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Los manuscritos siríacos: una mirada a las primeras traducciones bíblicas Reproducir

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En 1892, las hermanas gemelas Agnes Smith Lewis y Margaret Dunlop Gibson cruzaron el desierto en camello para llegar al monasterio de Santa Catalina, a los pies del monte Sinaí. El viaje duró nueve días. ¿Por qué decidieron dos mujeres de casi 50 años hacer semejante travesía en una época en la que viajar por el Oriente Medio era tan peligroso? La respuesta le ayudará a fortalecer su confianza en la exactitud de la Biblia.

Agnes Smith Lewis y el monasterio de Santa Catalina JUSTO antes de regresar al cielo, Jesús mandó a sus discípulos que hablaran de él “en Jerusalén [...,] en toda Judea, y en Samaria, y hasta la parte más distante de la tierra” (Hechos 1:8). Los discípulos de Jesús se tomaron muy en serio su comisión y la efectuaron con valor. Sin embargo, en Jerusalén se les persiguió y hasta se ejecutó a uno de ellos, Esteban. Muchos huyeron a una de las ciudades más grandes del Imperio romano: Antioquía (Siria), que estaba situada a unos 550 kilómetros (350 millas) al norte de Jerusalén (Hechos 11:19). En Antioquía, los cristianos continuaron hablando de Jesús y un buen número de personas no judías se hicieron creyentes (Hechos 11:20, 21). Aunque en esta ciudad se hablaba griego, en el resto de Siria la gente hablaba siríaco.

LAS ESCRITURAS SE TRADUCEN AL SIRÍACO En el siglo II creció tanto la cantidad de cristianos de habla siríaca que fue necesario traducir las Escrituras a ese idioma. Así pues, parece que el primer idioma al que se tradujeron algunos fragmentos de las Escrituras Griegas Cristianas no fue el latín, sino el siríaco. Cerca del año 170, el escritor sirio Taciano (c.120-c.173) combinó en un solo relato los cuatro Evangelios que se aceptaban como inspirados. Su relato llegó a conocerse como el Diatesarón, palabra griega que significa “por [los] cuatro [Evangelios]”, y al parecer fue escrito en griego o siríaco. En el siglo IV, Efrén de Siria (c.310-c.373) escribió un comentario sobre el Diatesarón, lo cual confirma que los cristianos sirios estaban bien familiarizados con dicha obra. ¿Por qué es tan importante el Diatesarón en nuestros días? Bueno, en el siglo XIX algunos biblistas decían que los Evangelios no podían ser auténticos, pues según ellos se escribieron en el siglo II, entre los años 130 y 170, mucho después de la muerte de Jesús. Sin embargo, los manuscritos del Diatesarón que se han hallado desde entonces han demostrado que para esa época los libros de Mateo, Marcos, Lucas y Juan ya eran muy conocidos. De modo que tuvieron que haberse escrito antes. El Diatesarón también demostró que los evangelios apócrifos no se consideraban confiables, pues Taciano prefirió basar su obra en los cuatro Evangelios.

La Peshitta siríaca del Pentateuco, del año 464, es el segundo manuscrito fechado más antiguo del texto bíblico Para principios del siglo V, en todo el norte de Mesopotamia se usaba una traducción de la Biblia en siríaco. Es probable que se realizara entre los siglos II y III. Tenía todos los libros de la Biblia menos 2 Pedro, 2 y 3 Juan, Judas y Revelación (Apocalipsis). Esta versión se conoce como la Peshitta, que significa “simple” o “clara”, y

es uno de los ejemplos más antiguos e importantes de cómo se transmitió el texto bíblico en aquella época. Cabe notar que uno de los manuscritos de la Peshitta tiene anotada una fecha que corresponde a los años 459 o 460, lo cual lo convierte en el manuscrito bíblico fechado más antiguo. Alrededor del 508 se hizo una revisión de la Peshitta y se incluyeron los cinco libros que le faltaban. Esta versión llegó a conocerse como la Versión Filoxeniana.

