Libro Huella Ecologica

MATHIS WACKERNAGEL WILLIAM REES Nuestra huella ecológica Reduciendo el impacto humano sobre la Tierra Ilustrada por Ph

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MATHIS WACKERNAGEL WILLIAM REES

Nuestra huella ecológica Reduciendo el impacto humano sobre la Tierra

Ilustrada por Phil Testémale Traducción de Bernardo Reyes

LOM PALABRA DE LA LENGUA YÁMANA QUE SIGNIFICA SOL

© LOM ediciones © IEP Primera edición en español: octubre de 2001 ISBN: 956-282-405-5 Título original: Our Ecológica! Footprint. Reducing Human Impact on the Earth ©1996 by Mathis Wackernagel and William Rees New Society Publishers, P.O. Box 189, Gabriolc Island, B.C., Canadá VOR 1X0 Canadá ISBN: 1-55092-251-3 (paperback) Canadá ISBN: 1-55092-250-5 (hardcover) Diseño, Composición y Diagramación: Editorial LOM Concha y Toro 23, Santiago Fono: 688 52 73 Fax: 696 63 88 web: www.lom.cl e-mail: [email protected] Ilustraciones: Phil Teslemale Traducción: Bernardo J. J. Reyes O. Impreso en los talleres de LOM Maturana 9, Santiago Fono: 672 22 36 Fax: 673 09 15 En Buenos Aires Editores Independientes (EDIN) Baldomcro Fernández Moreno 1217 Fono: 5411-44322840 [email protected] NUESTRO AGRADECIMIENTO A LA FUNDACIÓN HEINRICH BÖLL DE ALEMANIA, Y AL PROGRAMA CONO SUR SUSTENTABLE.

Impreso en Santiago de Chile.

ÍNDICE

Presentación Prefacio Introducción ¿Por qué preocuparnos por la sustentabilidad? ¿Qué esperamos alcanzar? Una cuestión de perspectiva 1. Huellas ecológicas para principiantes Evidente pero profundo: dependemos de la naturaleza ¿Qué es una Huella Ecológica? ¿Y ahora qué? ¿El contexto global? Planificando un futuro sustentable 2. Huellas y sustentabilidad El debate sobre la sustentabilidad: Un concepto sencillo que lleva a estrategias contradictorias La Huella Ecológica: una herramienta para planear la sustentabilidad 3. La búsqueda de estrategias sustentables Cuestionando las estrategias convencionales Desarrollando Sustentabilidad Esbozando una visión de sociedad sustentable 4. Cómo evitar el sobre-exceso: Un resumen Creando conciencia pública Desarrollando sustentabilidad - local y globalmente Anexo Diviértase con las huellas: Métodos y aplicaciones reales Haciendo que funcione la idea de la Huella Ecológica Método de cálculo La Huella en acción Adaptando el proceso del cálculo a aplicaciones específicas.

7 11 15 15 18 19 23 23 25 30 43 47 47 47 61 85 87 96 105 115 117 121 127 127 127 130 152

PRESENTACIÓN

Que las sociedades contemporáneas desarrollen sus economías ignorando o no reconociendo los límites biofísicos de la biosfera resulta sorprendente. Medir el desarrollo sólo en términos monetarios, es un juego de alto riesgo. La importancia creciente que han adquirido los indicadores macroeconómicos para los procesos de toma de decisiones en la formulación de políticas públicas, explica en parte la gran relevancia de un indicador agregado como el PIB. La definición de políticas públicas y una larga serie de decisiones políticas y de inversión se basan en el comportamiento de este indicador de actividad económica. Sin embargo, no se reconoce que a la base de las decisiones productivas están los ecosistemas que los sostienen y el capital de recursos no renovables y renovables del país. Desgraciadamente el PIB, a pesar de importantes esfuerzos realizados por algunos economistas como El Serafy, Herman Daly y otros, por mejorarlo, aún no da cuenta de la presión que el crecimiento económico ejerce sobre los ecosistemas naturales, ni de la magnitud de los impactos de la actividad humana sobre el planeta que nos cobija. El desarrollo de una metodología de cálculo para un indicador biofísico como la Huella Ecológica, es una importante contribución para lograr una mejor comprensión de los impactos de nuestro consumo. ¿Estamos consumiendo ya más de lo que nos corresponde y con ello erosionando las bases del bienestar de las generaciones futuras? Más allá del agotamiento o disponibilidad de recursos para la actividad económica, ¿es factible que los ecosistemas del planeta sigan absorbiendo cantidades crecientes de contaminantes y residuos, y mantengan su capacidad de apoyo vital? ¿Es factible medir cuántos recursos estamos utilizando con nuestro patrón de producción y consumo y reorientarlo hacia un consumo más sustentable y responsable con nuestros hijos y nietos? Esto es precisamente lo que la Huella Ecológica intenta medir y responder. El Reporte de un Planeta Viviente 2000 publicado recientemente, señala que la presión de la humanidad sobre la Tierra ha incrementado en un 50 % en. los últimos 30 años, y que ésta ya excede la capacidad de regeneración de los ecosistemas del planeta y que estos últimos han declinado en el mismo período en un 33%. 7

Mathis Wackernagel y William Rees han hecho un trabajo que ha marcado el debate internacional sobre sustentabilidad. Al medir la Huella Ecológica de la humanidad, y sobre todo de los países más industrializados, han demostrado que hoy día ya necesitaríamos el área equivalente a más de cinco planetas Tierra para proporcionar los recursos y absorber los contaminantes si quisiéramos alcanzar el estándar de consumo de un canadiense promedio. No hay en el planeta disponibilidad de suelo productivo para satisfacer la demanda de consumo de la población, si nos propusiéramos un consumo similar al de un canadiense, ni peces en el mar para alcanzar el consumo de pescado promedio de la dieta de un japonés. Con las iniquidades actuales los ecosistemas planetarios ya comienzan a demostrar una creciente inestabilidad, tal y como se observa con el deterioro de la capa de ozono que protege la vida del planeta, y en el creciente agotamiento de los recursos pesqueros. El cálculo de la Huella Ecológica es un instrumento que ya ha comenzado a ser utilizado como instrumento de planificación y educación a nivel de regiones y países. Un creciente número de organizaciones preocupadas de la planificación territorial y de los problemas ambientales del sobreconsumo, usan regularmente este valioso indicador biofísico para generar mayor nivel de conciencia y a la vez estimular respuestas que consideren la cuestión crítica de vivir dentro de los límites que establecen los ecosistemas, como única forma de hacer sustentable la vida en el planeta. El último estudio publicado por WWF, Redefining Progress, UNEP-WCMC y el Centre for Sustainability Studies (The Living Planet Report 2000), señala que las emisiones de dióxido de carbono promedio por habitante de los países de la OECD es más de cinco veces que las de no miembros. Esto quiere decir que la Huella Ecológica de los habitantes de países ricos es superior a siete hectáreas. En un planeta con recursos limitados y en pleno proceso de calentamiento climático, es necesario hacer visible los límites al crecimiento. La sustentabilidad de la Huella Ecológica, en un planeta con menos de 1,3 hectáreas de suelos eco-productivos por habitante, nos plantea la necesidad de revisar los indicadores macro económicos y evaluar las oportunidades que las existencias de capital natural nos otorgan hoy y para el futuro. Que un número reducido de personas consuma de 4 a 10, hectáreas niega efectivamente la posibilidad de desarrollo de quienes sobreviven con escasos recursos y medios, sin la posibilidad de acceder a la justa proporción de recursos que les corresponden en este planeta. Ahí surge también la dimensión ética que el debate de la sustentabilidad social no puede ignorar: el tema de la equidad que señala la Huella Ecológica en un planeta con límites 8

biofísicos obvios y perentorios. La Huella Ecológica vincula la eficiencia tecnológica con la eficiencia ecológica y el desafío de reducir nuestro consumo con el de mejorar nuestra calidad de vida. El complejo idioma del desarrollo sustentable y la sustentabilidad se transforman en un instrumento concreto para educar, provocar el debate y reorientar las decisiones de tomadores de decisiones y de comunidades locales. El desarrollo metodológico del cálculo y la introducción de complejos conceptos como el de capacidad de carga, energía integrada a productos y servicios, disposición y absorción de residuos, entre otros, es clara y brillantemente explicada por los autores. «Los autores plantean que no es sorprendente que haya tanta tensión entre numerosos intereses, en sus esfuerzos para definir la sustentabilidad, ni tanto desencanto público con el concepto. En nuestro mundo materialista y que apunta hacia cada vez más crecimiento, lo políticamente aceptable es ecológicamente devastador, mientras que lo ecológicamente necesario es políticamente imposible. Por lo tanto, el desarrollar nuevas estrategias de sustentabilidad que sean consistentes con el mínimo ecológico aceptable, depende de la convergencia de las lógicas ecológica y política. Es aquí donde entra la Huella Ecológica: que es una herramienta para la toma de consciencia que nos puede ayudar a desarrollar una comprensión común del problema y explorar las implicancias de soluciones alternativas. Como tal, puede ayudar a traducir la sustentabilidad fuerte a la planificación de la acción.» Para el programa de Economía Ecológica del Instituto de Ecología Política, la traducción de este texto y la difusión de la metodología del cálculo de la Huella Ecológica recoge una demanda de un creciente número de organizaciones comunitarias, académicas y ecologistas que demandan nuevos indicadores que reorienten la búsqueda de una sustentabilidad, hasta ahora ignorada por los tomadores de decisiones. Mientras nuevos cálculo y nuevas ediciones de la Huella Ecológica siguen proliferando, este texto básico atiende en parte la demanda del mundo hispano hablante y su área de influencia. Agradecemos a los autores y a The New Catalyst, por la autorización para esta primera versión en español de la Huella Ecológica, y el apoyo del equipo de Economía Ecológica brindó para la traducción de este texto

BERNARDO RUYES ORTIZ Programa de Economía Ecológica Instituto de Ecología Política 9

PREFACIO

Hace algunos años leí sobre una especie de abejorro muy pequeño de los bosques que vive en los hongos. Parece que cuando la hembra de esta especie encuentra en el bosque un hongo de cierta especie, deposita allí sus huevos. Casi inmediatamente después los huevos eclosionan y las pequeñas larvas se comienzan a comer su propia casa. Las larvas crecen rápidamente, pero pronto algo muy raro pasa. Los huevos en los ovarios de las hembras comienzan también a eclosionar dentro de sus madres inmaduras. Esta segunda generación de larvas partenogénicas pronto consumen a sus padres desde adentro, entonces salen fuera de ellas y continúan comiéndose al hongo. Este grotesco proceso se repite una vez más. No pasa mucho tiempo y el hongo está repleto de pequeñas larvas y la abundancia de sus propios desechos. La explosión de pequeños abejorros consume virtualmente todo su hábitat, lo cual es la señal para que los más maduros y más grandes cambien de etapa e inicien el estado de pupa. Los pocos individuos que se las arreglan para emerger como adultos maduros entonces abandonan su lugar de nacimiento, volando e iniciando una vez más el proceso. Escribimos este libro con el convencimiento de que el ciclo de este bizarro abejorro le pueda enseñar una lección a la humanidad. Esta rara estrategia reproductiva del pequeño abejorro ha evolucionado bajo una extrema presión competitiva. Buenos hongos, como los buenos planetas, son difíciles de encontrar. La selección natural, por lo tanto, favorece a aquellos abejorros individuales que son más exitosos en apropiarse de los recursos esenciales (los hongos) antes que la competencia llegue. No cabe duda de que los seres humanos también tenemos nuestro lado competitivo, y tanto la selección natural como la social han favorecido históricamente a esos individuos y culturas que han sido más exitosos en apropiarse de los recursos y explotar la generosidad de la naturaleza. También hay una amplia evidencia arqueológica y evidencia histórica de que, como en la historia del hongo repleto de larvas, muchas 11

culturas han colapsado por el peso de su propio éxito. Culturas tan disímiles espacial y temporalmente como las de la Mesopotamia, los Mayas y de Isla de Pascua probablemente se arruinaron al expandirse más allá de la capacidad de su ambiente para sostenerlas. Como en los abejorros del bosque, ellas agotaron sus hábitats locales. La humanidad como un todo sobrevivió, sin embargo, gracias a que siempre hubo otros «hongos» figurativos en otras partes de la Tierra lo que permitió sostener la población. Hoy día, por supuesto, la humanidad se ha transformado en una cultura global, una que está impulsada por el expansionismo competitivo, una que está poco a poco reduciendo y consumiendo a la Tierra. El problema es que, al contrario de los abejorros, aún los más gordos y ricos entre nosotros no tiene ningún medio para abandonar el cascarón del hábitat una vez que éste se consuma, ya que no hay evidencias aún de otro hongo «parecido a la Tierra» en nuestro bosque galáctico. La buena noticia es que -al contrario de los abejorros- los humanos tenemos el don del potencial de la autoconciencia y de la elección inteligente, y conocer nuestras circunstancias es una invitación al cambio. El primer paso hacia reducir nuestro impacto ecológico es reconocer que la crisis ambiental no es un problema ambiental y técnico, sino un problema de comportamiento social. Este sólo puede ser resuelto con la ayuda de soluciones sociales y de comportamiento. En un planeta finito, a capacidad de carga humana, una sociedad impulsada por el individualismo egoísta tiene tanto potencial de sustentabilidad como una colección de escorpiones hambrientos en una botella. Ciertamente que los seres humanos somos seres competitivos pero también somos seres sociales que cooperan entre sí. Y de hecho, no es una ironía pequeña (pero una que ha escapado al análisis de muchos asesores de política actual), que una de las sociedades más exitosas económica y competitivamente han sido aquellas que han sido internamente más cooperadoras, ésas con el mayor stock de capital social y cultural. Nuestro primer objetivo con este libro es presentar el argumento de que los humanos no tenemos otra alternativa que no sea reducir nuestra «Huella Ecológica». También esperamos que conlleve nuestra confianza esencial en los múltiples recursos del espíritu humano. La gente tiene un gran potencial no canalizado para enfrentar el desafío colectivo de nuestra seguridad colectiva. Como dijo William Catton en su clásico de 1980 Sobrecarga: «Si habiendo sobrepasado la capacidad de carga, no 12

podemos evitar el choque, tal vez el entendimiento ecológico, de sus reales causas nos permita mantener un comportamiento humano en circunstancias que nos impulsarían a ser bestias. Realmente nosotros creemos que confrontando juntos la realidad de la sobrecarga ecológica nos forzaremos a descubrir y a ejercitar esas cualidades especiales que distinguen a los seres humanos. En este sentido, el cambio ecológico global puede representar nuestra última oportunidad para probar que hay vida inteligente en la Tierra.

WILLIAM REES Gabriole Island, Verano de 1995

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INTRODUCCIÓN

Los humanos estamos enfrentando un desafío sin precedentes: ya se reconoce ampliamente que los ecosistemas de la Tierra no pueden sostener los actuales niveles de actividad económica y de consumo de materiales, menos aún un incremento en los mismos. Al mismo tiempo la actividad económica del planeta medida a través del PIB global está creciendo casi al 4% anual, lo que indica que se duplicará en 18 años1. Un factor que impulsa esta expansión es el crecimiento de la población mundial: en 1950 había 2,5 millones de habitantes, y hoy ya hemos sobrepasado los 6 mil millones. Se calcula en 10 mil millones los habitantes para mediados de este siglo. Aún más significativo ha sido el incremento en el consumo de energía y materiales per cápita, el cual en los últimos 40 años ha crecido más que la población humana. Una economía imparable pareciera estar en la ruta de colisión con una ecósfera inamovible.

¿Por qué preocuparnos por la sustentabilidad? El enfoque convencional de desarrollo ha sido muy exitoso en expandir la actividad económica y el crecimiento económico está al centro de la agenda política de la mayoría de las naciones. La meta a largo plazo es integrar las economías locales en una economía global sin restricciones al comercio y al flujo de capitales. Se espera que esto sirva para impulsar la producción industrial, lo que probablemente incrementará el consumo de recursos. Sin embargo, las debilidades de los modelos convencionales son más y más aparentes. Por ejemplo, el crecimiento de la producción económica no ha nivelado las diferencias en ingresos, ni haciendo a «los que tienen» más felices, ni tampoco ha satisfecho las necesidades básicas de más de mil millones de pobres del

 El producto Mundial Bruto se elevó de $ 3.8 trillones en 1950 a $ 19, 3 billones en 1993

(medido en U. S. S). WorldWatch lnstitute, Vital Signs 1994 (NY: w. w. norton, 1994).

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mundo. Mientras que el 20 % más rico goza de una afluencia desconocida hasta ahora, el otro 20% permanece en condiciones de pobreza absoluta. De hecho, el 20 por ciento de más altos ingresos se llevan a casa más de 60 veces que lo que lleva el 20% más pobre, y esta 2 brecha se ha duplicado en los 30 años recientes . El desarrollo económico convencional ha sido desafiado por esta impresionante inequidad social desde su reconocimiento con el Acuerdo de Bretton Woods después de la Segunda Guerra Mundial. Hoy día, frente a las restricciones ecológicas, las críticas son más severas aún. La tasa actual de explotación de recursos y de generación de residuos están agotando la naturaleza a una tasa mayor que la de su regeneración. El biólogo de la Universidad de Stanford Peter Vitousek y sus colegas, calculaban en 1986 que las actividades humanas ya entonces se habían «apropiado», directa o indirectamente, del 40% de los productos terrestres de la fotosíntesis —en efecto, la humanidad estaba canalizando a través de su economía 40% de la producción biológica terrestre de la naturaleza- y un trabajo más reciente sugiere que una situación similar está ocurriendo con las plataformas marinas. Si el uso humano de otras funciones de la naturaleza, tales como la absorción de residuos por la tierra y el agua, y la protección de la peligrosa radiación ultravioleta (por la capa de ozono estratosférico), fueran incluidas en el cálculo, no es difícil imaginarse que las actividades humanas están utilizando al planeta más allá de su capacidad en el largo plazo. El acelerado consumo de recursos que ha sostenido el rápido crecimiento económico, y el creciente estándar material de los países industrializados en las últimas décadas al mismo tiempo ha degradado los bosques, los suelos, el agua, el aire y la biodiversidad del planeta. A medida que el mundo se sobrecarga ecológicamente, el desarrollo económico convencional actual sigue su paso autodestructivo y empobrecedor. Muchos estudiosos creen que de continuar en esta ruta histórica, nuestra propia posibilidad de sobrevivencia está en riesgo. Ciertamente hay pocas evidencias de que las iniciativas actuales de sustentabilidad puedan ser efectivas en revertir el deterioro ecológico global. De hecho, la presión en los ecosistemas ecológicos y en la salud social está creciendo. Se requiere de iniciativas de sustentabilidad más efectivas, incluyendo herramientas que estimulen un involucramiento mayor del público en la evaluación de estrategias y en el monitoreo del progreso. ? Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, Human Development Report (NY: Oxford University press, 1992, 1994).

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¿Por qué preocuparnos? A medida que el mundo queda sobrecargado ecológicamente, el desarrollo económico convencional se hace autodestructivo y empobrecedor y pone a la sobrevivencia humana en riesgo (tomado de Horst Haitzinger)

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¿Qué esperamos alcanzar? Este libro describe una herramienta de planificación que puede ayudar a traducir las preocupaciones por la sustentabilidad en acciones públicas: la llamamos análisis de la «Huella Ecológica». El concepto de Huella Ecológica es simple, y aun así es potencialmente comprensivo: Toma en cuenta los flujos de materiales y energía desde y hacia cualquier economía definida, y los convierte en su correspondiente área de tierra/agua requerida por la naturaleza para sostener esos flujos. Esta técnica es a la vez analítica y educativa. No solamente evalúa la sustentabilidad de las actividades humanas actuales, también es efectiva en crear conciencia pública y asistir a los tomadores de decisiones. La Huella Ecológica no se trata sobre «cuán mal andan las cosas». Se trata de la dependencia continua de la humanidad en los recursos de la naturaleza y qué podemos hacer para mantener esa seguridadad en la capacidad de la Tierra para apoyar una existencia humana digna y para todos en el futuro. Entender nuestras limitaciones ecológicas hace que nuestras estrategias de sustentabilidad sean más efectivas y aceptables. El análisis de la Huella Ecológica debe ayudarnos a elegir de una manera más sabia, lo que es preferible a que la naturaleza nos imponga sus propias decisiones. Por tanto, el análisis de la Huella Ecológica refleja una realidad biofísica, es una buena noticia para un mundo mejor y un futuro más seguro. Las malas noticias es el sueño convencional de que las empresas humanas pueden expandirse por siempre en un mundo finito. Esta visión expansionista puede sonar muy atractiva, pero está destinada a fracasar en su forma actual. Este fracaso será muy doloroso. Dañará primero a los pobres, a los ricos un poco más tarde, y en su camino destruirá a muchas de las especies que nos acompañan. La Huella Ecológica reconoce que el conocimiento humano está enfrentando graves dificultades, las hace más visibles y dirige la acción hacia una forma sustentable de vivir. Es obvio que reconocer el lado oscuro de la condición humana es a veces doloroso, evitarlo es una tentación dulce. Sin embargo, este libro toma la posición de que negarlo hará más doloroso el futuro. Creemos que un primer paso para un mundo más sustentable es aceptar nuestra realidad ecológica y los desafíos socioeconómicos que ello implica. Cualquier estrategia de «seguir haciendo negocios a la manera usual» y que perpetúe los estilos destructivos de hoy día, será un daño al futuro de nuestros hijos. 18

Una cuestión de perspectiva Para desarrollar modos de vida que sean satisfactorios y sustentables dentro de los límites de la naturaleza, se requiere repensar nuestra relación con los otros y con el resto de la naturaleza. Este libro trata de estimular este pensamiento. Hay, obviamente, muchos libros con propósitos similares pero esperamos que éste sea un poquito distinto. Para empezar, muchos escritores de este tema -aun los buenostratan el tema ambiental como algo distante y separado de la realidad de las personas y sus trabajos. Esto es, de hecho, una reflexión de nuestra ética cultural prevaleciente. A juzgar por nuestras acciones y lenguaje, los humanos tendemos a ver nuestra sociedad mas o menos independiente de la naturaleza. Por lo tanto, cuando la actividad económica provoca determinados daños a algunos valores ambientales, las llamamos «externalidades negativas», enfatizando la marginalidad del ambiente en la conciencia moderna. ¡No es raro entonces que los enfoques modernos para el desarrollo traten al medio ambiente como un telón de fondo a las preocupaciones humanas! El medio ambiente puede ser estéticamente grato, pero es transable si la presión económica es fuerte. La pérdida de valor ambiental es aún vista como una cuestión desafortunada, pero un costo necesario del crecimiento económico. El bien conocido adagio «no podemos parar el progreso» refleja bien la ética prevaleciente. Este libro comienza con una premisa distinta. Nosotros argumentamos que los emprendimientos humanos no pueden ser separados del mundo natural ni siquiera en nuestra mente, porque no existe tal separación en la naturaleza. En términos de energía y flujo de materiales, simplemente no existe «eso allá» —la economía humana es un subsistema totalmente dependiente de la ecósfera. Esto significa que debemos estudiar el rol de la humanidad en la naturaleza de la misma manera en que estudiaríamos a cualquier organismo mayor que sea un consumidor. El hecho es que a través del ciclo de producción económica-consumo-polución, la humanidad se ha transformado en la especie mayor —y a veces dominante- en virtualmente cada uno de los ecosistemas más significativos del planeta. La premisa de que la humanidad es un subsistema de la ecósfera, de que los seres humanos estamos insertos en la naturaleza, es tan simple que es generalmente descuidada o desechada como demasiado obvia para ser relevante. Sin embargo, tomando seriamente esta visión «obvia» nos lleva a conclusiones profundas. Las implicancias de esta realidad ecológica para las políticas, va mucho más allá que presionar 19

Por mejores controles a la polución y mejor protección ambiental, ya que las dos mantienen el mito de la separación. Si los humanos somos parte del tejido de la naturaleza, el «medio ambiente» ya no es más el telón de fondo, sino que es la obra misma. La ecósfera es donde vivimos, la humanidad depende de la naturaleza y no a la inversa. La sustentabilidad requiere que nuestro énfasis cambie de la «gestión de los recursos» a la gestión de nosotros mismos, para que aprendamos a vivir como parte de la naturaleza. Al final la economía se transforma en ecología humana.

La huella ecológica es una medida de la «carga» impuesta por una población dada, a la naturaleza. Representa el área de tierra necesaria para sostener el actual nivel de consumo de recursos y la descarga de residuos de esa población. 20

Este libro muestra que podemos desarrollar modos de vida más sustentables. Proponemos herramientas y marcos metodológicos para entender los desafíos, evaluando las estrategias y monitoreando el progreso, y proporcionando ejemplos de cómo funcionan estas estrategias. Lograr la sustentabilidad va a requerir mucho pensamiento y esfuerzo, pero cambiar el mundo puede resultar una propuesta muy excitante. Hemos tratado de llegar a una audiencia muy diversa, y esperamos ofrecer algo a los distintos interesados. El primer capítulo describe e ilustra el concepto de Huella Ecológica. El capítulo dos la vincula con el debate sobre sustentabilidad. El capítulo tres desarrolla una amplia discusión sobre las estrategias de sustentabilidad y el cuarto capítulo presenta un resumen de lo que hemos aprendido. El anexo final explica detalladamente los procedimientos para el cálculo de la Huella Ecológica y discute 17 aplicaciones posibles de este concepto.

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1 HUELLAS ECOLÓGICAS PARA PRINCIPIANTES

Nosotros vivimos mayoritariamente en ciudades donde es fácil olvidar que la naturaleza funciona en circuitos cerrados. Vamos al almacén para comprar alimentos con dinero del cajero automático y luego nos deshacemos de la basura, ya sea depositándola en el basurero o tirándola al baño. Las grandes ciudades rompen los ciclos naturales de materiales y entregan poco sentido respecto de nuestra íntima conexión con la naturaleza.

Evidente pero profundo: dependemos de la naturaleza

Fig. 1.1: Somos parte de la naturaleza. La naturaleza nos proporciona los requerimientos básicos para la vida, absorbe nuestros desechos y provee los servicios de soporte vital, como la estabilización climática, todo lo cual vuelve al planeta habitable para los humanos.

A pesar de esta alienación, no estamos sólo conectados con la naturaleza, —somos la naturaleza. Cuando comemos, bebemos y respiramos, estamos intercambiando en forma continua energía y materia con nuestro medio ambiente. El cuerpo humano está constantemente usándose y renovándose— de hecho, reemplazamos casi la totalidad de las moléculas de nuestro cuerpo cerca de una vez al año. Los átomos de los cuales estamos hechos han sido parte de muchos 23

otros seres vivos. Partículas nuestras fueron alguna vez fragmento de un dinosaurio, y es probable que algunos lleven consigo átomos de César o Cleopatra. La naturaleza nos facilita una cantidad estable de lo que necesitamos para sobrevivir. Se necesita energía para cocinar y para calefaccionarnos, además para el transporte; madera para el hogar, los muebles y la producción de papel; así como alimentos de calidad y agua pura para vivir sanamente. A través del proceso de fotosíntesis, las plantas verdes convierten la luz del sol, el dióxido de carbono, los nutrientes y el agua, en energía química (como por ejemplo, frutas y verduras); todas las cadenas alimentarias que sustentan la vida animal -incluso la nuestra- se basan en esta materia vegetal. La naturaleza también absorbe nuestros desechos y provee servicios fundamentales para la vida, tales como la estabilidad climática y la protección contra las radiaciones ultravioletas. Aún más, la naturaleza, es fuente de dicha e inspiración. La figura 1.1 muestra como la vida humana está íntimamente entretejida con la naturaleza, una conexión que a menudo olvidamos o ignoramos. Ya que la mayoría de nosotros pasamos nuestras vidas en ciudades y consumimos bienes importados de todo el mundo, tendemos a experimentar la naturaleza meramente como una colección de atracciones o un lugar de recreación, más que la verdadera fuente de nuestra existencia y bienestar. Si queremos vivir en forma sustentable, debemos asegurarnos de que la productividad de la naturaleza no sea utilizada antes de que ésta se pueda renovar, y que no se descarguen residuos más rápidamente de lo que la naturaleza puede absorber. La creciente deforestación, la erosión y contaminación del suelo, el colapso de las pesquerías, la pérdida de especies y la acumulación de gases que provocan a su vez el efecto invernadero y deterioro de la capa de ozono, todos son fenómenos que nos indican que nuestras demandas actuales sobre la naturaleza están comprometiendo nuestro bienestar futuro. A pesar de estas tendencias, la sociedad opera como si la naturaleza fuera una parte extensible de nuestra economía. Por ejemplo, la agricultura, la actividad forestal y la pesca son consideradas como meros sectores extractivos de la economía, y ya que tales actividades primarias contribuyen relativamente poco al Producto Interno Bruto (PIB) de la mayoría de los países industrializados, no son valorados como muy importantes. Esta perspectiva olvida que los productos de la naturaleza son indispensables para el bienestar humano, incluso si su importancia en la generación de ingresos respecto del PIB es «insignificante». De la misma forma, algunas personas reducen la conexión entre economía y ecología a la 24

contaminación que amenaza directamente la salud humana (por ejemplo, la contaminación atmosférica). Sin duda, este problema es importante, pero el énfasis en la salud humana revela una comprensión ecológica muy estrecha. Los requerimientos crecientes de la economía sobre la naturaleza ponen en peligro la capacidad del planeta en un nivel mucho más fundamental. La sobreexplotación y la generación de desechos no sólo reducen la productividad futura sino que pueden llevar a un colapso de los ecosistemas. Hasta el momento, este fenómeno ha sido confinado a niveles locales y regionales (ejemplos recientes de ello son la desertificación en el Sahel africano y el deterioro de las pesquerías en el Atlántico Norte). Sin embargo, las crecientes evidencias de un cambio global representan una clara señal de alerta que nos indica que la actividad humana estaría socavando los sistemas de soporte vital. La perspectiva de un cambio climático significativo, con la amenaza potencial que representa para la producción alimentaria y la seguridad de los asentamientos costeros, debería por sí misma ser suficiente para forzar a la sociedad a adoptar una actitud menos negligente hacia el «medio ambiente» que nos sustenta (sin hablar de las 30 millones de otras especies).

¿Qué es una Huella Ecológica?

Fig. 1.2: Vivir en un terrarrium. ¿De qué tamaño debe ser la semiesfera de vidrio para que la ciudad allí contenida pueda sostenerse exclusivamente a partir de los ecosistemas allí presentes?

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El análisis de la Huella Ecológica es una herramienta contable que nos permite estimar los requerimientos en términos de consumo de recursos y asimilación de desechos de una determinada población o economía, expresados en áreas de tierra productiva. Por ejemplo, esta herramienta nos permite hacer las preguntas siguientes: ¿cuán dependiente es la población estudiada de sus importaciones de recursos desde «afuera» y de la capacidad de asimilación de desechos de los «bienes comunes» a nivel global? También necesitamos saber si la productividad de la naturaleza será la adecuada para satisfacer las expectativas materiales crecientes de una población mundial en aumento, en el transcurso del próximo siglo. Desde hace veinte años William Rees ha enseñado este concepto básico a estudiantes de planificación; desde 1990 ha sido desarrollado por Mathis Wackernagel y otros estudiantes trabajando con Bill en la Brigada para Comunidades Sanas y Sustentables de la Universidad de British Columbia. Para introducir la reflexión que se encuentra detrás del análisis de la Huella Ecológica, vamos a observar cómo nuestra sociedad percibe la cúspide del logro humano, la «ciudad». Si uno pide una definición de ciudad, la mayoría de las personas hablarán de una población concentrada o de un área dominada por edificios, calles y otros artefactos humanos (este es el «medio ambiente construido» del arquitecto); otros se referirán a la ciudad como a una entidad política con límites definidos que contienen el área sobre la que tiene jurisdicción el municipio; otros pueden percibir la ciudad como una concentración de facilidades culturales, sociales y educacionales que simplemente no serían posibles en un asentamiento más pequeño; y finalmente, las mentes económicas ven a la ciudad como a un nodo de intensos intercambios entre individuos y firmas y como el motor de la producción y del crecimiento económico. Indudablemente las ciudades están entre los logros más espectaculares de la civilización humana. En cada país las ciudades sirven de centros sociales, culturales, comunicacionales y comerciales de la vida nacional. Pero algo fundamental está ausente de la percepción popular de la ciudad, algo que hasta ahora ha sido considerado como tan seguro que simplemente ha escapado de nuestra conciencia. Podemos vislumbrar este elemento faltante procediendo a un ejercicio mental basado en dos simples preguntas, diseñadas para forzar nuestra reflexión más allá de los límites convencionales. Primero, imaginemos lo que ocurriría a cualquier ciudad moderna o zona urbana -Vancouver, Filadelfia o Londres-, definida por sus límites políticos, el área de terrenos construidos, o la concentración de sus actividades socioeconómicas, si ésta fuera encapsulada en una semiesfera de vidrio 26

o plástico que dejara entrar la luz pero impidiera el ingreso o salida de objetos materiales de cualquier tipo (como, por ejemplo, el proyecto de Biósfera II en Arizona) (figura 1.2). La salud e integridad del conjunto del sistema humano así encapsulado dependería enteramente de lo que inicialmente estaba dentro de la semiesfera. Resulta obvio para la mayoría de la gente que una ciudad en estas condiciones dejaría de funcionar y sus habitantes morirían dentro de unos pocos días. ¡La población y la economía contenidas en la cápsula habrían sido seccionadas de sus recursos vitales y sumideros esenciales, muriéndose de hambre y ahogándose al mismo tiempo! En otras palabras, los ecosistemas contenidos dentro de nuestro terrarrium humano imaginario tendrían una insuficiente «capacidad de carga» para soportar la carga ecológica impuesta por ¡a población humana allí encerrada. Este modelo mental de un hemisferio de vidrio nos recuerda en forma abrupta la vulnerabilidad ecológica permanente de la humanidad. La segunda pregunta nos impulsa a contemplar la realidad escondida, en términos más concretos. Asumamos que nuestra ciudad experimental está rodeada por un paisaje diverso en el que cultivos y pastizales, bosques y humedales –todos los tipos de suelos ecológicamente productivos– estuvieran representados proporcionalmente a su abundancia actual en el planeta, y que hubiera disponibilidad de una cantidad adecuada de energía fósil para soportar los niveles actuales de consumo, utilizando la tecnología prevaleciente. Imaginamos por otra parte que nuestra semiesfera de vidrio es elástica y extensible. En tal caso la pregunta es, por lo tanto, la siguiente: ¿En cuánto debería crecer el hemisferio para que la ciudad en él contenida pueda sostenerse, en forma indefinida y basándose exclusivamente en los ecosistemas de suelo/agua y recursos energéticos existentes dentro de la cápsula? En otras palabras, ¿cuál es el área total de tipos de ecosistemas terrestres, necesarios en forma continua para soportar el conjunto de las actividades sociales y económicas llevadas a cabo por los residentes de la ciudad en sus labores cotidianas? Recuerden que el suelo con sus ecosistemas es fundamental para producir recursos, asimilar desechos y mantener sus múltiples e invisibles funciones de soporte vital. Recuerden también que, con fines de simplificación, la pregunta tal como se hace no incluye el área de suelos ecológicamente productivos necesarios para soportar otras especies, independientemente de cualquier servicio que éstas puedan proveer a los humanos. 27

Para cualquier conjunto de circunstancias especificadas –el presente ejemplo asume el nivel actual de población, estándares materiales prevalecientes, tecnologías existentes, etc.– debería ser posible producir una estimación razonable del área de agua/suelo necesaria para que la ciudad en cuestión se sostenga a sí misma. Por definición, el área ecosistémica total esencialmente necesaria para la supervivencia de la ciudad corresponde de facto a su Huella Ecológica en el planeta. Evidentemente la Huella Ecológica de una ciudad será proporcional tanto a su población como a su consumo de materiales per cápita. Nuestras estimaciones revelan que para las ciudades industriales modernas el área involucrada es varias veces más amplia que el área físicamente ocupada por la ciudad. Claramente, también, la Huella Ecológica incluye todos los suelos requeridos por la población estudiada, cualquiera que sea el Jugar del planeta donde esté situada. Ciudades modernas y países enteros sobreviven en base a bienes ecológicos y servicios, ya sea apropiados a partir de flujos naturales, ya sea adquiridos por el intermedio de transacciones comerciales desde el resto del mundo. Por lo tanto, la Huella Ecológica representa también la correspondiente «capacidad de carga apropiada» total de una población. Al revelar cuántos suelos son necesarios para soportar un determinado estilo de vida en forma indefinida, el concepto de la Huella Ecológica revela la continua dependencia material de los seres humanos con respecto a la naturaleza. Por ejemplo, la tabla 3 del anexo (pág. 1 56) muestra la Huella Ecológica de un canadiense promedio, es decir, la cantidad de suelos requeridos de la naturaleza para soportar el consumo actual promedio de un individuo. Este alcanza las 4,3 hectáreas. Esto es un área superior a tres manzanas en una ciudad. La columna de la izquierda muestra varias categorías de consumo y los títulos de las columnas corresponden a las categorías de uso de suelos. La categoría de suelos «Energía» utilizada en la tabla representa el área que sirve como sumidero de carbono, necesaria para absorber el dióxido de carbono emitido por el consumo per cápita de energía fósil (carbón, petróleo y gas natural), asumiendo que la estabilidad atmosférica es una meta deseable. Alternativamente, esta entrada podría ser calculada acorde al área de cultivos necesaria para producir un combustible biológico equivalente en la actualidad, como el etanol, como substituto del combustible fósil. Esta alternativa produce aún más requerimientos de suelos de la categoría «Energía». La categoría «Suelos degradados» significa que éstos ya no están disponibles para la 28

producción natural, ya que han sido pavimentados o utilizados para edificaciones. Ejemplos de los recursos en la categoría «Servicios» son: el combustible necesario para calefaccíonar los hospitales o el papel y electricidad usados para producir un estado de cuentas bancario. Para usar la tabla 3 del anexo y encontrar la cantidad de suelo agrícola necesario para producir, por ejemplo, el alimento de un canadiense promedio, tendrían que leer la fila de «Alimentación» bajo las columnas «Cultivos» y «Pastizales». La tabla muestra que se necesitan, en promedio, de 0,9 hectáreas de huertos, cultivos y pastizales para mantener a un canadiense promedio. Tomen en cuenta que ninguna de las entradas en la tabla corresponde a un área fija, necesaria o recomendada. Son simplemente nuestras estimaciones de la demanda ecológica a inicios de los años 90 para el promedio de los canadienses. Las Huellas Ecológicas de individuos y economías en su conjunto varían de acuerdo a ingresos, precios y a los valores personales y sociales prevalecientes que afectan el comportamiento de los consumidores, así como a la sofisticación tecnológica, por ejemplo, el contenido energético y material de los bienes y servicios.

Fig. 1.3: ¿Qué es una Huella Ecológica? Piensen en una economía como en un organismo con un «metabolismo industrial». En este aspecto se puede comparar a una vaca en una pradera. La economía requiere «comer» recursos y eventualmente toda esta ingestión se transforma en desechos y debe salir del organismo –la economía– de nuevo. Por lo tanto, la pregunta es la siguiente: ¿"Qué extensión debe tener la pradera para soportar esta economía, para producir todo su alimento y absorber todos sus desechos? Alternativamente, ¿Qué extensión de suelo sería necesaria para soportar, en forma sustentable, el nivel de vida material actual de una economía determinada?

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¿Y ahora qué? ¿El contexto global? Nuestra economía atiende crecientes demandas que, a su vez, compiten con ofertas menguantes de los elementos básicos para la vida. La Huella Ecológica de cualquier población puede ser usada para medir su consumo actual y proyectado, Comparándolo con la disponibilidad de la oferta ecológica y así identificar los probables desfases entre ambos. De esta manera, puede asesorar a la sociedad en implementar las necesarias opciones en términos de nuestras exigencias para con la naturaleza. Para poner esto en perspectiva, el suelo ecológicamente productivo «disponible» para cada persona en el planeta ha disminuido en el transcurso del siglo pasado (figura 1.5). Hoy, existen sólo 1,5 hectáreas de suelo productivo por cada persona, incluyendo las áreas silvestres que probablemente no deberían ser utilizadas para otros objetivos. En contraste, el área de suelo «apropiada» por los habitantes de los países más ricos ha aumentado en forma continua. La Huella Ecológica actual de un norteamericano promedio (4 a 5 hectáreas) representa 3 veces la parte que le corresponde de la generosidad del planeta. Esto significa que si todos los habitantes del planeta vivieran de

Fig. 1.4: Tu Huella Ecológica. La Huella de un norteamericano promedio mide entre 4 y 5 hectáreas, osea el equivalente a 4 manzanas de una ciudad

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acuerdo a los estándares de vida de un canadiense promedio o norteamericano, necesitaríamos por lo menos tres planetas Tierra para proveer todos los materiales y energía que estamos utilizando (figura 1.6). Evidentemente, si la población mundial continúa creciendo de acuerdo a las proyecciones, se calcula que para e! año 2040 habrá 10 mil millones de personas, y cada una tendrá menos de 0,9 hectáreas de suelo ecológicamente productivo, suponiendo que no se produjera más degradación de suelos. Estos números se tornan particularmente interesantes cuando se examinan, para comparar, regiones geográficas seleccionadas con el suelo que realmente «consumen». Por ejemplo, en el anexo 3, estimamos la Huella Ecológica del Valle de Fraser, al Este de Vancouver, cuya población es de 1,8 millones de habitantes con una densidad por hectárea de 4,5 personas/há. Esta área es mucho más

Fig. 1.5: Nuestra Huella Ecológica sigue creciendo mientras nuestras porciones de planeta Tierra per cápita siguen encogiéndose. Desde el principio de este siglo, el suelo ecológicamente productivo disponible ha disminuido desde más de 5 hectáreas a menos de 1,5 hectáreas por persona en 1 994. En e¡ mismo período, la Huella Ecológica del estadounidense promedio se ha incrementado a más de 4 hectáreas. Estas tendencias contradictorias representan un conflicto fundamental: las demandas ecológicas de los ciudadanos promedio de los países ricos, exceden la oferta per cápita en un factor de 1 a 3. Esto significa que el planeta no podría soportar ni siquiera la población actual de más de 6 mil millones de personas, en forma sustentable, si éstas adoptaran los estándares materiales de los norteamericanos.

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Fig. 1.6: Se busca: Dos planetas (fantasmas). Si cada uno de nosotros viviera como los norteamericanos de hoy, serta necesario tener al menos dos planetas adicionales para producir los recursos, absorber los desechos y en alguna forma mantener los servicios de soporte vital. Desafortunadamente, buenos planetas son difíciles de encontrar....

pequeña que la extensión requerida para abastecer a la población en recursos ecológicos. Si una persona promedio en este valle necesita 4,4 hás (tabla 3.3), entonces el valle de Fraser depende de un área 19 veces más grandes que la que se encuentra dentro de sus límites, para la producción de comida, productos forestales, asimilación de dióxido de carbono y producción de energía (figura 3.5). De la misma forma, Holanda tiene una población de 15 millones de personas, o sea 4,4 personas/há, y aunque los holandeses consumen en promedio menos que los norteamericanos, requieren aún 15 veces más tierra que la que tienen dentro de su propio país, para producir alimentos, productos forestales y energía (figura 3.8, recuadro 3.4). Dicho de otra forma, los ecosistemas que realmente soportan las regiones típicamente industriales se extienden mucho más allá de sus fronteras políticas o geográficas. 32

Un mundo sobre el que cada uno de nosotros impone una Huella Ecológica desmesuradamente grande no será sustentable la Huella Ecológica de la humanidad en su conjunto debe ser menor que la superficie ecológicamente productiva del planeta. Esto significa que si cada región o país fuera estimulando su población a seguir el ejemplo económico del Valle de Fraser o de los Países Bajos, utilizando la tecnología existente, estaríamos todos en peligro de tener que enfrentar un colapso global ecológico. La noción de que el estilo de vida de los países industrializados no puede ser extendido en forma incólume, a cada uno de los habitantes del planeta, puede perturbar a algunos. Sin embargo, ignorar simplemente esta posibilidad perpetuando ciegamente los enfoques tradicionales respecto del desarrollo económico, invita tanto a la catástrofe ecológica como al caos geopolítico. Reconocer que no todos pueden vivir de la misma forma que los habitantes de los países industrializados de hoy no es lo mismo que argumentar que los pobres deben permanecer pobres. Significa que debe haber ajustes en todas partes, y, si nuestro análisis ecológico es correcto, continuar en el camino actual del desarrollo implicará más impactos para los más pobres. Una fe ciega en el sueño expansionista de la abundancia no hará que se realice este sueño al contrario nos aleja del camino del aprendizaje respecto de vivir de acuerdo a los medios de la naturaleza, y en último término se vuelve ecológica y socialmente destructivo. El doctor Pie de Página explica Varios críticos han levantado objeciones razonables respecto de algunos aspectos del concepto de Huella Ecológica. En esta sección, el consejero en sustentabilidad, el Doctor Pie de Página, comenta algunos de estos temas.

