Mi Historia de Salvacion

TALLER ERE NOVENO II PERIODO MI HISTORIA DE SALVACION MOTIVACIÓN El sentido de esta oración es comprender y gustar que:

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TALLER ERE NOVENO II PERIODO

MI HISTORIA DE SALVACION MOTIVACIÓN El sentido de esta oración es comprender y gustar que: “La historia de mi vida es mi historia de salvación”, así aunque algunas veces no me guste mi pasado, algunas cosas de mi familia, mi niñez, mi adolescencia, etc.; en otras palabras, lo que me pudo suceder alguna vez. Sin embargo, Dios ha estado presente en estos sucesos de mi vida, Dios ha estado muy cerca de mí, Dios me ha conducido y me conduce hasta el día de hoy. TEXTO

Romanos 8, 28-39 (resaltar las frases o palabras que me parezcan mas significativas.)

“Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales él ha llamado de acuerdo con su propósito. A los que de antemano Dios había conocido, los destinó desde un principio a ser como su Hijo, para que su Hijo fuera el primero entre muchos hermanos. Y a los que Dios destinó desde un principio, también los llamó; y a los que llamó, los hizo justos; y a los que hizo justos, les dio parte en su gloria. ¿Qué más podremos decir? Que si Dios está a nuestro favor, nadie podrá estar contra nosotros! Si Dios no nos negó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos también junto con su Hijo, todas las cosas? ¿Quién podrá acusar a los que Dios ha escogido? Dios es quien los hace justos. ¿Quién podrá condenarlos? Cristo Jesús es quien murió; todavía más, quien resucitó y está a la derecha de Dios, rogando por nosotros. ¿Quién nos podrá separar del amor de Cristo? ¿El sufrimiento, o las dificultades, o la persecución, o el hambre, o la falta de ropa, o el peligro, o la muerte violenta? Como dice la escritura: “Por causa tuya estamos siempre expuestos a la muerte; nos tratan como a ovejas llevadas al matadero”. Pero en todo esto salimos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Estoy convencido de que nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes y fuerzas espirituales, ni lo presente, ni lo futuro, ni lo más alto, ni lo más profundo, ni ninguna otra de las cosas creadas por Dios. ¡Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor!” Toda mi vida es para el bien. Mi historia es para el bien, aunque muchas veces yo no creo que sea así. Desde este momento comienzo a comprender y creer todo lo que Dios me quiere: Dios me destinó a ser su hijo desde que yo estaba en el vientre de mi mamá. 1. 2. 3. 4. 5.

¿Qué momentos más importantes de mi vida recuerdo? ¿Creo que entonces me sucedió algo bueno? ¿Qué me pasó conmigo mismo y con los demás? ¿Con mi familia? ¿Con Dios: siento que de verdad me levanté como su hijo?

Y ahora, en la situación personal o familiar en que vivo: A. ¿Qué es lo que creo que Dios piensa de mí, de mi vida? B. ¿Siento que esta experiencia de oración y de retiro puede ser importante para pensar y creer en Dios y en mi vida de una manera diferente? C. “A los que eligió… los llama… y los hace justos”. ¿Yo me considero justo? ¿Creo que es Dios quien guía mi vida para que sea justo? ¿No es Él quien me hace justo? D. Vivir conforme a lo que Jesús quiere, tiene que ver con mi vida y mi compromiso por la justicia. ¿Qué decir después de esto?

TALLER ERE NOVENO II PERIODO DIALOGANDO CON DIOS Tal vez la película de mi vida sea triste. Sólo Dios y yo lo sabemos. Ahora voy a ver, pensar y reflexionar en cómo ve Dios mi vida. Tranquilamente, en oración, recuerdo la historia que yo sé de mi vida, lo que mi mamá o mi abuelita me contaron, el sitio donde nací, mis primeros años de niño, y luego de joven, y ahora. Cierro los ojos y veo como en una película mi historia, con sus detalles, las distintas personas que intervienen en esa historia. No importa que eso me pueda hacer llorar o de dolor o de agradecimiento y alegría. Es bueno que esa historia mía la vea sin echarle la culpa a nadie. Es mejor no condenar a nadie. Me ayudará mucho si logro ver y sentir que, aunque yo no lo supiera, Dios actuaba ya entonces en mi vida. Y me puedo preguntar: ¿En qué momento, en qué situaciones creo que Dios estaba más presente en mi vida? ¿A través de qué personas intervino Dios? Procuro pensar estas tres cosas: 

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Mi pasado, mi historia de antes: ¿Cómo la veo, cómo la llamo, qué nombre le doy a esa historia mía?: triste, alegre, sufrida, de lucha, dolorosa, bonita, con cariño, solitaria, con heridas, injusta, desagradable, falta de amor, feliz… prefiero olvidarla… ¿Qué me sucedió para que la llame de esa manera? Mi presente: el hoy que yo vivo: ¿Me gusta, estoy contento con esta vida que vivo, la rechazo, la odio, estoy agradecido… hay cosas que no quiero ni pensar, que prefiero callarlas, ocultarlas a mí mismo…? ¿Soporto la vida, la sufro porque no me queda más remedio? Mi futuro: ¿Cómo lo sueño? ¿Cómo puede ser mejor? ¿Cómo me gustaría vivirlo para mí y los demás? Me hago estas preguntas aunque no todo dependa de mí, pero son mis deseos, mis sueños… mi hoy. ¿Lo vivo con esperanza o con el corazón apretado, lleno de dolor? ¿Por qué? ¿Siento, después de haber leído y orado esta palabra, que mi vida es de verdad “mi historia de salvación”? Esto quiere decir que ahí, en esa historia, Dios me habla, me busca y me llama porque me ama y quiere mucho. ¿Creo que Dios sí ha intervenido en mi vida, aunque yo no lo supiera?

Después de esta reflexión-oración le doy gracias a Dios por su bondad y presencia en mi vida. “Yo confío en tu amor; mi corazón se alegra porque tú me salvas. ¡Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho!” Salmo 13,5-6 CARGANDO BATERIAS “Baja a la casa del alfarero y allí te comunicaré mi mensaje”. Yo, Jeremías, bajé y encontré al alfarero trabajando el barro en el torno. Cuando el objeto que estaba haciendo le salía mal, volvía a hacer otro con el mismo barro, hasta que quedaba como él quería. Entonces el Señor me dijo: “Acaso no puedo hacer yo con ustedes, israelitas, lo mismo que este alfarero hace con el barro? Ustedes son en mis manos como el barro en las manos del alfarero”. Jeremías 18,2-6