Los Pichiciegos - Rodolfo Fogwill

Fogwill Los pichiciegos Visiones de una batalla Subterranea. Se terminó de imprimir en el mes de marzo de 2006 en los T

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Fogwill Los pichiciegos Visiones de una batalla Subterranea.

Se terminó de imprimir en el mes de marzo de 2006 en los Talleres Gráficos Nuevo Expresso –Gran Via 1444, Barcelona, España. (Volumen 15.000 ejemplares)

nenado a todos. Respiró el aire frío. Se le estaba pa­sando el mareo. Después, si lo recuerda bien, cree que llo­ró un poco. Dejó el bolso apoyado sobre un montón de nieve y ta­pó con barro la entrada de la Pichicera. Después cubrió to­do con nieve amarilla y nieve blanca. En lo que quedaba de junio seguiría nevando. Después, en julio, las nevadas más fuertes amontonarían más nieve y los derrumbes de la nie­ve irían metiendo cascotes de arcilla y barro y nieve dura por el tobogán, tapando todo. La estufa se apagaría muy pronto: ese mismo día, o al día siguiente, se acabaría el car­bón o la ceniza terminaría de ahogar sus brasas porque en esa clase de estufa isleña la ceniza siempre acaba aplastan­do el fuego. Cuando empiece el calor y los pingüinos vuelvan a recu­brir las playas con sus huevos, cuando se vuelva a ver el pas­to y las ovejas vuelvan a engordar, la nieve va a ir derritién­dose y el agua y el barro de la nieve rellenarán todos los re­covecos que por entonces queden de la Pichicera. Después las filtraciones y los derrumbes harán el resto: la arcilla va a bajar, el salitre de las napas subterráneas va a trepar y los dos ingleses, los veintitrés pichis y todo lo que abajo estuvieron guardando van a formar una sola cosa, una nueva piedra metida dentro de la piedra vieja del cerro. Apisonó la nieve de la entrada. Se arrepintió de no ha­ber levantado más cigarrillos –tenía tres paquetes en el bol­so– y pensó que fue por la costumbre de no sacar nada sin autorización de Pipo. Bajó el cerro fumando un 555 por el camino hacia la playa. Allí decidiría si ir para el pueblo o al campamento inglés. A los británicos habría que avisar­les de los muertos de ellos y de la radio, ya perdida; en el pueblo estarían todos festejando con el nuevo coman­dante inglés: no podía decidir. Por la sorpresa, por la tris­teza de saberse viviendo el último día y por la pesadez que le había contagiado el aire asfixiante de los pichis, no se podía decidir. Estaba él pedacito de cielo azul arriba –es cierto– y miró cómo se iba agrandando despacio entre las nubes bajas y plomizas. Tampoco ellas podrían decidir. El mar estaba azul, con olas que corrían cargadas de es­puma como corderitos, a favor del viento sur. En la playa, el mismo viento levantaba remolinos de are­na y valvas finas de mejillón y los iba arrastrando para el la­do del pueblo. Volvió a prender un cigarrillo, pitó, sintió más seco el humo, lo sopló, miró cómo se deshacía entre los remolinos y decidió seguirlo y también él se dejó ir con el viento a favor, hacia el norte, hacia el lado del pueblo. 11–17 de junio de 1982

A Andrés, Vera, Francisco, José y Pilar Fogwill que habitan otra tierra, otras guerras.

Los Pichiciegos

Rodolfo Fogwill

nenado a todos. Respiró el aire frío. Se le estaba pa­sando el mareo. Después, si lo recuerda bien, cree que llo­ró un poco. Dejó el bolso apoyado sobre un montón de nieve y ta­pó con barro la entrada de la Pichicera. Después cubrió to­do con nieve amarilla y nieve blanca. En lo que quedaba de junio seguiría nevando. Después, en julio, las nevadas más fuertes amontonarían más nieve y los derrumbes de la nie­ve irían metiendo cascotes de arcilla y barro y nieve dura por el tobogán, tapando todo. La estufa se apagaría muy pronto: ese mismo día, o al día siguiente, se acabaría el car­bón o la ceniza terminaría de ahogar sus brasas porque en esa clase de estufa isleña la ceniza siempre acaba aplastan­do el fuego. Cuando empiece el calor y los pingüinos vuelvan a recu­brir las playas con sus huevos, cuando se vuelva a ver el pas­to y las ovejas vuelvan a engordar, la nieve va a ir derritién­dose y el agua y el barro de la nieve rellenarán todos los re­covecos que por entonces queden de la Pichicera. Después las filtraciones y los derrumbes harán el resto: la arcilla va a bajar, el salitre de las napas subterráneas va a trepar y los dos ingleses, los veintitrés pichis y todo lo que abajo estuvieron guardando van a formar una sola cosa, una nueva piedra metida dentro de la piedra vieja del cerro. Apisonó la nieve de la entrada. Se arrepintió de no ha­ber levantado más cigarrillos –tenía tres paquetes en el bol­so– y pensó que fue por la costumbre de no sacar nada sin autorización de Pipo. Bajó el cerro fumando un 555 por el camino hacia la playa. Allí decidiría si ir para el pueblo o al campamento inglés. A los británicos habría que avisar­les de los muertos de ellos y de la radio, ya perdida; en el pueblo estarían todos festejando con el nuevo coman­dante inglés: no podía decidir. Por la sorpresa, por la tris­teza de saberse viviendo el último día y por la pesadez que le había contagiado el aire asfixiante de los pichis, no se podía decidir. Estaba él pedacito de cielo azul arriba –es cierto– y miró cómo se iba agrandando despacio entre las nubes bajas y plomizas. Tampoco ellas podrían decidir. El mar estaba azul, con olas que corrían cargadas de es­puma como corderitos, a favor del viento sur. En la playa, el mismo viento levantaba remolinos de are­na y valvas finas de mejillón y los iba arrastrando para el la­do del pueblo. Volvió a prender un cigarrillo, pitó, sintió más seco el humo, lo sopló, miró cómo se deshacía entre los remolinos y decidió seguirlo y también él se dejó ir con el viento a favor, hacia el norte, hacia el lado del pueblo.

A Andrés, Vera, Francisco, José y Pilar Fogwill que habitan otra tierra, otras guerras.

11–17 de junio de 1982

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Los Pichiciegos

de nubes y ya asoma­ba una mancha azul. Recuerda que buscó un arco iris al es­te, al sur, al norte y al oeste y no vio nada. Recién se termi­ naba el amanecer de la isla. Prendió un cigarrillo y caminó hasta la cima del cerro. Meó. Seguía oyendo el zumbido de los motores lejos. Entendió que ésa era la última o la pe­núltima mañana y no le importó alejarse un poco de la Pichicera: podría volver cuando quisiera porque ya a nadie le interesaría conocer la entrada del lugar. Se sentó a esperar, escuchando motores. El ruido aumentaba, pero después de unos minutos se interrumpió de golpe. Sería otra cosa de aquella guerra que quedar por siempre sin explicación. Siguió fumando: prendió otro cigarrillo con la brasa del primero. Entonces llegaron unos soldados argentinos muertos de sueño. Volvían de rendirse, rechazados. Habían tocado un destacamento inglés a un lado de la estancia de Gilderdale y los de guardia no los quisieron recibir. Que no tenían más lugar, ni más raciones de recompensa, les tradu­ jeron. Ellos venían con hambre, con sueño. Ya no sabían qué hacer. Él les mostró el camino de la playa, les enseñó dónde podían comer algas tiernas y conseguir huevitos de pingüino y les explicó cómo entre los Botes Sobrantes de Naufragios Ingleses podían encontrar agua sana y raciones. Como estaban muy débiles y soñolientos tuvo que repetirles varias veces la explicación. En eso se le fue pasando el tiem­po, y ahora tendría que agradecérselo a esos pobres solda­dos. Por fin, el muchacho que trataba de dirigirlos pareció comprender y tironeándolos de los correajes los llevó por la bajada, camino del mar. Se despidieron. Él miró su reloj, que era de un capitán inglés helado, y vio la hora: las once y media. Tenía hambre. La intemperie y la charla con los hambrientos le habían contagiado hambre, sueño y más frío. No bien entrase a la Pichicera, pensó, pediría a alguien sus restos de ración de la noche para engañar el estómago hasta la hora de almorzar. Desde la entrada del tobogán miró el cielo. El agujero de nubes se agrandaba, un pedazo de cielo emergía entre nubes lejanas y estaba azul. Era buena señal, quizá a la tar­de tendrían sol. El de guardia en el tobogán estaba dormido. Habría que castigarlo. Era Benítez, uno de los del fondo, al que por alguna razón, quizás porque tan claro se veía el final, le permitieron hacer guardia, lo que para cualquier pichi había sido una especie de orgullo. Lo sacudió, no desperta­ ba. Le dio dos guantazos del revés, tampoco reaccionó: es­taba muerto. ¿Se habría muerto por la emoción de sentirse elegido para hacer guardia? Llamó a Pipo: De abajo no respondían. Gritó: –¡Pipo...! Se asomó al almacén. La poca luz de la estufa no permi­tía ver. Buscó la linterna. Pipo, desvestido, abrazaba una bolsa de papas, donde guarPagina 105

Rodolfo Fogwill

daban papas y cebollas argenti­nas. Volvió a gritarle: –¡Pipo! ¡Carajo! ¡Despertate! Pipo no respondió. Él bajó por el pasadero para desper­tarlo. En el almacén lo sacudió y Pipo se soltó de la bolsa y cayó de cabeza al suelo, con su pecho desnudo de siem­pre. Tras él se derrumbó la bolsa y salieron rodando cua­tro papas, dos cebollas, y –algo inexplicable–, una naranja, fresca y recién pelada. Pipo también estaba muerto. Desde abajo llamó: –¡Turco! ¡Viterbo! –¿Dónde estarían? Volvió al tobogán, pasó a la chimenea de los británicos. La radio funcionaba captando a un mismo tiempo transmisiones militares inglesas y argentinas. Se puteaban por radio: ya se habían detectado los canales secretos y los ingleses puteaban en mal castellano a los argentinos y los argentinos les escupían frases inglesas que seguramen­te no querían decir nada. Los dos británicos estaban tira­dos en el piso y atrás de ellos Manuel seguía envuelto en su bolsita de dormir color rosa. Pateó a un inglés que te­nía la pierna flexionada, la pierna se estiró y la bota del paracaidista fue a dar contra la espalda de su compañero. Los dos muertos. Corrió a la chimenea principal. Todos los pichis parecían dormidos. Los recorrió con la linterna. ¿Estaban todos muertos? Sí: Todos muertos. Los contó, tal vez alguno esta­ba afuera y se había salvado. Volvió a contarlos, veintitrés, más él, veinticuatro: todos los pichis de esa época estaban ahí abajo y él debía ser el único vivo. Sintió mareo y reco­ noció el olor del aire, olor a pichi, olor a vaho del socavón y olor fuerte a ceniza. Era la estufa, el tiro de la estufa con su gas, que los había matado a todos y si no se apuraba lo mataría también a él. Le entró cansancio. Le pesaron las piernas. Debía salir. Pero correspondía averiguar si queda­ba algún vivo: revisarlos, verles el pulso, mirarles los ojos con un rayito de luz de la linterna, sacudirlos, hacer algo. Probó: Viterbo estaba muerto. El Turco tenía los ojos duros y secos, muerto. Buscó la cama del Ingeniero y alum­bró. Estaba hecho una pelota abrazándose las piernas, pero el cuerpo se le notaba blando. Probó de abrirle un párpa­do y encontró abajo una materia blanca como huevo duro y nada más. Se quitó un guante y le colocó un dedo en la boca. La lengua estaba helada. Estaba muerto también él. Recogió el guante. Buscó su bolsa con todos los recuerdos de la guerra. Sintió que le venía más cansancio y mareo y trató de correr al tobogán. Quiso salir despacio, para no respirar más aquel aire que había matado a todos. Después, afuera, lo entendió: los cables de las antenas de los británicos habían ayudado a la nieve a tapar el tiraje de la estufa; la ceniza acumulada abajo por desidia de Pipo –también en eso se les veía venir el fin–, había hecho gas, el gas que no pudo subir los había enve-

Primera parte

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Los Pichiciegos

de nubes y ya asoma­ba una mancha azul. Recuerda que buscó un arco iris al es­te, al sur, al norte y al oeste y no vio nada. Recién se termi­ naba el amanecer de la isla. Prendió un cigarrillo y caminó hasta la cima del cerro. Meó. Seguía oyendo el zumbido de los motores lejos. Entendió que ésa era la última o la pe­núltima mañana y no le importó alejarse un poco de la Pichicera: podría volver cuando quisiera porque ya a nadie le interesaría conocer la entrada del lugar. Se sentó a esperar, escuchando motores. El ruido aumentaba, pero después de unos minutos se interrumpió de golpe. Sería otra cosa de aquella guerra que quedar por siempre sin explicación. Siguió fumando: prendió otro cigarrillo con la brasa del primero. Entonces llegaron unos soldados argentinos muertos de sueño. Volvían de rendirse, rechazados. Habían tocado un destacamento inglés a un lado de la estancia de Gilderdale y los de guardia no los quisieron recibir. Que no tenían más lugar, ni más raciones de recompensa, les tradu­ jeron. Ellos venían con hambre, con sueño. Ya no sabían qué hacer. Él les mostró el camino de la playa, les enseñó dónde podían comer algas tiernas y conseguir huevitos de pingüino y les explicó cómo entre los Botes Sobrantes de Naufragios Ingleses podían encontrar agua sana y raciones. Como estaban muy débiles y soñolientos tuvo que repetirles varias veces la explicación. En eso se le fue pasando el tiem­po, y ahora tendría que agradecérselo a esos pobres solda­dos. Por fin, el muchacho que trataba de dirigirlos pareció comprender y tironeándolos de los correajes los llevó por la bajada, camino del mar. Se despidieron. Él miró su reloj, que era de un capitán inglés helado, y vio la hora: las once y media. Tenía hambre. La intemperie y la charla con los hambrientos le habían contagiado hambre, sueño y más frío. No bien entrase a la Pichicera, pensó, pediría a alguien sus restos de ración de la noche para engañar el estómago hasta la hora de almorzar. Desde la entrada del tobogán miró el cielo. El agujero de nubes se agrandaba, un pedazo de cielo emergía entre nubes lejanas y estaba azul. Era buena señal, quizá a la tar­de tendrían sol. El de guardia en el tobogán estaba dormido. Habría que castigarlo. Era Benítez, uno de los del fondo, al que por alguna razón, quizás porque tan claro se veía el final, le permitieron hacer guardia, lo que para cualquier pichi había sido una especie de orgullo. Lo sacudió, no desperta­ ba. Le dio dos guantazos del revés, tampoco reaccionó: es­taba muerto. ¿Se habría muerto por la emoción de sentirse elegido para hacer guardia? Llamó a Pipo: De abajo no respondían. Gritó: –¡Pipo...! Se asomó al almacén. La poca luz de la estufa no permi­tía ver. Buscó la linterna. Pipo, desvestido, abrazaba una bolsa de papas, donde guarPagina 104

Rodolfo Fogwill

daban papas y cebollas argenti­nas. Volvió a gritarle: –¡Pipo! ¡Carajo! ¡Despertate! Pipo no respondió. Él bajó por el pasadero para desper­tarlo. En el almacén lo sacudió y Pipo se soltó de la bolsa y cayó de cabeza al suelo, con su pecho desnudo de siem­pre. Tras él se derrumbó la bolsa y salieron rodando cua­tro papas, dos cebollas, y –algo inexplicable–, una naranja, fresca y recién pelada. Pipo también estaba muerto. Desde abajo llamó: –¡Turco! ¡Viterbo! –¿Dónde estarían? Volvió al tobogán, pasó a la chimenea de los británicos. La radio funcionaba captando a un mismo tiempo transmisiones militares inglesas y argentinas. Se puteaban por radio: ya se habían detectado los canales secretos y los ingleses puteaban en mal castellano a los argentinos y los argentinos les escupían frases inglesas que seguramen­te no querían decir nada. Los dos británicos estaban tira­dos en el piso y atrás de ellos Manuel seguía envuelto en su bolsita de dormir color rosa. Pateó a un inglés que te­nía la pierna flexionada, la pierna se estiró y la bota del paracaidista fue a dar contra la espalda de su compañero. Los dos muertos. Corrió a la chimenea principal. Todos los pichis parecían dormidos. Los recorrió con la linterna. ¿Estaban todos muertos? Sí: Todos muertos. Los contó, tal vez alguno esta­ba afuera y se había salvado. Volvió a contarlos, veintitrés, más él, veinticuatro: todos los pichis de esa época estaban ahí abajo y él debía ser el único vivo. Sintió mareo y reco­ noció el olor del aire, olor a pichi, olor a vaho del socavón y olor fuerte a ceniza. Era la estufa, el tiro de la estufa con su gas, que los había matado a todos y si no se apuraba lo mataría también a él. Le entró cansancio. Le pesaron las piernas. Debía salir. Pero correspondía averiguar si queda­ba algún vivo: revisarlos, verles el pulso, mirarles los ojos con un rayito de luz de la linterna, sacudirlos, hacer algo. Probó: Viterbo estaba muerto. El Turco tenía los ojos duros y secos, muerto. Buscó la cama del Ingeniero y alum­bró. Estaba hecho una pelota abrazándose las piernas, pero el cuerpo se le notaba blando. Probó de abrirle un párpa­do y encontró abajo una materia blanca como huevo duro y nada más. Se quitó un guante y le colocó un dedo en la boca. La lengua estaba helada. Estaba muerto también él. Recogió el guante. Buscó su bolsa con todos los recuerdos de la guerra. Sintió que le venía más cansancio y mareo y trató de correr al tobogán. Quiso salir despacio, para no respirar más aquel aire que había matado a todos. Después, afuera, lo entendió: los cables de las antenas de los británicos habían ayudado a la nieve a tapar el tiraje de la estufa; la ceniza acumulada abajo por desidia de Pipo –también en eso se les veía venir el fin–, había hecho gas, el gas que no pudo subir los había enve-

Primera parte

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Los Pichiciegos

do sería el final. Si alguien se hu­biese preocupado y se hubiera acercado a preguntarle "¿Che... Quiquito, cuándo será el final...?", él le habría di­cho "¡Ya, ahora!". Y al rato habría agregado: "Supongo" o "creo". Los dormidos seguían dormidos o despiertos en el sue­lo, con sueño, cocinándose al calor. No sabían cuándo iba a ser el fin ni cómo iba a ser el fin y tampoco sabían que en esos días estaban asistiendo al final. El último día, alrede­dor de la Pichicera, pasaban más procesiones de mucha­chos y de oficiales disfrazados de muchachos yendo a en­ tregarse. Todos llevaban su papelito. Algunos se apartaban de la fila para mear, otros se apartaban de la fila para hur­gar entre los restos de alguna batalla o de un bombardeo, buscando un muerto para quitarle la pistola, la Uzi, o el fu­sil ya oxidado. Siempre con miedo, recelando con miedo hasta de los cadáveres y de los perros mansos que habían vuelto a acercarse a la zona. A veces pasaba un Harrier y les soltaba una bomba experimental. Las estarían proban­do para otras guerras, porque ésa, según cualquiera de las radios, estaba terminada. Venía la bomba sin silbar y cin­cuenta metros antes de tocar el suelo explotaba y soltaba miles de cablecitos de acero trenzado. Los cables tenían tres puntas. Habría que haber traído uno aquí. En cada punta, de unos sesenta centímetros, tenían soldada una bola de metal del tamaño de un huevo de gallina. Los cables, por la explosión, salían girando locos con las bolas dando miles de vueltas en el aire, y así bajaban despacio – caían despacio–, pero eso era para confundir, porque así como eran de lentos para caer los cables, eran de rápidos en el gi­rar y por ese girar mismo era que iban bajando lentos. A algunos les pegaban en la nuca y morían secos del gol­pe. A otros les estrangulaban las piernas y se caían, para re­cibir después, boca arriba, la nube de gelatina quemante que también se había soltado de la bomba. A otros les aga­rraba el cuello, les enredaba cables en el cuello con casco, bayoneta y todo, y en ese lugar quedaban con los ojos sal­tados y la cara violeta pegada contra el fusil. Al rato de caer la bomba, la cola de rendidos se volvía a formar con la mitad de hombres y oficiales que antes. Quedaban en el suelo los cuerpos, las ropas deshechas, algunos quemados y todos con el guante derecho crispado alrededor del pape­ lito con el contrato de rendición, como si fuera entrada in­transferible para el gran teatro de los muertos. Otras veces cruzaban patrullas de ingleses. Venían los ar­gentinos a entregarse, papelito en mano, mirando el suelo para encontrar algo que darles a los del campo de presos. Cruzaban los ingleses. Los argentinos se hacían a un lado para dejarlos pasar. Los ingleses ni saludos: seguían adelan­te, marcando el paso, inclinados, apurados, mirando al frente atrás de su oficial. Un pichi dice, escondido, "ya vas a ver". Viene entonces un teniente argentino. Afeitado. Les grita a los rendidos. Pagina 103

Rodolfo Fogwill

"Soldados: ¡formar!" Los rendidos 1forman. Guardan los papelitos en el bolsillo y el teniente hace como que no se los ve. Les grita órdenes, les pasa no unos y les indica posición cuerpo a tierra. rendidos Que eramorteros así, le pareció. No amarilla, como crema; más Los pegajosa que obedecen. El tenientepastosa. argentino da la por orden fuego. Quie­re quedetiren la crema. Pegajosa, Se pega la de ro­pa, cruza la boca los a la patrulla Los rendidos tiran o dos tiroslos dededos, tantos fría, que gabanes, pasainglesa. los borceguíes, prin­ga las uno medias. Entre apretaron se la sientegatillos: después.armas trabadas, balas húmedas, falta de fuerza o ganas, guantes almidona­dos por el barro, muchas causas lo explican. –¡Presente! –dijo una voz abotagada. El teniente pu­tea, marcial. Dispara él conAsí sudebían pistoladecir. a la patrulla, que –Pasa –respondió. No "pasá" sino "pasa". ya está lejos. Entonces una balita pasa chiflando cerca de los ingleses Entonces la voz de afuera dijo "calor", y haciendo rui­do rodó hacia ély el último británico se da vuelta, mira a los argen­tinos y al teniente, un muchacho enchastrado de barro. codeahace a los que siguenel avanzando delan­te suyo todos paran. dis–No frío –habló llegado–, pero habría queyapuntalar algo Se más el tribuyen el trabajo: uno corre a un lado con el telémetro para tomar durmiente... distancia. El hacia otro lado con que el goniómetro para medir –Después se otro hará corre –le dijo, mientras sentía el otro se acomodaba ángu­los. embarrado, Algunos sehúmedo, agachanrespirando en el suelodecon niveles y trípodes para enfrente, a saltos. montar la misilera el mortero. Losbajando restantes abra­zan jugadoImaginaba la nieveoblanca, liviana, enselínea recta como hacia el suelo res de rugby y confabulan. El que parecía el jefe prende una pipa chiy apoyándose luego sobre el suelo has­ta taparlo con un manto blanco quitita, aspira el humo y después de aspirar traga más aire y se rellena de nieve. Pero esa nieve ahí, amarilla, no caía: corría horizontal por el el pecho, bien hondodespués ese humo quesuelo le gusta. El viento, se como pegabapara a lasempujarse cosas, se arrastraba por el y en­tre del gonió­metro habla por radio con el del telémetro; se tienen ahí los pastos para chupar el polvillo de la tierra; se hacía marrón, se volvía nomás Ya aveinte metros, pero hablan decían con lasque radios por­tátiles. Al barro. eso llamaban nievesecuando los accesos tenían final parece se pesado, ponen de acuerdo, regulan el ángulo al mortero, nieve. Nieve:que barro helado, fríoley pegajoso. confirman la posición y llaman al que parecía el jefe que se acerca canchero, y sin agacharse, con un pie, dispara el mortero, o la misilera. Salesuelpueblo, obús, odos sa­le el misil en dirección al durmiendo, sitio donde yel cuando tenientedesarEn veces que nevó, él estaba gentino sigue gritando órdenes con la pistola descargada y con más pertó y pudo mirar por la ventana la nieve ya estaba derretida. En el rabia a losla colimbas que tiene los pro­pios televisor nieve es cansados blanca. Cubre todo.ahí Allíque la agente esquía ybritánipatina cos. Les habla. Dice que con soldados de mier­da como nunca se sobre la nieve. Y la nie­ve no se hunde ni se hace barro ellos ni atraviesa la va a poder ganar una guerra y tra­ta de recargar su Browning llega ropa, y tie­ne trineos con campanillas y hasta flores. Afuerapero no: en la el misil el obús, le matamuchachos a todos losserendidos, o a la mayoría peña unao oveja, unexplota, jeep y varios habían des­barrancado de ellos, loslaingleses se van sin siquieraYcontar cuántas bajas hicieron. por culpayde nieve jabonosa y marrón. no había flores ni árboles ni Se los veNada irse más apurados, cuerpos inclinados hacía ademúsica. vientopasos y fríolargos, tenían los afuera. lante y lanevando? mirada celestita vidrio fi­ja en un punto distante todavía. –¿Sigue –quiso de saber. Y el teniente mira los restos de susacudía pelotónlarecién forma­do En el oscuro sintió que el llegado cabeza. In­sistió:y sacude la cabeza mientras se aleja de los caídos para fumar su Camel pensativo, –¿Sigue o no sigue? sentado sobre una piedra, a la espera de próximos acontecimientos. La –No. Ya no más –respondió la voz con desgano, con sueño. mayoría de los oficiales jóvenes fumaba Camel o Parisiennes. En los Ahora que lo sentía responder reconoció que el otro había movido la últimos para días, los asomándose tobogán, solía ver de Oficiales cabeza lados. Ladel cabeza o el se cas­co, eso docenas seguía moviéndose. Jóvenes Pensativos sobrepitaba sus piedras, con laque pistola– desDespués la cara se leCongelados iluminó, rojiza: un cigarrillo olía como cargada enblan­cos el guante derecho y un Parisiennes o un Camel apagado los Jockey argentinos. para siem­pre entre–pidió, los labios de hielo.sin ha­blar la voz le –¡Pasa una seca! peroquebradizos por tanto tiempo Él había sido el único que había salido esa mañana. Iba a mear entre la había salido resquebrajada. nieve cuando escuchó ruido de motores y pensó que tal vez se produ–¿Qué? –quería entender el llegado. ciría otra Gran Atracción. En el cielo se estaba formando un agujerito –¡Una seca! ¡Una pitada! –ordenó. Pagina 103

Los Pichiciegos

do sería el final. Si alguien se hu­biese preocupado y se hubiera acercado a preguntarle "¿Che... Quiquito, cuándo será el final...?", él le habría di­cho "¡Ya, ahora!". Y al rato habría agregado: "Supongo" o "creo". Los dormidos seguían dormidos o despiertos en el sue­lo, con sueño, cocinándose al calor. No sabían cuándo iba a ser el fin ni cómo iba a ser el fin y tampoco sabían que en esos días estaban asistiendo al final. El último día, alrede­dor de la Pichicera, pasaban más procesiones de mucha­chos y de oficiales disfrazados de muchachos yendo a en­ tregarse. Todos llevaban su papelito. Algunos se apartaban de la fila para mear, otros se apartaban de la fila para hur­gar entre los restos de alguna batalla o de un bombardeo, buscando un muerto para quitarle la pistola, la Uzi, o el fu­sil ya oxidado. Siempre con miedo, recelando con miedo hasta de los cadáveres y de los perros mansos que habían vuelto a acercarse a la zona. A veces pasaba un Harrier y les soltaba una bomba experimental. Las estarían proban­do para otras guerras, porque ésa, según cualquiera de las radios, estaba terminada. Venía la bomba sin silbar y cin­cuenta metros antes de tocar el suelo explotaba y soltaba miles de cablecitos de acero trenzado. Los cables tenían tres puntas. Habría que haber traído uno aquí. En cada punta, de unos sesenta centímetros, tenían soldada una bola de metal del tamaño de un huevo de gallina. Los cables, por la explosión, salían girando locos con las bolas dando miles de vueltas en el aire, y así bajaban despacio – caían despacio–, pero eso era para confundir, porque así como eran de lentos para caer los cables, eran de rápidos en el gi­rar y por ese girar mismo era que iban bajando lentos. A algunos les pegaban en la nuca y morían secos del gol­pe. A otros les estrangulaban las piernas y se caían, para re­cibir después, boca arriba, la nube de gelatina quemante que también se había soltado de la bomba. A otros les aga­rraba el cuello, les enredaba cables en el cuello con casco, bayoneta y todo, y en ese lugar quedaban con los ojos sal­tados y la cara violeta pegada contra el fusil. Al rato de caer la bomba, la cola de rendidos se volvía a formar con la mitad de hombres y oficiales que antes. Quedaban en el suelo los cuerpos, las ropas deshechas, algunos quemados y todos con el guante derecho crispado alrededor del pape­ lito con el contrato de rendición, como si fuera entrada in­transferible para el gran teatro de los muertos. Otras veces cruzaban patrullas de ingleses. Venían los ar­gentinos a entregarse, papelito en mano, mirando el suelo para encontrar algo que darles a los del campo de presos. Cruzaban los ingleses. Los argentinos se hacían a un lado para dejarlos pasar. Los ingleses ni saludos: seguían adelan­te, marcando el paso, inclinados, apurados, mirando al frente atrás de su oficial. Un pichi dice, escondido, "ya vas a ver". Viene entonces un teniente argentino. Afeitado. Les grita a los rendidos. Pagina 102 7

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"Soldados: ¡formar!" Los rendidos 1forman. Guardan los papelitos en el bolsillo y el teniente hace como que no se los ve. Les grita órdenes, les pasa unos y les indica posición cuerpo a tierra. rendidos Que no eramorteros así, le pareció. No amarilla, como crema; más Los pegajosa que obedecen. El tenientepastosa. argentino la por orden fuego. Quie­re quedetiren la crema. Pegajosa, Se da pega la de ro­pa, cruza la boca los agabanes, la patrulla Los rendidos tiran o dosEntre tiroslos de dedos, tantos fría, que pasainglesa. los borceguíes, prin­ga las uno medias. apretaron se la sientegatillos: después.armas trabadas, balas húmedas, falta de fuerza o ganas, guantes almidona­dos por el barro, muchas causas lo explican. –¡Presente! –dijo una voz abotagada. El teniente pu­tea, marcial. Dispara él conAsí sudebían pistoladecir. a la patrulla, que –Pasa –respondió. No "pasá" sino "pasa". ya está lejos. Entonces una balita pasa chiflando cerca de los ingleses y Entonces la voz de afuera dijo "calor", y haciendo rui­do rodó hacia él el último británico se da vuelta, mira a los argen­tinos y al teniente, un muchacho enchastrado de barro. codea a losfrío que siguenel avanzando delan­te suyo todos paran. dis–No hace –habló llegado–, pero habría queyapuntalar algo Se más el tribuyen el trabajo: uno corre a un lado con el telémetro para tomar durmiente... distancia. hacia otro lado con que el goniómetro para medir –Después El se otro hará corre –le dijo, mientras sentía el otro se acomodaba ángu­los. Algunos sehúmedo, agachanrespirando en el suelodecon niveles y trípodes para enfrente, embarrado, a saltos. montar la misilera el mortero. Losbajando restantes abra­zan jugadoImaginaba la nieveoblanca, liviana, enselínea recta como hacia el suelo res de rugby y confabulan. El que parecía el jefe prende una pipa chiy apoyándose luego sobre el suelo has­ta taparlo con un manto blanco quitita, aspira el humo y después de aspirar traga más aire y se rellena de nieve. Pero esa nieve ahí, amarilla, no caía: corría horizontal por el el pecho, bien hondodespués ese humo le gusta. El viento, se como pegabapara a lasempujarse cosas, se arrastraba por que el suelo y en­tre del gonió­metro habla por radio con el del telémetro; se tienen ahí los pastos para chupar el polvillo de la tierra; se hacía marrón, se volvía nomás metros, pero hablan decían con lasque radios por­tátiles. Al barro. Ya veinte a eso llamaban nievesecuando los accesos tenían final se pesado, ponen de acuerdo, regulan el ángulo al mortero, nieve.parece Nieve:que barro helado, fríoley pegajoso. confirman la posición y llaman al que parecía el jefe que se acerca canchero, y sin agacharse, con un pie, dispara el mortero, o la misilera. Sale obús, odos sa­le el misil en dirección al durmiendo, sitio donde yel cuando tenientedesarEn suelpueblo, veces que nevó, él estaba gentino sigue gritando órdenes con la pistola descargada y con más pertó y pudo mirar por la ventana la nieve ya estaba derretida. En el rabia a losla colimbas que tiene los pro­pios televisor nieve es cansados blanca. Cubre todo.ahí Allíque la agente esquía ybritánipatina cos. Les habla. Dice que con soldados de mier­da como nunca se sobre la nieve. Y la nie­ve no se hunde ni se hace barro ellos ni atraviesa la va a poder ganar una guerra y tra­ta de recargar su Browning llega ropa, y tie­ne trineos con campanillas y hasta flores. Afuerapero no: en la el misil el obús, le matamuchachos a todos losserendidos, o a la mayoría peña unao oveja, unexplota, jeep y varios habían des­barrancado de loslaingleses se van sin siquieraYcontar cuántas bajas hicieron. porellos, culpayde nieve jabonosa y marrón. no había flores ni árboles ni Se los veNada irse más apurados, cuerpos inclinados hacía ademúsica. vientopasos y fríolargos, tenían los afuera. lante y lanevando? mirada celestita vidrio fi­ja en un punto distante todavía. –¿Sigue –quiso de saber. Y el teniente mira los restos de susacudía pelotónlarecién forma­do En el oscuro sintió que el llegado cabeza. In­sistió:y sacude la cabeza mientras se aleja de los caídos para fumar su Camel pensativo, –¿Sigue o no sigue? sentado sobre una piedra, a la espera de próximos acontecimientos. La –No. Ya no más –respondió la voz con desgano, con sueño. mayoría de los oficiales jóvenes fumaba Camel o Parisiennes. En los Ahora que lo sentía responder reconoció que el otro había movido la últimos días, los asomándose tobogán, solía ver de Oficiales cabeza para lados. Ladel cabeza o el se cas­co, eso docenas seguía moviéndose. Jóvenes sobrepitaba sus piedras, con laque pistola– desDespués Pensativos la cara se leCongelados iluminó, rojiza: un cigarrillo olía como cargada enblan­cos el guante derecho y un Parisiennes o un Camel apagado los Jockey argentinos. para siem­pre entre–pidió, los labios de hielo.sin ha­blar la voz le –¡Pasa una seca! peroquebradizos por tanto tiempo Él había sido el único que había salido esa mañana. Iba a mear entre la había salido resquebrajada. nieve cuando escuchó ruido de motores y pensó que tal vez se produ–¿Qué? –quería entender el llegado. ciría otra Gran Atracción. En el cielo se estaba formando un agujerito –¡Una seca! ¡Una pitada! –ordenó. Pagina Pagina 1027

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La Se lucecita ve alcanzado colorada por se unfue cohete acercando de tierra mientras o un tiro el otro de artillería asentía diciendo: el avión. La punta, o la cabina, o la cola o el ala, siempre una de esas partes, se –¡Buen...! pone a echar humo blanco y después ne­gro. Parece lastimado y el Tomó humitolaeslucecita la sangre conque cuidado. le chorrea Sin al guantes, avión. Entonces, sus dedos cuando duros apretaron empieza primero a sangrar,lassalta uñasladel tapa otro, del ypiloto desde–ese ellasplástico–, fueron resbalando y se va por hasta el aire, el fil-y tro. como Era esun transparente Jockey, reconoció se pierdeen por suelboca. aire. Pitó Después, dos veces sale algo y dosdel veces avión: lo colorado es como un se hizo fierrito ancho, que calentándole salta para arriba, la cara. da vueltas en el aire, siempre –¡Che! subiendo. ¡Una ¡Espediste! el asiento –protestaba del piloto, la voz. pega­do al piloto, que se eyectó! –Ya "Eyectar" está –dijo es una él ypalabra devolvió que el parece cigarrillo medio que con degenerada: la bra­sa crecida la gentecruno zando piensa elenaire "eyectar". negro parecía La gente un bicho mira ese volador fierrito queque alumbraba. da vueltas y sube y –¿No al finalesqueda que había quietomucho en el aire, cigarrillo? antes de–seguía empezar con a caer. la protesta La gente el otro, mira pitando. y les podrías tirar con Fal desde medio metro, que igual seguiría miran–Haber do. Se copa hay –dijo en eso. él–.Muchos ¡Pero ahorremos! se vuelven locos. El fierrito, parado en el –¿Cuánto aire, empieza hay?a bajar. Baja despacio, va de a poco tomando su veloci–Como dad. El cuarenta fierrito, elcajas: sillónundel cajón piloto, casi.suelta después algo que le colgaba, –¡Son como un como globito cuatrocientos color naranja. atados...! De ahí,–se al rato, admiraba cuandoelesto otrotiene echándole mucha más velocidad humo.y ya viene cayendo, salen mechones blan­cos. Es el principio –Sí del –dijo paracaídas. él. No El sentía mechón ganasblanco de calcular. fla­mea. El fierrito, el piloto y su –¿Y asiento cuántos se sacuden somos?abajo –preguntó. por eso que les flamea arriba. Del mechón –Ahora blanco salen veintiséis, bolitas o veintisiete rojas, azules, –dijoanaranjadas él. y otras blancas que se –¡Es inflanmucho! de a poco. Ya es como un globo: es el paracaídas del avión del –¿Mucho que cuelgaqué? el piloto y todo lo que viene con el piloto. To­dos miran. A –La esta gente altura –dijo del cuento el otro, nadie y convidó–: se acuerda ¿Querés del avión el fin? que cuando se le salta–Sí ron –dijo el piloto él yy recogió su silla la apuntó lucecita al mar del aire y fuey directo pitó hasta a zambullirse sentir la mezcla entre del dos humo olas, cerca de tabaco de la con playa. el gusto Se acercan a cartón otros y plástico a mirar. del El globo filtro grande que se quemaba. como una Lo carpa apagó de circo en el suelo. que baja Dijo: despacito, llega casi volando. Cruza –Se estancias terminó... y médanos, pasa entre el monte Sidney y el McCullogh y El sigue otrocomo hablaba. volando Quería y pasa saber:cerca de los te­chos de los galpones. Una –¿Quién oveja lo mira cuidapasar. los cigarrillos…? Más miran. –Uno, Pipo Pescador. –¿Pipo? El avión,¿Y a esta sirvealtura ése? olvidado de todos, duerme apagado en el fondo del mar, que por estas regiones no es muy hon­do. Sigue viajando el –No globo,sées–dijo como él.un Estuvo viaje en a punto globo:delos opinar, colores, pero esenotipo sa­bía colgando. quién era ¡Pero el llegado. no acabaBuscó de caer! la ¡Pronto linterna.sePalpó acabará la tierra la isla dura, y él nunca el bolso termina con pistolas, de caer! luego Sigue barro, volan­do. luego Cerca un trapo del suelo de limpiar vuela a ylamás misma barro velocidad y después de un tocó jeep la caja que esté de herra­mientas; bien de motor.allí Lometió sigue los un dedos jeep. El hasta jeepencontrar va galo­pando la linter­na entre chica las piedras de plástico. y en cualquier Alumbrómomento el piso. Con podría el reflejo destartalarse. de la luzAtrás reconoció del jeep la cara va undel perro que siguiéndolo, hablaba. Era la­drando. un porte­ño, Más Luciani. atrás, sin aliento, van los sol–Sos dadosLuciani y los cu­riosos –dijo. que quieren ver cómo termina de bajar ese globo. –Sí, Toca¿por el suelo. qué? Lo que venía colgando –el hombre, sus cosas y el fondo –Quise del asiento– saber,toca ¿sabes el suelo las cuentas y después biense vos? desparra­ma el paracaídas lleno El de otro hilachas, dijo síflecos, y él preguntó: soguitas y herra­jes de aluminio. Es automático: –¿Cuánto hay un momento hay? Son cuando cuarenta se sueltan, cajas largas automáticos, enteras. los herrajes y el piloto Pagina 8101

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–Ya quedateen lo el calculé suelo –hablaba y lo que fue Luciani–, paracaídas, son cuatrocientos medio desinflado, atadossede arrastra veinte. porSielfuéramos campo hasta veinte enredarse tendría en quealgún haberpalo, veinte o en paquetes un arbolito para que cadapor uno. la ¿Todos helada nunca fuman? pudo crecer. Llega el jeep, lle­ga el perro, llegan los más –No. ágiles,Todos que corrían no. atrás. El pe­rro sigue chumbando, copado con los –Y restos ha del de ser paracaídas más o menos que alahí: moverse veintesolos paquetes parecen parafantasmas. ca­da uno. Todos se –Un acercan mesyderodean fumar,almás piloto. o menos Los –dijo primeros él. lo sientan, lo tocan, lo pal­ –Un mean,mes le destraban o más, según las cuánto sogas ytelefumes. desconectan el casco con micrófonos –Habría y auriculares –pensó y ely tubo habló– delque oxígeno. conseguir Losmás de atrás cigarrillos. se pelean por ver. Los –¿Y de adelante los otros? les¿Qué pasandicen? el casco con cables y tubitos arrancados; los de –Dicen atrás seque entretienen hay que buscar con eso. más Los azúcar. de adelante El Turco mueven busca azúcar. al piloto, La atrás gente gritan quiere con­tentos. cosas dulces Los –anunció. de cerca se miran. Tocan uno por uno la ropa del –¿Cómo piloto y entre que notodos hay azúcar? lo vuelven –dijo a acostar. Luciani–. Después ¿Quién se cuida co­rren el azúcar? para que –Pipo los de Pescador atrás puedan –dijomirar él. también y dejen de empujarlos. Lo miran los –¿Y de atrás estáalabajo? piloto y se callan y se miran entre ellos. Después dan media –¿Qué vuelta ycosa? se van. El pi­loto, acostado, es todo azul y venía muerto. Uno –Pipo: de los que ¿Pipo quedan está abajo? se quita el guante, lo toca y dice: "¿Cómo es posi­ble –Sí que –dijo esté tan él. frío en un día así como éste?". Otros mi­ran el cielo: gris, nublado. La mayoría se va. Los del jeep le revisan los papeles. Uno se –¡Che, queda para Pipo!mirar –gritó fumando Lucianile­jos y su voz y piensa retumbó si noenhabrá el tu­bo estado de tierra. siempre en Desde el aire flotando abajo llegaba muerto, un chistido. azul, helado, el piloto. –¿Qué Los pilotos pasa?británicos –dijo Luciani. traen raciones, bote inflable, pis­tola, largavista, –Que billetesnode grites diez–le y de explicó cien con dólares, voz afónica–: billetes ar­gentinos, ¡Duermen! libras de ellos, –¡Che, libras de Pipo! la isla, –habló cortaplumas, Luciani echándoles birome, lápiz, el aliento pañuelos, a las chocolate, palabras, para una que radiofuesen chiquita lejos que sinemite despertar–: una señal ¿Cuánta de auxilio azúcar (que queda? hay que romper ante–¿Quién s que nada, sos?para –averiguó que no la alerte voz adelos abajo. helicópteros y vengan más británi–Luciani. cos a retirarlo) y tienen papelitos, cartas fechadas la semana anterior, –¡Y fotosqué de mierda la familia, te importa! carnets de –habló clubsPipo. y cre­denciales de la R.A.F. y de la –Quería R.N. y hasta saber– tienen se justificaba. tarjetas particulares con el nombre de ellos y el do–Saber, micilio: ¡saber! calle nú­mero –protestaba de casa, Pipo–: zona, ¡Pordistrito, qué no condado laburás...!y código postal –Yo y un laburo par de –dijo números Luciani. telefónicos a los que nadie va a llamar por­que los –Bueno... pilotos británicos No hay siempre azúcar, pibe vuelan –decía azules, Pipo–: fríos hay y muertos nada más a la que tierra. para el mate En losdeúltimos la mañana díasybajaban por si vienen más pilotos. los ofi­ciales. También ¡Y en ahora esocalláte! se adivinaba ¡Che, Quiquito! la cercanía–La delvoz fin.de Los Pipo aviones se estaba ya estarían dirigiendo muy a él. gastados, o también a –¿Qué? ellos –a los pilotos–, se les estaría aca­bando la vida útil. Ver las cifras –¿Sabes de lo quequé? los británicos lla­man la vida útil de las cosas asusta. Oír ex–No. plicar¿Qué? cómo cal­culan ellos pone piel de gallina. A los soldados de –Decile ellos, que a ese pelean boludo por que contrato, averigüe conmenos pago diario, y que salga les explican y consiga igual. azúcar. Mu–Buen... chos se vuelven –dijo él locos. y volvió Impresiona a mirar la oírlos. cara deHacia Luciani el en fin,lanomedialuz pasaba que una soltaba hora sinlaver linterna bajarapoyada uno o dos en elparacaídas muro de barro. con sus británicos colgando. Fue tan común, que a los últimos que cayeron nadie se acercó a registrarlos ni a acostarlos decentemente. También en esto se notaba el final. Nunca Él sabíasemejor debenque iluminar nadie las quecaras era elcon final la pero, linterna. como Al todos prin­cipio, los Magos cuandoy alguien los pichis pedía que laselinterna, movían siempre cerca delalospasaban Magos, desconocía cómo y cuánPagina Pagina 101 8

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Se La ve lucecita alcanzado colorada por se unfue cohete acercando de tierra mientras o un tiro el otro de artillería asentía diciendo: el avión. La punta, o la cabina, o la cola o el ala, siempre una de esas partes, se pone –¡Buen...! a echar humo blanco y después ne­gro. Parece lastimado y el humito Tomó laeslucecita la sangre con que cuidado. le chorrea Sin alguantes, avión. Entonces, sus dedos cuando duros apretaron empieza aprimero sangrar,lassalta uñasladel tapa otro, del ypiloto desde–ese ellasplástico–, fueron resbalando y se va por hasta el aire, el fil-y como tro. Era es un transparente Jockey, reconoció se pierdeen por suelboca. aire. Pitó Después, dos veces sale algo y dosdel veces avión: lo es colorado como un se hizo fierrito ancho, que calentándole salta para arriba, la cara. da vueltas en el aire, siempre subiendo. –¡Che! ¡Una ¡Espediste! el asiento –protestaba del piloto, la voz. pega­do al piloto, que se eyectó! "Eyectar" –Ya está –dijo es una él ypalabra devolvió que el parece cigarrillo medio que con degenerada: la bra­sa la crecida gentecruno piensa zando el enaire "eyectar". negro parecía La gente un mira bichoese volador fierrito queque alumbraba. da vueltas y sube y al –¿No finalesqueda que había quietomucho en el aire, cigarrillo? antes de–seguía empezar con a caer. la protesta La gente el otro, mira ypitando. les podrías tirar con Fal desde medio metro, que igual seguiría mirando. –Haber Se copa hay –dijo en eso. él–.Muchos ¡Pero ahorremos! se vuelven locos. El fierrito, parado en el aire, –¿Cuánto empieza hay?a bajar. Baja despacio, va de a poco tomando su velocidad. –Como El fierrito, cuarentaelcajas: sillónundel cajón piloto, casi.suelta después algo que le colgaba, como –¡Son un como globito cuatrocientos color naranja. atados...! De ahí,–se al rato, admiraba cuandoelesto otrotiene echándole mucha velocidad más humo.y ya viene cayendo, salen mechones blan­cos. Es el principio del –Sí –dijo paracaídas. él. No El sentía mechón ganasblanco de calcular. fla­mea. El fierrito, el piloto y su asiento –¿Y cuántos se sacuden somos?abajo –preguntó. por eso que les flamea arriba. Del mechón blanco –Ahora salen veintiséis, bolitas o veintisiete rojas, azules, –dijoanaranjadas él. y otras blancas que se inflan –¡Es mucho! de a poco. Ya es como un globo: es el paracaídas del avión del que –¿Mucho cuelgaqué? el piloto y todo lo que viene con el piloto. To­dos miran. A esta –La gente altura –dijo del cuento el otro, nadie y convidó–: se acuerda ¿Querés del avión el fin? que cuando se le saltaron –Sí el –dijo piloto él yy recogió su silla la apuntó lucecita al mar del aire y fuey directo pitó hasta a zambullirse sentir la mezcla entre dos del humo olas, cerca de tabaco de la con playa. el Se gusto acercan a cartón otros y aplástico mirar. del El globo filtro grande que se como quemaba. una Lo carpa apagó de circo en el suelo. que baja Dijo: despacito, llega casi volando. Cruza estancias –Se terminó... y médanos, pasa entre el monte Sidney y el McCullogh y sigue El otrocomo hablaba. volando Quería y pasa saber:cerca de los te­chos de los galpones. Una oveja –¿Quién lo mira cuidapasar. los cigarrillos…? Más miran. –Uno, Pipo Pescador. El –¿Pipo? avión,¿Y a esta sirvealtura ése? olvidado de todos, duerme apagado en el fondo del mar, que por estas regiones no es muy hon­do. Sigue viajando el globo, –No sées–dijo como él.un Estuvo viaje en a punto globo:delos opinar, colores, pero esenotipo sa­bía colgando. quién era ¡Pero el no llegado. acaba Buscó de caer! la ¡Pronto linterna.sePalpó acabará la tierra la isla dura, y él nunca el bolso termina con pistolas, de caer! Sigue luego volan­do. barro, luego Cerca un trapo del suelo de limpiar vuela a ylamás misma barro velocidad y después de un tocó jeep la que caja esté de herra­mientas; bien de motor.allí Lometió sigue los un dedos jeep. El hasta jeepencontrar va galo­pando la linter­na entre las chica piedras de plástico. y en cualquier Alumbrómomento el piso. Con podría el reflejo destartalarse. de la luzAtrás reconoció del jeep la va caraundel perro que siguiéndolo, hablaba. Era la­drando. un porte­ño, Más Luciani. atrás, sin aliento, van los soldados –Sos Luciani y los cu­riosos –dijo. que quieren ver cómo termina de bajar ese globo. Toca –Sí, ¿por el suelo. qué? Lo que venía colgando –el hombre, sus cosas y el fondo del –Quise asiento– saber,toca ¿sabes el suelo las cuentas y después biense vos? desparra­ma el paracaídas lleno de El otro hilachas, dijo síflecos, y él preguntó: soguitas y herra­jes de aluminio. Es automático: hay –¿Cuánto un momento hay? Son cuando cuarenta se sueltan, cajas largas automáticos, enteras. los herrajes y el piloto Pagina 100 9

