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AUTORIDADES Dr. ROHEL SÁNCHEZ SÁNCHEZ Rector de la Universidad Nacional de San Agustín Mag. JOSÉ PAZ MACHUCA Director

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AUTORIDADES

Dr. ROHEL SÁNCHEZ SÁNCHEZ Rector de la Universidad Nacional de San Agustín

Mag. JOSÉ PAZ MACHUCA Director CEPRUNSA

Dra. ROXANA ALEMÁN DELGADO Dra. ANA MARÍA GUTIÉRREZ VALDIVIA Vicerrectora Académica

Coordinadora Administrativa

Lic. EMILIO GUERRA CÁCERES Coordinadora Académico

Dr. HORACIO BARREDA TAMAYO Vicerrector de Investigación

COMITE DE APOYO CEPRUNSA Dra. MERCEDES NÚÑEZ ZEVALLOS Mag. FRESIA MANRIQUE TOVAR Lic. RONALD CUBA CARPIO

LITERATURA

CEPRUNSA 2021 FASE I

1. TEXTO LITERARIO.

TEORIA LITERARIA

El texto literario es aquel que usa los signos lingüísticos, un tipo de lenguaje que persigue un fin estético para captar el interés del lector. El autor de literatura busca las palabras adecuadas para expresar sus ideas de manera depurada y según un cierto criterio de estilo.

¿QUÉ ES LITERATURA?

Muchas y variadas son las características que identifican a un texto literario. No obstante, entre todas ellas podríamos destacar las siguientes:

Etimológicamente, “Literatura” deriva del latín Littera, que significa “letra” o “lo escrito”. Por su etimología, pues, la literatura está ligada a la cultura, como manifestación de belleza a través de la palabra escrita, pero esta definición deja fuera la literatura de transmisión oral, que es la primera manifestación literaria conocida, por lo que es mejor hablar, siguiendo a Aristóteles, de “el arte de la palabra”: la literatura es un arte, y por tanto, se relaciona con otras artes, y tiene una finalidad estética.



FICCIÓN. - Las acciones conforman un mundo que es siempre ficcional, fingido, sustentado en la imaginación, aun cuando tenga acontecimientos similares a la realidad.



VEROSIMILITUD. - Los acontecimientos deben ser posibles dentro del mundo ficticio que se nos presenta, deben ser creíbles. Así el autor establece una relación de complicidad con el lector, en la cual, este último acepta como “realidad” aquello que es ficción.



INTERTEXTUALIDAD. - El texto literario es consecuencia de otros textos que le antecedieron.



LITERALIDAD. - Entendida como algo más que la fidelidad de las palabras a un significado.



FUNCIÓN ESTÉTICA. - El lenguaje literario expone y explota todos sus recursos fónicos, sintácticos y semánticos para posicionarse a sí mismo en primer plano.



ORIGINALIDAD. - Inédito es por completo ese texto que nace de la mente de un autor dispuesto a contar a su público una historia.

La misma palabra es una palabra polisémica (cf. Diccionario RAE):

LITERATURA

Arte que emplea como medio de expresión una lengua. Conjunto de las producciones literarias de una nación, de una época o de un género Conjunto de obras que versan sobre un arte o una ciencia Conjunto de conocimientos sobre literatura Tratado en que se exponen estos conocimientos

2. TEXTO NO LITERARIO.

A pesar de los muchos intentos, a lo largo de la historia no ha habido consenso para alcanzar una definición universal de la literatura.

 A diferencia de los textos literarios, los no literarios carecen del objetivo estético. En su mayoría tienen intencionalidad expositiva o informativa.

Según el experto José G. Maestro la literatura: es una construcción humana y racional y que exige una interpretación con criterios racionales, lógicos.

3. LA INTERPRETACIÓN LITERARIA. Una obra literaria no es un medio para comunicar del autor determinadas experiencias. Es el medio en el cual realiza él mismo tales experiencias. Cuando un autor escribe una obra, está entrando en juego con la realidad descrita en ella, que no se reduce a un conjunto de objetos, sino que es una trama de ámbitos, una historia viva. Consiguientemente, interpretar una obra no se reduce a verla desde fuera y hacerse cargo de lo que en ella acontece. Significa entrar en juego con ella, rehaciendo personalmente sus experiencias clave. En la base de toda obra se hallan una o varias experiencias que impulsan la acción y le dan sentido. 1

LITERATURA

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El texto narrativo está presente en las clases desde Nivel Inicial y en las clases de Lengua durante todo el ciclo Primario y Secundario: tareas de comprensión de narraciones literarias (cuentos maravillosos, fantásticos, policiales, novelas) y de producción de narraciones de contenido de ficción o de experiencias personales del alumno.

Al vivirlas por propia cuenta el lector, se despiertan en su interior las intuiciones fundamentales que impulsaron la génesis de la obra. La interpretación de una obra literaria explica la connotación que tiene la misma y ayuda a un análisis pertinente. Hay que tener en cuenta que las distintas interpretaciones tienen que ver con el contexto histórico de una obra y que reflejan una manera de ver el mundo.

ESTRUCTURA DE UN TEXTO NARRATIVO

Para realizar un correcto análisis literario, se deben seguir unas pautas, generalmente las mismas, y se analiza el texto con el máximo detalle posible. El primer paso es la lectura de la obra y el reconocimiento de su contexto histórico y social. A partir de entonces, hay que determinar el tema, la estructura y la forma del texto y caracterizar a los personajes y el ambiente. Tendremos que determinar el género y subgénero al que pertenece la obra. Una vez establecida la época en que la obra fue realizada y para qué tipo de personas estaba dirigida, trataremos de conocer la intención del autor, así como el tipo de lenguaje literario que usa, las expresiones más utilizadas, las metáforas o las figuras literarias que utiliza. El argumento de la obra se puede considerar como un resumen que deja claras las principales ideas del autor y relata en pequeños rasgos la forma y la esencia de la obra. Se deben enumerar los principales personajes de la obra y resaltar las características que los diferencian a unos de los otros. El propósito de un análisis literario es dejar plasmado todas las características de una obra analizada desde todos los puntos de vista posibles, de este modo cualquier persona puede llegar a entender la obra aunque su cultura o su época sea diferente a las del autor. Si queremos, podemos añadir a nuestro análisis nuestra propia opinión. Plasmar nuestras propias ideas dejando clara nuestra postura respecto a la obra.

Cada autor tiene un estilo particular en su narración. No obstante, hay reglas generales que se cumplen en la mayoría de los textos, como la estructura: 

Introducción: Aquí se plantea la situación inicial.



Nudo: En esta etapa aparece el conflicto. Este problema será el tema principal del texto e intentará ser resuelto.



Desenlace: Finalmente, el conflicto encuentra solución.



A su vez, podemos distinguir una estructura externa y una interna:



Externa: Divide el contenido en capítulos, cantos, partes, tratados, secuencias, etc.



Interna: Son los elementos que conforman la narración.

C. DRAMÁTICA En las obras dramáticas se presentan uno o varios conflictos generado por unas interrelaciones de unos personajes que, sin que el autor los presente ni describa y sin que diga qué hacen o sienten, dialogan entre sí y actúan durante ciertos momentos o unidades de tiempo en uno o varios lugares.

4. LOS GÉNEROS LITERARIOS. Los géneros literarios son las más amplias formas orgánicas o modelos de realización de las obras literarias. Se pueden dividir en tres categorías genéricas: la lírica, la épica o narrativa y la dramática.

Las obras dramáticas son creadas para ser representadas por unas personas actores - que prestan su cuerpo, su gesto y su voz a los personajes y que actúan en un espacio escénico - escenario - durante un tiempo convencionalmente prefijado - la sesión.

A. LA LÍRICA Los textos líricos se caracterizan por presentar la realidad desde el punto de vista del sujeto. Muestran la visión íntima y personal del ser humano. En ellos el poeta habitualmente expresa sus sentimientos, pensamientos, estados de ánimo o vivencias, aunque también las puede atribuir a otro sujeto diferente. Predomina el empleo de la primera persona y la actitud subjetiva del narrador. En la lírica la modalidad de expresión por excelencia es el verso.

Las principales formas de la dramática son: la tragedia, la comedia y el drama. La tragedia: Que es una forma dramática que tuvo su origen en la antigüedad. Habitualmente el conflicto trágico es producto de la ruptura del orden del mundo, evento que enfrenta a los personajes con un destino inexorable. El gran modelo de la tragedia como forma dramática lo encontramos en las obras de los clásicos griegos.

B. LA ÉPICA O NARRATIVA El texto narrativo es el relato de acontecimientos de diversos personajes, reales o imaginarios, desarrollados en un lugar y a lo largo de un tiempo. 2

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La comedia: Es una forma en la que la acción dramática discurre de manera opuesta a la tragedia. Si en la tragedia los personajes cambian de un estado favorable a uno desfavorable, en la comedia se da un ascenso en el estado de los personajes.

Las figuras literarias que estudiaremos son:

El drama: A diferencia de las formas anteriores, el drama no tiene un carácter definido, sino que en él se combinan indistintamente aspectos trágicos y cómicos. Esto se debe a que el drama pretende representar la vida tal cual es, razón por la cual, tiende a tratar los asuntos de forma menos rígida que la tragedia y la comedia. 5. LAS FIGURAS LITERARIAS 



Las figuras literarias son construcciones gramaticales que se apartan de la sintaxis habitual para aumentar o matizar la expresividad. Se denomina figuras literarias a ciertas formas de utilizar las palabras en el sentido de que aunque son empleadas con sus acepciones habituales (aspecto que las diferencia de los tropos), son acompañadas de algunas particularidades fónicas, gramaticales o semánticas, que las alejan de un uso normal de las mismas, por lo que terminan por resultar especialmente expresivas. Debido a esto, su uso es característico, aunque en modo alguno exclusivo, de las obras literarias. De forma coloquial, reciben también el nombre de recursos literarios, recursos estilísticos, recursos retóricos, figuras retóricas, etc.



Comparación o símil



Personificación



Hipérbaton



Hipérbole



Metáfora



Anáfora



Onomatopeya



Aliteración



Antítesis



Epíteto



Ironía



Perífrasis



Pleonasmo



Sinestesia



Sinécdoque

Comparación o símil Esta figura consiste en un símil entre dos elementos que tienen algo en común. Presenta una relación se semejanza directa. Tiene los siguientes conectores: como, tal como, igual que, etc.

Son características de la función poética del lenguaje y propios de los textos literarios tanto en prosa como en verso, más abundantes en la poesía. Pueden aparecer también en otro tipo de textos como en el lenguaje publicitario, en ciertos textos periodísticos y en la lengua coloquial. De su estudio se ha encargado tradicionalmente la Retórica o "arte del bien decir, de embellecer la expresión de los conceptos, de dar al lenguaje escrito o hablado eficacia para deleitar, persuadir o conmover" (R.A.E.)

Ejemplos: - "Tus ojos son como dos luceros" - "Hay algunos que son como los olivos, que sólo a palos dan fruto".

De modo general, podemos decir que la retórica tradicional llama figuras literarias a «cierta forma de hablar con la cual la oración se hace más agradable y persuasiva, sin respeto alguno por las reglas de la gramática». La figura es un adorno del estilo, un resultado de una voluntad de forma por parte del escritor.

- "Tenía el cuello largo como un avestruz" 

Personificación Consiste en atribuir una cualidad humana a un objetivo inanimado.

El adorno puede afectar a las palabras con que se reviste el pensamiento, y se constituyen así las figuras de palabras (o tropos) y las figuras de construcción (asíndeton, polisíndeton, pleonasmo, anáfora, epanalepsis, etc.); o bien al pensamiento mismo, dando lugar a las figuras de pensamiento (deprecación, apóstrofe, interrogación retórica, etc.).

Ejemplo: Lloran las rosas porque no estás aquí. 

Hipérbaton Figura que consiste en la alteración del orden lógico de la oración.

Se habla también de figuras de dicción o fonológicas o metaplasmos: aliteración, onomatopeya, paranomasia, etc.

Ejemplo: Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar. 3

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Hipérbole



Exagerar lo que se está interpretando.

Adjetivo calificativo que no es necesario para el conocimiento del objeto al que califica.

Ejemplo:

Ejemplo: El pasto verde del estadio.

Eres lo más grande del cosmos. 

Metáfora Esta designa una realidad con el nombre de otra con la que mantiene alguna relación de semejanza.



Ironía Es un procedimiento ingenioso por el que se afirma o se sugiere lo contrario de lo que se dice con las palabras.



Así puede quedar claro el verdadero sentido de lo que pensamos o sentimos. Ejemplo: Yo no sé por qué mi Dios le regalo con largueza, sombrero con tanta cinta a quien no tiene cabeza.



Perífrasis Esta expresión se usa para evitar decir algo vulgar o como adorno.

Ejemplos:



-

Nuestras vidas son los ríos que van a dar al mar que es el morir.

-

Las perlas de tu boca" Perlas = dientes.

Ejemplo: Me duele ahí donde la espalda pierde su honesto nombre.

Anáfora Repetir una palabra o conjunto de palabras al comienzo de una frase o verso.



Ejemplo: Oh Luna que me guiaste, 

oh Luna mi eterna viajera. Onomatopeya

- "Los colores ácidos de tu vestido".

Ejemplo: El tic-tac del reloj despierta a todos alrededor.



Sinestesia Consiste en mostrar como uno percibe algo con los sentidos y algunas veces es contradictorio. Ejemplos: - "Oyen los ojos, miran los oídos".

Consiste en escribir el sonido.



Pleonasmo Consiste en la utilización de palabras innecesarias para la comprensión del mensaje. Ejemplo: Yo lo he visto con estos ojos que se han de comer la tierra.

oh Luna amable compañera,



Epíteto



Aliteración

Sinécdoque Consiste en expresar la parte de un objetivo por el todo, o el todo por la parte.

Repetir y/o combinar sonidos a lo largo de una misma frase. Su objetivo es conseguir un efecto lírico sonoro y se usa básicamente en todos los trabalenguas.

Ejemplos:

Ejemplo: En el silencio solo se escucha un susurro de abejas que sonaba.

- "Pronto se convirtió en la mano que aprieta el gatillo"

- "Llegó toda la policía".

Antítesis Es una contraposición de dos palabras o frases de significación opuesta, que adquieren así mayor extensión y viveza. Ejemplo: Que muero porque no muero. 4

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AUTORES LÍRICOS

poseer entre sus volúmenes muchos de aquellos conceptos y teorías que fueron prohibidos en el virreinato por su carácter revolucionario. Fue maestro de latinidad y retórica, filosofía y posteriormente profesor de física y matemática. Es poco después de haber recibido las órdenes menores en el Seminario San Jerónimo y por "Melissa" (Manuelita Paredes Guillén) que Melgar decide abandonar los hábitos teniendo veinte años. Se aboca hacia la literatura en donde destaca su poesía. Después de su primera decepción (que se hace notar en su "Soneto a la Mujer") se enamoró de María Santos Corrales, musa conocida como Silvia, a quien él mencionaría románticamente en sus elegías y sus famosas canciones (conocidas más adelante como yaravíes: forma poética lírica en la que el gran vate arequipeño expresa su amargura y su tristeza).

Arequipa, 10 de agosto de 1790 - † Humachiri - Puno el 12 de marzo de 1815. Poeta y revolucionario independentista peruano. Para muchos, iniciador del Romanticismo en esta parte del mundo. En Melgar, el romanticismo no es imitación de lo que ya se hacía en la Península Ibérica o en Francia, sino un sentimiento profundo y propio, no olvidemos que fue un joven y precoz poeta que no alcanzó a madurar porque la muerte lo sorprendió buscando la patria libre. Mariano Melgar expresa un sentimiento andino/mestizo, que nadie se había atrevido a exponer hasta ese entonces en una sociedad tan prejuiciosa y españolizada que se agravaba por el centralismo limeño. Visto desde este ángulo, Melgar es el iniciador de la poesía verdaderamente peruana, sin acudir a los estilos europeos para pretender que lo consideren poeta. Participó en la guerra por la independencia del Perú frente a España. Melgar es uno de los primeros románticos del Perú en el siglo XIX, más conocido por incluir en su creación el sentimiento del harawi precolombino (cantos sentimentales principalmente de la zona sur andina). Estudia tempranamente en el convento de San Francisco. Antes de los ocho años el ilustrado y digno obispo Pedro José Chaves de la Rosa, le confirió la prima tonsura y le vistió el hábito clerical. Se debe mencionar que era el padre del poeta, Juan de Dios Melgar, quien estaba interesado en que Mariano obtuviese dicha capellanía, y que sus planes se vieron afectados ante la decisión del joven Melgar de abandonar los hábitos, estando en San Jerónimo.

Todo su drama amoroso y biografía puede considerarse verosímil siendo tomada de su conocida "Carta a Silvia", en la que el poeta expresa en 522 versos cómo conoció el amor y el dolor, hasta la aparición y pérdida de su amada musa. Fuera del tema amoroso, Melgar también había empezado a mostrar interés en los temas políticos, es así que, impulsado por sus ideales, Mariano persuade a sus padres para ir a estudiar leyes a Lima en la Universidad de San Marcos.

El deseo de independencia en Lima fue tan alto como los campos de historia, geografía, filosofía y matemática. Tiempo después, decidió regresar a Arequipa, con el anhelo de encontrar a Silvia, quien había sido persuadida por su padre de abandonar cualquier idea de unirse con Melgar. Si bien la leyenda lo convirtió en el eterno amante de "Silvia", es en realidad tanto su amor como su sentimiento patriótico lo que le impulsaría a ser un precursor del romanticismo y de la independencia del Perú ("Por Silvia amo a mi Patria con esmero, y por mi patria amada a Silvia quiero").La familia Corrales vivía en una sencilla casa situada al extremo occidental de la ciudad, al otro lado del río Chili. Como la calle donde vivían los Melgar era la puerta de entrada y de salida de quienes llegaban de la sierra o partían hacia ella, el lugar donde habitaban los Corrales era en cambio la iniciación del camino a la costa. Por allí pasaron Bolívar y Sucre en los días intensos y entusiasmados de la Emancipación, y por esa calle, llamada del Beaterio, entraban los comerciantes y viajeros que traían, en su corazón y en sus pupilas el ambiente del mar. Es luego del rechazo sufrido por parte de María Santos Corrales, que Melgar decide mudarse al valle de Majes. Y en noviembre de 1814 decide enrolarse en el ejército de Pumacahua y viaja hacia Chuquibamba dejando su retiro en Majes; es nombrado auditor de guerra. Luego de una intensa lucha, Melgar muere fusilado en Umachiri, el 12 de marzo de 1815.

Es durante esta etapa de su vida que Melgar tuvo acceso a una nutrida biblioteca en el Seminario Conciliar de San Jerónimo, que en aquel entonces había alcanzado renombre bajo la dirección del obispo Pedro José Chaves de la Rosa, quien a su vez había siempre mostrado especial interés en los nuevos conceptos y teorías traídas del viejo mundo; por ello, la biblioteca del Seminario de San Jerónimo era conocida como una de las más completas de la ciudad, además de 5

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CONTEXTO HISTÓRICO LITERARIO

La india llorosa, el sabio despreciado, el orbe entero, saben que expiró el mal, y que hemos dado el primer paso al bien tan suspirado, …

Melgar cultivó los géneros poéticos clásicos (elegías, sonetos, odas, décimas, etc.), pero su mayor fama radica en haber adoptado la lírica precolombina o nativa, representada por el harawi o canción de tema amoroso, dando como resultado una auténtica poesía mestiza, cuyos versos se llamarían posteriormente “yaravíes”.

Canta Melgar con cierta emoción premonitoria. Para ello hay la ventaja de que se puede ya hablar con libertad: Por fin libre y seguro puedo cantar. Rompióse el duro freno, descubriré mi seno, y con lenguaje puro mostrará la verdad que en él se anida mi libertad civil bien entendida.

Melgar cultivó el yaraví mestizo, cantado en español. Con el poeta mártir, este tipo de yaraví se cristalizó a comienzos del siglo XIX en que se declara solo romántico, ligado a las nostalgias del amor distante, imposible o perdido, característica relevante de los cantos galantes de amor fino o cortés de la cultura occidental trovadoresca (la poesía trovadoresca proviene de los trovadores o juglares de la Edad Media). Así, tal vez sin presentirlo, comenzó a liberar la poesía peruana del tutelaje del canon poético occidental, dando pase a una literatura auténticamente nacional.

BIBLIOGRAFÍA: ELEGÍAS

Ni el sacerdocio frustrado, ni el Derecho, ni la brillante carrera docente en el Seminario de Arequipa, ni la encendida pasión amorosa por absorbente que ella pareciera, eran los únicos motivos que impulsaban la animación de Melgar en esa época. Soterrado tal vez al principio, vacilante en los años juveniles, pero cada vez más preciso e intenso conforme alcanzaba madurez, crecía en él su interés por los problemas cívicos y se iba perfilando su conciencia de patria. La leyenda creada sobre la base de su amor a "Silvia", y robustecida en el siglo XIX por los arrebatos sentimentales del romanticismo, ha hecho creer algunas veces que su vocación política, si no secundaria, fue tardía y que en gran parte su decisión de incorporarse a la lucha por la independencia se debió al abatimiento o a la desesperación que le produjo su amor contrariado. Si se analiza bien en cuanto a la cronología, puede pensarse tal vez lo contrario. O, al menos, que el interés político y patriótico de Melgar no fue tardío, sino surgió en él, por temperamento y por ambiente, simultáneamente con el surgimiento de su ardor amoroso. A los veinte años, con una sensibilidad indudablemente fácil de encenderse y en un momento en que en las colonias españolas de América se afianzaba el deseo de libertad y despertaba la conciencia de la singularidad americana, los diversos sentimientos que entusiasmaban a Melgar no se puede decir que se suceden, sino que se entrecruzan.

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-Elegía I (¿Por qué a verte volví, Silvia querida?)

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-Elegía II (¡Oh dolor! ¿Cómo, cómo tan distante)

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-Elegía III (¿Por qué se aflige, si la noche llega...)

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-Elegía IV (Mustio ciprés que viste)

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-Elegía V (Cuando recuerdo los penosos días)

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-Sepa la cruel Melisa

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-Dejad amigos… ¿Injusticia tanta…?

ODAS

"Esclavos oprimidos" del cielo y de la tierra sin consuelo, cautivos habéis sido en vuestro suelo, … Como contraposición a ese cuadro dramático, las Cortes de Cádiz, o "el Congreso", abren un nuevo cauce a la reforma feliz y al optimismo.

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-Ilustre americano (Al Conde de Vista Florida)

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-A la libertad

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-A la soledad

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-Al autor del mar

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-Al sueño

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-Marcha patriótica

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-En una noche oscura y pavorosa

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-Cumplido está en su todo el vaticinio

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-Cuando un héroe empieza a celebrarse

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-Se dice que Venus

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EPÍSTOLA

FÁBULAS

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-Carta a Silvia

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-El ruiseñor y el calesero

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-Vas a ver bella joven

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-Los gatos

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-La fe de las niñas se ha acabado

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-El murciélago

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-El cantero y el asno

SONETOS -

-A la mujer

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-Las abejas

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-A Silvia

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-El asno cornudo

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-Figurarme solía un magistrado

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-Las cotorras y el zorro

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-La corte el buen filósofo aborrece

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-Las aves domésticas

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-Por ser dueño absoluto de la tierra

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-El Sol

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-Una nueva emoción en mi alma siento

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-La ballena y el lobo

MARCHA PATRIÓTICA

TRADUCCIONES -

-Geórgicas de Virgilio. Salmo XII

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-El arte de olvidar de Ovidio

Ya llegó el dulce momento En que es feliz Arequipa, Ya en mi suelo se disipa El Despotismo feroz: Ya se puede a boca llena Gritar: que la Patria viva, Que la libertad reciba Que triunfe nuestra Nación.

YARAVÍES (71) -

-Yaraví I (Todo mi afecto puse en una ingrata)

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-Yaraví II (Por más que quiero)

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-Yaraví III (La prenda mía)

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-Yaraví IV (Vuelve que ya no puedo)

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-Yaraví V (Donde quiera que vaya)

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-Yaraví VI (Sin ver tus ojos)

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-Yaraví VII (¿Con que al fin, tirano dueño,)

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-Yaraví VIII (Ya mi triste desventura)

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-Yaraví IX (Con que al fin habeis tomado)

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-Yaraví X (Ya que para mí no vives)

Cayó el monstruo detestable Que en nuestra cerviz sentado Trescientos años ha hollado La Justicia y la razón: Y en su lugar se levanta La oliva de la victoria, Que borrará la memoria de los siglos de opresión.

(…)

Levantad pues hijos bellos Del Perú siempre oprimido, Incrementad el partido De esta grande Redención: Ved que el Cielo nos protege 7

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Y que salen los efectos Mayores que los proyectos Que el Patriotismo formó.

LAS ABEJAS Días ha que leyendo un libro viejo Escrito por un hombre de consejo, Hallé un rasgo de historia Digno de encomendarse á la memoria. El suceso, no hay duda, es muy extraño: Pero es preciso que se cuente este año.

No se encuentra un hombre solo Que no empuñe aguda espada, Y arroje a su negra nada Al tiránico español Pues las heridas gloriosas Que en el campo se reciban Harán que sus nombres vivan Muerto el Déspota escuadrón.

Dicen que las abejas ab initio No supieron portarse con el juicio Y buen arreglo de hoy, ni lo pensaron; Pero aquellas catorce que lograron En tiempo del diluvio entrar al arca, Curiosas observaron que el Patriarca Dispuso en ella todo cuanto había Con arte y simetría.

Suene en fin en todas partes Con las voces y los hechos, Que no vivan nuestros pechos, Si no logran este honor: Viva, viva eternamente,

Aquí lobos voraces, allí ovejas: Más allá perros, gatos, comadrejas, Elefantes, ratones y mosquitos..., En otra parte lindos pajaritos, Jilgueros, gallos, garzas, grullas, gansos; En otra división trigo y garbanzos, Maíz, arroz, cebada.... ¡Qué cosa tan bien puesta y ordenada!

El Patriotismo Peruano, Viva el suelo Americano, Viva su libertador. El poeta mártir escribió Marcha Patriótica, en ocasión de la presencia de las fuerzas revolucionarias de Pumacahua y los Angulo, en la ciudad de Arequipa en noviembre de 1814 “Arequipa feliz», «se disipa el despotismo», «gritar que la Patria viva», «Triunfo de nuestra Nación», «Perú siempre oprimido», «el cielo nos protege», son versos bastantes ilustrativos del estado de fervor patriótico que embargaba al autor en ese momento o que captó de la colectividad que lo rodeaba.

A todas agradó su providencia. Juntáronse por fin en conferencia. Dijo la más antigua: « Compañeras, Confieso la partida: muy groseras En gobierno y costumbres hemos sido Nunca en comunidad hemos vivido: Nadie pensó sino en pasar el día.

El original de este manuscrito de Melgar se encuentra en la Biblioteca Lilly de la Universidad de Indiana en los Estados Unidos.

Tal vez no faltaría Quien desease el orden; pero en vano: Cobijada en la rama de un manzano, O metida en las pajas de algún techo, 8

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Jamás hacía cosas de provecho, Ni era dable que a todas persuadiese. Más hoy que este embarazo no se ofrece, Y hemos de ser raíz de toda abeja, Yo como la más vieja Soy de sentir que luego que salgamos Una sola familia compongamos: Una sola casa: las menores, Como que tienen fuerzas superiores, Miel y cera de flores exquisitas Cojan, en tanto que las viejecitas Ordenamos las cosas de gobierno, Y para que este entable sea eterno Pondremos una maestra de novicias. »

Que su error las menores conocieron Y sin más regañar se sometieron. Ciudadanos: Dios solo Puede mandar del uno al otro polo Sin defecto ninguno; Y así aquel importuno Que se lo quiera todo muy cumplido En el nuevo gobierno establecido, O algún descuido entre hombres no perdona, Relea el texto de la mamantona. APRECIACION CRÍTICA Las odas y los sonetos laudatorios, no podían librarse del tono convencional y la retórica de las poesías de circunstancias. Para expresar su pensamiento en forma más directa, Melgar encontró otro camino en el que, junto con la observación psicológica precisa, podía utilizar el sentido irónico de que ya había dado muestras en la Tertulia Literaria: las fábulas.

« ¡Gran cosa! ¡Bueno! ¡Albricias! » Gritan todas; y el plan verificaron. Más vieron fenecer sus alegrías, Porque dijo de agravio en pocos días La incauta juventud: « El remo todo Se nos carga, de modo

Las fábulas de Melgar, estaban intencionadamente dirigidas a su tiempo. Antonio Cornejo Polar, ha observado con razón que son las fábulas "las que permiten calibrar mejor el grado de compromiso de Melgar con el proceso histórico" que él vivía. En 1813, el periódico El Investigador de Lima (Nº 32), publicó la fábula "El ruiseñor y el calesero" donde Melgar critica el sometimiento de los gustos del pueblo a los caprichos advenedizos de la élite.

Que ya nuestro vigor se debilita: Más de una hora de sueño se nos quita. Como ellas tienen seca la cabeza, Nos despiertan temprano » . « ¡Que simpleza De muchacha!» dijo una mamantona : « Lo de hoy mira y pregona, No hagas cuenta de ayer ni de mañana, Mañana mandará la que hoy se afana, Y mil males de ayer hoy no subsisten, Y por fin, males hay irremediables Que por un bien mayor son tolerables.»

Aunque sus fábulas políticas no fueron publicadas en vida, en el mismo año en que se publicó por primera vez Carta a Silvia, en 1827, en El Republicano de Arequipa aparecieron cinco fábulas de Melgar, escogidas precisamente por "fábulas políticas". La moraleja que se desprende de cada una es ostensible. "Los gatos", 16 de junio de 1827 ("uno blanco, uno negro, otro manchado"), que se arañan y gritan entre ellos hasta que un perro se los come, la consecuencia es obvia. "El murciélago", 16 de junio de 1827, la crítica es contra los acomodaticios y engañadores que "juegan a dos ases". "El cantero y el asno", 23 de junio de 1827, tal vez la más representativa por su emoción indigenista, un hombre carga al asno, no le da de comer y luego se queja porque es lento, a lo que el borrico martagón le increpa justamente.

En reclamar no insisten: A todas las convence con tal ciencia, Tanto acierto, energía y elocuencia,

"Las abejas", 30 de junio de 1827, escrita según se cree a raíz de la elección del Ayuntamiento de Arequipa, la conclusión es que hay que ser comprensivo y no exigente con los posibles defectos del gobierno. 9

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"El asno cornudo", 7 de julio de 1827, tal vez con el mismo motivo, se recomienda, para que la elección del pueblo sea acertada. "Las cotorras y el zorro", el 27 de noviembre de 1830, se critica la garrulería y la indiscreción de las primeras, en tanto que el zorro es más práctico y discreto. "Las aves domésticas", 6 de agosto de 1831, se burla de la vana pompa de los pavos, o sea, de los hombres presuntuosos. Mucho tiempo después, concretamente el 13 de noviembre de 1891, el diario arequipeño La Bolsa publicó, tomando como fuente los manuscritos de Martín Ureta, las fábulas "El Sol" y "El ruiseñor y el calesero" (esta ya publicada en 1813). Otra fábula atribuida a Melgar es la titulada "La ballena y el lobo", que fue descubierta dentro de un manuscrito original del poeta y que se conserva en la Biblioteca de Lilly de la Universidad de Indiana. 

FUENTE: BILIOTECA JUVENIL AREQUIPA

Asociación Cerro Verde Gobierno Regional de Arequipa POESÍAS COMPLETAS Mariano Melgar Arequipa, Perú 2010 http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/un-manuscrito-autografo-ydesconocido-de-mariano-melgar--0/html/ff2c082a-82b1-11df-acc7002185ce6064_2.htm

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LITERATURA

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En 1918, en Arequipa comienza a escribir algunos textos periodísticos en una publicación llamada La Semana, que codirigía con Miguel Ángel Urquieta y donde hace famoso el seudónimo de El Divino Quechua. Ese mismo año lanzará un libro de poemas: Las Voces de Colores y otro en prosa: Hombres y Bestias, ambos impresos en Arequipa. Este último ya da a conocer su vena libelista y panfletaria (seguidora de M. González Prada y en parte de Federico More), como el reconocido panfleto dirigido a Sánchez Cerro, con una calidad literaria que mereció el elogio de propios y ajenos, y que, desde luego, le regaló muchos enemigos. En 1919 retorna a Lima, dispuesto a establecerse y abandonar esa provincia menor, llamada Arequipa, que lo marcó con su espíritu provinciano, hecho de altura y profundidad. A fines de 1919 decide abandonar también el Perú y parte con destino a Buenos Aires, en ese entonces la ciudad más europeizante de Sudamérica y muy afamada porque Argentina en las dos primeras décadas del siglo fue considerada como potencia mundial. Buenos Aires habría de ser la ciudad que lo cobijaría desde 1919 hasta su muerte, y de algún modo la ciudad que conquistó porque nadie es profeta en su tierra.

Nació en Arequipa el 23 de mayo de 1897, Manuel Alberto Santiago Luis Hidalgo Lobato tuvo una niñez marcada por la tristeza y la amargura. Sus padres murieron envenenados, casi simultáneamente, cuando tenía apenas cuatros años de edad, quedándose en el más pleno desamparo, junto a sus hermanas Carmen y Mercedes, y su hermano menor, Eduardo Rafael. Por ello, en algunos escritos, recordará con sinceridad y pesadumbre que en su infancia: el afecto, la casa y los parientes le fueron postizos.

Desde Buenos Aires empezará a adquirir una dimensión continental como poeta y escritor. En la década del veinte va a asumir por completo el espíritu vanguardista - creativo hasta los "ismos"- y desarrollará su técnica poética simplista, adhiriéndose a la modernidad, desde que se consideraba un poeta que usaba máquina de escribir. Al momento de su arribo -en 1919- publica Joyería y al año siguiente trabaja en la administración de correos y como colaborador periodístico en revistas y diarios platenses.

En 1914 ingresa en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, para hacerse de una profesión, pero no bien asiste a las primeras clases, renuncia ante el fuerte llamado de la poesía. Ese mismo año dará las primeras muestras de su auténtica vocación, al publicar, con su propio peculio y el aliento de César A. Rodríguez, la revista Anunciación, donde aparecen sus primeros poemas. Consecuente con su pose ególatra y advirtiendo que su Arequipa de la década de 1910, rumorosa, aldeana y con sedimentos de sillar en el alma donde “la ternura es lo primero que muere”, le quedaba muy chica, en 1919, a los veinte años, Alberto Hidalgo se fue a Buenos Aires. Ya José Carlos Mariátegui había

Entre 1920 y 1928 aparecen varios libros de poesía, crítica y uno de cuentos. Son los años más especulativos y delirantes del poeta, el período de la búsqueda, el experimento, la instalación de su imperio estético en la página en blanco. De ellos son testigos: Química del Espíritu (1923), Simplismo (1925) y Descripción del Cielo (1928). Estos conforman su etapa exclusivamente vanguardista. El silencio editorial entre 1928-1932 se suspende con la aparición en 1933 de Actitud de los Años, uno de sus libros más intensos, lleno de amor y poesía, provocada por la prolongada agonía y posterior muerte de su joven esposa, Elvira Martínez de Hidalgo. Su viudez la sentiría hondamente, pues desde aquel 6 de junio tenía una marca profunda de tristeza y angustia.

Señalado en sus Siete Ensayos lo siguiente: “Hidalgo —escribió— llevó la megalomanía, la egolatría, la beligerancia del gesto ‘Colónida’ a sus más extremas consecuencias. Los bacilos de esta fiebre, sin la cual no habría sido posible tal vez elevar la temperatura de nuestras letras, alcanzaron en Hidalgo, todavía provinciano de Panoplia Lírica, su máximo grado de virulencia. Con el periodismo y la poesía se convirtió en el vanguardista más osado. Juzgó a todos y todos lo juzgaron a él. Alberto Hidalgo falleció el 12 de noviembre de 1967. En 1973 sus restos fueron repatriados a Arequipa. Reposan en el cementerio La Apacheta, en un mausoleo construido por sus hermanas Carmen y Mercedes.

Han de pasar cuatro años para que vuelva a aparecer otro libro de Alberto Hidalgo. Y no será de poemas sino una especie de carné cotidiano e íntimo, Diario de mi Sentimiento que testimonia muchos hechos de su vida, anécdotas de otros escritores con los que tuvo amistad, apreciaciones literarias y preocupaciones intelectuales. En los años cuarenta es un ciudadano bonaerense a carta cabal y unescritor que despliega su madurez vital y literaria en sus artículos y publicaciones.

CONTEXTO HISTÓRICO LITERARIO 11

LITERATURA

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Tratado de Poética (1944) y El Universo está Cerca (1945) son dos textos que reúnen, en tono de ensayo, sus preocupaciones científicas, filosóficas y poéticas. Pero el libro que sobresale es Edad del Corazón (1940) que abre la década y que con su formato -como el de un periódico doble tabloide- muestra un alto lirismo, propio de sus mejores momentos poéticos.

públicamente como genio universal de la poesía, gran poeta y escritor arequipeño de La Apacheta. También llegaron los libros de su biblioteca personal y algunos retratos que le hicieron amigos pintores.

