Los Tres Mosqueteros

LOS TRES MOSQUETEROS ESCENA 1 (El paisaje de campo y un pequeño bosque de fondo. D’artagnan y su padre están disputando

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  • Lucio
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LOS TRES MOSQUETEROS ESCENA 1 (El paisaje de campo y un pequeño bosque de fondo. D’artagnan y su padre están disputando un duelo con espadas de madera mientras suena la música principal. Al acabar la música D’artagnan vence a su padre desarmándole con su espada.) D’artagnan: ¡te gané padre, te gané!.(alegre) Padre: (En actitud pensativa) Si, hijo mío, me has derrotado. Y esta es la cuarta vez que lo haces en los últimos días. (D’artagnan mira a su padre en silencio con ligera preocupación). D’artagnan, ya es hora de que partas de casa a empezar una nueva vida. Tus progresos con la espada han alcanzado un punto que ni yo mismo me hubiera imaginado. Tu madre y yo estamos muy orgullosos de ti y queremos lo mejor para nuestro hijo. Pero hijo mío, este es un pueblo pequeño, y debes irte fuera si quieres llegar a ser alguien importante algún día. D’artagnan: Pero padre... Padre: Ya no hay marcha atrás, tu madre y yo lo hemos hablado. Partirás hacía París para poder hacerte un mosquetero de su majestad. D’artagnan: ¡Un mosquetero! Padre: Sí hijo mío, de joven combatí en la guerra al lado del señor de Treville, ahora es el capitán de los mosqueteros y siempre no ha unido un gran afecto. Toma esta carta (le da una carta), es una carta de recomendación para que puedas entrar en el cuerpo de los mosqueteros. A buen seguro el señor de Treville, amigo a quién tuve la ocasión de salvarle la vida en aquella guerra, tendrá a bien a concederme este favor. ( D’artagnan coge la carta con admiración). Padre: El camino es largo y peligroso, llevarás contigo un ungüento que te está preparando tu madre y que recogerás cuando vayas a despedirte de ella. Eso te ayudará a curarte de heridas. También te daré una espada de verdad, ya que no creo que fueses muy lejos si te llevas ese palo de madera. Esta es mi espada (desenvaina su espada y se la da). Espero que te sea tan útil como me lo fue a mí. D’artagnan: Padre eso es un gran honor para mí. Padre: La vas a necesitar más que yo, seguro que haces buen uso de ella. D’artagnan: O gracias padre, no se como agradecerlo. Imagino gue habreis preparado una buena montura para mi viaje ¿cierto?. Padre: Buenoooo....(disimulando). D’artagnan: Decidme Padre, ¿Es uno de los pura sangre de la cuadra del vizconde? Padre: No exactamente.... D’artagnan: ¿UN bello caballo de crin blanca de los establos del alcalde?. Padre: No, no, tampoco... D’artagnan: ¿Uno de los precioso corceles que posee el boticario? ( El padre niega con la cabeza mientras entra por la izquierda, un caballo viejo, triste y cansado de color naranja que presenta un aspecto ridículo. D’artagnan al verlo se queda con la boca abierta?. Padre: Piensa, hijo, es un jaco que lleva mucho tiempo con la familia, y claro tiene un valor sentimental para nosotros, y bueno, como tampoco es que vallamos muy espléndidos de dinero, pues claro, guapo, guapo, no es que lo sea pero seguro que te es muy fiel. (Al caballo) Ven aquí caballo (el caballo en lugar de obedecer se tumba a descansar). Padre: Bueno, reconozco que no es de sangre noble, pero bueno, vamos a casa a preparar tus cosas que tienes que partir antes de que anochezca. (D’artagnan se queda mirando el caballo, que duerme apaciblemente). Padre: Vamos, vamos, déjalo ahí que no se moverá, luego volvemos a recogerlo. (Salen del escenario padre e hijo por la izquierda y las luces se apagan) ESCENA 2 (D’artagnan, cabalgando su viejo caballo, llega al patio de una posada. Donde se encuentran en el otro extremo, sentados y hablando, Rochefort su criado y el posadero). D’Artagnan: ¡Posadero! (El posadero se levanta)

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Posadero: Muy buenas joven caballero ¿desea una habitación donde pasar la noche y un establo para su caballo? D’Artagnan: Sí, muchas gracias. Posadero: Que curioso, un caballo sin silla de montar y de color naranja. D’Artagnan: ¡Por favor, cállese! ¡Llevo todo el camino aguantando bromas de todo tipo! ¡Estoy harto de que se rían de mi caballo! ¡Al que se le ocurra reírse una sola vez... (En el otro extremo, y en acorde con la frase comienzan a reírse Rochefort y su criado debido a una conversación que están manteniendo) D’Artagnan: ¡Eh, señor! ¡Señor que os ocultáis tras ese bigote! Sí vos, decidme un poco de qué os reís, y nos reiremos juntos. (Rochefort se vuelve hacía él) Rochefort: Yo no os hablo, señor D’Artagnan: ¡Pero yo sí os hablo! (Rochefort se acerca hacía D’artagnan, éste pone su mano sobre su espada) Rochefort: (Mirándolo de arriba abajo) Decididamente este caballo es, o mejor, fue en su juventud botón de oro. Es un color muy conocido en botánica, pero hasta el presente muy raro entre los caballos. D’Artagnan: ¡El que se ríe del caballo es que no se atreve a reírse del amo! Rochefort: Señor, no río muy a menudo, como vos mismo podéis ver por el aspecto de mi rostro; pero procuro conservar el privilegio de reír cuando me place. D’Artagnan: ¡Y yo no quiero que nadie se ría de mí cuando no me place! Rochefort: ¿De verdad señor?. Pues bien, es muy justo (Se gira) D’Artagnan: (Desenvainando la espada) ¡Volveos, volveos, señor burlón, para que no os hiera por la espalda! Rochefort: ¡Herirme a mí! ¡Vamos, vamos, querido, estáis loco! (D’Artagnan comienza a atacar, y Rochefort desenvaina rápidamente. Ambos comienzan un combate con espadas). Criado: ¡Señor! ¡Señor! ¡Ha llegado Milady! Rochefort: Encargaros de él. (El criado y el posadero con dos palos de madera empiezan a dar golpes a D’Artagnan hasta que cae al suelo, herido. Milady aparece por la derecha) Milady: ¿Qué ha sucedido? Rochefort: Nada importante, un insolente que quería dárselas de valiente. Milady: Contadme las noticias que traéis... (Empiezan a hablar en voz baja) Criado: Esto te enseñará a meterte con mi señor Posadero: Basta ya, basta ya, si seguimos podemos matarle Criado: Vamos a registrarle a ver que tiene... Posadero: Unas monedas, un ungüento, y una carta... Criado: Una carta... Dámela, a ver que pone... Milady: Entonces su eminencia me ordena... Rochefort: Volver inmediatamente a Inglaterra, y avisarle directamente si el duque abandona Londres. Milady: ¿Y en cuanto a mis restantes instrucciones? Rochefort: Están guardadas en esta caja, que sólo abriréis al otro lado del canal de la Mancha. (Le entrega una cajita) Milady: Muy bien, ¿Qué haréis vos? Rochefort: Yo regreso a París. Milady: ¿Sin castigar a ese insolente muchachito) D’Artagnan: (Desde el suelo) Es ese insolente muchachito el que castiga a los otros, y espero que esta vez a quien deba castigar no escapará otra vez. Milady: (A Rochefort) Pensad, pensad que el menor retraso puede perderlo todo. Rochefort: Tenéis razón, partid pues, por vuestro lado; yo parto por el mío. (Milady desaparece) Criado: Señor, el muchacho tiene una carta dirigida al señor de Treville. Rochefort: ¿A sí? (La toma) Nos la llevaremos. Vamos. D’artagnan: ¡No huyáis! ¡Cobarde! (Le duele todo el cuerpo) ¡Ay! Posadero: ¡Eh la cuenta! ¡Vuestro dinero! Rochefort: ¡Paga bribón!

