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LAS GEMAS DE LA TORÁ Las Gemas de la Torá Autor: Rabi Aharon Shlezinger 1a edición: Septiembre 2010 © 2010 by Hebraica

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LAS GEMAS DE LA TORÁ

Las Gemas de la Torá Autor: Rabi Aharon Shlezinger 1a edición: Septiembre 2010 © 2010 by Hebraica Digital Reservados todos los derechos de la presente edición E-mail: [email protected] www.hebraicadigital.com

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, transmitida o utilizada por ningún medio sin el previo consentimiento por escrito del editor.

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I EXTRAVAGANTE JUICIO CONTRA UN ANIMAL En la Torá se ordena que exista justicia en el mundo, que los jueces sean honestos y juzguen correctamente en toda la medida de sus posibilidades, como está escrito: «Justicia, justicia, perseguirás» (Deuteronomio 16:20). Se repite la palabra justicia para acentuar la necesidad de resolver cada pleito en forma apropiada, y responsable. Incluso cuando se trate de algo que parezca insignificante, deberá juzgárselo con dedicación absoluta y responsabilidad. E incluso cuando se trate de un daño producido por un animal, éste deberá ser juzgado por un tribunal que lo condenará o lo declarará inocente. Observad lo que se declara en la Mishná acerca de este asunto: Un lobo, un león, un oso, un leopardo, una pantera, o una serpiente, en el caso en que hayan matado a una persona, deberán ser juzgados por un

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tribunal integrado por 23 jueces. Y si el animal es hallado culpable, deberá ser ajusticiado. En el Talmud se explica que esta declaración de la Mishná se refiere a animales que tenían un dueño. Rabí Eliezer considera que todo el que se adelanta a matar al animal que asesinó a una persona obra acertadamente,

pues

evita

que

ocurran

nuevos

accidentes con ese animal. Sin embargo Rabí Akiva sostiene que los animales deben ser juzgados por un tribunal integrado por 23 jueces, con excepción de una serpiente, que es un animal propenso a matar siempre. Por eso, quien la mate, habrá hecho bien, ya que así quita al dañador del mundo. Y la ley se determina de acuerdo con la opinión de Rabí Akiva (Mishná, tratado de Sanhedrín 1:4).

UN TRABAJADOR EJEMPLAR

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En la Torá se da una gran importancia a lo relacionado con el trabajo y las leyes laborales, se pone especial énfasis en la necesidad de respetar los contratos y convenios laborales. El trabajador debe cumplir con su tarea apropiadamente, trabajando fielmente, sin holgazanear, y el empleador debe tratar correctamente a su empleado y cumplir con la paga en el tiempo que corresponde. Como está escrito: «No engañarás a tu empleado entre tu hermano que es pobre o indigente, ni al prosélito que está en tu Tierra, ni al que se encuentra en tus ciudades. Ese mismo día le darás su paga; el Sol no se pondrá sobre él, pues es pobre y su vida depende de eso; que no clame en contra de ti ante El Eterno, pues habrá en ti pecado» (Deuteronomio 24:14–15). Y como dijimos, no sólo el empleador está obligado a cumplir con la paga que corresponde en el tiempo adecuado, sino que también el empleado está obligado a cumplir con su trabajo en forma apropiada. En el Talmud se narra un suceso inédito de un trabajador que

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cumplía con su trabajo de modo riguroso: Aba Jilkía era un individuo especial, cuando el pueblo necesitaba que lloviera, los sabios enviaban a comunicárselo a Aba Jilkía, entonces él oraba a Dios, y llovía. En una ocasión, los sabios designaron a dos eruditos y los enviaron para comunicarle que el pueblo necesitaba lluvia, para que pidiera a Dios que hiciera llover. Los enviados fueron a su casa pero no lo encontraron. Se dirigieron al campo y lo hallaron trabajando la tierra. Lo saludaron, pero él no dirigió hacia ellos su rostro ni los recibió amablemente, sino que prosiguió con su labor. Cuando atardecía, al finalizar su tarea, recogió unas maderas para llevarlas a su casa. Colocó las maderas y la herramienta de trabajo sobre uno de sus hombros, y a la capa que llevaba, la puso sobre su otro hombro. Además, durante todo el camino no llevaba zapatos en sus pies. Solamente cuando llegó a un sitio en el que

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había agua se colocó sus zapatos, cruzó, y después se los volvió a quitar. Cuando llegó a un tramo del camino en el que había espinas, levantó el borde de su ropa. A causa de ello sus pantorrillas quedaron sin protección, los pinchos rozaban su carne y se lastimaba las piernas. Al llegar al poblado, salió a su encuentro su esposa totalmente ataviada y embellecida. Cuando llegó a su casa, su esposa entró en primer lugar, luego entró él, y por último se les permitió entrar a los eruditos. Una vez adentro de la morada, Aba Jilkía comió pan sin decirle a los eruditos: «¡Venid y comed conmigo!». Posteriormente dio de comer a sus hijos. Dividió el pan, dándole al más grande una rebanada, y al más pequeño dos rebanadas.

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Aba Jilkía le dijo a su esposa: «Yo sé que los eruditos han venido por lluvia, para pedirme que ore a El Eterno por esa causa. Por eso subamos a la azotea y oremos a El Eterno para que conceda lluvia. Es posible que El Eterno se apiade y otorgue lluvia, sin que sea atribuido por los eruditos a nuestros méritos». Ambos subieron a la azotea, se pusieron de pie uno en un rincón y el otro en otro rincón, y ambos oraron por lluvia. Inmediatamente su plegaria fue respondida y las nubes se aproximaron primeramente por el sector donde estaba ubicada su esposa. Cuando descendió, les dijo a los eruditos: «¿para qué habéis venido eruditos?». Los eruditos le respondieron: «los sabios nos han enviado a usted maestro, para que ore y pida por lluvia».

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Aba Jilkía les dijo: «bendito sea el Omnipresente, pues vosotros no necesitáis a Aba Jilkía, pues Él ha enviado lluvia antes de que me lo solicitéis». Los eruditos le dijeron: «nosotros sabemos que la lluvia vino por usted, maestro, porque oró a El Eterno y Él le respondió. Pero díganos maestro cual es el misterio de algunas actitudes que hemos visto en usted y nos sorprenden». EL INTERROGATORIO Le preguntaron: «maestro, ¿cuál es la razón por la que cuando lo saludamos, usted maestro no dirigió hacia nosotros su rostro ni nos recibió amablemente?». Les dijo: «estaba contratado por la jornada. Y por cuanto que me pagan por el día completo de trabajo, no es correcto que lo abandone siquiera por un instante. Por eso no os dirigí el rostro ni os recibí amablemente».

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Los eruditos prosiguieron preguntando: «¿y por qué razón

usted

maestro

colocó

las

maderas

y

la

herramienta de trabajo sobre uno de sus hombros, y la capa sobre el otro hombro? Hubiera sido más propicio que dejara su capa sobre usted, para que proteja sus hombros del roce con las maderas y no se lastimara». Aba Jilkía les respondió: «la capa no era mía, sino prestada. Y cuando la solicité, fue con el fin de vestirla, y no con el fin de cargar algo sobre la misma». A continuación le preguntaron: «¿y por qué razón usted maestro durante todo el camino no llevaba calzado en sus pies y cuando llegó a un sitio en el que había agua se colocó sus zapatos?». Aba Jilkía les dijo: «durante todo el trayecto podía ver por donde caminaba y evitar las piedras y las espinas, de modo que me era posible cuidar los zapatos, para que no se estropeen, pues no poseo dinero para comprar otros en caso de que se rompieran. Pero al llegar al agua no podía ver lo que hay en su interior, y

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corría el riesgo de que me mordiera alguna víbora o un animal dañino. Debido al peligro existente los calcé en mis pies». Los eruditos prosiguieron preguntando: «¿y por qué razón usted maestro cuando llegó a un tramo del camino en el que había espinas, levantó el borde de su ropa, y por esa causa los pinchos rozaban su carne y se lastimaba las piernas?». Aba Jilkía les explicó: «los raspones de la piel se curan, pero la ropa cuando se rasga, no vuelve a componerse». Aun insistieron y le preguntaron: «¿y por qué razón usted maestro cuando llegó al poblado, salió a su encuentro

su

esposa

totalmente

ataviada

y

embellecida?». Aba Jilkía les dijo: «para que ponga mis ojos en ella y no en otra mujer».

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Los eruditos siguieron cuestionando: «¿y por qué razón usted maestro cuando llegó a su casa, su esposa entró en primer lugar, luego entró él, y por último se nos permitió entrar a nosotros?». Aba Jilkía les respondió: «porque no os conocía, y no quise dejar a mi mujer sola con hombres extraños desconocidos». A continuación le formularon esta otra pregunta: «¿y por qué razón usted maestro una vez dentro de la morada, comió usted pan sin invitarnos también a nosotros diciéndonos: ¡Venid y comed conmigo!?». Aba Jilkía les dijo: «porque no poseía mucho pan, entonces me dije a mí mismo: no sea que los eruditos crean vanamente que hice un acto de generosidad con ellos, ofreciéndoles compartir mi comida, cuando yo sabía que de todos modos no les daría. Ya que vosotros mismos hubiereis observado que no poseo suficiente para todos y no hubiereis aceptado el convite. Dado que

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actuar de ese modo sería un engaño, preferí obrar como lo hice». Los eruditos insistieron: «¿y por qué razón usted maestro dividió el pan, dándole a su hijo más grande una rebanada, y al más pequeño dos rebanadas?». Aba Jilkía respondió: «porque el niño mayor está en la casa todo el día, y puede comer de lo que hay aquí, pero el pequeño se encuentra todo el día en la sinagoga, estudiando con su maestro, y allí no recibe comida, por eso al llegar la noche está más hambriento que el mayor». Los eruditos volvieron a preguntar: «maestro, ¿y por qué razón las nubes se aproximaron primeramente por la dirección en la cual estaba ubicada su esposa y después aparecieron nubes por la dirección en la cual usted se encontraba?». Aba Jilkía les dijo: «porque la mujer se encuentra permanentemente en la casa, y le entrega pan a los

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pobres cuando vienen a pedir. Además, la generosidad de ella produce un efecto más próximo que el de la mía en el provecho del necesitado. Ya que el pobre come el pan que ella le otorga inmediatamente, pero si yo le entrego dinero, debe molestarse y salir a comprar el pan para comer. Resulta que cuando yo soy generoso con un pobre, transcurre más tiempo hasta que disfruta de lo que le pueda dar, y la molestia es mayor, comparándolo con lo que acontece en el caso de mi esposa. Además existe otra causa por la cual la oración de ella fue respondida antes que la mía. En el pasado existió un acontecimiento con unos hombres perversos que vivían en la vecindad. Yo oré para que murieran, pero ella oró para que se arrepientan de su mal proceder y retomen la senda del bien. Y efectivamente se arrepintieron de su mal accionar y se convirtieron en hombres de bien» (Taanit 23ª, mefasrhei hatalmud).

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EL MISTERIO DE LOS TRASTORNOS SEXUALES DE LAS ALMAS Está escrito: «Vestimenta masculina no portará la mujer y el hombre no vestirá ropa de mujer, pues todo el que lo haga comete una abominación contra El Eterno, tu Dios» (Deuteronomio 22:5). Esta ordenanza impartida a las mujeres indica que ellas no deben vestir prendas de vestir de hombres, y tampoco pueden ornamentarse con atavíos propios de los hombres. Y asimismo se advierte a los hombres que no se ornamenten con atavíos propios de las mujeres. Ha de considerarse que esta acción mediante la cual las mujeres se ornamentaran con atavíos de hombres, o los hombres con atavíos de mujeres, pueden despertar el instinto hacia la depravación (Maimónides: Sefer Hamitzvot). Los sabios cabalistas relacionan este precepto bíblico con los trastornos sexuales de las almas.