En 1947, cuando cumple cincuenta años, realiza una visita relámpago al Perú, invitado por sus compañeros apristas, quienes lo reciben enfervorizados, en momentos que emerge el odriísmo. Hidalgo retornará rápidamente a su labor literaria en su departamento de la calle Corrientes en Buenos Aires. Al año siguiente publica uno de sus mejores libros, Poesía de Cámara.

Hidalgo inventa —o, mejor dicho, cree inventar— un nuevo “ísmo”. "Simplismo" está fechado en 1925. En este libro postula la supremacía de la metáfora como un factor esencial de la producción poética y la exclusión de cualquier mensaje moral. Estos postulados del poeta arequipeño no tenían nada de novedoso, al menos en Buenos Aires. Ya Borges y Guillermo de Torre habían aplicado estos procedimientos. El libro pretende ser un manifiesto ilustrado con los poemas de Hidalgo.

SU SIMPLISMO Y ALGO MÁS

La década del cincuenta servirá para deparamos otra sorpresa. Hidalgo iniciará una temática nunca vista en su obra, donde nuestra patria, el Perú, será el personaje. Es el momento de su filiación americanista y su sentimiento de patria, que le llegaban por todas partes hasta emocionarlo.

BIBLIOGRAFÍA

En 1957 publica la novela Aquí está el Anticristo, que confirma sus no muy buenas dotes como narrador, pero que reafirma su gran facilidad para el panfleto. La aparición del libro le trajo muchos problemas con la Iglesia Católica de Argentina, que lo excomulga, a través de una declaración pública del Obispado de Buenos Aires. Entrado ya en la tercera edad, suma a su copiosa bibliografía dos nuevos libros: Espaciotiempo (1956) y Biografía de Yomismo (1959). En este último, publicado en Lima por la librería editorial Juan Mejía Baca, anuncia que el poeta debe saber callar a tiempo, salvo razón poderosa. La década del sesenta va estar marcada por una fuerte participación en la vida del Perú, ya que retornará a realizar una campaña política como integrante del Frente de Liberación Nacional, que lo tienen en su lista de diputados por Arequipa. De 1959 data su Manifiesto al Pueblo Peruano en el que llama a sus compatriotas a unirse contra el régimen de la convivencia (apristas y pradistas) y los insta a participar de las luchas por la liberación nacional. De regreso a la Argentina, continuará su labor de escribano infinito, pero con su última derrota política en las venas. Aparecerá Persona Adentro (1965) que sería su último libro de poemas. Bordeaba ya los 70 años, cuando empieza a adquirir una idea de la muerte y a sentir sus zarpazos. Pero esto no impide que se dedique con mucho entusiasmo al único género literario que no había cultivado: el teatro. Serán los últimos tres años de su vida, entregados al género de las tablas, compartidos con los achaques de la vejez y su valiente enfrentamiento con la muerte: morir es cosa de hombres. Ese mismo año es propuesto por segunda vez como candidato al Nobel de Literatura, que ganaría el escritor guatemalteco Miguel Angel Asturias. Pero a Hidalgo más le emocionaría el homenaje que le tributaron en su ciudad natal, un grupo de coterráneos que en sesión del 2 de marzo de 1967, lo reconocieron 12

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Arenga lírica al emperador de Alemania. (Arequipa: Tip. Quiroz Hnos. 1916).

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-Panoplia lírica. (con un estudio crítico de Abraham Valdelomar) (Lima 1917).

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-Cromos cerranos. (Santiago: s/e. 1918).

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-Hombres y bestias. (Arequipa: Edición del autor. 1928).

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-Las voces de colores. (Arequipa: s/e. 1918).

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-Jardín zoológico. (Arequipa: Tip. Quiroz Perea. 1919).

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-Joyería: poemas escogidos. (Buenos Aires: Virus. 1919).

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-Muertos, heridos y contusos. (Buenos Aires: Imp. Mercatali. 1920).

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-España no existe. (Buenos Aires: Edición del autor. 1921).

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-Química del espíritu. (Buenos Aires: Imp. Mercatali. 1923).

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-Simplismo: poemas inventados. (Buenos Aires: El Inca. 1925).

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-Índice de la nueva poesía americana. (Buenos Aires: El Inca. 1926).

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-Ubicación de Lenin: poemas de varios lados. (Buenos Aires: El Inca. 1926).

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-Los sapos y otras personas. (Buenos Aires: El Inca. 1927).

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-Descripción del cielo, poemas de varios lados. (Buenos Aires: El Inca. 1928).

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-Actitud de los años. (Buenos Aires: M. Gleizer. 1933).

LITERATURA

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-Diario de mi sentimiento (1922-1936). (Buenos Aires: Edición del autor. 1937).

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-Dimensión del hombre. (Buenos Aires: F.A. Colombo, impresor. 1938).

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-Edad del corazón. (Buenos Aires: Edición del Teatro del Pueblo. 1940).

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-Tratado de poética. (Buenos Aires: Feria. 1944).

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-El universo está cerca. (Buenos Aires: Feria. 1945).

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-Oda a Stalin. (Buenos Aires: El Martillo. 1945).

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-Poesía de cámara. (Buenos Aires: Gráf. Continental. 1948).

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-Anivegral. (Buenos Aires: Mía. 1952).

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-Carta al Perú. (Buenos Aires: El Ateneo. 1953).

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-Espacio-tiempo. (Buenos Aires: Bajel de Plata. 1956).

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Aquí está el anticristo. (Buenos Aires: Máfaga. 1957).

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-Odas en contra. (París Tinta de Fuego. 1958).

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-Biografía de yomismo: poemas. (Lima: Juan Mejía Baca. 1959).

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-Historia peruana verdadera. (Lima: Juan Mejía Baca. 1961).

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-Poesía inexpugnable. (Buenos Aires: Conducta. 1962)

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.-Árbol genealógico. (Lima: Juan Mejía Baca. 1963).

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-La vida es de todos. (Buenos Aires: Carro de Tespis. 1965).

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-Su excelencia, el buey. (Buenos Aires: Carro de Tespis. 1965).

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-Volcánida. (Buenos Aires: Kraft. 1967).

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-Poemas simplistas, en edición de Juan Bonilla (Málaga: Zut Ediciones, 2009).

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El calor irradiado de los libelos y demás hogueras, resplandecientes de odio equitativo. Es el calor que me circunda Mujeres de escultura y natación, a la existencia incorporadas de tanto presentirlas; pueblan de júbilo mis ansias. Si alguien pudiera escamotearme el suelo debajo de los pies, mi cuerpo quedaría bien parado. Le da levitación la poesía. Si desnudo la música me viste. Si cansado los libros me transfieren. Si mudo el verso me declama. Aire luz y calor placer y suelo vestuario, Movimiento y habla, con herramientas de ala y pétalo Me los hago a la medida de mi ser. El hombre es un acto manual. APRECIACIÓN CRÍTICA “Ser hecho a mano” Es un poema de carácter vanguardista por su terminología moderna, por su exaltación del individuo. Hidalgo usa términos que están muy lejos de lo romántico tal vez contrarios a esto. Pues encontramos términos como (física, química, libelos, escultura, natación) para expresar la modernización en las que la ciencia y el arte son herramientas de construcción del hombre, frente al determinismo religioso o político, el anarquismo de Hidalgo proclama la individualidad y la auto creación por ello el verso final: “El hombre es un acto manual”. El poeta nos dice que la ciencia y el arte son imprescindibles para él. El arte es su inspiración. La energía que transmiten sus escritos mordaces es también la energía que le rodea.

SER HECHO A MANO

En “El Peruano del cogollo” Hidalgo nos muestra ese sentimiento que acompañan a liteeratura vanguardista de la primera mitad del siglo XX identificación por lo nacional cuando dice: “Mi andar es de Arequipa azul por eso/ mi pulsación madura como nieve/ respiro a cuadros la campiña/ en los vientos me lavo/ el río es el rezongo que acostumbro/ la patria el alimento que prefiero/”. En estos versos como en todo el poema en general, podemos ver una añoranza de su natal Arequipa pero principalmente por su patria, su Perú, que aunque parte de una identidad regionalista arequipeña, todo el poema en sí encierra una identificación nacionalista.Términos como camote, guayaba, paltas, yucas,

El aire almacenado en los textos de física y de química Cómo me satisface, me enamora. Ese es el aire que respiro. La luz para la memoria de los siglos en la pintura establecida por los colores siempre insomnes, Es la luz con que veo. 13

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tomates; hacen alusión a una diversidad nacional,sin dejar de añorar la nostalgia pura por esa Arequipa que lo vio nacer, se puede afirmar entonces que “El peruano del cogollo” posee un sentimientnacional como bien lo dice en su último verso /la patria es el alimento que prefiero/ dando cuenta de lo nacional, como un sentimiento puro que le provoca una clara nostalgia por su terruño. PERUANO DEL COGOLLO Mi padre fue un camote mi madre una guayaba soy hermano de leche de las paltas, las yucas los tomates Brotan vicuñas de mis manos mis ojos dan palomas su suavidad despierta al día, la noche admite sus arrullos Tengo color de vuelo peso de claridad por el sistema de las nubes la maquinaria de los Andes Mi vida un rito de la papa mi muerte habrá de ser de chirimoya Intervenciones del maíz dan sentido a mi ser Mi pulsación madura como nieve respiro a cuadros la campiña, en los vientos me lavo, el río es el rezongo que acostumbro la patria el alimento que prefiero. Referencia bibliográfica: Tito Cáceres Cuadros: Literatura Arequipeña. Álvaro Sarco: “El genio del desprecio”

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amarga experiencia lleva a González Prada a encerrarse en su casa por dos años y marcará todo su trabajo posterior.

AUTORES NARRATIVOS

En 1886 es proclamado Presidente del “Círculo Literario”, el cual según él debía convertirse en un “Partido Radical de la Literatura”. En 1888 da su famoso Discurso del Politeama en el que en nombre de la ciencia y la libertad denuncia a los militares, al clero y al hispanismo como causantes de nuestra situación de opresión e ignorancia y de la consecuente derrota en la guerra. Esto le causaría la posterior censura de todas sus apariciones públicas y de sus publicaciones. José Manuel de los Reyes González de Prada y Álvarez de Ulloa, destacado pensador y escritor, nace en Lima el 5 de enero de 1844, en el seno de una tradicional familia católica. La alusión aristocrática de su apellido no le gustaba, por ello firmaba, como Manuel Gonzales Prada. Tercer hijo de Francisco Gonzales de Prada y doña Josefa Álvarez de Ulloa. Su padre llego a ser Vicepresidente de la República por el partido conservador durante el gobierno del General Echenique.

En 1891 González Prada funda el partido “Unión Radical” levantando las banderas del descentralismo, laicismo, el indigenismo y un peruanismo radicalizado que se opone al conservadurismo del pasado y a la mentalidad colonial. Ese mismo año viaja a Francia donde permanece hasta 1898. También viaja a España donde se relacionó con el anarquismo, que marcaría su pensamiento por el resto de sus días. A su regreso al Perú es silenciado por el gobierno por propagar ideas anarquistas, cerrando todo periódico donde apareciera alguna huella de González Prada y encarcelando a sus colaboradores. Al final de su vida recibe el reconocimiento del Estado que lo nombra director de la Biblioteca Nacional de Lima cargo que mantuvo hasta el final de sus días, salvo durante el breve percance de un golpe de Estado de 1914 a 1915 en el que él mismo renuncia en protesta. Fallece en 1918.

Realiza estudios en un colegio inglés, en Valparaíso, al ser desterrado su padre. Abandona sus estudios en el Seminario de Santo Toribio y más tarde sus estudios de derecho en el Convictorio de San Carlos por enseñarse el derecho romano en latín, lengua de la iglesia, que González Prada rechazaba por ser parte esencial del clero. Se recluyó en el campo, en su hacienda de Mala, donde se dedicó a la química y a la experimentación agrícola1. Casado con Adriana de Verneuil, dama de origen francés, tuvo tres hijos, de los cuales solo sobrevivió el menor, Alfredo González Prada, diplomático y escritor que reunió celosamente las obras póstumas de su padre, labor que continuó Luis Alberto Sánchez.

CONTEXTO HISTORICO - LITERARIO

Durante la guerra con Chile (1879-1883) promocionó la organización del Ejército de Reserva para defender Lima del ataque chileno2 quedando totalmente decepcionado de la cobardía y oportunismo de los grupos de poder enquistados en el Perú, cuando siendo designado segundo jefe del batallón de Reserva durante la defensa de Lima recibió la orden expresa del Presidente de no disparar. Esta

Fustigando los defectos nacionales, combatiendo la apatía y el conformismo que parecían inherentes a la nacionalidad, Gonzales Prada fue el iniciador de una nueva postura en el hombre peruano, que daría sus frutos en los movimientos reinvindicacionistas y populares del siglo XX, a cuyo espíritu hay que vincular a

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Porras sitúa a González Prada en un determinado contexto histórico. Afirma que la guerra con Chile en 1879 “abre un paréntesis sombrío en la historia del Perú”. Cuando como consecuencia del desastre que significo la perdida de la guerra con Chile, el país se hallaba postrado moral e intelectualmente. Pero entre los escombros brotarán voces renovadoras. La más ilustre fue la de González Prada. Él dirigía sus consignas a la juventud. Famoso en su discurso en el Politeama en 1888. La ignorancia, según él, alimentaba la ceguera de los gobernantes. Y el pueblo se hallaba sumido en la servidumbre.

“Algo sobre el almidón y sus derivados”. En El Tonel de Diógenes. Nota: Todas las citas de las obras de González Prada se refieren a “Manuel González Prada. Obras” en 5 Volúmenes. Lima, Ed. COPE, 1985 (con prólogo de Luis Alberto Sánchez).

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“Impresiones de un Reservista”. En El Tonel de Diógenes.

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En ese “Discurso”, de 1888, contenido en su libro Páginas libres, lanza una declaración revolucionaria en favor de los indígenas del Perú y de América sumergidos en las “capas inferiores de la civilización” durante trescientos años. Su espíritu rebelde frente a las tradiciones conservadoras, lo convierten en maestro de varias generaciones. Sus predicas alientan el nacimiento de la novela indigenista y realista – como, por ejemplo, Aves sin nido (1889), de una de sus discípulas, Clorinda Matto de Turner (1854- 1909) – se extienden hasta el siglo XX en la obra poética de Cesar Vallejo, en el ensayo sociológico de José Carlos Mariátegui, fundador del partido Comunista peruano, y en el pensamiento político de Haya de la Torre, fundador del APRA.

este hombre admirable por su radicalismo intransigente y su adhesión sin límites a la fraternidad humana como móvil de toda dinámica social. Y si en política, Gonzales Prada es el iniciador de la regeneración nacional, en poesía es el precursor del modernismo en la literatura española e iniciador de la nueva poesía peruana. Ensayando las más diversas formas métricas, inspirándose en los más variados conceptos. En primer lugar, el poeta se convierte en un especialista que debe estudiar los distintos tipos de estrofa. En su Ortometría, analizó las más importantes formas métricas de la lírica francesa. Ellas fueron empleadas en Minúsculas y Exóticas. En segundo término, González Prada es el primer poeta peruano que manifiesta una gran conciencia crítica. Es decir, un cotejo intertextual de su escritura poética con su Ortometría , echará luces acerca de cómo él tuvo un consciente manejo de las formas estróficas. Hecho que plantea la necesidad de una modernización del lenguaje de la lírica en el Perú. El teórico y el poeta no se disocian nunca, sino que se fusionan en la trayectoria de González Prada.

Como fundador del Círculo literario de Lima, a fines del siglo pasado, Gonzales Prada, propugno la creación de una literatura nacional esencialmente comprometida. En uno de los poemas de Minúsculas, dijo de la poesía: Pues conviene resignarse, Resignemos en prosa;

Este, sin duda, es el precursor del surgimiento de la poesía contemporánea en el Perú. Sin él, Eguren y Vallejo no adquieren pleno sentido en el largo camino de nuestra tradición literaria.

Mas en verso, combatamos Por la azucena y la rosa.

En Lima a lo largo del siglo XIX, la prensa era tan estimada que generalmente se publicaban entre siete y once diarios diferentes. A cada momento desaparecían unos y aparecían otros, pero siempre coexistían varios. ¿Por qué predominaba tanto la prensa de aquel momento? Aníbal González sugiere que el periodismo latinoamericano cobró importancia debido a la escasez de las casas editoriales que pudieran publicar libros.

Su idea de una literatura nueva se basaba en la evolución de una lengua democrática, que reflejara el mundo real del hombre del pueblo en una era de progreso. Porras pone de relieve que Palma y González Prada son los más importantes exponentes de la literatura republicana en el Perú. La obra de Palma estaba más orientada hacia el pasado; la de Prada, hacia el porvenir. Pero, según Porras, “del culto y el respeto del pasado y la esperanza del porvenir se forma el alma nacional de un pueblo”.

Como era el único medio de gran difusión, en él caía la tarea de impulsar un debate en el pensamiento nacional. Entre las heterogéneas voces periodísticas en el Perú´ de aquel entonces, la de Manuel González Prada es una de las pocas que trataba de desenredar los problemas desde la raíz. Quiso hacerlo sin ofuscarlos con las típicas maniobras políticas, producto de las rencillas entre facciones o de arranques oportunistas que tenían poquísimo que ver con las causas enraizadas de las dificultades sociales. González Prada buscaba una prensa ideológica. De este modo, censura a los periodistas que resisten definirse. Observa a los periodistas publicando un día en la prensa conservadora, y en otro, en la prensa liberal.

PENSAMIENTO Y OBRA Su obra literaria, así como su prestigio como activista librepensador son ampliamente reconocidos y difundidos, aunque la difusión de su pensamiento filosófico y de la crítica a la influencia de la Iglesia, que es central en su pensamiento, es más bien restringida y poco promocionada. González Prada fue uno de los más influyentes pensadores peruano de fines del siglo XIX e inicios del siglo XX y a pesar de haber nacido en el seno de una acomodada y poderosa familia conservadora y católica, sus reflexiones sobre la condición humana se mantuvieron siempre dentro del marco del pensamiento científico, y por ello, escéptico, aunque con declarada simpatía por el positivismo. En el aspecto de su pensamiento político, de una primera etapa nacionalista, que se derrumba cuando, durante la guerra con Chile (1879-1883), presencia la

En su famoso “Discurso del Politeama” fustiga a los románticos propiciando una literatura de “ataque y propaganda”: “En esta obra de reconstitución y de venganza no contemos con los hombres del pasado; los troncos añosos y carcomidos produjeron ya sus flores de aroma deletéreo y sus frutos de sabor amargo. ¡Que vengan árboles nuevos a dar flores y frutos nuevos! ¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!” 16

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cobardía y oportunismo de los grupos de poder enquistados en el Perú frente a la propia población peruana, pasa a una etapa anarquista de reflexión más profunda.

derechos que los defendidos o conquistados con el hierro; y la libertad nace en las barricadas o campos de batalla”. En cuanto al aspecto de la educación y la moral, González Prada consideraba que, si bien los hombres individualmente podían perfeccionarse, “la elevación moral no parece un rasgo característico de la especie, sino más bien el don excepcional de unos cuantos individuos”. Este supuesto, resultado de la observación de la corrupción en todos los niveles de la vida institucional peruana, sin embargo, no lo lleva a deducir que la educación debiera ser elitista, sino que más bien promueve la educación pública laica y científica para todos. Pues el origen de la ignorancia y la vileza en América Latina se debía, según González Prada, sobre todo, a la educación religiosa y a la influencia del clero en general. “Erradiquemos de nuestras entrañas los prejuicios tradicionales, cerremos nuestros oídos a la voz de los miedos atávicos, rechacemos la imposición de toda autoridad humana o divina, en pocas frases creémonos un ambiente laico donde no lleguen las nebulosidades religiosas, donde sólo reinen los esplendores de la razón y de la Ciencia. Procediendo así, viviremos tranquilos, orgullosos, respetados por nosotros mismos”7.

La condición humana, según González Prada, depende únicamente de los propios hombres: “Lo que fuimos, lo que somos, nos lo debemos a nosotros mismos”3 Esto debe entenderse por una parte, como respuesta teórica al determinismo religioso que sugiere que hay un Dios que determina nuestros destinos, y por otra parte, como arenga para la acción consciente y revolucionaria, contra la cobardía frente al ultraje y la humillación, disfrazada de tolerancia, por parte de la mayoría de los intelectuales peruanos de la época. Estos dos aspectos fueron gravitantes a lo largo de toda su obra y motivadores de su pensamiento. En el aspecto de la argumentación teórica, tenemos que, a pesar de ser profundamente humanista, González Prada4 rechaza el antropocentrismo pues considera que los animales y las plantas poseen iguales derechos a la existencia en la tierra que nosotros y que “la Naturaleza no ajusta sus leyes a nuestras concepciones cerebrales, (porque) el Universo no fue creado para la Tierra ni la Tierra para el hombre, la Humanidad y el planeta desaparecerán un día sin que el Universo se resienta de la desaparición”5. Con ello responde a las acusaciones que la iglesia hace a los ateos, en el sentido de que éstos creerían que el ser humano es todopoderoso e infalible y que pretendería reemplazar o superar la supuesta autoridad divina. Más bien, González Prada destaca la necesidad de tomar conciencia de los límites de las certezas del ser humano y el absurdo de las posiciones dogmáticas e intolerantes, sin olvidar, sin embargo, que “el no declararnos infalibles, el no imponer nuestras convicciones, implica el no someternos a las ajenas, ni reconocer derechos de autoridades individuales o colectivas. Lo que otorgamos a los demás, lo reclamamos para nosotros”, punto en el que opta por una alternativa más creativa y dignificante que la de los pseudoescépticos postmodernos contemporáneos que bajo la excusa de no poseer una verdad única, se someten y propagandizan asolapadamente el sometimiento de los intelectuales a los intereses de los grupos dominantes.

Porque, destaca González Prada “la moralidad requiere más elevación del alma que la religiosidad, así, mientras en los hombres de gran cultura florece una moral sin religión, en las mujeres y los hombres incultos abunda la religión sin moral.”8 Cabe recordar que para González Prada “La verdadera moral no veda sacar a la vida todo el placer y toda la felicidad posibles: tenemos derecho de chupar la fruta para extraerle el jugo, de respirar la flor para sentir toda su fragancia”9 y en ese sentido es una moral racional, con un toque de naturalismo nietzscheano, esto es, una moral que saluda a la vida y opuesta a la de la iglesia que profesa una moral basada en el sufrimiento autoimpartido, que para él sería una perversión moral. No basta pues estudiar, para instruirse intelectual y moralmente, enfatiza González Prada, es necesario adquirir el modo de pensar científico, pues la educación religiosa, si bien puede instruir al hombre, lo mantiene “en la bajeza y la servidumbre”10, en vez de formar personas rebeldes y con firmeza de voluntad, que es lo que realmente libera al hombre.

Así el aspecto teórico de su pensamiento cimienta el otro aspecto de su pensamiento: el práctico. Basándose entonces en el principio de que no hay nada natural o esencial en la naturaleza en general, ni en la naturaleza del hombre, González Prada afirma que, la libertad no nos es natural y que tenemos que luchar por ella, venciendo a “la ignorancia de los gobernantes y la servidumbre de los gobernados” a través de la ciencia6, pues, “los pueblos no cuentan con más

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Esta libertad, que para González Prada sólo se consigue con la ayuda de la ciencia, es fundamental en su pensamiento. Se refiere a ella no como la libertad de unos cuantos criollos y extranjeros, que era la libertad defendida y aceptada por gran

“La muerte y la vida”. En Páginas libres, p. 287. “Perú y Chile”. En Páginas libres, p. 101. “¿Qué hacer?”. En Nuevas páginas libres, p. 354. “Discurso en el Politeama”. En Páginas libres, p. 89. “Librepensamiento de acción”. En Horas de lucha, p. 49.

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“Nuestros Conservadores”. En El Tonel de Diógenes.

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“Memoranda”, af. 179. En El Tonel de Diógenes. “Nuestros indios”. En Horas de lucha, p. 208.

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parte de la intelectualidad dominante, sino a “la libertad para todos, sobre todo para los más desvalidos”.

refiere a “la ciencia momificada que va reduciéndose a polvo en nuestras universidades retrógradas: hablo de la Ciencia robustecida con la sangre del siglo, de la Ciencia con ideas de radio gigantesco, [...] de la Ciencia positiva que en sólo un siglo de aplicaciones industriales produjo más bienes a la Humanidad que milenios de Teología y Metafísica”19. Cabe notar que para González Prada, la ciencia es un modo de vida, una actividad práctica, por lo que algún momento entre 1871 y 1879 se retiró de la ciudad para dedicarse a la química y a la agricultura, experimentando con una nueva clase de almidón de yuca, sobre lo cual escribió un artículo publicado en “El Tonel de Diógenes”.

En este mismo sentido en su publicación “Nuestros indios” afirma: “Nuestra forma de gobierno se reduce a una gran mentira, porque no merece llamarse república democrática un estado en que dos o tres millones de individuos viven fuera de la ley”11. En este sentido no cree que la opresión del indio pueda combatirse con leyes, pues “mensajes, leyes, decretos, notas y delegaciones se reducen a jeremiadas hipócritas, a palabras sin eco, a expedientes manoseados. Las autoridades que desde Lima imparten órdenes conminatorias a los departamentos, saben que no serán obedecidas; los prefectos que reciben las conminaciones de la Capital saben también que ningún mal les resulta de no cumplirlas.”12 Aclara que la cuestión del indio “que más que pedagógica es económica”13 sólo puede resolverse de dos maneras: “o el corazón de los opresores se conduele al extremo de reconocer el derecho de los oprimidos, o el ánimo de los oprimidos adquiere la virilidad suficiente para escarmentar a los opresores.”14 Como la primera opción es refutada de plano por toda la experiencia histórica González Prada propone que es necesario que el indio responda a la violencia con la violencia “escarmentando al patrón que le arrebata las lanas, al soldado que le recluta en nombre del Gobierno, al montonero que le roba ganado y bestias de carga”, pues “el indio se redimirá merced a su esfuerzo propio, no por la humanización de sus opresores”15. Por todo ello añade “al indio no se le predique humildad y resignación sino orgullo y rebeldía.”

Estas posiciones defensoras de la ciencia, siempre son criticadas por los representantes de la iglesia con el argumento de que la ciencia y, más aún los científicos, son falibles y que en última instancia la ciencia se basa en supuestos no probados, de modo que preferir a la ciencia humana, en vez de la fe religiosa, no sería más que una vana y absurda pretensión del ser humano de superar el conocimiento y poder de un supuesto dios. González Prada responde a esta tergiversación de lo que es ciencia, afirmando que sólo en las matemáticas hay certezas absolutas y que todas las demás ciencias son “una serie de conceptos aproximativos” por lo que debiéramos “considerar nuestras convicciones como un simple vestido que hoy usamos y mañana podemos cambiar”20 pues “los mismos sabios la miran (a la ciencia) como un cúmulo de verdades provisionales, no como un edificio inamovible y definitivo. Ellos no la juzgan infalible ni destinada a origen y fin de las cosas, sino a estudiar y explicarnos el cómo de los fenómenos ocurridos a nuestro alcance: listos siempre a cambiar de hipótesis cuando la antigua no satisface.”21

Influenciado por la idea comteana de un progreso científico, González Prada divide la historia en cuatro períodos: “Período natural o primitivo: arreligiosidad absoluta; período medio: superstición pura; período actual: mezcla de superstición y ciencia; período futuro: exclusión de la superstición por la ciencia”16, siendo este cuarto período la etapa más elevada del progreso humano y de su libertad. Avanzando hacia esta cuarta etapa viviremos una vida más consciente y vislumbraremos “la organización científica de las sociedades”17 necesaria para llegar a “la etapa lógica de la evolución humana18, que es como el denomina la organización racional de la sociedad que se debe dar en una sociedad anarquista.

Además, consecuente con su espíritu científico González Prada reconoce que en última instancia nuestra percepción es relativa a nuestros órganos sensoriales cambiantes y que en última instancia no se puede hablar de una “verdad” absoluta22. Por ello aconseja que “para evitar el engaño, nada más cuerdo que mantener el juicio en suspenso. Donde faltan las pruebas irrefragables, la prudencia estriba en dudar: la duda representa la situación más luminosa del alma; el estado en que de todos lados recibe diferentes luces, no dejándose deslumbrar por ninguna…”23.

Para aproximarnos a este ideal alienta a acudir a la Ciencia “ese redentor que nos enseña a suavizar la tiranía de la naturaleza” como un método de explicar la realidad libre de dogmatismos de todo tipo. Especifica que con “ciencia” no se 11 12 13 14 15 16 17

Este escepticismo responde a una clara influencia nietzscheana en la obra de González Prada que se refleja no sólo en su crítica a la religión, al clero, a la ciencia mal entendida y en su propuesta moral y apuesta por la vida, sino también en su

Ob. cit. p. 204. Ob. cit. p. 202. Ob. cit. p. 209. Loc. cit. Ob. cit. p. 210. “Memoranda”, aforismo 243”. En El Tonel de Diógenes. “La anarquía”, p. 414, Prosa menuda.

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18

“La anarquía”, p. 413, Prosa menuda. “Discurso en el Politeama”. En Páginas libres, p. 89. Nuevas páginas libres. Nuevas páginas libres. “Un rato de Filosofía”. En Nuevas páginas libres. Nuevas páginas libres

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forma literaria, y en este sentido conscientemente elige diferentes estilos literarios en su obra, tales como el irónico, la denuncia, la poesía o el aforístico. Así, por ejemplo, sus 261 aforismos recopilados póstumamente y publicados bajo el subtítulo Memoranda en El Tonel de Diógenes, inmediatamente nos hacen recordar por su forma a los aforismos nietzscheanos. También se deja ver la influencia de éste filósofo cuando González Prada sugiere que la elección de la moral, puede, tratarse en el fondo de una mera opción estética. Así González Prada llega a declarar que “... mientras la metafísica, la teología, la historia, la jurisprudencia son mentiras graves, rastreras y enojosas, la poesía es una mentira alegre, alada, luminosa. Mentira por mentira, me declaro por la más bella” 24.

sin dejar de esconder en lo íntimo del alma un escepticismo risueño, ni olvidar que, tal vez combatimos por una ilusión o nos sacrificamos por una bobería”. A diferencia de muchos políticos y filósofos políticos, González Prada reconoce pues la posibilidad del error en la acción por la que se lucha y llega a decir que “como el hombre realiza el heroísmo y la santidad creyendo en falsedades y cometiendo injusticias, debe admitirse que la perfección moral no estriba en poseer la verdad ni en formarse un concepto preciso de la justicia, sino en profesar lo que estimamos verdadero y en hacer lo que nos parece justo”30. Encontramos así en González Prada un precursor del existencialismo del siglo XX, pues para él es la acción responsable la que determina lo que finalmente ES el hombre.

Sin embargo, esta influencia nietzscheana no pasa a ser determinante en su pensamiento. Hay que tomar en cuenta que en realidad González Prada parte del supuesto, no explícito, platónico de que “lo bello puede llamarse una cristalización de lo verdadero”25, y que por ello, al evaluar las dos “mentiras”, si bien opta por la belleza de la poesía, en base a una evaluación estética, también hay que tomar en cuenta que, de esta concepción resulta que la poesía es más bella, porque está más próxima a la verdad o, lo que en contenido es lo mismo, es menos mentirosa que aquellas. Y en esto último difiere totalmente con Nietzsche, pues para González Prada “la poesía no tiene por objeto conducirnos a la ciencia; pero no debe alejarnos de la verdad”26.

También podemos encontrar en González Prada un precursor de la crítica a los estudios culturales cuando denuncia” que si Augusto Comte pensó hacer de la Sociología una ciencia eminentemente positiva, algunos de sus herederos la van convirtiendo en un cúmulo de divagaciones sin fundamento científico”31. Y desmenuza una serie de estudios culturales y/o racistas que se venían difundiendo en la época y que, por una parte, hablaban de la historia como la lucha entre las razas, y por otra, ”reducen a tan poco el radio de las acciones étnicas, que repiten con Durkheim: No conocemos ningún fenómeno social que se halle colocado bajo la dependencia incontestable de la raza”, yéndose al otro extremo y mostrando que la sociología no es más que “el arte de dar nombres nuevos a las cosas viejas sino la ciencia de las afirmaciones contradictorias”. Este ataque a la sociología por parte de González Prada se debe principalmente al racismo implícito que la mayoría de estos estudios culturales y/o raciales difundía atribuyéndole determinadas características o modos de pensar a determinados grupos humanos, como inherentes a su cultura o raza y no como resultado de su educación o, dado el caso, falta de educación.

Es más aclara, “la literatura que desdeña basarse en las deducciones de la Ciencia positiva puede constituir una restauración arqueológica, digna de archivarse en las galerías de un museo, pero no es un edificio viviente que arranque el aplauso de los contemporáneos y despierte la admiración de la posteridad (...) La Ciencia tiene flores inmortales de donde pueden las abejas extraer miel de poesía.”27 Esta compatibilidad entre escepticismo y el amor por la ciencia positiva es posible, en este caso, porque para él “escepticismo no significa negación absoluta, sino más bien, una triple serie de afirmaciones: afirmación del pro, afirmación del contra y afirmación de la igualdad de las razones contrarias”28.

En este sentido, denuncia los discursos basados en clichés xenófobos que hasta hoy se suelen escuchar, como que los ”crímenes y vicios de ingleses o norteamericanos son cosas inherentes a la especie humana y no denuncian la decadencia de un pueblo; en cambio, crímenes y vicios franceses o italianos son anomalías y acusan degeneración de raza” y más concretamente a intelectuales como Pearson32, que “se refiere a la solidaridad entre los hombres civilizados de la raza europea frente a la Naturaleza y la barbarie humana. Donde se lee barbarie humana tradúzcase hombre sin pellejo blanco”; o a sociólogos como Gumplowicz33 cuando pretende establecer, como hecho científico que “Todo elemento étnico esencial potente busca para hacer servir a sus fines todo elemento débil que se encuentra en su radio de potencia o que penetre en él.” Cuando, contesta González

La constatación de que podríamos estar equivocados no tiene por qué llevarnos a la pasividad, ni se puede deducir de la probabilidad de que estemos equivocados, que los demás estén menos equivocados. Deducción falaz tras la cual suelen escudarse los intelectuales temerosos. Por ello González Prada aclara “el convencimiento de nuestra pequeñez no exime de la acción”29 y alienta a que “luchemos por nuestras convicciones actuales y hasta ofrezcamos la vida por ellas,

24 25 26 27 28

El Tonel de Diógenes. “La educación de los jesuitas”. En Propaganda y ataque, p. 71. “Memoranda”, aforismo 67”. En El Tonel de Diógenes. Páginas libres. Nuevas páginas libres.

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19

“¿Qué hacer?”. En Nuevas páginas libres, p. 352. Nuevas páginas libres “Nuestros indios”. En Horas de lucha, p. 199. Ob. cit. p. 197. Ob. cit. p. 200.

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Prada, lo cierto es que en el caso de América no se ha utilizado a los pueblos americanos para servirse de ellos, sino que simplemente se los ha exterminado por la “imprevisión del blanco”, por lo que no se da ninguna analogía con esto de que “las hormigas que domestican pulgones para ordeñarlos” pues ellas “no destruyen a su animal productivo”. Más bien, considera González Prada, debería establecerse, en todo caso, como ley que “cuando un individuo se eleva sobre el nivel de su clase social, suele convertirse en el peor enemigo de ella. (Así) durante la esclavitud del negro, no hubo caporales más feroces que los mismos negros; actualmente, no hay quizá opresores tan duros del indígena como los mismos indígenas españolizados e investidos de alguna autoridad.

la fotografía de un monte ni que la voz dolor sea una figuración del dolor. Mientras pintura y escultura son imágenes de una idea que concebimos o de una cosa que vemos, la palabra es sólo una representación arbitraria, un símbolo convencional: fuera de la interjección (más grito que articulación) la frase no tiene vínculo estrecho con el pensamiento...” La no palabra es el silencio. El peor enemigo de la justicia es identificado no como la injusticia, sino como el silencio y la condescendencia frente a la injusticia. Tenemos así, que la cobardía y abyección de la Humanidad suele llegar tan lejos, “que en el fragor de la lucha suele unirse con sus torsionarios para combatir a sus defensores”.

La justicia para González Prada consiste en que cada uno tome lo que le corresponde. “El nacer nos impone la obligación de vivir, y esta obligación nos da el derecho de tomar, no sólo lo necesario, sino lo cómodo y lo agradable”34. Debemos tomar lo que es necesario para nosotros como individuos, para nuestras familias, para el pueblo en el que vivimos y para toda la humanidad. La resignación y los sacrificios innecesarios son un acto de injusticia con nosotros mismos. Este tomar no debe tomarse como la acumulación de propiedad privada. González Prada fue un predecesor de la crítica a la propiedad privada del pensamiento, hoy tan defendida con el nombre de “copyright”. Al respecto afirma que: “Las verdades adquiridas por el individuo no constituyen su patrimonio. Forman parte del caudal humano. Nada nos pertenece, porque de nada somos creadores. Las ideas que más propias se nos figuran, nos vienen del medio intelectual en que respiramos o de la atmósfera artificial que nos formamos con la lectura. Lo que damos a unos, lo hemos tomado de otros.”