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(El criado le echa unas monedas y ambos desaparecen por la derecha) Posadero: ¿Se encuentra bien joven? D’Artagnan: ¡Ay! ¡Ay! Posadero: Le pondré este ungüento que llevaba con usted, creo que le aliviará las heridas. D’Artagnan: ¡Y ahora que hago! ¡Cómo llegaré a París sin la carta! ¡Cómo me presentaré al señor de Treville! ¡Ay, Ay! (El posadero le empieza a poner un poco de ungüento) ESCENA 3 (Están en escena el Señor de Treville, Porthos y Aramis) Treville: ¿Sabéis lo que me ha dicho el rey, y no más tarde que ayer noche? ¿lo sabéis señores? Porthos y Aramis: No señor, lo ignoramos Treville: Me ha dicho que de ahora en adelante reclutará sus mosqueteros entre los guardias del cardenal. Sí, sí. El Cardenal me contó con un aire de condolencia que anteayer esos malditos mosqueteros, esos juerguistas, se habían retrasado en una taberna y que no hubo más remedio que detenerlos. ¿ Y Athos? ¿dónde está Athos? Aramis: Está enfermo, muy enfermo. Treville: ¿Enfermo, muy enfermo, decís? ¿Y de qué enfermedad? Porthos: Temen que sea la viruela señor... y sería molesto porque a buen seguro le estropearía el rostro Treville: ¡Viruela! ¡Vaya historia me estáis contando! ¡Viruela a su edad! No... seguro que está herido, muerto quizá. ¡Los mosqueteros se hacen arrestar por los guardias del cardenal! ¡Seis guardias de su eminencia arrestan a seis guardas de su Majestad! ¡Por todos los diablos! Ahora mismo voy al Louvre; presento mi dimisión de capitán de mosqueteros para el rey para pedir un tenientazgo entre los guardias del cardenal, y se me rechaza, por todos los diablos que me hago monje. Porthos: Bueno, mi capitán, la verdad es que éramos seis contra seis, pero fuimos cogidos traicioneramente, y además, antes de que hubiéramos tenido tiempo de sacar nuestras espadas, dos de nosotros habían caído muertos, y Athos, herido gravemente. Aramis: Y tengo el honor de aseguraos que yo maté a uno con su propia espada, porque la mía se rompió en el primer encuentro, Treville: Yo no sabía eso. Por lo que veo el cardenal exageró. Aramis: Pero, por favor, señor, no digáis que Athos está herido, sería para desesperarse que llegara a oídos del rey. Treville: Bien podéis retiraros, ya solucionaré el problema con el rey. (Porthos y Aramis salen por la derecha)¡ Que entre el joven! (Entra D’Artagnan) Treville: Quise mucho a vuestro señor padre. Creo que os llamáis D’Artagnan como él. ¿Qué puedo hacer por vos? D’Artagnan: Me gustaría ser un mosquetero Treville: Me alegra ver que quieres formar parte del cuerpo, pero no es nada fácil muchacho, has de llevar unos años en el cuerpo de cadetes o bien realizar alguna campaña que te haga ganarte el favor del propio rey Luis XIII, aún así se han de realizar unas pruebas para entrar en los cadetes. Lo que puedo hacer por ti es facilitarte el ingreso, pues las pruebas son cada dos años y se realizaron el mes pasado. Aprenderéis el manejo del caballo, esgrima y danza, y de cuando en cuando pasaréis a verme para saber como va todo. D’artagnan: Tenía una carta de recomendación para vos, pero me fue robada en una posada Treville: No te preocupes hijo, ahora lo que tienes que hacer es buscar algún sitio donde poder alojarte en París el tiempo que estudies. D’artagnan: (Se queda asombrado mirando por una ventana)¡Dios mío! ¡Es él! Treville: ¿Quién? D’Artagnan: ¡El hombre que me robó la carta! ¡Esta vez no escapará! (desaparece corriendo por la izquierda) Treville: Vaya chico, todo temperamento. ESCENA 4

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En un pasillo está en el extremo izquierdo Athos con el hombro vendado, y en la derecha está Porthos admirando su capa. D’Artagnan entra corriendo por la izquierda y tropieza con Athos) D’Artagnan: Perdonadme, perdonadme, pero tengo prisa. Athos: (No le deja ir) ¡Tenéis prisa! ¿Y creéis que eso basta? D’Artagnan: A fe mía que no lo he hecho a propósito. Ya he dicho “perdonadme”. Me parece pues que es bastante. Sin embargo, os lo repito, tengo mucha prisa. Soltadme y dejadme ir. Athos: Señor, no sois cortés se ve que venís de lejos. D’Artagnan: ¡Por todos los diablos, señor! Por lejos que venga no sois vos quien me dará una lección de buenos modales, os lo advierto. Athos: Señor apresurado, a mí me encontraréis sin correr, ¿me oís? D’Artagnan: ¿Y donde, si os place? Athos: Junto a los Carmelitas descalzos D’Artagnan: ¿A qué hora? Athos: A las doce D’ Artagnan: Muy bien, allí estaré Athos: Tratad de no hacerme esperar, porque a las doce y cuarto os prevengo que seré yo quien corra tras vos y quien os corte las orejas a la carrera. (Athos se va, D’Artagnan sigue corriendo y tropieza con Porthos, enredándose en su capa y haciéndose un ridículo lío entre los dos) Porthos: ¡Por mil diablos! ¿Tenéis acaso la rabia para lanzaros de ese modo sobre las personas? D’Artagnan: Perdonadme, pero tengo mucha prisa, corro detrás de uno y... Porthos: ¿Es que acaso olvidáis vuestros ojos cuando corréis? Os desollaréis si os restregáis así en los mosqueteros. D’Artagnan: Esa es una palabra muy dura. Porthos: Desollar es la palabra adecuada. Nos vemos a la una en los carmelitas descalzos. D’Artagnan: Allí estaré (Porthos se va por la izquierda y D’Artagnan sigue corriendo, y tropieza con Aramis que entraba por la derecha acompañado de una dama) Aramis: ¿Pero se puede saber que insolencia es esta? D’Artagnan: Lo siento señor no pretendía molestar Aramis: exijo una disculpa a la señorita D’Artagnan: Lo siento mucho, de verdad, adiós Aramis: ¿Cómo que adiós? Esto es deshonroso. Exijo un duelo. D’Artagnan: A las dos en los carmelitas descalzos ¿os va bien? Aramis: Allí os enseñaré modales (Salen todos de escena) ESCENA 5 (El escenario se situa en los carmelitas descalzos, con París de fondo. En el centro está Athos con gesto de espera, suenan doce campanadas y entra D’Artagnan) Athos: Señor, he hecho avisar a dos amigos míos que me servirán de padrinos, pero esos dos amigos aún no han llegado. Me extraña que tarden, no es lo habitual en ellos. D’Artagnan: Yo no tengo padrinos, señor, porque llegué ayer de París, y a la única persona que conozco es al señor de Treville, al que he sido recomendado por mi padre. Athos: ¿No conocéis más que al señor de Treville? D’Artagnan: No, señor, no conozco a nadie más que a él... Athos: Vaya..., pero... si os mato daré la impresión de un traganiños. D’Artagnan: No demasiado señor, pues me hacéis el honor de luchar contra mí, con una herida que debe doleros mucho. Athos: Mucho me molesta, palabra, y me habéis hecho un daño de todos los diablos, debo decirlo, pero lucharé con la izquierda D’Artagnan: Si me permitierais... tengo un bálsamo milagroso para las heridas, un bálsamo que me viene de mi madre, y que yo mismo he probado. Athos: ¿Y? D’Artagnan: Pues que estoy seguro que en menos de tres días este bálsamo os curará y entonces podrá luchar sin ningún dolor. Athos:Vaya, vaya, además de un chico valiente pareces un caballero de honor. (Mira hacia la derecha) Ahí viene uno de mis testigos.

