Los Lenguajes Del Deseo DESEO SIN AMOR

DESEO SIN AMOR DESEO EN EL AMOR (Extracto del libro: "Los lenguajes del deseo") ENRIQUE ROJAS EL DESEO SIN AMOR EL IMP

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DESEO SIN AMOR DESEO EN EL AMOR (Extracto del libro: "Los lenguajes del deseo")

ENRIQUE ROJAS

EL DESEO SIN AMOR EL IMPULSO ANIMAL EN EL SER HUMANO La sexualidad humana ofrece una enorme complejidad. Sin embargo, su impulso fundamental es de tipo instintivo. Es la personalidad, formada por la inteligencia racional, la educación, la voluntad y el espíritu la que diferencia la sexualidad humana de la de los animales. La sexualidad es un elemento básico de nuestras vidas, y forma parte, de manera intrincada e inseparable, del más grande de los sentimientos: el amor. Aunque el estallido de la sexualidad se produce a partir de la pubertad, en realidad nos acompaña desde nuestro mismo nacimiento. Como Freud y otros estudiosos descubrieron, el niño presenta ya una faceta sexual desarrollada, que influye en la evolución de su personalidad y que puede determinar, al menos en parte, su vida adulta. Por todo ello es conveniente asumir la sexualidad como algo perfectamente natural, pero también como un factor vital que, relacionado con el deseo, debe ser educado y controlado. Como ya se ha comentado, y así se supo desde los mismos comienzos de la psiquiatría moderna, la represión de la sexualidad en la edad infantil puede producir trastornos; igualmente, la entrega a una sexualidad descontrolada –a un deseo descontrolado- da lugar a una vida insatisfactoria e infeliz dominada por los impulsos hedonistas. Las teorías sobre la sexualidad humana son numerosísimas, y tal vez no haya otro tema sobre el que se haya escrito tanto a lo largo de la historia. Desde Ovidio hasta el propio Freud, o desde el Kama Sutra hasta Havelock Ellis, la literatura sobre el tema ha ido desde el puro erotismo hasta los tratados científicos, pasando por catálogos de posturas y hasta libros que relacionan el sexo y la mística. En realidad no fue hasta finales del siglo XIX que la sexología se convirtió en una ciencia gracias al libro Estudios sobre psicología sexual, del mencionado Ellis. En esta obra se analizaba por primera vez la sexualidad desde un punto de vista general, desvinculado del erotismo. Ellis estudió la relación de pareja, la respuesta sexual de hombres y mujeres, o problemas como la frigidez y la impotencia. Desde entonces ha habido multitud de autores que se han dedicado a este tema que, sin duda, atrae, sorprende y fascina al ser humano: Kinsey, Master, Johnson, Pellegrini, Giese, Lorando... En casi todos los países de Europa, así como en los Estados Unidos, se han publicado trabajos de mayor o menor rigor que han tenido la sexualidad humana como tema central. El planteamiento ha sido distinto en cada caso. Unos han preferido concentrarse en detalles técnicos; otros han buscado una mejor expresión de las necesidades sexuales; algunos han querido desmitificar el sexo, restándole importancia como cosa natural que es; y otros han preferido indagar en los medios para incrementar el placer. Todos ellos, sin embargo, han coincidido en un punto: la sexualidad humana es variada, exclusiva de nuestra especie, pero guarda un poso animal en su impulso de base. Independientemente del punto de vista, casi todos los autores señalan, por una razón o por otra, que hay que evitar dejarse dominar por ese impulso instintivo que priva a la sexualidad de sus mejores facetas y

convierte la relación de pareja en un mero choque sexual para satisfacer un apetito apremiante. Por desgracia, estas sugerencias no parecen haber prendido en la sociedad moderna, agobiada por la inmediatez, el hedonismo y el consumismo. El sexo se ha convertido, desde la década de 1980, en un artículo más de consumo masivo y por eso proliferan todo tipo de negocios relacionados con el sexo puro, en su vertiente animal, sin entrar a considerar aspectos superiores. Pornografía, prostitución, teléfonos eróticos... Son formas de sexualidad en las que no existe una verdadera relación humana (a veces ni siquiera hay un contacto físico), sino sólo la descarga de una necesidad gobernada por el instinto. Alcanzado el placer físico, la persona se siente vacía -como siempre que se realiza un deseo de manera impulsiva- y esto produce sentimientos de culpa, obsesión y neurosis. Convertir el sexo en una «religión», lo que parece ser una de las normas de la modernidad, es un error. La sexualidad es sólo una parte del ser humano, importante, pero no la más importante, ni tampoco la única. LA VIDA SEXUAL La sexualidad humana es, pues, algo más que conseguir un orgasmo rápido. Es parte de una relación profunda entre dos personas, el inicio de un proyecto común que, partiendo de lo corporal, termina en una fusión psicológica, cultural y espiritual. La función básica de la sexualidad en la naturaleza es asegurar la continuidad de la especie por medio de la reproducción, pero en el género humano es algo más. La sexualidad es parte del amor, y el amor conduce al perfeccionamiento de la persona y a la verdadera felicidad. Para que la sexualidad sea satisfactoria y surja el amor es necesario saber controlar el deseo. De nuevo, como ya hemos indicado en otros capítulos, la inteligencia es la herramienta que nos permitirá alcanzar éxito en esta misión, compleja y esforzada, pero que ofrece una magnífica recompensa. La sexualidad es una parte del amor, pero no es lo mismo que éste. Como dijo el actor estadounidense Groucho Marx « ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?». Esta frase, pronunciada en tono de broma, esconde una gran verdad: el sexo por sí solo no es más que un impulso del instinto. Por el contrario, el sexo con amor forma parte del camino hacia el desarrollo humano en el ámbito de la pareja. La relación de pareja debe apoyarse también en la educación de los deseos. La relación sexual entre el hombre y la mujer ha de ser plena, placentera y satisfactoria. Hay que evitar los tabúes y la represión. Al mismo tiempo, hay que saber que el sexo no es lo único. Es necesario un proyecto, un compromiso y una verdadera compenetración. Los dos miembros de la pareja deben llegar a conocerse, fundirse en una sola personalidad con un objetivo vital común. La afectividad, el cariño y la confianza son fundamentales. La contención es importante en la vida sexual de la pareja. Forma parte de la educación del deseo, y permite disfrutar de una sexualidad más completa, por cuanto hace que entren en el juego elementos como el autocontrol, la voluntad y el dominio sobre los impulsos. Las personas que se dejan gobernar por sus deseos terminan siendo infelices, neuróticas y se convierten en egoístas incapaces de mantener una verdadera relación comprometida. Hay que tener en cuenta que la sexualidad no es un fin en sí misma, sino parte de un entramado. LA HISTORIA DEL AMOR El amor ha sido una de las fuerzas que ha movido a la humanidad a lo largo de la historia. La literatura, el arte, la filosofía, la música y hasta la ciencia han tenido el amor como uno de sus temas centrales. En

el amor, en sus planteamientos y formas, se puede estudiar el carácter profundo de una cultura. En nuestra tradición cultural occidental fueron, por supuesto, los filósofos griegos los primeros en estudiar detalladamente la naturaleza del amor. Entre sus conclusiones destaca la tesis de que el amor surge primero de un deseo físico, pero que luego se perfecciona en una relación más profunda caracterizada por el afecto. El amor y el afecto no se distinguían claramente, y lo que hoy llamamos amor (en su sentido de relación de pareja, amor erótico) era más bien considerado puro deseo sexual. El cristianismo elevó el amor a la categoría de valor universal. El amor, tanto a Dios como al prójimo, es la máxima expresión del carácter humano y lo que verdaderamente nos convierte en seres superiores. El amor sería una suma de virtudes, como bondad, compromiso y generosidad. La idealización del amor cortés en la Edad Media corrompería en parte este concepto superior, al iniciarse un «vaciado» de la relación de pareja que alcanza su «cumbre» en los últimos compases del siglo XX. En diversas obras como El arte de amar, de Ovidio, o El collar de la paloma, de Ibn Hazm de Córdoba, se habla del amor, pero no tanto en su faceta de entrega y renuncia, sino en planos que van desde la sensualidad a la distancia. El amor que predican estos libros, y otros parecidos, está más en la línea del hedonismo, aunque todavía se buscaba un contenido humano. El Renacimiento proseguiría en esta línea y se iría alejando del concepto de amor pleno de la tradición cristiana original. La Celestina, y más tarde Romeo y Julieta, son los precedentes de un nuevo concepto de amor que se va desarrollando poco a poco hasta llegar a la definición del amor del primer gran filósofo moderno, Descartes. Para el pensador francés el amor era una de las pasiones fundamentales del ser humano -junto al deseo o el odio, entre otras-, y estableció su famosa máxima: «El corazón tiene razones que la razón desconoce». El enciclopedista Diderot llegó aún más lejos con una frase que, en nuestra opinión, es absolutamente errónea, pero que da buena fe de la forma de pensar de la Ilustración: «Se dice que el deseo es fruto de la voluntad, pero lo cierto es lo contrario: la voluntad es fruto del deseo». En suma, se había llegado a la culminación de un proceso intelectual que separaba el amor del intelecto, como si fueran aspectos independientes. Esta lógica, equivocada en nuestra opinión, condujo paso a paso al desarraigo del fin del milenio. El amor, elaborado como pasión exaltada por los autores románticos, devino sentimiento vacío, expresión del hedonismo apresurado, y quedó privado de su verdadero valor como herramienta para alcanzar la plenitud del espíritu. En la actualidad vemos los resultados de todo ello: una multitud de personas desorientadas, dominadas por el consumismo y privadas de felicidad. Todo el mundo nota que algo va mal, pero no sabe decir exactamente qué. Es hora de efectuar un giro, de realizar un esfuerzo de superación tanto personal como social. LA SOCIEDAD DEL DESAFECTO La proliferación de una forma de deseo sexual carente de amor se ha traducido en una desorientación afectiva intensa para muchas personas. No sabemos a qué atenernos, qué reglas seguir. La entronización de la idea de la eterna juventud y la belleza física como únicos valores dominantes ha dado en la figura del «eterno adolescente», en la imagen penosa de gentes adultas que siguen comportándose de manera inmadura, dando tumbo, sin saber cuál es la dirección adecuada. Sólo las novedades, lo sorprendente, tienen algún interés, en cuanto sirven para al-mentar una sed constante de deseo. El deseo fácilmente satisfecho deja una sensación desagradable que sólo puede llenarse con más deseos, y de ahí el esfuerzo por ofrecer cada vez mayores y más diversas posibilidades de consumo, ocio vacío y erotismo deshumanizador.

Hemos creado una sociedad del desafecto, en la que el cariño y el compromiso entre las personas no son valorados, en la que no hay ningún proyecto, ni tampoco futuro. Sólo existe el yo y el ahora y eso sólo lleva al egoísmo. Pero el yo, dirigido por una marea abrumadora de posibilidades de diversión hueca, se desestabiliza y desorienta. El ser humano perdido en esta tempestad se vuelve débil e influenciable, carece de voluntad e iniciativa: pierde su humanidad. LA CRISIS DE LA PAREJA Hemos descrito los anti-valores de la sociedad moderna, y hemos hablado también de sus efectos sobre el individuo pero, ¿qué pasa con la pareja? El objetivo fundamental del amor humano es la relación de pareja que lleva a la constitución de una familia. La modernidad, con su carga de hedonismo, también se ha llevado eso por delante. Siguen existiendo parejas, es cierto, pero a menudo es sólo una imagen engañosa. Sometidos a la satisfacción sin control del deseo, cada miembro de la pareja es en realidad un individuo aislado, dominado por su propio egoísmo y despreocupado del otro, al que sólo valora en tanto que objeto de placer. Por eso son tan comunes las parejas de corta duración, los «noviazgos» de quita y pon, el intercambio constante del ser supuestamente «amado» por otro, pues no se valora la interioridad, sino sólo el envoltorio exterior. La pareja moderna es frágil, pues su sustrato es el deseo de pasarlo bien y disfrutar y si no, de cambio. La ruptura, para la que se está predispuesto, es su «alma». Sin embargo, el amor es algo más que unirse dos personas brevemente para satisfacer el impulso sexual. El egoísmo, unido a la ética relativista tan en boga, ha concluido en un periodo de subjetivismo que refuerza aún más todo lo antedicho. Es el dogma del «todo vale, si me apetece». No hay más valores que los que a uno le sirven en cada momento, y no existen las referencias fijas. Todo se puede cambiar a conveniencia, sin pensar en los demás, y sin pensar siquiera en uno mismo. Indiferencia ante lo que afecta al prójimo y una intensa ansiedad interior son los nuevos «sentimientos». Todo ello repercute en el ánimo del ser humano, que se siente infeliz a pesar de tener sus deseos cubiertos, pero en el ámbito de las relaciones de pareja las consideraciones son más graves, por cuanto afectan a otra u otras personas. La situación es aún más grave en el caso de parejas con hijos, pues ,u conducta repercute en la educación de estos y en la formación de su personalidad, y las consecuencias son muy dolorosas si se llega a producir una ruptura. Esto no es materia teórica: es algo que podemos observar casi a diario. LA EDUCACIÓN ES LA CLAVE Es el tema de este libro, y por eso lo recalcamos una vez más: la clave de todo está en la educación. Entendida en un sentido amplio, como formación de la personalidad hasta alcanzar la plenitud. Es un proceso vital que se mantiene durante toda la existencia, un camino de perfeccionamiento que nunca se recorre del todo. Por medio de la educación desarrollamos nuestras facultades, aprendemos a usar la inteligencia y fortalecemos la voluntad. La vida es trabajo, y hace falta fuerza para afrontarla. La educación es la gimnasia que fortalece nuestros músculos interiores... los de la mente y el espíritu, y nos da el vigor necesario para afrontar cada nuevo desafío. Un ser educado, formado, tiene el control de su propio ser, y por ello es más persona. A la hora de la relación de pareja el deseo gobernado sirve como elemento rector en el que te asienta el amor auténtico.

EL DESEO EN EL AMOR

VIDA PÚBLICA Y PRIVADA La actividad del ser humano muestra dos vertientes bien definidas y conocidas: la privada o interior y la pública o exterior. La vida y la personalidad se definen en gran medida por el grado de equilibrio que seamos capaces de fijar entre estas dos facetas. Una de ellas se desplaza hacia dentro, hacia el mundo interior, mientras que la otra se expresa hacia fuera por medio de la conducta. Los profesionales de la psiquiatría tratamos de acceder a los espacios ocultos de la personalidad para descubrir lo que guardan. Penetramos en los recovecos más íntimos con la intención de descubrir ese mundo interior oculto que tiene una geografía precisa, pero cuyas fronteras generalmente están mal definidas. Es un lugar a menudo confuso, escondido tras una espesa bruma. Esto implica, en nuestro trabajo, la necesidad de «hacer un inventario de esta faceta oculta» no sólo por el deseo de desvelarla, sino también para tratar de ordenarla, para acabar con el caos y así lograr entender y comprender quién es en verdad una persona. Antes de seguir adelante hay que explicar los términos. Recordemos que en nuestra terminología particular, entender significa «ir hacia», saber acercarse al otro. Comprender implica un sentido más amplio, pues representa el hecho de ponerse en el lugar del otro y ver las cosas desde si punto de vista. Hay dos cuestiones básicas que no debemos olvidar a la hora de iniciar el camino de descubrimientos por el interior de nuestra propia naturaleza. En primer lugar hay que tener en cuenta la visión estática, el estado de ánimo y opinión que una persona presenta hacia sí misma y hacia los demás. Es un punto de vista actual, sincrónico. En segundo lugar hay que considerar la visión dinámica, el análisis histórico, diacrónico, de una trayectoria personal. No se puede pasar por alto que la vida es algo que progresa hacia el porvenir, y cada persona realiza su propia travesía, la cual puede ser analizada por medio de un estudio amplio que considere varios puntos de vista. Esto es, a fin de cuentas, una biografía, la vida vista paso a paso y, en lo que nos ocupa, desde dentro. Para poder hacer esto con éxito es necesario un método. El interior humano es un laberinto sin fin, y resulta imposible tratar de desvelar y analizar todas sus facetas. Con una visión de conjunto se pueden ir localizando las parcelas y segmentos básicos, los que conviene aclarar para manifestar su significado. A pesar de las dificultades y confusiones aparentes, casi siempre nuestra dinámica interior sigue un hilo conductor, un argumento. Este tejido, si está bien entramado, es el que hace que la vida se desarrolle correctamente y progrese. Cuando el especialista y su paciente se mueven juntos a través de estos paisajes ocultos se descubre un espacio organizado: hay una puerta de entrada, un patio, una escalera que sube hacia estancias situadas en un piso más alto. Pero la intimidad también tiene sótanos y buhardillas, estancias más oscuras y desordenadas... La metáfora de la casa interior es verdaderamente acertada, pues toda personalidad muestra también una fachada que se abre a la calle, mientras otros espacios se cierran hacia el interior y resultan invisibles desde fuera. Todo lo negativo, lo que nos duele, nos avergüenza o nos preocupa suele guardarse en el interior. Para asegurar el equilibrio, sin embargo, es necesario que las alegrías se muevan también por el espacio interior, iluminando esas estancias que los demás no ven. Saber proteger la propia intimidad es muy importante. ¡Son dignas de lástima esas vidas en las que todo se proyecta hacia fuera! En la actualidad se vive en exceso cara al exterior, con un deseo exagerado de mostrar una imagen determinada de nosotros mismos, olvidando otros importantes aspectos de la vida. A menudo la persona queda atrapada en una lucha constante y obsesiva por dar buena impresión a los demás. En el ámbito de la intimidad la persona se encuentra consigo misma, lo que le permite simultáneamente mejorar su relación con los demás. El diálogo fluye mejor y se torna más rico y sereno. Esta mejora

hecha desde el interior abarca desde las relaciones familiares hasta las amistosas o laborales, aunque resulta especialmente beneficiosa para las primeras, sobre todo en las relaciones de padres e hijos. Así, aunque pueda resultar paradójico, conocer bien la propia intimidad es algo básico para alcanzar unas relaciones sanas y completas, sobre todo con los que nos son más próximos. En una época de crisis como la que estamos viviendo, la familia unida tiende a convertirse en uno de los tesoros más valiosos. Ahora bien, llegados a este punto es necesario tener en cuenta un aspecto importante de la personalidad humana: la mujer vive centrada en su cuerpo, su vida gira principalmente alrededor de este aspecto. El hombre, sin embargo, vive más hacia el exterior, desconociendo en gran medida su intimidad. Esto se produce por varias razones, entre ellas una fundamentalmente fisiológica: la mujer es el receptáculo de cada nueva vida, el hombre no. La persona moderna carece en gran medida de intimidad. Pensemos en el desnudo o semidesnudo en las playas, como ya hemos comentado. Todo está a la vista. Hay en ello contagio y superficialidad, la imitación de la moda y el quedarse uno en la fachada. Esto hace que viva centrado en la imagen que ofrece, olvidando el desarrollo de su vida interior. Para escapar del triste destino que tejen estas redes, en las que uno se ve envuelto con tanta facilidad, hay que esforzarse por corregir el error que supone permitir que lo social, exclusivamente, sirva para vertebrar nuestra existencia. Las relaciones exteriores parten del interior, de una intimidad sana. Organizando nuestra personalidad es posible mejorar nuestra forma de ser y, al mismo tiempo, funcionar mejor en sociedad. La soledad es importante para esto, pues nos permite comprenderla y reorganizarla si es necesario. Además, en nuestro interior hay lugares secretos que conviene tener en cuenta, pero que no hay que revelar. Esta es la esencia de la intimidad: encontrarse con uno mismo, cultivar lo que hace que nos entendamos mejor y de este modo, mejorar nuestra relación con el entorno, con las demás personas. LA DIMENSIÓN SEXUAL El ser humano es algo más que un cuerpo y una mente. Su realidad se compone de numerosas facetas que pueden analizarse a partir de cuatro planos que se entrelazan profundamente para formar un ser único. Estos planos son: físico, psicológico, cultural y espiritual. -El plano físico. Es la base material de nuestro cuerpo. Sin embargo, se diferencia de la calidad corporal de otros seres de nuestro mundo, ya que el cuerpo humano sirve de asiento al espíritu. Los caracteres sexuales físicos, basados en los órganos reproductores, son la fuente primaria del impulso erótico y del tipo de deseo que tratamos en este libro. El sexo físico es el más elemental de todos, pero también es su expresión más primaria: pura fisiología, una simple manifestación del sistema hormonal. -El plano psicológico. Es lo que denominamos mente, cuyo asiento físico es el cerebro. Todos los animales tienen cerebro, pero en el ser humano este órgano desempeña la función superior del pensamiento consciente, que es la fuente de la inteligencia racional. En este plano se expresa el denominado sexo psicológico, caracterizado por los términos masculinidad y feminidad. Los sentimientos paternales y maternales también habitan este plano, así como la libido. -El plano cultural. Es el que se desarrolla por medio de la educación. El aprendizaje, la capacidad de adquirir conocimientos exteriores que nos liberen del programa del instinto, es un rasgo único del ser humano. En el plano del deseo, la educación es fundamental a la hora de establecer unos patrones sexuales determinados. Una correcta educación sexual desde la pubertad forma adultos equilibrados y sanos. Una educación sexual inadecuada o inexistente da lugar a personas hedonistas, ansiosas o neuróticas. -El plano espiritual. Es quizá el más complicado de definir, ya que el espíritu es una esencia interior de lo humano que no puede ser medida ni contemplada científicamente. Sin embargo, es ese hálito el que nos

mantiene vivos y el que nos eleva por encima de la animalidad. La sexualidad espiritual es la más elevada, y es la que lleva a un hombre y a una mujer a fundirse en un solo ser impulsados por un proyecto familiar de vida en común. Es la aspiración a lo absoluto. Estos planos no son independientes: todos juntos conforman la personalidad, y deben actuar unidos y en equilibrio. Si predomina uno u otro, habrá problemas. Así, la persona que da mayor importancia a los factores culturales puedo caer en conductas como la sexofilia; el que se mueve animado por el sexo físico, trivializará el contenido de esta actividad y se verá sometido a sus impulsos; otras personas, por el contrario, pueden reprimir excesivamente sus deseos, lo quo es tan negativo como la liberalidad absoluta. La sexualidad es un idioma que se expresa a través del amor. Y el amor parte del cuerpo, de la mente, de la educación y del alma. Para comprender la verdadera dimensión sexual del ser humano es imprescindible conocer sus cuata planos y saber conjugarlos y hacerlos actuar de manera coordinada y equilibrada. VIVENCIA DEL PLACER EN LA SEXUALIDAD En nuestro contexto, con la palabra vivencia queremos expresar simultáneamente dos cosas: en primer lugar, la experiencia personal, la participación directa en un acto (en este caso el sexual); y en segundo, la huella que este hecho de participar, de vivir algo como actor, deja en la persona. En el primer caso, lo importante es ser protagonista. En el segundo, valorar la fuerza de la impresión que dejan los hechos, que cambiará según las circunstancias. En una relación sexual esas circunstancias pueden ser realmente muy variadas. La cumbre de la sexualidad es el orgasmo, pero cuando el encuentro se limita únicamente a la búsqueda de placer, no hay un verdadero encuentro personal, en el que la afectividad sea el sentimiento dominante. La genitalidad es la relación sexual centrada en el sexo y no en el amor. Hay muchos matices en la sexualidad sana, que pueden deteriorarse si el corazón humano se convierte en un campo de batalla en donde el deseo le gana la partida a la afectividad, con lo que esa relación pierde calidad humana. Este tipo de relaciones, que denominamos preindividuales (por cuanto no hay una verdadera conexión entre las dos personas), no conducen en absoluto hacia la plenitud y se limitan a ser una mera satisfacción de los sentidos. Lejos de unir a las personas, un contacto sexual de este tipo, si se prolonga en el tiempo, produce separación y alejamiento. Los dos protagonistas irán poco a poco viéndose desnudos el uno al otro, pero no tanto en el plano físico como en el psicológico y espiritual, y quedará revelada, dolorosamente, la pobreza interna de ambos. Esta sociedad nuestra de los albores del siglo XXI, tan llena de progresos técnicos pero tan escasa de amor verdadero, va muy deprisa y no se detiene a pensar sobre los aspectos psicológicos de la sexualidad. Por un derrotero sinuoso puede llegar a convertir al otro en objeto de placer, como deseo transitorio de uso de otro cuerpo para sentir el máximo de placer sexual. La mujer es vista, entonces, con ojos de deseo, es objeto, no persona, y la relación queda reducida a un medio utilitario para satisfacer la necesidad de la pulsión instintiva. Convertir al otro en objeto destruye la calidad del acto. Lo he dicho en otro apartado de este libro: a veces, en esta sociedad de nuestro tiempo, las personas son tratadas como si fueran cosas y eso queda aquí patente si todo ese encuentro degenera en pura genitalidad. O dicho al revés: el amor sexual auténtico es un icono de la categoría de esas dos personas, porque expresa una unión íntima y total, con todos sus planos vibrando al unísono. De este modo, el acto sexual se convierte en un acto de amor, que expresa el deseo de lo mejor para el otro, de satisfacerlo en todos los campos de la persona, no sólo en el corporal.