La cobardía, queda claro, es uno de los mayores problemas de nuestra sociedad y causa de nuestro subdesarrollo. Esto es tan grave, denuncia González Prada, que cuando una persona se llega a expresar con independencia y sinceridad se le considera audaz. Gran parte de las supuestas virtudes de la gente como por ejemplo el cumplimiento de las leyes o la asumsión de religiones o supersticiones a la vejez, se basan en última instancia en “un oportunismo hipócrita y maleable”36. La moralidad resulta siendo en el Perú la transigencia con las inmoralidades imperantes, no solo guardando silencio ante la injusticia, sino defendiendo a los que atacan a sus denunciantes. “La perfección moral de casi todos los buenos señores de la nómina se condensa en tres palabras: Alma de lacayos.” La cobardía se devela también tras la aparente sabiduría de madurez. González Prada la denuncia con el nombre de “cefalismo”, pues sugiere que muchos librepensadores han tomado de modelo al Céfalo del que habla Platón, que “habiendo comenzado por reírse de las supersticiones vulgares, concluyó por tomarlas a lo serio cuando vio que le asomaban las arrugas y las canas. (…) Prueba que la reculada senil puede realizarse en todas las naciones y en todas las épocas”37.

Siguiendo este hilo de pensamiento González Prada critica a aquellos intelectuales que guardan sus conocimientos para sí. “Lo humano está, no en poseer sigilosamente sus riquezas mentales, sino en sacarlas del cerebro, vestirlas con las alas del lenguaje y arrojarlas por el mundo para que vuelen a introducirse en los demás cerebros. Si todos los filósofos hubieran filosofado en silencio, la Humanidad no habría salido de la infancia y las sociedades gateando en el libro de supersticiones”35.

González Prada fue mal visto y aislado por la sociedad peruana, en su mayoría católica, por las denuncias y críticas a la iglesia católica y a la religión. La influencia de la presión social del catolicismo, que él denuncia, llegó a personajes que incluso se suponía deberían haberse opuesto a la religión como José Carlos Mariátegui, ideólogo fundador del partido comunista en el Perú, al cual, por temor al rechazo social hizo llamar en un primer momento “partido socialista”. He allí que Mariátegui le critica a González Prada su “antirreligiosidad” y su “anticlericalismo” supuestamente “burdo”38, porque Mariátegui, considera que no se puede vencer la influencia de lo religioso en el pueblo peruano, y que por lo tanto más bien sería más conveniente apelar al supuesto sentimiento religioso del

De esta posición se desprende la visión de González Prada sobre el lenguaje: contrariamente a la posición postmoderna predominante hoy en día, parte del supuesto de que el pensamiento es anterior al lenguaje. El pensamiento es traducido al lenguaje para poder comunicarnos con los demás, pero de ninguna manera nuestro pensamiento está determinado por el lenguaje, como lo sugiere el esencialismo lingüístico-cultural postmoderno contemporáneo. Aclara González Prada que: “La palabra no es imagen exacta de la cosa o del pensamiento sino el signo convencional para representarla, y nadie dirá que el vocablo monte sea como 34 35 36

Horas de lucha, p. 57. Ibid. p. 42. Ibid. p. 44.

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Ibid. p. 44. Mariátegui, J. C. “V. González Prada”. En 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana, El proceso de la literatura.

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pueblo peruano, impregnando el discurso político revolucionario de una aureola religiosa.

sacerdote (y otras veces del hombre): en un individuo enajenado por el discurso performativo del irracionalismo eclesiástico. Y en desacuerdo con quienes piensan que la mujer necesita de una religión para darle sentido a su vida42 o que casada dentro de una comunidad eclesiástico-estatal puede encontrar ese sentido, se pregunta Si acaso “puede hoy llamarse emancipada la mujer de los estados oficialmente católicos? En ellos sufre una esclavitud canónica y civil.” Esto es que tanto las leyes de la iglesia como las leyes civiles, fundamentadas en última instancia en prejuicios religiosos prevalecientes en la época, consideraban a la mujer como a los niños o los incapaces, necesitada de que alguien ejerciera patria potestad sobre ella. Es decir, prácticamente como propiedad del marido. Y por ello, añade González Prada: “Al estatuir la indisolubilidad del matrimonio, (...), la iglesia católica fomenta y sanciona la esclavitud femenina. Arrebata a la mujer una de sus pocas armas para sacudir la tiranía del hombre, (...obligándola a) rendir amor, respeto y obediencia al indigno compañero que sólo merece odio, desprecio y rebeldía. A la constitución de una nueva familia dulcificada por la buena fe, la ternura y la fidelidad, los católicos prefieren la conservación de un hogar envenenado por la hipocresía, el desamor y el adulterio43”. Esta situación, denuncia, ha llevado al menosprecio de la mujer y a la creencia en la superioridad del hombre, que persiste hasta nuestros días, “en el ánimo de las gentes amamantadas por la Iglesia (de modo) que muchos católicos miran en su esposa, no un igual sino la primera en la servidumbre, a no ser una máquina de placeres, un utensilio doméstico44”.

En ese sentido a González Prada no sólo se lo trató de ningunear desde las canteras del conservadurismo religioso, sino también por parte de los revolucionarios temerosos, a los cuales él mismo denuncia: “A cuantos surjan con humos de propagandistas y regeneradores, no les preguntemos cómo escriben y hablan, sino cómo viven: estimemos el quilate de las acciones indefectibles en lugar de sólo medir los kilómetros de las herejías verbales. ¿Existe ya una ley de matrimonio entre los no católicos? Pues úsenla sin embargo de toda su deficiencia. ¿Existen escuelas regentadas por seglares? Pues no eduquen a sus hijos en planteles fundados por congregaciones”39!. En el aspecto político, González Prada, pasa en un primer momento por un nacionalismo, que las conversaciones con anarquistas, socialistas y comunistas que tuvo durante su estadía en Europa lo llevaron a dejar de lado totalmente esta etapa nacionalista. Influenciado por el filósofo comunista Karl Liebknecht40 hace una revisión de la situación del pueblo chileno frente a sus opresores en el texto “Las dos Patrias” y proclama que “las víctimas de los odios internacionales empiezan a no dejarse alucinar por la grosera farsa del patriotismo y a reconocer que en el mundo no hay sino dos patrias, la de los ricos y la de los pobres. Si de esta verdad se acordaran dos ejércitos enemigos el instante de romper los fuegos, cambiarían la dirección de sus rifles. Proclamarían que sus verdaderos enemigos no están al frente”41.

Gracias a su carácter libertario González Prada se convierte en un predecesor de la crítica del pseudofeminismo contemporáneo, que nos habla de características supuestamente “femeninas”, tales como las del “cuidado por los demás”, que tienen sus raíces en estas ideologías católicas ancestrales, y nos dice que “semejante creencia en la misión social de un sexo denuncia el envilecimiento del otro.” Pues la mujer para González Prada es un cerebro y un corazón y, en última instancia, sólo ellas, en su calidad de madres pensantes, pueden crear verdaderos seres humanos inteligentes y valientes, capaces de sentar las bases para una nueva sociedad”45.

Este viaje a Europa fue motivado por el hecho de que las primeras dos hijas de González Prada, que en ese entonces ya había fundado el partido opositor laicista, indigenista y descentralizador “Unión Nacional”, sospechosamente murieron al nacer, por lo cual su esposa Adriana, de origen francés, le exigió que su tercer hijo por nacer, no naciera en Lima y si sobrevivía no fuera bautizado. Efectivamente Adriana que se convirtió en una atea apasionada nunca permitió que su hijo Alfredo que nació sano y salvo en Paris fuese bautizado. La militancia atea de Adriana, sin duda, influenció en la visión de González Prada sobre la condición de la mujer.

A pesar de todos los diferentes matices expuestos con anterioridad del pensamiento de González Prada, este gran pensador peruano ha pasado al imaginario colectivo contemporáneo, ante todo, como un precursor del anarquismo en el Perú. Definió la anarquía como sigue:

Al respecto dice que si habría de considerar cuál de las religiones sería la más degradante en lo que respecta al modo de desarrollarse de la mujer (aunque no sólo al de ella, sino de todo ser humano en general), esta sería, sin lugar a dudas, la religión católica. Pues es ésta quien convierte –hasta la actualidad– a aquella, cuando casada o soltera, como hija o como madre, en un objeto de propiedad del 39 40 41 42

“Anarquía y anarquista encierran lo contrario de lo que pretenden sus detractores. El ideal anárquico se pudiera resumir en dos líneas: la libertad ilimitada y el mayor bienestar posible del individuo, con la abolición del Estado y la propiedad

Horas de lucha, p. 46. Las dos patrias”. En Anarquía, p. 337. “Las dos patrias”. En Anarquía, p. 339. “Las esclavas de la iglesia”. En Horas de lucha, p. 61.

43 44 45

21

“Las esclavas de la iglesia”. En Horas de lucha, p. 64. Ibid. p. 66. Loc. cit.

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individual. Si ha de censurarse algo al anarquista, censúresele su optimismo y la confianza en la bondad ingénita del hombre. El anarquista, ensanchando la idea cristiana, mira en cada hombre un hermano; pero no un hermano inferior y desvalido a quien otorga caridad, sino un hermano igual a quien debe justicia, protección y defensa. Rechaza la caridad como una falsificación hipócrita de la justicia, como una ironía sangrienta, como el don ínfimo y vejatorio del usurpador al usurpado. No admite soberanía de ninguna especie ni bajo ninguna forma, sin excluir la más absurda de todas: la del pueblo. Niega leyes, religiones y nacionalidades, para reconocer una sola potestad: el individuo.”

una educación científica, ya que la moral va ligada a la ciencia y por otra parte, debemos dejar de ser tolerantes frente a la injusticia, el abuso y la humillación, esto es, “romper con el pacto infame de hablar a media voz”. Tal vez esta famosa frase, resuma lo esencial del pensamiento de este insigne pensador peruano de inicios del siglo XX, cuyo mensaje hoy, en el umbral del siglo XXI, sigue tan vigente como entonces. No satisfecho con su influencia de prosador, González Prada ha vuelto, en la edad madura, a la forma rimada de sus primeros tanteos y pininos literarios. Poeta lo es, por cuanto posee el don de pensar por imágenes. Lo es en cuanto sensitivo: como que tiene fácil el entusiasmo. Pero como a constituir la entidad poeta entran, además de aquella virtud de saber traducir en imágenes los pensamientos y la de sentir a flor de piel la exaltación, otras mil complejas virtudes, González Prada, que carece de estas otras virtudes accesorias, resulta inferior a sí mismo comparando sus versos con su prosa.

Pensaba que la sociedad estaba regida por leyes y citando a Friedrich Engels46, con el cual compartía la visión y explicación científica del mundo expuesta en la “Dialéctica de la Naturaleza”, y suponía que “las fuerzas sociales obran lo mismo que las de la Naturaleza, ciega, violenta, destructoramente, mientras no las comprendemos ni contamos con ellas”. Por eso la fuerza del hombre consistiría en hallar dichas leyes y utilizarlas en su beneficio, esto es, modificando la voluntad y “actuando eficazmente en la producción de los fenómenos sociales, activando la evolución, es decir, efectuando revoluciones.” La influencia de los pensadores marxistas y anarquistas en González Prada, no lo llevó a repetir los postulados del marxismo o del anarquismo de manera repetitiva y tediosa, ni a adaptarlo para que sea aceptado por las multitudes, adoctrinadas en la religiosidad o el complejo de inferioridad racial o intelectual, como sí sucedió con otros pensadores de la época. Con inspiración, ingenio y coraje adaptó las enseñanzas de sus colegas de Europa a aquellas que ya había elaborado por cuenta propia en el Perú, y los expuso por escrito, casi siempre en forma de arenga, tomando en cuenta la realidad del lector u oyente peruano. A modo de ejemplo tenemos el siguiente párrafo de 1907: “Uno de los grandes agitadores del siglo XIX no cesaba de repetir: Trabajadores del mundo, uníos todos. Lo mismo conviene decir a todas horas y en todas partes, lo mismo repetiremos aquí: Desheredados del Perú, uníos todos. Cuando estéis unidos en una gran comunidad y podáis hacer una huelga donde bullan todos –desde el panadero hasta el barredor– ya veréis si habrá guardias civiles y soldados para conteneros y fusilaros.”

Un sólo invisible lazo vincula esos versos y esa prosa al espíritu que los genera: el anhelo de originalidad. Prada ensaya en sus versos combinaciones métricas inusitadas, usa y abusa del verso blanco, del versolibrismo, y aun introduce en abundancia nuevas formas, no ya estróficas, sino poemáticas, que bautiza con nombres obsoletos o extraños: rondeles, romances, espenserinas, triolets, balatas, pantums, rispettos, canciones, estornelos, etc. Tras ágil excursión al través de extranjeras literaturas, regresa al solar nativo con las manos cargadas de tesoros. ¡Qué jardines de Europa, y aun de Asia — adaptaciones de Ornar Kayama—, no visitó esta abeja laboriosa y meliflua, este cultivador de hermosura! Así vemos florecer en sus platabandas la espenserina de Spencer, el rondeau de Carlos de Orleans, el rispetto italiano y el antiguo romance de Castilla.

Se ha acusado a González Prada de teñir todo su discurso filosófico y moral de política, insinuando que ello desmerecería el valor de su pensamiento. Pero esto es justamente parte esencial de su reflexión, pues para él “la verdad política no se diferencia de la verdad moral, porque si la política no es una moral en acción, (entonces) es el arte de engañar y explotar a los hombres”47. La neutralidad política y la supuesta prudencia en el actuar es justamente aquello que según González Prada desmerece todo discurso, si es que va a frenar que lo expuesto en el discurso sólo quede en palabras. La prudencia nos dice González Prada, no es más que el nombre con el que los políticos llaman al miedo, a la confabulación de callarse, (y) a la mentira sin palabras.” Si queremos eliminar la corrupción en el ámbito político, tenemos que cambiar en el aspecto moral, y esto implica, por una parte, 46

“La revolución”. En La Anarquía.

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“Memoranda”, af. 167. En El Tonel de Diógenes.

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BIBLIOGRAFIA CRONOLOGICA

COMENTARIO CRITICO

ENSAYOS

Horas de Lucha, obra muy famosa dentro de la producción de Gonzales Prada y a la vez muy representativa del carácter y orientación de su pensamiento, lo primero es porque contiene páginas admirables por la forma y el contenido. Al igual que sus demás libros dedicados a temas político-sociales y filosóficos, no es una obra orgánica sino más bien una colección de ensayos y otras piezas breves, lo cual hace su lectura más fácil y permite al lector apreciar de modo unitario y completo el desarrollo de un tema o de un grupo de ideas en cada uno de los textos. Un segundo rasgo, es lo representativo de su contenido y el tono de los ensayos incluidos. Aquí se revela el librepensador, el filósofo y militante político contra las ideas tradicionales, el orden establecido y la vieja política de partidos. Obra decididamente ideológica, paradigma del pensamiento revolucionario peruano que se nutrió en el siglo XIX del socialismo utópico y del anarquismo, está escrita en y para la lucha, como muy significativamente lo dice su título (A. Salazar Bondy). En “Librepensamiento de acción” se señala el pensamiento libre y científico como la mejor vía para forjar nuestra identidad más allá de las represiones estatales y religiosas.

1894 - Pájinas libres (París) 1907 – La Anarquía 1908 - Horas de lucha (Lima) 1933 - Bajo el oprobio (póstumo, París) 1936 - Anarquía (póstumo, Santiago de Chile) 1936 - Nuevas páginas libres (póstumo, París) 1938 - Figuras y figurones (póstumo, París) 1938 - Propaganda y ataque (póstumo, Buenos Aires) 1941 - Prosa menuda (póstumo, Buenos Aires) 1945 - El tonel de Diógenes (póstumo, México)

El contenido del Libro se distribuye en dos partes: La primera contiene predominantemente textos de doctrina política y social que toca la problemática de las clases trabajadoras, la iglesia, las corrientes del librepensamiento y el radicalismo político. La segunda parte puede ser considerada como una tipología de la sociedad peruana. A través de la interpretación ideológica de sus grupos más significativos o de los principales roles político–sociales. En esta parte se incluye el ensayo “Nuestros indios” que completa el cuadro realista y dolorido de nuestro país y a la vez acentúa una línea de interpretación doctrinaria que es decisiva para la justa compresión de su pensamiento. Gonzales Prada fue siempre un rebelde libertario que había decidido luchar contra toda forma de dominación y estar siempre del lado de los oprimidos.

Poesía - Poemarios 1901 - Minúsculas (Lima) 1909 - Presbiterianas (Lima) 1911 - Exóticas (Lima) 1933 - Trozos de vida (póstumo, París) 1935 - Baladas peruanas (póstumo, Santiago de Chile) 1937 - Grafitos (póstumo, París) 1938 - Libertarias (póstumo, París)

El estilo del ensayo de Prada no se deja encasillar en una escuela específica. Por su eclecticismo literario y su fuerte inclinación a la renovaci6n expresiva, Prada encaja más en el modernismo que en cualquier otro movimiento, aunque nunca cultivó el exotismo ni el arte por el arte. Tuvo él su propio estilo vigoroso en el que armoniosamente se equilibran atrevidas ideas con expresión sencilla y convincente, desprovista de atuendos lingüísticos innecesarios. Don Manuel fue demasiado individualista para someterse completamente a una ideología política o a una sola escuela literaria. Su vida estuvo marcada por la rebeldía romántica que rechaza las reglas.

1939 - Baladas (póstumo, París) 1947 - Adoración (póstumo, Lima) 1973 - Poemas desconocidos (póstuma, Lima) 1975 - Letrillas (póstumo, Lima) 1979 - Cantos del otro siglo (póstumo, Lima, UNMSM) Obra de análisis literario y gramatical

El estilo, elaborado con paciencia, exuda la agresividad del propagandista ideológico. Don Manuel es a veces expositor, otras veces crítico, pero siempre sencillo, claro y estimulante. En sus caricaturas políticas como en sus ensayos sobre acontecimientos nacionales su sátira se expresa en lenguaje simple y cortante. En los ensayos filosóficos, sociológicos, históricos y de crítica literaria

1977 – Ortometría, apuntes para una rítmica

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su prosa es más substantiva, ingeniosa, con más figuras literarias que suavizan su mordacidad. Su poderosa voluntad de estilo y sus firmes convicciones ideológicas lo llevan a inventar, adaptar, transformar, adoptar y recrear un lenguaje literario que sirve de vehículo cómodo, veloz, eficiente a sus ideas. Su lenguaje, en este sentido, es una prolongación de su pensar y sentir. El lenguaje de Manuel Gonzalez Prada es rico en recursos literarios que le dan fluidez y armonía. Su gran caudal léxico procede tanto de la cantera popular como del lenguaje culto. Los términos que emplea son precisos y de mucho vigor expresivo. Consigue armonía eligiendo palabras por sus cualidades sonoras y disponiendo los elementos sintácticos de una manera equilibrada.

realidad que rodea al poeta transformado en intenso subjetivista. Se encuentra en este volumen desde el romántico latido hasta el logro simbolista. Preside siempre el más severo gusto artístico; la más sabia selección en el asunto y en la forma. En el poema Los Átomos, se expresa, el pensamiento filosófico de González Prada. Según Salazar Bondy "se define por una franca profesión de fe inmanentista". Aunque no se ha prestado mucha atención a este aspecto del pensamiento gonzálezpradista, es la base para comprender su ideología política. Tampoco es un elemento aislado, se presenta como la médula de su proyecto anárquico de la vida. Eugenio Chang-Rodríguez caracteriza las creencias espirituales de González Prada de la siguiente manera: "Sus ideas religiosas no parecen ser caprichos de discursista, sino productos de profundas meditaciones y largos estudios teológicos" (La literatura 79-80). Intentaremos, entonces, definir tanto la "fe inmanentista" como las "ideas religiosas" de González Prada. El átomo, es esta unidad de sustancia la que da base al pensamiento gonzálezpradiano. García Salvattecci llama este concepto en González Prada "monismo panteísta" o "monismo materialista". Es el punto filosófico en que la sustancia humana llega a unirse con la sustancia divina. O quizás, es el momento en que la sustancia divina se entiende como otro aspecto de la naturaleza, de la tierra, o de la materia. Para elaborar este tipo de inmanentismo habrá que destruir la división platónica y católica entre el espíritu y cuerpo, un rechazo que el "católico" no puede aceptar. En "La evocación de Zósimo", González Prada niega rotundamente el dualismo. En este diálogo de tema lucreciano y de estilo platónico, González Prada explica que "nada expresan las diferencias escolásticas y sutiles de alma y cuerpo: no hay más que una sola sustancia; la misma en el mineral, en la planta, en el animal, en el hombre, en los superhumanos" ("La evocación" TD 68). González Prada concibe el cuerpo y el espíritu como dos componentes de una sola sustancia, la sustancia del Cosmos. Los átomos, los que Lucrecio llama materia primaria, son los que representan la única sustancia del Cosmos, tanto en Lucrecio como en González Prada. Siendo defensor de la ciencia, cree en lo físico del mundo. Esta creencia lo acerca a un tipo de materialismo que propone la transformación del mundo por medio del esfuerzo individual: el anarquismo. En González Prada toda fuerza espiritual tiene que explicarse en términos de la física o de la biología. De esta forma González Prada destruye el concepto dualista de Dios, y, por tanto, reduce el concepto de Dios a lo que el filósofo español José Ferrater Mora llama "la unidad del mundo" (Ferrater Mora II: 598). Ferrater Mora clasifica esta tendencia filosófica como el "panteísmo ateo". El aspecto ateo se explica por el materialismo de González Prada mientras que el aspecto panteísta procede de la reducción de Dios al espíritu humano, otra forma del cuerpo, es decir otra forma de la materia. Esta relación bipartita, como el término "panteísmo ateo" parece ser oxímoron, yo prefiero usar la palabra "inmanentismo", partiendo de la noción de "fe inmanentista" expuesta por Salazar Bondy.

En sus ensayos extensos, como los de Páginas libres y Horas de lucha, sus sustantivos proceden de diversos niveles lingüísticos y la adjetivaci6n es precisa e insustituible. González Prada es experto en el manejo de la comparaci6n, el símil y la metáfora. Su diestro sistema comparativo y metafórico ilumina el discurrir de su 1ógica y estimula simpatía. Su técnica exalta tanto el consciente como el subconsciente del lector. En todo momento don Manuel tiene clara idea del efecto que desea producir. Para hacer hincapié recurre a la hipérbole, la exclamación, la letra cursiva o subrayada y a la frase precedida por dos puntos. Su lenguaje sencillo pero apasionado es casi siempre polémico y didáctico. Como se puede apreciar, sus imágenes son audaces y originales. Don Manuel evita la palabrería hueca, el símbolo complejo u oscuro, la ambigüedad y el disimulo. Su don verbal renovador se afirma en la claridad y el vigor de la expresi6n sintetizadora de pensamientos de vanguardia política, filosófica, social y religiosa. Tiene la rara virtud de satisfacer tanto a los intelectuales como a la muchedumbre. Prada no fue político ni filósofo: no legó un programa sistematizado de acción ni formuló una doctrina que sirviera de guía al Perú nuevo que aspiraba. Fue simplemente un gran escritor, hondamente preocupado por la suerte de su país. En su libro Exóticas, contiene muchas de las más notables innovaciones rítmicas, escritas casi todas durante su permanencia del poeta en Paris. Advertimos con frecuencia versos blancos, libres, que él titula polirritmos sin rima; ensayos de adaptación de metros latinos: el dístico elegiaco, pongo, por ejemplo, adaptación que resultó no nada feliz. Otras audacias rítmicas y estróficas avaloran sus copias o colecciones líricas: aquel ensayo, por ejemplo, de un nuevo endecasílabo con hemistiquio esdrújulo y sin acentos en cuarta, sexta ni octava. Hasta se encuentra, al fin de Exóticas, una explícita e interesante teoría sobre la métrica del autor. Se ha dicho que este libro es el más pr6ximo que existe a la singular poesía de José María Eguren. Prada era entonces el guía y el maestro de los jóvenes de Contemporáneos, el consejero de dudas estéticas, el animador de muchas vocaciones literarias felices. Ex6ticas aporta ensayos rítmicos y combinaciones originales-de silabas en el verso. El contenido es múltiple porque tales poemas corresponden a épocas muy diversas. Es poesía interior, sin vínculo visible con la

Ya en vida de González Prada, en 1915, Albert Einstein elaboró su teoría de la relatividad general. En su teoría, Einstein propone la conservación tanto de la materia como de la energía, siendo las dos formas distintas de una misma 24

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HORAS DE LUCHA

sustancia. La doctrina de la materia y la energía como constantes del Universo puede llegar a hacerlas sinónimas de Dios concebido como la "unidad del mundo", fuerzas panteístas de la realidad física en la que, según Ferrater Mora, "no hay ninguna realidad trascendente" ya que "todo cuanto hay es inmanente". En González Prada el espíritu, concebido inmanentistamente como otro aspecto de la materia, se explica por la ciencia.

LIBREPENSAMIENTO DE ACCIÓN Discurso que debió leerse el 28 de agosto de 1898 en la tercera Conferencia organizada por la Liga de Librepensadores del Perú. La lectura no pudo efectuarse porque el Gobierno la impidió.

Aunque para González Prada la ciencia física es absoluta, considera la posibilidad de un Dios inmanente en lo físico. Este Dios inmanente es sinónimo de las leyes naturales del Cosmos y tiene sus raíces en Lucrecio. El poeta romano admite dos sustancias en el Cosmos. La primera se compone de la materia y la segunda, simplemente, de la ausencia de la materia, es decir, la vacuidad. Lucrecio niega una tercera sustancia que pueda afectar los sentidos o que pueda ser probada por el razonamiento de la mente (Lucretius I: 196-7). Lo que refuta Lucrecio aquí es un concepto dualista y transcendental de Dios. Por esta razón González Prada poetiza que Lucrecio tendrá que ser "demasiado fuerte / Para el servil cerebro de un cristiano" ("Lucrecio" G.P). El concepto dualista del cristianismo no puede aceptar la unión del cuerpo con el espíritu, del cielo con la tierra. Lucrecio niega el dualismo en favor del monismo. Solo existe la materia, el átomo (primorida rerum), y la vida humana que para González Prada termina "en el reino inviolado de la muerte".

Doy las más sinceras gracias a los miembros de la Liga por haberme brindado su tribuna, a mí que no formo parte de esa corporación llamada a trazar hondos surcos en nuestra vida social. Diré algo del librepensamiento silencioso, del hablado y señaladamente del que produce mejores frutos, el de acción, en su concepto más amplio. CAPÍTULO I La libertad de pensar en silencio no se discute, se consigna. Como nadie trepana la bóveda de nuestro cráneo para escudriñar la fermentación de las ideas, hablamos con nosotros mismos sin que nuestras voces interiores vayan a resonar en tímpanos ajenos ni a grabarse en cilindros fonográficos. Lejos de inquisidores y tiranos, poseemos un asilo inviolable donde rendimos culto a los dioses que nos place, donde erigimos un trono para los buenos o un patíbulo para los malos.

Fuentes: Antología de la poesía peruana. C. Escritores latinoamericanos, Lima. Critica de la obra de Gonzales Prada. R. Blanco-Fombona, Madrid, 1915. La intelectualidad peruana del siglo XX ante la condición humana. Tomo I, Lima, 2004 (Coordinadora M.L. Rivera de Tuesta – Carmen Zavala). Literatura Hispanoamericana. Alfredo Veiravé, Buenos Aires. Inti: Revista de literatura hispánica. El Ensayo de Manuel Gonzales Prada. Eugenio Chang-Rodríguez.

Ese librepensamiento no sirve de mucho en los combates de la vida, y el hombre que le ejerce no pasa de un filósofo egoísta, infecundo, en una palabra, neutro. ¿Qué vale condenar en el fuero interno las supersticiones, si a la faz del mundo las aprobamos tácitamente? ¿De qué aprovecha estrangular imaginariamente a los criminales, si realmente les tendemos la mano de amigo? ¿Qué bien reportan a la Humanidad los sabios que se emparedan en su yo, sin comunicar a nadie la sabiduría? Linternas cerradas, alumbran por dentro. Cuando se abriga una convicción, no se le guarda religiosamente como una joya de familia ni se le envasa herméticamente como un perfume demasiado sutil: se le expone al aire y al Sol, se le deja al libre al alcance de todas las inteligencias. Lo humano está, no en poseer sigilosamente sus riquezas mentales, sino en sacarlas del cerebro, vestirlas con las alas del lenguaje y arrojarlas por el mundo para que vuelen a introducirse en los demás cerebros. Si todos los filósofos hubieran filosofado en silencio, la Humanidad no habría salido de la infancia y las sociedades seguirían gateando en el limbo de las supersticiones. Las verdades adquiridas por el individuo no constituyen su patrimonio: forman parte del caudal humano. Nada nos pertenece, porque de nada somos creadores. Las ideas que más propias se nos figuran, nos vienen del medio intelectual en que respiramos o de la atmósfera artificial que “Horas de lucha” de Manuel González 25

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Prada 18 nos formamos con la lectura. Lo que damos a unos, lo hemos tomado de otros: lo que nos parece una ofrenda no pasa de una restitución a los herederos legítimos. Mas, aunque no fuera así ¿cabe don más valioso que el pensamiento? Al dar el corazón a los seres que nos aman, les pagamos una deuda; al ofrecer el pensamiento a los desconocidos, a los adversarios, a nuestros mismos aborrecedores, imitamos la inagotable liberalidad de la Naturaleza que prodiga sus bienes al santo y al pecador, a la paloma y al gavilán, al cordero y al lobo.

La perfección moral de casi todos los buenos señores de la nómina se condensa en tres palabras: Almas de lacayo. De ahí que el expresarse con suma independencia revele audacia y dé visos de sinceridad. Sin embargo, el librepensamiento de oradores y publicistas sufre muy groseras falsificaciones: tal vez los hipócritas de la incredulidad abundan más que los hipócritas de la fe. Quizá Tartufo dejó menos prole que Homais. Algunas veces hay más audacia en llamarse creyente que en decirse librepensador.

Más de dos mil años hace que el primero de los filósofos chinos decía: Da mucho, recibe poco. Este brevísimo consejo entraña una lección de inefable desprendimiento, de inmensa caridad. Pero los librepensadores silenciosos no quieren disfrutar la suprema dilección de otorgarse sin reserva, y prefieren vivir tranquilos, felices, nunca turbados en sus impiedades ni en sus digestiones. Favoreciéndoles mucho, debemos compararles con los ríos subterráneos que se dirigen al mar, sin haber apaciguado una sed ni fecundado una semilla.

Al hablar de librepensamiento ¿cómo no recordar a los librepensadores nacionales? Si la milenaria historia del cristianismo se reduce a monótona y pesada enumeración de herejías, los breves anales de nuestro librepensamiento se condensan en una serie de renuncios y palinodias. Por la firmeza de un Vigil y de un Mariátegui ¡cuántas prevaricaciones en la edad provecta o a la hora de la muerte! ¿Dónde están aquí los perseverantes y los firmes? Quien ha “Horas de lucha” de Manuel González Prada 19 vivido algún tiempo y vuelve los ojos para buscar a los que un día le acompañaron en las luchas por la razón y la libertad, sólo divisa una desbandada legión de apóstatas y renegados.

CAPÍTULO II

De los dieciocho a los treinta años germina en muchas cabezas un librepensamiento fogoso y batallador; mas de los treinta en adelante, ¡adiós batallas, adiós fogosidades! Y regla infalible: los más energúmenos acaban por más seráficos; la recula viene en proporción del salto. De los tranquilos aguardemos la firmeza, de los violentos temamos la claudicación.

Si el librepensamiento mudo funciona sin perturbar la calma del filósofo, no sucede lo mismo con el librepensamiento hablado y escrito. El hombre que en sociedades retrógradas habla y escribe con valerosa independencia, suscita recriminaciones y tempestades, aventurándose a sufrir los anatemas del sacerdote, los atropellos del mandón y los impulsivos arranques de la bestia popular.

Aquí reina, pues, lo que llamaríamos el cefalismo, queremos decir, la incredulidad en la juventud, la gazmoñería en la vejez. Platón habla de un Céfalo que habiendo comenzado por reírse de las supersticiones vulgares, concluyó por tomarlas a lo serio cuando vio que le asomaban las arrugas y las canas. Sin que aún existiera el idioma de Cervantes, el buen Céfalo practicaba un refrán castellano: De mozo a palacio, de viejo a la iglesia. Ese griego nacido algunos siglos antes de la era cristiana ¿no sirve de modelo a muchos librepensadores del siglo XIX? Prueba que la reculada senil puede realizarse en todas las naciones y en todas las épocas. Nada de extraño que los viejos de hoy copien fielmente a los viejos de ayer: al ir perdiendo la vida, ganamos el miedo a la muerte; al acordarnos mucho del cielo, pensamos muy poco en la dignidad de la existencia. El viejo es un niño triste, que la vejez se parece a la infancia como la tarde a la aurora.

Nadie ataca un privilegio ni ridiculiza una superstición sin que mil voces le maldigan ni mil brazos le amenacen. Todos condenan un error, todos se duelen de una injusticia; pero la Humanidad encierra tanta abyección y tanta cobardía, que en el fragor de la lucha suele unirse con sus defensores. A veces, no hay crimen tan imperdonable como hablar lo que todos piensan o decir a gritos lo que todos murmuran a media voz. En el reinado de la iniquidad y la mentira se clama por un verbo que fustigue a los criminales; mas, cuando el verbo truena sin hipocresías ni melosidades, entonces los más fervientes amigos de la verdad hacen los mayores aspavientos y fulminan las más ruidosas protestas. Para merecer el título de buen ciudadano y figurar en la clásica nómina de los hombres cuerdos, se necesita conformarse a los usos y prejuicios de su tiempo, venerando los absurdos de la religión en que se nace, justificando las iniquidades de la patria en que se vive. Nada de romper el molde anti-diluviano ni querer aletear fuera de la jaula prehistórica. Nada tampoco de oposiciones ni de intransigencias: la moralidad se resuelve en la transigencia con las inmoralidades ambientes, la virtud se reduce a un oportunismo hipócrita y maleable. Cuando se diga, pues, de un hombre: Cumplidor de las leyes, tradúzcase: Naturaleza servil.

Algunos de nuestros librepensadores no necesitan de canas ni de arrugas para retroceder hacia la mentalidad de abuelas y nodrizas: les basta un revés de fortuna, la muerte de una persona querida o el asalto de una enfermedad grave. ¡Seres dichosos! la gracia eficaz se les introduce con los esporos del aire y las triquinas del salchichón. Otros librepensadores realizan un cambio de frente, sin que en la evolución intervengan enfermedades, muertes ni desgracias: les sobra con un buen matrimonio. ¡Seres más dichosos! hallan el catolicismo en los legajos de una dote, descubren a Dios en el moño postizo de una vieja rica. 26

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Lo que no les ruboriza ni les interrumpe ninguna de las funciones orgánicas. Hay animales inferiores que tranquilamente siguen su vida, aunque les volvamos del revés, practicando con ellos la misma operación que hacemos con un guante o con la funda de un paraguas. Si en algunos librepensadores criollos efectuáramos cosa igual, seguirían viviendo con una sola diferencia: la de haberse metamorfoseado en curas. Lo mismo sucedería con los masones peruanos; así que donde se tenga un gran maestre de Biblia y Gran Arquitecto se puede obtener un jesuita o un domínico. Lo volveremos a decir: tanto los librepensadores a la criolla como los masones bíblicos y deícolas, son curas al revés.

Mas algunos fanáticos no salen de su monotonía anticlerical y viven consagrados a perseguir sotanas en las celdas de las monjas, o sorprender enaguas en las alcobas de los presbíteros. Al probar que no existe cura sin moza ni sobrinos, se imaginan haber derribado el catolicismo. Budas de nuevo linaje, se hallan hipnotizados por la contemplación de un solideo. Para ellos, nada importan los crímenes sociales ni las extorsiones políticas; lo grave, lo clamoroso, lo insufrible es que un tonsurado se refocile con el ama de llaves. Altivos rechazan la imposición moral del poder religioso, mientras soportan humildes la coerción del poder civil. Se vanaglorian de no arrodillarse en una iglesia, y lamen las alfombras de un palacio; se yerguen ante un obispo, y se doblegan en presencia de un alguacil; se sienten capaces de abofetear a Jesucristo, y carecen de hígados para sofrenar a un portero.

En resumen, casi todos los librepensadores nacionales vivieron pregonando las excelencias de la Razón y murieron acogiéndose a las supersticiones del catolicismo: hubo en ellos dos hombres: el de las frases y el de los actos. Los mudos o linternas sordas no causaron bien ni mal; pero los bulliciosos o histriones de pluma y de palabra, desacreditaron la idea, produjeron enorme daño, haciendo que los hombres de buena fe se retrajeran y callaran por miedo de figurar en tan ridícula abominable compañía.

No queremos ni podríamos negarlo: el sacerdote hace el papel de una montaña sombría y escabrosa, interpuesta en el camino hacia la luz; pero el juez que vende la justicia, el parlamentario que tiene por única norma los caprichos del mandón, el capitalista que se adueña de los productos debidos al sudor, ajeno, el soldado que descarga su rifle en una masa de obreros inermes ¿no causan tantos males y no merecen tanto vilipendio como el sacerdote? Hay que perseguir a los zorros, sin olvidar a los leones. A la vez que se derrumba mitos y se desinfecta el cielo, se debe combatir a los felinos y sanear el Planeta. Para conseguir la redención del hombre, no basta derrocar a ese Dios impasible y egoísta que eternamente cabecea en lo Infinito, mientras el Universo se retuerce en el dolor, la desesperación y la muerte.