SE DESCUBREN OTROS MANUSCRITOS SIRÍACOS Hasta el siglo XIX, casi todos los textos griegos conocidos de las Escrituras Griegas Cristianas eran del siglo V o posteriores. Por esta razón, los biblistas estaban especialmente interesados en versiones tan antiguas como la Vulgata latina y la Peshitta siríaca. En aquel entonces, algunos pensaban que la Peshitta era la revisión de un manuscrito siríaco más antiguo, pero no sabían de cuál. El hallazgo de ese manuscrito sería de valor incalculable para los biblistas, pues les permitiría comprender mejor cómo se realizaron las primeras traducciones de la Biblia al siríaco, que como vimos comenzaron en el siglo II. Pero ¿realmente existía ese manuscrito? ¿Lo encontrarían?

El Sinaítico Siríaco. En el margen puede verse el texto de los Evangelios casi borrado

¡Claro que sí! De hecho, se descubrieron dos. El primero de estos valiosísimos manuscritos es del siglo V. Estaba entre un gran número de manuscritos en siríaco que el Museo Británico le había comprado en 1842 a un monasterio del desierto de Nitria (Egipto). Se le llamó el Siríaco Curetoniano porque fue descubierto y publicado por William Cureton, asistente del conservador de manuscritos del museo. Contenía los cuatro Evangelios en el siguiente orden: Mateo, Marcos, Juan y Lucas. El segundo manuscrito que ha sobrevivido hasta nuestros días es el Sinaítico Siríaco, y su descubrimiento está relacionado con la historia de las gemelas que abre este artículo. Agnes no tenía título universitario, pero sabía ocho idiomas, entre ellos el siríaco. En 1892 descubrió algo asombroso en el monasterio de Santa Catalina en Egipto. En un oscuro armario halló un manuscrito siríaco. Ella misma dijo que “tenía muy mala apariencia; estaba muy sucio y las páginas estaban casi pegadas, pues no se había abierto” en siglos. Se trataba de un palimpsesto, es decir, un manuscrito al cual se le borra el texto original para escribir otro encima.* En este caso, el texto de encima estaba en siríaco y hablaba de mujeres santas. Pero Agnes alcanzó a ver en la parte superior de las páginas algunas palabras del texto original, entre ellas las frases “de Mateo”, “de Marcos” y “de Lucas”. Lo que tenía en las manos era un códice siríaco casi completo de los Evangelios. Los biblistas piensan que fue escrito a finales del siglo IV. El Sinaítico Siríaco es uno de los manuscritos bíblicos más importantes que se han hallado, junto con manuscritos griegos como el Códice Sinaítico y el Códice Vaticano. Se cree que tanto el Siríaco Curetoniano como el Sinaítico Siríaco son copias de los antiguos Evangelios en siríaco de finales del siglo II o principios del III.

LA PALABRA DE DIOS DURARÁ PARA SIEMPRE ¿Pueden ayudar estos manuscritos a quienes estudian la Biblia hoy? Por supuesto. Tomemos por ejemplo la llamada conclusión larga del Evangelio de Marcos, que en algunas Biblias se encuentra después de Marcos 16:8. Aunque documentos como el Códice Alejandrino del siglo V y la Vulgata latina la incluyen, dos de los manuscritos griegos más respetados —el Códice Sinaítico y el Códice Vaticano— solo llegan hasta Marcos 16:8. El Sinaítico Siríaco tampoco tiene la conclusión larga, una prueba más de que no es parte del Evangelio de Marcos, sino que se añadió posteriormente. Veamos otro ejemplo. En el siglo XIX, casi todas las traducciones bíblicas añadían en 1 Juan 5:7 una frase que apoya la Trinidad. Sin embargo, la frase no aparece en los manuscritos griegos más antiguos ni tampoco en la Peshitta. Esto demuestra que se trataba de una alteración al texto original de la Biblia. No hay duda de que Jehová Dios ha protegido las Santas Escrituras, tal como prometió. En la propia Biblia hallamos esta garantía: “La hierba verde se ha secado, la flor se ha marchitado; pero en cuanto a la palabra de nuestro Dios, durará hasta tiempo indefinido” (Isaías 40:8; 1 Pedro 1:25). Los antiguos manuscritos siríacos han desempeñado un modesto pero importante papel en transmitir con exactitud el mensaje de la Biblia.

¿Qué es el siríaco?

Se trata de un dialecto del arameo, uno de los idiomas oficiales del Imperio persa. Se hablaba en el norte de Mesopotamia y en los alrededores de la antigua Antioquía, donde muchos se hicieron cristianos en el siglo I. El siríaco escrito se hizo común en el siglo II o III.

