Los tres mosqueteros

Los tres mosqueteros Clásico de la literatura  Historia de aventuras  Romanticismo De qué se trata Un mito vive Acci

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Los tres mosqueteros Clásico de la literatura 

Historia de aventuras  Romanticismo

De qué se trata Un mito vive Acciones temerarias, diálogos estupendos, un gobernante despreciable y una hermosa villana, además de cuatro grandes héroes, conforman una mezcla explosiva que sigue electrizando a los lectores hasta hoy y que convirtió a Los tres mosqueteros en un eterno éxito de ventas e incluso proporcionó la receta mágica para el cine de acción. La sangre fluye, los corazones se rompen, las intrigas se descubren y el espectador tiembla de ansiedad como si él mismo estuviera en peligro. Dumas planificó su éxito como un empresario. Delegó algunos trabajos a autores secundarios, produjo de manera masiva y aspiró a obtener la máxima ganancia. Se dice que alrededor de 300 novelas fueron creadas de esta manera. Pronto se levantó contra ellas una crítica estridente que repercute hasta la fecha: ciertamente Dumas había arrancado al género de un clasicismo elitista, pero lo sacrificó a una cultura popular trivial. Los críticos contemporáneos de Dumas no imaginaron siquiera en sueños que los cuatro mosqueteros darían vida a un mito moderno: desde entonces, las alianzas han seguido el lema de “Todos para uno, uno para todos”.

Ideas fundamentales  

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Los tres mosqueteros convirtió a Alejandro Dumas en un novelista de fama mundial y fundó un mito moderno. Contenido: En 1625 D’Artagnan, de 18 años de edad, deja su pueblo natal para hacer carrera como guardia del rey en París. Allí se hace amigo de los tres mosqueteros Athos, Porthos y Aramis. Los cuatro luchan contra las intrigas del poderoso cardenal Richelieu y la diabólica Milady Winter dirigidas contra la reina Ana. La novela se publicó en 1844 en folletines del periódico Le Siècle en 82 episodios. De acuerdo con el medio, Dumas eligió una historia sencilla y directa. Los mosqueteros constituyen un equipo perfecto, en el que cada quien aporta su fuerza y talento especiales. La novela sigue una imagen individualista de la historia y considera al individuo como su fuerza motriz.



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D’Artagnan tiene rasgos semejantes a los de Dios: en sus pasiones y en su caballeroso concepto del honor, es realmente humano, pero en su invulnerabilidad y despreocupación, es casi divino. Dumas le dio al escrito literario un carácter industrial con escritores fantasma, división del trabajo y maximización de ganancias mediante la producción masiva. Los lectores acogieron con entusiasmo la novela de aventuras; la narrativa los atrajo con un escape imaginario del mundo, lejos de la atmósfera depresivamente conservadora de la Restauración. Cita: “(…) los cuatro amigos repitieron a una sola voz la fórmula dictada por D’Artagnan: ‘Todos para uno, uno para todos’”.

Resumen Preludio en Meung En abril del año 1625 el joven D’Artagnan de 18 años de edad deja su pueblo natal en la Gascuña francesa para ir a París. En Meung hace su primer descanso. Un caballero lo observa y hace una broma sobre su caballo viejo. Ofendido, D’Artagnan toma la espada, pero los acompañantes del caballero lo atacan con palos y lo derriban. El caballero registra los bolsillos de D’Artagnan y encuentra una carta que se lleva consigo. Luego, el hostelero arrastra al hombre inconsciente a una habitación. Mientras tanto, el caballero se vuelve hacia a su acompañante, le entrega una caja y dice: “Milady, las instrucciones del cardenal para vuestro viaje a Londres”. El turbulento comienzo en París Al día siguiente D’Artagnan llega a París. Pronto encuentra una vivienda barata y de inmediato va a hablar con Tréville, el capitán de los mosqueteros, ya que quiere convertirse en uno de ellos. El capitán lo frena: su gente es la tropa de élite del rey y para ser admitido, hay que mostrar primero la valía de uno en combate. Pero D’Artagnan podría recibir formación con el conde des Essarts. Entonces pasa por allí el caballero del día anterior. D’Artagnan echa a correr de inmediato, pero se enfrenta con tres mosqueteros: primero choca con Athos, luego queda atrapado en la capa de Porthos y, finalmente, levanta ante los ojos de todos un pañuelo de Aramis que este recibió de una mujer casada. Apenas lleva dos días en París y ya se involucró en tres duelos. El rey festeja a un nuevo héroe En un lugar tranquilo D’Artagnan y los tres mosqueteros se encuentran para cruzar las espadas. Entonces pasan a galope cinco guardias del cardenal Richelieu. Los mosqueteros están enemistados con ellos y, por tanto, los atacan de inmediato. D’Artagnan no lo duda y salta junto con ellos. Entre los cuatro consiguen una buena