CAPÍTULO III Algo vale extender la mano para señalar el camino por donde conviene marchar; pero vale más ir delante marcando con sus huellas el rumbo que ha de seguirse: un buen guía suple a cien direcciones indicadas en cien postes. A cuantos surjan con humos de propagandistas y regeneradores, no les preguntemos cómo escriben y hablan, sino cómo viven: estimemos el quilate de las acciones indefectibles en lugar de sólo medir los kilómetros de las herejías verbales. ¿Existe ya una ley de matrimonio entre los no católicos? pues úsenla sin embargo de toda su deficiencia. ¿Existen escuelas regentadas por seglares? pues no eduquen a sus hijos “Horas de lucha” de Manuel González Prada 20 en planteles fundados por las congregaciones. ¿Existe un cementerio laico? pues ordenen que sus muertos vayan a reposar sin agua bendita ni responsos. No quieran avenir a Diderot con el ínter de la parroquia ni amalgamar consejas de la Biblia con leyes de la Naturaleza; y piensen que la vitalidad de las religiones se basa en la indolencia de los incrédulos, así como la fuerza de los gobiernos inicuos se fundan en la apatía de las muchedumbres.

El librepensador que, llamándose a la neutralidad política, ve con indiferencia las iniquidades y los derroches de un gobierno tiránico, nos parece tan censurable como el estadista que, alegando la neutralidad religiosa, presencia con olímpica serenidad el predominio del clero y la difusión de las ideas ultramontanas. El librepensamiento no debe renunciar a la política por una razón: los políticos no se olvidan de los librepensadores. Todo político de mala ley presiente un adversario en todo pensador de tendencia irreligiosa, presentimiento muy racional, pues quien hoy se subleva contra las autoridades que presumen bajar del cielo, mañana suele rebelarse contra los déspotas que surgen de la Tierra. A más el que vive a las orillas de un río puede no acordarse de las aguas; pero las aguas no olvidan de él cuando el río sale de madre. No sirven torres de marfil ni montañas de cumbres inaccesibles. Al estallar las convulsiones sociales, llega el momento en que los más pacíficos y más indiferentes a la cosa pública se ven sacudidos y aplastados: no habiendo querido actuar como personajes del drama, figuran como víctimas en el desplome del edificio.

Aunque los librepensadores guarden fidelidad a su doctrina y armonicen las palabras con los actos, merecen una grave censura cuando eliminan las cuestiones sociales para vivir encastillados en la irreligiosidad agresiva y hasta en la clerofobia intransigente. ¿Cómo no reírse de los Torquemada, rojos, de los Domingos de Guzmán por antítesis, de los inquisidores laicos, dispuestos a encender hogueras y parodiar los autos de fe? No sólo de pan vive el hombre, nos dice el Evangelio; digamos a nuestra vez: no sólo de curas vive el librepensador.

El librepensamiento, ejercido con semejante amplitud de miras, deja de ser el campo estrecho donde únicamente se debaten las creencias religiosas, para convertirse en el anchuroso palenque donde se dilucidan todas las cuestiones humanas, donde se aboga por todos los derechos y por todas las libertades. Al sólo defender la de escribir y de hablar, se aboga tal vez por los intereses de 27

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DEL POEMARIO EXOTICAS

algunos privilegiados. Las muchedumbres se fijan muy poco en la libertad “Horas de lucha” de Manuel González Prada 21 de la pluma porque no escriben ni se desvelan en la lectura; menos se interesan en la libertad de palabra porque no echan discursos ni se gozan en escucharles; ellas piden libertad de acción porque la necesitan para solucionar los graves problemas económicos. Esa Francia del 89 y del 48, donde todavía se descarga el palo en los manifestantes de bandera roja y se disuelve a tiros las aglomeraciones de huelguistas, nos dice muy bien que dar al hombre la libertad de pluma y de palabra sin concederle la de acción, es negarle lo principal y otorgarle lo accesorio. De ahí que todo librepensador, si no quiere mostrarse ilógico, tiene que declararse revolucionario.

Los Átomos (Polirritmo sin rima) ¡Gloria al astro de los cielos Y a la arena de los mares! ¡Gloria al cóndor de las cimas Y a la oruga de la tierra! Nada innoble ni pequeño, Todo grande y noble.

Lo repetimos: con semejante amplitud de miras, se sale del librepensamiento (que hasta hoy no ha significado sino irreligión y anticlericalismo) para entrar en el pensamiento libre que entraña la defensa por la total emancipación del individuo. Es la tendencia que nos parece vislumbrar en la Liga de Librepensadores, institución fundada y mantenida por hombres que actuaron o siguen actuando en sociedades tan marcadamente luchadoras como el Círculo Literario y la Unión Nacional.

En los eternos crisoles de la muerte y de la vida No existe la broza ni el metal precioso: Podre y aroma, diamante y barro, Iguales son y divinos. Todos iguales, todos hermanos, Que nuestra madre común guardamos todos En las prolíficas entrañas de los prístinos mares. No diga el hombre al peñasco: __“Yo soy un alma, tú eres materia”; No repita al infusorio __ “Tú vas a la nada, yo voy a lo eterno”.

En fin, señores: ya que por algunos momentos nos hemos reunido aquí para ensanchar el ánimo en una atmósfera de verdad y tolerancia, no nos separemos sin el buen propósito de corroborar con los actos la firme adhesión a las ideas emitidas con las palabras. Sincera y osadamente formulemos nuestras convicciones, sin amedrentarnos por las consecuencias, sin admitir división entre lo que debe decirse y lo que debe callarse, sin profesar verdades para el consumo del individuo y verdades para el uso de las multitudes. Erradiquemos de nuestras entrañas los prejuicios tradicionales, cerremos nuestros oídos a la voz de los miedos atávicos, rechacemos la imposición de toda autoridad humana o divina, en pocas frases, creémonos un ambiente laico donde no lleguen las nebulosidades religiosas, donde sólo reinen los esplendores de la Razón y la Ciencia. Procediendo así, viviremos tranquilos, orgullosos, respetados por nosotros mismos; y cuando nos suene la hora del gran viaje, cruzaremos el pórtico sombrío de la muerte, no con la timidez del reo que avanza en el pretorio, sino con la arrogancia del vencedor romano al atravesar un arco de triunfo.

¡Que sabemos si en la entraña de la roca Repercuten los amores de la estrella! ¡Si en el alma de un gusano hierve el fuego de un Vesubio! ¡Si en los ojos de una hormiga se refleja lo infinito! Lo pequeño, lo invisible, Tiene acaso la palabra del supremo enigma: Quizá los átomos saben Lo que los hombres ignoran.

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en la cordillera de lo que hoy es el centro del Perú, y sin embargo ubicaba su legado familiar y la historia de su vida en las áreas de Huamanga y Lucanas, en lo que hoy es el Departamento de Ayacucho en el sur de los Andes peruanos. Documentos del tardío siglo dieciséis apoyan sus aseveraciones acerca de haber vivido en las zonas de Huamanga y Lucanas, y los investigadores Porras Barrenechea (1948) y Mónica Barnes (1999) han aprovechado documentación topográfica, institucional y etnológica para confirmarlo. El escenario de los recuerdos juveniles de Guaman Poma y de sus litigios en defensa de ciertas propiedades heredadas, fue la nueva ciudad colonial de Huamanga (hoy Ayacucho). Huamanga fue su hogar familiar, probablemente el lugar donde nació.Dentro de la jurisdicción colonial de Huamanga, se encuentra la provincia de Lucanas. Guaman Poma trabajó como asistente de inspector eclesiástico en el área de Lucanas hacia el final de la década de 1560, retornó allí como funcionario nativo de la administración colonial en el final de la década de 1590, y allí se instaló después de 1600. Su vida itinerante ejemplifica la de miles de personas andinas de su generación.

Fue un cronista indígena de la época del virreinato del Perú. Sus apellidos, Guamán Poma, provienen de las palabras quechuas waman y puma, halcón y puma, nombres totémicos en quechua (asociados a los dioses tutelares de la tierra y del cielo). Su apellido, según Carlos Araníbar, es una palabra grave por ser un término quechua. Fue hijo presumiblemente de Martín Guamán Mallqui y Juana Chuquitanta (llamada Cusi Ocllo), noble descendiente de Túpac Yupanqui. Se crió con los españoles, por lo que él se consideraba de origen latino. Fue desterrado dos veces, una por el corregidor de Huamanga en el año 1600 y otra por el corregidor de Lucanas hacia el año 1606 (según otras fuentes en 1608).

Guaman Poma era indio puro. No era mestizo. Se presentaba como un cristiano devoto y su obsesiva insistencia sobre este punto permite sopesar las sospechas con las que la conversión a la cristiandad de los andinos era considerada. Debe haber sido conocido como un “indio ladino”, esto es, en la nomenclatura colonial, como alguien que era presumiblemente hábil en castellano, cristiano en sus creencias, e hispanizado en sus costumbres (Adorno 1992b). Más allá de denotar una ostensible asimilación a la lengua española y a la religión cristiana, el término “ladino” connota valores negativos, entre otros: maña, ardid y ser indigno de confianza. Era un término aplicado por los europeos y criollos, o individuos nacidos en América de padres o ascendencia europea, a los indios y negros africanos que se habían asimilado de alguna manera a los modos europeos. Nunca fue usado como término de autoidentificación. Guaman Poma explicita las connotaciones negativas del término y el inevitable estereotipo que generaba cuando menciona que él y otros eran burlados como “ladinejos” o “santicos ladinejos”, esto es, como grandes e impertinentes habladores o conversos hipercelosos--en resumen, como indios indeseadamente entrometidos en los asuntos coloniales españoles. En general, encontramos que las afirmaciones de Guaman Poma reflejan las actitudes y acciones de la élite provincial andina desde mediados del siglo dieciséis en adelante. En su totalidad, estos individuos respondían ansiosamente a la oportunidad de conseguir empleos y privilegios en el sistema colonial. Desde la década de 1550, los señores nativos habían servido como subordinados a la administración colonial española (la experiencia documentada de Guaman Poma es un ejemplo), y continuaban compitiendo por posiciones en la burocracia española colonial después de la reorganización de la sociedad nativa bajo la administración del virrey Francisco de Toledo (1569-81). En la década de 1570, Toledo desarticula la estructura étnica tradicional de poder, institucionalizando el control estatal sobre la sucesión de kurakakuna, o señores étnicos andinos, y convirtiéndolos en agentes del estado para la supervisión de la comunidad local. Toledo condenó el gobierno de los Inkas por ilegítimo y

Según sus propias declaraciones, Guaman Poma, nació después del tiempo de los Inkas y, como ya hemos visto, indicó tener ochenta años de edad en el momento en que terminaba su obra. A pesar de que es poco probable que sus cálculos sean precisos, podemos suponer el período de su nacimiento entre mediados de 1530 y mediados de 1550 y su muerte, después del año 1615. Guaman Poma era descendiente de mitmaqkuna, o miembros de una comunidad étnica enviados con privilegios especiales por el Inka para colonizar una nueva área conquistada. Sus antepasados eran originarios de Huánuco y eventualmente se instalaron en Huamanga; Pablo Macera (1991:28) estimó que esta migración ocurrió en el siglo quince. Después de la llegada de los europeos en 1532, el prestigio y el estatus de los mitmaqkuna declinaron ya que el concepto adquirió nuevos significados. Para ponerlo sucintamente: los embajadores colonos precolombinos que representaban el poder y el prestigio del Inka y cumplían con su misión imperial, se convirtieron más tarde en los migrantes y “forasteros” del virreinato. La herencia mitmaq de Guaman Poma explica por qué él postulaba como su hogar ancestral Huánuco, 29

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despótico, y fusionó la dirección local hereditaria con las funciones gubernamentales coloniales. Esto significó que la situación óptima para un nativo peruano era servir al estado colonial y poder identificarse con un linaje noble pero no de los Inkas. El legado de Toledo es crucial para interpretar las pretensiones de Guaman Poma. Como muchos otros, él participó de un modo oficial en las transacciones civiles de la sociedad colonial. Sin embargo, como veremos, sus afiliaciones coloniales no se comparaban a las e los Chachapoyas, contra los que competía por tierras disputadas en la zona de Huamanga.

Poma complementa estudios anteriores sobre el uso de información verbal en sus dibujos en los que “el lenguaje flota libre de las limitaciones que la narración verbal le impone” (Adorno [1986] 2000:84; Adorno 1991:114. El lector del facsímil digital puede apreciar el éxito con el que Guaman Poma consigue “hacer borrosas las distinciones entre texto e imagen, integrando la imaginería en el texto escrito al inventar formas fantasiosas de letras, incorporando textos escritos a los pictográficos y fundiendo una página con la siguiente”. El lenguaje de la Nueva corónica y buen gobierno ha sido estudiado detenidamente en los últimos años y los lingüistas concuerdan en que la escritura de Guaman Poma revela que hablaba más de un dialecto (Husson 1985; Szeminski 1993:10-11), tal vez al menos tres variedades de quechua y dos o tres de aru, éste último perteneciente a la familia del aymara (Szeminski 1993:14).

El caso de Guaman Poma ilumina la situación de los andinos designados como forasteros bajo el sistema colonial español. Su historia ilustra, además, el principio de que “los casos judiciales sobre tenencia de tierras estaban entre los más ardientemente disputados dentro del sistema judicial colonial y que, con el aumento del valor de la tierra paralelo a la reducción de los bienes de las comunidades indígenas, las disputas proliferaban aún más” (Wightman 1990:135).

Jan Szeminski (1993:13) ha identificado el uso de Guaman Poma de tres dialectos del quechua: uno que Guaman Poma identificaba como el del Inka, otro que concebía como el modo en que los españoles hablaban quechua y un tercer “lenguaje intermedio” con sintaxis quechua y morfemas españoles. Su conocimiento del aymara parece ser del de la provincia de Aymaraes, ubicada en lo que hoy en día es el Departamento de Apurimac, Perú, y no el correspondiente a la principal área aymara hablante de Qullasuyu, acerca de la cual Guaman Poma sólo repite ciertos clichés que revelan su conocimiento indirecto (Albó y Layme 1993:16).

PRODUCCIÓN LITERARIA Nueva Crónica y Buen Gobierno (1615) Contiene: 1200 páginas y casi 400 dibujos, manuscrito autógrafo que se encuentra en la biblioteca Real de Copenhague – Dinamarca (1660) y en facsímil digital en el sitio web de Felipe Guaman Poma de Ayala.

De la misma manera, el español de Guaman Poma presenta un cuadro complicado. Si los comentadores de las décadas de 1940 y 1950 enfatizaron sus errores de gramática, los investigadores de hoy se concentran en su control lingüístico. La influencia del quechua en la fonología, la gramática y la sintaxis del español escrito de Guaman Poma ha sido detenidamente analizada. El lenguaje de su prosa es descripto como cercano a los parámetros orales comunes del castellano en el tardío siglo dieciséis y los comienzos del diecisiete. A pesar de sus problemas formales, la prosa en español de Guaman Poma es altamente expresiva y efectiva retóricamente. José Cárdenas Bunsen (1998:143) la caracteriza como extraordinaria en su maestría y manipulación de los recursos del lenguaje escrito, revelando en consecuencia la altamente desarrollada conciencia lingüística de Guaman Poma y su sutil capacidad para representar distintos registros y tipos de hablantes.

http://www.kb.dk/permalink/2006/poma/22/es/text/?open=idm45821230772 128

CONTEXTO HISTÓRICO-LITERARIO La Nueva corónica y buen gobierno es un texto concebido artísticamente, y su manipulación creativa y bien informada de los modos literarios europeos, la tradición iconográfica occidental cristiana, y las formas andinas de significación hacen inadecuada cualquier clasificación genérica que pueda ser propuesta para describirlo (Adorno 1979-80:8-9). Adorno (1974, [1986] 2000, 1989) y Mercedes López-Baralt (1980, 1988, 1993) fueron dos de los primeros investigadores que examinaron la obra como objeto de investigación literaria y artística. Como objeto, el manuscrito autógrafo es un trabajo de considerable belleza y delicadeza. En cuanto a su composición artística y características estéticas, Valerie Fraser (1996) abre una nueva área de estudio al tomar en cuenta la caligrafía de Guaman Poma. La considera el rasgo unificador de la obra. Al destacar la maestría de Guaman Poma en el manejo de las técnicas de dibujo y caligrafía, y su familiaridad con una amplia gama de tipos composicionales e iconográficos y establece las marcas distintivas de la extraordinaria agudeza visual del autor andino (Fraser 1996: 274, 285). Su examen de la introducción de imágenes en los textos escritos de Guaman

Las relaciones que se han establecido entre la obra de Guaman Poma y varias tradiciones intelectuales y artísticas andinas y europeas son múltiples. La cuestión de su cosmología y su concepto del tiempo ha sido sometida una reexaminación frecuente. La renovación de esta discusión subraya la complejidad de los temas en cuestión y reafirma la importancia de considerar las conceptualizaciones de Guaman Poma dentro del marco de interacciones culturales más amplias y/o tradiciones alternativas (Adorno 1992a:347; Barnes 1994:236; Fraser 1996:274). El empleo de Guaman Poma de la Chronografía o Repertorio de los tiempos (Sevilla, 1548) de Jerónimo de Chaves para organizar su 30

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paradigma de la historia humana en cinco o seis edades sugiere tanto su elección de un modelo europeo que hacía eco de sus propias ideas andinas como su manipulación creativa de fuentes tradicionales tanto orales como escritas. Señala el persistente interés por sus ideas sobre el tiempo y el cambio histórico. La brillante conceptualización de Frank Salomon (1999: 42-59) de la compleja perspectiva histórica y cosmológica de Guaman Poma, ubica la discusión en el contexto más amplio de los actuales esfuerzos etnohistóricos para “trascender las dicotomías habituales como ‘mito’ e ‘historia’, e imaginar cómo las continuidades humanas se concebían cuando los recuerdos eran agrupados bajo premisas menos familiares”.

Sobre los diseños textiles andinos en sí, Cummins muestra cuán poco revela Guaman Poma de sus contenidos y significados. Él se abstiene de explicar los significados codificados de objetos andinos, tales como el ábaco que aparece en uno de sus dibujos del khipukamayuq, o secretario del Inka que lleva la cuenta de los khipu, cordeles con nudos, de información dinástica y estadística (lámina IX). Asimismo, agrega, Guaman Poma rechaza elucidar las funciones nemotécnicas independientes de objetos que se utilizaban para la rememoración de la historia inkaica. De hecho, Cummins (1997:238) ha argumentado que “el mundo hermético y hermenéutico de texto e ilustración de Guaman Poma oculta al espectador aspectos fundamentales de la imaginaría andina y andina colonial”.

De las relaciones establecidas entre la Nueva corónica y buen gobierno y las tradiciones andinas y europeas, ninguna es más directa ni persuasiva que la evidencia visual que sostiene la relación artística de Guaman Poma con Fray Martín de Murúa. Incluso la misma conceptualización narrativa de la historia de los Inkas que hace Guaman Poma sigue el plan expuesto en la Historia del Perú de Murúa de 1590.

Un reciente estudio de Gary Urton (1997) sobre la ontología quechua de los números y la filosofía de las aritméticas agrega otra dimensión a la representación que hace Guaman Poma de los tukapus inkaicos. Concluye (Urton 1997:208) que si el uso y el significado de los tukapus son tales como Cummins y Zuidema los caracterizan, entonces es posible argumentar que Guaman Poma “reconoció, en los dos sistemas de signos, instrumentos similares de representación por los cuales dos estados diferentes, el inkaico y el español, utilizaban símbolos complejos, los cuales eran poco comprendidos por el pueblo en general, para significar sistemas de jerarquía (esto es, secuencias ordinales) por las cuales el control sobre asuntos políticos, sociales y económicos era establecido y mantenido”.

Otra prueba de esta relación es la reciente revelación de Juan Ossio acerca de las representaciones visuales de Guaman Poma y sus descripciones verbales de los colores de los vestidos de Inkas y quyas, o reinas, que dibuja en su historia de los Inkas (Guaman Poma 87-143). Su versión gemela se encuentra en las acuarelas que acompañan al manuscrito de 1590 recientemente recuperado de la historia de Murúa (conocido como el manuscrito Loyola). Este nuevo hallazgo refuerza una vez más los lazos artísticos entre el autor andino y el fraile mercedario.

Además, continúa Urton (1997:208), según la óptica de Guaman Poma, los “instrumentos de la aritmética política de los españoles--esto es, la numeración hindú-árabe--era en un par. . . con el Dios de la cristiandad como elementos que no podían ser comprometidos ni traducidos a un supuesto equivalente andino si su argumento acerca de la integridad y alto nivel de los logros de la civilización andina frente al rey de España quería ser exitoso”. conjunto, las excelentes investigaciones realizadas en los últimos años por distinguidos investigadores sirven como testimonio del poder conceptual y la complejidad de la Nueva corónica y buen gobierno y la búsqueda aún en curso de sus desconocidas riquezas.

En otras líneas, Maarten van de Guchte (1992) ha mostrado que el uso que Guaman Poma hace de ciertos tipos iconográficos deriva de composiciones más antiguas, propias del norte de Europa, diseminadas a España y Hispanoamérica a través de su reproducción en grabados en madera. López-Baralt (1988, 1993), Thomas Cummins (1992) y Teresas Gisbert (1992) han hecho también importantes contribuciones a nuestra comprensión del uso de fuentes visuales europeas de Guaman Poma. Un nuevo trabajo de R. Tom Zuidema ofrece una clave para comprender, dentro de la tradición andina, la relación entre los diseños textiles, las pautas de la administración inkaica y las distinciones sociales imperiales del Inkario. Sin embargo, aun si Zuidema revela el uso ritual de los vestidos inkaicos, particularmente de los tukapus, es decir, los diseños abstractos en los tejidos que adornan las túnicas de los Inkas, también enfatiza que Guaman Poma toma sus contextos pictóricos de modelos europeos. En consecuencia modifica el propósito mítico, ritual y político de su temario inkaico tanto como los eventos históricos en los cuales los Inkas juegan un rol (Zuidema 1994:38; Zuidema 1991). Con respecto a su manejo de las tradiciones iconográficas andinas y europeas, el cuadro más reconocido de Guaman Poma es su mapamundi. 31

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COSTUMBRES PÚBLICAS Y PRIVADAS DEL INCA

El Inca se enamoraba más de las señoras principales de los Collasuyos, Canchis y Pacajes; por eso iba con frecuencia a esos lugares, no gustaba de las de Chinchaysuyo. La señora Coya andaba siempre celosa.

(Nueva crónica-Fragmento) El Inca peleaba contra sus enemigos sin bajarse de sus andas de color rojo. Lanzaba piedras de oro fino. Así peleó Guayna Cápac en la conquista de Quito, de los cañaris, en Chachapoyas y otros lugares.

Tenía una casa con un patio lleno de pájaros y monos y micos y huacamayos, y papagayos, loritos y periquitos, cernícalos y tórtolas, cuculí y chiuillos (pájaros negros), jilgueros y otros muchos pájaros de la sierra y de la costa. También tenía vizcachas y lagunas con peces, fuentes y chorros de agua. Tenía un jardín y una huerta para recrearse; igual tenían los señores poderosos, todos sembrados con verduras y yuyos; así todo estaba en la mano.

El inca enseñó a los indios al mascar coca y la idolatría. Decían que la coca era alimento. No lo creo. La coca es vicio, apetito de bellacos como el vicio del español tabaquero que es vicio impertinente. El indio coquero y borracho es hechicero público y pontífice del Inca.

Tenían tambores hechos con la piel de los principales que fueron traidores y rebeldes. El tambor era de cuerpo entero con todo su vestido. A estos tambores se les llamaba runatinya (tambor de piel humana, de hombre desollado). Parecía vivo y con su propia mano tocaba la barriga. El tambor era la barriga. Y con otros rebeldes hacían de su cabeza mates para beber chicha, y flautas de los huesos, y gargantillas de los dientes y muelas.

El Inca se daba buena vida. Comía maíz selecto muy tierno; papas pequeñas, cultivadas con riego, de rápido crecimiento; carne de llama blanca; camarones, cuy blanco, mucha fruta, patos, chicha muy suave de un mes de fermentación, y otras cosas que no comían los indios bajo pena de muerte.

LOS ANIMALES QUE ABUSAN DEL INDIO (Buen gobierno-Fragmento)

También comía productos olorosos como el almizcle y la algalia, e igual los señores principales. Tenían una sustancia olorosa con que perfumaban el ambiente. Usaba perlas y piedras preciosas; también los señores principales. Los collares se liaban mullo (concha roja de mar). El Inca se bañaba cada dos días pero no en menguante ni en creciente porque en tales días había el peligro de las enfermedades, hasta la muerte. En esos días andaban sueltos los aires malsanos. El Inca salía a pasear con sus lacayos, morriones y estandartes, trompetas y flautas y bailes. Y manera de adorno y gala, llevaban chunchos desnudos. Salía en sus andas, con su Coya. Así lo hacía cuando salía a pelear. Tenían los Incas tambores grandes con que se holgaban, y trompetas y flautas y quenas. En este reino había música diversas en los diferentes ayllus y en la región de los yungas (tierras calientes de los llanos). Estas fiestas se hacían para el Inca y los principales. 32

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Los indios temen a los corregidores porque son peores que sierpes. Comen a la gente sus entrañas y la vida. Le quitan su hacienda. Como es un animal bravo puede más que todos y vence a todos, quitan a los indios de este reino y no hay remedio.

APRECIACIÓN CRÍTICA El 14 de febrero de 1615, desde Santiago de Chipao en la provincia de Lucanas en el sur de los Andes peruanos, Felipe Guaman Poma de Ayala informó al rey Felipe III de España que acababa de terminar de escribir una “crónica o historia general”. Contenía, dijo, todo lo que le había sido posible aprender en sus ochenta años acerca de la historia andina y el gobierno español en los Andes. Agregó que estaría feliz de enviar su obra al rey, si él lo pidiera (Lohmann Villena 1954: 326327; A.G.I., Audiencia de Lima 145). La crónica de Guaman Poma de más de mil páginas tenía dos propósitos principales: dar al rey una relación de la sociedad andina antigua desde el comienzo de los tiempos hasta el reinado de los Inkas e informar al monarca acerca de la profunda crisis en la que se encontraba la sociedad andina como resultado de la colonización española. Guaman Poma tituló su obra El primer nueva corónica y buen gobierno, es decir, una “nueva crónica” de la historia andina y un tratado sobre el “buen gobierno” o reforma gubernamental del Perú virreinal.

Al encomendero le temen porque es león; aquellas uñas no perdonan a quien cogen; es el animal más bravo; no perdona al pobre, como feroz animal que es no le agradece. Y no hay remedio. Los indios temen a los padres de doctrina porque son mañosos como zorras, y como licenciados saben más que las zorras que saben coger y perseguir y robarles sus haciendas y sus mujeres e hijas. Son mañosos, letrados, licenciosos, bachilleres. Por eso se les llama letrados a los padres, ´porque la buena zorra es doctor y letrado. Y así destruyen a los pobres indios en este reino. Y no hay remedio. Los indios le temen al escribano porque es gato cazador; acecha y trabaja al pobre ratón, y lo coge y no lo deja menearse. Y así coge la hacienda de los pobres indios, los acecha hasta cogerlos y no los deja menearse. Y se da prisa en cogerlos. Y no hay remedio para los pobres indios.

El autor andino llamó a su crónica “nueva” porque presentaba una versión de la historia precolombina y de la conquista no conocida por los lectores de las historias impresas sobre el Perú, escritas por españoles. La llamó “crónica o historia general” porque la postulaba como una historia comprensiva que tenía como tema “el reino de las Indias del Perú” desde la perspectiva andina, en contraste con el género de la “historia general de las Indias” escrito desde el punto de vista español.

Los indios temen a los españoles pasajeros que van a los tambos y que no temen a Dios ni a la justicia. Los indios les temen porque estos españoles son tigres; el tigre es un bravo animal. Cuando llega al tambo hace trabajar al mitayo que está de servicio en el tambo, y le quita lo que no tiene y no le paga. Le da lo mismo que sea pobre indio o alcalde o cacique principal. Le da palos y le quita y se lleva cuanto tiene. Y hace lo mismo en los pueblos y en las estancias. Y no hay remedio para los pobres indios.

Guaman Poma presentaba una elaborada y compleja cosmología que entrelazaba las dinastías del pasado andino al modelo de la historia universal cristiana, e hizo de los Inkas no la primera y única gran dinastía andina, sino simplemente la más reciente, sucediendo a la de los Yarovilcas de Allauca Huánuco de la cual alegaba ser descendiente.

De cada diez indios, cinco se hacen curacas principales, mandoncillos. Los indios pobres les temen porque son ratones; hurtan sus haciendas día y noche sin que nadie los sientan. Además de los impuestos en las comunidades pide regalos y cestas con frutas y otras comidas. Lo hacen de día y noche sin parar. Y no hay remedio para los pobres indios de este reino.

Referente: Indagaciones heterogéneas, Élites andinas. Carlos García-Bedoya2012

Y así, la sierpe, el león, el tigre, la zorra el gato y el ratón, estos seis animales se comen al pobre indio, lo desuellan en el medio y no hay menear. Y unos y otros de estos ladrones se ayudan y se favorecen. Y así el cacique principal defiende al pobre indio, todos ellos se los comen y lo matan. No es conveniente que los caciques principales conozcan de estas causas civiles y criminales porque se convierten en enemigos mortales de este reino.

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soles mensuales de sueldo aliviaron sus necesidades económicas a lo largo de cinco años. Entre 1932 y 1937 trabajó como auxiliar de la Administración Central de Correos de Lima, pero perdió el puesto al ser apresado por participar en una manifestación estudiantil universitaria. Estando en prisión, se dio tiempo para traducir muchas canciones quechuas que aparecieron en su segundo libro publicado: Canto kechwa. En 1933 publicó su primer cuento, «Warma kuyay», publicado en la revista Signo. En 1935 publicó Agua, su primer libro de cuentos, que obtuvo el segundo premio de la Revista Americana de Buenos Aires y que inauguró una nueva época en la historia

(Andahuaylas- Apurímac, 1911 Lima, 1969) Escritor y etnólogo peruano, renovador de la literatura de inspiración indigenista y uno de los más destacados narradores peruanos del siglo XX. Sus padres fueron el abogado cuzqueño Víctor Manuel Arguedas Arellano, que se desempeñaba como juez en diversos pueblos de la región, y Victoria Altamirano Navarro. En 1917 su padre se casó en segundas nupcias (la madre había muerto tres años antes), y la familia se trasladó al pueblo de Puquio y luego a San Juan de Lucanas en Ayacucho. Al poco tiempo el padre fue cesado como juez por razones políticas y tuvo que trabajar como abogado itinerante, dejando a su hijo al cuidado de la madrastra y el hijo de ésta, quienes le daban tratamiento de sirviente. En 1921 se escapó con su hermano Arístides de la opresión del hermanastro. Se refugiaron en la hacienda Viseca, donde vivieron dos años en contacto con los indios, hablando su idioma y aprendiendo sus costumbres, hasta que en 1923 los recogió su padre, quien los llevó en peregrinaje por diversos pueblos y ciudades de la sierra, para finalmente establecerse en Abancay. Después de realizar sus estudios secundarios en Ica, Huancayo y Lima, ingresó en 1931 a la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima para estudiar Literatura.

del indigenismo literario.8En 1936 fundó con Augusto Tamayo Vargas, Alberto Tauro del Pino y otros, la revista Palabra, en cuyas páginas se ve reflejada la ideología propugnada por José Carlos Mariátegui. Después de permanecer alrededor de un año en la prisión El Sexto fue nombrado profesor de Castellano y Geografía en Sicuani, en el departamento de Cuzco, cargo en el que descubrió su vocación de etnólogo. En octubre de 1941 fue agregado al Ministerio de Educación para colaborar en la reforma de los planes de estudios secundarios. Tras representar al profesorado peruano en el Congreso Indigenista Interamericano de Patzcuaro (1942), reasumió su labor de profesor de castellano en los colegios nacionales Alfonso Ugarte, Nuestra Señora de Guadalupe y Mariano Melgar de Lima, hasta que en 1949 fue cesado por considerársele comunista. La depresión que sufría Arguedas, se agudizó en 1966, llevándolo a un primer intento de suicidio el 11 de abril de ese año, por sobredosis de barbitúricos. A partir del intento de suicidio, su vida ya no volvió a ser la misma. Se aisló de sus amigos y renunció a todos los cargos públicos que ejercía en el Ministerio de Educación, con el propósito de dedicarse solamente a sus cátedras en la Universidad Agraria y en la de San Marcos. Para tratar su mal se puso en contacto con la psiquiatra chilena Lola Hoffmann, quien le recomendó, a manera de tratamiento, que continuara escribiendo. De este modo publicó otro libro de cuentos: Amor mundo (en ediciones simultáneas en Montevideo y en Lima, en 1967), y trabajó en la que sería su obra póstuma: El zorro de arriba y el zorro de abajo. (Es una novela trunca, es decir, no culminada, y que se halla intercalada por unos diarios personales e intimistas donde el autor refiere los tormentos que le agobiaban mientras iba escribiendo la novela, para finalmente anunciar su inminente suicidio) En 1967 dejó su magisterio en la Universidad de San Marcos, y, casi multáneamente, fue elegido jefe del departamento de Sociología de la Universidad Nacional Agraria La Molina, a la cual se consagró a tiempo completo.

En 1931, ya con 20 años de edad, se estableció permanentemente en Lima e ingresó a la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Allí, contra lo que esperaba, fue recibido con cordialidad y respeto por sus condiscípulos, entre los que se contaban los futuros filósofos Luis Felipe Alarco y Carlos Cueto Fernandini, y los poetas Emilio Adolfo Westphalen y Luis Fabio Xammar. A raíz del fallecimiento de su padre, ocurrido el año siguiente, se vio forzado a ganarse la vida entrando a trabajar como auxiliar en la Administración de Correos. Era apenas un puesto de portapliegos, pero los 180

Continuó su afiebrado ritmo de viajes. En febrero estuvo en Puno, presidiendo un concurso folclórico con motivo de la fiesta de la Candelaria. En marzo pasó 15 días en México, con motivo del Segundo Congreso Latinoamericano de Escritores, en Guadalajara, y ocho días en Chile, en otro certamen literario. En 1968 le fue 34

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otorgado el premio «Inca Garcilaso de la Vega», por haber sido considerada su obra como una contribución al arte y a las letras del Perú. En esa ocasión pronunció su famoso discurso: No soy un aculturado.

traducir muchas canciones quechuas que aparecieron en su segundo libro publicado: Canto kechwa. Fue un gran educador, etnólogo y literato. Perdido su trabajo en el Correo y lograda su Licenciatura de Literatura en San Marcos, Arguedas inició su carrera docente en el Colegio Nacional «Mateo Pumacahua» de Sicuani, en el departamento de Cuzco, como profesor de Castellano y Geografía y con el sueldo de 200 soles mensuales (1939-1941). Allí, junto con sus alumnos, llevó a cabo un trabajo de recopilación del folclor local. Descubrió entonces su vocación de etnólogo. Paralelamente contrajo matrimonio con Celia Bustamante Vernal, el 30 de junio de 1939, quien junto con su hermana Alicia era promotora de la Peña Cultural «Pancho Fierro», un legendario centro de reunión de artistas e intelectuales en Lima.

Del 14 de enero al 22 de febrero de ese año estuvo en Cuba, con Sybila, como jurado del Premio Casa de las Américas. Ese mismo año y el siguiente tuvo su amarga polémica con el escritor argentino Julio Cortázar, y viajó varias veces a Chimbote, a fin de documentar su última novela.Ese mismo día (28 de noviembre de 1969) se encerró en uno de los baños de la universidad y se disparó un tiro en la cabeza. Pasó cinco días de agonía y falleció el 2 de diciembre de 1969. (Antonio Cornejo Polar) CONTEXTO HISTÓRICO – LITERARIO

En 1941 publicó Yawar Fiesta (novela), su tercer libro y primera novela a la vez.

Arguedas es uno de los máximos representantes del Indigenismo que fue un mvimiento literario y artístico surgido en los años 30 y sus principales representantes son: José María Arguedas (en literatura), Martín Chambi (fotografía), José Sabogal (pintura) y Daniel Alomía Robles (música). Es necesario precisar que el indigenismo no se limita a unas fechas de inicio y final, sino que es una fuerte corriente artística que abarca casi todo el siglo XX y se desarrolla paralela a otros estilos, escuelas, corrientes y generaciones literarias del país como la Literatura peruana a finales del siglo XIX (el movimiento literario predecesor del indigenismo es el realismo, liderado por Manuel González Prada con el artículo Nuestros indios y la máxima exponente Clorinda Matto de Turner con la novela Aves sin nido). Asimismo la literatura a inicios del siglo XX.

