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[ Crónicas ] Pánico, amenazas y crímenes en los supermercados chinos Con el sello de la mafia Las bandas organizadas

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[ Crónicas ] Pánico, amenazas y crímenes en los supermercados chinos

Con el sello de la

mafia Las bandas organizadas que llegaron de China piden 50 mil dólares a cada comerciante a cambio de protección. Balean los locales y contratan sicarios que matan a sangre fría. En lo que va de 2011 hubo al menos 20 ataques.

juan pablo barrientos

TÉLAM

Escribe Javier Sinay

S

u respiración es agitada. Su palabra entrecortada deja, por momentos, la línea telefónica ante la sordina eléctrica del vacío. “Cada dos días tengo pesadillas”, dice. “Es terrible y no le dije nada a mi familia porque mi mamá es vieja y no quiero que se preocupe. Hace unos años todo era más tranquilo, pero ahora abrieron muchos negocios nuevos. Algunos, de gente con poder. La sensación es de hormigas grandes que se comen a hormigas pequeñas, y las pequeñas sólo 48

comen arroz. Los que tienen poder abren un supermercado y no indemnizan a los que ya estaban al lado. Y si uno abre cerca de ellos, le piden 30 o 40 mil dólares. Si no se los dan, es peor: llaman a la mafia para extorsionar. Es así”. La escucha continúa con una historia oscura, pero cada vez más típica: un comerciante de origen chino, radicado en la Argentina, le cuenta a un amigo que ha sido extorsionado. Los teléfonos pinchados revelan una parte de lo que las víctimas no se atreven a decir, aunque hayan hecho la denuncia. La colectividad, bien conocida

>> Muerte y temor. Un chino sostiene el cartel con la última amenaza que llegó a su mercado porteño: “Tenés que entregarme 50 mil dólares”. Está firmado con una pistola con silenciador.

por su apego al trabajo en los supermercados, vive hoy con miedo: 2011 encuentra a la mafia china –y aunque el término no les guste a muchos, todos entienden lo mismo ante su mención– en un proceso violento y creciente. La cronología es lapidaria. El 4 de enero un comerciante chino de 48 años recibió un disparo en la rodilla, en su supermercado de Luján. El 10 ocurrieron dos hechos: un hombre entró en el local en La Boca y le disparó al que atendía; y, en la otra punta de la ciudad, siete tiros anónimos troquelaron el frente de otro súper. 23 de marzo de 2011

No muy lejos, la puerta de un local recibió tres tiros el 16, en Belgrano. El dueño de un negocio de Boedo fue baleado en el abdomen el 21, el mismo día en que los frentes de dos comercios de Caballito y Devoto recibieron disparos. Un muchacho de 20 años cayó herido con tres balazos al día siguiente y la empleada de otro súper, el 27. Ambos, de bala. En febrero los ataques fueron menos, pero más sangrientos: un sujeto encapuchado entró el 14 en un local de Remedios de Escalada y acribilló al dueño. Tres días más tarde, otro chino cayó, alcanzado por la 23 de marzo de 2011

espalda, en su supermercado de Lomas del Mirador. El 2 de marzo le tocó a un comerciante de Mataderos: dos tipos le dispararon desde una moto cuando veía pasar la noche desde la puerta de su local. Un día después, un hecho idéntico amedrentó a un supermercadista de Almagro. Los ataques parecen calcados: en todos los casos hay sicarios que irrumpen sin mediar palabra. En todos los casos hay, también, una extorsión previa que pide 50 mil dólares antes de comenzar con la cadena de agresiones. Dentro de la colectividad china

el tema se comenta en susurros: aunque son pocos los que eligen la palabra “mafia” para describir a los agresores, hay miedo y resignación. En cambio, los señalan como grupos delictivos autónomos, cuando no menores, o prefieren echarle parte de la estadística a la inseguridad o a los crímenes pasionales de una comunidad que tiene siete hombres por cada tres mujeres. En los supermercados hay cada vez mayores medidas preventivas: algunos tienen botones de pánico; otros, vidrios de blindex, garitas y hasta brigadas de seguridad privada que patrullan las calles 49

