Manual Teorico Practico de Oralidad 2014 - GEA2

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ÁLVAREZ - NADALINI - ZANETTI

MANUAL TEÓRICO – PRÁCTICO DE ORALIDAD

2014

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Las ideas que se exponen en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de su autor, y no reflejan necesariamente la opinión de la Fundación para el desarrollo de las Ciencias Jurídicas.

Alvarez, Graciela E.; Nadalini Gustavo M.; Zanetti, María A. Manual teórico - práctico de oralidad – 2da. Edición. Rosario, 2014. Ediciones AVI S.R.L. para la Fundación para el desarrollo de las Ciencias Jurídicas. p. 316; 21x15 cm. ISBN: 978-987-25298-9-5

Hecho el depósito que marca la ley 11.723. Derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial. Impreso en Argentina. 2014 Composición de tapa por Jorge E. Alvarado. Composición de texto por Jorge E. Alvarado y Viviana Pensa. Ediciones AVI SRL Mitre 208, Rosario, Santa Fe, Argentina. Para la Fundación para el Desarrollo de las Ciencias Jurídicas Italia 877, Rosario, Santa Fe, Argentina. [email protected]

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- INTRODUCCIÓN -

El complejo sistema de comunicación y de representación del mundo que es el lenguaje humano se materializa a través de dos medios que dan lugar a otras dos modalidades de realización: la oralidad y la escritura. Los seres humanos tenemos a nuestra disposición el léxico: un repertorio de palabras que están allí, en el sistema de la lengua para que nos apropiemos de ellas. La palabra hablada es la experiencia primaria del lenguaje que tenemos tanto los seres humanos como las comunidades culturales; no olvidemos que los pueblos primitivos desarrollaron primero una cultura oral que se transmitió de generación en generación y luego de un largo proceso, que en algunos casos se extendió durante siglos, desarrollaron la escritura como una técnica inventada que les sirvió, fundamentalmente, para conservar testimonios y documentos a través del tiempo. En el mundo occidental se fue perdiendo esa concepción de la oralidad como la forma natural y primaria de la comunicación, siendo sustituida por la cultura escriturista. En la primera década del siglo XXI se produjo una revalorización del discurso oral en todos los campos de la actividad humana, lo que constituye, sencillamente, un retorno a los orígenes. 9

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En un mundo globalizado y altamente competitivo se hace necesario desarrollar estrategias comunicacionales orales para interactuar con los demás y desempeñarnos eficazmente ante distintos tipos de auditorio, tanto en la vida privada como en el espacio público. En la sociedad actual, el lenguaje ha tomado una orientación mercantilista; los cursos que se imparten están dirigidos generalmente a que el usuario pueda alcanzar la suficiente confianza en sí mismo como para expresar sus ideas con la contundencia necesaria para persuadir a un futuro cliente. Estamos ya en la segunda década del siglo XXI, al que se lo ha denominado el “Siglo del conocimiento” y en el cual se pone el énfasis no tanto en la acumulación de saberes sino en las destrezas para comunicarlos. En el campo judicial, la problemática de la oralidad en materia procesal para la resolución de conflictos y la búsqueda de la verdad fáctica y no sólo de la verdad formal tiene una larga trayectoria en la administración de justicia y está relacionada con principios como el de inmediatez, publicidad, concentración, inteligibilidad, economía procesal, bilateralidad y contradicción. En la polis griega y en la Roma antigua los procesos eran orales, de manera que la oralidad no es ajena a la génesis de los sistemas en que se inspiraron nuestros códigos. Pero la evolución de la administración de justicia en las naciones herederas de esa tradición grecorromana, dio privilegio a la palabra escrita sobre la oral. En el campo jurídico, la oralidad consiste en la utilización de la palabra y la presencia física de las partes como fuente principal de comunicación durante las etapas del proceso, en otras palabras, es dar predominio a la palabra hablada sobre la escrita.

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Dentro de la dogmática jurídica, existen posturas que defienden la oralidad en el proceso y otras que están en contra y subrayan las ventajas de la escritura. Entre estos últimos, Chiovenda1 señalaba que el principio de oralidad suscitaba el temor de que la cognición fuera superficial y la decisión precipitada; que las partes pudieran ser expuestas a sorpresas, omisiones y errores y que el funcionamiento del sistema exigiera el aumento de personal. Otros teóricos hacen hincapié en los peligros de la politización de la oralidad y en que le permite al Estado llegar a conocer cuestiones referidas a particulares. Una de las críticas tiene que ver con el cambio en el papel del juez, que en el modelo inquisitivo tiene un rol activo como impulsor del proceso e interactuando con las partes para determinar los hechos controvertidos y la admisibilidad de la prueba, mientras que en el sistema acusatorio oral sólo conduce el debate y ejerce facultades disciplinarias para garantizar un entorno de “juego justo”, cobrando un rol activo sólo al momento de fallar. Quienes defienden la oralidad centran sus argumentos en su practicidad, la economía de recursos, la celeridad en la resolución de las causas, la adecuación al principio del “debido proceso” o “garantía de audiencia”, la seguridad de que los órganos jurisdiccionales tienen plena cognición de un asunto desde el comienzo de las actuaciones hasta la finalización del proceso en el cual deben fallar, gracias a que se eliminan las barreras que interponen los papeles; requiere de jueces involucrados y comprometidos con la resolución de la causa. Otra de las ventajas que se señalan en relación al proceso escriturista es que en este último se produce una deCHIOVENDA, G. (1872-1937) jurista italiano que sostenía que el Derecho Procesal era una rama autónoma. Sus dos grandes discípulos son FRANCESCO CARNELUTTI y PIERO CALAMANDREI. 1

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sigualdad entre las partes en cuanto a la posibilidad de que resulte victoriosa la que tenga más recursos económicos para contratar a un representante hábil que complique el proceso con trámites farragosos, contribuyendo a la lentitud del mismo. En este sentido, ponen el énfasis en el abuso del lenguaje críptico y de la burocratización del sistema. Por último, se sostiene que la oralidad propicia la humanización del proceso y tiene una función moralizante puesto que contribuye a evitar las estrategias dilatorias y las prácticas procesales contrarias a la buena fe, vicios propios del ritualismo escriturario. A nivel internacional, la oralidad está consagrada en el artículo 10 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos2, en el artículo 8 referido a las Garantías Judiciales de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica, 22/11/1969)3, en el artículo 14 del Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos (Resolución 2200 de la Asamblea General de las Naciones Unidas del 2 “Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier acusación contra ella en materia penal” 3 “Toda persona tiene derecho a ser oída con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella, o para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter”

“Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se establezca legalmente su culpabilidad. Durante el proceso, toda persona tiene derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías mínimas: derecho de la defensa de interrogar a los testigos presentes en el tribunal y de obtener la comparencia, como testigos o peritos de otras personas que puedan arrojar luz sobre los hechos.” 12

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16/12/1966, en vigencia desde el 23/03/1976) 4, en el artículo XXVI de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre (aprobada en la Novena Conferencia Internacional Americana realizada en Bogotá, en 1948)5, en el artículo 6 de la Convención de salvaguardia de los Derechos del Hombre y de las Libertades Fundamentales (Consejo de Europa, Roma, 04/11/1950)6 y en el artículo 67 del Reglamento de la “Todas las personas son iguales ante los tribunales y cortes de justicia. Toda persona tendrá derecho a ser oída públicamente y con las debidas garantías por un tribunal competente, independiente e imparcial, establecido por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación de carácter penal formulada contra ella o para la determinación de sus derechos u obligaciones de carácter civil. La prensa y el público podrán ser excluidos de la totalidad o parte de los juicios por consideraciones de moral, orden público o seguridad nacional en una sociedad democrática, o cuando lo exija el interés de la vida privada de las partes o, en la medida estrictamente necesaria en opinión del tribunal, cuando por circunstancias especiales del asunto la publicidad pudiera perjudicar a los intereses de la justicia; pero toda sentencia en materia penal o contenciosa será pública, excepto en los casos en que el interés de menores de edad exija lo contrario, o en las acusaciones referentes a pleitos matrimoniales o a la tutela de menores.” 4

“Durante el proceso, toda persona acusada de un delito tendrá derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías mínimas: a interrogar o hacer interrogar a los testigos de cargo y a obtener la comparencia de los testigos de descargo y que éstos sean interrogados en las mismas condiciones que los testigos de cargo.” “Se presume que todo acusado es inocente, hasta que se pruebe que es culpable. Toda persona acusada de delito tiene derecho a ser oída en forma imparcial y pública, a ser juzgada por tribunales anteriormente establecidos de acuerdo con leyes preexistentes y a que no se le imponga penas crueles, infamantes o inusitadas.” 5

6 “Toda persona tiene derecho a que su causa sea vista equitativa y públicamente en un plazo razonable…La sentencia debe ser hecha pública. Todo acusado tiene, como mínimo, los siguientes derechos: interrogar o hacer interrogar a los testigos

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Corte Penal Internacional, creada por el Estatuto de Roma el 17/07/1998 y que entró en vigor el 01/07/2002. 7

de cargo y obtener la convocatoria y el interrogatorio de los testigos de descargo en las mismas condiciones que los testigos de cargo.” 7

Artículo 67 Derechos del acusado

1. En la determinación de cualquier cargo, el acusado tendrá derecho a ser oído públicamente, habida cuenta de las disposiciones del presente Estatuto, y a una audiencia justa e imparcial, así como a las siguientes garantías mínimas en pie de plena igualdad: a) A ser informado sin demora y en forma detallada, en un idioma que comprenda y hable perfectamente, de la naturaleza, la causa y el contenido de los cargos que se le imputan; b) A disponer del tiempo y de los medios adecuados para la preparación de su defensa y a comunicarse libre y confidencialmente con un defensor de su elección; c) A ser juzgado sin dilaciones indebidas; d) Con sujeción a lo dispuesto en el párrafo 2 del artículo 63, el acusado tendrá derecho a hallarse presente en el proceso y a defenderse personalmente o ser asistido por un defensor de su elección; a ser informado, si no tuviera defensor, del derecho que le asiste a tenerlo y, siempre que el interés de la justicia lo exija, a que se le nombre defensor de oficio, gratuitamente si careciere de medios suficientes para pagarlo; e) A interrogar o hacer interrogar a los testigos de cargo y a obtener la comparecencia de los testigos de descargo y que éstos sean interrogados en las mismas condiciones que los testigos de cargo. El acusado tendrá derecho también a oponer excepciones y a presentar cualquier otra prueba admisible de conformidad con el presente Estatuto; f) A ser asistido gratuitamente por un intérprete competente y a obtener las traducciones necesarias para satisfacer los requisitos de equidad, si en las actuaciones ante la Corte o en los documentos presentados a la Corte se emplea un idioma que no comprende y no habla; g) A no ser obligado a declarar contra sí mismo ni a declararse culpable y a guardar silencio, sin que ello pueda tenerse en cuenta a los efectos de determinar su culpabilidad o inocencia. 14

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Desde nuestro lugar, creemos en las ventajas de la oralidad sobre el proceso escrito porque, además de las razones expuestas, responde a uno de los principios en los que se basa todo sistema republicano: la publicidad de los actos de uno de los tres poderes que sustentan un Estado democrático. Esto redunda, sin dudas, en un mayor involucramiento de la ciudadanía y en una mayor transparencia en la administración de justicia. Una de las deudas pendientes en la mayoría de los países de la región en los que rige el sistema oral tiene que ver con la formación de los operadores jurídicos. Los planes de estudio de nuestras facultades de Derecho dan por sentado que quienes se inclinan por esta profesión tienen un dominio innato de la lengua, no sólo escrita sino también oral. La ausencia de contenidos procedimentales que introduzcan paulatinamente al estudiante en el uso del lenguaje profesional – que se convertirá en su principal herramienta de trabajo – produce dos efectos no deseados. El primero de ellos es que la adquisición del lenguaje especializado se realiza de manera azarosa y, muchas veces, sin contar con un sólido dominio de la gramática, la sintaxis y el léxico de la lengua materna. El segundo es que cuando se produce la inserción en el campo profesional, muchos toman conciencia de esas carencias y no todos tienen los medios y el tiempo necesario para perfeccionar su discurso oral. En el presente libro, el Capítulo I está destinado a reseñar las nociones básicas referidas al discurso oral y sus características diferenciadoras con respecto a la escritura, haciendo referencia a distintos tipos de interacciones orales. El Capítulo II está dedicado al desarrollo de la competencia comunicativa oral, a la teoría gestual y a las contribuciones que ha hecho en este campo la Escuela de Palo Alto. El Capítulo III aborda la pro-

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blemática de los aspectos pragmáticos de la comunicación oral: la intencionalidad, la expresión de las emociones, la función que cumplen los gestos, maneras y posturas asociados a la utilización de los sentidos, tanto por parte del enunciador como de los destinatarios de su discurso. El Capítulo IV reseña el nacimiento y evolución de la Retórica como disciplina que estudia los discursos persuasivos, con una breve referencia a la retórica de los medios de comunicación. El Capítulo V está destinado a la recepción de los discursos oratorios, a la relación que se establece entre orador y auditorio, a reseñar los aportes de la escuela anglosajona y a abordar los aspectos específicos de la oralidad en el proceso judicial. El Capítulo VI brinda las nociones básicas para la litigación oral. El Capítulo VII analiza la especial materialización del discurso oral en el espacio áulico universitario. Por último, en el Capítulo VIII se aborda el rol de la oralidad en los medios extrajudiciales de solución de conflictos. Al final de cada capítulo se sugieren actividades destinadas a desarrollar las aptitudes para el discurso oral en general y, en particular, en el campo del derecho.

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- CAPÍTULO I -

- LA COMUNICACIÓN ORAL -

La modalidad oral es natural, consustancial al ser humano y constitutiva de la persona como miembro de una especie. Abarcar los procesos de comunicación oral en su totalidad no es sencillo pues se hace necesario dar cuenta de numerosas implicaciones que conciernen a distintas disciplinas del campo de las ciencias sociales: lingüística, sociología, semiótica, psicología, etc. Platón consideraba a la escritura como una tecnología externa y ajena, lo mismo que muchas personas hoy en día piensan de la computadora. Como en la actualidad ya hemos internalizado la escritura de manera profunda, nos parece difícil considerarla una tecnología, como lo hacemos con la imprenta o con la computadora. Sin embargo, la escritura es una tecnología que necesita herramientas (lápices, bolígrafos, tintas) y superficies preparadas (pieles de animales, tablas de madera, papel). De las tres tecnologías mencionadas, la escritura es la más radical. Inició lo que la imprenta y las computadoras continúan: la reducción del sonido dinámico al espacio inmóvil; la separación de la palabra del presente vivencial, que es el único espacio temporal donde pueden existir las palabras habladas.

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La aptitud para el habla está ligada con una sofisticada capacidad de abstracción que permite al hombre manejar todo tipo de símbolos y ha hecho que la comunicación sea un fin en sí misma: el hombre es el único ser vivo que comunica por el mero placer de comunicar. El lenguaje se presenta como la adquisición más preciada para transformar y modelar la naturaleza y dar paso a la vida en comunidad. El arte de hablar bien, de encontrar las palabras adecuadas para cada situación, fue siempre importante para el ser humano, tanto en el espacio público como en la esfera privada. Sin embargo, no todas las manifestaciones comunicativas orales son naturales. Una conferencia, un sermón, un discurso inaugural, un alegato, requieren un alto grado de preparación y, muchas veces, exigen el soporte de la escritura, aunque sea en forma de guión o de notas. Llegar a dominar estas formaciones discursivas no es sencillo; por eso el desarrollo de la competencia comunicativa oral es también parte de la educación lingüística desde la antigüedad. Pensemos que en eso consistían las enseñanzas de la Retórica y de la Oratoria en la antigüedad clásica. Si bien la modalidad oral comparte con la escritura alguna de sus funciones sociales –por ejemplo, ambas sirven para pedir y brindar información– la función social básica de la oralidad consiste en permitir las relaciones sociales. “Dejarse de hablar con alguien” es una expresión sinónima de romper una relación. El habla es, en sí misma, acción: una actividad que nos hace personas, seres sociales; a través de la palabra somos capaces de llevar a cabo la mayoría de nuestras actividades cotidianas, desde las más sencillas –com-prar, sa-

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ludar– hasta las más comprometidas –pedir trabajo, declarar nuestros sentimientos-. “Mientras podemos conversar, mantenemos el contacto con el mundo; el silencio prolongado es un castigo, un síntoma de locura o una forma de entrega y renuncia, como sucede en determinadas órdenes religiosas”. 8 Además de las múltiples funciones que tiene el habla en la vida privada, desde los inicios de la vida social esta modalidad ha ocupado un lugar muy importante en la vida pública, institucional y religiosa: la política, la jurisprudencia, los oficios religiosos, la enseñanza, son algunos ejemplos de ámbitos de la vida social pública difíciles de imaginar sin la palabra “dicha”. Cuanto más democrática y más libre es una sociedad, más espacio ocupa el habla; en las sociedades con regímenes totalitarios el ejercicio de la palabra en la discusión pública y abierta se convierte en un delito. También la oralidad cumple funciones estéticas y lúdicas: los mitos, las leyendas, los cuentos tradicionales, las canciones, los refranes o los chistes tienen un origen oral. El teatro y el cine tienen el habla como principal medio artístico. En la esfera de lo individual, sabemos que muchas veces una de las claves del éxito social y profesional reside en la capacidad – espontánea o adquirida – de transmitir con claridad las ideas ante un auditorio. Como expresa Jürg Studer9, “Lo que en muchos buenos

8 En: CALSAMIGLIA BLANCAFLOR, H. y TUSSÓN V ALLS, A.: Las cosas del decir. Manual de análisis del discurso, Barcelona, Ariel, 1999, pág. 29. 9 En: Oratoria. El arte de hablar, disertar, convencer, Madrid, Drac, 2005, págs. 13-14

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oradores parece talento natural y facilidad de palabra es casi siempre fruto de largos años de práctica”. En las culturas orales, las formas de vida, la conservación de los valores, la transmisión de conocimientos, se llevan a cabo de forma muy distinta a como se hace en las sociedades que combinan oralidad y escritura. Las diversas maneras de cultivar la memoria conllevan una organización social muy diferente. Por eso, el encuentro entre culturas orales y culturas que han incorporado la escritura suele ser muy traumático y está en estrecha relación con la imposición de estructuras económicas y de dominación. Actualmente, la oralidad secundaria de los medios de comunicación de masas tiene una presencia omnímoda, con capacidad para transmitir la palabra de personas de toda índole: debates en el parlamento, declaraciones de autoridades, opiniones de la gente común; en esos medios masivos la palabra tiene un protagonismo como nunca lo tuvo en la historia.

1.- DIFERENCIAS ENTRE EL HABLA Y LA ESCRITURA

Estas diferencias se pueden establecer desde dos puntos de vista: el contextual y el textual.

1.1. Diferencias Contextuales

Tienen que ver con la situación en que se produce la comunicación, que se derivan del entorno comunicativo inmediato. Se manifiestan en el soporte físico, en la inmediatez e interacción de la comunicación, en el tipo de información temporal y espacial en que se apoyan.

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1.1.1. Soporte físico

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El habla se produce mediante sonidos y se percibe por el oído; la escritura se produce mediante imágenes (letras, signos) y se recibe por la vista. En el habla, los sonidos se emiten de forma sucesiva, ordenados en el tiempo. En la escritura, las imágenes se graban en un soporte fijo y estable. No se puede escuchar un texto oral – salvo por medios electrónicos - más de prisa o más despacio ni de forma distinta a como se produce, pero sí se puede leer un texto al ritmo que se desee o bien en un orden distinto al que le dio el autor. La comunicación oral es esencialmente transitoria, mientras que la comunicación escrita es permanente y duradera. Un texto escrito puede independizarse del momento y el lugar en el que se produce. De este modo, la escritura funciona como testigo social de los hechos que recoge, mientras que un texto oral tiene más riesgos de sufrir alteraciones en su transmisión.

1.1.2. Inmediatez e interacción

La inmediatez en el tiempo y en el espacio, propia de la oralidad, permite la interacción entre los interlocutores. El hablante puede ver la reacción del oyente y modificar sus palabras y, al mismo tiempo, el oyente puede guiar al hablante en la estructuración y producción de su discurso. Esa inmediatez comunicativa obliga a quien habla a tener un gran control sobre lo que dice. La comunicación escrita no permite esa interacción entre los participantes. El escritor sólo puede imaginar la reacción del lector y el lector tampoco puede influir en el discurso del autor. Pero esta posibilidad de diferir la comunicación que ofrece la escritura permite al escritor

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corregir, borrar, modificar su discurso sin que nadie se entere y permite al lector poder elegir cuándo, dónde y cómo leer.

1.1.3. Información contextual

La inmediatez y la interacción de los interlocutores hacen que en la oralidad sea muy importante la información contextual que se deriva del entorno inmediato espacial y temporal en que se produce la comunicación. Mucha de la información implícita sobre la que se construyen los textos orales depende directamente de la situación comunicativa. En la escritura también hay dependencia del contexto, pero es otra la información contextual relevante: es una información más universal, de experiencia socialmente compartida y de conocimiento acumulado culturalmente. Es decir que la situación de enunciación oral prototípica se caracteriza básicamente por los siguientes rasgos: 

Participación simultánea de las personas que intervienen. Más que emisores y receptores es preferible referirnos a ellas como interlocutores.



Presencia física de quienes interactúan: se comparte espacio y tiempo y los interlocutores participan cara a cara.



Los participantes construyen y negocian en la interacción una relación interpersonal basada en sus características psicosociales.

En la interacción social cara a cara podemos distinguir:

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ENCUENTROS MÍNIMOS

ENCUENTROS

O ESPONTÁNEOS

ELABORADOS

Saludos

Conferencia

Charla

Acuerdo

Conversación

Careo

Excusas

Juicio

Elogios

Debate

Discusión

Conferencia de prensa

Intercambio de opiniones

Lección magistral

Peticiones

Asamblea

Ofrecimientos

Servicio religioso

Tertulia

Negociación

Las situaciones de habla se pueden clasificar también por el número de personas que intervienen, su motivación, la forma en que se estructuran, etc. En el habla, son fundamentales los rasgos paralingüísticos y extralingüísticos para reforzar las intenciones comunicativas. Los primeros aportan mucha información: el ritmo o el tono pueden informar acerca del estado físico o emocional del hablante o bien de la intención con la que se habla. Los enunciados pueden ser dichos, murmurados, gritados y, en ocasiones, nos puede molestar o gustar una expresión no por su contenido sino por cómo ha sido dicha. Los gestos, la postura, la distancia, etc., son rasgos extralingüísticos que contribuyen a la formación del significado lingüístico. Las reglas de construcción y organización del discurso escrito son independientes de las que rigen el uso oral: entonación y puntuación no se corresponden 23

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exactamente sino que ambas son herramientas de organización y cohesión textual.

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1.2. Diferencias textuales

En el habla es frecuente el uso de una sintaxis poco compleja que permite procesar la información más fácilmente. La inmediatez hace que se produzcan cambios en la manera de organizar el discurso, así como en el uso de muletillas (o sea, entonces, ¿no?, pues, etc.). La comunicación escrita permite al emisor leer lo que ha escrito y hacer correcciones. Así, en la escritura es posible una mayor elaboración de la información que se refleja en una sintaxis más compleja, sin muletillas. Por la inmediatez comunicativa de la oralidad, el hablante tiende a repetir o parafrasear lo que dice para asegurarse de que es entendido por los destinatarios de su discurso. En el habla abundan también los deícticos cuyo significado depende de quién lo dice (yo, tú, él), dónde lo dice (aquí, allá) y cuándo lo dice (ahora, ayer) porque los interlocutores comparten espacio y tiempo de enunciación y no necesitan explicitar lingüísticamente las coordenadas espacio – temporales en que se producen sus enunciados. El uso de deícticos no es tan frecuente en la lengua escrita. La entonación, el acento y las pausas funcionan en la lengua oral como organizadores del discurso. Estos rasgos están ausentes en la escritura, por lo que ésta no sólo debe recurrir a la puntuación, sino también al empleo de numerosos conectores para la organización coherente del texto.

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Los recursos del sistema de la lengua son los mismos para ambas modalidades y, a pesar de sus rasgos propios, no hay ningún factor lingüístico que impida que en el habla aparezcan palabras o estructuras características de un estilo elaborado o que en la escritura aparezcan rasgos característicos de un estilo conversacional. Lo importante es la selección de rasgos lingüísticos adecuados a cada tipo de comunicación.

2.- DISTINTAS SITUACIONES DE COMUNICACIÓN ORAL

En relación con el contenido del discurso, no existen situaciones comunicativas exclusivas de la oralidad o de la escritura. Podemos tratar los mismos temas en forma oral o escrita. Los avances tecnológicos han producido aproximaciones entre las dos modalidades: el fax o el correo electrónico consiguen hacer inmediata en el tiempo la comunicación escrita y las diversas funciones de un teléfono o el grabador permiten diferir la comunicación oral. Pero incluso en estos casos las diferencias esenciales de comunicación entre ambos medios se mantienen: en la comunicación oral sólo hay sonidos que percibir y en la escrita, letras o imágenes que reconocer. En las interacciones cara a cara hay que controlar toda una serie de aspectos que tienen que ver especialmente con el contenido informativo de lo que se está hablando y con la situación misma. Oralmente, el proceso y el producto se dan a la vez. La prueba más clara de ello es que, si hablando nos equivocamos, decimos algo inconveniente, pronunciamos una palabra de forma incomprensible o decimos una cosa por otra, no podemos borrar o tachar las palabras dichas, la única manera de corregir es seguir hablando y tratar de “reparar” lo

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mejor posible el error. Además, muchas veces hay que pensar sobre la marcha y organizar nuestra contribución a partir de los elementos nuevos que ofrecen nuestros interlocutores.

SITUACIÓN DE HABLA

TIPO DE COMUNICACIÓN ORAL

Espontánea

Conversación

No espontánea

Ejecución oral de un escrito

Cuando se ha elaborado un discurso, hay que memorizar la estructura y los argumentos y practicarlo. Para ello se necesitan recursos mnemotécnicos y dramáticos que se han de ensayar, como lo hacían los oradores en las ágoras y foros del mundo clásico. Los discursos más frescos y creativos son los más preparados, ya que cuando se domina la estructura y los contenidos, se puede improvisar en función de la situación comunicativa concreta. Hablar en público nos pide “dar la cara”, abrirnos a la posibilidad de refutación, diálogo, debate. Los clubes de debate universitario en el mundo anglosajón son una tradición centenaria que se mantiene hasta hoy por el innegable caudal formativo que reportan. Son años únicos que no volverán aquellos en los que uno estaba en un ágora todos los días, formando parte de una comunidad de profesores y alumnos comprometidos con la búsqueda del conocimiento10. Los grupos humanos se articulan en torno a una serie de “textos” que se producen en los diferentes ámbi-

10 BONORINO RAMÍREZ, P. R. Argumentación en debates, Vigo, Servizo de Publicacións, 2012.

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tos de la vida social y que existen, precisamente, gracias a esas prácticas discursivas:

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ÁMBITO

PRÁCTICAS DISCURSIVAS

Administrativo

Interacciones en las ventanillas o escritorios

Jurídico

Interrogatorios, juicios

Religioso

Sermones, rezos confesiones

Político

Mítines, arengas, congresos

Periodístico

Noticieros, reportajes, entrevistas

Literario

Representaciones cuentos

Científico

Ponencia, conferencia, comunicación

Médico

Visita médica, interconsulta

Académico

Clases, exámenes, defensa de tesis

Instituciones y organizaciones

Reuniones, actividades de capacitación

Publicitario

Slogans, anuncios

Vida cotidiana

Conversaciones, entrevistas

colectivos, debates,

teatrales,

2.1. La conversación

Es la forma primera, primaria y universal de realización de la oralidad. Funciona, además, como marco para otras actividades discursivas: en una conversación se argumenta y se polemiza, se relata, se explica o se expone y se describe. 27

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La conversación es aquella actividad verbal en la que participan dos o más personas interactuando de forma coordinada. Requiere que los participantes compartan una serie de conocimientos pragmáticos. En el siguiente fragmento de conversación podemos observar el uso particular que se hace de la lengua: a) ¿Vas a comprar una? b) No sé. A lo mejor a) Entonces apúrate que están entrando todo b) Bueno, está bien. Déme aquélla, por favor, la más grande En este tipo de textos se omiten muchos elementos y esto es posible porque los interlocutores tienen acceso directo a la información subyacente: saben quiénes son, dónde están, quiénes están entrando todo y qué es “aquélla”. Kerbrat – Orecchioni define a la conversación de la siguiente manera: “Lo característico de la conversación es el hecho de implicar un número relativamente restringido de participantes, cuyos papeles no están predeterminados, que gozan todos en principio de los mismos derechos y deberes (la interacción es de tipo simétrico e igualitario); tiene un carácter familiar e improvisado: los temas que se abordan, la duración del intercambio o el orden de los turnos de palabra se determinan paso a paso, de forma relativamente libre”.11

En: La enunciación. De la subjetividad en el lenguaje, Buenos Aires, Edicial, 1997, pág. 237.

11

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Ya en 1974, Sacks, Schegloff y Jefferson 12 habían señalado, tras el análisis detallado de un amplio corpus de conversaciones espontáneas, las siguientes características interlocutivas de este tipo de intercambio: 

El cambio de hablante es recurrente, es decir, una de las características de la conversación es que es dialogal.



En general, no habla más de una persona a la vez. Cuando ocurren los solapamientos, son breves.



El orden de los turnos de palabra no está predeterminado.



La duración de los turnos de habla no es fija, si bien se tiende a un cierto equilibrio.



En general, la duración de una conversación no se especifica previamente.



El contenido tampoco está determinado con antelación.



Existen mecanismos para reparar los errores o las transgresiones en la toma de la palabra.

De estas observaciones se desprende que las conversaciones espontáneas suelen tener un alto grado de indefinición, de imprevisibilidad y de improvisación por parte de quienes intervienen en ella. Esto no obsta para que, a pesar de la aparente simetría de la que habla Kerbrat – Orecchioni, se produzcan todo tipo de juegos de poder o se pugne por el control del espacio discursivo.

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Citado por KERBRAT-ORECCHIONE en op. cit., pág. 238. 29

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El carácter espontáneo y coloquial de la conversación cotidiana tiene interés tanto desde el punto de vista gramatical como social, ya que durante la conversación tenemos la oportunidad de observar un comportamiento lingüístico poco planificado, que hace aflorar estructuras subyacentes. Observar quién toma la palabra, cuántas veces, de qué manera y cuánto tiempo ocupa a lo largo de la interacción, aporta una información muy clara y valiosa sobre los roles comunicativos que adopta cada participante y sobre las relaciones de poder, dominación, solidaridad o distancia social que se establece entre quienes participan en el diálogo. Como en todo uso lingüístico, el sentido discursivo suele ir siempre mucho más allá del significado literal o referencial de las palabras. En la conversación espontánea, la distancia entre el significado literal y el conversacional puede ser muy grande. Debido a la inmediatez en que se produce la interacción, al conocimiento compartido, al contexto físico común, al uso de un registro predominantemente coloquial, los interlocutores confían en la participación de los demás para llenar los “huecos” de sentido o para interpretar aquello que se dice de forma indirecta, implícita o irónica. DE PERSONA A PERSONA

DE PERSONA A AUDIENCIA

Entrevista

Conferencia

Consulta Charla (médica, administrativa, etc.) Transacción comercial (negocio, taxi, etc.)

Clase

Debate

Mitin político

Tertulia

Sermón

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Mesa redonda

Presentación, ponencia, comunicación

Coloquio

Declaración

Examen oral

Juicio oral

2.2. El debate

Cada persona que participa en un debate debe construir su imagen y su mensaje discursivamente, a través del uso que hace de los recursos verbales y no verbales, creando un estilo más o menos agresivo, más o menos populista, más o menos respetuoso con unos y otros. Y por muy preparado que cada participante lleve su mensaje y la forma en que quiere presentarlo, la propia dinámica del debate puede provocar cambios en la actitud, en el tono, en el grado de respeto a las “reglas” y en el marco general que se ha pactado previamente. Si bien este tipo de interacción “de persona a persona” está bastante alejado de la conversación espontánea, no deja de compartir con ella esos aspectos de creación sobre la marcha, de improvisación, de malentendido, de transgresión de las normas, de negociación o de provocación de conflictos a que están sujetos los intercambios cara a cara. En un debate oral podemos encontrar todos los elementos de un discurso argumentativo. Cada participante debe encontrar, en el momento, argumentos útiles para mantener y reforzar la tesis que está sosteniendo o para cambiar y ajustar su opinión a partir de las objeciones que va recibiendo. El prestigio que se deriva del hecho de ser convocado a debatir en una reunión sobre un tema determinado y el sentirse protagonista, pareciera que conlleva la 31

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obligación de defender las posiciones propias a capa y espada y de recurrir a cualquier instrumento para hacer prevalecer el punto de vista propio. Estos tipos de debate en los que los protagonistas no están dispuestos a flexibilizar sus posturas a partir de las razones expuestas por otros se dan, sobre todo, en el campo político. En las sociedades democráticas, un debate político televisado y emitido en directo entre los candidatos que representan diversas opciones, suele tener unas “reglas de juego” bastante rígidas, lo cual no quiere decir que, como en cualquier otro juego, alguien actúe mal o intente –y tal vez consiga– hacer trampa. Habitualmente, antes de que se produzca el debate en sí, se negocian una serie de circunstancias: la distribución en el espacio (dónde estará cada persona); la organización del tiempo (quién comienza y quién termina, cuánto tiempo tiene cada persona para hablar); el orden de los turnos; los temas sobre los que se discutirá; la actuación del moderador (cuándo y por qué podrá interrumpir); las indicaciones fuera de cámara que se harán a los participantes para indicar aspectos diversos (corte para publicidad, necesidad de cambiar de tono o de tema); a veces, incluso se negocia el color de la ropa que llevará cada representante. Pero una vez que el debate está en el aire, lo imprevisto siempre puede suceder, como en cualquier otro intercambio verbal oral (recordemos que la imprevisibilidad es una de las características fundamentales de la oralidad): risas o muecas mientras otro habla, interrupciones, intentos de ocupar el espacio y el tiempo discursivo más allá de lo pactado, invectivas, provocaciones, efectos sorpresa, etc.

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2.3. El monólogo

El monólogo es una situación de habla espontánea en la que el o los oyentes constituidos no participan más que para mostrar su acuerdo o desacuerdo. Se consideran monólogos: situaciones orales como la enseñanza en una clase magistral, un sermón religioso, los comentarios en la radio o la televisión, una conferencia o exposición, un unipersonal en el teatro. En este tipo de situaciones orales podemos encontrar distintos grados de espontaneidad. Los periodistas, los políticos, los docentes, los abogados, los predicadores han manejado –previamente a estas situaciones concretas– apuntes, notas o guiones y, generalmente, cuentan con experiencias anteriores, por lo que en sus discursos hay elementos de preparación y repetición que les aportan características de menor espontaneidad. Nos encontramos ante eventos comunicativos básicamente monogestionados, en los que la persona que habla tiene, en principio, un mayor control sobre lo que dice y cómo lo dice. Una conferencia consiste en una tesis presentada y defendida en el curso de una exposición, por lo tanto, una opinión o un debate sobre ella sólo puede producirse al final. El conferencista ha preparado el tema con tiempo, se supone que lo conoce bien, ha podido organizar la exposición de forma planificada teniendo en cuenta el tiempo de que dispone y el espacio físico donde el evento se va a producir; ha seleccionado la manera de plantear aquello de lo que va a hablar teniendo en cuenta el auditorio a que está destinado; puede apoyarse en un texto escrito para seguirlo más o menos fielmente, o en filminas, o en una presentación en power point.

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No por el hecho de que se trate de un evento monogestionado, una conferencia deja de ser interactiva. La audiencia manifiesta con gestos, miradas u otros procedimientos (aplausos, sonrisas, bostezos) sus reacciones ante lo que va oyendo y esas manifestaciones afectan al conferenciante. Una persona experta sabe que debe permanecer atenta a las mínimas reacciones de su auditorio y tener la capacidad y flexibilidad de dar un giro a su discurso: aportar ejemplos si ve que no se le entiende, cambiar hacia un tono más coloquial si ve que aburre, extenderse en algún aspecto si advierte que ha despertado un interés especial.

2.4. La recitación

La recitación comprende situaciones de habla que no tienden a la espontaneidad absoluta de la conversación pero pertenecen a una tradición oral: contar cuentos, interpretar poemas, cantar canciones. Este uso de la lengua es más frecuente en sociedades no alfabetizadas.

2.5. La ejecución oral de un texto

En las situaciones de habla que oralizan un texto escrito se pueden distinguir dos tipos, los cuales son más frecuentes en las culturas donde hay un importante desarrollo de la escritura:

2.5.1. Textos para ser dichos como si no estuvieran escritos

En estas situaciones orales se actualiza un texto que se ha concebido para ser dicho como si no estuviera escrito. Este tipo de textos son los que encontramos en

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las representaciones teatrales, en el cine, en algunos guiones de radio y de televisión. También algunos discursos políticos, conferencias o exposiciones, aparentemente espontáneos, pertenecen a este modo de utilizar la lengua. Difieren de los textos de habla espontánea porque conservan una estructura ordenada y cerrada, con un principio y un final definidos. La diferencia fundamental entre ejecutar oralmente un texto que está escrito para ser dicho como si no lo estuviera y el habla común es que la primera es una conducta planeada y preparada, mientras que la segunda es una conducta espontánea.

2.5.2. Textos para ser dichos sin ocultar su origen escrito

Algunos textos se escriben expresamente para ser dichos: discursos políticos, discursos jurídicos, conferencias, etc. Los autores de estos textos y los hablantes que los oralizan, deben utilizar estrategias propias de la oralidad que ayuden al auditorio a procesar la información y a comprenderla. Algunas de estas estrategias son: 

Utilizar un ritmo pausado de elocución.



Repetir las ideas principales de manera ligeramente distinta, de modo que el texto no parezca demasiado repetitivo y, a la vez, que mantenga sus ideas más importantes en la mente del oyente.



Preparar al auditorio anticipándole de qué se va a hablar y resumiéndole después lo que se ha dicho.

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En todos estos casos de discursos monologales o “monogestionados” es importante atender a la organización textual discursiva en tres aspectos: la estructura del texto, las marcas de coherencia y las marcas de interacción:

ESTRUCTURA Presentación Resumen

MARCAS DE

MARCAS DE

COHERENCIA

INTERACCIÓN

Marcadores discursivos Conectores

Gestos Posturas

Anticipación

Secuencias tex- Lugares tuales

Ordenación

Narrativa

Distancias

Progresión informati- Explicativa va

Muletillas

Continuidad/contraste Descriptiva

Referencias al conocimiento compartido

Finalización

Argumentativa

Diálogos retóricos

Recapitulación Resumen Cierre

3. Diversos tipos de discursos

Como vemos, hay muchas y variadas clasificaciones de los discursos o intervenciones orales. En esta última parte del presente capítulo nos referiremos a los cuatro tipos de discursos que distingue la oratoria clási-

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ca: explicativo o expositivo, demostrativo, emotivo y persuasivo. -

El discurso explicativo o expositivo es el propio del docente. No se trata de demostrar la verdad de una idea ni de persuadir a nadie de ella sino de presentarla. Parte de la ignorancia del auditorio sobre un tema.

-

El discurso demostrativo busca hacer evidente y claro aquello que a primera vista parece no serlo. Por ejemplo, la afirmación ES MALO FUMAR MARIHUANA no es evidente a primera vista. Requiere una demostración. En este tipo de discurso cobran especial relevancia las razones que sustentan cierta idea y poder demostrar al auditorio los sofismas sobre los que se asienta la idea opuesta a la que estamos proponiendo.

-

El discurso emotivo apunta a las emociones, a canalizar la comunicación de sentimientos, a provocar amor, odio, simpatía, tristeza, dolor, compasión, etc. Aquí se descartan las razones frías, abstractas o demasiado elevadas. Los recursos utilizados son muchas veces historias trágicas, anécdotas, pero una dramatización exagerada tampoco es conveniente.

-

El discurso persuasivo implica de alguna manera a todos los anteriores pues consiste en explicar, argumentar dando razones para convencer a la inteligencia y conmover apelando a los sentimientos. Lo primero que hay que tener en claro es el objetivo e identificar los argumentos que se oponen a aquello que defendemos para poder refutarlos, adelan37

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tándonos a las objeciones para rebatirlas. Debemos lograr presentar nuestra proposición como la única válida, la única por la que se puede optar. El modelo de este tipo de discurso es el judicial.

TIPO DE

SE DIRIGE A

FIN

EJEMPLO

Explicativo o expositivo

La inteligencia

Que se entienda una idea

Explicar qué es la marihuana

Demostrativo

La inteligencia

Sostener una tesis

Fumar marihuana es malo para la salud.

Emotivo

Sentimientos

Suscitar empatía hacia una idea o cosa

Hacer que odiemos o amemos la marihuana

Persuasivo

Toda la persona

Inclinar la voluntad del auditorio hacia lo que proponemos

Decidir no fumar marihuana

DISCURSO

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- ACTIVIDADES SUGERIDAS CAPÍTULO I -

1.- LEER COMPRENSIVAMENTE LOS SIGUIENTES TEXTOS Y LUEGO COMPLETAR EL CUADRO, SEGÚN CORRESPONDA

a.- Los griegos contaban con un abanico de castigos o penas: la compensación monetaria, el exilio o la ejecución. Y los romanos se valían de penas del mismo tipo, entre ellas la crucifixión (el castigo que peor recuerdo ha legado Roma, probablemente). Las crucifixiones en masa, como la que se siguió tras la revuelta de Espartaco (encarnado de forma memorable por KirK Douglas en la película del mismo nombre) eran poco frecuentes, pero sólo por la escala. Ni siquiera la crucifixión parece tan mala si se compara con el castigo impuesto tradicionalmente a los parricidas (los asesinos de parientes directos: padres o hermanos). Los condenados por este crimen eran azotados y luego se los metía en un saco, cosido por fuera, con un perro, un gallo, una serpiente y un mono. Esto ya sería, sin duda, bastante macabro de por sí, aun sin la piel llena de azotes. Pero además, los romanos lanzaban el saco al río Tíber. Te ahogabas sin remedio mientras te atacaban unos animales presa del pánico. ¿Y el pobre mono que no había matado a nadie?

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Situación de habla

Ámbito

Práctica discursiva

b.- Llego a casa y te llamo O.K.

Situación de habla

Ámbito

Práctica discursiva

c.- Mueren los tres ocupantes de helicóptero militar estrellado en Asturias. Tres militares del Ejército de Tierra perdieron la vida al estrellarse contra la vertiente asturiana de la cordillera Cantábrica en un helicóptero “Superpuma”. El helicóptero se dio por desaparecido en la tarde de ayer, dos horas después de haber partido de la base aérea de Madrid. El aparato resultó totalmente destrozado a causa del impacto con la montaña. Los restos se localizaron a las nueve de la mañana de hoy, a 1.400 metros de altura.

Situación de habla

Ámbito

40

Práctica discursiva

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d.- Fulminamos los precios. Compre aquí. Su bolsillo, agradecido.

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Situación de habla

Ámbito

Práctica discursiva

2. ACTIVIDAD: PRODUCIR UN TEXTO ORAL DE ACUERDO A LA CLASIFICACIÓN DE LOS DISTINTOS TIPOS DE DISCURSOS, SOBRE ALGUNO DE LOS SIGUIENTES TÓPICOS:

El pizarrón – los exámenes orales – el perfume – la pelota de fútbol – las redes sociales.

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- CAPÍTULO II -

- LA ADQUISICIÓN DE LA COMPETENCIA ORAL -

Hablar una lengua consiste en participar activamente de una serie de formas de vida que existen gracias al uso del lenguaje. Aprender una lengua no es otra cosa que apropiarse de una serie de conjuntos de reglas que nos permiten llevar a cabo diferentes juegos de lenguaje. Aprendemos cómo se compra y se vende, cómo se regaña, cómo se pide perdón, cómo se ofrece, cómo se rechaza, cómo se halaga, cómo se muestra modestia, etc. De la manera en que mejor se aprenden los juegos es, precisamente, jugando, participando en ellos de forma activa. En la expresión oral se pueden distinguir tres componentes con sus respectivos correlatos: Cuerpo

Mente

Espíritu

Imagen

Mensaje

Expresión

El cuerpo transmite la imagen a nuestro auditorio. La mente constituye el componente racional de la comunicación, la llamada inteligencia racional en la cual 43

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se integran los conocimientos con el hábito de su transmisión. El espíritu es el responsable del conjunto significante que rodea a las palabras y se lo denomina inteligencia emocional. Cuando se producen interferencias en las funciones de esos componentes, la comunicación fracasa, ya sea “porque la mente del que habla se ha quedado en blanco, porque los nervios han desbaratado todo el esfuerzo volcado en la preparación, porque tiemblan imparablemente las piernas, porque la voz ha cogido un trémolo irreversible o porque se seca definitivamente la boca”.13 El concepto de competencia comunicativa da cuenta de todos los elementos verbales y no verbales que requiere la comunicación humana, así como la forma apropiada de usarlos en situaciones diversas. El arte de convencer a los demás utilizando las palabras adecuadas es una herramienta de gran valor aún en la era de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Si bien la imagen ha cobrado una importancia inusitada, no se puede desconocer el poder de las palabras. Los dos pilares sobre los que se basa una comunicación oral son justamente ambos: la imagen y el mensaje. Las competencias comunicativas necesarias para participar en el debate público en una sociedad democrática son básicamente las siguientes: 

Practicar la lectura, que nos abre un mundo de sabiduría acumulada por el paso del tiempo y permite la búsqueda de información pertinente para formarnos una opinión propia.

GARCÍA CARBONELL, R., Hablar bien en público, Santiago de Compostela, Escuela de Negocios Caixanova, 2008, pág. 14.

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Construir textos, tanto escritos como orales, ya que la necesidad de persuadir al que escucha o al lector sitúa la dimensión retórica en el núcleo de la escritura.



Intervenir en situaciones formalizadas de oralidad, donde los discursos persuasivos se fundamentan en la lectura y la escritura y exigen, además, un ejercicio de memorización y dramatización.

La competencia comunicativa es aquello que un hablante necesita saber para comunicarse de manera eficaz en contextos socialmente significantes. Se refiere a la habilidad para actuar y es necesario distinguir entre lo que el hablante conoce –cuáles son sus capacidades– y cómo actúa en instancias particulares. Dicha competencia implica conocer no sólo el código lingüístico, sino también qué decir a quién y cómo decirlo de manera apropiada en cualquier situación dada. Tiene que ver con el conocimiento social y cultural que se les supone a los hablantes y que les permite usar e interpretar las formas lingüísticas. En las sociedades autoritarias, la comunicación está dramáticamente reducida: una minoría piensa por todos y toma las decisiones y la comunicación es unidireccional y cerrada al diálogo. En lo que respecta al orador, sus objetivos primordiales son el de lograr la comprensión y la adhesión del auditorio a las tesis u opiniones que sustenta. La comprensión depende de factores tales como: -

expresión clara y precisa

-

estructura coherente

-

pronunciación correcta 45

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-

fluidez en el estilo

En cuanto a la claridad y precisión en el lenguaje, los refranes constituyen un buen ejemplo de expresión clara y concisa: “En abril, aguas mil” es mucho más expresivo y preciso que decir “La lluvia es un fenómeno meteorológico recurrente en el mes de abril”. La selección de las palabras para comunicar algo debe hacerse en forma cuidadosa, ya que expresiones que a primera vista parecen sinónimas tienen diferentes cargas de sentido: Central nuclear

Central atómica

Estancamiento económico

Crecimiento cero

Flexibilidad Laboral

Libertad de despido

La fluidez estilística se logra teniendo en cuenta aspectos lingüísticos como los siguientes: * Respetar la estructura lógica de las oraciones en español, prefiriendo siempre las construcciones sencillas a las complejas. * No abusar de las construcciones nominales ni de las cadenas de sustantivos (“Considerar” es preferible a “Tomar en consideración”) * Evitar las construcciones en voz pasiva *Preferir las construcciones afirmativas a las negativas * Desterrar el uso de muletillas tales como: “bueno”, “es decir”, “entonces”, “o sea”, “nada”. La competencia comunicativa incluye tanto el conocimiento como las expectativas respecto a quién puede o no puede hablar en determinados contextos, 46

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cuándo hay que hablar y cuándo hay que guardar silencio, a quién se puede hablar, cómo se puede hablar a personas de diferentes status y roles, cuáles son los comportamientos no verbales adecuados en diferentes contextos, cuáles son las rutinas para tomar la palabra en una conversación, cómo preguntar y proveer información, cómo pedir, cómo ofrecer o declinar ayuda o cooperación, cómo dar órdenes, cómo imponer disciplina, etc. En otras palabras, todo aquello que implica el uso lingüístico en un contexto social determinado. Es evidente el papel fundamental que desempeña el entorno sociocultural en la adquisición y el desarrollo de la competencia discursiva oral. El hecho de que en las sociedades existan diferencias y desigualdades se refleja también y de forma muy clara en el diferente y desigual acceso de las personas a los “bienes lingüísticos” –categoría utilizada por el sociólogo Pierre Bourdieu 14–. Si bien en lo que se refiere a la adquisición del núcleo gramatical, parece que todas las personas somos iguales, no es ése el caso en lo que respecta a la adquisición y el desarrollo de la competencia comunicativa. Una persona puede crecer moviéndose sólo en entornos familiares más o menos restringidos, mientras otra puede que, además, tenga acceso a entornos públicos variados, más formales, que impliquen la interacción con gentes diversas (en edad, sexo, status, bagaje cultural, etc.). Es lógico pensar que en el primer caso, los recursos lingüístico – comunicativos a los que esa persona tendrá acceso serán aquellos asociados con la conversación y con el registro coloquial, mientras que en el segundo caso tendrá acceso a recursos más variados, a registros más formales y poseerá un “capital lingüístico” que le irá preparando mejor para la vida social adulta. 14

En: Qué significa hablar, Madrid, Akal, 1985. 47

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En resumen, si bien las formas más familiares de comunicación oral forman parte del proceso de socialización –las personas hablan porque están rodeadas de otras personas que hablan–, no todas las formas de hablar son “naturales”. En el desarrollo de la competencia comunicativa oral desempeña un papel fundamental la institución educativa, ya que en ella se pueden programar y planificar formas de acceso a prácticas discursivas menos comunes y que aumentarán el “capital” comunicativo de los futuros ciudadanos. La mayoría de nosotros hemos sido formados en la enseñanza de la gramática de la expresión escrita del idioma español; se nos ha inculcado cuidar nuestro vocabulario y el contenido de lo que queremos transmitir pero no la forma de hacerlo: “El hombre no es medio cerebro. No es intelectualidad en estado puro. Es una compleja totalidad en la que interactúan los diversos mecanismos del entendimiento cerebral que, a la hora de su manifestación, se concretan SIEMPRE con el auxilio del cuerpo. Y el cuerpo, si no está entrenado, si no es sensible y plástico intérprete de la comunicación, la deteriora, la colapsa y la lleva al fracaso”.15 En las sociedades democráticas asistimos cada vez más a la proliferación de cursos dedicados a enseñar a hablar en público para cubrir necesidades específicas de los distintos campos profesionales. La adquisición y el desarrollo de la competencia comunicativa oral está en estrecha relación con la diversidad cultural. Las formas de tomar la palabra, los temas apropiados para hablar según los diferentes parámetros comunicativos, las maneras de dirigirse a los 15

GARCÍA CARBONELL, R., op. cit., pág. 22. 48

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demás, lo que se considera público o privado, son aspectos que pueden diferir mucho de una cultura a otra. El acceso a diferentes y variadas situaciones de comunicación que hagan posible la ampliación y el desarrollo de la competencia comunicativa de las personas es algo que está en íntima relación con las estructuras de poder y con las relaciones de dominación. No es por casualidad que los grupos marginados en una sociedad –ya sea por su origen étnico, de clase, de sexo o por una combinación de varios factores– poseen menos capital verbal y comunicativo y, el que poseen, vale menos en el mercado de los valores simbólicos. Así, parte de la discriminación que sufren determinados grupos se construye también a través de los usos discursivos dominantes. Por eso, la creación de un discurso de resistencia es, en muchas ocasiones, un instrumento que se utiliza para la defensa de los intereses de esos grupos.