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Para comprenderlo observemos lo que Bat Sheva – Betsabé– dijo a Salomón: «No des tu fuerza a las mujeres» (Proverbios 31:3). En la exégesis Metzudat David se explica lo que ella le quiso decir con estas palabras: «no debilites tu fuerza a través de copular reiteradamente con las mujeres. Pues el abuso de las relaciones sexuales debilita la fuerza del hombre y tonifica a la mujer, y es como si el hombre otorgara de su fuerza a la mujer». El gran erudito Rabí Iosef Jaim explicó que a través de esta frase, Bat Sheva le dijo a Salomón: «no cometas un pecado a través del cual debas reencarnar en mujeres, siendo tú un hombre» (Od Iosef Jai: sección Ki Tetzé). Es decir, existen pecados que al cometerlos un hombre se torna obligado a reencarnar en mujer. Es decir, conservará en su alma la naturaleza de hombre, pero habitará en el cuerpo de una mujer.

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Veamos la explicación intrínseca de este concepto: las almas de los hombres, cuando éstos hubieren sido insensatos en la Tierra, violando las leyes de la Torá, pueden volver a encarnar en otros cuerpos –guilgul– para rectificarse; las almas de las mujeres solamente pueden entrar ocasionalmente a cuerpos que posean otra alma –ivur–. Como está escrito: «Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece» (Eclesiastés 1:4). La expresión: «Generación va, y generación viene», se refiere a los hombres, los cuales aunque hubieran estado en la generación anterior, en ocasiones vuelven a reencarnar en la generación siguiente. «Mas la tierra», es decir, la mujer, que se embaraza y produce frutos como la tierra, «siempre permanece», es decir, no vuelve a reencarnar. El hombre debe reencarnar en caso de merecerlo porque el estudio de la Torá que practicó en la Tierra le impide ingresar al Infierno para rectificarse. En cambio la mujer, no tiene ese impedimento, y puede ingresar allí en caso de ser necesario, para rectificarse.

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No obstante, existe la posibilidad de que el alma de una mujer vuelva al mundo y se introduzca en el cuerpo de una mujer que posee otra alma. Y si esa mujer concibe una hija, es posible que esta alma femenina que se introdujo en la mujer pase a la hija y se convierta en el alma de ella, produciéndose así una encarnación completa del alma de una mujer. Es decir, las mujeres no reencarnan directamente, pero pueden introducirse en cuerpos que posean un alma y después convertirse en una encarnación absoluta. Asimismo, es posible que el hombre encarne en un cuerpo de mujer por haber cometido una falta especifica en su vida anterior. Por ejemplo, la práctica de la homosexualidad. Y también puede acontecer este fenómeno con el hombre que en su vida anterior tuvo la posibilidad de hacer el bien a los pobres, o a un individuo afligido, o apesadumbrado, y no lo hizo. Y también cuando se abstuvo de ayudar económicamente a otros, o si era sabio, conocedor de la Torá, pero no quería enseñar a otros. En todos estos casos, el hombre puede reencarnar en cuerpo de mujer. Pues el hombre

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que en vida no quiso dar a los demás, ha de reencarnarse en mujer, que por naturaleza recibe, tal el caso del embarazo, el hombre le otorga la semilla y ella la recibe y la fecunda. Ahora

bien,

esta

mujer,

que

contiene

la

reencarnación de un alma masculina, no puede embarazarse y quedar preñada. Pues no posee la irradiación de la fuente femenina cósmica necesaria para fecundar la gota seminal proveniente de la fuente masculina. Ya que no sólo se requiere que el sistema físico esté sano y completo para engendrar, sino también el espiritual, que fertiliza intrínsecamente al material. Por lo tanto, esta mujer que posee un alma masculina necesita un enorme mérito para poder embarazarse y quedar preñada. Y la única posibilidad para que esto ocurra sería que se introduzca en ella otra alma femenina. Así, podrá asociarse a su sistema y generar la irradiación de la fuente femenina cósmica necesaria para fecundar la gota seminal proveniente de la fuente masculina. Entonces podrá embarazarse y quedar preñada.

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Aunque mediante este proceso esta mujer no podrá dar a luz hijos varones. Y esto se debe a dos razones: por un lado, está escrito: «Una mujer cuando ovulare y diere a luz un varón» (Levítico 12:2). Es decir, para concebir un varón, es necesario que una mujer produzca la ovulación, antes de concretarse la emisión seminal del hombre. Pero en este caso, la mujer –su alma– es de sexo masculino, como su marido, y no puede engendrar varones, sino solamente mujeres. La segunda razón es esta: por cuanto que esa alma de mujer que entró en ella, no es su alma raíz, sino que ingresó a ella para ayudarle a embarazarse y quedar preñada. Y cuando esta mujer diere a luz, esa alma que entró, ya no tiene más lo que hacer en su interior. Por eso, al concebir, esa alma que había entrado a la mujer se introduce en el feto, resultando que éste nacerá con sexo femenino y no masculino. Entonces se convierte en una reencarnación –guilgul– y deja de ser un alma que entró a un cuerpo ocasionalmente –ivur–.

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Resulta que toda mujer que posea un alma masculina no podrá dar a luz un hijo varón, sino únicamente una hija. Y esa alma de la hija que dará a luz será la misma alma que entró a la mujer para ayudarla a quedar preñada y concebir. Aunque existen casos excepcionales donde merced a un mérito extraordinario es posible que al concebirse el feto, el alma femenina que había entrado a la mujer que poseía un alma masculina se retire, y entre en el feto un alma masculina. En ese caso, el hijo

de esta mujer

nacerá varón (Shaar Haguilgulim: Hakdamá 9).

EL PRECEPTO DE AMAR AL PROSÉLITO Existe un precepto bíblico de amar al prosélito, como está escrito: «Amaréis al prosélito» (Deuteronomio 10: 19).

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Este pasaje revela el precepto ordenado por El Eterno de amar a aquel que ingresa debajo de las alas de la Presencia Divina para cumplir con todas las ordenanzas de la Torá. En el Talmud se señala que en 36 pasajes bíblicos diferentes El Eterno encomendó amar al prosélito y no hacerlo sufrir, ya sea en cuestiones de dinero –onaat mamón– (por ejemplo: engaño comercial), o a través de cualquier otro medio –onaat debarim– (por ejemplo: si un prosélito pregunta donde comprar calcetines, y uno lo envía a una ebanistería) (véase Talmud, tratado de Babá Metzía 59b). Asimismo, fue enseñado que el amor del prosélito es más grande y más preciado por El Eterno, que el de los propios Hijos de Israel. La razón se puede explicar mediante

esta

parábola:

dos

individuos

estaban

vinculados con el rey, uno de ellos amaba al rey, y el otro era amado por el rey. ¿Cuál de ellos es considerado más importante por el rey? Evidentemente aquel a quien el rey amaba.

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En nuestro caso, los Hijos de Israel aman a El Eterno, y El Eterno ama al prosélito, como está escrito: «Él ama al converso, para darle pan y vestimenta» (Deuteronomio 10: 18). Por tal razón, es un precepto para nosotros amar a aquel a quien el Rey ama. A esto se refiere lo que está escrito: «Amaréis al prosélito» (Deuteronomio 10:19) (Sefer Jasidim 116).

EL

AMOR

Y

EL

ODIO

ESTROPEAN

LA

COMPOSTURA Está escrito: «Y Abraham se levantó temprano a la mañana y ensilló su asno; llevó con él a sus dos jóvenes y a Isaac, su hijo; partió leña para la ofrenda y se puso de pie, y fue al sitio acerca del cual le había hablado Dios» (Génesis 22:3). Dijo Rabí Shimón, el hijo de Iojai:

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«El amor estropea la compostura, y el odio estropea la compostura». Se refirió de este modo a la conducción ideal y protocolar existente en los órdenes del mundo, la cual es estropeada por el amor y el odio. Y explicó: El amor estropea la compostura, como está escrito: «Y Abraham se levantó temprano a la mañana y ensilló su asno». ¿Por qué lo hizo él en persona? ¿Acaso no tenía numerosos siervos para qué lo hicieran? La respuesta es que no hizo esto sino porque el amor que sentía Abraham por El Santo, Bendito Sea, era tan grande que estropeaba la compostura. Por eso él mismo ensilló su asno y no se contuvo siquiera por unos breves instantes, hasta que sus siervos lo hicieran. Ahora bien, el odio estropea la compostura, como está dicho: «Bilaam se levantó a la mañana y ensilló su asna y fue con los emisarios de Moab» (Números 22:21). ¿Por qué lo hizo él en persona? ¿Acaso no tenía numerosos siervos para qué lo hicieran? La respuesta es que no hizo esto sino porque el odio que sentía Bilaam

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por los Hijos de Israel era tan intenso que estropeaba la compostura. Por eso él mismo ensilló su asno y no se contuvo siquiera por unos breves instantes, hasta sus siervos lo hicieran. OTRA FUENTE Además, se aprende que el amor estropea la compostura de José. Como está escrito: «José preparó su carroza y subió a encontrarse con Israel, su padre, en Goshen. Apareció ante él, cayó sobre su cuello y lloró sobre su cuello largamente» (Génesis 46:29). ¿Por qué lo hizo él en persona? ¿Acaso no tenía José numerosos siervos para qué lo hicieran? La respuesta es que no hizo esto sino porque el amor que sentía José por su padre era tan intenso que estropeaba la compostura. Por eso él mismo preparó su carroza y no se contuvo siquiera por unos breves instantes, hasta sus siervos lo hicieran. En tanto que el odio estropea la compostura, lo aprendemos del Faraón egipcio. Como está escrito: «Se

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le dijo al rey de Egipto que el pueblo había huido; y el corazón del Faraón y sus siervos cambió respecto del pueblo, y dijeron: ¿qué es esto que hemos hecho, que hemos enviado a Israel, que nos servía? Él preparó su carroza y tomó a su pueblo con él» (Éxodo 14:5–6). ¿Por qué lo hizo él en persona? ¿Acaso no tenía numerosos siervos para qué lo hicieran? La respuesta es que no hizo esto sino, porque el odio que sentía el Faraón por los Hijos de Israel era tan intenso que estropeaba la compostura. Por eso él mismo preparó su carroza y no se contuvo siquiera por unos breves instantes, hasta sus siervos lo hicieran (Bereshit Raba 55:8).

LOS ÁNGELES NO TIENEN REVÉS Está escrito: «Los hombres se fueron de allí en dirección a Sodoma, mientras que Abraham siguió de pie ante El Eterno» (Génesis 18:22). ¿Por qué se aclara

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«de allí»? Era suficiente con decir: «se fueron». ¿A qué se debe esta aparente redundancia? Enseña que emprendieron la marcha sin dar vuelta sus rostros. Es decir: no hay revés para los ángeles. Pues ellos tienen la capacidad de observar hacia todos los flancos sin girar su rostro. Como está escrito: «Cada uno tenía cuatro rostros y cada uno tenía cuatro alas. Y los pies de ellos eran un sólo pie recto, y la planta de sus pies era como la planta de pie de un becerro; y centelleaban a manera de cobre resplandeciente. Debajo de sus alas, a sus cuatro flancos, tenían manos de hombre; y sus rostros y sus alas por los cuatro flancos. Sus alas estaban unidas una con las otra. No se volvían cuando andaban, sino que cada uno caminaba derecho hacia delante» (Ezequiel 1:6–9) (Midrash Raba: Génesis 49:7).

¿AYUDARÁS A TU ENEMIGO?

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Cuando un individuo se topare con dos burros, uno doblado debajo de su carga, y el segundo, su propietario había descargado de sobre el animal pero no hallaba quien lo ayudara a colocar sobre él la carga, en ese caso es un precepto descargar primeramente por el sufrimiento del animal, y posteriormente ha de colocarse la carga sobre el animal. ¿En qué caso especifico esto es así? Cuando ambos eran enemigos o amigos. Sin embargo, si uno era enemigo y el otro amigo, es un precepto auxiliar al enemigo en primer lugar, para doblegar el mal instinto. (Maimónides leyes de asesinatos 13:12).

