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Alejandro Erick García García

Gestión de proyectos El espejo al fondo produce una ambigüedad respecto a quienes son realmente los modelos: las personas que ahí están reflejadas o nosotros mismos.

1704

El autor destaca la posición del pintor en el cuadro y la reciprocidad entre las miradas, generando un juego en el que se produce un cambio constante entre espectador y modelo.

Según el autor, este cuadro de Velázquez sería una representación de la representación clásica. Para él, este cuadro simboliza el abandono de un orden que priorizaba la semejanza como fundamento del conocimiento, por otro que prioriza la representación y que, según el autor, va a ser distintivo de la episteme clásica.

Las meninas

La disposición de los otros personajes da cuenta de un espacio no representado en su totalidad, algo diferente a lo que generalmente ocurría en las pinturas.

Las palabras y las cosas

Representar Hasta el s. XVI, se daba el conocimiento por semejanza: el relacionar las cosas encontrándoles parentesco en ciertos puntos aún cuando se trate de áreas totalmente distintas.

Don Quijote busca validarse por medio de su semejanza con los signos, establecidos en los libros, a la vez que trata de demostrar la validez de estos signos en el mundo real. En el s. XVII, se dejan atrás estas figuras y teorías de similitud, considerándolas no racionales.

Se creía que los signos aparecían de forma “divina”, esperando a ser descubiertos para ser utilizados.

La clasificación y conocimiento de las cosas se daban por medio de las semejanzas inmediatas, sistema siempre abierto que se prestaba a la conveniencia, la empatia, la analogía y la empatía.

Los signos naturales son aquellos elementos ya existentes, constituidos como signo por la episteme.

La relación de una impresión a otra es la del signo al significado.

Los signos convencionales son creados y ajustan su funcionamiento a la necesidad por la que se les instituyó racionalmente.

A partir del conocimiento, se determina el nivel de veracidad de los signos, despojados ya de ser considerados como una fuente de conocimiento, limitándolos a la mera representación de este.

Descartes habla por la semejanza de comparación de medida y orden. Para poder ordenar las cosas, hay que dividir el todo en partes y analizar esas partes con una unidad común, obteniendo semejanzas de acuerdo con identidad y diferencias.

Bacon habla de que, en la búsqueda por encontrar un orden en todas las cosas, no hay un detenimiento para ver las excepciones y diferencias, encontrando en todo un espíritu de similitud, pero que resulta ser una ficción que se desvanece al acercarse. Se busca una semejanza por asociación con las cosas que se han aprendido, la formación tenida hasta ese momento.

El signo se desdobla en significado y significante: El significante se vuelve signo si demuestra la relación con aquello que significa, alojando entonces al signo en la representación del objeto.

El signo se divide en lo que representa, y la representación de esto.

La semejanza, perdida su validez, permanece oculta bajo el conocimiento racional como una herramienta que puede apoyar en la creación del conocimiento como agente impulsor sobre el cual establecer medidas, relaciones e identidades.

La disociación de la semejanza y el símbolo permiten la probabilidad, el análisis, la combinatoria, y los sistemas de cosas.

Los signos aparecen por medio del análisis, y este es posible por que dispone de signos.

Al analizar unidades, se conoce el orden de las cosas. Cual es su lugar, como se relacionan con otras, etc. (Mathesis)

Mas allá de las similitudes y los parentescos que compartan las cosas, se hace un análisis de estas, estableciendo identidades y diferencias que derivan en un ordenamiento, relacionar y discernir.

El signo se vuelve instrumento del análisis, para la clasificación y división racional de las cosas.