1.- LA TEORÍA GESTUAL

Nunca hay una segunda oportunidad de causar una primera buena impresión; por lo tanto la elección de las primeras palabras que vamos a pronunciar, los movimientos y los gestos, la modulación de la voz y gestionar eficazmente la mirada son los aspectos a tener en cuenta cuando preparamos nuestras intervenciones orales. El principal obstáculo para hablar en público es, en el fondo, uno mismo: la falta de aceptación del propio yo, las propias tensiones y no el entorno. Recordemos que vencer el miedo constituye una condición necesaria para vivir en libertad.

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Nos comunicamos con nuestro auditorio por medio de palabras pero también con todo nuestro cuerpo. La teoría gestual entiende que el primer lenguaje del hombre fueron los gestos que, con posterioridad, habrían sido sustituidos paulatinamente por el lenguaje vocal. En su evolución, el hombre descubrió que podía comunicarse con la voz en situaciones en que tenía ocupadas las manos –en el trabajo, por ejemplo– y necesitaba interactuar con los otros. Además de las limitaciones que posee un lenguaje enteramente gestual –por ejemplo en la oscuridad es completamente inútil–, las ventajas de los sonidos se hicieron manifiestas y, en forma progresiva, las palabras fueron sustituyendo a los gestos. Pero el uso y la importancia del gesto no disminuyeron con la madurez del lenguaje. Bajo la denominación de “gesto” aparece un amplio conjunto de conductas cuya finalidad principal está vinculada a la comunicación. Los gestos son movimientos conscientes o inconscientes realizados sobre todo con la cabeza, la cara o las extremidades, dependientes o independientes del lenguaje verbal, que pueden alternar con él o actuar simultáneamente. Por medio del lenguaje corporal podemos comunicarnos sin hablar y despertar en nuestro auditorio simpatía, hostilidad, desdén, indiferencia con sólo un movimiento de hombros, manos o cejas. Los gestos constituyen una parte fundamental de cada cultura, integran nuestro acervo cultural transmitido de generación en generación y remiten a la antigua Roma. Del mismo modo que los romanos nos transmitieron su lengua – el latín – heredamos también de ellos una serie de elementos no verbales. En diversos estu-

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dios16 que se han realizado comparando el uso de determinados gestos en la antigüedad romana y en la actualidad, se dan distintas situaciones. En algunos casos, el significado de los gestos subsiste en la actualidad sin modificaciones apreciables; en otros, se ha restringido y hay un grupo de gestos en los que su significado se ha ampliado. El imitar las orejas de asno apoyando el pulgar en las sienes y moviendo los dedos, es un gesto vigente en la actualidad, mediante el cual se ejerce una burla sobre una persona y tiene el mismo significado que en la antigua Roma, donde ya se le atribuían a dicho animal características de obstinación y holgazanería. Sacar la lengua en forma burlona contiene hoy el mismo matiz de provocación que los romanos heredaron de los griegos y de los galos. Levantar de manera obscena el dedo corazón con la mano cerrada es uno de los gestos insultantes más corrientes en la actualidad y que mantiene inalterable su significado. En el año 2000, la imagen de David Beckham recorrió el mundo a través de las cámaras de televisión que lo filmaron en el momento en que se dirigía al público inglés que lo insultaba luego de la derrota ante Portugal por la Eurocopa de fútbol. Es el mismo gesto que, según sus biógrafos, empleó el emperador Calígula al ofrecer su mano al tribuno Casio a quien consideraba “blando y afeminado”. Sentarnos con las piernas cruzadas es una postura habitual para nosotros y a la que no atribuimos ningún significado especial. Sin embargo, su uso en ceremonias protocolares es desaconsejado. En el año Entre los autores que han abordado esta temática, podemos citar: POYATOS, F., La comunicación no verbal, Madrid, Istmo, 2004 y FORNÉS PELLICER, M. A. y PUIG RODRÍGUEZ ESCALONA, M., El porqué de nuestros gestos, Barcelona, Octaedro, 2008.

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2003, en ocasión de la visita del Papa Juan Pablo II a España, el Sumo Pontífice concedió audiencias tanto a los reyes como al jefe del gobierno español y a su esposa. En las fotos que recorrieron el mundo se puede apreciar la diferencia de posturas que adoptaron los dos matrimonios: los reyes Juan Carlos y Sofía están sentados con las piernas en paralelo mientras que José María Aznar y Ana Botella están ambos con las piernas cruzadas. Muchos periodistas criticaron por impropia la postura de estos últimos. En la antigua Roma, el cruzar las piernas y también el entrelazar los dedos de las manos eran considerados gestos de significado maléfico y estaban prohibidos en las reuniones públicas porque se consideraba que trababan los acuerdos o impedían las decisiones. En la actualidad, la lectura de estas dos posturas que realizan diversas teorías gestuales es la de considerar que ambas indican una actitud negativa o defensiva. El gesto de “tirar besos al aire”, ya sea llevando los cinco dedos de una mano a la boca o sólo el pulgar y el índice para expresar admiración por alguien, se encuentra en la antigüedad grecolatina, sobre todo en los ámbitos religiosos como señal de adoración. Con el tiempo, su uso se extendió fuera del ámbito original como expresión de alabanza y reconocimiento hacia cualquier persona. El chasquear los dedos para requerir la atención o dar una orden también mantiene el significado original que le adjudicaban las fuentes latinas: servía para enviar una señal a fin de que se hiciera algo que la persona ya conocía de antemano. Era usado por los maestros hacia los alumnos o por los señores ricos hacia los esclavos, denotando una relación jerárquica entre quien lo emitía y quien lo recibía.

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El gesto de pedir silencio acercando el índice a la boca acompañado de un sonido que se puede graficar como “sssh” o “chips” era tan habitual en la antigua Roma como en nuestros días y ha mantenido inalterable su significado. La cara es la zona del cuerpo con mayor capacidad de comunicación gestual. Los movimientos con brazos y manos son también poderosos recursos gestuales. La posición global del cuerpo constituye una tercera fuente de información, sin olvidar los elementos agregados (vestuario, complementos) ni los objetos que se manipulan durante el proceso comunicativo. La información gestual es procesada en paralelo a la información verbal y su procesamiento es mucho más rápido que el de esta última. Los gestos pueden confirmar, reemplazar, matizar o contradecir el mensaje lingüístico y, en cualquier caso, el receptor los interpreta antes que el mensaje hablado. Saber usar el lenguaje es algo más que conocerlo. La producción lingüística tiene que estar adaptada a la situación, lo que supone un buen conocimiento de las normas sociales y culturales del grupo. Es decir, comunicar implica el desarrollo de habilidades lingüísticas, cognitivas y sociales. Las diferencias en el lenguaje de los pueblos son indicativas, en cierta medida, de su cultura. Por ejemplo, en algunas lenguas no existe diferencia entre matar y asesinar. La distinción que en nuestra cultura se establece entre ambos actos se basa en una filosofía legal que considera que la intencionalidad constituye un factor a tener en cuenta: no es lo mismo la muerte accidental que la intención deliberada de producirla. En otros

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ordenamientos jurídicos se hace hincapié en el resultado y la intencionalidad no altera los hechos. Los elementos de una cultura –actitudes, ideas, valores, conocimientos compartidos– están integrados, no obran independientemente unos de otros sino que constituyen un todo organizado en virtud de las interrelaciones que se establecen entre ellos. La cultura que asimila el sujeto es el resultado de la experiencia y el trato con las demás personas y, en parte, se adquiere a partir de procesos de comunicación. La cultura es conducta compartida, no es algo idiosincrásico propio de un individuo sino que es una conducta común a un conjunto más o menos amplio de personas. Por ejemplo, una ley británica prohibía el casamiento de un viudo con la hermana de su difunta esposa. Justamente ésta es la conducta prescripta en otras sociedades, porque garantiza el cuidado de los niños del primer matrimonio y la estabilidad de la unidad familiar. En otras sociedades se considera incestuoso contraer matrimonio con un primo quinto.

2.- LOS APORTES DE LA ESCUELA DE PALO ALTO

La Escuela de Palo Alto17 –que se desarrolla a partir de 1960 en una localidad cercana a California, estado de San Francisco– propone un modelo que se funda en la metáfora de la orquesta, basado en la participación. La orquesta de la comunicación es entendida como un sistema de múltiples canales y múltiples códigos, donde el actor participa en todo momento, con el lenguaje hablado y también con sus gestos, su postura, su Uno de los representantes más destacados de esta Escuela, que ha analizado el lenguaje gestual, es Edward T. Hall, en su obra: “El lenguaje silencioso”, Madrid, Alianza, 1989. 17

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mirada, su silencio, incluso con su ausencia. El sujeto, en calidad de miembro de una cultura determinada, forma parte de la comunicación como el músico de la orquesta. La comunicación se concibe así como un todo integrado que contempla múltiples modos de relación: el lenguaje verbal, los gestos, el movimiento del cuerpo, el espacio interindividual. La propuesta de la Escuela de Palo Alto permite integrar en un mismo modelo el estudio de las expresiones codificadas lingüísticamente y aquellas otras codificadas a partir de gestos, tonos de la voz, ademanes, es decir, a partir de códigos no verbales. En toda interacción la comunicación se establece a un doble nivel. Se intercambian mensajes a propósito de: a) el contenido del mensaje; b) la relación entre los comunicantes. El contenido: siempre que se comunica se emite un mensaje a propósito del mundo. Es decir, se transmite información acerca de objetos de referencia externos. La relación: siempre que se comunica se transmite también información a propósito de las relaciones sociales contraídas entre los comunicantes. El aspecto relacional delimita el referencial y define el sentido. El primero suele llegar a ser más importante incluso que el propio contenido de la comunicación. Por ejemplo: el tono que utiliza la madre al reprender al hijo es tan o más importante que el contenido literal de la reprimenda. Todo mensaje tiene un modo en que es producido. Es decir, el mensaje es emitido con un determinado

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tono, en un determinado contexto, acompañado de cierta gestualidad, etc. Este modo de producción del mensaje puede ser interpretado como una definición de la relación entre los comunicantes. En una discusión ocurre a menudo que, a medida que ésta transcurre, el motivo que la originó pasa a segundo plano porque los interlocutores están más interesados en demostrar al otro quién tiene la razón o en imponer su criterio. Es decir, se termina discutiendo sin prestar atención al contenido porque lo que está en juego es la relación. Las relaciones patológicas se caracterizan por un debate constante sobre la naturaleza de la relación y el contenido de la comunicación acaba perdiendo importancia. Esta multiplicidad de mensajes se halla presente en todas las comunicaciones, tanto en aquellas que se establecen a nivel microsocial (comunicación cara a cara) como a nivel macrosocial (comunicación institucional y comunicación de masas). Por ejemplo, en el marco de la comunicación institucional, además de intercambiar mensajes para referirnos a objetos externos, también marcamos las posiciones sociales que ocupa cada uno; como el director de una empresa que comunica a su empleado: “Quiero el informe para mañana por la mañana”. Este enunciado está expresando algo más que su contenido literal, está indicando que es una orden y que el director ocupa una posición jerárquica superior. Es decir, no existen meras palabras, sino que éstas siempre aparecen encuadradas dentro de otro mensaje que dice mucho de quien las produce y a quien se las dirige. En resumen, en la comunicación se intercambian simultáneamente mensajes a distinto nivel lógico que, en algunos casos, pueden ser incluso contradictorios. Por ejemplo, puedo comunicar un contenido afectuoso con un tono de desprecio: “Claro que te quiero”.

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Los malentendidos son frecuentes en la comunicación interpersonal y tienen que ver con la interferencia de nuestros esquemas mentales. En la conducta interpersonal se interpreta el comportamiento de los actores en el contexto de lo que ambos estiman que son las intenciones, expectativas, valores, creencias, etc. que guían el comportamiento del otro, de manera que tales intenciones y expectativas –tal y como cada uno las concibe– pasan a formar parte de lo que para cada uno es la realidad. Este juego de expectativas y mutuas imágenes es lo que constituye la realidad para cada sujeto y la realidad de la interacción comunicativa. Para la Escuela de Palo Alto, en la interacción comunicativa existe una reciprocidad relacional que puede establecerse en los siguientes términos: Simétrica: cuando la relación está basada en la igualdad y los participantes tienden a equiparar su conducta recíproca. La relación se establece al mismo nivel, a modo de espejo, sin que ninguna de las partes ostente la supremacía en la relación. Complementaria: cuando la relación es desigual. En este caso la conducta de un sujeto complementa la del otro. Aquí se dan dos posiciones distintas: a)

superior o primaria: es la posición del que dirige y controla la responsabilidad de la comunicación;

b)

inferior o secundaria: es la posición de aquel que se ajusta y responde a las iniciativas del otro.

Las relaciones complementarias a veces constituyen una forma de manipulación, toda vez que coartan

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la iniciativa del otro que carece de libertad para elegir su posición. Suelen ser más estables porque no caben iniciativas al mismo nivel por ambas partes. La complementariedad favorece la continuidad de un estado de cosas. En las relaciones simétricas, sin embargo, el sujeto puede responder a una conducta con otra de la misma naturaleza y así poner en riesgo la interacción.

2.1. La interacción simbólica

La Escuela de Palo Alto contempla a la sociedad como un intercambio organizado de gestos y contenidos significantes. La imagen que uno tiene de sí mismo y de los demás es una construcción de significado que surge de la interacción simbólica. Los símbolos verbales y no verbales permiten a las personas comunicarse entre sí y es mediante la comunicación como se establece la sociedad. Mediante la interacción permanente se construye el sentido de las situaciones de la vida cotidiana, que determina lo que los demás esperan de nosotros y las expectativas que nosotros tenemos respecto a ellos. El estudio de la organización y dinámica dentro de los grupos ha servido de fundamento a diversas técnicas que analizan la estructura comunicativa de las relaciones interpersonales. A nivel general, el grupo se puede definir como un conjunto de personas con un propósito común. Grupos familiares, laborales, sociales, intelectuales, artísticos, altruistas, deportivos, etc. constituyen la mayor parte de las sociedades. Los grupos se forman cuando dos o más personas perciben o creen que algo se puede lograr por medio de la acción conjunta de varios sujetos y no por la acción individual de uno solo. Las personas forman parte de esos grupos para satisfacer sus necesidades y alcan-

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zar metas deseables. Cada persona puede formar parte de más de un grupo. Una vez creado éste, otras personas se adhieren a él por las mismas razones por las que se creó. Una de las principales suele ser la atracción interpersonal: cuando el individuo descubre que los miembros le resultan atractivos por alguna razón, el conjunto también lo es. Otras veces, las personas se unen al grupo porque sus metas son valiosas o porque disfrutan con sus actividades. Cuando un grupo de personas interactúa, unos hablan más que otros y tienen más influencia, algunos intentan dominar a los otros, imponer sus criterios, etc. La estructura del grupo tiene que ver con las relaciones de autoridad que se establecen entre sus miembros, las normas y los roles que asumen los distintos individuos que lo componen. En síntesis, la competencia comunicativa oral no se reduce a “saber hablar” sino que integra otros elementos extralingüísticos como los gestos, las formas de relacionarse con los demás y la experiencia en diversas situaciones comunicacionales.

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- ACTIVIDADES SUGERIDAS CAPÍTULO II -

1.- “¿CÓMO FUNCIONA?”

Objetivo: Reconocer la importancia del contexto, de la entonación y de los gestos del hablante al pronunciar expresiones que, a primera vista, parecen sinónimas. Si bien el contenido de las siguientes oraciones es el mismo: alguien quiere que le expliquen cómo funciona un sistema, las expresiones corresponden a distintas situaciones de habla.

1.1. Coloque los signos enfáticos que crea necesarios; explique a qué contexto situacional corresponde cada una de las expresiones y repítalas en voz alta dándoles la entonación adecuada

1.2. En formal grupal, redactar otra expresión que admita la diversidad de tonos tal como surge del ejemplo anterior

“Podría explicarme cómo funciona este programa” “Sería tan amable de explicarme cómo funciona este sistema” “Explíqueme cómo funciona este sistema” “Y qué tal si me explica cómo funciona este sistema” 61

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“A lo mejor incluso me puede explicar cómo funciona este sistema”

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“A ver si me explica de una vez cómo funciona este sistema” “Qué quiere ... que adivine cómo funciona este trasto”

2.- REALIZAR COMENTARIOS ORALES AMPLIANDO CON IDEAS PROPIAS LAS SIGUIENTES EXPRESIONES

a.- “Cuando se trata de resolver cuestiones privadas, todos los hombres son iguales ante la ley” (Pericles) b.- Porque así como el hombre es el mejor de todos los animales cuando ha alcanzado su pleno desarrollo, también es el peor de todos cuando se aparta de la ley y la justicia” (Aristóteles) c.- “Nadie sufre el castigo del pensamiento” o, dicho de otro modo, “El pensamiento no traducido en acto o intento, no es punible” (Ulpiano) d.- “El deudor de mi deudor no es mi deudor” (adagio latino) e.- “La prueba incumbe a quien afirma, no a quien niega” (Paulo) f.- “En las expresiones ambiguas se debe atender sobre todo a la intención de quien las pronunció” (Marciano) g.- “Derecho es el arte del bien y de la equidad” (Celso) h.- “Quienes no conocen la historia están condenados a repetirla” (Edmund Burke)

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- CAPÍTULO III -

- ASPECTOS PRAGMÁTICOS DE LA COMUNICACIÓN -

1.- LA INTENCIONALIDAD EN LA COMUNICACIÓN

Las tres coordenadas básicas de todo discurso son; tema, destinatario y finalidad: a partir del tema a desarrollar, para quién vamos a hablar y lo que pretendemos con ello, prepararemos nuestro discurso. Debemos tener en cuenta qué tipo de discurso será el nuestro. Básicamente, tal como hemos visto en el Capítulo I, existen cuatro tipos de discursos: explicativo o expositivo, demostrativo, emotivo y persuasivo. Podemos ilustrar con un mismo tema los distintos tipos de discurso: no es lo mismo explicar qué es la marihuana, demostrar que es altamente nociva, contar historias sobre sus consecuencias o tratar de convencer para que se rechace su uso. La comunicación, en general, obedece a la voluntad de los actores18. No obstante, cuando se trata de procesos de comunicación a nivel interpersonal no siempre hay una intencionalidad clara. Por ejemplo, cuando alguien pronuncia una exclamación de cansancio no hay intencionalidad comunicativa por parte del

El término actor remite a una categoría sociológica que se aplica a todo aquel que realiza una acción, incluida una acción comunicativa.

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emisor, aunque un observador casual sea capaz de decodificar su conducta de forma significativa. Sin embargo, la exclamación también puede ser pronunciada deliberadamente para indicar el agotamiento al interlocutor, en sustitución de las palabras. Desde una perspectiva pragmática, el análisis de la comunicación verbal se centra en el estudio de los procesos conversacionales. En este sentido, J. L. Austin19 retoma la hipótesis de que el sentido de las palabras sólo se determina por su utilización en situaciones particulares de interlocución. Para Austin –seguido luego por otros autores como Searle20 o Ducrot21– todo enunciado dirigido a un interlocutor cumple una triple acción: la locutiva, que presenta un estilo y una referencia, la ilocutiva, que propone una relación socialmente significativa y la perlocutiva, que acarrea consecuencias de comportamiento en los interlocutores, fuera del ámbito enunciativo. Así, todo enunciado produce tres actos de habla simultáneos: 1.- Acto locutivo: se refiere a lo que las palabras dicen, a partir de la articulación y combinación de sonidos, independientemente del contexto. 2.- Acto ilocutivo: alude al acto que se realiza al decir algo, lo que las palabras hacen. Cuando se expresa una idea se manifiesta, además, cómo debe ser entendida. Por ejemplo, se cumple el acto de juzgar cuando un juez o un tribunal pronuncian una sentencia.

En: Cómo hacer cosas con palabras, Barcelona, Paidós, 1998.

19

SEARLE, J. R., La construcción de la realidad social, Barcelona, Paidós, 1997.

20

21

DUCROT, O., El decir y lo dicho, Barcelona, Paidós, 1986. 64

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3.- Acto perlocutivo: se refiere a los efectos –con o sin intención– que causa la producción verbal sobre el interlocutor. Los dos últimos aspectos no siempre son fáciles de separar a pesar de que la distinción entre toma de conciencia (ilocutivo) y acción efectuada por el destinatario (perlocutivo) es pertinente. Por ejemplo, cuando digo “¿Quieres devolverme el libro, por favor?” realizo el acto ilocutivo de pedir, solicitar o rogar. Pero puede ocurrir que el receptor de este ruego quede convencido de que debe devolver el libro, o puede que quede avergonzado al tomar conciencia de su retraso en la devolución, o confuso por no saber a qué libro en concreto se refiere el hablante (efectos perlocutivos). Ser conscientes de la intención con que vamos a decir algo nos ayudará a ser más eficaces en la comunicación. Antes de preparar una intervención oral, es conveniente que nos hagamos preguntas como las siguientes: ¿Queremos instruir o informar? ¿Queremos influir o persuadir? ¿Queremos interesar o distraer? No siempre decimos lo que nos proponemos decir, ni en los términos en que deseamos expresarnos, ni siempre articulamos todo lo que queremos decir. Pero esto no es obstáculo para que la comunicación sea posible. Otras veces jugamos con el lenguaje creando situaciones hilarantes, de doble sentido, chistes, juegos de palabras aprovechando la literalidad de los términos o, por el contrario, sus usos metafóricos. El conocimiento de los principios morfológicos que tratan de los signos lingüísticos, de las reglas sintácticas y de las relaciones semánticas no explica por sí mismo muchas de las situaciones comunicativas. En el siguiente ejemplo, extraído de una conversación cotidiana y habitual, si nos

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atenemos a la estricta literalidad del diálogo algo no parece congruente: -

¿Vienes esta tarde?

-

Tengo mucho trabajo

La respuesta del segundo interlocutor no se corresponde con los términos en que ha sido formulada la pregunta. La Pragmática es la disciplina que estudia el lenguaje en uso, es decir, toma el lenguaje tal como se manifiesta en las situaciones concretas de comunicación. Sirve para explicar el lenguaje con relación al hablante, cómo afecta el contexto al uso de la lengua; qué relación hay entre significado literal y significado comunicado, en qué consiste la interpretación de los enunciados. En resumen, la Pragmática aborda aspectos de la comunicación verbal que sin ella no sería posible aclarar. El mundo está poblado de universos semánticos. Al relacionarnos con los demás nos ponemos de acuerdo –o no– sobre las realidades del mundo, incluida la realidad de la comunicación: “Casi todos nuestros acercamientos al mundo están mediatizados por la negociación con los otros. En la relación social se constituye nuestro ser público, nuestra identidad, de ahí que las relaciones sociales puedan ser consideradas como un riesgo posible para nuestra identidad, en caso de fracasar en la solicitación del reconocimiento del otro, que necesitamos para constituirnos, al igual que los demás necesitan nuestro reconocimiento hacia ellos con el mismo propósito. Nuestra capacidad para actualizar los discursos y los textos configurados socialmente, es un factor esencial para hacer posible esa identidad buscada, ya que toda

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mediación se realiza a través del lenguaje natural y de los demás lenguajes comunicativos”.22 Las palabras tienen un significado convencional que es el que se encuentra presente en los diccionarios y que es común a todos los usuarios del código lingüístico, pero también pueden presentar otros significados no preestablecidos y más difíciles de precisar. Expresiones como “bueno”, “quizá”, “no sé”, pueden significar “sí” y “no”, dependiendo de quién las pronuncie, a quién vayan dirigidas y cuál sea el contexto en que son dichas. En la comunicación es posible pasar por encima de la literalidad de las palabras, por eso a veces se habla de “leer entre líneas” o de “la letra y el espíritu de una ley”. No es suficiente con entender las palabras, es necesario también saber a qué personas, a qué cosas, sucesos o situaciones en concreto se refieren. Y esto sólo es posible si se lleva a cabo una adecuada contextualización del enunciado. La manera en que se relacionan lengua y contexto es a través del fenómeno de la deixis. Esta noción, en su etimología griega, está relacionada con señalar o indicar; las partículas deícticas sirven para orientar la comprensión de la comunicación, como podemos apreciar en el siguiente enunciado: -

Ven mañana

Este mensaje sólo tiene sentido cuando podemos identificar quién es el emisor, a dónde se debe ir y cuándo es mañana. Todos los datos que no aparecen expresos dependen de la situación en que dicho enunciado ha sido pronunciado, cuándo y por quién pero sin toda esta información es posible que no se sepa cómo acceder al requerimiento del interlocutor. CEREZO ARRIAZA, M., Texto, contexto y situación, Barcelona, Octaedro, 1994, pág. 111.

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Expresiones como “ése”, “aquél”, “usted”, “mañana”, “después”, “luego”, sólo cobran sentido cuando se las contextualiza. Son deícticos: los pronombres personales que identifican a los sujetos, los demostrativos, posesivos, adverbios de tiempo y lugar, las formas de tratamiento, los tiempos verbales que relacionan la acción del verbo con un tiempo medido desde el presente del hablante, etc. Así se habla de deícticos de persona, tiempo, lugar o deícticos sociales. En el enunciado “Un comentario de este tipo es hiriente”, “este tipo” hace referencia a una clase concreta de comentarios que se desconocen si no se ha compartido la situación. Los seres humanos somos muy susceptibles a las palabras y solemos a veces utilizarlas como verdaderas armas en medio de una disputa o cuando nos descontrolamos. Ante alguien que se muestra ofendido y violentado por algo que hemos dicho, podemos reaccionar con prudencia: “Veo que te sientes herido y molesto por lo que dije pero no fue mi intención, sólo era una broma” o contestarle con una expresión agresiva como: “Pedazo de idiota, ¿no sabés recibir una broma?” El mantener el equilibrio en las réplicas buscando las palabras más apropiadas, sólo se consigue a partir del momento en que reconocemos las diferencias entre las palabras y los hechos, entre las palabras y lo que ellas representan. V. Escandell23 denomina “información pragmática” al conjunto de conocimientos, creencias, supuestos, opiniones y sentimientos que los interlocutores poseen. Es decir, emisor y destinatario, en tanto que sujetos, poseen, con anterioridad a un proceso concreto de co23

Introducción a la Pragmática, Barcelona, Anthropos, 1993. 68

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municación, una serie de experiencias previas a propósito del mundo, de la sociedad, de los demás y de todo cuanto les rodea. Cada sujeto tiene una interiorización subjetiva del mundo, pero esto no quiere decir que no haya una gran cantidad de información que es común a todos los miembros de un determinado grupo social. De no ser así, no sería posible la comunicación ni tampoco la vida en sociedad. Existe un sustrato compartido por todos los miembros de un grupo social que posibilita las interacciones, la organización social y la vida en general. Esta base está compuesta por conocimientos diversos que provienen del proceso de socialización y constituyen la cultura. G. Reyes24 distingue tres tipos de contexto: 1.- Contexto lingüístico: formado por el material lingüístico que precede y sigue al enunciado. Se denomina también “cotexto”. 2.- Contexto situacional: conjunto de datos accesibles a los participantes de una interacción comunicativa que se encuentran en el entorno físico inmediato. 3.- Contexto sociocultural: configuración de datos que proceden de condicionamientos sociales y culturales sobre el comportamiento verbal y su adecuación a diferentes situaciones, como por ejemplo las formas de saludo. En síntesis, la competencia comunicativa de los actores sociales incluye no sólo su competencia para manejar con corrección gramatical el código de la lengua –competencia lingüística– sino que también incluye la capacidad para operar con factores contextuales, es de-

24

El abecé de la Pragmática, Madrid, Arco Libros, 1998. 69

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cir, con aquellas reglas por las que los hablantes producen e interpretan situaciones de comunicación verbal.

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2.- IMPACTO DE LA COMUNICACIÓN NO VERBAL

En la actualidad existe una clara conciencia de la importancia que tienen los aspectos no verbales en las interacciones humanas. En una época dominada por el peso de la imagen, todo lo que tiene que ver con la forma en que nos presentamos ante los demás, cómo gesticulamos, el tono que utilizamos al dirigirnos a los otros o nuestra apariencia, cobran especial importancia. Algunas veces la comunicación no verbal reitera lo expresado verbalmente, como por ejemplo cuando negamos explícitamente y, además, hacemos el gesto de la negación desplazando la cabeza lateralmente. Otras veces, lo no verbal contradice lo expresado verbalmente, como cuando alguien saluda con amabilidad a otro, mientras con la actitud contradice sus palabras. Cuando se producen estos mensajes contradictorios, tendemos a confiar más en lo no verbal porque estas señales son más difíciles de disimular y fingir y, en general, se consideran más espontáneas. Las señales no verbales pueden también sustituir a la comunicación verbal. A veces elegimos la alternativa no verbal para expresar determinadas cosas porque se percibe como más indirecta y puede resultar más suave. Por ejemplo, el gesto de negación con la cabeza se percibe como menos radical que un lacónico “no”. En ocasiones, lo no verbal enfatiza lo expresado verbalmente: subrayar con un gesto o un movimiento de cabeza puede ser más eficaz que una reiteración.

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Es necesario tener siempre presente que un orador no tiene sólo oyentes sino también espectadores. Éstos perciben en forma inmediata la expresión de nuestro rostro, la forma de caminar, la mirada, la posición de nuestras manos. La primera impresión nunca es neutra: nuestro tono de voz, nuestros gestos y nuestra postura nunca serán indiferentes al auditorio. La comunicación no verbal puede llegar a ser tan importante como lo que podamos decir. Por eso es fundamental que cada uno conozca sus virtudes y carencias en cuanto a la gestualidad para poder superarse. Un cuerpo inmóvil es lo más antinatural que hay, por eso debemos procurar un moderado movimiento. Hay que evitar dar la espalda al auditorio y continuar hablando. Si es inevitable en un momento dar la espalda, es mejor que hagamos una pausa en nuestro discurso. Numerosos estudios han comprobado que enseñar las palmas de las manos es expresión de sinceridad, apertura y transparencia. Cerrar los puños, en cambio, manifiesta agresividad y ocultamiento de la verdad. Si cruzamos los brazos a la altura del pecho estamos poniendo una barrera entre el auditorio y nosotros y eso denota ponerse a la defensiva. Cuando nos mordemos las uñas o los labios -aún sin darnos cuenta- transmitimos nerviosismo, igual que cuando damos golpecitos en el suelo con el pie o con la mano en la mesa de modo repetitivo. Si para evitar que nos tiemblen las manos nos aferramos a un objeto de un modo obsesivo – un bolígrafo, el micrófono, etc.-, seguiremos mostrando nerviosismo. Se denomina simpatía procesal a la primera impresión positiva que causa un abogado en su audito-

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rio –clientes, jueces, colegas–. Por ejemplo, un rostro extremadamente tenso provoca que nuestro interlocutor se ponga en guardia o en actitud de prevención hacia nosotros. El éxito de la comunicación no verbal consiste en causar una buena impresión: “Cuando los seres humanos se encuentran cara a cara se comunican simultáneamente a muchos niveles conscientes e inconscientes y emplean para ello la mayoría de los sentidos: la vista, el oído, el tacto y el olfato. Las personas integran luego todas esas sensaciones mediante un sistema de decodificación que llamamos sexto sentido: la intuición”.25

3.- LA EXPRESIÓN DE LAS EMOCIONES

La expresión de las emociones presenta distintas perspectivas desde las que puede ser abordada. Hay cambios fisiológicos que acompañan a las emociones: en la presión sanguínea, en el ritmo respiratorio, en el pulso, etc. Es precisamente sobre la existencia de estos cambios fisiológicos en la que se basa el empleo del polígrafo. Este aparato se ha utilizado en algunos países en procesos judiciales como detector de mentiras para medir las reacciones emocionales del sujeto durante los interrogatorios. En realidad, lo que detecta el polígrafo no son las mentiras sino las perturbaciones que se producen en el organismo del sujeto como correlato de la emoción provocada por las preguntas. Por los cambios en el rostro, en las actitudes y en el porte, advertimos que nuestro interlocutor está a gusto o a disgusto, despreocupado o pesaroso, relajado

25 DAVIS, F., La comunicación no verbal, Madrid, Alianza, 1998, pág. 82.

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o en tensión. El niño pequeño, antes de que sea capaz de comprender el lenguaje hablado, entiende la expresión de desaprobación o la sonrisa compensatoria de su madre. La Antropología Social y Cultural sostiene que la emoción se asocia con una expresión determinada tras un aprendizaje mediado por la cultura. Por ejemplo, el beso no es una conducta universal: en algunas sociedades queda reservado para la relación materno – filial y es considerado de mal gusto entre adultos. En otras, es sustituido por el frotamiento de la nariz o tocando la aleta derecha de la nariz de la otra persona con el dedo índice derecho. En algunas partes del mundo el beso es desconocido y en otras tiene una gran variedad de usos y aplicaciones: como símbolo de compañerismo, en la mano de la mujer casada, en el pie del monarca por sus vasallos, en la frente como señal de bendición o el beso a los objetos sagrados como símbolo de devoción. Lo mismo ocurre con otras emociones como el amor o el recato. En nuestra sociedad, el amor va acompañado del deseo de posesión exclusiva de la persona amada. Sin embargo, no es así en otras sociedades en donde se desconocen los celos y existe, por ejemplo, la costumbre de ofrecer la esposa al visitante como símbolo de hospitalidad. Hay emociones que pareciera que son universales, aunque varíe el motivo que las provoca. Por ejemplo, es universal la vergüenza que siente el individuo ante la reprobación de los demás. El derramamiento de lágrimas como expresión de pena es probablemente universal, pero intervienen factores culturales en la determinación del momento, el lugar, la cuantía y la situación en las que pueden ser mos-

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tradas. O. Klineberg26 señala que, en Montenegro, durante las ceremonias luctuosas, los hombres lloraban en determinado momento y las mujeres cuando les correspondía hacerlo, lo que pone de manifiesto una notable capacidad para hacerlo a voluntad. La existencia de estereotipos idiosincrásicos como, por ejemplo, la inescrutabilidad del oriental, la reserva del inglés o la vehemencia de los mediterráneos ponen de manifiesto estas diferencias en nuestro contexto actual. Las emociones aparecen simultáneamente con el mensaje. Las más destacadas son: 

seguridad/inseguridad,



confianza/temor,



respeto/menosprecio.

Suelen manifestarse de manera muy rápida y automática. Por ejemplo, al sentir vergüenza, somos conscientes de ello cuando ya estamos sonrojándonos. Igualmente, todos hemos visto a alguien diciendo airadamente “¡Yo no estoy enojado!”, mientras golpea la mesa con el puño. Por lo tanto, las emociones no son especialmente controlables en el sentido de poder bloquearlas. Lo que sí es posible es detectarlas, anticiparlas e, incluso, compensarlas.

4.- FUNCIONES DE LA COMUNICACIÓN NO VERBAL

Hay muchos autores que han estudiado la comunicación no verbal, sus elementos constituyentes y

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Psicología Social, México, FCE, 1963. 74

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han elaborado clasificaciones de estos últimos. Antes de referirnos a algunas de ellas, creemos necesario subrayar que el lenguaje corporal constituye una totalidad y no una suma de elementos aislados y que el auditorio también los percibe como una totalidad. Argyle27 señala que las funciones principales que asume la comunicación no verbal son las siguientes: a)

Gestión y control de la situación inmediata: Con el gesto, el porte, la entonación, la manera de mirar, el sujeto comunica sus predisposiciones y actitudes hacia los demás, es decir, ofrece una determinada imagen de sí mismo y muestra qué le despierta su auditorio: animosidad, respeto, lo percibe como un igual, etc.

b)

Apoyo y complemento de la comunicación verbal: Los gestos amplían e ilustran el significado de las palabras. Con las manos, por ejemplo, se dibujan movimientos, formas, dimensiones. A lo largo de la interacción es necesario saber si nuestras palabras son bien percibidas, si somos entendidos, si nos creen, si están sorprendidos, si están de acuerdo o en desacuerdo, satisfechos o molestos con nuestra intervención, si se aburren, etc. Toda esta información se obtiene por la observación del otro.

c)

Sustitución de la comunicación verbal: Cuando no resulta posible hacer uso de la comunicación verbal se recurre al lenguaje gestual como, por ejemplo, cuando un bebé

ARGYLE, M., Psicología del comportamiento interpersonal, Madrid, Alianza, 1984.

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duerme y hacemos un gesto a nuestro interlocutor con el dedo índice delante de los labios para que baje la voz. Un caso extremo sería el lenguaje de los sordomudos, lenguaje gestual complejo que permite intercambios de mensajes bastante elaborados. Knapp28 clasificó los elementos no verbales en siete categorías: a)

Movimientos del cuerpo: (kinésica) tienen un denominador común: el movimiento. En esta categoría se engloba todo aquello que no permanece estático en la interacción.

b)

Características físicas de los actores: tienen que ver con el aspecto general, el físico, la altura, el peso, el olor corporal, etc. Son elementos que permanecen estáticos en la interacción.

c)

Conducta táctil: tocar, oprimir, sostener, acariciar, golpear algún objeto.

d)

Paralenguaje: comprende el cómo se dice algo (vocalizaciones, entonación, pausas).

e)

Proxémica: abarca los aspectos relacionados con el uso y percepción del espacio social, la orientación que los sujetos mantienen en la interacción, las distancias conversacionales.

f)

Artefactos: elementos que son objeto de manipulación por parte de los sujetos, como anteojos, ropa, joyas, bolígrafos, etc., que pueden actuar como estímulos no verbales.

KNAPP, M. L., La comunicación no verbal, Barcelona, Paidós, 1982. 28

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g)

Factores del entorno: comprende todos los elementos que interfieren en la interacción pero que no son parte directa de ella: los muebles, el decorado, la temperatura, las condiciones de luz, los ruidos y todo aquello que puede afectar a los sujetos que comunican.

Hay autores que clasifican los elementos no verbales en estáticos y dinámicos. a)

Aspectos estáticos: señales no verbales que no cambian durante la interacción: atractivo físico, cara, voz, ropa, maquillaje, peinado.

b)

Aspectos dinámicos: elementos que se modifican o cambian a lo largo de la interacción: orientación de los actores, distancia que separa a los sujetos de la interacción, posturas, gestos, movimientos del cuerpo, expresión del rostro, dirección de la mirada, tono de la voz y ritmo y velocidad del discurso.

F. Poyatos29 distingue entre gestos, maneras y posturas. Gestos: movimientos conscientes o inconscientes, principalmente con la cabeza o las extremidades que constituyen una forma principal de comunicación, por ejemplo una sonrisa, un guiño o una mirada de reojo. Maneras: son más o menos conscientes y dinámicas, principalmente aprendidas y ritualizadas socialmente según los contextos, que acompañan o alternan con el lenguaje verbal; por ejemplo, la manera de cruzar y descruzar los brazos y las piernas. 29

POYATOS, F., La comunicación no verbal, Madrid, Istmo, 1994. 77

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Posturas: tienen carácter estático, consciente o inconsciente, indican el sexo, la posición social, el estado de ánimo, etc; por ejemplo la postura al andar o al estar de pie. La expresión postural está relacionada con factores de índole individual propios de cada sujeto, por consiguiente, existen notables diferencias de una persona a otra. Por otra parte, hay reglas sociales que pautan la actividad postural adecuada en función de los diferentes contextos. Es decir, hay normas culturales que regulan lo correcto o incorrecto en cada sociedad y para cada momento histórico. La postura varía con el estado emocional del sujeto, por eso algunos autores coinciden en que es una de las formas de comunicación no verbal más elocuente porque es menos controlable que la expresión del rostro o que la entonación. La actitud favorable hacia los demás se expresa con una inclinación hacia delante, proximidad física y relajación en la postura. Es frecuente que un orador se sienta más “refugiado” detrás de una mesa o un atril pero no caben dudas de que un cuerpo entero transmite mucho mejor que un “busto parlante”. Cuando exponemos todo el cuerpo al público es mayor la capacidad de comunicación, aunque también es mayor el riesgo de que se perciba nuestro nerviosismo. Pero así como un inmóvil “busto parlante” aburre al auditorio, un orador en continuo movimiento puede ponerlo nervioso. Otros estudios han comparado –desde el punto de vista postural– comunicantes mentirosos con otros que decían la verdad. En general, los comunicantes mentirosos mantenían cierta distancia respecto a los

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demás, utilizaban un tono de voz más agudo, mantenían menos tiempo la mirada, cometían más lapsus al hablar y lo hacían a un ritmo más lento. Por otra parte, está comprobado que los jurados tienden a otorgar menos credibilidad a los testigos que agitan sus piernas en la silla durante la exposición de su testimonio. El argumento que sostiene esta afirmación es que parece que el individuo no está dispuesto a invertir mucho esfuerzo en controlar aquellas zonas corporales que cree que los demás ignoran. Hay posturas que delatan una posición dominante: el porte erguido, la cabeza hacia atrás; y otras el sometimiento: los hombros caídos, la cabeza baja.

4.1. Clasificación de los gestos

Argyle30 distingue cinco tipos de señales gestuales:

30

a)

Gestos de ilustración: son elementos que sirven para explicitar lo verbal, poner énfasis, ilustrar y proporcionar retroalimentación entre los interlocutores.

b)

Gestos convencionales: poseen un significado generalmente aceptado dentro de una cultura determinada (los saludos con las manos).

c)

Gestos que expresan estados emotivos: reflejan emociones (llorar, reír).

d)

Gestos específicos de cada persona: son propios e individuales (los tics).

ARGYLE, op. cit. 79

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e)

Gestos rituales: tienen un carácter convencional y se repiten siempre de la misma forma (ceremonias o ritos religiosos: arrodillarse, señal de la cruz).

Hay investigaciones que consignan que es posible realizar hasta 700.000 gestos utilizando combinaciones de movimientos del brazo, muñeca y dedos de las manos. Los gestos con las manos sirven para ilustrar o subrayar lo que se dice, para señalar distancias, direcciones y también para indicar formas, tamaños o movimientos. Algunos de estos gestos son tan expresivos que pueden comunicar de forma involuntaria estados emocionales; por ejemplo, las manos apretadas como síntoma de tensión, juguetear con los dedos como señal de nerviosismo, cerrar el puño manifestando agresión. Si se quiere enfatizar lo que se está diciendo como si fuera una predicción que se cumplirá de no tomarse determinados recaudos, un gesto enfatizador es levantar el dedo índice hacia arriba. Por oposición a esto, si lo que se quiere es dar un mensaje conciliador, este gesto es absolutamente desaconsejado; el gesto más convincente para este tipo de mensaje es abrir las manos con las palmas hacia arriba, como invitando al consenso. Un buen orador debe evitar los gestos que se repiten constantemente y de forma casi involuntaria, sin relación con el contexto, que se denominan “tics”, como por ejemplo carraspear, mojarse los labios con la lengua, rascarse la nariz, retorcerse la oreja, etc.

5.- LA CAPACIDAD EXPRESIVA DEL CUERPO

Los gestos no deben ser exagerados sino suaves y con movimientos lentos, ya que existe una marcada diferencia entre “gesticular” y “expresar”: así como no

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por gritar más se explica uno mejor, tampoco por utilizar los gestos de forma exagerada vamos a ser más convincentes. El hecho de que no siempre seamos conscientes de todo este lenguaje corporal no le quita relevancia. El cuerpo humano es una fuente importantísima de información en las interacciones. El cuerpo puede cambiar de forma gracias a su plasticidad y a su capacidad cinésica 31. Los movimientos y expresiones corporales cumplen una función expresiva en la medida en que permiten atribuirles un significado compartido. Por ejemplo, un abrazo prolongado en una situación de saludo va a ser interpretado socialmente como una actitud positiva de simpatía, en cambio, la falta de contacto físico es entendida como una actitud fría y distante.

5.1. Los biotipos

La biotipología es la ciencia de los tipos humanos basada en mediciones de los aspectos físicos (antropometría) y psicológicos (psicometría). Los biotipos se asocian con estereotipos físico – temperamentales. Platón dividía el cuerpo humano en cabeza, pecho y vientre, haciendo corresponder a cada una de estas partes del cuerpo una habilidad: la razón a la cabeza, la voluntad al pecho y el deseo al vientre. Se atribuye a Hipócrates la descripción de los cuatro humores constitutivos del cuerpo humano –sangre, saliva, mucosidad intestinal y bilis– como determiTambién denominada “kinésica” o “quinésica”, estudia los movimientos corporales conscientes e inconscientes que poseen un valor comunicativo.

31

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nantes del temperamento de las personas. En función del predominio de uno u otro de estos humores se originarían los siguientes temperamentos: -

sanguíneo: colérico, rojo, pletórico

-

flemático: obeso, tranquilo, apacible y torpe

-

bilioso: grácil, macilento, laborioso, agudo, cambiante

-

melancólico: esquivo, malhumorado, irascible

La teoría hipocrática fue retomada por otros autores como Galeno y subsistió, con modificaciones, hasta la Edad Media. A finales del siglo XIX se intentó clasificar la infinita variedad humana dando lugar a distintas taxonomías de biotipos. Por ejemplo, el psicólogo americano V. H. Sheldon32 ha identificado tres tipos somáticos: a)

Endomorfos: sujetos de formas redondeadas y blandas, gruesos, de piel blanca, se asocian con un temperamento cómodo, extrovertido, amantes de los placeres y el confort.

b)

Mesomorfos: sujetos robustos, de huesos prominentes, musculosos, se asocian con un temperamento enérgico y dominante, seguros de sí mismos y atraídos por la acción y el riesgo.

c)

Ectomorfos: sujetos altos, delgados, de músculos finos y huesos frágiles y delicados, se asocian con un temperamento reservado e inhibido.

Citado por CÁCERES, M. D. en: Introducción a la comunicación interpersonal, Madrid, Síntesis, 2003, pág. 169.

32

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Resulta difícil encontrar personas que encajen por completo en alguna de las categorías mencionadas; por lo general, los tipos humanos presentan características más variadas. Tampoco se puede concluir que la conformación orgánica sea la causa que origina los rasgos de temperamento. En general, tenemos un conocimiento muy pobre de nuestro propio cuerpo y una percepción a veces un tanto distorsionada de algunas de sus partes. La cultura y las religiones han determinado las concepciones en torno al cuerpo vigentes en cada momento histórico y en cada contexto geográfico. Muchas religiones han enseñado a considerar al cuerpo como sucio, malo y pecaminoso o como un soporte del alma. En las sociedades occidentales, por ejemplo, los cuerpos delgados representan el canon de belleza a imitar. Asimismo, la talla elevada es un valor deseable. Por ejemplo, en las elecciones presidenciales norteamericanas siempre ha ganado el candidato más alto, al margen del partido político, con la sola excepción de Jimmy Carter. En otros ámbitos geográficos, el color de la piel se asocia con valores estéticos: las geishas japonesas maquillan su rostro de blanco. Este hecho dista mucho de las costumbres de nuestro contexto cultural, en donde se interviene intencionadamente sobre el color de la piel para broncearla o maquillarla. El olor corporal constituye también un estímulo importante que suscita distintas respuestas en la interacción. En nuestra cultura, el olor del cuerpo resulta proscripto mientras que en la cultura árabe, por ejemplo, los interlocutores se sitúan al hablar muy próximos unos de otros para echarse mutuamente el aliento a la cara mientras conversan.

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Desde el punto de vista de la comunicación, el aspecto físico del cuerpo está destinado a la mirada ajena. En toda sociedad existe una tendencia a uniformar los gustos en materia estética debido, en buena medida, a la acción de los medios de comunicación de masas y a la publicidad. El individuo se enfrenta cotidianamente con un cuerpo de referencia irreal, idealizado e inaccesible.

5.2. El tacto

La conducta táctil resulta decisiva para comunicar mensajes emocionales y afectivos y para relacionarse con los otros. Cada cultura adiestra específicamente a partir de las prácticas socializadoras. Hay culturas que se caracterizan por un escaso contacto físico mientras otras le atribuyen un lugar preponderante. En casi todas las culturas, las conductas táctiles son más frecuentes entre las mujeres que entre los hombres, porque es percibido socialmente como signo de debilidad en menoscabo de los atributos varoniles. La exteriorización táctil en las distintas culturas podría describirse como un continuo en cuyos extremos se sitúan los pueblos de lengua anglosajona y los de lengua latina. En un punto central podrían situarse los escandinavos. En todos los casos constituye un lenguaje de expresión no verbal que sirve para expresar estados afectivos: apoyo, seguridad, entusiasmo, hostilidad, etc.

5.3. El olfato

Desde el punto de vista de la comunicación, el olfato es el sentido menos explorado, debido al hecho de

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que el papel del olor y el olfato humanos resulta minimizado en nuestra sociedad. La exigencia cultural de no mostrar el olor humano es tan fuerte como la de no hablar de él o preocuparse por oler a alguna otra cosa como el perfume. Los olores son poderosos estimulantes de todo el sistema nervioso central, lo que explica que ciertas sensaciones olorosas puedan desencadenar emociones muy fuertes. Desde una perspectiva histórica, mientras la vista y el oído se han concebido como sentidos nobles porque colocaban al hombre en contacto con el mundo de la perfección, el gusto resultaba más ambiguo y el tacto y el olfato se consideraban un tanto vulgares. Sócrates33 consideraba que los olores eran el reflejo de la clase social a la que pertenecía el sujeto. Lo que hoy resulta indiscutible en la cultura occidental es que el uso de perfumes desempeña un papel importante en la formación de la primera impresión acerca de una persona, ya que potencia las capacidades del cuerpo como productor de mensajes.

5.4. Las manos

Los gestos con brazos y manos son utilizados para marcar el ritmo del discurso y para la realización de movimientos descriptivos, como para señalar el tamaño o la forma. En un orador principiante o inexperto las manos suelen constituir un estorbo. En estos casos es aconsejable mantenerlas quietas con naturalidad. Ya sea que hablemos parados, sentados o frente a un atril, las manos siempre tienen que estar a la vista En PLATÓN: Apología de Sócrates, Buenos Aires, Eudeba, 1966.

33

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de nuestro auditorio. A través de la práctica, deberíamos lograr olvidarnos de las manos y que sea nuestra capacidad emocional la que determine sus movimientos como acompañamiento natural de la expresión del rostro y de lo que estamos diciendo. Los vicios de expresión más comunes en el manejo de las manos son los siguientes: -

Sustituir con gestos de las manos lo que debemos decir con palabras o, como se dice vulgarmente, hablar con las manos.

-

Imitar a un director de orquesta balanceando continuamente las manos independientemente de lo que estamos diciendo.

-

Sustraer las manos de la vista del público, por ejemplo, escondiéndolas en los bolsillos.

5.5. El rostro

El rostro es la fuente principal de comunicación no verbal a nivel humano. Proporciona mucha información sobre la personalidad del sujeto y popularmente se suele decir que “la cara es el espejo del alma”. Julio García Ramírez agrega algo más: “Se dice que la cara es el espejo del alma y yo diría algo mejor que la cara, la forma de andar, la mirada, el manejo de las manos, la manera de vestir son el reflejo del alma”.34 Las configuraciones del rostro acompañan al lenguaje y cumplen funciones importantes en la interacción:

En: Estrategia de oratoria práctica para abogados, Madrid, Colex, 2008, pág. 29.

34

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a)

Controlar los canales de comunicación: indican a los interlocutores la predisposición diversa para la comunicación (iniciarla, interrumpirla, continuarla) a través de la sonrisa, el parpadeo, etc.

b)

Complementar otras conductas: los movimientos del rostro sirven para enfatizar, minimizar, apoyar, subrayar las palabras. Por ejemplo, una sonrisa puede suavizar un mensaje que de otra manera podría resultar brusco.

c)

Reemplazar la comunicación verbal: como ya se ha dicho, hay veces en que se utilizan emblemas faciales en sustitución de mensajes orales y otras veces los gestos faciales pueden contradecir el contenido verbal de la comunicación.

