Manual de Historia Romana PH LE BAS

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q ue ro d ea la s colinas de C ortona y que c ie rra n la s m árjenes del lago d eT rasim en o . C olócase c o a los A fricanos y los E spañoles en fren te de la estre ­ cha salid a que conduce á e ste valle, y oculta de­ trás d élo s m o n te c illo sc irc u la re sq u e form an com o las g rad a s de este vaslo anfiteatro, á su s balles­ tero s y a su caballería. Al d e sp u n ta r el alba pene­ tra F laininio en el desfiladero envuelto en u n a n ieb la espesa, y an tes qu e h u b ie se podido for­ m arse en b atalla se vió acomeLido por todos la­ dos sin poder conocer á sus enem igos. Q uince mil Ilonianos q uedaron en el cam po de b a ta lla victim as d e la im p ru d e n c ia d c u n jc le que cayó tam ­ bién después de h acer prodiíios de v a lo r; seis mil que lograron forzar las líneas enem igas se vieron al siguiente (lia en la n ecesidad de ren d ir­ se, diez, mil solam ente d isp e rsán d o se por la E tr u Tia volvieron á Rom a por d iferen tes cam inos. E l encarnizam iento de los dos ejercitos fué tal q u e ni siq u iera sintieron la conm ocion de un tem blor de Lierra que, d u ran te la b atalla, destruyó ciu d a ­ des, cam bió el curso do m uchos ríes, y desgajó m ontañas ( ií7 .) D espués de esta b rilla n te v ic to r ia , Á nnibal p en e tra en O m bría. Cede a n te la valerosa re sis­ tencia de Espolelo (XXIV) y se r e tira al P ice n o , grovincia rica y f é r til, p a ra re h a c e r alli su s tro ­ pas, y sobre lo d o , su cab allería diezm ad a p o r u ñ a enferm edad conlajiosa. En R o m a , d esp u és de la d e rro ta del T rebia* habían engallado al pueblo diciéndole que habiat sido dudosa la victoria. P ero esta vez fué p rec iso abandonar los rodaos. El p r e to r Pom ponio convo­ có la asam blea del pueblo y le dijo : «R om anos* Biblioteca Popular. 292

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BISTOBIA

hem os sido vencidos cu un g ran com bate.» L a im presión qu e produjo e sta n u e ra fué tan te rr i­ b le, q ue aun aquellos que se h ab ían bailado en la b atalla ju z g aro n el d esastre m ayor todavía que Jes había parecido en el m om ento de la lucha. D e com ún acuerdo se re c u rrió á la d ic tad u ra y el p ru d en te Fábio fué etejído dictador. Escojió a Minuc-io por jeneral de la ca b allería y despues de h ab e r ofrecido á los dioses sacrificios solem ­ nes, p artió contra A nnibal, no con la intención de co m b a tirlo , sino resucito á cansarlo y debilitarlo con u na p ru d en te lem porizacion. A lia de ev itar los ataq u e s de la caballería, A nnibal acam paba siem pre en sitios m ontuosos y esca rp a d o s: cuando el enem igo qued ab a en su cam po él se estab a q u ie to ; cuando se ponia en m a r c h a , j i raba al red e d o r de él y siem pre á su v ista, pero sin abandonar las a ltu ra s , y á d ista n ­ c ia en que Annibal no podía o b ligarle á com batir; b asta n te cerca sin em bargo p ara h ac er tem er á los enem igos que estas dilaciones no tenían otro objeto q ue e sp erar el m om ento favorable para atacarlos. Fábio em pero prolongando asi la g u erra s e h a c ía jen cralm en te a b o rre c e r; sus tropas m u r jn u ra b a n de él, y el mismo enem igo habia form a­ do u na opinion poco ventajosa de su valor y p e ri­ c ia m ilita r. Solo A nnibal juzg ab a de otro m o­ do. (X X V .) A p esar de todos los esfuerzos de los C artagi­ n eses p a ra v en cer la resolución de su adv ersario y á p e sa r de los vanos clam ores de las tropas r o m a n a s, que por irrisión llam aban á su jen eral el pedagogo de A nnibal, Fábio p ersistió en s u

TiGITANA.

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resolución. Valido de hábiles maniobras logró es­ trechar á Annibal cerca de Casiliao en la Campaa ia, como este habia estrechado á los Romanos en Trasimeno. Pero el astuto africano logró b u rlar sus planes por medio de una eslratajcm a. Solió en dirección de los Romanos dos mil buevcs, en euyas astas se alaron sarm ientos encendidos, y á favor del desórden que esparcieron en las filas de sus enemigos, logró salir del desfiladero. Es la noticia esciló un profundo descontento en Roma y díóse al lugar-teniente de Fábio poderes iguales á los de su jeneral. Mioucio quería man­ d a r alternativam ente con el dictador, pero este se negó y dividió el ejército en dos cuerpos. M inucio con sus tropas atacó á Annibal y cercado por todas p a rte s , hubiera perecido sia 'la llegada de Fábio, ante quien los Cartagineses se retiraron en desórden. «No os habia yo dicho muchas veces» esclamó entonces A nnibal, que esa nube que se m antenía siempre sobre las moniañas acabaría u n día por reljcntar y descargaría sobre nosotros una violenta tempestad. 1» Sin embargo, Fábio dimitió su dictadura, y los cónsules que le sucedieron, siguieron su sistem a de leraponzacion; empero al año siguiente (216}, el pueblo cansado de todas estas dilaciones, y p e r­ suadido de que los nobles prolongaban 'con desig­ nio las hostilidades, quiso tener un cónsul verda­ deramente plebeyo; poroue, d e c ia , qne esle era el único medio de concluir la guerra. Nombróse pues, al hijo de un carn icero , Terencio Yarron, -que aseguraba que le bastaría un dia para ver á ■los enemigos y vencerlos, y se ie agregó al patri­ cio Paulo Emilio, discípulo y amigo de Fábio.

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HISTORIA

T a r r o n , sordo & los p ru d en te s consejos de sn c ó le g a , Tino é. acam par en presencia de A nnibal e n las m árjenes del Aulido, cerca del burgo de CaDas; al sig u ien te d ia desde elam a n ec erh izo desple­ g a r d elan te de su tienda el m anto de p ú rp u ra, se· ñ al d e la batalla. A nnibal se ap resu ró á a c ep tar el com bate. Prim ero formó á su ejército de espal­ d a s al viento que era recio y a b ra sa d o r, á fin d e que el polvo de estas llanuras aren o sas cegasen k los Rom anos. Cu seguida colocando en las d o s a la s á los mas fuertes y los m as valientes de sus soldados, situóse él mismo en m edio con los menos a g u e rri­ dos, y los dispuso de m anera que el centro de su ejército abanzase form ando ángulo y tra sp a sa se las alas. Este ángulo se replegó pronto por su ó r den trazando una m edia luna; y cuando Jos Rom a­ nos abanzaron p a ra ap ro v ech arse de esta p rim e ra ventaja, las dos alas se aproxim aron v envolviendo al enem igo le causaron u n a h o rrib le m ortandad. C incuenta mil Rom anos perecieron en esta batalla, r mas de diez mil fueron liechos prisioneros. P aulo ¡millo cubierto de heridas se dejó d ar la m u erte, y 'Y a rro n seguido de escaso núm ero de los su y o s se refujió en V enusa. La v icto ria de Canas dió á A nnibal toda la Ita lia m eridional, pero R om a e r a dem asiado fuerte p ara rese n tirse de tan g ran re ­ vés. A dem as, los C artagineses no habían m atado 50 mil Romanos sin haber agotado todas su s fuer* zas y recursos ¡ necesitaron, p u es , dinero y toda clase de socorros. Los pueblos italianos q u e que­ ría n d eb erles su lib e rtad no estab an dispuestos á p a rtic ip a r de sus peligros y fatigas. La m ism a Cartago que tem ía hallar m as ta rd e uu tirano ea A nnibal, se contentó con enviarle 4 m ilN ú m id as.

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aoMAiíAr

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«Si A nnibal es vencedor, decía H aanon, no n ece­ s ita so c o rro , si e s vencido „ nos engaña y en to n ­ ces es indigno de ellos.» Felizm ente A nnibal te ­ n ia firm eza de ca rá c te r; abandonado á si mismo su p o p a sa rse sin los socorros q u e se le negaban y p erm an ecer siendo por espacio de 16 años el te rro r d e Roma, L a p rim era ciudad donde entró después de su v ic to ria fué C ápua, que se entregó ¿ e l , y e n la cual pasó el invierno para reh acer sus tropas. R om a aprovechó este tiempo; los aliados se m an­ tu v ie ro n íieles: organizáronse nuevos ejércitos, y dioso m as impulso y vigor á las hostilidades en to d as p arte s donde no esta b a A nuihal, en S icilia, E spacia, C erdeña y G recia, A hora los Rom ano» ev ita rá n las grandes b atallas con el je n eral c a r­ taginés:, y e s t e , reducido casi á la inacción por l a . deb ilid ad de su ejército, se v erá obligado & su b le­ v a r el m undo contra sus obstinados adversarios. M ie n tras m aniobra con ad m irab le d estre za e n ­ t r e los ejércitos rom anos qu e le rodean desde la extrem idad del Abruzo h a sta el Lacio, arm a al re y -de M acedonia y hace que se declare S iracu sa con­ tr a los Rom anos. Al mismo Liempo , se proporcio­ n a recu rsos á su herm ano A sdrubal, y deb e se­ g u ir el cam ino que él h a trazado tan peuosam en-r te d esd e el E bro h asta los A lp es; invadir segun­ d a vez la Italia y v e n ir á reunirsele con u n e jé rc i­ to de G0 m il hom bres. E ntonces podrá te rm in a r de un. golpe la g u e rra y p o strar á Rom a á sus pies. P ero Rom a, haciendo prodigios de constancia* d esp u és de las jo rn ad as de T e sin o , T re b ia y Tra·^ sim eu o , d espues de la de C a n a s, m as fu n esta to d av ía, abandonado de casi todos los pueblos v e ·

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H ISTORIA

ciaos de la Ita lia , no pidió la paz p orque et s e ­ n ad o jam ás se ap a rtab a de las m áxim as antiguas: o b rab a con Annibal como había obrado en otro tiem p o con P irro , co a quién no quiso hacer aco­ m odam iento alguno m ientras estu v iese en Italia, y seg ú n Dionisio de H alícarnaso, cuando se v e ri­ ficó l a negociaciou de C o rio la n o , el senado de­ claró que no violaría su s costum bres an tig u as, q u e el pueblo rom ano no podía h ac er la paz m ien­ tr a s ios enem igos perm aneciesen en sus tie rra s; p e ro q ue si los Yolscos se re tira b a n , se concede­ r ía todo lo que fuese justo. R om a se salvó por la Tuerza de su institución. D espues de la batalla de C a n a s , ni aun se perm i­ tió a las m ujeres que llorasen: el senado no quiso re s c a ta r los p risio n e ro s, y envió los m iserables re s to s del ejército á h ac er la g u e rra en Sicilia sin rec o m p en sa ni honor m ilitar alguno , h a s ta que A nnibal fuese espulsado de Italia. P o r otro lado el cónsul T erencio LVarron ha­ b ía huido vergonzosam ente h asta Y en u sa; este Jiom brc, del m as bajo n a c im ie n to , no h ab ía sido elevado al consulado sino para m ortificar la no­ bleza. P ero el senado no quiso gozar de este d e s­ g raciad o triu n fo ; vió cuán necesario era qu e s e a tra je s e en esta ocasion la confianza del pueblo; salió al encuentro d e Y arro n , y le dió gracias p o rq u e no había desconfiado de la república. No es com unm ente la pérdida real que p ro d u ­ ce u na b atalla , es d e c i r , la de algunos m illares d e h o m b re s, la que es m as fu n esta á u n E stado, sin o la p érd id a m oral y el desaliento que le p riv a de las mismas fuerzas que la fortuna le habla de­ jado (XXVI).

ROMANA.