SIRÍACA, LITERATURA

Literatura siríaca es el nombre de la literatura de la lengua designada "siríaco" o "sirio" ("arameo" en el Antiguo Testamento; 2 Reyes 18:26; Daniel 2:4; Esdras 4:7) y que es de gran importancia en la historia del cristianismo, aunque no tanto por su contenido sobre la Biblia y su exégesis como por el alto valor de la literatura cristiana que contiene. Esta definición es válida tanto para las obras originalmente escritas en siríaco por autores nativos, como para las obras que fueron primero compuestas en otras lenguas, pero que ahora, habiéndose perdido sus textos originales, han sido preservadas sólo en traducciones sirias. De este último tipo es suficiente aludir al descubrimiento de los antiguos evangelios siríacos de Sinaí, a las Odas de Salomón, o a la lista de "antiguas versiones siríacas de la primera literatura cristiana griega" dada por Harnack (Litteratur, i. 885-886).             

Divisiones de la literatura siríaca Obras generales sobre literatura siríaca Escritos judeo-paganos Biblia y apócrifos Literatura cristiana nativa Literatura teológica bajo influencia griega Surgimiento de la historia bajo el islam Período de declive Escritos recolectados y variados Obras sobre filosofía y ciencia Literatura traducida Literatura jurídica Tratados históricos

Evangelios siríacos. Comienzo del evangelio de Mateo Viena, ÖNB, Cod. syr. 1 Divisiones de la literatura siríaca. La literatura siríaca se puede dividir (1) desde el punto de vista religioso en (a) pagana, (b) judía y (c) cristiana. (2) Cronológicamente abarca desde el comienzo de la era cristiana, o, si se incluyen los descubrimientos arameos de papiros en Egipto, desde el siglo quinto a. C. hasta la Edad Media; mientras que en el siglo XIX surgió una moderna literatura siríaca, principalmente por la intervención de la Misión Americana en Urumiah. (3) Geográficamente la literatura abarca desde la frontera meridional de Egipto y la orilla del Mediterráneo a lo largo de Mesopotamia hasta la India (Kottayam en Malabar), Turquestán (Semiryeshchie) y China (Singan-fu). (4) En extensión y contenido la literatura siríaca es suficientemente rica para estimular el celo del erudito, sin ser tan enorme como para hacerle desesperar, como es el caso, por ejemplo, de la árabe. El Corpus Scriptorum Christianorum Orientalium (París, 1903 y sgg.) contiene 125

partes para la sección siríaca, más que cualquier otra rama; un solo editor, Paul Bedjan, publicó más de 30 volúmenes, principalmente inéditos y Paul de Lagardecomenzó una Bibliotheca Syriaca (Gotinga, 1802). Obras generales sobre literatura siríaca. Aunque principalmente teológica, la literatura siríaca abarca todas las ramas de la ciencia histórica, geográfica, filológica, médica, jurisprudencia y astronómica e incluso contiene ejemplos de novela. Eusebio, en diversos lugares en su Hist. eccl., como Jerónimo y Genadio en su De vir. ill., mencionan algunos escritores siríacos que ya habían sido conocidos en el oeste, pero la obra principal de esta clase es el "Catálogo" elaborado por Ebed Jesu, (del que se encontrarán detalles sobre la edición de J. S. Assemani). Escritos judeo-paganos. Una fuente judeo-pagana ha de buscarse probablemente en el relato de Ahikar el Sabio, un fragmento del cual se ha hallado en uno de los papiros armenios de la Biblioteca Real en Berlín, mientras que la versión completa se hizo accesible por F. C. Conybeare, J. R. Harris y A. S. Lewis en su Story of Ahikar from the Syriac, Arabic, Armenian, Ethiopic, Greek, and Slavonic Versions (Londres, 1898; cf. BrL, p. 5; F. Nau, Histoire et sagesse d'Ahikar l'Assyrien, París, 1909); Mara bar Serapión, quien, en una carta a su hijo (y editada primero por Cureton, en su Spicilegium Syriacum, Londres, 1855), hace del rey sabio de los judíos (es decir, Cristo) el igual a Sócrates y Pitágoras, fue probablemente un pagano, no un cristiano (cf. Harnack, Litteratur, i. 763, ii. 701; E. Renan, in JA, IV, xix. 328; F. Schulthess, en ZDMG, li. 365-391). Biblia y apócrifos. Los comienzos de la versión siríaca de la Biblia proceden probablemente de judíos sirios. A la literatura cristiana o a la gnóstica, más que a la apócrifa o incluso judía, pertenecen las Odas de Salomón, que fueron editadas primero por J. R. Harris (Cambridge, 1909), quien también publicó An Early Christian Psalter (Londres, 1909; cf. A. Harnack y J. Flemming, Ein judisch-christliches Psalmbuch aus dem ersten Jahrhundert, Leipzig, 1910). Entre los apócrifos del Nuevo Testamento atraen el interés los Hechos de Tomás, que parecen ser de origen siríaco y pertenecen a la escuela de Bardesanes. Son también notables al contener el célebre "Himno del alma". Hay considerable duda sobre si la lengua original del "Libro de las leyes de los países", que también pertenece a la escuela de Bardesanes, fue la griega, como mantuvo F. Schulthess, o la siríaca, como T. Noldeke sostiene. A. S. Lewis y H. K. H. von Soden sostienen que el Diatessaron de Tacianoexistió no solo en siríaco, sino también en griego y que la influencia de Taciano y su obra fue extremadamente grande sobre el texto del Nuevo Testamento. Literatura cristiana nativa. Salvo esos pocos restos que tienen un origen pagano, judío o gnóstico, de los cuales se pueden añadir fragmentos dispersos de literatura maniquea, la literatura siríaca es casi enteramente cristiana y en su mayor parte eclesiástica y teológica.

