El CLASICOS ALFAGUi DIRECTOR CLAUDIO GUILLEN ' -£звН Н |оо- ¡sgslHI if' LA MAQUETA DE LA COLFCCION Y EL DISEÑO
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CLASICOS ALFAGUi DIRECTOR CLAUDIO GUILLEN
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LA MAQUETA DE LA COLFCCION
Y EL DISEÑO DE LA CUBIFR1A ESTUVIERON A CARGO
DE ENRIC SATUF ®
PARA LA COMPOSICION TIPOGRAIК A SE HA UTÍLI7AD0 TIPO GARAMONT CUERPO 10 PARA LA CUBIERTA SE UTILIZO PAPEL ACUARELA DE ROMANI Y PARA EL INTERIOR REGISTRO AHUFSADO DL 100 GMfi
DE TORRAS HOSTLNCH S’ A
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MEDITACIONES
METAFISICAS CON OBJECIONES Y RESPUESTAS И№в» «а^{Ш
introducción»
Traducción y Notes Vidal Pena
EDICIONE S ALFAGUA RA
TITULO ORIGINAI LES MEDITATIONS METAPHYSIQUES DF RENT DISCARTES TOUCHANT LA PREMIERE PHILOSOPHIE DANS LESQUELLES L EXISTENCE DE DIEU, ET LA DISTINCTION REELLE ENTRF LAME ET LTS CORPS DE L HOMME SONT DCMObSTRFES ET LES OBJECTIONS FAITES CONTRE CES MEDITATIONS PAR DIVERSES PERSONNES TRES DOCTES AVEC LES REPONSES DE L AUTEUR EDICIONbS UTILIZADAS EDICION LATINA DE 1642 EDICION FRANCESA DE 1617
Ф DE LA TRADUCCION VIDAL PENA DE ESTA EDICION
EDICIONES A
f
AVENIDA DE AMERICA, 37 EDIFICIO TORRES BLANCAS
MADRID 2 TELEFONO 416 09 00 ISBN 84 204 02117
DEPOSITO LEGAL M 41 651/1977
INDICE
INTRODUCCION
XI
Notas a la introducción XLVII
CRONOLOGIA
LI
BIBLIOGRAFIA SELECTA LV
MEDITACIONES ACERCA DE LA FILOSO
FIA PRIMERA, EN LAS CUALES SE DE
MUESTRA LA EXISTENCIA DE DIOS,
ASI COMO LA DISTINCION REAL ENTRE
4EL ALMA Y EL CUERPO DEL HOMBRE
\
rj*
A los señores Decano y Doctores de la Facultad
Y
3 !j de Teología de París
Prefacio al lector 9
Resumen de las seis meditaciones siguientes 13
Meditación primera 17
Meditación segunda 23
Meditación tercera 31
Meditación cuarta 45
Meditación quinta .53
Meditación sexta 61
OBJECIONES Y RESPUESTAS
Primeras objeciones 79
Primeras respuestas 87
Segundas objeciones 101
Segundas respuestas 107
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Razones que prueban la existencia de Dios 129 Terceras objeciones y, respuestas 139 Cuartas objeciones
161 Cuartas respuestas
179 Advertencia del autor tocante a las quin
tas objeciones
05 Advertencia del traductor tocante a las 206 quintas objeciones
Quintas objeciones
207 Quintas respuestas
277 Carta del señor Descartes al señor Cler 306 selier
Sextas objeciones
315 Sextas respuestas
323 Séptimas objeciones
yrespuestas 341 NOTAS A ESTA EDICION
431 VARIANTES
463
INTRODUCCION
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1
I NA biografía de Descartes quizá no sea aquí necesaria. Como héroe cultural que es (de una cultura que U aún es la nuestra, aunque parezcan empezar a oírse los es
tertores de su agonía), los principales detalles externos de su vida forman parte de la «cultura general» de ese lector no indocto (aunque no especialista) a quien estas líneas van dirigidas. Por lo demás, la cronología que más adelante ofrecemos proporciona esos datos esenciales, y a ella nos remitimos. Sin embargo, resulta difícil resistir a la tentación de caracterizar sumariamente, una vez más (¿cuántas van ya?) la figura de Descartes, y describir la expresión de su sem blante en la galería de retratos ilustres que exornan el viejo mn\CQ de.esa^jíuestra cultura. Descartes ocupa en ella un nicho, siemprehono'rable aunque semeje a veces polvorien to, al socaire del olvido. En efecto: ! o de cogito, ergo sum está aún en todas las bocas, y ha sido objeto de toda suerte de manoseos eu los usos más ordinarios (en todos los sen tidos de esta palabra) de nuestro lenguaje; quienes nunca han leído a Descartes — y, desde luego, también algunos que lo han leído— hablan sin empacho de la «claridad cartesia na» de una exposición;
hasta en alguna deliciosa crítica de un diario deportivo, que solía prodigarlas así, se habló de una « manera cartesiana» de concebir el fútbol. Así pues, hay una noción mundana de « cartesianis mo». Comprendesegún creo, dos cosas. En primer lugar, es sinónimo de claridad y orden; un parcial logro del carte sianismo — las célebres coordenadas cartesianas— se erigi ría, en este sentido, como emblema total de ese pensamien to, donde todo tendría su puesto, definido por relación a unos ejes firmes y estables. También mundanamente, la fi gura de Descartes, junto a la claridad, ostentaría la nota del escepticismo vigilante, que sólo hallaría reposo en aquel co