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Pío ta rd a en p alid ec er la estrella de Annibaf, M arcelo le causa dos descalabros cerca de Ñ ola ( 2 1tí y 2 14); y la C e rd c ñ a , que se subleva en fa­ vor de los C artag in eses, se v e obligada por M a a lio T orcuato ít som eterse al yugo de Rom a. Dos años m as, y la Sicilia se rá p erd id a p a ra los Car­ tagineses. D espues d e la m u erte de H ie ro n , Siracusa,. como acabam os de d e c ir, se declaró p o r C a rta go (21 h): el senado envió á ella á M arcelo, el p ri­ m ero de los je n e ra le s rom anos que pudo ja c ta rs e de h ab e r batido á Annibal. T res años necesitó p a ra ap o d erarse de esta g ran ciu d ad , á la cual defendía el jcuio de A rquim cdes (2! 2). Dos año? d esp u és, la tom a de A grigento en tre g ó toda la S icilia &. los Rom anos. En 214 h ab ía el rey de M acedonia lirm ado un tratado con A nnibal; lo í R om anos, sin d arle tiem po p a ra p a sa r á Italia, v an á atacarle en E p iro , le q uitan á O ric o , 1c obligan á quem ar su escu ad ra y á ir á o cu ltar e a M acedonia su hum illación y su vergüenza. E n I ta lia , Cápua fue la p rim e ra en d a r la señal d a defección ; el senado quiso Lomar co n tra ella u n a te rrib le venganza. Sin d ejarse estra v ia r por la s evoluciones y las am enazas de Á n n ib al, que vino á acam p ar h asta el pie de las m urallas de R om a, los cónsules se encarnizaron con C ápua y diero n , tom ando á e s ta ciudad [211}, un golpe m ortal k Ja influencia de los C a rta g in e se s, q u e no h ab ían odido salvar su s prim eros aliados. La reducción e T áren lo por F ábio (209) no 1c ftié m enos fu­ n e s ta , Sin em b arg o , todavía podia re p a ra r todas su s pérdidas. Su herm ano A sdrubal llega con se­ se ó la mil h o m b re s ; que se le ag re g u e y r e a p a re -

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HISTORIA

c c rá a lodos los peligros de liorna. P ero e sta se salv a coa la victoria de M etauro , y la cabeza de A s d ru b a l, arrojada á las trin c h e ra s'd e Annibal, te a a n o c ía que debe perder p ara siem p re sus espe­ ran z as (207). D esde entonces se en c ie rra en el A b razo , donde luchará todavía por espacio de tres a ñ o s co n tra los jen erales ro m a n o s, h asta el m o­ m ento eu que C artago le llam e para salvarla de üscip io n . E ste en efecto se hallaba á su s p u erta s. E n ­ viado á E spaña desde el año 1 para re p a ra r en e lla los d e sa stre s de su padre y de su tio , ven­ cidos y m uertos después d e b rilla n te s victorias» ü se ip io n se habia apoderado de C a rta g o , arsenal d é lo s C artagineses cu E sp añ a; y pronto por su d e s tre z a en g an a r k los in d íg e n as, d espués de tr e s v icto rias perdidas por los C artag in eses, b a ­ hía· som etido á sus arm as toda la península. V u el­ to á Ita lia y nom hrado cónsul en recom pensa de s u s triunfos»’ ejecutó el proyecto concebido y p re­ p arad o por él largo tiem po hacia de llevar n u e ­ v am en te á C artago la g u e rra que Annibal habia ilevado h asta los m uros de Rom a. H abiendo d e s­ cen d id o al Africa con trein ta mil lejionarios, q u e ­ m ó d u ran te una noche , á cu a ren ta mil C artagine­ s e s eñ su cam pam ento (*204), batió en los Gran­ des Llanos (203), á A sdrubal y S y p h a x , rey de los N ú m id a s, tomó i T anez y entregó la Numidia: & su aliado M assinisa , á quien el mismo Syphax h ab ía en otro tiem po despojado do ella. A m enazada por E scip io n , cuyas tropas venían á m ero d ear hasta su s p u e rta s, C artago llamó al fin á A n n ib a l; pero la fo rtu n a de R om a le a rra s­ tra b a : no pudo vencer en su p a tria , y la b a ta lla

BOMANA.

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d e Zaina (202), que perdió á pesar de sus a d m ira bles disposiciones, puso k C artago en la. n ecesidad d e a c ep tar la paz que Escipion le ofreció· «La Es­ p a ñ a , la S icilia y todas las islas en tre la Ila lia y el A frica; qued arán á los R om anos; y los C arta­ g in eses e n tre g a rá n sus e le f a n te s , sus bajeles de g u e r r a , á. escopcion de diez trirem es que conser­ v a rá n p ara su com ercio; p ag arán en cincuenta años diez mil ta le n to s, y no se em peñará.n in g u n a g u e rra sin el consentim iento del pueblo rom a­ n o [201).» Asi term ina en provecho de Rom a e s a lucha ue ha sostenido con Lanío h e ro ísm o ; la caida de arlago le a se g u ra el im perio del m undo, p o rq u e y a no hay poder capaz de re sistirla .

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CAPITULO X. G u erra conlra Filijto y Artiioee.

§. 1E s ta d o

dei

O r ie n te d esfu es s e la segunda GUEnRA

TÍN ICA .

L a batalla de Zam a y la ru in a d e C artago d ie­ ro n á Roma el im perio de O ccidenle, y ya no que­ daban para hacerle frente en Espaila* y en G alia m as que poblaciones a isla d as, que au n q u e belico­ sas y debiendo todavía eje rc ita r por m ucho tiem po el valor de las lejiones, no eslalian sin em bargo unidas e n tre si de m anera qu e form asen un p oder d e alg u n a im portancia. E n cuanto á la Italia y i la

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HISTORIA

Sicilia, estaban, completamente sometidas. El Afri­ ca cartaginesa estaba repartida entre Massinisa y Cartago. Esta es uua presa de que se apoderará Л о т а cuando quiera. H asta entonces habían existido como dos mun­ dos separados: en el uno peleaban los Cartagine­ ses y los Romanos; el otro estaba p itad o por con­ tiendas desde la muerte de Alejandro. Estos dos mundos eran tan estraños el uno al otro que Herodoto y Túcidides parecen no haber eonocido á los Romanos. Si Filipo, rey de M acedonia, contrajo despues de la batalla de Canas una alianza con Annibal, esta aliauza no tuvo resultado, y el prín­ cipe no bizo mas que dem ostrar á los ílom anas una mala voluntad inútil. El tratado que terminó la segunda guerra púnica dió á los Romanos espa­ cio para reflexionar y estender sus miras ambicio­ sas sobre esc mundo de sucesores de Alejandro, en que debía bastar que se presentasen para ser Señores. Aquí habia mas riquezas que en Occiden­ te , mas civilización, mas brillo, pero también m as debilidad. Contábanse entonces en el Oriente cua­ tro potencias capaces de resistir á los Romanos, la G recia, y los reinos de M acedonia, de Siria y de Egipto. E n la Grecia se hallaban todavía tres ligas con­ siderables: los Etolos , los Aqueos y los BeocíosE stas ligas eran asociaciones de ciudades libres,, que teman asambleas jenerales y m ajistrados co­ m unes. Los Etolos eran belicosos, atrevidos, ávi­ dos de ganancias , fáciles en quebrantar sus pa­ labras y sus juram entos y que hacían la g u erra por tierra cómo los piratas" la hacen en el mar. Lo? Aqueos eran mas pacíficos, gracias al jeaio de-

ROMANA.

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A rato q ue h ab ía reconstituido su liga. P ero e ste p u eb lo sío verdadera f u e r z a , se hallaba todavía d eb ilitad o por la rivalidad de E s p a rta , que cor­ ro m p id a y a e je n e ra d a , conservaba sin em bargo co a su nom bre sus an tig u as p retensiones al P e lo ioneso, Los B e o d o s, cu y a confederación ocupaba a G recia central „ habían abdicado to d a dignidad, todo patriotism o para ab andonarse á su s p la ce re s. U n d ecreto había declarado que los Beocios no se m ezclasen ya en los asuntos jc n erale s de los G rie­ g o s; v e r a , dice P o lib io , costu m b re e n tre ellos q u e el p adre dejase su s bienes n o á sus hijos, sino a su s com pañeros de m esa, de m anera que lenian q u e hacer m as co m id as, que dias contaba el m es, A ten as no e ra y a m as que u n a ciudad literaria , sin f u e r z a , sin aliados , y que uo asom braba a l m undo sino por las lisonjas que trib u ta b a á los re y e s. A unque dividida e n tre tantos pueblos celo­ so s los unos de los o tr o s , la G recia e ra todavía tem ib le por su s itu a c ió n , por su fu e rz a , por la m u ltitud de sus c iu d a d e s , por el núm ero de su s s o ld a d o s, por sus costum bres y le y es. Ama­ b a y conocía el a rle de la g u e r r a , y h ubiera sid o in v en cib le, a haber estado u n id a ; pero las r i­ v alid ad es de los p u e b lo s , las in trig as de la Mace­ donia habian creado allí intereses encontrados. F ilípo y Alejandro la habian m as bien asom brado q ue dom ado. Cuando Ja M acedonia, d u ra n te las conm ociones que sig u iero n á la m u erte del héroe in a ce d o n io , fué asolada pof los G alos, la G recia q u ed ó e m a n c ip a d a , pero los reyes de M acedonia trab a jaro n siem pre por reco b rar la influencia q u e h ab ian p erd id o ; p ara lo g rar su s planes em plearon todos los medios, la fuerza, la astu cia y las alian­

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EISTOMA

z a s. Asi es como Filipo , que hizo el Iralado coa A n n ib a l, había logrado, m erced á la rivalidad de lo s E sp artan o s y A q u eo s, ejerce r g ra n influencia s o b re la G recia. Si Filipo h u b iera m ostrado d esd e le jo s k los G riegos la am bición ro m an a , si hubiese conseguido p o r su m oderación e slin g u ir todas las riv alid ad e s particu lares y coligar á toda la G recia, co n tra los B árbaros, mucho h ubiera dado que h a­ c e r a llo m a . P ero la, irritó poi el contrario coa su s pequefias u su rp acio n es, y entreteniéndose en dis­ c u tir in tereses p u e r ile s , cuando de su exisLencia s e tra ta b a , se hizo con su s malas acciones odioso á todos los G rie g o s, de modo q u e Roma, logró ín u v poca costa arm ar por Jo m eaos p arte de ellos co n tra él (XX V II), D etrás de la M acedonia, en el A sia, se halla­ b a el reino de Siria, que á pesar de los títulos poinp osos con que su s rey e s ocultaban su debilidad, n o podía p rese n tar resisten cia si e ra se ria m e n te a ta c a d a , habiendo ya perdido á casi toda el A sia ' Hienor. Dos r e in o s , Pérgam o y la B ítin ia , se h a Lian, levantado en las cosías sep ten trio n ales. Los G alos se habían establecido en el centro para r e s c a ta rla con facilidad. A llende del T au ro se hallaba, la S iria propiam ente dicha que consistía casi toda,· e n dos ciudades» A utioquia y Seleucia, cu y a rivali­ dad debilitaba m asel im perio. Al N E- estaba am e­ nazad a por la naciente m onarquía de los Partos*, m ien tras que al S. 0 . el Egipto Je d isp u tab a la F en icia y la P alestina. En tiem po de los Tolom eos,. e l E gipto llegó á se r uaa provincia floreciente. El com ercio le llevaba casi todas las riquezas del O rie n te ; pero el E jip to , á decir v e r d a d , no era> m as q ue una escala o depósito. En e sta provincia;

TLOMATU.

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.solo h ab ía un a c iu d a d , A lejandría, que lo a h s o r v ía todo, y cuyo populacho hacia todos los d ías revoluciones q u e conm ovían el im perio. No h ab ía p u e b lo , ni fuerzas m ilita re s; las únicas tropas q u e v alían alguna cosa e r a n , como en S ir i a , m erce­ n ario s g riegos ó galos. D esde el m om ento en q u e se hubiese im pedido al E gipto y á la Siria re c lu ta r jo u le cu G re c ia , se les h ab ría despojado de todas su s Tuerzas, y casi se ria suficiente un sim ple d e­ creto del senado p ara h acer ro d ar los Lronos de lo s rey es d e Ejiplo v de Siria.

§ n. G ukrba cojítha F il ip o .

Ya hem os dicho que Filipo hahía hecho un tr a ­ tado con Aun i bal. É ste acto p are cía pro m eter á los Romanos sérios peligros; pero cuál fué sn so r­ p resa cuando al ir al encuentro del rev do Mace­ donia le vieron tan poco o re p a ra d o ? S orprendie­ ron su cam pam ento, le obligaron á qu em ar su es­ cu ad ra y volverse de p risa á M acedonia. L a g u e r­ ra fué debilitándose poco á poco h asta 20o. Una paz de cinco años suspendió las hostilidades. L os Rom anos la em picaron en crearse p artid ario s e a la G recia; v cuando el aüo SCO declararon la g u e r­ ra á F ilip o , este príncipe se hallaba casi red u c i­ do á sus pro p ias Tuerzas. Sin em barg o , la g u e rra no tomó alsu n a actividad h asta el m om ento en uc el pueblo nom bró cónsul ¿i Ffam inino, ém ulo e Escipion el A fricano, que atacando de frente a l rey d e M acedonia, atrav esó audazm ente los ni o n -

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HISTORIA

te s C a o n io s, batió á Filipo cu el Ao y le q uitó en u n a cam paña el Epiro y la T esalia, AI año síg u ieate , Fiam inino , cuyas in trig a s habían hecho de­ c la ra r á todos los G riegos co n tra el rey de M ace­ d o n ia , le causó en Cinocéfalas (196) una d erro ta d e c isiv a (XX VIU). Filipo tuvo que co n ten tarse co a la posesion de la M acedonia, entregó su escu ad ra y redujo su ejército á quinientos hom bres. D espues de hab er rendido de este modo á la .M acedonia, Fiam inino m archó á pro clam ar en los ju eg o s Islhm icos la lib e rta d de la G recia. L a s g u arn iciones rom anas evacúan en efecto todas la s plazas, pero Fiam inino deja por todas p a rte s de­ tra s de si sem illas de ódio y de g u e rra . N abis, tiran o de L accdem onia, p ie rá e ¿ G ythio y A rgos; sin em bargo todavía es b asta n te fuerte p ara lu ­ c h a r co n tra los A queos. En la G recia c e n tr a l, los Jítolos deben vijilar á Filipo. P ero R om a cu e n ta dem asiado con la buena voluntad de esto s mismos q u e p o r su pai te creen h acer hecho m ucho p o r «lia. «N uestra caballería lia s id o , d ic en , la q u e h a ganado la victoria de Cinocéfalas, y Rom a ol­ v id a n u estro s servicios. N osotros le p robarem os q u e som os no menos tem ibles como ad v e rsario s ) fue señalado ñor nuevos triunfos. £1 cónsul V alerio Flacco batió á los Boyos c e rca d el bosque L ítana, y les m ató ocho m il hom bres; pero habiéndose dispersado el ejér­ cito enem igo, se co a te ató con esta ventaja, y em ­ pleó el resto del invierno en re p a ra r los edilicios q u e h abían sido d estru id o s en P lasen cia y en C rcm ona, donde tuvo sus tro p as acantonadas. P ero en Í94 hace Rom a un vigoroso esfuerzo. Los dos cónsules tendrán á lalL alia por p rovincia, el núm ero d e las lejiones se lijará en ocho. Mien­ tr a s llegan los cónsules, Flaeo que continuaba c o ­ m o procónsul en el m ando del ejército rom ano, d eshace en las cercanías de Milán la s fuerzas r e u ­ nidas de los Boyos é Insu b res que p ie rd e n diez m il hom bres. Poco d espués de este triunfo, el cón­ s u l T i. Sem pronio Longo llega á la provincia con s u s lejiones. El jefe de los Boyos, Boyorix, secun­ dado por sus dos herm anos, líabia sublevado á to­ d a la nación, y hab ía acam pado en u n llano p a ra a n u n c ia r claram ente su intención de com batir, si el enem igo p enetraba en su te rrito rio . Cuando el cónsul vió el núm ero y la confianza de los B oyos, m andó aviso á su cólega, P . E scipion el A fricano, p a ra que ap resu rase su m archa: m ientras llegaba, d ebía, por m edio de efujios, m anienerse neutral» P ero cabalm ente lo que obligaba al cónsul á dife­ r i r el com bate, e ra lo que aguijaba á los Boyos p a ra ap re su ra rle; querían acabarle an tes q u e se reu n iesen los dos cónsules. Sin em bargo, p o r e s ­ pacio de dos dias se lim itaron á colocarse en ba­ talla, preparados á p elear, si algún adversario se »rescataba, pero al te rc ero dia avanzaron h a s t» as trin d ie ra s enem igas, y atacaron al cam pam en-

