Llamados A La Libertad

26/8/08 13:10 Página 1 La lectura de las cartas a los Romanos, los Gálatas, los Filipenses y a Filemón nos introduce

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La lectura de las cartas a los Romanos, los Gálatas, los Filipenses y a Filemón nos introduce en la situación de las comunidades en los primeros años del cristianismo. Recordar las dificultades que superaron, observar los aspectos de su vida que aparecen especialmente acentuados, repasar las exhortaciones de Pablo a esos cristianos tan queridos para él… nos llevará a profundizar en nuestra propia experiencia de fe y a iluminar la realidad que viven nuestras comunidades en los albores del siglo XXI.

COLECCION

PALABRA Y VIDA

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LLAMADOS A LA LIBERTAD GUIA PARA UNA LECTURA COMUNITARIA DE ROMANOS, GALATAS, FILIPENSES Y FILEMON

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LLAMADOS A LA LIBERTAD Guía para una lectura comunitaria de Romanos, Gálatas, Filipenses y Filemón

Animador



Editorial Verbo Divino Avenida de Pamplona, 41 31200 Estella (Navarra), España Tfno: 948 55 65 11 Fax: 948 55 45 06 www.verbodivino.es [email protected]

En la preparación de estos materiales han participado: Florencio Abajo, Emilio de la Fuente, Miguel Salvador y Emilio Velasco Dibujos de portada e interior: Mabel Piérola © La Casa de la Biblia, 2008 © Editorial Verbo Divino, 2008 © De la presente edición: Verbo Divino, 2012 ISBN pdf: 978-84-9945-426-9 ISBN versión impresa: 978-84-8169-838-1

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo la excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita imprimir o utilizar algún fragmento de esta obra.

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PRESENTACIÓN

En los últimos años hemos venido ofreciendo a través de nuestras publicaciones un número importante de materiales destinados a servir como guías para la lectura de la Biblia. Quienes hayan utilizado o conozcan los libros de esta colección ya saben que la idea inicial de este proyecto fue proponer un itinerario bíblico para preparar el jubileo del año 2000. Los tres primeros años estuvieron dedicados al evangelio de Marcos (1996), al libro de los Hechos (1997) y al evangelio de Juan (1998). Los numerosos grupos de lectura creyente de la Biblia que utilizaron estas guías en España y en América Latina nos animaron a avanzar en el camino iniciado. Por ello hemos continuado trabajando con otros libros del Nuevo y del Antiguo Testamento y hemos facilitado, ya en los últimos tres años, la lectura del evangelio dominical siguiendo los ciclos que nos ofrece la liturgia de la Iglesia: Tú tienes palabras de vida (ciclos A, B y C). En estas páginas de presentación explicamos por qué hemos elegido en esta ocasión algunas de las cartas de Pablo, al tiempo que ofrecemos diversas indicaciones prácticas para utilizar esta guía de lectura. Aquellos grupos que hayan seguido alguna de las guías precedentes pueden saltarse los apartados 2, 3 y 4 de esta introducción, pues contienen cosas ya sabidas para ellos. Sin embargo, conviene que lean los demás, que se refieren a las cartas cuya lectura proponemos. 1. Romanos, Gálatas, Filipenses y Filemón En el año 2000 salió a la luz Cartas para el camino, nuestra primera aproximación a las cartas de san Pablo. Éramos cons5

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cientes de que en el itinerario que estábamos realizando a través de distintos libros de la Biblia no podíamos prescindir de estos escritos, los más antiguos y vigorosos de todo el Nuevo Testamento. Pero ¿por dónde debíamos empezar? En aquel momento consideramos que la mejor opción sería iniciar la lectura del corpus paulino por las cartas más antiguas, las que abordan situaciones más concretas y a través de las cuales se descubre, con asombrosa inmediatez, la vida de las comunidades cristianas primitivas. Por ello decidimos comenzar por la primera Carta a los Tesalonicenses –probablemente el escrito más antiguo del cristianismo naciente– y las dos cartas a los cristianos de Corinto –una de las comunidades más florecientes de las fundadas por Pablo–. Finalmente, por su relación con 1 Tes, incluimos también la segunda Carta a los Tesalonicenses, obra de un discípulo de Pablo. Cuando decidimos afrontar la realización de este nuevo libro sobre los escritos de Pablo, el problema de la elección de las cartas en torno a las que deberíamos trabajar lo teníamos prácticamente resuelto. Del grupo de las cartas generalmente atribuidas por los estudiosos directamente al apóstol, solamente nos quedaban cuatro: Romanos, Gálatas, Filipenses y Filemón. Las tres primeras pueden ser consideradas “más teológicas”, atendiendo a que en ellas Pablo expresa de forma bastante sistemática las líneas maestras de su pensamiento: la fe como puerta hacia la salvación que Dios ofrece, la nueva vida fundada en Cristo, la libertad del creyente respecto de la ley, las relaciones basadas en el amor, el papel de la Iglesia en los planes de Dios… La cuarta –la dirigida a Filemón– es un brevísimo documento que manifiesta la calidad humana de Pablo y la respuesta de la Iglesia naciente al problema de la esclavitud. Tendremos que dejar para más adelante los escritos atribuidos a los discípulos de Pablo. La lectura de estas cartas nos introducirá nuevamente en la situación de las comunidades en los primeros años del cristianismo. Recordar las dificultades que superaron, observar los aspectos de su vida que aparecen especialmente acentuados, repasar las exhortaciones de Pablo a esos cristianos tan queridos para él… nos llevará a profundizar en nuestra propia experiencia de fe y a iluminar la realidad que viven nuestras comunidades en los albores del siglo XXI. 6

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2. Un proyecto de evangelización Esta guía de lectura, como las precedentes, se inscribe en un proyecto evangelizador. Las orientaciones para cada encuentro pretenden llevarnos hasta el umbral de la experiencia de las primeras comunidades cristianas reflejada en las cartas de Pablo, para dar lugar después a que cada uno prosiga su camino de encuentro personal con aquellos primeros testigos de Jesús. El camino que proponemos se apoya en tres pilares, en tres claves de lectura, que es importante tener en cuenta antes de comenzar a caminar. En primer lugar, sugerimos hacer este camino no en solitario, sino con otros creyentes, en comunidad. Esta dimensión comunitaria está especialmente presente en las cartas de Pablo, dirigidas a comunidades concretas que habían sido fundadas por él. Esta primera clave exige una actitud de apertura y sencillez, de aceptación de los demás y de entrega generosa de uno mismo. En segundo lugar, deseamos que la lectura se haga con actitud de fe y en clima de oración. Queremos hacer una lectura creyente. Hay muchas maneras de leer la Biblia. Nosotros elegimos una que responde a la intención con la que Pablo escribió estas cartas: salir al paso de los problemas que iba planteándoles la vivencia de su fe. Esta segunda clave requiere de los participantes una actitud de apertura a Dios, de fe en su capacidad de hablarnos hoy a través de su Palabra y de los acontecimientos de la vida. Y en tercer lugar, al hacer esta lectura debemos estar abiertos a la conversión. Si la experiencia que Pablo dejó reflejada en sus cartas no va cambiando nuestras vidas, si no nos dejamos interpelar y transformar por ella, entonces nuestro acercamiento a la Palabra de Dios habrá sido inútil. Así pues, lo que proponemos es hacer una lectura comunitaria de cuatro de las cartas de Pablo en clave de oración y orientada a la conversión. 3. Desarrollo de cada encuentro Cada reunión irá precedida de una preparación personal y seguida de una reflexión para interiorizar lo descubierto en cada encuentro. 7

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Antes de cada encuentro Cada participante leerá los capítulos que se indican al final de la ficha de la sesión anterior con ayuda de una pregunta sencilla, que aparece en el apartado “Para preparar el próximo encuentro”. Es muy importante que todos los miembros del grupo hagan esta lectura reposadamente y que lleven luego sus aportaciones al grupo. Si hay personas que tienen dificultades para hacerlo solas, se pueden organizar en pequeños grupos de dos o tres para hacer esta lectura. Esta forma de preparar la reunión suele ser muy enriquecedora. En el encuentro con el resto del grupo La reunión tendrá dos momentos: primero pondremos en común lo que hemos descubierto en la lectura personal y después nos centraremos en la lectura de un pasaje concreto. La guía de cada sesión ofrece sugerencias para estos dos momentos del encuentro. La puesta en común ha de ser necesariamente breve. Su objetivo es ambientar la lectura del pasaje concreto, que será lo más importante. La lectura del pasaje elegido seguirá siempre el mismo itinerario, que responde a las claves de lectura descritas más arriba. Este itinerario se inspira en la lectio divina, que es la forma más antigua de lectura creyente de la Biblia en la Iglesia. Tiene cuatro pasos que van precedidos de una sencilla ambientación: – Miramos nuestra vida. Partimos siempre de una experiencia de vida, para que todos los componentes del grupo puedan participar. Cuando se empieza a hablar de teorías, muchos quedan excluidos de la conversación; cuando se habla de experiencias de vida, todos tienen algo que aportar. Puede que al principio haya gente a la que le cueste hablar. Una forma de hacer participar a todos es que el animador plantee a un miembro del grupo la pregunta que viene en este apartado y luego él, después de responderla, le haga esta misma pregunta a otro, y así sucesivamente hasta que todos hayan contestado. – Escuchamos la Palabra de Dios. Debe hacerse con esmero y dedicación. En cada ficha ofrecemos unas preguntas y la indicación de que se consulten las notas y de que cada uno vuelva a leer personalmente el pasaje elegido. El objetivo fundamental de este segundo paso es descubrir la experiencia de fe que se encuentra reflejada en cada pasaje. En este momento el anima8

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dor podrá iluminar al grupo sirviéndose de la explicación del pasaje que le ofrecemos en los materiales complementarios. Sin embargo, ha de tener mucho cuidado para no anular las aportaciones del grupo. Sólo debe hablar al final, para subrayar, valorar y completar lo que el grupo ha descubierto. – Volvemos sobre nuestra vida. En este tercer momento se trata de poner en diálogo la experiencia de la que hemos hablado al principio con lo que hemos descubierto en la Palabra de Dios. Ha de ser un diálogo sincero y desde la fe. Para que todos participen, puede seguirse la técnica descrita en el apartado “Miramos nuestra vida” u otra. El animador, si está atento, irá captando qué es lo que facilita más la participación. – Oramos. Todos los encuentros terminarán con una breve oración relacionada con lo que hemos descubierto en el pasaje para nuestra vida. Las indicaciones de la ficha de trabajo son orientativas. El animador, que conoce al grupo, deberá completarlas. La reunión puede durar entre una hora y cuarto y una hora y media, dependiendo del número de personas que integren el grupo. A la primera parte (puesta en común) se le puede dedicar entre veinte minutos y media hora; y a la segunda (lectura del pasaje elegido), aproximadamente una hora. Después del encuentro Es conveniente que el encuentro conduzca a la reflexión personal, en la que cada uno interiorice lo que ha descubierto en la reunión. También debe concretarse en el compromiso que cada miembro del grupo va adquiriendo. 4. Cómo utilizar estos materiales Los materiales que ofrecemos son de dos tipos. Unos están pensados para utilizarlos directamente en el grupo, y otros para ayudar al animador en su tarea. Los segundos van en letra más pequeña y se identifican con un icono (☞). Material para los participantes – Introducción a la puesta en común. – Guía de lectura. – Para profundizar. – Para preparar el próximo encuentro. 9

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De los dos primeros aspectos ya hemos hablado más arriba al describir el desarrollo de la reunión. En el apartado “Para profundizar” ofrecemos una serie de explicaciones que pueden ayudar a profundizar en el tema central de la sesión. Puede utilizarse de dos formas distintas: a) invitando a los participantes a que lo lean y reflexionen sobre él después de la reunión; b) leyéndolo juntos al final de la reunión como conclusión de la misma. Esta segunda fórmula es probablemente la mejor, porque así nos aseguramos de que todos lo leen. En el recuadro “Para preparar el próximo encuentro” se dice qué capítulos hay que leer para el siguiente encuentro y cuál es la pregunta que hay que tener presente al leerlos. Cuando no se hacen todas las sesiones hay que indicar a los participantes cuál es el recuadro que deben utilizar para preparar la reunión, pues a veces no será el de la ficha que han trabajado en la sesión, sino el de la precedente a la que se trabajará el día siguiente. Material para el animador – ¿Qué buscamos con este encuentro? – Orientaciones para la puesta en común. – Explicación del texto que se lee en grupo. En la sección “¿Qué buscamos con este encuentro?” pretendemos aclarar cuál es el objetivo de la sesión. El animador debe tenerlo muy claro antes de comenzar, pues así podrá orientarla mejor. Esto no quiere decir que deba seguirlo con rigidez, pues a veces surgirán cuestiones que será necesario abordar y habrá que dejar un poco de lado la marcha normal de la sesión. Tener claro el objetivo ayuda a no perderse y a saber hacia dónde caminamos. Las orientaciones para la puesta en común van en letra más pequeña, después de la introducción a la misma, destinada a los participantes. En ellas se ofrecen algunos datos para centrar esta primera parte de la sesión, que podría alargarse demasiado si el animador no la reconduce a la pregunta que se hizo para leer los capítulos correspondientes. Finalmente, la explicación del texto que se lee en cada sesión pretende ofrecer al animador una serie de datos para complementar las aportaciones de los miembros del grupo. En algunos casos, incluso, el animador puede leer al grupo algunos 10

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párrafos que iluminen la cuestión que se debate o que hay que aclarar. 5. Programación de los encuentros Cada grupo tendrá que hacer su propia planificación, dependiendo de las reuniones que decida tener en el curso. Los materiales están pensados para utilizarlos de diversas formas, de modo que puedan responder a situaciones diversas. A aquellos grupos que hayan utilizado alguna de las guías de lectura precedentes les resultará familiar la mayor parte de lo que se dice en la primera sesión. Si el animador lo juzga conveniente, pueden prescindir de ella. Sin embargo, es muy importante que la sigan paso a paso aquellos grupos que no conocen la metodología. En el caso de que el grupo no disponga de mucho tiempo cabe la posibilidad de celebrar solamente diez encuentros. Las sesiones a realizar serían, en este caso, las siguientes: 3, 4, 5, 7, 8, 9, 10, 12, 13, 14. Con esta opción leeremos todo Flp y la mayor parte de Rom y Gál. Sin embargo, la mejor opción es celebrar los catorce encuentros, además de la sesión inicial. Las cartas a los Romanos, Gálatas, Filipenses y Filemón encierran una preciosa experiencia de fe y por ello es conveniente, siempre que se disponga de tiempo, ir haciendo pausadamente su lectura según el itinerario propuesto. 6. Bibliografía básica Los libros sobre Pablo y sus cartas que se han publicado en los últimos años son muy numerosos, y resulta enormemente difícil presentar una “bibliografía básica” sobre este tema. Al hacerlo, necesariamente tenemos que elegir entre libros muy buenos. La selección que presentamos a continuación recoge algunas de las publicaciones en castellano que, a nuestro juicio, podrían ayudar más a los animadores en su tarea. Es evidente que hay otros muchos libros útiles, y si algunos de ellos están ya en la biblioteca de los animadores o de los grupos, lo más sensato es que empiecen utilizando lo que ya tienen. Los que presentamos a continuación son interesantes por las razones que exponemos en cada caso. 11

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– J. J. BARTOLOMÉ, Pablo de Tarso. Una introducción a la vida y a la obra de un apóstol de Cristo (CCS, Madrid 1998). Como indica el subtítulo, se trata de una introducción a la vida y a las cartas de Pablo. Es un libro de texto, que expone las ideas ordenadamente y con mucho rigor, y va acompañado de un impresionante aparato de notas. A pesar de todo ello, su lectura es ágil y su planteamiento general resulta atrayente. Es un libro de referencia de mucha utilidad. – J. BECKER, Pablo, el apóstol de los paganos (Sígueme, Salamanca 1996). También el libro de Becker es una obra de referencia. Más extenso que el anterior, pero sin ningún aparato crítico, va recorriendo las diversas etapas de la vida de Pablo y situando en ella sus cartas y el contenido de las mismas. Al final tiene un resumen de la teología paulina que es muy útil. Se trata de un libro de madurez, que expone el resultado de muchos años dedicados a estudiar las cartas de Pablo. – U. WILCKENS, La Carta a los Romanos. Vol. I (Rom 1–5) y Vol. II (Rom 6–16) (Sígueme, Salamanca 2006). Este comentario en dos volúmenes es fruto de la docencia que a lo largo de más de veinte años llevó a cabo el profesor Ulrich Wilckens. Se trata de una obra de estudio que comenta toda la Carta a los Romanos mediante el análisis de cada pasaje, su explicación y un breve resumen con las conclusiones a las que el autor llega en cada caso. Un número importante de excursos ayudan a esclarecer el mensaje transmitido por el apóstol Pablo a los cristianos de Roma. – H. SCHLIER, La Carta a los Gálatas (Sígueme, Salamanca 1999). De un perfil similar al comentario de Wilckens que acabamos de presentar, éste de Schlier es considerado uno de los mejores estudios de la Carta a los Gálatas. El libro procede pasaje por pasaje, analizando cada texto desde una perspectiva filológica, histórico-crítica y teológica. – S. GUIJARRO – M. SALVADOR, Comentario al Nuevo Testamento (PPC-Sígueme-Verbo Divino, Madrid-Salamanca-Estella 1995). 12

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Se trata del Comentario de La Casa de la Biblia, seguramente el más asequible para el tipo de personas que van a utilizar esta guía de lectura. Tanto la introducción a las cartas de san Pablo (pp. 395-410), como los comentarios a Rom (pp. 411-448), a Gál (pp. 503-520), a Flp (pp. 539-550) y a Flm (pp. 607-611) son obra de Miguel Salvador. La introducción ofrece las claves más importantes para entender a Pablo, mientras que los comentarios facilitan la comprensión de cada uno de los pasajes. Al final de las introducciones a cada carta hay una breve bibliografía, que recoge la mayor parte de lo que se ha publicado en castellano. – E. COTHENET, La Carta a los Gálatas, Cuadernos bíblicos nº 34 (Verbo Divino, Estella 1983). – CH. PERROT, La Carta a los Romanos, Cuadernos bíblicos nº 65 (Verbo Divino, Estella 1989). Estos dos cuadernos son otra opción muy asequible para ir siguiendo paso a paso el texto de dos de las cartas propuestas en esta guía de lectura. La visión de conjunto que proporcionan las explicaciones ayuda a entender bien el conjunto. Además, estos cuadernos tienen la ventaja de ser asequibles en el precio y manejables en el formato. – F. FERNÁNDEZ RAMOS (dir.), Diccionario de san Pablo (Monte Carmelo, Burgos 1999). Se trata de un diccionario en el que se van exponiendo por orden alfabético diversos puntos de la vida, la teología y las cartas de Pablo. Colaboran en él diversos especialistas, lo cual enriquece el resultado. Es útil, como todos los diccionarios, para consultas puntuales y puede ayudarnos a aclarar algunas de las cuestiones que se planteen en los grupos. El equipo de La Casa de la Biblia

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NOS DISPONEMOS A LEER EL CORREO

☞ ¿QUÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO? El primer encuentro del grupo es muy importante, y el animador debe prepararlo con detalle. Antes de la reunión, el animador debe hacer dos cosas: • Recordar el día, la hora y el lugar de la primera reunión a todos los que han manifestado su interés en participar en los encuentros. • Preparar la sala donde se tendrá el primer encuentro: que sea un lugar acogedor, que esté limpio, que los asientos estén de tal modo que se vean todos, con algún símbolo (por ejemplo, la Biblia abierta, un icono, un cirio encendido), etc. En este primer encuentro no comenzaremos la lectura de las cartas de Pablo, sino que trataremos de ponernos de acuerdo sobre cómo vamos a realizar nuestras reuniones. Por eso, este primer encuentro está especialmente pensado para los grupos que por primera vez se acercan a este tipo de materiales. Los grupos que ya llevan un tiempo funcionando, sobre todo los que ya han trabajado alguno de los libros de esta colección –a saber El auténtico rostro de Jesús, El impulso del Espíritu, El amor entrañable del Padre…,– ya conocen la metodología y el modo de 15

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trabajar, y, por tanto, pueden prescindir de esta sesión y comenzar con la siguiente. En el caso de los grupos que empiezan a utilizar los materiales que les proporcionamos, la realización de esta primera sesión dará a todos la oportunidad de expresar sus expectativas y facilitará al animador el conocer los intereses del grupo. En el libro del participante se explican los diversos pasos que deben seguirse en el desarrollo de la reunión. La tarea del animador será ir guiando al grupo a través de esos pasos, pero al hacerlo debe tener muy presente estos tres puntos: • Ponernos de acuerdo en lo que vamos a hacer (objetivos). • Crear un buen clima entre los participantes (relaciones). • Elegir la metodología que vamos a seguir (metodología). DESARROLLO DEL ENCUENTRO En este primer encuentro intentaremos ponernos de acuerdo sobre lo que vamos a hacer en el grupo y sobre cómo lo vamos a hacer. Es importante que manifestemos al resto de los miembros del grupo y al animador lo que esperamos de estos encuentros, pues nos disponemos a emprender un camino juntos y será más fácil llegar a la meta si desde el comienzo hemos marcado claramente nuestros objetivos. Seguiremos los siguientes pasos: • Saludo de bienvenida –por parte del animador– y presentación de los participantes. • Decidimos juntos lo que vamos a hacer. Para ello es necesario, por una parte, que cada uno diga lo que espera encontrar en este grupo y, por otra, que todos intentemos comprender el objetivo que el animador nos propone de parte de la diócesis, la parroquia o el grupo que convoca. • Nos ponemos de acuerdo en cómo lo vamos a hacer, escuchando atentamente la explicación del animador. • Acordamos el lugar, la hora y la frecuencia de nuestros encuentros. • Explicamos la tarea para la próxima reunión. Para facilitar la tarea del animador, explicamos a continua☞ ción cómo realizar los pasos que acabamos de mencionar, indi16

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cando entre paréntesis el tiempo aproximado que podemos dedicar a cada uno de ellos: 1. Entablar relaciones (10’) Primero, en un tono distendido y amable, el animador da la bienvenida a los participantes y les invita a que se presenten, sobre todo a aquellos que no se conocen. Para ello puede utilizar alguna técnica de dinámica de grupos o, sencillamente, pedir que cada uno diga cómo se llama, dónde vive, a qué se dedica, etc. Esta primera presentación debería ser más bien breve. 2. Establecer el objetivo (30’) Una vez que todos se han presentado, se pasa al momento central del encuentro. Se trata de ponernos de acuerdo sobre el objetivo del grupo. El animador preguntará a los participantes qué esperan encontrar en este grupo. Cuando todos hayan hablado, intentará resumir lo que han dicho, subrayando las cosas en las que hayan coincidido más. Después, presentará el objetivo que se pretende al convocar estos encuentros. Recordemos que el objetivo que nos hemos propuesto es: hacer una lectura comunitaria de las cartas de Pablo a los romanos, a los gálatas, a los filipenses y a Filemón en clave de oración y orientada a la conversión. Una vez conocido el “objetivo oficial”, entre todos trataremos de compaginarlo con los objetivos personales expresados por los miembros del grupo. Al final, el animador pedirá a alguien que escriba el objetivo en el que nos hemos puesto de acuerdo para poder revisarlo más adelante. 3. Explicar la metodología (10’) El animador explica, en líneas generales, la metodología que se va a seguir: • Antes del encuentro, cada uno de los miembros del grupo debe prepararlo leyendo los capítulos que se indican al final de cada sesión en el recuadro “Para preparar el próximo encuentro”, teniendo muy presente la pregunta que se propone para guiar dicha lectura. • Los encuentros tendrán básicamente dos partes. En la primera, que será más breve, pondremos en común lo que cada uno ha descubierto en la lectura personal; en la segunda, que 17

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será más larga, haremos la lectura de un pasaje concreto, siguiendo los pasos y las preguntas que se indican en la “Guía de lectura”. • Dentro de la misma reunión o tal vez después –esto debe decidirlo el grupo– puede leerse el apartado “Para profundizar”, en el que se desarrollan una serie de temas básicos que aparecen en las cartas de Pablo que vamos a leer, y que hacen referencia a problemas y situaciones de la vida de la Iglesia hoy. La lectura de este apartado puede completarse con las informaciones que cada uno puede encontrar en los manuales de consulta que se citan en la bibliografía. 4. Cuestiones prácticas • Establecer el lugar, día y hora de las reuniones. • Elegir un secretario o secretaria y dos o tres personas que se ocupen de la ambientación de la sala para los próximos encuentros. 5. Explicar el recuadro “Para preparar el próximo encuentro” Es la tarea para la próxima reunión. Consiste en leer uno o dos capítulos de la Carta a los Romanos, guiados por una pregunta que hará más dinámica la lectura. Al explicar esta tarea, que siempre aparece encerrada en un recuadro, conviene comprobar si todos los miembros del grupo saben buscar las citas. Si hay alguno que no sepa, sería bueno explicarlo y dedicar unos minutos a buscar algunas citas, para que todos sepan cómo hacerlo.

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO Para preparar nuestro próximo encuentro, vamos a leer Rom 1–2. Comenzamos así la lectura de la carta que Pablo dirige a los cristianos de Roma. Se trata del inicio de la primera sección de la carta, en la que el apóstol va desvelando progresivamente en qué consiste el plan salvador de Dios. En nuestra lectura de estos dos capítulos vamos a intentar responder a esta pregunta: ¿Sobre quiénes recae el juicio de Dios y por qué causas?

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LA FUERZA SALVADORA DEL EVANGELIO

☞ ¿QUÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO? En este encuentro comenzamos a leer la Carta a los Romanos, la más extensa de las que escribió Pablo. En ella, el apóstol presenta el contenido esencial del Evangelio, que es fuerza de salvación para todo el que cree. Y todos están necesitados de esa salvación, al encontrarse bajo el pecado. En este encuentro pretendemos: • Profundizar en la verdad de Dios y en las consecuencias que tiene acogerla o rechazarla. • Descubrir qué quiere decir Pablo al afirmar que el Evangelio es fuerza salvadora de Dios para todo el que cree. • Conocer la vida de la comunidad de Roma y las líneas generales de la Carta a los Romanos.

LECTURA CONTINUADA Puesta en común sobre Rom 1–2 Comienza la larga sección de Rom 1,16–11,36, en la que Pablo irá desgranando algunos aspectos que considera esenciales de la Buena Noticia. Partiendo de que este Evangelio de Jesucristo que anuncia Pablo tiene poder de salvación para todos, quiere 19

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demostrar que judíos y paganos están en igualdad de condiciones ante Dios. Al leer Rom 1–2, nos propusimos responder a esta pregunta: ¿Sobre quiénes recae el juicio de Dios y por qué causas? Una vez que los miembros del grupo han puesto en común ☞ sus propias respuestas, el animador puede completar sus aportaciones. Hay que tener en cuenta que lo que dice Pablo se entiende mejor si se ve el juicio de Dios no como venganza, sino como parte del plan divino de salvación realizado por medio de la fe en Jesucristo: – En Rom 1,18-32 aparece toda la humanidad como culpable y merecedora de castigo. La ira divina se dirige contra todo lo que sea obstáculo para la salvación. La verdad de Dios es accesible a todos por medio de la creación, pero muchos se niegan a reconocerla y han idolatrado las cosas creadas. Por eso, al trastocar la verdad de Dios, también han trastocado la verdad del ser humano. De ahí surgen todas las atrocidades de aquella sociedad pagana que Pablo describe. – Tampoco los privilegios de la ley, la circuncisión y las promesas librarán a los judíos de la ira y el castigo de Dios (Rom 2,12-24). Ellos tienen el peligro de creerse mejores por ser miembros del pueblo elegido y observar la Torá. Pablo, en cambio, denuncia con gran dolor el incumplimiento de la ley: robos, adulterios, saqueos de templos… – En definitiva, lo realmente decisivo, tanto en el caso de los judíos como en el de los paganos, es tener incircunciso el corazón, es decir, vivir en rebeldía y en infidelidad a Dios. Todos los que mantienen esta actitud están bajo su ira y merecen castigo.

GUÍA DE LECTURA “El Evangelio es fuerza de Dios para que se salve todo el que cree”. Antes de comenzar, buscamos Rom 1,16-32. ➤ Ambientación Pablo inicia su carta saludando a una comunidad que él no ha fundado, dando gracias a Dios y exponiendo sus proyectos de ir a Roma. Pero no se anda con rodeos, y ya en la misma 20

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introducción, donde normalmente se saludaba con fórmulas estereotipadas, aborda directamente el tema central que desarrollará en su escrito. Se presenta como heraldo de una Buena Noticia por la que viene la salvación al mundo entero. ➤ Miramos nuestra vida Vivimos inmersos en la sociedad de la información. La prensa, la radio y la televisión nos hacen saber, casi en tiempo real, lo que está pasando en cualquier parte del mundo. En el último decenio, Internet nos ha incorporado a la “www”, la red global mundial. Vivimos enredados en una maraña de noticias –buenas algunas, la mayoría malas– que recibimos y también transmitimos. – Piensa en las últimas noticias que te han llegado o que tú has transmitido a alguien. ¿Qué abundan más, las buenas o las malas noticias? ¿Cómo te afecta la información que recibes a través de los demás o por los medios de comunicación? – ¿Recuerdas alguna buena noticia que haya cambiado tu vida? Compártela con los demás miembros del grupo. ➤ Escuchamos la Palabra de Dios El Evangelio, el anuncio de la muerte y resurrección de Jesús para la salvación de todos, es la Buena Noticia que transformó radicalmente la vida de Pablo. Y él apóstol la proclama con decisión y sin sentir vergüenza alguna. Por eso comienza su carta anunciando esta Buena Noticia, que manifiesta el auténtico rostro de Dios y su proyecto de amor para todo ser humano. • Nos ponemos en disposición de escuchar la Palabra de Dios guardando un momento de silencio y pidiendo el auxilio del Espíritu Santo. • Un miembro del grupo proclama en voz alta Rom 1,16-32. • Reflexionamos en silencio: leemos personalmente el pasaje y consultamos las notas de nuestra Biblia para que nos ayuden a entenderlo mejor. • Respondemos entre todos a estas preguntas: – ¿Qué dice Pablo sobre el Evangelio en Rom 1,16-17? – Según lo que se afirma en el pasaje, ¿cómo se obtiene la salvación y a quiénes alcanza? 21

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– ¿Cómo afecta la no aceptación del Evangelio a las relaciones con Dios y con los demás? ➤ Volvemos sobre nuestra vida Para un cristiano, “Evangelio” es sinónimo de “Buena Noticia” con mayúsculas, lo cual no tiene mucho que ver con esas otras informaciones que nos alegran momentáneamente, como que nuestro equipo no descienda de categoría o que hayamos encontrado el tinte adecuado para nuestro cabello. El Evangelio cambió la vida de Pablo. Por eso dedicó el resto de sus días a anunciarlo, convencido como estaba de que podía transformar la existencia de todo aquel que lo escuchara con fe. – ¿Qué ha significado en tu vida escuchar el Evangelio de Jesús? – ¿Cómo ha afectado a tus relaciones con Dios y con los demás? – ¿Quién te anunció el Evangelio? ¿A quién se lo has anunciado tú? ➤ Oramos Dedicamos unos momentos a recoger en forma de oración lo que nos haya inspirado el contacto con la Palabra que hemos leído y compartido. Colocamos una cruz y un cirio encendido, símbolo del Resucitado, y un mensaje escrito que diga: “Creo en Jesús, muerto y resucitado, Señor y Salvador”. • Tras prepararnos con un breve silencio, leemos de nuevo Rom 1,16-32. • Rezamos personalmente a partir del pasaje que hemos escuchado, pidiendo al Señor que aumente nuestra fe. • Oramos comunitariamente. • Podemos acabar rezando o cantando el salmo 27: “El Señor es mi luz y mi salvación”.