LA BENDICIÓN DEL JUSTO Y LA MALDICIÓN DEL MALVADO

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En muchos de los escritos de los sabios encontramos que se asocia a los justos fallecidos la expresión: «que sea recordado para bendición». Sin embargo, cuando se menciona a un malvado se lo recuerda de modo totalmente diferente: «que su nombre sea borrado» o «el nombre de los malvados se descompondrá». Por ejemplo, en la Mishná consta este caso: El hijo de Katín hizo doce canillas a la pira, ya que no había en ella sino dos; y también él hizo un mecanismo a la pira, el cual permitía que las aguas no se vuelvan inválidas – para realizar la purificación– tras pernoctar. El rey Munbaz hizo todas las asas de los utensilios del Día del Perdón de oro. Hilení, su madre hizo una araña de oro sobre la puerta del Santuario; y también ella hizo una tabla de oro, en la que la sección de la descarriada estaba escrita en ella. Nicanor, fueron hechos milagros por sus puertas, y lo recordaban para elogio. Y estos eran recordados para vituperio: los de la casa de Garmú, pues no quisieron enseñar respecto a la hechura del pan de la proposición; los de la casa de

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Abtinás, pues no quisieron enseñar con respecto a la hechura del incienso; Hugarás, el hijo de Levi, porque conocía una sección del canto –entonado por los levitas – y no la quiso enseñar; el hijo de Kamtzar porque no quiso enseñar respecto a la hechura de la escritura –del nombre de El Eterno–. Sobre los primeros se dijo: «El recuerdo del justo es para bendición» (Proverbios 10:7); y sobre los últimos que fueron mencionados fue dicho: «y el nombre de los malvados se descompondrá» (Ibíd.) (Mishná, tratado de Iomá 3:10–11). ¿Cuál es la razón de esta conducta y cuál es la fuente de tal proceder? Para dilucidarlo observemos lo mencionado en este versículo: «Y dijo El Eterno: ¿Habré de ocultarle a Abraham lo que hago, ahora que Abraham ciertamente ha de convertirse en una gran y poderosa nación, y todas las naciones del mundo se bendecirán en él?» (Génesis 18:17–18).

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Rabí Itzjak se refirió a esa cita y para explicarla abrió su disertación mencionando el versículo que declara: «El justo será recordado para bendición; mas el nombre de los malvados se descompondrá» (Proverbios 10:7). Rabí Itzjak dijo: todo el que recuerde a un justo mencionando su nombre y no lo bendice, transgrede un precepto activo. ¿Cuál es la razón de esta afirmación y cuál es la fuente bíblica que la apoya? Se aprende de lo que está escrito: «El justo será recordado para bendición». Ahora bien, todo el que recuerde a un malvado mencionando su nombre sin maldecirlo, transgrede un precepto activo. ¿Cuál es la razón de esta afirmación y cuál es la fuente bíblica que la apoya? Se aprende de lo que está escrito: «Mas el nombre de los malvados se descompondrá» (Proverbios 10:7) (Midrash Rabá Génesis 48:1).

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II LA MUERTE, ¿PARA QUÉ SIRVE? La muerte es una bondad suprema que sirve a los Hijos de Israel para rectificar su alma. Por eso fue dicho acerca de El Eterno: «El Eterno es justo en todos sus caminos, y piadoso en todas sus obras» (Salmos 145:17). Pues las principales obras suyas son las almas, que son el producto de sus manos concretamente. Por tanto, cuando El Santo, Bendito Sea, observa el cuerpo de un individuo que fue formado con el aporte del hombre y la mujer, los padres biológicos, los cuales poseen carne procedente de la corteza de la impureza – klipá–, que no tiene utilidad para la rectificación de los preceptos, anula su existencia para propiciar la rectificación de Su parte, que es el alma. Pues si no hubiera posibilidad de rectificación, ¿qué beneficio le reporta a El Santo, Bendito Sea, matarlo al ser humano y anular su existencia del mundo? Y además, ¿para qué lo creó en un comienzo si después de

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un número determinado de años iba a causarle la muerte? ¡Es algo que sorprende! Sin embargo, los eruditos conocedores de los misterios recónditos de la Torá han explicado que ciertamente este asunto de la muerte está asociado con el misterio de las reencarnaciones. Tal como lo enseñaron los sabios, y Pitágoras concordó con ellos. Así es como El Santo, Bendito Sea, hace venir al alma al mundo terrenal, para ver si rectifica sus acciones. Y la deja en el mundo para que cumpla la misión que le fue encomendada, rectificando lo que le fue asignado. Y si no rectifica lo que se le encomendó, se la corta, por ser un árbol que no produce frutos. Ahora bien, respecto a la rectificación a través de la muerte, lo cual es bueno para los Hijos de Israel, el profeta dijo: «¿Acaso no podré Yo hacer con vosotros como este alfarero, Casa de Israel?, dice El Eterno; he aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois

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vosotros en mi mano, Casa de Israel» (Jeremías 18:6). Pues cuando el alfarero ve que la olla que está elaborando no saldrá bien, deshace la forma que había construido y vuelve a trabajar el material dándole una forma más adecuada. Así fue dicho respecto al misterio de las reencarnaciones: «Modificas su rostro, y le envías» (Job 14:20). Es decir, si en un principio tenía cara de león, en la nueva reencarnación vendrá al mundo en forma de toro. Lo mismo sucede con las demás variantes, siendo la intención Divina rectificar las almas del modo más propicio y bello para ellas. Pues si esta no fuera la intención Divina en lo referente a la muerte para la rectificación de las almas, sería difícil de entender. ¿Acaso el artesano que hace su labor de modo correcto, es posible suponer que después de recibir la paga por el trabajo que le demandó tanto esfuerzo piense en anular lo que hizo? Sin lugar a dudas se dirá de quien piense así que no es un individuo cuerdo; con excepción de aquel que dijere que desea anular lo que hizo para

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cambiar el aspecto anterior a un aspecto diferente, más bello y adecuado. Así acontece con la artesanía elaborada por El Santo, Bendito Sea, como está escrito: «¿No es Él tu Padre, tu Amo? ¿No te ha hecho y formado?» (Deuteronomio 32:6). El hombre está hecho y construido con la sabiduría suprema, incluido de todos los mundos. Pues si no hubiera rectificación a través de su anulación de este mundo, no lo mataría. Y todo se conduce acorde a la conducción de los entes inferiores. Pues si los entes inferiores se comportan apropiadamente, haciendo buenas obras, la Presencia Divina que se denomina circuito –galgal–, porque a través de ella circulan – reencarnan– las almas, desnivela hacia el flanco de la derecha. Es decir, si las obras de los entes inferiores son buenas y productivas, se produce el desnivel hacia el flanco de la derecha, el de la bondad, y el mundo estará

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rectificado; y si las obras de los entes inferiores son malas, se produce el desnivel hacia el flanco de la izquierda, el del rigor. Como se enseña en el Zohar: este galgal nunca descansa, indicando el giro de las almas en el mundo, las reencarnaciones. Y las almas suben y bajan, van y vienen (Reshit Jojmá, apartado Ahavá 6:42).

EL MISTERIO DE LA PUESTA DEL SOL En el libro del Génesis se menciona el nacimiento de Rebeca, como está escrito: «Y Betuel engendró a Rebeca» (Génesis 22:23). Y a continuación se anuncia la muerte de Sara, como está escrito: «La vida de Sara fue de cien años, veinte años y siete años; estos fueron los años de la vida de Sara. Sara murió en Kiriat Arba, que es Jebrón, en la tierra de Canaán; y Abraham fue a panegirizar a Sara y a llorarla» (Génesis 23:1–2). A esto se refiere lo que está escrito: «Generación va, y

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generación viene; mas la tierra siempre permanece. Brilla el Sol, y se pone el Sol, y aspira volver al lugar de donde brilla» (Eclesiastés 1:4–5). ¿A qué se refiere exactamente esta declaración? Rabí Aba bar Kahana lo explicó, dijo: ¿Acaso nosotros no sabemos que brilla el Sol, y se pone el Sol? Por supuesto que lo sabemos, es algo obvio. Por lo tanto, debemos reconocer que lo que está escrito en este versículo enseña otro asunto, que antes de que El Santo, Bendito Sea, hiciera que se ponga el Sol de un justo, Él hace brillar el Sol de otro justo, su compañero. Obsérvese que el día en que murió Rabí Akiva, nació nuestro maestro, Rabí Iehuda Hanasí, el compilador de la Mishná. Y cuando esto aconteció leyeron sobre él el versículo que declara: «Brilla el Sol, y se pone el Sol». El día en que murió nuestro maestro, Rabí Iehuda Hanasí, nació Rav Ada bar Ahaba, y leyeron sobre él el versículo que declara: «Brilla el Sol, y se pone el Sol».

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El día en que murió Rav Ada bar Ahava, nació Rabí Avún, y leyeron sobre él el versículo que declara: «Brilla el Sol, y se pone el Sol”. El día en que murió Rabí Avún, nació Rabí Avún, su hijo, y leyeron sobre él el versículo que declara: «Brilla el Sol, y se pone el Sol». El día en que murió Rabí Avún, nació Aba Oshaia, hombre de Tria, y leyeron sobre él el versículo que declara: «Brilla el Sol, y se pone el Sol». El día en que murió Aba Oshaia, hombre de Tria, nació Rabí Oshaia y leyeron sobre él el versículo que declara: «Brilla el Sol, y se pone el Sol». Se aprecia claramente a partir de estos sucesos que antes de que El Santo, Bendito Sea, hace que se ponga el Sol de un justo, Él hace brillar el Sol de otro justo, su compañero (véase Talmud, tratado de Iomá 38b).

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Asimismo, antes de que El Santo, Bendito Sea, hiciera que se ponga el sol de Moisés, Él hizo brillar el sol de Josué. Como está dicho: «El Eterno le dijo a Moisés: Toma para ti a Josué, hijo de Nun, un hombre en el cual hay espíritu, y apoya tu mano sobre él» (Números 27:18). Antes de que El Santo, Bendito Sea, hiciera que se ponga el Sol de Josué, Él hizo brillar el sol de Otniel ben Kenaz, el juez que juzgó a Israel después de la muerte de Josué, y aun en vida de éste se posó sobre él el espíritu de El Eterno, como está dicho: «La conquistó Otniel ben Kenaz» (Josué 15:17). Esta declaración se refiere a la ciudad de Kiriat Sefer en la Tierra de Israel, a la cual Otniel ben Kenaz conquistó. Y los sabios dedujeron que esta declaración indica la conquista de Otniel ben Kenaz de la lectura del libro, ya que Kiriat Sefer significa literalmente: «la lectura del libro –de la Torá–». Es decir, enseñó las leyes de la Torá que se habían olvidado durante el duelo por la muerte de Moisés. Y lo que él hizo no fue sencillo, ya que estas leyes habían sido olvidadas completamente por todos,

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pero Otniel ben Kenaz con su enorme capacidad analítica y de deducción las devolvió al pueblo (véase tratado talmúdico de Temurá 16a). Antes de que El Santo, Bendito Sea, hiciera que se ponga el Sol de Eli, el sumo sacerdote que era juez de Israel, Él hizo brillar el sol de Samuel, como está dicho: «Y antes que la candela de Dios fuese apagada, Samuel estaba durmiendo en el templo de El Eterno, donde se encontraba el Arca de Dios. El Eterno llamó a Samuel; y él respondió: heme aquí» (I Samuel 3:—3–4). Se aprende de aquí que antes de que la vela de la profecía de Eli fuese apagada, surgió la vela de la profecía de Samuel, su sucesor. Dijo Rabí Iojanán: Se asemeja al caso de una ternera íntegra, que va tras su madre obediente y fiel; así fue Samuel detrás de Eli, su maestro, ya que merced a su gran humildad no creía que El Eterno lo estaba llamando a él y pensó que su maestro lo llamaba.

