Martin Heidegger. Construir, Habitar, Pensar (1951)

Martin Heidegger Construir, habitar, pensar (1951) Prólogo CONSTRUIR HABITAR PENSAR alude a lo mismo de la diferencia. D

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Martin Heidegger Construir, habitar, pensar (1951) Prólogo CONSTRUIR HABITAR PENSAR alude a lo mismo de la diferencia. Desde tal mismidad la obra de arquitectura aparece como “pólemos” entre el construir, esto es hacer habitable la morada del hombre, y su simulacro, la mera ensambladura de formas plásticas. Solo en respectividad a su cabida en el habitar puede construir, empero, el hombre. Ello es el asunto mismo del pensar que hace suyo la “diferencia” de la constelación. Cierto: en lo tectónico de la arquitectura se encela lo técnico. No obstante como modalidad del “aletheuein” (desencelamiento) la técnica impera en todo lo técnico, si bien no como la pres encialidad del todo del ente (idea, eidos). Es más, la técnica es acaso una guisa privilegiada del des-encelamiento. Toda forma de arquitectura es, por ende, una manera de construir es su doble sentido de cultivar (colere, cultura) y de erigir (aedificare), esto es, de fundar un espacio para la venida del dios. Cabe la “cosa-lugar” toma cabida (principia, esto es, princeps, primus capio) todo eventual esparcimiento. El lugar en cuanto estadía de los mortales cabe las cosas abre, así, lo abierto de toda estancia para el preservamiento de la cuadratura: divinos, mortales, cielo y tierra, en suma, para el habitar en cuanto construcción que instruye espacios. Ciertamente en estos finales de siglo asistimos a la profusión de imaginerías de la más diversa índole. También en la arquitectura surgen por doquier doctrinarios al servicio del orden planetario técnico financiero, apoyados en la perpetuación de la mera forma plástica, en el spectaculum que ella suscita sin tregua. La arquitectura bajo el imperio de lo técnico ya no es más espacio de construcción del habitar, es decir, del erigimiento y cultura fundacional de cosas de la guisa del lugar. Por doquier circula por el contrario el discurso del simulacro. De la ética fundada en el habitar hemos pasado a la funcionalidad estética la cual obstruye enigmáticamente el libre acceso del hombre a lo abierto de una morada del habitar en la tierra. Acaso nunca como ahora es labor de la arquitectura interpretar todo el espacio de la época convirtiéndolo en e lugar de la cuadratura. Ello será solo posible, como sugiere Heidegger, si aquende toda estructura

del poder técnico e hombre se deja instruir en el ámbito originario de la constelación “Habitar Construir Pensar”. Recién entonces será hacedero para la auténtica arquitectura algo así como una poética del espacio. La arquitectura es, desde luego, forma, pero lo es en cuanto ámbito abierto para el habitar. El espacio se puede configurar, dibujar, instruir y construir desde leyes técnicas, pero la preservación de la cosa - lugar escapa a toda forma de desvelamiento de lo técnico antes al contrario de la configuración de la forma plástica solo es concebible desde la creación del espacio cabe la preservación de la cuadratura. Construir es por ello de forma privilegiada un “dejar habitar”. En el pliegue y despliegue del desencelamiento mora por ende una abertura para el hombre ajena tanto a dejar aparecer algo como estante en lo ya presente de la proíesis griega como del cálculo de moderna técnica. En lo tectónico de la arquitectura se encela, es decir, hace signo enigmáticamente vecino a lo poético, lo inquietante que habita al hombre. Ello incumbe a la tarea del pensar; un jalón de tal caminar del pensamiento es el presente ensayo de Martin Heidegger. Javier Zugarrondo Construir Habitar Pensar Intentaremos a continuación reflexionar sobre el habitar y el construir. Este reflexionar sobre el construir no pretende encontrar ideas para la construcción o incluso dar normas para construir. Este intento de reflexión no presenta en absoluto el construir a partir de la arquitectura o de la técnica, sino que intenta remontarse a los orígenes del construir, hasta aquel ámbito al cual pertenece todo lo que es. Nos preguntamos: -¿Qué es el habitar? -¿Hasta qué punto el construir el inherente al habitar?

I 1.- Al habitar llegamos, según parece, recién a través del construir. Este, el construir, tiene a aquél, el habitar como meta. Más no todas las construcciones son también viviendas. Puentes y hangares, estadios y centrales de energía son construcciones, pero no viviendas; estaciones de trenes y autopistas, pesas

