Los Tres Jinetes Del Bosque Negro

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los tres jinetes del bosque negro (the three horsemen of the black forest)

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Scarlet Hyacinth

Este libro fue traducido por el blog BRAD PACK C para libre lectura solo te pedimos que no cambies nada de él. Nuestro Staff realizó mucho esfuerzo para que puedas leerlo. Este libro es de contenido homoerótico, es decir tiene escenas de sexo explícito hombre/hombre, si te molesta el tema no lo leas, y si eres débil de corazón no sería recomendable.

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¡¡¡Esperamos que lo disfrutes!!!

Resumen La madre enferma de Vassili le dio un soldado de juguete destinado a ayudarle en los momentos difíciles, y Vassili necesita toda la ayuda que pueda conseguir. Cuando su padre se vuelve a casar la nueva madrastra y hermanos de Vassili hacen todo lo posible para hacer su vida miserable. Determinados a liberarse de Vassili sus crueles hermanastros lo envían al Bosque Negro de Baba Yaga. Pero con la ayuda del regalo de su madre, Vassili evita la muerte a manos de una malvada bruja, y en su lugar descubre el amor en los brazos de tres jinetes misteriosos, Deni, Sonta, y Noci.

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Cuando la mortalidad Vassili le impide estar con sus jinetes de otro mundo, ¿puede encontrar una manera de quedarse con sus amantes para siempre?

Dedicatoria Para todos los que alguna vez leyeron un cuento de hadas y querían que el príncipe terminara con su mejor amigo, no la princesa.

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Con agradecimiento a Rachel, Kyo, Alice, y a mi Puy por su apoyo y sugerencias.

Prólogo Larissa tarareó una melodía alegre mientras tejía la ropa de su hijo no nacido. Su esposo, Dimitri, estaba afuera cortando madera, el material que necesitaba para tallar adornos para los habitantes más ricos de su pueblo. Ella lo extrañaba, pero el regresaría en unas cuantas horas. Hasta entonces, ella tenía la compañía de su hermoso hijo. Ella sabía que su bebé sería un niño. Soñaba con él, acerca de un hermoso niño con rizos rubios como los suyos y los ojos azules de Dimitri. Incluso pensó en un nombre para él: Vassili. Pronto, Vassili nacería y completaría su familia. Larissa acarició su estomago, riendo suavemente mientras sentía la patada de su hijo. Ella ya lo amaba mucho. No podía esperar para sostenerlo en sus brazos, enseñarle a caminar y mostrarle todo lo que su mundo tenía para ofrecer. De repente, una ráfaga de viento pasó a través de la ventana abierta. Larissa frunció el ceño. Ella recordaba claramente a Dimitri cerrando esa ventana. Su esposo la adoraba con casi paranoico cuidado, tanto que odiaba estar lejos de la casa aunque sea por pocas horas. Cuando tenía que irse, cerraba todas las puertas y ventanas para que nadie pudiera entrar a dañarla.

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Sin embargo, mientras volteaba para regresar a su asiento, se encontró con una visión aterradora.

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Por lo tanto, la ventana abierta sorprendió a Larissa, y no en el buen sentido. Se levantó de la silla, haciendo con dificultad su camino hacia ella. Era tonto asustarse por algo tan pequeño. Aún así, no pudo evitar estar aliviada cuando se las arregló para cerrar la ventana sin problemas.

Tres hombres de pie ante ella, y ellos no eran como nada que alguna vez hubiera visto. El primer hombre tenía la piel blanca como el mármol, y su cabello y ropas alardeaban del exacto mismo color. Inclusive sus ojos lucían un extraño blanco, casi como si estuviera ciego. Larissa sabía que ese no podía ser el caso, ya que la mirada del hombre se veía demasiado enfocada y penetrante. El segundo hombre era aún más llamativo. Su ropa, su piel, su cabello, todo en él ardía con un color rojo encendido. En cuanto al tercer hombre, parecía casi una sombra, como un ángel de la muerte. Ojos negros, cabello negro, piel negra, todo en él oscuro y amenazador. Larissa solo se quedo ahí, congelada, incapaz de apartar su mirada de los tres hombres. Parecían surrealistas en su perfección. Tanto que, Larissa pensó que podría estar soñando. Sin embargo, cuando el hombre oscuro dio un paso hacia adelante, ella salió de su trance. La dañarían. Dañarían a su querido hijo. Necesitaba salir de ahí. Larissa dejó salir un grito mientras se volvía hacia la salida. Ella ni siquiera pudo dar un paso. Frente a ella, el hombre oscuro de repente apareció, frunciendo el ceño ferozmente. Lagrimas empañaban la vista de Larissa. Escudó su inflamado vientre con su mano, desesperada por proteger a su hijo. —Por favor, no me lastimes. Tomen lo que quieran, solo no le hagan daño a mi hijo.

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—Noci, la estas asustando.

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Ella realmente no esperaba que escucharan sus palabras. Para su sorpresa, una gentil voz sonó detrás de ella.

Instintivamente, Larissa quiso mirar atrás hacia la fuente del sonido. La suave voz la llamaba de alguna manera. Sin embargo, odió el pensamiento de darle la espalda al hombre oscuro, Noci. Cuidadosamente manteniendo su distancia, ella se desplazo de forma que ella tuviera a los tres hombres en su línea de visión. —¿Qui-Quién eres? —Se las arregló para balbucear.— ¿Qué es lo que quieren? El hombre de blanco sonrió gentilmente. —Lo siento. Hemos sido muy rudos. Yo soy Deni, mi amigo de rojo es Sonta y nuestro oscuro compañero es Noci. — Él vaciló brevemente y habló de nuevo.— Somos tus amigos. No necesitas temernos. El hombre de rojo, Sonta, asintió. —No te dañaremos o a tu hijo. —Noci le dio a Larissa una mirada un poco malhumorada.— Me disculpo. Yo estaba un poco… demasiado entusiasta. Larissa quiso reír con la frase, pero absteniéndose de hacerlo, este hombre no se disculpa muy seguido y ella no quería ofenderlo. Además, ella tenía otras, más importantes cosas de las que preocuparse. —Aún no han respondido a mi pregunta. ¿Qué es lo que quieren?

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—Oh, por el amor de Dios… Estamos aquí para hablar de tu hijo.

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Por un breve momento, los tres hombres no contestaron. Finalmente, Sonta se frotó los ojos con frustración.

Con las palabras de Sonta, Larissa dejo salir un sonido sorprendido. Ellos dañarían a su bebe después de todo. Ellos tomarían a su dulce Vassili de ella. Se volvió para tratar de encontrar una salida de escape, pero una mano fuerte agarró su muñeca, deteniéndola. Mientras miraba hacia su captor, se dio cuenta que el que la mantenía presa era, sorpresivamente, Deni. —Sonta no lo explicó correctamente, —Deni empezó de nuevo.— Queremos ayudarte, a proteger a tu hijo. Larissa arrebató su mano fuera del agarre de Deni. —¿Por qué debo creerles? Ustedes irrumpen en mi casa en la ausencia de mi esposo y muestran interés en mi hijo. No pueden creer que confiaré en todo lo que digan. Ustedes… Un enojado gruñido interrumpió la frase de Larissa. —Basta, detente. —Noci la fulminó.— Si quisiéramos lastimarte, ya lo hubiéramos hecho. Nuestra presencia es importante y tú te mantendrás en silencio y escucharás. Por alguna razón, su oscura mirada hizo sentir a Larissa pequeña e insignificante. Larissa asintió silenciosamente. Sonriendo en obvio alivio, Deni tomo una profunda respiración y empezó a explicar una vez más. —Tu hijo está destinado a grandes cosas. Su futuro está unido al nuestro y su felicidad a nuestra libertad.

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Larissa realmente no podía entender lo que quería decir Deni con esa criptica declaración. Antes de que ella pudiera expresar sus preguntas, Sonta dio un paso al frente y sostuvo su palma. Su mano se sentía caliente, casi abrasadora al tacto.

Aún así, por extraño que pareciera, el calor no la quemó. De hecho, la confortó. Sonta le apretó la mano, dejando que el calor se filtrara por su cuerpo. —Para que esto pase, Vassili necesitará ayuda, —Sonta señaló.— Él encontrará cosas en la vida, enemigos difíciles de vencer. Noci se aproximó una vez más, su tono tornándose más calmado, amigable. —A través de ti, nosotros obsequiaremos a Vassili un importante y muy valioso regalo. —Noci se inclinó hacia el cofre de madera donde Dimitri mantenía sus tallas y sacó un soldado de juguete. Dimitri lo había tallado tan solo unos días antes para su hijo no nacido.— El regalo que nosotros te confiamos ahora debe ser mantenido en secreto por todos los medios. Deni asintió, poniendo su palma sobre el soldado de juguete en la mano de Noci. —No debes decirle a nadie sobre nuestra presencia aquí. Sonta finalmente liberó a Larissa de su agarre y asintió cubriendo la mano de Deni con la suya. —Ni siquiera a Dimitri, ni siquiera al mismísimo Vassili. Una luz empezó a brillar de las palmas de los tres misteriosos hombres. Negro, blanco y rojo rodearon al pequeño soldado de juguete.

—¿Éste es el regalo para Vassili?

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Larissa lo miró con escepticismo. No se veía diferente.

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Por un momento, Larissa pensó que sería destruido por el embate de poder. No pasó. Cuando la luz murió, Deni y Sonta levantaron las manos del juguete, y Noci se lo entregó a Larissa.

Antes de que los tres hombres pudieran responder, una voz diferente replico. —Sí, hermosa Larissa. Yo soy el regalo para tu hijo. Larissa jadeó mientras el soldado de madera hablaba, dejándolo caer al suelo. Noci lo levantó de nuevo y Deni se rió entre dientes de la expresión ligeramente molesta del pequeño juguete. Parecía increíble que un juguete de madera pudiera tener una expresión, pero ahí estaba. —Le dimos a nuestro pequeño amigo, aquí presente, vida, sabiduría, bondad, y fuerza, —Noci explicó.— Será un ayudante valioso para tu Vassili. El soldado de madera asintió. —Cada vez que se meta en problemas, él solo tendrá que alimentarme y le ayudaré con su predicamento. Sonta dio un paso al frente y le dio a Larissa una mirada seria. —Dale el regalo a Vassili cuando llegue a la edad. El juguete guiará a tu hijo en el camino que debe tomar. Noci puso el juguete de vuelta en la mano de Larissa. Una vez más se convirtió en un soldado de madera, un soldado sin vida. —No te preocupes, Larissa. Tenemos buenas intenciones. Puedes sentirlo en tu corazón.

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—De acuerdo, —murmuro con una sonrisa.— Se lo daré.

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Larissa le dio otro vistazo al soldado. Si se sintió aprensiva por la magia que acababa de verlos hacer. Sin embargo, Noci tenía razón. En su corazón, de alguna forma sabía que estos hombres estarían vinculados al futuro de Vassili.

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Noci sonrió de vuelta, por primera vez parecía realmente satisfecho. Dando un paso atrás, agarró la mano de Deni y luego la de Sonta. Ante los propios ojos de Larissa, los tres hombres desaparecieron.

Capítulo Uno Vassili se arrodilló junto a la cama, sus ojos en la frágil, pálida figura descansando ante él. Su querida, dulce madre. Aún no podía creer que hubiera caído tan enferma. La fuerte, saludable, y feliz mujer quien le contaba historias cuando se iba a dormir de alguna forma se había convertido en una sombra de lo que fue. Ya no podía arroparlo o cantarle. De hecho, apenas si podía hablar. Vassili luchó para ser fuerte y no estallar en lágrimas mientras acariciaba la cara de su madre. Pronto estaría sobre sus dos pies de nuevo. El doctor les había dado medicina y la haría sentirse mejor. Inesperadamente, Larissa crujió sus ojos al abrirlos, parpadeando un poco como si quisiera enfocar su vista. Sonrió a Vassili, urgiéndolo más cerca. —Mi querido hijo, —ella comenzó suavemente,— peleé con esta cosa que me consume durante mucho tiempo, pero ya no puedo pelear más tiempo. Dios está llamando por mí para unirme a él. Lágrimas empezaron a correr por las mejillas de Vassili, porque sabía que su madre finalmente se estaba dando por vencida en la lucha. Aun así, trató de objetar las palabras de Larissa. —No, Mamá, llamaré a Papá. Conseguiremos al médico.

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—No, mi querido Vassili, quédate aquí conmigo. Tengo algo para ti. — Con eso, Larissa recuperó uno de los soldados tallados de juguete de Vassili de debajo de la cobija. Vassili vio

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Larissa tosió y se aferró a la mano de Vassili.

que su madre le había cosido al soldado bonita ropa azul que combinaba con sus propios ojos, adornándola con botones brillantes. —Tómalo, cyn. Si alguna vez te metes en problemas, prepara un poco de comida y alimenta al soldado y el te ayudará. Dimitri caminó hacia adentro, su cara palideciendo visiblemente cuando vio las lagrimas en las mejillas de Vassili y los ojos vidriosos de Larissa. La mujer enferma le dio a su esposo una pequeña sonrisa. —Lo siento mucho por dejarte, lubov moya1 . La enfermedad me ha consumido, y no puedo soportarlo más. Las manos de Dimitri temblaban mientras abría un cajón y sacaba una vela. Casi automáticamente, la prendió y la colocó sobre la mesita de noche. Se volvió hacia su hijo y le dio una mirada perdida. —Vassili, ve al pueblo. Encuentra al padre. —No. —Larissa agarró la mano de Dimitri y llamó a Vassili de regreso. —Ya es muy tarde. Tan solo quédate aquí. Hazme compañía. Dios me ama de cualquier forma. —Tomó una profunda respiración, sus ojos tornándose un poco aturdidos mientras luchaba para hablar.— Y cuando me haya ido, entiérrenme en la arboleda, de esa forma siempre podré estar aquí.

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N.C: Mi amor en Ruso

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Con sus ojos anegados en lágrimas, Dimitri presionó su boca en la de su esposa en un beso desesperado. Murió, dando su último aliento en el beso con su amado Dimitri.

Vassili se quedó mirando con incredulidad mientras su padre colapsó encima del cuerpo inmóvil de su madre. No podía ser. Su madre no podía estar muerta. Ella prometió estar por siempre a su lado. No sabía por cuánto tiempo se quedó de esa forma, apretando el soldado de madera en su mano. Eventualmente, se dio cuenta de su padre levantándose y acariciando la cara de su madre. La mano de su padre pasó sobre la cara de Larissa, cerrando sus ojos. Sin una palabra, salió de la habitación. Vassili le dio una mirada al cuerpo de su madre y corrió hacia afuera, de repente muy asustado para ver a Larissa. Vio como su padre hurgó en las arcas y reveló un hermoso conjunto de ropa y una larga, blanca sábana. Dimitri entonces se giró a ver a Vassili. —Ve a la iglesia y consigue al padre. Necesitamos… con este calor, necesitamos enterrarla tan pronto como sea posible. —Tragó, apartando la mirada, apretando el material de la ropa tan fuerte que sus nudillos se pusieron blancos.— Y déjale saber a su familia. Vassili abrió su boca para decir algo, lo que sea, pero no podía hablar. Al final, simplemente salió corriendo, dándose cuenta que estaba mejor fuera haciendo esta tarea que viendo a su madre ser preparada para el entierro.