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Con nuestras matriarcas también aconteció algo similar, semejante a lo mencionado en relación con los hombres. Pues antes de que El Santo, Bendito Sea, hiciera que se ponga el sol de Sara, Él hizo brillar el sol de Rebeca. Pues primeramente está escrito: «Y fue después de estos hechos, que se le dijo a Abraham, diciendo: he aquí que Milca también le dio hijos a Najor, tu hermano. Utz, su primogénito; Buz, su hermano; Kemuel, el padre de Aram; y Kesed, Jazo, Pildash, Idlaf, y Betuel; y Betuel engendró a Rebeca» (Génesis 22:20–23). Y después está escrito: «La vida de Sara fue de cien años, veinte años y siete años; los años de la vida de Sara» (Midrash Raba Génesis 58:2).

LA EXTRAORDINARIA BURRA DE RABÍ PINJAS BEN IAIR Está escrito acerca de Eliezer, el siervo de Abraham que había sido enviado por éste a casa de Laban para

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buscar novia para su hijo Isaac: «Y el hombre entró a la casa y desató los bozales de los camellos; Labán le dio paja y forraje para los camellos, y agua para que se lavara sus pies y los pies de los hombres que iban con él» (Génesis 24:32). Se aprende de la expresión «desató los bozales», que los camellos de Abraham llevaban bozales para evitar que pasten en campos ajenos sin el permiso de sus propietarios. Rabí Huna y Rabí Irmía preguntaron a Rabí Jía bar Raba: ¿acaso los camellos de nuestro patriarca Abraham no se parecían a la burra de Rabí Pinjas ben Iair, que se cuidaba de no comer en campos ajenos sin permiso sin llevar bozal? Tal como se aprende de este suceso que aconteció: la burra de Rabí Pinjas ben Iair fue tomada por unos delincuentes durante la noche. El animal permaneció con ellos durante tres días y no probó ningún alimento, debido a que lo que ellos poseían no estaba diezmado y además era producto robado.

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Los ladrones dijeron: «Acabará muriendo y nos apestará la madriguera; ¡entreguémosla a su dueño!». Ellos la enviaron, y la burra se dirigió a la entrada de la casa de su dueño. Después de entrar se detuvo frente a la puerta y rebuznó con fuerza. Rabí Pinjas ben Iair reconoció su voz y dijo: «¡Abridle a la pobre y dadle de comer, pues ya van tres días que no prueba nada!». Le trajeron cebada, y no la probó. Le dijeron a Rabí Pinjas ben Iair: «¡Rabí, le hemos traído cebada, y no la ha probado!». Rabí Pinjas ben Iair les dijo: «¿La han acondicionado a la cebada para que sea apropiada para comer, limpiándola y extrayéndole las ofrendas y el diezmo que corresponde?». Le dijeron: «¡Sí!». Entonces Rabí Pinjas ben Iair les dijo: «¿Han extraído el diezmo dudoso, denominado demai, que se retira en caso de que el producto hubiera sido adquirido de un iletrado?». Ellos le dijeron: «¡Rabí! ¿Acaso no nos has enseñado lo que consta en la Mishná: el que adquiere grano de un iletrado para sembrar, o para darle al

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animal, o harina para procesar, o aceite para la lámpara, o aceite para untar los elementos de cuero, esos productos están exentos por la ley de demai (Demai 1:3)»? Rabí Pinjas ben Iair les dijo: «¿Qué podemos hacer si ella –la burra– es rigurosa consigo misma?». Se aprende de aquí, que así como los hombres piadosos de antaño eran rigurosos consigo mismos en la observancia de los preceptos, lo mismo acontecía con los animales de ellos (Abot de Rabí Natán 8:8) (Midrash Raba: Génesis 60:8).

LA PELEA DE CAÍN Y ABEL Está escrito: «Caín le habló a Abel su hermano; y fue cuando estaban en el campo, que se levantó Caín, sobre Abel, su hermano, y lo mató» (Génesis 4:8).

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Este versículo revela la existencia de un diálogo entre ambos hermanos, pero no se especifica qué le dijo Caín a Abel. Aunque los sabios recibieron por tradición que lo que le dijo fueron palabras que despertaron riña y disputa. Hay tres versiones diferentes en relación con este asunto, una de ellas manifiesta que Caín y Abel se habían repartido los bienes del mundo. Caín se quedó con la tierra, y Abel con los bienes que hay sobre la tierra. Debido a que Caín era el dueño de la tierra, y Abel obviamente necesitaba estar sobre ella, esa fue una causa de reclamo por parte de Caín hacia su hermano, por invadir su dominio. Pero a su vez, Caín necesitaba vestirse, y para ello tomaba lana de las ovejas de Abel, siendo una causa de reclamo por parte de Abel hacia su hermano por invadir su dominio.

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Así, al entrar uno en el domino del otro, se generó una fuerte disputa «cuando estaban en el campo». La misma acabó con el final anunciado: «se levantó Caín, sobre Abel, su hermano, y lo mató». Rabí Iehoshúa de Sijnin dijo en nombre de Rabí Levi: ambos tomaron las tierras, y ambos tomaron los bienes muebles. Y entonces ¿por qué lidiaban? No lidiaban sino respecto al sitio del Templo Sagrado, éste decía el Templo Sagrado será construido en mi territorio, y éste decía el Templo Sagrado será construido en mi territorio. Como está dicho: «Y ocurrió que cuando estaban en el campo». Esta expresión, «campo», se refiere al Templo Sagrado, como está dicho: «Sión, campo labrado» (Miqueas 3:12). Y en medio de esta disputa, «Caín se levantó contra su hermano Abel y lo mató». Iehuda bar Ami dijo: Ellos lidiaban por la primera Eva. Dijo Rabí Aivu: pero la primera Eva retornó al polvo. Y entonces ¿por qué lidiaban? Dijo Rabí Huna: una gemela adicional nació con Abel, por lo que éste

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decía: yo la tomaré, pues soy el primogénito, y éste decía: yo la tomaré pues nació conmigo. Y en medio de esta disputa «Caín se levantó contra su hermano Abel y lo mató» (Gur Arie – Midrash Raba 22:7).

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III CARIDAD, DESPUÉS JUSTICIA Está escrito: «Dijo El Eterno: ¿habré de ocultarle a Abraham lo que hago, ahora que Abraham ciertamente ha de convertirse en una gran y poderosa nación, y todas las naciones del mundo se bendecirán en él? Pues Yo sé que él ordenará a sus hijos y a su familia que sigan el camino de El Eterno, haciendo caridad y justicia, para que El Eterno traiga sobre Abraham aquello de lo que le había hablado» (Génesis 18:17–19). ¿Qué enseña la declaración: «caridad y justicia»? Dijo Rabí Azaria en el nombre de Rabí Iehuda: en un comienzo Abraham hacía con sus huéspedes caridad, y al final, si era necesario, hacía justicia. Pues Abraham era un hombre muy generoso. Él recibía en su casa a los caminantes, a los viajeros que iban de un lugar a otro, y asimismo a los que volvían a sus casas y pasaban por donde moraba Abraham.

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Una vez que sus huéspedes habían comido y bebido, les decía: «Recitad esta bendición: Bendito sea el Dios del mundo que hemos comido de lo de Él». Si el huésped aceptaba y bendecía, se iba sin pagar nada por los servicios prestados. Pero si el huésped no aceptaba bendecir a El Eterno por la comida y la bebida recibidos, en ese caso Abraham le decía: «¡Dame lo que te corresponde pagar por lo que has consumido!» En ciertas ocasiones acontecía que el huésped le respondía al anfitrión: «¿Qué tienes conmigo? ¿Qué me reclamas que te pague?». Entonces Abraham le decía: «Una medida log de vino, por lo cual debes pagar diez monedas de plata, y una medida litra de carne, por lo cual debes pagar diez monedas de plata, y un pan redondo, por lo cual debes pagar diez monedas de plata. Y no te sorprendas por lo elevado del precio, pues ¿quién te dará vino en el medio del desierto? ¿Quién te dará carne en el medio del desierto? ¿Quién te dará pan en el medio del desierto?».

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Cuando el huésped veía y comprendía a través de estas palabras la angustia que le había causado a Abraham por comer sin bendecir a El Santo, Bendito Sea, decía: «Bendito sea el Dios del mundo que hemos comido de lo de Él». A esto se refiere lo que está escrito: «haciendo caridad y justicia». En un comienzo Abraham hacía con sus huéspedes caridad, y al final, si era necesario, hacía justicia (Midrash Raba: Génesis 49:4).

¿QUÉ SUCEDIÓ EL SEGUNDO DÍA DEL GÉNESIS? Está escrito acerca del segundo día de la creación: «Así Dios hizo el firmamento y separó las aguas que estaban debajo del firmamento de las aguas que estaban por encima del firmamento; y así fue» (Génesis 1:7). Y no está escrito «y fue bueno» tal como fue afirmado

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acerca de todos los demás días de la creación. ¿Cuál es la razón? Rabí Iojanán lo explicó en nombre de Rabí Iosei, el hijo de Rabí Jalafta. Dijo: No está escrito en el segundo día, «y fue bueno», porque en él fue creado el Infierno, que es denominado Gueinom. Esto se aprende de lo que está escrito: «Porque desde ayer la pira está dispuesta» (Isaías 30:33). La expresión: «desde ayer», se refiere a un día que tiene «ayer» y no a uno que tiene anterior a ayer. O sea, se refiere al día segundo contando a partir del Shabat, el Día de Reposo, que es el punto de partida para contabilizar los días. Ya que todos los días de la semana se cuentan a partir del Shabat. El día que sigue al Shabat se lo denomina «día primero», el que le sigue se lo denomina «día segundo», y así sucesivamente. Rabí Janina también se refirió al asunto, dijo: no está escrito en el segundo día, «y fue bueno», porque en él se creó la división. Como está escrito: «Dijo Dios: que haya un firmamento en medio de las aguas y que separe las aguas de las aguas» (Génesis 1:6). Rabí Tabiomei agregó

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acerca de este asunto esta enseñanza: si en la división llevada a cabo para la rectificación del mundo y su asentamiento no está escrito acerca de ella la declaración que afirme «y fue bueno», entonces, la división causada por las criaturas que es para la confusión del mundo, con mucha más razón que es negativa y perjudicial. Rabí Shmuel bar Najman por su parte dijo: no fue dicho en el segundo día «y fue bueno», porque no fue completada en el mismo la obra de las aguas. Ya que la misma fue completada en el tercer día de la creación. Por eso está escrito en el tercer día de la creación: «y fue bueno» dos veces, una vez para señalar la culminación de la obra de las aguas, la cual comenzó el día anterior, y una para la obra del día en curso.

LA DAMA QUE SE ATREVIÓ A DESAFIAR A RABÍ IOSEI

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Una mujer de la alta alcurnia le preguntó a Rabí Iosei: ¿Por qué no está escrito en el segundo día de la creación: «y fue bueno»? El sabio le respondió: a pesar de que no se lo menciona textualmente, no obstante El Santo, Bendito Sea, lo incluyó a todo al final. Como está escrito: «Y Dios vio todo lo que había hecho, y he aquí que era muy bueno; y fue tarde, y fue mañana, el sexto día» (Génesis 1:31). La mujer le dijo: esto que has dicho se puede comparar con la siguiente alegoría: seis hombres vienen ante ti para pedirte ayuda económica, y tú le das una moneda de cien a cada uno, menos a uno, al cual no le das una moneda de cien. Después tú vuelves y les das nuevamente a todos, repartiendo entre ellos una moneda de cien, con el fin de compensar a quien no recibió la moneda la primera vez. Si tú procedes así, ¿acaso no habrá en manos de cada uno cien y un sexto,

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y en manos de uno nada más que un sexto? ¡Esto es sorprendente! Pues, ¿acaso es justo? El sabio al escuchar esto le dijo a la señora una respuesta más simple: esto se puede explicar de acuerdo con la enseñanza de Rabí Samuel bar Najman, quien dijo: debido a que no se completó la obra de las aguas, por ello en el tercer día está escrito dos veces «y fue bueno». Uno para la obra de las aguas y uno para la obra del día en curso (Midrash Raba 4:6).

