Lo Bueno, Lo Bello, Lo Verdadero

LO BUENO, LO BELLO, LO VERDADERO Zeus ha terminado todas las cosas y Baco les ha dado remate. Este remate es la creación

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LO BUENO, LO BELLO, LO VERDADERO Zeus ha terminado todas las cosas y Baco les ha dado remate. Este remate es la creación de la belleza. Anónimo (verso órfico) "La belleza es la única finalidad aquí abajo", escribe Simone Weil en La belleza del mundo. Como Kant dijo muy bien, es una finalidad que no contiene ningún fin. Una cosa bella no contiene ningún bien que no sea ella misma, en su totalidad, tal como se nos aparece. El universo es bello como podría serlo una obra de arte perfecta si pudiera haber alguna que mereciera ese nombre. No contiene otra finalidad fuera de la belleza universal. "Una verdad fundamental que debe conocerse respecto a este universo es que está absolutamente vacío de finalidad", escribe Weil. Ninguna relación de finalidad puede aplicársele si no es por engaño o error. La pregunta de Beaumarchais "¿por qué estas cosas y no otras?" jamás tendrá respuesta, porque el universo carece de finalidad.Weil piensa que, como lo único que da sentido a la vida es la belleza, esta finalidad está presente en todos los afanes humanos: "Para el avaro, toda la belleza del mundo está encerrada en el oro.Y realmente el oro, materia pura y brillante, tiene algo de hermoso. La desaparición del oro como moneda parece haber hecho desaparecer también ese género de avaricia. Actualmente, aquellos que amasan fortunas buscan el poder. La mayor parte de los que ansían la riqueza lo hacen pensando en el lujo. El lujo es la finalidad de la riqueza. Y el lujo es la belleza misma para toda una especie de hombres. Constituye el único ambiente en el que pueden sentir vagamente que el universo es bello, así como San Francisco, para sentir que el universo era bello, tenía necesidad de ser vagabundo y mendigo. Ambos casos serían igualmente legítimos si, en ambos casos, la belleza del mundo se experimentara de manera igualmente directa, pura y plena. Pero la pobreza tiene un privilegio, una disposición sin la cual el 141

amor a la belleza del mundo entraría fácilmente en contradicción con el amor al prójimo. No obstante, el horror a la pobreza -y toda disminución de riqueza se siente como pobreza-, o incluso la falta de crecimiento de las fortunas, es esencialmente horror a la fealdad". Muchos, sigue Weil, no pueden contemplar la belleza del mundo. "El que tiene los miembros deshechos por una jornada de trabajo -escribe-, una jornada en la que ha estado sometido a la materia, lleva en su carne como una espina la realidad del universo. Para él la dificultad es mirarlo y amarlo. El exceso de fatiga, la acosadora preocupación por el dinero y la falta de verdadera cultura les impide darse cuenta. Bastaría cambiar un poco su condición para abrirles el acceso a un tesoro. Es desgarrador ver cuán fácil sería para los hombres procurar un tesoro a sus semejantes y, no obstante, dejan pasar siglos sin tomarse el trabajo de hacerlo (…) Excluir a seres humanos de la ciudad arrojándolos entre los desechos sociales es cortar todo lazo de poesía y de amor entre almas humanas y el universo. Es sumergirlos por la fuerza en el horror de la fealdad. Casi no hay crimen mayor. Todos participamos por complicidad en una cantidad casi innumerable de crímenes semejantes.Todos deberíamos, si lo comprendemos, derramar lágrimas de sangre." En la modernidad se produce lo que Max Weber llama la separación de las esferas de competencia. Mientras en Platón los ideales de verdad (ciencia), belleza (estética) y bondad (ética) estaban unidos, en la modernidad se produce una escisión de esta tríada. A partir del lema "El fin justifica los medios", lema fundacional de la teoría política moderna, Maquiavelo considera que un político puede ser efectivo apelando a la mentira y a la maldad. En Las flores del mal, Beaudelaire busca la belleza en el mal, de modo que se produce una escisión entre lo bueno y lo bello, entre la ética y la estética. Para Platón, en cambio, la obra de arte, que encarna una de las formas posibles de la belleza, debía formar mejores personas, mejores ciudadanos. Para un moderno, la obra de arte no tiene que rendir tributo ni a la ciencia ni a la ética (o a la Iglesia, que durante la Edad Media fue la oficina de atención al público de la ética). 142

Hace unos años Arthur Miller defendió a Elia Kazan, un autor que acababa de ser premiado por el trabajo creativo de toda su vida. Kazan había apoyado al macartismo, a una de las censuras más feroces que padeció la sociedad norteamericana, y por tanto había mucha gente que no quería que se le diera un premio. Miller defiende a Kazan con el siguiente argumento: no podemos juzgar a Kazan por lo que hace en su vida privada -es interesante que su filiación política aparezca incluida en su "vida privada"- sino por su labor como artista. Este premio hubiera sido inadmisible para un ateniense, que jamás hubiera premiado a un ciudadano que la mayoría juzga traidor a la patria. Acá las esferas de la ética y la estética aparecen absolutamente escindidas. Simone Weil entiende la belleza tal como la entendió Platón, como un bien que da sentido a la vida y que puede congeniar armónicamente con la ética. El valor que le otorga es de primera magnitud. La búsqueda de belleza está detrás de toda finalidad humana, aun cuando apenas podamos identificarla.

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