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Él distantemente reconoció los buenos deseos y ofrecimientos de ayuda. Cuando finalmente regresó a su cabaña, con la mirada vacía observó a sus familiares y amigos llegar, dándole a Larissa su último adiós.

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Vassili no sabía cómo logró cumplir con la tarea que su padre le dio. En algún momento, todo se volvió borroso. Su cuerpo parecía trabajar automáticamente, mientras su mente se retiraba a algún lugar remoto.

A la mañana siguiente, ellos excavaron la tumba detrás de la casa, de acuerdo con sus deseos. Seria marcada con una cruz tallada por el padre de Vassili, para guardar por siempre su bondad y belleza en la memoria de todos. Después de que todo fue dicho y hecho, Dimitri lloró por semanas y semanas por su esposa perdida. Vassili podía oírlo todas las noches, yendo a la tumba de Larissa, llamando su nombre en la oscuridad. Inclusive en las mañanas, Dimitri deambulaba alrededor, con una expresión ausente en su rostro, ignorando completamente a Vassili. Por un tiempo, Vassili se perdió a sí mismo en su propio dolor y esperaba que, con el tiempo, pudiera traer a su padre de regreso. Sin embargo, cuando Dimitri finalmente dejó de llorar, Vassili vio que su padre había cambiado. Ya no era el feliz tallador de madera que hacía para él soldados de juguete. Ahora era un hombre frío, muerto por dentro, su espíritu aplastado por la muerte de su amada esposa. Vassili no recibía más sonrisas y su niñez se volvió fría y estéril como la tumba de su madre.

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¡Por desgracia no estaba destinado a ser! Con toda la belleza de Mariya, le faltaba la bondad y la amabilidad de Larissa.

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Pocos años pasaron en la ahora solitaria cabaña. Por mucho que Vassili trato de encontrar una manera de llegar al corazón de su padre, todos sus esfuerzos eran inútiles. Finalmente, el padre de Vassili decidió tomar una nueva esposa, una costurera llamada Mariya. Vassili sabía que ella era viuda, ya que su esposo murió en el mismo año que Larissa. Pensó que su padre probablemente veía cierto tipo de consuelo en esta relación, por lo que trato de ser optimista. Mariya no solo era hermosa, también tenía dos hijos mayores, Nikolai y Vladimir. Por lo tanto, Vassili espero que finalmente el podría tener alguien con quien pasar el tiempo. De este modo, tal vez podrían arreglar algunas cosas destrozadas por la muerte de Larissa.

Cuando su esposo estaba presente, ella pretendía preocuparse por Vassili, pero cuando él se iba de la casa, cambiaba completamente. Vassili nunca le dijo a su padre nada, ya que no quería que su padre callera aún más en la desesperación. Aún así, a pesar de los esfuerzos de Mariya y el silencio de Vassili, Dimitri pareció notar el problema. Empezó a pasar cada vez menos tiempo en casa. Finalmente, después de solo un año de matrimonio con Mariya, Dimitri se fue para la gran ciudad, supuestamente para vender sus tallados. Vassili espero que el volviera, pero conforme los meses pasaban y su padre no volvía, se dio cuenta que Dimitri había decidido abandonarlos. Él quiso estar enojado, pero la verdad, se sintió tan herido que su padre lo abandonara a su suerte. En medio de toda la tristeza, Vassili tenía una luz, el soldado de juguete que su madre le dejó. Siempre que Mariya y sus hijos le ordenaban hacer tareas difíciles e irrazonables para su joven edad, él se retiraba a su pequeño cuarto y alimentaba al muñeco de madera con un pedazo de pan y queso. Así, el muñeco cobraría vida y ayudaría a Vassili a terminar esas tareas difíciles.

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A veces Vassili se preguntaba a sí mismo como se las arregló su madre para regalarle tan valioso tesoro. Sin embargo se sentía demasiado asustado como para preguntar, sabiendo que probablemente Mariya lo castigaría y le quitaría el juguete. Por lo cual, Vassili mantuvo en secreto el regalo de su madre. Aún si Mariya o sus hijos veían al soldado, no parecía nada más que un juguete de madera.

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Por supuesto, hubiera sido tan fácil para Vassili dejar que su amigo de madera hiciera todo por él. Sin embargo, Larissa no lo educó para ser ocioso, así que siempre trabajaba al lado de su amigo soldado, esforzándose al máximo para terminar al menos una parte de las tareas que Mariya le daba.

El soldado permanecía en silencio y sin vida para cualquiera excepto Vassili, nada más que un inofensivo, viejo juguete. Solo Vassili sabía que el soldado podía en realidad hacer tareas imposibles y levantar increíblemente pesados pesos. Conforme los años pasaron, Vassili creció en un apuesto joven. Las chicas del pueblo volteaban sus cabezas cuando pasaba, reían tontamente o suspiraban soñadoramente. Se sonrojaban cuando les sonreía gentilmente y se ofrecía a cargar sus pesadas cestas. A veces le horneaban galletas y modestamente se las enviaban con sus agradecimientos por toda su ayuda. Sus hermanastros no estaban para nada contentos con la popularidad de Vassili. Mandaban a su joven hermanastro a hacer las peores tareas en la casa. Vassili sabía que esperaban que algún día, se le cayera el hacha y accidentalmente se cortara una de sus extremidades. Tal vez el sol quemaría su piel blanca, o su cuerpo podría sufrir en consecuencia por todo el trabajo duro. Sin embargo, todo el complot falló. Con la ayuda del soldado de juguete, Vassili se las arregló para hacer todas las tareas y frustrar todos sus planes.

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Desde que su padre se fue, la madrastra de Vassili insistió en guardar tanto dinero como pudieran, así que al anochecer, solo dejaban una única vela prendida.

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Esto cambio una noche de otoño. Como de costumbre, Vassili y sus hermanos trabajaban silenciosamente en la fría cocina, cada uno en su tarea asignada. Nikolai intentaba reparar una silla vieja, mientras Vladimir afilaba cuchillos. Como de costumbre, Vassili tallaba madera. Él había descubierto que había heredado el talento para tallar. Vassili sabía que su madre adoptiva odiaba este recordatorio de su esposo, pero aún aceptaba el tallado de Vassili. Su trabajo era hermoso y ganaba sumas saludables de dinero.

Dado que a menudo trabajaban con herramientas peligrosas, era algo imprudente. Vassili refrenó señalar esto, porque solo le valdría una paliza. De repente, Vassili oyó un sonido afuera, haciéndose eco en la silenciosa cocina como un raro presagio. Levantó la vista de su trabajo para ver una sombra negra atravesar el patio. Parecía la silueta de un jinete, apenas discernible, casi invisible en la oscuridad de la noche. Precisamente cuando Vassili se levantó para buscar la identidad del intruso, la vela que arrojaba luz sobre la cocina se apagó. Nikolai maldijo y se levantó a buscar algo para reencender la vela. Se metió en la casa donde el fuego aún ardía para mantener los cuartos calientes. Vassili espero que su hermanastro regresara, retorciéndose cuando Vladimir lo fulminó como si la situación de alguna manera fuera su culpa. Finalmente, Nikolai volvió a entrar a la cocina, con una sombría mirada en su rostro. —Tampoco hay fuego en la estufa. Traté de encender la vela usando las brasas, pero simplemente no funciona. Vladimir dirigió su mirada feroz a Nikolai. —¿Qué quieres decir con que no funciona? ¿Qué tan difícil puede ser algo como eso? —¡Trata tú! —Nikolai espetó airadamente.— Te estoy diciendo, aún cuando la enciendo, se apaga.

Vladimir se giró hacia Vassili una vez más y asintió.

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—Le preguntare a alguien en el pueblo, —sugirió.— Tal vez serán capaces de ayudar.

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Vladimir le dio a Nikolai una mirada escéptica, pero sin decir nada más. Finalmente, Vassili se dio cuenta que dependía de él arreglar la situación.

—Iremos juntos. Dios sabe que cosas estúpidas harás. Eres prácticamente incapaz de hacer algo bien. Vassili suprimió la urgencia de desmentir el injusto insulto de su hermanastro. Él contribuía en su familia. De hecho, más a menudo que nada, trabajaba más que Vladimir y Nikolai. Sin embargo esto solo lo metería en problemas. Por lo tanto permaneció en silencio. Aun así, no pudo evitar tener un mal presentimiento de todo esto. Tomando ventaja de un momento de desatención de parte de sus hermanastros, Vassili se deslizó en la casa, arrebatando un pedazo de pan de la mesa en el proceso. Oyó a sus hermanastros llamarlo, pero siguió caminando hasta que llego a su habitación. Una vez ahí, precipitadamente encontró su soldado de juguete y lo envolvió en un pedazo de colcha de su madre. No tenía tiempo para pedir consejo. Lo llevaría consigo, por si acaso. Cuando Vassili salía del cuarto, chocó con Nikolai. Dejo salir una pequeña risa incomoda. —Solo fui por mi abrigo. Su hermanastro agarro la muñeca de Vassili y lo jaló hacia la salida. —Vamos. Debemos darnos prisa.

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Caminaron por el sendero hacia el pueblo en silencio, solamente con Vladimir haciendo algunos comentarios vulgares de vez en cuando. Vassili odiaba ser forzado a soportar sus compañías, pero no podía hacer nada al respecto.

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Vassili hizo una mueca cuando Nikolai lo arrastró hacia adelante, apretando su brazo con brutal fuerza. Liberó su muñeca del agarre de Nikolai y siguió a sus hermanastros fuera de la cabaña.

Simplemente caminó detrás de ellos, ignorando a Vladimir y enfocándose en cualquier otra cosa excepto en la voz de su hermanastro. Finalmente, después de lo que parecía eterno, llegaron al pueblo. Vassili se dio cuenta que como su cabaña, las otras casas estaban envueltas en oscuridad. Vassili se sintió cada vez más agradecido por haber traído su soldado de juguete con él. Para su gran desconcierto, se dio cuenta que una multitud de personas pululaban el centro del pueblo. Se acercaron precipitadamente y Vladimir paró a la primera persona que encontró. —¿Qué está pasando? El otro hombre le dio a Vladimir una mirada ligeramente nerviosa. —La luz, se fue. Nadie puede prender ningún fuego o vela en sus casas. Murmullos empezaron en la multitud, rumores de una maldición cayendo sobre el pueblo. La gente empezó a entrar en pánico y Vassili pensó que podía oír niños llorando. Afortunadamente, y desafortunadamente, su hermanastro intervino para tomar control de la situación. —¡Cálmense! —Vladimir gritó.— No está funcionando. Nikolai asintió.

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—¿Qué solución? —El hombre al que se habían abordado prácticamente gritó.— Ni siquiera el padre sabe cómo lidiar con esto. Hemos tratado todo.

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—Necesitamos una solución. Llorando y lamentándose no resolverán las cosas.

—Yo digo que hay que combatir el fuego con fuego. —El tono de Vladimir se volvió malicioso.— Alguien tiene que ir a pedir fuego de Baba Yaga. Su poder seguramente romperá la maldición que cubre el pueblo. Terror frío se deslizaba por los huesos de Vassili. Tan solo a pocas millas del centro del pueblo, el camino del pueblo se dividía en dos y seguía hasta alcanzar un oscuro y misterioso bosque. Todos lo llamaban el Bosque Negro, porque aún en días soleados, parecía melancólico, peligroso, y de miedo. Además, susurros oscuros hablaban de una terrible bruja, Baba Yaga, que vivía en el inhabitado Bosque Negro. Todos sabían que nunca se supo de nuevo de aquellos que entraron en el bosque maldito. Baba Yaga no tomaba con buenos ojos a los traspasadores, y todos los que se atrevieron a entrar al bosque terminaron comidos por ella. Silencio cayó sobre el centro del pueblo mientras la gente contemplaba la sugerencia de Vladimir. —¿Hechicería? —Pregunto el primer hombre.— No se… además, ¿quién podría ir al Bosque Negro? —Vassili irá, —Nikolai replicó inmediatamente.— Él sabe moverse por esos caminos.

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La voz mandó escalofríos de placer por la espina dorsal de Vassili. Casi jadeó mientras su polla instantáneamente se endurecía, como si obedeciera una orden de la misteriosa presencia.

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Los ojos de Vassili se ampliaron horrorizados mientras todos volteaban hacia él. Empezó a agitar su cabeza, esperando que la gente del pueblo no lo obligara a ir dentro del Bosque Negro. Sin embargo, conforme abría su boca para protestar, una voz masculina de repente sonó en su oreja. —¡Ve, Vassili! ve al bosque. Estamos esperando por ti.

Sintiéndose agradecido por la oscuridad escondiendo su predicamento, Vassili se volvió para encontrar la fuente de los inesperados estímulos. Ah, aún cuando la voz susurraba caricias en su oreja, sus inquisitivos ojos no pudieron encontrar a la persona hablando. Tomando una respiración profunda, Vassili forcejeó para enfocarse y ofreció a los habitantes una pequeña sonrisa. —Está bien. Iré. Con eso, la peculiar voz desapareció. Varias personas palmearon su espalda, felicitándolo por su valentía. Algunas chicas se aproximaron a él, besándolo en la mejilla y deseándole un seguro retorno. Hasta el padre se aproximó, susurrando una bendición. Todo el rato, Vladimir y Nikolai sonreían con aire de suficiencia, y Vassili sabía que ellos creían que iría a su muerte.

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Vassili simplemente ignoró a sus hermanastros. Agradeció a los habitantes, a pesar de que quería golpearlos por su hipocresía. Finalmente, cuando no pudo tomar más sonrisas y buenos deseos, se giró sobre sus talones y se dirigió al Bosque Negro.

Capítulo dos El camino del pueblo a los bosques no fue fácil, pero Vassili era un joven hombre fuerte y no tenía miedo de esforzarse. A pesar del clima frío, sus pasos enérgicos lo mantenían caliente. La luna brillaba, y el viento susurraba alegres canciones, jugando con los largos rizos rubios de Vassili como un pillo travieso. Casi hizo a Vassili olvidar lo horripilante de su misión.

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Era silencioso, demasiado silencioso. Vassili sabía por experiencia, pues pasó gran parte de su vida al aire libre, que la naturaleza nunca era silenciosa. Pájaros gorgoteaban lejos, cantando su pequeña oda a la vida. Algunas veces grillos anunciaban el comienzo de la nueva lluvia que alimentaria sus cultivos. Abejas zumbaban alrededor en su frenética aún fascinante rutina. Si uno prestaba atención, podía escuchar conejos, ciervos, y todos los otros animales pasar por la espesura. De noche, los lobos aullaban su propia canción. Siempre estaba el sonido del rio estrellándose contra las rocas.

