MARTIN LUTERO Un Destino

MARTIN LUTERO UN DESTINO por Lucien Febvre Fondo de Cultura Económica México 1956 37) Concupiscencia, noción bien conoci

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MARTIN LUTERO UN DESTINO por Lucien Febvre Fondo de Cultura Económica México 1956 37) Concupiscencia, noción bien conocida por los teólogos. Dicen que en el fondo de nosotros subsiste siempre, como rastro del pecado original, no solamente un instinto de deseo carnal y espiritual, que puede llamarse tb, en un sentido restricto, concupiscencia, sino un foco nunca apagado, fomes peccati, que alimenta el amor excesivo de uno mismo, y de uno mismo con relación a los bienes perecederos. Luchar contra el pecado es precisamente esforzarse por domar esta concupiscencia, por someterla al espíritu, sometido él mismo a Dios; por impedir, en una palabra, que los malos deseos, llegando a dominar, engendren el pecado. Ahora bien, Lutero se equivocó sobre la concupiscencia. Creyó en primer lugar que, por la práctica de las virtudes podría ano(38)nadarla en él. Fracasó, naturalmente. Lejos de disminuir, su concupiscencia, exaltándose sin cesar, se hizo tan irresistible, que, dejando de luchar, él le cedió todo. Es invencible, declaró entonces. Es el pecado mismo: el pecado original, el pecado que subsiste en nosotros hagamos lo que hagamos. Y como desempeña un papel en todos nuestros actos, incluso los mejores, todas nuestras buenas obras están manchadas por ella. En todas, en el fondo de todas, hay un pecado, el pecado. Así el hombre no puede adquirir mérito, ni cumplir la Ley. El Evangelio no es la Ley, no es sino la promesa del perdón de los pecados. No se encuentra en él sino un solo mandamiento, pero que lo dice todo: Aceptar la palabra de Dios y creer en él. (50) la predestinación incondicional e imprevisible. 59) Para la Iglesia, sin duda, la justificación es obra de Dios. Pero Dios, con su justificación, no hace más que coronar los méritos adquiridos por un esfuerzo moral, “bajo el impulso y con la ayuda continua de la gracia”. No hay oposición entre la virtud propia o personal, la virtud natural adquirida y la justicia de Cristo: ni esa justicia que él mismo posee, ni la justicia sobrenatural que nos comunica cuando nos la asimilamos por nuestra cooperación. La justificación hace desaparecer el pecado, pero deja a la moralidad natural su papel, su lugar y su virtud. Para Lutero, en cambio, la justificación deja subsistir el pecado y no da ningún lugar a la moralidad natural. La justicia propia del hombre es radicalmente incompatible con la

justicia sobrenatural de Dios. En vano la teología tradicional distingue el pecado actual del pecado original. El pecado es único: es el pecado original, que no es únicamente privación de luz, sino, como dirá Lutero en su Comentario sobre la Epístola a los Romanos (Ficker, II,143-144), privación de toda rectitud y de toda eficacia en nuestras facultades, tanto del cuerpo como del alma, tanto del (60) hombre interior como del exterior. En suma, una rebeldía positiva contra Dios. Un pecado así nada lo hace desaparecer, ni siquiera la blasfemia ni la penitencia; lo vicia todo en nosotros, empezando por nuestras buenas acciones dictadas por el orgullo o por el interés. ..todo hombre que recibe el don de la fe (porque la fe para Lutero no es la creencia; es el reconocimiento por el pecador de la justicia de Dios), todo pecador que, refugiándose así en el seno de la misericordia divina, siente su miseria, la detesta, y proclama en cambio su confianza en Dios, Dios lo mira como justo. (68)El odio a los abusos, el deseo de una depuración, de una reconstrucción del viejo edificio carcomido: éste era el móvil que atribuían a Lutero. 69 Lo que le importa a Lutero en 1505 a 1515 es su alma. (NT) 70 Sustituir una religión completamente personal y que pusiera a la criatura, directamente y sin intermediarios, frente a su Dios, sola, sin cortejo de méritos o de obras, sin interposiciones parásitas ni de sacerdotes, ni de santos mediadores, ni de indulgencias adquiridas en este mundo y valederas en el otro, o de absoluciones liberadoras con respecto a Dios mismo:.... (85) El hombre, transformado en un árbol podrido,..., no puede querer y hacer más que le mal. Su voluntad no es libre; es sierva. Decir que puede, por sus propios medios, alcanzar esa cumbre, el amor de Dios por encima de todo, es mentira y quimera.... Por naturaleza, el hombre no puede amar a Dios sino egoístamente. Todo esto es una refutación muy clara por Lutero de las doctrinas escotistas y gabrielistas. 107 El mercader enriquecido de Augsburgo o de Nuremberg ya no entiende a los sacerdotes, los religiosos que se interponen entre el hombre y la divinidad; a los monjes, a las monjas que se separan del siglo para dedicarse a una vida llena de austeridades con el pensamiento de que Dios aplicará a los demás hombres el beneficio y los méritos de su sacrificio. ¿Para qué sirve ese celo? ¿Qué quieren de él esos ociosos cuya calma parece