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HISTORIA

o p o r todas p arle s. Al punto m andó el cónsul á su ejército que tom ase las arm a s. T rá b ase un com~ b a te encarnizado; altern ativ am en te am bos p arti­ dos son vencedores y p uestos en fuga; pero según to d a verosim ilitud, la ventaja es de los Galos, p o r­ q u e Sem pronio se refujia en P lasencia; y cuando JEscipionse une á él, se lim ita á algunas prudentes escaram u zas, y aun dicen los historiadores que se volvió á Rom a sin hab er intentado siq u ie ra ciar la b a ta lla . En I9S se verifica otro levantam iento en m asa, d e los infatigables B o y o s, que logran su b le v ar la L ig u ria. El peligro pareció g rande e n R o m a, p o r­ q u e se declaró que h á b il fiimtitío; se h iciero n alis­ tam ien to s eslra o rd in ario s, y aun fué preciso que los dos cónsules fueran en p erso n a á h ac er frente á tan tem ibles adversarios: Uno de e llo s, Q . M inuci·), m archa con ira los L igurios, (jue se atre v en á sitiarle en su cam pam ento * si bien fueron por él d e rro ta d o s ; el o tr o , Cornelio M erula , a tra e á las llanuras á los B o y o s, que retirados h asta en­ to n c es en sus bosques, se hab ían contenlado con m olestarlo sin cesar. T errib le fué la b a ta lla , la cu al duró hasta m edio d ia , quedaudo en ella ano­ nadado el cuerpo de los veteranos ro m a n o s; pero u n a carg a dad a á tiem po por la caballería a u x ilia r aseg u ró á los Romanos un a v ic to ria largo tiem po indecisa. Los Galos perdieron catorce mil hom bres, rin d ien d o m il novecientos las arm as. E sta población en é rjica co m en ta b a ¿d e b ilitarse ; a s i cuando en 192 los có nsules Dom icio Enobarbo y L. Q uinto F lam inino, ejerciero n en el país hor­ rib les sa q u eo s , g ran u úm ero de familias galas, d e se sp e ra n d o del triunfo de m as la rg a resisten cia,

kovana.

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vinieron á. refujiarso al cam pam ento rom ano. P e ro no hallaron en él la hospitalidad cou que hab ían contado. Ua solo rasgo p ro b ará lo que al som e­ te rse los G alos podían e sp e ra r de los Rom anos. Flamintino h ab ia traído de R om a un joven que ap reciab a m ucho, y este, p ara h acer valer su g ra ­ titu d , le recordaba frecuentem ente que h ab ia s a ­ lido de Rom a en el m om ento en q u e iba á y criti­ c a rse un com bate d e gladiadores. Ua dia , cuan­ do estab a n com iendo, y y a calientes con los va­ p o res del v in o , an unciaron al cónsul que n a noble Boyo venia coa sus hijos p ara im p e tra r u a asilo de su proleccion. Flam inino mandó que lo introdujesen en su tienda. El Galo principiaba % h ab larle por m edio de in té rp re te , cuando F lam i­ nino volviéndose á su favorito, le dice. «S upuesto q ue has renunciado un espectáculo de alad ¡ado­ r e s , q u ieres v er m orir á este Galo?» El joven, m u y ajeno de que no fuese una chanza sem ejante p re g u n ta , hizo una señal afirm ativa. Al punto el c ó n s u l, lomando su espada colgada encim a de su c a m a , h iere al Galo en la ca b e z a ; y como e ste d esgraciado huyese, invocando la fé aei pueblo y de lodos los espectadores, Flam inino le hunde su espada en el costado. lie aquí el punto á que h a­ bia llegado Roma. C ierto que Fjam inino f u é r e s i­ denciado por este crim en; pero lo fué ocho años d esp u és de perpetrado , bajo la rig u ro sa ce n su ra de Caíon. T al fue la s u e rte de los Bovos desde el m o­ m ento en que cesaron de consulLar á su v alo r, y en que cada uno aisladam ente procuraba h ac er sut paz con el vencedor. H icieron sin em bargo toda­ v ía esfuerzos jenerosos. En 101 perdieron u n a b a -

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HIST0BIA

-talla., en que el cónsul Escipion N asica les m ató v ein te mil hom bres y les cojió tre s mil p risio n e­ ro s. E m briagado con esta v ic to ria , se en tre g ó á h o rrib les e s c e s o s , y osó j a c ta r s e , al reclam ar lo s honores del tr iu n f o , de no hab er dejado vivos d e to d a la raza B oya, m as c^ue los niños y ancianos. No quedó dc’l todo cstm g u id a e s ta raza jen ero sa , pero desesperada de lu ch ar m as tiem po con su cruel enem igo, y no pudiendo resig n a rse á v i­ v ir como esclava eñ el seno de su p a t r i a , reunió su s r e s to s , y atravesando los Alpes N oricos , fué á refu g iarse en las m árjenes del D a n u b io , y el nom bre de Boyos quedó borrado de la Italia (190).

§. III. C o nqu ista de la

L ia c im .

Los I a s u b r e s , que desde 19 i habían quedado en la inacción, no tard aro n , instruidos por el ejem p lo d e los Boyos, en hacer la paz con R o m a (187). H acia ya tre s años qu e los Cenom anos habían abandonado la causa c o m ú n , y deb ían á esta co­ b ard ía una ap arien cia de protección. Los Y enelós s e hablan som etido igualm ente sin h ac er uso d a las arm a s. No q u ed a b a y a m as que la v alero sa n ación dé los L ig u rio s, q u e según la espresion d e T ito L iv io , p are cía reserv ad a por los dioses p a ra m a n ten e r la disciplina rom ana d u ran te los in té r­ nalos de las grandes g u e rra s. «Los L ig u rio s, dice l rloro, resid ían al pie do los A lpes, e n tre el V a r y el M agra, en los sitios m ontañosos, y costaba m a s trab ajo h allarlo s q u e vencerlos. E ra n h om bres

rom ana.

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d u ro s y a jile s, que cifraban su se g u rid ad en su ajililidád y en las posiciones que ocu p ab an , y según las ocasiones, m as bandidos que guerreros^» Su resisten c ia duró todavía tre in ta años. En el año 189, habían decollado la escolta del p r e lor Bacbio, que se d irijia á E spaña, y él mismo» HeiiO de heridas, llegó sin lic to res ¿M a rse lla don­ de murió á los tres d ía s. Dos años mas ta rd e , e l cónsul C. F lam iuio, d espucs de m uchos com ba­ tes afortunados, obliüó a los L iguríos F rin iata s á som eterse, y les mancío e n tre g a r las arm as. Mu­ cho debía to s ta rle s sem ejante sacrificio, así no e s cstraño q ue recu rriesen a la astucia p a ra s u s tra e r ­ se al de«arm c, y como se les castig ab a por su d esobediencia, abandonaron sus hogares y se r c fujiaroa en el m onte A ngino. El cónsul los sig u ió h asta sus g u arid a s, y acabó, no sin trab ajo , d e vencerlos y desarm arlo s. En seguida atacó á los L igurios Apuanos, pue som elio ig u a lm e n te ; y cuando hubo asi pacilicado su provincia, em pleó su s tro p as en co n stru ir u n cam ino m ilitar d esd e Bolonia á A re 7. 0 . Por su p a rte , el o tro cónsul, M . Em ilio, acab ab a la sum isión de aquellos L ig u rio s q ue se h abían retirado á los A peninos; y él tam ­ bién, d espués de su v ic to ria , ocupó á sus tropas en a b rir un cam ino d esd e P lasencia á R im íni. Es preciso creer sin em bargo qu e el desarm o de los A puanos no h ab ia sido com pleto, por qu e al año siguiente ( 186) se envió contra ellos al cón­ sul Q. M arcio Filipo, al cual sorp ren d en en u n desfiladero y le causan la p érdida de cu a tro m il h o m bres. É sta v icto ria fué tan grande, qu e s e can saro n an tes de p e rse g u ir, que los Rom anos d e h u ir. E l cónsul no pudo Jaorrar el recuerdo de es­

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h is t o r ia

ta d erro ta; el desfiladero en que fué vencido, con­ servó siem pre su nom bre (Fauces Marciana?). Los suceso res d eM arcio ,M . Sem pronio T u d ilano y Ap. C laudio, rep araro n este d e sa stre . Sem pronio talando los cam pos de los L igurios y quem ando su s castillos, ocupó el p aís lias la el M agra y hasta el puerto de L una. Los L igurios entonces se refujíaron á una m o n ta ñ a , antiguo asilo de su s a n te p a sa d o s; pero Sem pronio, á pesar de los obstáculos que ofrecía e s ta posicion, logró ech arlo s de ella. P o r su p arte Apio Claudio batía con éxito á o tra poblacion L iguria, los In^aunos, tom aba se is de su s plazas Tuertes, y m andaba cor­ ta r la cabeza i cu a ren ta y tres jefes acusados de se r los au to res de la g u erra. Sobrevinieron despucs cuatro anos de descan­ so ; pero, desde la p rim a v era del año 181, el pro­ cónsul Paulo Emilio debió m arch ar contra los ín gauuos. A penas establecieron su s reales en !as fro n teras ae lo s enem igos, cu a n d o esto s les envían d iputados bajo preLcsto de ped ir Ja paz, pero en realidad para inform arse de sus recu rso s. Paulo E m ilio, fiel a la política rom ana, les declaró que no en tra b a en negociaciones h asta que se hiibiesen rendido. Los diputados respondieron que no esta­ ban m uy distan tes de hacerlo, pero qu e necesita­ b a n tiem po p ara som eter á esla resolución á una raz a de hom bres feroces y salvajes. H abiéndoles concedido el procónsul una Ir-g u a de diez días, p idieron q u e d u ran te e ste tiem po, no fuesen los soldados rom anos á corLar forraje y leña al oLro lado de las m ontanas vecinas, único "país cultivado ue poseían. T am b ién accedió á e sta dem anda aulo Em ilio. A provechándose entonces del plazo

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ROMANA·

que les habían concedido, reunieron ap re su ra d a­ m ente todas sus fuerzas d e trá s de las m onlanas de q ue tan a stu ta m e n te habían separado al enem i­ go, y lanzáronse so b re el campo rom ano, sin dejar al procónsul tiem po y posibilidad de organizar y form ar sus tropas en b atalla. No o b sta n te fué tal la resisten cia de los R om anos, que los Ingaunos tu v iero n que re tira rs e á sus posiciones, A lgún tiem po d espues P aulo Emilio ex h o rla á sus soldados, les m anifiesta que los vencedores de A n n ib al.d e F ilip o , y d eA n tiu co , no pueden con­ s e n tir en que los am enacen asi los Ligurios acos­ tum brados á liuir como viles reb añ o s, y que aho­ ra , envanecidos por su p rim era victoria, no tom an y a las arm as sino h arto s de vino y de carn e. Muy pronto, al verlos avanzar ébríos y en desorden, se lanza sobre ellos á la cabeza de sus tro p as, dando g rito s te rrib le s, y les hizo una horrible ca rn ice­ ría . Mas de quince mil L igurios quedaron en el campo de batalla, y dos mil q uinientos cay ero n irisioneros. T re s dias d espues toda la nación de • s Jngaum os se som etió dándole los re h e n e s ; y como ellos se dedicaban tam bién á la p ira te ría , los Rom anas hicieron p ren d e r á su s pilotos y m a­ rin ero s, y C. M asieno se apoderó de tre in ta y dos d e s ú s bajeles. E sta brillan te victoria v a lió á P a u lo Em ilio los honores del triunfo. E n cuanto á los L i­ g u rio s , acabaron por im plorar una paz p erp é tu a, o bligándole ;i no tom ar ya las arm as sino por or­ den del pueblo rom ano."C onservóse un ejército en su te rrito rio . A p esar de la d e rro ta qu e los R om anos h a b ía · causados á los A puanos, tem ían todavía á e ste pueblo valeroso. A si es qu e e a pl año i 80 los p ro -

t

B ilflio lte a P o p u la r .