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Sin embargo, demasiado pronto, Vassili llegó a su destino. El Bosque Negro se cernía delante, viéndose aún más silencioso y amenazador de noche. Vassili se estremeció, sintiendo al soldado en su bolsillo. Encontró consuelo en su peso solido, sabiendo que los ojos de su madre velaban por él. Sí, ella lo protegería. Saldría de esto, él lo sabía. Aún tenía a su soldado de juguete, y siempre y cuando la bendición de su madre lo apoyara, Vassili podría lograr cualquier cosa. Haciendo caso omiso de la sensación de miedo que amenazaba con abrumarlo, Vassili continuó caminando por el sendero hacia el Bosque Negro.

En invierno, cuando el rio se congelaba y los conejos se escondían en sus madrigueras, el viento golpeaba en las ventanas de las cabañas. Vassili a veces se imaginaba que el viento realmente lo urgía a salir y jugar en la nieve. Aquí en el bosque no había nada. Incluso el viento se había quedado en silencio, muerto. Sin embargo, Vassili sabía que no podía regresar, no sin la luz para sus hermanastros. Caminó en el inquietantemente silencioso bosque, tarareando una melodía alegre para llenar el antinatural vacio. Vassili no sabía cuánto tiempo caminó a través de la maleza, cuando de repente se le apareció un jinete. La cara del jinete, su cabello, y su piel eran de un blanco tan puro como el mármol. Vestía ropa cegadoramente blanca compuesta por una túnica blanca bellamente cosida y pantalones ajustados, completo con guantes y botas de montar. Incluso el caballo era blanco.

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Vassili se quedo mirando fijamente por varios minutos el lugar donde había desaparecido el misterioso jinete. Algo acerca de la sonrisa del otro hombre lo mantenía cautivo, congelado, y sin palabras. Sacudiendo su cabeza, se dijo a si mismo que olvidara el raro acontecimiento. Solo entonces se dio cuenta que el amanecer ya bañaba el mundo con luz. ¿Había realmente caminado por tanto tiempo en el bosque maldito?

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El misterioso hombre miró hacia Vassili mientras pasaba cabalgando. Cuando el jinete le ofreció a Vassili una brillante sonrisa, Vassili se resistió a la urgencia de cubrir sus ojos azules de la casi cegadora luz. Se preguntó si debería empezar una conversación, tal vez preguntar si había tomado el camino correcto para llegar a la casa de la bruja. Antes de que pudiera abrir su boca, el jinete lo pasó y desapareció dentro del follaje.

Temblando ligeramente, Vassili retomó el ritmo, sabiendo que nunca oiría el final de esto si no regresaba con la luz de la bruja. Caminó y caminó, tropezando con numerosas raíces de arboles en el cuello del bosque. Cubría su rostro con sus manos cuando las ramas de los arboles lo golpeaban, aparentemente tratando de detener su proceso. De repente, una peculiar vista congeló los pasos de Vassili. Otro jinete. Todo en él era un rojo ardiente, su fluyente trenza roja, su ropa, inclusive las pupilas de sus ojos y su caballo. Al igual que el jinete de blanco, el rojo pasó a Vassili silenciosamente, pero sus labios se torcieron en una sonrisa cuando miró a la cara a Vassili. Tan pronto como el jinete rojo desapareció dentro del follaje, Vassili se dio cuenta que el sol ya brillaba en el cielo. Tomando una gran respiración, luchó para recuperar la compostura. Ya quería llegar a la casa de la bruja, conseguir la luz y regresar a su cabaña. Ciertamente no quería pensar en la excitación que sintió cada vez que los extraños jinetes le sonrieron. Concentrándose en su tarea, Vassili continuó su viaje a la casa de Baba Yaga. Finalmente, después de vagar por incontables horas, una cabaña apareció enfrente de Vassili. Estaba rodeada por una valla de huesos humanos y decorada con cráneos humanos. Vassili se congeló en horror y se espantó ante la terrible vista.

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La magia de la sonrisa del jinete se disipó y Vassili de nuevo se dio cuenta de su ubicación. La noche había caído y ahora los ojos de los cráneos brillaban como ascuas, emitiendo una rara luz sobre la arboleda. Por desgracia, ya no podía dar marcha atrás.

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En ese momento, como para completar el espectáculo de otro mundo, un tercer jinete apareció. Su piel era negra, vestía ropa negra y cabalgaba un caballo negro. Vassili vio, fascinado como el jinete lo pasaba y se desvanecía después junto a la puerta de la casa, pero no antes de darle una seductora mirada.

La tierra empezó a temblar y Vassili vio con horror cuando la bruja entró al claro. Voló por el aire en un mortero de piedra, usando una mano de mortero para guiarla en su camino y borrando sus huellas con su fea escoba negra. Los ojos de Vassili se ampliaron con la vista. En realidad el mortero se veía como el que usaba en casa para moler hierbas. Al mismo tiempo, sin embargo, parecía increíblemente demasiado largo y de miedo. La forma en que la bruja cabalgaba en el, agazapada, sus rodillas casi tocando su mentón, solo agregó al antinatural, horroroso espectáculo. Oliendo al aire, la bruja siseó en su rasposa voz, —Huelo un alma pura. ¿Quién se atreve a entrar en mis dominios? —Tan solo soy yo, Vassili, Babushka, —Vassili respondió, inseguro si dirigirse a la bruja con semejante familiaridad era sensato. Esperaba que lo mantuviera vivo y sin comer.— Mis hermanastros me mandaron a conseguir un poco de luz de tu hermosa cabaña. La bruja examinó a Vassili con indisimulado interés. —Te daré tu luz, —dijo riendo,— pero no será gratis. Recibirás una tarea. Si la completas, conseguirás lo que viniste a buscar. Si no, te comeré y tus huesos se unirán al de los otros en mi valla.

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Vassili asintió aturdidamente, demasiado asustado para hablar de nuevo. Aun sonriendo, la bruja hizo un gesto amplio con su mano de mortero y la puerta de la cabaña se abrió. Empujó a Vassili dentro del patio, urgiéndolo hacia la puerta de la casa. Inesperadamente, un gato negro siseó a Vassili y un gran perro negro se lanzo a morderlo.

—¡Fuera, malditas bestias! —La bruja agito amenazadoramente su escoba negra.— ¡Lo llevare adentro. No lo lastimarán! Solamente con esto, los animales desaparecieron, fusionándose de vuelta en las sombras de donde emergieron. Detrás de Vassili, las puertas se cerraron instantáneamente con un fuerte golpe. Baba Yaga froto sus huesudas manos en satisfacción. —Como puedes ver, no puedes escapar fácilmente de mi, —cacareó.— Si tratas de irte, las puertas no se abrirán. Mi gato te arañará y mi perro te morderá. Ahora, para tu tarea… Afuera en el pórtico hay un saco de guisantes mezclados con semillas de amapola. Para el amanecer, debes separar los dos. Si no tienes éxito, serás comido. Después de darle a Vassili estas instrucciones, la bruja le dio la espalda y entro en la cabaña. Vassili furtivamente echó un vistazo dentro y vio a Baba Yaga quedarse dormida casi instantáneamente. Consideró pedir la ayuda de su amigo de madera pero decidió en contra de esto. ¿Y si la bruja despertaba? Entonces él estaría en terribles problemas.

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Aliviado al haber acabado su tarea, Vassili se inclinó en la puerta cerrada y cansadamente suspiró. Un ruido repentino lo sobresaltó y sus ojos se abrieron de golpe. Ahí, en el patio de la bruja, el jinete blanco estaba, sonriendo brillantemente.

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Vassili tomó su puesto en el pórtico, agarró una desvencijada silla, y se enterró a sí mismo en la tediosa tarea. Se esclavizó toda la noche separando los guisantes de las semillas de amapola. Muchas veces sus ojos amenazaron con cerrarse, ya que su viaje había sido increíblemente cansado. Sin embargo, Vassili no era nada sino valiente y perseverante. Se las ingenió para limpiar hasta el último guisante justo cuando el amanecer empezaba a despuntar.

—Eres un joven muy valiente y trabajador, —el jinete blanco dijo y cabalgo hasta el pórtico.— Nunca cambies y siempre confía en tu corazón. Vassili jadeó mientras el misterioso hombre gentilmente acarició su mejilla. Sólo con esto, la fatiga de Vassili desapareció y se sintió renovado, como si hubiera pasado la noche durmiendo y no limpiando una bolsa de guisantes. —Quien… desapareció.

—empezó

a

preguntar,

pero

el

jinete

Antes de que tuviera tiempo de contemplar esta peculiaridad, la puerta detrás de él se abrió y Baba Yaga emergió de la casa. —¿Terminaste con la tarea, Vassili? —preguntó la bruja, sus ojos brillando con malicia. —Sí, Baba Yaga. La tarea está hecha, —Vassili respondió, mostrándole a la bruja los resultados de su trabajo. —Hmm… no estoy convencida. —Frunciendo el ceño a Vassili, la bruja aplaudió con sus manos. Instantáneamente, el gato negro y el perro negro se colocaron a su lado.— Díganme, mi mascotas, ¿nuestro invitado está diciendo la verdad? o ¿usó algún tipo de truco para engañarme? —Lo hizo por sí mismo, señora, —dijo el gato.

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La bruja hizo una mueca, obviamente disgustada con el éxito de Vassili al terminar su tarea. Vassili interiormente exhaló un suspiro de alivio al darse cuenta de que si hubiera pedido la ayuda de su amigo hubiera terminado siendo comido.

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—Es cierto, —agregó el perro.— Lo vimos con nuestros propios ojos.

—Después de que me vaya, tienes que limpiar la casa hasta que quede inmaculada. Repara el techo y cocíname la cena. Después de que todo esto esté terminado, irás al granero y limpiarás todo el grano con suciedad que encuentres ahí. Si no terminas todo para cuando regrese, tú serás mi cena. El terror se apoderó de Vassili mientras la bruja agarraba su muñeca con sus manos huesudas. Por un segundo, en realidad pensó que a pesar de sus palabras, Baba Yaga lo comería. Sintió su magia filtrarse en él, haciendo su mente borrosa y debilitando su cuerpo. Cerrando sus ojos, mandó una plegaria a los cielos. ¡Por favor, Dios, hazla irse! ¡Ayúdame! Para su sorpresa, Baba Yaga dejó libre su muñeca. Vassili no sabía si había tenido algo que ver con su oración, pero realmente no le importó mucho. Sonriendo misteriosamente, la bruja escaló en su mortero y desapareció en la oscuridad del bosque. Inmediatamente, Vassili se lanzó dentro de la cocina y encontró un poco de pan sobrante. Aun podía sentir su magia negra rodeándolo, amenazando con consumirlo. Necesitaba ayuda. Tomando su soldado de juguete de su bolsillo, le dio el pan. —¡Oh, mi querido amigo! ¡La bruja me dio una tarea tan difícil y me comerá si no consigo terminarla! ¿Qué voy a hacer? El soldado de juguete inmediatamente cobró vida y se comió la corteza del pan.

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Una vez más, Vassili obedeció a su amigo de madera. Encontró que reparar el techo de la cabaña era fácil para alguien tan talentoso en trabajar madera como él.

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—No te preocupes, Vassili. ¡Ve a trabajar en limpiar la casa y componer el techo y déjame preocuparme por el resto!

Aún así, por poco resbalaba y era seguro que se rompería la pierna cuando el familiar trote de un caballo sonó en el patio. Vassili cuidadosamente bajó escalando para ver que su nuevo visitante era el jinete rojo de antes. El extraño hombre le dio a Vassili una decididamente lasciva mirada y silbó. —Debiste haberte quedado allá arriba, —dijo.— Tenía una gran vista. —Con una expresión de sobriedad, el jinete veía a Vassili con esos peculiares ojos—. Ten cuidado, joven Vassili. Si te metes en problemas, no te quedes alrededor y esperes por ella a que te coma. Hay un hoyo en la valla detrás de ese árbol. Si algo pasa, toma esa ruta, corre y no mires atrás. Vassili asintió y abrió su boca para agradecer al extraño jinete por su consejo. No estaba tan sorprendido cuando no tuvo la oportunidad. El jinete rojo presionó un beso en la frente de Vassili. Al igual que su blanco contraparte, se desapareció en el aire ante los mismísimos ojos de Vassili.

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Era otra cosa lo que lo molestaba, una sensación muy dentro de él, como si su cuerpo se derritiera y su sangre se volviera fuego líquido. Su mente parecía ensombrecida por una peculiar visión. Había sido igual que con la caricia del jinete blanco. Esa vez, la bruja la disipó con su aparición. Ahora, Vassili se encontró incapaz de sacarlo fuera de su mente.

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Vassili se tomó unos momentos para recobrarse de todo el asunto. No era que se sintiera sorprendido con la desaparición del jinete. Ya había entendido que en el Bosque Negro, las cosas que no deberían pasar eran acontecimientos comunes. Además, se había dado cuenta hacía mucho tiempo que había cosas que no podían ser completamente explicadas. Después de todo, era dueño de un soldado de juguete del tamaño de una mano que cobraba vida y lo ayudaba a levantar pedazos pesados de madera.

Sin embargo, Vassili era un joven práctico. Pronto se las arregló para recuperarse y terminar de repara el techo con relativa tranquilidad. Cocinar fue un poco problemático, ya que nunca había sido un muy buen cocinero. Aun así, siguió cuidadosamente las instrucciones del soldado de juguete. Muy pronto, una olla de estofado se cocinaba en el fuego. Cuando empezaba a limpiar los ingredientes sobrantes del estofado, Vassili escuchó afuera un maullido miserable, seguido por un resonante aullido. Viendo por la ventana, vio al gato negro y al perro negro sentados cerca de la ventana, sus narices oliendo el tentador aroma de la comida viniendo de la casa. Ahora a la luz del día, pudo ver que eran prácticamente piel y huesos. —¡Oh, pobrecitos! ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que comieron? —Vassili consideró la sabiduría de lo que estaba a punto de hacer. Si la bruja se enteraba que había desperdiciado su comida en los animales, se enfadaría. Sin embargo, no podía dejar al pobre gato y perro morirse de hambre. Con la decisión hecha, agarró una delgada pieza de carne y rápidamente la corto en dos. Le dio la más pequeña parte al gato y la más larga al perro. —Les daría más, —dijo tristemente,— pero si la bruja llega y se da cuenta que los alimenté, será malo para todos nosotros.

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—Oh, mi querido amigo de madera, —se dirigió a su soldado de juguete, de nuevo alimentándolo con un pequeño pedazo de pan,— ¿Seremos capaces de salir de este lío?