[ Crónicas ]

para adelantarse a los sicarios. Pocos años atrás el panorama era distinto: la colectividad arreglaba sus problemas en nombre propio y el delito había encontrado cierta rutina. Pero las cosas cambiaron. Ahora el crimen organizado –mafias o grupúsculos, según quien lo vea– utiliza sicarios locales, que se convierten en extranjeros en su propio suelo para subirse a un coche japonés y recibir una pistola poco antes de hacer el trabajo sucio. Les dan a cambio 500 pesos. Y la víctima no se entera quién está del otro lado. El lado oscuro de la colectividad Sin embargo, los ajustes de cuentas y los sustos entre paisanos no son algo nuevo. “El asunto viene de la década del noventa”, dice un inspector de la Policía Federal que pasó varios años investigando secuestros extorsivos y que conoció el lado oscuro de la colectividad. “En esa época, los chinos querían venir a la Argentina por la paridad cambiaria y le pedían un dineral a un prestamista, a pagar en cuotas. Por las dudas, dejaban un familiar de rehén: cuanto más cercano el vínculo, mejor aceptado era. Pero cuando llegaban acá, otra mafia distinta les exigía un pago. Y todavía lo sigue haciendo.” A fines de la década, el inspector –que ahora se dedica a perseguir ladrones criollos– descubrió en un allanamiento armas grandes en manos chinas: diez ametralladoras Uzi, diez pistolas Colt

.45 y algunas granadas enterradas en el jardín. Supo, entonces, que el asunto de la mafia –porque él sí habla de “mafia”– era en serio. En los años siguientes vio pasar extorsiones, homicidios y casos de lesiones. Investigó el crecimiento de los supermercados de la mafia al lado de los de familia. Y, ya entrada la nueva década, fue testigo del auge de los secuestros, que alcanzaron su pico en el año 2003. “Llegaban a raptarse mutuamente”, evoca. Y cuenta de la casa donde rescató a un secuestrado que había llegado para cobrar un rescate: sus captores eran, en realidad, sus víctimas. “Los chinos eran violentos… cuando mataban a alguien se desquiciaban”, sigue. El último de los casos en los que participó fue el peor de todos: un tal Zoang Qinxiong apareció muerto adentro de una valija, en posición fetal, semidesnudo y con una bolsa en la cabeza. Lo habían ejecutado con

>> Huellas. En la mayoría de los ataques, los sicarios no

cuatro balazos. Pero él mismo aparecería después como sospechoso de otros delitos. “La mafia se mueve en células, como la guerrilla”, asegura el detective, “por eso es involteable”. Y aunque podría resignarse, por su mirada entusiasta, por su sonrisa diagonal y por su verborragia es fácil adivinar que quiere volver a toparse con ellos.

Cada dos días tengo pesadillas. La sensación es de hormigas grandes que se comen a hormigas pequeñas, y las pequeñas sólo comen arroz”, confiesa en una escucha uno de los amenazados. Hay nueve mil supermercados que facturan un promedio de ocho mil pesos diarios.

Del negocio a la extorsión ¿Pero quiénes son los argenchinos? ¿Cómo son las víctimas y los victimarios de los deTÉLAM

>> Protección. Los chinos no quieren hablar por miedo. Contrataron guardias privados e instalaron garitas.

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>> “No soy de la mafia”. Shu Xi Lin fue detenido por error 23 de marzo de 2011

TÉLAM

recibe mayores inversiones de chinos de ultramar, y no de casualidad, sino porque, desde hace mucho tiempo, Fujian es la provincia que envía más chinos al extranjero: primero fue Japón; después, Estados Unidos; ahora, los países emergentes. Los argenchinos abordaron el rubro de los supermercados buscando un negocio estable donde el idioma no fuera una prioridad. Y lo modificaron para siempre a causa de su trabajo duro y de su audacia comercial. Actualmente hay nueve mil supermercados que facturan un promedio de ocho mil pesos diarios, y 22 locales nuevos se abren cada mes. Muchos chinos consideran que en nuestro país hay más movilidad social que en el suyo: aquí los 90 mil inmigrantes han tejido una red societaria vertical y horizontal que se convirtió en el sistema nervioso de la colectividad. “Gracias a nosotros, ahora ustedes trabajan más, para competirnos”, se jacta Zheng Jicong, el vicepresidente de la Cámara de Autoservicios y Supermercados Propiedad de Residentes Chinos en la República Argentina (Casrech), bien temprano una mañana, mientras los primeros clientes llegan a su comercio. Zheng, como Miguel Ángel Calvete –el secretario general– no cree que el mal que afecta a su colectividad sea el de una mafia. “Los argentinos miran muchas películas de Bruce Lee, por eso hablan de mafia”, considera. Y cuenta que él mismo sufrió en su supermercado algunos robos

dejan rastros. ¿Quién está detrás del clan criminal?

