas de filtrado de agua” de mala calidad a precios prohibitivos, prometiendo atractivos regalos para el comprador: coches, joyas o cruceros, que sus víctimas nunca llegan a recibir. Sus estafas son exitosas, pero la vida privada de Roy no lo es tanto. Entonces descubre con horror que tiene una hija: Angela (Alison Lohman), de 14 años. La aparición inesperada de la adolescente desestabiliza por completo las rutinas neuróticas de Roy. Lo anterior es parte de la trama de la película Los impostores (Matchstick Men), de Ridley Scott, estrenada en 2003. Los timadores son personajes cinematográficamente muy agradecidos. Planean cómo embaucar a los incautos de acuerdo con pautas tan audaces como verosímiles. Y son las reglas que rigen Los impostores.

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Inolvidable comedia

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onvencido por su cuñado, un abogado sin escrúpulos (interpretado por Walter Matthau), el camarógrafo de televisión Harry Hinkle (Jack Lemmon en la cima de su carrera) choca fortuitamente con un futbolista, y finge una lesión más grave de la que sufre, para cobrar una gran indemnización. Harry acepta el plan de mala gana, en parte porque intenta recuperar el amor de su exmujer Sandy (Judi West), de la que sigue enamorado. Esta sátira estadounidense de 1966 es otro ejemplo más de filme con visos de genialidad e ingentes dosis de misantropía del maestro Billy Wilder, con un gran trabajo de su pareja de actores favorita. Fue el comienzo de la legendaria relación entre Matthau y Lemmon, que se vio reforzada por el infarto de miocardio que Matthau padeció durante el rodaje. Temeroso de perder el papel de su vida –por el que ganó un Oscar–, trató de hacer pasar su infarto por una hepatitis. Jack Lemmon no tardó en descubrir la verdad y, apoyado por Wilder, convenció a la productora de no buscar un sustituto.

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FALSA IDENTIDAD

ESPECULACIÓN INMOBILIARIA

La obrera polaca

El puente de Brooklyn, a la venta

que quería ser una

Romanov

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n el Nueva York de principios del siglo XX, una ciudad en pleno crecimiento, casi nadie tenía demasiado claro qué bienes eran públicos y cuáles no. Por lo tanto, la idea de que un puente pudiera ser de propiedad privada no resultaba tan descabellada.Y así lo pensó el estafador George C. Parker, quien se presentaba a sus incautas víctimas como el constructor del puente y les hablaba de la posibilidad, como propietario, de establecer un peaje para acceder a Manhattan o Brooklyn. Contaba que él no podía hacerse cargo de ello porque lo suyo era la construcción y no tenía interés en explotarlo comercialmente. Es más, estaba dispuesto a “hacer un sacrificio” y vender el puente por debajo de su valor. En la mente de sus codiciosas víctimas aparecían los miles de dólares que ganarían con tan lucrativo, y a la vez sencillo, negocio. La mayor parte de ellos mordía el anzuelo y pagaba a Parker por un título de propiedad falso, evidentemente. En muchas ocasiones los incautos se dieron cuenta del engaño cuando construyeron las cabinas de peaje, al ser advertidos por la policía de que habían sido presas de un estafador.

FENÓMENOS PARANORMALES Un entierro marciano

Anna Anderson (en la imagen) aseguraba ser hija de los zares Nicolás y Alexandra; un soldado la habría ayudado a curar las heridas y escapar.

C

orría el año de 1920 en Berlín y era un frío día de febrero cuando fue rescatada una señorita que había intentado suicidarse en las aguas del río Spree: Anna Anderson. La joven se negaba a decir quién era, por lo que fue llevada a un centro para enfermos mentales y se le denominó Fräulein Unbekannt, que en alemán significa “señorita desconocida”. Fue en ese momento cuando empezó a proclamar que era Anastasia Romanov, la más joven de las hijas del difunto zar Nicolás II de Rusia. La historia cobró fuerza, puesto que no se trataba de cualquier persona. De ser cierta, su historia de supervivencia hubiera sido fascinante. Este asunto fue llevado a la gran pantalla por el director ucraniano Anatole Litvak con el papel de protagonista a cargo de Ingrid Bergman, quien ganó un Oscar como mejor actriz por su actuación como Anna/ Anastasia. La película, Anastasia, es de 1956 y se inspira en la reclamación de Anderson, que se probó falsa.

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MÚSICA A rey muerto, rey puesto

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no de los engaños más sorprendentes del siglo XIX ocurrió en el pueblo de Aurora, en Texas: en el cementerio de la localidad supuestamente fue enterrado un marciano en 1897. De acuerdo con una noticia aparecida el 19 de abril de ese año en el diario Dallas Morning News, una nave voladora se había estrellado contra el molino de viento de una granja para luego caer encima de un pozo.Tras el choque, la gente que acudió al sitio encontró los restos de la nave y el cadáver del piloto, que fue enterrado en una tumba en el cementerio local con una lápida anónima. El oficial T.J. Weems, considerado una autoridad en astronomía, aseguró que el piloto de la aeronave que había sufrido el percance era un habitante del planeta Marte. La ubicación de la tumba se desconoce, aunque hoy día una placa (abajo) en el cementerio recuerda esta “leyenda urbana”.

La portada del primer disco póstumo de Michael Jackson es un óleo del artista afroamericano Kadir Nelson.

T

ras la muerte de Michael Jackson, se lanzó un álbum de canciones inéditas del músico titulado Michael, el 10 de diciembre de 2010. Aunque fue un éxito de ventas, Paris Jackson, hija del fallecido cantante, reveló en un videochat que algunas canciones no habían sido interpretadas por su padre sino por Jason Malachi, un aspirante a cantante con una voz muy similar a la del Rey del Pop. El propio Malachi lo admitió después en su página de Facebook, aunque los defensores de Jackson apuntaron que un hacker había sido el culpable de esas declaraciones de Malachi en las redes sociales. En mayo de 2014 se lanzó un segundo disco póstumo titulado Xscape, fuera ya de cualquiera polémica sobre la autenticidad de la voz del Rey del Pop.

FOTOS: GETTY IMAGES; EFE

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HISTORIA

LA PREGUNTA

FOTOGRAFÍA

La foto que engañó al mundo durante décadas

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FOTOS: GETTY IMAGES; EFE; ISTOCK

a historia moderna del monstruo del lago Ness comenzó en 1933, cuando una nueva carretera se completó a lo largo de la costa norte del lago. Ese año una pareja local dijo haber visto “un enorme animal rodando y hundiéndose en la superficie”. La prensa londinense comenzó a enviar reporteros a Escocia, e incluso un circo ofrecía una recompensa de 20,000 libras por la captura del monstruo. El Daily Mail contrató a un famoso cazador para investigar al legendario animal. Se halló lo que parecían ser enormes huellas a la orilla del lago. Cuando los investigadores del Museo de Historia Natural examinaron las pisadas, determinaron que habían sido hechas con la pata de un

“estudiante del siglo” más falso?

E Los más escépticos estaban seguros de que esta imagen sólo era un engaño.

hipopótamo disecado. Unos meses más tarde, el monstruo del lago Ness de nuevo estaba en los titulares debido a un cirujano británico, Robert Wilson, que dio a conocer la imagen donde aparecía algo como una serpiente marina emergiendo de las aguas del lago. Wilson afirmó que él mismo había tomado esta foto, que durante décadas fue considerada como auténtica

prueba de la existencia del monstruo. La verdad se hizo esperar y no salió a la luz sino hasta 1994, cuando dos octogenarios confesaron que habían participado en una conspiración para tomar la famosa “foto del cirujano”. El objeto en el agua no era ningún animal marino. Más bien fue un submarino de juguete equipado con una cabeza de serpiente marina.

RADIO

El programa radiofónico que sembró el pánico

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¿Quién fue el

l cineasta estadounidense Orson Welles tenía un popular programa de radio que consistía en adaptar obras de teatro y literatura a ese medio. Pero lo que lo llevó a la fama –y a engañar a medio mundo– fue la adaptación de la novela La guerra de los mundos, de H. G. Wells. El 30 de octubre de 1938, al inicio del programa se dijo que se escuchaEn la foto, el equipo –con Orson ría la dramatización de una obra Welles a la cabeza– que retransmitió el falso noticiario en la radio. e inmediatamente se le dio el micrófono a Welles, quien comenzó con las siguientes palabras: “Señoras y señores, les presentamos el último boletín de Intercontinental Radio News. Desde Toronto, el profesor Morse de la Universidad de McGill informa que ha observado un total de tres explosiones procedentes del planeta Marte”. La gente tomó la ficción por noticia. Esta dramatización provocó gran pánico en las calles de Nueva York y Nueva Jersey, donde supuestamente habían caído los meteoritos.

n el año 2000, el joven argentino Marcos Castagno, un estudiante de ingeniería electrónica de 22 años, le contó a su jefe de estudios que había ganado el premio al “estudiante del siglo”, que la Fundación Motorola otorga cada año, por haber inventado una cafetera que funcionaba a través de comandos de voz. El jefe de estudios a su vez dio la noticia al rector, quien se entusiasmó con ello y, sin perder un minuto, lo contó a un diputado. La mentira fue extendiéndose hasta llegar a oídos del gobernador de la provincia, José Manuel de la Sota. La fama del muchacho creció como la espuma y su historia se publicó en los periódicos más importantes; se relataba que el electrodoméstico,además,hablabaycontaba con un sistema computarizado con planos de la ciudad y con los recorridos de los transportes para guiar al usuario hacia su destino. Tras hacerse famoso por una mentira que todos ignoraban que lo fuera, quisieron enviarlo a Japón para exponer su invento; ante este problema, el ingenioso embustero aseguró que había sido asaltado y que le habían quitado su ‘prototipo’. Este incidente generó sospechas y, tras una investigación, se descubrió el engaño. Finalmente, Marcos confesó que todo había sido un embuste.

En 2000 el joven estudiante argentino Marcos Castagno (en la foto) engañó a todo un país con su “invento”.

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Agentes dobles

Las mil caras del

espía Un tipo de impostor muy singular es el informante, bien pertenezca a los servicios secretos de algún país que se infiltra en las líneas enemigas o bien un intrigante que actúa por su cuenta para sacar provecho. La historia remota y reciente está llena de ejemplos. Por Fernando Cohnen

E

n 1937 el general Francisco Franco condecoró al corresponsal de The Times Kim Philby en agradecimiento por sus crónicas durante la Guerra Civil, muy favorables al bando de los militares que se habían alzado en armas contra la República. Lo que no sabía el futuro generalísimo era que en realidad el periodista británico trabajaba como agente del servicio de inteligencia de su país, el MI6, y que era a su vez también un agente doble a las órdenes de la Unión Soviética, cuyo líder, Iósef Stalin, le había encargado asesinarlo. En efecto, un documento secreto desclasificado por Londres en 2001 reveló que el jefe de la policía secreta de Stalin en aquellos años, Nikolái Yezhov, había preparado el plan para que Philby acabara con Franco, aunque al final no se llevó a cabo. Philby estudió en la Universidad de Cambridge e ingresó en la red de inteligencia soviética en 1933 de la mano de Arnold Deutsch, un judío vienés del KGB que reclutó asimismo a los demás integrantes de los llamados Cinco de Cambridge (también conocidos como el “Círculo de Cambridge”), un grupo de jóvenes de la alta sociedad británica que actua-

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ron como agentes dobles a favor de los soviéticos: Donald Maclean, Guy Burgess, Anthony Blunt, John Cairncross y el propio Philby.

Motivaciones ideológicas o económicas Dada su exquisita educación, los cinco accedieron sin problemas a los salones más privilegiados de Londres y se infiltraron en instituciones como el MI5, el MI6, el Foreign Office (Asuntos Exteriores) y el Ministerio de Guerra, desde donde pasaron un caudal de documentos secretos a Moscú. Durante décadas el KGB y el CRU (Servicio de Inteligencia Militar soviético) controlaron la información que enviaban los cinco agentes dobles británicos, cuyas peripecias sirvieron de inspiración a numerosas novelas, como El tercer hombre, de Graham Greene –íntimo amigo de Philby–, o Un espía perfecto, de John Le Carré, y películas como Otro país (1984, Marek Kanievska). En la Segunda Guerra Mundial el imperialismo se enfrentó al antiimperialismo, los comunistas a los nazis y las grandes democracias al Tercer Reich, a la Italia fascista y al Japón militarista. En esa intrincada lucha, en la que Londres y Washington observaban con aprensión el progresivo reforzamiento

FOTO: GETTY IMAGES

El segundo oficio más antiguo. El espionaje se ha practicado siempre, sobre todo en los periodos de guerra. Los egipcios, hace 3,000 años, ya tenían agentes dobles, sin duda no tan glamurosos como los del cine, a los que esta imagen homenajea.

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Te quiero por el interés. El beso de Judas Iscariote a Jesucristo, que sirvió de señal para que los romanos prendieran al Mesías según la Biblia, es el más famoso gesto de traición de todos los tiempos (arriba, cuadro de Luca Giordano, s. XVII). Judas cobró 30 denarios de plata por el “trabajo”.

La emperatriz filtradora. Joseph Fouché, el hombre de las mil caras, fue un espía tan astuto que logró que Josefina Bonaparte, la mujer de Napoleón (abajo), le pasara información confidencial.

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del régimen comunista en la Unión Soviética, surgieron agentes dobles que por motivos ideológicos o por simples razones económicas traicionaron a sus propios países. El caso más sonado fue el de los Cinco de Cambridge. Todos ellos pensaban que entregar secretos a Moscú era colaborar con un ideal internacional de progreso que superaba con creces la importancia de los intereses de su propia nación. “La entrada forzosa de la Unión Soviética en la batalla contra Hitler elevó el ánimo de los espías occidentales a las órdenes de Moscú. Ahora que Gran Bretaña y Rusia, y poco más tarde también Estados Unidos, luchaban contra el mismo enemigo fascista, personas como Maclean y Philby podían convencerse de que pasar información a Stalin no constituía traición, sino un simple medio para

colaborar en una causa común”, señala el historiador británico Max Hastings en su libro La guerra secreta: espías, códigos y guerrillas, 1939-1945. Pero, además de en Inglaterra, los agentes dobles florecieron también en Estados Unidos, y algunos de ellos proporcionaron a Moscú información secreta sobre el desarrollo de la bomba nuclear. El espionaje es la segunda profesión más antigua del mundo. Se lleva practicando desde los orígenes de la humanidad, especialmente en los periodos de guerra. Hace más de 3,000 años, los egipcios tenían agentes de inteligencia y agentes dobles que espiaban los secretos de las potencias enemigas. En el siglo XII a. C., una cortesana cananea llamada Rahab prestó ayuda a dos espías israelitas enviados por Josué para explorar Canaán. El objetivo era descubrir los puntos débiles de defensa de Jericó antes de que los ejércitos hebreos invadieran la ciudad enemiga. En pago a su traición, Rahab y su familia salvaron la vida cuando las tropas invasoras entraron en Jericó y pasaron a cuchillo a sus habitantes. Una vez que Josué implantó su poder en Canaán, la traidora se casó con Salomón, probablemente uno de los dos agentes a los que auxilió en sus tareas de espionaje. Una agencia de inteligencia alemana creada en 1989 fue llamada Rahab en su recuerdo. Su acción la convirtió en indeseable para el pueblo de Canaán y en heroína para los israelitas, así como en la agente doble más antigua de la que tenemos noticia.

Roma a veces sí paga a traidores Los Evangelios nos hablan de Judas Iscariote, que por 30 monedas reveló a los centuriones romanos el lugar y hora en que podrían hallar a Jesús para prenderlo. En cualquier caso, su papel como agente doble apenas duró un suspiro, dado que poco después se colgó de un árbol, abrumado por la vergüenza y el arrepentimiento. Si hacemos caso a Dante Alighieri, Judas debe permanecer en el último círculo del infierno. El escritor italiano pensaba que en ese lugar, el más profundo del Averno, era donde Dios confinaba a los peores pecadores, los que cometen traición. En el año 480 a. C., Efialtes de Tesalia traicionó al rey espartano Leónidas al informar al rey persa de un camino alternativo al paso de las Termópilas, lo que permitió a su ejército tomar desprevenida a la retaguardia de los espartanos. Tanto en la película 300 como en el cómic del mismo título, Efialtes es retratado como un jorobado resentido con Leónidas, quien le impide integrarse en su ejército por su deformidad. Decepcionado, Efialtes traiciona a los suyos pasando información al rey persa. Según cuenta Heródoto, fue asesinado por Atenades de Traquinia en el año 479 a. C. En su libro El arte de la guerra, Sun Tzu afirma que “los generales que sepan rodearse de buenos espías asegurarán grandes logros”. En otro capítulo, Sun re-

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Traición y espionaje por amor

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l caso de Bernard Boursicot, un funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia, es uno de los más singulares de la Historia. Fue detenido en París en 1986 por haber transmitido secretos de Estado a China; traicionó a su país por amor a una cantante de ópera china llamada Shi Pei Pu, con la que vivió durante 19 años. Lo más sorprendente es que Boursicot no supo durante todo ese tiempo que su compañera era en realidad un hombre, tal y como confesó a los agentes franceses que lo detuvieron. El funcionario conoció a Pei Pu en Pekín y, tras un breve lapso en que fue destinado a Arabia Saudita, medró con ahínco en el Ministerio de Asuntos Exteriores para que lo trasladaran de

nuevo a Pekín, donde vivió con su amante desde 1969. Durante años, el agente doble francés entregó más de 150 documentos secretos a las autoridades chinas. El tribunal parisiense que lo condenó a seis años de prisión lo acusó de haber traicionado a la patria por una relación homosexual, aunque él negó con vehemencia que fuera gay. Según afirmó Pei Pu, que también fue condenado a seis años de cárcel, cuando mantenía relaciones sexuales con su amante disimulaba su sexo entre los pliegues del escroto y apretaba los muslos para disimular su pene. Una historia iverosímil. El travestido reconoció que recogió esperma de su amante en un preservativo y lo utilizó más tarde para que un médico de su confianza

cuerda que la información previa no puede obtenerse de fantasmas ni espíritus, ni tampoco de augures y otros visionarios. Son las personas que conocen la situación del adversario las que pueden ayudar a concebir un escenario real para enfrentarse a él con éxito. Esas personas pueden ser espías propios, traidores del bando contrario o agentes dobles. Estos últimos proliferaron como hongos en la antigua Roma. Cicerón afirmaba que sus cartas siempre fueron interceptadas por espías y que nadie en Roma podía aspirar a la privacidad. “Es imposible encontrar un mensajero leal en esta ciudad repleta de conspiradores”, se quejaba el gran orador. Los senadores tenían sus propias redes de espías, algunos de los cuales trabajaban para otros senadores y familias poderosas de la metrópolis, lo que garantizaba un continuo fluir de secretos y chismes. Desde el año 154 a. C. hasta el 139 a. C., el caudillo lusitano Viriato se rebeló contra Roma. Tras varias victorias de los hispanos, el pretor Servilio Cepión sobornó a tres lugartenientes de Viriato, llamados Audax, Ditalco y Minuro, para que asesinaran a su líder. Tras el magnicidio, los traidores acudieron a Cepión para cobrar el trabajo realizado. Según dice la leyenda, fue entonces cuando el procónsul romano los despachó con una frase que ha pasado a la Historia: “Roma no paga a traidores”.

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Grandes intrigantes En su obra La Araucana, de 1569, Alonso de Ercilla cuenta los entresijos de la guerra que emprendieron los conquistadores españoles contra los mapuches para la conquista de sus tierras (actual Chile). El caudillo indígena Caupolicán consiguió introducir a un espía araucano llamado Pran en el fuerte español. Éste contactó con otro indio llamado Andresillo que

Shi Pei Pu, interpretado por John Lone en el film M. Butterfly (1993, David Cronenberg).

fecundara a una mujer china. Dado que el funcionario francés abandonaba Pekín durante meses por cuestiones de trabajo, el engaño de su amante chino era posible. Cuando Boursicot supo que su mujer era un hombre intentó suicidarse, sin éxito.

servía a los españoles. Sin embargo, fue Andresillo el que engañó a Pran, haciéndole creer que sus compañeros podrían entrar en el campamento español y sorprenderlos durante la siesta. Cuando los hombres de Caupolicán irrumpieron en el fuerte, los españoles los masacraron. En la Revolución Francesa apareció uno de los mayores intrigantes de la Historia. Se llamaba Joseph Fouché, “el hombre de las mil caras”. Ocupó cargos importantes durante cinco gobiernos diferentes y en su imparable ascensión política espió y traicionó a todos, contribuyendo con su voto a la decapitación de Luis XVI y María Antonieta. En 1799 fue nombrado ministro de Policía del Directorio de la República Francesa, un puesto desde el que instauró una amplia red de espionaje.

Traidores impagados. Audax, Ditalco y Minuro, lugartenientes de Viriato, lo asesinaron por encargo de Roma en el siglo II a. C. (arriba, cuadro de Madrazo), pero los romanos se negaron a pagarles.

La cananea Rahab, quien espió para los israelitas en el siglo XII a. C., es la agente doble más antigua de la que se tiene noticia fidedigna. muyinteresante.com.mx

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El nazi que colaboró con el Mossad

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tto Skorzeny, comandante nazi que rescató a Benito Mussolini de manos de los partisanos para llevarlo sano y salvo a Viena, fue un agente doble del Mossad, la agencia de inteligencia israelí en la posguerra. Durante su carrera militar, Skorzeny recibió varias condecoraciones, una de ellas entregada por el mismísimo Adolf Hitler, quien ordenó que fuera ascendido a coronel por el valor que había demostrado en sus misiones, entre las cuales destacó la Operación Greif, en la que se infiltró en las líneas enemigas disfrazado de oficial británico con el objetivo de sembrar la confusión.

Chantajista y chantajeado. El agente de la Ojrana –la inteligencia de la Rusia zarista– Evno Azev (abajo) captó al jefe de los espías del Imperio austrohúngaro, Alfred Redl (abajo a la derecha), para que le proporcionara secretos de Estado. No fue una colaboración voluntaria: el ruso averiguó que el austriaco era homosexual y amenazó con hundir su carrera si no cooperaba.

El 11 de septiembre de 1962, el exnazi Heinz Krug, por entonces un “respetable” hombre de negocios alemán, fue secuestrado en Múnich y su cadáver nunca apareció. El pasado mes de abril de 2016, el periódico israelí Haaretz reveló documentos que demuestran que Skorzeny fue reclutado por el Mossad para asesinar a Krug, quien estaba en contacto con científicos alemanes capaces de fabricar cohetes nucleares para venderlos al mejor postor. La presión a la que fue sometido Krug por los agentes israelíes hizo que pidiera protección a Skorzeny, pero el Mossad ya había contratado los servicios del militar nazi para asesinar a Krug. Su papel de agente doble explica que, tras

Sus agentes penetraban en todas las capas sociales proporcionando un enorme caudal de información a su jefe, quien confeccionó temibles informes con los que chantajeó a los políticos y poderosos del país. La habilidad de Fouché era tal que logró que la propia mujer de Napoleón, Josefina de Beauharnais, le filtrara información del emperador. Sobrevivió al terror de Robespierre, al Directorio, al golpe de Estado del 18 Brumario de Napoleón y a la caída del emperador, y medró con éxito en los años de la Restauración monárquica. Durante sus campañas militares, Napoleón contó con el apoyo de otro gran agente doble, el alsaciano Karl Schulmeister, quien viajó a Viena e intoxicó al general austriaco Karl Mack con informes falsos sobre los movimientos de tropas del ejército napoleónico. Los datos parecían tan precisos que el Alto Mando austriaco nombró a Schulmeister jefe de inteligencia.

El entonces teniente coronel del Reich Otto Skorzeny posa en su celda en 1948, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.

la guerra, Skorzeny no fuera sometido a juicio y pudiera andar a sus anchas por Madrid y Alcudia hasta que murió en 1975, pese a su supuesta fidelidad a Hitler.

Doble moral, captaciones y chantajes Cuando Viena puso en marcha la campaña militar contra los franceses, el espía los convenció de que el grueso de las tropas napoleónicas había regresado a Francia para sofocar un levantamiento social, lo que precipitó el ataque de las tropas austriacas, que cayeron en la trampa y fueron derrotadas en las batallas de Ulm y Austerlitz. En el juicio que se celebró en Viena, el genial agente doble fue absuelto de los cargos que le imputaban por espionaje. Por el contrario, el general Mack fue degradado fulminantemente. La Rusia de los zares creó en 1881 un potente servicio de inteligencia llamado Ojrana, cuyo objetivo primordial era garantizar la seguridad de la familia real y controlar la evolución de los grupos revolucionarios internos, aunque pronto pasó a ser una eficaz agencia para el espionaje exterior. Uno de sus mayores logros fue captar al jefe de la agencia de inteligencia del Imperio austrohúngaro, Alfred Redl. Los espías lo chantajearon al averiguar que el oficial austriaco era homosexual y llevaba un lujoso tren de vida que no se podía permitir. Los rusos se comprometieron a financiar sus caprichos y a no revelar su secreta inclinación sexual si Redl les proporcionaba secretos de Estado.

Tras aceptar las condiciones que le habían impuesto desde Moscú, Redl filtró a la Ojrana las listas de agentes austrohúngaros que operaban en Rusia, así como los planes de invasión de Serbia. Por si fuera poco, intoxicó a los suyos proporcionándoles información falsa sobre las supuestas debilidades del poderío militar ruso. Finalmente, los agentes austriacos lo desenmascararon. En junio de 1913, al poco de ser descubierto, Redl se pegó un tiro en la cabeza. 40

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Arabel para unos, Garbo para otros

Durante la Segunda Guerra Mundial, el español Joan Pujol decidió hacerse agente doble trabajando para los servicios secretos alemanes (Abwehr) y pasando información a los británicos. Los nazis le ordenaron que se trasladara a Londres, pero Joan no sabía inglés y permaneció en Lisboa haciendo creer a los alemanes que se encontraba a orillas del Támesis. La información que transmitía a Berlín era una mezcla de charlas de café y noticias publicadas por la prensa. Pero todo cambió cuando el informante español proporcionó a los nazis valiosa información sobre la salida de una flota británica desde el puerto de Liverpool con destino a Malta. A partir de entonces, Pujol fue considerado por Berlín como un valioso activo al que bautizaron con el nombre de Arabel. Una vez que logró introducirse en la Abwehr, Pujol ofreció sus servicios a los británicos e ingresó como agente en el MI5 bajo el seudónimo de Garbo.

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Espías de la era atómica Su mayor logro se produjo en la Operación Fortitude, al hacer creer a Hitler que el desembarco aliado en Francia (6 de junio de 1944) se iba producir en Calais, cuando en realidad tuvo lugar 250 kilómetros más al sur, en las playas de Normandía. Cuando los alemanes descubrieron que los aliados habían tomado tierra en Normandía, Garbo les convenció de que ese ataque era una distracción, ya que la verdadera invasión se iba a producir poco después en el paso de Calais. Los nazis nunca sospecharon que su espía Arabel era en realidad un agente doble al servicio de la Corona británica. Dos meses después del Día D, el propio Hitler firmó la orden para concederle la Cruz de Hierro. Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, el gobierno inglés también lo distinguió con la Orden del Imperio Británico, aunque Pujol no pudo recogerla. Agentes del MI5 le advirtieron que su vida corría peligro y lo ayudaron a desaparecer en Venezuela. Tras la destrucción de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945, los servicios de inteligencia soviéticos captaron a un grupo de estadounidenses para que pasaran información secreta sobre el proceso de creación de la bomba nuclear. Entre ellos figuró David Whittaker Chambers, quien fue desenmascarado por el desertor soviético Igor Gouzenko en septiembre de 1945. Asimismo, durante el tiempo que trabajó en el Proyecto Manhattan en la base secreta de Los Álamos (Nuevo México), el físico Klaus Fuchs envió a Moscú importante documentación sobre los avances de los estadounidenses en la fabricación de la primera bomba nuclear. Su posterior arresto condujo al FBI a la detención de su enlace Harry Gold y al desmantelamiento de la red de espías estadounidenses que filtraron secretos nucleares a los soviéticos. Entre ellos se encontraba David Greenglass, un sargento del ejército

El científico en venta. El físico alemán Klaus Fuchs (1911-1988), a quien vemos en esta foto en 1959, siempre se ofreció al mejor postor: trabajó para los nazis, luego para EUA y, en secreto, para la URSS, a la que envió durante años datos sobre la bomba atómica.

