Las Ciudades Burguesas Jose Luis Romero

246 LATINOAMÉRICA: LAS CIUDADES Y LAS IDEAS propio Vergara fuu do' eu Bagota' cou el nombre de "El lVI ' " D e to dOs ~

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246 LATINOAMÉRICA: LAS CIUDADES Y LAS IDEAS

propio Vergara fuu do' eu Bagota' cou el nombre de "El lVI ' " D e to dOs ~ d 1 "d' f l' OSalCO , de la vida i "'""-10 os, e peno leo ue e prmcipal instrumento Lor¡telectual, que raramente se deser¡tendia de 1 'd ,h s I ' a VI a Po1lwca. ria J' poetas -e argentmo Juan Cruz Carela el c t o l~~ ~~~i:oaquin de Olm~do" el colombiano Julio Arb;le~~ 0ref' .p tas, los que se lnchnaron a la narración o lo q t d ' , s ue P meran el medída, en las elnshayo, l~ os pardtlcd'parou, leu mayor o menor dísmo uc as po ItIcas y e Icaron argas horas 1 ' , que er¡ tasi todas las ciudades de alguna importan: pen~; co ' u u,:o °lton varios medios de expresión de las ideas E'la COI~ ,o dICO CIrCU ab 1 b " ,penoas urgueslas actIvas y pensantes ella s escn'b'laa entre 1 I"b 1 d ' , 1 ' Y para los ocasional e 1 era octnnano, e conservador convencido, un caudillo es sostenedores de una causa o d~ un proyecto o de jores lum' Par~ ellas ~scnbleron caSI. ~o~dlanamente las meinequíP as latmoamencanas, en perIOdlcos militante d y las ideas que retibiau 1 s dYf e vaca borientación, dí an esas 1.tr . . l as 1 unlos f' gueslas actIvas y pensantes en las tertul" ca es, €:Q la 1 l' las, en el punto de . s pazas, en os atrIOS, comentándolas según veces sint ~s,ta personal de cada uno, desarrollándolas unas elnandolas otras, hasta transfonuarlas eh patr' , de todyos Y diru d' 1 d Imomo se fonuabah n Ir as por to os los, sectores de la sociedad: asi biente urba y deformaban la~ cornentes de opinión en el amde la e u.::o, en el ':Ine el hterato-penochsta era un portavoz todos ~ ~a comumdad, a qUIen todos conocían y de quien de la cu~s~i~ 81} el. argumento o la glosa, en Contra o en favor N flan palpltante de cada día, libreri: : l~ba en la más frecuentada calle de cada capital una por los curios que llegaban los hbr~s extranJeros más solicitados literarias en os y por los snobs, Alh se reuman también tertulias libros se . las q.u e se encontraba~ los que leían los mismos se enc~ntr~lah aSIduamente a los rrusmos autores, Eran los que en el con :n en el, t~atro, e~ las redacclOne.s de los periódicos, ciudad trjgr so, PohtIca y lIteratura eran lhseparabIes en la pa ela,

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Desde 1880 muchas ciudades latinoamericanas comenzaron a experimentar nuevos cambios, esta vez no sólo en su estructQ.ra social sino también en su fisonomía. Creció y se diversificó su población, se multiplicó su actividad, se modificó el pais¡¡je urbano y se alteraron las tradicionales costumbres y las manetas de pensar de los distintos grupos de las sociedades urbanas. Ellas mismas tuvieron la sensación de la magnitud del cambio que promovian, embriagadas por el vértigo de lo qUe se llamaba el pr:ogreso, y los viajeros europeos se sorprendían de esas transfor_ maciones que hacían irreconocible Wla ciudad en veinte añ.os. Fue eso, precisamente, lo que, al comenzar el nU.evo siglo, prestó a la imagen ele Latinoamérica un aire de irreprimible e ilimita,da aventura. Un examen más atento hubiera permitido comprobar que ese

juicio no era del todo exacto, Era mucho lo que en Latino_ américa no cambiaba, sobre todo en vastas ZOnas rurales Pero

