Las Normas de Urbanidad

Las Normas de Urbanidad de George Washington A finales del siglo diecinueve se descubrió un cuaderno titulado “Formas de

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Las Normas de Urbanidad de George Washington A finales del siglo diecinueve se descubrió un cuaderno titulado “Formas de escritura” en Mount Vernon, Virginia, la plantación donde vivía George Washington, a orillas del río Potomac. El cuaderno data aparentemente de 1745, cuando Washington tenía catorce años y asistía a la escuela en Fredericksburg, Virginia. Ahí encontramos, en letra manuscrita del prócer, los cimientos de una sólida educación del carácter para un joven del siglo XVIII: unas ciento diez “normas de urbanidad y conversación entre hombres”. La investigación histórica ha demostrado que el joven George las copió probablemente de la traducción inglesa (1664) de un trabajo francés aún más antiguo. La mayoría de las normas aún son deliciosamente aplicables como código moderno de conducta personal. He aquí cincuenta y cuatro de esas normas, que tanto admiraba el primer presidente de los Estados Unidos de América. 1. Cada acto debe trasuntar respeto por los presentes. 2. En presencia de otros, no canturrees en voz baja, ni tamborilees con los dedos ni los pies. 3. No hables cuando otros hablan, no permanezcas sentado cuando otros están de pie; no camines cuando otros se detengan. 4. No des la espalda a los demás, y menos cuando hablas; no muevas la mesa o el escritorio donde otro lee o escribe, no te apoyes en nadie. 5. No seas lisonjero, ni bromees con nadie que no esté de ánimo para bromas. 6. No leas cartas, libros ni papeles en compañía, pero cuando sea preciso hacerlo, debes pedir permiso. No te acerques a los libros ni escritos de nadie para leerlos sin autorización, ni fisgonees cuando otro está escribiendo una carta. 7. Que tu semblante sea agradable, pero que demuestre gravedad ante asuntos serios. 8. No demuestres satisfacción ante el infortunio de otro, aunque se trate de tu enemigo. 9. Los que gozan de título o posición tienen precedencia en todas partes, pero mientras son jóvenes deben respetar a quienes son sus iguales por su nacimiento o por otras cualidades, aunque no ocupen cargos públicos. 10. Es de buena educación ceder la palabra a nuestros interlocutores, especialmente si gozan de rango superior, y nunca debemos ser los primeros en interpelar a los mismos. 11. Que tu plática con hombres de negocios sea breve y al punto. 12. Al visitar a los convalecientes, no asumas el papel de médico si no te corresponde. 13. Al escribir o al hablar, dirígete a la persona por su título debido, de acuerdo con su grado y las costumbres del lugar. 14. No discutas con tus superiores, y siempre presenta tus opiniones con modestia. 15. No procures ser maestro de tus iguales en las artes que profesan, pues pasarás por arrogante. 16. Cuando un hombre hace todo lo que puede, aunque no logre tener éxito, no lo culpes por su intento. 17. Cuando debas aconsejar o recriminar, considera si es pertinente que se haga en público o en privado, de inmediato o en otra ocasión, y también cuáles son las palabras atinadas; y al reprender no muestres signos de cólera, sino actúa con reserva y moderación. 18. No te mofes de asuntos de importancia, no hagas burlas mordaces ni hirientes, y si haces gala de ingenio, no te rías de tus propias palabras. 19. Cuando reprendas a otro procura ser intachable, pues el ejemplo es más elocuente que la exhortación. 20. No emplees palabras hirientes contra nadie, ni juramentos o escarnios. 21. No te apresures en creer rumores en detrimento de otras personas. 22. Sé discreto en tu atuendo, y procura respetar la naturaleza antes que suscitar admiración. Sigue la moda de tus iguales, tal como sea pertinente respecto del tiempo y lugar. 23. No te comportes como un pavo real mirándote sin cesar para ver si estás presentable, si el calzado te sienta bien, si tus calzas están bien ceñidas o si tus ropas son elegantes. 24. Júntate con hombres de calidad si estimas tu reputación, pues más vale estar solo que mal acompañado.