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queda –Ya teen lo el calculé suelo –hablaba y lo que fue Luciani–, paracaídas, son cuatrocientos medio desinflado, atados sede arrastra veinpor te. Siel fuéramos campo hasta veinte enredarse tendría en quealgún haberpalo, veinte o en paquetes un arbolito para que cadapor uno. la helada ¿Todosnunca fuman? pudo crecer. Llega el jeep, lle­ga el perro, llegan los más ágiles, –No. Todos que corrían no. atrás. El pe­rro sigue chumbando, copado con los restos –Y ha del de ser paracaídas más o menos que alahí: moverse veintesolos paquetes parecen parafantasmas. ca­da uno. Todos se acercan –Un mesyderodean fumar,almás piloto. o menos Los –dijo primeros él. lo sientan, lo tocan, lo pal­ mean, –Un mes le destraban o más, según las cuánto sogas ytelefumes. desconectan el casco con micrófonos y–Habría auriculares –pensó y ely tubo habló– delque oxígeno. conseguir Los más de atrás cigarrillos. se pelean por ver. Los de –¿Yadelante los otros? les¿Qué pasandicen? el casco con cables y tubitos arrancados; los de atrás –Dicen se que entretienen hay que buscar con eso. más Los azúcar. de adelante El Turco mueven busca azúcar. al piloto, La atrás gengritan te quiere con­tentos. cosas dulces Los –anunció. de cerca se miran. Tocan uno por uno la ropa del piloto –¿Cómo y entre que notodos hay azúcar? lo vuelven –dijo a acostar. Luciani–. Después ¿Quiénse cuida co­rren el azúcar? para que los –Pipo de Pescador atrás puedan –dijomirar él. también y dejen de empujarlos. Lo miran los de –¿Yatrás estáalabajo? piloto y se callan y se miran entre ellos. Después dan media vuelta –¿Qué ycosa? se van. El pi­loto, acostado, es todo azul y venía muerto. Uno de –Pipo: los que ¿Pipo quedan está abajo? se quita el guante, lo toca y dice: "¿Cómo es posi­ble que –Sí –dijo esté tan él. frío en un día así como éste?". Otros mi­ran el cielo: gris, nublado. La mayoría se va. Los del jeep le revisan los papeles. Uno se queda –¡Che,para Pipo!mirar –gritó fumando Lucianile­jos y su voz y piensa retumbó si noenhabrá el tu­bo estado de tierra. siempre en el Desde aire flotando abajo llegaba muerto, un chistido. azul, helado, el piloto. Los –¿Qué pilotos pasa?británicos –dijo Luciani. traen raciones, bote inflable, pis­tola, largavista, billetes –Que node grites diez–le y de explicó cien con dólares, voz afónica–: billetes ar­gentinos, ¡Duermen! libras de ellos, libras –¡Che,de Pipo! la isla, –habló cortaplumas, Luciani echándoles birome, lápiz, el aliento pañuelos, a las chocolate, palabras, para una radio que fuesen chiquita lejos que sinemite despertar–: una señal ¿Cuánta de auxilio azúcar (que queda? hay que romper antes–¿Quién que nada, sos?para –averiguó que no la alerte voz adelos abajo. helicópteros y vengan más británicos –Luciani. a retirarlo) y tienen papelitos, cartas fechadas la semana anterior, fotos –¡Y qué de la mierda familia, te importa! carnets de –habló clubsPipo. y cre­denciales de la R.A.F. y de la R.N. –Quería y hasta saber– tienen se justificaba. tarjetas particulares con el nombre de ellos y el domicilio: –Saber, ¡saber! calle nú­mero –protestaba de casa, Pipo–: zona, ¡Pordistrito, qué no condado laburás...!y código postal y–Yo un laburo par de –dijo números Luciani. telefónicos a los que nadie va a llamar por­que los pilotos –Bueno... británicos No haysiempre azúcar, vuelan pibe –decía azules, Pipo–: fríos hay y muertos nada más a la que tierra. para el En mate losdeúltimos la mañana díasybajaban por si vienen más pilotos. los ofi­ciales. También ¡Y en ahora esocalláte! se adivinaba ¡Che, la Quiquito! cercanía–La del voz fin. de Los Pipo aviones se estaba ya estarían dirigiendo muya él. gastados, o también a ellos –¿Qué? –a los pilotos–, se les estaría aca­bando la vida útil. Ver las cifras de –¿Sabes lo quequé? los británicos lla­man la vida útil de las cosas asusta. Oír explicar –No. ¿Qué? cómo cal­culan ellos pone piel de gallina. A los soldados de ellos, –Decile que a ese pelean boludo por que contrato, averigüe conmenos pago diario, y que salga les explican y consiga igual. azúcar. Muchos –Buen... se vuelven –dijo él locos. y volvió Impresiona a mirar la oírlos. cara deHacia Luciani el fin, en lanomedialuz pasaba una que hora soltaba sinlaver linterna bajarapoyada uno o dos en elparacaídas muro de barro. con sus británicos colgando. Fue tan común, que a los últimos que cayeron nadie se acercó a registrarlos ni a acostarlos decentemente. También en esto se notaba el final. Él Nunca sabíasemejor debenque iluminar nadie las quecaras era elcon final la pero, linterna. como Al todos prin­cipio, los Magos cuando y los alguien pichis pedía que la selinterna, movían siempre cerca delalospasaban Magos, desconocía cómo y cuánPagina Pagina 1009

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prendida, dirigiéndole el rayo de luz a la cara. Así se produ­cía dolor: dolían los ojos y dejaba de verse por un raro. Aba­jo –por tanta oscuridad–, y afuera, andando siempre de no­che y en el frío, la luz duele en los ojos. Alguien alumbraba la cara y los ojos se llenaban de lágrimas, dolían atrás, y en­ceguecían. Después las lágrimas bajaban y hacían arder los pómulos quemados por el sol de la trinchera. Escaldaban. Después Luciani había callado. Siempre al llegar el que en­tra habla. El que llega viene de no hablar mucho tiempo, de mucho caminar a oscuras, de hacer guardias arriba de algún cerro esperando la oscuridad. Viene de estar tanto callado que cuando se halla en el calor empieza a hablar. Como cuando despiertan: despiertan y se largan a ha­blar. En la chimenea lateral algunos estaban despertando. Se oían sus voces: –¿Qué hora es? –decía una voz finita, llena de sueño. –Las siete. –¿De la noche? –era la misma voz. –Sí, de la noche. –Ah... –¡No! –interrumpía otra voz, tonada cordobesa–, ¡iban a ser las siete del mediodía...! Alguien rió. Alguien puteó. Entre esos ruidos hubo otros como de cascos y jarros golpeándose. Hablaba uno: –Ah... ¡che, uruguayo! –¿Qué? –le respondían. –Quería saber... ¿Si vos sos uruguayo, por qué carajo estás aquí? –Porque me escribieron argentino. ¡Soy argentino! –¡Suerte! –dijo una voz dormida. –Che... ¿y por qué te dicen uruguayo? –Porque yo nací ahí, vine de chico... –¡Es una mierda el Uruguay...! –Sí –era la voz del uruguayo–, mi viejo dice que es una mierda. –¿Tu viejo es uruguayo? –Sí... ¡Oriental! –¿Y tu vieja? –No. Murió. Era también del Uruguay... –Gardel era uruguayo... –dijo alguien, para saltear el tema de la muerta. –No... ¡francés! –dijo el uruguayo. –Francés y bufa –terció alguien–, lo leí en un libro de historia del tango. –Gardel... ¿bufa? –dudaba el de la voz finita. Pagina 10 99

Rodolfo Fogwill

–Sí –dijo el que había leído– ¡Era francés, bufa y pichicatero! 8 Después la voz que había preguntado la hora insistió: –¿Qué horalos era...? Dios mío, barcos, qué grandes son los barcos: flotan. Flo­tan quie–Las siete y cinco voz del y después tos, enormes. Sube –contestó al barco ylaespera queque el tenía barco laseho­ra mueva, que dé gritó–: ¡Alodespertarse! ¡A las ocho noticiasChe... de que están pisando, pero el sa­len bar­coustedes...! se queda en equilibrio –Mejor uno–. Asíel respiramos. ¡AcáCamina no se aguan­ta másy el flotando–dijo quieto sobre agua: enorme. la cubierta el olor barcoa mierda...! sigue quieto, igual, enorme: no se mueve. Camina él, caminaban cienLas desde el yarco de chapa queNada comunica­ba entrada tos ovoces milesllegaban sobre la cubierta el barco quieto. se mueve la hasta que con la chimenea lateral. Había ecos, rebotes de los ruidos contra partes empiezan a vibrar las chapas de la cubierta. Vibran las cha­pas, vibra la de piedra de arcilla apretada entre las piedras. Frente a él,internas Lucianidel se madera deolujo que cubre la cubierta, vibran las mamparas había Siempre da sueño al entrara allos calor. La que cabeza de Luciabarco dormido. y los soldados donde han pues­to presos vuelven a la ni se volcó son hacialosadelante se sintieron los correajes soltán­dose las Argentina: motoresy Diesel, grandes como fábricas, que sey pohebillas golpeando contra una no cajaseomueve. el casco. Después se nen en marcha. Vi­bra todo,algo perohueco: ese barco Dios mío: qué oyó una voz desde gran­des sonviniendo los barcos, y elafuera. barco ni sabe que se mueven, que es­tán. –¡Presente! Quieto, flota en equilibrio quieto sobre el agua tan quie­ta y gris acha–Pasa tada. –respondió él. No "pasá". –Calor, calor –dijo la voz de afuera y alguien apareció rodando por el tobogán duro estando de la entrada. Después delgrande cuerpo, cascotes y –No se existe sobre una masa tan de cayeron barco –contaba. terrones de arcilla contra Lu­ciani, que se quejó pero siguió durmiendo. –Ojo que cuando aquí hayuno un vuelve dormidoal–avisó él y mostró cas­couna de música. Luciani Al final, continente, deberíaelsonar con linternafalta de plástico–. voslaquién sos? de –preguntó. No conocía Perolatambién la música.¿Y Sólo vibración los motores grandes esa cara, blanca tan afeitada. como iglesias lo yacompaña. –Rubione, siete–dijo estaba la remonta... Se pisa el del continente y el es nuevo–, duro como un en barco. Se pisa Madryn, los –¿Y quién manda...? muelles detecemento mezclado con conchilla muestran cada tanto algún –El Turco –dijo y explicó–: azúcar! tablón del encofrado que se ¡Traje tra­bó al fraguar el hormigón. Se pisa eso y Entonces él lo recorrió con el haz de la linterna se abría el se siente mover. Se mueve el continente. ¿Seviendo muevecómo el continente? gabán y entre sus ropas hacía aparecer una bolsa de azúcar grande ¡No! Son las ondulaciones del barco, que uno llevaba acostumbradascoen mo su pechodeque un botón la casaca. Alzándola con difila memoria doshizo díassaltar de flotar. Perode pronto se pasa. El continente se cultad, mostróenorme. después la bolsa de papel, que a la luz dorada de la linter queda quieto, ­na parecía –Vos estás marrón. –decía–, pisando el puerto y pensás que eso que parecía –Está húmeda me mojó anoche... La¡Y tenía esperando al moverse es el –aclaró–, continente:se entero, duro, enorme. desde allí hasta Turco Alaskayynoelvino... Polo Norte es muy enorme y justo vos, en ese momento, –¡Pipo! él. acabaste–llamó de entrar...! –Shhh –chistaron desde abajo. –¿Se puede?que –dijo bajando ¿Sevez puede secar azú­car –El coronel nos habló la la voz–. segunda se llamaba Víctorhúmeda? Redondo, –Habiendo tiempo sí –decían desde abajo–. Y si no, qué?ir –a pero tenía la cara medio triangular y finita. Tres ve­ces¿sabes me hizo preguntaba. explicarle lo de los pichis. Después me pre­sentó a un piloto argentino –No, ¿qué? joven–, que me dio la mano, me la apretaba y no me la –muchacho –Si no, teMiraba la comes húmeda. azúcar? soltaba. a los ojos: no¿Llegó parecía militar. Hablamos como una hora –Sí –confirmó sobre aviones. él. Después, al irme, sentí que le decían el nombre y no lo –¿Quién consiguió? pude creer: ése se llamaba Cuadrado. ¿Sería casualidad? Tenía la carita –Uno nuevo. Se llama Rubione. Viene de Ele Ce. redonda. –¿Y quién lo mandó? Pagina 10 99

Los Pichiciegos

prendida, dirigiéndole el rayo de luz a la cara. Así se produ­cía dolor: dolían los ojos y dejaba de verse por un raro. Aba­jo –por tanta oscuridad–, y afuera, andando siempre de no­che y en el frío, la luz duele en los ojos. Alguien alumbraba la cara y los ojos se llenaban de lágrimas, dolían atrás, y en­ceguecían. Después las lágrimas bajaban y hacían arder los pómulos quemados por el sol de la trinchera. Escaldaban. Después Luciani había callado. Siempre al llegar el que en­tra habla. El que llega viene de no hablar mucho tiempo, de mucho caminar a oscuras, de hacer guardias arriba de algún cerro esperando la oscuridad. Viene de estar tanto callado que cuando se halla en el calor empieza a hablar. Como cuando despiertan: despiertan y se largan a ha­blar. En la chimenea lateral algunos estaban despertando. Se oían sus voces: –¿Qué hora es? –decía una voz finita, llena de sueño. –Las siete. –¿De la noche? –era la misma voz. –Sí, de la noche. –Ah... –¡No! –interrumpía otra voz, tonada cordobesa–, ¡iban a ser las siete del mediodía...! Alguien rió. Alguien puteó. Entre esos ruidos hubo otros como de cascos y jarros golpeándose. Hablaba uno: –Ah... ¡che, uruguayo! –¿Qué? –le respondían. –Quería saber... ¿Si vos sos uruguayo, por qué carajo estás aquí? –Porque me escribieron argentino. ¡Soy argentino! –¡Suerte! –dijo una voz dormida. –Che... ¿y por qué te dicen uruguayo? –Porque yo nací ahí, vine de chico... –¡Es una mierda el Uruguay...! –Sí –era la voz del uruguayo–, mi viejo dice que es una mierda. –¿Tu viejo es uruguayo? –Sí... ¡Oriental! –¿Y tu vieja? –No. Murió. Era también del Uruguay... –Gardel era uruguayo... –dijo alguien, para saltear el tema de la muerta. –No... ¡francés! –dijo el uruguayo. –Francés y bufa –terció alguien–, lo leí en un libro de historia del tango. –Gardel... ¿bufa? –dudaba el de la voz finita. Pagina 11

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–Sí –dijo el que había leído– ¡Era francés, bufa y pichicatero! 8 Después la voz que había preguntado la hora insistió: –¿Quémío, horalos era...? Dios barcos, qué grandes son los barcos: flotan. Flo­tan quie–Lasenormes. siete y cinco voz del y después tos, Sube –contestó al barco ylaespera queque el tenía barco laseho­ra mueva, que dé gritó–: Che... ¡Alodespertarse! ¡A las ocho noticias de que están pisando, pero el sa­len bar­co ustedes...! se queda en equilibrio –Mejor –dijo uno–. Asíel respiramos. ¡AcáCamina no se aguan­ta másy el flotando quieto sobre agua: enorme. la cubierta el olor barcoa mierda...! sigue quieto, igual, enorme: no se mueve. Camina él, caminaban cienLasovoces desde el yarco de chapa queNada comunica­ba entrada tos milesllegaban sobre la cubierta el barco quieto. se mueve la hasta que con la chimenea lateral. Había ecos, rebotes de los ruidos contra partes empiezan a vibrar las chapas de la cubierta. Vibran las cha­pas, vibra la de piedra de arcilla apretada entre las piedras. Frente a él,internas Lucianidel se madera deolujo que cubre la cubierta, vibran las mamparas había dormido. Siempre da sueño al entrara alloscalor. La que cabeza de Luciabarco y los soldados donde han pues­to presos vuelven a la ni se volcó son hacia se sintieron los correajes soltán­dose las Argentina: losadelante motoresy Diesel, grandes como fábricas, que sey pohebillas golpeando contra una no cajaseomueve. el casco. Después se nen en marcha. Vi­bra todo,algo perohueco: ese barco Dios mío: qué oyó una voz desde gran­des sonviniendo los barcos, y elafuera. barco ni sabe que se mueven, que es­tán. –¡Presente! Quieto, flota en equilibrio quieto sobre el agua tan quie­ta y gris acha–Pasa –respondió él. No "pasá". tada. –Calor, calor –dijo la voz de afuera y alguien apareció rodando por el tobogán duro estando de la entrada. Después delgrande cuerpo, cascotes y –No se existe sobre una masa tan de cayeron barco –contaba. terrones de arcilla contra Lu­ciani, que se quejó pero siguió durmiendo. –Ojo que cuando aquí hayuno un vuelve dormidoal–avisó él y mostró cas­couna de música. Luciani Al final, continente, deberíaelsonar con latambién linternafalta de plástico–. voslaquién sos? de –preguntó. No grandes conocía Pero la música.¿Y Sólo vibración los motores esa cara, blanca tan afeitada. como iglesias lo yacompaña. –Rubione, siete–dijo el nuevo–, estaba la remonta... Se pisa el del continente y es duro como un en barco. Se pisa Madryn, los –¿Y quién manda...? muelles de tecemento mezclado con conchilla muestran cada tanto algún –El Turco –dijo y explicó–: ¡Traje al azúcar! tablón del encofrado que se tra­bó fraguar el hormigón. Se pisa eso y Entonces él lo recorrió con el haz de la linterna se abría el se siente mover. Se mueve el continente. ¿Seviendo muevecómo el continente? gabán y entre sus ropas hacía aparecer una bolsa de azúcar grande ¡No! Son las ondulaciones del barco, que uno llevaba acostumbradascoen momemoria su pechodeque un botón la casaca. Alzándola con difila doshizo díassaltar de flotar. Perode pronto se pasa. El continente se cultad,quieto, mostróenorme. después la bolsa de papel, que a la luz dorada de la linter queda ­na parecía –Vos estás marrón. –decía–, pisando el puerto y pensás que eso que parecía –Está húmeda me mojó anoche... tenía esperando al moverse es el –aclaró–, continente:se entero, duro, enorme.La¡Y desde allí hasta Turco yynoelvino... Alaska Polo Norte es muy enorme y justo vos, en ese momento, –¡Pipo! –llamó él. acabaste de entrar...! –Shhh –chistaron desde abajo. –¿Secoronel puede?que –dijo bajando ¿Sevez puede secar azú­car –El nos habló la la voz–. segunda se llamaba Víctorhúmeda? Redondo, –Habiendo tiempo sí –decían desde abajo–. Y si no, qué? pero tenía la cara medio triangular y finita. Tres ve­ces¿sabes me hizo ir –a preguntaba.lo de los pichis. Después me pre­sentó a un piloto argentino explicarle –No, ¿qué? joven–, que me dio la mano, me la apretaba y no me la –muchacho –Si no, teMiraba la comes húmeda. soltaba. a los ojos: no¿Llegó parecíaazúcar? militar. Hablamos como una hora –Sí –confirmó sobre aviones. él. Después, al irme, sentí que le decían el nombre y no lo –¿Quién consiguió? pude creer: ése se llamaba Cuadrado. ¿Sería casualidad? Tenía la carita –Uno nuevo. Se llama Rubione. Viene de Ele Ce. redonda. –¿Y quién lo mandó? Pagina 11

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–El –Calentarse. Turco. LoEstuvimos mandó el Turco. dos semanas hablando sobre el frío y ahora –¡Más llegamos nuevos...! a la cuestión –protestaban de calentarnos... abajo. Era la voz del muchacho a quien llamaban Pipo Pescador porque se parecía a un clown de la televisión de –Eso Rosario no tiene quenada teníaque esever apodo. –descartó. –Y Como sí –dijo el calor él–,–contaba más nuevos... que es como el calor–, estás dos o tres días en –¿Qué el calores? y lastima ¿Zumbo? salir al frío. Pero los que estuvieron un tiempo en el –No, calor colimba –parece mentira– –aclaró él.resisten el frío más y por más tiempo. –Bueno... –Sé de autos, Mejor:.. sé de¿Quiquito? radiadores. Uno no es muy distinto de un auto. No –¿Qué? es que uno guarde el calor en un termo de adentro, no es posible. Cual–Pásame quier mecánico el azúcar lo ypuede no hagan demostrar. más quilombo... Es otra cosa ¿querés? –explicaba–. Si se Él junta apagó calor,lades­pués linterna,deseunhincó rato al sobre frío el calor tubo se queva.comu­nicaba con el almacén Pero el que y noestuvo dijo "sí". un tiempo en el calor puede aguantar más tiempo el Abajo, frío. Están el reflejo ahí enazulado el frío, de ya las se llamas les enfriaron de unalos estufa termos iluminaba y los circuitos un hueco del de motor, seis metros y siguen de largo aguantando, lleno deporque mer­caderías, si lleganbolsas del calor, y estantes aunque de madera estén fríos, donde se acuerdan se movía del un calor muchacho que tuvieron semidesnudo, y pueden de estar cara flaca, bien en carel gada frío sabien­do de tics. Era que Pipo el calor que alzaba existe,los que brazos el calor paraestuvo, tomar la que bolsa. puede estar –¡Son todavíacomo ahí, esperándolos. quince kilos! –dijo En el al frío, recibirla. al que llegó desde el calor, cuando –¿Tanto? ya está frío–preguntó le alcanzaél,con cuidando saber que quepuede la bolsa imaginarse no se ca­yera cómo era sobre el cael piso. lor. –Sí, En cambio, quince al el menos. que estuvo en el frío, siempre en el frío, está frío, olvidó. –No, Está listo, son diez está kilos. frío, no Lotiene que más pasa calor es que endebe ningún haber ladochupado y el fríoagua lo come, anoche le entra, –dijoya Rubione. no hay calor en ningún sitio, lo único que puede calentar es –¡Son el frío,quince que­darse kilos! quieto, Se lee y en acácuanto –dijo puede Pipo– imaginar que son quin­ce que ese frío kilos.quie­ –Y después to es calor, pidió–: se deja Quiquito... estar al ¡hacelo frío, comienza callar! a helarse y el frío ya le deja –¿Qué de dolerleypasa termina. a éste? –preguntaba Rubione. –Nada. Duermen algunos en el almacén: no hagas más ruido. –Buen... Al revés del calor –dijo otro día–, estás en el calor, llegas del frío. Sos –¿Querés el calor, sos algo? calor, ¿Precisas lo sentís. algo? Entra el calor, sen­tís: ¡Qué lindo es esto, –Fasos. que nunca ¿Hay se fasos? termine! Y sigue el calor calentando. Sigue un día, más –Sí días–dijo calienta él yyleyapasó no se unsiente Jockeyque blanco. es calor. No gusta, es eso: es aire, es –¿Fuego el mundohay? nomás. –parecía Vos sos rogar. calor, todo es calor, te olvidas del calor y del –¿No frío y tenes? no te importa –preguntó nada, él, ytecomo dejaselcalentar, otro no te respondió cocinas le portiró el su calor cajay de te fósforos quedas como inglesa dormido y dijo–: y ya Quédatela. nada te gusta, Yo después ni el frío consigo ni el calor, más...ni el aire, Rubione ni vos mismo: prendió nada untefósforo gusta. y pitó. Se nubló el túnel con el humo de azufre del fósforo y cuando salió la boca­nada de humo, se difundió por el Melugar siguió el típico hablando olordel a técalor. de losDespués Jockey blancos. estuvo unQuiso rato mirando fumar: el techo –¡Dame y volviéndose una seca...! para controlar –reclamólaaseñal Rubione, colorada que le delacercó grabador. el cigarrillo a la cara. Prendió Él lo untomó cigarrillo del filtro argentino, y lo fuesepitan­do levantómientras y caminó el hacia otro averiguaba: la ventana. –¿Y Miraba comida...? el río. Apartaba ¿Hay? la cortina blanca de los cristales y miraba el –¡Raciones! puerto, y después Esta noche abajo,comemos hacia la ave­nida raciones Las frías.Heras. Eran las cinco en –¿Por punto de quélafrías? tarde. A esa hora hay mucho público en las nuevas galerías –Para que acaban ahorrar decarbón. inaugurar. HoyHay no hace mujeres tantocomprando, frío. Cuando parejas haga que frío miran se da caliente. las vidrieras Pero dedespués la avenida de ylas gente comidas, ociosa igual, haciendo se tiempo reparte omate paseando. cocido Pagina 12 97

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caliente. –Calor... ¿Te –dijo, gusta cuando el mate? volvió a sentarse. Era una tarde fresca de me–Sí diados –dijo de Rubione julio. y contó–: Ayer tomé café... –¿Café? –No hace¿Dónde calor –le café? señalé, y después se me ocurrió que debía decirle–: –En ¿Sabes? la enfermería. Hace mucho Llevamos un médico unos fríos argentino y los doctores aconsejaba nosadieron los jóvenes café y una dejarcopita las ciudades de alcohol... y marchar a las sierras. Decía él que las ciudades son –¿En como cuál un baño enfermería? per­manente de agua tibia que ablanda y adormece a la –En gente. la Decía del hospital que las delciudades pueblo. son bañaderas estúpidas, llenas de agua –¿Muchos caliente para fríos? estúpidos. –Llevamos Escuchó: nocomo respondió. cincuenta... Volviópero a pararse debe haber y fue más: otra vez ¡Quedaron a la ventana. por ahí! Un –¿Y aviónhelados? grande, uno de los Boeing nuevos, aterrizaba mudo en el aero–Y puerto sí...de Lalamayoría costanera. helados, El ruido y algunos no llegaba. eran fríos El río, –decía como Rubione siempre, y sase cudía veía desde la cabeza mi ventana trazando marrón una rayita y chato. colorada Me acerqué con la a labrasa cornisa. del Jockey. Miré el Habían cartel deapagado la tabaquería la linterna. de Zabaljáuregui Esta­ba negroque el aire Fernando y cargado siempre de olor sos­a humo. pecha que está a punto de caer. Alguna sudestada lo tirará también a él. Volvió a sentarse. Comentó: Llamaban –Ayer estuve helados leyendo a losNuestro muertos. modo Al empezar, de vida. La las mina patru­llas esa, la losdellevaban los mil hasta palos,lalaenfermería del paraguas, del lo hospital había del compra­do pue­blo;eldespués lunes. Leí se acostumbraron hasta la parte adeldejarlos. choque Iban en lapor autopista... las líneas, medesarmados, acordé ahora, llevando al ver eluna río.bandera ¿Te acordás blanca de la conparte cruzque roja, desde cargando la oficina fríos. miran Fríoseleran río ylos venque los se barcos habían rusos...? herido o fracturado –Sí –dije. Lejos un hueso de la yventana casi siempre un petrolero se lesinmenso con­gelaba remontaba una mano el Canal o un pie. MitreAhacia ésos los la nueva llevaban entrada a la del en­fermería, Paraná deylas si había Palmas. jeeps Me yvio gente mirar apta el los río yllevaban dijo: des­pués a la enfermería de la pajarera, donde bajaban los aviones –Es lindo a buscar el río este... más heridos Yo antes y alotraer llamaba refuerzos Río de de Buenos gen­te, remedios Aires, para y lujos diferenciarlo para los del oficiales. Río dePara Quilmes, llegar hasta y dellade pajarera Rosario. había Sonque al cruzar final de el campo cuentas donde el mismo siempre río, ¿no? pe­gaban los cohetes: se veía desde lejos un avión Después solitario grabó que –lo parecía había olvidado– quedarseun quieto comentario en el aire, sobre después las bandas: se lo veía girar –¿Leíste y volverse en el diario para el delado hoy del la banda norte, de y enseguida cuatro pibes lle­gaban de la guerra uno o que dos cohetes estaban afanando que había coches...? disparado. Pegaban en el campo echando humo, hacían –Sí una –mentí–, pelotalodehabía fuego escuchado y despuésenuna el Ministerio. explosión que trepidaba todo y el aire –Cayeron se enturbiaba demasiado conpronto, un ácido ¿no? que¡Ni ardía tiempo en lahabrán cara. ¿Quién tenido de ibajuntarse a querer unoscruzar mangos! el campo –lamentaba. para llevar heridos? La ex­plosión repercute adentro, en los pulmones, en el vien­tre; hasta pasado mucho tiempo sigue sintiéndose un dolor en los músculos que se torcieron adentro por el ruido, por la explosión. Cruzar el campo a pie da miedo, porque se sabe que allí pegan los cohetes y se arrastran por el suelo –todo quema­do– como buscando algo. Los que andan por ahí están siempre temiendo y se les notan los ojitos vigilando a los lados. Muchos se vuelven locos. Un cohete explotó a un jeep: cuentan que cada uno de esos cohetes británicos les cuesta a ellos treinta veces más caro que los mejores jeeps británicos.

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–Calentarse. –El Turco. LoEstuvimos mandó el Turco. dos semanas hablando sobre el frío y ahora llegamos –¡Más nuevos...! a la cuestión –protestaban de calentarnos... abajo. Era la voz del muchacho a quien llamaban Pipo Pescador porque se parecía a un clown de la televisión –Eso de Rosario no tiene quenada teníaque esever apodo. –descartó. Como –Y sí –dijo el calor él–,–contaba más nuevos... que es como el calor–, estás dos o tres días en el –¿Qué calores? y lastima ¿Zumbo? salir al frío. Pero los que estuvieron un tiempo en el calor –No, colimba –parece mentira– –aclaró él.resisten el frío más y por más tiempo. –Sé –Bueno... de autos, Mejor:.. sé de¿Quiquito? radiadores. Uno no es muy distinto de un auto. No es –¿Qué? que uno guarde el calor en un termo de adentro, no es posible. Cualquier –Pásame mecánico el azúcar lo ypuede no hagan demostrar. más quilombo... Es otra cosa ¿querés? –explicaba–. Si se junta Él apagó calor,lades­pués linterna,deseunhincó rato al sobre frío el calor tubo se queva.comu­nicaba con el Pero almacén el que y noestuvo dijo "sí". un tiempo en el calor puede aguantar más tiempo el frío. Abajo, Están el reflejo ahí enazulado el frío, de ya las se llamas les enfriaron de unalos estufa termos iluminaba y los circuitos un huedel co de motor, seis metros y siguen de largo aguantando, lleno deporque mer­caderías, si lleganbolsas del calor, y estantes aunque de estén madera fríos, donde se acuerdan se movíadel un calor muchacho que tuvieron semidesnudo, y pueden de estar cara flaca, bien en carel frío gadasabien­do de tics. Era que Pipo el calor que alzaba existe,los que brazos el calor paraestuvo, tomar la que bolsa. puede estar todavía –¡Son como ahí, esperándolos. quince kilos! –dijo En el al frío, recibirla. al que llegó desde el calor, cuando ya –¿Tanto? está frío–preguntó le alcanzaél,con cuidando saber que quepuede la bolsa imaginarse no se ca­yera cómo era sobre el cael lor. piso. En –Sí,cambio, quince al el menos. que estuvo en el frío, siempre en el frío, está frío, olvidó. Está –No,listo, son diez está kilos. frío, no Lotiene que más pasa calor es que endebe ningún haber ladochupado y el fríoagua lo come, anole cheentra, –dijoyaRubione. no hay calor en ningún sitio, lo único que puede calentar es el –¡Son frío, quince que­darse kilos! quieto, Se lee y en acácuanto –dijo puede Pipo– imaginar que son quin­ce que ese frío kilos.quie­ –Y to después es calor, pidió–: se deja Quiquito... estar al ¡hacelo frío, comienza callar! a helarse y el frío ya le deja de –¿Qué dolerleypasa termina. a éste? –preguntaba Rubione. –Nada. Duermen algunos en el almacén: no hagas más ruido. Al –Buen... revés del calor –dijo otro día–, estás en el calor, llegas del frío. Sos el –¿Querés calor, sos algo? calor, ¿Precisas lo sentís. algo? Entra el calor, sen­tís: ¡Qué lindo es esto, que –Fasos. nunca ¿Hay se fasos? termine! Y sigue el calor calentando. Sigue un día, más días –Sí –dijo calienta él yyleyapasó no se unsiente Jockeyque blanco. es calor. No gusta, es eso: es aire, es el –¿Fuego mundohay? nomás. –parecía Vos sos rogar. calor, todo es calor, te olvidas del calor y del frío –¿Noy tenes? no te importa –preguntó nada, él, ytecomo dejas elcalentar, otro no te respondió cocinas le portiró el su calor cajay de te quedas fósforoscomo inglesa dormido y dijo–: y ya Quédatela. nada te gusta, Yo después ni el frío consigo ni el calor, más...ni el aire, ni Rubione vos mismo: prendió nada untefósforo gusta. y pitó. Se nubló el túnel con el humo de azufre del fósforo y cuando salió la boca­nada de humo, se difundió por Me el lugar siguió el típico hablando olordel a técalor. de losDespués Jockey blancos. estuvo unQuiso rato mirando fumar: el techo y–¡Dame volviéndose una seca...! para controlar –reclamólaaseñal Rubione, colorada que le delacercó grabador. el cigarrillo a la Prendió cara. Él lo untomó cigarrillo del filtro argentino, y lo fuesepitan­do levantómientras y caminó el hacia otro averiguaba: la ventana. Miraba –¿Y comida...? el río. Apartaba ¿Hay? la cortina blanca de los cristales y miraba el puerto, –¡Raciones! y después Esta noche abajo,comemos hacia la ave­nida raciones Las frías.Heras. Eran las cinco en punto –¿Por de quélafrías? tarde. A esa hora hay mucho público en las nuevas galerías que –Paraacaban ahorrar decarbón. inaugurar. HoyHay no hace mujeres tantocomprando, frío. Cuando parejas haga que frío miran se da las caliente. vidrieras Pero dedespués la avenida de ylas gente comidas, ociosa igual, haciendo se tiempo reparte omate paseando. cocido Pagina 96 13

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–Calor... caliente. ¿Te –dijo, gusta cuando el mate? volvió a sentarse. Era una tarde fresca de mediados –Sí –dijo de Rubione julio. y contó–: Ayer tomé café... –No –¿Café? hace¿Dónde calor –le café? señalé, y después se me ocurrió que debía decirle–: ¿Sabes? –En la enfermería. Hace mucho Llevamos un médico unos fríos argentino y los doctores aconsejaba nosadieron los jóvenes café y dejar una copita las ciudades de alcohol... y marchar a las sierras. Decía él que las ciudades son como –¿En cuál un baño enfermería? per­manente de agua tibia que ablanda y adormece a la gente. –En la Decía del hospital que las delciudades pueblo. son bañaderas estúpidas, llenas de agua caliente –¿Muchos para fríos? estúpidos. Escuchó: –Llevamos nocomo respondió. cincuenta... Volviópero a pararse debe haber y fue más: otra vez ¡Quedaron a la ventana. por ahí! Un avión –¿Y helados? grande, uno de los Boeing nuevos, aterrizaba mudo en el aeropuerto –Y sí...de Lalamayoría costanera. helados, El ruido y algunos no llegaba. eran fríos El río, –decía como Rubione siempre, y sase veía cudíadesde la cabeza mi ventana trazando marrón una yrayita chato. colorada Me acerqué con la a labrasa cornisa. del Jockey. Miré el cartel Habíandeapagado la tabaquería la linterna. de Zabaljáuregui Esta­ba negroque el aire Fernando y cargado siempre de olor sos­a pecha humo. que está a punto de caer. Alguna sudestada lo tirará también a él. Volvió a sentarse. Comentó: –Ayer Llamaban estuve helados leyendo a losNuestro muertos. modo Al empezar, de vida. La las mina patru­llas esa, la losdellevaban los mil palos, hasta lalaenfermería del paraguas, del lo hospital había del compra­do pue­blo;eldespués lunes. Leí se acostumbraron hasta la parte del a dejarlos. choque Iban en lapor autopista... las líneas, medesarmados, acordé ahora, llevando al ver eluna río.bandera ¿Te acordás blande ca la con parte cruzque roja, desde cargando la oficina fríos. miran Fríoseleran río ylos venque los se barcos habían rusos...? herido o –Sí fracturado –dije. Lejos un hueso de la yventana casi siempre un petrolero se lesinmenso con­gelaba remontaba una mano el Canal o un Mitre pie. Ahacia ésos los la nueva llevaban entrada a la del en­fermería, Paraná deylas si había Palmas. jeeps Me yvio gente mirar apta el río los yllevaban dijo: des­pués a la enfermería de la pajarera, donde bajaban los –Es aviones lindo a buscar el río este... más heridos Yo antes y alotraer llamaba refuerzos Río de de Buenos gen­te, remedios Aires, paray diferenciarlo lujos para los del oficiales. Río dePara Quilmes, llegar hasta y dellade pajarera Rosario. había Sonque al cruzar final de el cuentas campo donde el mismo siempre río, ¿no? pe­gaban los cohetes: se veía desde lejos un Después avión solitario grabó que –lo parecía había olvidado– quedarseun quieto comentario en el aire, sobre después las bandas: se lo veía –¿Leíste girar y volverse en el diario para el delado hoy del la banda norte, de y enseguida cuatro pibes lle­gaban de la guerra uno o que dos estaban cohetes afanando que habíacoches...? disparado. Pegaban en el campo echando humo, hac–Sí ían una –mentí–, pelotalodehabía fuego escuchado y despuésenuna el Ministerio. explosión que trepidaba todo y el –Cayeron aire se enturbiaba demasiado conpronto, un ácido ¿no? que¡Ni ardía tiempo en lahabrán cara. ¿Quién tenido de ibajuntarse a queunos rer cruzar mangos! el campo –lamentaba. para llevar heridos? La ex­plosión repercute adentro, en los pulmones, en el vien­tre; hasta pasado mucho tiempo sigue sintiéndose un dolor en los músculos que se torcieron adentro por el ruido, por la explosión. Cruzar el campo a pie da miedo, porque se sabe que allí pegan los cohetes y se arrastran por el suelo –todo quema­do– como buscando algo. Los que andan por ahí están siempre temiendo y se les notan los ojitos vigilando a los lados. Muchos se vuelven locos. Un cohete explotó a un jeep: cuentan que cada uno de esos cohetes británicos les cuesta a ellos treinta veces más caro que los mejores jeeps británicos.

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Los Pichiciegos

Y ya nadie quiere ir a la pajarera. Eso habló con Rubione. Rubione decía igual: nadie ya quiere ir. –Además, ahora te tiran con mortero. –¿Con morteros? ¿Desde dónde...? –Desde aquí arriba. De aquí nomás, desde el cerro... –Mejor –dijo él– así terminan de una vez. –No se va a terminar... Dicen que ya están por llegar los rusos. –¿Rusos? –preguntó él. Rubione le explicó: –Sí: rusos. Dicen que llegan portaaviones con paracai­distas; son como cinco mil rusos, que se les van a aparecer a los británicos por atrás. –¡Ojalá! –dijo él–. ¡Así terminan de una vez! –¿Qué pasó? –preguntaban gritos desde la chimenea la­teral. –Nada –gritó él, y mientras Rubione procuraba expli­car a los otros que llegaban portaaviones rusos, le tapó la boca para que no siguiese hablando y le ordenó: –¡Callate! –¿Qué te pasa? –Nada. ¡No hables! –¿Por qué no puedo hablar? –Porque no se habla de eso. De eso se habla después cuando nos juntamos todos. A las nueve juntamos las no­ticias y las hablamos. –¿Qué, ustedes? ¿Quiénes son ustedes? –quería saber. –Los Magos, los cuatro Reyes... –¿Quiénes? –preguntaba extrañado. –Nosotros: los que mandan. ¡Ya lo vas a ir entendien­do...! –prometió. Rubione no volvió a preguntar. Los Reyes Magos mandan. Son cuatro Reyes: mandan. Al comienzo eran cinco, pero murieron dos: el Sargento y Viterbo. A esos dos los desbarrancaron los oficiales de Ma­rina. Iban en jeep. Murieron dos, quedaron tres, pero des­pués llegó Viterbo, el primo del Viterbo, que lo llamaban el Gallo y ahora son cuatro Reyes: él, Viterbo el nuevo –el Gallo–, el Turco y el Ingeniero. A cada nuevo se lo enseñaban: Viterbo el anterior y el Sargento murieron. Venían con un jeep inglés que el Ejér­cito había repintado argentino. Los de Marina dieron el alto y ellos pararon a mostrar los papeles, salvoconductos, esas cosas. Los de Marina no los dejaban ir: querían ver qué llevaban atrás, en el jeep. Y ellos llevaban telas de car­pas y fardos de lana –cosas robadas– para la Pichicera, pa­ra el lugar de los pichis; entonces dijeron que no llevaban nada, que no mostraban nada y arrancaron. Como al mi­nuto les tiraron. Dos oficiales, con M.A.G. de los cons­criptos, les tiraron y el jeep les patinó en el barro –la nie­ve–, se desbarrancó para la playa y como había alarma de bombardeo nadie los pudo ir a buscar. Quedaron ahí, me­dio volcados, muriéndose, igual Pagina 14 95

Rodolfo Fogwill

que el motor del Land Rover que tardó 7 mucho en apagarse, acelerado a fondo, rugiendo y echando humo y vapor por los escapes hasta que al fin hizoque un tembleque paró. diciéndole que ella era ¡una oveja!... – –Pidió yo me la ycogiera contaba. Después, la mujer le pidió que le habla­ra del frío. Quería esA cada del nuevo Magos, los que cuchar fríosey lo de explicaban: los muertosmandan de frío. los ¡Duros! Y ella creíaempezaron que en la todo. Elsonaban Sargentocomo ha­bía Turco, él y a guerraEmpezó, los tirosely Sargento. las bombas enjuntado el cine.alNo podíaaentenViterbo empezaban a formar las trincheras. Los había puesto der cómocuando eran esos ruidos, ruidos grandes, ruidos gigantescos, ruidos frente a él, los agarró de las chaquetas, zamarreó y les dijo: sin proporción, gigantes y grandes que los ni se oyen: vibran adentro, en el –¿Ustedes son boludos? pecho; en él vientre vibran y se mue­ven las cosas y las piedras, del –¡Sí ruido.señor! Todo se mueve, afue­ra. Adentro. –¡No! Ustedes no son boludos, vivos. ¿Son vivos? del –chilló. La mujer no entendía. Después ustedes volvió ason pedirle que le hablara frío y –¡Sí, Sargento!–contestaron de losmi muertos. Grabó su voz: los tres: –Entonces tener li­cencia. –Y le hablo–les del había frío ydicho vuelveel aSargento– calentarsevan y a acalentarme y daleVayan otra– más para aquel ladola–les el ce­rro– caven ahí.¡un macho! vez, lejos, a pedirme que me cojamostró diciéndole que yella era... Les explicó que las trincheras estaban mal, que las ha­bían hecho el ¡Diciéndole y pensando! Decime –preguntó–: ¿están todas locasenlas comando: dibujadas arriba de un mapita. Decía que esas trincheras, con minas en Buenos Aires? la lluvia, iban segundos a inundar yy prendí que todos se iban a ameri­cano. ahogar o helar como Dejé pasarseunos un cigarrillo Cayó mi boludos y que los vivos tenían que irse lejos a cavar en el cerro, sin lapicera. La recogí. Vi un puntito en la alfombra. Tinta: insignificante. decir nada a nadie. Volvió a hablar él; grabó: –Tienen licencia Te –dijo. –Yo te engrupí. dije militar o psicólogo, ayer. Como a la mina de Les dio licencia y comenzaron a cavar. noche Sargento les prestalos tests, te engrupí. A ella le dije que De quería serelleón, arbolito, piano. ba para ayudarlos a picar piedra. Deladía cavaban losparatres La soldados, engrupí. Anoche, apoliyando conenlalaloca esa de oveja, la del solos y algunas Sargento para mirar iba la guas, la que me veces dio milelpalos antessedearrimaba la evaluación, pensécómo otra cosa... obra. ¿Sabes lo que me gustaría? –preguntó, grabó–: Me gustaría tener una casita en el campo. De madera, con tejas, una mujer rubia petisita, de Después les con trajochicos, al Ingeniero. Era pulóveres, un conscripto de Bernal había ojos claros, que tejiera y tener perros,que fumar en trabajado de hacer pozos en las quintas. El Ingeniero inventó los desapipa mirando el fuego de las leñas y cada tanto ver por la ventana el gües, reforzó los marcos y los que techos tablas y dirigía a los prestacampo, los anima­les, la nieve cae,con el mar cerca... dos, que decir llevaban noche un rodeo porapre­suré. la sierra Grabó: y los cam–Querés que de querés serhaciendo un malvinero... –me biaban nadie conocieraserelun lugar. –Anotasiempre que sí...para Poneque que me gustaría malvinero y tener una de Lo "el lugar". semanas acaba­ron. Despuésy esasllamaban estanciasasí: enormes, vivir En ahí,dos tener mujer,loperro, todos rubios pusieron durmientes. fumar enlos pipa y mirar el pasto –cuando haya– sin que me vengan a –¿Y mierda consiguieron durmientes? joderdónde los británicos ni los argentinos y sin que existan un sólo psicólo–En el puerto. Desarmamos un muelle viejo ya los tra­jimos en el jeep. go ni una sola mina rayada en diez kilómetros la redonda... Teníamos un tractor y el jeep. Después los de la pajarera nos requisaron el tractor el jeep la sede nos –explicó el Ingeniero; Y la mina,ylaotro deldía paraguas, la desbarrancó oveja, la de los mil palos, quería quey volvió a contar para Rubionemás cómo habían muerto el otro y el me calentara para calentarse ella. ¿Por qué andan todosViterbo tan calienSargento, cuando yaPensé estabaque hecho lugar, que ya no seAires, llamópero "el lutes por calentarse? seríael nomás en Buenos el gar” sino "los pichis", ollevé más acomún "la Pichicera". domingo, en Navarro, una mina en el auto de mi cuñado y ella quería lo mismo. Más bruta, la mina, más ignorante, más del campo, pero era igual: quería calentarme más para calentarse ella más, no sé para qué. ¿Por qué todos quieren calentarse y calentarse cada vez más? –gritaba. Después salió mi voz, fue otro error: Pagina 14 95

Los Pichiciegos

Y ya nadie quiere ir a la pajarera. Eso habló con Rubione. Rubione decía igual: nadie ya quiere ir. –Además, ahora te tiran con mortero. –¿Con morteros? ¿Desde dónde...? –Desde aquí arriba. De aquí nomás, desde el cerro... –Mejor –dijo él– así terminan de una vez. –No se va a terminar... Dicen que ya están por llegar los rusos. –¿Rusos? –preguntó él. Rubione le explicó: –Sí: rusos. Dicen que llegan portaaviones con paracai­distas; son como cinco mil rusos, que se les van a aparecer a los británicos por atrás. –¡Ojalá! –dijo él–. ¡Así terminan de una vez! –¿Qué pasó? –preguntaban gritos desde la chimenea la­teral. –Nada –gritó él, y mientras Rubione procuraba expli­car a los otros que llegaban portaaviones rusos, le tapó la boca para que no siguiese hablando y le ordenó: –¡Callate! –¿Qué te pasa? –Nada. ¡No hables! –¿Por qué no puedo hablar? –Porque no se habla de eso. De eso se habla después cuando nos juntamos todos. A las nueve juntamos las no­ticias y las hablamos. –¿Qué, ustedes? ¿Quiénes son ustedes? –quería saber. –Los Magos, los cuatro Reyes... –¿Quiénes? –preguntaba extrañado. –Nosotros: los que mandan. ¡Ya lo vas a ir entendien­do...! –prometió. Rubione no volvió a preguntar. Los Reyes Magos mandan. Son cuatro Reyes: mandan. Al comienzo eran cinco, pero murieron dos: el Sargento y Viterbo. A esos dos los desbarrancaron los oficiales de Ma­rina. Iban en jeep. Murieron dos, quedaron tres, pero des­pués llegó Viterbo, el primo del Viterbo, que lo llamaban el Gallo y ahora son cuatro Reyes: él, Viterbo el nuevo –el Gallo–, el Turco y el Ingeniero. A cada nuevo se lo enseñaban: Viterbo el anterior y el Sargento murieron. Venían con un jeep inglés que el Ejér­cito había repintado argentino. Los de Marina dieron el alto y ellos pararon a mostrar los papeles, salvoconductos, esas cosas. Los de Marina no los dejaban ir: querían ver qué llevaban atrás, en el jeep. Y ellos llevaban telas de car­pas y fardos de lana –cosas robadas– para la Pichicera, pa­ra el lugar de los pichis; entonces dijeron que no llevaban nada, que no mostraban nada y arrancaron. Como al mi­nuto les tiraron. Dos oficiales, con M.A.G. de los cons­criptos, les tiraron y el jeep les patinó en el barro –la nie­ve–, se desbarrancó para la playa y como había alarma de bombardeo nadie los pudo ir a buscar. Quedaron ahí, me­dio volcados, muriéndose, igual Pagina 15

Rodolfo Fogwill

que el motor del Land Rover que tardó 7 mucho en apagarse, acelerado a fondo, rugiendo y echando humo y vapor por los escapes hasta que al fin hizoque un tembleque paró. diciéndole que ella era ¡una oveja!... – –Pidió yo me la ycogiera contaba. Después, la mujer le pidió que le habla­ra del frío. Quería esA cada del nuevo Magos, los que cuchar fríosey lo de explicaban: los muertosmandan de frío. los ¡Duros! Y ella creíaempezaron que en la todo. Empezó, Sargentocomo ha­bía él y a guerra los tirosely Sargento. las bombasElsonaban enjuntado el cine. alNoTurco, podíaaentenViterbo empezaban a formar las trincheras. Los había puesto der cómocuando eran esos ruidos, ruidos grandes, ruidos gigantescos, ruidos frente a él, los agarró de las chaquetas, zamarreó y les dijo: sin proporción, gigantes y grandes que los ni se oyen: vibran adentro, en el –¿Ustedes son boludos? pecho; en él vientre vibran y se mue­ven las cosas y las piedras, del –¡Sí señor! ruido. Todo se mueve, afue­ra. Adentro. –¡No! Ustedes no son boludos, vivos. ¿Son vivos? del –chilló. La mujer no entendía. Después ustedes volvió ason pedirle que le hablara frío y –¡Sí, Sargento!–contestaron de losmi muertos. Grabó su voz: los tres: –Entonces tener li­cencia. –Y le hablo–les del había frío ydicho vuelveel aSargento– calentarsevan y a acalentarme y daleVayan otra– más lejos, para aquel ladola–les el ce­rro– caven ahí.¡un macho! vez, a pedirme que me cojamostró diciéndole que yella era... Les explicó que las trincheras estaban mal, que las ha­bían hecho el ¡Diciéndole y pensando! Decime –preguntó–: ¿están todas locasenlas comando: dibujadas arriba de un mapita. Decía que esas trincheras, con minas en Buenos Aires? la lluvia, iban segundos a inundar yy prendí que todos se iban a ameri­cano. ahogar o helar como Dejé pasarseunos un cigarrillo Cayó mi boludos y que los vivos tenían que irse lejos a cavar en el cerro, sin lapicera. La recogí. Vi un puntito en la alfombra. Tinta: insignificante. decir nada a nadie. Volvió a hablar él; grabó: –Tienen licencia Te –dijo. –Yo te engrupí. dije militar o psicólogo, ayer. Como a la mina de Les tests, dio licencia y comenzaron a cavar. noche Sargento les prestalos te engrupí. A ella le dije que De quería serelleón, arbolito, piano. ba soldados, para ayudarlos a picar piedra. Deladía cavaban losparatres La engrupí. Anoche, apoliyando conenlalaloca esa de oveja, la del solos la y algunas veces Sargento para mirar iba la guas, que me dio milelpalos antessedearrimaba la evaluación, pensécómo otra cosa... obra. lo que me gustaría? –preguntó, grabó–: Me gustaría tener una ¿Sabes casita en el campo. De madera, con tejas, una mujer rubia petisita, de Después les con trajochicos, al Ingeniero. Era pulóveres, un conscripto de Bernal había ojos claros, que tejiera y tener perros,que fumar en trabajado de hacer pozos en las quintas. El Ingeniero inventó los desapipa mirando el fuego de las leñas y cada tanto ver por la ventana el gües, reforzó los marcos y losque techos tablas y dirigía a los prestacampo, los anima­les, la nieve cae,con el mar cerca... dos, que decir llevaban noche un rodeo por la sierra Grabó: y los cam–Querés que de querés serhaciendo un malvinero... –me apre­suré. biaban siempre conociera lugar. –Anota que sí...para Poneque quenadie me gustaría serelun malvinero y tener una de Lo llamaban "el lugar". semanas acaba­ron. Despuésy esas estanciasasí: enormes, vivir En ahí,dos tener mujer,loperro, todos rubios pusieron durmientes. fumar enlos pipa y mirar el pasto –cuando haya– sin que me vengan a –¿Y dónde mierda consiguieron durmientes? joder los británicos ni los argentinos y sin que existan un sólo psicólo–En el puerto. Desarmamos un muelle viejo ya los tra­jimos en el jeep. go ni una sola mina rayada en diez kilómetros la redonda... Teníamos un tractor y el jeep. Después los de la pajarera nos requisaron el la tractor el jeep lasede nos –explicó el Ingeniero; Y mina,ylaotro deldía paraguas, la desbarrancó oveja, la de los mil palos, quería quey volvió a contar para Rubionemás cómo habían muerto el otro y el me calentara para calentarse ella. ¿Por qué andan todosViterbo tan calienSargento, cuando yaPensé estabaque hecho lugar, que ya no seAires, llamópero "el lutes por calentarse? seríael nomás en Buenos el gar” sino "los pichis", ollevé más acomún "la Pichicera". domingo, en Navarro, una mina en el auto de mi cuñado y ella quería lo mismo. Más bruta, la mina, más ignorante, más del campo, pero era igual: quería calentarme más para calentarse ella más, no sé para qué. ¿Por qué todos quieren calentarse y calentarse cada vez más? –gritaba. Después salió mi voz, fue otro error: Pagina 15