EL MISTERIO DE LA MEMBRANA DEL PREPUCIO Está escrito: «Cortarán la carne de tu prepucio y ésa será la señal del pacto entre nosotros» (Génesis 17:11). La palabra utilizada en el texto bíblico hebreo original para definir el corte de la carne del prepucio es: unmaltem. A partir de esta declaración se aprende que

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la membrana que recubre el prepucio no cumple ninguna función orgánica en el cuerpo. Es como un callo que está adherido a la carne y no tiene ninguna utilidad. Ahora bien, ¿cómo se lo aprende? Porque esto está indicado en la palabra unmaltem a modo de acrónimo. Pues debería estar escrito simplemente umaltem, que significa circuncidaréis. ¿Por qué fue agregada una letra «n»? Ciertamente para que deduzcáis a modo de acrónimo –notarikón–. El acrónimo –notarikón– es una palabra formada por las iniciales, y a veces por más letras, de otras palabras. Y en este caso se aplica a la locución unmaltem de este modo: La letra «u» de unmaltem, corresponde a la letra hebrea vav. Pues la letra hebrea vav, se lee «u» – cuando tiene un punto en el medio, como en este caso–. Esta letra equivale a la conjunción «y».

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La letra «n» –en hebreo nun–, es la inicial de: numi, que significa callo. La expresión: «maltem», significa circuncidaréis. Es decir: ¡Quitad la piel del prepucio que es como un callo adherido a la carne y no tiene ninguna utilidad! (Midrash Raba).

LA EXPERIENCIA DE DOS HERMANOS Y UNA MADRE El rey Monbaz y Bezavtus eran hermanos y descendientes de Talmai, el rey de Egipto. El padre de ellos que se llamaba Monbaz, como uno de sus hijos, era rey; después fue rey Bezavtus y por último asumió al reinado Monbaz, su hermano.

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Una vez aconteció que ambos hermanos estaban sentados y leían el libro del Génesis. En medio de la lectura se toparon con el versículo que declara: «Cortarán la carne de tu prepucio y ésa será la señal del pacto entre nosotros». En ese momento, uno de ellos dio vuelta su rostro hacia el muro, pues sintió una gran vergüenza de amar los preceptos de El Eterno y estar incircunciso, sin cumplir a éste que había mencionado en la lectura, y comenzó a llorar. Y el otro también dio vuelta su rostro hacia el muro, pues sintió una gran vergüenza de amar los preceptos de El Eterno y estar incircunciso, sin cumplir a éste que había mencionado en la lectura, y comenzó a llorar. Después de este suceso, cada uno fue y se circuncidó. Pero ninguno se lo reveló al otro, pues temían de su padre. Pasados algunos días, nuevamente ambos estaban sentados y leían el libro del Génesis. En medio de la lectura se toparon con el versículo que declara: «Cortarán la carne de tu prepucio y ésa será la señal del

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pacto entre nosotros». En ese momento uno le dijo al otro: «¡Ay de ti hermano pues no has cumplido con este precepto!». Y el otro le respondió: «¡Tú, ay de ti hermano, pues no has cumplido con este precepto, pero en lo que a mí respecta, no corresponde que se diga: ¡ay de mí!». Tras este intercambio de palabras uno le reveló al otro que estaba circuncidado sin sentir temor de que su hermano le contara esto al padre incircunciso. Cuando la madre de ellos, la reina Hilení, que amaba a Israel, lo presintió, fue y le dijo al padre de ellos: «¡A tus hijos les ha crecido un callo en su carne y el médico ordenó que se circunciden! ¿Qué consideras que corresponde hacer?». El rey le dijo a su esposa: «¡Que se circunciden!» Ahora bien, ¿qué pago le otorgó El Santo, Bendito Sea, al rey Bezavtus, cuando ocupó el trono de su padre después de la muerte de éste, y antes de que asumiera Munbaz, su hermano? Dijo Rabí Pinjas: cuando salió a

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la guerra, la formación del ejército enemigo lo rodeó, con intenciones

de matarlo, y descendió un ángel

celestial y lo salvó. (Bereshit Raba 46:10). En tanto Monbaz y su madre Hilení, fueron incluidos en la Mishná y mencionadas parte de sus obras. Como consta en el tratado de Iomá: El hijo de Katín hizo doce grifos a la pila, ya que no había en ella sino dos; y también él hizo un mecanismo a la pila, el cual permitía que no se vuelvan ineptas las aguas tras pasar la noche. El rey Munbaz hizo todas las asas de los utensilios del Día del Perdón de oro. Hilení, su madre, hizo una lámpara de oro sobre la puerta del sitio del Templo Sagrado denominado Heijal; y también ella hizo una tabla de oro, en la que la sección de la descarriada estaba escrita en ella. Nicanor, fueron hechos milagros a sus puertas, y lo solían recordar para elogio (Talmud, tratado de Iomá 3:10). Los comentaristas de la Mishná aportaron estos interesantes datos acerca de Monbaz e Hilení, su

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madre: el rey Munbaz vivía en Jadeib, que era una nación que se encontraba al norte de Aram Naaraim. Él se convirtió al judaísmo con su madre Hilení. Esto aconteció varias décadas antes de la destrucción del Segundo Templo (véase Talmud, tratado de Baba Batra 11a). Además, en el Talmud se aportan más detalles de esto que fue mencionado en la Mishná. Se dijo que el rey Monbaz hizo todas las asas de los utensilios del Día del Perdón de oro. Ahora bien, ¿por qué razón procedió así? Si era su intención honrar los utensilios sagrados y hacerlos de un material distinguido y valioso, ¿por qué no los hizo totalmente de oro? Procedió así porque se trataba de instrumentos que era imposible hacerlos completamente de oro, tales como cuchillos y hachas, y por eso se menciona aquí que hizo sus asas de oro. Hilení, su madre, hizo una lámpara de oro sobre la puerta del sitio del Templo Sagrado denominado Heijal. En el Talmud se menciona una enseñanza recibida por tradición que aclara este asunto de manera apropiada:

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La lámpara que había fabricado Hilení fulguraba y resplandecía por el efecto de los rayos del Sol al impactar en la misma cuando el gran astro luminoso emergía en el horizonte, en la alborada; y a través de esto las personas que estaban en Jerusalén sabían que había llegado el momento de recitar la oración denominada: «Shemá Israel». Pues el momento adecuado del cumplimiento de este precepto es cuando destella el sol (Talmud, Rashi). Además ella hizo una tabla de oro, en la que estaba escrita la sección de la descarriada. La razón era para que el sacerdote copie de ella el texto de la mujer sospechada de haberse descarriado, en el momento en que fuera requerido. Como está escrito: «El sacerdote escribirá estas maldiciones en un libro y las borrará con las aguas amargas» (Números 5:23). Y por la tabla que había hecho Hilení no necesitaban transportar hasta allí el rollo de la Torá.

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IV LA CIRCUNCISIÓN DE BEBÉ MUERTO El alma de una persona tiene una relevancia especial para Dios, incluso la de un recién nacido. Por tal razón, en el Código Legal –Shulján Aruj– se estableció que un bebé que falleció antes del octavo día, que era cuando debía practicársele la circuncisión, fuera circuncidado antes de ser enterrado y también que le fuera puesto un nombre. Esto es para que en el Cielo se apiaden de él, y pueda resucitar, cuando resuciten los muertos en el futuro venidero (Shuljan Aruj Iore Dea 263:5). Ahora bien, ¿qué sucede si por alguna razón se olvidaron de circuncidarlo antes de enterrarlo? En caso de suceder algo así, ha de ser abierto el sepulcro, se circuncida el prepucio del niño, y se lo entierra nuevamente (Rabí Akiva Heiguer).

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¿QUÉ HABÍA DETRÁS DE LA CIRCUNCISIÓN DE ABRAHAM E ISMAEL? Todas las palabras de la Torá tienen una explicación intrínseca. El texto bíblico está calculado con una precisión absolutamente exacta, incluso los rasgos más pequeños de cada una de las letras. Cada cosa enseña algo importante y trascendental. Una prueba de ello la encontramos en el versículo que se refiere a la circuncisión de Abraham y su hijo Ismael. Como está escrito: «Abraham tenía noventa y nueve años cuando se circuncidó la carne de su prepucio. Y su hijo Ismael tenía trece años cuando se circuncidó a la carne de su prepucio» (Génesis 17:24– 25). Analicemos esta cita, respecto a Abraham está escrito: «Abraham tenía noventa y nueve años cuando se circuncidó la carne de su prepucio», se aprecia que no aparece la preposición «a» –en hebreo «et»–. Ya que esta preposición se incluye en el texto bíblico para

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incrementar algo adicional además del sentido llano de la declaración. Pero al mencionarse la circuncisión de Abraham, no aparece. Sin embargo, más adelante, en relación con Ismael, está escrito: «Y su hijo Ismael tenía trece años cuando se circuncidó a la carne de su prepucio». Se incluye la preposición «a», es decir, en el original hebreo el término «et». ¡Es algo que sorprende! ¿Por qué esta diferencia? La razón se debe a que Abraham, por cuanto que era anciano, y se había demudado en él la membrana inferior que hay debajo de la piel que recubre el glande, por medio de las relaciones que había mantenido con una mujer, por eso está escrito acerca de él: «Abraham tenía noventa y nueve años cuando se circuncidó la carne de su prepucio». No está escrita la preposición «a», porque sólo debía cortar la piel que recubría su prepucio. Pero Ismael, que al ser aun un niño no se había demudado en él la membrana inferior que hay debajo de la piel que recubre el glande por medio de las

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relaciones mantenidas con una mujer, por eso está escrito acerca de él: «Y su hijo Ismael tenía trece años cuando se circuncidó a la carne de su prepucio». Está escrita la preposición «a», porque debía cortar la piel que recubre el glande y además la membrana inferior que hay debajo (Midrash Raba Génesis 47:8).

LOS RASGOS DEL TETRAGRAMA EN TODA CREACIÓN Todo ser humano completo tiene marcado en su cuerpo el Tetragrama, el nombre supremo de Dios. El Tetragrama se escribe mediante cuatro letras: iud, he, vav, he. La letra iud es de forma redonda.

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La letra he su valor numérico es 5.

La letra vav es alargada.

Todo ser humano completo tiene marcados en su cuerpo estos rasgos para que se reconozca Quien lo ha creado. La letra iud del Tetragrama corresponde con la forma de la cabeza de toda criatura. La primera letra he del Tetragrama y la segunda letra he del Tetragrama, corresponden con la forma de los cinco dedos de la mano derecha y la forma de los cinco dedos de la mano 66

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izquierda. La letra vav del Tetragrama, corresponde con la forma del cuerpo (II Zohar 42a: Reia Meimna, sección Bo).

LOS DISTINGUIDOS LECTORES DE LA TORÁ Existen días en los que se lee la Torá en la sinagoga. Esta es la regla para saber la cantidad de individuos que son llamados para leer la Torá en cada oportunidad: En los días lunes y jueves, suben a leer la Torá tres individuos durante la plegaria matutina; y lo mismo acontece con la plegaria vespertina del Shabat. Es la cantidad mínima de hombres que se llaman para leer la Torá en un día. Ahora bien, todo día en el que hay algo adicional en él, se incrementa otro individuo para subir a leer la Torá. Por eso, en los principios de mes –Rosh Jodesh– y en los días intermedios entre el primer y el último día

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de una festividad –Jol HaMoed–, en los que hay un sacrificio adicional que no hay en los demás días de la semana, leen la Torá cuatro individuos. En el día festivo –Iom Tov–, en el que hay un incremento

adicional

con

respecto

a

los

días

intermedios entre el primer y el último día de la festividad –Jol HaMoed–, la prohibición de realizar labor, leen la Torá cinco individuos. En el Día del Perdón –Iom Kipur– en el que hay un incremento adicional con respecto a los días festivos, la pena de tronchado para quien realice labor en ese día, leen la Torá seis individuos. En Shabat en el que hay un incremento adicional con respecto a Iom Kipur, la prohibición penalizada con lapidación para quien realice labor en ese día, leen la Torá siete individuos (Talmud, tratado de Meguilá 22b).