Los principales centros fueron Edesa y Nisibis, siendo al principio la literatura puramente nacional, aunque posteriormente cayó bajo la influencia de la Iglesia griega, viéndose finalmente obligada a luchar contra la dominación árabe. Los principales representantes de la etapa original de la literatura siríaca son Afraates y Efrén Sirio. Sucesores menores e imitadores de Efrén fueron Cirilona (c. 396) y Balai (c. 420). Literatura teológica bajo influencia griega. Para el segundo período de la literatura siríaca, el de la influencia griega, una referencia es la obra de F. C. Burkitt Early Eastern Christianity, y la de J. Tixeront Théologie de langue syriaque au iv siècle" (Histoire des dogmes, volumen ii, chap., vii, París, 1909). Aquí las figuras más prominentes son Rábula de Edesa, Isaac de Antioquía y Barsauma de Nisibis (c. 485). El tratado de Isaac De Perfectione Religiosa fue editado por P. Bedjan, París, 1908; mientras que las cartas de Barsauma al catholicos Acacio las publicó P. Braun (en Actes du x congres international des orientalistes, iii. 83-101, Leiden, 1896) y un himno atribuido a él (aunque otros lo atribuyen a Mar Juan) lo proporcionó A. J. Maclean en East Syrian Daily Offices, p. 226 (Londres, 1894). La importancia literaria de Narsés el Grande está atestiguada tanto por su nombre como por la publicación de Sancti Nersetis Preces xxxiii linguis editor (Venecia, 1862). A las obras de Feldmann, Martin, Sachau y Weil listadas en BrGr, p. 135, se puede aludir a V. Grabowski, Die Geschichte Josefs von Mar Norses I. (Leipzig, 1889). El quinto volumen de Homiliæ Selectæ de Jacobo de Sarug fue editado por P. Bedjan (París, 1910), conteniendo la parte de las homilías cxlvii-cxcv, de las cuales sólo una había sido previamente editada. Filoxeno de Mabug, a quien Brockelmann llama "el más grande escritor en prosa de Siria" ha recibido estudio adicional. La edición de sus Discourses por E. A. W. Budge (Londres, 1894) ha sido discutida en una crítica rusa por A. Spassky, en Bogoslavsky Vettnik, Oct., 1896, páginas 143-149; mientras que la edición de A. A. Vaschalde de ciertas cartas (Romea, 1902) ha sido además considerada por R. Duval, in JA, Jan.-Feb., 1903, páginas 168-170, y por A. Baumstark, en OChr, ii. 447-150. Esteban bar Zudhaile es de primordial importancia a causa de su relación con la literatura que reunió sobre Dionisio el Areopagita. Muy poco se conocía sobre MartyriusSahdona (c. 650) hasta que H. Goussen publicó su Martyrius-Sahdona's Leben und Werke (Leipzig, 1897) y P. Bedjan editó sus escritos (Sancti Martyrii qui et Sahdona qua supersunt omnia, París, 1902; cf. R. Duval, JA, Jan.-Feb., 1903, p. 166). Cuando Sahdona abandonó el nestorianismo, halló un hostil oponente en Isho-yabh III, el autor del Acta Martyrii Iso'sabran (edición por J. B. Chabot, en Nouvelles archives des missions scientifiques, viii. 486) y el Libro de las consolaciones o las epístolas pastorales de Mar Isho-Yahb (edición por P. ScottMoncrieff, parte i, Londres, 1904; esas epístolas también fueron editadas, con una traducción latina, por R. Duval, in CSCO, II, lxiv, 1905). Otro escritor cuyo nombre fue casi desconocido hasta comienzos del siglo XX fue Teodoro bar Koni (o tal vez Kewanai), quien dejó una gran colección de anotaciones sobre la Biblia (cf. J. B. Chabot, "Théodore bar Khouni et le livre des scholies," in JA, enero-febrero, 1901, páginas 170-179), cuya primera parte fue editada por Addai Scher en CSCO, II,