victoria. Siguen más batallas, otra vez los mosqueteros ganan. Luis XIII, incitado por Richelieu, está enojado con los mosqueteros. Pero Tréville puede calmarlo al inducir a un guardia a que haga una declaración. En su lecho de muerte, el guardia proclama la inocencia de los mosqueteros: solo se habían defendido. El rey alaba a su guardia personal, especialmente al audaz recién llegado D’Artagnan. Maquinaciones secretas Al día siguiente el señor Bonacieux, el casero de D’Artagnan, está de pie en la puerta y se lamenta porque su esposa Constance, la encargada de la ropa de cama de la reina, ha sido secuestrada. Le ofrece dinero a D’Artagnan para que la encuentre. Este acepta, aunque sus amigos sospechan que se trata de una emboscada. Apenas se marcha, Bonacieux regresa y grita pidiendo ayuda: los esbirros del cardenal quieren arrestarlo. Los mosqueteros no intervienen cuando se lo llevan, pues, de lo contrario, ellos mismos podrían ser arrestados. De aquí en adelante, la vivienda de Bonacieux funciona como ratonera: la policía acecha a los visitantes y los interroga. Cuando D’Artagnan oye que mencionan el nombre de la encargada de la ropa de cama, empuña la espada y echa a los policías. De hecho, la desaparecida Constance ha reaparecido y caído en la ratonera. D’Artagnan lleva a la bella mujer a un lugar seguro. Un regalo trae mala suerte D’Artagnan deambula por la noche y sueña con el amor. Entonces, se da cuenta de que una pareja se apresura hacia el Louvre. Los sigue, porque cree que se trata de Constance Bonacieux y Aramis. Los celos se apoderan de él y se interpone en el camino de la pareja, pero de inmediato debe reconocer su error: frente a él está el duque de Buckingham. El cardenal Richelieu lo atrajo con una artimaña a París para arrestarlo, pero el duque escapó y encontró refugio en un apartamento secreto. Ahora, Constance lo lleva con su amante, la reina Ana. El recibimiento es cálido, pero Ana teme por la vida de Buckingham y lo apremia para que se vaya. Como muestra de su amor, ella le regala una caja con doce diamantes. Finalmente, el duque regresa a Londres. “El primer lunes del mes de abril de 1625, la villa de Meung (…) parecía estar en una agitación tan completa como si los hugonotes hubieran venido a hacer de ella una segunda La Rochelle”. Los espías del cardenal lo informan de inmediato. Reflexiona por un momento, después envía dinero a Londres y le ordena a Milady que robe dos de los doce diamantes. Tan pronto se sella la carta, llevan allí a Bonacieux. El cardenal lo interroga y pronto se da cuenta de que tiene frente a él a un informante útil. Por la noche, con el rey, Richelieu menciona la cita de la reina. Luis XIII monta en cólera y manda confiscar los papeles de su esposa, pero no se encuentra ninguna carta de amor entre ellos. Entonces, el cardenal hace una propuesta astuta: el rey debe organizar una fiesta e instruir a la reina para que use los diamantes. La reina está desesperada, pero Constance sabe qué hacer: su marido debe ir a ver al duque con