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D’Artagnan: ¡Cómo! ¿Vuestro primer testigo es el señor Porthos? Athos: Sí. ¿Os contraría? D’Artagnan: No, de ningún modo. Athos: Y allí viene el segundo (mirando a la izquierda) D’Artagnan: ¡Qué! ¿Vuestro segundo testigo es el señor Aramis? Athos: Claro, ¿No sabéis que no se nos ve jamás a uno sin los otros?, entre los mosqueteros, entre los guardías, en la corte y en la ciudad se nos llama Athos, Porthos y Aramis, los tres mosqueteros. (Porthos entra por la derecha) Porthos: ¡Ah, ah! ¿Qué es esto? Athos: Este es el señor con quien me bato (señala a D’Artagnan) Porthos: Con él me bato también yo, pero a la una. Aramis: (Entrando por la izquierda) Y también yo me bato con este chico a las dos. Porthos: Pero, ¿por qué te bates tú, Athos? Athos: No lo sé muy bien; me ha hecho daño en el hombro. ¿Y tú ? Porthos: Bueno realmente las razones no son demasiado convincentes, quizás Aramis, tú puedas razonar mejor por que te bates. Aramis: Pués, motivos verdaderamente razonados no es que encuentre. D’Artagnan:Y ahora que estáis juntos, señores, permitidme que presente mis excusas. Porthos: ¿Cómo? D’Artagnan: No me comprendéis señor, os pido escusas en caso de que no pueda pagar mi deuda con los tres, porque el señor Athos tiene derecho a matarme primero. Aramis: Es un chico realmente valiente. Athos: Sí, es una lástima que eso no os vaya a salvar la vida.. ¿Estais preparado? D’Artagnan: Lo estoy Athos: ¡En guardia! (Empiezand a tener un pequeño combate con espadas, en el que se ve a Athos asombrado del manejo de espada de su contrincante) Porthos: ¡Alerta! ¡Vienen los guardías del cardenal! (Aparecen por la derecha Jussac con 5 guardías) Jussac: ¡Hola mosqueteros! ¿nos estamos batiendo? ¿para qué queremos entonces las leyes? ¿os habéis olvidado que los duelos están prohibidos en Francia? Athos: Sois muy generosos señores guardias, si os viésemos batiros, os respondo de que nos guardaríamos mucho de impedíroslo. Dejadnos pues hacerlo, y podréis tener placer sin ningún gasto. Jussac: Señores, con gran pesar os declaro que es imposible. Nuestro deber ante todo. Envainad, pues, por favor y seguidnos. Aramis: Señor, con gran placer obedeceríamos vuestra graciosa invitación, si ello dependiese de nosotros; pero desgraciadamente es imposible: el señor de Treville nos lo ha prohibido. Pasad, pues, de largo, es lo mejor que podéis hacer. Jussac: Cargaremos contra vosotros si desobedecéis Athos: Son seis, y nosotros sólo somos tres. D’Artagnan: Señores, habéis dicho que nos sois más que tres, pero a mí me parece que somos cuatro. Porthos: Pero vos no sois de los nuestros. D’Artagnan: Es cierto, no tengo el uniforme, pero sí el alma, y mi corazón es mosquetero. Jussac: Apartaos, joven, podéis retiraros, os lo permitimos. Salvad vustra piel, de prisa. D’Artagnan. Ni pensarlo. Athos: Decididamente sois un valiente (le tiende la mano) ¿Cómo os llamáis? D’Artagnan: D’Artagnan. Jussac: ¿Y bien? Veamos señores ¿os decidís a decidiros? Athos: Está resuelto, señores. Jussac: ¿Y qué decisión habéis tomado? Aramis: Vamos a tener el honor de cargar contra vos (Los tres mosqueteros juntan sus espadas) Athos, Porthos y Aramis: ¡Uno para todos, y todos para uno! (Empieza la lucha, D’Artagnan está emparejado con Jussac, Athos con un guardia, y Porthos y Aramis con dos cada uno. Después de un par de minutos de combate, el guardía de Athos muere, los guardías de Aramis y uno de Porthos también. Y el otro de Porthos y Jussac acaban en el suelo desarmados.)

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Pothos: ¡Largaros si queréis vivir! Jussac: (incorporándose) El cardenal sabrá de esto Porthos: No me habési oído. ¡Largaros! (Jussac y el guardía se van huyendo por la derecha) Athos: Muy vien joven, muy bien. D’Artagnan: Si todavía no soy mosquetero, al menos ya soy aprendiz ¿no? ESCENA 6 (La escena transcurre en el salón de trono del rey Luis XIII en el palacio de Louvre. Se encuentran en escena el rey sentado, y el señor de Treville, de pié) Rey: Venid aquí, señor capitán, venid que os riña; ¿Sabéis que su eminencia ha venido a qujárseme de vuestros mosqueteros? Treville: No majestad, pero los guardías del cardenal están buscándoles pelea sin cesar, y por honor mis hombres se ven obligados a defenderse. Rey: Y ¿Cómo ha ocurrido tal cosa? Treville: Tres de mis mejores soldados Athos, Porthos y Aramis, habían hecho una excursión con un joven cadete de Gascuña que yo les había recomendado aquella misma mañana, y se habían citado en los carmelitas descalzos, cuando fue perturbada por Jussac y otros cinco guardías. Rey: ¡Ah! ¡Ah! Me dais que pensar, sin duda iban para batirse ellos mismos. Treville: No los acuso majestad. Ya sabéis cuan difícil es conocer la verdad Rey: Pero no estaban solos vuestros mosqueteros Treville, ¿no había con ellos un niño? Treville: Si, majestad, y un hombre herido, de suerte que tres mosqueteros del rey, uno de ellos herido, y un niño no solamente se han enfrentado a seis de los más terribles guardías del cardenal, sino que han derribado a cuatro por tierra Rey: Pero ¡Si eso es una victoria! ¡Una victoria completa! ¿Cuatro hombres, uno de ellos herido y un niño decís? Treville: Un joven apenas hombre, que se ha portado perfectamente en esta ocasión que me tomaré la libertad de recomendarlo a vuestra majestad. Rey: ¿Cómo se llama? Treville: D’Artagnan, majestad. Es hijo de uno de mis más viejos amigos. Rey: ¿Y decís que se ha portado bien ese joven? Contadme eso, Treville, ya sabéis que me gustan los relatos de guerra y combate. Treville: Señor, como os he dicho, el señor D’Artagnan es casi un niño, y como no tiene el honor de ser mosquetero, estaba vestido de paisano; los guardías del cardenal, reconociendo su gran juventud, le invitaron a retirarse antes de atacar, pero él respondió que era mosquetero de corazón y que por eso se quedaría con ellos. Rey: Que joven más bravo. Treville: Y en efecto, permaneció a su lado; y vuestra majestad tiene ahí un campeón tan firme que fue él quien dio a Jussac esa terrible estocada que encoleriza tanto al cardenal. Rey: ¿Fue él quien hirió a Jussac? ¡Él, un niño! Eso es imposible. Treville: Ocurrió como tengo el honor de contaros. Rey: ¡Jussac, uno de los primeros aceros del reino! Treville: Como veis es un joven con mucho futuro Rey: Más que futuro, presente, hay que seguir los progresos de ese joven capitán, espero que me vayais informando. ESCENA Nº7 (Escenario: Una calle de París, D’Artagnan entra por la izquierda con su caballo, llevándolo de las riendas. Encuentra en un portal al señor Bonancieux) D’Artagnan: Buenas, ¿Soís vos el señor Bonancieux? Bonancieux: El mismo. D’Artagnan: ¿Alquiláis vos alojamiento? Bonancieux: Si joven, ¿Qué buscáis exactamente? D’Artagnan: Estoy buscando habitación y si queda una libre seguramente me la quede. Mi nombre es D’Artagnan! Bonancieux: Un placer conocerle.