Entre octubre de ese mismo año y noviembre de 1942 fue agregado al Ministerio de Educación para colaborar en la reforma de los planes de estudios secundarios. Publicó también en la prensa muchos artículos de divulgación folclórica y etnográfica sobre el mundo andino. Entre 1950 y 1953 dictó cursos de Etnología y Quechua en el Instituto Pedagógico Nacional de Varones (Hoy La Cantuta en Lima). En 1952 hizo un largo viaje con su esposa Celia por la región central andina, recopilando material folclórico, que publicó con el título de Cuentos mágico-realistas y canciones de fiestas tradicionales del valle de Mantaro, provincias de Jauja y Concepción.

con el Modernismo, destacando en poesía, José Santos Chocano que toma el mestizaje americano como tema de su producción literaria y Ventura García Calderón con su obra La venganza del cóndor) también tenemos al Grupo Colónida liderado por Abraham Valdelomar y el Neoindigenismo (en la década del 60 y 70cuyo mayor exponente fue Manuel Scorza).Cabe destacar que en el ámbito literario peruano el indigenismo tuvo como característica mayor la preocupación de reivindicar al indio, es decir presentar la problemática del indio desde sus propias vivencias y no desde afuera, no idealizan al indio sino tuvo por tal un rol orientador de denunciar las condiciones de explotación y marginación del indio mas no solucionarla. También es necesario mencionar a Enrique López Albújar reconocido como el iniciador de la corriente indigenista del siglo XX.

En 1953 fue nombrado director del Instituto de Estudios Etnológicos del hoy Museo Nacional de la Cultura Peruana, cargo en el que permaneció durante diez años; simultáneamente dirigió la revista Folklore Americano (órgano del Comité Interamericano de Folklore, del que era secretario).En 1954 publicó la novela corta Diamantes y Pedernales, conjuntamente con una reedición de los cuentos de Agua, a las que sumó el cuento Orovilca. En 1955 su cuento «La muerte de los Arango» obtuvo el primer premio del Concurso Latinoamericano de Cuento organizado en México.A fin de complementar su formación profesional, se especializó en la Universidad de San Marcos en Etnología, de la que optó el grado de Bachiller el (20 de diciembre de 1957) con su tesis «La evolución de las comunidades indígenas», trabajo que obtuvo el Premio Nacional Fomento a la Cultura Javier Prado 1958. Por entonces realizó su primer viaje por Europa, becado por la UNESCO, para efectuar estudios diversos, tanto en España como en Francia. Durante el tiempo que permaneció en España, Arguedas hizo investigaciones entre las comunidades de la provincia de Zamora, buscando las raíces hispanas de la cultura andina, que le dieron material para su tesis doctoral:

En 1936 fundó con Augusto Tamayo Vargas, Alberto Tauro del Pino y otros, la revista Palabra, en cuyas páginas se ve reflejada la ideología propugnada por José Carlos Mariátegui. Fue trasladado al penal «El Sexto» de Lima, donde permaneció 8 meses en prisión, episodio que tiempo después evocó en la novela del mismo nombre. Pero a pesar de simpatizar con el ideario comunista, nunca participó activamente en la política militante. Estando en prisión, se dio tiempo para

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«Las Comunidades de España y del Perú», con la que se graduó el 5 de julio de 1963.

del Perú. En enero estuvo en Génova, en un congreso de escritores, y en abril y mayo pasó dos meses, invitado por el Departamento de Estado, recurriendo universidades norteamericanas (en Washington D.C., California e Indiana). De regresó a Perú, visitó Panamá. En junio asistió al primer Encuentro de Narradores Peruanos, realizado en Arequipa, donde sostuvo una polémica con Sebastián Salazar Bondy .

1958, fue el año que marcó su narrativa cumbre con la publicación de Los ríos profundos, novela autobiográfica, por la cual recibió en 1959 el Premio Nacional de Fomento a la Cultura Ricardo Palma. Esta novela ha sido considerada como su obra maestra. Por entonces empezó a ejercer como catedrático de Etnología en la Universidad de San Marcos de 1958 a 1968, así como en la Universidad Agraria La Molina desde 1962 a 1969.

En septiembre y octubre estuvo en Francia. Pero se dio tiempo para publicar, en edición bilingüe, su cuento El sueño del pongo.En 1966 hizo tres viajes a Chile (en enero, por diez días, en julio, por cuatro y en septiembre por dos) y asistió, en Argentina, a un congreso de interamericanistas, luego del cual visitó Uruguay por dos semanas. Ese mismo año publicó su traducción al español de la crónica Dioses y hombres de Huarochirí del doctrinero hispano peruano Francisco de Ávila.

El Sexto, novela publicada en 1961 lo hizo ganador por segunda vez, del Premio Nacional de Fomento a la Cultura Ricardo Palma(1962). Dicha obra es un relato de su experiencia carcelaria en el famoso penal situado en el centro de Lima, el cual fue clausurado en 1986.

La depresión que sufría Arguedas, se agudizó en 1966, llevándolo a un primer intento de suicidio el 11 de abril de ese año, por sobredosis de barbitúricos. A partir del intento de suicidio, su vida ya no volvió a ser la misma. Se aisló de sus amigos y renunció a todos los cargos públicos que ejercía en el Ministerio de Educación, con el propósito de dedicarse solamente a sus cátedras en la Universidad Agraria y en la de San Marcos. Para tratar su mal se puso en contacto con la psiquiatra chilena Lola Hoffmann, quien le recomendó, a manera de tratamiento, que continuara escribiendo. De este modo publicó otro libro de cuentos: Amor mundo (en ediciones simultáneas en Montevideo y en Lima, en 1967), y trabajó en la que sería su obra póstuma: El zorro de arriba y el zorro de abajo. (Es una novela trunca, es decir, no culminada, y que se halla intercalada por unos diarios personales e intimistas donde el autor refiere los tormentos que le agobiaban mientras iba escribiendo la novela, para finalmente anunciar su inminente suicidio.)

En 1962 editó su cuento La agonía de Rasu Ñiti. Viajó en ese mismo año a Berlín Occidental (Alemania), donde se llevó a cabo el primer coloquio de escritores iberoamericanos, organizado por la revista Humboldt. En 1963 fue nombrado Director de la Casa de la Cultura del Perú, donde llevó a cabo una importante labor profesional. En 1964 publicó su obra más ambiciosa: Todas las sangres, novela de gran consistencia narrativa, en la que el escritor quiso mostrar toda la variedad de tipos humanos que conforman el Perú y a la vez los conflictos determinados por los cambios que origina en las poblaciones andinas el progreso contemporáneo. Sin embargo, esta novela fue criticada severamente durante una mesa redonda organizada por el Instituto de Estudios Peruanos el día 23 de junio de 1965, aduciéndose que era una versión distorsionada de la sociedad peruana. Estas críticas fueron devastadoras para Arguedas, quien aquella misma noche escribió estas líneas desgarradoras:Uno de los críticos desaforados de la obra arguediana era el escritor Sebastián Salazar Bondy. Según la interpretación de algunos, esas críticas fueron uno de los tantos eslabones que se sumaron a alimentar la depresión de Arguedas, que lo llevaría a su primer intento de suicidio al año siguiente.

En 1967 dejó su magisterio en la Universidad de San Marcos, y, casi multáneamente, fue elegido jefe del departamento de Sociología de la Universidad Nacional Agraria La Molina, a la cual se consagró a tiempo completo. Continuó su afiebrado ritmo de viajes. En febrero estuvo en Puno, presidiendo un concurso folclórico con motivo de la fiesta de la Candelaria. En marzo pasó 15 días en México, con motivo del Segundo Congreso Latinoamericano de Escritores, en Guadalajara, y ocho días en Chile, en otro certamen literario. En 1968 le fue otorgado el premio «Inca Garcilaso de la Vega», por haber sido considerada su obra como una contribución al arte y a las letras del Perú. En esa ocasión pronunció su famoso discurso: No soy un aculturado.

No obstante, su labor intelectual siguió recibiendo reconocimientos oficiales. En ese mismo año de 1964 su labor de docente mereció el otorgamiento de las «Palmas Magisteriales» en grado de Comendador y una Resolución Suprema firmada por el presidente Fernando Belaúnde Terry dándole las «gracias por los servicios prestados a favor de la cultura nacional». Fue nombrado también Director del Museo Nacional de Historia, cargo que ejerció hasta 1966.

Del 14 de enero al 22 de febrero de ese año estuvo en Cuba, con Sybila, como jurado del Premio Casa de las Américas. Ese mismo año y el siguiente tuvo su amarga polémica con el escritor argentino Julio Cortázar, y viajó varias veces a Chimbote, a fin de documentar su última novela.Ese mismo día (28 de

En 1965 Arguedas inició su divorcio de Celia a la vez que entablaba una nueva relación con una dama chilena, Sybila Arredondo, con quien se casó en 1967, una vez fallada la sentencia de divorcio. Sybila lo acompañó hasta el final de su vida. Ese mismo año de 1965 Arguedas hizo numerosos viajes al extranjero y al interior 36

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noviembre de 1969) se encerró en uno de los baños de la universidad y se disparó un tiro en la cabeza. Pasó cinco días de agonía y falleció el 2 de diciembre de 1969. BIBLIOGRAFÍA

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1973: Cuentos olvidados (Lima: Imágenes y Letras). Compilación de cuentos perdidos en periódicos y revistas de los años 1934 y 1935, edición y notas de José Luis Rouillon.

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-1974: Relatos completos (Buenos Aires: Losada). Contiene los siguientes importantes relatos:

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«Agua», «Los escoleros», «Warma kuyay», «El barranco», Diamantes y pedernales, «Orovilca» «La muerte de los Arango», «Hijo solo», La agonía de Rasu Ñiti, El sueño del pongo, «El horno viejo», «La huerta», «El ayla» «Don Antonio».

NOVELAS -

1941: Yawar fiesta. Revisada en 1958.

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1954: Diamantes y pedernales. Editada conjuntamente con una reedición del libro Agua y el cuento «Orovilca»

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1958: Los ríos profundos. Premio Nacional de Fomento a la Cultura Ricardo Palma en 1959. Fue -reeditada en 1978 por la Biblioteca Ayacucho de Caracas con prólogo de Mario Vargas Llosa.

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1961: El Sexto. Premio Nacional de Fomento a la Cultura Ricardo Palma en 1962.

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1964: Todas las sangres

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1971: El zorro de arriba y el zorro de abajo, novela inconclusa y que fue publicada póstumamente.

Poesía Escritos primero en quechua, y luego traducidos al español por el mismo autor, los poemas de Arguedas asumen conscientemente la tradición de la poesía quechua, antigua y moderna, convalidan la visión del mundo que la anima, revitalizando sus mitos esenciales y condensan en un solo movimiento la protesta social y la reivindicación cultural.

CUENTOS -

1935: Agua. Colección de cuentos integrada por: Agua, Los escoleros y Warma kuyay. Segundo premio en el concurso internacional promovido por la Revista Americana de Buenos Aires. -1955: La muerte de los Arango. Cuento. Primer premio del Concurso Latinoamericano de Cuento en México.

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1962: La agonía de Rasu Ñiti. Cuento.

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1965: El sueño del pongo. Cuento, en edición bilingüe (castellanoquechua).-- - -1967: Amor mundo. Colección de cuatro cuentos de tema erótico: «El horno viejo», «La huerta», «El ayla» y «Don Antonio».

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1966: Oda al jet.

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1969: Qollana Vietnam Llaqtaman / Al pueblo excelso de Vietnam.

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1972 – Katatay y otros poemas. Huc jayllikunapas. Poemas en versiones quechua y española. Publicado póstumamente por Sybila Arredondo de Arguedas.

Agua, es un libro de cuentos del escritor peruano José María Arguedas publicado en 1935. Lo conforman tres historias: Agua, Los escoleros y Warma Kuyay. Fue el primer libro publicado por este autor, que entonces tenía 24 años de edad. Correspondiente al movimiento indigenista, obtuvo el segundo premio en el concurso internacional promovido por la Revista Americana de Buenos Aires y fue traducida al ruso, alemán, francés e inglés por La Literatura Internacional, de Moscú.

1972: El forastero y otros cuentos (Montevideo: Sandino). Contiene: «El barranco», «Orovilca», «Hijo solo»

La edición original la conformaban tres cuentos, especificados en el título de la obra.La aparición de la colección Agua en 1935 inauguró pues una nueva etapa en la historia del indigenismo literario en el Perú.

«El forastero». -

1962: Túpac Amaru Kamaq taytanchisman. Haylli-taki. A nuestro padre creador Túpac Amaru. Himno-canción.

LIBRO DE CUENTOS “AGUA”

Cuentos póstumos -

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1972: Páginas escogidas (Lima: Universo). Selección de la obra de Arguedas, editada por Emilio Adolfo Westphalen.

En 1954 los cuentos de Agua, corregidos por Arguedas, fueron reeditados y publicados conjuntamente con la novela corta Diamantes y pedernales, 37

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sumándose otros cuentos como Orovilca (Lima, Juan Mejía Baca y P. L. Villanueva, editores).En 1967 los cuentos de Agua fueron incluidos en la colección Amor mundo,

extremo del corredor. El sol débil de la mañana reverberaba en la calamina del caserío de Ventanilla, mina de plata abandonada hacía muchos años. En medio del cerro, en la cabecera de una larga lengua de pedregal blanco, el caserío de Ventanilla mostraba su puerta negra, hueca, abierta para siempre. Gran mina antes, ahora servía de casa de cita a los cholos enamorados. En los días calurosos, las vacas entraban a las habitaciones y dormían bajo su sombra. Por la noche, roncaban allí los chanchos cerriles. Pantacha miró un rato el pedregal blanco de Ventanilla. −Antes, cuando había minas, sanjuanes eran ricos. Ahora chacras no alcanzan para la gente. −Chacra hay, Pantacha, agua falta. Pero mejor haz llorar a tu corneta para que venga gente. El cholo se llevó el cuerno a la boca y empezó a tocar una tonada de la hierra. En el silencio la voz de la corneta sonó fuerte y alegre, se esparció por encima del pueblecito y lo animó. A medida que Pantacha tocaba, San Juan me parecía cada vez más un verdadero pueblo: esperaba que de un momento a otro aparecieran mak'tillos, pasñas y comuneros por las cuatro esquinas de la plaza. Alegremente el sol llegó al tejado de las casitas del pueblo. Las copas altas de los sauces y de los eucaliptos se animaron; el blanqueo de la torre y de la fachada de la iglesia, reflejaron hacia la plaza una luz fuerte y hermosa. El cielo azul hasta enternecer, las pocas nubes blancas que reposaban casi pegadas al filo de los cerros; los bosques grises de k'erus y k'antus que se tendían sobre los falderíos, el silencio de todas partes, la cara triste de Pantaleoncha, produjeron en mi ánimo una de esas penas dulces que frecuentemente se sienten bajo el cielo de la sierra. −Otra tonada, Pantacha; para su San Juan.

publicada simultáneamente en Montevideo y Lima. La edición de Lima, por Francisco de Moncloa y Editores, lleva el título inexacto de Amor mundo y todos los cuentos. La obra fue publicada a mediados de la década de 1930, pero los sucesos que relatan se inspiran en episodios de la niñez del autor, es decir la década de 1920, episodios que sin duda están distorsionados y con la carga de fantasía propia de las creaciones literarias. En cada uno de los tres relatos el protagonista es un adulto que narra en retrospectiva, rememorando su infancia: en Agua y Warma Kuyay se llama Ernesto, y en Los Escoleros es Juan o Juancha. En todos ellos podemos identificar al Arguedas-niño. CUENTO “AGUA” AGUA Cuento de José María Arguedas. A los comuneros y "lacayos" de la hacienda Viseca con quienes temblé de frío en los regadíos nocturnos y bailé en carnavales, borracho de alegría al compás de la tinya y de la flauta. A los comuneros de los cuatro ayllus de Puquio: K'ayau, Pichk'achuri, Chaupi y K'ollana. A los comuneros de San Juan, Ak'ola, Utek', Andamarca, Sondando, Aucará, Chaviña y Larcay. Cuando yo y Pantaleoncha llegamos a la plaza, los corredores estaban todavía desiertos, todas las puertas cerradas, las esquinas de don Eustaquio y don Ramón sin gente. El pueblo silencioso, rodeado de cerros inmensos, en esa hora fría de la mañana, parecía triste. −San Juan se está muriendo −dijo el cornetero−. La plaza es corazón para el pueblo.

−Pobre llak'ta (pueblo). Como todos los domingos, al oír la tocada del cholo, la gente empezó a llegar a la plaza. Primero vinieron los escoleros (escolares): Vitucha, José, Bernaco, Froylán, Ramoncha… Entraban por las esquinas, algunos por la puerta del coso. Al vernos en el corredor se lanzaban a carrera. − ¡Pantacha, mak'ta Pantacha!

Mira nomás nuestra plaza, es peor que puna. −Pero tu corneta va a llamar gente. − ¡Mentira! Eso no es gente; en Lucanas sí hay gente, más que hormigas. Nos dirigimos como todos los domingos al corredor de la cárcel. El varayok' había puesto ya la mesa para el repartidor del agua. Esa mesa amarilla era todo lo que existía en la plaza abandonada en medio del corredor, solita, daba la idea de que los saqueadores de San Juan la habían dejado allí por inservible y pesada. Los pilares que sostenían el techo de las casas estaban unos apuntalados con troncos, otros torcidos y próximos a caerse; sólo los pilares de piedra blanca permanecían rectos y enteros. Los poyos de los corredores, desmoronados por todas partes, derrumbados por techo, con el blanqueo casi completamente borrado, daban pena. −Agua, niño Ernesto. No hay pues agua. San Juan se va a morir porque don Braulio hace dar agua a unos y a otros los odia.

− ¡Niño Ernesto! Todos nos rodearon; de sus caritas rebosaba la alegría; al oír tocar a Pantacha se regocijaban; en todos ellos se notaba el deseo de bailar la hierra. La tonada del cornetero nos recordaba las fiestas grandes del año; la cosecha de maíz en las pampas de Utek' y de Yanas; el escarbe de papa en Tile. Papachacra, K'ollpapampa. La hierra de las vacas en las punas. Me parecía estar viendo el corral repleto de ganado; vacas allk'as, pillkas, moras; toros gritones y peleadores; vaquillas recién adornadas con sus crespones rojos en la frente y cintas en las orejas y en el lomo; parecía oír al griterío del ganado, los ajos roncos de los marcadores. −¡Hierra! ¡Hierra! Salté a la plaza, atacado de repente por la alegría. −¡Mak'tillos, zapateo, mak'tillos! −¡Yaque! ¡Yaque! Todos los escoleros empezamos a bailar en tropa. Estábamos llenos de alegría pura, placentera, como ese sol hermoso que brillaba desde un cielo despejado.

Pero don Braulio, dice, ha hecho común el agua quitándole a don Sergio, a doña Elisa, a don Pedro. −Mentira, niño, ahora todo el mes es de don Braulio, los repartidores son asustadizos, le tiemblan a don Braulio. Don Braulio es como el zorro y como perro. Llegamos a la puerta de la cárcel y nos sentamos en un 38

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Los pantalones rotos de muchos escoleros se sacudían como espantapájaros. Ramoncha, Froylán, cojeaban. Pantaleón se entusiasmó al vernos bailar en su delante; poco a poco su corneta fue sonando con más aire, con más regocijo; al mismo tiempo el polvo que levantábamos del suelo aumentaba. A nuestra alegría ya no le bastó el baile, varios empezaron a cantar: …Kanrara, Kanrara, cerro grande y cruel, eres negro y molesto te tenemos miedo, Kanrara, Kanrara. −Eso no.

Froylán, Jacinto y Bernaco, conversaban en voz baja, agachados junto al primer pilar del corredor; de rato en rato nos miraban. −Seguro de don Vilkas están hablando. −Seguro. Los comuneros charlaban en voz baja, como si tuvieran miedo de fastidiar a alguien. El viejo apoyó su hombro en la puerta de la escuela y se puso a mirar el cerro del frente. El cielo se hizo más claro, las pocas nubes se elevaban al centro del espacio e iban poniéndose cada vez más blancas. −A ver, rejonero −ordenó don Vilkas. −Yo estoy de rejón, tayta −contestó Felischa. −Corre donde don Córdova, pídele el rejón y mata a los chanchitos mostrencos. Hoy es domingo. −Está bien, tayta. Felischa tiró las puntas

Toca "Utek'pampa", Pantacha. Pedí ese canto porque le tenía cariño a la pampa de Utek', donde los k'erk'ales y la caña de maíz son más dulces que en ningún otro sitio. Utek'pampa, Utek'pampita, tus perdices son los ojos amorosos, tus calandrias engañadoras cantan al robar, tus torcazas me enamoran, Utek'pampa, Utek'pampita. La corneta de Pantaleoncha y nuestro canto reunieron a la gente de San Juan. Todos los indios del pueblo nos rodearon. Algunos empezaron a repetir el huayno en voz baja. Muchas mujeres levantaron la voz y formaron un coro. Al poco rato, la plaza de San Juan estuvo de fiesta. En las caras sucias y flacas de los comuneros se encendió la alegría, sus ojos amarillosos chispearon de contento. −¡Si hubiera traguito! −Verdad. Cañazo nomás falta. Pantacha cambió de tonada; terminó de golpe "Utek'pampa" y empezó a tocar el huayno de la cosecha. −¡Cosecha! ¡Cosecha! Taytakuna, mamakuna: los picaflores reverberan en el aire, los toros están peleando en la pampa, las palomas dicen: ¡tinyay tinyay! porque hay alegría en sus pechitos. Taytakuna, mamakuna −Sanjuankuna: están haciendo rabiar a Taytacha Dios con el baile. Cuando la tierra está seca, no hay baile. Hay que rezar al patrón San Juan para que mande lluvia. El tayta Vilkas resondró desde el extremo del corredor: acababa de llegar a la plaza y la alegría de los comuneros le dio cólera. El tayta Vilkas era un indio viejo, amiguero de los mistis principales. Vivía con su mujer en una cueva grande, a dos leguas del pueblo. Don Braulio, el rico de San Juan, dueño de la cueva, le daba terrenitos para que sembrara papa y maíz. A don Vilkas le respetaban casi todos los comuneros. En los repartos de agua, en la distribución de cargos para las fiestas, siempre hablaba don Vilkas. Su cara era seria, su voz medio ronca, y miraba con cierta autoridad en los ojos.

de su poncho sobre el hombro y se fue en busca del rejón. −Si hay chancho de principal, mata nomás −gritó Pantacha cuando el rejonero ya iba por el centro de la plaza. −¡Yaque! Volteamos la cara para mirar a don Vilkas: estaba rabioso. −¡Qué dices, tayta! −le habló Pantacha. −¡Principal es respeto, mak'ta cornetero! −Pero chancho de principal también orina en las calles y en la puerta de la iglesia. Después de esto le dimos la espalda al viejo de Ork'otuna. Pantacha levantó su corneta y empezó a tocar una tonada de las punas. De vez en cuando nomás Pantacha se acordaba de sus tonadas de Wanakupampa. Por las noches en su choza, hacía llorar en su corneta la música de los comuneros que viven en las altas llanuras. En el silencio de la oscuridad esas tonadas llegaban a los oídos, como los vientos fríos que corretean en los pajonales; las mujercitas paraban de conversar y escuchaban calladas la música de las punas. −Parece que estamos en nuestra estación de K'oñani −decía también la mujer de don Braulio. Ahora, en la plaza del pueblo, desde el corredor lleno de gente, la corneta sonaba de otro modo: junto a la alegría del cielo, música de las punas no entristecía, parecía más bien música de forastero. −Pantacha toca bien puna estilo −dijo don Vilkas. −Es pues nacido en Wanaku. Los wanakupampas tocan su corneta en las mañanas y atardeciendo, para animar a las ovejas y a las llamas.

Tayta: padre, señor; mama: madre, señora; kuna: forma del plural; cha: el diminutivo. Nombra a las personas de las clases dominantes, cualquiera que sea su raza. Los escoleros se asustaron al oír la voz de don Vilkas; como avergonzados se reunieron junto a los pilares blancos y se quedaron callados. Los comuneros subieron al corredor; se sentaron en hilera sobre los poyos, sin decir nada. Casi todas las mujeres se fueron a los otros corredores, para conversar allí, lejos de don Vilkas. Pantaleoncha puso su corneta sobre el empedrado. −Don Vilkas es enemigo de nosotros. Mírale nomás su cara; como de misti es, molestoso. −Verdad, Pantacha. Don Vilkas no es cariñoso con los mak'tillos; su cara es como de toro peleador; así serio es. Yo y el cornetero seguimos sentados en el filo del corredor. Ramoncha,

−Los wanakus son buenos comuneros. Pantacha tocó largo rato. Después puso el cuerno sobre sus rodillas y recorrió con la mirada las faldas de las montañas que rodean a San Juan. Ya no había pasto en los cerros; sólo los arbustos secos, pardos y sin hojas, daban a los falderíos cierto aire de vegetación y de monte. −Así blanco está la chacrita de los pobres de Tile, de Saño y de todas partes. La rabia de don Braulio es causante. Taytacha no hace nada, niño Ernesto.

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−Verdad. El maíz de don Braulio, de don Antonio, de doña Juana está gordo, verdecito está, hasta barro hay en su suelo. ¿Y de los comuneros? Seco, agachadito, umpu (endeble); casi no se mueve ya ni con el viento.

−Tinki es bien común −dijo Pantaleón. Sopló el cuerno con todas sus fuerzas para que oyeran los comuneros, desde el Kanrara. −Hasta Puquio habrá llegado eso −dijo Ramoncha, haciéndose el asustadizo.

−¡Don Braulio es ladrón, niño! −¿Don Braulio? −Más todavía que el atok' (zorro). Se hizo rabioso el hablar de Pantaleón. Algunos escoleros que estaban cerca oyeron nuestra conversación. Bernaco se vino junto a nosotros.

−Seguro hasta Nazca se habrá oído −y me reí. Los tinkis saltaron de la piedra al camino y empezaron abajar el cerro al galope. Por ratos, se paraban sobre las piedras más grandes y le gritaban al pueblo. Las quebradas de Viseca y Ak'ola contestaban desde lejos el relincho de los comuneros.

−¿Don Braulio es ladrón, Pantacha? −preguntó, medio asustado. Ramoncha, el chistoso, se paró frente al cornetero mostrándonos su barriga de tambor. −¿Robando le han encontrado? −preguntó. Los dos estaban miedosos; disimuladamente le miraban al viejo Vilkas. −¿Dónde hace plata don Braulio?.

−Viseca grita más fuerte. −¡Claro pues! Viseca es quebrada padre; el tayta Chitulla es su patrón; de Ak'ola es Kanrara nomás. −¿Kanrara? Tayta Kanrara le gana a Chitulla, más rabioso es. −Verdad. Punta es su cabeza, como rejón de don Córdova. −¿Y Chitulla? A su barriga segura entran cuatro Kanraras. Los indios miraban a uno y a otro cerro, los comparaban, serios, como si estuvieran viendo a dos hombres. Las dos montañas están una frente a otra, separadas por el río Viseca. El riachuelo Ak'ola quiebra al Kanrara por su costado, por el otro se levanta casi de repente después de una lomada larga y baja. Mirado de lejos, el tayta Kanrara tiene una expresión molesta.

De los comuneros pues les saca, se roba el agua; se lleva de frente de hombre, los animales de los "endios". Don Braulio es hambriento como galgo. Bernaco se sentó a mi lado y me dijo al oído: −Este Pantacha ha regresado molestoso de la costa. Dice todos los principales son ladrones. −Seguro es cierto, Bernaco. Pantacha sabe. Al ver a Bankucha y Bernaco sentados juntos al cornetero, todos los mak'tillos se reunieron poco a poco en nuestro sitio. Pantacha nos miró uno a uno; en sus ojos alumbraba el cariño.

−Al río Viseca le resondra para que no cante fuerte. −dicen los comuneros de San Juan. Chitulla es un cerro ancho y elevado, sus faldas suaves están cubiertas de tayales y espinos; a distancia se le ve negro, como una hinchazón de la cordillera.

-¡Mak'tillos! ¡Mak'tillos! Levantó su corneta y comenzó a tocar el huayno que cantaban los sanjuanes en el escarbe de la acequia grande de K'ocha. En los ojos de los cholillos se notaba el entretenimiento que sentían por Pantaleón; le miraban como a hermano grande, como al dueño del corazón de todos los escoleros del pueblo.

Su aspecto no es importante, parece más bien tranquilo. Los indios sanjuanes dicen que los dos cerros son rivales y que, en las noches oscuras, bajan hasta la ribera del Viseca y se hondean ahí, de orilla a orilla. Los tinkis entraron por la esquina de la iglesia. Venían solos, sin sus mujeres. Avanzaron por el medio de la plaza, hacia el corredor de la escuela. Eran como cien; todos vestidos de cordellate azul, sus sombreros blancos y grandes y sus ojotas lanudas, se movían acompasadamente.

−Por Pantaleoncha yo me haría destripar con el barroso de doña Juana. ¿Y tú, niño Ernesto? −Tú eres maula, Ramón; tú llorarías nomás como becerro encorralado. −¡Jajayllas! Al ver la risa en su cara de sapo panzudo, todos los escoleros, olvidándose del viejo, llenamos el corredor de carcajadas. Ramoncha daba vueltas, sobre un talón, agarrándose su barriga de hombre viejo.

−¡Tinkis, de verdad comuneros! −dijo el cornetero Don Vilkas despreciaba a los tinkis; al verlos en la plaza, levantó su cabeza, jactancioso, pero los siguió con la mirada hasta que llegaron al corredor; les tenía miedo, porque eran unidos y porque su varayok, cabo licenciado, no respetaba mucho a los mistis. Don Wallpa, varayok' de los tinkis, subió primero las gradas. −Buenos días, taytakuna, mamakuna −saludó. Se acercó a don Vilkas y le dio la mano; después vino donde el cornetero, los dos se abrazaron.

−¡Ramoncha! ¡Wiksa! Sólo el viejo no se reía; su cara seguía agestada, como si en el corredor apestase un perro muerto. Los comuneros de Tinki se anunciaron desde la cumbre del tayta Kanrara. Parados sobre una piedra que miraba al pueblo desde el abra, gritaron los tinkis imitando los relinchos del potro.

−¡Don Wallpa, taytay! −¡Mak'ta Pantacha! −De tiempo has regresado de la costa.

−¡Tinkikuna! ¡Tinkikuna! Corearon los escoleros. Todos los indios se levantaron del poyo y se acercaron al filo del corredor para hacerse ver con los tinkis.

−Seis meses, tayta. Los otros tinkis hicieron lo mismo que don Wallpa, saludaron a todos, le dieron la mano a don Vilkas y abrazaron a Pantaleón. Al poco rato los escoleros y el músico nos vimos rodeados de los tinkis. Yo miré una a una las caras de los comuneros: todos eran feos, sus ojos eran amarillosos, su piel sucia 40

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y quemada por el frío, el cabello largo y sudado; casi todos estaban rotosos, sus lok'os (sombreros) dejaban ver los pelos de la coronilla y las ojotas de la mayoría estaban huecas por la planta, solo el correaje y los ribetes eran lanudos. Pero tenían mejor expresión que los sanjuanes, no parecían muy abatidos, conversaban en voz alta con Pantaleón y se reían. Los escolares se fueron uno por uno, de nuestro grupo; varios se subieron a los pilares blancos; otros empezaron a jugar en la plaza. En medio de los tinkis más que nunca me gustó la plaza, la torrecita blanca, el eucalipto grande del pueblo. Sentí que mi cariño por los comuneros se adentraba más en mi vida, me parecía que yo también era tinki, que tenía corazón de comunero, que había vivido siempre en la puna, sobre las pampas de ischu. −Bernaco, ¿te gustaría ser tinki? −¡Claro! Tinki es hombre.

asustados. −Pero comunkuna somos tanto, tanto; principales dos, tres nomás hay. En otra parte, dicen, comuneros se han alzado; de afuera a dentro, como gatos nomás, los han apretado a los platudos. ¿Qué dicen, comunkuna? Los sanjuanes se pusieron asustadizos, los tinkis también. Pantacha hablaba de alzamiento, ellos tenían miedo a eso, acordándose de los chaviñas. Los chaviñas botaron ocho leguas de cercos que don Pedro mandó hacer en tierras de la comunidad; lo corretearon a don Pedro para matarlo. Poco después vinieron soldados a Chaviña y abalearon a los comuneros con sus viejos y sus criaturas; algunos que se fueron a las alturas nomás se escaparon. Eran como mujeres los sanjuanes, le temían al alzamiento. Nunca en la plaza de San Juan, un comunero había hablado contra los principales. Los domingos se reunían en el corredor de la cárcel, pedían agua lloriqueando y después se regresaban; si no conseguían turno, se iban con todo el amargo en el corazón, pensando que sus maizalitos se secarían de una vez en esa semana.

Pantaleón también parecía satisfecho conversando con los tinkis, sus ojos estaban alegres. Primero habló de Nazca; de los carros, de las tiendas, y después de los patrones, abusivos como en todas partes. −¿No ves? De otro modo ha regresado el Pantacha, está rabioso para los platudos −me dijo a la oreja el dansak' (bailarín) Bernaco. −¿Acaso? En la costa también, el agua se agarran las principales nomás, al último ya riegan, junto con los que tienen dos, tres chacritas; como de caridad le dan un poquito, y sus terrenos están con sed de año. Pero principales de Nazca son más platudos; uno solo puede comprar a San Juan con todos sus maizales, sus alfalfares y su ganado. Casi gringos nomás son todos carajeros, como a Taytacha de iglesia se hacen respetar con sus peones. −Verdad. Así son nazcas −dijo el varayok’ Wallpa. −Como en todas partes en Nazca también los principales abusan de los jornaleros −siguió Pantaleoncha

Pero este domingo Pantacha gimoteaba fuerte contra los mistis, delante de don Vilkas resondraba a los principales. −¡Principales para robar nomás son, para reunir plata, haciendo llorar a gente grande como a criaturas! ¡Vamos matar a principales, como a puma ladrón! Al principio don Vilkas disimuló, junto con don Inocencio; pero al último, oyendo a Pantacha hablar de los mistis sanjuanes, se vino apurado donde los comuneros, miró rabioso al cornetero y gritó con voz de perro grande: −¡Pantacha! ¡Silencio! ¡Principal es respeto! Su hablar rabioso asustó a los sanjuanes. Pero el mak'ta levantó más la cabeza. −¡Taytay, como novillo viejo eres, ya no sirves! Don Vilkas empezó a empujar a los indios para llegar hasta donde estaba el Pantacha.

−Se roban de hombres el trabajo de los comuneros que van de los pueblos: San Juan, Chipau, Santiago, Wallawa.

−¡Carago, allk'o! (perro) −gritó. Don Inocencio le rogó, jalándole el poncho: −Dejay, don Vilkas; Pantacha es hablador nomás.

Seis, ocho meses, le amarran en las haciendas, le retienen sus jornales; temblando con terciana le meten en los cañaverales, a los algodonales. Después le tiran dos, tres soles a la cara, como gran cosa. ¿Acaso? Ni para remedio alcanzo la plata que dan los principales. De regreso, en Galeras−pampa, en Tullutaka, en todo el camino se derrama la gente; como criaturitas, tiritando, se mueren los andamarkas,

−¡Te voy a faltar, tayta! −le gritó el cornetero. Al oír la amenaza de Pantaleón, don Inocencio sujetó al viejo. −No enrabies don Vilkas, ¡por gusto! Oyendo la bulla, algunos comuneros y las

los chillek'es, los sondondinos. Ahí nomás se quedan, con un montón de piedra sobre la barriga. ¿Qué dicen sanjuankunas? −¡Carago! ¡Mistis son como tigres! −¡Comuneros son para morir como perros! Sanjuanes y tinkis se malograron.

mujeres que estaban en los otros corredores, se vinieron junto a la puerta de la cárcel, para ver la pelea. Hombres y mujeres hablaban fuerte. −¡Viejo es respeto! −decía la mayor parte de las mujercitas.

Rabiosos, se miraban unos a otros, como preguntándose. Los ojos de Pantacha tenían el mirar con que en el wak'tay hacían asustar a todos los indios badulaques de San Juan; brillaban de otra manera. Todos los comuneros se reunieron junto a la puerta de la cárcel para oír a Pantaleoncha; eran como doscientos. Don Vilkas y don Inocencio conversaban en otro lado; el viejo se hacía el disimulado; pero estaba allí para oír; y contárselo después todo al principal. El cornetero subió al poyo del corredor; les miró en los ojos a todos los comuneros, estaban como

−¿Manchu? Don Vilkas es abusivo. ¿Acaso? "Endio" nomás es, igual a sanjuanes −gritó, desafiando, don Wallpa, varayok' de Tinki, viejo como don Vilkas. −¡Wallpa! ¡Maula Wallpa! Don Vilkas se paró, desafiante, mirando de frente al varayok' de Tinki. −Si quieres, solo a solo, como toros en la plaza −habló don Wallpa. −Anda, tayta, cajéale en la barriga 41

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CEPRUNSA 2021 FASE I

−le dijeron los tinkis a su autoridad. Don Wallpa se quitó el poncho, lo tiró sobre sus comuneros y saltó a la plaza. Se cuadró allí como toro padrillo. −¡Yaque, don Vilkas! Le llamó con la mano. Pero las mujercitas sujetaron al viejo. Si no, el varayok' le hubiera hecho gritar como a gallo cabestro.

a Pantacha lo que ha dicho don Inocencio −dije. −Vamos. Nos encaminamos con Bernaco hacia el corredor de la cárcel. Cuando estuvimos atravesando la esquina, salió a la plaza, por la puerta del coso, don Pascual, repartidor de semana. −¡Don Pascual! −gritó Bernaco. −¡Don Pascual! Todos los indios hablaron alto el nombre del repartidor. Pantacha le hizo seña con la corneta a don Pascual. El semanero se fue derecho al corredor de los tinkis. Los sanjuanes corrieron otra vez hacia el corredor de la cárcel, para hablar con el semanero; dejaron solo al sacristán. Los comuneros de todo el distrito se apretaron rodeando a don Pascual. −¡Sanjuankuna, ayalaykuna, tinkikuna −oí la voz de Pantaleoncha−; don Pascual va a dar k'ocha10 agua a necesitados. Seguro don Braulio rabia; pero don Pascual es primero. ¿Qué dicen? De un rato, Pascual subió al poyo. −Con músico Pantacha hemos entendido. Esta semana k'ocha agua va a llevar don Anto, la viuda Juana, don Jesús, don Patricio… Don Braulio seguro carajea. Pero una vez siquiera, pobre va agarrar agua una semana.