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HISTORfA

có n su les P . Cornclio y M. B tcbio, que n a d a m e­ m o rab le habían hecho d u ran te su consulado , pe­ n e tra ro n en su te rrito rio . Los Á puanos qu e no es­ p e ra b a n ser atacados an tes de la llegada de los n u ev o s consoles, se som etieron, en n úm ero de do­ c e mil. Tero esto no b astaba & los je n erale s ro­ m anos ; persuadidos de que la g u e rra no se aca­ b a ría e n L ig u ria, sino b asta que d esap arecieran s u s h a b ila u tc s, reso lv iero n , previo el p are cer del senado , tra n sp o rta r á los A puanos á un territo rio q u e había sido arrebatado en o tro tiem po á los S a m n ita s , y que á la sazón p erten ecía á la re p ú ­ b lica. En vano los desgraciados pidieron que no se Ies obligase á abandonar los hogares en que h a ­ b ían nacido; en vano ofrecieron sus a rm a s , y r e ­ h en e s : nada bastó, se les mandó descender de sus m ontañas con sus m ujeres é hijos, y c u a re n ta mil tu v iero n que e sp a tria rse ; R om a sola ocurrió á los g asto s de su nuevo establecim iento. P ero no había sido d esterrad a toda la nación, p o rq u e en e¡ discurso del mismo ano se vio & los dos có n su les m archar co n tra los L igurios, y á Fulvio ré c ib ir la sum isión de los A puanos establecidos en la s m á rg e n e s del Magra, y á los cu ales hace tra n s­ p o rta r por m ar á Ñapóles , de donde son conduci­ d o s á Satnnio P o r su p arte el otro cónsul, Postu«· m ío, ataca á los L igurios de las m o n ta ñ a s, y d e s­ p u és de haber talado sus viñas é incendiado sus casas, los obliga á en tre g ar las arm as y so m e te rse . E n seg u id a reco rre las costas de lo s ín g a u n o s y de los Intcm clios, sin duda para a se g u ra rse de su o b ed ien cia. No estaba todavía com pleta ¡a sum isión de la lig u r ia , porque al ano sig u ien te ( i79), los dos cóa-

ROMANA.

su le s Q . F ulvio y L. M anlio recibieron á e s te p ais p o r provincia. P e a e tra n en las m ontanas, echan d e ellas éi los h ab itan tes, obligándoles a descen d er y estab lecerse en el llano ; y como se tem e que no abandonen sus nuevas m o ra d a s , se colocan avan­ zadas p ara alejarlos á viva fuerza. P asóse el ailo 178 sin que nadie se ocupase y a d e tos L i¿ n rio s, pero en 1v7 hubo o tra revolución. E l procónsul Claudio P u lch er m arch a co n tra ello s, v los d errota eu las orillas del Escultenna» Doce inil hom bres quedan en el cam po, y setecientos so n hechos p risioneros, ap o d érase de cin cu en ta y u n estan d artes y v i á triunfar áB o m a . Pero en su au sen cia los infatigables L igurlos vuelven á to m ar la s arm as, asolan el te rrito rio de M ulina y se apo­ d era n de esta colonia. A.1 saber esta no ticia el s í nado, m auda á Claudio que m arche in m ed iata­ m e n te á b atirlo s, esperando que el nuevo cónsul P e tilio , venga a ponerse íi la cabeza del ejército. Claudio vuelve á q u ita rle s á Mu tin a , donde le s m a ta ocho mil h o m b re s ; d u ran te e s te tiem po, una e sc u a d ra rom ana recorre las costas de la L igu­ r ia p ara in tim id a rá los sublevados. E sto s e u tr e ia n to , al saber la vuelta de Claudio, se habían apo­ derado de los m ontes Lccto y B alista, que rodea­ ron de una m uralla. M li, en su desesperación, a s e ­ sinan á los p risio n e ro s, m atan sus cañados y d es­ trozan co n tra las paredes Ludo el W in hecho en aiu iin a. Llega P ctilio , se une á Claudio y avanza iara atacarlo s en sus retiro s. M uere en un com ­ ía te; pero los enem igos no se ap erciben v p ie r­ d e n su nosicion. El colega de P e tilio , C. V alerio, le su c e d e , y venga su m u erte con nuevos triu n ­ fos.

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Los Apílanos y los F rin iatas estab a n d e s tre z a d o s: quedaban los G arules, los L a r ic in o s , los H e r calas y los B riniatas. El cónsul Publío Mu ció E scevola los som etió y desarm ó (173). E n tre tanto Rom a cont inuó enviando casi Lo­ dos los años sus dos cónsules á L ig u ria. El año 173, los E stacielos, únicos de los Ligurios que ja ­ m ás habían lom ado las arm as co n tra los Romanos« son inju stam ente atacados por el cónsul Popilio L enas. E ste , sitia n d o á C a rista ,su capital, los p u ­ so en la necesidad de lom ar las arm as y p en sar en defenderse. D urante tres horas resistie ro n con un valor heróico; pero una b rilla n te carg a de la caballería rom ana aseguró al cónsul tina v ic to ­ r ia de la cual abusó cruelm ente. Diez mil E s ta cielos solam ente se salvan do este desastre. Cual­ q u ie ra resisten cia que hubieran q u crid o h accr h a ­ b ría sido inútil. Som átense, pues, sin condicion, contando con un trato icneroso, pero el cónsul les q u ita sus arm as, d e rrib a su ciudad, los vende á lodos como esclavos y pone sus b ien es en almo­ n ed a. El senado juzgó esta conducta atroz, y te­ m iendo las consecuencias de sem ejante ejem plo, m andó al cónsul re sc a ta r á los Estacielos, r e s ti­ tu irle s su libertad y devolverles lodos sus bienes; d e s p u e s d e lo cual sa ld rá de la provincia: p o rq u e u n a victoria es gloriosa cuando batim os al enem i­ go q ue nos ataca y no cuando nos cebam os en los vencidos. Popilio no obedeció: corrió á Roma p ara p e ­ d ir q u e el senado revocase su decreto, y como no p u d ie se conseguirlo, vuelve á vengarse en los desg raciados Ligurios. E l año 172, conservando el m ando en calidad de procónsul, ataca á Jos

n o M A iu .

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Estacielos, les mata diez mil hombres, por cuyo motivo provoca un levantamiento en masa de to­ dos Jos pueblos Ligurios. La indignación en Ro­ ma llegó ásu colmo. Los tribunos del pueblo M, Marcio Sermo, y V. Marcio Sila con el consenti­ miento del senado llevan este exhorto: «Si antes de las calendas de Sexlílís hay un solo Estacielo que no haya recobrado su libertad, el senado se compromete por medio de juranieato á juzgar y castigar al aulor de este delito.» Los nuevos cónsules van á reemplazar áPopilio, que es llamado á lloma para que vaya á jusLiltcarse, pero las súlicas y las intrigas de su familia unidas á la iuuencia de su hermano, entonces cónsul, le libran del juicio que le amenaza, y sin embargo hahia asesinado a 20 mil inocentes! Por toda indemni­ zación fueron rescatados algunos millares de Estacielos y se les asignaron tierras al otro lado del Pó. Seis años despues volvieron á sublevarse los Ligurios, pero esLe esfuerzo fue ya el último que hicieron y el cual apresura el resultado de esta lucha desigual. Sin embargo se emplearon en ella cuatro años [ 166—-163} y fueron necesarios des­ tinar cada año dos ejércitos y dos cónsules, para anonadar los restos de este pueblo cnérjico, paTa romper esa piedra en la cual el pueblo romano, según dice oportunamente Floro, babia aguzado por tanto tiempo el hierro de su valor.

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h is t o h ia

§ IV. C O JÍQ U 'STA

DE LA ÍS T R IA -

En el discurso de los años 4 78 y 177 la I s tr ia g a e y a conquistada en 221, había recobrado sti independencia d urante la segunda. g u e rra p ú n ic a, volvió á ser som etida o tra vez al yugo de liorna. E n poco estuvo que e sta espedición fuese funes­ ta al cónsul Manlio Y ulso, que la había em p re n d ído sin la autorización del senado. Filé so rp ren d i­ do en las n iárjenes del T im avo, por los Istriosf, cuyas fuerzas m andaba su rey Epulo. Un te rro r p ánico s e apodera de su ejército, que lo a rra s tra en su fuga y su cam pam ento cae en p oder de los en em ig o s. Estos hallando Jas m esas pu estas en (as tiendas, no piensan m as que en e n tre g arse & los placeres que Ies son poco conocidos. M ártansc d e v in o y de c a rn e; pero d u ran te su em briaguez v u elv e Manlio v los hace pasar del sueño á Ja m u erte. Epulo oder efectivo y hasta m as riquezas p ro p o rc io n aian, si se vendían, y mas era n am bicionadas. Y no solam ente e ra n codiciados estos puestos p o r p e r­ sonas mas ó menos d is tin g u id a s , sino tam bién por uno de los órdenes del E stado, Entonces había tre s en R o m a, y cada uno de ellos , casi siem pre en g u erra con los oíros dos, q u ería o btener lo sju icio s y d arse tam bién los m edios de a se g u ra r la im ­ pu nidad á sus individuos y p erju d icar á los de las o tras dos clases. Asi es que los cam bios del poder judicial no fueron en R om a, corno lo se ria n e n tre n o so tro s, sim ples ca m b irs a d m in istra tiv o s, sino v erd a d eras revoluciones p o lilic a s , porque segun que se hallaba en las m anos de los senadores o d« los ca b allero s, d ab a el predom inio á uno ú al otro de estos dos órdenes, l a liemos visto m uchas v e ­ ces p asar sucesivam ente el poder judicial del se ­ nado á los c a b a lle ro s ; en la época de P om pcyo, los senadores eslaban en poscsion del d e re c n o 'd e en ju iciar. E sle cónsul, que m ien tras lo fue, s e d e claró ab iertam en te co n tra el se n ad o , favoreció la revolución que hizo pasar nuevam ente el d e re ­ cho de en juiciar los c a n ille ro s. A esta revolución dio lu g a r el escandaloso proceso de C. Cornclio Y erres. E ste Y erres se h ab ía dado á c o n o c e r en la g n e r -

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BiLliotem Popular.

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r a civil, al pasar al cam pam ento de Sila con la c a ­ j a m ilitar de C a rb ó n , de (juien e ra cu e sto r. Sila no 1c profesó jam ás n¡ conliauza ш aprecio. E n c a r­ gado, como lu g a rten ie n te del procónsul D olabela, de b a tir á los p ir a ta s , abusó im punem ente de su au to rid ad p a ra ro b a r en Délos, Sam os, T énedos, Asendo y A ten as, las riquezas de su s tem plos. E n am p saco, la infam ia de sus costu m b res espuso su vida á inm inentes p e lig r o s ; salvado del furor del pueblo por la intercesión de los caballeros y de Jos negociantes rom anos, condenó á m u erte á los q u e h abían resistido sus cu lp ab les deseos. P re to r en Rom a en el año 74 vendió la ju sticia todo el tiem po q ue de ella estuvo en c arg ad o . P ero en S i­ cilia uic donde p rin cip alm en te m ostró la m is e ra ­ b le condicion lie los provinciales som etidos к los capriclios de los que Roma enviaba p a ra g o b er­ n arlo s. Si en la m ism a Rom a no bastaban las le ­ y e s, ni la publicidad, ui Ea activ a vijilaneia del senado y del pueblo, p ara co n ten er las prev arica­ cio n es de un m a g istrad o , qué debía suceder en u na provincia, сиуоз h a b ita n te s eran siem pre con­ sid erad o s como vencidos, á quienes su d erro ta e n ­ tre g a b a á m erced de los gobern ad o res rom anos; d onde la ju sticia, las re n ta s, las tro p as de tie rra y m a r, los su m in istro s, y toda la ad m inistración estab a n concentrados ea las m anos de un hom bre ue ra ra s veces llegaba á d a r cuenta de su c o n ucta? Asi es q u e no hubo acto de avaricia, liber­ tin aje y b a rb a rie , q u e no se com placiera en com e­ te r el tirano de S icilia. Los pueblos gravados con eno rm es contribuciones, las ren ta s distraídas d e su v erd adero d estin o , los bajeles de g u e rra vacíos d e soldados y m uniciones; exenciones de todo j é -

Í

3

HOMANA.

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ñ ero p rodigadas á los qu e podían com prarlas; las escuadras rom anas, ap re sad a s de resu ltas de su neg lig en cia, el pabellón d e los p iratas, trem olado en el p u erto de S iracusa; los capitanes, que por falla de soldados hab ían sido vencidos, asesina­ dos cru elm en te; un ciudadano rom ano ejecutado e n la orilla del m a r, en frente m ism o de Italia; en íin, las casas y los tem plos despojados de to­ d a s las obras preciosas qu e e n c errab an , y dos ba­ je le s espedidos á Rom a de afio en afio p a ra tr a s ­ la d a r á e s ta cap ital las riquezas robadas en todas p arte s; lalcs son los rasao s ca racterístico s del g obierno de la Sicilia por Y erres, cu y a conducía» p o r o irá p arte p arecía justificada p o r la de otros m u ch o s procónsules. Sin em bargo V errcs lué reem plazado. Cuando volvió á Rom a,' y a habían llegado los ac u sad o res; pero Y erres e sláb a tran q u ilo y se ja c ta b a de haber acum ulado b astante dinero p a ra lib ra rse de la ju s ­ ticia. H abia dividido lodas su s r iq u e z a s , fruto de tr e s años de rapiñas, en tres p a rle s, una p a ra su ? ju e c e s , o tra para su abogado y la te rc e ra p a ra é l. S in em bargo no habia conlado con los sucesos po­ lítico s que habían pasado en Rom a d u ra n te su au sen cia. In te re sa b a m ucho á Pom peyo la conde­ nación de Y e rre s, y principió su proceso. Cicerón s e en cargó d e la acusación. N ada se perdonó p a ra p ro d u cir una im presión grande: el orador hizo u n v iaje á S icilia p a ra r e u n ir pruebas y volvió p a ra anonadar á V erres c o n u n a s é ríe de p reg u n ta s qu e n o tenían réplica. £1 p reto r evitó por medio del d estierro una condenación m e re c id a , despues de h a b e r restituido á los Sicilianos nueve m illones: estos no com ponían m as qu e la te rc era p a rte de lo

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hi s i OBi \

que Cicerón habia pedido. Concluido el proceso, p a ra que nada fallase a la afren ta dé la a risto c ra c ia , de donde Y erres había salido, escribió C ice ro n ia n Y errinas, que leídas y copiadas, revelaron por to ­ das p a rte s la corru p ció n sen ato rial (70).