Los Pichiciegos

bando puntería contra cualquier cosa en movimiento, y para no delatar la entrada de la Pichicera, que sólo los pichis y unos pocos británicos conocían. Acampó en la cuesta de un cerrito y se cubrió con una manta de color piedra, entre las piedras. Se dejó dormir, sabiendo que cada hora las ganas na­turales de fumar lo despertarían, y que al oscurecer lo desvelaría el golpe de negrura que se produce cuando el sol se oculta bajo el cerro trayendo el frío que llama a vol­ver al calor con los pichis. Dormía esa vez, y no lo des­pertó la oscuridad ni el hambre de fumar. Lo despertó el bramido de un Harrier. Llegaba velozmente, volando ba­jo, se acercaba más rápido que un Pucará y que cualquie­ra de los aviones que había visto despegar en la pajarera. El Harrier tenía el número 666. Él ya lo conocía: varias veces le había hecho lo mismo: se acercó velozmente y cuando estuvo encima de su guarida camuflada, a no más de cien metros de altura, se detuvo en el aire, apagó los motores, se hizo silencio y empezó a bajar despacito, sin ruido, siempre quieto en su posición horizontal, y mudo hasta casi posarse encima de él. Volando o en combate parecen chicos. Son chicos: más chicos que un avión chico de pasajeros, de esos de Austral, de cabotaje. Pero cuando se frenan en el aire y apagan los motores y se dejan caer de a poco encima de uno, crecen los Harrier: se hacen gigantes y los ves cómo una mosca debe mirar a un pájaro o como un punto de mi firma aquí en la hoja, debería ver, sí viera, al Harrier que pinté la otra mañana –dijo, señalando el dibujo. Entonces comenzaba la batalla. Siempre era el mismo Harrier, el número 666. Para él, era una guerra individual. "En miniatura", dijo. El Harrier se frenaba en el aire, flota­ba a diez metros sobre su cabeza y después levantaba la co­la, hasta que la proa quedaba enfilando a su guarida, y él pensaba que si decía algo, si se movía, respiraba fuerte o mi­raba a la visera negra del casco del piloto, el Harrier se iba a tirar sobre él, o le iba a disparar los cohetes encima, o peor, se iba a abrir para chuparlo y triturarlo en las turbi­nas para llevar sus pedacitos como alimento a otros Harrier más chicos que debía haber en la bodega del portaaviones. No respiraba él. Dejaba que se apagara solo el cigarrillo. No se movía. Quería gritar. Sentía esas ganas de gritar "mamá" que comentó en otras sesiones, pero callaba. Sólo sudaba un sudor frío que en el frío brotaba de la ropa de abrigo ingle­sa que tanto trabajo le había dado conseguir. Peor que la guerra, esa guerra de nervios: ¿quién aguanta más, yo, sudando frío, o el Harrier con los motores calla­dos? Las varias veces que Pagina 93

Rodolfo Fogwill

2 yo porque aguanté siempre grabó. me buscó, se la aguanté y gané, gané Y después volvió a grabar, respondiendo a algo que hablábamos: "Los pichis": fue una mañana de bombardeo. Estaban en la entrada y en –Cómo "¿por qué lo hacían?". lo ves?a ¿Qué que teporque diga? Si la primera chimenea y nadie se¿No animaba bajar querés al almacén, la queréstrepidaba que digacon algo, parabomba hacerte un favor, digo,contra pero la vospista, sabesa tierra cada o cohete quelo"caía más decolocan allí. El así, bombardeo asusta: rui­ bien de pordiez qué kilómetros lo hacían. Te abajo delseguido avión, lo hacenhay crecer, do y vibraciones de ruido que corren por la piedra, bajo la tierra, y haslo hacen bajar arriba tuyo y lo hacen que apunte a vos y que siga creta de lejos hacen cualquiera y asustan. Algunos se vuelven lociendo pa­ra que vibrar sepas aque ellos mandan las proporciones, que ellos cos. Fumaban, quietos. El Ingeniero calculó: pueden moverlas como quieren. Que mandan. Ése es el mé­todo que –Si se derrumba chimenea, que esté abajo, en el al­macén, tienen ellos. ¿O tela crees que laelguerra es tirar y ti­rar? La guerrase eshace otra sandwich entre lasYpiedras... cosa: ¡es método! ellos tenían el método –dijo. –Método –grabó mi voz. Entonces nadie quería bajar. Tenían hambre. Con toda la comida amon–Te lo digo él–, es como les hacía el Turco a todos. tonada abajo,distinto igual se–explicaba lo aguantaban. Si a él le sobraba querosén, hacía correr la las bola de que precisaba queFumaban quietos. Seguían las explosiones, vibracio­nes. A veces se rosén, se acababa el vibraba. quero­sén, que veces todos daban cosa por oía unaque explosión y no Otras vibrabacualquier y nada más, sin el querosén.ruido. Des­pués escucharse ¡Quémandaba hambre! un pichi desconocido a la Intendencia o al pueblo, o a los ingleses, a ofrecer querosén y volvía lleno de monto–¡Qué hambre! –dijo uno. nes de cosas a cambio de un bidón aguado que a él le venía sobrando... –¡Con qué ganas me comería–pre­guntó un pichiciego! –dijo el santiagueño. ¿Cuánto gana un psicólogo? de inmediato. –No sé, como psicólogo ganará mil, mil quinientos –dije. Y a todos les produjo risa porque nadie sabía qué erapalos un pichiciego. –La mina del paraguas, ésa, me regaló mil palos ayer. Le di tu libro. –¿Cuál? –El que me¿Nunca diste, ese de las canciones japonesas. Lo ho­jeó le gustó, –¿Qué...? comieron pichiciegos...? –averiguaba el ysantiagueño–. a todos–otro? ¿no comen pi­chiciegos? me loAllí– pidiópreguntaba para leer. ¿Tenes –No –grabó mi formoseños, voz–, el editor, Pedesky, es un miserable, no meoído da Había porteños, bahienses, sanjuaninos: nadie había ejemplares, tendría que ir yo a comprar. ¿Querés que te consiga otro? hablar del pichiciego. El santiagueño les contó: –No, ya lo leí. Me gustaría leer éste. ¿Cuándo le vas a poner nombre? –El vive abajo decuando la tierra. Hace cuevas. Tiene –Nopichi sé. A es finun de bicho año, oque el año que viene, lo acabe... cáscara dura –una caparazón– y no ve. An­da de noche. Vos lo agarras, –Debe muy yaburrido escribir –comentó. se queda pataleando panza lo das ser vuelta, nunca sabe enderezarse, –Sí, más o menos. Como todo. arriba. ¡Es rico, más rico que la vizcacha! –Si vos volvieras a nacer, qué serías. ¿Harías igual? –¿Cómo de grande? –Sí... –grabó mi voz–, todo igual... Después, que dudé. –Así– dijorecuerdo el santiagueño, pero nadie veía. Debió expli­car: como una vizcacha, haypregunté. más chicos, hay más gran­des. ¡Crecen con la edad! La –¿Y vos? –le carne es rica, más rica que la vizcacha, es blanca. Como el pavo de –¿Yo qué? blanca. –Vos ¿qué harías, si nacieras de nuevo...? –Nolaempeces como la tipa del otro día, "¿si fuera un animal, qué ser–Es mulita –cantó alguien. ía?", "¿y si fuera una planta?", "¿y si fuera una comida?"... –El peludo –dijo otro, un bahiense. –No, en serio, ¿qué serías, qué te gustaría ser...? –preguntó mi voz. –"El le decían a Yrigoyen –dijo Viterbo, padre radi–Por Peludo" ahí –dudó y después rió a carcajadas–, ¡porque ahítenía ser militar! ¡O cal. psicólogo! –¡Militarfue o psicólogo! con una –¿Quién Yrigoyen?–repetí –preguntó otro.especie de asombro. –Sí: ¿no es igual? –justificó él. Pocos sabían quién había sido Yrigoyen. Uno iba a ex­plicar algo pero Sí: igual, pensé yo, ahora. volvieron a pedirle al santiagueño que contara cómo era el pichi, porPagina 93

Los Pichiciegos

bando puntería contra cualquier cosa en movimiento, y para no delatar la entrada de la Pichicera, que sólo los pichis y unos pocos británicos conocían. Acampó en la cuesta de un cerrito y se cubrió con una manta de color piedra, entre las piedras. Se dejó dormir, sabiendo que cada hora las ganas na­turales de fumar lo despertarían, y que al oscurecer lo desvelaría el golpe de negrura que se produce cuando el sol se oculta bajo el cerro trayendo el frío que llama a vol­ver al calor con los pichis. Dormía esa vez, y no lo des­pertó la oscuridad ni el hambre de fumar. Lo despertó el bramido de un Harrier. Llegaba velozmente, volando ba­jo, se acercaba más rápido que un Pucará y que cualquie­ra de los aviones que había visto despegar en la pajarera. El Harrier tenía el número 666. Él ya lo conocía: varias veces le había hecho lo mismo: se acercó velozmente y cuando estuvo encima de su guarida camuflada, a no más de cien metros de altura, se detuvo en el aire, apagó los motores, se hizo silencio y empezó a bajar despacito, sin ruido, siempre quieto en su posición horizontal, y mudo hasta casi posarse encima de él. Volando o en combate parecen chicos. Son chicos: más chicos que un avión chico de pasajeros, de esos de Austral, de cabotaje. Pero cuando se frenan en el aire y apagan los motores y se dejan caer de a poco encima de uno, crecen los Harrier: se hacen gigantes y los ves cómo una mosca debe mirar a un pájaro o como un punto de mi firma aquí en la hoja, debería ver, sí viera, al Harrier que pinté la otra mañana –dijo, señalando el dibujo. Entonces comenzaba la batalla. Siempre era el mismo Harrier, el número 666. Para él, era una guerra individual. "En miniatura", dijo. El Harrier se frenaba en el aire, flota­ba a diez metros sobre su cabeza y después levantaba la co­la, hasta que la proa quedaba enfilando a su guarida, y él pensaba que si decía algo, si se movía, respiraba fuerte o mi­raba a la visera negra del casco del piloto, el Harrier se iba a tirar sobre él, o le iba a disparar los cohetes encima, o peor, se iba a abrir para chuparlo y triturarlo en las turbi­nas para llevar sus pedacitos como alimento a otros Harrier más chicos que debía haber en la bodega del portaaviones. No respiraba él. Dejaba que se apagara solo el cigarrillo. No se movía. Quería gritar. Sentía esas ganas de gritar "mamá" que comentó en otras sesiones, pero callaba. Sólo sudaba un sudor frío que en el frío brotaba de la ropa de abrigo ingle­sa que tanto trabajo le había dado conseguir. Peor que la guerra, esa guerra de nervios: ¿quién aguanta más, yo, sudando frío, o el Harrier con los motores calla­dos? Las varias veces que Pagina 92 17

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2 yo porque aguanté siempre grabó. me buscó, se la aguanté y gané, gané Y después volvió a grabar, respondiendo a algo que hablábamos: "Los pichis": fue una mañana de bombardeo. Estaban en la entrada y en –Cómo "¿por qué lo hacían?". lo ves?a ¿Qué que teporque diga? Si la primera chimenea y nadie se¿No animaba bajar querés al almacén, la querés que digacon algo, parabomba hacerte un favor, digo,contra pero la vospista, sabesa tierra trepidaba cada o cohete quelo"caía más de decolocan allí. El así, bombardeo asusta: rui­ bien pordiez qué kilómetros lo hacían. Te abajo delseguido avión, lo hacenhay crecer, do y vibraciones de ruido que corren por la piedra, bajo la tierra, y haslo hacen bajar arriba tuyo y lo hacen que apunte a vos y que siga creta de lejos hacen cualquiera y asustan. Algunos se vuelven lociendo pa­ra que vibrar sepas aque ellos mandan las proporciones, que ellos cos. Fumaban, quietos. El Ingeniero calculó: pueden moverlas como quieren. Que mandan. Ése es el mé­todo que –Si se ellos. derrumba chimenea, que esté abajo, en el al­macén, tienen ¿O telacrees que laelguerra es tirar y ti­rar? La guerrase eshace otra sandwich entre lasYpiedras... cosa: ¡es método! ellos tenían el método –dijo. –Método mi voz. Entonces –grabó nadie quería bajar. Tenían hambre. Con toda la comida amon–Te lo digo él–, es como les hacía el Turco a todos. tonada abajo,distinto igual se–explicaba lo aguantaban. Si a él le sobraba querosén, hacía correr la las bola de que precisaba queFumaban quietos. Seguían las explosiones, vibracio­nes. A veces se rosén, se acababa el vibraba. quero­sén, que veces todos daban cosa por oía unaque explosión y no Otras vibrabacualquier y nada más, sin el querosén.ruido. Des­pués escucharse ¡Quémandaba hambre! un pichi desconocido a la Intendencia o al pueblo, o a los ingleses, a ofrecer querosén y volvía lleno de monto–¡Qué hambre! –dijo uno. nes de cosas a cambio de un bidón aguado que a él le venía sobrando... –¡Con qué ganas me comería–pre­guntó un pichiciego! –dijo el santiagueño. ¿Cuánto gana un psicólogo? de inmediato. –No sé, como psicólogo ganará mil, mil quinientos palos –dije. Y a todos les produjo risa porque nadie sabía qué era un pichiciego. –La mina del paraguas, ésa, me regaló mil palos ayer. Le di tu libro. –¿Cuál? –El que me¿Nunca diste, ese de las canciones japonesas. Lo ho­jeó le gustó, –¿Qué...? comieron pichiciegos...? –averiguaba el ysantiagueño–.loAllí– a todos– ¿no comen pi­chiciegos? me pidiópreguntaba para leer. ¿Tenes otro? –No mi voz–, el editor, Pedesky, es un miserable, no meoído da Había–grabó porteños, formoseños, bahienses, sanjuaninos: nadie había ejemplares, tendría que ir yo a comprar. ¿Querés que te consiga otro? hablar del pichiciego. El santiagueño les contó: –No, ya lo leí. Me gustaría leer éste. ¿Cuándo le vas a poner nombre? –El pichi vive decuando la tierra. Hace cuevas. Tiene –No sé. A es finun de bicho año, oque el año queabajo viene, lo acabe... cáscara dura –una caparazón– y no ve. An­da de noche. Vos lo agarras, –Debe muy yaburrido escribir –comentó. se queda pataleando panza lo das ser vuelta, nunca sabe enderezarse, –Sí, más o menos. Como todo. arriba. ¡Es rico, más rico que la vizcacha! –Si vos volvieras a nacer, qué serías. ¿Harías igual? –¿Cómo de grande? –Sí... –grabó mi voz–, todo igual... Después, que dudé. –Así– dijorecuerdo el santiagueño, pero nadie veía. Debió expli­car: como una vizcacha, haypregunté. más chicos, hay más gran­des. ¡Crecen con la edad! La –¿Y vos? –le carne qué? es rica, más rica que la vizcacha, es blanca. Como el pavo de –¿Yo blanca. –Vos ¿qué harías, si nacieras de nuevo...? –No como la tipa del otro día, "¿si fuera un animal, qué ser–Es laempeces mulita –cantó alguien. ía?", "¿y si fuera una planta?", "¿y si fuera una comida?"... –El peludo –dijo otro, un bahiense. –No, en serio, ¿qué serías, qué te gustaría ser...? –preguntó mi voz. –"El Peludo" le decían a Yrigoyen –dijo Viterbo, padre radi–Por ahí –dudó y después rió a carcajadas–, ¡porque ahítenía ser militar! ¡O cal. psicólogo!

–¡Militar o psicólogo! con una –¿Quién fue Yrigoyen?–repetí –preguntó otro.especie de asombro. –Sí: ¿no es igual? –justificó él. Pocos sabían quién había sido Yrigoyen. Uno iba a ex­plicar algo pero Sí: igual, pensé yo, ahora. volvieron a pedirle al santiagueño que contara cómo era el pichi, porPagina 92 17

Los Pichiciegos

que los divertía manera de no decir, y él les contaba había queo ¡Mamá! No huboesapichi al que se oyera alguna vez cómo decir "mamá" matarlo, lo pelaban y le sacaban la caparazón y cómo lo "mamita".cómo Despiertos, o dormidos, todos lo di­jerondura alguna vez. se Uno co­mían. Contaba las comidas y quería describir cómo era el gusto del salía al frío, sentía el golpe del frío contra la cara o en la garganta o en pichi, por qué era mulita en un lugar y peludo en otro. Cuestión de la espaldasealdijo. respirar y le salía "mamita" o "mamá" de puro miedo al nombres, frío. Otro volvía, pasaba al calor, y le salía "mamá" de sólo pensar que –¿Saben los peludos en La que Pampa? –pre­guntó al rato secómo le iba se a ircazan él dolor de los huesos le había colocadoalguien. él frío. Alguno habrá pensado en la madre –o todos– pero cuando decían Nadie sabía. Fumaban quietos. Muchos seguían sin hablar, por respeto o "mamita", o dormi­dos, no habrían estado pensana"mamá" las vibraciones, a lasdespiertos explosiones, te­nían miedo. do en la propia madre de ellos. –¡A tiros ha de ser! –contestó uno.Era la palabra madre nomás. Si hubo uno –alguno habría– criado guacho, sin madre, igual se le escapaba la –No –dijo el otro; era un bahiense–, lo cazaMamá con pe­rros: perro, palabra, o andaría soñando la palabrasemamá. de frío,va deelcontenlo olfatea, lo persigue y el animal hace una cueva en cualquier lado, to, mamá de calor, de sueño, o mamá de can­sancio o de descanso para disimular la suya, don­de esconde las crías, y en esa cueva falsa se grande, como cuando uno se llegaba calor, seloquitaba y ley entierra y que­da con el culito afuera.alEntonces agarraseldegabán la cola convidaban lo quitas... un vaso gran­de de Tres Plumas y medio se mamaba. –¿Lo entendés? –¿Y perros? –Sí...los –dije. –No –se volvió mí–. ¡No carajo! ¿No viste siahora? –Ladran: respetanhacia al dueño. Pero entendés tenes queun enseñarlos primero, no te lo deshacen tarascones. Después ¡Trabajo...! podes dejarlo panza arriba y cuando ¡Les ofrecenatrabajo a los vueltos! juntaste varios los carneas, –Sí –volví a decir. Entendía.clavándoles cuchillos de punta en las partes blandas del cogote. Las mujeres saben pelarlo. A veces... iba a contar –No. ¡No entendés nada! ¿Hay casetes? pero una vibración fuerte hizo caer más piedras por el to­bogán, que era –Sí, sobran y–lo tranquilicé. la entrada, uno dijo "socorro" y alguien "mamá", a lo que comentó –¿Cuántoque vale grabadorque como Viterbo nounjodieran, no ése...? se dieran más manija, que si no mu–No sé Mil palos, más o menos... chos se –dije–. iban a vol­ver locos y que siguiera el bahiense la historia. –Tres sueldos –dijo–. ¡Yo tendría que haber tenido uno como éste para –A los perros les gustaría matarlo. De dañinos, más que por comerlo. grabara el discurso del coronel...! Pero veces –decía– el peludo se atranca en la cueva. Saca uñas y se Después agregó: clava a la tierra y como tiene forma medio ovalada no lo podes sacar ni –Del lo coronel de la Del coronel la pri­mera no, ése– que enlaces y segunda lo hagasvez... tironear con el de camión. ¿Y vez sabes...? era un infeliz. preguntaba a la oscuridad, a nadie, a todos. ¿Sabes cómo se hace para sacarlo? El primero era cavas un boludo, un amargado quedel recibía a los vueltos en –Con una pala, y lo sacas... –era la voz Inge­niero. grupitos de a diez cuando ya les habían dado ro­pa nueva y los habían –¡No! ¡Más fácil!: le agarras la cola fuera perdido una manija los hecho bañar y les hablaba, tristón, decomo que sesihabía una con batalla, dedos, y le metes el dedo gordo en el culo. Entonces el animal se ablanpero que la guerra era más que eso y que ahora había que ganarla obeda, encoge la uña, y lo sacas así de fácil. deciendo y respetando al superior, porque ése era un ejército de San –¡Así seEra haceuncon el pichi! –confirmó el santiagueño, Martín. boludo. (Una vez un teniente habló en contento. la is­la de que los oficiales tendrían que hacer como San Martín y un capitán le dicen...! dijo que –a –¡Y tienen cuevas hondas, hondísimas, de hasta mil metros, San Martín, en las Malvinas, le hubiera resfriado el caballo.) comentó el tucumano que casisenunca ha­blaba. Pero al segundo coronel habría que haberlo grabado pa­ra la televisión. Nadie creyó. Seguían los bombardeos. Fumaban quie­tos y escuchaban. Hablaba a todos, habíaÉlcerca noviasdey nervios: políticos. Pocos querían hablar. dijo de conmil: vozhabía medioparientes, de risa, medio Y todos los vueltos, ahí, oyén­dolo, esperando que les dieran permiso –¡Mira vienen británicos y te meten los dedos en el tipo culo,hablaba Turco! y para ir asi la verjalos a buscar cigarrillos y choripanes, y el no pa­raba de hablar. Los de las primeras filas miraban el fajo papeAlgunos rieron, y otros, más preocupados por las bom­bas ydepor las vibraciones, quietos, fumando, lasasistente, paredes les que tenía,seguían para calcular cuánto faltabao ysen­tados le hacíancontra señas al de arcilla blanda y la cabeza en­tre las piernas. De a ratos les llegaba el Pagina 18 91

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zumbar losclase aviones el tableteo artillería del puerto. un pibe de la mil ynueve sesentadey la tres, que estaba al ladoEra del pleno corodía el cerro. Tenían hambre, abajo, enque el oscuro. nel sobre teniéndole el paraguas y el pibe hacía no con los ojos: quería decir que falta­baentre mucho y que no se indisciplinaran. Desde entonces, ellos, empezaron a llamarse "los pichis". Y el tipo hablaba. Que éramos como el ejército de San Martín. –¡Afuera saben de los pichis! Yo en la artillería los ha­bía oído nom"Heroicos", Queotra la noche. batalla terminaba, que ahora se iba a ganar brar –les dijorepetía. un nuevo la guerra por otros medios, porque la guerra tenía otros medios: "La –¿Qué hablar? –preguntó preocupado el Turco. diplomacia, la contempo­rización", decía, y que nosotros íbamos a volver a los ara­dos y a las fábricas (imagínate ganasescondidos de arar y fa­ –Hablar que estaban. Decían que había cómovos millas pi­chis en bricar que¡enterrados! traían los negros), y quedeahora, nos habíamos gala tierra, Que tenían to­do:luchando, comida, todo. Muchos decían ganasade hacerse pichis cada íba­mos vez que asevotar venían los Harrier nado tener el derecho elegir, a votar, porque (imagínate las soltando ganas de cohetes. ir a votar y de elegir entre alguno de esos hijos de puta que estaban en los mi­nisterios calefacción losdicen negrosque se –Es cierto –dijo Rubione–.con Cuando faltan mientras cosas en abajo el siete ca­gaban íbamos mientras a participar la riqueza del milanesas país, portodos ahí de se frío) cagany que de hambre los de pichis preparan abajo. Dicen abajo, creen que estamos ellos... que ahora se que iba aestán compartir, o a "repartir", dijo,abajo y quedeése era otro derecho que los soldados se ganaron en la guerra, y uno lo oía y pensaba: Los otros Magos se preocuparon. Lo que decía Rubione demostraba "¿Por qué no empezará él repartiendo el paraguas?", porque la garúa que afuera conocían que los pichis es­taban ahí. finita atra­vesaba la tela berreta de los gabanes que habían dado, y no También él sevenirse preocupó: cuandopara el Sargento había juntado era un chiste sanorecordó de la guerra morir delos pulmonía en un con el Turco y el otro Viterbo y les dijo: "Córtense solos, porque dé cuartel lleno de vagos que nunca vieron chiflar un misil. ésta no salimos vivos si no nos avivamos...". Y habló como dos horas: ¡habría que haberlo grabado! Séquito, puro Y de todosmientras ellos, quelaseran noventa, al parien­tes mes quedaban sólo elySarparaguas, madres y los y losvi­vos conocidos los gento y ellos tres. Y al Sargento lo habían desbarrancado los decuerpo Maripadres se apretujaban contra la verja, la mayoría tapando con el na. los paquetes de sangüiches para que no se les deshiciera del todo el –¡Hay mucho nuevo, Turco! –dijo Pipo Pescador. Esta­ban en la chipapel con que los habían envuelto. menea lateral, ración, alumbrados de luz amaY varias vecescomiendo habló de que se iba a repartir–con y quelinternas ahora todos íbamos rillenta. Después Pipo se disculpó a Rubione: a votar y uno que había sido pichi pensaba no más con verle la cara que –Perdona, no había es porescuchado vos, pibe,cimbrar pero: ¿entendes no cabemos, que ese tampoco un misil, que y abajo del paraguas, ésta no alcanza para todos...? cuando decía que todos íbamos a votar se le notaba que no servía, él, ni pa­ra votar ni que parasímandar. Rubione hizo con la cabeza y siguió masticando ración. –Casualmente, ayer una mina me regaló un paraguas –dijo y señaló la –¡Habría conseguir sal donde gruesa...! –pensóunelen Turco, silla juntoque a mi escritorio colgaba tout hablando. cas fabricado en Japón. Después dijo que me ha­bía hecho un cuadro y me alcanzó un –¿Sal? papelsal. conSielsigue dibujo de tiempo un Harrier. –Sí, más va a haber que conseguir sal para guardar Quise ver las primeras ciento treinta y tres páginas con Thony, que cocorderos. Las raciones no pueden durar... –calculaba el Turco. menta libros en el diario de la Marina. Él le pasó la ilustración del –¡Pero no hay corderos...! él.y comentó que el dibujo se ajustaHarrierya a Moreno, que sabe de–dijo armas ba no perfectamente a las ca­racterísticas del nuevo prototipo Sea Ya se veían corderos. A veces, una explosión aisla­da hacíade pensar que alguna oveja había pisado una de infantería Harrier inglés, quesuelta todavía no fue usado en mina acciones de guerra.y eso espantaba a las madres y con visto ellas uno. se iban las ovejitas y los corderos, siPero él varias veces había "Siempre el mis­mo", decía. Caguiéndolas. Los hombres la el estancia habían cortado laslos alambradas minaba por el sendero quedeune punto de encuentro con de Intenpara arrear las ovejas al otro lado del Fitz Roy. dencia y el campamento britá­nico de la estancia de Percy. Allí lo sor–¡Cada ve menosyoveja! prendió día el se amane­cer debió quedarse entre las piedras para no ser baleado por algún loco de esosaquí quenomás. seguía, en medio de la guerra, pro–Esta tarde una oveja explotó Pagina 18 91

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que los divertía manera de no decir, y él les contaba había queo ¡Mamá! No huboesa pichi al que se oyera alguna vez cómo decir "mamá" matarlo, cómo lo pelaban y le sacaban la caparazón y cómo lo "mamita". Despiertos, o dormidos, todos lo di­jerondura alguna vez. se Uno co­mían. Contaba las comidas y quería describir cómo era el gusto del salía al frío, sentía el golpe del frío contra la cara o en la garganta o en pichi, por qué era mulita en un lugar y peludo en otro. Cuestión de la espaldasealdijo. respirar y le salía "mamita" o "mamá" de puro miedo al nombres, frío. Otro volvía, pasaba al calor, y le salía "mamá" de sólo pensar que –¿Saben los peludos en Laque Pampa? –pre­guntó al rato se cómo le iba se a ircazan él dolor de los huesos le había colocadoalguien. él frío. Alguno habrá pensado en la madre –o todos– pero cuando decían Nadie sabía. Fumaban quietos. Muchos seguían sin hablar, por respeto "mamá" o "mamita", o dormi­dos, no habrían estado pensana las vibraciones, a lasdespiertos explosiones, te­nían miedo. do la propia madre de ellos. –¡Aentiros ha de ser! –contestó uno.Era la palabra madre nomás. Si hubo uno –alguno habría– criado guacho, sin madre, igual se le escapaba la –No –dijo el otro; era un bahiense–, lo cazaMamá con pe­rros: perro, palabra, o andaría soñando la palabrasemamá. de frío,va deelcontenlo olfatea, lo persigue y el animal hace una cueva en cualquier lado, to, mamá de calor, de sueño, o mamá de can­sancio o de descanso para disimular la suya, don­de esconde las crías, y en esa cueva falsa se grande, cuando uno se llegaba calor, seloquitaba y ley entierra como y que­da con el culito afuera.alEntonces agarraseldegabán la cola convidaban lo quitas... un vaso gran­de de Tres Plumas y medio se mamaba. –¿Lo entendés? –¿Y los perros? –Sí... –dije. –No –se volvió mí–. ¡No carajo! ¿No viste siahora? –Ladran: respetanhacia al dueño. Pero entendés tenes queun enseñarlos primero, no te lo deshacen tarascones. Después¡Trabajo...! podes dejarlo panza arriba y cuando ¡Les ofrecenatrabajo a los vueltos! juntaste varios los Entendía. carneas, clavándoles cuchillos de punta en las partes –Sí –volví a decir. blandas del cogote. Las mujeres saben pelarlo. A veces... iba a contar –No. ¡No entendés nada! ¿Hay casetes? pero una vibración fuerte hizo caer más piedras por el to­bogán, que era –Sí, sobran y–lo tranquilicé. la entrada, uno dijo "socorro" y alguien "mamá", a lo que comentó –¿Cuánto vale grabadorque como Viterbo que nounjodieran, no ése...? se dieran más manija, que si no mu–No Mil palos, más o menos... chos sé se –dije–. iban a vol­ver locos y que siguiera el bahiense la historia. –Tres sueldos –dijo–. ¡Yo tendría que haber tenido uno como éste para –A los perros les gustaría matarlo. De dañinos, más que por comerlo. grabar discurso del coronel...! Pero a el veces –decía– el peludo se atranca en la cueva. Saca uñas y se Después agregó: clava a la tierra y como tiene forma medio ovalada no lo podes sacar ni –Del coronel de la Del coronel la pri­mera no, ése– que lo enlaces y segunda lo hagasvez... tironear con el decamión. ¿Y vez sabes...? era un infeliz. preguntaba a la oscuridad, a nadie, a todos. ¿Sabes cómo se hace para sacarlo? El primero era cavas un boludo, un amargado quedel recibía a los vueltos en –Con una pala, y lo sacas... –era la voz Inge­niero. grupitos de a diez cuando ya les habían dado ro­pa nueva y los habían –¡No! bañar ¡Más fácil!: le agarras la cola fuera perdido una manija con los hecho y les hablaba, tristón, decomo que sesihabía una batalla, dedos, y le metes el dedo gordo en el culo. Entonces el animal se ablanpero que la guerra era más que eso y que ahora había que ganarla obeda, encoge la uña, y lo sacas así de fácil. deciendo y respetando al superior, porque ése era un ejército de San –¡Así seEra hace el pichi! –confirmó el santiagueño, Martín. uncon boludo. (Una vez un teniente habló en contento. la is­la de que los oficiales tendrían que hacer como San Martín y un capitán le dicen...! dijo que –a –¡Y tienen cuevas hondas, hondísimas, de hasta mil metros, San Martín, en las Malvinas, le hubiera resfriado el caballo.) comentó el tucumano que casisenunca ha­blaba. Pero al segundo coronel habría que haberlo grabado pa­ra la televisión. Nadie creyó. Seguían los bombardeos. Fumaban quie­tos y escuchaban. Hablaba a todos, habíaÉlcerca noviasdey nervios: políticos. Pocos querían hablar. dijo de conmil: vozhabía medioparientes, de risa, medio Y todos los vueltos, ahí, oyén­dolo, esperando que les dieran permiso –¡Mira vienen británicos y te meten los dedos en el tipo culo,hablaba Turco! y para ir asi la verjalos a buscar cigarrillos y choripanes, y el no pa­raba de hablar. Los de las primeras filas miraban el fajo papeAlgunos rieron, y otros, más preocupados por las bom­bas ydepor las vibraciones, quietos, fumando, lasasistente, paredes les que tenía,seguían para calcular cuánto faltabao ysen­tados le hacían contra señas al de arcilla blanda y la cabeza en­tre las piernas. De a ratos les llegaba el Pagina 90 19

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zumbar losclase aviones el tableteo artillería del puerto. un pibe de la mil ynueve sesentadey la tres, que estaba al ladoEra del pleno corodía sobre el cerro. Tenían hambre, abajo, enque el oscuro. nel teniéndole el paraguas y el pibe hacía no con los ojos: quería decir falta­baentre mucho y que no se indisciplinaran. Desdeque entonces, ellos, empezaron a llamarse "los pichis". Y el tipo hablaba. Que éramos como el ejército de San Martín. –¡Afuera saben de los pichis! Yo en la artillería los ha­bía oído nom"Heroicos", Queotra la batalla brar –les dijorepetía. un nuevo noche. terminaba, que ahora se iba a ganar la guerra por otros medios, porque la guerra tenía otros medios: "La –¿Qué hablar? –preguntó preocupado el Turco. diplomacia, la contempo­rización", decía, y que nosotros íbamos a volver a los ara­dos y a las fábricas (imagínate ganasescondidos de arar y fa­ –Hablar que estaban. Decían que había cómovos millas pi­chis en bricar que¡enterrados! traían los negros), y quedeahora, nos habíamos la tierra, Que tenían to­do:luchando, comida, todo. Muchos gadecían tener ganasade hacerse pichis cada íba­mos vez que asevotar venían los Harrier nado el derecho elegir, a votar, porque (imagínate las soltando ganas de cohetes. ir a votar y de elegir entre alguno de esos hijos de puta que estaban en los mi­nisterios calefacción los dicen negrosque se –Es cierto –dijo Rubione–.con Cuando faltan mientras cosas enabajo el siete ca­gaban íbamos mientras a participar la riqueza del milanesas país, portodos ahí de se frío) cagany que de hambre los de pichis preparan abajo. Dicen abajo, creen que estamos ellos... que ahora se que iba aestán compartir, o a "repartir", dijo,abajo y quedeése era otro derecho que los soldados se ganaron en la guerra, y uno lo oía y pensaba: Los otros Magos se preocuparon. Lo que decía Rubione demostraba "¿Por qué no empezará él repartiendo el paraguas?", porque la garúa que afuera conocían que los pichis es­taban ahí. finita atra­vesaba la tela berreta de los gabanes que habían dado, y no También él sevenirse preocupó: cuandopara el Sargento había juntado era un chiste sanorecordó de la guerra morir delos pulmonía en un con el Turco y el otro Viterbo y les dijo: "Córtense solos, porque dé cuartel lleno de vagos que nunca vieron chiflar un misil. ésta no salimos vivos si no nos avivamos...". Y habló como dos horas: ¡habría que haberlo grabado! Séquito, puro Y de todosmientras ellos, quelaseran noventa, al parien­tes mes quedaban sólo elySarparaguas, madres y los y losvi­vos conocidos los gento y ellos tres. Y al Sargento lo habían desbarrancado los decuerpo Maripadres se apretujaban contra la verja, la mayoría tapando con el na. los paquetes de sangüiches para que no se les deshiciera del todo el –¡Haycon mucho nuevo, Turco! –dijo Pipo Pescador. Esta­ban en la chipapel que los habían envuelto. menea lateral, ración, alumbrados de luz amaY varias vecescomiendo habló de que se iba a repartir –con y quelinternas ahora todos íbamos rillenta. Después Pipo se disculpó a Rubione: a votar y uno que había sido pichi pensaba no más con verle la cara que –Perdona, no había es porescuchado vos, pibe,cimbrar pero: ¿entendes no cabemos, que ese tampoco un misil, que y abajo del paraguas, ésta no alcanza para todos...? cuando decía que todos íbamos a votar se le notaba que no servía, él, ni pa­ra votar ni que parasímandar. Rubione hizo con la cabeza y siguió masticando ración. –Casualmente, ayer una mina me regaló un paraguas –dijo y señaló la –¡Habría conseguir sal donde gruesa...! –pensóunelen Turco, silla juntoque a mi escritorio colgaba tout hablando. cas fabricado en Japón. Después dijo que me ha­bía hecho un cuadro y me alcanzó un –¿Sal? papel conSielsigue dibujo de tiempo un Harrier. –Sí, sal. más va a haber que conseguir sal para guardar Quise ver las primeras ciento treinta y tres–calculaba páginas con Thony, que cocorderos. Las raciones no pueden durar... el Turco. menta libros en el diario de la Marina. Él le pasó la ilustración del –¡Pero ya no hay corderos...! él.y comentó que el dibujo se ajustaHarrier a Moreno, que sabe de–dijo armas ba a las ca­racterísticas del nuevo prototipo Sea Ya perfectamente no se veían corderos. A veces, una explosión aisla­da hacíade pensar que alguna oveja había pisado una de infantería Harrier inglés, quesuelta todavía no fue usado en mina acciones de guerra.y eso espantaba a las madres y convisto ellas uno. se iban las ovejitas y los corderos, siPero él varias veces había "Siempre el mis­mo", decía. Caguiéndolas. Los hombres la el estancia habían cortado laslos alambradas minaba por el sendero quedeune punto de encuentro con de Intenpara arrear las ovejas al otro lado del Fitz Roy. dencia y el campamento britá­nico de la estancia de Percy. Allí lo sor–¡Cada día ve menosyoveja! prendió el se amane­cer debió quedarse entre las piedras para no ser baleado por algún loco de esosaquí quenomás. seguía, en medio de la guerra, pro–Esta tarde una oveja explotó Pagina 90 19

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–Es una joda pensaría. –dijo el Turco–, una desgracia. do alguno?", Después se puso más triste. Andaba con un Jockey Club rastrillando los –¿Por...? –preguntaron. pisos y no aparecía. Pitaba el cigarrillo para agrandar la lumbre; des–Porque sí,un porque quiere decir quecon los una ingleses se inglesa van a encular pués pidió 555 yeso volvió a rastri­llar lumbre y descon nosotros. pués anduvo una hora de rodillas llevando en una mano un pucho y en –¿Encular? ¿Condenosotros? ingleses? –querían saber. otra un pe­dazo salchicha.¿Los Hacía marcas¿Por para qué? rastrillar toda la cue­va en orden pero la Chiqui no le aparecía. Después algún dormido se –Porque sí. Porque si siguen explotando ovejas quiere decir que el macansó de que lo anduvieran pateando y mo­viendo de un lado a otro pa de las minas que les pasamos estaba mal... cada vez que al sanjuanino le to­caba hurgar por su sitio y le avisó: Pensó que el Turco razón. Cada oveja explotada, másel se conven–¡Ahí lo tenes, déjatetenía de joder con tu gusano...! –y seña­ló vasito. cerían los ingleses de que aquel plano del comando estaba mal. Pero Lloraba el sanjuanino cuando fue al vasito. Creyó que se lo tenían dijo todocasi lo contrario: muerto, pero sacó la tapa y la lombriz –bien comida– le saltó a en–¡Qué se van hoy aa cigarrillo los ingleses? roscársele en alaencular...! mano que¿Volvemos debía apestar y él estuvo como una hora comoel se ha­bla primero a un perro, un hijo, a ella. desOa –No sé –dijo Turco–, voyoaapensar unhablándole rato y a dormir, pués él. lo decidimos. Llamen a Pipo –pidió. Y ese bicho –lombriz lo que haya sido– fue vistiéndo­se. el único animal quedestuAlguien gritó: ¡Pipo! yo apareció el muchacho Vivía vieron los pichis en tanto tiempo. nudo, por el calor de la estufa del almacén. –¿Qué de nuevo, Pipo? –preguntó Turco. para matar­lo al día siPorquehay a veces bajaban un carnero al el almacén, guiente, nadie iba adeencariñarse con bi­cho que al más día siguiente Pipo leyópero en una libreta Intendencia queunhabía llega­do azúcar. tendría que comer. De Rubione se dijo que antes, en el regimiento, lo –¿Cuánto hay? –preguntó el Turco. habían visto culeando ovejas y lo llamaron "ovejo" por eso, pero no es –Ahora veintidós kilos. muy segu­ro, porque él llegó a la isla cuando a la mayoría de las ove­ jas las habían vendido o las habían explotado las minas. –Está bien –dijo el Turco. Los de afuera, algunos, tuvieron perros. Perros vagos, ovejeros de es–¿Qué más? –siguiópor Pipo que faltaba y que ahora sobratancia abandonados losdiciendo dueños; otros criabansal, pichones de pingüino, ban los remedios, cigarrillos y papas y ha­bló del cordero preparado se encariñaban condía ellos y los iban amaestrando se enojaban cuando para los guisos del siguien­te. Que faltaba té y ycafé, dijo. se les decía que nunca los iban a poder llevar al país porque en el cuar–¿Qué queda? tel no se los iban a permitir y porque los pingüinos no aguan­tan el viaje ni el calor. Se enojaban porque eso los ponía tristes, loyerba. que es muy –Quedan tres frascos de Nescafé y cien bolsas de té. Sobra triste de pensar, porque al fin, no vol­vieron ni los pingüinos ni la ma–Hay que buscar más té y azúcar. Anota que mañana vamos a tener yoríacigarrillos de ellos. ingleses. más Algunos oficiales tenían caballos quitados a las estan­cias y hasta qui–¿Y querosén? Pipo. sieron hacer un–quería equipoanotar de polo, pero esos animales de pata ancha y paso dudoso, criados para mo­verse entre las piedras la nie–Van a llegar ocho bidones más –dijo el Turco. Casi ysearriba sabía de todas las ve, nunca les a jugar. existencias deapren­dieron memoria–. ¡Che, Luciani...! –llamó. Al principio se paseaban –¿Qué? –obedeció el otro.por los campos haciendo pin­ta arriba del caballo, mirando a los peones y los soldaditos que tomaban mate tirados –Mañana a tener quemisma ir a cambiar dos bidones más desequerosén. en el pastovas frío, con esa fanfarronería que después les vio a Pedí dulce, caramelos, dulce ellos de leche, membrillo, azúcar, miel,y los soldados ingleses, cuando ya no de andaban a caballo ni nada ¡cosas dulces! Falta azúcar. ¡Y pe­dí pilas! estaban en los hospitales con parte de enfermo por un res­frío o un es–Pilas guince.olvídense –dijo Viterbo. Ya se veía el pilas? final, lo sentíana preocuparse los Reyes y los pichis más despier–¿Qué pasavenir con las –volvía el Turco. Pagina 20 89

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–No hay otros, en toda la isla, se acabaron. No lo hayde­más, ni parano losveían del comando – tos. Los para eso como para todo ni el final yniseñalando la linterna a dosdel nue­vos fundamentó–: Ellos te lo puenada. Por con lo que se entendía transmisor inglés, por la luz que ya den decir... en esos días era muy poca y más lechosa entre las nubes, y por las filas de rendi­dos que iban apilas...? entregarse con un elfusil ajeno cruzado en la es–¿Los ingleses tendrán –preguntó Ingeniero. palda y el papelito del contrato de rendición apretado en­tre –Esta noche vamos a ver –dijo él, y el Turco asintió, por lo guantes que los rotos, entendieron por todo esoque se veía el final. otros aquella noche alguno de los Magos iría a los inY se veía por lascosas. bandadas de británicos bajando de helicóp­teros en gleses a cambiar todas partes y se veía también adentro de la Pichicera, por el modo aburrido de fumar y de escuchar los cuentos. Y por las pocas ganas que tenían de comer: cada día me­nos ganas de comer. Muchos se habían olvidado de pararse, comían poco y acostados y se movían agachados para salir a mear. Se los veía afuera, en la cornisa, agachados, como si hubiera un techo de vidrio arriba, aplastándolos mientras meaban. Los Reyes no hablaban, veían venir el final. No sabían cómo terminaba, pero sabían que terminaba. Era como en el cine, cuando se sabe que la función se acaba porque atrás ya andan los acomodadores estirando las cortinas pero se desconoce cómo termina la película, quiénes mueren, quiénes pierden, quién se casa con quién. Y por más cosas se veía el fin. Sucedió lo del pelo: a mu­chos se les caía el pelo, de a mechones. Picaba la cabeza, se rascaban y les salía como un cuerito que era un pedazo de pelo pegoteado con la mugre del pichi. De rabia, algunos se empezaban a frotar, se les llenaban las manos de pelo y se quedaban pelados completos ese mismo día. A pocos les quedó pelo, y se dijo que fue culpa de un tóxico de la co­mida. García, opinó: –¡Es notable! ¡Debe ser el agua con arsénico...! –y todos le creyeron, pero después se supo que ni el agua tenía arsé­nico, ni el arsénico hacía caer el pelo a la gente. Ése fue otro de los bolazos de la guerra que, bien explicado, con vocecita de doctor, invitaba a creer. Pero: ¿qué costaba creer ahí abajo? Pipo, Luciani, Rubione, los otros mejores y los Reyes ya veían claro que se venía el final. ¿Para qué dudar esa vez? Los otros no: los otros es­taban siempre durmiendo atrás, se les caía el pelo, se saltea­ban comidas sin levantarse ni para mear pero no entendían que el final, seguro, se les estaba viniendo encima. El que estaba de guardia los escuchaba dormir y si no era sordo se daba cuenta de que estaban soñando el final. Uno roncaba, otro tosía dormido, otro se removía sacudiendo los paños y las mantas y hacía ruido como de culear y algún otro decía entre sueños "mamá", o "mamita"; también en eso el final, clarísimo, se divisaba. Pagina 20 89

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–Esalguno?", una joda pensaría. –dijo el Turco–, una desgracia. do Después se puso más triste. Andaba con un Jockey Club rastrillando los –¿Por...? –preguntaron. pisos y no aparecía. Pitaba el cigarrillo para agrandar la lumbre; des–Porque sí,un porque quiere decir quecon los una ingleses se inglesa van a encular pués pidió 555 yeso volvió a rastri­llar lumbre y descon nosotros. pués anduvo una hora de rodillas llevando en una mano un pucho y en –¿Encular? ¿Condenosotros? ingleses? –querían saber. otra un pe­dazo salchicha.¿Los Hacía marcas ¿Por para qué? rastrillar toda la cue­va en orden pero la Chiqui no le aparecía. Después algún dormido se –Porque sí. Porque si siguen explotando ovejas quiere decir que el macansó de que lo anduvieran pateando y mo­viendo de un lado a otro pa de las minas que les pasamos estaba mal... cada vez que al sanjuanino le to­caba hurgar por su sitio y le avisó: Pensó lo que el Turco razón. Cada oveja explotada, más conven–¡Ahí tenes, déjatetenía de joder con tu gusano...! –y seña­ló el se vasito. cerían los ingleses de que aquel plano del comando estaba mal. Pero Lloraba el sanjuanino cuando fue al vasito. Creyó que se lo tenían dijo todocasi lo contrario: muerto, pero sacó la tapa y la lombriz –bien comida– le saltó a en–¡Qué se van hoyaa cigarrillo los ingleses? roscársele en alaencular...! mano que¿Volvemos debía apestar y él estuvo como una comoelse ha­bla primero a un perro, un hijo, a ella. desOa –Nohora sé –dijo Turco–, voyoaapensar unhablándole rato y a dormir, pués lo decidimos. Llamen a Pipo –pidió. él. Y ese bicho –lombriz lo que haya sido– fue vistiéndo­se. el único animal quedestuAlguien gritó: ¡Pipo! yo apareció el muchacho Vivía vieron los pichis en tanto tiempo. nudo, por el calor de la estufa del almacén. –¿Qué hay de nuevo, Pipo? –preguntó Turco. para matar­lo al día siPorque a veces bajaban un carnero al el almacén, guiente, nadie iba adeencariñarse con bi­cho que al más día siguiente Pipo leyópero en una libreta Intendencia queunhabía llega­do azúcar. tendría que comer. De Rubione se dijo que antes, en el regimiento, lo –¿Cuánto hay? –preguntó el Turco. habían visto culeando ovejas y lo llamaron "ovejo" por eso, pero no es –Ahora veintidós kilos. muy segu­ro, porque él llegó a la isla cuando a la mayoría de las ove­ jas las habían vendido o las habían explotado las minas. –Está bien –dijo el Turco. Los de afuera, algunos, tuvieron perros. Perros vagos, ovejeros de es–¿Quéabandonados más? –siguiópor Pipo que faltaba y que ahora sobratancia losdiciendo dueños; otros criabansal, pichones de pingüino, ban los remedios, cigarrillos y papas y ha­bló del cordero preparado se encariñaban condía ellos y los iban amaestrando se enojaban cuando para los guisos del siguien­te. Que faltaba té y ycafé, dijo. se les decía que nunca los iban a poder llevar al país porque en el cuar–¿Qué queda? tel no se los iban a permitir y porque los pingüinos no aguan­tan el viaje ni el calor. Se enojaban porque eso los ponía tristes, lo yerba. que es muy –Quedan tres frascos de Nescafé y cien bolsas de té. Sobra triste de pensar, porque al fin, no vol­vieron ni los pingüinos ni la ma–Hay que buscar más té y azúcar. Anota que mañana vamos a tener yoría de ellos. ingleses. más cigarrillos Algunos oficiales tenían caballos quitados a las estan­cias y hasta qui–¿Y querosén? Pipo. sieron hacer un–quería equipoanotar de polo, pero esos animales de pata ancha y paso dudoso, criados para mo­verse entre las piedras la nie–Van a llegar ocho bidones más –dijo el Turco. Casi ysearriba sabíade todas las ve, nunca les a jugar. existencias deapren­dieron memoria–. ¡Che, Luciani...! –llamó. Al principio se paseaban –¿Qué? –obedeció el otro.por los campos haciendo pin­ta arriba del caballo, mirando a los peones y los soldaditos que tomaban mate tirados –Mañana a tener quemisma ir a cambiar dos bidones más desequerosén. en el pastovas frío, con esa fanfarronería que después les vio a Pedísoldados dulce, caramelos, dulce ellos de leche, membrillo, azúcar, miel,y los ingleses, cuando ya no de andaban a caballo ni nada ¡cosas dulces! Falta azúcar. ¡Y pe­dí pilas! estaban en los hospitales con parte de enfermo por un res­frío o un es–Pilas olvídense –dijo Viterbo. guince. Ya se veía el final, sentíana preocuparse los Reyes y los pichis más despier–¿Qué pasavenir con las pilas? lo –volvía el Turco. Pagina 88 21

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–NoLos hay otros, en toda la isla, se acabaron. No lo hayde­más, ni parano losveían del comando tos. para eso como para todo ni el final– y señalando la linterna a dosdel nue­vos fundamentó–: Ellos te lo pueni nada. Por con lo que se entendía transmisor inglés, por la luz que ya den decir... en esos días era muy poca y más lechosa entre las nubes, y por las filas de rendi­dos que iban apilas...? entregarse con un elfusil ajeno cruzado en la es–¿Los ingleses tendrán –preguntó Ingeniero. palda y el papelito del contrato de rendición apretado en­tre –Esta noche vamos a ver –dijo él, y el Turco asintió, por lo guantes que los rotos, por todo esoque se veía el final. otros entendieron aquella noche alguno de los Magos iría a los inY se veía por lascosas. bandadas de británicos bajando de helicóp­teros en gleses a cambiar todas partes y se veía también adentro de la Pichicera, por el modo aburrido de fumar y de escuchar los cuentos. Y por las pocas ganas que tenían de comer: cada día me­nos ganas de comer. Muchos se habían olvidado de pararse, comían poco y acostados y se movían agachados para salir a mear. Se los veía afuera, en la cornisa, agachados, como si hubiera un techo de vidrio arriba, aplastándolos mientras meaban. Los Reyes no hablaban, veían venir el final. No sabían cómo terminaba, pero sabían que terminaba. Era como en el cine, cuando se sabe que la función se acaba porque atrás ya andan los acomodadores estirando las cortinas pero se desconoce cómo termina la película, quiénes mueren, quiénes pierden, quién se casa con quién. Y por más cosas se veía el fin. Sucedió lo del pelo: a mu­chos se les caía el pelo, de a mechones. Picaba la cabeza, se rascaban y les salía como un cuerito que era un pedazo de pelo pegoteado con la mugre del pichi. De rabia, algunos se empezaban a frotar, se les llenaban las manos de pelo y se quedaban pelados completos ese mismo día. A pocos les quedó pelo, y se dijo que fue culpa de un tóxico de la co­mida. García, opinó: –¡Es notable! ¡Debe ser el agua con arsénico...! –y todos le creyeron, pero después se supo que ni el agua tenía arsé­nico, ni el arsénico hacía caer el pelo a la gente. Ése fue otro de los bolazos de la guerra que, bien explicado, con vocecita de doctor, invitaba a creer. Pero: ¿qué costaba creer ahí abajo? Pipo, Luciani, Rubione, los otros mejores y los Reyes ya veían claro que se venía el final. ¿Para qué dudar esa vez? Los otros no: los otros es­taban siempre durmiendo atrás, se les caía el pelo, se saltea­ban comidas sin levantarse ni para mear pero no entendían que el final, seguro, se les estaba viniendo encima. El que estaba de guardia los escuchaba dormir y si no era sordo se daba cuenta de que estaban soñando el final. Uno roncaba, otro tosía dormido, otro se removía sacudiendo los paños y las mantas y hacía ruido como de culear y algún otro decía entre sueños "mamá", o "mamita"; también en eso el final, clarísimo, se divisaba. Pagina 88 21

