Miradas opuestas (Michharu)

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Esther García... La enfermera entró como cualquier otro día en urgencias, con aquella expresión de quien ha vivido mucho y la mayoría ha sido malo. Hacía una semana que lo había dejado con su novio... si a alguien que le llamaba los fines de semana (Siempre que no hubiese fútbol) para echarle un polvo rápido en la entradita de casa sin llegar nunca más adentro, ni de su hogar ni de su corazón... se le podía llamar novio. El caso es que a sus 35 años todos aquellos sueños del príncipe azul y el corcel blanco se habían desecho irremediablemente. De hecho había llegado a aquel punto en que se preguntaba frecuentemente ¿Soy yo o son ellos? Y en alguno de aquellos momentos en que tenía el rostro inundado de lágrimas, casi tanto como el corazón, se había prometido que hasta no tener la respuesta a esa y otras preguntas... iba a pasar del amor, claro, como si aquello fuese tan fácil, como si con un razonamiento lógico pudiera hacer que su corazón dejará de encapricharse, mayormente de personas inadecuadas, aunque eso la había ayudado a actualizar su definición del amor... Amor (Según ella): Eso que te hace suspirar con cara de panoli por alguien que a la mínima oportunidad te abandonará, te golpeará, te robará o... las tres cosas a la vez Por supuesto, con tal concepto del amor, ella no estaba por la labor de enamorarse y mucho menos de tener pareja. Aunque a veces se le planteaba un ligero inconveniente... se sentía sola, pero no sola a secas, no, jodidamente sola. No era en plan, estamos muy ocupados todos, no podemos quedar, pero están ahí, no, era más bien en plan... no hay absolutamente ni una persona que se preocupe aunque sea un poco de mí, ni una migaja de cariño, ni nada, solo este estúpido vacío que se empeña en llenarme En resumen... estaba completamente sola, desilusionada del amor, frustrada por su empleo (no haber llegado a más que una simple y llana enfermera) e increíblemente harta de la vida, del pájaro de la vecina que entonaba el himno de España a las seis de la mañana con su dueña haciéndole las palmas, de las parejitas que paseaban por el retiro haciéndose carantoñas, porque no es que se demostraran su amor, no, según ella eran ganas de joder al personal “¡Somos pareja ¡Somos felices! ¡Mira como nos escarbamos la boca el uno a la otra! ¡Y tú no!”, de la vecina del quinto que cada vez que coincidan en el ascensor, escalera o puerta le preguntaba lo mismo “¿Aún sin novio?” y que cada vez que lo hacía recibía una mirada asesina de la enfermera, pero o su vecina era ciega, o tonta... o era una cabronceta de cuidado, seguramente lo último. En general estaba harta de todo... bueno, tal vez de todo no, había un a cosa que le gustaba... la ONG La cosa es que había comenzado como siempre, cada vez que conocía un chico adaptaba sus gustos a los de él (Más bien absorbía los de él como si fuese un camaleón, solo que aquélla vez, en vez de drogarse, gritar insultos al arbitro, beber cerveza o (durante un breve pero intenso período) ser heavy... había ido a parar a una ONG) El

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chico... un tipo medio hippie y porreta que había terminado en una discoteca pija de house en Ibiza y que estaba enganchado a las drogas sintéticas... el sitio, una pequeña ONG que comenzaba a crecer y recién estaba elaborando proyectos para el extranjero, con falta de recursos pero grandes esperanzas. Y por primera vez, aquél vacío se había llenado un poco, era como un bálsamo para sus heridas, hacer algo, sabiendo que iba a ayudar, de que habría gente que lo necesitaba, que ella les iba a ayudar... era lo que necesitaba, lo que cada vez más, en cada misión de ayuda humanitaria, llenaba aquello que tenía dentro. Vale, su jefa era una manipuladora de cuidado... pero bueno, tampoco se le pueden pedir peras al olmo Y allí llegaba ella, a su edad, con el peso del mundo en los hombros, una sonrisa que solo aparecía en misiones humanitarias, trabajando en un hospital en el que era prescindible y que a pesar de llevar siete años allí, ninguno de sus compañeros la conocían realmente E: Buenos días... (Era el saludo automático que soltaba al llegar a recepción, donde los ojos curiosos de aquélla mujer llamada Teresa y que bien podía haber sido su vecina del quinto la esperaban) T: Hija, buenos días, que mala cara traes ¿Eh? No habrás dormido casi ¿No? Pues yo del tirón, hija, mi pequeño se fue a cenar a casa de su novia, y estuvo toda la noche allí, por fin un poco de soledad que a mi Paco y a mi nos hacía falta, no habíamos estado solos desde... bf... ¡Ya ni me acuerdo! A los ojos de Esther, Teresa era la típica mujer sesentona que se refería a todo dios como hijo o hija, llamaba ‘mi pequeño’ a un hombre te treinta años hecho y derecho, más hecho que derecho tal vez, y a la que solo le faltaba venir a trabajar con un albornoz y unas zapatillas de estar por casa de color rosa con florecillas cantonas estampadas, todo ello a juego con unos rulos y una redecilla en la cabeza para encontrarse en su salsa. Eso sí... era encantadora E: Voy a cambiarme, Teresa A pesar de que su trabajo le gustaba notablemente, odiaba urgencias. Tener que ir detrás de los pacientes para que no se tomaran el hospital como un centro de vacaciones en el que podían moverse a su antojo, detrás de las visitas para que no utilizaran cualquier rincón como sala de fumadores y por defecto cualquier cosa como improvisado cenicero, para que no usaran el móvil y que cuando les decías algo te miraban como si fueses el mismísimo Satanás reencarnado en una enfermera de metro sesenta con cara de niña buena, y sobre todo... ir detrás de los médicos para que firmasen las altas, o fueran ver a tal paciente que se quejaba o cualquier otra cosa, y es que allí, los médicos tenían el don del ‘escaquismo’, léase, salían por patas en cuando veían que les ibas a pedir algo. Y tú seguías dando vueltas por el hospital detrás de ellos, cuando en realidad lo que quería era echarse un cafecito y durante tan solo cinco minutos no escuchar aquel grito aberrado de: ¡Enfermeraaaaaaaaaaaaaaa! L: ¡Esther! ¡Ey, Esther! Una de las pocas personas que la conocían un poco más, seguramente porque la doctora Laura Llanos tampoco es que hubiese tenido mucha suerte en el amor, estaba completamente enamorada del doctor Sotomayor (un pijo con aires de clase media)

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casado y con un hijo en camino, era incapaz de mantener una relación con cualquier otro, ni siquiera con aquél psicólogo guaperas que le tiraba los trastos descaradamente E: Iba a cambiarme, Laura, luego nos tomamos un café... L: Vale, primero pásate por la cortina dos, hay que sacarle sangre Sin duda la parte más interesante de aquél trabajo, el momento pinchazo, en que cada paciente reaccionaba de forma diferente, ignorarla, mirándola mal, apretando sus músculos aún sabiendo que así duele más, poniendo cara de buen apersona e intentando camelársela para que no lo hiciera, sobornándola con dinero o regalos, poniéndose en plan niña exorcista (sin duda el más divertido ya que tenían que sujetarlo dos mientras la otra le asestaba el ‘mortal’ pinchazo) o huyendo (Sí, no era la primera vez que se había visto a alguien con la bata aquella que no tapaba nada correteando por el hospital o escondido en los lavabos), aunque sin lugar a dudas, el caso más divertido era cuando una única persona pasaba por todas aquella reacciones en menos de cinco minutos... lo de las multi-personalidades era raro, pero aún había casos L: Por cierto, el café a las once, que Javier (léase doctor por el que ella perdía el culo instantáneamente) nos ha dicho a todos que vayamos a cafetería que nos tiene algo que decir E: Sí, vale... nos vemos allí Entró en los vestuarios, si a dos metros cuadrados llenos de trozos de hierro llamados taquillas, se le podía decir así. Buscó en su bolso la llave de la suya. Normalmente en cualquier otra persona no le habría llevado mucho, pero Esther parecía llevar siempre la casa a cuestas, en su caso, metida a presión en el bolso, llevaba de todo, recuerdos, guarradas varias que por no moverse hacia una papelera iba acumulando en uno de los bolsillos y aún así le quedaba sitio para las llaves de casa... pero las de la taquilla... esta claro que no. Seguramente estarían en el recibidor de casa sonriendo burlonas. Miró alrededor a ver si ya les habían llevado los uniformes limpios, victoriosa se acercó al montón perfectamente colocado al lado de la puerta y buscó el suyo, hasta que recordó que los tenía apilados en el fondo de la taquilla para lavarlos en casa porque el detergente del hospital le causaba sarpullidos E: ¡Mierda! (Se resignó a convertirse en la mujer cangrejo y buscó en el montón alguno de su talla, maldijo que solo contratasen a anoréxicas de talla 30, por suerte alguna acabaría de venir de vacaciones y gastaba una gran 36... lástima que Esther usase la 42) Una hora después estaba harta del día, del trabajo, del sarpullido que la había convertido en una llama andante, de los picores que la hacían rascarse como si tuviera una colonia de pulgas saltando por su cuerpo, de pasearse por allí embutida en aquél uniforme que por marcarle le marcaba hasta los pelos del brazo y que amenazaba con estallar en cualquier momento, haciendo saltar los botones que con la suerte que tenía irían a para a la calva del director, que la echaría a la calle, por lo que no podría pagar al barrigón de su casero y por lo que acabaría volviendo a casa de su madre, junto con sus siete hermanos, donde había que pedir hora con meses de antelación para ir al baño y donde se pensaba en el asesinato a la hora de comer... Sí, la vida era bella Macarena Wilson...

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Se despertó tarde, como siempre, tal vez porque la noche anterior la cena de gala había durado más de lo previsto o porque le encantaba dormir, acurrucarse entre las suaves sabanas, arropada por el calor de su propio cuerpo y con aquel olor a hierbabuena que siempre había en las habitaciones y pasillos de aquella mansión. El sol se colaba entre las blancas cortinas de seda, despertándola suavemente. Abrió los ojos y sonrió a la estupenda mañana que se presentaba en tierras jerezanas Miró a un lado, sobre la pequeña mesita que había al lado de su cama, descansaba una bandeja de plata, sonrió, Carmen siempre se adelantaba a sus peticiones. Zumo de naranja recién exprimido, tostadas untadas con manteca colorá echa por la propia cocinera de la familia, café en su punto justo traído del Brasil, una rosa con los pétalos perfectamente definidos y ordenados, seguramente de los numeroso rosales que inundaban el jardín, y una servilleta de seda Deslizó la sabana a un lado, con la suavidad del que toca algo preciado, se desperezó tranquilamente y se acercó a la ventana, descorriendo levemente las cortinas, los jardineros trabajaban en el cuidado de las numerosas plantas que su madre había hecho traer de infinidad de lugares, quería el jardín más hermoso y exótico de Jerez, y lo había logrado, era envidiado por mucho de los invitados a las fiestas de los Wilson, y copiado por muchos otros. Más allá de los jardines se podían ver hectáreas de viñedos, dibujando líneas y más líneas, formando un perfecto entramado de color verde intenso. Desvió la mirada hacia el pequeño lago que había a la derecha, junto a los establos y sonrió, era un gran día para montar Se acercó a su cama y se dispuso a desayunar, unos suaves golpes sonaron en la robusta puerta, poco después su hermano Jerónimo entraba vestido de jinete Jero: Buenos días, hermana (Sentándose delicadamente en el filo de la cama) M: Buenos días ¿Vas a salir a montar? Jero: Sí, en un rato, primero quiero esperar a padre, cosas de negocios M: Pasáis demasiado tiempo trabajando y muy poco disfrutando del sol (Riendo y volviendo su vista hacia la ventana) Jero: Debemos mantener el prestigio de los Wilson, Macarena. (Sonriendo orgulloso) ¿Qué tal lo pasaste anoche? (Alzando una ceja interrogativo) M: Muy bien, aunque me agoté un poco con tanto vals Jero: ¿Solo por el vals? M: Jerónimo, no sé que intentas insinuar Jero: Vi como Fernando de Castro te sacaba de la fiesta hacia los viñedos... (Macarena suspiró) M: Mhmhm... es un hombre elegante... Jero: ¿Solo eso? (Riendo) Tiene una de las mayores fortunas del país M: Nosotros también Jerónimo... además... no es él. (Mirándole a los ojos) Jero: Uhm... ¡Claro! ¡El príncipe azul que vendrá en su corcel blanco! M: No te burles de mí Jero: Algún día entenderás que no existen los príncipes azules... M: Existen, serás tú el que lo vea. Y ahora vete, quiero desayunar tranquila (Jerónimo se levantó y se acercó a la puerta) Jero: Tiempo al tiempo, hermana... (Cerrando sonriente tras de sí)

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Macarena siguió desayunando, con un poco menos de placer que antes, odiaba cuando le decían que no existía ese amor puro, grande y sin fin. Y es que ella... creía en el amor, en ese amor, por encima de todo. Tal vez lo veía desde la perspectiva de alguien que siempre ha tenido todo lo que deseaba, nunca le había pasado nada malo, nunca había recibido un no como respuesta, y ese amor, ese amor tampoco se le iba a negar, era Macarena Wilson, ¿Cómo se le iba a resistir? La cosa estaba en encontrarlo... Ella soñaba con una gran mansión, un marido encantador que se desviviera por ella, que le diese todos sus caprichos, desde el más pequeño al más grande, un par de niños, mejor niñas, que serían educados como ella en el arte de la danza y en la equitación, unas niñeras que se hicieran cargo de ellos mientras ella paladeaba lentamente el placentero sabor de tenerlo absolutamente todo, de ser feliz por todo lo que le rodeaba, y ese final feliz de las fábulas Obviamente Macarena desconocía como era el mundo real, era una mujer informada como se exigía en alguien de su status social, pero todo pasaba a través de los ojos de una mujer de 35 años que no sabe lo que es pasar hambre ni por asomo, en ningún sentido. Aunque a veces, en raras ocasiones, aquella sonrisa se desdibujaba un poco, imperceptiblemente, a veces pensaba en el mundo. No en el que ella conocía, lleno de lujos y copas de plata. No. El mundo de fuera, el real, el desconocido, el misterioso, en el que vivía más del 80% de la humanidad. Aunque solo lo hacía porque como toda niña caprichosa, quería tenerlo todo, incluso lo que no conocía, y es que zambullida en un jacuzzi con una sirvienta preparada para abrigarte con la toalla al salir... era difícil tener pensamientos limpios de todo el oro que impregnaba su vida Terminó de desayunar y llamó al servicio para que le prepararan el baño, no es que no supiese hacerlo ella, pero era algo a lo que estaba acostumbrada desde muy pequeña, mientras se lo preparaban consultó su agenda para aquella semana. Tenía una cita al día siguiente, una cena en Madrid de un viejo conocido, todos asistirían al evento. Dos días después empezaría el torneo de jinetes de Jerez, al que como apasionada de la equitación que era iba a ir, así que debía empezar a pensar en el modelo apropiado para la ocasión. Un par de compromisos con sus amigas y una cita con Fernando de Castro a la que no había podido negarse, aquel hombre podía resultar excesivamente seductor cuando se lo proponía, y en lo referente a Macarena, siempre se lo proponía, aunque ella se resistía al despliegue de encantos que le proporcionaba, sabía que aquel no era el hombre con el que pasaría el resto de su vida, pero a nadie le amargaba un dulce, ni siquiera a alguien como ella, y eso que aquel dulce se le antojaba amargo, como tantos otros, y no llegaba a comprender el motivo El interfono de su habitación emitió un leve sonido, Maca apretó el botón distraída Servicio: Señorita Macarena, ya tiene el baño a su disposición M: Gracias. (Murmuró mientras dejaba la agenda a un lado y se dirigía al baño, deslizó el albornoz que llevaba puesto hasta que cayó al suelo, se desprendió del pijama y acarició la superficie del agua, estaba en su punto, con un ligero tono rosa por las leales perfumadas, se metió dentro y empezó a jugar distraídamente con la espuma, el teléfono sonó y sonrió al recordar que hacía poco había hecho instalar una línea en el baño, lo tomó sin dejar de jugar con sus dedos) Macarena Wilson Antonio: Buenos días, hija M: Buenos días, padre ¿Qué tal has pasado la noche?

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Antonio: Bien hija, bien. (Ambos sabían que no era cierto, dormía solo desde que un mes atrás Rocío, su esposa y madre de Macarena, decidiera mudarse a una de las habitaciones de invitados, de las numerosas que tenían, y su padre la quería, a pesar de los años y de que el amor no era algo propio de su clase, al menos el desinteresado, aún la amaba) ¿Estás muy ocupada? M: Quería ir a montar, hace una mañana espléndida Antonio: Bien, pero me gustaría hablar contigo en algún momento del día M: ¿Algo grave? Antonio: Sabes que no hija, solo negocios. Disfruta del paseo, estaré en mi despacho La línea se cortó y Macarena sonrió. Trabajo. Desde hacía un tiempo se encargaba de las relaciones públicas de “Bodegas Wilson”, haciendo fiestas y entablando relaciones con influyentes miembros de la alta sociedad, contribuyendo a aumentar el patrimonio familiar, haciendo donaciones ‘desinteresadas’ a proyectos humanitarios, simplemente por la publicidad que conllevaba en los últimos años donde se había puesto de moda ser ricos compasivos y con conciencia, algo que no eran, pero que de cara a los demás debían fingir serlo, y otros detalles que ayudaban a que la empresa de su familia se encontrase entre las más poderosas e influyentes de las bodegueras españolas y europeas Por muy niña que pudiese llegar a ser en algunos aspectos, aquella ironía en lo que hacía no se le escapaba, sobre todo en la ayuda humanitaria, ella daba una pequeñísima parte de su dinero, algo tan imperceptible entre los millones y millones que poseían que no se daban ni cuenta, lo daba por el único motivo de la publicidad, anunciaban a cada donación a bombo y platillo como todos los demás, utilizaba el hambre que jamás llegaría a experimentar, el horror que vivían miles de familias en el mundo para su beneficio, para tener más y más. Y para aquellas familias... les daban alimentos, ropas y mejoraban su calidad de vida, les procuraban medicamentos y todo lo que necesitaban... Eran héroes, hipócritas, pero héroes. Ambos se utilizaban, unos para sobrevivir... otros por pura ambición. Una vez le había entrado curiosidad, quería ver los rostros a los que les mandaban aquel dinero, o tal vez solo quería asegurarse que el dinero llegaba donde tenía que llegar y no se quedaba en manos de algún burócrata, pero después de informarse un poco sobre las condiciones ‘salvajes’ en las que vivían aquellas personas, había desistido, una Wilson entre salvajes, impensable... y sin agua caliente ¡Que atraso! Removió un poco más la espuma, se acomodó y colocó un apequeña toalla sobre sus ojos, apoyó la cabeza en un pequeño cojín en el filo y suspiró. Sí, la vida era bella Cuando Esther estaba toda concentrada en ver como clavar la aguja para extraer sangre a un hombre que tenía tics en el brazo, apareció de nuevo Laura, le recordó a Esther que eran las once, esta la miró con una ceja alzada. Hay lo tienes... el amor. La doctora Llanos estaba tan enamorada de Sotomayor, que si este estornudaba, ella ya estaba pidiéndole la baja, preparando un caldo y forzando la cerradura de farmacia para darle algún medicamento... todo a la vez. Esther ya se la podía imaginar, en cuclillas delante de la puerta de farmacia, con un pasador del pelo en la mano y trasteando la cerradura. Aunque con lo torpe que era, seguramente acabaría por romper con una silla el cristal y dar un salto dentro al más puro estilo Lara Croft... y todo eso... por amor ¿Bonito verdad? A Esther le entraban nauseas... L: ¡Esther! ¿Me estás escuchando?

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E: ¿Eh? (Volviendo a la realidad en que Laura no pasaba de doctora) ¿Qué? L: Once. Javi. ¡Vamos! (Con una de sus mejores sonrisas) E: Sí, sí... (Dejando la jeringa a un lado y dándole la espalda al paciente) Paciente: Esto... ¿No me saca sangre? (Confundido, Esther le miró, puso una media sonrisa y cogió la jeringa) E: Ala, majete (Dándosela) Que puedes tu solito (Dándole una palmadita en la espalda y desapareciendo con Laura colgada de su brazo) Sí, quizás no era exactamente la actitud de una enfermera, al menos no de una buena, pero después de media hora intentando que aquel tic parase, o al menos no le afectase cada vez que se acercaba a él... ¿Qué esperaba? El tipo ya tenía suerte de que Esther no le hubiese cruzado la cara, como en las películas, para que reaccionara de una vez, ¡Qué con la tontería del tic la enfermera había recibido más leches que en toda su vida! E: ¿Qué quiere Javi? L: Pues creo que celebran su cumpleaños y nos invita a todos ¿No es genial? Uy... pensó la enfermera... sí, genial... Ir a una celebración Sotomayor, rodeada de gente que utilizaba billetes de 500 para secarse las manos, que no veían más allá de sus ombligos perfectamente retocados por todo un artista de lo artificial y que acudían a su clínica privada porque se habían roto una uña al salir del jacuzzi... vale, quizás estaba exagerando... también podía ser saliendo de la sauna, ¡No había que ser tan extremistas! E: Sip... estupendo... (Sarcástica total, entraron n cafetería, la enfermera se acercó ala nevera y cogió un zumo, se sentó en una de las mesas, con Rusti mientras miraba como Teresa pedía silencio para que un avergonzado Javier, que en realidad estaba disfrutando como un enano con recibir tanta atención, reía) J: Bueno... os preguntaréis que ascesis aquí ¿No? (Bromeó mientras Esther fulminaba con la mirada a Laura, ella sabía que hacía allí, y tanto que lo sabía) Mañana mi familia da una fiesta por todo lo alto con motivo de mi cumpleaños y he pensado que no hay mejor forma de celebrarlo que con ellos y mis amigos, entre los que estáis todos vosotros (Varios aplausos, sonrisitas, caras de horror por no saber que ponerse y Teresita, que parecía brillar con luz propia de la ilusión que se le había metido en el cuerpo, ¡Lo que iba a poder cotillear con sus amigas!) R: Oye, Esther... en las fiestas esas... ¿Qué se hace? E: ¿Me ves con cara de ir a muchas? (Con una ceja lazada, divertida) Después de que Teresa se acoplará y no parará de hablar durante una media hora, de cosas trascendentales, como que llevar a la fiesta y quién asistiría, Esther decidió que era el momento justo para desaparecer, fue a encerrarse un rato a enfermería con la excusa de hacer el inventario. Había decidido que no iría a la fiesta de Javier, primero porque prefería pasarse la noche dándose cabezazos contra la pared que ir a una fiesta de pijos, segundo, porque aunque quisiera ir ¿Qué se iba a poner? Su armario no se consideraba precisamente una delicatessen en moda. Así que... no iría. Aunque claro, a veces el mundo conspira contra tus intereses, o te echa un cable, según como se mire, en aquel caso, y después de la llamada que iba a recibir, Esther podía afirmar que el mundo se lo pasaba en grande con ella. Y el mundo era Marisa, en aquella ocasión, la directora

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de la ONG. ¿Quién se lo iba a decir mientras escuchaba la melodía de misión posible de su móvil? E: ¿Diga? (Masculló entre dientes mientras miraba una caja de antiinflamatorios) Marisa: ¡Esther! ¿Qué tal todo? Aquel ‘¿Qué tal todo?’ de Marisa, traducido por Esther, venía a significar: “Necesito tu ayuda... y por cierto, no te va a gustar” Así que Esther se preparó para lo peor, y siendo Marisa, lo peor... podría ser muy malo E: Bien... Marisa: ¿Sí? ¡No sabes cuanto me alegro! Traducción: “¿Sí? ¿No tienes nada roto? Entonces me vas a ayudar” E: Gracias... M: ¿Qué tal la familia? (Un escalofrío recorrió la espalda de la enfermera) Traducción: No te va a gustar... NADA E: Como siempre... Oye.. ¿Qué tal tú? ¿La familia? ¿La vecina del tercero? Marisa: Bien, todo, hasta la vecina (Risita de te vas a enterar) Que te he llamado porque quería preguntarte algo... E: Ajá... (“Y... ¡Ahí viene!”) Marisa: ¿Conoces a Sotomayor? (Otro temblor la sacudió, y casi se le escapa un taco por la boca) E: Mhmh... no sé... hay muchos Sotomayores... (Primera opción: hacerse la loca) Marisa: Cierto.. pero a mi me interesa el Dr. Sotomayor que trabaja en urgencias de tu hospital... (“¿Para que pregunta si ya lo sabe?”) E: Oh... ese Sotomayor... es que conozco varios ¿Sabes? Uy... en mi barrio hay uno, se llama Rober ¿Segura que no es él? Aunque ese creo que es Sotomenor, pero bueno, viene a ser lo mismo ¿No? (Tuvo un flash de aquella canción... “Tu dirás que estoy loco, loco, loco, loco, pensarás que estoy loco, loco de atar y es verdad que estoy loco, loco, loco loco...”) Marisa: Ya, sí, vale. Mañana es su cumpleaños, hace una fiesta, una fiesta importante, eres amiga suya ¿No? E: Bueno... amiga lo que se dice amiga... yo más bien diría conocida... ¿sabes? Es que estamos en diferentes ondas y eso... Marisa: Sí, sí ¿pero te ha invitado o no? E: Pues... (“A ver realmente... ¿Qué posibilidades tenía de funcionar el plan de hacerse la loca? YO te lo digo, cero patatero. Sobre todo conociendo a Marisa”) Sí, me ha invitado, voy a ir ¿No? (Ya solo le quedaba la resignación y la aceptación... vale, también despotricar durante media hora) Marisa: Esa es mi chica... necesitamos que una familia en concreto se interese mucho por nosotros, pero mucho, mucho ¿Eh? Y adivina... tú vas a despertar su interés E: ¿Grito de alegría ya o espero a que cuelgues? Marisa: Disfruta de la fiesta, te doy los detalles luego (Y colgó, total, ya había conseguido lo que quería, Esther iría a la fiesta de Sotomayor a lamerle el culo a algún engreído rico para que subvencionase los proyectos de la ONG, refunfuño por lo bajini y siguió con el inventario) Después de llamar al servicio para que dispusieran el traje de montar y una vez vestida, bajó cruzando el ala este de la mansión y utilizando la gran escalinata en la que solían

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recibir a los invitados en las fiestas, no por educación sino porque verles en lo alto imponía mucho. Se encontró con su madre e intercambiaron una inclinación de cabeza, cuidada al milímetro, para que no pareciesen arrogantes a los ojos de la otra, fue todo el tiempo que se dedicaron. Macarena salió por la puerta principal donde un elegante pero práctico jeep la esperaba, de uso exclusivo para ir de la mansión hasta el establo, unos 500 metros o así. Juan Pablo, el chofer, le abrió la puerta y Macarena sonrió levemente antes de subir elegantemente al jeep, hasta en casa debían conservar las formas. No tardaron ni dos minutos en llegar al establo, donde Federico, el encargado, la esperaba en la puerta M: Buenos días, Federico ¿Qué tal se ha portado esta preciosidad? (Acercándose al caballo negro azabache que había junto a él) Federico: Muy bien señorita Macarena, su caballo es digno de la realeza. (Sonriendo de oreja a oreja) M: Espléndido. ¿Cómo se encuentra el pequeño? Federico: Hace dos días que apenas come, el veterinario ha prometido pasar después de la comida a examinarlo M: Bien, manténgame informada. Vamos a ver como estás de forma ¿Mhm? (Sonriendo al caballo de raza árabe, una de las mejores, que la miró curioso y con la cabeza alzada) Federico: Señorita Macarena, su pata está algo resentida... (El semblante de Maca cambió) M: ¿Resentida? Yo no le fuerzo nunca... Federico: Lo sé, pero su hermano Jerónimo... M: Creo que le di indicaciones muy precisas sobre ese tema. Jerónimo no monta mi caballo, bajo ningún concepto. (Su tono era duro y su semblante serio reforzaba esta sensación) Federico: Lo lamento, pero su hermano es muy convincente e influyente en la casa y... M: No quiero excusas. La próxima vez no me tomaré la molestia ni de avisarte, hay miles de domadores que estarían locos por tener a estos caballos a su disposición. (Federico agachó la cabeza abatido, en eso tenía razón, los Wilson poseían los mejores equinos de España) Mi caballo, mi palabra ¿Entendido? Federico: Sí señorita Macarena. (Retirándose) Subió con cuidado al caballo y le hizo andar un poco, para comprobar cuanto de cierto había en lo que le habían comentado, no parecía que ‘Biscuit’, como se llamaba el caballo, tuviese problemas, intentó con un trote más ligero y notó como zozobraba de una pata, suspiró y maldijo a su hermano antes de devolver el caballo al establo. No quería dañarlo por nada del mundo, era lo único a lo que podía decir que amaba Regresó a la mansión y se cambió de ropa para ir a ver a su padre, una de las mujeres del servicio le comunicó que Fernando de Castro había llamado en su ausencia, Macarena empezaba a cansarse de las atenciones de aquel rico encantador, asintió a la sirviente y fue hacia el despacho de su padre. Los nudillos acariciaron la puerta emitiendo un leve sonido, suficiente para que al otro lado la profunda voz de Antonio Wilson la invitase a pasar Macarena abrió encontrándose una habitación que conocía perfectamente, el gran escritorio de roble, la butaca imponente de su padre, los numerosos libros que nadie leía pero que le daban un toque culto a la estancia y la alfombra tejida a mano en Marruecos.

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Se sentó en una de las sillas que había delante de la mesa y esperó a que su padre dejara los papeles que fingía leer atentamente Antonio: Bueno... tengo trabajo para ti. (Alzando la vista y colocando las manos cruzadas bajo la barbilla, con aire pensativo) Este año aún no hemos colaborado en ningún acto benéfico... (Sacando una carpeta y dándosela a Macarena) En dos meses tengo pensado entablar relaciones con DelValle, es uno de los nuevo ricos aficionado al rollo naturista ese, sin duda que llegue a sus oídos que hemos hecho una importante donación nos beneficiará, al menos hará que las negociaciones sean más... fluidas. Mis contactos me han dado eso (Señalando las carpetas) Son proyectos por los que ese hombre tiene un especial... interés. Como relaciones de la empresa me gustaría que les echases un vistazo, a ver que sacamos ¿Mhm? M: Por supuesto, padre, en cuanto volvamos de Madrid las miraré. (Su padre miró serio hacia la ventana) Antonio: El señor DelValle es una persona importante, muy influyente... (Arrastrando las palabras con pesar)... y si las negociaciones llegasen a buen puerto... me colocaría en una posición ventajosa M: Padre, ya estás en una posición ventajosa. (La mirada de su padre se clavó en ella, se distinguía cierto toque de curiosidad) Antonio: Me sorprende lo poco que te pareces a mí a veces... (Suspiró levemente) Me refería a una posición aún más ventajosa. Cada detalle es muy importante... incluida tú elección. DelValle asistirá mañana a esa celebración... quiero que hables con él, tenéis muchas cosas en común (Irónico) El amor por los demás... háblale del proyecto que para entonces ya habrás elegido, simpatiza con él, gánatelo. Creo que sería una buena forma de romper el hielo ¿no? M: Sí, sin duda. (Su padre sonrió satisfecho) Antonio: Bien... tienes mucho que leer y pensar (Maca se levantó, aquélla era la forma de decirle que la reunión había terminado, tomó las carpetas y se dirigió a la puerta, cuando ya tenía el picaporte en su mano escuchó de nuevo su voz) Macarena (Ladeó la cabeza para mirarle) confío en que has la mejor elección M: La haré... Una hora antes de la celebración, Esther estaba sentada en unos escalones de su casa esperando a Rusti y Teresa, que iban acompañados de sus parejas, Queca y Tomás. Al final Esther había conseguido un vestido... bueno, en realidad era un disfraz de una vecina, que quitándole cuatro cosas que colgaban (y que Esther no había podido averiguar que demonios eran) hasta le daba un toque elegante, con aquel color verde que cambiaba de tono sutilmente con la luz y aquella sencillez, aunque claro... para que engañarnos, Esther llevaba media hora delante del espejo y lo único que veía era a un clon de la rana Gustavo... vamos, solo le faltaba abrir la boca mucho y colgarse un pañuelo verde más claro al cuello ¡Y ahí la tienes! ¡Doña Gustava! Así que con cierto complejo de rana (en cualquier momento se ponía a dar saltitos y a croar) y sentada en un frío escalón que le estaba dejando el trasero tieso, vio aparecer una furgoneta, que no era la de las tortugas ninjas pero vamos... poco le faltaba, quizás era más rollo equipo A, se estaba riendo ella sola cuando a través del cristal distinguió quien iba dentro. Genial... la rana gustava en las filas del equipo A... a lo mejor debía pedirle a su vecino rapero que le dejase algún medallón, para ir a juego más que nada. Aunque lo peor vino después, cuando Teresa y Qeuca se bajaron, Esther ya se echó a

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reír por no llorar, adivinad lo que vio... Verde, por todas partes, lo llenaba todo. Eso y a Rusti tirado en el suelo partiéndose de la risa. Eso también lo vio E: Gustava’s and company... (Soltó antes de acercarse a saludarles) T: ¡Otra de verde! ¡Rusti! ¡Llévanos a cambiarnos! ¡No vamos a ir todas de verdes! Queca: Mujer, no es para tanto... Esther (Acercándose a la enfermera) estás preciosa. (Esther puso los ojos en blanco y le dio dos besos, aquella mujer siempre tenía una preciosa sonrisa dibujada en los labios, Esther estuvo apunto de decirle lo de complejo de rana... Pero es que Queca iba de verde chillón y claro... no hubiese quedado muy bien ¿No?) T: Sí es que... ya lo decía yo, claro, estas también han leído el artículo de la revista. “La elegancia de los colores” y claro... todas verde. (Refunfuñando mientras subía a la furgoneta) E: ¿Qué dice gollum? (Queca la miró confundida) Teresa, Teresita Queca: Nada, que ella sacó la idea de una revista, la misma que he comprado esta mañana cuando me lo ha dicho Rusti, y dicen que en las veladas de alto standing ahora se llevan los colores Burdeos, oro y verde, pero que sobre todo el verde, que ese es muy elegante y no se que tonterías más... (A medida que Queca le iba explicando la imagen de su madre parada delante del quiosco se le vino a la cabeza... eso y su insistencia en que fuera de verde) E: La mato... Queca: ¿Qué dices? E: No, nada, que... ¿Subimos? (Mientras varios piropos hacia su madre sacudían su cabeza, cuando llegasen iban a impactar, y no quería llamar la atención, estaba allí por cosas de trabajo... pero bueno, peor hubiese sido si fuera en pelotas, porque con la rallada que le metió su querida madre con tal de no escucharla hubiese ido hasta disfrazada de pipi calzaslargas) Esther se fijó en el detalle de que cada vez que las miraba por el retrovisor se partía de la risa, por no entrar al trapo y decirle que el parecía el hermano feo de chanquete, se concentró en la ventanilla, primero reconocía las calles, la panadería de la Juani, el bar del Pablo, el callejón, luego calles que podrían haber sido las de cualquier ciudad y más tarde le dio una colleja a Rusti R: ¿Qué? (Frotándose la nuca) E: Te he visto ¿Eh? Guarda el sapo. (Señalando una ranita que Rusti acababa de colgar en el retrovisor) R: Mujer... es para ir a juego T: Que poco respeto ¿Eh? Queca, dile algo Queca: ¿Esa rana no es la que llevaba mi hermana en el coche cuando se lo robaron? R: ¡Anda! ¡Ya hemos llegado! Esther volvió a mirar por la ventanilla, estaba claro, por allí no había pasado en su vida, todo eran casa con jardines y grandes verjas, y cámaras de seguridad que cada vez que pasaban con la furgoneta cerca les seguían. Para no seguirles, con aquél trasto en un barrio como aquel lo raro era que no les hubiesen parado ya R: Macho... fijo que tienen hasta policía propia... (Mirando alrededor como todos, Esther suspiró, parecía que estuviesen buscando un objetivo para mangarles hasta la cubertería)

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E: Sí, seguramente... y como no aceleres lo vamos a comprobar. Además está ente mucho dinero, mucho dinero, pero no tienen corazón T: Pues yo que quieres que te diga... (Mirando atontada por la ventanilla) si para tener todo eso hay que perder el corazón... ¡Te regalo el mío! Mira, mira, cariño (A su marido dándole palmaditas) Aquellos tienes sauna ¿Ves el vapor? Y nosotros con el cuarto de baño que lo tenemos que arreglar desde hace veinte años por lo menos (Esther y el marido de Teresa, Tomás, suspiraron a la vez, se miraron y se echaron a reír) Vaya dos, encima de guasa. ¡Uy, uy! ¿Aquella no es la casa del Raúl? R: ¿El futbolista? ¡NO jodas! (Frenando en seco y empotrando a todos con los asientos de delante) T: No, ese de la serie esa que echan por las tardes... chiquillo ¿Tú también la ves? Mira que te has emocionado... R: Anda, calla, calla, a ver ¿Qué calle era? Queca: Cariño, te dije que trajeras el mapa R: Que no mujer, yo sé por donde voy... (Mirando confundido a todas partes) Tomás: ¡Tío! ¡Sigue la limusina! (Señalando una que se cruzó delante de ellos) ¡Acelera que la perdemos! (Rusti pisó al fondo y giró, le faltó nada y menos para empotrarse en el maletero de la limusina) Pa’ habernos matao... E: ¡Eh! (Dándole otra colleja) No te pares, coñe, tira para adelante R: ¿Por qué? Es aquí... (Mirando hacia una gran puerta con una alfombra roja y gente que no dejaba de entrar, en la puerta se leía el apellido Sotomayor) T: ¡Rusti, acelera, que se baja el chofer! R: Joder... (Dando marcha atrás y saliendo disparados, dieron un par de vueltas hasta calmarse) Venga, y ahora que... Tomás: Lo primero es deshacerse del vehículo... T: ¡Tomás! ¿Qué estás diciendo? Tomás: Que no pienso pasar por delante de esa fiesta con la furgo, la aparcamos por aquí y nos vamos andando, que como nos vea el chofer llegar con la furgo esos nos meten en alcatraz E: Ahí la has dado Tomasín Media hora después llegaban cansados y sudorosos a la casa, la madre que parió a Tomasín, ya lo podía haber dicho estando más cerca. El guarda les miró de arriba y abajo Guardia: Nombres. (A su lado pasaron una pareja a la que el guarda no pareció prestarles atención) R: ¡Eh! ¡Eh! ¡!que se cuelan! (El guarda alzó una ceja y en el mismo tono repitió) Guardia: Nombres Queca: Rusti, dáselos y vamos a dentro, necesito sentarme R: Vale, vale... (Suspirando le empezaba a dar los nombres, tuvieron que ensañarle hasta el DNI, llegaron a la altura de Esther) E: Me he dejado el DNI pero en las bragas llevo el nombre ¿Te sirve? R: Ahí, Esther, ahí Guardia: Señorita... E: Que poco sentido del humor, tintín. (Pellizcándole la mejilla al guarda y enseñándole el DNI, este la miró de arriba abajo y suspiró) Guardia: Procure no enseñarle el nombre a nadie ahí dentro... E: Buf, no sé si podré con la tentación... (Riendo y entrando con los demás)

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La limusina que el padre de Javier Sotomayor había puesto a disposición de los Wilson, grandes viejos amigos de otros tiempos, les recogió a la puerta del hotel. La familia al completo bajó, en parejas cogidas delicadamente del brazo, se acomodaron en los asientos de la parte de atrás y el chofer bajo el cristal que separaba os dos compartimentos Chofer: Llegaremos a la residencia de los Sotomayor en media hora, el señor Sotomayor a dispuesto de un pequeño cóctel para el trayecto, desea que sean de su agrado. (Volvió a subir el cristal con gesto automático mientras Jerónimo les servía algo de vino a todos) Antonio: ¡Brindemos! Esta va a ser una gran noche. (El padre de Maca estaba de un excelente humor, siempre que preveía que los negocios iban a mejorar se ponía así) Jero: ¡Por empezar con buen pie y que DelValle caiga rendido a nuestros pies! M: Por Javier Sotomayor... es su cumpleaños ¿Recordáis? Rocío: Hija, no digas tonterías, le traemos un regalo, nuestra mejor cosecha. ¡Brindemos por el futuro! Jero: Un futuro muy prospero. (Remarcó él y todos dieron un sorbo a sus copas) Las calles de Madrid le resultaban frías a Maca, acostumbrada a la calidez del sur, estaban ausentes de brillo, siempre le daba aquella sensación, por suerte la capital no era un lugar que pisase mucho, de hecho, ella evitaba desplazarse de Jerez, adoraba aquella tierra casi tanto como a los caballos. Aunque Madrid tenía algo que la seducía, aquel contraste, aquella variedad cultural propia de las grandes ciudades, aquel ir y venir apresurado... todo tenía un toque de vida, una vida gris pero llena de movimiento. En cada rincón, fuese la hora que fuese, era capaz de encontrar algo que llamase su atención, bien eran cosas sin importancia, cosas de gente sin importancia, y es que en Madrid la clase reinante era la media, tirando hacia baja en algunos barrios, excluyendo obviamente al que se dirigían. Pero hasta la gente rica a veces se para a mirar a su alrededor, si bien normalmente para mirar si es el que más tiene, en raras ocasiones, por el simple placer de ver movimiento, más vidas más allá del propio ombligo Antonio: Hija, ¿Ya has hecho tu elección? (Aunque era una pregunta el tono de su padre le advertía de la respuesta que esperaba) M: Sí, padre. (Asintiendo levemente y mirando por la ventana al tiempo que Jerónimo se acercaba a su padre para recibir su atención) Jero: Creo que primero deberíamos saludar a los Mercante, son buenos amigos de DelValle y tienen un hijo de la edad de Macarena, muy arrogante y muy bocazas también, pero es un buen punto de partida, Macarena podría dejarle caer lo del proyecto, con las ganas que tiene de ascender ese tipo, seguro que ira a contárselo a DelValle, para ganarse su aprecio. Esperemos que Macarena se lo gane al mismo tiempo. ¿No, padre? Antonio: Me parece una estupenda estrategia ¿Macarena? M: Sí, si creéis que eso nos beneficiará... pero no voy a soportar al hijo de Mercante mucho tiempo. En lo de bocazas y arrogante te quedas corto Jerónimo Rocío: Aguantarás lo que haga falta. Es por el bien del apellido Wilson Antonio: Cariño, no creo que esa estrategia surta efecto con tu hija. Macarena... (Esta le miró sabiendo de sobras lo que iba a decir) Sí haces esto... tendrás todo lo que desees... M: Bien, padre (Aunque lo que deseaba era precisamente aquello que no estaba al alcance de las poderosas manos del patriarca de la familia... su príncipe azul, eso no se lo podía dar)

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Antonio: ¿Y bien? ¿A quien vamos a tener que ayudar esta vez? M: Bien... (Había meditado largamente su elección, más que nada porque era la única forma de librarse de todo aquello) Todas las empresas colaboran con grandes ONG, organizaciones con un gran nombre y mucha reputación (Su padre asentía levemente) ¿Y si fuese una pequeña? Una ONG con poco fondos... con pequeños proyectos que quieren hacer grandes, para lo que hace falta dinero, que aún cree en lo que hace, que lleve poco tiempo activa pues, una ONG que necesite (Remarcando el verbo) ese dinero como agua de mayo. Bien, si fuese una pequeña, contaríamos con la admiración del gran hombre por dos motivos, no ayudaríamos solo a esas personas que viven en la miseria... también a la ONG, una doble contribución. Para un idealista como DelValle ese sería un golpe de gracia. (Su padre sonrió orgulloso, sin duda, su hija era una Wilson, pensaba como tal) He estudiado los proyectos que me diste, y solo hay una que reúna estos requisitos. Sede en Madrid. Eso le encantará, podemos decirle que el motivo oficial de nuestra presencia no es la celebración sino una visita ficticia a la ONG, llorará de emoción. Y por último, para ganarnos su confianza y su respeto, creo que deberíamos mandar a alguien de nuestras bodegas a ‘supervisar’ el proyecto. ¿Qué os parece? Antonio: Una idea espléndida, hija Jero: Me parece bien... ¿A quien mandamos? Porque no te veo en medio de un montón de hambrientos Macarena M: Alguien de las bodegas, de confianza, no un Wilson. Aunque si te ofreces voluntario Antonio: No digas insensateces, tu hermano es imprescindible, y no pienso enviarte a ti, un trabajador, algún encargado, ya lo pensaremos Jero: Mientras Maca juega a mujer solidaria yo debería hablar con Montalbán, también es amigo de DelValle, colaboraron en un par de empresas Antonio: Sí, hijo, yo tengo que hablar con algunas personas, viene bien recordar quien es Wilson... Rocío: No quiero espectáculos... Antonio: Sabes que en cuestión de negocios soy muy discreto, cariño... Notaron como la limusina se detenía suavemente y un fuerte frenazo detrás de ellos, miraron al conductor que había bajado el cristal para indicarles su llegada a la residencia Sotomayor y este se encogió de hombros, bajó del coche y los Wilson permanecieron dentro. Poco después el chofer abría la puerta y descendían tranquilamente Chofer: Disculpen, hay gente que no debería tener el carné de conducir... Antonio: Rocío, ¿Vamos? Rocío: Por supuesto cariño.. (Ignorando al chofer, Jerónimo les siguió y Macarena se quedó un momento mirando al chofer, negó con la cabeza y actuó como el resto de su familia) El guarda que habían puesto en la puerta les hizo una leve inclinación de cabeza, correspondida más levemente aún por la familia, entraron por la gran puerta y fueron a para al gran salón de la mansión, la mayoría de invitados ya se encontraban presentes. Rápidamente localizaron a sus objetivos y cada uno se dispersó hacia su presa Javier se acercó a la plantilla del hospital, que había replegado posiciones cerca de una de las numerosas mesas del catering y que no tenían intención de abandonar. Todos les había mirado, algunos aún lo hacían, Esther había comprobado que no iba en bolas varias veces, topándose con Gustava, lo que la dejaba tranquila. Hacía rato que se habría

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ido, de vez en cuando les llegaban las voces de algunas conversaciones y le entraban ganas de plantearse seriamente el suicidio... o el asesinato ¿Cuántos años caían por eso? Y ni siquiera la comida le gustaba, porque piernas y dices... ricos... dinero... fiesta... muchísima comida... llegas toda ilusionada a la mesa esperando ponerte hasta más arriba y lo único que encuentras es un montón de cositas enanas, muy cucas eso sí, que se te cuelan entre diente y diente... aunque Rusti había ideado el plan perfecto, había pedido lonchas de pan de pagés y metía un montón de aquellas cositas entre loncha y loncha, nombrado oficialmente, ‘Bocadillos de cucadas’ por Laura, que iba y venía, bueno, moverse no se movía, pero Esther la pillaba casi todo el tiempo buscando a Javier. Pobre chica... lo que hace el amor V: A menos el vino es bueno... R: ¿Vino? Trae anda, que los médicos no sabéis de esto... (Tomando una copa) J: Rusti, no sabía que catabas vino... R: ¿Catar? Que dices de catar, esto de un trago entra mejor... E: Eso, a ver si la pillamos hoy ¿eh? Que luego tienes que conducir la furgo... R: Bah, por no ir donde la hemos dejado nos pilamos un taxi... J: ¿Os gusta la comida? (Riendo al ver como Vilches examinaba una de aquellas cosas) V: Ah... ¿Es comida? Yo que creía que eran las migajas de lo que hubiese antes... J: Perdona, pero eso (Señalando las bandejas) Son grandes obras maestras de chefs prestigiosos E: ¿Grandes? Define eso. (Con una ceja alzada) Eran grandes y se han encogido ante tanto lujo ¿o que? L: Pues a mí me encantan... (Metiéndose una en la boca) E: ¿Tu no eras alérgica al marisco? (Mirándola sorprendida) L: Sí... ¿Por? E: Porque eso llevaba gambas... Creo... Carlos: Sí, esas sí, y las de antes también. Chica valiente ¿Eh? L: ¡¿Qué?! (Salió disparada... hacia el baño seguramente, Esther suspiró resignada, es que el amor ciega, pero mucho) J: Esther, antes me has dicho algo de DelValle... E: Sí, que si no te importa... ¿Me lo puedes presentar? T: No me digas que te ha gustado, ¡Si puede ser tu padre! (La vista de Teresita se perdió entre la multitud) ¿Aquella no es la Kournikova? (Esther puso los ojos en blanco y miró a Javier de nuevo) E: Cosas de la ONG ¿Puedes? J: Claro, vamos en un momento... Mientras tanto en otro lado de la sala, Macarena aguantaba con una falsa sonrisa la charla trascendental de Arturo Mercante, que le estaba mostrando las interesantes ventajas del polo sobre la regata... Era tan típico en los hombres de su clase, que Macarena a veces dudaba que fuera a enamorarse de ellos. Por suerte llegó un conocido jinete, uno de los grandes de aquella temporada con el que mantuvo una más que agradable charla sobre hípica, a Arturo parecía que aquello le daba igual, no estaba por la conversación, sí por las piernas de ella, a lo que Macarena respondía con indiferencia. DeLaCrua, un competidor del apuesto jinete, se acercó a saludarle, quedando cautivado por la señorita Wilson DeLaCrua: Señorita, Françoise DelaCrua, para servirla

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M: Macarena Wilson, un placer. (Aceptando el beso que aquel hombre dejaba en el dorso de su mano) En un momento me he rodeado de los mejores jinetes del país, estoy deseando que llegue este fin de semana DeLaCrua: ¿Sigue usted la hípica? M: Soy una gran aficionada, sí, lo suficiente para admirar su porte sobre el caballo y la facilidad con la que ejecuta cada movimiento DeLaCrua: No con tanta facilidad como parece... pero es un halago viniendo de una mujer tan bella, tal vez un día podríamos salir a montar M: Tal vez.. aunque ahora estoy muy ocupada en un proyecto con una ONG (Arturo pareció interesado en esa parte) DeLaCrua: Además solidaria... es usted un ángel caído del cielo. (Macarena fingió ruborizarse, aunque aquellas palabras no le decían nada) M: Es parte de mi trabajo... DeLaCrua: No debería ser tan modesta, señorita, es algo admirable en una mujer de la clase alta Antonio: Conozco a un hombre al que le encantará escucharte hablar de esa ONG. (Quería Lamar la atención de Macarena, aquellos dos empezaban a sobrarle) M: Hay mucha gente interesada... Arturo: Sí, pero él está muy interesado, de hecho busca nuevos proyectos en los que contribuir, le agradará saber que alguien como los Wilson están ayudando a la comunidad M: Será un placer conocerle, pues Se dirigieron hacia un pequeño grupo que había a un lado, Macarena distinguió a Javier Sotomayor, el hombre con el cabello blanco y el traje negro debía ser DelValle, que hablaba animadamente con una mujer que llevaba un sencillo vestido verde, esta estaba de espaldas a Macarena, pero sus movimientos la delataban como de clase inferior, sin duda una de las invitadas del pequeño de los Sotomayor. Arturo se paró a saludar a un conocido mientras Macarena le seguía observando. DelValle parecía muy atento con aquella mujer, ¿Una amante? Examinó bien a la chica, piernas esbeltas, con cierta clase, cuerpo fino, un lunar en el hombro izquierdo que podía resultar sensual, unas manos delicadas por lo que pudo ver, demasiadas gesticulaciones con ellas al hablar, era el fallo que la delataba, pero por lo demás parecía encontrarse cómoda, la chica ladeó la cabeza para decirle algo a Javier y Macarena contempló el perfil de su rostro... era guapa, no una belleza como muchas de las que había allí, pero tenía un algo que atraía. DelValle quiso llamar su atención enseguida, tomándola brevemente por el brazo. Amantes. Un nuevo punto de ataque. Hazte con la amante y te harás con el gran hombre Esther se lo estaba pasando en grande con aquél tipo, vale, le había pillado como un par de veces mirándole el escote... quizás más. Pero estaba ‘deseoso’ de participar en el proyecto, incluso se acababa de ofrecer como voluntario, por lo que Esther se estaba partiendo de risa por dentro, quedaba poco fino hacerlo delante de sus morros, pero es que cada vez que le miraba se le venía la imagen de aquel tipo rico, viejo y verde (casi tanto como su vestido) en medio de la selva, sin poder ducharse y luchando contra los piojos y los mosquitos... todo un espectáculo DelValle: Pues sí, sí, señorita, yo ya he estado en otras misiones humanitarias, aunque la apariencia le engañe estoy echo todo un aventurero (Esther frunció el ceño con una sonrisita nerviosa ¿Aquel tío le acababa de guiñar un ojo)

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Antonio: DelValle... (Acercándose a aquel hombre, Esther se giró, un tío pijo con una tía igual de pija, con lo bien que se lo estaba pasando) DelValle: ¡Arturo! Ven, quiero presentarte a alguien increíble... (Mirando con ojitos a Esther, a esta se le vino otra vez aquella imagen y no le quedó otra cosa que taparse la boca con una mano)... esta señorita es Esther García, trabaja en una ONG ¿No es emocionante? (Sonriéndole) Arturo: Sí, eso es genial. Soy Arturo Mercante, a su servicio. (Esther intentó no tener arcadas ¿A su servicios? Ese tipo no se escuchaba a si mismo ¿No? Porque vaya palabritas que usaba...) E: Un placer... (Consiguió decir sin apenas reírse) J: ¿Maca? (Al darse cuenta de la presencia de la mujer) Esther la miró mientras saludaba y felicitaba a Javier, era de aquellas mujeres que descartaba rápidamente como posible amistad, bueno, era de aquellas a las que miraba y se sentía mal, tan altiva, con aquella mirada tan arrogante, una niña que lo había tenido todo, y lo seguía teniendo, seguro que era muy superficial y que no miraba más allá de su ombligo... vamos... una pija de cuidado. Eso sí... como todas las pijas... Era guapa, seguro que tenía a un tipo de esos como los de las revistas, de esos guapetones, no es que ella quisiese uno de esos, de hecho... no quería ninguno. Pero le daba rabia que hubiese gente que lo tenía todo porque sí y otra que no tenía ni donde caerse muerta. Eso sí, muy guapa pero DelValle no le quitaba ojo a su trasero, ya se empezaba poner nerviosa DelValle: Señorita Wilson ¿Me equivoco? (Esther sonrió, se iba a librar de las miradas calenturientas de aquel tío) M: No se equivoca, aunque dudo que un hombre como usted lo haga alguna vez. (Sonriendo de oreja a oreja) Esa sonrisa es más falsa que judas, a ver si no va a ser pija y solo es una trepa, seguro que es amante de alguno de estos, así, como en la tele, que le quita todo el dinero a los viejos ricos... y claro, aquí el ‘cachondo’ encaja a la perfección en el tipo, sumida en tales pensamientos no se había dado cuenta de la mirada desafiante que le había echado a aquella mujer, mirada que al darse cuenta esta fue correspondida. A Macarena no le gustaba que la desafiasen, mucho menos una chica de barrio como aquella J: Maca, te presento a una amiga.. Esther, esta es Maca una vieja conocida de la familia... Maca, ella es Esther compañera de trabajo y amiga. (Las dos mujeres seguían desafiándose con las miradas) Macarena estaba asombrada del aguante que tenía aquella mujer, Esther se llamaba ¿No? Lo debía reconocer, pocas eran capaces de soportar su mirada, quizás aún tenía más instinto de territorio que ella, se la imaginaba en uno de esos barrios llenos de bandas, por un lado aquella idea la asustaba, ella era muy buena tratando con los de su clase, pero los de clases más bajas... eran capaces de todo DelValle: Arturo, le estaba diciendo a Esther que contasen conmigo para ir a una misión, como antes Antonio: Esa es una idea estupenda. (Esther lo caló al instante, la palabra pelota apareció en su mente en mayúsculas)

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DelValle: Sí, aunque me gustaría saber algo más del proyecto. (Esther se echó de nuevo a reír, ¿Cómo alguien tan educado podía ser tan descarado ¡Le había vuelto a mirar el trasero!) J: ¿Cómo está tu hermano? (Pues vaya guardaespaldas se había buscado, ¿Javier estaba tonteando con aquella pájara? Anda que como lo viese Laura, vaya... eso podía animar un poco la fiesta) M: Bien, seguro que en breve pasa a saludarte, ya le conoces, el sucesor de los Wilson. (Bromeó) J: Sí, ya me lo conozco Antonio: DelValle, Macarena me comentaba que su familia va a hacer una importante donación a una ONG de aquí. ¿No te parece interesante? DelValle: Mucho, aprovechando que tenía que venir a la fiesta para hacer negocios ¿No? (Riendo divertido) M: Lo cierto es que se trata de todo lo contrario, no te lo tomes a mal Javier. (Acariciando su brazo) Pero he venido a Madrid para hacer una visita a la sede que dispone aquí la ONG DelValle: Eso sí que es interesante.. (Mirándola asombrado) No esperaba eso de un Wilson, ya se sabe... rumores M: No hay que hacer caso a todo lo que se escucha DelValle: Sin duda... ¿Y de que ONG se trata? M: Bueno, recién se acaba de estrenar ahora en proyectos grandes, de hecho, en el que vamos a colaborar es en Rwanda. (Una voz de alarma saltó en la cabeza de Esther ¡Venga ya! ¿En serio? Su ONG era la única de Madrid que en aquellos momentos tenía en mente un proyecto allí) DelValle: ¡Eso es maravilloso! Esther trabaja en esa ONG. (Sonriendo a las dos mujeres, que volvieron a retarse, Macarena intentaba convencerse de que se la tenía que ganar, pero aquella mirada no podía serle indiferente) M: Sí, espléndido... E: Sí, claro... Jero: ¡Javier! ¡Felicidades, hermano! (Jerónimo lo estrechó entre sus brazos) ¡Ay! Perdonad... es que a veces se me olvida eso del protocolo. (Macarena lo miró divertida, su hermano era un gran actor) Jerónimo Wilson señores, señorita...(Besando la mano de Esther) ¿Y ese? ¿De donde había salido? Al menos no parecía tan arrogante como el resto, aunque el apellido... era pariente de la estirada. ¿Tal vez el chico malo de la familia? J: Jero... ¿Ya terminaste los negocios? Jero: Sí, sí, buf... ya sabes, mi padre y sus cosas... (Macarena sabía a que jugaba su hermano, estaba ignorando completamente a DelValle, para que no se diese cuenta del interés que tenían los Wilson en él, pero a la vez estaba grabando el apellido en la cabeza de aquel hombre, chico listo) Bueno ¿De qué hablabais? (Mirando a su hermana y a Javier) M: Hablamos del proyecto humanitario de Rwanda, al señor DelValle le interesa ese tema y esta señorita (Muérdete la lengua Macarena) trabaja allí ¿No te parece una grata casualidad? Jero: Sí, por supuesto. ¿Así que vas a ir a Rwanda? (Mirando a Esther juguetón, ¿Qué estaba haciendo? Aquello ya no le encajaba a Macarena... tal vez él hubiese notado lo que ella, y también la considerase como un punto de entrada)

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E: Sí, y el señor DelValle también. (Jerónimo dudó un momento, al final optó por no mostrar su sorpresa) Jero: Eso es genial, me parece formidable, si no tuviese tantos compromisos como tengo con la empresa, yo mismo iría. (Macarena pensó lo falso que podía llegar a ser su hermano, aunque era algo de familia, ella lo llevaba siendo toda la noche) DelValle: ¿Y tu Macarena? ¿No te animas? Sería un honor ir acompañado de dos bellezas tan asombrosas como vosotras. (Jerónimo miró a su hermana sonriente, Macarena supo en aquel momento lo que pasaba por la cabeza de su hermano, pero estaba segura de que su padre no aprobaría aquella idea, una cosa era ser ambicioso y otra muy diferente era mandar a su propia hija a lo que debía parecerse al infierno) M: Pues no creo que pueda, a pesar de no cargar con tanto peso de la empresa como mi hermano, mi agenda está bastante ocupada, mantener las relaciones con todos nuestros socios y conocidos es una tarea a veces bastante complicada Jero: Bueno, pero siempre se puede hacer un huequito, además, seguro que te mueras de ganas por ir ¿No? (Esther rió divertida, a aquella pija la desafiaba hasta su hermano, le había caído bien el tal Jero) M: Sí, claro DelValle: Esther ¿Qué te parece si mañana nos pasamos Macarena y yo por la ONG y nos explicas más detalladamente el proyecto, o mejor... os invito a cenar al mejor restaurante de Madrid, Esther te encantará ese sitio M: No creo que... Jero: ¡Eso sí que es genial! Maca, tranquila, que yo te respaldo ante papa ¿Eh? (Macarena miró con rabia a su hermano, era un manipulador, incluso sobre ella, miró a la mujer que parecía muy divertida con todo aquello) M: ¿Algún inconveniente, Esther? (Alzando una ceja) E: No, no... será interesante. (Mientras empezaba a imaginarse a aquella mujer en Rwanda, eso sí que sería todo un espectáculo, aunque seguro que aquella pija se echaba atrás, en cuanto se informase mínimamente sobre la situación del país... aunque, pensándolo bien ¿Y si no lo hacía? ¿Soportar durante tres meses a una niña engreída quejándose cada cinco minutos? Ni de coña...) Aunque, DelValle, debería pensárselo mejor, lo de ser voluntario... será duro por todo lo que esta pasando allí... DelValle: Soy consciente de ello... pero contaremos con protección ¿No? E: Por supuesto, sería un suicido si no tuviésemos... Macarena empezó a asustarse... ¿Suicidio? Aquella barriobajera había dicho esa palabra? Pero.. ¿No era una misión humanitaria? Repartir algo de comida, acercarse a alguno de aquellos muertos vivientes y hacer una foto de recuerdo... cosas así... E: ¿Supongo que ya sabrás como están las cosas por allí Macarena? (Y encima aquella mujer tenía la desfachatez de volver a retarla, y esta vez no solo con miradas sino con palabras también, no iba a consentir tal cosa, su orgullo estaba por encima de aquella mujer y de lo que pudiese haber en Rwanda) M: Lo sé, por eso hago la donación y por eso intentaré hacer un hueco en mi agenda, aunque no lo crea posible E: Ya... muy ocupada... (Sonriendo divertida, Macarena estaba a punto de abofetear aquel rostro, pero era demasiado educada y refinada para tal muestra de violencia, apretó los puños y siguió sonriendo mientras deshacía con la mirada a Esther, o al menos lo intentaba) DelValle: Sin duda va a ser un viaje interesante si decide acompañarnos, Macarena. (Esta miró a su hermano, seguro que le estaba haciendo las maletas mentalmente)

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M: Sin duda alguna... El resto de la fiesta pasó entre miradas amenazantes entre ellas dos, aguantar la charla de un Rusti algo más que bebido en el caso de Esther y de un Arturo extremadamente interesado en la ropa interior de Macarena, era increíble que alguien de su clase se mostrase así y Macarena ya había conseguido lo que quería de él, que le presentase a DelValle, además, empezaba a pensar que quizás aquella insulsa mujer era mejor puerta de entrada que no el pequeño Mercante Esther tuvo que volver a casa en taxi, primero porque Rusti no estaba para conducir, segundo porque alguien había llamado a la grúa para que se llevase la furgoneta... seguro que alguno de aquellos pijos diciendo que rompía la estética del barrio, vale, no era algo que se viese normalmente por allí ¿Pero tan difícil era no avisar a la grúa? Porque vamos, hasta a un pijo con un mínimo de capacidad de razón se le hubiese ocurrido que aquella cosa tenía dueño. Después de pagar un ojo de la cara y medio de la otra por la carrera se metió en el portal, tenía los pies que ya ni los sentía, vamos, sabía que estaba ahí porque seguía de pie en vez de estar arrastrándose hacia el ascensor en plan zombie, que si no... para colmo al llegar a la puerta del ascensor vio un papel enganchado con un chiclet en el que ponía algo como: “La gorda de la becina sa empeñao en subirse y lo ha jodio... me cawén en su... ******” (Vale, censuraremos esta parte ¿Oks?) E: Genial, perfecto, joder... (Iba refunfuñando mientras subía las escaleras, en el tercero se encontró con una parejilla que creía haber encontrado un sitio intimo... ¡En medio de la escalera! Y ni siquiera se habían dado cuenta de que una sudorosa Esther los miraba con mala leche, vamos... eso... o eran un poco bastante exhibicionistas) Perdón... ¿podéis? Hombre: Tía no nos cortes el rollo... (Mirándola furioso) E: Tío, ponte en medio del rellano si te va que te miren, que aquí no dejáis pasar Hombre: ¿Pero esta de que va? E: Mira, vengo de mal humor, así es... ¡O te muevo! (El tipo pensó que lo mejor era retirarse... la vena del cuello de Esther amenazó con estallarle en la cara, así que muy amable cogió a su chica y se echaron a un lado) Hombre: Si te ha gustao... hay más Cerró la puerta de su casa de un portazo al llegar, mientras se prometía a si misma que tenía que cambiar de piso, eso o cargarse al vecino, aunque... ¿Quién era el tío de la escalera? No lo había visto en la vida... echó los tres pestillos de seguridad por si las moscas, su madre la había obligado a ponerlos. Lanzó aquellos zapatos creados por algún malicioso chino como método de tortura lo más lejos posibles, se fue a la nevera y buscó algo decente que comer... a falta de comida una cerveza no le iría mal al abrió y se echó sobre el sofá. No sabía como al final cenaría con dos pijos, en una mesa pija de un restaurante pijo situado en una manzana pija de un barrio pijo ¿Dónde iba a acabar todo aquello? La idea de ir a Rwanda le parecía cada vez menos atractiva... sobre todo si aquellos se decidían a ir, aunque si iban... ¡¡¡se iba a echar cien carretes de fotos!!!