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hidráulicas y mercados cubiertos son construcciones pero no viviendas. Sin embargo, las mencionadas construcciones están en el ámbito de nuestro habitar. Este ámbito trasciende estas construcciones, mas a su vez no se reduce a la vivienda. En la autopista el camionera está en casa, pero no tiene en ella su alojamiento; en la hilandería la obrera está en casa, pero no tiene allí su vivienda; en la central de energía el ingeniero jefe está en casa, pero no vive allí. Las construcciones mencionadas cobijan al hombre. El las habita y , no obstante, no habita en ellas, si habitar solo significa que poseemos un alojamiento. Con la carencia actual de viviendas esto es tranquilizante y halagueño; los edificios de viviendas pueden tener hoy en día una buena distribución, ser de fácil administración, deseable o convenientemente baratos, abiertos al aire, al a luz y al sol, pero ¿garantizan las viviendas ya en sí mismas que tenga lugar el habitar? Sin embargo, aquellas construcciones que no son viviendas quedan por su parte determinadas desde el habitar en tanto sirven al habitar del hombre. Así pues, el habitar sería en todo caso el fin que persigue todo construir. El habitar y el construir están relacionados entre sí como lo están fin y medio. Solo que en tanto creamos meramente esto, tomamos al habitar y al construir como dos actividades separadas, y presentamos así algo correcto. Pero al mismo tiempo nos quedan desfiguradas las relaciones esenciales a causa del esquema fin medio. Pues el construir no es solo medio y camino para el habitar, el construir es ya en sí mismo habitar. ¿Quién nos dice esto? ¿Quién es el que nos da una medida con la que medir el ser del habitar y del construir en toda su dimensión? La interpelación sobre el ser de una cosa nos viene desde el lenguaje, siempre y cuando tengamos en cuenta su propio ser. Por cierto que entretanto vuela velozmente alrededor del globo terráqueo un desenfrenado y al mismo tiempo desenvuelto decir, escribir y transmitir lo hablado. El hombre se comporta como si el fuera artífice y maestro del lenguaje, cuando en realidad es este el que permanece amo del hombre. Quizá sea la inversión de esta relación de dominio que el hombre ejerce lo que antes que cualquier otra cosa empuja su ser a lo inhóspito. Que demos importancia a la escrupulosidad del hablar es bueno, pero esto no basta en tanto al hacerlo usemos el lenguaje tan solo como un medio de expresión. En todas las interpretaciones que podemos, nosotros los humanos, traer desde y con nosotros para hablar, es el lenguaje la máxima y por doquier la primera. ¿Qué significa pues construir? La palabra del antiguo

alto alemán para construir, “bauen”, “buan”, significa habitar. Lo que quiere decir: quedarse, detenerse. El verdadero significado del verbo “bauen”(construir) o sea “wohnen” (habitar), lo hemos perdido. Un vestigio encubierto se mantiene todavía en la palabra “Nachbar” (vecino). El “Nachbar” (vecino) es el “Nachgebur”, aquel que habita en la cercanía. Los verbos “buri, buren, beuren, beuron” significan todos el habitar, el domicilio. Naturalmente que la palabra antigua “buan” no solo nos dice que construir es en realidad habitar, sino que nos da a la vez un indicio de cómo tenemos que pensar el habitar mencionado por ella. Habitualmente cuando se habla del habitar nos imaginamos un “conducirse frente a “ que el hombre consuma también junto a otras muchas maneras de comportamiento. Nosotros trabajamos aquí y habitamos allí. Nosotros no solo habitamos- esto sería casi inactividad- , nosotros ejercemos una profesión, hacemos negocios, viajamos y habitamos por el camino, a veces aquí, a veces allí. Construir significa originalmente habitar. Donde la palabra construir habla todavía originariamente dice al mismo tiempo hasta donde alcanza el ser del habitar. “Bauen, buan, bhu, beo” es, a saber, nuestra palabra “bin” (soy/estoy) en los giros: ich bin (yo soy/estoy), du bist (tú eres/estás), la forma imperativa “bis” (sé/estate), “sei” (sé/estate-sea/esté).¿Qué significa entonces: ich bin (yo soy/estoy)? La antigua palabra “bauen” (construir) a la que pertenece el “bin” (soy/estoy), du bist (tu eres/estás), lo que quiere decir: yo habito, tu habitas. El modo en como nosotros los humanos “sind” (somos/estamos) en la tierra es el “Buan”, el habitar. Ser ser humano significa: estar en la tierra como mortal, lo que quiere decir: habitar. La antigua palabra “bauen” (construir) que expresa el hombre está en tanto habita, significa al mismo tiempo: cuidar y atender, o sea cultivar el campo, cultivar viñedos. Un tal construir sólo protege nominalmente el crecimiento que produce sus frutos por sí mismo. Construir en el sentido de cuidar y atender no es ningún erigir. En cambio la construcción naval y la construcción de templos producen por sí mismas en cierto modo su obra. El construir es aquí, a diferencia del cultivar, un erigir. Ambos modos del “Bauen” bauen como atender, latín colere, cultura, y el bauen como el erigir de edificios, aedificare- están contenidos en el construir propiamente dicho, el habitar. El construir como el habitar, es decir, el estar en la tierra es, pues, para la experiencia cotidiana del hombre lo de antemano “habitual” como lo expresa tan bellamente el lenguaje. Por eso se retrae tras los múltiples modos