La satisfacción egoísta de la sexualidad es un impulso animal. Hay que distinguir entre los actos naturales, que son compartidos por el hombre con el animal y son más instintivos, y los actos humanos, que tienen un tono distintivo de más nivel, con ingredientes psicológicos, espirituales y culturales. La sexualidad sana es un acto humano que integra en su seno los distintos elementos mencionados. Es físico, pero va más allá, pues conjuga a la vez la afectividad, el trato sentimental, la humanidad y todo el amplio panorama de la psicología. Una persona madura debería buscar en el encuentro sexual otro tipo de motivaciones, no sólo las físicas, que le sirvieran para canalizar las pulsiones sexuales en un sentido creativo y de mejora de uno mismo. Al animal lo domina el instinto, única fuerza que lo rige, pero en el ser humano esa tendencia natural puede ser gobernada por medio de la voluntad, que es a su vez una expresión de la inteligencia racional. El concepto es fácil de entender, pero la sociedad moderna ha convertido el sexo en un artículo de comercio, lo cual priva a esta actividad de su contenido afectivo y lo transforma en un fenómeno igualado con la pulsión animal. La sexualidad se degrada al convertirse en un simple enlace de dos cuerpos en busca del placer, sin compromiso ni responsabilidad, dirigido por dos únicas variables que hoy día parecen ser las dominantes: hedonismo y permisividad. La sexualidad se transforma en un terreno de pruebas para experiencias cada vez más atrevidas, pero en el que no hay dirección ni voluntad y sí un vacío creciente. Hay numerosos libros, algunos muy célebres, que exaltan este tipo de actividad sexual centrada exclusivamente en la obtención de placer inmediato, sin buscar nada más. Harún al-Makhzumí, en su obra Las fuentes del placer, presenta la versión árabe del Kama Sutra, y su objetivo no es otro que encontrar el máximo placer por medio del erotismo. Sin embargo, la entrega a este tipo de pasión hace que la persona se olvide de su propia humanidad. No se tiene en cuenta la afectividad inherente a nuestra naturaleza, ni se consideran las necesidades que todos tenemos -nosotros y nuestra pareja- de ternura, cariño y consideración. La persecución obsesiva del placer no conduce a la felicidad, ya que ésta deriva del esfuerzo personal, del afán de mejora y superación, y del deseo de hacer feliz a otra persona. Esta otra forma de amar no centrada en el hedonismo nos hace contribuir no sólo a la felicidad propia y de nuestra pareja, sino al progreso de la sociedad, ya que uno se hace consciente de la necesidad de colaborar con el común y olvida el impulso de autosatisfacción exclusiva y egoísta. Otro libro muy célebre es el propio Kama Sutra, escrito por el indio Vatsyayana en el siglo V. Básicamente es un catálogo de posturas y técnicas para el acto sexual centrado en el placer. Es una obra pródiga en metáforas cuya intención es resaltar la importancia de una relación hedonista: el abrazo de la vegetación, las lianas entrelazadas, la brisa que mece los árboles... El objetivo de la sexualidad, para el autor de ese libro es, por encima de todo, alcanzar el orgasmo. Ahora bien, ¿la sexualidad consiste sólo en esto? No: debe ser un encuentro personal con intimidad. Desde nuestro punto de vista, reducir el concepto de felicidad a la mera obtención de placer es un error, tanto por la estrechez de tal objetivo, como por sus reducidas perspectivas. Siguiendo los consejos de libros como Kama Sutra se olvida que el ser humano tiene una grandeza que se basa en su sed de amor: el amor es el verdadero objetivo, aunque a menudo. esto se olvide, y muchas personas terminan conformándose, por ignorancia, con sucedáneos. Afortunadamente, está surgiendo un nuevo tipo de literatura, de corte científico, que propugna la recuperación del verdadero amor humano. En este sentido recomendamos la lectura del libro Le plaisir chaste, de Yan de Karorguen. En esta obra se tratan muchos de los temas que hemos analizado hasta ahora, y de entre ellos destaca el «descubrimiento» de la conexión entre el amor y la sexualidad. Esta obra ofrece una panorámica sobre la posibilidad de afrontar las relaciones sexuales desde un nuevo punto de vista, más allá del mero hedonismo y la satisfacción mecánica de los deseos. Yan de

Karorguen propone recuperar el romanticismo o, lo que es lo mismo, la ternura, la afectividad como elemento básico de la relación de pareja. Otra obra relacionada con este tema esEl fin del sexo, de George Leonard, en la cual denuncia el carácter mecánico y animal del sexo en la sociedad moderna e incluso acuña un término para describir esta situación: orgasmolatría. El trabajo de estos y otros autores indica el comienzo de una nueva etapa en el ámbito de la sexualidad humana: se aporta la idea de que el sexo no es el objetivo último, sino una de las diversas vías para el perfeccionamiento de la relación de pareja. En suma, se trata de recuperar la idea del amor romo factor de felicidad y satisfacción plena, no sólo física, sino también espiritual. Hay que recuperar el amor humano en su sentido de totalidad, no el amor incompleto representado por la mera relación erótica. Esta dualidad ha sido representada de muchas maneras en la tradición occidental. Sin embargo, el simbolismo más interesante -y acertado- ha sido el que idearon para su mitología los antiguos pueblos helénicos, que representaban por medio de dos divinidades diferentes esas dos facetas del amor de las que hemos hablado hasta ahora. Así, para estos pueblos se encontraba en primer lugarEros, dios del amor afectivo, que había surgido del caos primigenio y que favoreció la unión del Día y la Noche para dar lugar a la Creación. Lo consideraban una fuerza básica de la naturaleza, pues aseguraba la continuidad de la vida, y los romanos tuvieron un mito similar con el nombre de Cupido. Los filósofos antiguos se interesaron por el tema, como Platón en El banquete, donde explica que este dios era hijo de la Riqueza (Poros) y la Pobreza (Penia). El amor era una fuerza elemental, cargada de insatisfacción, que al mediar entre dioses y hombre terminaba alcanzando siempre sus fines. Su imagen alegórica como niño con alas, armado de arco y flechas y portador de una antorcha en su espalda, procede de la época de Alejandro. Esta apariencia infantil es engañosa, ya que es en realidad un dios muy poderoso, que produce heridas de difícil cura. La otra faceta clásica del amor -aunque de origen oriental- era la encarnada por la diosa griega Afrodita (Venus para los romanos). Representaba la belleza, el amor sensual y el matrimonio, el atractivo sexual y el placer erótico. Era en cierto modo la antítesis de Eros, ya que esta diosa provocaba la discordia, los celos y la envidia. En suma, era la representación de una idea disolvente: el amor que no es tal, sino tan sólo satisfacción de los sentidos. El placer es una experiencia expansiva: el hombre y la mujer vibran físicamente, pero el acto sexual es algo más. Debería ser una unión íntima, una forma de éxtasis (palabra que en griego significa «estar fuera de uno mismo») basado en el verdadero amor y cuya cumbre va más allá del orgasmo. Si se considera que los aspectos sexuales son los únicos que participan en el coito, entonces se tiene una visión muy limitada de la sexualidad. El hecho de no ser capaz de apreciar los otros planos que participan en el encuentro sexual hace que las relaciones de pareja, con el paso del tiempo, se degraden y pierdan contenido. Cada persona debe tener en cuenta no sólo su propio placer, sino las necesidades y exigencias de su pareja. Y no olvidemos que no es lo mismo el hombre que la mujer: el primero tiene una disposición más rápida hacia la relación sexual, mientras que en la mujer el encuentro precisa de más sosiego y dedicación. El hombre puede alcanzar el orgasmo rápidamente, pero la mujer, en general, presenta una respuesta más lenta, aunque también más sostenida. Por eso el hombre debe olvidarse de su propia urgencia y dedicar más tiempo a la mujer si quiere que la relación sea satisfactoria y plena. La sexualidad femenina presenta cuatro fases bien definidas: excitación previa, meseta, orgasmo y resolución. En la primera el hombre debe estimular a la mujer por medio de caricias y besos. Todo el organismo se prepara para el acto sexual, particularmente la vagina, en la que se producen cambios de color, tamaño y temperatura y, sobre todo, se segrega una mucosa lubricante que facilita la penetración. Ésta ha de realizarse en la fase de meseta, cuando la mujer está plenamente excitada. El hombre no

debe tener prisa, pues es este el momento más agradable para su pareja. El orgasmo es una explosión sensorial de intenso placer, que supone el clímax o culminación física, pero también mental y espiritual, del encuentro sexual. Por último tenemos la fase de resolución. Se le suele dar poca importancia, ya que la sexualidad mecánica moderna se ha centrado en el orgasmo, pero de hecho es -o debería ser- este momento de máxima relajación y compenetración de la pareja el de mayor contenido afectivo y humano. Es frecuente que algunas parejas, nada más terminado el acto, se separen y se den la espalda para dormir, o que uno de los dos salga corriendo a la ducha apenas ha experimentado el orgasmo. Esto es algo más que una actitud errónea: puede ser síntoma de que algo anda mal en la pareja. Es conveniente también no dejarse llevar por mitos o falsas creencias. Ciertamente, es preferible el orgasmo simultáneo, pero no hay que obsesionarse por esta idea. El orgasmo simultáneo es difícil de conseguir, muy poco frecuente, aunque cuando se consigue el placer se multiplica. La unión conyugal debe centrarse más bien en la comunicación mutua, haciéndola cada vez más rica. Esta ganancia psicológica y afectiva es la que lleva al culmen del verdadero placer. En una relación completa, después del orgasmo sobreviene una poderosa sensación de calma y relajación que es anticipo de un sueño profundo y reparador. El resultado del amor es que las tensiones se diluyen en un encuentro humano íntimo, responsable y comprometido, fruto de la voluntad. En una relación sexual plena, el tú y el yo se conjugan para crear una sola personalidad: el nosotros. LA IMPORTANCIA DE LOS SENTIDOS Los sentidos son un elemento fundamental en el encuentro sexual, pues actúan como canalización de los estímulos que van incrementando la excitación. La intensidad con la que actúan varía en cada caso, pero siempre son importantes, todos ellos, aunque para el ser humano los dos sentidos principales a la hora del encuentro sexual son el tacto y la vista (complementados con el oído, básico en el proceso de comunicación verbal que nos permite conocernos unos a otros). Los sentidos son la vía para la seducción, que se basa en nuestra percepción de la imagen de la otra persona. La vista actúa en primer lugar: nos presenta con claridad los rasgos, el aspecto general. En el hombre predomina sobre todo lo visual, la mujer se centra más en la imaginación y el oído. En general, los demás sentidos van ofreciendo información suplementaria para completar lo que denominamos el atractivo estático, la imagen aparente. En una observación más detallada y prolongada en el tiempo comenzamos a descubrir la belleza dinámica, interior, más rica y satisfactoria. Es en esta fase cuando las palabras -el ámbito del sentido de la audición- abren un nuevo camino para conocer a alguien y nos ofrecen una panorámica más amplia, no sólo física. Sobre la comunicación, no obstante, hablaremos algo más adelante. Los cánones de belleza han variado a lo largo del tiempo, y en general la concepción de la estética humana se ha centrado más en la mujer que en el hombre. Es cierto que en los últimos años, con el desarrollo de la moda masculina, la oferta estética para hombres ha crecido enormemente, pero todavía sigue el mundo de la imagen (moda, cosméticos, etc...) centrado en la figura femenina, y se sigue ofertando un modelo femenino mucho más preocupado que el masculino por la imagen. Esta preocupación natural por el aspecto, que se da tanto en el hombre como en la mujer, es un preámbulo -a veces inconsciente- del encuentro sexual, ya que, como hemos indicado, es a través de los sentidos y de ese atractivo estético que se va a producir el primer contacto. Sin embargo, el acto sexual pleno va más allá y debe basarse en la afectividad y la ternura, y también en poner atención y dedicación en el otro. A partir de aquí puede llegarse a una relación sexual completa. Y el principal elemento de la afectividad, que sirve para expresar la ternura, son las caricias. Entramos en

el dominio del tacto. En la especie humana las caricias, el primer paso activo del acto sexual, se expresan de muchas maneras: besos, gestos mimosos, masajes suaves... Todo ello empieza de un modo lento y cuidadoso para ir dando paso, a medida que crece la excitación, a un ritmo más apasionado. Si lo primero en una relación fueron la imagen y las palabras, las caricias se convierten ahora en un nuevo lenguaje muy expresivo que facilita una intensa intercomunicación y un mayor acercamiento. Hay que actuar siempre sin prisa, con cierta ceremonia incluso para desnudarse. Esto es muy importante, particularmente para el hombre, al que le resulta más excitante una mujer vestida que desnuda del todo. Una vez que la ropa ha caído, e incluso antes, ya se ha establecido el contacto a través de las caricias y dado que éstas tienen un papel básico en el proceso de excitación sexual, es muy importante saber cómo estimular la piel de nuestra pareja. La boca y los órganos genitales constituyen los puntos de atención clave. Las zonas erógenas pueden variar de una persona a otra, pero las principales son siempre las mismas: en el hombre el glande y el escroto son las áreas de mayor sensibilidad; en la mujer, la vulva, el clítoris, el cuello del útero y los pechos son las zonas más excitables. En ambos, la boca y la lengua, que se acarician mutuamente por medio de los besos, representan la otra gran región erógena del cuerpo. Sin embargo, no hay que limitarse sólo a esto. En primer lugar porque cada persona vibra de una manera distinta, y en segundo lugar porque a medida que la excitación aumenta, mayores parcelas del cuerpo van ganando en sensibilidad. Las caricias serán primero suaves y generales, y luego se irá pasando a lo concreto. El objetivo final es alcanzar el grado de excitación necesario para que el pene entre sin dificultades en la vagina. Sobre el tipo de caricias a practicar, resulta imposible hacer un inventario, ya que dependen en última instancia de los gustos y particularidades de cada uno. Hay que evitar, eso sí, caer en lo maniático o patológico. Lo importante es tener en cuenta que la caricia es ante todo una expresión del amor. La espontaneidad es fundamental. La ternura es el ungüento del amor. Además, este proceso, que ha de ser progresivo, no tiene que centrarse sólo en lo meramente erótico. Para que el acto sexual resulte pleno, el intercambio de la pareja debe alcanzar, aparte del plano físico, también el mental, el cultural y el del diálogo. El encuentro del hombre y la mujer supone una experiencia relajante, que les libera de las tensiones y problemas cotidianos, pero es algo más: una forma de comunicación mutua al máximo nivel. Cuando la relación se centra sólo en lo físico, el deterioro es inevitable con el paso del tiempo, entre otras razones porque se suele actuar de forma superficial, y el contacto acaba siendo insatisfactorio, sobre todo para la mujer, cuya sexualidad requiere más tiempo y dedicación, ser cuidada con esmero. Sin embargo, si se produce una conexión interior y profunda, entonces las calidades humanas se suman y la relación puede durar toda la vida. El intercambio de caricias culmina en unos instantes de profundo contacto psicofísico: es mediante esta comunicación tan particular que las dos personas llegan a verse verdaderamente desnudas una frente a otra, y alcanzan el grado de unión necesario para alcanzar ese «nosotros» en el que se funden dos seres que se aman. La importancia de los sentidos radica en el hecho de que es durante la fase de aproximación (contacto visual, comunicación verbal y, sobre todo, la comunicación a través de las caricias) cuando cada uno de los dos se muestra tal cual es: o apresurado y egoísta, o delicado y atento. Por supuesto, y como ocurre en toda actividad humana, la experiencia supone una mejora: con relaciones habituales se perfeccionan las técnicas, aunque sólo si esta repetición se ejecuta desde las premisas ya indicadas del amor atento, la dedicación y la ternura. El acto sexual es importantísimo en el proceso de perfeccionamiento y

plenitud de la pareja. Donación y pertenencia recíproca, es como si uno se escogiese a sí mismo, a través de esa otra persona: vivir-con otro y ser-para otro. Por eso debe ser cuidado con esmero, delicadeza, finura, elegancia, ya que se trata de algo misterioso e íntimo. No puede ser banalizado como algo que sirve de descarga de unas pulsiones o unos instintos. Eso sería rebajarlo de nivel. El deseo anhela el placer sexual personalizado, en un encuentro pleno, íntegro, total: por eso deambula en ese cruce el descubrimiento e intercambio de las facetas física, psicológica, espiritual y biográfica. Las tres citadas, más la historia de cada uno que atraviesa los entresijos de esa vivencia repleta de intimidad, que comienza con la ternura y culmina con la pasión. La palabra clave es precisamente pareja. El egoísmo y la autosatisfacción no tienen lugar: hay que pensar en el otro. Después del orgasmo, sobre todo en el hombre, tiende a producirse un veloz descenso de la excitación. Sin embargo, en el momento posterior al orgasmo el hombre y la mujer deben mantener el contacto, en todos los planos aludidos. Si tras el orgasmo se siente la necesidad de separarse con rapidez, incluso si se experimenta cierto rechazo hacia la pareja, entonces es que algo funciona de un modo deficiente. Terminado el acto sexual propiamente dicho, el encuentro debe prolongarse, esta vez expresado por medio de la ternura, a través de un profundo abrazo que culmine verdaderamente la conexión entre las dos personas. Actuar de este modo no sólo mejora la relación, sino que induce a un estado de bienestar y relajación muy satisfactorio. EL RITO EN LA RELACIÓN SEXUAL Las relaciones sexuales no se reducen a la mera obtención de placer: la prisa es el peor enemigo de una relación sexual. Para que ésta sea satisfactoria es imprescindible cumplir con gin ritual, efectuar unos preparativos que, en sí mismos, constituyen una forma de comunicación y contribuyen a hacer que el encuentro sexual llegue a su desenlace de manera absolutamente satisfactoria. Cada cultura ha desarrollado sus propios ritos previos al encuentro sexual, aunque, como no podía ser de otra manera, hay algunas notas comunes, entre ellas la solemnidad tiene el acto tiene en sus primeras fases. La repetición de las relaciones y el paso del tiempo hace que se pierda algo de este carácter un tanto mayestático, pero si el amor es sano y completo, se gana en espontaneidad y frescura lo que se pierde en protocolos. Espontaneidad es, como se verá en otro epígrafe, un término clave. La pareja debe expresarse, comunicarse de forma abierta y directa, utilizando los recursos verbales y no verbales de que dispone. De este modo se establece un diálogo íntimo, espiritual, cuyo primer gesto es el beso. Es la más importante de las caricias, la que implica un mayor contacto mutuo, y sin duda la más excitante de todas. Después vendrán las caricias manuales, a continuación el coito, que desemboca en el orgasmo y, tras éste, la expresión final de ternura y cariño que debe ser el culmen de un acto sexual completo y saludable. El ritual, siga el orden que siga, es importante porque permite realizar una adaptación previa de la pareja. La sexualidad requiere tiempo, y el hombre y la mujer deben conocerse poco a poco para mejorar en este campo. La familiaridad, el hecho de conocerse, mejora la sexualidad y es parte fundamental en la necesaria adquisición de experiencia. Si no hay ritual, el encuentro sexual se reduce al coito. La penetración, sin nada más, no es verdadera sexualidad, sino sólo una descarga animal en pos del placer. Este tipo de acto es un mero desahogo que

nada tiene que ver con el amor. COMUNICACIÓN VERBAL Y NO VERBAL Ya hemos señalado con anterioridad que la relación humana -y no sólo la sexual- combina los aspectos gestuales (lo que podemos ver o tocar) con las palabras. La relación entre las personas es pues una suma de dos lenguajes: verbal y no verbal. En el encuentro sexual, tal como vimos, hay un primer contacto visual (no verbal), al que sigue una secuencia verbal que sirve a las personas para conocerse y realizar una comunicación literal de su afecto. A continuación se da la expresión táctil de las caricias, que es también una forma no verbal de comunicar la ternura. El amor implica una combinación equilibrada de palabras y silencios elocuentes. El lenguaje verbal es objeto de estudio privilegiado de la filología. Entra dentro del ámbito de la psicología analizar el lenguaje no verbal, sobre todo en lo que se refiere a la expresión de las emociones por medio de gestos faciales. Es una labor difícil cuyos primeros pasos fueron dados en 1977 por J. Izard y diez años más tarde por Paul Ekman. Su procedimiento científico consistió en hacer un catálogo de las emociones más importantes y luego analizar cómo cada persona las expresaba gestualmente. Ira, felicidad, nerviosismo, tristeza, plenitud, enfado, placer, preocupación, paz interior... Cada sentimiento básico presenta una gestualidad que, a grandes rasgos, es igual para todas las personas. Los hallazgos en este campo han permitido establecer un código fundamental del lenguaje humano no verbal basado sobre todo en las oposiciones «placerdisgusto» y «atracción-rechazo». ¿Qué utilidad tiene esto? En el terreno de la psicología permite estudiar algunos rasgos del interior de la persona a partir, precisamente, de su expresión externa. Hay incluso sistemas de análisis científico como el desarrollado por Ekman, uno de los mayores especialistas en el campo del lenguaje no verbal. Es el cuestionario denominado FAST (Facial Affect Scoring Technique), basado en diversos parámetros, como la posición de los ojos y el tamaño de la pupila, la expresión de las cejas y la boca, etc., que dan una determinada puntuación la cual, a su vez, es interpretada como un sentimiento concreto en un momento determinado. Su utilidad como herramienta de diagnóstico es indiscutible. Sin embargo, sus aplicaciones van más allá, y pueden resultar de gran utilidad en el terreno de las relaciones de pareja. En efecto, el lenguaje no verbal, si se comprende adecuadamente, facilita la comunicación entre dos personas que se quieren, y puede contribuir a una mayor unión al tiempo que evita malentendidos. Se puede aplicar aquí con mayor propiedad que nunca ese refrán que dice: «La cara es el espejo del alma». Antes y durante el encuentro sexual es conveniente observar las expresiones de la cara del otro, que reflejan de modo inequívoco sus sentimientos más profundos. En una relación plena, la ternura, el afecto, el placer y la unión, desde la parsimonia de las primeras caricias hasta la vibración del coito, todo se manifiesta en el rostro. Si sabemos observar estos detalles, comprenderlos y disfrutar con ellos, haremos que la relación dé un paso adelante y se vuelva más humana, compleja y completa. El amor se tornará más intenso y real. El amor conyugal hace más humana a la persona, la mejora, la transforma y la eleva de nivel. ESPONTANEIDAD SENTIMENTAL A la hora de estudiar la sexualidad humana la mayor parte de los autores se centran en los aspectos técnicos, olvidando cuestiones tan importantes como la afectividad, la comunicación o la espontaneidad. Desde nuestro punto de vista esta última faceta es básica, ya que consiste en lograr que la pareja acuda al encuentro sexual sin ideas preconcebidas, desarrollando la relación de un modo natural que se adapte

a las necesidades de cada uno de los dos. No se trata de quitar toda sofisticación al acto sexual, pero tampoco de hacer de la sexualidad una especie de juego artificioso, ya que esto termina produciendo insatisfacción y separa al hombre de la mujer. Por eso la espontaneidad es una clave de la buena relación conyugal. Es, como todo en la sexualidad, un proceso que requiere tiempo, atención y algo de paciencia. Se trata de descubrir poco a poco, sin prisas, la intimidad de nuestra pareja. Sólo de este modo, combinando naturalidad y dedicación, el hombre y la mujer llegan a conocerse de verdad, a encontrarse íntimamente más allá del plano físico, en la interioridad de su mente y su alma. El otro gran elemento de la sexualidad humana es, como acabamos de indicar, la paciencia, y esto es aplicable sobre todo al hombre. El sexo masculino presenta una predisposición rápida al coito, su excitación es más rápida y explosiva. Las mujeres, por su parte, tienen un ritmo de excitación más lento, paulatino, y para alcanzar el clímax necesitan una preparación, ese «ritual» del que ya hemos hablado. Por eso hay que insistir en la importancia que para el amor tienen las caricias previas. El hombre debe tener en cuenta que el orgasmo femenino es más «difícil». A veces sólo se alcanza tras una larga relación de pareja, con repetidos encuentros sexuales. Este proceso se acelera, y aumenta en satisfacción mutua, si el hombre es paciente y sabe cómo excitar a su pareja. Todo esto nos lleva, en definitiva, al argumento fundamental de la conexión amorosa auténtica: el egoísmo no tiene lugar. El amor es entrega mutua y delicada. Cualquier actuación egoísta, desconsiderada, apresurada o carente de sensibilidad conduce a la insatisfacción, la tristeza e incluso, el alejamiento y la ruptura. Las consecuencias de una mala práctica pueden llevar a problemas serios, como vaginismo o frigidez en la mujer, o impotencia y eyaculación precoz en el hombre. Conocer el cuerpo de la otra persona para sale el mejor camino a seguir en la excitación. Afectividad que trabaja la estructura íntima del momento, volcándose en todos los planos, aprendiendo a amar con el cuerpo. Hay que ser natural y al mismo tiempo, saber quemar etapas. La prisa sobra en el verdadero acto de amor. PRINCIPALES POSTURAS El amor es una combinación de amistad y ternura. La sexualidad forma parte del amor, pero la sexualidad sin amor no es sino un mero encuentro animal de dos cuerpos en busca de un placer vacío. La gran falacia de la pretendida «liberación sexual» iniciada en los años sesenta consistió en ofrecer una visión de la sexualidad apartada de sus aspectos más humanos: Esto, en definitiva, sólo ha servido para producir insatisfacción, dolor y deshumanización. La liberación sexual ha traído más desorientación que solidez. Si la sexualidad pierde su sentido profundo y comprometido, se convierte en un juego degradante. Así pues, la sexualidad, como parte complementaria y satisfactoria de una relación amorosa, debe basarse en una combinación de comprensión, compenetración y establecimiento de un proyecto común. Todo ello bajo el telón del afecto y el cariño. Dentro del amor, el objetivo de la sexualidad es incrementar todas estas facetas, alcanzar un verdadero conocimiento que permita a las dos partes de la pareja llegara fundirse espiritual y mentalmente en un solo ser. Las técnicas para el acto sexual son importantes, pero no hasta el punto de convertirse en el elemento central de la relación, tal y como predican algunos libros sobre sexualidad que, en definitiva, sólo proporcionan una visión deformada y mecánica de lo que es el acto sexual.