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A diferencia de Esther, cuando la familia Wilson se retiró la limusina ya les esperaba y en menos de veinte minutos estaba en la puerta del hotel, sin ningún tipo de contratiempo, quedaron en desayunar juntos para hablar de los progresos durante la fiesta y cada uno subió a su suite. Macarena dejó su chaqueta en el ropero que había a la izquierda y miró hacia el dormitorio, le habían dejado unas rosas y una nota, seguramente Fernando DeCastro, suspiró y se acercó al despacho, encendió el portátil y envió un mail a su secretaria urgente. Necesitaba saber la situación actual de Rwanda... y todo lo que pudiese encontrar sobre aquella mujer, tenía un mensaje de una amiga, había conseguido que un modista famoso las recibiera antes de las carreras de Jerez, Macarena no contestó, no sabía si por culpa de todo aquello podría asistir o no. Aunque se le ocurrió una pequeña idea en caso de que su padre le pidiese hacerse con aquella chica... si Mahoma no va a la montaña... la montaña va a Mahoma. Se acostó sonriente, habiendo avisado al servicio de habitaciones para que la despertaran A las nueve de la mañana se encontraban en la terraza de la suite de sus padres, con un gran desayuno delante al que no prestaban la más mínima atención y hablando de lo acontecido la noche anterior Jero: Así que la semana que viene nos harán una visita a las bodegas, seguramente cerremos el trato entonces ¿Qué te parece, padre? Antonio: Muy bien hecho, naciste negociando hijo. (Orgulloso de su primogénito) ¿Macarena? M: Sobreviví a la conversación de Arturo... Rocío: Hija, creo que eso no es lo que tu padre te pregunta M: Esta noche cenaré con DelValle y una trabajadora de la ONG. Él mismo nos invitó Antonio: Algo me comentó Jerónimo. (Mirando a su hijo un momento) ¿Qué has pensado hacer? M: Ir, hablar con ellos, mostrarme interesada, ganarme a DelValle y conseguir lo que todos queremos Jero: Hermanita, creo que lo ves demasiado fácil... (Desafiándola) Padre, DelValle se mostraba mucho más interesado en esa mujer que en Macarena, de hecho, creo que la invitación a cenar fue una mera formalidad, lo que él quiere es conseguir a esa chica. Creo que para llegar a él, hay que hacerse con ella M: No pienso hacerme con ella. No hará falta. Después de esta noche DelValle estará a nuestros pies Antonio: No te muestres tan segura Macarena, yo tampoco creo que sea tan sencillo, además... corremos el peligro de que esa chica este interesada en el dinero de DelValle, y siendo un viejo falto de cariño podría llegar a dárselo todo, cosa que obviamente no nos interesa... M: Ya he pedido un informe de ella, por asegurarme de quien es, pero no creo que sea necesario Jero: ¿Y eso? (Frunciendo el ceño) M: Venga, es una muerta de hambre pero tiene valor, aguantó mucho anoche, las miradas de un montón de gente sin apenas inmutarse, es orgullosa y fuerte, no creo que necesite a un viejo rico para conseguir lo que quiere Jero: ¿Y eso cuando lo describiste, antes o después de casi pegarle? M: Lo sé y punto. Padre, no te preocupes, esta noche DelValle se interesara más por los Wilson

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Antonio: ¿Y si no es así? (A Macarena le dolió aquella desconfianza por parte de su padre, aunque era algo común en él) M: Sí no es así... voy a perseguirle hasta conseguirlo Jero: ¿Rwanda? (Sonriente) M: Rwanda, Japón o donde sea. Lo conseguiré. (Retando a su hermano) Jero: Eso ya lo veremos ¿eh? A las diez de la noche avisaban a Macarena de que el señor DelValle la esperaba en la recepción del hotel, ya estaba completamente arreglada y preparada, pero el protocolo no escrito exigía hacer esperar al acompañante, por muy importante que este fuese, además, seguía dándole vueltas a todo lo que su secretaria le había enviado. Rwanda no parecía un lugar muy propicio para negociar, ni para nada en general, estaban en continua guerra, el 80% de la población tenía enfermedades contagios y mortales algunas de ellas y el 99% estaba en la miseria. Se le escapaba como un proyecto como el de aquella ONG podía ayudar a aquella gente, un país entero, era imposible abarcarlo. También le daba vueltas a la información que le habían mandado de Esther, una chica corriente en un mundo corriente, no había nada destacable en su currículo, algo que la sorprendió, había esperado que alguien tan orgullosa como ella tuviese algo, pero lo cierto es que no tenía nada a parte de aquel título de enfermera y algunos antecedentes por posesión de droga. Una barriobajera común. Y una pregunta le comía dentro ¿De qué estaba orgullosa aquella mujer? ¿De donde venía la fuerza que había visto en su mirada? Para alguien como ella, acostumbrada a que con un solo gesto la gente agachase la cabeza, aquella mujer suponía una duda razonable. Se sentó en la terraza meditando sobre todo ello, hasta que exactamente quince minutos después decidió bajar. Esperaba que DelValle la fuese a buscar primero a ella y luego a Esther, pero se sorprendió al ver a aquella enfermera plantada al lado de DelValle, con vestido nuevo, seguramente cosa de aquel hombre y mirando alrededor con desdén.. aquello le resultó gracioso, el mismo desdén que ella misma utilizaba cuando se encontraba en un lugar que no era de su altura DelValle: ¡Por fin! Pensábamos que se te había olvidado... (Saludándola con una inclinación de cabeza y agarrado del brazo de Esther) Esther la miró con una ceja alzada, pensando que seguramente había tardado tanto porque estaba retocándose el pelo, pintándose las uñas o decidiendo si se pondría un vestido Armani o uno de Versace. Mientras que ella iba disfrazada de chica pija por culpa de que el viejo verde se había empeñado, para rematar la faena aquel viejo había escogido un vestido que le apretaba el trasero y con el que apenas podía moverse M: Esther... (Mirándola fijamente) E: Macarena... (Desafiante) DelValle: Señoritas, tengo mesa reservada en el restaurante Balzac. (Mientras sonreía y las acompañaba hacia la puerta) ¿Balzac?¿Que nombre era ese? ¿Extranjero? Genial, Esther ya se veía volviendo a casa hambrienta y llamando a alguna pizzería, pero claro, con la gente que iban lo de ir a Casa Paco no era lo adecuado ¿No? Con los filetes que pone paquito, con su juguito y todo... ¿Y la pija que estaba mirando? ¿La estaba mirando a ella? Vaya nochecita que le esperaba...

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Macarena la miraba, sí, eso no lo podía negar, se lo estaba pasando en grande con las caras que ponía la enfermera, era muy poco sutil, sus expresiones lo decían todo. En aquel momento le decían que no le gustaba aquello y que quería estar en otro sitio. Y al ver la limusina su rostro le dijo que aquel vestido no le gustaba, su rostro y la mano que se llevó a la cintura sosteniendo la costura, aquel tipo se había equivocado con la tala de Esther, una talla menos, lo suficiente para que se lo pudiera poner pero que le apretase. Esther subió primera y Macarena justo detrás de ella, no pudo evitar pensar en que DelValle era un viejo verde muy listo. No se había equivocado de talla, el trasero de Esther estaba enmarcado con precisión Cuando se tuvieron que bajarse Esther se lo pensó dos veces, más que nada porque le daba la sensación de que aquel vestido se había roto, pero no, estaba de suerte, al salir lo llevaba aún puesto, lo notó cuando se puso de pie y seguía sin poder respirar. Estúpido DelValle. Estúpida Macarena. Estúpido modista. ¡Estúpida jefa que se había ido a buscar! Ya cuando vio al tío disfrazado de pingüino que cogía la limusina y se la llevaba tuvo un mal presentimiento, y cuando entró y vio el ambiente del local... pero lo bueno fue cuando se sentó en la mesa y vio toda una cubertería a su disposición ¿Para que era todo aquello? ¡Si con un tenedor, una cuchara y un cuchillo ya le valía! Se fijó en la mirada divertida de Macarena, aquella pija se lo estaba pasando en grande riéndose a su costa, eso sí que no, jamás. Cogió decididamente la carta y la leyó fingiendo elegancia... aunque por dentro estaba pensando si tenía algún diccionario a mano, o una guía de cocina para tontos ¿Qué eran todas aquellas cosas? ¿Y el otro pingüino? ¿Iba a seguir allí todo el rato? ¡Así no había quien se concentrase! A ver, Esther, no es difícil... pide algo que te suene ¡Ya está! Ensalada de... ¿Eso que es? Bueno, el azar nunca falla, así que mientras Esther cantaba el pito-pito gorgorito en su cabeza Macarena la observaba, igual que DelValle, que parecía querer a una Esther como primer plato. Al final tendría que hacer ese viaje DelValle: Bueno, Esther, cuéntanos cosas del viaje. (Concentrado en sus pechos y labios más que en lo que decía) E: Bueno, vamos allí, hacemos lo de siempre y volvemos. Más o menos. (Distraída mientras se decía que el pito-pito le había fallado) M: Creo que es algo más complicado que eso, ese país está en guerra, es un suicido ir allí E: Vaya ¿Sabes que esta en guerra? (Sonriendo sarcástica) M: Sí, y que no vamos a poder hacer nada por ellos también. Es más, te sorprenderías de las cosas que sé E: Bueno, y si tanto sabes y es un suicidio... ¿Por qué vas? M: Aún no he dicho que vaya a ir... DelValle: Eso sería una lástima y Macarena sí que podemos hacer cosas por ellos. (Macarena miró a DelValle, maldijo, su hermano tenía razón, pelearse con Esther no era buena idea, tenía que hacerse con ella) M: No lo suficiente, es un proyecto poco ambicioso, ¿Qué abarca? ¿Una comunidad? ¿Dos? El país entero se muere de hambre. Y no digo que no podamos hacer nada, algo sí, y más contando con gente experimentada como Esther (DelValle sonrió complacido, genial, iba a tener que hacerle la pelota a la enfermerucha) pero no es suficiente E: Macarena, nunca es suficiente, el mundo siempre estará así mientras haya sitios como este. (Señalado a su alrededor) Sí hay un sitio tan lujoso, tiene que haber uno

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desastroso. No puede ser que unos tengas tanto, el único motivo por lo que lo tienen es porque otros no tienen nada M: Esther, todo esto está construido a base de esfuerzo y esa gente no se ha esforzado en mejorar, se limitan a extender la mano E: Eso no es verdad, están luchando por sobrevivir, y nosotros les estamos intentando ayudar en todo lo que podemos. Es el trabajo de una ONG ¿Sabías? DelValle: Hay tienes toda la razón Esther M: Tal vez sí, o tal vez no ¿Merecen que les ayudemos? E: Todos merecen unas condiciones de vida dignas. Tener un plato de comida, un sitio caliente donde dormir y una salud buena. No puedes decir quien merece y quien no, nadie puede hacerlo. (En su mirada había enfado, igual que en la de Macarena, ¿Cómo iba a hacerse con aquella chica?) DelValle: Señoritas... ¿Pedimos? (Mirando al camarero) M y E: Claro... (Un respiro, Macarena pidió pensando en como hacerlo, como conseguir lo que se había propuesto, ganarse a DelValle para restregárselo a su hermano, como ganársela a ella...) Esther estaba harta, aquella mujer era una pija engreída sin corazón, ¿Cómo podían salir tantas tonterías de aquella boca? Con lo guapa que estaba callada la niña, pero no, tenía que abrir aquella bocaza, normal que el mundo fuese como iba, mientras hubiese gente de su calaña. Y encima aquel vestido seguía asfixiándola, por lo que su cabreo aumentaba. Si no fuera porque necesitaban el dinero de aquellos dos se iba de allí mismo cagando leches Les trajeron el primer plato, Esther lo observó detenidamente ¿Aquello era una ensalada? ¡Venga ya! Suspiró y cogió un tenedor cualquiera y empezó a removerla ¿Dónde estaba la lechuga? ¿Y el tomate? ¿Y las olivitas? ¡¿Dónde estaban las olivitas?! DelValle carraspeó mirándola, Esther frunció el ceño ¿Qué quería ese? Estaba ocupada buscando ¿Qué era aquello rosa? Ay, madre... DelValle: Esther... no es ese... (Señalando levemente el tenedor) E: ¿Cómo? ¿Qué más da? (DelValle sonrió avergonzado) DelValle: No da igual, cada tenedor tiene un propósito fijo E: Ya... (Miraba la pila de tenedores, miraba a DelValle, miraba a Macarena que para sorpresa no se estaba riendo de ella, eso sí que la chocó, se quedo allí, con aquellos ojos marrones sobre los suyos, notó como Macarena cogía un tenedor en concreto y empezaba a comer su ensalada, buscó el suyo, ¡Eh! ¡Es el que faltaba! ¿Dónde demonios estaba? Vale, vale, calma, Esther... ¡¿Dónde esta?!) M: Si me disculpan, tengo que ir al tocador... (Típico de una pija, al tocador, ¿A que? ¿A comprobar si sigues teniendo la cara esa?) Macarena rozó la servilleta de Esther con la mano, moviéndola levemente, Esther la miró confundida, pero esta le guiñó un ojo y le dio la espalda camino al tocador, giró la cabeza y miró la servilleta ¡Allí estaba! Lo cogió sonriente y se lo enseñó a DelValle, este no pudo evitar reír un poco por aquella actitud infantil. Mientras Esther no paraba de pensar en el mal rollo que le daba la pija ¿Le acaba de echar un cable? ¡Venga ya! DelValle comenzó a hacer algo que si no fuese porque se trataba de un señor de buena familia hubiese pensado que era tirarles los trastos descaradamente...

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DelValle: Bueno, pero seguro que una mujer tan hermosa como tú deja encandilados a todos, incluso a los guerreros con los que nos encontremos, hasta el más fiero de los hombre se daría cuenta de tu belleza Vale, sí, le estaba tirando la caña, la caña, el cebo, el sedal y todo lo que encontraba a su paso el gran conquistador. ¿Dónde estaba la pija? ¡Al menos delante de ella se cortaba un poco! E: No, no, no te creas ¿Eh? DelValle: Eres demasiado modesta Esther, he visto muchas mujeres a lo largo de mi vida, porque ya tengo una edad ¿Sabes? Y te puedo decir sinceramente que eres una de las más bellas Muchas dice, para no ver muchas, si tiene que tener por lo menos... como... no sé... ¿El bicho verde de las guerras de las galaxias? Por ahí andará... E: Gracias... (Esther miraba todo el rato hacia donde se había ido Macarena, ¿Qué demonios estaba haciendo aquella mujer en el baño? Oh, claro... las pijas necesitarían todo un proceso para echar una meadita...) Bueno... ¿Ya le han dicho que salimos en cuatro días? Si aun quiere venir DelValle: Por supuesto... (Cogiendo su mano por encima de la mesa y acariciándola) no me lo perdería por nada del mundo. (Esther sonreía mientras intentaba sacar aquello de encima de su mano, probó a echarla a un lado, pero aquel viejo tenía reflejos, la echó hacia ella, pero solo sirvió para que él sonriente se acercase más, intentó compensar tirándola hacia delante y el tío se limitó a ponerla sobre su pecho, blando... muy blando. La enfermera estaba calculando la posibilidad de utilizar uno de aquellos tenedores para apartarlo, pero la pija se ve que ya había cumplido con el ritual y apareció por arte de magia de pie entre los dos) M: Perdonad... (Cogiendo una botella de vino y arrastrándola por la mesa hasta ella, consiguiendo en su camino apartar las manos de aquellos dos, sonrió y se sentó botella en mano, sirvió un poco a Esther y otro a ella y le pasó la botella a DelValle) A pesar de no ser un vino Wilson, no esta mal. Pruébelo... (Sonriendo de oreja a oreja y con una Esther más que descolocada mirándola ¿Cuándo la habían abducido los extraterrestres? Aunque casi prefería a la pija... porque aquella le daba un mal rollo... ¿A qué venía tanta amabilidad?) DelValle: Tienes razón Macarena, es un vino muy bueno, aunque yo prefiero un buen Wilson Ese tío coqueteaba hasta con la pata de la mesa, a Esther le resultó gracioso y una tímida sonrisilla apareció en su rostro, Macarena la vio y sonrió a su vez M: Bueno, Esther, cuéntanos un poco lo que haremos ¿No? (Centrando toda su atención, primero... como parte de su plan, segundo porque realmente quería saber si la información que le habían pasado era cierta o no, por aquello de preparar el testamento y tal) E: Bueno, pues... a ver... (Macarena se percató de que los ojos de Esther cambiaban, un pequeño brillo aparecía en ellos, como si lo que fuera a contar la hiciese feliz, supo que no se había equivocado con ella, que no quería el dinero de DelValle, y si lo quería... era para aquello) Primero llegaremos allí y pasaremos unos días en la capital, allí compraremos provisiones y agua, lo hacemos allí porque sale mucho más barato, lo que

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significa que por el dinero que llevamos podemos llevar más a los poblados que visitaremos que no si lo trajésemos de España. Mientras algunos hacen esto, otros iremos a ‘negociar’ con las fuerzas armadas del país, intentaremos hablar con el presidente o con algún delegado para asegurarnos de que podemos adentrarnos en el país con cierta seguridad, al menos que no nos metan un tiro la primera vez que nos vean. Esa parte es muy difícil, ya que allí, el gobierno, cree que no necesita la ayuda de nadie, mucho menos de extranjeros, y tal vez no acceda a darnos su beneplácito M: ¿Y si eso sucede? ¿Volvemos a casa? (Esther la miró un momento, la pija parecía asustada, aunque disimulaba muy bien) E: Bueno... si eso sucede, tendremos que ir con más cuidado, solo eso M: ¿Estás diciendo que si el gobierno no acepta nuestra presencia allí nos meteremos igualmente en un país que está lleno de soldados? E: Más o menos, sí DelValle: ¡Va a ser toda una aventura! (Esther le sonrió y Macarena lo miró con una ceja alzada, apartó discretamente la copa de DelValle, aquél tipo ya había bebido demasiado) M: Es un suicidio... E: Eso ya lo sabías ¿No? (Divertida) M: Sí... ¿Y luego? ¿Llegamos al poblado y? E: Llegamos al poblado y empezamos a trabajar, lo primero es hacer una evaluación medica a la comunidad, como son pueblos pequeños, con poca gente, no nos llevará mucho tiempo. Se determina quiénes son los que más cuidados necesitan y el tratamiento más adecuado, teniendo en cuenta cosas como la compatibilidad con el organismo, la posibilidad de seguir con el tratamiento cuando nos vayamos y el precio de este, que viene a entrar dentro de la posibilidad de seguimiento. Al mismo tiempo, se contabilizan las raciones diarias que les toca a cada uno, sobre todo a los niños, porque si ya crecen mal nutridos luego es muy difícil que se recuperen. También hay que empezar a echar una mano en lo que se refiere a la creación de infraestructuras, en ello trabajan algunos de allí, así que simplemente nos ofreceremos para ponernos a sus ordenes M: ¿Infraestructuras? Algo así como colegios, centros médicos en los poblados y eso E: Exacto, aunque claro, un centro medico en cada poblado es un sueño, eso no lo conseguiremos, seguramente ellos tendrán estudios de los lugares estratégicos donde poner esos centros. Ya sabes, para que queden a una distancia que se pueda superar en una jornada y cosas así M: ¿Una jornada para ir al medico? (Sorprendida) E: Bueno... allí los vehículos son un bien preciado, la mayoría de la población se traslada a pie, si no tiene para comer mucho menos para gasolina, Macarena ¿Es de lógica, no? DelValle: Bueno, Esther, entiéndela, nosotros no estamos acostumbrados a esas cosas, bueno, yo sí, ya te dije que he colaborado en otros proyectos, y creo que todo eso que vamos a hacer ayudará mucho a aquella comunidad, es un gran proyecto, sí E: Bueno, lo ideamos entre muchos DelValle: ¿Participaste en su elaboración? ¡Eso es genial! Ya sabía yo que algo tan planificado y organizado debía provenir de alguien como tú. (Mirándola intensamente, Macarena miró a Esther que parecía no saber dónde meterse, no le gustaba DelValle eso estaba claro, y estaba aguantando mucho por conseguir el dinero para llevar el proyecto a cabo ¿Cómo podía importarle tanto? No había visto a aquella gente nunca, y aunque lo hubiese hecho, eso no explicaba aquel brillo en sus ojos, Macarena no lo entendía, preocuparse por agente a la que no conoces, gente que no sabe nada de ti, ni siquiera

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que existes, y aún así, ¿Preocuparse por ellos? Aquello le resultaba imposible, ella no se preocupaba ni por su familia... solo por sus caballos, y a ellos al menos les había visto crecer) La cena transcurrió bastante distendida, a pesar de las ganas de Esther de machacarle la cabeza a aquel viejo con la botella de vino y salir corriendo, a pesar de que DelValle era consciente de que no iba a mojar aquella noche y a pesar del miedo de Macarena a todo lo que escuchaba. Se verían en cuatro días. Cuando saliese el avión hacia Rwanda. Aunque Macarena sabía que su familia tendría otros planes para esos cuatro días... ¿Quien sabía? A lo mejor conseguía ir a las carreras de Jerez. DelValle pensaba pasar aquellos cuatro días disfrutando de los placeres que le iban a ser negados durante su estancia en el país africano. Y Esther terminando de perfilar todo lo que era necesario llevar, asegurarse de tenerlo todo listo, descansar de tanto pijerio y disfrutar de una cerveza y una pizza en el sofá de casa. Los placeres que le iban a ser negados a ella también Después de llevar a su habitación a un paciente que creía que las papeleras eran urinarios y de pelearse con una mujer que se empeñaba en abrir la válvula del suero a tope para ver si así dejaban de ponérselo y a la que tenía que vigilar para que no se escapase a la maquina de comida que había en cafetería, decidió que era hora de un descanso, así que dejó a la nueva, una tal Begoña no se que a cargo de la mujer y se fue a tomarse un zumo. Lo pilló con desgana mientras echaba un vistazo a las mesas, al único que conocía era a Javier, que jugueteaba con aquel chisme que llevaban a todas partes en el cuello y que era lo primero que enchufaban al llegar un paciente, tuviese lo que tuviese E: Buenas... (Dejándose caer sobre la silla) J: Hola, Esther ¿Qué ha pasado con el abuelo al final? (Riendo divertido, era uno de los que habían tenido el placer de comprobar que el ‘abuelo’ tenía la próstata bastante mal) E: Le hemos puesto una papelera en la habitación... a ver si así no se baja a pediatría a echar la meadita J: Pobre, ¿Has avisado a los psicólogos? E: Si, supongo que se pasarán o... pero se me ha puesto Toni y cuando le he contado que el abuelo a nada que podía se iba a una papelera y echaba una meadita se me ha echado a reír, será... y ya cuando le he dicho que tenía predilección por las de pediatría y maternidad... bueno, y la de la sala de medico que me ha dicho Cruz que lo ha pillado allí dale que te pego. (Riendo por no llorar) J: ¿Sí? Ya decía yo que notaba un olor extraño... (Riendo alegre) Bueno, ¿Qué tal lo pasaste con DelValle? Se comentan muchas cosas. (Mirándola divertido) E: Es un viejo verde... J: Sí, bueno... algo falto de cariño anda... E: No, algo, no... mucho... (Mirándolo tan seria que Javier se echó a reír) J: Pero mujer, si es un encanto, además estando Maca... Seguro que le tiro más a ella que a ti E: Pues no, se ve que el rollito pijo no le gusta, no veas, que mal lo pasé y encima aguatando por la ONG, que si no... Oye... una cosita que te quería preguntar... J: No está casado. (Bromeando) E: Vete a la... J: Vale, vale. (Cortándola entre risas) ¿Cuál es la pregunta?

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E: ¿Por qué la llamas Maca? Todo Edmundo la llama Macarena ¿No? J: Sí, sí, solo que cuándo éramos más pequeños... y teníamos más cosas en común, pues nos llamábamos así, ella Javi, a Jerónimo Jero y a Macarena Maca, no nos gustaban nuestros nombres, bueno, a mi sí, pero a ellos los suyos... no veas, se lucieron E: Ya ves... ¿Y si no le gusta porque...? J: Venga ya, ¿Maca? No suena muy fino E: Vamos que ha sido repelente toda la vida... J: No, de pequeña no, fue luego, al crecer, se volvió así, cuando está conmigo a veces aun se porta más o menos normal, pero es muy estricta en cuanto a relaciones sociales. Pero... de pequeña era un bicho... un terremoto... yo me enamoré de ella... (Sonriendo al recordarlo) E: ¿Sí? J: ¡Claro! ¡Era mi heroína! Siempre tenía alguna travesura en mente, y encima era guapa y lista... la mujer perfecta. Y yo era un crío. Se lo dije y me soltó algo así como... “Tu no eres azul” E: ¿Qué le van las motos o que? (Riendo) J: No, creo que es más de caballos, creo que se refería al príncipe azul E: No me digas que la pija borde cree en príncipes azules... J: Pues sí... cree en ellos... de hecho está buscando al suyo E: Madre mía... mira, a lo mejor lo encuentra en Rwanda. (Riendo malévola) J: ¿Va a ir en serio? (Sorprendido) E: Eso dice, veremos cuando se entere que el avión no tiene primera clase... no sé si querrá... (Bromeó al imaginarse la cara que pondría Macarena cuando viese el trasto en el que viajarían) Por su parte, Macarena se encontraba en el hotel, hablando con su padre, ya le había contado lo acontecido la noche anterior, omitiendo algunos detalles, como que estaba utilizando la táctica de Jerónimo, ganarse a Esther, y el hecho de que DelValle no le hacia ni caso. Cuando le dijo lo de los cuatro días miró hacia la ciudad pensativo Antonio: Macarena, hija... (Macarena se temía lo peor) Cuatro días... quizás deberías implicarte más, a DelValle le encantará M: Padre, voy a ir a Rwanda a morirme de hambre... creo que no puedo implicarme más Antonio: ¿Quién se encarga de los preparativos? M: Pues... no lo sé... supongo que Esther o alguien de la ONG, ni idea Antonio: Uhm... (Asintiendo serio mientas se centraba en un edificio de oficinas que había a lo lejos, imponiendo su figura en el perfil de la ciudad) Creo que deberías participar en los preparativos, a DelValle le encantará M: Él no participa... Antonio: Hija, eso es cosa suya, lo que queremos es que sienta agrado por el apellido Wilson, de eso debes encargarte tú, si sabe que participas hasta en los preparativos lo sentirá, a demás, seguro que se pasa en algún momento. Esa Esther... ¿Sabes como localizarla? M: Pues... supongo que en el hospital donde trabaja Sotomayor... Antonio: ¿Porque no te dejas caer y le ofreces una mano? (Macarena miró a su padre sorprendida) M: Padre, ya voy a ir a Rwanda por no haber conseguido lo que esperábamos, DelValle se va a aislar estos cuatro días, algo con lo que no contaba, creo que yo debería hacer lo mismo y prepara una estrategia para el viaje, no jugar a niña buena con la enfermerucha

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Antonio: ¿Ese vocabulario? M: Perdona, padre, pero no creo que deba ayudar a Esther en nada Antonio: Yo creo que sí... (Mirándola serio, Macarena conocía aquella mirada, era la de ‘No tienes otra opción’) Una hora después Esther salía del hospital, estaba agotada y aún tenía que ir a la ONG, aunque aquello le gustaba, pero aquél día estaba harta de todo, se sentó en la parada del bus después de mirar los horarios, diez minutos mirando la calle ¡Genial! Con suerte se dormiría y se le escaparía el autobús, ya se veía roncando a pierna suelta en la parada y el autobús pasando de largo. Intentó mantenerse despierta mirando hacia la calle... arriba... abajo... a un lado... al otro... ¡Eh! Sus ojos se abrieron como platos ¿Qué hacia la pija allí? ¿Por qué se movía? Y lo más preocupante... ¿Por qué se movía hacia ella? M: Hola, Esther... ¿Te llevo? (“¡Venga! Duérmete ahora ¿Mhm?”) E: ¿Qué haces aquí? ¿Te has perdido camino de la Moncloa? (“Bocazas...”) M: No, la verdad es que los de Moncloa suelen enviar un coche a buscarnos. Su chofer particular. (Mirándola divertida a la enfermera) E: Oh, claro, como no, los pijos os cuidáis los unos a los otros. (Fingiendo una sonrisa exageradamente) M: Vaya, aguantas a DelValle y a mi no... (Esther la miró un momento y refunfuñó) E: Para la ONG él, su dinero, es importante M: ¿Y el mío no? (Alzando una ceja) E: Sí, pero tú me caes mal y no puedo fingirlo, DelValle es solo un viejo verde. (Macarena rió) M: Bueno, pues si quieres llamo al viejo verde para que venga a llevarte a la ONG en vez de hacerlo yo, así te mete mano por le camino E: Vaya, sabes hablar como las personas normales. (Intentando burlarse) M: Y muchas más cosas que sé E: ¿Siempre tienes respuesta para todo? M: Claro, con el dinero que tengo puedo permitirme comprarlas todas E: Ya... ¿Por qué haces todo esto? El rollo humanitario, se nota a la legua que no te importa para nada M: Verás, eso es algo que alguien como tú no comprendería nunca E: Claro, no tengo la clase suficiente M: Me alegra que lo entiendas. (Sonriendo mientras Esther la fulminaba con la mirada) Venga, seguro que puedes fingir al menos que no me odias, solo un ratito ¿Mhm? Te llevo a la sede E: Antes prefiero ir andando... o con un perro persiguiéndome para morderme el culo... o subida a la espalda de DelValle... o... M: Captado. (Riendo y parando las numerosas opciones de Esther) Nos vemos allí entonces. (Dándose la vuelta para marcharse) oh, ten cuidado con el perro (Guiñándole un ojo y acercándose a un mini que había en la cera de enfrente) Esther la siguió con la mirada ¿Qué se veían allí? ¿A dónde iba la pija? ¿A la sede? ¿Para que? Oh, claro, iría a decir que se echaba atrás, si ya lo sabía ella, esa no aguantaba ni dos segundos. Espera... ¿Estaba subiéndose al asiento del conductor? ¿Los pijos saben conducir? ¿No tienen chóferes por eso? Y mientras en su cabeza zumbaban tan trascendentales cuestiones, Macarena le daba la contacto de su coche, aquélla mujer se lo iba a poner muy difícil, y es que para llevarse mínimamente tenían que tener algo

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en común, y ellas... bueno, más bien era lo contrario la una de la otra, Macarena iba a tener que interesarse por el ‘rollo humanitario’ para ganársela, aunque aquel jueguecito de haber quien tiene la mejor respuesta... lo cierto es que hasta le gustaba, miró hacia la parada donde una Esther con la mirada en el cielo seguía con sus pensamientos, Macarena la observó unos segundos. DelValle interesado en alguien como ella... bueno... tenía algo ¿El que? Se le escapaba, pero había algo en ella atrayente, suspiró, empezaba a odiar aquel trabajo y todo lo que tenía que hacer por un viejo verde y por su padre, salió de allí disparada en dirección a la sede Media hora después y habiendo superado a la abuelita que se había sentado a su lado en la parada y que le había contado media vida, la otra media al subir al autobús, al obrero que se había sentado a su lado al bajar la abuelita y que parecía no haberse duchado en días, al perro que al bajarse del autobús se le había tirado a la pierna y hacia gestos ‘raros’ según una pobre niña que pasaba por allí, al del restaurante chino que había tirado un cubo de agua sucia a la calle con la suerte de darle en los bajos de tejanos y que le había dejado un olor a pescado por el que la mitad de los gatos del barrio la seguían en la distancia, y sobre todo... la visión de un mini aparcado una calle más abajo... ¡Había conseguido llegar a la sede! Abrió la puerta desganada, y provocando un montón de maullidos que ni los corderos de la peli aquella, y se coló dentro. Alzó la vista y se encontró con Raquel, otra de las voluntarias que viajarían a Rwanda A ojos de Esther era excéntrica, bueno, rara, porque los excéntricos son los raros con dinero, siempre iba con aquellos leotardos de rayas con más colores que el paint, una falda desaliñada de la que colgaba cientos de hilillos por todas partes y que parecía ir a desmontarse en cualquier momento y unas camisetas descoloridas con su pañuelo a juego en la cabeza, era una inconformista, decía que no era feminista, solo que la mujer estaba por encima del hombre, una actitud que a Esther no le gustaba mucho, pero bueno, eran sus ideas, y después de verla defendiéndolas con aquella pasión tan suya... cualquiera le decía algo. También era la defensora numero uno de todo lo que concerniese a la ONG, de hecho, era a la que mandaban en casos extremos a hablar con los que hacían donativos, nadie era capaz de dormir tranquilo después de uno de sus discursillos y eso a Esther le encantaba. Aquella mujer era capaz de quitarle el sueño a gente sin corazón. Era toda una heroína del mundo moderno Raquel: ¡Esther! ¡Menudo fichaje que hemos hecho! (Acercándose sonriente) E: ¿Fichaje? Raquel: Sí, la tía nueva, no veas, está currando como nadie y solo lleva veinte minutos aquí. Mira que cuando la he visto... pero nada, tía, que tiene a todos los tíos pringando y currando como la que más, así me gusta, que fichemos a tías que saben lo que se hacen, no a los gárrulos estos unineuronales E: Raquel, Raquel, que me he perdido ¿Cuando hemos fichado una tía nueva? Raquel: Me ha dicho Marisa que lo habías hecho tú E: ¿Yo? ¡No! Yo solo he... (“OH... dios... mío... ¡La pija!”) No, no, no, no.. (Iba murmurando mientras se iba al almacén donde preparaban las medicinas y cosas que allí eran difíciles de conseguir) Jo... d... Marisa: Es buena... (Parándose a su lado) Y nos ha dejado una pasta para el proyecto... deberías ir más a menudo a esas fiesta. (Esther le lanzó una mirada que Marisa captó enseguida echándose a reír) Tranquila, a la próxima va Raquel, si tú has conseguido a estos dos.. ella consigue a media fiesta

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E: Pues nada, haberla mandado a ella y así yo no tendría que haber aguantado a estos dos Marisa: Sí mujer, para que me monte un numerito de los suyos... quita, quita Esther observaba a Macarena, una pija trabajando ¿Dónde habría una cámara de video para grabar aquello? Estaba ayudando a bajar las cajas de medicamentos de un camión y colocándolas en el almacén para hacer el inventario luego, parecía concentrada, con la camisa arremangada hasta los codos y el gesto serio. Estaba hasta guapa trabajando, es lo que tienen las niñas de papa, están guapas siempre, eso sí... los chicos... trabajar lo que se dice trabajar poco, la mitad se habían parado a mirarle el culo... la otra mitad las tetas ¡Hombres! Marisa: ¿Porque no le enseñas todo esto? E: No me da la gana Marisa: Vale, cuando se te ocurra un argumento mejor, a lo mejor me lo pienso ¿Eh? (Guiñándole un ojo) ¡A por la pija Esther! E: Graciosa mi jefa... (Refunfuñó mientras se acercaba a Macarena) Macarena llevaba ya media hora trabajando, y no su trabajo no, uno de verdad, y estaba ya harta, se había arremangado hasta las mangas de su camisa de 500 euros para que no se le manchara con toda la porquería que traían aquellas cajas, que además pesaban como demonios, encima tenía que aguantar a todos aquellos babeando a su alrededor, cosa que no le gustaba en lo más mínimo, que la mirasen solo le gustaba cuando lo hacía gente con clase, si eran unos barriobajeros como aquellos que se les notaba a la legua que iban algo calentitos no. Para colmo Esther no llegaba, se había ofrecido a echar una mano para cuando la enfermera hiciera aparición, seguro que con aquello conseguía al menos un punto, pero nada, Esther habría decido ir a pie sin perro corriendo detrás de ella, porque anda que no tardaba. Notó una mirada diferente sobre ella, ya había llegado, miró de reojo y la vio parada al lado de Marisa, la directora de todo aquello, hablaban en susurros y Esther no le quitaba ojo, Macarena se concentró para ver si pillaba algo de la conversación mientras sacaba las cajas del camión y las ponía en palés, nada, no pillaba nada. Sintió que la enfermera se acercaba y se acercó a coger otra caja M: Felipe, otra. (Indicándole con las manos que se la acercarse porque no llegaba, Felipe lo iba a hacer pero miró por encima del hombro de Macarena y se la dio a uno de los chicos, Macarena sonrió un momento, Esther debía estar detrás suyo) Venga, Felipe, que no soy de cristal ¿eh? E: Pues yo tengo mis dudas sobre eso... (Macarena se giró y medio sonrió divertida) M: Vaya, al final has conseguido llegar viva... Notó cierto aroma ¿Qué es... E: Calla y sígueme. (Dándole la espalda y metiéndose por una de las puertas que daban al almacén) M: A sus ordenes... (Bromeando y siguiéndola) Disimuladamente intentó arreglar el estropicio de su camisa, nada, las mangas habían quedado echas un desastre, las dejó arremangada y apuntó mentalmente que tendría que comprar ropa ‘normal’ para ir a Rwanda, Esther iba por un pasillo, alrededor había fotos en blanco y negro, Macarena las miró atentamente, eran buenas... muy buenas. Y de arte entendía algo, era una obligación para gente de su clase, hubo una en la que se paró detenidamente, al lado había un cartel en el que ponía “Rwanda” Aparecía la cabeza de

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lado de un hombre, su mejilla tenía varias cicatrices, que por la pinta en otro tiempo habían sido heridas desgarradoras E: Es para hoy señorita. (Parada mirándola) M: ¿Es rwandés? (Señalando la foto) E: Sí M: ¿De cuando es la foto? E: Hace un par de años, era uno de los refugiados rwandeses, de la etnia hutu M: ¿Hutu? E: Es algo difícil de explicar... (Esther frunció el ceño, la pija parecía algo interesada en aquello, seguramente temería que le fueran a hacer eso a su precioso rostro) Tranquila, a ti no te harán eso, simplemente nos meterán un tiro por meternos dónde no nos llaman. (Macarena la miró y le sacó la lengua) M: Menos mal, el cirujano de mi familia no es tan bueno. (Pasando por su lado y mirándola divertida) E: No... si encima le molará que le meta caña... (Murmurando y negando con la cabeza) M: Es para hoy señorita. (Esther se echó a reír, si la pija hasta tenía sentido del humor) E: Vamos a ver el centro de operaciones del proyecto ¿Eh? M: Tú mandas. Te sigo. (Sonriendo) Siguieron por el pasillo hasta llegar al final, había dos puertas, en una se leía un cartel con el nombre de Marisa, la otra era una sala de reuniones, Esther abrió la puerta empujándola suavemente, un chico y cuna chica estaban sentados en la mesa, delante de un ordenador tecleando sin parar E: Carlos, Eli. ¿Cómo va? Carlos: Buf... es complicado ¿eh? Eli: Nos meten un tiro fijo. (Bromeando y llevándose una mirada amenazante de Macarena) ¿Y esa? E: Mi nueva perrita ¿a qué es mona? (Riendo y sentándose delante de ellos) M: Macarena Wilson, viajaré a Rwanda. (Eli le echó un vistazo de arriba abajo, Macarena la miraba molesta, la chica miró a Esther que se encogió de hombros mientras le decía a Macarena que se sentase) E: Esto es el centro de operaciones, donde organizamos todo. ¿Ves? Eso se llama mapa (Cachondeándose) y sirve para saber a donde vamos exactamente y ver como es el terreno ¿Sabes lo que es un mapa? M: La verdad es que no lo sabía, gracias por la información. (Sonriéndole burlona y acercándose al mapa) ¿Cómo vamos a desplazarnos desde la capital hasta los poblados? Eli: Que va en serio que viene... (Murmurando por lo bajo y provocando una sonrisa en Esther) E: Pues... ¿Andando? M: Bueno, tendré que decirle a mi preparador físico que empecemos los entrenamientos. (Sabiendo que Esther se estaba quedando con ella) Siguió echando un vistazo, había todo tipo de mapas, y en todos la misma zona marcada, la de los lagos, Macarena miró a Esther M: ¿Es allí donde vamos? E: Sí. ¿No te lo había dicho? ¡Vaya! Se me escapó... M: Esther, es la zona más peligros del país...

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E: Que va, de echo es la tercera o la cuarta ¿no, Eli? Eli: La última vez que lo comprobé ya era la quinta, pero ya sabes, aquello cambia mucho... M: ¿Me enseñas el resto Esther? (No le apetecía saber en que puesto del ranking se encontraba aquella zona) E: Si no hay más remedio... (Levantándose y arrastrándose hacia la puerta) ¡Vamos! Salieron otra vez al pasillo y Esther le enseñó diferentes habitaciones donde algunas personas trabajan en otros proyectos, Macarena le iba haciendo preguntas a las que Esther a veces contestaba... Y a veces solo se quedaba con ella, pero la pija tenía respuestas para todo y el tira y afloja la estaba agotando ¿Cuándo se pensaba ir? Terminaron pronto y en cuanto Esther vio a Marisa decidió dejarle a la pija allí mismito E: Marisa, oye, que esto ya está. Voy a ayudar con el inventario ¿eh? (Saliendo disparada) Marisa: Señorita Wilson. Si tiene alguna duda o algo M: No, la verdad es que no, Esther se explica muy bien (“Mentira...”) ¿Puedo mirar como hacen el inventario? Marisa: Claro, siéntase como en su casa. (Sonriendo y alejándose) Macarena se apoyó en la pared, mirando como Esther coordinaba un poco el caos que había, con unas listas en la mano se iba acercando a cada grupo de cajas y los voluntarias y voluntarios iban sacando medicamentos que Esther anotaba, de vez en cuando ella se ponía a buscar, como si faltase algo y sonreía al encontrarlo, cuando no cogía un pequeño post-it rosa y lo pegaba a la caja en cuestión. Parecía encontrarse en su salsa, no como en la fiesta de Sotomayor, se la veía tranquila y relajada, aunque de vez en cuando la miraba a ella y su gesto cambiaba hacia el de fastidio. Estaba claro que solo se había ganado un pequeño punto, ella desconfiaba... le quedaba mucho trabajo por delante, se despidió con un gesto en la mano que Esther se limitó a observar y se fue al hotel Macarena se despertó temprano por casi primera vez en su vida, se había dado una ducha rápida y había bajado a dar una vuelta por Madrid, quería comprar ropa para el viaje y todo lo que le hiciese falta, el problema es que no sabía donde encontrar aquella ropa así que vagabundeó un rato hasta que dio con un par d tiendas que le parecieron adecuadas, los dependientes la miraban raro, era la primera vez que aquello le pasaba, a las tiendas que ella iba normalmente nada más entrar ya tenía a la encargada diciéndole “Señorita Wilson bienvenida” “Señorita Wilson me parece una elección excelente” “Señorita Wilson tenemos un vestido exclusivo que...” y cosas por el estilo, allí una se limitó a mirarla de arriba abajo y poner los ojos en blanco, el que se encargaba de cobrar le echó un vistazo por encima de la revista y volvió a lo suyo. Que falta de modales por su parte. Observó que la gente cogía la ropa y se iba a los probadores... ellos mismos, no había modelos para que se las probaran, ¡Te la tenías que probar tú! Estuvo a punto de marcharse pero recordó su camisa de 500 euros arrugada y tirada a la basura y se metió detrás de una de aquellas cortinas. Después de pasar por todo aquello, un autentico suplicio para ella, se fue a una cafetería cercana al hospital, el café dejaba bastante que desear pero al menos podía pensar un rato antes de ir al hospital. Se le había ocurrido llevar a Esther a Jerez, así no se perdía las carreras y no dejaba de lado su ‘trabajo’. La cosa estaba en convencer a aquella mujer de que la acompañase, lo tenía muy difícil

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Esther se había tirado toda la mañana maldiciendo, desde que un paciente medio tarado le hiciera un corte en la frente, a la altura de la ceja, no había sido nada, un par de puntos, pero ¡Ya le valía! Aunque también se lo había buscado, le había entrado la vena heroica cuando escuchó al paciente discutir con otra enfermera, eso o el orgullo cuando el tipo dijo que las enfermeras eran todas tontas, no servían para nada y cosas por el estilo. El caso es que allí se plantó, cual superman en un plis plas, mirando amenazante al paciente y pidiéndole que se callase, la otra enfermera la miró como preguntándose que se habría tomado aquella mañana. Pero nada, Esther estaba en plan superwoman, y cuando el tío se intentó escapar porque decía que le querían matar esta le cerró el paso, el tipejo se sintió amenazado y cogió lo primero que tuvo a mano, una jeringuilla con la que pretendía sentirse protegido, y que balanceaba de una lado a l otro como Dartacan. Una lucha intensa que se saldó con el tipo inconsciente en el suelo (Vilches le había inyectado un sedante rápido, el corte en la frente de Esther del que salío bastante sangre y la otra enfermera dándole pataditas en la pierna al tío en forma de venganza... todo un show. Para colmo había tenido que aguantar una charla del director del hospital, que le había dado permiso para irse a Rwanda, pero si no soltaba su discursito sobre responsabilidad y chorradas varias no se quedaba a gusto, y sin aquello de: D: Pues nada, pásatelo bien allí ¿eh? Y cuidado con los leones, a ver si te nos van a devolver en dos cajas Simpático... se bajó a recepción, buscando algo de tranquilidad... mala idea. ¿Aquella que pasa? ¿Qué no tenía casa? Oh... claro, vivía en el sur, no tenía. Con una medio sonrisilla se acercó a Teresita que charlaba animadamente con la pija E: Teresa... T: ¡Esther! Mira. (Señalando a Macarena, esta la miró y se percató del pequeño corte) M: Ey ¿Qué te ha pasado? E: Como me digas que te preocupa me tiro a la carretera... Teresa, ¿Sabes donde se ha metido la nueva? Se me ha escaqueado... T: La he visto hablando con Javier por allí, yo creo que esa es un poquito trepa, y Laura, no veas, está todo le rato pululando a su alrededor, a mí me da un miedo... E: Es el instinto... la hembra vigila al macho infiel, acechando desde la lejanía, preparada para atacar a su presa en cualquier momento. (Imitando voz de documental, Macarena no pudo evitar una leve sonrisa) ¿Tú que? ¿Te he gustado o que? M: Ahora que lo dices... (Alzando una ceja) ¿Tienes tiempo para un café? E: Sí. (Mirándola un momento y poniéndose a hablar con Teresa, Maca suspiró y se apoyó en el mostrador mirándola fijamente) ¡¿Qué?! M: Café... tú y yo... ¿Ahora? E: Dios, si al final va a ser verdad que eres mi perrita ¡Me sigues a todas partes! M: ¿Eso es un sí? E: Eres rara... Quiero que lo sepas. (Macarena rió y tomó el brazo de Esther) M: Bueno, eso no lo puedo cambiar, ¿Aquí tenéis cafetería? E: Sí bueno... pero no te va a gustar M: Mhmh... haré el esfuerzo ¿Eh? Esther la guió hasta cafetería, ¿Qué demonios quería la pija? Porque algo quería, si no a que venía tanta sonrisita y amabilidad por su parte, uy, uy, ¡¡¡que esta iba a ser como

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Marisa, se la estaba camelando para pedirle algo!!! ¡Algo que no la iba a gustar! Temiéndose lo peor cogió un zumo y un café para la pija y se sentaron en una mesa E: Bueno ¿Qué es lo que quieres? M: ¿Yo? ¿Por qué iba a querer algo de ti? E: No sé.. pero no creo que suelas ir a hospitales públicos a invitar a enfermeras a café.. ¿o sí? M: La verdad es que sí, es uno de mis hobbies, ya sabes, los pijos tenemos hobbies raros... E: Nos hemos levantado graciosilla ¿Eh? M: Mucho, ¿Ese corte? ¿Fue el perro? E: Sí, un perro ha sido... pero no ese, y ¿A ti que más te da? M: Bueno, no me gustaría que por eso te quedarás sin venir a Rwanda, por lo de las infecciones y tal... E: Más heridas de las que nos haremos allí... incluso tu a lo mejor te haces algo ¿Podrás soportarlo? M: Tal vez.. ¿Me curarás tú? (Esther la miró fijamente, “¿Qué si la iba a curar? ¡A collejas! A collejas la iba a curar”) E: Sí... claro... (Conteniendo la sonrisa malvada) M: ¿Cómo van los preparativos? E: Preparándose. (Dando un sorbo a su zumo distraídamente mientras Macarena pensaba lo insolente que podía llegar a ser aquélla enfermerucha) M: Y.. ¿Necesitan de ti para que se terminen de preparar? E: No especialmente, ¿Qué es lo que quieres? M: Que vengas a Jerez E: ¿Tú te has dado un golpe en la cabeza esta mañana o que? M: O que. (Sonriendo) He invitado a DelValle y él ha sugerido que vinieses, que le haría ilusión... (“Mentirosilla...”) E: Uy, sí, ir a Jerez con DelValle, ¡me muero de ganas! M: Pues... es una pena. Iba a dejarle caer que podíamos comprometernos con tu ONG para hacer donaciones anuales de cierta cantidad fija, algo así como ser vuestros patrocinadores E: Hay más gente rica ¿Sabes? M: Sí, pero no dispuesta a subvencionar a una ONG del tres al cuarto. (Tomando el último sobro de aquél caldo marrón) Piénsatelo... (Dejando caer una tarjeta con su número de móvil) E: ¡Que no voy a ir! ¡No necesito pensármelo! ¡Ni tu teléfono! (Tarde, la pija ya no estaba, miró la tarjeta, en finas letras doradas estaba su nombre y debajo un número fijo, apuntado en boli un numero de móvil, la pija tenía tarjeta... era de esperar) Después de cuatro horas de su encuentro con la pija y de haberse pasado por la sede a ver como iba todo llegaba a casa, tirando las llaves por ahí y dejándose caer en el sofá“Piénsatelo... piénsatelo” ¿Qué iba a pensarse? Ya los iba a atener que aguantar en Rwanda, y mucho, porque fijo que les iban a dar problemas y encima allí no tendría intimidad, estaría las veinticuatro horas del día con ellos, al menos con la pija seguro, que todas las mujeres dormían en la misma tienda. Marisa no veía los problemas que iban a darles, claro, como ella no iba a estar allí, ella solo veía el dinero que iba a hacer posible aquel proyecto y muchos otros, la subvención, era injusto, que gente que quería de verdad ayudar tuviese que depender de personajillos como aquellos. Se removió en el

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sofá y encendió la tele. Pero vamos.. ¿Era necesario que viniesen? Vamos, ¿No podían ser como el resto? De los que dan algo de dinero y se despreocupan totalmente, ni siquiera se aseguran de que llegué el dinero donde debe llegar, no, aquellos tenían que ser de los toca... Se levantó a por una cerveza y volvió al sofá. Y encima la pija la estaba intentando camelar ¡Lo que le faltaba! Lo que le preocupaba era que no sabía el porque, aunque seguramente tenía algo que ver con aquello de ir a Rwanda, mismo motivo, fijo, ¡El viejo verde! ¡Claro! Pero no, Macarena se veía de aquellas mujeres que tenían a un hombre rico y guapo y perfecto y todo lo bueno, sí, además, Javier le había dicho que Maca creía en el príncipe azul, y DelValle... azul lo que es azul... no... y príncipe, bueno... si es por el dinero por ahí a lo mejor se salva. Pero mira que llega a ser pija e insoportable pensaba mientras le daba un sorbo a su cerveza. Ahí toda guapa ella siempre, con sus respuestas a todo, ese aire de diva que me trae... pija, sin más. ¿Y que iba a hacer en Jerez? ¿Ver correr caballitos? ¡Venga ya! Tenía mil preparativos que hacer antes del viaje... ¿Y porque se estaba intentando convencer de que no iba a ir? ¡Ni que quisiera ir! Iba a darle otro sorbo pero su mano se congeló en el aire... no. No. ¡No! Y ahí estaba, como siempre que tomaba una decisión, la melodía de misión imposible salía a todo volumen del móvil, maldijo el día que puso la dichosa cancioncita, misión imposible, más directa no podía ser, la tendría que cambiar, algo más alentador... no sé... ¿I will survive? ¡Sí! Esa era perfecta. Habiendo decidido cambiar de canción miró la pantalla, que va, aquella canción ya le iba bien para Marisa E: El número al que llama esta apagado o fuera de cobertura... NO lo intente más tarde Marisa: Esther... que es mucho tiempo ya... E: Cambiar la voz la próxima vez... ¿Qué pasa? Marisa: Llévate una chaqueta... en Jerez refresca por la noche. (El tonillo de guasa no le pasó desapercibido) E: Va bien estar informada del tiempo en otro sitios... pero teniendo en cuenta que no me voy a mover de Madrid hasta que me suba al trasto que nos lleve a Rwanda... me da un poco igual ¿Eh? Marisa: DelValle ha llamado. Quería hablar contigo, dice que está encantado de que le hayas invitado a Jerez (¡Alarma! ¡Alarma!) E: Que yo he... ¡¿Qué?! Marisa: Invitado a él, que se lo dijiste a la Wilson. (Que tramposos que llegan a ser los pijos... ¿Por qué hacia todo aquello?) No iras a defraudarle ¿No?... (Se va a enterar la Macarenita) E: No, no, claro que no. Por supuesto que no Marisa: Genial, cuídales mucho, son nuestro futuro (Riendo) E: ¿Cuidar? Sí... tranquila... (El pequeño demonio que había en su hombro izquierdo daba saltitos de alegría, el angelito de la derecha negaba con la cabeza y miraba hacia otro lado) Marisa: Ya te llamaré cuando estés allí E: Sí, sí, venga Marisa, nos vemos en dos días Colgó, se acercó al bolso y empezó a buscar la dichosa tarjetita que no sabía ni porque había guardado, peor lo había hecho, y allí estaba, con un paquete de chicles pegado en el nombre, lo quitó y lo tiró por allí... ¿A los pijos que se les dice cuando se les llama por teléfono? Bah, tú a lo tuyo, marcando...