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El poder de la ciencia Científico analítico: La Huella Ecológica pretende demasiado. Por ejemplo, a pesar de años de investigaciones detalladas y sistemáticas, aún no sabemos cómo funcionan organis mos simples (ya sean bacterias o ballenas azules), y menos cómo interactúan. Noso tros, los científicos, trabajamos con modelos, pero éstos a su vez son simplificaciones extremas, y nunca podemos comprobar que son adecuados. Lo máximoque podemos hacer es comprobar que no son adecuados. Como buenos científicos, debemos reconocer nuestra inmensa ignorancia frente a la naturaleza. Debemos ser humildes. Por lo tanto, ¿cómo pueden afirmar que es posible reducir las complejas interacciones entre las personas y la naturaleza a un asunto de hectáreas? Doctor Pie de Página: Tiene razón. La Huella Ecológica no cuenta toda la historia. Sin embargo, si bien es cierto que mucha gente tiene sed de verdad absoluta, es más relevante preguntarse si el conocimiento que utilizamos es compatible con los fenómenos que estamos observando. El conocimiento debe ser apropiado a las tareas que nos proponemos. Por ejemplo, las leyes mecánicas de Newton fueron suficientes para permitirnos volar hacia la luna, a pesar de sus falencias respecto de la teoría de la relatividad de Einstein. No conocer algo con certeza no debería detenernos para tomar acciones o contra-acciones. Hay que evitar la parálisis que surge del análisis y mejor equivocarse del lado seguro. Tenemos que predicar precaución donde surjan potenciales peligros, incluso si no conocemos la naturaleza exacta de ellos. El modelo de la Huella Ecológica puede ser simple; como todo modelo ecológico, no representa todas las posibles interacciones. Sin embargo, estima la cantidad mínima de suelos 34

necesarios para proveer los flujos energéticos y materiales requeridos por la economía. No miramos la contaminación más allá del dióxido de carbono. Más bien, nuestros cálculos actuales de la Huella Ecológica subestiman la carga humana sobre la naturaleza. Incluso así, nuestros cálculos muestran que los humanos han sobrepasado la capacidad de carga del planeta y que algunas personas contribuyen significativamente más que otras en este proceso. Por supuesto, uno puede cuestionar incluso el hecho de que la Huella Ecológica de la humanidad corresponda prácticamente al tamaño del planeta Tierra. Sólo una Huella Ecológica más chica otorga una cierta capacidad de resiliencia frente a cambios globales. En todo caso, el exceso ecológico de hoy sólo puede ser temporal y significa un costo alto para el futuro. En síntesis, posiblemente no sabemos exactamente cómo funciona la naturaleza, pero usando leyes fundamentales y relaciones conocidas podemos hacer cálculos útiles (subestimaciones de las demandas humanas. Posiblemente no son lo suficientemente precisas para un buen manejo de la naturaleza pero proveen líneas de acción y desafíos para lograr un buen manejo de nosotros mismos en una forma ecológica y más responsable socialmente. La sabiduría del mercado El Empresario: Las tendencias son claras. El ingreso global está aumentando más rápidamente que la población humana. La producción agrícola ha incrementado porque responde a una demanda creciente. La vida en el planeta nunca ha sido mejor. Si tenemos problemas ambientales, es sólo porque existe una definición muy pobre de los derechos de propiedad o que los precios no reflejan los costos verdaderos. Una vez que tengamos precios adecuados, la «Mano Invisible» se preocupará de estos problemas. Los precios son la forma más efectiva de indicar a las personas qué es lo que hay que hacer y qué es lo que no hay que hacer y las interferencias del gobierno deben ser mínimas. Las necesidades de la sociedad serán así satisfechas en la medida que las personas persigan sus intereses individuales. 35

Doctor Pie de Página Tiene razón hasta cierto punto. Cuando los bienes y servicios de la naturaleza son subvalorados, éstos se sobreutilizan y sobreexplotan y la «Mano Invisible», que supuestamente debería equilibrar el mercado, se transforma en el «Codo Invisible» desestabilizador. Por lo tanto, ajustar los precios por el intermedio de impuestos al agotamiento de recursos y a la contaminación, puede ser efectivo en reducir las actividades que son ecológicamente destructoras. Sin embargo, la Mano Invisible a menudo depende de la Huella Ecológica para hacer funcionar sus poderes mágicos. El análisis de la Huella Ecológica puede ayudarnos a tomar en cuenta los verdaderos costos sociales asociados al crecimiento porque hace visible muchos impactos frente a los que el análisis monetario tradicional está usualmente ciego. Pero seamos realistas, el «mercado libre» no resolverá todos nuestros problemas. No todo lo que tiene valor puede (o debe) ser privatizado y no todos los servicios de la naturaleza pueden ser cuantificados, menos aún valorizados en términos monetarios (¿Cuál es el precio de mercado de un clima estable y predecible? ¿Cuánta capa de ozono es suficiente?). De hecho, muchas decisiones en torno a personas, recursos y la ecósfera seguirán basándose en una información científica parcial y juicios políticos. Incluso incentivos económicos como los impuestos al agotamiento de recursos y derechos transables de contaminación requieren la intervención del gobierno en la economía. A propósito, no hay inconsistencia entre sus tendencias económicas globales y el análisis de la Huella Ecológica. Mayores ingresos implican mayor acceso a los recursos y a su vez mayores Huellas Ecológicas para la minoría privilegiada. Sin embargo, la superabundancia de hoy no garantiza ni siquiera poseer lo adecuado para mañana. Mucho de nuestro «ingreso actual» se deriva de la liquidación de capital natural. Nuestras Huellas Ecológicas se expanden incluso cuando el suelo sobre el cual estamos parados se encoge bajo nuestros pies. 36

La doctrina del libre comercio El piloto: Pareciera que la Huella Ecológica cuestiona el valor del comercio. ¡No quiero volver a la Edad Media! El comercio beneficia a todos. Por ejemplo, en América del Norte, no podemos cultivar café ni plátanos, a su vez los exportadores de café y plátanos probablemente no pueden producir computadores o cultivar trigo. También es más eficiente económicamente si se produce en los lugares donde sea más ecológicamente eficiente. Por ejemplo, no es un disparate cultivar tomates de invierno en invernaderos calefaccionados en Canadá en vez de importarlos desde California o México. Doctor Pie de Página: El análisis de la Huella Ecológica no está en contra del comercio per se. Sin embargo, si se examina el comercio a través de lentes ecológicos y se revelan sus consecuencias ambientales. Cuando los economistas hablan de balances comerciales, se refieren sólo a los flujos monetarios, no a los flujos ecológicos. De hecho, algunas áreas, en forma constante, renuncian a la productividad ecológica, mientras otras exigen continuamente más. Por ejemplo, Hong Kong, Suiza y Japón, que poseen balanzas comerciales en dólares positivas, proveen poca productividad ecológica al mundo, a la vez que importan gran parte desde otros lugares del planeta para mantener sus altos niveles de consumo. Afortunadamente, no todos pueden ser importadores netos de bienes y servicios ecológicos. A escala global, para cada importador debe existir un exportador. Esto implica que incluso si la mayoría de los países en desarro llo intentan seguir el desarrollo de lugares como Japón, Hong Kong o Suiza, es físicamente imposible que todos ellos tengan éxito. Extender el comercio mundial lleva a un incremento de los flujos de recursos globales, lo que a su vez estimula la producción económica total y acelera el agotamiento de las riquezas naturales 37

del planeta y hay otros problemas. Las personas que viven de bienes ecológicos importados desde lejos (y de funciones ecológicas comunes, tales como el control del clima, el que está compartido entre todos) están espacial y psicológicamente desconectados de los recursos que los sustentan. Pierden todo incentivo directo respecto de conservar sus propios recursos locales y no intervienen en el manejo de las fuentes distantes de recursos. De hecho, pueden permanecer tranquilamente inconscientes tanto de los efectos ecológicos como sociales de los términos prevalecientes del intercambio. Los métodos modernos de producción, debido a su carácter intensivo, no sólo aceleran el agotamiento y contaminación del campo y de los bosques, más aún los beneficios de los incrementos de productividad se distribuyen en forma inequitativa, en particular en los países de bajos ingresos. Los que necesitan el ingreso suelen verse desplazados de sus tierras, cediendo el espacio para cultivos de exportación, mientras que las ganancias fluyen hacia los que ya tienen más que suficiente. En síntesis, en un mundo donde la economía global ya está ejerciendo una presión sobre los límites ecológicos y donde la pobreza azota a mil millones de personas, no necesitamos «libre comercio», sino redefinir los términos para que el intercambio incentive la rehabilitación del capital natural y dirija los beneficios de las actividades exportadores hacia los que más los necesitan. El futuro incierto La vidente: El análisis de la Huella Ecológica pretende leer el futuro. Pero las predicciones y las extrapolaciones siempre son inciertas. Lo único que sabemos sobre el futuro es que probablemente será distinto de lo que pensamos que será. Incluso yo tengo problemas para leer el futuro en mi bola de cristal ................. Dr. Pie de Página: El análisis de la Huella Ecológica no es una herramienta predictiva. Es una «cámara ecológica» que toma una foto de nuestras demandas actuales sobre la naturaleza. Extrapolaciones de lo que será la población mundial y los flujos de recursos en el año 2040 sugieren que existen serias barreras biofísicas en el camino que estamos siguiendo hacia el desarrollo, pero los números no predicen la forma en que van a ocurrir las cosas. Más bien miden la brecha de sustentabilidad que la sociedad, 38

de una forma u otra, tiene que cerrar para alcanzar un futuro estable. En síntesis, el análisis de la Huella Ecológica puede mostrar en cuánto tenemos que reducir nuestro consumo, mejorar nuestra tecnología o cambiar nuestro comportamiento para alcanzar la sustentabilidad. Puede revelar también y muy gráficamente la desigualdad material crónica que persiste entre los países de altos y de bajos ingresos hoy. Y más importante aún, el análisis de la Huella Ecológica sugiere algunas de las formas de iniciar el cambio hacia a sustentabilidad y cuáles de estas medidas proporcionan el mayor aliciente. Lo volvemos a repetir, esta herramienta no es un telescopio que lee en el futuro, sino una forma de visualizar las consecuencias de las tendencias actuales y valorar escenarios alternativos del tipo «qué pasaría si...»,» en el camino hacia una mayor sustentabilidad. La obsesión tecnológica El Robot: Por miles de años la gente ha estado preocupada por la posibilidad de quedar sin tierras o sin recursos. Pero no, la revolución tecnológica ha incrementado la abundancia y generado la disminución de los precios de los bienes y servicios. Gracias a la tecnología, un simple granjero produce más que lo que producían 200 granjeros hace 200 años. Gracias a la tecnología, millones de personas en Norte América viven una vida más cómoda, son más sanas, se sienLa tecnología lo ten más seguras y comen incluso puede arreglar. mejor que lo que los reyes y reinas podrían haber soñado hace unos cientos de años atrás. ¿Quién podría haber anticipado la revolución computacional? ¿Quién puede anticipar los beneficios futuros de la ingeniería genética? Durante los últimos 200 años, la tecnología ha respondido 39

exitosamente a los desafíos del crecimiento. Confrontados con problemas, los seres humanos siempre encuentran una solución. Nuestro principal recurso es la mente humana y el potencial de innovaciones no tiene límites. Basta pensar en los avances en el campo de la medicina, transporte y telecomunicaciones. ¿Por qué no seríamos capaces de resolver cualquier problema en el futuro? Dr. Pie de Página: El análisis de la Huella Ecológica no cuestiona la importancia de las innovaciones tecnológicas. De hecho, la tecnología tendrá un rol mayor en el camino hacia la sustentabilidad. Si realmente queremos construir una economía 5 o 10 veces el tamaño del actual (cono lo sugiere el Informe Brundtland), entonces necesitamos tecnologías que nos hagan de 5 a 10 veces más eficientes en el uso de recursos. Algunos analistas ya se refieren a esto con el nombre de la economía del «factor 10» (ver capítulo 4). Claramente, es esencial mejorar nuestras tecnologías. Incluso cosas simples como calentadores de agua solares o un mejor aislamiento de las casas puede reducir nuestra Huella sin comprometer nuestros estándares de vida. Sin embargo, mantengan presente que muchas innovaciones tecnológicas no han reducido nuestro uso de recursos, simplemente han sustituido el trabajo por más capital (recursos y máquinas). Por ejemplo, mientras la agricultura moderna tiene una producción mayor por granjero que la agricultura tradicional, necesita mucho más energía, materiales y agua por unidad de cultivo producida (como en el ejemplo de los tomates descrito en el capítulo 3). De la misma manera, en las circunstancias actuales, los beneficios que surgen a partir de una mayor eficiencia tecnológica a menudo incentivan un incremento del consumo los automóviles más eficientes son más económicos y por lo tanto se usan más a menudo. De hecho, a pesar de los incrementos en eficiencia, el consumo total de energía de la mayoría de los países industriales ha aumentado en los últimos años. En este contexto, la Huella Ecológica puede ser una buena unidad para medir el progreso hacia la sustentabilidad. ¿Las nuevas tecnologías aumentan o reducen la demanda que imponemos a la naturaleza? Depende; si las nuevas tecnologías reeducen nuestra Huella Ecológica, deben verse 40

acompañadas de medidas políticas de manera de asegurar que los aumentos en la eficiencia no sean redirigidos hacia formas alternativas de consumo. La mantra del optimismo El optimista: El análisis de la Huella Ecológica es deprimente. Pinta una imagen plomiza del futuro. tas personas como ustedes parecen tener una afinidad con las visiones apocalípticas. Estas visiones han existido a lo largo de la historia de la humanidad pero nunca han sido acertadas. ¿Por qué no miran el lado bueno de la vida? Deténganse a oler las rosas y disfrutemos de un buen momento. Dr. Pie de Página: Reconocer que la naturaleza posee una capacidad finita no es ser pesimista, sólo realista. Deja espacio para tomar decisiones más sabias. Ignorar estas limitaciones básicas sería poner en peligro el bienestar futuro. El análisis de la Huella Ecológica parte de la premisa de que la humanidad debe vivir dentro de su capacidad de carga. También sostiene que si elegimos sabiamente incluso sería posible mejorar nuestra calidad de vida. Estamos preocupados porque la forma en que vivimos hoy en el planeta es autodestructora. La Huella Ecológica es una herramienta que facilita el aprendizaje sobre las limitaciones ecológicas y sobre cómo desarrollar un estilo de vida sustentable. Mientras antes empiece la humanidad a actuar frente a los nuevos desafíos, más fácil será hacerlo.

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El crecimiento de los límites El productor de energía: La energía es la fuerza motriz de la empresa humana. Si tenemos suficiente energía, podemos hacer lo que queramos: limpiar el medio ambiente, irrigar los desiertos, construir redes de transporte rápido, energetizar invernaderos altamente productivos basta decirlo. La escasez ecológica de hoy es sólo temporal. No va a pasar mucho tiempo antes de que desarrollemos fuentes ilimitadas de energía. La energía de la fusión es promisoria y apenas hemos tocado el potencial del poderde la fisión convencional. Imaginen el potencial si llegamos a utilizar toda la energía de las mareas y la energía solar que siguen sin uso hoy. Dr. Pie de Página: Algunos esperan que la humanidad será capaz de dominar fuentes ilimitadas de energía. De hecho, ya estamos dotados de una fuente gigantesca de energía: el sol manda el equivalente de 175.000 terawatts hacia nuestro planeta, comparado con los 10 terawatts apenas de la energía asociada al comercio, principalmente energía fósil, utilizada en la economía humana. Sin embargo, imaginen el impacto de una fuente ilimitada de energía, si no fuera utilizada sabiamente o restrictivamente. ¡Ya hemos desgastado gran parte del planeta sólo con 10 terawatts! Una energía barata e ilimitada sólo serviría para extender aún más las actividades humanas, depredando otros stocks de recursos naturales hasta toparse con un nuevo –y probablemente más severo– factor limitante. Puede ser que esta vez no sean los recursos energéticos sino la capacidad de asi milación de desechos de nuestro planeta, la que llegue a ser limitante. Por ejemplo, antes solíamos estar preocupados de quedar sin combustibles fósiles, sin embargo hoy los científicos se dan cuenta de que los sumideros de CO2 son aún más escasos (ya están llenos y no pueden absorber más Co2).

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Claro que, utilizada con las precauciones de rigor, la tecnología puede ayudar a sobrepasar la escasez ecológica. De hecho, trasladarse hacia una economía solar puede ser la estrategia más promisoria para reducir nuestra Huella Ecológica. La energía solar, como todo lo que requiere de equipamiento, será más cara, luego la utilizaremos mejor. No obstante, con una economía solar deberíamos ser capaces de asegurar una mejor calidad de vida en el futuro. Planificando un futuro sustentable La Huella Ecológica es una herramienta que nos ayuda a planificar la sustentabilidad. No sólo discute preocupaciones globales, como el deterioro ecológico y la desigualdad material, también vincula estas mismas preocupaciones a la toma de decisión individual e institucional. Es necesario afinar esta herramienta para utilizar su completo potencial en la toma de decisiones diarias de los planificadores. Sin embargo, ya ha sido aplicada a más de 20 situaciones distintas, incluyendo las que se presentan como ejemplos en este libro. En estas aplicaciones, que se extienden desde la educación ambiental en terreno para niños hasta proyectos para municipios, el análisis de la Huella Ecológica ya está ayudando, en Canadá y en otros países, a encarar los temas de la sustentabilidad y sus soluciones. El deterioro ecológico y la injusticia social pueden ser revertidos, si existen miles de herramientas conceptuales y de ideas inspiradoras sobre cómo planificar un mundo más resguardado y más seguro. La Huella Ecológica es una de tales herramientas. Nos ayuda a entender tanto la situación presente como las implicancias de nuestras opciones de políticas. El análisis de la Huella Ecológica ayuda a visualizar las cosas desde una amplia perspectiva. Volviendo a una imagen que hemos utilizado previamente, interpretamos la Huella de una ciudad como el área total que debería estar encerrada con la ciudad bajo una cápsula de vidrio, de manera de poder sostener los patrones de consumo de los habitantes de esta ciudad. Incluso sin datos actualizados, esta imagen mental ilustra una realidad importante: como resultado de las altas densidades de población, el rápido aumento en el consumo per cápita de energía y material, así como la creciente dependencia respecto del comercio (todo lo cual se ve facilitado por la tecnología,), los emplazamientos ecológicos de los asentamientos humanos ya no coinciden más con sus emplazamientos geográficos. Las ciudades modernas y las regiones industriales dependen para su supervivencia y crecimiento de un amplio 43

y progresivamente más global conjunto de suelos, compuestos de tierras ecológicamente productivas. Lo irónico en esto es que muchos autores de ciencia ficción han evocado también la imagen de una ciudad encapsulada pero en ciencia ficción, usualmente este elemento es necesario para aislar y proteger el hábitat humano de un medio ambiente externo hostil. ¡Al contrario, nuestro experimento enfatiza, que sin acceso libre al medio ambiente, es el hábitat humano, así aislado, que se vuelve hostil a la vida humana! Pensar en aquella ciudad encapsulada nos obliga a considerar no sólo todas las formas en que seguimos dependientes de la naturaleza, sino también en todos los modos de reducir el impacto negativo de los humanos sobre los sistemas que nos sustentan. Por ejemplo, asuman por un momento que su ciudad o comunidad está confinada en un terrarium humano, tal como fue descrito anteriormente. Eso es, la semiesfera que contiene su ciudad está adecuada justamente para sostener a la población presente, dado los estándares materiales prevalecientes. Ahora pregúntense ¿a qué se parece el proceso de planificación y los reglamentos de uso de suelos en esta cápsula urbana? ¿Qué clase de procesos de toma de decisión habría y quiénes estarían involucrados? ¿Qué costos del desarrollo que hoy estamos ignorando, en la actualidad se vuelven repentinamente importantes? ¿Qué criterios podrían prevalecer para decidir entre los intereses privados y el bien común? Para hacer de esta reflexión un ejercicio realmente interesante y más concreto, comparen el proceso de planificación deseado y el régimen legal con el que se está planificando hoy día en su comunidad. ¿Por qué son diferentes? ¿Estas diferencias tendrán más sentido si consideramos que la ecósfera no es sino una gran cápsula que contiene el conjunto de la familia humana? Los capítulos siguientes parten de estas preguntas para explicar cómo el concepto de la Huella Ecológica contribuye a construir una sociedad más sustentable.

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Fig. 1.7: Caminos que podemos elegir. ¿Qué tipo de futuro les gustaría y cómo podemos alcanzarlo?

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2 HUELLAS Y SUSTENTABILIDAD

La confusión sobre el significado de sustentabilidad y su importancia han obstaculizado el progreso hacia su logro. Esta confusión no es totalmente inocente, a veces refleja la voluntad de desdibujar ciertos temas y conflictos de intereses, mientras que otras veces es producto de temores genuinos. En este capítulo, intentamos desenredar esta confusión; argumentamos que la sustentabilidad es un concepto sencillo, al menos conceptualmente, y sugerimos que evaluar las implicancias del modelo de la Huella Ecológica nos ayuda a entender al menos las demandas ecológicas en pro de una sociedad sustentable.

El debate sobre la sustentabilidad: Un concepto sencillo que lleva a estrategias contradictorias El desafío de la sustentabilidad Desde que se publicó «La primavera silenciosa» (Silent Spring) de Rachel Carson en 1962, una literatura en aumento ha expresado la preocupación de que la ecósfera, nuestro sistema de soporte vital, está siendo depredada a una tasa acelerada. La lista de amenazas al sistema de soporte vital al que estamos arraigados es abrumadora: los desiertos están avanzando hacia las áreas ecológicamente productivas, a una tasa de 6 millones de hectáreas por año; la deforestación reclama anualmente más de 17 millones de hectáreas; la oxidación y erosión de los suelos exceden la formación de suelos por 26 mil millones de toneladas por año; las pesquerías están colapsando; la disminución y contaminación de las aguas subterráneas se acelera en muchos lugares del mundo; hasta 17.000 especies desaparecen cada año; a pesar de las acciones correctivas, el ozono estratosférico continúa deteriorándose; las sociedades industriales han aumentado las emisiones de dióxido de carbono atmosférico en 28 por ciento. Todas estas tendencias son el resultado de ya sea la sobreexplotación (el consumo excesivo) o la 1 generación excesiva de desechos . Como todo lo que consumimos en 47

algún momento alimenta el flujo de desechos, simplificando al extremo, podemos decir que el «transflujo» de energía y material de la economía humana está más allá de sus límites seguros. Al mismo tiempo, muchas personas ni siquiera pueden satisfacer sus necesidades más básicas. Como lo vimos en la Introducción, un 20 por ciento de la población humana disfruta de una riqueza sin precedentes, incluyendo la mayoría de la gente del «Norte». Sin embargo, el 20 por ciento que percibe 1,4 por ciento de los ingresos globales padece condiciones de desnutrición recurrente. Esta segregación, acentuada de acuerdo al género y la etnia, va más allá del ingreso. El hecho de que en 1990, sólo 3,5 por ciento de los ministros del mundo eran mujeres y que 93 países no tenían ministros mujeres, son síntomas de una desigualdad social mucho más profunda2. Personas preocupadas por el tema han recomendado un uso más responsable y equitativo de la ecósfera a lo largo del siglo XX; sin embargo, no fue hasta el año 1987 que el informe de La Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo de las Naciones Unidas (CMMAD) (también conocido como Informe Bruntland), Nuestro futuro común, popularizó la idea del «desarrollo sustentable». Los efectos sociales y ecológicamente destructivos del enfoque de «desarrollo» prevaleciente han llegado finalmente a representar un tema serio en la agenda política. El punto de partida del trabajo de la Comisión Brundtland fue su reconocimiento de que el futuro de la humanidad estaba amenazado. Nuestro futuro común comienza con esta declaración: La Tierra es una, pero el mundo no lo es. Todos dependemos de una sola Biosfera para el mantenimiento de nuestras vidas. Pero cada comunidad, cada país, intenta sobrevivir y prosperar sin prestar mucha atención a los impactos que genera sobre los demás. Algunos consumen los recursos de la Tierra a una tasa que poco dejará a las generaciones futuras. Otros, muchos más en cantidad, consumen demasiado poco y viven con la perspectiva del hambre, la miseria, la enfermedad, y la 3 muerte prematura.  Para una discusión más detallada de estas tendencias, consultar el anual State of the World y Vital Signs del Worldwatch Institute (NY: W.W. Norton) o el bianual World Resources del World Resources Institute, UNEP y UNDP (NY: Oxford University Press). ? Worldwatch Institute, Vital Signs (NY; W.W. Norton, 1995) ? The World Commision on Environment and Development (WCED) fue presidida por el Primer Ministro Noruego Gro Harlem Brundtland. La declaración de apertura es de la página 27 y la definición de desarrollo sustentable, de la página 43 de su informe, Our Common Future (NY: Oxford University Press, 1987).

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Para enfrentar los desafíos del sobreconsumo por un lado y la pobreza por el otro, la Comisión hizo un llamado en pro de un desarrollo sustentable, definido como «....un desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer las capacidades de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades».

Fíg. 2.1: Uso Sustentable: La Analogía del Balde de Agua. Imagina un balde que está siendo llenado con agua a un flujo constante. El agua en el balde son las existencias de capital que pueden ser retiradas tan rápidamente como el balde esté siendo llenado. Este balance de la cantidad de extracción es una forma de renta sustentable. De manera similar, la naturaleza es un «balde» que está continuamente rellenándose por el sol: la fotosíntesis produce material vegetal, las bases para todo el capital biológico de casi todas las otras formas de vida; y los ciclos climático, hidrológico y otros biofísicos son también alimentados por el sol. La sustentabilidad implica que el capital natural debe ser usado no más rápidamente de lo que pueda ser regenerado (derecha). No obstante, el comercio y la tecnología han posibilitado a la humanidad explotar progresivamente la naturaleza más allá de los límites sustentables, así es que el consumo presente excede la renta natural (el «interés» de nuestro capital). Esto deja a la siguiente generación con el capital degradado y un potencial productivo menor, a pesar de que las expectativas de población y material aumentan (izquierda).

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En otras palabras, la Comisión reconoció que el imperativo económico convencional de maximización de la producción económica ahora debe estar restringido –o quizás, debemos decir aumentado– por un imperativo ecológico de protección de la ecósfera y un imperativo social de minimización del sufrimiento humano, hoy y en el futuro. Por primera vez, el medio ambiente y la equidad se transformaron en variables explícitas en la ecuación del desarrollo. El desarrollo sustentable, por lo tanto, depende tanto de la reducción de la destrucción ecológica (principalmente limitando el transflujo energético y material de la economía humana) como del mejoramiento de la calidad de la vida material de los pobres del mundo (mediante la liberación del espacio ecológico necesario para mayor crecimiento de los países en vías de desarrollo y asegurando que los beneficios fluyan donde más se necesitan). Partiendo de la definición Brundtland, argumentamos que, conceptualmente, la sustentabilidad es un concepto sencillo: implica vivir en forma cómoda en términos materiales y en paz unos con los otros dentro de los límites de la naturaleza. A pesar de esta simplicidad aparente, sin embargo, no existe consenso sobre las implicancias políticas del concepto (véase el Recuadro 2.1). Algunas personas no están convencidas de que haya efectivamente una crisis de sustentabilidad, mientras que otras temen lo que podría implicar reconocer que sí la hay.

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RECUADRO 2.1: Sustentabilidad y Desarrollo Sustentable: Algunas Aclaraciones4 La necesidad que posee la humanidad de vivir con equidad dentro de los límites de la naturaleza, subyace en la mayoría de las definiciones de desarrollo sustentable, empezando con el llamado, ampliamente aceptado, de la Comisión Brundtland, de «...[satisfacer] las necesidades del presente sin comprometer las capacidades de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades». Sin embargo, a pesar del amplio reconocimiento de los síntomas ecológicos y sociales del problema, las interpretaciones del desarrollo sustenlable y sus implicaciones son contradictorias, incluso dentro del mismo informe de la Comisión Brundlland. Una de las razones que motiva la existencia de interpretaciones contradictorias del mensaje fundamental de la sustentabilidad, es obvia el término «desarrollo sustenlable» es por sí mismo engañoso y ambiguo. Muchas personas se identifican más con la parle «sustentable» y escuchan un llamado hacia la transformación social y ecológica, un mundo de estabilidad ambiental y justicia social. Otras se identifican más con «desarrollo» y lo interpretan como un crecimiento más sensible, una versión reformada del estatus quo. Sharachchandra Lélé escribe que las varias interpretaciones del desarrollo sustentable se deben no a la mala comprensión, sino a las diferencias ideológicas y renuencia de muchos en reconocer las implicaciones del mensaje subyacente. La imprecisión intencionada del concepto, aún definido por Brundtland, es un reflejo de la política del poder y el regateo político, y no una manifestación de una dificultad intelectual inalcanzable. Michael Redclift comenta que «...si no estamos preparados para cuestionar nuestros supuestos, tanto sobre desarrollo como sobre medio ambiente y dar efecto (Continúa en Pág. siguiente)

? Definiciones de Sustentabilidad son discutidas en Sharachchandra M. Lélé, «Sustainable Development: Critical Review» World Development Vol. 19, N° 6 (1991): 607-621; en el anexo de David, Anil Markandya y Edward Barbier, Blueprint for a Green Economy (London: Earthscan Publications, 1989); y en William E. Rees, Defining Sustainable Development (The University of British Columbia, Vancouver: Centre for Human Settlements Publications, 1989). Además ver Hermas E. Daly, «Elements of Environmental Macroeconomics» en Robert Costanza, ed., Ecological Economics: The Science and Management of Sustainability (NY: Columbia University Press, 1991) Lester W. Milbrath, Envisioning a Sustainable Society: Learning Our Way Out (Albany, NY; State University of New York Press, 1989); y Michael Redclift, Sustainable Development: Exploring its Contradictions (London: Methuen & Co., 1987).

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político a las conclusiones a las cuales llegamos, se mantendrá la realidad de un desarrollo no sustentable...». Como se sugiere anteriormente, parte de la confusión en torno al «desarrollo sustentable» surge del fracaso generalizado para distinguir entre desarrollo real y mero crecimiento. El economista Hermán Daly aclara esta diferencia definiendo el «crecimiento» como un incremento en tamaño mediante el aumento material, mientras que el «desarrollo» es la realización de un potencial más amplio y completo. En resumen, el crecimiento significa llegar a ser más grande mientras el desarrollo significa llegar a ser mejor. Para Daly, entonces, el «desarrollo sustentable» es un mejoramiento social progresivo sin crecer más allá de la capacidad de carga ecológica. Este autor considera el «crecimiento sustentable» como una contradicción que carece de sentido. Buscar sustentabilidad puede realmente requerir de una reducción del transflujo económico agregado, mientras otorga más posibilidades de consumo a los más pobres. Hay otras ambigüedades escondidas en el «desarrollo sustentable». El término se refiere a: a) las condiciones necesarias para vivir sustentablemente (una meta o un estado); b) la forma sociopolítica de lograr la meta (un proceso de planificación); o c) estrategias específicas para resolver problemas presentes (soluciones parciales). La inhabilidad de clarificar cómo el término está siendo usado en un contexto específico, puede producir un malentendido infructuoso. A algunos oídos, el término «desarrollando sustentabilidad» es menos ambiguo y se prefiere al término «desarrollo sustentable». Por supuesto, si los científicos están en lo correcto (y creemos que lo están), las consecuencias de no reconocer los límites materiales de la economía son más aterradoras que cualquiera otra transformación involucrada por el cambio hacia una real sustentabilidad. Nuestro estilo de vida cada vez más global y consumista –viviendo corno si la naturaleza no tuviera factores biofísicos limitantes–, no solamente socava las funciones globales de soporte vital sino que amenaza también la estabilidad geopolítica. En este contexto, la buena noticia es que en la actualidad son muchas las personas que aceptan el desafío de la sustentabilidad como el primer paso hacia un futuro más seguro. La mala noticia es que la corriente política y económica muestra pocas señales de reconocer la existencia de cualquier límite biofísico. Así, las instituciones «oficiales» de desarrollo mundial parecen más convencidas que nunca de que la ruta más corta a la sustentabilidad se logrará por medio de la expansión económica sin restricciones. 52

En síntesis, la existencia de conflictos de intereses, perspectivas mundiales contradictorias, análisis incompatibles, así como crecientes expectativas materiales junto al temor al cambio, han generado una cadena de interpretaciones de la sustentabilidad y de cómo lograrla, que termina por desorientarnos. ¡No resulta sorprendente en estas condiciones la lentitud de cualquier progreso en ese sentido! El problema es que no todas las interpretaciones de la sustentabilidad pueden ser igualmente válidas. Los supuestos, y los hechos sobre los cuales cada uno de ellos está basado, deben ser sometidos a un escrutinio lógico y a frecuentes «chequeos de realidad» apoyándose en la evidencia empírica acumulada, antes de que sus prescripciones sean aceptadas. En este sentido, examinemos con más cuidado nuestra propia premisa de que los humanos tienen que aprender a vivir los unos con los otros dentro de los límites de la naturaleza. RECUADRO 2.2: Sobre el capital natural5 El capital natural se refiere a cualquier stock de recursos naturales que produce un flujo de bienes y servicios valiosos para el futuro. Por ejemplo, un bosque o un stock de peces puede proveernos un flujo o cosecha que es potencialmente sustentable año tras año. El bosque o el stock de peces son el «capital natural», y la cosecha sustentable es el «ingreso natural». El capital natural también tiene funciones como la asimilación de los residuos, control de la erosión e inundaciones, o la protección de la radiación ultravioleta (la capa de ozono es una forma de capital natural). Estos servicios de soporte vital son también considerados corno ingreso natural. El flujo de servicios de los ecosistemas, a menudo requiere que éstos funcionen como sistemas intactos, la estructura y diversidad del sistema pueden ser un componente importante del capital natural. Generalmente los investigadores consideran que hay tres categorías de capital natural: renovable, de posible reposición, y no renovable. El capital natural renovable, como las especies vivas o los (Continúa en Pág. siguiente)

? Adaptado libremente por Robert Costanza y Herman E Daly, «Natural capital and sustainable development», Conservation Biology Vol.l (1992): 37-45 y William E. Rees, «Achieving Sustainability: Reform or Transformation?», Journal of Planning Literature Vol. 9, N°4 (1995)

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ecosistemas, generan su propia producción y mantenimiento, utilizando la energía solar y la fotosíntesis. El capital natural de posible reposición incluye el agua subterránea o la capa de ozono. No es capital vivo, pero se va renovando o reponiendo en forma continua, a menudo gracias a otro tipo de mecanismo solar. Al contrario, las formas no renovables de capital natural, tales como los combustibles fósiles o los minerales son análogos a sus existencias. Cualquier uso de ellos implica eliminar parte del stock. La presencia de existencias adecuadas de capital natural, que se produzca a sí mismo y se reponga en forma continua, son esenciales para las funciones de soporte vital (y generalmente no son sustituibles), consideramos que estas categorías de capital natural son más importantes para la sustentabilidad que sus formas no renovables. Debería ser obvio con respecto a lo anterior que el «capital natural» de la Tierra es más que un inventario de recursos industriales: incluye todos los componentes de la ecósfera, así como las relaciones estructurales entre ellos, cuya integridad organizadora es esencial para la autorregulación y la autoproducción continua del sistema mismo. De hecho, es esta integración funcional y estructural altamente evolucionada la que hace de la ecósfera el «medio ambiente» habitable y único que es. En efecto, la ecósfera está producida en parte por los mismos organismos de los cuales está compuesta. Adicionalmente, los ciclos ecológicos, hidráulicos y geoclimáticos no sólo transportan y distribuyen nutrientes y energía, sino son parle de los mecanismos homeostáticos y autorreguladores que estabilizan las condiciones en la Tierra para todas las formas contemporáneas de vida, incluyendo a la humanidad. Todos éstos, también, son formas de capital natural. La sustentabilidad fuerte: condición ecológica mínima aceptable para la sustentabilidad Mientras la Tierra siga siendo el único hogar de la humanidad, la sustentabilidad requiere que vivamos dentro de la capacidad productiva de la naturaleza. Para usar una metáfora económica, la humanidad tiene que aprender a vivir de la renta generada por las existencias remanentes de capital natural. El «capital natural» incluye no solamente todos los recursos naturales y la capacidad de asimilación de residuos necesarios para mantener la actividad económica humana, sino también aquellos procesos biofísicos y relaciones entre componentes de la ecósfera que proporcionan «servicios» esenciales para las funciones de soporte vital (véase el Recuadro 2.2). 54

Si consumimos más que el interés o renta de nuestro capital natural, disminuimos nuestra riqueza biofísica. Esto socava nuestro futuro porque, a pesar de nuestra creciente sofisticación tecnológica, los humanos nos quedamos en un estado de «dependencia obligada» de la 6 productividad y los servicios de soporte vital de la ecósfera . Así, desde una perspectiva ecológica, poseer suelos adecuados y el capital natural productivo asociado es fundamenta] para la continuidad de la existencia humana en la Tierra. Significativamente, en la actualidad, tanto la población humana como el consumo promedio están incrementando, mientras el área total de los suelos productivos y las existencias de capital natural son fijas o decrecientes. Estas tendencias plantean la pregunta de cuánto capital natural es suficiente. ¿Debiéramos intentar conservar o aumentar nuestras reservas de capital natural (sustentabilidad fuerte)? O, como lo creen muchos economistas, ¿son las pérdidas de capital natural aceptables, si están compensadas por la sustitución de una cantidad o valor equivalente de capital artificial («sustentabilidad débil» véase el recuadro 2.3)?7 Ciertamente, son muchos los ejemplos de cómo la tecnología ha sido capaz de sustituir recursos naturales. La transmisión de microondas y las fibras ópticas han reducido de forma significativa la demanda de cobre. Sin embargo, argumentamos que, en muchas situaciones, la opción de la sustitución no es aplicable el capital natural (por ejemplo, el bosque) es a menudo un prerrequisito para el capital manufacturado (por ejemplo, un aserradero). En otros casos, la tecnología y el capital manufacturado simplemente no podrían substituir con un capital natural en estado crítico (por ejemplo, a la capa de ozono) en un futuro previsible. Por lo tanto, incluso en las mejores circunstancias, la fe ciega en la sustitución sería una opción muy arriesgada. En las circunstancias actuales, la velocidad del agotamiento de las existencias y el cambio global acelerado sugieren que las reservas de capital natural ya no son

? Willíam E. Rees desarrolla el tema de la «dependencia obligada» en «Sustaínable Development and the Biosphere: Concepts and Principles», Teilhard Studies Number 23 (Chambersburg, PA: Anima Books (fot American Teilhard Association for the Future of Man), 1990). ? La distinción débil-fuerte fue presentada por David Pearce et al. (1989) y Herman E. Daly y John Codd (For the Common Good, Boston: Beacon Press, 1989). Los documentos refutando la crisis de la sustentabilidad son Marcus Gee, Deferred: The End Isn't Night», en The Globe and Mail, 9 April 1994, D1-3; y Julian L. Simon y Herman Kahn, eds., The Resourceful Earth: A Response to Global 2000 (NY: B. Blackwell, 1984). El estudio de David Pearce y Giles Atkinson se llama «Capital Theory and the Measurement of Sustainable Development: An lndicator of 'Weak' Sustainability» en Ecological Economics Vol.8, N° 2 (1993): 103-108.

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adecuadas para asegurar la estabilidad ecológica a largo plazo. Frente a esta situación, creemos que la «sustentabilidad fuerte» es una condición necesaria para el desarrollo ecológicamente sustentable. Más explícitamente, esta condición se cumple sólo si cada generación hereda las existencias adecuadas de bienes biofísicos esenciales, no menores que las existencias de bienes heredados de la generación anterior. (Si se mantienen los estándares materiales promedios de hoy, esta «herencia» tendrá que ser calculada per cápita, para contrarrestar el efecto del crecimiento poblacional). Esta versión de la condición de «las existencias de capital constante» es independiente del estado de las existencias de capital artificial (aunque, sí es posible, el segundo también debe quedarse constante per cápita) RECUADRO 2.3: ¿Sustentabilidad fuerte o débil?7 Muchos economistas piensan que la «sustentabilidad débil» es suficiente. Según esta perspectiva, la sociedad es sustentable si las existencias agregadas de los bienes naturales y manufacturados no están disminuyendo. En otras palabras, la sustentabilidad débil permite la sustitución del capital natural agotado por su equivalente de capital artificial. Desde esta perspectiva, la pérdida del potencial de ganancias de un bosque que dejó de existir no es un problema si parte de las ganancias de la liquidación ha sido invertida en fábricas con un potencial de ganancias equivalente. Al contrario, la «sustentabilidad fuerte» reconoce las funciones de soporte vital y los servicios ecológicos no contabilizados, que proveen muchas formas de capital natural, así como el riesgo significativo asociado a una pérdida irreversible de éstas. (Además de fibras, los bosques proporcionan servicios tales como el control de la erosión y de las inundaciones, la distribución del calor, la regulación climática, así como una variedad de otras funciones y valores no reconocidos por el mercado). La sustentabilidad fuerte, por lo tanto, requiere que las existencias de capital natural se mantengan constantes, independientemente del capital artificial. Algunos autores sugieren que también se deben mantener las existencias de capital manufacturado en la sustentabilidad fuerte para que no haya ningún tipo de depreciación de capital. Estamos de acuerdo que esto es preferible, pero queremos enfatizar la importancia de mantener el capital natural adecuado para las funciones de soporte vital. Recuerden también que si la población y las expectativas materiales están creciendo, las existencias de capital en realidad deberían estar aumentando en otras palabras, deben incrementarse las reservas per cápita. (Continúa en Pág. siguiente)

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Se observa mejor la debilidad del concepto de «sustentabilidad débil» en un estudio realizado por David Pearce y Giles Atkinson. Partiendo del supuesto de la sustentabilidad débil de que el capital natural y el artificial son sustituibles, estos autores lisiaron por orden de importancia la sustentabilidad de 18 países representativos. Propusieron que «...una economía es sustentable si ahorra más (en términos monetarios) que la depreciación de su capital natural y artificial...» Como resultado, Japón, los Países Bajos y Costa Rica encabezan la lista de los países sustentables, mientras que las naciones más pobres de Africa se identifican como las menos sustentables. Esta comparación muestra la inaplicabilidad ecológica de la sustentabilidad débil. No reconoce que gran parte del ahorro monetario de los así llamados países ricos proviene del agotamiento del capital natural de otros países y la explotación de los bienes comunes globales. Por ejemplo, la sustentabilidad económica aparente de Japón y de los Países Bajos depende de sus importaciones a gran escala (véase el recuadro 3.5). En efecto, es el déficit ecológico masivo el que permite que se mantengan estos altos estándares materiales, sin embargo este déficit con el resto del mundo (incluyendo algunos de los países tachados de «no sustentables») no se contabiliza. Aunque la «sustentabilidad fuerte» puede parecer radical como medida de conservación, el concepto es todavía altamente antropocéntrico (centrado en lo humano) y estrechamente funcional. El énfasis está en las demandas biofísicas mínimas para la supervivencia humana sin pensar en las otras especies. Ciertamente también (como a nuestros estudiantes más sensibles les gusta recordarnos), no experimentamos el sabor, el sentido ni el olor de la alta exuberancia sensual de la naturaleza como «capital natural». Sin embargo, la preservación de los bienes biofísicos esenciales para la humanidad implica la protección directa de ecosistemas enteros y de miles de especies claves, beneficiándose así indirectamente muchos otros organismos. En síntesis, la esperanza más alentadora para mantener tanto una significativa biodiversidad como la experiencia de la naturaleza bajo nuestro actual sistema de valores, puede ser el propio interés de los seres humanos, enriquecido con esta visión profundamente ecológica. Por supuesto, si la humanidad fuera a trasladarse hacia valores más ecocéntricos, aseguraría su propia supervivencia en forma más efectiva. El respeto para, y la preservación de, otras especies y ecosistemas, por sus valores espirituales e intrínsecos, aseguraría en forma automática la seguridad ecológica de los seres humanos. 57

También, tenemos que reconocer que el mantenimiento del mínimo ecológico aceptable no es en sí mismo una condición suficiente para la sustentabilidad. Es necesario cumplir con algunas condiciones socioeconómicas mínimas para asegurar el consenso necesario para la acción a corto plazo y para la estabilidad geopolítica a largo plazo. Al final del análisis, la sustentabilidad significa asegurar una calidad de vida satisfactoria para todos. Lo más importante es, por lo tanto, trabajar para lograr estándares básicos de equidad material y justicia social dentro de y entre los países (un objetivo que parece estar en retroceso hoy). También necesitamos compartir un compromiso común, enfocado hacia nuestro interés colectivo, de mantenimiento de los bienes comunes globales, una idea que aún está luchando para ser tomada en cuenta dentro de la retórica estéril de la globalización económica competitiva. Si no satisfacemos estas condiciones, simplemente no vamos a poder desarrollar las capacidades necesarias para enfrentar, en forma humana y solidaria, los cambios globales y los conflictos inevitables que éstos van a generar. Ya que hemos descrito el mínimo aceptable para la sustentabilidad, necesitamos concentrarnos en cómo llevar a la práctica estas condiciones. Pero tenemos que andar precavidos en el camino que lleva a encontrar soluciones a este problema. Después de todo, las causas de muchas de nuestras dificultades actuales son el resultado de las soluciones «a la rápida» de ayer. Significativamente, en este sentido, las sugerencias de la Comisión Brundtland están a favor de soluciones tecnológicas al problema de la sustentabilidad. La propuesta de la Comisión Brundtland Muchos analistas han argumentado que las «soluciones» propuestas por la CMMAD no son consistentes con sus propias definiciones de sustentabilidad. De hecho, la Comisión fue curiosamente ambigua en su 8 definición . Nuestro Futuro Común define «necesidades» como «...las necesidades esenciales de los pobres del mundo, a las que debe darse una prioridad predominante...». También reconoce las «...limitaciones impuestas por el estado de la tecnología y la organización social sobre la capacidad del medio ambiente de satisfacer [estas necesidades]...». A las personas preocupadas por la integridad ecológica y la equidad social, este énfasis en «las necesidades esenciales de los pobres» y en las «limitaciones» pareció ser más bien una súplica para el reconocimiento político de las injusticias económicas globales y los límites al crecimiento material. Esto a su vez garantizó la aprobación de Nuestro Futuro Común por parte de los principales grupos ambientales. ? Las siguientes citas son de Our Common Future, pages 43, 9, 89, 213 y 65.

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Pero hay otro lado de Nuestro Futuro Común que garantizó que este mensaje fuera recibido con el mismo entusiasmo en las oficinas corporativas en todas partes. El informe afirma reconfortantemente que «...el desarrollo sustentable no es un estado fijo armonioso sino un proceso de cambio dentro del cual la explotación de recursos, la orientación del desarrollo tecnológico y los cambios institucionales se hacen consistentes con las necesidades futuras además de las del presente...». Así, una lectura cuidadosa revela que las únicas «limitaciones» reconocidas por la Comisión son sociales y tecnológicas, Afirman, por lo tanto, que el logro del desarrollo sustentable depende de la participación más amplia en la toma de decisiones; de nuevas formas de cooperación multilateral; de la expansión y traspaso de nuevas tecnologías; de un aumento en las inversiones internacionales; de un papel más amplio para las corporaciones transnacionales; de la eliminación de las barreras «artificiales» al comercio; y de un comercio global ampliado. En efecto, la Comisión Brundtland iguala el desarrollo sustentable a «...un crecimiento económico más rápido en los países industriales y en desarrollo...», bajo el pretexto de que «...la diversificación y el crecimiento económico... ayudarán a los países en vías de desarrollo a mitigar las presiones sobre el medio ambiente rural...». De forma consistente con esta interpretación, la Comisión observó que «...se puede anticipar un incremento de cinco a diez veces del producto industrial mundial al mismo tiempo que se estabilizará la población mundial en algún momento durante el próximo siglo...». Mientras ello pueda parecer una tasa extraordinaria de expansión, implica una tasa de crecimiento anual promedio cercana a sólo un 3,5 a 4,5 por ciento durante los próximos 50 años. Un crecimiento dentro de este rango ya se ha producido con un incremento de cinco veces en el producto económico mundial desde la Segunda Guerra Mundial. Reconociendo el estrés adicional que esta expansión implica para el medio ambiente, la Comisión presentó el desarrollo sustentable en términos de un uso más eficiente de los recursos materiales y energéticos, nuevas tecnologías ecológicamente benignas, y «...un sistema productivo que respeta la obligación de preservar la base ecológica para el desarrollo...». Notablemente ausente de Nuestro Futuro Común, sin embargo, está cualquier análisis de las causas de la pobreza y la desigualdad, que la Comisión pretende abordar, o si el crecimiento requerido será biofísicamente sustentable bajo cualquier sistema productivo. La Comisión tampoco enfrentó los argumentos según los cuales, en las condiciones actuales, la liberalización del comercio y los aumentos de productividad convencionales pueden funcionar en contra de la sustentabilidad (véase el Capítulo 3). 59

Por ello, los críticos de la Comisión Brundtland califican su interpretación de un desarrollo sustentable dependiente del crecimiento económico, como una «...amenaza en cuanto ha sido cooptada (por la corriente principal)... para perpetuar muchos de los peores aspectos del modelo expansionista, pretendiendo ser algo novedoso...». Incluso los comentaristas populares condenan el uso del término «desarrollo sustentable» como «...palabras peligrosas que ahora están siendo usadas... para enmascarar el mismo viejo pensamiento económico que predica el consumo sin límites, en su cruzada para convertir más tierras en gloriosas canchas de golf, ghettos suburbanos altamente peligrosos o lagunas rebosantes de desechos (los llamados vertederos) ...»9 No es sorprendente que haya tanta tensión entre numerosos intereses, en sus esfuerzos para definir la sustentabilidad, ni tanto desencanto público con el concepto. En nuestro mundo materialista que apunta hacia cada vez más crecimiento, lo políticamente aceptable es ecológicamente devastador, mientras que lo ecológicamente necesario es políticamente imposible. Por lo tanto, el desarrollar nuevas estrategias de sustentabilidad que sean consistentes con el mínimo ecológico aceptable, depende de la convergencia de las lógicas ecológica y política. Es aquí donde entra la Huella Ecológica: es una herramienta para la toma de conciencia que nos puede ayudar a desarrollar una comprensión común del problema y explorar las implicancias de soluciones alternativas. Como tal, puede ayudar a traducir la sustentabilidad fuerte a la planificación de la acción.