§■ VG uerra

c o n t iu

los

P

ira ta s.

El escándalo que habia cscilado en Rom a el g ra n orador no p erm itía ya al senado re se rv a rs e el derecho de enjuiciar qu e pasó á los caballeros. Pom peyo apoyó con lodo su prestijio y su s fu er­ zas e sta rev o lu c ió n , y los c a lu lle c o s , p ara m ani­ festarle su g ratilu d , influyeron p ara que se le die­ se el mando de la g u e rra co n tra los p iratas. E stos piratas e ra n h o m bresde todas razas, p rin ­ cipalm ente Cilicianos, y L o do s esos m arineros qu e se habían quedado sin servicio cuando Sila obligó á M itrid ales á licenciar sus tro p as m a rítim a s. A provechándose de las g u erras civiles, infestaban, todas las costas d e l G ran Im p e rio , robando l o s b u q u es de com ercio y hasta saqueando las pobla­ ciones m arítim as. Cuando cojian prisionero á u n ciudadano rom ano , y este los am enazaba con la cólera de Rom a, afectaban m ucho tem or, se p ro ste m a b a n delante de él para p ed irle perdón, le p re­ se n tab a n espléndidos vestidos para honrarlo; d e s p u es aplicando una escala al bordo del b u q u e , lp su p licab an que volviese á su herm osa ciu d ad . U a di a cayó C ésar en sus m a n o s , y como le p id iesen c in cu en ta talentos por su r e s c a te , le s contestó:.

ROMANA.

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« R ecib iréis cíen lo , pero cu seguida haré que os a h o rq u e n * y les cum plió su p alabra. M ientras se co n ten taron con sa q u ea r las costas d e la G recia ó del A s ia , el pueblo rom ano no croyó com prom eti­ da su dignidad; pero cuando se propasaron á. in­ te rc e p ta r los convoyes que llevaban á Rom a los trig o s de la S icilia, entonces se indignó el pueblo, y no descansó hasta com isionar á Pom peyo p a ra q ue castigase á esos malvados enem igos. Ya Servilio V acia (79, 76) los había vencido en diferentes encuentros y les había quitado m uchos pueblos en la isla de R o d as, en la Licia y en la Pam filia; hasLa la capilal de la I s a u n a , de donde h ab ia salido crecido núm ero de p iratas cayó en su p o d e r ; pero en el año 7G batieron ignom iniosa­ m en te á Marco A ntonio. D esde el año 70 á 70 do­ m inaron todo el M editerráneo, y ya se habían apo­ derado de cu atrocientas ciudaites cuando Melelo recib ió eí encargo de eslerm in arlo s. E ste tardó tre s años en co n q u ista r á C reta, q u e se redujo d e s ­ pués á provincia rom ana. Pom pevo le quitó la glo­ r ia de esta em presa, acabando su v ictoria. Los poderes eslraordinarios que se le conliáton d e m u estra n la d istan cia q u e y a se p arab a e sta ¿p o ca d e las antig u as costum bres rep u b lican a s, p o rq u e esto e ra casi ejerce r la d ic ta d u ra . D iósele pues, p ara tre s aílos el proconsulado de los m a re s, con quinientos bajeles tripulados por ciento vein­ te nul soldados, y seis mil ta le n to s; o ch en ta y c u a tro s e n a d o r e s , estaban á su s órdenes p ara se r­ v i r l e de l u g a r t e n i e n t e s : e n fin, tuvo perm iso p a ra sa ca r del tesoro público las ca n tid ad es q u e q u i~ sie ra , y se le concedió u n a auLoridad absoluta é ir ­ responsable so b re todas las costas. E n vano e l cón­

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su l Calulo y el senado, se opusieron á este d ec re­ to ; pasó, á pesar d e todas las resiste n c ia s, p o rq u e á tanto rayaba la obcecación del pueblo. No se ne­ c e sitab a em pero tanto para acabar esta g u e rra : cu m enos de tre s m eses h u b ie ra Pom peyo lim piado el M editerráneo, y tom ado todas las g u arid a s d e los p iratas (CG.)

§ V I. G ü B Iin A DE L ü CÜLO Y DE POMPETtO CONTRA M í IR1D A TES.

A penas hnhia term inado la guerra, co n tra los p i r a t a s , cuando P om peyo recibió el encargo d e a c a b a r la de A sia , cuya dirección le acab ab a d e co n ferir la ley M anilia. D espues ue la m archa de S i l a , había tenido to d av ía M itridates algunas diferencias con L. M u­ re n a , je n eral que Sila habia dejado en A sia (8S). P e ro el dictador qu e no se cuidaba de que su lu­ g a rte n ie n te hiciese la g u erra en el teatro d e s ú s p ro ­ p ias hazañas, y que por o tra p a rte estab a tal vez harto de g u e rra y de co m b ates, le envió orden de s u s tender las'h o stilid ad es, term inándose asi el año 8 t a seg u n da g u e rra de los R om anos co n tra el rey d e P onto. M itrid ates se aprovechó de e ste reposo p a ra re p a ra r su s tuerzas, y aum en tar su reino por m edio ae conquistas hechas en el Bosforo y en la C o lc h id a ; pero am bicionaba m enos la posesion d e esto s países salvajes qu e la de la C apadocia, en c u y a provincia te n ia incesan tem en te fijos los ojo3

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ROMANA.

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□o pudiendo abandonar la esperanza de reu n ir á s u reino la mejor p a rte del A sia m enor. V iendo, p u e sr á los Rom anos ocupados o tra vez en la g u e rra ci­ vil, creyó favorable ia ocasion, y excitó á T ig ran es, rey de A rm en ia, á que se apoderase de la C a p a d o c ia : al mismo tiem po recibió una em bajada d e S erto rio , y concibiendo todo el partido que podía sa ca r de las revu eltas de la república, principió él m ism o en el año 7 í la te rc era g u e rra pónlica. Sus rec u rso s le prom etían un éxito feliz en la em presa. Ila b ia tripulado una escu a d ra fo rm id ab le; p rep a­ rado inm ensas provisiones, casi todos los pueblos del Cáucaso y de la E scilia le proporcionaban so l­ dados; los A rm enios, los S arm atas, los E a sta rn a s, ios T racio s y lodos los pueblos bárb aro s de la E u ­ ro p a com prendidos en tre el m onte Ilem u s y et T an a, eran su s au x iliares ; en Για, su ejército as­ cendía á ciento se ten ta mil hom bres. Al sa b er el senado estos preparativos en v ía á los dos cónsules al Asia (74). P ero C olla que q u ie ­ r e defender la Bitinia» es vencido y sitiado en Cal­ cedonia, m ientras que su lu g arten ien te R ulilio p ie rd e una batalla y la vida, quedando la escuadra rom ana enteram en te d estru id a. P ero el otro cónsul, L üculo, nutrido con la le ctu ra de Xenofonle y de T ucididcs, m archa al encuentro del rey: p o r m edio de hábiles m aniobras evita un choque jen eral, y cuando el rey para obligarle al com bate, p o nesitio a Cbicico, Luculo se hace fu erte en una a ltu ra á po­ ca distan cia, y M ilrid ales ve consu m irse sus fu er­ zas en inútiles ten tativ as p ara tom ar la ciudad ó el cam pam ento del cónsul. En ?ano sus lu g arte­ n ie n te s le som eten la F rig ia, la Pisidia y la I s a u xia. L üculo no se altera, porque sabe que la g u er­

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r a se lialla donde e stá el re y : asi es que procura no p erd e r un solo movim iento de este prín cip e, y cuando M ilridalcs piensa re tira rse a l ver reducido su ejército por el ham bre á tre in ta mil soldados, Lúculo le persigue, le deshace los restos que le que daban y lo obliga á h u ir atravesando el P o n to — E lixíqo. E ntonces Lúculo som etió sin gran trabajo uiia á u na todas las ciudades que a u a defendían la ca u sa dúl rey. P ero m ientras que era rechazado por la esfo r­ zad a resisten cia de Amiso, hacíase tem ible M itrid ales reforzado por cuaren ta mil hom bres uue h a ­ b ía n llegado de las i cjio n ts del C áucaso. Al in s lau le, Lúculo vuelve a lom ar la ofensiva, cansa al ejército póntico con m ultitud de com bates, le q u i­ ta su s convoyes y obliga o tra vez al rey á h u ir sin h ab e r podido pelear. M itridales creyó liaba- p e r­ dido p ara siem pre su poder v abandonando sus e s­ ta d o s, se refugió al lado de T igranes, rey de A r­ m enia. Su liijo M acares, a quien había hecho rev del Bosforo, envió una corona de oro ¿ Lúculo, y todos los pueblos del Pouto se som etieron (70). Lúculo 110 dab a por term inada la g u e rra h asta ap o d erarse de la persona de M ilrídales, asi es que m andó p edir su eslracKcion á T ig ran e s. EsLe prin­ cipe, q ue había acojido lan fríam ente á su suegro, se ofendió de sem ejante dem anda, y por toda re s­ p u esta, declaró la g u e rra á los Rom anos. Lúculo se puso inm ediatam ente en cam paña, y ta n lacu an ta fué su lentitud en la dirección de la g u e rra con­ t r a M itridatcs, o tra tan ta actividad desplegó en la q u e ten ía que sostener contra el rey de A rm enia. In m ed iatam en te se d irijió á la S iria y M esopota­ m ia, provincias que acababa de q u ita r T ig ran es

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á los Seléucidas. P rim ero fue vencido u a sá tra p a, y despues el m ism o rey vio á, su innum erable ejército d ispersado por el puñado de soldados que riiandaba Lúculo. f e lá d c rro la ocasionó la tuina d e T ig ran o certa(G 9.) Al año sig u ien te [08], em prendió Lúculo otra espedicion: i p esard ela s fatigas y de las m alas dis­ posiciones de su s soldados, se apoderó de m uchas p ro v in cias, de la A siría y do la Gordiana; en se* guida m archó al encuentro de T ¡granes y de M itn d a le s , acam pados cu medio d é la s m o n U ñ asd el T auro. Como am bos rey e s, aleccionados por la es p o n en c ia , querían á su ve/, tem porizar, Lúculo ap aren tó s itia r á T ellis. T ig ran e s creyó poder atajarlo en el paso del A rsanias, pero fue para su frir o tra d erro ta, si bien la insubordinación de las Icjiones le valió mas que una victoria. Lúculo q u e sitiab a á T ellis, fué en efecto obligado por los soldados que ya m urm u raban de él a Icvauiar el silio é in v ern ar en la Meso pota ni i a. E n la prim a­ v era tuvo que volver a llevar sus tropas am otina­ das al Asia m enor, sin p o d er re p a ra r la d erro ta de su s dos lu gartenientes F abio Adriauo y T riario , vencidos p o r M ilridales, qu e h ab ía reg resad o á sus eslados. T al e ra la posícion de Lúculo cuando llegó, para reem plazarle, el cónsul M. A d lio (ílabrion (07.) Mi trida les no tuvo que trab ajar muclio, con sem e­ ja n te adv ersario, para reco b rar sus eslados, y bas­ ta para ec h ar á los Rom anos de la Capadocia. El cónsul huyó v ergonsam enle delante del re y , y p a ­ re c ía q ue toda la península iba de nuevo á rec o ­ nocer el poder de M itridales. E ntonces fué cu a n ­ do Pom peyo lomó el m ando; se ap resu ró á re u n ir

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todas sus tro p as en la G alacia y persiguió á M arí­ d ales h asta la pequeña A rm enia, donde le dio un com bate nocturno qu e destruyó á todo su ejército (6G.) El rey solo pudo escapar con ochocientos g in e te s . T igranes reh u só recib irle e sta vez. En­ to n ces el anciano rey de P onto concibió un pro­ yecto atrevido: quiere atra v esa r el C aucase, a rro ­ ja rs e en medio ae los E scitas, y a rra s tra r co n tra la Italia á todas estas naciones b árb a ra s; pero sus soldados se intim idan d elante d e este proyecto j i g an tesc o , por todas p a rte s hay defecciones y su m ism o hijo F arn aces se re b e la co ntra el, se nace p ro cla m ar re y , y M itridates se dá la m u e rte p ara esc a p a r del poder de los Rom anos. D u ra n te esle tiem po, Pom pevo batía á T ig ranos, que im ploraba la paz; destrozaba á los Iberos y A lbanenses, pueblos poco peligrosos, pero que tem ían la vecindad de los Rom anos (Gü); reducía e l Ponto á provincia con la Bitim a y la P allagonia; p a s a b a en lia á S iria, que reunió á la F enicia ya co n q u istada, y restableció á II i rea 110 lie n el trono d e Je ru s a lc n /D u ra n te estas espedicioncs m as b ri­ llante que difíciles, supo Pom peyo que acababa de tc rm iaa rse la g u e rra de rep en te por la m uerle de M itrid ates. De este modo no quedaban y a en qj A sia an terio r m as qu e los cuatro pequeños re i­ n o s de A rm enia, C apadocia, el Bosforo (cedido & F arn aces) y J udca.