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Macarena estaba sentada en la terraza del hotel, disfrutando de un poco de sol madrileño y con una copa de vino en la mano, había reservado dos habitaciones en un hotel de Jerez, una cosa era que tuviese que trabajar allí y otra muy diferente era llevarse el trabajo a casa. Sobre todo cuando el ‘trabajo’ era una enfermerucha medio amargada o totalmente, y un viejo verde que dejaba un rastro de babas al ver a Esther. Había mentido a DelValle, pero no se sentía culpable, en cuanto le dijo que era Esther la que le invitaba y no ella enseguida dijo que sí, aquello le molestaba, que aquella mujer se hubiese ganado a su objetivo... y que por ello se la tuviera que ganar. Esperaba que DelValle no metiese la pata, que no dijera nada, aunque si eso sucedía ya haría algo para remediarlo. Mentir a Esther... ya lo había hecho una vez, y aunque aquello sí que le molestaba, podría hacerlo de nuevo sin mayores complicaciones, lo llevaba haciendo toda la vida, era lo que le habían enseñado. Y Esther no iba a ser diferente en eso, por mucho que admirase su orgullo que no a ella El teléfono la sacó de sus pensamientos, se levantó despacio, seguramente sería su padre o su hermano para decirle alguna cosa, o tal vez la enfermerucha ya se lo hubiese pensado, descolgó y por costumbre dijo su nombre y apellido, esperó pero al otro lado no se escuchaba nada M: ¿Hay alguien ahí? E: Nop. (Aguantando la risa al escuchar la pregunta) M: Esther... E: Vaya... ¿Ya conoces mis ‘no’? (Esta vez riendo) M: No, pero eres la única que diría esa chorrada... E: Me lo tomaré como un cumplido M: ¿Por qué me llamas? E: Me aburría... he llamado al de la pizzería pero me ha colgado, y he pensado ¡La pija! M: Normal que te haya colgado... yo estoy apunto de hacerlo E: Si quisieras colgar... ya lo habrías hecho M: Es que no quiero perder la oportunidad de meterme contigo ¿Sabes? E: ¿Cómo alguien como tú puede ser tan maleducada? M: Porque hay gente con la que no merece la pena ser educada E: Creía que os enseñaban modales con todo el mundo... hasta en eso hacéis distinciones. Que corazón más grande ¿Mhm? M: Quizás nuestro corazón sea demasiado bueno para compartirlo con cualquiera E: Vaya, vuestro corazón no, pero las carreritas ¿Sí? M: No son carreritas E: ¿No? A ver, corrígeme, unos caballos, seis o siete, al galope, dale que te pego, con un tío encima que les da con un palo para correr más que a los demás y que paran cuando llegan a una línea... ¿No es un carrera? M: No es una simple carrera. Es la más importante de todas. Además, se nota que no has montado a caballo nunca, no es tan sencillo y frío como darles con un palo E: Claro, no... también hay que decirles ¡Arré! Y ¡Soooo! ¿A que sí? M: Cada día me demuestras más tu cultura general E: Me gusta impresionar M: ¿Vas a decirme para que has llamado? E: Puede... M: Voy a colgar E: Vale... M: ¿Vendrás a Jerez?

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E: Recógeme a las nueve. (Canturreando y colgando, Macarena miró el teléfono ¿Aquella mujer le acaba de colgar el teléfono? ¿Cómo podía tener tanto morro? Marcó la rellamada) E: En mi casa ¿Vale? (Nada más descolgar) M: Te parece... E: ¡Hasta mañana! ¡Duerme mucho! Que si no... no me aguantas estas conversaciones que tenemos ¿Mhm? (Colgando de nuevo, Macarena suspiró, aquella mujer era imposible... y una maleducada) Macarena pasó a buscar a Esther por su casa a las nueve, tal y como habían quedado, DelValle le había llamado diciendo que él se había adelantado para hacer algunos preparativos, aquello no le gustaba nada, ella lo tenía todo preparado y seguramente DelValle se lo iba a echar por tierra. Pero estaba feliz. Todo aquel lío en el que se había metido no iba a impedir que disfrutará en Jerez, iba a tenerlo todo, como siempre. Miraba atentamente el portal de Esther, al ver su figura saliendo le pidió al chofer que subiera los seguros, los había hecho bajar nada más entrar en aquel barrio. El chofer se bajó y ayudó a Esther con la pequeña mochila que llevaba, poniéndola en el maletero, una de aquellas tejanas desgastadas con una chapa que ponía ‘Fuck you’, Macarena suspiró, y se acomodó en su asiento. Al poco rato la enfermera subía al coche, sentándose lo más pegada a la puerta que podía, vamos... lo más alejada de Maca que podía E: ¿DelValle? M: Mhmhm... ¿Ya le echas de menos? (Mirándola con una ceja alzada) Lo vuestro es más fuerte de lo que pensaba E: No, no le echo de menos, pero estamos aquí para trabajar y sin él, me bajo de este coche ahora mismo M: Relájate un poco Esther. Nos espera en Jerez. (El coche arrancó suavemente camino del aeropuerto) E: Genial (Mirando por la ventanilla) M: Si quieres le llamó y le digo que nos vaya a buscar al aeropuerto con un ramo de flores para ti E: Si quieres le llamo y le digo que el ramo te lo traiga a ti. (Las dos se miraban viendo quien aguantaba más) M: A mi no me lo traerá, le van chicas más bajas E: O más personas tal vez M: O más brutas E: O más normales M: O más feas. (Esther desvió la mirada ¡La había llamado fea! ¿Cómo podía ser tan... tan... tan... ¡Gilipollas!, Macarena sintió algo dentro... como... ¿Culpabilidad? Venga... ella se lo había buscado) E: O a lo mejor es que te tiene calada... (Susurrando) M: ¿Qué has dicho? E: Que si quieres una calada... (Sacando un paquete de cigarrillos) M: En este coche no se fuma E: ¿Le molesta el humo a la señorita? (Encendiéndolo) M: Me molesta que alguien como tú me vaya a hacer coger un cáncer E: Dios no lo quiera. (Bajando la ventanilla) M: ¡No! (Mirándola con los ojos como platos)

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E: No me digas que no te gusta mi barrio... (Ocultando una sonrisa malvada) M: Uy, sí... ¿Qué van a hacer? ¿Tirarnos huevos? E: No sería la primera vez que lo hacen a un coche como este... (Esther notó como el chofer aceleraba un poco y casi se ríe a carcajadas allí mismo) Llegaron al aeropuerto, sitio que Esther había visto muchas veces, claro que nunca de la mano de una Wilson, aquello abría una de puertas, que no veas. Que si sala VIP con champan y mini-comida de aquella, que si sillones de piel para esperar el vuelo, que si musiquita relajante, que si masajista para los nervios... dios, que asquito le daba todo aquello ¿Cuándo iban a subirse en el avión? Y encima la pija no hacía más que mirarla, descaradamente ¿Eso no estaba prohibido? La estaba examinando... lo sabía... sopesando al contrincante, como en el reportaje aquel de cabras de montaña que había visto, igualita E: ¿Qué? ¿Bonito paisaje? M: Divertido más bien E: Vaya, me alegra que te haga gracia M: Es difícil que no lo hagas. (Cogiendo una revista y ojeándola) Esther la miraba, pasaba una pagina... y otra... fruncía el ceño ¿Qué estaba leyendo? En la portada había una cabeza de caballo, buen primer plano E: Así que te gustan los caballitos... que mona... M: No es mono E: Sí lo es M: No lo es y déjame que estoy leyendo. (Cinco minutos y treintaidos segundos contó Macarena antes de que aquella volviese a abrir la boca) E: ¿Y que pone ahí? ‘Gran potro’ y ‘Yegua mansa’ pillados in fraganti en las playas de marbella... (Maca la miró con una ceja alzada) M: ¿A la chica de barrio le da miedo volar? E: No. Por si no lo recuerdas viajo mucho, con lo de la ONG y eso M: ¿Entonces? E: ¿Entonces que? M: ¿Que porque no dejas de decir tonterías y te estás quietecita en tu sillón? E: Porque esta sala es muy aburrida. Solo estamos tú y yo M: Nada, si quieres, le digo a los del servicio que se queden aquí a darte la charla E: No estaría mal, mejor que hablar contigo M: Pues llevas haciéndolo un buen rato ¿eh? E: Ya... ¿Eso es una tele? (Pasando totalmente de Maca y acercándose a una especie de cuadro que había a un lado, pulsó un botón y aparecieron las noticias) ¿Cómo se cambiará de canal? Mientras Esther seguía jugueteando con el cuadro Macarena la miraba, era como una cría... no... era una cría. Se estuvo riendo un rato al verla agarres y dar vueltas alrededor del aparato con el ceño fruncido y tocándolo por todas partes, al final se cansó de verla así M: Díselo E: ¿Cómo? M: Dile ‘Cambia de canal’. (La tele cambió de canal, Esther la miró sorprendida)

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E: Vaya chorrada más grande... (Sentándose de nuevo y mirando por uno de los ventanales) Macarena la miró sorprendida ¿Ya está? ¿Media hora dándole vueltas al aparatejo y cuando descubría cómo funcionaba se sentaba a mirra por la ventana? Aquella mujer era rara, pero rara, rara. Suspiró y siguió leyendo la revista, en breve las llamarían para embarcar, se pondría los cascos y el antifaz y dormiría hasta llegar a Jerez Una hora después desembarcaban en el aeropuerto jerezano, Esther se había estado entreteniendo con las bolsas de los cacahuetes, para arriba, para abajo, incluso había hecho muñecotes con un crío que viajaba en el asiento de delante con sus padres. La pija, haciendo honor a su nombre, se había tapado los ojos con un antifaz de florestitas o vete tú a saber el que doradas. No había roncado, lo que a Esther le molestaba mucho, porque hubiese sido una buena baza para jugar con ella, pero nada, aquella mujer a parte del hecho de tener cierta cadencia de corazón y humanidad no tenía defectos. Pero... ¿Y lo bien que se lo había pasado para despertarla? Tirándole bolitas de papel con su nuevo amigo, el vecino de enfrente. Hasta le había hecho una foto que tenía pensado poner en la tienda de campaña cuando fuerana Rwanda En la puerta del aeropuerto las esperaba DelValle, con una flamante limusina y un ramo de rosas en la mano, todo sonriente él. Esther miró las flores... ¿El viejo verde le iba a dar eso? DelValle: ¡Esther! Bienvenida a tierras jerezanas. (Plantándole dos besos que más bien parecieron dos lametones en las mejillas y dándole el ramo) Un pequeño obsequio por la invitación. (Macarena le miró un momento y miró a Esther, esta sonrió y aceptó las flores) E: No hay porque, la verdad es que me apetecía mucho ver Jerez con usted. (DelValle hizo como se sonrojaba y abrió la puerta de la limusina) DelValle: Pasa, pasa, lo he dispuesto todo ya. (Macarena se vio obligada a toser levemente para que DelValle se diese cuenta de su presencia, aquel tipo empezaba a sacarla de sus casillas) ¡Macarena! Por favor, sube tú también M: Claro, gracias señor DelValle Subieron y el chofer arrancó sin preguntar donde se dirigían, estaba claro que DelValle ya había calculado todo, estaba sentado delante de Esther preguntándole sobre el viaje y otras cosas, la enfermera por su parte se había propuesto asesinarla con aquel ramo de rosas, continuamente le daba en la cabeza con ellas, Macarena había intentado ponerse al lado de DelValle, pero la opción lo le gustaba del todo, así que resignadamente seguía recibiendo ‘golpecitos’ por parte de aquellas dichosas flores, al menos tenía la seguridad de que a Esther no le gustaban las rosas, parecía que aquel tipo no se había informado tan bien como ella DelValle: Sí, tengo una pequeña finca a las afueras de Jerez, muy humilde (Esther pensó que si la finca era humilde ella sería monja, pero se calló y volvió a darle con las flores a la pija, aquello le estaba gustando) Espero que sea de tu agrado E: ¿Nos vamos a quedar en tu casa? (Macarena miró a DelValle, será... todos sus planes por tierra) DelValle: Por supuesto, allí estaremos muy tranquilos. (Macarena sonrió, tranquilidad, aquel tipo no quería tranquilidad precisamente)

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M: Señor DelValle, lo cierto es que ya había reservado una suite a Esther en un hotel. Aquí mismo en la capital, para dos días que va a estar aquí sería una lástima que se perdiese la ciudad, hay cosas muy bonitas de ver. (Mirando a la enfermera, se podía ver la duda en sus ojos ¿Prefería irse a casa de aquel viejo verde que aceptar su invitación en un hotel? Aquella mujer estaba definitivamente mal) DelValle: Bueno, por ese lado tal vez tengas razón Macarena. ¡Ya sé! Me quedaré en el mismo hotel, así podré acompañarte y enseñarte la ciudad ¿Qué te parece, Esther? E: Pues... Sí, claro, pero a lo mejor ya no quedan habitaciones... DelValle: Tengo contactos, eso no será problema M: Me anticipé a sus deseos y le reservé otra habitación, DelValle DelValle: Espero que bien cerquita de la de Esther. (Bromeó, Macarena sonrió, algo así como en la otra punta del hotel, miró a Esther que la miraba suplicante, le guiñó un ojo y siguió mirando por la ventanilla) DelValle: Bien, creo que el primer sitio donde deberíamos ir (Mirando única y exclusivamente a Esther, detalle que no le pasó desapercibido a Macarena) sería a la mezquita de palacio, es la única que se conserva en la ciudad de las muchas que hubo, seguro que te gustará E: Bueno, la verdad es que preferiría parar en el hotel un momento, dejar esto (Señalando con la cabeza las flores) Y dejar la mochila y eso DelValle: Supongo que en el Hotel Jerez, cerca de las carreras M: Lo cierto es que me decanté por el Grand Hotel Palmera Plaza. Sin duda es excelente en todos sus sentidos y creo que allí se encontrarán muy a gusto E: ¿Tú no te quedas con nosotros? M: Mi casa resulta mucho más cómoda que cualquier hotel, y así prepararé todo lo necesario para Rwanda en los descansos que tengamos Pero... ¿Me ha traído a Jerez para dejarme a solas con el viejo este? Lo que me faltaba, esta ya no sé que quiere, creía que estaba interesada en el tipo, pero si se va a ir a su casa no la vamos a ver el pelo, vamos que él no la va a ver ni el pelo, y si está interesada... tendrán que verse ¿No? ¿Y porque este no deja de mirarme las piernas? Que voy en tejanos, hombre, que no los vas a desgastar hasta poder ver lo que hay debajo... ¿O sí? Poco después descendían a la entrada del hotel que Macarena había escogido, Esther lo miró de arriba a abajo ‘Bienvenida al píjerio andaluz’, agarró su mochila y sin esperar al resto se metió en el interior, era lujoso, pero el aire andaluz le daba un toque hogareño a todo, por primera vez no se sentía fuera de lugar entre tanto lujo, hasta que se le acercaba alguien del servicio o veía a los demás huéspedes, pero el sitio no estaba mal, eso sí, no le iba a decir a la pija que le había gustado ni en broma M: Esther, tu habitación está en el último piso, es la suite que hay al final del pasillo. (Sonriendo y dándole una tarjeta que le acababa de dar un chico del servicio) E: Nos vemos en un rato. (Cogiendo la tarjeta y metiéndose en uno de los ascensores) DelValle: Esta mujer.. (Sonriendo) ¿Última planta, no? M: Verá, resulta que ha habido un pequeño contratiempo con las habitaciones, ya sabe, tienden a liarse a veces, y resulta que a usted lo han hospedado en la primer planta... DelValle: No será nada que no tenga arreglo... (Acercándose a recepción, Macarena sonrió, sabía perfectamente que no quedaban más habitaciones en la última planta, de hecho solo había quedado una libre y Macarena tenía la llave en el bolsillo de su chaqueta)

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M: DelValle, volveré en un par de horas... DelValle: No hace falta que te moleste, yo enseñaré a Esther todo esto, tú tendrás cosas importantes que hacer M: No es molestia, en serio. (DelValle se le acercó como si le fuese a contar un secreto) DelValle: Verás... Macarena. Disfruta gratamente de vuestra compañía, pero si no te importa, me gustaría estar un rato a solas con Esther, he preparado muchas cosas para que estos dos días sean inolvidables para ella. Tengo mucho interés en que así sea. Y seguramente tú tendrás mil cosas que preparar ¿No? M: No tantas. (Mirándolo molesta) DelValle: Venga, Macarena, por mí... (Ganarse al viejo... vale, allí tenía el primer punto en bandeja para ganárselo, pero no le gustaba aquel punto, suspiró y asintió) M: Espero que al menos nos veamos en las carreras, DelValle DelValle: Por supuesto. (Sonriendo de oreja a oreja) Voy a ver si arreglo lo de la habitación M: Hasta mañana... (Macarena salió del hotel con los brazos cruzados y la cabeza agachada, aquello no le daba buena sensación, dejar a DelValle y a Esther solos, DelValle podría encapricharse más de Esther, más de lo que ya estaba, y eso podía ser una amenaza para los objetivos de la familia... sobre todo si Esther le correspondía, rehusó con la cabeza, imposible, Esther no le correspondería nunca, odiaba a la gente como ella, y DelValle, en muchos sentidos... era como ella) Esther entró en la habitación, bueno, en el mini-piso que tenían allí montado, era más grande que el suyo, y total, la gente que podía permitirse pagar aquellas habitaciones normalmente iba sola, de negocios, y solo paraban para dormir, Esther no se los imaginaba con cinco hijos, las cosas de la playa y el perro o gato. ¡Va ser que no! Tiró la mochila por ahí y se asomó a la terraza, no si... la pija tenía buen gusto, desde allí se veía el casco antiguo de la ciudad, era precioso. Ella había estado en muchos sitios, pero siempre se maravillaba de alguna cosa, algo que la sorprendía, pequeños detalles, que por mucho que dijesen que todas las ciudad eran iguales, no lo eran, cosas que las caracterizaban, allí era el perfil del casco antiguo, a lo lejos el circuito, la escuela de equitación y aquel aire andaluz que impregnaba cada rincón dándole una alegría y una luz que hasta dolían en los ojos. Aspiró profundamente el aire, sabiendo que lo tenía que disfrutar, en Rwanda el calor y el ambiente impedían que disfrutases de cosas tan vanas como respirar profundamente. Decidió darse una ducha, a ver si así se quitaba la pegajosa mirada del tipo aquel, ‘Habitación cerquita’ dice ‘Mi casa es muy tranquila’ dice... ¡Bah! ¡Ese lo que quiere es llevársela a la cama! Se secó con la toalla, bueno, más bien se daba golpes con ella pensando en lo que iba a tener que soportar, en porque estaba allí en aquel momento y sobre todo... en aquella mirada haciéndole una radiografía. ¿Y la pija? Anda que como se atreviese a dejarla a solas con aquel... se iba a enterar, encima de que todo aquello era culpa suya, que lo había montado ella con vete tú a saber que propositos, encima la dejaba tirada, con esa ya ajustaría cuenta, ya. Sonó el teléfono de su habitación E: ¿Síp? (Sentándose en la cama y mirando hacia los ventanales) DelValle: Esther, espero que la habitación sea de tu agrado E: Sí, sí, no esta mal, ya se lo diré a Macarena DelValle: Bueno, eso puede esperar ¿No crees? E: Buf... no te creas ¿Mnm? Es que tengo muchas ganas de agradecérselo...

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DelValle: Mañana en las carreras, primero... ¿Te apetece dar un paseo por la ciudad? (“Ya que mañana te vas a tirar todo el día viendo correr a caballitos... ¡Que leñe!”) E: Sí, me encantaría ver la ciudad, sí DelValle: ¿Te parece adecuado que quedemos en el hall del hotel dentro de media hora? E: Sí, vale, media hora. (Colgó y se fue a cambiar, poniéndose ropa más cómoda, si quería ver la ciudad en un día iban a tener que ir ligeritos) Puntual con un reloj, cámara en mano, gorrita para el sol y sonrisa radiante bajaba del ascensor, enfrente suyo... ¿Un cantante de opera? ¿Un camarero enjoyado? No... DelValle, ataviado como si fueran a ir al sitio más chic e in de toda la ciudad E: Ehm... ¿No íbamos a ver la ciudad? DelValle: Por supuesto... (Mirándola sonriente) Pero he pensado que tal vez debamos centrarnos en partes que no podrías ver si vinieras normalmente. Creo que sería mejor que te cambiases E: No, así voy bien. (Encogiéndose de hombros y saliendo campante por la puerta, se paró delante, sacó un mapa del bolsillo y lo examinó concienzudamente) DelValle: No será necesaria un mapa Esther, lo tengo todo organizado. (La enfermera lo miró) E: DelValle, que muchas gracias por organizar todo... lo que sea que hayas organizado... y que... requiera vestirse... así (Señalándole con la cabeza) Pero a mí me gusta ver las cosas a pie... tranquilamente... ¿Mhm? DelValle: Al menos... me permitirías invitarte esta noche a una cena... E: Claro, y si quieres apuntarte al paseo... DelValle: No, no, no me gustaría molestarte, además, tengo detalles que comprobar antes de esta noche. Puedo pedirle a uno de mis guardaespaldas que te acompañe M: No creo que eso haga falta. (Bajando de un pequeño coche sonriente) DelValle: Macarena... ¿Qué tal, tú por aquí? M: Bueno, iba camino al centro, a comprar un par de cosas que me hacían falta para el viaje y os he visto. Esther, si quieres te acerco allí E: Pues... (“¿Eso es un escarabajo?”) Sí, vale... M: Bien, DelValle, prometo devolvértela enterita. (Guiñándole un ojo y abriendo la puerta para que entrase Esther) DelValle: Eso espero. (Bromeando y mirando como el coche se alejaba, debía ponerse a la obra inmediatamente, no había contado con que Esther se resistiese a su plan, nunca le había pasado, pero era algo que podía arreglarse, aquella misma noche sin duda alguna, entró a paso veloz en el hotel y subió a su habitación) E: No te lo crees ni tú. (Mirándola mientras Macarena conducía) M: ¿Qué no me creo? E: Iba a comprar unas cosas... pasaba por aquí... tal y cual... (Imitándola y provocando una leve sonrisa en Maca) M: Cierto, no me lo creo ni yo, en realidad venía a buscarte E: ¿Y ese honor? ¿Has decidido que nos matemos y acabar con todo esto? M: No, he decido que ya que mañana vamos a ver carreras de caballos... Y las vas a tener que aguantar con buena cara para no dejarme mal a mí o a DelValle... hoy vas a conocerlos E: ¿El que? ¿Los caballos? Para este trasto inmediatamente M: Ves como si que te dan miedo... E: No, pero quiero ver la ciudad, y no voy a poder verla si vamos a subirnos en caballos

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M: De hecho... sí que vamos a poder... (Deteniendo el coche delante de la escuela de equitación de Jerez) Vamos, que tengo mis contactos... y no hay mejor forma de pasear por el casco antiguo que en caballo... (Bajándose y entrando sin esperarla, Esther miró alrededor, suspiró y echó a correr detrás de ella) E: ¡Espera mujer! A aquella cuando le entraban las prisas, no veas, Esther la había perdido de vista, ¿Dónde se habría metido? Seguramente en el tocador, pensaba divertida Esther mientras miraba a su alrededor, una gran sala que hacía las veces de recepción y de exposición de trofeos y fotografías, realmente aquel sitio era bueno, vamos, tenía más trofeo que las ultimas olimpiadas, se acercó a uno de ellos, vale, lo de los caballos le daba exactamente igual, no entendía que podía dar montar a un caballito y ganar a otro tipo montado en otro caballito, pero sabía reconocer los sentimientos. Eso se le daba bastante bien. El esfuerzo por llegar a conseguir lo que querían, ese fuerza al hacerlo, esa convicción y esa dedicación, era lo que ella hacía en la ONG y que intentaba hacer en el hospital... aunque allí más bien entrenaba su paciencia y su aguante, el primer año de enfermería tenía la manos destrozadas de tanto apretarse los puños, aquello de tener que cerrar la boca por educación... no le iba mucho M: Ese lo ganó mi abuelo. (Esther metió un bote al notarla a su lado ¿Aquella tenía teletransportador o que? Bah... seguro que sí, es más... tal vez su familia también fabricase teletransportadores en serie, algo así como ‘Wilson teletransportadores, le llevamos por mil dólares” Fijo...) ¿Esther? (La enfermera la miró, genial, con aquella cerca tenía la capacidad de evadirse en cuestión de segundos, a ver si la pija le iba a resultar des-estresante) ¿Esther? ¿Hay alguien ahí dentro? (Dándole unos golpecitos en la cabeza suavemente) E: A mi no me toques ¿Eh? Que porque tengas dinero no te vas a librar de la denuncia... ¿O sí? ¿Vosotros sois de los que tenéis eso de los sobornos? M: Uy, sí, la guardia civil al completo, mitad de la policía nacional y un cuarto del FBI... (Riendo y dirigiéndose a una puerta que daba a un gran terreno de césped y tierra) E: Lo del FBI... eso no me lo creo.. (Murmurando y siguiéndola) ¿Vas a tenerme detrás de ti todo el día? Podías ir más despacio... M: Nadie te obliga a seguirme. (Sonriendo de espaldas a Esther) Pero vamos... si no puedes aguantar el ritmo... (Por encima de su hombro y acelerando el paso un poco más) E: Cusha, se me está espabilando la niña... Llegaron a unos grandes establos, en la puerta les esperaba un tío que saludó con la mano a Macarena, uy, ¿Eso entraba dentro del protocolo? ¿Y porque no le habían dado a ella uno? ¿Y quien demonios se había inventado tamaña estupidez? Y... ¿Qué era aquello? Macarena sujetaba las riendas de un perfecto ejemplar de caballo andaluz, de una estatura ejemplar, con aires de aristócrata, caballo admirado por elegancia y robustez, aunque para Esther era... un caballo enorme! Por favor, ¿De donde había salido aquello? ¡Si media como ella! Aquella zumbada no pensaría que se iba a subir en... ESO ¿No? M: Eduardo, ¿Crees que nos pondrán alguna pega si sacamos a dos de paseo? Eduardo: No creo, la hija de los Wilson tiene bastante preferencia. (Riendo y guiñándole un ojo) M: Perfecto. (Sonriendo y mirando a Esther) Este para ti. (Dándole las riendas)

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Eduardo sacó otro caballo muy parecido al primero y Macarena subió con la experiencia y la seguridad de cualquier jinete que se precie, Esther sujetaba con fuerza las riendas y miraba de reojo al animal aquel. Macarena la observaba con la ceja alzada, divertida mientras acariciaba el cuello del suyo M: ¿Te tengo que ayudar? E: ¡No! No, puedo yo sola. (Sacándole la lengua un momento, y volviendo a mirar con la cabeza ladeada y de reojo al caballo) Tú y yo... (Susurrando por lo bajo) nos vamos a llevar bien ¿Mhm? Venga, aquello no podía ser tan difícil, había visto a niños de cinco años subirse a aquellos trastos, pero claro, ellos contaban con ayuda, pero pedírsela a la niña de papa, nada, ella se subía a él como que se llamaba Esther García. Primer intento ¿Qué había hecho Maca? Sí, poner el pie en el chisme este, mientras tanteaba a meter el pie iba refunfuñando lo que hacer, nada, aquellos se movía que no veas M: ¿Piensas hacer que el estribo se meta en tu pie por arte de magia... o a base de mamporros? (A Macarena aquello le resultaba muy entretenido, la cara de Esther cuando algo no le sabía bien y quería que le saliese bien... para no perdérsela) E: ¿El estri que en donde? (Mirándola un momento) M: Esther... que en un momento yo te ayu... E: ¡No! ¡Toma ya! (Consiguió meter el pie y una gran sonrisa se dibujó en su cara... Hasta que vio que a no ser que fuese a montar el caballo de espaldas... se había equivocado de pie) Juer... M: Bueno, cuando te canses, te espero en la entrada ¿Mhm? (Con los brazos cruzados) E: Vaya, perdone la señorita que tenga que esperar, pero es que no todos nacimos con una silla de montar debajo del culo M: Ya, igual que no todas nacimos con ese vocabulario digno de reinas E: Perdona, ¿Eso lo dice quien hace un momento ha dicho ‘mamporrazos’? Porque he de decir que creo que esa palabra no sale en el diccionario M: Eso es porque los adjetivos a tus acciones no salen nunca en él E: Claro, pero eso es porque tienen denominación de origen M: ¿Made in carabanchel alto? E: Al menos no es Made in Cibeles. (Vale, tenía un pie en el estribo ese o como se llamase... ¿Y ahora que? ¿Qué hacía con el otro pie? ¿Se lo cortaba?) M: Tal vez a este paso consigamos llegar hasta la siguiente manzana antes de que anochezca E: Tal vez si cierras tu preciosa boquita consiga subirme a esto M: Si le sigues llamando ‘esto’ te dará una coz E: ¿Una que? M: Un mamporro. (Sonriendo de oreja a oreja) E: Eso no tiene gracia. Esto no tiene gracia. Pero claro, las pijas no sabéis andar como las personas normales, no, tenéis que ir en caballitos o en cochecitos o en cositas. Andando no, ¿Para qué andar? M: ¿Siempre eres tan quejica? E: Sí, pero contigo más. (Después de varios saltitos consiguió subirse encima, aferrándose al cuello del caballo con los brazos y con los ojos cerrados) M: ¡Bien! (Aplaudiéndole) Anda, vamos E: ¿Qué hay más?

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M: Anda... Después de muchos intentos y muchos te ayudo y bastantes más no’s, consiguieron salir de la escuela de equitación, Macarena ajustaba el trote de su caballo al de Esther, que parecía tener ciertas dificultades, ¿Pero y lo que disfrutaba con aquello? Sobre todo sabiendo que en Rwanda, sería Esther la que sabía hacer todo y ella la que nada, era su pequeño momento de venganza por lo que iba a venir en un futuro. Y ya que tenía que alejarla de DelValle para que este no se encaprichara más... al menos se lo pasaría bien Le enseñó los lugares más importantes de la ciudad jerezana, de vez en cuando hacían un alto en el camino para que Esther tomará fuerzas, aunque Macarena disimulaba que se paraba a ver el paisaje para que esta no se diese cuenta de su piedad, que la tenía pocas veces, pero es que el rostro de Esther había cambiado al de exasperación, y total, ya se había reído bastante, aun le quedaba otro día más para hacerlo, tampoco había que gastar todas las balas en el primer día M: ¿Volvemos ya? Llevas mucho rato callada, ¿No se te ocurre ninguna barbaridad que decirme? (Mirando como Esther fruncía el ceño) E: ¿Cree la señorita que ya hemos terminado por hoy? M: Sí, mañana más ¿Mhm? E: Sí, vamos, a primera hora de la mañana... (Mientras intentaba dar la vuelta al caballo para volver) Una hora después Esther y Macarena subían en el ascensor del hotel, Esther tenía los muslos destrozados, se iba cargando de mala leche, aquella pija le había hecho aquello apropósito, vamos, que si no fuera porque parecía un bebe con pañal la hubiese perseguido por todo el hotel cuchillo jamonero en mano M: Tienes mala cara E: Vaya, ¿Me ves con buena en algún momento? M: Sí, cuando te enfadas y se te hincha la vena del cuello, entonces estás muy guapa, deberían hacerte unas fotos así E: Y a ti deberían hacerte una cuando te despiertas M: Perdona (Mientras salían e iban hacia la habitación de Esther) pero nosotras, las pijas, nos despertamos peinadas E: Claro, como no, seguro que tenéis una sirvienta solo para peinaros mientras dormís M: Claro, y otra para que nos tape la boca cuando bostezamos. Y otro para que nos retire las sabanas. Ya sabes... niñas de papa. (Se pararon delante de la puerta de su habitación) E: Y otra para colocarte las zapatillas en los pies. (Alzando una ceja y siguiéndole el juego) M: Y otra para el albornoz. (Acercándose levemente sin darse cuenta) E: Y otro para quitarte las legañas. (Acercándose al igual que Macarena con cada palabra) M: Y otro para abrirme la puerta del baño. (Con la mirada juguetona mientas seguía en su acercamiento) E: Y otra para levantarte la taza del water... (Parándose al notar el cuerpo de Maca pegado al suyo) M: Y otra para tirar de la cisterna... (Un segundo, un segundo y sus miradas coincidieron en el mismo punto de diferentes rostros, menos mal que las dos estaban

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concentradas en los labios de la otra como para darse cuenta de que los suyos también eran observados y menos mal que los ricos nunca tienen nada que hacer y siempre hacen las apariciones en el momento justo) DelValle: ¡Esther! ¿Qué tal el paseo? E: (“¡¡¡¡¿¿¿ HE PENSADO EN BESAR A LA PIJA????!!!!”) M: (“¡¡¡¡¿¿¿HE PENSADO EN BESAR A LA BARRIOBAJERA???!!!!”) Mientras ellas se repetían esa pregunta, DelValle le decía a Esther la hora en la que irían a cenar, aunque a parte de las paredes no le escuchaba nadie Esther estaba flipando, no se le ocurría una explicación al hecho de que sus ojos se hubiesen fijado en aquellos labios, bueno sí, se le ocurría una... era gilipollas, al menos esa parte de su anatomía. ¿A quien se le ocurre mirar los labios de la pija, y si solo fuera mirarlos bueno, los ojos a veces se aburren y se dan un paseito por las caras, pero es que lo que había sentido al mirarlos, eso, eso no era normal. Al menos no su concepto de normal, no es que le molestase que fuese una mujer, vamos, solo había estado con hombres, sin mucha suerte, pero que no se iba a morir si le gustaba alguna mujer, pero.. ¿Tenía que ser esa? Precisamente la señorita pija arrogante que dormía en un colchón de plumas... No había más ¿no? Hasta en eso tenía mala suerte. ¿A quien demonios le había hecho tanto daño como para merecer aquello? Y encima el DelValle ahí dándole que te pego a la lengua A ver, a ver, a ver, racionalicemos ¿Qué has mirado? Sus labios.. ¿Por qué? Ni idea... bueno, todo tenía una explicación lógica, seguro, vamos que ¡Ya está! Sus ojos habían visto moverse los labios de aquélla y por acto puramente instintivo, ha mirado hacia ellos, pero no tiene porque ser más, era eso, los reflejos, vamos que ni en broma se le había pasado por la cabeza nada, lo del beso un momento de... locura transitoria, eso, locura, había sido eso. Ya está, todo resuelto... que carita que pone... ¡Macarena Wilson! Esa mujer que estás mirando es una barriobajera maleducada que no tiene donde caerse muerta. ¿Y por qué la miras? Vale, normalmente no tratas con gente de su clase, debe ser eso, la curiosidad... Debería despejarme un poco, ir a casa, relajarme, tal vez mañana invite a Fernando a acompañarme, seguro que dice que sí, pero sería una distracción.. ¿No es eso lo que quieres? DelValle: Esther, Esther... E: ¿Eh? (“Ni me he enterado de lo que me ha dicho... ¡Deja de mirarla coñe!”) DelValle: Que me gustaría que fuésemos a cenar temprano, así podríamos aprovechar para dar un paseo, ver Jerez de noche es increíble E: DelValle... Y el hombre este... ¿No se da cuenta de que ella no quiere nada con él? Y pensar que... Macarena abrió los ojos como platos, se había olvidado por completo de porque estaba allí, acompañada de aquellos dos, el objetivo, SU objetivo. Debía ganarse a DelValle por el bien de los Wilson, Esther solo era una pieza en el tablero, alguien a quien manejar para sus propósitos ¿Cómo había podido olvidarlo? Aquella mujer tenía un efecto negativo sobre ella, sin duda alguna, ella era una pieza, solo una estúpida pieza, y Macarena era la jugadora que debía mover esa pieza, para su beneficio, para ganar la

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partida a DelValle. Había cometido un gran error, dejar que aquella mujer le calase alguna de sus estúpidas ideas de piedad y ayudar por un momento E:... la verdad es que no me encuentro muy bien, estoy agotada... así que si no te importa, me voy a la cama. (Metiéndose rápidamente en la habitación y cerrando la puerta tras de si) DelValle: ¿Ha pasado algo señorita Wilson? M: No, no... un día muy largo, hemos ido a montar a caballo. (DelValle sonrió) Una gran jinete DelValle: Tal vez cuando volvamos de Rwanda pueda ir a montar con ella M: Tal vez... (Mirándole a los ojos, ganárselo...) Si quiere, usted y yo podríamos cenar DelValle: Esa es una excelente idea. (Sonriendo y acercando su brazo a Macarena) Señorita... M: Muy amable caballero Fueron a uno de los mejores restaurantes de Jerez, durante la cena hablaron de mil cosas, bueno, DelValle hablaba y Macarena se mostraba complaciente, actuaba, aunque de vez en cuando bajase la guardia en su cabeza, al lado suyo había una familia cenando, seguramente habían ahorrado durante dos meses para cenar allí, parecía que era el cumpleaños del padre, una niña de unos diez años le estaba dando un regalo, sonriendo, había visto sonrisas como aquellas pocas veces, y casi todas había sido recientemente. En la fiesta de Javier, los amigos de Esther, Esther misma... DelValle: ¿Crees que Esther se interesaría por alguien como yo? (“¡¿Qué?! El don de la oportunidad, si es que piensas en ella y mira lo que pasa...”) M: Pues... (“Ganártelo, ganártelo, ganártelo...”) La verdad es que no veo porque no. Es usted un hombre elegante, educado y atento, a parte de tener un considerable colchón mullido en el que descansar. Un buen partido como diría mi abuela (Riendo suavemente) DelValle: Creo que Rwanda puede ser un buen sitio... pero... tal vez necesite algo de ayuda, no creo que sea fácil estar a solas con ella M: Bueno, en tres meses seguro que encontrará el momento DelValle: Sí, pero... no soy un hombre al que le guste esperar el azar... no sé si me entiendes M: Aumentar las posibilidades hasta que sepas seguro que va a suceder. (Conocía bien el juego) DelValle: Exacto... te has hecho muy amiga de ella ¿Verdad? (Macarena le miró, ocultando su sorpresa, aquél tipo quería que ella le ayudase en su objetivo particular, Esther... y lo bueno es que si le ayudaba... lo tendría en el bote, no pensó, no escuchó más bien, hizo lo que era mejor para ella y su objetivo, en aquel juego todos tenían una meta, los medios... cualquiera, incluso meter en la cama de aquel tipo a Esther, aunque aquella idea le desagradará muchísimo, era lo que debía hacer, acabar con todo aquello y volver a su vida normal, sin aquellos sentimientos tan extraños en ella que últimamente se colaban en su cuerpo y en su mente) M: Cuente conmigo DelValle, todos merecemos una oportunidad DelValle: Me alegra escuchar eso, sin duda eres una gran mujer Macarena M: Espero que su idea no cambie. (Bromeó provocando una leve sonrisa en DelValle)

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Esther se despertó después de pasarse toda la noche gimiendo... y no precisamente de placer, estúpido caballo... tenía las piernas destrozadas, se levantó para ir al baño, maldiciendo el hecho de parecer un vaquero. Pero es que claro, había sido bastante tonta siguiendo a Maca... Macarena, señorita Macarena. Se metió en la ducha y abrió el grifo, un segundo después soltó un montón de preciosidades por haberle dado al agua frían en vez de a la caliente. Y encima tendría que pasarse todo el día viendo aquel instrumento de tortura (A aquellas alturas había determinado que los caballos no eran para montarse, tenían que ser libres... bien lejos de ella, pero libres) y con Maca... rena, Macarena ¿Por qué llevaba toda la noche llamándola Maca en su cabecita? Anda que como se enterará la señorita Wilson... le iba a montar una. Su móvil sonó, salió envuelta en una toalla como pudo, sorprendiéndose de la rapidez y de no haberse resbalado y estampado contra el suelo, eran cosas que le solían pasar, miró la pantalla. Marisa. ¡Joder! ¡Ni había pensado en llamarla! E: ¡Dime! Marisa: ¿Muy ocupada con nuestros socios? (Riendo) E: Uy sí, de una ocupación... fascinante ¿Ha pasado algo? Marisa: No, solo quería saber como iba la cosa E: Llevo un día con esos dos y sigo viva, no esta mal ¿Eh? Marisa: Ya... E: Deberías darme un premio, algo así como ‘A la mejor relaciones públicas de la ONG’... ¿Un contrato firmado en el que diga que no me harás pasar por esto otra vez? Marisa: Pero si les tienes encantados Esther E: Creía que solo interesaba DelValle... Marisa: Tu pija también E: No es mi pija. (Negando con la cabeza “¿Qué sabía aquella? ¡Venga Esther! Si ni siquiera tú sabes que ha pasado, vale, que eres tonta, pero a parte de ese detalle...”) Marisa: Bueno, la señorita Wilson, ¿Mejor? E: Sí. ¿Está todo preparado? No quiero sorpresitas como la última vez ¿Eh? Que acabábamos en medio de la selva a patita... Marisa: Todo preparado, tranquila ¡Soy la jefa! E: Bah, todo el mundo tiene su cruz... Marisa: Tendréis que estar mañana aquí, tráemelos vivos... E: ¿Es necesario? Les podría convencer para que nos pusieran en su testamente y que luego tuviesen un pequeño... accidente Marisa: Anda, nos vemos mañana E: Clarooooooooo. (Colgó y se volvió a la ducha... tu pija, tu pija... será... ¡Jefa!) Macarena por su parte llevaba ya un buen rato despierta, la verdad es que no había sido capaz de descansar mucho, que su cabeza le hiciese caso era un problema, era la primera vez que su corazón... o lo que fuese, le llevaba la contraria, normalmente no decía nada.. o tal vez es que no lo había escuchado mucho, le había sido fácil ignorarlo, pero se había vuelto tan esquivo como ella misma, y tan listo, lo suficiente como para colarse en su subconsciente y proporcionarle una maravillosa pesadilla con la imagen de DelValle y Esther... juntos... Tocaron a la puerta y abrieron sin esperar respuesta, su hermano, seguro. Suspiró levemente, se dio la vuelta y le miró

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M: Buenos días, Jerónimo Jero: Macarena.. ¿Que tal va tu conquista? (Con una sonrisa socarrona en la boca) M: Muy bien de hecho, ayer estuvimos cenando Jero: Con la enfermera esa ¿No? M: No, Esther no estuvo con nosotros Jero: ¿Te has hecho su amiguita? (Riendo) Eso si que es divertido... M: Jerónimo... parece que olvidas que ella es una pieza más del tablero... Jero: Lo que espero es que no lo olvides tú... M: ¿Por qué dices eso? Jero: Venga, Macarena, ¿Paseando en caballo por Jerez? M: Veo que tus ‘amigos’ te mantienen informado de mis movimientos Jero: Por supuesto que no... eres mi hermanita, solo es que de casualidad te vieron y me lo comentaron M: Bien, pues encárgate de preparar todo lo necesario para el trato de DelValle, que no haya cabos sueltos... yo me encargo de que ponga su firma al final Jero: Eso espero... (Consultó su reloj) Se hace tarde... deberíamos ir hacia la escuela de equitación... M: Pasaré por el hotel a por DelValle... Jero: Bien... nos vemos allí M: Claro. (Mirando como se iba, cogió el teléfono de su habitación y marcó un numero) ¿Me pasan con la habitación de Es... no, espere, déjelo, déjelo. (Colgó y suspiró) ¿Ese es el dominio que tienes sobre esto? Fueron a las carreras de caballos, DelValle se la pasó toda entera tirándole los trastos a Esther, así que esta entre tener que ver los caballitos y aguantar al viejo verde estaba harta, en un momento dado se excusó para ir al baño y salió disparada dejando a aquel tipo solo. La pija hacía rato que había desaparecido, su hermano había ido a buscarla y se habían ido los dos entre susurros. Intentó encontrar lo baños, pero lo que encontró fue otra cosa, en uno de los pasillos interiores estaba Macarena y su hermano, hablando con una pareja mayor, por los rostros podría decir que eran familia, seguramente los padres, pensó en acercarse a saludar, Jero le caía bien, más que la pija, y ya de paso le preguntaba donde estaba el baño, pero al acercarse un poco más escuchó a conversación que mantenían M: Tranquilos, DelValle está en el bote Antonio: ¿Y la chica? M: La chica es una pobre de barrio, no será un estrobo Jero: Más te vale, hermanita M: Lo repites mucho, Jerónimo. Esther no es un problema. Solo es un capricho de DelValle que le daremos si él quiere, pero no creo que haga falta, lo tengo en el bolsillo Antonio: Perfecto. En unos meses... la fortuna DelValle será Wilson Esther salió pitando de allí, aunque alguien se dio cuenta de su huida. Eso era, el motivo de que la pija no se separase de ella y DelValle, estaba intentando ganarse al viejo para quitarle toda su fortuna, su poder, todo era un maldito y estúpido juego, no debería haber esperado más, no de gente como aquella, pero la verdad es que en algún momento se había engañado a sí misma pensando que tal vez, aquellos dos querían ayudar de verdad ¡Y una mierda! DelValle solo quería tirársela, Y Macarena solo quería la pasta de DelValle. Tenía que volver a Madrid, alejarse de toda aquella hipocresía que se

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respiraba allí, pasar un día tranquilo y viajar a Rwanda, ya los dejaría tirados en cualquier parte, quizás podría convencer a Marisa de que no fuesen al viaje ni DelValle ni la Wilson. Era posible. ¿Cómo la había engañado? Y ella aceptando hasta aquella maldita habitación, solo era parte de su plan, ganarse a DelValle. Siguió paseando por Jerez, no quería volver a pisar el hotel, pero tenía sus cosas allí, durante horas se intentó calmar con el aire que se respiraba en tierras andaluzas, calándose de él. Pero nada, imposible, aquellos dos la habían metido en su juego de ambición y poder, iría al hotel, cogería sus cosas y se volvería a Madrid, convencería a Marisa de que no fueran al viaje esos dos y ella sí que iría. No volvería a verles nunca, a ninguno de aquellos dos. Estúpido DelValle. Estúpida Macarena Y allí estaba, apoyada en la pared de enfrente del ascensor, aquella maldita pija era un autentico incordio, Esther la miró con rabia y salió del ascensor, caminando hacia su habitación M: Esther, para un momento E: No me da la gana, ¿No tienes con quien jugar esta noche? M: Esther, anda, déjame que te lo explique E: ¿Para que? No me interesa nada de lo que tengas que decirme M: Oye, lo que has escuchado... (Tenía que decírselo, no podía correr riesgos) no se lo comentes a DelValle E: Pasa de mí. (Apretando el paso) M: Esther va en serio. (Parándola con una mano y haciendo que la mirase) No se lo puedes decir a DelValle, nos jugamos mucho en esto, y no vamos a permitir que... E: ¿Estas amenazándome? Pues la llevas clara, se lo diré, le explicaré a DelValle que estáis engañándole, jugando con él para conseguir su dinero, su poder, sois unos ambiciosos de mucho cuidado, dispuestos a hacer lo que sea por subir más y más en esa escala vuestra de poder ¿Y sabes? Me importa una mierda lo que hagas, pero yo no pienso formar parte de este juego M: Pues lo siento, porque ya estás metida y hasta el fondo, y no ha sido cosa mía, te lo aseguro, lo único que me faltaba era tener que ir detrás de alguien como tú, pero al señor DelValel lo tienes atontado, y eso hace que entres en el juego E: ¡Pero yo no quiero jugar a nada! M: Pues lo vas a tener que hacer Esther, solo quiero saber de que lado vas a estar E: ¡De ninguno! (Alzando la voz) ¡Sois iguales! ¡Pijos arrogantes y ambiciosos! ¡No quiero saber nada de vosotros! M: ¡No soy DelValle! E: ¡Sí lo eres! ¿No lo ves? ¿Qué? Se ve la paja en el ojo ajeno pero no en el propio ¿Eh? Eres igual de gilipollas que él Maca. Igual. (Apartándola de un leve empujón y volviendo a caminar por el pasillo) M: ¡Esther! ¡No me parezco a ese viejo verde! E: ¡Más de lo que crees! M: Joder... (Corriendo tras de ella) Mira (Parándola otra vez) Te guste o no, nosotros tres vamos a estar juntos en Rwanda... y vamos a estar jugando, créeme, tú incluida, DelValle te quiere en su cama, yo juego a hacerle la pelota y tú aún no sé a que juegas, pero seguro que estás jugando a algo. Más vale que dejemos las cosas claras antes de ese viaje E: ¡Suéltame! Y por cierto... yo no juego a nada. Hay cosas mucho más importantes en mi mente que jugar con dos animales de dinero como vosotros

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M: Claro, la chica de las grandes esperanzas, llena de sueños sin sentido que se preocupa por la paz mundial y el hambre en el mundo, no tienes tiempo para jugar ¿Eh? (Esther la miraba con rabia, iba a responderle pero Maca no la dejó) Entonces dime ¿Qué hacías aquella noche en la fiesta de Sotomayor? Y no mientas, porque sé lo que hacías E: ¡Eso es diferente! M: ¡No! No lo es. Es lo mismo... jugar. Tú ganaste esa vez... tal vez puedas ganar en esta también E: No quiero nada que tú puedas ofrecerme M: ¿No? ¿Estás segura? Tu tienes proyectos que requieren dinero, yo dinero que requieren proyectos. ¿Crees que no sé que estás trabajando para crear una ONG? ¿Qué no sé que ese es tu sueño desde que te picó el gusanillo? ¿Crees que no lo sé? E: Eres una... M: Una mujer muy inteligente que puede cumplir tus sueños... E: Me da igual lo que puedas cumplir... no quiero tener que deber nada a alguien como tú M: ¿Estás segura? Sin alguien como yo jamás lo lograrás E: Mira, puede que en tu mundo las cosas se hagan con engaños y jueguecitos estúpidos, en el mío se hace con el esfuerzo de cada uno, y lo lograré M: No lograrás una mierda Esther, y lo sabes. Sin el dinero no tienes nada que hacer E: Lo conseguiré por otro medios, unos en los que no tenga que vender mi alma al diablo M: Fracasarás... eres demasiado ingenua para conseguirlo E: Puede que sea una ingenua, pero no soy gilipollas, y no pienso aliarme contigo, no me rodeo de gente sin corazón M: Pues la gente sin corazón es la que triunfa señorita, y a ti me parece que te sobra mucho E: Al menos tengo algo por lo que vivir, tú no tienes nada M: ¿Qué no tengo nada? (Rió divertida) Tengo todo lo que quiero E: Uy, sí, ya lo veo... ¿Sabes el problema? Que todo lo que tienes lo has comprado... por lo que no debe ser muy importante si tiene precio M: Mira, no espero que alguien como tú lo entienda. La gente que no tiene nada dice eso para consolarse, pero en realidad siente envidia de todo lo que tenemos E: Pues a mi solo me das pena. (Desafiándola con la mirada, notando como la ira de Maca se adueñaba de su mirada) Perder el control... dejar de pensar, de razonar... dejarse llevar por tu cuerpo, por el deseo que recorre cada fibra, cada parte, por el cosquilleo que eriza la piel y que acelera tu respiración, por los latidos que se extienden hasta las puntas de los dedos, haciendo que los temblores se sucedan en tu interior... perder el control de tu mente, de tus actos y simplemente... disfrutar de las emociones... ¿En que momento lo perdieron? ¿En que momento de aquella estúpida conversación que mantenían se habían perdido? Daba igual... no había nada más que el cuerpo que tenían delante... Y ella lo buscó, con la necesidad del aire al estar bajo el agua, pasó su mano por su espalda, apretando aquel cuerpo contra sí, estremeciéndose al notarlo contra ella, encendiéndose, la empujó hasta la pared, atrapándola para no dejarla huir y se perdió. Se perdió mordiendo aquellos labios, luchando contra aquella lengua, con más ganas a cada momento, con más necesidad, quería aquel cuerpo con el suyo, quería follarla allí mismo, en el pasillo de aquel hotel. Y le faltaba el aire, pero le daba igual,

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cegada no podía apartar sus labios y su lengua de aquellos otros, que luchaban contra ella con la misma fuerza, el mismo deseo, la misma excitación Esther notaba la mano de Maca apretando su espalda, su otra mano en la nuca, atrayéndola contra su boca, evitando que se separará, y le daba igual la presión, colocaba su mano en el pecho de ella, por encima de la camisa, notando la reacción que provocaba, notando su pezón duro e hinchado, y lo apretaba, entre sus dedos, y su lengua no podía dejar de moverse en la boca de ella. No quería, recorría sus labios, su paladar, su lengua... todo, haciéndose dueña de cada rincón. Notaba como su excitación crecía, tanto, que el contacto con Maca le dolía, cada vez que se movían un poco, cada vez que una mano dejaba de estar en un sitio y pasaba a otro le dolía, la vista se le nublaba y aquella sensación de cosquilleo y tensión en su sexo aumentaba Y Maca lo sabía, porque a ella le pasaba lo mismo, quería el sexo de Esther, quería su boca, sus manos, todo, y cuanto más lo pensaba más le dolía, y con más ganas la besaba, y con más ganas la apretaba, sentía que no podía más, le faltaba el aire, pero el echo de separarse de aquellos labios no se le pasaba por la cabeza, notaba los pezones duros de Esther clavados en sus pechos, y eso la excitaba mucho, lo suficiente como para querer más. Colocó rápidamente una de sus piernas entre las de Esther, haciendo presión en el sexo de esta, notando como a la enfermera le flojeaban las piernas. Ahora atacaba con una de sus manos sus pechos, apretándolos y dejándolos ir, notando su dureza en la palma de la mano, los masajeaba rápidamente, sin descanso, sin dejar que Esther se recuperase, no quería que lo hiciese, quería ver su rostro al correrse allí mismo, y presionaba la rodilla y Esther mordía el lóbulo de su oreja con fuerza, gimiendo, pasando sus manos por la espalda de Maca y apretándola con fuerza, queriendo hacer más presión entre ellas, y se mordía el labio, sin remedio, y suspiraba Esther sentía que no podía más, que si no la paraba tendría un orgasmo allí mismo, le dolían los pechos, su propio sexo, le dolía todo, la tensión se había acumulado hasta el punto en que no le quedaba aire, y lo buscaba con ansiedad, abriendo la boca para cogerlo, pero solo le salían gemidos, era incapaz de respirarlo un poco, y la rodilla de Maca la estaba torturando, cada vez la movía con más rapidez, y lo único que tenía claro era que quería más. Su cuerpo desnudo a su disposición, y que si Maca lograba hacer que se corriera allí no habría ese más. Tenía que actuar, y hundiendo su lengua en la boca de Maca, bajaba rápidamente una de sus manos por el vientre, presionando, hasta llegar entre sus piernas, esperando unos segundos, conocedora de que Maca sabía donde estaba su mano, tan cerca, y mordía el labio de Maca para luego chuparlo, besarlo, atraparlo entre los suyos succionándolo M: Va... mos... ahh... Y obligaba a Esther a subirse encima de ella, y la enfermera la rodeó con sus piernas, mientras Maca bajaba una de sus manos hasta su sexo, acariciándolo con fuerza por encima del pantalón, apretando con ganas, la otra en los glúteos de Esther, impidiendo que cayera. Como pudo, a trompicones, entre batallas de lenguas y caricias llegaron hasta la habitación de al lado a la de Esther, Maca sacó con una mano la tarjeta rápidamente y la pasó por el lector, mientras apoyaba a Esther contra la puerta, mordiendo su cuello

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E: Agh... ahh... abre... (Su voz sonaba ronca por la excitación, mientras cerraba los ojos, de todas formas no veía nada, sentía los mordiscos de Maca, cuando su mano guardó la tarjeta y empujó la puerta, volviendo acto seguido a acariciar su centro) Entraron a empujones, y al escuchar la puerta cerrarse desataron lo poco que habían guardado, Esther colocó sus pies sobre el suelo, pegada aún a Maca, mientras esta tiraba de la camisa de Esther, haciendo que los botones saltaran, sacándola rápidamente mientras lamía su cuello, su clavícula, mordía por encima del sujetador, mientras su manos lo desabrochaban y lo liberaban. Esther luchaba con los tejanos de la jerezana, desabrochando el botón a tirones y bajando la cremallera, colando su mano, sintiendo toda la humedad de Maca, todo su calor M: Más... más fuerte... Y Esther obedeció, mientras Maca la arrastraba hasta la cama, echándose sobre ella, quedando encima, abriendo las piernas para dejar que Esther tuviese más espacio, atrapando con una mano uno de sus pezones, estirándolo y haciendo que Esther apretase más sus manos, mordiendo y lamiendo el otro pezón, sin tregua. Con la mano libre Esther tiraba de la camisa de Maca, que se abría ante la fuerza y que rápidamente era apartada, y atacaba, movía pieza hundiéndose en el cuello de Maca, mientras su otra mano apartaba a un lado su tanga, y la jerezana la ayudaba desprendiéndose de la ropa interior y del pantalón con rapidez, quedando desnuda, montada a horcajadas sobre ella, y luego seguía quitando ropa, la falda de Esther desaparecía entre batallas de tomar e control, luchando por bien quien acababa encima, al igual que desaparecía su ropa interior. Completamente desnudas se sentaban, con sus torsos desnudos uno contra el otro, sus pechos hinchados, sus piernas rodeando sus caderas y sus sexos rozándose, contagiándose del calor, de la humedad, de los latidos que sentían cada uno Maca mordía los pezones de Esther, mientras esta apretaba con sus manos su cabeza, queriéndola más fuerte, más adentró, y sus caderas se movían instintivamente, rozando sus sexos, apretándose uno contra otro, y llegaba un momento en el que ya no podían morder, ni besar, ni nada, sus labios solo buscaban aire, mientras sus sexos solo buscaban más contacto. Las manos de Esther bajaban por la espalda, clavándose en los glúteos de Maca y atrayéndola más hacia sí, notando como su sexo casi explotaba ante aquella torturante presión E: Aghhh... aghhhhh... M: Rápido... aahhgghh... más... ahhhh... Y se apretaron más, hasta casi traspasarse, agotadas por el esfuerzo aún sacaban sus últimas fuerzas, fuerzas que les llegaban desde el centro mismo de su sexo, a punto de estallar, y sus caderas seguían balanceando frenéticamente, a un ritmo vertiginoso, y sus gemidos iban creciendo más y más, hasta que un último esfuerzo las llevó al borde del grito, notando como sus cuerpos se destensaban de golpe, notando de golpe todo más húmedo, todo más borroso, todo menos real. Aun apretadas buscaban el aire, poco a poco se recuperaban, notando el cansancio y el dolor de sus músculos, notando lo mojadas que habían quedado, llenas de sudor, ambas apoyaban las manos hacia detrás, separando sus torsos, manteniendo el contacto entre sus piernas, no se miraban, tenían los ojos cerrados

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Poco después Maca se levantaba sin que Esther se lo impidiera, desapareciendo de la habitación a los minutos ya vestida, Esther se quedaba en aquella cama, desnuda completamente y sintiendo aún el placer y la fuerza de aquélla noche Notaba el sol colarse por la ventana y achicharrarle la cara, tenía mucho sueño así que se dio la vuelta, consiguiendo que en vez de achicharrarle la cara le quemase la espalda, refunfuñó un par de minutos, escondiéndose debajo de la sabana y de la almohada, hasta que abrió los ojos y miró alrededor. ¿Dónde demonios estaba? Era en el mismo hotel, sin duda, pero aquella no era su habitación, pequeños flash de la noche anterior asaltaron su cabeza... ¡¿Me he acostado con la pija?! Pues... va a ser que sí ¿Mhm? Al ver el sujetador de Maca tirado en el suelo, que poco elegante, dejárselo allí encima de la alfombra. Recogió sus cosas y la prenda de Maca y salió al pasillo ¿Qué hora sería? Entró en su habitación y miró el reloj... ¡No! Media hora después, con la ropa embutida en la mochila, a medio peinar y unas ojeras que le llegaban al suelo, consiguió entrar en el aeropuerto, iba maldiciendo su descuido, mira que quedarse dormida... aunque claro, teniendo en cuenta el ‘esfuerzo’ nocturno ¡Para no dormirse! Y allí estaba de nuevo, con un maletón a un lado y sentada tan elegantemente como siempre en una silla de la sala de espera VIP, DelValle estaba de pie enfrente suyo, hablando animadamente, la pija se había hecho con su objetivo ¿Tenía algo que ver lo de la noche anterior? No, seguro que no, el viejo verde quería llevársela a la cama, no que otro, en este caso otra, hiciese la faena. Respiró hondo, no quería que la pija notase nada raro, seguramente se la había tirado por capricho, Esther no iba a darle el placer de verla diferente ¡Ni de coña! Ella en su línea... pasota... y no le iba a costar mucho, porque aun tenía más ganas de librarse de ella y del viejo que antes DelValle: ¡Esther! Ven por aquí. (Sonriendo y acercándose a ella) ¿Has pasado mala noche? (Entrando con ella en la sala) E: Malísima. Tengo que ir a facturar el... DelValle: No, no y no. De eso se encarga alguien de aquí. (Hizo una seña a un mozo que se acercó corriendo, vamos, que perdía el culo por atenderles cosa que a Esther le hizo mucha gracia) Facture el equipaje de la señorita Mozo: Por supuesto, señorita ¿Cuáles son sus... E: Toma. (Entregándole la mochila desgastada y sentándose en uno de los asientos toda pancha) DelValle: ¿Has desayunado ya? Podemos pedir que nos traigan unos aperitivos E: Pues... la verdad es que no me ha dado tiempo... M: Ni a peinarte... (Abrió por primera vez la boca, con la vista fija en una revista, Esther se fijo ¡Como no! Caballitos...) E: El estilo desordenado está a la orden del día, me sorprende que a alguien como tú se le escape eso, pero claro, a los caballos no se les peina ¿No? M: Pues la verdad es que sí, hasta se les hacen tocados para las grandes competiciones. (Encogiéndose de hombros muy tranquila) E: ¿Tocados? ¿Va en serio? (Mirando al viejo que estaba... ¿Mirando sus piernas? No veas, si que tenía ánimos el hombre, ya de buena mañana) DelValle: No son exactamente tocados... pero sí, cuando se hacen paseos de galas o competiciones de doma se les suele peinar de forma especial. ¿Ya tienen todo preparado en Madrid?