La carrera por la hegemonía nuclear entre Estados Unidos y la URSS, en los años 40 y 50, dio trabajo a muchos agentes dobles. involucrado en el Proyecto Manhattan que, al ser capturado por el FBI, reveló que su hermana Ethel y su cuñado Julius Rosenberg pasaban información secreta a Moscú. Acusados de traicionar a su país, los Rosenberg murieron en la silla eléctrica en el penal de Sing Sing, Nueva York, en 1953.

Philby, el más escurridizo Dos años antes, Donald Maclean y Guy Burgess, dos de los cinco componentes del Círculo de Cambridge, tuvieron que huir a Moscú para no ser detenidos por agentes del MI5. A partir de entonces, el FBI centró sus sospechas en Kim Philby. Sin embargo, los servicios de inteligencia británicos siguieron creyendo en su inocencia. De hecho, en octubre de 1955, el agente doble fue exonerado de toda sospecha por el secretario de Estado británico. Meses después, Philby fue contratado por el diario The Observer como enviado especial en Beirut, donde siguió ejerciendo su papel de doble agente para los soviéticos. El informante que engañó a Franco durante la Guerra Civil española cayó en desgracia cuando Anatoli Alexander Dolnytsin, espía soviético del KGB, desertó y dio al MI5 los nombres de los agentes dobles británicos al servicio de Moscú.Antes de ser detenido, Philby logró huir a la Unión Soviética en 1963, donde fue condecorado con la Orden de la Bandera Roja por su “valiente trabajo” como agente durante 30 años. Es probable que, antes de su muerte en 1988, aquel culto y flemático inglés dejara escapar una sonrisa al recordar el momento en que sus jefes del Ministerio de Asuntos Exteriores lo condecoraron con la Orden del Imperio Británico.

La extraordinaria peripecia de Garbo. Ése era el nombre en clave de Joan Pujol (1914-1988; arriba), el agente doble español al servicio de Gran Bretaña que engañó a los nazis sobre el verdadero lugar del desembarco en el Día D. Hitler nunca sospechó de él y llegó a condecorarlo.

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Fingir para “sobrevivir”. Los científicos dependen de una buena reputación para seguir recibiendo apoyo y fondos, y la misma reside en la publicación de artículos científicos de gran perfil. Por tanto, se hace realidad el imperativo “publicar o perecer” y, a veces, esto trae consigo malas praxis o conductas científicas fraudulentas que son violaciones de la ética profesional. 42

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Mentiras en la comunidad científica

Las manzanas podridas de la

ciencia

La presión por lograr nuevos descubrimientos provoca que algunos investigadores falseen los datos de sus experimentos. Pero la verdad suele salir a la luz: los siguientes son algunos de los fraudes más sonados que fueron descubiertos. Por José Ángel Martos

FOTO: GETTY IMAGES

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asos como el reciente de un falso médico nacido en Valencia, España, quien en varias ocasiones consiguió empleo en hospitales a pesar de no haber llegado a obtener su título como médico, nos recuerdan que la ciencia no está exenta de personajes ajenos al rigor consustancial que se le supone a todo profesional científico. También que quienes deben controlar sus prácticas y resultados en ocasiones no los detectan hasta que ha pasado un tiempo considerable, lo que tiñe de dudas el funcionamiento de todo el sistema científico, hoy imprescindible en nuestras vidas. Esto no es algo tan singular como podría parecer, porque cada año se da la considerable cifra de 2,000 casos de potenciales conductas fraudulentas.Y tampoco es nuevo, porque los historiadores de la ciencia nos cuentan que el primer caso de mala conducta entre la profesión se remonta al siglo II, y tuvo como protagonista a un gran nombre que ha cruzado los umbrales de la posteridad: el astrónomo Ptolomeo, definidor de la teoría geocéntrica del Universo. Ptolomeo presentó como suyas observaciones astronómicas sobre el solsticio de otoño que habían sido realizadas en realidad por Hiparco. Esto sólo se supo muchos siglos después, al detectar que los datos presentados por Ptolomeo, que trabajaba en la ciudad de Alejandría en Egipto, corresponden a otro lugar con una diferencia de 5 grados de latitud y ese sitio no es sino la isla de Rodas, donde Hiparco construyó un observatorio trescientos años antes –vivió en el siglo II a. C.– de que el astuto Ptolomeo se atribuyera sus mediciones y se llevara la fama.

Hoy a Ptolomeo lo hubieran condenado en los medios de comunicación y por supuesto en las redes sociales, pero en su época era muy difícil que su travesura trascendiera: los datos de Hiparco tan sólo estaban reflejados en unos pocos manuscritos en la Biblioteca de Alejandría, al alcance de unos pocos sabios que pudieran entenderlos.

Piratería clásica Por eso la imprenta fue un invento tan importante para los primeros científicos, ya que les permitía proclamar la autoría de sus hallazgos, mostrándolos al mundo antes de que cualquier autor pirata –que, como se ve, los había– pudiera atribuírselos. Uno de los que tuvo que hacerlo muy tempranamente fue Andrés Vesalio, uno de los grandes genios de la medicina renacentista. Vesalio publicó su tratado de anatomía humana, De humani corporis fabrica (Sobre la estructura del cuerpo humano), cuando supo que algunos de sus primeros trabajos habían sido presentados por otros científicos como propios. El libro, uno de los más influyentes de la historia de la Medicina, fue la respuesta de Vesalio. Con un libro publicado –dedujo acertadamente este eminente médico de Bruselas– les complicaba la vida a quienes luego pretendieran atribuirse los méritos. Aun así, la mayor abundancia de fraudes científicos comienza con el siglo XX, seguramente por tratarse de una época en que la notoriedad y la fama comenzaban a acompañar a los logros académicos. En 1912 se anunciaría un gran descubrimiento que después iba a convertirse en la mayor patraña jamás urdida en la historia de la ciencia. muyinteresante.com.mx

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Eslabón perdido y engañoso. En 1912, en Londres, se revelaron al mundo unos restos óseos que supuestamente habían sido descubiertos por un obrero en un lecho de grava en Piltdown (arriba), sureste de Inglaterra. Hoy día, tras nuevos análisis, se sabe que no son el ancestro del ser humano que se suponía.

Apropiación indebida. Andrés Vesalio (abajo) fue el autor de uno de los libros más influyentes sobre anatomía, De humani corporis fabrica (Sobre la estructura del cuerpo humano) en el siglo XVI (abajo derecha). Y fue víctima del plagio de sus primeros estudios.

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El 18 de diciembre de ese año, el anticuario y paleontólogo aficionado Charles Dawson mostraba en una reunión de la Sociedad Geológica de Londres los restos de una mandíbula a la que le faltaban algunos dientes y de un cráneo –separados– que, según él, pertenecían a la misma persona, que no sería sino, nada más y nada menos, un ancestro prehistórico de los humanos. La pieza había sido encontrada –según su relato– por unos obreros mientras trabajaban haciendo un agujero en la localidad de Piltdown (Sussex, sur de Inglaterra). El hecho de que el cráneo se hallara partido fue atribuido por Dawson a que los trabajadores lo habían pretendido abrir, en la creencia de que aquello era un coco fosilizado. La primera persona a la que Dawson había mostrado este descubrimiento fue Arthur Smith Woodward, responsable del departamento de Geología en el Museo Británico, y con él había realizado excavaciones conjuntas durante el verano anterior. En la presentación londinense, el especialista Woodward sostuvo que el cráneo era muy similar al de un hombre moderno excepto por su menor tamaño cerebral y que la mandíbula era prácticamente indistinguible de la de un primate (en concreto, se refirió a un chimpancé joven).

Con estos elementos, la tesis de Dawson y Woodward resultaba muy clara: se trataba de un homínido a medio camino entre el mono y el hombre, algo que cuadraba muy bien con la expectativa que por entonces existía, después de la generalización de las teorías de Darwin, sobre el “eslabón perdido”, el ancestro que conectaría a la actual especie humana con nuestros parientes primates más remotos. La presentación obtendría gran resonancia y el descubrimiento logró credibilidad entre la comunidad científica. Prestigiosos investigadores lo apoyaron: el catedrático Arthur Keith le dio nombre científico a la nueva especie, “Homo piltdownensis”. Y el alemán Otto Schoetensack, descubridor del importante fósil del Homo heidelbergensis, afirmó que se trataba de la mayor evidencia de que había un ancestro primate en nuestra genealogía. Más directa fue la participación de un gran nombre del pensamiento del siglo XX, el jesuita Pierre Teilhard de Chardin, que por aquellos años estudiaba teología en la cercana ciudad de Hastings. Chardin participó en las excavaciones junto a Woodward y él mismo descubrió uno de los dientes pertenecientes a la famosa mandíbula de Piltdown, en concreto un canino que luego tendría relevancia en la polémica. De Chardin, que continuaría trabajando en paleontología humana, se haría muy conocido años después por sus intentos de compatibilizar las evidencias de la evolución con la búsqueda de un sentido a la vida con raíz cristiana.

Discordancias en la comunidad científica El recibimiento fue mixto: ya en 1913 empezaron a hacerse oír algunas voces discordantes en la comunidad científica que apuntaban una posibilidad inquietante: los restos hallados por separado no habían pertenecido en realidad a un mismo esqueleto, sino que eran simplemente un cráneo humano y una mandíbula de simio sin ninguna conexión entre sí. En general, hubo una cierta propensión al chauvinismo: los investigadores ingleses tendían a apoyar el descubrimiento, mientras que estadounidenses o franceses eran mucho más críticos. Las voces contrarias sufrieron un revés inesperado en 1917, cuando Woodward anunció que Dawson, fallecido meses antes, había descubierto un segundo cráneo de características similares en Sheffield Park, a tan sólo tres kilómetros de la localización de los primeros restos. Una segunda evidencia como ésta resultaba un importante refuerzo para su teoría, lo que le confirió nueva credibilidad. Sin embargo, Woodward nunca llegó a concretar con claridad en qué lugar había aparecido el nuevo cráneo, porque él no lo sabía: Dawson no se lo había dicho con exactitud. Con esta nueva prueba, aumentó la aceptación del Hombre de Piltdown.

FOTOS: AMERICAN ASSOCIATION FOR THE ADVANCEMENT OF SCIENCE; GEOLOGICAL SOCIETY OF LONDON; HE ROCKEFELLER UNIVERSITY/ NEW YORK ACADEMY OF MEDICINE; E. MILSTER AFTER E. J. C. HAMMAN, 1849

Apoyo de prestigiosos investigadores

Jack Pedernal, el gran falsificador

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FOTOS: BEPPU UNIVERSITY/ ARCHAEOLOGICAL INSTITUTE OF AMERICA; YORKSHIRE MUSEUM; ARCHAEOLOGICAL FAKES/ VERLAG ERNST WASMUTH, TUBINGEN, 1967

o había museo en toda Gran Bretaña a mediados del siglo XIX que no contara con algún objeto presuntamente prehistórico o antiguo, pero en realidad fabricado por Edward Simpson, conocido con el alias de Jack Pedernal, entre otros muchos sobrenombres. Fue “el mayor impostor de los tiempos modernos”, según lo calificó el Times de Londres, título bien ganado durante 30 años de delictiva carrera, hasta que dio con sus huesos en la cárcel. Nacido probablemente en 1812, Simpson tenía una notable habilidad para producir objetos con todo el aspecto de ser hallazgos arqueológicos. Había aprendido muy tempranamente a tallar el pedernal (de ahí su mote) y era capaz de elaborar con gran perfección puntas de flecha.

Réplicas arqueológicas. Y sus habilidades no se quedaban ahí: fabricó fósiles, cerámicas, piedras celtas y multitud de objetos de aparente procedencia romana (armaduras, monedas, fíbulas, mojones…); una surtida industria de las antigüedades salida de las manos de este artesano que se dejó seducir por el lado oscuro. Con el dinero obtenido vendiéndolas por todo el país pagaba su afición a la bebida, que, según sus propias declaraciones en una entrevista concedida en 1866, era lo que le había arrastrado a su innoble práctica. En 1867 fue condenado a un año de prisión, aunque luego volvería a las andadas.

Sin embargo, el cuestionamiento volvería durante los años 20 y 30. Uno de los aspectos más controvertidos fue el famoso canino hallado por Teilhard de Chardin, cuyas características anatómicas eran demasiado parecidas a las de un mono como para pensar que podía haber pertenecido a un humano, por muy prehistórico que fuera. Otra fuente de duda provenía de los descubrimientos paleontológicos en otros lugares, como el Hombre de Pekín (1923) o el Australopithecus (1924), que presentaban características marcadamente distintas a las del presunto homínido inglés y dificultaban su ubicación en una línea temporal. Aun así, la refutación completa se haría esperar. Llegó en 1953, cuando la revista Time publicó un completo artículo en el que varios especialistas explicaban cómo el presunto Hombre de Piltdown no era sino el ensamblaje de tres huesos de procedencia distinta: un cráneo humano medieval, una mandíbula de orangután de unos 500 años de antigüedad y el canino fosilizado de un antiguo chimpancé. Para entonces, también Woodward había muerto, aunque no Teilhard de Chardin, que fallecería un par de años después. Lo que sigue siendo un misterio al día de hoy es el porqué de este fraude científico y cómo se fraguó. En 2012 se inició un nuevo examen de los huesos, que ya no trataba de determinar si tienen algo de prehistórico, sino de entender la motivación de los implicados para urdir esta tremenda estafa que, vista con la mentalidad de hoy, resulta algo simplona con su “corta y pega” de huesos, pero que en su momento pasó los controles por cuadrar muy bien con las teorías dominantes a principios del siglo XX que esperaban una demostración.

Durante 30 años Edward Simpson (en la foto) fabricó todo tipo de piezas antiguas que hizo pasar por hallazgos arqueológicos de gran valor.

El embaucador murió probablemente en 1875 aunque, como se suele decir, su obra quedó para la posteridad, y quién sabe si aún está expuesta en alguna vitrina.

De Chardin participó en las excavaciones de Piltdown y él mismo descubrió uno de los dientes de la mandíbula. Engaños en el país nipón Y si a alguien le parece burdo el fraude de Piltdown, cabe decir que los científicos mentirosos no es que siempre se hayan distinguido por su sofisticación en el engaño. En el año 2000, el japonés Shinichi Fujimura, el arqueólogo “de las manos divinas” –según los medios de su país, por su capacidad para encontrar antiquísimos objetos–, fue descubierto con esas manos en la masa de la manera más patética. Era el amanecer del día 22 de octubre del año 2000 y Fujimura llegó muy pronto a las excavaciones que realizaba cerca del pueblo de Tsukidate, en el norte de Japón. Allí, él y su equipo estaban localizando objetos en piedra de unos 600,000 años de antigüedad, algo sensacional, ya que la primera presencia humana en las islas japonesas no va más allá de hace 30,000-40,000 años.

Decubierto in fraganti. El arqueólogo japonés Shinichi Fujimura (abajo) ‘plantaba’ de madrugada las piezas prehistóricas que sus colaboradores desenterraban durante el día, hasta que en 2000 su estafa fue descubierta.

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El rey de la clonación que no lo era

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Por varias trampas y polémicas, la arqueología japonesa es vista hoy con recelo por la comunidad internacional. Fujimura salió de su todoterreno y se dirigió hacia la zona que aquel día iba a ser excavada por él y su equipo. Allí se agachó y cavó un pequeño agujero, no demasiado profundo. Luego sacó de su bolsillo una bolsita de plástico transparente, extrajo de ella un objeto de piedra y lo metió en el hoyo, que procedió a tapar. Removió la tierra de la superficie con su bota y luego se marchó por donde había venido. Lo que no sabía es que estaba siendo fotografiado por los reporteros del periódico Mainichi. La publicación de las imágenes destapó el gran engaño que había urdido Fujimura sin ningún escrúpulo. Los objetos formaban parte de sus colecciones, pero no eran tan antiguos como él hacía creer. Simplemente, los situaba en estratos arqueológicos de épocas anteriores.Tan sencillo como eso. Lo terrible era que los presuntos hallazgos de Fujimura estaban llevando a reescribir la Prehistoria de Japón. Y quizá ésa era la clave de su éxito: para 46

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el orgullo nacional japonés resultaba muy importante demostrar que en la isla ya existía presencia humana al mismo tiempo o antes incluso que en China y toda el Asia continental. Sus dataciones se habían incorporado a los libros de texto de los alumnos japoneses.

Búsqueda de falsarios El caso Fujimura tendría una derivación trágica: en la espiral de búsqueda de falsarios que se extendió por Japón, pocos meses después, a principios de 2001, una revista acusó al ya anciano arqueólogo Mitsuo Kagawa de haber protagonizado un engaño similar con un descubrimiento realizado varios años atrás, en 1962, de artefactos de piedra prehistóricos. El anciano científico, a sus 78 años, no pudo soportar la vergüenza de verse expuesto en los medios y se suicidó colgándose. Dejó una nota proclamando su inocencia. La revista fue demandada por los familiares y finalmente tuvo que aceptar la condena judicial a publicar una disculpa, lo que no ocurrió hasta 2004. Lo que nunca se ha llegado a saber es si los hallazgos de Kagawa eran auténticos o no. Una comisión científica nombrada para esclarecer los hechos concluyó en 2003 que carecía de evidencias para determinar los hechos en un sentido o en otro. La consecuencia de las trampas y polémicas es que la arqueología japonesa es vista hoy con recelo por la comunidad internacional. Pero no sólo las ciencias más vinculadas a la Historia son proclives a las supercherías. También las experimentales, a pesar de su naturaleza empírica, registran multitud de casos de fraude. Ni siquiera los grandes nombres se han librado de alguna que otra acusación: del propio Isaac Newton se ha dicho que tendía a ajustar los resultados de sus cálculos para que cumplieran mejor con sus modelos teóricos. ¿Pudo estar podrida entonces su manzana?

FOTOS: GETTY IMAGES

no de los fraudes más notorios de la historia científica ocurrió durante la pasada década y tuvo que ver con la clonación, uno de los avances que mayor expectación conllevan. El protagonista fue el investigador surcoreano Hwang Woo-suk. Éste anunció la primera clonación de células embrionarias humanas (concretamente 11) en sendos artículos publicados en la revista Science en 2004 y 2005, lo cual lo convirtió en una celebridad mundial. En su país fue reverenciado como un héroe nacional: “el orgullo de Corea”, lo llamaban. El engaño duró alrededor de un año, tras el cual empezaron a llover las acusaciones de haber utilizado células madre falsas. Woo-suk se defendió en un primer momento y tachó a sus críticos de “despechados”, pero el gobierno surcoreano abrió una profunda revisión que reveló multitud de manipulaciones y confirmó que la mayoría del material genético de las clonaciones no coincidía con el ADN de los donantes. Woo-suk evitó la cárcel por poco, debido a su condición de eminencia en la clonaEl investigador surcoreano Hwang Wooción: también en 2005 había suk (en la foto) es considerado por muchos genetistas el científico líder en la investigación logrado el nacimiento de sobre células madre, a pesar de su fraude en el un perro clonado, Snuppy, asunto de la clonación de embriones humanos. hijo de una perra de raza labradora afgana. Este experimento fue certificado como auténtico en la misma revisión gubernamental que los anteriores. De hecho, en la actualidad este investigador surcoreano se dedica principalmente a la clonación de perros para clientes privados, actividad que va a extender a otros animales: en noviembre pasado anunció que trabajará con una compañía biotecnológica china para crear la mayor factoría de clonación animal del mundo. Los animalistas ya han puesto el grito en el cielo.

Teorías para la posteridad Tanto Isaac Newton (a la izq. en una ilustración) como Gregor J. Mendel (arriba) sentaron las bases de investigación en sus respectivos campos científicos, aunque sin los cálculos estadísticos que hoy día se considerarían más acertados.

Probabilidades genéticas exageradas

FOTOS: GETTY IMAGES; ASSOCIATED PRESS

Su caso es más bien similar al de Gregor Mendel, el padre de la genética por sus famosos experimentos con chícharos. En 1936 el genetista inglés Ronald Aylmer Fisher, especialista también en cálculo estadístico, llegó a la conclusión de que los resultados de Mendel en cuanto a los ratios de presencia de genes dominantes y recesivos en sus muestras estaban demasiado cerca de los valores ideales que predijo en sus hipótesis como para ser ciertos. La probabilidad según Fisher era de 7 por cada 100,000 casos, y teniendo en cuenta que Mendel trabajó sólo con 10 plantas, le parecía demasiado perfecta. En ambos casos (Mendel y Newton), lo más probable es que ellos ni siquiera consideraran que estaban haciendo mal presentando los mejores resultados posibles, pues al final sus teorías eran correctas, como el tiempo se ha encargado de reafirmar. En las últimas décadas han surgido auténticos chícharos y manzanas podridos, en campos tan diversos como la física, las matemáticas o la biomedicina. Y han caído del árbol de la ciencia en tal cantidad, que a Newton le hubieran causado no un pequeño golpe, sino un verdadero traumatismo. La razón común a esta abundancia de casos es atribuida por los propios científicos a la presión que sufren para publicar artículos con descubrimientos que les permitan progresar en sus carreras y obtener subvenciones o becas. Ante esta necesidad, algunos de ellos, cuando no alcanzan resultados innovadores, optan por inventarlos.

inventado datos experimentales. Este médico, hasta entonces de gran reputación, levantó las sospechas de sus ayudantes, quienes un día encontraron las pruebas de sus manipulaciones en un papel hecho trizas que Darsee había tirado descuidadamente a la papelera. El Brigham and Women’s Hospital, una institución afiliada a Harvard con la que trabajaba el laboratorio de Darsee, tuvo que devolver hace 35 años la muy elevada cifra de 122,000 dólares por este escándalo. Pero eso no fue todo: posteriores pesquisas revelaron que el médico llevaba inventándose datos desde que era un joven investigador en la segunda mitad de los años 60. Aunque los castigos a estos casos tradicionalmente han quedado dentro del ámbito académico, hay quien considera que ello no es suficiente. Uno de los adalides de esta teoría es el senador republicano de Estados Unidos Charles Grassley, quien ha llevado a cabo diversas campañas con el argumento de que la prohibición de publicar en revistas científicas o la destitución de un puesto académico no son penas suficientes para los casos en que se pierden millones de dólares con los que los organismos públicos financian la investigación. Grassley ya cobró una importante víctima el año pasado: un investigador biomédico de la Universidad de Iowa, Dong-Pyou Han, fue condenado a 57 meses de cárcel, tres años de posterior libertad vigilada y 7.2 millones de dólares de multa por manipular tests en busca de resultados para la vacuna contra el virus del VIH, que causa el sida. Lo cierto es que Han no se había quedado corto. Según la revista Nature, había introducido anticuerpos humanos del VIH en la sangre de conejos usados para sus pruebas, de manera que pareciera que éstos habían reaccionado positivamente a las vacunas ensayadas. Es un ejemplo de que la ciencia, al contrario que en la época del “Homo piltdownensis”, ya no es un divertimento para caballeros ilustrados, sino un juego muy serio. Y con consecuencias también serias.

LIBRO Qué sabes de evolución David Burnie, Ediciones B, 2000. Desde los tiempos de Darwin, el asunto del origen de las especies ha sido un tema muy controvertido que ha generado una extensa lista de reivindicaciones, fraudes y confusión.

La mentira sale a la luz. En junio de 2014 se descubrió que el científico surcoreano Dong-Pyou Han (en el centro de la foto, abajo) había falseado los datos de su investigación acerca del VIH.

Datos experimentales inventados Se han dado situaciones realmente alarmantes en disciplinas tan sensibles como la cardiología, donde se registró en 1983 el primer caso en que una institución tan prestigiosa como Harvard tuvo que devolver fondos de ayudas públicas estatales obtenidas por un investigador, John Darsee, quien había muyinteresante.com.mx

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10 asombrosos impostores y embaucadores Dorothy Lawrence

Victor Lustig

Arnaud du Tilh

Cassie Chadwick

En la historia antigua y reciente ha habido personajes fraudulentos –suplantadores de identidad, estafadores, con dobles vidas ocultas tras una fachada respetable o glamurosa–, pero pocos tan alucinantes como los diez que hemos seleccionado. Por Roberto Piorno y Luis Felipe Brice

Dorothy Lawrence 50 Arnaud du Tilh 51 Victor Lustig 52 Cassie Chadwick 53 Christophe Rocancourt 54

Christophe Rocancourt

Ferdinand Demara

Deacon Brodie

Nerón redivivo

Charles de Beaumont

Ferdinand Demara 55 Deacon Brodie 56 Wilhelm Voigt 57 Nerón redivivo 58 Charles de Beaumont 59

Wilhelm Voigt

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DOCUMENTO 10 GRANDES IMPOSTORES Y EMBAUCADORES

Dorothy Lawrence Reportera en el frente

Por su cuenta y riesgo Pese a todo, y gracias a su perseverancia, logró publicar algunos artículos en The Times tratando de hacer méritos para merecer una corresponsalía en Francia, donde acababa de estallar la guerra. No logró convencer a ningún editor de periódico, aunque finalmente encontró la manera de desplazarse al continente por su cuenta y riesgo, tras ser rechazada por la Fuerza Expedicionaria Británica, pero fue detenida por la policía francesa tratando de llegar al frente. Tras pasar la noche en un bosque, se dirigió a París, donde la suerte quiso que hiciera amistad con

dos soldados británicos, a quienes reveló su firme intención de dirigirse a la primera línea de batalla.

Nada la detuvo De nada sirvieron advertencias y consejos y, ante la determinación de la audaz reportera, decidieron ayudarla transformándola en un hombre: le cortaron el pelo, le oscurecieron la tez y le proporcionaron un uniforme militar y un corsé de fabricación casera para disimular sus curvas. Los dos soldados le consiguieron incluso papeles falsos que formalizaban su nueva identidad: a partir de ese momento pasó a llamarse Denis Smith, soldado del Primer Batallón del Regimiento de Leicestershire. Dorothy puso entonces rumbo al sector británico del Somme y en el camino se cruzó con Tom Dunn, un exminero alistado en una compañía de zapadores que, tras conocer su historia y temiendo por su seguridad, decidió apoyarla. Así, con la ayuda de Dunn, Dorothy se instaló en una cabaña muy próxima al frente hasta que su amigo y protector le encontró un sitio en la compañía de zapadores 179, en la que la recién llegada estuvo sirviendo durante 10 días, cavando túneles e instalando minas a unos cuantos cientos de metros de la posición del

Mujeres de armas tomar

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awrence no fue la única mujer que burló los prejuicios de su época para vestir uniforme. Hannah Snell adoptó la identidad de su cuñado, James Gray, para enrolarse en el ejército. Su propósito original era dar con el paradero de su marido, que la había abandonado. Fue admitida en los Royal Marines y embarcó en 1747 en un buque con rumbo a la India. Participó en numerosas batallas y fue herida hasta en 11 ocasiones sin que su verdadera identidad fuera descubierta. A su regreso a Inglaterra, revelado el secreto, se convirtió en todo un personaje y en 1785 abrió su propia taberna, llamada The Female Warrior (“La Guerrera”). El deseo de ser hombre. Tanto o más accidentada fue la vida de Jennie Irene Hodgers, nacida mujer pero que se sentía hombre. En 1862 ingresó en el 95º Regimiento de Infantería de Illinois a las órdenes de Ulysses S. Grant y llegó a combatir en más de 40 batallas. Terminada la Guerra de Secesión, continuó viviendo Hannah Snell (en la como un hombre durante años y su secreto sólo ilustración) se hizo pasar por hombre para formar fue descubierto al final de su vida. parte del ejército británico.