escarnecer sus agitaciones y que pretenden interponerse entre las Criaturas y el Creador? Indiscretos, inútiles, parásitos. ¿Creen que no se podrá, que no se sabrá prescindir de ellos? Cada uno para sí. Que trabajen, en lugar de percibir el diezmo sobre los que laboran. ... pensaban los alemanes de 1520. 154 La Iglesia cuya noción, después de algunos tanteos previos, define en 1520, no es una vasta y poderosa organización como la Iglesia romana, institución secular que, agrupando en diócesis a todos los hombres que han recibido el bautismo, les impone la autoridad que han recibido el bautismo, les impone la autoridad de sacerdotes consagrados, predicadores de un credo dogmático y acuñadores de gracias por el canal mágico de los siete sacramentos. Todo ello con apoyo de los poderes temporales. A esta Iglesia visible y, valga la expresión, maciza, Lutero opone su verdadera Iglesia: la Iglesia invisible. Ésta, por su parte, está hecha sólo de aquellos que viven en la verdadera fe; aquellos que...se encuentran unidos, así, no por los lazos exteriores de una sumisión completamente militar al Papa, vicario de Dios, sino por esos lazos íntimos y secretos que teje de corazón a corazón, de espíritu a espíritu, una comunión profunda en las alegrías espirituales. 155 “La fe es cosa absolutamente libre. No se puede forzar a los corazones, ni siquiera con sacrificios. Se logrará cuando más constreñir a los sacrificios. Se logrará cuando más constreñir a los débiles a mentir, a hablar de otra manera que como piensan en el fondo de sí mismos.”. 157 La fe no depende ni puede ser sometida a la Palabra. Aunque sea la Biblia. Es el mensaje de gracia, la promesa de salvación, la revelación de nuestra redención. 159 El campesino que ara, la criada que limpia, el herrero que golpea el yunque, hacen una obra tan encomiable y sana como el buen predicador evangélico cuyo oficio es adoctrinar al pueblo cristiano –mucho más que el odioso monje que musita sus sempiternos padrenuestros. Lutero lo dice ya en 1520; lo repetirá con fuerza creciente; y se adivina qué eco debían encontrar estas palabras en esa burguesía laboriosa, en ese pueblo disciplinado y concienzudo cuyas tareas más humildes dignificaba él, el hombre de Dios, el sacerdote que con sus propias manos se quitaba la aureola. Vivir en el mundo, sí. Usar de los bienes que os ofrece, libremente, honestamente, con toda tranquilidad de alma: tb. ...en esos tesoros que un Dios pródigo pone a su alcance, que

el cristiano beba a discreción, sin remordimiento. Que use de los dones del Padre, con toda serenidad. Pero que esté listo, siempre, a desprenderse de ellos. Que en el momento mismo de apropiárselos, sepa re (160) nunciar interiormente a ellos. Que vea en ellos lo que realmente son: los accesorios de un teatro preparado por Dios, especialmente, para que el hombre pueda poner a prueba en él su fe. 161 En cuanto a negociar con los grandes de este mundo, a fin de asegurar a la doctrina de Dios las mejores condiciones de desarrollo y de irradiación: otra vanidad. La política es cosa de príncipes. Es cuestión de estado. ¿Y qué tienen en común un asunto de estado y el cristianismo interior de un creyente? Está bien que el Estado proteja a la Iglesia, que la defienda si es atacada injustamente y que administre sus bienes si los tiene. Porque asumir estas funciones, libera a los fieles de cuidados inoportunos. Los fieles tendrán libertad para darse enteros a lo único que vale para un cristiano. Pero, también en este punto ¿por qué inquietarse? El triunfo del evangelio, la salvación de la Iglesia de Dios: ¿cosas tan grandes podrían depender de esfuerzos humanos? Lutero sabe bien que no: “Por la Palabra será restaurada”. 203 Sí, para librar a Alemania del papismo; para limpiar el suelo de las ruinas molestas de una Iglesia cuyos peligros y abusos ha denunciado Lutero, “el poder secular y la nobleza deberían ejercer su autoridad regular, cada príncipe y cada señor en su dominio”. Y, resumiendo su pensamiento: “Cuídate de la autoridad –exclama Lutero-. Mientras ella no emprenda ni ordene nada, mantén en reposo tu mano, tu boca, tu corazón... Pero si puedes conmoverla para que actúe y ordene, te es permitido hacerlo...”