El amor, la relación de pareja, implica convivencia, contacto cotidiano. Es conveniente, por lo tanto, evitar en todos los planos la monotonía, que puede llevar al distanciamiento. En lo que se refiere al sexo, la rutina es particularmente perniciosa, pues hace que el encuentro del hombre y la mujer, lejos de servir para una mayor interconexión, se vuelva algo desagradable, incluso fuente de enfrentamientos. La monotonía es un terrible enemigo del amor, y surge, a veces, con gran facilidad. Pero nadie dijo que el amor fuera cosa sencilla. Ya hemos visto que una verdadera conexión sentimental requiere un esfuerzo: los resultados compensan de sobra. En este ámbito de la rutina que a veces llega a dominar las relaciones de pareja hay que considerar el papel a menudo excesivamente pasivo de la mujer. Si no participa de un modo razonable, puede no sentirse protagonista y perder interés. Por otra parte, tampoco debe la parte femenina adoptar un posicionamiento en exceso activo, pues ello tiende a acelerar la respuesta del hombre y, en definitiva, hace que el encuentro fracase. Como en casi todas las cosas, en el equilibrio está el punto adecuado. Para evitar la monotonía y hacer que el acto sexual sea agradable, variado y satisfactorio, ofrecemos a continuación un «inventario» de las principales posturas para el coito, agrupadas por orden de frecuencia: 1. Tumbados frente a frente, con el hombre encima. Es la posición más corriente, y recibe diversos nombres, como «posición básica». Es también una de las más sencillas de practicar. Al estar el hombre y la mujer cara a cara, pueden besarse durante el coito, lo que aumenta la excitación. En esta postura la penetración es relativamente sencilla, siempre y cuando la vagina se encuentre bien lubricada. En todo caso hay que evitar los intentos de penetración brusca o demasiado rápida, pues pueden resultar dolorosos. Es la mejor posición para facilitar el embarazo, aunque resulta algo incómoda si el hombre sufre de sobrepeso, si la mujer está ya embarazada, si las paredes vaginales no son demasiado elásticas o si la erección del hombre no es completa. 2. Tumbados frente a frente, con la mujer encima. Es como la anterior, pero invertida. Ofrece a la mujer mayores posibilidades de adoptar un papel activo, y es preferible si el hombre padece sobrepeso o tiene mucha tripa. Es más recomendable que otras posturas para casos de impotencia o frigidez. En la mujer esta postura puede ser muy positiva, pues de este modo el pene excita más fuertemente la vagina. 3. La mujer le da la espalda al hombre. Puede ejecutarse esta postura con la mujer tumbada boca abajo o recostada lateralmente. El hombre se coloca detrás e introduce su pene en la vagina. Es muy apropiada para acariciar los pechos de la mujer. Para incrementar la excitación del varón, una vez el pene ha sido introducido, la mujer puede cerrar sus muslos. 4. Recostados lateralmente, de frente y con las piernas entrecruzadas. Es una posición que permite a ambos establecer su propio ritmo y controlar el acto sexual. Para evitar el cansancio, uno de los miembros de la pareja puede apoyarse sobre el pecho del otro. 5. Otras posiciones laterales. La principal ventaja de este tipo de posturas es que evitan que uno de los miembros de la pareja soporte el peso del otro. Por este motivo son posiciones adecuadas para la mujer durante el embarazo. 6. Sentados. Es conveniente para ciertos trastornos, como coito doloroso, exceso de peso o dificultades motoras, pero hay que tener en cuenta que en esta postura resulta difícil realizar algunos movimientos coitales. Por lo común el hombre se coloca debajo y la mujer se sienta encima, bien frente a frente, bien dando la espalda a su pareja. Es preferible la primera opción, pues permite abrazarse y besarse mutuamente. Si la mujer mueve su

pelvis en círculos, aumenta la excitación del hombre y facilita su eyaculación. 7. De pie. Puesto el hombre en pie, la mujer se monta sobre el pene. Es una postura que requiere cierto esfuerzo, y que limita mucho los movimientos. Al estar ambos frente a frente, los besos y los abrazos incrementan la excitación de ambos. 8. Estimulación sexual no coital. También llamado sexo oral, las dos formas son elcunnilingus (estimulación del clítoris y la vulva con los labios y la lengua del hombre) y lafellatio (la mujer acaricia el pene con sus labios y su lengua, y se lo introduce en la boca). Es una forma de sexualidad adecuada para personas con dificultades para alcanzar el orgasmo, o cuando hay impotencia masculina o dolor vaginal ante la penetración. En tales casos debe existir un acuerdo entre ambos. Este breve catálogo sirve sólo como guía. Las posibilidades de la sexualidad humana son enormes: debemos recordar siempre que la naturalidad, la espontaneidad, son los ingredientes básicos, siempre que no se llegue a lo extravagante o desviado. Además hay que tener en cuenta que durante el acto se puede cambiar varias veces de postura. El único detalle a considerar es que, al hacerlo, no se produzcan rupturas muy marcadas del ritmo sexual: hay que evitar las discontinuidades. Y que sean el amor y la pasión amorosa sus ingredientes. FRECUENCIA DE LAS RELACIONES SEXUALES Un tema de interés en las relaciones sexuales es la frecuencia de las mismas. La repetición del acto sexual en una pareja depende de muchas variantes, aunque en general suelen ser más habituales e intensas en los primeros tiempos del matrimonio. Más adelante suelen espaciarse, aunque esto no signifique que el amor en la pareja haya disminuido. La pregunta «¿Cuál es la frecuencia normal de relaciones?» no tiene una sola respuesta: cada persona y cada pareja tienen unas necesidades concretas, que además varían dependiendo de numerosas cuestiones, como el estado físico, el trabajo, el nivel cultural y la educación, las preocupaciones, la hora del día, la estación del año. Incluso la zona en la que se vive influyo: por lo general las personas que viven en el campo tienen relaciones más frecuentes que las que habitan en las grandes ciudades. Las prisas y la ansiedad características de la moderna vida urbana tienen mucho que ver con esto. Algunas parejas, sobre todo en los inicios de su vida conyugal, mantienen relaciones a diario. Otras, varios días a la semana. Y otras, una vez a la semana o menos: depende de cada cual determinar su propio ritmo. La frecuencia sexual puede mantenerse durante años, y aunque tiende a disminuir con el tiempo (en parte por razones naturales), en algunos usos la variación puede ser al alza. No hay normas fijas, y esto lo saben bien los diversos estudiosos, desde Freud a Kinsey o Ellis, que han estudiado el tema de la sexualidad humana. En cualquier caso hay que recordar que las relaciones no deben planificarse. No olvidemos que la espontaneidad es la clave, por lo que lo ideal es que el acto sexual se produzca en momentos de relajación y buena predisposición de las dos partes. Por este mismo motivo tampoco hay que establecer una hora fija del día para el encuentro sexual. La mayor parte de la gente prefiere la noche. Sin embargo, éste no es siempre el mejor momento: después de una larga jornada de trabajo, el cansancio y las tensiones acumuladas son un mal ingrediente para alcanzar el estado de ánimo necesario para el coito. LA SEXUALIDAD ARMÓNICA Todo lo que hemos visto hasta ahora en el presente capítulo, el ritual erótico, la comunicación en la pareja, el modo de realizar el coito y su frecuencia, la necesidad de practicarlo con ternura y

espontaneidad, nos conduce a la idea principal de que la sexualidad, en el ser humano, es un camino para alcanzar la plena comunicación de la pareja. O dicho de otro modo: la armonía. La sexualidad debe ser armónica, y la confianza, la naturalidad y el afecto son elementos de importancia para lograr ese objetivo. Sin embargo, esta armonía no siempre se alcanza, y los motivos son muy variados: miedo al fracaso, temor al embarazo, anorgasmia, dolor coital, experiencias desagradables previas, cansancio... Estas situaciones conducen al establecimiento de una práctica sexual errónea e insatisfactoria. Cuando no hay armonía entre las dos partes, el encuentro sexual se transforma en una «obligación» mecánica y falta de contenido humano. La solución no es sencilla, puesto que en cada individuo la causa o causas son distintas, y pueden variar además con el paso del tiempo y la evolución de la pareja. Se puede, no obstante, poner algo de nuestra parte para llegar a una resolución positiva. En primer lugar hay que reconocer que se tiene un problema. A continuación hay que tratar de identificar sus motivaciones, el origen de todo. Cuando se conoce la causa se puede aplicar un remedio. Así, si la mujer siente dolor al realizar el coito, una posible solución pasa por practicar nuevas posturas. En otros casos la precipitación o la prisa del hombre por alcanzar un desenlace placentero hace que la mujer no llegue al orgasmo. Ante esto debemos insistir de nuevo en la importancia de los preparativos y las caricias. Tener en cuenta otros detalles puede prevenir problemas. Por ejemplo, observar siempre la actitud lógica de buscar para el encuentro sexual el instante más adecuado. Hay que evitar los momentos de cansancio, tensión o mal humor. Por otra parte, el hombre debe tener en cuenta la respuesta sexual de la mujer. Hay dos tipos de orgasmo femenino: el que se produce por estimulación del clítoris y el que surge como resultado de la estimulación vaginal. El primero es más intenso, y relativamente fácil de conseguir. El segundo es más prolongado, pero a algunas mujeres les cuesta trabajo experimentarlo. No olvidemos nunca que el fin más importante de la sexualidad en el ser humano es alcanzar la plenitud armónica de la pareja: visión y procreación. Si se presentan problemas no hay que descartar la posibilidad de acudir, sin miedo, al médico o al psiquiatra: muchos trastornos corrientes de la sexualidad, como la impotencia masculina o la falta de deseo en la mujer, pueden corregirse con el tratamiento adecuado de forma relativamente sencilla y pronta. EL ROMANTICISMO MADURO La sexualidad es un elemento constituyente y muy importante del amor, pero no siempre que se practica el acto sexual hay amor. Muchas personas confunden una relación sexual esporádica con un acto de amor, por más que el contacto haya sido breve, superficial y carente de contenido. El verdadero amor incluye una intensa comunicación entre los dos miembros de la pareja, que va más allá de lo físico para entrar en los planos, ya comentados, de la mente, la cultura y el espíritu. En una época en la que se da prioridad al hedonismo, es preciso redescubrir el amor romántico y sentimental, el que guarda como un tesoro la afectividad y la ternura. Se trata de recuperar la profundidad del amor entre dos seres humanos: hombre y mujer. El sexo, por sí solo, no es amor: es sólo satisfacción del deseo, de la pulsión sexual instintiva, un acto que nos acerca a los animales. El amor humano hace que nos afirmemos en nuestra propia esencia a través del otro. Implica la unión de dos personas en busca de un sentido más profundo de la vida. Se habla de «hacer el amor», pero a menudo no hay ningún amor en ello. Desde el momento en que una pareja se conoce y atrae, hasta que surge el verdadero amor, el camino es largo y consta de una serie de etapas. La belleza física es lo que primero nos llama la atención, pero en una relación consistente y

sana son otros valores, los interiores, los que determinan el surgimiento del afecto. ¿Qué es, pues, el amor? Ante todo, saber ponerse en el lugar del otro, estar pendiente de él, desearle lo mejor como si fuera para uno mismo. En definitiva, fundir dos vidas en una. El amor es algo muy necesario, pues constituye el ingrediente principal de la felicidad. La persona feliz, enamorada, es más libre y completa, y su plenitud la lleva a integrarse mejor en su sociedad, a colaborar en ella, a participar en el esfuerzo común del progreso humano. El amor es un genuino «bien moral», más allá del materialismo. El amor es un bien precioso que hay que saber cuidar. James Joyce dijo de él que era algo «tan poco natural, que rara vez se puede repetir, puesto que el alma es incapaz de volver a ser virgen, y casi nunca tiene la energía suficiente para sumergirse en el océano del alma de otro». Si se llega al amor auténtico, no habría que temer esto, pues en un nivel de verdadera comunión espiritual, la ruptura es difícil. El amor es una fuente de alegría relacionada con el conocimiento que tenemos de nosotros mismos y del otro. En este esfuerzo el acto sexual es sólo una parte. La sexualidad no es el fin que se debe perseguir, y buscar sólo el placer erótico constituye una mala estrategia. Cuando se ansía la satisfacción rápida del deseo físico, no nos preocupamos del otro, ni siquiera lo valoramos como persona, sino tan sólo como mero instrumento para satisfacer un deseo hedonista. La pareja sin amor es inútil, se disgrega y aleja con el tiempo, y por eso se dice con tanta frecuencia que «del amor al odio sólo hay un paso». Este dicho sólo tiene sentido si hablamos de ese falso amor exclusivamente físico. El verdadero amor difícilmente puede deslizarse hacia el extremo de la repulsión. Por el contrario, tiende a generar más amor a su alrededor. La entronización del sexo como bien supremo, fomentada por los medios de comunicación, lleva a la sociedad a un proceso creciente de deshumanización. Como dice Quentin Crisp en Las maneras del cielo (1999), «cada vez que nos enfrentamos a un deseo incontrolado, estamos sin duda frente a una tragedia en gestación». El amor auténtico, bien planteado, comprometido y entregado, es la mejor herramienta de que disponemos para evitar esto y alcanzar la plenitud del ser humano en el mutuo afecto de la pareja. El romanticismo maduro es capaz de entusiasmar a una persona con la otra, pero con una perspectiva cartesiana: aunar dos figuras en una, Stendhal y Descartes, Max Scheller y Husserl, sentimientos y razones, lo emotivo y lo intelectual, corazón y cabeza.

EL DESEO SEXUAL EN LAS MUJERES ¿Cuál es tu preocupación acerca de tu relación de pareja? Si, es verdad las relaciones de pareja comienzan como hermosas historias y deseamos disfrutar y vivir nuestra sexualidad de una forma sana y natural. Deseamos saber sobre los tipos de relaciones sexuales, secretos para gozar, la intimidad de pareja, mitos sobre la sexualidad masculina y femenina. Buscamos fórmulas de autoayuda acerca del deseo sexual y cómo mejorar el interés sexual de la pareja. Antes de todo este torbellino de posibilidades propongo conocer primero ¿Cuál es el biotipo de mujer que eres? Para brindar lo mejor como mujer es necesario conocer nuestras motivaciones y síntomas sexuales. El deseo sexual en las mujeres también es muy importante. Aunque en el tiempo se ha desmitificado el concepto erróneo que las mujeres tienen poco deseo sexual. La pareja intenta estimular a la mujer sexualmente para aumentar su libido o deseo sin considerar los factores fisiológicos y emocionales que influyen en ellas. Lograr el orgasmo, encontrar solución a la frigidez, dolor, vaginismo y una serie de trastornos sexuales adicionales es la intención de esta publicación. Al igual que en artículos anteriores, podrán encontrar en la terapia alternativa homeopática características psicológicas y emocionales o Biotipo acompañadas de sus síntomas sexuales para facilitar su identificación. La homeopatía es una terapia alternativa que puede ofrecernos grandes beneficios en casos de trastornos de tipo sexual. Siempre se aconseja considerar al realizar un tratamiento homeopático el diagnóstico y supervisión de profesionales especialistas en la materia.

Trastornos en la sexualidad de la mujer Actaea racemosa (Cimicifuga)

Biotipo:Mujer joven e inquieta, voluble e hipersensible, además de muy fantasiosa. De constitución delicada, reumatoide, friolera y con los nervios a 'flor de piel; tiene fuertes vínculos de dependencia con el funcionamiento de su aparato genital, que transmite mensajes neurospasmódicos a todo el organismo. Somatiza la ansiedad en crisis histéricas, logorrea, hemicránea supraorbital en lado derecho, cervicalgias, dorsalgias.

Síntomas sexuales: Vaginismo. Dispareunia. Esterilidad. Relaciones sexuales condicionadas por nerviosismo, histeria, espasmos y calambres. Ansiedad y angustia relacionada con la intimidad y el contacto físico. Trastornos sexuales en mujer hipocondriaca con problemas genitales orgánicos. Complejos inconscientes: Conflicto entre deseo de placer sexual y miedo de obtenerlo. Síntomas psíquicos: Importantes fobias: de la muerte, del parto, de enloquecer. Locuacidad incesante, un poco incoherente, alternada con periodos de silencio. Nerviosismo unido a hiperestesia espasmódica centrada en el útero.

Síntomas fisiopatológicos ginecológicos: Sensación de tener el útero pesado. Hipersensibilidad espasmódica centrada en el útero. Dolores uterinos centelleantes, que van de un lado a otro de la pelvis. Espasmos pélvicos que van de un lado a otro de la cadera. Menstruaciones irregulares, abundantes, con coágulos, muy dolorosas. Ovulación dolorosa. Hemorragia en el periodo intermenstrual. Ovaralgia izquierda. Quiste funcional. Afecciones recurrentes de los ovarios y del útero.

Modalidades de los síntomas: Empeora con el frío, por la noche, durante las reglas. Empeoran los síntomas mentales o nerviosos cuando se aproximan las fechas de las reglas. Cuanto más abundantes son las reglas, mas intensos son los dolores. Mejora con el calor, comiendo.

Radio de acción del remedio: Dispareunia. Vaginismo. Frigidez. Anorgasmia. Esterilidad. Trastornos menstruales. Leucorrea. Menorragia. Dolores después del parto. Trastornos mentales nerviosos o espasmódicos.

Agnus castus Biotipo: Mujer de mediana edad, un poco distraída, debilitada y envejecida con precocidad.Estado de depresión genital; con nostalgia de un pasado sexualmente feliz. Consecuencias psicoorgánicas de un pasado de desenfreno sexual acabado en melancolía. La melancolía va acompañada de apatía y vergüenza de uno mismo por los abusos sexuales.Somatiza su depresión en náuseas, pesadez intestinal, poliuria, dolores artríticos.

Síntomas sexuales: Anorgasmia en mujer que de joven abusó del onanismo y del sexo. Anorgasmia en mujer casada que ama a. su marido, pero que no experimenta placer con él. Anorgasmia en mujer con ptosis genital, indicio de prolapso uterino. Aversión por el sexo, repulsión, frigidez, insensibilidad, ausencia de placer. Dispareunia tardía en mujer con retroversión uterina secundaria (quiste, fibroma). Esterilidad en mujer amenorreica, cuyo deseo sexual es escaso o nulo.

Complejos inconscientes: Anorgasmia, frigidez, vaginismo en conflicto edípico no resuelto. Anorgasmia en presencia de la pareja, orgasmo con la masturbación. Complejo de culpa con frigidez y disfunción orgásmica.

Síntomas psíquicos: Tristeza, obsesión de muerte cercana. Aunque también siente deseos de morir. Carencia o falta de intereses, indiferencia por el presente. Depresión crónica unida a problemas sexuales, a ideas sobre la vejez.

Síntomas fisiopatológicos ginecológicos: Episodios de amenorrea en mujer joven que ha abusado del onanismo. Amenorrea en prolapso genital, leucorrea con horror por la relación sexual. Amenorrea con hemorragias uterinas. Condiciones de ptosis visceral, genital, uterina. Agalactia con tristeza, depresión moral, fijación de proximidad de la muerte. Leucorrea transparente de color blanco huevo, pero las manchas de las sábanas son amarillas.

Radio de acción del remedio: Anorgasmia. Frigidez a pesar de sentir amor por el marido. Onanismo latente. Esterilidad. Dispareunia tardía debida a la posición anormal del útero. Depresión genital unida a psicoastenia. Melancolía.

Argentum nitricum Biotipo: Mujer delgada, nerviosa, con ocupaciones dentro y fuera de casa. Se preocupa ahora por los problemas de su aparato genital, que ya no se adapta a su ritmo diario.La impulsividad y el ansia de anticipación le impiden gozar de una sexualidad gratificante. Somatiza el ansia y las fobias con ardores de estómago, eructos, aerofagia, úlcera péptica, diarrea emotiva, laringitis crónica, cefaleas, lumbalgias, astenia en las extremidades inferiores.

Síntomas sexuales: Hiperestesia vaginal que hace la relación dolorosa, imposible. El acto apresurado y doloroso va seguido de pérdida hemática vaginal. Dispareunia, vaginismo; orgasmos nocturnos involuntarios.

Complejos inconscientes: Ansia de anticipación con miedo al orgasmo.

Síntomas psíquicos: Estados de desequilibrio psíquico y nervioso, miedo de actuar o hablar en público y fobias se superponen. Agitación. Ansiedad. Nerviosismo. Precipitación. Miedo. Fobias. Aprensión cuando debe acudir a una cita; le causa diarrea. Eretismo, excitación nerviosa espasmódica durante las reglas. Eretismo nervioso asociado con metrorragia en menopausia y climaterio.

Síntomas fisiopatológicos ginecológicos: Vaginitis. Vulvovaginitis. Ovaralgia en lado izquierdo. Inflamación de los órganos pélvicos, ovaritis, fuertes dolores en la región pelviana. Ulceraciones del cuello uterino y de la zona genital. Menstruaciones irregulares en cuanto a cantidad y duración, siempre con sangre negra y coágulos. Metrorragia de las viudas jóvenes, de la esterilidad, de la menopausia.

Modalidades de los síntomas: Empeora con el calor, por la noche, comiendo dulces, después de comer, acostada sobre el lado derecho. Mejora con el frío, al aire libre, eructando.

Radio de acción del remedio: Dispareunia, vaginismo. Orgasmos nocturnos involuntarios. Esterilidad. Dismenorrea. Inflamaciones y ulceraciones pélvicas. Metrorragias. Ansia de anticipación unida a hipocondría, a melancolía. Ansiedad antes y durante la relación. Depresión mental y afectiva acompañada de impulsividad y aprensión.

Baryta carbonica Biotipo: Mujer de aspecto viril, dominadora o buena ejecutora, escrupulosa, impasible, integrada desde años en la dirección de una gran industria. Temperamento linfático, hipogenital, hipertensa, estreñimiento, heces duras, sudor frío en los pies. Sexualmente atrófica, indiferente al orgasmo, soltera por decisión propia. Somatiza la depresión en forma de trastornos tipo hiperlipemia, hipertensión vascular, problemas cardiovasculares, espasmos del esófago, eructos, defecación ansiosa y difícil, hemorroides.

Síntomas sexuales: Atrofia de los ovarios, aunque no de las otras glándulas endocrinas. Frigidez en mujeres histéricas, solteras, con menstruación escasa, sin calor vital. Insuficiencia sexual, por involución ovárica virilizante en mujeres jóvenes. Esterilidad por infantilismo genital. Ausencia o disminución de la libido.

Complejos inconscientes: Frigidez por identificación insuficiente con el papel sexual femenino. Por cariño a las figuras masculinas familiares. Por complejo de Edipo no resuelto. Por envidia del pene. Por homosexualidad latente.

Síntomas psíquicos: Déficit de memoria, desorientación, regresión. Timidez constitucional, aversión hacia los extraños. Signos de presenilidad, de envejecimiento precoz, endurecimiento de las arterias.

Síntomas fisiopatológicos ginecológicos: Disminución atrófica de las glándulas mamarias. Involución ovárica; atrofia ovárica. Vaginitis atrófica. Síndrome ovárico virilizante con oligomenorrea o amenorrea, virilidad. Menstruaciones escasas y de poca duración. Leucorrea blanquecina, espesa, persistente, lenta, en ocasiones abundante. Epistaxis premenstrual, menstruaciones insuficientes, senos atróficos.

Modalidad de los síntomas: Empeora con el frío húmedo, pensando en los problemas personales. Mejora con el frío, abrigada con mantas.

Radio de acción del remedio: Dispareunia, vaginismo, involución ovárica virilizante. Esterilidad orgánica. Estados de disminución del

deseo sexual en mujeres todavía jóvenes. Esclerosis cerebral psíquica asociada a esclerosis sexual.

Berberis vulgaris Biotipo: Mujer pletórica, de temperamento sanguíneo-biliar, hipometabólica, dismenorreica.Fenómenos congestivos hepatorrenales, litiasis úrica, diuresis irregular, sensación de frío.Depresión después de la relación sexual, asociada a una presión dolorosa lumbar.Somatiza la hipocondría en eructos, dispepsia gastrohepática, diarrea indolora, hemorroides, cólicos renales, necesidad violenta de orinar, lumbalgia, eccemas, herpes, psoriasis.

Síntomas sexuales: Aversión hacia el coito, orgasmo retrasado o ausencia de orgasmo. Reducción de la libido, disminución del deseo sexual, abatimiento mental. Coito doloroso, con ardores vaginales punzantes, irradiados a los riñones y a los muslos.

Complejos inconscientes: Frigidez debida al temor de no lograr satisfacer al hombre. Frigidez, anorgasmia debida a hostilidad contra el hombre, que piensa solamente en su propio orgasmo. Estado de depresión inexplicable, con inquietud, después de la relación sexual.

Síntomas psíquicos: Depresión enorme, causada por continuas preocupaciones de orden laboral. A veces está agotada mentalmente, presenta apatía e indiferencia. Tiene mucha imaginación al final del día y por la noche, se forma visiones terroríficas.

Síntomas fisiopatológicos ginecológicos: Trastornos renales y de la vejiga, cólicos renales (lado izquierdo), nefritis durante el embarazo. Dismenorrea con dolores en la región sacra y lumbar que se irradian a los muslos. Dismenorrea membranosa, con dolores violentos, espasmódicos en el vientre. Menstruaciones dolorosas, acompañadas de ardores anales punzantes. Menstruaciones escasas sustituidas por leucorrea grisácea. Sequedad vaginal y también emisión de gas por la vagina durante las menstruaciones. Menstruaciones dolorosas, acompañadas de ardores anales punzantes.

Modalidad de los síntomas: Empeora con el movimiento, mejora con el reposo.

Radio de acción del remedio: Anorgasmia, frigidez, vaginismo, dispareunia, aversión hacia el coito. Esterilidad orgánica y/o

psicológica. Patología renal, de la vejiga y biliar. Estados depresivos transitorios o crónicos.

Bromium Biotipo: Mujer en edad fértil o menopáusica, con tendencia a la obesidad. Dice estar cansada y desmoralizada por la rutina familiar. Ha pasado años sin obtener ninguna gratificación sexual por parte de un compañero que siempre ha pensado exclusivamente en sí mismo. Actualmente se muestra más ansiosa. Se nota distinta e ignora por qué. Tiene mucho miedo y rechaza el sexo. Somatiza su rencor en accesos de tos, disnea, boca amarga, ardores faríngeos, dolores gástricos profundos, gas abdominal abundante, diarrea urgente después de comer o de tener la regla.

Síntomas sexuales: Vaginismo causado o acompañado de ansia, ataques de pánico, fobia. Anorgasmia. Frigidez. Vaginismo. Dispareunia. Esterilidad.

Complejos inconscientes: Frigidez por hostilidad albergada contra el hombre, que piensa exclusivamente en su orgasmo. Vaginismo por rechazo inexplicable a la relación sexual.

Síntomas psíquicos: Debilidad y abatimiento físico y mental. Desinterés por las tareas domésticas, cansancio, indiferencia. Humor triste y huraño. Ansia vespertina y nocturna. Depresión asténica.

Síntomas fisiopatológicos ginecológicos: Menstruaciones adelantadas, demasiado abundantes. Cefalea acompañada de tristeza, antes de las menstruaciones. Importantes emisiones de ventosidades por la vagina (fisometría). Dismenorrea membranosa, con dolores violentos, espasmódicos en el vientre, antes y durante las reglas, con mejoría al doblar el tronco. Dismenorrea acompañada a menudo de cefalea y ovaralgias en lado izquierdo. Hipertrofia y endurecimiento del ovario izquierdo, en donde se localiza un dolor sordo. Hipertrofia y endurecimiento de la glándula mamaria izquierda, con dolores agudos, lancinantes, que empeoran por la noche. Propensión a afecciones glandulares.

Modalidades de los síntomas: Empeora tras un golpe de frío en días cálidos, don la humedad, por la noche. Mejora moviéndose, a orillas del mar, viajando por el mar.

Radio de acción del remedio: Anorgasmia, dispareunia, vaginismo, frigidez adquirida. Esterilidad. Dismenorrea membranosa. Ovaritis izquierda. Hipertrofia y endurecimiento mamario. Estado ansioso-depresivo con fobias vespertinas y nocturnas.

Cactus grandiflora Biotipo: Mujer joven muy melancólica, que se encierra en sí misma hasta presentar signos de constricción torácica, asociados a angustia y miedo a la muerte causada por enfermedad incurable. La hora crítica de este estado de angustia agitante es exactamente las 9 de la noche.Taciturna y con mal humor. No le gusta hablar de sus males. Busca la soledad. Somatiza su agitación habitual en congestión sanguínea, cefalea, palpitaciones violentas, dolores precordiales, hemorroides, hemorragias, piernas hinchadas, dolores reumáticos.

Síntomas sexuales: Vaginismo máximo (por trauma psicosexual). Dispareunia. Anorgasmia. Frigidez.. Esterilidad psicógéna. Constricción vaginal ginecológica (palpando la vagina).

Complejos inconscientes: Frigidez por temor a no lograr satisfacer al hombre. Por excesivo apego a las figuras masculinas familiares. Por una espera excesiva y decepcionante del hombre ideal.

Síntomas psíquicos: Sensación de opresión general de todos los órganos como si estuvieran sujetos por una mordaza. Crisis de ansiedad-angustia que le impiden alcanzar el orgasmo. Miedo a contraer una enfermedad grave que la sumerja en un estado depresivo.

Síntomas fisiopatológicos ginecológicos: Sensación de constricción del útero y de los ovarios. Metrorragias de sangre negra, con coágulos. Menstruaciones adelantadas, de sangre negra como el alquitrán y en forma de coágulos. Menstruaciones precedidas de palpitaciones violentas y de constricción cardiaca. Menstruaciones que se detienen cuando la mujer se acuesta.

Modalidades de los síntomas: Empeora acostada sobre el lado izquierdo (palpitaciones). Mejora al aire libre.

Radio de acción del remedio: Vaginismo, dispareunia, anorgasmia. Esterilidad orgánica y psicógena. Metrorragias. Dolores de angina, constrictivos. Fobia, estado de alerta, aprensión, melancolía, depresión.