lxv, 1910. Un autor largamente conocido y justamente famoso fue Jacobo de Edesa, de cuya correspondencia se publicaron fragmentos nuevos por F. Nau (ROC, 1901, páginas 1-9, 1905, páginas 3-4) y a ese mismo período pertenece Jorge, obispo de los árabes, quien trabajó sobre la "Crónica" de Eusebio y algunos de cuyos fragmentos son citados en BrGr. Surgimiento de la historia bajo el islam. Un nuevo período comenzó con el surgimiento del islam y el establecimiento del califato en Babilonia, cediendo la literatura siríaca su posición ante el árabe. La literatura teológica quedó en un segundo plano, cultivándose las ramas seculares, escribiéndose ahora tratados sobre astronomía, astrología, filosofía, lógica y retórica. Se dice que Teófilo de Edesa mantuvo correspondencia con el califa AlMahdi sobre asuntos astrológicos y que incluso intentó traducir la Ilíada y la Odisea para sus paisanos, aunque sólo han sobrevivido unos pocos fragmentos de su versión. Después de que Pablo el Persa hubiera escrito sobre lógica, Antonio el Retórico, de Tagrit, adoptó reglas griegas para la lengua siríaca; mientras que al traducir las obras de Aristóteles los sirios se convirtieron en los maestros de los árabes y, mediante ellos, en los instructores de la Europa medieval. Una obra histórica escrita hacia el año 776 d. C. que incorpora extractos de Eusebio, Sócrates y Juan de Éfeso, ha preservado la crónica de Josué el Estilita, una crónica que durante mucho tiempo se creyó ser la obra de Dionisio de Tell Mahre, pero de la propia obra de Dionisio sólo una porción ha sobrevivido. Moisés bar Kefa (813-903, obispo de Mosul, bajo el nombre de Severo, en 863) fue un prolífico autor. Las obras de Tomás de Marga (monje en el convento de Beth 'Abbe en 832, secretario del patriarca Abraham en 837 y posterior obispo de Marga), el Libro de los gobernadores, la Historia monástica del obispo de Marga (editada y traducida por E. A. W. Budge, 2 volúmenes, Londres, 1893; Liber Superiorum... Mar Narsetis Homiliæ in Joseph, Documenta patrum de quibusdam fidei dogmatibus, edición de P. Bedjan, París, 1901), es de importancia para la historia de los monasterios sirios. Un contemporáneo de Tomás de Marga fue Ishodad, cuya posición en la exégesis del Antiguo Testamento ha sido señalada por G. Diettrich, en Beihefte zur ZATW, no. 6, 1902 Período de declive. El siglo XI no produjo un gran autor entre los sirios, pero al XII pertenece Dionisio bar Salibi, algunas de cuyas numerosas obras han sido publicados en CSCO, II: la explicación de la misa (por H. Labourt, volumen xciii, 1903), la primera parte del comentario a los evangelios, (por I. Sedlacek, volumen xcviii, 1906) y el comentario al Apocalipsis, Hechos y las epístolas católicas (por el mismo, volumen ci, 1910). En la primera parte del siglo XIII destacó el obispo Salomón de Basra, el autor del Libro de la abeja (editado y traducido por E. A. W. Budge, en Anecdota Oxoniensia, volumen i, parte ii, Oxford, 1886), que está lleno de curiosa información legendaria sobre la Biblia. A este período también pertenece el poeta Giwargis Warda de Arbela (hacia 1225), pero el más versátil autor de este siglo y de hecho de todo el rango de la literatura siríaca, fue Abulfaraj, comúnmente llamado Bar-Hebræus. Abulfaraj fue seguido por Ebed Jesu, el autor de una lista versificada de literatura siríaca, una colección de cánones y el "Paraíso del Edén",