? Duncan M. Taylor, «Disagreeing on the Basics: Environmental Debates Reflect Competing Worldviews», in Alternatives Vol. 18, N° 3 (1992): 26-33; y A. Nikiforuk, «Deconstructing Ecobabble: Notes on an Attempled Corporate Takeover», This Magazine Vol. 24, N°3 (1990): 12-18.

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La Huella Ecológica: una herramienta para planear la sustentabilidad Midiendo el progreso hacia la sustentabilidad: lo que se puede y no se puede hacer Lograr la aceptación para la sustentabilidad fuerte depende del hecho de que podamos encontrar una unidad significativa para medir las demandas de capital natural por parte de la economía. ¿Es la productividad de la naturaleza suficiente para satisfacer indefinidamente las demandas actuales y anticipadas por parte de la economía humana? Esta pregunta parece tan evidente y crucial para la sustentabilidad que es difícil imaginar cómo los analistas políticos en el gobierno, el sector privado y las universidades pueden seguir ignorándola en forma sistemática.

Fig. 2.2: La economía de la Tierra plana frente a la economía de la Tierra redonda. La economía convencional es la economía de la «tierra plana». Implícitamente se asume que el mundo se extiende sin límite en todas las direcciones y no impone limitaciones importantes al crecimiento económico. En contraste, la economía ecológica reconoce al mundo como una esfera finita. Todos los recursos provienen de la Tierra y regresan a ella en forma degradada. La única «renta» proveniente de fuera de la tierra es la luz del sol, la cual alimenta los ciclos materiales y la red de la vida. La actividad económica está, por lo tanto, limitada en última instancia por la capacidad regenerativa de la ecósfera.

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Parte del problema reside en que los modelos económicos convencionales ven la economía humana como un sistema en el que los factores de producción (o sea, trabajo, capital, información) son casi sustitutos perfectos unos de los otros, y en el que el uso más intensivo de cuales quieras de dichos factores garantiza un aumento del producto. Cualquiera otra limitación a los recursos se alivia gracias al comercio. De hecho, esta visión asume un mundo con una capacidad de carga de expansión infinita. Otra dificultad surge del hecho que el análisis convencional está basado en un flujo circular del valor de intercambio (flujos de dinero) entre los hogares y las empresas, y de vuelta, como lo ejemplifican bien las medidas estándar del PIB. Las medidas físicas del capital natural, el ingreso natural, y las consecuentes transformaciones de materia/energía simplemente no son parte del análisis (Figura 2.3). Así, los modelos convencionales de crecimiento y sustentabilidad carecen de cualquiera representación de la «infraestructura» biofísica y de los procesos temporalmente dependientes, de los que dependen de la economía y que

Fig. 2.3:La perspectiva económica: flujos circulares. La economía convencional enfatiza la aparente autogeneración de flujos circulares de dinero entre las empresas y los consumidores en el mercado. Por eso no se alcanza a tomar en cuenta el trabajo informal o el valor de los servicios ecológicos, y es ciego al irreversible flujo unidireccional de materiales que sustenta la economía.

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son básicos para un enfoque ecológicamente informado (Figura 2.4). Más importante aún, no existen referencias a las interpretaciones modernas de la Segunda Ley de la Termodinámica, la cual considera la economía como una «estructura disolutiva» compleja arraigada en la ecósfera (véase el recuadro 2.4 para una explicación más detallada). Muchas de las preguntas críticas planteadas por las consideraciones ecológicas y termodinámicas se hacen por lo tanto invisibles para los enfoques convencionales. Parece que la indiferencia actual al concepto de capacidad de carga derivan no de un conocimiento superior sino de una debilidad conceptual en los modelos analíticos convencionales. Uno puede monitorear la disponibilidad de energía, materia y otras formas de ingreso natural, en términos ya sea de medidas físicas de los flujos y existencias de capital natural, ya sea de precios corrientes de los bienes y servicios que se transan en el mercado. Indudablemente, los precios son críticos para operar en el dominio público. El análisis financiero es esencial para desarrollar presupuestos, o cuando es necesario decidir entre la construcción de una escuela, un hospital o un teatro; las decisiones empresariales son impensables sin un análisis monetario sólido. Sin embargo, argumentamos que los análisis monetarios están fatalmente viciados en su evaluación de los temas de la sustentabilidad o de los factores limitantes del capital natural. Usar los precios para señalar la escasez de los recursos o el agotamiento del capital natural, puede ser 10 engañoso, al menos por los motivos siguientes (Figura 2.5) : Uno: Las interpretaciones monetarias de las demandas constantes de capital natural pueden enmascarar una disminución de las existencias físicas. Por ejemplo, algunos economistas sugieren que es posible satisfacer la condición de que las existencias de capital para la sustentabilidad sean constantes, si el valor monetario, o los ingresos del capital se mantienen más o menos constantes. Según la teoría neoclásica, el precio marginal de los bienes o «comodines», a medida que se vayan haciendo cada vez más escasos, debería incrementarse. Si esta premisa fuera cierta, los precios crecientes ( los que deberían señalar la escasez del recurso) podrían mantener 10 Referencias y lecturas complementarias incluyen: Herman K. Daly y Kenneth N. Townsend, eds., Valuing the Earth: Economícs, Ecology, Ethics (Cambridge, MA: The MIT Press, 1993); Charles A.S. Hall, «Econornic Development or Developing Economics: What Are Our Priorities», in Mohan K. Wali, Ecosystem Rehabilitation, Volume 1: Policy Issues (The llague, the Netherlands: SPB A cademic Publishing, 1992); Colin Prince, Time Discounting and Value (Oxford: Blackwell Publisher, 1993); Andrew Stirling, «Environmental Valuation: How Much is the Emperor Wearing?», The Ecologist Vol. 23, N° 3 (1993): 97-103; and Arild Vant and Daniel W. Bromley, « Choices without Prices without Apologies», Journal of Environmental Economics and Management 26 (1994): 129-148.

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constante el ingreso, o el valor total de un stock de capital natural específico, mientras las existencias físicas estén realmente declinando. Por lo tanto, el valor de las existencias o ingreso monetario, constantes puede dar la ilusión de existencias constantes a pesar de que están disminuyendo los inventarios físicos. En otros casos, los precios pueden caer (lo que sugiere una abundancia de recursos), mientras que las existencias se están agotando debido a factores externos al mercado o a mejorías en las tecnologías extractivas (lo que ha ocurrido con los precios de los minerales y combustibles fósiles en las últimas décadas). En ambos casos, los precios del mercado enmascaran el agotamiento de las reservas. RECUADRO 2.4: La Ley de la Entropía y el Problema/Enigma de la Economía/Ecología

La Segunda Ley de la Termodinámica (llamada también «ley de entropía») afirma que la entropía de un sistema aislado siempre incrementa. Esto significa que el sistema va perdiendo fuerza en forma espontánea. Toda la energía disponible se agota, todas las concentraciones de materia se disipan de forma igual, todos los gradientes desaparecen. En algún momento, ya no hay potencial para más trabajo útil el sistema llega a ser completamente degradado y «desordenado». Esto tiene implicancias significativas para la sustentabilidad: • Los sistemas no aislados (tal como el cuerpo humano o la economía) están sujetos a las mismas fuerzas de deterioro que los sistemas aislados. Esto significa que tienen que importar constantemente material y energía de alta intensidad desde el exterior, y exportar materia y energía degradada hacia el exterior, para mantener su integridad y orden interno. Para fines prácticos, este «transflujo»» de material y energía es irreversible y unidireccional. • Por lo tanto, las formulaciones modernas de la Segunda Ley argumentan que todos los sistemas complejos altamente ordenados y lejos del equilibrio, necesariamente se desarrollan y crecen (aumentan su orden interno) «a costa de un creciente desorden en los niveles más altos de la jerarquía del sistema»*. • La economía humana es uno de tales sistemas dinámicos, complejos y altamente ordenados. También es un subsistema abierto dentro de una ecósfera cerrada y no creciente en términos de materia, o sea, la economía está contenida en la (Continúa en Pág. siguiente)

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? ecósfera.

Por tu tanto, la economía depende, para su mantenimiento, crecimiento y desarrollo, de la producción por parte de la ecósfera de materia/energía (essergía) de baja entropía y de la capacidad de la ecósfera de asimilar desechos. ? Esto implica que más allá de un cierto punto, se puede lograr el crecimiento continuo de la economía (o sea, el aumento de las poblaciones humanas y la acumulación de capital manufacturado) sólo a costa de un desorden creciente (entropía) en la ecósfera. ? Esto ocurre cuando el consumo por parte de la economía excede la producción en la naturaleza y se manifiesta por el intermedio del agotamiento acelerado del capital natural, la reducción de la biodiversidad, la contaminación del agua/ aire/suelo, los cambios atmosféricos, etc. ? E. Schneider y J.Kay. 1992. Life as a Manifestation of the Second Law of Thermodynamics. Impreso por: Advances in Mathematics and Computers in Medicine. (Waterloo, Ont.: University of Walerloo Faculty of' Environmental Studies, Working Paper Series).

Fig. 2.4: El punto de vista mundial de la ecología. Los flujos circulares están actualmente sostenidos por el transflujo unidireccional de los bienes y servicios ecológicos de la ecósfera (la corriente de «renta natural»). Toda la energía y mucha de la materia que pasa a través de la economía es disipada permanentemente dentro «del ambiente» para nunca volver a ser usada de nuevo.

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Dos: En cualquier evento, la escasez biofísica o ecofuncional no se ve bien reflejada en el mercado. Los precios de mercado generalmente no dicen nada sobre el tamaño de las existencias de capital natural restantes ni si hay un tamaño mínimo crítico de existencias bajo el cual la recuperación sería imposible. En resumen, los precios no monitorean el tamaño de las existencias ni la fragilidad de los sistemas, sino sólo la escasez de productos a corto plazo en el mercado. Ni siquiera esto es la completa verdad; los precios de mercado están más influenciados por la demanda a corto plazo; el estado de la tecnología (costos de transacciones, procesamiento y extracción); la intensidad de la competencia; la disponibilidad de sustitutos; etc., que por la escasez en el mercado. Por ejemplo, las subvenciones, los bajos costos de los combustibles y los barcos factorías de alta tecnología permitieron a las industrias pesqueras acceder a las existencias de peces del Atlántico Norte, que previamente no eran alcanzables. Esto mantuvo el abastecimiento en el mercado (a precios relativamente bajos) aun cuando las existencias se estaban agotando. En cualquier caso, los precios del pescado tienen que competir con los de la carne de cerdo y de pollo (sustitutos) y no se dispararán aun en el caso de que la pesquería colapse.

Fig. 2.5: La medición del mundo en unidades monetarias nos hace ciegos a las limitaciones ecológicas para la sustentabilidad. Reconociendo las limitaciones de las valoraciones monetarias, lograremos un argumento adicional contra la «sustentabilidad débil». Como se señaló antes, el criterio débil asume la posibilidad de sustituir el capital natural por el artificial, permitiendo (un falso) «intercambio» en términos de valores de existencias equivalentes o potencial en la generación de renta. Un acercamiento alternativo es valorar nuestros requerimientos de capital natura) desde una perspectiva ecológica y biofísica.

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Cualquier otro valor que pueda tener el precio como indicador de la escasez de las existencias biofísicas, está socavado por el comportamiento de los sistemas comple jos. Los modelos convencionales presumen un cambio suave y reversible del abastecimiento y de los precios. De hecho, los sistemas naturales se caracterizan más bien por desfases temporales y cambios repentinos irreversibles (o tiempos de recuperación muy largos), comportamientos sistémicos que el mercado es incapaz de detectar. Tres: Los análisis monetarios son sistemáticamente parciales, ya que descuentan el futuro. Téngase en cuenta que a una tasa de descuento del 5 por ciento, el valor actual de un dólar de servicio ecológico, en el espacio de una vida (76 años), descontado desde ahora, es sólo de 2,5 centavos. En otras palabras, 2,5 centavos puestos en el banco hoy a una tasa de 5% crecerán hasta un valor cercano a un dólar en 76 años. El descuento hace que la naturaleza parezca tener cada vez menos valor, mientras más lejos miramos hacia el futuro. Sin embargo, la vida depende de la continuidad ecológica: dado el estado de nuestros conocimientos, es probable que las futuras generaciones necesiten la misma cantidad de los mismos tipos de bienes y servicios ecológicos críticos per cápita que los que necesitamos hoy, cualquiera que sea el valor (monetario) actual descontado de estos bienes. Sin embargo, sacrificamos la naturaleza al desarrollo en forma regular porque los beneficios inmediatos a corto plazo exceden el valor actual (descontado) de los beneficios futuros a los que renunciamos o al menos nuestra estimación de lo que serán. Por ejemplo, asfaltar sobre tierras agrícolas para hacer un centro comercial hoy, presume que conocemos tanto el valor futuro de la productividad ecológica pérdida como las ganancias monetarias anticipadas que compensarán esta perdida. Ambos supuestos son crecientemente peligrosos en el mundo incierto de hoy. El valor del capital artificial (el centro comercial) hoy nos dice cada vez menos sobre su ingreso monetario potencial y nada sobre la demanda por alimentos (ingreso natural) de mañana. El valor del capital natural para la vida humana aumentará en forma casi segura más rápidamente que el valor del capital manufacturado a lo largo del tiempo, a medida que la evidencia de un colapso ecológico llegue a ser más convincente, sin importar lo que nos dicen los mercados de hoy. (Por ejemplo, el precio efectivo de la capa de ozono estratosférico pasó de cero hasta casi la infinidad en unos pocos años, sin que exista ningún mercado). En ese sentido, los enfoques típicos de descuento de los servicios de la naturaleza 67

Fig. 2.6: La Capacidad de Carga es tradicionalmente definida como el máximo de población de una especie que puede ser sustentada indefinidamente en un hábitat dado.

constituyen un prejuicio sistemático y peligroso en contra del futuro. Cuatro: La utilidad de los indicadores monetarios disminuye aún más debido a las fluctuaciones del mercado, las que afectan los precios pero no el valor ecológico o la integridad del capital natural. Por ejemplo, las fluctuaciones de los precios mundiales no están relacionadas a las circunstancias locales ni a las variaciones interregionales, pero afectan la fuerza económica relativa de distintas regiones y con esto los valores percibidos en torno al capital natural local. Los valores monetarios y los mercados pueden, por lo tanto, alterar seriamente las prácticas de gestión y de conservación local con respecto a la tierra agrícola, por ejemplo, aunque su productividad inherente y contribución potencial a la seguridad alimentaria a largo plazo se mantenga invariable. Cinco: Los valores monetarios no distinguen entre bienes sustituibles y bienes complementarios. Más aún, en las hojas de balances monetarios, todoslos precios están sumados o restados como si los bienes que tienen los mismos precios fueran de igual importancia para la vida humana, la equivalencia monetaria iguala lo esencial con lo trivial. De hecho, por supuesto, muchos de los bienes y 68

servicios de la naturaleza son virtualmente prerrequisitos para la vida, y por lo tanto no son realmente conmensurables con algún artificio humano, incluso si tiene un valor igual en dólares. Mientras ciertamente hay sustituibilidad entre varios insumos industriales (la fibra de vidrio está reemplazando los cables de cobre en la transmisión de datos y comunicaciones), esta equivalencia funcional no se aplica a todos los posibles intercambios entre capital natural y manufacturado. En algunos casos, una vez sobreexplotada la naturaleza, ninguna cantidad de bienes manufacturados es capaz de compensar la pérdida de capital natural. Para poner pescado en nuestros platos, se necesitan tanto existencias de peces como de barcos pesqueros. Por lo tanto, aunque la flota pesquera y las factorías para enlatar puedan tener el mismo valor en dólares que las existencias de peces, todos los equipos pesqueros y las factorías de procesamiento del mundo no generarán ni un pez si las existencias naturales están destruidas. En resumen, más que nunca, el capital natural es un prerrequisito para los bienes artificiales, mientras que el opuesto no lo es. Seis: El potencial de crecimiento del dinero es teóricamente sin límites, lo cual obscurece la posibilidad que puedan existir límites biofísicos al crecimiento económico. Para usar la metáfora del Herman Daly, el análisis monetario no reconoce la Línea Plimsoll, la cual indica la capacidad de carga máxima de un barco. La sobrecarga (el crecimiento excesivo) puede llegar a hundir el barco. ¡La eficiencia de Pareto –el criterio comúnmente utilizado para medir la salud macroeconómica– asegura sólo que la carga este distribuida de tal manera que el barco se hunda de manera óptima! Siete: Quizás la objeción más seria es la ausencia de mercados para muchos de los procesos vitales y las existencias de capital natural crítico (la capa de ozono, la fijación de nitrógeno, la distribución global del calor, la estabilidad climática, etc.). Los enfoques convencionales de la conservación y la sustentabilidad se basan principalmente sobre los valores monetarios de los bienes (recursos) comerciables (por ejemplo, madera y fibra) y son insensibles a las funciones intangibles que están fuera del mercado (pero que son últimamente más valiosas) del capital natural que las produce (por ejemplo, el ecosistema forestal). Estas últimas funciones son destruidas al cosecharse el recurso. No es sorprendente, por lo tanto, que los economistas de hoy estén poniendo mucha atención a las formas de «colocar un precio a la naturaleza». 69

Sin embargo, hay limitaciones severas en las posibilidades de establecer precios sombra válidos, aun para los bienes y servicios ecológicos que nos son familiares, y ninguna posibilidad para aquellas muchas funciones cuya misma existencia es desconocida (y puede ser inherentemente imposible de conocer), antes de que ocurra el colapso. En estas circunstancias, los precios fracasan completamente como indicadores de escasez. En síntesis, los enfoques monetarios están ciegos a las demandas en pro de la sustentabilidad ecológica porque no reflejan adecuadamente la escasez biofísica, la equidad social, la continuidad ecológica, la inconmensurabilidad, la integridad estructural y funcional, la discontinuidad temporal y el comportamiento de los sistemas complejos. Aprendiendo de la ecología: revisando de nuevo de capacidad de carga humana El debate renovado en torno a las restricciones que el capital natural impone a la economía requiere que volvamos a revisar el concepto ecológico de la capacidad de carga.11 ¿Tiene sentido hablar de la capacidad de carga humana de la Tierra? Con el fin de gestionar la vida salvaje y los suelos, la capacidad de carga se define usualmente como la población máxima de una cierta especie que puede sostenerse indefinidamente en un hábitat específico, sin afectar en forma permanente la productividad de este hábitat. Sin embargo, debido a nuestra aparente habilidad para aumentar la capacidad de carga humana por medio de la eliminación de especies en competencia, la importación de recursos escasos a nivel local y la tecnología, esta definición no parece aplicable a los humanos. Así, se cita frecuentemente al comercio y la tecnología como motivos para rechazar completamente el concepto de capacidad de carga humana.

11 Resumido en parte por William E. Rees, «Revisiting carrying Capacity: Area-Based Indicators of Sustentabilily», Population & Environment (1995, in press)

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RECUADRO 2.5: Una Historia Breve del Concepto de Capacidad de Carga Humana12 La historia oral de la preocupación sobre la relación entre la gente y la Tierra debe remontarse a miles de años atrás. Muchos estudiosos chinos y entre los primeros cristianos se preocuparon por la destrucción del hábitat. Probablemente Platón fue el que proporcionó el primer recuento escrito de la capacidad de carga humana, cuando declaró en sus Leyes, Libro V, que... no se puede fijar un total adecuado para el número de ciudadanos sin considerar la Tierra y los estados vecinos. La tierra tiene que tener bastante extensión para sostener de forma modestamente cómoda un cierto número de personas, y no se necesita ni un pie adicional. (Continúa en Pág. siguiente)

12 Platón en David F. Durham, «Carrying Capacity Philosophy» Focus Vol.4, N°l, (1994): 5-7; primeros escolásticos cristianos y chinos en William Ophuls y A. Stphen Boyan Jr., Ecology and the Politics of Scarcity Revisited, (NY: W.H. Freeman and Company, 1992) (edición original 1977); John Evelyn in James Garbarino, Towarsds a Sustainable Society: an Economíc, Social, and environmental agenda for our Children's Future (Chicago: The Noble Press ENC, 1992); Alfred James Lotka, Elements of Physical Biology (Baltimore: Williams & Wilkins, 1925); Nicholas Giorgescu-Roegen, The Entropy Law and Economíc Process (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1971); Leopold Pfaundler, «Die Weltwirtschafl im Lichte der Physik» [La Economía Global desde el Punto de Vista de la Física), en Deutsche Reme, Richard Fleischer, ed., Vol.27, N°2 (April-June 1902): 29-38, 171-182; William Vogt, Road to Survival (NY: William Sloane, 1948); Fairfield Osborn, The Limits of the Earth (Boston: Little, Brown and Co., 1953); Georg Borgstrom, Harvesting the Earth (NY: AbelardShuman, 1973); William E. Rees, «An Ecological Framework for Regional and Resource Planning» (The University of British Columbia, Vancouver: UBC School of Community and Regional Planning, 1977); William R. Catton, Overshoot: The Ecological Basis of Revolutionary Change (Urbana: University of Illinois Press, 1980); G. Higgins, A.H. Kassam, L. Naiken, G. Fischer and M. Shah, «Potential Population Supporting Capacities of Lands in the Developing World», Technical Repon of FAO, IIASA and UNFPA Project lnt/75/P13, Land Resources for Populations of the future (Rome: FAO, 1983); Ragnar Overby, «The Urban Economic Environmental Challenge: Improvement of Human Welfare by Building and Managing Urban Ecosystems», presentado en POLMET 85, Urban Environmental Conference, Hong Kong, 1985; M.A. Harwell and T.C. Hutchinson, Environmental Consequences of Nuclear War, Vol.II, SCOPE 28 (Chichester, UK: John Wiley, 1986); Action Plan Netherlands, Friends of the Earth (Netherlands). Una historia intelectual fascinante de una parte de este debate, con particular referencia a Serhii Podolinski, Ludwig Boltzmann, Rudolf Claurius, Frederick Soddy, es provista por el agroeconomista Juan Martínez Alier, Ecological Economícs: Energy, Environment, and Society (Oxford: Basil Blackwell, 1987).

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El primer libro erudito sobre prácticas sustentables en el idioma inglés fue probablemente Sylva: Un discurso de Bosque, Arboles, y la Propagación de Madera (Sylva: A Discourse of Forest, Trees, and the Propogation of Timber), de John Evelyn, publicado en 1664, doscientos años antes que el estudio El hombre y la naturaleza (Man and Nature), de George Perkins Marsh, iniciara el debate científico en EEUU sobre la capacidad limitada de la naturaleza para satisfacer las demandas humanas. Se puede rastrear la contabilidad ecológica, la base para las evaluaciones de la capacidad de carga, por lo menos hacia el año 1758. En ese año, Francois Quesnay publicó su Tableau Economique, en el cual se discute la relación entre la productividad de los suelos y la creación de riqueza. Desde entonces, muchos eruditos han desarrollado enfoques conceptuales y procesos de contabilidad para analizar la relación entre los humanos y la naturaleza. Algunos de ellos miraban hacia los flujos energéticos necesarios para sostener las actividades humanas. Por ejemplo, en 1865, el economista Stanley Jevons en La cuestión del carbón (The Coal Question) analizó la importancia de los recursos energéticos para el funcionamiento económico del Reino Unido. A finales del siglo XIX, Serhii Podolinsky inició los estudios en el campo de la energía agrícola. En las décadas siguientes, eminentes físicos, como Rudolf Clausius, Ludwig Boltzmann y Frederick Soddy (que más tarde recibió el Nóbel) reflexionaron sobre las implicancias de la ley de entropía sobre el desarrollo económico. Alfred Lotka introdujo el análisis energético a la biología en la década del '20 y en los 70, el economista, Nicholas Georgescu-Roegen desafió la economía usando los principios de la termodinámica. Otros han examinado más explícitamente las demandas de la capacidad de carga de las economías. Por ejemplo, con su Ensayo sobre los Principios de Población y cómo afectan la Huella Ecológica (Essay on the Principies of Population as It Affects the Ecological Footprint) de 1879. En su libro previamente mencionado, Stanley Jevons observó que: Las planicies de Norte América y Rusia son nuestros campos de maíz (de Gran Bretaña); Chicago y Odessa nuestros graneros; Canadá y el Báltico son nuestros bosques; Australia contiene nuestras granjas de ovejas, y en Argentina y en las praderas del Oeste de Norte América están nuestros rebaños de bueyes; Perú nos manda su plata, y el oro de Sud África y Australia fluye a Londres; los hindús y los chinos producen el té que consumimos, y nuestras plantaciones de café, azúcar, y especias están todas en las Indias. España y Francia son nuestras viñas y en el Mediterráneo nuestros (Continúa en Pág. siguiente)

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y nuestros campos de algodón, que hace tiempo ocuparon el Sur de los Estados Unidos, ahora están siendo extendidos en todas partes de las regiones templadas de la Tierra. Cuarenta años más tarde, en 1902, el físico Leopold Pfaundler calculó la capacidad de carga global, concluyendo que, como límite superior, la producción ecológica podría sostener aproximadamente cinco personas por hectárea de tierra. En Norte América, con William Vogt (1948) y Fairfield Osborn (1953), vuelve el interés académico en los temas atingentes a la capacidad de carga. Georg Borgstrom, en varias de sus publicaciones de los años 60 y de principios de los '70, analizó el consumo de recursos en términos de «acres fantasmas»,» que se refería a la importación de capacidad de carga agrícola. Uno de nosotros (Rees) desarrolló el concepto de «cápsula regional» (que luego se transformará en Huella Ecológica) al comienzo de los '70, como herramienta de enseñanza para estimular a los estudiantes de planificación multidiscíplinaria a pensar en la capacidad de carga humana. En 1980, William Catton añadió una nueva dimensión al debate de la capacidad de carga humana, con su descripción de las implicancias de sobrepasarse (overshoot) o exceder temporalmente la capacidad de carga a largo plazo y el colapso consecutivo de la población. G. Higgins con sus colaboradores produjeron un informe técnico en 1983 para la Organización de Agricultura y Alimentación (FAO) de las Naciones Unidas, que analiza las capacidades de carga necesarias para sostener las poblaciones de la mayoría de los países en vías de desarrollo. En 1985, Ragnar Overby, entonces en el Banco Mundial, propuso la comparación de las economías de acuerdo a sus demandas sobre la capacidad de carga, y en 1986 M.A. Harwell y T.C. Hutchinson analizaron la pérdida de capacidad de carga asociada a una guerra nuclear. Más recientemente (1993), los Amigos de la Tierra (Países Bajos) propusieron el concepto de «espacio ambiental» para ayudar a determinar qué parte de la capacidad productiva/asimiladora global correspondería a cada nación en términos equitativos. Estos son sólo algunos ejemplos de la literatura existente sobre la capacidad de carga humana. Esto es un error que bordea la ironía, la disminución de la capacidad de carga puede llegar a representar pronto el tema más importante que tendrá que enfrentar la humanidad. Esto se hace más evidente si definimos la capacidad de carga no como la población máxima sino, siguiendo a William Catton, como la «carga» máxima que las personas pueden imponer sobre la ecósfera en forma segura y continua. La carga 73

humana es función no sólo de la población sino también del consumo per cápita y este último está creciendo aún más rápidamente que el anterior, debido a (irónicamente) la expansión del comercio y la tecnología. Esto llevó a Catton a observar que «...se le exige al mundo acomodar no sólo más personas, sino efectivamente personas «más» grandes...13. Como resultado, la presión relativa a la capacidad de carga está creciendo más rápidamente de lo que implicaría un mero incremento de la población. Estas tendencias subrayan el hecho de que, a pesar de nuestros logros tecnológicos, económicos y culturales, los seres humanos seguimos siendo seres ecológicos. Como todas las otras especies, dependemos de los recursos energéticos y materiales extraídos de la naturaleza, tanto para satisfacer nuestras necesidades básicas como para producir nuestros artefactos. Toda esta energía y materia se devuelve, en algún momento, a la ecósfera bajo la forma de residuos. Un conocimiento completo del «nicho» ecológico humano debe, por lo tanto, incluir una consideración completa de los flujos de materia y energía disponibles en la economía y de los flujos de materia y energía degradada (residuos) que se devuelven al ecosistema. Un análisis del «transflujo» biofísico muestra que la humanidad, por intermedio de la economía industrial, ha llegado a ser el consumidor dominante de los principales ecosistemas de la Tierra. En 1986, la humanidad –sólo una especie entre millones– ya se estaba apropiando, directamente e indirectamente, del 40 por ciento del producto neto de la fotosíntesis terrestre, y estudios recientes sugieren que el saqueo, por parte de la humanidad, de ecosistemas costeros abundantes en recursos, se acerca al 30 por ciento14 (lo cual puede exceder la productividad sustentable a pesar de esfuerzos crecientes, la pesca en el mundo ha estado disminuyendo desde 1989). ¿Cuáles son las implicancias de esta dominación para la integridad de los ecosistemas? ¿Se puede expandir en forma segura? (¡Recuerden las existencias pesqueras del Atlántico Norte!) Mientras tanto, tendencias como el deterioro de la capa de ozono y la acumulación de gases invernaderos, muestran que los sumideros de los residuos críticos a nivel global están tan llenos que están rebalsando. Todos estos datos indican que incluso los niveles actuales de apropiación 13 William Catton, «Carrying Capacity and the Limits to Freedom», artículo preparado para la Social Ecology Sesion, XI World Congress of Sociology, New Delhi, India, 18 August 1986. 14 Peter M. Vitousek, Paul R. Ehrlich, Ann H. Ehrlich and Pamela A. Mateson, «Human Appropriation of the Products of Photosynthesis», BioScience Vol.34, N°6 (1986);368-373; y D. Pauly and V. Christensen. «Primary Production Required to Sustain Global Fisheries», Nature (fortheoming)1995.

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son insustentables. La carga humana ha crecido hasta tal punto que el consumo total ya excede el ingreso natural sustentable. Lograr la sustentabilidad ecológica claramente, requiere que las evaluaciones económicas de la condición humana se basen en, o al menos estén informadas por, análisis biofísicos y ecológicos. La pregunta ecológica fundamental para la economía ecológica es la siguiente: ¿los ecosistemas, las poblaciones de especies y los procesos biofísicos asociados (o sea, las reservas de «capital natural» crítico que se autogeneran), así como la capacidad de la ecósfera de asimilación de los desechos, son los adecuados para sostener la carga impuesta por la economía humana y que se prevé para el próximo siglo, y a la vez mantener las funciones de soporte vital generales propias de la ecósfera? Esta pregunta crítica está en el centro de la problemática de la capacidad de carga ecológica, sin embargo es virtualmente ignorada por los enfoques de las principales corrientes de pensamiento.15 La otra cara de la capacidad de carga: las Huellas Ecológicas humanas Determinar la población humana que una región dada puede sostener, representa un problema por dos razones: primero, la carga ecológica total impuesta por cualquier población cambia de acuerdo a factores tales como el ingreso promedio, las expectativas materiales y el nivel tecnológico (o sea, la eficiencia energética y material). En síntesis, la capacidad de carga humana es producto tanto de factores culturales como de la productividad ecológica. Segundo, en una economía global, ninguna región existe en forma aislada, la gente tiene acceso a recursos del mundo entero. Así, como lo vimos anteriormente, muchas personas argumentan que el comercio supera cualquier límite regional al crecimiento que hubiera sido impuesto por la escasez de recursos locales. Otros factores complican aún más la problemática de la capacidad de carga. Al contrario del consumo de otros animales, el consumo humano no está determinado solamente por la biología. Debido a la tecnología, la carga impuesta por nuestro metabolismo biológico aumenta en forma significativa debido al metabolismo industrial. Mientras la mayoría de las especies consumen muy poco aparte de su alimento, gran parte del consumo material humano consiste en artículos no alimenticios manufacturados, tales como energía, ropa, autos y una amplia gama de otros bienes de consumo. En los países industrializados 15 William E. Rees, «Achieving Sustainability: Reform or Transformation?», Journal of Planning Literature Vol.9, N°4 343-361 (1995); and «Revisiting Carrying Capacity: Areabased Indicators of Sustainibility», Population & Environment (1995, in press).

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este consumo material se ve positivamente estimulado por una cultura consumista y está limitado sólo por el poder adquisitivo de los consumidores. Globalmente, por supuesto, los niveles de consumo individual varían en orden de magnitud: los campesinos en la India rural pueden representar el límite inferior de la escala, mientras que los miembros del directorio de las corporaciones transnacionales están en el extremo opuesto. El análisis de la Huella Ecológica evita algunas de las dificultades de la capacidad de carga «tradicional», simplemente invirtiendo la tasa comúnmente utilizada de capacidad de carga. La Huella Ecológica parte del supuesto de que cada categoría de consumo de energía y materia, así como cada descarga de residuos, necesita una capacidad productiva o de absorción de desechos correspondiente a un área finita de agua o de suelo. Si sumamos las demandas de suelo para todas las categorías de consumo y descarga de desechos de una población determinada, el área total representa la Huella Ecológica de esta población en el planeta, sin que esta área coincida necesariamente con la región de origen de esta población. En síntesis, la Huella Ecológica mide el área de suelo requerida por persona (o población) y no la población por unidad de área. Como veremos, esta sencilla inversión es mucho más instructiva que la capacidad de carga tradicional para caracterizar el dilema de la sustentabilidad. De una manera más formal, la Huella Ecológica de una población o economía determinada puede definirse como el área de tierra (y agua) ecológicamente productiva, de varias clases –tierra agrícola, pastizales, bosques, etc.–, que se necesita en forma continua para: a) proporcionar todos los recursos energéticos/materiales consumidos, y b) absorber todos los desechos generados por esta población con la tecnología predominante, en cualquier parte del planeta. Se incluye el consumo de los hogares, empresas y el gobierno en los cálculos. Noten que, ya que la Huella Ecológica se basa en flujos de la renta natural, proporciona también una estimación de las demandas de capital natural de la población escogida. Como lo sugerimos anteriormente, el tamaño de la Huella Ecológica no es fijo sino que depende del ingreso monetario, los valores prevalecientes, otros factores socioculturales, así como del estado de la tecnología. Tomen en cuenta, sin embargo, que cualesquiera sean los detalles específicos, la Huella Ecológica de una población dada corresponde al área de suelo, necesitada exclusivamente por aquella población. Los flujos y capacidades de carga usados por una población ya no están disponibles para el uso de otros. 76

Un análisis completo de la Huella Ecológica incluiría tanto las demandas directas de tierra como los efectos indirectos de todas las formas de consumo energético y material. Por lo tanto, incluiría no solamente el área de diferentes ecosistemas (capital natural) requeridos para producir los recursos renovables y los servicios proporcionados por las funciones de soporte vital (distintas formas de ingreso natural), sino que también el área de suelo perdida en términos de productividad biológica, ya sea por contaminación, radiación, erosión, salinización, y «pavimentación» urbana –el asfaltado o construcción de suelos, que vuelve a éstos ecológicamente improductivos–. También, incluiría el uso de recursos no renovables, hasta donde éstos entran en el procesamiento de energía y generan efectos de contaminación, relacionados con su uso. Por el momento, sin embargo, nuestras evaluaciones se basan en un rango limitado de artículos de consumo y flujos de desechos. Cada elemento adicional incrementa por lo tanto el tamaño de las estimaciones existentes. Adicionalmente, los cálculos actuales asumen que la tierra necesaria (por ejemplo, en el sector forestal o la agricultura) está siendo utilizada en forma sustentable. Sin embargo, generalmente no es éste el caso, la tierra cultivada, por ejemplo, se degrada en promedio 10 veces más rápidamente de lo que puede regenerarse. Esto significa que aunque las Huellas Ecológicas calculadas para las naciones y regiones industrializadas impresionan por su tamaño, están considerablemente subestimadas respecto de la demanda efectiva. Se podría argumentar que nuestras estimaciones actuales deben ser ponderadas por un «factor de sustentabilidad» significativo, que permita tomar en cuenta dichos supuestos simplificatorios. «Mirar la otra cara de la capacidad» elimina algunas objeciones a la aplicación del concepto a los seres humanos. Como argumentaron algunos críticos, es cierto que intentar medir la capacidad de carga humana en términos de máxima población regional sustentable es un ejercicio fútil. Las poblaciones locales están tan influenciadas por factores tecnológicos, culturales y por el comercio, que cualquiera relación con los límites biofísicos locales se ve velada. Hong Kong, por ejemplo, está densamente poblada y es increíblemente próspera, sin embargo tiene muy poca capacidad de carga natural, mientras muchos de los países africanos, con capacidades biofísicas mucho más grandes, sufren de hambruna. La Huella Ecológica evita este problema analítico, midiendo la carga total de la población en vez del número de personas. De esta forma reconoce que las personas tienen algún impacto en algún lugar, aunque esté obscurecido por el comercio y la tecnología. De hecho, en la misma forma en que el comercio parece incrementar la capacidad de carga local, la está reduciendo en otro lugar del planeta. 77

Fig, 2.7: Una proporción justa de Tierra es la cantidad de tierra que cada persona conseguirla si toda la tierra ecológicamente productiva sobre la tierra estuviera eventualmente dividida entre la población mundial presente. Si tu proporción de Tierra fuera una isla redonda, tendría un diámetro de sólo 138 metros. Un sexto de tu isla podría ser tierra arable, el resto pasto, bosque y tierra sin cultivar, y área para la construcción. Claramente, como la población incrementa, nuestra cuota terrestre se encoge. También, por cada persona que excede su Huella Ecológica su proporción justa de tierra por, digamos, un factor de tres (como hacen los estadounidenses), otras tres personas tendrían que conformarse con sólo un tercio de una proporción para una sustentabilidad global. ¿Algún voluntario?

Nuestro método resume los impactos de una cierta población sobre la naturaleza mediante un análisis del consumo agregado (o sea, la carga total = población x consumo per cápita) y la conversión de éste a un área de tierra correspondiente. Así, podemos producir una sola medida de la demanda ecológica (o las demandasde capital natural), la cual, al contrario de la capacidad de carga tradicional, toma en cuenta el comercio neto y refleja tanto el ingreso actual como la tecnología prevaleciente. Calculada así, se puede comparar la Huella Ecológica al área de la región de origen de una población y develar en cuánto se ha excedido la capacidad de carga local, y, luego la dependencia de esta población frente al comercio (es posible encontrar fragmentos de la Huella Ecológica de una población dada en el mundo entero). 78

La Huella Ecológica también facilita las comparaciones entre regiones y muestra así el efecto de los diferentes niveles de ingreso y de tecnología sobre el impacto ecológico. No es de sorprendernos que mientras la capacidad local está severamente limitada, la Huella Ecológica de un habitante medio de Hong Kong es considerablemente mayor que la de un granjero de Etiopía. Se puede adaptar el enfoque de la Huella Ecológica a otras evaluaciones de la sustentabilidad. Por ejemplo, podríamos computar la Huella Ecológica del comercio para revelar cuánta «capacidad de carga» está incorporada en las importaciones de una región y cuánta capacidad se cede para producir las exportaciones necesarias para pagar estas importaciones. 79

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También, las Huellas Ecológicas individuales o promedio per cápita pueden compararse a la proporción justa de Tierra actual. Una proporción justa de la Tierra corresponde a la cantidad de tierra ecológicamente productiva, disponible por habitante en la Tierra (¡pedimos disculpas a las otras especies!). Hoy, esta cantidad suma 1,5 hectáreas (3,7 acres), o un cuadrado de 122 metros cuadrados. Sólo 0,25 hectáreas (0,62 acres) de ésta son arables (Figura 2.7). Quizás como aporte importante, el análisis de la Huella Ecológica nos permite estimar el alcance de excederse a nivel global, y el déficit ecológico de cualquier país o región escogida. El «exceso» corresponde a cuánto más grande es la Huella Ecológica total de la humanidad respecto de la capacidad de carga global (véase Figura 2.8). Más allá de cierto punto, el crecimiento material de la economía mundial sólo puede obtenerse a expensas del agotamiento del capital natural y socavando los servicios proporcionados por las funciones de soporte vital, de las que todos dependemos. En otras palabras, estamos en situación «exceso» cuando el consumo de la economía excede la renta natural, tal como lo indica el deterioro ecológico. El déficit ecológico o de sustentabilidad es una medida de cuánto se ha sobrepasado «localmente». Estima las diferencias entre la capacidad ecológica doméstica de un país o una región determinada y su Huella real. Por lo tanto, revela en cuánto aquella región depende de la capacidad productiva extraterritorial, que obtiene por intermedio del comercio o de los flujos naturales, que se apropia. Son muchas las evidencias hoy de que la Huella Ecológica de la humanidad ya excede la capacidad de carga global. Este «exceso» sólo es posible en forma temporal e impone altos costos a las generaciones futuras. Sin un esfuerzo concertado para reducir el transflujo material hoy, nuestros hijos tendrán que satisfacer sus demandas de renta natural y las otras necesidades de una población cada vez mayor a partir de reservas de capital natural mucho menores (riqueza real).

16 Previamente hemos definido esta huella individual como el «planetoide personal». (Mirar William Rees y Mathis Wackernagel, «Ecological Footprints and Appropriated Carrying Capacity: Measuring the Natural Capital Requirements of the Human Economy», en Investing in Natural Capital: The Ecological Economics Approach to Sustainability, ed. A-M. Jansson, M. Hammer, C. Folke, and R. Costanza (Washington: Island Press, 1994).)

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De cómo el análisis de la Huella Ecológica puede ayudar a avanzar hacia la sustentabilidad Medir una gama amplia de actividades humanas en términos de sus Huellas Ecológicas hace posible comparar sus impactos ecológicos separados. Al mismo tiempo, en contraste con las evaluaciones ambientales convencionales «estáticas», los análisis de la Huella permiten un enfoque acumulativo para el análisis de impactos. Cada actividad económica impone una demanda sobre la ecósfera y la Huella Ecológica muestra como todas aquellas demandas de alimentos y fibras, recursos no renovables, absorción de desechos, desarrollo urbano, así como el mantenimiento de la biodiversidad, compiten entre sí por un mismo espacio ecológico. (La expansión de las iniciativas humanas necesariamente se «apropia»» de recursos y del hábitat de otras especies). La Tierra es increíblemente productiva y posee una capacidad enorme para sostener a los humanos y sus economías, sin decir nada de las otras especies. Sin embargo, la producción de muchos bienes y servicios en un mercado cada vez más globalizado, ya se basa demasiado en el agotamiento del capital natural, incluyendo formas autogeneradoras importantes, tales como las existencias de peces, como en sus flujos sustentables. El concepto de Huella Ecológica es una herramienta efectiva para hacer aflorar esta realidad a nuestra conciencia. Es una pena que ni el precio ni las etiquetas de los productos declaren que nuestros bienes de consumo representan los intereses generados o la disminución de los ahorros de la naturaleza. Usar el área de suelo productivo como unidad de medida hace que el análisis de la Huella Ecológica sea consistente con las leyes básicas de la física, especialmente las leyes del equilibrio de masas y de la termodinámica. En particular, el mundo moderno ha llegado a aceptar el axioma de la Segunda Ley de que cualquier sistema auto organizador y complejo (tal como la economía) tiene que tener un influjo continuo de energía y materia desde su sistema «anfitrión» para crecer y mantenerse a sí mismo (o sea, para superar su deterioro entrópico interno véase el recuadro 2.4). En este sentido, el área de suelo o de un ecosistema es una unidad de contabilidad más adecuada para la economía humana que sólo el flujo de energía, porque refleja tanto la cantidad como la calidad de la energía y materia disponible para la economía humana. El factor limitante clave para la vida humana no es la cantidad de energía solar que llega a la Tierra, sino lo que la naturaleza puede hacer con esta energía. Por ejemplo, una planta solitaria creciendo en una hectárea de desierto del Sahara es ecológicamente y económicamente menos significativa que una hectárea de bosque tropical, aunque ambos reciben la misma radiación solar. 81

Este último punto enfatiza que los atributos de «suelos» van más allá de las leyes de la termodinámica. El área de tierra no solamente define el carácter finito del planeta Tierra, sino también puede ser visto como una figura razonable para numerosas funciones de soporte vital esenciales, desde el intercambio de gases hasta el reciclaje de nutrientes. Se puede estimar mejor el estado del mundo biofísico a partir del estado de las reservas de capital natural autogenerador que cumplen con estas funciones. Tomen en cuenta que estas existencias en sí mismas representan la energía bioquímica que ha sido acumulada en la ecósfcra. El punto es que la Tierra sostiene la fotosíntesis, el conducto energético para la red de la vida. Este proceso singular distingue nuestro planeta de los planetas muertos como Marte o Venus. La fotosíntesis sostiene todas las cadenas tróficas importantes y mantiene la integridad estructural de los ecosistemas. Milagrosamente ha transformado la superficie originariamente inhóspita de la Tierra en una ecósfera autogeneradora y autorreguladora con una abundancia y diversidad espectaculares. La Huella Ecológica nos recuerda que, a pesar de la tecnología, los seres humanos seguimos dependientes de los bienes y servicios ecológicos y que éstos tienen que estar disponibles en cantidades crecientes desde algún lugar del planeta, mientras que siguen creciendo las poblaciones humanas y el consumo per cápita. Como lo observamos anteriormente, la pregunta ecológica fundamental para la sustentabilidad es si las existencias de capital natural son adecuadas para satisfacer la demanda que se prevé para el futuro. El análisis de la Huella Ecológica aborda directamente esta pregunta. Proporciona un medio para comparar la producción por parte de la ecósfera con el consumo por parte de la economía, revelando así la brecha de sustentabilidad que debe enfrentar la sociedad. En síntesis, el análisis de la Huella Ecológica puede ayudar a determinar los factores limitantes ecológicos dentro de los cuales opera la sociedad; diseñar políticas para evitar o reducir el «exceso»; y monitorear el progreso hacia el logro de la sustentabilidad. El análisis de la Huella Ecológica no implica que vivir dentro de la capacidad de carga sea una meta deseable. Al contrario, la Huella Ecológica pretende mostrar cuán peligrosamente cerca de los límites naturales hemos llegado. Es más probable que el poder de recuperación ecológica y el bienestar social estén asegurados si la carga humana total se mantiene substancialmente por debajo de la capacidad de carga de la Tierra. Viviendo en el límite ecológico se compromete la adaptabilidad, robustez y capacidad regeneradora de los ecosistemas, amenazando así las otras especies, ecosistemas enteros y en último término a la misma humanidad. 82

El reconocimiento de la existencia de factores limitantes biofísicos y el hecho de que los usos humanos de la naturaleza compitan entre sí, plantean unas preguntas de tipo social y económico altamente pertinentes. Por ejemplo, obliga a los sobreconsumidores a enfrentar los costos implícitos y las relaciones de otra manera escondidas, entre su riqueza y la pobreza y sufrimiento humanos que persisten en otros lugares. Si estos límites biofísicos son reales ¿no deberían ser los mecanismos para la redistribución tan predominantes como la eficiencia y expansión económica lo son dentro de los planes que pretenden combatir la creciente desigualdad material? El reconocimiento de que no todo el mundo puede llegar a ser tan rico en términos materiales como los estadounidenses o europeos de hoy día, sin socavar las funciones de soporte vital globales, debe imponer una mayor responsabilidad respecto a la riqueza y proporcionar a los pobres una mayor influencia en la pugna para conseguir sus derechos al desarrollo, transferencias tecnológicas y otras medidas que apunten a una mayor equidad. El análisis de la Huella Ecológica puede reforzar los argumentos propuestos en los procesos de acuerdos internacionales sobre cómo compartir de forma más equitativa los bienes comunes globales y la capacidad productiva de la Tierra, así como las formas de usarlo más cuidadosamente. Hasta ahora el discurso no se ha salido de un fuerte carácter antropocéntrico. Sin embargo, las Huellas Ecológicas también hacen aflorar en nuestra conciencia la apropiación desproporcionada por parte de la humanidad de los flujos energéticos/materiales y del hábitat que de otra forma estarían disponibles para las otras especies. ¿Tenemos un derecho inherente a la productividad de la naturaleza, a costa de los varios millones de otras especies que viven en el planeta? En síntesis, al poner la sustentabilidad en términos sencillos pero concretos, el concepto de Huella Ecológica proporciona un marco intuitivo para comprender el mínimo ecológico aceptable de la sustentabilidad. A su vez estimula el debate público, construye un conocimiento común y sugiere un marco para la acción. La Huella Ecológica vuelve el desafío de la sustentabilidad más transparente,–los tomadores de decisiones disponen de un criterio físico para jerarquizar las opciones de políticas, los proyectos o la tecnología según sus impactos ecológicos–. Finalmente, la Huella Ecológica subraya el imperativo global para la acción local.