Causticum Biotipo: Mujer delgada, morena, de temperamento nervioso-biliar, muy sensible al frío seco. Normalmente está melancólica y triste, teme varias cosas, y está sumida en un pesimismo que le hace llorar con facilidad, interesándose altruísticamente por los problemas ajenos.Siente aversión por el coito porque su aparato genital le da más disgustos que alegrías.Somatiza ansiedad, depresión y fobias en cefalalgias, neuralgias con rigidez articular, calambres gástricos, dispepsia ácida, ventosidades muy fétidas, estreñimiento, hemorroides, orina con uratos.

Síntomas sexuales: Aversión específica por el coito durante el flujo de leucorrea. Rechazo del coito en mujeres que padecen sequedad vaginal y otros problemas genitales. Anorgasmia. Frigidez. Vaginismo. Dispareunia. Esterilidad psicoorgánica.

Complejos inconscientes: Frigidez por búsqueda decepcionante del hombre ideal. Frigidez, vaginismo por temor de no lograr satisfacer al hombre. Frigidez, vaginismo por complejo de Edipo no resuelto o por envidia del pene.

Síntomas psíquicos: Mujer ansiosa, tímida, de imaginación rica a la hora del crepúsculo. Mujer taciturna, desconfiada, suspicaz, irritable, hipercrítica. Depresión moral, tristeza después de disgustos y preocupaciones. Depresión nerviosa con compasión patológica por los problemas ajenos. Ansia por aprensiones, con necesidad urgente de defecar. Tristeza antes de la menstruación, humor pésimo durante la misma.

Síntomas fisiopatológicos ginecológicos: Antes de la menstruación, dolores cólicos; durante la menstruación, lacerantes en espalda y pies. Leucorrea sanguinolenta y debilitante, que fluye solamente por la noche. Menstruaciones retrasadas; la sangre fluye sólo de día, se detiene por la noche. Dolores menstruales, que mejoran doblando el tronco. Diarrea después de las menstruaciones. Todos los dolores menstruales cesan por la noche. Inercia uterina durante el parto; hemorragia post partum.

Modalidades de los síntomas: Empeora con el frío seco, pensando en los propios males, con el café, por la noche. Mejora con el tiempo húmedo, con el calor de la cama, bebiendo un trago de agua fría.

Radio de acción del remedio: Frigidez. Anorgasmia. Dispareunia. Vaginismo. Esterilidad psicoorgánica. Dismenorrea. Inercia uteripa. Leucorrea debilitante. Depresión, ideas melancólicas. Sentimiento de culpabilidad.

Ferrum metallicum Biotipo: Mujer anémica con palidez en el rostro y en las mucosas, pero con sofocos vasomotores. Débil, friolera, pletórica, incapaz de realizar un esfuerzo rápido o prolongado, insistente. Hambre canina alternada con pérdida total del apetito. Devuelve la comida después de haber comido. Somatiza la hipersensibilidad y la desmoralización en cefalea congestionante; vértigos, asma bronquial; tos seca, espasmódica; bulimia y anorexia, dispepsia flatulenta.

Síntomas sexuales: Aversión por el coito en vaginismo crónico, por trauma psicosexual. Insensibilidad de la vagina durante el coito. Anorgasmia. Frigidez. Dispareunia. Vaginismo. Esterilidad. Astenia sexual. Disminución de la libido después de pérdida de líquidos vitales (hemorragias, menstruación).Complejos inconscientes:Frigidez debida a insuficiente identificación con el papel sexual femenino. Por temor de no lograr satisfacer al hombre. Por rechazo neurótico del papel sexual femenino: no lo soporta.

Síntomas psíquicos: Tristeza después de las menstruaciones, sentimiento de culpabilidad, sensación de desgracia. Hipersensibilidad en mujer deprimida, anémica, irritable. Se pone fuera de sí por la menor contrariedad. Impaciencia, irritabilidad constante por cosas sin importancia, desmoralización permanente.

Síntomas fisiopatológicos ginecológicos: Dolores uterinos cuando está acostada. Prolapso uterino. Propensión a las hemorragias en cualquier órgano. Amenorrea con leucorrea vicariante: clara, filamentosa, corrosiva. Amenorrea con hemorragia vicariante, suplementaria (epistaxis, hemoptisis). Menstruaciones frecuentes, fluidas, líquidas, de sangre clara, debilitantes, con cefalea. Menstruaciones adelantadas, demasiado abundantes, de larga duración, en días alternos.

Modalidades de los síntomas: Empeora moviéndose con rapidez, después de baños fríos, pasada la medianoche. Mejora caminando y con el calor.

Radio de acción del remedio: Frigidez. Anorgasmia. Vaginismo. Dispareunia. Esterilidad psicoorgánica. Dismenorrea. Dolores uterinos. Prolapso uterino. Metrorragias. Tristeza después de las menstruaciones. Estados de irritación depresiva. Agitación nerviosa e insoportable a la mínima contrariedad.

Graphites Biotipo: Mujer linfático-sanguínea, rechoncha, con piel malsana, estreñimiento, friolera. Las funciones tiroideas uteroováricas son insuficientes, la sangre es anémica, las mucosas están irritadas, trastornos cutáneos alternados con gastralgias, flatulencia intestinal, hemorroides. Somatiza la hipersensibilidad con aumento de peso, estreñimiento, sudores, dermopatías, prurito.

Síntomas sexuales: Aversión obstinada por el coito, por motivaciones orgánicas, hipovarismo e hipotiroidismo. Rechazo voluntario del coito para no ser «usada» sexualmente. Frigidez. Anorgasmia. Vaginismo. Dispareunia. Esterilidad.

Complejos inconscientes: Anorgasmia como rechazo del papel sexual femenino. Frigidez, vaginismo por hostilidad contra el macho abusador.

Síntomas psíquicos: Tristeza y desmoralización, tendencia a llorar y a pensar en la muerte. Intensa depresión después de las reglas, acompañada de ronquera. Gran timidez y duda, lentitud en el trabajo, distracción.

Síntomas fisiopatológicos ginecológicos: Erupciones en la vulva, perigenitales. Hemorroides. Fisuras anales. Pezones escoriados, agrietados; hipersensibles. Leucorrea agria, escoxiante, chorreante, especialmente por la mañana. Leucorrea que sustituye el flujo menstrual, retrasado y escaso. Menstruaciones atrasadas, escasas; de sangre clara, debilitantes. Menstruaciones acompañadas de fuertes cólicos o de prurito vulvar. Metritis crónica. Inflamación del útero. Cáncer de útero.

Congestión ovárica izquierda, quistes ováricos.

Modalidades de los síntomas: Empeora con el frío, la humedad, el calor de la cama, las menstruaciones. Empeora en la oscuridad, paseando al aire libre.

Radio de acción del remedio: Depresión; estado de aprensión, o disgusto por el sexo y por el trabajo. Frigidez. Anorgasmia. Vaginismo. Dispareunia. Amenorrea. Esterilidad. Hipovarismo. Leucorrea. Dismenorrea. Prurito vulvar. Grietas y cicatrices en el seno. Dermopatías de todo tipo.

Ignatia amara Biotipo: Mujer morena pálida, con sofocos de origen emotivo; nerviosa, con síntomascontradictorios. Sus trastornos están causados por emociones, penas silenciosas, ira, ansia, miedo, preocupaciones, amor no correspondido, celos, rencor. No tolera que le lleven la contraria. Muy activa y meticulosa. Además de hipersensibilidad emotiva, presenta mutabilidad anímica y reacciones paradójicas. o Somatiza el ansia en disnea, ronquera, palpitaciones, diarrea, poliuria, eructos, dispepsia.

Síntomas sexuales: Variabilidad orgásmica, según el estado anímico del momento. Frigidez no constante y alternada con fases de excitación libidinosa. Hipersensibilidad: puede molestarle un contacto fuera de lugar.

Complejos inconscientes: Espera decepcionante del hombre ideal. Envidia del pene. Envidia-rivalidad con las otras mujeres.

Síntomas psíquicos: Estado anímico variable, mutable. Hipersensibilidad en mujer deprimida, anémica e irritable. El estado mental pasa rápidamente de la alegría a la tristeza. Llanto involuntario, se acentúa durante la menstruación, empeora si recibe consuelo. Temperamento nervioso, fácilmente excitable, afable, dulce, afectuosa, sentimental. Sentimientos delicados; aunque la mínima contrariedad le provoca cólera, ataque de locura. Tristeza después de las menstruaciones o si se ve sorprendida por un disgusto o un susto. Insomnio debido a depresión psíquica, con ganas de moverse.

Síntomas fisiopatológicos, ginecológicos: Dolores uterinos cuando está acostada. Prolapso uterino. Amenorrea causada por disgusto, susto, estrés. Menstruaciones fluidas, líquidas, de sangre clara, debilitantes. Menstruaciones adelantadas, demasiado abundantes, de larga duración. Menstruaciones demasiado frecuentes, con sangre negra y coágulos, fétidas. Metrorragias, expulsiones paroxísticas de coágulos.

Modalidades de los síntomas: Empeora cuando reposa, después de baños fríos; después de pérdida de líquidos vitales. Mejora con la distracción, cuando acaba de despertarse, caminando lentamente, con el calor.

Radio de acción del remedio: Frigidez. Anorgasmia. Vaginismo. Dispareunia. Esterilidad psicógena. Amenorrea por estrés. Dismenorrea. Prolapso uterino. Metrorragias.

Kreosotum Biotipo: Mujer delgada y esbelta, linfático-nerviosa, friolera, colapso fácil. Irritable, tozuda, siempre insatisfecha, propensa al llanto y a la depresión. Melancólica hasta la desesperación. Somatiza sus pesares en tos lacerante, vómitos histéricos, trastornos gástricos, úlcera y carcinoma gástrico, incontinencia urinaria, deterioro orgánico.

Síntomas sexuales: Dispareunia muy dolorosa. Vaginismo. Anorgasmia. Frigidez. Esterilidad. Ardores vaginales durante el coito, flujo sanguíneo incluso el día después. Prurito ardiente en la vagina y en los labios mayores. Excitación sexual con dolores punzantes en los pezones. Estados de insuficiencia endocrina general, con inapetencia y atonía digestiva.

Complejos inconscientes: Conflicto entre excitación, placer sexual y miedo al coito. Conflicto entre deseo de orgasmo y miedo al mismo. Frigidez, vaginismo por homosexualidad latente.

Síntomas psíquicos: Gran variedad de deseos que nadie puede satisfacer en mujer irritable. Depresión emotiva: mal humor, inquietud, tristeza.

Síntomas fisiopatológicos ginecológicos: Ovaritis. Vaginitis. Prurito vulvar. Metritis. Menorragia. Ulceraciones frecuentes en el cuello del útero. Cáncer de útero. Flujo menstrual posible sólo en posición acostada; desaparece al levantarse. Incontinencia urinaria, poliuria. Menstruaciones demasiado anticipadas, abundantes y de larga duración. Flujo menstrual intermitente, claro u oscuro y coagulado. Reglas siempre irritantes y muy fétidas, corrosivas. Leucorrea fétida, amarilla, abundante, ácida, corrosiva, pruriginosa. Dolores punzantes, ardientes entre los labios mayores de la vulva y los muslos. Hemorragias en forma de manchas, en las mucosas, de sangre oscura y descompuesta. Mamalgia crónica. Cáncer de mama. Nudosidades duras, con relieve, violáceas, en los pezones.

Modalidades de los síntomas: Empeora con el frío y al aire libre; después de las menstruaciones. Mejora con el calor y el movimiento, con los alimentos calientes, durmiendo.

Radio de acción del remedio: Frigidez. Anorgasmia. Vaginismo. Dispareunia. Esterilidad. Estados de excitación sexual con punzadas en los pezones. Estados sépticos de los órganos genitales. Metrorragias.

Lycopodium Biotipo: Mujer de inteligencia brillante, autoritaria, ocupa un cargo alto; evolucionada mentalmente, pero de físico frágil; temperamento nervioso-biliar, delgada, morena, con poco calor. Falta de confianza en sí misma; se esconde detrás de una actitud de orgullo dictatorial colérico o se disfraza de timidez. Insuficiencia funcional hepática y discontinuidad en el comportamiento sexual. Somatiza sus paranoias en ardor gástrico, flatulencia intestinal, estreñimiento, hemorroides.

Síntomas sexuales: El deseo sexual se manifiesta o aumenta durante las menstruaciones. El deseo sexual es mutable, puede aumentar o disminuir. Vaginismo. Dispareunia. Frigidez. Anorgasmia. Esterilidad. Ninfomanía. Dispareunia por sequedad vaginal, por varices vulvares, por emisiones de gases vaginales. Ardores vaginales intensos y persistentes durante y después de la relación.

Complejos inconscientes:

Necesidad de dar placer a la pareja por manía de superioridad. Rehusa abandonarse al orgasmo, por complejo de Edipo no resuelto. Frigidez y ninfomanía por deseo-rechazo del placer orgásmico. Homosexualidad latente. Temor de no satisfacer al hombre. Miedo al fracaso.

Síntomas psíquicos: Tristeza y melancolía preceden a las menstruaciones, y siguen al coito. Teme la soledad, pero prefiere estar sola y que alguien la busque.

Síntomas fisiopatológicos ginecológicos: Metrorragias durante la etapa de la menopausia. Retraso de la primera menstruación en la pubertad, sin desarrollo de los senos. Amenorrea y oligomenorrea en mujeres hepatopáticas. Amenorrea persistente después de usar contraceptivos. Amenorrea en chicas con poco pecho y en viudas que sufren abstinencia. Dismenorrea tan violenta y dolorosa que llega a provocar desvanecimientos. Menstruaciones con coágulos como el alquitrán mezclados con sangre de color rojo vivo. Las menstruaciones suelen llegar con retraso, y son copiosas y prolongadas. Leucorrea amarillenta, corrosiva, en algunas ocasiones sanguinolenta.

Modalidades de los síntomas: Empeora de las 4 a las 6 de la tarde, con el calor, comiendo ostras. Mejora con el movimiento, al aire libre, con alimentos calientes, pasada la medianoche.

Radio de acción del remedio: Dispareunia. Vaginismo. Anorgasmia. Frigidez. Ninfomanía. Esterilidad. Amenorrea. Dismenorrea. Sequedad vaginal.

Medorrhinum Biotipo: Mujer precipitada a pesar de su debilidad. Parece que le falte tiempo. Lo hace todo apresuradamente y no acaba nada. Se sobresalta al menor ruido; con ansia de anticipación. Dominada por complejos de culpabilidad. Tiene miedo de varias cosas, de demasiadas. A veces le parece vivir en un mundo irreal. De noche se agita pese a tener sueño. Duerme en posición genupectoral, boca abajo, con las nalgas al descubierto, el rostro oculto bajó la almohada. Vive obsesionada hasta deprimirse. Somatiza su aprensión en onicofagia, aerofagia, dolores precordiales, estreñimiento, neuralgias reumáticas. Síntomas sexuales: Eretismo sexual con deseo excesivo, sensaciones vaginales en aumento.

Le gusta salir de noche, frecuentar locales luminosos, cenar, divertirse hasta que sale el sol. Le gusta tumbarse desnuda boca abajo para estirar los músculos y los nervios. Aumento del deseo sexual tras las menstruaciones, sofocos, sudaciones. Pero no alcanza el orgasmo, si no es de noche, involuntariamente, mientras duerme. Dispareunia relacionada con flogosis pélvicas, dismenorrea, leucorrea, secreciones fétidas. Esterilidad que depende de infecciones pélvicas, vulvovaginitis, inflamación del cuello del útero, supuraciones.

Complejos inconscientes: Necesidad excesiva de procurar placer a la pareja. Conflicto entre deseo de gozar sexualmente, por un lado, y el miedo a obtener placer, por otro.

Síntomas psíquicos: Agitación, impaciencia, apresuramiento, aprensión; se sobresalta al mínimo ruido. Sus fobias le hacen estar nerviosísima, vive en un estado de constante agitación, con fatiga. Desmemoriada en lo referente a nombres y cosas de cada día. Por la mañana está cansada, durante el día triste; su estado anímico mejora por la noche.

Síntomas fisiopatológicos ginecológicos: Quistes y tumores pélvicos. Seno frío como el mármol, muy sensible al tacto. Dismenorrea acompañada de dolores en la región sacra y en el cóccix, y en la parte anterior de los muslos. Metritis persistente. Inflamación de ovarios y oviductos en lado izquierdo. Leucorrea copiosa, verdosa, que huele a salmuera, con prurito vulvar.

Modalidades de los síntomas: Empeora por la mañana, durante el día, en la montaña. Mejora en posición prona, a orillas del mar, con el tiempo húmedo, por la noche.

Radio de acción del remedio: Esterilidad. Anorgasmia. Vaginismo. Dispareunia. Libido excesiva. Trastornos del comportamiento sexual femenino.

Natrum muriaticum Biotipo: Mujer necesitada de afecto, el cual le ha faltado de pequeña. La frustración afectiva le hace soñar el amor imposible, el hombre ideal; con nostalgia melancólica y desconsolada. La desilusión la vuelve agresiva, irritable, ansiosa por el futuro, llena de temores. Vive en un estado permanente de excitación sensorial, que se agudiza al final del día y por la noche. Convierte sus pesares en crisis histéricas libertorias o en llanto, pensando en sus males. Somatiza en cefaleas periódicas, dolores en los

ojos, temblores, estreñimiento, dolores uterinos.

Síntomas sexuales: Vaginismo, frigidez, dispareunia, anorgasmia, esterilidad, onanismo, ninfomanía. Aversión por el coito causada por desengaños amorosos o pérdida del ser querido. Aversión por el coito con ausencia de orgasmo, sensación de frío, sequedad vaginal.

Complejos inconscientes: Excesiva necesidad de procurar placer a la pareja. Conflicto entre deseo de placer sexual y miedo de obtenerlo. Frigidez y ninfomanía por deseo-rechazo del placer sexual. Vaginismo, frigidez por complejo de Edipo no resuelto.

Síntomas psíquicos: Amor frustrado, agresividad reprimida y resentimiento (síntomas clave). Aflicción. Rechaza la compañía, la conversación y el consuelo. Irascibilidad. Cólera. Apresuramiento. Indiferencia. Distracción. Indolencia. Tristeza. Marcada disposición a llorar, llora sin motivo aparente.

Síntomas fisiopatológicos ginecológicos: Las primeras reglas aparecen con dificultad, amenorrea frecuente. Menstruaciones irregulares y abundantes, asociadas con lumbalgia y estreñimiento. Sequedad de la mucosa vaginal con dispareunia. Leucorrea agria, espesa, escoriante, transparente. Pesadez pélvica, prolapso uterino con dolores uretrales. Dolores uterinos. Metritis. Vulva inflamada y pruriginosa.

Modalidades de los síntomas: Empeora hacia las 10 o las 11, en el mar, al sol, estudiando, con el consuelo. Mejora al aire libre, con baños fríos, comiendo desordenadamente, sudando.

Radio de acción del remedio: Vaginismo. Frigidez. Dispareunia. Anorgasmia. Esterilidad. Onanismo. Ninfomanía. Irascibilidad. Cólera. Apresuramiento. Indiferencia. Distracción. Indolencia. Tristeza.

Platina Biotipo: Mujer atractiva, morena, esbelta, narcisista, orgullosa, fría. Desprecia a su entorno y todas las demás personas, en tanto que ella misma se autodisculpa siempre. Se considera una persona excepcional,

en todo lo que emprende, inteligentísima. Se comporta como una seductora a ultranza, pero la relación es decepcionante, para ella y para la pareja. Se viste y se arregla con un estilo deslumbrante; frecuenta bares, discotecas, saunas, salones de belleza; en búsqueda de la pareja ideal, inaccesible. Somatiza las desilusiones en forma de crisis histéricas, estreñimiento insistente, dolores en la región dorsal y en los miembros.

Síntomas sexuales: Desarrollo prematuro o excesivo del deseo sexual. Deseo sexual exagerado, especialmente en las vírgenes. Prurito voluptuoso espontáneo, que mantiene permanentemente el deseo. Hipersensibilidad de los órganos genitales, que no toleran el contacto; lipotimias. Vaginismo, espasmos y constricción. Prurito vulvar, hormigueo en los órganos genitales. Vulva dolorosamente sensible durante el coito, con desvanecimientos. Libido violenta. Ninfomanía. Orgasmo involuntario, también en vírgenes.

Complejos inconscientes: Frigidez y ninfomanía por deseo-rechazo de placer sexual. Narcisismo exagerado, complejo de Edipo, envidia del pene, espera del hombre ideal. Homosexualidad latente relacionada con la madre sexualmente insatisfecha.

Síntomas psíquicos: Depresión seria, agravada por cualquier contrariedad, seguida de cólera furiosa. Irritabilidad extrema, deseo de matar; disgusto por la vida; miedo; angustia. Histéricos o paranoicos, con paso de la euforia a la tristeza o a la desesperación.

Síntomas fisiopatológicos ginecológicos: Reglas adelantadas, copiosas, largas, muchos coágulos parecidos al alquitrán. Dismenorrea. Inflamaci6n del útero. Ovaralgia izquierda. Quiste ovárico. Ptosis pélvica, prolapso, pólipos, metrorragias. Leucorrea como clara de huevo, fluye después de la micción, de día.

Modalidades de los síntomas: Empeora al final del día, por la noche, descansando, sentada, quieta estando de pie. Mejora moviéndose, al aire libre.

Radio de acción del remedio: o Eretismo sexual. Ninfomanía. Vaginismo. Esterilidad. Prurito vulvar. Dismenorrea. Prolapso, fibromas y pólipos uterinos. Ovaritis. Ovaralgias. Convulsiones puerperales. Trastornos debidos a la condición de

homosexualidad latente y no aceptada por la conciencia.

Psorinum Biotipo: Mujer baja de tono, adelgazada y triste, huraña, preocupada por su propia salud. Muy friolera, cansada, busca constantemente reposo y calma; rechaza toda compañía. Los trastornos más evidentes son los de la piel, que presenta un aspecto sucio; erupciones y mucho prurito. Manifiesta estar cansada de la vida y desearía poner fin a sus sufrimientos con la muerte, aunque por otra parte le da mucho .miedo. Su apetito es excesivo. Tiene hambre por la noche. Desea alimentos ácidos y cerveza. Odia el cerdo. Somatiza la tristeza y el ansia en fetidez cutánea, dermopatías, hemicráneas periódicas, vértigos, neuralgias tenaces, estreñimiento, micciones dolorosas, prurito generalizado.

Síntomas sexuales: Frigidez acompañada de apatía, depresión, seno sensible, hipomenorrea. Repulsión fortísima, neurótica hacia cualquier tipo de contacto sexual. Hostilidad al orgasmo. Probablemente no ha tenido un solo orgasmo en su vida.

Complejos inconscientes: Expectativa irracional de daños físicos en cualquier aproximación sexual. Vaginismo, frigidez por complejo de Edipo no resuelto. Por identificación insuficiente con el papel sexual femenino.

Síntomas psíquicos: Cavilación obsesiva, silenciosa y melancólica (suicidio mental). Ansiedad muy marcada, originada por un intenso sentimiento de culpabilidad y con miedo a todo. Ideas fijas y extravagantes, irracionales, misantropía, pérdida de memoria, bulimia nocturna.

Síntomas fisiopatológicos ginecológicos: Seno hinchado y dolorido. Pezones rojos, doloridos, prurito ardiente. Metritis. Síntomas de involución uterina. Mastitis. Cáncer de mama. Amenorrea, hipomenorrea, ovulación insuficiente. Esterilidad. Menstruaciones irregulares, escasas, nauseabundas. Trastornos de la menopausia, con sofocos, metrorragias. Vómito que no cesa durante el embarazo y el feto se mueve violentamente.

Modalidades de los síntomas: Empeora con el frío, en invierno, antes de la lluvia. Mejora comiendo, con el calor; en verano.

Radio de acción del remedio: Disfunción sexual general. Frigidez absoluta. Esterilidad. Conflictos psíquicos como causa de la disfunción.

Pulsatilla Biotipo: Encarna el tipo femenino de la mujer rubia, ojos azules, linfática, con falsa plétora. Atrae por su comportamiento agradable y dulce, afectuoso, dócil, púdico; se sonroja fácilmente. Pero también es hipócrita, celosa, envidiosa, avara, acaparadora, beata, siempre está rezando. Tiene una aversión religiosa por el sexo opuesto; lo teme, a veces de forma casi caricaturizada; busca cualquier pretexto para escapar de él, presa del pánico. Se refugia en la madre para ser reconfortada de sus miedos y aconsejada en todo. Somatiza emotividad y miedo en cefalea, catarro, asma, dispepsia, diarrea, cistitis, enuresis, flebitis, varices, hemorroides.

Síntomas sexuales: Mujer solterona, sexofóbica respecto al sexo opuesto. Onanismo. Libido en aumento durante las reglas. Ninfomanía. Libido fustigada por censuras educacionales. Vaginismo. Anorgasmia. Ansiedad durante la relación con placer escaso o nulo en el coito.

Complejos inconscientes: Conflicto entre libido en aumento y represión fóbico-mística del placer sexual. Conflicto sexual latente con miedo a la punición. Homosexualidad latente Apego excesivo a la madre. Complejo de Edipo. Envidia del pene.

Síntomas psíquicos: Caprichosa, mutable, contradictoria, llora con facilidad al exponer sus síntomas. Introversión. Misantropía. Melancolía, tristeza, temor ante todo. Falta de confianza en sí misma; se reprocha a sí misma por complejo de culpabilidad.

Síntomas fisiopatológicos ginecológicos: Amenorrea, dificultad en tener la primera regla. Reglas retrasadas, débiles o que faltan, después de haberse mojado los pies. Reglas retrasadas, poco abundantes, de sangre negra o densa, con coágulos. Leucorrea espesa, lechosa, de color amarillo verdoso, no irritante. Dismenorrea con dolores pélvicos, renales, en los muslos, diarrea, mucho nerviosismo. Inflamación de los ovarios y del útero. Prolapso uterino. Sequedad, fístulas vaginales y congestión ovárica que inciden en el coito.

Loquios (líquidos del puerperio) poco abundantes, insuficientes; inexistentes.

Modalidades de los síntomas: Empeora con el calor, con alimentos grasos, en la pubertad, durante el embarazo. Mejora moviéndose, al aire libre, siendo consolada.

Radio de acción del remedio: Libido en aumento. Ninfomanía. Onanismo. Vaginismo. Esterilidad. Carácter psicoasténico. Rigidez Inístico-fóbica. Suicidio mental.

Sepia Biotipo: Encarna el tipo de mujer de mediana edad, con problemas nerviosos, hepatobiliares y uterinos. Lo ve todo «negro», experimenta falta de afecto y desinterés por el marido y por los hijos, soledad. No tiene ganas de trabajar ni de divertirse, y evita a la gente que encuentra. Gran tristeza. Irritabilidad habitual. Comportamiento huraño. No soporta que le lleven la contraria. Somatiza sus estados anímico s en sofocos, sudor, abandono repentino de las fuerzas, náuseas, languidez gástrica, dispepsia, dolores hipogástricos, trastornos hepáticos y renales, estreñimiento; dolores en la región lumbosacra con enorme fatiga, irradiada a las piernas, que empeora después de comer.