una petición de la reina para recuperar los diamantes. Pero el cobarde de Bonacieux se niega. En lugar de eso, informa de inmediato al cardenal. D’Artagnan ha escuchado a la pareja y se ofrece sinceramente como mensajero. Constance duda, pero cuando ve sus ojos enamorados, cede. Se pone en marcha con la carta en compañía de sus tres amigos mosqueteros y los criados. La primera gran aventura El pequeño grupo llega a Chantilly sin incidentes. Allí, un bebedor importuna a Porthos, por lo que este saca su espada. Los demás viajan lo más rápidamente posible. Cerca de Beauvais, unos trabajadores de la construcción les disparan con pistolas. Aramis resulta herido y se queda atrás. En Amiens un hostelero acusa a los viajeros de falsificar monedas. Unos hombres le caen encima a Athos. D’Artagnan y su criado Planchet huyen. En Calais se dice que el cardenal había ordenado cerrar el puerto. Por casualidad, se encuentran a un hombre que tiene un pase. Lo someten y D’Artagnan se embarca para Dover. “El capitán de los mosqueteros era, pues, admirado, temido y amado, y esto sin duda constituye el apogeo de la suerte terrenal”. Mientras tanto, en Londres, Buckingham comprueba con horror que faltan dos diamantes. Enseguida sospecha que la ladrona es Milady. Un joyero logra hacer imitaciones perfectas de los diamantes y D’Artagnan las lleva junto con los diez originales a París por caminos secretos. En la fiesta, la reina se adorna con ellos para alegría del rey y disgusto del cardenal. La intriga contra la reina fracasó. El destino de los amigos Pero la suerte de D’Artagnan dura poco: otra vez secuestran a Constance. Sin embargo, por consejo de Tréville, primero va en busca de sus amigos. Encuentra a Porthos postrado en cama en Chantilly. Este sostiene que su rodilla magullada lo está torturando, pero en realidad fue apuñalado. En Crèvecœur Aramis está ensimismado en tiempos pasados: anteriormente, cuando era abate, le dio lecciones bíblicas a una mujer hermosa, pero su marido celoso lo echó. Aramis aprendió esgrima y mató al esposo en un duelo. Después se convirtió en mosquetero. En la posada de Amiens, Athos se ha atrincherado en la bodega. Ahogado de borracho Athos le cuenta a D’Artagnan su trágica vida: una vez amó a una joven y se casó. Después de la boda, se fijó que ella llevaba una flor de lis en el hombro. La marca de fuego identificaba a su esposa como ladrona. Amargado, la mandó colgar y se convirtió en mosquetero. “(…) los cuatro amigos repitieron a una sola voz la fórmula dictada por D’Artagnan: ‘Todos para uno, uno para todos’”. De regreso en París, los cuatro amigos esperaban alguna novedad. Es inminente una campaña, La Rochelle debe ser sitiada. Allí los hugonotes oponen resistencia a Francia y reciben ayuda de Inglaterra. Richelieu persigue allí una querella privada: quiere avergonzar a su rival Buckingham mediante una victoria.