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Demuestra que los impactos ecológicos y sociales del sobreconsumo van más allá de nuestras regiones de origen. Introduce así la dimensión moral de la sustentabilidad, y al demostrar que la contribución al deterioro global, tanto del crecimiento poblacional como del consumo material, enfatiza la necesidad de políticas que enfrenten ambas problemáticas.

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3 LA BÚSQUEDA DE ESTRATEGIAS SUSTENTABLES

La Huella Ecológica global demuestra que no vivimos más en un mundo caracterizado por una capacidad ecológica abundante y subutilizada. Permanecen pocos ecosistemas cuya producción no haya sido aún modificada para servir las demandas humanas, y iodos ellos están siendo usados de alguna manera para sostener las actividades humanas. De hecho, las evidencias indican que la carga humana ha excedido sustancialmente la capacidad de carga global a largo plazo. 1 Este exceso pone a la humanidad en un «callejón sin salida» , víctima de su propia obra. Más crecimiento material, al menos en los países pobres, parece esencial para la sustentabilidad socioeconómica, sin embargo, cualquier incremento global en el transflujo de materiales es ecológicamente insustentable. Reconocemos que el desafío de la sustentabilidad es psicológicamente perturbador. Implica que la raza humana no puede continuar en forma segura su camino actual, un camino que, de acuerdo a varios valores modernos, ha sido imponentemente exitoso en mejorar el bienestar humano. Cambios profundos son necesarios. En particular, nosotros, los miembros más ricos de la familia humana –los habitantes promedio del mundo industrializado– enfrentamos un molesto dilema moral: mientras nosotros consumimos en promedio tres veces la parte que nos corresponde equitativamente de la producción sustentable global, las necesidades básicas de los mil millones de personas que se encuentran en la pobreza crónica, aún hoy, no están siendo satisfechas. Mientras tanto, el solo hecho de satisfacer la demanda agregada actual está socavando la capacidad de la naturaleza de satisfacer las necesidades de las generaciones futuras. Si dependemos de estrategias económicas y tecnológicas convencionales para solucionar estos problemas, el crecimiento adicional, particularmente en los países de altos ingresos, permitirá que los ricos se apropien de una capacidad de carga

 catch 22 en el texto original (nota del traductor)

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aún mayor, reduciendo de esta manera el espacio ecológico disponible para los pobres. Al parecer, las estrategias convencionales son ecológicamente peligrosas y moralmente cuestionables. Si realmente pudiésemos crear espacio para el crecimiento, debería estar destinado al Tercer Mundo.

Fig. 3.1: Las estrategias actuales nos apartan de la sustentabilidad, socavando tanto la integridad ecológica como moral. Cualquier espacio disponible para el crecimiento debe ser destinado a aquellos cuyas necesidades básicas no han sido satisfechas.

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Los desafíos que debemos enfrentar no tienen precedentes. ¿Cómo podemos disminuir el impacto ecológico total de la humanidad y atender a su vez las necesidades de todos? ¿A quién debe exigirse una reducción de su Huella Ecológica y quién debe incrementar la suya para satisfacer sus necesidades básicas? ¿Qué argumento podrá convencer a cualquier persona de la necesidad de reducir su Huella Ecológica? ¿Qué mecanismos sociales, institucionales y tecnológicos están disponibles para ayudarnos a hacerlo? En resumen, ¿cómo podemos idear un contrato social para construir una sociedad sustentable, que alivie a los más débiles de tener que soportar gran parte del peso de la crisis de la sustentabilidad y asegure una existencia satisfactoria para todos? Cuestionando las Estrategias Convencionales La mayoría de nosotros está convencido de la utilidad de las estrategias convencionales y de la promesa de que ellas son compatibles con la sustentabilidad. La retórica es familiar: algunos abogan por el «crecimiento sustentable» y promueven el libre comercio como el camino para lograrlo. Los debates acerca del Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte NAFTA (North American Free Trade Agreement) y el incluso más global Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio GATT (General Agreement on Tariffs and Trade) nos son familiares a todos. Otros enfatizan la implementación de soluciones tecnológicas, tales como automóviles de «emisión-cero» y las potencialidades de una nueva revolución de la eficiencia para crear el espacio ecológico que permita continuar con el crecimiento del PIB. En realidad, analistas convencionales, incluyendo a varios que contribuyeron en la elaboración de Nuestro Futuro Común (Our Common Future), argumentan que el comercio y la tecnología, en la práctica, expanden cualquier límite ecológico. Este es un concepto parcialmente erróneo. Incluso en las mejores circunstancias, las innovaciones tecnológicas no incrementan la capacidad de carga per se, sino únicamente la eficiencia en el uso de los recursos. En teoría, el tránsito hacia una mayor eficiencia tecnológica energética y material, debería posibilitar que un medio ambiente definido soporte, ya sea a una población dada con un nivel material mayor, ya sea a una población mayor con un mismo nivel material. Sin embargo, si bien parece aumentar la capacidad de carga, sólo se mantiene la carga humana total, a un nivel constante cercano a la capacidad de carga. Esta última se mantiene inalterada y en último término limitada. 87

Además, en la práctica, los beneficios generados por una mayor eficiencia y los incentivos actuales a menudo trabajan directa e indirectamente en contra de la conservación de recursos. Varios factores contribuyen a este resultado que parece ir en contra de lo que uno podría intuir, como por ejemplo, los efectos de los precios e ingresos de los ahorros tecnológicos. Mayor desarrollo energético o eficiencia material pueden permitir a las empresas aumentar sueldos, incrementar dividendos o disminuir precios, lo que a su vez lleva a un aumento del consumo neto de los trabajadores, accionistas y consumidores, respectivamente. Similarmente, ahorros individuales, inducidos por la tecnología, son usualmente redirigidos a formas alternativas de consumo, cancelando parcial o totalmente el beneficio inicial para el medio ambiente. En la medida que tales mecanismos contribuyen a incrementar el consumo y aceleran el agotamiento de los recursos, los beneficios generados por una mayor eficiencia indirectamente incrementan la Huella Ecológica de la población afectada, aumentando la presión sobre la limitada capacidad de carga del planeta (ver recuadro 3.1). Peor aún, muchas tecnologías industriales contribuyen directamente a incrementar la Huella Ecológica, mientras crean la ilusión de estar reduciéndola. Esto es particularmente evidente en la agricultura, en el sector forestal y la minería, donde la tecnología acelera el proceso de «cosecha» (como se demuestra en el apéndice en nuestra valoración comparativa de alternativas para la producción de tomates).

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RECUADRO 3.1: ¿Los aumentos en productividad ahorran recursos?

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Varios economistas y ambientalistas creen que los avances en eficiencia tecnológica son una posible panacea para la crisis de la sustentabilidad. Esto surge del razonamiento de Buckminster Fuller, que postula que se puede «hacer más con menos» y parte del supuesto implícito de que los aumentos de productividad llevan automáticamente al ahorro de recursos y reduce el consumo. Por ejemplo, el industrial Stefan Schmidheiny elogia el 50 por ciento de aumentos de productividad energética que ha logrado la industria química en las últimas décadas, olvidando que la producción química se ha duplicado en el mismo período. Incluso Nuestro Futuro Común era partidario de lo que Wolfgang Sachs llamó «el evangelio de la eficiencia global». De cualquier modo, tan efectivo como estas estrategias de eficiencia pueden parecer en una microescala, lograr un cociente menor entre insumos y productos no implica necesariamente una disminución en el uso de recursos. Por el contrario, en realidad, la eficiencia tecnológica puede llevar a un incremento global del consumo de éstos. Varios autores han reconocido el dilema que resulta de ello. Límites al Crecimiento (Limits to Growth) señaló en 1972 que la duplicación de la productividad agrícola acompañada por una expansión económica, expandaría los límites de la producción de alimentos sólo a 20 años y nos dejaría con más problemas difíciles de solucionar. Lester Brown, del Worldwatch Institute, argumenta que «...un crecimiento continuo en el consumo material –el número de automóviles y aparatos de aire acondicionado, la cantidad de papel utilizado, etc.– en algún momento sobrepasarán los aumentos de productividad, provocando el aumento del uso total de recursos (y el correspondiente incremento del daño ambiental)...» (Continúa en Pág. siguiente)

 Stefan Schmidheiny, Changing Course (Boston: MIT Press, 1992); Wolfgang Sachs, «The

Gospel of Global Efficiency» (Nyon, Switzerland: IFDA Dossier 68, 1988) (citación tomada de la página 33); Donatella Meadows et al., Limits to Growth (NY: Universe Books, 1972); Lester Brown et al., «From Growth to Sustainable Development» in Population, Technology, and Lifestyle; The Transition to Sustainability, Robert Goodland, Herman E. Daily and Salah El Serafy, eds. (NY: island Press, 1991/1992): Bruce Hannon, «Energy Conservation and the Consumer» Science Vol. 189 (1975): 95-102; Paul Samuelson and William Nordhaus, Economías, 12th edicion (NY: McGraw- Hill, 1985); Harry Sanders, «The KhazzoomBrooks Postulate and Neoclassical Growth» The En ergy Journal Vol.13, N°.4 (1992): 131 148; Charles A.S. Hall, Cutler J. Cleveland and Robert Kaufmann, Energy and Ressource Quality (NY: John Wiley & Sons, 1986); Robert Kaufrnann, «A Biological Analysis of Energy» Ecological Economics Vol.6, N°.l (1992): 35-56.

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Datos reales confirman esta reflexión: en los EE.UU., a pesar del aumento en eficiencia del consumo de combustibles en los automóviles, el consumo agregado de éstos está en aumento. Similarmente, como lo señala The Ecologist, mientras el uso de energía por cada dólar de Producto Nacional Bruto decreció en un 23% en los países industrializados occidentales entre 1973 y 1987, el total anual de energía consumida en realidad ha incrementado en un 15% en el mismo período. A un nivel micro: el mejoramiento energético o la eficiencia material pueden posibilitar a las empresas aumentar salarios, incrementar dividendos o bajar precios, todo lo cual implica aumentar el consumo global. Los economistas llaman a estos efectos asociados a salarios y precios, el «efecto rebote». Similarmente, la tecnología induce ahorros que a nivel individual son usualmente redirigidos a otras formas de consumo, cancelando parte del resultado positivo inicial. Como el ecologista y analista en materia energética Bruce Hannon explica, «...el viajero [ambientalmente consciente] que [cambia] el bus urbano por una bicicleta, ahorraría energía (y dólares) a uña tasa de 51.000 BTU por dólar. Si no tuviera cuidado y gastara estos dólares ahorrados en un artículo de consumo personal con una intensidad energética superior a los 51.000 BTU por dólar, entonces su cambio a la bicicleta habría sido en vano...» A un nivel meso (o regional): En promedio, los países industrializados importan mucha de su energía, en su mayoría en la forma de energías fósiles. Tales importaciones debilitan las economías locales a través de la pérdida en gastos directos (fuga de capitales locales) y la pérdida adicional vinculada al hecho de volver a gastar lo que se habría gastado (efecto multiplicador). En contraste, tanto el dinero ahorrado en equipamiento de ahorro energético como el dinero ahorrado en mejorar la eficiencia energética, muy probablemente se gastarán localmente, estimulando así la economía local. A un nivel macro: de acuerdo al economista Paul Samuelson, las innovaciones tecnológicas o los aumentos en eficiencia representan el 75% del crecimiento del PNB, contribuyendo así al aumento del transflujo agregado. Analizando los efectos de los aumentos en eficiencia, el economista Harry Sanders concluye que «... los aumentos de productividad energética pueden incrementar el consumo de energía de dos maneras: haciendo que la energía aparezca efectivamente más barata que otros insumos; e incrementando el crecimiento económico, el cual impulsará a su vez un mayor uso energético...». Otros estudios rechazan la afirmación de que el PNB y el consumo de energía se han desacoplado alguna vez en los países industrializados. El analista de energía (Continúa en Pág. siguiente)

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Robert Kaufmann concluye que, desde la Segunda Guerra Mundial, la sustitución y el cambio tecnológico han tenido un efecto relativamente pequeño en la cantidad de energía usada en producir un dólar del PNB, ajustado de acuerdo a la inflación, de Francia, Alemania, Japón y el Reino Unido. Esto implica que la conexión entre actividad económica (medida en el PNB) y uso energético es más fuerte de lo que creían la mayoría de los economistas neoclásicos. En general, pareciera que los avances en tecnologías eficientes que producen mayores retornos al capital atraerán inversiones y toda la economía se beneficiará de ello. Como el economista Stanley Jevons observó en 1865 en El Problema del Carbón (The Coal Question): «...el progreso de cualquier rama de la producción potenciará una nueva actividad en la mayoría de las otras ramas e inducirá indirectamente, sí no directamente, a incrementar la predación de nuestras vetas de carbón...». En resumen, los incrementos en eficiencia que son rentables– y éstos son los que se implementan– contribuyen a aumentar las expectativas de retornos de capital y a aumentos de inversiones en las empresas eficientes. Esto induce una expansión competitiva de las tecnologías eficientes a otras empresas del sector, las cuales pueden incrementar la demanda total de recursos. Entonces, y de manera irónica, son precisamente los beneficios económicos generados a partir de una mayor eficiencia tecnológica, los que incrementan el nivel de transflujo de recursos. La realidad microeconómica exige que estos aumentos de productividad sean utilizados para lograr ventajas económicas en el corto plazo. Lejos de conservar el capital natural o reducir la Huella Ecológica, esto implica un incremento acelerado del consumo. En una economía globalmente interconectada, la pregunta que surge es, por lo tanto, la siguiente: ¿Podemos tener energía eficiente y que ahorre costos? La respuesta es «sí», solamente si los aumentos de productividad, desde el origen, se retiran de la circulación económica. Idealmente, los ahorros en eficiencia deben ser invertidos en la rehabilitación del capital natural. Esto únicamente puede llevarse a cabo en un tiempo relativamente corto a través de la implementación de impuestos a la degradación de recursos, cuotas de recursos transables, así como otros elementos de reforma fiscal ecológica (incluyendo reducciones de impuestos a la renta y otras imposiciones a la actividad laboral). Si no implementamos políticas que nos obliguen a hacer más con menos ahora, podemos vernos más tarde forzados por la naturaleza a hacer lo mismo (o incluso menos) con menos aún! 91

Frecuentemente nos inclinamos a creer que estos elevados rendimientos implican un «mejoramiento» de la productividad del capital natural cuando, en realidad, son el resultado de la liquidación del stock de capital. De esta manera, la agricultura intensiva puede ser más «productiva» que la agricultura de bajos insumos agrícolas (en el corto plazo), pero depende de subsidios energéticos externos e incrementos en la degradación de las tierras y de las aguas. El efecto neto es que la sociedad llega a ser incrementalmente dependiente de flujos de recursos no renovables, que en realidad reducen la capacidad de carga a largo plazo (y renovable) de su ambiente. Las consecuencias potenciales de esta realidad en tiempos de crisis fueron experimentadas cruelmente en Cuba, donde la producción agrícola colapsó debido a la falta de combustible fósil al principio de los '90. Por supuesto, empleada correctamente, la tecnología puede resultar una gran contribución en pro de una sociedad más sustentable. Como lo mostramos en el apéndice 3, la tecnología solar puede reducir masivamente nuestra Huella energética. Las formas de ahorro energético deben, por lo tanto, ser bienvenidas bajo la condición de que estos ahorros no simplemente sean desviados a otras formas de consumo. En contraste, propuestas como la de pasar a los llamados automóviles de «emisión cero» parecen más problemáticas. Intentos por reducir la contaminación atmosférica en zonas urbanas son loables, pero la eliminación de contaminantes urbanos, tales como los óxidos nitrosos e hidrocarburos no quemados emitidos por los automóviles, ignoran las emisiones de CO2 (el que más contribuye al posible cambio climático) y el hecho de que las emisiones finales expulsadas por los automóviles son únicamente una fracción de su impacto ecológico total. Incluso los automóviles de emisión cero contaminan y usan recursos cuando son construidos, operados y hechos chatarra. Y, si los automóviles de emisión-cero continúan motivando más autos y su uso –las máquinas de la urbanización desenfrenada– éstos contribuyen bajo otras formas a expandir nuestras Huellas Ecológicas. La aparente ganancia en capacidad de carga que proviene del comercio es también ilusoria. Mientras la comercialización de mercancías puede liberar a una población local de las limitaciones de recursos impuestas por su propio territorio, esto simplemente desplaza parte de la presión ambiental total de esta población a regiones distantes. Cuando una población local es capaz de importar capacidad de carga, esta población o sus actividades económicas invariablemente se expanden. Sin embargo, esto no representa una ganancia neta en capacidad de carga; la expansión de las regiones importadoras se ve acompañada por la reducción de la capacidad de carga de las regiones 92

exportadoras. Mientras tanto, el aumento poblacional y del consumo, inducidos por el comercio, incrementa la carga agregada de los humanos en la ecósfera. Aun así, es posible concebir un comercio ecológicamente saludable y equilibrado. Si cada nación exportara únicamente sus excedentes reales –los productos en exceso para el consumo local cuya exportación no reduciría los stocks de capital natural autogenerador–, entonces el efecto global sería un estado de equilibrio ecológico y de estabilidad global. No obstante, de la misma forma que la tecnología, el comercio sin regulación puede contribuir a reducirla capacidad de carga a largo plazo de los dos actores presentes en el intercambio.

Fig. 3.2: ¿Los Aumentos de Productividad Han Reducido Nuestras Huellas? «Incrementen la Eficiencia» es una contraseña popular en los esfuerzos para reducir nuestro impacto en el planeta. ¿Funciona realmente? No siempre. El economista Stanley Jevons nos advirtió, hace un siglo, que se trata de una confusión de ideas suponer que el uso económico de recursos es equivalente a una disminución del consumo total.

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Acceder a importaciones baratas (p.e. comida o madera) reduce el incentivo de los importadores de conservar sus propias reservas locales de capital natural (p.e. agricultura, tierra o bosques) y puede resultar también en una carrera acelerada hacia el agotamiento de los bienes de los exportadores (competencia para lograr precios más bajos en mercados exportadores, reduciendo cualquier excedente disponible para la conservación del capital natural).

Fig. 33: Desequilibrio Ecológico Causado por el Comercio. Los análisis monetarios revelan acumulaciones de riqueza monetaria, pero poco nos dicen sobre los flujos materiales que hacen esto posible. Por otro lado, modelos físicos corno el análisis de la Huella Ecológica pueden mostrar el incremento en la dependencia por parte de las naciones industrializadas de la importación de flujos, así como en cuanto a economías basadas en el uso de sus recursos naturales truecan su capital natural a bajo precio, (p.e. capacidad de carga) por bienes manufacturados y servicios, a precios altos provenientes de economías con alto valor agregado. ¿Podemos continuar ignorando las consecuencias a largo plazo de un comercio que genera desequilibrio ecológico y daño a nivel global?

Continuemos con este último punto por un momento. Parece que en el mundo de hoy la urbanización, la globalización y el comercio se combinan para reducir la retroalimentación correctiva entre las poblaciones locales. Ya que tienen acceso a los recursos globales, las poblaciones urbanas en cualquier sitio, son aparentemente inmunes a las consecuencias de la insustentabilidad a nivel local de las prácticas de manejo de suelos y de recursos, al menos durante unas pocas décadas. 94

En efecto, la modernización nos aliena espacial y psicológicamente de la naturaleza. Los ciudadanos del mundo industrializado sufren de una ceguera ecológica colectiva que reduce su sentido colectivo de «conexión» con los ecosistemas que los sustentan. Mientras tanto, el comercio obviamente ha sido un factor principal en el incremento del Producto Mundial Bruto en el período de postguerra. También ha llegado a ser uno de los mecanismos principales a través del cual los ricos (¿accidentalmente?) se apropian de gran parte de la capacidad de carga del mundo y extienden su propia Huella Ecológica. De cualquier modo, como la carga humana total en la ecósfera se incrementa y el agotamiento del capital natural se acelera, el comercio reduce la seguridad ecológica global para todos. En este sentido, lejos de superar los límites ecológicos del crecimiento material, un comercio en expansión ayuda a la humanidad a sobrepasar peligrosamente la capacidad de carga del planeta a largo plazo. Los términos internacionales del comercio deben ser, por lo tanto, reexaminados para asegurar que sean equitativos, socialmente constructivos y confinados a corregir los excedentes ecológicos. En general, el comercio debe ser gestionado para prevenir un mayor agotamiento del capital natural renovable y de manera que los beneficios de un crecimiento seguro en términos ecológicos fluyan hacia aquellos que más los necesitan. Para empezar, deberían permitirse impuestos a las exportaciones o tarifas de importación de manera de asegurar que los precios reflejen al menos las externalidades ecológicas conocidas. El análisis de la Huella Ecológica podría ser usado para facilitar la implementación de semejante régimen comercial. El establecimiento de una serie de informes ecológicos regionales podría ayudar a los países o biorregiones a registrar su verdadera presión ecológica sobre la ecósfera y monitorear su equilibrio comercial con respecto al medio ambiente. Tales informes posibilitarían a la comunidad mundial asegurar que los flujos globales no exceden la renta que la naturaleza proporciona de manera sustentable y que el desempeño de la humanidad permanezca dentro de la capacidad de carga global. Finalmente, deseamos señalar que ninguno de estos comentarios deben ser tomados como argumentos en contra de la tecnología o el comercio per se agradecemos y le damos la bienvenida a los beneficios que ambos trajeron a nuestras vidas y cada uno de ellos tiene un importante papel en cualquier futuro sustentable. Mejor dicho, nuestro punto aquí es reseñar que las consideraciones convencionales sobre el comercio y la tecnología deben ser cuidadosamente reexaminadas en vista de las consideraciones de la capacidad de carga y que ciertas condiciones deben ser satisfechas antes de que cualquiera de los dos 95

pueda contribuir a la sustentabilidad ecológica. Desarrollando sustentabilidad Cientos de libros, documentos gubernamentales y folletos de ONGs proponen una multitud de estrategias para lidiar con el problema de la sustentabilidad. El desarrollo de la sustentabilidad no solamente depende de lo que se hace, sino también de cómo vamos a hacerlo. Incluso las mejores ideas no maduran si no encuadran dentro de su contexto o si carecen del apoyo de la gente. Antes de discutir ideas y visiones concretas sobre sustentabilidad, necesitarnos pensar primero sobre procesos para una acción efectiva. Los siguientes conceptos son los que han guiado nuestro trabajo comunitario con el «Grupo de Trabajo sobre Comunidades Saludables y Sustentables de la Universidad de Bristish Columbia. Los dos polos de la sustentabilidad: estabilidad ecológica y calidad de vida humana Las condiciones necesarias para el desarrollo sustentable son sencillas, al menos a primera vista. En los países industrializados nuestra estrategia debe reducir simultáneamente nuestras Huellas Ecológicas (el imperativo ecológico) mientras asegura una calidad de vida satisfactoria para todos (el imperativo socioeconómico). Estos son los principales polos de tensión entre los cuales se planifica cómo operativizar la sustentabilidad. La Sustentabilidad Ecológica es la parte conceptual mente simple del concepto de sustentabilidad: si bien existe un considerable debate sobre dónde están exactamente los límites, prevalece el consenso general en torno a nuestro deber de aprender a vivir juntos dentro de los medios de la naturaleza. De no vivir de la renta natural sustentable ponemos en riesgo la supervivencia humana. El análisis de la Huella Ecológica puede ser usado para medir el progreso en pro de esta exigencia. Las aplicaciones de la Huella Ecológica y análisis similares no solamente muestran los límites ecológicos, sino que también sugieren caminos para traducir las restricciones globales a acciones específicas a escalas más pequeñas como los niveles regional, municipal o individual. El análisis de la Huella Ecológica estima cuánta productividad natural es requerida para mantener un estilo de vida dado, y ayuda a determinar si la naturaleza puede verdaderamente proveer estos flujos a largo plazo. 96

También proporciona una valoración sobre si las políticas empleadas incrementarán o reducirán nuestras demandas ecológicas. En otras palabras, es una herramienta que puede ayudar a evaluar las perspectivas a largo plazo en torno a la vida del ser humano en este planeta. Sustentabilidad Socioeconómica es un concepto más difícil y potencialmente conflictivo. En términos económicos, el objetivo mínimo sería que cada uno sea capaz de alcanzar un nivel material suficiente para disfrutar una vida satisfactoria tanto emocional como espiritualmente. En la actualidad, por supuesto, muchas personas en el mundo industrializado han sobrepasado hace tiempo este estándar «suficiente». En efecto, esta gente disfruta de niveles materiales extremadamente altos y, al menos inicialmente, querrán mantener sus estilos de vida ligados al consumo. Mientras tanto, más de mil millones de personas en la tierra no pueden satisfacer ni siquiera sus necesidades materiales básicas. El problema es, ¿cómo podemos reconciliar la disparidad económica entre los ricos y los pobres estando en el límite de la estabilidad ecológica, de una manera socialmente justa y políticamente aceptable? La inequidad social y la disparidad material que la acompañan están, por lo tanto, en el centro del debate sobre la sustentabilidad. La pregunta sobre «quién recibe qué (y cómo)» hace asomar el fantasma de un conflicto potencial dentro y entre las naciones. La necesidad de justicia distributiva y el conflicto latente asociado a ello es la variable más aterradora y costosa en términos políticos de la ecuación de la sustentabilidad. El hecho es que este conflicto civil o conflictos internacionales pueden ser provocados o empeorados por el «sobregasto» ecológico, si ya existe una inequidad socioeconómica marcada. Varios especialistas advierten que demandas excesivas sobre la naturaleza, que a su vez generan falta de recursos y colapso de los ecosistemas, no solamente alimentarán los conflictos civiles sino también amenazarán la inestabilidad política a nivel global. En forma muy inmediata, muchas personas ven sus intereses y aspiraciones socavadas por las demandas de otras personas, e instintivamente parecen temer los cambios que esto implica. (Estudios psicológicos muestran que los posibles provechos tienen que tener tres veces más peso que las posibles pérdidas, antes de que la gente esté dispuesta a aceptar un cambio en su vida. Por ejemplo, piensen cuánto mejor debería ser el transporte público antes de que los estadounidenses renuncien a usar sus automóviles en la ciudad, incluso si estos últimos a menudo consumen un cuarto de su presupuesto). 97

Naturalmente, todo el mundo quiere una vida segura y plenamente satisfactoria. Lograr esto depende de prerrequisitos materiales y sociales como una comida adecuada, abrigo, ropa, salud, educación y ser un miembro aceptado de una comunidad solidaria y amistosa. Para comprender los conflictos sociales y progresar hacia la sustentabilidad socioeconómica, debemos entender mejor qué significa «mejorar la calidad de vida». Primero, necesitamos reconocer qué cambios en, o comparaciones con, la calidad de vida de las comunidades pueden ser observados solamente de manera parcial desde fuera para una imagen completa, las comunidades tienen que evaluar ellas mismas su situación. Procesos de planificación participativa específicos pueden ayudar a la gente a reflexionar más sistemáticamente sobre la calidad de vida de su comunidad y analizar los impactos potenciales de distintas alternativas políticas. Una clasificación de las necesidades, que puede ser útil en estas circunstancias, ha sido sugerida por el economista Manfred Max-Neef, quien observó necesidades similares en todas las culturas y en todas las circunstancias históricas. Identifica estas necesidades como: subsistencia; protección; afecto; entendimiento; participación; ocio; creación; identidad (o encontrar significado); y libertad2 Usar herramientas como éstas puede ayudar a las comunidades afectadas a trabajar con sus planificadores para determinar si los requerimientos socioeconómicos para la sustentabilidad están siendo satisfechos y cómo tratar de resolver las brechas que se identifican. Soluciones donde todos ganan En una cultura donde mucho es bueno, más es mejor y mucho más puede no ser suficiente, puede parecer imposible mejorar la calidad de vida a la vez que se reducen nuestras Huellas Ecológicas. No obstante Vicki Robin del New Road Map Foundation argumenta que estas tendecias son actualmente complementarias y hay abundacia de

? Manfred Max-Neef, «Human Scale Economics: The Challenges Ahead» in The Living

Economy, Paul Ekins, ed. (NY: Routledge, 1986). Otras propuestas de calidad de vida incluyen Ian Miles, Social indicators for Human Development (London: France Printer Publisher, 1985); o bien la Capacidad de Ciudad Social como propuesta descrita UBC Task Force on Healthy and Sustainable Communities, «Tools for Sustainability: Iteration and Implementation» in The Ecological Public Health: From Vision to Practice, Cordia Chu and Rd Simpson, eds. (Centre for Health Promotion, University of Toronto, and Institute of Applied Environmental Research at Griffíth University, Australia, 1994).

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investigaciones académicas que sustentan sus afirmaciones . Una vez que la suficiencia material está asegurada, la felicidad de la gente ya no está correlacionada con el ingreso nacional o personal.

Fig. 3.4: Frecuentemente necesitamos varias vueltas alrededor del ciclo de cambios para convertir las preocupaciones de la comunidad en acciones efectivas.

? Para aprender más sobre herramientas para lograr independencia financiera y cambiar hacia

un consumo bajo, y estilo de vida satisfactorio y grato lea a Joe Domínguez and Vicki Robin, Your Money or Your Life (NY: Viking Penguin, 1992) or Simplicity: Notes, Series and Exercises for Developing Unimaginable Wealth, by Mark A, Burch (Gavriola Island / Philadelphia: New Society Publishers, 1995).

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Parece que pensar que «más es mejor que menos» es un juego inherentemente frustrante, promovido por la idea falsa que confunde cantidad de cosas con calidad de vida. Ocurre que mejores cosas en la vida no son las «cosas». De hecho, tener menos posesiones no implica deprivarnos, podemos también liberarnos. (Por supuesto, ya sabemos eso, pero ¿actuamos como si así fuera?) La verdadera satisfacción proviene de convivir con otros y contribuir en sus vidas, más que en tomar y sacar. Miles de personas han descubierto que reducir su escala puede generar beneficios, como vivir libre de deudas, tener más tiempo para vivir y disfrutar una mayor seguridad. En efecto, uno puede llegar a ser más independiente del «sistema» reduciendo nuestras necesidades materiales lo que puede ayudarnos a salir de situaciones sin salida. El truco está en centrar nuestra vida en torno a la maximización de la 4 satisfacción en vez de los ingresos . La liberación proviene de la realización que encontrar la satisfacción no proviene de tener más sino de necesitar menos. Esto libera nuestro tiempo y nuestra energía vital –los recursos más preciados– para hacer cosas que nos importan. En los países industrializados necesitamos particularmente el tiempo para reforzar y revitalizar nuestras comunidades. La socióloga Amitai Etzioni hace un llamado en pro de un nuevo Espíritu de Comunidad basado en los valores compartidos y el entendimiento mutuo, requeridos para restaurar la sociedad civil. Su programa comunitario empieza desde la observación de que la proliferación de los derechos individuales amenaza las necesidades comunitarias, y que es necesario encontrar un nuevo equilibrio de manera de crear un contrato social más cooperativo y responsable, donde derechos y responsabilidades vayan unidos. Efectivamente, quizás la condición social más crítica para la sustentabilidad es un compromiso compartido en torno a la cohesión comunitaria (global y local) y un sentido de responsabilidad colectiva para el futuro. El ciclo del cambio en la toma de decisiones Forzar la supuesta «superioridad moral» de la sustentabilidad no nos ayudará a que ésta ocurra. En el mundo fragmentado y competitivo de hoy, jugar con los deberes morales y el sentimiento de culpa de la gente sólo produce resentimiento, no una transformación perdurable. La sustentabilidad seguirá siendo difícil de «vender» hasta que demostremos que la gente tiene más que ganar que perder con el cambio de sus actitudes. El cambio fluye desde la necesidad, la esperanza, las aspiraciones realizables y la alegría, no desde la vergüenza y la culpa. 100

Encuadrar los conflictos potenciales que existen entre mantener la calidad de vida de hoy y asegurar el equilibrio ecológico futuro es un elemento esencial en el proceso de toma de decisiones para la sustentabilidad. Este es un proceso de planificación reiterativo más que lineal. Dicho de otra manera, involucra repetidos ciclos de aprendizaje (frecuentemente por ensayo y error) y reconsideración, los que gradualmente cambian las certezas de la gente y transforman los intereses de la comunidad en acciones (ver Figura 3.4). El proceso puede ser iniciado cuando un grupo particular esté interesado o cuando una municipalidad decida llevar a cabo un objetivo en particular, o reacciona a una preocupación común. La fase inicial incluye el reconocimiento de la necesidad de una respuesta colectiva, identificando conflictos potenciales y los compromisos, así como determinados modos de involucrar al público. Para iniciar un proceso serio de planificación, la comunidad debe clarificar sus objetivos, establecer prioridades e identificar opciones de políticas alcanzables. Una vez que la comunidad ha decidido el curso de sus acciones y ha comenzado a implementar las políticas acordadas (p.e. «el plan»), es importante monitorear el progreso respecto de los objetivos iniciales. Generalmente se percibe la necesidad de revisar el plan o de establecer cambios a futuro, lo que a su vez reinicia el ciclo La clave del éxito en la planificación reiterativa es el desarrollo de opciones de política claras y una comprensión amplia por parte de la comunidad del proceso de la toma de decisiones y de los criterios a ser utilizados en la selección de las distintas opciones propuestas. Los procesos transparentes posibilitan un debate saludable y un diálogo constructivo. Sin una retroalimentación entre los tomadores de decisiones y los intereses afectados, y sin un amplio entendimiento de las limitaciones y opciones, las mejores estrategias están condenadas a fracasar. El análisis de la Huella Ecológica puede apoyar el desarrollo de opciones políticas para la sustentabilidad. Por ejemplo, una vez que la comunidad acepta el imperativo ecológico para el cambio, puede desear generar opciones para reducir su consumo colectivo. El análisis de la Huella Ecológica puede entonces ser usado para comparar opciones de políticas específicas y planes para determinar cuáles nos llevarán más rápidamente hacia la sustentabilidad.

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Fig. 3.5: El Síndrome de la Rana Hervida. Una rana colocada en agua que se calienta lentamente no notará el destino que la espera, un aumento gradual pero en último término un destino eventualmente letal.

El reto es seleccionar aquellas opciones que reducen la Huella de la comunidad mientras que aseguran la calidad de vida de las personas. Ténganlo presente: la comunidad únicamente aceptará aquellas opciones que produzcan mayor seguridad personal y una comunidad más habitable, con más probabilidad que las que se producirían si estas opciones no se adoptaran. Tres batallas a contracorriente para llevar a cabo la sustentabilidad Necesitamos reconocer que llevar a cabo la sustentabilidad requerirá disputar tres batallas a contracorriente. Podemos caracterizarlas como: el síndrome de la rana hervida, la segregación 5 mental y la tragedia de los comunes . Primero, nuestra propensión ? Robert Ornstein and Paul Ehrlich, New World, New Mind: Moving Toward Conscious

Evolution (NY: Doubleday, 1989); Garrett Hardin, «The Tragedy of the Commons,» Science Vol.162 (1968): 1243-1248; Fikret Berkes, ed., Common Propiety Resources: Ecology and Community Based Sustainable Development (NY: Bbelhaven Press, 1989).

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reduccionista es la que nos lleva a considerar los meros síntomas de los problemas o los eventos individuales y disminuir nuestra visión de conjunto. Terminamos ignorando –o al menos no anticipando– los efectos acumulativos de los eventos individuales. El neurólogo Robert Ornstein y el biólogo Paul Ehrlich creen que el hecho de que sólo nos centremos en incidentes aislados e inmediatos está asociado a la manera como funciona el cerebro humano: los cambios lentos, las implicancias a largo plazo y las conexiones múltiples no pueden ser percibidas fácilmente. Esto puede ser comparado al «síndrome de la rana hervida». Ornstein y Ehrlich explican que «...las ranas colocadas en una cacerola con agua que se pone a calentar lentamente, no son capaces de detectar su destino final, el que se acerca en forma gradual pero mortal.... Como las ranas, muchas personas parecen incapaces de detectar el destino que nos espera, gradual pero letalmente, este destino donde la población y el crecimiento económico amenazan con hervir a la civilización...» Si no despertamos de este lento pero seguro deterioro del planeta, llegaremos finalmente a ser las víctimas de la «tiranía del ahora». La propensión de la sociedad a vender la ecósfera en pequeños trozos para satisfacer las carencias inmediatas, es el equivalente ecológico del fuego bajo la cacerola donde está la rana. Peor aún, el incremento de la expansión de las empresas humanas, de la infraestructura asociada al capital manufacturado, dirigida principalmente hacia los que ya son pudientes hoy, sobrepasa otros intentos de vivir dentro de los medios de 6 la naturaleza . Esperamos que la claridad gráfica de la Huella Ecológica, al mostrar de una vez cuánta ecósfera hemos vendido ya, pueda despertar a la gran mayoría del letargo inducido por el consumo, que caracteriza nuestra era materialista. También pareciera que estamos afectados por una plaga en forma de segregación mental que ha impuesto una imponente barrera psicológica entre los humanos modernos y el resto de la realidad. Este dualismo perceptual está claramente inserto en nuestro lenguaje (lo cual es a su vez un mapa de cómo vemos el mundo). Por ejemplo, el mismo término «medio ambiente» separa lo que es realmente importante «aquí dentro» de todo lo demás «allá fuera». Nuestra actitud segregatoria se hace también evidente en la manera en que nos resistimos a creer de que la humanidad es parte integral de la naturaleza, de que nosotros sólo somos una de las muchas millones de especies que ocupan este planeta. ? Odum, W.1982,»Environmental degradation and the tyranny of small decisions»

BioScience 32 (9): p. 728-729.

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Si bien es cierto que posee raíces anteriores, el dualismo característico de nuestra cultura tecnocientífica está comúnmente asociado con el filósofo de la Ilustración Rene Descartes, quien dividió la realidad en reinos separados, el de la mente y el de la materia. El primero ha llegado a ser asociado con los humanos y sus quehaceres, y el segundo con todo lo demás. Descartes supuso que el mundo material externo, en su conjunto, existía para ser conocido, manipulado y explotado por la gente. Esta división artificial cuerpo-mente es claramente disfuncional con los límites ecológicos de un mundo finito; es necesario abolir esta segregación mental nuestra. La sustentabilidad requiere que sintamos profundamente que el destino de la ecósfera es el destino de la humanidad –no tenemos un cuerpo, somos cuerpo; no estamos rodeados por un «medio ambiente», somos una íntima parte de la ecósfera–. Otra vez, el enfoque de la Huella Ecológica puede ayudarnos a recuperar la comprensión de que estamos insertos en la naturaleza –al opuesto de los principales análisis «ambientales»–, no demuestra el impacto de la gente sobre la naturaleza, sino el papel dominante de los humanos en la naturaleza. El tercer síndrome de comportamiento que nos impide actuar sustentablemente es la llamada «tragedia de los comunes» (más exactamente, «la tragedia del acceso abierto»). El ecologista Garrett Hardin, recuperando la sabiduría de Aristóteles, afirma «...que lo que pertenece a muchos recibe muy poco cuidado...» y enfatiza las trágicas implicancias sociales de esta situación. En general, este problema surge cuando los beneficios de la (sobre)explotación individual de recursos de acceso abierto excede la parte que le corresponde a este individuo de los costos de los daños resultantes. Hardin comparó las ganancias de un pastor individual, al incrementar el tamaño de su rebaño en un pastizal de acceso abierto, con la parte que corresponde a este mismo pastor de los costos de hacerlo. Ya que las ganancias netas siempre parecerán mayor a cada uno de los pastores, éstos tendrán un incentivo continuo para añadir más animales en la pradera, eventualmente llegando a destruirla para todos. Incluso si un solo pastor reconociera la inminente tragedia, no hay incentivo para que él o ella lleve a cabo una restricción personal –simplemente alguien más rellenaría el hueco–. Este trágico mecanismo es uno de los principales conductores de la espiral descendente de la ecología global (la «guerra en torno a millas pesqueras» entre Canadá y la Comunidad Europea en el Atlántico Norte, es un ejemplo reciente de ello). Hardin propone resolver la tragedia a través de un acuerdo social para manejar un fondo común de recursos. Lo que necesitamos, en palabras de Hardin, es «... una buena coerción 104

mutua, acordada mutuamente...» Esta aproximación (la cual, de hecho, describe regímenes comunes antiguos) es consistente con la aproximación comunitaria enunciada por Etzioni. El análisis de la Huella Ecológica puede también contribuir a nuestro entendimiento del problema del acceso abierto. Muestra en cuánto el consumo actual ya se ha apropiado de la producción de los llamados «bienes globales comunes». Hay, por supuesto, varias otras peculiaridades psicológicas –rechazos, dogmas y tabúes– que nos llevan a mantener aspiraciones contradictorias y nos inspira a incitar a otra gente a adoptar comportamientos que no estamos dispuestos a adoptar nosotros mismos. Claramente, necesitamos mejores herramientas de todo tipo para ayudarnos a entender nuestro papel en la ecósfera, para hacer más visibles nuestros procesos de decisiones, así como aclarar los costos y beneficios entre las distintas opciones que se abren frente a nosotros. Esbozando una Visión de Sociedad Sustentable En la actualidad las municipalidades están bajo la presión de entregar cada vez más servicios con menos recursos. Similarmente, los gobiernos nacionales están siendo debilitados por el pago de deudas. En estas circunstancias, las iniciativas de desarrollo de la economía convencional se ven de lo más atractivo en todos los niveles de gobierno. En el límite de la capacidad de carga, no obstante, el crecimiento en nombre de alcanzar rentas adicionales es un juego de suma negativa, tanto en términos económicos como ecológicos. ¿Cómo podemos cambiar desde el estilo de vida insustentable que llevamos hoy a una relación con la naturaleza más armoniosa en nuestras comunidades? Como lo vimos, la planificación local ofrece varias posibilidades cambios sólo en el transporte y en los patrones del uso de suelos a nivel municipal pueden reducir significativamente el consumo de recursos y, al mismo tiempo, mejorar la calidad de vida local. Además, ya que estas nuevas políticas influyen en los patrones de vivienda y de traslado de una ciudad a otra, y no directamente en la economía, difícilmente pueden poner en peligro la competencia local. Al menos, deberían reducir los costos asociados a los suelos locales y al transporte, incrementando las ventajas comparativas de las municipalidades relevantes. Hemos mostrado que cuatro a cinco hectáreas de tierra ecológicamente productiva son necesarias para sostener al norteamericano medio. Esto es de lejos más de lo que hay disponible en 105

términos de tierras per cápita, en las municipalidades urbanas promedio, o incluso dentro de sus cuencas, proporcionando así una medida del déficit ecológico local. También demuestra la tremenda capacidad, que posee el nivel municipal, de llevar a cabo acciones concretas: ¡no más que un cinco por ciento de reducción en insumos y generación de desechos, en una región donde la Huella Ecológica excede la capacidad de carga por un factor de 20 (como en el caso del Valle de Fraser en British Columbia) reduciría la Huella Ecológica por el equivalente de un área del tamaño de la región entera! Por supuesto, los efectos positivos de un diseño urbano más sustentable se verían reforzados en forma importante si la gente cambiara también su comportamiento y estilo de vida. Por ejemplo, el análisis de la Huella Ecológica sugiere que debemos dirigir nuestros esfuerzos en vivir localmente más que en consumir globalmente. En varios lugares podríamos vivir aun confortablemente de la producción de nuestras regiones originarias, complementada por el comercio de excedentes ecológicos reales. En el proceso, podríamos redescubrir que encontrarnos con amigos mientras regresamos a casa en bicicleta es más divertido que pasar largas horas desplazándose en autopistas congestionadas. El movimiento biorregional ha recogido múltiples ejemplos inspiradores de cómo vivir «en casa»7. Las ciudades simultáneamente deben llegar a ser más habitables, a la vez que incrementan su densidad y se vuelven menos dependientes del automóvil y de los recursos. Esto requiere la eliminación gradual de la provisión rutinaria de infraestructura física e institucional que impone un estilo de vida de uso intensivo de recursos para las generaciones venideras. (El crecimiento urbano ineficiente que acompañó el aumento de los automóviles en los años 50 y 60 estará con nosotros por varias décadas adicionales). Iniciativas convenientes que son muy discutidas pero menos frecuentemente aplicadas, incluyen: la planificación para la restauración del centro de la ciudad, altamente poblado a la vez que concentrando muchas comodidades; la promoción del uso de energías renovables en proyectos comerciales y habitacionales; la redistribución del espacio urbano, particularmente carreteras y otras áreas orientadas al uso de automóviles, hacia viviendas de bajo costo y apertura de espacios públicos; la aplicación de desincentivos al uso del automóvil mientras se crean incentivos para fortalecer el transporte público, el caminar y andar en bicicleta; así como uso de un sistema tarifario –recompensas y penalizaciones– que fortalecen los proyectos urbanos, fundaciones y ? Ver por ejemplo Home! A Bioregional Reader, edited by Van Andruss et al. (Gabriola Island:

New Society Publishers, 1990) and other volumes in The New Catalyst's Bioregional Series.