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D’Artagnan: Voy a estar un buen tiempo en París, estoy en los cadetes de los mosqueteros, y podré pagarle sin problemas Bonancieux: Perfecto, perfecto. En casa solo estaréis vos como huésped. Yo me encargo de la comida y el mantenimiento de la casa, vos solo deberéis mantener limpia vuestra habitación D’Artagnan: ¿Lo hacéis vos? ¿No estáis casado? Bonancieux: No señor, estoy viudo, vivo solo con mi hija, un segundo que ahora sale de casa. ¡Constance! (Viene la chica por la derecha) Bonancieux: Esta es Constance, mi hija. Pequeña, este es el señor D’Artagnan que se va a quedar con nosotros en la habitación de alquiler, Constance: Mucho gusto caballero. D’Artagnan: (Que se ha quedado atontado con la belleza de la joven) El gusto es mío. Bonancieux: Es una hija ejemplar, aunque casi nunca está en casa, pues trabaja en palacio como ayuda de cámara de la reina. Constance: (enfadada) ¡Papá! ¡No debes ir contando eso por ahí! Bonancieux: No te preocupes cariño, este caballero es un aprendiz de mosquetero... Constance: ¿De veras? D’Artagnan: Ssssi... Bonancieux: ¿Lo ves? No hay problema, por cierto, donde salías tan temprano Constance: Es que... tengo un trabajo que hacer, por cierto me voy ya no me puedo entretener. bueno me voy nos veremos de noche, hasta pronto. (se va por la derecha) Bonancieux: Permita que me lleve el caballo al establo señor, yo os lo cuidaré. (Se va Bonancieux por la derecha) D’Artagnan: Es maravillosa.... Es la mujer más guapa que he visto en mi vida. (Se queda un rato con cara de bobo) (Entra corriendo por la derecha el señor Bonancieux) Bonancieux: ¡Dios mío! ¡Señor! ¡Mi hija han secuestrado a mi hija! D’Artagnan: ¡¿Qué!? Bonancieux: ¡Ayúdeme! ¡Se la acaban de llevar al doblar la esquina! ¡Dos bribones! ¡Uno de ellos con una cicatriz! D’Artagnan: ¡Él! ¡No puede ser! ¿Por dónde se han ido? Bonancieux: Por allí (señala a la derecha) D’Artagnan: No se preocupe traeré a vuestra hija sana y salva. ESCENA 8 (En escena, con la noche de fondo, están junto a un fuego Rochefort, su criado y Constance que está atada y amordazada) Constance: Mmmmmmmm... Rochefort: (Se levanta) Ni lo pienses, solo te desataremos la mordaza para comer y hace un rato que lo has hecho. (A su criado), ven un momento, bribón. (Se van Rochefort y su criado a la derecha del escenario) Criado: ¿Si señor? Rochefort: Me tengo que ir, tengo cosas importantes entre manos, vigilala, es importante que esté retenida hoy y mañana, al amanecer dirigiros a la cabaña, está todo preparado, pasad el día y la noche siguientes y después podeis soltarla. Criado: Sí señor... Hasta pronto Rochefort: Adiós. (El criado se sienta junto a Constance en la hoguera) Criado: Bueno, bueno, no lo tomeis a mal señorita, uno cumple con su trabajo, aunque tampoco puedo decir que sea desagradable, y menos con la presencia de una señorita como usted. Constance: Mmmmmmmm Criado:¿Cómo dice? No la entiendo ¡Ja, ja, ja! Constance: Mmmmmmmm Criado: (Se pone tenso) Un momento ¿no ha oído nada? Constance: Mmmmmmmmm Criado: Calle, ahora lo digo en serio, me ha parecido oir una voz. D’Artagnan: (Voz lejana) ¡Contance! Constance: (Más animada) ¡¡MMMMMMMM!!