Síntomas sexuales: Frigidez absoluta, vaginismo, dispareunia, anorgasmia, esterilidad psicógena. Ausencia de libido. Aversión por el coito, que le irrita y le provoca náuseas con sólo pensar en él. Inhibición de los impulsos. Introversión emotiva de los sentimientos. Horror ante cualquier tipo de manifestación espontánea sexual.

Complejos inconscientes: Negación inconsciente de la sexualidad. Masoquismo de represión. Complejo de Edipo no resuelto. Envidia del pene. Homosexualidad latente.

Síntomas psíquicos: Incapacidad de sentir amor, afecto, simpatía; y también incapacidad de demostrar un sentimiento que realmente experimenta. Depresión y languidez, llanto fácil, indiferencia hacia cualquier cosa o persona. Es consciente de su indiferencia afectiva, pero responde que «no puede hacer nada para evitarlo». Carácter difícil, desagradable, colérico. Siempre de mal humor. Todo le molesta. Temores, ideas pesimistas, hipocondría. Inquietud egoísta; se interesa solo por su propia salud.

Síntomas fisiopatológicos ginecológicos:

Menstruaciones irregulares, a menudo escasas, tardías o abundantes de sangre oscura. Dismenorrea espasmódica, asociada con dolor dental, dolor de cabeza y cólicos anticipantes. Leucorrea de color amarillo verdoso, ácida, que produce escoriaciones en los muslos, pruriginosa y fétida. Sensación de «caída» de todos los órganos pélvicos, con micción frecuente. Dolores uterinos como de parto. Dolores ardientes intrauterinos. Prolapso uterino. Prurito vulvar, vaginal; también durante el embarazo. Dolores de parto enormes, excesivos.

Modalidades de los síntomas: Empeora con el consuelo, con el frío, en locales concurridos. Mejora con el calor, con el sueño, con alimentos ácidos.

Radio de acción del remedio: Frigidez, vaginismo, dispareunia, anorgasmia, esterilidad psicógena. Prurito vulvar. Sensación de ptosis pélvica. Hipovitalidad general. Dispepsia, trastornos hepáticos y renales, dolores hipogástricos y estreñimiento. Fuente: Consulta material conotros.com

Inmadurez y egoísmo, factores asociados al fracaso matrimonial, reconoce el Cardenal

El fracaso más recurrente en las parejas está directamente ligado a la inmadurez y egoísmo en una de las partes, sostiene el Cardenal Juan Sandoval Íñiguez, al considerar que los matrimonios actualmente no funcionan debido a la falta de valores y compromiso social. El Salón de Usos Múltiples de la Universidad del Valle de Atemajac (UNIVA), fue el escenario en donde el Pastor de la Iglesia en Guadalajara abordó el tema: El valor del matrimonio. Hombres y mujeres de diversas edades e ideologías escucharon con atención la ponencia-charla, la cual se distinguió por su rico contenido espiritual y humano, aunada las vivencias acumuladas en la vida cotidiana. La asociación civil “Maistro Cleto”, quienes en su mayoría pertenecen a la comunidad de la Parroquia de Nuestra Señora del Sagrario, convocaron a esta plática de reflexión con la finalidad de escuchar y conocer del propio purpurado su sentir respecto a la vida matrimonial, los valores y las consecuencias negativas que tiene consigo el divorcio. Al cuestionar a los presentes del por qué las personas se separan y ponen fin su compromiso ante Dios, el Arzobispo respondió que en muchas de las ocasiones “nadie está dispuesto a sacrificarse. Debemos recordar que el hombre y la mujeres, fueron creados a semejanza de Dios Padre”.

En ese sentido, expresó que las parejas deciden desvincularse porque, de igual manera, no se conocen a sí mismos y tampoco son capaces de conocer a los demás. “La profunda inmadurez y vanidad son causales de divorcio; simplemente, son incapaces de solventar las adversidades. Por consecuencia, las parejas no aguantan la carga que esto implica… y por eso, las promesas del matrimonio terminan siendo irreales”, subrayó. El Cardenal dijo respecto a las parejas divorciadas que buscan “rehacer su vida” con otra persona: “Están muy equivocadas. Cambian de diablo, pero es el mismo infierno. El matrimonio es un camino de penitencia y sacrificios”, lo que provocó risas y aplausos. Al culminar su intervención, los participantes pudieron intercambiar ideas al concederse un espacio de preguntas y respuestas, lo que propició el desahogo a las inquietudes (tanto de hombres y mujeres) lo que ayudó a retroalimentar las conclusiones que el encuentro dejó para un análisis. Esta entrada fue publicada el Martes, agosto 23, 2011 a las 10:10 am y está archivada en Noticias Arquidiócesis de Guadalajara. Puedes seguir las respuestas a esta entrada a través del feed RSS 2.0. Puedesresponder o hacer un trackback desde tu sitio.

3 Respuestas a “Inmadurez y egoísmo, factores asociados al fracaso matrimonial, reconoce el Cardenal” 1.

natty Dice:: agosto 25th, 2011 a las 10:48 am Es similar esta charla a mi vida…. Me gustaria hacer algo pero siempre termino.. Haciendo dano a mi persona…… No se q hacer…..? Me gustaria obtener orientacion…xq mi vida es un caos……… Ayudenme…

2.

PEDRO GUAJARDO ZUÑIGA Dice:: agosto 25th, 2011 a las 3:31 pm Me gustaría recibir las noticias en mi correo, siempre es grato recibir cosas nuevas pero sobretodo de gente verdaderamente preparada Dios los bendiga por su labor periodística y de información

3.

Sandra Rivera Dice:: agosto 31st, 2011 a las 11:20 am Me encanta la simpatía y las verdades de nuestro Cardenal. Soy divorciada y para nada me ofende lo que nos dice, tiene toda la razón. Y en lugar de andar “buscando la felicidad” y “rehaciendo nuestra vida” pensemos en los hijos que nos ha dejado el matrimonio que ahí está la felicidad y la vida, porque recordemos que daremos cuentas de esos “talentos”. La felicidad no está en recibir sino en Dar y darse como Cristo se dió en la cruz, exactamente eso es el matrimonio, un sacrificio, pero para los que ya no lo tenemos pues el sacrificio está en el vivir nuestra condición de divorciados con toda DIGNIDAD. Que Dios bendiga al Cardenal y que cuando nos mande al próximo sea tan valiente y sabio como Don Juan

El fracaso matrimonial. Claves para entenderlo

Por: María del Mar Martínez Marqués Con carácter previo quisiera manifestar que, a mi entender, todas las causas del fracaso matrimonial devienen de los problemas que atraviesa la institución de la familia. 9 comentarios

Con carácter previo quisiera manifestar que, a mi entender, todas las causas del fracaso matrimonial devienen de los problemas que atraviesa la institución de la familia. La institución familiar está en crisis y ello redunda en perjuicio de la sociedad. Es verdad que muchas familias sí saben trasmitir a sus descendientes valores relativos a la vida matrimonial y familiar, pero muchas otras no. Vemos a diario cómo progenitores de familias desestructuradas dan ese mismo ejemplo a sus hijos fomentando el odio al otro progenitor. Y no sólo los progenitores sino que incluso a veces los miembros de la familia extensa de esos menores. La preparación desde la infancia al matrimonio, como una comunidad de vida y amor, con ese lamentable ejemplo de los padres no puede sino llevar al fracaso futuros matrimonios. La sociedad debería también asumir el compromiso de preparar a los jóvenes para las responsabilidades de su futuro, para la vida en matrimonio y para saber educar en la paternidad responsable. También en este punto la sociedad ha fracasado teniendo en cuenta el elevado número de parejas que hoy optan por el divorcio.1 Con estos antecedentes, cuando llegue el momento de contraer matrimonio no es de extrañar la falta de conciencia del compromiso de unión definitiva y estable. Cuando lleguen las primeras dificultades, efectivamente, el ambiente social en nada va a ayudar a superarlas y los cónyuges, además, no luchan por superar las dificultades. No luchan en parte debido a la desvalorización de lo auténticamente religioso que yo traduciría en la incapacidad de perdón y de ayuda mutua ante esas dificultades. 1.- La falta de conocimiento mutuo de la pareja que contrae matrimonio: Esta falta de conocimiento puede tener su causa en la falta de madurez psicológica y humana. El conocimiento tan superficial de las parejas jóvenes se debe a que saben todo sobre el sexo pero no sobre la sexualidad, están acostumbrados a vivir de forma independiente y libre, les falta vocación de vivir en unidad y tienen baja tolerancia a la frustración. Actúan basándose en objetivos propios desconociendo los de su compañero/a lo que impide hacer un proyecto común de vida. Así difícilmente se puede reflexionar adecuadamente sobre lo que supone el matrimonio.

2.- Falta de inmadurez psicológica y humana: Con independencia de que la inmadurez fundada en raíces patológicas implique una falta de discreción de juicio, también me parece que puede cobrar su importancia la inmadurez afectiva como causa de nulidad. Y me preocupa que el principal síntoma de este tipo de inmadurez pueda ser el interés en uno mismo (narcisismoegoísmo). A este respecto, Mons. Panizo Orallo, entiende que: “El origen de la deformación afectiva puede estar en relación con diferentes variables, siendo el aprendizaje en el seno de las familias uno de los factores a partir de los cuales y con mayor eficacia se comienza a gestar el desarrollo bueno o malo de la afectividad y la normalidad en el comportamiento de las personas en cuanto a relaciones interpersonales. Familias rotas; familias inafectivas; familias con problemas... crean de ordinario situaciones de desarraigo afectivo, de retrasos, de deficiencias en el desarrollo de la formación de los niños y de los jóvenes”. Muchos jóvenes son incapaces de asumir las obligaciones esenciales del matrimonio debido a la falta de verdadera afectividad a su

consorte. 3.- Falta de una auténtica conciencia del compromiso de unión definitiva y estable: Sobre la falta de una auténtica conciencia del compromiso de unión definitiva y estable, como causa del fracaso matrimonial, me permito adjuntarle copia de un artículo publicado en un periódico digital sobre mi preocupación por la abrumadora ruptura de matrimonios de 20 ó 30 años de duración y la incidencia que en esa ruptura puede tener el ambiente social2. Que no se luche por superar las dificultades es debido a la falta de compromiso serio con el futuro del otro esposo, como si ese futuro fuera el nuestro propio. A veces un cónyuge lucha por superar esas dificultades pero el otro se muestra reacio a superarlas sin dar oportunidad alguna a la superación. Esta causa está muy ligada a la desvalorización de lo auténticamente religioso. En este sentido me parece muy importante la ayuda de familia a familia, como indica n. 69 de la Familiaris Consortio. Igualmente, me permito adjuntarle otro artículo en relación a este tema3. 4.- Falta de libertad en la decisión de contraer matrimonio: En relación a la falta de libertad en la decisión de contraer matrimonio, aunque esta causa esté en disminución no deja de darse. Todavía se producen embarazos no deseados que dan lugar a un matrimonio fracasado (y si se producen menos es debido a la ―alternativa‖ del aborto). Todavía hoy se contrae matrimonio para escapar de un ambiente familiar hostil. 5.- Desvalorización de lo auténticamente religioso: El sentido y la vivencia de lo religioso y específicamente de lo cristiano tiene una gran importancia en la lucha por salvar un matrimonio. Los matrimonios que fracasan, estoy convencida, han descuidado su aspecto espiritual, han perdido la capacidad de amar y de emplear la razón. En realidad, es esta la verdadera causa de que los matrimonios fracasen. Efectivamente el sentido religioso de la mujer ha contribuido a la estabilidad de matrimonios en dificultad, pero ahora la mujer no es capaz de buscar el equilibrio entre lo bueno y lo malo. La falta de sentimiento religioso se trasluce en la falta de interés de muchas mujeres de hoy por salvar el matrimonio. Y lo que es peor, sienten indiferencia hacia el futuro de su consorte e indiferencia hacia su propio futuro. En el mensaje de su Santidad Benedicto XVI para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz, destaca la importancia de los medios de comunicación social y su responsabilidad en la tarea promocionar el respeto a la familia: “En efecto, en una vida familiar “sana” se experimentan algunos elementos esenciales de la paz: la justicia y el amor entre hermanos y hermanas, la función de la autoridad manifestada por los padres, el servicio afectuoso a los miembros más débiles, porque son pequeños, ancianos o están enfermos, la ayuda mutua en las necesidades de la vida, la disponibilidad para acoger al otro y, si fuera necesario, para perdonarlo. Por eso, la familia es la primera e insustituible educadora de la paz”.

Los 90 errores más comunes que destrozan el matrimonio y la familia Publicado 28 28UTC septiembre 28UTC 2011 Familia , Religión 2 Comentarios 9

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ESCUELA PARA PADRES Los 90 errores más comunes que destrozan el matrimonio y la familia.



Los 4 errores que producen más roturas matrimoniales, según las estadísticas: 3, 307 Palabras Tiempo de lectura 12:00 minutos Algunos artículos relacionados:



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Las virtudes y valores humanos practicados en la familia mitigan el grave problema del desempleo.



Padres sin fronteras. Primero la familia. Algunos lectores me aconsejan que escriba en forma más positiva sobre el matrimonio u otros temas y que no haga tanto hincapié en los artículos sobre los errores, peligros, banderas rojas. Reconozco que hay muchas formas de decir las cosas, y una de ellas es sacudir fuertemente el nogal para que caigan las nueces. Es muy posible que fuera mucho más dulce irlas recogiendo, una a una, con la mano pero se pierde un tiempo primordial. Además, las formas controversiales de decir las cosas, pueden dar un choque emocional, mucho más importante que cuando se habla con dulzura, mucho violín y todo de color de rosa. Aunque otros dicen que más se consigue con miel que con hiel. Cónyuges, no tengan miedo, el matrimonio es la mejor decisión que pueden tomar dos jóvenes de sexos diferentes, que se aman y que se han preparado bien para llevarlo a cabo y a su debido tiempo. No existe la formula para tener un matrimonio feliz. Hay cien mil fórmulas, depende lo que cada uno quiera y con lo que se conforme. La felicidad hay que conseguirla luchando por ella con inteligencia, perseverancia y sobre todo, mucho amor. Los 4 errores que estadísticamente producen más roturas matrimoniales:

1. El dinero: Bien sea la escasez, la mala administración, el despilfarro, la infidelidad económica, las cuentas dobles, etc.

2. La infidelidad sexual: Que rompe el compromiso del amor mutuo, exclusivo y para siempre, produciendo la traición y el fracaso. 3. El aburrimiento: Reflejado en las frases: Nos hemos cansado el uno del otro. Somos incompatibles. Ya no nos queremos. Nuestro matrimonio está irremediablemente perdido. 4. La soberbia que indefectiblemente termina en violencia física o mental. No debe haber “matrimonios sin fronteras”. Estas tienen que estar perfectamente delimitadas de forma que nadie ni nada pueda penetrar en ese lugar sagrado que es el matrimonio y la familia. Tampoco pueden permitir que alguien se salga de esas fronteras que están perfectamente definidas por la entrega total de los cónyuges, su condición de indisoluble y su sello de para siempre, soportadas con el conocimiento y la práctica de las virtudes y valores humanos. Los 90 errores más comunes en el matrimonio que destrozan la familia, puestos por orden alfabético. Cada matrimonio y cada cónyuge por separado, según sean sus características y situaciones, tendrá un concepto diferente de cuales son los más importares para ellos. Es tarea de cada uno el ponerlos en el orden que quieran, para intentar evitarlos o en su caso corregirlos. Es fácil caer en estos errores si no se ponen los medios para impedirlo. Lo importante es levantarse siempre y buscar la manera de evitar o afrontar los errores y sus correspondientes soluciones. 1. Contraer matrimonio en la adolescencia o sus cercanías, sin la madurez suficiente. Los cónyuges tienen que hacer un esfuerzo extraordinario de formación para solucionar los problemas que su inmadurez les produce. 2. Cuando a la vista de los primeros síntomas del nacimiento de un problema grave, o aparentemente irresoluble, no buscan un intermediario para que les ayude a encontrar soluciones. Bien sea un sacerdote, pastor, rabino o imán, según la religión que profesen, o amigos y familiares en común, que sean serios, bien formados y respetables y que puedan servir de orientadores. 3. Cuando coexiste la Incongruencia entre el decir y el actuar relacionado con las continuas promesas expresamente incumplidas de cosas importantes para los cónyuges. 4. Cuando desaparece el amor por el tu, y sólo queda el amor por el yo. 5. Cuando desaparece el encanto físico de los comienzos y empiezan a romperse u olvidarse los compromisos y proyectos que hicieron, incluso el futuro familiar que construyeron juntos. 6. Cuando el comportamiento del cónyuge es muy diferente en el hogar o ante familiares y amigos, estando presente o ausente el otro cónyuge, 7. Cuando falta el amor humano y el religioso y predomina el egoísmo. 8. Cuando falta el deseo de negociar y llegar a acuerdos constantemente y se sustituye por la imposición a ultranza. 9. Cuando falta el pedir perdón en las ofensas, la alegría en las penas, y la fuerza en la debilidad. Son situaciones que ambos cónyuges deben prevenirlas y descubrirlas para tratar de ponerles remedio y así evitar que empiecen los riesgos de un divorcio 10. Cuando falta el respeto interior y exterior, la comprensión, el compromiso y el entendimiento entre los cónyuges, estando solos o acompañados. 11. Cuando falta la generosidad y la solidaridad con los problemas o situaciones del cónyuge. 12. Cuando falta la madurez y el equilibrio y no ponen ambos los remedios para mejorarlo. 13. Cuando falta la sagrada intimidad que produce el matrimonio y esta se comparte con terceros. 14. Cuando falta la unidad. Es muy peligroso decir o pensar: Haz lo que quieras que yo también haré lo que quiera. 15. Cuando falta, en uno o en los dos cónyuges, la actitud para mejorar el matrimonio y se conforman por igualarse por la alpargata en vez de por la corbata. Es decir en vez de crecer juntos, se disminuyen. 16. Cuando hay una mala comunicación en los temas difíciles e importantes para los cónyuges en sus relaciones privadas o externas.

17. Cuando hay una sistemática disparidad en las relaciones con los hijos, premiando, castigando o consintiendo sus actos, solamente por llevar siempre la contraria al cónyuge para desautorizarle. 18. Cuando impiden por la fuerza que los hijos o el otro cónyuge practiquen sus sentimientos religiosos. 19. Cuando las faltas matrimoniales se cubren con aparatosos regalospara cerrar la boca del otro cónyuge, incluso con dinero que sale de los ingresos familiares. A la larga la compra de esos silencios para evitar reproches, forman una escalada que siempre termina mal. 20. Cuando los cónyuges basan las acciones de su matrimonio en el egoísmo personal, pretendiendo ser satisfechos continuamente por el otro cónyuge. 21. Cuando los cónyuges convierten la libertad matrimonial en libertinaje. Nadie está más esclavizado que aquellos que se creen falsamente libres. 22. Cuando los cónyuges no quieren trabajar juntos en los momentos de adversidad matrimonial, religiosa, económica o emocional, para superar las crisis. 23. Cuando no aceptan las diferencias de conocimientos y las consideran como distanciadoras, lo que en realidad deberían ser enriquecedoras y complementarias, además de una ayuda para crecer los dos hacia una mejor vida intelectual y profesional. 24. Cuando no hay una actitud amable del uno con el otro, ni gestos físicos de cariño. 25. Cuando no se es lo suficientemente valiente e inteligente como para callarse ante la injuria y buscar posteriormente la reconciliación tras la ofensa. 26. Cuando no se está abiertos a la relación con los otros familiares:Abuelos, hermanos políticos, tíos, primos, etc. 27. Cuando no se ha tratado de igualar o mejorar en lo posible, las diferentes educaciones, culturas, situaciones económicas, prácticas religiosas, ideas políticas, amistades, costumbres anteriores, etc. y se conforman con decir ¡A mi me educaron así! 28. Cuando no se quiere hablar con el cónyuge sobre el sexo matrimonial, la educación de los hijos, el valor del dinero u otros temas importantes y difíciles, teniendo que digerirlos en soledad. 29. Cuando no se quiere, no se puede o no se sabe compaginar las profesiones o actividades del otro cónyuge. 30. Cuando no se reconocen las propias limitaciones y se rehúsa a aceptar la realidad física, económica, intelectual o social. Esto puede producir graves frustraciones que perjudiquen a los dos cónyuges y arrastrar a ambos a situaciones peligrosas familiares, profesionales o sociales. 31. Cuando no se respetan las legítimas diferencias físicas, mentales, educativas y emocionales del otro consigue, ni se intentan entenderlas. 32. Cuando se culpabiliza de todos los errores del matrimonio a los padres o familiares del otro cónyuge, sin querer asumir la responsabilidad que a cada uno le corresponda. 33. Cuando se encarga al cónyuge con responsabilidades o trabajos impropios de su condición, debido a que el otro cónyuge no quiere hacerlas. 34. Cuando se ignora, desprecia o se tienen relaciones tensas con la familia política. 35. Cuando se manipula al otro cónyuge para obtener intereses en beneficio propio. 36. Cuando se permite al cónyuge, hacer lo que quiera, dónde quiera, cómo quiera y la hora que quiera, aunque eso vaya en contra del matrimonio y de las responsabilidades familiares. 37. Cuando se producen errores, el uso inadecuado del respeto y de las atribuciones lógicas de cada cónyuge, si prevalece el autoritarismo o la permisividad, sin punto medio. 38. Cuando se sobreprotege al cónyuge de todas las dificultades, tratándole como si fuera menor de edad y demostrando un amor obsesivo, para crearle inseguridad y evitar su desarrollo intelectual y social, casi siempre en beneficio del otro cónyuge. 39. Cuando solamente hay unión de los cuerpos, pero no de las almas y no buscan en ambos el crecimiento interior, moral y espiritual.

40. Cuando surge la indiferencia, la falta de comunicación, la frialdad amorosa, la critica constante, la falta de compromiso y el entendimiento hacia el otro cónyuge. 41. Cuando sus formas de vida anteriores al matrimonio eran diferentes o antagónicas y no se ponen a procurar llegar a acuerdos para que haya armonía y compatibilidad. 42. Discutir sobre ideas políticas o religiosas antagónicas, queriendo imponerlas o mantenerlas a ultranza. Traten de convencer, no de vencer. 43. El abandono mental del matrimonio, incluso mucho antes que llegue el divorcio. 44. El aburrimiento: Frases más frecuentes: Nos hemos cansado el uno del otro. Somos incompatibles. Ya no nos queremos. Nuestro matrimonio está irremediablemente perdido. 45. El engaño o violencia económica que suele ocurrir cuando se tienen ingresos que no se aportan al fondo común y cada uno gasta en lo que quiere, cuando quiere y como quiere, sin importarles las necesidades de la familia. Este es uno de los principales motivos de los fracasos matrimoniales. Pero es muy difícil corregirlo, pues en algunas culturas los matrimonios no son para todo, pues dejan fuera la parte económica. 46. El no compartir los principio e ideas fundamentales en el matrimonio. 47. El permitir que las adicciones se instalen en la familia. 48. Faltar a la palabra de honor dada en el matrimonio, al prometer que es para siempre, en la salud y en la enfermedad e indisoluble. 49. Hablar continuamente y hacer comparaciones de los matrimonios, hijos o familiares anteriores. 50. Imponer por la fuerza lo que creemos que es nuestra verdad. 51. La escasa educación en los órdenes: Familiar, religiosa, social, económica, sexual, etc. 52. La falta de ayuda al cónyuge para que mejore sus capacidadesprofesionales, escolares, sociales, religiosas, etc. privándole del crecimiento personal y fomentando la dependencia al otro cónyuge. Suprimiéndole cualquier posibilidad de tener una alternativa o que esté bien preparado para el caso de que haya graves problemas familiares. 53. La falta de comunicación o la comunicación inadecuada o deficiente. 54. La falta de cumplimiento de los derechos y obligaciones entre los cónyuges y para con los hijos. 55. La falta de la práctica de las virtudes y valores humanos, principalmente las relacionadas con el matrimonio. 56. La falta de perdón, arrepentimiento, reconciliación y firme propósito de la enmienda. Deben aprender a pedir perdón y a perdonar. Nunca deberán acostarse sin perdonar y buscar el ser perdonado. Un pequeño gesto sentimental puede ser suficiente para indicar el deseo del perdón. 57. La falta de planificación financiera, imprescindible para intentar alcanzar unos objetivos mutuamente acordados. 58. La falta de un buen sistema de administración de todos los ingresos familiares, incluyendo la realización de unos objetivos económicos, un presupuesto y un sistema de control de lo realizado y de lo que hay que realizar. 59. La incompatibilidad o egoísmo sexual, que normalmente oculta una falta de auténtico amor, carencia de sensibilidad y capacidad de donación y aceptación. 60. La Infidelidad conyugal, sexual o económica que rompe el compromiso del amor mutuo, exclusivo y para siempre, que además siembra la desconfianza. 61. La inmadurez en las relaciones matrimoniales, al no haber tratado previamente de amoldar o eliminar las diferencias que los separan y reforzar las que más les unen, pensando que ya habrá tiempo para hacerlo. 62. La monotonía, enfrentamientos o violencia física o mental que hacen disminuir o anulan el placer sexual, o la monotonía en la vida cotidiana. 63. La pérdida de objetivos e intereses comunes relacionados con las obligaciones, gustos y aficiones de ambos, normalmente comentadas durante el noviazgo. 64. La primera agresión o acto violento si no se corrige en ese mismo momento. 65. La reincidencia en cosas graves sin que haya verdadero arrepentimiento, propósito de la enmienda y satisfacción de obra, corrección de actitudes y controles de comportamiento.