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agencias de suelos urbanos, cooperativas de viviendas etc dedicados a principios de sustentabilidad. El punto es que para mantener las ciudades dentro de los límites ecológicos, debemos pasar de una planificación en pro de un constante incremento de capacidad, hacia una planificación que haga percibir v sentir como reales esos límites, por el intermedio de incentivos económicos y cuellos de botella artificiales en la 8 infraestructura urbana . Esto es una simple variación en el tema de la gestión de la demanda en vez del incremento de la oferta

Fig. 3,6: ¿Cómo aprender a vivir donde una está? Llegar a ser regionalmente autosuficiente incrementa el incentivo para el incentivo para economizar nuestro propio capital natural a la vez que reduce nuestra dependencia de los excedentes (¿temporales?) de otras personas. ? Ver Mark Roseland Toward Sustainable Communities (National Round Table on the

Environment and the Economy, Ouawa, 1992); Herbert Girardet, The Gaia Atlas of Cities: New Directions for Sustainable Urban Living (NY:Doubleday, 1993),

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La actividad económica fue alguna vez un medio para lograr un fin; aquello que la gente hacía para disfrutar la vida. En la actualidad la economía es más un fin en sí mismo; tanto la gente como el «medio ambiente» son sacrificados para mantener la economía (o, más específicamente, las relaciones existentes de riqueza y de poder dentro de un orden económico cada vez más global). En efecto, la creciente concentración del poder económico en las manos de cada vez menos corporaciones gigantes e instituciones financieras sin compromisos locales, está excluyendo cada vez a más gente de la participación efectiva en la vida económica y política. Para los ciudadanos comunes, pareciera que la globalización está creando un mundo de «lugares indefensos a merced de poderes sin asociación con lugar alguno», (anónimo) Como requisito de la sustentabilidad debemos reivindicar una economía que esté al servicio de la gente y de sus comunidades. El propósito de la actividad económica debe ser fomentar la seguridad material en los lugares donde la gente vive, en vez de promover un consumo sin sentido cuyo objetivo es la mantención de los centros financieros mundiales a expensas de la ecósfera. Puede parecer paradójico, pero la seguridad global probablemente encontrará sus más profundas raíces dentro de las economías comunitarias y regionales fortalecidas. Ningún poder en la Tierra puede manejar la globalidad. No obstante, si biorregiones individuales aprenden a vivir en el uso sustentable de sus propios recursos, complementado por un comercio ecológicamente equilibrado, el efecto global será la sustentabilidad global9. Alcanzar este ideal requerirá del establecimiento de un equilibrio entre el control local y externo sobre los recursos regionales y fortalecer el manejo local de la producción y la distribución. Se requerirá también de políticas explícitas para motivar una producción local destinada al consumo local y alejarse de la dependencia vis-a-vis la importación de recursos. En síntesis, necesitamos restaurar los valores e incentivos que motivan a las poblaciones locales a proteger la productividad del capital natural en el largo plazo en sus propias regiones y a desarrollar una

? Contraste esto con el modelo de desarrollo actual, que asume que todas las regiones pueden

ser importadores neto de capacidad de carga (por ej., asume que lodo el planeta puede funcionar con un déficit ecológico!). Ver William E. Rees & Mathes Wackernagel, «Ecological Footprints and Appropriated Carrying Capacity: Measuring the Natural Capital Requirementes of the Human Economy» in Investing in Natural Capital: The Ecological Economics Approach to Sustainability, ed. A.M Jansson, M. Hammer, C. Folke, and R. Costanza (Washington: Island Press, 1994)

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relación comercial ecológicamente equilibrada que no comprometa los medios de existencia y la prosperidad de los habitantes de otras regiones. Este no es un argumento para descentralizar las naciones en regiones totalmente autónomas, sino que a favor de una restauración del equilibrio entre el grado de centralización que posibilitan las comunicaciones modernas y la tecnología de los transportes, y la capacidad de autoridad local necesaria para: a) gestionar las relaciones de los ecosistemas humanos de una manera que sea sensible a las condiciones locales y a la escala de los ecosistemas; b) restablecer un sentido de «conexión» entre la población humana y los ecosistemas que la soportan; y c) reducir la alienación que se interpone entre la gente y sus empleos cuando los recursos y el capital son propiedad o controlados por propietarios ausentes. También reconocemos que en un mundo integrado, funciones diferentes de gobierno requieren distribuciones diferentes de autoridad entre las entidades locales y centrales. Una combinación de entidades locales y centralizadas y arreglos institucionales parece ser lo más conveniente. Ciertamente se necesitarán autoridades centrales (nacional o global) con los poderes para interponerse de manera que se asegure que las biorregiones y las naciones están, de hecho, pensando globalmente cuando actúan localmente, así como coordinar la implementación de esfuerzos para proteger (o rehabilitar) los bienes comunes globales. Todo esto asume, por supuesto, que existe un acuerdo general sobre la naturaleza de las políticas y acciones requeridas para la sustentabilidad global, además de la voluntad política de llevarlas a cabo (si consideramos lo que ha pasado hasta la fecha, este último supuesto bien puede ser el componente más débil de cualquier plan de acción global) Somos conscientes también (como lo revela el análisis de la Huella Ecológica) de que las inmensas zonas urbanas e industriales representan un enorme reto para cualquier enfoque en pro de la sustentabilidad que se base, incluso en parte, en una creciente autosuficiencia regional. No obstante, esto no significa tanto un argumento en contra del modelo sino una advertencia de que el patrón actual de urbanización, con su dependencia extrema de los flujos externos, es inherentemente insustentable. ¿Cuál es la importancia de esta dependencia? ¿Cuál es el probable impacto del cambio climático en las fuentes de suministro? ¿Qué pasaría si las regiones productoras se ven forzadas a reclamar sus excedentes para sustentar a sus propias poblaciones? Al menos, en una era de creciente incertidumbre y cambio global, las regiones dependientes deben considerar la formalización de sus relaciones con sus proveedores de manera de reforzar la estabilidad de sus importaciones 109

mientras se esfuerzan a la vez por incrementar la producción local y reducir sus demandas. Esto estaría conforme a la visión biorregional general según la cual las economías locales poseen una escala compatible con sus fronteras regionales (ampliadas por los flujos comerciales) y ambas son adecuadas para sostener la población regional correspondiente en forma indefinida. Lo anterior debe dejar en claro que la sustentabilidad que estamos discutiendo involucra un estado estacionario global, una economía de regiones cuyo transflujo agregado de energía y recursos ha sido estabilizado, con algún margen de seguridad, bajo el umbral máximo de la capacidad de carga (la carga máxima sustentable). Es imposible pensar en más crecimiento material. Esto no significa, no obstante, que todo crecimiento del PIB debe necesariamente cesar. En efecto, observamos anteriormente que el crecimiento es un imperativo moral urgente para aquellos cuyas necesidades no están siendo satisfechas, y los países industrializados no han encontrado aún formas de mantener sus estándares de vida que no impliquen crecimiento económico continuo. Una. estrategia esperanzadora para enfrentar este dilema involucra mejoras masivas en la eficiencia de la actividad económica, de manera que el crecimiento en el consumo de bienes y servicios esté «desacoplado» del crecimiento en el uso de energía y materiales. En teoría, esto debería permitir un incremento en el consumo acompañado por una disminución en el uso de recursos. De hecho, esta «desmaterialización» de bienes y servicios económicos debe proseguir más rápido que el crecimiento económico para generar la reducción necesaria de la presión humana total sobre la ecósfera. El atractivo político de este enfoque se demuestra por sí solo posibilita que los ricos mantengan sus altos niveles materiales a la vez que éstos últimos liberan el espacio ecológico necesario para que los pobres incrementen el suyo. El análisis de la Huella Ecológica apoya los resultados de numerosos estudios que indican que los países industrializados requieren, para una sustentabilidad global, de una reducción de la intensidad en el uso de materiales y energía por unidad de producción económica, en un factor entre 4 y 1010. Varios investigadores se refieren

10 Fresenius Environmental Bulletin (edición especial en «Material Intensity Per Unit Service» [MIPS] project of the Wuppertal Institute für Klima, Umwelt, und Energie in Wuppertal, Gerrnany), Vol. 2, N°.8,1993; Paul Hawken, The Ecology of Commerce: A Declaration of Sustainability (NY: Harper-Collins, 1993); Paul Ekins and Michael Jacobs, «Are Environmental Sustainability and Economic Growth Compatible?» in: Energy-EnvironmentEconomy Modelling Discussion Paper N°.7 (Cambridge, UK: Department of Applied Economies, University of Cambridge, 1994); (Continúa en Pág. siguiente)

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al estado deseado como la economía del «factor-10». Un aumento en productividad de esta importancia no tiene precedentes y representa una meta tecnológica alentadora, pero incluso esto no es suficiente. Como se señaló anteriormente en este capítulo, los aumentos de eficiencia deben estar acompañados por políticas complementarias que capturen las ganancias económicas esperadas, de manera de prevenir que éstas tengan repercusiones en la economía por el intermedio de los gastos en consumo. Un complemento esencial para ello es una reforma que apunte a la aplicación de impuestos ecológicos. Al incrementar los precios, acercándose así al costo social completo de los bienes y servicios, impuestos tales como la gravación sustancial de la degradación de los recursos naturales, cuotas transables de insumos de capital natural o impuestos similares aplicados al consumo de recursos, no solamente motivarían la conservación sino que también: a) estimularían la investigación sobre las necesarias tecnologías de producción, cuya característica es la eficiencia en el uso de materiales y energía; b) anticipar los menores costos resultantes de ello, previniendo así que los beneficios económicos de los aumentos de productividad vuelvan a ser dirigidos hacia formas adicionales o alternativas de consumo; y c) generar un fondo de inversiones que pueda ser usado en la rehabilitación de importantes formas de autoproducción del capital natural. Mientras tanto, reducciones significativas en el IVA, impuestos a los ingresos laborales y a la renta reducirían la presión ascendente sobre los sueldos y salarios. Ya que ambas medidas incrementan el atractivo del trabajo versus los recursos o el capital, un efecto secundario positivo de una reforma que apunta a una mayor sustentabilidad podría ser el incremento de la demanda laboral. De hecho, se pueden identificar buenas noticias adicionales. Mayores impuestos y precios con respecto a energía y materiales favorecen el reuso, la reparación, el recondicionamiento y el reciclado, todos los cuales son menos intensivos en el uso de materia -y más intensivos en trabajo- que su reemplazo por nuevos productos manufacturados. Dichas actividades, que promueven la extensión del ciclo de vida de los productos, tienden a sustituir industrias manufactureras, asociadas a actividades extractivas y primarias a gran escala, e intensivas en el uso de energía y capital, por empresas John Young and Aaron Sachs, The Next Efficiency Revolution: Creating a Sustainable Materials Economy, Worldwatch paper 121 (Washington: The Worldwath Institute, 1994); BCSD, Getting Eco-Efficient, report of the BCSD First Antwerp Eco-Efficiency Workshop, November 1993 (Geneva: Business Council for Sustainable Development).

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integradas localmente, asociadas a actividades a pequeña escala e intensiva en trabajo y habilidades. En síntesis, si se gestiona debidamente, el efecto global de la revolución venidera de la eficiencia, debería ser no solamente el menor consumo y menos generación de desechos, sino también más oportunidades de empleo y una mayor autosuficiencia regional11 . Hay, por supuesto, problemas como con cualquiera proposición revolucionaria de este tipo, no importando cuán atractiva pueda aparecer teóricamente. La ignorancia del público, la irreductible incertidumbre científica, el poder de los intereses creados, y la gran cantidad de costos asociados que implican los ajustes estructurales económicos necesarios, todos presentan barreras a la acción política decisiva, requerida para implementar el escenario del «factor-10». (¿Cómo sería de receptivo el electorado de hoy, que se caracteriza por ser políticamente cínico, frente a cualquiera propuesta de reforma fiscal masiva?) Por lo tanto, mientras la revolución de la eficiencia promete mucho, nuestras instituciones sociales y políticas pueden no ser capaces de proveer los bienes tecnológicos. En estas circunstancias, el incremento de la presión asociada al aumento poblacional, crecientes expectativas y la mayor competencia pueden llevar al declive ecológico y el desasosiego social, al punto que los pudientes de hoy puedan verse obligados a aceptar menores estándares materiales como contraparte de un incremento de la seguridad ecológica y geopolítica. Para muchas personas ésta es la parte aterradora del acertijo de la sustentabilidad somos víctimas de un mito cultural implantado que nos hace creer que una economía en estado estacionario (o disminuida) es igual a privación. Esto, ciertamente, no es el caso. Con un poco de ayuda por parte del ingenio humano, la ecósfera puede producir suficiencia material para todos. Sería torpe subestimar las dificultades asociadas con la disminución de las expectativas materiales de la sociedad consumidora de hoy. Tanto la percepción del riesgo de seguir manteniendo las tendencias actuales como la expectativa de una recompensa para cambiar de rumbo, tendrán que ser ¡verdaderamente grandes! Con suerte, por lo tanto, nuestro renovado nuevo mundo sustentable tendrá que ser también el tipo de sociedad que satisfaga las necesidades no-materiales, de la gente Esto ha sido siempre la gran

11 William E. Rees, «Sustainability, Growth, and Employment: Toward an Ecologically Sustainable, Economically Secure, and Socially Satisfying Future», trabajo presentando al IISD Employment and Sustainable Development Project (Winnipeg: International Institute for Sustainable Development, 1994). Versión revisada en Alternatives, September 1995.

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carencia de la economía política contemporánea y eliminarla requerirá de una gran inversión pública y personal en la rehabilitación de nuestro capital social. Los optimistas entre nosotros acogen esta transición, inducida por la crisis, como nuestra última oportunidad, como humanos, para llegar a ser verdaderamente civilizados y sentirnos en casa sobre el planeta Tierra. Evidentemente reconocer el papel supraeconómico del capital natural es, al menos, el primer paso hacia una más completa eco-iluminación. La transición también necesitará un cambio en el énfasis político desde las dimensiones cuantitativas hacia los aspectos cualitativos de una evolución social sin precedentes en nuestra era tecno-científica. Debemos centrar nuestros esfuerzos ahora en cómo mejorar el bienestar humano con medios distintos al mero crecimiento. Incluso las personas que están en el centro del debate sobre desarrollo sustentable, han tendido a olvidar que crecimiento simplemente quiere decir ser más grandes, mientras que desarrollo implica estar mejor. Habiendo crecido al máximo, es tiempo de que la humanidad comience a concentrarse en desarrollar el conjunto de sus potencialidades (en teoría, no debería ser demasiado difícil ¡cada uno de nosotros practica eso mismo a lo largo de su vida!) Existen crecientes evidencias de que la sociedad industrial puede, de hecho, estar preparada para abandonar la apatía juvenil y alcanzar una madurez más responsable. Por ejemplo, el programa «The Natural Step», en Suecia, ha desarrollado principios para reducir los impactos de la producción económica sobre la naturaleza, que ya están siendo usados extensamente por los gobiernos locales suecos, las industrias y los colegios. Coherentes con los conceptos de la capacidad de carga, estos principios afirman que no se debe permitir la acumulación en la ecósfera de las sustancias manufacturadas y/o extraídas del suelo, y que las industrias deben evitar aquellas manipulaciones de la ecósfera, que 12 disminuyan su productividad o diversidad . Una pequeña esperanza, evidentemente, pero suficiente para esperar que pronto pueda haber una luz que nos permita ver con claridad el camino hacia un futuro sustentable. En síntesis, si el mensaje básico del análisis de la Huella Ecológica es cierto, el desarrollo sustentable es más que una simple reforma. Como

12 John Holmberg, Karl Henrik Robért and Karl-Erik Erikson, «Socio-Ecological Principles for a Sustainable Society» trabajo presentado at Third Conference of the International Society for Ecological Economics (Costa Rica, 1994).

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lo vimos incluso en el esbozo anterior, por muy preliminar que sea, será necesaria una transformación de la sociedad industrial mucho más allá de cualquier aspecto que el proceso político ha estado dispuesto a enfrentar hasta la fecha13. A aquellos que afirman que una visión como ésta es económicamente impracticable y políticamente irrealista, sólo podemos responder que la visión prevaleciente es ecológicamente destructiva y moralmente carente (sin decir nada de su carácter potencialmente letal). Evidentemente lo que es políticamente realizable está determinado por las circunstancias, y debido al deterioro ecológico global las circunstancias relevantes han cambiado. El presente desafío, entonces, consiste en incrementar el nivel general de conciencia de esta realidad hasta el punto dónde se llegue a un consenso político sobre las iniciativas políticas necesarias. La alternativa es mantener el rumbo presente hasta que la aceleración del deterioro elimine cualquier duda remanente sobre el hecho de que estamos enfrentando una crisis global. Para entonces, por supuesto, será demasiado tarde para organizar una respuesta razonable, efectiva y globalmente coordinada. Afortunadamente, este escenario puede estar perdiendo terreno -la gente está comenzando a comprender la línea base ecológica: no más ecósfera, no más economía, no más sociedad (o más simplemente para los con mentalidad empresarial: no más planeta, no más beneficios).

13 William E. Rees, «Achieving Sustainabilily: Reform or Transformation?» Journal of Planning Literature, Vol.9, N°.4, p. 343 361.

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4 CÓMO EVITAR EL SOBREEXCESO: UN RESUMEN

Hemos mostrado que el consumo humano actual de productos agrícolas, fibra de madera y combustibles fósiles tiene una Huella Ecológica que excede la disponibilidad de suelos ecológicamente productivos, en una tasa cercana al 30 por ciento. En otras palabras, necesitamos una Tierra un 30 por ciento más grande (o más productiva ecológicamente) para mantener el consumo presente sin degradar los ecosistemas correspondientes. Para darle aún más significado a estos datos, las estadísticas de las Naciones Unidas muestran que el 20 por ciento de la población mundial que vive en países ricos consume hasta el 80 por ciento de los recursos mundiales. Esto se traduce en que el mundo desarrollado ocupa por sí solo una Huella Ecológica mayor que la capacidad de carga global: 80% [del consumo de recursos mundiales] de 130% [la Huella de la humanidad comparada con la capacidad de carga global] = 0.8 x 1.3 = 1.04 (104%) [Huella de los países industrializados comparada con la capacidad de carga global]. En resumen, ¡no queda nada que el resto del mundo pueda aprovechar (sin degradar el soporte vital)! Es posible visualizar nuestro actual exceso ecológico observando la degradación global de los bosques, suelos, sistemas hídricos, pesquerías y diversidad biológica. Dichas tendencias demuestran no solamente el impacto ecológico arrollador de la generación presente, sino también la responsabilidad frente al cambio, la que descansa en los países ricos, así como el reto que tendrán que enfrentar las generaciones futuras. A pesar de los mejores esfuerzos de la tecnología, el hecho es que el futuro previsible del bienestar y seguridad humanos depende de la capacidad de los stocks restantes de capital natural para proveer los flujos adecuados de bienes esenciales y servicios de soporte vital. Los sistemas creados por el hombre no pueden sustituirlas funciones de soporte vital de la ecósfera. 115

Al mostrar el vínculo entre varios usos humanos de la naturaleza, que entran en competencia entre sí, y el espacio ecológico disponible, el análisis de la Huella Ecológica proporciona un marco para visualizar y comunicar el fenómeno del «exceso». Si bien la noción de «límites al crecimiento» puede sugerir la idea de limitaciones, la economía en expansión no choca contra los límites ecológicos, como lo haría un coche con un muro. Los límites naturales son confusos y pueden ser temporalmente excedidos, a costa de la abundancia que provee la naturaleza. Cuando se cruza un cierto umbral de insustentabilidad, no aparecen luces de advertencia; la silenciosa pérdida de capital natural es la única indicación de que la carga humana total ha excedido la capacidad de carga. Con frecuencia, incluso, esta degradación es difícilmente detectada porque las diferencias entre los ecosistemas que están siendo utilizados sustentablemente y aquellos que están siendo degradados son sutiles. (Suelos agrícolas fértiles pero en proceso de erosión pueden tomar años en mostrar señales de disminución de su productividad). Las Huellas Ecológicas proporcionan una «señal de alarma» necesaria, al revelar las inexorables disparidades entre la demanda y la disponibilidad de recursos en el largo plazo. La gente parece apreciar especialmente su utilidad en conectar el desafío ecológico global con el consumo local y la responsabilidad de tomar decisiones a nivel local e incluso personal. El análisis de la Huella Ecológica puede, por lo tanto, ayudar en el desarrollo de políticas adecuadas que respondan a un amplio rango de contextos desde temas tecnológicos, políticos y ambientales, a través de la planificación local, regional y nacional, hasta el diseño de tratados internacionales. Trasladar los aspectos ecológicos de la sustentabilidad a un patrón de medida común concreto, parece crear un puente para los malentendidos entre grupos en torno a alternativas de políticas y diferentes interpretaciones de sustentabilidad. El interés internacional en este instrumento y el listado creciente de aplicaciones de éste, dan fe del mérito del análisis de la Huella Ecológica y su valor como herramienta didáctica para comunicar el imperativo de la sustentabilidad. De hecho, sentimos que la mayor fortaleza del análisis de la Huella Ecológica es la de crear conciencia pública y consenso sobre los temas de la sustentabilidad tanto a nivel local como global.

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Creando Conciencia Pública Las acciones políticas efectivas requieren un apoyo público sólido. No obstante, hay poca evidencia de que gran parte del «público» entiende la naturaleza del cambio ecológico global o aprecia las consecuencias potenciales de no poder responder a ello. Las encuestas de opinión pública nos dicen que la mayoría de la gente está preocupada por los problemas ambientales, pero pocos entienden o aceptan lo que cabalmente implica el cambiar hacia una sociedad más sustentable. Esto es muy desafortunado en una era donde el «liderazgo» político parece encaminarse en la dirección en la cual el viento de la opinión pública está soplando. Al mismo tiempo demuestra la importancia de crear una completa comprensión pública sobre los temas asociados a la sustentabilidad. Parece que la ignorancia general combinada con las restricciones económicas y políticas inmediatas a todos los niveles de la toma de decisiones nos obliga a realizar opciones de políticas, al parecer, insustentables. No obstante, en vez de lamentar las restricciones de la toma de decisiones de la «vida real», lo cual resulta en una lenta pero creciente destrucción ecológica, las organizaciones no gubernamentales (ONG), los planificadores y analistas políticos ahora poseen herramientas que les permiten estimar y revelar públicamente en cuanto las decisiones acerca del «desarrollo» comprometen un futuro sustentable. Por ejemplo, el análisis de la Huella Ecológica muestra claramente que el crecimiento económico, si bien es políticamente atractivo, acarrea costos escondidos pero potencialmente mayores a largo plazo y representa un peso adicional en cuanto a la responsabilidad de los políticos frente a sus electores. En un mundo en su capacidad de carga máxima, los tomadores de decisiones tienen la obligación de aprobar únicamente aquellas tecnologías, proyectos de desarrollo y estrategias de crecimiento que reducen la Huella Ecológica de la sociedad. Cualquiera otra opción contribuye a más inestabilidad a largo plazo e incertidumbre en este juego de suma negativa que es dañino para todos. En particular, las decisiones de crecimiento o de desarrollo que incrementan el sobreconsumo de un grupo a expensas de los recursos comunes, imponen costos ocultos sobre el conjunto de los bienes comunes, a medida que las pérdidas a largo plazo vayan excediendo las ganancias. Algunas veces se presenta el argumento de que el crecimiento y la expansión económica en el consumo agregado son inevitables, y que cada opción de «desarrollo» debe tomarse, «si no otra persona la tomará». Esta posición, basada en la vulnerabilidad del conjunto de los recursos comunes, no es defendible en un mundo que ya está mostrando

señales de sobreexplotación; no es posible para todos los países maximizar simultáneamente sus ganancias en un mundo finito. El análisis de la Huella Ecológica puede ayudar a todos los participantes de los procesos de decisión, desde ciudadanos activos a través de las ONG hasta analistas de políticas gubernamentales, a seguir los impactos acumulados del desarrollo económico tradicional. Por eso también proporciona la base empírica para establecer los regímenes regulatorios locales y acuerdos internacionales acordes a la necesidad de proteger el conjunto de los bienes comunes y las funciones globales de soporte vital para el beneficio de todos. Los políticos se ven presionados a adoptar propuestas de desarrollo que parezcan fiscalmente atractivas hoy. Pero si saben además –y sus electores también– que este tipo de desarrollo expandirá la Huella Ecológica de la comunidad a expensas de los intereses a largo plazo de la sociedad, entonces el proceso de decisión puede ser más sensiblemente balanceado. Ciertamente el análisis de la Huella Ecológica puede ayudar a los ciudadanos a obligar a los que toman las decisiones a responder por las acciones, que ostensiblemente fueron tomadas en su nombre. Ya no hay razón por la cual la sociedad debería adoptar pasivamente las propuestas que llevan a un desarrollo insustentable. Los medios tecnológicos y regulatorios están disponibles de manera que el desarrollo necesario puede ser transformado en un desarrollo virtualmente de impacto cero. Las señales de alarma son claras; en ausencia de tales ajustes, el tal «crecimiento inevitable» de hoy supone la «destrucción inevitable» de mañana. Las políticas superficiales que hoy responden a la crisis de la sustentabilidad simplemente alimentan la denegación social del problema. Llevar a cabo acciones mínimas hace que la gente sienta que algo está realizando, pero a la vez no cambian significativamente sus estilos de vida. Como un planificador municipal ha observado, «...hay un lado excitante en llevar un estilo de vida dispendioso que la percepción de no tenerlo, no la posee...». Quizás para librarnos de esta patología, necesitamos grupos punteros a distintos niveles políticos con suficiente convicción y autoestima para aceptar el reto de la sustentabilidad y resistir las atracciones vacías asociadas con el crecimiento de la sociedad consumidora. En este contexto, la Huella Ecológica proporciona una herramienta de investigación interactiva para ayudar a la gente a visualizar los conflictos y desafiar los supuestos de enfoques meramente paliativos. El análisis de la Huella Ecológica puede ayudar a sondear la estructura de la denegación cultural existente y revelar lo que obstaculiza el camino hacia la sustentabilidad, que éstos sean malentendidos; información inadecuada; visión del mundo incompleta o distorcionada; 118

sistemas de valores que entran en conflicto; simple descuido; desesperación económica; miedo al futuro; o restricciones sociopolíticas externas tales como un ambiente económico crecientemente competitivo. Más importante, puede ayudar a mostrar el carácter relativamente atractivo de un enfoque ecológicamente sólido frente a la sustentabilidad, si se compara con el modelo expansionista. Este último punto es la clave para lograr el apoyo del público a las iniciativas sustentables. Seguir firme con nuestro curso actual de desarrollo bien puede acelerar el equivalente humano del síndrome de la «rana hervida», a medida que pedazo a pedazo, la ecósfera se deteriore más allá de la recuperación. En contraste, el análisis de la Huella Ecológica puede apoyar a los planificadores y analistas políticos a reconocer en qué momento hemos alcanzado los límites, cuando todavía es tiempo de evitar un desenlace mucho más serio. Hacer llegar a la conciencia popular la noción de que «el mundo está lleno», es un prerrequisito para la aceptación de los ajustes políticos que serán necesarios para ponernos en el camino del desarrollo sustentable. En resumen, el análisis de la Huella Ecológica puede jugar un rol vital para hacer transitar la sociedad hasta el punto donde la gente y sus instituciones acepten la necesidad de reorganizarse para asegurar el bienestar humano y la habitabilidad de las comunidades, frente a la disminución de la base de recursos. El cambio global nos recuerda que la economía está inserta en la ecósfera y que la vida humana es dependiente del mantenimiento del soporte ecológico de la vida. Por lo tanto, el verdadero desafío para las comunidades y los analistas políticos consiste en ganar la aceptación de la idea de que estas realidades imponen limitaciones reales al proceso de desarrollo. De hecho, el consumo está limitado por la capacidad reproductora de la naturaleza; el sobreconsumo de hoy significa menos capital natural y una renta natural menor para mañana. Esto, a su vez, puede forzar a las generaciones futuras a acelerar una caída en espiral a medida que vayan socavando las reservas remanentes de capital natural para satisfacer sus propias necesidades de consumo. En otras palabras, la vida sobre la Tierra (incluyendo la vida humana) puede ser sostenida solamente dentro de los límites de los dividendos que la naturaleza paga sobre nuestras reservas remanentes y las inversiones futuras en capital natural. El análisis de la Huella Ecológica proporciona una valiosa herramienta contable que rastrea nuestras inversiones y asegura que nuestra verdadera riqueza (ecológica) sea adecuada para mantener el crecimiento de la familia humana. 119

Dicho de otra manera, nuestro mensaje es bastante simple: la sustentabilidad requiere que la actividad humana se mantenga dentro de la capacidad de carga global. Si la capacidad de carga global está ya sobrepasada, y los países avanzados han tomado más que su justa medida de la abundancia de la Tierra, entonces estos países deben encontrar modos de reducir su consumo material, manteniendo su habitabilidad. Por supuesto, incluso dentro de los países ricos, el consumo es distribuido inequitativamente, de manera que incluso cuando nos esforzamos para reducir el uso agregado de recursos, es necesario tomar en consideración mejorar la suerte de aquellos cuyas necesidades básicas no están satisfechas.

Fig. 4.1: Reducir nuestra Huella. ¿Mi decisión o actividad contribuirá a esta meta?

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También debemos reconocer que la gente tolerará medidas para reducir el transflujo material solamente si sienten que estas medidas proporcionarán un mejor futuro para ellos mismos y sus hijos, que otras alternativas. La sustentabilídad –impuesta– en términos de sacrificio no tendrá éxito (y si la supervivencia está en juego, incluso los ricos necesitan una ecósfera funcional). Por lo tanto, los analistas políticos y tomadores de decisiones deben ser capaces de demostrar al público que es aún posible mejorar nuestra calidad de vida, incluso cuando estamos reduciendo nuestras Huellas Ecológicas. Cuando valoramos una tecnología, un proyecto o una política por sus méritos en pro de una mayor sustentabilídad, debemos hacernos dos preguntas: • ¿ Esta decisión o actividad reducirá la Huella Ecológica de la gente?, y • ¿ Esta decisión o actividad mejorará nuestra calidad de vida? Sólo aquellas decisiones o actividades que satisfacen al menos uno de estos criterios, sin violar el otro, pueden conducirnos hacia la sustentabilidad. Ya que los juicios sobre las relaciones entre consumo, calidad de vida y sustentabilidad son algo subjetivos, deben establecerse medios efectivos para asegurar que los ciudadanos puedan participar en el proceso de planificación general. Desarrollando Sustentabilidad - Local y Globalmente Desarrollar sustentabilidad requiere repensar el modo en que gobernamos y tomamos decisiones. Debemos cuestionar el modo en que organizamos nuestras ciudades, planeamos nuestras infraestructuras y vivimos nuestras vidas; y debemos iniciar este proceso ahora. La opción de «esperar y ver», que prefiere la política en la actualidad, no es una alternativa viable. Los sistemas biofísicos de la Tierra son grandes, complejos y compuestos por entes autoorganizados. Esto significa que típicamente hay un desfase largo entre la causa económica y el efecto ecológico. (Por ejemplo, cualquier calentamiento global que hemos experimentado no es el resultado de los niveles actuales de gases de efecto invernadero, sino de los niveles alcanzados quizás hace 40 años; aun cuando la producción de CFC puede estar disminuyendo, el deterioro del ozono puede empeorar durante una década, y puede pasar medio siglo o más antes de que el ozono estratosférico retorne a su nivel normal). Debido a ello, la tentación de esperar hasta estar seguros de que una tendencia particular es fatal, peligrosa o simplemente inviable 121

económicamente, antes de decidir una acción correctiva, nos guiará hacia una trampa ecológica. A lo más, la demora simplemente fomenta el atrincherarse en los estilos de vida insustentables que llevamos, haciendo el cambio aún más difícil; a lo peor, será demasiado tarde para hacer algo que revierta la tendencia. Mientras más esperamos más difícil será que el aprendizaje necesario para vivir dentro de la capacidad de carga pueda combinarse con el mantener o mejorar nuestra calidad de vida. Verdaderamente, habremos perdido la oportunidad para una transición suave hacia la sustentabilidad, colocando la sociedad frente a un incremento de los riesgos de inestabilidad ecológica y caos sociopolítico. Incuestionablemente, el análisis de la Huella Ecológica y estudios relacionados desafían las premisas fundamentales esgrimidas por la globalización económica, el desarrollo internacional y las políticas poblacionales. Si la humanidad se encuentra ya en sus límites ecológicos, debemos reconocer que el consumo excesivo de materiales y energía por un grupo, compromete las oportunidades, presentes y futuras, de consumo de otros grupos, debido a la degradación del capital natural. Sin embargo, los países de altos ingresos aún no incentivan reducciones en la población o un consumo menor, están más preocupados del envejecimiento de la sociedad y de un crecimiento económico en descenso. En realidad, hoy día fomentamos un mayor consumo de los ricos como un medio para incrementar los ingresos de los pobres, por el intermedio del comercio. Si bien es cierto que la cuarta parte de la humanidad empobrecida debería ser capaz de mejorar su estándar de vida –cada uno tiene el derecho a una vida decente y a la suficiencia material– pero ¿inflar aún más el balón de la economía global es verdaderamente el mejor modo de lograrlo? Cualquier incremento en la producción económica agregada, basada en un deterioro adicional del capital natural, incrementará el déficit ecológico de la humanidad, contribuyendo a una deuda acumulada, la cual, como cualquier deuda monetaria, deberá ser pagada algún día. No obstante, el sobregasto ecológico es incluso más pernicioso que un déficit fiscal (como aquellos que varios gobiernos están actualmente acelerando), porque más allá de un cierto punto, especies depredadas y procesos esenciales pueden no ser capaces de recuperarse ni pueden ser reemplazados. La búsqueda de tecnologías ambientalmente sanas no puede ser utilizada como excusa para evitar cuestiones de sobreconsumo e incremento de la inequidad material. Por un lado, cualquier estrategia comprehensiva para lograr la sustentabilidad, debe proteger aquellos bienes de los cuales depende la supervivencia de todas las generaciones futuras. Por otro lado, debe tomar en cuenta el dilema ético que surge de 122

nuestra incapacidad, incluso en una situación de exceso, de satisfacer las necesidades básicas de un cuarto de la población actual. Esta inequidad tiene dimensiones tanto domésticas como internacionales. El análisis de la Huella Ecológica revela que la mayoría de los países de altos ingresos no pueden mantenerse a sí mismos sólo con la capacidad de carga local (Canadá y Australia pueden ser excepciones afortunadas con sus poblaciones relativamente pequeñas y extensas bases territoriales). Manteniendo nuestro estilo de vida presente, basado en el consumo con la tecnología actual, no sólo disminuye nuestros recursos domésticos sino que también es dependiente de la apropiación continua de la capacidad de carga del conjunto de bienes comunes a nivel global, así como de las importaciones de los países de bajos ingresos. Nuevas reglas son necesarias para asegurar un acceso más justo para cada uno a los flujos de bienes y servicios de los ecosistemas mundiales. En efecto, bajo los términos existentes del comercio y las reglas para el intercambio económico, el hambre de recursos por parte de los ricos, amenaza con destruir los bienes ecológicos mundiales, las bases de la vida. La globalización de la economía puede proveer un poco más de años ricos en recursos y un nuevo período de crecimiento aparentemente glorioso pero, en las circunstancias presentes, esto es a expensas de la productividad y la supervivencia a largo plazo. Los mercados globales dan a la desenfrenada demanda global acceso a los últimos nichos de capital natural inexplotado o «subutilizado» que quedan en el mundo, acelerando inevitablemente su degradación. Los bosques de Malasia desaparecen para satisfacer el hambre de productos forestales por parte de Japón; el «desarrollo» de Rusia abre sus reservas de bosques y combustibles fósiles a la explotación del Oeste; las pesquerías de Canadá colapsan por la sobreexplotación para satisfacer la demanda global; el Hemisferio Sur sufre un agujero en la capa de ozono causado mayoritariamente por las tecnologías del norte. El punto es que para aumentar los estándares de vida, cada vez más gente vive «importando» capacidad de carga ecológica de algún otro sitio. La pregunta obvia es la siguiente: ¿cuánto tiempo pasará hasta que acabemos «ese algún otro sitio»? (La respuesta es: ya lo hemos hecho!). Si los llamados países «avanzados» continúan promoviendo un estilo de vida cuya satisfacción requerirá el equivalente de varios planetas adicionales, están, en efecto, planificando ciegamente su propia defunción. La mayor contribución que el mundo desarrollado puede 123

hacer a la sustentabilidad es reducir su consumo de recursos por todos los medios a su disposición. La revolución de eficiencia del «factor 10» (véase capítulo 3) puede ser el enfoque políticamente más aceptable, pero bien puede haber mayor mérito ecológico, comunitario y personal en aprender a vivir más simplemente de tal manera que otros puedan simplemente sobrevivir. Hay una consideración práctica también, ya que el crecimiento de las poblaciones, el aumento de las expectativas materiales y un deterioro de la base de recursos pueden solamente exacerbar los conflictos sociales e internacionales, reduciendo así la calidad de vida de todos. Los cálculos de la Huella Ecológica ponen en claro que cada decisión que resulta en la apropiación de más recursos por aquellos que ya consumen más de lo que justamente les corresponde es una decisión consciente en contra de la sustentabilidad ecológica, social y económica. Así, mientras la sustentabilidad puede restringir las opciones económicas de los pudientes de hoy, mantendrá más opciones abiertas para todos en el futuro, en particular la opción de no sufrir el deterioro ecológico y la inseguridad geopolítica. En un mundo al límite de su capacidad de carga, con aumento de población e incremento de las demandas materiales, cómo satisfacer las necesidades de cada uno adecuada y justamente supone el mayor reto. Pensamos que la herramienta de la Huella Ecológica puede ayudar a hacer frente a este desafío; hace surgir preguntas esenciales sobre la sustentabilidad a largo plazo, que son ignoradas por otros enfoques; facilita la comparación entre diferentes opciones de políticas; y puede ser usada para monitorear el progreso hacia la reducción de la brecha de la sustentabilidad. Por supuesto, queda un amplio campo para mejorar la herramienta y desarrollar aplicaciones ulteriores. Como se enfatizó previamente, no hay falta de estrategias sustentables. Lo que nos detiene es la aceptación intelectual y emocional del hecho de que la humanidad es materialmente dependiente de la naturaleza, y que la capacidad de producción de la naturaleza es limitada. Es aquí donde el análisis de la Huella Ecológica tiene su razón de ser. Su mayor fortaleza es su capacidad para comunicar realidades biofísicas claras y simples y así contribuir al cambio necesario en la conciencia social. Los ejemplos prácticos levantan señales preventivas a las cuales diversos tipos de intereses pueden reaccionar, a la vez que provee pautas concretas para el desarrollo de respuestas políticas convenientes. En el tiempo, el análisis de la Huella Ecológica puede contribuir al desarrollo de un programa, con una base amplia, de reformas que nos conduzcan en la dirección que todos decimos que queremos ir. 124

Un recuerdo final: el análisis de la Huella Ecológica no pretende mostrar cuán mal están las cosas. Sólo pretende mostrar cómo están las cosas, y qué podemos hacer al respecto. Nuestros análisis sugieren que la sociedad tendrá que hacer modificaciones significativas en la transición hacia la sustentabilidad. No obstante, en la medida que las consideraciones y prescripciones del enfoque ecológico son una mejor reflexión de la realidad material que aquellas que usan los modelos corrientes, nuestras conclusiones conforman una historia con un final bueno. Las malas noticias son que gran parte del mundo parece estar comprometido como nunca antes, a seguir el muy transitado camino expansionista, un hábito que necesitamos cambiar ahora.

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ANEXO DIVIÉRTASE CON LAS HUELLAS: MÉTODOS Y APLICACIONES REALES Si quiere calcular la Huella Ecológica de proyectos, políticas, programas o de tecnologías específicas, debe leer este capítulo. Describe nuestra aproximación actual a tales cálculos y da ejemplos de aplicaciones concretas. Haciendo que funcione la idea de la Huella Ecológica En teoría, para estimar la Huella Ecológica (HE) de una población, se calcula la cantidad de agua y tierra requerida en forma continua para producir todos los bienes consumidos y para asimilar todos los desechos generados por esta población. Sin embargo, si uno intentara incluir la totalidad de los artículos de consumo, tipos de desechos y funciones del ecosistema, acabaría obteniendo una información imposible de trabajar y serios problemas en el procesamiento de los datos. Debido a ello, utilizamos una aproximación simplificada para nuestras investigaciones concretas y en los ejemplos que siguen. En general: • los cálculos se basan en el supuesto de que las prácticas actuales de cosechas industriales (en la agricultura y el sector forestal, por ejemplo) son sustentables, aunque mayormente no lo son. • se incluyen sólo los servicios básicos de la naturaleza. A medida que se vayan perfeccionando las valoraciones, se pueden incluir funciones naturales adicionales. Las actividades humanas se apropian, directa e indirectamente, de los servicios de la naturaleza a través de las cosechas de los recursos renovables, extracción de los recursos no renovables, absorción de desechos, pavimentación, extracción de agua dulce, contaminación del suelo, así como otras formas de contaminación (incluyendo el deterioro de la capa de ozono). Hasta ahora, nuestras investigaciones se han concentrado en las cuatro primeras actividades citadas. • se intenta evitar el doble conteo en los casos donde una misma área de suelo proporciona simultáneamente dos o más servicios. Por ejemplo, un área puede estar produciendo madera aserrable o pulpable, a la vez que servir de zona de recolección de agua, que se destina a su vez al uso doméstico o al regadío. En este caso, sólo se incluye la producción maderera –o sea la mayor superficie de terreno– en la estimación de la Huella.

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• se usa una taxonomía sencilla de la productividad ecológica, la que comprende ocho categorías de suelos (o de ecosistemas). • se están incluyendo recientemente las áreas marinas. Aunque los seres humanos ya están usando ecosistemas marinos críticos con la misma intensidad que los ecosistemas terrestres, el mar proporciona sólo una fracción del consumo humano; por otra parte, se encuentra menos sometido a políticas y gestiones manipuladoras que los ecosistemas terrestres (ver cuadro 3.1).

Debido a la primera y segunda simplificación, nuestros resultados presentan una visión conservadora de la demanda humana de suelos. Por ejemplo, suponer que el uso de suelos actual es sustentable, subestima en forma significativa la superficie de terreno requerido para una producción realmente sustentable. La producción agrícola de alto rendimiento es un buen ejemplo de una forma de producción que agota los suelos agrícolas de EE.UU., a una velocidad entre 10 y 20 veces superior a su capacidad de regeneración. En otras palabras, para compensar la pérdida de suelos, la tierra usada para la producción agrícola debería dejarse en barbecho por una década o más por cada año de cultivo. Si tomáramos en cuenta este período de regeneración en nuestro análisis, incrementaría el área apropiada por las cosechas por un factor no menor a diez. De un modo parecido, se cuestiona el manejo forestal actual: con las actuales prácticas de cosecha es válido preguntarse si los períodos planeados de rotaciones de 70 años se pueden sustentar por más de dos o tres cosechas. Además, los rendimientos estimados pueden man1 tenerse sólo si la producción no está reducida por plagas o incendios . Llamamos «factor sustentable» al cociente entre la superficie de suelos requerida bajo un manejo sustentable de suelos y cosechas, y la superficie que se requiere en la actualidad bajo los métodos habituales de producción (El «factor sustentable» es el cociente de 10 a 20 en el ejemplo agrícola citado anteriormente). La magnitud de este factor es proporcional a la tasa de agotamiento del capital natural e indicativo de nuestra dependencia, y confianza en la tecnología (la cual a su vez está muchas veces basada en el uso de recursos no renovables.) para mantener la producción a largo plazo. En este sentido, se podrían cuestionar

 Aubrey Diem, «Clearcutting British Columbia», The Ecologist, Vol. 22 N°6, p. 261-

266,1992. Mario Giampietro and David Pimentel, «Energy Analysis Models to Study the Biophysical Limits For Human Exploitation of Natural Processes». p.139-184, en C. Rossi y E. Tiezzi, (editores), Ecological Physical Chemistry-Proceedings of an International Workshop, Amsterdam: Elsevier, 1990.

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nuestras estimaciones de la Huella por el hecho de ser excesivamente optimistas. Se subestima desmesuradamente la cantidad de tierra requerida para la economía como si no estuviera subsidiada por el agotamiento del capital natural e insumos tecnológicos. De hecho, sería totalmente justificable por parte de un pesimista tecnológico multiplicar los componentes de nuestros cálculos de la HE por sus factores sustentables correspondientes, incrementando así significativamente la superficie agregada. También se podría criticar nuestro enfoque simplificado por no considerar una variedad mayor de servicios biofísicos de soporte vital, en particular los que no están directamente asociados con la producción de recursos renovables basados en el uso del suelo. Si bien es cierto que el alcance del análisis actual está restringido, no creemos que esta limitación debilite el valor conceptual o capacidad de generar conciencia del análisis de la HE, y esto por varias razones: Primero, la simplicidad acompañada de rigurosidad tiene valor en sí. A pesar de lo completo que una teoría o modelo se propone ser, no se pueden incluir todos los aspectos de la realidad. Por definición, cada modelo es necesariamente una abstracción y una interpretación de una realidad más compleja. Para capturar la esencia de lo que representa, un modelo debe incorporar las variables claves y los factores limitantes que determinan y explican el comportamiento de esta parte de la realidad. En resumen, una buena teoría busca un balance entre complejidad y simplicidad; para ser una guía efectiva de políticas, los modelos tienen que ser suficientemente buenos para capturar la esencia de la realidad, pero al mismo tiempo suficientemente simples para ser entendidos y aplicables. Por ejemplo, la temperatura del cuerpo humano es un buen indicador de la salud humana. La teoría que dice que «las temperaturas muy superiores a 37°C son malas», es una simplificación enorme, pero es altamente operacional; o sea, en la mayoría de los casos la teoría es «suficiente» para indicar una enfermedad. En forma análoga, los análisis basados en el cálculo de la HE no necesitan incluir todos los artículos de consumo, categorías de desechos y funciones ecosistémicas para tener valor de diagnóstico. Consistentemente con este enfoque, los modelos que tratan las dimensiones biofísicas de la sustentabilidad, deberían concentrarse en entender las limitantes potenciales de la actividad humana. Las tendencias corrientes sugieren que los factores con alta probabilidad de 129

imponer límites sobre las actividades humanas son ciertas formas de capital natural y las funciones de soporte vital que desempeñan. En los años 70, el debate sobre los límites al crecimiento se centraba principalmente en el agotamiento de los recursos no renovables, como los minerales metálicos y los combustibles fósiles. En contraste (e irónicamente), hoy el cuello de botella probablemente surge más bien a raíz de la disminución de los recursos naturales renovables, tales como los peces, los bosques, el suelo y el agua dulce. Debido a ello, los análisis de la HE se focalizan en las demandas de capital natural renovable de la economía y conceptúan la capacidad de la naturaleza para autorregenerarse como una de las limitantes más importantes. Los recursos no renovables se incluyen en la Huella sólo por intermedio de los impactos de la extracción, el proceso del uso de energía y la ocupación directa de suelos por infraestructura minera. Análisis más detallados también tomarían en cuenta los efectos de la contaminación. Se discute más adelante la forma en que convertimos el uso de combustibles fósiles a equivalentes en suelos. Una segunda razón para simplificar las cosas es que resulta analíticamente imposible dar cuenta de ciertas funciones ecosistémicas. Por ejemplo, es difícil cuantificar el enlace entre servicios de soporte vital tan generalizados como la distribución global del calor, la biodiversidad y la estabilidad climática y menos aún, la demanda per cápita de estos servicios o superficies de ecosistemas asociadas a ellos. Si bien estos servicios de soporte vital son esenciales para el bienestar y todos los consumimos, aún no se pueden incorporar directamente a la Huella Ecológica. Método de cálculo Como lo explicamos anteriormente, el concepto de HE está basado en la idea de que para cada unidad de consumo material o energético, se requiere una cierta cantidad de suelos, perteneciendo a una o más de las categorías ecosistémicas, para proporcionar los flujos de recursos y los sumideros de desechos relacionados al consumo. Así, para determinar el total de la superficie de tierra requerida para sostener un cierto patrón de consumo, se estiman las implicancias del uso de suelo de cada categoría significativa de consumo. Como no es posible evaluar las demandas de suelo para el suministro, mantenimiento y disposición de cada uno de los miles de bienes de consumo, los cálculos se limitan a las principales categorías y artículos individuales.