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Con esto, Vassili volvió a trabajar en su tarea. Mientras la comida se cocinaba, decidió empezar a limpiar alrededor del lugar. Casi vomitó cuando se dio cuenta de los restos humanos esparcidos prácticamente en cada esquina de la cabaña. Se armó de valor, determinado más que nunca a triunfar en su tarea.

El juguete no respondió, y Vassili no pudo evitar estar confundido. Se congelo cuando se dio cuenta de que el gato lo miraba intensamente, su rara mirada felina fijada en el soldado de juguete. En su desesperación y terror, había olvidado el interrogatorio de la bruja a sus mascotas. ¿Qué iba a hacer ahora? —No te preocupes, Vassili, —dijo el gato.— No le diremos nada. En todos los años que hemos estado con ella, la bruja nunca nos ha dado una palabra cariñosa. —Has sido muy bueno con nosotros. —El perro hasta agitó la cola cuando Vassili se volvió hacia él.— No morderé la mano que me alimenta. —Gracias, amigos míos. —Vassili se inclinó para acariciar el pelo negro del gato y sonrió cuando empezó a ronronear.— Quisiera poder llevármelos conmigo cuando me vaya de aquí. —No te inquietes, Vassili. —El perro le dio una mirada triste, esos ojos negros viéndose extrañamente humanos.— En este mundo, cada persona eventualmente obtiene lo que se merece. Nosotros solo estamos pagando el precio por nuestras acciones. Vassili quería preguntar qué quería decir el perro, pero no tuvo la oportunidad. —Vamos, Vassili, —dijo el soldado de juguete, mientras masticaba el pan.— Aun tenemos trabajo que hacer.

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—Gracias, querido amigo, —le dijo al juguete.— ¡De nuevo, me has salvado!

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Con una caricia final para los dos animales, Vassili precipitadamente regresó a sus tareas. Sonrió felizmente cuando se dio cuenta que su soldado de juguete se había encargado de la parte más difícil de su tarea, el grano.

Vassili no tuvo tiempo de disfrutar la relativa paz. El jinete negro de repente se materializo en el aire en frente de la casa de la bruja.

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—Ten cuidado, —susurró.— Ya viene.

Capítulo Tres Tomando el consejo del jinete, Vassili inmediatamente escondió el soldado de juguete en su bolsillo. El suelo empezó a moverse. Justo como el día anterior, la bruja apareció montando en su mortero, guiándose con su mano de mortero y borrando sus huellas con su escoba negra. Vassili esperó pacientemente por Baba Yaga, sonriendo gentilmente conforme la bruja entraba al patio. Todo el rato, trató de aquietar el torbellino de terror que sintió dentro. —Bienvenida, Babushka, —empezó, sintiéndose orgulloso cuando su voz no tembló. La bruja solo fulminó desdeñosamente a Vassili, dándole a la casa una mirada crítica. —¿Ya acabaste con tus tareas, pequeño niño? —Sí, Babushka. Todo está hecho. La bruja arqueó una ceja, sus ojos entrecerrándose sospechosamente. —¿Incluso el grano? —al asentimiento afirmativo de Vassili, su ceño se pronunció más. De nuevo, la bruja aplaudió sus manos, convocando al gato y al perro a su lado.— ¿Es verdad? ¿Terminó su tarea por sí mismo o usó alguna clase de truco?

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—Trabajó todo el día para terminar tus tareas, —confirmó el perro.

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—Es verdad, señora, —mintió suavemente el gato.

Vassili mentalmente dio gracias por la ayuda de los dos animales. Esperó que sus confirmaciones fueran suficientes para la bruja. Ay de mí, no estaba destinado a ser. —¡Demonios traicioneros! —Baba Yaga espetó a los animales. El tiempo pareció detenerse cuando la bruja extendió su mano y arrebató el soldado de juguete del bolsillo de Vassili. —¿Qué es esto entonces? —Solo un recuerdo de mi madre, —Vassili tartamudeó, pero sabía que no era muy convincente. —¿Crees que soy estúpida? Puedo sentir la magia en esta cosa. —Airadamente, la bruja se dirigió a la chimenea y tiró al soldado de juguete dentro. Vassili jadeó mientras veía a su juguete de madera ser consumido por el fuego. El regalo generoso de su madre siempre lo apoyó como un amigo y un leal compañero. Y ahora, se había ido. No tuvo tiempo de reflexionar con el peso de su perdida. Habiendo desechado el juguete mágico, la bruja dirigió su atención hacia Vassili. ¡Oh, no! la bruja seguramente lo iba a comer ahora. —¡Corre! —Ladró el perro.— Nosotros la distraeremos.

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Odiándose a sí mismo por dejar a sus amigos atrás, Vassili se volvió en sus talones y corrió hacia la puerta. Jadeó en voz alta cuando las puertas se cerraron en su cara, bloqueando efectivamente su salida.

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Sin duda, la siguiente cosa que Vassili supo fue que el gato le brincó a Baba Yaga, rasguñando la cara de la bruja y silbando airadamente. El perro la atacó también, sus afilados dientes clavándose en la carne seca de la pierna de la bruja. Vassili supo que el ataque de los animales no la detendría por mucho tiempo.

Fue ahí cuando Vassili se acordó del consejo del jinete rojo. Se apartó de la puerta y hacia la dirección del árbol que guardaba la entrada del patio de la bruja. Detrás del árbol, se encontró con una brecha en la valla donde muchos huesos de alguna forma fueron desplazados. Vassili rápidamente se deslizó a través de la brecha y empezó a correr. Podía oír a la bruja escalando a su mortero para perseguirlo. Recordando el consejo del jinete, no miró atrás. De repente, frente a él, los tres jinetes aparecieron. Vassili se detuvo en seco, sintiéndose perdido y confundido. —Hola, Vassili, —el trío dijo al mismo tiempo. Era demasiado para Vassili. —¿Qué está pasando? —Prácticamente gritó, su mente abrumada con los eventos del día.— ¿Quiénes son ustedes? ¿Qué paso ahí atrás? —La bruja es nuestra señora, —el jinete blanco respondió tristemente. —Pero te ayudaremos, —continuó el jinete rojo. —Si haces algo por nosotros, —terminó el jinete negro. Vassili consideró las palabras de los tres jinetes. El hecho de que sirvieran como esclavos de la bruja le pareció sospechoso. Sin embargo, no era como si tuviera muchas opciones. Después de todo, los jinetes le ayudaron antes. —¿Qué es lo que me harán hacer? —finalmente respondió.

—Para darnos su inocencia.

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—Necesitamos alguien puro de corazón…

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—Para ganar nuestra libertad de la bruja…

Respondieron los tres hombres. Vassili se sonrojó con la explicación de las palabras de los jinetes. —¿Por-Por qué necesitan eso? —tartamudeó. —Solo la pureza tiene la suficiente fuerza para contrarrestar la malicia. —El jinete blanco le dio a Vassili una sonrisa gentil. —Estamos malditos y solo tú puedes ayudarnos. —El jinete rojo sonrió, sus ojos brillantes brillando como ascuas. —Si nos ayudas prometemos que recibirás gran placer a cambio, —el jinete negro ronroneó. Con esa promesa, los tres hombres bajaron de sus caballos al mismo tiempo. —Yo soy Deni, —susurró el jinete blanco suavemente contra su oreja izquierda. —Y yo soy Noci, —dijo el jinete negro contra la boca de Vassili, justo antes de tomar sus labios en un apasionado beso. Por un hermoso segundo, Vassili se perdió a sí mismo en el beso. Se apartó de Noci y jadeó en pánico. —¡Esperen, la bruja! ¡Ella esta siguiéndome!

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Vassili miró alrededor. Para el parecía que aun seguían en el Bosque Negro. Cuando pensó en esto, sin embargo, había algo raro en él, algo en lo que no podía poner su dedo.

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—Ella no puede atraparte aquí, lubov moya, —dijo Deni, sonriendo gentilmente, sorprendiendo a Vassili con el cariño.— ¿No puedes ver dónde estamos?

—Somos Deni, Sonta, y Noci, Vassili. Luz de día, Sol, y Noche. Estamos fuera del tiempo ahora, —respondió Noci la no cuestionada pregunta de Vassili. —¿Fuera del tiempo? ¿Pero cómo? —Vassili preguntó, asombrado por el giro de eventos. —Sí, —Sonta asintió con una inclinación de cabeza.— Debido a nuestras naturalezas, no podemos estar en el mismo lugar al mismo tiempo sin interrupción de tiempo. Vassili jadeó con la asombrosa noción. —Eso no es posible. ¿De verdad pueden parar el tiempo así? —Normalmente no estaría permitido, —Noci dijo solemnemente. Las hermosas facciones de los jinetes fueron presas de tres idénticas expresiones de tristeza. —Ya ves, lubov moya, somos ángeles caídos desde nuestro lugar al lado de Dios. Una expresión distante apareció en la cara de Deni y su voz tomó un tono incluso más suave. —Como ángeles, tenemos todos los regalos de Dios. Estamos rodeados de luz, belleza, y perfección.

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—Por lo tanto, no éramos felices, porque todo parecía muy frío y solitario. No podíamos sentir nada más que simple afecto, —Deni continuó.— Necesitábamos amor real, cálido, y pasión.

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—Nos teníamos a nosotros mismos, todos los serafines y querubines para hacernos compañía. Supongo que fuimos como hermanos de algún tipo, aunque no teníamos incluso la comodidad de tener un lazo de sangre entre nosotros, —Sonta dijo con un suspiro.— Los ángeles simplemente no existen de ese modo.

—La bruja vino a nosotros, prometiendo que ella nos concedería nuestro deseo, —Noci gruñó enojado. Vassili tembló al odio que escuchó en la voz del jinete.— En nuestra soledad, no vimos su engaño. Hicimos un trato con ella, pensando que no sería difícil lograrlo con nuestros poderes. Sonta tocó gentilmente el brazo del jinete negro, calmando su explosivo temperamento. —Y lo logramos, —dijo él.— Por desgracia, debido a nuestra temeridad. Dios nos echó de los cielos. Ya no éramos dignos de ellos. Así es como terminamos maldecidos, atrapados en la servidumbre. —Pero podemos ser redimidos, si un ser puro de corazón está dispuesto a darnos su amor, —terminó Deni, con una triste, y aún esperanzadora sonrisa en su cara. Los ojos de Vassili se llenaron con lágrimas ante la historia. ¿Por qué alguien sería castigado por querer amor en su vida? Querer amor era algo tan natural. Es cierto, tal vez fueron por el camino equivocado para lograr su deseo, pero ¿De verdad merecían eterna esclavitud por eso? —¡Oh, no llores, Vassili! —Deni acarició consoladoramente el cabello de Vassili.— Todo está bien ahora. Todo estará bien. Vassili secó sus lágrimas, enojado consigo mismo por ser tan débil. —Quiero ayudarlos, de verdad quiero. ¿Qué hacemos?

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—Tan puro, —susurró Deni contra sus labios, besándolo gentilmente.

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Noci sonrió con malicia, sus ojos como pozos profundos de oscuridad seductora. En dos segundos, Vassili se encontró desnudo y volteado en cuatro patas en el suelo.

—Tan apasionado, —murmuró Sonta, ocupado dejando un rastro de fuego en la espalda de Vassili con su lengua. —Tan sexy, —ronroneó Noci detrás de él. Vassili tembló con el repentino ataque de sensaciones que sobrecargaron sus sentidos. No tenía miedo, no realmente. De alguna forma sabía que los tres guapos jinetes no le harían daño. Aún así, encontró consuelo cuando Deni gentilmente acarició su cara. —Shh. No tengas miedo, —susurró suavemente el jinete blanco.— Iremos despacio. Vassili se olvidó por completo de las palabras de consuelo cuando sintió que empujaban su cuerpo por la espalda. Un toque desconocido rozaba sobre su abertura inferior y Vassili dejó salir un sonido ahogado. El sentimiento de anticipación, la pasión que chisporroteaba en el aire, todo era tan peculiar y nuevo. Aun así, no solo era la novedad lo que se sentía terrorífico. Era algo más, algo más profundo. Vio una emoción en su corazón que no estaba ahí antes y que no podía identificar. Sus pensamientos se evaporaron cuando sintió las mejillas de su trasero ser separadas, su más escondido lugar expuesto para que todos lo vieran. Sintió su cara arder ante la embarazosa posición y luchó para evitar tensarse. No tuvo que pelear esta batalla por mucho tiempo. Deni se deslizó debajo de su cuerpo y de repente, calor húmedo engullía la polla de Vassili. Los ojos de Vassili se abrieron consideradamente ante la increíble sensación. Un necesitado gemido se escapó de sus labios.

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Estaba tan perdido en la sensación que casi se perdió las siguientes palabras de Noci.

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—¡Oh, Dios, Deni!

—Abre tu boca, lubov moya. ¡Vamos! Vassili obedeció, y se encontró con la polla de Sonta provocando sus labios. Titubeó momentáneamente, reconociendo su propia inexperiencia. Sin embargo, Noci continuó alentándolo con suaves, casi incomprensibles susurros en su oreja. Sus entrañas ardiendo, Vassili finalmente envolvió sus labios alrededor del eje hinchado. Por desgracia, realmente no podía concentrarse con Deni chupándolo. Sin embargo, Sonta pareció obtener placer con su inexperta lengua. El jinete rojo gimió fuerte mientras empezaba a empujar dentro y fuera de la boca de Vassili. Justo cuando pensó que nada podría inflamarlo más, Vassili sintió una lengua húmeda provocando su entrada. La traviesa lengua de Noci penetrando su pasaje, empujando dentro y fuera de su cuerpo, imitando un acto tan viejo como el tiempo mismo. Vassili casi gimió en protesta cuando la lengua se contrajo, pero tantas sensaciones se apoderaron de él que no pudo hacerlo.

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Vassili se encontró empalado por la polla de un hombre, mientras otro hombre jodía su boca, y aún otro hombre lo chupaba. Había algo tan puramente carnal y tan fuera de este mundo en toda la experiencia que Vassili casi pensó que había caído en un sueño.

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Y luego todo lo demás se desvaneció, cuando la polla de Noci remplazó su lengua. La polla del jinete negro empezó a empujarse dentro. Lágrimas llenaron los ojos de Vassili mientras la invasora polla de Noci dolorosamente estiraba su cuerpo. Aún, en el mar de placer que lo rodeaba, el dolor era casi bienvenido. Parecía una especia en una bebida dulce, complementando el coctel perfectamente.