Diez días en la I Guerra Mundial Dorothy Lawrence tenía 19 años cuando, disfrazada de soldado, se alistó en el ejército británico para cubrir la guerra desde el frente. A su vuelta a Londres fue detenida (arriba).

enemigo. El frío, las durísimas condiciones de trabajo, la humedad extrema y la sucesión de agotadoras jornadas bajo una lluvia de bombas alemanas, acabaron por cobrarle factura. Dorothy perdió el conocimiento y su secreto estuvo a punto de saberse. Así, convencida de que antes o después sería descubierta y temiendo por las consecuencias que habrían de sufrir quienes la habían ayudado a llevar la impostura tan lejos, decidió confesar su verdadera identidad.

Repatriada a su país Fue puesta bajo arresto y, posteriormente, tras un exhaustivo interrogatorio, confinada provisionalmente en un convento mientras se decidía su castigo. Finalmente fue liberada y repatriada con la condición de que nunca revelara cómo había conseguido infiltrarse, para no comprometer la imagen del ejército. De vuelta a Inglaterra, escribió un libro en el que contaba su historia, pero fue censurado por el Ministerio de Guerra. En 1925 fue ingresada en un psiquiátrico tras denunciar una violación de la que había sido víctima en la infancia. Allí pasó el resto de su vida hasta su muerte en 1964.

FOTO: MUSEUM OF LONDON;

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a guerra es y ha sido tradicionalmente asunto de hombres, pero no para Dorothy Lawrence, la mujer que desafió todas las convenciones de su época para dejar su huella en la primera línea del frente durante la Primera Guerra Mundial. Nació en Hendon, en los suburbios londinenses, en octubre de 1896, y fue criada por padres adoptivos. Es imposible saber cuándo y cómo nació su vocación periodística, pero desde 1914 Dorothy ya trataba de abrirse camino en una profesión en la que las mujeres apenas tenían lugar.

cabo, el parecido físico era extraordinario. Era difícil de entender que hubiera olvidado por completo el vasco, su lengua natal, o que no mostrara interés alguno por la esgrima, una de sus grandes pasiones antes de la extraña ausencia, pero nadie en el pueblo, ni siquiera Bertrande, estaba dispuesto a dar crédito a las acusaciones del tío.

Un caso célebre. El escritor Michel de Montaigne fue abogado del impostor en el juicio y escribió sobre él (aquí, Gérard Depardieu como Arnaud en El regreso de Martin Guerre, 1982).

Arnaud du Tilh El otro Martin Guerre

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artin Guerre tenía todo lo que un campesino del siglo XVI podía desear. Natural del País Vasco francés, emigrante en la aldea gala de Artigat, contrajo matrimonio a la edad de 14 años con Bertrande de Rols, que no sólo pertenecía a una de las mejores familias de la región, sino que aportó al matrimonio un viñedo como dote.

Impotente e infeliz Cuentan las crónicas, no obstante, que Bertrande y su flamante esposo no pudieron, en un principio, consumar el matrimonio. Martin era impotente y, aunque esa circunstancia la habría liberado de su compromiso matrimonial después de tres años, la pareja esperó, poniéndose en manos de un sacerdote local que, al parecer, logró deshacer el ‘hechizo’ celebrando cuatro misas en honor del afectado. Martin y Bertrande tuvieron su primer hijo poco después. La relación entre ellos, no obstante, era fría. Él no era

feliz, pues detestaba Artigat y las rutinas de la vida campesina. Un día de 1548 decidió “tomar prestada” una sustancial cantidad de grano perteneciente a su propio padre sin pedirle permiso, uno de los peores crímenes que se podían cometer en el seno de una comunidad campesina de la época. Temeroso de las consecuencias, Martin decidió marcharse de Artigat para no volver, dejando atrás a su esposa, su hijo y todos sus bienes. Bertrande quedó en una situación muy comprometida: no era viuda, luego no podía volver a casarse, y cargaba con un pesadísimo estigma. Ocho años después, finalmente, un hombre llegó a Artigat asegurando ser el mismísimo Martin Guerre, cuando ya todos lo daban por muerto. El ‘nuevo’ Martin conocía exhaustivamente todos los detalles de la vida del viejo Martin y, tras los iniciales recelos, fue recibido con los brazos abiertos, incluso por su esposa, sus hermanas y sus viejos amigos. Sólo su tío Pierre se atrevió a manifestar ciertas sospechas; al fin y al

Impostor desenmascarado Pierre logró su objetivo y llevó al falso Martin a los tribunales, pero el presunto impostor era mucho más popular que el Martin de antes de 1548 y todos apoyaron su causa. Finalmente fue declarado inocente, pero su caso comenzó a complicarse cuando un posadero, procedente de una aldea vecina, se topó con él y aseguró que en realidad se trataba de un tal Arnaud du Tilh, alias “Pansette”, un gascón de dudosa reputación. Pierre ya tenía la prueba que necesitaba para desenmascarar a su ‘sobrino’. Con todo, tras un largo proceso judicial en el que ni siquiera Bertrande pudo ya negar la evidencia, el falso Martin iba a ser absuelto de nuevo ante la desesperación de su tío, quien daba la batalla por perdida. Sin embargo, en los últimos momentos del juicio, entró en escena un forastero cojo y con una pierna de madera que aseguraba ser el verdadero Martin Guerre, quien volvía de años de servicio en el ejército español. “Pansette” se resistió a confesar hasta que fue imposible. Finalmente admitió ser un impostor: un vulgar ladrón que, tras haber conocido al verdadero Martin durante la guerra, decidió robarle la identidad. En 1560 fue condenado a muerte y ejecutado en la horca.

De novela y de película

FOTOS: GETTY IMAGES;

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e trata, sin duda, de uno de los casos de robo de identidad más extraordinarios conocidos. Ni la literatura ni el cine se han resistido a adaptar el relato histórico (muy bien documentado por los jueces que llevaron la causa) al mundo de la ficción. Alejandro Dumas padre le dedicó una novela y Rubén Darío rindió a Guerre su particular homenaje en un cuento. Pero el episodio se ha convertido en mito gracias al celuloide. Dos exitosas películas. La ‘culpa’ la tiene Daniel Vigne, quien en 1982 dirigió con mucho éxito el

filme francés El regreso de Martin Guerre, nominado a un Oscar y protagonizado por Gérard Depardieu y Nathalie Baye en los papeles de Arnaud y Bertrande, respectivamente. Once años después, Hollywood reforzó el mito con la cinta Sommersby, protagonizada por Richard Gere y Jodie Foster. Ambas películas se adhieren a la hipótesis de que Bertrande fue cómplice de la impostura en todo momento, forzada por la necesidad de tener un marido y porque “Pansette” era mucho más atento con ella de lo que lo había sido Martin.

El gran Alejandro Dumas padre (18021870; en la foto) escribió una novela sobre el episodio.

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DOCUMENTO 10 GRANDES IMPOSTORES Y EMBAUCADORES

La máquina de hacer dinero

Profesión: timador. Quienes conocieron a Victor Lustig (aquí) lo describen como una persona refinada, locuaz y encantadora, que hablaba con fluidez varios idiomas.

Lustig se instaló en Estados Unidos tras el fin de la Primera Guerra Mundial, aprovechando la bonanza económica de posguerra, e hizo fortuna con estafas múltiples en el mundo de las carreras de caballos o en el ámbito de las inversiones inmobiliarias. Inventó, además, una ingeniosa máquina para imprimir billetes con la que estafó a cientos de incautos convencidos de que el artilugio, que adquirían por varios miles de dólares, “multiplicaba” el dinero. Para cuando descubrían la magnitud de la trampa, Lustig estaba ya fuera de su alcance. Pero su golpe más pintoresco, y sin duda el más célebre de todos, lo dio en París en 1925. Una mañana leía el periódico en busca de ideas para tramar algún sofisticado engaño. La inspiración llegó al leer la noticia sobre el precario estado de la Torre Eiffel, que por aquel entonces estaba muy lejos de ser el símbolo nacional que es hoy y necesitaba reparaciones de tan alto costo que el gobierno se estaba planteando desmontarla definitivamente. De inmediato, contrató a un falsificador que le proporcionó documentos que le permitirían hacerse pasar por subdirector general del Ministerio de Correos y Telégrafos.

Victor Lustig El hombre que vendió la Torre Eiffel

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uando Victor Lustig, el rey de los estafadores, fue capturado en 1935 tras décadas de fechorías a cual más sorprendentes, el gobierno estadounidense se quitó un enorme peso de encima: acabó con sus huesos en la legendaria prisión de Alcatraz tras un intento frustrado de falsificar más de 130 millones de dólares, operación que, de haberse llevado a cabo, habría sacudido los cimientos de la economía de ese país. Lustig vino al mundo en la localidad de Hostinné, en el extinto Imperio Austrohúngaro, y aunque presumía de orígenes aristocráticos, en realidad sus raíces eran modestas. Los negocios honestos no eran lo suyo; operar dentro de la legalidad era demasiado aburrido para un hombre amante del riesgo y la aventura. Por eso, desde muy joven despuntó como ladrón de guante blanco y se ganó la vida durante algunos años estafando a los pasajeros de primera clase de la ruta trasatlántica

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Varios intentos A continuación localizó a los cinco chatarreros más prósperos de París y procedió a citarlos para comunicarles el desguace inminente del icónico edificio y la intención del gobierno de venderlo como chatarra: aquel de los chatarreros que hiciera la mejor oferta obtendría a cambio el suculento contrato. Lustig centró entonces sus esfuerzos en André Poisson, al que consideraba el más incauto y vulnerable

La falsa historia de otro falsario

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uenta una leyenda urbana que un escocés de nombre Arthur Ferguson se labró En la foto, el un espectacular currícuemblemático Big lum como vendedor de Ben londinense, supuestamente monumentos en los años puesto a la venta 20. Así, habría logrado por el estafador Arthur Ferguson. embaucar a ingenuos turistas adinerados para adquirir en Londres la columna de Nelson en la Plaza de Trafalgar, el Big Ben e incluso el Palacio de Buckingham. A mediados de la década decidió emigrar a Estados Unidos para ampliar el alcance de sus estafas. Biografía inventada. En 1925 habría vendido, presuntamente, nada menos que la Casa Blanca a un ganadero rico que no hizo demasiadas preguntas, y habría intentado hacer lo propio con la Estatua de la Libertad con un turista australiano como víctima que, no obstante, se percató del engaño y denunció a Ferguson. Según esta versión, el caso lo llevó a prisión hasta 1930. A partir de entonces se habría mudado a Los Ángeles, donde habría continuado viviendo de la estafa hasta su muerte en 1938. El problema es que la primera referencia a la figura de Ferguson data de 1970 y hasta la fecha nadie ha podido encontrar rastro histórico alguno del personaje. Es probable, por consiguiente, que se trate de una biografía inventada.

de los cinco. Con sus malas artes logró persuadirlo de pagarle un “soborno” gracias al cual desestimaría las ofertas, algunas de ellas superiores, de los otros cuatro chatarreros. Poisson mordió el anzuelo; cuando se dio cuenta de la estafa a la que había sido sometido, Lustig, nuevamente, se había evaporado. No sería la última vez que tratara de vender la Torre Eiffel, pero en el segundo intento no tuvo tanta suerte y eludió la prisión por muy poco huyendo de París en dirección a EUA, donde estafaría 50,000 dólares al mismísimo Al Capone. Murió el 9 de marzo de 1947, a la edad de 57 años, en Alcatraz.

FOTO: GETTY IMAGES

que cubría el trayecto entre París y Nueva York.

Cassie Chadwick Estafadora compulsiva

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izo de la estafa un arte y del oportunismo una forma de vida. Cassie Chadwick en realidad no era Cassie Chadwick; era muchas mujeres a la vez y ninguna. Oriunda de Eastwood, en el oeste de Canadá, donde vino al mundo el 10 de octubre de 1857, fue bautizada como Elizabeth Bigley. Llevaba la estafa en la sangre; sólo así se explica la precocidad de sus farsas y fraudes.

Cheques sin fondos A los 13 años falsificó un documento para poder abrir su primera cuenta bancaria, y no tardó en tomarle gusto al uso y abuso de cheques sin fondos hasta que fue descubierta y procesada. No pisó la cárcel porque el tribunal determinó que no estaba en su sano juicio. Pero no aprendió la lección y así, pertrechada de falsas tarjetas de visita que la presentaban como una mujer de privilegiada posición social, adquirió toda clase de artículos en comercios, en los que pagaba con cheques que excedían el valor del producto. Dado que su “reputación” la precedía, los comerciantes no tenían inconveniente en abonarle la diferencia en metálico. En 1883 contrajo matrimonio con un médico adinerado que, naturalmente, se convirtió en una víctima más de la insaciable Betty: pocos días después del enlace, muchas de las víctimas de las estafas de su flamante esposa

llamaron a su puerta exigiendo responsabilidades. El divorcio fue inmediato, pero al infeliz e incauto marido no le quedó otra que liquidar todas las deudas de su ex, quien en los años sucesivos recorrió Estados Unidos ideando nuevas estrategias para el engaño y cambiando varias veces de identidad (la vidente Marie Rosa, o Cassie L. Hoover, propietaria de un burdel).

Un plan maquiavélico En 1897 contrajo matrimonio con otro médico, Leroy Chadwick, y fue por aquel entonces cuando urdió la estafa por la que su nombre es leyenda. En 1902 realizó un viaje a Nueva York para ejecutar un plan maquiavélico: se presentó en uno de los hoteles más reputados de la ciudad y fingió sorpresa al encontrarse con James Dillon, abogado muy respetado que era buen amigo de su esposo. Tras una animada conversación, Cassie le pidió que la llevara a casa de su padre, donde tenía un asunto que resolver. El abogado no daba crédito cuando el coche se detuvo frente a la mansión de Andrew Carnegie, uno de los grandes magnates del periodo.

Soborno fingido Para entrar en la casa, Cassie fingió interés por las referencias de una criada que había trabajado a las órdenes de los Carnegie, y al volver al coche, ante el asombro de Dillon, perplejo ante la identidad del “padre” de la esposa de

La canadiense Cassie Chadwick defraudó millones de dólares a diversos bancos de Estados Unidos y fue detenida en varias ocasiones. Ambas fotos pertenecen a fichas policiales.

su amigo, le mostró un sobre con un pagaré de muchos miles de dólares que, según contó al abogado en presunta confidencia, era el precio que su padre pagaba para mantener en secreto a su hija ilegítima. Dillon, como Cassie había previsto, no tardó en difundir la noticia, y la estafadora hizo una fortuna pidiendo préstamos a múltiples bancos con los pagarés falsos de Carnegie como aval. Finalmente uno de esos banqueros, Herbert Newton, desconfió de Chadwick y la denunció ante la corte federal de Cleveland. Cassie negó las acusaciones así como su parentesco con Carnegie, pero en 1905 ingresó definitivamente en prisión, donde falleció dos años después. La avaricia finalmente había roto el saco.

Un “padre” muy ilustre

FOTOS: EFE

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uando finalmente Cassie Chadwick fue desenmascarada, un ilustre ciudadano estadounidense asistió al juicio en el que fue condenada a diez años de prisión. Se trataba de Andrew Carnegie, industrial y empresario que encarnaba como nadie los valores del sueño americano. Inmigrante escocés, había hecho una fortuna como fundador de la Carnegie Steel Company, germen de la U.S. Steel, una de las grandes productoras de acero del mundo. Carnegie era además un reconocido filántropo que donó dinero

para financiar escuelas, bibliotecas e incluso fondos de pensiones para sus empleados. En el juicio, el magnate aseguró no haber firmado ni un solo pagaré en más de tres décadas y se sorprendió al comprobar que los presuntos pagarés de Cassie estaban llenos de errores ortográficos. Nadie preguntó nunca. Si una sola de las incautas víctimas de Chadwick hubiera preguntado directamente a Carnegie por su “hija”, la estafa habría sido desmantelada, pero lo cierto es que, sorprendentemente, nadie lo hizo.

El millonario y filántropo Andrew Carnegie (en este retrato) fue el cebo para las estafas de Chadwick, quien decía ser su hija.

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GRANDES FRAUDES

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Christophe Rocancourt

De demandado a demandante

El amigo de las estrellas za de estrellas de Hollywood y de otras celebridades varias.

Una vida de lujos

buscavidas Christophe Rocancourt (aquí, en 2015) engañó a medio Hollywood y también a la policía francesa: se hizo pasar por hijo de Sophia Loren y heredero de Rockefeller.

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a propia biografía “oficial” de este vividor carismático y con don de gentes es, en buena medida, una fantasía y un elemento más de los mil engaños que rodean a su controvertida figura. Nació en el verano de 1967 en la localidad costera de Honfleur, en el noroeste de Francia, y se le presupone una infancia tortuosa marcada por la afición al alcohol de un padre maltratador, por una madre prostituta y por una larga e ingrata estancia en un orfanato. Experiencias que, inevitablemente, forjaron su carácter y alimentaron un creciente rencor hacia una sociedad hostil que nunca lo trató precisamente bien. Ya desde los 18 años comenzó a codearse con la alta sociedad francesa gracias a su amistad con un playboy que le proporcionó los contactos necesarios para abrirse camino en el mundo del jet set parisino. Hizo sus primeros pininos como estafador vendiendo una casa ajena por un millón de dólares, pero las autoridades andaban al acecho y por eso decidió cruzar el mar con destino a Los Ángeles, donde se las ingenió para “infiltrarse” en el mundo de la farándula, ganándose la confian54

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A prisión por fraude Su perfil de arribista de éxito y vividor sin escrúpulos era el que buscaba la cineasta Catherine Breillat y le ofreció protagonizar el filme Bad Love al salir de la cárcel; también la acabó estafando y arruinando. Fruto de este nuevo fraude, fue otra vez condenado a prisión –por un periodo de dieciséis meses–, ahora en su Francia natal [ver recuadro]. “El amigo de las estrellas”,

El descaro de Rocancourt lo llevó hasta la alfombra roja del Festival de Cannes del brazo de Naomi Campbell (en la imagen): iban a coprotagonizar un filme.

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a directora francesa Catherine Breillat no pasaba por su mejor momento cuando decidió, en 2008, sobreponerse a la depresión y a las secuelas de un ictus cerebral poniendo en marcha la que iba a ser su siguiente película, Bad Love. Después de ver a Rocancourt en una entrevista televisiva, pensó que podría ser el hombre idóneo para el papel masculino protagónico: su desfachatez y falta de escrúpulos encajaban perfectamente con el personaje. El proyecto echó a andar; tanto es así, que Rocancourt llegó a posar en la alfombra roja de Cannes con la que iba a ser su pareja en la ficción, la modelo Naomi Campbell. Breillat residió incluso durante cinco meses en la casa del estafador y de su esposa Sonia Rolland y, sin apenas darse cuenta, cayó en la enésima trampa del farsante encantador firmándole cheques por valor de casi 700,000 dólares, lo que la llevó a la ruina. Venganza artística. Rocancourt acabó, nuevamente, en prisión, y Breillat decidió vengarse a su manera, dirigiendo la cinta Abuso de autoridad en 2012, claramente inspirada en el estafador, que, por si fuera poco, demandó a la directora francesa.

como se le conocía en Los Ángeles, llevaba la estafa y el engaño en la sangre. De él dijo George Mueller, inspector de la policía de Los Ángeles que lo metió entre rejas: “Cuando salga de prisión, volverá a las andadas. Esto es a lo que se dedica. No creo que sea capaz de trabajar un solo día”.

FOTO: GETTY IMAGES

El estafador de altos vuelos. El

Se hizo pasar por acaudalado productor de cine europeo para engatusar a grandes nombres de la industria, pero también presumía de cuna noble y de parentesco con Sophia Loren, el productor Dino de Laurentiis o el diseñador Oscar de la Renta, entre otros. Paseando su Ferrari y sus Armani por Beverly Hills, consiguió la notoriedad que buscaba y llegó incluso a convertirse en íntimo de Mickey Rourke, con quien convivió durante un tiempo y del que fue compañero de fiesta y desenfrenos a cuenta, naturalmente, del actor. Trabó amistad también con Michael Jackson o JeanClaude Van Damme, a quien desplumó prometiendo millonarias inversiones en películas que nunca se materializaron. El belga no fue el único actor en caer en sus redes. Casado en primeras nupcias con Pia Reyes, una exuberante chica Playboy, y en segundas con Sonia Rolland, Miss Francia en el año 2000, se hizo pasar durante años por descendiente directo de los Rockefeller y por tiburón de las finanzas, capaz de convertir en oro todo lo que tocaba. En este tiempo estafó a nuevas caras conocidas de Hollywood (al menos a 20) más de 40 millones de dólares hasta que, en 2003, finalmente fue atrapado e ingresó en prisión. En la cárcel, con todo, encontró el modo de seguir amasando dinero con la publicación de varios libros de memorias que se convirtieron en best sellers instantáneos.

Suplantador de identidades De Demara (en la imagen) se dice que poseía una memoria fotográfica y un coeficiente intelectual extraordinario. Murió en 1982.

Ferdinand Demara El gran impostor

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l 1 de marzo de 1961, Universal Studios estrenó una de sus grandes apuestas cinematográficas del año. Con Tony Curtis y Karl Malden como cabeza de cartel, El gran impostor era todo un monumento al ego de uno de los mayores estafadores de la Historia. Natural de Lawrence, Massachusetts, Demara, quien nació en diciembre de 1921, no tuvo una infancia sencilla. Su padre lo perdió absolutamente todo con la llegada de la Gran Depresión en 1929, y en esa tesitura Ferdinand decidió dejar el hogar familiar siendo sólo un adolescente, para ingresar en una orden monacal de Rhode Island, en la que permaneció un lustro, hasta que en 1941 decidió cambiar completamente su vida. Se enroló en el ejército, en el que no ingresó con su verdadero nombre, el primero de incontables cambios de identidad que habría de protagonizar en años sucesivos. Se cansó de las rutinas de la vida castrense 12 meses después, por lo que no dudó en robar-

le la identidad a un compañero para abandonar sus responsabilidades y buscar estímulos nuevos. A continuación ingresó en la Marina, lo que tampoco colmó sus expectativas, por lo que diseñó un plan para desertar fingiendo su propio suicidio para después adoptar la identidad de su también compañero Robert Linton French, oficial y psicólogo, tras cuya fachada logró una recomendación para ingresar en la Universidad de Chicago a fin de cursar estudios de Epistemología.

Se descubre el personaje Tocó múltiples palos en una carrera universitaria llena de bandazos, hasta que el FBI logró finalmente echarle el guante acusado de deserción, delito por el que pasó un año y medio en prisión que no mermó sus tendencias camaleónicas, pues luego de recobrar la libertad, tras ingresar en una institución católica en Canadá, conoció al doctor Joseph C. Cyr, de la Universidad de Harvard, que planeaba mudarse a

Estados Unidos en busca de un nuevo empleo. Demara se ofreció a interceder por él, para lo que le pidió copias de toda su documentación personal, que naturalmente utilizó para suplantar al verdadero Cyr. Con su nueva identidad logró alistarse en la Armada canadiense a bordo del HMCS Cayuga, en calidad de cirujano, y lejos de intimidarse cuando se requirieron sus servicios para operar a 16 soldados que se debatían entre la vida y la muerte, se encerró en un camarote para, gracias a una memoria fotográfica extraordinaria, estudiar los procedimientos de las intervenciones que debía realizar. A Demara no le tembló el pulso y solventó exitosamente todas ellas, demostrando así que era un personaje excepcional por muchos motivos. Su hazaña apareció en los periódicos y, gracias a eso y a la denuncia del verdadero Cyr, se descubrió que era un impostor.

Recupera su nombre La Marina canadiense, con todo, decidió no presentar cargos contra él, y Demara regresó a Estados Unidos convertido en toda una celebridad, llegando a ser portada de la revista Life. No cejó en el empeño, y meses después logró el puesto de director en la penitenciaría de Texas bajo la identidad de un tal Ben W. Jones. Esta vez el fraude duró poco. Tras seis meses en prisión se “infiltró” en un sanatorio mental con un nuevo nombre, Frank Kingston. Y después llegó Hollywood y, al fin, un puesto de consejero, esta vez con su identidad real, en la ONG Union Rescue Mission en Los Ángeles. El gran impostor recobró al fin, después de mil peripecias, el nombre de Ferdinand Demara.

Andanzas de cine... en el cine

FOTOS: GETTY IMAGES

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igno ‘heredero” del impostor de impostores fue Frank Abagnale Jr., cuyas andanzas fueron el hilo argumental de la película de Spielberg Atrápame si puedes, protagonizada por Leonardo DiCaprio. Abagnale desarrolló su ‘carrera” de falsificador/impostor durante apenas un lustro, eso sí, muy intenso. Durante los años 60, siendo apenas un adolescente, emitió cheques falsos en 26 países por valor de 2,500,000 dólares. Para lograr tal ‘hazaña’ se convirtió en un maestro en el arte de cambiar de identidad: se hizo pasar por piloto de la compañía PanAm, pe-

diatra, abogado e incluso agente del servicio secreto. Fue capturado por el FBI en Francia antes de Abagnale, cuya historia cumplir los 20 años, reclamado llevó al cine Spielberg en por varios de los países en los que Atrápame si puedes (2002, arriba), se hizo pasar por había perpetrado sus estafas. copiloto de PanAm. De la cárcel a la lucha antifraude. Cumplió condena en Francia, Suecia y EUA, pero salió de prisión tras comprometerse a colaborar con el gobierno estadounidense en la lucha contra el fraude.

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Deacon Brodie Ebanista de día, ladrón de noche

Dos reputaciones Una doble vida que es, desde su muerte en 1788, uno de los relatos más característicos del folclor local. Nacido en septiembre de 1741, Brodie era un reputado ebanista, cuya maestría en la elaboración de muebles acabó por convertirlo en uno de los artesanos/ empresarios más respetados de la ciudad. Su buena reputación le valió el nombramiento como diácono de la corporación de artesanos y, más adelante, el ingreso en el concejo municipal. Como consecuencia de ello, poco a poco, Brodie comenzó a codearse con lo más granado de la alta sociedad de Edimburgo, ingresando en The Cape, uno de los clubes sociales más exclusivos de la ciudad.