una imitación de las "Sesiones" de Hariri. El nombre del último escritor de buen siríaco es desconocido, pero fue el biógrafo del patriarca Yaballah (1281-1317), quien comenzó una peregrinación desde China a Jerusalén y Europa, siendo elevado, por sus relaciones con los príncipes mongoles a quienes la Iglesia siria estaba entonces sujeta, a la dignidad de patriarca. Varios siglos pasaron antes de que la literatura en siríaco moderno comenzara. Escritos recolectados y variados. La discusión se ha centrado principalmente con autores individuales, la mayoría de los cuales escribieron sobre teología. Sin embargo, hay también numerosas obras, cuyos autores son desconocidos, al igual que otras obras recolectadas (cf. la lista en BrGr, páginas 131-134) y la rica literatura de traducciones (BrGr, p. 140 y sgg.), especialmente del griego, aunque hay también algunas del árabe y persa y unas pocas del latín, tales como las obras de Cipriano, que probablemente vinieron por la mediación del griego. Entre las obras teológicas se puede hacer mención de los escritos de Alejandro de Alejandría, Clemente de Alejandría, Clemente de Roma, Dionisio de Alejandría, Eusebio, Gregorio el Taumaturgo, Hipólito, Ignacio, Ireneo, Julio Africano, el pseudoJustino, Marción, Melitón, Metodio, Orígenes, Pablo de Samosata, Pedro de Alejandría, Policarpo, Sixto y Taciano. Notoria entre las colecciones y obras anónimas son las importantes Didascalia y las Constituciones Apostólicas, las denominadas "Reglas de la Iglesia egipcia" y los Hechos de Andrés, Arquelao, Juan, Felipe y Pablo (especialmente la correspondencia de éste con los corintios). Al ser el hogar de las controversias cristológicas, casi cada importante escritor y documento llegó a ser conocido a los sirios por las traducciones, particularmente Cirilo de Alejandría, Atanasio, Gregorio de Nacianzo y Gregorio de Nisa; mientras que especial mención se debe al gran descubrimiento en este campo del hallazgo del Liber Heraclidis de Nestorio. Este tratado, cuya versión griega se ha perdido, fue editado por P. Bedjan (Le Livre d'Héraclide de Damas, París, 1910) y fue traducido al francés por F. Nau (París, 1910; cf. también E. W. Brooks, "La Lettre de Nestorius aux habitants de Constantinople" en ROC, II, v. 3; M. Brière, ib. v. i). Una considerable literatura ha surgido alrededor de las Odas de Salomón, que fueron editadas primero desde la versión siríaca por J. R. Harris en 1909. Obras sobre filosofía y ciencia. En el dominio de la filosofía los sirios fueron los maestros de los árabes, cuyas traducciones de los escritos de Aristóteles llevaron ese nuevo saber por toda la Europa medieval. El camino fue preparado por el nestoriano Probo, quien probablemente destacó en la primera mitad del siglo quinto, siendo seguido por Teodoro, obispo de Merv tras el año 540. A este círculo pertenece también Pablo el Persa, quien residió en la corte de Chosroes Anushirvan, y Sergio de Ras'ain (c. 535). Para los tratados dogmáticos de los sirios la referencia puede ser A. Merx, Historia Artis Grammaticæ apud Syros (Leipzig, 1889 [cf. también Mar(i) Elia de Sobha, Treatise on Syriac Grammar, editado y traducido por R. J. H. Gottheil, Berlín, 1877]). Galeno e Hipócrates dieron a los sirios su conocimiento de medicina (cf. las obras de Gottheil, Merx y H. Pognon listadas en BrGr, p. 142).