☞ EXPLICACIÓN DEL PASAJE

Pablo ha comenzado la carta presentándose a la comunidad cristiana de Roma y manifestando sus sentimientos y proyectos con respecto a dicha comunidad (Rom 1,1-15). Ante esos cristianos

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ha declarado que su única misión es anunciar el Evangelio de Dios desde una actitud de servicio. Esa Buena Noticia que proclama tiene como contenido central a Jesucristo, el Hijo de Dios, encarnado en la estirpe de David y resucitado de entre los muertos. Así comienza esta carta, en la que el apóstol tratará de explicar en qué consiste la salvación cristiana. El pasaje que hemos leído consta de dos partes bien diferenciadas. En la primera, Pablo expone la tesis principal que quiere demostrar a lo largo de toda la carta (Rom 1,16-17), a saber, que la justicia de Dios se ha manifestado en Jesucristo como salvación para todos los que creen, tanto judíos como paganos. Comenzando luego por estos últimos, hace ver en un segundo momento que los gentiles están necesitados de esa salvación porque viven bajo la influencia del pecado, que se manifiesta en dos ámbitos concretos: la impiedad y la injusticia que se deriva de ella (Rom 1,18-32). Para entender la argumentación de Pablo es preciso interpretar correctamente los términos que en el texto se refieren a la “justicia” y los que se relacionan con la “fe”. En este sentido aclaremos que, en el lenguaje bíblico, la palabra “justicia” encierra una gran riqueza de contenido que desborda ampliamente el significado que solemos darle en la actualidad. Para la Biblia, una persona “justa” es básicamente la que establece una relación apropiada con los demás y, sobre todo, con Dios. Dios es justo, sin duda, pero no como nosotros: es justo cuando hace vivir a su pueblo y lo salva. Por eso, algunas Biblias traducen la expresión “justicia de Dios” (v. 17) como “fuerza salvadora de Dios”, para aclarar así su sentido. La justicia, pues, no es tanto la que Dios espera del hombre, sino la que le da gratuitamente, salvándolo por la liberación llevada a cabo en Jesucristo. En consecuencia, el Evangelio que Pablo anuncia se resume en esto: que Dios, de forma libre y gratuita –por gracia–, ha tomado la iniciativa, ha dado el primer paso y ha demostrado su justicia o fuerza salvadora enviándonos a su Hijo. Y es Cristo quien muriendo y resucitando nos ha alcanzado la salvación definitiva. Por eso nos ha “justificado”, es decir, ha reconducido y ha devuelto a su cauce correcto nuestra relación con Dios, reconciliándonos con él. Esta Buena Noticia que Pablo predica en sus comunidades y que ahora recuerda a la iglesia de Roma responde, además, a su propia experiencia personal de encuentro con el Resucitado. Ante esta “justicia” divina que es perdón, salvación, vida y amor, sólo cabe la acogida confiada de la fe. Quien la recibe así, queda transformado, salvado, puesto en la correcta relación con Dios.

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Ahora bien, para demostrar la gratuidad con la que Dios ha actuado por medio de Jesucristo y en beneficio de todos, Pablo explicará a continuación que ni judíos ni paganos han establecido una relación “justa” con Dios (Rom 1,18–3,20). Y es eso precisamente lo que el apóstol achaca concretamente a los paganos en la segunda parte de este pasaje. Aunque Dios se les ha revelado a través de la creación, ellos no lo han reconocido, de modo que, al fallar la relación con él, han quedado afectadas también las relaciones entre los seres humanos. La “impiedad” en la relación con Dios conduce a la “injusticia” en la relación con los demás. Pablo añade además que, si Dios actuase conforme a la idea humana de justicia, los gentiles merecerían el castigo, porque no han acogido esta revelación. Y es que Dios, que es fiel y leal, ya había manifestado en la creación que su proyecto para el mundo es de salvación. Pero los paganos, al no querer reconocer esta verdad, se han dedicado a practicar la impiedad y la injusticia. Éstas son las dos acusaciones que Pablo lanza contra ellos. La impiedad les ha llevado a no reconocer lo que Dios revela constantemente de sí mismo por medio de la obra de la creación (Rom 1,19-20). Al rechazar esa verdad, han caído en la idolatría, haciéndose dioses a su medida de las cosas de este mundo (Rom 1,21-25). Ése es su pecado. Pero como ya adelantan los vv. 21 y 24, al oscurecer o ignorar la verdad sobre Dios se resquebraja también la verdad sobre el ser humano. Porque cuando Dios desaparece del horizonte de la vida, la persona pierde su propia dignidad y daña la de los demás. Entonces se cometen todo tipo de injusticias e inmoralidades, como describe Pablo con detalle en Rom 1,26-32, al hablar de las costumbres de muchas sociedades paganas de su época.

PARA PROFUNDIZAR La Carta a los Romanos La Carta a los Romanos es la primera que nos encontramos al leer el epistolario paulino en nuestras biblias, pero muy probablemente fue la última en ser redactada. Además, es la más larga y elaborada de todas. En ella, Pablo resume el Evangelio que ha cambiado su vida y que ha predicado con todas las fuerzas en medio de mil dificultades. 24

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El tono y el estilo de esta carta la hacen diferente de las otras. Se trata de una reflexión mucho más serena y pausada, más ordenada y sistemática que la que encontramos en sus otros escritos, seguramente porque fue redactada al final de su ministerio. No entra en demasiados asuntos personales ni pretende responder a problemas concretos que afectan a los cristianos de Roma, probablemente porque se dirige a una comunidad que ni ha fundado ni ha visitado todavía. La comunidad cristiana de Roma La comunidad cristiana de Roma fue fundada por judíos convertidos que llegaron a la capital del Imperio desde Palestina. Expulsados por el emperador Claudio en el año 43 d.C., regresaron más tarde a la ciudad y se encontraron con que el número de paganos que se habían incorporado a la Iglesia había crecido mucho, lo cual pudo dar lugar a los mismos problemas de convivencia que se habían producido en otros lugares. Pablo escribe la carta desde la ciudad de Corinto, hacia el año 57-58 d.C. –según la cronología de su vida más aceptada–, cuando se dirige a Jerusalén para entregar una colecta que había hecho en favor de las iglesias necesitadas de Palestina. El apóstol se dirige a una comunidad que sólo conoce de oídas. Al hacerlo tiene en cuenta, no obstante, los problemas y las experiencias de otras iglesias que él ha fundado: Galacia, Corinto, Filipos… El motivo inmediato por el que Pablo redactó esta carta es el de anunciar y preparar su próxima visita a la comunidad de Roma. Parece como si quisiera abrir horizontes en su misión, que hasta ahora se ha centrado en la parte oriental del Mediterráneo. En su empeño por extender el anuncio del Evangelio, quiere alcanzar los confines de occidente, y por eso habla incluso de su intención de llegar a España (Rom 15,24-28). En ese viaje, Roma sería una escala obligada. Pero, sobre todo, el apóstol aprovecha la ocasión para exponer ampliamente el núcleo del Evangelio que anuncia incansablemente desde hace ya unos años. Así se da a conocer ante la iglesia establecida en Roma, centro del Imperio y prototipo de ciudad pagana. Y a ella, como símbolo de la universalidad del cristianismo, le escribe esta hermosa y profunda carta cuando precisamente está a punto de dirigirse a Jerusalén, la iglesia 25

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madre, para entregar allí la colecta. De este modo pretende mostrarle su comunión sincera a pesar de las tensiones surgidas a causa de su opción por llevar el Evangelio a todas las gentes. Con ello, Pablo se sitúa como puente entre la herencia bíblica del judaísmo y la novedad de la salvación que Dios ha ofrecido en Cristo a todos los pueblos. Características literarias y estructura general de la carta Al leer la Carta a los Romanos descubrimos un cuidado estilo literario. Su tono enérgico, vigoroso, rápido e incisivo se traduce a veces en textos de una belleza enorme que dejan entrever la entrega de alguien que, como Pablo, se ha visto totalmente ganado para la causa de Cristo. El apóstol construye esta obra aprovechando los recursos que le ofrecen tanto la retórica clásica como las técnicas argumentativas del judaísmo de su tiempo. De este modo nos ofrece una carta con la siguiente estructura general: – Introducción: Rom 1,1-15. – Primera sección, donde explica la doctrina de la salvación: Rom 1,16–11,36. – Segunda sección, en la que exhorta a vivir como creyentes: Rom 12,1–15,13. – Conclusión: Rom 15,14–16,27. El mensaje de la carta Cuando Pablo escribe la Carta a los Romanos, parece encontrarse en un momento crucial en su tarea de evangelización: está dispuesto a abandonar el oriente y encaminarse hacia los confines de la tierra entonces conocida en occidente. Es una ocasión decisiva que el apóstol aprovecha para exponer la síntesis de su reflexión y de sus muchos desvelos a causa del Evangelio. La salvación es un don gratuito de Dios al que responde el creyente mediante la fe. Esto es esencial: Dios es el que salva. El ser humano no consigue su propia salvación por las buenas obras que realiza en su vida. Lo que está en su mano es acoger mediante la fe el amor que Dios le demuestra. Ese amor de Dios es el que “justifica”, el que trae la salvación. ¿Entonces no importa cómo actúe cada uno? De ninguna manera. La fe opera en el cristiano la transformación de su 26

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vida hacia una manera nueva de ser. En adelante, su comportamiento no se regirá por el cumplimiento de unas determinadas normas, sino por la dinámica que la fe en Cristo Jesús, el Salvador, genera en la vida del creyente. A este “vivir en Cristo” exhorta Pablo en la segunda parte de la carta.

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO Para preparar nuestro próximo encuentro, vamos a leer Rom 3–4. Es en la conclusión de esta primera parte donde Pablo pone de relieve que el poder salvador de Dios se hace efectivo por medio de la fe. Por eso, trataremos de responder a la siguiente pregunta: ¿Qué afirmaciones se hacen sobre la fe y la salvación que ella trae?

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AHORA SE HA MANIFESTADO LA SALVACIÓN

☞ ¿QUÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO?

Dedicamos este segundo encuentro a terminar de leer Rom 3–4, donde se aclara de qué manera se alcanza la salvación que promete el Evangelio. Ni judíos ni paganos tienen derecho a ella, sino que es Dios quien la concede gratuitamente por medio de la fe en su hijo, Jesucristo. En este encuentro nos marcamos como objetivos: • Descubrir que nadie puede ganarse la salvación por su propio esfuerzo, pues es Dios quien la regala por medio de la fe en su Hijo. • Profundizar en la novedad del rostro de Dios que se manifiesta tras esta salvación gratuita. • Detenernos en la figura de Abrahán como modelo de creyente.

LECTURA CONTINUADA Puesta en común sobre Rom 3–4 En la sesión de hoy continuamos leyendo los otros dos capítulos de la Carta a los Romanos que completan la reflexión sobre la relación entre salvación y fe. Frente a la situación de toda la humanidad pecadora, Pablo subraya la fidelidad y veracidad de Dios. Éste salva a todos sin necesidad de las obras de la ley y por medio de la fe en Jesucristo, que por su muerte se ha convertido en “instrumento de perdón”. 29

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Al leer estos capítulos nos proponemos responder a la siguiente pregunta: ¿Qué afirmaciones se hacen sobre la fe y la salvación que ella trae? Una vez que los miembros del grupo han compartido lo que ☞ cada uno ha descubierto en la lectura, el animador puede completar esas aportaciones teniendo en cuenta lo siguiente: En el texto hemos leído una serie de afirmaciones sobre la fe y la salvación. En cuanto a lo primero, encontramos estas afirmaciones: – La falta de fe no anula la fidelidad de Dios (Rom 3,3). – La fe en Jesucristo desencadena la fuerza salvadora de Dios que alcanza a todos los que creen (Rom 3,22). – Es fe en Jesucristo y en su muerte (Rom 3,25.26). – La fe hace inútil cualquier privilegio o particularismo del que presumir (Rom 3,27-28). – El hombre alcanza la salvación por la fe (Rom 3,28). – La fe le fue tenida en cuenta a Abrahán para alcanzar la salvación (Rom 4,9). – La promesa está vinculada a la fuerza salvadora de la fe (Rom 4,13). – La herencia depende de la fe (Rom 4,16). – La fe se mantiene contra toda esperanza (Rom 4,18-19). – Es fe en Dios que resucitó a Jesucristo (Rom 4,24). En cuanto a la salvación o fuerza salvadora, Pablo dice que: – No se alcanza por el cumplimiento de la ley, sino por la fe (Rom 3,20.28; 4,11). – Se ha manifestado ahora, con independencia de la ley (Rom 3,21.25.26). – Alcanzará a todos los que crean, sin distinción (Rom 3,22; 4,24). – Dios, y él solamente, salva de forma gratuita por su bondad (Rom 3,24.30). – Dios salva al impío (Rom 4,5).

GUÍA DE LECTURA “Ahora se ha manifestado la fuerza salvadora de Dios”. Antes de comenzar, buscamos Rom 3,21-31. 30

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➤ Ambientación El pasaje que leemos hoy destaca, por contraste, con todos los pasajes precedentes. Ante una humanidad pecadora, merecedora de la ira divina, se nos manifiesta un Dios paciente, veraz y fiel, que trae una salvación gratuita. La podemos alcanzar todos por medio de la fe en Jesucristo, que ha muerto y resucitado para liberarnos de nuestros pecados y regalarnos la gracia. Aún hoy nos cuesta aceptar la gratuidad propia de Dios como norma de nuestro mismo comportamiento. ➤ Miramos nuestra vida Vivimos en medio de una sociedad de mercado. Pensamos que todo tiene un precio. Algunas veces creemos que realizamos algunas acciones de un modo totalmente desinteresado, pero en la práctica no es así, pues nos quejamos diciendo: “Ni las gracias me ha dado”. Si damos, casi siempre lo hacemos a cambio de algo. Hacemos un favor y normalmente pensamos que en algún momento nos lo devolverán o nos lo agradecerán de algún modo. – Intenta señalar acciones tuyas y de tu entorno que parezcan desinteresadas. ¿Son realmente gratuitas? ¿No esperan algún tipo de compensación? ¿Cuál? – ¿Crees que es posible ser gratuitos en una sociedad como la nuestra? ¿Por qué? ➤ Escuchamos la Palabra de Dios El apóstol retoma la tesis que anunciaba al inicio de la carta (Rom 1,17) y profundiza en el tema de la fuerza salvadora de Dios. Él sí que da desinteresadamente. Su oferta de salvación es gratuita y se hace efectiva aquí y ahora, a partir de la fe en la muerte y resurrección de Jesús. • Escuchamos la Palabra de Dios. Para acoger lo que el Señor quiere decirnos a través de ella, nos preparamos con un breve momento de silencio. • Proclamación de Rom 3,20-31. • Reflexionamos en silencio: releemos el pasaje y consultamos las notas. • Entre todos tratamos de responder a estas preguntas: – ¿Qué expresiones del texto reflejan la gratuidad de Dios a la hora de salvar? ¿Cómo definirías esa forma suya de actuar? 31

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– ¿Qué actitudes aparecen en el texto como contrarias a la gratuidad de Dios? – ¿Cuál es el medio que Dios ha utilizado para llevar a cabo la salvación? ➤ Volvemos sobre nuestra vida Nos cuesta, como a los cristianos a los que Pablo escribe, aceptar una salvación regalada, una posibilidad de plenitud y de felicidad que no es fruto del esfuerzo humano. El Señor, por medio de las palabras del apóstol, nos sigue llamando a entrar en esta dinámica de confianza en él y de aceptación de una salvación gratuita para que lo traduzcamos todo en un estilo nuevo de vida. Nos muestra que estamos salvados por la fe. – ¿Qué nos enseña Pablo en el pasaje que hemos leído? ¿Cómo podemos plasmar en nuestras relaciones sociales y en nuestras comunidades cristianas la gratuidad de la salvación? – ¿De qué manera nos ayudan estas palabras a la hora de concebir e imaginar a Dios? ¿Qué imágenes habituales de Dios dejan de tener valor ante este texto? ➤ Oramos Damos gracias a Dios por el don de su gracia y de la fe, por el regalo de su perdón y de su salvación. Le pedimos que nos enseñe a comunicar a los demás toda esta generosidad. Ambientamos este momento colocando el cáliz y la patena con una hostia, símbolos de la única ofrenda digna que podemos presentar ante Dios, y que no es otra que su Hijo entregado por nosotros. • Volvemos a leer Rom 3,21-31 después de guardar unos momentos de silencio para favorecer un clima de oración. • Oramos personalmente sobre el pasaje proclamado. • Oramos comunitariamente. • Podemos terminar cantando todos juntos Mi fuerza y mi poder es el Señor.

☞ EXPLICACIÓN DEL PASAJE

En la sesión pasada vimos cómo Pablo ha tratado de demostrar que todos –judíos y paganos– están bajo el dominio del pecado. Parece que no hay posibilidad de redención para el ser humano y que lo único que cabe esperar es un castigo inminente, pero no es

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así. El apóstol retoma el tono positivo que anticipaba en Rom 1,17. En el Evangelio que anuncia “se manifiesta la fuerza salvadora de Dios a través de una fe en continuo crecimiento”. Ahora tratará de profundizar en esa afirmación. Para ello Pablo se detiene en mostrar lo que encierra la llamada “justicia de Dios” –una expresión que muchas Biblias traducen como “fuerza salvadora de Dios”– que se revela en el Evangelio que él predica. Es fuerza salvadora para el que escucha el mensaje de salvación que Dios ha ofrecido definitivamente en Cristo y cree. Ante esa oferta, judíos y paganos están en las mismas condiciones porque a todos se les pide lo mismo, que la acepten con fe. El pasaje que hemos leído se articula en dos partes: en Rom 3,21-26 se expone con densidad teológica de qué modo llega la salvación por medio de la fe en Cristo, y en Rom 3,27-31 se sacan las consecuencias de ello mediante una serie de preguntas retóricas. En la primera parte, Pablo comienza proclamando que la fuerza salvadora de Dios se ha manifestado al margen de la ley. Según la mentalidad judía, esta ley abarcaba el conjunto de mandamientos que requerían una obediencia en el tiempo presente que garantizara la salvación futura. Pablo, en cambio, dice que las obras de la ley no salvan. La fuerza salvadora alcanza a quien, independientemente de la ley, escucha el anuncio del Evangelio de Cristo y cree. Por eso precisamente puede llegar a todos, puesto que paganos y judíos, como Pablo ha demostrado hasta ahora (cf. Rom 1,18-3,20), están en las mismas condiciones. Unos y otros necesitan la salvación que Dios ofrece como don aquí y “ahora”, como recalca tres veces. La fuerza imparable de esta salvación reside no en la ley ni en los méritos de quienes la observan, sino en la bondad de Dios, protagonista principal. Por ello, la palabra que más se repite es “Dios”. Él es el responsable último que ha manifestado su “justicia”, es decir, su fuerza de salvación, término que se repite también tres veces. Dios, pues, aparece como sujeto de acciones beneficiosas para toda la humanidad: “salva gratuitamente por su bondad”, “es paciente”, “pasa por alto los pecados”, “es salvador”, etc. En aquel momento, todos esperaban la manifestación inminente y merecida de la cólera divina, pues Dios no puede permanecer impasible ante la maldad. Pero se encuentran, sorprendidos, con que ahora sigue tendiendo la mano a toda persona. Él, que es paciente y bondadoso, salva gratuitamente de los pecados. Y esta salvación actual se ha manifestado en Cristo muerto y resucitado. Precisamente a la muerte en cruz alude Rom 3,25 cuan-

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do dice “con su sangre”. Esta expresión nos recuerda los ritos judíos de expiación. Pero con una gran diferencia: Dios aquí no exige una expiación, es decir, un sacrificio u ofrenda por parte del hombre, sino que la otorga gratuitamente. La muerte de Jesucristo ha producido la redención que trae el perdón de los pecados y la salvación, de modo que Dios lo “ha hecho instrumento de perdón”. En la cruz se ha manifestado de modo supremo y definitivo la justicia de Dios. Dios es justo haciéndonos justos, o, dicho de otro modo, es salvador y como tal se manifiesta salvándonos (cf. Rom 3,26). A continuación, en la segunda parte, Pablo saca las consecuencias de esta salvación inesperada. Lo hace recurriendo a una serie de preguntas retóricas que encuentran respuestas inmediatas. La primera consecuencia es que nadie puede vanagloriarse, porque la redención es un don gratuito de Dios, lo mismo que la fe que nos da acceso a ella. Nadie se puede arrogar méritos ante él. La salvación sólo la puede alcanzar el ser humano en Cristo. La ley no tiene ningún valor salvador. La segunda consecuencia es que Dios no hace acepción de personas ni de pueblos cuando salva. Es Dios de todos. No existe, pues, posibilidad de particularismos: ante un Dios único existe una única fe para judíos y paganos. Las fronteras de la ley y de la circuncisión que separaban a judíos y paganos han sido derruidas. La comunidad de los creyentes es universal y única, como la salvación que trae Dios. Pero Pablo nos sorprende en el último versículo diciendo que la ley no es inútil. No es fuente de salvación, pero sí una indicación objetiva de comportamiento que debe concretarse en gestos de amor (Rom 13,8-10).

PARA PROFUNDIZAR Abrahán, modelo de justificación por la fe Abrahán es uno de los personajes bíblicos más atrayentes e importantes. Pablo le llega a llamar “el padre de los creyentes que no están circuncidados” (Rom 4,11). Ciertamente, a él apelan judíos, cristianos y musulmanes como antepasado común. Para acercarnos a este patrimonio compartido por las tres grandes religiones monoteístas y para entender correctamente el empleo que el cristianismo y los escritos paulinos hacen de él, hemos de tener presentes los textos del Antiguo Testamento en los que se habla de esta figura patriarcal (Gn 12,1–25,18). 34

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Abrahán en la tradición bíblica Se trata de un personaje lleno de paradojas y contrastes. Comienza su aventura de fe cuando, a una edad muy avanzada, Dios le hace una petición sorprendente. A los setenta y cinco años debe romper con su pasado y lanzarse a un futuro desconocido y lleno de contratiempos e incertidumbres. En medio de muchas dificultades, tiene que buscar una tierra nueva que nunca llegará a poseer plenamente. Cambia su patria natal por una “promesa” que sólo verán cumplida sus descendientes. Para ello necesita un heredero que ni Abrahán ni su mujer, dada su edad, están ya en condiciones de engendrar y que, para colmo, Dios va a exigir más tarde que se lo ofrezca en sacrificio. En medio de todas estas vicisitudes, Abrahán se muestra a veces sorprendido y con reservas ante las actuaciones inesperadas de Dios, pero casi siempre aparece dócil y obediente ante las órdenes divinas. Éste es, a grandes rasgos, el Abrahán que encontramos en la Biblia judía y que luego servirá de inspiración a la tradición cristiana. Por otra parte, y como suele suceder en otras ocasiones, las diferentes corrientes del Nuevo Testamento muestran puntos de vista diversos con relación a este personaje patriarcal. Por ejemplo, las cartas de Santiago y Hebreos lo utilizan como ejemplo de comportamiento creyente para mostrar que la fe sin obras es una fe muerta (Sant 2,21-23). Así es como lo consideraba la tradición judía, y es normal que los primeros cristianos también lo vieran de este modo. Abrahán como ejemplo de la relación justa entre fe y obras Desde el inicio de la Carta a los Romanos, Pablo ha mantenido que su tesis sobre la salvación por medio de la fe y no de las obras de la ley está avalada por la Escritura (Rom 1,2.17; 3,21). Y es aquí cuando trata de demostrarlo echando mano del ejemplo de Abrahán. Para ello el apóstol tiene que hilar fino, puesto que en la tradición judía –que inspiró a su vez ciertos escritos del Nuevo Testamento– Abrahán es prototipo de fidelidad a Dios, ya que se ganó su favor obedeciendo a sus mandatos (cf. Gn 22,1-18). Pablo, en cambio, alude a un texto del Génesis (libro que forma parte de la Torá o Pentateuco y, por tanto, era admitido por todos como norma o ley fundamental del judaísmo) en el que Abrahán es aceptado por Dios en virtud 35

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de su fe y no por los méritos de sus obras (Gn 15,6). Con ello muestra que su ejemplo como creyente precede a su obediencia a la ley. Por tanto, si Dios ha concedido al patriarca la salvación de manera absolutamente gratuita, también la puede dar ahora y siempre a cualquier persona y pueblo que le responda con fe. Como puede observarse, lo que apoya la argumentación de Pablo es el hecho de que lo que es anterior en la historia de la salvación es también lo más importante y fundamental. Por eso busca en la Escritura y encuentra que, antes de que con Moisés hubiera hecho aparición la ley en la vida del pueblo israelita, ya Abrahán había creído en la promesa divina de una descendencia numerosa. Y fue esa fe la que se le computó como “justicia”, es decir, le valió para alcanzar la salvación (Rom 4,3.9; Gál 3,6). Por otro lado, si la fe de Abrahán fue anterior a una ley dada a Moisés cuatrocientos años después, la fe es lo que realmente cuenta. Así pues, la salvación procede de una promesa unilateral y gratuita de Dios, que no exige una contrapartida –como la Alianza basada en la ley que pide su cumplimiento–, sino una respuesta de fe. Abrahán, padre de judíos y paganos Pero el patriarca no sólo es el padre de todos los judíos, sino que lo es también de todas las naciones. Y Pablo lo demuestra razonando de nuevo sobre lo que es primero y más importante en la historia de la salvación. De este modo hace notar que la circuncisión de Abrahán –que se narra en Gn 17,26– viene después de que ha creído en las promesas de Dios (Gn 15,6). La fe, por tanto, es anterior y superior a la circuncisión. De este modo se puede aceptar que, antes de ser padre de los judíos, Abrahán lo es de todos aquellos que creen. Por eso se ha convertido en modelo y prototipo de quienes se adherirán a Jesucristo por la fe. Más todavía, en el preciso momento en el que los paganos creen en el Evangelio, se cumple la promesa hecha por Dios al patriarca: “Te haré padre de una multitud de naciones” (Gn 17,5). En definitiva, Pablo muestra a Abrahán no como el ejemplo de un personaje aislado que ha sido salvado en virtud de su fe, sino que le interesa el personaje del patriarca en cuanto padre, porque las promesas han sido hechas en beneficio de su descendencia. Y Abrahán no es sólo el padre de Israel según la carne, sino que, en virtud de su fe, es el padre de todos los cre36

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yentes, circuncidados o no. Lo que importa, pues, es demostrar que los auténticos hijos de Abrahán y herederos de las promesas son todos los creyentes y no sólo los judíos. Así se demuestra que el Dios que salva por la fe en Jesucristo es el mismo Dios del Antiguo Testamento y que esta salvación actual es la prometida a Abrahán y su descendencia.

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO Para preparar nuestro próximo encuentro, vamos a leer el inicio de una nueva sección de la parte doctrinal de la Carta a los Romanos (Rom 5–6). Aquí Pablo sigue hablando de la salvación acontecida por la fe en Cristo, pero ahora en relación con la nueva vida que se inicia gracias al bautismo. Por eso, trataremos de responder a la siguiente pregunta: ¿Cómo es la nueva vida que trae la salvación de Cristo?

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LA NUEVA VIDA DEL BAUTIZADO

☞ ¿QUÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO? En este tercer encuentro dedicado a la lectura de la sección doctrinal de la Carta a los Romanos, Pablo trata de explicarnos en qué consiste la salvación alcanzada por la fe en Jesucristo. Por esta salvación el creyente pasa de la muerte a la vida, nace de nuevo en el Señor Jesús. Nos marcamos como objetivos: • Descubrir la novedad de vida que, según Pablo, experimentan los que han creído en la fuerza salvadora de Dios. • Profundizar en el significado que tiene el bautismo de cara a vivir una existencia diferente. • Acercarnos a la difícil y tensa relación que existe entre la ley y la gracia.

LECTURA CONTINUADA Puesta en común sobre Rom 5–6 En la sesión de hoy continuamos con la parte doctrinal de la Carta a los Romanos, profundizando en el tema de la salvación cristiana. Si hasta ahora hemos visto cómo la salvación está relacionada con la fe, en esta sección la contemplamos en rela39

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ción con la vida que genera en aquel que cree. Así pues, la palabra clave es “vida”, entendida como la nueva relación entre Dios y el ser humano por su participación en la muerte y resurrección de Cristo. Al leer estos capítulos nos proponíamos responder a esta pregunta: ¿Cómo es la nueva vida que trae la salvación de Cristo? Una vez que entre todos los miembros del grupo se ha respon☞ dido a esta pregunta, compartiendo lo que cada uno ha descubierto en la lectura, el animador puede completar esas aportaciones teniendo en cuenta lo siguiente. La vida verdadera es la que el creyente inaugura con su opción de fe y con su participación por medio del bautismo en el misterio pascual de Jesucristo, es decir, en su muerte y resurrección. Esto significa el final de una vida de pecado y el comienzo de una nueva vida en el ámbito de la “justicia de Dios”, o sea, de su salvación. Si nos fijamos en las palabras que Pablo utiliza para hablar de la novedad de esta vida, comprenderemos mejor qué significa. – Estamos reconciliados con Dios y pasamos a ser sus amigos (Rom 5,10). – En esta nueva vida todo es gracia y don de salvación (Rom 5,17-18). – En cierto sentido, esta nueva situación nos encamina ya hacia la vida eterna (Rom 5,21). – Es una vida sin pecado (Rom 6,2). – La vida del creyente se comprende en paralelo a la de Cristo: por el bautismo quedamos vinculados a su muerte y resurrección (Rom 6,4.11). – Se trata de una vida con Cristo, unida a la suya, que fue una vida para Dios, dedicada al servicio de Dios (Rom 6,8.11.13), y que nos conduce a la vida eterna (Rom 6,22-23).

GUÍA DE LECTURA “También vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios”. Antes de comenzar, buscamos Rom 6,1-11. ➤ Ambientación Después de haber explicado que a la salvación se llega por medio de la fe, Pablo enseña a los cristianos de Roma en qué 40

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consiste la nueva vida del creyente. El pecado ha quedado destruido mediante la muerte de Jesús y ha sido enterrado en su sepulcro. Por el bautismo, los cristianos nacen a una vida de resucitados con Cristo, para servir al Dios de la vida. ➤ Miramos nuestra vida Hemos sido bautizados, participamos con frecuencia en la eucaristía, nos confesamos de vez en cuando, etc. Nos decimos cristianos y nos esforzamos en cumplir con lo mandado, pero muchas veces comprobamos que nuestra vida no se diferencia en nada de la vida de los que viven sin Dios. No terminamos de descubrir la novedad de la vida del creyente, lo que la distingue de la vida de los demás. Por otra parte, el bautismo que nos introduce en esta nueva vida se ha reducido en muchos casos a un simple rito en torno al que se hace fiesta con la familia y los amigos. Cuesta caer en la cuenta de que en el bautismo asistimos al misterio de un nuevo y definitivo nacimiento. – ¿Qué supone para ti estar bautizado? ¿Es tu vida diferente en algo a la de los no bautizados? – ¿A qué crees que se debe que no hayamos sido capaces de descubrir y profundizar en el cambio de vida que supone estar bautizado? ➤ Escuchamos la Palabra de Dios Pablo sabe lo que significa pasar de una antigua vida a otra totalmente distinta y más plena. Su vida, como expresa él mismo, ahora es “en Cristo”. Aún más, como dice a los Gálatas, “ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gál 2,20). Por eso no se cansa de decir que el bautismo nos sumerge en esta nueva vida en Cristo. • Nos ponemos en disposición de escuchar la Palabra de Dios guardando un momento de silencio y pidiendo el auxilio del Espíritu Santo. • Un miembro del grupo proclama en voz alta Rom 6,1-11. • Reflexionamos en silencio: leemos personalmente el pasaje y consultamos las notas de nuestra Biblia para que nos ayuden a entenderlo mejor. • Respondemos entre todos a estas preguntas: – ¿Con qué términos expresa Pablo la participación del bautizado en la muerte y resurrección de Jesús? 41

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– ¿Qué consecuencias tiene para el creyente el estar bautizado? ¿Por qué no es posible para él convivir con el pecado? ➤ Volvemos sobre nuestra vida Pablo nos ha ayudado a descubrir que el bautismo nos ha sumergido en el misterio de la Pascua de Jesús, misterio de muerte para una vida nueva y definitiva. Y esto se tiene que concretar en un distinto modo de vivir desde unas categorías nuevas: gracia, don, gratuidad, rechazo del mal y del pecado… – ¿Qué aspectos del bautismo y de la nueva vida que con él se inicia descubres desde estas palabras de Pablo? – ¿Cómo podrías traducir a tu existencia de modo concreto tu vinculación a Cristo muerto y resucitado? ➤ Oramos Recogemos en forma de oración lo que nos haya inspirado el contacto con la Palabra que hemos leído y compartido. Colocamos en el centro un recipiente con agua y una vela encendida (si es posible, el cirio pascual) para recordar nuestro bautismo, y una vestidura blanca y una vela más pequeña para simbolizar la vida nueva. • Tras prepararnos con un breve silencio, leemos de nuevo Rom 6,1-11. • Rezamos personalmente a partir del pasaje que hemos escuchado. • Oramos comunitariamente. • Podemos acabar renovando las promesas bautismales y renunciando al mal y al pecado.