En bancarrota Lamentablemente se dejó arrastrar por las rutinas de una vida cada vez más disoluta, de taberna en taberna, jugándose las ganancias de su próspero negocio a los dados o a las cartas y manteniendo contemporáneamente a dos amantes y cinco hijos. De modo inevitable, los excesos cobraron factura y Brodie acabó al borde de la bancarrota. Así las cosas, el diácono necesitaba una fuente alternativa de ingresos. Con los años se había convertido en el ebanista de cabecera de los ciudadanos más adinerados de Edimburgo, por lo que frecuentaba sus mansiones y tenía cierta confianza con el personal doméstico de sus clientes. Fue así como comenzó a realizar copias de las llaves de sus empleadores, para acceder a las casas con nocturnidad sin más propósito que ejecutar robos modestos que sirvieran para sanear sus dañadísimas finanzas. Entonces, en 1786, un inglés de nombre George Smith se cruzó en su camino con necesidades similares y semejante falta de escrúpulos. Juntos comenzaron a desvalijar mansiones y tiendas a lo largo y ancho de la ciudad vieja de Edimburgo, llegando a constituir una banda criminal en toda regla para la que reclutaron a otros dos expertos en la ‘ciencia’ del robo: John Brown y Andrew Ainslie. Nadie habría

El mito según Stevenson

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ice la leyenda que el día de su ejecución Brodie portaba un collar de acero en el cuello para sobrevivir La dicotomía entre la fachada al golpe de la soga. Además, habría que Brodie ofrecía al mundo y su sobornado al verdugo para que lo diera por personalidad real inspiró El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde (1886). muerto permitiéndole huir a continuación. Con o sin collar, Brodie falleció en la ejecución, aunque algunas leyendas urbanas lo sitúan en Londres vivo, tiempo después. Su figura fue tan popular en la época y tantos los mitos en torno a su persona que el gran Robert Louis Stevenson, cuyo padre había sido cliente de Brodie, le dedicó una obra de teatro, Deacon Brodie o La doble vida, sin mucho éxito. Vida inspiradora. Sin embargo, la novela El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde, publicada en 1886, sí tuvo repercusión. Al parecer, la doble vida de Deacon Brodie fue también la inspiración para esta obra maestra de Stevenson.

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Las dos caras de un ícono. En la placa de la Deacon Brodie’s Tavern, en Edimburgo (arriba), se recuerda la figura de este singular ladrón.

sospechado ni por un momento del respetable diácono de la corporación de artesanos, que durante el día era un ciudadano de impolutas rutinas. Pero Brodie y los suyos llegaron demasiado lejos cuando decidieron atracar de noche la sede del Tribunal de Chessels.

Banda desmantelada En plena faena, alguien dio la alarma y Brodie y compañía escaparon precipitadamente de la escena del crimen. Brown, seducido por una recompensa de 150 libras, decidió delatar a Ainsile y a Smith. La banda había sido definitivamente desmantelada. Brodie sabía que antes o después sus socios acabarían confesando, por lo que decidió huir en dirección a Holanda. Fue identificado y detenido durante el viaje mientras se escondía en una taberna. Ya de vuelta en Edimburgo, él y Smith fueron juzgados y condenados a la horca. Deacon Brodie fue ejecutado públicamente en 1788.

FOTO: GETTY IMAGES; EFE

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l Deacon Brodie’s es uno de los pubs más concurridos e icónicos de Royal Mile, en el corazón de la ciudad vieja de Edimburgo. Una placa en la fachada del establecimiento recuerda la historia de uno de los más ilustres ciudadanos de la capital escocesa, representado en sus dos antagónicas identidades: respetadísimo miembro de la comunidad y exitoso hombre de negocios durante el día, amigo de lo ajeno durante la noche.

Wilhelm Voigt El capitán de Köpenick

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no de esos estafadores e impostores condenados en los tribunales pero absueltos por el pueblo, Wilhelm Voigt, no era más que un modesto zapatero de Rixdorf, en las cercanías de Berlín, con problemas para llegar a fin de mes, que optó por un atajo para conquistar la fama y hacer

Un “héroe” del pueblo

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FOTO: GETTY IMAGES; EFE

ilhelm Voigt supo exprimir los réditos de su ‘hazaña’ en Köpenik y la leyenda forjada en torno a su persona en los años posteriores al incidente. Poco tiempo después de abandonar la cárcel, el Museo de Cera de Berlín añadió a su colección una figura de Voigt, convertido en una celebridad en Alemania. Su popularidad fue in crescendo y Voigt recorrió diversas ciudades del viejo continente, como Viena o Budapest, como reclamo de diversos espectáculos dedicados a sus andanzas. Personaje de cine. Escribió una autobiografía que fue todo un éxito de ventas, y tras su muerte su leyenda no hizo sino crecer gracias a la obra de teatro de Carl Zuckmayer titulada El capitán de Köpenick. Además, su vida fue llevada al cine en varias ocasiones. Entre las versiones fílmicas más populares de la historia se cuenta también El capitán de Köpenick, dirigida en 1931 por Richard Oswald.

El relato del impostor. Voigt fue llevado varias veces a la gran pantalla. Arriba, un fotograma de la película El capitán de Köpenick (1931).

efímera fortuna. Había nacido en Tilsit, Prusia, en el año 1863, y desde pequeño mostró una inclinación natural a apropiarse de lo que no era suyo. Con sólo 14 años visitó la cárcel durante un par de semanas y fue expulsado de la escuela a raíz de un robo. Su padre se esforzó por enderezar el peligroso rumbo de la vida de su hijo y le enseñó un oficio. Hacer zapatos, no obstante, no colmaba sus expectativas. Siguió adelante con hurtos de diversa magnitud y, a causa de ello, pasó varios años entre rejas. Ya en libertad, el trabajo no sobraba, y por eso en 1906 trazó un (delirante) plan para salir del bache económico.

Indultado a petición popular. Pocas veces un impostor ha contado con tantas simpatías entre la opinión pública como Wilhelm Voigt, el falso capitán de Köpenick (en la imagen).

Delicada misión Tomó un tren rumbo a Potsdam, donde se acuartelaba la flor y nata del ejército prusiano, y se hizo de un uniforme viejo, en una tienda de ropa usada, de capitán del Primer Regimiento de Infantería de la Guardia Prusiana. Ni corto ni perezoso se encaminó a un suburbio berlinés donde, aprovechando la confusión de un cambio de guardia, reclutó a un grupo de 10 soldados rasos para ejecutar una delicada e importante misión. Los flamantes ‘reclutas’ no pensaron ni por un momento que aquel tipo con aspecto de oficial prusiano curtido en mil y una batallas pudiera ser un simple zapatero disfrazado, y se pusieron incondicionalmente a sus órdenes. Voigt guió a su pequeño ejército hasta la localidad, entonces aún independiente, de Köpenick, al este de la capital germana. La minúscula columna marchó solemnemente hacia el Ayuntamiento, ocupando el edificio por la fuerza, mientras el ‘capitán’ Voigt procedía al arresto del alcalde y su secretario, tomando además el control de la gendarmería local que, desde entonces, quedaba a sus órdenes. Acto seguido reclamó la presencia del tesorero, notificándole la confiscación inmediata de la caja municipal, de la que oportunamente desfalcó todo el dinero introduciéndolo en sacos hasta

sumar un total de más de 3,500 marcos. Procedió después a guardar el botín en una carroza y puso rumbo de vuelta a Berlín, no sin antes asegurarse, bajo juramento, de que los detenidos no intentarían escapar. Los 10 soldados a sus órdenes quedaron encargados de vigilar el Ayuntamiento mientras el falso capitán de Köpenick daba cuenta, impasible, de una jarra de cerveza antes de abandonar definitivamente el pueblo. De regreso en Berlín procedió a comprarse un buen traje, disponiéndose a disfrutar del botín, pero la alegría, naturalmente, le duró muy poco.

Indulto ganado Pocos días después fue detenido en una cafetería de Berlín y condenado a cuatro años de prisión por suplantación de personalidad y estafa. Sólo cumplió la mitad de la condena, pues la opinión pública estaba de su parte. El káiser Guillermo II, frente a la presión popular, decidió indultarlo. En Berlín no había trabajo para un impostor de su talla, y por eso en 1910 emigró a Luxemburgo y, aunque no le fue mal recuperando su viejo oficio, el de zapatero, acabó arruinado por efecto de la hiperinflación resultante de la Primera Guerra Mundial. Falleció en 1922, convertido en un ícono de la cultura popular. muyinteresante.com.mx

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Clemente, el falso Póstumo

Nerón redivivo En nombre del Emperador

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l contrario de lo que se piensa, muchos en Roma lloraron en el año 68 la muerte de Nerón, quien no era precisamente una figura popular en los círculos de las clases dirigentes. El pueblo llano, sin embargo, no recibió de buen agrado la noticia del suicidio del princeps. Tanto es así, que pronto tomó forma en el inconsciente colectivo, muy especialmente en las provincias orientales, la idea de que Nerón en realidad no había muerto y que acabaría reapareciendo para reclamar su cetro. Las circunstancias de su muerte y sepultura alimentaron el mito. No hubo ostentación en el entierro del emperador músico, cuyo cuerpo fue depositado en un mausoleo de los Domicio Enobarbo en la Colina del Pincio. El Senado lo declaró enemigo del pueblo y, por consiguiente, se le negaron los honores debidos tradicionalmente a los miembros de la familia imperial. La opacidad y excepcionalidad de los procedimientos alimentaron entre la plebe toda clase de rumores.

La leyenda Nació así la leyenda de “Nerón redivivo”, que tendría un excepcional recorrido durante siglos, prolongándose hasta la tardoantigüedad y confluyendo en la tradición cristiana con el mito del Anticristo, frecuentemente identificado con el propio Nerón. Es en este clima de rumores en torno a la figura del quinto y último princeps de la dinastía Julio-Claudia como se explica la proliferación de falsos Nerones por todo el Imperio. El primer pseudo-Nerón –del que tenemos noticia a través de Tácito– fue un esclavo oriundo del Ponto o quizá, especula el propio historiador, un liberto (esclavo que ha obtenido su libertad) italiano. Fue en la provincia de Acaya (en el norte de Grecia) donde este personaje salió a la palestra en el año 69, durante el breve reinado de Vitelio.

Parecidos razonables Al parecer, el fraude contó con numerosos adeptos. El primer pseudo-Nerón, cuyo parecido físico con el original era notable, y que como aquél tocaba el arpa, logró reunir en torno a sí un nutrido grupo de desertores del ejército con los que se hizo a la mar rumbo a Italia. Los fuertes vientos empujaron sus naves a la isla griega de Citnos, donde el impostor siguió ganando adeptos, incluidos algunos legionarios que regresaban a Roma desde Oriente. Fue Calpurnio Asprenas, gobernador de Galacia y Panfilia, enviado por el nuevo emperador Galba, el que derrotó finalmente al farsante, exhibiendo después su cabeza por todo el Imperio.

Complots desarticulados Reinado tiránico. A Nerón (representado en esta foto por el actor Albert Lambert) se le recuerda por ejecuciones sistemáticas, incluyendo la de su propia madre.

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El segundo pseudo-Nerón fue un tal Terencio Máximo y, como el primero, guardaba un parecido razonable con el Emperador. Se postuló como el verdadero Nerón en Asia, en el reinado de Tito, y fue ganando

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tro ilustre impostor de la Roma de los Julio-Claudios fue Clemente, de cuyo complot para derribar al emperador dan cuenta Tácito, Suetonio y Dion Agripa (en el busto) Casio. Clemente era nació a los pocos meses de morir su padre; de ahí su un esclavo de Agrisobrenombre: Póstumo. pa Póstumo, nieto de Augusto que pasó sus últimos días desterrado por el emperador en la isla de Planasia y que fue ejecutado por sus propios guardianes a instancias, probablemente, de Tiberio, el nuevo princeps a la muerte de Augusto. Clemente se hizo pasar por su difunto señor –con el que guardaba cierto parecido– y logró un considerable número de adeptos en la Galia. La suya no fue una amenaza menor, ya que llegó a marchar sobre Roma alegando ser el mismísimo Póstumo. El suplantador capturado. Finalmente, Tiberio hubo de tomar cartas en el asunto: Clemente fue capturado, torturado a fin de que revelara la identidad de sus cómplices y ejecutado. Al parecer, según cuenta Dion Casio, Tiberio se dirigió al impostor antes de que éste muriera, para llegar al fondo del asunto. “¿Cómo te convertiste en Agripa?”, preguntó el emperador, y el orgulloso Clemente respondió: “De la misma forma que tú te convertiste en César”.

adeptos a medida que avanzaba por el Éufrates. Encontró un valioso aliado para su causa en Artabano II, rey de los partos, quien no desaprovechó esa oportunidad de oro para debilitar a Tito. No obstante, pronto se descubrió su verdadera identidad y murió ejecutado. Veinte años después de la muerte de Nerón, siendo emperador Domiciano, apareció un tercer impostor del que apenas sabemos que, como el segundo, fue apoyado por los partos, pero su complot fue desarticulado.

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Charles de Beaumont ¿Hombre o mujer?

¿Caballero o dama? El Caballero d’Éon –o Mademoiselle Beaumont– pasó sus primeros 49 años como hombre, mientras que los últimos 33 los vivió como una mujer.

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onsiderado por sus contemporáneos como uno de los grandes personajes de la segunda mitad del siglo XVIII, Charles de Beaumont dejó huella en las más altas esferas de la política europea, pero su legado tiene un recorrido especialmente singular a causa de su ambigua y misteriosa sexualidad.

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Red de espías Se forjó una brillante reputación como agente, reclutado por Luis XVI, de la organización clandestina Secret du Roi, una red secreta de espías encargada de lidiar en la sombra con los más delicados asuntos de política internacional. Beaumont fue enviado a Rusia con el fin de velar por los intereses de Francia en la corte de la emperatriz Isabel I, pero la única manera de llegar al objetivo y ganarse la confianza de aquélla era hacerse pasar por una mujer. Beaumont no tuvo problemas para presentarse ante la emperatriz como doncella, y se ganó su confianza hasta

el punto de ser aceptado en el restringido círculo de damas de honor de la monarca. Luis XVI supo reconocer los servicios prestados otorgándole una pensión vitalicia, y en poco tiempo, ya de regreso a Francia, despuntó como capitán de dragones en el transcurso de la Guerra de los Siete Años. Por sus méritos militares, Beaumont fue nombrado caballero de la Orden de San Luis, privilegio restringido sólo a los mejores oficiales, convirtiéndose desde entonces en el Caballero d’Éon, título por el que la posteridad lo conoce. Enviado a Londres en calidad de ministro plenipotenciario, D’Éon se convirtió en uno de los políticos más influyentes de la época, hasta que su estrella comenzó a declinar con la llegada a la capital británica del conde de Guerchy, el nuevo embajador galo, que lo eclipsó por completo arrebatándole todo protagonismo. Beaumont se convirtió en un personaje incómodo a ojos del rey, quien decidió retirarle la pensión que le había concedido. D’Éon no se quedó de brazos cruzados ante la afrenta y no dudó en publicar parte de la comprometida correspondencia oficial mantenida durante ese tiempo con París, amenazando con dar a conocer

presuntos secretos planes de invasión francesa y otros delicados documentos de Secret du Roi. Finalmente, Luis XVI compró el silencio de su antaño diplomático de cabecera restableciéndole la asignación.

En la Corte francesa D’Éon ansiaba regresar a Francia, pero para ello, y debido a las tiranteces con la Corte de los últimos años, tuvo que recuperar su identidad femenina. Ésa era la insólita condición del rey para poder volver a su país natal. Lo cierto es que hacía ya tiempo que en Londres corrían rumores de que Beaumont era, en realidad, una mujer. Y las condiciones de su retorno a Francia terminaron por dar alas a los rumores. Beaumont aseguró entonces que había nacido mujer, y que así constaba en su acta de nacimiento; a partir de entonces, según lo acordado con el rey, habría de vestir como tal mientras residiera en Francia, sin por ello renunciar a las insignias que lo distinguían como caballero de la Orden de San Luis. Con la Revolución Francesa, D’Éon perdió su pensión y hubo de empeñar buena parte de las escasas posesiones que el gobierno no le había confiscado. Poco a poco, fue cayendo en desgracia. De regreso a Londres, murió en la más absoluta pobreza el 21 de mayo de 1810, y el misterio acerca de su identidad sexual siguió latente mucho tiempo después de su muerte.

Havelock Ellis y el eonismo

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harles de Beaumont, naturalmente, fue un pionero y un adelantado a su tiempo. Exhibió sin tapujos su ambigua sexualidad en una época de corsés y prejuicios sexuales extremos, sentando un precedente que es, aún hoy, un símbolo de normalización. El fenómeno transgénero. Su ejemplo y su figura sirvieron de inspiración a comienzos del siglo XX del célebre médico y sexólogo británico Havelock Ellis, uno de los primeros en estudiar científica y Henry Havelock Ellis sistemáticamente, junto con Magnus Hirschfeld, el (en la foto) es conocido por fenómeno transgénero. Así, en sus trabajos establesus aportaciones al estudio de la sexualidad. ció una identidad sexual “intermedia” distinta de la homosexualidad y, en 1920, dio a este tipo de conducta (es decir, la tendencia a vestirse con prendas del sexo opuesto y la alteración del comportamiento que ello genera) el nombre de eonismo, en memoria del Caballero d’Éon.

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Reliquias cuestionadas y otros fraudes de la Iglesia

El negocio de la

fe

Muy controvertidos, los exvotos y otras piezas “sagradas” y las leyendas religiosas siguen despertando la devoción de millones de creyentes. Pero ¿cuál es su verdadero origen? Por Janire Rámila

Objetos de culto presente. Pese a las dudas sobre su autenticidad, reliquias como el sudario de Oviedo se siguen venerando oficialmente (en la foto, ceremonia presidida por el arzobispo ovetense).

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l monte Sinaí y Nazaret, el pesebre de Belén y la cueva, el Gólgota Santo, el leño de la cruz, los clavos, la esponja, la caña, la lanza sagrada portadora de salvación, el vestido, la túnica, los lienzos sepulcrales, las vendas, el Santo Sepulcro, fuente de nuestra resurrección; la piedra del sepulcro, el monte santo de Sión y el de los Olivos, la problemática piscina, el dicho recinto de Getsemaní.” La anterior es la relación de reliquias conocidas que en el siglo VII realizó san Juan Damasceno. Un listado más o menos escueto, que el tiempo se encargaría de alimentar con varios miles más. Tantas, que los reyes cristianos llegarían a rivalizar entre sí para ver quién lograba poseer la mayor colección de reliquias de la cristiandad. Hoy en día estos objetos siguen formando una parte importante del culto a Cristo, hasta el punto de que su observancia es la finalidad de las dos

peregrinaciones más importantes de los cristianos: ver los restos del apóstol Santiago en Compostela y visitar los Santos Lugares en el caso de la peregrinación a Jerusalén. Sin embargo, no siempre fue así. “En sus comienzos judaicos, el cristianismo fue muy enemigo de las reliquias”, explica el escritor Juan Eslava Galán en su libro El fraude de la Sábana Santa (Planeta, 2004). La razón se debía a ese pasaje de la Biblia en el que se lee: “Quien toque un cadáver será impuro durante siete días”. Una interpretación que se hacía extensiva a los objetos que hubiera portado el difunto, como sus ropajes o abalorios. La situación cambiaría a partir del siglo III, cuando el cristianismo se alejó del judaísmo para acercarse más a otras religiones que sí permitían venerar los restos de sus santos, incluso con el tacto. En ese cambio de mentalidad había una finalidad oculta, tal y como señala Eslava Galán: “Las primeras autoridades del cristianismo aprobaron y estimularon el culto a los sagrados despojos como medio de afianzar la religión”.

FOTO: EFE/ ZUMA PRESS

Un listado inacabable El problema estribaba en que, por esa repulsa anterior a tocar restos humanos, nadie se había preocupado de salvar y mantener reliquias de santos, por lo que se hizo necesario buscarlas allá donde fuera e, incluso, crearlas ex profeso. Esto es al menos lo que aseguran algunos investigadores. De otro modo, no podría entenderse que en el siglo VI cientos de iglesias, incluso las más humildes, contaran ya con sus propias reliquias. Y a tanto llegó su número, que se debió confeccionar una jerarquía de reliquias por orden de importancia. “Las verdaderamente importantes, cuerpos enteros, cabezas, eran reliquiae insignes; las más menudas, reliquiae non insignes, entre las cuales las había notabiles (una mano, un pie) y exiguae (un diente, un cabello)”, relata Eslava Galán. Pronto, a las reliquias les siguió la falsificación de los supuestos originales y luego la fabricación de réplicas que no desmerecían nada, ya que, gracias a un principio llamado brandea o palliola, quedaban impregnadas de la virtud del original por mero contacto. Para hacernos una idea del auge y de la excentricidad que este mercado adquirió con el tiempo, basta leer el relato que hacia 1529 realizó el erasmista español Alfonso de Valdés: “El prepucio de Nuestro Señor yo lo he visto en Roma y en Burgos y también en Nuestra Señora de Anversia (…). Dientes que mudaba Nuestro Señor cuando era niño pasan de 500 los que hoy se muestran solamente en Francia (…). Si les quisiera decir otras cosas más ridículas e impías que suelen decir que tienen (…) sería para hacerlos morir de risa”. muyinteresante.com.mx

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fotógrafo Secondo Pia, quien, al revelar la foto que hizo a la reliquia dentro de la exposición religiosa que el Vaticano celebró ese año, descubrió algo impactante: la Sábana Santa ocultaba el contorno de un hombre. “Hemos visto los rasgos del Redentor y hemos sido los primeros en volver a verlos después de 19 siglos, cuando nadie se hubiera atrevido a concebir tan cara esperanza”, escribió L´Osservatore Romano el 14 de junio de 1898.

Aireando una sábana. Arriba el fotógrafo Secondo Pia, quien en 1898 descubrió el supuesto contorno de Cristo en la Sábana Santa. A su derecha, la reliquia siendo analizada en 1988 con carbono 14.

Listado que competía con otros muchos, como el que hizo el antiguo obispo de Jaén, Sancho Dávila: “De su cruz preciosísima, algunos pedazos. Otro del venerable título de la misma Santa Cruz. Tres espinas enteras de su corona. El sudario que pusieron sobre su cabeza sacratísima en el sepulcro. Tierra del mismo sepulcro y de la piedra con que se cerró la puerta. De un mimbre de los azotes con que fue azotado. De la púrpura que lo vistieron en casa del rey Herodes. De la esponja con que le dieron hiel y vinagre estando en la cruz...”. Pero si hay una reliquia que ha causado fascinación, controversia y fervor –y no tiene por qué ser en partes iguales– ha sido la llamada Sábana Santa. Aunque se le venerara desde hacía cinco siglos, no sería hasta 1898 cuando el Santo Sudario de Turín se hiciera mundialmente célebre. El responsable fue el

¿Realmente era así? ¿Era aquella la imagen de Cristo? Para sus detractores, no se trataba sino de una argucia más de la Iglesia para continuar embaucando a la gente, mientras que para sus defensores no cabía duda alguna sobre la historicidad de la imagen. Tanto la defendieron, que pronto surgió la llamada ciencia de la sindonología –sindone en griego significa sábana– con el fin de estudiar a la Sábana Santa y probar su autenticidad. Durante años los sindonólogos escrutaron las manchas que presentaba el paño, los restos de polen adheridos a la tela, el contorno de las monedas que, aseguran, debió llevar el hombre de la sábana en los ojos y que quedó plasmado en el lienzo, la concordancia de esas manchas con las heridas que hubo de sufrir Jesús durante su calvario en la cruz... Incluso calcularon las probabilidades de que el lienzo no fuera auténtico. Y cada nueva prueba efectuada no hacía sino corroborar la creencia en su autenticidad. Hasta que en 1988 se le practicó la prueba destinada a ser la definitiva: la del carbono 14 o radiocarbono. Su importancia no era menor; sería la primera evidencia completamente científica que podría

La falsa historia de la Vera Cruz

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omo en tantas otras ocasiones, la historia de la Vera Cruz comienza con una leyenda, esa en la que santa Elena, madre del emperador Constantino, encuentra en 326 los restos de la cruz en la que se ajustició a Jesús, dejando parte de ellos en Roma y enviando otros a Jerusalén. Respecto al que se encuentra en Roma, se trata de un madero de 178 cm de largo por 13 cm de ancho, pero no se sabe si es el original, pues se piensa que de aquél se fueron extrayendo pequeños pedazos para construir crucifijos con los cuales obsequiar a personas ilustres. Si esto fuera cierto, no se entiende cómo el madero actual no ha menguado en tamaño. En cuanto al Lignum Crucis de

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Jerusalén, la Historia nos dice que en 614 el rey persa Cosroes II asoló la ciudad y se llevó la Vera Cruz y otras reliquias, con lo que su rastro se perdió para siempre. Sin embargo, lo más extraño de esta historia es que, pese a que se consideran estos dos maderos como los originales, hay supuestos fragmentos del Lignum Crucis en la basílica de San Pedro de Roma, en la catedral de Notre Dame de París, en la capilla del Palacio Real de Madrid y en el monasterio de Santo Toribio de Liébana, siendo este último

El descubrimiento por santa Elena de la Vera o Verdadera Cruz en la que murió Jesucristo es el tema de este cuadro de Piero della Francesca.

considerado el de mayor tamaño después del romano. Ya lo dijo en 1529 el mencionado erasmista español Alfonso de Valdés refiriéndose al negocio de las reliquias: “Pues del palo de la cruz os digo de verdad que, si todo lo que dicen della en la Cristiandad se juntase, bastaría para cargar una carreta”.

FOTOS: GETTY IMAGES; MUSEO DIOCESANO SAN GIOVANNI/ ASTI

La sábana milagrosa

probar su autenticidad. La Academia Pontificia de las Ciencias escogió a tres prestigiosos laboratorios para efectuarla de modo independiente y por separado: los de Oxford, Zurich y Tucson. A cada uno se le entregaron tres pequeñas porciones de tela: una de la sábana y otras dos pertenecientes a un lienzo egipcio del siglo I y a otro francés del siglo XII.Por supuesto, ninguno de los tres laboratorios conocía el origen de cada una de las tres porciones recibidas, pero el resultado en los tres casos fue el mismo: la Sábana Santa había sido fabricada entre los años 1260 y 1390.

FOTOS: LOS ANGELES COUNTY MUSEUM OF ART; BIBLIOTECA MUSEU VÍCTOR BALAGUER

El radiocarbono no engaña La fecha concordaba con la aparición histórica de la reliquia, cuando Godofredo de Charny la donó a la colegiata de Lirey en 1389, momento citado por Eslava Galán en su libro y en el que el obispo de Troyes ya denunció, en una carta al papa, su falsedad: “El deán de Lirey, con engaño y maldad, movido por la avaricia, no con fines devocionales sino por codicia, proveyó su iglesia con un paño pintado con artificio, en el cual, de un modo ingenioso, estaba pintada una doble imagen de hombre por delante y por detrás, asegurando falsamente que era el sudario mismo en el que fue envuelto nuestro Salvador Jesucristo en el sepulcro”. La respuesta de los sindonólogos consistió en deslegitimar la prueba, afirmando que se habían producido importantes errores que la invalidaban y que su fiabilidad no era del 100% y, por lo tanto, estaba sujeta a interpretación. Sólo el coordinador de este experimento, Michael Tite, director entonces del Museo Británico, respondió a las críticas asegurando que los resultados no daban a entender que la Sábana Santa fuera falsa, ya que “la calificación de falso implica una deliberada intención de engañar”, pero sí se mantenía en la veracidad de los datos resultantes. Sea como fuere, desde 1988 la sindonología ha quedado seriamente tocada y no ha vuelto a tener la fuerza de antaño. Aunque la más conocida, la Sábana Santa no es la única reliquia textil sobre la que se cierne una curiosa historia. Quizá la segunda en importancia sea la Verónica de Cristo, ya sabemos, el paño que la piadosa Verónica ofreció a Jesús durante su camino a la cruz para que se limpiara la cara de sudor y sangre. Al devolvérselo, su rostro había quedado impreso en él. Curiosamente, aunque esta historia no aparezca en la Biblia –se le menciona por primera vez en las Actas de Pilatos, texto apócrifo del siglo V–, existe un paño en el Vaticano que, se asegura, es la auténtica reliquia; título por el que compite con otras verónicas como el Santo Rostro de Jaén o la Santa Faz de Alicante. Y eso sin olvidarnos de las también verónicas de Bitonto, Chiaravalle, Soissons y Laon.