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Criado: ¿Quién será? (se levanta y se coloca a la izquierda de Constance, ésta aprovecha la situación para hacerle la zancadilla al criado que cae al suelo, y con las dos manos juntas, le da un golpe en la nuca dejándolo inconsciente.) D’Artaganan: (Voz lejana) ¡Constance! (Con el filo de un cuchillo que tenía el criado corta sus cuerdas se quita la mordaza y sale huyendo por la derecha, al poco entra por la izquierda D’Artagnan) D’Artagnan: ¿Qué ha pasado aquí? (Coge al criado, inconsciente, por las solapas y lo sacude) Despertad,¡Despertad! (lo deja caer) ¡Constance! ¿¡Dónde estás!?¡¡¡Constance!!! (Sale por la derecha mientras la llama) ESCENA 9 (En París D’Artagnan está cansado y cabizbajo, camina de izquierda a derecha) D’Artagnan: No la encuentro, no está por ninguna parte. Dios mío, ¿Qué le habrá pasado? (Entran por la derecha Constance junto al Duque de Buckingham. D’Artagnan, al verlos confunde al duque con el secuestrador y saca su espada) D’Artagnan: ¡Quieto Bandido! ¡Sacad la espada si sois valiente! Duque: ¿Pero quién es este entrometido? Constance: ¡No señor D’Artagnan, estáis cometiendo un grave error! D’Artagnan: No es necesario que me llames señor, querida Constance, creo que ya hay suficiente confianza entre los dos. (lo dice en tono romántico) Duque: ¿Se puede saber quién es este joven? D’Artagnan: Soy vuestro verdugo y os atravesaré con a espada por intentar dañar a esta joven dama. ¡Sacad la espada! Constance: ¡No D’Artagnan! D’Artagnan: No te preocupes Constance, entiendo que este malechor te haya lavado el cerebro, pero ahora pagará por sus pecados. (El duque saca la espada y luchan un poco) Constance: ¡D’Artagnan! ¡Estate quieto! (Pausa) ¡Es el duque de Buckingham! (En ese momento D’Artagnan, atónito deja de luchar inmediatamente) D’Artagnan: ¿El duque de Buckingham? ¿De Inglaterra? Duque: El mismo para serviros (Hace un saludo con el sembrero y envaina la espada) D’Artagnan: Yo... yo... creí que os habían secuestrado... Constance: Lo siento D’Artagnan, no tenemos tiempo de explicarte nada tenemos que irnos inmediatamente. Lo siento, adiós. D’Artagnan: (Se queda con la boca abierta mientras Constance y el duque desaparecen por la izquierda) Que guapa, pero que guapa que es... Escena 10 (Palacio, aposentos de la reina Ana de Austria que está esperando a alguien. Por la izquierda entra el duque de Buckingham, avanza hasta ella y con una inclinación le besa la mano) Reina: Duque, ya sabéis que no he sido yo quien ha hecho que os escriban. Duque: ¡Oh, sí, señora, sí! Sé que he sido un loco, un insensato en suponer que la nieve se animaría, que se calentaría el marmol; pero, ¿qué queréis?, cuando se ama, se cree facilmente en el amor. Además, no he perdio enteramente el fruto de este viaje, toda vez que os he visto. Reina: Milord, ¿olvidáis que nunca os he dicho que os amaba? Duque: Pero tampoco me habéis dicho jamás que no me amáis; verdaderamente semejantes palabras fueran en boca de Vuestra Majestad una ingratitud muy grande. Pues decidme, ¿dónde hallaréis un amor semejante al mío; un amor que ni el tiempo, ni la ausencia, ni la desesperación pueden apagar; ¡Observad, cierro los ojos y os veo como estáis ahora, esto es, cien veces aún más hermosa. Reina: ¡Qué locura!, alimentar una pasión inútil con tales recuerdos! Duque: Vos me amáis señora; esto es indudable. Reina: ¿Qué yo os amo? Duque: ¡Sí, vos! Me amáis Reina:¡Oh, dios mío! Esto es superior a mis fuerzas. Escuchad, duque; en el nombre del cielo, partid, alejaos, yo no sé si os amo o no, pero sí sé que no seré infiel. Partid, os lo suplico, y volved más adelante, como embajador, como ministro, volved rodeado de guardías que os puedan defender y entonces... entonces ya no temeré por vuestros días y tendré gran satisfacción en volver a veros. Duque: ¿es cierto lo que me decís? Reina: Sí

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Duque: Pues bien; una prenda de vuestra indulgencia, un objeto que venga de vos y que me recuerde aue no fue esto un sueño; algún objeto que hayáis llevado y que pueda llevar a mi vez, un anillo, un collar, una cadena, Reina: ¿Y partiréis si os doy lo que me solicitáis? Duque: Sí Reina: ¿Al momento? Duque: Sí Reina: ¿Saldréis de Francia y volvereis a Inglaterra? Duque: Os lo juro Reina: Entonces, aguardad. (La reina desaparece por la derecha y al poco tiempo vuelve a entrar con una cajita) Reina: Tomad milord, tomad y guardad esto como una memoria mía (El duque se arrodilla ante ella) Reina: Me habéis prometido que partiríais Duque: Y cumplo mi palabra. Dadme vuestra mano, señora y parto (Le besa la mano) Antes de seis meses, si no he muerto, os volveré a ver, señora, aunque para ello necesitara trastornar el mundo. (El duque se va por la izquierda y la reina, más lentamente por la derecha con rostro preocupado). ESCENA 11 (Se encuentra el cardenal sentado en su despacho, leyendo unos documentos y entra Rochefort por la izquierda) Rochefort: Eminencia... Cardenal: Hola Rochefort. ¿Hay noticias? Rochefort: Se han visto Cardenal: ¿Quién? Rochefort: Él y ella Cardenal: ¿La reina y el duque? Rochefort: Sí. Cardenal: ¿Dónde? Rochefort: En el Louvre Cardenal: ¿Estáis seguro? Rochefort: Segurísimo, me lo han dicho mis espías Cardenal: Maldición, parece que nos han ganado la partida. ¿Hay algo que señalar acerca de lo que hablaron además de lo evidente? Rochefort: Sí, eminencia, le entregó el cofrecillo de los herretes de diamantes que su majestad regaló a la reina Cardenal. (Sorprendido) ¿Se los ha regalado? Rochefort: Durante el día, mi espía en su calidad de dama del guardajoyas, lo buscó, simuló estar inquieta por no encontrarlo y acabó por preguntar a la reina. La reina se puso muy colorada y respondió que, habiendo roto el día anterior uno de sus herretes, los había enviado a casa de su joyero, para arreglarlo. Cardenal: Es preciso averiguar si eso es verdad. Rochefort: Ya está hecho. Cardenal: ¿Y qué? Rochefort: El joyero no ha oído hablar de tal cosa. Cardenal: Muy bien, Rochefort; aun no se ha perdido todo, y tal vez... tal vez estemos mejor que antes. Espera un momento (se pone a escribir una carta mientras habla). Creo saber donde se esconderá esta noche el duque de Buckingham, enviad unos guardías a la casa donde vive la doncella de la reina, y registradla. (Termina de escribir). Además haced entregar esta carta a Milady en Londres. (la lee) “Milady: Asistid al primer baile al que vaya el duque de Buckingham. Llevará en su ropilla doce herretes de diamantes; acercaos a él y cortadle dos. En cuanto esos herretes estén en vuesto poder, avisadme”. Rochefort: Muy bien eminencia. Cardenal: Creo que nos divertiremos un poco Rochefort. (Rochefort se retira por la izquierda y se apagan las luces)

