Manifiesto

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9 de donde surge, al menos, una parte relevante de lo que llamamos el mal. El estudio de la alienación como la denominación del mal específicamente humano rematará, de ese modo, nuestra materia. Para terminar esta introducción y como una lectura obligada, por la importancia que creo que tiene, pongo la traducción del Manifiesto de once neurocientíficos alemanes destacados en la investigación cerebral, porque creo que dan una pauta plenamente actual que nos puede orientar en la línea que debe seguir la Antropología filosófica. El Manifiesto es de 2004, y su interés es extraordinario por la indudable personalidad de sus firmantes (Elger y otros, 2004). Se publicó en la revista alemana Gehirn&Geist [Cerebro y espíritu].

¿QUÉ PUEDEN SABER LOS INVESTIGADORES DEL CEREBRO HOY? En relación con el enorme impulso de la investigación del cerebro en los años pasados, surge a veces la impresión de que nuestra ciencia estaría a poco de arrebatar al cerebro sus últimos secretos. Pero aquí hay que establecer una diferencia: en principio la investigación neurobiológica del cerebro opera en tres niveles diferentes. El superior explica la función de grandes áreas del cerebro, por ejemplo, tareas especiales de áreas diferentes de la gran corteza cerebral, de la amígdala o los ganglios basales. El nivel medio describe lo que sucede dentro de asociaciones de cientos o miles de células. Y el nivel inferior incluye los procesos en el nivel de células individuales y moléculas. Pues bien, hasta ahora sólo hemos podido obtener progresos significativos en la exploración del cerebro en los niveles superior e inferior, pero no en el nivel medio. Diversos métodos posibilitan una visión del plano de la organización superior del cerebro: procedimientos de obtención de imágenes como la “tomografía de emisión de positrones” (TEP) y la “resonancia magnética nuclear funcional” (RMNf), mide, las necesidades de energía de regiones de cerebro y poseen una buena resolución espacial hasta un nivel de milímetros. Visto desde una perspectiva temporal, los procesos renquean por lo menos unos segundos detrás. El clásico electroencefalograma (EEG) por el contrario mide la actividad eléctrica de los grupos de células nerviosas casi en tiempo real, pero no da ninguna información sobre el sitio de los sucesos. Algo mejor, —aproximadamente en un área de centímetros—, da la resolución de la nueva “encefalografía magnética” (MEG), con la que se permite hacer visible el cambio de los campos magnéticos

10 en torno a grupos de neuronas activas eléctricamente casi exactamente al milisegundo. Tres niveles del conocimiento Especialmente a través de la combinación de varias de estas tecnologías podemos representar la interacción de diversas áreas cerebrales diferentes, que nos posibilita funciones cognitivas como la comprensión lingüística, el reconocimiento de fotografías, la percepción de sonidos, la elaboración musical, planificación de acciones, así como experimentar emociones. Con ello hemos logrado una división temática del nivel más alto de la organización del cerebro según complejos funcionales. También respecto al nivel de la organización neuronal más bajo, el desarrollo de métodos totalmente nuevos como por ejemplo la técnica de Match clamp1, la microscopia de fluorescencia, o el sistema de expresión de ovocitos de Xenopus2, han llevado a un salto en el conocimiento. Entre tanto sabemos mucho sobre la composición de la membrana de las células nerviosas con sus receptores y canales de iones así como sobre su modo de operar, la función de los neurotransmisores, los neuropéptidos y las neurohormonas, el transcurso de los procesos de las señales intracelulares, o el surgimiento y transmisión de la excitación neuronal. Incluso podemos analizar con alta resolución espacial y temporal, e incluso simular en modelos computacionales, qué pasa en una única neurona. Esto es de gran importancia para la comprensión de base del modo de operar los órganos de los sentidos y los sistemas de nervios, así como para el tratamiento dirigido de enfermedades neurológicas y psíquicas. Sin duda sobre el cerebro sabemos hoy en día mucho más que sólo hace diez años. Pero entre el saber sobre el nivel superior y el nivel inferior del cerebro, ahora lo mismo que antes, se abre una gran falta. Sobre el nivel medio —a saber, sobre los sucesos dentro de grandes o más pequeños conjuntos de células, lo que en definitiva subyace a los procesos del nivel superior— sabemos todavía terriblemente poco. También sobre con qué códigos se comunican entre sí células nerviosas, individuales o pocas de ellas, (probablemente utilizan a la vez varios de tales códigos), de todos modos contamos con suposiciones plausibles. Pero nos es total-