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LAS INTRÉPIDAS PREGUNTAS DE UN CUTEO Un hombre que provenía de la ciudad de Cuta le preguntó a Rabí Meir: «¿Es posible que realmente las aguas de lo Alto penden de la palabra de El Eterno como vosotros, los sabios de Israel, decís? ¡Las lluvias descienden hacia lo bajo por el efecto de la naturaleza! ¡Es algo natural!». El sabio le respondió afirmativamente y le dijo: «¡Tráeme un embudo!». El cuteo le trajo un embudo. Rabí Meir colocó sobre el mismo, en la abertura superior, una lámina de oro para cubrirlo. Sin embargo, las aguas no se detuvieron, pues no lo cubría totalmente impidiendo el ingreso del aire; ya que si esto sucediera, provocaría que las aguas fueren retenidas. Después colocó una lámina de plata pero las aguas no se detuvieron.

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Posteriormente colocó su dedo y obturó el embudo. Al hacerlo, las aguas se detuvieron y no bajaron por el orificio inferior. El cuteo le dijo: «¡Eso sucede porque colocas tu dedo!». Rabí Meir le dijo: «Yo soy sólo un individuo de carne y hueso, y con todo eso, poseyendo innumerables limitaciones humanas, aun así mi dedo detiene el paso de las aguas. Considera que el dedo de El Santo, Bendito Sea, con mucha más razón puede hacerlo. Por tanto no es difícil para Él hacer algo así, comprendiéndose de este modo que tal como se dijo, las aguas de lo Alto penden de la palabra de El Eterno, ya que nada limita al Creador». El cuteo insistió con sus preguntas y le dijo a Rabí Meir: «¿Realmente es esto posible? He aquí que está escrito con relación a El Eterno: ¿Acaso no lleno Yo los Cielos y la Tierra? (Jeremías 23:24). Y sin embargo hablaba con Moisés desde las dos varas del Arca, un

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lugar muy pequeño, como está escrito: Allí realizaré Mis encuentros contigo, y te hablaré desde la parte superior de la Cubierta, entre los dos querubines que están en el Arca del Testimonio, te hablaré todo lo que te ordene a los Hijos de Israel (Éxodo 25:22). ¿Cómo es posible?». Rabí Meir le dijo: «¡Tráeme espejos cóncavos!» El cuteo cumplió con la solicitud y le trajo los espejos. Rabí Meir le dijo: «¡Contempla tu imagen en ellos!». El cuteo contempló su propia imagen reflejada en el espejo, y se veía grande. Después Rabí Meir le dijo: «¡Tráeme espejos convexos!». El cuteo le trajo los espejos convexos y Rabí Meir le dijo: «¡Contempla tu imagen en ellos!».

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El cuteo la contempló, viéndola pequeña, alterada. Pues los espejos convexos, su parte pulimentada es la exterior y reflejan una imagen menor que la real del objeto. Es decir, lo contrario a lo que sucede con los espejos cóncavos, donde la parte pulimentada es la interior y reflejan una imagen paralela al objeto. Tras estas pruebas, Rabí Meir le dijo: «Si tú, que eres de carne y hueso, un ente de dimensiones fijas y limitadas, con todo eso te modificas a voluntad, viéndote como lo deseas, Quien pronunció palabra y todo existió, El Santo, Bendito Sea, cuánto más que puede hacerlo. Cuando desea no verse disminuido, he aquí que está dicho: ¿Acaso no lleno los Cielos y la Tierra? (Jeremías 23:24), y cuando desea verse disminuido, hablaba con Moisés desde las dos varas del Arca». Rabí Janina, el hijo Isi, dijo: hay veces en las que el mundo y lo que hay en él no contienen la Gloria de Dios. Es decir, es incapaz de contener a Su Presencia. Y hay veces en las que Él Eterno habla con el hombre, y éste

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escucha de entre los cabellos de su cabeza, es decir, desde un lugar sumamente estrecho. Esto es a lo que refiere lo que está escrito: «Respondió El Eterno a Job desde la tormenta –seará– » (Job 38:1). La palabra seará significa tormenta y también cabello. Por lo tanto interpretamos que: «Respondió El Eterno a Job de entre los cabellos de su cabeza». El cuteo insistió y siguió formulando preguntas a Rabí Meir. Le dijo: «¿Es posible que sea tal como vosotros decís, que de las aguas de lo Alto provienen las lluvias del mundo? Y lo aprendéis del versículo que manifiesta:

Recordaste

la

Tierra

y

la

irrigaste,

acrecentaste en enriquecerla con afluencia –peleg– de agua proveniente del tesoro de Dios, el cual se halla lleno de agua, preparando así el cereal de la tierra, dotándola de existencia» (Salmos 65:10). Vosotros interpretáis que peleg se refiere a una fuente de agua de la cual provienen las lluvias desde los seis días de la creación, y aseveráis que no falta absolutamente nada

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desde ese entonces. ¿Pero cómo es posible que suceda algo así? ¡Es algo que sorprende!». Rabí Meir le respondió: «¡Ingresa a la piscina y sumérgete en ella! Pero pésate antes de ingresar y también hazlo cuando salgas para saber cuanto sudor has eliminado de tu cuerpo». El cuteo fue a la pileta, se pesó y después se sumergió en ella, con lo cual transpiró bastante. Al salir se pesó nuevamente y para su asombro advirtió que no faltaba nada de su peso original. Se dirigió nuevamente a Rabí Meir y éste le dijo: «Todo ese sudor que salió en la piscina, ¿no salió acaso de ti?». El cuteo le dijo: «¡Sí!». Rabí Meir le dijo: «Así como tú, que eres de carne y hueso, un ente limitado, y con todo eso no faltó de tu manantial nada, el manantial de El Santo, Bendito Sea, mucho más que no faltará nada del mismo. A esto es se refiere el versículo que declara: Recordaste la Tierra, y

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la irrigaste, acrecentaste en enriquecerla con afluencia – peleg– de agua proveniente del tesoro de Dios, el cual se halla lleno de agua, preparando así el cereal de la Tierra, dotándola de existencia (Salmos 65:10). El tesoro de Dios aun permanece lleno, pese a que provee agua al mundo desde los seis días de la creación, y sin embargo no falta de él absolutamente nada» (Midrash Raba 4:4). Nota aclaratoria: los investigadores contemporáneos han descubierto que en el organismo humano existe una sustancia denominada glucógeno. Se trata de un hidrato de carbono semejante al almidón, de color blanco, que se encuentra en el hígado y, en menor cantidad, en los músculos y en varios tejidos. Es una sustancia de reserva que, en el momento de ser utilizada por el organismo, se transforma en glucosa. Este actual descubrimiento

permite

comprender

lo

que

fue

expuesto en el Midrash acerca del sudor, el cual se restablece en el interior del cuerpo humano en forma automática.

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V POR QUÉ EL JUDAÍSMO SE TRANSMITE A TRAVÉS DE LA MADRE El requisito bíblico solicitado para ser considerado judío

es

haber

nacido

de

vientre

judío,

independientemente de la procedencia del padre biológico. Como está escrito: «No te cases con ellos – con otros pueblos–. Tu hija no des a su hijo, y su hija no tomes para tu hijo. Porque apartará a tu hijo de Mí, y servirán a otros dioses, y se encenderá la cólera del Eterno

con vosotros, y te exterminará rápido»

(Deuteronomio 7:3–4). Este concepto: «apartará a tu hijo de Mí», enseña que el hijo de una persona de otro pueblo –goi–, cuando tome a tu hija en matrimonio, apartará a tu hijo, nacido de tu hija de Mí, llevándolo tras sus creencias. Se aprecia a partir de esta cita que el hijo de tu hija que proviene de un individuo de otro pueblo –goi– es llamado «tu hijo». Pero el hijo de tu hijo que proviene

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de una mujer de otro pueblo no es llamado tu hijo, sino: «el hijo de ella» (Rashí en Deuteronomio 7:4). Esta exégesis de Rashi basada en las enseñazas del Talmud revela que un hijo de madre judía es considerado judío, lo que no es así cuando naciere de una madre gentil, de otro pueblo, pues en ese caso el niño será considerado gentil. Esto, independientemente de la procedencia del padre. O sea, quien determina el judaísmo del hijo es la madre y no el padre, por prescripción bíblica (véase Talmud, tratado de Kidushin 68b).

ELIXIR REJUVENECEDOR En el libro del Génesis se narra que Abraham y Sara eran ancianos, y aun no habían tenido hijos. Pero aconteció que El Eterno se le apareció a Abraham y le dijo: «¿Acaso hay algo que esté por encima de El

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Eterno? En el tiempo designado regresaré a ti el próximo año en esta época, y Sara tendrá un hijo» (Génesis 18:14). Rabí Iudán, el hijo Rabí Simón, se refirió a este asunto y para explicarlo mencionó una parábola. Dijo: se asemeja al caso de un individuo que poseía dos cadenas valiosas, pero se habían quebrado algunos eslabones de las mismas. Por tal razón habían quedado inutilizadas. El hombre llevó las cadenas rotas al herrero y le dijo: «¿Me las puedes reparar?». El herrero le dijo: «¡Por supuesto! ¡Tú sabes que soy experto en esto y bien puedo deshacerlas y volverlas a hacer, dejándolas nuevas, como al principio! Siendo así, ¿tú tienes alguna duda de que no podré repararlas?». Así acontece aquí, en el caso mencionado en el versículo, El Santo, Bendito Sea, les dijo a Abraham y Sara: «Poseo capacidad para crearlos como erais al

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principio, cuando erais fértiles, ¿y acaso pensáis que no os podré volver a los días de vuestra juventud?» (Bereshit Raba 47:19).

LA

MAJESTUOSA

FORMACIÓN

DEL

FIRMAMENTO Está escrito: «Dijo Dios: Que haya un firmamento en medio de las aguas y que separe las aguas de las aguas» (Génesis 1:6). Los sabios estudiaron profundamente este tema y para esclarecerlo apropiadamente citaron enseñanzas intrínsecas impartidas por Rabí Janina, Rabí Pinjas, y Rabí Jacob el hijo de Rabí Abín quién había estudiado este asunto de Rabí Samuel el hijo de Najmán. Esto es lo que los sabios revelaron: El Santo, Bendito Sea, dijo: «Que haya un firmamento en medio de las

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aguas». En ese momento la gota central que se encuentra exactamente en medio de las aguas de lo bajo y las aguas de lo Alto sufrió un proceso de condensación. Éste fue el origen de los Cielos de lo bajo y el Cielo de los Cielos de lo Alto. Y a partir de este principio los Cielos fueron conformados y dispuestos por El Santo, Bendito Sea, con gran sabiduría y precisión. Pues los Cielos de lo Alto se encuentran por sobre los Cielos de lo bajo, cubriéndolos a modo de techado. Rav agregó un importante dato que esclarece aun más este asunto. Dijo: en un principio los Cielos se encontraban húmedos y en ese estado permanecieron durante el primer día de la creación, y en el segundo día se solidificaron. Esto se aprende de lo sucedido durante el segundo día de la creación, como está escrito: «Que haya un firmamento», es decir, se trata de un mandato que establece: «¡Solidifícate, firmamento!». Rabí Iehuda el hijo de Simón también se refirió al tema y aportó esta importante enseñanza al respecto,

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dijo: el segundo día de la creación fue dispuesta por El Santo, Bendito Sea una extensión tensada para soportar y robustecer el firmamento. Esto se aprende de lo que está escrito: «Extendieron las láminas de oro» (Éxodo 39:3). La expresión «láminas» en el original hebreo está escrita mediante la locución vairakú. Es la misma raíz verbal de la expresión hebrea utilizada en el Génesis para definir al firmamento. Ya que firmamento está definido mediante la locución rakía. Como está escrito: «Que haya un firmamento –rakía–» (Génesis 1:6). Por tanto, como la raíz de láminas y firmamento es la misma, se aprende que el segundo día de la creación fue dispuesta por El Santo, Bendito Sea, una extensión tensada para soportar y robustecer el firmamento. Rabí Janina agregó además que salió fuego de lo Alto y lamió la faz del firmamento, secándolo y tornándolo consistente. Rabí Iojanán reveló la fuente de la enseñanza de Rabí Janina. Pues cuando Rabí Iojanán llegaba a este versículo: «Con su aliento a los Cielos tendió» (Job

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26:13),

solía

decir:

«Rabí

Janina

me

enseñó

correctamente!». Así avalaba la revelación del maestro que dijo que salió fuego de lo Alto, enviado por El Eterno, y eso posibilitó el acondicionamiento definitivo de los Cielos. Dijo Rabí Iudán el hijo de Rabí Shimón dijo al respecto: efectivamente salió el fuego de lo Alto y pulió la faz del Firmamento, tornándolo reluciente (Midrash Raba 4:2).