RECUADRO 1: 2

La Huella Ecológica Humana en el Mar

Hasta el momento, por varias razones, no hemos incluido el área marítima apropiada para uso humano en las estimaciones actuales de la Huella. Primero, a pesar de la amplia área que ocupan, los océanos del mundo sólo proporcionan una pequeña fracción del consumo humano directo; segundo, a pesar de esta pequeña contribución, los mares ya están sobreexplotados por los seres humanos; tercero, parece haber menos cabida para la manipulación en la gestión de los mares que de las superficies terrestres; cuarto, y lo más importante, generalmente no es necesario incluir el mar para que un análisis basado en la Huella «compruebe» que la carga total humana excede la capacidad de carga total del planeta. Dicho eso, los trabajos en marcha incluyen el área marítima asociada con el consumo de productos del mar comestibles, para facilitar comparaciones internacionales y para su posible incorporación en un análisis ampliado de la Huella. Estos estudios refuerzan los descubrimientos de los análisis de cálculos de la Huella, basados en el uso de suelos. Estamos lomando en cuenta algunos de los factores siguientes: Los recursos pesqueros que constituyen los recursos renovables dominantes de los ecosistemas marinos y de agua dulce, proporcionan menos de un dos y medio por ciento de los requisitos alimentarios humanos, medidos en términos de contenido nutricional energético. Este corresponde a aproximadamente un 16 por ciento del consumo mundial de proteína animal. Al mismo tiempo, es poco probable que la productividad de los recursos de los océanos, lagos y ríos pueda expandirse económicamente; la mayoría de las pesquerías ya están sobreexplotadas, ya que los seres humanos se han convertido en los carnívoros dominantes en el mar. En efecto, la Organización para la Alimentación y Agricultura de las Naciones Unidas (FAO) estimó que (Continúa en Pág. siguiente)

? Lester R. Brown, «Facing Food Insecurity» y Peter Weber, «Safeguarding Oceans» ambos

en Worldwatch Institute, State of the World, NY: W.W. Norton, 1994. Carl Folke y Ann Marie Jansson, «The Emergence of an Ecological Economics Paradigm: Examples for Fisheries and Aquaculture», en U. Svendin y B. Aniansson, (editores), Society and the Environment, Dordrecht: Kluwer Academic Publisher, 1991. Michelle Hibler, Our Common Bowl: Global Food Interdependencies, Ottawa: International Development Research Centre (IDRC), 1992. (Yoshihiko Wada, estudiante de Doctorado en la Escuela de Planificación Comunitaria y Regional de la Universidad de British Columbia, está estimando la Huella Ecológica terrestre y marina de Japón incluyendo también productos provenientes del mar: «Assesing the Sustainability of Japan: The Ecological Footprint of an Average Japanese»).

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la cosecha total de biomasa marina representa cerca del 90 por ciento de la productividad teórica máxima de las especies codiciadas por los seres humanos, si es que ya no lo ha alcanzado. De hecho, «...el abastecimiento per cápita de recursos marinos, el cual alcanzó su punto máximo de 19 kilogramos en 1989 y desde entonces ha ido disminuyendo, sólo será de 11 kilogramos...» en el año 2030, según Lester Brown del Worldwatch Institute. Se puede argumentar que es posible superar esta escasez mediante la acuicultura. Sin embargo, la acuicultura sólo traslada la demanda ecológica a otros ecosistemas, tales como la tierra cultivable necesaria para producir la alimentación para las piscifactorías o el área de agua requerida para producir el alga, que sirve de alimento para los peces bajo la forma de gránulos. De hecho, de acuerdo a Carl Folke del Beijer Institute en Estocolmo, la producción intensiva de salmones requiere una fijación de la luz solar, para el planctón, de una superficie marina de aproximadamente 50.000 veces mayor que el área superficial cubierta por las jaulas. Se podría argumentar, por supuesto, que los océanos están siendo usados extensivamente como vertedero para los desechos y deberían incluirse en el análisis de la Huella sobre esta base. Sin embargo, ya que las corrientes y los resurgimientos oceánicos producen intercambios significativos de materia y calor entre todos los mares del mundo, el factor importante y desconocido de dilución dificulta la conversión de las descargas de desechos al mar a un área apropiada bien definida. De todos modos, la bio-acumulación de contaminantes tóxicos en las cadenas tróficas muchas veces vuelve ecológicamente inútiles las medidas de concentraciones ambientales. Por otro lado, el hecho que los desechos orgánicos tóxicos no degradables (como el DDT y PCBs) y los desechos no orgánicos (como metales pesados o substancias radioactivas) se acumulan en los ecosistemas, puede verse reflejado en un análisis de la HE, en la medida que áreas muy contaminadas dejan de estar disponibles para sustentar el consumo humano. Dicha contaminación disminuye la «capacidad de carga» local disponible para los seres humanos y expande la Huella hacia áreas productivas alternativas en la tierra o en el mar. Para los interesados en esta parte de la Huella humana marítima asociada al consumo de recursos marinos, se puede calcular una primera aproximación general de la siguiente forma: Empezamos dividiendo las capturas pesqueras por el área total productiva del océano. La productividad máxima sustentable de los océanos es aproximadamente 100 millones de toneladas de peces y mariscos por (Continúa en Pág. siguiente)

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año. Aunque los mares ocupan cerca de 71 por ciento de la superficie total de la Tierra (aproximadamente 263 millones de kilómetros cuadrados), menos de 8,2% de ésta (o sea, alrededor de 29,7 millones de kilómetros cuadrados) es responsable de casi 96 % de la pesca global. En otras palabras, la producción promedio anual es de aproximadamente 33,1 kg de pez por hectárea productiva o 0,03 hectárea por kilogramo de pez. Una porción del océano,»igual para todos» (área productiva dividida por la población humana total) sería aproximadamente de 0,51 hectáreas per cápita, lo cual corresponde a aproximadamente 16.6 kilogramos de pez por año. En comparación, Japón, una de las grandes naciones pesqueras, es responsable de aproximadamente un 12% de la pesca global y sus ciudadanos consumen anualmente 92 kg de pez per cápita. Esto es aproximadamente 5.4 veces más que la productividad máxima sustentable global per cápita, lo que significa que un Japonés medio tiene una HE marina de cerca de 2.8 hectáreas. Claramente, el mundo entero no puede aspirar al nivel de consumo de recursos marinos que posee Japón. Se pueden hacer cálculos semejantes para las pesquerías de agua dulce. Estimar la Huella Ecológica de una población determinada es un proceso que contempla varias etapas. La estructura básica de nuestro enfoque es la siguiente: (Nótese que si bien la descripción se refiere al consumo de recursos, se puede aplicar la misma lógica a muchas categorías de producción y asimilación de desechos) Primero, a partir de información nacional o regional agregada, estimamos el consumo individual anual promedio de artículos específicos mediante la división del consumo total de éstos por el tamaño de la población. ¡Esto es más simple que intentar estimar el consumo individual o de cada hogar a través de mediciones directas! La mayor parte de la información necesaria para las estimaciones preliminares está disponible en las estadísticas nacionales sobre, por ejemplo, la producción y el consumo de energía, alimentos o productos forestales. Para muchas categorías, las estadísticas nacionales proporcionan tanto cifras de producción como de comercio, a partir de las que se puede estimar el consumo corregido (con respecto al comercio): Consumo comercial corregido = producción + importaciones - exportaciones

El próximo paso consiste en estimar la superficie de suelos apropiada (aa) per cápita para la producción de cada uno de los principales ítems (i) de consumo. 133

Para ello, dividimos el consumo anual promedio de este ítem, como se calculó anteriormente ('c', en kg/cápita) entre su productividad o rendimiento anual promedio ('p', en kg/ha): aai = ci/pi Por supuesto, muchos de los artículos de consumo (como, por ejemplo, la ropa y los muebles) «incorporan» varios insumos; debido a ello, hemos encontrado útil estimar por separado las superficies apropiadas para cada insumo significativo. Los cálculos de las huellas ecológicas son así a la vez más complicados y más interesantes de lo que parece a primera vista con el concepto básico. Luego, se computa la huella ecológica total de una persona promedio (he) es decir, la huella ecológica per cápita sumando la totalidad de las superficies ecosistémicas apropiadas (aai) para todos los artículos comprados (n) de su canasta de compras anual de bienes y servicios. he = Saai i = de 1 hasta n Finalmente, obtenemos la huella ecológica (HEp) de la población estudiada multiplicando la huella per cápita promedio por el tamaño de la población (N): HEp = N(he) En algunos casos cuando la superficie total usada está disponible en las estadísticas nacionales, computamos la huella per cápita dividiéndola por la población. La mayoría de nuestras estimaciones de huellas están basadas en el consumo nacional medio y los rendimientos promedios de los suelos a nivel mundial. Este es un procedimiento de estandarización que facilita las comparaciones entre «casos generales» de distintas regiones o países (y es también bastante realista para muchos países dada su dependencia creciente en los flujos de comercio multilaterales y apropiaciones de los bienes comunes globales). Sin embargo, para análisis más sofisticados y detallados podría ser necesario o deseable basar la estimación de la huella en las estadísticas de consumo y en la productividad regional o local. Con suficiente información es posible estimar HEs, bastante exactas a nivel local, de unidades de consumo tan pequeñas como municipalidades determinadas, hogares y hasta individuos. Por ejemplo, a veces hemos encontrado interesante comparar la Huella Ecológica 134

estimada a partir de datos específicos locales, con la «primera aproximación» basada en el consumo promedio nacional y las productividades globales. Tales comparaciones revelan los efectos de las variaciones regionales en los patrones de consumo, productividades y enfoques de gestión sobre el tamaño de la HE local. También pueden ayudar a identificar y eliminar lagunas en los datos, errores, así como contradicciones aparentes en los cálculos.

Fig. 1: Convirtiendo consumo en área productiva. La producción y uso de cualquier bien o servicio depende de varios tipos de productividad ecológica. Estas productividades ecológicas pueden ser convertidas a sus equivalentes en áreas de tierra. Sumando los requerimientos de todas estas categorías significativas de consumo y generación de residuos, nos permite estimar la HE para una población dada.

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Categorías de consumo Para simplificar la recopilación de datos, en general hemos adoptado las clasificaciones de datos utilizadas por las estadísticas oficiales. Sobre esta base, hemos encontrado útil separar el consumo en cinco categorías principales: 1. 2. 3. 4. 5.

alimentación alojamiento transporte bienes de consumo servicios

Para análisis más refinados se pueden subdividir estas categorías tantas veces como sea necesario. Por ejemplo, el componente «alimentación» de la huella puede construirse, considerando en forma separada los productos de origen animal o vegetal. El transporte puede separarse entre transporte público y privado. Tales subcategorías deben definirse de manera estratégica para responder a preguntas específicas de políticas relativas a este ítem. La energía y los recursos «incorporados» en una mercancía se refieren a las cantidades totales de energía y materia usadas durante el ciclo de vida de aquella mercancía, para manufacturarla, transportarla, y desecharla. La «intensidad energética» se refiere a la energía incorporada por unidad de bien o servicio. De manera similar, llamaremos «Huella Ecológica incorporada» de una mercancía a su contribución a la HE del consumidor. Estos principios y definiciones se mantienen tanto para los bienes como para los servicios, aunque los «servicios» frecuentemente están considerados como básicamente no materiales. Sin embargo, los servicios son también sostenidos por los flujos de energía y materia. Incluso la transmisión de información requiere no sólo de energía sino también de soportes físicos, como papel o alambres, y para hacerla accesible, la gente necesita «interfases» materiales tales como radios o pantallas. Los bancos no producen nada material, pero todas sus operaciones desde transacciones monetarias, mediante la generación computacional de estados de cuenta bancarios, hasta la construcción y la operación de edificios e infraestructura, consumen energía física y recursos.

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Tabla 1 Las 8 categorías principales de tierra y uso de suelos para las evaluaciones de las Huellas

Se pueden usar numerosas fuentes para cuantificar el consumo directo y los recursos incorporados asociados. Estadísticas sobre los flujos de desechos, gastos de hogares y gastos nacionales, tasas de metabolismo, dietas, flujos de comercio y de recursos, pueden ser consultadas verificándose unos a los otros (véase el cuadro 3.2) Categorías de tierra y usos de tierra Nuestros cálculos de la HE se basan en ocho categorías principales de tierra (véase Tabla 3.1). Esta clasificación es parecida a la que utiliza la Unión Mundial para la Conservación de la naturaleza (IUNC, en inglés)3.

? The World Conservation Union, United Nations Environment Programe and the World

Wide Fund for Nature, Caring for the Earth: A Strategy for living Sustainably, Gland, Switzerland: IUCN, UNEP and WWF, 1991.

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Tabla 2: Productividad de varias fuentes de energía La Huella Ecológica en términos energéticos varía inversamente a la productividad de una fuente de energía: mientras más alta la productividad, más pequeña será la Huella Ecológica.

Se puede calcular el componente tierra para «fines energéticos» de la HE de varias maneras (véase abajo). Algunos métodos estiman el área requerida para cultivar combustibles biológicos sustitutos, que reemplacen nuestras menguantes reservas de energía fósil. Si bien esta noción parece rebuscada, es importante recordar que los combustibles fósiles son los productos de un proceso de fotosíntesis muy antiguo y de la acumulación de biomasa en los bosques y pantanos que surgieron sobre parte importante de la superficie de la Tierra hace millones de años. Por eso, William Catton se refiere a esas tierras como tierras fantasmas. Los ecosistemas desaparecieron hace mucho tiempo, pero los seguimos usando o al menos su productividad, hasta hoy día4. Catton señala que la humanidad está usando esta productividad pasada miles de veces más rápidamente de lo que se acumuló y que la naturaleza no es capaz de reemplazarla. En ausencia de reservas de sumideros de carbono con un buen manejo en la actualidad, estamos imponiendo una carga a las

? William R, Catton Jr., Overshoot: The. Ecological Basis of Revolutionary Change. Urbana:

U sity of Illinois Press, 1980.

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generaciones futuras: menos recursos basados en el carbón y niveles elevados de CO2 atmosférico. En otras palabras, estamos usando dos tipos de ingresos naturales y liquidando un capital natural critico sin reemplazarlo o compensarlo. No todas las categorías de tierra ecológicamente productiva son igualmente accesibles o directamente cosechables por los humanos. Indudablemente, dadas las preocupaciones crecientes sobre el cambio climático, debemos acercarnos a la categoría «g» con mayor precaución. Esta categoría representa ecosistemas de bosques vírgenes cuya cosecha acabaría con una descarga neta masiva de CO2 , que sería recuperada sólo después de 200 años de producción ecológica en la misma área de suelos5. Algunas de estas tierras boscosas aún están acumulando carbono y también funcionan como refugios biológicos, que no deberían ser perturbados. Las tierras en la categoría «h» incluyen desiertos y campos de hielo, como el Sahara y la Antártica, y son consideradas como ecológicamente improductivas para los requerimientos humanos.

Recuadro 2: Fuentes de datos para los análisis de la Huella Ecológica Hay muchas fuentes de datos para los análisis de la Huella Ecológica. Para las comparaciones aproximadas, un compendio como el informe bianual del World Resource Institute, puede ser suficiente. Sin embargo, las estadísticas internacionales frecuentemente se enfocan en mayor medida en la producción y el comercio, y omiten el consumo, también están frecuentemente expresadas en dólares (y no en unidades biofísicas), lo que disminuye su utilidad. El siguiente listado traza el mapa de la diversidad de fuentes de datos posibles que pueden ser utilizadas para los cálculos de la Huella. Por favor, ¡avísenos si encuentra buenas fuentes adicionales! (Continúa en Pág. siguiente)

? E. Mark Garmon, William K. Ferrell and Jerry F. Franklin, «Effects on the Carbon Storage of

Conversion of Old Growth Forest to Young Forests» Science, Vol. 247, p. 699-702, 1990. Gregg Marland and Scott Marland, «Should We Store Carmon Trees?» Water, Air and Soil Pollution, Vol. 64, p.181-195, 1992. María Wellisch, MB Carbon Budget for the Alberni Region: Final Report, Vancouver: The Research and Development Department of MacMillan Bloedel Limited, 1992.

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Estadísticas Globales y Nacionales è Organización

para la Agricultura y la Alimentación - FAO, Naciones Unidas. (El Estado de la Alimentación y la Agricultura; Informe anual de la FAO: Comercio; Informe anual de la FAO : Producción, datos anuales) è Unión Internacional para el Transporte Terrestre (IRTU, en inglés: datos anuales) è Programa de Naciones Unidas Para el Desarrollo (PNUD) (Informe de Desarrollo Humano, anual) è Banco Mundial (Informe del Desarrollo Mundial, anual) è World Resources Institute (WRI) (Recursos Mundiales, bianual, también disponible en diskette) è Instituto Worldwatch (Estado del Planeta, Señales Vitales; ambos son anuales, el segundo está disponible en diskette) è Estadísticas de las Naciones Unidas è Publicaciones gubernamentales con estadísticas nacionales sobre: ? Consumo, producción económica y comercio ? Estado del medio ambiente ? Transporte ? Uso de suelos ? Vivienda ? Energía ? Agricultura y silvicultura Referencias y Manuales è Manuales de ingeniería, ecología, gestión de recursos y agricultura

è Manuales profesionales sobre temas como agricultura, recursos

biológicos, energía, química, etc. è Manuales sobre energéticos y análisis de ciclos de vida è Manuales sobre ciclos ecológicos y productividad biológica (por ejemplo, el ciclo del carbón, productividad primaria neta) è Manuales de transporte è Manuales de ingeniería sobre los aspectos energéticos de la vivienda, transporte, procesos químicos, eficiencia tecnológica, etc. è Guías de ecología para los hogares è Enciclopedias, anuarios, y almanaques è Libros de cocina (para los valores nutritivos de la comida, energía para cocinar, etc.) (Continúa en Pág. siguiente)

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Informes de Investigaciones è Informes

en la prensa popular y científica sobre consumo, eficiencia energética, productividad ecológica, etc. è Informes especiales temáticos de Organizaciones no Gubernamentales (ONG), Agencias de Gobierno, Institutos (por ejemplo, informes de Green Peace sobre parque automotor, consumo de papel). Las otras categorías adicionales de tierra proporcionan una variedad de bienes y servicios (ingreso natural) que apoyan las actividades humanas, desde la provisión de energía utilizada para el comercio, pasando por el espacio para las ciudades y la absorción de desechos, hasta la preservación de la biodiversidad. Convertimos estos servicios a sus equivalentes en áreas de suelo para los análisis de la HE de la siguiente forma: i) Requerimientos de suelos para la energía utilizada por el comercio. Esta sección discute las implicancias del uso de tierras para el consumo de combustibles fósiles, hidroelectricidad y otras fuentes de energía renovable (Tabla 3.2). Gran parte de la energía de la que dependen los seres humanos proviene del sol. De hecho, la vida en la Tierra está energetizada mediante un flujo solar de aproximadamente 175.000 terawatts. Un terawatt representa un billón (1.000.000.000.000) de watts o joules por segundo. Esto corresponde a la energía requerida para levantar un millón de toneladas a unos 100 metros de altura cada segundo. En comparación, una ampolleta o foco normal irradia 60 watts de luz y calor.

El flujo de energía utilizada por el comercio que recorre la economía humana equivale a «sólo» 10 terawatts. Sin embargo, si tuviéramos que producir estos 10 terawatts de energía utilizada por el comercio, usando la fotosíntesis, necesitaríamos una enorme área de tierra: de los 175.000 terawatts solares, menos de 150 se convierten en biomasa vegetal mediante la fotosíntesis (productividad primaria neta). Se puede cosechar sólo una fracción pequeña de ésta y una fracción aún más pequeña puede ser convertida a combustible útil. En la discusión siguiente, el cociente energía/tierra describe cuánta energía utilizada por el comercio anual podría ser proporcionada por una hectárea de suelos ecológicamente productivos. Las unidades que se usan son gigajoules por hectárea por año (GJ/há/año). Un gigajoule representa mil millones de joules; 1.000 gigajoules por segundo equivalen a un terawatt. 141

Hemos usado tres enfoques para convertir el consumo de energía fósil a un área correspondiente de tierra. Cada una se base en una razón diferente, pero todas producen aproximadamente el mismo resultado de 80 a 100 gigajoules de consumo de combustibles fósiles por año, corresponde al uso de una hectárea de tierra ecológicamente productiva. El primer método calcula la tierra requerida para producir un sustituto del combustible fósil líquido, producido biológicamente. En efecto, ésta es el área de tierra necesaria para que se regenere la «tierra fantasma» de Catton. Este enfoque se basa en el principio de que una economía sustentable requiere una fuente de energía sustentable y, por lo tanto, no debe depender de un capital fósil agotable. Más aún, si el combustible se basa en el carbono, es preferible usar el carbono que ya está participando activamente de los ciclos de la ecósfera en vez del carbono que ha sido almacenado por milenios en una reserva inerte. Este enfoque evita más acumulación de CO2 en la atmósfera. El etanol es uno de los potenciales soportes de energía renovable, es técnica y cualitativamente igual al combustible fósil. Es un combustible homogéneo y concentrado, que se almacena y transporta fácilmente, y que puede potenciar los procesos humanos en la misma forma que los hidrocarburos fósiles. Por estas razones ya se usa en algunos lugares como suplemento a la gasolina. Por lo tanto, el área de suelos que corresponde al consumo de combustibles fósiles puede ser representada como la tierra productiva necesaria para producir la cantidad equivalente de etanol. Esta área incluye la tierra necesaria para hacer crecer la materia vegetal (biomasa), tanto para el combustible mismo como la energía necesaria para procesarlo. Las estimaciones más optimistas de la productividad del etanol sugieren una productividad neta de 80 6 gigajoules por año por hectárea de tierra ecológicamente productiva . El metanol es otro posible sustituto para el combustible fósil. Algunos cálculos sugieren que cada kilogramo de madera destilada tendría un rendimiento de 10,5 a 13,5 megajoules de metanol (un megajoule corresponde a un millón de joules o un milésimo de gigajoule). Las plantaciones de árboles en Nueva Zelanda, con 12 toneladas de madera por hectárea por año, está entre los «bosques» más

? Mathis Wackernagel, «Ecological Footprint and Appropriated Carrying Capacity: A Tool

for Planning Toward Sustainability», Tesis Doctoral no publicada. Vancouver: University of British Columbia School of Community and Regional Planning (1994).

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productivos a nivel mundial y tendrían una productividad del orden de un cociente tierra/energía de 120 a 150 gigajoules por hectárea por año. Sin embargo, las productividades promedio de los bosques rusos, canadienses o escandinavos tendrían un rendimiento de solamente 17 a 30 gigajoules por hectárea por año (aproximadamente 55 a 68 en EE.UU.)7 El segundo método estima el área de suelos necesaria hoy día para secuestrar el CO2 emitido mediante la quema de combustibles fósiles. El argumento a favor de este enfoque es que no podemos dejar que el carbono fósil (en la forma de CO2) se acumule en la atmósfera si queremos evitar un posible cambio climático. Si seguimos consumiendo cantidades excesivas de combustibles fósiles, tenemos la responsabilidad de manejar y asumir sus emisiones. Este enfoque requiere el cálculo de la cantidad de tierra que serviría de sumidero de carbono, para asimilar el CO2 fósil que estamos inyectando en la atmósfera. Los ecosistemas boscosos y las turberas son sistemas naturales que son asimiladores netos muy significativos de CO2 . Bosques juveniles y en duración acumulan CO2 a una tasa muy elevada, a lo largo de períodos que van desde 50 hasta 80 años. Los datos sobre las productividades boscosas promedio de los bosques templados, boreales y tropicales, muestran que los bosques promedio pueden acumular aproximadamente 8 1,8 toneladas de carbono por hectárea por año . Esto significa que una hectárea de un bosque promedio puede secuestrar anualmente la emisión de CO2 generada por el consumo de 100 gigajoules de combustibles fósiles. El tercer método consiste en convertir el uso de energía fósil en el área de suelos correspondiente; estima por lo tanto el área de suelos requerida para reconstruir el capital natural a la misma tasa que el combustible fósil que está siendo consumido. Este método se basa en un argumento propuesto por el economista, Salah El Serafy9 del Banco Mundial. Si aceptamos que una sociedad no es sustentable si su economía depende del agotamiento de su riqueza real (capital natural), entonces cualquier sociedad que utiliza sus recursos no renovables debe invertir una porción de las ganancias así generadas en construir un valor ? Yoshihiko Wada, «Biophysical Productivity Data for Ecological Footprint Analysis»,

Vancouver: Report to the UBC Task Force on Healthy and Sustainable Communities, 1994. New Zealand Forest Owner Association Inc., Forestry Facts and Figures 1994, Wellington, New Zealand: New Zealand Forest Owner Association in co-operation with the Ministry of Forestry, 1994. ? Yoshihiko Wada, ver más arriba. ? Salah El Serafy, «The Proper Calculation of lncome from Depletable Natural Resources», en Ernst Lutz y Salah Serafy, Environmental Resource Accounting and Their Relevance to the Management of Sustainable lncome, Washington DC. : The World Bank, 1988.

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equivalente de capital manufacturado o recursos renovables. Este enfoque –reemplazando lo que se está consumiendo– se relaciona directamente con el criterio de sustentabilidad que identifica la necesidad de mantener stocks constantes de capital, ya que la equidad intergeneracional es una precondición para la sustentabilidad. Los cálculos muestran que una hectárea de un bosque regular podría acumular aproximadamente 80 gigajoules de energía recuperable de biomasa por hectárea por año. (Una vez que las reservas de combustibles fósiles estén agotadas y que empecemos a cosechar la tierra con fines energéticos, este método converge con el primero) El método de asimilación de CO2 tiene como resultado una HE más pequeña atribuible al consumo de combustible fósil. Muchos críticos pensaban que este enfoque disfrutaría de una aceptación pública mayoritaria. No implica un cambio radical desde los combustibles fósiles hacia fuentes alternativas, pero sí acepta la necesidad de contener la acumulación de gases de efecto invernadero. Por ello, escogimos una hectárea por cada 1.8 toneladas de carbono emitidas cada año (una hectárea por 100 gigajoules por año) del método de CO2 como cociente tierra/energía para el combustible fósil. Usamos este cociente en todas las evaluaciones actuales de la HE. Obsérvese que si la electricidad es generada a partir de combustibles fósiles con una eficiencia promedio del 30 por ciento, la HE por unidad de energía de uso final sería más de tres veces mayor que si el combustible fósil fuera usada directamente.

Figs, 2: El uso de recursos energéticos renovables puede hacer una contribución sustantiva para reducir nuestra Huella Ecológica.

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Las fuentes de energía renovable proporcionan productividades más altas (HE más pequeñas) que el combustible fósil. Para la hidroelectricidad, los requisitos de suelos se pueden estimar dividiendo la tierra inundada por las represas, más el área de tierra ocupada por los corredores de líneas eléctricas de alto voltaje, por su producción anual de electricidad. El geógrafo, Vaclav Smil, de la Universidad de Manitoba, sugiere productividades hidroeléctricas entre 160 y 480 gigajoules por hectárea por año para las represas río abajo (entre 50 y 200 megawatt), 1.500 a 5.000 gigajoules por hectárea por año para las represas situadas en el curso medio y alto del río, y 1 5.000 gigajoules por hectárea por año para las represas situadas en alturas cordilleranas. De manera similar, Michael Narodoslawsky y sus colegas de la Universidad Técnica de Graz, Austria, estiman la productividad de las estaciones hidrogeneradoras promedio, en alrededor de 1.500 gigajoules por hectárea por año (sin incluir los requisitos espaciales de las líneas eléctricas). La inclusión de las líneas eléctricas reduciría este cociente a aproximadamente 1.000 gigajoules por hectárea por año. En contraste, David Pimentel y su equipo de la Universidad de Cornell calculan una productividad hidroeléctrica media de solamente 47 gigajoules por hectárea por año para los Estados Unidos, con un rango de 4,5 gigajoules por hectárea por año para los sistemas río abajo hasta unos 7.300 gigajoules/há/año para las represas en altura. (Estos últimos datos sugieren que las plantas hidroeléctricas que tienen un rendimiento menor que 100 gigajoules por hectárea por año –promedio típico del biocombustible– serían ecológicamente ineficientes, en particular si se considera que las represas en las tierras bajas tienden a inundar áreas de 10 alta productividad ecológica) . Todos estos datos indican que un cociente tierra/energía de una hectárea por cada 1.000 gigajoules con una capacidad generadora continua, no sería desacertada para los cálculos generales de la HE. (Nótese que esta metodología aún no toma en cuenta otros efectos ecológicos negativos como el impacto sobre las pesquerías). Estas áreas de Huella Ecológica estarían clasificadas dentro de la categoría de medio ambiente construido. Sin embargo, cuando el terreno que sirve de corredor está disponible para el pastoreo, hay que tener cuidado en evitar el doble conteo. 10 Vaclav Smil, General Energetics: Energy in the Biosphere and Civilization, NY: John Wiley, 1991. David Pimentel, «Achieving a Secure Energy Future: Environmental and Economic Consequences», Ecological Economics, Vol. 9 N° 3, p. 201-219, 1994. Michael Narodoslawsky y Christian Krotscheck, «The Sustainable Process Index Case Study: The Synthesis of Ethanol from Sugar Beet», Technische Universitat Graz, Austria: Institut für Verfahrenstechnik, 1993.

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Hasta ahora, no hemos incluido el consumo hidroeléctrico en nuestros cálculos de la HE. Sin embargo, una estimación preliminar para Canadá entrega el siguiente resultado: según el World Resources Institute, en 1991 Canadá produjo unos 1.111 petajoules (o 1.111 11 millones de gigajoules) por concepto de hidroelectricidad .Aun cociente tierra/energía de una hectárea por 1.000 gigajoules por año, se añadiría 0,04 hectáreas a la Huella Canadiense promedio por concepto de tierra inundada y líneas de transmisión12. Otras formas de energía renovable alcanzan rendimientos impresionantes. Análisis preliminares sugieren que la electricidad fotovoltaica a gran escala podría producir entre 100 y 1.000 gigajoules por hectárea por año. Estas estimaciones fueron confirmadas por la experiencia de una planta fotovoltaica de 2 hectáreas en los Alpes Suizos, que entregó en su primer año de operación aproximadamente 1.000 13 gigajoules de electricidad por hectárea a la red eléctrica . Otros ejemplos de energía renovable incluyen la generación eólica en los lugares más ventosos de Norteamérica, la cual puede alcanzar entre 250 y 500 gigajoules por hectárea por año. Si considerarnos que las huellas físicas de los molinos solamente ocupan dos por ciento del área de una granja eólica, permitiendo así otras funciones asociadas a la tierra, la productividad del molino llega a 12.500 a 25.000 gigajoules por hectárea por año. Recolectores solares de baja temperatura (para aplicaciones domésticas de agua caliente) bien diseñados pueden alcanzar entre 10.000 y 40.000 gigajoules por hectárea por año. Es importante reconocer no solamente que en muchas áreas el uso de fuentes de energía renovables, tales como celdas fotovoltaicas, molinos y recolectores solares de agua caliente, reducirían de una manera significativa los componentes asociados al uso de combustibles fósiles de nuestras HE actuales, pero también que estas fuentes de por sí no requieren ningún uso directo de tierra ecológicamente productiva. 11 Si no se indica de otra manera, todos los datos contenidos en este capítulo provienen del Informe bianual de Recursos Mundiales del World Resources Institute. (NY: Oxford University Press). 12 1.111.000.000 [Gigajulios por año] / 1.000 [Gigajulios por hectárea por año] / 27.000.000 [Canadienses] = 0.04 hectáreas por canadiense. 13 Los cálculos de Mathis Wackernagel y Yoshihiko Wada (basado sobre Hydrogen as an Energy Carrier: Technologies, Systems, Economy. Carl Jochen Winter y Joachim Nitsch. Berlín: (Springer Verlag, 1988) proponen una productividad fotovoltaica de 100 a 500 Gj/há/año. Michael Narodoslawsky, Christian Krotscheck y Jan Sage («The Sustainable Process Index (SPI): A Measure for Process Industries» Technische Universität Graz, Austria: Institut für Verfahrenstechnik, 1993) llegan a una productividad de 430 Gj/há/año. David Pimentel et al. (ver más arriba) enuncia 1.200 Gj/há/año para fotovoltaica. Todas las siguientes energías renovables estimadas provienen de estas fuentes así como de Vaclav Smil (ver más arriba).

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No incorporamos la energía nuclear en las evaluaciones actuales de la HE. Aparentemente la energía nuclear requiere poco espacio. De hecho, incluyendo el ciclo completo del combustible con la minería, el procesamiento de los minerales de uranio, el enriquecimiento del uranio, la producción de los elementos combustibles, el reprocesamiento del combustible usado y el almacenaje de los desechos radioactivos, y presumiendo que no hubiera accidentes, cada hectárea ocupada produce más de 50.000 gigajoules por año. En otras palabras, la productividad de las plantas energéticas nucleares, con buen funcionamiento, parecen superar la de la tecnología más eficiente del etanol, por una magnitud de dos o tres veces. Sin embargo, si consideramos el impacto de los accidentes –bioproductividad perdida y cierra concaminada– todo cambia. En el caso de Chernobyl, estimamos que la productividad energética disminuyó a unos 20 gigajoules por hectárea en los años inmediatamente posteriores al accidente. En cualquier caso, el quiebre de la confianza popular en la seguridad nuclear, el hecho de que el uso pacífico y las aplicaciones militares están entrelazados, y el problema aparentemente irresoluble de los desechos radioactivos –lo cual es una carga de irresponsabilidad con las generaciones futuras– sugiere que la energía nuclear no es hoy una opción energética viable. ii) Dando cuenta del medio ambiente construido. Se consideran las tierras asfaltadas, edificadas, seriamente erosionadas o en alguna forma degradadas, como «consumidas», ya que dejan de ser biológicamente productivas. Esto significa que la productividad biológica futura total ha sido reducida. A medida que aumente la demanda, será necesario mejorar tierras de calidad inferior en otro lugar para compensar esta productividad perdida14. Entonces un débito adicional se cobrará a la cuenta de tierra degradada por concepto de energía, materia y tiempo gastados para restaurar su productividad. (Los economistas generalmente pasan por alto el hecho de que la sustitución de capital construido y trabajo por capital natural deteriorado y sus funciones, conlleva un costo de oportunidad, bajo la forma de productividad económica reducida los gastos necesarios para ello ya no están disponibles para otras inversiones o consumo).

14 En efecto, ya estamos haciendo esto en el caso de la agricultura intensiva con alto uso de insumos. El rendimiento depende en mayor medida de la energía fósil y de los «subsidios» materiales que de la productividad natural restante de la Tierra.

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iii) Provisión de agua. En muchas regiones del mundo, el consumo de agua dulce para el uso humano compromete los otros posibles usos de esta agua o de la tierra requerida para «recolectarla». De manera adicional, se consume energía y materiales para el transporte del agua. Por lo tanto, dependiendo de la fuente de agua, el análisis de la HE debe tomar en cuenta el costo de oportunidad de la extracción de agua y los costos energéticos del transporte del agua. (La tierra adicional necesaria para compensar la productividad ecológica perdida en el origen podría aparecer, por ejemplo, en las cuentas agrícolas (tierra agrícola o pastizales). Las áreas recolectoras de agua deben ser incluidas, en la medida en que la recolección de agua pueda separarse de las otras funciones bioeconómicas del área recolectora (si no, resultaría un doble conteo). En las áreas más secas, estas áreas recolectoras pueden representar un área substancial. Por ejemplo, en Australia, por cada ciudadano aproximadamente entre 0,27 y 0,37 hectáreas de tierra están reservadas para la recolección de agua15. iv) Absorción de desechos. La capacidad de la naturaleza para absorber los desechos generados por los seres humanos, es finita. Sin embargo, flujos significativos de nutrientes y desechos orgánicos domésticos, distribuidos adecuadamente, pueden ser descompuestos y los subproductos, reciclados por ecosistemas locales, sin mucha sobrecarga para la HE. (Sólo las tierras requeridas para las plantas de tratamiento de aguas residuales, antes de que éstas sean descargadas, deben ser incluidas. El procesamiento final de los residuos por parte de la naturaleza ocurre en aguas o en tierras usadas y ya contabilizadas en la HE por otros motivos). Por otra parte, lo que no se puede degradar o asimilar se acumula localmente o es llevado por el agua o el aire para acumularse, en otra parte, en el mar o en las cadenas tróficas globales. Por su parte, la contaminación del suelo, del agua y del aire puede reducir la productividad o contaminar los productos de la naturaleza hasta el punto de llegar a ser inadecuados para el consumo humano. Cuando son significativas, estas pérdidas de tierra y productividad deben ser incluidas en la Huella Ecológica de la disposición de residuos. De manera similar, en la medida que el deterioro de la capa de ozono atmosférico eventualmente reduzca la productividad biológica (por medio del daño causado a los procesos de fotosíntesis, provocados por el aumento de los rayos UV), esta pérdida debe estar añadida al área de la HE. En nuestros ejemplos de la HE hasta ahora, no hemos tomado en cuenta la absorción de desechos ni el daño por contaminación, con la excepción de la significativa contribución del secuestro de Co2.

15 Barney Foran, CSIRO, Australia, Division of Wildlife & Ecology, personal communication. November 1994.

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v) Protegiendo la biodiversidad. La biodiversidad está amenazada por la pérdida irreversible y la fragmentación de las áreas silvestres en todos los continentes. Existe en la actualidad un debate sobre cuántas áreas silvestres sería necesario proteger y en qué configuración, de manera de asegurar una biodiversidad adecuada y la estabilidad ecológica global. El ecólogo Eugene Odum ha sugerido que debería preservarse un tercio de cada tipo ecosistémico a fin de asegurar la preservación de la biodiversidad. La Comisión Brundtland propuso, de manera aparentemente arbitraria, que debería dejarse de lado al menos un 12 por ciento de la superficie de suelos del planeta (o sea, aproximadamente 2 mil millones de hectáreas) para esta tarea. En realidad, tenemos poca idea de cuánto hábitat natural es necesario para la supervivencia de las otras especies, y menos aún para asegurar nuestra propia seguridad ecológica. ¿En qué medida pueden ecosistemas altamente explotados y modificados, como unos bosques con buen manejo, conservar la biodiversidad y proporcionar las funciones básicas de soporte vital? Como ya lo habíamos hecho notar, la categoría de suelos «h» se refiere a las aproximadamente 1,5 mil millones de hectáreas de ecosistemas boscosos, casi intocados, que sirven como sumidero substancial del carbono y que proporcionan 16 hábitat a la mayoría de las especies de la Tierra . Estas 1,5 mil millones de hectáreas corresponden a sólo un 9 por ciento del área de suelos de la Tierra, apenas un tercio de ello está bajo protección; dadas las incertidumbres actuales y la escala del peligro potencial, la prudencia ordinaria y el principio de precaución apoyan el argumento de que esta área debe mantenerse intacta por motivos de seguridad global.

La matriz uso de suelos-consumo Una vez definidas las principales categorías de consumo y de uso de suelos, se definen los vínculos entre cada categoría de consumo y sus demandas de suelos correspondientes, mediante el proceso del cálculo descrito anteriormente. Luego se agregan los datos en una matriz que vincula el consumo (filas) con los usos de suelos (columnas) (Tabla 3). Cada una de las celdas, con sus datos respectivos en la matriz, representa un ítem particular de consumo en términos de su área de suelos «apropiada» correspondiente.

16 World Resources Institute, World Resources, NY: Oxford University Press, 1992. Sandra Postel and John Ryan, «Reforming Forestry», en Worldwatch lnstitute, State of the World, NY: W.W. Norton, 1991.

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Las filas están divididas en las cinco categorías de consumo que hemos definido anteriormente: alimentación, alojamiento, transporte, bienes de consumo y servicios diversos. Observe que los datos para cada categoría reflejan no solamente el espacio directamente ocupado por los ítems individuales de consumo (donde sea relevante), sino también la tierra «consumida» para producir y mantenerlos. De hecho, se convierte así en un análisis de tipo «ciclo de vida» de las implicancias del consumo en términos de uso de suelos. Por ejemplo, la categoría «alojamiento» incluye los suelos donde se ubica la casa (incluso una parte proporcional de suelos urbanos ocupada por infraestructura), la tierra necesaria para la producción de madera destinada a la construcción de la casa (o alternativamente, el suelo en términos energéticos asociado a la producción de ladrillos) y el suelo en términos energéticos apropiado para su calefacción. Como lo hemos visto en la Tabla 1, las columnas de la matriz (letras A a F) representan cada una un tipo de uso de suelos. La columna A representa el equivalente de suelos en términos de uso de energía fósil para cada uno de los artículos del consumo, utilizando un cociente tierra/energía de una hectárea por 100 gigajoules por año. La columna B indica la cantidad de tierra construida y degradada. La columna C representa los huertos, o sea la tierra usada principalmente para la producción de verdura y fruta (usualmente, esta tierra tiene la productividad ecológica más alta). La columna D contiene otras tierras de cultivos, y la columna E corresponde a los pastizales destinados a la producción de lana, carne y productos lácteos. Finalmente, la columna F incluye la tierra destinada a proporcionar los productos forestales. La columna TOTAL muestra la «ocupación» agregada de suelos para cada categoría de consumo. Los datos de la Huella Ecológica en la Tabla 3 se basan en las productividades ecológicas promedio globales. Como lo vimos anteriormente, éstos proporcionan una aproximación razonable por varios motivos. Primero, se refleja la relación cada vez más difusa entre el consumo local y la producción global correspondiente. Muchas comunidades industriales urbanas dependen muy poco de la productividad ecológica local -los componentes de la mayoría de sus bienes de consumo suelen proceder de regiones lejanas del planeta. Segundo, el tener una unidad de medida ajustada globalmente facilita las comparaciones internacionales en términos de los impactos del consumo. Tercero, la contabilidad se hace más fácil sin que se distorsionen las cifras agregadas. Por lo tanto, si por alguna razón 150

quisiéramos comparar la HE de una población determinada, en base al cómputo de la productividad global promedio, con la HE que podría tener en base a la calidad de la tierra disponible localmente, sería necesario hacer ajustes de productividad para el área de tierra considerada. Por ejemplo, si la tierra agrícola en una región es dos veces más productiva que el promedio mundial, una hectárea de suelos a nivel local corresponde a su vez a dos hectáreas de la tierra promedio, y la HE basada en la productividad local disminuiría de acuerdo a ello. Por supuesto, la suma de todas las áreas de suelos ajustadas regionalmente sería el equivalente del área de tierra productiva disponible globalmente. Insistimos, el proceso de cálculo descrito es conceptualmente sencillo y fácil de llevar a cabo. Si bien un análisis de la HE se puede realizar, desde un principio, con datos detallados sobre las tendencias del consumo individual o de una comunidad, nosotros generalmente partimos con datos agregados (por ejemplo, nacionales o regionales y provinciales). Posteriormente se puede elaborar el análisis con datos más detallados sobre comunidades, regiones, o también tecnologías individuales específicas, como sea necesario o útil. La fuerza del análisis de la HE es su habilidad para comunicar sencilla y gráficamente la naturaleza general y la magnitud de la «conectividad» biofísica entre los seres humanos y la ecósfera. En un solo índice, la Huella Ecológica captura la esencia de las relaciones humanas con la naturaleza, en la forma en que se manifiestan a través del consumo. Como se explicó en el capítulo anterior, los cálculos de la HE son estáticos. Proporcionan una foto ecológica de las relaciones entre la economía y el uso de suelos en un momento determinado del tiempo. Sin embargo, es posible capturar tendencias históricas mediante la reconstrucción de la HE para una serie de tales momentos. Proporciona así un punto de partida para un análisis más detallado de determinadas áreas problemáticas o para la discusión sobre las implicancias, en un sentido amplio, de políticas tendientes a implementar el desarrollo sustentable. Se critica a veces incorrectamente el enfoque de la Huella Ecológica por no considerar los efectos de los avances tecnológicos. El argumento es que sería posible reducir la HE de una población si la tecnología fuera capaz de sustituir algunos recursos o si una mayor eficiencia nos permitiera disfrutar de estándares materiales equivalentes o más altos con menos recursos. Cualquiera de ambas mejoras tendría el potencial de reducir el consumo material agregado. De hecho, a veces se 151

argumenta que incrementos masivos en eficiencia podrían efectivamente «emancipar» el crecimiento del PIB per cápita de la naturaleza. (Existe una creciente literatura sobre «ecoeficiencia». Sin embargo, es necesario revisar el Cuadro 1 para analizar algunos de los efectos desmistificadores de las estrategias de eficiencia). Es cierto que el análisis de la HE no entrega un cuadro dinámico que dé cuenta de los cambios en las condiciones. Sin embargo, lejos de ignorar la tecnología, el análisis de la HE nos permite comparar las barreras y demandas ecológicas actuales que resultarían de la extensa implementación de mejoras tecnológicas determinadas. Por ejemplo, revelaría gráficamente los efectos de la capacidad de carga de un cambio significativo desde los combustibles fósiles hacia la energía solar. Y mediante el uso de una serie temporal, los análisis de la HE también pueden proporcionar un cuadro dinámico de las condiciones cambiantes. Así, al mostrar la estrecha dependencia de la economía en el capital natural /ingreso natural bajo cualquier condición, el análisis de la HE proporciona un incentivo para mejorar y estimar cuánto más allá tenemos que ir para alcanzar la sustentabilidad (la «brecha de la sustentabilidad»), así como una medida para monitorear el progreso de la economía hacia la reducción de la carga que impone sobre la naturaleza. Lo anterior se podría lograr mediante la emancipación o desacoplamiento tecnológico o el cambio de valores; ambas opciones tendrían como consecuencia una disminución en el consumo material. La Huella en Acción: Adaptando el Proceso del Cálculo a Aplicaciones Específicas. Después de la teoría viene la acción. Esta sección muestra cómo se aplica el concepto de la HE usando datos reales: derivamos una estimación detallada de la Huella Ecológica de un canadiense promedio y describimos en forma más breve 16 otras aplicaciones. Para no sobrecargar al lector con números y estadísticas, proporcionamos solamente los resultados resumidos de estas aplicaciones. Como el análisis de la HE puede aplicarse a distintas escalas (individuo, hogar, región, nación, mundo), la primera tarea es definir la población o economía cuya capacidad de carga apropiada queremos estimar. Tenemos que recordar, sin embargo, que los resultados básicos de la HE son los más interesantes y útiles en los análisis comparativos. Por ejemplo, podríamos querer contrastar la Huella Ecológica de una población determinada con el área de suelos que está realmente 152

Fig. 3: Calcular nuestra Huella Ecológica puede ser divertido. Con un calculador de bolsillo, unos cuantos libros de estadística tales como «Recursos Globales" estamos listos para calcular algunos ejemplos simples de la Huella.

disponible en la región, o con las Huellas Ecológicas hipotéticas que resultarían de cambios en su estilo de vida. La forma en que pretendamos usar el análisis afectará nuestros requisitos de datos. Empecemos. 1) ¿De qué tamaño es la Huella Ecológica del estadounidense medio? «Bueno, pero, ¿de qué tamaño son las Huellas de las personas?» Esta es una de las primeras cosas que pregunta la gente al ser introducida al concepto de HE. Como lo vimos en el Capítulo 1, la respuesta depende de factores tales como ingreso, valores personales, comportamiento y patrones de consumo, así como de las tecnologías usadas para producir los bienes de consumo. Existe, por lo tanto, una amplia variación en el tamaño de la huella, tanto entre países como entre individuos alrededor del mundo. Podemos ilustrar estos puntos mediante un resumen de los cálculos detallados que hemos realizados para determinar la Huella Ecológica de un canadiense promedio (Tabla 3) y contrastando el resultado con los de algunos países (Tabla 4). Obsérvese que mientras las tendencias de consumo de los EE.UU. son prácticamente parecidas a los totales per cápita obtenidos para los canadienses, sus Huellas Ecológicas medias son más grandes. 153

Recuadro 3: Algunos Ejemplos Traduciendo el consumo a áreas de suelo Ejemplo 1: el consumo de la energía fósil y los sumideros de carbono Pregunta: ¿Cuánta tierra ecológicamente productiva (por ejemplo, bosques sumideros del carbono) sería necesaria para secuestrar todo el C02 liberado por el consumo de energía fósil de un canadiense promedio) (Véase el «total» en la Columna A de la matriz de consumo-uso de suelos [Tabla 3]). El World Resource Institute informa que el consumo total de la energía comercial de Canadá fue de 8.779 petajoules (PJ o millón gigajoules) en 1991. De esta cantidad, 926 PJ fueron generados por energía nuclear y 1.111 PJ por represas hidroeléctricas. Así, el consumo de combustibles fósiles era de (8.779 – 926 – 1.111= 6.742. Por lo tanto, cada uno de los 27 millones de canadienses en 1991 consumió... 6.742.000 [GJ/año] = 250 [GJ/año] de combustible fósil 27.000.000 [Canadienses] Sin embargo, estadísticas Canadá entregan una cifra de 234 GJ per cápita por año. Como preferimos equivocarnos del lado prudente, usamos los datos de Estadísticas Canadá. Con un cuociente de conversión energía/tierra para combustibles fósiles de 100 GJ/há/año, la demanda de suelos por el canadiense medio es de... 2,34 [ha/cap.] para el secuestro de C02 liberado por este combustible fósil 234 [GJ/cap/año]

= 2,34 [ha/cap]

100[GJ/há/año]

PJ = petajoules GJ = gigajoules

/cap. = per cápita ha = hectáreas

t = toneladas (Continúa en Pág. siguiente)

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Ejemplo 2: área forestal usada para la producción de papel Pregunta: ¿Cuánta área de bosque está destinada a proporcionar la madera pulpable para producir el papel utilizado por el canadiense medio? (Véase las celdas «f1» (envases de alimentos), «f40» (embalajes), «f43» (material de lectura) y el componente «papel» de algunos de «f2» (papel para el hogar y la construcción) en la matriz de la Tabla 3). Cada canadiense consume anualmente 244 kilogramos de papel. En adición al papel reciclado que ingresa al proceso, la producción de cada tonelada métrica de papel en Canadá actualmente demanda 1,8 m3 de madera. Para el análisis de la HE, se estima una productividad promedio de 2,3 [m3/ha/año] para la madera. Así, el canadiense medio requiere de... 3

244 [kg/cap=año] x 1,8[m /t] 3

1000 [kg/t] x 2,3 [m /há/año]

=

0,19 [há/cápita] de bosque en producción continua para el papel

Ejemplo 3: El medio ambiente urbano Pregunta: ¿Qué parle del «medio ambiente construido» de la nación corresponde al canadiense medio? (incluyendo caminos, residencias, áreas comerciales e industriales, y parques véase «total» en la Columna «b», Tabla 3). El World Resource Institute informa que hay 5.500.500 hectáreas de tierra construida en Canadá. Así, los canadienses ocupan...