☞ EXPLICACIÓN DEL PASAJE

Con el pasaje de hoy continuamos leyendo la parte doctrinal de la Carta a los Romanos. Damos un paso más en la explicación de la tesis que Pablo quiere demostrar: “El Evangelio es fuerza de Dios para que se salve todo el que cree” (Rom 1,16). Nos encontramos de nuevo con un texto de una gran densidad teológica. Después de profundizar en las relaciones que se dan entre la salvación y la fe, ahora Pablo intenta describir la nueva vida en la que se sumerge el que ha creído en el Evangelio de Jesucristo, muerto y resucitado.

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Una vez que se ha experimentado que la salvación es un regalo, alguien podría pensar que el comportarse de una manera o de otra no tiene mayor importancia en la vida del cristiano. ¿Sirve para algo el cumplimiento de las normas que contiene la ley? Sin duda que sí, responde el apóstol. Como ya había dicho en Rom 3,31, la ley no deja de ser útil después de la aparición de Jesucristo. ¿Entonces qué ha cambiado? Algo realmente esencial: el fundamento del vivir cristiano. Las obras del creyente ya no brotan de la ley, sino que nacen y se sostienen en la fe en Jesucristo que nos salva. El pasaje comienza planteando un interrogante: “¿Diremos, pues, que hay que seguir pecando para que abunde la gracia?” (Rom 6,1). Es la misma objeción que le ponían a Pablo en Rom 3,8: “¿Habrá que hacer el mal para que venga el bien, como algunos calumniadores dicen que yo enseño?”. Detrás de objeciones de este tipo se esconden acusaciones que le hicieron al apóstol durante su vida y su ministerio. Se llegó a decir que el apóstol promovía una vida disoluta, libertina, en pecado, y que Dios tenía necesidad de la maldad del ser humano para manifestar su perdón y salvación. Pablo responde con rotundidad negando estas acusaciones. La seguridad que proporciona el amor generoso de Dios no puede llevar consigo el que no se tome en serio el pecado. Para fundamentar el rechazo a esa acusación, Pablo recurre a una interpretación del bautismo que los miembros de la comunidad de Roma ya conocen: “¿Ignoráis acaso que todos a quienes el bautismo ha vinculado a Cristo hemos sido vinculados a su muerte?” (Rom 6,3). Mediante el bautismo, el creyente se une a Cristo –quien por su muerte y resurrección ha logrado el perdón para todos– y participa de la salvación gratuita de Dios. Este rito es el inicio de algo nuevo que se caracteriza por la muerte al pecado y la resurrección a una vida nueva. A partir de ahora lo antiguo –pecado, muerte, etc.– queda superado. Esto lo indica Pablo con un lenguaje atrevido: el creyente ha sido crucificado, sepultado y resucitado “con” Cristo. Este lenguaje será empleado también en las cartas a los efesios (Ef 2,1-10) y a los colosenses (Col 2,8-15; 3,1-17) para describir la novedad en que vive el que se ha sumergido en el misterio de la muerte y resurrección de Jesús. Ciertamente, bautizarnos en Cristo es sumergirnos en su muerte (Rom 6,3); es morir con Cristo para vivir eternamente con él (Rom 6,8); es “ser sepultados con Cristo en su muerte” para recibir una vida semejante a la del Resucitado (Rom 6,4). Por eso, al bautizado se le abren horizontes de vida nueva, se le ofrece la esperanza de una vida con Cristo, se le anuncia que está “vivo

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para Dios en Cristo Jesús” (Rom 6,11) y que “la muerte no tiene señorío sobre él” (Rom 6,9). De ahora en adelante el cristiano está y vive una vida nueva y distinta en Cristo. Esto mismo lo afirma Pablo de sí mismo en Gál 2,19-20. Su vida ya no pertenece al pecado, sino que pertenece a Dios. Todo esto lo expresa el apóstol con un lenguaje marcado por las oposiciones, como hace en toda esta sección: a la muerte, que está asociada al pecado, se opone la vida, calificada como nueva, liberadora, resucitada, para Dios y en Cristo. Por tanto, es inconcebible que Pablo esté apoyando la idea de que la salvación gratuita de Dios conlleva una vida relajada y disoluta. Todo lo contrario: la nueva vida conlleva una tensión y un comportamiento también novedosos, idea que la Carta a los Efesios nos ayuda a comprender cuando dice: “Dios os ha hecho revivir junto con Cristo, perdonándoos todos vuestros pecados… Así pues, ya que habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba… Habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios… Destruid, pues, lo que hay de terreno en vosotros” (Ef 2,13; 3,1.3.5).

PARA PROFUNDIZAR La gracia y la ley Tanto en la historia del pueblo de Israel como en la vida de la Iglesia ha sido constante una cierta tensión entre dos elementos que han pugnado entre sí por prevalecer: la gracia y la ley. En el ámbito de la gracia podríamos situar todo aquello que sugiere la actuación “gratuita” de Dios a favor del ser humano –la liberación de Egipto o la salvación en Jesucristo, por ejemplo–. En frente, en el ámbito de la ley, encontraríamos la respuesta del ser humano ante la voluntad salvífica de Dios –las normas de conducta o los códigos de comportamiento que expresan en el Antiguo Testamento las obligaciones que se siguen de la Alianza–. Una mirada atenta a nuestro pasado nos permitirá rastrear la confrontación motivada por la defensa de la gracia o de la ley en momentos trascendentales para la vida de la Iglesia. Gracia y ley aparecen en el horizonte de la división entre judíos y cristianos, y ambos elementos están presentes también en las divisiones que se han sucedido entre los mismos cristianos desde la Reforma protestante en el siglo XVI. 44

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La gracia y la ley en los orígenes de Israel Para comprender correctamente la relación entre gracia y ley tenemos que partir de una secuencia que aparece ya en el Antiguo Testamento. En estas tradiciones aparecen el Éxodo (la liberación) y la Alianza (la ley entregada por Dios al pueblo en el Sinaí) en un orden que no es indiferente. En primer lugar, Dios libera y salva, y sólo después da una ley que permite un camino de libertad. Parece, por tanto, que en las relaciones entre Dios y el pueblo el punto de partida es la gracia. Dios toma siempre la iniciativa: es él quien elige, crea un pueblo, lo capacita para vivir como tal, le da la ley para llevar a cabo esta tarea… La ley no existe sin la gracia. La Alianza no se lleva a cabo si antes Dios no ha liberado gratuitamente a su pueblo de la esclavitud de Egipto. Así pues, la tradición judía nos enseña que ambas realidades no son opuestas, sino complementarias. La ley en tiempos de Pablo En tiempos de Pablo, los diversos grupos judíos (saduceos, fariseos, esenios…) tenían la ley de Moisés como un elemento aglutinante, pero la interpretaban y la aplicaban de modos muy distintos. Pablo encarna, según sus propias palabras, la visión farisea de la ley (Flp 3,6): la ley o Torá es fundamental, puesto que expresa la voluntad de Dios. El ser humano es libre para responder a ella y, según lo haga, recibirá el premio o el castigo. Los fariseos intentarán iluminar con la ley todos los ámbitos de la vida diaria y eso les obligará a elaborar una larguísima lista de preceptos (llegarán a ser 613). Su observancia en el presente garantiza la salvación futura. Por otra parte, la ley tenía un valor diferenciador. Con sus preceptos –por ejemplo sobre las comidas–, ayudaba a distinguir a los judíos de los gentiles y reforzaba de este modo sus sentimientos de pertenencia a un pueblo único, diferente de todos los demás. La relación entre gracia y ley según Pablo El apóstol Pablo es un judío fiel, buen conocedor de las tradiciones de su pueblo (Gál 1,11-14), a quien, dos acontecimientos en su vida le llevan a profundizar en las relaciones entre fe y obras, entre gracia y ley. En primer lugar, la experiencia de Jesucristo y de su muerte en cruz; en segundo lugar, la evangelización de los paganos, ajenos al régimen legal judío y destina45

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tarios también de la salvación de Dios. A la luz de ambos acontecimientos Pablo tendrá que releer su vida, en la que la ley ha desempeñado un papel esencial. Cristo ha supuesto el final del régimen de la ley de Moisés. Si la ley puede salvar, la muerte y resurrección de Cristo habrían sido en vano. Sin embargo, Pablo está convencido de que sólo es Jesús, muerto y resucitado, el que comunica su vida nueva a los creyentes (Rom 6,9-11) y les asegura la salvación (Rom 10,9-10). Por tanto, la ley no da la vida, sino que es la fe en Cristo la que da vida conduciendo a la salvación. A la luz de Cristo, mediador único de la salvación, Pablo reconoce el valor de la ley: es un privilegio de Israel (Rom 9,4); es la ley de Dios (Rom 7,22); es santa y espiritual (Rom 7,12.14); se resume en el amor al prójimo (Rom 13,8-10); es un indicador objetivo de comportamiento (Rom 3,31)… Pero, en cualquier caso, el de la ley no es un camino equiparable al de la gracia. Pablo se ha convencido de que el camino de la ley –el de la obras– nos lleva a confiar en nuestras propias fuerzas (Gál 3,12). No está en contra de las obras de la ley, sino de la pretensión de salvarse gracias al cumplimiento de determinadas normas. Las obras de la ley sólo se entienden correctamente desde la fe en Jesucristo muerto y resucitado, y han de traducirse en frutos de amor. Frente a esta ley que no salva y que crea distinciones entre judíos y gentiles, Pablo se ha encontrado con Cristo, que trae la salvación de Dios para todos. Si la ley separaba a unos de otros, la gracia de Dios es universal y une a todos.

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO Para preparar el próximo encuentro, vamos a leer los dos capítulos siguientes de la Carta a los Romanos (Rom 7–8), donde Pablo continúa profundizando en la realidad de la nueva vida que se inicia bajo la gracia. Es una vida calificada con nuevos términos: “libre del pecado”, “según el Espíritu”... Trataremos de responder a la siguiente pregunta: ¿Qué ideas aparecen en estos capítulos relacionados con el tema de la vida nueva?

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SI DIOS ESTÁ CON NOSOTROS

☞ ¿QUÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO? Al finalizar la sección doctrinal de la Carta a los Romanos, Pablo eleva el tono y concluye con un himno en el que proclama el fundamento último de nuestra esperanza: el amor de Dios. Un amor, manifestado en Jesucristo, del que ya nada ni nadie nos podrá apartar. En esta sesión pretendemos alcanzar los siguientes objetivos: • Conocer qué quiere decir Pablo con la expresión “vida según el Espíritu”. • Profundizar en el conocimiento del rostro amoroso de Dios y en la confianza que genera en nuestras vidas. • Descubrir el amor de Dios como auténtico centro y motor de la fe cristiana.

LECTURA CONTINUADA Puesta en común sobre Rom 7–8 Pablo continúa la reflexión que iniciaba en Rom 5,1 y profundiza en el contenido de la salvación y de la nueva vida del creyente. De este modo quiere hacernos conscientes de la riqueza de la nueva existencia que se inicia a partir del bautis47

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mo. Al leer estos capítulos nos propusimos responder a esta pregunta: ¿Qué ideas aparecen en estos capítulos relacionadas con el tema de la vida nueva? Una vez que los miembros del grupo han puesto en común ☞ sus propias respuestas, el animador puede completar sus aportaciones teniendo en cuenta que, para comprender los términos asociados a la vida nueva, tenemos que echar un vistazo también a los que aparecen asociados a la palabra “muerte”. La muerte se relaciona con el pecado, la ley esclavizante, la condenación. Sobre este fondo de muerte, resalta y destaca la nueva vida del creyente. – Pablo comienza diciendo a los creyentes: “Habéis muerto a la ley y ya podéis pertenecer al que ha resucitado de entre los muertos, con el fin de producir frutos para Dios” (Rom 7,4). El creyente pertenece a Cristo resucitado. – De la esclavitud a la ley, los creyentes han pasado a servir a Dios en libertad (Rom 7,5-6). La nueva vida del Espíritu se caracteriza por la libertad auténtica (Rom 8,4). – Esta nueva vida “según el Espíritu” nos permite sentir de un modo diferente que quienes viven según sus apetitos. Se trata de “sentir conforme al Espíritu”, y eso nos lleva a la vida y a la paz (Rom 8,6). – En esta vida “según el Espíritu”, el creyente está habitado por el Espíritu de Dios (Rom 8,9). El Espíritu de Cristo marca la vida nueva por la fuerza salvadora de Dios (Rom 8,10-11). – La vida según el Espíritu nos hace hijos adoptivos de Dios y nos permite vivir desde la confianza en el Padre. Él nos dará en herencia una vida como la de su Hijo, una vida resucitada (Rom 8,11.17).

GUÍA DE LECTURA “Nada podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús”. Antes de comenzar, buscamos Rom 8,31-39. ➤ Ambientación El apóstol culmina la primera sección de la carta con un hermoso texto lleno de fuerza, en el que alaba la grandeza y la fuerza del amor de Dios. Este amor da sentido y sostiene al 48

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creyente en todas las circunstancias de la vida. Un amor tan inabarcable e insondable es, ciertamente, una Buena Noticia. ➤ Miramos nuestra vida Todos hemos vivido situaciones y experiencias muy difíciles en la vida: el fracaso de sueños y proyectos personales, la enfermedad o la tragedia en la propia familia o entre los amigos... En esos momentos, el mundo se nos cae encima porque se tambalean los cimientos de nuestras vidas, o entran en crisis nuestra idea de la realidad y la imagen que tenemos del mundo. Ante esas situaciones adversas necesitamos ayudas para encontrar nuevas salidas. – ¿Dónde has buscado en esos momentos ayuda para salir adelante? – ¿Cómo te ha ayudado el amor de una persona cercana a afrontar esas realidades? ➤ Escuchamos la Palabra Pablo ha experimentado tribulaciones, angustias, persecuciones y todo tipo de contrariedades en su vida después de haberse encontrado con Cristo. Pero también ha descubierto que la fuerza de Dios se hace más evidente en esas difíciles situaciones. Porque Dios es misterio de amor gratuito y salvador que acompaña siempre al que cree. • Nos ponemos en disposición de escuchar la Palabra de Dios guardando un momento de silencio y pidiendo la luz del Espíritu Santo. • Un miembro del grupo proclama en voz alta Rom 8,31-39. • Reflexionamos en silencio: leemos personalmente el pasaje y consultamos las notas de nuestra Biblia para entenderlo mejor. • Respondemos entre todos a estas preguntas: – ¿Cuál es la afirmación central del pasaje? ¿Qué imagen de Dios refleja? – ¿Con qué expresiones muestra Pablo que Dios se ha puesto de parte del ser humano? – ¿Qué fuerzas hostiles se creía que actuaban contra el ser humano en aquella época? – ¿Cuáles son las consecuencias que se derivan de tener de nuestra parte un Dios que ama de tal modo? 49

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➤ Volvemos sobre nuestra vida Acoger el Evangelio que anuncia Pablo es abrir la vida a un Dios sorprendente y a su fuerza salvadora. Sólo desde esa apertura confiada podemos descubrir que Dios es amor gratuito y desbordante, y que, justamente por ello, está de nuestra parte y a nuestro lado. Creer, pues, en Dios es permanecer en este amor que no nos abandona nunca. – ¿Qué experiencia tienes del amor de Dios? ¿En qué momentos de la vida has sentido o sientes más cercano el amor de Dios? – Creer es confiar. ¿En qué circunstancias pones tu vida en las manos de Dios? ➤ Oramos Pablo da continuamente gracias en sus cartas, y lo hace por multitud de razones. Entre ellas, por la generosidad y el amor de Dios manifestado en su elección como apóstol, un amor que tanto a él como a nosotros “nos urge” (2 Cor 5,14). Nosotros también podemos dar hoy gracias por el amor tan grande que Dios no se cansa de manifestarnos. Colocamos en el centro del grupo un gran corazón, símbolo del amor de Dios, y una cruz sobre él. Cada miembro llevará otro corazón en el que escribirá una acción de gracias a Dios. • Después de un breve silencio, leemos de nuevo Rom 8,31-39. • Damos gracias leyendo lo escrito en el corazón de cada uno y lo ponemos dentro del corazón de Dios. • Terminamos cantando Dios es amor o algún otro canto conocido por todos que hable del amor de Dios.

☞ EXPLICACIÓN DEL PASAJE

A lo largo de ocho capítulos, Pablo ha intentado desgranar la tesis que anunciaba al inicio de esta parte doctrinal: “El Evangelio es fuerza de Dios para que se salve todo el que cree, tanto si es judío como si no lo es” (Rom 1,16). Y ahora llega al final de esta larga argumentación, y la culmina, como era propio en el modo de argumentar de la época, con un epílogo o conclusión que resume y cierra lo dicho. Pablo concluye, en este caso, con un texto apasionado y lleno de optimismo en el que proclama lo esencial de la vida del creyente: Dios está con nosotros y nos ama de un modo único,

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tal y como lo ha manifestado a través de su Hijo, Jesucristo. Lo demás no tiene importancia. Hasta ahora ha hecho varias afirmaciones: la salvación es un don que Dios nos regala por su bondad; se accede a ella por medio de la fe en Jesucristo, y nos abre a una vida nueva en Cristo y según el Espíritu. Tras haber dicho esto, al apóstol no le queda más que alabar el amor de Dios manifestado en Jesucristo, del que nada ni nadie nos podrá apartar. Tras una exposición tan larga, Pablo parece haber dicho todo y no le queda más que recordar lo esencial. Por eso, lo primero que hace es preguntar: “¿Qué más podemos añadir?” En este sentido expone la tesis que concluye y resume lo que viene afirmando en los últimos tres capítulos: Dios está con nosotros, por lo que nadie puede estar en contra de nosotros (Rom 8,31). En verdad, Dios está con nosotros porque nos ha ofrecido una salvación sobreabundante cuando aún éramos pecadores. Cuando todo estaba contra nosotros, Dios ha estado con nosotros. Ciertamente, no le podemos pedir más. Ahora bien, ¿cómo ha demostrado Dios que estaba de nuestra parte? En Rom 8,32 responde: Dios está con nosotros porque nos ha salvado entregando a su Hijo en la cruz. En esa muerte, en la que participamos por el bautismo, han sido destruidos nuestra muerte y nuestro pecado. ¿Qué más le queda por darnos al que ni siquiera se ha guardado para sí lo más querido que tiene, su Hijo único? Dios nos lo ha dado todo de modo gratuito y sobreabundante en Cristo, nos ha amado hasta el extremo. Pablo continúa con tres preguntas: “¿Quién será el que acuse, condene, separe…?”. En las dos primeras preguntas ya va incluida una cierta respuesta al decir: “…si Dios es el que salva” y “si Cristo Jesús ha muerto, resucitado y está a la derecha del Padre intercediendo por nosotros”. Nadie puede ponerse en contra de nosotros para acusarnos y condenarnos, porque es el mismo Dios el que sale fiador y nos salva (Rom 8,33), y Jesucristo el que intercede por nosotros (Rom 8,34). No existe un juez más misericordioso ni un mejor abogado. Como indicaba un poco antes, en Rom 8,1, “ya no existe condenación alguna para los que viven en Cristo Jesús”. El juicio de Dios es de salvación porque su justicia es fuerza salvadora para el que cree y vive una vida nueva en Cristo. La tercera pregunta: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?”, encuentra una doble respuesta. En primer lugar, con una pregunta retórica en la que Pablo enumera una serie de vicisitudes que van aumentando en intensidad y peligro: desde la tribulación has-

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ta la espada, símbolo de la condena a muerte. En segundo lugar, con una cita del salmo 44,23, en el que el salmista se lamenta por los males sufridos y suplica la liberación confiado en el amor de Dios. La vida del creyente es desde ahora una vida que participa, en medio de vicisitudes de todo tipo, de la plenitud y confianza que da el amor de Dios. Pablo mismo, que ha pasado por toda clase de pruebas desde que sintió la llamada de Dios y se lanzó a anunciar el Evangelio de Jesucristo, ha experimentado como nadie el amor de Dios. Él ha sufrido tribulaciones y angustias, persecuciones por parte de sus hermanos judíos, todo tipo de estrecheces, e incluso varias veces ha estado muy próximo a la muerte (2 Cor 11,23-27). Pero siempre ha sentido la fuerza salvadora y el amor de Dios, que le ha ayudado a seguir adelante. Por eso está seguro de que nada ni nadie podrá apartarle de su Señor. Nada: ni la muerte ni la vida, ni siquiera los astros y los poderes sobrenaturales –que enumera en Rom 8,38 y que en aquel tiempo se pensaba que tenían influencia en la vida de las personas–, podrá apartar jamás a los creyentes de Cristo, que nos ha traído una salvación y una vida tan sobreabundantes.

PARA PROFUNDIZAR El amor salvador de Dios, fuente de la esperanza cristiana Pablo es un gran teólogo: su reflexión sobre Dios o su manera de expresar la actuación del Padre a través de su Hijo, Jesucristo, en la historia de la humanidad son únicas en el cristianismo del siglo I. Pero lo que realmente marca la personalidad del apóstol y supone un cambio radical en su vida es el encuentro que ha experimentado con Jesucristo resucitado. Su vida toma ahora un nuevo rumbo. Ya no se mueve impulsado por la obediencia a la ley. Ahora vive de Cristo y con Cristo. Esto lo expresa en la Carta a los Gálatas de un modo único: “Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí. Ahora en mi vida mortal vivo creyendo en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” (Gál 2,19-20). El amor de Dios cambia la vida del creyente Ha sido, pues, el amor de Dios manifestado en Jesucristo el que ha dado un cambio radical a la vida de Pablo. El apóstol ha experimentado en su propia carne una salvación inesperada y 52

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gratuita, que ha roto todos sus esquemas. La cruz, manifestación suprema y paradójica del amor de Dios por la humanidad, ha revelado la ineficacia de una ley que declara maldito al que muere crucificado. La justicia de Dios se ha manifestado por un camino ilógico, que ha terminado por declarar inútil el camino de la ley como vía de salvación. Dios ha manifestado no una justicia que lleva cuenta de los delitos, sino una justicia que hace vivir a todo el que cree. La cruz se ha mostrado como fuerza salvadora para todos los creyentes. Por la fe, el creyente está habitado ahora por Cristo y el Espíritu, y por eso su vida es nueva. Vive alimentado por el amor de Dios. Se trata de un amor inmerecido, que Dios ha mostrado “haciendo morir a Cristo por nosotros cuando aún éramos pecadores” (Rom 5,8). No hay méritos que presentar ante esta forma de actuar de Dios. Esto es lo que descoloca a Pablo y le hace darse cuenta de la hondura del misterio de Dios: el inmenso poder del amor de Dios, que ha resucitado a Jesús, lo ha transformado desde dentro y lo ha convertido en hijo suyo, como Cristo. Es un amor que “supera todo conocimiento” y que llena al creyente “de la plenitud misma de Dios (Ef 3,19). El amor de Dios es fruto del Espíritu El creyente experimenta de este modo una salvación que no es aún definitiva, pero que lo es en esperanza (Rom 8,24). Por el bautismo participa en cierto sentido de la vida divina. Como garantía de la salvación plena que nos espera, ahora “poseemos las primicias del Espíritu” (Rom 8,23). El Espíritu viene hasta nosotros como un regalo de Dios, como una garantía y también una anticipación de lo que será un día nuestra herencia en el Reino. Se trata de “una esperanza que no engaña, porque, al darnos el Espíritu Santo, Dios ha derramado su amor en nuestros corazones” (Rom 5,5). Así pues, las primicias del Espíritu consisten en el amor gratuito de Dios. Amor insondable, cuya anchura, longitud, altura y profundidad –como dice el autor de la Carta a los Efesios (Ef 3,18-19)– se han revelado en Cristo y en su muerte en cruz. El amor de Dios abre la vida a una esperanza nueva El Espíritu está relacionado, pues, con el amor. Lleva a cabo en la persona un “cambio de mentalidad”, un proceso de conversión que pone en sintonía el corazón del creyente con el de Cristo. En esa nueva sintonía, el cristiano puede contemplar la reali53

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dad como Dios la contempla, amarla como Dios la ama e intentar transformarla de manera que se ajuste al proyecto amoroso de Dios. Este amor de Dios en la vida de cada ser humano no le mueve a la evasión, a apartarse del mundo, sino al compromiso en cada acontecimiento. El Espíritu sumerge en el corazón de Cristo al creyente no como un hecho puntual, sino como una actitud permanente que va modelando su vida y que le lleva a descubrir la presencia de Dios en la historia y a discernir su voluntad amorosa sobre el mundo. Los creyentes que han experimentado este amor incondicional son libres para amar a Dios y, por amor, vivir como auténticos hijos de Dios que hacen lo que a Dios le agrada. Quien entra en este misterio de amor ve la vida con una mirada nueva, ya que no hay lugar para el temor, sino para la confianza absoluta en un Dios que es Padre. Si Dios ama de este modo, si ha entregado a su Hijo para darnos la vida nueva y definitiva, nada, ni siquiera la muerte, nos puede apartar de la vida que Dios ha preparado y ha anticipado en su Hijo.

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO En la lectura de la Carta a los Romanos llegamos a un momento crucial. Pablo se pregunta por el destino que aguarda a Israel, que es su pueblo y que como tal pueblo se ha negado a reconocer en Jesús al Mesías salvador. Para preparar el próximo encuentro, vamos a leer Rom 9–11, donde el apóstol reflexiona sobre ese tema. Según vayamos leyendo, podemos intentar responder a estas preguntas: ¿Qué dones concedió Dios al pueblo de Israel? ¿Cuál es la finalidad de estos dones?

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EL DESTINO DE ISRAEL

☞ ¿QUÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO? A través de la proclamación de los apóstoles, el Evangelio de Jesucristo es anunciado en primer lugar a los judíos. Muy pronto, ese mismo Evangelio se convertirá también en Buena Noticia para los no judíos, es decir, para los gentiles. En muchas de las primeras comunidades, la convivencia entre cristianos de ambas procedencias les mueve a plantearse cuál es el puesto que ocupa cada uno en el proyecto salvífico de Dios. En esta sesión vamos a intentar alcanzar los siguientes objetivos: • Reflexionar acerca del papel que desempeña Israel en el plan salvador de Dios. • Profundizar en la necesidad de perseverar en la fe como respuesta creyente a la Buena Noticia de la salvación. • Recordar la relación entre el pueblo de Israel y la Iglesia.

LECTURA CONTINUADA Puesta en común sobre Rom 9–11 Pablo es y se siente “israelita, del linaje de Abrahán y de la tribu de Benjamín” (Rom 11,1). Es un judío que quiere ser fiel a la Escritura y que, tras escuchar la Buena Noticia de Jesu55

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cristo, le reconoce como el Mesías enviado por Dios y como su único Señor. Por eso le conmociona que los de su pueblo hayan rechazado a Jesús poniéndose, así en el camino de la perdición. A pesar de eso, reflexiona Pablo, Dios no abandona a quienes ha elegido en un momento concreto de la historia: si no persisten en su incredulidad, Dios mismo volverá a ofrecerles la salvación. Al leer estos capítulos, nos proponíamos responder a estas preguntas: ¿Qué dones concedió Dios al pueblo de Israel? ¿Cuál es la finalidad de estos dones?



Una vez que se ha respondido a estas preguntas de acuerdo a lo que cada uno ha descubierto en la lectura, el animador puede completar la información teniendo en cuenta que, según Pablo, los dones que Dios ha concedido a Israel son: – La adopción filial, la presencia gloriosa de Dios, la Alianza, las leyes, el culto y las promesas (Rom 9,4). – Los patriarcas de los que, en cuanto hombre, procede Cristo (Rom 9,5). – La descendencia de Abrahán y de Sara, de Isaac y de Rebeca (Rom 9,9-10). – La predilección por Jacob-Israel, posponiendo a Esaú, el primogénito (Rom 9,11-13). – La elección del pueblo israelita como primicias consagradas a Dios y objeto de su amor (Rom 9,23; 11,16.28). – El haber preservado un resto fiel, a pesar de la infidelidad general del pueblo (Rom 11,1-10). – La irrevocabilidad de la llamada de Dios a Israel y de las promesas y privilegios que ha concedido a su pueblo (Rom 11,29). Todos estos dones tienen como punto de partida la Alianza entre Dios y su pueblo, y como horizonte la salvación de Israel. Pablo recuerda todo ello con el fin de animar a los judíos incrédulos a dar el paso a la fe en Jesucristo.