KOMANA.

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g. V II. C i c e r ó n .— C o n s p i r a c i ó n

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C a tilin a .

M ientras que Potnpeyo acababa c a el O rie n te la pom posa obra del im perio R om ano, u a hom bre, q ue an tes d e su partida, no e ra todavía conocido s i no como brillan te o r a d o r , se hallaba á la c a ­ beza del senado, y habia recibido por sus s e rv i­ cios el título de P ad re de la patria. E ste hom bre e ra C icerón, de fam ilia distinguida , aunque de m ed ian a fortuna. E n su ju v en tu d , com puso algu­ nos versos y conservó largo tiem po la alicion á la >ocsía. D espues se dedicó al a rte o ra to ria , y d e endíó con en erjia á Roscio de Amelia, hijo de un p ro scrip to , cuyos despojos h ab ia dado Sila á sir liberto Crisógono, ó por lo m eaos este habia co m ­ prado por doscientos d ra c m a s, bienes que valian doscientos cincuenta talentos. Cicerón ganó su ca u sa , pero tuvo miedo íi S ila , y p rotestando el mal estad o de su salud , hizo un" viaje á G recia. Vuelto á Roma, después de la m uerte de Sila, con­ siguió q ue lo nom brasen cuestor en Sicilia. E n u n a época de c a r e s tía , á p esar de los rigores que ten ia q u e em plear para o btener el trico debido á Rom a , supo captarse la confianza de lo s S icilia­ nos ; q u e conservaron el rec u erd o de su adm in is­ tración, y cuando atac aro n k Y e r r e s , lo elijieron p o r defensor. T riunfando de la venalidad d e los j u e c e s , C icerón ganó el pleito , y Y erre s se d e s­ te rró . N ada quiso recib ir Cicerón como recom ­ p en sa de su trabajo y como m u e stra de a g ra d e c í-

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m iento de los Sicilianos. Sin em bargo , cuando lo nom braron e d i l , le regalaron m uchos objetos p re­ ciosos. En seguida aspiró á la preto ria , y aunque tu v o m uchos com petidores d is tin g u id o s , obtuvo el prim er lugar en la elección. Los fallos qu e dio d u ran te su preto ria le granjearon g ran reputación de im parcial y recio. Ño lardó en pedir el consu­ lado , p o rque'no había en Rom a cargo alguno que no pud iera obtenerse por m edio de la elocuencia, y Cicerón e ra lenido por el mejor orador que bas­ ta entonces liabia conocido Rom a. E sta ve/, trope­ zó C icerón con u a adversario te m ib le , C atílm a. D esde que Pom peyo devolvió al senado todos su s d e re c h o s , la facción dem ocrática no liabia ce­ sado de aum entar cada dia sus fuerzas. M ientras P om peyo perm aneció en Roma , su autoridad b a­ h ía contenido IolIo m ovim iento se d ic io so , pero cuando se ausentó , aa u ed a inm ensa m uchedum ­ b re buscó un jefe. «Veo , decía C atiliua, veo en la rep ú b lica dos c u e rp o s ; uno de ellos Liene ca­ beza , pero e stá flaco y eslenuado ; el otro no tie­ n e cabeza , pero es g rande y robusto. Q uiero dar un a c a b c ü a á este últim o.» Caliliua aludia al s e n a de y al p ueblo, á los nobles y á ese populacho eng ru esado con todas las plagas que habían caído so b re la Italia. P ara lograr mejor sus fines, Calilina p ru curó form arse un partido ciue le nom brase cón­ su l, medio que podía serv irle de g a ra n tía para com eter m uchas violencias, porque entonces po­ d r ía en cierto modo hacer legal m ente la revolu­ ció n q ue m e d ita b a ; pero la p rim era vez que se p r e s e n tó , fuá rechazado (66). D os años d e s p u é s , cuando no te n ia mas com­ p e tid o r q u e C ice ró n , hom bre nuevo que debia lo-

ROMANA.

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J a sü reputación á su s tálenlos oratorios y al pro­ ceso de V e rre s, creyó poder p rese n tarse en Ja p alestra. P ero todos los hom bres honrados se p u ­ sieron de p a rle de su adversario q u e , sosLenido por el tesón de Catón , le venció á pesar de las a m e n a z a s, de las sin ie stra s prevenciones y h a s ta tentativas de asesinato hechas por la facción. E sta segunda d erro ta no hizo m as que ex a sp e ra r á C a t i l i n a , q ue resolvió entonces re c u rrir k m ed io s ■violentos. M ientras hacia sus p rep arativ o s , C ice­ rón anonadaba al partido popular q u e . excitad» secretam en te por C é sar, principiaba á levantar la c a b e z a : asi que logró rec h aza r la ley a g ra ria del tribuno Servilio R ulo, y salvó al caballero rom a­ no H a b irio , uno de los asesinos de Saturnino , á quien el tribuno T Lábieno acusaba por in stig a ­ ción de César. Todos estos triunfos no eran m as que el anuncio de otro m as im p o rtan te. R educido C atilina á em plear la fuerza, habia enviado al ce n ­ turión Malio c e rca de los veteranos de Sila, e sta ­ blecidos en la E tru ría. Estos hom bres sanguina­ rios y dados al pillaje, hacia tiem po que se con­ sumían de tedio en el pací lien ejercicio de la la­ branza. Cali ti ua , que en otro tiempo había sido sicario de S ila , y bajo este titulo uno de los je fe s de estos v e te ra n o s , sostenía activas relaciones con ellos; y de consignicnte le ccstó poco trab a jo inducirlos a la rebelión (63). P ero era m en ester o b rar al mismo tiem po en Roma. Los papeles estaban y a repartidos: Cicerón debía se r asesinado, y m ien tras R om a p erd ía á su p rim er m a jíslra d o , Habia de p eg arse fuego á los cu atro ángulos de la ciudad á fin de prom over e l desórden y la con fu sio o , que sa b ría a p ro v e c h a r

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C atílina p a ra ap o d erarse del gobierno. E nterado de todo C icerón por uno d e los c o n ju ra d o s , tomó u na resolución a tre v id a : al en c o n trar á C alilina en el senado, lo ataca de fren te, le descubre todos los p royectos, le auuncia las m edidas qu e ha to­ m ado p ara la seguridad de la poblacion, y lo ano­ n ad a bajo el peso de su indignación y d e su elo­ cuencia. F urioso y despechado Calilina , co rre á p o n erse ¡i la cabeza de las tropas de la E tru ria . AI p u n to Cicerón se ap o d era de los conjurados que el jefe ha dejado en Rom a p ara que realicen sus p ro y ecto s, y sobreponién dose á las leyes que pro­ híb en i un cónsul p ro n u n ciar la pena de m uerte co n tra u n ciudadano, m anda que sean ejecutados en su p risión. E sta m edida atre v id a desconcierta á Catilm a; sus tropas se llenan. d e te rro r, y su p o ­ sición se hace m as criLíca y d e s e s p e ra d a , al fal­ ta rle los rec u rso s que e sp erab a de varias pro­ vin cias de Ita lia ; en fin , él m ism o es batido y m u erto cerca de P isto y a por el cónsul Antonio (62), C icerón h ab ia salvado á R om a, y cuando al sa lir de su consulado , debió p re sta r el juram en to q u e según la costu m b re hacían todos los cónsu­ le s al cesar en el c a rg o , dijo solam ente : «Juro q u e he salvado á la p a tria .» R om a en efecto le concedió el Litulo de Padre de to P a tria . D e esLe modo el ilu s tre o rad o r se engrandeció en la p az, y sin em bargo lo q u e habia salvado no e ra la lib e rtad ro m a n a , pues hacia y a mucho lie m p o q ue e s ta b a perdida, sino solam ente el po­ d e r de la a risto c ra c ia . Cicerón , lo mismo que F o m p ey o , no hab ia abrazado ab iertam en te n m u u p artido p o lítico ; no o b s ta n te , luego q u e h u o recorrido tod o s los cargos, le fué preciso lomar

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H0MANA.

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u n color. No teniendo am bición personal, ni q u e ­ riendo d epender de un señ o r, debió alejarse n e c e ­ sariam ente de la facción d em ocrática y de P o m eyo , para allegarse al senado á donde le lla m a añ sus talentos y su inclinación. El d escu b ri­ m iento de la conjuración de C atiliua , el castigo de sus cóm plices, la ley a g ra ria que habia hecho d e s e c h a r, la defensa de R avirio acusado por u a am igo de C e sar, en ñ a , la ley de Sila que h ab ia restablecido para c e rra r las avenidas de los cargos públicos á los hijos de los proscriptos, pu siero n el sello á su unión con el senado v Jo valieron un puesto e n tre los enem igos del poder popular. Pero la facsion dem ocrática no le dejó gozar de su triu n fo : por instigaciones de C é s a r , el tr i­ buno M etelo Nepos le acusó do haber m andado d a r m u erte á algunos ciudadanos sin form ación de causa. La acusación era p re m a tu ra , y el sena­ do obligó al tribuno á re tra c ta rse . La aristo cracia en efecto era todavía dem asiado fuerte; pero, co­ mo en tiem po de los G racos, la perdió su dem a­ siada c o n f ia b a ; creyó no te n er necesidad ni d e C raso , ni de P om peyo, y ese mismo Melelo , por h aber propuesto llam ar á'P om peyo con su ejérci­ to para reform ar y pacificar el E stado, fue obligado á retira rse al cam pam ento do su patro n o .

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§ VIII. P niM E R TnlUNVIRATO.

Al llegar Pom peyo conoció que habia perdido m ucho de su antiguo c ré d ito , p orque á p esar d e

HISTORIA

la circunspección de su conducta > á pesar de su s p alab ras llenas de dulzura p ara con los nobles y d e su sum isión al senado en el proceso de Clodio, no pudo o b te n er que se confirm asen los actos d e su gobierno en Cilicia. Lejos de e s to , tra ta ro n de h e rir su orgullo concediendo á Mctelo C rético y á Lúculo el triunfo que hacia largo tiem po habían pedido por la g u erra de los p iratas y de M itrida~ te s. En lia, habiendo propuesto que se rep a rtiese n tie rra s á sus soldados, el senado se opuso viva­ m ente i e s ta ley. P a ra ven cer la resisten c ia del cónsul M ételo Celer, el tribuno Flavío lo redujo á p r is ió n , y el senado en cuerpo le siguió hasta ella. A sustado el tribuno con osla resolución que h u b ie ra com prom etido altam en te , á los ojos m is­ m os del pueblo, la ley que proponía, y el uso qu e h acia de su a u to rid a d , hizo colocar su silla curul en la p u e rta m ism a de la prisión , y habiéndose sentado en ella revestido con las insignias que ha­ cían sag rad a su perso n a, dijo á los senadores que ib a k p asar allí toda la n o ch e , y q u e si querían e n tra r en la p r is ió n , tendrían que h ac er un rom ­ pim iento en la pared. Pom peyo, que retro ce d ía siem pre ante la vio­ le n c ia , hizo re tira r la proposicion. P ero cono­ ciendo q ue no podía dom inar solo en R o m a , se unió á Craso y á C é s a r , y formó con ellos el pri­ m e r triu n v irato (60). Crsjso debía m enos su in­ fluencia ñ sus talentos y a tas v ictorias ganadas á E sp artaco , que á las inm ensas riq u ez as que había acum ulado á favor de las proscripciones de SilaT y con las cuales podia so sten er a un ejército en­ te ro . D esgraciadam ente no sabia utilizarse de es­ tos te so ro s, ni prodigarlos p ara g ranjearse am igos

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ROMANA.

y p artid arios, y P lu tarc o cu en ta como un rasgo q ue le h o n ra, que m uchas veces p resta b a sin in ­ terés á su s am igos. De este modo Craso jam ás se formó u n partido esclusivam ente suyo , y sirvió solam ente por espacio de algún tiem po p ara so s­ te n e r el equilibrio e n tre C ésar y Pom peyo.