Noci empezó a empujar dentro y fuera de él, rápidamente estableciendo un enloquecedor ritmo. Vassili jadeó cuando el jinete negro golpeó un mágico punto dentro de él, haciendo bailar estrellas en la visión de Vassili. Con cada empuje que infaliblemente golpeaba ese punto, el placer de Vassili se incrementaba exponencialmente. Gemía alrededor de la polla de Sonta y sentía al otro hombre temblar mientras trataba de tomar dentro tanto como pudiera de la polla del jinete rojo. Estaba rodeado por una poderosa sensación, su cuerpo entero envuelto en un calor que amenazaba por consumirlo. Ya no eran cuatro diferentes personas reunidas por una maldición y una bendición. Se convirtieron en una sola entidad, un alma, unidos en la intensidad de sus pasiones. La mente de Vassili pronto se perdió, en otro mundo. Olvidó todo lo que era, todo lo que había sido. Solo le importaba los cuatro juntos encerrados en la intimidad del acto. Era como si pudiera sentirlos a todos al mismo tiempo, tres diferentes energías rodeándolo con su poder surrealista.

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Obviamente, los tres jinetes sintieron el fuego en su cuerpo. Las gentiles manos de Sonta en su cabello rubio, tornándose en una cuidadosa aún provocadora caricia. Deni empezó a chupar más fuerte su eje como si estuviera tratando de chupar el cerebro de Vassili por su polla. El golpe final vino de Noci.

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Por desgracia todas las cosas buenas deben llegar a su fin, Vassili pronto sintió la inminente necesidad del clímax. Enterrando sus uñas en el suelo y arrancando el pasto verde, trató de contenerse. No quería que esto terminara. No quería olvidar el poder de Noci, la pasión de Sonta, y la gentileza de Deni. Necesitaba vivir en este momento para siempre. Irónicamente, aún si el tiempo se hubiera congelado para todos los demás, aún estaban atados a él.

—Eso es, lubov moya. ¡Vente! Vente para nosotros, —Noci ronroneó en su oreja. La seductora voz, el mismo susurro que Vassili escuchó en el pueblo lo empujó al borde. Se vino, luces brillantes explotaron ante sus ojos. Sintió el calor del orgasmo de Noci llenándolo y probó el semen en su boca mientras Sonta se les unía en la cima del placer. El conocimiento de que también había traído a sus amantes a su clímax solo le dio más placer. Por un momento, pensó que la intensidad de su orgasmo lo haría desmayarse. Afortunadamente, su cuerpo no lo traicionó de esa manera. Se las arregló para abrir sus ojos e inmediatamente se giró hacia Deni. —¿Y tú? —preguntó, sintiéndose inseguro. No como con los otros dos jinetes, él no estaba seguro si Deni había llegado a la cima. —No te preocupes, lubov moya, —Deni le respondió, con una sonrisa satisfecha bailando en sus labios.— Me vine cuando tú lo hiciste. —Ya lo esperaba, —sonrió entre dientes Noci.— Ama chupar la polla. Deni le arrojó una mirada al jinete negro que podría haber marchitado arboles. —Me haces sonar como una puta.

—Déjalos que peleen. De esa forma te tengo todo para mí.

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Cuando el jinete blanco y el negro empezaban a disputar, Sonta le guiñó un ojo, atrayendo el cuerpo desnudo de Vassili hacia sí.

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—Tú eres una puta. —Sonrió Noci, obviamente disfrutando de la broma.

Las palabras del jinete rojo rompieron la peculiar disputa. Los otros jinetes lanzaron miradas gemelas de maldad hacia Sonta. —Muévete, —gruño Noci. Sonta obedeció sin una palabra, aparentemente muy complacido con su habilidad de manipular a sus dos compañeros. Vassili suprimió un suspiro satisfecho cuando se encontró a sí mismo en el abrazo de tres muy sexys hombres. Abrazar no era una cosa muy fácil de hacer con cuatro personas involucradas, pero de alguna forma lo hicieron funcionar. Deni abrazaba a Vassili desde el frente y Sonta de cucharita desde atrás. Noci de alguna manera término detrás de Sonta, su oscuro brazo extendido sobre la cintura del jinete rojo hacia la cintura de Vassili. —Duerme, lubov moya, —susurró Deni, gentilmente acariciando su cabello.— Ahora descansa.

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Arrullado por el sonido de la voz de Deni, Vassili cayó en un profundo sueño.

Capítulo Cuatro Cuando Vassili abrió sus ojos, se dio cuenta de que estaba solo. Instantáneamente, se dio cuenta que el tiempo volvía a correr naturalmente, lo que significaba una cosa. Los tres jinetes se habían ido. Cuando miró alrededor más cuidadosamente, se dio cuenta de que podía escuchar el piar de los pájaros y el correr del río cercano. Sus ojos se ampliaron cuando se dio cuenta de que ya no estaba en el Bosque Negro pero en una pequeña arboleda justo a una milla de distancia de la cabaña de su padre. Vio que al lado de él, su soldado de juguete esperaba pacientemente. Y al lado del soldado de juguete yacía un cráneo, obviamente tomado de la cerca de la bruja. Los ojos ardiendo brillantes en la penumbra de la noche. Los jinetes habían ido con él. Vassili se embolsó el juguete y renuentemente tomó el cráneo. Usando una rama para levantarlo, luego se fue a toda velocidad hacia la cabaña. Sus pasos rápidamente lo guiaron por los caminos que conocía tan bien. Simplemente sabía que su madrastra y sus hermanastros le darían infierno por haber tomado tanto tiempo en conseguir la luz. En pocos minutos, Vassili llegó a la cabaña que hacía mucho tiempo dejó de ser su casa. Apenas había abierto la casa cuando su familia lo atacó.

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—Estúpido chico, ¿Cómo se supone que trabajemos sin luz? —Mariya siseó, mirándolo ferozmente.

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—¿Qué te tomó tanto tiempo? —Vladimir espetó.— Nadie pudo prender una vela en tu ausencia.

—¡Eres un inútil! —Escupió Nikolai.— Siempre has tratado de separarnos y sabotearnos. Dejando salir un sonido enojado, Nikolai se lanzó y golpeó a Vassili en la cara. Con el repentino golpe, Vassili perdió su balance, alcanzando para estabilizarse contra la mesa de la cocina. Sin embargo, en el proceso, la calavera que estaba cargando se cayó al suelo con un sonido hueco. Luego, la cosa más aterradora pasó. Extrañamente comenzó a levitar, sus ardientes ojos fijos en los hermanastros de Vassili y en Mariya. Ante los aterrados ojos de Vassili, el fuego emergió de los ojos del cráneo quemando la carne de los tres. El trío empezó a gritar y se abalanzaron hacia la puerta, tratando de escapar de la letal mirada del cráneo. Era inútil. A donde quiera que fueran, el cráneo los seguía. La cabaña se llenó con el hedor de muerte y carne quemada.

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Vassili gritó, la espantosa vista era demasiado para soportar. Nunca tuvo una buena relación con ellos, pero tampoco los odiaba o les deseaba mal. Lágrimas corrían por sus mejillas, agarró una pala y fue a la arboleda detrás de la casa, la misma arboleda donde su querida madre fue enterrada. Puso todo su dolor y soledad en su trabajo y luchó para cavar más rápido. Finalmente, después de trabajar mucho, una pequeña, escondida tumba esperaba en silencioso y en el frío suelo.

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Todo el rato, Vassili se quedo ahí, congelado, aterrorizado con los sonidos de los gritos y aún más aterrorizado cuando los gritos se detuvieron. Sus pasos vacilantemente lo llevaron afuera de la cocina y dentro de la habitación, donde vio las formas irreconocibles de lo que fue Mariya, Vladimir, y Nikolai. Ante sus ojos, los cuerpos carbonizados se marchitaron y se convirtieron en cenizas.

Luego se apresuró de regreso a la cocina y agarró una olla limpia. Con manos temblorosas, Vassili luchó para reunir las cenizas de su familia muerta. Peleando para contener sus lágrimas, las cargó a su lugar de descanso final. Se sintió terrible por no poder darles un entierro decente, con un padre y un ataúd. Sin embargo, no podía decirle a la gente del pueblo acerca del cráneo y lo que realmente pasó con Baba Yaga. Probablemente le pedirían que les enseñara la cosa maldita y solo Dios sabía lo que pasaría entonces. Tal vez Vassili terminaría con todo un pueblo de gente quemada. No podría vivir con eso. Con eso en mente, Vassili tomó el cráneo y lo puso en la tumba improvisada. Susurró una plegaria a los cielos y empezó a cubrir el pequeño hoyo. Cuando finalmente terminó, Vassili se retiró a la ahora fría y vacía cabaña, sintiéndose adormecido interiormente. ¿Qué haría ahora? No tenía a nadie en este mundo. Lágrimas amargas empezaron a caer de nuevo mientras recordaba a los tres jinetes del Bosque Negro. ¿Dónde estaban ahora? ¿De verdad había sido feliz con ellos solo unas horas antes, o solo había sido un sueño?

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Mientras estaba ahí llorando en el pórtico, escuchó el sonido de una carreta pasando rodando. Realmente no lo sorprendió. A veces los vagones escogían este camino remoto para evitar el ajetreo y bullicio del camino principal. Por lo tanto, Vassili ni siquiera levantó sus ojos. En realidad quería escaparse, sabiendo que cualquiera que viniera probablemente le preguntaría sobre su visita al Bosque Negro. Apenas si pudo evitar contraerse cuando una voz desconocida se dirigió a él.

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Aún tenía que enfrentarse a la gente del pueblo. Sin el cráneo de Baba Yaga, no sabía cómo romper la maldición. No tenía idea que decirles, como explicar la ausencia de su familia.

—¿Qué está mal, chico? ¿Por qué estas llorando? —un hombre viejo estaba parado en frente de la cabaña, dándole a Vassili una preocupada mirada. Vassili mordió su labio, preguntándose lo que podía posiblemente responder. —Mi familia se ha ido, señor, —finalmente dijo.— Me fui para tratar de encontrar luz al Bosque Negro y cuando regresé, simplemente se había ido. Los busque alrededor de la casa, pero sin ninguna utilidad. Con la maldición y todo… Los ojos del viejo se ampliaron con alarma. —¿No podrían haber ido con un amigo o con un vecino? —No lo sé. —Sorbió Vassili por la nariz, secando sus mejillas manchadas de lágrimas.— Tal vez. Quería ir al pueblo a preguntar, pero tengo miedo. —¿Miedo? —Repitió el hombre.— ¿Por qué, chico? —No pude encontrar la cabaña de la bruja, —lloró Vassili, asombrado de cómo las mentiras salían a borbotones de su boca.— No pude ayudar a romper la maldición. El viejo se frotó el mentón.

Cuando su búsqueda no dio frutos, Vassili se sintió aliviado pero también más culpable que nunca.

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Con esto, el viejo precipitadamente reunió gente del pueblo y empezó una búsqueda. Por extraño que pareciera, la gente del pueblo no lo culpó por su incapacidad de encontrar a Baba Yaga. Por el contrario, en realidad estaban genuinamente arrepentidos por haberlo enviado ahí en primer lugar.

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—No te preocupes por eso, chico. La maldición se desvaneció anoche. ¿Por qué no vamos a buscar a tu familia ahora, está bien?

Mientras todos le decían adiós, con tristeza en sus ojos, el viejo le dio un cálido abrazo a Vassili. —Pobre chico, completamente solo ahora. Yo también estoy solo. ¡Ven a vivir conmigo! Con ojos llorosos, Vassili analizó la figura del viejo. Por todo lo que sabía, el hombre podría ser un criminal o alguna clase de asesino. Sin embargo, no tenía a nadie más en el mundo. ¿Qué más podía hacer?

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Por lo tanto, Vassili accedió a la propuesta. Dejaron la casa que le dio tantas memorias tristes y se mudaron juntos en la cabaña del viejo.

Capítulo Cinco Conforme pasaban los días, Vassili cada vez se acostumbraba más a vivir ahí. En realidad se sentía complacido por haber tomado la decisión. Aún así, la memoria de lo que había tenido brevemente, y lo que había perdido, aún lo plagaban. Un día, Vassili cortaba madera enfrente de la cabaña del viejo. Su ánimo estaba bajo, aún con la compañía del viejo, se sentía más solo que nunca. Mientras cargaba los troncos a adentro de la casa, se le ocurrió que siempre que se sentía triste en el pasado, empezaba a tallar. ¿Porqué no usarlo ahora para pasar el tiempo? Se sentó en la cocina y recuperó una pieza de madera que parecía más suave y del tamaño correcto. Tomando un cuchillo pequeño de bolsillo, Vassili empezó a tallar. Se pasó horas y horas trabajando. Cuando terminó vio que el resultado era un hermoso tallado de sus tres misteriosos amantes. Quería llorar al ver las caras de Deni, Sonta, y Noci de nuevo, inmortalizados en madera por su propia mano. No tuvo la oportunidad. La puerta de la cocina se abrió y el viejo entró. —¿Qué estás haciendo, chico? Vassili escondió sus lágrimas del viejo, ofreciéndole una pequeña sonrisa.

—¿Chico, tú tallaste esto?

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El viejo vio el trabajo hecho a mano de Vassili y sus ojos se ampliaron.

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—Oh, nada realmente. Ya acabé con las tareas, así que solo estoy tallando.

Vassili se encogió de hombros, no queriendo en realidad ver el retrato de sus tres amantes de nuevo. —Si piensas que vale algo, puedes venderlo si quieres. —No, chico. —El hombre sacudió su cabeza.— Es demasiado hermoso. Solo puede servir para adornar la residencia del rey. Con esto, el viejo amigo de Vassili tomó la pieza de madera tallada, empacándola cuidadosamente en una bolsa de viaje. Vassili se sintió agradecido por la idea del viejo. Él realmente no quería ver el tallado de nuevo. Representaba la prueba clara de su inútil enamoramiento y obsesión con alguien demasiado bueno para él. Él no podía evitar sentir que para entonces, los tres jinetes ya se habían olvidado de él. Vassili suspiró, enterrando su cara en sus manos. Al menos todo sirvió para una buena causa. Los tres jinetes habían sido liberados de la maldición de la bruja. De seguro eso contaba para algo, ¿no?

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Suspirando, Vassili se consoló a sí mismo disfrutando de la luz solar. Cerró sus ojos y simplemente se relajó, dejándose acariciar por el calor del sol. De repente Vassili sintió fantasmales dedos acariciando su cara, una voz baja susurrando en su oreja. Sus ojos se abrieron instantáneamente, pero su corazón cayó cuando se dio cuenta de que no había nadie ahí.

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Tratando se animarse a sí mismo, Vassili se levantó de su silla y salió a estirarse un poco. Había estado sentado frente a la mesa donde había estado tallando por mucho tiempo y su espalda dolía. El sol aún brillaba afuera y Vassili sonrió con nostalgia. Estiró su mano hacia el cielo inútilmente tratando de atrapar los rayos de luz. Era tan imposible como su obsesión por los tres jinetes. Era solo un humano. Nunca podría esperar verlos otra vez.

