Maleducada

MALEDUCADA He leído con gusto, y me he dedicado a hacer algo que disfruto: conversar con el texto, discutir con el autor

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MALEDUCADA He leído con gusto, y me he dedicado a hacer algo que disfruto: conversar con el texto, discutir con el autor, leer entre líneas a partir de lo que se insinúa, de aquello que nos propone líneas de pensamiento, y esto es algo que se aprecia en el libro, es abierto, nos hace pensar. El título mismo de la novela nos presenta la problemática del mal, y de la educación: “Maleducada” A MALEDUCADA, yo le acompañaría un sentimiento presente en toda la novela, el de la SOLEDAD. La soledad del encierro en uno mismo, en los pensamientos, en el cuerpo, en la incomprensión. La soledad del adolescente frente a su limbo existencial. Para mí, ese es el tema fuerte del libro: “Mis padres parecían marionetas de ventrílocuo. Como si hubiese bajado el volumen del televisor, ya no escuchaba nada; aprendí a fugarme mentalmente y extraviarme en mis pensamientos. Cuando volví a mí, mis “comprensivos” padres se sentaron a hablar conmigo, no para preguntarme por qué había reaccionado de esa manera, ni tampoco para saber cómo me sentía. Fue sólo para informarme que me iría a Inglaterra a un internado para niñas, donde la disciplina haría de mí una mujer con principios. Tenía apenas nueve años, bueno, casi diez, y me sentenciaron a estar lejos de sus propios cuidados. Como el peor de los criminales, fui desterrada a perderme en un gigantesco lago de reglas, etiquetas y tareas”--- (p.13) Lo más valioso que encuentro en este libro es que desde el arranque nos invite a problematizar, cuestionando, frontal y no frontalmente, asuntos como la educación como fuente de violencia, lo cual es algo que asistimos con frecuencia en nuestra época (virtual, vertiginosa y en-redada) el autor muestra la manera rápida y violenta como Paula es “evaluada” y etiquetada como chica agresiva y problemática que requiere una más rigurosa “educación” (¿educación?) y que en el fondo muestra el drama de unos hijos que llegan al mundo casi como parte del mobiliario, como muñecos para la foto en la revista, hijos que o, brillan, o no existen. ¿dónde está el genuino deseo?

Y ¿qué es desear? Recuerden que si hablamos de adolescencia, hablamos de un despertar de la sexualidad, en donde tendrá que abrirse paso, entre los tirones pulsionales y los goces vertiginosos, el atemperado deseo. “Cuánto hubiese deseado tener a mi madre al lado ese día en Main House, cuando al entrar al baño descubrí que ya no era una niña. Mis interiores tenían la evidencia de que mi cuerpo estaba cambiando. Becka sacó una toalla higiénica, me explicó cómo ponérmela y me consoló. Lloré toda la noche esperando sentir un abrazo materno; quería sentirme segura, guiada (…) Le escribí a mi madre contándole lo sucedido, pero su respuesta fue desconcertante: “llamaré a la enfermería y que te cuiden mientras te sientas malita”… (p. 18) La entrada en el mundo adulto, es pues, para Paula, desde el desamparo, desde un cuerpo abandonado en sus movilizaciones. De aquí en adelante Paula empezará una serie de, lo que llamamos en psicoanálisis: “pasos al acto”, y cortes en el cuerpo, como tratando de ubicar, de circunscribir, un lugar para la herida y para la huella. Yo diría que uno de los hilos que enlaza los episodios de la novela es el problema del juicio, el problema de las etiquetas y los compartimentos con los que se rotula a la gente en nuestra sociedad. Paula es un encabezado en los diarios, es la hija de, es un nombre, un cliché, una princesa, una puta, una muñeca. No llegó a ser una mujer, en singular. SI entramos más en el drama nos damos cuenta de que los rótulos sociales arrancan desde la prehistoria de Paula, a partir de los tan conocidos privilegios de clase en nuestra latinoamerica, los cuales traen una sobre codificación de los lugares de las personas en lo social. El autor nos muestra desde el comienzo el contexto de Paula, su más alta clase social, que sin embargo la deja cada vez más arrojada en el mundo sin un lugar para alojar su singularidad, y su devenir mujer, naciente con la adolescencia. Si remarcamos estos extremos: La idealización y la denigración, nos encontramos con un péndulo infernal, que el libro muestra magníficamente ¿cómo la hermosa chica de ojos azules puede convertirse en un monstruo? ¿cómo la “hermosa”