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36 Apuntándole un chorro de lasno linternas, reac­cionaba. En De noche haycon menos vientodey luz además te ven. no Hay que abrigarse, cambio,todo: al cigarrillo lejoslas reaccionaba. Igual que ay la untarse la cara, sí, el de cuello, muñecas, las piernas loscomida: pies. a la carneahí en conserva las salchi­chas reaccionaba. –Por –anunció yela Turco– no volve­mos esta noche. Venimos la noPero no reaccionaba a la luz común, al Quiquito. chocolate, ni a la voz ni al che de mañana. Vamos a los británicosnicon silbido. alarma de uno de lospidió relojes in­gleses Luciani quitó El chicoAallaque llamaban Galtieri ir con ellos. que El Turco dijoleno. Él al piloto herido reaccionaba: Rara. reclamaba; quería ir, no habíaera idoraro. nunca a los ingleses. Larga vez y blancuzca. y resbalosa como un fideo ta­llarín. De chica –Otra venís, hoyClara no –prometió el Turco–. medía Después creció: mediría cincuenta o sesenta –Es quecuarenta. vos sos muy forro, Galtieri –le habló alguien, cuando centímeel Turco trosfue. al final. La encontró el sanjuanino en un rincón de la chimenea se chica. Dijoesque una caminar, culebra ypero que hay iba menos a ser nada más que de de él.día El De noche másera difícil peli­gro: yendo sanjuanino se llamaba Torraga y era peleador. Nadie le discu­tió. Era pueden disparar de cualquier lado, de cualquier bando. Te ven, dispade él: a nadie le importaba: ran. –¡Es unes gusano! –dijeron los de al lado. Y peor el riesgo de entrar y ser visto. Si ven entrar o salir a alguien –Una puta lombriz... –despreciaron d e l t o b o g á n a p r e n d e n eotros. l lugar y entonces se Se movía lento –o lenta– por arriba, pero en cuanto se metía bajo la termina la Pichicera.... tierra aceleraba. Rapidísima. Tenía cabeza ancha, también chata, y a cada lado dos ojosestás grandes. Pe­ro no el serían ojos, porqueNo no te reacciona–Vos, Ingeniero, a cargo –dijo Turco al salir–. durmás. bandía a lanoluz. Serían dobles, o antenas carne, porqueque esastiene boDe sale nadie.narices Y no entra nadie. Nomásdeentra Ramírez litas blanquecinas de los costados de la cabeza eran lo que pri­mero que traer dos bidones, si es que llega. Y Luciani sale antes que sea de reaccionaba alarma del reloj inglés,aquí a la cerca lumbre cigarrillo ya la mañana, paraa la cam­biar otros bidones al del siete. ¡Luciani! – cercanía de la carne en conserva y a las salchichas. Era rara. O raro. llamó, y Luciani dijo "sí"–. ¡Luciani, vos no me entras de vuelta hasta Paraesté buscarlo, no había más que recorrer la tierra dura del piso con una que oscuro…! ¿Sentiste? brasa de cigarrillo, un pedazo –Sí –dijo Luciani. Elo Turco llamódea carne. Pipo. Donde estuviera, asomaba la cabecita, hinchaba y deshin­chaba las bolitas que tenía como ojos, des–¡Pipo! puésestaba sacaba un rulito delalaestufa, mitadestaría del cuerpo, y sacudiéndolo, hacía Ya abajo, cerca de desnudándose. fuerza hasta sacar para afuera tododel el cuerpo largo. –Pipo: que los bidones estén lejos fuego. aYlodale dos pastillas negras Comía carne. Cuanto más podrida, más parecía gustar­le. a ese nuevo Rubione y ni una más a nadie. ¿Cuántas hay? Terminaba de comer, se dejaba mirar o toquetear el sanjuanino, –Como doscientas –se oyó la voz depor abajo. Sobraban. y después quería volverse abajo de la tierra a hacer la digestión. lo apoyaban en la –Bueno, igual, ni una más a nadie. ¡Y que nadieSicague! ¡Que vayan tierra, después de haber comido, enseguida metía la cabeza por todos a cagar de noche afuera y tapen lo que cagan con barro...! duro que pastillas es­tuviese el suelo, y se para zambullía sacudiendo la cola tenido hasta de­ Las negras se daban la diarrea. Todos ha­bían disaparecer. Después había que buscarla, o buscarlo. arrea, por el agua. Ahora hacían el agua allí, con nieve, en los baldes A veces, aAlaesa hora delacomer, Un día,con aprove­chando plásticos. agua hervíansalía y la solo. preparaban mate, o café, que o té.el sanjuanino tuvo de quesed, ir apero cambiar en Intendencia, alguien lo maen–Que se caguen nadie cosas más toma agua so­la. Nada más roscó en un vasito lo aden­tro tapó con va tierra y conapedazos de salte y bebidas, porquedeelplástico, que cague a volver pelear –habían chichalos y lo guardó en­tre unas bolsas de dormir, en un rincón. dicho Reyes. –¿No vieron al Chiqui? –preguntó el sanjuanino al vol­ver, Volver a pelear quería decir matarlos. Muchos pichis fueronviendo dados que por era la hora de la comida y ella no aparecía. La llamaba Chiqui: muertos, por desaparecidos o presos de británicos, y si volvían al Ejér–No...los –dijeron cito, otros setodos. enteraban de que habían sido pichis y los calaboceaComió muy triste esperan­do que helarlos, su culeban: losración atabanyysopa los hacían pasarellasanjuanino, noche al frío quietos, para bra o lombriz sacara la cabeza de algún no. "¿La habrá pisatodos entendían: como ni el Turco ni losla­do, otrospero Ma­gos los iban a dejar Pagina 87

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Los Pichiciegos

Rodolfo Fogwill

63 Apuntándole un chorro de lasno linternas, reac­cionaba. En De noche haycon menos vientodeyluz además te ven. no Hay que abrigarse, cambio, al cigarrillo lejoslas reaccionaba. Igual que ayla untarse todo: la cara,sí, el de cuello, muñecas, las piernas loscomida: pies. a la carne en conserva las salchi­chas reaccionaba. –Por ahí –anunció yela Turco– no volve­mos esta noche. Venimos la noPero no reaccionaba a la luz común, al Quiquito. chocolate, ni a la voz ni al che de mañana. Vamos a los británicosnicon silbido. alarma de uno de lospidió relojes in­gleses Luciani quitó El chicoAallaque llamaban Galtieri ir con ellos. que El Turco dijoleno. Él al piloto herido reaccionaba: Rara. reclamaba; quería ir, no habíaera idoraro. nunca a los ingleses. Larga y blancuzca. y resbalosa como un fideo ta­llarín. De chica –Otra vez venís, hoyClara no –prometió el Turco–. medía creció: mediría cincuenta o sesenta –Es quecuarenta. vos sos Después muy forro, Galtieri –le habló alguien, cuando centímeel Turco tros al final. La encontró el sanjuanino en un rincón de la chimenea se fue. chica. Dijoesque una caminar, culebra ypero que hay iba menos a ser nada más que de de él.día El De noche másera difícil peli­gro: yendo sanjuanino se llamaba Torraga y era peleador. Nadie le discu­tió. Era pueden disparar de cualquier lado, de cualquier bando. Te ven, dispade ran.él: a nadie le importaba: –¡Es un es gusano! –dijeron los de al lado. Y peor el riesgo de entrar y ser visto. Si ven entrar o salir a alguien –Una puta lombriz... –despreciaron d e l t o b o g á n a p r e n d e n eotros. l lugar y entonces se Se movía –o lenta– por arriba, pero en cuanto se metía bajo la termina la lento Pichicera.... tierra aceleraba. Rapidísima. Tenía cabeza ancha, también chata, y a cada dos ojosestás grandes. Pe­ro no el serían ojos, porqueNo no te reacciona–Vos,lado Ingeniero, a cargo –dijo Turco al salir–. durmás. ban a lanoluz. Serían dobles, o antenas carne, porqueque esastiene boDe día sale nadie.narices Y no entra nadie. Nomásdeentra Ramírez litas blanquecinas de los costados de la cabeza eran lo que pri­mero que traer dos bidones, si es que llega. Y Luciani sale antes que sea de reaccionaba alarma del reloj inglés,aquí a la cerca lumbre cigarrillo ya la– mañana, paraa la cam­biar otros bidones al del siete. ¡Luciani! cercanía de la carne en conserva y a las salchichas. Era rara. O raro. llamó, y Luciani dijo "sí"–. ¡Luciani, vos no me entras de vuelta hasta Para buscarlo, no había más que recorrer la tierra dura del piso con una que esté oscuro…! ¿Sentiste? brasa de cigarrillo, un pedazo –Sí –dijo Luciani. Elo Turco llamódea carne. Pipo. Donde estuviera, asomaba la cabecita, –¡Pipo! hinchaba y deshin­chaba las bolitas que tenía como ojos, después sacaba un rulito de lalaestufa, mitadestaría del cuerpo, y sacudiéndolo, hacía Ya estaba abajo, cerca de desnudándose. fuerza sacar para afuera tododel el cuerpo largo. –Pipo: hasta que los bidones estén lejos fuego. aYlodale dos pastillas negras Comía carne. Cuanto más podrida, más parecía gustar­le. a ese nuevo Rubione y ni una más a nadie. ¿Cuántas hay? Terminaba de comer, dejaba mirar o toquetear el sanjuanino, –Como se doscientas –se oyó la voz depor abajo. Sobraban. y después quería volverse abajo de la tierra a hacer la digestión. lo apoyaban en la –Bueno, igual, ni una más a nadie. ¡Y que nadieSicague! ¡Que vayan tierra, después de haber comido, enseguida metía la cabeza por todos a cagar de noche afuera y tapen lo que cagan con barro...! duro que es­tuviesenegras el suelo, y se para zambullía sacudiendo la cola tenido hasta de­ Las pastillas se daban la diarrea. Todos ha­bían disaparecer. había que buscarla, o buscarlo. arrea, por Después el agua. Ahora hacían el agua allí, con nieve, en los baldes A veces, aAlaesa hora delacomer, Un día,con aprove­chando plásticos. agua hervíansalía y lasolo. preparaban mate, o café, que o té.el sanjuanino tuvo de quesed, ir apero cambiar en Intendencia, alguien lo maen–Que se caguen nadie cosas más toma agua so­la. Nada más roscó en un vasito lo aden­tro tapó con va tierra y conapedazos de salte y bebidas, porquedeelplástico, que cague a volver pelear –habían chicha y loReyes. guardó en­tre unas bolsas de dormir, en un rincón. dicho los –¿No vieron al Chiqui? –preguntó el sanjuanino al vol­ver, Volver a pelear quería decir matarlos. Muchos pichis fueronviendo dados que por era la hora de la comida y ella no aparecía. La llamaba Chiqui: muertos, por desaparecidos o presos de británicos, y si volvían al Ejér–No... –dijeron cito, los otros setodos. enteraban de que habían sido pichis y los calaboceaComió muy triste esperan­do que helarlos, su culeban: losración atabanyysopa los hacían pasarellasanjuanino, noche al frío quietos, para bra o lombriz sacara la cabeza de algún la­do, no. "¿La habrá pisatodos entendían: como ni el Turco ni los otrospero Ma­gos los iban a dejar Pagina 23

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volver hay bombardeo? para que no ¡Élcontasen aprovecha dónde esa situación! es­taba el ¡Se lugar la pensó! de los pichis, si alguien –Está ensuciaba bien –dijoadentro, él–, un mientras tipo con no bolas hubiera así, como polvo para químico, cocinarse lo harían una matar mano, yseaun­que merece nadie la guita. sabía si los Magos eran capaces de matar o no a un –¡Claro pichi,que o a se unola que merece! había¡Los sido que pichi,nopor la las merecen dudas son no lo losiban otros, a prolos bar: giles!obedecían. Al –¿Vos salirloles harías...? pareció escuchar zumbidos de aviones a hé­lice. Después nada. –Yo no Apenas –dijo viento el Turco, –poco tristón–: viento–, no ysoy a veces oficial, alguna no me ráfaga co­nocen, con nieve. a mí Después me dan una de un patada día sin en salir, el culo cami­nar y me dejan es difícil. con laPero mano es negra mejor:colgando pasando un paratiempo toda laenvida. el ca­lor, Y sin cobrar. el hombre aguanta más el frío. Si uno sale de tanto calor, de quince o veinte grados de calor como hacía en el tubo cerca Ya se del veíaalmacén, venir el final, se siente sobraba el frío, más seellotiempo. sufre, tarda Se salía en acostumbrarse: poco. Un pichi el salía fríoy duele, topabaelcon airefilas es como enteras vidrio de soldados y si uno quiere caminando respirar a entregarse parece quea no las entrara. líneas inglesas, Pero el que apretando se ha pa­sado en el guante un díalosentero papelitos al frío que sabe tiraban que los de que los Harrier vienen incitan­do del ca­lor pueden a rendirse. andar, moverse y trepar a la sierra cuando él A no los puede que semás, rindieran porque antes el que del estuvo domingo, al frío prometía muchoeltiempo papel, quiere les ibanes-a tar dar quieto, doble ración quedarse de al comida frío temblando caliente y ytra­to dejarse de enfriar prisioneros hastadeque guerra, todo termina con custodia de doler de lay Cruz se muere. Roja. Daba pena ver a los flaquitos, muertos de sueño y ham­bre, mal vestiUn dos, fogonazo, ilusionándose lejos,con vieron. el papel. Después Esas colas vibródeelgente piso fueron y llegóuno el de ruido. los "Otra espectáculos oveja, otra más mina tristesexplotada", de la guerra.pensó y siguió caminando atrás del Turco, Iban con trepando. la mirada fija en el horizonte sur, caminaban despacio, siemPara pre tropezándose cortar caminocon subían los zapatos la cuesta rotos de lay sierra. esas caras Los de primeros tristezaendesespeir a los británicos rada. Entrefueron ellos de había día subofi­ciales y dijeron que yera hasta mejor oficiales así: "Trepan disfrazados primero, de cortan conscriptos. caminoEra y después tris­te yvan ridículo: tranquilos, los barranca veías vestidos abajo".deTenían conscriptos, razón. Subían imitando la la cuesta. manera Cada de tanto, caminar el Turco de losseconscriptos, paraba a mirar perolales brújula notabas en su la muñeca gordura, ylas él canas tropezaba en las contra nucassuyespalda la edad yenlelaveía caraeny late manga da­bas las cuenta flechas de que y era los un números disfrazado. fosforescentes de la brujulita, que casi le alumbraban A veces, la cara. cuando pasaban por los restos de un bombar­deo o de una A batalla, vecesalgunos caían. Caía salían el Turco; de la fila él ynirevolvían escuchabaentre el ruido: los muertos tropezaba buscando contra su armas, cuerpo porque y caíacomo también. en los Después papelitos cambiaban: reclamaban iba élque adelante, entregasen y si caía, las el armas Turco y ellos lo atropellaba venían desarmados, y volvía a tomar teníanlamiedo delantera. de que Entonces los ingleses lo seguno ía, los tocándole quisie­ran el aceptar gabán,deo presos. guiándose por la fosforescencia verdosa de la brújula Alguna en vezlapasaba muñeca unizquierda Harrier encima del otro. de la fila y les sol­taba un cohete, Como porqueaellapiloto hora pararon no les veía a beber. los papelitos, Tenían café o porque en el ter­mo se los yveía, tomaron pero un no trago tenía otro del Tres a quien Plumas tirarlede y él, la al cantimplora. revés de losDespués que se iban fumaron, a entregar, quietos, no escondiendo se atrevía a volver las brasas a su barco entre olos a su guantes. base con Setodas frotaban las armas las piernas sin usar. y en un Caíamomento el coheteeldel Turco avión, revoleó hacía un el termo tirabuzón vacío en hacia el aireely acantilado. enfilaba hacia Lo oye­ron la cola de explotar rendidos: al rato, parecía reventado que estaba contra eli­giendo las piedras por dónde de la playa. empezar. Ni hablaron. Atacaba a Él losdijo primeros, muy despacio les pa­saba que entre el fríolas debía piernas ser de y alcinco que no bajo saltaba cero. El para Turco un costado, calculó que le cortaba menos,las quepiernas, diez o doce por esa bajo gran cero, velocidad pero no que se poddeía sarro­llaba, saber. Siguieron y así recorría su­biendo todapor la cola. la cuesta Después sin ver volvía ni oíra rastros subir, tomaba de patrullas. altura y desde arriba prendía luces y apuntaba di­recto al centro de la –Ni cola una –de patrulla lo que quedaba –habló cuando de la cola empezaban y recién ahí a bajar explotaba la sierra, desparramanmás tranPagina 24 85

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quilos, do gelatina más descansados. incendiaria encima de los asustados, que se volvían brasas –No. de fuego, Ya nicomo salen.siOdesalen repente y seDios esconden. hubiera Habría decidido que castigar bajar a laa playa. todos los –¿Sabés ilusos y avos? los cagones. –No –dijo él–, hay un camino que baja, pero no lo co­nozco. Hay que verlo –Ilusos de–decía día... Brecelli– porque seguro los ingleses no les van a dar ni Siguieron una raciónpor caliente. la sierra. ¡LesDespués darán un atropellaron pancito y los juntos mandan un alambrado. a los campos a –Es rastrear la estancia, las minas aquí queestamos se que­daron –dijo el sinTurco. explotar...! Caminaron Pichis, pocos, portodos el pasto del lado nevado. de los Se dormidos, sentía olorsea fueron trébo­les a entregar. y a bostaPride vaca. mero Él les marchaba pidieron venia pensando a losque Magos. ese barro Se losnevado de­jó salir era bosta sin comentarles caliente de vaca nada.y así se le facilitaba re­sistir el frío. Vieron la cresta de un galpón que –Mejor... era un–opinaron bulto máslos oscuro, Reyes. contra el fondo oscuro: –Estamos: Entre esos aquí pichisestán que los se rindieron, ingleses... a algunos los encon­traron las patruPero llas ysiguieron los fusilaron avanzando en el lugar, quincepor minutos, deserto­res. mediaLos hora: otros dossegalpones han de cruzaron. haber muerto En el de último, frío en el losTurco cam­pos se arrimó de presos a laingleses, pared deo andarán latón y cotomentó: davía en una barcaza rondando el polo, porque a muchos presos de aquellos días los sentaban atados en las barcazas, les conectaban el mo­ –Aquí tor y lescayó trababan una granada el timón deapuntando fosgeno y al murieron sur y lostodos largaban argentinos así, sinymarimalvineros nos ni timoneles, presos. Nadie porque los enterró. las barcazas, Los ro­ciaron que co­mo con algo las armas para que de no ellos se pudran. tienen por reglamento un tiempo de uso limitado, ya no les servían Desde más. Aellosgalpón británicos de los lesmuertos di­vertíahicieron mirar desde señales la playa con una cómo linternita zarpabany lejos esas lanchas sonaroncuadradas, dos tiros. Después parecidashubo a barcos, un destello: llenas de erapresos, la clave. y se iban a –Ahora, toda marcha a aguantar: con la bandera ¡nos vieron! de ellos –dijo flameando el Turco. en la popa como si fueY ranesperaron piratas ingleses al frío. saliendo La patrulla a conquistar de ingleseslas se úl­timas hizo es­perar. postrimerías Los llevadel ron mundo. tres hombres con las manos atadas, co­mo presos. Ninguno de ellos sabía hablar. Mientras, la radio argentina seguía diciendo que se había ganado la –¡Nos guerra.encanaron, Y en la británica, Turco! –dijo entreél.los Ibachamamés atado. y zambas que pasaban, –No, hacíantranquilo... la lista de¡Siempre entregados, hacen que así!ya¡Pórtate no los bien! contaban –aconsejó. por nombres – Los también desataron en esoenseelveía campamento. acer­carseEra el final– una excavación sino por número honda ade más regide veinte mientos. metros Después bajoha­blaba la tierra. la Adentro chilenaha­bía sobreun lassistema guaguasdeyluces las pololas fluores-y centes cada tan­to colgando pasaban de himnos los te­chos ingleses. de arcilla Si el paracaidista dura. Habíaputo mesas, y el radios, operacablerío dor de losy transmisores mu­cha gentelosyendo sentían, y viniendo. se acercaban Los aque lasparecían chimeneas oficiales de los usaban pichis, los unos cantaban banquitos a la desplegables par del coro de delacuero. radio yPasaban les saltaban hombres lágrimas con uniformes de emoción,y oprendedores de contentoscon de ir alitas: ganando. pilotos A los de pichis helicópteros. les enseñaron Todos hablaban una que se enpasa­ba inglés y mucho los miraban por laa radio: él y al "My Turcohome y reían. is the ocean / My El grave traductor is the sea les /hizo Andconvidar England dos shallvasos ever/grandes Be Lordde ofca­fé. the sea". LosEra británimuy cos fáciltomaban de aprender su téacon cantar bombillas pero escribirla, y fumaban o cigarros enten­derla, largos no ycualquiera delgados de podía, hoja.por Lesloofrecieron arrevesado pastillas. de la fonéti­ca y de la manera de pensar de –Son ellos; las la pastillas traducción de es pelear másque o menos usan ellos que–le ellos dijosiempre el Turcolay tienen tomó una. que Él ganar. dejóAlgo queasí. la suya se fuese disolviendo en la boca. Te­nía gusto dulzón Hijos dey puta. evanescente y le dio la sensación de que al bajar por la garganta, los músculos de la cara y el cue­llo se endurecían. Después le dieron ganas de caminar, sin­tió calor y los brazos más firmes y desPagina 24 85

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hay volver bombardeo? para que no ¡Élcontasen aprovecha dónde esa situación! es­taba el ¡Se lugar la pensó! de los pichis, si al–Está guien ensuciaba bien –dijoadentro, él–, un mientras tipo con no bolas hubiera así, como polvo para químico, cocinarse lo harían una mano, matar yseaun­que merece nadie la guita. sabía si los Magos eran capaces de matar o no a –¡Claro un pichi,que o a se unola que merece! había¡Los sido que pichi, nopor la las merecen dudas son no lo losiban otros, a prolos giles! bar: obedecían. –¿Vos Al salirloles harías...? pareció escuchar zumbidos de aviones a hé­lice. Después –Yo nada.no Apenas –dijo viento el Turco, –poco tristón–: viento–, no ysoy a veces oficial, alguna no me ráfaga co­nocen, con nieve. a mí me Después dan una de un patada día sin en salir, el culo cami­nar y me dejan es difícil. con laPero mano es negra mejor:colgando pasando para un tiempo toda laen vida. el ca­lor, Y sin cobrar. el hombre aguanta más el frío. Si uno sale de tanto calor, de quince o veinte grados de calor como hacía en el tubo Ya cerca se del veíaalmacén, venir el final, se siente sobraba el frío, másseellotiempo. sufre, tarda Se salía en acostumbrarse: poco. Un pichi salía el fríoy duele, topabaelcon airefilas es como enteras vidrio de soldados y si uno quiere caminando respirar a entregarse parece quea las no entrara. líneas inglesas, Pero el que apretando se ha pa­sado en el guante un díalosentero papelitos al frío que sabe tiraban que los de los queHarrier vienen incitan­do del ca­lor pueden a rendirse. andar, moverse y trepar a la sierra cuando A él los no puede que semás, rindieran porque antes el que del estuvo domingo, al frío prometía muchoeltiempo papel, quiere les ibanes-a dar tar quieto, doble ración quedarse de comida al frío temblando caliente y ytra­to dejarse de enfriar prisioneros hastadeque guerra, todo con termina custodia de doler de lay Cruz se muere. Roja. Daba pena ver a los flaquitos, muertos de sueño y ham­bre, mal vestidos, Un fogonazo, ilusionándose lejos,convieron. el papel. Después Esas colas vibródeelgente piso fueron y llegóuno el de ruido. los espectáculos "Otra oveja, otra más tristes mina explotada", de la guerra.pensó y siguió caminando atrás del Iban Turco, con trepando. la mirada fija en el horizonte sur, caminaban despacio, siempre Paratropezándose cortar caminocon subían los zapatos la cuesta rotos de lay sierra. esas caras Los de primeros tristezaendesespeir a los rada. británicos Entrefueron ellos de había día subofi­ciales y dijeron que yera hasta mejor oficiales así: "Trepan disfrazados primero, de conscriptos. cortan caminoEra y después tris­te yvan ridículo: tranquilos, los barranca veías vestidos abajo".deTenían conscriptos, razón. imitando Subían la la cuesta. manera Cada de tanto, caminar el Turco de losseconscriptos, paraba a mirar perolales brújula notabas en su la gordura, muñeca ylas él canas tropezaba en las contra nucassuy espalda la edad yenlelaveía caraeny late manga da­bas las cuenta flede chas que y era los un números disfrazado. fosforescentes de la brujulita, que casi le alumbraA banveces, la cara. cuando pasaban por los restos de un bombar­deo o de una batalla, A vecesalgunos caían. Caía salían el Turco; de la fila él ynirevolvían escuchabaentre el ruido: los muertos tropezaba buscando contra armas, su cuerpo porque y caíacomo también. en los Después papelitos cambiaban: reclamaban iba élque adelante, entregasen y si caía, las armas el Turco y ellos lo atropellaba venían desarmados, y volvía a tomar teníanlamiedo delantera. de que Entonces los ingleses lo seguno los ía, tocándole quisie­ran el aceptar gabán,deopresos. guiándose por la fosforescencia verdosa de la Alguna brújula en vezlapasaba muñeca unizquierda Harrier encima del otro. de la fila y les sol­taba un cohete, porque Como aellapiloto hora pararon no les veía a beber. los papelitos, Tenían café o porque en el ter­mo se los yveía, tomaron pero un no tenía trago otro del Tres a quien Plumas tirarlede y él, la al cantimplora. revés de losDespués que se iban fumaron, a entregar, quietos, no se escondiendo atrevía a volver las brasas a su barco entre olos a su guantes. base con Setodas frotaban las armas las piernas sin usar. y en Caía un momento el coheteeldel Turco avión, revoleó hacía un el termo tirabuzón vacío en hacia el aireely acantilado. enfilaba hacia Lo la oye­ron cola de explotar rendidos: al rato, parecía reventado que estaba contra eli­giendo las piedras por dónde de la playa. empezar. Ni Atacaba hablaron.a Él losdijo primeros, muy despacio les pa­saba que entre el fríolas debía piernas ser de y alcinco que no bajo saltaba cero. para El Turco un costado, calculó que le cortaba menos,las que piernas, diez o por doceesa bajo gran cero, velocidad pero no que se poddesarro­llaba, ía saber. Siguieron y así recorría su­biendo todapor la cola. la cuesta Después sin ver volvía ni oíra subir, rastrostomaba de paaltura trullas.y desde arriba prendía luces y apuntaba di­recto al centro de la cola –Ni una –de patrulla lo que quedaba –habló cuando de la cola empezaban y recién ahí a bajar explotaba la sierra, desparramanmás tranPagina 84 25

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do quilos, gelatina más descansados. incendiaria encima de los asustados, que se volvían brasas de –No. fuego, Ya nicomo salen.si Odesalen repente y seDios esconden. hubieraHabría decidido que castigar bajar a laa playa. todos los ilusos –¿Sabés y avos? los cagones. –No –dijo él–, hay un camino que baja, pero no lo co­nozco. Hay que –Ilusos verlo de–decía día... Brecelli– porque seguro los ingleses no les van a dar ni una Siguieron raciónpor caliente. la sierra. ¡LesDespués darán un atropellaron pancito y los juntos mandan un alambrado. a los campos a rastrear –Es la estancia, las minas aquí queestamos se que­daron –dijo el sinTurco. explotar...! Pichis, Caminaron pocos, portodos el pasto del lado nevado. de los Se dormidos, sentía olorsea fueron trébo­les a entregar. y a bostaPride mero vaca. les Él marchaba pidieron venia pensando a losque Magos. ese barro Se losnevado de­jó salir era bosta sin comentarles caliente de nada. vaca y así se le facilitaba re­sistir el frío. Vieron la cresta de un galpón –Mejor... que era un–opinaron bulto máslos oscuro, Reyes. contra el fondo oscuro: Entre –Estamos: esos aquí pichisestán que los se rindieron, ingleses...a algunos los encon­traron las patrullas Peroysiguieron los fusilaron avanzando en el lugar, quincepor minutos, deserto­res. mediaLos hora: otros dossegalpones han de haber cruzaron. muerto En el de último, frío en el losTurco cam­pos se arrimó de presos a laingleses, pared de o andarán latón y cotodavía mentó:en una barcaza rondando el polo, porque a muchos presos de aquellos días los sentaban atados en las barcazas, les conectaban el mo­ tor –Aquí y lescayó trababan una granada el timóndeapuntando fosgeno yalmurieron sur y lostodos largaban argentinos así, sinymarimalnos vineros ni timoneles, presos. Nadie porque los enterró. las barcazas, Los ro­ciaron que co­mo con algo las armas para que de no ellos se tienen pudran.por reglamento un tiempo de uso limitado, ya no les servían más. DesdeAellosgalpón británicos de los lesmuertos di­vertíahicieron mirar desde señales la playa con una cómo linternita zarpabany esas lejoslanchas sonaroncuadradas, dos tiros. Después parecidashubo a barcos, un destello: llenas de erapresos, la clave. y se iban a toda –Ahora, marcha a aguantar: con la bandera ¡nos vieron! de ellos –dijo flameando el Turco. en la popa como si fueran Y esperaron piratas ingleses al frío. saliendo La patrulla a conquistar de ingleseslas se úl­timas hizo es­perar. postrimerías Los llevadel mundo. ron tres hombres con las manos atadas, co­mo presos. Ninguno de ellos sabía hablar. Mientras, la radio argentina seguía diciendo que se había ganado la guerra. –¡Nos encanaron, Y en la británica, Turco! –dijo entreél.losIbachamamés atado. y zambas que pasaban, hacían –No, tranquilo... la lista de¡Siempre entregados, hacen que así!ya¡Pórtate no los bien! contaban –aconsejó. por nombres – también Los desataron en esoenseelveía campamento. acer­carseEra el final– una excavación sino por número honda ade más regide mientos. veinte metros Después bajoha­blaba la tierra. la Adentro chilenaha­bía sobre un lassistema guaguasdeyluces las pololas fluores-y cada centestan­to colgando pasaban de himnos los te­chos ingleses. de arcilla Si el paracaidista dura. Habíaputo mesas, y el radios, operador cablerío de losy transmisores mu­cha gentelosyendo sentían, y viniendo. se acercaban Los aque las parecían chimeneas oficiales de los pichis, usaban los unos cantaban banquitos a la desplegables par del coro de delacuero. radio yPasaban les saltaban hombres lágrimas con de uniformes emoción,y oprendedores de contentoscon de ir alitas: ganando. pilotos A los de pichis helicópteros. les enseñaron Todos una hablaban que se enpasa­ba inglés ymucho los miraban por laa radio: él y al "My Turcohome y reían. is the ocean / My grave El traductor is the sea les /hizo Andconvidar England dos shallvasos ever/grandes Be Lordde of ca­fé. the sea". LosEra británimuy fácil cos tomaban de aprender su téacon cantar bombillas pero escribirla, y fumaban o enten­derla, cigarros largos no ycualquiera delgados podía, de hoja.por Lesloofrecieron arrevesado pastillas. de la fonéti­ca y de la manera de pensar de ellos; –Son las la pastillas traducción de es pelear másque o menos usan ellos que–le ellos dijosiempre el Turcolay tienen tomó una. que ganar. Él dejóAlgo queasí. la suya se fuese disolviendo en la boca. Te­nía gusto Hijos dulzóndey puta. evanescente y le dio la sensación de que al bajar por la garganta, los músculos de la cara y el cue­llo se endurecían. Después le dieron ganas de caminar, sin­tió calor y los brazos más firmes y desPagina 84 25

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cansados. bota, y el último lo esquiva, mirándolo con lástima y entonces el argenLos tino sentaron entiende en lo que una debió mesa sentir frente aquella a dos oficiales. oveja queMostra­ban se iba yendo un por plano el gigante campo con del tan­to pueblodisimulo. y preguntaban la ubica­ción de la enfermería de los presos A los motores ingleses,dedehelicópteros los casinos los de británicos oficiales y deben de los po­nerles, tanques deesos combusescatible pes especiales y los depósi­tos para que de municiones. hagan más ruido y asusten más. Y a los homEllos bres de hicieron los helicópteros marcas enlos el plano. man­dan Señalaban con una casitas, o dos pastillas potrerosdey pelear caminos adentro que yenloseleligen mapa anopropósito figuraban. conDespués caras deelfelices, traductor ojosles depreguntó hijos de sobre puta yelme­dio lugar deflacos los camiones. y livianos para que no hagan mucho bulto en la Ellos cabina. no sabían que hubiese más camiones. El inglés in­sistía: necesitaban Cuando conocer los que dónde habían guardaban visto bajar los camiones a los hombres por la denoche, he­licóptero pero sisupieellos no ronhabían cuántovisto ganaban camiones: de sueldo ¿dón­de –máslos queiban un general a guardar? argentino, La discusión lo que de es los mucho camiones decir– justificaron les lle­vó mucho que se tirasen tiempo.tan Tomaron contentos más porcafé. esa cinta Seguían fina pasando que parece soldados que enycualquier aviadoresmomento que los miraban, se les fuera reíana yromper, se quedaban pero les un rato aguanta. observándoles las botas carcomidas de roce. Después un oficial les mostró una. valija. Dentro había seis cajitas negras, El quedelhabía tamaño visto dehelicópteros un paquete de –bajadas, cigarrillos no largos. pasadas de he­licópteros–, Explicó ya no quería el británico volver con al frío. sus uñas: Queríasequedarse rascaba lacon cásca­ra los pichis negraporque y apareclos ía helicópteros pintura verde, –el ruido, se rascaba el olorlaycáscara los hombres verdede –que los helicópteros– era como un papel asuspegado–, taban másyque aparecía los Harrier otra marrón. solitariosQuitando que sin embargo la marrón mataban había otra más capa genverde te: claro y abajo otra amarilla, casi blancuzca. Después el traduc­tor les dijo que les cambiaban los colores para poder di­simularlas mejor, según Pero en el color las últimas del lugar semanas, donde debían cuandocolocarlas. ya se veía venir el fi­nal, era Les común pedían cruzarse que las bandadas pusiesen deenhelicópteros algunos lugares: bajando frente hombres, al casino y nodetenía oficiales remedio. grande, Preocupaba frente alladepósito impresión, de muni­ción la sensación de tan artillería, fea que en dejaban, los tanques más que de gasoil los Harrier y de querosén, y sus cohetes en losy galpones sus bombas de helicópteros, de diseminación y entan el lugar matadoras. donde guar­daban los camiones. El Se Turco hablabainsistió de queque venían en los helicópteros, camiones no, y los queingleses no sabíaconfirmaban el lugar de por los camiones. radio que Después sí veníanraspó y todos una los cajapichis y fueron le esquivaban saliendo loselcolores: bulto anegro, salir. verde, Sabiendo marrón, que había verdoso amenaza claro,de amarillo, helicópteros, blancuzco. los Magos Pesaban no insistían poco; guardó mucho las conseis las cajitas misiones, en la y en maleta. eso también ya se veía acercar el fin. En El las oficial trincheras que parecía y en lasjefe pocas les líneas hizo dar quebolsas quedaban, con cho­colate los hombres y cajas sobrede cigarrillos. vivían temblando Había treinta de miedo cajas de a encontrarse 555 cortos, cada en una una bajada con diezdepaqueheli­ tes cópteros. de cartón. Muchos Azúcar setam­poco volvían ellos locos.tenían. De repente gritaban "mamá" o –¿Pilas? "monjitas–dijo queridas" el Turco. sin razón, y se pensaba que era porque temían una –¿Pelas...? bajada de helicópteros. –preguntó el traductor y negaba con movi­mientos de la mano: Mientras no tanto, comprendía. la radio argentina llamaba a pelear: se­gún la radio, ya –¡Pilas! se había –dijo ganado el Turco la guerra. y sacó Pero: su linterna, ¿cómo creerle la abrió si yseles veían mostró montones pilas. de –¡Báteris...! oficiales vendándose –dijo el traductor para ubicarse y ordenó primero al oficial–: que nadie ¡Báteris! en las colas de El las oficial enfermerías? habló con un soldado que había frente a la mesa y lo mandó a conseguir pilas. Al rato llegó con una bolsa de plástico, llena de pilas, todas Una noche de tamaños sin frío,diferen­tes. cerca del final, El británico mientras los les británicos hablaba enatacaban inglés, con tan rápido barcos que al otro ni ellado traductor de la podía ciudad, entenderlo. el Ingenie­ro y Rubione vieron a un Después hombre bien volvió abrigado, a hablarque el jefe: fu­maba que con no había la mano másderecha pilas, que enguantada las pilas Pagina 26 83

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eran mientras uno de tenía los la grandes izquierda inconvenientes puesta en un de desprendimiento esa guerra, pero que de ni hielo ellosy –él nieve y el dura Turco– que se ni había él el oficial– formadotenían en el lamanantial culpa de de esalas guerra. rocas.Que Rubione ellos eran dice: patriotas, que debían volver pronto a la Argentina, porque la Argentina –Otro senecesitaba vino loco..."prosperar" porque "era un gran país". "Pros­perar" decía –No, gil... el traductor, no hagas yruido "ocuparse que después de prosperar" te lo explico era –le mucho dijo el mejor Ingenieque hacer ro. guerras contra países más fuertes. Se les quedó pegada en la cabeza la palabra "prosperar", pero el Turco quería más pilas. Se dirigió a unos Era muy soldados cerca que de los pasaban pichis.hacia Los el dostúnel: llegaron al tobogán y el Ingeniero –¡Báteris! buscó en las –les bolsas gritó.de pistolas que siempre hubo en la guardia y salió a Eran vaciarmuchachos un cargador jóvenes, al aire, rubios, para asustar de caras al capitán. muy limpias y afeitadas, ojos grises. CuandoLo volvió miraron el Ingeniero, al Turco,Rubione hicieronlouna esperaba venia alcon oficial bronca: de la mesa y se –¿Por fueron quériendo. jodés a un pobre loco...? –le preguntó. Después –¡Qué loco! volvió ¡Gil...! uno ¿No de ellos te avivaste? con una linterna británi­ca y la vació sobre la –No mesa. –dijoEléltraductor, y los pichis cuando despiertos vio que querían el Turco saber guardaba qué pasaba. esas pilas junto –¡Se a las estaba otrascocinando! en la bolsa–explicó le dijo: Rubione. –¡Descargadas...! –¿Qué cocinando?¡No es nuestra culpa! Tomaron –La mano,unos gil, se tragos estaba de helando la botella la de izquierda. whisky Pensá del ofi­cial un poco: y salieron. es oficial, El Turco pierde una caminaba mano helada, despacio, se queda admirando sano, los calentito detalles en el delhospital, campamento. pasa a Tenían retiro con tapizada un grado la zona más de al­to alrededor y va todos de las los mesas meses de conlos la oficiales mano quecon le cueros quedó adecobrar ove­jaelmal sueldo curtidos. al banco. ¡No era loco! –¡Buena El Turco idea! hizo las –comentó cuentas:el Turco, y él adivinó que ya estaba pensando en –Tendrá tapizartreinta la Pichicera. años, ponele que se muere a los sesenta, son treinta Al años, salir ¿cuánto calcularon es treinta que por llevaban doce...? cuarenta –gritó. kilos de ma­teriales. Mucho peso. –Trescientos Pero lassesenta pildoras –se deapuró peleara les contestar hacían García. fácil el camino. Él –¿Cuánto llevaba es enelsusueldo bolsa la demaleta un coronel? con las–decía cajitaselnegras: Turco. Rubione ya hab–¿No ía entendido explotarán? pero –consultó lo mirabaalcon Turco. curiosi­dad–. ¿Cuánto es? ¿Dos mil –No. palos?Yo ¡Dos antes mildemillones! agarrarlasMul­tiplica, me fijé y viteque da una el oficial ganancia las toqueteaba de setecien-a todas tos veinte sin miedo... mil millo­nes debendeserpesos radios en que la vida, mandan sin laburar. señales para atraer los cohetes, –¿Y vos ovenderías los aviones. una mano por esa guita...? –Sí –dijo el Turco–. ¿Y ustedes? Caminando –Sí –dijeronapurado la mayoría para dellegar los pichis. al tobogán antes que la luz, pronto olvidó –¿Y si lassecajas le gangrena negras ytodo? también ¿Y si olvidó no lolas reciben pastillas, en lapor en­fermería? tantas ganas– que temiólealguien. habían dado de moverse y llegar. Había salido una luna finita que –Yaalgo lo debía permitía tenerver. arreglado. No te olvides que es oficial, ellos en el Tropezaron colegio militar menos estudian que eneso: el viaje cálculo de ida. de riesgos, Cuando probabilidades... pasa­ron por el galpón ¡Segurodeque loslo muertos tenía todo el Turco pensado se arrimó y ya ahabrá la pared arreglado de lata algo para con mearlos al reparo médicos, deluna viento coima y después o algo,alumbró para que el lo interior atiendan con primero su linterna y lo chica. filtren Él no primero quisoque mi­rar, na­die pero a un el avión Turcoo lea un diobunker! a entender que los muertos esta­ ban –¡Pero todavía a veces allí.no atienden en el hospital...! –A los giles, a los soldados... Habían –No, ¡y llegado a los oficiales cerca de tampoco...! las nueve, poco antes de clarear. Con el calor de –Porque adentroestarían sintió que heridos le venía de verdad, el cansancio pero yéste se acordó que se de la laestudió pastilla. debe Al Turco haber elegido le sucedió un loturno mismo: con que­ría poco trabajo. dormir.¿Vieron Repartióque las de cajitas este ylado dio las no Pagina 26 83

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bota, cansados. y el último lo esquiva, mirándolo con lástima y entonces el argentino Los sentaron entiende lo en que una debió mesa sentir frente aquella a dos oficiales. oveja queMostra­ban se iba yendo un por plano el campo gigantecon del tan­to pueblodisimulo. y preguntaban la ubica­ción de la enfermería de los A presos los motores ingleses,dedehelicópteros los casinos los de británicos oficiales ydeben de lospo­nerles, tanques deesos combusescapes tibleespeciales y los depósi­tos para que de municiones. hagan más ruido y asusten más. Y a los hombres Ellosde hicieron los helicópteros marcas enlos el man­dan plano. Señalaban con una casitas, o dos pastillas potrerosdey pelear camiadentro nos que yenloseleligen mapa anopropósito figuraban. conDespués caras deelfelices, traductor ojosles de preguntó hijos de puta sobreyelme­dio lugar de flacos los camiones. y livianos para que no hagan mucho bulto en la cabina. Ellos no sabían que hubiese más camiones. El inglés in­sistía: necesitaCuando ban conocer los que dónde habían guardaban visto bajar los camiones a los hombres por la denoche, he­licóptero pero sisupieellos ron no habían cuántovisto ganaban camiones: de sueldo ¿dón­de –máslos queiban un general a guardar? argentino, La discusión lo que de es mucho los camiones decir– justificaron les lle­vó mucho que se tirasen tiempo.tan Tomaron contentos más porcafé. esa cinta Seguían fina que pasando parece soldados que enycualquier aviadoresmomento que los miraban, se les fuera reíana yromper, se quedaban pero les un aguanta. rato observándoles las botas carcomidas de roce. Después un oficial les mostró una. valija. Dentro había seis cajitas neEl gras, quedelhabía tamaño vistodehelicópteros un paquete de –bajadas, cigarrillos no largos. pasadas de he­licópteros–, ya Explicó no quería el británico volver con al frío. sus uñas: Queríasequedarse rascaba lacon cásca­ra los pichis negraporque y apareclos helicópteros ía pintura verde, –el ruido, se rascaba el olorlaycáscara los hombres verdede –que los helicópteros– era como un papel asustaban pegado–, másyque aparecía los Harrier otra marrón. solitariosQuitando que sin embargo la marrón mataban había otra más capa gente: verde claro y abajo otra amarilla, casi blancuzca. Después el traduc­tor les dijo que les cambiaban los colores para poder di­simularlas mejor, Pero segúnen el color las últimas del lugar semanas, donde debían cuandocolocarlas. ya se veía venir el fi­nal, era común Les pedían cruzarse que las bandadas pusiesen deen helicópteros algunos lugares: bajando frente hombres, al casino y nodetenía ofiremedio. ciales grande, Preocupaba frente alladepósito impresión, de muni­ción la sensación de tan artillería, fea que endejaban, los tanmás ques que de gasoil los Harrier y de querosén, y sus cohetes en losy galpones sus bombas de helicópteros, de diseminación y entan el matadoras. lugar donde guar­daban los camiones. Se El Turco hablabainsistió de queque venían en los helicópteros, camiones no, y los queingleses no sabía confirmaban el lugar de por los radio camiones. que sí Después veníanraspó y todos una los cajapichis y fueron le esquivaban saliendo loselcolores: bulto anegro, salir. Sabiendo verde, marrón, que había verdoso amenaza claro,de amarillo, helicópteros, blancuzco. los Magos Pesaban no insistían poco; mucho guardó con las seis las cajitas misiones, en la y en maleta. eso también ya se veía acercar el fin. En las El oficial trincheras que yparecía en lasjefe pocas les líneas hizo dar quebolsas quedaban, con cho­colate los hombres y cajas sobrede vivían cigarrillos. temblando Había treinta de miedo cajas de a encontrarse 555 cortos, cada en una una bajada con diezdepaqueheli­ cópteros. tes de cartón. Muchos Azúcar setam­poco volvían locos. ellos tenían. De repente gritaban "mamá" o "monjitas –¿Pilas? –dijo queridas" el Turco. sin razón, y se pensaba que era porque temían una bajada –¿Pelas...? de helicópteros. –preguntó el traductor y negaba con movi­mientos de la Mientras mano: no tanto, comprendía. la radio argentina llamaba a pelear: se­gún la radio, ya se –¡Pilas! había –dijo ganado el Turco la guerra. y sacó Pero: su linterna, ¿cómo creerle la abrió si yseles veían mostró montones pilas. de oficiales –¡Báteris...! vendándose –dijo el traductor para ubicarse y ordenó primero al oficial–: que nadie ¡Báteris! en las colas de las El oficial enfermerías? habló con un soldado que había frente a la mesa y lo mandó a conseguir pilas. Al rato llegó con una bolsa de plástico, llena de pilas, Una todasnoche de tamaños sin frío,diferen­tes. cerca del final, El británico mientras los les británicos hablaba en atacaban inglés, con tan barcos rápido que al otro ni ellado traductor de la podía ciudad, entenderlo. el Ingenie­ro y Rubione vieron a un hombre Después bien volvió abrigado, a hablarque el jefe: fu­maba que con no había la mano másderecha pilas, que enguantada las pilas Pagina 82 27

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mientras eran uno de tenía los lagrandes izquierda inconvenientes puesta en un de desprendimiento esa guerra, pero que de ni hielo ellosy nieve –él y el dura Turco– que se ni había él el oficial– formadotenían en el lamanantial culpa de de esalas guerra. rocas.Que Rubione ellos dice: eran patriotas, que debían volver pronto a la Argentina, porque la Ar–Otro gentinasenecesitaba vino loco..."prosperar" porque "era un gran país". "Pros­perar" –No, decía gil... el traductor, no hagas yruido "ocuparse que después de prosperar" te lo explico era –le mucho dijo el mejor Ingenieque ro. hacer guerras contra países más fuertes. Se les quedó pegada en la cabeza la palabra "prosperar", pero el Turco quería más pilas. Se dirigió a Era unosmuy soldados cerca que de los pasaban pichis.hacia Los el dostúnel: llegaron al tobogán y el Ingeniero buscó –¡Báteris! en las –les bolsas gritó.de pistolas que siempre hubo en la guardia y salió a vaciar Eran muchachos un cargador jóvenes, al aire, rubios, para asustar de caras al capitán. muy limpias y afeitadas, ojos Cuando grises. Lo volvió miraron el Ingeniero, al Turco,Rubione hicieronlouna esperaba venia al con oficial bronca: de la mesa y –¿Por se fueron quériendo. jodés a un pobre loco...? –le preguntó. –¡Qué Después loco! volvió ¡Gil...! uno¿No de ellos te avivaste? con una linterna británi­ca y la vació sobre –No la mesa. –dijoEléltraductor, y los pichis cuando despiertos vio que querían el Turco saber guardaba qué pasaba. esas pilas jun–¡Se to a las estaba otrascocinando! en la bolsa–explicó le dijo: Rubione. –¿Qué –¡Descargadas...! cocinando?¡No es nuestra culpa! –La Tomaron mano,unos gil, se tragos estaba de helando la botella la de izquierda. whisky Pensá del ofi­cial un poco: y salieron. es oficial, El pierde Turco una caminaba mano helada, despacio, se queda admirando sano, los calentito detalles en el delhospital, campamento. pasa a retiro Teníancon tapizada un grado la zona más de al­to alrededor y va todos de las los mesas meses de conlos la oficiales mano quecon le quedó cueros adecobrar ove­jaelmal sueldo curtidos. al banco. ¡No era loco! El –¡Buena Turco idea! hizo las –comentó cuentas:el Turco, y él adivinó que ya estaba pensando –Tendrá en tapizartreinta la Pichicera. años, ponele que se muere a los sesenta, son treinta años, Al salir ¿cuánto calcularon es treinta que por llevaban doce...? cuarenta –gritó. kilos de ma­teriales. Mucho –Trescientos peso. Pero lassesenta pildoras –se deapuró peleara les contestar hacían García. fácil el camino. –¿Cuánto Él llevaba es enelsusueldo bolsa la demaleta un coronel? con las–decía cajitaselnegras: Turco. Rubione ya había –¿No entendido explotarán? pero –consultó lo mirabaalcon Turco. curiosi­dad–. ¿Cuánto es? ¿Dos mil palos? –No. Yo ¡Dos antes mildemillones! agarrarlasMul­tiplica, me fijé y viteque da una el oficial ganancia las toqueteaba de setecien-a tos todas veinte sin miedo... mil millo­nes debendeserpesos radios en que la vida, mandan sin laburar. señales para atraer los –¿Y cohetes, vos ovenderías los aviones. una mano por esa guita...? –Sí –dijo el Turco–. ¿Y ustedes? –Sí Caminando –dijeronapurado la mayoría para dellegar los pichis. al tobogán antes que la luz, pronto ol–¿Y vidó si lassecajas le gangrena negras ytodo? también ¿Y si olvidó no lolas reciben pastillas, en lapor en­fermería? tantas ganas– temió que lealguien. habían dado de moverse y llegar. Había salido una luna finita –Ya que algo lo debía permitía tenerver. arreglado. No te olvides que es oficial, ellos en el colegio Tropezaron militar menos estudian que eneso: el viaje cálculo de ida. de riesgos, Cuando probabilidades... pasa­ron por el ¡Seguro galpón deque loslo muertos tenía todo el Turco pensado se arrimó y ya ahabrá la pared arreglado de lata algo para con mearlos al médicos, reparo deluna viento coima y después o algo,alumbró para que el lo interior atiendan con primero su linterna y lo chica. filtren Él primero no quisoque mi­rar, na­die pero a unelavión Turcoo le a un diobunker! a entender que los muertos esta­ –¡Pero ban todavía a veces allí.no atienden en el hospital...! –A los giles, a los soldados... –No, Habían ¡y llegado a los oficiales cerca de tampoco...! las nueve, poco antes de clarear. Con el calor –Porque de adentroestarían sintió que heridos le venía de verdad, el cansancio pero yéste se acordó que se de la la estudió pastilla. debe Al haber Turco elegido le sucedió un lo turno mismo: con que­ría poco trabajo. dormir.¿Vieron Repartióque las de cajitas este ylado dio las no Pagina 82 27