XXV
INTRODUCCIÓN
nacimiento claro. Dicho retrato es, efectivamente. tan « mun dano» y generalizado que nuestra moderna publicidad no ha querido ignorarlo. No hace mucho que cierta revista francesa (en España, quizá la motivación no hubiera sido bastante) publicó el espléndido anuncio de una marca de automóviles: junto a una sobria carrocería, la efigie de nues tro Descartes, representada muy a las veras. Con elegante gesto de seguridad, el filósofo mostraba el coche al lector. No recuerdo bien el texto; su sustancia era que un. verdade ro francés, buen escéptico en la tradición cartesiana, nada ha llaría censurable, tras madura meditación, en el artefacto de referencia. Imposible dar aquí una idea de la devastadora presencia del reclamo; los pesimistas ante el sentido y futuro de nuestra cultura hallarían, en ese desenfadado empleo de la duda metódica, suficiente argumento para acrecentar su desánimo. Muestra abrumadora de cómo la antaño aristo crática «cultura» habría venido a menos: ce cavalier fran çais qui partit d’un si bon pas (que le dijo Péguy) 1 acabaría sus andanzas como vendedor de productos. Escepticismo y búsqueda de estricta claridad: tal ima gen de Descartes no es, después de todo, inmotivada, y aten diendo a las propias declaraciones literales del filósofo, in cluso la lectura de las propias Meditaciones podría abonarla. Además, como la filosofía hunde sus raíces en el mundo, teníamos que partir de lo que el mundo piensa de Descartes, aunque el estado del mundo amenace con pensarlo como fi gura caricaturesca. Teníamos que aludir, al principio, a tal imaginería, aunque acaso para rectificada un poco al final. Quizá esa imagen mundana no sea espontánea, sino el eco, en la conciencia pública (esa «.legisladora de la razón», no siempre solvente) de algún idolon theatri perfectamente aca démico, que ha visitado los manuales con frecuencia. De al guna imperfección, en fin, en el producto «Descartes» con ■ sumido por aquella conciencia mundana.
Decirnos que la biografía de Descartas es conocida, en lo esencial, tocante a sus detalles externos. También debe decirse qué, pese a cuanto de él se sabe, el « hombre in terior» Descartes sigue siendo misterioso y, por consiguien te, algunos piensan que sigue estando oculta su «verdad». En torno a la «verdadera personalidad» de Descartes se han urdido variadas exêgèsis, que han intentado ■— vanamente— apresarla. Documentación no falta; está su copiosa obra, su correspondencia; están infinidad de manifestaciones del propio filósofo acerca de sus genuinos propósitos. Se sabe que, tanto el Discurso del método como las Meditaciones metafísicas (sus dos obras más conocidas), abundan, desde
INTRODUCCIÓN
las primeras líneas, en el tono de confesión personal, qtu para muchos, no es el menor de sus encantos estilístico* Allí parece resplandecer la más ingenua sinceridad; Descaí tes se nos presenta haciendo — digamos— autobiografía ir, telectual. Con todo, la ambigüedad subsiste, y ello porque l franqueza y claridad cartesianas van expuestas, curiosamente en un estilo repleto de rodeos y cautelas, que un catador me dianamente sensible no puede dejar de apreciar. Esto ha sid
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NOTAS A LA INTRODUCCION I En su «Note sur M. Descartes», Nouvelle Revue française, julio 1919. de la philosophie», en Revue ? Vid. «L ’histoire et la légende
de Phil, de la France et de l’Elranger, 1935 (120), pp. Î61175. Asi
mismo «Sur la notion d’histoire de la philosophie», Bulletin de la Société
Française de Philosophie, 1936 (36), pp. 103140. 3 Cf. Histoire de mes pensées, Paris, 1936, p. 253. Cf. Meditaciones (AdamTannery), IX 1, p. 253. Cf. AdamTannery, X , p. 213 (Cogitaliones privatae.) M. Leroy, Descartes, le philosophe au masque, Paris, 1929.