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Una técnica para estudiar, por el cambio en los campos iónicos en membranas de neuronas, lo canales iónicos que se dan ellas. 2 El Xenopus es una rana carnívora que tiene los ovocitos de un milímetro de diámetro, lo que permite operar con ellos mucho mejor que en los de otras especies que son menores.

11 mente desconocido qué sucede cuando cien millones, o incluso mil millones de células nerviosas “hablan” entre sí. Según qué reglas opera el cerebro; cómo se representa el mundo de manera que se mezclen la percepción inmediata y la experiencia anterior; cómo se vive el hacer interior y “su” actividad, y cómo planifican acciones futuras, nada de esto lo entendemos, ahora como antes, ni siquiera como conjeturas. Más todavía, ni siquiera está claro cómo podríamos investigar eso con los medios actuales. En relación con esto nos encontramos en el estado de los cazadores y recolectores. La descripción de los centros de actividad con el TEP, o la RMNf y la atribución de estas áreas a determinadas funciones o actividades, apenas ayuda aquí. Que todo eso se juega en el cerebro en un determinado lugar, no establece ninguna explicación en un sentido estricto. Pues sobre “cómo” funciona, los métodos no dicen nada, en definitiva sólo miden de modo indirecto dónde, en una acumulación de cientos de miles de neuronas, se da algo más de necesidad de energía. Es algo así como si se intentara fundamentar el modo de funcionar una computadora midiendo el gasto de electricidad cuando hace algún trabajo. Redes (mallas) de alto dinamismo (Hochdynamische Netzwerke) Mucho se habla de que las redes neuronales deben ser consideradas como sistemas altamente dinámicos y no lineales. Eso significa que obedecen más o menos a las leyes sencillas de la naturaleza, pero que por su complejidad generan propiedades totalmente nuevas. La representación de contenidos —sean percepciones o programas de movimiento— corresponden a muestras espaciotemporales de actividad en esas redes neuronales altamente complejas. Para descifrar esos códigos de señales, probablemente se necesitan medidas (Ableitetechniken) que permitan una medición simultánea en muchos lugares del cerebro. Sin embargo, aunque muchos secretos sobre ello esperan aún ser descubiertos, la investigación del cerebro nos ha dado ya algunos conocimientos totalmente extraños. Por ejemplo, sabemos en lo esencial qué puede efectuar el cerebro y con qué límites choca. Lo más impresionante es su enorme capacidad de adaptación y aprendizaje, que —y esto es el punto más sorprendente— que es cierto que decrece con la edad, pero no de modo tan fuerte como se sospechaba. Durante mucho tiempo se pensaba que el desarrollo del cerebro se terminaba en algún momento en la juventud y que las redes neuronales quedarían ya fijadas definitivamente. Mientras tanto, está establecido firmemente que también en el cerebro adulto al menos en un ámbito de corta extensión —en el campo de si-