CAPITULO XVIIL Julio Cósar.— Su consulado.— Desórdenes interiores.— Guerra comra los Parlo?.— Segundo consulado de Tompcyo.— Guer­ ra Je tas G a lias. § I. CÉSAR.·—Sü CONSULADOCayo Ju lio C ésar e ra de u n a fam ilia p atricia q ue p rc te u d ia descen d er de Y énus y Anco M arcio. Su lia se h ab ia casado con A lario, y esta alianza lo ligaba con el p artid o popular, No se 1c podia echar en ro stro la parsim onia de C ra s o , sino m as b ie n u n a csccsiv a prodigalidad- daba á manos lle­ n a s y cu ando lo h ab ia dado la d o , ped ia p resta d o ara dar m as. Cuando obtuvo el gobierno de la u silan ia , sus a c reed o res lo retuvieron, y p ara qu e alcanzase la lib e rta d de p a r t i r , fué preciso que Craso sa lie ra fiador suyo por la enorm e sum a d e ochocientos tre in ta Lalentos (1). Sus costum bres

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era n d isolutas, pero cu esta época no e ra y a u n a m ancha como eu la an tig u a república ; p o r’lo d e ­ m as era elocuente , a c tiv o , y sobre todo audaz. Joven to d av ía, abogó en favor de las ciudades de la G recia o prim idas por los m agistrados rom anos. C uando apenas contaba M años, resistió con enerjia las órdenes de S ila , y desde m uy tem prano dióse á conocer como su c e so r de M a rio , cuyos trofeos reemplazó en el C apitolio; en fin, d o ran te su cargo de p re to r , castigó como asesinos ;'i los sicario s de S ila. De este modo se captó el favor del p u e b lo , que le hizo g ra n p o n tilic e , cu e sto r, e d i l p r e t o r y en fin g o b ern ad o r de la L usitania. En el viaje que hizo p a ra d ir ijirs c a esta provincia fué cuando aijo hablando de una m iserable alde— g iic la : «Q uisiera m ejor ser aqui el prim ero que el segundo en Rom a.» En su provincia hizo cuan­ to pudo la g u e rra á su s vecinos, porque n ec esita­ b a á toda costa im p e d ir que se olvidase á Rom a. L legaba de la L usitaaia cuando se reunió con Pom ­ pe yo y Craso. El p rim er cuidado de los triunviros fue g an a r á los dos hom bres que mas contaban con la opi— nion pública, Catón y Cicerón. El prim ero, descen­ d ie n te de Catón el c e n s o r, cre ía deb er im itar la sev erid ad y hasta el cinism o de las costum bres de su abuelo. E sa cen su ra constante de las costum ­ b re s p ú b lic a s , le p are cía como una m a jistra tu ra h e re d ita ria que le había sido legada. Catón c re ía ue con un poco m enos de corrupción se salvaría o rn a , y tam bién si consintiera en volver á las a n tig u a s formas de la república. E ste erro r e ra el m ism o de S ila , que había querido d a r por bases a l E s ta d o , instituciones viejas y m oribundas. Los

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triu n v iro s no pudieron v en c er á C a tó n , si bien su b y u g aron á Cicerón c o n solo ad m irar su s ta le n ­ tos y ad u lar su vanidad , h asta h ac erle c re e r q u e hallándose reunidos esto s tre s jefes de p artid o , la república e s ta ría tran q u ila en lo sucesivo. «E s«te n o m b re , deciá Cicerón hablando de Catón, acón su au sterid a d y su vehem encia , se h a en a­ je n a d o la voluntad de algunos c iu d a d a n o s , m uy «dispuestos por otra parte en favor de la r e p ú b li«ca, y yo con un poco de discreción, dirijo y d es­ cariñó á todos los enem igos del E stado.» D ecía m a s : «Q ué herm osa p erspectiva se a b re d e la n te «de mi! Yo puedo ligarm e in tim am en te con P o m «peyo y aun con C e s a r ; puedo h ac er la paz con. ftinis e u e m ig o s , y vivir tranquilo en mi vejez.» E m pero pronto vió b u rladas sus esp eran zas , p u es por la influencia de Pom peyo y de Cra^o re u n id o s, obtuvo C ésar el consulado , y el senado le opuso á l l i h u b , cuya elección consiguió. César propuso una ley a g ra ria b astan te h ib il raenLe com binada p ara que pudiese e s p e ra r g a n a r el favor del pueblo sin lastim ar dem asiado los in­ tereses del senado. Im posible era poner n inguna tach a á esta ley , dice un antiguo h istoriador; a u n á los ojos de C ató n , no ofrecía o tro peligro q u e h acer dem asiado p opular á C ésar. R ep artió las tie rra s públicas e n tre los que tenían m as de dos h ijo s , y con los lesoros traídos por P om peyo, cotnpró lie rra s patrim oniales p a ra esta b le c e r co­ lonias cu ellas. Catón y Bibulo pensaron p a ^ a r con sus vidas una inútil oposicioa á esta ley. E n vano Bíbulo declaró feriados todos los dias de su co n su lad o ; encerrado cu su casa, redactó con Ca­ tón san g rien tas protestas que se lijaron en todas

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HISTORIA

U s calles de la ciudad. Sin em bargo, el consuladod e C é s a r, que se llamó el consulado de Cayo y d e Julio C é s a r, fué pacífico y cé leb re por la prom ul­ gación de alg u n as buenas leves. P ro cu ro g ra n ­ je a rs e el aprecio de los cabalferos , dism inuyendo en una te rc e ra parle el precio del a rrien d o de los im puestos. Hizo ap ro b ar los actos del gobierno d e Poní p o y o , y logró nom brarlo con Craso uno de lo s com isarios en cargados de la rep artició n de las tie rra s y del establecim iento de una colonia en C ápua. M ucho agradaba á Pom peyo sem ejante m i­ sió n , p o rq u e esp erab a h acerse con tantos p a rtid a ­ rio s cuantos fuesen los colonos que iba á estab le­ cer. O tras varias leyes e q u ita tiv a s y sa lu d ab les, so b re la form a de las deliberacio n es y de los ju i­ c io s, sabios reglam entos p a r a la s elecciones, ilus­ tra ro n el consulado de C é s a r , que de este niodo p are cía solo co nsagrarse al servicio d e la re p ú ­ b lica. P ero oíros eran los designios que en rea lid ad ab rig ab a. El nial éxito de la conjuración de C alilin a le h ab ia enseñado que e ra m uy difícil d e rro c a r a l gobierno por u n a conspiración fraguada por los m edios o rd in ario s, es d e c ir, el populacho y a lg u n o s nobles descontentos ó a rru in a d o s y sin c ré d i­ to . l i r a , p u e s , necesario que por las Vias leg ales obtuviese un ejército que p udiera a p ro p ia rs e , c o ­ m o Sila habia hecho con el s u y o , prodigándole riq u ez as gloriosam ente ad q u irid as. C ésar fijó sus m iras en Ya G alia cisalpina. P o r una p a rte hallaba de los Alpes allende una provincia que ofrecía el m as vasto cam po á su s talentos m ilita r e s , y en el cual podrían sus soldados alcanzar m uchas y m uy b u en as v ictorias. P o r o tra p a rto , la Cisalpina le -

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t í a por lím ites al M ediodía el A rno y el R ubicon, y desde a q u i, en pocos días , un a m archa ráp id a e im p re v is ta , podía conducir á. Rom a. Al rum or de q ue los HelvéLicos van á prin cip iar la g u erra, propuso al pueblo el trib u n o Y alinio , co nferir él m ism o, en v irtu d de su au to rid ad suprem a, el go­ b iern o de la Cisalpina á C ésar , con tres lejiones. V iendo el senado que e ra inútil su oposicion, p a ­ r a c o n ten ta r á César, le dió adem as e l gobierno de la T ransalpina, con u n a c u a rta lejion (58).

§. II. C lodio,— D estierro de C icerón , y sü regreso á R oma.— R enovación del TitiUNViRATO.— EsrEDicion de C raso contiia los P artos A ntes de p a rtir p a ra su provincia, tem ió César d ejar d e trá s a sus enem igos, Tem ía poco á Catón, á p e sa r de la autoridad qu e le daña su v irtu d ; p ero no dejaba de esto rb a rle cu parte C icerón. E l o rad o r no se recatab a de h ab lar mal de los triu n v iro s, y hasta se decia qu e había proyectos de a s e sin a rlo s, asegurando uli tal V ecío qu e Ci­ cerón y Lúculo le habían pagado para m atar á Cé­ sar y a Pona peyó. C ésar resolvió oponer i Cicerón u n Som bre digao de é l , un joven p a tric io , llam a­ do Apio C lo d io , que lleno a e d eu d as y de crím e­ n e s , rechazado por los de su orden , q u ería re h a ­ ce r su fortuna por m edio d e uua levolucion. C lo dio era adem as enem igo personal de C atón y de C icerón. C ésar consiguió que lo nom braran trib u ­

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mstojtiA

no (5 9 ), d esp u es de haberlo hecho a d o p tar p o r u n a fam ilia plebeya- A segurados asi del trib u n a ­ d o , los tribunos acordaron que el coosulado del año sig u ien te se confíase á C alpurnio P isón y á G a b in io , su s partid ario s. Clodio principió por a tra erse á los dos c ó n s u ­ le s , logrando que les d ie ra n dos ricas provincias, al uno la M acedonia, y la S iria al o tro . A seguróse igualm ente el apoyo de la p le b e , perdonándola todo lo q ue d eb ía a los g ran e ro s p ú b lic o s, y ase­ g u rán d o le p a ra el porvenir d istrib u cio n es g r a tu i­ ta s. E ntonces atacó abiertam ente a C iceró n , pro­ p oniendo un a ley que condenaba al d estie rro á c u a lq u ie ra que hubiese hecho m orir á un ciu d a­ dano sin form a de proceso. Veintes mil caballero s y una parte del senado q u ie re n oponerse á e sta m edida; pero Clodio, sostenido por Gabinio y P om >eyo, arm a al populacho, y obliga al orador á s a ir'd c R om a; conflscanse sus bien es, y es conde­ nad o al d estierro (58). Eu cuanto á C a tó n , d esem ­ barazó se de él enviándole á la isla de Chipre» p ara q u e la redujera á p rovincia rom ana (57). E q tanto que la g u e rra de las G alias re te n ía á C ésar (58 y ^0), Clndio, que ya no podia tem er n i & Catón ni" á. Cicerón, ac recien ta poco á poco su p o d er en Rom a, H ablase puesto i la caneza d e ese p artido de que Pom peyo no h a b ia q u erid o s e r jefe, y al cual C ésar apeúas se atre v ía ¿ c o r t e ­ ja r - A decir verdad, no e ra u n partido político, s i ­ no u n a reunión de lo m as im puro qu e h ab ia en la re p ú b lic a , hom bres a r r u in a d o s , p atricio s d e s h on rrad o s, y ese populacho ham briento que lle­ n a b a la ciu d ad , y como las aves de rapiña, no h a ­ llab a su pasto si no en medio de los d eso rd en es y

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BtJMANA.

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de las g u erras civiles. Clodio do hab ia sido a lp rin cipio sino el agen té de C ésar; pero cuando en la ausencia de este, se vio rodeado de una tu rb a nu ­ m erosa del populacho con la que podía contar, ya no qu ise trab a jar para oíros. Asi que, sin curarse de que Pom peyo fuese aliado de César, lo atacó abiertam ente, am enazándole con an u lar m uchos d e los actos de su gobierno en A s ia ; y llevó su audacia hasta el punto de q u ita rle su prisionero, el hijo de T igran es. Pom peyo insultado d iariam en ­ te, se vió rechazado tam bién por p a rte del se­ nado. L a victoria m as grande de Clodio, y á la cual él mismo daba m ayor im portancia, rae"el d e s tie r­ ro de Cicerón. A sustado Pom peyo an le la audacia de! tribuuo , pensó en el alzam iento del d es­ tie rro del ilustre o rad o r; pero era casi im posible v en cer la obstinación de Clodio. La violencia no rep u g n a b a al trib u n o ; rodeado siem p re de una t’j r b a num erosa de satélites, se oponía con la fuerza á todas las m edidas que le d esagradaban. Pom peyo y el senado, que al fin, estaban de acuer* do, resolvieron batirlo con sus propias arm as. B uscaron tam bién un hom bre que como Clodio no tenia el m enor escrúpulo en d erram a r la sa n g re de otro hom bre. Vióse entonces organizada la guerra bu Rom a. Clodio v Milon no cam inaban si no acom pañados de gladiado res, y cu antas veces se en co n trab an o tra s ta n ta s venían á las m anos. Am ainó un po^o la audacia de Clodio, y entonces creyó el senado que e ra llegado el m om ento de ap ro b ar la ley levantando el destierro á C icerón. Clodio trabajó cuanto pudo para estorbarlo: re c u r­ rió á s u s violencias o rd in a ria s; im pidió al senado

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HISTORIA

reu n irse , y am enazó m atar á cu a lq u ie ra qu e p ro ­ p usiese la ley. U ü d ia , en poco eslubo que fuese asesinado Q uinto herm ano de Cicerón, que solo pudo salvarse ocultándose bajo los cad áv eres de su s esclavos que habían perecido defendiendo su casa; pero cayó m uerto u n trib u n o , y para ac h a­ ca r á su s ad v ersarios este horroroso asesinato, los p artid arios de Clodio quisieron degollar á otro trib u n o , que era de su parLido. En vano se re c u r­ rió á la ju stic ia : Milon denunció el crim en , pero Clodio dispersó á los ju e ce s. E n treta n to se iba y a cansando el pueblo de santos desafueros y v io le n ­ cias, y cuando el senado hizo p re se n ta r la lev, Clodio, intim idado por Milon, se vio en la n ec esi­ dad de dejar votar librcm enle. La v u elta de Cicerón fue u n verdadero triunfo (o7). EnLró en Rom a aclam ado por lo d o s; este íué p ara él el m om euto m as delicioso y feliz de su vida, y si h ubiera tenido mas enerjia, h ubiera iodido aprovecharse del ascendiente que le daba a especie de persecución que acababa de su frir, >ara ponerse a la cabeza de la aristo cracia. llallajase esta á la sazón siu je fe ; pues aunque P oinpeyo, que llu c tu a b asie m p ree n trc los pariid as, p a re ­ cía inclinarse al senado, e s te no tenia m ucha coalianza en 61. V iviendoesle cuerpo en p e rp é tu a s alarm as, tem iendo en la actu alid ad áCIodio y no atrev ién d ose á p e n sa r en el p orvenir que le r e s e r ­ vaba la am bición d e César, h u b ié ra se arrojado v o lu n tariam en te en los brazos de C iceró n ; pero el g ran d e orador no com prendió su posicion. C onsiderábase tan dichoso con volver á h allarse en el fo ro , nue no pensó, al e n tra r en la ciudad, si no e n d ar las g rac ias i los que habían trab a ja­