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E: Sí, sí, todo listo, de todas formas cuando lleguemos yo iré a mirar como va todo, salimos mañana por la mañana temprano DelValle: Te acompañaré, quiero asegurarme yo también. ¿Macarena? (Mirándola significativamente) M: Aun me quedan algunas cosas por comprar. (Mientras DelValle sonreía complacido Esther ponía los ojos en blanco... vete tú a saber lo que iría a comprar, aunque... también podía tener que ver con lo que había escuchado el día anterior ¡Claro! Les dejaba a solas para que DelValle la conquistase, una sonrisita traviesa apareció en su rostro, ¡La llevaban clara aquél par!) Poco después les llamaban para subir al avión, Esther subió con la mano en el bolsillo del jersey, apretando algo que tenía dentro y sonriendo divertida, se sentó en su asiento, entre DelValle y Maca y se puso los cascos con algo de música DelValle: Macarena, ¿Con que muchas cosas por comprar? (Aprovechando que Esther ‘no’ les escuchaba) M: Ni se imagina cuantas DelValle. (Mirándole y guiñándole un ojo) DelValle: Eres una mujer admirable... M: Me viene de familia. (“Y lo buena actriz también maquita, que te dejas eso”, pensaba Esther mientras trasteaba con el cable de los cascos) DelValle: Sí, una gran familia para haber criado a alguien como tú. Pero.. hay algo que me preocupa M: ¿El que? DelValle: Ayer noche quise prepararle algo a Esther, como se había ido así de las carreras, pero no la encontré en su habitación, aunque en recepción me dijeron que la habían visto subir... M: Estaría en el bar. (Estaba tranquila pues sabía que el servicio del hotel no delataría su presencia la noche anterior, ella ya se había encargado de ello, Esther contenía los puños ¿En el bar? Sí, claro, eso o en tu cama haciéndolo, no tenía morro ni nada la pija ¿Cómo se había dejado hacer aquello? Oh, sí... le habían entrado ganas ¡Hasta su cuerpo estaba en contra de ella!) DelValle: Uhm... aunque... ¿Podrías averiguarlo? M: Lo intentaré. (Sonriendo ampliamente) Si no te importa (Sacó su antifaz y se lo enseñó a DelValle) DelValle: Por supuesto que no, yo también aprovecharé para descansar (Guiñándole un ojo y sacando otro antifaz, ambos se lo pusieron y al cabo de un rato Esther se sacaba los cascos, miraba a ambos y sonreía, dejó algo sobre Maca y se levantó para ir al baño) Anunciaron la llegada del vuelo y la consabida frasecita de ‘Abróchense los cinturones que vamos a aterrizar’, como si un cinturón pudiese hacer algo... sí claro, era igual de útil que el ‘salvavidas’ que te hacían poner ‘por si caías al mar’ ¡Leñe! ¡Si caes al mar a esa velocidad, de lo único que sirve es para que luego encuentren tu cuerpo más rápido! Pero como buena chica se fue a sentar a su sitio para ponerse el cinturón, DelValle seguía durmiendo, Maca... no. Lástima, tenía que haber sido al revés M: ¿Te parece bonito? E: No, a mí lo de los aterrizajes no me gusta mucho. (Sentándose y abrochándose) M: Ya... (Sacando algo de su bolsillo y enseñándolo discretamente a la enfermera) E: No es mi estilo ¿Eh? M: Menos broma, Esther, eres...

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E: No, no, no. (Parándola) Soy una chica muy educada, te lo dejaste ayer noche y te lo devuelvo. (Sonriendo con maldad) Pero nada, si quieres le preguntamos su opinión a DelValle M: No pienso dejar que lo mandes todo a la mierda por un momento de locura ¿Entendido? (Susurrándoselo enfadada) E: Macarena... cuida ese vocabulario. (Riendo y achuchando a DelValle para que se despertase) DelValle: ¿Mhm? E: El cinturón, no querría que le llamasen la atención DelValle: Muy generoso por su parte. (Sonriendo y bromeando) Habían quedado en el aeropuerto de Madrid, donde cogerían lo que llamaban ‘el pájaro’ para llegar a Rwanda, era el avión con los pasajes más baratos, todo ahorro era poco, y también era el que más horas de vuelo llevaba... vamos, de hecho, según Esther aquel trasto volaba desde 1951, echa cuentas, un montón de horas... Aquella vez quien llegó tarde fue Macarena y DelValle, Esther estaba ayudando a meter las cosas en el avión cuando les vio llegar, con su limusina pararon dudosos delante del avión, DelValle bajó, miró el avión y negando con la cabeza se acercó a Marisa, Macarena bajó un segundo después y... ¿De donde había sacado aquella ropa? Eli: Que mona va esta chica siempre. (Riendo y empujando una caja rampa arriba) E: Monísima, va a ser la Naomi Campbell de la selva... (Negando divertida y empujando su caja) Macarena había optado por un modelo de camuflaje muy majo él, con sus pantaloncitos, su camisita, si gorrito con mosquitera y variedades por el estilo, muy cuca ella, claro, en aquél momento y al ver que los demás (A excepción de DelValle) Iban con tejanos y camisetas, se sentía un poco fuera de lugar, pero la ropa se la había aconsejado un experto aventurero que realizaba documentales pre-pago para cualquier rico ¿Habían engañado a una Wilson? Aquello le resultaba fastidioso DelValle: Realmente no creo que eso nos pueda llevar a Rwanda, si es por el dinero puedo conseguir un jet privado en un momento Marisa: Mire, es la forma en que hacemos las cosas, cuanto menos gastemos en el viaje, más podremos invertir en el proyecto, y tranquilo, este avión reúne todos los requisitos de seguridad e higiene actuales Carlos: Sí, claro... si viviésemos en 1971. (Riendo con una pequeña caja entre sus manos) Marisa: No haga caso a Carlos, es algo bromista DelValle: Eso espero, si morimos durante el viaje no servirá de nada su proyecto Marisa: Tal cosa no sucederá. ¡Esther! E: ¡No estoy! (Mirando a Eli y poniendo los ojos en blanco) Marisa: ¿Cuándo vuelvas podrías mirar donde se han metido el resto? E: ¡Claro! ¡Estoy en ello! (Sentándose encima de una caja) Carlos: ¿Una última cervecita? (Sonriendo y sacando tres cervezas de una caja) Eli: Tío, ¿De donde las has sacado? Carlos: Eh, que allí no tiene cerveza, y para las noches de pasión desenfrenada no viene mal. (Riendo y acercándoselas)

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E: Vamos que las has traído para ver si emborrachas a alguna y se acuesta contigo. (Cogiéndola) Carlos: Elemental, mi querida Esther. (Macarena se asomó por la puerta del avión) Vaya, vaya, vaya, Esther, no creía que tu perrita viniese E: Ya ves, le hace falta un buen paseo. ¿Has revisado todo? Eli: Lo he hecho yo, este ha llegado hace una hora Carlos: Perdona, pero el retraso justo y adecuado es elegante, no lo de estos dos. (Señalando con la cabeza a la pija) Eli: Anda, ¡Maca! ¿Una cervecita? DelValle: ¡Yo si querré una! (Subiendo y sentándose al lado de Esther, Eli le guiñó un ojo a la enfermera que hizo el gesto de meterse un tiro en la cabeza) Eli: Señor DelValle, Esther me ha hablado mucho de usted. (Aquella se lo estaba pasando bomba) DelValle: Espero que todo bueno. (Sonriendo) Eli: Espera bien Raquel: ¡Venga! ¡Que aun quedan cajas! (Asomándose) ¿Qué? No le deis ninguna a Raquel ¿Eh? Carlos: Ten. (Lanzándole una) Piloto: ¿Y yo? (Saliendo de la cabina del piloto) Eli: Sácale una anda, que el viaje es muy largo E: DelValle, te presento a parte del equipo, los otros estarán en camino. Estos son Eli y Carlos, expertos en el terreno y más o menos multiusos (Guiñándoles un ojo), aquella es Raquel, la diplomática por así decirlo (Todos rieron y Raquel hizo un gesto con la mano) faltan Isabel y Roberto, doctores, y... ¿Dónde anda Luís? Carlos: Pobre Luisito... tan joven y ni siquiera a durado un minuto, lo hemos puesto ahí atrás en un rincón... DelValle: ¿Qué? E: Que está durmiendo la mona, ya lo conocerás cuando lleguemos a Rwanda DelValle: ¿Y él? (Señalando al último que había pedido una cerveza) E: ¿Él? Bah, el piloto DelValle: ¿El piloto? Esto es... Piloto: A ver, que a mí esto no me hace nada ¿eh? ¿Ve? (Levantándose y tambaleándose un poco) Nada de nada ¿Nos vamos ya? ¡Hip! Perdón.. (Riendo) Marisa: ¿Ya os habéis divertido bastante? (Llegando con el resto del equipo) Piloto: No te creas... aun podemos exprimirlos más... (Riendo y bajando del avión) ¡A por esas cajas! Isa, Rober, sus toca por ser los últimos Roberto: Venga, tío, no me jodas Piloto: ¡Eso jamás de la vida! Isa: ¡Paco! ¡Que hemos pillado un atasco! Piloto (Paco): Me da igual.. (Canturreando) Eli: Creo que a tu perrita le han quitado la lengua... (Susurrándole al oído) E: Debe estar rezando para que todo esto sea un sueño. (Guiñándole un ojo) Después de subir todo lo necesario y de un sermón apoteósico que DelValle escuchó con gran interés, Macarena aburrida y los demás ni escucharon ocupados en mirar el suelo, las uñas, el cielo o cualquier otra cosa subieron al ‘pájaro’. DelValle se quedó más tranquilo al observar las credenciales de los pilotos de verdad, que no de Paco, que también tenía credenciales, era psicólogo, algo loco, pero psicólogo. De esta forma, pusieron rumbo a Rwanda

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Durante el viaje el equipo iba bromeando, sobre todo cachondandose del último discursito de Marisa. DelValle y Macarena charlaban en los asientos traseros, compartiendo sus miedos por aquel viaje y sorprendiéndose de la falta de seguridad y de profesionalidad de aquella gente. Esperaban otra cosa de aquellos, solo eran una panda de tipejos y tipejas que parecían que iban de aventura a cualquier lugar del mundo Eli: Ey, ¿Por qué no les dices que se vengan, pobres? (Señalando levemente a la parejita del fondo) E: Con lo monos que están... Raquel: Venga, va, que la tía me cae bien E: Genial, será tu amiguita ¿Mhm? Eli: Y el viejo el tuyo ¿No? E: Uy, sí... tenemos una amistad tan, tan profunda que... no sé, creo que estamos unidos, almas gemelas. (Riendo a carcajadas) Carlos: Va a ser eso. Esthercita, si tú sabes que estas loquita por mis huesos E: Carlos, no empecemos que te tiro por la ventanilla... y sin paracaídas Carlos: Caída libre... debe ser guapo eso. (Bromeando) E: ¿Quieres probarlo? (Alzando una ceja divertida y provocando las risas de los demás) DelValle se acercó a ellos y se sentó al lado de Eli, a falta de un hueco cerca de Esther, trasteaba con una cámara de fotos de última generación DelValle: Alguien sabe como... Carlos: Señor DelValle... soy un experto en cámaras fotográficas E: Eso no es una cámara... Carlos: Sé que eres reacia a las nuevas tecnologías, pero reconoce que el tratamiento que se le puede dar a una imagen digital no lo conseguirías con todos esos potingues que tienes en la sala oscura esa DelValle: ¿Te gusta la fotografía? E: Algo... Carlos: Muchas de las fotografías que hay en la ONG las ha hecho ella, es toda una manitas. (Haciendo un gesto un tanto... lascivo) E: ¡No te pases! (Levantándose y acercándose a la parte de atrás) La señorita teme mezclarse con la plebe M: ¿Me echabas de menos? E: No, pero metiéndome contigo me divierto bastante M: ¿Metiéndote como la otra noche? E: No, eso no volverá a suceder M: Me alegro, porque solo fue sexo... del malo, pero sexo E: Lo mismo digo, veo que las dos lo tenemos claro M: Clarísimo, no pienso dejar que eso interfiera en mi objetivo E: Claro.. ganarte a DelValle. ¿A él también te lo vas a tirar? (Desafiándola) M: Tal vez lo haga, mira por donde E: Hazlo, porque allí va a ser el único que se preocupe por ti, yo no pienso ni acercarme M: ¿Me lo pones por escrito? E: No va a hacer falta. (Levantándose y volviendo con el resto, solo sexo, vale, ¿Pero malo? Ni pensarlo ¿Cómo se atrevía? Si se había tirado todo el rato gimiendo como una posesa, que mal mentía aquella pija, y como la detestaba en aquel momento)

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Primer impacto... pero imposible. Nada más llegar al aeropuerto de la capital ruanesa fueron detenidos por las ‘fuerzas de seguridad’, no les dio tiempo ni a bajar las cajas de medicinas y otras cosas que habían traído desde Madrid, Carlos y Raquel les intentaban explicar quienes eran en inglés, pero aquellos tipos eran sordos... o tenían ordenes muy claras. Les llevaron a unas ‘dependencias’ del aeropuerto, dos habitaciones de apenas dos metros cuadrados que apenas tenían ventilación (Un agujero enano en el techo) y que apestaban a meado y otras sutilezas por el estilo, separando a los hombres con las mujeres. Les dejaron allí durante dos horas interminables, hasta que alguien entró en la ‘suite’ de los chicos, escuchaban las voces de DelValle, Carlos, Paco, Roberto y Luís (Que con el follón había despertado de su particular coma etílico) y un par de voces que hablaban en swahili Eli e Isa intentaban pillar algo con las orejas pegadas a la pared, cosa que Maca no haría en la vida, aquellas pared tenían distintas capas de mugre, seguro que eran un caldo de cultivo para los microbios, así que permanecía en el centro de la sala en absoluto silencio y procurando no tocar nada Eli: Tía.. ¿Te enteras de algo? Isa: No ¿Esther? E: Me he dejado el diccionario de swahili-castellano en el avión... (Viéndolas a una encima de la otra con cara de concentradas) Pero que si le dais una patada a la pared se cae a trozos. (Riendo y recibiendo varias miradas de ‘no es el momento’) Que poco humor... Raquel: Esto es inaguantable, ¿Por qué hablan con ellos primero? Esta sociedad es una retrograda, una... Eli: Raquel, deja el discursito para después que no escucho. (Todas rieron, claro, menos la pija, que parecía que se había puesto a rezar o algo así, allí parada en medio, toda tensa y con los ojos cerrados) Isa: Hemos perdido a una por el camino Raquel: Debe estar invocando un yet privado y a Rambo para sacarla de aquí E: O la particpación de su papa soltando billetes a diestro y siniestro para volver a Jerez, a su camita de seda Isa: Pues como tarden mucho lo que voy a invocar yo va a ser un bocata de jamón... Eli: Aguita... Raquel: Una ensalada de estas que levan de todo... E: Yo no sé invocar así que os comeré a todas... (Todas la miraron y estallaron en risas) M: Estamos encerradas en un... en un... esto (Señalando la habitación y mirándola) ¿Y solo se os ocurre bromear? Eli: Ea eso o tirarte al suelo... ¿Qué prefieres? (Negando con la cabeza risueña y volviendo a su ‘escucha’) Esperad, esperad. ¡Creo que vienen! Isa: Y si no lo hacían, con el grito que has pegado... La puerta se abrió de golpe, dos tipos armados entraron y las hicieron sentarse a todas contra una pared, incluida a Maca, a la que para derribarla tuvieron que empujarla, podía más su miedo a las infecciones que a aquellos tipos, con... ¿Mala suerte? Calló sobre Esther, que de otro empujón la apartó a un lado, mientras Maca la miraba con rabia por el poco tacto que tenía, Esther se concentraba en escuchar a aquellos tipos... lástima que no tuviesen nada que decir. Permanecían como estatuas a ambos lados de la puerta

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M: Podías haber... (Uno de los tipos la abofeteó con fuerza, haciéndolo un corte en el labio, Esther la miró y le mando callar con un dedo) Poco después un hombre trajeado de unos dos metros entró por la puerta, las miró una a una, daba miedo, no era su rostro, ni el hecho de que tuviese que agacharse para no darse con la cabeza en el techo, su mirada, completamente vacía... de todo Hombre: Perdonar recibimiento. (En un castellano con fuerte acento africano) Mis guardas pensar vosotros malos. Vosotros ayudar pueblo. (Todas asintieron con la cabeza, quizás así las dejaría ir) Vosotros invitados honor. (Se miraban confusas) Mi casa. (“Teléfono... ¡Esther! Vale, vale, a ver, por partes, este hombre... ¿No es el presidente de Rwanda? ¿Ese del que nos tenemos que vigilar? Genial...”) ¡Guardas! Las dos estatuas se movieron y las levantaron una a una del suelo, con señas les indicaban que les siguieran, salieron de la habitación, les hicieron cruzar por un pasillo estrecho que daba a una gran explanada detrás de las pistas de aterrizaje, dos camiones militares estaban parados, en uno vieron como subían a los hombres, a ellas las pusieron en el otro, junto con los dos guardas y enseguida emprendieron camino hacia algún lugar El sol asfixiante quemaba la tela que les protegía, creando una acumulación de vapor y calor dentro del camión, combinado con el olor a sudor que parecía desprender el mismo camión, Maca llevaba un buen rato, estaba muy pálida y el corte en el labio aún no había dejado de sangrar. Esther suspiró resignada e intentó decirles a los guardas que ella se lo curaría, pero no le hacían ni caso, vamos, estaban muy ocupados sosteniendo aquellas ‘pistolitas’ que llevaban. En una curva aprovechó para hacer como que se caía al suelo, y al volverse a sentar lo hacía al lado de la pija, no quería soportar sus quejas durante el resto del viaje, seguro que les denunciaba por no atenderla en mitad de una situación como aquella, sacó un pañuelo de su bolsillo y lo colocó sobre la herida M: ¡AGH! (“Si es que se podía ser más burra...”) Guarda: ¡Eh! (Apuntándola con un arma) M: Daño, doló, duele... (Ni la entendían) ¿Pupa? ¿Hakuna matata? (El guarda se sentó de nuevo, pero sin quitarle ojo) E: Mira con la pija, si sabe swahili... (Riendo por lo bajo y colocándole bien el pañuelo) Aprieta ahí... M: No te ibas a acercar a mí más... E: Oks, dejo que te desangres (Retirando el pañuelo) M: Vale, vale... tregua ¿Mhm? E: Tregua M: ¿Dónde nos llevan? E: ¿Tengo pinta de adivina? M: Mhmhmh... (Meditándolo seriamente y provocando una sonrisa en Esther) E: Te has dado un buen golpe en la cabeza. Si no presionas más no dejará de sangrar... Eli: Ohhhh... Se han hecho amiguitas. (Riendo, el guarda la apuntó con la pistola) ¿Qué? ¿Ellas pueden y yo no? (El guarda le indicó con la pistola que se estuviese quieta, levantándola levemente) Guarda: Curar Eli: ¡Que va! Que engañao te tienen hijo ¡Si están de charla! Guarda: Callar

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Eli: Además... ¿Tú no eras mudo? (El guarda hizo gesto de acercarse) Raquel: Eli, te quieres callar, que nos van a matar Eli: ¿A dónde te crees que nos llevan? Vamos a ser el banquete de una tribu caníbal... Guarda: ¡Callar! ¡Todas! (Se sentó y miró al otro guardia) Mwanamke1... (Estallaron en carcajadas) Esther consiguió ver la selva a través de la tela que ondulaba en la parte trasera del coche, llevaban cerca de una hora en aquel coche, y por sorprendente que pareciese el silencio reinaba, vale, los guardas habían dejado clarito que como hablasen iban a utilizar esos juguetitos que llevaban colgados del hombro, y sí, por la forma y el color... aquellos ‘juguetes’ eran reales. Buscaba la mirada de Raquel, era la única capaz de convencer a cualquiera de cualquier cosa, pero tenía la cabeza agachada, seguramente meditando... eso o se había vuelto creyente y rezaba para salir de allí. Cosa que sin duda la pija estaría haciendo, la miró de reojo, tenía la cabeza apoyada contra el asiento y los ojos cerrados, parecía agotada, acojonada, o ambas cosas a la vez. Le jodía preocuparse por ella, pero mirándolo objetivamente era la más débil, vamos, que allí aquella no tenía mucho que hacer, por no decir nada Un frenazo hizo que prácticamente se estamparan contra la parte de adelante, los guardas bajaron rápidamente y les indicaron por señas que les siguieran. Como quien no ha visto la luz en mucho tiempo, bajaron mirando hacia el sol, empapándose un poco de él, pero los guardas no las dejaron recrearse mucho, rápidamente las metieron por una puerta, había una casa, sin duda, pero apenas la vieron, lo que si vieron una vez dentro es que era una gran casa, vamos, Maca en su salsa Guarda: Quietas. (Desapareciendo por una puerta los dos) Eli: ¡Larguémonos! M: ¿No has escuchado el ‘quietas’? Eli: Sí, y como se encendía el fogón para cocinarnos... (Abriendo la puerta y encontrándose con otros dos guardas apuntándola) Que digo yo... que si nos ponen una salsita y tal... (Cerrando y volviendo) E: ¿Raquel? Raquel: Estoy... estoy... creo que esta es una de las mansiones de las que dispone el presidente en el país. Ya sabíamos que no le gustaban las ONG’s... Eli: Tanto como que no le gustan... E: Eli, que no nos van a comer... ¿No? (Mirando a Raquel) Raquel: No creo ¿No? Isa: Sí, me gusta la seguridad que trasmitís. (Riendo nerviosa) E: Vale, venga, que no cunda el pánico. Quizás es que... bueno... quiere darnos la bienvenida... Raquel: Pues tiene una forma un tanto mosqueante de hacerlo, pero ahora mismo estamos en sus manos, habrá que esperar a ver porque nos tienen aquí M: ¿Dónde está DelValle? (Saliendo de su ensimismamiento) E: Tranquila, tu negocio estará a buen recaudo, como nostras. (Sarcásticamente) Isa: Esther... que ella tiene razón ¿Dónde están los chicos? ¿Habéis visto su coche cuando hemos bajado? Eli: Pues yo que quieres que te diga... pero a mí mientras se los coman a ellos... y no a nosotras... E: ¡Eli! 1

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Eli: ¿Qué? Es verdad, lo estáis pensando todas, hasta la pija. Si es que piensa ¿Eo? (Maca se había quedado otra vez en la parra) E: A mí me preocupa el avión, hemos dejado todo allí, joder Raquel: No creo que toquen nada, sería crear un conflicto Isa: ¿Más conflicto que esto? E: Vale... la pija me preocupa. (Macarena observaba con detalle un retrato que colgaba de la pared) M: Vete a la... E: Todo lo bueno se pega. (Cortándola) ¿Pasa algo? M: Conozco a ese. (Señalando la fotografía) Raquel: ¿Estás segura? M: Sí, creo que alguna vez ha estado en Jerez, cuando era pequeña Raquel: Es el presidente M: Uhm... (Asintiendo y mirando atentamente el retrato) Que mal le sientan los años a algunos. (Todas se miraron y pusieron los ojos en blanco, justo en ese momento volvieron los guardas) Guarda: Vosotras. Comida Eli: ¡Lo sabía! (Todas la miraron incrédulas y se encogió de hombros sacándoles la lengua) Guarda: Venid. (El guarda las condujo por una serie de pasillos hasta legar a un gran comedor, sobre la mesa había numerosos platos regionales e internacionales, las sillas eran las justas para ellas) Comed. (Saliendo de allí) Eli: Primero nos engordan... M: ¿No decíais que este era un país pobre? E: Que sea un país pobre, no significa que no haya gente rica, de hecho, ese es el problema de aquí, mientras Paul Kagame tiene todos estos lujos, su pueblo se muere de hambre. Es el desequilibrio que hay, para que haya ricos... tiene que haber pobres. (Mirándola con rabia, sabiendo que aquella mujer era una de esas que estaban en el lado bueno de la balanza, en la vida cómoda) Será mejor que comamos, esta hospitalidad es... Isa: Primero nos engordan y luego ¡Zas! Raquel: ¿Isa ¿Tú también? Que tiene titulo mujer Eli: ¿Perdón? Yo tengo titulo también, y solo es un papelito que me costo sudor y lágrimas conseguir Raquel: O resacas y chuletas... Eli: La duda ofende. (Sentándose) La última cena chicas, ¡A comer! E: Maca... (Esta la miró con una ceja alzada) Te jodes, creo que ya tenemos confianza para llamarte así ¿No? M: En ese caso medio Jerez tiene derecho a llamarme así, no eres la única E: Sí claro, conozco los gustos de la gente como tú Eli: Estas dos... (Susurrando a Isa) ¿Qué se traen? Isa: Odio... Creo Raquel: Macarena, que lo hayas visto en Jerez... ¿Dónde? M: En mi casa, tenía negocios con mi padre E: Tu padre negocia con asesinos ¿Se que me sorprendo? M: Esther, tú no sabes nada de mi familia E: Se lo suficiente, de tal palo tal astilla Eli: Y a mí que esto me da morbillo... (Isa le dio un codazo) Raquel: ¿Acabaron bien?

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M: No lo sé, yo era pequeña... si pudiese hablar con mi padre E: ¿Para llorarle un ratito? M: No. (Mirándola seria) Tal vez él nos pueda sacar de aquí E: Antes prefiero que se me coman con patatas y salsa de tomate Raquel: Esther. Macarena, ¿Te ves con fuerzas para intentarlo? Tal vez si mencionas tu apellido saquemos algo en claro E: ¿Vas a dejar que esta sea quien nos saque? Raquel: Dejando a un lado el rollito que os traéis. Ella puede sacarnos de aquí, y cuanto antes salgamos, antes estaremos ayudando. (Esther suspiró resignada, su salvación en una pija jerezana que la odiaba... genial, iba a morir) ¿Macarena? M: Probémoslo Raquel: Bien. (Levantándose) Me juego mi sueldo a que hay uno de esos guardas al otro lado de esta puerta. (Abrió y sonrió) ¡Premio! Eli: ¿Y como se lo vas a decir? Raquel: Pues... Ehm... Wilson sema na Kagame Guarda: Aka Raquel: Wil... son. Ni... sema na Kagame, Wilson nipo. (El guarda habló rápidamente con el otro y desapareció, cerraron la puerta y Raquel volvió a sentarse) E: ¿Qué le has dicho? Raquel: Algo así como... ‘Wilson hablar con Kagame’... Eli: ¿Y él? Raquel: Pues va a ser que no. Pero creo que ahora le llamará... eso espero Media hora después vieron a la primera mujer desde que habían llegado a Rwanda, entró como si ellas fueran fantasmas... o al revés, vamos, ni las miró, Raquel intentó comunicarse con ella en aquel swahili tan básico que parloteaba, pero esta las ignoraba dejó unas telas en una silla y desapareció con el mismo silencio que había entrado Raquel: Esto me preocupa... (Cogiendo las telas y examinándolas) Eli: ¿Qué pasa? Raquel: Son... vestidos ceremoniales... E: ¿Vestidos ceremoniales? Genial, que majos, nos dan ropa. (Poniendo los ojos en blanco) Eli: Sí, sí, muy majos... pero... ¿Para que nos dan la ropa? Raquel: Bueno... no son unos vestidos ceremoniales cualquiera... son de la ceremonia de aceptación Isa: Te dije que teníamos que haber estudiado algo. (Dándole un codazo a Eli) Eli: Mira bonita, para estudiar estaba yo ¿Eh? Además, lo dijiste una vez que ibas pedo... Isa: No es cierto M: ¿Este es tu grupo de profesionales? (Mirando altiva a Esther) E: Baja a la tierra princesa. ¿Aceptación? Raquel: ¿Alguien sabe lo que es un harén? (Mientras Esther estallaba en una gran carcajada Isa y Eli gritaban un gran no que resonó en media África central, Maca por su parte no sabía si reír, llorar o seguir mirando atontada a Esther) Eli: Ni de coña, vamos, que no. ¿Cómo se sale de aquí? (Tanteando las ventanas) Raquel: Eli, relájate. Estas ropas significan que el plan ha funcionado, los Wilson deben significar algo para Kagame, porque va a venir Eli: Nos tienen aquí atrapadas en contra de nuestra voluntad... ¿Y te pones a bromear? Eso lo esperaba de Esther, pero de ti... de ti no

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E: ¡Eh! Que la payasa del grupo eres tú, a mi no me líes Eli: Tú calla que os habéis compinchao, lo sabré yo E: Que mal te sienta el secuestro... Raquel: Bueno, Maca, al final nos vas a ser muy útil. (Esta miró a Esther que esquivó do al techo) Una cosa era que gracias a que los pijos eran una especie de secta fueran a salir de allí, otra muy diferente que ella se lo agradeciera a Maca, ni en broma, jamás. Y el jamás venía a ser una hora después. Cuando, después de una más que tensa charla con el presidente Kagame y de que Maca aceptará por ellas ser invitadas de honor en aquella mansión, coincidieron en uno de los balcones de la mansión, bueno, Maca pasó por allí y vio a Esther apoyada en la baranda M: ¿Qué haces aquí? ¿No estamos en un país peligroso? (Apoyándose a su lado) E: No pienso agradecerte nada. Nos has metido en la boca del lobo. (Con la vista fija en la lejanía, donde la selva africana se antojaba densa e inquebrantable) M: No espero que lo hagas, Esther E: Bien M: Bien Ambas miraban hacia el mismo punto, la selva, con las mismas ganas, vamos... ninguna, en realidad estaban pendientes de los movimientos de la otra, mirándose de vez en cuando y apartando la vista enseguida, hasta el momento en que coincidieron M: ¿Fin de la tregua? E: Te la has cargado al hacerte amiga de un asesino... M: Mira, Esther, el hacerme ‘amiguita’ de ese tipo va a hacer que en dos días estemos en esas aldeas, con tu proyectito de buena samaritana, en vez de muertas o vete tú a saber E: ¿Pero tú sabes algo aparte de los caballos o que? M: Seguro que sé muchas más cosas que tú E: Sí, claro, las chicas de barrio no vamos a la escuela ¿En qué mundo vives? M: No me refería a eso, pero tú me atacas y yo me defiendo E: Claro, no vaya a estar la señorita por debajo M: No nos vamos a llevar bien ¿Verdad? E: No. A no ser sea para sexo del malo como tú le llamas. (Entrando en la casa y dejando a Maca en el balcón) ¿Sexo del malo? No había sido eso lo que quería decir, pero lo que realmente quería decir era inadecuado, fuera de lugar, había sido un momento de locura, consentido, pero solo un momento de locura, una forma de acabar con toda aquella tensión, con todas aquellas ganas de tenerla en su cama a todas horas, pero no le había bastado. Si Esther lo supiese seguramente le diría que eso se debía a ser una niña de papa, siempre queriendo más, nunca siendo suficiente nada, suspiró y miró el paisaje. Tan diferente a su Jerez, contempló la selva, pronto estarían allí, y aunque le daba cierto miedo no lo iba a demostrar, debía mostrarse impasible, no como aquellas que habían perdido los nervios. Debía ser fuerte... Una Wilson. Y sobre todo debía descubrir el paradero de DelValle, no podría dejarlo tirado, su padre no se lo perdonaría jamás Eli: ¿Disfrutando del paisaje?

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M: Tomando el aire Eli: Esther te asfixia ¿Eh? (Riendo y sentándose en la barandilla) M: Para nada Eli: Mira, ponte en su lugar ¿eh? Ella odia a la gente con dinero, pero tiene motivos, y ahora una de esas personas ricas le ha salvado el culo, no es fácil de asimilar M: Tú lo has asimilado Eli: Sí, pero Esther es muy fuerte en sus ideales, no los deja de lado así porque sí, y estar aquí para ella es la más grande de las ofensas, y esta aquí por tu culpa, así que... bueno, no esperes mucho de ella M: No espero nada de ella, es una mal educada Eli: Las dos lo sois, este viaje va a ser muy divertido M: Seguro... (Sarcástica) ¿Qué tiene en contra de Kagame? No parece mal tipo Eli: Bueno, Kagame es... un asesino, no tiene las manos manchadas pero lo es. Cuando se hicieron las lecciones su partido ganó por una mayoría aplastante, mayoría que compró y consiguió a base de matar a sus oponentes. Nada demostrable. Pero lo hizo. Un dictador en cierta forma. Comprenderás que no estemos muy cómodas estando en su casa M: Mi padre no negocia con asesinos Eli: No, negocia con dinero, sin fijarse en nada más. Quizás deberías repasar tus ideas. Aquí no eres una Wilson, solo eres Maca, tal vez hagamos de ti persona. (Sonriendo y bajándose de la baranda) No sé que te traes con Esther, aunque creo que sospecho algo y... no te la vas a ganar con tu apellido, créeme M: ¡No quiero ganármela! Eli: Ya, DelValle ¿No? M: ¿Cómo lo sabes? Eli: ¡Venga ya! ¿Una pija en misión humanitaria? Si ni siquiera te importa tu familia, solo lo que piensen. ¿Por qué ibas a venir con la ONG? Es obvio M: Espero que para DelValle no Eli: Tranquila, ese está demasiado ocupado mirándole las tetas a Esther. (Maca la miró molesta) Venga... ese viejo quiere hacérselo con ella, la cosa es que solo no lo va a conseguir ¿Vas a dársela? M: Esa estúpida es demasiado arrogante como para dejarse dar. (Con una media sonrisa) Eli: ¿Y eso te gusta o no? (Maca la miró, Eli sonrió, había cosas que no podía negar, aquella era una de ellas, le gustaba que Esther no se fuera a dar a alguien como DelValle, y le gustaba el hecho de que si se hubiese dado a ella) Quiero que te acuerdes de esta palabra ‘mimi-baghami’ así te la ganarás (Sonrió de nuevo y se fue) Macarena pasó aquel día deambulando por la casa, las demás habían intentado escabullirse para ir a comprobar que las cosas siguieran en el avión, pero teniendo en cuenta que una parte del plan consistía en enrollar sabanas y dejarse caer por la ventana... dudaba que lo hubiesen conseguido, seguramente estarían en una de las habitaciones, maquinando como salir de allí. Algo que a ella no le preocupaba mucho, no es que no creyera lo que le habían dicho de Kagame, aunque tampoco se lo imaginaba así, cuando ella lo vio, bastantes años atrás, parecía diferente, más como ellos... quizás fuese eso. Allí se sentía en casa, con todas las comodidades del mundo, poco importaba que a cien metros literales la gente se muriese de hambre. Ella estaba bien. Estaba allí y no le apetecía irse. Ese era su mundo, entre aquellas paredes, no el que había fuera. Aunque no podía negar cierta curiosidad por lo que hubiese allí fuera, eso que Esther defendía con tantas ganas y por lo que se enfadaba con ella

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Acabó en una de las escaleras, sentada en un escalón se miraba los pies, empezaba a aburrirse, necesitaba hacer algo, pero allí lo único entretenido era meterse con Esther, y esta no había dado señales de vida, al igual que a las otras, bueno... le había parecido ver a Eli cargada con un montón de ollas, pero no le había prestado atención, sabía que en su grupo era ‘non grata’ y le daba un poco igual, cada vez menos igual, pero antes se moría de aburrimiento que interesarse por los estúpido planes de aquellas. Poco después una puerta delante de ella se abría, un guarda y Esther aparecían por ella, la enfermera llena de hierba y tierra por todo el cuerpo y el pelo y mirando fastidiada a aquel hombre Guarda: Tú. Vigila. (Tirándosela a Maca encima) M: Pero... Guarda: Vigila. Mala M: Menudo descubrimiento. (Esther le dio un golpe en el brazo mientras la miraba enfadada) ¿Qué? Es verdad. (Encogiéndose de hombros cuando el guarda se iba) ¿A qué has estado jugando? E: A ti que te importa M: Mucho. Apestas. Quiero saber donde has estado, no me vayas ha pasar algo E: ¡Ten cuidado! A ver si te nos vas a poner malita. (Sarcástica mientras se quitaba un trozo de hierba de la cabeza) M: ¿Porque os empeñáis en huir? Mañana a la noche nos dejaran ir. Es absurdo E: Es que nosotras no somos tan ‘flower power’ como tú ¿Te crees que nos va a dejar ir así como así? M: Sí, no nos ha matado ¿No? E: Eso es que querer algo, pero no nos deja salir de aquí, lo que no da muy buena espina M: Quizás lo haga por nuestra seguridad E: Quizás por la suya M: ¿En serio crees que le importáis algo? ¿Qué os puede ver como una amenaza? E: Claro, ¿Cómo nos iba a ver como una amenaza? Si somos unos muertos de hambre ¿No? M: No lo he dicho yo. (Esther la fulminó con la mirada, pero Maca le recordó a su vecina del quinto, le resbalaba como la mirase) E: Kagame es un nacionalista. Cree que todo aquello que no sea rwandés no vale nada. No quiere nuestra ayuda ni nada que venga de fuera. Considera a todo una amenaza a su integridad política e ideal M: Creo que te equivocas con él E: ¿Te pones de su parte? (Maca la miró un momento, algo había pasado, Esther no estaba enfadada... estaba... ¿Decepcionada? No, un flash, al segundo siguiente sus ojos estaban llenos de rabia) Genial, Macarena Wilson, genial. (Levantándose) M: ¿Ey! ¡Espera! (Siguiéndola escaleras arriba) Me ha dicho que te vigile E: Ya me has vigilado bastante, Maca, déjame tranquila M: Ya, vale, te dejo en paz, pero en vez de prepara estúpidos planes de fuga ¿Por qué no os preocupáis por donde están el resto? E: Mira, niña bonita, estoy segura que nosotras nos preocupamos mucho más por eso que tú, a ti solo te interesa tu fuente de ingresos M: Sí, no lo voy a negar, los demás me dan igual, pero también debería interesarte a ti E: Ese viejo me la... M: Vale, vale. (Interrumpiéndola antes de que dijese una barbaridad de las suyas) Pero él tienen el dinero... incluso aquí

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Un gran ¡Mierda! ¿Cómo no lo había pensado? El viejo se había empeñado en ser el tesorero del grupo, llevaba todo el dinero encima, lo necesitarían para comprar víveres, sin ellos poco podrían hacer por aquella gente, por muchas medicinas e ideas que llevasen, si no tenían comida la gente no les iba a prestar la más mínima atención, era la pirámide de necesidad, se lo habían enseñado, si les das sus necesidad básicas pensaran en las secundarias, alguien que tiene hambre no puede pensar en aprender a escribir, solo piensa en como conseguir algo que llevarse a la boca ¡Joder! Tan preocupadas por salir de allí y lo que debían hacer era buscar al resto M: Se dice gracias... E: Vete a la mierda. (Corriendo escaleras arriba con Maca a sus talones, entró en una habitación, las chicas estaban sentadas en el suelo en circulo, trasteando con un viejo aparato de radio) ¿De donde habéis sacado eso? Da igual Tenemos que encontrar a DelValle, tiene el dinero DelValle: ¿Esther? (Se escuchaba crepitar la radio) E: ¿Eh? Raquel: Estoy hecha toda una manitas. (Sonriendo) He encontrado esto y lo he hecho funcionar, Carlos ha hecho lo mismo estén donde estén E: Eso es genial. (Tomó el emisor) ¿Chicos? ¿Estáis bien? DelValle: Sí, sí, creíamos que nos iban a matar pero al final no se que ha pasado, que han cambiado de opinión E: Cosa de la Wilson ¿Me pones con Carlos? DelValle: Claro, ¿Vosotras estáis bien? ¿No te habrán tocado, no? E: No, no, estamos bien, gracias a Maca (Esta abrió los ojos sorprendida, Esther hablaba bien de ella a DelValle, allí había gato encerrado) DelValle: Bien, bien, dale las gracias de mi parte E: Claro ¿Carlos? Carlos: Estoy aquí E: ¿Dónde estáis? Carlos: Pues... no lo sé exactamente... en una casa eso sí, bastante lujosa... E: Vale, asómate a la ventana Carlos: Estoy E: ¿Qué ves? Carlos: Pues... veo... ehm... ¡Gahinga! ¡Veo el monte Gahinga! E: Raquel Raquel: Voy... a ver... joder ¿Cómo es ese monte? Isa: Trae inculta... (Apartándola de la ventana) ¡Nueve en punto jefa! E: Nueve en punto Carlos: Tenemos que estar cerca ¿A qué distancia? Raquel: Venga lista, calcúlale Isa: ¡Eli! ¡Ven para acá! Eli: Traed bonitas, que no se os puede dejar solas... pues... mhmhm... Así a huevo... ¡Yo que sé! (Volviéndose a sentar ante las risas de las otras) M: Veinte quilómetros... (Todas la miraron incrédulas) ¿Qué? ¿No puedo saber de distancias? Todas: NO M: Veinte. (Mirando fijamente a Esther, que era la que más fuerte había dicho no) E: La pija dice que veinte Carlos: Vale, debemos de estar unos tres quilómetros por delante de vosotras... ¿Veis algo por esa zona?

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Raquel: Selva, más selva... ¡Espera, espera! (Todas la miraban atentamente) Más selva E: No vemos nada. (Negando con la cabeza sonriente) Carlos: ¿No veis algún claro? Delante nuestro hay uno bastante grande... E: Buscad un agujero... Eli: ¡Lo tengo! ¡Allí! E: Lo ven Carlos: Bien, ¿Podéis llegar hasta aquí? E: Pues... Lo tenemos complicado... Carlos: Esther, nosotros vamos a probar de escapar ¿Vamos a buscaros? E: No, no, esos tíos van armados... ¿A cuanto crees que estaremos de los lagos? Carlos: No creo que a más de diez quilómetros, al menos del primero... E: ¿Punto de encuentro? Carlos: Bien... ¿Cuándo lo vais a probar? E: Tenemos que pensar, están muy pendientes, ya lo hemos intentado, habrá que hacer un buen plan... Carlos: Bien, tenemos que cortar esto E: Suerte Carlos: ¡Mucha mierda chicas! Cortaron la comunicación y Raquel fue a dejar la radio donde la había encontrado, no querían que sospecharan que habían hablado con alguien, se sentaron de nuevo, pensando en algún plan, bueno.. Esther pensaba en lo raro que había sido lo de los veinte quilómetros, aquella pija les estaba salvando el cuello demasiadas veces... una hora después tenían plan, esperarían al anochecer para llevarlo a cabo. Esther estaba en la terraza esperando ver como el sol se escondía tras las montañas M: ¿Funcionará? E: Joder, no voy a poder salir tranquila a tomar el aire M: Vengo en son de paz E: ¿Paz? ¿Tú y yo? M: ¿Funcionará o no? E: Eso espero M: ¿Por qué lo has hecho? E: ¿El que? M: Hablarle bien de mí a DelValle... E: Maca, ¿estamos a punto de jugarnos el pellejo y a ti solo te importa esa estupidez? M: Ya sabes, a las pijas solo nos importan tonterías. (Esther alzó una ceja con una sonrisita) E: Cuanto antes te lo ganes, antes te iras... así de fácil M: ¿Tantas ganas tienes de librarte de mí? E: No lo sabes bien... M: No estoy tan segura yo ¿Eh? E: ¿Y eso? M: La otra noche no decías lo mismo... E: La otra noche no podía hablar por culpa de tu lengua hurgando en mi boca... M: Ya... pues yo no escuché precisamente quejidos... más bien gemidos... E: Bueno, siempre he pensado que vosotros escucháis lo que queréis... M: Va a ser eso... E: Sí... Eli: ¡Chicas! ¡Vamos a dormir que ya es de noche! (Gritando por el pasillo)

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E: ¡Uy sí! ¡Que sueño! (Saliendo disparada de la terraza como si hubiese visto un demonio, demonio que la siguió tranquilamente con una sonrisa juguetona en los labios) Se reunieron en la habitación en la que iban a ‘dormir’, era hora de poner el plan en marcha, por la noche solo se quedaban un par de guardas, a parte de que la oscuridad de la noche les proporcionaría el refugio perfecto. El único inconveniente era la distancia, estaba claro que a pie no iban a ir a ninguna parte, pero desde la terraza Esther había observado que en un pequeño garaje guardaban un jeep pequeño, perfecto para intentar llegar lo más lejos posible con él, no era tan aparatoso como los coche militares que las habían llevado allí, aunque había un pequeño inconveniente... no tenían llaves, pero tampoco les harían mucha falta, Esther había dicho que si le conseguían tiempo arrancaría el jeep Raquel: Bien, ¿Eli? Eli: Lo tengo. (Sujetando una pata de una silla en la mano) Raquel: Vale, ya sabes... solo si la cosa se pone fea Eli: Sí, sí, fea. (Sonriendo y acariciando el palo provocando sonrisas nerviosas en las demás) Isa: ¿Esther? E: ¡Voy! (Desde el baño, salió toda vestida de negro y con la cara también pintada) Lista Eli: Pareces... algo E: Gracias por la definición. (Dándole en el brazo) Si quieres me pongo un chaleco amarillo para que me vean en cuanto salga por la puerta Isa: Vale, yo me quedaré vigilando en la puerta del garaje ¿No? Raquel: Sí, mientras tanto nosotras entretenemos a los guardas M: ¿Y si hay alguien más? (Todas la miraron) Cocineras, sirvientas... cosas por el estilo Eli: Míralo por el lado positivo ¿Con que nos van a atacar? ¿Con un pelapatatas y una bandeja? M: Genial... Raquel: Bueno... vamos a ello Sigilosas salieron por la puerta, abajo se escuchaban las voces de los guardas, Eli se adelantó dando una voltereta por el suelo y pegándose a una pared, echó un vistazo abajo y les hizo señas para que se acercaran E: El agente 007 nos reclama a su vera... (En susurros) Raquel: A quien se le ocurre darle un palo a esta (Igual que Esther) Eli: Shshshshs... Son dos. Están situadas a las tres. Distraídos. Blanco fácil. (Meneando el palo) Raquel: A ver, so tontaina, deja el palito tranquilo un rato. (Había alzado un poco la voz, lo suficiente como para que los guardas la escucharan, uno de ellos se levantó y tomó una pistola, se acercó lentamente ala escalera, mirando hacia allí) Plan B La idea era que la única persona a la que se la consideraba importante entre ellas, al menos para Kagame, fingiera hacerse daño, Raquel y Eli, harían como que la ayudaban mientras las otras dos se escabullían por la puerta de atrás hacia el garaje. Pero claro... cinco chicas alteradas en una escalera, con la que tenía que fingir atrás del todo... pues pasó lo normal y lógico, al intentar pasar entre ellas, tropezó y cayó por la escalera, yendo a parar a los pies del guarda con un grito de dolor

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E: Que bien finge la pija ¿No? Isa: Tía... se ha tropezado con mi pie E: ¿Qué? ¡Estás tonta! Raquel: Venga, chicas Rápidamente Raquel y Eli bajaban, esta última con el palo escondido detrás de la espalda, movieron a Maca con la ayuda de unos confusos guardas hasta un sofá, que no paraban de discutir entre ellos. Esther e Isa aprovecharon para bajar en silencio y meterse rápidamente en el pasillo que llevaba a la puerta trasera M: ¡Agh! Eli: Tranquila, Raquel haz algo Guarda: ¿Daño? Eli: No, si te parece chilla y pone cara de estreñida porque sí Raquel: Tranquilidad, ¿Maca? M: Hijas de... (Raquel le tapó la boca y sonrió a los guardas) Raquel: ¿Tela con agua? Mientras los guardas se miraban intentando decidir que hacer, Esther e Isa descubrían que la puerta trasera estaba cerrada con llave, un pequeño inconveniente, escucharon como Raquel pedía una tela con agua, gran cagada, más que nada porque si uno de aquellos iba a la cocina las pillaba de pleno, no tenían mucho tiempo así que Esther optó por poner en práctica lo que había aprendido de unos de sus novios, cogió una horquilla del pelo de Isa y empezó a trastear la cerradura Guarda: ¿Para que? Raquel: Para poner en dolor Guarda: Mhmhm... (Le hizo una seña al otro que asintió y se separó de ellas, las miró un momento y lentamente se iba hacia el pasillo) Isa: Mierda, mierda, se escuchan pasos... E: Ya va, ya va. ¡Ya! (Sonriendo y abriendo la puerta, salieron disparadas y cerraron justo en el momento en el que le guarda llegaba al pasillo, miró hacia la puerta instintivamente pero achacó el ruido a cualquier cosa menos a dos locas escapándose, Esther se adelantó corriendo hasta el garaje, al más pulo estilo misión imposible, mientras Isa aguardaba en la puerta trasera, agachada entre unos arbustos con una rama en la mano por si salía alguien M: Sois unas... Raquel: Calla, anda, que ahora te curamos, ya verás, todo va a ir bien Eli: ¿Lo dejo KO ya? (En un susurro) Raquel: Te voy a meter una... calla un rato maja. (Mientras fingía examinar a Maca) En el garaje Esther se colaba en el coche y buscaba las llaves, si la puerta estaba abierta es que a lo mejor las guardan dentro, pero nada, no las encontraba, suspiró profundamente, solo le había hecho un puente a un coche una vez... y había tardado media hora, en aquel momento no tenían tanto tiempo ni de coña, se agachó debajo del volante y empezó a trastear con los cables, mierda, ni siquiera recordaba cuales eran los que tenía que coger

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El guarda volvió con el paño húmedo, que Raquel colocó sobre la zona dañada, más o menos, porque se confundió de lado y los guardas la miraron raro, al darse cuenta cambio el paño de sitio y sonrió nerviosa, pero ambas guardas se miraban Raquel: Los nervios... M: Venga... Eli: ¿Les doy ya? Raquel: Que te calles anda. ¿Te duele mucho, Maca? M: Os mataré... os mataré... seguro que ha sido Esther... sí... ella... Eli: Que bonito, hasta en momentos cómo este pensando en ella. (Maca la miró furiosa) ¿Qué? Es meterme contigo o darles a ellos y Raquel no me deja lo último... (Poniendo cara de pena) Los guardas seguían mirándose, ajenos a los susurros que intercambiaban aquellas tres, al final uno de ellos se fue de la habitación escaleras arriba, seguramente a comprobar que las otras estuviesen allí, todo se iba a ir al traste, ya estaban pensando en lo que les harían al descubrir la ausencia de Esther e Isa, cuando escucharon un motor, era la señal. El guarda que quedaba se giró hacia el ruido, Eli saltó y le dio con el palo en la nuca dejándolo tirado al suelo, salieron corriendo, sujetando a Maca que se había hecho daño de verdad y no podía moverse, Isa las vio pasar y corrió detrás de ellas, dieron un bote para saltar al jeep que ya se encontraba fuera del garaje y Esther aceleró, por el retrovisor vieron salir a uno de los guardas que empezó a disparar E: ¡Joder! Eli: ¡Métele caña! ¡Que nosotras no tenemos de esas! Raquel: A esto se le llaman relaciones diplomáticas... sí, señor... Se escurrieron por un camino de tierra que parecía cruzar la selva, iban a toda leche y Esther creía que en cualquier momento se estrellarían contra un árbol, pero los faros de otro coche reflejados a veces en el retrovisor hacían que acelerará más, no le apetecía acabar la noche tirada en el suelo a base de balazos Eli: ¡Nos siguen! E: ¡Lo sé! ¡Lo sé! Raquel: ¡Con más cuidado! ¡Maca esta mal! E: ¡¿Qué?! ¡¿Le han dado?! (Sin frenar pero con el pie encima del pedal) Raquel: No, no, se ha hecho daño en la escalera E: Ah, bueno M: ¡Claro! ¡Bueno! ¡Total! Solo me he roto un pie... E: Isa, échale un vistazo joder Eli: ¡Esther! Tuvo que dar un volantazo mientras apretaba el freno, el camino terminaba de golpe al hacerse más densa la selva, Esther golpeó con rabia el volante, miró hacia atrás, los faros del coche se acercaban y no había ningún sitio donde ir, al menos no con el jeep, paró el motor y miró a las chicas Eli: ¡Corred!

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Saltaron todas del jeep, bueno, Maca se dejó caer al suelo, mientras las demás se adentraban en la selva ella intentaba seguirles el paso, pero el tobillo le dolía un montón, y ella no estaba acostumbrada a eso E: ¡Maca! M: ¡No puedo! (Eli y Raquel volvieron atrás y la cogieron cada una por un lado, el coche ya casi había llegado hasta el jeep) Eli: ¡Mierda! ¡Corred, corred! Siguieron corriendo por la selva, hasta que se dieron cuenta de que no les seguían, se habían quedado donde el jeep, pararon un momento, apoyándose en los árboles que las rodeaban. Raquel dejaba caer a Maca junto a un árbol, mientras Isa se agachaba a examinarle el pie Eli: ¿Por qué no nos siguen? Raquel: Es peligroso, ponen esas casas en zonas conflictivas, en sus limites, para marcar territorio, supongo que esta selva no pertenece a ese territorio, debe haber alguna tribu o algo a lo que temen Eli: Genial hemos salido de la boca del lobo para meternos en la del león Isa: ¿Esther? Échale un vistazo a esto E: ¿Qué pasa? (Se agachó al lado de Maca, mirándola un momento, era la primera vez que veía aquella expresión de dolor en ella, normalmente se mostraba fría y algo malvada, pero en aquel momento parecía que le dolía de verdad) Deberíamos inmovilizarle el tobillo ¿No crees? (Después de echar un vistazo a su pie) Isa: Sí. El problema va a ser para seguir... ¿Cuánto nos quedará? E: No tengo ni idea, pero hay que seguir en dirección al monte Raquel: Podríamos buscar un claro y acampar... E: No tenemos nada, Raquel, y si hay alguna tribu no sé si es conveniente quedarnos por aquí M: Pues yo no puedo moverme... E: Lo sé.. (Acariciando un momento su mejilla) Haremos turnos para llevarla, empiezo yo, cuando me canse os aviso Isa: ¿Segura? E: No pienso quedarme para ver si nos matan ellos o los otros, la verdad Isa: Bien, necesitamos ramas tiernas y un par de palos duros Eli: Vamos Después de inmovilizar el pie de Maca como pudieron la cargaron a la espalda de Esther, que agradeció que la mayoría de las pijas estuviesen obsesionadas con el físico, porque si llega a pesar más se derrumba allí mismo E: ¿Vas bien? M: Sí. (Apoyando la cabeza en su hombro) E: Mira que como estés fingiendo para que te lleve a cuestas... te tiro aquí mismo M: Preferiría ir andando que ir así... E: No es la primera vez que estás tan pegada a mí M: Y a este paso tampoco la última (Ignorando las insinuaciones de la enfermera) ¿Siempre hacéis las cosas así? E: ¿Sigues pensando que nos deberíamos haber quedado? ¿No has visto como nos perseguían para matarnos?

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M: No, solo he visto los faros de un coche y escuchado algún disparo. Tal vez no eran ellos E: Y tal vez llueven ranas del cielo. (Riendo y siguiendo hacia delante) Caminaron durante casi tres horas, hasta que salieron a un arroyo, seguramente venía o iba a los lagos, una vez encontrado el camino no les costaría mucho llegar, aunque seguía estando bastante lejos, decidieron parar y que algunas hiciesen guardias, al menos se habían alejado lo suficiente del jeep como para temer ver a los guardas, tendrían que tener cuidado con el motivo de que no se hubiesen adentrado con ellas. El primer turno les tocó a Eli y a Esther, que apoyadas en una roca mantenían los sentidos alerta Eli: Creo que es de las misiones más divertidas que hemos tenido E: Al menos no nos aburriremos Eli: No, no, con la de cosas que tenemos que hacer, encontrar a los chicos, recuperar las cosas del avión, llegar a las aldeas... E: Buf, y encima vamos a tener a los guardas de Kagame pendientes de donde estamos Eli: No nos libraremos de él ¿No? E: No lo sé. Quizás el padre de Maca pueda hacer algo, pero... ¿Cómo se va a enterar de que su hija está perdida en medio de la selva con unos burros persiguiéndola para matarla? Eli: Pues no sé... porque aquí cobertura... (Bromeando) al menos seguimos enteras, menos ella, que esta un poco para allá E: Sí... (Mirando hacia donde Maca no paraba de dar vueltas) Eli: Parece que el golpe le ha sentado bien... E: ¿Mhm? Eli: Sí, mírala, hace unas horas ni quería pegarse a las paredes de aquel cuchitril y ahora esta rebozándose en el suelo de la selva E: Eso es porque le debe doler mucho... ¿Isa no hizo algún curso sobre plantas medicinales? Eli: Creo que sí... pero creo que lo hizo en América... E: Quizás haya algunas plantas comodín, ya sabes, en todas partes Eli: Oye, que tampoco le viene mal un poco de dolor... E: Ya... Eli: Alegra esa cara mujer. (Riendo) Sobrevivirá E: No estoy preocupada Eli: Venga ya, si te falta ponerte como su almohada para que esté más cómoda E: Anda, anda... Permanecieron en silencio un rato, Esther miraba a la pija, vaya susto se iba a meter cuando despertará y viera que estaba llena de barro y bichos por todas partes, eso iba a ser divertido, se fijó en que fruncía el ceño, alguna pesadilla o el dolor del pie, para no tener pesadillas, desde luego, nada había salido como esperaban. Maca se movió y abrió los ojos, encontrándose con los de Esther, esta esquivó la mirada y siguió atenta a los ruidos M: ¿Toca cambio de turno? Eli: No, pero si quieres... yo me muero de sueño E: ¡Eli! Eli: ¿Qué? Tengo sueño. (Encogiéndose de hombros)

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M: Venga. (Se cambiaron de sitio, Maca se sentó al lado de ella y Eli se tiró en el trozo que ella había estado sobando) ¿Qué tal estás? E: ¿Vas a hacerte mi amiga solo porque te duele el pie? M: No, era por hablar de algo, pero vamos, me callo y ya está E: Bien M: Bien. (Tras unos minutos de escuchar a las demás roncando Esther miró el pie de Maca) E: ¿Te duele? M: ¿Qué te importa? E: No M: Bien. (Se calló y la miró un segundo) Me duele un poco, pero poco... E: Me alegro... M: ¿De que me duela o de que me duela poco? E: Tal vez las dos cosas. (Mirándola jugando) M: Vaya... Que bien ¿No? E: Uhm... M: ¿Vamos a morir verdad? E: Seguramente. (Ambas rieron) M: Eso sí que va a estar bien... morir en medio de la selva con barro hasta las cejas... E: Y con unas barriobajeras, no lo olvides... M: Ya... es que ahora mismo me preocupan más los bichos estos que me trepan por las piernas E: ¡Vaya! Estamos por encima de los bichos de la selva ¡Gracias! M: De nada, tonta Raquel: ¡Eh! ¡A dormir! (Medio ronca y revolcándose por el suelo) M y E: Shshshs... (Mirándose y riendo al verse hacer el mismo gesto) Siguieron haciendo guardia durante un par de horas más, en completo silencio, con miradas cómplices cuando alguna de las demás se movía y repitiendo el gesto de callarse. Disfrutaban de un poco de paz en aquella especie de vínculo que se había creado entre ambas. Por primera vez estaban relajadas juntas, seguramente por la sensación de haber estado a punto de acabar a dos metros bajo tierra, o porque aquella tensión entre ellas no tenía cabida en aquel momento, en medio de una selva africana con los ronquidos y los grillos de fondo Raquel: Venga... (Levantándose y dándole golpecitos a Isa) Nos toca... Isa: Grhgfhmf... Raquel: ¿Eh? E: Creo que ha sido un no... Raquel: ¿Un no? Será... (Dándole una colleja y despertándola de golpe) ¡Arriba! Isa: Tía... lanza una bengala al cielo, que a lo mejor aún no se han enterado que estamos aquí... E: Hasta dormida tiene razón.. (Riendo y acurrucándose contra el árbol para dormir) Isa: Y congelada... ¿Aquí no debería hacer calor? Raquel: No exactamente.. por la noche refresca.. y más tiradas en el suelo como animales E: Exagerada... (Castañeando los dientes yo riendo luego) Eli: ¿Qué juerga os traéis sin mí? (Levantando la cabeza un poco) Raquel: Nada, que si vais a estar despierta no hago guardia. (Todas menos Isa cerraron los ojos e hicieron como que roncaban) Ya decía yo...