12 napsis individuales— se pueden establecer nuevas conexiones. Además, para determinadas tareas, por ejemplo, aprendizaje de idiomas extranjeros, en edad avanzada, se pueden reclutar áreas adicionales del cerebro. De ese modo, Juan puede todavía aprender lo que Juanito no aprendió, aunque con lo años sea más difícil. Mientras tanto comprendemos tan bien los factores moleculares y celulares que subyacen a la plasticidad del aprendizaje que podemos establecer qué conceptos de aprendizaje —por ejemplo, en la escuela— son los más adecuados para las funciones del cerebro. Ante todo, por experimentos con animales no humanos (Tierversuchen) sabemos desde hace algunos años que incluso en el cerebro adulto —al menos en algunas de sus partes— se forman nuevas células nerviosas. Por ahora no entendemos aún como en esta “neurogénesis” las nuevas células de integran en las conexiones viejas, y qué funciones asumen. La pregunta de si se puede provocar una neurogénesis inducida médicamente en terapias etiológicas de enfermedades neurodegenerativas, de momento no se puede responder. La naturaleza del espíritu Hemos descubierto que, en el cerebro humano, procesos neuronales y estados espirituales psíquicos vividos de modo consciente dependen mutuamente unos de otros, y que procesos inconscientes preceden a los conscientes de un modo determinado. Los datos que se han conseguido, con métodos que dan imágenes, indican que todos los procesos interiores psíquicos (innerpsychischen) están acompañados de procesos neuronales en determinadas áreas del cerebro —por ejemplo, la imaginación, la empatía, la vivencia de sensaciones y la toma de decisiones o, respectivamente, la planificación intencional de acciones. Y aunque aún no conocemos los detalles exactos, podemos partir de que todos estos procesos son descriptibles fundamentalmente por procesos fisicoquímicos. Investigar esto de más cerca es la tarea de la investigación cerebral de los próximos años y décadas. El espíritu y la conciencia —por más especialmente que sean sentidos por nosotros— se acoplan a los sucesos naturales y no los superan. Y: el espíritu y la conciencia no han caído del cielo, sino que se han configurado en la evolución del sistema nervioso de modo progresivo. Tal vez sea éste el conocimiento más importante de las neurociencias. ¿QUÉ PODRÁN SABER LOS INVESTIGADORES DEL CEREBRO EN DIEZ AÑOS? Lo que sabremos en diez años sobre la exacta conexión entre el cerebro y el espíritu dependerá del desarrollo de nuevos métodos de investigación. El “dón-

13 de” en el cerebro, sobre el que la “Spintomografía nuclear” hoy en día nos da información, no nos dice aún “cómo” hay que describir las capacidades cognitivas por los mecanismos neuronales. Para semejante progreso en tal dominio necesitamos un método que permita en uno el registro de ambos aspectos. ¿Cómo surgen la conciencia y la vivencia del yo, cómo se unen la acción racional y emotiva, qué tiene que ver con la representación de la “voluntad libre”? Ahora ya está permitido formular las grandes preguntas de las neurociencias, pero que ya en los próximos diez años sean respondidas, es más bien irreal. Incluso es discutible que, hasta entonces, nos podamos acercar a ellas con algún sentido. Para ello debemos saber esencialmente más sobre el modo de funcionar del cerebro. Pero es muy cierto que, dentro de la próxima década, la investigación del cerebro conseguirá elaborar conocimientos que serán decisivos para las respuestas a estos problemas de orden superior. Así queremos descubrir cómo codifican, valoran, almacenan y seleccionan información circuitos de conexión de cientos o miles de neuronas en unión con la totalidad del cerebro. El nivel medio —la investigación del modo de operar de ámbitos más pequeños del sistema nervioso, de microcircuitos de conexiones— va poniéndose de modo creciente en el centro de la investigación. El método usual hasta ahora, de investigar tales preguntas en secciones cerebrales, tal vez se esté quedando anticuado, pues sólo pueden representar secciones momentáneas en una red de conexión que ya no funciona como un todo. En lugar de eso es posible que en diez años captemos la distribución espacial y temporal de la excitación neuronal hasta el nivel de todas las neuronas implicadas en un microcircuito de conexión con métodos que nos den imágenes en sistemas nerviosos intactos. El microscopio de fotones múltiple, los colorantes funcionales y los métodos genético-moleculares nos ponen en la situación de conocer las reglas del flujo de información dentro de neuronas individuales y en conjuntos de neuronas. Pero para todos esos experimentos se presupone que los animales investigados —pues la investigación tendrá lugar ante todo con ellos— no han de estar narcotizados y que muestren su comportamiento natural a partir de métodos sin dolor. Sólo entonces será posible observar la actividad cerebral de esos animales en la resolución activa de tareas y con ello incluir en el análisis las funciones más importantes del cerebro, su productividad y espontaneidad. La comprensión del modo de trabajar de los microcircuitos de conexión se apoya de manera totalmente esencial en una modelización rica en detalle con computadoras de alto rendimiento. Por otro lado, esta modelización se orientará en el futuro menos por los conceptos actuales de la informática y la inteligencia artificial que por los procesos reales fisiológicos. Y ciertamente no sólo por aque-