litos que el país observa sin entender? La gran mayoría de los chinos llegados en la última década provienen de Fujian, una provincia ubicada al sudeste de China, frente a la isla de Taiwán, que tiene una población de 36 millones de habitantes y que habla uno de los dialectos más caóticos de los 140 que comunican al país. Allí, muchos de los habitantes se dedican a las tareas de campo: Fujian es una de las zonas menos desarrolladas de la próxima potencia económica. Pero a la vez es la que

(uno, incluso, le dejó una profunda cicatriz en la panza: Zheng fue baleado) e incluso fue extorsionado en el local de su padre, años atrás: “Hicimos la denuncia y listo, no hubo más problema”. En una oficina donde hay una katana y un mapa chino, Calvete propone otras ideas antes que la de una mafia. Habla de bandas mixtas que usan a algún chino para hacer las amenazas, de grupos transnacionales integrados por un puñado de personas que se mueve por Sudamérica y de inseguridad común (las estadísticas de 2010 de Casrech indican que hubo 37.136 robos y hurtos, casi dos mil menos que en 2009). “El comerciante extorsionado debe hacer la denuncia”, considera Calvete, “es la única manera de agarrarlos”. Contraataque certero Mientras la lista de crímenes crecía en febrero, la Policía pudo devolver al menos un golpe. Fue el domingo 27 de febrero, cuando desde la DDI de San Martín el comisario mayor Roberto Fernández coordinó un megaoperativo de 120 efectivos para allanar 13 domicilios, capturar a seis chinos y a un dominicano, y secuestrar dos pistolas Bersa .22, una Magnum .357, un revólver .32, una pistola Gerincoch .40, un Toyota Corolla, 30 celulares, 15 computadoras, 150 mil pesos y algunos calcos con dibujos de dragones y de caballos que servían como señal de pago. Se habían recibido 10 TÉLAM

JUAN PABLO BARRIENTOS

en Lomas del Mirador. 23 de marzo de 2011

>> Una escena repetida. Los aprietes, los ataques a tiros y los asesinatos de chinos siguen en aumento.

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[ Crónicas ]

>> A cara de perro. El comisario de la Bonaerense Roberto Fernández detuvo una banda de mafiosos chinos.

Al abogado Pao Hsing Kuo tampoco le gusta hablar de mafia, aunque acepta que el término está en boca de la gente y los tiempos cambiaron: “Antes vos decías que eras chino y la gente te decía ‘ah, qué gente trabajadora’. Ahora, en cambio, te dicen ‘ah, mafia china’.”

analfabeto que cuatro meses atrás vivía recolectando ostras en el Mar de China y que, luego de tragar sombra, acaba de recuperar su libertad. “Todos se conocían, por eso los celulares estaban conectados”, sigue, “y además, desde los saqueos de 2001 es muy común que los chinos tengan armas”. Sin embargo, la investigación continúa. Con una verba criolla amable y arrabalera, a este abogado tampoco le gusta hablar de “mafia”, aunque acepta que el término está en boca de la gente y que los tiempos camJUAN PABLO BARRIENTOS

