MODELO COMPRENSIVO EVOLUTIVO

Modelo Comprensivo-Evolutivo El modelo comprensivo-evolutivo, da relevancia a los cambios que el ser humano experimenta

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Modelo Comprensivo-Evolutivo El modelo comprensivo-evolutivo, da relevancia a los cambios que el ser humano experimenta en sus distintas etapas de vida (o ciclo vital). Cambios que son esperados por la biología y la cultura determinada, pero también cambios que no necesariamente son normativos, estos cambios ocurren en los procesos biológicos, fisiológicos, cognitivos, afectivos y sociales, que a su vez interactúan entre sí y con un contexto con diferentes niveles, que van desde la familia hasta los sistemas ideológicos donde crece un individuo. Este contexto también se transforma históricamente y a lo largo del ciclo vital de las personas. En otras palabras el desarrollo ocurre como resultado de interacciones entre genes, sistemas internos (biológico, fisiológico, cognitivo, afectivo), personas y contextos en diferentes niveles. El desarrollo humano implica cambios cuantitativos y cualitativos en el organismo. Los cambios cuantitativos se refieren a cambios que pueden referirse numéricamente, como por ejemplo, al aumento de la talla, los niveles hormonales en la sangre o el número de conexiones de las neuronas en el cerebro. Los cambios cualitativos, por su parte, se refieren a niveles más complejos de operaciones o vivencias en una persona, que integra estadios anteriores de cambio, por cuanto su organismo transita progresivamente y en sucesión de etapas hacia el desarrollo. Los cambios cualitativos no son tan fáciles de cuantificar mediante la reducción numérica, pero pueden ser evaluados al constatar avances de una etapa a otra. Por ejemplo, la evolución que tiene el pensamiento, que pasa desde el pensamiento concreto propio de la niñez, al pensamiento abstracto durante la pubertad, que permite a las personas poder pensar sobre preposiciones, hacer inferencias, u otras operaciones mentales superiores, así como dudar de la fantasía o planificar conforme a sus necesidades. Si bien lo anterior, el desarrollo humano se caracteriza también por la presencia de continuidades y discontinuidades en el avance de las etapas de inmadurez del desarrollo hacia las de madurez. La continuidad implican un proceso de cambio continuo y estable; mientras que las discontinuidades pueden manifestar atrasos en el desarrollo, estancamientos o grandes transformaciones sin preparación previa. De este modo, si bien el desarrollo es progresivo, no necesariamente es uniforme en cuanto a la velocidad ni tan estable en su progresión, encontrándose periodos o áreas de rápida transición (desarrollo o madurez), reorganización interna, grandes saltos, así como también latencia y consolidación de logros madurativos. Noción de ciclo vital y tareas evolutivas El proceso por el cual el organismo se desarrolla desde la gestación a la muerte (y de la inmadurez a la madurez), a lo largo de los años, se conoce como ciclo vital. Este proceso está marcado por etapas bien definidas y sucesivas que cada organismo (persona) atraviesa a lo largo de su vida. A su vez cada etapa tiene sus propias características en cuanto al desarrollo físico o corporal, pero también en cuanto a la dimensión emocional, afectiva e interpersonal. Las etapas del desarrollo usualmente se dividen en las siguientes: prenatal, primera infancia, infancia intermedia, adolescencia, juventud, adultez y senectud. Asimismo, existen una serie de características que pueden presentarse en el desarrollo que pueden predisponer a las personas al consumo de drogas en etapas actuales o posteriores de su ciclo de vida. Ahora bien, cada etapa del ciclo tiene sus propias particularidades y plantea sus propios desafíos para las personas, lo que se llama tareas evolutivas, que la persona debe sortear y sobre las que debe decidir. Al ser enfrentado por las demandas internas (biológicas y emocionales) y externas (como los deberes o roles que se esperan para cada edad), se generan aprendizajes y se llevan a cabo cambios cualitativos, que van configurando a la persona.