El sacco di Roma. Este saqueo de la Ciudad Eterna tuvo lugar el 6 de mayo de 1527 y lo llevaron a cabo tropas alemanas y españolas del emperador Carlos V, que se dice quemaron la Verónica de Cristo.

Reliquias textiles controvertidas Sobre la más importante, la que pertenece al Vaticano, se sabe que comenzó a exhibirse a finales del siglo XII. Se trata de un velo de 63 cm de alto por 51 cm de ancho del que se dice que muestra la imagen de Cristo, aunque ya en 1907 el investigador alemán Joseph Wilpert dijera que sólo apreció “dos débiles manchas parduzcas”. Pero la auténtica controversia no reside en lo que se pueda o no ver, sino en su autenticidad. Y es que, cuando las tropas de Carlos V saquearon Roma el 6 de mayo de 1527, varios documentos de la época

Fueron tantos los supuestos restos de Jesús venerados que la Iglesia estableció una jerarquía: insignes, non insignes, notabiles y exiguae.

El origen de otra reliquia mítica No viene en la Biblia, sino en las Actas de Pilatos, del siglo V: allí se cuenta que santa Verónica enjugó la sangre y el sudor de Cristo con un paño (izquierda, en un óleo de Mattia Preti). muyinteresante.com.mx

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Del paño de Oviedo al Priorato de Sión

imagen de arriba, la Cámara Santa de la catedral de Oviedo, que alberga reliquias que la tradición asocia a tiempos remotos.

–entre ellos, una carta escrita por el cardenal Salviati– afirman que los soldados españoles robaron la reliquia, la pasearon por las tabernas de la capital y, finalmente, la quemaron. Este dato contrasta con el hecho de que, en 1533, la Verónica fuera presentada nuevamente ante los peregrinos. ¿Qué pudo pasar? Hay tres posibilidades para Juan Eslava Galán: que la que hoy se muestra sea la misma que la de 1527, que la actual sea una copia de su predecesora, o que la de 1527 sobreviviera al saqueo, y que luego fuera robada en 1608, siendo la actual una réplica de la misma. Ahí dejamos las posibilidades para que el lector decida por su cuenta. Otra reliquia textil muy famosa es el paño de Oviedo, del que se afirma fue el que cubrió la cara de Jesús ya muerto en su traslado del Gólgota a la tumba. Como la Verónica de Roma, su origen también se asocia a una leyenda, la que cuenta cómo en el siglo VIII el rey Alfonso II el Casto mandó construir la Cámara Santa en la catedral de Oviedo para albergar las reliquias que había logrado salvar de la toma de Toledo por las tropas árabes. Lo que confiere especial importancia al paño son unas manchas de sangre que algunos sindonólogos aseguran que coinciden matemáticamente con las manchas de la Sábana Santa, que sería el sudario que se le colocó a Jesús tras retirarle el paño de la cara (o eso afirman los defensores de la reliquia, al menos). Para despejar toda duda, en 1994 también el paño fue sometido a una prueba de radiocarbono. El resultado: su origen data de la segunda mitad del primer milenio, coincidiendo con el surgimiento de la leyenda ya comentada del rey asturiano Alfonso II el Casto.

Ni la proliferación de reliquias de Cristo (trozos de la cruz, verónicas) ni las pruebas de carbono 14 han hecho que los fieles dejen de creer en ello. 64

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Alfonso II el Casto. Vivió entre los años 760 y 842 y fue rey de Asturias. Según el mito, fue él quien salvó de los musulmanes el llamado paño de Oviedo.

FOTOS: EFE/ ZUMA PRRESS; MUSEO DE COVADONGA,/ ESPAÑA

Tesoro con leyenda. En la

Por si esto fuera poco, cuando se intenta hacer coincidir sus manchas con las presentes en la Sábana Santa se ve un importante desfase de distancias entre ambas. “Hay una aparente discrepancia de dos centímetros entre la nariz del sudario y la de la sábana, de manera que, si hacemos coincidir el entrecejo, sólo concordarán los elementos de la parte superior del rostro; y si sobreponemos la punta de la nariz, concordarán todos los elementos de la mitad inferior, con exclusión de los de la parte superior del rostro”, afirma el investigador de esta reliquia Carlos Galicia. Ante tal vicisitud, Eslava Galán afirma que los defensores del paño llegaron a la conclusión de que esta descoordinación se debía a que el paño presenta una imagen por contacto, mientras que la de la sábana es por proyección, aludiendo a la teoría que afirma que la silueta presente en la Sábana Santa se originó por una especie de irradiación del cuerpo de Jesús, no por un contacto directo con la materia orgánica. Lo extraño es que, pese a todas estas contradicciones, el asunto no haya trascendido como se supone que debería haber sucedido con un hallazgo tan importante y capital. Claro que no todos los supuestos fraudes religiosos tienen que ver con reliquias. Una de las historias que más han despertado la imaginación del gran público, sobre todo desde la publicación de El código Da Vinci, es la referida al llamado Priorato de Sión. Durante años se difundió la idea de que se trataba de una organización secreta creada durante la Primera Cruzada por Godofredo de Bouillon con un cometido crucial: proteger al descendiente de la dinastía merovingia hasta su proclamación como

Líderes espirituales fraudulentos

D ¿De la primera cruzada? No, de 1956. El embaucador francés Pierre Plantard inventó el llamado Priorato de Sión (arriba, sus símbolos) en el siglo XX y lo hizo pasar por una antiquísima secta.

rey de Francia. Esto es, según los seguidores de esta organización, proteger al descendiente directo de Jesucristo, en la creencia de que Jesús tuvo al menos un hijo antes de morir. El nombre de la organización era Orden de la Abadía de Nuestra Señora del Monte Sión, pero cuando Jerusalén cayó en manos musulmanas, allá por el año 1188, sus miembros se trasladaron a Francia bajo la denominación abreviada de Priorato de Sión.

entro del campo de los engaños se hace necesario mencionar a esos líderes que, bajo un aura de santidad y religiosidad, se aprovecharon de sus seguidores para dar rienda suelta a sus bajas pasiones. Quizá el más famoso sea Marcial Maciel, el fundador de la congregación católica Legionarios de Cristo. “Los comportamientos gravísimos y objetivamente inmorales del padre Maciel, confirmados por testimonios incontrovertibles, se configuran, a veces, en auténticos delitos y manifiestan una vida carente de escrúpulos y de verdadero sentimiento religioso”, expresó del religioso mexicano el anterior papa, Benedicto XVI. Y razón no le faltaba; las pruebas demostraron que en vida Maciel había cometido ruptura del voto de castidad, paternidad secreta, bigamia, pederastia y doble, triple y hasta quíntuple personalidad. Otro líder espiritual también denostado ha sido Ginés Jesús Hernández, más conocido como el papa Gregorio XVIII de la Iglesia del Palmar de Troya, una secta, según numerosos investigadores, de la que el propio Ginés Jesús se salió el pasado abril, para fugarse a Sierra Nevada con su pareja sentimental. “Desde el principio todo fue un montaje”, aseguró el antiguo Gregorio XVIII, refiriéndose a la estructura pseudorreligiosa que se creó en torno a las supuestas apariciones marianas acaecidas en ese lugar en 1974. “Mientras que no me hurguen las narices, paso del Palmar”, afirmó al diario El País, aludiendo a las acusaciones que ha recibido de haberse llevado dos millones de euros de la Iglesia y un coche de alta gama que servía como ‘papamóvil’.

FOTOS: EFE/ ZUMA PRRESS

Cuatro amigos y una montaña local Una historia fascinante, si no fuera por su falsedad de principio a fin. Y es que, como relatan los autores del libro Enigma (Temas de Hoy, 2005), “en 1956 cuatro jóvenes franceses decidieron crear una asociación. El nombre del grupo se basaba en una montaña local de su región, el Col du Mont Sion, y no en el monte Sión de Jerusalén”. Para dar armazón al grupo, su principal impulsor, Pierre Plantard, comenzó a extender el rumor de que habían encontrado en la Biblioteca Nacional de París los documentos que refutaban lo anteriormente dicho sobre el Priorato de Sión. Pero nada más lejos de la verdad. Tanto es así, que el grupo creado por esos cuatro amigos se había disuelto rápidamente. Sólo Plantard continuó defendiendo la mentira como si fuera una verdad hasta llamar la atención de la BBC, que inició una investigación sobre esta historia. El presidente original del grupo, André Bonhomme, no pudo ser más claro ante los micrófonos: “El Priorato de Sión ya no existe. Nunca estuvimos involucrados en actividades de naturaleza política. Éramos cuatro amigos que nos juntamos para divertirnos. Nos llamábamos el Priorato de Sión porque cerca de allí había una montaña con el mismo nombre. Yo no he visto a Pierre Plantard en más de 20 años y no sé lo que se trae entre manos, pero siempre tuvo una gran imaginación”.

Un intento de sacar ganancia descubierto en los tribunales Lo que el tal Plantard se traía entre manos era perpetuar aquella superchería para continuar engatusando a la sociedad francesa y sacar de la misma todo el provecho económico posible. Así hasta que en septiembre de 1993 un juez francés lo llamó a declarar: Plantard reconoció haber inventado toda la historia y el juez lo amonestó. Por supuesto, los medios de comunicación se hicieron puntual eco de las declaraciones del farsante, ahora desenmascarado. Habían bastado 48 horas de interrogatorio para poner fin a un fraude que ya se había extendido demasiado en el tiempo. Y es que es precisamente eso, el tiempo, lo que ha colocado finalmente a muchos de estos supuestos estafadores religiosos en su verdadero lugar en la Historia.

José Barba (arriba, izquierda), exlegionario de Cristo, denunció que el fundador de la orden, Marcial Maciel, abusó sexualmente de él.

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Los cuadernos falsos de Hitler Gerd Heidemann (sobre estas líneas), reportero de la revista alemana Stern, presentó la publicación de los supuestos 62 diarios personales del Führer (a la derecha) en una rueda de prensa el 25 de abril de 1983 en Hamburgo. Allí corroboró la autenticidad de los textos, pero pronto llegó el escándalo al descubrirse que eran falsos.

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Pirateos literarios

¿Quién es

el autor? En la Historia se han gestado numerosas –e ingeniosas– tretas para hacer pasar por auténticos textos que no lo eran. Algunos de estos engaños llegaron a hacerse públicos, y los supuestos descubridores de grandes tesoros de la literatura acabaron en la cárcel. Por Alberto Porlan

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ace 403 años, en 1614, un hombre que lo merecía todo de su patria y no había obtenido de ella más que desdén y prisión injusta recibió el golpe más vil de su vida. El hombre se llamaba Miguel de Cervantes, y en ese momento tenía en las manos un libro titulado Segundo Tomo del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, que contiene su cuarta salida y es la quinta parte de sus aventuras, firmado por Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas. Quién fuera en realidad el tal Avellaneda continúa siendo a estas alturas, y después de docenas de tratados y estudios especulativos, un enigma completo. Aunque se da una circunstancia muy curiosa, y es que en aquellos años el párroco de la población abulense de Avellaneda, entre Piedrahita y El Barco de Ávila, se llamaba, precisamente, Alonso Fernández. No fue él, desde luego, quien perpetró el fraude, sino alguien que escogió su nombre por alguna razón. Se habló de que el autor pudo haber pertenecido al entorno de Lope de Vega, que siempre exhibió su desdén por Cervantes. Pero, más allá de la identidad del bellaco que trató de subirse a las barbas del genio, el hecho es que así se las gastaban en el siglo XVII. Al calor de un éxito editorial había una lista de embaucadores e imitadores dispuestos a utilizar el título para ganarse unos reales. No lo hacían con el nombre del autor burlado, y tampoco se atrevían a hacerlo con su nombre auténtico, desde luego. El fraude sólo tenía motivos económicos: sencillamente, se aprovechaban del trabajo del otro.

Un éxito de ventas Era algo bastante frecuente, y siempre obedecía a la publicación de lo que hoy llamaríamos un best seller. Pocos años antes, otro enorme éxito literario había sufrido la misma suerte. En 1602 apareció una sedicente segunda parte del Guzmán de Alfarache, un verdadero hit editorial publicado tres años antes por Mateo Alemán. La falsa continuación venía firmada por un tal Mateo Luxán, quien hasta tuvo el descaro de evocar con su seudónimo al verdadero autor de la primera parte.Tras muchos debates, se ha llegado a la conclusión de que el seudónimo pudo corresponder a Juan Felipe Mey, un hombre ilustrado, fácil con la pluma y que además poseía una imprenta en Valencia por aquellas fechas. Ser impresor facilitaba mucho la publicación de una obra falsa, pues eliminaba intermediarios; pero, como es natural, obligaba a falsear también el pie de imprenta. En todo caso, el fraude produjo grandes beneficios: en los dos años que transcurrieron hasta que Alemán publicó la segunda parte auténtica se vendieron nada menos que 10 ediciones de la falsa.

Acelerando la pluma Tanto el fraude del Quijote como el del Guzmán tuvieron una virtud: sirvieron de aliciente para que Cervantes y Alemán aceleraran la redacción de las segundas partes de sus obras. Esto fue de agradecer sobre todo en el caso de Cervantes, porque la del Quijote vio la luz en 1615, apenas un año antes de la muerte de su autor. Es posible que sin la presión a la que lo sometió el falsario tordesillesco nunca hubiera existido esa segunda parte, o que hubiera quedado incompleta. muyinteresante.com.mx

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Los escritos de María Magdalena. Se denomina Evangelio de María Magdalena a un texto apócrifo gnóstico, datado entre los años 30 y 180. Han llegado hasta nuestros días sólo algunos fragmentos. Este óleo, Magdalena penitente, es obra de Domenico Tintoretto.

Éxito entre los lectores. Alonso Fernández de Avellaneda es el seudónimo del autor del libro conocido como el Quijote de Avellaneda (abajo, la cubierta), publicado, según su pie de imprenta falso, en Tarragona en 1614. Aún hoy se desconoce la identidad real del autor.

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Los motivos que impulsaron los grandes fraudes literarios no sólo fueron crematísticos. En realidad, los más importantes tuvieron orígenes políticos y religiosos. Entre los políticos, el primer texto fraudulento que conocemos es anterior al año 979, cuando se cita por primera vez la llamada Donación de Constantino (Donatio Constantini), un acta testamentaria por la que el emperador romano Constantino cedía sus derechos sobre el Imperio romano al papa Silvestre I. Esto habría ocurrido durante el primer tercio del siglo IV, unos 650 años antes de que apareciera mencionado, y en opinión de la Iglesia católica refrendaba sus derechos temporales sobre el gobierno de toda la cristiandad. Era esgrimido con cierta recurrencia por el papa y los prelados cuando surgían conflictos de intereses con los reyes y la nobleza, pero resultó tan falso como una moneda de chocolate. A mediados del siglo XV, Lorenzo Valla, un hombre ya renacentista, examinó lingüística y estilísticamente el famoso documento y dictaminó que no pudo haber sido escrito antes del siglo VIII, nada menos que cuatro siglos después de la muerte del presunto firmante, Constantino.

Los fraudes literarios religiosos, sin embargo, habían aparecido mucho antes, en los primeros siglos del cristianismo. A lo largo de los siglos II y III se redactaron una gran cantidad de textos que pretendían ser evangelios (“buenas noticias”) y que se atribuyeron a Santiago, Bernabé, Tomás y otros apóstoles, incluyendo un evangelio de María Magdalena y algunas cartas atribuidas al propio Jesucristo. No puede decirse con exactitud cuáles fueron los intereses que motivaron la redacción de estos “evangelios” descartados en su momento por la Iglesia, que los calificó de apócrifos, un término griego que hoy significa solamente “falso” pero que en su origen tenía el significado de “secreto” u “oculto”. Se supone que pudieron haber sido redactados por motivos económicos y políticos. Una parte de ellos habrían sido escritos por individuos que quisieron aumentar el crédito y la importancia de sus comunidades, pretendiendo que la aportación de nuevos documentos sagrados significara un reclamo importante para su iglesia local. Otra parte habría sido redactada con el único propósito de ser vendidos a alto precio a los cristianos ricos, siempre dispuestos a ofrecer importantes sumas para obtener documentos que aportaran conocimientos o sucesos nuevos relativos a la vida y entorno del Salvador. Por último, otro grupo de estos supuestos textos sagrados habría salido de la pluma de autores gnósticos, quienes desde el principio se aproximaron a las pujantes sociedades cristianas para tratar de convencerlas de que en el fondo compartían la misma fe, ya que Jesucristo era en realidad una de las entidades que ellos llamaban eones, acompañantes o servidores de la divinidad que reina en el pleroma, o sea, en lo más alto del cielo: aquel Yaveh que los judíos llamaban incesantemente El Altísimo. El número de estos evangelios apócrifos llegó a ser demasiado grande (más de medio centenar) y a finales del siglo IV, en el Concilio de Cartago, la Iglesia hizo una purga drástica y definió cuáles de ellos eran canónicos y cuáles no. De este modo, quedaron como documentos dogmáticos los cuatro Evangelios, el Apocalipsis de san Juan (cuya inclusión resultó muy discutida), los Hechos de los Apóstoles y las Epístolas. Todo lo demás se consideró herético o fraudulento.

Libros enigmáticos Uno de los textos excluidos fue el llamado Libro de Enoc, quien según el Génesis fue uno de los longevos patriarcas israelíes que vivieron antes del Diluvio. Perteneció Enoc a la séptima generación humana después de Adán y Eva y llegó a cumplir 365 años, o sea, un año de años. Enoc fue hijo de Jared, quien lo engendró cuando tenía 150, y padre a su vez de

FOTOS: BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA; MUSEI CAPITOLINI/ ROMA

Falsas escrituras sagradas

FOTO: GETTY IMAGES; YALE UNIVERSITY LIBRARY/ CONSERVATION AND EXHIBITION SERVICES; CESAR MANSO

Matusalén, el campeón absoluto de la longevidad, que según la Biblia vivió 970 años. Estas afirmaciones bíblicas fueron una de las causas por las que la Iglesia católica miró con desconfianza el supuesto libro de Enoc. Bien está la longevidad, pero hasta los niños cristianos eran incapaces de aceptar que una persona hubiera llegado a vivir alguna vez mil años. En el campo de los libros enigmáticos sospechosos de fraude, el campeón es sin duda el celebérrimo Manuscrito Voynich. Wilfrid M. Voynich era un revolucionario polaco de 21 años cuando fue detenido por los rusos en 1886 y deportado a Siberia. Logró escapar de allí cuatro años más tarde y llegar a Londres, donde se casó con la novelista Ethel Boole, hija del matemático George Boole, creador del álgebra binaria que es el fundamento de la informática moderna. La pareja emigró a Estados Unidos y allí Voynich se hizo un nombre como bibliófilo.

En pergamino de piel de becerro En 1912 recibió una intrigante oferta anónima que lo condujo hasta Villa Mondragone, en Frascati, cerca de Roma, una propiedad de los jesuitas que la Orden quería restaurar. Con el fin de allegar fondos para ese propósito habían decidido vender discretamente algunos de sus libros antiguos, y uno de los anticuarios escogidos fue Voynich, quien salió de Frascati con una carga de 30 manuscritos de extraordinario valor entre los que estaba el que, bautizado con su apellido, ha sido analizado una y otra vez desde entonces sin que haya sido posible asomarse al misterio que constituye. El Voynich es un libro realmente distinto a todos. Está escrito sobre pergamino vitela, piel de becerro recién nacido trabajada hasta darle las mejores condiciones de finura, delgadez y flexibilidad. Sus

234 páginas albergan unas 35,000 palabras redactadas con pluma de ganso de izquierda a derecha en un alfabeto desconocido, sin signos de puntuación y con una escritura corrida que hace pensar en la absoluta familiaridad del escribano con la grafía que utiliza, sin tachaduras ni correcciones. Las páginas están repletas de dibujos e ilustraciones a color que deben de ser los referentes del texto y que resultan tan enigmáticos como el propio texto. Una gran parte de ellos representan plantas herbáceas irreconocibles, aunque también hay gráficos cosmológicos y otros de carácter medicinal. Se ignoran su autor, la fecha de composición, el tema sobre el que versa (alquimia, astrología, medicina, etc.) y el propósito a que obedeció. Lo único cierto es que el análisis de las vitelas ha demostrado que proceden de animales sacrificados hacia 1450, aunque eso no significa que se usaran en aquella fecha.

Sí es antiguo. En 2009 investigaciones de la Universidad de Arizona (EUA) demostraron, mediante la prueba del carbono 14, que el pergamino del Manuscrito Voynich (arriba) podía datarse entre 1404 y 1438.

El número de evangelios apócrifos llegó a ser tan grande que a finales del siglo IV la Iglesia hizo una purga drástica.

Hoffmann, el falsificador asesino

E Mark Hoffmann, un astuto estafador, falsificó un poema inédito de Emily Dickinson (en el retrato).

n 1997 Sotheby’s subastó el supuesto poema inédito de Emily Dickinson La poeta y el asesino. El manuscrito se vendió por 24,150 dólares. Meses después se descubrió que el verdadero autor era Mark Hoffmann, un reconocido falsificador de documentos religiosos que para entonces ya estaba encerrado en una prisión de Estados Unidos. Especialista del engaño. Hoffmann era todo un maestro de la falsificación. Le había sacado muchísimo dinero a la Iglesia mormona a base de ‘encontrar’ documentos falsos que desacreditaban al fundador de esta Iglesia cristiana, Joseph Smith, y que eran inmediatamente adquiridos por sus autoridades religiosas con el fin de preservar su imagen, aunque también le compraron otras falsificaciones que daban la razón a las seculares creencias mormonas. Sus trabajos eran tan buenos como para engañar incluso a la Sociedad Americana de Anticuarios y a los especialistas de la Biblioteca del Congreso. Hoffmann, al contrario que el descuidado Kujau, autor de los falsos diarios de Hitler, empleaba papel de la época, que cortaba de antiguas biblias, y fabricaba sus propias tintas tal como se hacía en el siglo XIX. Pero algo falló, y para no ser descubierto decidió liquidar al obispo mormón que había empezado a sospechar de él y a su esposa. Fue encarcelado por esos crímenes y todavía, a sus 61 años, los sigue purgando en prisión.

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texto, y cuando tampoco entendemos ese texto, la curiosidad se acrecienta aún más. Fue esa curiosidad lo que impulsó al emperador a comprar el libro, no su contenido. En tal caso, el Voynich sería no sólo un timo, sino una estafa genial.

Poetas de Cementerio. En 1761 el escocés James Macpherson afirmó haber encontrado un poema épico escrito por el bardo céltico Ossian, pero su autoría causó controversia entre los medievalistas, quienes acusaron a Macpherson de falsario.

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De mano en mano Se sabe que el libro estaba en 1639 en poder de un alquimista de Praga llamado Baresch, quien envió copia de algunas páginas al jesuita Atanasius Kircher, un erudito de amplios intereses entre los que estaban la alquimia y la lingüística. Cuando murió Baresch, su amigo Marci envió otra carta a Kircher que se ha conservado entre las páginas del manuscrito, en la que afirmaba que el emperador Rodolfo II había pagado por él la fortuna de 600 táleros de oro creyendo que era de Roger Bacon. Es sabido que Rodolfo II estuvo rodeado toda su vida por una corte de alquimistas y astrólogos y que tenía enorme interés por el ocultismo. Una de las muchas sospechas que rondan al Manuscrito Voynich reside precisamente en ese origen: pudo haber sido una mistificación preparada con el único fin de ofrecérsela al emperador, el fruto de una imaginación florida que inventó un mundo inexistente e indescifrable a partir de un seudoalfabeto que si ha desafiado todos los intentos de la criptografía moderna es porque no significa nada. Su autor habría sido un sinvergüenza brillante que perpetró el fraude perfecto sin necesidad de saber una palabra de alquimia, astrología o medicina. Las ilustraciones, inspiradas en libros herméticos, también habrían sido inventadas como gancho para darle más interés a ojos del emperador y aumentar el precio, porque cuando no entendemos el grabado que ilustra un texto buscamos su explicación en el

El nacionalismo es otro de los manantiales de los que han brotado grandes falsedades literarias, en general con la voluntad de inventar o exagerar hechos heroicos que exaltan la historia nacional. En la Inglaterra del siglo XVIII apareció una corriente literaria marcada por una reiterativa obsesión por la muerte, a la que se llamó genéricamente Poetas de Cementerio (Graveyard Poets). Precursores del romanticismo explosivo, pondrían las bases de lo que después llamaríamos género gótico, de donde salieron obras y personajes tan actuales como el Drácula de Bram Stoker o el Frankenstein de Mary Shelley. Entre los Poetas de Cementerio se encontraba el escocés James Macpherson, gran conocedor de la lengua gaélica, que dio a la luz entre 1761 y 1775 toda una serie de supuestas traducciones de manuscritos gaélicos medievales que recogían la obra del legendario bardo Ossian, cantor de las hazañas legendarias del pueblo escocés. En principio nadie dudó de la autenticidad del trabajo de Macpherson, pero más tarde empezaron los recelos cuando se vio el efecto de aquellas obras sobre los nacionalistas escoceses más fervorosos, y ciertos especialistas ingleses se permitieron dudar de la autenticidad de aquellas composiciones. Encontraron en ellas giros y expresiones que no podían ser medievales, y exigieron a Macpherson que mostrara públicamente aquellos antiquísimos manuscritos gaélicos que decía haber encontrado. Como el gaélico escocés, llamado erse, se considera procedente de Irlanda, también entraron en escena los especialistas irlandeses.

A prisión por estafa. Konrad Kujau (en la foto) es autor de un conjunto de 62 pequeños libros publicados por el periódico alemán Stern en 1983, que pretendían pasar por el auténtico diario de Hitler y que fueron identificados como falsos.

FOTOS: GETTY IMAGES; EFE/ ZUMA PRESS; THE YORCK PROJECT/ MUSÉE NATIONAL DU CHÂTEAU DE MALMAISON

Falsos bardos

El atrevido William Henry Ireland

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finales del siglo XVIII, el prestigio de William Shakespeare había alcanzado su punto culminante. Fue entonces cuando un joven de 19 años llamado William Henry Ireland empezó a dar a conocer una serie de papeles relativos a Shakespeare e incluso autógrafos suyos que llamaron la atención de los anticuarios. Ireland afirmaba que los había encontrado en el fondo de un viejo arcón que un amigo había heredado, y todo el mundo le creyó. Tras notar esa receptividad, Ireland se fue aún más allá y afirmó haber encontrado una pieza teatral inédita de Shakespeare titulada “Vortigern and Rowena”, cuyos derechos adquirió por la suma de 300 libras el famoso empresario teatral londinense Richard B. Sheridan. Una estafa muy osada. El fraude duró lo que duró la obra. Era tan rematadamente mala que desapareció al día siguiente del estreno. El joven Ireland se había sobrepasado, como diríamos hoy, tratando de remedar con su pobre talento la genialidad de uno de los mayores escritores que ha conocido el mundo.

Resolviendo enigmas En Irlanda, creyeron ver en aquellas obras escritas en su lengua vernácula original un intento por parte de la isla vecina de apropiarse de sus raíces a través de Escocia. Todos se hubieran callado si Macpherson hubiera mostrado sus fuentes originales, pero no llegó a hacerlo jamás, ni se encontraron esos papeles entre su legado póstumo. El poderío intelectual y el prestigio del doctor Samuel Johnson, contemporáneo de Macpherson y tenido por la máxima autoridad de todos los tiempos en crítica literaria, resolvieron el enigma dictaminando que la obra del escocés era una mistificación apoyada en antiguas leyendas orales con las que Macpherson había construido un artefacto literario impulsado por su ardiente nacionalismo.