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Esther abrió los ojos topándose con tres miradas graciosillas en ella, frunció el ceño e intentó levantarse, pero algo en su hombro derecho se lo impedía, miró hacia allí y vio una cabeza apoyada Raquel: Que majas... Isa: Ta te digo... Eli: Si es que... ya se sabe... soñando, soñando... E: ¡Eh! (Dándole un empujón a Maca y despertándola) M: Eh... con más suavidad E: Encima que me has dormido el hombro no te jode M: Eh, que yo no te he sobado el hombro E: ¡Que no! ¿Ves? (Enseñándole el hombro de la camiseta) ¡Esto son tus babas! M: ¡Yo no babeo! E: Claro, entonces ha sido un pájaro que se me ha me... M: Te sienta mejor la luna. (Las demás reían sin parar) E: ¿Cómo que me sienta mejor la luna? M: Que de día eres una histérica E: ¡Y tu una pija! M: Eso lo soy a todas horas, cariño. (Guiñándole un ojo burlona) Eli: Y a esto se le llama el despertar de las enamoradas Siguieron andando siguiendo el curso del río, bueno.. Esther pateaba el suelo, Raquel e Isa se arrastraban medio dormidas, Eli se acariciaba la cabeza, justo donde Esther le había dado una colleja y Maca iba agotada. Llevaban horas andando, y solo habían conseguido averiguar que iban en la dirección adecuada, pero el hambre empezaba a hacer mella, y sus estómagos rugían alertando a cualquiera que estuviese a dos kilómetros de allí. Esther las hizo parar unos metros más adelante, había escuchado algo, las demás también lo escucharon, voces y gritos, se escondieron entre unos arbustos, nada, no se acercaban, seguían viniendo del mismo punto E: Deberíamos ir a ver... Raquel: ¿Esa no es la voz de Carlos? Eli: Como te la conoces, eh, pillina. (Dando codazos y recibiendo una mirada asesina) Pero.. ¡Es verdad! ¡Es él! Raquel: Cómo te la conoces ¿Eh? (Haciéndole burla y corriendo hacia las voces, las demás la siguieron) E: Jo... Eli:... der... (Es lo único que salió de sus bocas al llegar a los chicos) DelValle estaba sentado en una roca, limpiando su camisa, el resto se zambullían en el río, completamente desnudos y jugando entre ellos, al ver a las chicas se quedaron parados, después de unos segundos de indecisión gritaron de alegría y se fueron a acercar para abrazarlas E: ¡Ni se os ocurra! (Escondiéndose detrás de quien tenía más cerca, por casualidades de la vida era Maca, que ladeaba la cabeza mirándola de reojo para no tener que mirar al frente) Raquel: Como alguno de vosotros se me arrime...

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Eli: Yo... ehm... yo... ¡Socorrro! (Riendo) Isa: Pues nada... todos para mí ¡Que alegría chicos! (Todos estallaron en carcajadas, y una vez vestidos repartieron abrazos y besos, estaban juntos, solo habían pasado dos días, pero es cómo si llevasen sin verse años, todos tenían muchas cosas que contarse. Se sentaron esparcidos por el suelo y empezaron a hablar de todo un poco, DelValle se sentó pegado a Esther, que por otra casualidad tenía a Maca al lado DelValle: ¿Qué tal estás? No sabes lo que me he preocupado por ti E: ¿Por mí? Si yo soy una amazona. (Bromeando) DelValle: Igualmente. (Cogiendo sus manos entre las de él) Creía que no volvería a verte... M: ¿Esther? E: Dime... M: Que me duele bastante el pie ¿No me puedes cambiar esto? E: Claro, sí, voy a buscar algo para ponerte. (Una vez más la pija la salvaba) DelValle: Maca... (Una vez Esther se escabulló en la selva) ¿Qué haces? M: DelValle, a ella no le gusta que la presionen, déjala descansar un rato, ya caerá, no es el momento DelValle: ¿Estás segura? M: Claroooo... Esther volvió con unas cuantas hojas y ramas. Deshizo con cuidado las improvisadas vendas, el tobillo aun seguía hinchado, era normal, por mucha sujeción que le habían puesto, no lo había podido reposar E: En cuanto tengamos las cosas del avión habrá que ponerte crema... para bajar la hinchazón M: Uhm, uhm Esther acariciaba el tobillo de Maca delicadamente mientras colocaba las nuevas vendas, intentando que no le doliese tanto, se auto convencía diciendo que era por eso, eso y que lo haría por cualquiera, que lo llevaba en la sangre por ser enfermera y chorradas por el estilo, pero la verdad, aquella pija tenía una piel muy suave, incluso en aquellas condiciones, seguro que llevaba desde los cinco años poniéndose cremitas para hidratarla, Maca observaba los movimientos de las manos de Esther, sonriendo levemente al notar el alivio que sus caricias le provocaban, suspiró resignada, con las piezas solo se jugaba... no se les podía coger cariño E: ¿Mejor? (Terminando de vendarlo) M: Bastante, pero luego le diré a Isa que me lo revise E: No te fías de mí después de haberte arrastrado por media selva ¿Eh? M: ¿Un par de metros y ya te crees superwoman? E: Mira que llegas a ser... ¡Buf! (Sentándose con Isa, en la otra punta) DelValle: Maca... M: Tranquilo, solo jugamos como buenas amigas. (Sonriendo a DelValle y tumbándose en la hierba, estaba molida) Estuvieron hablando durante horas llegando a varias conclusiones, dejando a parte el hecho de que iban a morir de hambre, concluyeron que tenían que recuperar el avión, o al menos lo que había en su interior, tenían que llegar a los poblados que había en la región de los grandes lagos y ocultarse todo lo posible de los guardas de Kagame, por si

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las moscas, y porque lo de acabar cosidos a balazos no les resultaba muy tentador que digamos Llegar a los poblados era duro, pero no difícil, solo tenían que seguir el río arriba, por el camino tal vez pudiesen coger algo para comer, ocultarse de los guardas... eso iba a ser bastante más complicado, todos sabían que estaban situados en las zonas conflictivas y la de los grandes lagos era la peor, y también sabían que tenían infiltrados entre la población a los soldados, aunque en aquella región era improbable, ningún soldado quería pasar mucho tiempo allí, aunque seguro que hacían rondas, solo debían evitarlas... y recuperar las cosas del avión, eso iba a ser una autentica misión imposible Solo contaban con el dinero de DelValle y el apellido de Maca, pero el dinero era algo que podían robarles y luego tomarlos como presos igualmente, así que solo quedaba el apellido Wilson. La idea de Raquel, la loca idea de Raquel, consistía en que Maca volviese a la mansión o hablase con el primer guarda que se encontrará por el camino, llegar de nuevo hasta Kagame y dialogar con él. Aunque la verdad, la pija no estaba por la labor, y muchos no estaban de acuerdo con el plan, vale, que el apellido les salvase en una ocasión, pero teniendo en cuenta la huida seguramente Kagame estaría furioso y habría ordenado abrir fuego al verles, a cualquiera de ellos, era un riesgo que no podían correr M: ¡No pienso hacerlo! (Raquel llevaba media hora intentando convencerla, diciéndole que la orden de dispara era improbable) Raquel: Maca... anda, que no te va a pasar nada M: Perdona, ¿Qué me conviertan en un colador no es pasar nada? Raquel: Que no, mujer, que eso no va a pasar, te llevarían hasta él M: para que me mate en persona, genial. ¡No lo haré! Raquel: Que no mujer E: Raquel, déjala M: ¿Qué? (Mirando a la enfermera) ¿Crees que no me atrevo? E: No. Creo que es una locura. (Seria) M: Bueno... tal vez esté un poco loca E: Eso no te lo discuto. (Sonriendo divertida) Raquel, Maca no va a ir, nadie va a ir Raquel: Pero... E: ¿Quieres ir tú? A ver si te matan o no ¿Mhm? Raquel: No.. no Carlos: Venga, calmémonos un poco, estamos hambrientos y algo tocados, creo que lo mejor es un descanso ¿No creéis? DelValle: Yo estoy a favor. (Parándose al lado de Esther) M: Yo voy a ver si me despejo un poco. (Mirando a Raquel y metiéndose en la selva) E: Ehm... voy con ella, no vaya a ser que perdamos nuestro posible seguro... DelValle: Te acompaño.. (Eli le detuvo un momento) Eli: Que te quería comentar yo unas cosillas, ven hombre, siéntate (Sonriendo de oreja a oreja) Maca pateaba las piedras, los tronco y todo lo que pillaba ¡Estaban todos locos! Mira que querer mandarla a una muerte prácticamente segura, al menos no habían sido todos, aunque no sabía que era pero, porque Esther le había sacado las castañas del fuego... vale, no negaba cierta atracción hacia ella, vamos que no tenía reparos a la hora de

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reconocer que le podía atraer sexualmente una mujer, al fin y al cabo el cuerpo de las mujeres era admirable por su perfección Cada una de sus curvas, irremediablemente sensuales, tentadoras como ninguna, como si cada una de ellas te pidiese a gritos que la acariciases, no una caricia ruda y apretada no, la adoración transmitida con las puntas de los dedos suavemente, subiendo por las largas piernas, resiguiendo las caderas en su semicírculo perfecto, dibujando el abdomen hasta los senos, abarcarlos con una mano y darse cuenta de que encajan al milímetro, como si el estado natural fuera ese, las clavículas debajo de los hombros, rogantes de suspiros desde los que contemplar el deseado cuello, los labios, incitadores a la más exquisita de las locuras, mostrándose tiernos, sensuales, húmedos... ¿Cómo no sentirse atraída por una mujer? Pero... ¿Tenía que ser aquella precisamente? ¿De entre todas las mujeres del mundo? ¿Aquella que le tiraba piedras y luego se las sacaba de encima? Escuchó unos pasos tras de ella y dio un salto escondiéndose en unos matojos, sus sentidos se pusieron alerta, como nunca había tenido que hacer, se sentía desprotegida y el temor se adueñaba de ella... hasta pasar al cabreo que se cogió al ver a Esther de brazos cruzados, mirándola con una sonrisita estúpida en la cara E: ¿Qué haces? M: Creí.. creí... (Se sacudió los pantalones mientras se levantaba) Creí que podían ser los de Kagame E: Ya... no deberías ir sola por aquí M: Necesitaba pensar E: ¿Haces eso? (Maca le dio un leve empujón y siguió caminando) Venga tonta.. (Riendo y siguiéndola) M: ¿Te gusto o que? E: Creía que era yo la que te gustaba a ti M: Ya, claro, nos gustamos mutuamente E: ¡Claro! ¡Va a ser eso! (Siguieron caminando un rato) Oye.. no te vamos a obligar a hacer nada M: Claro, para eso estas aquí... para convencerme de lo que haga E: No. No quiero que lo hagas. (Mirando las copas de los árboles, Maca se giró para mirarla, el sol jugaba a dibujar extrañas figuras en el rostro de la enfermera) M: ¿Ah no? E: Nop. (Mirando al frente) ¿Tú quieres hacerlo? M: Pues... no, no quiero morir aún E: Claro, ¿Qué iban a decir en tu entierro? Macarena Wilson... murió antes de ser persona... M: ¡Eh! (Dándole un palo en el brazo) E: ¿Qué? Es verdad, no llegas ni a media persona M: Eso no es verdad enfermerucha E: Eso sí que no es verdad pijilla. (Ambas se miraron y rieron) Si Raquel convence a DelValle... M: NO E: Bueno, estás haciendo muchas cosas por él M: Vale que haga muchas cosas, pero no pienso dejar que me maten por ese viejo verde E: ¿Viejo verde? Que desilusión se llevaría si te escuchase M: Tú piensas lo mismo...

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E: ¡Que va! (Riendo) ¿Volvemos? M: Claro... oye... E: ¿Uhm? M: Gracias por no querer que vaya... E: ¿Estás de coña? (Riendo) Y tener que arrastrar luego tu cuerpo selva arriba y selva abajo, ¡Ni loca! M: Serás... (Viendo como Esther corría hacia el grupo) Cuando llegaron allí vieron que solo estaban DelValle y Eli, preguntaron por los demás, habían ido a buscar fruta, Maca se sentó al lado de DelValle, hablando con él, Eli le hizo señas a Esther y se acercaron a la orilla del río Eli: Es un pesado... E: Tú te lo has buscado. (Riendo al ver la expresión de Eli) Eli: Deberías darme las gracias... E: ¿Por qué? Eli: Venga ya... (Riendo esta vez ella) E: ¡¿Por qué? (Confusa) Eli: Joder, Esthercita, a ti lo de blanco y en botella leche, como que no ¿No? E: Leche... (Imitando la cara de un conocido personaje de animación) Eli: Se te cae la babita mona. (Dándole una palmadita en la espalda) E: Ya te digo... Un rato después aparecieron el resto, traían algunas piezas de fruta, al verlas Esther y Eli prácticamente se abalanzaron sobre ellas, metiéndoselas en la boca con ansias, Maca y DelValle las observaban Carlos: ¿DelValle? (Tirándole una pieza de fruta, este la cogió y la restregó suavemente contra la manga de su camisa) ¿veis? (Mirando a Esther y Eli, ambas sentadas en una roca con la boca llena de fruta) E: Wjkjhkjskhkjkskh... Eli: Grfgfgfrgrfgf... Carlos: Sí, vale... genial. (Todos reían mientras comían, Maca miraba la fruta pero no probaba nada, de vez en cuando venía como Esther se metía la comida en la boca y su expresión variaba unos grados para pasar a cierto gesto de preocupación) Eli: Maca, come algo anda, nos va a hacer falta tener fuerzas Carlos: Creía que ya habías olvidado hablar normal (Riendo a carcajadas) Eli: Te quieres callar majete. Come. (Tirándole una pieza de fruta que la pija esquivó dando un salto y mirándola atentamente) No muerde... M: Morder no, pero debe estar infectada con vete tú a saber, no deberías comérosla. (Mirando casi únicamente ala enfermera) E: Con lo rica que está... (Riendo y metiéndole otro bocado a la fruta) M: Vale, tú cométela, pero cuando estés a cuarenta de fiebre delirando, yo no te voy a cuidar E: Que desilusión más grande. (Sacándole la lengua y siguiendo en su afán de acabar con la comida) M: Ya... (Sentándose de nuevo y mirándola enfadada) Raquel: Dios, sois como crías, a ver quien hace enfadar ala otra primero

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La noche enseguida se les hecho encima, con la misma frescura que la anterior... vamos que se estaban quedando congelados allí tirados, y disimuladamente cada vez que uno abría un ojo se movía para pegarse más a los demás, así que acabaron hechos una piña contra un árbol. A Esther le entró demasiado calor, Carlos estaba pegado a ella por un lado y DelValle por el otro, se escabulló como pudo y se sentó en la orilla del río, con los pies descalzos jugando en el agua, al menos se refrescaba un poco, notó que alguien se sentaba a su lado y miró de reojo, una media sonrisa se dibujo en su rostro E: ¿A ti también te metían mano? M: Pues.. la verdad es que... Raquel se me arrimaba mucho E: No le van las pijas... M: Bueno, a ti tampoco, y no fue ningún inconveniente. (Mirándola seria) E: Locura transitoria, enajenación mental... M: Ya... así que... si te besara ahora... nada ¿No? E: ¿Que, los arrimamientos de Raquel te han puesto o que? M: No sabes cuanto... (Acortando distancias mientras Esther las aumentaba... tanto que propio de ella se cayó al suelo y metió medio cuerpo en el río) E: ¡Joder! (Maca enseguida la ayudó a salir) M: Solo jugaba... (Riendo y restregando sus manos por los brazos de Esther, que tiritaba de frío) ¿Ya te has refrescado? E: No tiene gracia... M: Sí que la tiene. (Esther la miró molesta) Vale... no, no la tiene. Anda ven. (Abrazándola) E: Le voy a pedir a Raquel que te sobe más a menudo... (Susurrando entre castañeteos de dientes) M: No te acostumbres... E: No quiero hacerlo... M: Bien... (Frotando su espalda) E: Bien... M: Deberías quitarte esa ropa... Lo digo porque... te vas a poner mala... E: Sí... (Acurrucándose más en el cuerpo de Maca, convenciéndose que era por el calor que esta le proporcionaba) Pero no mires... M: No va a haber nada nuevo... E: No te creas, me he hecho un tatuaje obsceno en el culo (Dándole en el brazo y separándose de ella despacio) Voy a... allí.. (Señalando con la cabeza los árboles) M: Sí.. yo voy a... allí... (Señalando al grupo que dormía) E: Vale M: Uhm Ambas se miraban a los ojos, perdidas por completo y sin moverse de allí, Maca decidió acabar con aquello y anduvo hacia el grupo, Esther miró sus ropas empapadas y caminó hacia la selva, a medio camino cada una de sus respectivos objetivos pararon en seco M y E: Joder... (Con rapidez giraron sobre si mismas, buscando el cuerpo de la otra, aferrándose a él como a un salvavidas mientras sus lenguas se saludaban con la misma pasión que la vez anterior, con las mismas ganas) Sus cuerpos se apretaban como si quisieran atravesarse, como si quisieran fundirse el uno con el otro, sentir lo que el otro sentía, aunque sus sensaciones eran las mismas, la piel se les había erizado, sus pechos se habían endurecido en la batalla, sus músculos

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estaban tensos, sus pulmones vacíos de aire y habiendo olvidado que tenían que respirar, solo sentían el calor de la otra y su boca, su lengua, rápida, potente, adueñándose de todo lo que encontraba a su paso Esther puso su mano en la nunca de Maca, queriendo profundizar más y más, sabiendo que ya no había donde ir, pero sin poder apaciguar aquel deseo que la invadía al sentirla entre sus brazos, Maca por su parte deslizó sus manos por la espalda de Esther, apretando, queriendo marcar aquella piel, odiándola por provocarle aquello, pero a la vez amándola por permitirle tenerla, apretó los glúteos de Esther, clavando sus cuerpos aún más, Esther apenas soportaba la presión ejercida, sus piernas le fallaban, segura de que Maca no la soltaría las cruzó rodeando su cintura, mientras la pija la apretaba más contra ella Quiso llevársela lejos, lejos de los ronquidos de los demás, lejos de los ruidos de la selva, lejos de todo y todos, pero no podía, y tampoco llegaría muy lejos teniéndola así, caminaba lentamente hacia los árboles, buscando un refugio para amar aquel cuerpo de diosa que se restregaba contra el suyo, que palpitaba entre sus brazos, que se aceleraba a un ritmo vertiginosos cuando mordía el lóbulo de su oreja. Sus piernas empezaron a fallarle, la excitación que sentía en su interior no podía más, la apretó contra el tronco de un árbol y Esther mordió su cuello, volviéndola prácticamente loca. Tiró de su camiseta, quitándosela y arrojándola a un lado, su boca no era paciente, no esperó a deshacerse del sostén de Esther, empezó a descender desde el cuello hasta su escote, mordiendo y lamiendo, sin tregua, con ansias Esther notaba como Maca se adueñaba de ella por momentos, perdiéndola por completo y le daba igual, le daba igual que fuera la pija la que empezaba a acariciar con sus manos sus pechos, la que le arrancaba de un tirón el sostén, rasgándolo y tirándolo, la que atrapaba con su boca uno de sus pezones, succionándolo, mientras con una mano pellizcaba el otro, como advirtiéndole de que en breve estaría entre sus dientes, siendo mordisqueado, estirado, lamido, besado, le daba igual que fuese ella, le daba igual todo en aquel momento. Solo sentía aquel calor, adueñándose de ella, subiendo hasta sus orejas, notando como quemaban, notando como sus sienes empezaban a palpitar, como su sexo se humedecía a pasos agitadamente, gimió al notar la rodilla de Maca incrustándose en él, haciendo que se pusiera de puntillas por la sorpresa y que descendiera al momento buscando más Maca conocía lo que le provocaba a Esther, sabía que ella también perdía el control y que tenía que aprovechar aquellos breves momentos en que ambas se dejaban de llevar, sabía que en breve ya no se sucederían más, en cuanto ella consiguiese lo que quería y se marchara de aquella horrenda selva, dejándola allí tirada, por eso la amaba, en aquel momento, por eso desbordaba su pasión en tortuosas caricias, en besos sedientos y en suspiros jadeantes. La quería allí y en aquél momento. Y la tenía, completamente y sin remedio, la tenía. Su excitación era la suya, su respiración ahogada y frenética, sus gemidos, su cuerpo entero Buscó la cintura del pantalón a tientas, mientras notaba como Esther se estremecía, notaba sus pezones en su boca, hinchándose y endureciéndose cada vez más, notaba la tensión de sus músculos al tocarla, notaba como buscaba el aire, tiró del pantalón hacia abajo, metiendo la mano entre él y su ropa interior, colocándola en su entrepierna y apretando con fuerza, Esther gimió una vez más, alzando la cabeza hacia arriba, dejando

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desprotegido el cuello ante los ataques de Maca, que no tardó en aprovecharse y empezar a dejar húmedos y ardientes besos en él, mientras su mano empezaba a dejar de apretar un poco, mientras la movía notando lo caliente que Esther estaba. Se encontraba a punto de bajarle la ropa interior cuando escuchó voces, a unos metros de allí los miembros del grupo se habían despertado, se escuchaban movimientos frenéticos, ruidos de ramas y voces más lejanas hablando en suahili, gritando en suahili Esther miró a Maca, agotada, a medias, frustrada, se mordía el labio con rabia, Maca metió su lengua por última vez en la boca de Esther y corrió hacia el grupo, segundos después llegaba Esther, tan acalorada como la pija y con la camiseta a medio poner, pero los demás estaban tan distraídos o más bien, tan concentrados en otra cosa, que no percibieron el calor que desprendían los cuerpos de Maca y Esther, que no sentían como se abrasaban hasta estando a un metro de distancia Raquel: ¡Son ellos! (Señalando a lo lejos, al otro lado del río, dos guardas de Kagame se tiraban al agua para cruzarlo, mientras gritaban y les señalaban con sus armas) E: ¡Corred! (No hubiese hecho falta que lo dijese, porque una décima de segundo antes todos habían echado a correr, metiéndose en la selva, esperando que los árboles les protegieron de las balas, como lo habían hecho de las miradas) Corrían sin ver, ciegos, notaban como las ramas les golpeaban, como algunas se clavaban en su piel dejando marcas y pequeñas herida, pero no se detenían por nada del mundo, las voces de los guardas acercándose se lo impedían. Esther luchaba por abrirse hueco en lo que parecía cada vez una selva más espesa, le dolían las piernas y los brazos de los arañazos, y el calor que su cuerpo había experimentado se había convertido en una fuerza invisible que la empujaba hacia delante, sin mirar atrás, sin ver que Maca la seguía, chocando con las mismas ramas, tropezando con las mismas pierdas, detrás de ella Carlos echaba algún vistazo hacia atrás, hasta que pudo ver las caras de los guardas Carlos: ¡A un lado! Todos se lanzaron a un lado, tirándose sobre lo que pillaban, con la mala suerte que tres de ellos cayeron por un terraplén, sin llegar a ser detenidos por los árboles, más bien golpeados hasta magullarles enteros y dejándolos tirados veinte metros más abajo, se arrastraron como pudieron para esconderse detrás de una roca, apretándose los tres para ocultarse si los guardas miraban, pero los guardas no miraban, uno seguía a dos de ellos a través de la selva, el otro rastreaba la zona buscando a los demás Esther notaba como el cuerpo de Maca, pagado al suyo temblaba, la miró de reojo, estaba llorando y se agarraba el pie con fuerza, los labios se apretaban queriendo silenciar os gemidos de dolor que sin duda alertarían al guarda que había arriba, la enfermera deslizó su mirada por las piernas de ella, acabando en el tobillo, estaba muy hinchado y la luna le permitía ver un tono morado en él, pero no podía hacer nada por ella allí, nemos con aquél tipo buscándolas arma en mano. Cerró los ojos con fuerza y se concentró en escuchar los movimientos del hombre de Kagame Al cabo de unos minutos solo se escuchaban los ruidos propios de la selva, nada más, Esther asomó la cabeza por encima de la piedra, mirando a las alturas, no se veía nada, se agachó de nuevo, poniendo la espalda contra la piedra y sentándose sobre la tierra

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DelValle: ¿Qué hacemos ahora? (Esther miraba al suelo, con el ceño fruncido, aquello no le podía estar pasando a ella, todo estaba saliendo fatal) Crees que.. ¿Los han cogido? E: No lo sé, joder. (Golpeando con el puño la hierba) DelValle: Macarena ¿Estás bien? M: Sí... (En un susurro ahogado) E: Déjame... (Haciendo que Maca colocase el pie entre sus piernas, apartó la mano de la pija y examinó más atentamente el tobillo, tenía un aspecto desalentador, toda la zona estaba amoratada y encima alguna rama le había hecho un corte que atravesaba la inflamación) Yo... M: Tranquila... (Llevándose la mano al tobillo) DelValle: No podríamos... inmovilizarla de nuevo... E: Sí, pero... no tendrá que ser una atadura dura, no podrá flexionar el pie para nada y con ella así, no vamos a ir muy lejos DelValle: ¿Dónde vamos a ir? E: Hay que arriesgarse a llegar a los poblados... aquí no estamos seguros, o los hombres de Kagame han perdido el miedo... O han hecho un trato con los que fueran que temían... DelValle: Eso no puede ser bueno E: No lo es. No sabemos quienes son, Quizás sean ellos a los primeros que encontremos para pedirles ayudas, y no tendremos ni idea DelValle: No debemos confiar en nadie E: En nosotros tres. En el resto del grupo. Nadie más M: Esther... (Esther se perdió en los ojos doloridos de Maca, no soportaba verla así) E: Voy a buscar algo para... (Señaló el tobillo e hizo el gesto de levantarse, la mano de Maca en su muñeca la frenó) M: Es peligroso... E: Puede... (Soltándose y andando agachada hacia unos árboles, buscando ramas fuertes para inmovilizar el pie de ella) DelValle: Maca... (Acercándose a ella sin querer separarse de la roca) Deberíamos volver a Madrid... M: ¿Ya? (Conocía a la perfección lo que aquello significaba, para el resto sería una huida de un par de pijos que no habían tenido valor, para DelValle sería ganarse su cariño, por consiguiente conseguiría lo que quisiese de él, para Esther... Esther la odiaría y confirmaría todo lo que había pensado de ella, desde el principio, la miró buscando ramas para intentar mitigar el dolor que ella sentía, miró a DelValle, con la cara enrojecida, sudado y con el pánico en sus ojos) ¿Y esa gente? DelValle: No les servimos de nada muertos, además, si nos vamos podremos volver, negociaré con Kagame, tú y yo negociaremos con él. Nos llevaremos a Esther con nosotros... M: No querrá... DelValle: Convéncela... M: Me odiara, y eso no te ayuda mucho en tu plan de conquista... DelValle: Ya pensaré en otro en Madrid, pero Maca... ayúdame a sacarla de aquí... Mientras Esther rebuscaba por el suelo de aquella selva algunas ramas fuertes, Maca la observaba hundida en sus pensamientos, otra oportunidad inmejorable para ganarse a DelValle, y estaba a punto de echarla a perder por culpa de algo que sentía, y que sabía perfectamente que no debería sentir, quizás lo mejor sería volver a Madrid, volver a su vida, la que conocía, no aquélla que la descolocaba a cada segundo, pero lo cierto es que

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aquella sensación innovadora de estar perdida le gustaba, le encantaba las sorpresas que le estaba deparando aquel viaje, la emoción, sentía su cuerpo lleno de adrenalina, bombeando por cada una de sus venas, estaba en estado permanente de excitación, no solo la que la embriagaba hasta perder el control cuando estaba con la enfermera, no, otro tipo, todas ellas tal vez. Se sentía bien y viva aún más que cuando cabalgaba entre los viñedos de su casa. Sí, estaba extasiada de toda aquella novedad Por otro lado, por muy extasiada que estuviese, el objetivo de todo aquello lo tenía claro, aunque a veces le gustase ignorarlo un rato y simplemente dejarse llevar, pero era algo que no podía ignorar, si lo hacía... no podría volver a Jerez, no con los ‘suyos’, sería una deshonra para el apellido Wilson, y su vida cómoda y apacible a la que tan acostumbrada estaba se esfumaría ante sus ojos sin darle oportunidad ni de despedirse de ella. Así que lo tenía que hacer, debía convencer a Esther de volver a Madrid junto con DelValle, debía dar aquel último golpe de gracia y llevárselo en el bolsillo a Jerez... pero a su debido tiempo, no servía de nada convencerla si no tenían vías adecuadas para escapar de allí, esperaría, lo suficiente e imprescindible como para que al segundo de convencerla se fueran, no debía darle tiempo a pensar a Esther, así era como hacían las cosas, los pensamientos eran sus enemigos y había que eliminarlos de la ecuación M: De acuerdo, pero a mi manera y cuando yo diga DelValle: Eso está hecho. Solo quiero sacarla de aquí. (Maca lo miró, él no quería sacarla de allí, él quería salir intacto de aquella aventura, le importaba un bledo Esther, al menos su persona, porque lo que estaba claro es que aquél no quería perder la oportunidad de tenerla entre sus brazos, aunque para ello tuviese que anularla por completo, esa iba a ser la única forma de conseguir a Esther... Maca lo había logrado, no sabía como, y tal vez ni siquiera fuera cosa suya, tal vez solo fuera aquella atracción la que había conseguido anular todos y cada uno de los pensamientos de Esther... ¡Eso era! El momento justo) E: Bueno, a ver (Sentándose al lado de Maca y dejando al otro unas cuantas ramas y hierba) Pon los pies encima de mis piernas, con cuidado... (Esther observaba el pie magullado mientras pensaba cual era la mejor forma de inmovilizarlo) Venga, tal vez te duela al principio ¿Mhm? M: Tranquila... E: No me preocupa, solo te aviso M: Claro Una punzada se extendió por toda su pierna, atravesando su cuerpo y pegándose a sus sienes, aquella mujer tenía la sensibilidad de un porco-espín. ¡Aquello dolía! Más incluso que cuando corría como una loca por la selva, aunque claro, en aquel momento no había asimilado el dolor, solo corría E: ¿Vas bien? (La mirada asesina que recibió bastó para que se diese prisa con aquello) DelValle: ¿Esther? ¿No deberíamos ir a pedir ayuda? E: Sí, en cuanto inmovilicemos este piececito iremos río arriba, hay que llegar a los poblados, allí conseguiremos algo para el dolor DelValle: Pero.. ¿Y los guardas? E: Solo hay que esquivarlos, si no nos dejamos de mover no nos encontraran M: Perdona... pero yo no estoy para mucho movimiento que digamos E: Te cargaremos entre DelValle y yo

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Dicho y hecho, minutos después recorrían la selva, buscando el río de nuevo con el peso muerto de Maca sobre sus hombros, con en vendaje apenas podía flexionar nada, y lo de ir dando saltitos a la pata coja... no era buena idea. Así que convencida de que no podía con su peso intento echárselo encima a DelValle, por lo que iba ladeada para estar cerca suyo, le hubiese gustado más ir hacia el otro lado, pero no quería escuchar las quejas de Esther sobre cuanto pesa un pija y otras barbaridades M: ¡Lo veo! E: Grita más ¿Mhm? (Refunfuñó) M: La emoción... (Sacándole la lengua) DelValle: Deberíamos para a descansar ¿Eh? M: Venga, hombre, que no se diga de ti ¿Esther? ¿tú estás cansada? E: Para nada... M: ¿Ves? DelValle: Yo lo decía por vosotras ¿Eh? Que yo tampoco estoy cansado. (Ambas lo miraron incrédulas el pobre iba con los goterones de sudor cayéndole por la frente y bajando por sus mejillas completamente acaloradas) E: Venga, va, descanso M: ¿Por qué? E: Tú calla que solo te falta alguien abanicándote. (Soltándose de ella y apoyándose contra un árbol, miraba alrededor atentamente, como cada dos por tres desde que habían emprendido el camino) M: ¿Qué buscas? E: Ver si el resto han pasado por aquí... M: ¿Les esperamos? E: No, en estos casos lo mejor es ir a los poblados, ellos los saben, llegaran antes o después que nosotros DelValle: ¿Y si los tienen aquellos tipos? E: Bueno, en los poblados tal vez encontremos la forma de recuperarlos. Pero desde aquí no podemos hacer nada, a parte de arriesgarnos a que aquellos vuelvan y nos tomen como prisioneros otra vez DelValle: ¿Hay vehículos? E: Sí, un par de coches de las ayudas de aquí, los tiene por si alguien se pone muy grave y hay que llevarle a algún lado y para transportar cosas de un poblado a otro. (DelValle miró significativamente a Maca, está sintió con la cabeza, el sitio era en el poblado) Bueno ¿Seguimos? DelValle: Claro Horas después distinguían humo a través de unos árboles, se pararon a un lado del río, observando atentamente y en completo silencio, se escuchaban voces, pero no sonaban autoritarias ni nada por el estilo, al revés, parecía que estuviesen celebrando algo, a medida que ese aproximaban aquella idea cobraba forma con más nitidez, se asomaron entre unos arbustos y lo vieron Había una gran fogata en el centro de un claro, con algunas pequeñas cabañas alrededor, una docena de niños correteaban alrededor del fuego, armando un escándalo impresionante, un par de hombres despellejaban aun animal en el otro extremo, quitándole la piel mientras las mujeres avivaban el fuego y controlaban a los niños, era un poblado pequeño, seguramente alguna división de uno mayor, no había más que tres chabolas, once niños, dos hombre y tres mujeres, tal vez hubiese más, no se veían

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ancianos, Esther sabía que participaban poco en los ritos diarios, más bien se pasaban el día metidos en las chabolas DelValle: ¿Qué hacemos? (Susurró, no lo suficiente como para que un niño mirase en su dirección) Era alto y debía tener unos diez años, los huesos se le marcaban por todas partes y llevaba puestas una vieja camiseta llena de jirones y unos pantalones cortos, los pies estaban descalzos y con numerosas heridas y cortes ya cicatrizados, el vientre estaba hinchado, uno de los síntomas de la hambruna, tenía algunas ronchas por el cuerpo, y los labios amoratados, cogió un palo del suelo y se acercó lentamente, manteniendo el palo en alto, como si esperase que al otro lado hubiese algún animal, otro de los niños se acercó a él y lo imitó Niño 1: Huko, huko. (Alí, allí) Niño 2: Abe. (Sí) Las caras que pusieron al apartar los matorrales eran un poema, durante un segundo permanecieron allí parados, mirándoles, Esther se preguntaba que veían, seguramente a tres blancos llenos de tierra hasta las orejas con cara de enfermos y mirada asustadiza. Gran primera impresión Niño 1: ¡Babu! ¡Babu! (¡Abuelos! ¡Abuelos!) (Mientras corría hacia una de las cabañas, los hombres dejaron de pelar el pobre animal y se acercaron a ellos, los examinaron detenidamente y los hicieron salir del matorral, poniéndolos al lado de la hoguera, al poco empezaron a salir una serie de ancianos de la cabaña donde el niño se había metido, las mujeres les sacaron una especie de sillas echas con algunos trozos de madera cruzados y los ancianos se sentaron, lo miraban por todos lados) Abuelo 1: Nani ni ninyi? (¿Quiénes sois vosotros?) E: ONG. (Tras un rato de silencio en el que su cerebro intentaba ordenar las pocas palabras que sabía en swahili) Abuelo 2: Upi? (¿Dónde?) E: Uhispania Abuelo 1: ¿España? E: Sí, de Madrid Abuelo 1: Bienvenidos a Dimbwidogo. Soy Bauru, anciano de poblado E: Genial, castellano. (Sonriendo) Verá, hemos tenido unos pequeños incidentes y hemos acabado perdidos en la selva, buscamos algún sitio en el que descansar y tal vez... (Miró de reojo el animal muerto) comer algo... Bauru: Claro, vosotros venid a ayudar ¿no? E: Sí, en cuanto recuperemos nuestras cosas Bauru: ¿Señor Kagame? (Esther se jugaba el tipo, aquellos podían ser simpatizantes o no de Kagame, depende de lo que dijese acabarían con los guardas allí, pero tenía que decir la verdad, siempre estaban a tiempo de correr todo lo posible) E: Sí. Kagame. (El anciano les comunicó la conversación a los demás y llegaron a una decisión) Bauru: Nosotros daremos sitio dormir y comida E: Ashante

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Bauru: Vosotros venid con nosotros mañana, montaña arriba, poblado Dimbwikubwa. Buscar señor con... ¿Coche? E: ¿Gari? (El anciano asintió) Ashante Bauru: ¡Umma! (¡Gente!) De inmediato los hombres volvieron a su trabajo con el animal, los niños los observaban a la distancia, comentando entre ellos vete a saber tú el que, y las mujeres se acercaron a ellos y los llevaron dentro de una cabaña, a DelValle lo llevaron a la de los ancianos, y Maca y Esther entraron en otra que había al lado, una vez allí las comenzaron a desvestir y a mojar paños en un agua que debía ser la que usaban para lavarse ellos y la fruta. Ambas se dejaban hacer, Maca por no poder entenderse con aquellas mujeres, Esther porque no quería ofenderlas por nada del mundo, habían conseguido ayuda, era lo único importante en aquél momento Esther descubrió algo bueno mientras aquellas mujeres las desvestían y les pasaban los paños mojados en agua, no se excitaba para nada, lo que quería decir que aquel subidón hormonal que le había dado en la selva se había esfumado, así que podría dedicarse a las cosas serias en vez de ir buscando a la pija para un revolcón, hablando de ella, se estaba quejando cuando una de las mujeres le quitaba las vendas. Esther puso los ojos en blanco y cogió uno de los trapos, humedeciéndolo y apoyándolo levemente contra el tobillo de Maca M: Gracias... E: No hay de que, no es por ti. Solo que no quiero que se asusten con tus gritos M: Ya, claro... Después de asearse un poco las mujeres les dieron algo de ropa seca, mientras la otra la extendían en el tejado de una choza para secarse, Esther se rió al ver a Maca, su cuerpo estaba bastante mejor que antes, al menos limpio, pero eso le recordaba a la Maca que había conocido en Madrid, y el verla con aquellas ropas, imaginándose a aquélla Maca... es que le podía, la pija le tuvo que dar más de un coscorrón para que se callase. Se encontraba bastante bien, y debía reconocer que en parte era por aquel asqueroso ungüento que le habían puesto en el tobillo, aun lo tenía hinchado pero apenas le dolía. Como tenía que hacer reposo ella se quedo en la choza mientras Esther salía afuera Enseguida percibió que ni los ancianos, ni los hombre ni DelValle estaban fuera, debían estar en alguna choza, sabía que era muy probable que se encontrase en una comunidad altamente machista, y la verdad que el echo de que aquel anciano, Bauru, se hubiese dirigido a ella y no a DelValle, la había sorprendido, suponía que el contacto con otros le habría enseñado que las mujeres eran iguales a los hombres, y no le había importado hablar con una para dar a bienvenida, pero para hablar de cosas más serias, seguramente lo haría con DelValle Se sentó a un lado de la hoguera y el mismo niño que les había visto nada más llegar se sentó a su lado Niño: Upendo. (Señalándose) E: Esther. (Imitando al crío que sonrió satisfecho) Upendo: Eter E: Esther

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Upendo: Esssster E: Abe. (Sonriendo de oreja a oreja a aquel pequeño) Upendo: Bauru enseñar poco idioma E: Eso está muy bien. Tienes que saber muchos. (Hablaba lentamente para darle tiempo a entenderlo, pero parecía que el niño la entendía a la perfección, lo que le costaba era comunicarse en castellano) Upendo: ¿Nombre mío? E: Amor. Significa amor Upendo: Bueno E: Muy bueno. (Riendo al ver como el niño sonreía orgulloso) Upendo: ¿Tú ayudar nosotros? E: Sí, todo lo que podamos Upendo: ¿Tú quitar dolor? (Alzó su camisa y Esther pudo ver numerosas llagas y manchas, a parte de una sería desnutrición el chico era muy probable que tuviese el SIDA, su cuerpo parecía tan débil, pero su sonrisa, su sonrisa era de una fuerza increíble) E: Lo intentaré, sí. (Aquello la mataba por dentro a la vez que le daba vida, el estado de aquel niño le rompía el corazón, pero el saber que talvez podrían ayudarle con las medicinas que había en el avión... era increíblemente bueno) Maca se apoyó en el marco de aquella choza observando a Esther, sentada junto a aquel crío que se veía a la legua que debía estar muy enfermo, como el resto del pueblo, temía que le pegasen lo que fuera, pero la verdad es que se sentía bien. Mirarla intercambiando risas y gestos cariñosos con aquel pequeño la llenaban de una forma que lo hacían muy pocas cosas, por no decir ninguna, y su firmeza se iba al traste al verla acariciar la mejilla de aquel chico con un cariño infinito. Se acercó a ellos y se sentó. El chico la miró curioso Upendo: ¿Tú cuidar mí también? M: Bueno... yo... (Miraba a Esther y al crío que le tocaba el brazo, lo que fuera que tuviese... ya se lo habría pegado) Sí, claro, claro Upendo: Ashante. (Sonriendo y abrazando a una y después a la otra, luego se fue a jugar con los demás niños) M: ¿Ashante? E: Gracias, vas a aprender una de idiomas (Riendo y levantándose) M: ¿Dónde vas? E: A dar una vuelta... M: Voy contigo E: No te van a comer M: Quién sabe, quien sabe. (Mirando como las mujeres se acercaban con más paños) Vamos que a esas les ha gustado E: No eres irresistible M: Mira quien lo ha ido a decir. (Esther le dio un golpe en el brazo) Se metieron en la selva, no alejándose mucho del poblado ya que no querían arriesgarse a ser descubiertas por los guardas, Esther echaba un vistazo de vez en cuando a Maca que cojeaba un poco, bastante mucho, vamos, si no fuera porque tenía demasiada clase y Esther no supiese que estaba malherida... hubiese pensado que llevaba el pedo del siglo

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E: ¿Paramos? M: No. (Poniéndose toda recta ella para dar la sensación de que estaba bien) E: Ya... vale... ¿Hacemos footing? (Estalló en carcajadas al ver la cara de pánico de Maca) M: Eso no ha tenido gracia listilla E: ¿Listilla? Que va, ese premio lo tienes tú M: Te gusta meterte conmigo E: Tanto como a ti hacerlo conmigo M: Cierto, no te lo discuto (Sonriendo) Llegaron a un terraplén y se sentaron sobre una roca, Esther para descansar y Maca para acariciarse el tobillo a escondidas poniendo cara de dolor E: ¿Qué te ha parecido? M: ¿El que? E: Esa gente... son a los que vamos a ayudar M: Bueno... no tienen nada E: Ya, por eso se les ayuda M: Sí bueno, tampoco es que se lo trabajen mucho E: ¡¿Cómo?! (Mirándola sorprendida) M: Pues que.. bueno... no tienen nada porque no hacen nada... se conforman con cazar algún bicho y poco más, si tuvieran algo de ambición irían a una ciudad más grande, esta claro E: Eres... gilipollas, en serio, creía que habías cambiado un poco, que lo que hemos pasado estos días te habría abierto los ojos, pero sigues siendo la niña de papa mimada y engreída de Madrid M: ¡Eh! Solo digo la verdad, si te molesta es porque llevo razón E: O porque estás jodidamente equivocada Macarena, ¿No ves que no tienen medios? ¿Que no pueden hacer más de lo que hacen? Mantenerse con vida M: Venga ya, Esther, no seas ilusa, si se empeñaran conseguirían mejorar E: ¿En serio crees que esos críos van a pensar más allá de en comer algo hoy? Para nosotros es fácil pensar eso, pero cuando no comes durante días, la ambición se limita a conseguir algo para llevarse a la boca M: Vale, lo que digas E: No, lo que diga no, la verdad M: Que sí, que sí E: ¡A mi no me des el sí de las tontas ¿Eh?! M: Que va... (Aguantándose la risa, a Esther se le había hinchado una vena del cuello) Venga, anda, solo quería picarte un poco, lo echaba de menos ¿No puedo? E: Eres... eres... ¡Buf! M: Tenemos que recuperar el avión E: Vaya, ya piensas con la cabeza y no con el culo... M: Le he dicho a ese niño que le ayudaría... y lo voy a hacer. (Esther se la quedó mirando unos segundos pensativa) E: Eso es... bonito. (Frunciendo el ceño y viéndola por nos segundos como otra cosa, no la pija, sino algo más... Real) M: Gracias. ¿Vamos? (Poniéndose de pie) E: Sí... claro.. (Sonriéndole y levantándose también) M: Tres puntos... (Susurrando por lo bajo)

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Esther no se dio cuenta del susurro de Maca, cosa que esta agradeció al mismo instante de darse cuenta, si la llega a escuchar pierde todos sus progresos, pero es que aquello le estaba costando mucho y cada avance era motivo de gritos de alegría, encima que se contenía y solo susurraba, aunque no había hecho suficientes avances, porque la muy jodida apartaba las ramas y luego las soltaba dándole en la cara, fijo que lo hacía a propósito, ya se la imaginaba pensando, ¡Ahí va otra! ¡Rama va! ¡Toma ya, en toda la frente! Y cosas por el estilo, por suerte su educación era espléndida y aguantaba los ramazos que recibía con gesto heroico Por fin terminaron los ramazos, habían llegado de nuevo al claro, la hoguera seguía encendida y los restos del pobre bicho que hubiesen matado descansaban en un palo, el poblado entero estaba sentado alrededor de la hoguera, con DelValle entre ellos comiendo. El niño que antes había hablado con Esther, el tal Upendo se acercó a ellas con dos cuencos de madera hechos a mano y trozos tostados de algo en su interior acompañados de unas hierbas, Esther tomó el suyo sonriente y acarició la cabeza del chico E: Ashante Upendo. (Sentándose en un hueco libre, el chico le dio el suyo a Maca y esperó sonriente, le costó unos segundos reaccionar y el niño se cansó y se fue a comer con los otros niños con cara de pena) M: Ashante... (Susurró mientras se sentaba y miraba el interior del cuenco con el ceño fruncido) ¿Qué era aquello? Ya no lo había distinguido cuando el bicho estaba entero, pero a trozos y quemado era demasiado ¿Y si era malo? Los demás lo comían, pero claro, Esther ya le había dicho que no tenían muchos alimentos por lo que aquella gente se comería cualquier cosa ¿Y las hierbecitas? Para pasar el mal trago, fijo, y lo más importante ¿Dónde estaban los cubiertos? Miró a los demás y vio como hundían las manos en los cuencos, sacando los trozos de carne y las hierbas y llevándoselas a la boca, contempló las manos de uno de los hombres ¡Joder! Aún tenía restos de sangre... su cuerpo no pudo con aquello y excusándose salió pitando camino a la selva buscando un hueco en el que echar lo que llevaba dentro, poco elegante pero es que aquello la superaba ¡No pensaba comer mientras durará aquella locura de viaje! E: Mhmhmh... está rico ¿Qué es? (Ignorando que Maca se hubiese ido, más que nada porque sabía porque y por dentro estaba descojonándose de risas, pobrecita la niña) Bauru: Gisifakiri. (Llevándose un trozo de carne a la boca) DelValle: ¿El que? E: Lagarto. (Riendo) Tamu. (Sonriendo a Bauru y comiendo más carne, de vez en cuando echaba un vistazo alrededor sonriendo siempre) Era una sensación extraña, verles comer, a pesar de que el hambre les apremiaba se lo tomaban con calma, disfrutando de cada sabor, de cada textura, paladeándolo todo, era increíble, sus expresiones, sus rostros de felicidad y satisfacción por tener aquel gisifakiri para comer, indescriptible. A Esther se le encogía el corazón, algo que le pasaba habitualmente cuando estaba trabajando en la ONG, ya se había acostumbrado, pero eso no quitaba que se emocionase cada vez que sucedía, no tenían nada, y eran felices, completamente felices, una felicidad que no podrían comprar ni todos los dolares ni euros del mundo, salía de ellos mismos, de sus logros, estaban orgullosos y

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ese orgullo les hacía especiales por encima de cualquier otra persona en la tierra. La enfermera se sentía a gusto allí, entre aquella gente Maca volvió con dos kilos de menos al claro, por suerte para ella y para su pobre estomago ya habían terminado de comer, las mujeres se afanaban en limpiar los utensilios utilizados, los hombres descansaban en un rincón, hablando animadamente, DelValle intentaba seguirles pero no tenía ni idea de swahili, y a pesar de las traducciones de Bauru se perdía bastante. Maca se acercó a Esther, que ayudaba a las mujeres hundiendo los cuencos en... ¡Venga ya! ¿Aquel era el cuenco de agua con el que las habían limpiado? Se aguantó las ganas de irse otra vez y se sentó al lado de Esther E: ¿Ya lo has echado? (Riendo y pasando un cuenco de madera a otra de las mujeres que los colocaba sobre una roca para que se secaran) M: Muy graciosa... no sé como te lo has comido... E: Estaba muy rico, las hierbas le daban un toque dulzón muy rico M: Uy, sí, una delicatessen de la alta cocina E: No deberías ser tan exigente, es lo único que hay para comer M: Pues no comeré, a dieta. (Esther rió y siguió lavando) ¿Qué se trae DelValle? E: Pues no tengo ni idea, lleva todo el rato con ellos... M: ¿Le echas de menos? (Riendo y mirándola mientras se apoyaba con las manos en el suelo) E: Locamente.. me preocupa lo que pueda decir... M: Es todo un diplomático E: Allí, aquí solo es un viejo blanco... y verde, eso no deja de serlo, ha desnudado a todas las mujeres del poblado con la mirada M: Tiene métodos poco... sutiles. (Mirando hacia él, Bauru le susurraba algo al oído y DelValle asentía con una sonrisa falsa) ¿Cuándo iremos a... la ciudad esa? E: ¿Dimbwikubwa? (Maca asintió aunque no tenía ni idea, por ella como si se llamaba Cuchupipi) Mañana con suerte M: ¿Con suerte? E: Bueno, pueden pasar mil cosas, estamos en épocas de lluvias, nadie se adentra en la selva muy lejos cuando hay tormenta, es peligroso M: Pero allí hay coches E: Sí, pero si nos matamos en la selva no servirá de nada que haya coches, relájate, estamos a salvo M: ¿Cómo estas tan segura? E: Dios Maca, deja de pensar y tómatelo con calma ¿Mhm? Estamos vivas, tenemos comida y un sitio donde dormir, no hay prisa, esta gente nos necesita ¿Sabes? M: Me doy cuenta, pero también me doy cuenta de que la única salida está en ese sitio E: Y seguirá ahí pasado mañana. (Miró a las otras mujeres) ¡Tayari! (¡Listo!) Las mujeres sonrieron y se levantaron llamando a los niños, era la hora del baño, todos se pusieron en pie y se metieron en la selva, Bauru se quedó un poco rezagado para hablar con los ‘invitados’ DelValle: ¿Dónde vamos? Bauru: Al río más abajo, nos bañamos allí. (Sonriendo) M: Menos mal... Bauru: ¿No te gusta el río? M: ¡Me encanta! (“Mejor que el cuenco ese...”)

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Bauru: Vuestras ropas estarán secas al volver E: Gracias, Bauru Bauru: No hay porque. (Sonriendo de oreja a oreja) ¿Cuánto tiempo os quedaréis? E: Estaremos por la zona tres meses, si conseguimos arreglar los problemas Bauru: ¿Vosotros tres solos? E: No, no, somos más, nos separamos en el camino, supongo que tal vez en la ciudad nos encontraremos, con algo de suerte Bauru: Nosotros ayudaremos a la suerte. (Amablemente mientras apartaba una rama para que pasasen) E: Ojalá todos fueran como vosotros Bauru: Selva ser difícil, y la nuestra mucho desde aquello M: ¿Aquello? Bauru: ¿No sabes que pasó? E: Lo sabe (Mirando a Maca) Todos lo saben, aunque es difícil de explicar Bauru: Sí.. nosotros tampoco lo entendemos muy bien, solo sabemos que murió mucha gente, por nada E: Bueno, tenían sus motivos, sino no habría pasado Bauru: Es posible... ahora ya no hay tantos problemas, pero temo que algún día, cuando volvamos a estar como antes... todo empiece, la rivalidad entre humus y tutsis acabará con nuestro pueblo E: Tal vez no, algo se debe haber aprendido de aquello Bauru: Sí, a no confiar en los extranjeros. (Con gesto serio, Maca miró extrañada a Esther que le hizo un gesto con la mano, luego se lo explicaba) ¡Bienvenidos al río! (Sonriendo mientras miraba hacia delante, los críos correteaban dando saltos por el agua, las mujeres y los hombres se mojaban en la orilla entre charlas y risas) Tened cuidado con los animales (Sacándose una túnica que llevaba y lanzándose al agua) M: Porque... están... en pelotas... E: ¿Tú te duchas vestida? Que raro... (Riendo y empezando a desnudarse, DelValle no le quitaba ojo de encima) M: ¡Esther! E: Dime M: Que.. (Acercándose y susurrándole) Me da un poco de vergüenza, porque no vamos tú y yo más arriba... que no nos vean E: Pues... (“Caliente, caliente ¡Me quemé!”) Como quieras... M: Gracias. (Sonriendo y arrastrándola bajo la atenta mirada de DelValle, fue a seguirlas pero dos mujeres del poblado lo tomaron de cada brazo y lo metieron en el río, él se dejaba llevar sonriente, mientras adoraba aquellos cuerpos con la mirada y con alguna que otra mano aquí y allí) E: ¿Por aquí te va bien? No nos ven M: ¡Perfecto! (Riendo y comenzando a quitarse la ropa) Upendo: ¡Jambo! (¡Hola!) E: ¡Upendo! (Riendo al salpicarle el agua del salto que había dado el chico) ¿Qué haces aquí? Upendo: ¿No poder? (Esther sonrió y acarició el pelo mojado y revuelto del niño) Claro que puedes ¿Verdad, Maca? M: Sí, sí, sin problema. (Mientras se zambullía en el agua para quitarse toda la suciedad que debía llevar en el cuerpo) Upendo sonrió feliz y empezó a corretear por la orilla, lanzándoles agua de vez en cuando, Esther jugaba con él, con la mitad del cuerpo sumergido en el agua del río, daba

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saltos y salpicaba con las manos al crío, Maca solo pensaba en dos cosas, la hiperactividad de aquel mocoso y los pechos de Esther arriba y abajo... arriba otra vez... y ahora abajo... ¡Macarena! Se imponía cierto autocontrol, pero al ver que no era posible nadaba río arriba Upendo: Cuidado con los mamba. (Le gritó el niño mientras Esther le hacía una ahogadilla) M: ¿Los que? E: ¡Los mamba! (Riendo cuando Upendo se le subió a la espalda y empezó a despeinarla) M: ¿Qué es un mamba? Upendo: ¿Cómo dice? (A Esther) E: Cocodrilo... (Susurrándoselo al oído) Upendo: ¡Cocorilo! ¡Cocorilo! (Empezó a canturrear dando saltos en el agua) M: ¿Cocori... ¡Cocodrilo! (Desde luego, aquella mujer debía haber sido una gran atleta en otro tiempo, medalla de oro en las olimpiadas, a Esther no le dio tiempo ni ver como salía del agua, un segundo estaba dentro y al siguiente entre los árboles agachada, Upendo Y Esther empezaron a reírse de la broma, no había cocodrilos, al menos no en aquella zona, pero la cara de Maca era un poemario completo) E: ¡Maca! ¡Que es broma! M: ¡¿Qué?! (Miraba las caras divertidas de Esther y Upendo, se lo estaban pasando en grande a costa suya, pero bien, por un momento puso la mente en blanco y sonrió con malicia fingida) ¡Os vais a enterar! ¡Gamberros! (Corriendo hacia ellos mientras huían a nado, Maca no tardó en alcanzarles y comenzaron a jugar los tres juntos) Sus juegos fueron interrumpidos por los gritos de una de las mujeres, ambas salieron disparadas poniéndose la ropa por el camino, Upendo corría mucho más que ellas por el terreno selvático y cuando llegaron al grupo él estaba parado con los otros niños, encima de un tronco caído mirando hacia el grupo de mayores, que habían hecho una pina a un lado del río. Esther se abrió paso entre ellos y llegó hasta el centro, una mujer yacía en el suelo, con un charco de sangre entre las piernas y una mueca de dolor tatuada en su rostro, Maca observaba por encima de los hombros de los demás E: ¿Qué ha pasado? (A Bauru) Bauru: Embarazada. Niño en camino. (Serio) E: ¿Está embarazada? (Había comedido el error de atribuir su abdomen hinchado a la malnutrición, no a un embarazo) Voy a echar un vistazo ¿Vale? (Bauru asintió y se lo explicó a la mujer en su idioma) Esther echó un vistazo entre las piernas de la mujer, algo iba mal, estaba totalmente dilatada, pero aquella cantidad de sangre no era normal, miró a Bauru, que por su expresión conocía la gravedad del asunto, dio unas instrucciones a las demás mujeres y salieron disparadas hacia el poblado, los niños despejaron la zona ante la orden de Bauru, los hombres y los ancianos se sentaron a un lado a observar E: Maca, vas a tener que echarme una mano cuando vuelvan M: ¿Dónde han ido? E: A buscar paños calientes, calentar agua, no sé, lo que puedan traer M: ¿Cómo tuvieron a los demás?

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E: El más pequeño tiene diez años, fue antes de aquello, seguramente nacerían en un hospital M: Aquello... E: La matanza que hubo aquí, Maca M: Uhm. (Las mujeres aparecieron con un cuenco grande echando humo y unas telas viejas) E: Maca, pon las telas en el agua M: Vale Los gritos de la mujer se fundían con las instrucciones que Esther daba tanto a Maca, como a las demás mujeres, la chica se llamaba Ekao, y tenía treinta y dos años según Bauru, el padre era él. Esther se había desinfectado las manos en el agua hirviendo, quemándoselas ligeramente, pero en aquél momento le daba igual, colocaron algunas telas entre sus piernas, justo a la salida del útero, otras las conservaron para envolver al recién nacido E: Bauru, tienes que pedirle que empuje con todas sus fuerzas ¿Vale? Bauru: Sí, Ekao ¡Weweguta! ¡Weweguta! La mujer hacia fuerza, pero Esther no veía aparecer la cabeza del bebé, debía estar atascado en alguna parte E: Bauru, sostenla, voy a entrar M: ¿Qué vas a entrar? ¿Dónde? (Confundida hasta que vio las manos de Esther introducirse por la vagina de Ekao) Para que pregunto... E: Lo tengo. (Frunciendo el ceño) Viene con una vuelta de cordón M: Eso es malo E: Mucho. Hay que intentar... (Esther hurgaba con sus manos, buscando desenredar el cordón de cuello del bebé, era su única opción, no tenía instrumentos ni para hacer una cesárea, por muy ruda que fuese)... sacárselo... Maca, límpiate las manos M: ¿Para que? E: ¡Hazlo! (Maca obedeció sin rechistar, cualquiera lo hacía, mira que se ponía de mala leche la enfermerita, se limpió las manos rápidamente y se colocó a su lado) Bien, quiero que estés preparada para recibirlo M: ¡¿Qué?! (Mirándola asustada) No, no, no y no E: Coloca las manos en la entrada, Bauru, cuando yo te diga dile que empuje con todas sus fuerzas, con absolutamente todas, intentaré que el cordón no apriete su cuello ¿Tenéis algo para cortar el cordón? (Una de las mujeres le mostró un viejo cuchillo) Que lo ponga en el agua ¿Aún está caliente? (La mujer tocó el agua y retiró la mano de golpe, Esther asintió) ¿Todos preparados Bauru: Sí M: ¡No! E: ¡Ahora! Un grito desgarrador salió de la garganta de la mujer, Esther colocó sus manos de forma que la presión del cordón se ejerciera en ellas y no en el cuello del bebe, Maca vio aparecer una cosa viscosa M: ¿Qué es eso? E: ¡Más! ¡Rápido!