De la misma manera que los ojos, el gesto facial es un recurso de acompañamiento del discurso de fácil acceso y utilización. Los movimientos de las cejas y de la boca constituyen los gestos más eficaces. En el caso de la boca, el gesto enfático más común es aquél en que se arquean ligeramente los labios en U invertida, bajando los extremos de la misma. La sonrisa, por ejemplo, no es un gesto neutro; se trata de un gesto inapropiado para complementar discursos que no sean alegres, pero también puede constituir un gesto defensivo agresivo, indicador de desconcierto e inseguridad.

5.6. La mirada

Uno de los puntos más expresivos del rostro son los ojos. Su importancia queda atestiguada por expre-

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siones populares como “miradas que matan” o la antigua creencia en “el mal de ojo”. Sin palabras tenemos que lograr transmitir al auditorio la idea que nos importan, que nos gustaría que captaran lo que pretendemos decirles. Los ojos son el espejo del alma y con nuestra mirada transmitimos mucha más información de la que podamos imaginar. Pero también si el que habla es vulgarmente un “charlatán” el auditorio lo capta fácilmente. Es conveniente mirar frecuentemente al público. La audiencia tiene que percibir que les hablamos a ellos, a cada uno en particular. Hay oradores inexpertos que por temor o nerviosismo miran al piso o no levantan los ojos de sus apuntes o guiones. El contacto ocular tiene una doble función: mantiene abierta la comunicación y permite recoger información sobre el nivel de atención, comprensión y seguimiento. Por ejemplo, fijar los ojos brevemente en el suelo indica reflexión. Para el orador, la mirada es fundamental para saber qué es lo que el auditorio siente, qué grado de emotividad y/o de interés ha despertado el discurso que está pronunciando. Frecuentemente, si descubrimos que hay alguien que asiente con la cabeza a aquello que vamos diciendo, como nos retroalimenta y refuerza, tendemos inconscientemente a dirigirnos casi exclusivamente a él. Debemos evitar este error ya que de ese modo estamos excluyendo, sin quererlo, al resto del auditorio. Un defensor que alegue que su cliente es inocente mientras mira sus propias notas, sin dirigir la mirada al órgano juzgador, no resultará convincente.

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Culturalmente se asocia la mirada hacia abajo como signo de modestia, la mirada de frente como signo de franqueza y apartar la mirada como signo de desdén o de engaño. Julio García Ramírez nos proporciona el siguiente esquema a propósito del interrogante ¿qué ocurre cuando miramos?35 De forma inquieta

Implica desinterés

De abajo hacia arriba

Implica timidez

De arriba hacia abajo

Implica prepotencia

Evitando mirar a los ojos

Denota poca seguridad

5.7. La voz

Pensamiento y lenguaje están siempre en correlación. Pero a la hora de transmitir esos pensamientos en voz alta, la palabra no circula a la misma velocidad que lo pensado. Los conceptos vienen a la mente a una velocidad superior a la posibilidad de transmitirlos. La intensidad y el timbre de voz nos pueden indicar el sexo, la edad, determinados estados físicos (afonía) y determinados estados anímicos (nerviosismo). Hay ciertos aspectos de la calidad de una voz que se deben a características fisiológicas, es decir que dependen de la configuración específica del aparato de fonación. No hay dos voces iguales, puesto que no hay dos personas idénticas. La calidad de la voz se puede modular para conseguir ciertos efectos o para manifestar determinadas intenciones. Así, un mensaje puede ser susurrado, gritado, dicho con ironía, con seriedad, en broma, etc.

35

GARCÍA RAMÍREZ, J., op. cit., pág. 31. 89

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En cada grupo social se relacionan determinados valores a la calidad de la voz. En nuestra cultura, por ejemplo, se aprecia más para el uso público una voz grave que una voz aguda, ya que la primera se asocia con la seguridad y la capacidad de tomar decisiones; además, la voz grave es la típicamente masculina adulta y es la voz de los hombres la que históricamente ha ocupado los espacios públicos en nuestras sociedades. Por vocalizaciones se entienden sonidos o ruidos que salen por la boca que no son palabras pero que desempeñan funciones comunicativas, como por ejemplo: inhalaciones, exhalaciones (suspiros, bufidos), carraspeo, silbidos, tos, ruidos de relleno (e....., a......), onomatopeyas (ajá). El significado interactivo de tales elementos varía según la situación y de un grupo cultural a otro. Hay que aprender a entonar, a vocalizar. Son incontables las anécdotas sobre palabras que entiende el auditorio que se parecen pero que no tienen nada que ver con las que se han pronunciado. Si bien cada uno tiene su propio timbre de voz, la entonación que le demos es básica. La modulación de la voz nos permitirá reflejar diferencias de sentido, de intención, de emoción y nos ayudará a ser eficaces con nuestro discurso. En cuanto a las muletillas o palabras parásito – “bien”…, “bueno”…, “en fin”… – si bien nos ayudan a pensar y sirven de puente entre una idea y otra no es conveniente hacer un uso abusivo de las mismas. La entonación es utilizada para organizar la información, tanto por su función sintáctica para señalar la modalidad oracional (enunciativa, interrogativa, exclamativa) como por su función modalizadora, ya que

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nos permite marcar el foco temático o destacar determinados elementos estructurales. La intensidad, en lenguas como el español –llamadas de acento libre– sirve para distinguir significados: célebre, celebre y celebré o vera y verá. El ritmo o la presencia o ausencia de pausas nos sirven para señalar actitudes; por ejemplo, un ritmo rápido se asocia con un cierto estado de nerviosismo, mientras que un ritmo lento se asocia con un estado más relajado, más seguro. Las pausas se utilizan, además, con valor enfático: funcionan como recursos para crear expectación o para marcar quién tiene el poder; en una clase el profesor puede utilizarlas para hacer callar, un político puede usarlas en su discurso para señalar que “controla” el tiempo. Por ello, las pausas y los silencios pueden servir de pistas para descubrir relaciones de poder: en un examen oral, por ejemplo, no es lo mismo si calla quien examina o la persona examinada. No debemos tener temor de los silencios. A veces es preferible detenerse a pensar. Cuando hay que buscar una cita no es necesario seguir hablando con ideas inconexas u obvias. Esos segundos que para el que habla pueden parecer eternos, pasan desapercibidos por el auditorio. El ritmo o tempo tiene que ver con la sabiduría comunicativa del orador al darle cadencia al discurso, situando acertadamente las inflexiones, las pausas, las recapitulaciones, para que el camino que lleva hasta el clímax argumental no sea una escalada al Aconcagua sino un placentero paseo por un verde valle. En cuanto a la velocidad, la mayoría de las personas emiten entre 120 y 180 palabras por minuto. La velocidad debe ajustarse al tipo de pensamiento o sen-

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timiento que el orador quiere transmitir. Para mejorar la dicción y corregir sus efectos hay que practicar hablando lentamente, acostumbrándonos a utilizar los músculos de la boca y dominarlos mejor. Todo buen orador habla emocionalmente, es decir, pone interés en significar y en sentir lo que dice.

5.7.1. Las cualidades primarias de la voz

Estas cualidades aluden a los rasgos personales que nos diferencian como individuos. Están determinadas por múltiples factores: a.- Factores biológicos: el sexo, la edad. b.- Factores fisiológicos: anomalías o patologías de las cuerdas vocales. c.- Factores psicológicos: relativos a la personalidad del sujeto, por ejemplo, la menor intensidad en la voz del tímido. d.- Factores socioculturales: propios del acento de algunas regiones. e.- Factores ocupacionales: los cambios de registro propios de algunas profesiones de cara al público (profesores, actores).

5.7.2. El timbre

Es el registro o altura musical de la voz. Depende de la longitud y grosor de las cuerdas vocales en virtud de las cuales vibran a mayor o menor velocidad produciendo un timbre más alto o más bajo. Pensemos en la sorpresa que causa cuando estamos frente a alguien cuya voz no era la esperada. Por ejemplo: se consideran

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impropias una voz suave en una persona robusta, una voz demasiado grave en una mujer o en falsete en un hombre. Es conveniente conocer de antemano el espacio físico en el cual se debe hablar para evitar que alguien interrumpa con expresiones como: “hable más alto que aquí en el fondo no se escucha nada”.

5.7.3. Intensidad o volumen

Cada ser humano tiene un volumen determinado biológicamente pero, además, un nivel relacionado con la personalidad, el estatus social, la ocupación y el contexto. El volumen usual está pautado culturalmente por las normas sociales que se aplican en cada situación (no se utiliza el mismo volumen para una declaración amorosa que para entablar una discusión), también por la relación con los otros (grado de confianza) y el estado de ánimo. No tiene sentido que estemos diciendo cosas interesantísimas si el volumen con que lo hacemos es demasiado bajo. Para saber cuál es el volumen adecuado tenemos que practicar nuestro discurso en voz alta, teniendo en cuenta que una sala vacía es muy distinta de una llena, ya que los asistentes amortiguan notoriamente el sonido. Un error frecuente es forzar la voz o gritar. Si sentimos que se nos seca la boca no está mal que hagamos una pausa para beber un poco de agua. También ayuda que antes de la sesión nos pongamos en la boca un caramelo o pastilla pequeña para suavizar nuestra voz. Pero durante la exposición hablar con algo en la boca es desagradable tanto para el que habla como para el que escucha. 93

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5.7.4. Tempo

Alude a la velocidad en la enunciación incluyendo también las pausas. Sirve para poner énfasis, indicar incertidumbre, animación o enojo. Ante el nerviosismo que provoca la exposición ante un auditorio, se tiende a hablar más rápido, lo que conlleva efectos indeseables: el auditorio no puede procesar adecuadamente la información, a quien habla se le dificulta la respiración o se le seca la boca. En general, aceleramos la velocidad de nuestra elocución cuando queremos decir algo a modo de paréntesis o cuando sabemos que nos van a cortar la palabra. A estas variables hay que añadir también las diferencias culturales: los latinoamericanos, por ejemplo, son más lentos en el habla que los españoles.

5.7.5. Distintos tipos de voz

Existen distintos tipos de voz que producen una serie de efectos percibidos socialmente de acuerdo con las apreciaciones particulares y el sistema de valores imperante: Susurro

Murmullo

Falsete

Aflautada

Estridente Chillona

Cacareante Metálica

Ronca

Rugiente

Trémula

Nasal

Lloriqueante Gangosa

Tensa Estropajosa

En síntesis, un buen orador es el que: -

Habla lo bastante fuerte como para ser oído por todos.

-

Se expresa lo suficientemente lento como para poder ser seguido por el auditorio. 94

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-

Articula y pronuncia correctamente.

-

Trata de permanecer la mayor parte del tiempo en su registro natural de voz, usando inflexiones para subrayar lo más importante.

6. LA POSTURA

Como hemos dicho, la posición corporal es uno de los gestos que mejor refleja el interés, la implicación en el proceso comunicativo. Puede analizarse en dos dimensiones: la orientación y la inclinación. La orientación está relacionada con la dirección del mensaje. Si la orientación del cuerpo no se dirige hacia los interlocutores, se debilita enormemente el canal de comunicación. La inclinación del cuerpo es un buen marcador de la implicación en la situación comunicativa. La máxima verticalidad del tórax suele ser una posición neutra y, frecuentemente, tensa. Una ligera inclinación hacia adelante denota implicación, mientras que la inclinación hacia atrás refleja distanciamiento y poca atención. Tengamos en cuenta que “hablar es la síntesis de un pacto armonioso de nuestro cuerpo, de nuestra mente y de nuestro espíritu”36. Por ejemplo, cuando en un juicio oral hace su entrada el abogado de la acusación o de la defensa, sus movimientos, su actitud y la postura que adopte comunicarán al auditorio la primera impresión, que deja huellas profundas en el proceso de percepción. Se dice co-

GARCÍA CARBONELL, R., Hablar bien en público, op. cit., pág. 53.

36

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múnmente que los jueces, integrantes de tribunales o jurados que son mujeres tienen una percepción mayor – tanto en sentido positivo como negativo– y que esto se debe al denominado “sexto sentido”.

7. VESTIMENTA Y ACCESORIOS

Siempre es preferible pecar por discreto que por original. Si nos presentamos y actuamos con naturalidad, la primera imagen que se llevarán de nosotros será bastante real y auténtica, y eso es lo mejor que nos puede suceder. Los objetos y el vestuario también tienen significación. El tipo de ropa transmite algunas informaciones: seriedad, respeto, credibilidad, frivolidad, informalidad, pero también influye la manera de llevarla: combinación, congruencia con el aspecto físico, comodidad o incomodidad. Algo semejante ocurre con los objetos técnicos que se manipulan: bolígrafo, gráficos, papeles, etc. Correctamente utilizados manifiestan profesionalidad, de lo contrario, restan credibilidad. La seguridad, confianza y respeto hacia el auditorio se ponen de manifiesto con los siguientes gestos: 

con una postura frontal y ligeramente inclinada hacia adelante;



con una mirada sostenida y repartida entre el auditorio;



con un ritmo moderado en los movimientos de brazos y manos.

Por el contrario, parece evidente que cuando un orador está nervioso comienza a jugar con sus manos a

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través de gestos repetitivos como frotárselas o jugar con el anillo. La distancia entre los interlocutores es también un elemento a tener en cuenta y que ofrece distintas variantes. A lo largo de un mismo intercambio, algún participante puede acercarse a otro u otros para susurrar, para mostrar intimidad, para asustar; del mismo modo, puede alejarse un poco para abarcar mejor a todos los interlocutores, para marcar distancia social, para gritar. La distancia que se considera apropiada según los eventos varía interculturalmente. Por ejemplo, en Estados Unidos, la que resulta adecuada entre dos personas que conversan en un lugar público (calle, pasillo, etc.) suele ser la extensión de un brazo y algo más, mientras que en la cultura latina no suele pasar de medio metro y es menor en determinadas culturas africanas. En el discurso didáctico, si bien normalmente existe un espacio asignado a los alumnos y otro para los profesores, quien enseña puede decidir sentarse a la mesa, encima de una tarima, pasear entre los bancos de los alumnos o ir cambiando según la actividad. Esas decisiones no son neutras y suelen acompañar estilos didácticos diferentes. Existen conductas que el auditorio evalúa como cálidas o frías en la interacción comunicativa: Conductas cálidas

Conductas frías

Mirar a los ojos

Mirada gélida

Moverse hacia delante

Bostezar

Sonreír a menudo

Fruncir el entrecejo

Sonreír con la boca abierta

Mirar al techo

Sentarse directamente frente

Escarbarse los dientes o lim-

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al auditorio

piarse las uñas

Mover la cabeza afirmativamente

Hacer sonar los dedos

Levantar las cejas

Pasear la mirada en el va-cío

Tener los ojos bien abiertos

Jugar con el cabello

Hacer gestos expresivos con las manos

Oler algún objeto o el ambiente

Adoptar una postura distendida

Sacudir negativamente la cabeza

La retórica clásica atendía a estos elementos cuando se refería a la actio, la parte del discurso en la que se preparaba la “puesta en escena” con todo detalle. Actualmente, debido al interés por el estudio de todo tipo de situaciones interactivas que se producen cara a cara, se observa cada vez más la necesidad de incluir el registro de los elementos no verbales en el análisis del discurso oral.

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- ACTIVIDADES SUGERIDAS CAPÍTULO III -

1. PUESTA EN ACTO DE DISCURSOS

1.1. Distribuir anticipadamente entre el grupo los textos que se proponen a continuación. 1.2. Buscar datos para la contextualización de los discursos. 1.3. Leerlos comprensivamente y tratar de memorizar su estructura para distanciarse del soporte escrito. 1.4. Practicar los gestos acordes al contenido del discurso y a la situación en que fueron pronunciados. 1.5. Actualizarlos ante el grupo ampliado que funcionará como auditorio al que van dirigidos y evaluará los aciertos y desaciertos. 1.6. Repetir el procedimiento con otros discursos a elección.

a.- “LA GLORIA DE EUROPA SE HA EXTINGUIDO PARA SIEMPRE” Edmundo Burke París, noviembre de 1793

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“Han pasado ya diecisiete amos desde que vi a la reina de Francia, en ese entonces la Delfina, en Versailles; y ciertamente nunca más brillará en esa órbita que parecía tocar apenas, una visión más luminosa. La vi, apareciendo en el horizonte decorando y animando el elevado entorno en el cual había recién comenzado a desenvolverse, brillando como la estrella de la mañana, llena de vida, de esplendor y de alegría. ¡Oh, qué revolución! ¡Y qué corazón debo haber tenido para contemplar sin emoción aquella elevación y luego la caída! Nunca soñé que yo viviría para ver tamañas desgracias que caían sobre ella, ¡en una nación de hombres galantes, de hombres de honor y de caballeros! Supuse que diez mil espadas debían haber salido de sus vainas para vengar incluso a una mirada que amenazara en convertirse en un insulto para ella. Pero los tiempos de la caballería se han ido; el de los sofistas, economistas y calculadores le han sucedido y la gloria de Europa se ha extinguido para siempre. ¡Nunca, nunca más contemplaremos esa generosa lealtad al rango y al sexo que enorgullece a la sumisión, que dignifica a la obediencia, esa subordinación del corazón que se mantiene viva aún en la servidumbre! La gracia que no se puede comprar, la desinteresada defensa de las naciones, el abrigo de sentimientos de hombría y los emprendimientos heroicos se han ido. Se ha ido esa susceptibilidad de principios, esa castidad del honor que hace sentir que una mancha es una herida, la que inspira al coraje mientras mitiga a la ferocidad, que ennoblece todo aquello que toca y bajo la cual hasta el mismo vicio perdió la mitad de su mal al quitarse toda su grosería”.

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b.- ARENGA A LOS SOLDADOS DE SU EJÉRCITO Federico II el Grande

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Rossbach, 5 de noviembre de 1757

“Amigos: Todo lo que tenemos y podemos tener en el mundo está pendiente de la espada que desnudamos para combatir. No tengo tiempo ni creo que tenga necesidad de hablarles mucho. Sabéis que no ha habido vigilias, ni trabajos ni peligros que no haya dividido constantemente con vosotros hasta hoy; ya me veis pronto a perecer con vosotros y por vosotros. Todo lo que os pido, amigos míos, es que me devolváis cuidado por cuidado, amor por amor. Una sola palabra añadiré, no para animarlos sino como prueba anticipada del reconocimiento que les deberé. Desde este momento hasta el momento en que nos retiremos a cuarteles de invierno, el ejército cobrará doble paga. ¡Adelante! ¡Portaos como hombres y no confiéis más que en Dios”.

c.- “EL TEMOR MÁS GRANDE...” Nelson Mandela Sudáfrica, 10 de mayo de 1994, cuando ganó las elecciones.

“Nuestro temor más profundo no es que somos meramente idóneos.

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Nuestro temor más profundo es que tenemos poder más allá de toda medida.

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Es nuestra luz, no nuestras tinieblas, lo que nos atemoriza. Nos preguntamos: ¿quién soy para ser brillante, maravilloso, talentoso y fabuloso? En realidad, ¿quién eres para no serlo? Sois los niños de Dios. Si actuáis de forma pequeña de nada le sirve al mundo. No es un acto iluminado encogerse para que las otras personas a vuestro alrededor no se sientan inseguras. Hemos nacido para manifestar la gloria de Dios que se halla en nosotros. No en algunos de nosotros; está en todos. Y, cuando permitimos que nuestra propia luz brille, inconscientemente le damos permiso a la otra gente para que haga lo mismo. A medida que nos liberamos de nuestro propio temor, nuestra presencia automáticamente libera a los demás”. d.- “ME ODIÁIS PORQUE TODAVÍA ME AMÁIS” Benito Mussolini Milán, 25 de noviembre de 1914

“Ustedes creen que están firmando mi partida de defunción, pero están muy equivocados. Hoy me odian porque, en el fondo de sus corazones, todavía me aman. 102

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Pero todavía les falta ver mucho de mí. Veinte años de vida en mi partido es garantía suficiente de mi fe en el socialismo. El socialismo es algo que está arraigado en mi corazón. Lo que me separa de ustedes hoy no es una pequeña disputa, es una cuestión muy importante que divide en realidad a todo el Socialismo. El tiempo probará quién estaba en lo cierto y quién estaba equivocado en este formidable dilema que hoy provoca una confrontación tal en el socialismo, que nunca antes había ocurrido en la historia de la humanidad, como tampoco antes había habido una conflagración tal en la cual millones de proletarios se encuentren enfrentados los unos contra los otros. Esta guerra, que tiene muchos puntos de contacto con las del período napoleónico, no es algo que suceda todos los días; Waterloo ocurrió en 1814; tal vez 1914 vea rodar otros principios, y tal vez sea testigo de la salvación de la libertad y el comienzo de una nueva era en la historia del mundo, especialmente en la historia del proletariado que en los momentos críticos me ha encontrada aquí, con ustedes, del mismo lado. Pero les digo que desde ahora jamás ordenaré ni tendré piedad alguna para quienes se muestren reticentes, para los cobardes y los hipócritas. Y yo seguiré de este lado. No tienen que creer que las clases medias apoyan nuestra intervención. Ellos nos señalan y acusan de temerarios y temen que el proletariado, una vez armado con bayonetas, las utilicen a su antojo. No crean que porque me quitan el carnet de miembro del partido también van a quitarme mi fe en la causa, o que van a impedir que siga trabajando por el socialismo y por la revolución”.

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e.- “TENGO EL CUERPO DÉBIL DE MUJER PERO TENGO EL CORAZÓN DE UN REY” Reina Elizabeth I

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Tilbury, 1558 “Mi amado pueblo, hemos sido persuadidos por algunos de que tenemos que ser cautelosos. Pero os aseguro que no deseo dejar en la desprotección a mi querido y amado pueblo. Dejad que los tiranos tengan miedo; siempre he tenido la seguridad de que con la ayuda de Dios toda adversidad iba a ser vencida. He puesto aquí mi honor. Y es por éste que hoy vengo hasta aquí, no por deporte o por simple diversión sino con toda resolución, al mismo corazón de la batalla, para vivir o morir entre vosotros; para hacer lo que debo hacer en nombre de mi Dios, por mi reino, por mi pueblo, por mi honor, por mi sangre. Sé muy bien que tengo el cuerpo débil de mujer, pero sé también que tengo el corazón de un rey, y sobre todo de un rey de Inglaterra y pienso firmemente que Parma o España o cualquier otro príncipe de Europa tendrá que pensar muy bien antes de invadir los límites de mis dominios; antes que se me haga un deshonor, yo misma tomaré las armas, yo misma seré vuestro general, vuestro juez y quien guarde por cada una de sus virtudes. Sé perfectamente que vosotros merecéis una buena paga por esto que estáis haciendo y yo os aseguro, os doy mi palabra real de que se os pagará”. f.- “NO LAMENTÉIS MI DESTINO” Napoleón Bonaparte, Fontainebleau, 20 de mayo de 1814

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“Soldados de mi Vieja Guardia: me despido de vosotros. Durante veinte años os he acompañado sin cesar en el camino del honor y la gloria. En estos últimos tiempos, del mismo modo que en los días de prosperidad, vosotros habéis sido modelos de coraje y de fidelidad. Con hombres así nuestra causa no puede estar perdida; pero la guerra hubiera sido interminable; hubiera sido una guerra civil y eso hubiera acarreado desgracias más tremendas para Francia. He sacrificado todos mis intereses personales por los del país. Me voy, pero vosotros mis amigos, continuaréis sirviendo a Francia. Su felicidad era mi único pensamiento. Y continuará siendo el objeto de mis deseos. No lamentéis mi destino; si he consentido en sobrevivir es para honrar vuestra gloria. Tengo intenciones de escribir la historia de los grandes logros que hemos conseguido juntos. Adieu, mis amigos. Desearía poder estrecharos a todos vosotros junto a mi corazón”.

g- “¿SON PERSONAS LAS MUJERES?” Susan B. Anthony Estados Unidos, 1873 “Amigos y conciudadanos: Me presento aquí esta noche acusada del supuesto delito de haber votado en la reciente elección presidencial sin tener el legítimo derecho para hacerlo. Será mi tarea probarles que con ese voto no sólo no cometí una ofensa, sino que simplemente ejercité mis derechos de ciudadana, que se me garantizan a mí y a todos los ciudadanos de los Estados Unidos en la Constitución Nacional y que ningún estado tiene el poder de negarlos.

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El preámbulo de la Constitución Federal dice: “Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos, para formar una unión más perfecta, establecer la justicia, asegurar la tranquilidad doméstica, proveer la defensa común, promover el bienestar general y proteger los beneficios que otorga la libertad para nosotros y para nuestra posteridad, ordenamos y establecemos esta Constitución para los Estados Unidos de América”. Era “nosotros”, el pueblo; no “nosotros”, los ciudadanos blancos de sexo masculino; tampoco los ciudadanos de sexo masculino; sino “nosotros”, todo el pueblo que forma esta Unión. Y la formamos no para entregar los beneficios de la libertad sino para proteger los beneficios de la libertad; no para la mitad de nosotros y para la mitad de nuestra posteridad sino para todas las personas, tanto mujeres como hombres. Y es una burla descarada hablarle a las mujeres del placer de los beneficios de esa libertad cuando se les niega ejercer el único recurso que los garantiza y que este gobierno democrático ofrece: el voto. De esta manera, los beneficios de la libertad son retirados para siempre de las mujeres y de la posteridad femenina. Para ellas este gobierno no es una democracia. No es una república. Es una aborrecible aristocracia; una odiosa oligarquía de sexo; la más aborrecible aristocracia alguna vez establecida en la faz de la tierra. Una oligarquía de conocimientos, en donde los educados gobiernan a los ignorantes o, incluso, una oligarquía de raza en donde los Sajones gobiernan a los africanos, podría durar. Pero esta oligarquía basada en el sexo, la cual convierte a los padres, a los hermanos, a los maridos, a los hijos varones en oligarcas sobre las madres, las hermanas, las esposas y las hijas en cada uno de los hogares – que establece que todos los hombres son 106

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soberanos y todas las mujeres súbditos – acarrea disensión, discordia y rebeldía en cada uno de los hogares de la nación. Webster, Worcester y Bouvir, todos definen al ciudadano como a una persona que en los Estados Unidos tiene derecho a votar y a ocupar un cargo público. La única pregunta que queda ahora por formular es: ¿son personas las mujeres? Y yo no puedo creer que algunos de nuestros oponentes tenga la audacia de decir que no”.

El grupo evaluará la puesta en acto de los discursos, como se indica en el item 1.5., completando alguno de los formularios que se proponen, a elección y colocando una cruz en el casillero correspondiente:

Nombre:

Fecha:

Título del Discurso: Léxico

Reacción del Auditorio

Postura

Voz

Estructura del discurso

Distendida

Agradable

Cuidadosamente preparado

Palabras mal pronunciadas

Atento

Negligente

Monótona

Pobremente preparado

Balbuceo

Medianamente atento

Nerviosa

Débil

Dependencia del soporte papel

Uso de muletillas

Desatento

Afectada

Vivaz

Independencia del soporte papel

Rico y adecuado

Rígida

Ritmo lento

Buena pronunciación

Ritmo

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MANUAL TEÓRICO – PRÁCTICO DE ORALIDAD acelerado

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Ritmo adecuado

Nombre:

Lo que dice

Fecha:

Excelente

Título del Discurso:

Muy bien

Cómo lo dice La voz La pronunciación Los gestos El ritmo El contacto con el auditorio Independencia del soporte papel

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Bien

Aceptable

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- CAPÍTULO IV -

- LA RETÓRICA Y EL DISCURSO ORAL -

1.- INTRODUCCIÓN

La retórica –el arte de persuadir por medio de las palabras– es una actividad permanente del hombre. En realidad, casi siempre que utilizamos el lenguaje actualizamos consciente o inconscientemente todos los recursos a nuestro alcance para convencer de algo a alguien. Aunque términos como “elocuencia”, “oratoria” y “retórica” se utilicen en ocasiones como sinónimos, cada uno de ellos tiene un significado distinto. Históricamente la Elocuencia precedió a la Oratoria, hasta que mediante el estudio de discursos famosos se establecieron los principios oratorios, de la misma manera que primero surge un idioma y después se construye su gramática. Por otro lado, la Retórica es la disciplina preceptiva que establece las reglas de los discursos persuasivos y que engloba a las dos anteriores. Entre Oratoria y Elocuencia existe la misma distinción que entre el cuerpo y el espíritu. Es posible que una arenga histórica del pasado sea elocuente, pero va a carecer del carácter más relevante de la Oratoria: el empleo de la voz viva y del lenguaje gestual, ya que para el ejercicio eficaz de la palabra no basta con la elocuencia.

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Aristóteles37 define a la Elocuencia como “el arte que tiene por objeto descubrir en cada cuestión lo que encierra de convincente, en realidad o en apariencia”. Cicerón38 sostiene que el hombre elocuente es aquél que delante de los jueces, del pueblo o del Senado sabe “probar, agradar, conmover”. Dentro de la disciplina Oratoria, la elocuencia es sólo una parte de la misma. El estudio y la práctica de la Oratoria no produce de por sí el resultado de ser elocuente. Sin conocimientos adecuados del asunto a tratar no puede haber elocuencia ya que si faltan las ideas todos los esfuerzos quedan reducidos a hojarasca verbal, a hablar mucho y no decir nada. Así como Sócrates39 afirmaba que todos hablan bien de lo que saben; el dominio de la Oratoria tiene como presupuesto no sólo la preparación del discurso sino también los conocimientos previos del orador. Otra de las premisas de la Oratoria es el conocimiento a fondo de la gramática y del léxico. Conocer una lengua es algo más que saber unas cuantas reglas de sintaxis y tener un repertorio de términos. Cuando un orador carece de precisión en el lenguaje, sucede que en vez de una idea aparecen dos diferentes: la que quiere transmitir y la que representan las palabras con que lo ha dicho; en la distancia que separa una idea de la otra, caben todas las ideas intermedias que cada receptor se forma, según la intención que atribuye al orador. Del mismo modo que el lector experimentado percibe con una rápida ojeada las palabras siguientes a

En: Retórica, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1999, pág. 34. 37

38

En: La invención retórica, Madrid, Gredos, 1997, pág. 86.

39

PLATÓN: op. cit. 110

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las que va leyendo, el orador experto construye casi instintivamente la sucesión armónica de las palabras. Para enriquecer estos aspectos, los mejores ejercicios son el estudio reflexivo de piezas oratorias de calidad y la ejecución de discursos en voz alta. Con un breve ejemplo podemos apreciar la importancia de contar con un adecuado caudal léxico. En la siguiente expresión aparece una consonancia inadecuada para cualquier discurso en prosa: “La existencia de esta servidumbre nos muestra la certidumbre...”. Para remediar esta consonancia redundante basta con sustituir “certidumbre” por “certeza”. El conocimiento de sinónimos permite introducir variantes en el discurso, precisar el pensamiento y evitar el uso de expresiones vagas como “una especie de”, “como si fuera”, “casi como”, etc. Si bien no hay una identidad rigurosa en los sinónimos, sobre todo en el léxico jurídico, coinciden en una idea principal de carácter amplio y se diversifican por medio de una idea accesoria que constituye su acepción particular. Los significados de las palabras “propiedad”, “heredad”, “fundo” y “predio” demuestran un evidente parentesco, pero al emplearlas en un lenguaje profesional debemos seleccionar la más adecuada al contexto lingüístico en que la usamos. En todos los lenguajes profesionales es necesario emplear tecnicismos correspondientes a ese campo del saber pero debe hacerse teniendo en cuenta el grado de conocimiento compartido con el público. En cuanto al uso de arcaísmos – palabras antiguas caídas en desuso – debe hacerse con cuidado ya que frecuentemente su significado es desconocido por el auditorio, salvo el caso de algunos muy famosos como el cervantino “desfacer entuertos” (vengar injusticias, solucionar o destrabar problemas). No es aconsejable el uso de extranjerismos cuando existe un término equivalente en nuestro idioma

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ni tampoco cuando no conocemos exactamente su pronunciación. Todo orador debe saber escribir con cierta soltura, única forma de adueñarse del pensamiento, analizarlo y sintetizarlo. El hábito de escribir proporciona facilidad para construir las frases y colocar cada palabra en el lugar que le corresponde. Uno de los ejercicios recomendados es producir varios textos breves sobre un mismo tema, presentando las ideas de distinto modo y luego elegir uno para ejercitar la memoria y reproducirlo verbalmente, incorporando el lenguaje gestual. No obstante, es conveniente remarcar que no es lo mismo ser escritor que orador. Muchos escritores famosos no logran pronunciar una sencilla conferencia mientras que muy buenos oradores nunca han sido capaces de escribir con soltura y precisión.

2.- NACIMIENTO Y EVOLUCIÓN DE LA RETÓRICA

Vinculada a la oralidad desde sus orígenes, la Retórica surgió como técnica de la comunicación oral y hasta hoy mantiene su función al servicio de ésta: “Ocuparse de retórica ya no puede pasar ni por un anacronismo, ni por un desafío de vanguardia. El término mismo está perdiendo las connotaciones poco halagüeñas que, desde hace más de un siglo, se le adjudican. Aprendemos que la retórica no es un adorno del discurso, sino una dimensión esencial a todo acto de significación”. 40 La Retórica es anterior al proceso de la cultura quirográfica denominado por Mc Luhan 41 “la fractura enBRÉMONT ,C., Investigaciones Retóricas II, Barcelona, Edit. Bs. As., 1982.

40

41 En: “The Gutenberg Galaxy: The Making of Typographic Man”. University of Toronto Press, Toronto, 1962.

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tre el ojo y el oído”, mientras que la filosofía y la ciencia dependen de la escritura. La doble concepción actual de la Retórica como arte de la persuasión y como teoría del discurso se remonta a los orígenes de la disciplina. En el siglo XX, expresiones como “meramente retórico” se interpretaba como una forma de decir mendaz, falso. Durante mucho tiempo, quien empleaba la retórica se presuponía alguien que quería convencer de algo que ocultaba algún interés espurio. La Retórica nació en Grecia como un arma política y con los sofistas como sus más consumados maestros. La educación del ciudadano implicaba capacitarlo para la discusión pública de temas de índole muy variada. El modelo de democracia ateniense conllevaba una participación directa de la ciudadanía no sólo en la Asamblea sino también en los tribunales de justicia. No existía en el mundo griego la figura del jurista profesional y los tribunales podían estar integrados por cualquier ciudadano. Los enemigos de la democracia como sistema político denigraban a la retórica y a sus maestros. El discurso político en manos de los retóricos lo veían como una manipulación de las masas. El mundo antiguo dependía de la oralidad. El diálogo socrático es siempre el ejemplo que viene a la memoria y, como nadie ignora Sócrates no escribió nada. Entender lo que significa la memoria en una sociedad en la que lo escrito esté en un segundo plano es una grave dificultad para el hombre de hoy. En Grecia no se concebía el aprendizaje sin memoria. El modelo de educación retórico se lo debemos a Isócrates, quien jamás pronunció un discurso pero que 113

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escribió para otros algunos de los mejores que se conservan. Para Isócrates –436 – 338 a de C.– su ideal de sabio es el retórico, el hombre moralmente intachable e instruido, capaz de expresarse de modo correcto y que, a diferencia del filósofo, se implica en la vida política. Como bien dice el catedrático de la Universidad de Salamanca Antonio López Eire42, las palabras guardan una verdad en sí mismas que es la de su etimología, o sea la de su origen y su historia. La historia de la Retórica se podría cifrar en la verdad etimológica, o sea en el origen y evolución de la voz rétor, que proporciona la base al adjetivo sustantivado “retórica” o “arte retórica”. La palabra rétor comienza significando “orador público”, o sea, “político”, y más tarde designa al “maestro de retórica”. Este cambio implica el desplazamiento de la retórica de los espacios abiertos de la pólis a las aulas, de la actividad de la vida pública accesible a todos los ciudadanos a los ejercicios supervisados por el maestro, de la oralidad predominante en las asambleas ciudadanas a la disyuntiva de la oralidad o la escritura que caracteriza a las prácticas didácticas. Los rétores eran los políticos que debatían cuestiones en las sesiones de la Asamblea y que luego presentaban propuestas bien definidas y concretas para que fueran aprobadas como decretos – leyes. Al menos está comprobado que eso era así en Atenas, en el siglo V a. de C. El término rétor brinda una serie de datos interesantes para la comprensión del nacimiento del arte de la elocuencia y de los discursos públicos en sus tres variedades de oratoria: política o deliberativa, judicial En: La etimología de rétor y los orígenes de la Retórica, Mimeo, Universidad de Salamanca.

42

114

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y epidíctica o demostrativa. No cabe ninguna duda de que la retórica es el arte del rétor, o sea, primeramente del orador público o político y más tarde la del maestro de elocuencia. En griego, los sustantivos terminados en –tor significan “capaz de hacer algo”, sirven para designar al agente dedicado a una determinada actividad (por ejemplo, dikastér era el juez que juzgaba en el dikastérion, el tribunal de justicia). En este mismo sentido, al escritor latino se le designaba con otro nombre formado con el sufijo indoeuropeo – tor (por ejemplo, el sustantivo auctor, o sea el individuo capaz de incrementar el mundo de las palabras). Volviendo al griego, si los sustantivos provistos del sufijo –tor significan “capaz de hacer algo”, “capaz de realizar un determinado acto”, el acto que era capaz de hacer el rétor era una retra, que en los dialectos jónico y chipriota significaba “pacto verbal”. En cambio, en los dialectos dorios y noroccidentales, una rétra quiere decir “un proyecto de ley nacional o en función de tratado internacional, propuesta por un rétor, que una vez aprobada por la asamblea se convertirá en ley”.43 En una inscripción chipriota del siglo V a de C., el rey Estasícipro y el pueblo de Edalion dejan constancia por escrito de un pacto verbal concertado con el médico Onasílao y sus hermanos, en virtud del cual se comprometen a efectuar un pago los primeros a los segundos en calidad de honorarios por los cuidados médicos que habrán de dispensar a los heridos resultantes

43

Ibídem. 115

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de un inminente ataque a la ciudad por parte de los medos. En la Esparta de comienzos del siglo VII a de C., Licurgo fue autor de la “Gran Retra”, un corpus legislativo que compendiaba en forma de leyes la vida polìtica de la polis espartana. Heródoto nos presenta a Licurgo como legislador, autor de la constitución espartana y explica que, al lado de la “Gran Retra”, existían otras que contenían preceptos y máximas sobre el modo de vida y la educación de la juventud espartana. En el mundo de los poemas homéricos, correspondientes a la fase jónica, el ideal del héroe era el de ser un buen guerrero en el campo de batalla y un buen orador en las asambleas. Los orígenes de la retórica, es decir, del arte de los rétores que hacen rétras, hay que buscarlos en una ciudad colonial de Sicilia en la que se hablaba dialecto dorio: Siracusa. En esta polis nació la retórica como consecuencia de un proceso político y social importante: la sustitución del régimen de la aristocracia por el de la democracia. La recién nacida Retórica era una actividad centrada en discursos apegados a lo inmediato y lo concreto, muy pragmática. A través de innumerables testimonios artísticos y literarios, podemos recrear escenas de la vida cotidiana e imaginarnos a un ciudadano argumentando ante un jurado popular para recuperar sus tierras confiscadas por el tirano recientemente depuesto y a otro haciendo subir a la tribuna a su mujer y a sus hijos para inspirar la compasión de los jurados que deberán decidir con su voto su absolución o la condena a la pena capital.

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La retórica nace en el ambiente de esa revolución que fue la democracia griega: un pacto entre los aristócratas y el pueblo, que había participado en el derrocamiento de la tiranía. Los nobles seguirían desempeñando los cargos representativos y religiosos (tribunal del Areópago, sacerdotes de Poseidón y de Atenea) pero el poder político y el judicial pasaban a manos del pueblo. En aquellas sociedades griegas del siglo V a de C., aunque ya se conocía la escritura, la política se desenvolvía por el cauce de la oralidad sobre la base de discursos directos en las asambleas; el sistema judicial se ponía en práctica por procedimientos de naturaleza oral, ya que tanto las acusaciones como las defensas se hacían verbalmente, primero ante los magistrados y luego ante los conciudadanos que ejercían de juradosjueces (dikastai); los contratos comerciales se celebraban cara a cara, mediante discusiones y tratos de palabra entre las partes; las noticias no se leían en los periódicos sino que se difundían en el Ágora, espacio público de la época. La retórica es, pues, política si seguimos la versión de sus orígenes, en el que surgieron rétores u “oradores públicos” que, bien ante la asamblea o bien ante el tribunal de jurados, hablaban persuasivamente a sus conciudadanos. Tenían una doble función: practicaban ellos mismos el arte del buen decir y, como maestros, se ocupaban de transmitir la teoría, las condiciones que requiere ese arte y los ejercicios pertinentes para alcanzarlo. Como ciencia textual de la comunicación persuasiva, la retórica ha servido también para la producción y explicación de discursos retóricos escritos, ya que mantiene una doble relación, oral y escrita con el discurso.

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Los autores clásicos publicaron muchos de sus discursos, constituyéndose un inapreciable corpus discursivo del género oratorio que ha servido de modelo estilístico y textual durante siglos: es el caso de los discursos de Cicerón. La “oralidad” y la “escritura” aparecen enfrentadas en el mito de Teut y Tamus que relata Platón en el “Fedro”. Teut, dios egipcio cuyo símbolo era el ibis, inventó el número, el cálculo, la geometría, la astronomía, el juego de las tabas y los dados y, por último, las letras. Cuando le enseñó a Tamus, rey de la Tebas egipcia, estos inventos, a éste no le pareció bien el último porque, según su opinión, no iba a servir para intensificar la memoria verdadera de los hombres del futuro sino que acentuaría una memoria engañosa, sin enseñanza, que mostraría a los hombres como sabios de pura apariencia y extremadamente pedantes. Tamus, no sólo relaciona de manera adecuada la forma de comunicación con el tipo de cultura de una sociedad sino que brinda al dios Teut toda una lección de hermenéutica: con la invención de la escritura, ya no se recordarán los discursos desde adentro sino desde afuera, con lo que surgirá una legión de falsos intérpretes. Cuando uno se enfrenta al discurso escrito, el autor se diluye y sólo queda el texto. El presente del lector- intérprete influye en la comprensión de las coordenadas históricas del texto que lee: sus prejuicios, sus presuposiciones, su enciclopedia constituyen las condiciones para la interpretación histórica. Platón, para oponerse al discurso oral y comunitario de los sofistas, decidió escribir sus “diálogos” (“Gorgias”, “Protágoras”), lo que en principio suena a contradicción, ya que si algo reclama oralidad y no es118

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critura es el diálogo, como lo vimos al caracterizar la “conversación”. Con sus diálogos escritos, Platón pretendía enseñar el método de la dialéctica por el cual la adquisición de conocimientos se lograba al final de una cadena de preguntas y respuestas que se hacían una serie de personajes entre los que se contaban ciudadanos comunes y algún sofista que resultaba derrotado o puesto en ridículo por Sócrates – enunciador privilegiado - quien intentaba demostrar que el verdadero conocimiento depende del análisis crítico y dialéctico de las cuestiones. Sócrates pensaba que el lenguaje debía estar al servicio de la verdad, a la que se llegaba por un juego de preguntas y respuestas. Para él, la tarea del orador consistía en “convencer” y no en “persuadir”. Aristóteles sostiene en su “Retórica”44 que el discurso oratorio consta de tres elementos: el que habla –el orador–, sobre lo que habla –el objeto del discurso– y a quién –el auditorio–.

3.- LA RETÓRICA EN ROMA

La Retórica como técnica en la que se formaban los oradores latinos y que desempeñó un papel socialmente relevante durante la época republicana, tanto en el ámbito político como militar y jurídico, llegó a Roma a mediados del siglo II a. de C, tras la caída del reino macedónico. Catón –anterior a la introducción de la Retórica helenística– opinaba que lo que distinguía al orador era la virtud ética y la sencillez de sus palabras: defensa de una causa bien conocida, mediante un lenguaje apropiado, sencillo y claro.

44

ARISTÓTELES, op. cit. 119

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Según la cultura helenística, la función principal del orador era la de persuadir, término que procede de “suadere”: atraer a los demás a una opinión por medios agradables y apropiados y de “per”, partícula que gradúa el sentido del verbo suadere. Por lo tanto, persuadere significa apoderarse del espíritu de otro llegando a moverlo hacia un fin. Cicerón, en “de Oratote”(8.30) se refiere a la oratoria y dice: “nada me parece más digno que ser capaz de controlar el espíritu del público, atraerse sus simpatías e impulsarlos y hacerlos venir a donde y de donde uno quiere”. Los oradores querían destacarse en los discursos forenses y penales para después dar el salto al ámbito político. La “Rhetorica ad Herennium” es el tratado más antiguo que se conserva en latín; si bien durante mucho tiempo se la atribuyó a Cicerón, hoy se considera una obra anónima de alrededor del año 90 a. de C. Las obras del propio Cicerón continúan con la teorización de la disciplina, así como sus célebres discursos judiciales son una muestra acabada de la puesta en práctica de esas teorías. Entre sus obras, se destacan “La invención retórica”, “De oratore” y su “Tópica” y entre sus producciones discursivas, el “Pro Milone” es considerado uno de los mejores discursos judiciales que se han pronunciado como defensa de un acusado. Una de sus célebres sentencias es: “Dos cosas son las que conceden al hombre el mayor de los prestigios: sus dotes para la guerra o sus dotes como orador”.45 Como senador, en el año 63 a. de C., Marco Tulio Cicerón descubre la conjuración del también senador Lucio Sergio Catalina contra la República: Catalina pla45

CICERÓN, M. T., Discursos, T. III. Madrid, Gredos, 1972. 120

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nea asesinar a los dos cónsules electos para proclamarse cónsul único. Cicerón es un convencido republicano, defensor del derecho y enemigo de la tiranía y, además, un hombre adiestrado en el arte de la oratoria. Descubierta la conspiración, Cicerón decide detenerla en el Senado. Junto a Senadores afectos a la República hay también indecisos y corruptos y todos asisten a la misma sesión. Cicerón creyó que lo mejor era develar aquella conjuración en el Senado, por medio de un discurso que alentara a los senadores fieles a la República, convenciera a los indecisos y amedrentara a Catalina y a los conjurados. En el siglo I, el rétor hispanorromano Quintiliano escribe sus “Instituciones Oratorias”46 donde le reconoce un papel fundamental a la retórica en la educación del ciudadano romano desde la infancia, con indicaciones pedagógicas precisas y sistematizando los conceptos teóricos. Tanto él como Tácito otorgan gran importancia a las ejercitaciones que consistían en redacción, lectura de discursos famosos como modelos dignos de imitar y pronunciación o puesta en acto de discursos. En su obra, explica que la formación del orador no sólo exigirá un dominio de la técnica oratoria sino también: 

Práctica en asuntos públicos.



Conocimientos de leyes, de derecho, de filosofía e historia



Conocimiento de la naturaleza y caracteres de los hombres.

46 QUINTILIANO, Instituciones Oratorias, Salamanca, Universidad Pontificia, 2001.

121

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Comprensión de lo que se dice para poder decir.

3.1. Los estados de la causa y los géneros aristotélicos según Quintiliano

El estado “conjetural” y “judicial” están ejemplificados en las “Instituciones Oratorias” de Quintiliano 47. Cuando ante la afirmación “Mataste al hombre” se contesta “No maté”, nace el estado conjetural; cuando se responde “No maté sino que me defendí”, nace el estado legítimo y cuando se dice “Maté pero lo hice en defensa propia”, surge el estado judicial. Según el grado de complejidad, Quintiliano distinguió 3 tipos de cuestiones: a)

cuestiones simples, en las que la controversia versa sobre una sola cosa;

b)

cuestiones conjuntas, en las que la controversia consta de varias cosas;

c)

cuestiones comparativas, en las que hay que elegir una alternativa, por ejemplo “quién de los dos es más digno de recibir la herencia”.

Cualquier cuestión debe ser defendida con el mismo empeño. La cuestión comparativa es un recurso útil en aquellos casos en los que conviene buscar la adhesión del auditorio ante una alternativa, utilizando la interrogación comparativa como recurso eficaz (Ejemplo: ¿es mejor la educación pública que la privada?). La instancia de la recepción también es contemplada por Quintiliano: no es lo mismo la estrategia del

47

Quintiliano: op. cit. 122

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discurso persuasivo para una grupo que para una persona sola y, dentro de estas dos posibilidades, para según qué grupo y según qué posición sustenta la persona singular, ya que no es lo mismo hablar a griegos que a bárbaros o tratar de persuadir a Catón que a Julio César. Se deben tener en cuenta diversos factores: sexo, posición social, edad y, sobre todo, la mentalidad dominante (mores). Quintiliano expresa: “Es facilísimo persuadir con cosas buenas a los buenos, pero si intentamos que adopten una solución recta los corrompidos, se ha de cuidar que no parezca que reprochamos el diverso estilo de vida que ellos siguen”.48 De acuerdo con el carácter práctico y didáctico que informa en sus orígenes a la Retórica, Quintiliano destaca la necesidad del dominio en la elaboración de registros para poder ejercer con eficacia la función de escritor de discursos por cuenta ajena: “¿Acaso cuando Cicerón escribía para Pompeyo, para Ampio o para otros ha pensado de la misma manera o ha encarnado el mismo personaje?”49 Se ha de tener en cuenta también la capacidad intelectual del interlocutor, así como la correspondiente estratificación social. El rétor hispanorromano concede especial relieve a este género por su mayor dificultad ya que en él se tratan múltiples y variadas cuestiones que han de convencer a un juez, porque en una democracia es importante que el ciudadano pueda denunciar o defenderse y protegerse de las injusticias. El Renacimiento redescubre la Retórica tras siglos de olvido. Vuelve a ser considerada como marco global de instrucción humanística. 48

Ibidem, pág. 146.

49

Ibidem, pág. 187. 123

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En el siglo XX Werner Jaeger –1888 -1961– rescata el modelo retórico para su concepto de paideia. Para el filólogo alemán la paideia se explica como un modo de concebir la educación a través de la formación del individuo en su entorno social y, en ese sentido, la cultura retórica y el estudio de los clásicos entronca con la formación del hombre libre. En el siglo XX y en la actualidad se desarrollan muchos movimientos que han hecho de la retórica uno de los ámbitos destacados de su reflexión académica: la “Nouvelle Rhétorique”, la Tópica de Viehweg, el Formalismo Ruso, la Teoría del Texto de Van Dijk, el Grupo de Lieja, la Lógica Sustancial de Stephen E. Toulmin. La importancia de la Retórica ha crecido en diferentes campos de la actividad discursiva: el político, donde se han producido profundas transformaciones a partir del desarrollo de los medios masivos de comunicación y el surgimiento de la llamada “videopolítica”, el publicitario, el empresarial y el jurídico, donde además de la irrupción de la televisión como medio para demandar justicia por parte de sectores de la ciudadanía –la denominada “justicia mediática” –, se asiste a un cambio progresivo de la justicia de tipo inquisitorial a la justicia adversarial donde adquiere especial relevancia la oralidad. Hablar bien en público es una necesidad naturalmente sentida de un modo constante a través de la historia. Es fundamental en la actividad judicial, en la política democrática y en determinadas ocasiones de la relación social. En nuestros días, tal necesidad se multiplica con las peculiaridades propias de los actuales medios de comunicación social. Los métodos de mercado y publicidad son otras formas de la Retórica contemporánea que 124

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han sido objeto de una amplísima bibliografía en las últimas décadas.