FOTO: GETTY IMAGES; DAS BUNDESARCHIV

Acreditación de los documentos El fraude más sonado del siglo XX se produjo en abril de 1983, cuando la revista alemana Stern tuvo el mayor ‘resbalón’ de su historia anunciando que iba a publicar los cuadernos personales de Adolf Hitler, sus diarios íntimos recogidos en 62 cuadernos por los que había pagado más de nueve millones de marcos.Tales diarios, que cubrían los 15 años fundamentales de la biografía de Hitler, desde 1930 hasta 1945, habían llegado a Stern por mediación de un periodista especializado en asuntos nazis llamado Gerd Heidemann. Éste afirmaba haberlos hallado en Alemania Oriental, en poder de cierto doctor Fischer, que los pasaba a la República Federal escondidos en el interior de pianos con ayuda de un general del ejército de la República Democrática. Además de vender los diarios, Heidemann ofreció a Stern su ayuda para localizar al buscadísimo criminal nazi Martin Bormann. Media docena de eruditos e historiadores internacionales estuvieron de acuerdo en acreditar y garantizar la autenticidad de los documentos, pero se cubrieron de gloria cuando la ciencia entró en

William Henry Ireland engañó a anticuarios londinenses haciéndoles creer que había encontrado documentos de Shakespeare.

El fraude más sonado del s. XX se produjo en 1983 cuando la revista Stern anunció que iba a publicar los cuadernos de Hitler. escena. Un químico, el profesor Julius Grant, llevó a cabo el análisis material de los originales y determinó que los cuadernos eran un rotundo fraude. Ni la tinta, ni el papel, ni el pegamento con el que habían sido encuadernados pudieron fabricarse en los años en que supuestamente habían sido escritos. El escándalo fue mayúsculo y, por una vez, el culpable material fue desenmascarado. Se trataba de Konrad Kujau, un jovial pintor de segunda categoría que fue juzgado con Heidemann y condenado a cuatro años y medio de prisión que no llegó a cumplir, por enfermedad grave. Salió en 1988, pero el proceso de su enfermedad se alargó hasta el año 2000, cuando murió en Stuttgart a la edad de 62 años. Es probable que si se hubiera procurado tinta y cuadernos de los años 30 del siglo pasado su fraude hubiera pasado por bueno, al menos durante mucho más tiempo. Cuando se falsifica hay que ser escrupuloso, herr Kujau.

La búsqueda de un jerarca nazi. A Martin Bormann (abajo) se le perdió la pista tras haber abandonado el búnker berlinés del Führer en 1945. Cuatro décadas después, el periodista alemán Gerd Heidemann ofreció su ayuda para dar con el paradero del oficial del Tercer Reich.

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¿Fue una pelea limpia? En 1964 se cruzó en la carrera del boxeador Sonny Liston un jovencísimo Cassius Clay (luego Muhammad Ali), que le arrebató la corona mundial de los grandes pesos por abandono en el séptimo asalto; pero ¿estuvo amañada la retirada de Liston? En la foto, un momento del legendario combate.

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l 25 de febrero de 1964 nació en el Miami Beach Convention el mito Ali. Por entonces, Cassius Clay no era más que una firme promesa del pugilato de 22 años que peleaba, en calidad de aspirante, por el título mundial en poder de Sonny Liston, un exconvicto con puños de hierro. Una tarea hercúlea para un recién llegado, por mucha confianza que el inexperto y entusiasta Clay tuviera en sí mismo. “Voy a cazar a ese oso grande, feo y tonto”, amenazaba, arrogante, el aspirante. Todos pensaban que aquellas salidas de tono no eran más que las bravatas de un jovenzuelo demasiado atrevido e inconsciente; nadie daba un peso por Clay. Pero en la velada del combate el novato volteó todos los pronósticos derrotando al fiero Liston, quien se retiró en el séptimo asalto cediendo el trono a un Clay que acababa de escribir la primera página de una carrera legendaria. Cincuenta años después del combate que comenzó a forjar el mito, se hicieron públicos documentos comprometidos que ponían la icónica velada en tela de juicio.

Desconfianza sobre el triunfo Al parecer, el FBI siempre pensó que el combate Liston-Clay no fue limpio. El campeón, según las pesquisas de la Oficina Federal de Investigación, se había dejado ganar. Irving Resnick, promotor deportivo de Las Vegas vinculado con el crimen organizado, habría amañado el combate y premiado al púgil perdedor con un suculento botín de un millón de dólares. El flamante campeón, Cassius Clay, nunca tuvo conocimiento de lo que, según el informe, se había gestado a sus espaldas, pero la leyenda inmaculada del malogrado Muhammad Ali, al parecer, pudo tener también rincones oscuros. Y es que los brazos del fraude deportivo tienen alcance ilimitado. En sus múltiples variantes, la trampa es una constante en el mundo del deporte desde épocas inmemoriales: la cultura de la victoria a cualquier precio hunde sus raíces en la noche de los tiempos. Griegos y romanos se valían de sustancias elaboradas para mejorar el rendimiento en busca de una ventaja decisiva que permitiera doblegar a sus rivales en las competencias atléticas o en los juegos del anfiteatro. Preparados a base de plantas, semillas u hongos, así como el vino o el hidromiel, se ingerían en la Antigüedad clásica como estimulante para mejorar el rendimiento. Pero fue, naturalmente, la inercia del profesionalismo la que acabaría por institucionalizar ciertas prácticas fraudulentas que corrompían por completo el lema olímpico (“más rápido, más alto, más fuerte”) con una interpretación sui generis del significado original de sus principios. El deporte se profesionalizaba y se convertía en negocio, pero a la vez adquiría progresivamente muyinteresante.com.mx

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¿Merecían el podio? El equipo femenino de natación de Alemania Oriental compitió en las Olimpiadas de Montreal de 1976: ganó 11 medallas de oro. Los triunfos y gran complexión física de las alemanas pusieron en pie de guerra a las nadadoras estadounidenses, quienes sospecharon del dopaje por parte de Alemania del Este.

una dimensión social y política que empujaba, inevitablemente, a la regularización de la trampa. Es la propia sociedad –y los deportistas no son más que un espejo de esa realidad– la que da la espalda a esa filosofía del deporte que defiende que, por encima de todo, lo importante es participar.

Disciplinas deportivas en equipo El deporte se vuelve político con la evolución del amateurismo al profesionalismo, que no sólo empuja a priorizar la dimensión económica y comercial, sino que determina en buena medida su instrumentalización, con mayor intensidad, como vehículo de propaganda nacional (baste recordar los duelos político-deportivos de atletas soviéticos y estadounidenses durante la Guerra Fría), como expresión de identidad colectiva, muy especialmente en los deportes de equipo, e incluso como herramienta de

El dopaje, organizado o no, es probablemente el más habitual y longevo de todos los métodos de fraude en el mundo del deporte.

Falsos récords. El atleta jamaicano –nacionalizado canadiense– Ben Johnson (levantando el brazo) batió en dos ocasiones el récord del mundo de los 100 metros, en el Campeonato Mundial de Atletismo de 1987 y en la final olímpica de 1988, pero junto con su descalificación por dopaje perdió el oro y los dos récords.

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desahogo nacionalista. La confluencia de todos esos intereses convertirá el fraude deportivo en una constante de la práctica totalidad de disciplinas atléticas. En ocasiones desde la iniciativa personal, fundada en el deseo del atleta de mayor notoriedad, y en otras como manifestación de una corrupción institucionalizada e inducida desde los intereses de una marca, un patrocinador o incluso la bandera de un país. El dopaje, organizado o no, es probablemente el más habitual y longevo de los métodos de fraude deportivo, y si una nación se caracterizó por la inducción a sus atletas al empleo sistemático de sustancias prohibidas durante las grandes citas internacionales fue la extinta República Democrática Alemana. Durante los años más duros de la Guerra Fría, el deporte –y muy especialmente los Juegos Olímpicos– se convirtió en un asunto de Estado para las naciones hegemónicas en ambos lados del “telón de acero”. En los años 70 y 80 los atletas de la Alemania Oriental causaban furor en la escena internacional, compitiendo de tú a tú con Estados Unidos y la Unión Soviética en el medallero olímpico, algo realmente sorprendente en un país con menos de 17 millones de habitantes.

Cosecha de medallas Pero si en una disciplina los alemanes del Este causaron auténticos estragos fue en la natación, y muy especialmente gracias a las gestas de su imparable equipo femenino. La cosecha de medallas en la piscina de los Juegos Olímpicos de 1964, 1968 y 1972 no alcanzó en total las 11 medallas, un resultado que las autoridades germanas consideraban inadmisible, razón por la cual decidieron tomar cartas en el asunto. Todo cambió en los Juegos de Montreal de 1976, en los que las nadadoras del equipo de Alemania del Este coleccionaron un total de 18 medallas, 11 de ellas de oro. Durante toda una década asombraron al mundo, ocupando la práctica totalidad de los podios en las grandes citas, ante la total impotencia de sus adversarias, incapaces de contrarrestar en ningún modo el poderío teutón. Las denuncias de las nadadoras estadounidenses, recelosas no sólo ante los apabullantes resultados del equipo rival, sino también frente a la contundente complexión atlética de las alemanas, cayeron durante años en saco roto. Hasta que, tras la reunificación de las dos Alemanias, se desclasificaron cientos de archivos que ponían de relieve la existencia de un sistema de dopaje organizado desde las más altas instancias y que apuntaban al consumo ininterrumpido durante años de esteroides anabolizantes que explicaban el extraordinario y sorprendente rendimiento de las nadadoras alemanas, que eran solamente una pieza más dentro de un gigantesco engranaje de fraude deportivo estatal que atañía a múltiples disciplinas deportivas.

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El mayor escándalo futbolístico

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ntre todos los fraudes que han salpicado al mundo del futbol en los últimos años el más sonado sin duda es el escándalo conocido como “calciopoli”, que afectó al campeonato de Serie A italiano durante los años 2005 y 2006. Cinco equipos, Juventus de Turín, AC Milán, Lazio, Fiorentina y Reggina, fueron acusados de propiciar fraudes masivos en la competencia durante dichas temporadas mediante la designación interesada de árbitros que habían recibido suculentos sobornos. Aunque los principales instigadores del fraude fueron Luciano Moggi, director general de la Juventus, y Antonio Giraudo, administrador delegado del mismo club, el escándalo salpicó a todos los estamentos del balompié, desde la Federación Italiana al Colegio de Árbitros y los dirigentes de varios equipos del campeonato. Pese a la enorme dimensión del fraude, los equipos más castigados fueron la Juventus, despojado de sus dos últimos títulos y relegado a la serie B (la Segunda División), además de penalizado con una cuantiosa multa económica, y la Fiorentina, que también perdió la categoría. Red de apuestas clandestinas. No era, sin embargo, la primera vez que el futbol italiano sufría un sismo de estas características. En la temporada 1979-1980 la policía desarticuló una red de apuestas clandestinas que implicaba a un total de 33 jugadores (entre ellos, el legendario Paolo Rossi). Este escándalo, conocido como “Caso Totonero”, se selló con el descenso a la serie B del Milán y el Lazio.

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Duro golpe a la credibilidad Pero la revelación del escándalo no acabó con las malas prácticas en la extinta Alemania Oriental. El ejemplo más paradigmático es, sin duda, el de Katrin Krabbe, la gran figura del atletismo femenino europeo de comienzos de la década de los 90. El colapso de la República Democrática Alemana, a diferencia de lo sucedido a muchos de sus compañeros huérfanos de cualquier apoyo económico, fue para ella una extraordinaria oportunidad, toda vez que logró competir bajo el patrocinio de una conocida marca de calzado deportivo estadounidense. El capitalismo le dio la oportunidad de hacerse millonaria mientras dejaba huella sobre la pista, consolidándose como reina de la velocidad mundial con un espectacular doblete en los 100 y 200 metros lisos del Campeonato del Mundo de Tokio de 1991. Un año después, la fábula se convirtió en pesadilla cuando, en un control antidopaje en Sudáfrica, Krabbe fue descubierta intentando cambiar las muestras de orina. La sospechosa similitud entre las muestras de Krabbe y de otras dos atletas alemanas, Grit Breuer y Silke Moller, que parecían provenir de la misma orina, reveló el fraude. La gran esperanza del atletismo germano fue sancionada, no pudo participar en los Juegos Olímpicos de Barcelona y, en la práctica, el episodio supuso el fin de su prometedora carrera en el atletismo. Fue un duro golpe para la credibilidad del atletismo, ya muy dañada desde la legendaria final de los 100 metros lisos de los Juegos Olímpicos de Seúl en la que el hijo del viento, Carl Lewis, claudicó ante su antagonista más temible, el canadiense Ben Johnson, quien ganó la medalla de oro pulverizando el récord del mundo al llevar el crono hasta un estratosférico 9.79. Johnson era el nuevo rey del atletismo mundial, pero apenas dos días después

el Comité Olímpico Internacional hizo público su positivo por estanozolol, un esteroide que fulminó en un solo instante la reputación de Johnson, que abandonó Seúl bajo extremas medidas de seguridad y negando la evidencia, hasta que se derrumbó frente a la comisión que estudiaba su caso confesando la trampa. Johnson perdió todas sus medallas, quedó estigmatizado y se convirtió, a su pesar, en un símbolo de la cara más oscura del deporte.

Del equipo de futbol italiano Juventus –con Luciano Moggi y Antonio Giraudo a la cabeza (ambos en la foto de arriba)– salió a la luz un escandaloso fraude.

La historia del dopaje El caso Johnson fue un shock universal en un tiempo en el que los casos de dopaje eran muy esporádicos y rara vez a tan alto nivel. Al margen del atletismo, el deporte más castigado por el dopaje en la era del deporte profesional ha sido, sin lugar a dudas, el ciclismo. Uno de los primeros casos mediáticos –aunque por aquel entonces quedó como poco más que una anécdota– fue el del belga Michel Pollentier, ganador de un Giro de Italia y líder del Flandria, el equipo más poderoso

Fin de la carrera. El ciclista Lance Armstrong (en la foto) logró siete triunfos consecutivos en el Tour de Francia entre 1999 y 2005, así como una medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000. Sin embargo, el 13 de junio de 2012 fue acusado de dopaje sistemático por la Agencia Antidopaje de EUA.

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Los falsos paralímpicos

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n los Juegos Paralímpicos de Sidney del año 2000, muy exitosos para la delegación española, uno de los triunfos más sonados fue el de la selección de basquetbol, que se impuso en la final del torneo de discapacitados intelectuales a Rusia por un holgado 87-63. Pocos meses después, la revista Capital denunciaba que, en realidad, diez de los 12 integrantes del combinado español no tenían discapacidad alguna, y el Comité Paralímpico Español no tardó en confirmar que, en efecto, se habían falseado los controles médicos de la mayoría de los integrantes de la expedición. Tras retirarse las medallas a los jugadores implicados, se inició una investigación que concluyó con un proceso judicial en el que sólo el presidente de la federación, Fernando Martín Vicente, fue condenado Los farsantes del equipo de basquetbol de los al pago de una multa de Juegos Paralímpicos de Sidney de 2000 fueron casi 6,000 dólares. procesados (en la foto) por la justicia española. Fraude execrable. El resto de imputados fueron absueltos, pero han pasado a la historia como protagonistas de uno de los fraudes deportivos más criticados que se recuerdan. Es de destacar que, a pesar de la trampa, el equipo ruso, este sí formado íntegramente por discapacitados, perdió por sólo 24 puntos frente al falso equipo paralímpico español. Una verdadera hazaña.

LIBRO Pedaleando en la oscuridad David Millar, Contra, 2012. Cuando, en 2004, el ciclista escocés David Millar fue detenido y expulsado de la competencia internacional por haber usado sustancias ilegales para incrementar su rendimiento, su vida de ensueño se vino abajo.

del pelotón ciclista en los años 70. Corría el año 1978 y Pollentier reinaba sin oposición en las carreteras galas, a punto de adjudicarse su primer Tour de Francia, flamante vencedor en Alpe D’Huez, una de las cimas más legendarias del deporte del pedal. No era oro, sin embargo, todo lo que relucía. Acabada la etapa, Pollentier se dirigió al rutinario control antidopaje, pero tenía un secreto. Bajo su axila ocultaba una pera con orina “limpia” que pretendía introducir en el vaso correspondiente para evitar el análisis de la orina del día que, naturalmente, estaba “contaminada” por alguna sustancia prohibida. Pollentier fue descubierto y expulsado inmediatamente del Tour.

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El fin no justifica cualquier medio El dopaje es producto de un sistema que exige resultados a cualquier precio, y por lo general la iniciativa personal está, como mínimo, amparada en la permisividad institucional o corporativa, pero no es el único instrumento dudoso para lograr resultados. Una de las grandes estrellas de los Juegos Olímpicos de 1936, los “Juegos de Hitler”, fue la alemana Dora Ratjen, ganadora de la medalla de oro en la prueba de salto de altura. La celebración de la cita olímpica en Berlín aquel año fue una extraordinaria victoria política y diplomática para el nazismo, pero Hitler quería más. No se conformaba con un papel de mero comparsa: era preciso demostrar al mundo entero la superioridad de la raza aria también en el ámbito deportivo. La estrella del equipo de salto de altura femenino era Gretel Bergmann, que casi garantizaba la medalla de oro en la disciplina, pero Hitler no quería que formara parte de la delegación alemana. Gretel era judía y los nazis buscaban medallas en el cuello de atletas arios. Lo cierto es que no había ninguna otra saltadora del nivel de

Cae un campeón del mundo Con todo, en los años sucesivos, se rehízo, conquistando dos podios en la Vuelta a España de 1979 y de 1980. Mucho más sonada fue la caída del mítico Lance Armstrong. Texano, campeón del mundo en 1993 en Oslo, el ciclista estadounidense más célebre de la Historia asombró al mundo tras superar un cáncer de testículos y regresar a las competencias más fuerte que nunca imponiéndose en el Tour de Francia de 1998. Era sólo el prólogo de una carrera legendaria, rematada con otras seis victorias en la ronda por etapas más importante del mundo. Pero pronto la sombra de la sospecha comenzó a sobrevolar sobre sus extraordinarias victorias. Su oscura relación con el médico italiano Michele Ferrari, implicado en

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numerosos casos de dopaje en el ciclismo, y las acusaciones en años sucesivos de su masajista Emma O’Reilly, su asistente Mike Anderson o de excompañeros como Frankie Andreu, Tyler Hamilton o Floyd Landis echaron más leña al fuego, hasta que en 2012 fue formalmente acusado por la Agencia Antidopaje de Estados Unidos, dando inicio a un proceso judicial que puso al heptacampeón del Tour contra las cuerdas. Así, tras declararse inocente en un primer momento pese a la contundencia de las pruebas en su contra, en enero de 2013 concedió una entrevista televisiva en la que confesó abiertamente haberse dopado durante toda su carrera. Fue suspendido de por vida y desposeído de sus siete victorias en el Tour y de su medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Sidney. Con él cayó uno de los grandes mitos de la historia del deporte moderno.

De héroe a villano. En los Juegos Olímpicos de Montreal 1976, los jueces requisaron el arma de Boris Onischenko (en la foto) y, al examinarla, descubrieron un mecanismo electrónico consistente en un cable oculto y un botón que, al ser accionado por el pentatleta soviético, marcaba “tocados” a voluntad.

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Bergmann, razón por la cual finalmente se reclutó a Dora Ratjen, que en realidad sólo tenía un inconveniente: era un hombre. Dora, que en realidad se llamaba Heinrich, no logró medalla, pero se clasificó en un digno cuarto puesto en la final de salto de altura. Dos años después llamó la atención de un conductor de tren durante un viaje. Heinrich fue denunciado en un tiempo en el que el travestismo era delito y así, tras ser sometido a exámenes médicos, se determinó que era efectivamente un hombre.

Ascenso al último peldaño Heinrich cargó con la culpa y la vergüenza, si bien años después confesó que había sido forzado por los nazis a competir como mujer y que, desde entonces, se había visto obligado a perpetuar su falsa identidad. Años después, los soviéticos tendrían su propio gran escándalo olímpico de la mano de uno de sus más reputados campeones: Boris Onischenko, oficial del Ejército Rojo y uno de los pentatletas más célebres de su tiempo. Onischenko estuvo entre los deportistas soviéticos más respetados y admirados en los Juegos Olímpicos de 1968, 1972 y, a su pesar, 1976. Para entonces sólo le faltaba ascender el último peldaño. En Múnich 72 había sido subcampeón olímpico, y la presión para subirse a lo más alto del podio en la prueba de pentatlón moderno en la Olimpiada de Montreal era extraordinaria. Todo parecía ir conforme al guión y, llegada la prueba de esgrima, Onischenko mantenía intactas sus opciones. Poco a poco fue coleccionando puntos luciendo sus habilidades, hasta que se enfrentó con los británicos Adrian Parker y Jim Fox. En ambos combates se encendió la luz como resultado de sendos “tocados” a sus oponentes, pero analizando las imágenes no había indicios de contacto por ningún sitio. Finalmente, tras una reclamación, los jueces examinaron la espada de Onischenko y para su sorpresa descubrieron un sofisticado dispositivo con cables rematado por un botón que, al accionarse, registraba un “tocado” a su favor sin necesidad siquiera de rozar al adversario. En pocas horas se convirtió en la vergüenza de toda una nación, y pronto fue rebautizado como Boris “el tramposo”. Acabó sus días olvidado y ganándose la vida como taxista en Kiev pero, aunque hubo de cargar con toda la culpa, no se puede descartar que la trampa fuera conocida por los integrantes de su equipo.

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Falsos triunfos en maratones Otra prueba olímpica donde han abundado las trampas es el maratón. En la primera edición de los Juegos de la era moderna, en Atenas en 1896, se disputó por primera vez la prueba que rememoraba la hazaña de Filípides y de los atenienses victoriosos tras la batalla de Maratón, y fue dominada en

El atajo más corto. La cubanoestadounidense Rosie Ruiz (en la foto) ganó en 1980 la maratón de Boston con la tercera mejor marca femenina de la Historia, pero se descubrió que la hazaña se debía a que la corredora había hecho parte del recorrido en Metro.

A mediados de 2013, Armstrong confesó en una entrevista haberse dopado. su totalidad por la delegación griega. Tanto es así, que los helenos conquistaron las tres medallas, al menos provisionalmente. Así fue hasta que se descubrió que Spiridon Belokas, flamante medalla de bronce, en realidad no había completado a pie los 42 kilómetros de la prueba. El húngaro Gyulla Kellner, que había finalizado cuarto, denunció al atleta griego, quien lo había adelantado cómodamente sentado en un carruaje. Belokas, al final, perdió la medalla en favor de Kellner. Similar procedimiento siguió el neoyorquino Fred Lorz en la maratón de los Juegos Olímpicos de 1904, en San Luis. Al parecer, a mitad de recorrido comenzó a sentirse mal, por lo que no dudó en subirse al coche de un funcionario para completar el resto de la prueba. Llevado por el entusiasmo y el rugido del público, una vez en el estadio, se bajó del vehículo y completó corriendo los últimos metros, disfrutando del homenaje brindado al ganador durante unos minutos hasta que, inevitablemente, su clamorosa trampa salió a la luz. De la misma “escuela” es Rosie Ruiz, atleta estadounidense de origen cubano que cruzó la línea de meta en primer lugar en la maratón de Boston de 1980. Todo parecía en regla hasta que sus rivales comenzaron a expresar sus dudas con respecto a la marca estratosférica, la tercera mejor de todos los tiempos, con la que había ganado la prueba, que rebajaba su mejor registro hasta la fecha en más de 25 minutos. Ningún otro participante en la prueba se había cruzado con ella durante la competencia, por lo que los jueces decidieron investigar revisando los videos de los diferentes puntos del recorrido. No tardaron en localizar a varios testigos presenciales que la habían visto salir del Metro para reincorporarse al recorrido a un kilómetro de la meta. La trampa de Rosie Ruiz quedó finalmente, para su vergüenza, al descubierto.

LIBRO Un diablo llamado dopaje Verner Moller, Cultura Ciclista, 2014. En medio del coro casi unánime que clama contra la lacra del dopaje y exige penas cada vez más severas para los tramposos, este libro supone una nota discordante.

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Grandes estafas financieras

Toma el dinero

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A lo largo de la Historia el ansia de riqueza ha sido aprovechada por personajes ingeniosos y sin escrúpulos para timar a muchos incautos. Por José Luis Hernández Garvi

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ntes que nada, conviene aclarar que todas estas actividades están tipificadas como delitos, aunque entre sí presentan una serie de diferencias que las distinguen. La imitación, cuando se realiza vulnerando los derechos de propiedad intelectual, es una copia ilegal de algo original. Hoy en día se le relaciona con lo que comúnmente llamamos piratería, desvirtuando el significado original de la palabra, aunque en la mayoría de los casos tiene muchos puntos en común con el oficio al que hace referencia. Con el paso del tiempo, los imitadores han perfeccionado sus técnicas hasta abarcar todo tipo de productos, desde marcas de ropa y complementos de moda hasta mercancías como tabaco, bebidas alcohólicas o alimentos preparados, pasando por productos informáticos y de la industria del entretenimiento.

Timar al comprador Relacionada en ocasiones con la anterior, la falsificación es la atribución a su verdadero creador de una imitación del objeto que se ha copiado. En la mayoría de los casos puede añadirse el nombre del autor, ya sea incluyendo una firma falsa o aportando supuestas pruebas acreditativas simuladas, con el propósito de engañar a un posible comprador. El objetivo de una falsificación puede ser una obra de arte, papel moneda o un documento de cualquier tipo, incluyendo testamentos, tarjetas de identidad, manuscritos, libros o cartas. Este tipo de delitos exige un alto grado de profesionalización en el que se requiere contar con amplios conocimientos en arte, historia, arqueología, numismática, dibujo o cualquier otra disciplina que permita al falsificador alcanzar la perfección en su trabajo. O al menos que lo parezca.

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La codicia es cosa de dos

Millones en el lago. Los nazis se deshicieron de sus falsas libras esterlinas arrojándolas al Toplitzsee, en Austria. El rescate del tesoro en 1959 –aquí– fue documentado por la revista Stern.

El timador o estafador suele ser un delincuente de guante blanco que utiliza su don de gentes, las debilidades del género humano y el sistema financiero para aprovecharse de sus víctimas. Su motivo inspirador es la codicia, tanto la suya como la de las personas a las que pretende estafar. Casi siempre suele presentarse ante ellos proponiéndoles un negocio seguro, quizá no del todo legal, que les va a reportar un gran beneficio económico en un plazo corto de tiempo y sin apenas correr riesgos. El delincuente hace gala de todo su encanto personal para presentar su oferta como una oportunidad demasiado fácil y tentadora que no se puede dejar escapar. Una vez que ha convencido a su víctima, le pedirá que realice una inversión que gestionará el estafador. Es posible que pasen meses, incluso años, y gasten una considerable cantidad de dinero, en la mayoría de las ocasiones de otros estafados, hasta que consiguen engañar a su objetivo. Todo depende del grado de desconfianza que muestre éste. Durante la planificación del delito, los estafadores pueden crear “empresas tapadera” para dar una falsa imagen de legalidad y solvencia, diseñadas para que sus víctimas caigan en la compleja red que han urdido. Llegado el momento, desaparecerán con el dinero.

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Especulador estafado. El codicioso Jay Gould, al que vemos en una caricatura de 1882, había amasado una fortuna especulando con oro y acciones del ferrocarril, pero el falso lord GordonGordon lo desplumó.