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M: ¡Es una cabeza! (Se anotó mentalmente no quedarse embarazada, aquello no era un bebé, era viscoso y le daba grima tocarlo) E: Venga, Maca, tira de él con suavidad, tenemos que ayudarla M: ¿Qué toque eso? (Recibió una mirada asesina y al segundo siguiente sostenía la cabeza de ‘aquello’ entre sus manos) ¿Así? E: Sí, lo estás haciendo muy bien. Bauru, necesitamos que haga un último esfuerzo Bauru: Vale. ¡Ekao! La mujer volvió a empujar, medio cuerpo del bebe se encontraba fuera, junto con las manos de Esther, esta pidió el cuchillo y cortó rápidamente el cordón, terminaron de sacarlo y Maca lo sostuvo entre sus brazos mientras Esther anudaba el cordón y limpiaba levemente al bebé, que ante los ojos de Maca iba tomando una forma más nítida, de repente su boca se abrió y empezó a llorar, todos aplaudían y saltaban mientras la madre yacía exhausta en el suelo, el bebe abrió los ojos y miró alrededor curioso M: ¡Ha abierto los ojos! ¡Ha abierto los ojos! ¡Me está mirando! (Reía sin parar, Esther la miraba sonriente para luego atender a la mujer) Horas después Maca y Esther descansaban con las tres mujeres del poblado y el recién nacido, que dormía plácidamente entre los brazos de su madre, Esther le había tenido que explicar a Maca porque el niño era no más que un manojo de huesos, y porque su situación era tan delicada, era muy posible que el bebé no sobreviviera más de unos días, pero si era fuerte, tal vez dentro de poco el poblado se enorgullecería de tener doce niños Esther y Maca compartían camastro, si a un trozo de barro seco alzado con unas mantas por encima se le podía llamar cama siquiera, la enfermera dormía a pata suelta, vamos, solo le faltaba roncar, demasiadas emociones en un día, nada más dejarse caer se había quedado grogui. Para Maca era un poco más complicado, no por la comodidad, aquello era mejor que el suelo de la selva y hacía algo menos de frío, tal vez por aquella sensación en el pecho que le había inundado al ver al recién nacido. Instinto maternal, descartado, le gustaban los niños pero no quería tener uno ni en broma, sacar algo así... de allí, no, no, eso no entraba en sus planes ya, era otra cosa, quizás tuviese que ver con haber ayudado a alguien, con sostener entre sus manos una vida tan frágil que pedía a gritos que la ayudasen... o porque una de las tres mujeres sí que roncaba, vamos, parecía la orquesta sinfónica en pleno apogeo Achuchó a Esther con la esperanza de hablar con alguien, era su único recurso, DelValle estaba con los dos hombres y los cuatro ancianos en otra cabaña, y lo de meterse en la de los críos... va a ser que no. Así que como quien no quiere la cosa fue dándole codazos a Esther E: Grfgrfgrfgfrrfgrgr... (Acurrucándose en las mantas) Mhmhmhmh... (Frunciendo el ceño y poniendo morritos, cosa que a Maca le hizo gracia y le dio otro codazo) Tate quieta... M: ¿Esther? ¿Estás despierta? E: Grfrgrfrgr...

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M: ¿Sí? Genial, porque no puedo dormir. (Haciéndole cosquillas en la oreja para espabilarla, Esther cerró los ojos con fuerza y le dio un manotazo a Maca) ¡Eh! Me has hecho daño... E: Jod... (Maca le tapó la boca) M: Vas a despertar al bebé... (Susurrando) E: Duérmete de una vez y déjame en paz... (Sonámbula perdida) M: ¿Habías hecho esto antes? E: Sí, ya he dormido contigo ¿Quieres dejarme un rato? M: Eso no, lo de... el parto... E: Cansina... (Dándose la vuelta y mirándola) Así no, en el hospital, y yo solo asistía no lo traía M: Uhm. (Tumbándose mirando al techo) ¿Saldrá adelante? E: Ya te lo he explicado... ¿Puedo dormir ya? M: Perdona... (Esther refunfuñó algo y se dio la vuelta para seguir durmiendo) ¿Y que nombre le pondrán? E: Diosssssss, dame paciencia. ¡Yo que sé! M: Vale... ¿Crees que mañana nos levarán a la ciudad? E: No creo... M: ¿Sabes? Quiero ver si sale adelante... E: ¿Te ha salido corazón? M: Tonta. (Dándole un codazo flojo) Solo que.. no sé... estaría bien saber que va a vivir... E: Maca, mira... (Girándose de nuevo para mirarla) Aunque ese niño sobreviva ahora, puede que dentro de una semana caiga enfermo o cualquier cosa y no lo haga, es un niño muy débil y aquí está desprotegido de muchas cosas M: Pero... para eso hemos venido ¿No? E: ¿Hemos? M: Has. Para eso habéis venido, para ayudarle ¿No? E: Sí.. pero... hay mucha gente que necesita nuestra ayuda, ya no íbamos a dar abasto con los cálculos iniciales... y aquí la población aumenta a cada segundo, no podremos con todo M: Pero a él... podríamos ¿No? E: Tal vez... no lo sé... M: Venga Esther, no me digas que no quieres ayudarle E: Quiero Maca, ese no es el problema, la cosa es poder, y ahora mismo no podemos hacer mucho más por él, habrá que recuperar las cosas y... sí, quizás caigamos en un error de favoritismo, pero intentaremos ayudarlo entonces ¿Vale? M: Vale E: ¿Puedo dormir ya? M: Sí, claro. (Esther se la quedó mirando) ¿Qué? E: Me has sorprendido hoy... M: ¿Eso es un cumplido? E: No, solo es una impresión, que no se te suba M: ¿Puedo saber porque te he sorprendido? E: Por ayudar a ese niño, por meter tus manos ahí, desprotegida, por correr el riesgo de coger alguna enfermedad, algo como el SIDA, has sido muy valiente M: Esa mujer no tiene el SIDA E: Upendo lo tiene, y más en este poblado, rehecho, la mayoría de la población lo tiene. (Maca se había puesto pálida) ¿Estás bien? M: Upendo.

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E: Sí, ¿No te habías fijado? M: ¡Joder! (Dio un salto y salió disparada hacia el río, se tiró al agua y empezó a restregarse por todas partes, como si así fuera a hacer algo, Esther no hizo ni el intento de seguirla, puso los ojos en blanco, se acurrucó en la cama y se quedó frita de nuevo) A la mañana siguiente el ruido de muchas voces la despertaron, dentro de la chabola todo estaba prácticamente oscuro, la poca luz que había eran los rayos que se colaban por pequeñas brechas y fisuras en las paredes de barro, se estiró y miró alrededor, no había nadie, ni siquiera la mujer y el bebé. Salió fuera y les vio metiendo en un cazo al fuego hierbas y frutas, Esther había hecho unas improvisadas mochilas con trozos de tela y los llenaba con algo de alimento y agua M: ¿Qué haces? (Acercándose a ella) E: Nos vamos, salimos en un rato, Bauru está dando instrucciones a su pueblo M: ¿No nos íbamos a quedar? Para ver como iba el niño y... E: Cambio de planes, llegaremos a la ciudad, Bauru dice que allí podremos comprar algunas cosas, vosotros os quedareis allí a esperar al resto y yo volveré al poblado M: ¿Lo sabe él? (Señalando con la cabeza a DelValle que fumaba algo alargado que le daban los otros dos hombres) E: No, y no se lo digas, quería venir y le necesito allí, él sabrá dialogar si hace falta. (Hizo un pequeño nudo en una de las bolsas y se la colgó del hombro, la sopesó un momento y sonrió) Perfecto... M: ¿Para que es eso? ¿No vamos a la ciudad? E: Está a dos jornadas a pie. (Dejando la mochila de nuevo en el suelo y acercándose a la hoguera) ¿Desayunas? M: Mhmhmhm... no, gracias, vete a saber lo que hay ahí dentro. (Suspirando y sentándose en una piedra, las tripas le rugían, pero en la ciudad podría comer algo decente, o eso esperaba, dos días, tampoco era tanto ¿No?) Bauru: Bien, ¿Estáis todos? (Con una lanza colgada del hombro y una sonrisa de oreja a oreja) DelValle: ¿Para que la lanza? Bauru: Si cazo algo por el camino de vuelta mejor. (Riendo y abrazando a su gente, mientras los demás lo esperaban a un lado) Esther, Upendo querer acompañarnos E: ¿No será peligroso? Bauru: No, nosotros esquivaremos guardas, Upendo ágil, será útil E: Bien. (Sonriendo al chico que estaba todo recto con un palo en las manos) Upendo: ¡Vamos! Bauru le dio un golpe cariñoso en la cabeza y rieron, poco después los cinco atravesaban la selva, debían ir más lentos por el tobillo de Maca, que a pesar de haber mejorado notablemente con la ‘crema’ que le habían puesto aún le molestaba y por DelValle, que por mucho que fingiese, se agotaba a menudo Upendo: No forma. (Susurró a Esther mirando al viejo, esta sonrió mientras veía como el chico saltaba de árbol en árbol jugando) E: ¡Te vas a hacer daño! Bauru: ¿Upendo? Él creció saltando como los monos, de hecho su segundo nombre es Tumbiri. (Riendo) E: Así que amor mono. (Riendo con él)

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Bauru: Sí. Amor mono M: Que majo. (Dando una patada a una rama que la había golpeado) Bauru: En África hay muchos cuentos Maca... (Ella le miró un momento antes de ser golpeada con otra rama) Hay una vieja historia, sobre los árboles ¿Quieres escucharla? M: ¿A que lo adivino? Los árboles son antepasados con sentimientos que te tratan bien si eres bueno con ellos y sino te dan la patada en el culo ¿A qué sí? (Esther le echó una mirada fastidiada, odiaba cuando sacaba a la pija que llevaba dentro) Bauru: No exactamente.. (Riendo por la ocurrencia de Maca, siguió abriéndose paso entre los árboles hasta que vio a Upendo paralizado en lo alto de un árbol, el chico bajo sin hacer ruido) Upendo: Wanajeshi Bauru: Kern? Upendo: Wawli DelValle: ¿Qué sucede? Bauru: Upendo ve dos soldados más allá. Nos desviaremos. (Se internó por una senda que se abría a su derecha) Perderemos una hora por aquí, no entiendo que hacen aquí esos soldados, no se adentran tanto. (Miró a Esther serio) ¿Qué les habéis hecho? E: Pues... nada tan grave, Bauru, no os pondríamos en peligro. Sabíamos que nos buscaban, pero no sabemos con cuántas ganas lo hacen Bauru: Parece que con muchas... debéis ser importantes para Kagame. (Esther miró disimuladamente a Maca para después seguir los pasos de Upendo y Bauru, aquella relación Wilson-Kagame la tenía con la mosca detrás de la oreja, pero no era el momento de discutir aquello) Durante aquel día caminaron sin parar, Bauru calculó que si pasaban la noche en la selva llegarían a media tarde a la ciudad, todos se mostraron de acuerdo en parar, sobre todo Maca y DelValle, que llevaban la lengua fuera desde hacía un par de horas. Bauru decidió parar en una pequeña explanada y empezó a hacer una hoguera para resguardarse un poco del frío M: ¿No verán el humo? Bauru: Los soldados no son tan tontos, dudo que se atrevan a estar por aquí de noche M: Ya, también dudabas que estuvieran por el día y los hemos tenido que esquivar como unas cinco veces. (Ya le daba igual las miradas de desaprobación de Esther cada vez que le contestaba algo por el estilo a Bauru) Bauru: No, no, los soldados son muy supersticiosos y corren muchas leyendas de la noche en la selva, no se atreverán, por mucho que respeten a Kagame o le teman, no lo harán E: ¿Leyendas? Upendo: ¡Cuenta una Bauru! Ellos no conocen. (El niño estaba sentado al estilo indio, jugando con dos palos de madera) Bauru: ¿Queréis? E: Sí, por favor. (Upendo sonrió y se sentó entre las piernas de Esther, esta lo rodeó con sus brazos sonriente, Maca la miraba asustada ¿Aquella no temía nada?) DelValle, se colocó pegado a Esther y en algunos momentos de la historia que narraba Bauru, pasaba un brazo por encima de los hombros, Maca se divertía viendo como la enfermera los esquivaba haciéndole algún gesto a Upendo

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Bauru: Corren muchas leyendas e historias por la selva, muchas son historias buenas... otras, sin embargo, no lo son tanto... (Su voz ronca y aquél leve acento hacían que por alguna razón los demás se concentrarán en la historia, eran transportados con las palabras de Bauru al mismo lugar de fantasía en el que se desarrollaba) Cuentan que había una pequeña familia en algún lugar recóndito de esta selva, dos padres y sus dos hijas, una de ellas, Kali, se pasaba todo el día sentada sin ayudar a su familia, mientras los demás cocinaban, cazaban o buscaban madera para las hogueras, ella permanecía allí, siempre sentada. Era una niña muy perezosa, tanto que siempre era la última en ir a bañarse, remoloneaba por los alrededores hasta que oscurecía, muchas veces así se libraba del baño. Pero un día sus padres la obligaron a acudir por la noche al río a bañarse, ya que estaba muy sucia, Kali convenció a su hermana para que la acompañase, y mientras Kali bajaba al río, su hermana preparaba telas secas para llevárselas. Aquella noche, Kali se metió dentro del río a bañarse, escuchaba ruidos a su espalda, y pensando que era su hermana le pidió que le frotara la espalda... entonces... fue cuando lo notó... un olor fétido y unas cosas punzantes en sus espalda, parecían las garras de un jaguar, Kali se dio la vuelta y se encontró con Ibilisi, el demonio. Cuando su hermana llegó con las ropas no encontró a Kali en ningún lado, buscó y buscó sin halarla, al final, pensando que Kali le estaría gastando una broma volvió con sus padres y se fue a dormir... dicen, que a la mañana siguiente, al amanecer, la hermana despertó y se encontró sola, sus padres habían desaparecido. Ibilisi se había llevado a Kali por no hacer nada en todo el día... y a sus padres por no enseñarle a hacer nada... la hermana pequeña fue la única que se libró de las garras de Ibilisi, pero aún así, no volvió a adentrarse en la selva de noche, ya que Ibilisi y los bilisi habitan en la noche... Upendo: ¡Yo daré Ibilisi con palo! (Bauru rió con ganas) Bauru: Tú dormirás con el resto, sin separarse Esther se levantó y buscó un lugar cómodo en el que tumbarse, Maca fue a tumbarse a su lado, iba a hacer frío y necesitaba un cuerpo al que pegarse y los otros tres... como que no. Pero claro, no contaba con el pequeño ‘amor mono’ que se coló rápidamente entre los brazos de Esther y se acurrucó a ella Upendo: Ni-twesha. (Dándole un beso en la mejilla) E: Ni-twesha Upendo. (Sonriendo por que le deseara buenas noches, miró a Bauru que sonreía cariñoso al verles así, Upendo era uno de los miles de niños que el genocidio había dejado huérfanos, y aunque en el poblado se le daba todo el cariño posible, parecía que el chico se había encariñado con Esther) M: No se ocmo te pegas tanto a él... (Susurró Maca que se había tumbado cerca) E: Maca, parece mentira que una mujer tan inteligente como tú desconozca la transmisión... M: No las desconozco, sangre con sangre, heridas... E: ¿Entonces porque no te acercas a él? M: Porque y sí... él tiene heridas por todos lados... E: Tienes miedo... porque esas heridas están cicatrizadas y a no ser que tu tengas también alguna abierta... no hay peligro... M: Te lo podría pegar en cualquier momento... E: No... abrazar a alguien no es peligroso, ni besarle así (Dándole un beso en la mejilla a Upendo que se revolvió soñoliento) Es peor que yo para dormirse... (Sonriendo) DelValle: ¿Maca? M: ¿Uhm? DelValle: ¿Tienes frío?

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M: No, estoy bien... (Bauru sonrió y se tumbó al lado de DelValle, abrazándolo, el pobre no sabía donde meterse, encima aquel tipo abrazaba como si fuese un oso, uno mimoso, pero un oso al fin y al cabo, Maca sonrió y se arrimó a Upendo, lo abrazó como hacía Esther, provocando que las manos de una quedasen en el abdomen de la otra y sus cabezas por encima de la de Upendo, Esther miró a Maca sonriente) E: No es tan difícil ¿No? Señorita Wilson... M: Lo hago por el frío E: Ni-twesha Maca... M: Ni... lo que sea, buenas noches. (Cerrando los ojos, Esther sonrió divertida y acurrucó su cabeza contra la de Upendo) Al cabo de un rato a Maca le dolían las manos, Upendo se apretaba demasiado contra Esther por el frío y sus manos quedaban aplastadas en medio, decidió deslizarlas como pudo hasta la cintura de Esther, buscando un rincón calentito bajo su camiseta Esther notó la mano de Maca juguetear en su cintura hasta colarse poco sutilmente debajo de su camiseta, vamos, solo le faltó levantar con la otra mano la camisa, a pesar de eso, sonrió escondida en el cuello de Upendo, intentó dormir a pesar de que la mano de Maca le quemaba la piel, calor que se extendía por todo el cuerpo. Upendo empezó a revolverse entre ellas M: Genial... (Susurró fastidiada) Ahora que ya estaba pillando el sueño... E: Maca, no seas quejica... M: Sí, claro, ¡Au! ¿Me ha dado un rodillazo? E: Quejica... M: Claro, como a ti te ha dado un rollidazo... E: Ya, bueno, a mí me ha metido la mano debajo de la camiseta... (Maca la miró un momento y sonrió divertida) M: ¿Te está metiendo mano? (Moviendo ligeramente su mano hasta llegar al ombligo de Esther y rodeándolo en pequeños círculos) E: Sí, pero es raro... creía que sus manos eran más pequeñas. (Riendo un poco) M: Bueno, está en edad de crecimiento y por la noche los niños... crecen mucho... E: Va a ser eso... (Upendo seguía en su batalla, abrió un ojo soñoliento) Upendo: Hablar mucho. No dormir. (Esther lo miró sonriente) E: Vale, lo siento, ya nos callamos Upendo: Dar calor. (Esther se ruborizó inconscientemente y Maca sonrió de oreja a oreja) Yo ir con Bauru. (Levantándose mientras Esther se daba la vuelta y Maca se pegaba a ella por no sacar la mano de donde la tenía) E: Ves lo que has hecho... M: Sí, claro, va a ser culpa mía... E: Tú has empezado a hablar M: Tú me has seguido hablando te podías haber callado E: Es de mala educación no contestar M: Ya... (Apoyando su cabeza justo detrás de la de Esther) E: Tengo una pregunta... M: Uhm E: Si Upendo se ha ido... (Maca empezó a sonreír) ¿Por qué su mano sigue ahí? M: El brazo también le ha crecido

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Esther notaba la risa de Maca en su cuello, se achuchó contra ella, porque hacía frío, Maca se apretó también porque hacía frío, escondió su cuello en el de Esther, porque hacía frío y amanecieron abrazadas la una a la otra y con sus rostros pegados... Porque hacía mucho frío Upendo: Hora despertar. (Zarandeándolas) Bauru: Upendo, déjalas dormir un poco más, necesitan descansar. (Mientras encendía de nuevo la pequeña hoguera con algunas ramas nuevas) Upendo: ¿Él? Bauru: También, ven aquí a ayudarme Maca empezó a moverse, tenía media parte del cuerpo congelada y la cara helada, se apretó contra aquello que le daba calor y suspiró E: Mhmhm... ( Sonriendo y estrechando su abrazo) Cuando notaron que lo que les daba claro a ambas era un cuerpo pegado al suyo abrieron los ojos y se miraron M: Hola... E: Uhm... (Esther se notó observada y se encontró los rostros de Bauru y Upendo mirándolas sonrientes) M: ¡Joder! (Apartándose de golpe) Upendo: ¡Susto! (Señalando a Maca y riendo) E: ¡Ven aquí! (Atrapando al chico y dándole un abrazo mientras le revolvía el pelo con la mano) ¿Te parece bonito? Upendo: ¡Susto! ¡Susto! (Seguía riendo, Maca los observaba sentada en el suelo y negaba con la cabeza sonriente, miró a Bauru) Bauru: El desayuno ya está listo. Habrá que despertar a DelValle... M: Upendo... (El chico la miró) A mi no susto, pero a él... los que quieras. (El niño corrió hacia DelValle y saltó encima de él despertándolo de golpe) E: Que bestia eres hija.. (Riendo y levantándose) Mhmhmh... fruta... (Sonriendo se acercó a la hoguera) Todos disfrutaban de la fruta ligeramente tostada que había preparado Bauru, menos Maca, que los miraba apoyada en un árbol con las manos en el estómago DelValle: Maca deberías comer algo ¿No es cierto Esther? (Pasándole un brazo por encima del hombro) E: Síp... (Cogiendo otra fruta y separándose así de DelValle) M: No tengo hambre Upendo: Tripas rugir de noche. (Todos rieron el comentario del chico) E: Es verdad. (Maca la miró con una ceja alzada, la enfermera puso los ojos en blanco y se levantó con la fruta en la mano acercándose a ella) Come M: No E: Come M: No quiero. (Cerrando la boca todo lo que podía) E: No seas cría... M: Lo soy, mimada y consentida

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E: Tú misma... (Dándole un bocado) Mhmhmhm... sabe a fresa... que rica... (Maca la miraba comer con los brazos cruzados, se movió un poco y miró a DelValle) M: ¿Sabe a fresa? DelValle: Sí, está muy buena... (Maca puso los ojos en blanco, DelValle había dicho eso mirándole el culo a Esther) M: Mhmhmhmh... la pruebo, como no este buena... E: Ten anda bebito... (Esther le ponía la fruta cerca de los labios, Maca la miraba negando con la cabeza y mordía ligeramente la fruta) ¿A qué esta buena? M: Uhm... pero si luego muero intoxicada es culpa tuya E: Mi conciencia cargará con ese peso. (Riendo y sentándose, esta vez entre Bauru y Upendo, Maca se acomodó al lado de DelValle) Poco después comenzaban la caminata para llegar a la ‘ciudad’ de Dimbwikubwa, esperaban no encontrarse más guardas que les retrasasen en su camino, Bauru había optado por uno de los senderos más angostos para ello, prefería el retraso que provocaban DelValle y Maca que no cruzarse con los wanajeshi. Upendo volvía a ir en la delantera, saltando de tronco en tronco silenciosamente y mirando hacia el sendero más arriba, de vez en cuando desaparecía por la selva unos minutos, Bauru les explicó al resto que seguía los rastros de la gente, para saber si se trataba de soldados o no, por suerte siempre volvía sonriente y seguía saltando de árbol en árbol tranquilamente. Llegaron a un acantilado por el que Bauru siguió andando como si tal cosa, Esther se tenía que apoyar con las ramas y los troncos para poder subir, DelValle y Maca se habían quedado al inicio mirando hacia arriba Bauru: ¡Subid! (Parándose al verles allí) E: Creo que esperan un ascensor o algo así. (Riendo y sentándose sobre un tronco) Bauru: ¡Upendo! (El chico de un salto bajo de un árbol con una liana larga, la ató a la cintura de Bauru y después se dirigió a Esther) Upendo: Atar para subir demás E: Genial... (Atándosela y dándole el extremo a Upendo, Este de un par de saltos llegó hasta Maca y después DelValle, con la misma agilidad subió) Bauru: Apoyar bien los pies en el suelo, si uno cae... caemos todos Esther iba pensando en que iba a ser muy divertido, arrastrar aquellos dos pesos muertos con la muy alta posibilidad de que acabasen todos de nuevo en el borde del acantilado, lo que era muy divertido, sí, señor, encima miró para adelante y vio que la pendiente se hacía cada vez más pronunciada, al final había que escalar unos cinco metros... genial, iban a encontrarles vete tú a saber cuando, ya se imaginaba los titulares “4 gilipollas se suicidaron con una cuerda atada al cuerpo” “Sacrificio de tres turistas y un rwandés en el acantilado del machupichu” o cualquier nombre, seguramente lo bautizarían como ‘La pendiente de la muerte’ o algo por el estilo Bauru: ¿Vais bien? E: Sí. (Frunció el ceño, no notaba el peso de aquellos dos ¡La cuerda se había roto! Hasta que notó la respiración de Maca en su cuello y su susurro) M: ¿Seguimos o que? E: Que chulita ella con la cuerdecita M: Y sin ella, no quería dejar solo a DelValle... E: Ya, claro, no vaya a ser que pierdas de vista tu fuente de ingresos

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M:; Graciosilla, la fuente de ingresos está a dos metros de ti ¿Vas a esperar a que se acerque a tu culo? E: Tonta. (Negando con la cabeza y siguiendo a Bauru) Llegaron al muro de cinco metros con algún que otro esfuerzo, y algún susto por parte de DelValle, algún resbalón tonto que hacía que todos se agarrasen a lo primero que pillasen y rezasen para que la rama, tronco o lo que fuera no cediese Bauru: Upendo y yo subiremos primero, os tiraremos una liana y treparéis E: Subo con vosotros M: ¿Estás loca? Te esperas a que tiren la cuerda... E: No me digas lo que tengo que hacer. (Mirándola y sacándole la lengua) Vamos Maca se sorprendió de la facilidad con la que Esther trepaba, sin duda ya se había visto en esa situación otras veces, Bauru y Upendo iban mucho más rápidos que ella, pero de todas formas era admirable, en sus gestos, en su forma de agarrarse, en su forma de moverse y balancearse, en la búsqueda de apoyos para los pies, se notaba que aquello le gustaba y lo sabía hacer, en el borde Bauru le extendió las manos para izarla, Maca pensó que seguramente era innecesario, Esther lo podría haber hecho perfectamente sola Bauru: ¡Tened! (El extremo de una cuerda llego hasta ellos, Maca y DelValle se miraron) M: Tú primero. (Cogiéndola cuerda y dándole el extremo) DelValle: No sé escalar... M: Ni yo... pero si caes ya te cogeré como pueda DelValle: ¿Quién te coge a ti? No me gustaría que te matases, tenemos cosas que hacer. (Señalando con la cabeza a Esther) M: Tranquilo, no creo que eso pase E: ¡DelValle! (Este miró con los ojos encendidos hacia arriba, Maca puso los ojos en blanco y pateó una piedra) ¡Átate la cuerda a la cintura y te subimos! DelValle: ¡Vale! (Se ató la cuerda y esperó a notar estirón) Bauru: Tienes que echarnos una mano, ve subiendo, nosotros sujetaremos la cuerda DelValle: A eso iba, a eso iba Se acercó ala pared y empezó a trepar, un centímetro, mirada abajo, diez centímetros, mirada abajo y sudor en la frente, veinte centímetros, mirada abajo, sudor en la frente y ojitos de cordero degollado... así hasta que ya dejó de mirar abajo, se quedó quieto colgando de la cuerda y lloriqueando DelValle: ¡Subidme! ¡Subidme! ¡Por favor! ¡Subidme! (Bauru reía y miraba a Esther que se encogía de hombros, poco después los fuertes brazos de Bauru se cernían sobre DelValle para subirlo) E: ¡Maca! ¡Te toca! (Lanzándole la cuerda de nuevo) M: Voy Se hizo un nudo como pudo y empezó a trepar, aquello no era tan difícil, pie aquí, pie allí, manita por allí, otra mano en el nudo de la cuerda para asegurarse que está bien cogido, perfecto, tres metros más y ya está, oyó un crujido y notó como debajo de sus pies todo desaparecía, uno de los apoyaderos había cedido, por suerte Bauru y Esther

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estaban atentos y tensaron la cuerda lo justo como para que no se zarandease hasta caer, aunque no la salvaron de un corte en almejilla al chocar con la pared E: ¡¿Estás bien?! M: ¡En la gloria! (Sarcástica a más no poder) E: Venga, Maca, tú puedes M: Quieres tirar de la cuerda y dejar de decir tonterías E: Que imbécil que eres M: Mucho, y cuando he estado a punto de matarme... más E: Si son dos metros de nada. Vale, vale, ya te subimos. Bauru... Bauru: Tira con fuerza a la de tres... Así, a empujoncitos consiguieron encontrarse todos arriba, Esther miró el sendero, se ensanchaba serpenteando hacia abajo, hasta llegar a un valle, en medio de él se podían ver tejados austeros, Dimbwikubwa les esperaba retozando entre los árboles Bauru: Falta poco... Upendo: ¡Avión! ¡Avión! (Reía el niño señalando un claro cercano a los tejados, Esther miró y empezó a dar saltos) E: ¡Es nuestro trasto! ¡Es nuestro trato! (En un impulso puramente inocente se abrazó a la primera persona que pilló y le estampó un beso en la mejilla) M: Vale, venga... (Sonriendo y separando a DelValle de Esther, que la abrazaba bajando cada vez más las manos) Hay que llegar enseguida E: ¡Sí! ¡Vamos! (Empezando a correr por el descenso, dando saltitos de alegría y gritando como una loca) M: Va a hacer que nos maten... Bauru: Es posible... (Riendo y siguiéndola) Upendo: ¡Esther! ¡Esther! ¡Espera! (Riendo y alcanzándola a base de saltos) M: Genial... TODOS van a hacer que nos maten DelValle: Está buenisi... M: ¡Vale! (Cortándole) ¡Andando! (Negando con la cabeza y siguiendo al resto) Tres horas después contemplaban el trasto en el que habían venido desde España, empotrado contra unos árboles, el morro lo tenía completamente destrozado, Esther se acercó corriendo y miró en el interior, nada, no había nada, ni rastro de alguno del grupo ni de las cosas, maldijo por lo bajo mientras se preguntaba que demonios hacia el avión allí. El ruido de un motor la sacó de su ensimismamiento, miró hacia el ruido M: ¡Mierda! (Un coche militar se acercaba levantando el polvo, todos se escondieron detrás del avión, escucharon el motor pararse) Carlos: ¡Bienvenidos a Dimbwikubwa! (Riendo) E: ¡Carlos! (Salió de detrás del avión para encontrarse con él, subido al coche, vestido de militar y con unas gafas de sol negras grandes le sonreía) Carlos: ¡Guapa! (Saltando y abrazándola) E: ¡Me alegra verte tío! Carlos: ¡Y yo! ¡Y yo! Paco y Luis: ¡Suéltala! ¡Esa chica es mía! (Los dos se miraron) Paco: Tío, tenemos que pasar menos tiempo juntos... Luis: Me... me... ¿Me estás pidiendo el divorcio? (Haciendo pucheros) ¡Noooo! Carlos: Anda,, tranquilo, que yo te consolaré

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Isa: ¡Esther! (Esther se abrazó a su amiga, para esas alturas todos habían salido y saludaban al grupo) E: ¿Tú también de militar? ¿Qué demonios habéis hecho? Isa: Nena... es una larga historia. (Riendo y pasándole un brazo por encima del hombro sonriente) ¿Qué tal con los pijos? E: Tiene su punto... (De repente dejó de reír, miró a las dos que faltaban, no iban de militares, de echo apenas llevaban ropa, unos trozos de pieles a lo amazona y un montón de pintura de colores por todo el cuerpo, si no fuese por la piel blanca que las delataba... habrían pasado por parte de cualquier tribu africana) Raquel: Una sola risita y os mato... (Con un dedo alzado) Eli: Venga, Raquel... sí esto tiene un morbito... (Riendo y dando vueltas) Carlos: Quien fuera ese trapito... Eli: Quien fuera tu cerebro.. sin hacer nada todo el día Carlos: Ya te gustaría a ti estar tan dentro de mí... Eli: No, de hecho con estar bien lejos ya me conformo Raquel: ¡Vale pareja! Carlos: No te me pongas celosa, cariñín E: Venga, chicos, chicas, tenéis que contarme todo. (Abrazando a Eli con cariño) Eli: Sigues viva... ¿Qué tal con la pija? E: Se han portado bien... Eli: Ya, claro... pero.. ¿Bien o... muy bien? (Esther le dio un palo en el brazo) ¡Cómo está mi pija favorita? (Abrazando a Maca) M: Contenta de que me entretengáis a Esther, ya estaba harta de ella Eli: Claro, claro. ¡DelValle! Mientras los demás se terminaban de saludar Esther se acercó a Bauru y a Upendo, que estaban en un segundo plano, el chico se abrazó a su cintura y Esther le acarició el pelo mirándole sonriente Bauru: Deberíamos volver al poblado E: ¿Tan pronto? ¿Por qué no os quedáis un poco más? Vamos a algún sitio a comer, compramos alimentos y os los lleváis ¿Mhm? Bauru: Esther, gracias... solo necesitamos medicinas... quiero que mi bebe se haga fuerte E: Te las daremos, tranquilo, Roberto e Isa, los médicos, te explicaran las dosis y todo lo que necesites Bauru: Ashante E: No estaríamos aquí sin ti, Bauru... ni sin ti pequeñajo. (Removiéndole el pelo a Upendo que parecía algo triste) Subieron todos al coche y Carlos puso rumbo a un almacén de la ciudad, allí habían guardado todas las cosas, Raquel y Eli habían elaborado un austero mapa de las comunidades indígenas más desfavorecidas, comunidades que no habían contado al no encontrarse en los mapas comunes ni en los informes de las ONG’s locales, seguramente el pretexto oficial era que estaban en tierra de nadie, termino por el que se conocía a todo aquello situado en una frontera o en lugares de imposible acceso, al menos no accesibles con los coches y camiones con los que se solía mover una ONG Raquel: Estableceremos el campamento base aquí e iremos en grupos a pie ¿Qué os parece?

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Carlos: Que te ha gustado demasiado eso de la selva. (Riendo mientras esquivaba los baches de la pequeña carretera) Eli: Claro, como aquí el señorcito ha estado a cuerpo de rey con los militares... E: No entiendo nada. ¿Habéis estado con los guardas de Kagame? Carlos: No señorita, hemos estado con los rebeldes, muy simpáticos ellos, nos han dejado este coche y ofrecido el almacén, lo tenían como punto estratégico, vacío, nos lo ofrecen hasta que la cosa se ponga fea y todo empiece de nuevo Bauru: Siempre esperan la guerra... (Carlos miró por el retrovisor al viejo que iba sentado al lado de Esther) Carlos: La guerra ya está en marcha, solo es cuestión de tiempo que se realice con armas... Bauru: Cierto... (Mirando el polvo que levantaban del asfalto al pasar) E: ¿Cómo vamos a quedarnos aquí? Kagame nos encontrará... Bauru: Esta ciudad es territorio rebelde... si ponen los pies aquí morirán... y la guerra estallará, él no está preparado aún E: Así que estamos a salvo... siempre y cuando no salgamos de aquí... Bauru: Vosotros habéis estado fuera y estáis vivos Esther E: Eso ha sido por tu ayuda y la de Upendo. (El chico estaba absorto en sus pies desde que habían subido al coche) Bauru: Necesitaréis nuestra ayuda... mi pueblo conoce bien la selva... Eli: También tenemos la protección de una tribu, los Masuka o algo así... Bauru: Los fantasmas. (Dijo sorprendido Bauru) ¿Habéis estado con ellos? Raquel: ¿De donde te crees que venimos vestidas así? E: Raquel, no seas borde. (Dándole una colleja) ¿Quiénes son los Masuka? Bauru: Son una antigua tribu... los Masaka o Tobaini... Fantasmas, que no se ven, viven en la selva, no les gusta la... modernidad... son uno con la naturaleza, si no quieren ser encontrados... no lo son... por eso me extraña que acogieran a tus amigas. No es normal en ellos Eli: Uhm, ¡Esa me la sé! Se estaban muriendo, descubrimos que la principal fuente de agua de la que se suministraban estaba contaminada, o al menos eso creemos, prometimos volver para confirmarlo Bauru: Los Masaka ya se habrán ido, son nómadas... Eli: No, esperaran tres días, un ritual, debe celebrarse allí Bauru: Uhm, uhm... debe ser su bienvenida a otra época Raquel: Algo así, dijeron algo de los tiempos del Baobab Bauru: El baobab representa entre muchas cosas la fuerza en tiempos difíciles... los Masaka son considerados por muchos.. ¿Cómo les llamáis? Ven en el futuro... E: Videntes Bauru: Sí, eso, deben haber visto algo... por eso estarán celebrando el rito, van a venir tiempos difíciles Carlos: Y a mí que todas estas historias me dan escalofríos. (Apretó el freno de golpe delante de una vieja casa, Esther miró alrededor, no se había fijado en que ya se encontraban dentro de la ciudad, Carlos y el resto bajaron del coche, el grupo de Esther los siguió y se metieron en aquella casa medio derruida) ¡Hogar dulce hogar! (Sentándose sobre una caja) E: ¿Está todo? (Empezando a contar los paquetes) Eli: Hija, sí, relájate. (Riendo) Bauru: Esther... (Tomando su brazo) Upendo volverá al poblado con medicinas y yo os guiaré a las demás aldeas... E: No, no, tenemos a los Masaka Bauru, además, tu pequeño te necesita

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Bauru: Los Masaka al acabar el ritual desaparecerán, su nombre no viene de la nada, quiero ayudaros, por traer al mundo a mi bebé. Por favor... Upendo: Bauru, yo ir con ellos Bauru: No, Upendo, tienes que regresar al poblado con el resto Upendo: Pero yo... Bauru: Katu! (El chico agachó la cabeza y se sentó sobre una caja con los brazos y las piernas cruzados) Yo iré con vosotros Raquel: Bauru, te explicaremos las dosis que debes dar... (Apareciendo con una pequeña caja entre sus manos) Bauru: Bien... (Mientras Bauru, Roberto e Isa hablaban Esther se acercó a Upendo, sentándose a su lado) E: ¿Qué pasa? Upendo: Yo querer con vosotros E: Pero debes volver a tu poblado, para ayudar a los tuyos Upendo: No, yo querer con vosotros, Bauru prometer que yo crecer, yo no poder crecer en poblado, no aprender cosas nuevas E: Upendo, tendrás mucho tiempo Upendo: No tiempo, guerra otra vez, no tiempo crecer para luchar. (Esther suspiró sin saber que decir, no entendía de donde sacaba lo que fuese un niño de diez años, de donde sacaba aquel aplomo y fuerza al hablar de la guerra, ¿Cómo un niño de diez años podía querer prepararse para ella? Eran cosas que a pesar de su experiencia la superaban) M: ¿Qué sucede? (Sentándose al otro lado de Upendo y mirando a Esther) E: Quiere venir con nosotros... Bauru dice que no M: Uhm.. ¿No quieres volver con tu familia? Upendo: Yo crecer y cuidar de ellos M: Bueno, pero puedes crecer en tu poblado Upendo: No, allí no, allí siempre lo mismo... no poder crecer M: Verás, te voy a contar algo, yo crecí en un poblado muy pequeño, siempre he estado allí y me he convertido en una mujer grande, he crecido mucho y aprendido mucho también, yo no he necesitado irme para eso Upendo: ¿Entonces que hacer aquí? (Mirándola a los ojos, Maca se quedó parada... que explicación le podría valer a aquél crío... seguramente la oficial no, no la entendería) M: Ver cosas nuevas... (En un susurro) Upendo: ¿Tu aprender aquí? Maca miró a Esther, que la contemplaba atenta, con una aleve sonrisa en sus labios, tal vez aquel fue el momento en que se dio cuenta de que ese estaba alejando de aquella mujer que siempre había sido, de la brecha que se empezaba a abrir entre ella, Macarena Wilson... y Maca, o tal vez ya se había dado cuenta antes, y no había sido capaz de reconocerlo M: Sí, aprendo... Esther sonrió a Maca y pasó una mano por detrás de Upendo, acariciando su espalda levemente) E: Hablaremos con Bauru ¿Vale, Upendo? Tal vez encontremos la forma de que al menos te deje quedar unos días Upendo: ¿Sí? (Miró esperanzado a un lado y a otro) M: Claro. (Acariciando su pelo) E: Ya le tocas... no está mal... M: Nada mal...

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DelValle: ¡Maca! ¿Podemos hablar un momento? M: Claro, ¿Me disculpáis? E y Upendo: Síp. (Se miraron y rieron, Esther empezó a hacerle cosquillas para alejar sus pensamientos un rato, para escuchar aquella risa tan suya) DelValle apartó a Maca de todos los oídos presentes, salieron afuera con la excusa de tomar el aire, a nadie le pareció importarle mucho, todos estaban ocupados M: Bueno ¿Qué pasa? DelValle: Tienen un coche, yo dinero, podemos comprar un piloto y su avión y volver a Madrid... M: No creo que haya muchos pilotos, y aviones... solo he visto uno, empotrado con unos árboles por cierto DelValle: Conseguiremos un avión, voy a ponerme a ello ahora mismo, necesito que hagas lo que dijiste que iba a hacer. Te necesito ahora M: DelValle... ahora que todo parece ir bien, no la convenceré, ya iba a ser difícil estando los tres solos, ahora es imposible DelValle: Creía que podía contar contigo M: Y puedes, pero lo que me pides... no creo que sea posible DelValle: Si algo sabemos hacer nosotros... es hacer las cosas posibles, todo tiene un precio, consigue a Esther M: No puedo DelValle: ¿Vas a dejarme tirado Macarena? (Mirándola con desaprobación) ¿Qué diría tu padre? (Maca abrió los ojos como paltos) ¿Crees que no lo sabía? Esa predisposición a complacerme, ese interés súbito por mi bienestar y por el bienestar de lo que quiero, por Esther... no soy tonto, no he llegado hasta donde estoy por golpes de suerte Macarena Wilson. Si haces esto por mí. Tu padre tendrá ese contrato, sin negociaciones, lo que pida... será suyo, vuestro, de los Wilson, es para lo que viniste ¿No? Maca lo miró atentamente, había menospreciado a aquel hombre, lo había menospreciado tanto que le parecía irreal aquella situación que estaba viviendo, pero era real, allí estaba, un sí y DelValle era suyo, por propia voluntad, no más quebraderos de cabeza, no más heridas por ramas ni caídas en la selva, no más pobreza, volver a Jerez, a sus baños de espuma y a sus salidas en caballo, sus caballos ¿Qué sería de ellos? Suspiró y agachó la cabeza, mirando el suelo, las marcas del coche estaban allí, de aquel coche aparecido por arte de magia para salvarles, para llevarles a aquel punto, para concederle la libertad, dejar de pensar y volver a disfrutar de su vida, de la de antes, en la que no había preocupaciones y en la que todo era comodidad... M: Lo intentaré... DelValle: Bien hecho. (Dándole una palmada en la espalda) Bien hecho. (Entró de nuevo dejando allí afuera, Esther la iba a matar, y si conseguía llevársela a Madrid... la iba a matar muy despacito) Convencieron a Bauru de pasar la noche allí, se habían provisto de unas camas más o menos cómodas, y Esther le había prometido que al día siguiente comprarían víveres para llevar al poblado, la madre debía estar muy fuerte y alimentarse bien para que la leche de sus pechos hiciese fuerte al pequeño, con este argumento Bauru no objetó nada, y Upendo y él se acostaron en una de las camas. Maca por su parte no sabía como plantearle aquello que rondaba en su cabeza, Esther no atendería a razones y lo

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consideraría como una huida, aprovechó un momento en el que Esther salía a tomar el aire, mientras los demás dormían para acercarse a ella, sabía como hacerlo, no sabía lo que decir llegado el momento La enfermera estaba apoyada en un pequeño muro, con los brazos sobre él, sus hombros temblaban, como todas las noches refrescaba, aunque allí algo menos que en la selva, Maca se acercó en silencio y rodeó su cintura, apoyando la cabeza en su hombro M: ¿Tienes frío? E: Un poco... (Dejándose abrazar por ella) Has estado muy bien antes... M: ¿Uhm? E: Con Upendo... ha sido bonito lo que has dicho... M: Bueno... algo le tenía que decir... (Esther notaba su cálida respiración en el cuello, acariciando su piel y erizándole el pelo, despertando su cuerpo) E: Pues... me ha gustado... M: Me alegro... (Empezó a dibujar un reguero de besos, trazándolo desde detrás de la oreja de Esther, descendiendo por el cuello, por la nuca, por detrás de hombro, por encima de él, mientras sus manos atrapaban las de Esther, acariciándolas, trazando el mismo dibujo con las yemas de sus dedos) E: De... deberíamos descansar... M: Uhm... (Repitiendo el mismo camino en el otro lado) No tengo sueño... E: Pero... debemos dormir... en las aldeas no... M: Esther... DelValle quierer volver a Madrid. (Esther se separó, zafándose de las manos de Maca, se giró y la miró a los ojos) E: El equipo se alegrará de no tener que cargar con vosotros. (Frunciendo el ceño) M: Esther... ven con nosotros E: ¿Te estás escuchando? M: Sí, me estoy escuchando, este país está con la amenaza de una guerra en cualquier momento, no es seguro E: ¿Y que? ¿Crees que porque no sea seguro debemos rendirnos? M: Creo que hay momento y momentos... E: Mira, si tú quieres irte, bien, hazlo, no me importa, pero yo no voy a moverme de aquí M: Esther por favor... ven conmigo E: No (Maca vio lo que esperaba en la mirada de Esther, estaba convencida, creía en lo que hacía y no iba a volver a casa, no sin antes ayudar a aquella gente) M: Piénsatelo... solo piénsatelo E: No me hace falta M: Esther, allí... puedo darte todo lo que... E: ¡Ni se te ocurra Maca! ¿Sabes? Creía que empezabas a tener corazón, que la pija empezaba a desaparecer, pero veo que no, aquí está de nuevo, intentando comprarme, pues lo siento, pero ni mis ideas ni mis actos están en venda M: Esther, es por tú bien, por el de ellos, volveremos después, cuando no sea peligroso, te lo prometo E: Maca, lárgate, ve con DelValle, haz con él lo que quieras... Yo me quedo M: Estás loca... (Susurró pasando sus manos por su cintura, mirando el suelo un momento) E: Mucho M: Prométeme que lo tendrás en cuenta... si las cosas empeoran, prométeme que lo harás, si estamos en serio peligro...

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E: ¿Por qué quieres que te lo prometa? ¿Para tener algo que decirle a ese viejo? M: Tal vez... o tal vez no... (Sus ojos se perdieron en algún punto, en las cientos de tonalidades marrones que jugueteaban entre ellas en los ojos de Esther, respiró profundamente, suspiró al oír el leve sí de Esther, se abrazó con fuerza a ella, queriendo atraparla en aquel abrazo y no soltarla) Gracias... E: No vamos a estar en más peligro que ahora... (Intentó bromear) M: No te creas... Se separó lentamente, embriagada por el olor de su piel, miró aquellos labios que ya había gozado una vez, se sabía su sabor, aunque no de memoria pero empezaba a aprenderlo, atrapó el labio inferior de la enfermera en un leve mordisco, la apretó más contra ella y el mordisco se convirtió en una caricia de su lengua, que aventurera, se colaba en su boca, antes de que aquello pasara a más se separó levemente, mirándola a los ojos M: Gracias... E: Uhm... M: ¿Vamos a dormir? (Suspirando en el cuello de la enfermera) E: Sí, ya va siendo hora, tenemos mucho que hacer. (Pasó su mano por la mejilla de Maca mientras la miraba a los ojos con dulzura, aquella preocupación por ella la sobrepasaba, viniera de quien viniera, pero si encima era de la pija, era demasiado) Maca no quiso dormir con ella como otras noches, de hecho nada más entrar al almacén se fue a su cama y se acostó, Esther sonrió y se fue a la suya. A primera hora acompañaría a Eli y a Raquel a comprar víveres, todos los que pudieran, y seguramente tendría que preparar las cosas para el poblado de Bauru Amanecieron junto con el sol, tenían mucho que hacer, Carlos y Paco prepararon un pequeño desayuno, Roberto e Isa aprovecharon para explicar algún detalle más a Bauru, que se concentraba todo lo que podía, aunque en ocasiones necesitara de los resúmenes de Esther, la enfermera reía de vez en cuando al ver la cara de Bauru, aquel par cuando empezaba a soltar ‘palabros’ técnicos no paraban. Upendo, Maca y Eli estaban a su lado, trasteando con algo entre las manos, Esther miró un momento y descubrió que Eli les estaba enseñando lo que consideraba alta cocina, que traducido a un idioma normal significaba que les enseñaba como hacer sándwiches con cualquier cosa, creando auténticos monstruos que provocaban dolor de barriga durante semanas, menos a Eli, que debía estar acostumbrada a comerse aquello Eli: Y ahora le ponemos crema de cacao... un poco de mantequilla... mortadela... ¡Listo! Raquel: ¿En serio te vas a comer eso? (Como toda respuesta Eli se metió el sándwich casi entero en la boca y empezó a masticar con la boca abierta, motivo por el que Raquel se levantó y se sentó lo lejos de ella, más bien huyó de las salpicaduras) Es asqueroso... Eli: Nob bujeb ebta rico ¿Quiebes? Raquel: Ni se te ocurra acercarte con uno de esos, y mastica con la boca cerrada por favor Eli: Oh, claro, es políticamente incorrecto Raquel: Exacto Eli: ¿Y como se dice que te den en tu idioma tan correcto y educado? Raquel: Que te...

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E: ¡Eh! (Señalando con la cabeza a Upendo) A ver lo que enseñamos ¿eh? Eli y Raquel: ¡Ha empezado ella! (Señalándose a la vez la una a la otra) M: Eso es tan... E: ... infantil Eli: ¿Ya termináis las frases de la otra? (Riendo a carcajadas) Eso es tan... Raquel: ... Bonito Eli: Sí, sí, increíblemente precioso, estáis tan compenetradas Raquel: Sí, sí, es... como, casi, casi... como si fuerais pareja. (Maca y Esther las miraban con una ceja alzada a ambas) Oh... también hacen los mismos gestos. ¡Eso es... Eli: ¡El colmo de bonito! ¿No os parece chicos? ¿Chicos? (Los ‘hombres’ se entretenían haciendo el ganso, peleándose entre ellos) Eso, sí, es infantil Upendo: Está rico. (Cogiendo otro sándwich, Esther lo miró y se lo quitó de la mano enseguida) E: ¡Caca! ¡No se come! (Todas reían, Maca la miró divertida y cogió un sándwich) No, Maca, ni se te ocurra... M: ¿Por qué? Tiene buena pinta... (Sonrió traviesa zarandeando el sándwich en el aire) Debe estar rico... Eli: Pruébalo anda, te va a gustar. Guiñó un ojo juguetona y recibió una mirada asesina de Esther) Bueno... esto... tampoco es que... vamos que... no hace falta que lo pruebes... digo... ¿Eh? M: Lo voy a probar. (Decidida se acercó el sándwich a la boca, Esther metió un bote y lo interceptó en el aire, cayendo al más puro estilo Lara Croft a su lado y levantando triunfante el veneno que iba directo al cuerpo de Maca) Eli: Eso ha sido... Raquel: ¡Wow! ¿Alguien lo ha grabado? Carlos: ¿Qué hacéis? (Se acercó con el resto al ver a la enfermera así) M: Esther... (Esta la miró colorada como un tomate) E: ¿Uhm? M: No vuelvas a hacerlo ¿eh? (Riendo con el resto) E: ¡Encima que te salvo la vida! M: Tanto como la vida... Eli me tiene cariño, no hubiese puesto veneno ¿No? (Mirando a la mencionada que se retorcía de risa en el suelo) Eli: Mujer, cariño... te tengo, no metería ese bote por ti... pero te tengo cariño Carlos: Nuestra chica está echa una amazona. (Riendo y abrazando a Esther) E: Que graciosos todos, para una broma que hago... Eli: A todo esto... ¿Dónde está DelValle? Le hubiese encantado ver esto... (Mirando con las cejas alzadas a la enfermera que intentaba pasar el mal trago como podía, refugiándose en el cuello de Carlos mientras este bromeaba y Maca cogía otro sándwich mirándolos atentamente) Raquel: Yo le he visto salir esta mañana, a primera hora ¡Me ha dado un susto! Creía que los pijos no se despertaban hasta el mediodía. (Lo dijo rápidamente y miró a Maca) No te ofendas M: Bah, tranquila. (Sin apartar la vista de Carlos y Esther, que se susurraban cosas el uno al otro) Roberto: No deberías haberle dejado ir solo... Raquel: Sí, bueno ¿Qué va a hacer? Eli: Es un peligro Roberto: Los de aquí no estarán acostumbrados a tratar con viejos grandes Raquel: Eso no es políticamente correcto. Personas mayores poderosas

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Eli: Yo no me preocuparía por lo que le puedan hacer... más bien por lo que él pueda hacer M: Perdona, no creo que él... Eli: Maca, sé que le tiene afecto y tal, pero reconoce que es un gilipollas en letras mayúsculas Raquel: Eso no es... Eli: Vale, sí, llámalo como quieras, pero no deja de significar lo mismo, es un viejo verde gilipollas Bauru: Para nosotros las personas mayores son fuente de sabiduría, han estado más tiempo que nosotros viviendo y saben más, nos ayudan a afrontar la vida con sus consejos Eli: Sí bueno, no dudo que DelValle pueda aconsejarnos mucho, por ejemplo sobre pelis porno, pero no creo que sea comparable con vosotros, con mi primo de quince años tal vez, pero no con vosotros, son mundos diferentes Bauru: A veces es ese contraste lo que hace valorar las cosas, tal vez para que los sabios existan hace falta gente menos sabia Eli: O sea, gilipollas E: ¡Eli! Eli: Tú calla, que ya me dirás que cuchicheáis ahí, y no me mires a mí, creo que no soy la única a la que le interesa eso. (Señaló con la cabeza hacia Maca, que rápidamente fingió estar concentrada en sus uñas, hasta a ella misma le parecía un gesto terriblemente superficial y absurdo) A las doce del mediodía el grupo volvía a separarse, Raquel y Eli querían ir a ver a los Masaka, Esther tenía mucha curiosidad por aquella tribu, a parte de unas ganas tremendas de ponerse en acción, Upendo se había encariñado de ella y no pensaba soltarla, como demostró al aferrase a su pierna cuando Bauru le insinuó que volviera al poblado con él, al no conseguir que el niño entrará en razón decidió que él iría al poblado con Roberto e Isa y se reunirían días más tardes en aquel mismo almacén, el resto del grupo buscaría a DelValle, que a aquellas horas aún no había parecido, dato que empezaba ser preocupante. Maca se quedó con ellos, sospechando que DelValle ya estaría organizando la huida, y con cierta tristeza o algún sentimiento parecido que le hacía sentirse mal, tal vez por no poder conocer a aquella misteriosa tribu, la verdad que le apetecía, o por dejar a Esther ir sola, tampoco es que ella fuese muy útil, vamos que en el apellido Wilson no venía nada de aventurera, seguramente sería más un estorbo que otra cosa... pero aún así la idea de separarse de Esther la hacía sentir, ¿Cuál era la palabra exacta? ... perdida Horas después Eli, Raquel, Upendo y Esther se acercaban a su destino, Eli y Raquel parecían conocer bien el camino, aunque de vez en cuando dudaban y Esther se ponía nerviosa, sobre todo cuando en un momento Eli soltó un: ‘Que fuerte, estamos completamente perdidas’ y Raquel le dio una colleja, vamos, que aquel ‘pequeño’ detalle no es que diese precisamente confianza, por lo que Esther iba marcando los árboles, como viese una de sus marcas más ‘adelante’ ¡Se las cargaba! Raquel: La pija ni se ha despedido... (¿Qué mejor forma de distraer a alguien que darle algo en lo que pensar? Sobre todo cuando ese algo era Maca, que lo reconociera o no, era una pequeña obsesión para la enfermera)

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Eli: Que falta de consideración por su parte... podría ser la última vez que nos vio y no dijo nada. Podrían devorarnos los mosquitos... atacarnos esos monos tan graciosos... ser devoradas por una tribu caníbal... caer en una trampa de cazadores... E: ¡Ya! ¡Sí! ¿Morirnos? NO hace falta que des detalles Eli: Solo os ponía en situación. (Encogiéndoos de hombros mientras apartaba unas ramas) Upendo: Poder picar serpiente. (Comentó sonriente Upendo) Eli: ¡Gracias! (Riendo y acariciando su hombro) él está conmigo E: Ya lo veo... (Suspirando resignada) Siguieron haciendo bromas, la enfermera fingió no escucharles, ni a las dos locas que tenía como compañeras ni a Upendo, que parecía aprender las malas formas de aquel par a un ritmo vertiginoso. Se había dado cuenta del interés que tenían en Maca, al menos en hablar de la pija delante de ella, la estaban estudiando, a las dos, y sabía porque, a veces, por unas milésimas de segundo, en algunos momentos, entre Maca y ella había un algo, no aquel deseo salvaje, hasta hiriente que había sentido aquella vez, algo diferente, igual de fuerte pero más... suave. Aunque aquellos momentos se esfumaban cada vez que Maca se comportaba como una autentica Wilson, y Esther odiaba cuando hacía aquello. Y de alguna forma que no llegaba a comprender, lo malo que sentía hacia Wilson tan solo acentuaba lo bueno que sentía hacia Maca, cosa que la confundía, estaba empezando a diferenciar una parte de la otra, olvidando que eran la misma persona, estaba enamorándose de una y odiando a la otra.` Eli: ¿Dónde se habrá metido DelValle? E: ¿Ya os habéis cansado? (Preguntó sarcástica) Eli: Es que si no participas no tiene gracia, cielo. (Rió mientras apartaba una rama del camino con una suave patada) Raquel: Fijo que está camino a casa, demasiado ajetreo para alguien como él Upendo: ¿Él diferente? Eli: No, no, igual, todos somos iguales, solo que... E: La gente hace cosas distintas, a veces no lo saben hacer todo... y... bueno... DelValle no sabe estar en la selva... Eli: Sí, él es más de... ciudad Raquel: Se nota que sabéis tratar a los críos. (Comentó risueña Raquel) Mientras ellas deambulaban por la selva en la ciudad parecía respirarse una calma sobrecogedora, esa que suele preceder a la tormenta, todo parecía ir a un ritmo más lento del normal, de hecho, cuando Carlos y Maca salieron con el jeep a buscar a DelValle al aeropuerto se fijaron en la poca gente que había, Carlos comentó que otros días a esas horas las calles estaban llenas, sus temores se confirmaron al salir de la ciudad, junto a las últimas casas había un grupo de rebeldes, habían cortado la carretera, Carlos conocía a un par y le dejaron pasar, pero les advirtieron que fueran con cuidado, a primera hora uno de los suyos había visto a soldados del estado acercándose y creando pequeños campamentos alrededor suyo, estaban rodeados y las principales carreteras cortadas M: Quizás no deberíamos salir, no creo que DelValle haya salido, y si lo ha hecho ya lo habrán atrapado

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Carlos: ¿Crees que DelValle no habrá conseguido un guía nativo? Él no sabe nada de esta ciudad, ha tenido que conseguir la ayuda de alguien. Es posible que ya este en el aeropuerto M: ¿Vale la pena? Carlos: Bueno... es miembro del equipo, no dejamos a los nuestros atrás, ni siquiera si cometen la locura de ir solos, le encontraremos y le traeremos de vuelta, no me gusta esto. (Señalando a los rebeldes que estaban quitando la barrera del camino para que pudiesen avanzar) La carretera que salía de Dimbwikubwa estaba igual de solitaria que siempre, avanzaron por el pedregoso camino unos kilómetros en el más absoluto silencio, descubriendo con algo de temor que el único ruido alrededor de ellos era el del motor del jeep, hasta la selva parecía anticiparse a los acontecimientos, quedándose mudos ante la estupidez humana. Un par de kilómetros más y divisaron el primero de los muchos campamentos militares que descubrirían en su búsqueda, era absurdo esquivarlo, Carlos confiaba en que estuviesen lo suficientemente distraídos para no dar importancia a su presencia, eso o que los confundieran con rebeldes y aun no quisiesen empezar la guerra Al pasar cerca de ellos, Maca intentó agachar la mirada, pero al ver a los soldados, sentados en pequeños grupos, limpiando y manejando fusiles arriba y abajo su mirada se congeló, no era broma, iban a empezar la guerra, se intentarían hacer con Dimbwikubwa, los rebeldes les plantarían cara, unos con la excusa de defender su tierra, los otros con la excusa de conquistarla para el soberano del país, dueño de todo, se entregarían a la tradición por excelencia de la humanidad, ni los siglos habían podido con ella, o tal vez es que en el fondo a nadie le interesaba eliminarla, al fin y al cabo los que mandaban no estaban en aquellos campamentos, estaban en sus mansiones protegidos por decenas de guardas, a salvo de cualquier peligro, solo perderían algunos hombres y a cientos de inocentes, era una perdida que ellos, los poderosos, bien podían permitirse. Se sorprendió de tener un pensamiento como aquel, pero su lógica, su razón en lo referente a la gente que estaba en el poder, era tan aplastante, tan real, que se preguntó como le había importado tan poco aquello antes Aunque la respuesta la conocía, aquella guerra no era para ella como las otras, aquella vez ella estaba allí, ella conocía os rostros, tanto de un lado como del otro, aquella vez la gente inocente eran Bauru, Upendo, la gente del poblado, aquellos rebeldes que les habían ayudado, se dio cuenta de lo que conocer aquellos rostros significaban, aquella ya no sería una guerra en un país africano, aquella era un guerra contra gente que conocía, gente a la que le había tomado cariño, se había convertido en algo personal. Fue entonces cuando comprendió la ira y la rabia de Esther, todo se reducía a eso, para ella todo era personal, cada gesto afectaba a gente que conocía, y aunque no los conociese no le era difícil imaginar sus rostros, iguales a los de las personas que intentaban ayudar cada vez que empezaban un proyecto. Y entendió porque Esther la odiaba, aunque en vez de odio bien podía ser rencor o tal vez prudencia, eso no lo sabía, pero vio sus motivos, en su cabeza repitiéndose una y otra vez, su coraza se desgarró en aquel momento, mirando a través del retrovisor el campamento militar, deseando que no tomarán la ciudad, ni los poblados cercanos, deseando que no se acercaran al poblado, que aquel bebé que había nacido en sus manos estuviese a salvo Carlos: El ambiente se está caldeando.. (Comentó distraído Carlos, Maca lo miró un momento) Tal vez cierren las fronteras y ese loco no se pueda ir. (Rió sin ganas)