Pantacha se rió fuerte, mirando a don Vilkas. −¡Jajayllas! Se puso el cuerno a la boca y tocó el huayno chistoso de los wanakupampas: Akakllo de los pedregales, bullero pajarito de las peñas; no me engañes, akakllo. Akakllo pretencioso, misti ingeniero, te dicen. ¡Jajayllas akakllo! muéstrame tu barreno ¡jajayllas akakllo! muéstrame tus papeles. El viejo Vilkas se enrabió de veras, botó a las mujeres que le atajaban y salió a la plaza; pero no fue a pelear con don Wallpa, ni resondró a Pantacha, siguió de frente, hacia la esquina de don Eustaquio. Casi del centro de la plaza volteó la cabeza para mirar a los comuneros, y gritó:

Principales tienen plata, pobre necesita más sus papalitos, sus maizalitos… Tayta Inti (sol) le hace correr a la lluvia; k'ocha agua nomás y hay para regar: k'ocha va a

−¡Verás con don Braulio! −¡Jajayllas novillo! −le contestó el varayok'. El viejo llegó casi corriendo a la esquina de don Eustaquio, y torció después la calle de don Braulio, principal de San Juan. Don Wallpa subió otra vez al corredor.

llenar esta vez para comuneros. El hablar de don Pascual no era rabioso como el de Pantacha; parecía más bien humilde, rogaba para que los comuneros se levantasen contra don Braulio.

−¡Maula! Para lamer a don Braulio nomás sirve −habló el varayok’. Pero los sanjuanes ya estaban miedosos; se separaron de los tinkis y se fueron con don Inocencio a otro corredor.

−¡Está bien, don Pascual!

−Sanjuanes son como don Vilkas: ¡maula!

−Sanjuanes son como don Vilkas: ¡maula!

−le dije al dansak' Bernaco. −Con las balitas que don Braulio echa por la noche en las esquinas, están amujerados.

−le dije al dansak' Bernaco. −Con las balitas que don Braulio echa por la noche en las esquinas, están amujerados. −Vamos a ver qué dice el sacristán. Disimulando, nos acercamos al corredor de los sanjuanes. El sacristán estaba asustado, a cada rato miraba la esquina de don Eustaquio. Los sanjuaneros conversaban, miedosos; como queriendo ocultarse unos tras de otros, se juntaban alrededor del sacristán Inocencio, pidiendo consejo.

−Vamos a ver qué dice el sacristán. Disimulando, nos acercamos al corredor de los sanjuanes. El sacristán estaba asustado, a cada rato miraba la esquina de don Eustaquio. Los sanjuaneros conversaban, miedosos; como queriendo ocultarse unos tras de otros, se juntaban alrededor del sacristán Inocencio, pidiendo consejo. −¡Sanjuankuna! −habló don Inocencio−. Don Braulio tiene harta plata, todos los cerros, las pampas, son de él. Si entra nuestra vaquita en su potrero, la seca de hambre en su corral; a nosotros también nos latiguea, si quiere. Vamos defender más bien a don Braulio. Pantacha es cornetero nomás, no vale. −¡Sigoro!

−¡Sanjuankuna! −habló don Inocencio−. Don Braulio tiene harta plata, todos los cerros, las pampas, son de él. Si entra nuestra vaquita en su potrero, la seca de hambre en su corral; a nosotros también nos latiguea, si quiere. Vamos defender más bien a don Braulio. Pantacha es cornetero nomás, no vale. −¡Sigoro! −No sirve contra don Braulio. Los sanjuanes eran como gallo forastero, como vizcacha de la puna; cuando el principal gritaba, cuando ajeaba fuerte y reventaba su balita en la plaza, los sanjuanes no habían, por todas partes escapaban como chanchos cerriles. Los comuneros estaban separados ahora en dos bandos: los sanjuanes con don Inocencio y los tinkis con Pantaleón y don Wallpa. Los sanjuanes eran más.

−No sirve contra don Braulio. Los sanjuanes eran como gallo forastero, como vizcacha de la puna; cuando el principal gritaba, cuando ajeaba fuerte y reventaba su balita en la plaza, los sanjuanes no habían, por todas partes escapaban como chanchos cerriles. Los comuneros estaban separados ahora en dos bandos: los sanjuanes con don Inocencio y los tinkis con Pantaleón y don Wallpa. Los sanjuanes eran más. Los tinkis hablaban en la puerta de la cárcel, formando grupos. −Vamos a contarle a Pantacha lo que ha dicho don Inocencio −dije. −Vamos. Nos encaminamos con

Los tinkis hablaban en la puerta de la cárcel, formando grupos. −Vamos a contarle 42

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CEPRUNSA 2021 FASE I

−¿Acaso? Mama−allpa (madre tierra) bota agua, igual para todos. Los sanjuanes también se hicieron los decididos. De tres en tres, de cuatro en cuatro, se juntaron los comuneros. Pantacha y don Pascual, uno a uno les hablaban, para hacer respetar al repartidor. La comunidad de San Juan estaba para pelear con el principal del pueblo, Braulio Félix. Los domingos en la mañana los mistis iban a buscar a don Braulio en su casa. Le esperaban en el patio, dos, tres horas, hasta que el principal se levantaba. Junto a una pared había varios troncos viejos de eucaliptos; sentados sobre esos palos se soleaban los mistis mientras don Braulio acababa de dormir. El principal no tenía hora para levantarse; a veces salía de su cuarto a las siete, otras veces a las nueve y a las diez también; por eso los mistis se iban a visitarle según su alma; unos eran más pegajosos, más sucios, y tempranito estaban ya en el patio para hacerse ver por los sirvientes de don Braulio; otros, de miedo nomás iban, para que el principal no les tomase a mal; llegaban más tarde, cuando el sol ya estaba alto; otros calculaban la hora en que don Braulio iba a salir

Bernaco hacia el corredor de la cárcel. Cuando estuvimos atravesando la esquina, salió a la plaza, por la puerta del coso, don Pascual, repartidor de semana. −¡Don Pascual! −gritó Bernaco. −¡Don Pascual! Todos los indios hablaron alto el nombre del repartidor. Pantacha le hizo seña con la corneta a don Pascual. El semanero se fue derecho al corredor de los tinkis. Los sanjuanes corrieron otra vez hacia el corredor de la cárcel, para hablar con el semanero; dejaron solo al sacristán. Los comuneros de todo el distrito se apretaron rodeando a don Pascual. −¡Sanjuankuna, ayalaykuna, tinkikuna −oí la voz de Pantaleoncha−; don Pascual va a dar k'ocha10 agua a necesitados. Seguro don Braulio rabia; pero don Pascual es primero. ¿Qué dicen? De un rato, Pascual subió al poyo. −Con músico Pantacha hemos entendido. Esta semana k'ocha agua va a llevar don Anto, la viuda Juana, don Jesús, don Patricio… Don Braulio seguro carajea. Pero una vez siquiera, pobre va agarrar agua una semana. Principales tienen plata, pobre necesita más sus papalitos, sus maizalitos… Tayta Inti (sol) le hace correr a la lluvia; k'ocha agua nomás y hay para regar: k'ocha va a llenar esta vez para comuneros. El hablar de don Pascual no era rabioso como el de Pantacha; parecía más bien humilde, rogaba para que los comuneros se levantasen contra don Braulio.

para convidar el trago a los sanjuanes, por borrachos nomás cortejaban al principal. Los domingos, don Braulio se desayunaba con aguardiente en la tienda de don Heraclio: la tiendecita de don Heraclio está en la misma calle del principal. Como loco don Braulio hacía tomar cañazo a uno y a otro, se reía de los mistis sanjuanes, les hacía emborrachar y les mandaba cantar huaynos sucios. Hasta media calle salía don Braulio, riéndose a gritos:

−¡Está bien, don Pascual! Estanque, laguna. −¡Está bien! Contestaron primero los tinkis. −Don Pascual, reparte según tu conciencia. Don Sak'sa, de Ayalay, habló primero por los sanjuanes.

−¡Buena, don Cayetano! ¡Don Federico, buena! Los mistis borrachos se sacaban el pantalón; se peleaban; golpeaban por gusto sus cabezas sobre el mostrador. Al mediodía, don Braulio iba al corredor de la cárcel para la repartición del agua: los mistis le seguían. De vez en vez el principal se mareaba mucho y no se acordaba del reparto. Entonces don Inocencio, sacristán de la iglesia, hacía tocar la campana a las dos o tres de la tarde; al oír la campana, don Braulio, según su humor, se quedaba callado, o si no, saltaba a cualquiera, encerraba en la cárcel a dos o tres comuneros y reventaba a tiros en el corredor. Todos los mistis y los indios escapaban de la plaza; los borrachos se arrastraban a los rincones. El corredor quedaba en silencio; don Braulio hacía retumbar la plaza con su risa y después se iba a dormir.

−¡Según tu conciencia, tayta! −¡Según tu conciencia! −Don Braulio abusa de comuneros. Comunidad vamos hacernos respetar. ¡Para endios va a ser k'ocha agua! Los sanjuanes no se asustaban con el hablar de don Pascual; le miraban tranquilo, parecían carneros mirando a su dueño. −¡No hay miedo, sanjuankuna! −gritó el mak'ta Pantacha −A mujer nomás le asusta el revólver de don Braulio.

Don Braulio era como dueño de San Juan. Seguro este domingo el principal estaba mareado, y por eso no venía. Don Inocencio, de miedo se habrían quedado en la puerta de la tienda, esperando la voluntad del principal. Ya era tarde.

−Seguro don Braulio carajea. ¿Acaso? Vamos esperar; aquí en su delante voy a dar agua a comuneros. Los mak'tas se miraron consultándose. Recién entendían por qué Pantacha, don Wallpa, don Pascual, se levantaron contra el principal, contra don Vilkas y don Inocencio.

El tayta Inti quemaba al mundo. Las piedras de la mina Ventanilla brillaban como espejitos; las lomas, los falderíos, las quebradas se achicharraban con el calor. Parecía que el Sol estaba quemando el corazón de los cerros; que estaba secando para siempre los ojos de la tierra. A ratos se morían los k'erk'ales y las retamas de las montes, se agachaban humildes los grandes molles y los sauces cabezones de

−Verdad, compadre: en nuestro pueblo, dos, tres mistis nomás hay; nosotros, tantos, tantos… Ellos igual a comuneros gentes son, con ojos, boca, barriga, ¡K'ocha agua para comuneros! 43

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CEPRUNSA 2021 FASE I

Don Pascual, Wallpa y Pantaleón, se pararon a un costado de la mesa, mirando la esquina de don Eustaquio; los sanjuanes en el lado de la cárcel, sus mujeres tras de ellos y los tinkis junto a la puerta de la escuela; los escoleros trepados en los pilares de piedra blanca. Don Braulio ya estaba chispo; venía pateando las piedrecitas del suelo; su pañuelo del cuello con el nudo junto al cogote; y el sombrero puesto a la pedrada.

las acequias. Los pajaritos del cementerio se callaron, los comuneros también, de tanto hablar, se quedaron dormidos. Pantacha, Pascual, don Wallpa, veían, serios, el camino a Puquio, que culebreaba sobre el lomo del cerro Ventanilla. El tayta Inti quería, seguro, la muerte de la tierra, miraba de frente, con todas sus fuerzas. Su rabia hacía arder al mundo y hacía llorar a los hombres. El blanqueo de la torre y de la iglesia reventaba en luz blanca. La plaza era como horno, y en su centro, el eucalipto grande del pueblo aguantaba el calor sin moverse, sin hacer bulla. No había ya ni aire; parado estaba todo, aplastado, amarillo. El cielo se reía desde lo alto, azul como el ojo de las niñas, parecía gozoso mirando los falderíos terrosos, la cabeza pelada de las montañas, la arena de los riachuelos resecos. Su alegría chocaba con nuestros ojos, llegaba a nuestro adentro como risa de enemigo. −¡Tayta Inti, ya no sirves! −habló don Sak'sa, de Ayalay. En todo el corredor se oyó su voz de viejo, triste cansada por el Inti rabioso. −¡Ayarachicha! ¡Ayarachi! Pantacha se paró en el canto del corredor, mirando ojo a ojo al Inti tayta; y sopló bien fuerte la corneta de los wanakupampas. Ahora sí, la tonada entraba en el ánimo de los comuneros, como si fuera el hablar de sus sufrimientos. Desde la plaza caldeada, en esa quebrada ardiendo, el ayarachi subía al cielo, se iba lejos, lamiendo los k'erk'ales y los montes resecos, llevándose a todas partes el amargo de los comuneros malogrados por el Inti rabioso y por el principal maldecido.

Tenía las manos en los bolsillos del pantalón y la hebilla de su cinturón brillaba; a un lado se veía la funda del revólver. Rojo, como pavo nazqueño, venía apurado, para despachar pronto. Los otros principales, seguro estaban borrachos; don Cayetano Rosas andaba tambaleándose. En medio de la plaza, junto al eucalipto; don Cayetano gritó: −¡Que viva don Braulio! −¡Que viva! −le contestaron todos; don Braulio también. Al último, ocultándose, venían don Inocencio, sacristán del pueblo y don Vilkas. Junto a mi pilar estaba el dansak' Bernaco. −Estoy asustadizo, capaz hay pelea, niño Ernesto −dijo. −Seguro hay pelea, Bernaco; Pascual y Pantacha están molestosos. −Pero Pantacha está valiente. −Mírale a don Braulio. Seguro hay pelea. Capaz don Braulio ha traído su revolvercito. −¡No digas, niño Ernesto! Don Braulio revolvea nomás, es como loco. Don Braulio subió las gradas del corredor. −¡Buenos días, taytay! −saludaron todos los comuneros al principal del pueblo. −Buenos días −contestó don Braulio. Derecho se fue junto a la mesa; se paró con la espalda a la pared; los mistis, don Vilkas y don Inocencio, se arrimaron a su lado. Los indios miraban a don Braulio; unos asustadizos, con ojos brillantes, otros tranquilos, algunos rabiando. Pantacha se acomodó bien la correa que sujetaba el cuerno sobre su espalda; en su cara había como fiebre.

−Pantaleón ruega a Taytacha Dios para que le resondre al Inti. De repente, don Braulio entró a la plaza. Los mistis sanjuanes venían en tropa, junto al principal. Vicenticha, hijo del sacristán, corrió a la torre, para tocar la campana grande. Comuneros y mujeres se pararon en todos los corredores. Como si hubiera entrado un toro bravo a la plaza, de todas partes, la gente corrió a la puerta de la cárcel; parecían hambrientos.

Don Braulio parecía chancho pensativo; miraba el suelo con las manos atrás; curvo, me mostraba su cogote rojo, lleno de pelos rubios. ¡Don Braulio me hacía saltar el corazón de pura rabia! Silencio se hizo en toda la plaza. El eucalipto del centro de la plaza parecía sudar y miraba humilde al cielo.

−¡Sanjuankuna, pobrecitos! −habló don Sak'sa. Don Wallpa, Pascual, Pantacha, se reunieron. −Rato se ha esperado don Vilkas, sentado como perro en la puerta de don Heraclio. −Don Inocencio también. −Principal cuando toma, no hace caso. Los tinkis se juntaron alrededor de don Wallpa; los sanjuanes, callados, sin llamarse, se entroparon en otro lado. −No hay confianza; comuneros no van a parar bien −dijo Pantacha, mirando a la gente separarse en dos bandos. −¡Comunkuna! −gritó−, ¡K'ocha agua para “endios”! Voltearon la cabeza los sanjuanes para mirar al mak'ta; no había hombría en sus ojos; como carnero triste eran todos; los tinkis tampoco parecían muy seguros. −Don Pascual, firme vas a

−¡Semanero Pascual, k'allary! (comienza) −ordenó el principal. Don Pascual saltó sobre la mesa; desde lo alto miró al cornetero, a don Wallpa, a don Sak'sa, y después a los comuneros. −¡K'allary! −Lunes para don Enrique, don Heracleo; martes para don Anto, viuda Juana, don Patricio; miércoles para don Pedro, don Roso, don José, don Pablo; jueves para… Como si le hubieran latigueado en la espalda se enderezó el principal; sus cejas se levantaron parecido a la cresta de los gallos peleadores; y desde adentro de sus ojos apuntaba la rabia.

parar contra el principal; seguro carajea. − ¿Acaso? Como tayta Kanrara voy a parar: don Anto, don Jesús, don Patricio, don Roso… La campana del pueblo sonó fuerte. Ahora la plaza parecía de fiesta. Bulla en todas partes, sol blanco, cielo limpio, campana; sólo el ánimo no era para alegría, los comuneros miraban la tropa de los mistis, recelando.

−Viernes para don Sak'sa, don Waman… −¡Pascualcha, silencio! −gritó don Braulio. Los comuneros de don Sak'sa se asustaron, movieron sus cabezas, se acomodaron para correr ahí mismo; los tinkis 44

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CEPRUNSA 2021 FASE I

más bien pararon firmes. −¡Don Braulio, k'ocha agua es para necesitados!

No podían don Inocencio, don Vilkas. −Indios, ¡arrástrenlo! Por gusto mandaba, como a fantasma le temían.

−¡No hay dueño para agua! −gritó Pantacha.

−¡Nu taytay, nu taytay! Le rogaban con hablar de criaturitas.

−¡Comunkuna es primero! −habló don Wallpa. El principal sacó su arma.

−Usted, don Cayetano. −¡Claro! Yo sí. El viejo borracho se acercó al cornetero; de

−¡Fuera, carajo, fuera! Los sanjuanes se empujaban atrás, se caían del corredor a la plaza. Las mujeres corrieron primero arrastrando sus rebozos. Dos, tres balas sonaron en el corredor. Los principales, don Inocencio, don Vilkas, se entroparon con don Braulio.

una pierna empezó a jalarle. −¡Caray! En la cabeza había sido. Viendo arrastrar al Pantacha, me enrabié hasta el alma.

Los sanjuanes se escaparon por todas partes; no volteaban siquiera, corrían como perseguidos por los toros bravos de K'oñani; las mujeres chillaban en la plaza; los escoleros saltaron de los pilares; los de Ayalay se atracaban en el puerto del coso, querían entrar de cuatro en cuatro, de ocho en ocho. Pantacha gritaba como diablo: −¡Kutirimuychic mak'takuna! (¡Volved, hombres, volved!) En vano: los comuneros se perdían en las esquinas, en las puertas. Algunos tinkis nomás quedaron en el corredor, serios, tiesos, como los pilares de piedra blanca. Don Antonio también había traído su revólver, seguro le prestó don Braulio; estiró su brazo el alcalde y le echó dos tiros más al aire. Los últimos sanjuanes que sacaban su cabeza por las esquinas se ocultaron. Don Pascual se bajó callado de la mesa al suelo. Principales y comuneros se miraron ojo a ojo, separados por la mesa. Don Braulio parecía de verdad loco; sus ojos miraban de otra manera, derechos a Pantacha; venenosos eran, entraban hasta el corazón y lo ensuciaban. Tras el principal los tinkis y don Vilkas esperaban temblando.

−¡Wikuñero allk'o! (perro cazador de vicuñas) −le gritó a don Braulio. Salté al corredor. Hombre me creía, verdadero hombre, igual a Pantacha. El alma del auki Kanrara me entró seguro al cuerpo; no aguantaba lo grande de mi rabia. Querían reventarse mi pecho, mis venas, mis ojos. Don Braulio, don Cayetano, don Antonio… me miraron nomás; sus ojos como vidrios redonditos, no se movían. −¡Suakuna! (ladrones) −les grité. Levanté del suelo la corneta de Pantacha, y como wikullo la tiré sobre la cabeza del principal. Ahí mismo le chorreó la sangre de la frente, hasta llegar al suelo. ¡Buena mano de mak'tillo! Los principales acorralaron a su papacito, para atenderlo. −¡Taytay, muérete; perro eres, para morder a comuneros nomás sirves! −le dije. Wikullo: arma arrojadiza. −¡Balas, carajo, más balas! en vano gritaba; el fierro de la corneta le mordió en la frente, y su sangre corría, negra, como de culebra. −¡Don Antonio; mátelo! Rogaba por gusto, su habla ya no era de hombre; su sangre le acobardaba, como a las mujeres.

−¡Carajo! ¡Sua! (¡Ladrón!) −gritó el mak'ta−. Mata nomás, en mi pecho, en mi cabeza. Levantó alto su corneta. Como el sol de mediodía su mirar quemaba, rajaba los ojos. Brincó sobre el misti maldecido… Don Braulio soltó una bala y el mak'ta cornetero cayó de barriga sobre la piedra.

−¡Taytacha, acábale de una vez, para morder nomás sirve! Miré la fachada blanca de la iglesia. ¡Jajayllas! Taytacha Dios no había. Mentira es: Taytacha Dios no hay. Don Antonio me hizo seña con el pie para que escapara. Me quería el Alcalde, porque era amiguero de sus hijos.

−¡A la cárcel! Como baldeados con sangre, don Pascual, don Wallpa y los tinkis, cerraron los ojos. Se acobardaron: ya no valían, ya no servían, se malograron de repente; se ahumildaron, como gallo forastero, como novillo chusco; ahí nomás se quedaron, mirando el suelo.

−¡Mátelo, don Antonio! −rogó don Braulio otra vez. La voz del principal me gustaba ahora; me hubiera quedado; su gritar me quitaba la rabia, me alegraba, la risa quería reventar en mi boca.

−¡A la cárcel, wanakus! −mandó don Braulio con hablar de asesino. Don Vilkas abrió la puerta de la cárcel −era carcelero−; como chascha (perro pequeño), temblando, don Wallpa entró primero; Pascual parecía viuda en desgracia, mirando el suelo, humilde, derecho se fue tras el varayok'. −Los demás carneros, a sus punas. ¡Fuera! Se escaparon los tinkis; ganándose unos a otros, recelosos todavía, volteaban la cabeza de rato en rato. En la plaza se hizo silencio; nadie había. En un rato se acabaron la bulla, las rabias, los comuneros; se acabó Pantacha, el mak'ta de corazón, el mak'ta valiente. Los mistis también se callaron mirando a Pantaleón, tumbado en el suelo como padrillo rejoneado. Don Vilkas y don Inocencio, parados en la puerta de la cárcel tenían miedo, no podían ir a ver la sangre del músico. −Ciérrenlo en la cárcel hasta la noche −mandó don Braulio.

−¡Muérete, taytay, allk'o! Pero don Antonio pateó en el empedrado y después me apuntó con su revólver. Se enfrió mi corazón con el miedo; salté del corredor a la plaza; tras de mí sonó la bala de don Antonio. −¡Taytay Antonio! Al aire abaleó seguro el Alcalde, para disimular.Los comuneros de Utek'pampa son mejores que los sanjuanes y los tinkis de la puna. Indios lisos y propietarios, les hacían correr a don Braulio. Cuando traía soldados de Puquio 45

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CEPRUNSA 2021 FASE I

nomás, el principal se hacía el hombre en Utek', atropellaba a los comuneros y hacía matar los animales de la pampa, para escarmiento. Sólo en la plaza de San Juan era valiente don Braulio, pero llegando a Utek' se acababa su rabia y parecía buen principal. Por eso, cuando escapé de la plaza, me acordé de los mak'tas Utek'. Los sanjuanes se habían asegurado en sus casas, chanchos nomás encontré en la calle. Las puertas, como en medianoche, estaban cerradas. No paré hasta llegar al morro de Santa Bárbara; de donde se ven la pampa y el pueblito de Utek'. Bien abajo, junto al río Viseca, Utek'pampa se tendía, como si fuera una grada en medio del cerro Santa Bárbara. Nunca la pampa de Utek' es triste; lejos del cielo vive: aunque haya neblina negra, aunque el aguacero haga bulla sobre la tierra, Utek'pampa es alegre. Cuando los maizales están verdes todavía, el viento juega con los sembríos; mirada desde lejos, la pampa despierta cariño en el corazón de los forasteros. Cuando el maíz está para cosecharse, todos los comuneros hacen chozas en la cabeceras de sus chacras. Las tuyas, los loros y las torcazas ladronas vuelan por bandadas en todo el campo; pasan silbando por encima de los maizales, mostrando sus pechitos amarillos, blancos, verdes; a veces cantan desde los mollales que crecen junto a los cercos. Desde los caminos lejanos, Utek'pampa se ve llena de humo, como si todo fuera pueblo. Después de la cosecha, la pampa se llena de animales grandes: toros, caballos, burros. Los padrillos gritan todo el día, desafiándose de lejos; los potros enamorados relinchan y se hacen oír en toda la pampa. ¡Utek'pampa: indios, mistis, forasteros o no, todos se consuelan, cuando las divisas desde lo alto de las abras, desde los caminos!

Braulio, ellos están llenos de temor porque son asalariados, no son independientes como los comuneros de Utek Pampa, el lugar privilegiado de la narración. El indio viejo Vilkas, adulador de Braulio, es quien le lleva el chisme del motín y siente enojo cuando ve a alos escolares bailar al son de la corneta danzas indias con alegría. Toda muestra de fiereza disminuye ante la prepotencia de Braulio y sus acólitos blancos. Ernesto se rebela por la muerte de Pantacha y huye cuando ya no tiene más que hacer en San Juan. La rebelión nos muestra la lucha por la disponibilidad del agua para los comuneros agrarios de San Juan y Tinki. Los anhelos de reivindicación chocan contra el poder de Braulio, coludido con los principales de la región para vender el líquido elemento. Pantaleón tiene ideas de los obreros costeños, se amotina y muere, sin embargo, su intención obedecía a la cosmovisión andina de respeto y uso racional de la naturaleza, que Ernesto defiende. Estas condiciones desencadenan su huida hacia otra comunidad libre. En el contexto actual el cuento agua, se mantiene en la lucha antagónica entre las grandes empresas transnacionales y los indígenas, los comuneros, los campesinos de los andes. Las grandes empresas, avalando su actuar por normativas (leyes) nacionales, vienen adueñándose y destruyendo lagunas y cabeceras de cuencas, donde nacen las aguas, con la única finalidad de extraer minerales. Por ello las comunidades nativas y andinas, defienden su valioso recurso natural, en el lugar donde habitan, como medio de supervivencia y fuente de vida, traduciéndose en un juego de intereses contrarios que derivan en conflictos sociales.

−¡Utek'pampa mama! Igual que los comuneros de Tinki llamé a la pampa; como potrillo, relinché desde el morro Santa Bárbara; fuerte grité, para hacerme oír con los mak'tas Utek'. ¡Pero mentira! Viendo lo alegre de la pampa, de los caminos que bajan y suben del pueblito, más todavía creció el amargo en mi corazón. Ya no había Pantacha, ya no había don Pascual, ni Wallpa; don Braulio nomás ya era; con su cabeza rota se pararía otra vez, para ajear, patear y escupir en la cara de los comuneros, emborrachándose con lo que robaba de todos los pueblos. Solito en ese morro seco, esa tarde, lloré por los comuneros, por sus animalitos hambrientos. Las lágrimas taparon mis ojos; el cielo limpio, la pampa, los cerros azulejos, temblaban; el Inti, más grande, más grande… quemaba al mundo. Me caí, y como en la iglesia, arrodillado sobre las yerbas secas, mirando al tayta Chitulla, le rogué: −Tayta: ¡que se mueran los principales de todas partes! y corrí después, cuesta abajo, a entroparme con los comuneros propietarios de Utek'pampa.

LA AGONÍA DE RASU ÑITI Estaba tendido en el suelo, sobre una cama de pellejos. Un cuero de vaca colgaba de uno de los maderos del techo. Por la única ventana que tenía la habitación, cerca del mojinete, entraba la luz grande del sol; daba contra el cuero y su sombra caía a un lado de la cama del bailarín. La otra sombra, la del resto de la habitación, era uniforme. No podía afirmarse que fuera oscuridad; era posible distinguir las ollas, los sacos de papas, los copos de lana; los cuyes, cuando salían algo espantados de sus huecos y exploraban en el silencio. La habitación era ancha para ser vivienda de un indio.

COMENTARIO CRÍTICO

Tenía una troje. Un altillo que ocupaba no todo el espacio de la pieza, sino un ángulo. Una escalera de palo de lambras servía para subir a la troje. La luz del sol alumbraba fuerte. Podía verse cómo varias hormigas negras subían sobre la corteza del lambras que aún exhalaba perfume.

Este cuento “Agua”presenta la lucha de clases entre indios y blancos, que son hacendados o señores, la rebelión de los indios debe ser de acuerdo a su cosmovisión, invocando a sus apus para darse valor. Hay una descripción de los indios sumisos, incluso los rebeldes que se dejan encerrar en la cárcel por 46

LITERATURA

CEPRUNSA 2021 FASE I

—El corazón está listo. El mundo avisa. Estoy oyendo la cascada de Saño. ¡Estoy listo! Dijo el dansak’ “Rasu-Ñiti”.

su mujer. Se calzó las zapatillas. Se puso el tapabala y la montera. El tapabala estaba adornado con hilos de oro. Sobre las inmensas faldas de la montera, entre cintas labradas, brillaban espejos en forma de estrella. Hacia atrás, sobre la espalda del bailarín, caía desde el sombrero una rama de cintas de varios colores.

Se levantó y pudo llegar hasta la petaca de cuero en que guardaba su traje de dansak’ y sus tijeras de acero. Se puso el guante en la mano derecha y empezó a tocar las tijeras.

La mujer se inclinó ante el dansak’. Le abrazó los pies. ¡Estaba ya vestido con todas sus insignias! Un pañuelo blanco le cubría parte de la frente. La seda azul de su chaqueta, los espejos, la tela roja del pantalón, ardían bajo el angosto rayo de sol que fulguraba en la sombra del tugurio que era la casa del indio Pedro Huancayre, el gran dansak’ “Rasu-Ñiti”, cuya presencia se esperaba, casi se temía, y era luz de las fiestas de centenares de pueblos.

Los pájaros que se espulgaban tranquilos sobre el árbol de molle, en el pequeño corral de la casa, se sobresaltaron. La mujer del bailarín y sus dos hijas que desgranaban maíz en el corredor, dudaron. — Madre ¿has oído? ¿Es mi padre, o sale ese canto de dentro de la montaña?

—¿Estás viendo al Wamani sobre mi cabeza? —preguntó el bailarín a su mujer.

—preguntó la mayor.

Ella levantó la cabeza.

—¡Es tu padre! —dijo la mujer.

—Está —dijo—. Está tranquilo.

Porque las tijeras sonaron más vivamente, en golpes menudos.

—¿De qué color es?

Corrieron las tres mujeres a la puerta de la habitación.

—Gris. La mancha blanca de su espalda está ardiendo.

“Rasu-Ñiti” se estaba vistiendo. Sí. Se estaba poniendo la chaqueta tornada de espejos. — ¡Esposo! ¿Te despides? — preguntó la mujer, respetuosamente, desde el umbral. Las dos hijas lo contemplaron temblorosas.

—Así es. Voy a despedirme. ¡Anda tú a bajar los tipis de maíz del corredor! ¡Anda! La mujer obedeció. En el corredor de los maderos del techo, colgaban racimos de maíz de colores.

—El corazón avisa, mujer. Llamen al “Lurucha” y a don Pascual. ¡Qué vayan ellas!

Ni la nieve, ni la tierra blanca de los caminos, ni la arena del río, ni el vuelo feliz de las parvadas de palomas en las cosechas, ni el corazón de un becerro que juega, tenían la apariencia, la lozanía, la gloria de esos racimos.

Corrieron las dos muchachas. La mujer se acercó al marido.

La mujer los fue bajando, rápida pero ceremonialmente.

—Bueno. ¡Wamani está hablando! —dijo él — Tú no puedes oír. Me habla directo al pecho. Agárrame el cuerpo.

Se oía ya, no tan lejos, el tumulto de la gente que venía a la casa del bailarín.

Voy a ponerme el pantalón. ¿A dónde está el sol? Ya habrá pasado

Llegaron las dos muchachas. Una de ellas había tropezado en el campo y le salía sangre de un dedo del pie. Despejaron el corredor. Fueron a ver después al padre.

mucho el centro del cielo.

Ya tenía el pañuelo rojo en la mano izquierda. Su rostro enmarcado por el pañuelo blanco, casi salido del cuerpo, resaltaba, porque todo el traje de color y luces y la gran montera lo rodeaban, se diluían para alumbrarlo; su rostro cetrino, no pálido, cetrino duro, casi no tenía expresión. Sólo sus ojos aparecían hundidos como en un mundo, entre los colores del traje y la rigidez de los músculos.

—Ha pasado. Está entrando aquí. ¡Ahí está! Sobre el fuego del sol, en el piso de la habitación, caminaban unas moscas negras. —Tardará aún la chiririnka que viene un poco antes de la muerte. Cuando llegue aquí no vamos a oírla aunque zumbe con toda su fuerza, porque voy a estar bailando. Se puso el pantalón de terciopelo, apoyándose en la escalera y en los hombros de

—¿Ves al Wamani en la cabeza de tu padre? —preguntó la mujer a la mayor de sus hijas. Las tres lo contemplaron, quietas. 47

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—No —dijo la mayor.

Las palomas y otros pájaros que dormían en el gran eucalipto, recuerdo que cantaron mientras el padre “Untu” se balanceaba en el aire.

—No tienes fuerza aún para verlo. Está tranquilo, oyendo todos los cielos; sentado sobre la cabeza de tu padre. La muerte le hace oír todo. Lo que tú has padecido; lo que has bailado; lo que más vas a sufrir.

Cantaron pequeñitos, jubilosamente, pero junto a la voz del acero y a la figura del dansak’ sus gorjeos eran como una filigrana apenas perceptible, como cuando el hombre reina y el bello universo solamente, parece, lo torna, le da el jugo vivo a su señor.

—¿Oye el galope del caballo del patrón? —Sí oye —contestó el bailarín, a pesar de que la muchacha había pronunciado las palabras en voz bajísima—. ¡Sí oye! También lo que las patas de ese caballo han matado. La porquería que ha salpicado sobre ti. Oye también el crecimiento de nuestro dios que va a tragar los ojos de ese caballo. Del patrón no.

El genio de un dansak’ depende de quién vive en él: ¿el “espíritu” de una montaña (Wamani); de un precipicio cuyo silencio es transparente; de una cueva de la que salen toros de oro y “condenados” en andas de fuego? O la cascada de un río que se precipita de todo lo alto de una cordillera; o quizás sólo un pájaro, o un insecto

¡Sin el caballo él es sólo excremento de borrego!

volador que conoce el sentido de abismos, árboles, hormigas y el secreto de lo nocturno; alguno de esos pájaros “malditos” o “extraños”, el hakakllo, el chusek, o el San Jorge, negro insecto de alas rojas que devora tarántulas.

Empezó a tocar las tijeras de acero. Bajo la sombra de la habitación la fina voz del acero era profunda.

“Rasu-Ñiti” era hijo de un Wamani grande, de una montaña con nieve eterna. Él, a esa hora, le había enviado ya su “espíritu”: un cóndor gris cuya espalda blanca estaba vibrando.

—El Wamani me avisa. ¡Ya vienen! —dijo. —¿Oyes, hija? Las tijeras no son manejadas por los dedos de tu padre.

Llegó “Lurucha”, el arpista del dansak’, tocando; le seguía don Pascual, el violinista. Pero el “Lurucha” comandaba siempre el dúo. Con su uña de acero hacía estallar las cuerdas de alambre y las de tripa, o las hacía gemir sangre en los pasos tristes que tienen también las danzas. Tras de los músicos marchaba un joven: “Atok’ sayku”, el discípulo de “Rasu-Ñiti”. También se había vestido. Pero no tocaba las tijeras; caminaba con la cabeza gacha. ¿Un dansak’ que llora? Sí, pero lloraba para adentro. Todos lo notaban. “Rasu-Ñiti” vivía en un caserío de no más de veinte familias. Los pueblos grandes estaban a pocas leguas.

El Wamani las hace chocar. Tu padre sólo está obedeciendo. Son hojas de acero sueltas. Las engarza el dansak’ por los ojos, en sus dedos y las hace chocar. Cada bailarín puede producir en sus manos con ese instrumento una música leve, como de agua pequeña, hasta fuego: depende del ritmo, de la orquesta y del “espíritu” que protege al dansak’. Bailan solos o en competencia. Las proezas que realizan y el hervor de su sangre durante las figuras de la danza dependen de quién está asentado en su cabeza y su corazón, mientras él baila o levanta y lanza barretas con los dientes, se atraviesa las carnes con leznas o camina en el aire por una cuerda tendida desde la cima de un árbol a la torre del pueblo.