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instrucciones. hace la idea: "Éste Un pichi me garcha, tenía queme llevarlas pela la alana los del o me siete degüella y pedirpara que colas pu­sieran mer". Tiene ellos miedo. a cambio Se hacedelaunos distraí­da. bidones Camina y unas despacito bolsas que para debían. el lado Mandaron donde va eldeviento... regalo unos Muerde relojes uno que o dos habían pastitos qui­tado para disimular, a los tenientes para muertos que no lay noten los billetes yéndose. de cien Ponedólares el hocico quecontra le encontraron el viento. alOlisquea. coronel A la semana cien metros, anterior. antes Sobraba de oscurecer, una cajita, el humano la de los la camiones: nota quecabezas está oliendo. duras, los Come ingleses ella dos igual o tres se layuyos habíanmás dejado. y sigue toda disimulo hasta que de re–¿Y penteésta? calcula –preguntaron que ya tiene losdistan­cia pichis. y se larga a correr. –Vos, Allí enMillán, las islas, anda las ahora ovejasycorren colócala másenfrente que los del perros cam­pamento y dan saltos. deSallos de tanMarina un alambrado –dijo él.así como así, ¡plac! Suben en el aire y saltan. Y el El humano, Turco,de muerto lejos, de mira sueño, la oveja festejó y piensa: la idea."¡Qué Allí paraban animal más los que boludo: le hablo ían único desbarrancado que sabe es ra­jar!". el jeep al Y Sargento. la sigue mirando Viterbo,unprimo rato, por del mirar otro muerto, algo, a lo falta palmeó de otro y loentretenimiento felicitó: mientras espera que se haga oscuro para –¡Buena volver al idea, refugio Quiquito! y de repente –le dijo. el fogonazo: ¡Pac! Suce­dió que abajo de Después la oveja había se fueron una amina dormir. y alQuedaba rozarla ella el Ingeniero se hizo como a cargo si eldesol la entrada saliera, yuna lesluz pidió fuertísima. que durmieran En esetranquilos, mo­mentoporque se la él veno completa tenía sueño. todavía en el aire, a la oveja. En el aire encoge las patas, levanta la cabeza y mira Soñó atrás retor­ciendo que se culeaba el cuello a una que oveja. se vuelve Algunos como –se de decía–, jirafahabían altanera culeado y está con volando ovejas, altocon en yeguas el aire yella hasta y recién con burras. después Él so­ñó revienta, ovejas. justoSecuando despertó el pensando humano escucha en lo que el ruido se contaba de la mina, de Rubione: esa explo­sión que los de queL.C. la oveja lo habían bien puesto debe haber en el oído calabozo, primero. al frío, Recién porque en­tonces lo habíansevisto empieza tratando a deshacer de agarrar la otra oveja: oveja sigue para la cabeza culeársela. para un lado, una pata se va para el otro, un cos–Ganas tillar condelaculear lana chamuscada –comentó al para despertar. el otro, y el lomo –la piel del lomo –Por es lo caminar, que menos dellefrío quemó –dijoelelfogonazo– ingeniero–,queda llegasliviana aquí alsincalor oveja, y tesigue vienen flotando las ganas por el de aireculear. como Después un tapadocontó sin dueño que ay medianoche, tar­da bastante si más el que en estaba volver de a tocar guardia el suelo se asomaba que losa otros la chimenea pe­dazos donde de ladormían oveja carneada los pichis, en siempre seco por sentía una mina. ruidos de los que soñaban que estaban culeando o que, directa­mente, Y las demás ovejas se pajeaban –si hay–, entreoyen, sueños. ven lo que le pasó a la amiga, y –¿No correnespara cierto, otroPipo? lado, y–gritó, en vezsabiendo de quedarse que quietas el otro aten­día y separadas, a la conver¡no!, se sación juntan desde y vanelenalmacén. tropa todas corriendo. Y ése es su error, porque en –Sí cuanto –dijo sePipo–, produce ¡es un natural! nuevo fogonazo –que alguien pisó una mina– –¡Pipo! vuela ésa, –gritó se desarma el marino como desde si fuera la chimenea–. animal de¿No juguete te ha­rás y después vos lasepaja re­ cerca voleandelas la comida? vecinas, ¿No...? de a diez, de a doce, y saltan sin desar­marse – Era porque la primera estuvieron vez lejos en varios del fogonazo– días que sepero lo sentía igual hablar. caen muertas, la trom–¿No pa contra te habías el suelo, muerto después vos?de–preguntaba, haber tratadolejana, de remontar. la voz de Y Pipo–. el humano ¡Ni hablabas se acerca,desde con laelbayo­neta lunes! en una mano y los ojos clavados en la tierra –¿Qué para verlunes? si no¿Qué hay minas, día es hoy? pues –preguntaba va a cargarseelalguna, marino.o a carnear a una –Ha entera, de para ser miércoles... quitarle lo mejor –trabajo difícil– y las en­cuentra muertas –No, y calentitas jueves por es –dijo dentro Luciani. del calor de su propia sangre y calientes de afue–Ves... ra, por el ¡no fogonazo hablabasy desde la cha­musquina el lunes! –gritaba de la explosión. Pipo. –Estoy El olor jodido a oveja–decía reventada el marino–, por unacreo minaque es me parecido voy a morir. al olor de cristiano –¡Avisa reventado antes, por una así anoto mina:que olorvaa amatadero sobrar comida! cuando–decía se carnean Pipo.animales y –¡No lleganjodás! los peones En serio, que les yo tra­bajan me voy aenmorir el vientre –se lamenta­ba. para hacer achuras. Era un cabo de la Marina. Había ido a entregarse a los británicos y se había perdido. Pagina 28 81

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El Lo Turco mismo: lo encontró vienen los medio helicópteros, congeladono y pensó se piensa dejarlo, en pero correr. después Primero se le porque ocurrió se que notaserviría que te alcanzan, para los pichis. de rápidos Tuvo que razón: son.élDespués, negoció con porque los ma­rinos corriendopara se hace quefácil permitiesen pisotear desmontar una mina yelvolar muelle ovejita de los carneada dur­mientes, por el yaire. les Tercero consiguió –causa mantas principal– y bolsas por impermeables. lo tan feo del ruido y el olor. El olor Después ahoga; elseruido enfermó. paraliza. Lo Vienen atacó lavolando diarrea, bajo, no comía atacan y siempre en montón: estaban cinesperando cuenta, sesenta, que secien muriera. y hasta Pero másnohelicópteros se mu­rió, ahora se haninsistía: vis­to juntos en el –¡Me ataque.voy Llegan a morir! echando viento para abajo. ¿Y qué es esto tan hermoso? –¡Bueno, Esto, tan pero lindo, morite es: ¡el afuera, escape! que La da mucho primeratrabajo impresión sa­cardel a losescape muertos es por buenísima, este tobogán...! porque baja –le dijo caliente. el Ingeniero. El viento bárbaro y caliente batido por las hélices pega en el suelo y rebota del suelo y entra por las costuras Antes, de las ropas, a los muertos por las bocamangas les ataban losdebrazos los gabanes y los izaban y por por los pantalones el respirade-y ro circula de laychimenea calienta todo. chica.EsPero alegría cuando el viento empezó re­calentado a nevar tupido de losfue helicópnecesario teros cerrar encima. esePero tubodespués, con fardos cuando de lana tratan para deaislar respirar, el tiraje se les determina la estufa, la yalegría: a los que respiran se murie­ron y entra el después olor a los querosén sacaban mal porquemado el tobogán, de los quemototenía curvas res, esodifíciles que ahoga. de pasar Entonces sí alquisieran muerto ya que se lalenieve habían y el puesto barroduras los chulas piernas. pen para siempre y quieren que vuelva el frío, el aire y lo mojado y que –¡Te se vaya mando para que siempre no teelmuras! olor a Y helicóptero. si seguís jodiendo con morirte, te voy a matar Pero loyopeor, de uny tiro lo que –amenazó quita definitivamente Viterbo. las ganas de correr y hasta El las marino de vivir,noson se lamentó los tipos:más. los tipos Pidiósechocolate asoman por y uno unaque puerta se compadeció grande del le helicóptero, regaló todamiran su ración el terreno, de la semana. lo eligen y tiran su cintita que cae como una serpentina a la tierra. Por ella, que parece que se fuera a cortar, bajan británicos –escots o– wels– y ver el entusiasmo que traen quita las ganas de correr y pone en su lugar el arrepentimiento de haber nacido en el putísimo año mil nueve sesenta y dos. ¡Si mirando de arriba, antes de bajar, parece que fueran a tirarse en la pileta del club de contentos! Bajan gritando: el griterío tan fuerte tapa el ruido de los helicópteros –que es – como de cien locomotoras– y ya bajando se les ven las caras afeitadas, alegres, lisitas, y se les ven los dientes de Kolynos que tienen y se les ven los ojos todos de vidrio celestito que cuando miran al argentino parecen apoyarle cubitos de hielo encima del riñón. Como si fueran a una fiesta bajan: se dan palmadas, riéndose; hacen flexiones en la cintita para caer con gracia – como en un circo y cuando tocan el suelo, piedra, pasto, o restos de batalla, fierros fundidos o muertos negros– salen, y trotando. Si ven al argentino, lo miran y él no lo puede creer; miran a la cara, entornan los ojitos eléctricos y si no tiene armas largas, lo dejan donde está. Uno que otro lo relojea como calculándole el precio de la ropa, pero la ma­yoría hace no más que el gesto de lucir el estado atlético y nunca falta el hombre bajado de helicóptero que mira al ar­gentino de perfil y lo escupe y dice algo en británico que no se entiende, ni falta el que lo pisa. A veces pisa uno y todos se desvían para pasarle en orden por encima al caído y pa­san cinco, diez (hasta treinta pueden salir de un helicópte­ro) clavándole la Pagina 28 81

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hace instrucciones. la idea: "Éste Un pichi me garcha, tenía quemellevarlas pela la alana los del o me siete degüella y pedirpara que colas mer". pu­sieran Tiene ellos miedo. a cambio Se hacedelaunos distraí­da. bidones Camina y unas despacito bolsas que para debían. el lado donde Mandaron va eldeviento... regalo unos Muerde relojes uno que o dos habían pastitos qui­tado para disimular, a los tenientes para que muertos no lay noten los billetes yéndose. de cien Ponedólares el hocico quecontra le encontraron el viento. alOlisquea. coronel A la cien semana metros, anterior. antes Sobraba de oscurecer, una cajita, el humano la de los la camiones: nota quecabezas está oliendo. duras, Come los ingleses ella dos igual o tres se layuyos habían más dejado. y sigue toda disimulo hasta que de repente –¿Y ésta? calcula –preguntaron que ya tiene losdistan­cia pichis. y se larga a correr. Allí –Vos, enMillán, las islas, anda las ovejas ahora ycorren colócala másenfrente que los del perros cam­pamento y dan saltos. deSallos tan de Marina un alambrado –dijo él.así como así, ¡plac! Suben en el aire y saltan. Y el humano, El Turco,de muerto lejos, de mira sueño, la oveja festejó y piensa: la idea."¡Qué Allí paraban animal más los que boludo: le hablo único ían desbarrancado que sabe es ra­jar!". el jeep al Y Sargento. la sigue mirando Viterbo,unprimo rato, por del mirar otro muerto, algo, a falta lo palmeó de otro y loentretenimiento felicitó: mientras espera que se haga oscuro para volver –¡Buena al idea, refugio Quiquito! y de repente –le dijo. el fogonazo: ¡Pac! Suce­dió que abajo de la Después oveja había se fueron una amina dormir. y alQuedaba rozarla ella el Ingeniero se hizo como a cargo si eldesol la entrada saliera, una y lesluz pidió fuertísima. que durmieran En esetranquilos, mo­mentoporque se la él veno completa tenía sueño. todavía en el aire, a la oveja. En el aire encoge las patas, levanta la cabeza y mira atrás Soñó retor­ciendo que se culeaba el cuello a una que oveja. se vuelve Algunos como –se de decía–, jirafahabían altaneraculeado y está volando con ovejas, altocon en yeguas el aire yella hasta y recién con burras. después Él so­ñó revienta, ovejas. justoSecuando despertó el humano pensandoescucha en lo que el ruido se contaba de la mina, de Rubione: esa explo­sión que los de queL.C. la oveja lo habían bien debe puestohaber en el oído calabozo, primero. al frío, Recién porque en­tonces lo habíansevisto empieza tratando a deshacer de agarrar la oveja: otra oveja sigue para la cabeza culeársela. para un lado, una pata se va para el otro, un costillar –Ganas condelaculear lana chamuscada –comentó al para despertar. el otro, y el lomo –la piel del lomo es –Por lo caminar, que menos dellefrío quemó –dijoelelfogonazo– ingeniero–,queda llegasliviana aquí alsincalor oveja, y tesigue vieflotando nen las ganas por el de aireculear. como Después un tapadocontó sin dueño que ay medianoche, tar­da bastante si más el que en volver estaba de a tocar guardia el suelo se asomaba que losa otros la chimenea pe­dazos donde de ladormían oveja carneada los pichis, en seco siempre por sentía una mina. ruidos de los que soñaban que estaban culeando o que, Y directa­mente, las demás ovejas se pajeaban –si hay–, entreoyen, sueños. ven lo que le pasó a la amiga, y corren –¿No espara cierto, otroPipo? lado, y–gritó, en vezsabiendo de quedarse que quietas el otro aten­día y separadas, a la conver¡no!, se juntan sación desde y van elenalmacén. tropa todas corriendo. Y ése es su error, porque en cuanto –Sí –dijo sePipo–, produce ¡es un natural! nuevo fogonazo –que alguien pisó una mina– vuela –¡Pipo! ésa, –gritó se desarma el marino como desde si fuera la chimenea–. animal de¿No juguete te ha­rás y después vos lasepaja re­ volean cerca delas la comida? vecinas, ¿No...? de a diez, de a doce, y saltan sin desar­marse – porque Era la primera estuvieron vez lejos en varios del fogonazo– días que sepero lo sentía igual hablar. caen muertas, la trompa –¿No contra te habías el suelo, muerto después vos?de–preguntaba, haber tratadolejana, de remontar. la voz de Y Pipo–. el humano ¡Ni se hablabas acerca,desde con laelbayo­neta lunes! en una mano y los ojos clavados en la tierra para –¿Qué verlunes? si no ¿Qué hay minas, día es hoy? pues –preguntaba va a cargarseelalguna, marino.o a carnear a una entera, –Ha de para ser miércoles... quitarle lo mejor –trabajo difícil– y las en­cuentra muertas y–No, calentitas juevespor es –dijo dentro Luciani. del calor de su propia sangre y calientes de afuera, –Ves... por el ¡no fogonazo hablabasy desde la cha­musquina el lunes! –gritaba de la explosión. Pipo. El –Estoy olor jodido a oveja–decía reventada el marino–, por unacreo minaque es me parecido voy a morir. al olor de cristiano reventado –¡Avisa antes, por una así anoto mina:que olorvaa amatadero sobrar comida! cuando –decía se carnean Pipo.animales y llegan –¡No jodás! los peones En serio, que les yo tra­bajan me voy aenmorir el vientre –se lamenta­ba. para hacer achuras. Era un cabo de la Marina. Había ido a entregarse a los británicos y se había perdido. Pagina 80 29

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Lo El Turco mismo: lo encontró vienen los medio helicópteros, congeladono y pensó se piensa dejarlo, en correr. pero después Primero se porque le ocurrió se que notaserviría que te alcanzan, para los pichis. de rápidos Tuvo que razón: son.élDespués, negoció con porque los corriendo ma­rinos para se hace quefácil permitiesen pisotear desmontar una mina yelvolar muelle ovejita de los carneada dur­mientes, por el aire. y les Tercero consiguió –causa mantas principal– y bolsas por impermeables. lo tan feo del ruido y el olor. El olor ahoga; Despuéselse ruido enfermó. paraliza. Lo Vienen atacó lavolando diarrea, bajo, no comía atacan y en siempre montón: estaban cincuenta, esperando sesenta, que secien muriera. y hasta Pero másnohelicópteros se mu­rió, ahora se haninsistía: vis­to juntos en el ataque. –¡Me voy Llegan a morir! echando viento para abajo. ¿Y qué es esto tan hermoso? Esto, –¡Bueno, tan pero lindo,morite es: ¡el afuera, escape! que La da mucho primeratrabajo impresión sa­cardel a losescape muertos es buenísima, por este tobogán...! porque baja –le dijo caliente. el Ingeniero. El viento bárbaro y caliente batido por las hélices pega en el suelo y rebota del suelo y entra por las costuras de Antes, las ropas, a los muertos por las bocamangas les ataban losdebrazos los gabanes y los izaban y por por los pantalones el respirade-y circula ro de laychimenea calienta todo. chica.EsPero alegría cuando el viento empezó re­calentado a nevar tupido de losfue helicópneceteros sario cerrar encima. esePero tubodespués, con fardos cuando de lana tratan para deaislar respirar, el tiraje se lesdetermina la estufa, la alegría: y a los que respiran se murie­ron y entra el después olor a los querosén sacaban mal porquemado el tobogán, de los quemototenía res, curvas esodifíciles que ahoga. de pasar Entonces sí alquisieran muerto ya que selalenieve habían y el puesto barroduras los chulas pen piernas. para siempre y quieren que vuelva el frío, el aire y lo mojado y que se –¡Te vaya mando para que siempre no teelmuras! olor a Y helicóptero. si seguís jodiendo con morirte, te voy a Pero matarloyopeor, de uny tiro lo que –amenazó quita definitivamente Viterbo. las ganas de correr y hasta las El marino de vivir,noson se lamentó los tipos:más. los tipos Pidiósechocolate asoman por y uno unaque puerta se compadeció grande del helicóptero, le regaló todamiran su ración el terreno, de la semana. lo eligen y tiran su cintita que cae como una serpentina a la tierra. Por ella, que parece que se fuera a cortar, bajan británicos –escots o– wels– y ver el entusiasmo que traen quita las ganas de correr y pone en su lugar el arrepentimiento de haber nacido en el putísimo año mil nueve sesenta y dos. ¡Si mirando de arriba, antes de bajar, parece que fueran a tirarse en la pileta del club de contentos! Bajan gritando: el griterío tan fuerte tapa el ruido de los helicópteros –que es – como de cien locomotoras– y ya bajando se les ven las caras afeitadas, alegres, lisitas, y se les ven los dientes de Kolynos que tienen y se les ven los ojos todos de vidrio celestito que cuando miran al argentino parecen apoyarle cubitos de hielo encima del riñón. Como si fueran a una fiesta bajan: se dan palmadas, riéndose; hacen flexiones en la cintita para caer con gracia – como en un circo y cuando tocan el suelo, piedra, pasto, o restos de batalla, fierros fundidos o muertos negros– salen, y trotando. Si ven al argentino, lo miran y él no lo puede creer; miran a la cara, entornan los ojitos eléctricos y si no tiene armas largas, lo dejan donde está. Uno que otro lo relojea como calculándole el precio de la ropa, pero la ma­yoría hace no más que el gesto de lucir el estado atlético y nunca falta el hombre bajado de helicóptero que mira al ar­gentino de perfil y lo escupe y dice algo en británico que no se entiende, ni falta el que lo pisa. A veces pisa uno y todos se desvían para pasarle en orden por encima al caído y pa­san cinco, diez (hasta treinta pueden salir de un helicópte­ro) clavándole la Pagina 80 29

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45 Si los argentinos loscuando llaman ya "rusos" –así La tarde siguiente, estabay los por ingleses oscurecer y lo se pronunciaban comentó que el paracaidista el de la radio– les salieron dicen "ra­dian", había alarma deyaviones, los Reyes a mirar. los rusos, que algunos creíandespacito que estaban por llegar, delos llamar cualquier manera, Pasaban los Harrier. Porseelhan aire ibande per­siguiendo inútipero seguramente a ellos mismos no se dirán ni "rusos" ni salían "rachan". les manchones de la artillería antiaérea. De las alas se les los Los britá­nicos, que eran los ingleses, los yargentinos cohetes como al tuntún, después viraban enllamaban cualquiera sitio parecían "archis" y a loslamalvineros "jelps" y aa ellos mismos se llamaban dudar moviendo trompita hasta enfilar su destino, la tierra, alguna "uiners". porteños sementira. llamaban porteños a ellos mismos y a los departe de laLos tierra, parecía más lesdespués decían "forros"; les quedó "forro" a ellos, porque andaRecién de un ratopor se eso acordaron de las cajitas negras. ban siempre diciendo "forro" a un lado y a otro. Un pichi, el tano Bre–¿Y las cajitas? celli, se tomó el trabajo de ano­tar todo eso. Bueno: anotar no, porque –¿Habrán andado? –preguntaba el Turco. abajo el único que anotaba era Pipo, llevaba las cuentas. –Seguro que sí –dijo otro: o Viterbo oque el Ingeniero. Brecelli había hecho una lista mental de las cohetes, palabrassey veía de las Y en el lado del pueblo, cuando llegaban los la maneras luz anade hablar y se las sabía de memoria: la re­citaba y siempre le iba agreranjada de la explosión y montones de hu­mo. Al rato, les llegaban el gandoycosas; y cuandodel aparecía ruido la trepidación piso. un nuevo, mientras los otros le enseñaban cómo tenía queaportarse, él les cantaba la lista: al turco 'Turco' por–¿Les habrán dado los tanques? que noCuando es turco, es árabe; a Acevedo es arosarino, porque es ju­dío, –No. peguen en los tanques que se va notar –dijo el Ingeniero. se le dice 'ruso' o 'rachan' en inglés; a los judíos 'hijos de puta' porque Sabía. escupieron a Cristo y 'gracias' porque le mandan cohetes a Galtieri; a Galtieri acá, 'Galtieri' porido. queSe es habían muy boludo y se que torcieron íbamos a Pero losde Harrier se habían parado encreía el cielo, ganar; y a los forros 'forros' porque son forros y lo único que saben ha­ su camino y enfilaron hacia el medio del mar. cer es forrear...". El Turco miraba nervioso la ciudad. Ya ni humo que­daba. Nada. –¡Callate –Se acabóforro...! –dijo él.–decía el santiagueño. –Y qué querés, si novuelven. fuera forro, no estaría aquí entre tantos negros –No –dijo Viterbo–, roñosos como vosHarrier, –decía Brecelli, era bajito. porteño.Le sa­lió un cohete a Y volvían. Otros del sur, que venían Y haciendo se al veía siendo que en costado el país la mayoría uno, despuéscuentas, un cohete otroraro delque ala de ese mismo y después, de la es porteña, la mayoría era dede provincias. Entre los dosgente al mismo tiempo,allí soltaron los cohetes las otras dos alas.los pichis, casi humo todos azul. eran de provin­cia, y lo mismo los soldados, Echaban Uno de los cuatro cohetesentre aceleró de golpe todos y enprovincianos. El tucumano jodía a los forros diciendo que los del cofiló hacia el pueblo. mando elegido mayoría de –desesperaba "cabezas negras" porquemordiéndose el por­teño –¡A loshabían tanques! ¡A los tanques! el Turco no sabía pelear... las durezas del canto de la mano. –¡Dale! ¡Dale! –gritaba Viterbo, se entusiasmaba. Pero pelear, pelear, nadie sabía. que El Ejército toma soldados El Ingeniero, a falta en de realidad, ruido de los Harrier, ya ha­bían vuelto para buenos, les enseña más con o menos a tirar, a correr, a limpiar el equipo,dely el sur, hacía un silbido los labios acompañando el movimiento con suerte enseña a cla­var bien la vieneque la guerra y te cohete que les zigzagueaba corrigiendo su bayoneta, enfilaciónyhasta dio contra enteras de que de noche, con radios, radar, miras infrarrojas los tan­ques, lo se quepelea se supo por la llama alta, primero colorada, despuésy en elyoscuro y que únicodel que vos que sabes que es correr, no azul después purolonegra humo se hacer aca­bóbien, formando. se puede llevar a la práctica porque atrás tuyo, los de tu propio regiLos otros cohetes se perdieron en el horizonte. miento habían estado colocando minas a medida que avanzabas. Y las Los cuatro Reyes miraban para el lado del campamen­to de Marina. Ni minas son lo peor que hay. humo, ni un cohete, ni ruidos: nada. El Turco apretaba los dientes. Va laa oveja. nerviosa. Siente hay unla cristiano cerca. Se Vio ViterboOlfatea mirando de reojo para que controlar expre­sión de los Pagina 79

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54 Si argentinos loscuando llaman ya "rusos" –así La los tarde siguiente, estabay los poringleses oscurecer y lo se pronunciaban comentó que el paracaidista el de la radio– les salieron dicen "ra­dian", había alarma deyaviones, los Reyes a mirar. los rusos, que algunos creíandespacito que estaban por llegar, delos llamar cualquier manera, Pasaban los Harrier. Porseelhan aire ibande per­siguiendo inútipero seguramente a ellos mismos no se dirán ni "rusos" ni salían "rachan". les manchones de la artillería antiaérea. De las alas se les los Los britá­nicos, que eran los ingleses, llamaban los yargentinos cohetes como al tuntún, después viraban en cualquiera sitio parecían "archis" y a loslamalvineros "jelps" y aa ellos mismos se llamaban dudar moviendo trompita hasta enfilar su destino, la tierra, alguna "uiners". porteños sementira. llamaban porteños a ellos mismos y a los departe de laLos tierra, parecía más les después decían "forros"; por les quedó "forro" a ellos, porque andaRecién de un rato seeso acordaron de las cajitas negras. ban diciendo "forro" a un lado y a otro. Un pichi, el tano Bre–¿Y siempre las cajitas? celli, se tomó el trabajo de ano­tar todo eso. Bueno: anotar no, porque –¿Habrán andado? –preguntaba el Turco. abajo el único que anotaba era Pipo, las cuentas. –Seguro que sí –dijo otro: o Viterbo oque el llevaba Ingeniero. Brecelli había hecho una lista mental de las palabras de las Y en el lado del pueblo, cuando llegaban los cohetes, sey veía la maneras luz anade hablar y se las sabía de memoria: la re­citaba y siempre le iba agreranjada de la explosión y montones de hu­mo. Al rato, les llegaban el gando y cuandodel aparecía ruido ycosas; la trepidación piso. un nuevo, mientras los otros le enseñaban cómo tenía queaportarse, él les cantaba la lista: al turco 'Turco' por–¿Les habrán dado los tanques? que es turco, es árabe; a Acevedo es arosarino, porque es ju­dío, –No.noCuando peguen en los tanques que se va notar –dijo el Ingeniero. se le dice 'ruso' o 'rachan' en inglés; a los judíos 'hijos de puta' porque Sabía. escupieron a Cristo y 'gracias' porque le mandan cohetes a Galtieri; a Galtieri acá, 'Galtieri' porido. queSe es habían muy boludo y se que íbamos Pero losde Harrier se habían parado encreía el cielo, torcierona ganar; y a los forros 'forros' porque son forros y lo único que saben ha­ su camino y enfilaron hacia el medio del mar. cer es forrear...". El Turco miraba nervioso la ciudad. Ya ni humo que­daba. Nada. –¡Callate –Se acabóforro...! –dijo él.–decía el santiagueño. –Y querés, si novuelven. fuera forro, no estaría aquí entre tantos negros –Noqué –dijo Viterbo–, roñosos como vos Harrier, –decía Brecelli, era bajito. porteño.Le sa­lió un cohete a Y volvían. Otros del sur, que venían Y haciendo se al veía raro siendo que en costado el país la mayoría uno, despuéscuentas, un cohete otro delque ala de ese mismo y después, de es porteña, la mayoría era dede provincias. Entre los la dosgente al mismo tiempo,allí soltaron los cohetes las otras dos alas.los pichis, casi humo todos eran provin­cia, y lo mismo los soldados, Echaban azul. de Uno de los cuatro cohetesentre aceleró de golpe todos y enprovincianos. El tucumano jodía a los forros diciendo que los del cofiló hacia el pueblo. mando elegido mayoría de –desesperaba "cabezas negras" porquemordiéndose el por­teño –¡A loshabían tanques! ¡A los tanques! el Turco no sabía pelear... las durezas del canto de la mano. –¡Dale! ¡Dale! –gritaba Viterbo, se entusiasmaba. Pero pelear, pelear, nadie sabía. que El Ejército toma soldados El Ingeniero, a falta en de realidad, ruido de los Harrier, ya ha­bían vuelto para buenos, les enseña más con o menos a tirar, a correr, a limpiar el equipo,dely el sur, hacía un silbido los labios acompañando el movimiento con suerte enseña a cla­var bien la vieneque la guerra y te cohete que les zigzagueaba corrigiendo subayoneta, enfilaciónyhasta dio contra enteras de que pelea de noche, con radios, radar, miras infrarrojas y los tan­ques, lo se que se supo por la llama alta, primero colorada, después en el oscuro y que lo único que vos sabes hacer bien, que es correr, no azul y después puro negra del humo que se aca­bó formando. se la perdieron práctica porque atrás tuyo, los de tu propio regiLospuede otros llevar cohetesa se en el horizonte. miento habían estado colocando minas a medida que avanzabas. Y las Los cuatro Reyes miraban para el lado del campamen­to de Marina. Ni minas son lo peor que hay. humo, ni un cohete, ni ruidos: nada. El Turco apretaba los dientes. Va nerviosa. Siente hay unlacristiano cerca. Se Vio laa oveja. ViterboOlfatea mirando de reojo para que controlar expre­sión de los Pagina 31

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otros. rrir tanta asquerosidad. De ...Nunca abajo,se desde había el hablado tobogán, eso, los pichis hasta llamaban: que se juntaron Ma­nuel con el –¡Eh! paracaidista. ¡Turros!Se¡Vengan! había hablado ¡Cuenten! que pasaban esas cosas con los presos, Se pero estaba ahí abajo aproximando era distinto. el momento de volver. Pero: ¿y el campamento de –¿Te Marina? imaginas –decía Rubione–, estás preso, muerto de frío, te invitan 45 a comer en el casino de oficiales, mesa y mantel, y antes te dan una toallita y un jabón, ducha caliente, ropa limpia y te prometen dormir en Oscurecía, una camita bajó con sábanas el sol, subió blancas? la oscuridad, ¡Así cómo ya no te se van acerca­ba a coger! el sueño y desde –¿Peroelteaire imaginas empezaba lo que a gotear debe doler...? el frío de–se la noche: espantaba máselfrío. Turco. Había –Mira que –decía regresar. Rubione–, la gente se acostumbra. Ade­más... si calculas –¡Volvamos! bien: ¿cuánto –dijo tiene Viterbo un tipo ydeseancho? dio vuelta, ¡Compara descorazo­nado. eso con el ancho norY mal yade volvían, un sorete cuando ancho...! sintieron ¡No los haysoplidos tanta diferencia! de otro Harrier. Si lo calculas bien –Falta no hayeso diferen­cia. –dijo el Turco Además... señalando nadielavio zona que dellos campa­mento putos se quejen de Maridel na, dolor. como ¿No?–parecía si estuvierapreguntar. mandando al piloto–. ¡Falta eso! –decía. El Pero Harrier los Reyes empezó ordenaron a tomar altura. que noSubía se hablara vertical. más Im­presiona de eso y cuando ver cómo el ellos Turcosuben avisóverticales lo que le yhabía trepan. ocurrido Pareceamentira. un ofi­cial LosdeReyes los paracaidistas, se impresionaron. el tipo no Dijeron le diovarias bola. Algunos, veces quecuando parecía el mentira. Turco se El fueTurco para elvolvió campa-a alentar: mento británico, co­mentaron que a él le daba mucho asco, pero que si –¡Dale, caía preso carajo! en un campo de concentración, seguro que organi­zaba un Y quilombo allá arriba, de presos era máspara chico cobrarles que un puntito entrada ela Harrier. los británicos y se ganaba No una se fortuna. le notaba la forma ni se le veían las alas. Se dejaba de oír. –Se –¿Enfue qué–dijeron. pensás...?En efecto, se había perdido en lo alto el avión. Pero ellos –En nada, siguieron anotocon –dije. la mirada fija en un punto del cielo arriba donde parecía –Estás pensando que por algo... siempre, ¿Querés iba a que faltar adivine...? un Harrier que había dejado el mundo Seguí anotando, por ese agujerito. él dijo: Volvían –Estás pensando a llamarlos en los irtepichis: a Gualeguay para conocer a los viejos del Tur–¡Bajen! co, para saber ¡Vengan! cómo¡Turros! era... ¿Acerté? Nerviosos, Dejé pasar el fumaron tiempo,hasta respiré casiuna quemarse o dos veces los dedos y recién de cuando los guantes. volvióNoa había pararseviento. y fue hacia El humo la ventana de los cuatro para mirar subíaalvertical río le dije: y se perdía en el aire. Ya –¿Ynoa vos miraban qué temás parece...? el cielo, se miraban las caras, miraban irse el humo, miraron –Me parece el re­loj que sí. delPensé Turco.que eso te interesaría, por eso del instinto que Y hablábamos entonces la otra –eran tarde. las¿Había cinco acertado? menos cuarto, y oscurecía–, vieron llegar –Sí, puede el cohete. ser... –Sabes a cuántos viejos tendrías que conocer. ¡Sabés que ahora estoy Apagado, convencidocaía de que desde había el medio más pichis del cielo en lagirando isla...! ¿Qué como anotas? un atleta olímpico. –Nada, Algoeso de que circometenía decís. eso. Pero ni humos ni silbido ni nada echaba. –¡Descompuesto! –¡Si está grabando...! –les pareció. –¡No! –Pero igual ¡No! ¡Miren! anoto, no¡Miren! es lo mismo –dijo el lo Ingeniero. grabado que lo escrito –le aclaré. Y –¿Y entonces eso qué vieron es...? –preguntó. que el cohete se enderezaba y apun­taba hacia el cerro –Nada... moviendo un remedio la trompica, para la sinusitis. como si lo estu­viera olfateando. Y –¿Y allíasírecién te lo pones? arrancó –quiso el cohete: saber. se vio humó –un vapor verdoso– y después –Sí... la llamita roja de la cola. Aceleraba en dirección al horizonte y Pagina 32 77

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empezaba –¿Por qué?a girar. Parece mentira. –¡Dale! –Porque¡Dale es mejor, loco!más –gritaba directo Viterbo, –le dijemás y recomencé entusiasmado. a escribir. –¡Ya –¡Me va! da en ¡Ése lasno bolas falla! eso–decía que dicen el Ingeniero ahora deylaserehabi­litación! tironea­ba los correajes –grabó. del –Songabán cosascomo –dije–si como fuerantodo... las riendas hablande unun tiempo sulkydecapaz eso ydedespués dirigir se al cohete. olvidan. Y –Pero el cohete joden siguió –dijo–:avanzando ¡Decime algo! y vacilando, como con dudas, hasta perderse –sin explotar–, en unos pastizales cerca de los acantilados: iba derecho, –¿Qué querés a ras que del suelo, te diga? para el campamento de los marinos. Primero –¿Qué pensás? se vio la Decí llamarada lo que pensás. naranja Me grande. jodeDespués que no di­gas se escuchó nada, elcomo ruido, si yodespués no entendiera. vieron elVos humo noque entendes, subió ype­ro al Turco te crees que miró que entendés unas marcas y si que no hablas, había hecho da bronca. en las pie­dras ¿Enten­des? del cerro –preguntó y empezaba y después a gritar. respondió él –¡Acertaron! mismo–: –No... ¡Acertaron! ¡No entendés nada! Pero Debíano hablar. era necesario Le pasé un querer cigarrillo que acertara, (argentino). o adivinar Hablé: que había acertado, –Había porque pensado empezaban por un amomento sonar lasenbom­bas la rehabilitación... guardadas y se veían subir relámpagos –¡Qué boludez! como¿No fuegos te parece artificiales que desde habríaelque polvorín poner de clí­nicas los marinos, y traery los pichis Reyes paragritaron que rehabiliten y nadie pudo a los otros, contener a los a los quepichis se quedaron –la mayoría aquí...? de los pichis– –Tal vezque sí –le se asomaban dije–, peropor no hay la cabecera pichis... del tobogán para no perderse el –¡Pobre espectáculo. gente! –lamentó él. No supe de quiénes habla­ba, si de los paY dres durante del Turco, toda aquella de los otros noche, padres, las bombas, de elloslas –los granadas, pichis– los o deobuses, los soldalos misiles, dos, o delas nosotros balas de mismos. ametralladora Qui­zásysederefería fusil ya las nosotros balitasdos. de pistola que los A lamarinos mañanatenían siguiente alma­cenadas le mostréfueron las primeras estallando ciento de adoce poco.páginas del Y libro los mal pichis, tipiadas de a uno, por Lidia bajaron y él contentos, las miró seguros y preguntó de que si podía si los quedarse de Marina conque unahabían copia.ametrallado Dije que sí.elPor jeepentonces se habían él salvado estaba leyendo de la explosión Música del Jacohete, ponesa ya había esas horas dichoseque estarían le gustaba. cocinando con el fuego y la metralla de su –Ustedes propio –dijo– polvorín sonque como seguía las minas: ardiendo lo yque cada mástanto les gus­ta volvía es a hacer que a exlos plosiones otros les guste... mientras los Harrier –decían abajo–ya estarían lavados y recargados Había comenzado de cohetesa ysalir combustible, con mujeres. durmiendo Duranteenesas la bodega ho­ras libres de algún yo barco procuraba británico. redactar o pensar. Se había levantado una ventolina muy fría del sudeste. Acosta, que fue el último en volver a la Pichicera y que sa­bía pronosticar, dijo que el tiempo iba a empeorar todavía más. ¿Sería posible? Fue posible. Comieron tarde aquella noche. Eran las once pasadas cuando se repartieron las raciones y los jarros con guiso de cordero caliente. Entre todos tomaron cuatro botellas de Tres Plumas comentando el espectáculo del polvorín de los marinos y cada tanto una vibración suave del suelo daba la idea, de que en algún lugar muy lejos algunos estarían bombardeando mucho a otros. –¡Los muertos que han de haber hecho...! –dijo Manzi, un callado. –No tanto... a esta hora todos andarán en refugios... –se pensó. –¿Y alcanzan los refugios? Pagina 32 77

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rrir otros. tanta asquerosidad. ...Nunca De abajo,sedesde había el hablado tobogán, eso, los pichis hasta llamaban: que se juntaron Ma­nuel con el paracaidista. –¡Eh! ¡Turros!Se¡Vengan! había hablado ¡Cuenten! que pasaban esas cosas con los presos, pero Se estaba ahí abajo aproximando era distinto. el momento de volver. Pero: ¿y el campamento –¿Te de Marina? imaginas –decía Rubione–, estás preso, muerto de frío, te invitan a45comer en el casino de oficiales, mesa y mantel, y antes te dan una toallita y un jabón, ducha caliente, ropa limpia y te prometen dormir en una Oscurecía, camita con bajósábanas el sol, subió blancas? la oscuridad, ¡Así cómo ya no te se van acerca­ba a coger!el sueño y –¿Pero desde elteaire imaginas empezaba lo que a gotear debe doler...? el frío de–se la noche: espantaba máselfrío. Turco. –Mira Había que –decía regresar. Rubione–, la gente se acostumbra. Ade­más... si calculas bien: –¡Volvamos! ¿cuánto –dijo tiene Viterbo un tipo ydeseancho? dio vuelta, ¡Compara descorazo­nado. eso con el ancho normal Y yade volvían, un sorete cuando ancho...! sintieron ¡No los haysoplidos tanta diferencia! de otro Harrier. Si lo calculas bien no –Falta hayeso diferen­cia. –dijo el Turco Además... señalando nadielavio zona que dellos campa­mento putos se quejen de Maridel dolor. na, como ¿No?–parecía si estuvierapreguntar. mandando al piloto–. ¡Falta eso! –decía. Pero El Harrier los Reyes empezó ordenaron a tomar altura. que noSubía se hablara vertical. más Im­presiona de eso y cuando ver cómo el Turco ellos suben avisóverticales lo que le yhabía trepan. ocurrido Pareceamentira. un ofi­cial LosdeReyes los paracaidistas, se impresioel naron. tipo no Dijeron le diovarias bola. Algunos, veces quecuando parecía el Turco mentira. se El fueTurco para elvolvió campa-a mento alentar:británico, co­mentaron que a él le daba mucho asco, pero que si caía –¡Dale, preso carajo! en un campo de concentración, seguro que organi­zaba un quilombo Y allá arriba, de presos era máspara chico cobrarles que un puntito entrada ela Harrier. los británicos y se ganaba una No se fortuna. le notaba la forma ni se le veían las alas. Se dejaba de oír. –¿En –Se fue qué–dijeron. pensás...?En efecto, se había perdido en lo alto el avión. Pero –En ellosnada, siguieron anotocon –dije. la mirada fija en un punto del cielo arriba donde –Estás parecíapensando que por algo... siempre, ¿Querés iba a que faltar adivine...? un Harrier que había dejado el Seguí mundoanotando, por ese agujerito. él dijo: –Estás Volvíanpensando a llamarlos en los irte pichis: a Gualeguay para conocer a los viejos del Turco, –¡Bajen! para saber ¡Vengan! cómo¡Turros! era... ¿Acerté? Dejé Nerviosos, pasar el fumaron tiempo,hasta respiré casiuna quemarse o dos veces los dedos y recién de cuando los guantes. volvióNoa pararse había viento. y fue hacia El humo la ventana de los cuatro para mirar subíaalvertical río le dije: y se perdía en el aire. –¿Y Ya no a vos miraban qué temás parece...? el cielo, se miraban las caras, miraban irse el humo, –Me miraron parece el re­loj que sí. delPensé Turco.que eso te interesaría, por eso del instinto que hablábamos Y entonces la otra –eran tarde.las¿Había cinco acertado? menos cuarto, y oscurecía–, vieron –Sí, llegarpuede el cohete. ser... –Sabes a cuántos viejos tendrías que conocer. ¡Sabés que ahora estoy convencido Apagado, caía de que desde había el medio más pichis del cielo en lagirando isla...! ¿Qué como anotas? un atleta olímpi–Nada, co. Algoeso de que circo metenía decís. eso. Pero ni humos ni silbido ni nada echaba. –¡Si –¡Descompuesto! está grabando...! –les pareció. –Pero –¡No! igual ¡No! ¡Miren! anoto, no¡Miren! es lo mismo –dijo el lo Ingeniero. grabado que lo escrito –le aclaré. –¿Y Y entonces eso qué vieron es...? –preguntó. que el cohete se enderezaba y apun­taba hacia el –Nada... cerro moviendo un remedio la trompica, para la sinusitis. como si lo estu­viera olfateando. –¿Y Y allíasírecién te lo pones? arrancó–quiso el cohete: saber. se vio humó –un vapor verdoso– y des–Sí... pués la llamita roja de la cola. Aceleraba en dirección al horizonte y Pagina 76 33

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–¿Por empezaba qué?a girar. Parece mentira. –Porque –¡Dale! ¡Dale es mejor, loco!más –gritaba directo Viterbo, –le dijemás y recomencé entusiasmado. a escribir. –¡Me –¡Ya va! da en ¡Ése lasno bolas falla! eso–decía que dicen el Ingeniero ahora deylaserehabi­litación! tironea­ba los correajes –grabó. –Son del gabán cosascomo –dije–si como fuerantodo... las riendas hablande unun tiempo sulkydecapaz eso ydedespués dirigir se al olvidan. cohete. –Pero Y el cohete joden siguió –dijo–:avanzando ¡Decime algo! y vacilando, como con dudas, hasta perderse –sin explotar–, en unos pastizales cerca de los acantilados: iba –¿Qué derecho, querés a ras que del suelo, te diga? para el campamento de los marinos. –¿Qué Primeropensás? se vio la Decí llamarada lo que pensás. naranja Me grande. jodeDespués que no di­gas se escuchó nada, elcomo ruisi do,yodespués no entendiera. vieron elVos humo noque entendes, subió ype­ro al Turco te crees que que miróentendés unas marcas y si no quehablas, había hecho da bronca. en las pie­dras ¿Enten­des? del cerro –preguntó y empezaba y después a gritar. respondió él mismo–: –¡Acertaron! –No... ¡Acertaron! ¡No entendés nada! Debía Pero no hablar. era necesario Le pasé un querer cigarrillo que acertara, (argentino). o adivinar Hablé: que había acerta–Había do, porque pensado empezaban por un amomento sonar lasenbom­bas la rehabilitación... guardadas y se veían subir –¡Qué relámpagos boludez! como¿No fuegos te parece artificiales que desde habríaelque polvorín poner de clí­nicas los marinos, y traery pichis los Reyes paragritaron que rehabiliten y nadie pudo a los otros, contener a los a los quepichis se quedaron –la mayoría aquí...? de los –Tal pichis– vezque sí –le se dije–, asomaban pero por no hay la cabecera pichis... del tobogán para no perderse –¡Pobre el espectáculo. gente! –lamentó él. No supe de quiénes habla­ba, si de los padres Y durante del Turco, toda aquella de los otros noche, padres, las bombas, de elloslas –los granadas, pichis– olosdeobuses, los soldalos dos, misiles, o delas nosotros balas de mismos. ametralladora Qui­zásysederefería fusil ya las nosotros balitasdos. de pistola que A loslamarinos mañanatenían siguiente alma­cenadas le mostréfueron las primeras estallando ciento de adoce poco.páginas del libro Y los mal pichis, tipiadas de a uno, por Lidia bajaron y él contentos, las miró seguros y preguntó de que si podía si los quedarse de Maricon na que unahabían copia.ametrallado Dije que sí.elPor jeepentonces se habían él salvado estaba leyendo de la explosión Música del Japonesa cohete, ya había esas horas dichoseque estarían le gustaba. cocinando con el fuego y la metralla de –Ustedes su propio –dijo– polvorín sonque como seguía las minas: ardiendo lo yque cada mástanto les gus­ta volvía es a hacer que a exlos otros plosiones les guste... mientras los Harrier –decían abajo–ya estarían lavados y reHabía cargados comenzado de cohetesa ysalir combustible, con mujeres. durmiendo Duranteenesas la bodega ho­ras libres de algún yo procuraba barco británico. redactar o pensar. Se había levantado una ventolina muy fría del sudeste. Acosta, que fue el último en volver a la Pichicera y que sa­bía pronosticar, dijo que el tiempo iba a empeorar todavía más. ¿Sería posible? Fue posible. Comieron tarde aquella noche. Eran las once pasadas cuando se repartieron las raciones y los jarros con guiso de cordero caliente. Entre todos tomaron cuatro botellas de Tres Plumas comentando el espectáculo del polvorín de los marinos y cada tanto una vibración suave del suelo daba la idea, de que en algún lugar muy lejos algunos estarían bombardeando mucho a otros. –¡Los muertos que han de haber hecho...! –dijo Manzi, un callado. –No tanto... a esta hora todos andarán en refugios... –se pensó. –¿Y alcanzan los refugios? Pagina 76 33

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–Sí, yes, dijo: han de alcanzar –el que decía eso era el Ingeniero. -¿Cuántos –Que vengan... muertos? Si vos –preguntó mismo, alguien Turco, querías desde loque oscuro. tuvié­ramos ingleses –Cien entre los –apostó pichis.uno. ¿Te acordás? –Mil –Sí, me –exageró acuerdo otro. –reconoció el Turco– pero entonces no los teníamos –Dos tan junados. mil –duplicó Nos van el aprimero. jorobar. –Trescientos Él estuvo de acuerdo –corrigieron. con el Turco: los ingleses iban a es­torbar y traer–Trescientos ían problemas. cincuenta y seis –cantó una voz en cordobés. –¡Buen Dejaronnúmero! opinar a–la otros vozpichis. del Turco La mayoría había opinado. se negaba a tener ingleses, –¿Cuántos pero esa noche, somoslos aquí? oficiales –quería de calcular ellos insistie­ron. Pipo. Ya conocían bien la –Dicen entrada que del diez lugarmil. y si ellos no les permitían poner sus hombres, eran –Diez capacesmil... de bombar­dearlos, ¡no pueden matarnos o, peor, a todos! de avisar a los argentinos dónde –No, estaban a todos y cómo no,podían ¡a la mayoría! hacerlos–dijo presos. Rubione. –Videla Se los trajeron dicen que la mañana mató a quince siguiente. mil –dijo Eran dos. uno, Uno el puntano. se encargaba de la –Quince radio, unmil... equipo ¡nomediano puede ser! que tenía una antena de cable que hicieron –¿Cómo, salir por elVidela? tiraje de –preguntó la estufa el y armaron Turco, dudaba. en espiral bajo la nieve. –Sí, El otro Videla inglés hizoentendía fusilar aun diez poco mil de –dijo castellano. otro. Tenía la costumbre de –Salí, dar órdenes ¡estás que en pedo los pichis vos...!al–dijo principio Pipo–.cum­plieron sin ganas. Mandaba –¡Qué a uno que pedo! estuviese ¡Está escrito! en la entra­da –hablaba deleltobogán, puntano–. a otro Yo que lo vifuese escrito a contar en un libro, cuántos enaviones la parroquia aterrizaban, de San Luis a otroestá. que ¡Quince les sacara mil! datos de los camiones –¡Estás a los de mamado! Intendencia. Comía solo y dormía poco, siempre cerca del otro –Qué inglés, mamado, en una chimenea están los quenombres ocuparondemudando todos, uno a lospor cuatro uno,pichis los que mandó la habían fusilar picado Videla. para ellos mismos. En esos días, desde el campamento –No ingléspueden les mandaban haber sido patru­llas tantos –dijo paraelacercarles Turco. comida: cordero asado, –Vos huevostefrescos callas, de Turco las estancias –dijo Luciani–. y latas Vos de Coca sabesCola. de man­dar Cuandoyno deestaba comprar el Tur­co y vender cerca, perolos deingleses esto no sabes elegían unalomier­da, mejor para ¡así que ellosteycallas...! pasaban al El pichi Turco de guardia calló. Éluntenía paquete eso: de en sobras. lo suyo,Trataban mandaba; sólo de con lo que los no Magos sabía,y sabía miraban callar. mal a todos los pichis. –¿En serio? –consultaba el Turco a Viterbo, achicado. Habían –No los prendido aguanto más las –confidenció linternas. Seelmiraban Turco mientras las caras. el que Todos sabíaseguían castetomando llano estaba las afuera botellas mirando de Tres conPlumas sus infrarrojos. que pasaban como si estuvieran mateando. –Yo tampoco –dijo Viterbo, o alguien que estaba por ahí. –No Quedaba sé –dudaba resuelto: Viterbo–, había que mataron sacárselos muchos, de ahora encima, quepe­ro los hayan alguien fusilaque do... entendió no sé. mal trepó hasta la cornisa donde estaba el inglés y lo empujó –Fusilados con un pedazo –dijo deeldurmiente. pibe de la Cayó parroquia–. el británico ¡Fusilados! de cabeza en la nieve de –Yo abajo,sentí porque que llevaba los tiraban unos al equipos río desdedeaviones. miras bastante pesados colgando –Imposible del cuello, y–dijo abajo, el en Turco, la mezcla sin convicción. de nieve y arcilla que se había formado –No con los lo creo, escombros son bolazos de las de chimeneas, los diarios que­daron –dijo el pibe a la vista Dorio, nada conmás convicque ción. los pies, aflorando. García tuvo que bajar después por la soguita y colo–Yo car una también pie­dra había encima oído de decir las que botas, los para largaban que no al río se desde le notaran; los aviones, con el desde tiempo,doce el peso mil de metros, los equipos pegas de enespiar el agua lo habrá y te convertís ido lle­vando en unaljuguito fondo. espeso Los oficiales que nobritánicos flota y senivapreguntaron: con la corriente mandaron del fondo otro. –indicó El nuevoelera Ingeun niero. paracaidista, bien afeitado como todos, y habla­ba bastante castellano –No porque puede se había ser, ¿cómo criadovan en California, a remontar cerca un avión de México. para ti­rarte? Tenía la tonada Pagina 34 75