66. La soberbia hace que muchos cónyuges equivocadamente se rodeen de una muralla, como en las fortificaciones antiguas, no permitiendo que nadie ni nada la traspase. Soberbiamente creen que lo saben todo y no aceptan ni oír otras opiniones. Así sucede que con el paso del tiempo se van aislando en sus “creencias” y las personas que les deberían aconsejar con otras alternativas, no se las dicen porque no quieren ser rechazados, incluso antes de ser escuchados. Eso pasa a las personas y las naciones que se aislaron del mundo, con murallas o sin ellas, y no permitieron que los habitantes de sus países conocieran los avances mundiales. 67. La violencia familiar física, mental y en todas sus facetas, principalmente la originada por el machismo, el feminismo y el desprecio. La violencia física no es más que una cuestión de prepotencia y hábito en el uso de la fuerza. 68. Las envidias profesionales o sociales. 69. Las graves adicciones a las drogas, alcohol, sexo, juego, etc. 70. Las opiniones políticas mantenidas a ultranza y queriendo imponerlas al otro cónyuge. 71. Las pasiones confundidas con el amor y la mutua entrega. La pasión se marchita y el amor se queda. 72. Las respectivas familias políticas, pues hay algunos cónyuges que no quieren admitir que han formado una nueva familia, a la que tienen que poner como máxima prioridad para todas sus acciones. No por eso tienen que romper relaciones con sus familias de sangre. Tienen que intentar darle su lugar a cada uno. 73. Los celos infundados que contaminan el matrimonio y hacen la vida un infierno para los cónyuges. 74. Los noviazgos mal llevados: Sin una buena formación prematrimonial, demasiado cortos, falta de dialogo, falta de objetivos claros comunes, egoísmos para conseguir mejor posición social, fama, conveniencia personal, pasiones desordenadas, etc. Que haya sido uno de los denominados “de a primera vista”, o motivado por otros actos que les llevaron a contraer matrimonio sin haberlo querido. El camino que no han andado antes del matrimonio tienen que recorrerlo después para evitar el fracaso. 75. No cuidar con mucho esmero las seis cosas más importantes del matrimonio: El amor y educación de la familia, la vida espiritual, la salud, el trabajo, los amigos y la formación contínua. 76. No dedicar a la familia el máximo tiempo posible, empleándolo en cuestiones que les satisfagan personalmente, pero no familiarmente. 77. No formalizar ante Dios y ante la sociedad su realidad matrimonial, máxime si tienen hijos o esperan tenerlos. 78. No hacer algo concreto para atraer al otro cónyuge, prestandosolamente atención a su persona. 79. No poner los medios para manejar, resistir y superar los problemas,graves disgustos y enfrentamientos entre cónyuges, que algunas veces producen los hijos y que repercuten enormemente en las relaciones matrimoniales, principalmente los motivados por los malos o diferentes tratos dados los hijos, propios o de anteriores matrimonios. 80. No preguntarse periódicamente, las cosas que le gustaría que el otro cónyuge hiciera y no hiciera, y las que podrían hacer juntos para mejorar el matrimonio. Así como lo que cada uno espera del otro. 81. Pretender maliciosamente sacar provecho personal, económico o social del matrimonio, utilizando o manipulando al cónyuge únicamente en beneficio propio. 82. Ridiculizar al cónyuge, aunque sea con ironía o por hacer una gracia, ante los hijos, la familia o los amigos, sacando o agrandando los defectos que pudiera tener. 83. Ser intolerantes con las costumbres y formas de vida del otro cónyuge. 84. Si el matrimonio o cada uno de los cónyuges se rodea de amistades tóxicas que les impiden seguir las promesas matrimoniales contraídas. 85. Siendo de convicciones religiosas, casarse solamente por el procedimiento civil o vivir en pareja sin ningún vínculo religioso ni civil. 86. Tener cuentas separadas de ingresos, gastos, ahorros y deudas, aunque en algunas culturas sea una desgraciada costumbre que avala la unión de cuerpos pero no del dinero.

87. Vivir solamente el día a día, sin preocuparse de tener objetivos comunes y planes futuros realistas de vida para vivir en armonía. No preguntándose cómo será su matrimonio después de 30, 40, o 50 años. 88. Impedir que el cónyuge tenga su espacio vital propio, que le permita tener actividades de lo que le guste hacer, siempre y cuando no sean extremistas que afecten su crecimiento como persona o el matrimonio. 89. No querer sacrificarse por el cónyuge, lo necesite o no, evitando hacer los esfuerzos necesarios en beneficio del otro. Renunciando o cediendo en las diferencias y sin entregarse el uno al otro, 90. Cuando no hay adaptación ni cambio y no se suprimen las cosas que separan y refuerzan las que unen en la convivencia. El matrimonio es para darse sin egoísmos y adaptarse al cónyuge, sin esperar nada a cambio. Todos estos errores se pueden corregir si previamente se admite su existencia y se ponen a tiempo las medidas correctoras convenientes, pues casi siempre se puede enmendar los daños ocasionados. Es muy conveniente aceptar y corregir los errores para evitar que lleguen a más y se produzcan problemas matrimoniales graves o irresolubles. No tengan miedo, no tiren la toalla, luchen por negociar con su cónyuge las soluciones a los errores que hayan encontrado en esta lista. Si no hacen nada, no sucederá nada. Pero inténtenlo, pues se puede llegar a los objetivos previstos mediante el ejercicio de “ensayo y error”. Cuándo no, en un tema tan serio como es el presente y futuro del matrimonio. Los cónyuges no tienen que tener miedo a conversar con paciencia y serenidad, de todos los problemas, inquietudes y anhelos que tengan, para así poder encontrar soluciones consensuadas. Fijen unas horas o fechas predeterminadas para tomarse un tiempo para Vds. solos, entonces podrán hablar con tranquilidad, sin distracciones ni intrusiones. Esto es sólo el principio de un camino que tiene que hacer cada uno, apoyado en el hombro del otro.

CAUSAS DEL DIVORCIO EN NUESTRA SOCIEDAD Hay muchas causas diferentes y motivos para el Divorcio, y cada uno de ellos, será específico de una relaciónde pareja en particular, de tus experiencias individuales y de tus problemas personales.

El Divorcio es muy común en E.E.U.U. y en Europa, a diferencia de los países subdesarrollados, donde por razones obvias, es una práctica casi inusual.

La Sociedad, en sí misma, no puede decirse, que considere como buena la disolución del Matrimonio, pero cada vez nos encontramos con la situación contraria, es decir, con más Matrimonios que ponen fin a su relación, por una causa o por otra.

España figura a la cabeza de los países con más altas tasas de Divorcio, entre los países más desarrollados, llegando, según un Estudio realizado por el Instituto de Política Familiar, a producirse un Divorcio cada 3,7 minutos, es decir 16 cada hora y 386 al día, por lo que, y según el mismo estudio, por cada cuatro Matrimonios que se realizan en España se divorcian tres.

En general, todo Divorcio experimentado en el mundo hoy, es consecuencia de alguna de las siguientes causas: • Infidelidad: es la causa principal de Divorcio, y por la que más número de Matrimonios se rompen, pues, para la mayoría de las personas, esa sensación de estafa personal que se produce cuando descubren un engaño por parte de su pareja, es muy difícil de superar, aún más de perdonar, y prácticamente imposible de olvidar.

• Violencia Doméstica: a pesar de que muchas mujeres, sufren en silencio este tipo de abuso, y soportan como pueden tal situación, cada vez es mayor el número de esposas, que acaban por divorciarse, intentando cortar de raíz el problema.

• Inmadurez: es una de las causas más comunes entre las parejas que contrajeron Matrimonio a una edad muy temprana, en la que, con apenas experiencia vital a sus espaldas, realmente, no están preparados, ninguno de los dos, para afrontar las responsabilidades que conlleva la vida en común.

• Falta de Comunicación: una buena comunicación y entendimiento entre los cónyuges, es fundamental para una buena relación. Cuando en una pareja, se empiezan a ocultar cosas, a sentir que el otro no te hace partícipe de sus inquietudes, problemas, preocupaciones… es decir, cuando la comunicación comienza a escasear, la desconfianza aumenta, y puede llegar a arruinar su relación.

• Incompatibilidad: si el hombre y la mujer, no son compatibles durante el noviazgo, el hecho de contraer Matrimonio, no cambiará las cosas en absoluto, al contrario, muy probablemente, acabará con él.

• Abandono: La institución del Matrimonio, consiste en una unión entre dos personas, con la finalidad de formar una familia y compartir una vida en común, sin embargo, cuando uno de los esposos, comienza a sentirse abandonado por el otro, la desilusión y la desdicha van creciendo, hasta el punto de desembocar, en muchos casos en una Separación o Divorcio.

• Fracaso de las expectativas: es otro de los motivos principales por los que acaba un Matrimonio, y es que, al inicio de la relación, cada uno se crea una serie de expectativas e ideales sobre el otro, y cuando éstas no se producen o alcanzan en el futuro, la persona se siente defraudada, frustrada y, en definitiva, fracasada.

• Diferencias Culturales y Religiosas: en algunos casos de Matrimonios entre personas con raíces culturales o creencias religiosas diferentes, éstas pueden ser, a largo o corto plazo, un inconveniente muy importante, que separe, en cierto modo a los miembros de la pareja, hasta hacer su relación inviable por completo.

• Problemas de Drogadicción o Alcoholismo: la convivencia diaria con una persona que sufre este tipo de problemas, resulta, como todos podemos imaginar, un sin vivir, que a menudo, va acompañada de /b>discusiones, problemas económicos, disgustos….

Las causas o motivos que suelen provocar una ruptura matrimonial, mediante la Separación o Divorcio, no acaba aquí, sino que es mucho más extensa, pero, los estudios realizados sobre la materia, establecen como fundamentales, los enumerados en este artículo.

SIGNOS DE LA INMADUREZ (Aportación de nuestra amiga Carmen Katherine) Para llegar a la madurez es preciso haber desarrollado la facultad de hacerse responsable de la propia vida, independiente de los demás, sea papá, mamá u otras personas. Muchos padres, especialmente las mamás, cultivan intensamente el espíritu de dependencia en los hijos, cuando más bien deben modelar su autonomía. El ser humano depende de la familia mientras va creciendo, pero, en la misma medida, va adquiriendo independencia y criterios, valores y principios propios. Lógicamente que nadie es totalmente independiente, pues todos estamos muy relacionados con los demás. Pero debemos siempre conservar nuestra forma propia de ver la vida y de pensar, cultivar y defender nuestros valores y creencias. Para ser una persona madura y exitosa, hay que adaptarse a los cambios que ocurren en la vida, aquellos sucesos negativos que siempre han de llegar y que son parte de la vida. Algunas veces, la vida nos ofrece situaciones crueles, de las que parece que nunca podremos salir. Sin embargo, no aceptar la realidad y adaptarse lleva a cultivar una serie de emociones que engendran enfermedad. La adaptabilidad y la flexibilidad implican una clase muy preciosa de madurez que puede evitar un trastorno mental. La persona inmadura se encuentra permanentemente en medio de conflictos, porque rechaza todo lo negativo en vez de enfrentar aquellas cosas que sencillamente ocurren, luchar para solucionarlas y aceptar lo inevitable. Hay casos clarísimos de inmadurez en la esposa que consulta a cada momento a su mamá lo que debe hacer o no hacer en su matrimonio. La continua intervención de la madre en el matrimonio irrita al marido, la relación se deteriora y todos sufren enfermedades de origen emotivo provocadas por esta dependencia. Otro signo de inmadurez es la actitud infantil, terrible y nefasta del egoísmo y la rivalidad que muchas personas, tristemente, siguen cultivando aún a sus 30, 40 o 50 años. Resulta sumamente difícil convivir con personas así, porque tienen un espíritu de rivalidad exacerbada y se comparan continuamente en celosa competencia con los demás y nunca se libran de ser personas desgraciadas. Son personas ególatras que están siempre exhibiendo sus dotes y cualidades haciendo ver, con razón o sin ella, que son más que otros. Les domina constantemente la envidia, el orgullo herido y la hostilidad contra sus semejantes y contra sí mismos. Son capaces, por su egolatría, de hacer daño a otros, porque han crecido más que ellos llegando hasta a avasallar, atropellar o pisotear con tal de subir. Levantar la voz para gritar, buscar pleitos y ofender son señales claras de inmadurez. Hay demasiada gente extremadamente agresiva, porque en el fondo son como niños que se sienten débiles, dependientes e inseguros. Los estados infantiles son formas groseras de inmadurez, signos de debilidad, pruebas evidentes de miedo y fracaso. Muchos individuos llegan a la edad adulta, pero siguen siendo niños que no salen jamás de esa fase de agresividad hostil y manifiestan su inmadurez con crueldad, cólera y odio, que demuestran debilidad. En cambio, la amabilidad, el afecto, el amor y la buena voluntad son prueba de fortaleza y madurez. La madurez trae consigo la hermosa preocupación de alegrar la vida de las demás personas. La persona que llega a la

madurez prefiere dar, más que recibir. De esta manera, sus horizontes y perspectivas se ensanchan, porque la persona madura no vive en un reducido encierro, tratando a tientas de agarrar lo que sea posible en sus oscuros límites. Más bien, camina a la luz del sol por el mundo inmenso, encontrando a otras personas a las que pueda dar, ofrecer y servir. Es triste estar siempre recibiendo, porque jamás se experimenta la dicha indescriptible que proporciona el dar. ¿Es usted maduro o inmaduro? Hágase un examen de conciencia para comprobar si usted está cultivando algunos de estos signos de inmadurez. Es importante que usted examine bien estos aspectos de su personalidad, pues le pueden estar ocasionando serios problemas en su vida, en su relación con sus seres queridos y con otras personas. Queremos que usted sea una persona mucho mejor y luchamos para conseguir eso para todos. Con la ayuda del Señor se pueden superar muchas cosas en nuestra vida que no están del todo bien. En la medida en que usted se sienta bien con usted mismo, se sentirá mejor y más feliz en su relación con las personas que lo rodean, que lo aman y desean lo mejor para usted. Con el Señor sí se puede, porque con Él podemos vencer todo lo que venga en la vida y superar la inmadurez. Con Dios, en verdad, seremos. . . ¡INVENCIBLES!.

¿Qué es el matrimonio? Lo más importante que tengo entre manos: A lo largo de mi vida profesional he atendido a gente que me ha reconocido: "para mí el matrimonio es algo muy difícil". Incluso en una ocasión alguien más desesperado me ha llegado a decir: "el matrimonio para mí es un infierno". Por el contrario, fue un señor muy religioso quien afirmó: "para mí el matrimonio es el Sacramento de la alegría", sin que fuera óbice el que aclarara después que había sufrido dificultades económicas muy serias y que uno de sus hijos más pequeños era un niño con síndrome de Down; pero él lo había experimentado: el Matrimonio es el Sacramento de la alegría. Y fue en otra ocasión, charlando con una amiga mía, quien me manifestó: "yo lo tengo claro, para mí el matrimonio es lo más importante que tengo entre manos". Posibles dificultades para el éxito Trabajo El marido, y ahora cada vez más la mujer, preocupados por conseguir ingresos, hasta con la noble idea de mejorar la situación de los suyos, podemos transformar el trabajo en lo más importante del día y, de ese modo, perjudicar la buena relación entre los dos porque, desgraciadamente, el amor que no se cuida se va enfriando. Normalmente al volver a casa, cansados del trabajo, tendremos que asumir obligaciones que cuestan esfuerzo: la comida, la limpieza, la ropa, atender a los niños, posibles lloros, gritos y peleas, en definitiva el cuidado del hogar. Habrá que estar alerta porque el amor se puede enfriar y la buena disposición, que muy posiblemente estuvo en un principio, poco a poco puede ir perdiéndose. Hay que hacer del hogar algo agradable para los dos. Si primero hay que cumplir ciertas obligaciones que pueden resultar más o menos costosas, luego es necesario tener ratos entrañables, agradables, que hagan que valga la pena volver al hogar: estar los dos juntos, a solas, conversar, compartir, agradar. Y esto tanto al comienzo como a lo largo de la vida matrimonial, por larga que sea. Es necesario hacer del hogar algo agradable, entrañable, donde uno se rehace descansando y entregándose, dando y recibiendo una intimidad que reconforta. Un marido experimentado me decía: "he descubierto que esforzarse por ellos es darles lo que de verdad necesitan en cada momento. Alguna vez sí puede ser el dinero ganado con tanto esfuerzo, pero otras veces será sobre todo tiempo y dedicación, aunque no pueda aportar tanto económicamente." Y si esto se puede decir al padre también a la madre, si es ella la que se polariza más de lo debido en su propio trabajo. El afán de hacer felices a los hijos puede impulsarnos a conseguir más medios económicos para que tengan una situación mejor; pero es bueno recordar que la riqueza de una relación humana, del hijo con su padre y con su madre, es única y no guarda

comparación con todas las cosas materiales, cuesten lo que cuesten. Además esa buena relación será un punto de referencia claro para ese hijo cuando sea él el que tenga que conseguir ser un buen padre o una buena madre. Para no errar el camino, habrá que tener claro que el trabajo no puede impedirnos ni la vida de familia, ni la dedicación al hogar, ni la atención al otro u otra ni a nuestros hijos. Una chica muy bien situada profesionalmente, que ocupaba un cargo directivo importante en su empresa, me preguntó: "yo, que trabajo 12 ó 15 horas diariamente y me voy a casar en breve ¿qué puedo hacer para que mi matrimonio funcione bien?". Le contesté: si siendo soltera podías trabajar ese número diario de horas porque la atención de tu casa corría a cargo de tu madre; al casarte, muy posiblemente, tendrás que hacer un replanteamiento de tu día porque, aunque compartas tareas con tu marido, cosa que es muy de desear, y aunque cuentes con alguna ayuda en la casa, tú serás el ama de casa y cuidar el hogar necesariamente exige dedicarle un tiempo. Además antes habrá que prepararse y aprender a llevar un hogar, eso sí con los medios y las necesidades del siglo XXI; pero un hogar. El hogar es importante en el matrimonio. Será bueno recordar que no es buen trabajo el que impide la debida atención al otro u otra, como tampoco lo será, si nos hace imposible la debida atención a los hijos. Es necesario tener claro que lo primero debe ser el marido o la mujer, no basta con atender a los hijos. El trabajo no puede ser, ni en la teoría ni en la práctica, ni lo más importante de la vida, ni del día, aunque indudablemente trabajar es algo necesario y ocupa la mayor parte de cada día. Compartir la vida exigirá, de algún modo, compartir todo. Es imprescindible que nos lo pasemos bien juntos, nosotros dos. Recuerdo a dos compañeros de trabajo que, después de la jornada laboral, él y ella continuaban juntos porque se iban a jugar al tenis. Era fácil sospechar que ni el matrimonio de él ni el de ella iban bien y, muy posiblemente, iba a ir a peor. Tampoco he olvidado a la señora que me comentó: "perdí a mi marido en sus viajes de trabajo. Al principio no me di cuenta, y cuando quise poner remedio, ya era demasiado tarde". Otra reconoció: "perdí a mi marido en las actividades extraescolares del colegio de los niños, los sábados por la mañana, a las que él iba solo porque yo trabajaba. Allí coincidió con una madre divorciada y congeniaron más de lo debido. Yo, mientras tanto, estaba en mi trabajo, en otra onda". Todavía puede resultar más difícil aún si es ella la que tiene un buen trabajo y el trabajo de él es más mediocre, si —como resultó en un caso— el sueldo de ella es más del doble que el de él. ¿Es imposible un matrimonio así? No, no tiene por qué; pero será necesario asumirlo en la forma debida. Por ejemplo, se me ocurre, si ganar ese sueldo a ella le supone un trabajo de 12 horas, con un horario que, por lo menos por ahora, no puede reducir y él trabaja menos horas, muy posiblemente él tendrá que aportar más trabajo en la casa. ¿Inconvenientes? En un caso él se sentía humillado ante la diferencia de sueldos, y le llegó a decir: "preferiría que fueras cualquier cosa", luego todo saltó por los aires. Un buen matrimonio ayuda a realizarse como persona, pero el realizarse como persona no es sólo a través del trabajo. El trabajo es sólo una faceta de la vida, aunque sea de gran importancia. Hijos La mujer puede volcarse en algo tan natural como son los hijos y descuidar la atención al marido, y poco a poco ir olvidándose de detalles que son totalmente necesarios para que el amor se mantenga vivo. Para los dos juntos, marido y mujer, lo más importante deben ser los hijos; si esto no se vive bien, habrá problemas. Pero, si lo hacemos bien, los hijos no pueden ser nunca motivo para impedir la buena relación entre los dos. A veces podemos cuidar con cariño una gripe de los niños y no con el mismo agrado la del marido pensando que los hombres son todos unos quejicas, por ejemplo. O nos cuesta acompañar al médico a nuestra mujer porque ¡qué afán de ir al médico, qué pesada! Necesitamos estar solos los dos algún rato, unos días. Y como hay medios para conseguir que los hijos puedan estar atendidos como es debido, habrá que buscar soluciones teniendo interés. Estar los dos solos puede ser una maravilla. No será bueno llegar a situaciones como la de aquella señora que decía que tenía miedo de irse al viaje los dos solos, porque podía haber momentos que no supieran de qué hablar, porque no sabía cómo iba a resultar.

Está muy bien la atención a los hijos, pero además de cuidar a los hijos hay que cultivar el amor. Y no hay que olvidar que lo que más puede beneficiar a los propios hijos es que el padre y la madre estén unidos entre sí, bien compenetrados, y que los hijos lo vean. Parece mentira, pero los hijos se dan cuenta de todo, captan la buena o la mala relación entre los padres, porque son como unos pequeños jueces. Como los hijos son del hombre y de la mujer, podríamos decir que al 50%, no tiene sentido que uno de los dos se los apropie en exclusiva, ni para cuidarlos, ni para atenderlos, ni para que le quieran más, ni para nada. Es más, aunque haya un problema matrimonial entre los padres, no tener esta actitud es perjudicial para los hijos. Pero además si me he equivocado al casarme el que tendré que pagar el pato seré yo, autor o autora de la equivocación, pero no los hijos que todavía no han tenido posibilidad de errar. Es triste comprobar que en algunos fracasos matrimoniales, es la mujer la que se propone y la que consigue que los hijos no quieran a su padre, haciéndoles así un daño tremendo que puede impedir hasta que tengan un desarrollo afectivo adecuado, porque los hijos y las hijas, para lograr su auténtica personalidad, necesitan de su padre y de su madre, de los dos. Por el contrario también he conocido algún caso en el que, con ingenuidad, me dice el abandonado o la abandonada: «yo esto se lo he ocultado a mis hijos, que no saben nada y quieren a su padre o madre incluso más que a mí». Indudablemente es buena madre o buen padre la que, o el que, consigue que los hijos quieran a su padre o madre como es debido. Pero a los hijos también habrá que ir haciéndoles ver los problemas que tenemos, y que por lo menos intuyen, explicándoselos de acuerdo con su capacidad, edad y madurez. El comportamiento de los padres debe ser una buena enseñanza para los hijos: aprendiendo de sus cosas buenas y, del modo adecuado, alertándoles de las malas para que las eviten.Una buena madre enseña a los hijos a querer a su padre; y un buen padre enseña a los hijos a querer a su madre, y eso pase lo que pase entre ellos. A quererlo, a respetarlo y a tratarlo como es debido. Cito la frase de un padre experimentado: "los hijos también aprenden cuando ven a sus padres que saben pedirse perdón". Y es un aprendizaje importante. Casa Es verdad que el "ama de casa", por regla general, es la madre y no el padre. Recuerdo el comentario, riéndose, del marido de una amiga mía, él físico y ella abogada, que me decía: "ahora lo que ella quiere es trabajar y a mí lo que me gusta es quedarme en casa y ser una Maruja". Ya hemos visto que hay que hacer de la casa un lugar agradable para los dos. La mujer, al principio de su matrimonio, cuando pasa de ser hija con todo hecho a ser ama de casa con todo por hacer, puede atravesar una época de dificultades. Será una temporada en la que habrá que ponerse de acuerdo en el reparto de las tareas del hogar, porque si siguen recayendo en ella exclusivamente y ambos trabajan le supondrá una fatiga excesiva que generará tensiones y frustraciones en la pareja. Además si al principio del matrimonio la mujer asume la casi totalidad de las obligaciones de la casa, luego será muy difícil conseguir que esto cambie. Más vale repartir las tareas desde un principio, y más vale enseñar y aprender lo que uno sabe y el otro no, porque puede ser necesario en algún momento sustituirnos. Una chica que se casó y preparaba oposiciones me contaba: "con la comida no tenemos problemas, porque comemos en casa de mi madre. Lo malo es con la plancha". Un chico recién casado me decía: "a mí no me parece justo que todo el trabajo de la casa recaiga en ella. Yo no quiero ser como mi padre, que no hacía nada en la casa". Hay que ser razonable, hay que conseguir que el marido ayude desde el principio en las cosas de la casa dentro de sus posibilidades, pero haciéndoselo agradable, y reconociendo los dos que nadie puede estar en dos sitios al mismo tiempo si no es con efectos especiales a lo Steven Spielberg. Es necesario hablar y llegar a un acuerdo sobre las cosas de las que puede hacerse cargo cada uno. Posiblemente será conveniente que él se implique más en el hogar y que ella deje de ostentar el mando supremo en las tareas domésticas, negándose a admitir que puedan hacerse de algún otro modo. Además, tanto él como ella, al principio no harán las cosas bien del todo, pero con la práctica acabarán haciéndolas mejor y hasta en menos tiempo. Es posible que si uno/una hace las cosas las haga más rápidamente; pero el que es lento puede acabar por ser rápido si se ejercita, y el ejercicio es la repetición de tareas. No compartir las tareas del hogar trabajando los dos puede hacer que uno y otra lleven vidas paralelas y que la intimidad de la pareja se vaya resintiendo. Habrá que tener cuidado porque la mujer no suele manifestar claramente y de un modo expreso lo que necesita o lo que desea y, a veces, cansada, considera que es el marido el que tiene que darse cuenta de sus necesidades (como si

el marido tuviera que adivinar leyéndole el pensamiento), o si lo expresa suele hacerlo de forma quejosa y lastimera: "ya ves que estoy agotada". Y el resultado puede ser que tanta complicación saque de quicio al marido. La casa exige un tiempo y un esfuerzo, generalmente no pequeños. No son cuatro cosas, ¡qué va! Llevar bien una casa exige saber hacerlo —con un previo aprendizaje y dedicación— y contar con tiempo; podríamos decir que exige arte y ciencia. Es muy duro ver casos en que todo lo tiene que hacer la mujer y el marido ni siquiera le da el valor que merece. Pero tampoco es adecuado el que la mujer se sienta víctima que, en general, al marido lo que le producirá es un cierto rechazo. Es importante compartir, pero compartir no será necesariamente en la proporción del 50%, pues dependerá de otros muchos factores a lo largo de la vida: tiempo, actitudes, gustos, aficiones, etc. E interesa, además de compartir, hacerlo amable: el arte de pasárnoslo bien limpiando o haciendo la compra o guisando o decorando nuestra casa o construyendo un armario. Es muy importante hacerlo bien desde el principio. También, indudablemente, habrá que formar a los hijos para que ayuden en el hogar. El hogar es de todos, aunque el ama de casa suele ser la madre. Además ayudando en la casa el hijo también se está preparando para ser, el día de mañana un buen padre o una buena madre. Vicios sin arreglar Hay "patologías del matrimonio" que existen ya en el noviazgo y podrían ser motivo de nulidad matrimonial si la patología era grave, estaba vigente cuando se prestó el consentimiento matrimonial y al que la sufre le incapacitaba para ser buen esposo, esposa, padre o madre. Habría que aconsejar: cásate, pero conociendo bien al otro u otra. Si hay problemas importantes en el otro o en la otra, no te engañes diciendo "el amor y el matrimonio lo curará, yo lo resolveré". Porque no es así, los problemas serios hay que arreglarlos antes de la boda. El matrimonio no cura (el alcoholismo, por ejemplo); hay que ir curado al matrimonio. Con esto, desde luego, no cabe pensar que para poder casarse hay que hacerlo con alguien sin ningún defecto, porque entonces nadie se podría casar. Pero, una cosa son los defectos (que es mejor conocerlos ya de novios) y otra, bien distinta, las incapacidades para contraer matrimonio. Es importante llegar a conocer muy bien al otro/a. Es fundamental hablar a fondo de los temas importantes de la vida, de la vida futura, de la vida presente y no tener miedo a conocer la vida pasada del otro o de la otra. No hay que dar lugar a las sorpresas. Cuando me encuentro ante un problema matrimonial, al preguntar si lo conoció antes de casarse a veces oigo como respuesta, sobre todo del chico: "no, no quise preguntar, porque era su vida y pensé que no era una cuestión mía". Sin embargo, la realidad es justo la contraria, y así tendría que haberle advertido alguien de su entorno antes de que ya sea demasiado tarde: "pero, si con el matrimonio vais a hacer de dos vidas una sola ¿cómo no va a ser cuestión tuya? No digas tonterías". El noviazgo está para conocernos, para hacer proyectos de futuro, para sopesar lo que supone el matrimonio en general y mi matrimonio con aquél o con aquella con quien me voy a casar. Es importante, desde luego, tener unos buenos fundamentos comunes pero no hay que olvidar, como le pasó a la que creyó que le bastaba con casarse con alguien con quien pudiera rezar las 3 Ave Marías de cada noche, que el matrimonio es compartir la vida no los breves minutos que duran 3 Ave Marías, o como le sucedió a la que pensó que no había problema casándose con el chico que, como ella, estaba metido en el grupo de catequesis de confirmación, porque el matrimonio es mucho más extenso que una simple hora cada de cada domingo por la mañana. Habrá que tener claro: ¿cómo soy?, ¿cómo es?, ¿qué quiero y qué quiere en la vida?, ¿qué vamos a aportar cada uno de nosotros?, ¿a qué vamos a renunciar cada uno de nosotros por amor?, ¿qué dificultades tenemos?, ¿cuáles vamos a tener?, ¿cómo las vamos a ir superando?, ¿con qué medios contamos?, etc. Planes de presente y planes de futuro, a corto, a medio y a largo plazo, porque con el matrimonio ese futuro ya será algo común, algo de los dos. Hay casos de inmadurez patológica grave que hacen a la persona que la sufre incapaz para poder asumir las obligaciones esenciales del matrimonio. Y al preguntar a la persona que demanda la nulidad de su matrimonio ¿no te diste cuenta de ello durante el noviazgo?, la respuesta casi siempre es que, de un modo u otro, algo intuyó pero se engañó. Recuerdo el caso del chico que se casó con su novia por pena (la pena no es una buena razón para ir al matrimonio, desde luego) y los casos de una dependencia excesiva respecto a la madre que hace imposible la convivencia matrimonial, como también la que fue consciente de que el otro era un ser insociable pero que le atraía (la simple atracción tampoco será un buen motivo para ir al matrimonio, si falta el necesario fundamento común). Ni la que se casó consciente de la incapacidad del otro para la buena convivencia, ni el que se casó por pena, ni el que lo hizo porque ya le tocaba, se casaron con la debida deliberación que exige una decisión tan trascendente como es la de contraer matrimonio.