14 llos del nivel más bajo —neuronas individuales con sus dispositivos de canales y receptores, sus verdaderas configuraciones y sus propiedades plásticas— sino ante todo también por los procesos neuronales del nivel medio hasta ahora poco comprendido, tal como sucede en el aprendizaje, el conocimiento, y la planificación de tareas. Así, junto a la neurobiología experimental se impondrá como disciplina de investigación la neurobiología teórica, que entonces conseguirá, del mismo modo que la física teórica dentro de la física, una gran independencia. Al final de los esfuerzos las neurociencias comprenderán, por así decirlo, la pequeña tabla de multiplicar del cerebro. De ahí se pueden deducir hipótesis precisas para el estudio de las funciones superiores del cerebro: por ejemplo de cómo coordina el cerebro sus numerosos subsistemas de manera tal que puedan surgir percepciones coherentes y acciones coordinadas. Sin estas etapas intermedias decisivas sobre el nivel medio de organización las afirmaciones sobre la relación entre la actividad neuronal observada y los rendimientos cognitivos seguirán siendo meramente especulativas. Progresos médicos Ante todo, por lo que concierne a aplicaciones concretas, son inminentes en los próximos diez años enormes progresos. Probablemente comprenderemos los fundamentos más importantes moleculares biológicos y genéticos de las enfermedades neurodegenerativas tales como el Alzheimer o el Parkinson, y por tanto reconoceremos más rápidamente estos padecimientos, tal vez los podamos prevenir, o al menos podremos tratarlos esencialmente mejor. Lo mismo vale para algunas enfermedades psíquicas como la esquizofrenia o la depresión. En un plazo previsible se desarrollará una nueva generación de psicofármacos que de modo selectivo y por tanto altamente eficaz y con pocas contraindicaciones afectará directamente en determinadas regiones del cerebro a los receptores de las células nerviosas. Esto puede revolucionar la terapia de las perturbaciones psíquicas —incluso aunque desde el desarrollo de los medicamentos hasta su aplicación pasarán varios años. Además se seguirá perfeccionando aún más las neuroprótesis como extremidades inteligentes o como el oído artificial. En diez años habremos desarrollado una retina artificial que no estará programada al detalle, sino que estará organizada de acuerdo a los principios del sistema nervioso y aprenderá. Eso cambiará profundamente nuestra mirada sobre la vista, sobre la percepción, y quizás sobre todos los procesos organizativos en el cerebro. También los sucesivos progresos que podemos esperar en la investigación cerebral nos pondrán de manera más amplia en la situación de prever excentri-