En el ámbito sanitario, el modelo comprensivo-evolutivo incorpora la importancia de las características particulares de la persona, la etapa del ciclo vital que atraviesa y las condiciones del entorno en la que se encuentra, que en conjunto determinarán el estado de salud o enfermedad. De esta forma, releva la importancia de las crisis esperables de acuerdo a cada etapa del desarrollo. Las crisis y las tareas evolutivas de cada etapa del ciclo, permiten un adecuado desarrollo del individuo, pero también pueden también predisponerlo a desarrollar o, trastornos o patologías, que habrá que analizar a la luz de las variables expuestas. ¿Cómo se comprende el consumo problemático desde este modelo? Según este enfoque, el consumo de drogas no ocurre al azar, sino que sigue patrones determinados según la edad, etapa del ciclo vital, crisis y desafíos evolutivos, sexo, nivel socioeconómico, lugar de residencia, época, y otros, que pueden analizarse desde una perspectiva evolutiva. La epidemiología categorizada en cinco rubricas por Anthony y Van Etten (1998) y desde una mirada del desarrollo, permite: • • • • •

Cuantificar el consumo de drogas, en las diferentes etapas de la vida. Identificar las características de las personas, lugares y tiempo asociadas al consumo. Determinar qué posibles factores de riesgo y de protección se hallan asociados al consumo de drogas que son recientes o que se ubican en estadios o edades anteriores. Identificar mecanismos que explican la incidencia del consumo, así como la progresión hacia un consumo mayor, y hacia la dependencia. Diseñar y evaluar medidas de control, prevención y tratamiento del consumo problemático de drogas.

Asimismo, el consumo de drogas desde una perspectiva comprensiva-evolutiva, implica dos posibles aproximaciones: 1) Identificar las características de las personas y de su ambiente que aumentan la probabilidad de consumir drogas (factores de riesgo) o que disminuyen la probabilidad de este (factores de protección) en una etapa específica de la vida o en momentos de transición que tienden a ser periodos de vulnerabilidad u oportunidad. 2) Analizar el consumo de drogas en un estadio específico desde los factores de riesgo y de protección que estuvieron presentes en etapas anteriores. Muchas veces el consumo problemático de sustancias se asocia al desplazamiento (o evasión) de tareas propias del ciclo vital o a mantenerse entrampado en las crisis de alguna etapa del ciclo vital. Las primeras motivaciones personales que aparecen ligadas al consumo de sustancias son en la adolescencia y, al parecer, en primer lugar son por curiosidad y luego por placer o necesidad (de pertenencia a un grupo, de reconocimiento u otra), aunque afortunadamente muchos de los jóvenes se dan cuenta que la satisfacción solo es momentánea. Los que continúan con el consumo indicarían una tercera gran motivación, la del “soporte artificial”, que permite a algunos adolescentes que no encuentran en su vida personal o relacional, en sus actividades cotidianas o en sus reflexiones propias, los medios para relajarse o ser distintos y distinguidos, que no pueden realizar en sus vidas a través de medios naturales. A continuación se explicara algunas características de las etapas del desarrollo que son más importantes para explicar el consumo de drogas desde una perspectiva comprensiva-evolutiva. En los primeros 2 a 3 años de vida son importantes las pautas de apego que una familia (los padres o cuidadores) desarrollen con el niño, puesto que patrones más ambivalentes, o definitivamente caóticos o desorganizados, predispondrán más al consumo problemático en el futuro que las pautas de apego seguro. La importancia de esto radica en el establecimiento adecuado del sentimiento de seguridad básico en cada persona, pero más radicalmente aún, de la configuración cerebral que cada uno logre, determinada en gran