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ESCENA 12 (Están en escena el señor Bonancieux y Constance que están en su casa, sentados en la mesa esperando para cenar.) Bonancieux: Ay hija mía, menos mal que estás sana y salva, menudo susto me he llevado. D’Artagnan salió en su búsqueda nada más enterarse. es un joven muy valiente que no dudó en salir en tu búsqueda.Y a mi me da en la nariz que tu le gustas Constance, y yo no suelo equivocarme en eso. Constance: La verdad es que es un joven apuesto, y le estoy agradecido que quisiera ayudarme aunque estuvo a punto de meter la pata. Bonancieux: Oigo ruidos de unos caballos, a lo mejor es D’Artagnan con sus amigos, voy a ver. Bonancieux: ¡No!, me parece que son unos cuantos guardias del cardenal, con cara de perros rabiosos. (Al poco entra por la izquierda Jussac, seguido por unos guardías del cardenal). Jussac: Buenas noches. Bonancieux: ¿Qué pretendeis presentándoos así de pronto en mi casa? Jussac: ¡A callar viejo! Yo solo yo pregunto y la única que va a contestar es esa jovencita. (Los guardías toman posiciones en torno a la mesa) Constance: ¡¿Qué queréis de mi?! Jussac: ¿Dónde está escondido el Duque de Buckingham? Constance: No sé de que me estáis hablando Jussac: No os hagáis la tonta, sabemos que esta noche se esconde en París. Lo vuelvo a preguntar ¿Dónde está? Constance: Lo vuelvo a responder No sé de qué me estáis hablando Jussac: Señorita, o habláis o me veré obligado a tomaros prisionera. D’Artagnan: (Voz de fondo) Ni se os pase por la cabeza ponerle la mano encima (entra) Jussac: Pero si es el mocoso del otro día... D’Artagnan: El mocoso que os dio una lección con la espada Jussac: Sí, querido muchacho pero me parece a mi que estáis en ligera desventaja. Athos: (Voz de fondo) No creais señor Jussac, está muy parecido al otro día, y me imagino que podéis recordar como acabó aquel encuentro. (Entran también por la izquierda Athos Porthos y Aramis) Guardia 1: ¡Los tres mosqueteros! Athos: D’Artagnan, junta tu espada con las nuestras (Los cuatro juntan sus espadas) D’Artagnan, Athos, Portos y Aramis: ¡Uno para todos y todos para uno! (Empieza a librarse un combate entre todos mientras suena la música de fondo. PREPARAR COREOGRAFÍA PELEA.) (Acaba el combate) Porthos: (Cogiendo a Jussac y tirándo al suelo) Y no se os ocurra volver ¡Cobardes! Aramis: Para molestar a una dama sois muy valientes pero a la hora de la verdad sois como las gallinas (Los guardías se van corriendo y humillados) Constance: Muchas gracias señores, me habéis salvado de que me llevaran Bonancieux: ¿Cómo os lo puedo pagar? Athos: No hay ningún pago, todo lo hemos hecho por su hija. Porthos: Sabemos lo mucho que significa para D’Artagnan (Todos le miran con reproche, D’Artagnan y Constance se ponen colorados) Porthos: ¡Qué pasa! ¿He dicho algo malo? Bonancieux: Señores, como agradecimiento les invito a todos a una buena cena al mejor restaurante de París. Porthos: ¡Hurra! Athos: No hace falta que os molestéis señor Porthos: ¿Cómo que no? Bonancieux: No es ninguna molestia, lo haré con sumo gusto. Aramis: En ese caso aceptamos de buen grado Porthos: ¡Vamos, Vamos ya llegamos tarde! Constance: Vamos por la puerta de atrás, puede que nos estén vigilando. Athos: ¡Vamos! (Se van todos por la derecha) (Se apagan las luces)

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ESCENA Nº13 (Se encuentran en el palacio de Louvre el Cardenal Richelieu y el Rey) Rey: No sé Richelieu, no sé. La verdad es que prefiero que se organice una cacería o una fiesta de disfraces, pero no me acaba de satisfacer la idea del baile. Cardenal: Un baile es buena idea majestad, ya sabéis cuanto le gusta la danza a la reina. Rey: Señor Cardenal, ya sabéis que no me gustan ese tipo de placeres. Cardenal: Por eso os lo agradecerá más la reina, será una prueba de sacrificio por vuestra parte. Rey: Ya veremos, ya veremos. Cardenal: Además, ésa será una ocasión para ella de ponerse los valiosos herretes de diamantes que vos le regalasteis el día de su santo y que aún no ha podido estrenar. Rey: Bueno, está bien Richelieu, está bien, como deseéis pero organizarlo vos mismo, será para el próximo sábado. Cardenal: Sabia decisión majestad, yo me encargaré de todos los preparativos. No olvidéis decirle a su Majestad, que queréis ver cómo le sientan sus herretes de diamantes. Rey: Ahora mismo la avisaré, podéis retiraos. (El Cardenal se va por la izquierda y al poco aparece la reina por la derecha) Reina: ¿Qué deseaba el cardenal? Rey: Señora, pronto habrá un baile en palacio, quiero que para honrar a nuestra corte os presentéis adornada con los herretes de diamantes que os regalé el día de vuestro santo. Reina: (Se queda un momento paralizada) ¿Los herretes? Rey: Exacto, el baile será el próximo sábado. Reina: ¿Es el cardenal quien os ha anunciado esa fiesta? Rey: Sí, señora. ¿Por qué tal pregunta? Reina: ¿Y es él quien os ha dicho que me invitéis a ponerme los herretes? Rey: Es decir, señora... Reina: Es él señor. Rey: ¿Y qué importa que sea él o yo? ¿Hay algún crimen en esto? Reina: No, señor. Rey: ¿De modo que asistiréis? Reina: Sí, señor. Rey: Está bien, cuento con ello (Se retira el Rey por la izquierda y la Reina le despide con una reverencia) Reina: ¡Estoy perdida! Perdida, porque el cardenal lo sabe todo y él es quien mueve al rey, que aún no sabe nada, pero que no tardará en saberlo. Estoy perdida. ¡Dios mío! (Mientras hablaba, Constance había entrado por la derecha sin que la Reina lo advirtiese) Constance: ¿No puedo yo servir de nada a su majestad? Reina: (Se sorprende) ¡AH! Constance: ¡Oh! No temáis nada, señora; yo soy de vuestra majestad en cuerpo y alma, y por lejos que esté con vos, por inferior que sea mi posición, creo haber encontrado el medio de sacaros de este apuro. Reina: ¿Vos? ¡Dios mío!. Pero veamos, miradme a la cara. Me hacen traición por todos lados. ¿Puedo fiarme de vos?. Constance: Prometo por la salvación de mi alma que estoy dispuesta a morir por vuestra majestad. Hay traidores aquí, pero no estoy entre ellos. Esos herretes que os pide el rey, los habéis dado al duque de Buckingham, ¿no es cierto?. Reina: ¡Oh, Dios mío! Constance: Pues bien, es preciso recobrar esos herretes. Reina: Sin duda, es necesario, pero ¿cómo conseguirlo? Constance: Hay que enviar alguien a ver al duque Reina: ¿Pero, quién? ¿De quién fiarme? Constance: Tened confianza en mí, hacedme ese honor y yo hallaré ese mensajero Reina: Pero será preciso escribir Constance: Es indispensable. Dos palabras de mano de vuestra majestad y vuestro sello particular. Reina: Bien, vamos a preparar esa carta, te daré dinero para que el mensajero pueda embarcar hacia Londres, vamos a mis aposentos. (Desaparecen las dos por la derecha)