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4.- LAS OPERACIONES RETÓRICAS CONSTITUYENTES

Las denominadas operaciones retóricas constituyentes de discurso se corresponden con la respuesta a tres preguntas básicas: ¿qué decir? INVENTIO; ¿en qué orden? DISPOSITIO; ¿cómo decirlo? ELOCUTIO. -

Inventio consiste en el acopio de los argumentos que servirán de base a la tesis que se va a sostener. El término “inventio” no significa invención en sentido estricto sino búsqueda: documentarse adecuadamente, conocer los puntos fuertes y también los débiles, averiguar los argumentos empleados por quienes sostienen tesis diferentes, recopilar argumentos para neutralizarlos ya que, por ejemplo, en el discurso judicial el orador no debe evitar las opiniones contrarios sino conocerlas y enfrentarse a ellas.

Cicerón, refiriéndose a su experiencia en el foro romano, en el Libro II de “La invención retórica” 50 dice: “Si me siento más fuerte en refutar al adversario que en mantener mis argumentaciones, dirijo todo mi ataque contra el adversario; si es más fácil para mí mantener mi tesis que confutar la del adversario, hago todo lo posible por desviar el ánimo de los oyentes de la defensa del adversario y dirigirlo hacia la mía”. -

50

Dispositio: Una vez recopilado el material hay que disponerlo de manera lógica y organizada, dándole una estructura y un orden:

Madrid, Gredos, 1997, pág. 247 125

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exordio o introducción, nudo o desarrollo del tema y peroración o conclusión. El esqueleto o armazón es fundamental y lo podemos asimilar a un camino: queremos conducir a nuestro auditorio por un sendero, hacerle contemplar ciertas flores, árboles centenarios, etc. La estructura de un discurso es llevar de paseo al auditorio, presentándonos como el guía, intentando caerles bien y describirles el itinerario (exordio); luego lo conducimos siguiendo el plan fijado (desarrollo), concluyendo con una recapitulación para convencerlos de que no hay otro camino (conclusión). Una buena disposición de los argumentos logrará captar la atención e insertar en nuestro auditorio la tesis que queremos defender. Además, permitirá que nuestro discurso sea capaz de ejercer la máxima fuerza de persuasión. El empleo abusivo de argumentos puede generar una impresión desfavorable, por ello es conveniente seleccionar los mejores. Muchos autores recomiendan una estructura triádica: utilizar sólo tres argumentos pues quedan más fácilmente impresas en la mente del auditorio. Hay tres formas de ordenar los argumentos: el orden de fuerza creciente, el de fuerza decreciente y el orden nestoriano u homérico. El primero coloca los argumentos débiles en primer lugar, los fuertes a continuación para finalizar con el argumento más fuerte. Tiene el inconveniente de que al comenzar nuestro discurso con los argumentos más débiles podemos perder credibilidad ante el auditorio, ya que la máxima atención del mismo se da al comienzo y al final del discurso. Según el orden de fuerza decreciente, se empezaría con 126

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los argumentos más fuertes, a continuación con los menos fuertes y finalizar con los débiles. Este orden genera el problema de que al colocar al final de nuestro discurso los argumentos más débiles corremos el riesgo de dejar una última impresión desfavorable. El sistema nestoriano –llamado así por la disposición de las tropas que empleaba el general griego Néstor según la “Ilíada”– presenta los argumentos fuertes al principio del discurso, luego los más débiles y deja para el final un argumento fuerte. Esto potencia la fuerza persuasiva del discurso pues los más débiles son colocados en el momento en que el auditorio está menos atento. Además, los argumentos fuertes al comienzo generan una buena disposición del auditorio y un argumento contundente al finalizar nuestra exposición vuelve a captar su atención. -

Elocutio: representa el momento en que tenemos que enfrentarnos a la página en blanco. No escribimos igual que hablamos. Al escribir nos inclinamos más por las oraciones subordinadas, que no son recomendables para la comunicación oral. Por ello es que esta operación debe contener la estructura básica, las ideas clave, los datos que queremos brindar y las anécdotas o citas célebres que vamos a utilizar.

5.- ESTRUCTURA DE UN DISCURSO

La estructura básica de los discursos persuasivos –entre ellos el judicial– posee cuatro grandes bloques: -

Exordio: pretende atraer la atención y benevolencia del auditorio (captatio benevolentiae). Se puede comenzar con una anécdota,

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una cita célebre, una referencia curiosa, procurando ser original y a la vez humilde. Por ejemplo, en el primer debate presidencial entre Obama y Romney en octubre de 2012, el primero comenzó su discurso con una declaración de amor a su esposa al coincidir la fecha del debate con su aniversario de bodas. A su vez, Mitt Romney aprovechó el comienzo de Obama para felicitar al matrimonio y bromear sobre lo romántico que le parecía pasar esa fecha debatiendo con él ante las cámaras. Ambos buscaban un acercamiento al auditorio: Obama inspirando ternura y Romney tratando de arrancar alguna carcajada. -

Narratio: introduce la premisa menor. Es la exposición persuasiva de los hechos sucedidos. Ha de ser lo más breve posible, cumpliendo así los tres requisitos de la retórica clásica: brevedad, claridad y verosimilitud.

-

Confirmatio: consiste en probar nuestra tesis y refutar la que se le opone. Constituye el momento para desplegar todo el arsenal argumentativo que llevamos y con el que pretendemos persuadir a nuestro auditorio. Primero tenemos que exponer nuestra tesis (propositio), con los argumentos en que se apoya, luego adelantarnos a los argumentos que pueda emplear la contraparte y poner de relieve los usados por quienes no comparten nuestra tesis para desvirtuarlos o demostrar lo infundado de los mismos (refutatio). De este modo transmitiremos al auditorio el mensaje de que nuestra tesis se apoya en

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sólidos argumentos y generaremos la impresión de que no nos preocupan las tesis discrepantes ya que las analizamos y señalamos las razones por las que no merecen ser tenidas en cuenta. -

Peroratio o recurso a las emociones. Era, para Aristóteles, el momento de excitar las pasiones mediante la conmoción (conquestio) y la recopilación (enumeratio). Aquí es recomendable realizar una recapitulación de nuestros argumentos en forma rápida y esquemática y no de repetirlos.

En definitiva, se trata de dar a nuestro discurso la mayor fuerza persuasiva posible mediante técnicas y estructuras inventadas hace miles de años y que actualmente conservan toda su vigencia.

6.- LA COMUNICACIÓN ESCRITA DE LOS DISCURSOS ORALES

El canal de comunicación es parte del hecho retórico. Cuando un discurso oral es reproducido por escrito, hay un cambio de canal, que pasa del eje acústico momentáneo al visivo estable. La primera atención a la comunicación escrita de textos orales ha de centrarse en los discursos que, habiendo sido comunicados de manera oral, lo son también en su versión escrita. En la película “El discurso del rey” se aprecia cómo Jorge VI actualiza frente a un micrófono un soporte escrito y podemos ejercer nuestro análisis sobre las dos manifestaciones del mismo discurso: la oral y la escrita. Este es también el caso –como hemos señalado– de los discursos oratorios de Cicerón, que fueron escu-

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chados en su comunicación oral por muchos oyentes pero que han sido recibidos en su comunicación escrita por generaciones de lectores: “¡Oh dioses inmortales, y qué increíble y singular osadía! ¿Te has tú atrevido a vender una embarcación de la armada del pueblo romano que te había sido proporcionada por la comunidad milesia, para que te siguiese como escolta? Si la enormidad de tu atentado, si la estima de los hombres no te impresionaba, ¿no te dabas cuenta de que tan ilustre, tan noble comunidad habría de ser testigo de este ruin hurto, por no decir de esta ignominiosa rapiña?”51 El lector imagina la situación retórica original del discurso y su emisión oral directa ante los oyentes en el contexto en el que fue pronunciado. Parte importante del proceso de lectura consiste en la reconstrucción del contexto de la comunicación original del discurso, que el lector lee como un texto que le es ofrecido en soporte escrito, pero que ha sido comunicado anteriormente como discurso oral. Es indisoluble de la interpretación del discurso en su construcción lingüística la interpretación de una actio imaginada que, como operación retórica asociada a la oralidad, el lector se representa. Muchos de los discursos orales comunicados también por escrito, son objeto de transducción, es decir, son sometidos a una transformación, el resultado de la cual es comunicado. Se produce transducción cuando un discurso es resumido o parafraseado, cuando de él se reproducen solamente algunos fragmentos literales o cuando unas partes son resumidas y otras son expuestas literalmente.

51

CICERÓN, M. T., op. cit. 130

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Para la Retórica, pronunciar un discurso es más difícil que escribirlo, pues el discurso oral exige rapidez de pensamientos y disponibilidad de léxico adecuado pero, al mismo tiempo, existen ventajas de la oralidad frente a la escritura: se admira más al orador que habla que al que escribe. Al orador que habla en público, el auditorio le supone inmediatamente capacidad para escribir, mientras que al escritor no se lo considera necesariamente buen orador. Refiere López Eire52 que los logógrafos –escritores de discursos judiciales para otros– cuando elaboraban sus textos evitaban la exactitud de las palabras e imitaban el estilo de discurso improvisado, tratando de que ellos se parecieran lo menos posible a producciones escritas, más espontáneos y dignos de confianza para los jueces. Es por ello que en aquellas sociedades se tenía en alta estima la instrucción retórica que impartían los sofistas y producían una impresión negativa los educadores, filósofos y, en general, lo que hoy llamaríamos intelectuales, que no eran capaces de transmitir conocimientos si no tenían un libro en la mano.

7.- IMPROVISACIÓN VERSUS MEMORIA

Para los griegos era vergonzoso el olvido de parte del texto aprendido, cuando esto se producía en medio del litigio o de la asamblea. Por ello pregonaban las ventajas de la improvisación donde sólo se requiere memorizar los argumentos, no las palabras; no es necesario conservar todo grabado en la memoria. En los discursos que se aprenden y se reproducen de manera literal, apenas el orador comete la más leve omisión, se siente 52 LÓPEZ EIRE, A., “Retórica y Oralidad”. “Logo”, Rev. de Retórica y Teoría de la Comunic, Año I, N°. 1, 2001, págs. 109 – 124.

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desorientado. En cambio, los oradores que sólo memorizan los argumentos y conceptos claves y los reproducen con las palabras que le vienen a la mente a partir de contar con un importante caudal léxico, capitalizan a su favor el kairós, ese momento decisivo de disposición del auditorio en que el orador adapta su discurso a las expectativas y a las reacciones de sus destinatarios. El discurso retórico clásico, oral, era el que mejor se adecuaba a las exigencias de la polis. El discurso escrito era considerado carente de “energía”, de “operatividad”. Hasta quienes los producían imitaban el estilo oral. El mejor ejemplo de esto son los diálogos escritos por Platón, donde se entremezclan rasgos propios de la cultura oral y de la escrita. Los discursos orales trataban de llegar rápidamente a los sentimientos del auditorio, valiéndose de una estrategia sencilla, lineal. Era un discurso altamente interactivo que buscaba hacer de los oyentes copartícipes de la opinión sostenida o de la acción propuesta. La repetición y la recurrencia, la ausencia de complicaciones sintácticas caracterizaban estos discursos, herederos directos de la oralidad primaria, anterior a la cultura quirográfica. Quintiliano entrenaba a los hombres políticos en la Roma del siglo I y hacía recomendaciones como las siguientes: a) vestir de manera viril y elegante, sin rebuscamientos ni negligencia; b) modular la voz y dominar su tono en cada ocasión, adecuándola al asunto; c) hablar con corrección para que no se confunda a un orador con un individuo rústico y sin formación; 132

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d) prestar atención a los gestos y ademanes para hablar con todo el cuerpo y producir en los oyentes la impresión de espontaneidad que proporciona una mayor credibilidad.

8.- LA “NUEVA RETÓRICA”

El siglo XX vio renacer una conciencia retórica similar a la de los griegos, pero afianzada por la Lingüística, la Pragmática y la Ciencia Jurídica que ha sido el campo privilegiado del desarrollo de la Retórica. La Nueva Retórica no sólo ha recuperado los orígenes de la disciplina sino también su recorrido histórico y el estrecho vínculo entre cada contexto político, social y jurídico y la producción discursiva. La irrupción de la Nueva Retórica en el campo jurídico se da a mediados del siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial, en el marco de una renovación de la metodología del derecho. La competencia de la Nueva Retórica se desarrolla en el campo práctico, donde aparecen temáticas controvertidas, con puntos de vista opuestos. Como ya lo hemos señalado, los elementos que componen la relación retórica son: 1.- El orador, cuyo objetivo es influir en el auditorio, para lo que deberá adaptarse a cada situación de discurso. 2.- El auditorio: a partir del conocimiento de éste, de su escala de valores, principios y convicciones, el orador elaborará las primeras premisas de la argumentación. 3.- El discurso retórico o lugar de encuentro entre orador y auditorio, que requiere del con-

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tacto intelectual entre ambos; esto supone un lenguaje común, reglas de interacción comunicativa, una actitud de escucha por parte del auditorio y una búsqueda de la adhesión de éste a sus tesis por parte del orador. Para la Nueva Retórica, la validez y aceptabilidad de los argumentos que se aportan a favor o en contra de tesis opinables se basan en el valor o la calidad del consenso. Los autores de esta corriente distinguen entre: -

Auditorio universal: todos los seres racionales

-

Auditorio específico: un grupo o una persona

Perelman y Olbrecht – Tyteca otorgan especial relevancia al auditorio: “Lo importante de la argumentación no es saber qué considera el orador verdadero o demostrativo, sino cuál es la opinión de aquellos a los que se dirige”.53 Para estos autores, los distintos tipos de argumentos se pueden agrupar en: -

Los que se refieren a la realidad (hechos, verdades, suposiciones)

-

Los que se refieren a las preferencias (valores, jerarquías de valores, tópicos)

Los hechos y las verdades son indiscutibles; las suposiciones son universalmente aceptadas como verdaderas.

PERELMAN, Ch. y OLBRECHT-TYTECA, L., Tratado de la argumentación, Madrid, Gredos, 1984, pág 72.

53

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Los valores pueden variar según el auditorio; las jerarquías de valores (ejemplo: ¿Qué es más importante, lo bello o lo sano; la diversión o la ciencia; el ahorro o el consumo?) también difieren de un auditorio a otro. Los tópicos son preferencias generales de un auditorio específico y pueden clasificarse según la forma de relacionar los valores para reforzarlos. Lo Cascio 54 propone el siguiente ejemplo: “Juan debe dejar de trabajar tanto porque: a.- le quita el trabajo a los jóvenes b.- en la vida no es importante enriquecerse c.-

le puede da un infarto”

Los tres argumentos aportados en justificación de la opinión son de diversa naturaleza: a) pertenece al tópico social, b) al tópico moral y c) al tópico de la salud. Los autores holandeses Van Eemeren y Grootendorst55 establecen reglas para la argumentación ideal, entre las cuales se destacan las siguientes: 1.- Las partes involucradas en el debate no deben crearse impedimentos recíprocamente. 2.- Quien expresa una opinión debe estar dispuesto a defenderla. 3.- El ataque a una argumentación debe centrarse en la refutación de la tesis. 4.- Una tesis debe defenderse sólo con argumentos relacionados con ella.

LO CASCIO, V.: Gramática de la argumentación, Madrid, Alianza, 1998.

54

55

Citados por LO CASCIO, op. cit. 135

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5.- La formulación de las tesis y de los argumentos deben expresarse de manera clara y comprensible. En los lenguajes profesionales, la argumentación adquiere formas específicas según la disciplina de que se trate. Cada texto debe ser producido de acuerdo con el código comunicativo y retórico que se ha desarrollado en el seno de la disciplina correspondiente. El razonamiento jurídico es parecido al de tipo matemático. En los manuales de Derecho, el discurso tiene la cadencia típica del razonamiento demostrativo a pesar de que no pueda considerárselo como tal, dado que las leyes no son universales y su interpretación no es siempre unívoca. En un texto legal, se hacen razonamientos en torno a las leyes, a su interpretación y a la posibilidad de aplicarlas a situaciones específicas. La relación entre la normativa y su aplicación exige un tipo de razonamiento que se parece al demostrativo, con la única diferencia de que las matemáticas no aceptan interpretaciones posibles sino necesarias. El derecho trabaja en torno a leyes establecidas cultural e históricamente mediante consensos.

9.- LA RETÓRICA DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Los medios audiovisuales no desplazan a la escritura, puesto que ambos tienen propiedades diferentes que les permiten cumplir funciones distintas. Estos canales orales de comunicación tienen una estrecha relación con la escritura y favorecen ciertas formas de escritura como “escribir para el oído”.

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En estos medios, a pesar de que la comunicación es inmediata, no hay interacción entre emisor y receptor y el mensaje se dirige, por tanto, a un receptor potencial. Si bien en algunos programas de radio y televisión se puede participar telefónicamente, a través de las redes sociales o por mensajes de texto, esa comunicación no es plenamente interactiva. Según W. Ong56, existe un paralelismo entre la evolución de los medios de comunicación y la de la estructura sociopolítica de una comunidad. La humanidad ha pasado por la cultura de la oralidad, luego por la de la escritura quirográfica (a mano), más tarde –durante el Renacimiento– por la de la escritura de la imprenta y, en nuestros días, pasa por la de la escritura sobre soporte electrónico. Cada una de estas culturas corresponde a un grado de evolución de las estructuras socio políticas de las comunidades. El lenguaje oral dominaba en las culturas tribales, la escritura a mano hizo surgir las culturas burocráticas57, la imprenta produjo, con el tiempo, la cultura de masas y la escritura electrónica ha hecho renacer las culturas tribales de la aldea global. El discurso retórico de nuestra época posee ingredientes que provienen de la oralidad secundaria (es comunitario, participativo, de sintaxis sencilla y orientado a lo psicológico – social) y rasgos característicos de la naturaleza misma de los medios electrónicos por los que se difunde: es breve, sincrético58 y multimediático.

En: “Rhetoric, Romance and Technology”, Cornell University Press, Ithaca, 1971. 56

Esta relación está magistralmente recreada en la novela de JOSÉ SARAMAGO Todos los nombres.

57

Está compuesto de signos pertenecientes a diferentes códigos: palabras, música, dibujos, fotogramas, etc.

58

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En la actualidad asistimos frecuentemente a la llamada “mediatización de la justicia”. Determinados casos delictivos atraen y polarizan la atención del público: se victimiza a algunos personajes, se convierte a otros en héroes o se condena anticipadamente a quien, a primera vista, aparece como el villano de la historia aunque luego la justicia lo absuelva. La televisión produce escenificaciones en las que subyace el modelo judicial y no pocas veces interfiere con investigaciones que lleva a cabo la administración de justicia. El llamado “periodismo de investigación”, la utilización de cámaras ocultas, las infracciones al secreto de la instrucción, el recorte de los hechos, el recurrir a la consulta de “expertos” o “pseudo expertos” en determinados campos –psicólogos, sociólogos, criminólogos– producen en el televidente una imagen de verdad a la que se asocian otras representaciones como la de la independencia del profesional de los medios. Paralelamente y como consecuencia de lo anterior aparece otro fenómeno: la desvalorización de la justicia como institución. Como lo expresa Gérard Leblanc, “La imbricación semántica de la información periodística y de lo judicial no sería después de todo más que una curiosidad histórica si entre ambas esferas no existieran interacciones e interferencias en el nivel práctico” 59 puesto que “la creencia en la independencia de la justicia es un vigoroso resorte de la adhesión popular a la idea de democracia representativa”.60

LEBLANC, G., “Del modelo judicial a los procesos mediáticos”. En: GILLES GAUTHIER y otros, Comunicación y política, Barcelona, Gedisa, 1998, pág. 60. 59

60

Ibidem., pág. 61 138

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- ACTIVIDADES SUGERIDAS CAPÍTULO IV -

a) 1.- Lectura comprensiva del siguiente texto, recabando información sobre los sucesos históricos y los personajes que no se conozcan. La democracia ateniense no era de carácter representativo, a diferencia de casi todas las democracias del mundo actual. En Estados Unidos, el Reino Unido y prácticamente todos los países que emplean un sistema de gobierno democrático, votamos por alguien que representará nuestros intereses: por ejemplo, el parlamentario de una circunscripción electoral o un congresista. Ellos serán los que votarán en los asuntos de estado mientras nosotros acudimos a nuestro puesto de trabajo con la tranquilidad de saber que votarán por lo mismo que elegiríamos nosotros. Así reza la teoría, al menos. (…) Pero los atenienses hacían las cosas de otro modo. Su democracia era directa. Es decir, no votaban a otro para que se dedicara a tomar decisiones por ellos, sino que, cuando se celebraba la Ekklesia – o Asamblea -, los ciudadanos de Atenas caminaban hacia la Pnyx, una colina próxima a la Acrópolis (y un auténtico golpe de suerte en el Scrabble, si me permiten el juego), allí escuchaban los argumentos expuestos a favor y en contra de, pongamos, una expedición militar a Siracusa, y luego votaban ellos mismos a favor o en contra de la propuesta, a mano alzada. Todo este proceso era administrado por gente co-

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rriente elegida por sorteo. Un consejo de 500 hombres, la Bulé, redactaba el orden del día de las reuniones de la Asamblea. La Bulé estaba formada por 50 hombres de cada una de las 10 tribus atenienses, cada una de las cuales, a su vez, regía el consejo durante una décima parte del año61, en un orden determinado de nuevo por sorteo. La tribu gobernante desempeñaba lo que se conocía como pritanía y contaba con un presidente que decidía qué empresas acometer. Él también era elegido al azar, por sorteo, y sólo ocupaba el puesto durante un día y una noche. Según nos cuenta Aristóteles en su “Constitución de los atenienses”, no se permitía que nadie sirviera en ese puesto durante más de un día o más de una vez. Así, cualquier plan nefando que pretendiera ejercer una influencia indebida sobre el presidente de los pritanos sería casi irrealizable y, si de algún modo lograba llevarse a cabo, sería efímera. Todo aquel que se interese por el sueldo o los gastos de un representante electo, puede tener asimismo interés en saber que los atenienses que servían en el consejo o la pritanía sólo recibían unos pocos óbolos (equivalentes al salario de un trabajador no cualificado) por cada día de servicio. También obtenían comidas gratuitas comunitarias durante el mes de pritanía. Estos pequeños beneficios se otorgaban para compensar los ingresos que se dejaban de obtener al cumplir con el deber democrático, antes que como pago de unos servicios al estado. (…) Cuando se analiza la democracia ateniense, resulta casi mareante pensar en cuán accesible e instantáneo era todo. Los atenienses acudían a votar sobre cuestiones

El año griego tenía diez meses de treinta y seis días cada uno. 61

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que tenían consecuencias directas y personales para sí mismos. Tomemos el ejemplo de la guerra. En la Asamblea votaban a favor o en contra de determinadas campañas militares. ¿Es preciso reunir una fuerza que se resista a la invasión persa, organizar una expedición contra Sicilia o destruir la ciudad rebelde de Mitilene (capital de la isla de Lesbos)? No votaban, a diferencia de los políticos actuales, para que otros hombres reunieran las armas y partieran a la guerra; antes al contrario, los votantes de Atenas eran los mismos hombres que impulsaban los trirremes (embarcaciones con tres órdenes de remos) de la polis. Eran sus mismos infantes o caballeros, lo uno o lo otro, según fuera su riqueza, porque sólo podía formar parte de la caballería el que era capaz de costearse un caballo. Así pues, uno puede reprochar a la Asamblea de Atenas que en ocasiones cometiera errores o actuara con imprudencia o temeridad, pero en ningún caso cabe sugerir que los hombres implicados en el proceso de toma de decisiones las adoptaran distanciados de las consecuencias de sus acciones. Incluso los que ya eran demasiado viejos para el combate, enviarían a la batalla a sus hijos y hermanos menores. Hay mucha diferencia entre esto y aquella escena de la película “Fahrenheit 9/11”, de 2004, en la que el polémico director Michael Moore intenta convencer a los congresistas de que envíen a sus hijos a la guerra que han aprobado emprender. Sólo uno de los miembros del Congreso es padre de un soldado que haya prestado servicio en Iraq. (…) A pesar de todos estos ideales tan relumbrantes, la definición ateniense de la democracia era decididamente limitada; y aunque admiremos su carácter directo, participativo y de notoria implicación, también debemos tener claro qué le faltaba. Los atenienses vivían en un

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mundo en el que todos los ciudadanos tenían derecho a votar, pero la definición de quién valía como ciudadano era muy restrictiva. Para empezar, los ciudadanos debían ser varones adultos. Las mujeres, como ocurría muy a menudo en el mundo antiguo – y ocurre aún en muchas partes del moderno – no contaban. Aunque a algunos filósofos, como por ejemplo Platón, no se les escapaba que había algo indudablemente disparatado en desaprovechar la mitad de la reserva del talento general de toda una sociedad, los atenienses no eran dados a romper moldes en el mundo de la igualdad de género. También eran ferozmente xenófobos en lo que concernía a los derechos cívicos. Así, para ser ciudadano ateniense tampoco bastaba con vivir en Atenas, sino que era preciso haber nacido allí y que el padre y la madre fueran atenienses. Es decir, una mujer quizá no tuviera el derecho a votar, pero sí podía arruinar tu derecho a la ciudadanía si procedía de otro lugar de Grecia. (…) Para el ojo moderno quizá resulte aún más inquietante – más incluso que los miles de mujeres y residentes extranjeros sin derecho a voto – el hecho de que Atenas no podría haber contado con sus sistemas democráticos de no haber dado asimismo la aprobación a la esclavitud. Si un ciudadano ateniense debía presentarse a votar en persona en alguna de las reuniones de la Asamblea; si debía prestar servicio en el consejo y ser parte de una de las tribus que lo presidían durante treinta y seis días; si iba a dedicar de un modo u otro varios días a aquella democracia directa, lógicamente ello le impedía trabajar durante ese tiempo. Si era un agricultor, o un herrero, o de cualquier otro oficio, necesitaría que alguien ocupara su lugar durante ese plazo, pues la cosecha no aguardaría a que regresara de haber formulado su voto en la ciu-

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dad. Ese “alguien” sería, muy probablemente, un esclavo. Así las cosas, ¿de veras debemos volver la vista a Atenas? ¿O acaso admirar su sistema político equivale a admirar las teorías de gestión de los propietarios de las grandes plantaciones esclavistas? 62

a) 2.- Establecer diferencias entre el rol que cumplía la oralidad en la democracia ateniense y el que cumple en la actualidad en las democracias representativas.

a) 3.- Dividir la clase en dos grupos que se enfrentarán en un debate dialéctico sobre la forma de democracia que interpreta mejor los intereses de la ciudadanía: el modelo ateniense y el modelo de democracia representativa. Cada grupo deberá esgrimir argumentos a favor de la postura que le ha tocado defender y refutar los argumentos de la postura contraria.

b) 1.- Lectura comprensiva del siguiente texto, recabando información sobre los sucesos históricos y los personajes que no se conozcan. Atenas quizás ocupe un lugar en nuestra mente como ideal político, pero Roma representa el pragmatismo definitivo. Los romanos tenían su propio sistema político ideal, la república, pero lo perdieron en el caos de una guerra civil. Como sistema que funcionó bien durante cientos de años, la república romana era muy apreciada

62 Fragmento del Capítulo I: “El antiguo orden mundial” del libro de NATALIE HAYNES, Una guía de la antigüedad para la vida moderna, Barcelona, Ares y Mares, 2011, pág. 19 – 28.

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y su pérdida la lloraron muchos de los autores que le sobrevivieron. Los hombres de noble cuna competían por ocupar los cargos públicos siguiendo una jerarquía electoral: el cursus honorum. Un hombre que quisiera alcanzar la cima del poder político debía prestar servicio durante diez años en el ejército romano. A los treinta años podía presentarse al cargo electo de cuestor, cuya gestión era de tipo administrativo. Pasados unos pocos años podía intentar que lo eligieran edil, un tipo de magistrado con una responsabilidad administrativa superior. A los treinta y nueve años podía pretender que lo consideraran apto para la posición de pretor, cuya función era judicial. Sólo entonces, cuando un hombre había cumplido por lo menos los cuarenta años, podía intentar que lo escogieran como uno de los dos cónsules de Roma, los puestos de mayor autoridad política. Un cónsul podía comandar ejércitos, presidir el Senado e incluso dar su nombre al año. En cada uno de los niveles, los puestos eran menos numerosos que en el nivel precedente: había veinte cuestores, seis u ocho pretores y sólo dos cónsules. El defecto de este sistema, que en general es excelente, ya lo habrá adivinado el lector: animaba a demasiados hombres a creer que tenían futuro en la política, cuando el espacio real en la cima era mucho más reducido. (…) En Roma, este problema se vivió de forma exacerbada. Era fácil que, cuando un hombre entraba en la arena política, no lo hiciera con la intención de regresar pronto a casa. Desde luego, hubo hombres que tuvieron éxito, como Cicerón, quien siempre se congratuló por haber obtenido el consulado en 63 a. de C., aun a pesar de ser un novas homo (literalmente un “hombre nuevo”), esto es, a pesar de que ninguno de sus antecesores había

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servido en esa dignidad. Pero fueron muchos los que sintieron que se los había descartado en forma injusta o que deseaban más poder que cuanto les podía proporcionar un año o dos en la cumbre. La historia sólo podía acabar de un modo. La república romana se hundió en una guerra civil en el siglo I a. de C., alcanzó su punto culminante en una de las escenas más conocidas de toda la historia antigua. Julio César, que había intentado erigirse en dictador (muy por encima de los cónsules y, desde luego, fuera de lo establecido en el cursus honorum), fue asesinado en las escaleras de un teatro. Es comprensible que Shakespeare fuera incapaz de resistirse a la historia: además de toda aquella tensión dramática, por si fuera poco, ocurría ante un telón de fondo teatral. Las últimas palabras de César, sin embargo, no fueron “¿Et tu Brute?”, por mucho que Shakespeare nos lo haya hecho creer así. En realidad, sus últimas palabras las pronunció en griego: “¿Kai su, teknon?” (“¿Tú también, hijo mío?”). La madre de Bruto había sido amante de César durante tanto tiempo que corrían rumores de que éste podía ser incluso el padre de aquél. En realidad las fechas no parecen encajar en tal rumor, pero fuera como fuese, en el momento de su muerte César de dirigió a Bruto llamándolo “hijo”. ¿No resulta una escena de muerte mucho más trágica así, con las resonancias edípicas de un padre asesinado por su propio hijo? Si Margaret Thatcher hubiera golpeado a John Major con una frase similar, la carrera de Major quizás habría durado tan poco tiempo como la de Bruto, quien se quitó la vida dos años después de la muerte de César, en 42 a. de C. 63 63 Fragmento del Capítulo I: “El antiguo orden mundial” del libro de NATALIE HAYNES; Una guía de la antigüedad para la vida moderna, Barcelona, Ares y Mares, 2011, pág. 36 – 38.

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b) 2.- Reflexionar sobre la importancia de la adquisición de la competencia oral para quien quería realizar el cursus honorum en la república romana y para quienes en la actualidad desean desempeñarse en el campo de la política.

b) 3.- Actualizar en clase el siguiente discurso que pertenece a la tragedia de Shakespeare:

“DISCURSO DE BRUTO” William Shakespeare: “Julio César”, Acto tercero

Datos para la contextualización: Discurso que pronuncia Bruto luego de haber dado muerte a César en el Senado romano. “¡Romanos, compatriotas, amigos! Óiganme defender mi causa y guarden silencio. Créanme por mi honor. Júzguenme con rectitud y aviven sus sentidos para poder juzgar mejor. Si hubiese en esta asamblea alguno que profesara amistad con César, a él le digo que el afecto de Bruto por César no era menor al suyo. Y si ese amigo preguntara por qué Bruto se alzó contra César, esta es mi contestación: No porque amaba a César menos, sino porque amaba a Roma más. ¿Preferirían que César viviera y morir todos esclavos a que esté muerto César y todos vivir libres? Porque César me apreciaba, lo lloro; porque César fue afortunado, lo celebro; como valiente, lo honro pero por ambicioso, lo maté.

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Aquí llega su cuerpo que conduce Marco Antonio, quien, aunque no tomó parte en su muerte, percibirá los beneficios de ella, o sea, un puesto en la República. Con esto me despido: igual que he matado a mi mejor amigo por la salvación de Roma, tengo el mismo puñal para mí si mi patria necesita mi muerte. Queridos compatriotas, déjenme marchar solo y quédense aquí con Marco Antonio. Honren el cadáver de César y escuchen la apología de sus glorias”.

c.- A continuación se transcribe el último discurso que pronuncia el protagonista, el rey Jorge VI, en la película “El discurso del rey”. “En esta hora aciaga, quizás la peor de nuestra historia, envío a todos los hogares de mi pueblo, tanto aquí como en el exterior, este mensaje expresado con la misma profundidad de sentimientos para cada uno de ustedes que si pudiera cruzar sus umbrales y hablarles personalmente. Por segunda vez en nuestra vida, estamos en guerra. Una y otra vez hemos intentado hallar una solución pacífica para las diferencias entre nosotros y aquellos que hoy son nuestros enemigos. Pero ha sido en vano. Nos han forzado a un conflicto. Debemos enfrentar el reto de un principio que si llegara a prevalecer, resultaría fatal para todo orden civilizado en el mundo. Ese principio, despojado de todo disfraz, es sin duda la primitiva doctrina según la cual la fuerza es la razón. En nombre de todo aquello que consideramos valioso, resulta impensable que neguemos a enfrentar ese reto.

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Es con este alto propósito que hoy llamo a mi pueblo, en casa y a mis pueblos de más allá de los mares a que hagan causa común con nosotros. Les pido que mantengan la calma, la firmeza y unidad en esta hora de prueba. La tarea será dura. Podrá haber días oscuros y la guerra ya no estará confinada al campo de batalla. Pero debemos hacer lo que consideramos correcto y comprometer nuestra causa a Dios. Si todos unidos nos mantenemos fieles a ella, entonces, con la ayuda de Dios, finalmente venceremos”.

c. 1) Establecer comparaciones entre esta versión y la leída para la radio en la película, atendiendo a los aspectos no verbales y a la dependencia del soporte escrito.

c. 2) Relacionar dicha actuación del personaje con la del primer discurso que da en la película, sin soporte escrito y afrontando los problemas derivados de su tartamudez.

c. 3) Analizar los distintos métodos que intenta para superar el problema.

d) Lectura grupal del fragmento de la novela de Mariano Silvestroni: “El abogado del presidente”.

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“LA IMPLEMENTACIÓN DEL JUICIO POR JURADOS 64 “El domingo a las nueve de la noche en punto comenzó “Tiempo de Cambio”, el emblemático programa político conducido por Marcelo Miranda. El editorial inicial duró cinco minutos durante los cuales el conductor examinó desde todos los ángulos la posibilidad de que se implementara el juicio por jurados en la Argentina. Todos sus razonamientos conducían a lo mismo: un fallo de la Corte o la sanción de una ley consagrando el juicio por jurados. Todo indicaba que en poco menos de un mes el Congreso sancionaría la ley de jurados para demostrar independencia frente al Poder Ejecutivo. Los invitados del primer bloque eran los diputados Adela Mazzuco del ARI, Jorge Díaz del radicalismo, Rubén Cerrini del socialismo y el jefe de bancada justicialista, Benjamín Tomaska. Todos menos Tomaska se mostraron de acuerdo en sancionar inmediatamente la ley de juicio por jurados. Había tres proyectos listos en la comisión de legislación penal y sólo bastaba con elegir uno de ellos y eventualmente hacer algún mínimo retoque. El justicialista puso las típicas excusas de quien se opone pero sin hacerlo frontalmente. - Estoy de acuerdo con ustedes en sancionar la ley de jurados, pero no corresponde hacerlo a las apuradas. Esto de querer adelantarse a la Corte me parece una intromisión indebida de un poder sobre otro. - No me vengas con esas pavadas, Benjamín –le espetó Mazzuco–. ¿De qué intromisión me estás hablando? El Congreso tiene la obligación constitucional de sancionar

64 En: MARIANO SILVESTRONI, El abogado del presidente, Bs. As., Ed. Del Puerto, 2007, capítulos 15 y 16, págs. 105 – 119.

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la ley de jurados para todo el país – comenzó a golpear su mano sobre la mesa -. No es una opción, Tomaska, ¡es una obligación!; y te digo la verdad, me importa un bledo si se vota la ley para anticiparse a la Corte. Lo único que me importa es que se cumpla con lo que dice la Constitución, y como eso es bastante raro en este país me pone muy contenta que ocurra aunque sea una vez. Tomaska dejó sus flancos descubiertos todas las veces que pudo y Mazzuco aprovechó cada oportunidad. El objetivo ya estaba logrado; había un fuerte impulso opositor para sancionar la ley y el oficialismo aparecía públicamente como contrario a su sanción. El bloque siguiente sería más técnico y tendría como finalidad otorgar un soporte sólido a la ley que se avecinaba. Los invitados eran cuatro juristas, entre quienes se encontraba Alejandro Moreno. Sólo uno de ellos, el profesor Diego Salazar, se oponía al juicio por jurados y mantuvo un interesante contrapunto con el Presidente del CEDEP 65. Miranda se puso en abogado del diablo y el papel le salió muy bien porque su costado fascista – progresista detestaba visceralmente cualquier institución importada de los Estados Unidos. -Doctor Moreno, ¿no le parece peligroso el juicio por jurados? –interrogó el periodista–. Me parece que en una sociedad conservadora como la nuestra se corre el riesgo de distorsionar el sistema penal; tengo miedo de que los jurados se transformen en justicieros; no veo a la sociedad

Nota: Las siglas corresponden a “Centro de Estudios de los Derechos Procesales”. 65

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muy propicia a respetar las garantías constitucionales. ¿Qué opina usted? -Vayamos por parte. El respeto por las garantías constitucionales no es algo que quede a merced del jurado: son los jueces los que deben hacerlas valer; excluyendo la prueba obtenida ilegalmente, asegurando el respeto de todas las reglas procesales, etcétera. Le doy un ejemplo: si se lleva a cabo un allanamiento ilegal y se obtiene allí una prueba en contra del imputado, es función de los jueces excluirla del juicio y evitar que el jurado tome conocimiento de esa evidencia. Le digo más, sólo un sistema de jurados permite que, en un caso así, la prueba ilegal no tenga ningún tipo de incidencia en la decisión. Actualmente, si un tribunal oral declara la nulidad de una prueba como ésa, depende de su buena fe que después, a la hora de decidir, no la tenga interiormente en cuenta. En realidad, depende de que los jueces sean unos buenos esquizofrénicos, ya que por un lado conocen el resultado de la prueba y, en consecuencia, saben que el imputado es culpable y, por el otro, tienen que hacer como si no la conocieran. Es algo totalmente absurdo. En cambio, en el sistema de jurados, el juez excluye las pruebas y el jurado jamás se entera de su existencia. Esa es la única forma de hacer valer las garantías. Moreno siguió con la lección: “Vayamos ahora a su temor de que los jurados se transformen en justicieros. Primer punto: ese temor sólo tendría sentido si actualmente los jueces no fueran justicieros. ¡Pero resulta que sí lo son! Hoy en día, la mayoría de los jueces dicta sus sentencias pensando en los diarios y creyendo que cumplen una función esencial como protectores de la sociedad. Las estadísticas lo demuestran. La gran mayoría de las causas que llegan a juicio terminan con una condena. Por el contrario, existen estu-

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dios muy serios que dan cuenta de lo que se denomina el efecto “lenidad” de los jurados, según el cual éstos son más propensos a dictar sentencias absolutorias que los jueces profesionales.” “Segundo punto: conceptualmente, y con independencia de las estadísticas, sólo un jurado puede decidir con verdadera imparcialidad. Cuando los jueces emiten sus fallos piensan en sus carreras, en sus futuros, en los ascensos que pueden obtener; en evitar que los diarios los escrachen. Los jueces tienen un interés personal muy fuerte que defender: en el mejor de los casos, conservar sus carreras; por no mencionar a los que directamente quieren promocionarse y ascender. La enorme mayoría de los jueces no se animaría a absolver en contra de lo que prefiere la opinión pública porque siempre tratan de protegerse; y eso ocurre incluso ante casos desconocidos. En cambio, con el jurado, la situación es bastante diferente. Ellos no tienen carreras judiciales que cuidar o que promover; y pueden resolver con absoluta libertad sin que ello les ocasione un perjuicio en sus trabajos ni en sus vidas personales.” “Veamos otro aspecto de suma importancia. Cuando un juez dicta una sentencia está condicionado por lo que resolvió antes y por lo que deberá resolver en el futuro. Los jueces tratan de sentar criterios funcionales, que les sirvan para hacer su trabajo; la gran mayoría jamás dictaría una absolución adoptando un criterio que pudiera condicionarlo de forma tal de impedirle dictar una condena en el futuro. Con el jurado eso no pasa. No tienen que fundamentar sus decisiones; no tienen sentencias futuras que dictar; pueden resolver con total libertad.”

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-Justamente –dijo el periodista–, los jueces son especialistas, son profesionales y tratan de ser coherentes. Eso es bueno. -No lo es. Eso es muy malo –se hizo un silencio–.Ese profesionalismo es lo que les impide a los jueces tener la mente abierta. Le doy un ejemplo: en las causas de drogas los jueces están acostumbrados a escuchar que los imputados les dicen: “la droga no es mía: alguien me la puso”; están cansados de escuchar ese tipo de argumentos y ya saben de antemano que se trata de una mentira. -¿Y eso qué tiene de malo? – preguntó el periodista. -¡Que puede ser verdad! Y resulta que el imputado tiene derecho de ser juzgado por alguien dispuesto a creerle. Y en muchísimos casos los jueces, sencillamente, no están dispuestos. -No coincido con usted, doctor –replicó Diego Salazar–. Toda su argumentación presupone, constantemente, que los jueces actuarán siempre de mala fe o equivocadamente y, por el contrario, que las personas comunes siempre lo harán de buena fe y como corresponde –hizo una pausa–. Y ocurre que esa visión es totalmente falsa. No existe ninguna razón para adoptar esos presupuestos. Y continuó: “Todos pueden equivocarse o acertar. Todos, jueces o legos, pueden actuar de buena o de mala fe. Pero la diferencia radica en que los jueces están entrenados para hacer un trabajo y justamente por ese entrenamiento tienen menores probabilidades de equivocarse. Las personas comunes carecen del entrenamiento mínimo para aplicar las reglas básicas de la lógica a la tarea de valoración de la prueba. No es bueno someter el destino de los imputados a un sistema de decisión tan precario.”

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-¿De qué sometimiento está hablando, doctor? –interrumpió Moreno–. Con sólo implantar un sistema de jurados optativo se soluciona ese problema. El que no quiere someterse a un sistema precario, como usted lo llama, simplemente no elige el juicio por jurados y listo. -Y si lo elige, ¿quién protege a la sociedad de la falibilidad de los jurados? – dijo Salazar. -Ahora se está sincerando, doctor. Evidentemente usted prefiere que el error juegue en contra del imputado en lugar de que juegue a su favor. -De ninguna manera. -Sí, señor. A usted le preocupa evitar absoluciones incorrectas y de lo que debería estar preocupado es de evitar condenas incorrectas. Siempre habrá errores, Salazar; la cuestión es minimizarlos y evitar que causen el perjuicio mayor. Y no me cabe duda alguna de que la condena de un inocente es mucho más grave que la absolución de diez culpables. -Usted habla de minimizar los errores –terció el periodista–, ¿cómo los minimizaría el jurado? -No lo hará el jurado. Lo hará el sistema de jurados. En ese sistema, por un lado están los jueces que deben velar por las garantías y aplicar el derecho como corresponde. Y por otro lado está el jurado que otorga al imputado una vía de escape, para que la gente común, que está en su misma situación, pueda juzgarlo y controlar la tarea de los jueces y de los fiscales. El sistema es dinámico: los jueces controlan a los jurados y los jurados controlan a los jueces. Actualmente, eso no es posible, sencillamente porque los jueces actúan corporativamente y existen ciertos cánones que no están dispuestos a abandonar. La discusión siguió por esos carriles. Moreno siempre quedaba mejor parado que Salazar y, aunque su 154

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discurso garantista no era el que usualmente gustaba a la opinión pública, su mensaje era perfecto para influir en el Congreso. Y el periodista lo ayudaba, siempre trataba de dejársela picando. -Doctor Moreno, ¿no cree que la gente no está preparada para tomar ese tipo de decisiones? –preguntó Miranda. -Ése es el clásico argumento fascista. Siempre se menosprecia a los ciudadanos; se los trata como imbéciles. Ese mismo temor serviría para suprimir las elecciones y entonces viviríamos en una dictadura o en una monarquía. Yo creo justamente lo contrario, creo que la gente común está más cerca de la realidad que los funcionarios públicos y tiene mayor aptitud para ponerse en el lugar del imputado. No sólo eso, creo que todas las controversias jurídicas deberían poder resolverse por medio de un jurado: los asuntos civiles, comerciales, laborales; todos los asuntos. -¿Ve a la ciudadanía con capacidad para decidir cualquier cuestión? -Por supuesto que sí. Después de todo, el sentimiento jurídico medio de una sociedad debería estar dictado por los propios ciudadanos y no de forma verticalista por los funcionarios. Además, eso evitaría que los legisladores dicten leyes ridículas. Siglos de juicios por jurado pueden servir para construir una sociedad mejor. El programa había sido un éxito total. Ahora era necesario manejar con mucho tacto la reunión que se celebraría al día siguiente en la comisión de legislación penal. La reunión del día siguiente en la comisión de legislación penal fue bastante provechosa para todos los

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participantes. Todo conducía a la inexorable sanción de la ley de jurados. Alejandro Moreno llevó a cabo una defensa impecable del sistema de jurados norteamericano, que era bastante parecido al que se proponía en los proyectos que estaba discutiendo la comisión. Se detuvo media hora en explicar las bondades de la exigencia de unanimidad para dictar una condena. -Condenar por mayoría le quita seriedad a la decisión. La unanimidad exige un compromiso mayor con el caso y con la verdad; obliga a los jurados a considerar seriamente la posición de los demás. Tienen que convencerse unos a otros; no basta con que cada uno mantenga su posición y la jueguen en una votación. -¿Pero para absolver no considera necesaria la unanimidad? – preguntó Mazzuco. -Antes creía que sí. Pero he recapacitado y en virtud del principio de inocencia, la verdad es que me parece correcto que diez votos sobre doce alcancen para absolver. No simple mayoría, por supuesto, porque ello echaría por la borda la exigencia de unanimidad para condenar, pero sí una mayoría sumamente calificada que, como dije antes, obligue a los jurados a discutir con sinceridad y a ponerse en el lugar del otro. Además, eso disminuiría un poco las posibilidades de que se declare un juicio nulo. Su disertación abarcó todos los puntos esenciales del sistema de participación ciudadana. Le dedicó especial atención al sistema de selección, explicando por qué razón era fundamental otorgar una participación decisiva a las partes en la elección de los jurados. -No hay mejor forma de garantizar la defensa en juicio que permitir a ambas partes la elección de los integrantes del jurado en condiciones de igualdad. 156

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Hubo un par de discusiones cuando se analizó la cuestión de la imparcialidad. -El jurado tiene que ser totalmente imparcial y para ello es preciso que cualquier contaminación opere como causal de recusación. -Eso haría imposible la elección de cualquier jurado – afirmó el diputado Tomaska. -Lo haría más difícil, por supuesto, pero no imposible. Siempre se podrá encontrar a doce personas que no estén contaminadas por la prensa o por sus prejuicios o por sus preconceptos. -¿Cómo? –preguntó un diputado provincial. -Recusando y recusando y recusando, hasta que se encuentren los doce. Y si no se los encuentra se cambia de distrito todas las veces que sea necesario. -Eso no es funcional –replicó Tomaska. -Estoy harto del funcionalismo, diputado –le respondió con fastidio–. ¿Ustedes quieren cumplir con la Constitución o prefieren sancionar leyes funcionales a las arbitrariedades del sistema? –hizo un breve silencio–. Toda persona tiene derecho de ser juzgada por un jurado ¡lo dice la Constitución!, que además debe ser imparcial, ¡también lo dice la Constitución!, y tiene derecho de que se respeten todos sus derechos procesales –meneó la cabeza mirando a cada uno de los diputados–. Y ustedes saben bien que eso hoy en día no sucede y, lo que es más grave aún, que eso ocurre por la desidia de los políticos, porque con buena voluntad podrían sancionarse leyes que tendieran a garantizar todos esos derechos. -Pero imagínese si todos los juicios fueran así, Moreno, todas las personas tendríamos que estar trabajando todo el tiempo de jurados –dijo Tomaska, para provocarlo y

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para que el jurista defendiera el carácter optativo del sistema de justicia ciudadana–. ¡Es imposible Moreno!, no sea utópico. -Se equivoca, diputado. Usted sabe bien que el sistema sólo puede funcionar si es optativo, de modo tal que existirían tres formas de arribar a una sentencia: o un juicio abreviado (cuando hay acuerdo entre el Fiscal y el imputado), o un juicio llevado a cabo por jueces técnicos (como existe ahora) o un juicio por jurados. -O sea que la Constitución se cumplirá parcialmente – acotó el representante del socialismo. -No, diputado –dijo Moreno preparándose para responder esa pregunta por milésima vez en su vida–. La Constitución establece derechos que las personas pueden usar o no. Los que proponen que el juicio por jurados sea obligatorio para todos los casos saben muy bien que eso es imposible, por lo que dijo recién el diputado Tomaska: porque todos deberíamos ser jurados todo el tiempo y la sociedad no podría funcionar. Además, no todas las personas preferirán ser juzgadas por un jurado y no debemos olvidar que la Constitución es una carta de derechos. Es un conjunto de herramientas para que las personas puedan defenderse de los más poderosos –en ese momento ya se lo notaba entusiasmado–. Fíjense sino: derechos laborales para que los empleados equilibren el poder de los patrones; derechos políticos para poder oponerse al gobierno y participar en él e incluso sustituirlo; derechos ambientales para frenar a los poderosos que destruyen el medio ambiente; y, en lo que nos ocupa, derechos procesales para oponerse al poder del sistema penal –hizo una pausa y levantó el índice de su mano izquierda–. Derechos, señores, derechos. Eso es el jurado: un derecho que se puede ejercer sólo si se lo desea. Y así hay que legislarlo para que sea una alternativa posible.

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Adela Mazzuco estaba encantada. El discurso de Moreno era música en sus oídos y ya estaba totalmente decidida a apoyar el proyecto que el CEDEP había presentado. Votaría por convicción y la verdad era que ese profesor universitario la había convencido.

Actividades d. 1.-Colocar en el siguiente cuadro los principales argumentos esgrimidos por cada uno de los participantes del programa que se narra en la novela:

Adela Mazzuco

Benjamín Tomaska

Alejandro Moreno

Diego Salazar

Marcelo Miranda (periodista)

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d. 2.- Recrear el debate entre los participantes mediante el desempeño de roles, argumentando a favor y en contra de la implementación del juicio por jurados.

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- CAPÍTULO V -

- LA RECEPCIÓN DE LOS DISCURSOS -

1.- INTRODUCCIÓN

Hablar en público no es sólo formular mensajes y emitirlos oralmente sino, sobre todo, comunicarse con el auditorio. Por eso, los pensadores actuales sitúan la comunicación como la meta suprema de la palabra. “Los niños son exquisitamente expresivos por naturaleza, hasta que aprenden a disimular y a mentir. Luego, los estudios memorísticos y la escuela se encargan de endurecerlos, para determinar, finalmente, un adulto torpe a la hora de expresar sus sentimientos, pese a la riqueza subyacente de sus incomparables posibilidades reales”.66 Hay múltiples situaciones donde nos encontramos ante la necesidad de encontrar las palabras que resulten más adecuadas para conseguir nuestro objetivo. El poder entusiasmar y convencer a los demás utilizando tanto las palabras adecuadas como una construcción y entonación correctas son herramientas fundamentales para el abogado. Si bien hay personas que de forma innata poseen una gran capacidad para hablar en público, todo el 66

GARCÍA CARBONELL, R., op. cit., pág. 69. 161

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mundo puede mejorar sus capacidades naturales hasta el punto de poder hablar con soltura y de forma efectiva y la práctica es la mejor manera de lograrlo. Nuestra única presentación a la hora de iniciar un discurso es la imagen que irradiemos y el mensaje que transmitamos en el primer contacto con nuestra audiencia. El componente más importante de esa imagen es la palabra hablada y como ejemplo podríamos citar las ocasiones en que nos encontramos con una persona cuyo aspecto nos resulta agradable y luego de oírla hablar su imagen se desmorona. Y, al contrario, la imagen de alguien puede quedar realzada a pesar de su aspecto si sus palabras encierran encanto e interés.