GUÍA DE LECTURA “Volverán a ser injertados” Antes de comenzar, buscamos Rom 11,11-24. ➤ Ambientación En los capítulos que estamos leyendo, Pablo reflexiona acerca del papel que desempeña Israel en el plan salvador de Dios. 56

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El apóstol se siente invadido por una profunda tristeza porque el pueblo elegido, los de su propia raza, no ha querido reconocer en Jesús al Mesías enviado por Dios. En su incredulidad, la mayor parte de ellos se ha apartado del camino de la salvación, y otros, los paganos, han ocupado su puesto como discípulos del Maestro. En el corazón de Pablo quedan los interrogantes de si este alejamiento de los judíos será definitivo y de si se puede hacer algo para que vuelvan al camino que lleva a la vida eterna. ➤ Miramos nuestra vida Muchos cristianos conservamos en la memoria el recuerdo de un pasado más “boyante” en nuestra Iglesia, en el que los templos estaban llenos, abundaban las vocaciones y todo lo relacionado con la fe estaba mucho más presente en la vida diaria. En nuestros días, parece que ese globo se ha deshinchado, que nuestra sociedad se está descristianizando, que la práctica religiosa ha perdido el vigor de otros tiempos. Cunde el desánimo entre los que intentamos seguir siendo fieles. – ¿En qué cosas concretas aprecias esta descristianización de la sociedad? – ¿A qué se puede deber que haya tantos sitios vacíos en los bancos de nuestras iglesias? ➤ Escuchamos la Palabra de Dios Pablo no se deja llevar por el desánimo. A pesar de la incredulidad de los judíos, espera que llegue un día en el que, imitando la actitud de los gentiles, se incorporen por la fe en Jesucristo al nuevo pueblo de Dios. El mensaje universalista de Pablo no puede dejar al margen a quienes fueron elegidos desde antiguo. • Vamos a escuchar la Palabra de Dios, convencidos de que el Señor quiere seguir comunicándose con nosotros a través de ella. Nos preparamos con un breve momento de silencio. • Proclamación de Rom 11,11-24. • Reflexionamos en silencio: releemos el pasaje y consultamos las notas de nuestra Biblia. • Entre todos tratamos de responder a estas preguntas: – ¿Qué reprocha Pablo a los judíos? ¿Se refiere a todos los de su raza? ¿Considera definitiva su actitud? 57

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– ¿Qué imágenes se utilizan en el pasaje para expresar la situación de los judíos y los paganos? – ¿Cuáles son las recomendaciones de Pablo a los cristianos que provienen del paganismo? – ¿Qué rasgos de Dios destaca Pablo? ¿A qué se aplican en cada caso? ➤ Volvemos sobre nuestra vida Pablo contempla la incredulidad de los judíos desde la historia del amor de Dios a su pueblo. También a nosotros, cristianos de hoy, nos toca despertar, salir de nuestros melancólicos recuerdos de mejores tiempos pasados y responder a la falta de fe de tantos hombres y mujeres, bautizados o no, que nos rodean. – A Pablo le preocupa “lograr salvar a algunos de ellos”. ¿Existe en nosotros esa preocupación por la fe de quienes nos rodean? Podemos comentar en el grupo nuestra respuesta. – ¿Qué podemos hacer para que quienes nos contemplan se sientan interpelados como cristianos por nuestra vida y se animen a replantearse su fe dormida? ➤ Oramos Dios nos ha injertado amorosamente en un olivo milenario. Con frecuencia tomamos conciencia de que faltan muchas ramas y de que parece que por momentos se esté secando. Le damos gracias porque nos ha elegido y le pedimos que continúe cuidando con mimo el árbol de la Iglesia que él ha plantado. Como símbolo, cada miembro del grupo puede coger dos o tres ramitas y ponerles el nombre de las personas a las que echamos de menos en este árbol de Dios. • Volvemos a leer Rom 11,11-24 después de guardar unos momentos de silencio que nos ayuden a crear un clima adecuado. • Oramos personalmente sobre el pasaje proclamado. • Oramos comunitariamente • Expresamos en voz alta nuestra plegaria. Finalmente, cambiando la imagen del olivo por la de la viña, terminamos leyendo Is 5,1-7 como expresión de la bondad y la severidad de Dios con su pueblo. 58

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☞ EXPLICACIÓN DEL PASAJE

En la sección que estamos leyendo (Rom 9–11) Pablo desarrolla un tema que le afecta personalmente: el destino de Israel con respecto al plan salvador de Dios. Pablo es de origen judío y, como tal, recuerda la Alianza sellada por Dios con su pueblo. Pero la Buena Noticia de Jesús no conoce fronteras: la salvación se dirige a todos los hombres y mujeres que quieran acogerla, sea cual sea su raza o su religión. Pablo anuncia la salvación a los paganos, pero también se pregunta acerca del destino que aguarda a los judíos. ¿Su rechazo a Jesucristo les cierra definitivamente la puerta de la salvación? ¿Cuál es la actitud que deben mantener con ellos los cristianos provenientes del paganismo? El pasaje que leemos hoy aporta algunas de las respuestas del apóstol de los gentiles a estas cuestiones. Comienza el texto afirmando rotundamente que la situación en la que se han colocado los israelitas no es definitiva. Ciertamente, los paganos están de enhorabuena: la negativa de los judíos les ha abierto el camino de la salvación. Pero, cuando aquellos judíos vean la acogida que los paganos han dispensado al mensaje de Jesucristo, cambiarán de actitud e intentarán imitar su ejemplo. El texto dice literalmente que sentirán “celos” de los gentiles, porque éstos han ocupado su lugar en los planes de Dios, en el proyecto amoroso que el Señor había sellado con ellos mediante la Alianza. Provocar estos celos entre los judíos forma parte de la tarea que Pablo se propone llevar adelante, para ver si “logra salvar a algunos de ellos”. A continuación evoca Pablo el tema profético del “resto de Israel”, que ya había planteado en el pasaje precedente (Rom 11,1-10). Igual que en otro tiempo un pequeño “resto” de judíos se había mantenido fiel al Señor, en los días presentes un nuevo resto ha aceptado la salvación que llega a través de Jesucristo. Es decir, no todo está perdido, no todo el pueblo de Israel ha vuelto la espalda a Dios. Para ilustrar esto, Pablo utiliza dos imágenes muy cercanas a los judíos: las primicias consagradas a Dios y el olivo con su raíz y sus ramas. Los judíos ofrecían a Dios los primeros frutos que recolectaban y, de esta forma, toda la cosecha del año quedaba santificada (Nm 15,17-21). Los patriarcas fueron en la antigüedad las primicias que santificaron a todo el pueblo. A pesar de las infidelidades de los judíos, Dios no ha revocado su Alianza y mantiene su voluntad de salvación sobre Israel. Ese pequeño resto de israelitas que han aceptado a Jesús como Mesías es una ventana abierta a la esperanza.

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Pablo se detiene después en la imagen del olivo, desarrollándola hasta el final del pasaje. Los patriarcas constituyen la raíz de ese olivo de Dios que es Israel. De manera análoga a lo que ocurría con las primicias de la imagen anterior, la santidad de los patriarcas se transmite a todo el árbol. Los judíos que no han creído en Jesús son ramas que han sido desgajadas del olivo. Por su parte, los gentiles que sí han creído son esas ramas de olivo silvestre injertadas entre las ramas que han quedado, compartiendo con ellas la raíz y la savia del olivo de Dios. Desde esta imagen Pablo extrae algunas consecuencias para judíos y gentiles. A los judíos les anima a que no persistan en su incredulidad, para que Dios pueda injertarlos de nuevo. Y a los segundos, los cristianos provenientes del paganismo, les exhorta a que no presuman de su situación, a que no se llenen de vanagloria: han sido llamados a la salvación siendo “olivos silvestres”, injertados en el olivo querido por el Señor desde antiguo. Dios los ha aceptado como nuevas ramas en el tronco de Israel. De la misma manera que no son las ramas las que sostienen al árbol, sino que éstas son sostenidas por la raíz, así les ocurre a ellos: la raíz del pueblo judío es la que sostiene y da vida a los cristianos procedentes de la gentilidad. Por otra parte, su situación en la historia de la salvación ni se debe a sus méritos ni es irrevocable. A causa de su incredulidad, los judíos fueron desgajados del árbol, como fueron los paganos injertados en él por la fe. Si no mantienen la fe, éstos serán también desgajados. En la parte final del pasaje, el apóstol se fija en dos aspectos de la gracia de Dios: la bondad y la severidad. Su severidad es la que recuerda a los judíos que no han sido fieles a su condición de pueblo elegido, que no han acogido la salvación anunciada por Jesucristo. Por la misma severidad los ha reprendido y desgajado del resto que ha sido fiel, hasta el día en que abandonen su incredulidad. El otro elemento, la bondad de Dios, es el que ha llamado a los paganos a la salvación.

PARA PROFUNDIZAR La Iglesia y el judaísmo La historia de una relación tormentosa La historia de las relaciones entre judíos y cristianos ha sido durante siglos una historia de constantes tensiones. En los inicios del cristianismo surgieron disputas entre la Iglesia primitiva y los judíos que se oponían, en ocasiones 60

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violentamente, a los predicadores del Evangelio y a los primeros cristianos. Pocos siglos después, cuando el cristianismo se consolidó como religión del Imperio, cristianos exaltados asaltaron los templos paganos e hicieron algunas veces lo mismo con las sinagogas judías. Durante siglos, en algunos ambientes cristianos se fueron fraguando sentimientos hostiles hacia el judaísmo. Todo ello desembocó en una discriminación generalizada, llegando a producirse expulsiones e intentos de que los judíos se convirtieran a la fuerza. En los siglos XVIII y XIX, el antijudaísmo adquirió en Europa tintes más sociopolíticos que religiosos. En ese tiempo, los judíos habían logrado en muchos casos alcanzar un estatus social y económico importante y se difundió la sospecha de que ejercían un influjo excesivo. Esa situación, alimentada por planteamientos de carácter profundamente racistas, desembocó en la Alemania nacionalsocialista del siglo XX en una persecución sistemática que tuvo su expresión más escalofriante en el Holocausto judío. En los años previos al Holocausto, la Iglesia en Alemania condenó con firmeza el racismo nazi, como también hizo el papa Pío XI en la encíclica Sobre la situación de la Iglesia en el Reich germánico (1937), que se leyó en los templos de Alemania, provocando ataques y persecuciones contra el clero. La fidelidad eterna de Dios Partiendo de estos posicionamientos eclesiales, en las décadas que siguieron al Holocausto las relaciones entre la Iglesia y los judíos fueron cambiando de manera significativa. Sin duda, el acontecimiento más importante en este sentido es la declaración Nostra Aetate, sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, del Concilio Vaticano II (1965). En esta declaración, la Iglesia “reconoce que los comienzos de su fe y de su elección se encuentran ya en los patriarcas, en Moisés y los profetas. (…) La Iglesia no puede olvidar que ha recibido la revelación del Antiguo Testamento por medio de aquel pueblo, con quien Dios, por su inefable misericordia, se dignó establecer la antigua Alianza, ni puede olvidar que se nutre de la raíz del buen olivo en el que se han injertado las ramas del olivo silvestre que son los gentiles” (NA 4). Jesús y los apóstoles nacieron del pueblo judío. 61

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La vida de Jesús estuvo marcada por la práctica y la ética del judaísmo. Ciertamente, las autoridades judías reclamaron la muerte de Jesucristo, pero ello no significa que todos los judíos de entonces, ni mucho menos los de nuestros días, puedan ser considerados responsables de la Pasión del Señor. La propia Iglesia nació como un movimiento en el interior de la comunidad judía, de la que se separaría en las últimas décadas del siglo I. No es posible comprender correctamente lo que es el cristianismo pretendiendo prescindir de sus raíces judías. Especialmente interesante es el testimonio que Pablo, judío por los cuatro costados, nos ha legado en sus cartas. Pablo constata que Dios bendijo de forma especial a su pueblo elegido, selló con él una Alianza, le dio la ley y el culto, y le hizo depositario de sus promesas (Rom 9,4). Y constata también que, a pesar de las muchas infidelidades de aquel pueblo, Dios siempre se mantuvo fiel. Por lo tanto, la negativa de Israel a aceptar la salvación en Jesucristo no supone el rechazo definitivo de Dios, porque “los dones y la llamada de Dios son irrevocables” (Rom 11,29). Bebiendo de la misma fuente Judíos y cristianos nos alimentamos de los textos bíblicos del antiguo Israel. La Biblia hebrea, que los judíos llaman Tanak (Torá, profetas y otros escritos), se corresponde con lo que los cristianos conocemos como Antiguo Testamento o Antigua Alianza. Esta denominación responde al hecho de que los cristianos reconocemos también como Palabra divina un grupo de libros que llamamos Nuevo Testamento o Nueva Alianza, en los que se recogen las promesas de la salvación de Dios para la humanidad entera a través de Jesucristo. Ambos grupos de libros son para los cristianos libros inspirados por Dios (DV 16). La constitución dogmática Dei Verbum dedica su capítulo IV al Antiguo Testamento. En este capítulo se exhorta a los cristianos a que reciban con devoción esos libros, “que encierran sublimes doctrinas acerca de Dios y una sabiduría salvadora sobre la vida del hombre” (DV 15). El Antiguo Testamento prepara y anuncia la venida de Cristo; el Nuevo Testamento es testimonio de ese misterio de salvación. Por tal razón, los cristianos entendemos que el Nuevo Testamento está latente en el 62

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Antiguo y, por lo mismo, leemos aquellas promesas hechas a Israel desde el cumplimiento que tiene lugar en Cristo Jesús. Cristianos y judíos recorremos caminos en parte distintos hacia la misma casa de Dios, en la esperanza de que un día se cumplan las palabras del profeta: Hacia él afluirán todas las naciones, vendrán pueblos numerosos. Dirán: “Venid, subamos al monte del Señor, al templo del Dios de Jacob. Él nos enseñará sus caminos y marcharemos por sus sendas”. (Is 2,2-3)

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO Para preparar el próximo encuentro, vamos a leer Rom 12–13. Con estos capítulos damos paso a la segunda parte de la carta. Hasta ahora hemos considerado diversas reflexiones de Pablo acerca de la salvación que viene a través de Cristo y de la respuesta del cristiano mediante la fe. A partir del capítulo 12, el tono de la carta es de exhortación y se centra en cómo se debe concretar esa respuesta de fe en la vida de los creyentes. Al leer estos dos capítulos intentaremos responder a la siguiente pregunta: ¿Qué dice Pablo sobre el amor cristiano?

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NUEVA VIDA EN CRISTO

☞ ¿QUÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO? La fe no es un don que quede en el ámbito exclusivo de la relación personal con Dios. Necesariamente, afecta a toda la vida del creyente y se expresa a través de las obras del amor. Pablo es consciente de ello y anima a los cristianos de Roma a llevar una existencia coherente con la fe cristiana. En esta sesión pretendemos: • Reconocer el amor como el elemento nuclear de la vida del cristiano. • Descubrir los dones que el Espíritu Santo nos concede para ponerlos al servicio de los demás. • Reflexionar acerca de las actitudes que, según Pablo, deben distinguir a los discípulos de Cristo.

LECTURA CONTINUADA Puesta en común sobre Rom 12–13 En la sesión de hoy observamos cómo, a partir de estos capítulos, cambia el tono de la carta que dirige Pablo a los cristianos de Roma. De la reflexión sobre la salvación y la fe, se pasa a la exhortación en torno al estilo de vida que deben seguir 65

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quienes se declaran discípulos de Cristo. Para los cristianos, la fe va acompañada de una existencia coherente. Si el amor de Dios ha cambiado nuestra historia, haciéndonos pasar de la muerte a la vida, es ese mismo amor el que debe configurar cada instante de nuestra existencia. Al leer estos dos capítulos nos proponíamos responder a la siguiente pregunta: ¿Qué dice Pablo sobre el amor cristiano?



Después de que entre todos los miembros del grupo se haya respondido a esta pregunta, el animador puede completar la información teniendo en cuenta lo siguiente: El amor configura la existencia entera del creyente. Su relación con los demás, la valoración de su propia vida, su trabajo y su tiempo de ocio…, todo viene marcado por el amor. En estos capítulos Pablo insiste en algunos aspectos de ese amor, que se concreta mediante infinidad de actitudes en los diversos ámbitos de la vida cristiana. – El amor tiene que ser auténtico, no fruto del fingimiento (Rom 12,9). – El amor ha de ser de verdad, como el que se tienen los hermanos (Rom 12,10). – La única competitividad posible entre hermanos es la del amor mutuo (Rom 12,10). – El amor mutuo debe considerarse como la única deuda (Rom 13,8). – El amor es la plenitud de la ley (Rom 13,8.9.10). – El que ama no hace mal al prójimo (Rom 13,10).

GUÍA DE LECTURA “Formamos un solo cuerpo” Antes de comenzar, buscamos Rom 12,1-8. ➤ Ambientación Con el pasaje que leemos hoy comienza la segunda parte de la Carta a los Romanos. Partiendo del proyecto salvador de Dios, Pablo exhorta a los cristianos de Roma en relación con diversos aspectos de la vida del creyente. Renovado por la muerte y resurrección de Jesús, el discípulo se abre a la voluntad del Padre y afronta su existencia con un estilo nuevo. La 66

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comunidad cristiana es el ámbito más inmediato en el que se ha de poner de manifiesto esa nueva vida en Cristo. ➤ Miramos nuestra vida Es frecuente que en una conversación aparezca la palabra “autoestima”, esa percepción que cada uno tiene de sus propias cualidades. En ocasiones, tal vez por cierta modestia mal entendida, tendemos a pensar o a decir que valemos muy poco. Reflexionemos sobre ello en primera persona. – ¿Cuáles crees que son tus cualidades más destacadas? ¿De qué manera han sido útiles para ti en los distintos momentos de tu vida? – ¿Cómo utiliza la gente las cualidades que tiene? ¿Lo hace en beneficio propio o piensa en el bien de los demás? Puedes poner algunos ejemplos. ➤ Escuchamos la Palabra de Dios La Iglesia se edifica en base a un nuevo modelo de relación entre las personas, y esto sólo es posible desde la renovación de cada uno de sus miembros. Pablo propone a los cristianos de Roma una profunda transformación interior que permita descubrir a cada uno cuál es la voluntad de Dios. • Vamos a escuchar la Palabra de Dios. Nos preparamos con un breve momento de silencio. • Proclamación de Rom 12,1-8. • Reflexionamos en silencio: releemos el pasaje y consultamos las notas que encontramos en nuestra Biblia. • Entre todos tratamos de responder a estas preguntas: – ¿Cuáles son las principales exigencias que propone Pablo a los cristianos al comienzo de esta sección? – ¿Qué imagen utiliza Pablo para hablar de la Iglesia? ¿Qué consecuencias tiene para la vida del cristiano y de la comunidad? – ¿Cuáles son los diversos carismas que aparecen enumerados en el pasaje? Intenta hacer dos grupos con ellos, según tengan que ver con la palabra o con la ayuda práctica. ➤ Volvemos sobre nuestra vida Como creyentes, estamos convencidos de que el Espíritu nos enriquece con infinidad de dones, de cualidades, no para 67

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usarlos en nuestro propio beneficio de forma egoísta, sino para ponerlos al servicio de todos. Para Pablo, el cristiano es un ser humano nuevo, atento a la voluntad de Dios, que forma parte de un cuerpo al que aporta lo mejor de lo que es y tiene. Nuestra vida es una carrera que no hacemos en solitario. – Seguro que recuerdas más de una ocasión en la que de forma consciente has puesto tus cualidades al servicio de los demás. ¿Puedes compartir por qué lo has hecho? ¿Cómo te has sentido? – ¿Qué podemos hacer contra ese estilo egoísta y competitivo en el uso de las cualidades personales que a veces se da en nuestra sociedad? ➤ Oramos El sacrificio de Cristo es el modelo para quienes somos sus discípulos. Ofrecer a Dios toda nuestra vida, todo lo que somos, es la vocación a la que nos llama la Palabra de Dios. Le damos gracias por la nueva vida que nos regala. Le pedimos que nos conceda sensibilidad para reconocer su voz y valentía para comprometernos como cristianos llevando a cabo su voluntad. • Para ambientar la oración podemos escribir entre todos una lista con los distintos servicios que se prestan en nuestra parroquia o comunidad, y con las personas que los desempeñan, dándole gracias a Dios por su entrega y generosidad. • Volvemos a leer Rom 12,1-8 después de guardar unos momentos de silencio. • Oramos personalmente sobre el pasaje proclamado. • Oramos comunitariamente • Después de expresar en voz alta nuestra plegaria podemos cantar todos juntos Hombres nuevos u otra canción apropiada conocida por todos.

☞ EXPLICACIÓN DEL PASAJE Con el pasaje de hoy entramos en el segundo bloque de la Carta a los Romanos, la denominada sección exhortativa (Rom 12,1–15,13). Tras haber anunciado a los cristianos de Roma la Buena Noticia de la salvación, ahora les anima a ser consecuentes con el bautis-

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mo que han recibido. Ya en los capítulos precedentes había adelantado los principios de la moral cristiana. En esta nueva sección propone conclusiones más concretas para el comportamiento del creyente, desde el ejemplo de Cristo y desde el amor. Al leer Rom 12,1-8 vamos a distinguir dos partes. La primera de ellas (Rom 12,1-2) sirve de puente entre las dos grandes secciones de la carta, introduciendo el contenido que Pablo va a tratar a continuación; la segunda (Rom 12,3-8) es una reflexión sobre la Iglesia como un cuerpo del que son miembros todos los creyentes, cada uno con los carismas que ha recibido. Los dos primeros versículos del pasaje constituyen la introducción a toda la sección. Pablo comienza indicando que el culto verdadero es aquel en el que se ofrece la persona, la vida entera del creyente. Los sacrificios antiguos ya no sirven, porque Cristo es la víctima definitiva. Tampoco son suficientes los signos externos del culto. El Señor no quiere las ofrendas, sino a quien las presenta. Igualmente, indica que el creyente ha de mantener una distancia crítica respecto al mundo. Esto sólo es posible mediante una profunda renovación interior, una transformación en el Espíritu, para escuchar la voz de Dios y realizar las obras del amor a imagen de Jesucristo. La segunda parte de este pasaje ofrece una exhortación sobre la presencia y utilización de los carismas en la Iglesia, con un tono similar al que aparece en 1 Cor 12–14. El contexto que justifica aquellos capítulos es, muy probablemente, la existencia en la comunidad de Corinto de algunos carismáticos que alardeaban de los dones recibidos. Esos cristianos, en lugar de poner sus carismas al servicio de la comunidad, los utilizaban para acrecentar su propio prestigio y situarse por encima de los demás. No está claro si en la comunidad de Roma existía un problema similar o si más bien estos versículos son simplemente un recordatorio para que aquellos cristianos no tropezaran en la misma piedra que los de Corinto. La imagen del cuerpo humano con sus diversos miembros sirve a Pablo para explicar cómo comprende él la comunidad de los creyentes. Todos los cristianos forman parte de un solo cuerpo, y tienen vida y realizan su función porque están unidos en Jesucristo al cuerpo de la Iglesia. Por eso mismo, los cristianos, en sus mutuas relaciones, han de entender que no son sino miembros de un cuerpo, que ninguno es más que los demás y que ninguno sobra. Pablo explica esto utilizando un principio tomado de la ética griega: para vivir sanamente, cada uno ha de guardar la “justa medida” y no estimarse en más de lo que es. La fe común

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es el criterio, la medida justa, que mueve al creyente a comprender que los carismas recibidos no son para su propio beneficio, sino para ponerlos al servicio de la comunidad. Pablo concreta en la parte final del pasaje (Rom 12,6-8) cómo debe ejercerse cada uno de los carismas (encontramos una lista más amplia en 1 Cor 12,8-10.28). Podemos distinguir dos grupos: los carismas que tienen que ver con la palabra y los que se manifiestan a través de la ayuda práctica. Entre los primeros, los de la palabra, Pablo enumera la profecía, la enseñanza y la exhortación. La profecía (hablar en nombre de Dios) responde a una inspiración del Espíritu y probablemente existía como ministerio fijo en las comunidades paulinas. Este ministerio ha de ejercerse de acuerdo a la fe recibida, una fe que actúa como elemento de unión entre todos los miembros del cuerpo de la Iglesia. También la enseñanza tiene que ver con la cohesión dentro de la comunidad, mediante la transmisión fiel de la doctrina cristiana. Son cuatro los carismas que señala Pablo en relación con la ayuda práctica: el servicio, la ayuda mutua, la atención y la práctica de la misericordia. El servicio (“diaconía”) tenía que ver con las tareas organizativas y benéficas en la comunidad. La ayuda sugiere la distribución de recursos de la comunidad entre los necesitados. Por el carisma de la atención, unos autores entienden la presidencia de la comunidad y las tareas que ello comportaría, y otros hablan del auxilio a los cristianos sin recursos económicos. Y, finalmente, el ejercicio de la misericordia agruparía a diversas ayudas prácticas de tipo asistencial.

PARA PROFUNDIZAR La vida en Cristo Al expresar su pensamiento, Pablo se ha encargado de dejar claro que la santidad y la salvación no están ligadas al cumplimiento escrupuloso de los preceptos de la ley, sino a la oferta amorosa de Dios y a su aceptación por la fe del creyente. Según esto, alguien podría pensar que para Pablo lo relacionado con el comportamiento, las normas o la moral no tiene ningún interés. Nada más lejos de la realidad. El hecho de no dar el protagonismo al cumplimiento de las prescripciones legales no convierte al cristiano en alguien desligado de toda moral y más allá de cualquier norma: el objeto del comportamiento del 70

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creyente no es la observancia de una lista interminable de preceptos, sino la vivencia de la fe. La importancia que da Pablo al comportamiento de los cristianos se ve plasmada en las amplias secciones exhortativas de sus cartas. Pero las cuestiones éticas no son para el apóstol el punto de partida. Aborda primero lo fundamental –la aceptación de Cristo por la fe, la condición de hijo de Dios…– para proponer después cómo debe manifestarse todo ello en la existencia cristiana. Lo que verdaderamente importa es aclarar en qué consiste la nueva vida del creyente: la manera de actuar será expresión genuina de lo que se es. Si tuviéramos que resumir las orientaciones morales que encontramos en las cartas de Pablo, tal vez podríamos arriesgarnos a señalar algunas líneas de fuerza generales: “detestar lo malo y abrazarse a lo bueno” (Rom 12,9), imitar a Jesucristo en la búsqueda de la voluntad de Dios (Rom 12,2) o tener en el amor la razón última de la existencia (1 Cor 13,1-13). En cualquier caso, puede ser más sugerente proponer tres ámbitos en los que aparece plasmado el pensamiento moral de Pablo. Sois criaturas nuevas en Jesucristo Según hemos adelantado, para aproximarnos al planteamiento moral de las cartas de Pablo es necesario tener en cuenta su manera de comprender la existencia cristiana. El creyente es una criatura nueva que vive la vida de Cristo resucitado. Su comportamiento tendrá que adecuarse a su nueva forma de existencia. El “hombre viejo” ya no existe. Se abre un tiempo nuevo que obliga a despojarse de las viejas obras de las tinieblas para realizar las que son propias de la luz (Rom 13,12). Jesucristo, muerto y resucitado, constituye el punto de partida de todo el pensamiento de Pablo, también en lo que respecta a la moral. El Señor, venciendo al pecado, ha devuelto la libertad al ser humano, le ha hecho capaz de actuar responsablemente. Por el bautismo, el creyente actualiza la Pascua de Jesús, muere al pecado y resucita para Dios. Por eso, para el cristiano Jesús es lo único importante y toda su vida se orienta desde él: “Si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos, morimos para el Señor. Así pues, tanto si vivimos como si morimos, somos del Señor” (Rom 14,8). 71

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Las recomendaciones de Pablo en torno a este “vivir en Cristo” son constantes: es preciso que los cristianos se hablen en Cristo, trabajen en Cristo, se amen en Cristo, se reciban en Cristo, se saluden en Cristo y mueran en Cristo. Jesús es el centro de todo, hasta el punto de que su presencia no es sólo una inspiración o un modelo de conducta en la vida del creyente, sino la razón última de su ser. Lo más excelente es el amor La segunda orientación en la moral paulina la buscamos en el ámbito de las relaciones con los demás. “Que vuestro amor no sea una farsa… Amaos de verdad unos a otros como hermanos” (Rom 12,9-10). El amor es la clave principal. Es de todos conocido el pasaje de 1 Cor 13,1-13, pero si repasamos las cartas de Pablo, especialmente Romanos, 1 Corintios o Gálatas, encontraremos numerosos textos que insisten en este tema. Con un lenguaje paradójico, Pablo explica cómo el creyente, a ejemplo de Jesús, siendo libre se hace esclavo de Dios, servidor de su “justicia”, porque no busca otra cosa que hacer su voluntad. La libertad que le ha conseguido Cristo con su muerte y resurrección se traduce en esclavitud con respecto a Dios y a los demás. La razón de esta esclavitud es también el amor (Gál 5,13). Por el amor que Dios nos tiene fuimos liberados del pecado y de la muerte; por el mismo amor, y en libertad, nos hacemos ahora siervos unos de otros. Ya es hora de que despertéis La perspectiva de la salvación al final de los tiempos afecta también, lógicamente, a la reflexión sobre las actitudes del creyente. Pablo es consciente de que la libertad conseguida por Cristo no es todavía plena. Es necesario esperar algún tiempo hasta su venida definitiva, que, según el apóstol, va a tener lugar muy pronto. Como el Señor está a punto de llegar, Pablo refleja en sus cartas una llamada a estar siempre preparados, a vivir vigilantes (Rom 13,11-14; 1 Tes 5,23). La vida se plantea como una batalla que hay que ganar, como una carrera cuya meta es preciso alcanzar. La libertad es don que Jesús nos ha conseguido, pero es también conquista en este tramo final de la historia. 72

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La reflexión moral que encontramos en las cartas paulinas no es en ningún caso condescendiente o permisiva. Pablo es un cristiano exigente consigo mismo y con aquellos por quienes se desvive. Él se ha hecho esclavo de todos a fin de ganar para Cristo a todos los que pueda (1 Cor 9,19).

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO Para preparar el próximo encuentro, vamos a leer Rom 14,1–15,13. Continuamos así la sección exhortativa de la Carta a los Romanos, en la que Pablo alienta a los creyentes de la comunidad de Roma a que su estilo de vida sea coherente con la fe que profesan. Si en la sección anterior nos fijábamos en el amor como elemento nuclear de la existencia cristiana, hoy vamos a atender a algunas de sus expresiones más concretas. Al leer estos capítulos, vamos a intentar responder a la siguiente pregunta: ¿Cuáles son las actitudes que son fruto de la nueva vida en Cristo?

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SOMOS DEL SEÑOR

☞ ¿QUÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO? Dedicamos un segundo encuentro a la lectura de la sección exhortativa de la Carta a los Romanos. La fe confesada con los labios y sentida en el corazón mueve al discípulo a caminar tras los pasos del Maestro. En esta sesión vamos a intentar alcanzar los siguientes objetivos: • Descubrir algunas de las actitudes que, según Pablo, deben cultivar los cristianos en su vida. • Profundizar en la importancia de valores como la fraternidad, la tolerancia y la aceptación del otro para la convivencia en la comunidad cristiana y en las relaciones con todos. • Estudiar los elementos más relevantes de la Buena Noticia que anuncia Pablo.

LECTURA CONTINUADA Puesta en común sobre Rom 14,1–15,13 En la sesión de hoy leemos el final de la sección exhortativa de la Carta a los Romanos. La temática y el estilo son muy similares a los que veíamos en la sesión anterior: Pablo anima 75

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a los cristianos de Roma a que en su vida cotidiana se ponga de manifiesto la fe que profesan. Por el bautismo han nacido a una nueva vida que se sostiene en las obras del amor, siguiendo el ejemplo de Jesucristo, el único Señor. Al leer estos capítulos nos proponíamos intentar responder a la siguiente pregunta: ¿Cuáles son las actitudes que son fruto de la nueva vida en Cristo?



Una vez que entre todos los componentes del grupo se haya respondido a esta pregunta, compartiendo lo que cada uno ha descubierto en la lectura, el animador puede completar esas aportaciones teniendo en cuenta lo siguiente. El amor se expresa en diversas actitudes a través de las que se puede contemplar la nueva vida del cristiano. El reconocimiento de que Jesús es el Señor no es sólo una confesión de fe teórica, sino que llega a ser en el creyente el motor de su conducta. En el texto que hemos leído encontramos una serie de actitudes en las que se revelan algunos aspectos del estilo de vida del discípulo de Jesús: – Acoger a los otros (Rom 14,1; 15,7.9). – No menospreciar (Rom 14,3.10). – No criticar (Rom 14,3.13). – No juzgar (Rom 14,4.10). – Hacer todo por el Señor; vivir para el Señor (Rom 14,6.8). – Actuar en conciencia (Rom 14,5.23). – No ser ocasión de caída para el hermano (Rom 14,13.15. 20.21). – Vivir en paz y alegría (Rom 14,17). – Trabajar por la paz y la concordia (Rom 14,19). – Sobrellevar las flaquezas de los otros (Rom 15,1). – No buscar agradarse a uno mismo (Rom 15,1). – Agradar al prójimo (Rom 15,2). – Buscar el bien de los otros (Rom 15,2). – Seguir el ejemplo de Cristo (Rom 15,5.7).