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M: ¿Cerrarían las fronteras? Carlos: Sí, por supuesto, para que no se escapen... M: Pero así no podrán venir los soldados internacionales para dar paz Carlos: Maca, los soldados que vienen de fuera hacen lo mismo que los de aquí, matar, solo que en vez de ir a por un bando o a por otro van a por todos, no hay guerra sin intereses, si una de las grandes potencias tiene interés en un país que no es el suyo es porque quiere algo a cambio, petróleo, recursos, lo que sea, pero siempre quieren algo, los soldados en misión de paz no existen, son palabras dulces para que la gente pueda seguir con su vida M: Entonces las cierran para que no vengan de fuera Carlos: No, aquí solo para que no huyan, este país es pobre, no solo su gente, aquí solo hay selva, ¿A quien le interesa la selva? Eso no mueve dinero, si no vinieron aquella vez, si cerraron los ojos de aquella forma... ahora no es diferente, es más, se cruzarán los brazos con más fuerzas, pensarán, ¿quieren matarse otra vez? Que lo hagan, son unos cabezotas y otras tonterías parecidas, todo porque bajo este suelo lo único que hay es más tierra M: ¿Hace mucho que están así? Carlos: Bueno... hay lugares en los que la paz requiere un esfuerzo enorme, para mantenerla, para que exista, este es uno de esos lugares, aquí no conocen muy bien esa palabra, solo conocen la guerra y lo que hay entre una y otra que es lo que llaman supervivencia, construyen aun sabiendo que serán derruidos de nuevo, mientras la gente lo primero que agarre sea un arma en vez de unas palabras... seguirá habiendo M: Siempre en guerra... y venimos a ayudarles. (Rió sarcástica) Carlos: Que algunos decidan matarse a tiros o con machetes no significa que debamos olvidar a los demás, los que sufren la guerra sin participar, ya es duro vivir aquí cuando no hay una, pero cuando la hay es imposible, no puedes dar dos pasos sin correr el riesgo de que te maten. Todos queremos quedarnos, de hecho, DelValle es el único que ha salido corriendo ¿No? (La miró de soslayo, Maca escuchó la pregunta que se hacía Carlos, ¿Por qué ella no había ido con DelValle?) M: Se podría decir que estáis locos... (Carlos rió nuevamente ante el comentario de Maca, miró la carretera sonriendo de oreja a oreja) Carlos: Si los locos somos nosotros... el mundo debería estar lleno de locos ¿No crees? Y la más loca Esther... M: ¿Desde cuando la conoces? Carlos: Desde el primer día que Pitu la trajo, era su novio, un buen chico, ahora anda desfasando en Ibiza. Supongo que es normal M: ¿Desfasar? Carlos: Sí, es mucho más fácil que hacer esto, porque por muchos ideales y muchas cosas que tengas, esto te quema, te acaba consumiendo, por eso hace falta siempre sangre nueva, los viejos terminamos amargados en alguna cabaña de madera en una montaña, desvariando sobre cuando intentábamos cambiar el mundo, eso o te rindes antes y te vas a ‘vivir la vida a tope’. Yo seré uno de los viejos de las montañas, seguramente mi cabaña estará cerca de la de Esther y Raquel, Eli no sé si aguantará, aunque creo que Eli puede ser de esas que con sesenta años están aún en algún país lejano ayudando, esa o se quema pronto o no lo hace nunca M: Sí, yo también la veo así. Y... ¿lo dejaron? Carlos: ¿Pitu y Esther? (Maca asintió levemente) Carlos: Ya lo creo, aunque no es nuevo... a Esther hay que conocerla a fondo para quererla, si no la conoces no se muestra como es, y... bueno, Pitu la decepcionó como tantos otros antes

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M: Y tú la conoces a fondo... (Fue un comentario entre dientes, no esperó que Carlos lo escuchase, pero una vez más, los amigos de Esther parecían anticiparse a su cabeza y sus sentimientos, como si ya supieran algo) Carlos: Es encantadora, tiene ese puntito sarcástico-borde, combinado con una dulzura extremas, grandes ideales y esperanzas, a pesar de los palos que se ha llevado, es fuerte y débil a la vez, no sé... es una combinación aplastante, o la odias o la amas, con ella no hay punto intermedio. Y... es preciosa ¿O no? (Sonrió divertido a la carretera) M: No más que yo... (No iba a descubrirse así como así, menos ante aquél tipo después de haber escuchado todo aquello ¿Habían salido alguna vez? ¿Estaban apunto de hacerlo? ¿Carlos amaba a Esther? Y lo que más vueltas le daba en la cabeza ¿Era correspondido?) Carlos: Bueno, puede que no tenga una belleza deslumbrante o visible a tres kilómetros de distancia, pero tiene ese algo que atrae sin proponérselo... M: Diría que te gusta Carlos: ¡No! (Riendo) No hay que estar enamorada para ver las cualidades de los demás, ni para decirlas en voz alta... M: Ya... Carlos: Tal vez hay que estarlo para negarlas... (¡Paren las rotativas! ¿Le acababa de guiñar un ojo? ¿Pero que pasaba con aquellos? ¿Qué era aquello al parecer tan obvio que les empujaba a pensar que había algún tipo de sentimiento romanticoide entre ella y Esther? O ella era el último mono, o era un mono ignorante o... aquellos eran los monos) Guiños parecidos recibía Esther por parte de Eli y Raquel, aunque hacía un rato que le costaba seguirlas, aquel par parecían pocahontas de toda la vida. No parecía que sudaran un agota, sin embargo Esther estaba empapada, con la lengua fuera y cogiendo aire como si fuese un pez fuera del agua E: ¡Chicas! ¡Más despacio! Eli: A este paso no llegamos Esthercita E: Ni al vuestro... dentro de nada estoy espachurrada en el suelo con un ataque al corazón... (Eli se giró echándose a reír, Esther parecía una piruleta, toda roja y brillante) Eli: ¡Raquel! Creo que deberíamos parar... está en las últimas... Raquel: Creía que estarías más en forma cariño. (Riendo y sentándose sobre una roca) E: ¡Eh! Yo he estado en un poblado, tranquila, no vagabundeando por la selva como vosotras Eli: Vamos que en el poblado... ejercicio poco ¿no? E: ¿Por qué lo dices como si fuese una guarrada? Eli: ¿Por qué lo escuchas como si fuese una guarrada? (Comentó riendo) Upendo: ¿Qué es guarrada? Raquel: Mirad lo que le estáis enseñando Eli: Solo estamos hablando del estado físico de Esther E: Ya claro.. ¿Hablamos del tuyo? Eli: ¡Anda! ¡Un pájaro! (Soltó riendo mientras echaba a correr) E: No huyas cobarde... (Empezó a perseguirla con Raquel y Upendo pegados a ella, la enfermera se estrelló contra la espalda de Eli que se había parado de golpe) Habían llegado al sitio en el que se suponía encontrarían a aquellos misteriosos indígenas, pero no había señales de ellos, Raquel le había pedido a Esther algo de

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paciencia, quizás se mostraran reacios a la presencia de dos más. Así que estaban sentadas en un pequeño claro de la selva, esperando y entreteniéndose con bromas. Upendo parecía preocupado, sentado al lado de Esther jugueteaba con la tierra del suelo, con semblante serio, a la enfermera le sorprendió verle así, su rostro manchado por el polvo de la selva, aquella mirada tan adulta y a la vez con ese brillo infantil que da vida y la quita, en aquel caso la quitaba, estaba asustado, el temor centelleaba en sus ojos, la fotógrafa que Esther llevaba dentro salió breves momentos, sacándole una fotografía con su vieja cámara, Upendo al verla sonrió y Esther le sacó una nueva, grabando aquella sonrisa en ella E: Así estás más guapo. (Le dijo cariñosamente mientras guardaba de nuevo la cámara) Upendo: ¿Puedo? (Señalando la mochila de Esther) E: Claro, mira... Mientras la enfermera le explicaba su funcionamiento para que pudiera echar algunas fotos unas sombras empezaron a salir de entre las plantas y árboles, al principio un reflejo gris que cobraba fuerza a medida que se acercaban, en poco tiempo se vieron rodeadas por unos extraños indígenas, ataviados con pieles y con la piel untada de algo de color gris. Esther y Upendo dejaron lo que estaban haciendo y se concentraron en aquellas personas. Primera impresión: bah... no estaba tan mal, una vez te acostumbras a su aspecto de fantasmas y a las extrañas marcas que adornaban sus cuerpos, cuando dejabas a un lado el concepto canibalismo y cosas por el estilo hasta parecían amistosos, serios, pero amistosos. Esther se dio cuenta de que uno de ellos salía del circulo y se acercaba, con un escalofrío notó que las ramas que pisaba no emitían el menor ruido, percibió entonces el extraño silencio que reinaba en la selva, en un acto más maternal y tirando para inútil que otra cosa, tomó la mano de Upendo estrechándola con la suya. El hombre que se había acercado a ellas parecía viejo, pero no viejo en el concepto de edad, no, era algo que iba con él, algo que le daba un toque antiguo, como si hubiese vivido mil vidas antes que aquella, como si conservase el recuerdo de esas vidas, su mirada penetraba en todo lo que se posaba, como si conociese cada fibra, cada partícula que lo componían. Miraba a los ojos de Eli, atravesándola, con el semblante serio, ni un solo movimiento en su rostro, asintió levemente y Eli sonrió Eli: Esther, este es el jefe de la tribu E: Uhm... (Su garganta parecía haberse sumido al silencio reinante) Jefe: Es pronto... esperad. (Y con la misma rapidez con que habían aparecido, desaparecieron) E: Joder... ¿A nadie más le ha asustado eso? ¿Dónde están? Eli: Vete a saber, son algo raritos al principio... luego te acostumbras E: ¿Y piensan volver? Lo digo porque si nos van a dejar aquí tiradas... la verdad... prefiero volver a la ciudad... Eli: Que bonito, la echa de menos... (Sonriendo divertida) Raquel: Yo más bien creo que está asustada... E: ¡Para no estarlo! Son como... fantasmas... Eli: Muy bien Esther, ¿De donde crees que viene su nombre? Que no es artístico ¿mhm? E: No, si ya... Buf... Raquel: Esther, tranquila, volverán, si se han ido es por algún motivo. Tienen la manía de adelantarse a los acontecimientos... E: ¿Pensáis de verdad que son videntes? ¡Eli!

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Eli: Videntes no... pero... que saben más que nosotras, firmemente E: ¿Y ahora que hacemos? Raquel: Esperar pacientemente. (Estirándose y cerrando los ojos) Un día y medio después escucharon ruidos en la selva, no debían ser los miembros de la tribu ya que ellos no eran tan escandalosos, debían ser otras personas... o animales. Se agruparon en un corrillo, como si eso les fuese a servir de algo si algún animal les atacaba. Unas ramas delante de ellas empezaron a moverse y al poco dos figuras salieron de la penumbra que les rodeaba E: ¿Maca? Raquel: ¡Carliños! (Riendo) Eli: Que bonito es el amor... (Refunfuñó poniendo los ojos en blanco) Eli se sentó al percatarse de las miradas desaprobatorias del resto, sobretodo de Esther y Maca que habían aprendido a darse por aludidas en cualquier comentario sobre el amor, más cuando venía de Eli, más cuando la susodicha estaba tatareando el ‘love is in the air’ y mucho más cuando lo hacía mirándolas a ellas Carlos: Bueno ¿Qué hacen mis chicas favoritas por aquí perdiditas? Raquel: Estamos esperando a la tribu, se han ido un momento E: Día y medio más bien. (Maca la miró de reojo un momento, antes de concentrarse en Raquel que les contaba lo mismo que ya habían contado a Esther) En un momento en el que Raquel y Carlos coqueteaban descaradamente y que Eli parecía distraída Maca sintió un impulso, impulso que no pudo o no quiso frenar, se acercó al oído de Esther, sentada justo a su lado M: ¿Estás bien? (Susurró muy bajito mientras seguía con la vista a Eli, lo útimo que quería es que soltara otro de sus graciosos, simpáticos y oportunos comentarios) E: Uhm. (Asintió levemente) ¿Tú? (Jugueteando con la punta de su zapatilla en el suelo) M: Uhm. (Sonrió echando la cabeza para atrás y mirando las copas de los árboles) Me alegra que estés bien E: Y a mí M: ¿Qué lo este yo... o tú? E: Yo, por supuesto. (La miró divertida y Maca le guiñó un ojo brevemente, observó que Eli las estaba mirando con una sonrisa ladeada y una mirada traviesa) ¿Bonito paisaje? Eli: Es un dilema estoy entre el vuestro y ese... (Señaló a Carlos que retiraba un mechón de pelo de la cara de Raquel) E: Carlitos... me voy a poner celosa... (Bromeó la enfermera) Carlos: ¡Nunca, mi vida! (Metió un bote y se sentó entre Esther y Maca, para alivio de una y fastidio de la otra) Sabes que tú eres la única E: Más te vale, porque sino hablaré con algunos de aquí a ver como arreglan ellos lo de las infidelidades Eli: Creo que la castración podría ser uno de esos métodos Carlos: Vale, vale, yo y mis pequeños nos vamos a dar una vuelta. (Todas reían mientras Carlos fingía cara de susto y se llevaba las manos a la entrepierna protegiéndose) Que os vaya bien señoritas

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E: ¿Pero a donde vas a ir tonto? (Seguía bromeando Esther acercándose a él y abrazándole) Anda, anda (Le frotó la espalda ante la mirada de Maca, que aunque evitaba ver aquella escena no podía dejar de mirar) Ven a sentarte conmigo cariño Raquel: Vaya, vaya ¿Os dejamos solos? Eli: No se yo si nos dejaran... (Señaló con la cabeza a Maca que había decidió que el suelo de la selva era sumamente interesante... eso o quería fundirlo con la mirada) Raquel: Venga, va, todos separaditos ¿Mhm? (Separando a Carlos y Esther y sentándose entre ellos) Que como vengan los Masaka se van a asustar Eli: Si es que vienen... ya lo dudo hasta yo... El pesimismo y la sensación de abandono llegó a ellos como la noche, teniendo que dormir otra vez en el suelo acurrucados para combatir el frío nocturno. Sí al día siguiente los Masaka no aparecían se largaban de allí, tenían muchas cosas que hacer, demasiada gente a la que ayudar. Carlos les había contado lo que pasaba en la ciudad y a pesar de que querían ayudar a aquella tribu en todo lo posible debían seguir las prioridades, y esas eran la gente que estaba en la ciudad y de los poblados cercanos, las que corrían peligro en fuego cruzado Esther se despertó por el frío, Carlos estaba abrazado a ella, pero por la espalda había un hueco, recordó que Eli había prácticamente empujado a Maca para que se colocase allí, ladeo la cabeza buscándola en la penumbra, un metro más allá sentada sobre un tronco medio caído estaba ella. Esther frunció el ceño e intentó zafarse de las manos de Carlos, se apuntó darle una colleja por haber puesto la mano en su culo, sacudió su ropa en un gesto bastante absurdo, la tierra ya formaba parte de su piel, y se acercó a ella, sentándose a su lado E: ¿No puedes dormir? (Susurró para no despertar al resto) M: ¿Eh? (Maca no se había percatado de su presencia hasta que ella había hablado) E: ¿Qué haces despierta, mhm? (Apoyó su mano levemente en la de Maca, se percató de que esta la apartó) M: Nada, no podía dormir... Carlos ronca... E: No ronca (Sonriendo divertida y cogiendo la mano de Maca) M: Que no, dice... E: Con que ronca ¿No? Al mismo tiempo que Maca asentía Esther apoyó sus dedos en los labios de ella, silenciando sus posibles palabras, Maca la miró y Esther señaló su oído. La pija deseó que hubiese algún tipo extraño de mono roncador durmiendo por encima de ellas, pero no, ni un ruido, al menos no ronquidos. Sintió como la mano de Esther se alejaba de sus labios M: Ahora no... antes sí... E: Dime que no estás celosa... M: No lo estoy... ¿Porque iba a estarlo? E: No lo sé.. dímelo tú... Sus miradas se encontraron temerosas, temerosas de lo que empezaban a saber, temerosotas de lo que dentro de ellas les gritaba con fuerza, aturdiéndolas, escuchando una y otra vez lo que querían decir y acallándolo, acallándolo por el reflejo en los ojos de la otra. Ambas asustadas. Ambas deseosas. Ambas perdidas. Demasiado pronto, no

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estaban preparadas para decirlo, no en voz alta, ni tan siquiera con las miradas, ya que el miedo lo ocupaba todo en ellas, no quedaba nada de aquel deseo sexual que sentían la una por la otra, o tal vez es que ese deseo casi animal había sido eclipsado por algo mucho peor por algo que podía dañar muchos más, por algo que podía terminar de perderlas por completo. El amor M: Estoy cansada... E: Y yo... (Ambas sabían que no era algo físico, que aquel cansancio abarcaba muchas cosas más, cosas contra las que luchaban, separándose y alejándose) Maca se sentó en el suelo, apoyando la espalda contra el tronco y suspirando, Esther se colocó entre sus piernas, cogiendo sus manos y haciendo que Maca la abrazará, esta por su parte apoyó su barbilla en el hombro de la enfermera. Dejaron que el silencio reinará por una vez. Dejaron que sus cuerpos se sintiesen cerca sin más. Sin complicaciones. Sin explicaciones. Sin dramas absurdos. Solo juntas Notaba la cabeza de Esther encajada en el hueco de su cuello, sus manos a un lado de la cintura, abrazándola, y su respiración sobre el pecho, sonrió con los ojos cerrados y acarició la cintura de Esther brevemente E: Mhm... M: ¿Mhm? (Sonrió una vez más y abrió los ojos) ¡Mierda! (Con los ojos desorbitados se aferró al cuerpo de Esther en un acto reflejo, protegiéndola de aquel tío de color gris que parecía un zombie y que estaba mirándola a escasos centímetros) ¡¿Quién demonios eres tú?! El individuo chasqueó la lengua en un gesto desaprobatorio, Maca frunció el ceño molesta, vio como el tipo paseaba la mirada de ella a Esther, frunció el ceño con más fuerza M: Ni se te ocurra... (Su voz sonó más amenazante de lo que esperaba, y es que en realidad estaba cagadita de miedo, pero parecía que aquello por Esther superaba hasta el miedo a ser el primer plato del banquete de aquel tipo) Hombre: No tocar tu esposa. (Con una mueca que podía ser una sonrisa o una extraña imitación de un mono en celo, con los labios echados para afuera y la boca entreabierta enseñando los dientes) M: Mejor... Eli: ¿Maca? Creo que ya puedes soltarla ¿Eh? (Bromeó Eli, fue entonces cuando se percató de que todos la miraban, incluida Esther desde su hombro que se estaba partiendo de risa) M: ¡Eh! ¡No tiene gracia! (Soltándola y haciéndose la ofendida) E: Anda tonta... (Riendo y dándole un golpecito en la mejilla) M: Ya... Eli: Yo creo que ha sido bonito ¿No, Raquel? Raquel: Sí, sí, a mi el momento abrazo posesivo me ha encantado Carlos: Yo me quedo con el de no tocar a su mujer Eli: Sí, sí, no sabía que este par ya se habían casado Upendo: Yo quedar con ¡Mierda! (Imitaba le susto que se había llevado Maca)

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E: ¿Ves lo que le enseñas? (Aún riendo por el tono rojizo que estaban tomando las mejillas de Maca) A mí me ha gustado el de ‘ni se te ocurra’ le ha faltado poner un baby detrás y lo clava. (Bromeaba también la enfermera) Eli: Oh, sí, rollo termi, ‘Sayonraa, baby’. (Hay gente que no debería imitar a termi... Eli es una de ellas) Raquel: ¿Qué le ibas a hacer si la tocaba? ¿Eh? ¿Darle con la mochila en la cabeza? M: ¡Vale ya! ¿No? Podrías dejar de meteros dos segundos conmigo y explicarme quien es ese Raquel: Masaka Eli: ¿Ya han pasado los dos segundos? ¡Genial! ¿Maquita, porque pareces un tomatito? M: ¡Mi... (Esther le tapó la boca) E: Ya ¿Mhm? (Maca refunfuñó y se cruzó de brazos) Carlos: Que tierno. ¡Ya sabemos quien lleva los pantalones en casa! E: ¡Oye! Eli: ¿Qué? Es verdad (Se encogió de hombros tranquilamente y se sentó al lado de Maca) Venga, mujer, que no has estado tan mal, a mi me hubiese gustado que hiciesen eso por mí E: Eli, déjala pobre. (Con la mirada fija en el hombre) Bueno, ya han vuelto ¿Y ahora que? Raquel: Bueno, mientras vosotras dormíais tranquilamente, abrazaditas, amorosas... Eli: Tortolitas... Raquel: Sí, eso también, gracias Eli Eli: Para eso estamos. (Guiñándole un ojo y riendo las dos) Raquel: Bueno, a lo que vamos, quieren que vayamos a su poblado, el que han hecho a un día de aquí, quieren estar cerca de esta zona cuando llegue la época de los baobabs y... bueno, ahora que la intoxicación por el agua parece haber desaparecido deberíamos comprobarlo y ver el estado de salud del pueblo E: Bien ¿Qué hacemos aquí parados? Eli: ¿Esperar a la parejita? E: Bien, pues ya no hay que esperar ¿Vamos? (Levantándose de un salto) El hombre repitió la mueca que a partir de ahora llamaremos sonrisa y empezó a andar, los demás le siguieron, dándole un respiro a Maca, Esther se quedó unos segundos con ella, mirándola con la cabeza ladeada M: ¿Qué? E: ¿Le ibas a dar con la mochila? (Con una sonrisita juguetona) M: ¿Tú también? (Refunfuñó cogiendo su mochila y echando a andar) E: Maca... (Cogió su mano parándola, Maca no quería darse la vuelta, estaba molesta por toda aquella situación, pero al notar el pulgar de la mano de Esther acariciando la suya se giró, la enfermera estaba allí parada, mirando su mano, viendo sus propios dedos deslizándose por la mano de esta) Gracias... M: Yo... (Suspiró y miró al resto, sus espaldas se adentraban en la selva) Vamos a perderles... (Echando a andar, con la mano de Esther sujeta a la suya aún) E: Hay algo que quiero preguntarte... (Mientras avanzaban sin soltar sus manos) M: ¿ElL que? E: Pues... ehm.. ¿Qué haces aún aquí? M: ¿Cómo? E: Maca, por si no te has dado cuenta, por lo que ha explicado Carlos... va a estallar una guerra, y tú estás aquí cogiendo mi mano en vez de estar huyendo a Jerez... ¿Por qué?

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M: ¿Es necesario que responda? (Mirándola unos segundos) E: No... pero me gustaría... M: Pues lo siento, no puedo, ni yo sé muy bien que hago aún aquí agarrada a la mano de una barriobajera. (Riendo levemente) E: Ya, yo tampoco sé que hago cogida a una pija. (Mirándose cómplices y riendo) Te sigo odiando ¿Mhm? M: Sí, yo lo sigo haciendo también ¿Eh? E: Lo creo, lo creo M: Créetelo. (Tropezaron con Eli que se había parado delante de ellas) Eli: Que no es que quiera interrumpir el momento romántico-mono-tierno ni nada... pero a este paso no llegamos E: Anda, deja a la parejita en paz, que tenemos que hacer manitas Eli: Vale, vale, pero que sepáis que os estaré vigilando E: Que sí pesada. Dándole un empujón con la mano libre y riendo al verla correr hacia los otros) M: Creo que está celosa... E: Maca, no M: Solo comentaba... E: Dios, ¿Te piensas que les gusto a todos? M: Bueno.. no es tan difícil de creer... (Esther la miró después de aquel susurro apretó su mano y siguió andando mirando el paisaje) A aparte de las malas vibraciones que les daba el hecho de que aquel tipo pareciese flotar en vez de caminar, cual grácil mariposa suspendida en el aire... O como un fantasma de alguna película de segunda japonesa. Estaba también el hecho de que llevaban cinco horas andando sin descanso, vamos, ni un segundo para apoyarse en un árbol, detenerse significa perder de vista a aquel tipo, y teniendo en cuenta que no tenían prácticamente idea de donde estaban ni a donde iban, no era aconsejable perder aquella espalda gris toda tatuada Los mosquitos se enganchaban en la piel por el sudor y habían visto un montón de serpientes por el camino, una había estado a punto de morder a Carlos, por lo que Esther había soltado la mano de Maca para ir en su ayuda y se había quedado andando a su lado por si le notaba algo raro. Tampoco es que a Maca le importase mucho que la soltase, que la soltase para ir con Carlos, que la soltase para ir a reír los chistes malos de Carlos, que la soltase para coger el brazo de Carlos mientras reía, que va ¿A quien le importaba? E: ¡Raquel! (Entrecortándose por la falta de aire al cabo de otra hora de caminata) Raquel: Dime E: Que si podemos para un rato Hombre: No haber tiempo Carlos: Primero es pronto, luego no hay tiempo ¡Tenemos que comprarles un reloj! Hombre: No medir ese tiempo Carlos: ¿Lo que? E: Puede que tengan otra forma. (Carlos la miró sin entender) M: Que para ellos lo que nosotros es un segundo puede ser un minuto, o al revés ¿No, Esther? E: No me refería a eso (Encogiéndose de hombros, Maca ralentizó su paso para volver al lado de Eli)

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Eli: Bonito intento de impresionarla (Riendo) M: ¿Lo hubieses hecho mejor? Eli: Ay, Maca, Maquita, quien te ha visto y quien te ve... (Negaba sonriente con la cabeza) Verás, a Esther no te las vas a ganar así... M: ¿Quién ha dicho que quiera... Eli: Mantén esa boquita de niña de papa cerrada un momento ¿Mhm? Aquí nadie se chupa el dedo... bueno, tal vez Carlos si que lo haga cuando duerme, anoche escuchaba un chup, chup sospechoso... M: Eli... Eli: Oh, sí, ya, todos sabemos lo que pasa así que ¿Quieres saber como hacerlo o no? Maca la miró unos segundos, su mente a cien por hora, calibrando las consecuencias de su respuesta, buscando dentro de ella el sí o el no. Estaba a punto de estallar una guerra, lo que imposibilitaría salir del país en un tiempo, no había nadie que pudiera verla y comunicar en Jerez nada de lo que hacía, su imagen permanecería intacta pasase lo que pasase, lo que sucedía en la selva, se quedaba allí M: Como me sueltes más palabras en suajili... Eli: NO, tranquila, ya veo que no me hiciste mucho caso... M: Si no sé lo que significa no puedo usarlo... Eli: Pues no lo uses. Primera norma (Miró a Maca para ver si esta le estaba escuchando y asintió ) No intentes convencerla de que eres la mejor o la única opción. (Maca frunció el ceño) ¡Eh, vamos! Eso ha sido un claro intento de dejar mal a Carlos y quedar bien tú, recalcas dos cosas, tu inteligencia y su estupidez. Eliminas opciones. Es como decirle, eh, yo soy más lista que este cabeza hueca ¿Qué ibas a hacer con él? M: Vale, vale, lo he captado... (Eli se calló ) Y en el caso de que me interesase ganarme a Esther... ¿Alguna norma más? Eli: Segunda norma... M: ¿Hay muchas? Eli: Deja a tu profesora hablar maleducada. (Maca puso los ojos en blanco y esperó a su maestra) Eli: Segunda norma... sé tú M: Eso es fácil... Eli: No te creas ¿eh? Porque a ver ¿Quién es Maca? Y como me sueltes yo te collejeo de aquí a china M: Vale, entonces... siguiente norma Eli: Maca, la tú real es la que podría llegar a gustarle a Esther, no la actriz, no la que tiene el papel de su vida aprendido tan de memoria que se sabe cada giro, cada matiz, no, tira el guión a la basura, a Esther no le gustan los guiones, simplemente busca dentro de ti, tal vez con suerte encuentres algo, algo que enamore a Esther M: Eso... Eli: Puede que al principio te cueste, pero tarde o temprano bajarás la guardia y la Maca gilipollas se irá para dejar paso a la Maca real M: ¿Gilipollas? Eli: Sí, cariño, no te ofendas, pero la Wilson es gilipollas. Busca a la real M: Ya, claro, no veo que sea fácil Eli: ¿Sabes? Nada de lo que merece la pena realmente es fácil. Todo es complicado. Es por eso que conseguirlo tiene tanto merito. Es por lo que te sientes tan jodidamente eufórica cuando lo logras. Es el esfuerzo lo recompensado, o la rapidez M: ¿Has hecho un cursillo de psicología o que?

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Eli: Muy graciosa señorita Wilson (Maca rió) No, solo es una forma de ver la vida. ¡Te pondré un ejemplo! Raquel: ¿Qué hacéis por allí atrás? Eli: Convertir en una mujer a Maca M: ¡Eh! (Notó la mirada de Esther y se giró hacia ella) E: Hola M: Hola Eli: Vale, sí muy tierno, primero aprendes, luego practicas. (Esther la miró sin entender y negó sonriente con la cabeza para seguir con su camino) M: Adivino, la sutileza no es una de tus cualidades Impresionante del verbo impresionar. Tú impresionas, yo impresiono, nosotras impresionamos y todas las conjunciones que os vengan a la cabeza. Fue lo que les pasó al grupo cuando llegaron al poblado de los Masaka. Bueno, para ser sincera, lo primero fue la confusión, cuando pararon en un claro y el tipo Masaka se detuvo y extendió los brazos. Pensaron que estaría meditando, rezándole a algún dios o que después de diez horas había decidido que necesitaban un descanso. El hombre se giró a mirarles y sonrió Hombre: Hemos llegado Bien, o aquella gente vivía en cabañas invisibles o allí faltaba algo, un pequeño detalle sin importancia ¿Un poblado? Para empezar ¿Gente? Lo segundo. Pero el hombre parecía muy contento y sonriendo una vez más señaló hacia arriba. Aquí es cuando llegó el verbo impresionar Una telaraña de rústicos y tambaleantes puentes unían los troncos de los árboles, a estos había sujetas pequeñas y grandes plataformas de madera, en algunos puntos pequeñas lamas, resplandores anaranjados, centelleaban al atardecer. Había miembros de la tribu por todas partes, unos niños sentados al filo de una plataforma observándoles, hombres y mujeres pasando por los puentes, cargados de comida, troncos y mil cosas, dos ancianos fumando unos tallos de hierba de color dudoso y sabor igual de dudoso mirándoles, una madre con su hija, una pareja observando las copas de los árboles, imaginando como el sol se ponía al otro lado tal vez, o riendo las gracias de un grupo de monos que saltaban en las ramas más altas de los árboles. Era como transportarse a alguna película de Robin Hood o a algún libro de aventuras. Un mundo irreal, difícil de imaginar, pero que estaba allí, estaban allí, con los pies en el suelo, la vista en el cielo y la boca abierta de par en par Eli: Bonito chalet... Hombre: Subir (El tipo señaló unos trozos de madera a forma de escalones que había en un tronco alejado) Upendo: ¡Subir! (Claro, para Upendo era fácil, tenía complejo de mono, pero para los demás no era tan... divertido) Carlos: Me siento como tarzán (Bromeó Carlos mientras se agarraba a los trozos de madera e iba ascendiendo) E: Pues yo como chita (La enfermera se estaba peleando con uno de los escalones, sin encontrar el hueco seguro donde poner el pie, Maca iba detrás de ella, hablando con Eli) M: Que va en serio... (Riendo y mirando el pie tambaleante de Esther)

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Eli: ¿En serio te recuerda a tu infancia? (Maca cogió el tobillo de Esther con una de sus manos y lo guió hasta la madera, acariciándolo levemente mientras seguía hablando con Eli) M: Sí, mi hermano quiso tener una cabaña en un árbol en casa, cuando era pequeño y no era tan... ¿Wilson? (Rieron cómplices mientras Esther murmuraba un gracias a Maca) Es que no me apetece dormir aquí colgada (La miró Maca y la enfermera puso los ojos en blanco) Al estar arriba pudieron contemplar las numerosas cabañas que descansaban sobre plataformas. Un hombre estaba terminando de encender las antorchas para recibir la noche, un niño le seguía curioso, unos hombres y mujeres preparaban la comida ante la mirada de algunos críos que jugueteaban cerca suyo con un objeto de madera, en una plataforma un hombre anciano estaba contando alguna historia, un pequeño grupo le escuchaba atentamente, absorbiendo cada palabra que murmuraba el anciano, más a lo lejos dos mujeres se regalaban caricias, un chico contemplaba a los monos divertido Eli: Esto es... E: Utopía (Comentó fascinada Esther) Hombre: Seguir conmigo Les condujo por aquella telaraña hasta una cabaña, en la puerta estaba el jefe de la tribu, acompañado de la jefa, resultó que en aquella tribu se nombraba a una jefa y a un jefe, sin que tuviesen que existir lazos de ningún tipo entre ellos Jefe: Bienvenidos, estábamos esperándoos ¿Por qué habéis tardado tanto? Hombre: Tuvimos que esperar a que vinieran (Señalando a Maca y Carlos que se miraron confundidos ¿Cómo lo sabían? Lo habían decidido en el último momento) Eli: ¡Claro! ¡Por eso era pronto! (El hombre asintió sonriente) Jefe: Bien, me alegro de que ya estéis aquí, supongo que necesitaréis descansar Jefa: Hemos preparado vuestras cabañas, espero que os gusten, no solemos tener invitados Raquel: agradecemos vustra hospitalidad Maca y Esther siguieron a la jefa de la tribu, como les habían indicado, compartirían cabaña, al igual que lo harían Raquel y ELi, y Upendo y Carlos. Era una pequeña cabaña que a diferencia de las otras y al igual que la de sus compañeros tenía puerta y cortinas hechas con cáñamo Mujer: Para vosotras es importante la intimidad, esperemos sea suficiente, tenéis agua caliente y comida dentro E: Muchas gracias. (La mujer desapareció por uno de los puentes) M: ¿Estos son los que no se relacionaban con nadie? E: Pues se les da bastante bien... (Maca rió y entró en la cabaña) Como la mujer había dicho dentro las esperaba una tina con agua caliente y sobre un tronco a modo de mesa, un montón de alimentos exóticos. Se había olvidado comentarles lo de la pila de ropa limpia pulcramente ordenada y la cama, una cama, dos personas. Maca no se dio cuenta del último detalle, estaba ocupada jugueteando con el agua con una de sus manos

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M: ¡Está perfecta! E: ¿Maca? M: ¿Sí? (Se giró para mirarla, Esther señalaba la cama) Mhmh... bueno... yo... puedo pedir otra cabaña si no quieres... E: NO, no (Agachó la cabeza) Voy a ver a ELi y a Raque mientras te bañas ¿Vale? M: Sí, claro... pero se te va a enfriar el agua E: Ya me bañaré allí. (Salió casi corriendo de la cabaña) M: ¿Y ahora que le pasa? (Se encogió de hombros y se desvistió, el agua la llamaba a gritos) A Esther solo le hizo falta buscar una cabaña con puerta, a parte de ser la única de la que saliesen gritos, a dos puentes de la suya. Entró sin llamar y se encontró a Eli dando saltitos en pelotas y a Raquel frotándose la espalda como podía E: Esto es tan... Eli: ¿Ves? ¡Que va! ¡Eso es a dos puentes de aquí! (Riendo) E: Graciosa... (Comentó sarcástica mientras se acomodaba en el suelo) Raquel: ¿Lleváis dos segundos viviendo juntas y ya te ha echado? E: Me he ido yo... ¡Eh! (Mirando un punto concreto) ¿Por qué tenéis dos camas? Raquel: Pues.. ¿Por qué nos las han puesto así? E: No me lo puedo creer (Negaba fastidiada con la cabeza) Eli: ¡Uy, uy! (Pasó un brazo por los hombros de Esther) A que a la parejita solo le han puesto una Raquel: ¡Que putada! ¡Y a nosotras no! Eli no tienen en cuenta para nada nuestro amor oculto Eli: Bah, seguro que si te ponen con Carlos también tendríais cama doble Raquel: ¿Qué estas insinuando? Eli: Pues nena, que ahí hay tomatito Raquel: Perdona, pero eso no es verdad Eli: Sí, claro, Carlos no está por ti, tu estas por él, Esther no está por Maca, Maca no está por Esther. ¡Aquí nadie está por nadie! E: ¿Hola? ¿Podemos hablar de mi problema? Yo, Maca, una cama Eli: Sabía que algún día llegaría este momento, dios, Raquel, nuestra niña... (Fingió sollozar) Raquel: Lo sé, lo sé. (Le frotaba la espalda con gesto triste) Pero es el momento de hacerlo E: ¿Se puede saber de que demonios estáis hablando? Eli: Verás Esther... mierda, no puedo, Raquel, no puedo, voy a acabar con ella, destrozaré todas su ilusiones y sueños, no puedo, lo siento Raquel: Esta bien, cariño, lo haré yo. Verás, Esther... Los niños no vienen de parís E: Genial, ¿Sabéis? Lo sospechaba, nunca había visto a una cigüeña con un bebe por el cielo. (Se las quedó mirando seria) ¡Chicas! Eli: Oh, claro, ella necesita la versión bollo ¿Tenemos versión bollo? Raquel: Mhmhm.. no, creo que no tenemos versión bollo, pero podemos utilizar aquello de las necesidades de una persona Eli: ¡Claro! ¡Comer, beber y foll... E: ¿Chicas! ¡Va en serio! Eli: Vale, vale, ¿Cuál es el problema? ¿Las dos preferís el lado izquierdo de la cama? (Esther alzó una ceja y le lanzó una mirada amenazante) Oks, no quieres dormir con ella

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Raquel: ¿Por algún motivo en especial? Porque... bueno, no es por nada... pero me da que ya lo habéis hecho Eli: ¡Aquella vez no durmieron! (Riendo y llevándose miradas amenazantes por parte de las dos) Raquel: Me refiero a aquí Eli: Oh... claro E: No solas, con cierta intimidad, sin estar casadas y... pudiendo Eli: Venga, Esther... sientes algo por ella, ahora no me lo irás a negar E: Es el problema... que lo siento, siento algo por una pija egocentrista ávida de dinero ¿Sabíais que ha venido hasta aquí solo por conseguir un trato con DelValle? Solo le mueve el dinero, el poder. Es... Joder, es todo lo que yo odio Eli: Bueno, ¿Estás segura de que es todo eso? E: Eli, venga... Sabes que es cierto Eli: Mira, solo sé que he conocido a dos Macarena Wilson, una parece que la tienes calada, la otra creo que es la que te tiene así... Raquel: Sí, no creo que una pija egocentrista ávida de dinero se preocupase tanto por ti, te cuidase tanto, no guiaría tus pies hasta sitio seguro, ni te abrazaría por la noche, ni haría muchas cosas que la hemos visto hacer E: ¿Y si esta actuando? ¿Y si todo es fingido? Eli: ¿Y si lo que finge es que está fingiendo? (La miraron extrañadas) Bueno.. joder, no es tan difícil de entender, por primera vez ha topado con algo que la hace débil, y ella no puede ser débil, así que ya que no puede ocultar lo que siente ¿Por qué no disfrazarlo de actuación? Raquel: Yo es que no veo que finga... tiene momentos en que es ella y momentos en donde recuerda su apellido Eli: Es posible. Pero da igual, en ambos casos ella está en la misma situación que tú E: Sí, pero cual es la que se va a quedar. ¿Wilson o Maca? Raquel: No creo que eso sea importante E: Pues para mí lo es Raquel: Pues no debería. Mira, mi abuelo me enseñó muchas cosas, no mezclar alcoholes, a no ahogar las penas, a esperar dos horas antes de volver a casa después de una noche de juerga y un montón de cosas por el estilo. Pero en los extraños momentos en que estaba sereno también me enseñó algo que me ha ayudado mucho. Estar con alguien no significa verla perfecta, significa ver sus defectos y aceptarlos, igual que las virtudes. Acepta que es superficial igual que aceptas que se preocupa por ti Eli: ¡Amen, hermana! E: Yo... es que no sé si soy capaz de aceptar sus defectos Eli: Bueno, no creo que los aceptes estando aquí con nosotras, deberías estar con ella, no te agobies, deja que las cosas fluyan Raquel: Vale, pequeño saltamontes. (Dándole un golpecito en la cabeza a Eli) Tú al baño. Tú a tu cabaña. YO... yo... Eli: ¿Me frotas la espalda? E: Para no ser lesbianas... Mira que os gusta ¿Eh? (Bromeó) Raquel: ¿Te sientes amenazada por nosotras? Tranquila, Maca no es de mi tipo. A mi me gustan más locas Eli: Cariño, que se enfría el agua. (Despidieron a Esther entre risas) La enfermera salió de la cabaña dándolas a Eli y a Raquel por perdidas, sonriente y negando con la cabeza se apoyó en la cuerda que hacía de baranda. Miró a su alrededor, aquello se le antojaba un pequeño paraíso, recordaba Madrid como algo lejano, aunque

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eso siempre le pasaba cuando se libraba de aquella gris ciudad. Se sentía diferente, sin las capas de amargura que tenía en casa, sin la monotonía de despertar cada mañana con los cantos del loro de su vecina, sin las peleas en el metro por conseguir un sitio en el que sentarse, sin aguantar a pacientes majaras Suspiró y miró hacia su cabaña, Maca estaría terminando de bañarse. Una distracción. Eso era aquello. Debería estar preocupanse por el tiempo que estaban perdiendo en aquella misión en vez de preocuparse por lo de compartir cama con ella. Estaba perdiendo de vista sus prioridades. Bien. No podía permitírselo. Una noche de libertad y en cuanto saliera el sol se pondría a trabajar, a hacer lo que había querido hacer nada más llegar. Pero necesitaba esa noche. No pensar en nada, dejarse llevar, dejar fluir las cosas, eso le había dicho Eli. Ser egoísta por una vez Una vez comieron y se bañaron algunos Masaka fueron a buscarles, ya había oscurecido por completo y parecía que se preparaba algo, bajaron al claro entre bromas, y fueron recibidos por los silenciosos fantasmas de la selva. A un lado habían colocado un tronco caído, para que los ‘invitados’ se acomodasen. Una vez colocados y servidos con unos cuencos con una crema grisácea, os Masaka empezaron un pequeño ritual M: ¿Qué hacen? (Susurró a Eli que estaba sentada a su lado) Eli: Oh, van a contarnos una historia M: Oh... un cuento antes de ir a dormir, ni mi madre hacía eso Raquel: Shshh... empiezan Todos colocados en círculo, con las luces de las antorchas reflejándose por sus cuerpos y sus pinturas tribales, se balanceaban, levantando un pie y clavándolo con fuerza en el suelo, repitiendo el gesto con el otro pie, creando un latido fuerte y seguro que brotaba de ellos, un latido tranquilo. Dos de los Masaka, situados en extremos opuestos de círculo cambiaban de ritmo, acelerando sus movimientos, mirándose amenazantes el uno al otro, los demás procuraban mantener el ritmo tranquilo del principio, pero aquellos dos se empeñaban acelerando sus golpes. En la selva se escuchaban los latidos de los demás, contrapuesto a aquellos nuevo más veloces y fuertes, poco a poco ambos se iban confundiendo, y los demás Masaka eran arrastrados en la espiral de rapidez. Un único latido, acelerado, mientras los dos Masaka que habían iniciado el nuevo ritmo se adentraban en el círculo, enfrentándose con las miradas, amenazándose con gestos, a cada paso que daban acercándose los demás aumentaban el ritmo, hasta que era una confusión de latidos, uno tras otro, sin parar, fuera de control, los dos Masaka fingían luchar, abatiéndoos el uno al otro, cuando el grupo creía que los pies de los demás iban a romperse por el ritmo, de golpe, pararon, al mismo tiempo que los dos Masaka del centro se caían al suelo y quedaban inmóviles. Mientras ellos yacían allí, el resto de los Masaka volvía a repetir el ritmo inicial Y una vez más repetían los mismos pasos, excepto cuando otros dos Masaka empezaban a acelerar el ritmo, esta vez el resto cerró el círculo, dejándolos fuera, manteniendo el ritmo tranquilo mientras los otros fingían querer saltar dentro del circulo para luchar, pero las manos unidas del circulo impedían que pudiesen tocarse, poco a poco sus rostros mostraban gestos abatidos y sus saltos eran menos enérgicos, más cansados, volvían a golpear el suelo tranquilamente y el circulo se abría acogiéndoles de nuevo. Los Masaka que había en el suelo se levantaban, les lanzaban dos tambores hechos de madera y lianas y se sentaban espalda contra espalda mientras empezaban a tocar una

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alegre melodía. El círculo se rompía una vez más y empezaban a bailar dando saltos sonriendo E: Buf... ha sido precioso M: ¿Te ha gustado eso? (Mirándola con el ceño fruncido) E: Sí, es precioso, lamento que tus ojos y tus oídos no hayan sentido lo mismo M: Puede que si lo hayan hecho E: Eso es imposible M: Nada es imposible. (Se miraron un segundo y Esther miró hacia otro lado) Los Masaka comenzaban un nuevo ritmo, esta vez con tambores, uno de ellos se acercaba a Raquel y la conducía al centro del claro, un hombre y una mujer danzaban a su alrededor mientras el Masaka anciano le quitaba la ropa M: ¿Qué... Eli: Nos dan la bienvenida a su tribu... (Susurró Eli al ver como el anciano tomaba el cuenco que Raquel sujetaba entre sus manos y untaba una especie de pincel en él) El Masaka dibujaba los mismos tribales que llevaban ellos en su cuerpo, serpiente sy espirales realizadas con gruesos y seguros trazos, la hoguera que estaban encendiendo a un lado comenzaba a alumbrar casi exclusivamente a Raquel, al anciano y a los dos bailarines. A medida que el cuenco empezaba a quedarse sin nada, el cuerpo de Raquel se llenaba de extraños y suntuosos trazos, una vez terminaron el anciano sonrió y se acercó a Eli. Uno a uno fueron pasando por las artísticas manos de aquel Masaka, que creaba dibujos diferentes en cada uno de ellos, mientras susurraba palabras en un extraño idioma, como si estuviese contando una historia y el lienzo sobre el que sucedía fuera el cuerpo de alguno de ellos. Carlos. Upendo. Esther. Maca Todos tenían su pequeña historia dibujada en sus cuerpos. Aunque ellos no sospecharon jamás que aquellos extraños dibujos significaban su vida. No se percataron de un punto en común, un cruce dibujado en la espalda que en cada uno de ellos tomaba caminos diferentes, aunque en todos había un camino idéntico, en algunos los caminos idénticos eran dos, tampoco se dieron cuenta de la forma abrupta que los trazos terminaban en sus piernas, desdibujándose como si a partir de aquel punto todo fuese confuso. Solo se miraban sonrientes y se sentaron a escuchar a los Masaka tocar La noche se consumía entre golpes, bebían una extraña bebida entre risas, bebida que relajaba sus cuerpos, poco a poco las bromas, las palabras iban desapareciendo, hasta que solo quedaban las miradas y los gestos. Mientras la tribu representaba otra de sus historias con sus tambores, Esther acarició la mano de Maca, mirándola a los ojos, en silencio se levantaron, siguiéndose la una a la otra Fuera aun se escuchaban los pausados ritmos de los Masaka, la selva les rendía homenaje callándose, al igual que ellas, avanzando en silencio, Esther acariciaba la mano de Maca, deslizando las yemas de sus dedos por ella, sintiendo el tacto de su piel, desnudas entraron en la cabaña Se pararon en el centro, mirándose la una a la otra, Maca avanzó un paso, rozando el cuerpo de Esther. Su mirada reseguía los trazos que habían tatuado sobre ella, se llenaba de sus curvas, de sus espirales, del contraste que la pintura grisácea ofrecía sobre la

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pálida piel de Esther. Sus manos, reconociéndose la una a la otra no dejaban de acariciarse, por la palma, por el dorso La enfermera comenzó a reseguir con su dedo índice el tribal de Maca, serpenteando desde la palma de su mano, subiendo caprichosamente por su antebrazo, sus cuerpos se pegaban y Esther sentía la respiración de ella en su cuello, el mismo ritmo que provenía de fuera, como si los corazones lo siguieran sin pensarlo, mientras su dedo índice llegaba al hombro de Maca, dibujando una espiral que llevaba hasta su pecho, Esther miró a Maca, se mordía el labio, sus ojos brillaban y su mentón temblaba ligeramente Esther colocó sus manos en los hombros de Maca, apretándola brevemente contra ella, sintiendo el dulce calor de su piel, luego, entre caricias, dejaba la espalda de Maca a su merced, esta agachaba la cabeza mientras sentía las manos de Esther deslizándose por ella. Cerró los ojos, imaginando los trazos que ella reseguía, las espirales de sus omoplatos, la serpiente que descendía por su columna, el cruce de caminos al final de su espalda, los que subían indecisos dando marcha atrás, sintió un leve mordisco de Esther en su hombro. Cuando las manos volvían a aquel cruce, tomando los caminos restantes, os labios de Esther descendían al encuentre de sus manos, alternando leves besos, apenas roces, con pequeños mordiscos La jerezana sintió los círculos en sus glúteos, las manos de Esther deslizándose por sus caderas, su respiración llegando a aquellos círculos, el beso intenso que la enfermera le regaló en ellos, las yemas de sus dedos siguiendo la serpiente que adornaba su cintura, enredándose debajo de su ombligo, mientras su respiración iniciaba el camino a la perdición y los besos de Esther se hacían más intensos. Más provocadores. Trepando por ella, hasta llegar a su cuello. Sus manos se estrecharon sobre su vientre, apretando los cuerpos, clavándose el uno en el otro, mientras su lengua, sus labios, sus dientes se adueñaban de cada rincón del cuello de Maca Y a fuera los tambores comenzaban a tronar, golpeándose con fuerza, resonando por toda la selva, rompiendo en sus oídos cuando Maca se dio la vuelta incapaz de contener aquel calor, cuando su boca se aferró a la de Esther y cayeron sobre la cama, cuando perdieron el control, cuando los tambores estaban a punto de estallar y cuando sus cuerpos se tensaron, amenazando con romperse Y no sonó nada más en la selva. En el claro, los Masaka reunían los tambores y los lanzaban entre susurros a las llamas, que los devoraban con rapidez, consumiéndolos. Todos volvían a sus cabañas. La noche pronto daría paso a un nuevo día Hacia rato que se había despertado, con las piernas de ella entrelazadas con las suyas y sus manos colgadas de su cintura, se había separado como había podido de ella, dejando un beso en su hombro, después de vestirse había salido a saludar el sol Horas después era ella la que despertaba, se dio la vuelta en la cama y notó la ausencia de aquel cuerpo, suspiró y abrió los ojos. Un buenos días susurrado a la nada y en marcha. Salió de la cabaña y se encontró con Eli y Raquel en uno de los puentes, apoyadas en la baranda Eli: Buenos días dormilona

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M: Mhmhm... (Se apoyó a su lado y miró alrededor) Eli: Ha ido con Upendo y Carlos a dar una vuelta M: ¿He preguntado? Eli: Que mal humor que gastamos por las mañanas. (Bromeó dándole una palmada) Eso va a ser de dormir poco M: Va a ser eso... ¿Qué hacemos hoy? Raquel: Esther empezará a hacer un prerreconocimiento del poblado, mirará uno por uno lo que tienen, así cuando lleguen Roberto e Isa tendrán parte de la faena hecha M: ¿Van a venir? Eli: Si consiguen encontrarnos sí ¿Bajamos? (Señaló el claro, un par de Masakas preparaban el desayuno) M: Sí, estoy hambrienta. (Dando un salto para bajar por la escalera) Eli: Esta noche... ¿Has oído ruiditos? Raquel: ¿Los que hacías tú? Eli: ¡Yo no hago ruiditos! Raquel: Oh, venga Eli, que te ha escuchado toda la selva Eli: Perdona pero yo esas cosas no las hago... (Raquel la miró con una ceja alzada) aquí... (Ambas rieron y siguieron a Maca tronco abajo) Se sentaron a esperar que el desayuno estuviese preparado, Eli y Raquel bromeaban con Maca, bueno, más bien la picaban para ver si se le soltaba la boca, pero no fue así. Tal vez porque esta última no paraba de mirar alrededor, quería vela, mirarla a los ojos y saber si la noche anterior había sido un sueño o no La enfermera apreció entre los árboles, riendo con Upendo, Carlos les seguía de cerca bastante más serio que sus acompañantes, los Masaka estaban sirviendo el desayuno, el jefe y la jefa de la tribu habían decidido bajar al claro a desayunar con los invitados Eli: ¡Ya viene la pareja feliz! Raquel y M: ¡Eli! Eli: Solo es una forma de hablar, relajaos chicas, ni que fueran vuestras parejas... (Comentó divertida mientras tomaba el cuenco que le acercaban) Raquel: Esta hoy se va caliente (Maca rió el comentario de Raquel mientras veía como Esther se sentaba con Carlos enfrente suyo) Eli: ¿Dónde habéis estado? Estaban preocupadas Carlos: ¿Estaban preocupadas? ¡Ay, mis niñas! (Se abalanzó sobre Raquel y Maca abrazándolas y dándoles besos en las mejillas) Tranquilas, vuestro hombre esta en casa Raquel: Obviamente sus neuronas no. ¡Quita de aquí! Carlos: Que poco cariñosa que eres, mira Maca, toda guapa ella que no se queja (Volvía a besar la mejilla de Maca sonriente) Raquel: Quieres dejarla Carlos: ¿Celosa? Raquel: Buf, no sabes cuanto. (Dijo sarcásticamente) E: Bueno, ¿Eli me echarás una mano en los reconocimientos? Eli: Sí, claro, ¿Maca te apuntas? E: Deja que descanse ¿No? Ella no está acostumbrada a esto. (Esther se levantó y subió a coger algunas cosas de su mochila) Eli: ¿Se puede saber que demonios le has hecho? M: No he hecho nada, a ella, se le va la cabeza Eli: Algo le habrás hecho

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Raquel: ¿Y tú que tanto interés en este par? Eli: Me preocupo por mis amigas, solo eso, y ya que yo no puedo pillar ¡Demonios! ¡Que pille alguien! Carlos: Eli, ¿Te he dicho ya que esta mañana estás radiante? Eli: Cierra el pico Carlos Terminaron de desayunar entre bromas y tonterías varias, él y la jefa de la tribu reunieron a los niños para que fueran los primeros en ser visitados por Esther, Eli le comentaba los que habían estado malos en su anterior visita, Maca las seguía en silencio, le gustaba verlas concentradas en algo, parecían hasta formales y todo. Vale, también prestaba especial atención a Esther, a su forma de fruncir el ceño cuando creía ver algo, a su determinación a la hora de comentarle a Eli que era lo que creía, al escuchar la opinión de esta, o cuando se agachaba para regalarle alguna caricia a alguno de aquellos niños. Upendo pronto se unió a ella, parándose a su lado y observando también Eli: ¿Crees que puede haber algo más? E: No, no, aún está algo débil por la intoxicación del agua, pero no creo que sea nada, buena alimentación y ya estás Eli: Uhm... E: Están todos muy sanos... Eli: Sí ¿Eso es malo? (Sonrió Eli) E: Raro, para vivir como viven. Saben mucho Eli: Cierto... M: ¿Pasa algo? (Se dieron cuenta que habían estado susurrando y que Maca no había escuchado nada) Eli: Solo comentábamos los listos que son los Masaka M: Demasiado... (Mirando de reojo a su cabaña con su única cama) E: ¿Maca? M: Dime E: ¿Porque no te llevas a Upendo a dar una vuelta? Upendo: Yo querer ver E: Pero si vas a tener mucho tiempo para ver (Acercándose a él y arrodillándose para tocarle la cara) ¿No le quieres enseñar a Maca lo que hemos visto antes? Upendo: ¿Quieres? (Mirando a Maca, esta miró a Esther que le susurró un por favor cogiéndole un segundo la mano) M: Está bien, pero si me despeño por un barranco venid a buscarme. (Suspiró y cogió la mano de Upendo) ¿Eso está muy lejos? Upendo: Tres jornadas a pie M: ¿Cómo? Solo habéis estado un rato fuera. (El niño la miró serio y luego estalló en una carcajada) ¡Será posible! (Cogiéndole en el aire y abrazándolo mientras le intentaba hacer cosquillas) ¡Hasta este se ríe de mí! Eli: Uhm... siento interrumpir la caída de tu baba al suelo... pero... ¿Seguimos, Esther? E: Eh, sí, sí. Vamos. (Dándose la vuelta) Mientras Esther y ELi seguían haciendo el reconocimiento Upendo y Maca se movían entre los árboles, el niño la guiaba a buen paso y Maca intentaba convencerle de que no se alejaran mucho, pero el niño quería enseñarle aquello, fuese lo que fuese, todo por culpa de Esther ¿Para que la había echado? Bueno, cabía la posibilidad de que Esther no quisiese tenerla cerca ¿Miedo a perder el control? ¿O todo había sido un sueño? La

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enfermera actuaba como si nada, aunque Maca tampoco había hecho nada por acercarse un poco más ‘íntimamente’ a Esther, tal vez fuese eso. En ese caso la cosa tenía fácil arreglo Upendo: ¿Por qué Esther echar? (Preguntó Upendo mientras andaba delante de ella) M: No lo sé, cuando volvamos se lo preguntas, así me lo ahorro yo Upendo: Esther buena M: Un cielo, sí. Nos manda de paseo en cuanto puede pero un cielo. (El niño rió) Upendo: ¿Vivir en misma cabaña? M: Cosa de los Masaka Upendo: Allí en casa M: Oh, no, no, yo vivo en un sitio muy diferente. Con mucho campo Upendo: ¿Tú ir mucho al campo? M: Sí, tengo un caballo y suelo pasear por allí con él Upendo: Esther tener razón M: ¿En que? Upendo: Gustar lo que ver. (El niño sonrió y se echó a un lado) Delante suyo pudo ver el cielo, al acercarse se dio cuenta de que estaban en lo alto de un terraplén, un pronunciado barranco descendía a sus pies, cayendo hasta llegar a un gran manto de un verde luminoso. Centenares de colinas se dibujaban allí, con llamativos tonos de verdes, a lo lejos, se podía ver un gran lago, como puntualizó Upendo, aunque bien podía pasar por mar. Maca sonrió de oreja a oreja, recordó lo que le acababa de comentar a Upendo sobre su caballo, le encantaría tenerlo allí para poder cabalgar por allí, aunque seguramente el terreno que se ocultaba bajo aquel manto sería mucho más duro M: Es precioso Upendo: Sí Estuvieron durante horas hablando, observando el paisaje, Upendo le contaba sus cosas, como era su vida, Maca se sorprendió escuchando con verdadero interés a alguien, y no solo a alguien, a un niño, sin duda aquel viaje la estaba cambiando y la sensación que sentía le gustaba, seguramente el cambio era para bueno Cuando regresaron al poblado ya habían comido todos, la mayoría estaba descansando y no había señal de ninguno de su grupo, Upendo se fue a jugar con algunos niños Maca subió a la cabaña. Se encontró con Esther tirada en la cama, profundamente dormida y con gesto de agotada, sonrió de medio lado y se sentó a su lado. La enfermera al notar movimiento emitió un pequeño gruñido M: Shshsh... (Acarició su pelo y se tumbó a su lado, sin tocarla más, solo la miraba, el ceño fruncido, los ojos cerrados, la boca entreabierta) E: Déjalo... (Gruñó de nuevo) M: ¿Qué? E: Deja de mirarme... M: ¿Quién te dice que estaba mirándote? E: Yo... M: Pues te equivocas

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E: Ya... (Se medio incorporó e hizo una mueca de dolor llevándose la mano a la espalda) M: ¿Qué te pasa? E: Que no tengo veinte años M: ¿En serio? Y yo que te echaba... veintitrés. (Esther la miró y puso los ojos en blanco) Ven aquí... (Separó sus piernas dejando un hueco entre sus piernas) E: ¿Cómo? (Puso cara de susto, Maca medio sonrió y suspiró) M: Las pijas, a parte de gastar dinero y montar a caballo, también aprendemos cosas, para complacer a nuestros maridos ricos ¿Sabes? Y yo sé dar masajes E: Enhorabuena M: Anda Esther, no seas tonta E: Maca, tengo muchas cosas que hacer aún ¿Vale? (Levantándose de la cama, Maca le cogió la mano y tiró de ella, colocándola entre sus piernas) M: Solo es un masaje, si quieres te cobro E: ¿No me vas a dejar hasta que me esté quieta no? M: Exacto, así que trata de relajarte E: Que sea rapidito M: Mhmhm... yo no hago nada rapidito... E: ¡Maca! M: Vale, vale... (Comenzó a masajear los hombros de Esther) ¿Qué tal ha ido todo? E: Bien, están muy sanos para haber pasado por una intoxicación, se recuperan rápido M: Eso es bueno ¿No? E: Sí... aquí estamos perdiendo el tiempo, esta gente no nos necesita y hay gente que sí M: Pero estamos aquí, a salvo... ¿Sabes? Upendo me ha llevado a un sitio precioso... E: Uhm... M: Me dijo que tú dijiste que me gustaría E: Sí, no sé, puede. Mhmhm... Un poquito más abajo (Las manos de Maca descendieron unos centímetros, acariciándola) Ahí... M: ¿Por eso le has pedido que me llevase? E: No... quería hablar con la jefa y el jefe... M: ¿De que? E: Verás... ninguno de ellos tiene el VIH, es raro, que en un poblado que vive sin nada no haya ni un solo caso, más en esta zona del país, por un momento pensé que... no sé... tal vez sabían como... M: ¿Curarlo? E: Fue una tontería, simplemente siempre han tenido cuidado M: Pero a Upendo lo tratan como los demás, ahora mismo se ha ido a jugar con algunos niños E: Tener cuidado no es encerrarlo en una burbuja, simplemente conocen como se contagia y pueden prevenir el riesgo de contagio... M: Lo siento... E: No pasa nada... los retrovirales harán su efecto... M: Seguro que sí, es un niño muy fuerte... E: Sí... M: Hemos hablado mucho... E: Uhm M: Se me da bien esto ¿Eh? E: Sí... (Maca dejó un breve beso en el hombro de Esther) Maca... M: ¿Sí? E: Yo... no quiero... yo...