Sobre geografía J. P. N. Land publicó "Aardrijkskundige fragmenten uit de syrische litteratuur" en Verslagen en Mededeelingen der koninklijken Akademie van Wetenschappen, Afdeeling Letterkunde, III, iii. 1886), mientras que de R. J. H. Gottheil vinieron contribuciones sobre la historia de la geografía siríaca en Hebraica, vii. 39-55, viii. 65-76, Mitteilungen des akademisch-orientalischen Vereins zu Berlin, no. 3, 1890, páginas 148, JAOS, Proceedings, mayo, 1888, páginas xvi-xx y F. Nau ha escrito no sólo "La Cosmographie au vii sièecle chez les Syriens" en ROC, II, v. 3, sino también, sobre el tema de la astronomía, "Notes d'astronomie syrienne," en JA, sept.-oct., 1910. Literatura traducida. Traducciones siríacas del pahlavi incluyen la famosa "Calila e Dimna", mientras que los Salmos, con los cánones de Mar Abha, fueron traducidos del siríaco al pahlavi. La versión siríaca de las pseudo-Callistenes (editada y traducida por E. A. W. Budge, The History of Alexander the Great, Cambridge, 1889) estaba basada en el original griego, mientras que, por otro lado, algunos escritos siríacos, notablemente los de Efrén, fueron traducidos al griego. Una segunda recensión siríaca de "Calila e Dimna" fue encontrada en una versión árabe en lugar de una pahlevi (edición de W. Wright, Book of Kalila and Dimna, Londres, 1884) y a una fuente similar pertenece la "Historia de Sindban o los Siete Sabios Maestros" (editada y traducida por F. Baethgen, Leipzig, 1879). Muchas obras siríacas han sido traducidas al armenio, árabe y copto. Por ejemplo, las homilías de Afraates fueron durante mucho tiempo conocidas por su versión armenia, aunque, antes del descubrimiento de su original siríaco, fueron atribuidas a Jacobo de Nisibis. Aún otras obras, tales como el comentario de Efrén al Diatessaron de Taciano, se han perdido en siríaco y sólo se conocen por las versiones armenias. Literatura jurídica. La literatura jurídica de los sirios se interesó por el derecho civil y eclesiástico y fue especialmente importante dado que los obispos y otro clero eran los representantes de su pueblo bajo los gobernantes iraníes y musulmanes. Para la literatura más antigua se puede hacer referencia a BrGr y otras publicaciones de categoría son C. G. Bruns y E. Sachau, Syrisch romisches Rechtsbuch aus decm funften Jahrhundert, Leipzig, 1880; O. Braun, Buch der Synhados, Stuttgart, 1900; J. B. Chabot, Synodicon orientale, París, 1903; y el Nomocanonde Ebed Jesu. Hay también una gran colección de leyes, cuyo original griego parece fecharse desde el reinado de Basilisco (475-477), mientras que su versión siríaca ha sido traducida al armenio, georgiano y árabe (cf. E. Sachau, Syrische Rechtsbucher herausgegeben und übersetzt, i, Berlín, 1907, que contiene las leyes de Constantino, Teodosio y León; igualmente "Ueber ältere syrische Rechstliteratur der Nestorianer und im besonderen über das Buch der richterlichen Urteile des im Jahre 705 gestorbenen Patriarchen Chananischo," en SBA, 1904; E. Sachau y L. Mitteis, "Ueber drei neue Handschriften der syrisch-römischen Rechtsbucher" ib. 1905, publicada también separadamente; D. H. Mtiller, Das syrischr-römische Rechtsbuch, Viena, 1905; J. Kohler, "Altsyrisches," XL 10 en Zeitschrift für vergleichende Rechtswissenschaft, xix., partes 2-3; V. Aptowitzer, "Die Rechtsbücher der syrischen Patriarchen und ihre Quellen" en Wiener