Suspirando interiormente, Vassili abandonó su confortable refugio, sabiendo que si permanecía más ahí solo se torturaría más. Tomando en cuenta la distancia entre el pueblo y la gran ciudad, el viejo probablemente estaría afuera toda la noche. Aún así, Vassili se encontró solo en una casa vacía. Vassili se ocupó a sí mismo con terminar las tareas alrededor de la casa, limpiando la chimenea, quitando el polvo de las estanterías, cortando más madera. Necesitaba sentir el agotamiento de un duro día de trabajo. Tal vez de esa forma, pararía de pensar tanto sobre los tres jinetes. Era improbable, pero podía tratar y podía tener esperanza. Finalmente, cuando los grillos anunciaban que la noche había caído, Vassili se cocinó una cena económica. Ausentemente jugó con la comida mientras miraba hacia afuera de la ventana y dentro de la oscuridad que ahora envolvía el mundo. ¿Cada segundo de su vida sería así de ahora en adelante? ¿El amanecer siempre le recordaría a Deni, el sol a Sonta, y el anochecer a Noci? El flujo natural de la naturaleza le recordaba la diferencia entre él y sus amantes angelicales. ¿Cómo podría alguna vez olvidarlos?

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De repente sintiéndose enojado consigo mismo, Vassili abandonó su comida sin probar. Quería romper algo, sacar su frustración en algún objeto inanimado. Por desgracia, él no fue capaz de destruir las pertenencias de viejo. En lugar de eso, golpeó la pared con su puño, esperando que el dolor físico palideciera el dolor emocional. No era una doncella débil y frágil de luto por la partida de su amante. Superaría lo de los tres jinetes aunque fuera lo último que hiciera.

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Era tan injusto. Su vida cambió cuando dejó a Deni, Sonta, y Noci dentro de su corazón y su mente. Aún así, había sabido desde lo del Bosque Negro, la naturaleza divina de los jinetes. No debió dejar que tontas emociones tomaran el control. No tenía a nadie que culpar más que a sí mismo por su dolor.

Naturalmente, el dolor de su mano no hizo nada para ayudar a su situación. Solo lo hizo sentirse peor por todo el asunto, más patético. Suspirando internamente, Vassili dejó la casa que había compartido con el viejo hacia el arrollo cercano. Odiaba el hecho de que tenía que salir y enfrentarse a la noche. El hecho era que necesitaba refrescarse de alguna forma su mano herida. De nuevo, su estúpido temperamento y su idiota corazón lo forzaron a una situación dolorosa. Habiendo encontrado el arrollo, Vassili ausentemente calmaba su mano herida en el agua fría. Sus pensamientos vagaron una vez más hacia sus tres amantes. No pudo evitar llevar su otra mano hacia el cielo, tratando de agarrar a la esquiva noche. Quería gritar cuando su tacto solo encontró aire. No podía hacer nada, absolutamente nada para alcanzarlos. Sintiéndose derrotado, Vassili se enroscó en el tronco de un árbol y cerró sus ojos. Ese verano, el clima ayudaba a la gente y a sus cultivos. El sol se volvió menos abrasador y la noche amable y calmante. A veces, a Vassili le gustaba pensar que sus amantes tenían algo que ver con esto. Entonces de nuevo, se había obsesionado con ellos. Su enamoramiento desesperado probablemente lo hacía capaz de atribuirles cosas que serian explicadas fácilmente por los caprichos de la naturaleza. Se tumbó ahí en la hierba, riéndose amargamente de su propia estupidez y al mismo tiempo, anhelando el toque de sus tres amantes. El viento acarició su rostro, como si tratara de calmar su roto corazón. Vassili distantemente recordó un tiempo diferente cuando el viento había sido su compañero, el día de su repentino viaje al Bosque Negro.

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—¿Vassili?

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Un susurro bajo lo sobresalto de sus contemplaciones.

Sus ojos se abrieron de golpe, como hacían cada vez que pensaba que sentía una fantasmagórica caricia o el susurro de su nombre en su oreja. Casi esperaba que fuera su imaginación de nuevo, pero esta vez no fue así. Los ojos de Vassili se ampliaron cuando tuvo a la vista a los tres jinetes enfrente de él. Deni, Sonta, y Noci estaban parados ante él, sonriendo, tan hermosos y perfectos como siempre. Vassili no sabía que decir. Tanto como quería verlos, la aparición repentina agitó un torbellino de emociones dentro de él. No pudo evitar sentirse resentido por el hecho de que lo abandonaron sin decir palabra. En realidad, no hicieron ninguna promesa. Aún así, esa noche que pasaron juntos en el Bosque Negro tenía que significar algo. Fue ese enojo y resentimiento lo que le dieron el poder de hablar. —¿Qué están haciendo aquí? —preguntó, sintiéndose orgulloso de que su voz no mostro nada de su confusión interior. Sabía que había sonado brusco, cuando los tres jinetes se veían heridos por su tono. Sonta incluso dio un paso atrás y la sonrisa de Noci desapareció como si nunca hubiera estado, sus expresión tornándose casi sepulcral. —Estamos aquí porque nos llamaste, —Deni replicó suavemente, casi suplicantemente. —Los llamé muchas veces. ¿Por qué venir ahora? Noci suspiró y frotó sus ojos en frustración.

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—¡Bueno, por supuesto que diría eso! —Espetó de nuevo Vassili.— ¿Qué esperaban?

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—Te dije que diría eso, —murmuró en voz baja.

—Vassili, lubov moya. De verdad sentimos no haber podido llegar a ti hasta ahora, —Sonta dijo en tono de disculpa. —En realidad, probablemente no debimos haber venido en primer lugar. —Deni mordió su labio vacilantemente.— Ya ves, la maldición ha sido levantada, pero no hemos sido capaces de regresar a nuestro lugar en los cielos. Vassili se congeló ante el dolor en la voz de Deni. —No entiendo. En el bosque, tú dijiste… —Sí, sé que dijimos eso, —Noci lo interrumpió.— pero al mismo tiempo que tu amor nos salvó de la bruja, ahora nos detiene aquí. —Tienes que dejarnos ir, Vassili. —La voz de Sonta tembló. Vassili pensó que estallaría en lágrimas. —No entiendo. ¿Cómo los dejo ir? Deni aparto la mirada, como si fuera incapaz de encontrarse con los ojos de Vassili. —Tienes que desearlo. Desear honestamente encontremos nuestro camino de vuelta a los cielos.

que

—¡Pero lo hago! —Vassili jadeó en protesta.— Siempre había querido que fueran salvados.

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Vassili abrió su boca para contrarrestar la declaración de Noci, pero se dio cuenta de que hacerlo sería una mentira. Era verdad. En realidad nunca quiso que regresaran a ser ángeles. En sus sueños, se quedaban a su lado, sosteniéndolo, besándolo, amándolo para siempre.

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—También nos querías a tu lado. No lo niegues. Sabes en tu corazón que es verdad. —Noci se estiró para acunar la mejilla de Vassili, pero se detuvo justo antes de tocarlo.

Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras se daba cuenta de su propio egoísmo, retuvo a sus amantes de lograr sus sueños. Incluso ahora, una pequeña parte de él no podía evitar sentir amargura con el conocimiento de que ellos lo dejarían atrás con un corazón roto. Aún así, sería lo mejor. Sus tres jinetes pertenecían a los cielos donde podían vivir para siempre, y cuidar el mundo. Vassili pertenecía aquí, con su propia gente, donde podría envejecer y morir. Entonces, un día, podría regresar donde el Dios de la tierra lo había creado. Tomando una respiración profunda, Vassili vertió todo su amor y dolor en su corazón en una frase. —Deseo que mis ángeles regresen a los cielos y estén donde pertenecen. —Dolía físicamente saber que él nunca sería capaz de verlos de nuevo, pero eran ángeles y Vassili era humano. No podían pertenecer solamente a un humano, ya que tenían que difundir alegría y bienestar a la humanidad entera. Vassili los amaba, y por esa razón, los dejaría ir. Tres sonrisas idénticas aparecieron en las caras de los jinetes. Vassili les sonrió vacilante, complacido de que los había podido hacer felices. Él esperaba que desaparecieran completamente ahora que los había liberado. En lugar de eso, se acercaron más, tan cerca que Vassili podía sentir el calor de sus cuerpos a través de la ropa.

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Sin esperar por su respuesta. Noci presionó su boca en la de Vassili, engatusándolo a abrir su boca con su lengua. Cerrando sus ojos, Vassili se rindió a la pasión que sentía por estos hombres, no, estos ángeles. Sus jinetes, los ángeles que amaba mucho. Pronto, tendría que renunciar a ellos, pero tendría esta última noche con ellos.

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—Tenemos una noche más juntos. Hagamos buen uso de ella, —Noci ronroneó suavemente.

Distantemente sintió sus ropas ser removidas, pero fue tan rápido que no tuvo tiempo de registrarlo apropiadamente. Pronto se encontró rodeado por tres cuerpos desnudos. Tres pares de manos acariciaban su piel y hábilmente encontraron todos sus puntos sensitivos. Se inclinó al abrazo del cuerpo detrás de él, de alguna forma identificando al hombre como Sonta. Era algo peculiar realmente. Se dio cuenta de que podía distinguir fácilmente las particularidades del toque de cada ángel, como si sus manos y cuerpos hablaran sin palabras. Sintiéndose aturdido, Vassili abrió sus ojos solo para encontrarse con la malvada sonrisa de Noci. Sintió las manos de Deni acariciando sus piernas y gentilmente elevándolas, los labios del jinete blanco presionando besos por su torso delgado. La lengua de Sonta empezó a jugar con la oreja de Vassili, sus dientes gentilmente mordisqueando su lóbulo y sus manos envolviéndolo para pellizcar sus pezones. En perfecta sincronización, Noci masajeó la polla dura de Vassili mientras jugaba con sus testículos. Perdido en toda la sensación, Vassili se apoyó en Sonta y se permitió ser uno con el placer. Sin embargo, no estaba satisfecho con solo recibir. Quería dar también. Quería que los jinetes sintieran todo el amor que sentía por ellos, aunque fuera por una sola noche. Gentilmente se aparto de los brazos de Sonta y sonrió cuando vio en los rostros de los jinetes tres expresiones confundidas. —¿Qué está mal? —jadeó Deni.

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De repente se le ocurrió a Vassili que nunca había visto a sus tres ángeles tocarse unos a otros como lo tocaban a él.

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—Nada está mal. Yo solo quería darles el mismo placer que me están dando.

La última vez que habían hecho el amor, todos se centraron en Vassili. En realidad, la manera en que desvergonzadamente mostraron su sexualidad en la presencia del otro sugería que probablemente ellos ya habían sido íntimos antes. Además, Noci había dicho que Deni amaba chupar la polla. ¿Cómo podría saber eso sino más por experiencia? Sintiéndose malvado, Vassili se recostó de espaldas en el pasto y se estiró para masajear su polla. Los ojos de sus amantes se agrandaban mientras lo veían masturbarse. —¿Qué es lo que quieres, lubov moya? —Gruño Noci.— Dinos. —Tóquense entre sí. Tóquense entre ustedes como lo hacen cuando yo no estoy cerca. Con las atrevidas palabras de Vassili, Deni se sonrojó de un brillante color rojo, hasta que su blanca piel se podía comparar con la de Sonta. Vassili sospechó que los otros dos se hubieran sonrojado igual si no fuera por su piel roja y negra respectivamente. Por así decirlo, solo que se quedaron ahí de pié, jadeando hacia él en shock.

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Sonriendo maliciosamente, Noci se arrodillo detrás de Deni y alcanzó el trasero del jinete blanco. Vassili vio como el jinete negro separaba las mejillas del trasero de Deni y lamía a través de su pliegue, al igual que había hecho con Vassili en el Bosque Negro. Aún así no pasó mucho tiempo preparando a Deni. Demasiado pronto, Noci empujó su dura polla en el cuerpo de Deni, causando que el jinete blanco se arqueara bellamente hacia él.

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A diferencia de en el bosque, fue Sonta quien hizo el primer movimiento. Agarró a Deni por su cabello blanco y jaló al jinete blanco a su abrazo. Las bocas de los dos ángeles se enfrentaron juntas y se besaron hambrientamente, dándose un festín con los labios del otro.

Sin poder mantenerse a un lado por más tiempo, Vassili se arrastró en cuatro patas hacia ellos y tomó el lugar de Sonta frente a Deni. —Jódeme, —le susurró al jinete blanco. Los ya desenfocados ojos de Deni se volvieron un poco más borrosos y asintió tembloroso. —Déjame prepararte, —dijo Sonta, obviamente dándose cuenta que el jinete blanco no sería capaz de concentrarse en Vassili con Noci jodiéndolo energéticamente desde atrás. Vassili se encontró a sí mismo en cuatro patas de nuevo, con Sonta comiéndose codiciosamente su trasero. Parecía tan hábil en esto como Noci. Para el momento en que Sonta consideró a Vassili preparado, Vassili rogaba y suplicaba, incoherente con lujuria. Sonta posicionó a Vassili frente a Deni y el jinete blanco empujó su dura polla en el invitador pasaje de Vassili. Aún con el obvio placer que Noci le estaba dando, Deni todavía encontró el perfecto ángulo para golpear la próstata de Vassili con cada estocada. Gimiendo y jadeando, Vassili ciegamente tanteó por Sonta, solo para darse cuenta que el jinete rojo ya no estaba en frente de él. Entonces un empuje particularmente fuerte golpeó el punto de placer de Vassili y se dio cuenta de que Sonta probablemente se había ido a joder a Noci. Se movieron juntos como en una sinfonía orquestada, acabando con Vassili siendo jodido por la fuerza combinada de tres ángeles. No tomo mucho para Vassili sentir su cima acercándose.

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Lamentó sus palabras segundos después cuando la mano de Deni envolvió la base de su polla, sosteniéndolo estrechamente y deteniendo efectivamente su orgasmo.

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—¡Me vengo! —jadeó.

Deni lo mantuvo en el borde hasta que sintió que se volvería loco por el abrumador placer. —¡Por favor! —rogó.— ¡Por favor, Oh, Dios, por favor! En el segundo que la mano de Deni desapareció de alrededor de su polla, Vassili se vino con fuerza, su mundo explotando en millones de colores. Su trasero apretando alrededor de la polla de Deni y sintió al jinete blanco alcanzar su propia cima. Juntos, los cuatro amantes colapsaron en el pasto, jadeando por el esfuerzo. Vassili cerró sus ojos, acurrucándose en el pecho de Deni. Sintió una gentil mano acariciar su cabello y suspirar en satisfacción. —Ya tebya lyublyu, —tres voces susurraron desde la oscuridad. Mientras abría su boca para responder un los amo, también, —otra voz lo interrumpió. —¡Vassili! ¡Vassili!

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Los ojos de Vassili se abrieron de golpe y vio con confusión a sus alrededores. El arrollo, el árbol, la casa del viejo en la distancia. El sol estaba alto y los pájaros cantaban alegremente a su alrededor. Todo había sido un sueño.