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(liberar) significa en realidad preservar. El preservar en si mismo no solo consiste en que no atentemos en absoluto contra lo preservado. El preservar propiamente dicho es algo positivo y acontece sólo cuando de antemano dejamos algo en su ser, cuando ponemos algo a salvo regresándolo intencionalmente a su ser, cuando de acuerdo a la palabra “freien” (liberar”: lo protegemos con un vallado (einfrieden). El habitar, el haber sido llevado a la paz (Frye), es decir, en lo libre que es lo que preserva cada cosa en su ser. El rasgo fundamental del habitar es este preservar. Este rasgo fundamenta recorre el habitar en toda su amplitud. Esta amplitud se nos muestra tan pronto pensamos que el ser hombre estriba en el habitar, y esto en el sentido de la estadía de los mortales sobre la tierra. Pero “sobre la tierra” significa ya “bajo e cielo”. Tanto lo uno como lo otro expresan conjuntamente “permanecer ante los divinos” e incluyen un “perteneciente en el estar juntos de los hombres”. Los cuatro son propios de una unidad originaria: tierra y cielo, los divinos y los mortales en uno. La tierra es la que soporta sirviendo, la que da frutos floreciendo, desplegada en roca y aguas, abriéndose en flora y fauna. Si decimos tierra, ya estamos pensando conjuntamente en los otros tres pero, sin embargo, no tenemos en cuenta la simplicidad de los cuatro. El cielo es el paso abovedante del sol, la órbita de la luna de fases cambiantes, el brillo peregrinante de los astros, las estaciones del año y sus solsticios, luz y crepúsculo del día, oscuridad y claridad de la noche, lo hospitalario e inhóspito de la intemperie, el paso de las nubes y la azulante profundidad del éter. Si decimos cielo, ya estamos pensando conjuntamente en los tres, pero no tenemos en cuenta la simplicidad de los cuatro. Los divinos son los mensajeros señalantes de la divinidad. Del sagrado regir de éstos aparece el dios haciéndose presente o se retrae en su encelamiento. Si nombramos a los divinos, ya estamos pensando conjuntamente en los otros tres pero, sin embargo, no tenemos en cuenta la simplicidad de los cuatro. Los mortales son los seres humanos. Se llaman mortales porque pueden morir. Morir significa tener la facultad de la muerte como muerte. Sólo el hombre muere, y esto lo hace continuamente en tanto permanece sobre la tierra, bajo el cielo, ante los divinos. Si nombramos a los mortales, ya estamos pensando conjuntamente en los otros tres pero, sin embargo, no tenemos en cuenta la simplicidad de los cuatro.

en los que se consuma el habitar detrás de las actividades del cultivar y del erigir. Estas actividades reivindican en lo sucesivo la denominación construir y con ella el asunto del construir para sí solas. El verdadero sentido del construir, o sea, el habitar cae en el olvido. Este acontecer parece en primera instancia como si fuera únicamente un proceso dentro del cambio semántico de meras palabras. Pero en realidad se oculta en ello algo decisivo, a saber: el habitar no se experimenta como el ser del hombre; el habitar nunca se piensa enteramente como el rasgo fundamental del ser hombre. Pero que el lenguaje retira, por así decirlo, el verdadero significado de la palabra construir, o sea, el habitar, atestigua lo originario de estos significados. Pues en las palabras esenciales del lenguaje lo propiamente dicho cae fácilmente en el olvido por mor de lo que se alude en el primer plano. El hombre apenas si ha pensado en e misterio de este proceso. El lenguaje sustrae al hombre su simple y elevado decir. Pero con esto no enmudece su interpelación inicial, ella solo guarda silencio. El hombre ciertamente omite prestar atención a este silencio. Pero si escuchamos lo que dice el lenguaje en la palabra construir, entonces oiremos tres cosas: - Construir es propiamente habitar. - El habitar es la manera como los mortales están en la tierra. -El construir como habitar se transforma en el construir que cultiva, o sea el crecimiento, y en el construir que erige edificios. Si tenemos en cuenta este triple, oiremos una señal y tendremos presente lo siguiente: lo que es en su esencia el construir edificios no lo pondremos ni siquiera plantear suficientemente, ni que decir, pues, el decidirlo conforme a la realidad en tanto no pensemos que todo construir es en sí mismo un habitar. No habitamos porque hemos construido sino que construimos y hemos construido en tanto habitamos, es decir, en tanto somos como los que habitan. ¿Pero en qué consiste el ser del habitar? Escuchemos una vez más la interpretación del lenguaje: el término sajón antiguo “wuon”, el gótico “wunian” significan al igual que la antigua palabra “bauen” (construir) el permanecer, el detener-se. Pero el término gótico “wunian” significa estar en paz, haber alcanzado la paz, permanecer en ella. La palabra “Friede” (paz) significa lo libre (Freie), lo Frye, y “fry” significa “protegido contra daño y amenaza, salvaguardado de ... es decir, preservado”. “Freien” 53)

cosas es el único modo como se consuma respectivamente como una unidad la cuádruple estadía de la cuadratura. El habitar preserva la cuadratura al llevar a su ser a las cosas. Pero las cosas mismas no sólo pueden mantener a salvo la cuadratura cuando se deja a las cosas mismas como cosas en su ser. ¿Cómo acontece esto? Cuidando y atendiendo los mortales las cosas crecederas y erigiendo expresamente las cosas que no crecen. El cultivar y el erigir es el construir en el sentido más estricto. El habitar es, en tanto resguarda la cuadratura en las cosas, como tal resguardar un construir. Así llegamos al segundo planteamiento:

A ésta su simplicidad la denominamos la cuadratura. Los mortales “están” en la cuadratura en tanto habitan. Pero el rasgo fundamental del habitar es el preservar. Los mortales habitan en la manera en que preservan la cuadratura en su ser. Conforme a esto, el preservar que habita es cuádruple. Los mortales habitan en tanto salvan la tierra la palabra “salvar” tomada en su sentido antiguo que Lessing todavía conoció. La salvación no solo libera de un peligro. Salvar significa en realidad: dejar algo libre en su propio ser. Salvar la tierra es algo más que sacarle provecho o incluso extenuarla. El salvar la tierra ni la domina ni la somete, a partir de lo cual sólo hay un paso hasta la explotación sin límites. Los mortales habitan en tanto acogen el cielo como cielo. En tanto dejan al sol y a la luna su curso, a los astros su órbita, a las estaciones del año su bendición e inclemencia, en tanto no transforman la noche en día y el día en agitación febril sin tregua. Los mortales habitan en tanto esperan a los divinos como divinos. Con esperanza les ofrecen lo no esperado. Esperan las señales de su llegada y no desconocen las señas de su falta. No se crean sus propios dioses y no rinden culto a ídolos. Aun en la desgracia esperan la gracia de la que han sido privados. Los mortales habitan en tonto conducen su propio ser, o sea, el tener la facultad de la muerte como muerte, en el uso de esta facultad para la que la muerte sea una buena muerte. Conducir a los mortales al ser de la muerte no significa en absoluto tener como meta la muerte como la nada vacía. Tampoco significa ensombrecer el habitar por tener los ojos clavados ciegamente en el final. En el salvar a la tierra, en el acoger el cielo, en el esperar a los divinos, en el conducir a los mortales se produce el habitar como el cuádruple preservar de la cuadratura. Preservar significa: proteger la cuadratura en su ser. Lo que se toma en guarda ha de estar puesto a salvo. Pero si el habitar preserva la cuadratura ¿dónde resguarda su ser? ¿Cómo llevan a cabo los mortales el habitar como tal preservar? Los mortales no tendrían nunca esta facultad si el habitar fuera sólo una estadía sobre la tierra, bajo el cielo, ante los divinos, con los mortales. El habitar es ya siempre más bien una estadía cabe las cosas. El habitar como preservar resguarda la cuadratura en aquello cabe lo cual los mortales se detienen: en las cosas. La estadía cabe las cosas no es, sin embargo, un mero agregado como un quinto al mencionado cuádruple del preservar. Todo lo contrario: la estadía cabe las

II - ¿En qué medida es el construir inherente al habitar? La respuesta a esta pregunta nos explica lo que es en realidad el construir pensando a partir del ser del habitar. Nos limitamos al construir en el sentido del erigir cosas y preguntamos: ¿Qué es una cosa construida? Como ejemplo sirva a nuestra reflexión un puente. El puente se eleva “liviano y fuerte” sobre el río. El no solo une las orillas ya existentes. Recién en el paso del puente se destacan las orillas como orillas. El puente hace expresamente que se encuentren fronteras una frente a la otra. Una orilla resalta frente a la otra gracias al puente. Las orillas tampoco discurren a lo largo del río como una línea fronteriza indiferente de tierra firme. Con las orillas el puente acerca al río alternativamente la uno o la otra amplitud del paisaje costero de tierra adentro. Lleva río, orilla y tierra firme a la recíproca vecindad. El puente congrega la tierra como paisaje en el entorno del río. Así lo conduce a través de las vegas. Los pilares del puente soportan, descansando en el lecho del río, el brío de los arcos que dejan su curso a las aguas del río. Sea que las aguas pasen fluyendo serenas y alegres, sea que las mareas del cielo provoquen con tempestad o deshielo el embate de las olas rompientes alrededor de los pilares, el puente está siempre preparado para las intemperies del cielo y su cambiante ser. También allí donde el puente cubre el río, mantiene su fluir cada al cielo al acogerlo por momentos en su arco para dejarlo nuevamente en libertad. El puente deja al río su curso y garantiza al mismo tiempo a los mortales su camino para que puedan caminar y desplazarse de territorio a territorio. Los puentes conducen de modos diversos. El puente urbano conduce desde el recinto del castillo a la plaza de la catedral, el puente del río a las puertas de la 54)

El puente es ciertamente una cosa de índole particular pues congrega la cuadratura de modo que le concede una estancia. Pero sólo aquello que es en sí mismo un lugar puede crear un espacio para una estancia. Antes del puente no existe todavía el lugar. Si bien antes de que esté el puente hay muchos puntos a lo largo del río que pueden ser ocupados por algo, sólo uno entre ellos resultará ser un lugar, y esto gracias al puente. Por ende, no es que primero llegue el puente a elevarse en un lugar, sino que recién a partir del puente mismo surge un lugar. El puente es una cosa, congrega la cuadratura, congrega sin embargo, de modo que le congrega a la cuadratura una estancia. A partir de esta estancia se determinan sitios y caminos gracias a los cuales se crea espacio para un espacio. Aquellas cosas que son de tal manera lugares conceden recién en cada caso espacios. Lo que significa esta palabra “Raum” (espacio) lo dice su antiguo significado. Raum, Rum, significa plaza liberada para asentamiento y acampamiento. Un espacio es espacio creado, algo liberado, o sea, dentro de un límite, en griego .El límite no es aquello donde algo termina, sino, como ya lo reconocieran los griegos, el límite es aquello desde lo cual algo comienza su ser. Espacio es en esencia espacio creado, lo que tiene cabida en su límite. En cada caso el espacio creado se coloca y se ensambla de manera tal, es decir, por una cosa de la índole del puente. En consecuencia los espacios reciben su ser de los lugares y no “del” espacio. Aquellas cosas que como lugares conceden una estancia, las llamamos ahora de antemano edificios. Se llaman así porque son producidas por el construir que erige. Pero de qué clase, sin embargo, ha de ser este producir, o sea el construir, lo sabremos recién cuando hayamos pensado el ser de aquellas cosas que de suyo requieren para su erigimiento la construcción como producción. Estas cosas son lugares que conceden una estancia a la cuadratura, estancia la cual crea respectivamente espacio para un espacio. En el ser de estas cosas como lugares yace la relación entre lugar y espacio. Pero también yace la referencia del lugar al hombre que se estaciona cabe él. Por eso intentaremos ahora aclarar el ser de estas cosas que denominamos edificios, pensando brevemente en lo siguiente. Por un lado ¿en qué respectividad se encuentran lugar y espacio?, por el otro ¿cuál es la relación de hombre y espacio? El puente es un lugar. Como tal cosa concede un espacio en el que tienen cabida tierra y cielo, los divinos y los mortales. El espacio concedido por el o