15 cidades psíquicas y desarrollos en falso y, al menos en cuanto a tendencia, disposiciones de conducta, —y así poder establecer “contramedidas”. Tales incursiones en la intimidad, en la personalidad de los seres humanos, están, por otro lado, vinculadas con muchas preguntas éticas, cuya discusión se intensificará en los próximos años. ¿Qué podrán saber los investigadores del cerebro algún día? En un tiempo previsible, por tanto en los próximos 20 ó 30 años, la investigación del cerebro podrá explicar la relación entre los procesos neuroeléctricos y neuroquímicos, por un lado, y los rendimientos perceptivos, cognitivos, psíquicos y motores, por otro, hasta el punto de hacer posible predicciones sobre esas relaciones en ambas direcciones con un alto grado de probabilidad. Eso significa mirar sin asomo de contradicción el espíritu, la conciencia, los sentimientos, los actos voluntarios y la libertad de acción como procesos naturales, puesto que descansan en procesos biológicos. Pero una explicación completa del trabajo del cerebro humano, es decir, un desciframiento general en el nivel celular o incluso molecular, todavía no lo conseguiremos. En especial, sólo de manera muy limitada se conseguirá una descripción completa del cerebro individual, y con ello una predicción sobre el comportamiento de determinada una persona. Porque los cerebros individuales se organizan a partir de diferencias genéticas y también de procesos de impregnación por influjos del entorno no reproducibles —y ciertamente de modo muy diferenciado, y siguiendo necesidades individuales y un sistema de valores también individual. Esto hace por lo general imposible, de la actividad cerebral, sacar conclusiones para los procesos psíquicos resultantes en el caso de un individuo concreto. Como efecto final podría resultar una situación como en la Física: la mecánica clásica ha introducido conceptos descriptivos para el macromundo, pero sólo con los conceptos derivados de la Física cuántica se dio la posibilidad de una descripción unitaria. Del mismo modo, a largo plazo estableceremos una “teoría del cerebro”, cuyo lenguaje será presumiblemente distinto del que conocemos en la actual neurociencia. Descansará sobre el modo de trabajar de grandes conjuntos de neuronas, los procesos del nivel medio. En ese momento se harán interesantes las preguntas fuertes de la teoría del conocimiento: por la conciencia, por la experiencia del yo y la relación entre el objeto cognoscente y los objetos a conocer. Pues en ese momento futuro nuestro cerebro se dispondrá de modo serio a conocerse a sí mismo.

16 Entonces los resultados de la investigación cerebral, en la medida en que una más amplia población sea consciente de ellos, llevarán a un cambio de nuestra imagen del ser humano. Desaparecerán de modo creciente los modelos explicativos dualistas —la separación del cuerpo y el espíritu. Otro ejemplo más: la relación entre el saber innato y el adquirido. En nuestro actual modo de pensar, estas son dos fuentes diferentes de información, que subyacen a nuestra percepción, acción y pensamiento. La neurociencia de las próximas décadas mostrará y elaborará su íntima implicación, de manera que no tendrá sentido mantener tal diferencia en el nivel medio de la red nerviosa. Por lo que concierne a nuestra propia imagen, están próximas en un tiempo previsible considerables conmociones. Las ciencias humanas y las neurociencias deben entablar un intenso diálogo para proyectar una nueva imagen del ser humano. Sin embargo, todo este progreso no va a terminar en un triunfo del reduccionismo neuronal. Incluso si en algún momento consiguiéramos explicar todos los procesos neuronales que en el ser humano subyacen a un sentimiento de compasión, a su enamoramiento, o a la responsabilidad moral, se mantendrá la independencia de esa “perspectiva interna”. Pues tampoco una fuga de Bach pierde nada de su fascinación por saber cómo está construida. La investigación cerebral debe distinguir claramente qué puede decir y qué permanece fuera del dominio de su competencia, del mismo modo que la ciencia de la música —para seguir con el ejemplo— puede decir algo sobre la fuga de Bach, pero debe callar sobre la explicación de su belleza sin par3.

Son muchas las sugerencias que suscita este escueto Manifiesto, que puede ser considerado como un horizonte del trabajo, por supuesto, de la Filosofía de la mente pero también de la Antropología filosófica, que no puede permanecer ajena a lo que en este Manifiesto se expone. Pero tampoco se pueden olvidar dos cosas, la investigación cerebral no anula la vida ordinaria, lo que obliga al propio neurólogo al máximo rigor para saber de qué habla. Y segundo, le obliga a someterse a las normas de investigación que él mismo no se puede dar sino que vienen de los anclajes en la vida ordinaria. De la noción de verdad y de la argumentación racional a la que como científico se somete, no puede hablar como neurólogo, sino como ser humano, por tanto, no es el neurólogo el que nos dice qué somos. El último párrafo del Manifiesto es decisivo, además de antemano estaría dispuesto a confesar que de esas