GUÍA DE LECTURA “Cómo te atreves a juzgar a tu hermano” Antes de comenzar, buscamos Rom 14,1-12. ➤ Ambientación Seguimos atentos, con el pasaje que leemos hoy, a las diversas exhortaciones de Pablo a los cristianos de Roma. 76

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Como la mayoría de las realidades humanas, la Iglesia naciente crece impulsada por las diversas corrientes que conviven dentro de la misma comunidad. Esta situación se ha ido manteniendo en el transcurso de los siglos hasta fraguar la realidad polifacética de la Iglesia de nuestros días. ➤ Miramos nuestra vida La comunidad cristiana es una realidad plural. Más allá de la clásica distinción entre progresistas y conservadores, encontramos en ella un sinfín de grupos y tendencias, de movimientos comprometidos en la transformación del mundo junto a otros que acentúan más lo espiritual… Y todo ello en el marco de la misma Iglesia de Jesucristo. Como en las comunidades primitivas, los roces, las incomprensiones y las críticas de distinto tono tiñen en ocasiones de gris la vida eclesial. – ¿Qué movimientos, espiritualidades, grupos o tendencias distintas existen en tu comunidad parroquial? – ¿¿Qué otras realidades de este tipo conoces en la Iglesia? – ¿Cómo calificarías la relación entre estos grupos? ¿Prevalecen la comunión y la concordia, o la convivencia es difícil y está marcada por los conflictos? ➤ Escuchamos la Palabra de Dios En la comunidad de Roma conviven cristianos de origen judío con otros de procedencia pagana. Todos comparten una misma fe, pero con frecuencia las costumbres de unos y otros son motivo de críticas mutuas y de cierto menosprecio. Pablo ya había conocido una situación similar entre los cristianos de Corinto y, antes de que la situación se agrave, les anima a que dejen a un lado sus diferencias y todos reconozcan en Cristo al único Señor de sus vidas. • Escuchamos la Palabra de Dios. • Para acoger lo que el Señor quiere decirnos a través de ella, nos preparamos con un breve momento de silencio. • Proclamación de Rom 14,1-12. • Reflexionamos en silencio: releemos el pasaje y consultamos las notas que encontramos en nuestra Biblia. 77

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• Entre todos tratamos de responder a estas preguntas: – ¿Cuáles son las dos causas de conflicto que señala Pablo entre los cristianos de Roma? ¿A qué dos grupos ponen en confrontación? – ¿Qué ejemplo encontramos en el pasaje para ponernos en guardia contra los juicios de unos sobre otros? – ¿Cuáles son las razones que expone Pablo al exhortar a la tolerancia y a evitar las críticas entre los cristianos? ➤ Volvemos sobre nuestra vida La llamada a la tolerancia y a la comunión fraterna que dirige Pablo a los cristianos de Roma no es un simple eco lejano ni una palabra muerta en nuestros oídos. Seguimos reconociéndonos en aquellas comunidades de hace dos mil años. Hoy el Espíritu, sirviéndose de las palabras del apóstol, nos llama también a acentuar lo que nos une y a valorar como riqueza los elementos distintos que encontramos en nuestra Iglesia. – ¿Qué nos enseña Pablo en el pasaje que hemos leído? ¿Cómo debemos afrontar la diversidad dentro de nuestras comunidades? – ¿De qué manera puede ayudarnos en nuestras relaciones y en nuestra visión de la Iglesia el saber que todos somos “propiedad” del único Señor? ➤ Oramos Agradecemos a Dios su Palabra, que ilumina nuestros pasos. Él es el Señor de nuestras vidas y en sus manos está nuestra Iglesia. Le pedimos perdón por nuestras faltas contra la fraternidad. También invocamos su Espíritu para que nos ayude a ser constructores de comunión en nuestras comunidades y en todos los ámbitos de nuestra vida. Si disponemos de una guitarra, podemos colocarla en el lugar central de la reunión. Sus cuerdas, con un sonido distinto cada una, pero capaces de emitir preciosos acordes, son una magnífica imagen para expresar la diversidad y la armonía de la Iglesia. • Volvemos a leer Rom 14,1-12 después de guardar unos momentos de silencio que favorezcan un clima de oración. • Oramos personalmente sobre el pasaje proclamado. • Después de compartir nuestra oración, podemos cantar todos juntos Iglesia peregrina. 78

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☞ EXPLICACIÓN DEL PASAJE Tomado de la sección exhortativa de la Carta a los Romanos, el pasaje que leemos hoy refleja una situación similar a la que se describe en 1 Cor 8–9. Como ocurría en Corinto, en la comunidad cristiana de Roma convivían dos grandes grupos: los provenientes del judaísmo y los de origen pagano. Ambos grupos seguían estilos de vida diferentes. Los procedentes del judaísmo trataban de conjugar la fe en Cristo con la observancia de la ley de Moisés –que regía sus vidas antes de recibir el bautismo–, entendiendo que su forma de vida era la auténtica y la obligatoria para todos los cristianos. A juicio de muchos de ellos, los cristianos que no cumplían con la Torá vivían libertinamente y habían entendido que la liberación del pecado conseguida en Cristo era también una liberación de la ley. Por su parte, los cristianos que no provenían del judaísmo y que, por lo tanto, nunca habían conocido la ley de Moisés, buscaban cumplir la voluntad de Dios sin someterse a la Torá. En general, éstos entendían que los cristianos que vivían sometidos a la ley seguían siendo prisioneros de la sinagoga y no habían comprendido la fuerza liberadora de la fe (por eso les llamaban despectivamente “débiles en la fe” o poco formados). Se trataba, pues, de dos grupos muy distintos, cuyos diferentes planteamientos religiosos se hacían palpables en mil roces de su convivencia cotidiana. El pasaje es una invitación a la tolerancia, a considerar como secundarias las cuestiones que les distancian en la vida comunitaria, insistiendo en lo realmente importante: todos, tanto los débiles como los fuertes, viven por y para el único Señor. Pablo alude en su exhortación a dos casos concretos que dificultan la convivencia. La primera dificultad se sitúa en el ámbito de las comidas. Igual que ocurría en la comunidad de Corinto, los cristianos de Roma procedentes del judaísmo no comían carne de animales sacrificados en honor de los ídolos. A diferencia de éstos, los procedentes del paganismo comían de todo. La segunda causa de fricción que señala Pablo gira en torno a la consideración de las fiestas. Los de origen judío habían seguido siempre la tradición de respetar el sábado y de celebrar otras fiestas religiosas de su calendario. Sin embargo, los de procedencia pagana no celebraban de forma especial esos días. Éstas y otras razones eran causa de fricción entre ambos grupos y provocaban constantes cruces de acusaciones entre ellos.

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Pablo exhorta a todos a que eviten las críticas y el menosprecio mutuo, a que no se erijan en jueces los unos de los otros. Utiliza el ejemplo de un criado para ilustrar lo que dice. Nadie puede erigirse en juez de un criado ajeno, ya que lo que le ocurra importa exclusivamente a su amo. Entre los cristianos sucede algo similar: es el Señor quien está atento a lo que les sucede a sus siervos. Además, como el Señor tiene poder para sostenerlos, los siervos se mantendrán en pie. Dos son las razones que utiliza Pablo para justificar su enseñanza: somos del Señor y sólo a él rendiremos cuentas. En la vida del cristiano todo gira en torno al Señor. El que come y el que ayuna, el que celebra determinados días y el que no lo hace…, cada uno obra según su conciencia, teniendo la mirada puesta en Dios. Por su muerte y resurrección, Cristo es el Señor de vivos y muertos. Su sangre es el precio que ha pagado para rescatarnos a todos. Eso significa que nadie es dueño de sí mismo, que ninguno vive o muere para sí mismo, sino para el Señor. Ni siquiera la muerte puede romper el vínculo que Cristo ha establecido con cada persona. Pero, además, nadie puede actuar como juez del comportamiento de los otros, porque todos hemos de comparecer ante el tribunal de Dios. Esta idea del juicio definitivo, que ya había adelantado en el ejemplo del siervo, la confirma ahora recordando las palabras del profeta Isaías (Is 45,23: “Ante mí se doblará toda rodilla”). Dios es el juez, y ante él tendremos todos que rendir cuentas. Cuando juzgamos el comportamiento de los demás, pretendemos situarnos en el lugar que sólo a Dios corresponde y nos olvidamos de que también sobre nosotros mismos un día se dictará sentencia.

PARA PROFUNDIZAR El Evangelio de Pablo A lo largo de su ministerio, Jesús anunció con sus palabras y sus obras la Buena Noticia del Reino de Dios. Sin embargo, tras la experiencia de la resurrección del Señor, los primeros cristianos cambiaron el sentido de ese anuncio. El Evangelio que ellos proclaman tiene como centro a Jesús resucitado. La razón es sencilla: la Iglesia naciente reconoció la llegada del Reino de Dios en la muerte y resurrección de Jesús. Con Jesucristo, la salvación se abría camino en la historia de la humanidad. 80

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El creyente y el pastor El encuentro con Jesús cambió radicalmente el rumbo de la vida de Pablo. El antiguo perseguidor de los cristianos se convierte en testigo de Cristo resucitado. Pablo es, sobre todo, un creyente. En sus cartas confiesa su propia experiencia de fe y reflexiona sobre ella. Pero Pablo es, también, un pastor. Su pensamiento se desarrolla desde cuestiones eminentemente prácticas, desde las vicisitudes que van surgiendo en su tarea evangelizadora. Cuando escribe, tiene delante la situación de la comunidad a la que se dirige y los diversos aspectos particulares de la vida de aquellos cristianos. No pretende hacer de cada una de sus cartas un tratado de teología, y por eso no aborda cada tema de forma minuciosa hasta agotarlo. Hay un tercer elemento a tener en cuenta: el Evangelio de Pablo –su mensaje, su teología– se encuentra en unas cartas escritas en diversos momentos de su vida. Su propia experiencia de fe, el diálogo con otros cristianos o la necesidad de ir afrontando nuevos problemas van modelando el pensamiento de Pablo. En parte por esta razón, la teología que encontramos en cada una de sus cartas no constituye una realidad uniforme y cerrada. ¿Qué sería lo más relevante del Evangelio de Pablo? Intentemos identificar algunos aspectos importantes de su pensamiento sobre Cristo, la Iglesia y la esperanza cristiana. (El “Para profundizar” de la sesión anterior ya lo hemos dedicado al estilo de vida propio del creyente.) ¡Yo he visto al Señor! Como ya hemos dicho, Pablo comprende en su existencia un antes y un después de su encuentro con Cristo. En ese encuentro, en el que fundamenta la legitimidad de su apostolado, ha experimentado que conocer a Jesucristo es el bien supremo. No se trata de aprender teóricamente una doctrina, sino de ver al Señor y de ser vistos por él. Es, pues, un conocimiento vital que lleva consigo la transformación en profundidad de la persona. Evidentemente, la resurrección de Jesús constituye el núcleo del Evangelio anunciado por Pablo (1 Cor 15,1-11). Pero seguramente lo más característico de su reflexión sobre Jesús tiene que ver con la cruz. En la cruz se expresa toda la 81

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impotencia a la que Dios se ha entregado; la cruz muestra cómo el verdadero camino hacia Dios pasa por la humillación y el abandono. La expresión que encontramos en la Carta a los Gálatas resume estas dos ideas de Pablo en torno a Jesús: “Estoy crucificado con Cristo y ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gál 2,19-20). Vosotros formáis el cuerpo de Cristo Un aspecto importante del ministerio de Pablo tiene que ver con la fundación y el acompañamiento de pequeñas comunidades cristianas, convencido de que el creyente no camina tras el Señor en solitario. Sus cartas son expresión de la responsabilidad y del cariño que siente por cada una de esas comunidades, manifestación concreta de la gran Iglesia. Utilizando una imagen muy sugerente, Pablo habla de la Iglesia como de un cuerpo con una cabeza –Cristo– y muchos miembros –los cristianos– (1 Cor 12,12-31). Este cuerpo es uno solo y todos los miembros deben velar por su unidad, pero no es uniforme, ya que el Espíritu enriquece a sus miembros con multitud de carismas. En él, todos los miembros son necesarios y están llamados a poner los dones recibidos al servicio del bien común. Para Pablo, cristiano que creció en la fe judía, la Iglesia es el nuevo pueblo de Dios que ha heredado las promesas hechas antiguamente a Israel. Para que se salve todo el que cree Los judíos contemporáneos de Pablo entendían que la salvación se encontraba estrechamente vinculada al cumplimiento de todos los preceptos de la ley: un duro esfuerzo personal era el único camino de santificación y salvación. Pablo se rebela enérgicamente contra estos planteamientos de la teología farisea y reivindica el protagonismo de Dios en la salvación. No es el cumplimiento de la ley lo que nos salva, sino Dios. Al ofrecimiento salvador de Dios, el creyente responde mediante la fe, es decir, con la aceptación de la salvación que nos llega por medio de la resurrección de Jesucristo. Esta afirmación es central en las cartas a los gálatas y a los romanos. 82

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El apóstol anuncia que el día de Cristo ya ha llegado. En su resurrección, el mundo viejo deja paso a un mundo nuevo y Jesús es reconocido como el nuevo Adán, en quien comienza una nueva humanidad.

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO Para preparar el próximo encuentro, vamos a leer con atención Rom 15,14–16,27. Se trata de la conclusión de la Carta a los Romanos, en la que Pablo presenta nuevos proyectos de viaje, algunas recomendaciones, diversos saludos… Al hilo de la lectura, intentaremos responder a la siguiente pregunta: ¿Qué personajes se nombran en el texto y qué relación tienen con Pablo? 83

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AL SERVICIO DE DIOS

☞ ¿QUÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO? La actividad misionera de Pablo no responde a un capricho o a una estrategia pensada por una mente privilegiada, sino a una vocación. Cristo le llama y le envía a anunciar el Evangelio. Hasta tal punto Pablo es consciente de esto que rechaza cualquier protagonismo, convencido de que es el Señor quien sostiene y dirige la misión. En esta sesión vamos a intentar alcanzar estos objetivos: • Conocer por su nombre a algunas de las personas que colaboraron con Pablo en la misión. • Comprender la vida del creyente como una respuesta a la llamada de Dios. • Descubrir que la misión evangelizadora de Pablo es obra de un equipo de creyentes.

LECTURA CONTINUADA Puesta en común sobre Rom 15,14–16,27 En la parte final de la Carta a los Romanos, Pablo recuerda su actividad como apóstol, comunica a los cristianos de Roma sus proyectos de próximos viajes, les hace llegar las últimas recomendaciones y saluda a una amplia lista de personas. 85

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Al leer el texto nos proponíamos responder a la siguiente pregunta: ¿Qué personajes se nombran en el texto y qué relación tienen con Pablo?



Después de que entre todos los miembros del grupo se haya respondido a esta pregunta, el animador puede completar la información teniendo en cuenta lo siguiente. La lista de personas, entre los saludados y aquellos que saludan, es única por su amplitud en el conjunto de las cartas paulinas. Se trataría, en su mayoría, de personas a las que el apóstol habría conocido a lo largo de su misión y que sabría que vivían en ese momento en Roma. Podemos ordenarlas en los siguientes grupos: – Servidores de la comunidad: María (Rom 16,6); Trifena y Trifosa (Rom 16,12); Pérsida (Rom 16,12); Erasto, el tesorero de la ciudad (Rom 16,23). – Colaboradores de Pablo: Febe, probablemente la portadora de la carta (Rom 16,1); el matrimonio formado por Prisca y Áquila (Rom 16,3); Urbano (Rom 16,9); Timoteo (Rom 16,21); Tercio, quien ha puesto por escrito la carta (Rom 16,22); Gayo, en cuya casa se hospeda Pablo (Rom 16,23). – Paisanos de Pablo: Andrónico y Junias, compañeros de prisión (Rom 16,7); Herodión (Rom 16,11); Lucio, Jasón y Sosípatro (Rom 16,21). – Otros cristianos a los que nombra: Epéneto (Rom 16,5); Ampliato (Rom 16,8); Estaquis (Rom 16,9); Apeles (Rom 16,10); los de casa de Aristóbulo (Rom 16,10); los cristianos de la casa de Narciso (Rom 16,11); Rufo y su madre (Rom 16,13); Asíncrito, Flegón, Hermes, Patrobas, Hermas y los hermanos que viven con ellos (Rom 16,14); Filólogo y Julia, Nereo y su hermana, Olimpo y todos los creyentes que están con ellos (Rom 16,15); Cuarto (Rom 16,23).

GUÍA DE LECTURA “En virtud de la gracia que Dios me ha concedido” Antes de comenzar, buscamos Rom 15,14-21. ➤ Ambientación Con la sesión de hoy llegamos al final de la Carta a los Romanos. Pablo ha expuesto a los cristianos de aquella comunidad la Buena Noticia de la salvación y les ha exhortado para que vivan como auténticos discípulos de Cristo. Al llegar a la 86

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conclusión de su carta parece sentirse obligado a explicarles los motivos que le han impulsado a escribirles: el anuncio del Evangelio a los paganos es la misión que Dios le ha encomendado. ➤ Miramos nuestra vida De niños fuimos bautizados e incorporados a la comunidad eclesial. Tal vez nos hemos acostumbrado a ser cristianos y no hemos reparado en que este hecho responde a una llamada personal de Dios, a una vocación. La Iglesia, comprometida con el anuncio del Evangelio, y también cada uno de los que formamos parte de ella tenemos una misión que realizar. – ¿Qué servicios desarrolla la Iglesia en nuestra sociedad? ¿Qué otros ministerios o tareas realizan los cristianos en el interior de la Iglesia? – ¿Estás comprometido en alguno de esos servicios? ¿En cuáles? ➤ Escuchamos la Palabra de Dios Pablo explica a los cristianos de Roma que la carta que les envía responde a la misión que Cristo le ha encomendado. De algún modo es consciente de que, más que llevar el Evangelio a los distintos lugares por los que va pasando, es él quien es llevado por la propia Palabra de Dios. Se considera un mero instrumento que realiza su labor movido por la fuerza del Espíritu. • Vamos a escuchar la Palabra de Dios. El Señor sale una vez más a nuestro encuentro para comunicarse con nosotros. Nos preparamos con un breve momento de silencio. • Proclamación de Rom 15,14-21. • Reflexionamos en silencio: releemos el pasaje y consultamos las notas de nuestra Biblia. • Entre todos tratamos de responder a estas preguntas: – ¿Qué dice Pablo acerca de su misión evangelizadora? – ¿Quién es el verdadero protagonista de su ministerio? – ¿A qué gentes y en qué lugares ha anunciado el Evangelio? ¿Entre quiénes no ha llevado a cabo la misión y por qué? ➤ Volvemos sobre nuestra vida Cuando hablamos de vocación pensamos inmediatamente en el sacerdocio o en la vida consagrada. La vocación, sin embargo, 87

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es algo propio de todos los cristianos y tiene que ver con el diálogo personal de cada uno con el Señor de nuestras vidas a quien seguimos como discípulos. Estar a la escucha del Maestro y aprender a contemplar con sus ojos la realidad que nos rodea, nos conduce al compromiso con el mundo y con la Iglesia. – ¿A qué nos está llamando Dios en el momento actual de nuestras vidas? ¿A qué personas nos envía? ¿Qué tareas concretas podemos comprometernos a realizar? – ¿Es el Señor quien dirige y sostiene nuestros pasos en las tareas y servicios que prestamos en nuestras comunidades, movimientos…? ➤ Oramos El Señor, que llamó a Pablo a anunciar el Evangelio, continúa invitándonos hoy a responder con generosidad a la tarea que a cada uno nos ha encomendado. En este momento de oración le damos gracias por hacernos partícipes de la misión de la Iglesia y le pedimos la fuerza de su Espíritu para ser testigos de la Buena Noticia de la salvación ante cuantos nos rodean. • Para ambientar este momento de encuentro con el Señor podemos colocar un mapa del entorno del Mediterráneo en donde desarrolló Pablo su ministerio, junto a un plano de nuestra ciudad, en la que nosotros estamos llamados a continuar su misión. • Volvemos a leer Rom 15,14-21 después de guardar unos momentos de silencio que nos ayuden a crear un clima adecuado. • Oramos personalmente sobre el pasaje proclamado. • Oramos comunitariamente • Después de expresar en voz alta nuestra plegaria, podemos cantar todos juntos Tú, Señor, me llamas o recitar alguna oración apropiada.

☞ EXPLICACIÓN DEL PASAJE

Llegando al final de su carta, Pablo expone a los cristianos de la comunidad de Roma la razón que ha motivado su escrito y hace un repaso de su actividad apostólica, convencido de que ha intentado en todo momento ser un siervo dócil a la voluntad de Dios. Como ya sabemos, Pablo no fundó aquella comunidad. La conoce sólo de oídas. Por ello, y para no parecer un intruso, utiliza el recurso de la diplomacia y comienza halagando a quienes se dirige.

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Tras afirmar el vínculo de hermandad que le une a esos cristianos, destaca la bondad y la sabiduría que hay en ellos y su capacidad para corregirse mutuamente de manera que puedan continuar avanzando en el camino que han iniciado (Rom 15,14). Para justificar el atrevimiento de enviarles su escrito aporta dos razones distintas (Rom 15,15-16). En primer lugar, advierte que con su carta no pretende transmitirles enseñanzas desconocidas por ellos, sino refrescarles la memoria sobre cosas que ellos ya conocen, porque les fueron explicadas cuando recibieron el anuncio de la Buena Noticia. Pero el motivo más importante lo propone a continuación: escribe su carta en virtud del ministerio que ha recibido de Dios para anunciar el Evangelio a los paganos. En sus palabras, Pablo se presenta como un verdadero “apóstol”, es decir, como alguien enviado para realizar una determinada tarea. No actúa por propia iniciativa, sino siguiendo el mandato de quien le ha llamado y le ha encargado realizar la misión. Además, atendiendo a las expresiones que utiliza, parece que comprende su servicio como un auténtico ministerio sacerdotal: es ministro de Cristo, ejerce un oficio sagrado y presenta a los paganos como ofrenda agradable a Dios y consagrada por el Espíritu Santo. Es el sacerdote de una nueva liturgia que se centra en el anuncio del Evangelio, carece de templo y tiene como destinatarios, paradójicamente, a aquellos paganos declarados impuros por el judaísmo. Pablo continúa exponiendo en la segunda parte en qué consiste su misión y cuál es el ámbito geográfico en el que la desarrolla (Rom 15,17-21). El apóstol es consciente del alcance que tiene su empeño misionero y de que semejante obra sólo está siendo posible porque es Cristo quien la realiza. En lugar de vanagloriarse por la respuesta positiva que está teniendo su anuncio de la Buena Noticia, se considera un mero instrumento en las manos de Dios. Es el Señor quien obra los signos y prodigios que se manifiestan tras las palabras y acciones del apóstol; es la fuerza del Espíritu la que ha conseguido que el Evangelio sea acogido por los paganos. Todo es obra exclusiva de Cristo, y sólo en él puede Pablo poner su orgullo. Por todo ello, comprende su vocación y su tarea misionera como una gracia que Dios le ha concedido. Con la fuerza del Espíritu, Pablo dice haber anunciado el Evangelio desde Jerusalén hasta Iliria (la costa adriática de las actuales Croacia, Montenegro y Albania). No parece que se trate de una descripción real de su itinerario misionero, dado que Pablo no partió de Jerusalén (Gál 1,17) y que Iliria no se menciona ni en el resto de sus cartas ni en los Hechos de los Apóstoles. Es más bien

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una forma de señalar el avance de la Buena Noticia, en el que Pablo ha jugado un papel trascendental, desde Jerusalén hasta los confines de la tierra (Hch 1,8). El pasaje termina señalando que el apóstol se ha impuesto en su misión no proclamar el Evangelio donde éste ya ha sido anunciado. Tomando una imagen que ya había utilizado en anteriores ocasiones –considerar la Iglesia como una casa (1 Cor 3,9-15)–, trata de no “edificar sobre fundamento ajeno”. La razón que esgrime es la coherencia con la vocación a la que Dios le ha llamado: ser apóstol de los paganos, anunciar a Jesucristo a “quienes nada habían oído de él”, concluye Pablo citando al profeta Isaías.

PARA PROFUNDIZAR Los colaboradores de Pablo en el anuncio del Evangelio El perseguidor de los cristianos se convirtió, tras la experiencia que vivió camino de Damasco, en el más decidido y eficaz apóstol de Jesucristo. Misionero infatigable, fundador de comunidades, prolífico escritor…, leyendo sus cartas y los Hechos de los Apóstoles podemos reconocer algunos de los aspectos que caracterizaron su misión. Así sabemos que se dirigió preferentemente a los paganos, se movió en ambientes urbanos, recogió éxitos abundantes –aunque también estrepitosos fracasos–, sufrió infinidad de calamidades y en todo momento se sintió sostenido y guiado por la fuerza del Espíritu. Vamos a prestar atención a un hecho de gran trascendencia que no siempre ha sido suficientemente reconocido: Pablo no lleva adelante su misión en solitario. En los escritos del Nuevo Testamento podemos contar alrededor de cien personas que participaron de forma activa en la tarea apostólica de Pablo. Simples servidores En el anuncio del Evangelio de ciudad en ciudad o en la atención a las comunidades, Pablo es ayudado por un número considerable de cristianos. Cada uno de ellos es para el apóstol un “colaborador” (en griego, sinergós). Encontramos esta expresión, característica de los escritos paulinos, con dos sentidos distintos y complementarios. – “Nosotros somos colaboradores de Dios”. Pablo se refiere, en primer lugar, a su propio servicio. El anuncio del 90

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Evangelio es una tarea que realiza Dios, y a la que Pablo y Apolo (1 Cor 3,9) o Timoteo (1 Tes 3,2) están asociados. Ellos no son los protagonistas ni los dueños de la misión; se reconocen como simples colaboradores de Dios. – “Saludad a Prisca y Áquila, mis colaboradores en Cristo Jesús”. Para realizar la tarea encomendada, Pablo cuenta con unos colaboradores a quienes Dios ha llamado a trabajar junto a él. Todos ellos son, de algún modo, corresponsables con él ante el Señor: Prisca y Áquila (Rom 16,3), Tito (2 Cor 8,23), Epafrodito (Flp 2,25), etc. Organizando un proyecto misionero El grado de implicación en la misión, así como la tarea concreta que realiza cada uno de los colaboradores, varían en cada caso. Junto a quienes prestan un servicio ocasional, están quienes permanecen un largo tiempo al lado de Pablo; algunos se encargan de tareas importantes, mientras que otros se dedican a cosas más discretas; hay hombres y también mujeres; responsables de comunidades y decididos apóstoles; ayudantes en la escritura material de las cartas; compañeros de viaje, etc. Pablo fue un verdadero líder capaz de motivar a gente de diversa condición y de planificar convenientemente sus trabajos en orden a la misión. Es probable que llegase a establecer un pequeño grupo de discípulos de cuya formación más o menos sistemática y continuada se encargaría él personalmente. Algo así sugiere la lectura de Hch 19,9-10. En ese contexto de reflexión y diálogo, pudo ir adquiriendo forma el pensamiento que Pablo nos ha transmitido en sus cartas. Esta “escuela de Pablo” se mantendría activa tras la muerte del apóstol, y seguramente está en el origen de lo que conocemos como escritos deuteropaulinos (cartas a los colosenses, efesios…). Algunos nombres propios De la larguísima lista de colaboradores de Pablo, recordamos los nombres de algunos de los que desempeñaron un papel más significativo. – Bernabé, garante de la conversión de Saulo ante la comunidad de Jerusalén. Con él pasó todo un año en Antioquía anunciando el Evangelio. Compañero de Pablo en el que se ha dado en llamar su primer viaje misionero, participó también en la Asamblea de Jerusalén. 91

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– Silas (Silvano) fue uno de los encargados de comunicar las decisiones tomadas en la Asamblea de Jerusalén a los cristianos de Antioquía, Siria y Cilicia. Acompañó a Pablo por Macedonia y Corinto, donde predicaron el Evangelio. Aparece junto al apóstol en el saludo inicial de las dos cartas a los tesalonicenses. – En Éfeso encontramos a Apolo. Adquirió renombre en Corinto, donde anunció vigorosamente el Evangelio, aunque finalmente pudo dar ocasión a que se dividiera la comunidad (1 Cor 1,12; 3,4-6). – Al lado de Pablo encontramos siempre a Timoteo, su “hijo querido y fiel en el Señor” (1 Cor 4,17). Compañero de viajes, realizó tareas importantes en las comunidades de Corinto, Tesalónica y Filipos. Su nombre aparece junto al de Pablo en el encabezamiento de las cartas a los corintios, tesalonicenses, filipenses y Filemón. – Tito es otro de los colaboradores más queridos de Pablo. A través de la segunda Carta a los Corintios nos han llegado noticias de sus gestiones para mejorar las relaciones del apóstol con los cristianos de Corintio (2 Cor 7,6-13). – Priscila y Áquila, Esteban, Epafras, Epafrodito, Tíquico, Febe, Urbano, Gayo, Aristarco, Trifena y Trifosa, etc., son los nombres de personas que pusieron los cimientos de nuestra Iglesia, colaboradores de Dios –colaboradores de Pablo– en la misión de anunciar el Evangelio de Jesús hasta los confines de la tierra.

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO Concluida la Carta a los Romanos, dedicaremos las tres reuniones siguientes a reflexionar sobre la Carta a los Gálatas y comprobaremos la gran afinidad que existe entre ambas. Para preparar nuestro próximo encuentro, vamos a leer la introducción (Gál 1,1-10) y la primera sección (Gál 1,11–2,14). Mientras lo hacemos, trataremos de responder a esta pregunta: ¿Con qué argumentos reivindica Pablo la autenticidad de su apostolado? 92

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NO HAY OTRO EVANGELIO

☞ ¿QUÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO? Hoy comenzamos a leer la Carta a los Gálatas, uno de los escritos paulinos donde se refleja con más viveza el pensamiento y la personalidad del apóstol. Queremos lograr los siguientes objetivos: • Entender el principio de la Carta a los Gálatas como introducción a los grandes temas que se desarrollan en ella. • Reconocer las veces en las que manipulamos el Evangelio para acomodarlo a nuestras expectativas y necesidades. • Hacer una presentación general de la Carta a los Gálatas desde el punto de vista histórico y literario.

LECTURA CONTINUADA Puesta en común sobre Gál 1,1–2,14 La primera sección de la Carta a los Gálatas (Gál 1,11–2,14) va precedida por una introducción (Gál 1,1-10) y tiene un tono apologético. Esto significa que Pablo se defiende en ella de las acusaciones que le hacen sus adversarios, a saber, la de no ser un verdadero apóstol y la de predicar un falso Evangelio. Por 93

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eso, al leer Gál 1,1–2,14, nos propusimos responder a esta pregunta: ¿Con qué argumentos reivindica Pablo la autenticidad de su apostolado? Cuando los miembros del grupo comuniquen lo que han des☞ cubierto en su lectura, el animador puede completar sus aportaciones teniendo en cuenta que: – Ya en Gál 1,1 Pablo se denomina a sí mismo “apóstol” y asegura solemnemente que no lo es “por disposición humana”, sino “por designio de Jesucristo y de Dios Padre”. – En Gál 1,11-12 Pablo insiste en el origen divino de su misión al afirmar que su Evangelio no es una “invención humana”, sino una revelación directa de Jesucristo. Lo prueba el cambio radical que esta vocación ha operado en su vida (Gál 1,13-14.22-23). – La misma idea se repite en Gál 1,15-16. Comparándose implícitamente con Isaías (Is 49,1) y Jeremías (Jr 1,5), Pablo se sabe un profeta elegido a quien Dios ha llamado para revelarle a su Hijo y enviarle a anunciar el Evangelio a los paganos. – Aunque esta misión profética viene directamente de Dios y se llevó a cabo “sin consultar a hombre alguno” (Gál 1,16), corrobora su autenticidad el hecho de que fue aprobada por las autoridades de la iglesia madre de Jerusalén (Gál 2,6-9). Como puede comprobarse, Pablo utiliza aquí argumentos de tipo autobiográfico. Es su propia experiencia vocacional la que certifica la autenticidad de su apostolado. Y ese convencimiento es tan fuerte en él que no admite duda alguna.