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–Dicen de los artistas que aviones de lasdeseries Marina mexicanas eran, los de tiraban. televisión, y a los pichis les Se parecía escuchaban cómicolas y lovibraciones llamaron eldel Mexicano, polvorín.oSeguía el Chavo. ex­plotando. Era muy rubio. –¡Lástima que no esté el Sargento! Él sabía eso. –¡Y Por ese cómo inglés, no iba después a saberdeesotanto si éltiempo trabajóallí de eso! metidos, ¡Si tenía vinie­ron una medalla a entedel rarseOperativo de lo de Manuel. Independencia! –dijo Acosta. –Pero Cuandodeelaviones Chavo no lo vio, puede enseguida ser: por quiso más locos saberle queelsean, nombre. ¿cómo Lesvan pre-a remontar guntó a losunReyes. avión, tomarse ese trabajo? –dijo Rubione–. Calcula: cien tipos –Manuel por avión –dijo el podrás Turcotirar: extrañándose. son cien viajes. ¡Un cagadero de guita! –¿Y Y la atarde ellossiguiente, qué les importa cuandolayaguita? estabaSuben, oscureciendo, te tiran, ¡chau! lo llamó y le pidió –¿Pero que lo acompañara cómo van a remontar a tomar unas cien aviones...? mediciones con el teodolito. Manuel –Es salió,que pidiéndole lo van haciendo permisocon a Rubione el tiempo, que¿qué estaba apuro de guardia, tienen? y más tarde –Yo el pichi no creo que que se asomó hayan sido para tantos. ver si Además, ya había ¿por oscurecido, qué...? contó que los –Porque había visto erancaminar guerrilleros... juntos por la cornisa, agarraditos de los guantes, –Si tan distintos, nunca hubo lostantos de Manuel guerrilleros... –comunes, habría duros, mil cuando esos quemucho da el –dijo Ejército un pichi argentino– del fondo, y losque delnunca Chavo, hablaba. enormes, en una tela flexible y esponjosa –Habló con el emblema un boludo de–dijo los paracaidistas el puntano–,pintado ¡eran quince sobremil! una ¡Quin–ce–mil! estrella de metal– subrayó. negro. –Haber, Y nadie lo había podía miles. creer,En pero Tucumán esa noche –contaba Manuelelfue tucuma­no–, a dor­mir a cuando la chivenía meneaSantucho de los británicos para el y17a de pesar octubre, de los llegaba ruidos que conproducía trescientos a propósito Peugeot 504 el otro negros, británico cada con uno la conradio, cincosemonos oían risitas adentroy ylos desfilaban. gemidos de los dos. –¿Desfilaban? Rubione puteaba: –no lo podía creer el Turco. –Sí, –¡Hace ¡desfilaban! dos semanas y media que estoy, ustedes hace más de un mes, y –¿Y nadielasecana había losdado dejaba? cuenta, y llega éste y al instante lo ve...! –La –Es que canaentre se escondía. ellos se descubren, Si eran mayoría se reconocen ellos... de lejos... –dijo García. –¿Y –¡Al la kilómetro gente? se olfatean! –habló otro. –La –¿Habrá gentemás? aplaudía, –preguntaba les tirabaelflores, Ingeniero les daba y recorría plata pa­ra con lalasluz colectas. de la lin–¿Aplaudía? terna la chimenea donde estaban los pichis comiendo ración y que, en–¡Si candilados, estabanlocon puteaban. ellos! ¡Cinco a uno era la ventaja que les daba Perón a los Seguían otros...! llegando los ruidos de ellos, mientras el otro inglés ponía la –Pero radio aSantucho captar las no transmisiones era peronista, ¡animal! secretas –dijo ar­gentinas, Viterbo.que después les –Sí, pasaba ¡eraa los peronista! gurjas y–dijo a loselpara­caidistas tucumano–. Lo queque estaban pasa acampando es que no laeniba el con Fitz Isabel... Roy. –¡Esa yegua...! –afirmó Rubione. –¿Por Seguroqué alguno yegua? se calentó. ¡Pobre mina! El ruido, Fue las la única risitasque queenca­naron. siguieron llegando de –¡Y la chimenea mejor para británica ella! Adaban los demás asco. los fusilaron y los ti­raron al río. –Eso –Cojerse sí, pero a unsetipo, chupó vaya diezy años pase presa. –se comentó–. ¡Pero a un pichi...! ¡Y –¿Cómo aquí! diez? ¡Cinco! –dijo Viterbo. Sabía, era de pa­dre radical. –Bueno, cinco. ¡Igual es mucho para una mina! –¡Y Y daba sin asco comerla porque ni bebería! ahí abajo, con esa mugre –con el olor a muerto que –Algo se filtraba afanó. por las paredes de tierra dura – y el peligro de estar entre –¿Vos veinte argentinos crees? Afanaron que silos pudieran otros, los te que reventarían se fueroncon antes... el taco del borce–Y guí,ella en medio también. de la Está gue­rra, en España, montarse vivea un como tipoun sucio rey,como morfauncon pichi, los era reyes. algo re­pugnante para cualquiera: nada más a un inglés se le podía ocuPagina 34 75

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yes, –Sí, dijo: han de alcanzar –el que decía eso era el Ingeniero. –Que -¿Cuántos vengan... muertos? Si vos –preguntó mismo, alguien Turco, querías desde loque oscuro. tuvié­ramos ingleses entre –Cienlos –apostó pichis.uno. ¿Te acordás? –Sí, –Milme –exageró acuerdo otro. –reconoció el Turco– pero entonces no los teníamos tan –Dos junados. mil –duplicó Nos van el aprimero. jorobar. Él –Trescientos estuvo de acuerdo –corrigieron. con el Turco: los ingleses iban a es­torbar y traerían –Trescientos problemas. cincuenta y seis –cantó una voz en cordobés. Dejaron –¡Buen número! opinar a–la otros vozpichis. del Turco La mayoría había opinado. se negaba a tener ingleses, pero –¿Cuántos esa noche, somoslos aquí? oficiales –quería de calcular ellos insistie­ron. Pipo. Ya conocían bien la entrada –Dicen que del diez lugarmil. y si ellos no les permitían poner sus hombres, eran capaces –Diez mil... de bombar­dearlos, ¡no pueden matarnos o, peor, a todos! de avisar a los argentinos dónde estaban –No, a todos y cómo no,podían ¡a la mayoría! hacerlos–dijo presos. Rubione. Se –Videla los trajeron dicen que la mañana mató a quince siguiente. mil Eran –dijo dos. uno, Uno el puntano. se encargaba de la radio, –Quince unmil... equipo ¡nomediano puede ser! que tenía una antena de cable que hicieron salir –¿Cómo, por elVidela? tiraje de –preguntó la estufa el y armaron Turco, dudaba. en espiral bajo la nieve. El –Sí,otro Videla inglés hizoentendía fusilar aun diez poco mil de –dijo castellano. otro. Tenía la costumbre de dar –Salí, órdenes ¡estás que en pedo los pichis vos...!al–dijo principio Pipo–.cum­plieron sin ganas. Mandaba a–¡Qué uno que pedo! estuviese ¡Está escrito! en la entra­da –hablaba deleltobogán, puntano–. a otro Yo que lo vifuese escrito a contar en un cuántos libro, enaviones la parroquia aterrizaban, de San aLuis otroestá. que ¡Quince les sacara mil! datos de los camiones a–¡Estás los de mamado! Intendencia. Comía solo y dormía poco, siempre cerca del otro inglés, –Qué mamado, en una chimenea están los quenombres ocuparondemudando todos, uno a lospor cuatro uno,pichis los que la mandó habían fusilar picado Videla. para ellos mismos. En esos días, desde el campamento inglés –No pueden les mandaban haber sido patru­llas tantos –dijo paraelacercarles Turco. comida: cordero asado, huevos –Vos tefrescos callas, de Turco las estancias –dijo Luciani–. y latas Vos de Coca sabesCola. de man­dar Cuandoynodeestaba comel prar Tur­co y vender cerca, perolosdeingleses esto no sabes elegían unalomier­da, mejor para ¡así ellos que teycallas...! pasaban al pichi El Turco de guardia calló. Éluntenía paquete eso: de en sobras. lo suyo,Trataban mandaba; sólo decon lo que los no Magos sabía, y miraban sabía callar. mal a todos los pichis. –¿En serio? –consultaba el Turco a Viterbo, achicado. –No Habían los prendido aguanto más las –confidenció linternas. Seelmiraban Turco mientras las caras. el que Todos sabíaseguían castellano tomando estaba lasafuera botellas mirando de Tres conPlumas sus infrarrojos. que pasaban como si estuvieran –Yo mateando. tampoco –dijo Viterbo, o alguien que estaba por ahí. Quedaba –No sé –dudaba resuelto: Viterbo–, había que mataron sacárselos muchos, de ahora encima, quepe­ro los hayan alguien fusilaque entendió do... no sé. mal trepó hasta la cornisa donde estaba el inglés y lo empujó con –Fusilados un pedazo –dijo deeldurmiente. pibe de la Cayó parroquia–. el británico ¡Fusilados! de cabeza en la nieve de abajo, –Yo sentí porque que llevaba los tiraban unos al equipos río desdedeaviones. miras bastante pesados colgando del –Imposible cuello, y–dijo abajo, el en Turco, la mezcla sin convicción. de nieve y arcilla que se había formado con –Nolos lo creo, escombros son bolazos de las de chimeneas, los diarios que­daron –dijo el pibe a la vista Dorio, nada conmás convicque los ción. pies, aflorando. García tuvo que bajar después por la soguita y colocar –Youna también pie­dra había encima oído de decir las que botas, los para largaban que no al río se desde le notaran; los aviones, con el tiempo, desde doce el peso mil de metros, los equipos pegas de enespiar el agua lo habrá y te convertís ido lle­vando en unal juguito fondo. Los espeso oficiales que nobritánicos flota y senivapreguntaron: con la corriente mandaron del fondo otro. –indicó El nuevoelera Ingeun paracaidista, niero. bien afeitado como todos, y habla­ba bastante castellano porque –No puede se había ser, ¿cómo criado van en California, a remontar cerca un avión de México. para ti­rarte? Tenía la tonada Pagina 74 35

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de –Dicen los artistas que aviones de lasdeseries Marina mexicanas eran, los de tiraban. televisión, y a los pichis les parecía Se escuchaban cómico las y lovibraciones llamaron eldel Mexicano, polvorín.oSeguía el Chavo. ex­plotando. Era muy rubio. –¡Lástima que no esté el Sargento! Él sabía eso. Por –¡Y ese cómo inglés, no iba después a saberdeeso tanto si éltiempo trabajóallí de eso! metidos, ¡Si tenía vinie­ron una medalla a enterarse del Operativo de lo de Manuel. Independencia! –dijo Acosta. Cuando –Pero deelaviones Chavo no lo vio, puede enseguida ser: por quiso más locos saberle queelsean, nombre. ¿cómo Lesvan pre-a guntó remontar a losunReyes. avión, tomarse ese trabajo? –dijo Rubione–. Calcula: cien –Manuel tipos por –dijo avión el podrás Turcotirar: extrañándose. son cien viajes. ¡Un cagadero de guita! Y –¿Y la atarde ellossiguiente, qué les importa cuandolayaguita? estabaSuben, oscureciendo, te tiran, ¡chau! lo llamó y le pidió que –¿Pero lo acompañara cómo van a remontar a tomar unas cien aviones...? mediciones con el teodolito. Manuel salió, –Es que pidiéndole lo van haciendo permisocon a Rubione el tiempo, que¿qué estaba apuro de guardia, tienen? y más tarde el –Yo pichi no creo que que se asomó hayan para sido tantos. ver si ya Además, había ¿por oscurecido, qué...? contó que los había –Porque visto erancaminar guerrilleros... juntos por la cornisa, agarraditos de los guantes, tan –Si distintos, nunca hubo lostantos de Manuel guerrilleros... –comunes, habría duros, mil cuando esos quemucho da el –dijo Ejército un argentino– pichi del fondo, y losque del nunca Chavo,hablaba. enormes, en una tela flexible y esponjosa con –Habló el emblema un boludo de–dijo los paracaidistas el puntano–,pintado ¡eran quince sobre mil! una ¡Quin–ce–mil! estrella de metal– negro. subrayó. Y –Haber, nadie lo había podía miles. creer,En pero Tucumán esa noche –contaba Manuelelfuetucuma­no–, a dor­mir a cuando la chimenea venía Santucho de los británicos para el y17a de pesar octubre, de los llegaba ruidos que conproducía trescientos a propósito Peugeot el 504otro negros, británico cada con uno la conradio, cincosemonos oían risitas adentroy ylos desfilaban. gemidos de los dos. Rubione –¿Desfilaban? puteaba: –no lo podía creer el Turco. –¡Hace –Sí, ¡desfilaban! dos semanas y media que estoy, ustedes hace más de un mes, y nadie –¿Y lasecana había losdado dejaba? cuenta, y llega éste y al instante lo ve...! –Es –La que canaentre se escondía. ellos se descubren, Si eran mayoría se reconocen ellos... de lejos... –dijo García. –¡Al –¿Y la kilómetro gente? se olfatean! –habló otro. –¿Habrá –La gentemás? aplaudía, –preguntaba les tirabaelflores, Ingeniero les daba y recorría plata pa­ra con lalasluz colectas. de la linterna –¿Aplaudía? la chimenea donde estaban los pichis comiendo ración y que, encandilados, –¡Si estabanlocon puteaban. ellos! ¡Cinco a uno era la ventaja que les daba Perón a Seguían los otros...! llegando los ruidos de ellos, mientras el otro inglés ponía la radio –Pero aSantucho captar las no transmisiones era peronista, ¡animal! secretas –dijo ar­gentinas, Viterbo.que después les pasaba –Sí, ¡eraa los peronista! gurjas y–dijo a loselpara­caidistas tucumano–. Lo queque estaban pasa acampando es que no laeniba el Fitz con Isabel... Roy. –¡Esa yegua...! –afirmó Rubione. Seguro –¿Por qué alguno yegua? se calentó. ¡Pobre mina! El ruido, Fuelas la única risitasque queenca­naron. siguieron llegando de la –¡Y chimenea mejor para británica ella! Adaban los demás asco. los fusilaron y los ti­raron al río. –Cojerse –Eso sí, pero a unsetipo, chupó vaya diezy años pase presa. –se comentó–. ¡Pero a un pichi...! ¡Y aquí! –¿Cómo diez? ¡Cinco! –dijo Viterbo. Sabía, era de pa­dre radical. –Bueno, cinco. ¡Igual es mucho para una mina! Y –¡Y daba sin asco comerla porque ni bebería! ahí abajo, con esa mugre –con el olor a muerto que se –Algo filtraba afanó. por las paredes de tierra dura – y el peligro de estar entre veinte –¿Vos argentinos crees? Afanaron que silos pudieran otros, los te que reventarían se fueron con antes... el taco del borceguí, –Y ella en medio también. de la Está gue­rra, en España, montarse vivea un como tipoun sucio rey,como morfauncon pichi, los era realgo yes. re­pugnante para cualquiera: nada más a un inglés se le podía ocuPagina 74 35

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–Conmigo inútiles quenocasi –dijo nadie él. se los acordaba. Podían pasar tres días enteros –¡Los durmiendo, reyes comiendo verdaderos,lasboludo! sobras –dijo de loselvecinos Ingeniero. de chimenea y sin salir –¿Por a mear,qué para nonohablan hacerse en ver orden? por los –pedía que mandan. Pipo, como si tu­viera que anotar las existencias de un almacén de opiniones. –La De costumbre tendrían que quedaron haber fusilado allí, porque a ellalos también. Magos no se los acordaban, y –¿Por los otros, qué?los¿Qué que hizo? los tenían cerca, ni los nom­braban porque les sentían –Y lástima. los otros: Pero ¿qué estaban hicieron? ahí. Y los principales –Pipo, Rubione, García y –Pero algún otro– no fusilaron nunca tantos, se los cruzaban es bolazo porque de estosanegros. la hora de los repartos de –La ración puta losque inservibles te parió –dijo se arrinconaban el puntano, oentre el tucumano. los sitios más oscuros es­ –Que perando te recontra. las sobras, para no llamar la atención o por ver­güenza de co–¡Leí! merse lo ¡Leí quelalos lista! otros ¡Está! pichis ¡Está hacían la lista! aparecer. –ése era el puntano. –Quisiera –Si esta guerra verla...no–dijo acaba un –amenazó porteño. Viterbo un día vamos a tener que –Bueno, tirar a todos andalosa la dormidos... iglesia de San Luis y pedila. –Para –¿Cuántos que salgo serán?y –preguntaba voy. ¡Negro boludo! otro Rey. –Anda Cabildearon a la puta entre que losteMagos: parió. serían cinco o seis. Seguían –Habría más que tirar explosiones. seis más El –calculó Turco dijo: el Turco. –Oigan, –¿A los ingleses? ¡se están tirando con todo! Y –Aentonces lo que sea. callaron Si esto unos sigue instantes mal, vapara a haber oír lasque bombas tirarlos. y se ¿Qué ordenó día es la discusión. hoy? –preguntó. Nadie sabía. –Para –Veintinueve qué tantas –dijo bombas... Pipo, que estaba oyendo la reunión. –Para –Veintinueve amedrentar, –contaba para apurar el Turco la rendición. con los dedos– si esta guerra no acaba –Los los tiramos de acáelquieren, seis de Galtieri junio. no. –¿Yo qué no? –Vos Se calculaba no, ¡gil!cómo Galtieri hacer el verdadero. y se calculaba hasta dónde llega­ría la nieve. –¿Vos Había unas sos Galtieri? marcas en –preguntaba las piedrasRubione de arriba. al muchacho El Ingeniero al que las llamaban señaló y Galtieri. les dijo: –Sí –Hasta –dijo aquí el pibe. ha deEra haber morocho llegadoyla petisito. nieve el otro invierno... –¿Y Era muy por qué alto,tetres dicen metros Galtieri? más alto que el tiraje de la es­tufa. Hicieron –El cuentas. Sargento le puso –dijo Viterbo– porque este pelotu­do también creía –Así como que íbamos así, el acoque ganar... puede alcanzar un mes, a lo sumo... –¿Y –Quemando ustedes no? papeles y madera que se consiga, y pijotean­do el fuego, –Nosotros puede alcanzar sí, hasta paraque dosvimos meseslamás... flota –calculó –dijo el Turco. el Ingeniero. –¿Vieron 105 pasar la flota? –Sí. –¿Qué –Entonces, harándesde si ganan? hoy, se apaga la estufa las mañanas y se las vuelve a –Nada. prender a la noche –mandó el Turco. –¿Y –¡Habría a nosotros que conseguir qué...? –preguntaba más coque...! Galtieri. –acordaron los Magos. –¡Presos! –Y por ahí... tenemos que quedarnos dos inviernos –dijo un pichi del –¿Presos? fondo. ¡Se cogen a los presos! –dijo alguien de atrás. –Eso Hablaba ahora, en serio; para asustar, algunospara creían amedrentar, que un pichi ¿peropodía vos teaguantar crees que toda justo la te vida vanviviendo a coger así. a vos si tienen otros diez mil tipos para elegir? –Por Pero entonces, ahí sí, porverlos ahí te cogen. a ellos, después de haber visto gente verdadera en –¿Dónde la vida, probaba presos?que –volvía los pichis al tema no Galtieri. cru­zarían el invierno. Ni cara tenían: Pagina 36 73

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–Hacen hinchados campos –seríade porconcentración. el humo de laDespués estufa–,telapiden barbalascrecida, Naciones los Uniojos das. secos y muy hundidos, el pelo duro como un cuero arriba de la cabeza –¿Aguantáremos? y los pómulos rojos, –preguntaba como tienen Rubione. los monos, escaldados del frío y por –Sí las quemaduras –dijo el Turco–. de la época en que se inició la guerra. –¡Yo La cara, estoy donde porno boludo! era barba –seoquejó paspadura, Acosta–. era piel ¡Yo negra, tendríaencostrada que haberme con quedado una mezcla desertor! de la grasa que se usó para el frío y la arcilla de abajo. A –¡Y vecesyouno queabría no pedí la boca la prórroga! para reír­se –dijoo García. bostezar y no se le podía creer la –¿Y lengua si nos húmeda, fusilan? colo­rada y limpita. ¡Si de verles las caras parecía que –No, ya estaban ¡no van podridos, a fusilar! secos y negros por adentro también! –¿Y La ropa allá no no duraba. fusilaronSediez rompía mil...? al subir a la sierra y al ba­jar el tobogán, –De que cuando nuevo boludeces... no tenía barro estaba lleno de piedra dura. Los pantalones –Bueno, se descosían mil...y se pudrían de la humedad del cuerpo; a algunos se les –Ponele notaban cagados cinco mil. o sangrados atrás. –¡Se Los lampiños, dejaron fusilar comode García boludos, y Dorio, por noserajar! usaban para ir a la Intendencia –¿Y militar, cómo o ase losiban sargentos a rajar?de–era los el batallo­nes puntano. cercanos a cambiar cosas. A –Firmenich ésos se les buscaba se rajó. ropa más decente, para hacerlos parecer más a los –Ése soldados era vivo. con acomodo que en el pueblo se reconocían por la manera de –Es estarvivo. gordos ¡Pero y tenía andarpelotas siempre ése! abrigados y limpios. El Tur­co quería –¿Por? ropa mejor para vestir a los pichis y hasta una vez pensó en arreglar –Ése una mezcla amasijo de ropa al presidente. de inglesesLocon secuestró ropa de civiles y lo amasijo robadascuando en las estantenía quince cias para años inventar de edad... uniformes especiales de pichis. Pero a esa altura – –¿En prime­ros serio? días de junio–, ya no quedaba casi ropa decente lim­pia en la –Sí, isla ya los Aramburu, pichis con erabarba militar–casi –general–, todos– Firmenich andaban peor lo amasijo, que pordioseros, y era un pibe... emparchados ¡de un tiro! con cintas plásticas de remendar botes salvavidas. –¡Joda! –dudó alguien. –¡Cierto!–confirmó Los ingleses, que siempre Viterbo.andaban con la carita lisa y las ropas plan–Y chadas, a losmiraban dieciséis, a los él pichis con diez con tipos lástima. más, pendejos como él, tomaron una –¿Viste cárcel cómo militar hacen y soltaron con la nariz a milcuando guerrilleros te ven?que –dijo había unopresos... despuésFue de en ir aRawson, buscar carbón, cerca la devez mi que pueblo... les dejaron después sacar secuestraron el coque deaviones las estancias y los llevaron vecinas ya trajeron Chile. entre cua­tro, en tres noches, más de trescientos ki–¿A los. Chile? ¿A Pinochet? –No, –Es por en el esaolor época a mierda, Chile era porcomunista. el olor a pichi –pensó el Turco. –¿Comunista –No. No es elChile? olor: si de lejos y con viento viniendo del lado de ellos –Sí... ya te hociquean. ¡Si Fidel Castro fue a esperarlo a Firmenich cuan­do fue con los aviones –Es la manera secuestrados que tienen llenosellos de presos! de mirar a los argentinos –dijo Viterbo, –Menor que los estudiaba que nosotros. desde hacía un tiempo. –¡Y –Seasepor rajó! lo que sea, ¡son una mierda los ingleses! –dijo él, y sonó co–Muchos mo una orden, rajaron. y todos dijeron: –Por –¡Sí! eso ¡Sonnouna pueden mierda serlos diez ingleses! mil ni quince mil... –¿Qué edad tiene ahora? –Treinta. Pero después los ingleses pidieron que les tuvieran dos en la Pichicera, –Como para poner un capitán allí una joven. estación de radio. –Pero Viterboéste se tiene negó.laEllos guitainsistieron. loca, miles El de Ingeniero, palos verdes hablan­do tiene. con los RePagina 36 73

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inútiles –Conmigo quenocasi –dijo nadie él. se los acordaba. Podían pasar tres días enteros durmiendo, –¡Los reyes comiendo verdaderos,lasboludo! sobras –dijo de loselvecinos Ingeniero. de chimenea y sin salir a–¿Por mear,qué para nonohablan hacerse enver orden? por los –pedía que mandan. Pipo, como si tu­viera que anotar las existencias de un almacén de opiniones. De –Lacostumbre tendrían que quedaron haber fusilado allí, porque a ellalos también. Magos no se los acordaban, y los –¿Por otros, qué? los¿Qué que hizo? los tenían cerca, ni los nom­braban porque les sentían lástima. –Y los otros: Pero ¿qué estaban hicieron? ahí. Y los principales –Pipo, Rubione, García y algún –Pero otro– no fusilaron nunca tantos, se los cruzaban es bolazo porque de estosanegros. la hora de los repartos de ración –La puta losque inservibles te parió –dijo se arrinconaban el puntano, oentre el tucumano. los sitios más oscuros es­ perando –Que te recontra. las sobras, para no llamar la atención o por ver­güenza de comerse –¡Leí! lo ¡Leí quelalos lista! otros ¡Está! pichis ¡Está hacían la lista! aparecer. –ése era el puntano. –Si –Quisiera esta guerra verla...no–dijo acaba un–amenazó porteño. Viterbo un día vamos a tener que tirar –Bueno, a todos andalosa la dormidos... iglesia de San Luis y pedila. –¿Cuántos –Para que salgo serán?y –preguntaba voy. ¡Negro boludo! otro Rey. Cabildearon –Anda a la puta entre que losteMagos: parió. serían cinco o seis. –Habría Seguían que más tirar explosiones. seis más El –calculó Turco el dijo: Turco. –¿A –Oigan, los ingleses? ¡se están tirando con todo! –A Y entonces lo que sea. callaron Si esto unos sigue instantes mal, vapara a haber oír lasque bombas tirarlos. y se ¿Qué ordenó día es la hoy? discusión. –preguntó. Nadie sabía. –Veintinueve –Para qué tantas –dijo bombas... Pipo, que estaba oyendo la reunión. –Veintinueve –Para amedrentar, –contaba para apurar el Turco la con rendición. los dedos– si esta guerra no acaba los –Los tiramos de acáelquieren, seis de Galtieri junio. no. –¿Yo qué no? Se –Vos calculaba no, ¡gil!cómo Galtieri hacer el verdadero. y se calculaba hasta dónde llega­ría la nieve. Había –¿Vos unas sos Galtieri? marcas en –preguntaba las piedrasRubione de arriba. al muchacho El Ingeniero al que las llamaban señaló y les Galtieri. dijo: –Hasta –Sí –dijo aquí el pibe. ha deEra haber morocho llegadoylapetisito. nieve el otro invierno... Era –¿Y muy por qué alto,tetres dicen metros Galtieri? más alto que el tiraje de la es­tufa. Hicieron cuentas. –El Sargento le puso –dijo Viterbo– porque este pelotu­do también –Así creía como que íbamos así, el acoque ganar... puede alcanzar un mes, a lo sumo... –Quemando –¿Y ustedes no? papeles y madera que se consiga, y pijotean­do el fuego, puede –Nosotros alcanzar sí, hasta paraque dosvimos meseslamás... flota –calculó –dijo el Turco. el Ingeniero. 105 –¿Vieron pasar la flota? –Sí. –Entonces, –¿Qué harándesde si ganan? hoy, se apaga la estufa las mañanas y se las vuelve a prender –Nada. a la noche –mandó el Turco. –¡Habría –¿Y a nosotros que conseguir qué...? –preguntaba más coque...! Galtieri. –acordaron los Magos. –Y –¡Presos! por ahí... tenemos que quedarnos dos inviernos –dijo un pichi del fondo. –¿Presos? ¡Se cogen a los presos! –dijo alguien de atrás. Hablaba –Eso ahora, en serio; para asustar, algunospara creían amedrentar, que un pichi ¿peropodía vos teaguantar crees que toda justo la vida te vanviviendo a coger así. a vos si tienen otros diez mil tipos para elegir? Pero –Por entonces, ahí sí, porverlos ahí te acogen. ellos, después de haber visto gente verdadera en la –¿Dónde vida, probaba presos?que –volvía los pichis al tema no Galtieri. cru­zarían el invierno. Ni cara tenían: Pagina 72 37

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hinchados –Hacen campos –seríade porconcentración. el humo de laDespués estufa–,telapiden barbalascrecida, Naciones los Uniojos secos das. y muy hundidos, el pelo duro como un cuero arriba de la cabeza y–¿Aguantáremos? los pómulos rojos, –preguntaba como tienen Rubione. los monos, escaldados del frío y por las –Síquemaduras –dijo el Turco–. de la época en que se inició la guerra. La –¡Yo cara, estoy donde porno boludo! era barba –seoquejó paspadura, Acosta–. era piel ¡Yo negra, tendríaencostrada que haberme con una quedado mezcla desertor! de la grasa que se usó para el frío y la arcilla de abajo. A veces –¡Y youno queabría no pedí la boca la prórroga! para reír­se –dijoo García. bostezar y no se le podía creer la lengua –¿Y si nos húmeda, fusilan? colo­rada y limpita. ¡Si de verles las caras parecía que ya –No, estaban ¡no van podridos, a fusilar! secos y negros por adentro también! La –¿Yropa allá no no duraba. fusilaronSediez rompía mil...? al subir a la sierra y al ba­jar el tobogán, que –De cuando nuevo boludeces... no tenía barro estaba lleno de piedra dura. Los pantalones se –Bueno, descosían mil...y se pudrían de la humedad del cuerpo; a algunos se les notaban –Ponele cagados cinco mil. o sangrados atrás. Los –¡Selampiños, dejaron fusilar comode García boludos, y Dorio, por noserajar! usaban para ir a la Intendencia militar, –¿Y cómo o ase losiban sargentos a rajar?de–era los el batallo­nes puntano. cercanos a cambiar cosas. A ésos –Firmenich se les buscaba se rajó. ropa más decente, para hacerlos parecer más a los soldados –Ése era vivo. con acomodo que en el pueblo se reconocían por la manera de estar –Es vivo. gordos ¡Pero y tenía andarpelotas siempre ése! abrigados y limpios. El Tur­co quería ropa –¿Por? mejor para vestir a los pichis y hasta una vez pensó en arreglar una –Ésemezcla amasijo de ropa al presidente. de inglesesLocon secuestró ropa de civiles y lo amasijo robadascuando en las estantenía cias quince para años inventar de edad... uniformes especiales de pichis. Pero a esa altura – prime­ros –¿En serio? días de junio–, ya no quedaba casi ropa decente lim­pia en la isla –Sí, ya los Aramburu, pichis con erabarba militar–casi –general–, todos– Firmenich andaban peor lo amasijo, que pordioseros, y era un emparchados pibe... ¡de un tiro! con cintas plásticas de remendar botes salvavidas. –¡Joda! –dudó alguien. Los –¡Cierto!–confirmó ingleses, que siempre Viterbo.andaban con la carita lisa y las ropas planchadas, –Y a losmiraban dieciséis, a los él pichis con diez con tipos lástima. más, pendejos como él, tomaron –¿Viste una cárcel cómo militar hacen y soltaron con la nariz a milcuando guerrilleros te ven?que –dijo había unopresos... despuésFue de ir enaRawson, buscar carbón, cerca la devez mi que pueblo... les dejaron después sacar secuestraron el coque deaviones las estancias y los vecinas llevaron ya trajeron Chile. entre cua­tro, en tres noches, más de trescientos kilos. –¿A Chile? ¿A Pinochet? –Es –No,por en el esaolor época a mierda, Chile era porcomunista. el olor a pichi –pensó el Turco. –No. –¿Comunista No es elChile? olor: si de lejos y con viento viniendo del lado de ellos ya –Sí... te hociquean. ¡Si Fidel Castro fue a esperarlo a Firmenich cuan­do fue con los –Es aviones la manera secuestrados que tienen llenosellos de presos! de mirar a los argentinos –dijo Viterbo, que –Menor los estudiaba que nosotros. desde hacía un tiempo. –Sea –¡Y sepor rajó! lo que sea, ¡son una mierda los ingleses! –dijo él, y sonó como –Muchos una orden, rajaron. y todos dijeron: –¡Sí! –Por eso ¡Sonnouna pueden mierda serlos diez ingleses! mil ni quince mil... –¿Qué edad tiene ahora? Pero –Treinta. después los ingleses pidieron que les tuvieran dos en la Pichicera, para –Como poner un capitán allí una joven. estación de radio. Viterbo –Pero éste se tiene negó.laEllos guitainsistieron. loca, milesEl de Ingeniero, palos verdes hablan­do tiene. con los RePagina 72 37

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–¿Dónde está? –En Europa, en Cannes, o en Montecarlo, por ahí... –¿Y qué hace? –Se prepara para venir. –Sí, ¡lo van a dejar venir! –dudó el Turco. –Y por ahí... Si hay elecciones... –Nunca más va a haber elecciones aquí. –¡Ah no...! –No, ¡nunca más! ¿No viste que no hay libretas de en­rolamiento? Antes había, tenían un espacio para poner el voto, ya ni las hacen. Mi viejo tiene –dijo Viterbo. Era un político. –Si hay elecciones, ¿lo votarías? –¿A quién...? –A Firmenich. –No... yo no votaría a nadie, ¡que se vayan todos a la puta madre que los remil parió! –Che... ¿desde qué edad se vota? –Desde los veinte, ¿no? –Yo no creo que salga presidente Firmenich. –Yo no creo que se hagan votaciones... –Mi viejo en Montevideo –habló el uruguayo– fue gue­rrillero... ¡Era tupamaro! –¿Eran católicos ésos, no? –No... nacionalistas. También los mataron a todos... –dijo el uruguayo. –¿Y tu viejo hizo guita? –No, traer no trajo nada... ¡pero por ahí dejó escondi­da en Uruguay! Dice que alguna vez vamos a volver. –¿Te imaginas, Negro...? ¡Llegas y te encontrás con to­da la guita! –Sí... Pero la guita de antes ya no sirve. –Los dólares y las libras y las monedas de oro siempre sirven –dijo el Turco. Seguían tomando. Hablaban todos a la vez.

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54 Se –Como fueron a vos a dormir, anotar,pero a él en lo el queespacio más loque calentaba llamaban eralahacer chi­menea esas cosas: lateral, cambiar, algunos juntar, seguían hacerhablando. que agranden Llegaba los lugares desde allí y mandar. el reflejo amarillento de –Youna anotar linterna no...mortecina. a mí ¡saber! Se–dijo acaba­ban mi vozlas grabada pilas. Él en se el cásete. volvió hacia la pared –Bueno, de como arcillaa apretada. vos anotarEn y saber, algunos a él lugares, lo calentaba el reflejo ha­cer de esas la linterna cosas. hacía Al comienzo, ver los bri­llos a nadieque se le largaba hubiera unaocurrido sustancia juntar parecida tantoacarbón, la mica.tanto Esa pared paño de daba carpa, a losmantas, bordesracio­nes, de la sierrita, ropaallí vieja. donde Ni ahabía Viterbo una –el corni­sa otro Vide nieve terbo, yelestaban que empe­zó– enterrados ni los al Sargento, muertos. El ni olor a míde ni los al Ingeniero muertos, seseimanos ginó, hubiese eracruzado el olor de la idea esa pared: de juntar olortantas a arcilla cosas recalentada y tan lejos por dellos pue­blo. vahos de A la él sí. estufa Él precisó de coque juntar. del almacén O primero denecesitó abajo. Los la guerra del costado y la posibilidad hablaban tode davía: mandar,voces para que confusas le naciera por el aquella sueño.idea Quedeno juntar habría y cambiar. que darles Sí hasta nuncaa más los que de tomar, lo conocíamos le dijo al des­de Ingeniero antes quenos dormía llamóa la su atención: lado. "Queantes no", de le dijo mandar, el otro. antes "¿Cuántos de pelear,Tres nunca Plumas le habían quedarán?", salido aquellas dijo al ganas. Ingenie­ro, como Es que preguntándoselo el miedo sueltaa el sí instinto mismo. que "Che, cada Pipo, uno¿cuánto lleva dentro, queda?", y asídijo como el Ingeniero. algunos conPipo el miedo estabasebien vuelven desvelado más fo­rros y di­jo queenantes, voz porque baja, para les sale que solamente el dormidolodeescucharan adentro, a él losleReyes: despertó "Treinta el árabebotellas". de adentro: Él dijo ese instinto que se prohibía de amontonar el Tres las cosas Plumas, y deque cambiar quedaba y denada mandar. más para los Magos. El Turco tampoco se había dormido y opinó que eso le parecía muy bien. Que­rían Solo no. Solo dormir; no los hubiera otrospodido seguíannicuchicheando. se le hubiera ocu­rrido hacer como hizo. Solo hubiera ido con la corriente y hubiera terminado como los –Shhh otros, helado, –les protestaron, o muerto ydeel frío murmullo en unabajó. trinchera mal dibujada. Pero el Casi miedo, se había los otros dormido y la ocasión cuando una de mandar voz le habló lo convirtieron contra la oreja. y le hicieron –Che, salir el¿por árabe. quéYllora el que el uruguayo? lo veía mandando, cambiando y al­macenando Se cosas estiró ni pensaba en la bolsa quedeatrás dormir. de todo No había eso estaba oído llorar. el miedo. Pero es el mie–Es do elporque que está está atrás mamado. mandándote, No haycambiándote. que darles nunca más de tomar. –Tenes Un día, razón mientras –dijo pasaban la voz una contra arenga la oreja. del comandante por la radio, dijo Él Manuel: también se sentía borracho. Era como un placer ba­jando más calor, de –¿Escuchan? la cabeza Este haciatipo lasestá piernas. cagadoCalentaba, de miedo. entibiaba, ¡Peor que nosotros! hacía que todo pareciera Y a uno másque fácillo yescuchara permitía sin creersaber que eso, aquella le parecería guerra seque terminaba el tipo pronto. estaba arengando Podía tam­bién en serio, pensar muyque seguro volvía, en ysuque bun­ker, todo elcon trámite los micrófode acabar, nos, de­jar la estufa, la isla losyasistentes volver a su y casa los ma­pas era muycon fácil, banderitas ya estaba que en le el harían taller, ya creer estaba que cerca ya tenía de ganada su casa.la guerra. El Pero uruguayo escuchado hablaba por unahora pichi,a ahí los abajo, gritos. sabiendo Decía llorando qué es que el miedo, lo iban cona matar todo elytiempo que elpara padre pensar teníaqué millones es el miedo en Mon­tevideo y para qué sirve esperando. el miedo "Ély esperó adondepara llevaque el miedo, yo tuviera la arenga veinte se –lloraba– comprendía para gastárselos distinto: Manuel conmigo tenía y ahora razón. yo me voy a morir." Decía algo así. Lloraba –dijo– no por él, sino –Tenes de lástima razón –se dellepadre, dijo. Todo que esperó era consecuencia y ahora quedel él ya miedo. se iba a morir la plata Y noa le otros, servía el para miedo nada. les sacaba el hijo de puta que tenían adentro y Nadie perdíanleenseguida. contestaba.Para De aeluno, principio todos de se iban mayo, durmien­do. ya no quedaba Después ni uno calló de yésos sintió entre que losotros pichis. dosLos seguían otros hablando pichis ya en los voz habían tan acabado, baja, queono se supo habentender ían ido. si era porque los Reyes dormían, o porque estaban escondiéndoles Y a otros, algo. el Hi­zo miedo un esfuerzo les saca el para inservible oír. Sintió decalor. adentro. Se quitó Se volvían la tricota, tan Pagina 38 71

Los Pichiciegos

–¿Dónde está? –En Europa, en Cannes, o en Montecarlo, por ahí... –¿Y qué hace? –Se prepara para venir. –Sí, ¡lo van a dejar venir! –dudó el Turco. –Y por ahí... Si hay elecciones... –Nunca más va a haber elecciones aquí. –¡Ah no...! –No, ¡nunca más! ¿No viste que no hay libretas de en­rolamiento? Antes había, tenían un espacio para poner el voto, ya ni las hacen. Mi viejo tiene –dijo Viterbo. Era un político. –Si hay elecciones, ¿lo votarías? –¿A quién...? –A Firmenich. –No... yo no votaría a nadie, ¡que se vayan todos a la puta madre que los remil parió! –Che... ¿desde qué edad se vota? –Desde los veinte, ¿no? –Yo no creo que salga presidente Firmenich. –Yo no creo que se hagan votaciones... –Mi viejo en Montevideo –habló el uruguayo– fue gue­rrillero... ¡Era tupamaro! –¿Eran católicos ésos, no? –No... nacionalistas. También los mataron a todos... –dijo el uruguayo. –¿Y tu viejo hizo guita? –No, traer no trajo nada... ¡pero por ahí dejó escondi­da en Uruguay! Dice que alguna vez vamos a volver. –¿Te imaginas, Negro...? ¡Llegas y te encontrás con to­da la guita! –Sí... Pero la guita de antes ya no sirve. –Los dólares y las libras y las monedas de oro siempre sirven –dijo el Turco. Seguían tomando. Hablaban todos a la vez.

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45 –Como Se fueron a vos a dormir, anotar,pero a él en lo el queespacio más loque calentaba llamaban eralahacer chi­menea esas cosas: latecambiar, ral, algunos juntar, seguían hacerhablando. que agranden Llegaba los lugares desde allí y mandar. el reflejo amarillento –Yo de una anotar linterna no...mortecina. a mí ¡saber! Se–dijo acaba­ban mi vozlas grabada pilas. Él en se el cásete. volvió hacia la –Bueno, pared de como arcillaa apretada. vos anotarEn y saber, algunos a éllugares, lo calentaba el reflejo ha­cer de esas la linterna cosas. Al hacía comienzo, ver los bri­llos a nadieque se le largaba hubiera unaocurrido sustancia juntar parecida tantoacarbón, la mica.tanto Esa paño paredde daba carpa, a losmantas, bordesracio­nes, de la sierrita, ropaallí vieja. donde Ni ahabía Viterbo una–el corni­sa otro Vide terbo, nieve yelestaban que empe­zó– enterrados ni los al Sargento, muertos. El ni olor a míde ni los al Ingeniero muertos, seseimanos hubiese ginó, eracruzado el olor de la idea esa pared: de juntar olortantas a arcilla cosas recalentada y tan lejospor dellos pue­blo. vahos de A él la sí. estufa Él precisó de coque juntar. del almacén O primero denecesitó abajo. Los la guerra del costado y la posibilidad hablaban tode mandar, davía: voces para que confusas le naciera por el aquella sueño.idea Quedeno juntar habría y cambiar. que darles Sí hasta nuncaa los másque de tomar, lo conocíamos le dijo al des­de Ingeniero antes quenos dormía llamóa la su atención: lado. "Queantes no", de le mandar, dijo el otro. antes"¿Cuántos de pelear,Tres nunca Plumas le habían quedarán?", salido aquellas dijo al ganas. Ingenie­ro, coEs moque preguntándoselo el miedo sueltaa el sí instinto mismo. que "Che, cada Pipo, uno¿cuánto lleva dentro, queda?", y asídijo como el algunos Ingeniero. conPipo el miedo estabasebien vuelven desvelado más fo­rros y di­jo queenantes, voz porque baja, para les sale que el solamente dormido lo deescucharan adentro, a él losleReyes: despertó "Treinta el árabebotellas". de adentro: Él dijo ese instinto que se de prohibía amontonar el Tres las cosas Plumas, y deque cambiar quedaba y denada mandar. más para los Magos. El Turco tampoco se había dormido y opinó que eso le parecía muy bien. Solo Que­rían no. Solo dormir; no los hubiera otrospodido seguíannicuchicheando. se le hubiera ocu­rrido hacer como hizo. Solo hubiera ido con la corriente y hubiera terminado como los otros, –Shhh helado, –les protestaron, o muerto ydeel frío murmullo en unabajó. trinchera mal dibujada. Pero el miedo, Casi se los había otros dormido y la ocasión cuando una de mandar voz le habló lo convirtieron contra la oreja. y le hicieron salir –Che,el¿por árabe. quéYllora el que el uruguayo? lo veía mandando, cambiando y al­macenando cosas Se estiró ni pensaba en la bolsa quedeatrás dormir. de todo No había eso estaba oído llorar. el miedo. Pero es el miedo –Eselporque que está está atrás mamado. mandándote, No haycambiándote. que darles nunca más de tomar. Un –Tenes día, razón mientras –dijo pasaban la voz una contra arenga la oreja. del comandante por la radio, dijo Manuel: Él también se sentía borracho. Era como un placer ba­jando más calor, –¿Escuchan? de la cabeza Este haciatipo lasestá piernas. cagadoCalentaba, de miedo. entibiaba, ¡Peor que nosotros! hacía que todo Y pareciera a uno másque fácillo yescuchara permitía sin creersaber que eso, aquella le parecería guerra seque terminaba el tipo estaba pronto.arengando Podía tam­bién en serio, pensar muyque seguro volvía, en ysuque bun­ker, todo elcon trámite los micrófode acanos, bar, de­jar la estufa, la isla losyasistentes volver a su y casa los ma­pas era muy con fácil, banderitas ya estaba que enleel harían taller, creer ya estaba que ya cerca tenía de ganada su casa.la guerra. Pero El uruguayo escuchado hablaba por unahora pichi,a ahí los abajo, gritos.sabiendo Decía llorando qué es el quemiedo, lo iban cona todo matarelytiempo que elpara padre pensar teníaqué millones es el miedo en Mon­tevideo y para qué sirve esperando. el miedo"Él y adonde esperó para llevaque el miedo, yo tuviera la arenga veinte se –lloraba– comprendía para distinto: gastárselos Manuel conmigo teníay razón. ahora yo me voy a morir." Decía algo así. Lloraba –dijo– no por él, –Tenes sino de lástima razón –se dellepadre, dijo. Todo que esperó era consecuencia y ahora quedel él ya miedo. se iba a morir la Y plata noa le otros, servía el para miedo nada. les sacaba el hijo de puta que tenían adentro y perdían Nadie leenseguida. contestaba.Para De aeluno, principio todos de se iban mayo,durmien­do. ya no quedaba Después ni uno calló de ésos y sintió entre que losotros pichis. dosLos seguían otros hablando pichis ya los en voz habían tan acabado, baja, queono se supo habían entender ido. si era porque los Reyes dormían, o porque estaban escondiénY doles a otros, algo. el Hi­zo miedo un esfuerzo les saca el para inservible oír. Sintió decalor. adentro. Se quitó Se volvían la tricota, tan Pagina 39

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sentado bordo y sobre no velas huella lonasalguna que le de hacían tormenta de colchón ni de aaccidente. la bol­sa.Todo Brillaban está esas bien,micas todo está en laenpared orden, oscura. pero ni Hizo unauna señal al­mohada de vida se conhalla la tricota. en la extenTrató de siónoírimpresionante y notó que una delvoz barco. era laLas de luces Viterbo, encienden, de guardia lasaradios la entrada sintonidel tobogán. zan, las poleas Sentíade más loscalor. guinches El calor pueden da sed. girarLos y los Reyes motores Magos sedeben ponendar en el marcha ejemplo no ybien no tomar el jefeagua. de máquinas Tomar tédel o mate. barco Sudando que lo encontró da más sed. cambia La llamita de barcoazul y hace de girar la estufa la llave alumbraba principal. el Pero alma­cén no se de halla Pipo, la menor habríaseñal que apagarla de vida hu­mana o bajarla.a Cerró bordo.los "¡Ni ojos. huellas Se lede movía marineros la montaña. ni de un Giraba ser vivo con él. encuentran!", Si abría losenfatizaba ojos se paraba. el maduro De viejo vez en lobo cuando de mar. venían vibraciones, explosiones, Reflexionan la después guerra.que Se movía es buentodo. negocio Volvía hallarlos, a mirar por­que el brillo de las lacommi­ ca. pañías Paraba; de seguros pensó en premian la casa,a la en tripulación los talleres,dela los gomería barcosy que el taller recuperan grande barcos, de chapa pues ylespintura. ahorra Estaba reponerpreparándose su enorme costo un Taunus con suspara fondos, correr, siemle hablaba pre guardados a su mecánico en un buen sobre banco la de guerra, Londres. pero el piso giraba. Abrió los ojos: Siguenlasbebiendo micas noesebrillaban, cognac de Viterbo sobremesa. había Las apagado damaslaoyen, linterna. los caba"Che Turco: lleros cambian ¿estás despierto?" ideas; seguro "Sí", que dijo alguien el Turco. sue­ña "Estoy con dedicarse mareado."a"¿Estás descumamado?" brir barcos "Sí." y llenarse "Yo un de poco plata,también." y un señor– "Chemuy Tur­co... refinado ¿te yparece...?" elegante, "¿Qué?" entrado en "¿Que años,éstos con una pueden calvavotar?" sostenida "¡Éstos sobrenolargos pueden y pensativos nada!", dijo meel Turco chonesyde"¡dormite!". esa suerte de Hizo canas másque fuerza sugieren, por dormir. a la primera La montaña vista dedejó quien de moverse lo conoce,pero quepronto se trataempezó de unaapersona girar al confiable, revés, como segura, para noble enrollar y poco algo que propensa antes ahubiera gastar bromas, estado largando le dice ala la capitán nocheque afuera. a él le "¡Che consta Ingeniero! la exis¡Che...!" tencia de barcos deshabitados, y para justificar su convicción cuenta que cierta vez, en su ju­ventud, viajando con su difunta esposa, pudo observar ese fenómeno. A Ibalaen mañana el barco siguiente, –cuentamientras el caballero–, esperaban era las unanoticias mañanadegris, afuera, cielo sacade ron cinc,a el Pipo mardel enalmacén calma chicha y los cuatro parecíaReyes un cristal se encerraron larga­mente entre azogado las bolsas por yel los tiempo cajones y todo que iba rodeaban bien a la bordo, estufa. hasta Viterbo que un cebaba. marinero Pasóentreabrió el mate. Le la mandó ventanaallateral Turco:del puente de mando, y desde allí se arrojó a la achatada –Yo y clara cebo, superficie vos habla. del mar. Eso hizo: entreabrió la ventana, pasó una –Nada mirada –dijo in­significante el Turco. en Lostorno miraba de sus a él compañeros y al Ingeniero delypuente, les decía–: y sinQuide­ quito cir agua y vos va tienen se tiró que a la decidir. marina ¿Cuáles y azogada sonsuperficie los peores? del agua. Rato des–¿Los pués, elpeores primer qué? oficial, a cargo circunstancialmente del timón, cedió la –Los ruedapeores a un cabo, pichis. fue a la ventana aún entornada, y sin decir agua va, al mismo mar, siempre azogado y gris, se arrojó con aplomo. –Para mí, Manzi, Galtieri y el marino. Por ahí Acosta... –dijo el Ingeniero. Lentamente, uno a uno, los tripulantes fueron siempre lanzándose por –Yo la misma igual,ventana. Manzi, elCorrió marino, el Galtieri, rumor en el uruguayo... el pasaje: turistas de primera, –No, muchos el uruguayo como él –el no –dijo que conta­ba, el Turco. el señor aplomado y maduro–, dis–¿Y frutando Manzi? de sus pri­meras lunas de miel. –Sí, Y después ése sí es delderumor los peores. todos querían mirar la ventanía en­tornada y uno a El uno, Turco sin comentar dijo que sobraban ni decir pichis. agua va, Viterbo ni sa­ludar, cebaba.seÉlfueron preguntó arrojando que quéa iban ese mar a hacer plenísimo y Viterbo y ancho... dijo "nada, sa­carlos". –Dárselos ¿Te interesa? a losAcaba ingleses. pronto: A los acordate otros se que lesiban dicedeque sobreme­sa los llevaron en los un ingleses... lujoso barco, y que bebían el whisky o el cognac de la sobremesa del –¿A capitán los atendiendo ingleses? –preguntó al relato de él, los no por plomísi­mos saber, porque suicidas ya sabía. cayendo sobre Pagina 40 69

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–Sí. el mar Ponéle plomizo que ya aguachento. los ingleses... Fingió El caballero creer. apagó Pidió que su cigarro, le pasasen terminó un trago su relato, de Tresbebió Plumas el último y tuvo trago lástima de su porcognac Galtieri, o whisky, pero pensó auguró que los a todos demás muy tenían buenas razón. noches Ese pibe y sonriénno iba más. dole con Había un ya dejo varios de viril que melancolía no iban más. a cada Peores unaque de el lasmarino damaseran. se marchó Arriba a su camarote. había un alboroto. –¿Qué Lo veían pasa? irse–gritó a largos el Turco. pasos, atravesando el elegante sa­lón comedor –Llegaron del paquebote, –dijocuando Pipo, que unacubría damaladeguardia. la mesa, dirigiéndose al capitán y Habían refiriéndose llegado inequívocamente dos que salieronalacaballero mirar y a que hacer había aguacontado con nieve. su expeCerca riencia,dedijo, allí con habían des­pectivo encontrado acento: una patrulla helada. Los habían revisado –¡Farsante! y traían para los pichis una brújula, un largavistas, cuatro relojes y un Y encendedor el capitán, de el plata. viejo lobo, tomó la mano de la mujer, y en ademán –El de detenerla, encendedor como pasa para a sorteo enseñarle –propuso que nunca Núñez, se debe que lo apresurar había encontrala califido. cación de las personas, le dijo, mi­rando, también él, cómo el señor –Para bajabalamelancólico mierda que te losvapeldaños a servir...que ¡Si es unían a gas! el –con­testó salón comedor Viterbo. con la –¿Y recepción eso qué? de los camarotes de la primera clase: –Cómo –¡Farsante qué,no! ¿con Madam, qué lo ¡si recargas? este buen caballero fuese un farsante tam–Eso bién élseseconsigue. habría arrojado al mar! ¿Te gustó? De Quiroga era. –Bueno, quédatelo –dijo Viterbo y consultó con un vis­tazo al Turco que hizo que sí. –Es notable –dijo García–, los tipos mueren, pero los relojes siguen andando... Hablaba siempre así: "es notable", "es asombroso". Era estudiante, o iba a ser. Había entrado en la Facultad de Derecho de Río Cuarto y ya quería hablar como abo­gado. Cuando llegó, cuando ya estaban todos los pichis organizados, creyó que hablando como un teniente podía mandar. A cada orden contestaba que no y la discutía in­ventando siempre una idea mejor. Decía el Turco: –Apuntalen ese durmiente. –No –discutía él–, esperemos que llegue el Ingeniero. –No, se apuntala ahora –decía el Turco, nada más que por mandar. –¡Pero es mejor que esperemos!–protestaba García. Entonces le habló Viterbo: –Pibe, si te vas a quedar aprende que acá "mejor" quie­re decir lo que mandamos nosotros. ¿Entendés? Dijo que sí. Algo en la forma de mirar de los Reyes le hizo decir que sí con la cabeza, aunque tardó bastante en aprender a obedecer y de esas ganas de mandar y de hacer­se el que sabía le quedó nada más que la forma de hablar. –Che, "notable", ¿viste? –dijo uno mirando los relojes que traía en la mano... –Aguantan bien el frío –dijo él, haciéndose el que no se daba cuenta de que lo estaban cargando. –Che, "notable" –habló Viterbo–, ¿de qué marca eran esos relojes? Pagina 40 69