2.- CÓMO PREPARARNOS



Pensar antes de hablar, tener en claro nuestras ideas y haber preparado bien el tema.



Encontrar las palabras que expresen con eficacia nuestra idea, lo que implica un enriquecimiento de nuestro léxico.



Ensayar nuestra exposición varias veces, en voz alta y ante un espejo, teniendo en cuenta que una cosa es ensayar y otra muy distinta es aprenderse de memoria un texto. Memorizar puede resultar peligroso, ya que si en el momento de la exposición no recordamos alguna palabra, puede producirse lo que se denomina “quedarse en blanco”. Lo que se debe memorizar es la estructura, lo que vendría a ser el esqueleto de nuestro discurso, pero para complementar ese esqueleto debemos tener capacidad de improvisación, lo que se consigue teniendo claras las ideas 162

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que queremos transmitir y contando con léxico enriquecido.

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Debemos proponernos hacer atractiva nuestra exposición evitando que nuestro discurso tenga la apariencia de algo ya oído, trillado. Muchas veces es en el modo de transmitir nuestros argumentos donde podemos ganar la batalla de persuadir. Si lo que vamos a decir no nos gusta ni siquiera a nosotros, ¿cómo pretendemos involucrar al auditorio?

Si bien es cierto que un mal orador puede destruir un buen discurso, también lo es que un mal discurso no puede levantarlo ni el mejor de los oradores. Pericles, que gobernó Atenas en el siglo V A. de C., afirmaba que el que sabe pensar pero no sabe expresar lo que piensa, está en el mismo nivel del que no sabe pensar; es decir que saber algo es saber expresarlo.

3.- LA RELEVANCIA DEL AUDITORIO

Uno de los requisitos esenciales para lograr una buena recepción es tener claro cuál es el propósito del discurso, qué se persigue, qué tiene que suceder o qué tienen que hacer los receptores del mensaje como consecuencia de la intervención del orador. El objetivo del discurso oratorio se alcanza cuando se produce una conexión física, emocional y racional, cuando se logra un verdadero encuentro interpersonal, cuando el orador se da a los oyentes y los oyentes aceptan al orador. Éste debe asumir que los oyentes son distintos a él y, al mismo tiempo, iguales que él; con su imagen, con sus expresiones, con sus tonos y con sus

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palabras tiene que demostrar que los oyentes le merecen todo su respeto. El discurso oratorio es una acción intersubjetiva que está libre de la superioridad, de la supremacía y, sobre todo, de la dominación: es una colaboración en la que intervienen de manera activa el sujeto que habla y el sujeto que escucha. El que habla ha de reconocer explícitamente al destinatario del discurso como interlocutor de un diálogo que puede aceptar sus mensajes o contradecirlos, discutirlos o matizarlos, enriquecerlos o empobrecerlos. Los momentos de ese diálogo son los siguientes: -

El “aparecer” ante el auditorio.

-

El saludo.

-

La introducción.

-

El planteo de la cuestión.

-

El cuerpo del discurso.

-

El resumen de lo que se ha venido diciendo.

-

La conclusión lógica.

-

El “broche de oro” o conclusión afectiva.

-

El agradecimiento - sólo si hay aplausos con expresiones simples como “gracias” o “muchas gracias”.

Antes de reclamar la atención del auditorio, es el orador el que ha de considerar a los destinatarios. Si queremos decir cosas interesantes, lo primero que hemos de hacer durante la preparación del discurso es estudiar al auditorio para acomodar los razonamientos, las imágenes y, en general, el lenguaje, no sólo a su capacidad de comprensión, sino también a sus intereses y

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a sus expectativas, intentando ver el mundo con los ojos de ellos. No es el auditorio el que tiene que esforzarse por captar el mensaje sino que es el orador quien tiene que utilizar todos los recursos retóricos para conseguir que su mensaje sea captado y que sus ideas fundamentales penetren y dejen huella en las mentes de los receptores. El orador ha de tener presente que los problemas, las dificultades, las limitaciones, las convenciones sociales, los prejuicios culturales y los hábitos de comportamiento determinan unos modos diferentes de pensar, de sentir y de actuar. Nuestra experiencia como oyentes adultos nos atestigua que muchos discursos pierden interés y credibilidad cuando recibimos la impresión de que, por el tono, por las expresiones o por los ejemplos, están dirigidos a niños o a jóvenes. Lo mismo ocurre cuando éstos advierten que el lenguaje o las cuestiones se plantean para adultos. La profesión influye, a veces de manera decisiva, en el modo de ver la vida y en la forma de enfocar los problemas. Los productores agropecuarios, por ejemplo, poseen una mentalidad, una actitud y un comportamiento propios, diferentes de los marineros, de los mecánicos, de los administrativos, de los profesores, de los médicos o de los abogados. Por muy reconocido que sea el profesor o por muy importante que sea la materia que explica, si el alumno no la entiende o no le interesa, la clase constituirá un fracaso más o menos rotundo. Lo mismo ocurre con un orador. Tan importante es saber hablar como saber escuchar. Al fin y al cabo, si tenemos dos orejas y una so165

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la boca será porque quizá debemos escuchar el doble de lo que hablamos. Escuchar no quiere decir oír. Escuchar implica algo más que percibir sonidos; implica entender, comprender, dar sentido e interpretar lo que se oye, ofreciendo una respuesta tanto verbal como no verbal. Oímos con el oído y escuchamos con todos los sentidos, con la memoria, con el entendimiento y con la voluntad. Cuando escuchamos un discurso, observamos la figura del orador, sus expresiones, sus gestos, sus miradas y su vestimenta; leemos los significados de todos estos datos y esta lectura subraya, matiza o contradice lo que escuchamos con los oídos. No podemos dividir al hombre y considerar por separado su inteligencia, su afectividad y su moral. En consecuencia, cuando hablamos en público, hemos de dirigirnos a los sentidos –vista, oído, olfato, gusto y tacto–; a la inteligencia, a la memoria, a la fantasía, a la razón. El púlpito, la cátedra, el estrado judicial, el escenario, el micrófono, son focos, espejos y caleidoscopios: instrumentos de expresión y de comunicación y constituyen, al mismo tiempo, símbolos de poder. El proceso de recepción de los discursos orales y el de los textos escritos sigue un orden inverso al de su elaboración y de su producción. El orden que el orador sigue en la elaboración del discurso –el de las operaciones retóricas– está establecido en todas las Retóricas clásicas: la inventio, la dispositio, la elocutio, la memoria y la actio. El auditorio percibe en primer lugar la actio y, en último lugar, interpreta y valora el significado global del discurso oral. Los destinatarios, más que oyentes, son espectadores de una puesta en escena y reciben los primeros mensajes por la vista: las imágenes visuales 166

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son las más persistentes, las más profundas y las más persuasivas.

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La pronunciación del discurso ha de generar, sobre todo, un clima de confianza. Los destinatarios contemplan al orador en la doble calidad de persona y de personaje: de individuo dotado de un nombre, poseedor de un perfil psicológico y también de actor y de intérprete que encarna un papel profesional, social, político o religioso. La imagen ha de ser coherente con los mensajes y respetuosa con el destinatario. La articulación ha de ser clara y, en lo posible, agradable, variada y rítmica. La pronunciación del discurso descubre el humor y el perfil psicológico del orador y facilita o dificulta la aceptación de su persona y de sus mensajes orales. La armonía, el equilibrio, la serenidad o, por el contrario, la discordancia, la inestabilidad o la inquietud del orador se trasluce por la manera de pronunciar las palabras. El discurso oratorio es intención y es racionalidad pero también posee algo de intuición, de magia y, por lo tanto, de irracionalidad. La recepción de un discurso es también un proceso racional e irracional. Suele resultar difícil explicar por qué vibramos con la escucha de determinados discursos.

4.- EL MIEDO ESCÉNICO

Hablar en público es una experiencia hermosa y al mismo tiempo terrible. Hermosa porque somos capaces de comunicarnos con muchas personas que están poniendo su atención en lo que nosotros les queremos hacer llegar pero, al mismo tiempo, los hablantes que se

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colocan delante de un público sufren una sensación de horror que los psicólogos explican como uno de los factores que más nos atemorizan junto a la muerte, la enfermedad, la soledad y ciertos animales. El temor a hablar en público es una realidad empírica fácilmente constatable por sus efectos: palpitaciones, sonrojos, sudores fríos, garganta seca, voz temblorosa, tensión muscular, miedo a quedarse con la mente en blanco. Estos efectos son productos de la inseguridad y el temor a no encontrar la expresión ni el tono adecuado, resultar aburrido, provocar rechazo o por falta de confianza en nosotros mismos. El miedo, la vergüenza o la timidez son sentimientos que experimentan todas las personas con mayor o menor intensidad, incluso los grandes oradores. Mark Twain sostenía que “el cerebro humano es un invento magnífico. Funciona desde el nacimiento hasta el momento en que te levantas para pronunciar un discurso.” La cuestión es cómo enfrentarse a ese pánico escénico. A hablar en público se aprende practicando; empezar a hablar es como el tapón de una bañera llena de agua: hay que quitarlo empezando a hablar para que puedan fluir las palabras. Cierta dosis de nerviosismo no sólo es normal sino que incluso resulta saludable ya que refleja la responsabilidad que sentimos ante la situación. “In medio virtus,” decía Aristóteles. Hay que huir de los dos extremos, tanto del miedo paralizante como de la pedantería. La persona que no logra controlar los miedos tiende a precipitarse pues piensa que de ese modo su trance será más breve. Por eso es importante practicar el ritmo pausado en voz alta y jugando con los silencios.

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Quien se deja llevar por el miedo tiende a evitar el silencio y recurre frecuentemente a muletillas. Sólo las pausas de más de siete segundos comienzan a parecer excesivas. Uno de los temores más frecuentes es a “quedarse en blanco”. Si bien no hay orador que esté a salvo de padecerlo en alguna ocasión, la mayor parte de las veces el auditorio no lo percibe ya que desconoce cómo continúa el discurso. Para sortear esta situación se puede repetir lo dicho con otras palabras: “esto quiere decir concretamente que …”, “recordemos cuáles son los puntos más importantes que hemos desarrollado hasta aquí …”. Otra salida razonable que nos permite ganar tiempo es tomar un poco de agua o ilustrar lo que se ha venido diciendo con un ejemplo. La autenticidad es uno de los rasgos que el auditorio más aprecia. Una intervención en la que el orador trata de mostrar lo que no es o de expresar lo que no piensa, no despierta interés. No existe autenticidad sin libertad y la auténtica libertad requiere de la aceptación del propio yo. Las primeras experiencias oratorias son casi siempre negativas y muchas personas no se animan para evitar la desaprobación; otras piensan que hay que hacerlo todo a la perfección, lo cual es imposible. La resistencia a hablar en público nos puede llevar a perder oportunidades interesantes de mostrar nuestra actividad profesional. “Cuando hablamos en público se sufren una serie de manifestaciones en nuestro cuerpo y en nuestro espíritu que no son desdeñables, pero también de las que casi nadie puede sustraerse: los colores nos salen a la cara, las manos se bañan en sudor, el velo del paladar y la fa-

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ringe se convierten en un desierto en el que nunca ha llovido, el estómago es un nido de culebras, nuestro corazón se revoluciona como un motor, la angustia que se padece antes de decir la primera palabra desata y ata los nervios, distribuyéndose por todo el cuerpo y llenándolo de preocupación. Claro que estas circunstancias – y otras – no se reúnen todas en un mismo orador, porque de ser así tendríamos más víctimas en los discursos que en los accidentes de tránsito. Pero todo el que haya hablado en público sabe a lo que nos estamos refiriendo”.67 En la mayoría de los seres normales, cuando se tiene escasa experiencia de hablar en público, aparece una voz temblorosa, equivocaciones, repeticiones constantes, risas nerviosas, movimientos corporales descoordinados, miradas perdidas en el infinito o miradas “puestas” en la cara más amigable que haya en la sala. Algunos experimentados en estas cuestiones sostienen que ante una situación de miedo, de descontrol, hay que buscar una o dos caras conocidas y mantenerlas en la mente desde el principio. Pero muchas veces sucede que quien empieza así, acaba dejando de lado al resto del auditorio, lo cual suscita una mala predisposición de quienes no se sienten atendidos. Cuando intervenimos ante un auditorio, si nuestra autoestima no está afianzada, el miedo puede reflejarse en nuestra mente como agujas que se clavan y oímos cosas en nuestro interior como “voy a hacer el ridículo”, “se van a reír de mí”. Para poder vencer estos aspectos negativos hay que tener el ego alto. Para levantar la autoestima me puedo hacer preguntas positivas como: ¿no estoy ante un público comprensivo?, ¿acaso

67 En: A.A.V.V.: La recepción de los discursos: el oyente, el lector y el espectador, Univ. Cádiz, España, 2003.

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no domino el tema?, ¿por qué les voy a caer mal si soy simpático? Es evidente que podemos cometer errores, pero no es menos cierto que con una correcta preparación previa sobre lo que vamos a hablar, los errores se podrán superar. Aunque creamos lo contrario, los que nos escuchan no están para martirizarnos. La mayoría de los asistentes no le da demasiada importancia a los errores aislados o a las posibles torpezas que cometamos. Cuando incurrimos en un error, es mejor dejarlo pasar. Si se pide perdón o se corrige, el error resalta más. Muchas veces el público, por diversos motivos, no se da cuenta de los errores. Otro punto que hay que tener en consideración es que si alguien se ríe a lo mejor es con nosotros y no de nosotros, aunque siempre puede haber algún gracioso en la sala. Un receptor con un sentido crítico moderado y razonable es lo ideal, pero algunos, al escuchar a los demás, están siempre atentos a los errores, a las faltas que comete el emisor y a los argumentos que podría contraponer. Todos los que hablamos en público sabemos que una vez que hemos comenzado la disertación los nervios van desapareciendo. Poco a poco nos iremos sintiendo más cómodos. Por otra parte, el interés que ponemos en lo que estamos diciendo genera –con la ayuda de la adrenalina que nos pone en tensión– la fuerza para continuar. Si hablar en público genera miedo, también provoca la liberación del ánimo al terminar –sin mayores problemas– la alocución ante una audiencia. Cuando se repiten –y se sufren– este tipo de experiencias, las sen-

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saciones de alivio mitigarán o vencerán al miedo y lograrán que la serenidad se convierta en una emoción fuerte, capaz de derrotar a la angustia.

5.- LA FORMALIDAD DEL DISCURSO ORAL

Para que la recepción del mensaje sea completa es muy importante que el auditorio perciba la familiaridad del orador con el tema. Tiene que quedar evidenciado que forma parte de nuestro trabajo. No basta con conocer la temática sobre la que vamos a hablar, tenemos que mostrar que forma parte de nuestra esfera de interés, de nuestro entorno profesional. De allí que cuando se aborde el tema hay que señalar la finalidad que pretendemos, puntualizando su interés y su grado de importancia. Hablar en público es un género oral formal. Es un tipo de comunicación autogestionada, singular. Se trata de discursos planificados y que se valen de un soporte escrito para su preparación. Son discursos que requieren una gramática y un léxico caracterizado por la precisión y la especificidad y el orador debe acercarse al oyente desde la naturalidad. Necesitamos apoyarnos en palabras sencillas, cortas, de uso corriente para ir introduciendo los términos técnicos que sean indispensables al nivel de la exposición. Nuestros conocimientos y prejuicios pueden chocar con los del auditorio o podemos compartir la misma visión y alcanzar acuerdos relativos que avanzan hacia un final esperado o no. Como destinatarios, cuando escuchamos al orador, nuestras ideas preconcebidas pueden llevarnos a una disposición negativa. Eso muy posiblemente es percibido en forma inmediata por el expositor.

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Si el orador tiene un lapsus o comete un error formal, el público lo va a entender igual gracias a los esquemas cognitivos que todos poseemos. Por ejemplo, las elipsis o fallos formales como “tenía problemas celebrales” en lugar de “tenía problemas cerebrales” los recompone el auditorio en su intelecto –no sin cierta sorna– por lo que se llama “ley de proximidad”. La naturalidad y la cortesía son siempre aliadas cuando nos situamos ante un auditorio. Si nos dirigimos a los que nos escuchan de una manera natural y cortés se suele caer bien. Uno de los factores que más influyen en una buena disertación es nuestra capacidad de dominar una correcta respiración. Se aconseja que, antes de iniciar el discurso, se hagan inspiraciones profundas durante unos segundos con el fin de reducir la angustia y el nerviosismo. También es importante la utilización correcta de las pausas en el desarrollo de cualquier exposición oral. Se dice que en una conversación normal, cuando estamos en posesión de la palabra, nos vemos impelidos a tomar aire, término medio después de haber emitido dieciséis sílabas, puesto que períodos fónicos más largos nos llevan a tener dificultades en la espiración, con lo cual nos arriesgamos a cometer posibles equivocaciones orales. Las pausas suelen explicarse por tres causas generales: necesidad de respiración por parte del emisor, facilidad de comprensión por parte del receptor y la planificación del discurso por parte del hablante. Las pausas titubeantes, que se producen generalmente en el lenguaje afectivo y cuando se tiene miedo, dan lugar a que el receptor perciba la ansiedad del orador ante la situación en que se encuentra.

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A continuación proporcionamos una breve lista de aspectos a tener en cuenta para enfrentar con éxito el desafío que representan los discursos orales formales: 1.

Dominio de la respiración, ya que ésta es el fundamento de la voz.

2.

Lograr una voz colorida, con matices distintos según el tono y las inflexiones y para graduarla según las condiciones acústicas del lugar y el número de asistentes.

3.

Cuidar la pronunciación para lograr claridad y manejar las pausas.

4.

Adquirir confianza en uno mismo, ya que todos los seres humanos somos oradores en potencia y el buen orador se hace.

5.

Ejercitar la memoria. Cicerón la llamaba “tesoro de todas las cosas” y la consideraba una facultad muy importante. Hay tres leyes que presiden el perfeccionamiento de la memoria: la atención, la repetición y la asociación.

6.

Cuidado del aspecto exterior, buscando siempre la naturalidad y la pulcritud.

7.

Ejercitar la puesta en escena del discurso, ya sea frente al espejo o ante personas de nuestro entorno.

8.

Tener siempre presente que el auditorio no es un sujeto pasivo sino que recibe la influencia del orador pero también condiciona, en cierto modo, su actividad.

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6.- LA ESCUELA ANGLOSAJONA

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Y LAS ESTRATEGIAS DE PERSUASIÓN

En los Estados Unidos existe un amplio abanico de corrientes lingüísticas dedicadas al estudio y entrenamiento en métodos de exposición oral. Si bien la mayor producción está orientada hacia el campo empresarial, existen estrategias comunes en la formación de un orador, aplicables a otros campos como el académico o el judicial. Uno de los principios que estas corrientes consideran relevante es la necesidad de establecer, desde el comienzo de la exposición, una relación de empatía con el auditorio. Para ello parten del siguiente postulado: la gente aprende de las personas hacia las que siente afinidad, imitándolas como si se tratase de un modelo. David Brooks68, reconocido orador norteamericano, especialista en temas empresariales, a quien suelen presentar como que “…Ha hablado en los cincuenta estados de la Unión, en todas las provincias canadienses y en doce países más”, al tomar la palabra, reconoce que es cierto, pero aclara que en ocho de esos diez países habló sólo para pedir indicaciones. Según él, utilizar cierta dosis de humor autodespectivo, sin llegar a descalificarse, es una de las mejores formas de crear afinidad y romper el hielo. Existe un dicho anglosajón que expresa: “a la gente no le importa cuánto sabes, hasta que sabe cuánto les importas”. Todos hemos asistido alguna vez a grandes exposiciones en las que el único problema era que estaban dirigidas al público equivocado, ya fuera porque el orador no estuvo bien informado sobre la composición del Columnista del “New York Times”, graduado en la Universidad de Chicago.

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auditorio y sus necesidades o porque su presentación no se correspondía con la composición demográfica y psicológica de su público. Para evitar esto, Brooks recomienda al orador asegurarse de que sus propias metas, las metas de los organizadores y las del auditorio se encuentren en la misma línea. Investigaciones realizadas sobre la memoria muestran que el material que se recuerda más fácilmente y resulta más impactante es el que se encuentra al comienzo y al final; por ello es conveniente abrir y cerrar toda exposición de forma contundente. Está demostrado que, en un mensaje, el 80% que más valora el auditorio radica en cómo lo decimos y que el 20% restante se refiere al qué decimos. El comienzo de una exposición sirve para atraer la atención del público. Para ello se pueden utilizar diferentes recursos: contar una historia vivida, despertar la curiosidad con un interrogante, comenzar con una cita llamativa, demostrar cómo el tema que se va a desarrollar afecta los intereses del auditorio. Cualquiera de estos recursos debe ser expresado en forma breve, ya que una introducción extensa produce agobio. Deben evitarse siempre las excusas que invoquen la inexperiencia del orador o la falta de competencia en el tema ya que, si es así, el auditorio lo advertirá enseguida y, si no lo es, juzgará severamente la falsa modestia. En cuanto al cierre de la exposición, los expertos anglosajones recomiendan las siguientes variantes: hacer una rápida revisión del material desarrollado, utilizar una cita contundente, narrar una historia o una anécdota. Las citas son un material excelente para potenciar el contenido y es importante contar con un repertorio de citas propio para utilizar en distintas ocasiones. Las historias animan la exposición, los asistentes 176

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las recuerdan después de haber olvidado incluso el nombre del conferenciante y pueden utilizarse no sólo para el cierre del discurso sino también como introducción, para romper el hielo, como ilustración e, incluso, como una metáfora de lo que venimos sosteniendo en nuestra exposición. Brooks opina que las historias sobre nosotros mismos, en las que mostramos nuestro lado más humano, son las que tienen más fuerza intelectual y, si las sabemos contar con humor, también son las más divertidas.

6.1. La organización del contenido

La vertiente anglosajona hace hincapié en la importancia de la organización del contenido a exponer. Las presentaciones cronológicas están organizadas de principio a fin o de fin a principio (cronología inversa), las analíticas se dividen en subtemas y deben quedar claras las relaciones entre los mismos; contrastes y comparaciones funcionan bien juntos para mostrar puntos en común y puntos divergentes. Al organizar la exposición se debe prestar especial atención al registro léxico, a la armonía de las palabras y a las transiciones, que son claves para la claridad. Esta corriente sostiene que al auditorio le podemos proponer dos modelos de discurso: el discurso- río y el discurso- balsa69. El discurso – río se plantea como un recorrido sinuoso y finalista que nace de unas premisas, avanza a través de sucesivas deducciones de corte silogístico y desemboca en las conclusiones. El discurso –

69 Clasificación que recoge PEDRO TALAVERA: “Las reglas de oro del buen discurso” en: OBARRIO, J. A. y MASFERRER, A. (comp.): Expresión oral y proceso de aprendizaje, Madrid, Dykinson, 2013, págs. 110-111.

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balsa se plantea como una espiral de pensamiento en la que la idea madre se devela desde el principio y, poco a poco, se va ahondando en ella ganando profundidad y buscando la fundamentación que justifica la tesis inicialmente planteada. Representa una estructura de discurso típicamente anglosajona y cuyo inicio pude sintetizarse: “la tesis que me propongo sostener acerca de … es la siguiente …” La escuela anglosajona recomienda invertir algo de tiempo para dar evidencia de lo que estamos diciendo, ya sea que se recurra a estadísticas, tendencias, analogías, relaciones, testimonios, se demuestre cómo funciona algo, se cite a alguna autoridad, se exhiban objetos, libros, fotografías, expedientes u otro tipo de documentos. Un principio insinuante y un final deslumbrante es lo que más grabado queda en la mente del auditorio. Los peores enemigos del orador son los principios titubeantes y los finales inacabables, en los que el orador se alarga y se pierde en vericuetos porque no encuentra las palabras para resumir sus ideas, o repite una y otra vez lo que ya ha dicho o bien pretende introducir nuevas ideas atropelladamente porque no le dio tiempo para hacerlo antes. Hay discursos memorables en los que el orador utiliza un lema o estribillo semántico que contribuye a grabarlo en la mente del auditorio, como por ejemplo el de Martin Luther King del 28 de agosto de 1965 (“Yo tengo un sueño”) o el de Vaclav Havel, en 1992, tras la independencia pacífica de Chechenia y Eslovaquia: “Yo no sé si sé que esto no es un sueño”. En la organización de la exposición hay que tener presente el tiempo, ya que el auditorio puede perdonar

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muchas cosas, pero nunca que el orador se pase de la hora establecida, adueñándose del tiempo de los demás. Muchos expositores preparan demasiado el contenido y no prestan atención a la presentación, mientras que otros preparan poco el contenido pero poseen grandes dotes oratorias; lo ideal es encontrar un equilibrio.

6.2. Dinamismo comunicacional y control del auditorio

Las corrientes anglosajonas recomiendan evitar los comienzos con frases trilladas del tipo “estoy muy contento de estar aquí”, pues consideran que no sólo hacen que el público se desconecte sino que se malgasta un tiempo valioso. Si de verdad se quiere alabar al auditorio es conveniente hacerlo promediando la exposición, para que resulte más verosímil. Distinguen tres categorías de asistentes: -

Los que piden que se pruebe lo que se enuncia.

-

Los que desean que se les explique lo que se les acaba de decir.

-

Los que reclaman hechos o ejemplos para ilustrar la tesis.

Así como existen recomendaciones para tener éxito como orador, también hay repertorios de conductas y de fórmulas que, casi con seguridad, pondrán en contra al auditorio. Entre las primeras están: 1.

Hablar más tiempo de lo que hemos anunciado o de lo que estaba programado.

2.

No levantar la vista de las notas.

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3.

Reírnos histéricamente de nuestros propios chistes.

4.

Hacer alarde de un vocabulario rebuscado.

Presentamos una serie de fórmulas que se deben desterrar de nuestras presentaciones, pues si las decimos tenemos que tener en cuenta la repercusión que muy probablemente tengan en nuestro auditorio: Qué dice el orador

Qué piensa el auditorio

No soy orador

Ya nos dimos cuenta

No soy el indicado/ No estoy preparado

Que hable otro/ Se nota

No sé de cuánto tiempo dispongo

Cuanto menos mejor

No conozco en profundidad el tema

Si es así, que se calle

No sé cómo empezar

Con tal que sepa cómo terminar

No pensé que sería elegido para hablar

Nosotros tampoco

No quisiera aburrirlos

Ya lo ha logrado

No pretendo ser original

Qué lástima

No me tomen en serio

Claro que no

El dinamismo comunicacional al que aluden estas corrientes se logra variando las estrategias expositivas, utilizando técnicas de teatralización y haciendo participar al auditorio. En este último caso, hay que tener en cuenta que no todos querrán participar y, por lo tanto, debe ser una actividad voluntaria. Otra técnica de aprovechamiento activo de lo desarrollado consiste en que los asistentes resuelvan un problema de la realidad

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y que comparen sus soluciones antes de develar cuál fue la que se tomó en la vida real. Abrir la sesión a preguntas puede resultar arriesgado ya que algunas personas formulan aquéllas que sólo les interesan a ellas o se apropian del espacio discursivo para exponer detalladamente sus propias ideas. En el primero de los supuestos, los especialistas norteamericanos recomiendan no contestar o dirigir la mirada hacia otro sector del auditorio y en el segundo supuesto, decir una frase como “si quiere lo hablamos cuando termine la exposición”. Se considera que el mejor momento para aceptar preguntas es al final de la presentación para no interrumpir el flujo de la misma y porque muchas de las que se formulen se contestarán solas a lo largo de la presentación. Si las circunstancias lo permiten, lo más aconsejable es decir al comienzo cuánto durará la presentación y cuánto tiempo se destinará a las preguntas y respuestas. La interacción entre orador y auditorio que se produce con las preguntas - a diferencia de la exposición, que ha sido planificada - no está completamente bajo el control del orador, quien no tiene certeza acerca de quién hará las preguntas, cuándo y cómo las harán; incluso, algunas preguntas pueden tomarlo por sorpresa. Es conveniente establecer un orden para hacer las preguntas, evitando que varias personas hablen a la vez. Hay que escuchar atentamente para reconocer la idea principal de la pregunta, ya que a veces las primeras palabras pueden conducir a un malentendido si no captamos el sentido completo de la misma. Al final de la pregunta, es conveniente romper el contacto visual con la persona que la formuló para evitar causar la impresión de una conversación privada y dar señales al auditorio

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de que la respuesta es de interés para todos. En lo posible, hay que contestar de forma concisa pero nunca con un “Sí” o un “No” a secas; la respuesta debe ser por lo menos una oración. Los grandes oradores no sólo se conocen a sí mismos y ejercen sus dotes de autocontrol sino que también han aprendido a reconocer y tratar las circunstancias que afectan la capacidad de atención del auditorio. Existen dos tipos de asistentes problemáticos: los que lo son en una situación concreta y los que siempre lo son. Ante cualquiera de los dos, tenemos tres alternativas, de las cuales la tercera es la más recomendable: ser víctimas, ser supervivientes o manejar la situación sacándole partida con humor, con ironía o ignorándolos. En los eventos comunicativos suelen presentarse problemas técnicos. En este caso tenemos que tratar de que los mismos no afecten nuestras dotes oratorias ni nos desvíen del tema de la exposición. Se puede tener prevista una frase risueña como por ejemplo ante problemas de sonido preguntar: “¿Cuántos de los que están sentados en el fondo de la sala saben leer los labios?” En los campos profesionales, universitarios y empresariales, realizar presentaciones y hablar en público es una actividad corriente. Ante el interrogante de si el orador nace o se hace, existe una respuesta contundente: todos podemos mejorar nuestras dotes oratorias si nos preparamos adecuadamente para ello. Las corrientes inglesas, norteamericanas y alemanas de la actualidad se interesan por la enseñanza y el aprendizaje de la Retórica, considerándola como una disciplina que proporciona aptitudes útiles para la vida

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social y política de los ciudadanos. Según Luhmann 70, la comunicación es el proceso básico del sistema social, como la conciencia lo es para el mundo psíquico y, para Habermas71, la Retórica es “el arte de la convicción y de la persuasión en situaciones en las que se trata de resolver cuestiones prácticas”. Así, la moderna Retórica es una teoría y práctica de la comunicación que intenta modificar –mediante la persuasión– una determinada situación, producir cambios de opinión, de mentalidad y de puntos de vista.

7.- RECOMENDACIONES PARA PREPARAR EL CONTENIDO DE UN DISCURSO

En oratoria se suelen distinguir dos grandes áreas: el fondo (lo que se quiere comunicar) y la forma (la manera en que se va a comunicar. La oratoria es el equilibrio y la armonía entre el fondo y la forma.



Necesidad de una buena preparación: No se puede ni se debe improvisar



Determinar las coordenadas básicas: el fin del discurso (para qué voy a hablar) y el auditorio (a quién voy a hablar).



Investigar sobre el tema siguiendo un orden riguroso en el buscar y en el guardar la información. El contenido de un discurso depende mucho de la metodología que utilice-

Citado por J. A. GARCÍA AMADO en: La filosofía del derecho de Habermas y Luhmann, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 1997 70

En: Teoría de la acción comunicativa, México, Rei, 1996, pág. 204

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mos para investigar y para clasificar el material. 

Necesidad de una estructura: la estructura clásica de un discurso se puede resumir en tres palabras: exordio, desarrollo y peroración.



Cuando una persona no domina un tema suele hablar mucho y mal, tiende a repetirse volviendo una y otra vez sobre las mismas ideas para llenar el tiempo que se le hace eterno.

Rafael Fayos Febrer72 sostiene que para que un tema sea realmente atractivo tiene que reunir tres características: 

Debe ser concreto: hay que huir de generalidades y especulaciones abstractas.



Debe ser original: Esto no quiere decir “excéntrico” sino que versa sobre un elemento que está al alcance de la mano, que todos ven pero que encierra una serie de detalles, de peculiaridades que uno enfoca y evidencia de manera personal iluminando elementos que todos ven pero en los que nadie repara. Este aspecto es importantísimo en el campo del discurso jurídico en cuanto a la producción de la prueba. Muchas veces la originalidad reside en el método de trabajo o en el modo de expresión.

FAYOS FEBRER, R. ¿Cómo preparar un discurso? Algunas claves prácticas, en OBARRIO, J. A. y MASFERRER, A., op. cit., págs. 92-93. 72

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Debe ser personal: Todas las personas somos seres únicos e irrepetibles; nos podemos parecer pero nadie es igual a otro. Cuando se habla en público no se pueden repetir las ideas de otros sino cómo se ha repensado lo que otros han dicho.

El término investigar procede del latín “invenio” que significa “encontrar”. Según el diccionario de la R.A.E. significa hacer diligencias para descubrir algo. Es decir que se trata de ir al encuentro de algo que ya existe pero que se encuentra oculto; no es inventar la realidad sino retirar un velo. Esto no es fácil, pues en ocasiones la realidad se esconde y se resiste a ser develada. Siempre hay que tener un plan, una estrategia de trabajo, ya que como bien expresa el adagio latino “Serva ordinem, et ordo servabit te” (“Conserva el orden y el orden te conservará a ti”). La información por sí sola no es suficiente, hay que saber asimilarla y relacionarla. Pensar es como pintar: el pintor no crea imágenes nuevas sino que reproduce la realidad de un modo personal y original. Reflexionar implica mirar una y otra vez las mismas ideas y ver qué nexos existen entre ellas, qué misterios esconden. Esto se contrapone a un saber enciclopédico al que estamos acostumbrados, donde sólo se enumeran datos. Al igual que un ser viviente, un discurso elaborado posee su propia estructura: su cabeza, su tronco y sus extremidades. Cada una de esas partes debe estar coherentemente integrada con las demás. Esto se logra con la utilización correcta de los denominados conectores discursivos que producen la transición entre cada uno de los momentos del discurso, resumen las ideas que preceden, enfatizan conceptos e indican el paso a otras ideas.

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Vale recordar que un texto bien organizado se caracteriza porque cada una de las partes está conectada, constituye una auténtica trama.

8.- LA RECEPCIÓN DE LA ORALIDAD EN EL PROCESO JUDICIAL

En el seno de la sociedad siempre está presente la necesidad de debatir y argumentar, ya sea para defender nuestras ideas, para controvertir las de otros o para concertar acuerdos. En el campo jurídico y, en particular, en los sistemas que contemplan diversas instancias orales en el proceso, los actores intervinientes deben contar con un conjunto de competencias y habilidades para diseñar estrategias, establecer diálogos, narrar los hechos de manera clara y verosímil, participar en el examen de las pruebas, realizar interrogatorios y contra-interrogatorios, estructurar sus intervenciones, exponer convenientemente los fundamentos de derecho en los que ha basado su teoría del caso, refutar los argumentos de la parte contraria y producir alegatos comprensibles y persuasivos. Si bien la oralidad tiene la ventaja de que pone a las partes frente a frente para que le hablen directamente al órgano juzgador –juez, tribunal o jurado– sin intermediarios, la formación del abogado tiende, en general, a soslayar el entrenamiento en el uso y perfeccionamiento del discurso oral por considerar que las dotes oratorias constituyen una habilidad natural en todo aquél que ha abrazado la carrera de abogado. Compartimos con Arturo Majada73 la idea de que ese criterio es

En: Técnica del informe ante juzgados y tribunales, Barcelona, Bosch, 1991.

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erróneo y que la oratoria es un importante auxiliar del abogado. Manuel Atienza dice que el ejercicio de la profesión de abogado “… consiste en argumentar y la cualidad que mejor define lo que se entiende por un buen jurista tal vez sea la capacidad para idear y manejar con habilidad argumentos. Sin embargo, muy pocos juristas han leído alguna vez un libro sobre la materia y seguramente muchos ignoran por completo que exista algo así como una teoría de la argumentación jurídica”. 74 Como hemos visto, la oratoria es el arte de hablar con organización y método para poder transmitir nuestro pensamiento de modo de influir o persuadir al auditorio al que está destinado para que acepte nuestras pretensiones. Hoy siguen vigentes las finalidades que la retórica antigua adjudicaba a la oratoria judicial: acusar, defender y refutar las tesis del adversario. En todo proceso, se establece una relación jurídica triádica entre el órgano juzgador y las partes que sostienen posturas contrarias. No basta con tener razones y argumentos que sustenten nuestra posición, también hay que saber comunicarlos. Lo más importante para un abogado que participa en un proceso oral es tener sólidos conocimientos de Derecho sobre la materia objeto del litigio y haber elaborado previamente su teoría del caso. La modalidad expresiva que se adopta para exponer la teoría del caso dependerá del tipo de juicio oral al que se deba hacer frente. Para lograr el convencimiento del auditorio, el orador tiene a su disposición estrategias para convencer y para conmover. Cuando se busca convencer, los argumentos deben tener una base racioEn: Las razones del derecho, Barcelona, Ariel, 2003, pág. 19.

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nal y estar dirigidos al intelecto, en cambio, cuando lo que se busca es conmover se debe trabajar sobre las emociones y los sentimientos. Así, cuando se está frente a un juez profesional o a un tribunal técnico es desaconsejable adoptar el registro didáctico ya que, seguramente, en estos casos el destinatario privilegiado del orador conoce tanto o más que él la materia sobre la que se está exponiendo (teorías, normas, jurisprudencia). Es conveniente centrar la exposición en argumentos dirigidos al intelecto y exponer las razones probatorias y jurídicas que sustentan la teoría del caso, sin descuidar mostrarse convencido y entusiasmado con lo que se está diciendo. En cambio, cuando el abogado se enfrenta a un jurado, se puede poner el acento en lo afectivo sin dejar de lado las razones de hecho y de derecho, expresadas de manera clara y sencilla en lugar de utilizar un lenguaje críptico o demasiado técnico que impida la decodificación del mensaje que queremos transmitir. De todos modos, el desarrollo de un juicio oral, en cualquiera de sus modalidades, pone a prueba la elocuencia de los actores intervinientes. Cicerón75 nos dice que el hombre elocuente es aquél que delante de los jueces, del pueblo o del Senado sabe probar, agradar y conmover y agrega: “Lo afirmo rotundamente, nunca he intentado inspirar a los jueces el dolor, la piedad, el deseo o el odio sin que yo mismo, llegado el momento de conmoverlas, haya experimentado vivamente y por mí mismo las emociones que quería llevar a su alma”.76 El desarrollo de un proceso oral requiere, además, que el orador forense tenga autodominio sobre sus 75

En: La invención retórica, Madrid, Gredos, 1997.

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CICERÓN, M. T.: op. cit., pág. 114. 188

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emociones y capacidad para improvisar réplicas de manera creativa y lúcida. El auditorio de un juicio oral no es pasivo sino que establece vínculos con el orador, quien recibe una influencia que en mayor o en menor medida lo condiciona. La parte contraria toma notas para luego argumentar y el órgano juzgador valora lo que escucha para después pronunciar su fallo. Escuchar con atención le permite al juez, tribunal o jurado ir sopesando las pruebas y argumentos que se esgrimen. La teoría del caso que cada parte expone debe contener la idea central que se quiere comunicar y que se aspira a que el órgano juzgador haga suya. Incluirá también el planteamiento de los hechos relevantes, las pruebas que los sustentan y los fundamentos jurídicos en que se apoya. Quien la expone debe estar atento a las reacciones del receptor para ir produciendo ajustes en su discurso. Si el orador percibe que el mensaje que está emitiendo fue interpretado erróneamente, puede recrearlo de manera diferente recurriendo a estrategias discursivas como, por ejemplo, “me parece que no se entendió bien lo que estoy queriendo decir…” En estos casos, las reacciones no verbales a las que hay que estar atento son, por ejemplo, que el juez o algún integrante del tribunal o del jurado arquee las cejas, gesticule, frunza el ceño, bostece o adopte una actitud displicente. En toda audiencia, la comunicación es circular, ya que los actores intervinientes están relacionados de tal manera que la acción de cada parte provoca reacciones. El abogado debe tener en cuenta que el destinatario privilegiado de su discurso está constituido por quienes integran el órgano juzgador, que la otra parte funciona como un contra-destinatario a quien debemos 189

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destinarle un discurso del orden de la refutación y que el público es un destinatario secundario ante el cual hay que evitar lucirse ya que, muchas veces, por buscar la aprobación del público como si se estuviera protagonizando un espectáculo, se puede descuidar el objetivo central que es persuadir a quien va a resolver. La dialéctica, como técnica del debate, debe ser tenida en cuenta en los programas de formación de los futuros abogados en un contexto de oralidad, enseñando a defender una tesis y a atacar la contraria, ya que la contradicción es uno de los principios fundamentales en los que se basa el proceso adversarial. El estilo es una manifestación de la personalidad humana pero el abogado que actúa en instancias orales debe cultivar la “elegancia juris”: un estilo armónico y sobrio para comunicar la expresión lógica de los conceptos. Independientemente de las actividades de formación y de los estudios y prácticas que se realicen para adquirir las destrezas que exige el proceso oral, la repetición de experiencias en la sala de audiencias constituirá, para el abogado, el mejor entrenamiento al que pueda aspirar.

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- ACTIVIDADES SUGERIDAS CAPÍTULO V -

1. - LECTURA Y COMENTARIO GRUPAL DEL SIGUIENTE TEXTO:

“Ganar una discusión no es lo mismo que tener razón ni perderla es sinónimo de estar equivocado. Con mucha frecuencia, el que consigue imponerse en un debate es simplemente el más habilidoso, el más experimentado o el que tiene una personalidad más avasallante (a veces también el más cruel o el menos escrupuloso). Todos hemos tenido la experiencia de encontrar con varias horas de retraso el argumento que hubiera permitido zanjar definitivamente la cuestión. Los seres humanos no tenemos línea directa con ninguna fuente de verdades absolutas, de modo que todo el tiempo estamos obligados a verificar la solidez de nuestras convicciones. Y es prácticamente inevitable que ese esfuerzo nos lleve a someter nuestras certezas a la crítica ajena. Hace ya un siglo y medio, John Stuart Mill decía que la mejor evidencia que podemos proporcionar a favor de una idea consiste en someterla a una discusión en la que todos tengan una oportunidad de refutarla. Si la idea supera esa prueba, habremos ido lo más lejos que podemos ir en esa dirección. Debatir es el mejor método de que disponemos para aclararnos las ideas y para descubrir nuestros propios errores. Es además una manera de incorporar puntos de vista diferentes, de considerar posibilidades que no se

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nos habían ocurrido y de beneficiarnos de lo que aprendieron otros. La teoría de la argumentación es la disciplina que se ocupa de darnos armas para mejorar la calidad de nuestras discusiones. Un argumento consiste en un encadenamiento de premisas que conduce a una conclusión. Pero a la teoría de la argumentación no sólo le interesa el modo en que están construidos nuestros argumentos, sino también el impacto que pueden tener sobre un auditorio. Argumentos lógicamente incorrectos convencen a veces, en tanto que otros lógicamente impecables a menudo no lo logran. La disciplina que se ocupa de la fuerza persuasiva de los argumentos es la Retórica. Desde que fue creada por los griegos hace miles de años, la Retórica se encarga de analizar el impacto que los argumentos tienen o pueden tener sobre un auditorio. Argumentar, por lo tanto, implica servirse del lenguaje no sólo como medio de comunicación sino también como medio para cambiar las ideas o las conductas de otras personas”.77

1. a) - Dadas las siguientes proposiciones, decir cuáles son demostrables empíricamente y cuáles necesitan ser argumentadas: - Es lo mismo dar un examen escrito que uno oral. - Está lloviendo. - Va a llover porque nuestro vecino está saliendo con paraguas. - Hoy asistió a clase sólo el 65% de los alumnos. Extractado del libro de PABLO DA SILVEIRA: Cómo ganar discusiones, Buenos Aires, Aguilar, 2004, págs. 11 - 20

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- El desarrollo de la industria turística al costo de destruir el medio ambiente es inaceptable.

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- La profesión más rentable es la de abogado.

1. b) - Elegir una de las proposiciones que deben ser argumentadas. Dividir la clase en dos grupos y sortear cuál de ellos deberá apoyarla con argumentos y cuál deberá refutarla.

2. Producir un breve discurso argumentativo, según las recomendaciones vistas en el presente capítulo, para defender como conclusión un enunciado que se considere verdadero pero que sea controvertido. El discurso deberá socializarse en el grupo ampliado, adoptando los roles de orador y auditorio. (Ejemplos: a) La despenalización de la marihuana no soluciona el problema de la drogadicción. b) La legalización del aborto atenta contra el derecho a la vida).

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- CAPÍTULO VI -

- LITIGACIÓN ORAL -

1.- INTRODUCCIÓN

Existe una tendencia cada vez mayor a la oralidad en los procesos de resolución de disputas jurídicas para lograr que las partes interactúen y argumenten en presencia de quien oficiará de árbitro en la discusión. Con ello se pretende lograr inmediatez y rapidez en los procedimientos, que tienden a eternizarse cuando las evidencias y argumentaciones se producen en forma escrita. La oralidad plantea un desafío a los abogados, que deben ser capaces de producir argumentos de manera inmediata para refutar los del oponente sin contar con la tranquilidad y el sosiego que ofrecen los plazos y el soporte escrito. “En términos simples, todo juicio civil o penal consiste en una disputa argumental entre dos partes: dos particulares, o bien el Estado y un particular, cuyas afirmaciones (premisas) deben ser probadas. Los medios de prueba, de confirmación, de convicción, o las evidencias – documentos, grabaciones, testigos, informes periciales, etc.; es decir, todo aquello que pueda dar cuenta de un hecho – son presentados durante el juicio para que finalmente el juez decida la disputa mediante un artefacto ar-

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gumental llamado “sentencia, que se expresa por escrito”.78 Los jueces también tienen ante ellos una situación nueva que los obliga a modificar sus hábitos de trabajo. Deben escuchar las argumentaciones orales, establecer los puntos de desacuerdo y decidir sobre la solidez de las argumentaciones presentadas por las partes casi al mismo tiempo que se produce la discusión. Eduardo Jauchen afirma que “el debate oral como segmento esencial de todo el proceso es la oportunidad donde se realiza en plenitud, como su misma denominación lo indica, la confrontación directa, inmediata, oral y pública entre las partes que postularon pretensiones diferentes; en él tendrán la oportunidad de expresar todas sus opiniones y de producir toda la prueba que haga a sus derechos y a contradecir la tesis contraria y viceversa, de controlar la producción de las pruebas ofrecidas por la contraria y de alegar sobre las mismas”.79 Creemos que el debate se debe incorporar entonces en las aulas como una herramienta metodológica y pedagógica. Los planes de estudio de las carreras de abogacía no deberían centrarse en la memorización y/o repetición de las normas del sistema jurídico sino en su utilización para resolver casos concretos mediante el uso permanente de la argumentación. 2.- LA ARGUMENTACIÓN EN EL DEBATE JUDICIAL

Los intercambios lingüísticos se tornan argumentativos cuando necesitamos convencer de la verdad NAVARRO ALBIÑA, René David, Bases para una sana crítica, Chile, Ediciones on Demand, 2013, págs. 122-123. 78

JAUCHEN, E., Estrategias de litigación penal oral, Bs. As., Rubinzal – Culzoni, 2014, pág. 23.

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de un enunciado y esta necesidad aumenta cuando se trata de defender una posición controvertida. Los abogados argumentan para defender posiciones que saben de antemano que no son compartidas por sus oponentes. Frente a un enunciado se pueden asumir 3 posiciones: afirmar su verdad (posición positiva), negar su verdad (posición negativa) o no plantearse la pregunta sobre su verdad o falsedad (posición neutral). Frente al enunciado “Dios existe” se puede asumir una posición creyente, atea o agnóstica. Surgen algunas complicaciones cuando los enunciados son compuestos: conjunciones, disyunciones o condicionales: Conjunciones: “la mató y la descuartizó”. Para rechazarla basta con negar uno de sus componentes: “No, no la mató”. Disyunciones: “La amenazó o la intimidó para que no revelara lo que sabía”. Para rechazarla hay que negar los dos componentes: “No la amenazó ni la intimidó”. Condicional: “Si tiene una cicatriz es porque él la atacó con un cuchillo”. Para rechazarla, hay que aceptar que el antecedente es verdadero y el consecuente es falso: “Tiene la cicatriz, pero fue ella quien se infligió la herida”. Como explica Bonorino Ramírez80, en materia penal, en torno a la cuestión “¿El imputado es culpable o inocente del delito que se le imputa?”, el fiscal asume el papel de protagonista del desacuerdo pues debe probar la culpabilidad del imputado, mientras que el defensor juega el rol de antagonista pues le basta con poner en 80

BONORINO RAMÍREZ, Pablo R., op cit., pág. 38 y sgtes. 197

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duda la posición del fiscal, no debe probar la inocencia del imputado. Los “debates judiciales” se diferencian de otros porque las intervenciones de los oponentes se encuentran rigurosamente reguladas por un código de procedimientos y porque la tercera posición está ocupada por un órgano jurisdiccional (juez o tribunal) que debe resolver cuál de las dos posiciones adoptará para el pronunciamiento con el que pondrá fin al desacuerdo. Cada una de las partes debe preocuparse no sólo de argumentar en defensa de su pretensión, sino también de ofrecer buenas razones al órgano decisor para que rechace las de su contraria. Se persuade al juez o al tribunal mediante los alegatos, las preguntas y las respuestas que logramos de peritos y testigos. La oralidad y el poco tiempo de reacción con que cuentan los participantes son obstáculos externos a su labor argumentativa. También lo es el requisito de brevedad, ya que hay que tener en cuenta que la atención de los jueces es limitada, por lo que hay que seleccionar formas eficaces de comunicación. Por ejemplo, narrar hechos es más eficaz que verter opiniones, ya sean propias o ajenas. El desafío no sólo es para las partes enfrentadas, sino también para el órgano decisor que debe resolver en forma inmediata no sólo el desacuerdo de fondo sino también velar por el cumplimiento de los procedimientos establecidos, dirigir las discusiones para evitar las formas falaces de interacción argumentativa y evaluar la solidez de las argumentaciones producidas. Como ya hemos señalado, la oralidad plantea nuevos desafíos al argumentante ya que la inmediatez de respuesta hace que la identificación y reconstrucción de argumentos deban llevarse a cabo con rapidez y precisión. 198

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Es importante poder diferenciar la “solidez” de un argumento de su “fuerza retórica” o “poder persuasivo”.