25. Que en tu conversación no haya malicia ni envidia, y así manifestarás ser de natural afable y ponderable; en las causas apasionadas permite que se imponga la razón. 26. No cometas la impudicia de urgir a tu amigo a revelar un secreto. 27. No digas bajezas ni frivolidades entre hombres adultos y educados, ni cosas dificultosas entre ignorantes, ni cosas difíciles de creer. 28. No hables de temas sombríos en tiempos de alegría ni a la mesa; no hables de cosas melancólicas como muerte y heridas, y si otros las mencionan, procura cambiar la conversación. No reveles tus sueños, salvo a tus amigos más íntimos. 29. No bromees cuando no hay ánimo para el jolgorio. No rías a carcajadas, y nunca rías cuando no es apropiado. No te burles de los infortunios de nadie, aunque parezca existir un motivo. 30. No digas palabras injuriosas, ni en broma ni en serio. No te mofes de nadie aunque te den la ocasión. 31. No seas atolondrado, sino afable y cortés, el primero en saludar, oír y responder, y no seas retraído en momentos de platicar. 32. No te apartes de los demás, pero no abuses de su confianza. 33. No vayas donde no sabes si serás bien recibido. No des consejos sin que te los pidan, y cuando sea pertinente darlos, sé conciso. 34. Si dos personas riñen, no tomes partido en forma incondicional, y no seas obstinado en tus opiniones; en asuntos indiferentes toma partido por la mayoría. 35. No reproches la imperfección ajena, pues eso corresponde a padres, maestros y superiores. 36. No mires los defectos ajenos, ni preguntes de dónde vienen. No cuentes a cualquiera lo que has confiado en secreto a tu amigo. 37. En compañía no hables en lengua extranjera sino en la propia, y la que hablan gentes de calidad, no el vulgo. Trata con seriedad los asuntos sublimes. 38. Piensa antes de hablar, no pronuncies incorrectamente, no hables de prisa, sino ordenada y claramente. 39. Cuando otro habla estate atento y no molestes al público. Si alguien vacila al hablar, no lo ayudes, ni le des sugerencias que no te han pedido; no lo interrumpas ni le respondas hasta que haya terminado de hablar. 40. Trata de negocios en el momento adecuado, y no murmures delante de los demás. 41. No hagas comparaciones, y si alguno de los presentes es elogiado por un acto virtuoso, no elogies a otro por lo mismo. 42. No repitas rumores si desconoces la verdad. Al hablar de cosas que has oído, no siempre nombres a quien las refirió. Nunca reveles un secreto. 43. No te inmiscuyas en asuntos ajenos, ni te acerques a quienes hablan en privado. 44. No emprendas lo que no puedes realizar, pero procura cumplir tus promesas. 45. Cuando expongas una cuestión, hazlo sin apasionamiento, ni indiscreción, sin importar la calidad de la persona a que te diriges. 46. Cuando tus superiores hablan con cualquiera, óyelos; no hables ni te rías. 47. En las disputas, no lleves tu afán de imponerte al extremo de negar a otro la libertad de expresar su opinión y sométete al arbitrio de la mayoría, especialmente si son jueces de la disputa. 48. No seas tedioso en tu conversación, no hagas muchas digresiones, no repitas con frecuencia el mismo asunto. 49. No hables mal de los ausentes, pues es injusto. 50. No te enfades a la mesa, y si tienes razón para el enfado no lo demuestres; presenta un semblante jovial, especialmente si hay extraños, pues el buen humor hace de cualquier plato un manjar. 51. No ocupes la cabecera de la mesa, pero si te corresponde o lo pide el dueño de casa, no te opongas, para no molestar a los presentes. 52. Cuando hables de Dios o sus atributos, hazlo con seriedad, reverencia y honor, y obedece a tus padres naturales. 53. Que tus esparcimientos sean viriles, no pecaminosos. 54. Trabaja para mantener viva en tu pecho esa pequeña chispa de fuego celestial llamada conciencia.”