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bordo sentadoy sobre no velas huella lonasalguna que le de hacían tormenta de colchón ni de aaccidente. la bol­sa.Todo Brillaban está bien, esas micas todo está en laenpared orden, oscura. pero ni Hizo unauna señal al­mohada de vida se conhalla la tricota. en la extenTrató sión de oírimpresionante y notó que una delvoz barco. era laLas de luces Viterbo, encienden, de guardia las aradios la entrada sintonidel zan, tobogán. las poleas Sentíade más loscalor. guinches El calor pueden da sed. girarLos y los Reyes motores Magos se deben ponendar en marcha el ejemplo no ybien no tomar el jefeagua. de máquinas Tomar tédel o mate. barco Sudando que lo encontró da más sed. cambia La de llamita barcoazul y hace de girar la estufa la llave alumbraba principal. el Pero alma­cén no se de halla Pipo, la menor habríaseñal que de apagarla vida hu­mana o bajarla.a Cerró bordo.los "¡Ni ojos. huellas Se lede movía marineros la montaña. ni de un Giraba ser vivo con encuentran!", él. Si abría losenfatizaba ojos se paraba. el maduro De viejo vez en lobo cuando de mar. venían vibraciones, Reflexionan explosiones, la después guerra.que Se movía es buentodo. negocio Volvía hallarlos, a mirar por­que el brillo de las lacommi­ pañías ca. Paraba; de seguros pensó en premian la casa, a la en tripulación los talleres,dela los gomería barcosy que el taller recuperan granbarcos, de de chapa pues ylespintura. ahorra Estaba reponerpreparándose su enorme costo un Taunus con sus para fondos, correr, siemle pre hablaba guardados a su mecánico en un buen sobre banco la de guerra, Londres. pero el piso giraba. Abrió los Siguen ojos: lasbebiendo micas noesebrillaban, cognac de Viterbo sobremesa. había Las apagado damaslaoyen, linterna. los caba"Che lleros Turco:cambian ¿estás despierto?" ideas; seguro "Sí", que dijo alguien el Turco. sue­ña "Estoy con dedicarse mareado."a"¿Estás descubrir mamado?" barcos "Sí." y llenarse "Yo un de poco plata,también." y un señor– "Chemuy Tur­co... refinado ¿te yparece...?" elegante, entrado "¿Qué?"en "¿Que años,éstos con una pueden calvavotar?" sostenida "¡Éstos sobrenolargos pueden y pensativos nada!", dijo meel chones Turco yde"¡dormite!". esa suerte de Hizo canas másque fuerza sugieren, por dormir. a la primera La montaña vista dedejó quien de lo moverse conoce,pero quepronto se trataempezó de unaapersona girar alconfiable, revés, como segura, para noble enrollar y poco algo propensa que antes ahubiera gastar bromas, estado largando le dice ala capitán la nocheque afuera. a él le "¡Che consta Ingeniero! la existencia ¡Che...!" de barcos deshabitados, y para justificar su convicción cuenta que cierta vez, en su ju­ventud, viajando con su difunta esposa, pudo observar ese fenómeno. Iba A laen mañana el barco siguiente, –cuentamientras el caballero–, esperaban era las unanoticias mañanadegris, afuera, cielo sacade cinc, ron a el Pipo mardel enalmacén calma chicha y los cuatro parecíaReyes un cristal se encerraron larga­mente entre azogado las bolsas por el y los tiempo cajones y todo queiba rodeaban bien a la bordo, estufa. hasta Viterbo que un cebaba. marinero Pasóentreabrió el mate. Le la ventana mandó allateral Turco: del puente de mando, y desde allí se arrojó a la achatada y–Yo clara cebo, superficie vos habla. del mar. Eso hizo: entreabrió la ventana, pasó una mirada –Nada –dijo in­significante el Turco. en Lostorno miraba de sus a él compañeros y al Ingeniero delypuente, les decía–: y sinQuide­ cir quito agua y vos va tienen se tiró que a la decidir. marina ¿Cuáles y azogada sonsuperficie los peores? del agua. Rato después, –¿Loselpeores primer qué? oficial, a cargo circunstancialmente del timón, cedió la rueda –Los peores a un cabo, pichis. fue a la ventana aún entornada, y sin decir agua va, al mismo mar, siempre azogado y gris, se arrojó con aplomo. –Para mí, Manzi, Galtieri y el marino. Por ahí Acosta... –dijo el IngeLentamente, niero. uno a uno, los tripulantes fueron siempre lanzándose por la –Yo misma igual,ventana. Manzi, elCorrió marino, el Galtieri, rumor en el uruguayo... el pasaje: turistas de primera, muchos –No, el uruguayo como él –el no –dijo que conta­ba, el Turco.el señor aplomado y maduro–, disfrutando –¿Y Manzi? de sus pri­meras lunas de miel. Y –Sí, después ése sí es delderumor los peores. todos querían mirar la ventanía en­tornada y uno a uno, El Turco sin comentar dijo que sobraban ni decir pichis. agua va, Viterbo ni sa­ludar, cebaba.seÉlfueron preguntó arrojando que quéa ese ibanmar a hacer plenísimo y Viterbo y ancho... dijo "nada, sa­carlos". ¿Te –Dárselos interesa? a losAcaba ingleses. pronto: A los acordate otros se quelesiban dicedeque sobreme­sa los llevaron en los un lujoso ingleses... barco, y que bebían el whisky o el cognac de la sobremesa del capitán –¿A los atendiendo ingleses? –preguntó al relato de él, los no por plomísi­mos saber, porque suicidas ya sabía. cayendo sobre Pagina 68 41

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el –Sí. mar Ponéle plomizo que ya aguachento. los ingleses... El Fingió caballero creer. apagó Pidió que su cigarro, le pasasen terminó un trago su relato, de Tresbebió Plumas el último y tuvo trago lástide ma su porcognac Galtieri, o whisky, pero pensó auguró que los a todos demás muy tenían buenas razón. noches Ese pibe y sonriénno iba dole más. con Había un ya dejo varios de viril quemelancolía no iban más. a cada Peores unaque de el lasmarino damaseran. se marchó aArriba su camarote. había un alboroto. Lo –¿Qué veían pasa? irse–gritó a largos el Turco. pasos, atravesando el elegante sa­lón comedor del –Llegaron paquebote, –dijocuando Pipo, que unacubría dama ladeguardia. la mesa, dirigiéndose al capitán y refiriéndose Habían llegado inequívocamente dos que salieron al acaballero mirar y a que hacer había aguacontado con nieve. su experiencia, Cerca dedijo, allí con habían des­pectivo encontrado acento: una patrulla helada. Los habían revisa–¡Farsante! do y traían para los pichis una brújula, un largavistas, cuatro relojes y Y un encendedor el capitán, de el plata. viejo lobo, tomó la mano de la mujer, y en ademán de –Eldetenerla, encendedor como pasa para a sorteo enseñarle –propuso que nunca Núñez, se debe que lo apresurar había encontrala calificación do. de las personas, le dijo, mi­rando, también él, cómo el señor bajaba –Para lamelancólico mierda que te losvapeldaños a servir...que ¡Si es unían a gas! el –con­testó salón comedor Viterbo. con la recepción –¿Y eso qué? de los camarotes de la primera clase: –¡Farsante –Cómo qué,no! ¿con Madam, qué lo ¡si recargas? este buen caballero fuese un farsante también –Esoélseseconsigue. habría arrojado al mar! ¿Te gustó? De Quiroga era. –Bueno, quédatelo –dijo Viterbo y consultó con un vis­tazo al Turco que hizo que sí. –Es notable –dijo García–, los tipos mueren, pero los relojes siguen andando... Hablaba siempre así: "es notable", "es asombroso". Era estudiante, o iba a ser. Había entrado en la Facultad de Derecho de Río Cuarto y ya quería hablar como abo­gado. Cuando llegó, cuando ya estaban todos los pichis organizados, creyó que hablando como un teniente podía mandar. A cada orden contestaba que no y la discutía in­ventando siempre una idea mejor. Decía el Turco: –Apuntalen ese durmiente. –No –discutía él–, esperemos que llegue el Ingeniero. –No, se apuntala ahora –decía el Turco, nada más que por mandar. –¡Pero es mejor que esperemos!–protestaba García. Entonces le habló Viterbo: –Pibe, si te vas a quedar aprende que acá "mejor" quie­re decir lo que mandamos nosotros. ¿Entendés? Dijo que sí. Algo en la forma de mirar de los Reyes le hizo decir que sí con la cabeza, aunque tardó bastante en aprender a obedecer y de esas ganas de mandar y de hacer­se el que sabía le quedó nada más que la forma de hablar. –Che, "notable", ¿viste? –dijo uno mirando los relojes que traía en la mano... –Aguantan bien el frío –dijo él, haciéndose el que no se daba cuenta de que lo estaban cargando. –Che, "notable" –habló Viterbo–, ¿de qué marca eran esos relojes? Pagina 68 41

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El raro! estudiante leyó los nombres y los mostraba. Uno era Seiko. –¡Seiko! Lo miró solo, ¡Ésosfumando son buenos! un 555 ¡El Seiko corto, dámelo apoyadoa mí en que la pie­dra, es el mejor...! y hasta le García dio sueño cumplió. y se olvidó Después por leundijo buen el rato Turco: de la guerra. ¡Tener una máqui–Che, na de fotos! esta noche me acompañas a los ingleses. Voy yo, va Galtieri – gritó– Se comió ¡Van el Galtieri, salchichón Manzi de cordero y el marino! que le¿Oíste? habían dado en la estancia de –Sí Percy, –dijo tomó él. una lata de cerveza que tenía un barquito azul todo alrede–Bueno, dor y después ahora fumó come otro un poco 555,y mi­rando dormite. el arco hermoso. ¡Saber dibujar! Y entonces escuchó un Pucará. Venía volando bajo, a ras del cerro. Pasó tan cerca que pudo ver los bigotes del pilo­to argentino, pegados al micrófono. El ruido de avión que hizo temblar las piedras lo aplastó contra el piso. El piloto desde arriba no lo vio, o lo vio y no pensó que valiera la pe­na mirarlo un poco de costado. Ya se iba el Pucará, hacia el sur, pero llegaban otros. Ahora dos. Pasaron a la misma al­tura, siempre cerca, bien juntos. Sintió el doble de ruido. Después pasaron cuatro, siguiendo a ésos. Mucho más ruido y las piedras ya casi se empezaban a mover. Esos cua­tro nuevos venían siguiendo a los dos, todos yendo hacia el sur con los pilotos duros en los asientos, las bocas pegadas al micrófono y los ojos fijos en el sur. Atrás vinieron los del montón –pasaron ocho, pasaron dieciséis–, y mirando eso que pasaba le parecía una letra "ve" gigante, y después calculó que serían el doble y ya no los pudo contar porque contra las colas venían pegados tantos más, que el cielo arriba se oscureció, las piedras se movieron del ruido, y empezó un frío fuertísimo, por la sombra que hacían y el viento que soltaba la cortina de aviones volando bajo, camino al sur, al arco iris. ¡Seguro que fue un truco de los británicos! Después volvió a contarlo muchas veces: la enorme "ve" de aviones argentinos que se formó parecía un solo avión triangular yéndose lejos, que se demoró mucho –dos cigarri­llos: diez minutos pitando nervioso, cómo pitaba esa ma­ñana– en llegar al agujero azul que les formaba el arco iris. Por eso llamaron al acontecimiento la Gran Atracción, los que pudieron verlo. Lo que pasó después hubo varias maneras de contarlo. Lo que él vio desde esa cresta, fue que al llegar al cie­lo azul la "ve" de aviones se quedó pegada contra el aire, incrustada en lo azul y que después los avioncitos se despa­rramaron por el azul y empezaron a deshacerse sin caer. Eran como gotitas de una sustancia pegajosa los pedazos verdes de avión camuflado deshecho contra lo azul, y se fueron ba­ jando muy despacio hacia el horizonte, como salpicaduras de aceite de motor que van bajando por un vidrio. Pagina 42 67

Rodolfo Fogwill

Otros que lo vieron desde el acantilado 6 de la playa y desde el techo de un galpón de la estancia de Burgin lo con­taron distinto, diciendo que los aviones se habían desinte­grado. Según él,llegan "desintegrado" es la Como oficiales, ese modo de hablar. Los tipos a oficialesno y cammejorlapalabra, "derretido". Tendría que encontrar unadecir palabra bian manera.tampoco Son algunas palabras que cambian: quieren lo que dijera lo mismo, "desintegrado" "derretido", la dice isla, mismo –significan lo entre mismo pero parecen ymás, como si pero el queenlas en mediomás de olafuese guerra, no había tiempo ni tampoco lugar donde buscar pensara más. palabras queguerra explica­ran las cosas. Tiene quemejores haber una para darse cuenta de esto. Decía el Ingeniero: Un viejo de tiene Intendencia, había leído el informe de más... aeronáu–La guerra eso, te que da tiempo, aprendes más, secreto entendés Si tica sobre la Gran Atracción, le hizo contar mu­chas veces lo visto, y entendés te salvas, si no, no volvés de la guerra. Yo no sé si volvemos, no quería –le creerlo. Cada vezsique iba a llevar a traer comida Quiquito decía–, pero volvemos, con bidones lo que yaprendimos acá: tenía que historia y detallar más cosas hasta cansarse. El viejo ¿quién nosrepetir pue­delajoder? –era un tenien­te retirado que estaba voluntario– siempre decía lo Pensaba que el otro tenía razón. Pero:como ¿volverían? ¿Regresarían?, como mismo: para era otra boludo. de las cosas increíbles de esa de hubiera dichoél,el ésa estudiante Hablaba así, como los guerra oficiales. mierda. Igual que en su pue­blo: salen dos del colegio, juntos. Uno se ubica a –Barcos con sé –comentaba– que él–, hay se quehace atraen aviones,chapista, pe­ro de traba­ja, a uno, y trabajar el padre –como mecánico, los deshacen justo antes de llegar. Ahora, que queden los aviones pegavende uno que otro coche, hace guita y sigue hablando como se habla, dos contra el cielo, como si hubie­ra algo pegajoso en el cielo, eso ni como es él. El otro se va de empleado, un corretaje, algo. Anda venme lo puedo imaginar... diendo cosas con un auto lustro­so pero ajeno y empieza a hablar dis–¿VosDice crees? –me preguntó. tinto. "empleo" –¿Lo"laburo"–, que decís?"madre" –le dije. –no "vieja"–, tutea a los mayo­res y gana un –no sueldo miserable, que se caga de hambre. –Sí, lo queganará digo –dijo. –¿Cuánto un teniente? –preguntó a García. –Lo que decíspalos, lo creo –le respondí. –Trescientos Quiquito. ¿Por...? –¿Podes creer –me preguntaba– que muchos de los que vieron la palos Gran –Por saber. ¿Sabes cuánto ganaba yo...? ¡Quinientos, setecientos Atracción, al día siguiente ya no la querían creer más...? ganaba...! ¡Ganaría mil si no fuera por este Ejército de mierda...! –Sí. eso qué? –preguntó García. –¿Y –¿Sí qué? Estaba distraído concomo sus re­cuerdos, –Eso nada –me –dijopreguntó. él–. ¡Pensaba en los boludos vos y se mejugando ocurrió con el voile de la cortina de la ventana de la calle Las Heras. calcular...! –Síotro –le recordé–, creer quesintió hay gente que estudian­te: lo vio y quelodespués El no habló puedo más. Después pena del estaba dejó de creerlo. Eso mal sucede. tratando demasiado y lo invitó: –¿Hay casetes? sentarse. –Toma García...–volvía –le pasóa un paquete de 555–. ¿Sabes inglés, vos? –Sí, sobran. No te preocupes. eso meelencargo –le aseguré. García dijo que sabía un pocoDe y guardó paqueteyoden­tro de la casaca, –No me preocupaba. Era curiosidad. Estoy cansado –dijo y comenzó a agradecido. Después quiso saber: desperezarse. –¿Por...? Miré el reloj.Antenoche Quedaba mucho para distraer–Por nada. había tiempo. diarios Entonces ingleses le encon­té, el campamento de lo, el cuento de Quiroga sobre los barcos que se suicidan. Lo abrevié: ellos. van en unque barco de lujo. Los pasajeros, damas y caballeros muy distin–Habría conseguir uno... guidos, qué? son invita­dos a la inglés! gran mesa de los oficiales, para beber cog–¿Para ¡Si nadie sabe nac en compañía delGarcía–. capitán. No El capitán es un viejoqué lobo de mar, de –Se encuentra –dijo estaría mal saber mierda pasa... sienes tostadas, cabellos grises y un gran bigote color acero, con forma ¿no? de bigote calcularon de oso marino. El Turco capitánque co­menta que atraerían menudo, en el ocDespués con el esa noche diarios del éano, se encuentran barcos abandonados. Quien los encuentra sube a campamento inglés. Pagina 42 67

Los Pichiciegos

raro! El estudiante leyó los nombres y los mostraba. Uno era Seiko. Lo –¡Seiko! miró solo, ¡Ésosfumando son buenos! un 555 ¡El Seiko corto, dámelo apoyadoa mí en la quepie­dra, es el mejor...! y hasta le dio García sueño cumplió. y se olvidó Después por leundijo buen el rato Turco: de la guerra. ¡Tener una máquina –Che, de fotos! esta noche me acompañas a los ingleses. Voy yo, va Galtieri – Se gritó– comió ¡Van el Galtieri, salchichón Manzi de cordero y el marino! que le¿Oíste? habían dado en la estancia de Percy, –Sí –dijo tomó él. una lata de cerveza que tenía un barquito azul todo alrededor –Bueno, y después ahora fumó come otro un poco 555,y mi­rando dormite. el arco hermoso. ¡Saber dibujar! Y entonces escuchó un Pucará. Venía volando bajo, a ras del cerro. Pasó tan cerca que pudo ver los bigotes del pilo­to argentino, pegados al micrófono. El ruido de avión que hizo temblar las piedras lo aplastó contra el piso. El piloto desde arriba no lo vio, o lo vio y no pensó que valiera la pe­na mirarlo un poco de costado. Ya se iba el Pucará, hacia el sur, pero llegaban otros. Ahora dos. Pasaron a la misma al­tura, siempre cerca, bien juntos. Sintió el doble de ruido. Después pasaron cuatro, siguiendo a ésos. Mucho más ruido y las piedras ya casi se empezaban a mover. Esos cua­tro nuevos venían siguiendo a los dos, todos yendo hacia el sur con los pilotos duros en los asientos, las bocas pegadas al micrófono y los ojos fijos en el sur. Atrás vinieron los del montón –pasaron ocho, pasaron dieciséis–, y mirando eso que pasaba le parecía una letra "ve" gigante, y después calculó que serían el doble y ya no los pudo contar porque contra las colas venían pegados tantos más, que el cielo arriba se oscureció, las piedras se movieron del ruido, y empezó un frío fuertísimo, por la sombra que hacían y el viento que soltaba la cortina de aviones volando bajo, camino al sur, al arco iris. ¡Seguro que fue un truco de los británicos! Después volvió a contarlo muchas veces: la enorme "ve" de aviones argentinos que se formó parecía un solo avión triangular yéndose lejos, que se demoró mucho –dos cigarri­llos: diez minutos pitando nervioso, cómo pitaba esa ma­ñana– en llegar al agujero azul que les formaba el arco iris. Por eso llamaron al acontecimiento la Gran Atracción, los que pudieron verlo. Lo que pasó después hubo varias maneras de contarlo. Lo que él vio desde esa cresta, fue que al llegar al cie­lo azul la "ve" de aviones se quedó pegada contra el aire, incrustada en lo azul y que después los avioncitos se despa­rramaron por el azul y empezaron a deshacerse sin caer. Eran como gotitas de una sustancia pegajosa los pedazos verdes de avión camuflado deshecho contra lo azul, y se fueron ba­ jando muy despacio hacia el horizonte, como salpicaduras de aceite de motor que van bajando por un vidrio. Pagina 66 43

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Otros que lo vieron desde el acantilado 6 de la playa y desde el techo de un galpón de la estancia de Burgin lo con­taron distinto, diciendo que los aviones se habían desinte­grado. Según él,llegan "desintegrado" es la Como oficiales, ese modo de hablar. Los tipos a oficialesno y cammejor "derretido". Tendría que encontrar una decir palabra bian lapalabra, manera.tampoco Son algunas palabras que cambian: quieren lo que dijera lo mismo, "desintegrado" "derretido", enlas la dice isla, mismo –significan lo entre mismo pero parecen ymás, como si pero el que en mediomás de olafuese guerra, no había tiempo ni tampoco lugar donde buscar pensara más. palabras queguerra explica­ran las cosas. Tiene quemejores haber una para darse cuenta de esto. Decía el Ingeniero: Un de tiene Intendencia, había leído el informe de más... aeronáu–Laviejo guerra eso, te que da tiempo, aprendes más, secreto entendés Si tica sobre la Gran Atracción, le hizo contar mu­chas veces lo visto, y entendés te salvas, si no, no volvés de la guerra. Yo no sé si volvemos, no quería –le creerlo. Cada vezsique iba a llevar a traer comida Quiquito decía–, pero volvemos, con bidones lo que yaprendimos acá: tenía historia y detallar más cosas hasta cansarse. El viejo ¿quiénque nosrepetir pue­delajoder? –era un tenien­te retirado que estaba voluntario– siempre decía lo Pensaba que el otro tenía razón. Pero:como ¿volverían? ¿Regresarían?, como mismo: era otra boludo. de las cosas increíbles de esa de hubiera para dichoél,el ésa estudiante Hablaba así, como los guerra oficiales. mierda. Igual que en su pue­blo: salen dos del colegio, juntos. Uno se ubica a –Barcos sé –comentaba– que él–, hay que atraen aviones, chapista, pe­ro de traba­ja, a uno, y trabajar con el padre –como se hace mecánico, los deshacen justo antes de llegar. Ahora, que queden los aviones pegavende uno que otro coche, hace guita y sigue hablando como se habla, dos contra el cielo, como si hubie­ra algo pegajoso en el cielo, eso ni como es él. El otro se va de empleado, un corretaje, algo. Anda venme lo puedo imaginar... diendo cosas con un auto lustro­so pero ajeno y empieza a hablar dis–¿Vos crees? –me preguntó. tinto. Dice "empleo" –¿Lo que decís?"madre" –le dije. –no "vieja"–, tutea a los mayo­res y gana un –no "laburo"–, sueldo miserable, que se caga de hambre. –Sí, lo queganará digo –dijo. –¿Cuánto un teniente? –preguntó a García. –Lo que decíspalos, lo creo –le respondí. –Trescientos Quiquito. ¿Por...? –¿Podes creer –me preguntaba– que muchos de los que vieron la palos Gran –Por saber. ¿Sabes cuánto ganaba yo...? ¡Quinientos, setecientos Atracción, al día siguiente ya no la querían creer más...? ganaba...! ¡Ganaría mil si no fuera por este Ejército de mierda...! –Sí. –¿Y eso qué? –preguntó García. –¿Sí Estaba concomo sus re­cuerdos, –Eso qué? nada –me –dijopreguntó. él–. ¡Pensaba en distraído los boludos vos y se mejugando ocurrió con el voile de la cortina de la ventana de la calle Las Heras. calcular...! –Sí –le recordé–, creer quesintió hay gente que estudian­te: lo vio y quelodespués El otro no habló puedo más. Después pena del estaba dejó de creerlo. Eso mal sucede. tratando demasiado y lo invitó: –¿Hay sentarse. –Tomacasetes? García...–volvía –le pasóa un paquete de 555–. ¿Sabes inglés, vos? –Sí, sobran. No te preocupes. eso meelencargo –le aseguré. García dijo que sabía un pocoDe y guardó paqueteyoden­tro de la casaca, –No me preocupaba. Era curiosidad. Estoy cansado –dijo y comenzó a agradecido. Después quiso saber: desperezarse. –¿Por...? Miré reloj.Antenoche Quedaba mucho para distraer–Por elnada. había tiempo. diarios Entonces ingleses le encon­té, el campamento de lo, el cuento de Quiroga sobre los barcos que se suicidan. Lo abrevié: ellos. van en unque barco de lujo. Los pasajeros, damas y caballeros muy distin–Habría conseguir uno... guidos, son invita­dos a la inglés! gran mesa de los oficiales, para beber cog–¿Para qué? ¡Si nadie sabe nac compañía delGarcía–. capitán. No El capitán es un viejoqué lobo de mar, de –Se en encuentra –dijo estaría mal saber mierda pasa... sienes tostadas, cabellos grises y un gran bigote color acero, con forma ¿no? de bigote calcularon de oso marino. El Turco capitánque co­menta que atraerían menudo,diarios en el ocDespués con el esa noche del éano, se encuentran barcos abandonados. Quien los encuentra sube a campamento inglés. Pagina 66 43

Los Pichiciegos

¿Quién –¿Querés se decir iba a impresionar que la memoria por una depende muerte, depor losun que muerto? man­dan, o de lo Esa que te tarde, mandan cuando los que oscureció, mandan? García –pregunté. y el Turco salieron con los otros para –Sí, ahí los era británicos. así. Les habían dicho que los necesitaban para cargar más –¿Y cosas aquí? y–leellos pregunté. creyeron. Aden­tro, algunos pichis entendieron, otros no. Nadie habló de ellos, y cuando volvió el Turco solo con García todos –Aquífes­tejaron se hace máspor difícil las cajas de ver. nuevas de pilas que habían traído y por los –¿Por? cigarrillos, ¿Porqueque es distinto? ya sobraban. Como nadie nombró a los pichis que faltaban, –Creo queelsí.Turco ¡Vos sacó querés el hacerme tema y les pensar dijo que que aquí habían es igual! quedado con los ingleses, –Igual noen sé... garantía, Posiblemente y todosparecido... creyeron, –le o quisieron dije, casi creer pre­guntando. o hacer creer que –No.creían: Ni parecido ¡Si ya es: habían pensávisto en elmás frío.muertos Pensá en y muertes el mie­do. quePensá las que en se la podían mierda pensar pegadahabían contrapasado la ropa.enPensá este mundo en la oscuridad desde queyespensá mundo! en la luz Al quepuntano cuando lo te impresionaron asomas te hacelos doler helados los ojos. del trailer. Eso –me Porinsistía– la forma: nocontó tiene que nadaiba quesubiendo ver con loelque camino pasa aquí. de laYcuesta señalaba de noche la ventana. y que encontró el trailer que antes usaban con el tractor. Lo habían remolcado en un jeep. Venía O tieneelque jeep ver: controlando hablar del miedo con miras por infrarrojas ejemplo. como si los británicos fueran El miedo: a avanzar el miedo pornoeseescamino. igual. ElTraía miedo adelante cambia. dos Hay ofi­ciales miedosyyatrás, miede dos.guardia, Una cosa sentados, es el miedo en elatrailer, algo –avenían una patru­lla otros dos queoficiales te puedey cruzar, dos sol-a dados, una bala puestos perdida–, de aydos, otrauno distinta frenteesaelotro. miedo Condeelsiempre, calor delque jeep, está losahí, de adelante atrás de mane­jaban todo. Vas con tranquilos, ese miedo, vigilando, natural, o haciendo constante, la de repechando ellos. la "¿Quién cuesta, medio sabe qué ahogado, mierdasin ibanaire, haciendo?", cargado de pensaba bidones el puntano. y de bolsas y se Pero apa­rece atrás, una con patrulla, viento,ylos encima del trailer del miedo se lesque fueron traeshe­lando aparece otro a remolque miedo, yuncuando miedo al fuerte fin pararon pero chico, los del como jeepun y los clavito llamaron que te–justo entróahí en pasaba el medio el puntano–, de la lastimadura. ya estaban Haymuer­tos, dos miedos: helados, el mie­do bien duros. a algo, y el miedo al mieUno do, ese de ellos que siempre se habíallevas heladoy con quelanunca cabeza vasentre a poder las piernas. sacarteLos desde otros el tres momento seguían en que sentados, empezó. duros en los asientos del trailer, y parecía que hablaban Despertarse de con algo,miedo medioyalumbrados pensar que después por el farol vasde a tener atrás del másjeep. miedo, es Vio miedo el doble: puntanouno cómo carga lossudos miedo del jeep y espera desengancharon que venga elelotro, remolque el del ymose fueron mento, por paraeldarse camino el gusto patrullando, de sentirmientras un alivioélcuando y otro ese pichi miedo que iba chico con– él a un aprovecharon bombardeo, para a unarevisarles patrulla– las pase, carteras porquedeesos plástico siempre a los pasan, oficiales y el duros otro miedo del trailer. no, nunca Les encontraron pasa, se queda. mucha plata argentina, plata de la isla y billetes de cincuenta dólares, que después le pasaron a Viterbo. Por –¿Y entonces, ahora? –guié. Viterbo todavía hacía de banco. Le inte­resaba la plata, las –Tampoco, libras, los ya billetes no, tampoco argentinos. –dijo yTenía me miró–. guardados ¿Entendés? miles de dólares y cinco –Sí –respondí mil millones convencido. de argen­tinos que fueron juntando de los helados y de –No. las¡No casas mevacías entendés! de la Seguro isla. a vos alguna vez habrán estado a punto Al de Turco, boletearte, como fuiste a lospreso, otros Reyes, tuviste la dolores plata no en leuna intere­saba. muela, o se te murió –No tu viejo. va aEntonces, servir de nada... vos, por–decía. eso, te pensás que sabes. Pero vos no sabes. –Cuando Vos no sabes. volvamos... ¡cuando volvamos va a servir...! –se entusiasmaba Viterbo. –No... ¡No va a servir una mierda...! –decía el Turco y volvía a repetir su plan–: Comida, coque, querosén, azú­car, yerba, lugar seguro. Y primero de todo: comida y car­bón. ¡La plata no te va a servir para una mierda! Pagina 44 65

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También en eso tenía razón.

3

Tenía razón. Siempre tenía razón esas por cosas, pensaba exAlgunos calcularon que había másen pichis la isla. Sóloélasícuando se justifiplicaba un nuevo era ser pichi ydecómo hacer para ser caba lo atanto que sequé venía hablando ellos.ha­bía Pero que si hubiera habido un que que sirve. Otro se hubiera cuando acabaron de más,pichi tendrían haberlos visto. Todoscontentado quisieran encontrarse con otros hacer Todos. Menos él.sería útil que entre ellos se pichiseldelugar. otros Cualquie­ra. lu­gares. Si había más pichis, –El almacén... ¡hay que agrandar el almacén! co­nociesen. –¿Más cosas? –preguntaba el Ingeniero, que eraque el que tenía que Él pensó así una noche, subiendo al montecito lla­maban El ocuBelparse más cuando había que agrandar los huecos. grano. Allí creyó escuchar que alguien picaba la piedra abajo. Puso la oreja contra el piso. Gateó, buscó hendijas, entradas. En la pura oscuri–Sí: más –insistía el Turco–. Estosintiendo va a durar el in­vierno y hay que dad nada se veía, aun­que siguió el todo picoteo en la piedra. tener más cosas todo el Si invierno. Hablaron entre para los Reyes. había más pichis, había que buscarlos, –¡Estás en pedo...! –decían Viterbo el Sargento principio, de para cambiarse –decía el Turco– lo yque a unos lesal sobraba porantes lo que que llegaranalos les sobraba losbritánicos. otros. –Ponele que estoy en pedo,Pichis pero tenemos que agrandar –daba Volvieronque a sí, revisar El Belgrano. de día fueron, re­visaron la órdenes. piedra, también el Ingeniero lo recorrió y en al­gunos momentos creyó Y agrandaron, consiguieron másdecosas y yaque en hubiese el almacén oírtuvo que razón: picaban, pero ni agujeros ni señales alguien ancasi no había lugar para guardar todo lo que habían juntado.. dado por ahí encontró. Nunca encontraron más pichis que ellos mis–El guarda,deagranda, –les siguieron repetía, y ganas, tuvo razón. Igual que mos:pichi las ganas conoceraguanta más pichis el picoteo que con gente. razón. quería que entrasen más. cadalatanto se Tenía escuchaba enNadie El Belgrano, siguió misterio. –Para qué más –se quejaban todos, menos él. –La gente sirve. Vienen más... que ele­gir quelasirvan: Buscando más pichis enmás, otrostraen cerros, una¡Hay mañana pudo ver Gran traen cosas,Éltienen másdeconocidos los labatallones, pueden cambiar Atracción. fue uno los pocosenque vie­ron completa, porque más cosas ayudar...! estaba en lay cresta de un monte, al oeste de la estancia de Gough. Con cada nuevo –ahabía los nuevos los un traía él–iris. siempre al­guien Mirando al sur, se formado arco Suavecito: la protestaba. bruma gris El Turco no le discutía. Hablaba con los otros Reyes: fue tomando color –primero anaranjado–y era como un humo de color –Menos sirve Después un pichi, hizo más su protesta vez que uno nuevo... muy liviano. formacada de arco: era entra un humito naranja¡Yy ojo quetratando al que proteste mucho lo voy a sa­car al frío! –prometió. verde de dibujar un arco, lejos, en el sur. Y unadevez hablódel a uno: Una las le puntas arco se apoyaba en el mar, al este. –¡Al queseprotesté vamos a sacar al frío! La otra perdía mucho por el lo oeste, sobre la zona del canal. De a poco, el –Es demasiados, –dijo ¡So­mos arcoque fue somos tomando colores y Turquito haciéndose másése–. nítido y él yaveinticinco! no lo dudó: –Veinticuatro sinlos voscolores –dijo del el Turco, mirando paravioleta, el toera un arco irisseríamos con todos arco iris: colorado, bogán, para la salida. Y los otros se quedaron ca­llados. naranja, verde, azul, marrón, li­la y algún otro y cada vez más claro; cada vez más nítido. –Faltaría nada más un oficial, unoArriba que sepa inglés y algún Se quitó la antiparra para mirarlo. el cielo seguía gris,británico. pero del Seríamos como treinta y aguantaríamos hasta el verano... –decía el Turotro lado del arco iris, en el sur, se iba lim­piando hasta quedar todo co. color celeste cielo. Pero los Reyes pensaba en ellos verano. O del la guerra Veníaninguno de sur ade norte: el celeste del cielo, colores arco yse el termigrisanaba antes odealgo pasaba: los in­gleses, los hacían presos, do perpetuo la isla, eso sellegaban veía arriba. cualquier cosasería era más segura invierno. Era raro. ¿No un truco deque los aguantar ingleses?elSeguro que era un truco de –Pero igual –insistía el Turco a los Magos– hagamos como que tenelos ingleses –pensó entonces–, y la Gran Atracción que sucedió desmos que pasar todo el invierno. pués se lo acabó de confirmar. Hablaba que trabajaran más:allí quería la chimenea de tan un ¡Lástima así quepara no hubiese otro pichi con élagrandar para mi­rar juntos eso Pagina 44 65

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–¿Querés ¿Quién se decir iba a impresionar que la memoria por una depende muerte, depor los un que muerto? man­dan, o de lo que Esa te tarde, mandan cuando los que oscureció, mandan? García –pregunté. y el Turco salieron con los otros –Sí, para ahí losera británicos. así. Les habían dicho que los necesitaban para cargar –¿Y más cosas aquí? –le y ellos pregunté. creyeron. Aden­tro, algunos pichis entendieron, otros no. Nadie habló de ellos, y cuando volvió el Turco solo con García –Aquí todos fes­tejaron se hace máspor difícil las cajas de ver. nuevas de pilas que habían traído y por –¿Por? los cigarrillos, ¿Porqueque es distinto? ya sobraban. Como nadie nombró a los pichis que –Creo faltaban, queelsí.Turco ¡Vos sacó querés el hacerme tema y les pensar dijo que que aquí habían es igual! quedado con los –Igual ingleses, noen sé... garantía, Posiblemente y todosparecido... creyeron, –le o quisieron dije, casi creer pre­guntando. o hacer creer –No. que creían: Ni parecido ¡Si ya es: habían pensávisto en elmás frío.muertos Pensá en y muertes el mie­do. quePensá las que en se la mierda podían pensar pegadahabían contrapasado la ropa.enPensá este mundo en la oscuridad desde queyespensá mundo! en la luz que Al puntano cuando lo te impresionaron asomas te hacelos doler helados los ojos. del trailer. Eso –me Porinsistía– la forma: nocontó tiene nada que iba quesubiendo ver con loelque camino pasa aquí. de laYcuesta señalaba de noche la ventana. y que encontró el trailer que antes usaban con el tractor. Lo habían remolcado en un jeep. O Venía tieneelque jeep ver: controlando hablar del miedo con miras por ejemplo. infrarrojas como si los británicos El fueran miedo: a avanzar el miedo pornoese escamino. igual. ElTraía miedo adelante cambia.dos Hay ofi­ciales miedos yyatrás, miedos. de guardia, Una cosa sentados, es el miedo en elatrailer, algo –avenían una patru­lla otros dos queoficiales te puedey cruzar, dos sol-a una dados, bala puestos perdida–, de aydos, otrauno distinta frenteesaelotro. miedo Condeelsiempre, calor delque jeep, está losahí, de atrás adelante de mane­jaban todo. Vas con tranquilos, ese miedo, vigilando, natural, o haciendo constante, la de repechando ellos. la cuesta, "¿Quiénmedio sabe qué ahogado, mierdasin ibanaire, haciendo?", cargado de pensaba bidones el puntano. y de bolsas y se apa­rece Pero atrás, unacon patrulla, viento,ylos encima del trailer del miedo se lesque fueron traeshe­lando aparece otro a remolque miedo, un y cuando miedo al fuerte fin pararon pero chico, los del como jeepun y los clavito llamaron que te–justo entróahí en pasaba el medio el de puntano–, la lastimadura. ya estaban Haymuer­tos, dos miedos: helados, el mie­do bien duros. a algo, y el miedo al miedo, Unoese de ellos que siempre se habíallevas heladoy con quelanunca cabeza vasentre a poder las piernas. sacarteLos desde otros el momento tres seguían en que sentados, empezó. duros en los asientos del trailer, y parecía que Despertarse hablaban de con algo,miedo medioyalumbrados pensar que después por el farol vasde a tener atrás del másjeep. miedo, es miedo Vio el doble: puntanouno cómo carga lossudos miedo del jeep y espera desengancharon que venga elelotro, remolque el del moy se mento, fueron por paraeldarse camino el gusto patrullando, de sentirmientras un alivioélcuando y otro ese pichi miedo que iba chico con – aélun aprovecharon bombardeo, para a unarevisarles patrulla– las pase, carteras porquedeesos plástico siempre a los pasan, oficiales y el otro durosmiedo del trailer. no, nunca Les encontraron pasa, se queda. mucha plata argentina, plata de la isla y billetes de cincuenta dólares, que después le pasaron a Viterbo. –¿Y Por entonces, ahora? –guié. Viterbo todavía hacía de banco. Le inte­resaba la plata, –Tampoco, las libras, los ya billetes no, tampoco argentinos. –dijo yTenía me miró–. guardados ¿Entendés? miles de dólares y –Sí cinco –respondí mil millones convencido. de argen­tinos que fueron juntando de los helados y –No. de las¡No casas mevacías entendés! de la Seguro isla. a vos alguna vez habrán estado a punto de Al Turco, boletearte, como fuiste a lospreso, otros Reyes, tuviste la dolores plata no en leuna intere­saba. muela, o se te murió tu –No viejo. va aEntonces, servir de nada... vos, por–decía. eso, te pensás que sabes. Pero vos no sabes. Vos –Cuando no sabes. volvamos... ¡cuando volvamos va a servir...! –se entusiasmaba Viterbo. –No... ¡No va a servir una mierda...! –decía el Turco y volvía a repetir su plan–: Comida, coque, querosén, azú­car, yerba, lugar seguro. Y primero de todo: comida y car­bón. ¡La plata no te va a servir para una mierda! Pagina 64 45

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También en eso tenía razón.

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Tenía razón. Siempre tenía razón esas por cosas, pensaba exAlgunos calcularon que había másen pichis la isla. Sóloélasícuando se justifiplicaba un nuevo era ser pichi ydecómo hacer para ser caba lo atanto que sequé venía hablando ellos.ha­bía Pero que si hubiera habido un pichi que que sirve. Otro se hubiera cuando acabaron de más, tendrían haberlos visto. Todoscontentado quisieran encontrarse con otros hacer el Todos. Menos él.sería útil que entre ellos se pichis delugar. otros Cualquie­ra. lu­gares. Si había más pichis, –El almacén... ¡hay que agrandar el almacén! co­nociesen. –¿Más cosas? –preguntaba el Ingeniero, que eraque el que tenía que Él pensó así una noche, subiendo al montecito lla­maban El ocuBelparse más cuando había que agrandar los huecos. grano. Allí creyó escuchar que alguien picaba la piedra abajo. Puso la oreja contra el piso. Gateó, buscó hendijas, entradas. En la pura oscuri–Sí: nada más –insistía el Turco–. Estosintiendo va a durar el in­vierno y hay que dad se veía, aun­que siguió el todo picoteo en la piedra. tener más cosas todo elSi invierno. Hablaron entre para los Reyes. había más pichis, había que buscarlos, –¡Estás en pedo...! –decían Viterbo el Sargento principio, de para cambiarse –decía el Turco– lo yque a unos lesal sobraba porantes lo que quesobraba llegaranalos les losbritánicos. otros. –Ponele que sí, que estoy en pedo,Pichis pero tenemos que agrandar –daba Volvieron a revisar El Belgrano. de día fueron, re­visaron la órdenes. piedra, también el Ingeniero lo recorrió y en al­gunos momentos creyó Y tuvo razón: agrandaron, consiguieron másdecosas y yaque en hubiese el almacén oír que picaban, pero ni agujeros ni señales alguien ancasi no había lugar para guardar todo lo que habían juntado.. dado por ahí encontró. Nunca encontraron más pichis que ellos mis–El pichi guarda, –les siguieron repetía, y ganas, tuvo razón. Igual que mos: las ganas deagranda, conoceraguanta más pichis el picoteo que con latanto gente. razón. quería que entrasen más. cada se Tenía escuchaba enNadie El Belgrano, siguió misterio. –Para qué más –se quejaban todos, menos él. –La gente más sirve.pichis Vienen más... que ele­gir quelasirvan: Buscando enmás, otrostraen cerros, una¡Hay mañana pudo ver Gran traen cosas,Éltienen másdeconocidos los labatallones, pueden cambiar Atracción. fue uno los pocosenque vie­ron completa, porque más cosas ayudar...! estaba en lay cresta de un monte, al oeste de la estancia de Gough. Con cada nuevo –ahabía los nuevos los un traía él–iris. siempre al­guien protestaba. Mirando al sur, se formado arco Suavecito: la bruma gris El Turco no le discutía. Hablaba con los otros Reyes: fue tomando color –primero anaranjado–y era como un humo de color –Menos sirve Después un pichi,hizo más su protesta vez que uno nuevo... muy liviano. formacada de arco: era entra un humito naranja¡Yy ojo que al que proteste mucho lo voy a sa­car al frío! –prometió. verde tratando de dibujar un arco, lejos, en el sur. Y una hablódel a uno: Una devez las le puntas arco se apoyaba en el mar, al este. –¡Alotra queseprotesté vamos a sacar al frío! La perdía mucho por el lo oeste, sobre la zona del canal. De a poco, el –Es que demasiados, –dijo ¡So­mos arco fue somos tomando colores y Turquito haciéndose másése–. nítido y él yaveinticinco! no lo dudó: –Veinticuatro sinlos voscolores –dijo del el Turco, mirando paravioleta, el toera un arco irisseríamos con todos arco iris: colorado, bogán, para la salida. Y los otros se quedaron ca­llados. naranja, verde, azul, marrón, li­la y algún otro y cada vez más claro; cada vez más nítido. –Faltaría más un oficial, unoArriba que sepa inglés y algún Se quitó lanada antiparra para mirarlo. el cielo seguía gris,británico. pero del Seríamos como treinta y aguantaríamos hasta el verano... –decía el todo Turotro lado del arco iris, en el sur, se iba lim­piando hasta quedar co. celeste cielo. color Pero ninguno los Reyes pensaba en ellos verano. O del la guerra Venía de sur ade norte: el celeste del cielo, colores arco yse el termigrisanaba antes odealgo pasaba: los in­gleses, los hacían presos, do perpetuo la isla, eso se llegaban veía arriba. cualquier cosasería era más segura invierno. Era raro. ¿No un truco deque los aguantar ingleses?elSeguro que era un truco de –Pero igual –insistía el Turco a los Magos– hagamos como que tenelos ingleses –pensó entonces–, y la Gran Atracción que sucedió desmos que pasar todo el invierno. pués se lo acabó de confirmar. Hablaba así que trabajaran más: quería la chimenea detan un ¡Lástima quepara no hubiese otro pichi allí con élagrandar para mi­rar juntos eso Pagina 64 45

Los Pichiciegos

lado, romper la piedra grande y tapar todos los techos con fardos de lana para perder menos calor y pa­ra proteger mejor la Pichicera de cualquier bombardeo. No era turco. "Ningún turco es turco", explicó. Dijo que se llamaba turco al árabe. "Nosotros somos árabes, soy hijo de libanes y por eso me dicen Turco. Aquí casi no hay turcos: todos árabes. Hay armenios, que vienen de Tur­quía, pero son armenios, no turcos. Los turcos son sirios, palestinos, libaneses, egipcios. Ningún turco de aquí viene de Turquía..." Era de Gualeguay. El padre tenía almacén y casa de re­puestos. De ahí le venían la maña para cambiar cosas y la paciencia de guardar y de aguantarse las ganas de decir sí cada vez que los otros querían sacarle ventaja. Tenía diecinueve años, como la mayoría de los pichis, pero parecía más: de veintidós, o veinticinco. Por ahí, de la costumbre de mandar, parecía más grande. –Los Reyes mandan y nadie más manda y el que quie­ra mandar se va y no es más pichi y va a ver qué le pasa. Así explicaban cada vez que había un problema. ¿Quién se iba a ir? Si se fuera un pichi y pasase al lado argentino contaría el lugar donde vivían los pichis y los cazaban a to­dos, pero a él también lo metían preso, por haber sido pi­chi, o lo mandaban al frío, o a ahogarse en las trincheras. Nadie iba a querer dejar de ser pichi. Ser preso de británicos era otra posibilidad. Daba miedo: –Se garchan a los presos. Se los garchan los gurjas, los negros esos. –No se van a garchar a todos. Somos diez mil. ¿Cuán­tos tipos se necesitan para garcharnos a todos...? –De a poco, entre todos, te garchan... –pensaba Rubione, que una vez vio gurjas y les había tomado miedo. Eran negros, oscuros, petisos y anchos, y no miraban a la cara. La mayoría de los pichis había encontrado escots y wels, que eran las otras clases de británicos, pero gurjas no. –Che: escots, wels, gurjas... ¿no hay ingleses? –Todos son ingleses, los ingleses son así: escots, gurjas, wels. ¡Y todos se garchan a los presos! –De que te garchen no estoy seguro –dijo Viterbo–. Pero de que te dejan cagar de frío, ¡eso sí! Tiempo después, García y el Ingeniero, de vuelta del campamento inglés, dijeron haber hablado con presos que contaban cómo los británicos les pasaban picanas eléctricas portátiles para sacarles datos que ellos ni sabían. Pagina 46 63

Rodolfo Fogwill

Contaron que les habían contado que 2 cuando los presos les hablaban, los tipos no entendían el castella­no pero que igual les pasaban las maquinitas portátiles.muchas nevadas, más el retiro de las líneas Cavandoeléctricas sólo de mañana, –En eso, sonlespeores los argentinos... uno, que y todos estuvieron argentinas, sobróque el tiempo. No había–dijo mu­cho hacer. Manuel de acuerdo. contaba películas: cada día, una o dos películas nuevas; nadie las coNo eranEra peores, le pareció. Los quepelículas. peleaban Manuel venían menocía. muy eran raro iguales, que nadie conociera esas era jor organizados. otros, los que mandaban, porteño; los otrosLos porteños tampoco las habíaneran visto.iguales. ¿Iría aHablaban otros ci­ diferente, no eran¿Las diferentes. estaban nes, cines pero especiales? estaría ¿Qué inventando él?haciendo en ese sitio? Una mañana salió a la entrada del tobogán. Cosa rara, había aparecido Acevedo contaba cuentos. Todos cuentos de judíos. Siem­pre uno nueel sol y se adivinaban el pasto verde y las casitas inglesas, lejos. "Esto vo. ¿Cómo podía saber tantos cuentos de judíos? A veces contaba algues ellos", pero pensó. "Esto es para ellos." Había ser inglés, o como no de repetido, igual reían, porque cuando se que escucha un cuento coinglés, me­terse allí –igual a morir de fríola habiendo nocido para y se sabe el final divierte variación la de Argentina la manera tan de grande y tan siempre con de sol.contarlo. De las últimas tres–se semanas era ése contarlo, o lalinda ma­nera misma Acevedo dijo– para lo el primer de sol. único quedía servía era para contar cuentos judíos. Pero: ¿cómo tantos? –Che... ¿cómo mierda sabes tantos cuentos de judíos? –preguntaron. –¿Y por qué –dijo dicen él que son peores? –preguntó Acosta. –¡Adivinen! desafiando al oscuro. –Porque son peores: la hacen mejor, más organizados, más hijos de –¡Y yo qué sé! –contestaron desde el son oscuro. puta –dijeron los Reyes. –¡Porque soy judío...! –anunció. Y Turco confesó que¡Si a veces tenía miedo de que los ingleses venY el nadie quiso creerle. se llamaba Acevedo, un apelli­do tanlos común, dieran. Explicó: argentino, que hasta calles hay! Pero mostró a la luz de la linterna (lo –Son capaces de ycambiarnos cualquier cosa a ylos oficiales tenía recortado), pronunció por pa­labras en hebreo tuvieron queargenticreernos. le. Con ellos son como iguales, se tratan como iguales, toman el té juntos. Son capaces cambiar­te por algo y hacerte Se fusilar. yo Ni las películas ni losdecuentos se pueden memorizar. oyen Por y seeso festequisiera tuvié­semos algún inglés aquí de pichi, nosotros. jan, peroque después, si llegaaalguien a media­noche con con novedades y se le quieren contar los cuentos o las películas, uno ya ni se acuerda de la Las fotos del té las había traído García con el diario. Les habían dado mitad. un fajo de copias denunca las fotos de acordarse los oficiales tomando té con –No sé por qué uno puede dé rendidos los cuen­tos y las películos de los barcos la flota británica. Atrás estaban puestos las capitanes –me comentaba un día–de¿Será porque lo contaban en lo oscuro? los de los argentinos y el nombre del lugar donde se había ¿Vosnombres qué pensás? rendido cada uno. Debía hablar. Dije: –No sé. Generalmente uno se olvida lo que le cuentan. Los cuentos, las –Tirémoslas –aconsejó Viterbo. en eso. Los ingleses habían películas, se olvidan fácil. ¡Como Insistía, los sueños! pedido que los pichis las repartieran entre de–quería Intendencia, –Pero decime: ¿vos crees lo que te cuento olos no? saber.para apurar la rendición. –Yo anoto. Creer o no creer no es lo importante ahora –sugerí. –¡Tirémoslas! ¡Que noloseúnico rindan! se maten entre ellos y que se –Claro –dijo él–, a vos que Que te calienta es anotar. vayan a la puta que los parió todos. ¡Las ti­ramos y les decimos que las –Sí –reconocí–, anotar y saber. repartimos igual...! Y las quemaron la estufa. muchas, formaban un fajotodo ancho –Fechas, cuentos,en caras y vocesEran y nombres de los que se fueron: se como cajasegrande municiones que abajo, se fue apenas quemando despacio y olvida.una Nada puede de saber bien. Saber, se sabía lo que echaba undebía humohacer. agrio que hizo todos les picaran losestaban ojos y los les cada uno Y eso eraque pora las órdenes, porque diera Reyestos. dando órde­nes y casi todos las cumplían, y porque estaban los segun­dos como García, Rubione y Pipo que si no se cumplían las Tuvieron inglés, García no fue capaz de tra­ducir nada. órdenes seellodiario avisaban a lospero Reyes. Pagina 46 63