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ESCENA Nº13 (Se encuentran en el palacio de Louvre el Cardenal Richelieu y el Rey) Rey: No sé Richelieu, no sé. La verdad es que prefiero que se organice una cacería o una fiesta de disfraces, pero no me acaba de satisfacer la idea del baile. Cardenal: Un baile es buena idea majestad, ya sabéis cuanto le gusta la danza a la reina. Rey: Señor Cardenal, ya sabéis que no me gustan ese tipo de placeres. Cardenal: Por eso os lo agradecerá más la reina, será una prueba de sacrificio por vuestra parte. Rey: Ya veremos, ya veremos. Cardenal: Además, ésa será una ocasión para ella de ponerse los valiosos herretes de diamantes que vos le regalasteis el día de su santo y que aún no ha podido estrenar. Rey: Bueno, está bien Richelieu, está bien, como deseéis pero organizarlo vos mismo, será para el próximo sábado. Cardenal: Sabia decisión majestad, yo me encargaré de todos los preparativos. No olvidéis decirle a su Majestad, que queréis ver cómo le sientan sus herretes de diamantes. Rey: Ahora mismo la avisaré, podéis retiraos. (El Cardenal se va por la izquierda y al poco aparece la reina por la derecha) Reina: ¿Qué deseaba el cardenal? Rey: Señora, pronto habrá un baile en palacio, quiero que para honrar a nuestra corte os presentéis adornada con los herretes de diamantes que os regalé el día de vuestro santo. Reina: (Se queda un momento paralizada) ¿Los herretes? Rey: Exacto, el baile será el próximo sábado. Reina: ¿Es el cardenal quien os ha anunciado esa fiesta? Rey: Sí, señora. ¿Por qué tal pregunta? Reina: ¿Y es él quien os ha dicho que me invitéis a ponerme los herretes? Rey: Es decir, señora... Reina: Es él señor. Rey: ¿Y qué importa que sea él o yo? ¿Hay algún crimen en esto? Reina: No, señor. Rey: ¿De modo que asistiréis? Reina: Sí, señor. Rey: Está bien, cuento con ello (Se retira el Rey por la izquierda y la Reina le despide con una reverencia) Reina: ¡Estoy perdida! Perdida, porque el cardenal lo sabe todo y él es quien mueve al rey, que aún no sabe nada, pero que no tardará en saberlo. Estoy perdida. ¡Dios mío! (Mientras hablaba, Constance había entrado por la derecha sin que la Reina lo advirtiese) Constance: ¿No puedo yo servir de nada a su majestad? Reina: (Se sorprende) ¡AH! Constance: ¡Oh! No temáis nada, señora; yo soy de vuestra majestad en cuerpo y alma, y por lejos que esté con vos, por inferior que sea mi posición, creo haber encontrado el medio de sacaros de este apuro. Reina: ¿Vos? ¡Dios mío!. Pero veamos, miradme a la cara. Me hacen traición por todos lados. ¿Puedo fiarme de vos?. Constance: Prometo por la salvación de mi alma que estoy dispuesta a morir por vuestra majestad. Hay traidores aquí, pero no estoy entre ellos. Esos herretes que os pide el rey, los habéis dado al duque de Buckingham, ¿no es cierto?. Reina: ¡Oh, Dios mío! Constance: Pues bien, es preciso recobrar esos herretes. Reina: Sin duda, es necesario, pero ¿cómo conseguirlo? Constance: Hay que enviar alguien a ver al duque Reina: ¿Pero, quién? ¿De quién fiarme? Constance: Tened confianza en mí, hacedme ese honor y yo hallaré ese mensajero Reina: Pero será preciso escribir Constance: Es indispensable. Dos palabras de mano de vuestra majestad y vuestro sello particular. Reina: Bien, vamos a preparar esa carta, te daré dinero para que el mensajero pueda embarcar hacia Londres, vamos a mis aposentos. (Desaparecen las dos por la derecha)

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ESCENA N15 (En escena, caminando de izquierda a derecha van D’Artagnan, Athos Porthos y Aramis. De repente Athos da la orden de que se detengan) Athos: ¡Parad un momento! ¿No son esos que vienen por ahí los guardias del cardenal? Aramis: Me temo que sí querido Athos. Porthos: Vamos a darles su merecido Athos: D’Artagnan, nosotros tres nos quedaremos aquí para detenerlos, mientras tú ve al puerto y embarca hacia Londres D’Artagnan: ¿Yo sólo? Aramis: Es lo mejor, no te preocupes por nosotros, nos las apañaremos. Porthos: ¡Nos los vamos a merendar! Athos: Vete por allí (señala a la izquierda) así podrás dar un rodeo sin que te vean mientras nos ocupamos de ellos. D’Artagnan: Amigos... (Desenvaina su espada, los tres hacen lo mismo) Todos: ¡Uno para todos... y todos para uno! D’Artagnan: ¡Suerte amigos! (Desaparece por la izquierda) (Los tres mosqueteros aguardan con las espadas desenvainadas mientras aparece por la derecha Jussac, con los guardias del cardenal) Jussac: Señores mosqueteros, os comunico que quedáis todos detenidos. Athos: Señor Jussac, y yo os comunico, que ya estamos cansados y esta vez las consecuencias serán peor para vos y vuestros hombres. Jussac: Probaréis el acero de mi espada. Athos: Avisado estáis. (Athos lucha contra Jussac, mientras que Porthos y Aramis lo hacen con los otros guardias). (Después de un intenso combate los mosqueteros han dado muerte a los guardias del cardenal, el último en morir ha sido Jussac) Porthos: ¡Ya están todos liquidados! Aramis: ¿Habrá podido D’Artagnan embarcar a tiempo? Athos: Esperemos que sí Aramis, esperemos que sí. ESCENA Nº16 (Palacio de Buckingham, el duque está en el recibidor esperando a un invitado) Duque: Que entre mi invitado. (Pequeña pausa y entra Milady) Duque: Buenas tardes señora, ¿A qué debo tanto placer?. Milady: Vengo en nombre de su majestad Ana de Austria, esposa de Luis XIII actual rey de Francia. Duque: ¿Os manda la reina?, sed bienvenida, sin lugar a dudas, a mi humilde palacio. ¿Qué desea la reina de mí? Milady: El rey ha decidido celebrar un baile en la corte, es un baile de mucho prestigio y ha sugerido a mi reina que lleve puesto en su cuello el collar con los doce herretes de diamantes que le regaló el día de su santo. Duque: Ya. Milady: Y como vos sabéis... faltan dos de esos herretes... Duque: No faltaba más, enseguida os los doy, los llevo siempre conmigo. (los saca de un bolsillo y se los da) Milady: Muchas gracias señor Duque, la reina estará muy satisfecha, sin duda sabrá apreciar el gesto que habéis tenido con ella. Duque: Muchas gracias señora Milady: He de partir hacia Francia pronto sino puede que no llegue a tiempo para el baile. Con vuestro permiso... (De pronto entra D’Artagnan por la izquierda) D’Artagnan: ¡No le hagáis caso señor duque, es una impostora! Duque: ¿Cómo? Miady: Este joven miente, a mí me envía directamente la reina, seguro que es un espía camuflado.