El oscuro secreto de Milady Durante un paseo a caballo, D’Artagnan observa una pelea entre Milady, a quien reconoce como la acompañante del caballero de Meung, y su cuñado lord Winter. D’Artagnan interviene y reta al lord a un duelo. Lo desarma, pero le perdona la vida para congraciarse con la atractiva mujer. Pero Milady solo ha ocultado su odio hacia él; como heredera de la fortuna de lord Winter, le hubiera encantado su muerte. Una noche, D’Artagnan intercepta a Ketty, la doncella de Milady. Ella lo encuentra simpático y revela astutamente que Milady desea al conde de Wardes. Como prueba le muestra una carta de amor. D’Artagnan, profundamente molesto, falsifica una carta de respuesta y le anuncia a Milady la visita del conde, pues quiere hacerse pasar por él. Milady recibe a D’Artagnan en una habitación oscura. El embuste pasa inadvertido, la mujer enamorada le da incluso un anillo. Cuando Athos lo ve más tarde, se pone muy pálido: el zafiro le recuerda un objeto heredado que una vez le regaló a su amada. D’Artagnan falsifica una segunda carta en nombre del conde y trata con brusquedad a Milady. La mujer, furiosa, jura vengarse. El conde debe morir, y precisamente D’Artagnan tiene que ser su cómplice. Para doblegarlo, ella le regala una noche de amor. En la cama, D’Artagnan le revela el embuste. Cuando ella se levanta furiosa, él coge su bata y se la arranca. Horrorizado, descubre una flor de lis en su hombro. Milady intenta matarlo, pero D’Artagnan se escapa. Una misión secreta La compañía del conde des Essarts llega como vanguardia a La Rochelle. Una mañana, D’Artagnan debe averiguar la situación en el frente con una patrulla. Allí, dos soldados que lo acompañan le disparan de repente, pero D’Artagnan permanece ileso, incluso puede matar a uno de ellos y someter al otro, quien le informa las causas del atentado: Milady dio la orden. Además, D’Artagnan se entera de que ella tiene que ver con el secuestro de Constance, quien, mientras tanto, pudo huir a un monasterio. “D’Artagnan resplandecía de orgullo y alegría. Aquel secreto que poseía, la mujer que amaba, la confianza y el amor hacían de él un gigante”. Finalmente, el rey y los tres mosqueteros llegan al campamento. Durante un paseo a caballo, Athos, Porthos y Aramis se encuentran con el cardenal. Lo acompañan a una posada como su escolta, donde Richelieu sostiene una conversación secreta que los tres escuchan a través de un tubo de la estufa: Milady debe obligar a Buckingham a renunciar a La Rochelle. Como medio de presión, utiliza informaciones que comprometen a la reina. Si no pueden chantajear a Buckingham de esta manera, deben asesinarlo. En un salvoconducto, Richelieu le garantiza impunidad a Milady. Por precaución, no menciona su nombre. Incluso antes de que termine la conversación, Athos se marcha con el pretexto de explorar la región. En un escondite espera hasta que el cardenal pasa por su lado y regresa a la taberna. Entra en la habitación de Milady, la amenaza con una pistola y le arrebata el salvoconducto. Más tarde, los cuatro amigos deliberan: Planchet debe informar a lord Winter sobre las maquinaciones de su cuñada y Bazin, el criado de Aramis, debe advertir a la reina.

El encarcelamiento y la liberación de Milady En Portsmouth, el oficial Felton intercepta a Milady y la lleva al castillo de lord Winter. En el interrogatorio, todas las acusaciones le son confirmadas al lord. Como castigo, Milady debe ser desterrada a una colonia. Solo falta que el duque de Buckingham firme la orden. Pero Milady no se da por vencida. Con fervientes plegarias, conquista al puritano Felton. Una noche, lo engaña con la historia de su vida: Buckingham la deshonró brutalmente y la marcó a fuego con una flor de lis en el hombro para desviar cualquier sospecha en su contra. Cuando Milady descubre su hombro, Felton se arrodilla frente a ella. Al día siguiente, la libera. En un barco rentado ella se traslada a Francia. Mientras tanto, Felton va corriendo con Buckingham, lo acusa de crímenes salvajes y lo apuñala. El duque muere; el asesino es arrestado. La hora del último juicio Los mosqueteros –a los cuales, después de las batallas en La Rochelle, también pertenece D’Artagnan– regresan a París con el rey. Allí toman unas vacaciones para sacar a Constance Bonacieux de su escondite. Pero Milady se les adelanta. Entra a hurtadillas en el convento y se gana la confianza de Constance. Cuando los cuatro amigos llegan, Milady afirma que los jinetes que se aproximan están afuera en nombre del cardenal. Conmocionada, Constance se desmorona. Milady le administra su veneno y escapa por una puerta trasera. Constance muere en brazos de D’Artagnan. Hábilmente, Athos localiza el escondite de Milady, así como al verdugo que una vez la dejó escapar. Un día tormentoso para Milady, suena la hora del último juicio. Puesto que nadie duda de su culpabilidad, el veredicto se decide pronto y el verdugo procede a la acción: decapita a Milady y arroja su cadáver al río cercano. “D’Artagnan se sorprendió de los hilos frágiles y desconocidos de los que a menudo están suspendidos los destinos de los pueblos y las vidas de los hombres”. Finalmente, D’Artagnan se encuentra de nuevo con el caballero de Meung. Es el conde de Rochefort, que ha venido a arrestarlo en nombre del cardenal. Richelieu examina a D’Artagnan y declara que enfrenta la pena de muerte. Entonces el joven le hace entrega del salvoconducto que el cardenal le dio a Milady. El cardenal mira el papel durante largo rato, después lo rompe, D’Artagnan se cree perdido. Pero el cardenal le hace entrega de otro papel, con el que lo nombre teniente de los mosqueteros.