5.500.000 [há] = 0,20 [há/cápita] de tierra edificada 27.000.000 [canadienses]

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Tabla 3 La matriz de consumo - uso de suelos del canadiense medio (datos de 1991)

(Continúa en Pág. siguiente)

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(0,00 = menos de 0,005 (há) o 50 (m2); vacío = probablemente insignificante; ? = carece de datos) Abreviaciones: a)Energía = energía fósil consumida expresada por el área de tierra necesaria para secuestrar el CO2 correspondiente b)Degradada = tierra degradada o medio ambiente construido c)Huertos = huertos para la producción de verduras y fruta d)Cultivada = tierras de cultivo e)Pastizales = pastizales para la producción de lana, carne y productos lácteos f)Bosque = área forestal principal. Se asume un corte de madera promedio de 163 (m3/há), cada 70 años. Como hemos visto, estimar el área de suelos ecológicamente productiva y necesaria para producir los recursos naturales y los servicios usados por un canadiense promedio, involucra varios pasos: primero, recopilamos estadísticas anualizadas relativas a las cinco principales categorías de consumo y producción de desechos, luego dividimos los totales obtenidos para cada ítem en las distintas categorías por la población total, de manera de determinar niveles promedio para ambos conceptos. (El «consumo» incluye: el consumo directo de los hogares; el consumo indirecto, tal como la energía «incorporada» en los bienes de consumo, y el consumo de las empresas 157

y el gobierno, el que en última instancia beneficia a los hogares. Los servicios se refieren a educación, policía, administración o servicios de salud). Segundo, convertimos estos datos sobre el consumo promedio («carga ecológica») a sus áreas de suelos correspondientes, basándonos en la productividad ecológica de los tipos ecosistémicos relevantes. Luego, se obtiene la Huella Ecológica de un canadiense promedio, sumándose las demandas de suelos para las distintas categorías de consumo/desecho. Como esta área representa aquella porción de la productividad planetaria requerida para sostener a un individuo, la designamos a veces como el «planetoide personal» medio. Se resumen los resultados obtenidos en la matriz de consumo- uso de suelos (Tabla3). ¡Los canadienses parecen ser consumidores más bien extraordinarios! Por ejemplo, en promedio, cada canadiense come aproximadamente 3.450 kilocalorías de comida cada día, 1.125 de éstas bajo la forma de productos animales. Gran parte de estos alimentos son producidos por medio de una agricultura intensiva en uso energético y está altamente procesada antes de llegar a la mesa. Según el World Resources Institute, los asentamientos canadienses cubren unos 55.000 kilómetros cuadrados –0,2 ha per cápita– y han sido construidos mayoritariamente sobre tierra agrícola. En promedio, los canadienses manejan unos 18.000 kilómetros por año, usan aproximadamente 200 kilogramos de envoltorio, gastan cerca de $2.700 en bienes de consumo y unos $2.000 en servicios. El consumo material y energético en Canadá es usualmente cuatro a cinco veces más que el promedio mundial y, en la mayoría de las categorías, el consumo estadounidense promedio es aún más elevado (véase la Tabla 3.4).17 Cada año se necesitan aproximadamente 320 gigajoules de energía en el comercio para potenciar las actividades del estadounidense medio, incluyendo la energía incorporada en los bienes y servicios de consumo. Esto es equivalente a la energía contenida en 10 metros cúbicos de gasolina, y de hecho la mayor parte de esta energía proviene de fuentes fósiles. El World Resources institute informa que los estadounidenses usan 287 gigajoules y los canadienses 250 gigajoules de energía fósil per cápita por año18. (Canadá usa un mayor porcentaje de hidroelectricidad). La tabla 3 incluye solamente la parte de combustibles fósiles asociada al consumo de energía utilizada por el comercio. 17 Food and Agriculture Organization of the United Nations (FAO), FAO Yearbook: Production, Vol.43, Rome: FAO, 1990. World Resources Institute, World Resources: Data Base Diskette, Washington, D C: World Resources Institute, 1992. Statistics Canada data. 18 En vez de los 250 Gigajulios per cápita por año en Canadá, las Estadísticas Oficiales de Canadá afirman solamente 234. Para mantener conservadores los cálculos, se usa este último dato para estimar la Huella canadiense.

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Las estadísticas gubernamentales proporcionan un desglose del consumo energético por sector económico. Sin embargo, el uso directo de estas estadísticas para los cálculos de la Huella, puede distorsionar nuestra comprensión del consumo energético de los hogares, debido al contenido energético de los bienes transados en el comercio. La energía incorporada en las exportaciones no debe incluirse como consumo doméstico, mientras la de las importaciones sí debe serlo. Usando esta corrección se demuestra que Canadá, por ejemplo, es un exportador neto de emisiones Co2 incorporadas, y por lo tanto de energía incorporada.19 Las aplicaciones de la HE descritas acá están corregidas para los balances de exportaciones-importaciones, sólo en el caso de los productos primarios de los sectores forestal, agrícola y energético para uso comercial. Para todos los demás sectores, tales como las industrias de servicios y manufacturas, se asume un comercio ecológicamente balanceado: se asume que la energía y los recursos incorporados a los bienes exportados es igual a la de los bienes importados. Sin embargo, en un análisis más en profundidad, estaría totalmente corregido para cualquier desequilibrio ecológico generado por el comercio (la Huella de las importaciones menos la Huella de las exportaciones), en el caso que los datos lo permitan.

19 Ver Robert Smith, «Canadian Greenhouse Gas Emissions: An Input-Output Study» en Environmental Perspectives 1993: Studies and Statistics. Ottawa: Statistics Canada (Catalogye 11-528E Occasional)

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Tabla 4: Comparación del porcentaje de consumo promedio de los EE.UU. 17 Canadá, India y el mundo

La segunda etapa del análisis de la Huella Ecológica involucra la conversión del consumo a un área correspondiente de suelos para cada categoría de consumo. Esto requiere que conozcamos la productividad ecológica para cada categoría de uso de suelos. Usamos los datos de comercio y productividad recopilados por la Organización de Alimentación y Agricultura de las Naciones Unidas (FAO) para determinar la productividad global promedio de la tierra agrícola. La productividad y capacidad de carga de los pastizales fueron estimadas a partir de manuales agrícolas. Se tomó como dato, para la productividad forestal promedio, 2,3 metros cúbicos de fibra maderera utilizable por hectárea por año. Esto corresponde a la productividad promedio de los 20 Para Canadá, el promedio del bosque maduro contiene 163 m3/há de madera útil. Asumiendo una cosecha con un período de rotación de 70 años para bosques templados, esto resultaría en una productividad sobre los 2.3 m3/há/año / similar a la figura típica para el «Permiso de Tala Anual» en los bosque públicos. Los datos recogidos por Gregg y Scott Marland («Should We Store Carbon in Trees?» Water, Air and Soil Pollution, Vol .64, p. 181 -195,1992) propone una productividad promedio de madera aserrable en el mundo de 4.1 m3/há/año. Esto es calculado de productividades boreales de 2.3 m3/há/año (correspondientes al 33 por ciento del área Forestal global), 3.3 m3/há/año de bosques templados (25 porciento del área) y 6 m3/há/año para bosques tropicales (42 por ciento del área). No obstante, la cosecha de bosques tropicales es una especulación, así que la fiabilidad de la estimación global es cuestionable. Otra manera de calcular el promedio de la productividad de madera es a traves de los datos de acumulación de carbón. La revisión bibliográfica que realiza Yoshihoko Wada sugiere una cifra de (Continúa en Pág. siguiente)

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bosques templados canadienses , y se acerca a los 2 metros cúbicos por hectárea por año, usado por Amigos de la Tierra de Holanda, en su análisis de las restricciones impuestas por la capacidad de carga global21. Como lo hemos discutido anteriormente, tomamos como dato para el secuestro de CO2 generado por la quema de combustibles fósiles, un cociente tierra/energía de una hectárea por 100 gigajoules. (Hasta ahora no incluimos la demanda de suelos destinados a la absorción de otras formas de desecho y contaminación. Por ello, nuestros cálculos de la HE subestiman la demanda de suelos real del ciclo del consumo). Se proporcionan muestras de estimaciones del consumo de suelos por parte de los canadienses en el Cuadro 3. Como lo vimos anteriormente, las cifras en la Tabla 3 muestran las áreas de suelos requeridas para sostener el estilo de vida actual de un canadiense promedio. Así, si leemos la fila 43 «Libros/revistas» con la columna F-Bosque, vemos que se necesita 0,1 hectáreas de suelos forestales para producir sus materiales de lectura. Adicionalmente, el suelo asociado al uso de energía incorporada, vinculado a libros y revistas es de 0,06 hectárea. Esto significa que un promedio de 0,16 hectárea de tierra es requerida en forma continua para producir la fibra destinada al consumo de periódicos de cada canadiense. El rincón inferior derecho de la matriz muestra que la tierra total requerida por parte de los canadienses medios –la Huella Ecológica per cápita– es de 4,27 hectáreas, de los cuales 2,34 hectáreas son sólo por concepto de asimilación de dióxido de carbono. Como se muestra en la Tabla 4, la huella individual estadounidense es proporcionalmente mayor y alcanza unas 5,1 hectáreas.

absorción de 1.8t/há/año («Biophysical Productivity Data for Ecological Footprint Analisys», Vancouver: Report to the UBC Task Force on Healthy and Sustain able Communities, 1994). Esto corresponde sobre las 4 t/há/año de biomasa seca de la cual un máximo del 25 porciento debe ser madera comercializable. Con una densidad promedio de aproximadamente 0.5 t/m3, esto resultaría sobre los (4[t/há/año]x .25/ 0.5 [t/m3]=) 2m3/há/año. 21 María Buitenkamp, Henk Venner y Theo Wams, (editores), Action Plan Sustainable Netherlands, Amsterdam: Dutch Friends of the Earth, 1993. En este informe, proponen el concepto de Espacio Ambiental que es complementario a la Huella Ecológica (ver el cuadro 2.5).

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Fig. 4: La Huella Ecológica de un canadiense promedio se extiende sobre muchas categorías de suelos y mide más de cuatro hectáreas.

2) ¿De qué tamaño es la Huella regional de Vancouver? Con estos datos sobre la Huella per cápita, podemos estimar cuántas tierras adicionales se apropian los habitantes de las regiones industrializadas promedio para mantener sus destacados estándares materiales. Usaremos, como primer ejemplo, el Valle Inferior de Fraser, que se extiende hacia el Este, a unos 144 kms. de Vancouver, B.C. Esta región urbana-agrícola, ubicada entre la frontera de EE.UU. al sur y las montañas al norte, se extiende sobre aproximadamente unos 4.000 kilómetros cuadrados (400.000 hectáreas) de la planicie habitable del valle; allí viven cerca de 1.800.000 personas, con una densidad poblacional de 4,3 personas por hectárea. Asumiendo los patrones de consumo promedio canadienses, nuestras estimaciones de las demandas de suelo correspondientes muestran que la población regional tiene una Huella Ecológica de 73.000 kilómetros cuadrados (7.700.000 hectáreas). En otras palabras, la población de la Valle Inferior Fraser requiere un área 19 veces mayor que su territorio real para sostener el 162

estilo de consumo actual, incluyendo 23.000 kilómetros para la producción de alimentos, 11.000 kilómetros cuadrados para los productos forestales y 42.000 kilómetros cuadrados para adecuar su uso energético (Figura 5). Esta figura representa el «déficit ecológico» de la región con el resto del mundo.

Fig. 5: La Huella Ecológica de la sección inferior del Valle del Fraser. Los residentes de la zona más populosa y ecológicamente productiva de la Columbía Británica, la parte baja del Valle del Fraser (área punteada), que es «apropiada» a través del comercio y los flujos ecológicos naturales, corresponde a unas 19 veces el tamaño de su región de residencia (área achurada) sólo para satisfacer el consumo actual de alimentos, bosques, productos y combustibles fósiles.

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Los residentes de la región más poblada y productiva ecológicamente de la Columbia Británica, el Valle Inferior de Fraser (área punteada), «se apropian» a través del comercio y de flujos ecológicos naturales de la productividad, de un área 1.9 veces el tamaño de su propia región (área achurada) para satisfacer los niveles actuales de consumo de alimentos, bosques, productos y combustible fósil. Incluso si la tierra del Valle Inferior de Fraser fuera dos veces más productiva que la media global, la gente de la región aún requeriría un rendimiento ecológico nueve veces superior al de la tierra disponible localmente. De hecho, el análisis de nuestra colega, Yoskihiko Wada, sobre la productividad regional, muestra que la productividad agrícola está entre las más altas del Canadá y es más del doble que el promedio mundial. Sin embargo, la productividad forestal promedio, a lo largo de una región de Lower Mainland un poco más grande que la descrita, es casi igual al rendimiento promedio mundial. 3) Una comparación global de los tamaños de las Huellas ¿es posible que cada una de las personas que viven hoy en la Tierra puedan disfrutar del bienestar ecológico actual de un estadounidense? Mientras exista tierra ecológicamente productiva en la Tierra, el consumo local, que excede la producción local en cualquier región, puede sostenerse mediante la «importación» de la productividad residual de otras regiones. Por supuesto, cabe preguntarse precisamente cuánta ecoproductividad excedente hay en el planeta. Para contestar esta pregunta necesitamos saber primero, ¿cuánta tierra existe? El planeta Tierra tiene una superficie de 51 mil millones de hectáreas, de las cuales 13 mil cien millones de hectáreas corresponden a suelos no cubiertos por hielo o agua dulce. De éstas, un poco menos de 8 mil novecientos millones son ecológicamente productivas: tierra agrícola, pasturas permanentes, bosques y montes. De las 4 mil doscientos millones de hectáreas restantes, unas mil quinientas millones de hectáreas están ocupadas por los grandes desiertos (excluyendo la Antártica) y otros mil doscientos millones de hectáreas, por áreas mayormente semiáridas. Los mil quinientos millones de hectáreas restantes, incluyen praderas no usadas para el pastoreo, tierras baldías, así como 200 millones de hectáreas de zonas construidas y caminos (0,03 há/cápita). A primera vista, por lo tanto, 8 mil novecientos millones de hectáreas están potencialmente disponibles para la explotación humana. Sin embargo, de estas aproximadamente mil quinientos millones de 164

hectáreas corresponden a suelos vírgenes, que ojalá se mantengan en su estado casi prístino. De hecho, esta área mayoritariamente forestal, ya está completamente comprometida, ya que proporciona una variedad de servicios de soporte vital muy importantes y no debería explotarse para otros propósitos. Sirve, entre otras cosas, como reserva de biodiversidad, regulador de clima y almacén de carbono (talar este bosque implicaría la liberación neta de CO2). Esto significaría que solamente 7.400 millones de los 8.900 millones de hectáreas de los suelos ecológicamente productivos están realmente disponibles para otras formas más activas de 22 uso humano . Desde el comienzo de este siglo, el espacio ecológico disponible per cápita en la Tierra ha disminuido de 5 y 6 hectáreas a solamente 1,5 hectáreas. Mientras tanto, como el bienestar material ha incrementado, las Huellas Ecológicas de la gente en algunos de los países industrializados han aumentado a más de cuatro hectáreas (véase figura 1.5). Estas tendencias opuestas ilustran el conflicto fundamental que confronta a la humanidad y el desafío real de la sustentabilidad hoy día: las Huellas Ecológicas de los ciudadanos medios de los países ricos sobrepasan la porción de suelo que les corresponde, por un factor de dos a tres; así, si todos los habitantes de la Tierra disfrutaran los mismos estándares ecológicos de los estadounidenses, necesitaríamos por lo menos tres planetas Tierra para satisfacer la demanda material agregada, de acuerdo a la tecnología actual. Mientras esto puede parecer un resultado asombroso, los supuestos subyacentes de nuestros cálculos y la evidencia empírica sugieren que las áreas de Huella Ecológica obtenidas están considerablemente subestimadas. Dicho de otra manera, después de todo, existen límites biofísicos reales al crecimiento material. Ni la población mundial actual de 5 mil ochocientos millones de personas –y menos los 10 mil millones esperados de personas para el año 2040– pueden aspirar al bienestar material de un estadounidense sin destruir la ecósfera y precipitar su propio fin. La Tierra tiene una superficie de 51 mil millones de hectáreas, de los cuales 14.500 millones son tierra. No obstante, sólo 8 mil novecientos millones de hectáreas de tierra son ecológicamente productivas. Las restantes 5 mil seiscientos millones de hectáreas son

22 Otra vez reconocemos el implacable tono antropocéntrico de esta discusión. Esto no es porque descontemos los derechos y valores intrínsecos de otras especies. Se reconoce simplemente la realidad ecológica de que la humanidad es ya la especie dominante en todos los ecosistemas del mundo, y se reconoce que, en la actualidad, la economía narcisista domina las actitudes humanas.

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Fig. 6: ¿Cuánta tierra puede realizar funciones vitales para la humanidad? La tierra tiene una superficie de 51 billones de hectáreas, de las cuales 14,5 billones corresponden a tierra. Sin Embargo, solamente 8,9 billones de hectáreas de esta tierra son suelos ecológicamente productivos. El remanente De 5,6 billones de hectáreas son marginales o improductivas para uso humano; y 1,4 billones están cubiertas de hielo.

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marginales o improductivas para el uso humano, de las cuales 1.400 millones están cubiertas de hielo. Estos descubrimientos llevan a otra pregunta: ¿cuál es la demanda agregada actual de la gente sobre la ecósfera? Una estimación aproximada basada en las cuatro principales demandas humanas muestra que la apropiación actual de los recursos y servicios naturales ya sobrepasa la capacidad de carga de la Tierra en el largo plazo. La agricultura ocupa unos mil quinientos millones de hectáreas de tierra agrícola y unos 3 mil trescientos millones de hectáreas de pastizales. La producción sustentable de la cosecha actual de madera (incluyendo leña) requiere un área forestal productiva de mil setecientos millones de hectáreas. Para secuestrar el Co2 excedente liberado por la combustión de los combustibles fósiles, sería necesario dejar sin explotar otros 3 mil millones de hectáreas de tierras, destinadas a servir de sumidero de carbono. Sumando, llegamos a una demanda de 9 mil quinientos millones de hectáreas, que contrasta con los 7 mil cuatrocientos millones de hectáreas de tierra ecológicamente productiva realmente disponible para tales motivos. En otras palabras, estas cuatro funciones por sí mismas exceden la capacidad de carga disponible en casi un 30 por ciento. (Incluso, incluyendo los 8 mil novecientos millones de hectáreas 23 de tierra ecológicamente activa, aún sería superior en un 10 por ciento). Estas extrapolaciones sencillas de la Huella son en sí mismas suficientes

Fig. 7: La Huella Ecológica de la humanidad es casi 30 por ciento más grande que lo que la naturaleza puede sostener a largo plazo. En otras palabras, el consumo actual ya excede el ingreso natural en 30 por ciento, y depende parcialmente del consumo del capital (riqueza) natural. La lujosa fiesta de los ricos de hoy, significa una abultada cuenta para todos en el futuro. 23 Basándose en que algunas de las funciones de las reservas de tierras sin explotar sugeridas podrían estar asumidas por la biodiversidad de bosques sumideros de carbono.

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para sugerir que no se pueden sostener los niveles actuales de transflujo de materia en la economía global. A la inversa de lo que pasa con regiones individuales, la deuda ecológica global no puede financiarse a través del comercio; depende más bien de la destrucción de los stocks de capital natural existentes. (en años recientes muchos de nosotros hemos concluido lo mismo sólo a partir de la lectura de los periódicos). ¿Cómo podemos interpretar los objetivos actuales del desarrollo internacional a la luz de estos descubrimientos? La principal meta que fue acordada es la de elevar el nivel de vida del mundo en desarrollo hasta alcanzar los estándares actuales del mundo industrializado. La Comisión Brundtland, por ejemplo, argumentó a favor de «un crecimiento económico más rápido tanto en los países industrializados como en las naciones en desarrollo», y sugirió que «se puede anticipar un aumento de cinco a diez veces de la producción industrial mundial, junto con una estabilización de la población mundial en algún momento durante el siglo XXI». Vamos a examinar esta perspectiva usando el análisis de la Huella Ecológica. Si la población mundial actual requiere al menos unos 9 mil seiscientos millones de hectáreas para sostener sus actividades, un aumento de cinco a diez veces correspondería a una demanda total de tierra productiva de 48 a 96 mil millones de hectáreas (con la tecnología actual). Así, para adecuar sustentablemente el incremento anticipado tanto de la población como de la producción económica durante las próximas cuatro décadas, necesitaremos de seis a doce planetas adicionales. Si continuamos insistiendo en el crecimiento económico como el principal instrumento de política social a nuestra disposición, la única alternativa sería desarrollar tecnologías que puedan proporcionar los mismos niveles de servicios con seis a doce veces menos energía y material. Esto es, sin duda, una tarea desalentadora considerando que el consumo energético de los hogares medios en los países industrializados sigue aumentando. Una cosa es cierta, sin embargo: ¡no podemos sostener el desarrollo en planetas fantasmas! 4) Tomando la Huella de Gran Bretaña Pregunta: «¿Qué es 120 veces más grande que el tamaño de Londres? Respuesta: el área de suelos o huella ecológica requerida para abastecer las necesidades ambientales de Londres.» Así empieza el Resumen Ejecutivo de un estudio detallado, completado a principios de 1995 por el Instituto Internacional para el Medio Ambiente y el Desarrollo (IIED) para el Departamento de Medio Ambiente y 168

24

Desarrollo del Gran Bretaña . Este informe resume el uso del concepto de la huella ecológica en Gran Bretaña hasta el momento, y explora su contribución potencial al desarrollo de políticas oficiales y a la acción de las organizaciones no gubernamentales. Los objetivos específicos eran desarrollar un contexto para Gran Bretaña, de manera de generar un debate en torno a la Huella «mediante estudios de casos de algunas de las huellas ecológicas generadas por el consumo y la producción en Gran Bretaña y los patrones de comercio e inversiones con el exterior»; y «para explorar cómo comunicar esta información al público, de manera que los ciudadanos puedan tomar acciones positivas, que alivien y reduzcan las huellas de Bretaña y promuevan un desarrollo más sustentable en los países en desarrollo más pobres y vulnerables» (página 7, énfasis original). El informe del IIED destaca que en los últimos 200 años la preocupación sobre los impactos a distancia del estilo de vida de los británicos siempre ha estado presente. Debido a su posición de principal poder imperial durante la revolución industrial, «Inglaterra hizo uso de los recursos de todos los rincones del planeta, a un nivel sin precedentes históricos». Así, al principio del siglo XIX, el viajero de la novela Letters from England, de Robert Southey, destacó que «todas las partes del mundo están saqueadas para la mesa del inglés;» de manera parecida, en tiempos modernos, George Orwell escribió en El Camino hacia el Muelle Wigan, su clásico de la era de la depresión, que «para que Inglaterra pueda vivir en un confort relativo, cientos de millones de indios tienen que vivir al borde de la hambruna una situación maldita pero que uno consiente cada vez que sube en un taxi o come un plato de frutillas con crema» (página 9). Si bien hace mucho que la era colonial se ha acabado, el análisis del IIED muestra que la «situación maldita» que caracteriza las relaciones ecológicas entre los países de distintos estatus económicos sigue tan intrincada como siempre. Se han desarrollado varios estudios de casos que revelan el alcance de la dependencia de Gran Bretaña de la supuesta capacidad excedente de otros países. Por ejemplo, con sus 10 kgs per cápita de consumo anual de plátanos, la población de Gran Bretaña, de 58 millones de personas, consume 580.000 toneladas de esta fruta tropical por año. Suponiendo un rendimiento promedio de 12 toneladas/hectárea para esta fruta, entonces la Huella «base» de Gran

24 International Institute for Environment & Development, Citizen Action to Lighten Britain's Ecological Footprints, London: International Institute for Environment & Development, 1995.

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Bretaña relativa al plátano es de casi 48.300 hectáreas (página 49). Esto es equivalente a dos por ciento de los bosques y plantaciones en Inglaterra. De igual manera, se estima que el consumo inglés anual de 1.160.000 toneladas de algodón crudo supone 892.300 hectáreas de «tierras de un rendimiento promedio alto (1.300 toneladas/há), o sea 1.450.000 hectáreas de tierra africana para el cultivo del algodón (800 toneladas/há)». Esta última cifra es equivalente a un 22 por ciento de la tierra agrícola en el mismo Gran Bretaña (página 64). La huella ecológica de las importaciones de productos forestales de Gran Bretaña es quizás el caso más claro de ello. Este análisis recopiló las cifras de volúmenes de diferentes categorías de importaciones de productos madereros, las convirtió a equivalentes en madera y estimó las cantidades provenientes de diferentes países y por tipo de plantaciones, con el objetivo de evaluar el impacto base de este país sobre los bosques mundiales. Los resultados muestran que 6 mil cuatrocientos millones de hectáreas de suelos de uso forestal en el mundo, son ocupadas en forma «casi permanente», y que adicionalmente unas 67.000 hectáreas son deforestadas cada año para proporcionar productos madereros a Gran Bretaña (75 por ciento de lo anterior en países en desarrollo). La Huella de la totalidad de los productos forestales de Gran Bretaña es tres veces el área del bosque productivo del propio país ¡en otras palabras, sólo un cuarto del bosque productivo del que depende el país se encuentra realmente en Gran Bretaña! Usando el criterio de producción sustentable, el IIED estima que el consumo per cápita de productos madereros de Gran Bretaña es un 66 por ciento más alto que el promedio global «permisible» (o sea, la proporción ecológicamente justa) (páginas 82-83). Aunque estos datos son impresionantes, el IIED enfatiza (como también lo hacemos en nuestros análisis) que los resultados de los casos bases son probablemente subestimaciones considerables de las verdaderas huellas del consumo inglés. Por ejemplo, «si uno fuera a incluir un área forestal que sirve para proporcionar a Gran Bretaña de otros bienes y servicios adicionales a los productos madereros -el secuestro de carbono para balancear la quema de combustibles fósiles de la propia Gran Bretaña, el almacenamiento de carbono, la seguridad con respecto a la biodiversidad, etc., evidentemente se demostraría que Gran Bretaña depende de un área forestal exterior tres veces mayor que su propia área de bosques». Si se agregaran los bosques degradados por la contaminación originada en Gran Bretaña, la huella sería aún más grande 170

«Por ejemplo, 20 por ciento de los bosques noruegos se están muriendo por efecto de la contaminación, y muchos de los contaminantes provienen de Gran Bretaña.» (página 85). Así, una de las principales ventajas del estudio del IIED es su énfasis en que los cálculos bases de las huellas (las áreas de tierra apropiadas para la producción de materias primas) no toman en cuenta los múltiples efectos directos e indirectos, tales como «impactos medioambientales y sociales más amplios, como la producción de desechos, la contaminación y los daños a la salud, los cuales son los aspectos más interesantes de los impactos (de la producción de bananas) sobre el medio ambiente» (página 50). Esto es visto como un aporte significativo al debate de la huella: «Es importante examinar el agotamiento tanto de las capacidades humanas como medioambientales para el desarrollo sustentable: el enfoque «ecológico» del término huella obscurece el hecho de que el impacto de Gran Bretaña en el exterior puede tanto corroer las formas de sustento de la población afectada como degradar los ecosistemas naturales» (página 33). De acuerdo con esto, en Gran Bretaña «el concepto de huella ya está siendo usado como un término amplio para describir la gama entera de los impactos generados por las políticas, el consumo, la producción y la inversión de un país sobre la capacidad de otros países de lograr el desarrollo sustentable» (página 30). Concordamos de todo corazón con este enfoque. Para nosotros, impulsar el concepto de la huella ecológica tiene como meta criticar el paradigma actual de desarrollo y que se extienda el debate sobre el desarrollo internacional, desde su orientación actual de crecimiento del PIB hacia la realidad ecológica. Ya que un avance real está ocurriendo en esta dirección, es gratificante que haya usuarios fortalecidos para argumentar más allá de la ecología hacia un enfoque de sustentabilidad aún más holístico. 5) Ejemplos europeos: Las Huellas Ecológicas de los Países Bajos y la Región de Trier en Alemania. Vamos a comparar el Valle Inferior de Fraser en Canadá (ejemplo 2) con algunas regiones europeas. Con un área de 34.000 kilómetros cuadrados y una población de 15 millones, la densidad poblacional de los Países Bajos es de 4,4 personas por hectárea. Es casi la misma densidad del Valle Inferior de Fraser. Si bien el holandés medio consume menos recursos que el canadiense medio, Holanda usa una cantidad de tierra más de 15 veces mayor que la que yace dentro de las fronteras políticas 171

del mismo país: los holandeses usan aproximadamente 5.400 kilómetros cuadrados de zona construida, 100.000 kilómetros cuadrados para la producción de alimentos para el consumo doméstico, 70.000 kilómetros cuadrados para productos forestales, y necesitaría 320.000 kilómetros cuadrados para la absorción de CO2 (véase Recuadro 4). Así, los datos del gobierno holandés sugieren que sólo para forraje (incluyendo lo usado para producir productos alimenticios de exportación), los Países Bajos requieren de 100.000 a 140.000 kilómetros cuadrados de tierra cultivable, gran parte de la cual pertenece al Tercer Mundo. Esto es cinco 25 a siete veces más que el área de tierra agrícola del país entero . Estas estimaciones sugieren que el déficit ecológico de los holandeses es un poco más pequeño pero del mismo orden de magnitud que el de los residentes del Valle Inferior de Fraser. Incluso regiones relativamente rurales en los países ricos europeos tienen déficits significativos. La región deTrier en Alemania tiene una densidad de población de solamente una persona por hectárea. Sin

Fig. 8: Para su uso en urbanización, alimentos, productos forestales y combustibles fósiles, los holandeses usan las funciones ecológicas de un área de suelos 15 veces más grande que su propio territorio.

25 National lnstitute for Public Health and Environmental Protection (RIVM). National Environmental Outlook 2, 1990-2010, Bilthoven, Netherlands: RIVM,1992.

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embargo, el estudiante de geografía Ingo Neumann, de la Universidad de Trier, ha estimado una demanda per cápita de tierra de más de tres hectáreas y una Huella Ecológica regional tres veces más grande que la disponibilidad local de suelos. En resumen, los grandes déficit ecológicos son la regla para las regiones y países industrializados. La prosperidad material de la mayoría de las regiones industrializadas depende fuertemente de su ecoproductividad extraterritorial. Recuadro 4: 26

Evaluando la Huella de los Países Bajos

Para no complicar las cosas, consideramos solamente cuatro categorías importantes dentro del consumo doméstico: tierra construida, alimentos, productos forestales y energía fósil. Esto evita cualquier doble conteo significativo, pero es suficiente para ilustrar la fuerza del análisis de la Huella Ecológica. DATOS BÁSICOS (Países Bajos): 1991 población: 15.050.000: área de suelos: 33.920 kilómetros cuadrados. Tierra construida: 538.000 hectáreas. Consumo energético comercial en 1991: 3.197 PJ - 36 PJ de fuentes de combustibles no fósiles (mayormente energía nuclear). Por lo tanto, para este cálculo, (3197 - 36)(PJ)/15 millones de holandeses)= 210 GJ/cap./año es usado para representar el consumo de combustibles fósiles. CÁLCULOS: Bosque: asumiendo un consumo de 1,1 m3/cap./año y una productividad forestal de 2,3 m3/há/año, este consumo corresponde a (l,l(m3/cap./año) / 2,3 (m3 há/año)) = 0,47 (há/cap) de terreno forestal. (Continúa en Pág. siguiente)

26 Cifras basadas en los dalos del World Resources Institute y en la información mencionada anteriormente del Plan Holandés de Acción Sustenlable. Por favor nótese que en este ejemplo las áreas de tierra ecológicamente productivas (Columna a) no están ajustadas en función de la productividad. Se asume el promedio de productividad mundial. Esto no debilita el argumento: aunque si la productividad local fuera doble de la mundial (lo cual es improbable), el déficit sería significativamente mayor que las áreas de tierra disponible, con la única excepción de Australia y Canadá.

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Combustibles fósiles: 210(GJ/cap/año) corresponde a (210 (GJ/cap/año) / 100 (GJ/há/año) = 2,10 (há/cap). RESULTADOS: alimentos: tierra agrícola 0,45 (há/cap) pastizales: 0,26 (há/cap) 3 bosque: 1,1 (m /cap/año) corresponde a 0,47 (há/cap) combustibles fósiles: 210 (GJ/cap/año) corresponde a 2,10 (há/cap) tierra degradada: (pueblos y caminos): (538.000 (há)/15.000.000 (holandeses) 0,04 (há/cap) Huella Individual Total: 3,32 (há/cap.) La Huella Ecológica agregada holandesa es de: 2 (15.000.000 [holandeses] x 3,32 [há/cap] x 0,01 [há/km ]=) 498.000 kilómetros cuadrados. Esto es casi 15 veces más grande que el territorio holandés de 33.920 kilómetros cuadrados. 6) Un análisis regional desde Australia Un equipo liderado por el Profesor Rod Simpson de la Universidad de Griffith en Brisbane, ha estado trabajando la Huella Ecológica para la 27 región Sur-Este de Queensland (SEQ), en Australia . El SEQ contiene seis de las áreas con gobiernos locales de más rápido crecimiento en Australia, con tasas de crecimiento que exceden el 4,5 por ciento por año. La población en 1991 era de 1,85 millones, y se espera que alcance aproximadamente a tres millones el año 2010. El área total del SEQ es de 2,22 millones de hectáreas (5,50 millones acres), de las cuales 827.000 hectáreas (2,04 millones de acres) se encuentran bajo uso agrícola. Siguiendo los procesos de cálculo descritos en este libro, y usando los datos regionales de Australia, de Queensland, y del SEQ según estén disponibles, el equipo de Simpson ha estimado la Huella Ecológica per

27 Rod Simpson, Katherine Gasche y Shannon Rutherford, Estimating the Ecological Footprint of the South-East Queensland Region of Australia (draft report). Brisbane: Faculty of Environmental Studies, Griffith University, 1995.

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cápita del residente medio del SEQ en unas 3,74 hectáreas. El uso de los datos de productividad para Australia probablemente produzca una estimación de la HE más pequeña que si los cálculos se hubieran basado en los promedios mundiales, como en nuestra Tabla 3. Aun así, emergen algunas diferencias significativas entre los patrones de consumo canadienses y del SEQ. Por ejemplo, los australianos –por lo menos en el SEQ– aparentemente usan dos veces más energía fósil en el transporte de bienes que los canadienses, pero consumen considerablemente menos madera en la construcción de casas, y menos energía operacional en la calefacción de sus hogares. Estos contrastes son, como se espera, producto de las diferencias climáticas y geográficas entre los dos estudios de casos y muestran el potencial del análisis de la HE «en identificar diferencias importantes entre regiones.» Los datos de Simpson muestran que la HE total para el SEQ es aproximadamente de 6,91 millones de hectáreas (17,1 millones de acres). Así, la población humana regional sobrepasa su capacidad de carga por un factor de 3:1. Sin embargo, si extrapolamos los datos regionales de Simpson et al. para el país entero, parece que Australia posee lo que podría ser la más grande capacidad de carga excedente entre los países ricos (véase Cuadro 5). Como es el caso para Canadá, sin embargo, la mayoría de este exceso aparente está sin duda ya incorporado en las Huellas de otros países. 7) ¿ Qué significa la dependencia ecológica en términos de comercio? La gente del Valle Inferior de Fraser de Canadá tiene una Huella Ecológica de 19 veces el tamaño de su región de origen; los holandeses «consumen» un área de suelos 15 veces más grande que su país; con una Huella estimada de 2,5 hectáreas para un japonés medio, la Huella de Japón sería más que ocho veces el tamaño del suelo base productivo de ese país, en forma de isla. Parece que la Huella de muchas regiones y países industrializados es aproximadamente un orden de magnitud más grande que sus territorios políticos (Cuadro 3.5). Esta relación cuasiparasitaria entre estas economías avanzadas y el resto del mundo, revelada mediante el análisis de la HE, es una consecuencia previsible de la ley de entropía (véase Cuadro 2.4). Todas estas economías, basadas en el uso intensivo de energía y materiales, dependen de la «essergía» importada del exterior para lograr su integridad interna.

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Recuadro 5: 28

Los déficit ecológicos de los países industrializados

asumiendo huella de 2 há

Países con huellas de 2-3 há

Países con huellas de 3-4 há

asumiendo huella de 3 há

(Continúa en Pág. siguiente)

28 Las medidas de la Huella son deducidas de estudios de Ingo Neumann de Trier University, Alemania; Dieter Zürcher de Enfras Consulting, Suiza; Rod Simpson, Katherine Gasche y Shannon Rutherford de Griffth University, Austria; y nuestro propio analisis usando los datos del World Resources Institute, 1992

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Asumiendo una huella de 3,74 há.

Países con huellas de 4-5 há

Asumiendo una huella de 4,3 há (Canadá) o 5,1 (EE.UU.)

Esta tabla muestra que la mayoría de los países industrializados incurre en un déficit ecológico significativo. Las dos últimas columnas representan estimaciones bajas de estos déficits per cápita. Si su tierra fuera dos veces más productiva que el promedio mundial, los países europeos aun tendrían un déficit más de tres veces superior al ingreso interno natural. Canadá y Australia están entre los pocos países desarrollados con un consumo interno menor que su ingreso natural. Sin embargo, las exportaciones de productos agrícolas, forestales, energéticos, etc. de estos países, están agotando sus stocks de capital natural. En resumen, los excedentes aparentes de energía en estos países están siendo incorporados por el comercio dentro de las Huellas Ecológicas de otros países «avanzados». 177

Significativamente, se citan a éstas y otras regiones industrialmente avanzadas como casos de éxito económico. Cada una hace alarde de balances positivos en cuenta corriente y comercio, medidos en términos monetarios, y sus poblaciones están entre las más prósperas del mundo. En contraste, nuestro análisis ecológico de los flujos físicos muestra que estas mismas áreas están acumulando déficits ecológicos masivos no contabilizados con el resto del planeta. Esto plantea preguntas difíciles con respecto al desarrollo en un mundo que considera dichos países como modelos y cuya estrategia principal para la sustentabilidad es el crecimiento económico. ¡No podemos financiar la sustentabilidad global con un déficit ecológico; no todos los países o regiones pueden ser importadores netos con respecto a su capacidad de carga! Este hecho tiene implicancias profundas para los modelos convencionales de desarrollo. Las evaluaciones de la Huella Ecológica deben capacitar a los tomadores de decisiones políticas para comprender mejor los límites a largo plazo que tienen que enfrentar las economías nacionales e internacionales, a medida que vayan aumentando las poblaciones y el consumo per cápita. Por ejemplo, el análisis de la Huella Ecológica Recuadro 6: Calculando la Huella de la India29 DATOS: En 1994, la India tenía una población de 910.000.000 de personas y un área de suelos de 297.319.000 hectáreas. Aproximadamente 250.000.000 de hectáreas son productivas. Los indios consumieron 4.900 PJ de combustibles fósiles en 1991, y 2.824 PJ de combustible tradicional (mayormente leña). Por lo tanto, el consumo de combustibles fósiles es aproximadamente de 5 GJ/cap./año, lo cual corresponde a aproximadamente 0,05 há/cap. La producción de alimentos estuvo cerca de la autosuficiencia (por lo menos en términos económicos). Hay 180.000.000 de hectáreas del pastizales y tierra agrícola. Las importaciones añaden 1.000.000 de hectáreas adicionales (calculadas mediante la división de los productos transados por sus productividades ecológicas respectivas: 334.000 [toneladas métricas de cereales] / 2.5 [ t/há/año] + 376.000 (Continúa en Pág. siguiente)

29 Datos provenientes del World Resources Instituto.

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[t. de aceite] /1,0 [t/há/año] + 583.000 [t. de legumbres] / 0,8 [t/há/año]). Luego, el área de suelos per cápita para el alimento es de 0,2 hectáreas. Sector forestal: En 1991, el consumo de madera en la India era 3 3 cerca de 281.045.000 m , o aproximadamente 0,31 m /cap./año. 3 Suponiendo una productividad forestal sustentable de 2,3 m /há/año, el área de suelos requerida per cápita es de 0,13 hectáreas, o un total de 118 millones de hectáreas. La India sólo tiene 66,7 millones de hectáreas de bosque y plantaciones Resultado: Alimento: Bosque: Combustible fósil:

0,20 [há/cap.] 0,13 [há/cap.] 0,05 [há/cap.]

Huella:

0,38 [há/cap.]

La huella estimada per cápita de la India es de 0,38 hectáreas. Sin embargo, según la distribución del consumo calculada por el Instituto Indira Gandhi, la Huella de una persona media, en el 50 por ciento más pobre entre los que perciben ingresos, sería aproximadamente la mitad del promedio nacional o cerca de 0,2 hectáreas por persona. La Huella Ecológica nacional de la India es (910.000.000 [indios] x 0,38 [há/cap.]), o sea, aproximadamente 346.000.000 hectáreas, comparado a las 250.000.000 hectáreas de tierra productiva disponibles ¿De dónde provienen las 96.000.000 hectáreas que fallan? Algunas son «importadas»: 1.000.000 hectáreas en la forma de alimento y cerca de 15.000.000 hectáreas de la capacidad de absorción de Co2 Las 80.000.000 hectáreas restantes corresponden a otras importaciones y a la merma de recursos internos de capital natural, particularmente de la cobertura boscosa. En otras palabras, si la India requiere una producción sustentable de 346.000.000 hectáreas de tierra (= ingreso natural requerido), entonces se estima en 96.000.000 hectáreas el tamaño del déficit ecológico internacional y doméstico de la India.30 Debemos enfatizar en este punto que las pequeñas Huellas Ecológicas no implican necesariamente una baja calidad de vida. De hecho, Kerala, un estado al Sur de la India, tiene un ingreso per cápita de aproximadamente un dolar por día (menos de 1/60 de los ingresos (Continúa en Pág. siguiente)

30 Si la productividad ecológica es mayor que la asumida, entonces este déficit sería algo menor.

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de un estadounidense). Sin embargo, la expectativa de vida, la mortalidad infantil, y las lasas de alfabetización son parecidas a las de los países industrializados. La gente de Kerala disfruta de un buen servicio de salud y de sistemas educacionales, una democracia vibrante y un tamaño estable de la población. Parece que este excepcional estándar de vida está basado más en el capital social acumulado que en el capital manufacturado. El mundo tiene mucho 31 que aprender de la gente de Kerala. PJ = petajoules GJ = gigajoules /cap. = per cápita T = toneladas métricas (1000 kg) año = año há = hectárea puede estimar el balance comercial en términos de la capacidad de carga, que se incorpora en los flujos de material y energía asociados a los bienes comerciales y a los ciclos biogeoquímicos. Esto puede revelar los costos y beneficios del comercio, incluso las fuentes potenciales de conflictos interregionales a largo plazo, frente al cual el análisis monetario convencional está ciego. Comparando la capacidad productiva propia de una región con su demanda real de capacidad de carga, revela una «brecha de sustentabilidad», que se está colmando en la actualidad por intermedio de importaciones potencialmente insustentables o el agotamiento del capital natural local. Una comprensión de esa realidad plantea la cuestión de la relación entre la seguridad ecológica y la estabilidad geopolítica y debe forzar a una reconsideración del papel del comercio. Los déficits ecológicos de los países «ricos» pueden llegar a ser una preocupación creciente para aquellos participantes en la economía global (típicamente los países de bajos ingresos con amplios sectores de recursos) cuyos excedentes están siendo apropiados. Son las reglas actuales del comercio las que exacerban las «pérdidas» ecológicas de esos países. Sin embargo, un comercio que va acompañado de un desequilibrio ecológico, también puede llegar a ser un problema para aquellas economías «avanzadas» que han llegado a ser dependientes de la capacidad de carga de otros ¿Cuan seguros son los excedentes ecológicos de los cuales dependen las regiones desarrolladas? ¿Y qué significa esta dependencia en términos de la intensificación 31 William M. Alexander, «Humans Sharing the Bounty of the Earth: Hopeful Lessons from Kerala», artículo preparado para el International Congress on Kerala Studies in Thiruvanalhapurum, Kerala, 1994.