EL MISTERIO DE LA IRRIGACIÓN PERFECTA Cuando las plantas están en la tierra, en un lugar abierto, reciben las aguas de lo bajo, y también las aguas de lo Alto, las aguas de lluvia, y así crecen apropiadamente. Pero si se les quita alguna de estas aguas, las plantas no se desarrollan como es debido. Esto sucede cuando se las planta en una maceta, lo cual

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LAS GEMAS DE LA TORÁ

le quita la posibilidad de nutrirse de las aguas de lo bajo, o si se las planta en el suelo, y se dispone un techado sobre las mismas, impidiendo que reciban las aguas de la Alto, las lluvias. En cualquiera de esto casos, al no recibir alguna de estas aguas, la planta no se desarrolla apropiadamente. Y los sabios cabalistas dijeron que es porque las aguas de lo Alto son masculinas y las de lo bajo femeninas. Entonces, al faltarle alguna de ellas, el desarrollo de la planta se ve afectado. En el Midrash se explica acerca de este asunto de las aguas de lo Alto y las aguas de lo bajo, como así el proceso de las lluvias. Veamos: Rabí Pinjas, enunció una interesente teoría en nombre de Rabí Hoshaia, dijo: «como el espacio que hay entre la Tierra y el firmamento de lo bajo, tal es el espacio que hay entre el firmamento y las aguas de lo Alto». Después de enunciar esta teoría presentó la fuente bíblica que la avalaba: dijo: «esto se aprende de lo que está escrito: Dijo Dios: que haya un firmamento en

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medio de las aguas y que separe las aguas de las aguas (Génesis 1: 6). La expresión «en medio de», indica que el firmamento es el espacio que separa entre las aguas de lo Alto y las de lo bajo. Dijo Rabí Tanjuma: Yo presento una razón diferente: si hubiera sido dicho: «Así Dios hizo el firmamento y separó las aguas que estaban debajo del firmamento de las aguas que estaban encima del firmamento» (Génesis 1: 7), entonces hubiese dicho: «las aguas de lo Alto están dispuestas sobre el mismo firmamento». Pero al ser que dice: «Así Dios hizo el firmamento y separó las aguas que estaban debajo del firmamento de las aguas que estaban por encima del firmamento», he aquí que esta expresión «por» dispuesta antes del término «encima», determina que las aguas de lo Alto penden de la palabra de El Eterno. Dijo Rabí Aja: esto se asemeja a una candela que ilumina desde el interior del farol que la recubre, lo mismo acontece con el firmamento, pende en medio del espacio inferior y el superior que lo envuelven. Y los

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frutos de las aguas de lo Alto son las aguas de las lluvias (Midrash Raba 4:3).

¿POR QUÉ LOS HEBREOS SON LLAMADOS «JUDÍOS»? Los Hebreos descienden del patriarca Jacob, quien fue llamado por El Eterno Israel. Como está escrito: «Dios le dijo: Tu nombre es Jacob, más tu nombre no será –únicamente– Jacob, sino que Israel será tu nombre; así fue como lo llamó Israel» (Génesis 35:10). Israel tuvo doce hijos, originando así las 12 tribus de Israel. Sin embargo, es común que se denomine a los Hijos de Israel por el calificativo: «judíos». Y esto es bastante extraño, pues Judá, de quien proviene el término «judío», era solo un hijo de Jacob, de la totalidad de doce que poseía. ¿Cuál es la causa por la que este hijo suyo asumió tanto protagonismo, a tal

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punto de que todos los descendientes de las doce tribus engendradas por Jacob sean llamadas a su nombre: «judíos»? La respuesta es, que Judá fue nombrado rey de Israel, y de él surgen los reyes del pueblo que dirigirían a la masa en el futuro. Incluso el rey Mesías será descendiente suyo. Debido a ello, Judá representa el liderazgo del pueblo, por esa razón, todos son llamados «judíos», a su nombre (Anoten Imrei Shefer, de Rabí Eliahu Iben Jaim; Taamei Haminaguim).

LOS ENIGMAS DEL FIRMAMENTO El Firmamento se asemeja a una pieza grande, cóncava y profunda, donde cae el agua que se utiliza para varios usos; se podría comparar con una pila. La misma retiene las aguas que caen a su interior. Pues por encima de la pila hay una cúpula. Ahora bien, la pila,

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que es el firmamento, el cual está en estado de ebullición por el fuego con el que lo solidificó El Creador, hace que la cúpula que hay encima transpire gotas densas. Y las mismas descienden al interior de las aguas oceánicas saladas. Entonces acontece un milagro, las aguas de lluvia, que son dulces, no se entremezclan con las aguas saladas del océano. Y las nubes aspiran las aguas dulces del océano y las envían a la Tierra en forma de lluvia. Dijo Rabí Iona: no te sorprendas de lo que fue enunciado, que las aguas dulces no se entremezclan con las saladas. Pues algo similar acontece en la Tierra de Israel con el río Jordán, el mismo pasa por el mar de Tiberiades y no se entremezcla con él.

EL MILAGROSO DESCENSO DE LAS LLUVIAS

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El descenso de las lluvias se produce de modo milagroso. Pues un hombre tamiza trigo o cereal en un tamiz, y antes que desciendan los granos por los agujeros del tamiz dos o tres dedos hacia abajo, se entremezclan en su caída los unos con los otros. Sin embargo, las aguas de lluvia, viajan una gran cantidad de años recorriendo el trayecto que hay desde los Cielos hasta la Tierra, y no se entremezclan entre sí. Pues si se entremezclaran las gotas unas con las otras –sus núcleos–, se produciría un desastre cuando tocaren la superficie terrestre, ya que destruirían el suelo y nada crecería (véase Talmud, tratado de Babá Batra 16b). Ahora bien, ¿de dónde se sabe que las gotas de lluvia no se entremezclan las unas con las otras? Se aprende de lo que está escrito: «Las nubes de los Cielos destilan las aguas» (II Samuel 22:12; Rashi). Es decir, las nubes hacen correr las aguas gota a gota, provocando que desciendan apropiadamente en forma de lluvia. Así las mismas humectan la tierra, irrigándola como es debido y tornándola propicia par el cultivo. Y entre gota y gota hay una distancia mínima, como la de un cabello, pero

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suficiente para que no se junten las unas con las otras en su descenso, evitándose así que provoquen un desastre natural (véase Talmud, tratado de Babá Batra 16b; tratado de Taanit 9b). Rabí Iudán, el hijo de Rabí Shimón también se refirió al milagroso descenso de las lluvias. Dijo: El Eterno hace descender las lluvias por medida, en forma totalmente controlada y equilibrada. Como está dicho: «Él extrae las gotas de las aguas, al transformarse el vapor en lluvia» (Job 36:27). Es decir, El Santo, Bendito Sea, extrae las aguas que enviará al mundo de la pila de lo Alto, y no retira más que lo que el mundo necesita. Tal como se indica en la cita bíblica que declara: «Y esa suma será sustraída de su evaluación» (Levítico 27:18) (Midrash Raba 4:5).

¿QUIÉN RESUCITA PRIMERO?

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En el libro Zohar se esclarece quiénes resucitarán en primer orden cuando llegue el momento de la resurrección. Y para deducirlo se menciona un pasaje bíblico inédito, el que describe el esfuerzo realizado por Abraham, siendo muy anciano, para conseguirle una esposa apropiada a su hijo Isaac. Como está escrito: «Abraham era anciano, bien entrado en años, y El Eterno lo había bendecido en todo. Y Abraham le dijo a su sirviente, el mayordomo de su casa, quien controlaba todo lo suyo: coloca ahora tu mano bajo mi muslo. Te haré jurar por El Eterno, Dios de los Cielos y Dios de la Tierra, que no has de tomar mujer para mi hijo de las hijas de los cananeos, entre quienes resido; sino que irás a mi tierra, y te dirigirás a mi lugar nativo, y tomarás una mujer para mi hijo Isaac» (Génesis 24:1– 4). A continuación se describe el planteo del sirviente y la respuesta contundente de Abraham: «El sirviente le dijo: tal vez la mujer no desee seguirme a esta tierra. ¿Llevaré entonces a tu hijo de regreso a la tierra de donde ha venido? Abraham le respondió: Ten cuidado

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de no retornar a mi hijo allí. El Eterno, Dios de los Cielos, Quien me sacó de la casa de mi padre y de la tierra de mi nacimiento; Quien habló acerca de mí y Quien juró ante mí diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, Él enviará Su ángel delante de ti, y tú tomarás una mujer para mi hijo de allí. Pero si la mujer no deseare seguirte, estarás absuelto de este juramento mío; mas no retornes a mi hijo allí» (Génesis 24:5–8). Tras haberse disipado toda duda: «El sirviente colocó su mano bajo el muslo de Abraham, su señor, y le juró sobre lo dicho. Entonces el sirviente tomó diez camellos de los camellos de su señor y partió con todos los bienes de su señor en su mano y se dirigió hacia Aram Naharaim a la ciudad de Najor. A los camellos los hizo reposar fuera de la ciudad, en una fuente de agua, al anochecer, que es la hora cuando llegan las mujeres a sacar agua. Y dijo: El Eterno, Dios de mi señor Abraham, por favor, dispone para mí en este día que harás bondad con mi señor Abraham. Aquí estoy de pie junto a la fuente de agua y las hijas de los lugareños salen a extraer agua. Que la joven a quien he de decirle:

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por favor, inclina el cántaro para que pueda beber, y la que responda: bebe, y también daré de beber a tus camellos, sea aquella a quien has designado para tu sirviente, para Isaac; y que yo sepa a través de ella que has hecho bondad con mi señor» (Génesis 24:10–14). La solicitud del sirviente se cumplió inmediatamente, como está escrito: «Aún no había terminado de hablar, cuando salió Rebeca, que le había nacido a Betuel, hijo de Milca, la mujer de Najor, hermano de Abraham, con el cántaro sobre su hombro. Y la joven era de muy hermosa apariencia; virgen, que no había conocido varón alguno. Ella descendió a la fuente, llenó su cántaro y subió. El sirviente fue corriendo hacia ella y le dijo: por favor, déjame beber un poco de agua de tu cántaro. Ella dijo: bebe, señor mío, y rápidamente bajó el cántaro a su mano y le dio de beber. Cuando terminó de darle de beber, dijo: sacaré agua también para tus camellos, hasta que terminen de beber. Se apresuró y vació su cántaro en el abrevadero, y corrió nuevamente hacia la fuente para extraer agua; y extrajo agua para todos sus camellos. El hombre estaba asombrado y

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silencioso, aguardando saber si El Eterno había tornado exitoso su camino o no. Y sucedió que cuando los camellos terminaron de beber, el hombre tomó un aro de oro de medio siclo de peso y dos brazaletes en sus manos, que pesaban diez siclos de oro. Y le dijo: ¿de quién eres hija? Por favor, dime. ¿Acaso hay lugar en casa de tu padre para que pasemos la noche? Ella le dijo: soy la hija de Betuel, hijo de Milca, quien lo tuvo de Najor. Y le dijo: tenemos abundancia de paja y de forraje, así como lugar para dormir. El hombre se inclinó y se prosternó ante El Eterno. Dijo: Bendito es El Eterno, Dios de mi señor Abraham, Quien no ha abandonado Su bondad y Su verdad para con mi señor. Estando aún en el camino, El Eterno me guió a la casa de los hermanos de mi señor» (Génesis 24:15–28) Esta sección contiene misterios intrínsecos que deben ser escudriñados. Por eso el sabio cabalista Rabí Aba dijo: hay que observar y meditar profundamente en esta sección. Observad que está escrito: «A los camellos los hizo reposar fuera de la ciudad, en una fuente de agua, al anochecer, que es la hora cuando llegan las

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mujeres a sacar agua». La palabra hebrea con la que se define a los camellos es gamal, y alude al cuerpo. Rabí Aba comenzó a desmenuzar la cita. Dijo: lo que está escrito «fuera de la ciudad», alude al cementerio, que se encuentra fuera de la ciudad; «en una fuente de agua», alude a la fuente del agua de la Torá. Pues así fue enseñado: quienes se anticipan a incorporarse en los cementerios durante la resurrección de los muertos son los mismos que se dedicaron al estudio de la Torá durante su vida en este mundo, pues he aquí que fue enseñado: cuando una persona entra a la tumba, ¿qué le preguntan primero? Si estableció tiempos para estudiar la Torá, como está escrito: «Y habrá fe en tu tiempo» (Isaías 33:6). Y cuando sale, es decir, llega el momento de salir de la tumba, ¿no es lógico que sea incorporado primero? (I Zohar, Midrash Hanehelam 127b).