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JUAN PABLO BARRIENTOS

denuncias en cinco días. La mecánica era similar en la mayoría de los casos: primero, un llamado telefónico para exigir 50 mil dólares y enseñar los dientes: “Si no pagás, prepará el cajón”; luego una esquela para seguir amedrentando; a continuación, un bidón de nafta en la puerta como advertencia de que todo podría arder. El camino habría continuado, pero esta vez el terror fue derrotado. “Hubo algunos comerciantes chinos que tuvieron la valentía de aportar datos y además sus vecinos los apoyaron”, dice Fernández. “La investigación fue delicada, entrecruzamos números de celulares y sobre el final la tuvimos que agilizar porque hubo una nueva amenaza en uno de los locales: un hombre entró, simulando ser un cliente, y cuando estaba en la caja le dejó un papel a la persona que atendía. Adentro del papel había una bala, pegada con cinta adhesiva. El chino gritó y la custodia reaccionó bien. La captura del agresor aceleró todo.” Un par de días más tarde, algunos de los detenidos son liberados. En un supermercado del barrio de Lomas del Mirador, Shu Xi Lin, uno de ellos, parece feliz de la vida, aunque se ha quedado sin empleados. Se fueron mientras estuvo detenido y ahora debe atender solo. “No soy de la mafia. Todo mentira. Trabajé cuatro años sin parar; sólo cinco días de descanso”, asegura, refiriéndose a su paso por el calabozo, con un español difícil pero ávido por limpiar su nombre. El lenguaje es poder: en promedio, a un chino le lleva siete años aprender español. Shu cuenta que era maestro en China y que ahora vive bien con su negocio, aunque ya ha padecido “dos saqueos”. Pero no fueron saqueos, sino robos. Es que en la memoria colectiva argenchina, diciembre de 2001 permanece inalterable. “¡Tengo el bocho que no me carbura más, me pasé toda la semana con este caso!”, suelta, también en esos días, Pao Hsing Kuo, un abogado de renombre dentro de la colectividad china –y uno de los muy pocos que hay, a decir verdad–, que llegó a la Argentina en 1974 con la primera ola migratoria que vino de Taiwán y que hoy es un argenchino de pura cepa, mixtura absoluta de dos culturas inconmensurables. Pao defiende a Shu Xi Lin y a otros de los detenidos de San Martín. ¿Es este hombre el abogado de la mafia? La sola pregunta le causa gracia. En cambio, explica que en el caso hubo algunas equivocaciones y que, según su punto de vista, se han involucrado a personas que no tienen relación con hechos delictivos. Y pone como ejemplo la historia de un viejo

>> Paños fríos. “Ustedes miran muchas películas de Bruce Lee”, dice Zheng Jicong, dirigente supermercadista. 23 de marzo de 2011

TÉLAM LEANDRO SÁNCHEZ

>> Argenchino. El abogado penalista Pao Hsing Kuo.

biaron: “Antes vos decías que eras chino y la gente te decía ‘ah, qué gente trabajadora’. Ahora, en cambio, te dicen ‘ah, mafia china’. Y encima ya no se sabe qué corno pasa… Porque hace unos años se conocían todos en la colectividad y cuando había problemas se encontraba un mediador, alguien a quien las dos partes respetaban”. Custodia policial Cuando el fotógrafo de El Guardián levanta su cámara frente al supermercado de Riobamba 1081 –con el permiso de uno de los encargados– aparece un policía de la Federal. Los documentos, pide a cara de perro. Los documentos del fotógrafo y del cronista. Y credenciales. Y explicaciones, que no bastan. Llegan entonces dos patrulleros, para confirmar en minutos infinitos la identidad de estos periodistas. La medida no es casual: en este local se ha registrado más de una amenaza y la custodia es una rutina que ya lleva ocho meses. “A veces los chinos hacen la denuncia, pero no aportan datos: quieren custodia gratis”, se queja un fiscal del Gran Buenos Aires que tampoco puede confiar en los traductores porque, según dice, se tragan las palabras por miedo o corrupción. “Una vez, una traductora que estaba haciendo una escucha directa tiró los auriculares y salió corriendo”, cuenta. La mujer había escuchado algo que la aterró: “El que hablaba por teléfono la había mencionado y es posible que hubiera dicho que la iban a matar”, 23 de marzo de 2011

>> Intranquilos. En muchos locales, los dueños esconden armas de fuego que compraron para defenderse.

sigue el fiscal. Cuando le advirtieron que estaba faltando a su labor, la traductora prefirió ir presa antes que seguir con la escucha. Mientras tanto, patas negras y federicos, apostados como consignas, comienzan a balbucear sus primeras palabras en chino, pero todavía no pueden encarar el problema de una manera orgánica. Mañana, un comerciante cualquiera llegado de Fujian abrirá las persianas de su comercio y encontrará que le han dejado una esquela por debajo de la puerta.

El chino leerá el versículo del miedo, ya conocido por sus paisanos: “Tenés que entregarme sí o sí 50 mil dólares. Contestá rápido por teléfono. De lo contrario, hacete cargo de las consecuencias”. Ocurrirá mañana como ocurrió mientras este artículo se escribía, como ocurre mientras el punto final se aproxima y el tiempo de las extorsiones se ahoga en sangre derramada por codicia.  [email protected] 53