Zeitschrift für die Kunde des Morgenlandes, xxiv, partes 2-3). Mucha importancia se asocia a las traducciones siríacas de los cánones de los antiguos siglos de la Iglesia (edición de F. Schulthess, "Die syrischen Kanones der Synoden von Nicæa bis Chalcedon nebst einigen zugehörigen Documenten," en GA, volumen x, parte 2; cf. también F. Nau, Ancienne litterature canonique syriaque, iii, París, 1909). Entre los cánones de los obispos individuales, de interés más limitado, merecen especial atención los de Jacobo de Edesa, Juan bar Cursus (BrGr), Timoteo I (traducción de F. Labourt, Les Canons ecclésiastigues du patriarche nestorien Timothée I, París, 1908) y Simeón de Revardeshir (c. 650; cf. A. Reicker, Die Canones des Simeon von Revardesir, Leipzig, 1908; ver también W. Wright, Notulæ Syriacæ, páginas 3-11, n.p., 1887). Ha de señalarse que algunos cánones siríacos son traducciones del persa. Tratados históricos. La literatura histórica de los sirios comienza con la leyenda del rey Abgar, que Eusebio incorporó en su Hist. eccl. Esta literatura incluye obras de gran importancia, entre ellas la traducción de la historia de Eusebio ya mencionada, una versión hecha tal vez durante la vida de su autor. El calendario de la Iglesia en Nicomedia está preservado en el "Martirologio sirio" (primera edición de W. Wright, en Journal of Sacred Literature, viii. 45, 423; también R. Graffin y L. Duchesne, en ASB, Nov., volumen ii, 1, páginas lii-lv). El Acta Martyrum et Sanctorum, editado o reeditado por P. Bedjan, llena siete volúmenes (París, 1892-97), incluyendo la colección de Marutas, obispo de Maiferkat, sobre los mártires persas. El conocimiento histórico y geográfico que puede ser obtenido mediante esas actas está bien ilustrado por G. Hoffmann en Auszuge aus syrischen Akten persischer Martyrer (Leipzig, 1880). Un buen tipo de leyenda histórica es la de Alexis, "el hombre de Dios" (cf. A. Amiaud, La Légende syriaque de saint Alexis, l'homme de Dieu, París, 1889; T. Noldeke, en ZDMG, liii. 256-258); mientras que para una biografía histórica auténtica la referencia puede ser la de Rábula. Además, hay un gran número de crónicas, en gran parte revisiones y continuaciones de la obra de Eusebio (cf. F. Macler, "Extraits de la chronique de Maribas Kaldoyo" en JA, mayojunio, 1903, páginas 491-549). Tres partes de la Chronica minora han sido editadas y traducidas por E. W. Brooks, J B. Chabot e I. Guidi en CSCO, ser. iii, volumen iv, partes 1-3) y de especial valor es también la edición príncipe que L. J. Delaporte hizo de La Chronographie d'Élie bar Sinaya, metropolitain de Nisibe (París, 1910). Mediante los escritos de Juan de Éfeso se abrieron nuevos campos para la historia eclesiástica; la "Crónica" de Josué el Estilita (edición de W. Wright, Londres, 1882); la "Crónica de Edesa" (editada y traducida por L. Hallier, en su Untersuchungen über die edessenischc Chronik, Leipszig, 1892); la historia eclesiástica de Zacarías Retor (traducción inglesa de F. H. Hamilton y E. W. Brooks, The Syriac Chronide, known as that of Zachariah of Mitylene, Londres, 1899; cf. también K, Ahrens y G. Kriiger, en Scriptores Sacri et Profani Seminarii Philologici Jenensis, iii, Leipzig, 1899; la "Vida de Severo" fue editada y traducida por A. Kugener en PO, volumen ii, parte 1; cf. además, A. Kugener, en ROC, 1900, partes 2-3, J. Gwynn, en Hermathena, xi, no. 24; el texto siríaco incluye la leyenda de José y su esposa, Asenat); la leyenda de los Siete Durmientes de Éfeso (cf. también M. Huber, Die Wanderlegende von den Siebenschläfern, Leipzig, 1910);

una descripción de Roma en relación con la guerra de Totila y un relato del mundo basado en Ptolomeo. Entre las novelas históricas está la historia de Juliano el Apóstata, que fue editada por G. Hoffmann (Julianos der Abtrünnige, Leiden, 1880), mientras que una complicada historia la asocia a la denominada "Crónica" de Dionisio de Tell Mahre (cf. H. G. Kleyn, en Feestbuundel aan Prof. M. J. de Goeje, páginas 57-75, Leiden, 1891; F. Nau, Nouvelltes études sur le chronique attribué a Denys de Tellmahré, París, 1896; Bulletin critique, 1897, páginas 54-58; JA, viii. 2; ROC, 1897; la cuarta parte de la crónica en cuestión fue editada por J. B. Chabot, París, 1895). © No se permite la reproducción o copia de este material sin la autorización expresa del autor. Es propiedad de Iglesia Evangélica Pueblo Nuevo

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