GUÍA DE LECTURA “Algunos intentan manipular el Evangelio de Cristo”. Antes de comenzar, buscamos Gál 1,1-10. ➤ Ambientación Tras concluir la Carta a los Romanos comenzamos a leer hoy la Carta a los Gálatas. El mensaje de fondo de ambas es muy similar, pero el tono de esta última es más apasionado y personal. En ella Pablo defiende el Evangelio que anuncia a sus comunidades frente a aquellos que pretendían adulterarlo para hacerlo compatible con posturas que contradicen su más íntima esencia. 94

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➤ Miramos nuestra vida A nadie le gusta que le manipulen. Y, sin embargo, pululan por todas partes grandes maestros en el arte de tergiversar las cosas, influir negativamente en las conciencias y disfrazar la realidad para que parezca lo que no es. Creemos que nuestros principios están bien asentados y quizá no nos damos cuenta de las formas, a veces tan sutiles, en que la sociedad nos maneja a su antojo, modifica nuestra escala de valores y consigue que veamos como blanco lo que es negro, y viceversa. Reflexionamos juntos sobre ello y respondemos a estas preguntas: – ¿De qué maneras se nos manipula en este mundo en el que vivimos? ¿Crees que somos conscientes de ello? – ¿Cómo reaccionas en esas circunstancias? ¿Qué podemos hacer para evitarlo? ➤ Escuchamos la Palabra de Dios Pablo escribe a los gálatas para denunciar una manipulación. Por eso, nada más comenzar, se queja amargamente por la facilidad con la que se han dejado engatusar, creyendo a quienes les presentaban un falso Evangelio, diferente del que él les había anunciado. • Nos ponemos en disposición de escuchar la Palabra de Dios guardando un momento de silencio y pidiendo el auxilio del Espíritu Santo. • Un miembro del grupo proclama en voz alta Gál 1,1-10. • Reflexionamos en silencio: leemos personalmente el pasaje y consultamos las notas de nuestra Biblia para que nos ayuden a entenderlo mejor. • Respondemos entre todos a estas preguntas: – Leed de nuevo el encabezamiento de la carta (Gál 1,1-5) y responded: ¿Quién es el remitente? ¿Quiénes son los destinatarios? ¿Con qué palabras se les saluda? – ¿Qué reprocha Pablo a los gálatas en este pasaje? – ¿Quiénes son los responsables de esa situación? ¿Qué se dice de ellos? – ¿Cómo reacciona Pablo frente a esos “manipuladores del Evangelio de Cristo”? – ¿Qué dice sobre su propia manera de actuar frente a Dios y frente a los hombres? 95

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➤ Volvemos sobre nuestra vida El Evangelio contiene un mensaje exigente y comprometedor. Sus valores poco o nada tienen que ver con lo que nuestra sociedad nos presenta como “políticamente correcto”. Pero como nos cuesta vivirlo de verdad, intentamos nadar y guardar la ropa. Por eso tratamos de dulcificarlo, de quitarle aristas, de acomodarlo a nuestros intereses y expectativas. Pretendemos ser fieles a Dios sin dejar de “agradar a los hombres”. Y, así, también nosotros nos convertimos en “manipuladores del Evangelio de Cristo”. – ¿De qué modos manipulamos los cristianos del siglo XXI el Evangelio de Cristo? ¿Qué pretendemos al actuar así? – ¿Qué podríamos hacer para dejar de tergiversarlo y reencontrarnos con su verdadero sentido? ➤ Oramos Dedicamos unos momentos a recoger en forma de oración lo que nos haya inspirado el contacto con la Palabra que hemos leído y compartido. Ambientamos la sala con un libro de los evangelios sobre el que colocamos un signo de interrogación. • Tras prepararnos con un breve silencio, leemos de nuevo Gál 1,1-10. • Rezamos personalmente a partir del pasaje que hemos escuchado. • Oramos comunitariamente. • Acabamos cantando Las palabras de los hombres u otro canto adecuado.

☞ EXPLICACIÓN DEL PASAJE

El pasaje que hemos leído contiene, en primer lugar, el encabezamiento de la Carta a los Gálatas (Gál 1,1-5). Según las convenciones del género epistolar, dicho encabezamiento debía incluir una serie de elementos típicos que son fácilmente reconocibles en estos versículos (“remitente”, “destinatario”, “saludo”). Lo original, en este caso, es que Pablo aprovecha una estructura literaria estereotipada para adelantar el tono y el contenido de todo el escrito: – El remitente (vv. 1-2a). Es Pablo, pero escribe “junto a los hermanos que están conmigo”. Esta mención a sus colaboradores –similar a las que encontramos en otras cartas paulinas– destaca el deseo de comunión que anima su tarea evangelizadora. Llama la

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atención, en todo caso, la solemnidad con la que reclama para sí el título de “apóstol”, reivindicando la legitimidad de una misión que no es de origen humano, sino divino, como la de los profetas (Gál 1,15-16). De ahí se deriva la autoridad –discutida por sus adversarios– con la que escribe a sus comunidades. – El destinatario (v. 2b). Son “las iglesias de Galacia”. No se trata de una única comunidad, sino de un conjunto de ellas, lo que constituye un caso único en el epistolario paulino. Estamos, pues, ante una carta circular enviada a varias iglesias diseminadas por la región, aunque relacionadas entre sí. Lo extraño es que el apóstol se dirija a las mismas de un modo tan escueto, sin añadir ninguna alabanza, como es su costumbre. La gravedad de la situación se refleja en el tono seco y tajante empleado desde el inicio. – El saludo (v. 3). Queda reducido a su mínima expresión si lo comparamos con el de otros escritos de Pablo. Pero va acompañado de una “confesión de fe” (v. 4) intencionadamente añadida en este lugar. En ella se afirma una verdad indiscutible de la cual se extraerán luego las consecuencias pertinentes. La centralidad de la muerte liberadora de Cristo en la historia de la salvación se destaca ya al principio como tesis fundamental de toda la carta. Una fórmula de alabanza a Dios (v. 5) concluye el saludo epistolar. Después de este encabezamiento hubiera sido de esperar –como sucede normalmente en las cartas paulinas– una acción de gracias por el modo en que Dios va fortaleciendo la fe y el amor en sus comunidades. Pero no hay tal. En vez de eso, y con notable brusquedad, Pablo pasa a reprender duramente a los gálatas, mostrando su sorpresa por la facilidad y precipitación con que se han cambiado de bando y han decidido abrazar “un Evangelio distinto” del que él les había anunciado. De consumarse, tal deserción supondría una verdadera apostasía, pues implicaría abandonarle no a él, sino a Dios, que es el verdadero autor de una vocación en la que lo decisivo es vivir según “la gracia de Cristo”. Sobre las características de esa doctrina que ha “desconcertado” a las comunidades de Galacia y sobre la identidad de los agitadores que la han divulgado en ellas no se dice mucho en estos versículos. Pero se deja claro que supone un claro intento de “manipular el Evangelio de Cristo”. Sólo una lectura completa de la carta puede ayudarnos a identificar mejor a los responsables de dicha situación y a conocer ese “otro Evangelio” del que pretenden ser portadores (cf. “Para profundizar”). Frente a quienes desorientan a los gálatas con doctrinas adulteradas, Pablo afirma claramente que “no hay otro Evangelio” más que el que él les ha anunciado, centrado no en enseñanzas, ritos o

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leyes, sino en la salvación obrada en Cristo muerto y resucitado. Y es tal el convencimiento con el que defiende este principio que invoca por dos veces la “maldición” (anathema) sobre todo aquel que se atreva a renegar de esa verdad, incluyéndose a sí mismo. Las preguntas retóricas del v. 10 tratan de rebatir una acusación que el apóstol habría recibido de sus adversarios. Teniendo en cuenta que para los griegos y romanos la circuncisión era como una mutilación, los judaizantes reprochaban a Pablo que, al no imponerla a los cristianos provenientes del paganismo, estaba tratando de “agradar a los hombres”. Pablo, por su parte, declara que él es un “siervo de Cristo” que sólo busca ser fiel a Dios. Esta afirmación sirve de transición a la primera sección de la carta, en la que Pablo reivindica apasionadamente la legitimidad de su misión evangelizadora (Gál 1,11–2,14).

PARA PROFUNDIZAR La Carta a los Gálatas Si hay una carta de Pablo de cuya autoría es imposible dudar, ésa es la Carta a los Gálatas. Escrita, al menos en la parte final, de su “puño y letra” (Gál 6,11) y cuajada de datos autobiográficos, el apóstol defiende en ella, con tremenda vehemencia, la legitimidad de su apostolado y la autenticidad del Evangelio que les ha anunciado, el mismo que expuso, de un modo más ordenado y sereno, en la Carta a los Romanos que escribió poco tiempo después. Galacia y su evangelización La Galacia propiamente dicha, o Galacia del norte, ocupaba la parte central de la actual Turquía, entonces conocida como Asia Menor. El nombre se debe a que sus habitantes –de origen céltico y paganos de religión– habían emigrado hasta allí desde la antigua Galia (actualmente Francia) a comienzos del siglo III. a.C. En el año 25 a.C., dicha región, a la que se incorporaron otros territorios vecinos más al sur (la Galacia del sur), pasó a ser una provincia romana. Los Hechos de los Apóstoles cuentan que Pablo atravesó Galacia durante su segundo viaje misionero, aunque las noticias que tenemos de ello son poco detalladas (Hch 16,6). Es posible que el apóstol, que prefería las ciudades en su tarea evangelizadora, no tuviese intención de prolongar su estancia 98

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en un área tan poco urbanizada. Pero una grave enfermedad le obligó a cambiar de planes y le dio ocasión para anunciar allí el Evangelio (Gál 4,13-14). Finalmente, sabemos que Pablo regresó a Galacia al inicio de su tercer viaje para confirmar la fe de aquellas comunidades (Hch 18,23). La “crisis gálata”, ocasión de la carta El motivo de la carta fueron las preocupantes noticias que le llegaron al apóstol sobre las comunidades cristianas que él había fundado en Galacia. Éstas, que habían acogido con entusiasmo su predicación, atravesaban ahora una profunda crisis de identidad. Si bien resulta difícil precisar los hechos, parece ser que los causantes de dicha situación fueron ciertos misioneros itinerantes que se habían infiltrado entre los gálatas acusando a Pablo de no ser un verdadero apóstol y de enseñar un falso Evangelio. Es muy probable que estos intrusos fueran judeocristianos radicales, provenientes de Palestina –quizá de la misma Jerusalén– y partidarios de imponer a los paganos convertidos la observancia de la ley de Moisés, incluida la práctica de la circuncisión. Los gálatas quedaron “fascinados” por ellos y Pablo se da cuenta del peligro que entraña dicha situación. Sabe que están en juego la esencia y la originalidad del cristianismo naciente. Su futuro se vería seriamente amenazado si el cumplimiento exterior de los preceptos religiosos israelitas se anteponía a la fe en el Crucificado. La verdad del Evangelio que él predica quedaría tergiversada radicalmente y la Iglesia se convertiría en una secta judía más. Eso explica el tono dramático con el que el apóstol escribe a los gálatas a fin de convencerles de su error. Ignoramos las razones por las que Pablo no se trasladó personalmente a Galacia para solucionar este problema, como hubiese sido su deseo (Gál 4,20). El caso es que tuvo que hacerlo por medio de la carta que estamos presentando, que fue redactada probablemente hacia los años 55-56 en Éfeso, aunque sobre este punto hay diversas opiniones. Género literario y estructura Es evidente que el escrito que Pablo envió a las comunidades de Galacia fue una carta que, como tal, presenta los rasgos típicos del género epistolar. No obstante, si hay algo que caracteriza a esta misiva es su tono polémico y hasta agresivo contra esos “falsos hermanos” (Gál 2,4) que sedujeron a unos ingenuos 99

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gálatas a quienes Pablo llama “insensatos” (Gál 3,1). El carácter apologético de este escrito da pie a que Pablo utilice en su defensa y en la del Evangelio que predica múltiples argumentos. Para ello echa mano de una amplia gama de recursos literarios en parte tomados de la tradición bíblica (citas de la Escritura, técnicas rabínicas de interpretación, etc.) y en parte de la retórica griega (narración de hechos, deducción, ironía, juramento, interpelaciones, exageraciones…). El carácter apasionado de este escrito le confiere, a primera vista, una apariencia poco ordenada, como si, dejándose arrastrar por los sentimientos, Pablo no hubiese tenido mucho tiempo de estructurar su pensamiento. Pero más allá de esta primera impresión, la carta presenta una fuerte unidad, pues ha sido redactada con un objetivo único y muy claro. De hecho, es posible distinguir en ella tres secciones bastante bien delimitadas, precedidas de una introducción (Gál 1,1-10) y seguidas de una conclusión (Gál 6,11-18): – Una primera sección de carácter histórico-apologético donde el apóstol defiende a capa y espada la autenticidad de su misión frente a quienes la discutían (Gál 1,11–2,14). – Una segunda sección doctrinal en la que Pablo habla de la salvación que Dios ofrece gratuitamente por medio de la fe en Cristo (Gál 2,15–4,31). – Una tercera sección exhortativa en la que se anima a los cristianos a vivir como quienes han sido liberados por Cristo (Gál 5,1–6,10).

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO Para preparar el próximo encuentro, leeremos la segunda sección de la Carta a los Gálatas (Gál 2,15–4,31), donde se recoge el núcleo del Evangelio de Pablo y se defiende su legitimidad con argumentos bíblicos y teológicos. Por eso, al igual que en la Carta a los Romanos, se afirma aquí que la salvación es un don que Dios hace a través de la fe en Jesucristo y no gracias al cumplimiento de la ley. Fijémonos en ello y respondamos a la siguiente pregunta: ¿Qué dice Pablo sobre el papel que desempeña la ley de Moisés en orden a alcanzar la salvación de Dios?

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ES CRISTO QUIEN VIVE EN MÍ

☞ ¿QUÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO? Siguiendo con la lectura de la Carta a los Gálatas, llegamos hoy a su sección central, donde se condensa el mensaje teológico de la misma. Pretendemos alcanzar estos objetivos: • Conocer el contenido del Evangelio que Pablo anuncia a sus comunidades. • Evaluar nuestra relación con Dios a partir de la tesis fundamental de la Carta a los Gálatas. • Captar la importancia que tuvo la comunión de mesa como expresión de la unidad de los cristianos en las comunidades paulinas.

LECTURA CONTINUADA Puesta en común sobre Gál 2,15–4,31 La segunda sección de la Carta a los Gálatas (Gál 2,15–4,31) es la más extensa y también la más importante desde el punto de vista teológico. En ella se recoge el núcleo del Evangelio que Pablo defendía frente a sus opositores judaizantes, un mensaje de salvación que contrapone de forma muy llamativa el valor de la fe en Jesucristo y el del cumplimiento de la ley. A propó101

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sito de ello, nos propusimos responder a esta pregunta: ¿Qué dice Pablo sobre el papel que desempeña la ley de Moisés en orden a alcanzar la salvación de Dios?



Una vez que los miembros del grupo hayan puesto en común sus propias respuestas, el animador puede completar sus aportaciones teniendo en cuenta que: – En Gál 2,16 se recoge por triplicado la tesis central de toda la carta: “Dios salva al hombre no por el cumplimiento de la ley, sino a través de la fe en Jesucristo”. La misma idea se repite en Gál 2,21 y Gál 3,11. – En Gál 3,2.5 se constata que no ha sido el cumplimiento de la ley, sino la fe en Cristo la que ha proporcionado a los gálatas el don del Espíritu. – En Gál 3,10 se advierte que quienes se empeñan en observar la ley acaban cayendo en la maldición que ella misma prescribe, pues es imposible cumplirla a la perfección. – En Gál 3,17-18 se recuerda que Dios no puede desdecirse de la promesa que hizo a Abrahán anulándola o sustituyéndola por una ley que vino después. Y es esa promesa la que se cumple en Cristo, la verdadera descendencia de Abrahán. – En Gál 3,19-24 se aclara, con tres imágenes diferentes, que el valor de la ley de Moisés es relativo y provisional. Su cometido consiste en servir de camino hacia la meta que es Cristo. Esta sección está cuajada de argumentos teológicos y bíblicos no siempre fáciles de captar. Sobre todo, teniendo en cuenta que Pablo utiliza técnicas de interpretación que son propias de los rabinos de la época. Su lógica no es la nuestra, pero las ideas básicas quedan claras. Sigamos profundizando en ellas.

GUÍA DE LECTURA “Vivo creyendo en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí”. Antes de comenzar, buscamos Gál 2,15-21. ➤ Ambientación Tras apoyarse en su biografía para mostrar la autenticidad de su apostolado, Pablo pasa a presentar el Evangelio que anuncia a sus comunidades, que habla sobre el modo en que Dios salva al ser humano. Una Buena Noticia que rompe las fronteras 102

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entre pueblos y religiones para hacer posible que todos –judíos y paganos– formen parte de una misma familia creyente. ➤ Miramos nuestra vida Puede ser que a veces nos creamos mejores por el hecho de ser cristianos. En el fondo sentimos un cierto orgullo de ir a misa, practicar nuestras devociones, educar religiosamente a nuestros hijos, colaborar en colectas solidarias y cumplir todo lo que manda la Santa Madre Iglesia. Además, nos parece que eso es fruto de nuestro esfuerzo y lo contabilizamos como méritos acumulados que Dios nos tendrá en cuenta. – ¿Te parece un modo correcto de enfocar la relación con Dios? – ¿Cómo afecta a nuestra relación con los que no están en la Iglesia? ¿Les ayuda a acercarse a ella? ➤ Escuchamos la Palabra de Dios Pablo sabe que pertenece a un pueblo que se siente superior a los paganos. Pero ha descubierto que no son las prácticas del judaísmo las que salvan a los creyentes. Por eso anuncia una Buena Noticia que abre una posibilidad totalmente nueva: Dios ofrece la salvación a todas las gentes, independientemente de su tradición cultural o religiosa. • Nos ponemos en disposición de escuchar la Palabra de Dios guardando un momento de silencio y pidiendo el auxilio del Espíritu Santo. • Un miembro del grupo proclama en voz alta Gál 2,15-21. • Reflexionamos en silencio: leemos personalmente el pasaje y consultamos las notas de nuestra Biblia para que nos ayuden a entenderlo mejor. • Respondemos entre todos a estas preguntas: – ¿En qué expresiones del texto se manifiesta la conciencia de superioridad que los judíos tenían frente a los paganos? – ¿Cuál os parece la afirmación fundamental del pasaje? ¿Qué se dice en esa afirmación sobre el modo en que Dios salva al ser humano? – ¿Qué consecuencias ha tenido para Pablo y los demás judeocristianos el hecho de creer? ¿Por qué no es posible para ellos volver a la práctica de la ley? – ¿Con qué términos expresa Pablo en este pasaje su experiencia de fe, o sea, su identificación con Cristo? 103

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➤ Volvemos sobre nuestra vida La fe en Cristo hace saltar las barreras entre los pueblos porque es una oferta abierta a todos, sin distinción de razas o culturas. Y sólo desde esa fe podemos “vivir para Dios” y enfocar correctamente nuestra relación con él. No nos salvan las prácticas religiosas, sino la identificación con el Señor muerto y resucitado. Creer en él significa morir al propio yo para dejar que él viva en nosotros, respondiendo a ese amor y a esa entrega que nos ha mostrado tan personalmente. – ¿De qué manera te invitan las palabras de Pablo a revisar tu relación con el Señor y el sentido de las prácticas religiosas? – ¿Cómo podrías expresar en tu existencia cotidiana ese “estar crucificado con Cristo”, ese “vivir de fe” y ese “dejar que Cristo viva en ti” con los que Pablo caracteriza su propia experiencia creyente? ➤ Oramos Acabamos expresando en forma de oración lo que hemos compartido y meditado al leer la Palabra de Dios. Podemos ambientar la sala con fotografías de personas de diferentes razas y culturas. Sobre ellas colocamos esta frase: “Cristo vive en mí”. • Tras prepararnos con un breve silencio, leemos de nuevo Gál 2,15-21. • Rezamos personalmente a partir del pasaje que hemos escuchado. • Oramos comunitariamente. • Podemos acabar cantando No miréis a nadie más que a él.

☞ EXPLICACIÓN DEL PASAJE

En el pasaje que acabamos de leer –y cuya interpretación no es precisamente sencilla– Pablo comienza identificándose con un “nosotros” que representa no a los gálatas, sino a los judeocristianos como él. Se diría, en efecto, que continúa con ellos el debate (‘diatriba’) iniciado en los versículos anteriores a propósito del llamado “incidente de Antioquía” (Gál 2,11-14; leed “Para profundizar”). Con todo, hay que notar que los argumentos empleados no se derivan de la pura lógica humana, sino de la certeza de la fe. Podemos distinguir en el texto dos partes bien definidas: – Primera parte (Gál 2,15-16). La afirmación del v. 15 muestra la conciencia de superioridad religiosa que los “judíos de nacimiento”

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tenían frente a los “pecadores venidos del paganismo”. Fue a los judíos a quienes Dios eligió y manifestó su voluntad, expresada en la Torá, de modo que, al cumplirla, pudiesen ser reconocidos como justos. Frente a tales privilegios, los paganos estaban en desventaja, pues no conocían la ley y no podían observar sus preceptos. Pero en el v. 16 Pablo desmonta ese razonamiento. Ahora todos están en igualdad, pues la salvación es un don que Dios hace al ser humano no gracias a la realización de las obras exigidas por la ley, sino por medio de la fe en Cristo, a la que judíos y paganos tienen acceso. El apóstol se apoya en la autoridad de la Escritura con una cita inspirada en el salmo 143,2: “Por el cumplimiento de la ley ningún hombre alcanza la salvación”. Por tanto, si la observancia legal no ha sido suficiente para que los judíos obtengan la salvación, en ningún caso se debe imponer la práctica de la Torá a los paganos convertidos al cristianismo. – Segunda parte (Gál 2,17-21). El v. 17 recoge otra objeción de los adversarios. Probablemente se trata de un reproche a los judeocristianos que habían descuidado ciertas prácticas legales para hacer posible la convivencia con los paganocristianos. A los ojos de los judaizantes eso significaba que se habían convertido en “pecadores”, cosa que no eran “por nacimiento”. Pero si eso fuera así –rebate Pablo– habría que acusar a Cristo de inducir al pecado a los que creen en él en vez de conducirlos a la salvación que buscan, lo cual resulta inadmisible. La afirmación del v. 18 no hace sino abundar en la misma idea mediante otro simbolismo. Volver a la observancia de la Torá es reconocer que se había actuado mal al abandonar su práctica. Ese retroceso equivaldría a devolver a la ley su poder salvador como alternativa a la fe en Cristo, algo que Pablo no puede aceptar “de ninguna manera”. Las afirmaciones de los vv. 19-20 se distinguen por el uso de un “yo” que ya aparecía en el v. 18. Con él se refleja la vivencia personal del apóstol, pero también la de cualquier cristiano que, por el bautismo, se ha identificado con Cristo muerto y resucitado. Partiendo de esa base, Pablo argumenta desde lo más nuclear de la experiencia de fe, ofreciendo así las razones más profundas para abandonar la obediencia a las prescripciones de la ley de Moisés. Si el creyente ha roto para siempre con la observancia de esta ley es porque ha sido y está “crucificado con Cristo”. Y es sabido que, cuando uno muere, deja de estar sometido a la ley (Rom 7,1). Por otro lado, esa muerte compartida con el Crucificado le conduce a “vivir para Dios”, como el Resucitado. De este modo comienza una existencia nueva en la que, muerto el propio yo, es Cristo quien resucita en él. Y ya que esa expe-

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riencia se realiza en la “vida mortal”, donde todavía no se posee plenamente lo que se espera, al creyente no le queda sino vivir de fe, adhiriéndose con total fidelidad al “Hijo de Dios” en cuya muerte se demuestran su entrega y su amor. Paradójicamente, esta experiencia de salvación se ha realizado porque la antigua ley fue aplicada con rigor en la persona de Cristo, de manera que su muerte en cruz ha permitido que el creyente se vea liberado de su cumplimiento. El v. 21 concluye el pasaje con una última refutación de la postura de los adversarios y una nueva confirmación de la propia. Si fuera cierto que la salvación se consigue por medio de las obras de la ley, entonces la muerte de Cristo resultaría inútil. Y eso sería tanto como anular el don gratuito que Dios nos ha hecho gracias a su amor y a su entrega por cada uno de nosotros.

PARA PROFUNDIZAR La mesa común y la unidad de los cristianos La Carta a los Gálatas consagra la igualdad radical entre los cristianos al afirmar que “ya no hay distinción entre judío o no judío, entre esclavo o libre, entre varón y mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gál 3,28). Con esta declaración se nos proporciona una de las claves fundamentales para entender no sólo la misión universalista de Pablo, sino también su reflexión teológica. Todo lo que el “apóstol de los paganos” hacía y decía se comprende mejor cuando descubrimos que la comunión entre los creyentes era para él un bien tan valioso que no se podía supeditar ni a la raza, ni a la tradición religiosa, ni a la condición social, ni al género de las personas. Fue esa “pasión por la unidad” la que provocó su enfrentamiento con quienes amenazaban la posibilidad de una convivencia real entre los cristianos de diversas procedencias. Cosa que, a la hora de la verdad, se decidía en hechos tan concretos como la posibilidad de compartir juntos la mesa. La dificultad de comer con paganos Ya los antiguos autores griegos y romanos se hacen eco de los reparos que tenían los judíos para sentarse a comer con los que no lo eran. Aunque la ley de Moisés no lo prohibiera expresamente, lo hacía muy difícil por la necesidad de guardar los 106

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preceptos de pureza y por la prohibición que dicha ley establecía sobre ciertos alimentos (cf. Hch 10,28). Como no podía ser de otra manera, esta resistencia a mezclarse con gentes de otra religión y cultura debió afectar a la vida de las primeras comunidades, especialmente cuando los cristianos de origen judío tenían que compartir la mesa con los creyentes provenientes del paganismo. Esto sucedía, por ejemplo, en ocasiones tan significativas como el ágape fraterno en cuyo marco se celebraba la “cena del Señor”. El incidente de Antioquía A propósito de ello, en Gál 2,11-14 se recuerda un incidente ocurrido en Antioquía de Siria en el que Pablo tuvo que encararse públicamente con Pedro cuando los escrúpulos de éste dificultaron la “comunión de mesa” con los cristianos de origen pagano. Sabemos que en aquella ciudad, fuertemente influenciada por la cultura griega, había judíos “helenistas” predispuestos a ceder en el rigor de sus costumbres con tal de no marginarse de la vida social. Esa actitud de apertura debió repercutir sin duda en la comunidad cristiana del lugar y facilitó la buena convivencia entre creyentes de orígenes diversos (Hch 11,19-21). Imitando esos usos –más tolerantes que los del judaísmo tradicional–, Pedro llegó a Antioquía y no puso reparo en comportarse “como pagano”, sentándose a comer con ellos. El problema vino cuando, más tarde, se retiró de la mesa común por miedo a “los de Santiago”. Debió de tratarse de judeocristianos procedentes de Jerusalén y “partidarios de la circuncisión” que querían obligar a “judaizar” a los cristianos de origen pagano forzándolos a asimilar sus prácticas religiosas como condición imprescindible para formar parte de la Iglesia. Pablo denuncia la hipocresía y el peligro que encierra un comportamiento tan ambiguo. Hipocresía porque si Pedro y los demás se han comportado como paganos para facilitar la convivencia con los no judíos, no tiene sentido que quieran “obligarles” a cumplir la misma ley que ellos habían dejado de guardar. Peligro porque o bien los cristianos de origen pagano cedían a la presión y adoptaban las prácticas judías con tal de salvar la unidad de la comunidad, o bien ésta se rompía al tener que comer aparte y celebrar la asamblea eucarística por separado. 107

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Comer juntos, signo de comunión Ante tal posibilidad, Pablo llega al fondo de la cuestión. Por eso advierte que la conducta de Pedro no se ajusta a “la verdad del Evangelio” que él anuncia a sus comunidades y que defiende apasionadamente en la Carta a los Gálatas. Según ese Evangelio, no son las prácticas religiosas las que salvan al ser humano, sino la fe en Cristo Jesús (Gál 2,16). La experiencia de Antioquía demostraba suficientemente que la imposición de ciertos usos y costumbres propios del judaísmo podía poner en peligro la convivencia comunitaria. La fe, en cambio, es común a todos y posee el poder de unir a los pueblos derribando las barreras que los separan. Por eso no tiene sentido obligar al cumplimiento de preceptos legales si éstos amenazan lo verdaderamente importante. Para Pablo, la “comunión de mesa” es mucho más que un sentarse físicamente a comer juntos. Es la prueba de que la vida en común es posible por encima de las diferencias; de que no hay una única forma de ser cristianos; de que la unidad es posible en la diversidad; de que la Iglesia es una familia universal y abierta a gentes de toda raza, pueblo y nación; de que no hay derechos adquiridos ni ventajas en orden a la salvación, porque ésta es un don gratuito que Dios ofrece a todos sin distinción. Ésa es “la verdad del Evangelio” que Pablo no admite a discusión y la que trató de inculcar a sus comunidades.

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO Para preparar nuestro próximo encuentro, vamos a leer la tercera y última sección de la Carta a los Gálatas (Gál 5,1–6,10) y la conclusión de la misma (Gál 6,11-18). Se trata de una parte de la carta en la que Pablo exhorta a los cristianos de Galacia a vivir de acuerdo a la libertad que Cristo les ha proporcionado. Por eso, trataremos de responder a la siguiente pregunta: ¿En qué comportamientos se manifiesta la libertad cristiana?

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LLAMADOS A LA LIBERTAD

☞ ¿QUÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO? En esta reunión concluiremos la lectura de la Carta a los Gálatas centrándonos en su parte tercera, que proclama la libertad cristiana como don y como tarea. Pretendemos alcanzar los siguientes objetivos: • Reflexionar sobre la vocación a la libertad que es propia de todo cristiano. • Contrastar la idea de libertad que normalmente manejamos en nuestra sociedad con la que Pablo presenta a los gálatas. • Aclarar el papel del Espíritu como posibilitador de la auténtica libertad cristiana.

LECTURA CONTINUADA Puesta en común sobre Gál 5,1–6,18 La tercera sección de Gálatas (Gál 5,1–6,10) va seguida de una conclusión que cierra toda la carta (Gál 6,11-18). Esta última parte tiene un carácter exhortativo, porque en ella Pablo anima a sus destinatarios a vivir consecuentemente según la libertad que Cristo les ha proporcionado. De ahí que, al leer 109

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Gál 5,1–6,18, nos propusimos responder a esta pregunta: ¿En qué comportamientos se manifiesta la libertad cristiana?



Cuando los miembros del grupo comuniquen lo que han descubierto en su lectura, el animador puede completar sus aportaciones teniendo en cuenta que: – En Gál 5,1-2 se afirma que la libertad de los cristianos se manifiesta en la decisión firme de no someterse al “yugo” esclavizante de la ley de Moisés entendida como medio para alcanzar la salvación. – En Gál 5,13 se advierte que la libertad cristiana se manifiesta en la superación de los “apetitos desordenados” y en el servicio mutuo realizado por amor. – En Gál 6,16-26 se dice que la libertad cristiana implica dejarse guiar no por la “carne”, sino por el Espíritu. Los frutos de este estilo de vida están especificados en los vv. 22-23. La libertad de la que habla Pablo encierra una paradoja, pues consiste en ejercer el servicio mutuo por amor, algo que resulta imposible si uno no se deja guiar por el Espíritu. Se trata de una visión que desafía nuestros esquemas y sobre la cual merece la pena seguir profundizando.