Tras de los músicos venía un pequeño grupo de gente. —¿Ves “Lurucha” al Wamani?— preguntó el dansak’ desde la habitación —Sí, lo veo. Es cierto. Es tu hora.

Yo vi al gran padre “Untu”, trajeado de negro y rojo, cubierto de espejos, danzar sobre una soga movediza en el cielo, tocando sus tijeras. El canto del acero se oía más fuerte que la voz del violín y del arpa que tocaban a mi lado, junto a mí. Fue en la madrugada. El padre “Untu” aparecía negro bajo la luz incierta y tierna; su figura se mecía contra la sombra de la gran montaña. La voz de sus tijeras nos rendía, iba del cielo al mundo, a los ojos y al latido de los millares de indios y mestizos que lo veíamos avanzar desde el inmenso eucalipto de la torre. Su viaje duró acaso un siglo. Llegó a la ventana de la torre cuando el sol encendía la cal y el sillar blanco con que estaban hechos los arcos. Danzó un instante junto a las campanas. Bajó luego. Desde dentro de la torre se oía el canto de sus tijeras; el bailarín iría buscando a tientas las gradas en el lóbrego túnel. Ya no volverá a cantar el mundo en esa forma, todo constreñido, fulgurando en dos hojas de acero.

—¡“Atok’ sayku”! ¿Lo ves? El muchacho se paró en el umbral y contempló la cabeza del dansak’. —Aletea no más. No lo veo bien, padre. —¿Aletea? —Sí, maestro. —Está bien. “Atok’ sayku” joven. — Ya siento el cuchillo en el corazón. ¡Toca! —le dijo al arpista. “Lurucha” tocó el jaykuy (entrada) y cambió enseguida al sisi nina (fuego hormiga), otro paso de 48

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“Rasu-Ñiti” vio a la pequeña bestia. ¿Por qué tomó más impulso para seguir el ritmo lento, como el arrastrarse de un gran río turbio, del yawar mayu éste que tocaban “Lurucha” y don Pascual? “Lurucha” aquietó el endiablado ritmo de este paso de la danza. Era el yawar mayu, pero lento, hondísimo; sí, con la figura de esos ríos inmensos, cargados con las primeras lluvias; ríos, de las proximidades de la selva que marchan también lentos, bajo el sol pesado en que resaltan todos los polvos y lodos, los animales muertos y árboles que arrastran, indeteniblemente. Y estos ríos van entre montañas bajas, oscuras de árboles. No como los ríos de la sierra que se lanzan a saltos, entre la gran luz; ningún bosque los mancha y las rocas de los abismos les dan silencio. “Rasu-Ñiti” seguía con la cabeza y las tijeras este ritmo denso.

la danza. “Rasu-Ñiti” bailó, tambaleándose un poco. El pequeño público entró en la habitación. Los músicos y el discípulo se cuadraron contra el rayo de sol. “RasuÑiti” ocupó el suelo donde la franja de sol era más baja. Le quemaban las piernas. Bailó sin hervor, casi tranquilo, el jaykuy; en el “sisi nina” sus pies se avivaron. —¡El Wamani está aleteando grande; está aleteando! —dijo “Atok’ sayku”, mirando la cabeza del bailarín. Danzaba ya con brío. La sombra del cuarto empezó a hen-chirse como de una cargazón de viento; el dansak’ renacía. Pero su cara, enmarcada por el pañuelo blanco, estaba más rígida, dura; sin embargo, con la mano izquierda agitaba el pañuelo rojo, como si fuera un trozo de carne que luchara. Su montera se mecía con todos sus espejos; en nada se percibía mejor el ritmo de la danza. “Lurucha” había pegado el rostro al arco del arpa. ¿De dónde bajaba o brotaba esa música? No era sólo de las cuerdas y de la madera.

Pero el brazo con que batía el pañuelo empezó a doblarse; murió. Cayó sin control, hasta tocar la tierra. Entonces “Rasu-Ñiti” se echó de espaldas. —¡El Wamani aletea sobre su frente! —dijo “Atok’ sayku”.

—¡Ya! ¡Estoy llegando! ¡Estoy por llegar! —dijo con voz fuerte el bailarín, pero la última sílaba salió como traposa, como de la boca de un loro. Se le paralizó una pierna.

—Ya nadie más que él lo mira —dijo entre sí la esposa—. Yo ya no lo veo. “Lurucha” avivó el ritmo del yawar mayu. Parecía que tocaban campanas graves. El arpista no se esmeraba en recorrer con su uña de metal las cuerdas de alambre; tocaba las más extensas y gruesas.

—¡Está el Wamani! ¡Tranquilo! —exclamó la mujer del dansak’ porque sintió que su hija menor temblaba.

Las cuerdas de tripa. Pudo oírse entonces el canto del violín más claramente.

El arpista cambió la danza al tono de Waqtay (la lucha). “Rasu-Ñiti” hizo sonar más alto las tijeras. Las elevó en dirección del rayo de sol que se iba alzando. Quedó clavado en el sitio; pero con el rostro aún más rígido y los ojos más hundidos, pudo dar una vuelta sobre su pierna viva. Entonces sus ojos dejaron de ser indiferentes; porque antes miraba como en abstracto, sin precisar a nadie. Ahora se fijaron en su hija mayor, casi con júbi

A la hija menor le atacó el ansia de cantar algo. Estaba agitada, pero como los demás, en actitud solemne. Quiso cantar porque vio que los dedos de su padre que aún tocaban las tijeras iban agotándose, que iban también a helarse. Y el rayo de sol se había retirado casi hasta el techo. El padre tocaba las tijeras revolcándolas un poco en la sombra fuerte que había en el suelo. “Atok’ sayku” se separó un pequeñísimo espacio, de los músicos. La esposa del bailarín se adelantó un medio paso de la fila que formaba con sus hijas. Los otros indios estaban mudos; permanecieron más rígidos. ¿Qué iba a suceder luego? No les habían ordenado que salieran afuera.

—El dios está creciendo. ¡Matará al caballo! —dijo.Le faltaba ya saliva. Su lengua se movía como revolcándose en polvo. —¡“Lurucha”! ¡Patrón! ¡Hijo! El Wamani me dice que eres de maíz blanco. De mi pecho sale tu tonada. De mi cabeza.Y cayó al suelo. Sentado. No dejó de tocar las tijeras. La otra pierna se le había paralizado. Con la mano izquierda sacudía el pañuelo rojo, como un pendón de chichería en los meses de viento.“Lurucha”, que no parecía mirar al bailarín, empezó el yawar mayu (río de sangre), paso final que en todas las danzas de indios existe.

—¡El Wamani está ya sobre el corazón! —exclamó “Atok’ sayku”, mirando. “RasuÑiti” dejó caer las tijeras. Pero siguió moviendo la cabeza y los ojos. El arpista cambió de ritmo, tocó el illapa vivon (el borde del rayo). Todo en las cuerdas de alambre, a ritmo de cascada. El violín no lo pudo seguir. Don Pascual adoptó la misma actitud rígida del pequeño público, con el arco y el violín colgándole de las manos “Rasu-Ñiti” movió los ojos; la córnea, la parte blanca, parecía ser la más viva, la más lúcida. No causaba espanto. La hija menor seguía atacada por el ansia de cantar, como solía hacerlo junto al río grande, entre el olor de flores de retama que crecen a ambas orillas.

El pequeño público permaneció quieto. No se oían ruidos en el corral ni en los campos más lejanos. ¿Las gallinas y los cuyes sabían lo que pasaba, lo que significaba esa despedida? La hija mayor del bailarín salió al corredor, despacio. Trajo en sus brazos uno de los grandes racimos de mazorcas de maíz de colores. Lo depositó en el suelo. Un cuy se atrevió también a salir de su hueco. Era macho, de pelo encrespado; con sus ojos rojísimos revisó un instante a los hombres y saltó a otro hueco. Silbó antes de entrar.

Pero ahora el ansia que sentía por cantar, aunque igual en violencia, era de otro sentido. ¡Pero igual en violencia! Duró largo, mucho tiempo, el “illapa vivon”. 49

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“Lurucha” cambiaba la melodía a cada instante, pero no el ritmo. Y ahora sí miraba al maestro.

“Lurucha” miró profundamente a la muchacha. Se le acercó, casi tambaleándose, como si hubiera tomado una gran cantidad de cañazo.

La danzante llama que brotaba de las cuerdas de alambre de su arpa, seguía como sombra el movimiento cada vez más extraviado de los ojos del dansak’; pero lo seguía. Es que “Lurucha” estaba hecho de maíz blanco, según el mensaje del Wamani.

—¡Cóndor necesita paloma! ¡Paloma, pues, necesita cóndor! ¡Dansak’ no muere! — le dijo. —Por dansak’ el ojo de nadie llora. Wamani es Wamani.

El ojo del bailarín moribundo, el arpa y las manos del músico funcionaban juntos; esa música hizo detenerse a las hormigas negras que ahora marchaban de perfil al sol, en la ventana. El mundo a veces guarda un silencio cuyo sentido sólo alguien percibe. Esta vez era por el arpa del maestro que había acompañado al gran dansak’ toda la vida, en cien pueblos, bajo miles de piedras y de toldos.

COMENTARIO CRÍTICO La agonía de Rasu-Ñiti”. Es una narración que cuenta las últimas horas de un bailarín de tijeras o dansak, quien utiliza las pocas fuerzas que le quedan para bailar mientras agoniza, en el momento en que está bailando éste hace sonar sus tijeras para dirigirse a su señor cóndor o Wamani. Estos sucesos ocurren en presencia de toda la comunidad que se acerca para poder presenciar este gran acontecimiento; también estarán presentes su familia, músicos y su discípulo. El baile de las tijeras es propio de las provincias peruanas de Ayacucho, Apurímac y Huancavelica. Es un baile grandioso lleno de muchas acrobacias y pasos difíciles que se ejecutan al ritmo del arpa y violín. Hay que tener en cuenta que estos danzantes usan vestuarios muy llamativos, coloridos, con espejos y bordados propios de sus comunidades. Los bailarines creen en rituales de dioses llamados wamanis que invocan al bailar y que los buscan en su muerte. En este cuento, quién es el protagonista de esta narración, se considera hijo de un dios montaña, al que tiene que recibir en su agonía danzando, para eso hace llamar a sus músicos y a su joven aprendiz quien le sucederá en la comunidad como nuevo danzak. En esta narración se presenta al indio como un poblador ( no es cualquier comunero, es el dansak) que está más preocupado por salvar su cultura ancestral que su vida, en el caso del personaje principal de este cuento se puede notar que a medida que va bailando y haciendo las diversas acrobacias siente un malestar (propio de la agonía porque su muerte está muy cerca); sin embargo, esto no es un impedimento para que siga bailando ya que

“Rasu-Ñiti” cerró los ojos. Grande se veía su cuerpo. La montera le alumbraba con sus espejos. “Atok’ sayku” salió junto al cadáver. Se elevó ahí mismo, danzando; tocó las tijeras que brillaban. Sus pies volaban. Todos estaban mirando. estrella),

“Lurucha” tocó el

lucero

kanchi

(alumbrar de la

del wallpa wak’ay (canto del gallo) con que empezaban las competencias de los dansak’, a la media noche. -¡El Wamani aquí! ¡En mi cabeza! ¡En mi pecho, aleteando! —dijo el nuevo dansak’. Nadie se movió. Era él, el padre “Rasu-Ñiti”, renacido, con tendones de bestia tierna y el fuego del Wamani, su corriente de siglos aleteando. “Lurucha” inventó los ritmos más intrincados, los más solemnes y vivos. “Atok’ sayku” los seguía, se elevaban sus piernas, sus brazos, su pañuelo, sus espejos, su montera, todo en su sitio.

es obvio que para él, la sobrevivencia de la cultura está por encima de su vida. Los danzaq son el elemento central de la fiesta de San Isidro Labrador, fecha que señala el final de los trabajos colectivos de limpieza de las acequias y el inicio de las siembras (septiembre). Dicho sea de paso, desde el punto de vista del ciclo agrícola, esa fecha corresponde a la del carnaval europeo, que indica asimismo el comienzo del afio agricola. Los danzantes representan a los wamanis, los cerros, como “divinidades y poderes que dispensan el agua para las chacras.

Y nadie volaba como ese joven dansak’; dansak’ nacido. —¡Está bien! —dijo “Lurucha”—. ¡Está bien! Wamani contento. Ahistá en tu cabeza, el blanco de su espalda como el sol del medio día en el nevado, brillando. —¡No lo veo! —dijo la esposa del bailarín. —Enterraremos mañana al oscurecer al padre “Rasu-Ñiti” —No muerto. ¡Ajajayllas! —exclamó la hija menor —. No muerto. ¡Él mismo! ¡Bailando!

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Referencias Bibliográficas: -

La función del danzante de tijeras en tres textos de Arguedas: Martín Lienhard.

-

Valencia, Enrique 1984: "Indigenismo y Desarrollo"; América Indígena: LXIV: 29-56.

-

Villoro, Luis 1996: Los grandes momentos del indigenismo. Fondo de Cultura Económica, México. ISBN 9681644514233

-

“Agua” Y “Los escoleros”, Ríos de sangre que hierven (Problemas de la poética de José María Arguedas) Francisco Xavier Solé Zapatero.

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Crónicas de San Gabriel. En 1961 regresa a París, labora como periodista en France Presse, posteriormente como consejero cultural y embajador ante la UNESCO. Sus obras han sido traducidas a numerosos idiomas y galardonadas con el Premio Nacional de Literatura en 1983, el Nacional de Cultura en 1993, ambos en el Perú; y el Juan Rulfo en 1994. Julio Ramón Ribeyro Zúñiga (31 de agosto de 1929 - 5 de diciembre de 1994). Era hijo de Julio Ribeyro y Mercedes Zúñiga. Fue el primero de cuatro hermanos muy unidos. Vivió en Santa Beatriz, un barrio de clase media limeño y luego se mudó a Miraflores, residiendo en el barrio de Santa Cruz, aledaño a la huaca Pucllana. Su educación escolar la recibió en el colegio Champagnat de Miraflores. La muerte de su padre lo afectó mucho y complicó la situación económica de su familia. Considerado uno de los mejores cuentistas de literatura latinoamericana, pertenece a la denominada Generación del 50 con Enrique Congrais, Carlos E. Zavaleta, Mario Vargas Llosa, entre otros. Escritor, periodista; cultiva el cuento, novela, ensayo, teatro, diario. El especial carácter de Julio Ramón Ribeyro tal como los personajes de sus escritos, lo aleja del protagonismo; acostumbrado a una existencia algo marginal que en cierto modo privilegia. Es por eso que toma la decisión de separarse de los círculos literarios limeños y sacudirse de lo que más detesta: La popularidad, la fama porque no le permitía pasar desapercibido, lo sacaba del anonimato en el cual le gustaba vivir. Estudió Letras y Derecho en la Universidad Católica del Perú (1946), coincidió con Pablo Macera, Alberto Escobar y Luis Felipe Angell. La vida gris su primer cuento publicado en 1949, inicia la antología literaria la palabra del mudo. Abandonó los estudios jurídicos en 1952, cuando se encontraba en el último año de la carrera, al recibir una beca para estudiar periodismo en Madrid, adonde se trasladó en noviembre del mismo año. En julio de 1953, y después de ganar un concurso de cuentos convocado por el Instituto de Cultura Hispánica, viajó a París para preparar una tesis sobre literatura francesa en la Universidad La Sorbona, pero de nuevo decidió abandonar los estudios y permanecer en Europa realizando trabajos eventuales, y alternando su estancia en Francia con breves temporadas en Alemania (1955-56, 1957-58) y Bélgica (1957).En 1958 regresó al Perú, y en septiembre del año siguiente viajó a la ciudad de Ayacucho, donde ejerce la docencia y director de extensión cultural de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga, al año siguiente le otorgan el Premio Nacional de Novela con

Dueño de una obra que toca una inmensa gama de registros, su producción cuentística es una de las más fecundas y significativas del siglo XX. Hacia 1993 se estableció definitivamente en Lima. Las narraciones breves fue el género que cultivo y cautivo a Ribeyro, en palabras del escritor: “Cuentos espejo de mi vida, pero también reflejo del mundo que me tocó vivir, en especial el de mi infancia y juventud, que intenté captar y representar en lo que a mi juicio y acuerdo con mi propia sensibilidad lo merecía: oscuros habitantes limeños y sus ilusiones frustradas, escenas de la vida familiar, Miraflores, el mar y los arenales, combates perdidos, militares, borrachines, escritores, hacendados, matones y maleantes locos, putas, profesores, burócratas, Tarma y Huamanga, pero también Europa y mis pensiones, viajes y algunas historias salidas solamente de mi fantasía a eso se reducen mis cuentos, al menos por sus temas y personajes”. (Introducción de la Palabra del Mudo – 1994). La mayoría de sus cuentos expresan aquellos que en la vida están privados de la palabra, los marginales, los olvidados, los condenados a una existencia sin sintonía y sin voz. Y según Ribeyro dice: “Yo les he restituido ese hábito negado y les he permitido modular sus anhelos y sus arrebatados y sus angustias”. Consideró su maestro en literatura a su padre, quien, desde pequeño, lo motivo por el gusto a la lectura, iba dándole uno tras otro las joyas de la cuentística de maestros como Valdelomar, Maupassant, Pirandello, Anatole France, Kafka, Joyce, Hemingway, Borges entre otros. Quienes lo influenciaron en la técnica y el gusto por el cuento. La urbe y sus problemas fueron el espacio y temática de la producción literaria de Ribeyro. Cabe mencionar que Ribeyro no experimenta con técnicas literarias en sus cuentos, más bien maneja un lenguaje sencillo y ameno. En 1974 se le detecta cáncer, enfermedad ocasionada claramente por su adicción al cigarro, amigo inseparable en largas jornadas de creatividad e ingenio que concluyen en cuentos y relatos como en solo para fumadores que trasuntan lo inimaginable. Sobreviviente de recaídas y cirugías mayores, los dos últimos años son sin embargo los más felices de su vida, en 1994. Murió en el hospital de enfermedades neoplásicas, días después de obtener el premio Juan Rulfo, para muchos el más importante en habla castellana, distinción que reafirma la resonancia de su obra no sólo para los peruanos sino para todos los hablantes en lengua española.

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CONTEXTO HISTORICO LITERARIO

Dramaturgia

Julio Ramón Ribeyro se inscribe en la llamada “Generación del 50” en Perú. Después del golpe de Estado del general Odría en 1950, el Perú sufre un cambio socioeconómico fuerte que se hace de manera rápida y desorganizada. Se abre el mercado y se incrementan las inversiones privadas e internacionales. El país, que era mayormente rural con el 75% de su población en el campo, sufre su mayor éxodo rural hacia Lima. Así la ciudad crece de forma espectacular, desarrollándose en los cerros que la bordean, donde se crean los suburbios más pobres en los arenales.

1974

- Teatro

1981

- Atusparia

Ensayos y artículos literarios

LOS GALLINAZOS SIN PLUMAS A las seis de la mañana la ciudad se levanta de puntillas y comienza a dar sus primeros pasos. Una fina niebla disuelve el perfil de los objetos y crea como una atmósfera encantada. Las personas que recorren la ciudad a esta hora parece que están hechas de otra sustancia, que pertenecen a un orden de vida fantasmal. Las beatas se arrastran penosamente hasta desaparecer en los pórticos de las iglesias. Los noctámbulos, macerados por la noche, regresan a sus casas envueltos en sus bufandas y en su melancolía. Los basureros inician por la avenida Pardo su paseo siniestro, armados de escobas y de carretas. A esta hora se ve también obreros caminando hacia el tranvía, policías bostezando contra los árboles, canillitas morados de frío, sirvientas sacando los cubos de basura. A esta hora, por último, como a una especie de misteriosa consigna, aparecen los gallinazos1 sin plumas.

1955 - Los gallinazos sin plumas - Las botellas y los hombres y Tres historias sublevantes

1973

- Sólo para fumadores

A esta hora el viejo don Santos se pone la pierna de palo y sentándose en el colchón comienza a berrear:

1973 -1994 - Su narrativa breve ha sido reunida en La palabra del mudo

–¡A levantarse! ¡Efraín, Enrique! ¡Ya es hora!

1977 – Silvio en el Rosedal

Los dos muchachos corren a la acequia del corralón frotándose los ojos legañosos. Con la tranquilidad de la noche el agua se ha remansado y en su fondo transparente se ven crecer yerbas y deslizarse ágiles infusorios. Luego de enjuagarse la cara, coge cada cual su lata y se lanzan a la calle. Don Santos, mientras tanto, se aproxima al chiquero y con su larga vara golpea el lomo de su cerdo que se revuelca entre los desperdicios.

Novelas 1959

- Crónicas de san Gabriel

1965

- Los geniecillos dominicales

- Los textos aforísticos Dichos de Luder

1992-1995 - La Tentación del fracaso

Cuentos

1964

1989

Diarios

3. OBRAS

- Cuentos de circunstancias

- La casa sutil

1975-1986 - Prosas apátridas

Los 50 se potencializa al máximo, provocando un crecimiento de la población, así como la aparición de personajes marginales y desplazados socialmente. Esta migración masiva provocó la inspiración y surgimiento de la narrativa urbana, llamándola también realismo urbano, caracterizándose por la descripción de incidentes de la clase media situadas en una especie de modernización. Además de ofrecer una visión nueva de la temática literaria describiendo las consecuencias del modernismo como el éxodo rural y el desarrollo de la clase media – parte de la población que recién se convierte en protagonista literaria – esta generación pretende también profesionalizar la actividad literaria y renovar la expresión literaria. No son innovadores internacionales – por lo cual no son tan conocidos como otros autores del boom – pero crean una tradición narrativa en Perú abandonando la perspectiva nacionalista y ruralista anterior.

1958

1975

1976 - Cambio de guardia

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–¡Todavía te falta un poco, marrano! Pero aguarda no más, que ya llegará tu turno.

Husmeaba entre las latas y si la provisión estaba buena hacía siempre el mismo comentario:

Ellos no son los únicos. En otros corralones, en otros suburbios alguien ha dado la voz de alarma y muchos se han levantado. Unos portan latas, otros cajas de cartón, a veces sólo basta un periódico viejo. Sin conocerse forman una especie de organización clandestina que tiene repartida toda la ciudad. Los hay que merodean por los edificios públicos, otros han elegido los parques o los muladares. Hasta los perros han adquirido sus hábitos, sus itinerarios, sabiamente aleccionados por la miseria.

–Pascual tendrá banquete hoy día. Pero la mayoría de las veces estallaba: –¡Idiotas! ¿Qué han hecho hoy día? ¡Se han puesto a jugar seguramente! ¡Pascual se morirá de hambre! Ellos huían hacia el emparrado, con las orejas ardientes de los pescozones, mientras el viejo se arrastraba hasta el chiquero. Desde el fondo de su reducto el cerdo empezaba a gruñir. Don Santos le aventaba la comida.

Efraín y Enrique se demoran en el camino, trepándose a los árboles para arrancar moras o recogiendo piedras, de aquellas filudas que cortan el aire y hieren por la espalda. Siendo aún la hora celeste llegan a su dominio, una larga calle ornada de casas elegantes que desemboca en el malecón.

–¡Mi pobre Pascual! Hoy día te quedarás con hambre por culpa de estos zamarros. Ellos no te engríen como yo. ¡Habrá que zurrarlos para que aprendan!

Efraín y Enrique, después de un breve descanso, empiezan su trabajo. Cada uno escoge una acera de la calle. Los cubos de basura están alineados delante de las puertas. Hay que vaciarlos íntegramente y luego comenzar la exploración. Un cubo de basura es siempre una caja de sorpresas. Se encuentran latas de sardinas, zapatos viejos, pedazos de pan, pericotes muertos, algodones inmundos. A ellos sólo les interesan los restos de comida. En el fondo del chiquero, Pascual recibe cualquier cosa y tiene predilección por las verduras ligeramente descompuestas. La pequeña lata de cada uno se va llenando de tomates podridos, pedazos de sebo, extrañas salsas que no figuran en ningún manual de cocina. No es raro, sin embargo, hacer un hallazgo valioso. Un día Efraín encontró unos tirantes con los que fabricó una honda.

Al comenzar el invierno el cerdo estaba convertido en una especie de monstruo insaciable. Todo le parecía poco y don Santos se vengaba en sus nietos del hambre del animal. Los obligaba a levantarse más temprano, a invadir los terrenos ajenos en busca de más desperdicios. Por último los forzó a que se dirigieran hasta el muladar que estaba al borde del mar. –Allí encontrarán más cosas. Será más fácil además porque todo está junto. Un domingo, Efraín y Enrique llegaron al barranco. Los carros de la Baja Policía, siguiendo una huella de tierra, descargaban la basura sobre una pendiente de piedras. Visto desde el malecón, el muladar formaba una especie de acantilado oscuro y humeante, donde los gallinazos y los perros se desplazaban como hormigas. Desde lejos los muchachos arrojaron piedras para espantar a sus enemigos. El perro se retiró aullando. Cuando estuvieron cerca sintieron un olor nauseabundo que penetró hasta sus pulmones. Los pies se les hundían en un alto de plumas, de excrementos, de materias descompuestas o quemadas. Enterrando las manos comenzaron la exploración. A veces, bajo un periódico amarillento, descubrían una carroña devorada a medios. En los acantilados próximos los gallinazos espiaban impacientes y algunos se acercaban saltando de piedra en piedra, como si quisieran acorralarlos. Efraín gritaba para intimidarlos y sus gritos resonaban en el desfiladero y hacían desprenderse guijarros que rodaban hacía el mar. Después de una hora de trabajo regresaron al corralón con los cubos llenos. –¡Bravo! –exclamó don Santos–. Habrá que repetir esto dos o tres veces por semana. Desde entonces, los miércoles y los domingos, Efraín y Enrique hacían el trote hasta el muladar. Pronto formaron parte de la extraña fauna de esos lugares y los gallinazos, acostumbrados a su presencia, laboraban a su lado, graznando, aleteando, escarbando con sus picos amarillos, como ayudándoles a descubrir la pista de la preciosa suciedad. Fue al regresar de una de esas excursiones que Efraín sintió un dolor en la planta del pie. Un vidrio le había causado una pequeña herida. Al día siguiente tenía el pie hinchado, no obstante

Otra vez una pera casi buena que devoró en el acto. Enrique, en cambio, tiene suerte para las cajitas de remedios, los pomos brillantes, las escobillas de dientes usadas y otras cosas semejantes que colecciona con avidez. Después de una rigurosa selección regresan la basura al cubo y se lanzan sobre el próximo. No conviene demorarse mucho porque el enemigo siempre está al acecho. A veces son sorprendidos por las sirvientas y tienen que huir dejando regado su botín. Pero, con más frecuencia, es el carro de la Baja Policía el que aparece y entonces la jornada está perdida. Cuando el sol asoma sobre las lomas, la hora celeste llega a su fin. La niebla se ha disuelto, las beatas están sumidas en éxtasis, los noctámbulos duermen, los canillitas han repartido los diarios, los obreros trepan a los andamios. La luz desvanece el mundo mágico del alba. Los gallinazos sin plumas han regresado a su nido. Don Santos los esperaba con el café preparado. –A ver, ¿qué cosa me han traído? 54

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lo cual prosiguió su trabajo. Cuando regresaron no podía casi caminar, pero don Santos no se percató de ello, pues tenía visita. Acompañado de un hombre gordo que tenía las manos manchadas de sangre, observaba el chiquero.

–¡Una boca más en el corralón!

–Dentro de veinte o treinta días vendré por acá –decía el hombre–. Para esa fecha creo que podrá estar a punto.

–¡No le hagas nada, abuelito! Le daré yo de mi comida.

Enrique levantó al perro contra su pecho y huyó hacia la puerta.

Don Santos se acercó, hundiendo su pierna de palo en el lodo.

Cuando partió, don Santos echaba fuego por los ojos.

–¡Nada de perros aquí! ¡Ya tengo bastante con ustedes!

–¡A trabajar! ¡A trabajar! ¡De ahora en adelante habrá que aumentar la ración de Pascual! El negocio anda sobre rieles.

Enrique abrió la puerta de la calle. –Si se va él, me voy yo también.

A la mañana siguiente, sin embargo, cuando don Santos despertó a sus nietos, Efraín no se pudo levantar.

El abuelo se detuvo. Enrique aprovechó para insistir:

–Tiene una herida en el pie –explicó Enrique–. Ayer se cortó con un vidrio. Don Santos examinó el pie de su nieto. La infección había comenzado.

–No come casi nada…, mira lo flaco que está. Además, desde que Efraín está enfermo, me ayudará. Conoce bien el muladar y tiene buena nariz para la basura.

–¡Esas son patrañas! Que se lave el pie en la acequia y que se envuelva con un trapo.

Don Santos reflexionó, mirando el cielo donde se condensaba la garúa. Sin decir nada, soltó la vara, cogió los cubos y se fue rengueando hasta el chiquero.

–¡Pero si le duele! –intervino Enrique–. No puede caminar bien.

Enrique sonrió de alegría y con su amigo aferrado al corazón corrió donde su hermano.

Don Santos meditó un momento. Desde el chiquero llegaban los gruñidos de Pascual.

–¡Pascual, Pascual… Pascualito! –cantaba el abuelo.

–Y ¿a mí? –preguntó dándose un palmazo en la pierna de palo–. ¿Acaso no me duele la pierna? Y yo tengo setenta años y yo trabajo… ¡Hay que dejarse de mañas!

–Tú te llamarás Pedro –dijo Enrique acariciando la cabeza de su perro e ingresó donde Efraín.

Efraín salió a la calle con su lata, apoyado en el hombro de su hermano. Media hora después regresaron con los cubos casi vacíos.

Su alegría se esfumó: Efraín inundado de sudor se revolcaba de dolor sobre el colchón. Tenía el pie hinchado, como si fuera de jebe y estuviera lleno de aire. Los dedos habían perdido casi su forma.

–¡No podía más! –dijo Enrique al abuelo–. Efraín está medio cojo.

–Te he traído este regalo, mira –dijo mostrando al perro–. Se llama Pedro, es para ti, para que te acompañe… Cuando yo me vaya al muladar te lo dejaré y los dos jugarán todo el día. Le enseñarás a que te traiga piedras en la boca.

Don Santos observó a sus dos nietos como si meditara una sentencia. –Bien, bien –dijo rascándose la barba rala y cogiendo a Efraín del pescuezo lo arreó hacia el cuarto–. ¡Los enfermos a la cama! ¡A podrirse sobre el colchón! Y tú harás la tarea de tu hermano. ¡Vete ahora mismo al muladar!

¿Y el abuelo? –preguntó Efraín extendiendo su mano hacia el animal. –El abuelo no dice nada –suspiró Enrique.

Cerca de mediodía Enrique regresó con los cubos repletos. Lo seguía un extraño visitante: un perro escuálido y medio sarnoso.

Ambos miraron hacia la puerta. La garúa había empezado a caer. La voz del abuelo llegaba:

–Lo encontré en el muladar –explicó Enrique –y me ha venido siguiendo.

–¡Pascual, Pascual… Pascualito!

Don Santos cogió la vara. 55

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Esa misma noche salió luna llena. Ambos nietos se inquietaron, porque en esta época el abuelo se ponía intratable. Desde el atardecer lo vieron rondando por el corralón, hablando solo, dando de varillazos al emparrado. Por momentos se aproximaba al cuarto, echaba una mirada a su interior y al ver a sus nietos silenciosos, lanzaba un salivazo cargado de rencor. Pedro le tenía miedo y cada vez que lo veía se acurrucaba y quedaba inmóvil como una piedra.

Desde entonces empezaron unos días angustiosos, interminables. Los tres pasaban el día encerrados en el cuarto, sin hablar, sufriendo una especie de reclusión forzosa. Efraín se revolcaba sin tregua, Enrique tosía. Pedro se levantaba y después de hacer un recorrido por el corralón, regresaba con una piedra en la boca, que depositaba en las manos de sus amos. Don Santos, a medio acostar, jugaba con su pierna de palo y les lanzaba miradas feroces. A mediodía se arrastraba hasta la esquina del terreno donde crecían verduras y preparaba su almuerzo, que devoraba en secreto. A veces aventaba a la cama de sus nietos alguna lechuga o una zanahoria cruda, con el propósito de excitar su apetito creyendo así hacer más refinado su castigo.

–¡Mugre, nada más que mugre! –repitió toda la noche el abuelo, mirando la luna. A la mañana siguiente Enrique amaneció resfriado. El viejo, que lo sintió estornudar en la madrugada, no dijo nada. En el fondo, sin embargo, presentía una catástrofe. Si Enrique enfermaba, ¿quién se ocuparía de Pascual? La voracidad del cerdo crecía con su gordura. Gruñía por las tardes con el hocico enterrado en el fango. Del corralón de Nemesio, que vivía a una cuadra, se habían venido a quejar.

Efraín ya no tenía fuerzas para quejarse. Solamente Enrique sentía crecer en su corazón un miedo extraño y al mirar a los ojos del abuelo creía desconocerlo, como si ellos hubieran perdido su expresión humana. Por las noches, cuando la luna se levantaba, cogía a Pedro entre sus brazos y lo aplastaba tiernamente hasta hacerlo gemir. A esa hora el cerdo comenzaba a gruñir y el abuelo se quejaba como si lo estuvieran ahorcando. A veces se ceñía la pierna de palo y salía al corralón. A la luz de la luna Enrique lo veía ir diez veces del chiquero a la huerta, levantando los puños, atropellando lo que encontraba en su camino. Por último reingresaba en su cuarto y se quedaba mirándolos fijamente, como si quisiera hacerlos responsables del hambre de Pascual.

Al segundo día sucedió lo inevitable: Enrique no se pudo levantar. Había tosido toda la noche y la mañana lo sorprendió temblando, quemado por la fiebre. –¿Tú también? –preguntó el abuelo. Enrique señaló su pecho, que roncaba. El abuelo salió furioso del cuarto. Cinco minutos después regresó. –¡Está muy mal engañarme de esta manera! –plañía–. Abusan de mí porque no puedo caminar. Saben bien que soy viejo, que soy cojo. ¡De otra manera los mandaría al diablo y me ocuparía yo solo de Pascual!

La última noche de luna llena nadie pudo dormir. Pascual lanzaba verdaderos rugidos. Enrique había oído decir que los cerdos, cuando tenían hambre, se volvían locos como los hombres. El abuelo permaneció en vela, sin apagar siquiera el farol. Esta vez no salió al corralón ni maldijo entre dientes. Hundido en su colchón miraba fijamente la puerta. Parecía amasar dentro de sí una cólera muy vieja, jugar con ella, aprestarse a dispararla. Cuando el cielo comenzó a desteñirse sobre las lomas, abrió la boca, mantuvo su oscura oquedad vuelta hacia sus nietos y lanzó un rugido:

Efraín se despertó quejándose y Enrique comenzó a toser. –¡Pero no importa! Yo me encargaré de él. ¡Ustedes son basura, nada más que basura! ¡Unos pobres gallinazos sin plumas! Ya verán cómo les saco ventaja. El abuelo está fuerte todavía. ¡Pero eso sí, hoy día no habrá comida para ustedes! ¡No habrá comida hasta que no puedan levantarse y trabajar!

¡Arriba, arriba, arriba! –los golpes comenzaron a llover–. ¡A levantarse haraganes! ¿Hasta cuándo vamos a estar así? ¡Esto se acabó! ¡De pie!…

A través del umbral lo vieron levantar las latas en vilo y volcarse en la calle. Media hora después regresó aplastado. Sin la ligereza de sus nietos el carro de la Baja Policía lo había ganado. Los perros, además, habían querido morderlo.

Efraín se echó a llorar, Enrique se levantó, aplastándose contra la pared. Los ojos del abuelo parecían fascinarlo hasta volverlo insensible a los golpes. Veía la vara alzarse y abatirse sobre su cabeza como si fuera una vara de cartón. Al fin pudo reaccionar. –¡A Efraín no! ¡Él no tiene la culpa! ¡Déjame a mí solo, yo saldré, yo iré al muladar!

–¡Pedazos de mugre! ¡Ya saben, se quedarán sin comida hasta que no trabajen! Al día siguiente trató de repetir la operación pero tuvo que renunciar. Su pierna de palo había perdido la costumbre de las pistas de asfalto, de las duras aceras y cada paso que daba era como un lanzazo en la ingle. A la hora celeste del tercer día quedó desplomado en su colchón, sin otro ánimo que para el insulto.

El abuelo se contuvo jadeante. Tardó mucho en recuperar el aliento. –Ahora mismo… al muladar… lleva los dos cubos, cuatro cubos…

–¡Si se muere de hambre –gritaba –será por culpa de ustedes! 56

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Enrique se apartó, cogió los cubos y se alejó a la carrera. La fatiga del hambre y de la convalecencia lo hacían trastabillar. Cuando abrió la puerta del corralón, Pedro quiso seguirlo.