también en muchos centros urbanas, Fueron las ciudades las que cambiaron, y en particular las grandes ciudades, Porque el ca.mbio estaba estrechamente vinculado con cierta transformación sustancial que se operó por entonces en la estructura económica de casi todos los países latinoamericanos y repercutió particular_ mente sobre las capitales, sobre los puertos, sobre las ciudades que concentraron y orientaron la producción de algunos Pro, ductos muy solicitados en el mercado mundíal. Fue, ciertamer¡te, la preferencia del mercado mundial por los países productOres de materias primas y consumidores virtuales de productos mabufacturados lo que estimuló la concentración, en diversas ciudafllie fue terminando también en Latinoamérica y entre las ",,,ehas cosas que quedaron olvidadas estaba la retórica de Jos 11IlfWOS ricos. De pronto apareció una concepción deportiva de 1" vicia, a la que se plegaron primero los jóvenes y luego todos 11"1'0 a poco. La influencia de las costumbres norteamericanas, jll i\flluada por el cine, contribuyó a destruir algunos esquemas Ii lid ¡cionales, y enseguicla el shimmr y el charleston remplazaron '1) vals. Para algunos grupos de las nuevas burguesías, el desarrollo d" cierto gusto estético, la preocupación por la pintura o la ¡¡f¡lralura: pareció el complemento necesario de una modernizar r~1l acabada que debía culminar en ciertas formas de refina1I1I(\I1l0 personal. Hubo, seguramente, quienes poseían espontáIll1llmente ese gusto y procuraron satisfacerlo auténticamente; 1""'0 predominaba una actitud snob que invitaba a estar al tanto dll lilas últimas novedades de París", a comentar la obra del l' "'; lor más en boga, a elogiar lo que debía elogiarse para que " Advirtiera que se estaba integrado en el renovado mundo de la p"cn del progreso. Fue un alarde más de superioridad social. Sin duda se formaron en el seno de estas nuevas burguesías Illllt~lIticos grupos de intelectuales, de escritores, de artistas que ,,,flAjaron la intensidad de la sacudida que hablan experimen,,,do las sociedades latinoamericanas. Para algunos el tema r""domental fue la política; pero hubo los que comenzaron a 1II(Ilmder sus preocupaciones bajo la inspiración de la sociología '1"" predomínaba por entonces en Inglaterra y Francia. Muchos ,11 preocuparon por los temas sociológicos, porque empezaron a ,""'r;bir los conflictos profundos que se escondian por debajo de h, flvatares de la política, manifestados no sólo en los enfrenta11l!t'lItos de clase o de grupos sino en la contraposición de actitudes 111l1r(' los distintos sectores de una sociedad que resistía la opri11 11\11 le acción tanto del viejo patriciado como de las nuevas Iluq:{uesías. Los sociólogos --el peruano Francisco García Cal,ltlfÓIl, el venezolano César Zumeta, el colombiano Carlos A. l'orres, el argentino José Ingenieros, entre otros muchos- fueron 1" l sligos Y los analistas del cambio. Junto a ellos hubo los 'pUl se ocuparon de filosofía, y fueron a veces los mismos. Se