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Duque: Me temo señora que ha este joven ya lo conozco personalmente y a dado probadas muestras de honor. Milady: ¿Qué lo conocéis decís? D’Artagnan: Y yo os conozco a vos. Sois la espía del cardenal Richelieu, os ví hablar en la posada con aquel hombre cuando lelgué a París. Milady: Mentira, eso es mentira. Yo no soy ninguna espía ni del cardenal ni de nadie. Además no me he cruzado nunca con ese Rochefort que decís en ninguna posada. D’Artagnan: No he dicho que se llame Rochefort, lo habéis dicho vos, señora. Duque: ¡El conde de Rochefort! ¡La mano derecha del cardenal! D’Artagnan: Y además yo traigo una carta firmada y sellada por la reina (la muestra) Milady: ¡Maldición! (intenta huir, pero D’Artagnan saca su espada, ella da media vuelta y el Duque también desenvaina la suya cogiendo a Milay por un brazo) Duque: ¡Los diamantes! (Milady se los entrega, y el duque se los da a D’Artagnan) Duque: Partid pronto joven, ya que disponeis de poco tiempo, yo ya me ocuparé de esta traidora. D’Artagnan: ¡Gracias! ¡Hasta pronto! (se va corriendo por la izquierda) Milady: Esto lo pagaréis caro Duque: de entrada sois vos quien lo pagaréis con el calabozo. ¡Vamos! (se van por la derecha y se apagan las luces) ESCENA Nº17 (Está en escena D’Artagnan que corre de izquierda a derecha y en la derecha se encuentra con Rochefort) Rochefort: ¡Alto ahí jovencito! ¿Así que habéis conseguido llegar a Francia sano y salvo! D’Artagnan: Señor, estoy deseoso de batirme en duelo con vos, pero llevo mucha prisa y preferiría dejarlo para otro día Rochefort: Me temo que ahora es el momento ideal para la lucha. D’Artagnan: Si no me dáis otra alternativa... Rochefort: ¡En guardia! (Ambos tienen un combate, en el que a diferencia de la vez anterior, está mucho más igualado. Acaba el combate, al herir D’Artagnan en el hombro a Rochefort) Rochefort: ¡AH! (Se sujeta el hombro, dolorido) D’Artagnan: ¿Os encontráis bien? Rochefort: ¿Cómo diablos me habéis ganado? Habéis mejorado mucho desde la última vez D’Artagnan: Tomad este ungüento que me dio mi madre para las heridas, seguro que se mejorará con esto. Rochefort: ¿Me das un ungünto a mí? D’Artagnan: Estáis herido, señor, creo que es lo menos que puedo hacer. Rochefort: Sois un caballero de honor, sin duda os he juzgado mal, permitid que os ofrezca mi amistad. D’Artagnan: La acepto con mucho gusto (se estrechan la mano) Rochefort: Y ahora partid... partid hacia palacio antes de que de comienzo el baile. D’Artagnan: ¡Muchas gracias! ¡Hasta pronto! Rochefort: Gracias a vos. ESCENA Nº18 (Se encuentran en los aposentos de la reina, ésta junto a Constance) Reina: Dios mío el baile está a punto de empezar, Constance, y el joven que mandásteis a Inglaterra todavía no ha vuelto con los herretes. Constance: Y lo peor es que no tenemos noticias de él. Reina: Dios mío, me temo que ya está todo perdido. El cardenal ha conseguido su propósito. Constance: No os desaniméis majestad, todavía queda esperanza. Reina: Tan solo quedan cinco minutos para que de comienzo el baile Constance: ¡Dios mío!

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Reina: De todas formas os agradezco mucho la fidelidad que me habéis mantenido hasta el último momento. Constance: ¡Un momento señora han llamado a la puerta! Reina: ¡Ay dios mío, ohjalá sea el joven! (Constance desaparece por la derecha, pasan diez segundos y vuelve a entrar) Reina: ¿Ya están los herretes? Constance: Me temo que no señora, era el mayordomo que dice que os preparéis que el baile va a empezar. Reina: ¡Dios santo! Ahora ya si que está todo perdido, el rey entrará en cólera cuando me presente sin el collar. Constance: No os preocupéis majestad, yo siempre estaré con vos. Reina: ¡Un momento Constance! ¿No habéis oído la puerta de nuevo? Constance : Sí, voy a ver quién es. (Constance desaparece por la derecha y se apagan las luces) ESCENA Nº19 (Salón del palacio de Louvre. Los tres mosqueteros están situados en la parte izquierda, las tres damiselas en la parte derecha. En el centro, parte delantera, se encuentran el rey y el cardenal) Cardenal: Da la impresión, majestad, que la reina está tardando demasiado, ¿no creéis? Rey: Tenéis razón Richelieu, (Se dirige a las damiselas ) ¿Alguna de vosotras sabéis el motivo del retraso de la reina? Damisela 1: Creo que es porque estará terminando de ajustar su vestido, majestad. Damisela 2: Tened en cuenta, también que la reina suele emplear bastante tiempo en maquillarse. Damisela 3: Y todo en conjunto tiene que estar en armonía. Rey: Estoy empezando a impacientarme, creo que voy a entrar personalmente a buscarla. Damisela 3: Un momento majestad, creo que ya comienza el baile. (Empieza a sonar la música de un vals y la reina aparece por la izquierda con el collar de doce herretes de diamantes) Rey: Qué bella estáis Ana, ha merecido la pena esta espera. Reina: Querido Luís. El prepararse para un buen baile lleva su tiempo. Rey: Veo que lleváis puesto el collar que os regalé. Reina: Es un placer cumplir vuestros deseos. Cardenal ¡No puede ser! Rey: ¿El qué no puede ser Richelieu? Cardenal: ¡No puede llevar el collar es imposible! Reina: Pues me temo querido cardenal que tendréis que haceros graduar la vista. Cardenal: Pero, pero... Rey: No importunéis más Richelieu, me gustaría disfrutar de este baile con la reina. (Empiezan a bailar los dos al son de la música) Athos: ¿Me concedéis el honor de bailar con vos señorita? Damisela 3: Todo un placer señor Athos. Aramis: Querida damisela ¿Tendríais a bien otorgarme el placer de bailar con vos? Damisela 2: Por supuesto señor Aramis Porthos: ¿Quieres mover un poco el esqueleto guapa? Damisela 1: Claro que sí, señor Porthos (Bailan durante dos minutos, se apagan las luces y finaliza la escena. La música no se quita para enlazar con la siguiente escena) ESCENA Nº20 (Salón del palacio del Louvre. Se encuentran en escena en la parte del centro-derecha los reyes de Francia, en la derecha el señor de Treville y el cardenal Richelieu. A la izquierda y al fondo están colocados con el sombrero en la mano, los tres mosqueteros y Constance) Rey: Estamos aquí reunidos para estudiar el nombramiento a mosquetero de uno de los cadetes pertenecientes al cuerpo del señor de Treville. ¡Señor D’Artagnan! (Entra D’Artagnan)

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Rey: Señor D’Artagnan, a iniciativa del señor de Treville se ha decidido que sometamos a votación si merecéis ser o no un mosquetero. Me imagino que Athos, Porthos y Aramis daréis fe de la valentía de este joven. Athos: Por supuesto señor, tiene una inteligencia que le permite afrontar con astucia y planificación las estrategias de combate. Porthos: Tiene una fuerza que es capaz de derrotar a cualquier adversario. Aramis: Y un corazón que es necesario en todo valiente mosquetero para saber impartir justicia. Rey: Bien, bien. ¿Cuales son las razones que tenéis Treville para votar a favor? Treville: A parte de lo que han dicho mis hombres. D’Artagnan posee una habilidad con la espada que a buen seguro lo convertirá en breve en el mejor espadachín de Francia. Rey: ¿Vos qué opináis Richelieu? Cardenal: Creo, majestad, que es demasiado joven, y que debe cumplir el plazo de instrucción que acuerda el reglamento para los cadetes aspirantes. Rey: ¿Es vuestro voto negativo? Cardenal: Así es majestad. Rey: Y por último os toca a vos opinar majestad. Reina: Me parece un joven muy valiente, creo que ha hecho suficientes proezas que han llegado a mis oídos y por eso merece ser nombrado mosquetero. Rey: Bien, pues oídas todas las opiniones, yo, Luis XIII os nombro a partir de estos momentos mosquetero. Espero que sea por muchos años. D’Artagnan: ¡BIEEEEN! (Da saltos de alegría, Constance le abraza) Constance: ¡Felicidades D’Artagnan! (Los tres mosqueteros desenvainan las espadas y D’Artagnan también) Los cuatro: ¡UNO PARA TODOS Y TODOS PARA UNO! (Suena la música del pr incipio mientras se apagan las luces.)

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