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do por levanLarle el d estierro . Pom peyo era p rin ­ cipalm ente la p ersona á q u ie n m as agradecido estaba, y cuando e ste fué nom brado prefecto de los víveres, C icerón quiso se r el p rim ero en in s ­ crib irse en la lisia de su s lu g arten ien tes. E n tretan to Clodio no d esesp e ra b a lodavia de su causa. H abiendo dispuesto el senado que se diesen á C icerón del lesoro público fu ertes sum as p ara re c o n stru ir su casa d estru id a, el trib u n o se opuso á la reedificación. A penas babian princi­ piado los albañiles á trabajar, cuando vino con nom bres arm ados á d isp e rsa rlo s; y m archó en seg u id a á poner fuego á la casa de Q uinlo, d e ­ jando u na g u ard ia lias la que eslubiese red u c id a á cenizas. A.I dia siguiente atacó á Cicerón en la vía S acra, y lo h u b ie ra m atado, si e ste no se h u ­ b iese refujiado en una casa ce rcad a de altísim as tap ias; y después corrió á quem ar tam bién la casa de M ilon. Clodio no podia sin g ran peligro volver á la categoría de sim ple p articu la r, por que entonces caería anonadado bajo el peso de las acusaciones que por todas p arle s se lev an tarían . A, fuerza d e violencias, logró que lo nom brasen edil, cuando Milon salía del tribunado. Clodio triu n fó ; acusó á Milon de haber com etido m uchas tropelías c o n ­ tra el pueblo, pero C icerón y Pom peyo a lc a n ­ zaron su absolución. Entonces Clodio se volvió conlra esle, que según su costum bre, ac ab a b a d e rev e stirse de poderes estra o rd in ario s p ara una m isión casi insignificante, aunque según se d e­ cía , p a ra devolver la abund an cia á Rom a. Sin em bargo el senado esp erab a que se s e rv iría d e su s poderes p ara rom per con C ésar y esp u lsar

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á Clodio de la ciudad. Clodio le atacó de la ma­ n era m as penosa para él, en su vanidad y en su orgullo. Rodeado d e s ú s p artidarios, preguntábales desde lo alto de la trib u n a, en p resen cia m ism a del triu n v iro : «Q uién m ata de ham bre al pueblo «romano? Q uién q uiere á to d a costa pasar á Ale— «jandria? Q uién q u ie re adem as un a dignidad es«Iraordinaria?» A cada p reg u n ta, respondían to­ dos en coro: »Pom peyo.» E sta esce u ad esco n ce rtó to talm en te al triunviro que a sp ira b a sobre todo á u n a elevada consideración. C ésar no habia aprobado la m edida del levan­ tam ien to del d estie rro de C iceró n , porque h asta cierto punto el regreso triu n fan te de este ciudada­ n o era una d erro ta para él. Sin em bargo todavía e ra om nipotente en R om a, gracias á su dinero y á su s in trig a s. M ultitud de senadores acudían a sus cu a rtele s de invierno que tenia en Luca, vién­ dose v en ir á la vez h asta doscientos: adem as h a ­ b ía tan crecido núm ero de funcionarios públicos, ue se veian ciento veinte I ictores en la eu ira d a e sus cuarteles. Puso igualm ente á Pom peyo y á Craso en la necesidad de e stre c h a r su liga. Cierto q u e Pom peyo se ad h ería al se n ad o , pero no se le ocultaba fa dificultad que habia de vencer p a ra al­ canzar de este cuerpo la autoridad que am biciona­ b a , pues nada m enos habia solicitado q u e la co­ m isión cstríiordinaria de rep o n er á Tolomeo A uletes en el trono de Egipto: sin n eg ársela a b ie rta ­ m e n te , los patricios propalaron por lodas p arte s q ue se habia hallado en los libros sibilicos un orá­ culo q ue decia que los Rom anos no debían n eg a r su am istad al rey de E gipto que se la pidiese : pe­ ro q ue serian am enazados de g ran d e s ca la m i-

3

romaha.

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d a d c s , si tratab an de re sta b le c e r á este principe en su trono por la fuerza de las arm as. EL asu elo no pasó ad elan te. E n o tra o c a sb n se víó acusadode d isip ar el dinero del tesoro público, m ientras que al mismo tiem po le perseguía Clodio incesan­ tem ente con sus injurias. R echazado por lodos los p artid o s, aceptó la invitación de C ésar y se d i i i jió á L u c a , á donde ya habia llegado C raso. Lo» triu n v iro s renovaron su prim era asociación (56), y convinieron en que C ésar conservaría todavía cin­ co años su gobierno de la G alia; que Pom peyo o b ten d ría á la E spaña y Craso Ja S ir ia , tam bién p or cinco años ; que .se pondría & disposición d e am bos un ejército num eroso , en lin c u e se pro­ p o n d ría como candidatos para el consulado á P om pevo v á C ra s o , k fin de elim inar á D om ino Alie­ no barL o , enem igo de César. P reciso e ra a rre b a ta r por la fuerza esta e le c ­ ción. El d ia de los C o m icio s, el joven Craso y m i cuerpo num eroso de ciudadanos que se rv ían bajo las órdenes de C ésar llegaron de las G alias, é im­ pidiendo a A henobarbo aproxim arse al campo d e M a rie , hicieron elejir por la f u e m á Pom peyo y Craso, H asia Calón fué herido al lado de Dom’icio, y el esclavo que á este precedía cayó m uerto á su s pies. Todos los dem as cargos se d istrib u y e ro n en seguida e n tre los abijados de los triunviros (35). (XXXIV) Craso, aunque y a viejo se puso inm ediatam en­ te en m archa p a ra ir á atac ar á los P ario s, i pesarde la fu erte oposicíon del tribuno A teyo. L isonjeá­ b ase con la idea de eclipsar las hazañas de Lúculo contra T ig ra n e s, y la victoria de Pom peyo g an a­ da á M ilrid ates, y h asta en sus locas e sp eran z as

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HISTORIA.

v eía á la B a c tria n a , las In d ias y la m ar esterio r som etidas á sus arm as. A d e m a s C é s a r le escribía desd e las C alías oscilándole á e s ta '¡ p e r r a . D espués de la conquista de la S iria , Pom peyo liabia dejado en esta p rovincia ¿ E s cauro que asi como sus sucesores M arcio F ilipo y L entulo M ar­ celino, g u erreó in ú tilm en te c o n tra 'lo s A rabes N ab atco s. G abiuio, m íe fue enviado á S iria [oí], r e s ­ titu y ó á llirc an o ll la g rao d ignidad de sa c ritíc a d o r , y dividió la Ju d e a en cinco provincias. P o r diez m il talentos repuso á Tolomeo A ulctes en el trono de E g ip to ; y ya se p re p a ra b a í a ta c a r á los P a r to s , cuando vino Craso á a rre b a ta rle tan rica p resa . Ese im perio de los P arto s , nacido de u n a reacció n de las poblaciones indijenas contra los su ceso res de A lejandro, se estendia desde el H y d asp e h asta el E ufrates : Pom peyo había evitado lodo en cu en tro con ellos, G abiaio los am enazó y Craso se atrevió á atacarlo s (54), En la p rim era cam paña penetró en laM csopotam ia, y d e s p u e sd e alg u n as insignificantes hazañas, saqueó á la Siria d u ra n te el invierno. Al año sig u ien te (33), despre­ ciando Craso los consejos del rey ae A rm enia, atrav esó las llan u ras de laM csopotam ia; pero ce r­ cado poco después su ejército , pereció todo bajo las flechas d e los P a r t o s , que am enazando á su vez á la S iria , solo á la habilidad de Casio se de­ bió q ue fueran rechazados de ella. P ero desde en­ tonces su prep o n d eran cia sobre el A sia occidental lleg ó á se r peligrosa para las posesiones rom anas, y todos los g ran d es hom bres de g u e rra que posée R o m a, los C ésares, los A n to n io s, los Corbulones Y los T ra ja n o s , d irijirá n sus m iradas hkcia este lado.

ROM ANA.

III.

D e p r a v a c ió n

S eüendo

de

co n su lad o

la s de

co stu m bres

P o m f e y o .— S e

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r o L ín c A S . separa

de.

C ésar . En la época en que se renovó el p rim e r triu n ­ v ira to , e ra muy deplorable el in te rio r de Rom a. No se g u ard ab a y a respeto á la l e y , y se habia perdido h asta la m oralidad y la v erg ü e n za. H acía­ se un trálico innoble con las elecciones, vendíanse los votos y h asta había Glicinas ab iertas en las in ­ m ediaciones del campo de M a rle , á donde cada uno v en ia á co n tra tar su sufrajio por algunos sexlercio s. Cien mil se prom etieron al que p udiese proporcionar los sufrajios de la p rim e ra ce n tu ria. Las sum as que los caudidatos g astaron fueron ta n g ran d e s qu e el ínteres del dinero subió desde cu a­ tro p o r ciento b a s ta ocho , p ues tan ta era la nece­ sidad que habia d e c a p íta le s. Un año> los dos cón­ su les q u e debían cesar en sus cargos, se convinie­ ron con dos candidatos p a ra el año sig u ie n te en forjar un edicto del pueblo y del Senado so­ b re la d istrib u c ió n de las provincias co n su lares. Munimio y G abinio, que eran los dos c a n d id a to s, deposilai'on'en las m anos de los cónsules una fu e rte sum a de dinero, qu e debian g u ard a r si estos n o apoyaban el falso se nado-consulto con el testim o­ nio de tres au g u res y dos senadores co n su lares, que ju r a r ía n h ab e r asistido á la asam blea e n que se h ab ia confirmado e ste d ecreto . La d iv u lg a­ ción de este tratado, que revelaba una corrup­ ción ta u profunda au n e n tre los prim eros persa-

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HISTORIA

n ajes de la república, im pidió la elección de nue­ v o s cónsules, y la ciudad quedó seis m eses sin m ajistrad o s. íla b lá sc entonces de u n dictador, p ro nunciándose sordam ente el nom bre de P om pe­ y o . C atoa esplotó las p ro testas de d esin terés que íiizo Pom peyo p ara im pedirle qu e se retrac ta se, prodigándole esos elojios que tanto le g ustaban, y q u e pronunciados por los l&bíos de u a hom bre g rav e ad q uirían mas valor á sus ojos. P or o tra p a r­ le Pom peyo no h ubiera podido apoderarse decsLc carg o s ia d is g u s ta r á C ésar y rom per el triu n v ira ­ to , y p o rto tanto se hallaba sum am ente em b a ra ­ za d o ac erca ilel partido que había de tom ar. No desconocía que alguna ve¿ había de can sarse C é­ s a r de la protección que le d ispensaba. La m uerte de Craso recientem ente o cu rrid a en la g u erra con­ tr a los P artos bahía roto el equilibrio; ya no q u e ­ dab an mas que dos hom bres en la república, y su riv alid ad debía e stallar pronto» S obreviene la m u erte de Julia, hija de C ésar y esposa de Pom ­ peyo, y esta desg racia rom pe el últim o laxo que ios u n ía . Q uedan, pues, a m u o sc l uno enfrente del o tro con su am bición. C ésar conoce su posicion >ero Pom peyo, íluclnandosiem pre en l& incerlidum >re no se a t revía á rom per todavía, y escuchaba sin ad m itirlo s los consejos de C atón. «No sabéis le « decía este, el peso que echáis so b re vuestra c a «beza; algún dia c a erá sobre la república, pero «os a p la sta rá an tes.» El en tretan to ag u a rd ab a eso d ia adm inistrando sus provincias por m edio de lu g a r te n ien tes, y b u scando los aplau so s del p u eb lo , estableciendo un teatro lijo, donde todos 45 esp ectad o res estaban sentados. L a an arq u ía que reiuaba en la ciudad p r o d ü -

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H O H A IU .

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jo otro interregno: no se podia lograr el no m b ra­ m iento de los cónsules: el F oro estaba c o n v e n id o £n un v erdadero cam po de batalla donde los ca n ­ didatos se acom etían á la cabeza de los que habían sobornado y la rivalidad e n tre Milon y Clodio con­ tinuaba aum entando el desorden* Milon asp irab a al consulado, y Clodio liatia los m ayores esfu er­ zos para oponerse á « s te nom bram iento; am bos adversarios se dieron en la vía sacra un com bate e n regla, en el que fue herido el cónsul Calvino por querer separarlos: la lucha sin em bargo con­ cluyó. pero pocos dias d espues, d irigiéndose Clo­ dio á I.anuvio, (1) encontró á Milon ce rca de Ao­ ville (2) en la viaÁ p ia, los gladiadores de las tro­ pas vienen á las m anos, y principió nuevam ente el com bate. Milon, que se creía m as fuerte, a p r o ­ vechó su su p e rio rid a d , y Clodio tuvo que refu­ giarse á un mesón del cam ino, donde fue sitiado y m uerto (53). Al llegar e s ta nuev a á la ciudad, estalló una sublevación, á favor de la cual todo ese populacho de que liabia sido jefe Clodio se veikjú en la casa de Milon. Imposible fu é c n el e s ­ pacio de m uchos d ias restab lecer el ord en . «Cuan­ tas personas se n sata s había en la ciudad, conside­ raban rom o una g ran felicidad que este estado tan violento de anarquía, no trajese en pos de si m ayor mal que la m onarquía. ¿Muchos b asta se íilreviau á decir abiertam ente qu e el p oder de uno solo e ra el único rem edio á los m ales que nejuejabau a la república, y que era preciso rec i­ b ir e ste rem edio de m anos del m édico m as tc m (4 ) Lannvio, ciudad antigua del Lucio, híT pequeña villa en la campa ¡la da 'Honro. í'2) Aldea del Lacio en la via Apia. (Ifotat