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sintieron atraídos por la filosofía positivista, tanto en su versión francesa desarrollada alrededor del pensamiento de Augusto Comte, como en la anglosajona en la que cobraban especial significación John Stnart Mill, William James y Herbert Spencer. Fueron, entre otros, el peruano Alejandro Deustúa, el cubano Enrique Varona, el mejicano Gabino Barreda, el argentino José Ingenieros. Era una filosofía que entrañaba, sin duda, profundos problemas teóricos, y que tenían también importantes proyecciones prácticas, especialmente en el campo de la educación. Pero era, sobre todo, la justificación doctrinaria de una sociedad "progresista", volcada hacia el progreso material, orientada por una filosofía del éxito: la sociedad que presidían las nuevas burguesías. Los grupos de poetas, escritores y artistas fueron, a veces, un poco marginales, pero, en rigor, sólo en apariencia. La bohemia de los cafés, los ateneos, las redacciones y las tertulias desdeñaba los valores consagrados y las ideas generalmente admitidas; pero sus miembros estaban dentro de alguna de las varías direcciones que apuntaban en el seno de las nuevas burguesías. El naturalismo novelístico trataba de penetrar los secretos de esta nueva sociedad devorada por la tentacíón de la fortuna fácil y del ascenso social acelerado; y aunque condenaba lo .que creía en ella inhumano y cruel, compartía lo que pudíera llamarse sus sanos principíos. El modernismo de los poetas -el mejicano Gutíérrez Nájera, el cubano Julián del Casal, el uruguayo Julio Herrera y Reissig, el argentíno Leopoldo Lugones, y sobre todo, el nicaragüense Rubén Daría- recogía y expresaba la sensíbilidad de los exquisitos; pero de los poderosos exquisitos, a quienes seducía el mundo refínado del lujo y, a veces, el refinado lujo del poder. Más que disconfonnísmo había en él un rechazo de la vulgaridad, que se confundia fácilmente con el apresurado arístocratismo de las nuevas burguesías. Al fin, el refinamiento sen~ síble podia ayudar a justificar el ascenso de la nueva aristocracia del dinero. Audaces y obstinadas, las nuevas burguesías necesitaron y quísieron dar la batalla por el poder. No les fue fácil. El poder tenía dueños y, frente a ellos, las nuevas burguesías fueron, en principio, solamente un factor más de poder, y por cierto no el único entre los nuevos que se disponían a enfrentar a los viejos. Extrañas combinaciones de intereses, en las cuales no se advertía bien quién servía a quién, modificaron poco a poco las formas y los contenidos de la política. No siempre lograron -o no

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~Iuisieron- las nuevas burguesías ejercer el poder por sí mismas, ,¡uizá porque no siempre contaron con el hombre de mando que N necesítaba en socíedades tan inquietas. Pero fueron el poder d Lrás del trono, o mejor, el poder detrás del Useñor presidente". El proceso económico y social de la aparición de las nuevas burguesías -y muy pronto de las- nuevas clases medías y populares- tenia una raíz distinta del proceso político y, en conse¡uencia, no lo interfirió radicalmente, como si hubiera habido 1I11a batalla y, con ella, vencedores y vencídos. Más bien el proceso social empezó a ímpregnar el proceso político y a tergivorsarlo lentamente. En las capitales ejercieron funciones políLicas, directas o indirectas, no sólo los representantes de los 11 nliguos factores de poder sino también de los nuevos. Y en ¡Jiversa escala, en todas las ciudades que se transformaban apare"ieron los nuevos factores de poder para competir con los antiguos. I~·an éstos, sobre todo, los viejos linajes patricios, los grupos mililores y eclesiásticos; y junto a ellos, su clientela politica sostenida durante largo tiempo y sostenedora en consecuencia de aquellos que la sosteruan ; y en un grado de menor influencía, los antiguos grupos económicos compuestos por ricos comerciantes y propietarios y los círculos ilustrados que merecían consideración esperial. Los nuevos, en cambio, fueron exclusivamente los que t'xpresaron el nuevo poder económico. Su fuerza consistió en que ~I poder político descubrió que los necesitaba. Asi empezó un estrecho maridaje de víejos caudillos y generales afortunados con los sinuosos grupos de indefinida nacionalidad en los que se mezclaban los inversores y comerciantes extranjeros con los repreNentantes y agentes nacionales. Era inevitable. Ante el desafío de la economia internacíonal y las necesidades del desarrollo interíor, el poder político se lanzó a la tarea de modernizar el país y a una explotación más intensiva y organizada de las riquezas naturales. Cuando descubrió que necesitaba capitales, los buscó o, símplemente, los aceptó si se los ofrecían. El inversor y el comerciante procuraron privilegios y garantías, y los solíritaron del poder político que procuraba atraerlos. En el juego de toma y daca crecieron los intermediarios, los agentes, los comisionistas, y también los que, efectivamente, trabajaban en ulguno de los sectores recién abiertos. Muchos se enriquecieron fácilmente, y todos los que representaban de alguna manera al