ciudad comarcal lleva carros y yuntas a los pueblos aledaños. El humilde paso sobre el arroyo del antiguo puente de piedra ofrece su camino al carro de leña desde el sendero vecinal a la carretera comarcal. El puente de autopista está integrado en el sistema de coordenadas del tráfico a distancia proyectado y que ha de ser lo más rápido posible. Siempre y de manera diferente el puente conduce de un lado al otro los caminos vacilantes y febriles de los seres humanos para que lleguen a otras orillas y, por último, para que como mortales alcancen el otro lado. El puente se eleva sobre el río y garganta tan pronto en arcos rebajados, tan pronto en arcos peraltados, sea que los mortales tengan presente la elevación de la vía del puente o lo olviden puesto que, ya siempre en camino al último puente, en el fondo aspiran a elevarse sobre su habitud y su desgracia para trasladarse ante lo incólume de lo divino. El puente convoca como el paso que se eleva ante los divinos. Y esto, ya sea que su presencia sea expresamente pensada o manifiestamente agradecida como en la figura del patrono del puente, ya sea que esté desfigurada o incluso apartada. El puente congrega en su ámbito a su manera tierra y cielo, a los divinos y a los mortales. Congregación significa según una antigua palabra de nuestra lengua “thing”*. El puente es y esto como la congregación señalada de la cuadratura una cosa. Ciertamente que uno piensa que el puente es en primera instancia y en realidad sólo un puente. Posteriormente y en ocasiones puede que exprese también varias cosas más. Como una tal expresión se vuelve entonces símbolo; ejemplo de todo aquello que se mencionó anteriormente. Pero el puente, cuando es un auténtico puente, no es jamás primero mero puente y posteriormente un símbolo. Tampoco es el puente de antemano sólo un símbolo en el sentido de que expresa algo que, tomado estrictamente, no le sea inherente. Si tomamos el puente estrictamente como tal, jamás se muestra como expresión. El puente es una cosa y sólo eso. ¿Sólo? Como tal cosa congrega la cuadratura. Ciertamente que nuestro pensar está habituado de tiempo ha a plantear el ser de la cosa demasiado precariamente. Esto tuvo como consecuencia en el decurso del pensar occidental que se representase la cosa como la X desconocida afectada de propiedades perceptibles. Visto a partir de esto todo lo que ya es inherente al ser congregante de esa cosa nos parece ciertamente como un agregado interpretado posteriormente. Entretanto, el puente jamás sería un mero puente si no fuera una cosa. 55)

relaciones entre lugar y espacios, entre espacios y espacio, entonces alcanzaremos un punto de partida para reflexionar sobre la relación del hombre y del espacio. Si se habla del hombre y del espacio, esto suena como si el hombre estuviera en un lado y el espacio en el otro. Pero el espacio no es ningún “enfrente de” para el hombre. El espacio no es ni un objeto exterior ni una vivencia interior. No hay hombres y además espacio. Pues si digo un hombre y con esta palabra pienso en aquel que es de manera humana, es decir que habita, ya estoy mencionando con el nombre “un hombre”. La estadía en la cuadratura cabe las cosas. Incluso cuando nos relacionamos con cosas que no se encuentran en una cercanía asible, nos detenemos cabe las cosas mismas. Nosotros no solo representamos interiormente - como se enseña, las cosas lejanas de manera tal que en nuestro interior y en nuestra mente discurran solo representaciones como sustitutos de las mismas. Nosotros no sólo representamos interiormente - como se enseña las cosas lejanas de manera tal que en nuestro interior y en nuestra mente discurran sólo representaciones como sustitutos de las mismas. Si ahora todos nosotros pensamos desde aquí en el viejo puente de Heidelberg, entonces dirigir el pensamiento a aquel lugar no es una mera vivencia en las personas aquí presentes, más bien es inherente al ser de nuestro pensar en el puente mencionado que dicho pensar salva en sí mismo la distancia hasta dicho lugar. Estamos desde aquí cabe el puente allí y no ciertamente cabe un contenido de la representación en nuestra conciencia. Incluso podemos desde aquí podemos estar mucho más cerca de aquel puente y de aquello a lo que él da espacio que alguien que lo utiliza cotidianamente como un paso indiferente sobre el río. Los espacios y con ellos “el” espacio ya están siempre creados en la estadía de los mortales. Los espacios se abren cuando se les da cabida en el habitar del hombre. Los mortales están, lo que significa: salvan habitando espacios en virtud de su estadía cabe cosas y lugares. Y solo porque los mortales conforme a su ser salvan espacios, pueden atravesar espacios. Pero al desplazarnos no renunciamos a aquel estar. Mas bien nos desplazamos siempre así a través de espacios de manera tal que ya a la vez nos mantenemos al detenernos constantemente cabe lugares y cosas lejanas. Si me dirijo a la salida del salón, ya estoy allí, e incluso no podría dirigirme allí si yo no fuera de manera tal que yo ya estoy allí. Jamás estoy solo aquí como este cuerpo encapsulado, sino que estoy allí, es decir, salvando ya el espacio, y solo así lo puedo