Capítulo Seis Luchando para evitar que su decepción lo aplastara, Vassili se concentró de nuevo en la voz que lo despertó. —¡Vassili! ¡Vassili! —Era el viejo, bajando por el camino en su carruaje.— Nunca creerás lo que paso. —Cálmate, Dedushka. ¿Cuál es el problema? —Llevé el tallado a la ciudad y fui al palacio con él, como dije que haría. Cuando el príncipe lo vio, simplemente dijo que necesitaba conocer a la persona que elaboró tan hermosa pieza. Has sido invitado al palacio. Los ojos de Vassili se ampliaron. Era un gran honor ser invitado al palacio imperial y un invitado especial del príncipe, nada menos. Sin embargo, las noticias que del viejo trajo lo inquietaron. Él había oído cosas sobre el príncipe, cosas que hicieron pesado el corazón de Vassili. Supuestamente, el príncipe era un habitual rompecorazones. Pasaba la mitad del tiempo en citas aleatorias con amantes femeninos y masculinos por igual y la otra mitad buscando métodos creativos de humillar a sus ya no interesantes juguetes. ¿Qué pasaba si decidía escoger a Vassili como su siguiente objetivo de interés? Vassili odiaba incluso el hecho de que el pensamiento cruzó por su mente. No era una persona arrogante. El solo lujo que se dejaba tener era dejar su cabello largo.

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Aún así, sabía que otros lo consideraban atractivo.

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Había sido en memoria de su hace mucho tiempo madre muerta, desde que había heredado su hermoso cabello rubio.

De repente sintiéndose muy asustado, Vassili precipitadamente robó un pedazo de pan de jengibre de la cocina y se retiró a su habitación. Lo colocó sobre la mesa y puso su soldado de juguete al lado de él. —Oh, mi querido amigo, —susurró.— ¿Qué voy a hacer? ¿Qué voy a hacer si el príncipe me encuentra atractivo? Simplemente no puedo olvidarlos. Aún si solo fue un sueño, no puedo olvidarlos. El juguete se animó y agarró el pedazo de pan de jengibre que Vassili le ofreció, masticándolo felizmente. —¡Ve al palacio ahora, Vassili! Todo estará bien. Solo tienes que seguir a tu corazón. El alivio se apoderó de él con las palabras de su amigo. Tal vez al príncipe no le gustaría. Después de todo, Vassili era solo un humilde campesino. Aparentemente dándose cuenta de que se las había arreglado para calmar el corazón de Vassili, el soldado se aquietó, convirtiéndose de nuevo en un inmóvil y aparentemente objeto sin vida. Sintiéndose un poco mejor, Vassili empezó a empacar, como de costumbre poniendo a su amigo de madera en su bolsillo.

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Solo podía ser el trabajo de sus ángeles. Aún así, sueño o no, claramente necesitaba dejar ir a los jinetes. Probablemente los amaría para siempre, pero su lugar nunca sería a su lado.

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Después de unos pocos preparativos necesarios, Vassili y el viejo se fueron en dirección a la gran ciudad. Mientras viajaban, Vassili simplemente se olvido de su destino, su mente perdida en el recuerdo de la noche anterior. ¿De verdad había sido solo un sueño? No lo creía. Claramente recordaba haber golpeado la pared de la cocina con su puño y ahora el dolor había desaparecido completamente.

Aún con el carruaje a su disposición, les tomó un tiempo llegar a la ciudad. Los caminos estaban concurridos y el caballo todavía estaba un poco cansado del viaje del día anterior. Por lo tanto, la hora se volvió tarde para cuando Vassili finalmente llegó al palacio. Vassili se debatió si debían buscar un cuarto en una posada e ir al palacio en la mañana. Al final, decidió preguntarle al viejo que pensaba de esto. —No, chico. —El viejo sacudió su cabeza, aparentemente horrorizado con el pensamiento.— Necesitas ir ahora. Ya hemos hecho esperar a su alteza demasiado tiempo. Pregunta en la puerta primero. Si los guardias dicen que su alteza está ocupado, solo entonces iremos a buscar una posada para dormir. Vassili interiormente suspiró ante el consejo del viejo. Si ya no se sentía cómodo visitando al príncipe a la luz del día. Visitándolo de noche parecía de alguna manera aún más peligroso. Entonces escuchó una voz familiar en su oreja, urgiéndolo a seguir y alentándolo. Su corazón dio un salto hasta que se comprimió con tristeza de nuevo. Sabía que no debía girar. No encontraría a nadie ahí. Sin embargo, no importaba si Noci le había hablado o no. Sintiendo que sus amantes aún lo cuidaban le dio a Vassili el coraje de seguir adelante, obedecer, y visitar el palacio. Y así, Vassili valientemente caminó hacia las puertas del palacio. Soldados vestidos en uniformes bellamente adornados lo detuvieron cuando se aproximó.

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El guardia le dio una mirada y una conocedora sonrisa se extendió en su cara.

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—Discúlpenme, —Vassili empezó amablemente.— Mi nombre es Vassili. Fui invitado al palacio por el príncipe. ¿Ustedes saben si el príncipe puede recibirme?

—Por aquí, señor, —dijo casi burlonamente. Las puertas se abrieron y el guardia guió a Vassili dentro del palacio. Solo después de caminar durante un tiempo se dio cuenta de que el viejo no lo había seguido adentro. El guardia lo guió a un cuarto donde fue bañado y le dieron ropa nueva para vestir. Aparentemente, no sería adecuado ver al príncipe en su polvorienta, simple ropa. Con cada momento que pasaba, el terror de Vassili se incrementó. Todas estas preparaciones solo incrementaron su miedo de lo que pasaría cuando lo viera el príncipe. Después de que terminó de prepararse a sí mismo, el alto guardia reapareció y lo guió por un tortuoso corredor. Finalmente, el guardia paró frente a dos imponentes puertas con el símbolo de la familia real grabado. Vassili tragó saliva, sabiendo que estaba a segundos de conocer al príncipe. El guardia tocó cortésmente, anunciando su presencia. Una noble, masculina voz lo hizo pasar adentro. —Sí, pasa. Abriendo la puerta, el guardia entró en la habitación, se inclinó humildemente y dijo, —Su majestad, su invitado esta aquí. —¡Ah… perfecto! —Replicó el príncipe. — ¡Hazlo pasar!

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Vassili hizo una profunda reverencia, sus largos cabellos rubios prácticamente tocando el alfombrado piso y sus ojos bajos en todo momento. Como un campesino, sabía que no podía dirigirse al príncipe hasta que se dirigiera a él primero.

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Vassili tragó nerviosamente mientras el guardia lo hacía entrar. Ahí, descansando en un diván morado de aspecto cómodo, estaba el príncipe.

Esperó así durante unos minutos, extremadamente consciente de los ojos del príncipe evaluándolo. Cada segundo que pasaba lo hacía sentirse cada vez más nervioso y aprensivo. Casi saltó cuando sintió una presencia a su lado. Una mano gentil instó a sus ojos a dejar el suelo y Vassili miró a los ojos verdes del príncipe. —Por favor, no te inclines, —dijo el príncipe, sonriendo invitadoramente a Vassili y gesticulando hacia adelante.— Eres un invitado. Vassili sintió un rubor pintando de escarlata sus mejillas con la sonrisa del príncipe. —Gracias, su alteza. Me honra con su invitación. —En absoluto. Estoy muy complacido de tenerte aquí. —El príncipe sonrió, sus ojos brillando misteriosamente.— Tengo que decirlo, no esperaba que alguien tan joven fuera el creador del hermoso tallado. Vassili bajó la mirada con el cumplido. Las palabras del príncipe parecían neutrales, pero su tono era todo lo contrario. Se las arregló para juntar valor y formular una respuesta. —Gracias, —susurró, esforzándose para no secar sus sudadas palmas contra el caro material de sus pantalones nuevos.— Mi padre me enseñó todo lo que sé. —Que interesante. —El príncipe frunció sus labios y analizó sus dedos en obvio aburrimiento.— ¿Entonces eres un tallador de madera? Vassili asintió.

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—¿Y cuántos años tienes exactamente?

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—Sí, Su Alteza.

Vassili tragó incrementar.

en

nerviosismo,

sintiendo

su

terror

—Veinte inviernos, Su alteza. El príncipe sonrió a Vassili, alcanzando a tomar su mano. —Ahora dime, Vassili, ¿te gustaría ser mi invitado permanente aquí? Estoy seguro de que podemos encontrar muchos intereses en común. Vassili se quedó boquiabierto con la repentina propuesta. —Yo… Su Alteza, No puedo… Vassili no tuvo tiempo de terminar la frase. Gimoteó cuando las manos del príncipe vagaban espontáneamente por su cuerpo, apretando su trasero. El príncipe envolvió sus brazos alrededor de Vassili, atrayéndolo más cerca e inclinándose hacia adelante para robarle un beso. Todo pasó tan de repente que Vassili ni siquiera tuvo la oportunidad de oponérsele.

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El príncipe era sin lugar a dudas un buen besador. Su lengua lamió los labios de Vassili, seduciéndolos, engatusándolos a abrirse. Vassili se preguntó si tal vez, podría tener una segunda oportunidad de amar con este hombre. Por un breve momento, en realidad lo considero. El príncipe era humano, así que tal vez podría funcionar.

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Vassili sintió a su corazón encogerse ante las acciones del príncipe. No quería ser otro de los juguetes del príncipe. En realidad, aún si el príncipe se volviera serio con él, que Vassili lo dudaba, su propio corazón aún pertenecía a los jinetes. Tan solo la noche anterior, había revivido la perfecta pasión que los unía a los cuatro. Sin embargo, ¿no había prometido recientemente dejarlos ir?

Era apuesto, inteligente, y experimentado. Pero, no, no era una opción. El cuerpo de Vassili reaccionó a su habilidoso toque, y aún así, Vassili no sintió nada. Encontró asombrosamente fácil separarse del abrazo apasionado del príncipe. Simplemente no era lo mismo. Aún si el príncipe pudiera ofrecerle amor y no solo sexo, Vassili no hubiera dicho sí. En realidad, aún tomando en cuenta la humanidad del príncipe, aún existía una brecha entre los dos. Vassili seguía siendo un campesino humilde, un pobre tallador. No era que importara. Su corazón pertenecería para siempre a sus ángeles. Vassili rogaba que lo que fuera a decir no lo matara. —Lo siento, Su Alteza. Me siento muy halagado, pero mi corazón ya está tomado, —dijo, esforzándose para evitar que su voz temblara. El semblante del príncipe cambió instantáneamente, su encantadora sonrisa desplazándose por una expresión furiosa. —¡Insolente cachorro! ¿Te atreves a negarme? ¡Guardias! —Grito.— ¡Llévenselo! Las puertas se abrieron inmediatamente, y Vassili se preguntó si los guardias esperaban ahí especialmente para el propósito de arrastrarlo lejos y encerrarlo como a un criminal común.

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Y así, Vassili se encontró arrojado en los calabozos del palacio, completamente solo y miserable. Desgraciadamente, al cambiarse de ropa, estúpidamente dejo a su soldado de juguete en el bolsillo de su abrigo. Por lo tanto, ni siquiera tenía el consuelo de su amigo de madera.

Lágrimas amargas llenaron los ojos de Vassili. Deseaba que por lo menos pudiera ver a Deni, Sonta, y Noci una última vez antes de morir por su transgresión.

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Vehementemente empujó lejos su deseo egoísta. Probablemente estaban en los cielos ahora, al lado de Dios, como estaba destinado a ser.

Capítulo Siete El día siguiente vino demasiado pronto para el gusto de Vassili. La puerta de la celda se abrió, las oxidadas bisagras chirriando extrañamente, anunciando su muerte inminente. Los guardias del palacio agarraron rudamente a Vassili y lo arrastraron fuera de la celda. Afuera, una turba enojada se congregaba. El viejo que había sido su amigo hasta el día de ayer escupió en la cara a Vassili. —¡Desagradecido traidor! Gritos similares sonaban y Vassili pensó que si no fuera por los guardias, seguramente hubiera sido linchado por la furiosa gente. ¿Cómo podían decir cosas como esas? ¿No podían entender como no podía traicionar a su corazón?

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Las palabras susurradas de amor del sueño le dieron a Vassili fuerza. Con la cabeza en alto, caminó al patio real, donde la orca ya había sido erigida. Por extraño que parezca, el príncipe también apareció, observando el espectáculo desde un balcón del palacio. Estaba vestido con sus mejores galas y le dio a Vassili una mirada desdeñosa.

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En ese momento, Vassili sabía que había hecho la elección correcta. Nunca hubiera podido vivir consigo mismo si hubiera aceptado la propuesta del príncipe. Su corazón pertenecía a los tres misteriosos jinetes. Si el destino decretaba que su pecado y su amor por los tres hombres significarían su vida, que así fuera. Se negaba a sentir vergüenza. Su amor era verdadero y él lo sabía, aunque solo por unos cuantos momentos, los tres ángeles sintieron lo mismo por él.

—Aún te puedes arrepentir campesino, —dijo una voz gruesa con insinuación.— retráctate de tus palabras, discúlpate, y serás perdonado por tu transgresión. Vassili sabía muy bien lo que implicaría disculparse, y no podía permitirlo. Miró ferozmente a los ojos al príncipe, negando con su cabeza. —No puedo, mi príncipe. Aún si el precio de mi amor es mi vida, no titubearé. No seré un traidor a mi propio corazón. Vassili pensó que vio un atisbo de envidia y tal vez respeto en los hermosos ojos verdes del príncipe. La sombra de sentimiento se desvaneció justo como había aparecido, y esos verdes orbes se volvieron fríos de nuevo. —Así que me traicionarás. Bien, Será como desees. —El príncipe asintió hacia el ejecutor. Los ojos de Vassili se cerraron y no pudo evitar sonreír cuando sintió los mismos fantasmales dedos en su cara. Tal vez después de su muerte, él se reuniría con sus tres amantes. Un repentino sonido colectivo hizo que Vassili abriera sus ojos. Una piedra arrojada se cernía, congelada en el aire, a centímetros de su cabeza. La cuerda se había tensado, aparentemente a segundos de sellar el destino de Vassili. El ejecutor se había congelado, sin respirar, su mano aún en la palanca que significaba la muerte de Vassili. El tiempo se detuvo. Ahí, en medio del patio real, estaban Deni, Sonta, y Noci, todos sonriendo brillantemente a Vassili.

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—Solo amor verdadero podía salvarnos de nuestra maldición, y tenías todavía que demostrar tu amor, —continuó Sonta.

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—Lo sentimos, Vassili, —dijo Deni.