INÉDITA EXPRESIÓN DE SILENCIO

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La expresión: «sh», es una interjección coloquial para imponer silencio mundialmente conocida. Aunque pocos saben que se encuentra enraizada en la Biblia. Veamos, en el cuarto libro del Pentateuco, Números, se narra la exploración realizada por los representantes del pueblo de Israel antes de entrar en la Tierra Prometida. Como está escrito: «El Eterno habló a Moisés, diciendo: Envía para ti a hombres, y que exploren la Tierra de Canaán que Yo doy a los Hijos de Israel; de cada tribu patriarcal enviaréis un varón, cada uno príncipe entre ellos. Moisés los envió desde el Desierto de Parán ante la orden de El Eterno; eran todos hombres distinguidos, líderes de los Hijos de Israel (Números 13:1–3). Después de enunciarse la misión, se mencionan los nombres de los exploradores designados, como así las instrucciones que les fueron impartidas. También se revela la ruta que emprendieron y el reconocimiento que llevaron a cabo. Y a continuación se declara:

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«Después de cuarenta días regresaron de explorar la Tierra. Fueron y vinieron ante Moisés y Aarón, y ante toda la asamblea de los Hijos de Israel, al Desierto de Parán en Kadesh, y les trajeron a ellos y a toda la asamblea el informe, y les mostraron los frutos de la Tierra. Ellos le informaron, y dijeron: llegamos a la Tierra a la que nos enviasteis e incluso en ella fluye la leche y la miel, y éstos son sus frutos. Pero el pueblo que habita en la Tierra es poderoso, las ciudades están muy fortificadas y, además, allí vimos a los descendientes del gigante. Amalek habita en el área del sur, el jeteo, el iebuseo y el amorreo habitan en la montaña, y el cananeo habita junto al mar y en la orilla del Jordán» (Números 13:25–39). Esta declaración expuesta era avalada por la mayoría de los hombres que habían explorado la Tierra, y sus novedades que traían eran pesimistas. Con seguridad harían decaer el ánimo del pueblo y abatir sus ansias de ingresar a la Tierra Prometida. Pero uno de los exploradores, Calev, no estuvo de acuerdo en que la Tierra Permitida fuera degradada ni que se abatiera el

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ánimo del pueblo, por eso intervino en medio de las declaraciones y defendió la causa de El Eterno. Como está escrito a continuación: «Calev silenció al pueblo delante de Moisés y dijo: ciertamente ascenderemos y la conquistaremos, pues indudablemente somos capaces de hacerlo» (Números 13:30). Cuando se narra la acción de Calev, al silenciar al pueblo, la expresión «silenció», en el original hebreo está escrita mediante la locución: «vaiaas» El renombrado exegeta Rashi explicó que esa palabra, vaiaas, significa que hizo callar a todos. Y menciona algunos ejemplos de otros versículos donde esta palabra tiene idéntico sentido. Pero también explica el origen de esta locución: cuando alguien quiere hacer callar a un grupo de personas emite este sonido: ¡Shhhh! Es decir, la palabra vaiaas está formada a partir de la interjección coloquial «sh».

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Resulta que también el origen de la tan conocida expresión: «¡Shhhh!», que se utiliza tan asiduamente cada vez que uno desea hacer callar a los demás, está enraizada en la Torá.

SUEÑOS QUE PRONOSTICAN LA PAZ En el tratado talmúdico de Berajot está escrito: Rabí Janán dijo: hay tres sueños que pronostican la paz: el que ve un río, un ave y una olla. Un río, porque está escrito acerca de la redención futura de Jerusalén: «Alegraos con Jerusalén, y regocijaos con ella, todos los que la amáis; llenaos con ella de júbilo, todos los que os enlutáis por ella; para que maméis y os saciéis de los pechos de sus consolaciones; para que bebáis, y os deleitéis con el resplandor de su gloria. Porque así dice El Eterno: he aquí que Yo extiendo sobre ella paz como un río» (Isaías

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66:9–12). Se aprecia que El Eterno extenderá sobre ella mucha paz, como la abundancia de un río. Significa que un río está asociado a la paz. Por eso, quien sueña con un río, es señal de paz para él. Un ave, porque está escrito: «Como las aves que vuelan, así protegerá El Eterno de los ejércitos a Jerusalén,

amparando,

librando,

preservando

y

salvando» (Isaías 31:5). Se aprecia que las aves están asociadas a la paz. Una olla, como está escrito: «El Eterno, tú nos darás paz como se coloca una olla sobre el fuego» (Isaías 26:12) (Talmud, tratado de Berajot 56b). La razón de la acción pacificadora de la olla se debe a un asunto intrínseco. Pues cuando uno desea cocinar una comida, no podrá hacerlo sin agregarle agua. Ya que la presencia del agua evitará que los ingredientes se adhieran a los bordes de la olla, y se quemen en unos pocos minutos. Asimismo, tampoco es posible realizar la cocción sin la olla. Pues si la misma no estuviera

99

LAS GEMAS DE LA TORÁ

presente, el agua con el que uno se dispone a cocinar la comida, apagaría el fuego. Resulta que la olla provoca la paz entre el agua y el fuego. De este modo, ambos elementos realizan la cocción a través de la olla. Por eso, quién ve una olla en el sueño, hallará la paz, del mismo modo como la olla provoca la paz (Véase Berajot

56b,

Rabí

Mordejai

Benat;

Taamei

Haminaguim: inianim shonim 64).

LA LUZ DE LA VELA APTA PARA ILUMINAR Cuando culmina el Día de Reposo, el Shabat, se realiza una ceremonia denominada Avdalá. A través de la misma se separa la santidad del Shabat, de los demás días hábiles. Ya que después del Shabat comienza el día

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primero de la semana, y es necesario hacer una separación. Para la ocasión se llena una copa de vino, se la alza con la mano derecha, y se recita la bendición por el vino: «Bendito eres Tú, El Eterno, Dios nuestro, Rey del Universo, creador del fruto de la vid». Inmediatamente

después,

se

toman

hierbas

aromáticas para olerlas y reconfortar al alma después de la salida de la santidad del Shabat. Sólo que antes de disfrutar del aroma, se recita la bendición: «Bendito eres Tú, El Eterno, Dios nuestro, Rey del Universo, creador las especies aromáticas». A

posteriori,

se

procede

a

rememorar

el

descubrimiento del fuego, hecho sucedido tras la culminación del primer Shabat, cuando Adán, el primer hombre, frotó dos piedras, y produjo fuego por primera vez.

101

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Para ello se enciende una vela de al menos dos mechas, o de no ser posible, se toman dos astillas de madera, o dos cerillos, que se encienden y unen, para que sus llamas se junten. Entonces se recita la bendición correspondiente, y se colocan las manos ante el resplandor de esa luz para tener provecho de la misma. La bendición que debe pronunciarse para la ocasión es: «Bendito eres Tú, El Eterno, Dios nuestro, Rey del Universo, creador de las luces del fuego» Finalmente, se sostiene la copa de vino con la mano derecha y se recita la bendición de la Separación – Avdalá–: «Bendito eres Tú, El Eterno, Dios nuestro, Rey del Universo, que separa entre lo santo y lo mundano, entre la luz y la oscuridad, entre Israel y las naciones, entre el Día Séptimo y los demás días de labor. Bendito eres Tú, El Eterno, que separa entre lo santo y lo mundano».

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Respecto a la luz que se precisa para recitar la bendición antes descrita, requiere que el fuego hubiere prendido bien, e ilumine correctamente. Es decir, si aun necesita mantener el cerillo o encendedor sobre la mecha, quiere decir que el fuego aun no ilumina como es debido. Sólo se recitará la bendición, en el momento en que el fuego se mantenga por sí solo, sin ayuda. La causa de este requisito surge a partir del versículo que se refiere a la creación de la luz. Como está escrito: «Dios vio que la luz era buena» (Génesis 1:4). Y a continuación está escrito: «Y Dios separó la luz de la oscuridad» (Ibíd.). Se aprecia que en primer orden consta que la luz era buena, y a posteriori, se cita la acción llevada a cabo con la misma, en este caso, su separación. Sin embrago, respecto a las otras creaciones, el orden es inverso, se describe el acto llevado a cabo, y a posteriori, se manifiesta: «vio Dios que era bueno». Esta diferencia llamó la atención de Rabí Zeira, el hijo de Rabí Abahu, quien disertó en Kesarin precisamente

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sobre este tema. El citado sabio inició su conferencia planteando una pregunta: «¿De dónde se sabe que no se recita la bendición sobre una vela, durante la ceremonia de separación –Avdalá–, al culminar el Shabat, hasta que el fuego de la misma esté encendido a tal punto que ilumina, y permite tener provecho de la luz que proporciona?». Y respondió: «Se lo aprende del versículo que se refiere a la creación de la luz. Como está escrito: «Dios vio que la luz era buena” (Génesis 1: 4), y a posteriori, «y Dios separó la luz de la oscuridad». Es decir, cuando Dios vio que la luz era buena, propicia para iluminar, recién entonces separó. Se aprende de aquí, que hay que aguardar a que la luz de la vela sea propicia para iluminar antes de pronunciar la bendición de la luz en la ceremonia de Avdalá (Midrash Raba, mefarshim).

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ÍNDICE

Capítulo I

Pág. 3

Extravagante juicio contra un animal Un trabajador ejemplar El misterio de los trastornos sexuales de las almas El precepto de amar al prosélito El amor y el odio estropean la compostura Los ángeles no tienen revés La bendición del justo y la maldición del malvado Capítulo II

Pág. 32

La muerte, ¿para qué sirve? El misterio de la puesta del sol La extraordinaria burra de rabí pinjas ben iair La pelea de Caín y Abel Capítulo III Caridad, después justicia ¿Qué sucedió el segundo día del génesis?

Pág. 48

LAS GEMAS DE LA TORÁ

La dama que se atrevió a desafiar a Rabí Iosei El misterio de la membrana del prepucio La experiencia de dos hermanos y una madre Capítulo IV

Pág. 62

La circuncisión del bebé muerto ¿Qué había detrás de la circuncisión de Abraham e Ismael? Los rasgos del tetragrama en toda creación Los distinguidos lectores de la torá Las intrépidas preguntas de un cuteo Capítulo V

Pág. 76

Por qué el judaísmo se transmite a través de la madre Elixir rejuvenecedor La majestuosa formación del firmamento El misterio de la irrigación perfecta ¿Por qué los hebreos son llamados «judíos»? Los enigmas del firmamento El milagroso descenso de las lluvias

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¿Quién resucita primero? Inédita expresión de silencio Sueños que pronostican la paz La luz de la vela apta para iluminar

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