puente contiene sitios diversos en diferentes cercanías y lejanías respecto del puente. Pero estos sitios se dejan fijar como meros puntos entre los cuales existe un intervalo medible. Un intervalo, en griego, es siempre espacio creado, y esto, por meros puntos. El espacio así creado por los puntos es un espacio de índole particular. En cuanto intervalo, como estadio, él es lo que nos dice la misma palabra “stadion” el latín, un “spatium”, un espacio intermedio. Así, pueden cercanía y lejanía entre hombres y cosas volverse meras distancias, intervalos del espacio intermedio. En un espacio que se representa únicamente como “spatium” aparece ahora el puente como un mero algo en un punto, punto el cual puede ser en cualquier momento ocupado por otra cosa o sustituido por una mera marcación. No suficiente con ello, a partir del espacio como espacio intermedio se pueden sacar las expansiones a lo alto, a lo ancho y a lo profundo. Lo así abstraído, en latín abstractum, lo representamos como la pura diversidad de las tres dimensiones. Pero el espacio creado por esta diversidad tampoco se determina más por intervalos, no es más un “spatium”, sino solo “extensio”extención. Pero el espacio como “extensio” puede ser abstraído nuevamente, y esto, por relaciones algebraico analíticas. El espacio que estas crean es la posibilidad de la construcción puramente matemática de diversidades con tantas dimensiones como se desee. Al espacio creado matemáticamente se lo puede llamar “el” espacio. Pero “el” espacio en este sentido no contiene ni espacios ni sitios. Jamás encontraremos en él lugares, es decir cosas de la índole del puente. Pero en cambio, en los espacios creados por lugares, se encuentra en todo momento el espacio como espacio intemedio y en este a su vez, el espacio como pura extensión. “Spatium” y “extensium” posibilitan en todo momento medir las cosas y aquello para lo que crean espacio, conforme a intervalos, tramos, direcciones y calcular estas dimensiones. Pero en ningún caso son las cotas y sus dimensiones ya el fundamento para el ser de los espacios y de los lugares medibles por medios matemáticos solo porque sean aplicables en general a todo lo que se extiende. En que medida también se ha visto entre tanto la física moderna obligada por la cuestión misma a representar el medio espacial del espacio cósmico como la unidad de campo que se determina por el cuerpo como centro dinámico, no lo podemos tratar aquí. Los espacios que atravesamos cotidianamente están creados por los lugares cuyo ser se funda en cosas de la índole de las construcciones. Si prestamos atención a estas 56)

construir recibe las instrucciones para su erigir lugares. De la cuadratura toma el construir las medidas para todo medir y todo dimensionar de los espacios, los que a su vez han sido creados respectivamente por los lugares fundados. Las construcciones resguardan la cuadratura. Preservar la cuadratura, salvar la tierra, y acoger el cielo, esperar a los divinos, conducir a los mortales, este cuádruple preservar es el simple ser del habitar. Así acuñan su ser y cobijan este ser. El construir distintivo es un distinguido dejar habitar. Si realmente es esto, entonces el construir ya ha respondido a la interpelación de la cuadratura. Todo planificar permanece fundado sobre este responder que a su vez abre los recintos adecuados a los proyectos para los diseños. Tan pronto intentamos pensar el ser del construir que erige a partir del dejar habitar, nos damos cuenta más claramente en qué consiste aquel producir como el cual se consuma el construir. Habitualmente tomamos el producir como una actividad cuyos esfuerzos tienen como consecuencia un resultado, el edificio terminado. El producir se puede representar así: uno toma algo de manera correcta y, no obstante, no atina jamás con su ser que es un producir que produce. Pues el construir trae aquí a la cuadratura en una cosa, el puente, y presenta la cosa como un lugar en lo que ya está presente que recién ahora gracias a este lugar es un espacio. Producir es el griego . A la raíz “tec” de este verbo responde la palabra técnica. Para los griegos esto no significa ni arte ni artesanía, sino: dejar aparecer algo como esto o aquello, así o de otra manera, en lo ya presente. Los griegos piensan la , el producir, desde el dejar aparecer. La pensada así se esconde desde tiempo ha en lo tectónico de la arquitectura. Ella se sigue ocultando actualmente y de manera más decisiva en lo técnico de la técnica de la máquina motriz. Pero el ser del producir que construye no se deja pensar suficientemente ni desde la arquitectura ni desde la obra de ingeniería, ni del mero acoplamiento de ambas. El producir que construye tampoco estaría adecuadamente determinado si lo quisiéramos pensar en el sentido del griego original sólo como un dejar aparecer que sitúa algo producido como un algo presente en lo que ya está presente. El ser del construir es el dejar habitar. La consumación del ser del construir es el erigir lugares mediante el ensamblado de sus espacios. Sólo cuando tenemos la facultad de habitar, podemos construir. Pensemos por un momento en una granja de la Selva Negra que