7 Discurso, Sexta parte (AdamTannery), V I, p. 60. 8 H . Gouhièr, Essais sur Descartes, París, 1937; en. especial el segundo (antiLeroy): «Un homme content. Le philosophe sans
masque», y el Apéndice 4: «Larvatus prodeo». 1932 (1 * éd., 1921).
9 Vid. su Descartes, nouv. édition, Paris,
10 Meditación segunda (AdamTannery), V II, p. 25. «y o» II Hay intérpretes que objetan de plano esta, version del
en marcos trascendentales. A s í,Geneviève Lewis (Descartes. Initiation à sa philosophie, Paris, 1964) se opone expresamente a ello (ob. cit., p. 71), alegando que la experiencia del «yo» se da en la «duración». Pero eso sólo argüiría «psicologismo» desde —acaso— un prejuicio bergsoniano de la autora; la «trascendentalidad» del yo significaría «condiciones de toda conciencia posible»:» aunque la duración se ioduya entre ellas, ello nada diría en contra de la estructura «trascen dental» de esa experiencia (piénsese en la intuición del tiempo en Kant),'que habría que distinguir de su mera génesis psicológica.
12 Traducimos el texto según lo ofrece F. Alquié (DescartesOeuvres philosophiques, París, 1967, tomo II, pp. 259260), quien sigue para esta carta la edición de Léon Roth (Correspondence oj Des cartes and Comtantyn Huygens, Oxford, 1926, p. 134) aduciendo la inexactitud de Adam y Tannery (III, 101). La frase latina citada, noli irritare crabrones, es una transformación de Plauto (inritabis crabrones: Amphitr., 707), y significa «no irritéis a los abejorros». El «matemático de París» citado es el Padre Bourdin: el mismo autor de las Séptimas objeciones a las Meditaciones. J. Segond, La Sagesse cartésienne et la doctrine de la science,
Paris, 1932; cf. su capítulo primero. Se trata de Ja respuesta dada por Descartes a Revius, rector del seminario reformado (protestante) de Leyden. Chevalier (ob. cit., p. 80), desde su posición apologética, considera la frase de Descartes como «fina ironía de gentilhombre francés»; resulta difícil, sin em
XLVIII
N O TA S A LA I N T R O D U C C I Ó N
bargo, medir el alcance de dicha ironía: no está tan claro que se trate de un velado ataque al protestantismo. Descartes parece haber tole rado que su hija natural ■—Francine— fuese bautizada en una iglesia reformada. 13 Meditaciones (AdamTannery), IX 1, pp. 45. t6 Vid. sus Etudes sur le rôle de la pensée médiévale dans la formation du système cartésien, reimpresión, Paris, 1951; así corno su Index scolasticocartésien, Paris, 1913. Carta a Isabel de 28 de junio de 1643: AdamTannery, III, pp. 692693. 18
Discurso, Tercera parte (AdamTannery, V I, p. 30). 19
Cf., p. ej.: Discurso, Cuarta parte (al comienzo); Meditación tercera: « ... los motivos de duda que sólo dependen de dicha opinión son muy ligeros y, por así decirlo, tnetafísicos» (AdamTannery, IX1, p. 28). ry, V I, 20 Vid. los párrafos finales de la segunda parte (AdamTanne
pp. 2122).
21 Cf. Alquié, ob. cit., t. II, pp. 7177: las objeciones que Morin le dirigea propósito de sus escritos físicos envuelven (reconoce Des cartes) cuestiones metafísicas. ciencias particulares) «son
22 « ... aunque sus objetos» (de las
diferentes, todas, sin embargo, coinciden en que no consideran sino las varias relaciones o proporciones que se encuentran en tales obje tos ...» (Discurso, Parte segunda; Adam Tannery, V I, p. 20; traduc ción de García Morente, 11.a ed., Madrid, 1968, p. 40). Vid. tam
bién, p. ej., la Geometría, libro I (AdamTannery, V I, pp. 369370). 23 Cf., p. ej., las Respuestas a las sextas objeciones, 1 (Adam Tannery, IX1, p. 225). 24 Cf., ya la edición latina {'Principia philosophiae: AdamTan nery, VIII1), ya la francesa (Les Principes de la philosophie, AdamTannery, IX2): en I, 5, aparece con meridiana claridad la omnipo tencia ‘divina ligada a la posibilidad de engañar.
p. 16).
23 Meditación primera (AdamTannery, IX1,
26 Ibidem, p.
14. Ambos textos — parece— deben relacionarse aunque Descartes refiera este último sólo a los sentidos, pues la ex presión tiene valor universal.