También hay casos en que uno de los dos ha tenido muchas experiencias anteriores y el otro no. Hay que reconocer que será mejor saber con quién nos casamos que casarse con un misterio y descubrir el misterio cuando ya va a ser demasiado tarde. Como hemos visto no hay que pretender casarse con alguien sin defectos, pero sí hay que casarse con alguien a quien se conoce bien. El hombre es un ser que se supera, pero para superarse hay que reconocer los defectos, no ocultarlos, hay que dar a conocer la vida nuestra para luego poder construir juntos una vida común. Hablar de los temas importantes de la vida nos llevará a conocernos, a identificarnos más entre nosotros, a construir juntos nuestros planes, proyectos y, en definitiva, nuestro futuro. Hay muchos temas importantes de los que hablar, aunque a veces no se le da la importancia que requiere, tales como: Dios, la Iglesia y la religión; el matrimonio para siempre, la fidelidad, los hijos, la sexualidad, la familia, el hogar, el trabajo, la convivencia matrimonial, la familia de cada uno y las relaciones con ellos, la educación que querremos para nuestros hijos; aficiones y amistades de cada uno, relaciones sociales, etc. No será buen punto de partida que todo lo que a uno de los dos le gusta y con lo que disfruta, al otro no le guste, le de miedo o le canse; no será lógico coincidir en todo, pero tampoco en nada. También es importante disfrutar juntos en el matrimonio. Parientes No se sabe por qué pero, en muchas ocasiones, la mujer casada tira más para su familia que su marido para la suya. Me refiero a los padres y hermanos de la esposa. He conocido casos en que el marido está «muy pegado» a la familia de su mujer porque ella "ha tirado hacia ellos, sus parientes", y así han ido desarrollándose las cosas. Se ve que falta equilibrio en las relaciones con los padres de uno y otra, es decir más con los padres de ella que con los padres de él. Y si más adelante esas buenas relaciones con los parientes de ella no se mantienen con la misma fuerza, cosa que es muy posible, también sufrirá las consecuencias negativas el matrimonio, sin tener por qué. Conviene buscar el equilibrio entre las familias de los dos: en el trato, en los regalos, en la ayuda. Si el matrimonio hace de los dos una sola carne, los parientes de uno convendrá que el otro los considere como propios. Hay matrimonios en los que una parte importante del fracaso hay que atribuirlo a que "los parientes" se han metido más de lo debido en el matrimonio del hijo o de la hija. Conviene hacer lo contrario: que los hijos vivan su matrimonio, como los padres vivieron y viven el suyo. Ni siquiera para evitar que se den un golpetazo, es mejor que se den un golpe los dos juntos que para eso se han casado y son un matrimonio que, por no darse el golpe, fracase el matrimonio del hijo. Un compañero de trabajo, un señor mayor, casado, que tenía tres hijos ya casados a su vez, protestaba: "si se te casa una hija, has ganado un hijo; si se te casa un hijo, has perdido al hijo". Si esto es así, y algo de esto ya está comprobado, luego se paga porque el matrimonio no va tan bien como debería ir. También he tenido que observar lo contrario: el marido que no ve, ni decide, si no es a través de los ojos de su madre. Y han sido casos de una madre tan excesivamente protectora que ha impedido el adecuado desarrollo de la personalidad de su hijo. Y con tal inmadurez de éste, que se ha declarado la nulidad de su matrimonio por el Tribunal de la Iglesia, es decir, que nunca existió, bien porque el esposo tenía al casarse "falta de discreción de juicio acerca de los derechos y deberes esenciales del matrimonio", o porque era "incapaz para asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causas de naturaleza psíquica". Y antes de la Sentencia del Tribunal Eclesiástico, el esposo se sometió a una prueba pericial psiquiátrica o psicológica, realizando el Perito un dictamen claro sobre el trastorno de personalidad que tenía el marido cuando se casó. A veces me preguntan ¿cómo es posible que una persona, con un matrimonio declarado nulo por inmadurez patológica grave, luego se pueda casar? Cabría contestar que hay casos en que la madurez que no se tiene en un momento dado —en este caso, cuando se contrajo matrimonio— puede llegar a adquirirse más adelante. En ocasiones, un fracaso matrimonial, junto al paso del tiempo, puede hacer madurar. Que el matrimonio del hijo o de la hija sea un éxito llena de satisfacción a los padres, mucho más y por encima de las pequeñas dificultades que puedan surgir entre nosotros. Afectividad Antes, en la realidad o en las películas, era el marido el que era infiel y tenía, con carácter esporádico o permanente, una amante. Este peligro sigue en pie y por ello será muy conveniente acompañarle, siempre que se pueda, a los viajes, a las cenas. Que si alguien le recoge a la salida del trabajo, que seas tú y no la otra. Con lo de "la otra" he recordado lo que, hace años, le decía una madre experimentada a sus hijas: "hay noviazgos que duran mucho. La novia espera y espera a que el novio consiga profesionalmente lo que pretende; pero luego, cuando ya lo ha conseguido, va el novio y, aburrido de la primera, se casa con otra. Vosotras tenéis que ser despabiladas, vosotras tenéis que ser la otra".

Pero a mi despacho ya han venido varias que reconocen "yo me líe con...". Una señora me dijo: "Yo estaba triste, mi marido no me hacía ni caso, yo ya no podía más, y me líe con el perito. Ya se acabó, porque en realidad no me gusta y, además, es un hortera, pero no debí dar lugar a lo que no debió pasar. Debí cortar al principio, por mucho que me costara, cuando era capaz de cortar. Después ya me era imposible, «estaba enganchada»; la verdad es que ¡qué tonta he sido!, porque —me explicaba— qué fácil es quedar para comer rápido porque no hay tiempo, quedar para tomar una copa porque el trabajo ha sido agotador, quedar por tantos motivos, y qué fácil es liarse, casi sin darse cuenta; sobre todo si en mi matrimonio, como me estaba pasando, no tenía lo que deseaba". Me confesó, alarmada, otra: "me ha dicho mi marido: ya no voy a venir a comer a casa, porque en el trabajo como mejor y perderé menos tiempo". Le preocupaba que a su marido le pudiera parecer una pérdida de tiempo estar con ella. Como el matrimonio no se reduce a las noches, oí de un señor que había sufrido mucho durante los años que duró la convivencia de su matrimonio: "durante el día ella me machacaba y luego, por la noche, pretendía que tuviéramos relaciones íntimas como si no nos hubiera pasado nada; y yo, así, desde luego no". Pero en otro caso ella, joven y simpática, hablando de su hermana manifestó: "no sé que le pasa, por fuera parece más bien fría y seca, pero por dentro es todo lo contrario. Durante todos estos años, que lo ha pasado tan mal, ha sido como una tumba. Mira que nos veíamos cantidad de veces y podría haberme contado lo que le pasaba y, de haberlo sabido, todos le habríamos ayudado. Pero nada, ella calla que te calla, ¡qué tonta!, la verdad". Después, hablamos con confianza de la diferencia entre el matrimonio de una y otra hermana. El de la hermana había sido un verdadero desastre y el de ella iba francamente bien, estaba satisfecha del marido que había elegido y me lo presentó. Fue contándome que desde el primer día de su matrimonio se había propuesto con su marido no dejar pasar ni una sola noche, sucediera lo que sucediera durante el día, sin hacer las paces, y así lo hacían. Daba gusto oírles cuando ella me reconocía: "mira, yo ¿qué quieres que te diga?, soy cariñosa y no puedo pasar ni una noche sin un achuchón, sin un abrazo de mi marido de esos que sólo él sabe dar". Y él, también con mucha claridad, me fue detallando que había días que surgían problemas entre ellos, pero que al llegar la noche se pedían perdón. "Hay noches —me decía— que yo veo con toda claridad que la equivocada ha sido ella, o que la que no ha actuado correctamente ha sido ella; y aunque me replanteo ¿no podré haber sido yo?, no me es posible admitir que sí, porque lo veo con total evidencia". Pero entonces, mi pregunta siguiente es: "¿no le habrá dado yo algún motivo para equivocarse?", y eso sí que me es posible admitirlo. A veces me cuesta mucho pedirle perdón porque me pongo a pensar ¿pero, por qué voy a tener yo que pedirle perdón?, y es cuando reconozco que tal vez yo, sin querer, he podido dar lugar a que ella se equivocara, y le pido perdón, aunque me cueste. Y luego viene el gran abrazo. Ya sabes, —continuaba— nuestro sistema es: ¡no dejar pasar ni una sola noche sin hacer las paces!, y nos va estupendamente, concluía sonriendo y satisfecho. El matrimonio es unión de vida, el consorcio de toda la vida, tal unión que de dos vidas hace una sola. Es una unión única, no existe otra igual en este mundo, entre un hombre y una mujer. ©Rosa Corazón (extraído de su libro "Cásate y verás"). Abogada matrimonialista de Tribunales Eclesiásticos y del Tribunal de la Rota de España. Especialidad: Nulidades Matrimoniales.

El fracaso del divorcio Las estadísticas son implacables: se dispara tanto el número de divorcios como el tiempo mínimo en que acontecen. Según el último informe anual del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) sobre nulidades, separaciones y divorcios, en 2006 hubo 126.952 divorcios, con un incremento del 74,3% respecto al año anterior, en el que los divorcios fueron 64.028. El número de matrimonios rotos antes de un año de convivencia se incrementa un 330,6% respecto a 2005, y la duración media de los 145.919 matrimonios disueltos en 2006 fue de 15,1 años. En total, 145.919 matrimonios se disolvieron en 2006, un 6,5% más que en el año anterior. De todas esas rupturas, sólo 18.793 fueron separaciones. Tras la reforma de la Ley del Divorcio del 10 de julio de 2005 -y sin entrar en su valoración jurídica, en sus consecuencias en el Derecho civil matrimonial y patrimonial o en cómo afecta a las relaciones jurídicas con terceros y a la estabilidad y seguridad legal que requiere cualquier ordenamiento- destaca, por una parte, el contar la mayoría de los matrimonios rotos (51,3%) con hijos menores de edad (el 29,8% tienen un hijo y el 29,8% más de un hijo) y, por otro, el que más del 20% de los matrimonios se rompan en menos de un año de convivencia. Dos datos, la rápida quiebra de la unión conyugal y la presencia de hijos en las parejas, en los que España está a la cabeza de Europa. Y que, salvo casos de malos tratos, dolo (en ambas acepciones jurídicas, canónica y civil), error de cualidad en la persona, psicopatologías profundas (como, por ejemplo, además de las sevicias físicas o psíquicas, la doble vida, el narcisismo, la ninfomanía, el donjuanismo o la inmadurez crónica) o alguna otra alteración grave que afecte intrínseca y esencialmente la unión conyugal, reflejan un fracaso personal, familiar y social. Fracaso personal, porque cuando una mujer y un hombre declaran su mutuo amor y consentimiento ante el Estado o la Iglesia (el matrimonio canónico y, también, en forma religiosa judía, protestante o islámica, tiene efecto civil) apuestan libre y voluntariamente por entregarse y aceptarse en una comunidad estable de vida y amor, con un proyecto y una visión de futuro compartidos en el tiempo desde la recíproca y madura donación. Cada divorcio, con independencia de las circunstancias (en ocasiones dramáticas, se insiste, como en los maltratos físicos o mentales) o culpabilidades (donde la casuística jurídica es casi infinita), conlleva el dolor de un fracaso personal, tanto para cada uno de los consortes como -lo más importante- para la prole. Un dolor y, además, una señal de alerta cuando la ruptura acontece en tiempo tan breve como menos de un año en tantas parejas. Asimismo, cada divorcio representa un fracaso familiar en el que las víctimas son, siempre, los hijos y, por lo general, los cónyuges, padres, parientes y allegados. Hasta en los dolorosos casos en los que el divorcio es remedio civil necesario para garantizar la seguridad del otro cónyuge y la prole (como en los abusos y sevicias físicas o psíquicas) las secuelas afectivas y psicológicas que en un niño produce el divorcio de sus padres serán irreversibles y definitivas (drama infantil y adolescente que también atañe a las uniones more uxorio). Porque siempre el divorcio es la ruptura y separación de la madre y el padre que un niño necesita para su formación y desarrollo integral. Y el divorcio es un fracaso social porque cuando una sociedad no es capaz de tener en la institución familiar la estabilidad necesaria para garantizar su presente, entonces su futuro es incierto. No es normal que tantas parejas se divorcien al primer problema que surja en su convivencia, descubran en unos meses que no tiene sentido la relación matrimonial, pierdan la fuerza del amor para superar las dificultades externas o internas de la convivencia o no sepan valorar y asumir palabras como sacrificio, entrega, confianza y generosidad, sobre todo cuando hay hijos por medio. Y, en especial, no es lógico que tantas personas no ponderen y sean capaces de vivir las cargas y deberes de la institución matrimonial ni siquiera durante un año. O no han entendido lo que significa la palabra matrimonio o no son hábiles para un pacto tan importante como es la mutua donación en el amor que es la unión conyugal. En estas cifras da la impresión de que nuestra sociedad cosecha lo que han sembrado el materialismo, el relativismo, la incultura, la telebasura o la ausencia de criterio en una población en la que palabras como amor, lealtad, fidelidad y familia han sido vaciadas de deberes y obligaciones y metamorfoseadas en un conjunto de ilusiones egoístas de sólo derechos y autosatisfacciones. Esta cantidad de divorcios express, como se ha denominado la reforma de la Ley del Divorcio del 2005, son un fracaso personal, familiar y social de nuestra decadente cultura. O, quizá, el inicio del triunfo del amor verdadero allende la sociedad como la conocemos.

Por qué duele el amor. Una explicación sociológicafor Bernabé Sarabia La pasión amorosa es como un rayo que tanto ilumina y brilla como quema. Con mucha facilidad se goza pero también se sufre. Amar a quien engaña o no se compromete. Querer a quién nos partió el corazón y nos abandona. Regresar sólo de una fiesta o de un encuentro en el que teníamos puestas todas las esperanzas. Enamorarse y fracasar produce con demasiada frecuencia una dolorosa sensación de culpabilidad. Enseguida pensamos en nuestros fallos, nuestros problemas personales o nuestro traumas. Sin embargo, con frecuencia, como señala este volumen de Eva Illouz, Por qué duele el amor. Una explicación sociológica, no es así. La estructura social, los vectores que modelan la sociedad pueden ser los elementos desencadenantes de nuestro sufrimiento. La obra de Eva Illouz se codea con la de los mejores analistas del mundo moderno y globalizado. En mayo de 2010, Ojos de Papel publicó la recensión de su penúltima obra, La salvación del alma moderna. Terapia, emociones y la cultura de la autoayuda, un fascinante trabajo dedicado a poner en evidencia cómo el capitalismo ha propiciado el desarrollo de una cultura emocional guiada por el discurso psicoterapéutico, la cultura de la autoayuda, la publicidad y el consumo. Dos años más tarde, Eva Illouz vuelve a estas páginas en el mismo sello -ahora en colaboración con Clave intelectual- que también ha vertido al español Intimidades congeladas. Las emociones en el capitalismo (2007) y El consumo de la utopía moderna. Terapia, emociones y la cultura de la autoayuda (2009). Quedan sin traducir The culture of capitalismo, Jerusalén, 2002 y Oprah Winfrey and the glamour of misery: An essay on popular culture, Jerusalén, 2003. Con ocasión de éste, su sexto libro, sus editores han preparado una salida casi simultánea de Por qué duele el amor en las principales lenguas del planeta. (Es muy recomendable su “booktrailer”, Why love hurts?, subtitulado en castellano). Nacida en Fez (Marruecos) en 1961 en el seno de una próspera familia numerosa judía, debe emigrar a Francia a los diez años ante el creciente antisemitismo islámico. Estudia literatura y sociología en la Universidad de Paris X-Nanterre y obtuvo un master en comunicaciones en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Se doctoró en la Universidad de Pennsylvania. Su variado recorrido vital está marcado por una formación académica francesa y norteamericana en sociología, literatura y comunicación. Desde hace unos años es muy activa en la Universidad Hebrea de Jerusalén, miembro de su senado y de su cuerpo de catedráticos. En todo caso, la ya extensa obra de Eva Illouz y su intensa actividad internacional como docente y divulgadora de su pensamiento, ocupa un espacio por el que hay que transitar para entender las transformaciones que nos han llevado al siglo XXI. La base sobre la que crecen estas páginas es la consideración del amor como algo que va allá de un ideal cultural para constituirse en un sostén social del yo. Amar significa movilizar la totalidad del yo como una capacidad esencial para entrar en conexión con otras personas y mejorar la existencia propia y ajena. Al mismo tiempo que el amor, la pasión o el romance se han convertido en elementos centrales de

nuestras vidas, en algo fundamental para determinar el valor propio, se da la paradoja del enfriamiento emocional producido por la organización social de nuestros días. El amor cortés o galante que reflejan la literatura y la correspondencia del siglo XVIII y XIX es contemplado hoy si no como repulsión, sí con cierto cinismo. Lo que se ha tratado de analizar en este trabajo es precisamente esta paradoja: el amor nos conforma como seres humanos y sociales, pero al mismo tiempo los valores constitutivos de la modernidad –para algunos autores como Jameson sería mejor hablar de postmodernidad- tienden a enfriar sus efectos. La adhesión al amor se desembriaga porque valores como la libertad, la razón, la igualdad o la autonomía son elementos centrales de la modernidad. Al mismo tiempo, movimientos sociales como el feminismo trastornan los viejos ideales del amor pasión. Para armar su tesis, Eva Illouz toma en préstamo numerosos textos literarios, entrevistas y anuncios publicitarios. En unos y otros se apoya para ir tejiendo un análisis textual que pone al lector ante la idea de que todo amor está acompañado de una dosis de sufrimiento. La búsqueda de la pareja ideal se verá acompañada de fracasos. Después de una fiesta, de una salida loca o de una intensa búsqueda por Internet queda la vuelta a uno mismo con sabor a derrota. Pero aún en el caso de triunfar los tormentos no desaparecen puesto que con el tiempo comienzan a aparecer el aburrimiento, la ansiedad o la irritación. Conflictos que generan rupturas o separaciones. Tras dar por sentado el sufrimiento amoroso, de lo que se trata es de explicitarlo. Y aquí es dónde surge la visión sociológica. Desde la sociología nuestra autora rechaza los postulados psicoanalíticos. La cultura freudiana según la cual el pasado y la familia están en el origen del fracaso amoroso es un error. Las experiencias infantiles no pueden condicionar las decisiones amorosas de los adultos. No se fracasa o se sufre en el amor por inmadurez derivada de pérdidas tempranas. La psicología clínica ha extendido de distintas maneras que el fracaso amoroso se explica en función de la historia psíquica del sujeto y, por consiguiente, dentro de su esfera de control. A lo largo del siglo XX, escribe Eva Illouz, se creyó que el sufrimiento amoroso era autoinfligido y con ello la psicología clínica y toda la industria de la autoayuda se ofreció como si estuviera en su mano aliviar o curar el dolor del yo a través de su capacidad para autoconfigurarse. Ahora bien, dado que vivimos en un momento históricamente reflexivo, se puede afirmar que los fracasos de nuestra esfera privada no se deben a una falta congénita de nuestra psique sino que a los “caprichos y sufrimientos de nuestra vida emocional les dan forma ciertos órdenes institucionales. De lo que se trata es de entender y explicar el conjunto de contradicciones y tensiones culturales que estructuran la identidad y el yo. En el intento de hacer visibles los pliegues sociales que contracturan el amor, Eva Illouz recurre a una reflexión histórica en la que ha venido demostrando una especial agudeza: el proceso de modernización. En las últimas cuatro décadas se ha producido un profundo cambio en las reglas del amor. Por un lado se ha radicalizado la idea de igualdad y libertad y, por otro, se ha separado lo

emocional de la sexualidad. Al mismo tiempo el modelo económico se ha impuesto como la plantilla para configurar el yo y las emociones. De este modo, el actor de la modernidad tardía se construye en una combinación de naturaleza emocional y económica, romántica y racional. El amor aparece así teñido por unas estrategias económicas de movilidad social que transforman las maneras de buscar pareja, así como los modos de consulta y toma de decisiones acerca de los propios sentimientos. Para desglosar la relación entre el sufrimiento y el amor recorren estas páginas las grandes transformaciones psicosociológicas acaecidas. Desde la desregulación de los mercados matrimoniales a las estrategias de elección de pareja pasando por el realce del papel del amor en la construcción social del sentido del valor propio. La racionalización de la pasión y el despliegue de la imaginación romántica cierran el recorrido de la transformación moderna del amor. Este triple eje en el que se sitúan amor, sufrimiento y modernidad deja, como no podía ser de otro modo, flancos muy abiertos. Por un lado, los sufrimientos amorosos son inabarcables y no caben en estas páginas por mucho que se esfuerce su autora. Por otro, ésta se centra en las relaciones heterosexuales y, por último, se olvida de que muchas personas son felices en su matrimonio o en su celibato. En otro orden de cosas, la traducción tiene baches para el lector español. Aunque no son aspectos sustantivos en la construcción del texto, Eva Illouz trae a colación dos elementos narrativos de enorme interés por su ambivalencia y dificultad analítica: feminismo e Internet. Confesada feminista, no puede dejar de señalar el papel del feminismo en la disminución de las libertades amorosas individuales. A ese respecto recuerda situaciones ridículas u opresivas que en función de lo políticamente correcto se vienen produciendo en algunas universidades norteamericanas (la lectura de la excelente novela de John Williams, Stoner es muy ilustrativa). Se cierra este potente volumen con una reflexión que no podía faltar: Internet como lugar de cruce y encuentro amoroso. La web como arquetipo de lo que Zigmunt Bauman viene señalando desde hace dos décadas; la sociedad y sus intereses se han transformado en un mundo líquido en el que todo cambia en un proceso que se reproduce en segmentos de tiempo cada vez más cortos y fluidos. La penetrante visión de la compleja y contradictoria función del amor en el siglo XXI, el amor convertido en un ideal de nuestra cultura pero a la vez sostén social del yo, es en resumen, la línea roja que recorre estas páginas pero todo ello sin olvidar la reflexión de fondo, un análisis de la modernidad y de sus condiciones de transformación social.

FRACASO MATRIMONIAL Y PERSONALIDAD Muchos de los fracasos matrimoniales son por el drama de la despersonalización del ser humano que afecta las dimensiones psíquicas profundas del individuo, afectándole la capacidad para el compromiso y la fidelidad. Queremos ver las anomalías psíquicas que, previa a la celebración del matrimonio, hace que éste sea nulo, lo vicia desde la raíz. 1) Importancia de las actitudes: Las actitudes permiten conocer la personalidad del sujeto, ellas están compuestas de elementos de cómo se percibe la realidad (elementos cognocitivos, los afectos y emociones, y elementos conductuales o reactivos (modos de conducirse y reaccionar) que revelan la personalidad. Las actitudes no se improvisan de la noche a la mañana, no nacen por generación espontánea, tienen cierta continuidad y permiten alguna prevención y cierto pronóstico; así por ej. una actitud previa al matrimonio muy bien puede manifestarse después en claros síntomas que aunque no estuvieran presentes antes de casarse, sí se hallaban ya implícitos en la manera de ser y sentir el sujeto. Las actitudes se relacionan con los valores y estilo de vida. Alguien por ej. puede estar marcado por una actitud de refugio y huida, no es capaz de enfrentarse adultamente a los conflictos, y más bien huye de ellos mediante mecanismos inconscientes de escapismo. Esa persona se casa creyéndose libre y completamente enamorada, pero no se ha dado cuenta que, lo que le ha llevado al matrimonio es una necesidad mórbida (enfermiza) de refugio, al amparo de un cónyuge que hace el papel de padre protector o madre arropadora. Esa actitud básica ha servido de motivo decisional, pero es un motivo anómalo y patológico cuyos síntomas se pondrán en evidencia durante la misma convivencia matrimonial. La actitud es lo que hay en la persona de más estable y duradero, y gracias a ella podemos comprender las actuaciones de cada uno. En la actitud se encuentran como en potencia, como en una pequeña célula germinal, las conductas que más adelante podrá realizar el sujeto. Las actitudes ayudan a reinterpretar el pasado en función del presente o de futuro. Muchas dificultades que se presentan en la convivencia matrimnonial son síntomas de actitudes que ya existían antes del matrimonio y que pertenecen a la estructura personal del sujeto; son síntomas que se refieren a estilos de vida (actitudes) anclados en la personalidad del contrayente y que forman parte, a veces, de la estructura de la personalidad del contrayente. Esta actual dificultad, presente ahora en la convivencia matrimonial, era futura antes del matrimonio, y estaba ya activa y dinámica (aunque quizás no manifiesta) en la realidad psíquica del sujeto previa al matrimonio, y que se albergaba en sus actitudes:

2) Causas de nulidad matrimonial: Las dos causas de nulidad matrimonial que más se relacionan con los problemas de naturaleza psíquica, y que tiene mucho que ver con las actitudes previas al matrimonio, son: a. b.