atravesar. Incluso cuando los mortales se “ensimisman” no abandonan su pertenencia a la cuadratura. Cuando nosotros según dicen volvemos a nosotros mismos, regresamos de las cosas a nosotros sin renunciar jamás a la estadía cabe las cosas. Incluso la pérdida de referencia a las cosas que sobreviene en estados depresivos no sería posible si este estado no siguiera siendo lo que es como un estado humano, es decir, una estadía cabe las cosas. Solo si esta estadía ya determina el ser hombre, tampoco las cosas cabe las cuales estamos, podrán abordarnos, tampoco nos concernirán más en absoluto. La referencia del hombre a los lugares y a través de los lugares a los espacios reside en el habitar. La relación de hombre y espacio no es otra cosa que el habitar pensado en su esencia. Si del modo intentado reflexionamos sobre la relación entre lugar y espacio pero también sobre la relación de hombre y espacio, caerá un rayo de luz sobre el ser de las cosas que son lugares y que denominamos construcciones. El puente es una cosa de esta índole. El lugar da cabida a la simplicidad de tierra y cielo, de divinos y mortales en una estancia emplazando la estancia en espacios. El lugar crea espacios para la cuadratura en un doble sentido. El lugar admite a la cuadratura y el lugar acomoda a la cuadratura. Ambos, o sea el crear espacios como admisión y el crear espacios como acomodar se copertenecen. Como el crear espacio en sus dos sentidos el lugar es un cobijo (eine hut) de la cuadratura o como lo dice la misma palabra: un Huis, una casa (Haus). Las cosas de la índole de tales lugares dan cobijo a la estadía de los hombres. Las cosas de esta índole son alojamientos, pero no necesariamente viviendas en el sentido más estricto. El producir tales cosas es el construir. Su ser estriba en que responde a la índole de estas cosas. Estas cosas son lugares que dan estancia a espacios. Porque erige lugares, el construir es un fundar y ensamblar espacios. Porque el construir produce lugares, entra con el ensamblamiento de sus espacios necesariamente también el espacio como spatium y como extensio en la estructura cosificada de las construcciones. Pero el construir jamás configura “el” espacio. Ni directa ni indirectamente. No obstante, el construir está mucho más cerca del ser de los espacios y del origen del ser “del” espacio que toda geometría y matemática puesto que él produce cosas como lugares. El construir erige lugares que dan estancia a la cuadratura. De la simplicidad en la que se copertenecen tierra y cielo, divinos y mortales, el 57)

carencia creando viviendas, fomentando la construcción de viviendas, planificando la construcción en pleno. Tan dura y amarga, tan inhibitoria y amenazante como sea la escasez de viviendas, la verdadera carencia del habitar no consiste recién en la falta de viviendas. La verdadera carencia de vivienda es también mucho más antigua que las guerras mundiales y que las destrucciones, más antigua que el incremento del índice poblacional en la tierra y que la situación del obrero industrial. La verdadera carencia del habitar consiste en que los mortales siempre buscan de nuevo al ser del habitar, que tienen que aprender siempre de nuevo el habitar. ¿Cómo, si la falta de hogar del hombre consistiere en que el hombre no piensa en absoluto en la carencia auténtica de vivienda como la carencia? Pues tan pronto el hombre piensa en la falta de hogar, ésta ya deja de ser miseria. Esta es, bien pensado y no olvidado, la única interpelación que llama a los mortales a habitar. Pero ¿de qué otra manera pueden responder los mortales a esta interpelación si no es intentando por su parte, a partir de sí mismos, llevar el habitar a la plenitud de su ser? Esto lo consuman cuando construyen a partir del habitar y piensan para el habitar.