3.- LA RESOLUCIÓN DE LAS DISPUTAS

Hay dos maneras de terminar con un desacuerdo: resolviéndolo o concluyéndolo. Un desacuerdo se resuelve cuando una de las partes acepta cambiar su punto de vista inicial. En los debates judiciales, los desacuerdos se concluyen porque es el juez quien determina cuál de las partes tiene la razón. Hay debates sumamente reglados, como los parlamentarios o los procesales. El proceso judicial empieza justamente porque las partes no lograron llegar a un acuerdo. En este caso, el juez debe decidir quién tiene la razón y con ello cierra de manera explícita el diálogo crítico entre las partes. En el sistema penal acusatorio, el fiscal presenta un caso y la defensa sólo debe ponerlo en duda razonable. Pero esto únicamente ocurre en los casos en los que la defensa quiere lograr la absolución porque no se ha acreditado la materialidad o la autoría, es decir, no se ha logrado apoyar con éxito el punto de vista de la fiscalía sobre la hipótesis delictiva fáctica. Cuando la defensa acepta los hechos pero aspira a que se los califique de manera diferente, adopta un punto de vista y se compromete con su defensa (presenta su teoría del caso). En el entrenamiento para actuar en el sistema oral contradictorio, se utilizan como herramienta pedagógica los debates llamados “de dos caras”, entre un proponente y un oponente sobre una tesis controvertida, sin perder de vista que enseñar a argumentar y a debatir significa sólo hacernos conscientes de algo que prac199

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ticamos en la vida diaria de forma espontánea. En la argumentación judicial, el abogado no pasa a un segundo plano, no desaparece detrás de su mensaje sino que se involucra con sus palabras, con sus gestos, su entonación, su postura. La argumentación y la persuasión son inseparables. En esto se diferencia, por ejemplo, de la orden de un superior o de una demostración académica. Para lograr persuadir mediante la argumentación hay que tener en cuenta que los motivos de la adhesión de un auditorio a una determinada tesis son múltiples. Tanto en la argumentación judicial como en cualquier otro tipo de argumentación, el abogado debe tener en cuenta el auditorio al que se dirige: sus valores, sus orígenes sociológicos, sus rasgos de carácter, sus funciones sociales, su manera de juzgar. La construcción lingüística de una argumentación es una actividad intelectual que involucra los dos procesos clásicos del pensamiento: el análisis y la síntesis. En la argumentación judicial, mediante el análisis del caso el abogado recolecta los datos mientras que por medio de la síntesis construye los argumentos para abonar su teoría del caso. Una característica específica de la argumentación judicial es que se realiza sobre la base de lo verosímil. Moreau, parafraseando al “Eutifrón” de Platón, expresa: “Si tenemos una opinión distinta tú y yo, dice Sócrates a Eutifrón, sobre el número de huevos en un cesto, la longitud de un retazo de tela o el peso de un saco de trigo, no entraríamos en una disputa por ello; ni siquiera iniciaríamos una conversación al respecto; nos bastaría contar, medir o pesar, y así se solucionaría nuestra diferencia. Las controversias se prolongan y avi-

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van cuando carecemos de este tipo de procesos de medición o criterios de objetividad”. 81 En los procesos judiciales las partes pueden debatir sobre cuestiones normativas (qué normas aplicar, cómo interpretarlas) o sobre cuestiones fácticas (qué hechos ocurrieron, cómo deben calificarse). En cuanto a los hechos, en un proceso penal se deben probar por separado dos cuestiones: ¿Se ha cometido un delito? ¿Ha participado (y en qué medida) el imputado en la comisión del mismo? Cuando un juez percibe que las partes están “viviendo” el debate de una manera hostil, debe tratar de cambiar el tono. En estos casos, las partes asocian sus intercambios argumentativos con una lucha, como si estuvieran en un campo de batalla. La finalidad es destruir al adversario o a su posición en una relación de antagonismo extremo. Hay otros casos en que los participantes incorporan la idea de competencia (como en el deporte o en un juego). Aquí ganar o perder resulta importante pero lo es también cumplir ciertas reglas para no ser descalificado. El juez es el encargado de hacer cumplir esas reglas de procedimiento y de sancionar a quien no las siga. Como la finalidad no es destruir al rival, sino vencerlo persuadiendo a la tercera parte (juez, tribunal) respetando las reglas procesales y argumentativas, la relación entre los contendientes debe ser de antagonismo pero sin ataques personales. Las formas competitivas presuponen que uno gana y el otro pierde y admiten diversos grados de intensidad, mientras que las formas colaborativas82 se Citado por PERELMAN, Ch. en La lógica jurídica y la nueva retórica, Madrid, Civitas, 1988, pág. 102.

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Se tratan en el Capítulo VIII del presente libro. 201

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dan en los métodos alternativos de resolución de conflictos donde se presupone que uno gana y el otro también, por lo que se busca una solución negociada o mediante compromisos mutuos. Hay que tener en cuenta que mantener una actitud hostil perjudica a quien argumenta y reduce las posibilidades de que un observador neutral le dé la razón. La apelación a la hostilidad verbal es interpretada como signo de debilidad por el auditorio.

4.- ETAPAS DEL DEBATE JUDICIAL

En el debate judicial del sistema acusatorio, el objetivo es persuadir al juez y es común hallar lo que Walton83 denomina “diálogos asimétricos”: sólo el fiscal debe probar lo que pretende afirmar, mientras que la defensa se limita a rechazar sus fundamentos. rez84

En este tipo de debate judicial, Bonorino Ramídistingue 4 etapas:

1.- La de apertura, donde se pueden utilizar enunciados que describan hechos probados legalmente durante el procedimiento o normas jurídicas vigentes. El objetivo es persuadir al juez de la posición que se defiende. Los turnos de habla están establecidos y sujetos a la dirección del juez o tribunal. 2.- La de confrontación, donde se determinan las cuestiones objeto del proceso y las posturas que sostendrán las partes.

WALTON, Douglas: “Informal logic. A handbook for critical argumentation”. Cambridge-New York, Cambridge University Press, 1989. Citado por BONORINO RAMÍREZ, op. cit., pág. 84. 83

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BONORINO RAMÍREZ, P.R., op. cit., pág. 86 y sgtes. 202

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3.- La de argumentación, donde las partes se esfuerzan para argumentar en defensa de sus respectivas posiciones, lo que permitirá al juez resolver la cuestión luego de considerar todos los argumentos en pro y en contra. 4.- La de cierre, que es el acto que pone fin al debate, es decir, la emisión del fallo.

5.- LOS ALEGATOS

Según Eduardo Jauchen85, “Hay dos oportunidades en que las partes exponen libremente sobre la totalidad del objeto del juicio: en el alegato de apertura y en el alegato final”. “Alegar” es una acción que significa para el abogado el acto de pronunciar su alegato en conjunción con la expresión del rostro, el tono de voz y los gestos para persuadir a un tercero – el juez o tribunal – a que adopte su punto de vista sobre el caso. Francois Martineau afirma que “un auditorio experimenta a veces una gran emoción al escuchar un alegato, pero al mismo auditorio le puede costar mucho reconocerlo al leerlo en un texto.”86 Si bien el o los magistrados estarán atentos sobre todo para comprender los fundamentos de hecho y de derecho, no serán indiferentes a lo que los especialistas denominan “la proyección de la unidad cuerpo/mente” que encarna el abogado litigante. El alegato de apertura debe ser sintético, claro y esquemático. Debe versar sobre qué hechos se van a establecer, explicando en un solo párrafo la teoría del caso

85

JAUCHEN, E.: op. cit., pág. 314

MARTINEAU, F.: “Argumentación judicial del abogado”. Bogotá, Editorial Universidad del Rosario, 2013, pág. 475

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y en qué hechos se basa la misma. Aquí no hay lugar para la argumentación. Por ejemplo, podemos comenzar nuestro alegato de apertura con la siguiente expresión: “Voy a probar que mi cliente actuó en defensa propia …”. En síntesis, el alegato de apertura es la oportunidad que tienen las partes para anunciar cuál será la postura que defenderán en el transcurso de la audiencia. Jauchen87 recomienda “no referirse anticipadamente al comentario sobre el valor de ninguna de las pruebas a incorporarse, sino sólo limitarse estrictamente de forma genérica a cuál es la línea esquemática de nuestro planteo. Lo contrario implicaría un error técnico que puede costar el fracaso en los supuestos en que alguna evidencia no introduzca la información que esperábamos de ella, lo haga de forma distorsionada, o determinados testigos o peritos no se presenten al juicio y sea imposible lograr su comparecencia”. Leticia Lorenzo realiza una acertada comparación entre el alegato de apertura y el acto de ir a un cine: “Cuando vamos al cine, generalmente antes de que inicie la película que fuimos a ver, se proyectan los avances de los futuros estrenos. Muchas veces a partir de esos avances es que decidimos qué película iremos a ver en el futuro: si el avance nos genera interés, entonces estaremos más dispuestos a ver la película que si nos parece un verdadero bodrio. El avance de los estrenos se construye de tal manera de mostrar partes de la película que llamen la atención al público pero, a la vez, sin dar tanta información como para que los futuros asistentes decidan no verla porque ya saben todo lo que pasará. Con el alegato de apertura sucede lo mismo: los litigantes tendrán que anunciar la información clave como para que 87

JAUCHEN, E., op. cit., pág. 316. 204

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el tribunal que juzgará el caso tenga una ruta más o menos clara de las direcciones a las que apuntará su labor, sin hacer del alegato el juicio en su totalidad, es decir, sin intentar probar el caso en el alegato de apertura”.88 Es importante cumplir con el requisito de “brevedad”, no extendiéndonos más allá del tiempo en que una persona puede concentrar su atención y no adelantar información que pueda comprometer nuestra estrategia probatoria. El alegato de cierre debe contener los elementos jurídicos que se tienen que aplicar a los hechos. Es un discurso abierto, donde se recapitulan los hechos que sirven para probar nuestra teoría del caso. Constituye la última oportunidad que tienen las partes para referirse en términos valorativos a su teoría del caso para que la misma sea considerada como un “proyecto de sentencia”. Como expresa Leticia Lorenzo, el enunciado que subyace al alegato de clausura es: “Si yo estuviera en su lugar, fallaría de esta forma por estas razones”.89 Este alegato contendrá las cuestiones de hecho que se han pretendido acreditar, con qué pruebas se cree que tal objetivo se ha logrado y por qué esas pruebas resultan convincentes. También deberá contener la refutación de las principales proposiciones de la parte contraria. Es recomendable comenzar con la recapitulación, recordando que se ha cumplido con lo prometido en el alegato de apertura y que se ha probado todo lo que se quería demostrar. A continuación se enumerarán en forma concisa los principales argumentos esgrimidos 88 LORENZO, Leticia, Manual de litigación, Bs. As., Didot, 2012, pág. 160. 89

LORENZO, Leticia, op. cit., pág. 241. 205

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sin repetirlos ni añadir elementos nuevos. Luego se procederá a controvertir la teoría del caso de la parte contraria. Para ello se puede recurrir a lo que los griegos llamaban “indignación”: generar opiniones desfavorables sobre un hecho en particular o, en general, sobre los argumentos esgrimidos por la contraparte; interrogarse mediante preguntas retóricas sobre el alcance del comportamiento de la otra parte durante el desarrollo de la audiencia o insistir en el carácter irreparable de un error en la decisión. El cierre del alegato de clausura debe ser breve y tener como objetivo generar en el juez o tribunal sentimientos favorables hacia nuestro cliente. Los retóricos han insistido en la brevedad del cierre, que podemos resumir en la expresión utilizada por Cicerón: “Nada se seca más rápido que una lágrima”.90 En síntesis, un buen alegato de clausura debe reunir los siguientes requisitos: 

Claridad y orden en la exposición de la teoría del caso con la apreciación concreta de la prueba producida.



Credibilidad al referirse a personajes y escenas.



Explicitación de la teoría jurídica.



Controvertir las pruebas de la parte contraria, refutando su teoría del caso.



Usar preguntas retóricas o analógicas.



Hacer la petición final de forma clara y explícita.

Según Jauchen, “ésta es la faz donde el abogado litigante debe agotar todo su esfuerzo, sus aptitudes y 90

CICERÓN, M.T.: op. cit. pág. 143. 206

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sus conocimientos, para procurar persuadir al tribunal de que se ha demostrado la verdad de la versión que favorece a su representado y cuál ha de ser en consecuencia la decisión que deben tomar con base en ellos”.91

6.- LOS INTERROGATORIOS

Como ya hemos señalado, en los debates judiciales, las partes no se interrogan mutuamente sino que utilizan los interrogatorios para obtener información de testigos y peritos. Sus respuestas se introducen en el proceso como enunciados que pueden ser utilizados como evidencia al construir argumentos probatorios. Los jueces tienen la función de controlar el desarrollo de los interrogatorios, evaluando tanto las preguntas que formulan las partes como las contestaciones que reciben. Martín Sabelli y Greg Kuykendall92 coinciden en que una estrategia importante para el abogado es repetir la información que proporciona el testigo cuando abona nuestra teoría del caso, es decir, parafrasear lo que dijo el deponente.

91

JAUCHEN, E. M., op. cit., págs. 471-472.

MARTÍN SABELLI es Profesor de Litigación y Defensor Público y Privado. Es argentino pero desde hace años está radicado en EEUU. GREG KUYKENDALL es Defensor Privado en Arizona donde existe la pena de muerte – y especialista en selección de jurados. Ambos tuvieron a su cargo un curso de entrenamiento en litigación penal para el sistema acusatorio, destinado a jueces, fiscales y defensores de la ciudad de Rosario, en diciembre de 2012. Dicha actividad de capacitación fue organizada conjuntamente por la Facultad de Derecho de la U.N.R. y la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la U.C.A. y coordinada por los Dres. Gustavo Franceschetti, Jorge Baclini y Daniel Cuenca. 92

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Las palabras más adecuadas para iniciar la formulación de una pregunta son: ¿quién?, ¿qué?, ¿cómo?, ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿por qué? Cuando formulamos las preguntas, es importante tener en cuenta que hay palabras que tienen una doble acepción, como “disparó” (puede interpretarse como “salió huyendo” o como “tiró un tiro”). Otras pueden ser usadas en forma literal o en sentido figurado. Ejemplo: “No había armas de destrucción masiva”. “Sí, porque un dictador es un arma de destrucción masiva”. Es conveniente tratar a todos los testigos de “Usted”, ya sean propios u hostiles y no usar siempre un mismo tono de voz sino variarlo a lo largo del interrogatorio y según la relevancia de las respuestas. En cuanto a las preguntas, además de la distinción entre preguntas abiertas, que van de lo general a lo específico, y preguntas cerradas, que se contestan por sí o por no, existen distintas tipologías. Aquí adoptaremos una de las más frecuentes, distinguiendo tres tipos de preguntas: preguntas disyuntivas, preguntas si – no y preguntas por qué. Una pregunta es un pedido de cierta información que quien interroga cree que el interrogado posee y está en condiciones de aportar al debate. Testigos y peritos están obligados por juramento a decir la verdad sobre los hechos que conozcan y sobre los que se les pregunten en la audiencia. Una pregunta constituye un acto de habla que exige la emisión de otro acto de habla: la respuesta. Pero no toda contestación puede considerarse una respuesta al interrogante formulado. Siguiendo a Bonorino Ramírez podemos ejemplificar de la siguiente manera:

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P.- ¿Cobró sumas de dinero para autorizar la apertura del local?

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R.- ¿Ud. sabe con quién se está metiendo? Una respuesta debe brindar la información que se ha pretendido obtener al formular la pregunta. Ejemplo: P.- ¿Cuánto dinero cobró para autorizar la apertura del local? R.- Cien mil pesos En este caso, la respuesta es “directa” pues suministra exactamente la información que se requiere. Se denomina “indirecta” a la respuesta que sólo otorga una parte de la información pretendida. Ejemplo: P.- ¿Cuánto dinero cobró para autorizar la apertura del local? R.- Algo se cobró… pero como yo no llevo las cuentas… Existen respuestas que no son directas ni indirectas pero que son correctas en el marco de un debate, como la afirmación “No lo sé”. a.- Preguntas disyuntivas: son aquellas en las que quien interroga señala dos alternativas. Ejemplo: ¿Cobró dinero o recibió dádivas para autorizar la apertura del local? Quien responde puede hacerlo con una de las dos alternativas o negar ambas. Ejemplo: P.- Antes de sentarse al volante, ¿usted tomó cerveza o agua? R.1- Tomé agua. R.2- No tomé ni cerveza ni agua.

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b.- Preguntas si – no: este tipo de preguntas no admite como respuesta directa ninguna otra contestación que la afirmación o la negación. Quien dice “Sí” acepta el enunciado contenido en la pregunta; quien responde “No”, lo rechaza. Ejemplo: ¿Cobró dinero para autorizar la apertura del local? c.- Preguntas por qué: aspira a recibir como respuesta una serie de enunciados. Es un tipo de pregunta “abierta”. Ejemplo: ¿Por qué aceptó cobrar dinero para autorizar la apertura del local? El límite entre responder indirectamente y tratar de evadir una pregunta de este tipo es difícil de establecer.

6.1. Los presupuestos de las preguntas

Douglas Walton93 dice que “es una afirmación con la que uno se compromete automáticamente simplemente al dar cualquier respuesta directa a la pregunta”. Ejemplo: ¿Ha dejado Ud. de golpear a su esposa? No siempre los presupuestos son perjudiciales para la posición del interrogado. Ejemplo: El hombre con la corbata amarilla sentado en la última fila, ¿es miembro del directorio de la empresa? Cuando un presupuesto resulta perjudicial para el interrogado se dice que estamos ante una pregunta cargada. En estos casos, la contestación más adecuada es rechazar la pregunta o pedir que se formulen por separado: ¿Ha golpeado en alguna oportunidad a su espo-

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WALTON, D., op. cit. 210

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sa? Si la respuesta es afirmativa, entonces se puede permitir la formulación de la otra: ¿Ha dejado de golpear a su esposa?

7.- LA FUNDAMENTACIÓN DEL FALLO

En el terreno de la práctica judicial, por ejemplo, cuando las partes han encargado sendas pericias y los dictámenes periciales no son concordantes, el juez no puede apoyarse en uno de ellos sin justificar por qué ha desechado el restante pues debilitaría seriamente la fundamentación de su decisión. También es frecuente que los jueces apoyen sus decisiones en lo dicho por otros colegas en sus sentencias. En estos casos, resulta legítimo apoyarse en autoridades de grado superior e, incluso, del mismo rango. Por ejemplo, es muy común adherirse a las razones de un juez preopinante. En estos casos, no estamos apelando a su autoridad sino tomando sus argumentos, ya que consideramos que dichos argumentos son sólidos. Su solidez no depende de quién ha sido el que los ha formulado antes sino de la corrección lógica de su estructura. La práctica jurídica –y también la vida académica– presenta un caso paradigmático: el sujeto que apoya sus opiniones en una catarata de citas de autoridad con la única finalidad de ocultar la falta de argumentos. En el sistema inquisitivo se busca una verdad que tiene que encontrar el juez; en el acusatorio la única verdad se define en términos de resultado de un debido proceso.

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ACTIVIDADES CAPÍTULO VI

1.- “La ley prevé que una mujer víctima de estupro puede elegir entre la muerte del seductor y la boda sin dote. En una sola noche, un individuo ha violado a dos mujeres; una pide su muerte; la otra quiere la boda. ¿A cuál de las dos se concede la facultad de elegir?”. Séneca el Viejo en el libro I de las “Controversiae”. Consigna: La clase se dividirá en tres grupos, dos de ellos formularán los argumentos con los que se podrían defender ambas soluciones. El tercero los evaluará y tomará una decisión.

2.- El sentido del enfoque comunicativo en la enseñanza del Derecho es la adquisición de las habilidades propias del razonamiento y de la argumentación jurídica, la identificación de los problemas así como la capacidad para desarrollar un discurso convincente que respalde una determinada solución de forma coherente y sin fisuras. Consigna: En el presente trabajo práctico y a partir de la presentación breve de un caso, los cursantes deberán elaborar el alegato de apertura de cada una de las partes (ya sea como Fiscal, Querellante o Defensor) y actualizarlo ante el grupo ampliado.

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Claudio circulaba con el automóvil de su propiedad a elevada velocidad no permitida. En la intersección de dos calles de poco tránsito, colisionó con la bicicleta conducida por Juan, quien a consecuencia del impacto quedó tendido en la calzada. Claudio emprendió la huida sin prestarle auxilio a Juan ni detenerse a comprobar su estado. Cuando llegó a su domicilio, dejó el vehículo en el garaje, tomó una motocicleta y volvió al lugar del accidente en el cual ya se encontraba la policía y una ambulancia; no se identificó ni manifestó nada a los presentes, regresando nuevamente a su domicilio, donde le explicó a su madre lo sucedido. Dos horas más tarde se presentó en las dependencias policiales, donde confesó haber sido el autor del accidente. Como consecuencia del mismo, Juan sufrió una serie de lesiones que le causaron la muerte doce horas después.

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- CAPÍTULO VII -

- LA ORALIDAD EN EL ESPACIO ÁULICO -

Creemos que la palabra oral es una herramienta constitutiva del espacio áulico en general y del aula universitaria en particular. Por ello, anticipamos que los comentarios que realizaremos se circunscribirán al desarrollo de las tareas fundamentalmente académicas en el interior de las aulas de las instituciones de educación superior en Argentina. Si bien concebimos que la oralidad es una forma de comunicación y construcción del saber en todos los tramos institucionales de la educación formal en nuestro país, reflexionaremos acerca de la experiencia conformada a lo largo de dos décadas en la realización de tareas de docencia, gestión e investigación en el trayecto universitario y, específicamente, en el desarrollo de la enseñanza del Derecho. En reiteradas ocasiones utilizaremos la expresión “discurso”, y lo haremos en un sentido lato: comprensivo de toda modalidad de conformación de la comunicación verbalizada, omitiendo referencias a usos con alcances más estrictos, propios de conceptualizaciones del sentido y contenidos de la expresión aportados por otras disciplinas.

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Señalamos también que la voz “aula” la entenderemos aquí especialmente como locación de encuentro entre docentes y alumnos; pero también como escenario donde se realicen una gama más extensa de actividades que coadyuven a la producción, transmisión y construcción de conocimiento, como un laboratorio de trabajo, un auditorio, una sala de prácticas, entre otros. Todos ellos espacios donde la oralidad centra el desarrollo de los vínculos y relaciones de trabajo entre maestros y discípulos, conferenciantes y destinatarios, guías y seguidores, y, en fin, el amplio universo de actores que protagonizan recíprocamente el diálogo de emisión y recepción de discursos. En todo ellos el concepto clave es el de encuentro entre sujetos que traman en derredor de la palabra sus roles dinámicos de emisores y receptores. Para ello la oralidad en todas sus dimensiones y prácticas resulta el puente apto para garantizar las condiciones de gestación de un diálogo fecundo y eficiente en la composición de un saber real y competitivo. Entendemos que el proceso de construcción de conocimiento es un proceso colectivo, en algún punto comunitario, y que se nutre de múltiples recursos e instancias graduales de provocación pero donde la comunicación oral entre los actores del vínculo es imprescindible y permanente. Y decimos que es un proceso común, en tanto quienes lo gestan son herederos y partes de una cultura social que los contiene y que les aporta las herramientas comunicacionales de las que se sirven para su labor. Es que como dice Ernesto De Los Reyes López94 en su artículo “La Comunicación en el aula y el aprendizaje de los estudiantes” recordando a Etienne Wenger, somos seres sociales y por ende aprendemos en sociedad y como resultado de actividades sociales. 94

En: OBARRIO, J. A. y MASFERRER, A., op. cit., pág. 145. 216

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El lenguaje común es la red sin la cual no podrían generarse expresiones de saber científico que expresen un conocimiento específico. Claro que es cierto también que el conocimiento científico que en general se construye en las aulas, suele ser creador de conceptos y voces que otorgan identidad propia a los saberes conformados, enriqueciendo la polisemia propia de todo lenguaje. El mundo jurídico en particular es terreno fértil en ejemplos de multivocidad de los vocablos. Cuando el jurista utiliza la voz auto no lo hace en el sentido habitual del hombre corriente, sino como expresión de expediente de trámite; cuando recurre al término culpa puede otorgarle un sentido más estricto lindante a la falta de diligencia; al mencionar el término persona se aleja de la concepción simplemente biológica del término; pero en todos los casos esas especificidades reconocen razón en el marco de un lenguaje propio de una cultura colectiva. La geografía universitaria está compuesta por diversos espacios de interactuación, como la biblioteca, la administración, los pasillos, la cafetería, la sala de conferencias, etc., y en cada uno de ellos el discurso adopta formas propias. Nosotros pretendemos reducir nuestro análisis y comentarios al escenario del aula por entender que ella es una usina generadora de resultados dinámicos y concretos donde se produce una relación típica y especial entre quienes la habitan, y que resulta un estadio fundamental en el progresivo y complejo proceso de enseñanza aprendizaje. Allí se entrelazan roles, expectativas, condicionantes, presupuestos, conductas, procedencias, distintos dispositivos de trabajo, pluralidad de actores diversos y heterogéneos, entre otros factores. Es allí donde se ejerce la práctica de la oralidad científica con la finalidad de alcanzar altos niveles de desarrollo en el conocimiento, la transferencia y la interpretación del fenómeno disciplinar en particular. En 217

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el aula se inician encuentros, debates, diálogos, exposiciones, evaluaciones, todas ellas actividades que requieren de la herramienta y los beneficios que brinda la oralidad para compartirlas. Participamos con convicción de la idea de que estos procesos de construcción colectiva del conocimiento científico disciplinar requieren, para la realización de sus objetivos, desarrollarse en una práctica de democratización del aula. Entendemos por ello el aula como un espacio común, pero asimismo donde los roles y responsabilidades estén claramente delimitados y asumidos. Para lograr un escenario real de participación debe asumirse entonces la necesidad y conveniencia de la democratización de la palabra, considerándola como herramienta central en el desarrollo de las propuestas curriculares e institucionales. Esto implica que debe entenderse que los protagonismos en el aula son compartidos aunque no idénticos. Por ello, la palabra no puede resultar un resorte monopolizado por uno de los polos del vínculo áulico o por un sector del mismo, sino que debe tenderse a instrumentarla como una opción de todos. Para ello el desempeño del rol docente será fundamental, en la medida en que, en su carácter de director del aula, pueda establecer consideraciones y reglas que garanticen e incentiven el trabajo compartido. Asumimos también que una herramienta significativa en pos de estos fines será la realización de lo que ha sido llamado por varias voces de la pedagogía un “contrato áulico”. Sabemos que un contrato remite a la idea de acuerdo de partes, voluntades que aúnan consensos en miras a un interés común. En el aula pueden identificarse al menos dos partes, docentes y alumnos, expositores, conferenciantes y destinatarios, guías y discípulos, que se encolumnan tras un fin compartido. Es

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decir, que las partes de esta convención se vinculan no para dirimir confrontaciones, sino para establecer las consignas o reglas que regularán los encuentros, el trabajo, y la ponderación o evaluación de resultados. Y este contrato será verbalizado en el espacio del aula. No se requiere estrictamente de ningún documento escrito, sino que es un fenómeno donde la oralidad se expresa y lo construye. Un acuerdo de estas características es siempre bienvenido, no sólo porque acerca de inicio a los actores del vínculo sino porque permite compartir razones y fundamentos de su contenido y establece y otorga certidumbre a todos los involucrados en él. Es auspicioso que los sujetos que participan de un proceso de enseñanza aprendizaje conozcan a qué deben atenerse, qué pueden esperar y demandar, qué comportamientos se espera de ellos, cuáles serán los criterios en base a los cuales serán evaluados, cuál o cuáles serán los métodos de trabajo, qué grado de compromiso es posible asumir, entre otros extremos. Y seguramente la vía más adecuada para construir este convenio inicial será la palabra. Incluso podemos pensar en contenidos de otra categoría, como si se tratase de cláusulas de especies diferentes pero igualmente útiles y necesarias, como pactar la observancia de la asistencia, de los horarios de ingreso, de concurrir munidos de ciertos elementos de trabajo (bibliografía, textos legales, recursos tecnológicos, etc.) Puede pensarse erróneamente que un contrato de esta índole se enfrenta al menos a dos dificultades iniciales. Una de ellas es el margen de escasa libertad para constituirlo, en la medida que cada institución cuenta con un marco propio y general, estatutario, al que debe someterse la labor de quienes integran esos espacios. Sin embargo, creemos que allí radica precisamente la riqueza de un acuerdo propio que, respetando el contenido y espíritu de aquella norma superior, sea capaz de

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diseñar un esquema particular adaptado a la realidad de cada grupo. La otra objeción puede consistir en la aparentemente ficticia validez de la manifestación de voluntad de una de las partes, ya que el esquema estaría predeterminado por la otra. Somos conscientes de que un debate real de confección de cada punto o cláusula del contrato es de difícil realización en el seno de un grupo numeroso y heterogéneo de actores y que, en general, las disposiciones se hallarán establecidas por quien asume la responsabilidad institucional de garantizar el desarrollo de ciertos contenidos y habilidades en cada asignatura. Pero una vez más estamos seguros de que en lugar de una debilidad debemos hallar en ello una fortaleza, convocar al diálogo que permita fundamentar el contenido de lo propuesto y atrevernos al debate que surja de los planteos o cuestiones sugeridas. Animará también, sin dudas, a materializar el postulado del co-protagonismo áulico. En miras a estos objetivos y ratificando la importancia real que adjudicamos a esta instancia de conformación de vínculos, creemos que el éxito material de este contrato de trabajo dependerá de la honestidad en el consentimiento de las partes. Si sólo resulta una expresión formal de una propuesta irreductible, escaso será el valor que pueda obtenerse de él. Por tanto, el perfeccionamiento de esa convención requiere sinceridad en la expresión de razones, fundamentación en la disposición del contenido de sus cláusulas y comprensión de la utilidad y conveniencia de sus proposiciones. Debe resultar conclusión de un debate orientado en el que las partes sean protagonistas y tengan oportunidad de realizar aportes. No puede ser tan solo, como en algunos contratos propios del derecho mercantil o bancario, por ejemplo, un formulario predispuesto. Es cierto que las pautas deben emanar de quien asume el rol directriz, sea profesor, orador o guía, pero deben ex-

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hibirse a consideración de todos los que resultarán involucrados y obligados por él. Sin convertir el aula en un ágora griega o en una asamblea comicial, el convenio tiene que surgir con una fuerte legitimación de origen. De esta manera los miembros de la comunidad que lo integran se sentirán cofundadores y no sólo adherentes y serán responsables de su ejecución en condiciones simétricas. Para lograrlo creemos que el responsable del curso o instancia en cuestión tiene que ofrecer un debate abierto, acompañando sus propuestas con gestos, con su acción corporal y con una mirada sostenida que involucre e invite a todos los presentes. Puede ser ésta una ocasión primaria en la que los participantes comiencen a experimentar las condiciones de la oralidad, a oírse en voz alta y en público, a ser recepcionados por otros, a quebrar la rigidez del escucha activo pero silencioso, a interpretar, a argumentar, a disentir, a aceptar criterios que se le oponen y cuestionan sus saberes. Es una oportunidad también para una evaluación diagnóstica del grupo, donde podrán detectarse perfiles, posturas, temores, introversiones y extroversiones, vocación al diálogo o tendencia a la pasividad. Quienes se desempeñan en ámbitos áulicos saben del valor esencial que aporta esta diagnosis a la labor a desarrollar, resultando un insumo insoslayable de cualquier plan de trabajo. Todo abona nuestra idea de que el aula debe convertirse en un laboratorio dinámico que aliente, entre otras cosas, la participación de cada uno de sus miembros, el diálogo, el debate, la capacidad de escucha y de argumentación, la pregunta, el respeto en el disenso, en fin, el desarrollo de una actitud crítica. Ese incentivo debe ser permanente, atentos a que la verba y el discurso, amén de valerse de insumos preconcebidos por el sujeto, se construyen y alimentan gradual y progresivamente. Logro de importancia capital en la forma221

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ción y el ejercicio de toda profesión y, en particular, de quienes han optado por el Derecho. De la multiplicidad de actividades que se desarrollan habitualmente en el aula, como espacio de trabajo universitario, la inmensa mayoría de ellas se hallan intervenidas por la necesidad de un manejo adecuado del discurso, así como también de pautas que permitan ordenar su realización. Intentaremos reflexionar sobre algunas de ellas acentuando aquellos rasgos que nos han sido evidenciados en el transcurso de varios años de práctica de la enseñanza de la Abogacía.

1.- EL DOCENTE Y EL DISCURSO ORAL EN EL AULA

Hemos referido ya en varias ocasiones a que entendemos el escenario del aula como un espacio de protagonismo compartido, con lo cual no participamos de la idea de entender que el docente es un actor exclusivo y excluyente del hacer áulico. Sin embargo, creemos firmemente que esto no convoca ni admite diluir el rol y la responsabilidad principal del mismo. De las partes del vínculo, el docente debe asumir tareas que resultan indelegables e impostergables para la concreción de los fines propuestos y no puede desatender el desarrollo del proceso de aprendizaje ni depositar en los alumnos tareas que naturalmente le corresponde asumir. Fortalecemos aquí la noción de un compromiso ético y responsable de la labor del docente universitario. Un docente “ausente”, aunque presente físicamente, redundará sin dudas en el fracaso del trayecto de construcción del saber científico que la Universidad se propone. Para ello, el docente debe iniciar e inaugurar el camino a recorrer juntos con el grupo. Se torna indispensable su discurso. Él será quien postule la necesidad

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de consensuar el contrato áulico al que aludimos anteriormente y quien proponga su contenido en miras a los objetivos de la disciplina que administra. Le corresponde fundamentar las pautas e invitar a consensuarlas y compartirlas. La palabra, que es su herramienta, también debe ser demandada en el otro, lo que le permitirá realizar un diagnóstico inicial e imprescindible del colectivo. Ninguna tarea docente nacerá con amplias probabilidades de éxito si no se consideran las condiciones explicitadas por los alumnos en el aula. Y tengamos presente que se explicitan de múltiples formas y que todas ellas pueden ser interpretadas por el docente en una diagnosis primera, en la que la palabra vertida y compartida resultará fundamental. El docente debe fundamentar su disciplina, justificando su ubicación curricular y manifestando los objetivos que la misma se propone. Sería conveniente que en esta ocasión plantee las cuestiones metodológicas que se llevarán a cabo, tanto en las instancias de desarrollo de clases como en ocasión de la acreditación de saberes por parte del alumno. No olvidemos que una actitud coherente entre lo que se propone, lo que se dice, lo que se comparte en al aula y lo que se demanda del alumno al ser evaluado, es imprescindible para asegurar un proceso democrático de enseñanza y aprendizaje. En al aula pueden desarrollarse diversas estrategias didácticas que se seleccionarán de acuerdo a la disciplina, al número de miembros, a los recursos materiales con los que se cuente, a las condiciones edilicias, a la propuesta curricular, etc., pero en cualquier caso el docente no podrá prescindir nunca de la palabra. Su discurso será formador, orientador, reflexivo, interrogante, pero en toda circunstancia debe servirse de la palabra oral para transmitirlo.

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En la elaboración y transmisión de su discurso áulico, el docente ha de ser consciente de que administra un lenguaje con cierto grado de rigurosidad terminológica, propio de un saber científico. Seguramente las dificultades en la comprensión de términos y expresiones propios de un lenguaje sofisticado serán mayores en los primeros años de la Carrera, ya que estos alumnos, naturalmente, aún se encuentran en etapas iniciales de su formación específica. Las cohortes de los primeros años en la Universidad resultan además una población diversa, proveniente de diferentes lugares, con formaciones previas probablemente asimétricas e incluso con la probabilidad de conformar grupos etáreos significativamente distantes. En estos tramos de la formación deben agudizarse las estrategias de oralidad y se exige en el discurso docente una cautela y empeño especiales. Probablemente en sus discursos áulicos el docente hará referencia a fuentes y bibliografía diversas, manantiales en los que abreva para la organización y armonización de sus clases. Cada una de éstas resulta una ocasión maravillosa y muy oportuna para instar al alumno a la lectura. Amén de los textos bibliográficos básicos a los que deben recurrir en el estudio de toda asignatura durante el proceso de su aprendizaje, estas lecturas de sugerencia resultarán esenciales, no sólo para su enriquecimiento disciplinar sino también para fortalecer su habilidad y capacidad discursiva. Indudablemente la lectura –y bien lo sabemos– es una tarea insoslayable para fomentar la capacidad argumentativa, para iluminar la vocación crítica y para enriquecer el vocabulario y su utilización adecuada. No debe ignorar el docente el valor inmenso y el peso simbólico que suelen tener sus aportes y sugerencias en los

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alumnos. Cuando una lectura es atractivamente presentada e incentivada genera en el destinatario un interés movilizador capaz de promover su adhesión. En igual sentido, el discurso áulico de los profesores resulta muchas veces un faro de referencia para el alumno y lo proyecta a seguir su guía e indicaciones. Muchos de nosotros rememoramos anécdotas y recuerdos de nuestros maestros y profesores por reflexiones y referencias que hicieron durante el trámite de sus discursos en el aula. Concita entonces una responsabilidad trascendente abocarse a la labor de aportar en el proceso de formación de otros. La palabra vertida por el docente en el aula goza de un vuelo propio que atraviesa las especulaciones y proyecciones que su emisor pudo haber concebido. Se fortalece así la necesidad de asumir el rol con un profundo respeto por el otro y por el aula que es continente de ese encuentro. El docente debe resultar también un buen articulador del debate áulico incentivándolo y orientándolo. Las opiniones y posturas que se verbalizan en el aula suelen expresar el mayor o menor grado de entusiasmo de los alumnos con el tema de análisis y ofrecen una oportunidad óptima para permitir y ponderar su capacidad y voluntad argumentativas. En tales supuestos, la atención del docente a cargo debe estar direccionada a evitar diálogos agresivos o postulaciones infundadas e inconducentes y, en su caso, a reorientarlos de acuerdo a la pertinencia de las cuestiones en debate. Que la palabra y autoridad docente no pierda de vista la riqueza potencial de todo debate pero también la necesidad de garantizar su desarrollo en un marco de participación democrática y responsable. Su condición de conductor debiera propiciar el mayor número de intervenciones posibles, brindando auspicio a los más remisos y con-

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fianza en sus propias posibilidades discursivas. El aula tiene que ser no sólo un laboratorio disciplinar sino también una arena donde se proyecte y construya la identidad cívica y participativa de sus habitantes. En cualquier caso, en los diferentes tramos o etapas de sus clases o disertaciones áulicas el docente tiene que atender permanentemente a la conexión con los destinatarios y evaluar el efecto e impacto de su discurso en ellos. Debe ser un regulador eficiente de la “temperatura” del aula. Para ello tiene que advertir las diversas manifestaciones que el grupo brinda, como posturas, gestos, miradas, etc. Resultaría poco feliz un docente indiferente al estado del aula durante el desarrollo de los diversos recorridos de sus tareas. La comunicación visual junto a la palabra oral es habitualmente una invitación atractiva a mantener el vínculo activo y a involucrarse de un modo más estable y concreto con el discurso y su emisor. Un orador áulico que se desentienda de estas cuestiones pecará por simular que los resultados y logros de su hacer no se conectan con el interés y la adhesión que logra conciliar en los otros. Es cierto que no será responsabilidad única y absoluta del docente el interés real y genuino que un alumno pueda exhibir respecto de un tema, de una asignatura, o de la Carrera toda, pero también es acertado asumir que su rol y desempeño tienen impacto y contribuyen a construir en el imaginario del otro una reflexión o ponderación del asunto. En la instancia evaluativa, fundamentalmente de ser ésta oral, el docente tendrá que asumir una posición que no lo convierta en un mero interrogador. Su propuesta debiera tender a lograr una interlocución fluida con el evaluado, respetando razonablemente los tiempos de elaboración no sólo de la respuesta sino también de

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la articulación del discurso del evaluado para verbalizarla. En situaciones examinadoras, el docente debería evitar la tentación de convertirse en el orador preeminente y permanente, es decir, de aquel que formula el interrogante y desarrolla las posibles respuestas como si se hallara en una instancia de disertación, supliendo e inhibiendo de esta manera al alumno. Suele acontecer que el docente, en un equívoco vocacional y de absoluta buena fe, utiliza la mesa examinadora como una nueva tarima discursiva. Tal actitud transforma la instancia de la evaluación, instancia habitualmente plagada de tensiones, en una exposición áulica alternativa. Para evitar tal escenario, debiera recordarse de manera constante que allí el protagonismo se inclina hacia el alumno, y ser el docente, en el mejor de los casos, un cordial referente en la elaboración del discurso de aquél. También sería conveniente que el docente realice las devoluciones que correspondan de acuerdo a las circunstancias y resultados de cada examen, especialmente fundamentando los resultados insatisfactorios. Si bien esta tarea de devolución corresponde realizarla cualquiera sea la forma o mecanismo de evaluación adoptado, en los exámenes orales, dada la inmediatez que suscitan, se ofrece la ocasión ineludible para que el evaluador sintetice y explicite las razones del resultado. Aun cuando la masividad en ciertas ocasiones atente contra esta consideración, hay que intentar brindarla porque suele establecer la diferencia radical entre la frustración y el entendimiento razonado del alumno.

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2.- EL DISCURSO ORAL Y LA FORMACIÓN PEDAGÓGICA

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DE RECURSOS HUMANOS

Una experiencia particular resulta el proceso necesario de formación de nuevos actores o recursos al interior de las Cátedras, en los roles de ayudantes alumnos, auxiliares o adscriptos a las mismas. Estos sujetos se distinguen del grupo de los alumnos tradicionales de todo curso porque manifiestan una voluntad especial y direccionada de formar parte del equipo de trabajo intra asignatura y de perfeccionarse por ende en ella. En esta situación, ellos compartirán la escena del aula, en general como oyentes y partícipes destacados del discurso y el hacer docente, pero también contarán con espacios de formación propios y más reducidos. Reconocemos que la tarea de preparación de miembros noveles es un trabajo delicado y al que hay que celebrar muy especialmente, porque ésa ha de ser una de las finalidades del trabajo académico en la Universidad. Requiere tiempo, dedicación, generosidad y un acompañamiento cordial e inclusivo. Aquí, cuando decimos generosidad no lo hacemos en un sentido individual de conducta personal, sino en la necesaria reciprocidad que debe asegurar una continuidad y crecimiento permanente de estos espacios y de las personas involucradas. En pos de ello consideramos que los docentes comprometidos en estas tareas deben propender a un diálogo regular con los auxiliares que les permita valorar y cotejar su vocación, sus expectativas de desarrollo y que posibilite construir también los mecanismos de inserción que resulten más adecuados en atención a las características de cada uno y a las necesidades de las Cátedras. El proceso de crecimiento disciplinar de todo formador es permanente, y quienes se instalan como re-

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cursos humanos con esta pretensión deben conocer y asumir ese compromiso. Para ello, quien dirige la tarea tiene el deber de orientar, fomentar la lectura y participación, evaluar, sugerir; pero también debe abrir espacios de participación reales. Esto implica que en la convicción de que la capacidad discursiva oral se fortalece en la práctica, los auxiliares deben contar con ocasiones de escenas concretas para el desarrollo de sus roles. El formador tiene la obligación de ofrecer oportunidades para que el auxiliar brinde clases, dirija actividades grupales y desarrolle otras tareas propias de la labor docente, de acuerdo a su propio nivel de desarrollo. Para ello el docente a cargo debe participar de todas estas instancias, para acompañar, evaluar y señalar situaciones que provean a la formación. No es aceptable que quienes son responsables de Cátedras deleguen en quienes pretenden formarse tareas que les son propias, generando con ello un doble perjuicio tanto a la Institución que confía en su compromiso profesional como ante el auxiliar que queda solo, sin red alguna y en rol de autodidacta. Quienes asuman la responsabilidad de aceptar colaboradores para formarse en esta campo deben comprender cabalmente que es un proceso que compromete tiempo de dedicación al otro. Sin ello, el camino de la formación de recursos humanos en los ámbitos académicos será ríspido y probablemente infructuoso.

3.- EL ALUMNO, LA ORALIDAD Y LAS DIVERSAS ACTIVIDADES ÁULICAS

Hemos dicho ya que el alumno conforma el escenario áulico coprotagonizándolo y es ésta la concepción que sostenemos en este análisis. Junto al docente han constituido el contrato áulico, conviven y construyen cotidiana y dinámicamente el espacio común.

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En ese proceso de conformación del espacio de trabajo, la palabra es para ellos también un instrumento indispensable, una herramienta facilitadora y gestora del proceso de aprendizaje que los convoca e involucra directamente. Son múltiples las actividades y acciones que al interior del aula los tienen como actores y destinatarios. Las formas de realización y de aprehensión de las mismas resultarán determinantes para el grado de desarrollo cualitativo y cuantitativo que se alcance. El alumno que se incorpora a una Carrera universitaria asume un compromiso voluntario y consciente de un trabajo que se extenderá por varios años, pero también puede hallarse en la búsqueda de su espacio vocacional y de referencia. Este es un cotejo ineludible que de un modo u otro se dará en la inmensa mayoría de los casos. Desde su ingreso a la Universidad y, presuponiendo que el alumno lo ha hecho en condición de regular95, éste se encuentra con una serie de discursos que provienen de diversas matrices, amén de participar todas ellas de la compleja y rica lógica universitaria. Así, será receptor del discurso y el lenguaje administrativo, del propio de los pares, del proveniente de las agrupaciones políticas estudiantiles y, por supuesto, del discurso docente en el aula. Nosotros nos proponemos reflexionar en este apartado sobre las condiciones y

La condición de alumno regular implica el cursado en la modalidad presencial y el cumplimiento de las condiciones específicas de la Institución respecto de asistencia, acreditación, realización de trabajos prácticos, etc., establecidas para cada materia. 95

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caracteres del discurso que el propio alumno construye frente a ellos, principalmente ante el discurso áulico. El alumnado es un colectivo complejo y sumamente heterogéneo, su número, composición social, situación laboral, origen, experiencias universitarias previas, edad, etc., conforman una comunidad variada, que difícilmente pueda ser identificada de un modo único. Se parte de este supuesto donde las individualidades se proyectan con rasgos y características propias, que permiten conformar tantos recorridos como alumnos existan en la institución. Esa diversidad es una base que debe promover un aprovechamiento que redunde en el mayor crecimiento personal, cívico y profesional de todos. Es notorio también que, durante los primeros meses de estancia en la Universidad, los alumnos que ingresan en ella conservan vínculos personales previos con aquellos con quienes los unen relaciones biográficas, más allá de cuál haya sido hasta allí la profundidad real de esas relaciones y con quiénes han coincidido en el nuevo escenario que representa para ellos la institución universitaria. Es una manera de preservar cierto discurso común frente a una realidad nueva e imponente. Así, antiguos compañeros de colegio, de club o de pueblo, se “atrincheran” en una causa y espacio común preservándose y adentrándose juntos en el nuevo universo de voces, rostros y discursos que los rodean. Este proceso, aun cuando en algunos casos puede prolongarse toda la Carrera, suele diluirse o al menos fundirse con la construcción de nuevos vínculos. Estas nuevas relaciones obligan y permiten generar intercambios diferentes, donde la palabra se torna indispensable. El aula les ofrece un marco nuevo y prometedor donde

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parir e intercambiar experiencias, relatos, costumbres, expectativas. Este nuevo escenario de relaciones personales y sociales convoca a introvertidos y extrovertidos, remisos, dialoguistas vocacionales, circunspectos, joviales, pero todos se hallan conectados por una causa común que los identifica: la elección y voluntad de una Carrera. Esta, a priori, voluntad común ya es capaz de generar y construir un relato de participación colectiva. Con los años en la Facultad los alumnos ya han adquirido habilidades de relación diferentes, se identifican con grupos y sujetos en particular, han ratificado su voluntad vocacional y construyen permanentemente un discurso común y propio en los diversos ámbitos del espacio universitario.

3.1. El ámbito del aula

Probablemente las primeras experiencias del alumno y las que mantendrán durante la mayor parte de la Carrera, refieran a su lugar de espectadores y partícipes en el ámbito áulico del desarrollo de las clases que conforman el cuerpo de trabajo de las diferentes asignaturas. Muchas veces esas clases redundarán en disertaciones magistrales, otras en talleres de reflexión, algunas más en laboratorios de trabajos prácticos, pero en todas ellas el alumno debe saber que es protagonista. Aun cuando conserve un lugar de escucha, la clase se proyecta, programa y realiza en torno a su persona y a la obtención de los resultados propuestos en los programas respectivos. El oído y la mente del alumno, año tras año, realizarán el esfuerzo de adaptación progresivo a un lenguaje y discursos necesariamente técnicos en muchos 232

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de sus trayectos. Ese proceso se consolida y acelera con el compromiso de la lectura y con las horas de estudio. En el marco del desarrollo de cada una de estas clases, el alumno tiene que sentir la libertad y el incentivo de formular las preguntas y dudas que se le presenten. No suele ser ésta una actitud sencilla de adoptar por todos, contribuyen a ello una cantidad de razones y factores individuales. Pero es también una práctica que se consolida y facilita experimentándola. Por ello, instamos a los alumnos a manifestarse, a interrogar, a participar en suma del proceso de enseñanza aprendizaje no sólo desde un lugar pasivo de escucha sino también desde el sitio activo de la pregunta. La práctica de la pregunta y de “oírse” en voz alta frente a otros, puede resultar inicialmente perturbadora, pero se torna sumamente amigable cuando el alumno puede asumir que todos aquellos junto a los que habla forman parte de un colectivo común. Indudablemente el docente es esencial para el logro feliz de estos objetivos iniciales. La intervención del alumno debe ser facilitada y resuelta en el marco del respeto mutuo y de la valoración adecuada de sus interpretaciones y relatos. Si se han fijado pautas de intervención en aquel contrato áulico, por ejemplo, formular interrogantes al culminar tramos de la exposición, sería conveniente respetarlas ya que constituye una manera de ejercitar el respeto a las pautas de trabajo y convivencia. En todos los casos, el alumno debe ser respetuoso también con el otro, con sus dichos y con sus silencios, y valorarlos como parte de un proceso y camino comunes. Compartir con el otro, el par, una inquietud durante el desarrollo de una clase puede ser también el

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camino para hallar respuestas o para superar inhibiciones y publicar el interrogante. El alumno debe asumir que posee el derecho a conocer y por ello a buscar nuevos relatos, desde la pregunta o en la búsqueda de otras fuentes alternativas. Solicitar al docente sugerencias bibliográficas para profundizar el tema en cuestión suele ser un excelente camino en el proceso de construir conocimiento.

3.2. El interrogante y el debate

Es probable que la pregunta de un alumno ante la exposición docente exprese una inquietud compartida anónimamente con muchos otros. Sabemos que en ocasiones la pregunta a la que se atreve uno representa y otorga tranquilidad a otros. En estas circunstancias, es posible que la apertura al diálogo genere una instancia de intercambio de opiniones o pareceres, o un debate entre los integrantes del aula. Hemos dicho ya que estas experiencias deben ser celebradas y orientadas por el docente. Creemos que el alumno debe sentirse libre para participar en la construcción de este proceso, asumiendo siempre las reglas que conducen a un diálogo democrático, respetuoso y plural. En ocasiones, el entusiasmo o el apasionamiento con un tema o la diferencia de criterios o enfoques provocan una superposición de relatos que redunda en demérito del intercambio. El debate debe tener reglas y éstas deben aceptarse por todos los miembros. Fundamentalmente el respeto por las opiniones y las expresiones ajenas. Es una tarea de aprendizaje y madurez aceptar y compartir respetuosamente posturas que controvierten la propia. Alcanzar la capacidad de dialogar oyéndose y ceder el lugar del relato, es una muestra de crecimiento y de civismo. El aula debe ser el ámbito 234

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donde se aprendan estos procederes. Además, es recomendable habituarse a fundamentar la opinión que se emite. Una postura sostenida sin justificación o presentación de razones se asimila más a la necedad y a la tozudez. Es el ámbito del debate y el diálogo comprometido una buena ocasión para adiestrarse en la argumentación. Si el tema, las condiciones y las reglas que pudieran haberse estipulado lo permiten, no debe descartarse que lo alumnos puedan interpelarse entre sí, sin la inevitable referencia al docente. Es común que cada participante se dirija al profesor a cargo aun cuando su debate sea con un compañero. Esto puede resultar adecuado para mantener un clima razonable y conveniente de debate, pero el intercambio directo de opiniones en el marco del respeto y las condiciones de diálogo puede resultar una enriquecedora y prometedora experiencia. Fuera de las ocasiones donde el debate surja como resultado espontáneo de los interrogantes que los alumnos formulen, pueden presentarse en el aula situaciones en que el comentario de lecturas, casos o situaciones hipotéticas, sea la propuesta de trabajo de la clase. En este caso, el debate y la argumentación son parte del trabajo y de la tarea académica, por ende no resultaría una actitud opcional para el alumno. En disciplinas como el Derecho, formar en actitudes o habilidades argumentativas es una necesidad de la ciencia. Para ello puede recurrirse a escenas como la que establecimos y aquí sí resultará indispensable que se hayan establecido pautas de funcionamiento, normas a las que los actores deben sujetar sus conductas y participaciones. En estas experiencias, la tarea se torna aun más enriquecedora cuando se proyecta en trabajos grupales. Los alumnos debieran tender a agruparse no sólo nece-

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sariamente por afinidad afectiva, sino atreverse a conformar grupos heterogéneos que los enfrenten a la necesidad de construir consensos desde la diferencia. El docente puede determinar esas composiciones con tales fines. Otro elemento que puede abonar a los propósitos de la tarea es la elección de un relator grupal que exprese los consensos y argumentos alcanzados por todos los miembros del equipo. En tal caso, el relator debe asumir que no habla sólo expresando una posición individual sino en representación del conjunto. Tal rol lo obligará a calibrar un relato que verbalice las opiniones de todos. Será una síntesis más compleja pero que ayudará a fortalecer en él las habilidades discursivas orales. Este relator puede ser consensuado por el grupo o designado por el docente. Ello dependerá del tipo de actividad y, probablemente, de los grupos que se hayan constituido. La experiencia de trabajo con estos recursos indica, además, que los grupos mixtos suelen realizar aportes más ricos y complejos. Otra variante del interrogante es cuando el docente formula por sí preguntas al grupo. Estas pueden ser colectivas, conjuntas y, en su caso, cualquiera está invitado a responder o intervenir. Este es un recurso muy habitual y permanente que aporta para cotejar en qué medida el grupo participa del entendimiento común del tema. En este caso el alumno debe también saber que puede aportar en libertad, sin ser juzgado ni evaluado por ello. La pregunta abierta es una invitación a expresar opinión o postura, no es un examen espontáneo. Si la pregunta se formula a un alumno en particular, obviamente no sólo tiene un destinatario definido e individualizado sino que se espera una participación de este sujeto. Allí no se incentiva que cualquier otro

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alumno asuma el rol y reemplace al interlocutor que se definió. En todo caso, ante el silencio o negativa del señalado, otro alumno puede postular participar y allí el docente, de acuerdo al ejercicio que esté realizando, decidirá si habilita tal intervención. Esta es una secuencia que suele acontecer asiduamente en el marco de un examen grupal o coloquial. Cuando el docente utiliza tal herramienta evaluativa, debe definir de antemano si las preguntas son de libre participación o si se direccionan a miembros determinados del grupo. De lo contrario, el alumno que interviene sin estar habilitado a hacerlo perturba el trámite del ejercicio y, eventualmente, causa perjuicio al compañero sin haber sido ésa, sin dudas, su intención.