Las estafas pueden ser más o menos elaboradas y tener una mayor o menor entidad económica, presentando diferentes formas. Desde las conocidas como “cartas nigerianas” hasta las complejas operaciones de ingeniería financiera, todas ellas pretenden embaucar al prójimo. En muchos casos estos delincuentes pueden despertar nuestra simpatía, incluso nuestra admiración al identificarlos como modernos Robin Hood, sobre todo cuando sus víctimas son consideradas aún más peligrosas y dañinas desde un punto de vista social. Aun así, nunca se nos debe olvidar que pueden perjudicar a muchos inocentes. De lo que no cabe duda es de que en esta galería de malhechores existen algunos personajes brillantes cuyos delitos merece la pena recordar.

Lord Gordon-Gordon, timador de grandes fortunas Los orígenes de lord Gordon-Gordon, también conocido como lord Glencairn, son desconocidos, aunque se hacía pasar por heredero de una familia escocesa de rancio abolengo de las Highlands. Usando su falsa identidad consiguió estafar a importantes joyeros de Edimburgo y luego huyó de Gran Bretaña con el dinero obtenido. En 1868 irrumpió con fuerza en el mundo de los grandes negocios en Estados Unidos y Canadá, invirtiendo en acciones de los ferrocarriles que se abrían paso hacia el Oeste. De esta manera consiguió engañar a varios inversores, entre ellos a Jay Gould, empresario que había conseguido amasar una fortuna

El timador suele ser un delincuente de guante blanco que usa su encanto y don de gentes para atraer a los codiciosos. 80

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valorada en cien millones de dólares especulando con las acciones de las líneas de ferrocarril y en el mercado del oro. Tras ser descubierta su estafa consiguió escapar a Canadá, donde llevó una vida ociosa disfrutando del dinero ganado con sus fraudulentas operaciones, hasta que un grupo de individuos contratados por sus avariciosas víctimas lo detuvieron con el propósito de llevarlo de regreso a Estados Unidos para que rindiera cuentas por sus delitos; sin embargo, cuando lord Gordon-Gordon y sus secuestradores estaban a punto de cruzar la frontera fueron descubiertos por agentes de la Policía Montada de Canadá. Su detención provocó un incidente internacional que obligó a intervenir al presidente Ulysses S. Grant y al primer ministro canadiense Sir John A. Macdonald para buscar una solución. Mientras las autoridades estadounidenses, canadienses y británicas discutían sobre el caso, la noticia llegó hasta los estafados joyeros de Edimburgo, quienes decidieron enviar a un empleado para colaborar en la investigación contra lord Gordon-Gordon. En 1874 se habían reunido pruebas suficientes para procesarlo, pero antes de ser llevado a los tribunales se suicidó de un disparo en la cabeza, llevándose de este modo a la tumba el misterio sobre su verdadera identidad. Mucho antes de aparecer en el primer plano de la actualidad parisina, Thérèse Aurignac había trabajado como lavandera en la residencia de Gustave Humbert, un prestigioso abogado de Toulouse con aspiraciones políticas. En esos años sedujo a Fréderic, el hijo de Humbert, pero no precisamente con sus encantos sino engañándolo con una historia en la que se presentaba como la única heredera de la fortuna de una venerable anciana para la que había trabajado anteriormente. Dotada de un gran poder de convicción, aquellos descabellados argumentos embaucaron a Fréderic, quien se casó con ella en cuanto obtuvo su título en la Facultad de Derecho. La pareja se trasladó entonces a vivir a París, donde contrajeron grandes deudas para costear su elevado tren de vida. Thérèse tranquilizaba a los acreedores asegurando que no tardaría en cobrar su herencia. Pero mientras las facturas se acumulaban sin que llegara ese día, Gustave Humbert se convirtió en el nuevo ministro de Justicia del gobierno francés. Para evitar un escándalo que pudiera afectar a su carrera política, Humbert aceptó pagar las deudas contraídas por su hijo y su nuera. Thérèse acabó confesando a su suegro que la historia de la anciana rica era mentira, pero la cubrió con otra todavía mayor.

La gran Thérèse: mentirosa compulsiva Con su habitual desenfado, se presentó como la albacea de un millonario estadounidense al que

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supuestamente había salvado de un infarto en un viaje en tren camino de Niza. Para dar verosimilitud a su farsa, colocó una gran caja fuerte en su residencia y trajo a un notario de provincias, al que también engañó para que diera fe de que realmente había depositados en su interior valores por un importe superior a los cien millones de francos. Con esa supuesta fortuna en su poder, no le resultó difícil obtener préstamos bancarios con los cuales financiar sus gustos de gran señora. Conocida en los ambientes más selectos de París como “la gran Thérèse”, ella y su marido eran habituales de los locales de moda de la capital parisina, en los que derrochaban un dinero que no era suyo. Ambiciosa y sin escrúpulos, diversificó sus negocios y creó junto a sus hermanos Emile y Romain una sociedad de inversiones piramidal. Cuando las sospechas contra ella se hicieron demasiado evidentes, se produjo un misterioso incendio en su residencia. Thérèse había desaparecido junto a su marido y sus hermanos, dejando atrás una caja fuerte que sólo guardaba en su interior un ladrillo. Perseguidos por la Justicia francesa, fueron detenidos en una pensión de Madrid. Extraditados a Francia, durante el juicio Thérèse mantuvo una actitud soberbia y altiva, afirmando que el fuego había consumido millones de francos propiedad del mariscal Bazaine, militar acusado de traidor. Según su relato, ella misma habría provocado el incendio inspirada por motivos patrióticos. Declarada culpable, “la gran Thérèse” recibió no obstante una condena benévola a pesar de sus numerosos delitos y mentiras, y fue liberada por buena conducta después de cumplir tres años y medio entre las rejas. Recuperada la libertad, su rastro se perdió para siempre.

Cuando, a partir de 1943, el fiel de la balanza de la Segunda Guerra Mundial se inclinó hacia el bando aliado, los jerarcas nazis decidieron emplear contra Gran Bretaña la falsificación de moneda como nueva arma. El propósito era arruinar la economía británica imprimiendo millones de billetes falsos del Banco de Inglaterra. Al frente de esta operación estuvo Bernhard Krüger, mayor de las SS que dio nombre al plan.

Operación Bernhard, las libras falsas de los nazis Hasta entonces, Bernhard había dirigido un departamento especial encargado de la producción de documentos falsos para agentes nazis que operaban en el extranjero. Hombre inteligente y meticuloso, seleccionó a un grupo de prisioneros judíos de los campos de concentración que antes de la guerra habían trabajado como calígrafos, dibujantes, grabadores o impresores. Salomon Solly Smolianoff, un experto falsificador judío de origen ucraniano reclamado por varias policías europeas, fue puesto al frente del grupo. Aislados en el Bloque 19 del campo de concentración de Sachsenhausen, cercano a Berlín, y gozando de privilegios con los que ni siquiera podía soñar el resto de prisioneros, los falsificadores bajo las órdenes de Bernhard reprodujeron con exactitud millones en billetes de cinco libras esterlinas que sirvieron para pagar a confidentes en países

El caso Humbert. La Gran Thérèse –así se le conoció en la alta sociedad parisina– se casó con el hijo del ministro de Justicia francés Gustave Humbert engañándolo con mentiras sobre su enorme fortuna (arriba, el matrimonio con su hija hacia 1902).

Los falsos diarios de Mussolini

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a Historia suele ser víctima de manipuladores interesados que, actuando como si fueran funcionarios del Ministerio de la Verdad –institución ficticia creada por George Orwell en su magistral novela 1984–, reescriben y falsean el pasado para que se adapte a sus inquietantes y nada honestos intereses políticos. Otros, en cambio, decidieron cambiar la Historia a su antojo para obtener un beneficio económico fraudulento. El supuesto “Diario de Hitler” no fue el primer escrito falsificado de un dictador que se puso a la venta. En 1957 la italiana Amalia Panvini y su madre Rosa, de 84 años, afirmaron haber recuperado nada menos que 30 volúmenes de los diarios de Benito Mussolini. El hallazgo fue incluso autentificado por Vittorio Mussolini, hijo del dictador, al que las dos mujeres consiguieron engañar con una burda falsificación que contenía datos intrascendentes que no podían ser contrastados, hechos que en muchos casos se basaban en registros históricos.

La falsificación de Panvini no fue la única centrada en la biografía del dictador italiano. En el año 2007 aparecieron cinco volúmenes con supuestas notas de Mussolini tomadas en el periodo comprendiDictador italiano. Benito Mussolini do entre los años 1935 (1883-1945), el Duce fascista, captado y 1939. Aunque algunos durante un discurso en la década de 1930 en la ciudad de Roma. historiadores afirmaron que contenían documentos verídicos, en realidad se trataba de un nuevo engaño que, a principios de la década de 1980, ya había sido ofrecido de manera anónima a la redacción del Times de Londres, siendo rechazado tras un peritaje caligráfico que había demostrado su falsedad.

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mana Stern organizó una expedición al lago Toplitzsee con el propósito de encontrar el tesoro sumergido. Ante las cámaras de los fotógrafos y los noticiarios de televisión, los buceadores sacaron miles de fajos de billetes.

El timo de los sellos. En la imagen, afectados por la estafa piramidal cometida en España, en 2006, por Fórum Filatélico y Afinsa, protestan ante la sede madrileña del Partido Popular.

Campo de concentración... y falsificación. En la imagen de abajo, la entrada al campo nazi de Sachsenhausen, donde un grupo de judíos dirigido por Bernhard Krüger reprodujo millones de libras esterlinas.

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neutrales, financiar operaciones encubiertas y desestabilizar la economía británica. La calidad del papel moneda y la impresión eran tan perfectas que consiguieron engañar incluso a los expertos del Banco de Inglaterra. En los compases finales de la guerra también falsificaron dólares, aunque apenas tuvieron tiempo de ser distribuidos. Mientras las ruinas del Tercer Reich se desmoronaban, los hombres de Bernhard se apresuraron a desmontar el taller de falsificación para no dejar pruebas de su trabajo. Millones de libras fueron transportados en camiones hacia un destino desconocido. Ante el acoso de las tropas aliadas, su cargamento fue arrojado a las profundas aguas del lago Toplitzsee, en los Alpes austriacos. Bernhard fue finalmente detenido, pero fue liberado en 1948 al no presentarse cargos contra él. Las declaraciones de los prisioneros sobre el trato humanitario que les había dispensado mientras falsificaban billetes fueron determinantes en su favor. Smolianoff murió en Brasil en 1976, luego de pasar sus últimos años dedicado a la fabricación de juguetes y pintando retratos. En 1959 la revista ale-

Pero entre profesionales del delito y fuerzas del orden existe unanimidad al considerar al estadounidense Frank W. Abagnale como el impostor más audaz de los tiempos modernos. Su precoz y fulgurante carrera así lo confirma. Con apenas 16 años se hizo pasar por piloto de la PanAm falsificando una tarjeta de identificación de la compañía y una licencia de piloto. Para completar su falsa identidad necesitaba un uniforme, que obtuvo del guardarropa de la empresa al enseñar su acreditación. Las alas de la chaqueta y el emblema de la gorra los consiguió diciendo que su hijo pequeño se los había perdido mientras jugaba con ellos. Con su convincente disfraz voló por todo Estados Unidos en calidad de piloto en tránsito hacia otro aeropuerto, alojándose en los hoteles frecuentados por las tripulaciones de los aviones, cargando sus gastos a la cuenta de PanAm y dejando tras de sí un reguero de cheques que él mismo había falsificado. Después de dos años haciéndose pasar por piloto, en Atlanta asumió la falsa identidad de médico pediatra, sin llamar la atención del resto del equipo médico del hospital donde desempeñó su “trabajo”. Cansado de ejercer la Medicina, se dedicó a la abogacía, presentándose como un licenciado en Derecho por la Universidad de Harvard, referencias que le abrieron las puertas de un prestigioso despacho de abogados del Sur. Antes de que su falta de conocimientos pudiera levantar sospechas, Abagnale decidió cambiar de aires. Utah, San Francisco, Las Vegas, Boston, París, Tel Aviv, Estambul y Atenas fueron algunos de los lugares donde se pudo seguir su rastro delictivo. Con apenas 19 años había conseguido cobrar más de 500,000 dólares en ventanilla con talones falsos. Con el paso del tiempo adquirió una amplia experiencia como falsificador y compró sofisticados equipos con los que mejoró su técnica. Aburrido de su intensa vida y acosado por el FBI, Abagnale buscó refugio en la ciudad francesa de Montpellier, donde fue detenido por la policía gala. Reclamado por la Justicia de 26 países, finalmente fue extraditado a Estados Unidos y condenado a 12 años de prisión. Sus andanzas delictivas fueron llevadas a la gran pantalla en 2002 nada menos

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Atrápame si puedes...

Un golpe real

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n 1973 la película El golpe, dirigida por George Roy Hill y protagonizada por Paul Newman y Robert Redford, obtuvo siete Oscar. El guión del filme estaba basado en la novela The Big Con, de David Warren Maurer, un profesor de Lingüística de la Universidad de Louisville interesado en el estudio de la jerga usada por los delincuentes. Maurer se había inspirado en la historia real de Joseph Weil, conocido con el apodo de “Yellow Kid”, un estafador de guante blanco que actuaba en Chicago. Uno de los golpes maestros perpetrados por Weil a lo largo de su carrera delictiva fue el “timo del telegrama”.

Consistía en hacer creer a sus acaudaladas víctimas que tenía un contacto en la compañía telegráfica Western Union que podía retrasar durante un par de minutos el resultado de las carreras de caballos que se transmitía a las casas de apuestas, mientras enviaba una señal codificada con el nombre del ganador para apostar sobre seguro. Para que la víctima no sospechara nada, Weil alquiló un salón en un hotel de Chicago y lo decoró como si fuera un local de apuestas completamente equipado. Contando con la ayuda de varios cómplices que hicieron de convincentes ganchos, también contrató a un centenar de actores para que sirvieran

que por Steven Spielberg, director del biopic titulado Atrápame si puedes, en el que el actor Leonardo DiCaprio encarnó el papel protagonista. A su salida de la cárcel, Frank W. Abagnale rehízo su vida trabajando como consultor de seguridad para entidades financieras, las mismas a las que había hecho perder mucho dinero con sus talones falsos.

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Estafas piramidales: de Carlo Ponzi a Bernie Madoff El esquema de pirámide, comúnmente conocido como estafa piramidal, es uno de los fraudes económicos más extendidos de nuestro tiempo, si bien tiene sus raíces en los orígenes del capitalismo financiero. También denominado esquema Ponzi, toma ese nombre de Carlo Ponzi, un emigrante italiano residente en Estados Unidos que en los años 20 del siglo pasado consiguió una fortuna, antes de que su estafa fuera descubierta, arruinando a los miles de inversores que había captado. Se han dado numerosos casos en diferentes países a lo largo del último siglo, lo que demuestra la ingenuidad y avaricia de la naturaleza humana. El sistema consiste básicamente en una red en la cual sus integrantes introducen a otros nuevos para participar en un negocio en el cual se obtiene una rentabilidad muy superior a la media. El objetivo que se persigue es que los nuevos socios paguen con sus aportaciones los intereses de los que habían entrado en el esquema anteriormente. Para poder mantener todo el sistema es preciso que su número sea mucho mayor que el de los participantes más antiguos. De esta manera, una amplia base sostiene a una minoría, de ahí el nombre de pirámide. Si la captación de inversores no cubre las expectativas, todo el sistema se colapsa y acaba por desplomarse.

Cartel publicitario de la película El golpe. (The Sting, 1973), un gran éxito comercial y de crítica premiado con siete Oscar.

de extras. El incauto siempre picaba sin sospechar del embuste, perdiendo grandes sumas de dinero en apuestas amañadas. Según confesó Weil, había algunos que le pedían una segunda oportunidad para volverlo a intentar.

La estafa piramidal más sonada de todos los tiempos es la de Madoff: se hizo con más de 50,000 millones de dólares. Además del caso de Carlo Ponzi, que en su tiempo llegó a ser considerado como un brillante hombre de negocios y un benefactor, los ejemplos de estafas piramidales son abundantes. En la España decimonónica, Baldomera Larra Wetoret, hija del escritor Mariano José de Larra, organizó uno de estos esquemas fraudulentos invirtiendo supuestamente en oro. Desde la década de 1970 del siglo XX se han sucedido los casos de Sofico, Fidecaya y Gescartera, aunque el más sonado fue el de Fórum Filatélico y Afinsa, que prometían un alto interés invirtiendo en sellos postales. En Portugal, María Branca dos Santos, una anciana de aspecto venerable conocida como “la banquera del pueblo”, dirigió en los años 80 uno de estos esquemas piramidales, cuya quiebra estuvo a punto de generar un grave problema social. Pero el estadounidense Bernard Bernie Madoff ha superado sin duda a todos estos estafadores. Detenido en 2008 y condenado al año siguiente a ciento 50 años de prisión, su firma de inversiones en Manhattan estafó más de 50,000 millones de dólares con un esquema piramidal. El viejo timo con el glamour de la Gran Manzana.

El superimpostor. Arriba, Frank W. Abagnale en 2008. Su historia, llevada al cine en 2002, es alucinante: a los 19 años ya se había hecho pasar por piloto, médico y abogado, y estafado gracias a ello medio millón de dólares.

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FOTO: SAM CULLMAN/ OSCILLOSCOPE LABORATORIES

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Fraudes pictóricos y escultóricos

El arte de Las imitaciones y estafas en el mundo de la plástica y las bellas artes son tan antiguas como la propia historia de estas manifestaciones culturales. Son muchos los artistas que se han pasado al “lado oscuro”, entre otras razones, porque casi siempre es más rentable. Por Laura Manzanera

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s conocida la costumbre que tenían los escultores romanos de copiar obras griegas. Siempre se ha dicho que su objetivo no era lucrar, sino que lo hacían porque admiraban su calidad. Fuera como fuera, en muchas ocasiones hasta los más expertos en la materia han creído sin lugar a dudas que se trataba de originales griegos. Un buen ejemplo de tal admiración es la cabeza de Dionisio, dios griego del vino, desenterrada en Nápoles en 1771 y hoy exhibida en el Museo Británico. En su momento se tomó por griega, pero hoy se sabe que es una copia de un escultor romano del siglo II, probablemente de una pieza del siglo V a. C. del más famoso de los escultores griegos: Fidias. La intención del romano no debió ser engañar a nadie y el valor de su pieza resulta indiscutible. De casos similares están llenos los museos.

PELÍCULA Fraude (F for Fake) Orson Welles (1973). Un fascinante falso documental sobre un falsario en el que se mezclan los cuadros de De Hory, el libro de Irving sobre éste y las andanzas del propio Welles. Fue su última película terminada.

Clonar como forma de homenaje

Un imitador de Picasso, en su estudio. Aunque existen las falsificaciones artísticas desde la antigüedad, no fue sino hasta el siglo XX cuando el volumen de negocio que generaban hizo que empezaran a intentar detectarse y perseguirse. Picasso y Dalí son de los artistas más copiados.

Aunque hay falsificaciones o “copias” desde la Antigüedad, no fue realmente sino hasta el siglo XX cuando empezaron a intentar detectarse. En los siglos XVI y XVII muchos estudios animaban a producir clones con el fin de alimentar la demanda del mercado o bien para enseñar a los aprendices. Y fue ahí donde empezaron los problemas a la hora de diferenciar entre originales y copias, más aún si el maestro firmaba también estas últimas. muyinteresante.com.mx

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LIBRO Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos Giorgio Vasari, Cátedra, 2011. Conocido a secas como Las vidas, este libro es esencial para descubrir a los grandes maestros del arte renacentista.

La pasión por el coleccionismo de obras de arte que caracterizó al siglo XVIII animó mucho la compraventa de piezas, que en general se realizaba sin ningún documento que validara su autenticidad. Eso hizo que numerosas falsificaciones pasaran por auténticas durante largo tiempo. Y a ello ayudó que copiar a un artista se considerara un honor y que los expertos no intercambiaran opiniones entre ellos. Si a eso sumamos los precios astronómicos que, desde hace algunas décadas, se pagan en las subastas por obras conocidas, el resultado está claro: la falsificación es un negocio muy rentable. Pese a todo, hasta el siglo XX fue cuando se empezaron a utilizar técnicas científicas para analizar y datar las obras. Hoy, gracias a la tecnología, expertos de todo el mundo pueden intercambiar opiniones con suma rapidez, pero hasta no hace mucho se valoraba la autenticidad únicamente por el estilo y la procedencia; es decir, sin necesidad de constatarlo en la documentación que en teoría debe probar cómo ha ido cambiando de manos a lo largo del tiempo. Por supuesto, de tratarse de una pieza falsa, también la documentación será falsa.

Renacimiento: ¿copias u originales? Durante mucho tiempo no hubo mercado para las obras de arte, pues éstas se realizaban únicamente por encargo de las autoridades, civiles o religiosas, y se guardaban en lugares específicos, a la vista de muy pocos. Los artistas no eran apenas valorados y

Los italianos, maestros en calcar lo antiguo. Por ejemplo, Giovanni Bastianini (1830-1868) esculpió este busto de Savonarola, lo hizo pasar por uno del siglo XV y lo vendió por mucho dinero. Está en el Victoria & Albert Museum de Londres.

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no solían registrarse. Eso cambió en el siglo XV con la entrada en escena de los mercaderes, quienes como nuevos ricos ansiaban demostrar su posición social comprando obras de arte de calidad. Por primera vez la Iglesia tenía competencia. Los nuevos compradores hicieron que los artistas empezaran a adquirir relevancia, compitieran entre ellos y abrieran talleres cuya producción intentaba satisfacer la demanda creciente. Eso desató la codicia, volvió la falsificación rentable y abrió el camino a los fraudes. Los mercaderes lo compraban todo siempre que fuera de un artista famoso: originales, reproducciones e incluso premeditadas falsificaciones. Estas últimas, por cierto, proliferaron enormemente. En el Renacimiento, hasta los grandes artistas se vieron tentados por “el arte de falsificar”. Sin ir más lejor, el mismísimo Miguel Ángel Buonarroti. Así lo explicó Giorgio Vasari (1511-1574) en Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos. Contó Vasari que el Divino copiaba dibujos de antiguos maestros tan bien que parecían de éstos, pues “ahumaba y teñía el papel para que adquiriera aspecto antiguo”. Y que “a menudo podía guardarse los originales y devolver las copias a su lugar”. Su falsificación más conocida es una escultura, un Cupido durmiente de tamaño natural. Se dice que el mismo artista o un amigo la enterró durante algún tiempo para que pareciera una antigüedad y aumentar así su valor. Cierto o no, un cardenal la compró por 200 coronas y, al enterarse del fraude, se enojó muchísimo. Con su beneplácito o sin él, aquella pequeña estafa aumentó la fama de Miguel Ángel, que según parece ya “falsificó” de adolescente, cuando sólo era aún el aprendiz del pintor Domenico Ghirlandaio.

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Tradicionalmente, la compraventa de arte se hacía sin ningún documento que validara su autenticidad.

También en los ilustres museos. A instituciones del arte como el Louvre de París (en la foto, galería de dioses y héroes de su departamento de antigüedades griegas) se le han “colado” muchas veces piezas de dudosa atribución.

En sus talleres, asimismo, Sandro Botticelli (14441510) aleccionaba a sus pupilos y añadía toques finales a las obras de éstos, cambiando cuanto le parecía que debía ser cambiado. Todo muy lícito, pero nos impide saber cuántas pinceladas son verdaderamente del florentino y cuántas no. Si Miguel Ángel y Botticelli eran artistas prolíficos, también lo era, y mucho, el holandés Rembrandt (1609-1669), siempre que la enorme cantidad de obras que se le atribuyen (más de 600) sean todas realmente suyas. Averiguar cuáles de las que conforman esta sospechosa superproducción salieron

de sus pinceles y cuáles no es una tarea ardua, por no decir imposible. La dificultad radica en que sus alumnos creaban obras como las suyas que Rembrandt acostumbraba firmar y vender como propias. Y, por si fuera poco, artistas posteriores a él imitaron su estilo, lo que enredó aún más la madeja de confusión; confusión que ha llegado hasta la actualidad. Por eso, para sortear la inseguridad sobre la autenticidad de una obra, las casas de subastas utilizan términos como “de la escuela” o “del estudio” o, simplemente, “está atribuida”. Si hasta el siglo XIX la competencia por adquirir piezas valiosas era entre compradores individuales, en la nueva centuria les salieron otros competidores, los grandes museos que por entonces se establecieron: el Louvre de París, la National Gallery de Londres, el Staatliche de Berlín, el Metropolitan de Nueva York, el Prado de Madrid... También por entonces las grandes ciudades de todo el mundo contaban ya con galerías propias. Dicha competencia fue un campo abonado para los falsificadores, quienes creyeron encontrar un filón, en especial en las piezas supuestamente antiguas, las más buscadas: egipcias, griegas, romanas, medievales...

PERSONAJE Michelangelo Buonarroti

(1475-1564). El genial pintor, escultor, arquitecto y poeta renacentista italiano, retratado bajo estas líneas por Volterra, también se dedicó a falsificar las obras de antiguos maestros del arte.

La edad de oro de las falsificaciones En este campo, los italianos demostraron ser los mejores. Uno de los más hábiles, Giovanni Bastianini, trabajaba para un anticuario llamado Giovanni Freppa. Esculpió un busto del monje Girolamo Savonarola, lo hizo pasar por uno del siglo XV y lo vendió por una elevada suma de dinero. A él siguieron otros bustos de personajes antiguos, como el

El ABC del falsificador de cuadros

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ualquiera no puede ser un falsificador de arte. El primer requisito es poseer habilidad artística y conocimientos sobre la obra que se pretende copiar. Pero eso no basta. Para que las copias den el ‘gatazo’, también hay que saber muy bien con qué materiales trabajar, que han de ser los mismos que empleaba el artista a plagiar. Si la pintura es sobre tabla de madera, habrá por ejemplo que buscar madera antigua y tratarla adecuadamente, lijar la superficie o teñirla para oscurecerla. Y, si es preciso, hasta agujerearla para imitar la carcoma que suele acompañar a este material con el paso del tiempo. Si se trata de un lienzo, hay que tener en cuenta que los antiguos se tejían a mano y no eran tan perfectos como los actuales. Con frecuencia los falsificadores compran pinturas antiguas sobre lienzos de mala calidad que luego reaprovechan. En cuanto a los pigmentos a utilizar, los artistas del pasado usaban sólo tintes naturales, extraídos de animales o plantas. Barnices que agrietan. Por eso, los más concienzudos optan únicamente por los orgánicos: el lapislázuli para el azul marino, el jugo de la planta del índigo para el añil, el cinabrio

La villa china de Dafen (provincia de Guangdong; abajo), conocida como “la ciudad de la pintura al óleo”, se dedica al comercio seudolegal de copias de Van Gogh, Dalí, Rembrandt o Andy Warhol.

para el bermellón... Y no olvidan moler los pigmentos con aceite de linaza, para que se endurezcan. A eso también ayuda meter la pintura en un horno a temperatura templada. Y, para crear las típicas grietas que aparecen con el tiempo, hasta existen barnices especiales. El penúltimo paso sería ensuciar el cuadro. Algo tan sencillo como soplar sobre las grietas polvo o humo puede funcionar. Finalmente, no hay que olvidar el marco adecuado (por descontado, antiguo).