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de potenciales conflictos en torno a los recursos locales y globales? ¿Qué tipos de nuevos acuerdos internacionales serán necesarios para formalizar relaciones estables entre regiones interdependientes? E igualmente importante, ¿cómo podemos proteger las funciones de soporte vital de nuestra fuente común, de la que todos dependemos, frente a la creciente demanda global, cuando cualquier país puede apropiarse de ello, libremente hasta el exceso? En un mundo que se reduce, la dependencia interregional es una fuerza potencialmente estabilizadora; en las circunstancias actuales es más probable que sea 32 una fuerza desestabilizadora . Tales consideraciones desafían los modelos convencionales de desarrollo económico, impulsados por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización Mundial del Comercio (OMC, anteriormente el GATT), y el Instituto para el Desarrollo Internacional de Harvard, por la simple razón que no hay bastante capital biofísico para sostener los mitos prevalecientes del desarrollo. Expresando el punto de vista de la corriente principal, Michael Roemer, del Instituto de Harvard, escribe que «el crecimiento económico es el único mecanismo a través del que el bienestar de los pobres se puede mejorar de una manera sustentable» {The Economist, 4 Junio 1994, p. 6). Sin embargo, dejando de lado por el momento el supuesto de que el bienestar es igual al crecimiento del P1B, esta perspectiva ignora el hecho de que para lograr la sustentabilidad en un mundo «saturado», es necesario reducir el consumo de los ricos para crear el espacio ecológico para un mayor consumo para los pobres. Claramente, los modelos expansionistas incompetentes que fomentan un mayor desarrollo del comercio (y un mejor acceso a los recursos mundiales por parte de los países industrializados) promueven la peligrosa ficción de una prosperidad universal, a la vez que oculta la competencia directa, que se da defacto entre ricos y pobres para apropiarse de una capacidad de carga global cada vez más reducida. 8) ¿Se relaciona la Huella Ecológica de una persona a su nivel de ingreso? La sabiduría convencional del desarrollo económico asume que no hay restricciones serias a la expansión económica, y que se puede aliviar la pobreza, en la forma más simple, mediante el aumento de la producción económica. Esta perspectiva resulta atractiva porque implica que la gente que ya está disfrutando de altos niveles del consumo no tendrá que comprometer sus estilos de vida para que aquellos con 32 Thomas Homer-Dixon, Jeffrey H. Boutwell y George W. Rathjens, «Environmental Change and Violent Conflicts», Scientific American, p.38-45, February 1993. Clive Ponting, A Creen History of the World: The Environment and the Collapse of Great Civilizations, NY; St. Martin's Press, 1992.

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necesidades puedan mejorar sus estándares materiales. De hecho, muchos analistas también argumentan que el mayor consumo por parte de los ricos beneficia a los pobres, porque acelera el crecimiento y crea empleo al expandir los mercados exportadores de los países en vías de desarrollo. Como en la metáfora usada por Lawrence Summers, Vicepresidente y principal economista del Bando Mundial, esta 33 perspectiva asume que «...las mareas altas levantan a todos los barcos» .

Fig. 9: Equidad. En el ecológicamente sobrecargado mundo actual, todos estamos en competencia por el mismo flujo finito de ingreso natural que produce la biosfera. Esto en términos de la Huella Ecológica significa que los países más ricos utilizan un exceso de espacio que de otra manera estaría disponible para las naciones más pobres. Aún dentro de cada país, los tamaños de la Huella difiere entre segmentos poblacionales.

33 Citado en Robert Goodland y Herman E. Daly, «Why Northern Income Growth is not the Solution to Southern Poverty», Ecological Economics Vol. 8, N° 2, p. 85-101, 1993.

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Los límites al crecimiento son invisibles a los análisis monetarios estáticos porque la expansión monetaria en sí misma no está limitada en términos físicos. Es como si todos pudieran tener lo que se les antoja, a condición de que lo puedan pagar. La perspectiva ecológica, sin embargo, desafía esta perspectiva basada en el dinero. Claramente el consumo físico del ingreso natural por parte de una persona restringe el acceso de cualquier otra persona a estos mismos flujos de ingreso. Si la capacidad de carga global ya ha sido sobrepasada, el consumo de los ricos ya está socavando las perspectivas de los pobres. En estas circunstancias, el mayor crecimiento del PIB, dadas las tecnologías actuales, requerirá necesariamente un deterioro insustentable del capital natural y el continuo rebalse de los sumideros de desechos. El análisis de la Huella Ecológica revela el crecimiento de demandas que compiten entre sí por el capital natural, y pone en el debate temas relativos a la equidad, así como a la sustentabilidad de la producción a largo plazo. En la economía global de hoy con su sistema monetario internacional cada vez más uniforme, los que tienen mayor poder financiero tienen un acceso mayor y más rápido a los stocks limitados de recursos del mundo. El crecimiento económico que resulta de ello lleva cada vez a una mayor acumulación de riqueza, capitalizada por los humanos pero concentrada en relativamente pocas manos, y poco se reinvierte para mantener la base del capital natural que tantas fortunas ha engendrado. En resu men, los acaudalados del mundo simultáneamente ejercen una mayor presión sobre los recursos naturales (o sea, tienen las Huellas más grandes), al mismo tiempo que sus acciones reducen inadvertidamente la productividad potencial futura para todos. Según las estadísticas de las Naciones Unidas, los 1,1 mil millones de personas más ricas consumen más de tres cuartos del total de la producción mundial. Los 4,7 mil millones de personas restantes –80 por ciento de la población– sobreviven con menos de un cuarto de ésta. Sin embargo, como lo vimos anteriormente, estimaciones preliminares sugieren que la Huella Ecológica sólo para alimentación, productos forestales y consumo de combustible fósil ya sobrepasa la capacidad de carga global en un insustentable 30 por ciento –los 1,1 mil millones de personas más ricas consumen más que la capacidad de carga total del planeta. Así, los análisis ecológicos subrayan la dimensión ética del dilema de la sustentabilidad– y socava las estrategias basadas única y exclusivamente en el crecimiento absoluto como remedio para la pobreza. Más específicamente, nos puede obligar a enfrentar la posibilidad de que, para lograr la sustentabilidad, los ricos tengan que reducir su porción actual del consumo para que los pobres puedan 183

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incrementar la suya . La pregunta es la siguiente: ¿tiene la familia humana la fuerza política y moral para negociar un contrato social global, en el que rija un acceso a los servicios y bienes ecológicos, más equitativo para todos? El análisis de la Huella Ecológica puede proporcionar otras perspectivas útiles sobre el consumo comparativo. Por ejemplo, también dentro de los países ricos hay una disparidad considerable entre los ingresos, la cual se refleja en los modelos de consumo. Estimaciones preliminares sugieren que en Canadá, el 20 por ciento más pobre de la población tiene una Huella Ecológica promedio de menos de tres hectáreas, mientras el 20 por ciento más rico consume bienes y servicios ecológicos correspondientes a más de 12 hectáreas per cápita. Por una parte, los ricos generan mayores Huellas que aquellos con menos recursos, pero también tienen más opciones para llevar estilos de vida que afectan el tamaño de sus Huellas Ecológicas. Por ejemplo, pueden comprar casas más grandes en los suburbios, lo cual hace necesario viajar largas distancias para trabajar, o pueden vivir en casas urbanas lujosas cerca de su trabajo, lo cual reduce los costos de materiales, transporte y energía. Sin embargo, la mayor parte de nosotros tenemos algo de flexibilidad en nuestros modelos de consumo, la que nos permite reducir nuestras Huellas Ecológicas. Alimentos producidos localmente, verduras orgánicas, mejoras en el aislamiento térmico, el uso de bicicletas y el transporte público, entre otros, generan, por cada dólar gastado, Huellas Ecológicas menores, que las alternativas habituales. 9) Nuestras opciones de alojamiento afectan nuestras Huellas El tamaño de la Huella de una persona no está fijado por su ingreso; también depende de sus pautas de gastos. En muchos casos, el tipo de casa y su ubicación son los factores más determinantes, ya que afectan el tamaño del hogar y los requerimientos de transporte. Vivir en áreas urbanas densamente pobladas tiene como resultado Huellas más pequeñas per cápita, debido a un uso más eficiente de la tierra y la infraestructura, así como requerimientos reducidos en transporte y calefacción. Un estudio reciente de la región de San Francisco descubrió que, al doblar la densidad residencial se reduce el transporte privado en un 20 a 30 por ciento; de acuerdo a un informe del urbanista Peter Newman, las diferencias en el consumo en calefacción entre casas 35 pareadas y casas independientes alcanza hasta un 50 por ciento . 34 World Council of Churches, «Accelerated Climate Change: Signs of Peril, Test of Faith» Ginebra, 1992.

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Fig. 10: Si escogemos vivir a mayor densidad poblacional, podemos encoger nuestra Huella Ecológica. En este proceso, nosotros encontramos que nuestras ciudades pueden ser más orientadas a la comunidad y espacios más vivibles.

35 En Mark Roseland, Toward Sustainable Cominunities, Ottawa: National Round Table on the Environment and the Economy, 1992. Pueden optenerse copias gratis llamando al telefono (613)992-7189

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Fig. 11: Densidad reflejada: Para evaluar la contribución de cada hogar al consumo de recursos de cada ciudad, nosotros extrapolamos la energía y los requerimientos materiales de un tipo estándar de hogar a toda la ciudad, como si todos los hogares vivieran igual. Esto permite contrastar las Huellas de diferentes densidades y estilos de vida al nivel de toda la ciudad (usando cifras promedio para vecindarios completos, diluye los efectos de los distintos estilos de vida).

En un trabajo realizado por el Grupo de Trabajo «Para Comunidades Saludables y Sustentables» de la Universidad de British Colombia (the UBC Task Force on Healthy and Sustainable Communities), Lyle Walker examinó las implicancias de las opciones relacionadas con el tipo de alojamiento u otros aspectos vinculados al estilo de vida, sobre las Huellas Ecológicas de los hogares, para varios grupos de ingresos. Estimó los efectos del ingreso, tipo/densidad de casa y opciones de transporte para viviendas de la región de Vancouver. El vínculo entre los tipos/ densidades de casas y los requerimientos correspondientes de transporte se establecieron mediante la extrapolación a la ciudad entera, de datos básicos para tipos particulares de casa (el enfoque de «densidad reflejada») y luego se estimaron las necesidades de transporte de esta ciudad hipotética (Figura 11). Estimaciones preliminares muestran que el hecho de vivir en un condominio de múltiples unidades o un departamento de un valor de mercado parecido a una casa suburbana, y usar un auto compacto y eficiente en términos energéticos, permite reducir la Huella del transporte y del alojamiento por un factor de tres. Al mismo tiempo, los 186

habitantes del condominio pueden ver una mejoría en su calidad de vida habitualmente pueden ir caminando a su lugar de trabajo, estar más cerca de sus amigos y familiares (más contactos por kilómetro cuadrado), disfrutar de un vecindario más vital, y disponer de mayor diversidad en los lugares de recreación (parques, áreas peatonales, cafés terrazas, cines, y más). Nuestras nuevas construcciones urbanas también podrían ser capaces de lograr una reducción, por un factor de tres de su Huella, en las categorías de alimentación y bienes de consumo, sin comprometer de manera significativa su calidad de vida. Esto requeriría la reducción del componente de origen animal de la dieta estadounidense característica y una menor dependencia de la comida procesada y envasada (dos medidas que a su vez pueden ser beneficiosas para la salud). Al comprar bienes, tendrían que poner más énfasis en la calidad y la durabilidad de éstos. En este sentido, todos debemos llegar a ser un poco más materialistas debemos preocuparnos que duren nuestros utensilios y juguetes para que no tengamos que botarlos prematuramente. Comparar las estadísticas de las Huellas Ecológicas de diferentes municipalidades podría ser una aplicación obvia de esta metodología. Tome en cuenta, sin embargo, que las comparaciones de Huellas municipales con sus cuocientes de áreas de suelos pueden ser engañosas. Las municipalidades de mayor densidad poblacional mostrarán déficits ecológicos proporcionalmente más grandes mientras, de hecho, requieren Huellas más pequeñas per cápita. Por lo tanto, es más sugerente establecer las Huellas medias per cápita de las municipalidades escogidas, para realizar comparaciones entre municipalidades y con los promedios nacionales e internacionales. Otras comparaciones interesantes incluyen las de la Huella de una población determinada versus el área real de su región de origen (véase los ejemplos anteriores del Valle Inferior de Fraser y de Holanda), o entre las Huellas estimadas de planes municipales de desarrollo alternativos, de manera de evaluar los efectos de distintas densidades de población o diferentes tecnologías de transporte. Una municipalidad puede influir de manera significativa en el tamaño de las Huellas de la gente, transformando zonas de alta densidad poblacional en áreas más vitales y atractivas, y planificando un sistema de transporte menos dependiente de la locomoción privada (véase el Capítulo 3).

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Fig. 12: La Huella Ecológica de una persona que viaja cinco kilómetros dos veces cada d(a de trabajo (50 kilómetros semanales) varía de acuerdo al medio de transporte: para bicicletas usa 122 metros cuadrados; para buses 301 metros cuadrados; y para automóviles utiliza 1.442 metros cuadrados.

Las Huellas de los países industrializados son especialmente grandes, debido a su voraz uso de combustibles fósiles. Cualquier ingeniero puede testificar de cuan ineficiente es nuestro consumo de este recurso de alto valor pero subestimado en términos de precios. La obtención de agua caliente y calefacción domiciliaria a través del uso de combustibles fósiles es barato pero contribuye en forma importante a las Huellas de los hogares. Por lo tanto, una de las estrategias más prometedoras para disminuir nuestras Huellas domésticas involucra un cambio hacia fuentes de energía renovables. Por ejemplo, calentar una cantidad determinada de agua con recolectores solares térmicos, genera una Huella cien veces más pequeña que si se utiliza energía fósil (véase principio de este capítulo).

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10) ¿Con cuánta tierra ecológicamente productiva se sustentan los traslados diarios en bicicleta, autobús y automóvil? Recuadro 7: la Huella de los traslados diarios REFERENCIAS Y SUPUESTOS: Los EE.UU. tienen 15 millones de hectáreas de caminos, mayormente para automóviles (y mayormente construidos sobre tierra agrícola). Hay 1,75 personas por auto en EE.UU. Asumimos 230 días de trabajo por año. Según la Federación de la Bicicleta de América, un ciclista requiere 900 kj de alimento por 10 kilómetros. Según Environment Canadá, los autos conforman un 98,4 por ciento del tráfico de la hora peak de Vancouver, mientras llevan sólo 62 por ciento de los pasajeros frecuentes. Por lo tanto, podemos concluir que un pasajero de bus necesita sólo 2,6 por ciento del espacio de la carretera ocupado por un conductor de auto. (Para los pequeños genios en matemáticas, los cálculos son los siguientes: (0,016/ 0,38) / (0,984/0,62) = 0,026) CÁLCULOS: Bicicleta: El ciclista requiere 900 kj/día adicional de alimento para este viaje de 10 kilómetros diarios. Asumimos que esta energía adicional proviene de los cereales del desayuno. Estos cereales necesitan tierra para crecer y energía para su procesamiento. El equivalente en suelos de la energía asociada al comercio necesaria para la producción agrícola y para el procesamiento alimentario, en promedio, equivale al área de cultivo; por lo tanto, el área de suelos total para el crecimiento y procesamiento de los alimentos corresponde al doble del área cultivada. Se asume un espacio de carretera insignificante. Los cereales tienen un contenido nutritivo de aproximadamente 13.000 kj por kilogramo. El promedio mundial de la producción agrícola es de 2.600 kilogramos de cereales por hectárea por año. 900 [kj/cap./día] x 230 [días/año] x 2 ------------------------------------------------= 0,0122 hectáreas o 2 122 m por ciclista 13.000 [kj/kgj x 2.600 [kg/há/año] (Continúa en Pág. siguiente)

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Auto: El consumo directo promedio de gasolina de los autos norteamericanos es aproximadamente de 12 litros por 100 kilómetros; el consumo indirecto de carbón para la manufactura automotriz y el mantenimiento de las carreteras, añaden otro 45 por ciento. Cada litro de gasolina contiene aproximadamente 35 megajoules o 0,035 gigajoules de energía. Por lo tanto, la Huella asociada a los combustibles fósiles para los traslados diarios en auto es: 1,45 x 12 [l/100km] x 0,035 [GJ/1] x 10 [km/día] x 230 [días de trabajo/año] -----------------------------------------------= 0,14[há/cap.)=l .400[m2/cap.] 100 [km]x 100[Gj/há/año] Adicionalmente, los autos necesitan espacio de la carretera. El espacio de carretera por ciudadano en EE.UU. es: 15.000.000 [há] 2 -----------------------------------= 0,06 [ha/cap.] = 600 [m /cápita] 250.000.000 [estadounidenses]

Los autos ocupan 97,4 por ciento del espacio de la carretera. Sin embargo, el viaje diario (2x5 [km] =) 10 [km] representa sólo 1/8 del uso promedio anual de un automóvil, y cada auto representa 1,75 personas. Por lo tanto, el espacio de carretera per cápita requerido para el viaje de 10 kilómetros es (0,974 x 1/8 x 1,75/600) = 42 [m2], mayormente construidos sobre tierra agrícola. Por lo tanto, la apropiación total de sucios para traslados por automóvil con un solo pasajero es de 1.442 metros cuadrados de tierra. Bus: El requerimiento energético de los buses de corta distancia es 0,9 (MJ/cap/km). Se incluyen los requerimientos energéticos indirectos para carreteras, buses, y mantenimiento, asumiendo que se añade un 45 por ciento (en la misma forma que para los automóviles). 1,45 x 0,0009 [GJ/cap/km]x 230 [días del trabajo/año) x 10 [km/día] 2

---------------------------------------------------------= 0,03 [há/cap]=300[m /cap] 100[GJ/há/año] (Continúa en Pág. siguiente)

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Adicionalmente, los autobuses necesitan espacio de carretera. Como una primera aproximación se asume que un pasajero de autobús sólo usaría un 2,6 por ciento del espacio de carretera que requiere un conductor de auto para la misma distancia, i.e., (42 x 2 0,026 =) 1 [m ]. Por lo tanto, la apropiación total de suelos para los dos viajes diarios de 5 [km] en autobús corresponde aproximadamente a unos 301 metros cuadrados. Observemos más de cerca las virtudes relativas de un pasajero frecuente mediante el análisis de la Huella, de manera de comparar la eficiencia ecológica entre automóviles, autobuses y bicicletas. Una persona que vive a cinco kilómetros de su trabajo, necesita 122 metros cuadrados adicionales de tierra ecológicamente productiva por andar en bicicleta, 300 metros cuadrados por tomar el autobús y 1.442 metros cuadrados por andar solo en su auto. Por otra parte, para los ciclistas, los suelos utilizados están destinados al cultivo de alimentos adicionales, mientras que para el pasajero del autobús y el conductor de automóvil, la mayor parte de la tierra que ocupan sirve para el secuestro de Co2 (Cuadro 3.7).

fíg. 13: La eficiencia ecológica de distintas tecnologías puede ser evaluada por la Huella Ecológica. Este ejemplo compara dos formas de cultivar tomates en la Columbia Británica: producción a campo abierto y cultivos hidropónicos en invernaderos. Aun cuando la Huella Ecológica de un invernadero por unidad producida es menor que a campo abierto, cuando consideramos el consumo de energía, fertilizantes y otros insumos, el requerimiento total de suelos del invernadero es 10 a 20 veces mayor que a campo abierto (dibujo a escala).

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11) ¿Sabías que los tomates dejan Huellas? Se puede usar la técnica de la Huella Ecológica para comparar la «intensidad en recursos» de distintas alternativas tecnológicas. En otras palabras, la podemos usar para preguntarnos si una nueva tecnología representa realmente una mejora ecológica, frente a la que reemplazó. Por ejemplo, Yoshihiko Wada comparó las Huellas Ecológicas de dos distintos enfoques de alta tecnología para producir una cantidad determinada de tomates. Su tesis de maestría planteó la pregunta de cuánta tierra «incorporada» se necesita para cultivar tomates en un invernadero calefaccionado versus mediante un proceso de cultivos en terrenos de alta productividad36 . En cada caso, el área total se compone de la tierra directamente ocupada por la operación agrícola, además de la tierra equivalente a todos los insumos materiales y energéticos usados para mantener la producción (incluyendo la calefacción en el caso de los invernaderos). En términos sólo de área cultivada, a primera vista, los invernaderos hidropónicos son siete a nueve veces más productivos que su equivalente en cultivos a campo abierto. Sin embargo, el trabajo de Wada muestra que los invernaderos hidropónicos calefaccionados en British Columbia, en realidad, requieren de 10 a 20 veces más Huella Ecológica por kilogramo de tomates cosechados que la producción de alta productividad en campos abiertos. ¡Parece ser que los invernaderos hidropónicos más bien se asemejan a fábricas, elaborando los tomates a partir de múltiples partes e insumos intensivos en energía! Este caso ilustra la diferencia entre la eficiencia económica aparente y la eficiencia ecológica real: los invernaderos hidropónicos en promedio sobrepasan la producción en campo abierto en términos económicos, pero requieren muchos más insumos. Así, debido a los bajos precios de los recursos y costos ecológicos no contabilizados, la producción de verduras en los invernaderos es racional en términos económicos y puede parecer una alternativa viable a la conservación de tierras de cultivo. La contabilidad de todos los costos presenta un cuadro diferente. Este ejemplo ilustra que el éxito económico puede ser engañoso y, claramente, no es siempre compatible con la integridad ecológica.

36 Yoshihiko Wada, The Appropriated Carrying Capacity of Tomata Production: The Ecological Foot-print of Hydroponic Greenhouse versus Mechanized Open Field Operations. Vancouver: Tesis de Magisteren el UBC School or Community and Regional Planning, 1993.

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12) La Huella Ecológica de los puentes La técnica de la Huella Ecológica añade una nueva dimensión a la evaluación del «impacto ambiental» de los megaproyectos. Todos los desarrollos de gran escala, tales como plantas de energía y proyectos de infraestructura para transporte, e incluso cambios en la bonificación, pueden tener efectos a largo plazo sobre el consumo energético y material. Los análisis de la Huella Ecológica pueden ilustrar no solamente los impactos directos de los recursos usados para tales proyectos, sino también los efectos indirectos resultantes de los cambios en los estilos de vida que éstos estimulan.

Fig. 14: La Huella Ecológica de los Puentes. Puentes nuevos o su expansión para acomodar más automóviles estimulan la expansión urbana y aumentan la dependencia en el automóvil, expandiendo la huella de la población de usuarios.

Los estudiantes de la Universidad Simon Fraser en Burnaby, British Colombia, han trabajado sobre dos casos, que involucran los impactos ecológicos indirectos de puentes escogidos. Ambos estudios plantearon la pregunta de cuánta tierra ecológicamente productiva adicional se estaría apropiando debido a cambios en los patrones de consumo y alojamiento, fomentados por los proyectos de construcción de los puentes. Gavin Davidson y Christina Robb analizaron las implicancias de ampliar el Puente Lions Gate, entre Vancouver y la Ribera Norte, pasando de tres a cinco pistas. Usando supuestos conservadores (una población regional constante, ningún incremento en el tráfico para uso 193

recreativo, ningún impacto fuera de Vancouver y las municipalidades de la Ribera Norte del Vancouver Norte y Oeste), concluyeron que los cambios en los patrones de transporte y asentamiento, que se estarían fomentando debido a la construcción de las dos pistas adicionales, añadirían unos 200 kilómetros cuadrados de tierra económicamente productiva a la Huella Ecológica del área del estudio. El segundo estudio realizado por David Maguire, Calvin Peters y Marcy Saprowich utilizó las proyecciones económicas de la Oficina Federal de Asesoría Ambiental en Ottawa para estimar la probable Huella Ecológica del puente «enlace-fijo» entre el Continente y la Provincia de la Isla Prince Eduard en el Este de Canadá. Concluyeron que la construcción del puente y el reemplazo del servicio de embarcadero existente, llevarían a una apropiación adicional de unos 160 kilómetros cuadrados de tierra ecológicamente productiva. Estos ejemplos muestran cómo los análisis de la Huella pueden contribuir a las evaluaciones de distintas alternativas tecnológicas y megaproyectos, al hacer manifiestas implicancias hasta entonces ocultas, asociadas al consumo de recursos y la generación de desechos. Esto, a su vez, sugiere que el análisis de la HE puede ser útilmente aplicado a áreas menos tangibles, tales como la evaluación de presupuesto, de programas y de políticas. En un mundo ecológicamente saturado, cabe preguntarse lo siguiente: ¿En qué medida puede este proyecto (programa o presupuesto) contribuir a incrementar, o reducir, la Huella Ecológica de la población afectada? Un primer paso en este tipo de análisis debería ser la identificación de todos los efectos directos e indirectos posibles de las políticas sobre el consumo de recursos y la generación de desechos (usando, por ejemplo, una variante del análisis de la matriz insumo-producto). Se debería otorgar particular importancia a los cambios, políticamente inducidos, en los estilos de vida de la población afectada. La cuantificación de estos efectos, su conversión a equivalentes en áreas de suelos, así como la suma de ellos, después de aplicarles correcciones en caso de doble conteo, permitiría revelar el incremento (o disminución) de la Huella Ecológica de las poblaciones estudiadas, a raíz del cambio esperado producido por las innovaciones políticas. Claramente los parámetros para el análisis HE variarán de acuerdo a las aplicaciones que de ella se realizan. Cada caso involucra diferentes límites sistémicos y efectos indirectos ocultos, y algunos pueden tener características totalmente únicas. Todos estos factores están sujetos a valores y juicios personales. Sin embargo, una de las fuerzas del análisis 194

de la HE de las políticas públicas es que obliga a los analistas a explorar temas e impactos críticos, que habían sido ignorados hasta ahora, y a explicitar sus juicios y valores, al reflexionar y decidir sobre los nuevos costos y beneficios que surgen en el curso de la elaboración de sus decisiones y políticas de desarrollo . 13) Aprendiendo sobre sustentabilidad en escuelas y al aire libre

Fig. 15: El concepto de la Huella Ecológica ha sido integrado a varias actividades educativas en interiores y exteriores. Puede ser usada en juegos y en proyectos escolares para estudiar el flujo de energía y de materiales en la naturaleza, experimentos con estilos de vida, y proporcionar aplicaciones concretas para las matemáticas, la física y la biología, de manera simultánea.

Calcular una Huella Ecológica es una forma estimulante de introducir a los estudiantes en algunas de las dimensiones menos obvias pero esenciales de la ecología, humana, así como familiarizarlos con algunas de las implicancias ecológicas de la sociedad de consumo. Varios individuos y organizaciones están desarrollando herramientas didácticas y manuales para apoyar a los estudiantes y los profesores en emprender sus propios análisis básicos de la Huella.

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¿Cuál es el tamaño de una hectárea de bosque? Mide una hectárea del bosque en forma de cuadrado y pon pequeñas banderas en cada esquina. ¿Cuánto tiempo demora en recorrer esta hectárea? Cuenta el número de árboles en esta hectárea que tengan más de dos pulgadas de diámetro a la altura del pecho. En algunos casos es posible que tengas que estimar el total de una muestra de, digamos, un décimo del área. ¿Cómo estimarías la edad media de estos árboles? Intenta descubrir, a partir de registros locales, cuál es la productividad anual de los bosques en tu área. Usa estos datos para estimar el volumen total de la madera en tu hectárea. Usa los cocientes de conversión ya disponibles para determinar su contenido en carbón y energía. Estima cuánta distancia recorrería un auto promedio con la energía equivalente. Si un auto recorre una distancia de 20.000 kms. por año y usa un litro de combustible cada 10 kms, ¿cuál es la Huella Ecológica necesaria para operar este vehículo en tu parte del bosque? (o sea, ¿cuántas hectáreas de bosque en crecimiento se necesitarían para absorber el CO2 emitido por el auto?) ¿Qué otros valores posee el bosque, además de su producción maderera y sus funciones como sumidero de carbono? ¿De qué tamaño es tu Huella Ecológica? ¿Cuál es la Huella Ecológica total de todos los estudiantes en tu escuela? ¿Puedes dibujar esta Huella sobre un mapa del vecindario? ¿Cómo se compara al área total ocupada por tu escuela, incluyendo el patio escolar y las canchas de deportes? Asumiendo niveles medios del consumo (Tabla 3), estima la Huella de tu municipalidad y dibújala a escala en un mapa de tu región natal. ¿En cuántas veces el área política de tu ciudad supera su Huella Ecológica? Averigua de dónde vienen los principales artículos de consumo disponibles en tu comunidad –por ejemplo, madera, autos, teles, refrigeradoras, ropa, comida– y anota su origen en un mapa del mundo. ¿En cuántos países y continentes has encontrado una parte de la Huella Ecológica de tu comunidad?

Estos son unos ejemplos de cómo las preguntas estimuladas por el concepto de la Huella Ecológica pueden despertar la curiosidad ecológica de las personas y ayudarles a encontrar sus propias respuestas sobre las relaciones entre seres humanos y naturaleza. Tales ejercicios también afinan las habilidades de cuantificación, recopilación de datos e investigación de los estudiantes. Ejercicios diseñados apropiadamente capacitan a los estudiantes en la aplicación del concepto de HE y «experimentar» las cantidades involucradas en ámbitos del mundo real, con los cuales están familiarizados (áreas boscosas, el patio de su colegio, su ciudad natal), en vez de cifras abstractas y ejemplos alejados de sus experiencias. Tales ejercicios a veces pueden proporcionar un 196

espacio para integrar varias otras actividades educativas y áreas temáticas, tales como biología, matemática, física, geografía económica y estudios sociales. He aquí algunos ejemplos específicos: la escuela ai aire libre «Sea to Sky» (del Mar al Cielo) en Gibsons, British Colunibia, ha integrado muchas aplicaciones de la Huella a sus programas. Las actividades participativas al aire libre se centran en la relación entre el consumo humano y la producción ecológica, rastrean los orígenes de los bienes y alimentos, exploran cómo las diferentes actividades humanas compiten entre sí en su uso de los servicios de la naturaleza, analizan cómo las variables socioeconómicas afectan el tamaño de la Huella Ecológica, experimentan estilos de vida seleccionados que implican una menor Huella, y mucho más; ESSA Tecnologías, una consultora ambiental en Vancouver, junto con el Ministerio del Medio Ambiente, Tierras y Parques de British Columbia, ha preparado un manual para profesores sobre el «Informe del Estado del Medio Ambiente en British Columbia», el que contiene una sección destinada a estudiantes sobre el análisis del componente alimentario de la Huella Ecológica; Jim Wiese, en conjunto con el programa de participación educacional de la iniciativa «Power Smart» de Hydro de British Colombia, ha usado la técnica de la Huella Ecológica para ilustrar el uso de energía en la vida cotidiana y ayudar a los estudiantes a evaluar opciones de estilos de vida y ahorros potenciales de energía37. Ha desarrollado un listado que permite chequear el consumo de energía en el hogar y el comportamiento de los consumidores, de manera de ayudar a los estudiantes a calcular la Huella Ecológica de sus hogares. 14) Informando sobre el Estado del Medio Ambiente La Huella Ecológica puede servir como indicador efectivo de la sustentabilidad y de la salud ecológica. Por eso captó el interés del equipo canadiense del Informe sobre el Estado del Medio Ambiente, los que están considerando un cambio de enfoque conceptual, que se alejara del marco conceptual de los indicadores ambientales (el que fue utilizado en forma prominente en el Informe de 1991) y se orientara hacia una perspectiva más integrada de la ecología humana. 37 Por ejemplo: Julian Griggs, Tim Turner, and Mathis Wackernagel, Connections: Towards a Sustain-able Future (A Four-Day Program on Sustainability), Borrador de la Guía del Programa, Gibsons, B.C.: Mar del Cielo, Escuela al Exterior para la Educación Ambiental, 1993. ESSA Technologies Ltda., Teacher's Guide to the State of the Environment Report of British Columbia, Victoria, B.C.: Ministry of Environment, Lands and Park, 1994, Jim Wiese, Energy Education-Module 4: Conservation Potential, (sección sobre la Huella Esológica y Energética), Vancouver: BC Hydro, 1995.

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Fig. 16: La Huella Ecológica es ideal para los informes sobre sustentabilidad. Compara países y regiones, analiza las implicancias ecológicas de las tendencias y ciertos temas, o evalúa el progreso hacia la sustentabilidad.

Se contrató a Colin Duffield para desarrollar ideas de cómo incorporar aplicaciones del análisis de la Huella Ecológica dentro del 38 Informe 1996. Duffield sugirió la aplicación del concepto a sistemas urbanos, de manera de comparar las huellas de la vivienda urbana, suburbana y rural; para analizar las implicancias ecológicas de una tendencia hacia viviendas más pequeñas; y para comparar distintas densidades urbanas y estrategias de transporte. También sugirió desagregar la Huella per cápita, para mostrar así las contribuciones de varias actividades humanas, tales como la agricultura y la industria pesada, así como de distintas opciones de vida, tales como la dieta y las actividades recreativas. De una manera parecida, el Environmental SCAN de 1993, preparado para el Consejo de Ministros del Medio Ambiente canadiense y un informe para el Bureau del Valle de Fraser (Fraser Basin Management Board) en Vancouver, ambos realizados por la firma de contadores Peat Marwick Stevenson y Kellogg, propusieron la técnica de la Huella Ecológica como una manera de «evaluar la sustentabilidad desde una perspectiva ecológica mundial»39. 38 Colin Duffield, Putting the Ecological Footprint in Print ix. Applications of the Appropriated Carrying Capacity Concept to SOE Reporting, Ottawa: Report to Strategic Planning and Analysis of SOE Reporting, 1993. 39 Peal Marwick Stevenson & Kellogg, Sustainability Indicators Methodology, Report prepared for the Fraser Basin Management Board in Vancouver, 1993, and; 1993 Environmental SCAN: Evalu ating Our Progress toward Sustainability, Ottawa: Canadian Council of Ministers of the Environment, 1993.

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15) Interpretando la sustentabilidad: la «Prueba «ecológica de Rorschach... Muchos activistas comunitarios y otros defensores de la sustentabilidad sobrestiman el apoyo del público a acciones que apoyan la construcción de una sociedad más sustentable. La ignorancia generalizada, en parte, permite explicar la ambivalencia o la falta de apoyo a la acción, pero más frecuentemente éstas se explican por barreras psicológicas e institucionales, conflictos con otras metas, creencias arraigadas en modelos alternativos o desincentivos económicos. Esta sección presenta algunas de las potencialidades de la técnica de la Huella Ecológica para superar algunas de las limitaciones a la sustentabilidad que hemos encontrado en nuestras investigaciones y en presentaciones a grupos comunitarios. La comprensión de estos límites puede ayudar a los activistas y planificadores a ajustar las iniciativas en pro de la sustentabilidad a condiciones específicas, aumentando así las probabilidades de éxito. Descubrimos que el concepto de la Huella Ecológica nos ayuda a explorar las preocupaciones de la gente y sus percepciones de la sustentabilidad. Al enmarcar claramente los desafíos ecológicos, el concepto de la Huella Ecológica facilita la comunicación constructiva. Preguntándonos cómo podemos reducir nuestra Huella Ecológica mientras mejoramos nuestra calidad de vida, podemos construir una base más fecunda para el debate que la que ofrecen los modelos convencionales de la sustentabilidad. Para ilustrar nuestro punto, uno de los modelos más populares muestra la sustentabilidad como el logro de un balance «mágico» entre los tres círculos entrelazados de la economía, la sociedad y el medio ambiente. Si bien este acercamiento contribuye a la construcción de! consenso, al mismo tiempo puede conducir a la elaboración de políticas arraigadas en la ambigüedad y el malentendido. Al implicar una equivalencia gruesa entre las tres esferas, el modelo evita cuestionamientos más consistentes y contribuye a una negación social. Por ejemplo, ¿son las tres esferas realmente equivalentes e intercambiables? ¿Cuál es la relación funcional entre ellas? ¿Podemos realmente substituir gran parte de la naturaleza con «un valor equivalente» de capital construido por los humanos? ¿Es la economía un medio o un fin en sí mismo?

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Fig. 17: El análisis de la Huella Ecológica es una herramienta para desarrollar conversaciones que exploren las preocupaciones de la gente y desafien sus presunciones acerca de la sustentabilidad.

Creemos que el modelo de círculos entrelazados oculta desequilibrios reales, no equivalencias y asuntos morales con importancia crítica para la sustentabilidad. Por ejemplo, la humanidad necesita la ecósfera, pero la ecósfera no nos necesita a nosotros. No se trata de argumentar que la economía y la sociedad tienen menos importancia para la humanidad que la ecología, pero es que necesitamos entender la «direccionalidad» de la dependencia, antes de poder elaborar buenas políticas en pro de la sustentabilidad. ¿Así, por qué no estructuramos la economía para servir mejor a la sociedad en vez de, como en la actualidad, volver a estructurar la sociedad para servir la economía? Se puede mostrar un sistema de relaciones más preciso, usando círculos concéntricos que muestran la humanósfera –la sociedad y la economía– como subsistemas de la ecósfera (véase la Figura 1.1). Una vez que nos demos cuenta de esta dependencia jerárquica, las políticas tienen mejor oportunidad de llevarnos en la dirección hacia la cual todos decimos que queremos dirigirnos. En vez de dejar que la 200

economía dirija a la sociedad y reemplace la ecósfera, como se hace actualmente, el nuevo modelo puede focalizar mejor hacia los cambios necesarios en la sociedad para volver a conquistar la economía y gobernar ambas en armonía con la ecósfera. Más aún, permite reconocer que, más allá de cierto umbral, no se pueden hacer más intercambios beneficiosos con la ecósfera: la expansión de la infraestructura humana, con el costo que representa en términos de incremento de la presión que se ejerce sobre la naturaleza, empobrece la sociedad actual y pone en peligro el futuro. Partiendo de esta perspectiva, el modelo de la Huella Ecológica plantea una línea base concreta y medible en pro de la sustentabilidad: «la humanidad tiene que vivir dentro de los medios de la naturaleza». Por lo tanto, facilita un intercambio más beneficioso entre las distintas alternativas en pro de la sustentabilidad que los enfoques convencionales. El reconocimiento de límites ecológicos reales fomenta el debate sobre el significado de la sustentabilidad, obliga a discutir enfoques alternativos para «vivir dentro de los medios,» revela trabas a la acción y las maneras de superarlas y, más importante, estimula una redefinición del significado del concepto «calidad de vida». El uso de la Huella Ecológica desafía los supuestos comunes sobre la economía, la sociedad y la naturaleza y pone el asunto del sobreconsumo, por parte de los países ricos, y por los pudientes en todas partes, abiertamente sobre la mesa. Sin embargo, parece que es resonante para audiencias muy distintas. La gente expuesta por primera vez al modelo de la Huella Ecológica, puede fácilmente discutirlo en sus propios términos, y muchos son capaces de señalar implicancias para la economía actual. Esto mueve rápidamente la discusión más allá de las preocupaciones usuales de la sustentabilidad, tal como la contaminación local, el reciclaje de desechos y la conservación de la biodiversidad en otro lugar. Así, al discutir las Huellas Ecológicas, la mayoría de la gente llega rápidamente a reconsiderar la dependencia humana de la naturaleza y las consecuencias de la degradación continua de la ecósfera. Muchos aceptan que la reducción del transflujo es un prerequisito para la sustentabilidad; reconocen que los distintos usos humanos de la naturaleza compiten entre sí; y están dispuestos a reconsiderar la naturaleza de los vínculos entre la economía y la ecología. Reconocen que mantener la capacidad regenerativa de la naturaleza es una condición necesaria para la sustentabilidad y que esta condición ya no está siendo satisfecha. Desde allí, hay sólo un pequeño paso hasta la aceptación de la necesidad de un cambio más fundamental. Con seguridad son pocos los 201

que siguen argumentando que, sin una reforma tecnológica e institucional masiva, todos en la Tierra podrán vivir como los estadounidenses la actualidad. Sin embargo, hay poca gente que apoya la idea de que los países ricos tengan que reducir su consumo de recursos. Esto puede llegar a ser el principal cuello de botella en el camino hacia la sustentabilidad: aunque reconozcamos existencia de límites, en un nivel general de abstracción, somos reacios a apostar sobre las consecuencias personales, en cualquier caso difícilmente previsibles, de las iniciativas políticas requeridas. En el transcurso de su próxima cena, sólo pregunte cuántos de los presentes estarían dispuestos a ver la sociedad empezar con un programa masivo de reforma de implementación de impuestos ecológicos, orientada a reducir el consumo mientras se mantenga la calidad de vida. Incluso la gente que reconoce la importancia del problema va a ponerse muy creativa e inventar cualquier argumento para hacer añicos su propuesta. Por ejemplo, personas que nunca se han visto particularmente preocupadas por la desigualdad social, de repente, se preocupan preguntándose cómo los pobres van a sobrevivir si tienen que enfrentar un aumento de precios, aunque sería fácil diseñar un plan de este tipo (por ejemplo, un sistema de impuestos regresivos), que mitigue tanto la desigualdad actual como tiempos difíciles en el futuro. En resumen, en nuestra experiencia, la exploración sistemática de las implicancias políticas del análisis de la Huella con grupos focalizados o con audiencias más amplias, puede ayudar a advertir la contradicción que existe en cada uno de nosotros, entre los niveles de preocupación expresados y la voluntad para actuar, a la vez que permite a los investigadores identificar las limitaciones locales más importantes a la sustentabilidad. También muestra cómo comunicar mejor mensajes difíciles. Este tipo de introspección social guiada es esencial para armar e1 conjunto de las piezas del puzzle de la sustentabilidad. 16) Calcular su propia Huella Nos hubiera gustado calcular nuestras propias Huellas Ecológicas pero he-mos estado tan ocupados escribiendo este libro, que no hemos tenido la oportunidad de empezar.... Sin embargo, es posible estimar una Huella individual y, si se apura, puede hacerlo antes de que lo hagamos nosotros! Es un poco tedioso, pero no tan difícil.

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Fig. 18: Mediante el monitoreo de su huella personal o la de su hogar, usted puede calcular su propia huella.

Primero, realice un registro de todos sus gastos, relacionados al consumo, y ordénelos bajo títulos tales como alojamiento, alimento, 40 transporte, bienes y servicios . Sería mejor estimar su consumo no solamente en valor monetario sino también en litros, galones, kilogramos u otras medidas físicas. Para ser meticuloso, debe también pesar y medir todos los desechos (incluyendo los desechos para el reciclaje) que salen del hogar. Sus cuentas le mostrarán cuánta energía requiere su casa y un cuaderno de contabilidad en su auto le ayudará a monitorear la gasolina consumida. También, debe contar los servicios que recibe (salud o educación), incluso si no paga la totalidad del costo de éstos. Los datos y tablas, que hemos compilado para la Huella canadiense media, le ayudarán a traducir los datos de consumo a áreas de terreno. Existe documentación adicional disponible en el Grupo de Trabajo de la Universidad de British Columbia, que contiene información sobre la energía incorporada y los recursos usados para la producción de varios artículos de consumo. Inevitablemente, faltarán algunos datos y tendrá que intentar acertar lo mejor posible o hacer más-investigaciones para llenar estos vacíos. Probablemente necesitará un año entero para dar 40 Un marco contable útil para el consumo personal es explicado en el libro de Joe Domínguez y Vicki Robin, Your Money or Your Life (NY: Viking Penguin, 1992)

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cuenta de las variaciones en su consumo, relacionadas con las vacaciones, requerimientos estacionales de calefacción y aire acondicionado y compras de Navidad. Recuerde tener un cuidado especial con las unidades de medida y los marcos temporales. Por ejemplo, usualmente se registra la productividad ecológica anualmente. Luego, para tasas mensuales, tendrá que dividir entre 12. Recuerde también que una Huella de cuatro hectáreas significa que está consumiendo la producción/ asimilación continua por parte de cuatro hectáreas de tierra ecológicamente productiva. En otras palabras, su consumo promedio mensual corresponde a la matriz insumo/producto promedio mensual de su Huella de cuatro hectáreas; su consumo diario se acerca al promedio de la producción diaria de la totalidad de estas cuatro hectáreas. Cuéntenos cómo le está yendo y los problemas que encuentra.

Fig. 19: El ecoetiquetado de este periódico podría decir: «La compra regular de este periódico y su posterior desecho utilizará casi el 10% de la parte diaria de la tierra que le corresponde o 2.25 horas de su cuota justa de productos ecológicos globales».

17) Eco etiquetas: ¿Es sustentable el producto que adquirió? Esta noticia puede parecer sorprendente, pero no existen productos no sustentables (exceptuando los productos que liberan sustancias tóxicas no degradables, como los materiales radioactivos, por ejemplo). La sustentabilidad no tiene que ver con el consumo per se, pero sí con las tasas de consumo. Por ejemplo, podría ser sustentable manejar un Rolls 204

Royce de alto consumo de gasolina, si fuera compartido entre 20 amigos y mantenido a lo largo de muchos años. Por otro lado, podría ser no sustentable el que todo el mundo fuera dueño de un auto eléctrico. Las ecoetiquetas «tradicionales» sólo nos muestran si un producto es ecológicamente más benigno que otros productos parecidos, pero nada sobre los efectos acumulativos del consumo masivo. El análisis de la Huella Ecológica puede mejorar el ecoetiquetaje de productos, ya que vincula el consumo individual con los límites ecológicos globales. RECUADRO 8: La Huella Ecológica de un periódico o ¿Qué cantidad de su porción justa de Tierra (1,5 hectáreas) agota su diario? CÁLCULOS: Como primera aproximación, se puede estimar la Huella Ecológica de un periódico (se asume un peso de 0,3 kilogramos), mirando los dos principales insumos de recursos de los que depende la producción de los periódicos: las fibras y la energía utilizada en su procesamiento. Requerimientos energéticos: se necesitan cerca de 61 megajoules para producir un kilogramo de papel. Por lo tanto, el periódico representa: 61 [MJ/kg] x 0,3 [kg] = 18,3 [MJ] de energía incorporada. Con una producción anual de 100 GJ/há/año, o 150 GJ/año por su porción justa de Tierra, 18,3 MJ corresponden a (8.760 [hrs/año] x 18,3 [MJ] / 150.000 [MJ/año] =) 1,1 horas. Requerimientos de fibra: Los requerimientos promedio de fibra de la madera para el papel en Canadá (en adición a las fibras 3 recicladas) suman 1,8 m /t. La producción de fibra en bosques promedio es de 2,3 m3/há/año. La producción maderera de una porción de la Tierra cubierta de bosque sería por lo tanto 1,5 x 2,3 = 3,5 [m3/año]. 8.760 [hrs/año] x (1,8 [m3/t] x 0,3 [kg periódico] x 0,001 [kg/t]) / 3,5 [m3/año] = 1,4 horas. RESULTADO: El consumo de un periódico de 300 gramos ocupa su porción justa de Tierra en (1,1 [horas] + 1,4 [horas] =) 2,5 horas. 205

Aquí terminamos con el capítulo, diviértase con las Huellas. Esperamos que estas 17 aplicaciones del análisis de la Huella Ecológica sean suficientes para ilustrar el alcance y las posibilidades de este concepto y que mantenga el interés en usarlo para su planificación personal en pro de un mundo sustentable.

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