3.3. Presentación de temas

Es muy común que durante el desarrollo de la Carrera los alumnos sean convocados a preparar temas y exponerlos pública y grupalmente en el aula. Este ejercicio persigue fortalecer la capacidad de trabajar en equipos, con los debates, enfrentamientos, búsqueda de consensos, etc. que esto implica y permitir a los alumnos crear formas de colaboración, organización, de división de tareas, en pos de un objetivo común. Sin dudas estos trabajos también generan vínculos recíprocos de solidaridad y ayuda mutua, en la medida en que la suerte de uno es la suerte del grupo. También es una tarea útil para que los integrantes del grupo puedan discernir y acordar los roles de acuerdo a las fortalezas y debilidades de cada uno de los miembros. Todo este proceso requerirá de un ejercicio cada vez más ágil de la palabra y la elaboración de discursos múltiples.

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Siempre es conveniente que en esta división de roles y tareas, todos los miembros del equipo conozcan, sin embargo, la totalidad del tema. De lo contrario, la parcelación de ítems o consignas desvirtúa una de las finalidades del ejercicio. También se sugiere que los alumnos ensayen la presentación, siendo unos y otros oradores y oyentes recíprocos. Ello permitirá aceitar la presentación y evaluarse desde el lugar de pares, con la severidad, la sinceridad y el afecto que esto conlleva. Además, el ensayo previo facilita el cálculo de los tiempos previstos y aporta mayor tranquilidad a los oradores o presentadores. La exposición oral de un tema establecido tiene algo de teatralización y por ende promueve gestos, inflexiones de voz, posturas, miradas, etc. La presentación en sí, debe entenderse como una exposición grupal y no individual. Pero, además, el alumno debe tener siempre presente que se expone para toda la comunidad áulica y no sólo para el docente aun cuando éste asuma una actitud evaluadora. Para ello, los presentadores deben dirigirse a todos, con sus voces, sus relatos, sus discursos en definitiva. Y asume también particular importancia el rol de los otros. Los grupos o alumnos que no exponen deben adoptar una actitud atenta y respetuosa, aunque no necesariamente condescendiente. Si el ejercicio admite la pregunta éstas deben formularse sin temor pero con el mismo respeto y consideración que se tiene frente al docente. Es una ocasión para que los alumnos se ejerciten también en el respetuoso reconocimiento a la labor y al esfuerzo de otros. En estos ejercicios, los grupos habitualmente pueden valerse de recursos materiales o tecnológicos diversos, que suelen enriquecer la puesta. De todos mo-

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dos, siempre será la palabra la gran articuladora. Y así debe ser. El recurso digital, por ejemplo, no debe suplir el aporte que sólo la participación y el discurso humano pueden generar. Que los recursos sean eso, apoyos, pero que no reemplacen el protagonismo de los actores. Si el ejercicio es calificado por el docente, resulta siempre conveniente que se anticipen las condiciones y parámetros a evaluar. Por ejemplo, originalidad de la propuesta, diversidad bibliográfica referenciada, aportes de casos similares, jurisprudencia, calidad argumental, fluidez en el discurso, etc. Por ende, se sugiere que la devolución docente también sea pública y colectiva, en una puesta común, como común ha sido el desarrollo de la tarea encomendada. Si el docente entiende que las evaluaciones deben ser individuales, derivadas de las participaciones asimétricas de los miembros del equipo, también resultaría conveniente que se expliciten y fundamenten y que, en su caso, se realicen considerando las diversas circunstancias y características individuales de cada integrante. La devolución de resultados realizada en el momento y de manera pública, permite la consideración no sólo del evaluador formal sino también el acompañamiento del proceso por parte del grupo general del aula. Esto da lugar a que los alumnos participen, aun cuando lo hagan implícitamente, del trámite de evaluación y que puedan ponderar si sus consideraciones o apreciaciones resultan coincidentes con las de aquel que se halla legitimado formalmente para evaluar. Advertirá el alumno que no es tarea sencilla la de ponderar esfuerzos y productos ajenos y que muchas veces las coincidencias son masivas mientras que en otras resultan considerable239

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mente disímiles. La puesta en público de la devolución permitirá que todos compartan cuáles son los criterios que asumen mayor peso al momento de juzgar un proceder, o un argumento, que puedan advertir si existen puntos que no fueron analizados o tenidos en cuenta por ellos y que el evaluador indica al momento de la devolución, etc. Las presentaciones de temas en público y por grupos, por último, son ejercicios que adiestran en la práctica de la oralidad y promueven la desinhibición en la medida en que cada uno se expone frente a otros. Pero lo hacen de un modo no agresivo, ya que la tarea grupal ofrece un marco de protección y suele brindar mayor tranquilidad a los alumnos, sobre todo, para quienes la exposición pública resulta un trámite complejo y crítico.

3.4. La construcción de conocimiento disciplinar

Centrándonos en el análisis de la construcción de conocimiento de un saber o disciplina científica específica, que en nuestro caso será el Derecho, advertimos que se trata de la conformación de un saber complejo que pretende habilitar para el desarrollo y ejercicio de una profesión con el alcance de sus diversos niveles de incumbencias. Suele decirse que la titulación del abogado habilita para el ejercicio de determinadas actividades exclusivas de su saber y de otras concurrentes con otros saberes, proporcionándole una competencia particular que puede denominarse conocimiento funcional. De Los Reyes López96 en al artículo antes citado, y siguiendo el esquema propuesto por John Biggs, explica que ese conocimiento funcional se logra mediante la práctica y la 96

De los Reyes López, op. cit., pág. 149 240

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realización de tres tipos de conocimiento que denomina declarativo (saber qué), procedimental (saber cómo) y condicional (saber cuándo) respectivamente. Denomina declarativo al conocimiento que se halla en diversas publicaciones y que crece producto de la labor investigativa, aglutina debates de diferentes teorías y se adquiere por vía de estudio, siendo de corte fundamentalmente teórico. Es el que habitualmente los docentes, disertantes, oradores en general dictan en sus clases o presentaciones. En el estudio del Derecho conforma lo que habitualmente llamamos doctrina y labor de los juristas. Entendemos que la expresión “declarativo”, alude justamente a aquello que se declara pero no se constituye, al menos no originariamente. Particularmente sostenemos que la tarea de un docente en el aula, aun cuando pueda resultar esencialmente declarativa en una clase magistral, seguramente gozará de algún porcentaje de construcción en tanto aportes del disertante como intérprete y de la manera en que especialmente “edita” ese saber y mociona sus mecanismos de transmisión y comprensión. Siguiendo al mismo autor aquí nos hallaríamos ante un tipo de comunicación brindada por el docente que denomina información descendente, típica de la clase teórica y que gesta un aprendizaje por recepción. No es una estrategia deleznable, sino que creemos que no puede ni debe ser la única utilizada en un escenario de construcción de conocimiento disciplinar complejo. Es un mecanismo que coloca al receptor en una pasividad cuasi plena y coloca el protagonismo hegemónico en el disertante. Aquí se agudiza la exigencia para éste en cuanto a la capacidad para transmitir el saber y hacerlo de manera adecuada a las calidades y cualidades del destinatario. Debemos decir que son abundantes estas experiencias en las aulas universitarias de las Carreras de Derecho, probablemen241

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te por una práctica inveterada en función de la cual el docente era el titular del monopolio de la palabra, casi como la figura del tutor de la ley, y el alumno se presenta como un receptor vacío con escaso margen de cuestionamiento. Digamos también que en los últimos años es cada vez mayor el debate acerca de estas prácticas y la puesta en valor de incorporar otras estrategias de desarrollo del saber que resulten más inclusivas y que faciliten oportunidades de un despliegue de creciente entidad práctica de esos conocimientos. La praxis del discurso vertical y eminentemente teórico incentiva a los alumnos a demandar relatos de síntesis que les permitan capturar nociones y esquemas preestablecidos. El llamado conocimiento procedimental, sigue el autor, alude a aquel en el cual se destacan las habilidades del destinatario alumno, ya que se adquiere a partir de la experiencia. Requiere de práctica, primero con la guía del profesor y luego con la libertad de acción de cada uno. Vinculando este conocimiento con el aprendizaje guiado observamos que aquí se equilibran roles y saberes. Ya no es sólo información que desciende del emisor disertante al receptor alumno, sino que éste participa activamente. El conocimiento declarativo que se le ha proporcionado es un insumo valioso que los invita a profundizarlo y a cotejarlo. Por ello se adquieren conocimientos procedimentales -que señalan el saber cómode la actividad o disciplina a desarrollar. Aquí son particularmente necesarios recursos como trabajos prácticos, estudio de casos, resolución de problemas hipotéticos, juego de roles, tareas de campo, debates colectivos, entre otros. Pensemos que el estudio del Derecho es especialmente rico para este nivel de construcción del saber. No sólo la interpretación de la ley, sino aun de otros recursos normativos, y así también el estudio jurisprudencial de la enorme diversidad de fallos que los dina242

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mizan y actualizan se conviertan en una sala de ingreso hábil para experimentar este campo. Simular asambleas societarias, juicios públicos, debates parlamentarios, entre otros, son recursos que alimentan el crecimiento de este nivel de aprendizaje. Es un estadío que puede aportar valiosas instancias para el desarrollo de la oralidad. El debate horizontal entre pares y también el que puede proveer una comunicación ascendente, de alumnos a profesores (flujo de información horizontal y ascendente, para el autor de referencia) multiplica oportunidades para la práctica del discurso oral. Estas prácticas, sin embargo, entendemos que requieren una solícita y férrea participación del docente que asegure una evaluación y devolución concreta de los haceres y construcciones de los aprendices. Puede resultar tan estéril la comunicación insensiblemente descendente como aquella práctica que proponga la realización de un laboratorio de trabajo que luego se desentienda de evaluar resultados, acompañar caminos y debatir conclusiones. Hay que permitir reflexionar para enseñar a interpretar y argumentar; hay que permitir el interrogante para compartir el disenso, hay que democratizar conclusiones para incentivar la tarea y sembrar nuevos interrogantes. El conocimiento condicional sería aquel que incorporando a los dos precedentes (declarativo y procedimental) determina la toma de decisiones. Así Reyes López97 lo refiere al decir que mediante este conocimiento el sujeto sabe cuándo y por qué debe hacer algo y no una cosa diferente. Es decir que ese saber permite decidir, para lo cual previamente hay que desarrollar las habilidades del saber, interpretar, analizar, comparar, sintetizar y concluir. En el universo del derecho es particularmente importante, porque no sólo permite distin97

DE LOS REYES LÓPEZ, op. cit., pág. 149. 243

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guir entre la validez, vigencia y aplicabilidad de una norma u otra, sino que también permite desarrollar una dimensión dikelógica de la misma y de la conducta. Es sin dudas un conocimiento más elevado, propio de esferas complejas en la construcción de un saber científico específico. La oralidad es una herramienta que aquí permite, entre otras cuestiones, justificar esas elecciones, fundamentar decisiones, refutar otras y persuadir posiciones opuestas. Toda la tarea del intérprete, cualquiera sean los métodos de interpretación y argumentación utilizados, descansa en el aprovechamiento de las virtudes de este conocimiento. Creemos que se vincula cercanamente con el denominado aprendizaje autónomo, que es aquél que coloca a los alumnos o discípulos frente a situaciones que los obligan a aplicar sus conocimientos declarativos y procedimentales para resolverlos fundadamente. Existen algunas experiencias en la academia durante la formación de grado que pueden fomentar la práctica de estos recursos, como por ejemplo los seminarios y consultorios jurídicos o prácticas preprofesionales. Allí los alumnos pueden enfrentarse a casos reales con protagonistas verdaderos y deben resolver aportando soluciones posibles en el marco de la legalidad y de la viabilidad que la coyuntura impone. Las residencias son otro caso o instancia posible. En la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario existe en la currícula de grado un Consultorio Jurídico Gratuito que implica para el alumno la atención, habitualmente en el ámbito edilicio de los Tribunales, de personas reales que concurren a efectuar consultas jurídicas sobre problemáticas concretas. Allí, el docente sólo brinda un auxilio de supervisión y contralor siendo el alumno quien debe proveer propuestas de solución en cada caso. En igual sentido, ese programa de estudios impone una Residencia en Minoridad donde los alum-

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nos deben enfrentarse a la problemática normativa y social de la niñez en sus diversos niveles de complejidad. Como concluye este acápite el autor mencionado, creemos que los tres tipos de aprendizaje son útiles y – agregamos– necesarios para el desarrollo de las competencias disciplinares y se complementan unos a otros. En todos ellos la participación activa del alumno destinatario es fundamental, y por ello su compromiso con el proceso de enseñanza aprendizaje es clave y determinante del éxito posible. Para lograrlo resulta esencial que estos niveles de comunicación del saber se instituyan en base al desarrollo del diálogo. Aquí De los Reyes López98 rescata los aportes de David Bohm, para sugerirnos que un diálogo efectivo debe reunir distintas etapas realizadas alternativamente por los protagonistas del mismo. La primera es la de indagación, en función de la cual el sujeto intenta comprender las ideas que propone la otra parte; un segundo momento sería el de la reflexión que permitirá decidir si se acuerda, y en su caso en qué medida y de qué manera, o no con lo propuesto; y una tercera fase llamada de persuasión consistente en convencer al otro con los argumentos propios. Creemos que éste es un esquema que resulta muy pertinente para las diversas instancias de construcción del saber jurídico. Pensemos por ejemplo si nos decidimos a interrogar al alumnado en el aula sobre sus posturas acerca de determinados institutos del derecho penal, proponiéndoles nuestra idea sobre los mismos y requiriéndoles su posición fundada sobre ellos. En igual sentido, una audiencia judicial permite identificar estas fases de desarrollo del diálogo de partes, aun en contienda. O el desarrollo de un enjuiciamiento oral. La presentación de los argumentos de una parte, o de la 98

DE LOS REYES LÓPEZ, op. cit., pág. 152. 245

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fiscalía; la reflexión sobre los mismos que la otra parte o la defensa pueden hacer, la fase en la que esgrimirán sus propias razones y argumentos que permitirá a su vez una reflexión similar de la otra parte, los intentos por persuadir al otro y, fundamentalmente en este caso, al tercero que decide. Estos diálogos exigen práctica, se realizan y mejoran desde las técnicas y experiencias reiteradas. Quien tenga en sus manos la tarea de actuar o colaborar en la formación, capacitación y perfeccionamiento de hombres y mujeres de derecho no pueden soslayarlo. Toda esta tarea implica también para los alumnos un desafío importante que los coloca en la necesidad de asumir una postura de compromiso real y sincero con el proceso en el que se involucran. En palabras de Aniceto Masferrer99 en su texto “La metodología docente interactiva y su principal obstáculo: el miedo. Cómo superarlo para poder expresarse en público”, se requiere del alumno capacidad reflexiva. Acota que sin una reflexión propia no se puede conocer nada o casi nada, y sobre la nada es difícil expresar algo. Entiende que la carencia de reflexión o una reflexión ajena dificultan enormemente su expresión, especialmente en público. Para ello es necesario desterrar del universitario en formación jurídica que el Derecho es sólo un asunto de memorizar. Quedar anclados en esa falsa creencia dificulta severamente desarrollar en los alumnos capacidad de analizar, comprender, relacionar, sintetizar, todas funciones tan necesarias para la construcción genuina de este saber complejo. Nosotros creemos que se trata de una tarea de mayores complicaciones también para los formadores, que tienen que agudizar herramientas y crear proposiciones capaces de fomentar estas habilida99

En: OBARRIO, J. A. y MASFERRER, A., op. cit., págs. 165 y ss. 246

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des muchas veces adormecidas en los destinatarios. Esta exigencia a los maestros de agudizar el ingenio se exacerba en estos tiempos en los que el contenido de la ciencia jurídica se ha multiplicado y los invita a realizar selecciones de principios e instituciones fundantes. Porque digámoslo también, pretender que el alumno asuma la cada vez más cuantiosa avalancha de leyes, normas e instituciones específicas, permanentemente dinámicas, puede hacer rodar en el equívoco de ensañarse en la asimilación del detalle y perder de vista lo estructural. Que no nos suceda que perdidos entre los árboles el bosque se torne una circunstancia olvidada o desdeñada. Ayudaríamos a profundizar daños severos si nos atrincheráramos en prácticas exclusivamente descendentes y de recepción. Incentivemos el diálogo, el debate, la capacidad crítica, la habilidad argumentativa, la comprensión metodológica, la aptitud creativa.

4.- LA EXPERIENCIA DE LOS EXÁMENES ORALES Y OTRAS INSTANCIAS DE EVALUACIÓN

La instancia examinadora es en sí misma generadora de tensiones. Pareciera que cualquiera sea la mecánica de la evaluación es complejo privarla de efectos indeseados y conflictivos. Sabemos que el examen es la ocasión en que el alumno acredita saberes, que son los aprendidos y construidos durante el proceso de enseñanza aprendizaje, sea éste en el ámbito áulico, al cual dedicamos este capítulo, o sea fruto del estudio domiciliario individual. Pero no pensemos sólo en el examen que debe dar todo alumno frente a los docentes para acreditar su asignatura, sino también en otras instancias de evaluación como la defensa de trabajos prácticos, la devolución oral frente a un interrogante concreto, y aun en aquél que 247

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debe atravesar una experiencia concursal o una evaluación de pares. ¿Acaso no es una suerte de examen la que debe atravesar el orador frente a su auditorio? Todo el sistema educativo institucional exhibe formas de acreditación de saberes, donde la evaluación sigue siendo un método prácticamente irreemplazable, amén de las innumerables propuestas y experiencias que con los años se han inaugurado con la intención de hallar formas alternativas a las tradicionales. Existen experiencias alentadoras en tal sentido, pero el terreno que aún queda por recorrer es sumamente largo y motivaría un amplio y profundo debate. En cualquier caso, en el ámbito universitario, los exámenes escritos u orales siguen siendo –en disciplinas como el Derecho– las formas más habituales y masivas de evaluación. Es común oír que los alumnos debaten sobre las preferencias y conveniencias al respecto, pero con una marcada mayoría a favor de los exámenes escritos. El examen oral sigue siendo una instancia que la mayoría de los alumnos, en todas o algunas asignaturas, preferirían evitar. Las razones por las que esto sucede pueden ser de diversa índole, pero en todos los casos se presenta el pudor a hablar en público, el temor al juicio inmediato y presencial del tribunal evaluador y la mayor intimidad que ofrecería el examen escrito. Aparece pues, como una razón alegada, la dificultad para construir un discurso oral convincente, fundado, técnico. La utilización del lenguaje verbal en una instancia de evaluación científica presenta ciertas dificultades.

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Para atemperar estos inconvenientes y temores recurrentes se intentan distintas estrategias. Una de ellas es brindar al alumno la posibilidad de preparar un tema a elección dentro del programa de la asignatura y permitirle que lo exponga durante un tiempo determinado sin interrupciones por parte del docente. Esta experiencia permite que el alumno construya su propio discurso previamente, con tiempo, sin ser sorprendido por lo azaroso de una pregunta espontánea. Además, el hecho de poder hablar unos minutos sobre un tema conocido en detalle, tranquiliza al sujeto y lo dispone mejor para continuar con una exposición sobre nuevos interrogantes. Otra manera de atemperar las dificultades discursivas de una instancia de evaluación oral, es habilitar exámenes colegiados, en equipos o grupos de dos o tres personas, de forma coloquial. Se advierte que en estas ocasiones los alumnos, aun cuando son evaluados individualmente, presentan mayor tranquilidad que cuando deben presentarse en soledad ante la mesa de examen. Indudablemente, cualesquiera que sean las razones y los intentos ofrecidos para atemperarlas, las dificultades de la oralidad radican, en gran medida, en la tensión de ser evaluado sobre una exposición personal, sobre cierto saber que se supone conocido. No pueden proponerse soluciones mágicas ni universales a estas sensaciones comunes y repetidas, pero indudablemente que toda actividad que tienda a fortalecer y desarrollar la práctica de la discursividad oral, colaborará enormemente en paliar esas dificultades. En la medida en que el alumno internalice que el examen oral debe ser un diálogo entre actores que, amén de los roles, comparten una escena y disciplina

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común, será más sencillo desandar el camino de la acreditación satisfactoria. Para ello resulta ineludible prepararse, adiestrar la capacidad de argumentar, pero también de interpretar tanto lo que se lee como lo que se le pregunta. En muchas ocasiones, el discurso que elabora la respuesta es inconducente porque se interpreta erróneamente la consigna. La oralidad se fortalece en la práctica y ésta sólo se construye hablando. No de cualquier modo, coloquialmente, sino nutriendo el discurso de un lenguaje técnico, específico, familiarizándose con el vocabulario adecuado. La lectura resulta imprescindible para lograrlo, paradoja del discurso mediante, que la escritura, rígida a veces, sea el insumo más valioso para la construcción de un relato que permita el lucimiento de la lengua en la plenitud de la articulación de sus sonidos. Lo que antecede es un intento de ofrecer alternativas para colaborar en la mejor disposición de instancias orales de evaluación, pero creemos también que resultará imprescindible el rol que asuma el evaluador. Ciertamente la evaluación oral debe ser el resultado coherente de un desarrollo metodológico de trabajo que haya incentivado la oralidad o que haya proporcionado herramientas para edificarla. No es aconsejable pretender una demostración de oratoria en un alumno cuando la asignatura transitó de manera exclusiva por carriles de teorización descendente a cargo del docente. Si el alumno ha sido mantenido en su mutismo y pasividad constante no puede pretenderse sin riesgos que a la hora del examen oral luzca una fluidez y calidad discursivas que no se le han probado. También es necesario el compromiso de los evaluadores en cuanto a compartir la instancia junto al evaluado, atenderlo, oírlo realmente, colaborando con un gesto cordial, con posturas que ex-

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hiban interés. Es probable que se atrofie la capacidad oral del que es evaluado si el examinador se muestra en sorna, si lo desatiende o evidencia su fatiga o hartazgo. Susana Moliner Sesma100 en su artículo “Nuestros obstáculos a la hora de hablar en público”, al referirse al examen oral manifiesta que un examen de este tipo debiera conllevar una preparación en consonancia. Al momento de escribir su artículo, la autora era alumna de la Carrera de Derecho y desde ese lugar señala que en una evaluación oral los nervios crecen por momentos y que la habitual espera del turno para rendir, luego de horas de angustia, atenta aún más contra el evaluado. También señala como un dato francamente desalentador el escaso interés que suelen mostrar los examinadores, llamándolos a vigilar sus gestos y comentarios. Una vez más, creemos que la oralidad como herramienta en una instancia evaluativa puede y debe ser ensayada, desarrollada, con práctica, esquemas simulados, participación permanente en instancias previas, todo lo cual facilitará la oportunidad del examen al haber colaborado en naturalizar una forma de expresión de saberes complejos.

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En: OBARRIO, J. A. y MASFERRER, A., op. cit., pág. 195. 251

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- ACTIVIDADES SUGERIDAS CAPÍTULO VII -

DE LA ORALIDAD EN EL AULA

1)

Tarea Grupal: detectar los distintos espacios que conforman el ámbito universitario, identificarlos en la Facultad y establecer otros no previstos en el texto. Explicar cómo son los discursos orales en cada uno de ellos y caracterizarlos.

2)

Tarea Grupal: compartir experiencias con los miembros del equipo de trabajo acerca de la utilización de la palabra en los espacios educativos por los que transitan. Realizar una síntesis escrita de las experiencias compartidas y enumerar los caracteres que resulten comunes a todos. Señalar cuáles creen que serán las diferencias más significativas con respecto a las experiencias de oralidad que tendrán en la vida universitaria. Luego, cada grupo designará un relator y públicamente éstos expondrán las conclusiones de cada equipo.

3)

En grupos de trabajo, elaborar un modelo de lo que consideran debe ser el contenido de

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un contrato áulico en la Universidad. A continuación, con la guía docente, cada grupo expondrá y fundamentará los ítems o cláusulas propuestos y los someterá a consideración (votación pública) de toda la clase. Finalmente y en función de las condiciones que hayan obtenido mayor adhesión, toda la clase elaborará un Contrato áulico para ella.

4)

Organizados en grupos de trabajo, el docente brindará textos controvertidos sobre temática jurídica y adjudicará a dos grupos cada tema, determinando que cada uno de ellos debe preparar y exponer una defensa fundada de la posición que le fue adjudicada. Los grupos deben defender sus posiciones y los miembros del otro puede formular interrogantes y objeciones. Finalmente, se someterá al pleno de la clase la consideración general al respecto para que todos lo alumnos manifiesten su adhesión a la posición que les haya resultado más convincente.

5)

En un plenario de debate en el aula, los alumnos señalarán las debilidades que consideran tener ante la necesidad de brindar una exposición o discurso oral en público y fundamentarán a qué atribuyen tal debilidad. Luego establecerán condiciones que consideran pueden ayudar a mejorar esos rasgos.

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- CAPÍTULO VIII -

- ORALIDAD Y MEDIOS EXTRAJUDICIALES PARA LA SOLUCIÓN DE CONFLICTOS -

1.- MÉTODOS ALTERNATIVOS DE RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS

Desde los orígenes de la sociedad humana han existido mecanismos tendientes a dirimir y resolver los conflictos interpersonales que se presentan en el marco de las relaciones sociales entre sujetos. Necesariamente la vida en sociedad requiere de normas reguladoras de la conducta a las que los hombres deben someterse en miras a tratar de garantizar un escenario pacífico de convivencia. Dichas normas reconocen una gran diversidad de fuentes y se han expresado de múltiples maneras a lo largo de la historia del derecho, resultando en ocasiones fruto del consenso colectivo y, en otras, una imposición imperativa del poder estatal cualquiera sea la forma política que el mismo asumiera. También es factible hallar sistemas reguladores u ordenamientos jurídicos mixtos, ya con alto grado de participación de la comunidad civil, ya con marcada labor pública institucional, e incluso con mayor o menor prevalencia de uno u otro según las épocas y las circunstancias. Asimismo, en consonancia con la naturaleza dinámica del fenómeno jurídico, se ha recurrido cícli255

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camente a la oralidad y a la escritura como herramientas exclusivas o convenientes de manifestación tanto de la producción normativa como de las instancias de interpretación de leyes y resolución de conflictos. Baste señalar que en una cultura jurídica fuertemente escriturista como la nuestra dado su origen romanista, se advierte un crecimiento paulatino y gradual de la oralidad sobre todo en las etapas que, en un sentido lato, podemos denominar como de administración de justicia. Esta creciente embestida de la oralidad se sostiene, entre otras muchas razones, en la promesa de una mayor celeridad en los procesos de judicialización y en sus respuestas, lo que ha alentado también a la búsqueda y consolidación de formas alternativas a la judicial estatal para la resolución de conflictos. En verdad, los mecanismos estatales de institucionalización de la administración de justicia en procesos y esquemas complejos de organización de un sistema judicial en manos del poder público, delegado en jueces estatales pagos, imparciales e impartiales y estructurado en diversos niveles jerárquicos de evaluación, son una creación del Estado moderno de los últimos siglos. Esta limitación y estrechez histórica temporal ha motivado que algunas voces cuestionaran el valor real del término “alternativos” para definir las nuevas propuestas de resolución de conflictos, ya que entienden que en rigor éstos habrían preexistido a la judicial propiamente dicha y, que en tal recorrido, la administración estatal de justicia para resolver situaciones de conflictos se habría convertido en una opción a las formas históricas y tradicionales. En cualquier caso, no podemos negar que en la cultura política y jurídica del occidente contemporáneo 256

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la referencia a la resolución de conflictos en el marco de la ley implica una natural e inmediata alusión a la Justicia como órgano funcional del Estado. Por otro lado, sabemos que la referencia a la Resolución Alternativa de Disputas (RAD) o Métodos Alternativos de Resolución de Conflictos (MARC) asegura la comprensión del fenómeno como una mención a formas diversas a la jurisdiccional, con lo cual el vocablo “alternativos” ha logrado ya una adhesión y consenso con respecto a lo que pretende significar. Por ello podemos descansar tranquilos en la certeza de que la expresión ha logrado sus fines, en tanto se ha construido una aceptación prácticamente unánime en su utilización para identificar propuestas de resolución de conflictos derivados de las relaciones sociales distintas a los que ofrece el indispensable e insustituible trabajo de los órganos jurisdiccionales del Estado. Con la expresión métodos alternativos para la resolución de conflictos aludimos a la negociación particular en sus diversas manifestaciones, como la conciliación, la mediación y el arbitraje por referirnos a sus exponentes más representativos. Queremos hacer una pequeña reflexión acerca de lo que expresamos hace apenas unos renglones, en el sentido de que la labor jurisdiccional es primordial e insustituible para el sostenimiento y fortalecimiento del estado de derecho. Creemos que el rol del Estado es central para garantizar la realización del valor justicia como así también para establecer interpretaciones constitucionales de la ley que aseguren la vigencia efectiva de los derechos fundamentales y establezcan pautas de seguimiento tanto para los tribunales en particular como para el comportamiento de los ciudadanos en general, todo en pos de tales objetivos.

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En la misma senda interpretativa, creemos que los Métodos Alternativos de Resolución de Conflictos no se presentan como una competencia a la labor judicial, destinados a desplazarla en sus tareas imprescindibles, sino que vienen a aportar otras herramientas con miras a su realización. Y evidentemente estas alternativas ya están hoy muy lejos de poder ser entendidas como una postulación de moda, sino que deben ser asumidas como una realidad impostergable. En la actualidad, resulta indudable que la cuestión está presente, y creciendo, en los diferentes espacios vinculados a la administración de justicia tradicional o a la resolución de conflictos en general. Las Universidades, los colegios profesionales, los hombres y mujeres ligados al Derecho, la Justicia misma, son ámbitos y actores que han internalizado con distintos niveles de aceptación y resistencia que los Métodos Alternativos de Resolución de Conflictos conforman un escenario presente y un horizonte de realización innegable. Las leyes nacionales y provinciales en la Argentina que establecen el procedimiento de la mediación como una instancia obligatoria y previa para la posterior posibilidad de recurrir a los órganos judiciales, resultan una prueba acabada e incontrastable de lo que expresamos. En el mismo momento en que estas líneas están siendo materializadas, en la provincia de Santa Fe comienza a regir para algunas circunscripciones judiciales la ley de mediación obligatoria en materia civil y comercial, Nº 13151101. En síntesis, han crecido y se han difundido ampliamente, no sólo en el país sino también en el resto del mundo, métodos que intentan ser una alternativa válida Publicada en fecha 11 de noviembre de 2011 en el Boletín oficial de la provincia de Santa Fe. 101

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y eficaz al modelo judicial tradicional para la resolución exitosa de conflictos. En este sentido, las sociedades experimentan un verdadero cambio de paradigma en lo que refiere a la realización de la justicia en el caso concreto, fin que hasta hace poco tiempo se creía que sólo podía ser alcanzado con la intervención ineludible del Estado. Hoy son varias las propuestas de realización, aunque en todas ellas se sostiene y reivindica el recurso judicial como una instancia última, posible y, en algunos casos, inevitable. No se apela a reemplazar la Justicia del Estado por formas privadas de solucionar enfrentamientos, intereses contrapuestos, etc., sino a complementarla con vías que permitan otros caminos de solución que coadyuven también a desintoxicar a aquél de la saturación de demandas variadas y permanentes que los ciudadanos interpelan en sus relaciones cotidianas. Es por ello que la resistencia de los órganos y actores del poder judicial se ha ido diluyendo en la medida en que se ha comprendido que la implementación de estas alternativas puede resultar un óptimo complemento en el seno de las comunidades para colaborar en el hallazgo de soluciones a los conflictos sociales. De igual modo, los operadores particulares del derecho - abogados y procuradores entre otros - han comenzado a capacitarse en la práctica de estas nuevas propuestas, concientes de que se trata de prácticas que requieren nuevas herramientas y técnicas de abordaje para lograr ser exitosas. Amén del excelente momento que los Métodos Alternativos de Resolución de Conflictos están viviendo y del promisorio futuro que les aguarda, sabemos que todo proceso de cambio necesita tiempos de sedimentación, pacientes etapas de asimilación y sortear varios y sucesivos escollos de diversos tipos, estructurales, de recursos, humanos, etc. De allí que el desafío consista fundamentalmente en transitar con calma cada momen259

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to para asegurar la incorporación y realización de las prácticas en todos los actores y sectores que puedan participar en ellas, asumiendo que una pieza especialmente trascendente es la sociedad misma. Si no se logra convencer a la comunidad de las ventajas de incorporar estas vías alternativas a sus prácticas regulares y de confiar en ellas, será difícil obtener los resultados que se esperan. Aquí el colectivo social es un engranaje principal, ya que su participación e involucramiento son requisitos esenciales. Se debe lograr que el hombre común confíe en su propia capacidad de diálogo, razonamiento, equidad y afán de justicia.

2.- VENTAJAS Y DESVENTAJAS QUE SE ATRIBUYEN A LOS MÉTODOS ALTERNATIVOS DE RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS

Inicialmente diremos que lo que aquí llamamos desventajas en verdad son críticas que el procedimiento de los Métodos Alternativos de Resolución de Conflictos ha recibido de diversos sectores, y las ventajas consisten en las virtudes que la asunción de estos caminos brinda según sus defensores. Así, se ha dicho que los métodos alternativos de resolución de disputas son caminos más rápidos para arribar a una solución que la espera de los tiempos que habitualmente demanda la sustanciación de un proceso judicial. La celeridad en los procesos y en las respuestas que se esperan obtener es una razón que ha impulsado desde los inicios la defensa e implementación de estas alternativas. Siempre se ha sostenido que una respuesta, aunque sea justa, si llega con demasiada demora puede no ser tan justa o no satisfacer la necesidad de los peticionantes y esa convicción se ha acrecentado en las sociedades contemporáneas donde la aceleración de las exigencias sociales e individuales por un lado, más 260

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la cada vez mayor cantidad de demandas al poder judicial, se conjugan para atentar contra la celeridad pretendida. Los métodos alternativos, que carecen de la burocracia interna de los procesos tradicionales, y que apelan a formas menos estructuradas de realización ofrecen una panorámica a priori más seductora para la pretensión de los ciudadanos. También se sostiene que los métodos alternativos contribuyen a aligerar la pesada carga de trabajo de los tribunales judiciales, en la medida en que pueden absorber gran cantidad de casos que hoy no tienen otra vía que la del Estado. Poder descargar una labor desbordada por cierto como la de los órganos judiciales es una posibilidad muy tentadora que podría oxigenar las demandas de justicia de la sociedad civil. La cultura latina en particular presenta altos niveles de litigiosidad judicial, demandando en los tribunales ordinarios una gran cantidad de cuestiones que hallarían en estos nuevos caminos cauces adecuados de resolución. Por otro lado, el enorme número de expedientes que tienen que tramitar, interpretar y resolver los jueces, atenta contra la celeridad demandada y, tal vez, contra la materialización de la idea de justicia. Con menos demanda real, los tribunales podrían abocarse con mayor desahogo, optimizando mejor sus recursos, a los casos que no han podido resolverse utilizando las vías alternativas o a aquellos que, dada la naturaleza de la materia de la que tratan o de los actores involucrados, requieren necesariamente ser atendidas por los jueces del Estado. La utilización masiva de estos métodos, podría entonces descongestionar los tribunales proveyendo a una paulatina desjudicialización de las causas. Otra razón más que atendible para la adopción de estos métodos es la economía de los costos que signi-

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ficaría. Indudablemente el acceso a la Justicia tradicional, amén de la garantía de que todos podemos llegar a ella, resulta costosa para la situación económica de muchos actores. Un proceso judicial no sólo es alongado en la mayoría de los casos sino que también insume montos considerables de dinero en sellados, profesionales, etc., significando que en muchas ocasiones el acceso real a la justicia se torne más que dificultoso para varios miembros del cuerpo social. Los procedimientos alternativos ofrecen propuestas más económicas para la sustanciación, lo que, en principio, garantizaría la posibilidad de una participación masiva. No sólo se reducen los costos operativos que aquí resultan mucho menores, sino que también los honorarios reflejan una merma de esos gastos. Y no solamente debe pensarse en la economía privada de los sujetos involucrados directamente en el conflicto, sino en que redundaría en una economía para el mismo Estado en la medida en que se reduzcan los niveles de litigiosidad formal o judicial. Esta economización por parte del Estado permitiría una mejor distribución y uso de los fondos en Justicia, dado que las demandas serían menores y, por ende, los costos de logística, personal, insumos, etc., también disminuirían. Consideramos importante resaltar que la utilización creciente de estos métodos alternativos de resolución de conflictos importaría una suerte de mayor democratización de los procesos de búsqueda y obtención de justicia en las sociedades. Esto es así porque los mecanismos alternativos requieren una participación más directa y comprometida de los sujetos del caso, lo que facilitaría que, involucrándose personalmente, promuevan la realización de los resultados también de un modo más directo y participativo. La adopción de estos mecanismos permitirá

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que los hombres comunes se sientan partícipes del proceso y actores en la búsqueda de soluciones, posibilitando una mayor comprensión de la cuestión ya no sólo desde una mirada parcial, sino admitiendo el ingreso a los intereses del otro. Esto permitiría arribar a acuerdos compartidos, colaborando en la construcción de las respuestas y delimitando más adecuadamente las responsabilidades. Este incremento de la actuación de la comunidad civil toda en los procedimientos previstos, redundaría en la construcción paulatina de un concepto de democracia con proyección a otras áreas de la vida civil toda, alimentando la conciencia, el compromiso y la actuación cívica del hombre. Lo que se ha dicho en el apartado anterior facilitaría la búsqueda de respuestas consensuadas, como fruto de una tarea de colaboración, en lugar de fomentar la cultura del conflicto como una instancia belicosa e ineludible. Seguramente, los acuerdos arribados en tales circunstancias gozarán de mayor probabilidad de éxito que las respuestas impuestas verticalmente por un órgano ajeno a la actuación directa de las partes. Es cierto que las resoluciones judiciales descansan en el imperium de los jueces para asegurar su cumplimiento, pero también es posible advertir altos niveles de inobservancia de sus imperativos dados por múltiples causas. Es probable que una solución que ha sido consecuencia de un debate personal de los interesados, que les ha permitido sopesar la situación propia y la ajena, que les brindó ocasión para evaluar distintas alternativas, que es síntesis, en fin, de una tarea común, resulte adoptada con más adhesión y probabilidades de acatamiento. Estos métodos alternativos también permiten –en el marco de la amplia libertad de las partes– hallar formas de resolver los conflictos no previstas legalmente,

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diversificando las posibles respuestas o salidas ante situaciones de enfrentamiento de intereses. Los jueces están constreñidos por las disposiciones normativas formales y sólo pueden, en principio, diseñar respuestas dentro del ámbito de aplicación que aquéllas ofrecen. En los mecanismos alternativos, las partes gozan de un mayor margen de libertad en la medida que no pergeñen resultados ilícitos. En el marco de la ley, los actores de un conflicto tendrán libertad para pensar y acordar salidas satisfactorias para ambos que no se sometan necesariamente a las previsiones de textos normativos específicos. Otra ventaja que suele resaltarse con énfasis es que estas prácticas ofrecen una adecuada garantía de confidencialidad, ya que los procedimientos no son públicos sino privados, a puertas cerradas. Los profesionales actuantes, en los supuestos donde se requiere la presencia y actuación de un tercero como parte del proceso, lo harán comprometiendo el deber de su secreto profesional. Los procesos judiciales, aun cuando tampoco impliquen ventilar los asuntos libremente, son procedimientos de carácter público, en tanto los lleva a cabo un órgano del Estado. En muchas ocasiones, los actores involucrados en un conflicto no quieren que su situación trascienda; para ello, trabajar en el ámbito de un mecanismo alternativo es mucho más provechoso tanto para evitar la divulgación del asunto en sí, de su contenido o caracteres particulares, de las pretensiones de las partes, como para establecer los resultados o acuerdos arribados y los montos, en su caso, que se debatieron y definieron. También es interesante señalar que en estos mecanismos o prácticas alternativas las formalidades para la realización de los procedimientos son escasas, mien-

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tras que los pasos de un proceso judicial son más rigurosos y están establecidos por las formalidades legales. Esto no implica la ausencia de reglas procedimentales, éstas son imprescindibles, sino que las mismas son más flexibles y amplias, en consonancia con la necesidad de brindar un escenario más amigable y propicio para las partes. En las instancias tribunalicias, tanto las partes del pleito como los actores intra jurisdiccionales están determinados, para la mayoría de sus actuaciones, por formalidades inobjetables. Se sostiene, además, que los profesionales del derecho hallarán trabajos de más rápida retribución, aun cuando los montos de honorarios sean inferiores a los que podrían lograrse en los litigios judiciales. Es que los honorarios profesionales derivados de tareas de asesoramiento, asistencia o consejo en estos mecanismos, aun cuando puedan ser menores, se cobrarán con mayor antelación a los que resultan habitualmente devengados en un pleito ante los tribunales. Y esta mayor celeridad de los métodos alternativos permitirá también que las actuaciones del profesional se multipliquen, posibilitando que un mismo abogado o procurador pueda participar en un mayor número de casos, si, como se supone, los mismos se resuelven en menor tiempo. Hemos enumerado hasta aquí algunas de las ventajas que suscita la adopción de los llamados métodos alternativos de resolución de conflictos, frente a la actuación judicial como única opción. Lo enunciado no pretende dar por agotadas las virtudes del sistema, sino que sólo se esbozan como una referencia de interés para reflejar en ellas los favores de las prácticas que se analizan. Lejos está de ser ésta una exposición exhaustiva y taxativa de razones, que, por otro lado, podrán abonarse, cuestionarse o mejorarse de acuerdo a la posición

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que se adopte al respecto y a las experiencias concretas que la puesta en práctica de estas alternativas ofrezca. Todo análisis debe cotejarse permanentemente a la luz de la realidad social, de los resultados, de la capacidad de la sociedad para adoptarlas y adaptarse a ellas. También debe tenerse en cuenta que las ventajas aquí expuestas serán de mayor o menor magnitud y prevalecerán unas u otras de acuerdo a cuál sea el método alternativo por el que se haya optado en el caso concreto. Indudablemente, distintas serán las razones y virtudes a ponderar en un mecanismo de negociación directa donde las partes prescinden de un tercero, que las de un proceso de mediación en el que la actuación de un tercero es imprescindible y constitutiva del procedimiento mismo. Como así también las de una conciliación donde el tercero participa proponiendo a las partes alternativas de solución que éstas pueden adoptar o no, que las de un arbitraje donde el tercero o árbitro actúa con la capacidad de imponer su laudo. Pero no sólo ventajas se concluyen para calificar los beneficios de estos mecanismos alternativos, sino que hay quienes han visto desventajas o críticas que la propuesta merecería. Haremos ahora una breve exposición de algunas de ellas. Fundamentalmente las críticas se sostienen en las tradiciones culturales asentadas en nuestras comunidades, que harían que las prácticas de búsquedas alternativas de solución no prosperen en atención a la ausencia de un poder superior que determine los resultados. Es decir, se considera que nuestra idiosincrasia jurídica latina requiere de un tercero con una potestad ajena y superior a las partes para que se logre poner fin al conflicto. De algún modo es ir en la dirección que nos considera miembros de una comunidad que necesita del

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rigor de la fuerza de lo imperativo para dar valor y eficacia a una solución. Se trasunta en este cuestionamiento una desconfianza en la capacidad de los miembros de la sociedad de resolver por sí, en diálogo y democráticamente, sus conflictos. Otra objeción que suele hacerse a las prácticas alternativas de resolución de conflictos es que habría, en la mayoría o en muchas de las relaciones sociales, partes asimétricas, es decir, un marcado desequilibrio de poder. Esto significaría que cuando las partes en conflicto no se encuentran en una relativa situación de paridad o igualdad de condiciones, porque una de ellas cuenta con mayores recursos económicos, o mejores asesores, o superiores recursos culturales, etc., es muy difícil apelar a que las prácticas alternativas puedan resultar adecuadas para arribar a un resultado justo y satisfactorio para ambos. En tales circunstancias, se cree que quien se halla en superioridad de condiciones podrá imponer sus criterios y así diseñar un resultado acorde para satisfacer plenamente sus intereses. Otro dato desalentador estaría dado por la actuación de ciertos representantes de las partes, que no siempre traducirían adecuadamente los intereses de aquellos a quienes representan; sobre todo pensando en los representantes de personas jurídicas, o de organizaciones o colectivos sociales. Creen que el mecanismo de la resolución alternativa de conflictos imagina el escenario ideal de dos o más partes – sujetos - que hablan por sí mismos y así acuerdan posiciones, pero que en muchos casos eso se desvirtúa con la actuación de terceros representantes. Se plantea también críticamente que los resultados o soluciones a los que las partes arriben, en la mayoría de los mecanismos alternativos a los que se puede

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recurrir, no resultan imperativas por sí solas, sino que requerirían de ejecución judicial en el caso de que una de las partes o todas ellas se resistieran a la observancia efectiva de lo acordado. Con esto quiere señalarse que en definitiva debe acudirse al órgano jurisdiccional para obtener la satisfacción al conflicto. Evidentemente, aquí se especula con que los resultados consensuados cooperativamente por las partes no serán observados por ellas sino desconocidos, lo que motivará la recurrencia judicial. También se argumenta en demérito de los mecanismos alternativos, aludiendo a que, evitar acudir a los órganos judiciales del Estado, es perder una oportunidad de establecer criterios jurisprudenciales que pueden resultar muy valiosos e iluminar el camino de futuras resoluciones, ya que sólo el imperativo de una sentencia judicial puede generar ese nivel de seguimiento o ser una intérprete adecuada y legitimada de nuestras leyes. En suma, se perdería la comunidad toda una ocasión en virtud de la cual el poder judicial, a través de alguno de sus órganos, podría dinamizar el proceso de respeto institucional y fortalecimiento del estado de derecho y de la observancia de la ley en el reconocimiento a los derechos fundamentales del hombre. Por último, diremos que un argumento que también se ha hecho oír en algunas ocasiones es el que especula con el temor de que admitir y, más aún, obligar a la incorporación de métodos alternativos de resolución de conflictos en el seno de una sociedad es promover mecanismos de privatización de la justicia, tarea indelegable del Estado. Esta concepción parte de sostener que la administración de justicia en una comunidad jurídicamente organizada debe ser una labor del Estado –lo que no niegan los cultores de los métodos alternativos–

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y por ende no puede ser delegada en manos de los particulares. Esto generaría un escenario donde podrían convivir un sinnúmero de realidades paralelas, donde ciertos supuestos serían válidos para unos de acuerdo a sus intereses particulares y no para otros. En síntesis, tanto como argumentos a favor, podemos hallar objeciones de diverso calibre. Aquí hemos expuesto algunas de estas últimas sin ánimo de agotarlas y asumiendo que toda ellas encuentran réplicas o argumentos para rebatirlas. Sin entrar en consideraciones particulares de cada una de las argumentaciones esbozadas, creemos que un supuesto siempre vigente del Derecho ha de ser el no negar la realidad en la que opera, es decir, no desconocer el contexto de la sociedad que lo ha conformado y a la que está destinado a regular. Por ello, el análisis benévolo y auspicioso de los métodos alternativos de resolución de conflictos debe ser un signo de nuestro tiempo en las sociedades contemporáneas. Es innegable que existe una demanda colectiva de mayores y mejores recursos para satisfacer los intereses de las partes involucradas en un conflicto y que el sistema judicial tradicional no puede, por sí solo, en sus actuales circunstancias, brindar todas esas respuestas y hacerlo en un tiempo razonable. Ante ello, se torna al menos necesaria una mirada abierta y franca a la posibilidad de que estas alternativas ofrezcan vías de solución, adecuadas y satisfactorias. La negociación, la conciliación, la mediación y el arbitraje podrán, junto al litigio judicial, transformarse tal vez en las propuestas más ricas y prometedoras en una sociedad cada vez más compleja y exigente. El modo en que estos mecanismos se operen, cómo se los regule, en qué medida el Estado los asuma y los impulse, qué tanto la sociedad decida confiar en ellos, cómo resulte la intervención de los profesionales en sus instancias, etc., serán factores a tener 269

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en especial consideración, pudiendo convertirse en coadyuvantes o detractores de la implementación exitosa y perdurable de los mismos. Insistimos con este tópico porque creemos que allí descansa en gran medida el crédito y las probabilidades de construir un paradigma nuevo: en la democratización real del fenómeno.