parte por los cuidados recibidos durante el primer año de vida, donde el bebé está en una situación de dependencia absoluta con sus cuidadores. Durante la primera infancia de 3 a 6 años, los niños y niñas comienzan a tener mayor autocontrol e independencia. No obstante, no todos los niños aprenden por igual a controlar su agresividad. Asimismo, es una etapa cuya tarea de desarrollo es lograr la iniciativa y no sucumbir ante la culpa. En este periodo los niños y niñas también se identifican con las personas de su entorno y de su grupo social o cultural, adoptando características, creencias y valores, que luego podrían exponerlos al consumo de drogas. En la infancia intermedia que transcurre de los 6 a los 10 años, se presenta el desarrollo del autoconcepto, el pensamiento concreto y el grupo de amigos influye en el desarrollo de habilidades sociales, el sentido de pertenencia y de identidad. En esta etapa los niños tienen el reto de resolver un sentido de laboriosidad versus inferioridad, lo cual se relaciona con las tareas académicas que les exige la escuela primaria. Muchos niños en esta etapa son diagnosticados con el trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH), que la evidencia ha mostrado tienen mayor probabilidad de desarrollar consumo problemático de sustancias en comparación a aquellos que no presentaron TDAH. En la adolescencia definida como la etapa que ocurre entre los 10 a 19 años (según la OMS), se caracteriza por la búsqueda de identidad y el logro de la autonomía. La influencia de los pares juega un rol muy importante, así como la de los padres que puede moderar la influencia de los amigos. La experimentación con las drogas ocurre con mayor frecuencia en la adolescencia debido justamente a la búsqueda de la propia identidad, a la necesidad de pertenecer a un grupo, ser reconocido, explorar experiencias nuevas y demostrar autonomía a través del ejercicio de conductas que significan mayor madurez. La juventud que transcurre entre los 20 y 24 años, se caracteriza por decisiones que se toman acerca de las relaciones íntimas y de la vocación. Si bien en esta etapa muchas veces aumenta la frecuencia y la cantidad de consumo de drogas. Usualmente cuando los individuos tienen que asumir roles adultos como la paternidad o maternidad y el trabajar ocurre un descenso del consumo de drogas. Actualmente, la mayoría de los especialistas concuerda que el uso de drogas puede tener una significación común: proteger un yo demasiado frágil enfrentado a sentimientos ansiosos o depresivos demasiado intensos. Esta relación entre consumo de sustancias, ansiedad y depresión puede finalizar en un abuso de sustancias o una franca dependencia, mostrando que no es necesario, sobre todo en etapas iniciales del consumo, centrarse únicamente en el producto que se consume, sino que tomar en cuenta otro tipo de manifestaciones como las ya citadas. El uso de drogas es un proceso, un camino que es recorrido gradualmente y en el que la persona, y en este caso el adolescente, participa activamente. Dicho camino puede incluir el consumo experimental, el consumo habitual, el consumo social o patrones más periódicos e intensivos que llevan al consumidor a tener problemas asociados al mismo (consumo perjudicial y consumo dependiente). La perspectiva comprensiva-evolutiva implica, entonces, acercarse al fenómeno del consumo de drogas desde un enfoque de desarrollo, entendido como los cambios que se manifiestan en los individuos desde la concepción hasta la muerte. ¿Cómo y dónde se aplica? El marco comprensivo-evolutivo acerca del consumo de drogas implica identificar y analizar los factores de riesgo y protección del consumo en las primeras etapas de la vida, y sobre todo durante la adolescencia y juventud. Este modelo también indica que los programas de prevención para niños, adolescentes, universitarios y sus familias deben basarse en modelos teóricos, que reconozcan las características evolutivas de las etapas de desarrollo, así como las necesidades que surgen en cada estadio de la vida.

Por otro lado, nos permite también desplegar programas de intervención (de prevención o tratamiento) desde lógicas que responden a los riesgos y necesidades expresadas en las distintas etapas del consumo según ciclo vital, considerando las características individuales (físicas y psicológicas), así como los contextos socioculturales que rodean a la persona. Abordar este problema desde este enfoque implica reconocer y asumir que las personas pueden transformar sus prácticas, correr menos riesgos, tener menores daños e integrarse a la vida social y productiva, para lo cual, es necesario que se diseñe y ejecuten políticas o programas pertinentes en materia de prevención y tratamiento según etapa vital y necesidades específicas.