hace doscientos años todavía construía un habitar campesino. Aquí la instancia de la capacidad de dar cabida a tierra y cielo, a los divinos y a los mortales de manera simple en las cosas ha erigido la casa. Ha situado la granja en la ladera de la montaña protegida del viento, mirando hacia el mediodía, entremedio de prados, en las cercanías del manantial. Le ha dado el tejado de ripia de caída profunda que soporta con la inclinación adecuada las cargas de la nieve y que, llegando hasta muy cerca del suelo, protege los cuartos contra las tormentas de las largas noches de invierno. No ha olvidado el rincón detrás de la mesa familiar reservado a Dios, ha dado espacio en los cuartos a las plazas sagradas para el lecho infantil y el árbol de la muerte, así se llama allí al ataúd, preseñalando así a las diferentes edades bajo un mismo techo el acuñamiento de su paso por el tiempo. Una artesanía, que, surgida de ella misma el habitar, utiliza todavía su aparellaje y entramado como cosas, ha construido la granja. Solo cuando tenemos la capacidad de habitar, podemos construir. La alusión a la granja de la Selva negra no significa en absoluto que debiéramos y podríamos retornar a la construcción de estas granjas, sino que ejemplifica en un habitar que ha sido cómo estaba capacitado para construir. El habitar empero es el rasgo fundamental del ser conforme al cual los mortales son. Quizás gracias a este intento de reflexionar sobre el habitar y el construir veamos más claramente que el construir es inherente al habitar y cómo recibe de él su ser. Bastante hubiéramos logrado si habitar y construir llegaran a ser cuestionables y, por ende, siguieran siendo algo digno de pensar. Quiera, sin embargo, el camino del pensar aquí intentando atestiguar que el pensar mismo en el mismo sentido que el construir, sólo que de manera diferente, son inherentes al habitar. Construir y pensar son cada uno a su modo inevitables para el habitar. Pero también ambos son insuficientes para el habitar en tanto cada uno gestione lo suyo por separado en lugar de escucharse mutuamente. Esto lo pueden hacer cuando ambos, construir y pensar, pertenecen al habitar, permanecen dentro de sus límites y saben que tanto el uno como el otro vienen del taller de una larga experiencia y de una práctica ininterrumpida. Intentemos reflexionar sobre el ser del habitar. El próximo paso en este camino sería la pregunta: ¿qué pasa con el habitar en nuestro crítico tiempo? Se habla por doquier y con razón de la carencia de vivienda. No sólo se habla, se actúa. Se intenta subsanar la sea la

Glosario. Como es imposible recoger en castellano las asociaciones semánticas con las que trabaja Heidegger, damos a continuación un pequeño glosario de los términos que hemos utilizado y de su sentido. CREAR ESPACIO: Einräumen. En su uso habitual significa llevar, colocar en un espacio; de ahí el sentido de ocupar (locum cedere), esto es, ceder o conceder lugar. El texto de Heidegger alude por el contrario a un espaciamiento originario en virtud del cual una cosa de la índole del lugar viene a la estancia de un situación y, por ende, queda ahí retenida, como preservación de la cuadratura. Ello significa ya creación de un espacio eventual, reservado a la auténtica arquitectura, y que es devaluado a la mera creatividad de dimensiones medibles por la matemática y, en general, por el representar técnico. ESTANCIA: Stätte. Tanto el término “Stätte” como los correspondientes castellanos estancia, estadía, estación, estacionamiento, se derivan de la raíz 58)

PUNTO: Stelle. Como indicamos más arriba el término Stelle se deriva del frecuentativo *stel en su sentido de “stehen marchen, (auf) stellen”, es decir, hacer que esté de pie, poner en pie. Se trata pues de una extensión de la raíz *st/h/a. Optamos en el texto por el término punto ya que significa tanto el sitio en la acepción indicada más arriba, como la referencia del hombre al espacio a su relación entre sí. Todo punto presupone así una eventual creación de espacio, la cual posibilita posteriormente toda mesurabilidad de distancias calculadas matemáticamente.

indoeuropea *st/h/a, latín stare, griego hístamai, lituano stóli, etc. De la misma raíz se deriva también el frecuentativo alemán “stellen”: colocar (de pie). (Véase Deutsches Wörterbuch J. Und W. Grimm, tomo 17, pag. 1010). Para la traducción hemos aplicado su sentido más originario; la estancia, la estadía, etc. Que son más originarias que todo sitio o paraje en tanto la estancia (Stätte) crea de suyo el estacionamiento de todo eventual espacio cabe la cosa-lugar. PRODUCIR: Hervorbringen, es decir, producir. No se trata por cierto en el texto de un producir en el sentido técnico económico, sino de un hacer salir adelante en lo abierto de una estancia cabe la cosa lugar. En este sentido el producir es una modalidad de la alétheia, el desencelamiento pensado en su sentido griego.

THING: (ahd = antiguo alto alemán), DING, Cosa, congregación. La palabra THING (cosa) empleada actualmente en el sentido de “objeto, cosa, asunto” procede originariamente del ámbito de la lengua jurídica y significa en un principio: la reunión de hombres libres das Gericht el tribunal. La raíz se remonta al germánico* singa-z en el sentido de congregación del pueblo (Volksversammlung), sentido conservado hoy en Dienstag (martes, día de servicio a la comunidad). El puente es, pues, cosa lugar que congrega la cuadratura. De este modo, el puente cosa lugar es eventual abertura no de un juego en el mundo, sino del juego que se suyo es el mundo: das Spiegel Spiel von Welt (el juego reflejo del mundo). Véase M. Heridegger “DAS DING” en “Ensayos y Conferencias” pág. 173, Ed. Alemana.

SITIO: Platz. El término alemán Platz se remonta como el castellano plaza al grupo plateia (sobreentendido hodós, camino), anchura, amplio camino, explanada, etc. Preferimos conservar en la traducción el sentido más originario de situar, esto es, de entrada a la estancia cabe la cosa lugar; el sitio en efectivo preserva en la forma de una retención todo eventual esparcimiento. Situar es así una forma del estacionamiento cabe el lugar, por ende, el sitio, todo sitio es ya modalidad de la colocación, es decir, permite todo estacionamiento cabe el lugar como espacio creado.

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