—Pero nunca hubiéramos permitido que te lastimaran, — Noci terminó gravemente. Juntos, los tres hombres cabalgaron a la horca. La cuerda se deshizo y Vassili cayó en brazos de Deni. —No entiendo. Dijeron que necesitaba dejarlos ir, — replicó Vassili, sintiéndose confundido. —Oh, Vassili, fuimos forzados a engañarte sobre eso. Tenías que probar que estabas dispuesto a sacrificarte por nosotros. Solo amor verdadero puede darle a un humano el poder de auto-sacrificio. Era la única cosa que podía romper la maldición y regresarnos a nuestro lugar en los cielos, —explicó Deni. —Por favor perdónanos por haberte hecho daño, —dijo Sonta.— No lo hubiéramos hecho si hubiera habido alguna otra manera. —Nunca dudamos de ti. —Los ojos negros de Noci brillaron con afecto.— Sabíamos que realmente nos amabas. Vassili no pudo evitar sentirse culpable al recordar su único momento de duda, el momento cuando casi había cedido a las atenciones del príncipe. Se tensó y alejó su mirada cuando se dio cuenta de que realmente no merecía la confianza que los jinetes depositaban en él. No sabía que tan transparente había sido con sus preocupaciones hasta que Deni gentilmente agarró su barbilla, forzando sus ojos a encontrarse.

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—No te preocupes por eso, —susurró el jinete blanco.— Es un hombre apuesto.

—Tengo que admitir que viéndote besarlo me puso celoso, —Noci dijo con el ceño fruncido.— Tal vez necesita que se le enseñe una lección en mantener sus manos fuera de los amantes de otros. —Cállate, —espetó Deni.— No podemos hacer eso. Aún estamos en período de prueba. Además, Vassili lo rechazó al final. Vassili no pudo evitar sentirse al mismo tiempo feliz y extremadamente avergonzado con la conversación. Su cara se encendió con el conocimiento de que sus amantes lo vieron besar al príncipe. Al mismo tiempo, se regocijó al verlos tan abiertamente celosos. Ellos verdaderamente lo amaban. Ellos lo amaban y vinieron por él. De nuevo ignorando el argumento menor que tenía lugar entre Deni y Noci, Sonta sonrió a Vassili. —Ven con nosotros ahora, por favor. —¿Pero a dónde iremos? —Vassili se las arregló para preguntar. Ahora podía verlas, las alas unidas a las espaldas de sus amantes. Eran tan hermosas que Vassili se sentía humilde. —Con Dios, el padre de todos nosotros, por supuesto, — replicó el ángel rojo.— Él está esperando. Vivirás fuera del tiempo, con nosotros.

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Su acuerdo terminó la pelea entre Deni y Noci como por arte de magia.

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Vassili no podía hacer más que asentir con asombro. Tantas noches había soñado con esto, soñado con ver a sus tres amantes de nuevo. Aun cuando finalmente se había rendido, todavía los anhelaba. Finalmente estaba pasando, su sueño se estaba haciendo realidad.

—Eso es maravilloso, —Ronroneo Noci.— Sabía que dirías que sí. Además, si te negabas, hubiéramos encontrado una manera de convencerte. Vassili se sonrojó con las palabras de Noci. Su sonrojo desapareció y se tornó en una risa divertida cuando Deni pateó al jinete negro en la espinilla y lo fulminó con la mirada. —¡Cállate! —Realmente, ¿ustedes dos no pueden pensar en nada más que en sexo? —¡Nop! —Noci respondió con una sonrisa, ignorando el enojo de Deni. Aún fulminándolo, Deni levantó a Vassili sobre su caballo blanco. Ante los asombrados ojos de Vassili, un portal apareció en medio del patio real, justo atrás de donde se reunían los espectadores. Justo cuando iban a entrar en el portal, Vassili escuchó el sonido de una voz familiar. —¿Vassili, eres realmente tú?

Dimitri había cambiado desde que dejo la casa.

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Vassili no podía entender como Dimitri evitaba ser congelado en el tiempo como el resto de las personas observando. Adivinó que podía ser la sangre que compartían lo que le permitía ver a su hijo por última vez. No estaría sorprendido si sus jinetes tenían algo que ver con esto. En realidad no importaba. Ver a su padre en semejante patético y debilitado estado rompió el corazón de Vassili.

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Aún después de tanto tiempo, Vassili fácilmente podía reconocer a su padre. Poniendo una mano sobre el brazo de Deni, urgió al jinete a detenerse. Noci lo ayudó a desmontar mientras reconocía la imagen de su padre.

Había perdido mucho peso, y su cabello se había vuelto gris, haciéndolo ver más viejo de lo que en realidad era. Sus ojos se veían vidriosos, ancianos, hablaban de una tristeza que trataba de ahogar en licor. Era la misma tristeza que Vassili sintió pero con la que había aprendido a vivir. Las manos de Dimitri temblaban cuando se inclinaba en la sucia barda, tratando de mantener su equilibrio. Esas habilidosas manos, alguna vez tan fuertes, apenas si lograban mantener su agarre en los inmundos ladrillos. Instantáneamente, Vassili sabía que lo había perdido todo, hasta el amor por su oficio. Dimitri entrecerró los ojos como si no pudiera ver bien y trataba de caminar hacia Vassili, solo para resbalarse y caer de espaldas en el duro suelo. Inmediatamente, Vassili corrió al lado de su padre, alcanzándolo para ayudarlo a levantarse. —Papá…Oh, papá, ¿Qué te paso? Dimitri torpemente envolvió sus brazos alrededor de su hijo. —Oh, Vassili… me perdí a mí mismo. Quería olvidarlo todo, todo el dolor y el sufrimiento que la muerte de tu madre me trajo. —Sonrió amargamente.— No sirvió. Su visión se nublo con lágrimas, Vassili se giró a sus ángeles. —Por favor, ¿Pueden ayudarlo?

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—¿Por qué deberíamos? —Preguntó Noci, su voz mostrando un toque de resentimiento.— Él te abandonó, dejándote solo con tu madrastra. ¿Por qué deberíamos ayudarlo ahora?

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Deni no respondió, compartiendo una mirada vacilante con los otros dos ángeles.

—Porque yo te lo estoy pidiendo, —Vassili espetó, incapaz de sostener su temperamento. Claramente, amaba a sus ángeles, pero también se preocupaba por su padre. A pesar de todo lo que Dimitri había hecho, alguna vez había sido un padre y un hombre maravilloso.— Y porque todos merecen una segunda oportunidad, —terminó suavemente, esperando que los ángeles lo entendieran. Noci simplemente suspiró y desvió la mirada. Siguiendo una repentina urgencia, Vassili tomó la mano del jinete negro y la besó. Dándose cuenta de que Noci se sintió enojado en su nombre. Aún así, no podía culpar a su padre por amar a Larissa con una pasión que todo lo consumió. —Sí, todos merecen una segunda oportunidad, —Sonta dijo finalmente.— Tallador Dimitri, un paso adelante. —¿Qué…Quienes son? ¿Qué es lo que quieren? —Dimitri tartamudeó.— ¿Son ángeles? ¿Estoy muerto? —No estás muerto y esta es tu segunda oportunidad, — explicó Deni.— O un regalo de tu hijo, si lo prefieres. Los tres ángeles levantaron sus manos y un caleidoscopio de colores rodeó a Dimitri. Vassili vio con asombro como el divino poder de sus ángeles curaba a su padre, calmando su corazón, devolviéndole la pasión que sentía por su oficio, concediéndole el poder de comenzar de nuevo.

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Vassili sonrió en agradecimiento a sus amantes. Inclinándose, besó a su todavía aturdido padre en la mejilla. — Adiós, Papá. Sé feliz.

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Cuando la luz murió, Dimitri perdió su pálida y enfermiza tez. Los fuertes músculos que había ganado a través de su trabajo duro estaban de vuelta e inclusive su cabello recobró su color. Los ángeles le habían dado a Dimitri el regalo de la juventud.

Habiéndose despedido, Vassili permitió a Deni ayudarlo a montar el caballo blanco de nuevo. Dio otro vistazo a la multitud congelada, sabiendo que hoy los dejaría a todos atrás. No les tenía rencor por su crueldad. Ni siquiera odiaba al príncipe por sentenciarlo a muerte. Ya no importaba. De repente, se le ocurrió algo. Con pánico agarró la mano de Deni. —Mi soldado de juguete, —jadeó.— No puedo dejarlo atrás. Noci y Sonta simplemente se sonrieron. Vassili se sintió un poco herido que sus amantes se burlaran de él. Concedido, a aferrarse a un juguete podía parecer un poco infantil, pero el soldado de juguete era su amigo y un recuerdo de su madre. Seguramente, entenderían eso. Justo cuando Vassili quería lanzarse en una diatriba mordaz. Noci recuperó algo de su bolsillo. Vassili abrió la boca en shock. ¡Su soldado de juguete! Noci alborotó su cabello y le dio un beso en los labios. —No lo tomaríamos de ti, lubov moya. —Además, —Deni susurró en su oreja.— Está conectado a nosotros, justo como nuestros corazones están conectados al tuyo.

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Vassili abrió su boca para preguntar qué quería decir Deni con eso, pero no tuvo la oportunidad. Una brillante luz los rodeo, y los tres jinetes del Bosque Negro desaparecieron, llevando a su amante humano a los cielos que los vio nacer.

Epílogo Dos cruces hermosamente talladas estaban ahora en la arboleda detrás de la cabaña de Dimitri. El tallador de madera sonrió tristemente con la inscripción que el mismo escribió. —Lo siento, mi amor, —dijo suavemente, gentilmente tocando el nombre de Larissa en la cruz.— Te he fallado. No supe cómo cuidar de mi hijo. Espero que sea feliz, ahora que está contigo. Lo había visto con sus propios ojos, los ángeles llevándose a Vassili en sus caballos alados. Había oído la gentil voz de Vassili rogar por él, rogar por una segunda oportunidad para su desdichado padre. Los ángeles aceptaron. Dimitri ahora tenía su salud, su habilidad, y hasta su juventud de vuelta. Aún así, nunca tendría a su familia de vuelta. Inexplicablemente, a pesar del hecho de que había visto todo el asunto claramente, todos los demás se lo perdieron. Habían estado sorprendidos de ver como de repente el joven prisionero se desvanecía del andamio en un abrir y cerrar de ojos. Era probablemente el trabajo de los ángeles. ¿Cómo podía haber escapado Vassili de ser colgado como un común criminal?

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Dimitri sabía que eso no podía ser verdad. Su hijo era demasiado amable y generoso para siquiera pensar en hacer algo tan horrendo.

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Al regresar a su pueblo, Dimitri se dio cuenta de que su segunda esposa y sus hijastros habían misteriosamente desaparecido en su ausencia. Sus vecinos no podían decirle nada de sus desapariciones repentinas, aunque desde que muchos habían oído la sentencia de Vassili, ahora todos culpaban al hijo de Dimitri por asesinarlos.

La desaparición de Mariya, Vladimir, y Nikolai sería para siempre un misterio. Con toda honestidad, Dimitri ya no quería preocuparse por los tres. La única cosa que lo lastimaba era el conocimiento de lo mucho que su amable hijo sufrió con tanto dolor alrededor de él. —Oh, mi hijo, ¿Alguna vez podrás perdonarme por abandonarte? —susurró el tallador de madera, sus ojos con lágrimas. Una repentina luz cegadora apareció en la silenciosa arboleda. Cuando Dimitri miró arriba de la cruz, estaba asombrado al ver a su hermosa Larissa, sosteniendo la mano de Vassili. Detrás de ellos, estaban los tres ángeles, amplias sonrisas en sus perfectamente esculpidas caras. —Estás perdonado, mi amor, —Larissa dijo con su musical voz.— ¡Ve y vive tu vida! Cuando tu tiempo llegue, estaremos aquí, esperándote. —¡No te preocupes, papá! Soy feliz ahora. —Vassili dijo sonriente, sus ojos azules tan brillantes que parecían inhumanos. Un brazo rojo envolvió la joven cintura y él se ruborizó, mirando hacia atrás al trió de ángeles.— ¡Basta! ¡Compórtate! El ángel de blanco suspiró con cansancio y sacudió su cabeza. —Se te ha dado una segunda oportunidad, tallador Dimitri. Te estaremos cuidando.

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Antes de que Dimitri pudiera comprender completamente esa peculiar noción, Vassili y Larissa dieron un paso al frente, dándole un fuerte abrazo. —Adiós ahora, Papá. ¡Sé feliz!

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—Además, técnicamente hablando, eres nuestro suegro, — dijo el ángel negro con descaro.

Dimitri devolvió el abrazo a su familia, sus ojos llenándose con lágrimas de tristeza y alegría. Vassili se separó de su abrazo y por un segundo, Dimitri no pudo entender las acciones de su hijo. —Nos está dando un momento privado, —susurró Larissa y presionó su suave boca en la de Dimitri. Ahí, en la arboleda donde Larissa fue enterrada hace muchos años, compartieron otro beso, un beso que ya no sabía a muerte, sino a esperanza y promesa. —Adiós, mi amor. Te esperare para siempre, —dijo su esposa con una sonrisa cuando su beso se rompió. —Tal vez venga a visitarte de vez en cuando, —le dijo Vassili a su padre.— Después de todo, nunca morí. —Adiós, tallador de madera, —dijo el ángel blanco.— Hasta que nos volvamos a ver.

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Dimitri vio, congelado, como Larissa tomó la mano de su hijo. Con un último gesto de despedida, los tres ángeles, Vassili, y Larissa desaparecieron. La arboleda se volvió tan silenciosa y vacía como antes. Dimitri pensaría que fue solo un sueño si no fuera por el sabor persistente de los besos de Larissa en sus labios. Por decirlo así, cuando Dimitri abandonó la arboleda, dejo su tristeza atrás. En su corazón sabía que ambos su hijo y su hermosa esposa lo cuidaban desde los cielos. Tal vez no podía estar con ellos ahora, pero un día, cuando Dios lo quiera, volverían a reunirse. Después de todo, el amor verdadero dura para siempre.

ACERCA DEL AUTOR Nativa de Rumania, Scarlet nació en 1986 y creció como ávida fanática de Karl May y Jules Verne, leyendo historias de fantasía y aventura. Más tarde, cuando ya no tenía más historias de fantasía que leer, se adentró en la colección de libros de su madre y por supuesto, se topó con el romance. Como escritora, sin embargo, Scarlet Hyacinth nació un día caluroso de verano, cuando un querido amigo suyo -el mismo amigo que la introdujo a GLBT ficción- le propuso que escribieran una historia propia. Como resultado, los dos amigos nunca terminaron esa historia en particular, pero Scarlet descubrió que tenía el hábito para escribir y terminó por empezar a escribir individualmente. Y así, entre trabajando en su disertación, estudiando para exámenes, y leyendo mangas yaoi, empezó escribiendo la saga Kaldor. A lo largo del camino, Scarlet conoció a muchas personas maravillosas que la apoyaron, y al final encontró en su historia un hogar y en el proceso cumplió un hermoso sueño.

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Coordinación del proyecto Cinty Traducción Louzerois Corrección/Revisión Cinty / Visionepica Edición, Diseño y formato Visionepica Limpieza de Portada

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Clau