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lado, romper la piedra grande y tapar todos los techos con fardos de lana para perder menos calor y pa­ra proteger mejor la Pichicera de cualquier bombardeo. No era turco. "Ningún turco es turco", explicó. Dijo que se llamaba turco al árabe. "Nosotros somos árabes, soy hijo de libanes y por eso me dicen Turco. Aquí casi no hay turcos: todos árabes. Hay armenios, que vienen de Tur­quía, pero son armenios, no turcos. Los turcos son sirios, palestinos, libaneses, egipcios. Ningún turco de aquí viene de Turquía..." Era de Gualeguay. El padre tenía almacén y casa de re­puestos. De ahí le venían la maña para cambiar cosas y la paciencia de guardar y de aguantarse las ganas de decir sí cada vez que los otros querían sacarle ventaja. Tenía diecinueve años, como la mayoría de los pichis, pero parecía más: de veintidós, o veinticinco. Por ahí, de la costumbre de mandar, parecía más grande. –Los Reyes mandan y nadie más manda y el que quie­ra mandar se va y no es más pichi y va a ver qué le pasa. Así explicaban cada vez que había un problema. ¿Quién se iba a ir? Si se fuera un pichi y pasase al lado argentino contaría el lugar donde vivían los pichis y los cazaban a to­dos, pero a él también lo metían preso, por haber sido pi­chi, o lo mandaban al frío, o a ahogarse en las trincheras. Nadie iba a querer dejar de ser pichi. Ser preso de británicos era otra posibilidad. Daba miedo: –Se garchan a los presos. Se los garchan los gurjas, los negros esos. –No se van a garchar a todos. Somos diez mil. ¿Cuán­tos tipos se necesitan para garcharnos a todos...? –De a poco, entre todos, te garchan... –pensaba Rubione, que una vez vio gurjas y les había tomado miedo. Eran negros, oscuros, petisos y anchos, y no miraban a la cara. La mayoría de los pichis había encontrado escots y wels, que eran las otras clases de británicos, pero gurjas no. –Che: escots, wels, gurjas... ¿no hay ingleses? –Todos son ingleses, los ingleses son así: escots, gurjas, wels. ¡Y todos se garchan a los presos! –De que te garchen no estoy seguro –dijo Viterbo–. Pero de que te dejan cagar de frío, ¡eso sí! Tiempo después, García y el Ingeniero, de vuelta del campamento inglés, dijeron haber hablado con presos que contaban cómo los británicos les pasaban picanas eléctricas portátiles para sacarles datos que ellos ni sabían. Pagina 47

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Contaron que les habían contado que 2 cuando los presos les hablaban, los tipos no entendían el castella­no pero que igual les pasaban las maquinitas eléctricas portátiles. Cavando sólo de mañana, muchas nevadas, más el retiro de las líneas –En eso, sonlespeores los argentinos... uno,que y todos estuvieron argentinas, sobróque el tiempo. No había–dijo mu­cho hacer. Manuel de acuerdo. contaba películas: cada día, una o dos películas nuevas; nadie las coNo eranEra peores, le pareció. quepelículas. peleaban Manuel venían menocía. muy eran raro iguales, que nadie conocieraLos esas era jor organizados. otros, los que mandaban, porteño; los otrosLos porteños tampoco las habían eran visto.iguales. ¿Iría aHablaban otros ci­ diferente, no eran¿Las diferentes. estaban nes, cines pero especiales? estaría ¿Qué inventando él?haciendo en ese sitio? Una mañana salió a la entrada del tobogán. Cosa rara, había aparecido Acevedo contaba cuentos. Todos cuentos de judíos. Siem­pre uno nueel sol y se adivinaban el pasto verde y las casitas inglesas, lejos. "Esto vo. ¿Cómo podía saber tantos cuentos de judíos? A veces contaba algues de ellos", pero pensó. "Esto es para ellos." Había ser inglés, o como no repetido, igual reían, porque cuando se que escucha un cuento coinglés, ypara me­terse allí –igual a morir de fríola habiendo nocido se sabe el final divierte variación la de Argentina la manera tan de grande y tan siempre con de sol.contarlo. De las últimas tres–se semanas era ése contarlo, o lalinda ma­nera misma Acevedo dijo– para lo el primer de sol. único quedía servía era para contar cuentos judíos. Pero: ¿cómo tantos? –Che... ¿cómo mierda sabes tantos cuentos de judíos? –preguntaron. –¿Y por qué –dijo dicen él que son peores? –preguntó Acosta. –¡Adivinen! desafiando al oscuro. –Porque son peores: la hacen mejor, más organizados, más hijos de –¡Y yo qué sé! –contestaron desde el son oscuro. puta –dijeron los Reyes. –¡Porque soy judío...! –anunció. Y el Turco confesó que¡Si a veces tenía miedo de que los ingleses venY nadie quiso creerle. se llamaba Acevedo, un apelli­do tan los común, dieran. Explicó: argentino, que hasta calles hay! Pero mostró a la luz de la linterna (lo –Son recortado), capaces de ycambiarnos cualquier cosa a ylos oficiales tenía pronunció por pa­labras en hebreo tuvieron queargenticreernos. Con ellos son como iguales, se tratan como iguales, toman el té le. juntos. Son capaces cambiar­te por algo y hacerte Se fusilar. yo Ni las películas ni losdecuentos se pueden memorizar. oyen Por y seeso festequisiera tuvié­semos algún inglés aquí de pichi, nosotros. jan, peroque después, si llegaaalguien a media­noche con con novedades y se le quieren contar los cuentos o las películas, uno ya ni se acuerda de la Las fotos del té las había traído García con el diario. Les habían dado mitad. un fajo de copias denunca las fotos de acordarse los oficiales tomando té con –No sé por qué uno puede dé rendidos los cuen­tos y las películos –me capitanes de los barcos la flota británica. Atrás estaban puestos las comentaba un día–de¿Será porque lo contaban en lo oscuro? los nombres de los argentinos y el nombre del lugar donde se había ¿Vos qué pensás? rendidohablar. cada uno. Debía Dije: –No sé. Generalmente uno se olvida lo que le cuentan. Los cuentos, las –Tirémoslas –aconsejó Viterbo. en eso. Los ingleses habían películas, se olvidan fácil. ¡Como Insistía, los sueños! pedido que los pichis las repartieran entre de–quería Intendencia, –Pero decime: ¿vos crees lo que te cuento olos no? saber.para apurar la rendición. –Yo anoto. Creer o no creer no es lo importante ahora –sugerí. –¡Tirémoslas! ¡Que noloseúnico rindan! se maten entre ellos y que se –Claro –dijo él–, a vos que Que te calienta es anotar. vayan a la puta que los parió todos. ¡Las ti­ramos y les decimos que las –Sí –reconocí–, anotar y saber. repartimos igual...! Y las quemaron la yestufa. muchas, formaban un fajotodo ancho –Fechas, cuentos, en caras voces Eran y nombres de los que se fueron: se como una cajasegrande municiones queabajo, se fueapenas quemando despacio olvida. Nada puede de saber bien. Saber, se sabía lo quey echaba undebía humohacer. agrio que hizo todos les picaran losestaban ojos y los les cada uno Y eso eraque pora las órdenes, porque diera tos. Reyes dando órde­nes y casi todos las cumplían, y porque estaban los segun­dos como García, Rubione y Pipo que si no se cumplían las Tuvieronseellodiario inglés, García no fue capaz de tra­ducir nada. órdenes avisaban a lospero Reyes. Pagina 47

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Lo dolor único de los queotros. les leyó Esofuenolalofecha: aguantaba ningún pichi. Que no tendrían –Saturday, heridos, se veintinueve, había decidido quiere en tiem­pos decir quedel es Sargento. del sábadoSin veintinueve médico, sin de mayo. alguien que sepa medicina ahí abajo, era inútil guardar los heridos. Lo –¿Y sabían quélosdíapichis: es hoy? herido –nadie es sabía muerto. la fecha. Escaldados, Hubo que quemados calcularla. un Era poco, el jueves enfermos tresde delas junio. muelas, se puede. Heridos no. Herido es como ser un –Jueves muerto. tres –terminó de calcular Rubione. –¡Tres Pero a Diéguez, y ya tienen el el herido, diariolodel había veintinueve...! llevado el Turco. ¡Éstos ga­nan...! –dijo él. Y Venían sé quedaron juntos, todos bajando mirando la loma, el diario, cada uno sin entender. con sus bol­sas Después deseplástico lo pasaron llenas adeloscosas. del siete Barranca dondeabajo, teníanensolda­dos el oscu­ro, quenohablaban vieron aellosinglés de laypase enteraron trulla que estaban de que los ahí que sentados, habíantomando traducido café; laselnoticias Turco los explicaron atropello.que El eran oficial todos de labolazos patru­lla y que prendió tampoco un farol los ingleses eléctricoentendían y se quedaron lo queencandiesta­ba pasando. lados, sin armas. El Turco se entregó. Lo rodeaban. Entendió que lo –¡No iban asaben matar.loTiró que pasa sus bolsas ni lo que en el va medio, a pasar!para –decía hacer Vi­terbo. es­cándalo mien–¿Y tras Diéguez a vos quécorría te gustaría a esconderse que pasara? entre unos pastos. Con el entusiasmo –Que de mirar gane enlalas Argentina. bolsas, el oficial dejó la Uzi acostada, al lado del farol. Diéguez la vio, la co­dició por un buen rato mientras oía cómo el Turco –¡Y habla­ba vas en para cana! que lo dejaran ir. ¡Qué lo iban a dejar! No había nada que –¡Yo hacer.qué El Turco sé! ¿Vos? ya pensaba que Diéguez estaría corriendo para la Pichi–Yo cera, quisiera pero el que muchacho pacten seguía y que seallí, dejen esperando de joder.hasta que se dio ánimo, –¿Vos? saltó, pateó el farol, agarró la Uzi y se puso a tirar de cerca, al bulto. –Que –¡Raja, pacten, Turco! que –gritó podamos y siguió volver. tirando. No puede creerse que carguen –¿Vos? tantas balas esas pistolas de Israel. Siguió tiran­do y después corrió –Que para elganen lado ellos, de losque pichis. los fusilen Lo alcanzó a todos, al Turco. y que aVolvían no­sotrossinnos bolsas lleveny de contentos vuelta acuando Buenos les Aires llegó en avión. volan­do una granada desde arriba de la Idea loma.deAlporteño. Turco la explo­sión lo revoleó en el aire pero no le hizo nada. Diéguez, en cambio, tenía la cara muy sangrada y la espalda rota. "¡Dé­ Por jame, lasTurco, líneasque anduvieron me muero!", unos osociólogos algo así, pidió haciendo Diéguez. en­cuestas. "No te Pregunmorís", taban pareceloque mismo. le dijo, Dos y lo pichis cargó. nuevos Venían lossinha­bían bolsas.visto. Lo cargó Contaron hasta que los buscaban pichis y losaber pasósigritando los soldados por elestaban tobogán. contentos Ya por con entonces, la comida, Diéguez si penno saban podía mover qué la más Ar­gentina las piernas. iría a ganar, si estaban bien, y les hacían nombrar las cosas que precisaban. Parece que los soldados, que ha­cía diez días –¿Para quequé nome veían trajiste? ración –dijo caliente Diéguez, y que y los ya pichis no po­dían lo oían.ni aguantar el fusil, –¿Parasequé les lo cagaban trajiste?de–decían risa. Allos final pichis. –contó uno del siete–, a los sociólogos –¿Parasequé losno llevaron te rajaste? pre­sos –le dijo los de el Turco inteligencia a Diéguez, militar, y explicó o de la apolicía todos aeronáutica, lo que había ysucedido. nunca más los volvieron a ver. Sobraba De agradecido, el tiempo el Turco entre lo losquiso turnos tener. de cavar. Cavaban de mañana, para que Le hicieron el vientouna tapase cama el ruido blandadedelaslana rocas. en la Hablaban: chimenea nueva. La sangre –¿Qué seca, que querrías se le había vos? helado entre los pe­los y la barba, no se pudo qui–Culear. tar. Le dolía adentro. No movía nada, ni los brazos ni las piernas cuan–Dormir. do acabaron de acostarlo. Se le hizo tomar Tres Plumas y genioles. No –Bañarme. digería: vomitaba. Esa noche empezó a quejarse. –Estar Al día en siguiente casa. se quejaba todo el tiempo. Cada vez que respiraba, en Pagina 48 61

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–Dormir el momento en cama de soltar blanca, el aire, limpio. se quejaba. Era como un mugido que pon–Culear. ía los pelos de punta. Que­jarse fue lo único que hizo. No podía comer, –Comer ni fumar,bien... ni tomar ¡Te los imaginas genioles. un asadito...! Los pichis no aguantaban oírlo. Se ta­ –Ver pabanalamis cara, viejos. las orejas; No lo podían nadie quería creer.escuchar. Verificaron: El Turco se pegaba fuerte la cabeza contra el durmien­te de la entrada y –¿A se apretaba tus viejos? las orejas con los puños. Él salió. Tuvo un viaje a la playa y –Sí, otro yhasta culear losy ingleses, bañarme que –dijoleeldieron de losun viejos, respiro, seguro porque que para no aguantaba no pasar vergüenza. quedarse ahí oyéndolo quejarse. La última noche, antes de que muriera –¿Vos, Diéguez, Tano? encontró una manera de soportar: tenía que res­pirar a la par –Dormir del quejoso. en cama Respiraba limpia.a la par y cuando adi­vinaba que se venía el –¿Y alarido, vos?al mismo tiempo, también él se quejaba a la par. Así se le pro–Yo ducíaestar alivio. bien, Enlejos, lo os­curo, con calor. algún Enpichi el calor le copió todos elestuvieron método, de y alacuerrato, do. como Uno undijo: coro,–Culear sonabany ser varios brasilero. pichis quejándose. Pero los otros no en–Qué: tendían: ¿negro? los pateaban, puteaban y pedían que se calla­ran como si preci–Cualquier sasen escuchar cosa. nada ¡Pero más brasilero! que el quejido del que se iba a morir. Cuando se murió Diéguez todos se aliviaron. Durante un rato y hasta que oscureció y pudieron sacarlo, abajo, en el almacén y en las dos Habían chimeneas, conseguido parecía que dos les radios. faltaba Sealgo escuchaban fundamental, mal pero y después, había música. entre el Ellos trabajocantaban de sacarlo y lesy inventaban el reparto de letras las nue­vas raciones aylas lasmarchas noticiasargentinas: que traían "No otrostengo des­de pánico afuera, / deselosolvidaron británicosde/ quiero los quejidos culear /ymorfar de Diéguez. / bañarme Eso/ ser ocurrió pichipoco y ¡licenciarme!...". antes de que llegaran Rubione y Acosta a los pichis. La Habrá radio sido argentina por mayo, transmitía fines dede mayo. cerca, pero se oía mal. Una tarde pasaron varias veces las arengas del comandan­te. Cada vez que volvían a anunciarla sintonizaban la es­tación británica que era mejor: ellos ponían chamamés, tangos y folklore bueno. Después aparecía una locutora que hablaba en chileno: "Tienes tu polola y tus guaguas esperando, soldado. La mamá te aguarda...", decía la mujer. Era ridículo: ¿quién iba a creerle? Según los bahienses, acostumbrados a tratar chilenos, "guagua" para ellos son hijos, y "polola" llaman a la mu­jer que todavía no se acuesta con ellos. –¿Si no te la culeás, para qué carajo vas a querer verla justo ahora...? – decían. Pero la música de los ingleses era mejor: los argentinos pasaban mucho rock argentino, tipos de voz finita, can­ciones de protesta, historias de vaguitos de Buenos Aires. Los ingleses pasaban más folklore y tangos y cuando po­nían rock, y elegían verdadero, americano, Presley. Por eso discutían los pichis: a algunos, a los porteños y a uno de los bahienses les gustaba Gieco. –¡Es un boludo! –decían los otros. El Turco y los tres Reyes pensaban así. –Será boludo –defendía un porteño–. ¡Pero se está lle­nando de guita! Pagina 48 61

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dolor Lo único de los queotros. les leyó Esofuenolalofecha: aguantaba ningún pichi. Que no tendrían heridos, –Saturday, se veintinueve, había decidido quiere en tiem­pos decir quedel es Sargento. del sábadoSin veintinueve médico, sin de alguien mayo. que sepa medicina ahí abajo, era inútil guardar los heridos. Lo sabían –¿Y quélosdíapichis: es hoy? herido –nadie es sabía muerto. la fecha. Escaldados, Hubo que quemados calcularla. un Era poco, el enfermos jueves tresdedelas junio. muelas, se puede. Heridos no. Herido es como ser un muerto. –Jueves tres –terminó de calcular Rubione. Pero –¡Tres a Diéguez, y ya tienen el el herido, diariolodel había veintinueve...! llevado el Turco. ¡Éstos ga­nan...! –dijo él. Venían Y sé quedaron juntos, todos bajando mirando la loma, el diario, cada uno sin entender. con sus bol­sas Después deseplástico lo pallenas saron adelos cosas. del siete Barranca dondeabajo, teníanensolda­dos el oscu­ro, quenohablaban vieron aellosinglés de laypase trulla enteraron que estaban de que los ahí sentados, que habían tomando traducido café; laselnoticias Turco los explicaron atropello.que El oficial eran todos de labolazos patru­lla y que prendió tampoco un farol los ingleses eléctricoentendían y se quedaron lo queencandiesta­ba lados, pasando. sin armas. El Turco se entregó. Lo rodeaban. Entendió que lo iban –¡Noasaben matar.loTiró que pasa sus bolsas ni lo que en el va medio, a pasar!para –decía hacer Vi­terbo. es­cándalo mientras –¿Y Diéguez a vos quécorría te gustaría a esconderse que pasara? entre unos pastos. Con el entusiasmo de –Que mirar gane enlalas Argentina. bolsas, el oficial dejó la Uzi acostada, al lado del farol. Diéguez la vio, la co­dició por un buen rato mientras oía cómo el Turco habla­ba –¡Y vas en para cana! que lo dejaran ir. ¡Qué lo iban a dejar! No había nada que hacer. –¡Yo qué El Turco sé! ¿Vos? ya pensaba que Diéguez estaría corriendo para la Pichicera, –Yo quisiera pero el que muchacho pacten seguía y que seallí, dejen esperando de joder.hasta que se dio ánimo, saltó, –¿Vos? pateó el farol, agarró la Uzi y se puso a tirar de cerca, al bulto. –¡Raja, –Que pacten, Turco!que –gritó podamos y siguió volver. tirando. No puede creerse que carguen tantas –¿Vos?balas esas pistolas de Israel. Siguió tiran­do y después corrió para –Queelganen lado ellos, de losque pichis. los fusilen Lo alcanzó a todos, al Turco. y que aVolvían no­sotros sinnos bolsas lleven y contentos de vuelta acuando Buenos les Aires llegó en avión. volan­do una granada desde arriba de la loma. Idea deAlporteño. Turco la explo­sión lo revoleó en el aire pero no le hizo nada. Diéguez, en cambio, tenía la cara muy sangrada y la espalda rota. "¡Dé­ jame, Por lasTurco, líneasque anduvieron me muero!", unos osociólogos algo así, pidió haciendo Diéguez. en­cuestas. "No te Pregunmorís", parece taban loque mismo. le dijo,Dos y lopichis cargó. nuevos Venían lossinha­bían bolsas.visto. Lo cargó Contaron hasta que los pichis buscaban y losaber pasósigritando los soldados por elestaban tobogán. contentos Ya por con entonces, la comida, Diéguez si penno podía saban mover qué la más Ar­gentina las piernas. iría a ganar, si estaban bien, y les hacían nombrar las cosas que precisaban. Parece que los soldados, que ha­cía diez –¿Para días quequé nome veían trajiste? ración –dijo caliente Diéguez, y que y los yapichis no po­dían lo oían.ni aguantar el –¿Para fusil, sequé les lo cagaban trajiste?de–decían risa. Allos final pichis. –contó uno del siete–, a los soció–¿Para logos sequé losno llevaron te rajaste? pre­sos –le dijo los de el Turco inteligencia a Diéguez, militar, y explicó o de la apolicía todos lo aeronáutica, que había ysucedido. nunca más los volvieron a ver. De Sobraba agradecido, el tiempo el Turco entre lo losquiso turnos tener. de cavar. Cavaban de mañana, para Le quehicieron el vientouna tapase cama el ruido blandadedelaslana rocas. en la Hablaban: chimenea nueva. La sangre seca, –¿Quéque querrías se le había vos? helado entre los pe­los y la barba, no se pudo quitar. –Culear. Le dolía adentro. No movía nada, ni los brazos ni las piernas cuando –Dormir. acabaron de acostarlo. Se le hizo tomar Tres Plumas y genioles. No digería: –Bañarme. vomitaba. Esa noche empezó a quejarse. Al –Estar día en siguiente casa. se quejaba todo el tiempo. Cada vez que respiraba, en Pagina 60 49

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el –Dormir momento en cama de soltar blanca, el aire, limpio. se quejaba. Era como un mugido que ponía –Culear. los pelos de punta. Que­jarse fue lo único que hizo. No podía comer, ni –Comer fumar,bien... ni tomar ¡Te los imaginas genioles. un asadito...! Los pichis no aguantaban oírlo. Se ta­ paban –Ver alamis cara, viejos. las orejas; No lo podían nadie quería creer.escuchar. El Verificaron: Turco se pegaba fuerte la cabeza contra el durmien­te de la entrada y se –¿A apretaba tus viejos? las orejas con los puños. Él salió. Tuvo un viaje a la playa y otro –Sí, yhasta culear losy ingleses, bañarme que –dijoleeldieron de losun viejos, respiro, seguro porque que no paraaguantaba no pasar quedarse vergüenza. ahí oyéndolo quejarse. La última noche, antes de que muriera Diéguez, –¿Vos, Tano? encontró una manera de soportar: tenía que res­pirar a la par del –Dormir quejoso. en cama Respiraba limpia.a la par y cuando adi­vinaba que se venía el alarido, –¿Y vos?al mismo tiempo, también él se quejaba a la par. Así se le producía –Yo estar alivio. bien, Enlejos, lo os­curo, con calor. algún Enpichi el calor le copió todos elestuvieron método, ydealacuerrato, como do. Uno undijo: coro,–Culear sonabany ser varios brasilero. pichis quejándose. Pero los otros no entendían: –Qué: ¿negro? los pateaban, puteaban y pedían que se calla­ran como si precisasen –Cualquier escuchar cosa. nada ¡Pero másbrasilero! que el quejido del que se iba a morir. Cuando se murió Diéguez todos se aliviaron. Durante un rato y hasta que oscureció y pudieron sacarlo, abajo, en el almacén y en las dos chimeneas, Habían conseguido parecía que dosles radios. faltaba Sealgo escuchaban fundamental, mal pero y después, había música. entre el trabajo Ellos cantaban de sacarlo y lesy inventaban el reparto de letras las raciones nue­vas aylas lasmarchas noticiasargentinas: que traían otros "No tengo des­de pánico afuera, / deselosolvidaron británicosde/ quiero los quejidos culear /ymorfar de Diéguez. / bañarme Eso/ ocurrió ser pichipoco y ¡licenciarme!...". antes de que llegaran Rubione y Acosta a los pichis. Habrá La radio sido argentina por mayo, transmitía fines dede mayo. cerca, pero se oía mal. Una tarde pasaron varias veces las arengas del comandan­te. Cada vez que volvían a anunciarla sintonizaban la es­tación británica que era mejor: ellos ponían chamamés, tangos y folklore bueno. Después aparecía una locutora que hablaba en chileno: "Tienes tu polola y tus guaguas esperando, soldado. La mamá te aguarda...", decía la mujer. Era ridículo: ¿quién iba a creerle? Según los bahienses, acostumbrados a tratar chilenos, "guagua" para ellos son hijos, y "polola" llaman a la mu­jer que todavía no se acuesta con ellos. –¿Si no te la culeás, para qué carajo vas a querer verla justo ahora...? – decían. Pero la música de los ingleses era mejor: los argentinos pasaban mucho rock argentino, tipos de voz finita, can­ciones de protesta, historias de vaguitos de Buenos Aires. Los ingleses pasaban más folklore y tangos y cuando po­nían rock, y elegían verdadero, americano, Presley. Por eso discutían los pichis: a algunos, a los porteños y a uno de los bahienses les gustaba Gieco. –¡Es un boludo! –decían los otros. El Turco y los tres Reyes pensaban así. –Será boludo –defendía un porteño–. ¡Pero se está lle­nando de guita! Pagina 60 49

Los Pichiciegos

A la mayoría le gustaban los rocks verdaderos. No había guitarra. Muchos pichis decían saber guitarra. –¡Habría que afanarse la guitarra del capellán del siete para probarlos! –decía el Ingeniero–. ¡Seguro que de tan­tos guitarreros que hay, ni uno sabe tocar! Cantaban así, sin instrumento. El santiagueño imitaba un bombo con la voz, otros le tarareaban, y alguno que se sentía cantor trataba de cantar. Después los Reyes prohibieron cantar desde el medio­día. Permitían cantar mientras picaban la piedra o los días de mucho viento. –A ver si por cantar nos nota una patrulla y nos descu­bren el tobogán –se preocupaba el Turco.

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71 Los El polvo Reyesquímico. no rezaban, En esas nadie putas rezaba. islasCasi no queda nadie creía un solo en ta­rro Dios. de Él dudapolvo ba: químico. Viterbo ¿Por decía quéno lo creer. derrocharon? El TurcoLoseguro derro­charon, que no creía lo olvidaron: en nada y¡No el Ingeniero, queda un puto que jarro era hijo de polvo de evan­gelistas, químico! decía creer cuando sentía miedo; Ni los después ingleses no. ni los malvineros, ni los marinos ni los de aeronáutica: Y ni entre los delloscomando, pichis, nadie ni losrezaba. de policía Aunque: mili­tar ¿quién tienenpuede un miserable descartarfrasque cuando quito desepolvo iban aquímico, dormir ytan se necesario. acostaban No ca­llados, hay polvo pensaban químico, y rezaban nadie para tiene.adentro? Nadie Con polvo lo puede químico descartar. y piso ¿Verdad? de tierra, caga Los Magos uno, cagan decían dos, que tres, Pugliese cuatro,seo estaba cinco yvolviendo la mierda loco se seca, porque no suelta una noche, olor, sevolviendo apelotonacon y seAcosta comprime de uny viaje al día asiguiente la Intendencia, se la puede conta­ron sacar con quelas mientras manos, esperaban sin asco, como la oscuridad si fuera para piedra, entrar o cagada al to­bogán de pájaros. sin delatar el sitio donde lo habían disimulado, cuando Así cagaban estaban antes, todavía hastaenterrados que se agotaron en la sierra, las existencias habían sentido de polvo vocesquíde mujeres. mico. ¿Dónde Que no habrá eranpolvo malvineras, químico? dijo ¡Un Acosta, bi­dón,y diez que hablaban cajas de cigarros, casi como treinta argentinas, raciones!con ¡Cualquier acento francés. cosa porÉlun notarro las vio, de polvo las escuchó. químicoPero aunque Pugliese esté abierto dijo que y medio él corrió húmedo! a verlas, Peroque no se hay. desenterró Sin polvodequímico la arenilla haypara que ver­las cagar afuera, porqueensintió el frío, quedeestaban noche, cerca, para que y senadie asomó reconoz­ca entre las lapiedras entraday vio del tobogán. dos monjas, Algunos vestidas pueden así nomás ir, otros deno monjas, pueden. enDiez el frío, díasrepartiendo sin cagar, papeles hubo hombres. en medio Tres de las días, ovejas cuatro, quecinco les caminaban días pasaron alrededor. otros sin cagar y otros cagaron a la luz, mientras esperaban lejos que llegara la noche pa­ El ra volver Turco de dijoalguna que Pugliese misión. se estaba volviendo loco. Los otros dijeron que Cagar eran de visiones día es arriesgarse que se lesa producían ser visto ypor bajado el cansancio. de un ti­ro. Acosta, No falta que había quien estado por hacer en las puntería piedrastire al sin ladoorden, de Pugliese, cuan­dodijo ve que a alguien podía ser, lejospero caque gando él había solo. Pero oído acagar las mujeres de noche hablar con ocho y a lasgrados ovejasbajo balarcero y que es lo unque inse fierno, oye aunque no es una al revés. visión, y que después sí vio a Pugliese acercarse ha­ ciendo ¡Cagarse unencima! ruido con El los que dientes se cagaque encima le dio se miedo; hace he­diondo, más mie­do se escalda. del que siempre Apesta allevaba. todos. El escaldado puede in­fectarse y le viene fiebre. La Los peor Magos desgracia convencieron es quedar es­caldado, a todos de apestando, que Pugliese infectado, esta­ba con medio fiebre loco.y Muchos puteado por se vuelven todos a causa locos. del El Turco olor que lossepu­teaba desprende porque de la con ropa.la historia de Chocolate, las monjas cigarrillos habían perdido ingleses, nopilas, sé quémedias, paquetito mantas, que les paños mandaban de carpa, los de botes Intendencia: inflables desarmados, escafandras de buzo muerto: ¡cualquier –Lentos cosa por un y tarrito mentirosos. de polvo ¡Yquímico! para colmo ¿Dónde boludos habrá polvo y ahora químico? locos! – recriminaba Por suerte seelhabía Turco. acabado la diarrea. Las pastillas ne­gras curaron las Pero diarreas la noche de todos. siguiente, Las racionaron, después deahora la comida, sobraban llegó y no Viterbo había con nadie Garccon ídiarrea. a. Habían salido a campear un cordero. De Perovuelta a los en últimos el calor, de la tomando diarrea,media debilitados, botella tuvieron de Tres Plu­mas, que dejarlos todavía ir a temblaban. morir al frío porque no se les aguantaba ni la desgracia ni el olor, cuanMiraban do ya losaotros Pugliese. pichisLo habían miraban aprendido al Turco. a no Miraban tomar el a los agua otros de los y hablacharban cos ymuy a formar bajito.agua Contaba buenaViterbo: con la nieve. –Las ¿Dónde vi yo, habrá lasahora vio él.polvo Hablaban. químico? Así, como dijo Puglie­se la otra noche. Dos monjas. ¡Hacía diez grados bajo ce­ro, al menos! Le hablaron a él, aSiGarcía. hay algo peor que la mierda de uno o de los otros, es el dolor. El Pagina 50 59

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A la mayoría le gustaban los rocks verdaderos. No había guitarra. Muchos pichis decían saber guitarra. –¡Habría que afanarse la guitarra del capellán del siete para probarlos! –decía el Ingeniero–. ¡Seguro que de tan­tos guitarreros que hay, ni uno sabe tocar! Cantaban así, sin instrumento. El santiagueño imitaba un bombo con la voz, otros le tarareaban, y alguno que se sentía cantor trataba de cantar. Después los Reyes prohibieron cantar desde el medio­día. Permitían cantar mientras picaban la piedra o los días de mucho viento. –A ver si por cantar nos nota una patrulla y nos descu­bren el tobogán –se preocupaba el Turco.

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17 El Lospolvo Reyesquímico. no rezaban, En esas nadie putas rezaba. islasCasi no queda nadie un creía solo en ta­rro Dios. de Él dudapolvo químico. ba: Viterbo ¿Por decía quéno lo creer. derrocharon? El TurcoLoseguro derro­charon, que no creía lo olvidaron: en nada ¡No y el queda Ingeniero, un puto que jarro era hijo de polvo de evan­gelistas, químico! decía creer cuando sentía mieNi do;los después ingleses no. ni los malvineros, ni los marinos ni los de aeronáutica: ni Y los entre dellos comando, pichis, nadie ni losrezaba. de policía Aunque: mili­tar ¿quién tienenpuede un miserable descartarfrasque quito cuandodesepolvo iban aquímico, dormir ytan se necesario. acostaban No ca­llados, hay polvo pensaban químico, y rezaban nadie tiene. para adentro? Con Nadiepolvo lo puede químico descartar. y piso ¿Verdad? de tierra, caga Los Magos uno, cagan decían dos,que tres, Pugliese cuatro,se o cinco estabayvolviendo la mierda loco se seca, porque no suelta una noche, olor, sevolviendo apelotonacon y seAcosta comprime de un y al viaje día asiguiente la Intendencia, se la puede conta­ron sacar con quelas mientras manos, esperaban sin asco, como la oscuridad si fuera piedra, para entrar o cagada al to­bogán de pájaros. sin delatar el sitio donde lo habían disimulado, Así cuando cagaban estaban antes, todavía hastaenterrados que se agotaron en la sierra, las existencias habían sentido de polvo vocesquíde mico. mujeres. ¿Dónde Que no habrá eranpolvo malvineras, químico? dijo ¡Un Acosta, bi­dón,y diez que hablaban cajas de cigarros, casi cotreinta mo argentinas, raciones!con ¡Cualquier acento francés. cosa porÉlun notarro las vio, de polvo las escuchó. químicoPero aunque Puesté glieseabierto dijo que y medio él corrió húmedo! a verlas, Peroque no se hay. desenterró Sin polvodequímico la arenilla haypara que cagar ver­lasafuera, porqueensintió el frío, quedeestaban noche, cerca, para que y senadie asomó reconoz­ca entre las lapiedras entraday del vio tobogán. dos monjas, Algunos vestidas pueden así nomás ir, otros deno monjas, pueden. enDiez el frío, díasrepartiendo sin cagar, hubo papeles hombres. en medio Tres de las días, ovejas cuatro, quecinco les caminaban días pasaron alrededor. otros sin cagar y otros cagaron a la luz, mientras esperaban lejos que llegara la noche pa­ ra El volver Turco de dijoalguna que Pugliese misión. se estaba volviendo loco. Los otros dijeron Cagar que eran de visiones día es arriesgarse que se lesa producían ser visto ypor bajado el cansancio. de un ti­ro. Acosta, No falta que quien había estado por hacer en las puntería piedrastire al sin ladoorden, de Pugliese, cuan­dodijo ve que a alguien podía ser, lejospero cagando que él había solo. Pero oído cagar a las mujeres de noche hablar con ocho y a lasgrados ovejasbajo balarcero y que es lo un que infierno, se oye aunque no es una al revés. visión, y que después sí vio a Pugliese acercarse ha­ ¡Cagarse ciendo unencima! ruido con El que los dientes se cagaque encima le dio se miedo; hace he­diondo, más mie­do se escalda. del que Apesta siempreallevaba. todos. El escaldado puede in­fectarse y le viene fiebre. La peor Los Magos desgracia convencieron es quedar es­caldado, a todos de apestando, que Pugliese infectado, esta­ba con medio fiebre loco. y puteado Muchos por se vuelven todos a causa locos. del El Turco olor que lossepu­teaba desprende porque de la con ropa.la historia Chocolate, de las monjas cigarrillos habían perdido ingleses, nopilas, sé quémedias, paquetito mantas, que les paños mandaban de carpa, los botes de Intendencia: inflables desarmados, escafandras de buzo muerto: ¡cualquier cosa –Lentos por un y tarrito mentirosos. de polvo ¡Yquímico! para colmo ¿Dónde boludos habrá polvo y ahora químico? locos! – Por recriminaba suerte seelhabía Turco. acabado la diarrea. Las pastillas ne­gras curaron las diarreas Pero la noche de todos. siguiente, Las racionaron, después deahora la comida, sobraban llegó y no Viterbo había con nadie Garccon diarrea. ía. Habían salido a campear un cordero. Pero De vuelta a los en últimos el calor, de la tomando diarrea,media debilitados, botella tuvieron de Tres Plu­mas, que dejarlos todavía ir a morir temblaban. al frío porque no se les aguantaba ni la desgracia ni el olor, cuando Miraban ya losaotros Pugliese. pichisLo habían miraban aprendido al Turco. a no Miraban tomar el a los agua otros de los y hablacharcos ban ymuy a formar bajito.agua Contaba buenaViterbo: con la nieve. ¿Dónde –Las vi yo, habrá lasahora vio él.polvo Hablaban. químico? Así, como dijo Puglie­se la otra noche. Dos monjas. ¡Hacía diez grados bajo ce­ro, al menos! Le hablaron a él, Si a García. hay algo peor que la mierda de uno o de los otros, es el dolor. El Pagina 51

Los Pichiciegos

El Si el estudiante chico aquel quería no interrumpir, se murió y vive castañeteaba, en alguna hacía parte,que to­davía sí conhoy la cabedebe za creer y trataba que vio deuna dibujar aparición con lasy manos el recuerdo una monja de aquello en el aire. verde saltando y –¿Qué arrastrándose eran? nunca se le va a ir de la cabeza, porque esas cosas, de la –Eran cabeza,monjas. en una vi­da, ¡Las vimos! no se borran –tartamudeaba así nomás.Viterbo–. Hablaban. Había corderos con ellas: las seguían. –¿Y por qué no agarraste uno? –jodio alguien. –Aparecieron de repente, del aire, de esa neblinita que flota arriba del suelo cuando se para el viento, nacieron. –¿Y estaban buenas? –preguntó un porteño, y al­guien rió. Viterbo no hizo caso: –De repente, salían. ¡Aparecidas! Le hablaron a él, a García... –se dirigió al muchacho–. ¡Contales vos...! García habló. No paraba de temblequearle la boca: –No sé qué decían. Hablaban en castellano..: –¿Qué dijeron? –preguntaban a García. García hacía formitas en el aire con las manos. –Dijeron algo como que "hermanos del amor", una co­sa así –seguía Viterbo–. Yo rajé enseguida. Me asusté. Por la manera de mirarme, por la manera de aparecer, me ca­gué de miedo y rajé... ¡Qué iba a hacer! García al ratito me alcanzó. Después García pudo volver a hablar: –¡Cientos de corderos hacían crecer entre las piedras! –dijo. Fue todo lo que pudieron sacarle. Viterbo, en cambio, contó la historia varias veces. Agregaba, quitaba cosas, y cada vez parecía más cierta. Las opiniones de los Reyes se dividieron. Las opiniones de los pichis se dividieron igual. Unos pensaban que era verdad y otros que también, Viterbo y García se estaban empezando a volver locos y que todos se iban a volver lo­cos. Igual impresionaba: aunque la historia que le cuentan a uno no alcance a impresionar y aunque uno no la crea, impresiona sentir la impresión que trae el que la cuenta por el solo hecho de contarla. ¿No? ¡Todos impresiona­dos! Los Reyes y los pichis dudaban. El Turco se golpea­ba las piernas tratando de pensarlo mejor. Calcularía qué provecho podría sacar a las aparecidas, pero estaba impre­ sionado él también. Viterbo seguía hablando. Ya había convencido a todos de que no mentía, que era verdad. –¿Y vos, Quiquito, crees que yo creo esto que me contás? –le pregunté. –Vos anótalo que para eso servís. Anota, pensá bien, des­pués saca tus conclusiones –me dijo. Y yo seguí anotando.

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8 Tiempo después la radio de los británicos transmitió algo de dos monjas que nadie pudo oír bien, porque estaban carneando una oveja en el almacén. El mismo día, el Tur­co contó que los de Intendencia habían hablado de las monjas aparecidas y que toda la tropa –lo que quedaba de la tropa– andaba muerta de miedo por las aparecidas y que ya nadie quería patrullar, con más miedo a las monjas que a los tiroteos británicos, que en esos días estaban amainando. –Pero aquí, el que ande con miedo, se vuelve al Ejérci­to –avisaron los Magos, y de a poco, los pichis fueron ha­blando cada vez menos del tema, aunque se los veía más dispuestos a discutir de religiones y a escucharle al tucumano las historias de vampiros y de los hombres tigre que, según él, aparecían de noche por las sierras de Famaillá.

Segunda parte

Lo más hablado: lo más hablado eran las quejas. Cons­criptos, suboficiales y oficiales, siempre con quejas, meta quejarse. Después, entre la tropa, lo más hablado eran las cosas de los británicos. De los británicos se hablaba mu­cho entre los que seguían peleando, quiere decir: entre los que podían seguir aguantándose los cañonazos de los bar­cos, los cohetes y las bombas aéreas y los tiros que se ve­nían de frente. Pero después del tema de las quejas y del tema de los británicos, lo más hablado fueron ellos: los pichis y las aparecidas. Aquellas dos y ellos veinticuatro –que habrán sido cin­cuenta con los entrados y salidos y los perdidos y los muertos– eran las cosas más habladas de la tropa. Y era una suerte lo de las aparecidas, porque con tantas historias de brujería que se dijeron de ellas y todo lo que se agrandaban esas historias y las de los pichis, nadie los iba a buscar más, porque los chicos se pensaban que los pichis también eran aparecidos y los comandantes –si alguien decía que lo rondaba un pichi– creían que era una superstición de la tropa que se inventaba historias para poder ilusionarse con algo, a falta de comida. Esto se puede confirmar preguntando a cualquiera de los salvados: se hablaba de británicos y de quejas, después se hablaba de las aparecidas y después se hablaba de los pichis, que según ellos eran muertos que vivían abajo de la tierra, cosa que a fin de cuentas era medio verdad. ¿O no era verdad que vivían abajo de la tierra? Que eran muertos no. Aunque alguno de los pichis de la chimenea ancha –los dormidos– pudo haber creído alguna vez que estaba muerto y que toda esta historia se la estaba soñando su alma en el infierno: los ilusos abundan. ¿No? Pero si algún pichi creyó que estaba muerto, no lo ha­bló a nadie, por Pagina 52

Los Pichiciegos

Si El el estudiante chico aquel quería no interrumpir, se murió y vive castañeteaba, en alguna hacía parte,que to­davía sí conhoy la cabedebe creer za y trataba que vio deuna dibujar aparición con lasy manos el recuerdo una monja de aquello en el aire. verde saltando y arrastrándose –¿Qué eran? nunca se le va a ir de la cabeza, porque esas cosas, de la cabeza, –Eran monjas. en una vi­da, ¡Las vimos! no se borran –tartamudeaba así nomás.Viterbo–. Hablaban. Había corderos con ellas: las seguían. –¿Y por qué no agarraste uno? –jodio alguien. –Aparecieron de repente, del aire, de esa neblinita que flota arriba del suelo cuando se para el viento, nacieron. –¿Y estaban buenas? –preguntó un porteño, y al­guien rió. Viterbo no hizo caso: –De repente, salían. ¡Aparecidas! Le hablaron a él, a García... –se dirigió al muchacho–. ¡Contales vos...! García habló. No paraba de temblequearle la boca: –No sé qué decían. Hablaban en castellano..: –¿Qué dijeron? –preguntaban a García. García hacía formitas en el aire con las manos. –Dijeron algo como que "hermanos del amor", una co­sa así –seguía Viterbo–. Yo rajé enseguida. Me asusté. Por la manera de mirarme, por la manera de aparecer, me ca­gué de miedo y rajé... ¡Qué iba a hacer! García al ratito me alcanzó. Después García pudo volver a hablar: –¡Cientos de corderos hacían crecer entre las piedras! –dijo. Fue todo lo que pudieron sacarle. Viterbo, en cambio, contó la historia varias veces. Agregaba, quitaba cosas, y cada vez parecía más cierta. Las opiniones de los Reyes se dividieron. Las opiniones de los pichis se dividieron igual. Unos pensaban que era verdad y otros que también, Viterbo y García se estaban empezando a volver locos y que todos se iban a volver lo­cos. Igual impresionaba: aunque la historia que le cuentan a uno no alcance a impresionar y aunque uno no la crea, impresiona sentir la impresión que trae el que la cuenta por el solo hecho de contarla. ¿No? ¡Todos impresiona­dos! Los Reyes y los pichis dudaban. El Turco se golpea­ba las piernas tratando de pensarlo mejor. Calcularía qué provecho podría sacar a las aparecidas, pero estaba impre­ sionado él también. Viterbo seguía hablando. Ya había convencido a todos de que no mentía, que era verdad. –¿Y vos, Quiquito, crees que yo creo esto que me contás? –le pregunté. –Vos anótalo que para eso servís. Anota, pensá bien, des­pués saca tus conclusiones –me dijo. Y yo seguí anotando.

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Rodolfo Fogwill

8 Tiempo después la radio de los británicos transmitió algo de dos monjas que nadie pudo oír bien, porque estaban carneando una oveja en el almacén. El mismo día, el Tur­co contó que los de Intendencia habían hablado de las monjas aparecidas y que toda la tropa –lo que quedaba de la tropa– andaba muerta de miedo por las aparecidas y que ya nadie quería patrullar, con más miedo a las monjas que a los tiroteos británicos, que en esos días estaban amainando. –Pero aquí, el que ande con miedo, se vuelve al Ejérci­to –avisaron los Magos, y de a poco, los pichis fueron ha­blando cada vez menos del tema, aunque se los veía más dispuestos a discutir de religiones y a escucharle al tucumano las historias de vampiros y de los hombres tigre que, según él, aparecían de noche por las sierras de Famaillá.

Segunda parte

Lo más hablado: lo más hablado eran las quejas. Cons­criptos, suboficiales y oficiales, siempre con quejas, meta quejarse. Después, entre la tropa, lo más hablado eran las cosas de los británicos. De los británicos se hablaba mu­cho entre los que seguían peleando, quiere decir: entre los que podían seguir aguantándose los cañonazos de los bar­cos, los cohetes y las bombas aéreas y los tiros que se ve­nían de frente. Pero después del tema de las quejas y del tema de los británicos, lo más hablado fueron ellos: los pichis y las aparecidas. Aquellas dos y ellos veinticuatro –que habrán sido cin­cuenta con los entrados y salidos y los perdidos y los muertos– eran las cosas más habladas de la tropa. Y era una suerte lo de las aparecidas, porque con tantas historias de brujería que se dijeron de ellas y todo lo que se agrandaban esas historias y las de los pichis, nadie los iba a buscar más, porque los chicos se pensaban que los pichis también eran aparecidos y los comandantes –si alguien decía que lo rondaba un pichi– creían que era una superstición de la tropa que se inventaba historias para poder ilusionarse con algo, a falta de comida. Esto se puede confirmar preguntando a cualquiera de los salvados: se hablaba de británicos y de quejas, después se hablaba de las aparecidas y después se hablaba de los pichis, que según ellos eran muertos que vivían abajo de la tierra, cosa que a fin de cuentas era medio verdad. ¿O no era verdad que vivían abajo de la tierra? Que eran muertos no. Aunque alguno de los pichis de la chimenea ancha –los dormidos– pudo haber creído alguna vez que estaba muerto y que toda esta historia se la estaba soñando su alma en el infierno: los ilusos abundan. ¿No? Pero si algún pichi creyó que estaba muerto, no lo ha­bló a nadie, por Pagina 56 53

Los Pichiciegos

miedo de que lo echen al frío, que es peor que morirse. En cambio, como la mayoría de los pichis eran dados por muertos de la tropa (más de uno habrá enterrado a al­guien y por asco de toquetearle entre la ropa buscando la identificación habrá dicho el nombre de algún soldado que faltaba), cuando alguno de los que seguían peleando cruzaba a un pichi conocido que iba a cambiar algo con Intendencia, decía que había visto a un muerto engordado y con barba, y entonces todos soñaban que los pichis eran muertos que habían engordado comiendo tierra abajo de la tierra. Los que cambiaban cosas con los pichis veían la verdad. También los británicos, pero a ellos no les interesaban los pichis ni las aparecidas: querían ganar, pedían favores, re­galaban cosas y los Reyes lo pudieron ver muchas veces miraban a los pichis con un poco de lástima. Famoso se volvió el pichi Dorio. Lo habían dado de ba­ja los de su batallón cuando vieron unos helados y los ta­paron con la nieve: como él faltó ese día –porque se había ido con los pichis– lo dieron por muerto y hasta avisaron al regimiento. Dorio era uno de los pichis que iban a la playa, juntaban huevos de pingüino y rastreaban en la rompiente buscando restos de naufragios ingleses. En esos botes de naufragios se conseguían cosas útiles: raciones in­glesas –más frescas, más sabrosas– , herramientas, abrigos y hasta agua pura en latas. Volvían de la playa con Rubione y García. Se habían juntado los tres para desarmar un bote y venían cargados de cosas cuando pasaron por unas carpas abandonadas en el borde de la estancia de Percy. Era bastante oscuro, apenas se distinguía la forma de las carpas y caminaban muy tranquilos cuando escucharon gritos y puteadas. Se acercaron despacio, sin hacer ruido, para ver quién andaba por ese campamento ya olvidado, y oyeron la voz de un oficial que estaba gritando y amenazando a alguien. Frente al tipo, en el suelo, a la luz de una linterna caída, había un soldadito. Era un chico escuálido. Parecía no te­ner ni la edad de conscripto y lloraba. El capitán gritaba: –¡Diga, que es un británico hijo de puta! ¡Dígalo diez veces! Y el chico recitaba: –Soy un británico, soy un británico hijo de puta... –¡Más veces, diga! –ladraba el oficial. Y el chico repetía, con la voz cortada por el miedo y el frío. –¡Béseme las botas cagadas! ¡Soldado! –mandaba el perro. Y el chico se arrastraba por la luz de la linterna y llo­raba y le besaba las botas. A todos les dio asco. Asco, rabia, todo eso. El tipo aho­ra amenazaba: Pagina 54 55

Rodolfo Fogwill

–A ver: ¡chúpeme la pija! ¡Soldado! –y se soltaba la bragueta con la izquierda mientras seguía apretando la Browning en su derecha. Entonces vieron que Dorio tiraba las bolsas a la nieve y se le iba de atrás al oficial, justo cuando el soldado estaba por empezar a arrodillarse, muerto de miedo, temblando, y oyeron la explosión, o el tiro: un ruidito. Sonó muy suave, como una veintidós, y le pegó en la es­palda al tipo, porque se vio que soltaba la pistola con des­gano y apenas se tambaleó, antes de darse vuelta, como mirando qué pasaba. Entonces el soldadito escapó hacia un médano que ha­bía ahí cerca y se perdió en la oscuridad, mientras los otros pichis notaban una cosita verde en la espalda del gabán del milico, una manchita que iba creciendo y que el hijo de puta no supo qué era, porque seguía buscando dónde estaba el que le había tirado. –¡Qué pasa! –gritaba el hijo de mil putas sin entender. Pero los pichis sí entendieron y Rubione codeaba entu­siasmado a García para que viera cómo la lucecita verde pegada en el gabán empezaba a crecer, y se diera cuenta de que Dorio le había tirado con una de esas bengalas de au­xilio de los botes ingleses. Dorio, para entonces, se había escapado y los llamaba desde el médano. Ellos corrieron dándose vuelta, porque no querían dejar de ver cómo la luz verde crecía, se volvía grande como un plato, después se hizo como toda la espal­da, y después fue todo el cuerpo, la cabeza y los brazos del hijo de remil putas que aullaba y hacía señas como de auxi­lio. Ellos se quedaron un buen rato en el médano mirando cómo se revolcaba por el suelo mientras el aire les llevaba un olor a carne quemada, que parecía asado en mezcla con humo de cohete. Cuando Rubione bajó del médano para robarse la lin­terna que había quedado prendida cerca del fuego verde, vio que por donde se había arrastrado el oficial querién­dose apagar, había nada más un montón de cenizas calien­tes, que cuando alguna de las rachas del viento frío de aquella noche les soplaba por encima, largaban un chispo­rroteo verdoso. Uno –suelo pensar– se alegra de que sucedan estas cosas. El soldadito nunca apareció. Les hubiera gustado lle­varlo para los pichis. Parece que había reconocido a Dorio, porque había sido de su batallón, y que anduvo después por el pueblo contando que lo había salvado un pichi muerto –el pichi Dorio–, al que se le hizo fama de quemar con rayos verdes de bajo tierra a todos los degenerados que por entonces empezaban a abundar. Y siempre que moría o desaparecía un hijo de puta, se le echaba la culpa al pichi Dorio, el milagroso. Pagina 54 55