GUÍA DE LECTURA “Para que seamos libres, nos ha liberado Cristo”. Antes de comenzar, buscamos Gál 5,1-15. ➤ Ambientación La tercera parte de la Carta a los Gálatas comienza con una solemne proclamación de la libertad cristiana. Son palabras que conectan enseguida con una de las más grandes aspiraciones del ser humano. Pablo nos enseñará dónde radica el origen de esa libertad y cuál es la manera de vivirla auténticamente. ➤ Miramos nuestra vida Cuando hablamos de libertad solemos manejar un concepto bastante reduccionista. Pensamos a menudo que ser libres consiste en actuar sin ataduras de ningún tipo, vivir con plena autonomía, hacer lo que queramos sin cortapisas ni límites, sin someternos a la voluntad de otros ni depender en nada de 110

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los demás. Es una libertad hecha de derechos, pero no de obligaciones ni de responsabilidades. – ¿Crees que es adecuado este concepto de libertad? ¿Por qué? – ¿Qué es para ti la libertad? ¿Podemos vivirla al margen de nuestra relación con los demás? ➤ Escuchamos la Palabra de Dios Pablo proclama ante los gálatas que el cristiano es una persona liberada por Cristo, pero enseguida aclara que esa condición de libertad ha de entenderse no como la posibilidad de dejarse arrastrar por lo que a cada cual le apetece, sino como la capacidad de hacerse servidor de los otros. • Nos ponemos en disposición de escuchar la Palabra de Dios guardando un momento de silencio y pidiendo el auxilio del Espíritu Santo. • Un miembro del grupo proclama en voz alta Gál 5,1-15. • Reflexionamos en silencio: leemos personalmente el pasaje y consultamos las notas de nuestra Biblia para que nos ayuden a entenderlo mejor. • Respondemos entre todos a estas preguntas: – ¿Qué afirmaciones fundamentales se hacen en este pasaje sobre la libertad? – ¿Cuál es el origen de esa libertad de la que gozan los creyentes? – ¿Qué pueden hacer los gálatas para mantenerse en ese estado de libertad? ¿Cuáles de sus comportamientos son contrarios a ella? – ¿A qué se refiere la expresión “yugo de la esclavitud” que se puede leer en el v. 1? – ¿Cómo relaciona Pablo la libertad de los cristianos, la práctica de la ley y el amor? ➤ Volvemos sobre nuestra vida Pablo trastoca la idea de libertad que solemos manejar y nos enseña que es libre no el que prescinde de los otros, sino el que sirve a los demás por amor. Además, nos advierte de que no hemos sido nosotros quienes hemos conquistado nuestra libertad, sino que es Cristo quien nos ha liberado de todo lo que nos impide vivir nuestra verdadera vocación de personas creyentes. Por nuestra parte, deberíamos luchar para no recaer en 111

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nuestras antiguas esclavitudes y ayudar a otros a abandonar las suyas. Eso revestirá diferentes formas dependiendo de la situación social o política en la que nos toque vivir, pero será una tarea imposible si no nos dejamos guiar por el Espíritu. – ¿En qué te ha ayudado este pasaje a entender mejor el concepto de libertad cristiana? ¿En qué sentido te sirven las pistas que ofrece para vivirla? – ¿Qué podemos hacer para crecer en esa libertad creyente de la que habla Pablo? ➤ Oramos Dedicamos unos momentos a recoger en forma de oración lo que nos haya inspirado el contacto con la Palabra que hemos leído y compartido. Como símbolo podemos colocar en medio de la sala unas cadenas rotas sobre un cartel en el que habremos escrito: “Cristo nos ha liberado”. • Tras prepararnos con un breve silencio, leemos de nuevo Gál 5,1-15. • Rezamos personalmente a partir del pasaje que hemos escuchado. • Oramos comunitariamente. • Podemos acabar cantando Cristo nos da la libertad u otro canto adecuado.

☞ EXPLICACIÓN DEL PASAJE

Comienza este pasaje con una solemne proclamación: “Para que seamos libres nos ha liberado Cristo”. Es posible que a los gálatas esta declaración les resonase como una nostálgica evocación de su pasado. Pero Pablo deja claro que la libertad de la que habla no es un logro personal ni político, sino un don gratuito que Cristo otorga a los suyos. A esta afirmación se añade inmediatamente una exhortación. Los destinatarios de la carta no han conquistado su propia libertad, pero pueden hacer algo para mantenerse en ella: “Permaneced, pues, firmes y no os dejéis someter de nuevo al yugo de la esclavitud”. Parece ser que los judaizantes habían convencido a los gálatas de que su proceso de iniciación cristiana no sería completo mientras no se circuncidasen. Pablo, en cambio, les recuerda que, si lo hacen, se obligan a observar todos los preceptos de la ley de Moisés y les advierte severamente que si se someten a ese “yugo”

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están renunciando a su libertad de bautizados (Gál 2,4-5). Querer conciliar ambas cosas es imposible. O bien se pretende conseguir la salvación cumpliendo las prescripciones de la ley o bien se espera alcanzarla por medio de la fe. Elegir la primera opción equivale a romper con Cristo y perder el don gratuito de la liberación realizada por él (v. 4). Por eso, frente a quienes se dejan circuncidar y demuestran así que Cristo “no sirve de nada” (v. 2), Pablo declara que es irrelevante entre cristianos estar o no circuncidados. De cara a la salvación lo único que vale de verdad es la fe (v. 6). Además, se hacen dos puntualizaciones que nos ayudan a precisar el pensamiento paulino sobre lo que conlleva esa fe que libera y salva. En primer lugar se afirma que la fe es un don que se obtiene “mediante la acción del Espíritu” (v. 5). Y es ese Espíritu –y no la ley– quien debe guiar al creyente para orientar su vida según unos criterios contrarios a los de la carne, cuyos “apetitos desordenados” le esclavizan y pueden impedirle alcanzar su meta (v. 13). En segundo lugar añade el apóstol que esa fe “actúa por medio del amor” (v. 6). Cuando Pablo contrapone la fe y la ley no está diciendo que uno pueda salvarse sólo por declararse creyente, al margen de su comportamiento con el prójimo. Al contrario, la fe –que es expresión de la vinculación con Dios– y el amor –que se refiere a la relación con los demás– no se pueden separar en la práctica: sólo es verdadera aquella fe que se concreta en las obras del amor. Como si interrumpiera su razonamiento, Pablo pasa a reprochar a los gálatas su conducta (Gál 5,7-12). Éstos empezaron bien su carrera como cristianos, pero ahora un obstáculo les ha desviado del camino de la verdad. Su nueva actitud no está inspirada por el Dios que los ha llamado (v. 8), sino por la doctrina de los judaizantes. Son ellos ese “poco de levadura” que, aun en minoría, puede acabar corrompiendo “toda la masa” de las comunidades de Galacia (v. 9), si bien Pablo confía en que el Señor evite finalmente su extravío (v. 10). Y a esos alborotadores que tanta importancia dan a la circuncisión, más les valdría castrarse, como hacían los devotos del culto pagano a Atis y Cibeles practicado en aquella misma región. Para evitar malentendidos, el apóstol termina explicando y matizando el sentido de esa vocación a la libertad a la que son llamados los creyentes (Gál 5,13-15). La emancipación respecto a la ley no ha de entenderse como una licencia para hacer lo que a cada uno le venga en gana, ni ser tomada como pretexto para una vida libertina. Al contrario, usando una de esas paradojas que tanto le gustan, afirma que la verdadera libertad cristiana consiste en “hacerse esclavos los unos de los otros”. Pero, eso sí, “por amor”.

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No se trata, por tanto, de un estilo de vida menos exigente que aquel que marcan los mandamientos de la ley de Moisés. Quien cumple “la ley de Cristo” (Gál 6,2), sintetizada en el precepto del amor, cumple toda la Torá. La diferencia radica en que ese mandato sólo puede asumirse voluntariamente: la ley es de forzoso cumplimiento, pero nadie puede ser obligado a amar.

PARA PROFUNDIZAR La libertad en el Espíritu La Carta a los Gálatas ha sido llamada la “carta magna” de la libertad cristiana. Y con razón, pues en ella se proclama solemnemente que “para ser libres nos ha liberado Cristo” (Gál 5,1). Se trata de una afirmación tremendamente sugerente, que conecta con una de las más grandes aspiraciones del ser humano. Veamos, por tanto, qué quiere decir Pablo cuando atribuye a los cristianos ese estatuto de personas libres que cualquier hombre o mujer desea para sí. ¿De qué libertad habla Pablo? Cuando Pablo utiliza la palabra “libertad” –y es sin duda el autor del Nuevo Testamento que más lo hace– da a este término un sentido teológico que está más allá de cualquier significado político, jurídico, social o psicológico. Y aunque afirma que el cristiano es una persona libre, deja bien sentado que no lo es por naturaleza ni tampoco porque haya conquistado su propia autonomía o independencia, sino porque Cristo lo ha liberado de todo lo que le domina e impide su verdadera comunión con Dios (Gál 5,1). En cuanto a las realidades que tienen esclavizado al ser humano y frustran su vocación a la libertad (Gál 5,13), Pablo señala sobre todo el pecado, la ley y la muerte. En cuanto al pecado, su poder opresor radica en que impide servir libremente a Dios (cf., por ejemplo, Rom 6,17-19). La muerte, por su parte, es el resultado de esta dinámica esclavizante (cf., por ejemplo, Rom 6,20-23). Y en cuanto a la ley, analizaremos ahora en qué sentido es presentada como colaboradora de esta situación. Liberados de la ley Repetidas veces a lo largo de la Carta a los Gálatas, Pablo advierte a sus destinatarios de que estar sometidos a la ley 114

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supone una esclavitud (cf., por ejemplo, Gál 4,4-5). Por una parte, y como buen judío que es, reconoce que la ley de Moisés es buena en sí y que fue dada para poder conocer la voluntad divina. Por otra, en cambio, constata que es imposible cumplirla a la perfección. Aunque establece lo que hay que hacer, no capacita al creyente para llevarlo a cabo (Rom 7,14-24). Por eso acaba por revelar la condición pecadora de quien la quiere poner por obra, incitándole además a cometer el pecado (Rom 7,7-13). De este modo, se ha hecho cómplice de la misma situación que quería evitar. Debía servir para salvar al ser humano, pero se ha convertido para él en causa de condenación (Gál 3,10). Cristo ha liberado a los suyos de esa maldición (Gál 3,13), abriendo para ellos un nuevo camino de salvación al que se accede por medio de la fe en él. Por eso no tiene sentido renunciar a esa libertad y sujetarse de nuevo a un “yugo” que ha demostrado no poder salvar a quien se le somete. Hacerlo es tanto como considerar inútil y superflua la gracia de Dios manifestada en su Hijo muerto y resucitado por nosotros. Una libertad para el amor Cabía el peligro de que las afirmaciones del apóstol fuesen mal entendidas, y él lo sabe. Por eso se adelanta a puntualizar que la libertad de la que él habla no es una licencia para el libertinaje. No se trata de que, al abandonar la práctica de la ley, cada cual pueda hacer lo que le dé la gana, cayendo así en el desorden moral. Para Pablo, la vocación a la libertad sólo tiene sentido si se vive desde el servicio a los demás. Por eso, con una formulación aparentemente contradictoria, exhorta a los cristianos a “hacerse esclavos los unos de los otros”. La originalidad de esta invitación radica en la motivación de fondo, puesto que se trata de actuar así no por una obligación externa, como la que viene de la ley, sino a causa del amor que nace de dentro y no se puede imponer (Gál 5,13). La “libertad” del creyente se realiza así en la “esclavitud” del amor. Una libertad según el Espíritu La libertad de la que habla Pablo conduce necesariamente a un servicio mutuo que implica la dimensión interpersonal y se realiza “por amor”. Y, al contrario, el que entiende la libertad 115

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como pura autonomía individualista a la que la relación con los otros no puede poner límite alguno, acaba siendo arrastrado por lo que él llama los “apetitos desordenados”, es decir, por aquellas tendencias egoístas que tan profundamente anidan en el corazón humano y lo esclavizan. Por ello, a los que se cierran sobre sí mismos y se dejan dominar por los impulsos de la “carne”, el apóstol les invita a abrirse al Espíritu para dejarse guiar por él (Gál 5,16-26). La conclusión que se deriva de ello es que la libertad cristiana sólo es posible donde está presente y actúa el Espíritu (2 Cor 3,17). En efecto, es él quien transforma al bautizado emancipándolo de la servidumbre de la ley que lo tenía prisionero y capacitándolo para el servicio a Dios y a los demás (Rom 7,6). De ahí brota un nuevo estilo de vida regulado no por la “letra que mata”, sino por la “ley del Espíritu”, que da vida y destruye el pecado. Gracias a ese Espíritu, los que antes eran “esclavos” ahora pueden considerarse “hijos” llamados a heredar la salvación; los que antes vivían bajo el temor propio de los oprimidos ahora pueden conducirse según el amor de quienes son verdaderamente libres (Rom 8,1-17).

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO Para preparar nuestro próximo encuentro, vamos a leer la primera parte de la Carta a los Filipenses (Flp 1,1–3,1a). En ella Pablo presenta a Cristo como modelo de las actitudes en las que desea ver progresar a los cristianos de Filipos. Trataremos de responder a esta pregunta: ¿De qué manera se relaciona a Cristo con el comportamiento de Pablo y el de los filipenses?

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CON LAS ACTITUDES DE CRISTO

☞ ¿QUÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO? En esta reunión comenzamos la lectura de la Carta a los Filipenses, centrándonos en un pasaje especialmente significativo para entender el misterio de Cristo. Pretendemos alcanzar estos objetivos: • Analizar de qué modo presenta Pablo la humildad de Cristo como modelo a seguir para los filipenses. • Redescubrir el sentido de la humildad en una sociedad atrapada por la competitividad y el deseo de ser más. • Hacer una presentación general de la Carta a los Filipenses desde el punto de vista histórico, temático y literario.

LECTURA CONTINUADA Puesta en común sobre Flp 1,1–3,1a La Carta a los Filipenses comienza con la habitual introducción epistolar (Flp 1,3-11). Después de ella, y sin seguir un orden preestablecido, Pablo se extiende en una serie de confidencias y exhortaciones que afectan a los cristianos de Filipos y a su relación con ellos. 117

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En el centro de todo, como siempre, está Cristo, modelo de las actitudes en las que el apóstol desea ver progresar a los filipenses. De ahí que, al leer la primera parte de la carta (Flp 1,1–3,1a), nos propusimos responder a esta pregunta: ¿De qué manera se relaciona a Cristo con el comportamiento de Pablo y el de los filipenses?



Cuando los miembros del grupo comuniquen lo que han descubierto en su lectura, el animador puede completar sus aportaciones teniendo en cuenta que: – En Flp 1,8 Pablo declara lo mucho que quiere a los filipenses “en Cristo Jesús”. – En Flp 1,21 afirma que para él “la vida es Cristo”. – En Flp 1,27 anima a los filipenses a llevar una vida “digna del Evangelio de Cristo”. – En Flp 1,29 considera que padecer por Cristo es una gracia. – En Flp 2,1 anima a los filipenses “en nombre de Cristo” a que tengan entre ellos “los mismos sentimientos”. En Flp 2,5 aclara que esos sentimientos son los que deben distinguir a “quienes están unidos a Cristo Jesús”. Y, por si no quedase claro, en Flp 2,6-11 presenta en forma de himno el ejemplo de la humildad de Cristo que los filipenses han de encarnar. – En Flp 2,30 ensalza el ejemplo de Epafrodito, quien “por causa de Cristo” ha puesto en peligro su vida para ayudar al apóstol en su misión. En definitiva, resulta evidente que el estilo de vida de quien se dice cristiano tiene un único punto de referencia. Sólo Cristo puede servir de inspiración y modelo para aquellos que quieren seguirle. Lo veremos con más claridad en la sesión de hoy.

GUÍA DE LECTURA “Se despojó de su grandeza… y se hizo semejante a los hombres”. Antes de comenzar, buscamos Flp 2,1-11. ➤ Ambientación Ser cristiano consiste en identificarse con los sentimientos y las actitudes de Cristo. Es una verdad de cajón, pero Pablo debe recordársela a los filipenses para que no se dejen arras118

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trar por comportamientos que hubieran puesto en peligro la armonía de una comunidad tan amada por él. ➤ Miramos nuestra vida Vivimos en un mundo donde lo importante es sobresalir, destacar, subir en la escala social y profesional, ser más que los demás cueste lo que cueste. No es extraño descubrir, en nosotros y en los demás, gestos y actitudes que denotan una ambición más o menos camuflada. Hablar de humildad en semejante contexto parece fuera de lugar. Es una virtud con mala prensa, sobre todo si, además, la confundimos con la falta de autoestima, la debilidad de carácter o la negación de nuestras cualidades. – ¿Qué entiendes tú por humildad? ¿Qué consecuencias puede traer prescindir de su práctica en nuestra sociedad? – ¿En qué sentido es posible vivir la humildad en medio de un mundo tan competitivo como el nuestro? ➤ Escuchamos la Palabra de Dios En el mundo grecorromano, la humildad también era despreciada, pues evocaba la condición de los que eran considerados socialmente inferiores. En este contexto, Pablo se atreve a hacer a los filipenses una “propuesta contracultural”. Y lo hace no apoyándose en razones humanas, sino poniéndoles delante el ejemplo de Cristo. • Nos ponemos en disposición de escuchar la Palabra de Dios guardando un momento de silencio y pidiendo el auxilio del Espíritu Santo. • Un miembro del grupo proclama en voz alta Flp 2,1-11. • Reflexionamos en silencio: leemos personalmente el pasaje y consultamos las notas de nuestra Biblia para que nos ayuden a entenderlo mejor. • Respondemos entre todos a estas preguntas: – ¿Qué pide Pablo a los filipenses en este pasaje? Buscad las diversas respuestas que se pueden dar a esta pregunta en los vv. 1-4. – ¿De qué clase de humildad se habla aquí? ¿A qué actitudes se contrapone? ¿Qué tiene que ver todo eso con la armonía y la unidad comunitaria? – ¿Con qué razones apoya Pablo esta petición? ¿A quién deben imitar en definitiva los filipenses? 119

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– ¿En qué consiste la humildad de Cristo según el himno de los vv. 6-11? ¿Y su exaltación por parte de Dios? ➤ Volvemos sobre nuestra vida El camino que Pablo propone a los filipenses es el mismo que Cristo recorrió en su trayectoria vital. No el de la autoafirmación egoísta de los que viven pensando sólo en ellos, sino el de la solidaridad de quienes no se reservan para sí mismos y se dan por los demás. Se trata, por tanto, del itinerario inverso al que transita una humanidad soberbia y orgullosa que, en el fondo, quiere ser igual a Dios (Gn 3,4). De este modo, Cristo ha demostrado que no se llega a lo más alto por el sendero de la ambición y la vanagloria, sino por la ruta del servicio humilde y desprendido. – ¿Qué puede enseñarnos todo esto a los cristianos de hoy en día acerca de lo que significa vivir con humildad? – ¿Qué actitudes nos ha de llevar a corregir dentro de nuestra comunidad y de la Iglesia en general? ➤ Oramos La Palabra que hemos leído y compartido nos invita a responder desde la oración. Como símbolo para ambientar este momento podemos poner en medio de la sala una cruz sobre la que colocaremos un cartel con esta frase: “Se humilló a sí mismo”. • Tras prepararnos con un breve silencio, leemos de nuevo Flp 2,1-11. • Rezamos personalmente a partir del pasaje que hemos escuchado. • Oramos comunitariamente. • Podemos acabar recitando juntos el himno de la Carta a los Filipenses sobre el que hoy hemos meditado: Flp 2,6-11.

☞ EXPLICACIÓN DEL PASAJE

La exhortación moral con la que comienza este pasaje –quizá motivada por ciertas disensiones que Pablo vería como un peligro para la comunidad (cf. Flp 4,2)– está justificada desde un doble punto de vista. Esto divide el texto en dos partes bien definidas, aunque no independientes, sino muy bien relacionadas entre sí.

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En la primera de ellas (Flp 2,1-5) encontramos una advertencia en la que la solemnidad de la formulación se armoniza perfectamente con un lenguaje cuajado de afectividad. Para persuadir a sus destinatarios, Pablo les recuerda que les habla con la autoridad de Cristo, pero también movido por el amor que les profesa. Se trata, por tanto, de estimularlos apoyándose en la relación entrañable que mantiene con una comunidad a la que se siente unido en el Espíritu. Apelando al corazón compasivo de sus destinatarios, les pide que le den la alegría de tener entre ellos “los mismos sentimientos”. Pero el contexto deja claro que no basta con quedarse en un sentimentalismo vacío, sino que es preciso aterrizar en un estilo de vida que construya la comunión: “Compartiendo un mismo amor, viviendo en armonía y sintiendo lo mismo” (v. 2). Todo ello se especifica aún más en el v. 3, donde Pablo habla de la “rivalidad” y de la “vanagloria” como actitudes que quizá estaban despuntando en algunos miembros de la comunidad y eran contrarias a la “humildad” que debían encarnar si querían conservar la unidad entre ellos. Aclaremos que esta humildad no consiste en perder la autoestima o infravalorarse. De hecho, considerar a los otros como “superiores” no significa menospreciarse a sí mismo, sino ser capaz de anteponer los intereses del prójimo a los propios, tal y como se explica en el v. 4. El v. 5 afirma que esos “sentimientos” de los que habla Pablo son los que deben hacer suyos “quienes están unidos a Cristo Jesús”. En la segunda parte del pasaje (Flp 2,6-11) Pablo añade una razón nueva y definitiva para fundamentar la conducta de los cristianos de Filipos: las actitudes encarnadas por el único que puede servirles de modelo. Aunque Pablo siempre acude al ejemplo de Cristo para motivar el estilo de vida que exige de sus comunidades, aquí hay algo original: en vez de continuar argumentando teóricamente, el apóstol introduce un himno en el que Cristo aparece como prototipo del comportamiento humilde que solicita de los filipenses. Son mayoría los estudiosos que opinan que este himno no es obra de Pablo. Probablemente existía antes que él y era conocido y usado en la comunidad de Filipos. En todo caso, el apóstol lo “retocó” para hacerlo suyo e integrarlo en este lugar de la carta. Podemos dividirlo en dos partes. En la primera de ellas (vv. 6-8) se habla del “abajamiento” de Cristo desde su preexistencia divina hasta su muerte en cruz, pasando por la encarnación. Se discute, en todo caso, cuál es el sentido preciso de ciertas expresiones que, desde el punto de vista teológico, afectan a la divinidad de Cristo y a las consecuencias

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que trajo para él asumir la naturaleza humana (“ser de condición divina”, “ser igual a Dios”, “despojarse de su grandeza”…). La segunda parte del himno (vv. 9-10) habla de la “exaltación” de Cristo por parte de Dios, algo que sólo se produce después de su proceso de “humillación” libremente aceptado. Se trata de un modo de aludir a la resurrección mediante la cual el que había tomado “la condición de esclavo… haciéndose obediente hasta la muerte” recibe el título de “Señor”. Ése es el “nombre que está por encima de todo nombre”, pues sólo se le puede dar a Dios. Con él se reconoce la verdadera identidad divina de Jesús, que, por eso mismo, es digno de recibir el homenaje y la gloria que sólo el Padre merece. Los gestos de “doblar la rodilla” y de “proclamar con la lengua” lo certifican (comparad con Is 45,21-23).

PARA PROFUNDIZAR La Carta a los Filipenses Filipos fue la primera ciudad europea evangelizada por Pablo. La comunidad cristiana que el apóstol fundó allí hacia el año 49 d.C. fue particularmente querida por él y le apoyó siempre en todos los sentidos, incluso económicamente. Por eso la carta que les dirige está escrita en un tono sumamente cariñoso y entrañable, llena de expresiones de amor y confianza, siendo a la vez la menos dogmática y doctrinal del epistolario paulino. La ciudad de Filipos y su comunidad Filipos estaba situada en el extremo suroriental de Macedonia, no muy lejos del mar Egeo. Aunque no era demasiado grande en cuanto al número de habitantes, su importancia estratégica le venía de hallarse junto a la Vía Egnatia, que comunicaba Roma con la parte oriental del Imperio. Eso explica el paso casi obligado de Pablo y sus colaboradores por la ciudad, nada más poner el pie en Europa (Hch 16,11-40). Aunque no tenemos noticias ciertas de posteriores visitas suyas, lo más probable es que el apóstol regresase allí en otras ocasiones (Hch 20,1-6; 2 Cor 7,5). Debido a los avatares históricos, la ciudad que Pablo conoció poseía el rango de “colonia romana” (Hch 16,12) y estaba, por tanto, muy influenciada por la cultura latina e identificada con el estilo de vida y la religión del Imperio. A pesar de ello, el culto a los dioses tradicionales y al emperador convivía con 122

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otros cultos de origen oriental –llamados “mistéricos”–, como los de Isis o Mitra. Aunque sabemos poco sobre la composición de la comunidad de Filipos, lo más probable es que estuviese integrada sobre todo por antiguos paganos, si bien no se puede descartar la presencia en ella de algunos cristianos de origen judío (Hch 16,13). En cuanto a la extracción social de sus miembros, parece ser que se trataba en general de gente humilde (2 Cor 8,1-4) –campesinos, artesanos, pequeños comerciantes…– y con un nivel económico bastante homogéneo, lo que evitó que se produjeran situaciones de desigualdad como las que se dieron en Corinto y otros lugares. Finalmente, es preciso señalar que las mujeres de Macedonia gozaban de mayor autonomía y protagonismo en la vida social, política y religiosa de sus ciudades en comparación con las que habitaban en otras regiones del Imperio. Eso explica el papel destacado que jugaron en la comunidad cristiana de Filipos. Buen ejemplo de ello son tanto Lidia, que ofrece hospitalidad en su casa a Pablo y a sus acompañantes (Hch 16,14-15.40), como Evodia y Sintique, entregadas colaboradoras que “se batieron” con Pablo por el Evangelio (Flp 4,2-3). ¿Cuándo, dónde y por qué se escribió? Se ha discutido mucho sobre el lugar y la fecha en que fue redactada esta carta. Partiendo del dato de que Pablo estaba en la cárcel (Flp 1,12-17), se han propuesto diversas soluciones a este problema. La opinión tradicional apuntaba a la ciudad de Roma, en la que el apóstol estuvo encarcelado en torno a los años 61-63 d.C. (Hch 28,16.30). Hoy, en cambio, la mayoría de los especialistas se inclinan por Éfeso, donde parece que Pablo sufrió prisión hacia el año 56 d.C. (1 Cor 15,32; 2 Cor 1,8). Esta última solución explicaría mejor las circunstancias de la carta, que supone un intercambio fluido con la comunidad de Filipos, lo cual es más factible si fue escrita desde una ciudad relativamente cercana a Macedonia. Por otro lado, ya hemos dicho que la relación de Pablo con los filipenses fue particularmente cordial y cercana. Tanto que llegó a aceptar de ellos el apoyo económico para sostener su tarea evangelizadora que siempre rechazó de otras comunidades (comparad Flp 4,15-16 y 1 Tes 2,9; 1 Cor 9,12). Por eso, cuando supieron que estaba preso, le enviaron ayuda por 123

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medio de Epafrodito. La respuesta agradecida del apóstol en forma de carta es ocasión para animar la fidelidad de aquellos cristianos y advertirles sobre determinados peligros, como la presencia de predicadores judaizantes que causaban estragos en otras iglesias. ¿Cómo está organizada? ¿De qué habla? La Carta a los Filipenses está enmarcada, como el resto de las cartas paulinas, por una introducción (Flp 1,1-11) y una conclusión (Flp 4,21-23) típicas del género epistolar. Pero a diferencia de otras, mucho mejor organizadas desde el punto de vista literario y temático, no presenta una estructura bien definida. Como explicación de este hecho muchos aducen su falta de unidad. Se trataría en realidad de varias cartas originales que luego fueron “cosidas” entre sí. Otros, en cambio, opinan que eso puede deberse más bien a la situación e intención con la que fue redactada. Se trata, en efecto, de una misiva dirigida a una comunidad con la que Pablo no mantiene litigio alguno. Por eso no hay necesidad de defender ante los filipenses “la verdad del Evangelio”, como sucede, por ejemplo, con los gálatas. De ahí que, en vez de exponer sistemáticamente su postura teológica, el apóstol se limita a tener con ellos lo que podríamos llamar una “conversación familiar” en un tono muy personal y sereno, en la que van surgiendo confidencias, exhortaciones y advertencias sin un orden establecido de antemano.

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO Para preparar nuestro próximo encuentro, vamos a leer la segunda parte de la Carta a los Filipenses (Flp 3,1b–4,23). Ya en sus dos primeros capítulos se encuentran abundantes referencias a la alegría, un tema recurrente a lo largo de toda la carta. Ahora, al leer lo que nos resta, nos fijaremos en eso mismo y trataremos de responder a la siguiente pregunta: ¿Dónde y de qué manera se menciona la alegría en Flp 3–4?

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ALEGRES EN EL SEÑOR

☞ ¿QUÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO? Concluimos en esta sesión la lectura de la Carta a los Filipenses, una comunidad a la que Pablo ama entrañablemente y cuya respuesta al Evangelio ha sido para él causa de constante alegría. Queremos alcanzar estos objetivos: • Constatar las razones por las que Pablo se alegra y exhorta a la alegría a los filipenses. • Apreciar el valor de vivir la alegría cristiana en una sociedad volcada en la cultura del ocio y la diversión. • Ahondar en la invitación a estar siempre alegres que Pablo dirige a sus comunidades, y especialmente a la iglesia de Filipos.

LECTURA CONTINUADA Puesta en común sobre Flp 3,1b–4,23 La unidad de la Carta a los Filipenses viene dada no tanto por su forma literaria como por su contenido. En ella Pablo invita a sus destinatarios a crecer espiritualmente y a conservar la armonía comunitaria siguiendo siempre el modelo de Cristo. 125

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Al leer la segunda parte de este escrito (Flp 3–4), nos queremos fijar en uno de los temas que ya aparecía con frecuencia en los dos primeros capítulos (Flp 1,4.18.25; 2,2.17-18.29). Nos referimos a las múltiples menciones a la alegría que Pablo va desgranando ante una comunidad con la que ha compartido esa alegría en tantas ocasiones. Para ello trataremos de responder a esta pregunta: ¿Dónde y de qué manera se menciona la alegría en Flp 3–4?



Cuando los miembros del grupo comuniquen lo que han descubierto en su lectura, el animador puede completar sus aportaciones teniendo en cuenta que: – En Flp 3,1 Pablo llama a los filipenses “hermanos míos” y les exhorta a “alegrarse en el Señor”. – En Flp 4,1 el apóstol reconoce que son para él “mi gozo y mi corona”. – En Flp 4,4 se retoma la misma invitación de Flp 3,1, sólo que esta vez se añade el adverbio “siempre” y además vuelve a reiterarse: “os lo repito, estad alegres”. La insistencia de esta llamada indica su importancia. – En Flp 4,10 el apóstol habla de la alegría que ha tenido “como creyente” al ver que renacía el interés de los filipenses hacia él. El contexto de la carta nos ayuda a entender que se refiere a la ayuda que le han enviado mientras estaba en la cárcel. La alegría que embarga a Pablo no es una alegría cualquiera; el resto de la sesión nos ayudará a profundizar en sus motivaciones para descubrir de dónde arranca y en qué se fundamenta ese gozo al que Pablo invita con tanta vehemencia a los filipenses.