3.- TIPOS DE MÉTODOS ALTERNATIVOS DE RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS

Cualquiera de los métodos alternativos que se han propuesto y tienen vigencia en nuestra cultura jurídica implican la participación directa o indirecta de las partes protagonistas del conflicto a resolver. Esta es una característica central para diferenciarlos del método judicial que posibilita pensar y afirmar la existencia de un nuevo modelo o paradigma de resolución de conflictos. Todos los métodos alternativos se basan en el ejercicio de la palabra como herramienta fundamental, ya que el diálogo es la apuesta sobre la que se cimenta el éxito de estas alternativas. Para ello es necesario hacer un profundo estudio del conflicto, en tanto éste resulta el objeto central sobre el cual gira la cuestión, y de la comunicación, en tanto mecanismo adecuado de diálogo con las finalidades que estos procedimientos se proponen. Conflicto y comunicación entonces, son dos factores a tener particularmente en cuenta si se pretende elaborar y ejecutar un modelo de formas alternativas para la resolución de controversias que devenga eficaz y satisfactorio. Tanto una teoría de la comunicación, con sus reglas, caracteres, etc., como una teoría del conflicto, exceden esta obra, pero deben ser abordajes insoslayables para una buena adaptación de la resolución alternativa de disputas que estamos analizando y que tan-

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to predicamento tiene en nuestras sociedades científicas actuales. Sin embargo y a pesar de todo lo dicho, cada uno de los métodos alternativos de resolución de conflictos tiene características propias y por ello se admiten múltiples formas de clasificarlos. Aquí simplemente tomaremos en consideración algunos de esos aspectos y haremos sólo un par de reflexiones al respecto. Así, podemos mencionar que alguno de esos métodos alternativos no requiere la presencia de un tercero ajeno a las partes, como es el caso de la negociación directa que involucra sólo a los interesados e intenta provocar con su intervención una solución adecuada y mutuamente satisfactoria. Otros, sin embargo, requieren la participación de un tercero para que, junto a las partes, transite el camino que les permita arribar a un entendimiento mutuo, como por ejemplo en el supuesto de la mediación. Y aun otros donde el tercero puede proponer a las partes, y a veces decidir por las partes, como son los supuestos de la conciliación y el arbitraje. Sobre este panorama surge una clasificación muy difundida y consensuada que distingue entre métodos adversariales y métodos no adversariales de resolución de conflictos. Los métodos adversariales son aquellos que se caracterizan justamente por entender que allí la partes del conflicto son adversarios, están en situaciones de enfrentamiento, y por ello se requiere la existencia de un tercero neutral que, impartial e imparcialmente reemplace la voluntad de las partes y tome una decisión por ellos que resulte apta para intentar acabar con el conflicto. Aquí la decisión del tercero se impone a las partes que deben acatarla. El modo típico de método adversarial es el arbitraje, donde el árbitro decide a través de su 271

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resolución –laudo– la cuestión. Sobre las características y valor de esa decisión, requisitos, pasos, etc., que hacen al método arbitral, nos abocamos al final del presente capítulo. Por supuesto que el otro método naturalmente adversarial es el del litigio, es decir, el judicial, donde el juez del Estado es el tercero que toma la decisión en lugar de las partes. Pero aquí no hacemos mayores referencias a él, porque si bien es la forma tradicional de resolver conflictos no es del tipo de los alternativos que estamos analizando, por el contrario, los nuestros son alternativos en referencia a él. En cualquier caso, los métodos adversariales se caracterizan también porque al descansar la decisión en un tercero se está frente a una situación donde una de las partes puede ganar y la otra puede perder. No hay demasiado margen para que las partes, de haber estado ellas a cargo de la situación, pacten o acuerden un resultado con satisfacciones mutuas. Los llamados métodos no adversariales son aquellos en los cuales las partes de la controversia actúan en forma colaborativa, cooperativa, y acuerdan juntas, cuál ha de ser la solución del conflicto. Aquí se presenta la posibilidad de que ellas resuelvan de acuerdo a sus intereses y en atención a las necesidades de cada uno. La posibilidad es que ambas partes obtengan beneficios, que ambas ganen, ya que el acuerdo es fruto del consenso de los actores del asunto. Los modos no adversariales, que resultan todos ellos mecanismos alternativos de resolución de conflictos, son la Negociación, la Conciliación y la Mediación. Haremos a continuación una breve referencia a estos últimos, sin pretender un análisis meduloso de

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cada uno de ellos, sino simplemente un bosquejo genérico que nos introduzca en el escenario de los métodos alternativos y no advesariales de resolución de conflictos.

4.- LA NEGOCIACIÓN

Para Roger Fisher y Wiliam Ury 102 se trata de una comunicación de doble vía para llegar a un acuerdo cuando las partes comparten algunos intereses en común pero también tienen algunos otros opuestos. Por su parte, localmente, Elena Highton y Gladys Álvarez103 sostienen que la negociación es un proceso voluntario, predominantemente informal, no estructurado, que las partes utilizan para llegar a un acuerdo mutuamente aceptable. Se sostiene que es voluntario porque las partes no están obligadas a participar de ese proceso e, incluso, pueden retirarse en cualquier momento del mismo si lo hubieran iniciado. Es predominantemente informal porque, si bien deben establecerse reglas de funcionamiento, no existen etapas de cumplimiento obligatorio o cuyo incumplimiento pueda aparejar sanciones o consecuencias formales negativas. Y se dice que es no estructurado porque los pasos no representan rigurosamente etapas cerradas u obligatorias a las que las partes deben someterse. Podemos decir también que el proceso de negociación puede ser conducido por las mismas partes o

En: Sí…! De acuerdo!: Cómo negociar sin ceder, Bs. As., Grupo Editor Norma, 1993. 102

En: Mediación para resolver conflictos, Bs. As., Ad Hoc, 1998.

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por sus representantes, y que en este procedimiento no interviene un tercero neutral como ya hemos visto. Se presentan razones para negociar, que invitan a tratar de resolver nuestros conflictos a través de este proceso alternativo. Por ejemplo, porque debemos cotidianamente actuar con otros a lo largo de nuestra vida, porque tenemos interés en que nuestras relaciones con otros no se disuelvan o quiebren sino que tiendan a perdurar, porque siempre resulta más satisfactorio resolver disputas por medio de acuerdos antes que recurrir a imposiciones que dejen insatisfecha a una o a ambas partes, en fin, porque negociar nos permite ahorrar tiempo, energía, dinero y un importante desgaste emocional. Se acuerda en reconocer que existen componentes básicos de la negociación: sujetos negociadores o sujetos de la negociación, refiriendo a aquellos que negocian, que puede ser tanto una persona física como jurídica y que puede ser un individuo por parte o tratarse de una parte grupal o plural; a su vez el negociador puede actuar en representación propia o ajena. Otro factor básico es la materia negociable, es decir, sobre qué cuestión, tema u objeto se negocia. Hace al contenido de la negociación y por ello es esencial. Otro componente a tener particularmente en cuenta es el lugar de la negociación, es decir, dónde se negocia. Puede tratarse del lugar de una de las partes o de un lugar neutral, pero su elección nunca debe quedar librada al azar El lugar de realización de un proceso de negociación puede ser determinante en los resultados del mismo. Además de estos componentes, se mencionan también, siguiendo la obra de Carlos Aldao Zapiola104, En: La Negociación. Un enfoque transdisciplinario con específicas referencias a la negociación laboral, Montevideo, Oficina Internacional del Trabajo, 2009.

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ciertos elementos básicos para la negociación. Por un lado el elemento poder, entendido como la aptitud o capacidad de los sujetos de la negociación para influir en los demás de modo tal de ir ganado su voluntad. Es un asunto sensible y delicado el del poder. Probablemente no haya que pensarlo en términos absolutos ni exclusivos, sino como un factor compartido y dinámico y por ello mismo cambiante. Otro elemento central es la información, aludiendo a todo dato, hecho o circunstancia de la que puede obtenerse alguna conclusión. Hay que saber interpretar y analizar la información con la que se cuenta y debe ser también un proceso de intercambio dinámico entre los sujetos del proceso de negociación. Es fundamental para la toma de decisiones y para resolver. También hay que tener presente el elemento tiempo, es decir el transcurso de un lapso durante el cual se podrá negociar. Habrá que saber administrarlo, y existirán negociaciones donde ambas partes estén urgidas por él, otras donde una de las partes cuente con muy poco margen de tiempo y otras donde el tiempo no sea un problema para ninguna de las partes involucradas. Puede existir en algún tipo de negociación, en aquellas donde los negociadores actúan en equipos o donde la partes son plurales, el elemento unidad. Se sostiene que debe haber unidad de acción para coordinar, en pos de intereses comunes que son los que ligan a los actores de la parte y tratando de lograr una representación común, centralizándola. Otro elemento fundamental es aquel que se denomina organización, refiriendo a la conveniencia de optimizar recursos, tiempo, estrategias, etc. Organizar será planificar, analizar, evaluar, informarse. Finalmente se menciona también un elemento muy subjetivo, que es la filosofía, asumiendo que la misma debe ser la de obtener el mejor resultado, el máximo provecho

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para la satisfacción de los intereses de las partes del conflicto. A partir de estos componentes y elementos básicos se construye una negociación, que puede asumir alguno de los llamados modelos negociables. En doctrina, y evidenciado en la práctica, se habla de dos grandes modelos. El Modelo Competitivo y el Modelo Colaborativo. El primero de ellos, el Modelo Competitivo se caracteriza por la premisa u objetivo rector de querer ganar de cualquier modo, interpretando que la ganancia de uno será la pérdida del otro de los sujetos de la negociación. Aquí el otro no es un par con quien negociar sino un oponente a quien vencer. Los recursos suelen ser variados y extremos, lo que permite parafrasear la máxima atribuida a Maquiavelo de que el fin justifica los medios, se puede llegar a una suerte de todo vale. Para ello las estrategias suelen consistir en asumir posiciones extremas, apelar a tácticas emocionales, interpretar toda concesión como un signo de debilidad, entre otras. Ante ésto, resulta muy difícil una negociación real, y la otra parte, salvo que acepte sumarse a la misma secuencia de juego, puede desistir del proceso o intentar convertirla en una negociación diferente, de tipo colaborativa. El otro modelo es el denominado Modelo Colaborativo o Cooperativo, que es el que propiciamos, porque creemos que es el que mejor condice con los fines y el espíritu de una verdadera negociación. Este modelo parte del supuesto de entender la negociación como una ocasión para hallar una satisfacción mutua, un acuerdo razonable al conflicto que otorgue ventajas a ambas partes. Aquí el otro es un par con quien razonar, dialogar, consensuar, en suma, negociar; y no un oponente a de276

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rrotar. Se desecha la expectativa central de que el otro debe perder para que yo pueda ganar. Quienes pregonan a favor de este modelo detectan en él una serie de elementos que resultarían esenciales para las posibilidades de la negociación. Se trata de los intereses de las partes o sujetos de la negociación; refiere a los verdaderos motivos, deseos o necesidades que fundan e impulsan las posiciones que las partes asumen en la negociación. Estos intereses de las partes pueden resultar comunes, es decir compartidos por ambos, o diferentes y opuestos, que distancian y distinguen a las partes. Otro elemento a evaluar son las opciones que las partes tienen o ponderan para poder construir un acuerdo. Las opciones mutuas y las de cada uno pueden ser múltiples y variadas y formarán parte del proceso de negociación. Además, descansan en la confianza de que las partes están dispuestas a honrar los compromisos que se asumen en virtud de lo negociado. En verdad, creemos que esta especie de garantía de compromiso hace a la esencia de todo proceso de prácticas alternativas de resolución de conflictos para asegurar su éxito. Un factor más a ponderar en este proceso es el que se denomina alternativas, y refiere a cuáles son las posibilidades de cada una de las partes de abandonar la negociación e igualmente lograr algún tipo de satisfacción de sus intereses. Las alternativas van a ofrecer o determinar diversas condiciones para la libertad de negociación porque indican que el sujeto cuenta con otras opciones de realización. En la doctrina de este Modelo Cooperativo se las conoce con la sigla MANN (Mejor Alternativa a un Acuerdo Negociado). Indudablemente que si las partes gozan de otras opciones que igualmente le proveerán un grado de satisfacción para sus pretensiones, arribarán y compartirán el ámbito de la negociación con mayor tranquilidad, tal vez sin 277

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los apremios de la urgencia temporal, con una más amplia capacidad de debate, etc., todas razones que seguramente optimizarán sus posiciones si logran capitalizarlas adecuadamente. También debe observarse la legitimidad del acuerdo logrado, en el sentido de que ambas partes consideren que el mismo resulta justo, esto es, razonablemente aceptable para los actores involucrados trascendiendo el sentir íntimamente subjetivo de cada uno. Es decir, se trata de considerar con el mayor grado de objetividad posible si el resultado de la negociación resulta justo. Un elemento que funciona a nuestro criterio como una condición sine qua non de toda verdadera negociación es el compromiso de las partes para sentirse involucradas con la negociación que han decidido compartir. Se relaciona con aquella voluntad de honrar la palabra, con una garantía moral de aceptación de los resultados acordados, necesaria en todo proceso democrático y cooperativo de construcción de consensos. Este compromiso vital en toda práctica de negociación se vincula íntimamente con otro de los elementos del modelo, definido por las relaciones que efectivamente deben establecerse entre los actores del conflicto a resolver. Las partes deben cooperar, y para ello deben lograr un trabajo común con miras a sumar esfuerzos, intentando preservar los vínculos y fortalecerlos. Finalmente, el último de los elementos que mencionamos es un hilo conductor instrumental sin el cual todo el proceso puede fracasar. Nos referimos a la comunicación real que debe establecerse ente los sujetos de la negociación. Debe asegurarse un puente de ida y vuelta permanente y activo entre las partes para que la comunicación resulte fluida y enriquecedora.

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Culminando con este breve análisis del Modelo Cooperativo del proceso de negociación, señalamos que se sugieren etapas de trabajo con la intencionalidad de lograr resultados satisfactorios. A esos fines se aconseja planificar la negociación, entendiendo que una buena preparación ofrece mejores posibilidades de éxito. La preparación debe centrarse en la identificación de los objetivos a lograr y no confiar exclusivamente en la espontaneidad o capacidad de reflexión inmediata e improvisación que el sujeto se atribuya. Para una buena planificación de acciones se recomienda concentrarse fundamentalmente en los intereses que explican las posiciones que las partes asumen en el debate, es decir, en los verdaderos motivos que movilizan las posturas de los actores. Además es conveniente establecer una amplia gama de opciones para no decidir sólo en base a una única alternativa. Es indicado tratar de mantener criterios objetivos en la ponderación de las opciones con las que se cuenta. También hay que evaluar cuáles son las opciones por fuera de la negociación para lograr la satisfacción de los intereses, esto es, evaluar un propio MANN para saber en qué medida y con qué alcance puede resultar costoso prescindir de la negociación. Finalmente, con la planificación elaborada y con los elementos definidos, se podrán elaborar las propuestas para intentar alcanzar un acuerdo razonable. En igual sentido, se estará en mejores condiciones para evaluar y considerar las propuestas de la otra parte y así tender al logro de consensos de satisfacción mutua.

5.- LA CONCILIACIÓN

A este proceso alternativo suele asimilárselo al de mediación y por ello haremos apenas breves referencias,

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aunque debemos destacar particularidades y diferencias. Se trata aquí de un método alternativo de resolución de conflictos en el cual se intenta que las partes arriben a un acuerdo evitando la realización o el desarrollo pleno de un proceso judicial. Se caracteriza porque este procedimiento cuenta con la asistencia de un tercero neutral respecto de las partes que ayudará a construir un espacio que les facilite a los actores del vínculo consensuar un acuerdo. Suele decirse por ello que es una negociación asistida por un tercero, con las particularidades de que ese tercero debe conocer las reglas de la negociación y de la comunicación, es decir, un tercero con conocimientos específicos para cumplir con el rol que asume. El conciliador, tercero neutral en el procedimiento, se distingue del mediador porque puede proponer fórmulas de arreglo, siempre que las partes conserven sus potestades y libertad para aceptar esas propuestas o no. En definitiva, quienes deciden arribar o no al acuerdo que resolvería el conflicto son las partes, pero el conciliador interviene no solamente guiando el accionar de las mismas sino con la posibilidad concreta de sugerir soluciones. Es factible distinguir la conciliación del arbitraje, donde también asiste un tercero, porque en el arbitraje el árbitro, al elaborar y pronunciar su decisión o laudo, obliga a las partes a acatarlo. Se ve aquí que el rol y capacidad para tomar decisiones en el árbitro es bien diferente a lo que se espera y permite a un conciliador. La conciliación se encuentra prevista fundamentalmente en materia laboral, donde resulta habitual oír que las partes han sido convocadas a una conciliación

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obligatoria ante el Ministerio de Trabajo para intentar arribar a un acuerdo que evite la contienda judicial. Por ende advertimos que la conciliación es un proceso donde se intenta facilitar la concreción de un acuerdo, a cargo de un funcionario administrativo o judicial que convoca a las partes a esos efectos.

6.- LA MEDIACIÓN

Es otro de los métodos alternativos de resolución de conflictos, que consiste especialmente en un proceso de los que llamamos no adversariales. En él también participa la figura de un tercero que debe ser neutral. La participación de ese tercero distingue a este método de la negociación directa entre partes sobre la que reflexionamos en puntos anteriores. Además, se requiere que ese tercero esté lo suficientemente entrenado, capacitado y formado en las técnicas de mediación para poder cumplir un rol ventajoso y provechoso en el proceso. Ese mediador capacitado como tal debe participar de modo tal que no ejerza un poder directo sobre las partes, sino que debe colaborar con ellas pero sin suplir ni determinar su voluntad. Es así porque la esencia conceptual y funcional que identifica a este proceso alternativo es que las mismas partes cooperativamente alcancen un acuerdo razonable, aceptable para ambas, en el sentido de que satisfaga los intereses mutuos. Se caracteriza habitualmente a este proceso por resultar un mecanismo rápido y flexible para intentar lograr acuerdos. Es además un procedimiento voluntario, ya que las partes no están obligadas a aceptar la mediación y pueden retirarse en cualquier momento de la mesa de negociación. Esto es así, aun en esquemas legislativos que establecen la mediación como instancia previa a la judicial, ya que las partes no están obligadas 281

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a someterse a ella y a construir un acuerdo. Recordemos siempre que estos son métodos alternativos de resolución de conflictos que en ningún caso pueden privar al sujeto de su derecho a recurrir a la justicia. La mediación es un proceso relativamente informal, ya que el mediador no se haya determinado en su accionar por normas procesales rígidas o de cumplimiento obligatorio, sino a transitar respetando reglas generales o de estructura para garantizar que el mecanismo se articule y no resulte arbitrario o anárquico. Es una instancia donde las partes actúan de manera personal en el debate y el consentimiento de ellas es necesario para dar validez efectiva al acuerdo. Esa participación personal en los diálogos y distintos pasos del proceso aporta un alto valor a la probabilidad de cumplimiento de los pactos alcanzados. La participación directa de las partes descansa también en que el proceso de mediación se presenta como un mecanismo donde se garantiza la privacidad y confidencialidad del debate, sea en su contenido como en sus resultados. Ese deber de confidencialidad compromete a todas las partes del proceso como al mediador mismo. Este es un recaudo importante para ofrecer la tranquilidad necesaria y suficiente para que la mediación pueda transitar por carriles donde las partes se sientan libres y protegidas de poder debatir sin consecuencias externas. Es uno de los procesos que realiza la mayor apuesta a la capacidad de las partes de colaborar mutuamente en la resolución de sus conflictos y que valora la capacidad de las mismas para proveer resultados satisfactorios. Y al igual que todo método alternativo al judicial, se propone ahorrar costos de diversa índole, tanto económicos como personales.

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En un proceso de mediación, amén de todo lo que hemos dicho respecto de los métodos alternativos de resolución de conflictos en general, corresponde realizar una referencia de mayor detenimiento a un personaje indispensable del mismo que es el Mediador. Ya sostuvimos que se trata de un proceso donde las partes son asistidas por un tercero neutral que denominamos mediador, que colaborará con la intención de que aquéllas arriben a un acuerdo. Por ello él debe incentivar el diálogo y hacerlo propicio creando el clima situacional que mejor lo posibilite. Ese mediador debe estar capacitado o entrenado en la labor que le corresponde asumir. Tiene que recordar siempre que la voluntad que debe primar es la de las partes y que si éstas no logran un acuerdo él no puede ni debe suplirlas. Incluso puede llegar a dar por concluido el debate de mediación si entiende que se produjo una ruptura insalvable del mismo. Él no puede asegurar un resultado, no asume una obligación de este tipo, su tarea debe reconocer esos límites pero dentro de ellos realizarse con suma inteligencia y capacidad estratégica. Su figura y función es vital en un proceso de mediación. Por ello se sostiene que debe tratarse de un sujeto entrenado, formado al efecto de los roles que se le adjudican. Tiene que mantener en todo el trámite y los pasos del proceso, en sus distintas etapas, una actitud neutral. Él no puede comprometerse con ninguna de las partes y, en todo caso, debe informar sobre la conveniencia de que las partes cuenten con asesores letrados pero no cumplir por sí esas funciones. Su prestigio, honestidad intelectual, capacidad, creatividad, paciencia, autoridad, entre otras, son virtudes que no sólo lo calificarán personalmente sino que también aportarán a

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abonar las probabilidades de éxito de un buen proceso de mediación. Así las cosas, una práctica de mediación se nutre de diversas etapas o pasos que la estructuran y permiten que cuente con un orden propio para optimizar el resultado. Se puede identificar un primer paso en el cual se crea el escenario necesario para la mediación Allí se da lo que se suele definir como etapa introductoria o reunión inicial, conjunta, donde el mediador realiza las presentaciones, especifica roles, anoticia de cuáles serán las etapas del procedimiento y sus normas. Es un discurso inaugural del proceso durante el cual el mediador también informará a las partes de la posibilidad de realizar reuniones privadas e individuales con cada una de ellas. Como contenido de una segunda etapa, podemos citar la definición del problema o los problemas a resolver. Aquí se compartirá información, se estimularán las actitudes positivas en pos del objetivo; es una etapa de análisis en la cual el mediador puede tomar notas con la finalidad de contar con un material que posibilite recordar detalles que pueden resultar útiles ante la posibilidad de redactar el acuerdo. En un tercer paso se intentará procesar las problemáticas detectadas y explorar objetivos e intereses. Es posible que aquí se construyan opciones y se valoren las diversas alternativas. Finalmente, de haber resultado exitoso el procedimiento, corresponde arribar a la solución, seleccionar la mejor opción, facilitar la preparación del acuerdo que debe ser resuelto en su contenido por las mismas partes.

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De consensuarse un acuerdo, se habrá concluido con éxito el proceso de mediación y podrá decirse que la tarea del mediador ha sido recompensada. Amén de que el rol del mediador, como hemos dicho, no consiste en garantizar un resultado, no hay dudas de que el éxito del proceso permitirá interpretar también el éxito de su gestión. Como un ejemplo concreto de la decisión política de los estados locales de instalar procesos de mediación como instancias prejudiciales obligatorias, podemos destacar el de la provincia de Santa Fe. Desde el dictado de la ley provincial Nº 13151 se ha dado un proceso creciente de práctica en mediación que, junto a la mediación voluntaria, absorben un número cada vez mayor de casos. En la provincia en particular, el proceso es gradual, instalándose la exigencia para causas de contenido civil y comercial de determinada entidad y materia, habiendo proporcionado hasta el presente un auspicioso panorama de desjudicialización cuantitativo. El pilar del sistema es la Agencia de Gestión de Mediación (AGEM) y tiene la particularidad de que su organización y funcionamiento pertenece al ámbito del Poder Ejecutivo de la Provincia, concretamente de la Dirección Provincial de Desjudicialización de la Solución de Conflictos Interpersonales dependiente del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. En tal dirección, a la hora en que este texto es redactado, se evalúa la extensión de la práctica obligatoria de la mediación prejudicial a otros ámbitos como el penal, las relaciones de familia y la materia extracontractual. Todo ello implica el abordaje de instancias de formación y capacitación en el ámbito académico y en de los Colegios Profesionales. Una vez más, la oralidad como herramienta de realización se presenta vital y excluyente de otras prácticas propias de un sistema judicial fundamentalmente escrito. Por tanto, la capaci285

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tación necesaria no lo es sólo en la materia en cuestión, sino también en las prácticas del discurso oral, sus técnicas y condiciones de realización. Ratificamos aquí que los métodos de resolución alternativa de conflictos apelan a la oralidad como insumo instrumental fundamental de su desarrollo.

7.- EL ARBITRAJE

Otro los medios extrajudiciales para la solución de conflictos es el arbitraje, que tiene diferencias con los procedimientos a los que nos hemos referido en el presente capítulo: “A diferencia de los procesos propios de la negociación, conciliación y mediación, los cuales tienen carácter autocompositivos en el acercamiento y composición del diferendo, el arbitraje se considera extracompositivo, requiriendo la presencia de un tercero que juzgue y resuelva la cuestión adversarial, con los efectos legales del caso.”105 El arbitraje como medio extrajudicial para la solución de conflictos tiene una larga tradición que se remonta al mundo grecorromano como un eslabón en la búsqueda de la noción de justicia propia de la cultura occidental. Durante la Edad Media, se intensificó esta práctica entre los comerciantes agrupados en Corporaciones cuando surgían conflictos en las transacciones que se realizaban entre ellos. Los cónsules que estaban al frente de dichas corporaciones arbitraban en los conflictos utilizando para ello los usos y costumbres. ROBIOLO, J.A., Derecho Arbitral, Buenos Aires, La Ley, 2007, pág. 19. 105

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Su práctica se acentuó durante la Revolución Francesa, como un método de justicia informal, sobre todo en las comunidades rurales. Pero fue recién en el siglo XX, con el incremento de las relaciones económicas entre entidades o individuos pertenecientes a distintos países, cuando el arbitraje se sistematizó a nivel internacional y se crearon las principales normas que lo rigen, entre ellas la ley modelo UNCITRAL (1985). En nuestros días, el aumento de la litigiosidad y la morosidad de la justicia ordinaria –una justicia lenta no es justicia– han producido un fuerte desarrollo de este instituto en muchos países, a la vez que se observa en otros una resistencia a sustituir la cultura de los tribunales públicos por la adopción de métodos como el arbitraje. El profesor Dr. Jorge A. Robiolo106, pionero del arbitraje en nuestro medio, expresa que “Desde la década de 1980 el mundo ha revitalizado doctrinaria y legislativamente al arbitraje como medio extrajudicial de solución de conflictos en el orden interno y principalmente a nivel internacional, mediante el cual las partes someten a un tercero, con facultad de juzgar en el ámbito privado toda cuestión que versare sobre materia disponible.” 107

106 “JORGE ROBIOLO es un estudioso con los pies en la tierra y larga experiencia en conflictos, como abogado litigante y como árbitro. Esto hace particularmente valiosas sus reflexiones y útil su trabajo, donde se aprecia el fruto de una mente acostumbrada a la reflexión académica y, a la vez, entrenada para acción en el caso concreto.” Adolfo A. N. ROUILLÓN, Virginia, EEUU, 2007. En: “Prólogo al libro de J. A. Robiolo”, Derecho Arbitral, Buenos Aires, La Ley, 2007, pág. XI. 107 ROBIOLO, J.: “Editorial”, en: Revista Pro-arbitraje, Rosario, Facultad de Derecho U.N.R., 2010, pág. 1.

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Bruno Oppetit108, al hablar de la evolución de la justicia estatal, expresa: “La justicia se observa, en primer lugar, como un fenómeno universal: responde a una necesidad que se ha expresado en todo tiempo y lugar por parte del hombre, desde el instante en que renunció a obtener satisfacción por la fuerza de aquello que consideraba le era debido. Sin embargo, a causa de su incorporación en la organización institucional de la sociedad, la justicia ha adquirido, según cada país, un particularismo más o menos marcado, una independencia más o menos grande respecto del Estado, una especificidad funcional más o menos afirmada y una compatibilidad más o menos reducida con otros modos de solución de los litigios, como el arbitraje.” En nuestro país, el arbitraje no está tan difundido como en el resto del continente. Existen ciertos prejuicios que tienen que ver con la creencia de que un laudo arbitral tiene una jerarquía inferior a la de una sentencia judicial y con que el proceso escrito –sobre todo en la producción de las pruebas– otorga una mayor seguridad en la búsqueda de justicia. Además, la formación que se imparte a los futuros operadores jurídicos, se ha centrado en la actuación tribunalicia escrita, dejando de lado la importancia que tiene la oralidad para el abogado desde el primer contacto con el cliente hasta la búsqueda de la mejor y más rápida solución al caso que éste le presenta. La necesidad que surge de las reformas introducidas al Código Procesal Penal de nuestra provincia y de otras jurisdicciones de entrenar a los futuros abogados para la litigación oral en materia penal, tiene su correla-

108 OPPETIT, B., Teoría del arbitraje, Colombia, Legis, 2006, pág.43.

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to en prepararlos también para otras formas de litigar, por ejemplo en materia comercial, como el arbitraje. ¿Cómo podemos definir el arbitraje? Si bien existen muchas definiciones técnicas de este instituto, nos parece que la siguiente ilustra de manera clara y sencilla sobre este método: “El arbitraje, sintéticamente definido, consiste en someter el juzgamiento de un conflicto entre dos o más partes a la decisión de uno o más terceros, ajenos al poder público, elegidos por aquéllas. Una de las notas más importantes de este tipo de procedimiento quizá sea que la decisión del árbitro tiene exactamente el mismo valor que la sentencia de un juez: es tan ejecutable como ésta. En suma, sentencia de un árbitro (laudo) = sentencia de un juez.”109 El arbitraje es, entonces, un acuerdo de voluntades, basado en los principios de inmediatez y celeridad, que puede estar incluido como cláusula arbitral en un contrato o puede ser posterior a la firma de éste, como documento independiente. Es un procedimiento que busca encontrar la verdad material de un diferendo mediante un diálogo razonado entre las partes y el tribunal arbitral. Como procedimiento, está sujeto a reglas de funcionamiento basado en normas y está inspirado en el mismo ideal de justicia que los órganos estatales. “Bien se ha dicho que abogar es interceder, hablar a favor de alguien, auxiliar, proteger, representar, asesorar, persuadir, todo lo cual exige un importante aprendizaje que va más allá del conocimiento de la ley. 109 GARCÍA MONTAÑO, Tristán, “Exención del impuesto de sellos: herramienta útil para fomentar el arbitraje”, en: Revista Pro Arbitraje, Rosario, Facultad de Derecho U.N.R., 2010, pág. 12.

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Tales complejas tareas adquieren particular fisonomía ante la posmodernidad, en la cual se produce una mutación significativa en el quehacer de las distintas ramas del derecho y una acuciante necesidad de buscar y obtener salidas acordes a los conflictos que se suscitan en los distintos estratos de la comunidad.”110

8.- LA ENSEÑANZA DEL ARBITRAJE EN EL NIVEL UNIVERSITARIO

Hasta hace pocos años, el arbitraje ocupaba un lugar secundario en el plan de estudios de la carrera de Abogacía de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario. El Dr. Jorge A. Robiolo, quien pertenece al cuerpo académico de la Facultad, actuó como árbitro invitado en la Primera Competencia Internacional de Arbitraje (2008) organizada por la U.B.A., cuyo equipo dirige el reconocido académico Dr. Roque Caivano, sumándose luego a la organización la Universidad del Rosario de Bogotá, Colombia. Esa experiencia motivó al Dr. Robiolo para convocar a un grupo de docentes de distintas materias relacionadas con la temática del arbitraje, a fin de incentivar la participación de alumnos de la Facultad en las siguientes competencias. Ante la primera convocatoria realizada, un reducido grupo de alumnos respondió a la iniciativa, a los que se entrenó tanto para la fase escrita como para la oral, participando de la segunda Competencia realizada en la U.B.A. en el año 2009. En dicha oportunidad, los alumnos de la Facultad de Derecho de la UNR, obtuvieron el primer premio por el escrito de contestación de demanda, entre las 24 universidades participantes.

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ROBIOLO, J. A., op. cit,, pág. 243. 290

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La Competencia constituye una instancia educativa en la que intervienen equipos de distintas universidades del continente americano, a la cual en el último año se sumaron universidades europeas. Se realiza en idioma español y tiene como objetivo primordial estimular el estudio del derecho comercial internacional y el arbitraje como método extrajudicial de resolución de conflictos. Los alumnos asumen el rol de abogados de las partes en un caso simulado, defendiendo a sus hipotéticos clientes primero en la fase escrita y luego en la oral, ante tribunales arbitrales integrados por árbitros internacionales, profesores y abogados especialistas en la materia, quienes primero evalúan los escritos de demanda y contestación y luego, tanto en las rondas generales como eliminatorias, califican las presentaciones orales de los alumnos que actúan como parte actora y demandada en la cuestión jurisdiccional y en la cuestión de fondo. La organización envía el caso a las universidades que se inscriben en la Competencia en el mes de marzo de cada año y en el mes de junio, se deben presentar los escritos de demanda. Durante el mes de julio, los equipos deben responder la demanda producida por otra universidad, que se define mediante sorteo. Las audiencias orales se realizan a fines de setiembre o principios de octubre, para lo cual los alumnos se entrenan para argumentar en forma oral y refutar los argumentos de la parte contraria, según el orden que le corresponde en las rondas generales, que se da a conocer con anticipación. Los equipos que pasan satisfactoriamente a las rondas eliminatorias conocen pocas horas antes contra qué universidad tendrán que competir, para lo cual de-

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ben estar preparados para improvisar en sus respectivos alegatos, según los planteos de la parte contraria. Como se podrá advertir, la participación en estas Competencias requiere de una dedicación intensa por parte de los alumnos y de los entrenadores durante casi siete meses. Para la III Competencia, que se realizó durante el año 2010 y cuya fase oral se desarrolló en la Universidad del Rosario de Bogotá, el equipo de la Facultad de Derecho de la U.N.R., dirigido por el Dr. Jorge A. Robiolo, tuvo una nutrida representación y resultó ganadora entre 22 universidades de toda América, entre ellas la American University de E.E.U.U. El premio obtenido tuvo una amplia repercusión en los medios de comunicación y los integrantes del equipo ganador tuvieron merecidos reconocimientos: la Facultad organizó una audiencia simulada abierta a la comunidad académica y al público en general, de la cual participaron las dos parejas de oradores que actuaron en la Competencia; la Legislatura de la provincia de Santa Fe, en sesión especial, distinguió al equipo y dos de los alumnos fueron becados por el Comité Organizador de la Competencia para realizar un Curso de especialización en la American University, durante el año 2011. La IV Competencia se realizó en la sede de la U.B.A., con la participación de 50 equipos de América Latina, E.E.U.U., España y Francia, resultando ganadora la Universidad del Rosario de Bogotá (Colombia); el equipo de la Facultad de Derecho de la U.N.R. cumplió un papel destacado, participando de las rondas eliminatorias, al igual que en la V Competencia con sede en Washington y en la VI, llevada a cabo en el año 2013, en la Universidad del Rosario de Bogotá, Colombia.

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El arbitraje y los otros métodos de resolución extrajudicial de los conflictos subrayan la importancia que reviste el discurso oral en la formación de los futuros profesionales del derecho y nos hace reflexionar sobre la formación que se imparte a los mismos. Como expresa claramente el Dr. Robiolo: “Ello nos lleva a repensar la abogacía, acostumbrados a utilizar dentro del lenguaje jurídico expresiones como “vencedor” y “vencido”; “parte contraria”; “rebeldía”; “vencimiento parcial”, cuando la función primordial del abogado es conservar la paz, considerando que en la negociación directa los mismos deben cumplir un papel esencial, pues junto con las partes en conflicto, pueden encontrar soluciones que satisfagan a ambas, asegurando a su cliente, sobre la base de renunciar a algunas pretensiones, si con ello se logra terminar con las desavenencias”111. En las actividades del presente capítulo, incluimos la opinión de alumnos que han participado de las Competencias de Arbitraje Comercial Internacional y reflexiones del Dr. Jorge A. Robiolo, ya que los protagonistas de la experiencia son quienes mejor pueden reflejar la importancia del entrenamiento en la teoría y práctica del arbitraje como método extrajudicial y en el cual la oralidad cumple un rol esencial en la formación de los futuros profesionales del Derecho.

111

ROBIOLO, J. A., op. cit., págs., 245-246. 293

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- ACTIVIDADES SUGERIDAS CAPÍTULO VIII -

SOBRE LOS MÉTODOS ALTERNATIVOS PARA RESOLVER CONFLICTOS.

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Luego de la lectura del capítulo, elaborar en grupos de trabajo un análisis de las denominadas ventajas y desventajas de los MARC, pensar otras no previstas y elegir un relator por grupo para exponerlas públicamente y someterlas a la consideración de la clase.

2)

En grupos, elaborar dos ejemplos de Negociación, uno con las características del Modelo Competitivo y otro del Modelo Cooperativo intentando detectar las ventajas en uno y otro. Los resultados se expondrán públicamente.

3)

Con la ayuda del docente y divididos en grupos de trabajo, los alumnos planificarán y simularán públicamente un proceso de mediación. A tales fines las partes organizarán los roles, los argumentos, los intereses, la posiciones, las alternativas, etc. Toda la clase designará tantos mediadores como mediaciones se simulen de acuerdo al número

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de alumnos. Los temas de los diferentes grupos se elaborarán sobre los siguientes elementos: a) Vecinos en disputa por los ruidos generados por los perros de uno de ellos; b) Controversia generada entre vecinos porque la existencia de árboles centenarios en el patio de uno impide la llegada de la luz solar a la pileta del otro; c) Conflicto en un establecimiento escolar por el comportamiento que enfrenta a tres alumnos y sus familias; d) Conflicto entre los vecinos de una cuadra céntrica y un comerciante por la activación permanente de la alarma de su negocio.

4)

Lectura y comentario grupal de los textos del Dr. Jorge A. Robiolo y de los alumnos que participaron de la III Competencia de Arbitraje Comercial Internacional que se realizó durante el año 2010 en la Universidad del Rosario de Bogotá. 4.a.

A partir de la lectura del texto del Dr. Jorge A. Robiolo, extraer las características principales del arbitraje y las diferencias con el proceso judicial.

4.b. Analizar el rol que cumple la oralidad en el proceso arbitral y las destrezas que se requieren para actuar en el mismo. 4.c.

Desempeño de roles: a partir de un conflicto concreto, sugerido por el docente, recrear la situación asumiendo el rol de partes y de árbitro/s.

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“Quince años en el Tribunal de Arbitraje General de la Bolsa de Comercio de Rosario (TAGBCR)” (Fragmento)112

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Dr. Jorge A. Robiolo

En 1994, junto a otros siete abogados nos incorporamos al TAGBCR volcando en nuestro carácter de Árbitros la experiencia acumulada en largos años de ejercicio profesional y en la actividad docente. Tarea no fácil por cierto, para nosotros, acostumbrados a alegar y peticionar, tener que resolver las complejas cuestiones que se nos plantearon, cumpliendo los presupuestos arbitrales de celeridad, confidencialidad, oralidad e igualdad en su trámite, y sobre todo responder a la confianza depositada por las partes en conflicto en la Institución Bursátil y en nuestro propio accionar. (…) En el desarrollo de las distintas causas ante el Tribunal Bursátil se advirtió una innata dificultad de las partes y sus letrados de adaptarse a la flexibilidad propia del arbitraje, de desprenderse de la manera formal de actuar y preguntar en los interrogatorios testimoniales o confesionales o sea, apartarse de la manera utilizada ante la Justicia del Estado y del rigorismo de sus disposiciones procesales. Pero poco a poco el profesional que actúa en la vía arbitral y el propio árbitro que dirige el procedimiento, aprecian que en este campo prima la inmediatez entre ellos y el contacto directo con las partes en conflicto, más

112 En: Revista Pro- Arbitraje, Rosario, Facultad de Derecho U.N.R., 2010, págs. 34-35.

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allá de lo instruido en el consabido expediente, obteniéndose resultados positivos en la relación de los intervinientes, donde lo adversarial propio del instituto, cede más de una vez para transformarse en acuerdo transaccional y la animosidad imperante en el proceso público se transforma en un trato razonable y equitativo entre las partes, sin perjuicio de la defensa de sus recíprocos intereses en juego. Advertirá el lector que el cambio de mentalidad que la adopción del instituto apareja, dado que el mismo no se reduce a obtener un laudo aceleradamente, manteniendo las formalidades propias del quehacer judicial, requiere tiempo y conocimiento de su teoría y práctica, asumiendo las cláusulas arbitrales en determinados contratos y fogueándose en su aplicación y tal aprendizaje debe comenzar en la vida universitaria (y aún antes en la escolar, como sucede en determinados países) para que el egresado tenga la capacidad de aconsejar a su cliente la opción de la vía judicial o arbitral, según el contrato o conflicto que el mismo origine. Precisamente encuentros como el que viene organizándose a nivel internacional con la participación de prestigiosas Universidades de América, es una manera por demás positiva de capacitar al estudiante en la materia arbitral internacional, ámbito de su mayor aplicación, en comparación con el campo doméstico o nacional, abriéndoles a sus participantes una especialización con futuro, dado el procedimiento de globalización propio del quehacer comercial mundial. (…) La tarea de afianzamiento del arbitraje, máxime doméstico, no es fácil, pero requiere tiempo y capacitación para los usuarios, en protección de la conservación de la empresa y de las figuras contractuales en uso. 298

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Además es necesario contar con el apoyo de los distintos poderes del Estado, o sea a través de quienes deben dictar la legislación que el país necesita en materia arbitral, modificando los vetustos Códigos Procesales aún vigentes y de una Justicia Pública que ampare al arbitraje desprendiéndose del criterio aún imperante de considerar a la Justicia Privada como de excepción y con criterio restrictivo y colaborando en los actos propios de su Imperium, inclusive aconsejando el envío a la vía arbitral (como en E.E.U.U.) a las causas que la requieren y finalmente al Poder Ejecutivo protegiendo la seguridad jurídica que el país reclama, para que la Argentina vuelva a ser un centro confiable de arbitraje para el exterior. Tenemos esperanza de que con paciencia, dedicación y “lucha por el arbitraje” en los años venideros se constituya en una opción valedera en la solución de conflictos, mitigando el estado crítico del procedimiento judicial, caracterizado por el alargue indefinido de los pleitos con el efecto pernicioso que ello apareja a los intervinientes y a la comunidad toda, que peticiona rápidas soluciones a los complejos conflictos que la vida moderna plantea diariamente.”

COMENTARIOS DE ESTUDIANTES PARTICIPANTES EN LA COMPETENCIA 2010

Comentario 1: María Silvia D`Ottavio – Pablo Schnitman

“Dicen que hay trenes que sólo pasan una vez en la vida. Aunque no estamos seguros de que esa frase sea una verdad absoluta, nos consta que quienes conforma299

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mos el equipo “pro – arbitraje” de la U.N.R. subimos en marzo a los vagones de una novelesca línea férrea y en septiembre descendimos de los mismos con la certeza de haber vivido una experiencia única e inolvidable. Durante esos meses tuvimos el desafío de redactar dos memoriales (uno por la actora y otro por la demandada) y de prepararnos para la fase oral que este año se desarrolló en Bogotá, Colombia. En nuestro caso particular, tuvimos la posibilidad de actuar como oradores defendiendo los argumentos de la parte demandada en dos oportunidades. (…) Sin lugar a dudas, lo vivido durante estos meses de arduo trabajo grupal y personal nos deja aprendizajes académicos, sociales y culturales, que más allá de su valor actual serán fundamentales para nuestro futuro como abogados.”

Comentario 2: Natalia Calderazzi – Ricardo Martín Santía

“Aproximadamente 30 es el número de estudiantes que acudimos a aquella primera reunión informativa en la facu, sin siquiera sospechar lo que el destino tenía planeado para nosotros. 14 fuimos la cantidad que decidimos seguir este arduo y sinuoso camino. 11 y 30 de junio y julio respectivamente, eran las fechas límites para entregar los escritos de demanda y contestación de demanda.

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9 los profesores que nos ayudaron, apoyaron y formaron en este proyecto, sin los cuales nada de esto hubiese sido posible. 13 de setiembre fue la fecha que dio comienzo a la fase Oral de la Competencia en la ciudad de Bogotá, Colombia, y precisamente 13 (desafiando cualquier superstición) fuimos los estudiantes que pudimos viajar a esa maravillosa ciudad. 22 la cantidad de universidades que compitieron en esta ocasión, siendo oportuno destacar a la American University por sus grandes logros académicos en esta materia y a la Universidad del Rosario de Bogotá y a la U.B.A. de Argentina, por ser las organizadoras. (…) 5 fueron la cantidad de audiencias en las que, particularmente, tuvimos la suerte de orgullosamente representar al equipo. Dos de las rondas generales, cuartos de final, semifinal y, por último, la esperada final contra la Universidad de Montevideo, ganadora del año anterior. 3 eran los árbitros que nos juzgaron en cada una de las audiencias. (…) 1 es el puesto que felizmente obtuvimos en la fase oral de la competencia. 40 fueron los brazos que abrazaron fuerte hasta que 20 fueron los gritos que se escucharon cuando anunciaron el resultado final (los 13 alumnos y 7 profesores) (…) e innumerables fueron los aplausos y felicitaciones, cálidas y sinceras del resto de los estudiantes de otras universidades que compitieron y que gracias a este viaje tuvimos la fortuna de conocer.

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Y, sin lugar a dudas, 1.000.000 es la cantidad de veces que volveríamos a elegir participar de esta experiencia inolvidable.”

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MATERIAL DE ESTUDIO - PROHIBIDA SU REPRODUCCION

BIBLIOGRAFÍA



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ÍNDICE GENERAL

INTRODUCCIÓN .................................................................. 9 CAPÍTULO I - LA COMUNICACIÓN ORAL ....................... 17 1.- DIFERENCIAS ENTRE EL HABLA Y LA ESCRITURA .................... 1.1. Diferencias Contextuales ...................................... 1.1.1. Soporte físico .................................................... 1.1.2. Inmediatez e interacción ................................... 1.1.3. Información contextual ..................................... 1.2. Diferencias textuales ............................................

20 20 21 21 22 24

2.- DISTINTAS SITUACIONES DE COMUNICACIÓN ORAL ................. 2.1. La conversación ................................................... 2.2. El debate ............................................................. 2.3. El monólogo ......................................................... 2.4. La recitación ........................................................ 2.5. La ejecución oral de un texto ................................ 2.5.1. Textos para ser dichos como si no estuvieran escritos .................................... 2.5.2. Textos para ser dichos sin ocultar su origen escrito ........................................ 3. Diversos tipos de discursos .....................................

25 27 31 33 34 34 34 35 36

ACTIVIDADES SUGERIDAS CAPÍTULO I ............................ 39 CAPÍTULO II - LA ADQUISICIÓN DE LA COMPETENCIA ORAL ...................................................... 43 1.- LA TEORÍA GESTUAL ....................................................... 49 2.- LOS APORTES DE LA ESCUELA DE PALO ALTO ...................... 54 2.1. La interacción simbólica....................................... 58 ACTIVIDADES SUGERIDAS CAPÍTULO II ........................... 61

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ÍNDICE GENERAL

CAPÍTULO III - ASPECTOS PRAGMÁTICOS DE LA COMUNICACIÓN ..................................... 63 1.- LA INTENCIONALIDAD EN LA COMUNICACIÓN ..........................63

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2.- IMPACTO DE LA COMUNICACIÓN NO VERBAL ..........................70 3.- LA EXPRESIÓN DE LAS EMOCIONES ..................................... 72 4.- FUNCIONES DE LA COMUNICACIÓN NO VERBAL ......................74 4.1. Clasificación de los gestos .....................................79 5.- LA CAPACIDAD EXPRESIVA DEL CUERPO ............................... 80 5.1. Los biotipos ..........................................................81 5.2. El tacto .................................................................84 5.3. El olfato ................................................................84 5.4. Las manos ............................................................85 5.5. El rostro ...............................................................86 5.6. La mirada .............................................................87 5.7. La voz ................................................................... 89 5.7.1. Las cualidades primarias de la voz ..................... 92 5.7.2. El timbre ...........................................................92 5.7.3. Intensidad o volumen......................................... 93 5.7.4. Tempo ...............................................................94 5.7.5. Distintos tipos de voz .........................................94 6.- LA POSTURA ................................................................... 95 7.- VESTIMENTA Y ACCESORIOS .............................................. 96 ACTIVIDADES SUGERIDAS CAPÍTULO III ...........................99 CAPÍTULO IV - LA RETÓRICA Y EL DISCURSO ORAL ... 109 1.- INTRODUCCIÓN ............................................................. 109 2.- NACIMIENTO Y EVOLUCIÓN DE LA RETÓRICA ....................... 112 3.- LA RETÓRICA EN ROMA .................................................. 119 3.1. Los estados de la causa y los géneros aristotélicos según Quintiliano .............. 122 4.- LAS OPERACIONES RETÓRICAS CONSTITUYENTES .................. 125 5.- ESTRUCTURA DE UN DISCURSO ........................................ 127 6.- LA COMUNICACIÓN ESCRITA DE LOS DISCURSOS ORALES........ 129

312

ALVAREZ – NADALINI – ZANETTI

7.- IMPROVISACIÓN VERSUS MEMORIA ....................................131 8.- LA “NUEVA RETÓRICA”...................................................133 9.- LA RETÓRICA DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN .................136

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ACTIVIDADES SUGERIDAS CAPÍTULO IV .........................139 CAPÍTULO V - LA RECEPCIÓN DE LOS DISCURSOS ..... 161 1.- INTRODUCCIÓN .............................................................161 2.- CÓMO PREPARARNOS .....................................................162 3.- LA RELEVANCIA DEL AUDITORIO .......................................163 4.- EL MIEDO ESCÉNICO ......................................................167 5.- LA FORMALIDAD DEL DISCURSO ORAL ................................172 6.- LA ESCUELA ANGLOSAJONA Y LAS ESTRATEGIAS DE PERSUASIÓN .......................................175

6.1. La organización del contenido .............................177 6.2. Dinamismo comunicacional y control del auditorio ....................................................................179 7.- RECOMENDACIONES PARA PREPARAR ...........................................183

EL CONTENIDO DE UN DISCURSO

8.- LA RECEPCIÓN DE LA ORALIDAD EN EL PROCESO JUDICIAL .....186 ACTIVIDADES SUGERIDAS CAPÍTULO V ..........................191 CAPÍTULO VI - LITIGACIÓN ORAL ................................ 195 1.- INTRODUCCIÓN .............................................................195 2.- LA ARGUMENTACIÓN EN EL DEBATE JUDICIAL ......................196 3.- LA RESOLUCIÓN DE LAS DISPUTAS.....................................199 4.- ETAPAS DEL DEBATE JUDICIAL .........................................202 5.- LOS ALEGATOS .............................................................203 6.- LOS INTERROGATORIOS ..................................................207 6.1. Los presupuestos de las preguntas ........................ 210 7.- LA FUNDAMENTACIÓN DEL FALLO ......................................211 ACTIVIDADES CAPÌTULO VI ..............................................213

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ÍNDICE GENERAL

CAPÍTULO VII - LA ORALIDAD EN EL ESPACIO ÁULICO ................................................. 215

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1.- EL DOCENTE Y EL DISCURSO ORAL EN EL AULA .................... 222 2.- EL DISCURSO ORAL Y LA FORMACIÓN PEDAGÓGICA DE RECURSOS HUMANOS ................................................ 228 3.- EL ALUMNO, LA ORALIDAD Y LAS DIVERSAS ACTIVIDADES ÁULICAS .............................. 229

3.1. El ámbito del aula ............................................... 232 3.2. El interrogante y el debate .................................. 234 3.3. Presentación de temas ........................................ 237 3.4. La construcción de conocimiento disciplinar ....... 240 4.- LA EXPERIENCIA DE LOS EXÁMENES ORALES Y OTRAS INSTANCIAS DE EVALUACIÓN ................................ 247 ACTIVIDADES SUGERIDAS CAPÍTULO VII ........................ 253 CAPÍTULO VIII - ORALIDAD Y MEDIOS EXTRAJUDICIALES PARA LA SOLUCIÓN DE CONFLICTOS ........................................ 255 1.- MÉTODOS ALTERNATIVOS DE RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS .... 255 2.- VENTAJAS Y DESVENTAJAS QUE SE ATRIBUYEN A LOS MÉTODOS ALTERNATIVOS DE RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS ....... 260 3.- TIPOS DE MÉTODOS ALTERNATIVOS RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS .......................................... 270

DE

4.- LA NEGOCIACIÓN .......................................................... 273 5.- LA CONCILIACIÓN ......................................................... 279 6.- LA MEDIACIÓN ............................................................. 281 7.- EL ARBITRAJE .............................................................. 286 8.- LA ENSEÑANZA DEL ARBITRAJE EN EL NIVEL UNIVERSITARIO ... 290 ACTIVIDADES SUGERIDAS CAPÍTULO VIII ....................... 295 BIBLIOGRAFÍA ................................................................. 303 ÍNDICE GENERAL .............................................................. 311

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