La falta de discresión de juicio, y la Incapacidad para asumir las obligaciones esenciales del matrimonio (C. 1095, 2 y 3).

a.

Por discresión de juicio se entiende algo más que un simple conocimiento teórico acerca de la importancia de matrimonio; no basta con "entender" de qué se trata el matrimonio. Estamos ante un concepto en la línea de los componentes de la actitud, y que implica por lo tanto aspectos cognitivos, afectivos y conductuales. Se trata de un juicio crítico en el sentido más pleno de la palabra, y que implica un acto psíquico de plena deliberación o discernimiento conducente a la elección libre del matrimonio con esa persona determinada. No basta pues con que la persona tenga una idea clara acerca del matrimonio, sino que es necesario que posea en un nivel aceptable la necesaria capacidad de elegir libremente aquí y ahora. Una discresión de juicio así, la poseen las personas psicológicamente adultas y maduras, capaces de tomar decisiones serias en forma responsable. La incapacidad para asumir las obligaciones esenciales del matrimonio, es la otra causa frecuente que vicia el matrimonio en su raíz. Esta incapacidad significa que por problemas de tipo psicológico la persona no es capaz de cumplir las obligaciones del matrimonio. No es cuestión de más o menos buena voluntad, no es cuestión de querer; es simplemente que esa persona, por más que se empeñe o se lo proponga, no podrá realizar esa tarea o conducta matrimonial. Una persona que se casa ha de tener en su personalidad todos los requicitos psicológicos para poder ser feliz en su matrimonio, y poder construir en pareja una comunidad de vida y de amor.

b.

3) Anomalías psíquicas

Se considera anomalía psíquica, aquella dificultad psicológica, que sin que llegue a constituir necesariamente una grave patología clínica, afecte seriamente a la libre autodeterminación de los esposos en el momento del consentimiento matrimonial, o que impida la capacidad de los mismos para ejercer sus compromisos matrimoniales. Esta dificultad psicológica podrá ser en algunas ocasiones una verdadera patología de las encasilladas en los conocidos cuadros clínicos más o menos clásicos, pero otras veces, seguramente las más, se tratará de una variable anómala del psiquismo, no encasillable en un cuadro patológico, que responda a ciertos desajustes del Yo no fácilmente definibles, pero causantes de serias limitaciones en el funcionamiento de la misma personalidad. La tendencia actual en psicología es evitar el etiquetamiento de las personas en base a tal o cual diagnóstico, tal o cual anomalía, por lo difícil que es hallar la línea divisoria entre lo normal y anormal.

a.

Las anomalías psíquicas que sueles afectar a la discresión de juicio requerida para la validez de matrimonio son en general aquellas que dañan el funcionamiento de la personalidad de la siguiente manera:  Dificultan o distorsionan la autopercepción del sujeto y su autoestima.  Dificultan o distorsionan la percepción del otro.  Dificultan el desarrollo del Yo de manera que impidan el logro de un mínimo de madurez para emitir un juicio práctico dotado de sensatez y objetividad.  Dificultan o perturban una reposada deliberación, necesaria para la importante opción libre de contraer matrimonio.  Dificultan la realización de un juicio sereno, discreto, respecto a la propia pareja. Así ocurre con las anomalías sexuales.

b) Las anomalías psíquicas que afectarán a la capacidad de asumir las obligaciones esenciales del matrimonio son aquellas que:  Impidan objetivamente al sujeto cumplir con las condiciones necesarias para la fidelidad matrimonial. Y esto aunque no se trate de una dolencia perpetua o incurable, con tal que sea previa al matrimonio.  Impidan al sujeto realizar aquellas conductas que tiendan a la complementación sexual en relación a este determinado miembro de la pareja (incapacidad relativa).  Impidan la formación de una comunidad de vida y amor.

4) En el fondo de toda anomalía psíquica suficientemente grave como para llevar a viciar un matrimonio se dará alguno de estos dos criterios fundamentales: a. b.

Escasa flexibilidad por parte del sujeto para adaptarse a la realidad, es una persona con tendencia a la rigidez. Bajo grado de autocontrol. El sujeto no es capaz de utilizar estrategias adecuadas de respuesta para mantener su cohesión interna y equilibrio psíquico.

5) Anomalías más frecuentes: a.

b.

En el campo de la afectividad: Son personas con graves dificultades para proceder en forma autónoma, suelen ser dependientes, miedosas, desconfiadas, incapaces de tomar decisiones en forma serena, acomplejadas, con baja autoestima. En algunos hombres esos sentimientos de dependencia pueden compensarse con expresiones de arrogancia y prepotencia. En el campo ético-sexual. Este campo se refiere a la internalización de los valores que logra toda persona psicológicamente adulta; esa toma de conciencia afectiva y efectiva de valores y principios es la que permite la vida sana en sociedad. Cuando no se da este tipo de toma de conciencia valórica se vive de una manera más o menos desadaptada con respecto a las normas sociales y relaciones humanas. Son personas incapaces de trabajar constructivamente por los demás, amorales, irresponsables... Conductas relacionadas con actitudes de violencia, agresividad, irresponsabilidad, infidelidad, consumo excesivo de alcohol y droga, etc. Es muy difícil que estas personas logren construir una normal y feliz convivencia matrimonial.

c.

En el campo mental-dialógico...hay conductas egocéntricas. Egocentrismo no es lo mismo que egoísmo, aunque aquel pueda derivar en este. Por egocentrismo...se entiende la incapacidad para ponerse en el punto de vista del otro. Ello produce conductas cerradas, dogmáticas, más o menos fanáticas, que impiden por completo la posibilidad de un diálogo como es propio entre personas adultas, sanas. Cualquiera entiende que para la construcción de un matrimonio normal hace falta una buena dosis de capacidad de escucha, tolerencia, comprensión, empatía, flexibilidad y discusión respetuosa.

Cuando falta madurez en el terreno mental-dialógico se producen confusiones de ideas, no hay claridad para percibir las verdaderas motivaciones que llevan a tomar una decisión importante. ...Son personas que, incapaces de una visión más amplia de sí mismos y de los demás, confunden frecuentemente los sentimientos de una simple atracción con los del verdadero amor; poseen ideas falsas acerca del significado de la sexualidad y el matrimonio, son incapaces de enfrentar los conflictos de una manera positiva y resolutiva.

6) La inmadurez afectiva Es el desajuste de personalidad que con más frecuencia se da en el mundo de hoy. ... Siempre que hay grave inmadurez psicológica (personal o afectiva), se encuentra seriamente dañada la personalidad del sujeto,...por ejemplo,...hay personas que no soportan la presión cuando hay embarazo previo, y no se casan por amor, sino por la presión que no resisten... ¿Cómo describir la inmadurez afectiva o personal? Las características o rasgos descriptores de la personalidad inmadura se pueden agrupar en tres importantes categorías: a.

b.

c.

Dependencia: son personas sin suficiente autonomía, que siguen necesitando de una especie de protección infantil porque no se desligan de los vínculos primarios que otorgan seguridad; incapaces de tomar decisiones serias por propia cuanta. Se bloquean para la acción reflexiva ante el riesgo de lo nuevo o desconocido. Madurez personal significa, al contrario, que el sujeto ha sido capaz de superar el adualismo primitivo de su infancia, la fusión primaria con la madre, y es capaz de individuación. Inestabilidad afectivo-emotiva. Esta categoría se refiere a aquellas personas que se alteran con facilidad, que tienen dificultad de adaptación, y muestran inseguridad en el plano de la sexualidad, personas que reprimen la expresión de su afectividad y sentimientos, rígidas, que carecen de tolerancia a la frustración y a las situaciones ambiguas que frecuentemente presenta la vida. Al contrario, la persona suficientemente madura (nadie es del todo persona madura) posee buen nivel de adaptación a sí mismo y a las circunstancias, conservando el sentido crítico y sin caer en fáciles conformismos; es capaz de integrar y asumir el pasado sin perder de vista el presente ni la construcción del futuro. El matrimonio, como toda seria vocación, es una apuesta hacia el futuro, apuesta que no es capaz de jugar la persona afectivamente inestable. Egocentrismo: como veíamos más arriba es la incapacidad de mirar desde el punto de vista del otro, y por lo tanto, incapacita al sujeto para el diálogo y la construcción de una vida en pareja. La persona egocéntrica será incapaz para la entrega y el don de sí misma. ¿Cómo podrá construir esa comunidad de vida y amor que es por definición el matrimonio? Egocéntrica es la persona cerrada a cualquier criterio u opinión que suponga algún cambio de perspectiva en su propia cosmovisión. La persona psicológicamente adulta ha superado los antiguos narcisismos egocéntricos de la infancia, y por eso es capaz de asumir compromisos responsables de cara a los demás; compromisos adultos que brotan de la capacidad de amar y son síntoma de la propia libertad del sujeto: persona libre para amar.

6) Concecuencias para la patoral: a. b.

Es bueno ayudar a los jóvenes a que hagan un buen discernimiento, que sea serio, antes de dar el paso al matrimonio. Superar los mitos y falsas creencias. Todavía hay jóvenes que se acercan al matrimonio motivados por mitos y falsas creencias en torno a la sexualidad y al mismo matrimonio:

 Tengo que casarme con él/ella porque ya tuvimos relaciones sexuales.  Es cierto que mi novio/a tiene algunas costumbres que hacen difícil la convivencia, pero cuando nos casemos todo eso se superará.  Tenemos que casarnos antes de que el embarzo se note, para no dar un disgusto tan grande a mi familia; etc.etc. No hace falta ser muy psicólogo para darse cuenta de que quienes así piensan van al fracaso casi seguro en su matrimonio. Mediante un

discernimiento más serio esos matrimonios podrían evitarse. a. b.

¿Qué hacer? Formar personas adultas. Que vivan el Evangelio en todos los aspectos de su vida. Educar en valores, con una educación integral y cristocéntrica. La mejor preparación al matrimonio es la que se va haciendo desde la infancia, a través de los valores modélicos vividos en la propia familia. Ayudar a formar la conciencia. ¿Qué haría Cristo en mi lugar?

EXISTE EL AMOR VERDADERO

Nadie duda de la verdad que hay en el amor de una madre por su hijo. Pero, ¿y en el amor de pareja? ¿Es cierto eso de que el amor solo dura dos años? ¿Confundimos amor romántico con amor verdadero? ¿Amamos por necesidad o hay un amor pleno y generoso que lo entrega todo sin obtener nada a cambio? ¿Queda algo cuando apartamos el sexo? Manuel Vicent (Castellón, España, 1936) escribe en su novela Cuerpos Sucesivos (Alfaguara, 2003): El amor no tiene nada que ver con la reproducción. Es una conjunción espiritual, que se alimenta de imaginación, sueños, viajes, huidas, aventuras, renovaciones, fantasías, palabras, palabras, palabras. El alma solo es un hálito. La muerte del amor es la costumbre, el tedio, la hermandad de las carnes, la falta de imaginación. También hay que bajar con el amor al pozo del sexo, pero el sexo solo es un calambre si no se le dota de misterio, de oscuridad, de la pulsión de la muerte. Pero el mismo autor, cinco años antes, en la transcripción que el periodista Ángel S. Harguindey hizo de sus charlas con el escritor castellonense y con el guionista de cine Rafael Azcona, y que con el título Memorias de sobremesa publicó EL PAÍS-Aguilar en 1998, cuando salió el tema de amor lo despachó con bastante cinismo diciendo que al fin y al cabo era algo que se habían inventado los juglares de la edad media. Sirva esto de ejemplo y de advertencia: los poetas, en su mayoría, no son de fiar si queremos certificar la existencia o la falsedad del amor verdadero. La intensidad con que estos artistas viven el amor (y el desamor) permite que disfrutemos de la belleza de su obra, pero los descalifica como proveedores de una información medianamente objetiva. Otro dato: el desencanto acaba siendo el motor de la obra de la mayoría de los autores modernos. Quien solo se guíe por lo escrito por ellos acabará deduciendo —de forma casi invariable— que el amor es una gran mentira. Qué dicen los filósofos Más confianza nos merecen los filósofos. André Comte-Sponville (París 1952) en su ensayo Ni el sexo ni la muerte(Paidos, octubre 2012) nos ofrece —desmenuzándolas y haciéndolas más fácil de digerir— las ideas que sobre el amor desarrollaron Platón, Schopenhauer y Spinoza. Se remonta Comte-Sponville a la antigua Grecia para profundizar en El banquete de Platón donde se contraponen, entre otros, los discursos de Aristófanes y de Sócrates, que son utilizados en la obra clásica como personajes de ficción: Aristófanes describe el amor tal y como nos gustaría que fuera: el amor tal como lo soñamos, el gran amor, ―el amor con A mayúscula‖, como decimos a los dieciséis años. (…) Mientras que Sócrates describe el amor no como le gustaría que fuese, sino tal como es. Abocado siempre a la falta, a la incompletud, a la búsqueda, y entregándonos por ello a la infelicidad o a la religión. (…) Ambos discursos son interesantes: el de Aristófanes porque nos ilumina sobre nuestras ilusiones amorosas; y el de Sócrates porque nos esclarece sobre nuestras desilusiones amorosas y con ello, también sobre la verdad del amor. (Pág. 35) Gracias al discurso de Sócrates (que tiene su base en lo revelado por Diótima, una experta en el tema) se llega a lo que Comte-Sponville llama la fórmula mágica de Platón: Amor=Deseo=Falta Es decir: ―el amor ama aquello de lo que está falto y no posee‖. El filósofo francés acaba por esta vía conectando con la famosa frase de Schopenhauer, el pensador alemán,: ―La vida oscila, pues, como un péndulo

entre el sufrimiento y el tedio‖. De este modo llega a la pesimista conclusión de que se ama lo que no tenemos y que cuando lo conseguimos nos aburrimos de tenerlo. Y que solo se ama de nuevo cuando nos lo quitan. A Compte-Sponville se le ve el plumero y se nota —leyéndolo entre líneas— que está bastante de acuerdo con esta idea sobre el amor. Pero el filósofo francés es honesto y por eso nos ilustra también sobre la teoría de Spinoza acerca del amor, bastante más esperanzadora: Según Spinoza, ―el amor es una alegría que acompaña a la idea de una causa exterior‖. Spinoza estaría de acuerdo con Platón en que el amor es deseo; pero seguramente no lo estaría en que el deseo es falta. Para Spinoza ―el deseo es la esencia misma del hombre‖: es la fuerza en cada uno que nos mueve y nos conmueve, y esa fuerza es nosotros mismos en cuenta que tendemos a perseverar en nuestro ser, y en cuanto que nos esforzamos por existir lo más y lo mejor posible. La alegría determina el aumento o el éxito de esa fuerza (es el sentimiento de existir más y mejor); la tristeza, su fracaso o su disminución. Es decir, que el deseo no es falta (―una privación no es nada‖), sino potencia; ―potencia de existir y de actuar‖, como afirma Spinoza, y por lo tanto también es potencia de gozar y de alegrarse, goce y alegría en potencia. (Pág. 62) En Spinoza —según Comte-Sponville y recuperando la bella idea de Aristóteles— el amor es alegría y por eso su teoría llega donde no llegaban Platón y Schopenhauer, a explicar el amor matrimonial, la felicidad del que ama lo que tiene, del que desea lo que no le falta. El autor de Ni el sexo ni la muerte termina clasificando —el libro pretende además ser entretenido— las declaraciones de amor. ―Me alegra la idea de que existas‖ sería spinozista por desinteresada; y ―Te quiero‖, ―Te echo de menos‖ o ―Te necesito‖ serían platónicas por el hecho de llevar implícito el anhelo de recibir algo a cambio. La primera es la más deseable, pero también y curiosamente la menos utilizada. Las ideas de los filósofos nos ayudan a aclarar nuestras dudas, pero no terminan, a mi juicio, de responder a la pregunta que da título a este texto.

André Comte-Sponville

La nueva sociología entra en el asunto El año pasado se tradujo al castellano (por María Victoria Rodil) Por qué duele el amor (Katz, 2012), el ensayo de la socióloga Eva Illouz (Marruecos, 1961). En la primera parte de su libro la autora compara la premodernidad (siglo XIX y principios del XX) y la modernidad (segunda mitad del siglo XX hasta hoy) en lo que se refiere al significado cultural y social del amor. Para ilustrar los contrastes utiliza las novelas de autoras como Jane Austen o Edith Wharton. Estas escritoras sí reflejaron con consistencia y fidelidad la época que les tocó vivir, finales del siglo XVIII y el siglo XIX. Con extractos de libros como Sentido y sensibilidad u Orgullo y prejuicio, de la primera, y La edad de la inocencia, de la segunda, Illouz nos muestra cómo eran los comportamientos y las formas de pensar y vivir el sentimiento amoroso en la época premoderna. No es necesario ser un experto en el asunto para constatar que estas maneras de actuar no tienen nada que ver con lo que ocurre hoy en día. El objetivo que se marca la autora originaria de Marruecos no es comprobar la autenticidad del amor, sino explicar por qué en la actualidad lo que entendemos por amor se vive y se piensa de una forma diferente. Pero su trabajo es tan detallado y tan completo que nos va a permitir dar una respuesta al interrogante con que hemos encabezado este escrito.

―El amor se representa hace tiempo ya como una experiencia que supera y excede la voluntad, una fuerza irresistible que no se puede controlar‖, comienza diciendo Eva Illouz al principio del capítulo dos. Se refiere la autora a lo que hoy entendemos de forma general por amor. Pero esto no siempre ha sido así. En el siglo XIX el cortejo amoroso se inscribía dentro de unas reglas morales y sociales que aunque hoy las podamos ver como anticuadas ordenaban las relaciones y propiciaban que todos supieran lo que estaba permitido y lo que no. En la época premoderna el amor estaba sujeto a unas normas de conducta y eso lo mantenía bajo control. Illouz pone numerosos ejemplos: Elinor Dashwood, heroina de Sentido y sensibilidad (1811), está enamorada de Edward Farrars. Sin embargo, una vez que se ha enamorado de él, descubre que está comprometido en secreto con otra mujer, llamada Lucy. Más adelante, cuando le dicen que Edward no ha roto su compromiso con Lucy (o sea, que está por casarse), se regocija por la entereza moral de su amado, porque incumplir las promesas que le hizo a la otra mujer lo habría transformado en un hombre moralmente indigno. Resulta evidente que la lealtad de Elinor a sus principios morales tiene prioridad sobre el amor que siente por Edward, del mismo modo que el compromiso de Edward con Lucy debe tener prioridad sobre lo que él siente por Elinor. Ahora bien, los personajes de Austen no se comportan como si existiera un conflicto entre su sentido del deber moral y sus pasiones. De hecho, no existe tal conflicto en su conducta ―porque toda la personalidad se encuentra integrada‖ (*). En otras palabras, es imposible separar lo moral de lo emocional, porque la dimensión moral es la que organiza la vida emocional, que por lo tanto también reviste aquí una dimensión pública. (Pág. 40) (*) O. J. Cockshut, Man and Woman: A Study of Love and the Novel, 1740 – 1940, Oxford University Press, 1978, page 67. Las heroínas de Austen —continua Illouz— no solo gozan de un control de sí mismas inexplicable desde una perspectiva moderna, sino que también presentan un extraño (a nuestros ojos) desapego frente a la necesidad de ser ―validadas‖ por sus pretendientes. Estas características que tanto nos llaman la atención en la actualidad se explican según la autora gracias al carácter de esas mujeres del siglo XIX, a la capacidad —en palabras de Illouz— de dejar entre paréntesis los deseos personales y procurar que se ponga en acto de modo intachable los principios morales, tanto en los asuntos amorosos como en otras cuestiones. Lo importante no es la originalidad del yo ni su naturaleza única, —termina la socióloga— sino la capacidad de exhibir virtudes públicamente reconocibles y comprobadas. Este respeto a las normas y a las virtudes públicas, desde nuestra sociedad moderna, nos parece excesivo, pero la verdad es que permitía que la relación amorosa ocupara su sitio y no se confundiera con otros asuntos como el sexo, la simpatía o la autoestima que es lo que ocurre hoy. Es importante dejar claro, además, que el hecho de que el amor en la época premoderna estuviera tan sujeto a las reglas sociales y morales no restaba un ápice de intensidad a dicho sentimiento. Eva Illouz no pretende —yo aun menos— hacer creer que la relación entre hombres y mujeres de hace más de un siglo era mejor que la actual. Con su trabajo quiere dejar constancia de cómo el amor (o lo que hoy se entiende por ello) ha evolucionado y los malos entendidos y confusiones que esos cambios han traído consigo.

Eva Illouz

El nuevo significado del amor Eva Illouz, socióloga de orientación marxista, hace una curiosa pero ilustrativa y, a mi modo de entender, válida equiparación entre los cambios sufridos por las relaciones amorosas y los que ha vivido el sistema capitalista en el siglo pasado. Una transformación parecida a la experimentada por el capitalismo, que se separó de la sociedad y de su contexto moral y normativo pasando a organizarse en mercados liberalizados, le ocurrió a las relaciones de pareja. En palabras de Illouz: ―aquello que conocemos como el ‗triunfo‘ del amor romántico en las relaciones entre hombre y mujeres consistió principalmente en un proceso que separó las relaciones amorosas individuales de su contexto moral y social para permitir el surgimiento de un mercado matrimonial autoregulado‖. Lo que la modernidad ha traído es la relajación de las normas morales y sociales que sujetaban el amor y la mayoría de actividades en sociedad. En palabras de Illouz: ―Al disminuir los recursos morales y el conjunto de restricciones sociales que configuraban las maniobras del sujeto en su entorno social, la estructura de la modernidad nos expone a nuestra propia estructura psíquica, lo que provoca que la psiquis moderna quede en un estado de vulnerabilidad‖. Esa debilidad se manifiesta en que estemos expuestos al influjo de cualquier moda que los medios de comunicación, la publicidad, el cine y la literatura nos quiera imponer. Todas estas influencias han conseguido que en nuestras mentes cambie lo que entendemos por amor. La modernidad ha impuesto dos nuevos criterios —sirvan como ejemplos— para la elección de pareja: la compatibilidad psicológica y el atractivo sexual. Ninguno de ellos era importante en la época anterior, la caracterizada por una relación amorosa basada en el carácter. El primero busca algo tan complejo como que dos personas (diferentes psicológicamente por esencia) se entiendan a la perfección y, lo más difícil, lo hagan durante toda una vida. El segundo pretende que el cuerpo se mantenga intacto, o sufra mínimas variaciones. Este objetivo no es difícil, es imposible. El hecho de esperar demasiado (tener unas expectativas demasiado elevadas, que es a lo que nos lleva el nuevo concepto del amor) es una de las razones de tanto fracaso matrimonial como estamos viendo en las últimas décadas. El que la sensualidad sea un criterio importante, si no fundamental, para la elección de pareja tiene —entre otras— dos consecuencias muy serias: 1.- Legitima la sexualidad por sí misma, despegada de las emociones, y esto supone —además de otras consecuencias positivas— una mayor dificultad en la interpretación de los sentimientos. 2.- Hace que a diferencia de aquel tiempo que describe Austen, donde la elección se basaba en

criterios previamente establecidos, el proceso de enamorarse se torne puramente subjetivo (el sex appeal, la ―química‖…) y por lo tanto inconsistente. El atractivo físico siempre ha sido importante entre las personas, pero en épocas anteriores estaba más basado en la belleza que en la sensualidad. Y la simpatía, que hoy es tan primordial, en tiempos pasados no tenía tanto peso como los valores y principios morales de la persona. Por ello hoy es habitual que se piense que el amor se ha acabado cuando alguno de esos pilares en los que se fundamentó la elección de la pareja se deteriora o se cae.

Jane Austen

La respuesta Todos estos cambios de criterio que la modernidad nos ha traído han derivado en una alteración del concepto de amor. Hoy —debido a que por norma general se ha elegido basándose en criterios equivocados— se tiende a confundir el amor con el enamoramiento de los primeros años. Por ello a la pregunta de si existe el amor verdadero debemos responder que sí. Sí, pero siempre que para juzgar utilicemos criterios reales y no los que la modernidad nos han impuesto. Si al sentimiento que llamamos amor se le somete a una prueba de stress para determinar su autenticidad y se le exige ser una sensación que nos mantenga en estado de plena excitación física y mental durante más de 30 años; si esa emoción debe llevarnos a pensar de forma continua que la vida es maravillosa y que la persona amada es la mejor que hay sobre la tierra, entonces deberemos responder que no, que ese amor no existe. Pero si por amor entendemos el sentimiento de cariño y cercanía que lejos de ser un fin en sí mismo nos ayuda a sacar lo mejor que hay dentro de nosotros mismos para hacer feliz a la otra persona y de ese modo dar sentido a nuestra vida, si esos son los parámetros para juzgar y además estamos con la persona correcta —no nos olvidemos de ese dato— entonces la respuesta es sí, el amor verdadero existe. Hace poco, mientras celebraba su 50 aniversario de boda, una mujer feliz me dijo que el secreto de su éxito se basaba en que cuando era soltera siempre buscó al ―buen padre de sus hijos‖, los que entonces aún no tenía. Ante mi primer desengaño amoroso mi madre me dijo: ―No te preocupes, lo que te ocurre es que te hasenamorado del amor. Se te pasará‖. Y hace más de 30 años, en una mala novela, leí una frase. Una secretaria le decía a su jefe: ―Nuestro amor es imposible porque si tú dejaras a tu mujer y a tus hijos para unirte a mí, incluso si solo le fueras infiel conmigo, dejarías de ser el hombre del que estoy enamorada‖. Estas tres frases que en su día no tuvieron mucha importancia para mí, ahora cobran una relevancia especial. El ensayo de Eva Illouz se abre con esta cita:

Léame la virgen inflamada en presencia de su prometido, y el sencillo adolescente que sufre por vez primera las angustias amorosas. Quiero que algún joven, herido por la misma flecha que yo llevo clavada, reconozca, leyéndome, las señales del fuego que lo consume, y tras larga admiración exclame: ―¿Por dónde este poeta ha penetrado y descubierto mis ocultos dolores? Ovidio, Amores Como comentaba al comienzo de este artículo, la obra de los poetas no ayuda mucho a saber qué es de verdad el amor. Pero, ¿hay mejor consuelo ante el mal de amores?¿Hay algo más bello?

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Fuentes: Ni el sexo ni la muerte. Tres ensayos sobre el amor y la sexualidad de André Comte-Sponville (Paidos, octubre 2012). Por qué duele el amor de Eva Illouz (Katz, 2012). Wikipedia.