GUÍA DE LECTURA “Estad siempre alegres en el Señor”. Antes de comenzar, buscamos Flp 4,2-14. ➤ Ambientación La comunidad de Filipos fue “el primer amor” de Pablo. De ello da buena fe el tono profundamente afectivo y cariñoso con el que el apóstol les escribe. Los filipenses se mantuvieron fieles al Evangelio que recibieron y por eso fueron en todo momento cau126

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sa de satisfacción para Pablo, que, a su vez, les exhorta incansablemente a vivir con alegría su condición de cristianos. ➤ Miramos nuestra vida Vivimos en una sociedad donde la cultura del ocio está a la orden del día. Impresiona el número de empresas e instalaciones de todo tipo montadas para divertir a los consumidores. Se diría que todo el mundo tiene una imperiosa necesidad de evadirse de sus preocupaciones, de olvidarse de los problemas, de salir de su aburrimiento… Pero esta obsesión por alegrarnos la vida a cualquier precio choca con la experiencia cotidiana del sufrimiento, que parece empeñado en aguarnos la fiesta. Nos cuesta vivir una alegría que resista en esas circunstancias negativas. Todo ello nos invita a preguntarnos: – ¿Se puede vivir con alegría en un mundo como el nuestro? ¿Cómo trata de hacerlo la gente que conoces? ¿Acertamos con ese modo de actuar? ¿Por qué? – ¿Qué experiencias, relaciones, actividades o circunstancias son para ti fuente de alegría? ¿Qué pasaría si te faltaran? ➤ Escuchamos la Palabra de Dios Pablo fue una persona sometida a muchas tribulaciones y sufrimientos. A pesar de ello, no se cansaba nunca de exhortar a la alegría. En medio de sus padecimientos supo encontrar siempre razones para el gozo. La Carta a los Filipenses, escrita desde la cárcel, es un buen ejemplo de ello. • Nos ponemos en disposición de escuchar la Palabra de Dios guardando un momento de silencio y pidiendo el auxilio del Espíritu Santo. • Un miembro del grupo proclama en voz alta Flp 4,2-14. • Reflexionamos en silencio: leemos personalmente el pasaje y consultamos las notas de nuestra Biblia para que nos ayuden a entenderlo mejor. • Respondemos entre todos a estas preguntas: – ¿Cómo califica Pablo la alegría a la que exhorta a sus oyentes? ¿Tiene alguna relación con la fe? – ¿Existe algún motivo especial por el que los filipenses deban estar “siempre alegres”? ¿Con qué actitudes y comportamientos se relaciona esta alegría? – ¿Por qué razones se alegra Pablo en los vv. 10-14? 127

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➤ Volvemos sobre nuestra vida Pablo habla de una alegría que no es puro sentimiento, sino que hunde sus raíces en la fe. Por eso no es pasajera ni depende del estado de ánimo o de las circunstancias más o menos favorables en las que nos toca vivir. Se apoya sólo en el Señor y por eso puede mantenerse “siempre”, también en las horas bajas. Pensamos en ello y respondemos a estas preguntas: – ¿Cómo me ayudan estas palabras de Pablo a vivir la alegría de ser cristiano en todo momento y lugar? ¿Cómo me ayuda la fe a superar mis tristezas y desánimos? – ¿Qué nos toca hacer como creyentes para comunicar esa “alegría en el Señor” a los que están deprimidos y angustiados a nuestro alrededor? ➤ Oramos Nos preparamos para expresar en forma de oración lo que hemos compartido al leer y meditar juntos la Palabra de Dios. Como símbolo podemos colocar en medio de la sala la fotografía de una persona sonriente junto a un cartel que diga: “Estad siempre alegres”. • Tras prepararnos con un breve silencio, leemos de nuevo Flp 4,2-14. • Rezamos personalmente a partir del pasaje que hemos escuchado. • Oramos comunitariamente. • Podemos acabar cantando Eres mi riqueza u otro canto que nos recuerde la alegría de la fe.

☞ EXPLICACIÓN DEL PASAJE

El pasaje que hemos leído incluye dos partes claramente diferenciadas con un contenido y un tono bien distintos. Muchos autores lo achacan a que, según ellos, la Carta a los Filipenses sería el resultado de fusionar varias misivas –algunos postulan la existencia hasta de tres cartas– que Pablo les escribió en distintas ocasiones y que fueron posteriormente “hilvanadas” entre sí para componer la carta tal como ha llegado hasta nuestros días. Esto es sólo una hipótesis sobre la que no hay una certeza absoluta, pero es una de las maneras de explicar los cambios de tema que se observan en estos versículos. Nosotros la daremos por buena y la emplearemos en la explicación de este pasaje.

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Toda la primera parte (Flp 4,2-9) tiene carácter exhortativo, pues en ella Pablo anima a sus destinatarios a encarnar un determinado estilo de vida. Con todo, algunos estudiosos opinan que aquí se mezclan elementos provenientes de dos cartas originalmente diversas. Los vv. 2-7 pertenecerían a una misiva redactada desde la prisión de Éfeso, y los vv. 8-9 a otra que Pablo escribió, ya fuera de la cárcel, para polemizar contra sus adversarios judaizantes, que también amenazaban a la comunidad de Filipos. Los primeros versículos recogen el ruego de Pablo a los cristianos de Filipos de que se mantengan concordes frente a ciertos desacuerdos (vv. 2-3) y estén “siempre alegres” (vv. 4-7). Aunque trataremos de ello en el “Para profundizar”, notemos ya ahora que aquí se habla de una alegría que ha de vivirse “en el Señor”. Con esta expresión, tan abundante en el epistolario paulino, se indica que es Cristo quien ha de servir de referencia para encarnar las virtudes que el apóstol propone a sus destinatarios. Fijémonos, además, en que esa alegría se justifica sobre todo por la llegada del Señor –la parousía–, que los primeros cristianos creían cercana e inminente (v. 5). Un acontecimiento que se ha de esperar sin angustia, en clima de oración constante y confiada, y ejerciendo la benevolencia con los demás. El fruto de todo ello es la paz que Dios comunica a los suyos. Los vv. 8-9 mantienen el tono exhortativo de toda la unidad, pero presentan una temática y un vocabulario diversos. La afirmación del v. 8 es muy importante teológicamente, porque viene a sentar las bases de lo que llamamos el “humanismo cristiano”. En efecto, el que cree en Cristo no rechaza, sino que discierne, asume y potencia todos los valores humanos que lo son auténticamente. Además, ese discernimiento no se realiza caprichosamente, sino según el criterio del Evangelio recibido a través de la enseñanza y el ejemplo de Pablo. La segunda parte del pasaje (Flp 4,10-14) formaría parte de otra carta que el apóstol escribió poco tiempo después de su encarcelamiento en Éfeso para agradecer la ayuda recibida de los filipenses por medio de Epafrodito. Curiosamente, también está encabezada por una mención a la alegría propia de los creyentes. Es preciso observar que, una vez más, el apóstol no se limita a dejar constancia de las circunstancias concretas por las que escribe esta carta. Al contrario, aprovecha la ocasión para desarrollar una catequesis siempre válida sobre las relaciones de colaboración –de todo tipo, pero también material– que deben darse en el seno de la comunidad cristiana. Pablo, que nunca había querido depender económicamente de nadie, acepta gustoso la ayuda que le llega desde la querida igle-

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sia de Filipos. Con todo, deja claro que, incluso en la dura realidad de la cárcel, no se siente necesitado, pues ha aprendido a apañárselas en toda situación, tanto cuando no le ha faltado de nada como cuando ha pasado por apuros económicos. Pero esta “autosuficiencia” –a diferencia de la que practicaban los filósofos estoicos de la época– no es fruto de sus propias fuerzas, sino de la que Cristo le ha comunicado. Es esa fuerza la que le ha proporcionado el empuje y la libertad para desarrollar su misión apostólica, que por eso mismo no ha dependido nunca del dinero aportado por sus comunidades. En consecuencia, no ha sido él quien ha presionado a los filipenses para que le socorran. Con todo, el apóstol reconoce su gesto solidario y se alegra profundamente de ver cómo vuelven a interesarse por él en su tribulación. En los versículos siguientes (Flp 4,15-20) aclarará aún más el sentido profundo de esta ofrenda.

PARA PROFUNDIZAR La alegría en Cristo Son muy abundantes las alusiones a la alegría que encontramos en el epistolario paulino, y de modo particular en la Carta a los Filipenses. Si pensamos que Pablo la escribió mientras estaba encarcelado y tenemos en cuenta las condiciones de extrema dureza que se daban en las prisiones romanas, podemos preguntarnos qué secretos motivos tenía el apóstol para hablar de ese modo en una situación tan difícil de sobrellevar. Alegría en la tribulación La alegría que Pablo experimenta y que invita a vivir a otros es una alegría “a prueba de toda prueba”. Está tan arraigada que no decae en los momentos difíciles. Al contrario, es precisamente en esas circunstancias cuando parece afianzarse con más fuerza. De hecho, sorprende con qué convencimiento habla el apóstol de un gozo interior que se sobrepone a cualquier clase de tristeza, inquietud o tribulación, fundiéndose misteriosamente con esas experiencias tan penosas. Ni siquiera cuando está en peligro la recta predicación del Evangelio en sus comunidades, o ante la perspectiva de la propia muerte, deja Pablo de encontrar motivos para la alegría (Flp 1,15-20). Se trata de una alegría que no se apoya en motivaciones humanas ni brota de las situaciones que suelen provocar el contento de las personas: el éxito profesional, la prosperidad económica, la salud físi130

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ca o psíquica, la estabilidad afectiva, etc. Prueba de ello es que Pablo invita a relativizar esas “alegrías” del mundo, tan pasajeras y engañosas (1 Cor 7,29-31), que no podrían sostener por sí solas esa dicha auténtica de la que él habla. Estad alegres en el Señor No se refiere Pablo a la alegría que proviene de una vida placentera y sin preocupaciones, de un optimismo fácil, o de la risa ante una situación divertida. No se trata de una felicidad a bajo precio, sino de un gozo fundamentado en motivaciones mucho más hondas que no dependen ni del estado de ánimo ni de las circunstancias cambiantes de la realidad. Por eso aclara el apóstol que él habla de una alegría “en el Señor” (Flp 3,1; 4,4.10). Con esa añadidura –que utiliza con especial abundancia en la Carta a los Filipenses– Pablo invita a enfocar esta experiencia de un modo nuevo, tomando como punto de referencia a Cristo muerto y resucitado, con quien el creyente vive identificado desde su bautismo. Él y no otro es el verdadero motivo que tienen los cristianos para alegrarse en toda ocasión. Se trata, por tanto, de una alegría propia de la fe (Flp 1,25; Rom 15,13), pues sólo los creyentes pueden encontrar razones para esperar y confiar a pesar de todo. Así se explica que Pablo la considere como un verdadero “carisma”, es decir, un don del Espíritu para quienes se dejan guiar por él (Rom 14,17; Gál 5,22; 1 Tes 1,6). Por otro lado, el hecho de que el apóstol vincule esta alegría con la invitación a orar constantemente demuestra una vez más dónde está su verdadero origen (Flp 4,4.6; Rom, 12,12; 1 Tes 5,16-17). En resumen, hablamos de una alegría que viene del Señor y que no depende de nosotros mismos. Por eso puede superar circunstancias objetivas que podrían anularla. De ahí que Pablo pueda exhortar repetidamente a estar “siempre alegres” (Flp 4,4). Porque, a pesar de que el creyente podría tener, como cualquier ser humano, suficientes motivos para deprimirse, ninguno de ellos puede sumirle definitivamente en la tristeza, ya que ha descubierto razones más importantes para permanecer en la alegría (2 Cor 6,10). El Señor está cerca Entre las razones por las que Pablo exhorta a vivir siempre alegres, destaca la que se refiere a la última y definitiva venida 131

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de Cristo –la parousía–, que los primeros cristianos esperaban como un acontecimiento inminente (Flp 4,4-5). El tiempo de la prueba y la tribulación es limitado porque el Señor está cerca. La espera gozosa y consoladora del día de Cristo relativiza y suaviza los sufrimientos actuales. Se trata, por tanto, de una alegría teñida por la esperanza de compartir la gloria del Resucitado (Rom 12,12). En ese contexto se entiende fácilmente que tal alegría promueva la benevolencia hacia los demás (Flp 4,5), libere de la angustia (Flp 4,6) y sea fuente de paz para el creyente (Flp 4,4.7; 2 Cor 13,11). Una alegría que se comparte Por todo ello ésa es la alegría que Pablo quiere encontrar en sus comunidades, de modo que sean para él motivo de dicha permanente (Flp 4,1; Rom 16,19; 2 Cor 2,3; 1 Tes 2,20; 3,9). Sacrificarse y entregarse por ellas ha sido para él un gozo (Flp 2,17), así como comprobar su capacidad de acogida (Flp 2,29), el interés con que le han ayudado en los momentos difíciles (Flp 4,10) y la fidelidad con que han colaborado en el anuncio del Evangelio (Flp 1,4-5). En definitiva, una alegría compartida que es expresión de comunión con las iglesias por él fundadas (Flp 2,17-18). Una comunión que consiste en vivir unidos en el Espíritu con un mismo sentir y un mismo obrar en el amor (Flp 2,1-2).

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO Para preparar nuestra última sesión, vamos a leer la Carta a Filemón. En ella, que sólo consta de 25 versículos, el apóstol intercede por un esclavo huido que se ha convertido al cristianismo. Partiendo de este hecho concreto, la Iglesia recibe esta carta superando lo que tiene de anecdótico la historia que cuenta y atendiendo a la profunda enseñanza sobre la relación entre la fe y la vida del creyente. Leemos la carta intentando responder a esta pregunta: ¿Con qué argumentos de carácter humano intenta Pablo convencer a Filemón?

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HERMANOS EN CRISTO

☞ ¿QUÉ BUSCAMOS EN ESTE ENCUENTRO? La Carta a Filemón es la más breve de las que se atribuyen a Pablo. La historia de un esclavo huido y recientemente convertido al cristianismo es el punto de partida que utiliza el apóstol para invitar a Filemón y a la comunidad cristiana que se reúne en su casa a que reflexionen acerca de lo que debe identificar al creyente en su estilo de vida. En la sesión de hoy, nos proponemos los siguientes objetivos. • Reconocer el estilo literario de una carta de petición. • Reflexionar acerca de las esclavitudes que existen en nuestro mundo y acerca de cómo debe responder el creyente. • Profundizar en el conocimiento de la Carta a Filemón.

LECTURA CONTINUADA Puesta en común sobre Flm 1–25 Onésimo es un esclavo que ha huido de la casa de su amo, un cristiano económicamente bien situado de nombre Filemón. Desconocemos las circunstancias que rodearon la relación entre 133

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Pablo, que en ese tiempo estaba preso, y este esclavo. Lo que sí sabemos es que, como consecuencia de esa relación, Onésimo escucha el anuncio del Evangelio y se convierte en discípulo de Jesucristo. La carta que escribe Pablo a Filemón intercediendo por el esclavo convertido es una joya literaria que nos ayuda a profundizar en la coherencia entre la vida y la fe del creyente y nos invita a reflexionar sobre la novedad de una existencia cristiana que supera todas las convenciones sociales. Al leer la carta, nos proponíamos responder a esta pregunta: ¿Con qué argumentos de carácter humano intenta Pablo convencer a Filemón? Después de que los componentes del grupo hayan respondido ☞ a esta pregunta, el animador puede completar la información teniendo en cuenta lo siguiente: – Las palabras de elogio a Filemón son rotundas y sin duda sinceras, pero al mismo tiempo intentan captar su benevolencia hacia lo que Pablo le pide (Flm 1.4-7.8-9.14.21). – Pablo presenta su petición no desde una posición de fuerza, sino de debilidad, a causa de su ancianidad y de su condición de prisionero (Flm 1.9.13). – Pablo recurre a su amistad con Filemón (Flm 12.17), basada probablemente en que en su conversión el apóstol jugó un papel determinante (Flm 19). – Se indica la utilidad de Onésimo para Pablo y para Filemón (Flm 11). Importa tener en cuenta que Onésimo en griego significa “útil”. – El apóstol pide a Filemón que Onésimo sea en adelante para él un hermano querido, como persona y como creyente (Flm 16). – Pablo se hace cargo de cualquier deuda que Onésimo pudiera tener con Filemón (Flm 18–19).

GUÍA DE LECTURA “Como un hermano muy querido” Antes de comenzar, buscamos Flm 8–20. ➤ Ambientación Pablo vivió en una época en la que la esclavitud formaba parte del entramado social y era aceptada como algo necesario. A los 134

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cristianos no les resultó inicialmente algo extraño; sin embargo, pronto descubrieron que el Evangelio que intentaban vivir no era compatible con determinadas prácticas comunes en la sociedad. ➤ Miramos nuestra vida “La esclavitud es cosa del pasado”, decimos convencidos al recordar historias de romanos o películas de recolectores de algodón en la Norteamérica del siglo XIX. En realidad, hoy convivimos con múltiples formas de esclavitud que se han mimetizado perfectamente con nuestra sociedad, que pasan desapercibidas o que son aceptadas mayoritariamente como un mal menor. – ¿Qué realidades sociales coartan la libertad del ser humano? – ¿Qué formas de esclavitud, asumidas como algo normal por la sociedad, detectas a tu alrededor? ¿Por qué existen? ¿Es posible luchar contra ellas? ➤ Escuchamos la Palabra de Dios La dinámica del Reino no sigue las normas de la sociedad. Pablo escribe a Filemón y le pide que demuestre que es un verdadero creyente perdonando al esclavo que había huido y acogiéndolo como a un hermano en Cristo. En todo caso, Pablo no habla como un agitador revolucionario, sino como un apóstol del Evangelio. • Vamos a escuchar la Palabra de Dios convencidos de que el Señor quiere seguir comunicándose con nosotros a través de ella. Nos preparamos con un breve momento de silencio. • Proclamación de Flm 8–20. • Reflexionamos en silencio: releemos el pasaje y consultamos las notas. • Entre todos tratamos de responder a estas preguntas: – ¿Qué principios cristianos pone Pablo ante Filemón para que acepte a Onésimo? – ¿Qué expresiones utiliza Pablo para referirse a Onésimo? – ¿Qué se dice en el pasaje acerca de la relación entre la fe y el compromiso del creyente? 135

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➤ Volvemos sobre nuestra vida La revolución que propone Pablo tiene que ver con el “hombre nuevo”, regenerado por la fe en Jesús. Una fe que el creyente expresa en actitudes concretas: cambiar la manera de ver al otro (“no como un esclavo, sino como un hermano querido”), ser solidario (“yo te lo pagaré”)… – ¿Qué respuesta hemos de dar como cristianos a las esclavitudes que tienen hoy sometidas a tantas personas? – Partiendo del hecho de que eres creyente, señala una o dos actitudes que deberías cultivar para que tu relación con los demás sea según el Evangelio de Jesús y no según las convenciones sociales. ➤ Oramos Antes de concluir nuestro encuentro, dedicamos un tiempo a la oración. En la sesión de hoy han estado presentes los rostros de muchas personas que sufren: inmigrantes maltratados, trabajadores oprimidos, niños explotados, mujeres prostituidas, drogadictos… Son los esclavos de nuestros días. Oremos por ellos y por nosotros. Como símbolo que nos ayude en la oración podemos colocar en el centro del grupo algunos recortes de periódico que expresen diversas situaciones de esclavitud, junto con una Biblia abierta por el pasaje de hoy. • Volvemos a leer Flm 8–20 después de guardar unos momentos de silencio que nos ayuden a crear un clima adecuado. • Oramos personalmente sobre el pasaje proclamado. • Compartimos con los demás componentes del grupo nuestra oración. • Podemos concluir cantando Libertador de Nazaret o recitando el salmo 12 (“Cantaré al Señor porque me ha salvado”).

☞ EXPLICACIÓN DEL PASAJE El pasaje que hemos leído constituye el núcleo central de la Carta a Filemón. Tras el saludo inicial y algunas palabras de acción de gracias, Pablo desarrolla en estos versículos el tema principal de su carta: el apóstol escribe a su amigo intercediendo por uno de sus esclavos. Para fundamentar su petición y conseguir su objetivo esgrime diversos argumentos, algunos referidos a

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cuestiones meramente humanas y otros atendiendo a la condición creyente de Filemón. Tres personajes aparecen en la escena. Pablo se encuentra en prisión por causa del anuncio de la Buena Noticia de Jesucristo. Filemón es un cristiano amigo de Pablo. Su situación económica debía de ser holgada, pues disponía de esclavos y de una casa lo suficientemente amplia como para servir de lugar de reunión a cierto número de cristianos. Onésimo es un esclavo de Filemón que ha huido de su amo. Conoció a Pablo, se hizo cristiano y permaneció algún tiempo con el apóstol, siéndole de gran ayuda. Pablo envía a Onésimo de regreso a la casa de su amo y le hace portador de una misiva de intercesión. Lo que Pablo pretende es que Filemón acoja a Onésimo no como un esclavo, sino como lo que realmente es ahora: un hermano en Cristo. Al escribir la carta, Pablo muy bien podría haber recurrido a su autoridad, como ya había hecho en ocasiones anteriores a la hora de dilucidar algunos problemas que surgían en las comunidades (ver 1 Cor 11,34; 16,1). Sin embargo, prefiere prescindir de ese medio e intentar conseguir su objetivo acudiendo a su amistad con Filemón y a su condición de creyente (Flm 8-9.14). En primer lugar (Flm 10–12), Pablo apunta a la nueva vida de Onésimo. Dice, de manera muy plástica y con palabras llenas de ternura, que es su “hijo”, que lo “ha engendrado entre cadenas”, o, lo que es lo mismo, que el esclavo ha nacido de nuevo al abrazar el Evangelio que Pablo le ha anunciado. Tan grande es el cariño que siente por él que, al enviárselo de nuevo a su amo, es como si le enviara su propio corazón. Su conversión le confiere una nueva utilidad tanto para Pablo, por los servicios que le puede prestar, como para Filemón, tal vez en la tarea de anunciar el Evangelio. Pablo ha experimentado en carne propia cómo el conocimiento y la adhesión a Jesús cambian radicalmente la vida de la persona –Onésimo ha nacido de nuevo– y cómo esa transformación afecta necesariamente a la relación con los demás. Así lo ha vivido el apóstol y así lo anuncia. La relación de cada cristiano con Jesús es el modelo que se ha de seguir en las relaciones entre todos los creyentes. Por eso, el trato entre Onésimo y Filemón tiene que verse afectado. El que antes no era sino un esclavo, de ahora en adelante ha de ser un hermano querido. En primer lugar, en razón de la caridad de Filemón (Flm 9) y del recto uso de su libertad (Flm 14), pero, sobre todo, atendiendo a su condición creyente (Flm 16.20). El planteamiento que hace Pablo es incuestionable para un creyente. Sin embargo, es necesario que nos detengamos un momento en la disyuntiva que se le plantea a Filemón. Ciertamente es

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cristiano y, tal como le recuerda Pablo, su fe en Jesucristo ha de expresarse mediante la caridad. Pero Onésimo es un esclavo huido, perseguido por la ley. Acogerlo, a pesar de ser un proscrito, según le solicita el apóstol, podía situar a Filemón en una posición de debilidad ante los otros esclavos y seguramente quedaría en entredicho entre los conciudadanos de su clase. Por eso Pablo, consciente del alcance de lo que le está demandando, le recuerda su condición de creyente y le pide que acoja a Onésimo como si se tratara de él mismo. Y, además, se presenta como garante del esclavo en el caso de que éste tuviese alguna deuda con Filemón. Si bien es el propio Filemón quien está en deuda con Pablo, tal vez porque gracias a él llegó al conocimiento de Jesucristo y a la fe. Como hemos visto, el pasaje no es un alegato contra la esclavitud, institución que formaba parte de la estructura social en la que surgen las primeras comunidades cristianas. La desigualdad que entrañaba se sintió muy pronto como un problema en el seno de aquellas comunidades (cf. 1 Cor 7,20-24). Las palabras de Pablo sobre la esclavitud no están en la línea de promover una revolución social, sino en el ámbito de la fraternidad entre los creyentes en el único Señor: “Ya no hay distinción entre judío o no judío, entre esclavo o libre, entre varón o mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gál 3,28).

PARA PROFUNDIZAR La Carta a Filemón La carta y su contexto La Carta a Filemón es una de las atribuidas comúnmente al apóstol Pablo, quien pudo incluso escribirla de su puño y letra (Flm 19). Por la información que contiene sabemos que el apóstol se encuentra en prisión y es ya de edad avanzada. No tenemos absoluta seguridad a la hora de proponer una fecha y un lugar para su redacción, si bien la mayoría de los autores considera verosímil que escribiera la carta durante el periodo que pasó en Éfeso hacia los años 56-57. Filemón es el destinatario de la carta. Se trata de un cristiano que se habría convertido gracias a la predicación de Pablo y que disfrutaba de una buena posición económica –tenía una casa lo suficientemente grande como para acoger en ella a una comunidad cristiana local–. La tradición ubica la casa de Filemón en Colosas, teniendo en cuenta la coincidencia de algunos nombres en las cartas a Filemón y a los colosenses (Col 4,9.10-14.17), 138

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pero el hecho de que hoy se considere que Colosenses no es obra de Pablo resta credibilidad a esa ubicación tradicional. Por su parte, Onésimo, el esclavo fugado de la casa de su amo Filemón, conoció a Pablo mientras éste sufría prisión. No tenemos información acerca de cómo se produjo ese encuentro. Tal vez Onésimo, dada su condición de prófugo, sin medios para subsistir y totalmente desvalido, acudió a Pablo, de quien habría oído hablar muchas veces en casa de su señor. El apóstol, misionero a pesar de las cadenas, le habría anunciado la Buena Noticia de Jesús, lo que condujo a la conversión del esclavo y a su permanencia durante un tiempo junto a él. A pesar del buen servicio que le presta, Pablo considera oportuno que Onésimo regrese a la casa de su amo llevando esta carta. En ella, Pablo pide a Filemón que perdone a Onésimo y que lo acoja como a un hermano atendiendo a su nueva condición. Estructura literaria La Carta a Filemón es la más breve de las que conservamos de Pablo. A pesar de su brevedad, se trata de una obra de gran belleza literaria en la que encontramos una profunda reflexión acerca del estilo de vida del creyente. El escrito responde al género literario epistolar y constituye, en concreto, una carta de petición. La estructura en la que se ordenan sus 25 versículos es, necesariamente, muy sencilla. Tras el saludo inicial (Flm 1–3) y una breve acción de gracias y alabanza (Flm 4–7) llegamos al cuerpo de la carta (Flm 8–20) al que siguen unos versículos conclusivos (Flm 21–25). Aparentemente, nos encontramos ante una carta privada, con un destinatario individual. La realidad, sin embargo, es bien distinta: Pablo tiene presente a toda la comunidad cristiana que se reúne en casa de Filemón (Flm 2) y escribe no a título personal, sino unido a sus colaboradores en la misión –Epafras, Marcos, Aristarco, Dimas y Lucas (Flm 23)– y como el “prisionero por Cristo Jesús” que es. Se trata, pues, de una carta apostólica cuyo mensaje no se ciñe a un caso particular, sino que tiene como destinatario a todo el pueblo de Dios. Mensaje de la carta La esclavitud ocupaba un lugar importante en la estructura de la sociedad grecorromana de la época. Como sabemos, el 139

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esclavo no recibía ningún salario por su trabajo, no tenía posesiones –él mismo era objeto de compra y venta– y le resultaba muy difícil pasar a ser un ciudadano libre. La esclavitud y el concepto de persona en el que se sostenía no eran compatibles con los valores evangélicos de igualdad de todos ante Dios, de dignidad de la persona, de fraternidad y de amor mutuo. Por eso, no es extraño que la esclavitud se viviera muy pronto como un grave problema en el seno de la Iglesia naciente. Con todo, no encontramos en la Carta a Filemón ni en los otros escritos paulinos una declaración formal contra la esclavitud. Pablo expone los principios de convivencia cristianos, anima a la reflexión acerca de la libertad y la fraternidad entre los creyentes, de modo que Filemón y los miembros de aquella iglesia que se reunía en su casa tengan criterios para pensar y actuar en consecuencia. En la mente de Pablo, la fe del creyente –es decir, el ámbito de su relación personal con Jesucristo– tiene su expresión concreta en el amor y en la comunión –esto es, en el ámbito de la relación con los demás–. Quien ha conocido a Jesús y tiene en él al único Señor de su vida es capaz de reconocer la profunda igualdad que existe entre el esclavo y su señor. Desde esta convicción, Pablo solicita a su amigo que trate a Onésimo como a un hermano muy querido, yendo mucho más allá de lo que suponía el mero acto de liberación de un esclavo. No sólo no ha de tomar represalias contra el esclavo huido, sino que lo ha de acoger en su casa y en la comunidad cristiana que allí se reúne. La esclavitud y otras instituciones sociales sostienen la vida de la sociedad civil, pero la comunidad cristiana, el nuevo pueblo que se congrega en torno a Cristo resucitado, se sostiene por normas nuevas –el amor, la fraternidad, la igualdad, etc.– capaces de transformar en profundidad todas las relaciones humanas.

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Presentación ………………………………………………………

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1 Nos disponemos a leer el correo …………………………… 15 2 La fuerza salvadora del Evangelio (Rom 1–2) ……………………………………………………… 19 • Guía de lectura: Rom 1,16-32 …………………………… 20 • Para profundizar: La Carta a los Romanos …………… 24 3 Ahora se ha manifestado la salvación (Rom 3–4) ……………………………………………………… 29 • Guía de lectura: Rom 3,21-31 …………………………… 30 • Para profundizar: Abrahán, modelo de justificación por la fe …………………………………… 34 4 La nueva vida del bautizado (Rom 5–6) ……………………………………………………… 39 • Guía de lectura: Rom 6,1-11 ……………………………… 40 • Para profundizar: La gracia y la ley ……………………… 44 5 Si Dios está con nosotros (Rom 7–8) ……………………………………………………… 47 • Guía de lectura: Rom 8,31-39 …………………………… 48 • Para profundizar: El amor salvador de Dios, fuente de la esperanza cristiana ………………………… 52 6 El destino de Israel (Rom 9–11) ……………………………………………………… 55 • Guía de lectura: Rom 11,11-24 …………………………… 56 • Para profundizar: La Iglesia y el judaísmo……………… 60 141

Llamados a la libertad (a)

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7 Nueva vida en Cristo (Rom 12–13) …………………………………………………… 65 • Guía de lectura: Rom 12,1-8 ……………………………… 66 • Para profundizar: La vida en Cristo ……………………… 70 8 Somos del Señor (Rom 14,1–15,13) ……………………………………………… 75 • Guía de lectura: Rom 14,1-12 …………………………… 76 • Para profundizar: El Evangelio de Pablo ……………… 80 9 Al servicio de Dios (Rom 15,14–16,27) …………………………………………… 85 • Guía de lectura: Rom 15,14-21 …………………………… 86 • Para profundizar: Los colaboradores de Pablo en el anuncio del Evangelio ……………………………… 90 10 No hay otro Evangelio (Gál 1,1–2,14) ………………………………………………… 93 • Guía de lectura: Gál 1,6-10………………………………… 94 • Para profundizar: La Carta a los Gálatas ……………… 98 11 Es Cristo quien vive en mí (Gál 2,15–4,31) ……………………………………………… 101 • Guía de lectura: Gál 2,15-21 ……………………………… 102 • Para profundizar: La mesa común y la unidad de los cristianos ……………………………… 106 12 Llamados a la libertad (Gál 5,1–6,18) ………………………………………………… 109 • Guía de lectura: Gál 5,1-15………………………………… 110 • Para profundizar: La libertad en el espíritu …………… 114 13 Con las actitudes de Cristo (Flp 1,1–3,1a) ………………………………………………… 117 • Guía de lectura: Flp 2,1-11 ………………………………… 118 • Para profundizar: La Carta a los Filipenses …………… 122 14 Alegres en el Señor (Flp 3,1b–4,23) ……………………………………………… 125 • Guía de lectura: Flp 4,2-14 ………………………………… 126 • Para profundizar: La alegría en Cristo ………………… 130 15 Hermanos en Cristo (Flm 1–25) ……………………………………………………… 133 • Guía de lectura: Flm 8–20 ………………………………… 134 • Para profundizar: La Carta a Filemón …………………… 138

142

• Siracusa

•Pozzuoli

ÁFRICA

Corinto •

ACAYA

CRETA

Filipos Tesalónica • • Berea •

MACEDONIA

CHIPRE

EGIPTO

• Alejandría

Mar Mediterráneo

Pafos •

ESCENARIO DE LA VIDA DE SAN PABLO JUDEA

• Cesarea • Jerusalén

• Damasco

SIRIA

• Antioquía

CAPADOCIA CILICIA Tarso •

CIA LA GA

PISIDIA • Iconio • Colosas • Listra • Derbe

Antioquía •

BITINIA

PONTO

11:09

RODAS

• Efeso • Mileto

ASIA

• Tróade

TRACIA

22/7/08

MALTA

SICILIA

• Roma

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MAPA EXTRAÍDO DE “LA BIBLIA” DE LA CASA DE LA BIBLIA