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CSI para las imitaciones

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n la actualidad son varias las técnicas que ayudan a detectar posibles falsificaciones. La iluminación ultravioleta hace que la pintura y el barniz tengan una fluorescencia distinta, con lo que pueden detectarse los cambios. También se emplea la luz infrarroja, que permite descubrir si ha habido una pintura anterior en el lienzo. Claro que eso no asegura que se trate de una falsificación. Eso mismo puede detectarse con los rayos X, que también son apropiados para ver el interior de un objeto o para provocar fluorescencia en el mismo. Un análisis químico determinará si existen pigmentos de pintura demasiado modernos, pero hay un problema, pues para realizarlo hay necesariamente que extraer una muestra de pintura. En cambio, basta con una muestra diminuta para poder hacer un análisis espectrográfico, cuyo espectro resultante revela la cantidad de cada elemento. Carbono 14. La termoluminiscencia suele utilizarse para datar la cerámica, que con el tiempo va absorbiendo material radiactivo, sobre todo si está bajo tierra. Al calentarse mucho, brilla, lo que prueba que es antigua. La técnica de datación “contraria” sería el radiocarbono. Se basa en que la cantidad de carbono 14 va menguando con el paso del tiempo. De todos modos, no resulta efectivo en piezas de menos de 50 años de antigüedad y no acostumbra usarse porque hace necesario extraer un buen trozo de la obra.

Técnicas como la luz infrarroja, los rayos X, la termoluminiscencia o el radiocarbono se emplean para detectar posibes fraudes. En la imagen, el experto Killian Anheuser examina un cuadro atribuido a Leger, en 2014.

En busca de la perfección

de la amante de Lorenzo de Médici, Lucrezia Donati. Su comprador descubrió que era falso tras la muerte de Bastianini y, aún así, dada su calidad, lo compró el Victoria & Albert Museum de Londres. Pero el busto de Bastianini que batió récords fue el de Girolamo Benivieni: el Louvre lo adquirió nada menos que por 14,000 francos. A esculpir se dedicó, asimismo, Alceo Dossena (1878-1937). Las suyas eran obras de calidad superior e iban a parar a grandes pinacotecas. Una Atenea griega, una Diana etrusca, una Anunciación atribuida a Simone Martini... y hasta una tumba de Mino de Fiesole. Cuando supo que uno de los anticuarios con los que colaboraba se había embolsado casi seis millones de liras por aquella tumba falsa y que a él sólo le habían correspondido 25,000, 88

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le puso una denuncia y reconoció las falsificaciones. En su declaración aseguró que nunca copiaba obras: simplemente las reconstruía. Mejor o peor, uno de los más copiados ha sido Vincent Van Gogh. Según algunos especialistas es el maestro moderno más falsificado, en buena parte gracias a un pintor coetáneo: Claude-Emile Schuffenecker (1851-1934). Fue sospechoso de haber falsificado varios Van Goghs, entre ellos una versión de los famosos Girasoles. Holandés como Van Gogh era Han van Meegeren (1889-1947), quien prefirió especializarse en falsificar obras del XVII. Era sumamente meticuloso; sólo usaba pigmentos que existieran entonces, halló cómo secar rápidamente la pintura y reprodujo las típicas grietas que presentan los lienzos antiguos. Su método era el siguiente: adquiría pinturas de la época, de poco valor, eliminaba las capas superiores hasta llegar al color de fondo, aplicaba una capa de pintura e introducía el lienzo en el horno. Así reaparecían las grietas, que luego frotaba con tinta para imitar el polvo. Imitó, entre otros, a Hals y Vermeer. Precisamente se hizo rico tras “descubrir” un cuadro desconocido de este último: Los discípulos de Emaús. La jugada le salió bien, pero la ambición lo hizo continuar y fueron apareciendo milagrosamente más Vermeers perdidos.

Durante la Segunda Guerra Mundial, con Holanda ocupada por los nazis, Van Meegeren vendió bastantes falsificaciones a los alemanes. Una de ellas, La adúltera, la compró el mariscal Hermann Göring por 850,000 dólares. Finiquitado el conflicto, el cuadro fue devuelto a Holanda, donde finalmente, en 1954, el pintor fue acusado de colaboracionismo con los alemanes y de vender tesoros nacionales. Dadas las circunstancias y viendo lo que le esperaba, se vio forzado a confesar que el cuadro de Göring, como otros tantos, eran falsificaciones suyas. No le creyeron ni los peritos, así que no le quedó otra que pedir al tribunal que le dejara pintar ante testigos un nuevo Vermeer. Lo hizo y gracias a eso salvó la vida. Aquella sería su última falsificación: Jesús entre los doctores. Puesto que se le consideró falsificador, y no traidor, se le impuso una pena de un año de cárcel que no llegó a cumplir. Murió de un ataque cardiaco. Pese a los méritos de Van Meegeren y otros, el más famoso, prolífico y para muchos importante de los falsificadores es probablemente el húngaro Elmyr de Hory (1906-1976). No es extraño si se tiene en cuenta que puso en circulación alrededor de mil réplicas de piezas de los grandes: Picasso, Modigliani, Matisse, Chagall... Era un excelente imitador de pintores célebres y mostró una habilidad especial para copiar a Picasso, pero su mayor cualidad era

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El más meticuloso. El holandés Van Meegeren, al que vemos en plena faena en su estudio, se especializó en el siglo XVII y lo hizo a conciencia: sólo utilizaba pigmentos de la época, reproducía las grietas y el polvo de los lienzos, etc.

que no reproducía obras existentes, sino que pintaba obras nuevas en el estilo del imitado. Asociado con Jules Chamberlin, hijo de un conocido coleccionista, vendió varias supuestas obras del artista malagueño. Más adelante las siguió vendiendo en Hollywood; también de Matisse y Renoir. Pero un galerista terminó por sospechar de él y hubo de huir. De Hory debía pensar a lo grande, pues se le ocurrió escribir a museos y galeristas de todo Estados Unidos anunciándoles que tenía obras de Matisse, Picasso, Degas, Braque, Modigliani, Renoir... En dos años vendió una setentena de pinturas y dibujos en distintas ciudades estadounidenses por más de 160,000 dólares, según él mismo reconocería. Para entonces el FBI ya le seguía la pista, así que se instaló en México, donde se asoció con Ferdinand Legros, algo que nunca debió hacer. Tras colaborar con él un tiempo, De Hory volvió a Europa.

En el siglo XIX surgieron los grandes museos: su competencia por adquirir obras relevantes fue un campo abonado para los falsificadores. (Falso), firmado por Clifford Irving. Esta obra y el documental de Orson Welles Fraude (F for Fake), en el que aparecían él y sus obras, le dieron la popularidad. De Hory se suicidó en 1976, poco después de recibir la noticia de que iba a ser extraditado para ser juzgado por falsificación. Se había convertido en un personaje tan célebre que sus propias copias fueron reproducidas por colegas timadores. Hacer falsificaciones de falsificaciones es, desde luego, como rizar un rizo.

Obras originales en estilo copiado Eso hizo –a la perfección– durante décadas Elmyr de Hory, todo un personaje. Aquí, posando junto a “su” Matisse. Al final, los imitadores lo imitaron a él.

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El falsificador falsificado En París volvió a tropezarse con Legros, quien sin que De Hory lo supiera había vendido las falsificaciones de éste, convirtiéndose en un hombre rico. Su mejor cliente, al que colocó más de 40 piezas, era un millonario tejano, Algur Hurtle Meadows, quien también terminó por recelar. Descubierto el fraude, en 1986 Legros fue detenido. Y, al enterarse de todo, De Hory se refugió en Ibiza. Creyó que se libraría de la cárcel, pero se equivocó, aunque sólo estuvo dos meses entre rejas y luego fue obligado a vivir un año fuera de España. Mientras tanto salió a la luz un libro sobre el caso titulado Fake muyinteresante.com.mx

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El gótico menos auténtico

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useos con el pedigrí del Metropolitan de Nueva York, el Museo Nacional de Catalunya o el de las Peregrinaciones de Santiago de Compostela, entre otros, exhiben falsas obras góticas creadas en la década de 1930 en el taller de los hermanos Sebastià y Carles Junyer i Vidal, en Barcelona. Los expertos han identificado recientemente unas 50. Como aseguró uno de ellos, Jaume Barrachina, director del museo de Peralada, en ellas la pintura se desprende mucho más fácilmente que en los antiguos. Al parecer, los hermanos Junyer compraban piezas góticas en muy mal estado y se limitaban a repintarlas. Después de que los clientes escogieran los lotes, cambiaban algunas piezas por otras fraudulentas. Los Junyer eran muy conocidos en el mundo cultural El frontal gótico de San Martín, en el Museo de las Peregrinaciones de Santiago de Compostela, es una de la Ciudad Condal. Sebastià, amigo de Pablo Picasso, era copia elaborada por los hermanos Junyer en el siglo XX. un reconocido pintor, y Carles, un reputado crítico de arte. Juntos reunieron una importante colección de arte medieval policromía y hoy luce milagrosamente coloreado y brillante. que incluía alrededor de un 30% de obras falsas. Por supuesto, también las había falsas al ciento por ciento. Verdaderas, falsas y mixtas. Entre las auténticas despun- Entre las más “sonadas”, una de las que compró el Metropota San Andrés negándose a adorar al ídolo, de Lluís Borrasà, litan en 1957, un gran retablo del Maestro de Cubells. Una en el Prado. Y entre las falsas, un frontal con escenas de San vez en Estados Unidos, se descubrió el engaño y no ha sido Martín, en el Museo de las Peregrinaciones. Había perdido su expuesta hasta el momento.

Shaun Greenhalgh trabajaba en equipo con su padre. Demostró un enorme talento en piezas falsas como esta supuesta estatuilla egipcia del siglo XIV a. C., La princesa Amarna.

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Sexton blakes and fakes Todos estos nombres han puesto el listón muy alto, pero en el medallero de las falsificaciones ocupa también un lugar el inglés John Myatt, quien puso de cabeza a Scotland Yard. Se le ocurrió poner un anuncio en una revista ofreciendo imitaciones genuinas a 250 libras la pieza. Junto a John Drewe, forjó lo que se conoce como “el fraude artístico más grande del siglo XX”. Logró engañar a los expertos con más de 200 falsificaciones de Matisse, Giocometti, Braque, Picasso..., pero acabó en prisión. Según parece, ambos socios habían acumulado dos millones y medio de libras, de las que Myatt sólo vio 100,000. Más o menos por la misma época que Hebborn hizo sus pinitos en el mundo de la falsificación otro inglés, Tom Keating, quien no tendría reparo en plasmarlos en un libro: The Fake’s Progress (El avance de la imitación, 1978). En sus páginas reconocía que, a diferencia de Hebborn, él no tenía escrúpulos a la hora de emplear materiales modernos para sus dibujos: “Utilizaba acuarela, tinta sepia, cera y barniz... excepto que los míos, por supuesto, eran de la variedad sintética moderna”. Y no por casualidad llamaba a sus obras “Sexton Blakes and fakes”, un juego de palabras intraducible en el que rimaba el nombre de un famoso detective de ficción, Sexton Blake, con la palabra fake (fraude en inglés). Después de haber estudiado arte, Keating, quien vivió largas temporadas en Tenerife, pasó bastantes años ejerciendo como restaurador de cuadros,

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Falsificando en familia. El inglés

En la pasada centuria también actuó otro gran falsificador: Eric Hebborn (1934-1996), un expertísimo artesano. Tanto es así que aireó sus secretos en un libro, Manual del falsificador de arte, con un cúmulo de información valiosa para quienes quieran seguir su ejemplo: cómo encontrar papel antiguo con el que falsificar dibujos, los pigmentos que usaban los antiguos maestros o el tipo de lienzo más adecuado. Copió dibujos, pinturas y esculturas que vendía a grandes museos a través de su galería. En 1978 un comerciante lo descubrió y él, lejos de amilanarse, amenazó con llenar el mercado de dibujos falsos. Y es que parecía sentirse orgulloso de aquello a lo que se dedicaba.“No hay nada como una imitación”, sentenció. Hebbon tuvo un trágico final: murió en Roma después de que alguien le machacara la cabeza.

tiempo en el que a buen seguro aprendió muchas de las técnicas que más tarde emplearía. El motivo que, según él, le hizo pasarse al lado ilegal del arte fue protestar contra la explotación de los artistas por parte de los comerciantes. Y lo hizo a conciencia, pues a lo largo de dos décadas emuló las obras de más de un centenar de artistas distintos: Turner, Goya, Degas, Monet, Van Gogh, Sisley, Constable... Pudo vivir holgadamente gracias a sus imitaciones, que se vendían en el mercado londinense a precios altísimos. Quienes lo conocieron destacan su capacidad para meterse en la piel del pintor cuya obra imitaba y obtener resultados asombrosos. Su actividad clandestina salió a la luz De farsante a “autor”. El alemán Wolfgang Beltracchi fue condenado en 2011 por sus falsificaciones, que llegaron a venderse por casi 500,000 dólares, pero eso en 1976, cuando aparecieron en Lonlo ha hecho famoso y cotizado como pintor. Aquí, en 2015 pintando en su estudio. dres una serie de obras atribuidas al pintor Samuel Palmer (1805-1881) que, por descontado, había realizado él. Ese año se publicó en The Times un artículo de Geraldine Norman que revelaba que algunas de sus imitaciones habían sido vendidas por su compañera, una tal Miss Kelly, quien siempre llevaba con las pinturas Las trampas del arte un hipotético árbol genealógico. Aseguraba, por También ha dejado el listón alto un inglés, Shaun ejemplo, que las había adquirido en el siglo XIX, Greenhalgh, que trabajaba en familia, pues él y su en Sri Lanka, un antepasado suyo, y mostraba el padre formaban equipo. Se atrevió con obras de lo más dispar: pinturas, esculturas, objetos artísticos susodicho árbol como prueba. varios... Una de sus piezas más ambiciosas fue La Estafadores 2.0 princesa Amarna, una supuesta estatuilla egipcia de Bastante más sencillo, pero muy efectivo, fue el 1350 a. C. Fue condenado en 2007 a cuatro años de sistema que utilizó el francés Guy Hain en la déca- prisión, no sin que antes el mismo juez reconociera LIBRO da de 1990. Primero se hacía con moldes de bron- su “indudable talento”. Pese a sus ganancias mi- Mitologías Manuel Vicent, ce de las obras del llamado “padre de la escultura llonarias, calculadas por lo bajo en 1.3 millones de Alfaguara, 2012. En libro misceláneo moderna”, Auguste Rodin (1840-1817). Se trataba dólares, los Greenhalgh no levantaban sospechas, este y divertido sobre la de moldes legales y Hain se limitaba a sustituir la pues seguían llevando su modesto estilo de vida. historia de la creación y artística, firma del fundidor actual por la de su abuelo para No se puede hablar de los grandes estafadores literaria Vicent se ocupa de perhacer ver que se habían realizado bajo la supervi- de arte de los últimos tiempos sin mencionar a Ely sonajes como el mítico holandés sión de Rodin. Haber pasado un tiempo entre rejas Sakhai, quien llegó a acumular tres millones y me- falsificador Han Van Meegeren. en 1997 no lo detuvo, pues continuó falfisicando dio de dólares. Su sistema era comprar un original, bronces de otros artistas, al menos hasta que vol- adquirir luego un duplicado y venderlo como si se vió a prisión en 2000. Se calcula que hay unas 6,000 tratara del auténtico. Pero en 2002 tuvo un golpe de esculturas suyas en circulación. mala suerte: un cuadro de Gauguin, Lilas, se puso El cambio de milenio no ha frenado las falsifi- a la venta simultáneamente en dos de las casas de caciones en el arte: en lo que llevamos del siglo subastas más prestigiosas del mundo, Sotheby’s y XXI ya ha habido una dura competencia. Entre los Christie’s, y se comprobó que la falsa era la de esta que despuntan está el alemán Wolfgang Beltrac- última. La auténtica la había vendido Sakhai a un chi, quien engañaba a casas de subastas pintando comerciante de Nueva York. Detenido finalmente obras de principios del siglo XX. Puso en circula- por el FBI, fue acusado de ocho cargos de fraude. ción unas 40, logrando beneficios de casi 50 milloEstá claro que “hecha la ley, hecha la trampa”, nes de dólares. El actor Steve Martin compró una también en el mundo del arte. Ni siquiera se salva y la vendió en Christie’s por casi 500,000 dólares. la venta por Internet: en 2008 se descubrió una red En 2011 Beltracchi, su mujer y otros dos cómplices que ofrecía falsificaciones de Picasso, Chagall, Miró fueron condenados a un total de 15 años de cárcel. o Dalí por unos 50,000 dólares; un grupo internacioDurante 14 habían vivido del engaño. nal que incluía a un español.

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En la actualidad, también se venden falsificaciones (de Picasso, Dalí, Chagall, Miró...) a través de Internet.

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Estafas en sitios míticos Los más famosos fraudes que se han ido revelando aportan un morboso atractivo a los lugares donde se cometieron. De una manera u otra, los timos siempre han estado a la orden del día. Aquí mostramos algunos de esos escenarios del engaño.

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Praga, República Checa

El emperador mecenas... y crédulo

Al norte del Castillo de Praga, el Jardín Real (en la foto) fue creado por encargo del emperador Fernando I en torno a 1540.

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l emperador Rodolfo II del Sacro Imperio Romano Germánico (1552-1612) fue el único Habsburgo que estableció su residencia permanente en Praga, la capital de Bohemia, a la que convirtió en uno de los principales centros artísticos y culturales de Europa. A pesar de sus fracasos políticos y militares, Rodolfo II es recordado como un gran protector de las artes y de las ciencias. En su Corte albergó a artistas, filósofos y científicos, pero no todos eran de fiar: hoy día se sabe que lo engañaron vendiéndole documentos falsos o de supuesta antigüedad. El emperador estaba interesado en la astrología e incentivaba las investigaciones científicas. Instalado en el Castillo de Praga, construyó un pequeño palacio renacentista dentro del complejo, el Belvedere, donde el primer piso fue convertido en un observatorio que utilizaron el astrónomo danés Tycho Brahe y Johannes Kepler, entre otros importantes científicos. El propio rey se pasaba horas allí siguiendo el curso de los astros.

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Rodas, Grecia Un antiguo plagio en las investigaciones de Astronomía

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n el siglo II a. C., Hiparco de Nicea construyó en la isla griega de Rodas un observatorio de astronomía. Un siglo después, el astuto astrónomo egipcio Claudio Ptolomeo se atribuyó las mediciones realizadas en Rodas para así llevarse todo el honor de estudios científicos tales como el catálogo de estrellas –contiene las posiciones de 850 estrellas en 48 constelaciones–, que se puede encontrar en su tratado astronómico Almagesto, libros VII y VIII. Aunque Ptolomeo afirmaba ser su descubridor, muchas evidencias apuntan a Hiparco como el verdadero autor de la obra. Rodas es la isla griega más extensa del Dodecaneso y la capital de este archipiélago del mar Egeo. Según nos cuenta la mitología griega, fue fruto de la pasión entre Helios, dios del Sol, y la ninfa Rode. En esta isla griega, el Coloso de Rodas, una de las Siete Maravillas de la Antigüedad, servía de faro y guía a los navegantes que llegaban a sus costas. Rodas es la isla donde se filmó la película Zorba el griego (Michael Cacoyannis, 1964), en la que el actor Anthony Quinn universalizó la danza tradicional griega: el sirtaki. En la capital de Rodas –del mismo nombre– destaca la impresionante ciudad medieval amurallada y con minaretes, sus palacios y sus fortificaciones, además del encanto marinero del puerto de Mandraki. La historia de Rodas es extensa pero adquiere especial importancia con la llegada de los Caballeros de San Juan, expulsados de Tierra Santa. Veremos castillos y fortalezas como la de Monolithos. También merece la pena llegar hasta Lindos, encalado de blanco y uno de los pueblos más bellos de Grecia, y visitar su acrópolis. Sin olvidarnos de las playas de Rodas, que, de norte a sur hasta llegar a Prasonissi, son espectaculares.

Rodas, la cuarta mayor isla de Grecia, situada a 18 km de la costa turca, es conocida también como “la isla del Sol”.

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Los Ángeles, Estados Unidos

La meca del cine y de las falsas inversiones

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i ya de por sí es complicado entrar en el mundo del Entre sus víctimas hay varios directores de cine, como Marglamour hollywoodense y ser uno más entre ellos, tin Scorsese, y un largo plantel de productores y actores: Al Pamás difícil aún es hacer que una estrella de cine te cino, Uma Thurman, Warren Beatty, etc. Se calcula que timó a confíe su dinero y te dé acceso a sus cuentas de in- un total de 35 estrellas de Hollywood. versión. Por eso, no cabe duda de que hablamos de un gran estafador: Kenneth Starr. Acudía a estrenos de cine como uno más, se colaba en fiestas y, aun sin llevarle las cuentas a nadie, consiguió fama de brillante contable. Y así, obtuvo su primer cliente en el mundo del cine. Una vez conseguido eso, el resto del camino fue fácil. Ya sólo tuvo que hacer un buen trabajo inicial, lo que atrajo el interés de Sylvester Stallone, quien le confió su dinero debido a las referencias. Y Starr realizó inversiones muy acertadas con su dinero, con lo que su prestigio creció. Cuando consiguió hacerse de más clientes, Starr comenzó a invertir en negocios más arriesgados y en los que, de un modo u otro, tenía intereses encuEn el Paseo de la Fama de Los Ángeles hay más de 2,000 estrellas con los nombres de celebridades biertos. No obstante, cuando alguien reclamaba su a las que Hollywood honra por su contribución al cine. dinero se lo daba para no levantar sospechas.

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Tohuku, Japón

Colocando cada pieza en su lugar...

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a parte norte de la isla principal de Japón, Honshu, se llama Tohoku; dividida en seis prefecturas, conserva la reputación de región alejada y hostil, ofreciendo un paisaje impresionante y un clima áspero. La prefectura más septentrional es la de Aomori, a 3 horas desde Tokio, hoy día un punto de partida hacia el lago Towada –uno de los más pintorescos de Japón– y el Valle Oirase, los cuales se encuentran en el corazón del Parque Nacional de Towada-Hachimantai. Un paseo, serpenteando a lo largo de la garganta bordeaLa bahía de Matsushima (en la da por densos bosques, que ofrece un foto), la zona marítima más espectacurefrescante panorama de aguas translar de la región de Tohoku, es considerada una de las más bellas de todo Japón. parentes y de saltos de agua de todos los tamaños. Es imprescindible, pasando por la ciudad de Aomori, visitar las antiguas ruinas de Sannai-Maruyama –datadas en hace 4,000-5,500 años–, a 30 minutos en autobús desde el centro. Es uno de los lugares arqueológicos más grandes de Japón, con vestigios de las comunidades de la era Jomon. Esta zona fue la que el arqueólogo Shinichi Fujimura eligió para depositar por la noche las supuestas piezas prehistóricas que al día siguiente eran excavadas, hasta que se descubrió el fraude en el año 2000. Reproducciones de objetos (verdaderos) –hallados en los lugares de antiguas residencias– se exhiben al público. A 30 minutos de Aomori, en Hirosaki encontramos un impresionante castillo del siglo XVII que cada mayo despierta de las escarchas del invierno con una explosión de flores. 94

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Tordesillas, Valladolid

¿Estaba tan loca la reina Juana I de Castilla?

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n Tordesillas, una villa castellana a orillas del Duero en la que España y Portugal se repartieron el mundo, estuvo cautiva casi medio siglo la reina Juana, apodada “la Loca”. Durante su encierro, llegaron a decir que estaba endemoniada porque no quería escuchar misa. Su hijo Carlos intentó imponerle normas, preocupado por su piedad. Pero lo más probable es que viviera con inmensos síntomas de soledad y depresión, y éstos nos dan la clave sobre un asunto que hoy se sigue debatiendo: ¿estaba loca realmente? Los historiadores no se ponen de acuerdo para dar una respuesta sobre

Para llegar al mirador de la iglesia de San Antolín hay que subir los 57 escalones del torreón (en la foto) donde, supuestamente, Juana la Loca (en la estatua) se asomaba a la ventana.

la verdadera situación mental de la tercera hija de los Reyes Católicos. Lo cierto es que el tratamiento que se le dio para que se pudiera recuperar no era en absoluto el idóneo, por lo que probablemente se trató de un tema político más que de salud. La disputa por hacerse con el control de Castilla entre su padre, Fernando el Católico, y su marido, Felipe el Hermoso, atrapó a Juana en un fuego cruzado. A la muerte de su esposo, su padre no quiso dejar pasar la ocasión de hacerse con la Corona de Castilla y por ello recluyó rápidamente a su hija en Tordesillas, en donde residiría hasta su muerte.

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Días clave

El engaño de los

‘cachirules’

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l mediodía del domingo 29 de junio de 1986, bajo la euforia de 114,600 asistentes que desbordaban el Estadio Azteca, la selección de futbol de Argentina se coronaba campeona frente Alemania por 3-2 en la final de la Copa Mundial celebrada en México. Desde la edición de 1970, nuestro país era por segunda ocasión sede del máximo torneo del balompié. Sin embargo casi dos años después de aquella final, en abril de 1988, se desataría un escándalo que pondría a todo el futbol mexicano durante 730 días (de 1988 a 1990) fuera de las competencias internacionales. El 3 de enero de 1988 –un domingo también– la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA) advertía en un comunicado a todas las federaciones de los países: no permitiría en las selecciones juveniles de futbol a jugadores mayores de 20 años de edad. En aquel entonces la selección juvenil, dirigida por Francisco Avilán –Gerardo Gallegos fungía como asesor, y el presidente de la Federación Mexicana de Futbol era Rafael del Castillo–, tenía sus ojos en el Mundial Sub-20 de Arabia Saudita 1989. Todo parecía marchar bien: Gerardo Jiménez anotaba el gol con el que los juveniles mexicanos vencían a Guatemala y clasificaban hacia Arabia Saudita. Lo que aún no se sabía es que bajo el césped de la cancha había escondidos algunos papeles falsos. Es decir, al menos cuatro de los seleccionados no eran tan ‘juveniles’, entre ellos el mismo Jiménez, quien estaba en la selección de jóvenes por un acta de nacimiento alterada dos años, al igual que la de José de la Fuente; la de José Luis Mata había sido modificada por cuatro, y la del capitán Aurelio Rivera por cinco. El engaño lo descubriría la prensa. 96

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El equipo tricolor. La manta de los aficionados habla por sí misma. (A la izquierda) Rafael del Castillo.

Fue el diario Ovaciones el que, en una nota sin firma, publicó que el equipo rebasaba el límite de edad, basado su autor en el análisis de un anuario de la propia Femexfut. Luego La Jornada e Imevisión contribuirían con sus investigaciones. Desatado el escándalo, la Federación de Guatemala presentó una queja ante la Concacaf (Confederación de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe de Futbol). Como resultado de la pesquisa, ésta determinó el 19 de mayo un castigo de dos años a la selección juvenil Sub-20 para que no participara en el Mundial de Arabia Saudita 1989 y la suspensión de por vida de los directivos mexicanos. Pero a fin de echar atrás la decisión, una comitiva de la Femexfut viajó a Zúrich, Suiza, a reunirse con la FIFA a pesar de que ésta ya había señalado que la determinación era inapelable y que la Concacaf era autónoma para sancionar a sus miembros. Así, el reclamo resultó contraproducente, pues la audiencia terminó con una sentencia, el 30 de junio, aún mayor: las selecciones de futbol de México quedaban fuera durante dos años de todas las competencias internacionales en cualquiera de sus categorías, por lo que el balompié mexicano no pudo participar en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, el ya citado Mundial Juvenil de Arabia Saudita 1989 y las eliminatorias de la Copa de Futbol Italia 1990, evento éste para el que había grandes expectativas en la afición mexicana luego de la emotiva actuación del Tri –cuartos de final, eliminado sólo por penales– en el Mundial de 1986. Sería después del 29 de junio de 1990 cuando el balón de México volvería a rodar en justas internacionales, y el corazón de la afición a agitarse de nuevo.