E. Bréhier, La Philosophie et son passé, París, 1940, pp. 113 También E. Gouhier, en Etudes cartésiennes. Travaux du IX e Congrès International de Philosophie, Paris, 1937, pp. 69 ss. Cf. Descartes selon l’ordre des raisons (Paris, 2." éd., 1968), pp. 4249. Según
Gueroult, cuando Descartes liga en los Principios la omnipotencia divina con la posibilidad de engañar (I, 5), esa «om nipotencia» es una noción que sabemos «de oídas» (par ouidire), pero no es la auténtica noción de omnipotencia, que excluye el engaño, noción que alcanzaremos después, cuando tengamos auténtico cono cimiento (pp. 4546). Pero esto es tanto como decir que, pues Des cartes ha encontrado una solución al problema, el problema no existía para él. Creemos, al contrario, que el problema existe tal como Des cartes lo plantea en Principios, I, 5, donde ese «ouïdire» no es in fundado: Descartes mismo, en el «orden de razones» de este texto, sigue diciendo que, si no suponemos que un Dios omnipotente nos ha creado, entonces suponemos que nuestro autor es menos potente, con lo cual tendremos menores razones aún para fiarnos de él. En el fondo, que llame «D ios» a eso nos importa poco; lo problemático es que haya nlgo exterior a mi conciencia, y cuya legalidad desborde la legalidad de mi conciencia. Ese es el problema (que no es simple re tórica). Ver nuestro texto, a continuación.
N O T A S A L A I N T R O D U C C I Ó NX L I X
29 En contra, M. Gueroult (Nouvelles réflexions sur la preuve ontologique de Descartes, Paris, 1955). AdamTannery, IX1, p. 54. AdamTannery, IX1, pp. 5455. Ibidem, p. 55. Ibidem, p. 55. Ibidem, p, 56. Cf. Etica, I, Apéndice (edición Gebbardt, II, p. 81). El re proche parece ir contra Descartes no menos que contra los «escolás ticos»: Lodewijk Meyer, al prologar la exposición que Espinosa hizo de la filosofía cartesiana, ya notaba que Espinosa no coincidía con Descartes en su apreciación de la «voluntad divina» (cf. ed. Gebhardt, I, pp. 131132). 36 Cf. el Mundo, del final del cap. V en adelante (AdamTan nery, X I, pp. 31 ss.), donde finge una «fábula del m undo» ... para la
que hay que «suponer» «que Dios no hará ningún milagro... » (p. 48). Y, con esa «condición», todo se,rá claro y exacto. pp. 3839). 37 Principios, I, 31 (AdamTannery, IX2,
38 Principios, I, 29 (AdamTannery, IX2, pp. 3738). 39 Etica, I, Prop. 16.
40 Cf. Cuartas Objeciones, in fine (AdamTannery, IX1, p. 170). 4l Marguerite Périer, sobrina de Pascal, dice en su M ém o ire sobre la vida de su tío lo siguiente: «No podía soportar su (de Des cartes) manera de explicar la formación de todas las cosas, y decía a menudo: “ No puedo perdonar a Descartes; bien querría prescindir de Dios en toda su filosofía, mas no ha podido evitar presentarlo dando un papirotazo al mundo para ponerlo en movimiento; tras
esto, yá no 'sirve para nada” .» (Cf. la Mémoire en Pascal. Oeuvres complètes, ed. J. Chevalier, París, 1954; texto, en p. 41.) La expre sión «Dios de Abraham... no Dios de los filósofos» forma parte del célebre Mémorial, página de jubiloso y balbuciente misticismo que, como es sabido, llevaba Pascal cosida en el forro del traje. 42 Cf. Ensayo sobre las categorías de la economía política, Bar
. celona, 1972, pp. 131171, , 43 Cf. nuestro libro El materialismo de Spinoza, Madrid, 1974. 44 Utilizamos el tomo V II de la reimpresión de 1964. 45 Cf. Alquié, ob. cit., tomo II, pp. 171176. « Meditationes de prima philosophia. Texte latin et traduction dii Dúé de LuyneSj introducción y notas por Geneviève RodisLewis: París, reimpresión de 1970 (las obras de la conocida especialista en Descartes van firmadas «Lewis» o «Rodis Lewis», según sean anterio res o posteriores a su matrimonio) . 47 Cf. el Avertissement de .Adam al tom q.IX1 de su. edición,
en especial p. IX . en interés de la ortodoxia, 48 Clerselier, p. ej., suprimió cartas,
•en su edición de la correspondencia de Descartes (cf. el artículo de Léon Roth en Etudes cartésiennes. Travaux du IX e Congrès Interna
tional de philosophie, Paris, 1937, pp. 101108). 1968. 49 Éfemos visto la undécima edición, Madrid,
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CRONOLOGIA
1596 Nace en la HayeenTouraine, hijo de Joachim y Jeanne: el padre, consejero del Parlamento de Bretaña. Su medio es el de la pequeña nobleza; Descartes será siempre