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M: Ya. Tienes cosas que hacer E: Sí... M: Yo también E: ¿Sí? M: Sí... disfrutar por una vez... pero te necesito para hacerlo... E: Maca... M: Esther, olvidémonos de todo un poco, solo un rato ¿Vale? Tú te olvidas de que soy una pija y yo de que tú eres una barriobajera, un poquito de ser inconscientes, luego... bueno, volveremos a tener cabeza, pero aquí no nos sirve de nada E: No quiero quemarme M: No te quemarás... Esther puso los ojos en blanco, aquella mujer siempre se salía con la suya, y lo peor es que ella estaba dispuesta a dejarse llevar un poco, a dejar que aquella mujer cumpliese lo que tenía que hacer, disfrutar, le sonaba tremendamente tentador, demasiado tentador E: Solo aquí... M: Solo aquí... (Comentó una risueña Maca) E: ¿Más abajo? M: ¿El que? E: El masaje ¿Te habías olvidado de donde estaban tus manos? M: No, que va. (Riendo acarició la espalda de Esther descendiendo un poco más, dibujando círculos con sus pulgares) Oye... ¿Crees que esta cabaña está insonorizada? (Susurró en su cuello) E: ¡Maca! (Riendo le dio un empujón, Maca calló sobre sus codos y Esther se colocó rápidamente encima) No M: ¿No? (Levantó una ceja) E: No M: Jo... (Fingió poner morritos) E: Eh... Aún no me has contado que ha sido de tu objetivo principal M: ¿La tengo encima de mí? (Colocando sus manos en el trasero de Esther y apretándola contra ella) E: Sí, claro, ¿Y que más? M: Esther, no es importante ahora mismo ¿Mhm? E: Yo creo que sí... M: ¿No echarás de menos a ese viejo verde? E: Perdona, no es un viejo verde, solo está falto de cariño M: ¡Y yo también! Y estoy más cerca que él, así que... mientras llega ¿Por qué no me mimas a mí? (Repartía pequeños besos por sus mejillas) E: Porque tú siempre has sido una mimada M: Oh, claro, ¿Y la vida de ese viejo aventurero ha sido muy diferente? E: Pues... No sé... (Coló su mano por debajo de la camiseta de Maca) Tal vez... M: Perdona, él es igual de... ¡Eh! (Esther empezó a reír a carcajadas) ¡Eso no vale! (Maca empezó a hacerle cosquillas por todas partes, Esther se revolvió sobre ella, intentando esquivarla) La puerta de la cabaña se abrió de golpe y el resto del grupo se abalanzó hacia el interior, Maca y Esther los miraron paradas Eli: ¡Vale, soy menor para ver esto! (Se tapó los ojos y se dio la vuelta)

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Raquel: ¡Eli! (Le dio una colleja y miró a las chicas) ¿Podrías... dejar de... lo que sea que estéis haciendo? E: Ehm, sí, sí, claro. (Se quitó de encima de Maca ay se sentó a su lado) Esto... ¿Qué pasa? Upendo: ¡Venir soldados! (Saltando animad e la cama y sentándose entre las dos) E: ¿Qué? Raquel: Bueno, pues que si en vez de jugar a los médicos hubieras estado ahí afuera sabrías que hay una decena de soldados de Kagame apostados cerca de aquí Eli: Dales un respiro M: ¿Estás bien? (Susurró a Upendo mientras le acariciaba la cabeza) Upendo: ¿Jugar a médicos? (Maca echó una mirada desafiante a Raquel) E: ¿Habéis avisado a los Masaka? (Levantándose de la cama) Carlos: Sí, yo les he avisado E: Bien ¿Y que teneos que hacer? Eli: Es el problema... no quieren que hagamos nada E: ¡¿Qué?! Raquel: Dicen que ya lo sabían desde hace días, antes incluso de que nosotros llegásemos E: ¿Y porque no se fueron? Eli: Bueno, parece que creen que no saben de la existencia del poblado, vamos... que es casualidad que estén a menos de una hora de aquí M: Bueno... hasta ahora no se han equivocado ¿No? E: Pero no podemos correr el riesgo... ¡Están locos! M: ¿Y que pensáis hacer? ¿Coger unos palos e ir a metérselos en los ojos a los soldados mientras duermen? Eli: ¿Por qué me parece buena esa idea? (Raquel la golpeó en el brazo y miró a Esther) Raquel: Bueno, deberíamos hablar con ellos ¿No? E: Bufff... no lo sé... no lo sé... Carlos: Chicas, yo esperaría, esta gente es bastante inteligente, vamos, saben cosas que no deberían saber... ehm.. tal vez tengan razón y solo... no sé... estén de paso... Raquel: ¿De paso por el medio de la selva? Sí, claro, esto les pilla de paso entre la selva y la selva ¡Carlos! E: Deberíamos localizar al resto del grupo Eli: ¿Cómo? E: No lo sé, pero si esos soldados deciden atacar... vamos a necesitar medicamentos y otras cosas... Hay que ir a la ciudad a buscarlos Raquel: Puede que ya estén en camino, podríamos cruzarnos por la selva con ellos E: ¿Y que propones? ¿Nos quedamos de brazos cruzados? M: Esther, esta gente... dijiste que estaba muy sana ¿No? E: Ehm... sí... M: Saben cuidarse solos, tal vez tengan algunas medicinas alternativas, al menos para tratar las heridas Raquel: ¿Esto es una locura! ¡Tenemos que irnos! Eli: ¿Puedo abofetearla? (Su compañera la miró con el ceño fruncido) En las pelis funciona... Carlos: Raquel, anda, vamos a dar un paseo ¿Mhm? A ver si nos relajamos todos un poco E: Carlos, tened cuidado Carlos: Sí, princesa (Tomó la mano de Raquel y salieron de la cabaña)

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Eli se había quedado allí parada, Upendo seguía entre Maca y Esther, que se miraban de vez en cuando ante el repentino silencio que se había hecho Eli: Esto... Upendo... ¿Vamos a jugar afuera? Upendo: ¿Jugar a médicos? (Preguntó sonriente) M: Este es más listo que el hambre. (Comentó riendo mientras lo achuchaba fuera de la cama) E: Buf... M: Eh... saben lo que se hacen... E: Ya, pero me preocupa que ataquen y no tengamos medios para ayudar a esta gente A un par de cabañas de allí l jefe y a jefa de los Masaka observaban las copas de los árboles tranquilamente. El jefe sostenía unas toscas agujas con las que había estado tejiendo y la jefa simplemente las tenía cruzadas sobre el vientre Jefe: Llegaran tarde... Jefa: Eso parece... Quizás los otros también se retrasen... Jefe: Quizás... Dos días después, lo que unos esperaban y otros deseaban que no pasará... pasó. Con el amanecer se escucharon los primeros disparos, los soldados habían entrado en el poblado y revisaban cada cabaña, alguno de los Masaka ofrecía resistencia, y los soldados son dudaron en usar las armas. Carlos recordó algunas cosas que los rebeldes le habían enseñado, e intentó plantarles cara, pero era prácticamente imposible La pólvora de los fusiles flotaba en el aire y los disparos no cesaban, en medio de la confusión aparecieron más soldados, rebeldes que acababan de llegar, el grupo decidió aprovechar que estaban ocupados para sacar de allí a toda la gente posible, lanzaron lianas desde los puentes para descender al suelo, allí el resto del grupo, incluido Bauru los recibieron y los llevaron lejos del claro, mientras a sus espaldas no dejaban de resonar los explosiones Todo el día, hasta que ya no hubo munición, hasta que ya no quedó apenas nadie, los que sobrevivieron de Kagame huyeron, los tres rebeldes que quedaron fueron a buscar a la gente para avisarle. La escena al volver al poblado... se pusieron todos a echar una mano, a buscar a los heridos que no habían podido huir, a atender a los que tenían las heridas más graves, Carlos, Luís y Paco montaron un improvisado hospital con unas telas, Roberto e Isa se encargaban de las heridas más graves, mientras que Esther ayudada por Eli lo hacían de las leves. Raquel ayudaba a los Masaka a recuperar los cuerpos caídos. Maca entretenía a los niños con Upendo. Bauru hablaba con el jefe y la jefa de la tribu, les ofrecía que se instalasen en su poblado DelValle entró en el hospital e intentó hablar con Esther, pero esto no fue posible hasta que habían atendido a casi todos, ya solo quedaban heridos muy leves y Esther decidió que Eli debía tomarse un descanso esta estaba tan agotada que ni rechistó, al quedarse sola el viejo aprovechó el momento DelValle: Esther, menos mal que estás bien, estaba muy asustado por ti

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E: Tranquilo, en cuanto pueda descansar un rato estaré bien DelValle: Esther... Maca y yo vamos a irnos a España, lo hemos estado hablando y... es lo mejor. (Esther se quedó callada y empezó a recoger algunas cosas) Tienes que venir con nosotros. Queremos que vengas E: DelValle, estoy ocupada, así que si no te importa, largo de aquí El tono que utilizó bastó para que DelValle se batiera en retirada, había conseguido un transporte para salir de allí, y quería que Esther le acompañase. Maca y Carlos habían salido antes que ellos a buscarlos para eso, para que Maca convenciese a Esther, pero parecía que la jerezana no había hecho muy bien su trabajo, DelValle iba maldiciendo, todo el esfuerzo para nada, aunque a esas alturas si Esther no venía allí se quedaba, él iba a salir de aquel maldito país en unas horas y nadie lo iba a impedir. Se cruzó con Maca que había dejado a los niños con Bauru M: ¿DelValle todo bien? DelValle: No, ¿Se puede saber que has estado haciendo estos días? M: ¿Cómo? DelValle: Le acabo de decir a Esther que nos vamos y no viene con nosotros, habías venido aquí para convencerla y no ha sido así M: Te dije que no era fácil, he hecho todo lo que he podido DelValle: ¡Haz más! ¡Habla con ella! Maca puso los ojos en blanco al verle alejarse enfurecido, miró hacia el pequeño hospital y suspiró, Esther debía estar acordándose de toda su familia y más, mejor era esperar un poco Pasaron las horas, la confusión seguía reinando en todas partes, y el dolor y el sufrimiento eran palpables en cada rincón, Maca se acercó a la tienda en la que Esther atendía a uno de los niños una de las balas le había rozado el brazo, y aunque la herida no sangraba había que desinfectarla. Esther acariciaba la cabeza del chico de vez en cuando, sonriendo con dulzura mientras le distraía contándole cosas de España. Terminó con él y el niño saltó de la pequeña camilla y corrió hacia la salida La enfermera vio a Maca allí parada y suspiró, había tenido mucho tiempo para pensar, tomando una decisión y no quería que Maca influyese en ella, intentó no prestarle atención recogiendo cosas allí y allá, pero Maca no tenía intención de irse sin hablar con ella M: ¿Puedo pasar? E: ¿Te has hecho daño? M: No, estoy bien E: ¿Entonces? (Dándole la espalda mientras recogía unas jeringas que tenía desparramadas por la mesa) M: ¿Podemos hablar? E: Lo estamos haciendo M: No, estoy hablando con tu nuca, y aunque es preciosa prefiero hacerlo contigo. ¿Es mucho pedir o que? E: ¿Cuándo os vais?

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M: En tres horas... está todo preparado. (Se acercó y se paró detrás de ella, lo suficiente como para que su mano pudiese llegar a tomar la de Esther si quisiese) E: Uhm... M: Mírame... E: ¿Qué? (Se dio la vuelta y la miró con la decepción dibujada en sus ojos) M: Yo... Frunció el ceño, su mente quería decir unas mil cosas en aquél breve espacio de tiempo en el que disponía de su atención. Y a pesar de ello allí seguía, mirándola y sin separar los labios para decir ni una sola de aquellas mil cosas. Era algo que solo Esther conseguía, con su sola presencia ¿Cómo aquella enfermera le causaba aquello? ¿Por qué demonios no podía decirle lo que realmente quería decirle? ¿Cómo era capaz de ponerla tan nerviosa en un segundo? Hasta el punto de que sus palabras se atropellaban para salir y que ni una solo lo hiciese porque se quedaban atascadas. Con tanto miedo de que las que saliesen fueran precisamente las que no quería, las que la apartaban de ella... miedo con motivos, porque su boca se abrió para decir la única cosa que podía apartarla de su lado, las que no echaban abajo aquel muro que se había construido durante años M: Ven conmigo... E: No... M: Esther, acabamos de estar en medio de un tiroteo, vale que esta gente te necesita, pero no veníamos preparados para esto, es una locura quedarse E: Bueno, es mi locura. (Mirándola fijamente y segura de sus palabras) M: Pero... E: Macarena (Esta se sorprendió, hacía mucho que no escuchaba aquel nombre, le sonaba como algo ajeno a ella, aunque le dolía si venía de aquellos labios) tú eres libre de hacer lo que quieras, y es comprensible que te vayas, tú no viniste por los mismo motivos que nosotros y no esperabas una guerra. Pero yo vine por ellos. Y siguen ahí. Con guerra o no. ¿Y sabes? Están esperando que les ayudemos y no vamos a dejarles tirados, no yo M: Pero no sería dejarles tirados, volveríamos, de verdad, volveríamos mucho mejor preparadas, conociendo la situación exacta, haciéndolo mejor. (Las palabras se atropellaban las unas a las otras, seguramente porque era consciente de que pasará lo que pasase ella se iba a ir con DelValle, pero consciente también de que quería a Esther a su lado en el avión) E: Maca, tú tienes tus prioridades, yo tengo las mías, muy claras además, sería la mujer más infeliz del mundo si regresará contigo ahora mismo M: ¿Aunque sea para volver? E: Aún con eso. Y ahora... (Le dio la espalda por segunda vez) tengo cosas que hacer M: ¿Nos... vemos luego? (Aquella batalla estaba perdida, Y Maca ya lo había sabido de antemano, había querido gastar el último cartucho) E: Voy a estar muy ocupada, así que buen viaje Es curioso eso de los movimientos, hay de mil formas distintas, y todos y cada uno de ellos son importante, un solo movimiento puede cambiarlo todo, si Esther se hubiese dado la vuelta habría visto la tristeza reflejada en los ojos de Maca, y si ella hubiese puesto su mano, aunque solo fuese un instante, en el brazo de la enfermera, esta habría dejado salir todas aquellas lágrimas que se estaba guardando, aquellas llenas de dolor y decepción, desilusión y amargura. Pero ni Esther se dio la vuelta ni Maca la tocó, dio un paso atrás, volviendo por donde había llegado, retrocediendo mientras miraba por

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encima de su hombro, y es que la esperanza es algo común en todos, y algo que no por surte o no... no nos abandona nunca Hay movimientos que acercan y movimientos que alejan, aquél sin duda era de los que alejaban ¿Habrías más de aquellos o las cosas cambiarían? La enfermera tenía muchas cosas que hacer, debían acabar de atender al poblado, asegurarse de que todo fuera bien y buscar otros poblados que hubiesen sufrido los ataques de los soldados del gobierno. Por suerte dos rebeldes se iban a quedar para acompañarles, como protección y Carlos se empeñaba en que le enseñasen todo lo que supieran, aprendía rápido, en poco tiempo tendrían tres excelentes guardaespaldas Debían racionar bien los suministros, tanto de medicinas como de alimentos, ya que iba a ser difícil conseguir provisiones de nada estando en guerra, Bauru y Upendo les acompañarían, el bebé estaba perfectamente, así que no les faltarían alimentos naturales, siempre y cuando no hubiese llegado nadie antes que ellos. Y debía comenzar a hacer el recuento con Raquel y Eli y hacer las mochilas Y aún con todo eso estaba allí parada, en uno de los puentes colgantes, observando las huellas del jeep rebelde que se había llevado a DelValle y a Maca. Hacía tres horas que se habían marchado, tal vez ya hubiesen despegado rumbo a Madrid, tal vez ya no les volvería a ver. Maca volvería a su cómoda vida en Jerez y olvidaría Ruanda, y con eso a ella y lo que había pasado entre las dos. Y eso le molestaba, le molestaba que se hubiese asustado, le molestaba que se hubiese largado sin más, aunque tal vez lo que más le molestaba es que antes de que se marcharan había estado fingiendo que tenía mucho trabajo con tal de no despedirse de ellos, de ella Eli: Ey... (Apareció a su lado, apoyándose en la baranda y mirando el suelo) ¿Qué haces? E: Coger fuerzas supongo Eli: Sí, Raquel ya ha empezado con el inventario ¿Cómo lo llevas tú? E: Roberto e Isa están acabando con el último Ambas se quedaron calladas, Esther seguía mirando aquellas huellas y Eli sabía lo que estaba mirando, así que optó por darle algo de tiempo, ver si ya estaba preparada para hablar, pero parecía que no era el caso, después de quince intensos minutos con los murmullos de los monos, Esther seguía igual de hipnotizada por aquellas huellas Eli: Bueno... estamos en nuestra cabaña... Cuando acabes ¿Nos vemos allí? E: Sí, claro, voy enseguida Eli: Ok A Algunos kilómetros de allí, un avión acaba de despegar del aeropuerto, destino a Madrid y sin escalas. Les había costado bastante lograr salir, pero DelValle había hecho muchos contactos en su huída, todos ellos a golpe de talón, seguramente en cuanto llegase a España cancelaría los talones, pero de momento les habían proporcionado su vía de escape ¿Y que más daba Ruanda en España? Nada, absolutamente nada

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DelValle: Maca, no te he agradecido que hayas intentado cumplir mis deseos. (Comentó DelValle sentado a su lado, con una copa de licor en su mano) M: No lo he conseguido DelValle: Cierto, pero creo que esa mujer es un caso perdido... (Maca miró a DelValle, el hombre tenía puesta la mirada en una azafata) M: No es un caso perdido, solo hay que... quererla DelValle: Sea como sea, valoro lo que has hecho por mí, y ahora que volvemos a casa ¿Por qué no os pasáis tú y tu padre por mi casa un día? Una comida informal ¿Qué te parece? M: Genial... (Desvió la mirada hacia la ventanilla, ya solo se veía el azul del cielo, con algunas nubes a lo lejos) Su padre y su hermano iban a dar saltos de alegría, tal vez su hermano no tantos, ya que Maca lo había conseguido antes que él, pero su familia en general se alegraría mucho de tener a DelValle como amigo. Sí, iban a hacer grandes cosas juntos. Sin embargo ella no estaba tan contenta, sentía un hueco extraño dentro de sí, como si al subirse al jeep, o al avión, se le hubiese caído algo de ella Se había asustado tanto, los disparos, la sangre, la gente muerta, los heridos, no quería ser uno de ellos, no podía ser uno de ellos, no había querido quedarse, y le hubiese encantado que los demás regresarán con ellos, eran unos barriobajeros, pero eran buenas personas, mucho más que algunos conocidos, conocidos como aquel viejo que apretaba el puño mientras disfrutaba de la visión del culo de la azafata ¿Qué estaría haciendo Esther? Seguramente estaría muy ocupada. No la había visto. Ni siquiera cuando el jeep se alejaba del claro, con paso dificultoso colándose entre los árboles justamente. Habían estado todos. Pero ella no. Tal vez la odiaba. Y reconocía que no le faltaban motivos, pero no iba a jugarse la vida porque Esther no la odiase, prefería seguir viva, dándose bañitos relajantes y montando a caballo Que mentira más grande acababa de soltar, suspiró y llamó a la azafata para regocijo de DelValle y para pedirle unos cacahuetes Raquel: Bueno, a ver, la de cara de acelga, pásame esa caja E: Vete a al mi... Eli: ¡Esta es nuestra Esther1 E: Lleváis dos horas tocándome los... Raquel: ¡Eh! ¡No tienes de esos! E: Sí, solo que van por dentro. (Pasándole la caja) Eli: Está falta de cariño Raquel: Comprensible, oye, que si quieres te puedes venir a dormir aquí... E: ¿Para que? Eli: Perdona, Raquel, si eso te ofreces tú... pero la clase de mimitos que se daban ellas, que quieres que te diga, yo paso E: ¿No me vas a querer? (Bromeó acercándose a ella con los brazos extendidos) Eli: Da un paso más hacia a mí y te muerdo. (Amenazándola con un dedo) E: Mhmhm... ¿Dónde me vas a morder? Eli: ¡Obscena! (Gritó cuando Esther se le echó encima entre risas, Raquel pronto se unió a la batalla de cosquillas) Raquel: Bueno... ¿Más relajadas?

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Eli: Sïp ¿Esther? E: Solo una cosa más... Maca es imbécil... ¿Seguimos? Eli: ¿Metiéndonos con ella o trabajando? E: ¡Trabajando! Solo yo me puedo meter con ella. (Comentó burlona mientras abría otra caja) Mhmhm... 12 unidades Eli: Anotadas. (Apuntándolo en la pequeña lista que estaban haciendo) Raquel: Aquí hay cuatro más. ¿Carlos ha estado jugando con las cajas? Esto está desordenadísimo Eli: Uhm.. ¿Cómo sabes que es desordenado? Raquel: Trabaja con nosotras... Eli: Pues yo no lo sabía... E: Nop, yo tampoco... (Ambas rieron mientras Raquel ponía los ojos en blanco y suspiraba) En el aeropuerto de Jerez la esperaba un coche de la familia, había llamado desde Madrid antes de coger el vuelo hacia allí, saludó al chofer desganada, hasta el momento en que vio el coche no había sentido apenas agotamiento, pero al meterse dentro se quedó dormida enseguida, notaba todos sus músculos doloridos No quiso pasarse por el despacho de su padre al llegar, se escabulló por la puerta de atrás y subió a su habitación para dejarse caer sobre la cama. Olía a jazmín y una ligera brisa entraba por la ventana, se escuchaban los caballos a lo lejos, sonrió abatida y se sumió en un profundo sueño Se veía parada en medio de una gran sala, parecía que se estuviese celebrando una fiesta, una gran fiesta, parejas bailaban en la pista y hombres de esmoquin susurraban en pequeños corros, fumando puros habanos y saboreando sus copas. Y ella estaba allí, pero no hacía nada, solo permanecía sentada en una silla, mirando alrededor. Como si todo aquello no fuese con ella. Escuchaba la música pero no la sentía. Escuchaba las risas pero no se le pegaban. Era como si no quisiese estar allí De repente, vio cambiar el paisaje, ya no estaba en una sala, estaba en la selva, rodeada de árboles, en el centro de un claro, se veía a si misma mirando hacia arriba, y entonces la veía, una gran sonrisa dibujada en su rostro, seguía su mirada y allí estaba el poblado Masaka, uno de los puentes colgantes, todos estaban allí, todo el grupo excepto Esther, y ella les saludaba con la mano. Notó algo en el cuello y cuando se iba a girar para mirar un portazo la sorprendió Maca despertó de golpe, mirando a su alrededor confusa, se encontró con la cara de su hermano Jero: La aventurara despertó. (Comentó risueño) M: Déjame un rato... Jero: ¿Qué? ¿Has encontrado a tu príncipe azul entre los ruandeses? M: ¿No tienes nada mejor que hacer? Jero: Venga, hermanita, solo venía para felicitarte por tu éxito M: ¿De que estás hablando? Jero: El señor DelValle ha llamado hace un ratio para interesarse por ti, si habías llegado bien y todo eso, ha estado hablando con padre. Está muy contento

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M: ¿Te jode? Jero: Veo que se te han pegado las formas de esos. Todo es por el beneficio de la familia, claro que no me molesta M: Jerónimo, tengo sueño, déjame en paz Jero: Como quieras, pero padre te espera para hablar con él M: Está bien, dile que ahora voy Jero: Por supuesto (Contestó sarcástico) Maca se quedó de nuevo sola, se pasó la mano por la frente, intentando borrar el sueño, pero se dio cuenta de que no funcionaba. Algo había cambiado en ella. Ya no le resultaba tan fácil ignorar las cosas, al menos aquello ¿Dónde demonios estaba Esther en su sueño? Suspiró y se preparó para lo que sería una larga y condescendiente charla con su padre El despacho de su padre seguía igual que siempre, era de esperar, en los últimos años apenas había cambiado ¿Por qué iba a hacerlo después de su viaje? Aunque para ella el viaje se le hubiera hecho una vida Antonio: Hija mía, me alegra tenerte en casa. (Empezó cuando Maca tomó asiento en la silla de enfrente) M: Yo me alegro de estar aquí. (Sonrió como su padre, como hacía tiempo, falsamente, no es que no se quisieran, pero el trato entre ellos era como el que tenían con los demás, falso y frío, interesado) Antonio: Cuéntame, ¿Qué tal el viaje de vuelta? M: Menos accidentado de lo que imaginé Antonio: Me han comentado que estuviste en un tiroteo, lo lamento, no creía que fueras a estar en peligro M: Han cuidado de mí, tranquilo padre Antonio: Bueno (Se recostó en su asiento y la miró por encima de sus manos cruzadas) Supongo que Jerónimo ya te habrá comentado sobre la llamada de DelValle M: Algo me ha dicho, sí. (Su padre la miraba serio) Antonio: DelValle nos ha invitado a su casa este fin de semana, una comida informal M: Disfrutad del viaje, padre Antonio: Macarena, tú y yo, tu hermano no ha sido invitado y es de mal gusto llevarle la contraria al anfitrión M: Sobre todo cuando ese anfitrión está rebosante de billetes. (Fue apenas un murmuro, pero en el silencio del despacho resonó por cada centímetro de pared, Antonio se levantó haciendo caso omiso a la salida de tono de su hija, tan impropia de ella, se acercó a la ventana con las manos cruzadas en la espalda, examinaba el estado de los jardines) Antonio: Te encargarás de los negocios con DelValle M: Padre, Jerónimo está más cualificado para eso (Antonio Wilson se giró y miró a aquélla mujer) Antonio: Es la primera vez que le haces un cumplido a Jerónimo y la primera que intentas evadir algo que yo te he mandado M: No lo evado, solo digo que a Jerónimo se le daría sin duda mejor el traro con ese... señor. (El padre detectó algo en la hija, un flash cruzó momentáneamente su cabeza, viajando a muchos años atrás, a la mirada penetrante de una camarera que se había cruzado con la de él, su esposa, la madre de Maca, aunque aquel era un secreto muy

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bien guardado, y la mirada de su mujer se había desgastado con los años, la misma que ahora reconocía en su hija) Antonio: Hagamos un trato, consigue que ese viejo acepte a tu hermano y no tendrás que hacer nada más M: De acuerdo, si es lo que quieres Antonio: No, lo que quiero es que seas una Wilson, pero parece que ya no lo eres ¿No? M: ¿Qué significa eso? Antonio: Que te apareces a tu madre, Macarena, aunque no lo sepas ver. Ahora, si no te importa, tengo otros asuntos que tratar Maca se levantó y salió de su despacho, dejando en el interior a un Antonio Wilson con una media sonrisa, al menos alguien de aquélla familia podía salvarse, él se daba por perdido, no quería cambiar, ya era tarde, pero su hija tenía una oportunidad, una oportunidad de convertirse en su madre, con algo de suerte no volvería atrás. Miró los papeles que tenía sobre el escritorio, su mirada se endureció y se sentó dispuesto a hacer lo que hacia años que hacía, lo que algún día Jerónimo debería hacer Maca llegó a su habitación y se metió en el baño, le apetecía relajarse un poco con el agua caliente, encendió el grifo y buscó algunas sales en un pequeño armario, las echó con cuidado y empezó a desvestirse. Al cabo de un rato la bañera estaba lista, se metió dentro y sonrió al notar el agua por todo su cuerpo, cerró los ojos y una extraña y absurda pregunta centelleó en su cabeza ¿Por qué no había llamado al servicio? En Ruanda, el grupo de preparaba para marcharse, los Masaka les habían indicado caminos seguros para llegar a otros poblados, y habían aconsejado a los rebeldes. Nunca les habían explicado porque no huyeron, porque esperaron la visita del resto y los rebeldes, no lo hicieron al despedirse y todos sabían que no lo harían, sería uno más de los extraños misterios que rodeaban a aquella tribu. Les habían entregado un amuleto a cada uno, un cordón con una extraña piedra, para darles suerte Mientras seguían un sendero semioculto intentaban bromear sobre el detalle de que el collar de Esther tenía dos piedras en vez de una como los del resto, metiéndose con ella y riendo gracias diversas que recibían o miradas rabiosas si estaban muy lejos de ella o collejas si estaban cerca. Pero las bromas se detenían con frecuencia, las ráfagas de disparos resonaban por la selva, venían de lejos, o de cerca, era difícil decirlo con todos aquellos ecos, aunque daba igual de donde vinieran, era suficiente para que no pudiesen desconectar de la realidad en la que se habían metido Llegaron al primer poblado que los Masaka les habían indicado, cuatro cabañas de cañas medio derruidas Carlos: Mierda... hemos llegado tarde. (Todos asintieron con pesar) Las cabañas aparecían chamuscadas en algunos puntos, había astillas de madera por todo el suelo, seguramente habían saltado de la madera al recibir algún disparo, como parecían indicar las paredes de las cabañas, los techos habían cedido por completo, en el suelo, a unos pasos de una de las cabañas había una pequeña muñeca de trapo sucia y con una mancha de algo rojizo en la vieja tela que le hacía de vestido. Esther la guardó en su mochila

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Horas después la hoguera que habían preparado empezaba a arder, habían encontrado los cuerpos de tres personas, dos mujeres y una niña, seguramente a los hombres se los habrían llevado para utilizarlos como defensa más adelante Raquel: ¿Alguien quiere decir algo? (Nadie tenía ánimos, y el gesto de Bauru de acercarse y murmurar algo a los cuerpos antes de que empezaran a consumirse en las llamas les había parecido suficiente) Rebelde: No llevaban mucho tiempo allí... tal vez fuesen los mismos soldados (Comentó uno de los rebeldes al cabo de un rato) Carlos: Entonces no hay tiempo que perder, si están siguiendo esta ruta pasarán por los mismo pueblos E: Hay que llegar antes que ellos, hay que adelantarles y avisar a la gente Bauru: Upendo puede encargarse de ello ¿Verdad? Upendo: ¡Correr! (El niño salió como una flecha sin dar tiempo a pensar a los demás, Esther esperó que la idea que tenía de Bauru fuese cierta, sabía moverse por la selva como nadie y era muy listo, no le pasaría nada malo) E: Alguien debería quedarse hasta que... se apague Raquel: Yo me quedo Eli: Y yo, os alcanzáremos en una hora, seguid Carlos: Tened esto. (Les entregó un pequeño fusil) Solo si es necesario R: Eso no hace falta que lo digas (Pasándoselo a Eli se apoyó sobre un tronco mirando el fuego) Eli: Esto es una mierda... E: Tened cuidado, que no se haga una Mérida más grande ¿Mhm? Raquel: Tranquila, nos vemos dentro de un rato para pararles los pies a esos capullos Rebelde: Mi compañero irá a pedir refuerzos e informarse de cómo está la situación en la ciudad, quedaremos con ellos el cuarto pueblo Carlos: Bien, ¿Paco? ¿Luís? Paco: Voy con él Luis: Sí, traeremos más munición R: Carlos deberías enseñarnos a usar esas cosas Carlos: Por el camino ¡Vamos! E: Eli, Raquel... Eli: Vete, nos veremos en tu boda con la pija ¿Vale? (A pesar de la broma que intentaba hacer no apareció ninguna sonrisa en su rostro, tampoco en el de Esther, ambas se miraron y asintieron) Una vez más el grupo se separó, preparándose para lo peor que podía pasar, tener que enfrentarse a aquellos soldados cara a cara, ojalá los refuerzos llegaran a tiempo, ojalá que hubiese refuerzos ¿Qué estaría pasando en la ciudad? Cuando terminó de bañarse se preparó el traje de equitación, le apetecía dar un paseo con su caballo, lo había echado tanto de menos. Salió sin ser vista, lo último que le apetecía era encontrarse con su querido hermano. No le apetecía tener que esperar a que viniese el jeep, así que fue dando un paseo por el camino hacia los establos. Al llegar allí vio que Federico no estaba en la entrada y que esta estaba entreabierta, llamó con los nudillos sobre la madera y entró

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M: ¿Federico? (Una cabeza asomó de una de las cuadras) Federico: Señorita Wilson (El hombre salió limpiándose las manos sobre los pantalones, algo que habría tenido su efecto si estos no estuviesen llenos de paja y barro) No la esperaba M: Ya, no me he acordado de avisar Federico: Prepararé a Biscuit enseguida, señorita M: Llámame Maca anda ¿Cómo está él? (Peguntó mientras se acercaba a la cuadra de su caballo) Federico: En perfecta forma, podría competir con los mejores caballos y ganaría. (Maca comprobó el buen aspecto de su caballo, su cuerpo azabache brillaba al igual que sus ojos) M: Por suerte él no tiene que hacer eso Federico: ¿Preparo la montura? M: Ehm... no, déjalo, ya lo hago yo. (Federico le había parecido muy ocupado al entrar, así que miró alrededor buscando la montura de Biscuit) Federico: En aquélla habitación, no me cuesta nada traerl... (Se escuchó a una de las yeguas, Maca frunció el ceño, algo pasaba) M: ¿Qué sucede? Federico: Oh, una de las yeguas, está dando a luz, llevamos desde el amanecer, debe estar a punto de salir... E: Bauru, sostenla, voy a entrar M: ¿Qué vas a entrar? ¿Dónde? (Confundida hasta que vio las manos de Esther introducirse por la vagina de Ekao) Para que pregunto... E: Lo tengo. (Frunciendo el ceño) Viene con una vuelta de cordón M: Eso es malo E: Mucho. Hay que intentar... (Esther hurgaba con sus manos, buscando desenredar el cordón de cuello del bebé, era su única opción, no tenía instrumentos ni para hacer una cesárea, por muy ruda que fuese)... sacárselo... Maca, límpiate las manos, M: ¿Para que? E: ¡Hazlo! (Maca obedeció sin rechistar, cualquiera lo hacía, mira que se ponía de mala leche la enfermerita, se limpió las manos rápidamente y se colocó a su lado) Bien, quiero que estés preparada para recibirlo M: ¡¿Qué?! (Mirándola asustada) No, no, no y no E: Coloca las manos en la entrada, Bauru, cuando yo te diga dile que empuje con todas sus fuerzas, con absolutamente todas, intentaré que el cordón no apriete su cuello ¿Tenéis algo para cortar el cordón? (Una de las mujeres le mostró un viejo cuchillo) Que lo ponga en el agua ¿Aún está caliente? (La mujer tocó el agua y retiró la mano de golpe, Esther asintió) ¿Todos preparados Bauru: Sí M: ¡No! E: ¡Ahora! Un grito desgarrador salió de la garganta de la mujer, Esther colocó sus manos de forma que la presión del cordón se ejerciera en ellas y no en el cuello del bebe, Maca vio aparecer una cosa viscosa M: ¿Qué es eso? M: ¿Puedo verlo? (Preguntó sonriendo)

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Federico: Ehm... claro señorita Maca, claro M: ¡Vamos! (Ambos se acercaron a la cuadra, la yegua se tambaleaba) Federico: Bueno (Federico se colocó con cuidado a un lado y echó un vistazo a la entrada del útero) parece que ya está a punto, ha tenido bastante complicaciones M: ¿Está sufriendo? (Agachándose a su lado) Federico: Sí, pero es normal en estos partos... no hay porque preocuparse M: Bien... (Acarició al caballo) Conozco a alguien a quien le encantaría estar aquí Federico: ¿Sí? M: Sí, un niño de Ruanda, Upendo, es muy listo y curiosos, siempre quiere ver cosas nuevas y aprender Federico: Siempre le puedes mandar unas fotografías (El cuidador desapareció de nuevo para volver con una vieja cámara) Creo que aún le queda algo de carrete M: Gracias Atravesaban la selva con rapidez, a pesar de que el sendero se había hecho mucho más estrecho, pero podían más que las ganas y los cruces que encontraban a su paso. Carlos les había explicado como utilizar los fusiles, aunque a Esther le costaba bastante, sentir el frío metal en sus manos, llevar una de aquellas cosas, iba en contra de ella, aquellos trastos habían sido creados para destruir, aunque muchas personas dijeran que era para mantener la paz ¿Cómo mantenerla con algo capaz de matar entre las manos? Era tan hipócrita, ella estaba siendo tan hipócrita al cargar con aquello por la selva Carlos: ¡Veo algo! (Carlos se detuvo junto al rebelde, a unos metros se veía otro poblado) Rebelde: La próxima vez no grites. Si están cerca nos habrán escuchado... (Susurró mirando hacia las cabañas) Carlos: Lo siento yo... Rebelde: Tú y yo aseguraremos la zona Roberto: Deberíamos alejarles... Por si nos han escuchado, hacerles creer... no sé... Isa: Tomaremos ese camino haciendo mucho ruido (Mirando a su compañero) E: No, si ya han pasado por aquí van a necesitar médicos. ¿Bauru? Bauru: Vamos... Roberto e Isa esperaron agachados la señal de Carlos y el rebelde, que se habían escurrido entre los árboles. Esther y Bauru tomaron el camino contrario a ellos, hablando fuertemente sobre la biodiversidad en Ruanda, un tema muy recurrido en tiempos de guerra, sí. Al cabo de lo que parecieron horas, se escuchó como Carlos les llamaba sin alzar la voz, todos corrieron hacia ellos Isa: ¿Qué tenemos? Carlos: Nada, aquí no hay nadie Rebelde: Aquí hay disparos. (Comentó el rebelde tocando con la mano una de las paredes de una cabaña) E: Pero no hay sangre ¿No? (Buscando a su alrededor) Bauru: Ahí. (En un arbusto había pequeñas gotas de sangre) Roberto: Una herida, hay demasiado poca. Vamos. (Se acercaron a la planta, en un árbol que había a un metro había otra mancha)

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Siguieron las manchas que crecían de tamaño y se espesaban de color al ir avanzando, quien fuera tenía una herida considerable, por la altura de muchas de las manchas, a la altura de la rodilla, un poco más arriba tal vez. Cuando llevaban diez minutos andando lo encontraron. Un hombre yacía inconsciente entre unos árboles, por debajo de la rodilla derecha se apreciaba una herida de bala Isa: ¿Rápido! Hay que cortar la hemorragia E: Salida y entrada, limpia. (Comentó Esther cuando examinó la herida) Roberto: Hay que hacerle un torniquete ya, no podremos detenerla. ¿Esther? E: ¿Te sirve esto? (Le tendió una de las tiras de su mochila que acababa de cortar con una navaja) Roberto: Sí Después de practicar el torniquete y sabiendo que las posibilidades de que aquel hombre sobrevivieran eran prácticamente nulas, se sentaron a esperar una mejoría peligrosa o el inminente final Rebelde: Vuestro chico ha sido rápido... E: ¿Cómo? Rebelde: Los disparos que habíamos escuchados eran estos, estoy seguro. Y no se han oído más Bauru: Cierto Isa: Eso espero... Roberto: Da igual, seguirán avanzando hasta llegar a la ciudad E: ¿Cómo ha podido ocurrir? Rebelde: Las heridas malcuradas se vuelven a abrir siempre, hay que cerrarlas bien, necesitamos a un líder que sepa cerrarla Isa: Chicos... (Tenía una de sus manos en la yugular del hombre) No tiene pulso... Roberto: Intentémoslo... Después de ver como la reanimación fallaba y de quemar el cuerpo para evitar epidemias se pusieron de nuevo en marcha, les quedaba aún mucho camino por delante Maca estaba tumbada en su cama, se estaba preparando una pequeña fiesta y ella no tenía ganas de participar, así que con la esperanza de que la dejaran en paz se había encerrado allí. La cuestión era que no tenía mucho que hacer, podía coger alguno de aquellos libros con los que a veces se entretenía, pero su mente no estaba dispuesta a entretenerse así, era incapaz de concentrarse en nada. Decidió ir a picar algo a la cocina, al salir se fijó en que la puerta que llevaba a las golfas estaba entreabierta, frunció el ceño, allí no subía nadie desde... ¡Ni lo sabía! Siempre había estado cerrada. La abrió y ascendió por el pequeño tramo de escaleras, su padre estaba sentado en una silla viendo un viejo álbum de fotos M: Hola padre Antonio: Hola... (No miró a su hija, parecía muy concentrando en las desgastadas fotografías) M: He visto la puerta abierta y me ha extrañado, nadie sube aquí Antonio: Sí... solo el servicio de vez en cuando

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M: Sí... (Volvía a tener la misma extraña sensación que había tenido en su despacho) ¿Va todo bien? Antonio: Sí, solo estaba viendo esto ¿Me acompañas? M: Claro.. (En realidad no tenía nada mejor que hacer, y seguro que allí nadie la encontraba, se sentó junto a él y le miró) Antonio: Esta de aquí es tu madre... (Comentó señalando una de las fotografías, Maca frunció el ceño) La fotografía parecía muy vieja, y si su padre decía la verdad y aquella mujer era su madre, realmente era muy vieja. En ella aparecía una enfermera con un impecable uniforme blanco y un pequeño gorrito con una cruz medica estampada en él. La chica sonreía a la cámara de oreja a oreja, parada en medio de un largo pasillo sin ningún tipo de decoración, seguramente el de un hospital M: No puede ser... Antonio: Lo es... (Sonrió a la joven de la foto) en otra vida lo fue. Es el día que nos conocimos... M: Ella... ¿Era enfermera? (Dejó de lado el toque de humor que aquello tenía) Antonio: Sí, hasta que un ambicioso joven apareció en su camino y la convirtió en lo que es ahora. Yo M: Tú... ella... creía que era de familia rica Antonio: Todo el mundo lo creyó ¿Cómo iba a enamorarse el prometedor Wilson de una enfermera cualquiera? Pero tenía algo... algo que tú empiezas a tener M: ¿El que? Antonio: Nunca lo supe explicar, pero era algo que transmitía, en nuestro circulo la forma de expresarse, de moverse, de pensar es una, la misma para todos. Pero tu madre hacía locuras, sonreía con la boca abierta y te miraba bien despierta, dispuesta a debatir cualquier cosa que le planteases, era diferente a lo que yo conocía, y eso era tan... excitante M: ¿Y yo soy ella? Antonio: Sí, poco a poco. Creo que ese viaje te ha sentado realmente bien hija. A pesar de que seguramente te aleje de nosotros M: Padre, estoy aquí. Soy de esta familia Antonio: Y eso no va a cambiar Macarena, pero... olvida un momento quien soy y quien eres tú. ¿De acuerdo? Hay muchas formas de vida, cada uno elige la suya, yo tomé mi decisión hace mucho, tengo un futuro fructífero, un hijo que dentro de poco me jubilará anticipadamente, una mujer a la que quiero a pesar de que gaste miles de euros en esas fiestas suyas y una hija... una hija que espero que no me aparte de su lado en cuanto descubra quien es realmente, cuando elija su vida, que no tiene porque parecerse a nada de lo que conocemos, una vida que no la consuma, sino que le haga ser mejor. Una vida que quiero ver, sea cual sea, soy demasiado viejo para que me importe lo que digan los demás M: Padre... (Por segunda vez en aquellas golfas se sorprendió, los ojos de su padre se veían humedecidos) Antonio: Debes hacer lo que te mande el corazón, yo lo hice, y aunque me he atrapado a mi mismo, estoy orgulloso de haber tomado aquella decisión. Igual de orgulloso de no dejarte atrapada conmigo. Aún estás a tiempo de ser libre. De tomar tus propias decisiones M: ¿Porque no me habías dicho esto nunca?

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Antonio: Porque creía que eras como tu hermano, ya está atrapado, pero este viaje, este viaje te ha liberado, te ha dado una oportunidad, hija, tienes que aprovecharla. Date tiempo y toma una decisión, seguro que será la acertada, como siempre Le pasó el álbum de fotos a su hija y se levantó, Maca sonrió al fijarse en otra foto, aparecía la misma enfermera, esta vez acompañada de un apuesto joven, por el porte y el traje, sin duda era Antonio Wilson. Ambos sonreían a la cámara abiertamente No habían encontrado rastros de ellos, ni de ellos ni de ningún ser vivo, vamos, ya ni había monos jugando por encima de sus cabezas, seguramente habrían huido a sitios más tranquilos. Los poblados habían sido abandonados precipitadamente, como indicaban las hogueras a medio quemar y la comida abandonada, y para alivio de todo (incluidas Esther y Eli que habían regresado hacía unas horas) no habían encontrado nuevos rastros de sangre ni cuerpos A Upendo lo encontraron en el último poblado antes de llegar a la ciudad, sentado sobre uno de los tejados de una cabaña les sonrió al verles Upendo: ¡Esther! ¡Yo avisar gente! E: ¡Eso es genial! (Contestó antes de que el niño se abalanzará sobre ella abrazándola) Lo has hecho muy bien Upendo El niño les puso al día sobre la situación, como le había dado tiempo a avisar a todo el mundo, los soldados se habían marchado hacia la ciudad, bastante cabreados. Más tarde supieron por el resto del grupo que en la ciudad las cosas estaban muy mal, habían vuelto con tiendas de campaña grandes y todo lo necesario para montar un hospital ambulante, incluidos los pacientes, que les habían seguido hasta allí La voz corrió y pronto todos los inocentes que resultaban heridos entre los dos fuegos iban allí, también los rebeldes que eran heridos mortalmente, los que podían mantener en pie seguían luchando con todas sus fuerzas. Creían que todo mejoraría cuando Kagame y sus solados se fueran, lo creían tan fuertemente, que les daba igual quedarse en el camino y no poderlo ver con sus ojos, convencidos que sus hijos si que lo verían Dos semanas después la guerra continuaba y un jeep lleno de balazos llegaba al hospital. Roberto e Isa salieron corriendo a atenderles, aquel día no había apenas llegadas, atendieron al conductor del vehículo, en la parte trasera viajaba un rebelde y una mujer que se ocultaba bajo un sombrero Isa: ¿Estáis bien? M: Ha sido difícil pero sí. (Se quitó el sombrero y se encontró con ella) Isa: ¡Maca! (Eli que andurreaba por allí alzó la vista y corrió hacia el jeep) Eli: ¡Cucha! ¡Una pija! (Bromeó antes de abrazarla) ¿Qué? ¿Cómo es que? ¡Tienes mucho que contar! (Maca miró intensamente a Eli y esta sonrió) Está en aquella tienda... sola para más señas. Si fueras un tío te diría donde están los condones M: En tu línea guapa. (Riendo corrió hacia la entrada a la tienda, se detuvo justo en la puerta y respiró profundamente, era el momento.)

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Lo primero que vio al entrar a la tienda fue a ella, de espaldas, recogiendo cosas de la mesa, como la última vez que la vio, como cuando se despidió de ella. Maca sonrió y se acercó sin hacer ruido, deleitándose con los breves momentos en que la enfermera no conocía su presencia, llenándose de su cuerpo con miradas. A medio camino vio un leve temblor en los hombros de Esther. Lo sabía. De alguna forma lo sabía Se colocó justo detrás de ellas, lo suficiente lejos como para no quemarse con el contacto de su piel, lo suficientemente cerca para notar su calor, aquel calor cálido que desprendía Esther. Vio como una de sus manos se echaba hacia atrás, y sus dedos sucumbieron a la pequeña tentación de deslizarse por su palma, resiguiendo las líneas que se dibujaban en ella, lo que sintió al notar de nuevo aquella piel la embriagó, buscando un punto de apoyo, algo que no permitiese que cayera apoyó su frente en la nuca de la enfermera No supo porque, pero su mente se fue muy lejos, a cierta conversación que había tenido con Eli, y aquellas palabras de las que aún desconocía su significado brotaron en un susurro que acarició la piel de Esther M: Mimi-baghami... (Esther sonrió sabiendo que Maca no la podía ver, dejó que siguiera acariciando su mano) Mimi-sikitika... La enfermera se dio la vuelta, enfrentándose a aquellos ojos marrones, Maca sintió una punzada de temor, los ojos de Esther no le decían nada, ni sus gestos, ni una sola pista que le enseñase lo que iba a pasar, nada. Tenía que arriesgarse ella, lanzarse a la piscina, en la caída ya vería si esta estaba llena o vacía. Levantó su otra mano y la colocó a unos milímetros de la mejilla de Esther, pero seguía sin decirle nada, permaneció allí unos segundos, como si la enfermera fuese a moverse para que su mano la tocará, pero no fue así. Decidió arriesgarse un poco más, acariciando aquella mejilla mientras sus ojos se perdían si remedio en los de ella Su mano, caprichosa, quería más, así que suavemente se deslizaba por el rostro de ella, por su barbilla, aprendiendo como era exactamente la curva que dibujaba, sus labios, aprendiendo de su suavidad, su nariz, memorizándola, pasando entre sus ojos para llegar a su frente, deslizando las yemas de sus dedos por sus cejas, volviendo así hasta su mejilla. Fue entonces cuando notó la señal, la mano de Esther apretó un instante la suya, Maca sonrió y su mano se deslizó por su cuello, adorando sus hombros con sus dedos, sus brazos. Saltando de ellos a la cintura de la enfermera, sin dejar de perderse en sus ojos, intentando descifrar lo que había en ellos, mil sentimientos encontrados que se peleaban, ansiosa por saber quien ganaría Deslizó sus manos hasta acabar bajo el ombligo de Esther, colando algunos por debajo de su camisa y empezando a subírsela con cuidado, con miedo a que se deshiciera, las manos de Esther siguieron a las de Maca, desprendiéndose de la prenda para luego desprenderse de la blusa de Maca. Maca paseó su mirada por el torso de Esther, siguiéndolo con sus manos, acariciando los abdominales de la enfermera, riendo al notar que temblaba. Esther sonreía y dejaba que Maca la mirase como en aquél momento, sintiéndose la única persona en el mundo, sintiendo que fuera de allí no había nada, seguramente ni siquiera había un allí ni un aquí, solo ellas dos en ninguna parte

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Y sus manos seguían acariciándola, esta vez en su espalda, deslizándose por ella sin dejar ningún trocito sin tocar, cerrando los ojos ante su suavidad. Se miraban sonrientes. Maca puso su mano sobre el botón del pantalón de Esther y la miró traviesa, la enfermera rió y acarició su cara mientras esta desabrochaba el pantalón y veía como caía al suelo. Esther colocó sus manos en la cintura de Maca para quitarle los pantalones como ella lo había hecho, rieron al ver como estos se resistían encallándose en sus rodillas, Maca movió las piernas ante la sonrisa de Esther y terminaron de caer. Intentó acallar aquella pequeña carcajada que emitía Esther sus manos empezaron a deslizarse de nuevo por su cuerpo, acariciando su ropa interior por los bordes, hundiendo su respiración en su cuello, notando el contacto entre los dos cuerpos, prácticamente desnudas Se terminaron de quitar la ropa entre sonrisas y gestos cómplices, Maca empujó a Esther hasta la camilla y riendo se dejó caer sobre ella, la enfermera aprovechó para acariciar su nuca y descender por su espalda mientras Maca apoyaba la cabeza sobre su hombro Poco después sus labios buscaron los de ella, resiguiéndolos con su lengua y mordiéndolos un poco, provocando más sonrisas, Maca se sentó a horcajadas sobre Esther mientras la tomaba de las muñecas y las ponía por encima de su cabeza, la enfermera sonrió y movió su cadera buscando el contacto con Maca. Esta se apartó con una gran sonrisa mientras besaba el contorno de sus pechos. La enfermera se tensó, doblando una rodilla que presionó entre las piernas de Maca, soltando un leve gemido, Esther sonrió triunfante y Maca le dio un mordisco en el hombro antes de soltarle las muñecas La enfermera se movió hasta que quedó encima de Maca, para no cederle todo el terreno, esta se medio incorporó, quedando sentadas la un afrente a la otra, sus labios se encontraron, sin cesar de acariciar sus espaldas, Esther le mordió en el cuello al notar que Maca empezaba a mover sus caderas, buscando aquel contacto que deseaban, la enfermera se retiraba de vez en cuando, deleitándose con la cara que le ponía Maca y riendo ambas Los besos se fueron haciendo más húmedos, más profundos, más largos, ya que el apartarse de los labios de las otra se les hacía completamente absurdo ¿Pudiendo estar allí, para que ir a otro sitio? De vez en cuando guerreaban con pequeños mordiscos mientras sus caderas se acoplaban al mismo ritmo, acelerando y decelerando para alargar el momento, queriendo que este no acabase Pero el calor y la tensión las empujaba a acabarlo, y la enfermera ya no pudo más y coló una de sus manos entre las piernas de Maca mientras mordía su labio sonriente y Maca hundía después su cara en el cuello de Esther, esta acarició su centro antes de colar sus dedos en su interior, antes de que sus yemas probasen las diferentes texturas que encontraban, Maca siguió los pasos de Esther, mientras seguían en su particular lucha, jugaban a ver quien lo pedía, torturándose dulcemente la una a la otra, acercándose y alejándose, provocando mutuamente. Las dos perdieron o vencieron a la vez, según como se mire Esther se tumbó sobre Maca, apoyando su cabeza en su pecho, mientras el sudor y el agotamiento de disipaban, sus dedos acariciaban la clavícula de Maca, mientras esta se entretenía con el pelo de Esther

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E: Tengo una duda... ¿Te has tenido que ir parea aprender suahili? (Preguntó sin ningún tono especifico en su voz, sin el menor movimiento para acercarse o alejarse de ella) M: Me aburría en el avión... Aunque lo del baghami no lo he encontrado... E: Bueno... no es nada que yo no supiera ya... M: ¿Ah no? E: ¿Qué eres tonta? Si lo saben todos. (Comentó riendo cuando Maca le dio una palmada en el trasero) M: La voy a matar... (Esther la miró apoyando su barbilla sobre el pecho de Maca, Maca sospechó lo que iba a pasar antes de que la pregunta saliese de los labios de la enfermera) E: ¿Qué haces aquí?

FIN Se me ha ocurrido una extraña idea (Bueno.. en realidad se me ocurrió hace mucho)... veréis, siempre digo que las historias son más de quien las lee que de quien las escribe, esta historia incluida. Y siguiendo mi idea original hemos llegado al punto en el que se cuelga la palabra ‘FIN’ ¿Inesperado? Bueno... Es posible... pero esta historia no trataba sobre una vida, solo sobre un momento, un cambio, un lugar concreto. Así que en cuanto superéis la sorpresa... tengo una proposición para vosotras, que seguramente nadie hará, pero allí va mi idea... Os regalo el final de este fic ¿Cómo? Bien... existe la posibilidad de que imaginéis lo que os hubiese gustado, la remota posibilidad de que escribáis algo, una línea, un párrafo, dos.. quince, la infinita posibilidad de que colguéis ese final vuestro y lo compartáis con las demás, incluida yo. Y la no tan infinita ni remota posibilidad de que eso sea algo grandioso Hagáis lo que hagáis, el final es solo vuestro, ha sido un verdadero placer, como siempre me quedo con lo mejor, vosotras, las que escriben, leen o me dan la brasa con sus locuras Gracias a todas ¿FIN? UN POSIBLE FINAL ... Todo lo que empieza acaba de alguna manera... Aquella guerra también. Tal vez por agotamiento de los contendientes se acabó firmando el armisticio, ni vencedores ni vencidos... todos asumieron que su papel era mejorar la situación del país para bien de

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todos. Bueno Kagame no, Kagame vive actualmente en la Costa Azul de las rentas de sus cuentas suizas pero les ha dejado en paz Aquellas tiendas de campaña ya no existen. En su lugar un precioso edificio blanco, de una sola altura y con amplias habitaciones acogedoras y soleadas sigue atendiendo las necesidades sanitarias de soldados y rebeldes ya ciudadanos Desde el cuidado jardín Upendo, el director médico, lo contempla con orgullo. Al principio no, ahora la mayoría del personal a su cargo son compatriotas suyos pero la filosofía que mueve al grupo sigue siendo la de aquellos extranjeros que un día le enviaron a avisar en los poblados el avance del ejército Su cabeza rememora aquella carrera y cómo siempre llegaba antes y con tiempo para que todos se salvaran. Fue entonces cuando decidió que él quería seguir salvando vidas El ruido de un motor al pararse le hace volver al presente, mira hacia el jeep y sonríe al reconocer a la persona que ha descendido de aquel y se acerca sonriente a saludarle Su hijo le jubiló prematuramente y él se lo agradeció. Podría dedicarse a lo que hubiera querido hacer desde siempre y no fue capaz, en su momento, de asumir. Antonio Wilson contempla su nombre escrito sobre la puerta de aquel hospital y recuerda con ilusión cuando Maca, aprovechando que le avisaba de su próxima boda con Esther, le propuso como regalo el apadrinamiento de esta acción de la ONG en la que se había integrado Desde entonces sus donaciones y una visita al año han conseguido esto que a él le colma todas sus aspiraciones Maca y Esther, a veces con Eli, Raquel y Carlos, a veces con otros, han seguido visitando zonas, en guerra o no, han seguido ayudando a la gente y amándose sobre el suelo de selvas y valles recónditos o en cabañas de muy diversos materiales... pero siempre, cada mañana, Maca despierta a su chica con el mismo ritual M: Mimi-baghami... Mimi-sikitika... (que no sé lo que significa pero me ha gustado) E: ¡Buenos días mi amor!