–¿Por qué has hecho eso? ¿Por qué? El abuelo no respondía. Por último, impaciente, dio un manotón a su nieto que lo hizo rodar por tierra. Desde allí Enrique observó al viejo que, erguido como un gigante, miraba obstinadamente el festín de Pascual. Estirando la mano encontró la vara que tenía el extremo manchado de sangre. Con ella se levantó de puntillas y se acercó al viejo.

–Tú no. Quédate aquí cuidando a Efraín. Y se lanzó a la calle respirando a pleno pulmón el aire de la mañana. En el camino comió yerbas, estuvo a punto de mascar la tierra. Todo lo veía a través de una niebla mágica. La debilidad lo hacía ligero, etéreo: volaba casi como un pájaro. En el muladar se sintió un gallinazo más entre los gallinazos. Cuando los cubos estuvieron rebosantes emprendió el regreso. Las beatas, los noctámbulos, los canillitas descalzos, todas las secreciones del alba comenzaban a dispersarse por la ciudad. Enrique, devuelto a su mundo, caminaba feliz entre ellos, en su mundo de perros y fantasmas, tocado por la hora celeste.

–¡Voltea! –gritó–. ¡Voltea! Cuando don Santos se volvió, divisó la vara que cortaba el aire y se estrellaba contra su pómulo. –¡Toma! –chilló Enrique y levantó nuevamente la mano. Pero súbitamente se detuvo, temeroso de lo que estaba haciendo y, lanzando la vara a su alrededor, miró al abuelo casi arrepentido. El viejo, cogiéndose el rostro, retrocedió un paso, su pierna de palo tocó tierra húmeda, resbaló, y dando un alarido se precipitó de espaldas al chiquero.

Al entrar al corralón sintió un aire opresor, resistente, que lo obligó a detenerse. Era como si allí, en el dintel, terminara un mundo y comenzara otro fabricado de barro, de rugidos, de absurdas penitencias. Lo sorprendente era, sin embargo, que esta vez reinaba en el corralón una calma cargada de malos presagios, como si toda la violencia estuviera en equilibrio, a punto de desplomarse. El abuelo, parado al borde del chiquero, miraba hacia el fondo. Parecía un árbol creciendo desde su pierna de palo. Enrique hizo ruido, pero el abuelo no se movió.

Enrique retrocedió unos pasos. Primero aguzó el oído pero no se escuchaba ningún ruido. Poco a poco se fue aproximando. El abuelo, con la pata de palo quebrada, estaba de espaldas en el fango. Tenía la boca abierta y sus ojos buscaban a Pascual, que se había refugiado en un ángulo y husmeaba sospechosamente el lodo. Enrique

–¡Aquí están los cubos! Don Santos le volvió la espalda y quedó inmóvil. Enrique soltó los cubos y corrió intrigado hasta el cuarto. Efraín apenas lo vio, comenzó a gemir: –Pedro… Pedro…

se fue retirando, con el mismo sigilo con que se había aproximado. Probablemente el abuelo alcanzó a divisarlo pues mientras corría hacia el cuarto le pareció que lo llamaba por su nombre, con un tono de ternura que él nunca había escuchado.

–¿Qué pasa?

¡A mí, Enrique, a mí!…

–Pedro ha mordido al abuelo… el abuelo cogió la vara… después lo sentí aullar. Enrique salió del cuarto.

–¡Pronto! –exclamó Enrique, precipitándose sobre su hermano –¡Pronto, Efraín! ¡El viejo se ha caído al chiquero! ¿Debemos irnos de acá!

–¡Pedro, ven aquí! ¿Dónde estás, Pedro?

–¿Adónde? –preguntó Efraín.

Nadie le respondió. El abuelo seguía inmóvil, con la mirada en la pared. Enrique tuvo un mal presentimiento. De un salto se acercó al viejo.

–¿A dónde sea, al muladar, donde podamos comer algo, donde los gallinazos!

–¿Dónde está Pedro?

–¡No me puedo parar!

Su mirada descendió al chiquero. Pascual devoraba algo en medio del lodo. Aún quedaban las piernas y el rabo del perro.

Enrique cogió a su hermano con ambas manos y lo estrechó contra su pecho. Abrazados hasta formar una sola persona cruzaron lentamente el corralón. Cuando abrieron el portón de la calle se dieron cuenta que la hora celeste había terminado y que la ciudad, despierta y viva, abría ante ellos su gigantesca mandíbula.

–¡No! –gritó Enrique tapándose los ojos–. ¡No, no! –y a través de las lágrimas buscó la mirada del abuelo. Este la rehuyó, girando torpemente sobre su pierna de palo. Enrique comenzó a danzar en torno suyo, prendiéndose de su camisa, gritando, pataleando, tratando de mirar sus ojos, de encontrar una respuesta.

Desde el chiquero llegaba el rumor de una batalla. 57

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COMENTARIO CRÍTICO DE LOS GALLINAZOS SIN PLUMAS

contra natura, algo que su vehemencia hizo derivar, para su desgracia, de sueño rosado a pesadilla infernal.

“Los gallinazos sin plumas” pertenece al libro de cuentos que lleva el mismo nombre del cuento.

Pero no anticipemos. Precisemos que se llamaba Roberto, que años después se le conoció por Boby, pero que en los últimos documentos oficiales figura con el nombre de Bob. En su ascensión vertiginosa hacia la nada fue perdiendo en cada etapa una sílaba de su nombre. Todo empezó la tarde en que un grupo de blanquiñosos jugábamos con una pelota en la plaza Bolognesi. Era la época de las vacaciones escolares y los muchachos que vivíamos en los chalets vecinos, hombres y mujeres, nos reuníamos allí para hacer algo con esas interminables tardes de verano. Roberto iba también a la plaza, a pesar de estudiar en un colegio fiscal y de no vivir en chalet sino en el último callejón que quedaba en el barrio. Iba a ver jugar a las muchachas y a ser saludado por algún blanquito que lo había visto crecer en esas calles y sabía que era hijo de la lavandera. Pero en realidad, como todos nosotros, iba para ver a Queca. Todos estábamos enamorados de Queca, que ya llevaba dos años siendo elegida reina en las representaciones de fin de curso. Queca no estudiaba con las monjas alemanas del Santa Úrsula, ni con las norteamericanas del Villa María, sino con las españolas de la Reparación, pero eso nos tenía sin cuidado, así como que su padre fuera un empleadito que iba a trabajar en ómnibus o que su casa tuviera un solo piso y geranios en lugar de rosas. Lo que contaba entonces era su tez capulí, sus ojos verdes, su melena castaña, su manera de correr, de reír, de saltar y sus invencibles piernas, siempre descubiertas y doradas y que con el tiempo serían legendarias. Roberto iba solo a verla jugar, pues ni los mozos que venían de otros barrios de Miraflores y más tarde de San Isidro y de Barranco lograban atraer su atención. Peluca Rodríguez se lanzó una vez de la rama más alta de un ficus, Lucas de Tramontana vino en una reluciente moto que tenía ocho faros, el chancho Gómez le rompió la nariz a un heladero que se atrevió a silbarnos, Armando Wolff estrenó varios ternos de lanilla y hasta se puso corbata de mariposa. Pero no obtuvieron el menor favor de Queca. Queca no le hacía caso a nadie, le gustaba conversar con todos, correr, brincar, reír, jugar al vóleibol y dejar al anochecer a esa banda de adolescentes sumidos en profundas tristezas sexuales que solo la mano caritativa, entre las sábanas blancas, consolaba. Fue una fatídica bola la que alguien arrojó esa tarde y que Queca no llegó a alcanzar y que rodó hacia la banca donde Roberto, solitario, observaba. ¡Era la ocasión que esperaba desde hacía tanto tiempo! De un salto aterrizó en el césped, gateó entre los macizos de flores, saltó el seto de granadilla, metió los pies en una acequia y atrapó la pelota que estaba a punto de terminar en las ruedas de un auto.

Dos hermanos, Enrique y Efraín, que viven con su abuelo, don Santos, quien cada mañana los obliga a salir a buscar comida para su cerdo, Pascual. La visión de la ciudad de Lima es terrible, se presenta como un espacio inhospitalario, gris, caótico y deshumanizado que parece tener una influencia directa en sus habitantes pues ellos se vuelven crueles, hasta el más inocente de todos – el niño – que termina actuando con crueldad también. Don Santos quiere vender el cerdo a mejor precio por eso está cebándolo. Un día, Efraín estaba enfermo y Enrique salió solo a la calle para buscar comida; cuando Enrique regresó a la casa, encontró un perro escuálido y medio sarnoso en el muladar que le había venido siguiendo, el perro se llama Pedro. Cuando los muchachos enferman, Santos tira su perro al chiquero para satisfacer la voracidad del cerdo hambriento. Al averiguarlo, los hermanos atacan su abuelo y él resbala, cae al chiquero, donde termina devorado por el cerdo. El cerdo es un símbolo de una obsesión malsana por el dinero, una obsesión cuyo desarrollo inexorable está señalado por la gordura creciente del animal. Don Santos alimenta al cerdo todos los días para convertir un deseo natural del bienestar económico en una obsesión que ha venido afijarse en el cerdo. Sin embargo, irónicamente, lo único que sobrevive al final es el cerdo. Una metáfora recurrente de la inocencia es la ˝hora celeste˝ del alba, la hora cuando el mundo es dominio de los dos muchachos: Y (Enrique) se lanzó a la calle respirando a pleno pulmón el aire de la mañana. Todo lo veía, caminaba feliz entre ellos en su mundo de perros y fantasmas, tocado por la hora celeste. Los muchachos no se liberan con la muerte de don Santos, porque el sistema que ha representado sigue intacto y se alza amenazante mientras se preparan a refugiarse en la ciudad: Cuando abrieron el portón de la calle se dieron cuenta que la hora celeste había terminado y que la ciudad, despierta y viva, abría ante ellos su gigantesca mandíbula. Desde el chiquero llegaba el rumor de una batalla. ALIENACIÓN A pesar de ser zambo y de llamarse López, quería parecerse cada vez menos a un zaguero de Alianza Lima y cada vez más a un rubio de Filadelfia. La vida se encargó de enseñarle que si quería triunfar en una ciudad colonial más valía saltar las etapas intermediarias y ser antes que un blanquito de acá un gringo de allá. Toda su tarea en los años que lo conocí consistió en deslopizarse y deszambarse lo más pronto posible y en americanizarse antes de que le cayera el huaico y lo convirtiera para siempre, digamos, en un portero de banco o en un chofer de colectivo. . Tuvo que empezar por matar al peruano que había en él y por coger algo de cada gringo que conoció. Con el botín se compuso una nueva persona un ser hecho de retazos, que no era ni zambo ni gringo, el resultado de un cruce

Pero cuando se la alcanzaba, Queca, que estiraba ya las manos, pareció cambiar de lente, observar algo que nunca había mirado, un ser retaco, oscuro, bembudo y de pelo ensortijado, algo que tampoco le era desconocido, que había tal vez visto cómo veía todos los días las bancas o los ficus, y entonces se apartó aterrorizada. Roberto no olvidó nunca la frase que pronunció Queca al alejarse a la carrera: “Yo no juego con zambos”. Estas cinco palabras decidieron su vida. Todo hombre que sufre se vuelve observador y Roberto siguió yendo a la plaza en los años siguientes, 58

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pero su mirada había perdido toda inocencia. Ya no era el reflejo del mundo sino el órgano vigilante que cala, elige, califica. Queca había ido creciendo, sus carreras se hicieron más moderadas, sus faldas se alargaron, sus saltos perdieron en impudicia y su trato con la pandilla se volvió más distante y selectivo. Todo eso lo notamos nosotros, pero Roberto vio algo más: que Queca tendía a descartar de su atención a los más trigueños, a través de sucesivas comparaciones, hasta que no se fijó más que en Chalo Sander, el chico de la banda que tenía el pelo más claro, el cutis sonrosado y que estudiaba además en un colegio de curas norteamericanos. Cuando sus piernas estuvieron más triunfales y torneadas que nunca ya solo hablaba con Chalo Sander y la primera vez que se fue con él de la mano hasta el malecón comprendimos que nuestra dehesa había dejado de pertenecemos y que ya no nos quedaba otro recurso. que ser como el coro de la tragedia griega, presente y visible, pero alejado irremisiblemente de los dioses. Desdeñados, despechados, nos reuníamos después de los juegos en una esquina, donde fumábamos nuestros primeros cigarrillos, nos acariciábamos con arrogancia el bozo incipiente y comentábamos lo irremediable A veces entrábamos a la pulpería del chino Manuel y nos tomábamos una cerveza. Roberto nos seguía como una sombra, desde el umbral nos escrutaba con su mirada, sin perder nada de nuestro parloteo, le decíamos a veces hola zambo, tómate un trago y él siempre no, gracias, será para otra ocasión, pero a pesar de estar lejos y de sonreír sabíamos que compartía a su manera nuestro abandono. Y fue Chalo Sander naturalmente quien llevó a Queca a la fiesta de promoción cuando terminó el colegio. Desde temprano nos dimos cita en la pulpería, bebimos un poco más de la cuenta, urdimos planes insensatos, se habló de un rapto, de un cargamontón. Pero todo se fue en palabras. A las ocho de la noche estábamos frente al ranchito de los geranios, resignados a ser testigos de nuestra destitución. Chalo llegó en el carro de su papá, con un elegante smoking blanco y salió al poco rato acompañado de una Queca de vestido largo y peinado alto, en la que apenas reconocimos a la compañera de nuestros juegos.Queca ni nos miró, sonreía apretando en sus manos una carterita de raso. Visión fugaz, la última, pues ya nada sería como antes, moría en ese momento toda ilusión y por ello mismo no olvidaríamos nunca esa imagen, que clausuró para siempre una etapa de nuestra juventud.

ni cómo vino a parar allí, pero cada vez se le fue viendo más, hasta que sólo se le vio a él sus raquetas de tenis, sus anteojos ahumados, sus cámaras de fotos a medida que la figura de Chalo se fue opacando, empequeñeciendo y espaciando y terminó por desaparecer. Del grupo al tipo y del tipo al individuo, Queca había al fin empuñado su carta. Solo Mulligan sería quien la llevaría al altar, con todas las de la ley, como sucedió después y tendría derecho a acariciar sus muslos con los que tanto, durante años, tan inútilmente soñamos. Las decepciones, en general, nadie las aguanta, se echan al saco del olvido, se tergiversan sus causas, se convierten en motivo de irrisión y hasta en tema de composición literaria. Así el chancho Gómez se fue a estudiar a Londres, Peluca Rodríguez escribió un soneto realmente cojudo, Armando Wolff concluyó que Queca era una huachafa y Lucas de Tramontana se jactaba mentirosamente de habérsela pachamanqueado varias veces en el malecón. Fue sólo Roberto el que sacó de todo esto una enseñanza veraz y tajante: o Mulligan o nada. ¿De qué le valía ser un blanquito más si había tantos blanquitos fanfarrones, desesperados, indolentes y vencidos? Había un estado superior, habitado por seres que planeaban sin macularse sobre la ciudad gris y a quienes se cedía sin peleas los mejores frutos de la tierra. El problema estaba en cómo llegar a ser un Mulligan siendo un zambo. Pero el sufrimiento aguza también el ingenio, cuando no mata, y Roberto se había librado a un largo escrutinio y trazado un plan de acción. Antes que nada había que deszambarse. El asunto del pelo no le fue muy difícil: se lo tiñó con agua oxigenada y se lo hizo planchar. Para el color de la piel ensayó almidón, polvo de arroz y talco de botica hasta lograr el componente ideal. Pero un zambo teñido y empolvado sigue siendo un zambo. Le faltaba saber cómo se vestían, qué decían, cómo caminaban, lo que pensaban, quiénes eran en definitiva los gringos. Lo vimos entonces merodear, en sus horas libres, por lugares aparentemente incoherentes, pero que tenían algo en común: los frecuentaban los gringos. Unos lo vieron parado en la puerta del Country Club, otros a la salida del colegio Santa María, Lucas de Tramontana juraba haber distinguido su cara tras el seto del campo de golf, alguien le sorprendió en el aeropuerto tratando de cargarle la maleta a un turista, no faltaron quienes lo encontraron deambulando por los pasillos de la embajada norteamericana. Esta etapa de su plan le fue preciosa. Por lo pronto confirmó que los gringos se distinguían por una manera especial de vestir que él calificó, a su manera, de deportiva, confortable y poco convencional. Fue por ello uno de los primeros en descubrir las ventajas del blue-jeans, el aire vaquero y varonil de las anchas correas de cuero rematadas por gruesas hebillas, la comodidad de los zapatos de lona blanca y suela de jebe, el encanto colegial que daban las gorritas de lona con visera, la frescura de las camisas de manga corta a flores o anchas rayas verticales, la variedad de casacas de nylon cerradas sobre el pecho con una cremallera o el sello pandillero, provocativo y despreocupado que se desprendía de las camisetas blancas con el emblema de una universidad norteamericana Todas estas prendas no se vendían en ningún almacén,

Casi todos desertaron la plaza, unos porque preparaban el ingreso a la universidad, otros porque se fueron a otros barrios en busca de una imposible réplica de Queca. Sólo Roberto, que ya trabajaba como repartidor de una pastelería, recalaba al anochecer en la plaza donde otros niños y niñas cogían el relevo de la pandilla anterior y repetían nuestros juegos con el candor de quien cree haberlos inventado. En su banca solitaria registraba distraídamente el trajín pero de reojo, seguía mirando hacia la casa de Queca. Así pudo comprobar antes que nadie que Chalo había sido sólo un episodio en la vida de Queca, una especie de ensayo general que la preparó para la llegada del original del cual Chalo había sido la copia: Billy Mulligan, hijo de un funcionario del consulado de Estados Unidos. Billy era pecoso, pelirrojo, usaba camisas floreadas, tenía los pies enormes, reía con estridencia, el sol en lugar de dorarlo lo despellejaba, pero venía a ver a Queca en su carro y no en el de su papá. se sabe dónde lo conoció Queca 59

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había que encargarlas a Estados Unidos, lo que estaba fuera de su alcance. Pero a fuerza de indagar descubrió los remates domésticos. Había familias de gringos que debían regresar a su país y vendían todo lo que tenían: previo anuncio en los periódicos. Roberto se constituyó antes que nadie en esas casas y logró así hacerse de un guardarropa en el que invirtió todo el fruto de su trabajo y de sus privaciones. Pelo planchado y teñido, blue jeans y camisa vistosa, Roberto estaba ya a punto de convertirse en Boby.

miles de palabras para designar la plata. Cuando vio que su empleado se había teñido el pelo aguantó una arruga más en la frente, al notar que se empolvaba se tragó un carajo que estuvo a punto de indigestarlo, pero cuando vino a trabajar disfrazado de gringo le salió la mezcla de papá, de policía, de machote y de curaca que había en él y lo llevó del pescuezo a la trastienda: la pastelería Morales Hermanos era una firma seria, había que aceptar las normas de la casa, ya había pasado por alto lo del maquillaje, pero si no venía con mameluco como los demás repartidores lo iba a sacar de allí de una patada en el culo. Roberto estaba demasiado embalado para dar marcha atrás y prefirió la patada. Fueron interminables días de tristeza, mientras buscaba otro trabajo. Su ambición era entrar a la casa de un gringo como mayordomo, jardinero, chofer o lo que fuese. Pero las puertas se le cerraban una tras otra. Algo había descuidado en su estrategia y era el aprendizaje del inglés. Como no tenía recursos para entrar a una academia de lenguas se consiguió un diccionario, que empezó acopiar aplicada mente en un cuaderno. Cuando llegó a la letra C tiró el arpa, pues ese conocimiento puramente visual del inglés no lo llevaba a ninguna parte. Pero allí estaba el cine, una escuela que además de enseñar divertía. En la cazuela de los cines de estreno pasó tardes íntegras viendo en idioma original westerns y policiales. Las historias le importaban un comino, estaba solo atento a la manera de hablar de los personajes. Las palabras que lograba entender las apuntaba y las repetía hasta grabárselas para siempre. A fuerza de rever los films aprendió frases enteras y hasta discursos. Frente al espejo de su cuarto era tan pronto el vaquero romántico haciéndole una irresistible declaración de amor a la bailarina del bar, como el gangster feroz que pronunciaba sentencias lapidarias mientras cosía a tiros a su adversario. El cine además alimentó en él ciertos equívocos que lo colmaron de ilusión. Así creyó descubrir que tenía un ligero parecido con Alain Ladd, que en un western aparecía en blue-jeans y chaqueta a cuadros rojos y negros. En realidad, solo tenía en común la estatura y el mechón de pelo amarillo que se dejaba caer sobre la frente. Pero vestido igual que el actor se vio diez veces seguidas la película y al término de esta se quedaba parado en la puerta, esperando que salieran los espectadores y se dijeran, pero mira, qué curioso ese tipo se parece a Alain Ladd. Cosa que nadie dijo, naturalmente, pues la primera vez que lo vimos en esa pose nos reímos de él en sus narices.

Todo esto le trajo problemas. En el callejón, decía su madre cuando venía a casa, le habían quitado el saludo al pretencioso. Cuando más le hacían bromas o lo silbaban como a un marica. Jamás daba un centavo para la comida, se pasaba horas ante el espejo, todo se lo gastaba en trapos. Su padre, añadía la negra, podía haber sido un blanco roñoso que se esfumó como Fumanchú al año de conocerla, pero no tenía vergüenza de salir con ella ni de ser piloto de barco. Entre nosotros, el primero en ficharlo fue Peluca Rodríguez, quien había encargado un blue-jeans a un purser de la Braniff. Cuando le llegó se lo puso para lucirlo, salió a la plaza y se encontró de sopetón con Roberto que llevaba uno igual. Durante días no hizo sino maldecir al zambo, dijo que le había malogrado la película, que seguramente lo había estado espiando para copiarlo, ya había notado que compraba cigarrillos Lucky y que se peinaba con un mechón sobre la frente. Pero lo peor fue en su trabajo, Cahuide Morales, el dueño de la pastelería, era un mestizo huatón, ceñudo y regionalista, que, adoraba los chicharrones y los valses criollos y se habla rajado el alma durante veinte años para montar ese negocio. Nada lo reventaba más que no ser lo que uno era. Cholo o blanco era lo de menos, lo importante era la mosca, el agua, el molido, conocía miles de palabras para designar la plata. Cuando vio que su empleado se había teñido el pelo aguantó una arruga más en la frente, al notar que se empolvaba se tragó un carajo que estuvo a punto de indigestarlo, pero cuando vino a trabajar disfrazado de gringo le salió la mezcla de papá, de policía, de machote y de curaca que había en él y lo llevó del pescuezo a la trastienda: la pastelería Morales Hermanos era una firma seria, había que aceptar las normas de la casa, ya había pasado por alto lo del maquillaje, pero si no venía con mameluco como los demás repartidores lo iba a sacar de allí de una patada en el culo. Roberto estaba demasiado embalado para dar marcha atrás y prefirió la patada. blanco roñoso que se esfumó como Fumanchú al año de conocerla, pero no tenía vergüenza de salir con ella ni de ser piloto de barco. Entre nosotros, el primero en ficharlo fue Peluca Rodríguez, quien había encargado un blue-jeans a un purser de la Braniff. Cuando le llegó se lo puso para lucirlo, salió a la plaza y se encontró de sopetón con Roberto que llevaba uno igual. Durante días no hizo sino maldecir al zambo, dijo que le había malogrado la película, que seguramente lo había estado espiando para copiarlo, ya había notado que compraba cigarrillos Lucky y que se peinaba con un mechón sobre la frente. Pero lo peor fue en su trabajo, Cahuide Morales, el dueño de la pastelería, era un mestizo huatón, ceñudo y regionalista, que, adoraba los chicharrones y los valses criollos y se habla rajado el alma durante veinte años para montar ese negocio. Nada lo reventaba más que no ser lo que uno era. Cholo o blanco era lo de menos, lo importante era la mosca, el agua, el molido, conocía

Su madre nos contó un día que al fin Roberto había encontrado un trabajo, no en la casa de un gringo como quería, pero tal vez algo mejor, en el club de Bowling de Miraflores. Servía en el bar de cinco de la tarde a doce de la noche. Las pocas veces que fuimos allí lo vimos reluciente y diligente. A los indígenas los atendía de una manera neutra y francamente impecable, pero con los gringos era untuoso y servil. Bastaba que entrara uno para que ya estuviera a su lado, tomando nota de su pedido y segundos más tarde el cliente tenía delante su hot-dog y su Coca-Cola. Se animaba además a lanzar palabras en inglés y como era respondido en la misma lengua fue incrementando su vocabulario. Pronto contó con un buen repertorio de expresiones, que le permitieron granjearse la simpatía de los gringos, felices de ver un criollo que los 60

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comprendiera. Como Roberto era muy difícil de pronunciar, fueron ellos quienes decidieron llamarlo Boby. Y fue con el nombre de Boby López que pudo al fin matricularse en el Instituto Peruano-Norteamericano. Quienes entonces lo vieron dicen que fue el clásico chancón, el que nunca perdió una clase, ni dejó de hacer una tarea, ni se privó de interrogar al profesor sobre un punto

terminó por convertirse en un trapo sucio a fuerza de cubrirla de insultos y reproches. Pero el ánimo les volvió y nuevos planes surgieron. Puesto que nadie quería ver aquí con ellos, había que irse como fuese. Y no quedaba otra vía que la del inmigrante disfrazado de turista. Fue un año de duro de trabajo en el cual fue necesario privarse de todo a fin de ahorrar para el pasaje y formar una bolsa común que les permitiera defenderse en el extranjero. Así ambos pudieron al fin hacer maletas y abandonar para siempre esa ciudad odiada, en la cual tanto habían sufrido, y a la que no querían regresar así no quedara piedra sobre piedra. Todo lo que viene después es previsible y no hace falta mucha imaginación para completar esta parábola. En el barrio dispusimos de informaciones directas: cartas de Boby a su mamá, noticias de viajeros y, al final, relato de un testigo. Por lo pronto Boby y José María se gastaron en un mes lo que pensaban les duraría un semestre. Se dieron cuenta además que en Nueva York se habían dado cita todos los López y Cabanillas del mundo, asiáticos, árabes, aztecas, africanos, ibéricos, mayas, chibchas, sicilianos, caribeños, musulmanes, quechuas, polinesios, esquimales, ejemplares de toda procedencia, lengua, raza y pigmentación y que tenían solo en común el querer vivir como un yanqui, después de haber cedido su alma y haber intentado usurpar su apariencia. La ciudad los toleraba unos meses, complacientemente, mientras absorbía sus dólares ahorrados. Luego, como por un tubo, los dirigía hacia el mecanismo de la expulsión. A duras penas obtuvieron ambos una prórroga de sus visas, mientras trataban de encontrar un trabajo estable que les permitiera quedarse, al par que las Quecas del lugar, y eran tantas, les pasaban por las narices, sin concederles ni siquiera la atención ofuscada que nos despierta una cucaracha. La ropa se les gastó, la música de Frank Sinatra les llegaba al huevo, la sola idea de tener por todo alimento que comerse un hot-dog, que en Lima era una gloria, les daba náuseas. Del hotel barato pasaron al albergue católico y luego a la banca del parque público. Pronto conocieron esa cosa blanca que caía del cielo, que los despintaba y que los hacía patinar como idiotas en veredas heladas y que era, por el color, una perfidia racista de la naturaleza. Solo había una solución. A miles de kilómetros de distancia, en un país llamado Corea, rubios estadounidenses combatían contra unos horribles asiáticos. Estaba en juego la libertad de Occidente decían los diarios y lo repetían los hombres de estado en la televisión. ¡Pero era tan penoso enviar a los boys a ese lugar! Morían como ratas, dejando a pálidas madres desconsoladas en pequeñas granjas donde había un cuarto en el altillo lleno de viejos juguetes. El que quisiera ir a pelear un año allí tenía todo garantizado a su regreso: nacionalidad, trabajo, seguro social, integración, medallas. Por todo sitio existían centros de reclutamiento. A cada voluntario, el país le abría su corazón. Boby y José María se inscribieron para no ser expulsados. Y después de tres meses de entrenamiento en un cuartel partieron en un avión enorme. La vida era una aventura maravillosa, el viaje fue inolvidable. Habiendo nacido en un país mediocre, misérrimo y melancólico, haber conocido la ciudad más agitada del mundo, con miles de privaciones, es verdad, pero ya eso había quedado atrás, ahora llevaban un uniforme verde, volaban sobre planicies, mares y nevados, empuñaban armas devastadoras y se aproximaban jóvenes aún colmados de promesas, al reino de lo ignoto. La lavandera María tiene cantidades

oscuro de gramática. Aparte de los blancones que por razones profesionales seguían cursos allí, conoció a otros López, que desde otros horizontes y otros barrios, sin que hubiera mediado ningún acuerdo, alimentaban sus mismos sueños y llevaban vidas convergentes a la suya. Se hizo amigo especialmente de José María Cabanillas, hijo de un sastre de Surquillo. Cabanillas tenía la misma ciega admiración por los gringos y hacía años que había empezado a estrangular al zambo que había en él con resultados realmente vistosos. Tenía además la ventaja de ser más alto, menos oscuro que Boby y de parecerse no a Alan Ladd, que después de todo era un actor segundón admirado por un grupito de niñas snobs, sino al indestructible John Waynne. Ambos formaron entonces una pareja inseparable. Aprobaron el año con las mejores notas y míster Brown los puso como ejemplo al resto de los alumnos, hablando de “un franco deseo de superación”. La pareja debía tener largas, amenísimas conversaciones. Se les veía siempre culoncitos, embutidos en sus blue-jeans desteñidos, yendo de aquí para allá. Pero también es cierto que la ciudad no los tragaba, desarreglaban todas las cosas, ni parientes ni conocidos los podían pasar. Por ello alquilaron un cuarto en un edificio del jirón Mogollón y se fueron a vivir juntos. Allí edificaron un reducto inviolable, que les permitió interpolar lo extranjero en lo nativo y sentirse en un barrio californiano en esa ciudad brumosa. Cada cual contribuyó con lo que pudo, Boby con sus afiches y sus posters y José María, que era aficionado a la música, con sus discos de Frank Sinatra, Dean Martin y Tommy Dorsey. ¡Qué gringos eran mientras recostados en el sofá-cama, fumando su Lucky, escuchaban “Strangers in the night” y miraban pegado al muro el puente sobre el río Hudson! Un esfuerzo más y ¡hop! ya estaban caminando sobre el puente. Para nosotros era difícil viajar a Estados Unidos. Había que tener una beca o parientes allá o mucho dinero. Ni López ni Cabanillas estaban en ese caso. No vieron entonces otra salida que el salto de pulga, como ya lo practicaban otros blanquiñosos, gracias al trabajo de purser en una compañía de aviación. Todos los años convocaban a concurso y ellos se presentaron. Sabían más inglés que nadie, les encantaba servir, eran sacrificados e infatigables, pero nadie los conocía, no tenían recomendación y era evidente, para los calificadores, que se trataba de mulatos talqueados. Fueron desaprobados. Dicen que Boby lloró y se mesó desesperadamente el cabello y que Cabanillas tentó un suicidio por salto al vacío desde un modesto segundo piso. En su refugio de Mogollón pasaron los días más sombríos de su vida, la ciudad que los albergaba 61

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de tarjetas postales con templos, mercados y calles exóticas, escritas con una letra muy pequeña y aplicada. ¿Dónde quedará Seúl? Hay muchos anuncios y cabarets. Luego cartas del frente, que nos enseñó cuando le vino el primer ataque y dejó de trabajar unos días. Gracias a estos documentos pudimos reconstruir bien que mal lo que pasó. Progresivamente, a través de sucesivos tanteos, Boby fue aproximándose a la cita que había concertado desde que vino al mundo. Había que llegar a un paralelo y hacer frente a oleadas de soldados amarillos que bajaban del polo como cancha. Para eso estaban los voluntarios, los indómitos vigías de Occidente. José María se salvó por milagro y enseñaba con orgullo el muñón de su brazo derecho cuando regresó a Lima, meses después. Su patrulla había sido enviada a reconocer un arrozal, donde se suponía que había emboscada una avanzadilla coreana. Boby no sufrió, dijo José María, la primera ráfaga le voló el casco y su cabeza fue a caer en una acequia, con todo el pelo pintado revuelto hacia abajo. El sólo perdió un brazo, pero estaba allí vivo, contando estas historias, bebiendo su cerveza helada, desempolvado ya y zambo como nunca, viviendo holgadamente de lo que le costó ser un mutilado. La mamá de Roberto había sufrido entonces su segundo ataque que la borró del mundo. No pudo leer así la carta oficial en la que le decían que Bob López había muerto en acción de armas y tenía derecho a una citación honorífica y a una prima para su familia. Nadie la pudo cobrar.

de Roberto López, “retaco, oscuro, bembudo y de pelo ensortijado”, un zambo hijo de una lavandera que quería parecerse cada vez menos a un zaguero de Alianza Lima. Como muchos, Roberto soñaba con Queca, de ojos verdes, melena castaña e hija de un “empleadito que iba a trabajar en ómnibus”. El rechazo de ella hacia el para jugar por el solo hecho de ser zambo fue determinante. Sin embargo, no es el único frustrado en el relato: los muchachos que admiraban la belleza de esta chica son asimismo perdedores. El narrador confiesa que para aplacar la pena practicaban el rito de Onán: “Solo mano caritativa, entre las sábanas blancas, consolaba”. El escenario inicial, la ciudad de Lima, es calificada de gris, colonial, racista. De tanto insultarla Roberto, se convierte en “un trapo sucio”. Por otro lado, el Perú es considerado por el narrador como “país mediocre, misérrimo y melancólico”. En ese contexto, ¿adónde huir? A Estados Unidos, en busca del sueño americano, al país de la libertad y de las oportunidades, pero no todo es color de rosa. Para ser reconocido Roberto viaja a librar una guerra lejana, que se desarrolla en Corea (1950-1953). El narrador tilda a los participantes de este conflicto de “horribles asiáticos” y “soldados amarillos”. A propósito, hasta ahora se recuerda el titular del desaparecido diario “Ultima hora” del 9 de diciembre de 1950: “Chinos como cancha en el paralelo 38”, que inauguro el lenguaje popular en la prensa nacional.

¿Y Queca? Si Bob hubiera conocido su historia tal vez su vida habría cambiado o tal vez no, eso nadie lo sabe. Billy Mulligan la llevó a su país, como estaba convenido, a un pueblo de Kentucky donde su padre había montado un negocio de carnes de cerdo enlatada. Pasaron unos meses de infinita felicidad, en esa linda casa con amplia calzada, verja, jardín y todos los aparatos eléctricos inventados por la industria humana, una casa en suma como las que había en cien mil pueblos de ese país-continente. Hasta que a Billy le fue saliendo el irlandés que disimulaba su educación puritana, al mismo tiempo que los ojos de Queca se agrandaron y adquirieron una tristeza limeña. Billy fue llegando cada vez más tarde, se aficionó a las máquinas tragamonedas y a las carreras de auto, sus pies le crecieron más y se llenaron de callos, le salió un lunar maligno en el pescuezo, los sábados se inflaba de bourbon en el club Amigos de Kentucky, se enredó con una empleada de la fábrica, chocó dos veces el carro, su mirada se volvió fija y aguachenta y terminó por darle de puñetazos a su mujer, a la linda, inolvidable Queca, en las madrugadas de los domingos, mientras sonreía estúpidamente y la llamaba chola de mierda.

La bella Queca comprueba que su ascenso social tenía un costo. Termina insultada, en Estados Unidos, por su esposo como “chola de mierda”. En una conversación de 1986 con Alfredo Bryce Echenique, publicada en la desparecida revista “Debate”, Ribeyro comenta que en la época en que se ambienta “Alienación” era una obsesión no ser cholo.“El predominio de la sociedad blanca y de sus valores era muy fuerte. Todos querían integrarse a ese mundo. Yo creo que ese fenómeno ya está desapareciendo un poco”, confiesa. Este cuento nos muestra claramente el Racismo, la discriminación, desilusión, maltrato, selección, superficialidad, atracción, tristeza, inocencia e indiferencia. “Alienación” es un cuento social. Refiere un problema que ocurre en muchas partes del orbe. La influencia cultural de Estados Unidos en diversos países es aplastante a través de su música, su modo de vestir, su forma de vida.

(Cuento edificante seguido de breve colofón) Silvio en El Rosedal (no se publicó como un libro individual, pero fue publicado en 1977 como parte del tercer tomo de La palabra del mudo) La palabra del mudo. Cuentos 1952-1977, tomo III. COMENTARIO CRÍTICO DE ALIENACION El cuento Alienación se centra en la pérdida de identidad. Nuevamente su autor, Julio Ramón Ribeyro, ofrece un personaje marginal de Miraflores. Esta vez se trata 62

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Referencias: Elmore, P, (2002), El pérfil de la palabra: la obra de Julio Ramón Ribeyro, Perú, Fondo Editorial PUCP, 2002 - 254 páginas. Ospina Villalba, Galia, Julio Ramón Ribeyro: una ilusión tentada por el fracaso, Fundación Universidad de Bogota, ISBN 200Edición para el club virtual de lectura En las nubes de la ficción. Universidad del Pacífico, octubre de 2013 http://blogs.up.edu.pe/nubes/wp-content/uploads/2013/11/RibeyroAlienacion.pdf https://lecturia.org/cuentos-y-relatos/julio-ramon-ribeyro-los-gallinazos-sinplumas/1043/

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