vida, llena de lujos y brillos, de una familia puede llevar en su seno la muerte, el asesinato, la violencia? Claramente se cae el brillo, y pasamos del paraíso al infierno. Y si la educación es un tema (el amor a la educación está en el pulso mismo del libro) un tema también es el poder convivir con lo que nos es opaco, con lo que rechazamos de nosotros mismos, convivir con esto sin etiquetar, diagnosticar o excomulgar. En ese sentido un adolescente es para sus padres lo opacidad del brillo de la infancia, pues si los hijos de niños son el reflejo de los sueños de los padres, está claro que en la adolescencia eso se desbarranca, y debe ser así. ¿Qué hacemos, sin embargo, cuando el brillo es tan totalitario que no permite que se apaguen las luces del espectáculo, y no se logra un buen tránsito a esa sana revuelta adolescente? Creo que el libro nos puede dar una respuesta, o, lo más importante, nos plantea las preguntas éticas. Siempre he postulado que la adolescencia y la filosofía tienen mucho que ver, el adolescente abre surcos y zanjas como lo hace un filósofo, lo cual hace temblar la “buena educación” de los adultos. El adolescente tiene que deconstruir ese mundo “acomodado” para construir el propio. Para que esto sea posible hay que permitirle el tránsito. Como padres, educadores, terapeutas, debemos permitir que se nos ponga en cuestión, que se nos destituya… si es que el narcisismo nos lo permite. La pérdida La novela nos brinda una reflexión, desde la pérdida de la vida. Esta es una historia que empieza en el umbral, justo antes de partir, dándonos signos de lo que puede ser una escritura como trabajo de duelo y elaboración de la pérdida. Una novela que también es una despedida, y un poder partir. Partir desde lo concreto de la muerte física, no es lo mismo que poder separarse y volverse adulto. La adolescencia es ese transito arduo, el más difícil de los tránsitos, que implica elaborar la pérdida y construir un lugar separado del de los padres.

Si todo lo que le pasa a Paula, se leyera como metáfora de la iniciación a la vida adulta, entonces diríamos que esta joven logró atravesar su adolecer. El drama es que los límites aparecieron de manera concreta y tajante, sin intervención de lo simbólico que permita una muerte simbólica para dar paso a otra vida. Me pregunto: ¿Cómo poder filosofar desde un cuerpo que goza y padece los torbellinos del despertar sexual? podemos también ver cómo el cuerpo mismo representa aquello que cae del deseo de los padres y queda como despojo, maltratado. La adolescencia es pérdida y es duelo, es una travesía ardua, y para estar a la altura de nuestros tiempos, nos toca hacernos la pregunta (y este libro es una invitación a ello) de cómo la sociedad tramita sus duelos y sus pérdidas. Una narco-sociedad , sociedad de consumo, en la que el sentido se pierde en los slogans de autoayuda, de imperativo de ser feliz, y no hay lugar para poder perder. A falta de identidad, que es lo que caracteriza a la adolescencia, los adolescentes necesitan crear nombres nuevos, el idioma adolescente y sus emoticones. En esta época tenemos un enredo de estoas nuevas nominaciones, enredo sin cause y desde el reproche y abandono, así la proliferación de lo nuevo se traduce en la viralización de la imagen, las etiquetas de Facebook, y un largo etcétera colmado de muerte. La literatura, los libros, la escritura es una manera de ganar, a partir de esa pérdida de referentes en la adolescencia. La recuperación de un nuevo sentido, que surge, en el libro, que es, es la escritura después de la pérdida. En la novela hay referencias a los libros como refugio, a las cartas como intento de conexión a la vida. Y es esto, en lo que estamos todos, estamos en la urgencia de establecer conexiones auténticas, no por la vía del diágnostico, las etiquetas y los espejos.