Las alturas de mi pueblo

Las Alturas de mi Pueblo Autor: Rabino Amram Anidjar Transcrpció y Traducción: R. Shamuel Garzón Corrección: Moshé Garzó

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Las Alturas de mi Pueblo Autor: Rabino Amram Anidjar Transcrpció y Traducción: R. Shamuel Garzón Corrección: Moshé Garzón Serfaty Está permitida la reproducción total o parcial del material de este libro, con la condición de que el autor sea notificado y que no se haga con fines de lucro. Todos Los derechos quedan reservados y son propiedad del autor.

ÍNDICE INTRODUCCIÓN

8

AGRADECIMIENTOS 11 APROBACIONES RABÍNICAS

14

LIBRO BERESHIT BERESHIT

LLEGUEMOS A LA CIMA

24

BERESHIT

LA ENVIDIA

29

NÓAJ

BENDICE NUESTROS ACTOS

33

NÓAJ

TORÁ Y BUENOS MODALES

37

LEJ-LEJÁ

RIQUEZA O JUSTICIA

41

LEJ-LEJÁ ANTISEMITISMO

47

VAYERÁ

TORÁ Y BONDAD

54

VAYERÁ

UN BUEN AMIGO

58

JAYÉ SARÁ

EL QUE RÍE ULTIMO, RÍE MEJOR

62

JAYÉ SARÁ

VIDA LARGA

67

TOLEDOT

CABALISTAS O MATERIALISTAS

71

TOLEDOT

ESAV, EL INGENUO

77

VAYETSÉ

LA CONSECUENCIA DE NUESTROS ACTOS

82

VAYETSÉ

AM ISRAEL JAI

86

VAYISHLAJ AGRADEZCAMOS

91

VAYISHLAJ

NO MALDECIRÁS

96

VAYESHEB

EL OJO ÉTICO

99

VAYESHEB

EL CAMINO CORRECTO

104

MIKETZ

LA MANUTENCIÓN ES DE LOS CIELOS

109

MIKETZ

LA SITUACIÓN MEJORARÁ

115

VAYIGASH

LAS PRUEBAS

121

VAYIGASH

BUENOS DECRETOS

127

VAYJÍ

LA ALEGRÍA

132

VAYJÍ

VIDA ETERNA

137

3

ÍNDICE LIBRO SHEMOT SHEMOT

LA AUTOESTIMA

143

SHEMOT

UNIÓN Y COMPAÑERISMO

147

VAERÁ

EL REZO

151

VAERÁ

RECONOZCAMOS EL BIEN

156

BO

¿QUIÉN ES EL LÍDER?

160

BO

LA FUERZA DE LA VERDAD

165

BESHALAJ

LA GRANDEZA DEL CANTO

168

BESHALAJ

LA FE MUEVE MONTAÑAS

171

YITRÓ

TORÁ AUTÉNTICA

175

YITRÓ

LA ARMONÍA EN EL HOGAR

180

MISHPATIM

DIOS NOS QUIERE

183

MISHPATIM

APROVECHANDO NUESTRAS FUERZAS

186

TERUMÁ

¿QUIÉNES QUEREMOS SER?

190

TERUMÁ

LA EDUCACIÓN PURA

194

TEZAVÉ

ORDEN EN NUESTRAS VIDAS

197

KI TISÁ

LA UNIÓN DEL CEREBRO CON EL CUERPO

202

KI TISÁ

GARANTES DE LOS DEMÁS

208

VAYAKHÉL

EL GRAN SANTUARIO

212

VAYAKHÉL

CAMBIEMOS LO NEGATIVO EN POSITIVO

216

PEKUDE

RECONOZCAMOS LOS ERRORES

219

4

ÍNDICE LIBRO VAYIKRÁ VAYIKRÁ

LA BUENA VOLUNTAD

225

VAYIKRÁ

EL BUEN DINERO

229

TZAV

SERÁ POR NUESTRO BIEN

233

TZAV

LA RUTINA

238

SHEMINÍ

EL FIN NO JUSTIFICA LOS MEDIOS

242

SHEMINÍ

EL NÚMERO OCHO

246

TAZRÍA

NUESTRA DESCENDENCIA

251

METZORÁ

LA INFLUENCIA DEL AMBIENTE

255

AJARÉ-MOT

LOS SABIOS

260

AJARÉ-MOT

EL RIESGO DE PECAR

266

KEDOSHIM

LAS FUTURAS GENERACIONES

273

EMOR

TERCERA DIMENSIÓN

277

BEHAR

UNAS PALABRAS DULCES

283

BEHAR

LA SANTIDAD DE LAS SINAGOGAS

289

BEJUKOTAI

LO INCOMPRENSIBLE

293

5

ÍNDICE LIBRO BAMIDBAR BAMIDBAR

ALREDEDOR DE LA TORÁ

298

BAMIDBAR

EL TRAMPOLÍN DEL TIEMPO

304

NASÓ

LA PAZ, UN RECIPIENTE DE BENDICIONES

308

NASÓ

APEGADOS CON ALEGRÍA

314

BEAALOTEJÁ

EN LA UNIÓN ESTÁ LA FUERZA

320

BEAALOTEJÁ

LOS RABINOS

324

SHELAJ LEJÁ

EL HONOR DE DIOS

330

SHELAJ LEJÁ

BENDECIDOS POR DIOS

335

KORAJ

EL DISFRAZ

339

KORAJ

LAS GUÍAS DEL AM ISRAEL

343

JUKAT

APRENDIENDO DE NUESTROS PADRES

348

BALAK

NUESTROS OJOS Y BOCA

354

BALAK AGRADECIENDO

359

PINJÁS

EL MÉRITO DE NUESTROS PADRES

363



(ZEJUT AVOT)

PINJÁS

EL SECRETO DEL ÉXITO DE UN LÍDER

367

MATOT

EL BUEN NOMBRE

370

MATOT

LA ESTRATEGIA DE ATAQUE

376

MASÉ

AYUDANDO A LOS DEMÁS

380

6

ÍNDICE LIBRO DEVARIM DEVARIM

NUESTRA VERDADERA ARMA

385

VAETJANÁN

AMARÁS AL ETERNO

390

VAETJANÁN

REZANDO JUNTOS

396

EKEV

LA UNIÓN DE LOS MUNDOS

400

EKEV

HONRADOS POR DIOS

404

REE

SEAMOS PUROS

408

REE

¿POR QUÉ LA TORÁ PIENSA

412



DIFERENTE DE NOSOTROS?

SHOFTIM

LA CIUDAD PERFECTA

417

SHOFTIM

EL NÚMERO TRES

421

KI TETZÉ

NOSOTROS LOS PIADOSOS

425

KI TETZÉ

A TIEMPO

430

KI TAVÓ

LA FELICIDAD

434

KI TAVÓ

CADA PRINCIPIO

438

NITZABIM ESTABLES

442

NITZABIM

LA TORÁ ES UNIVERSAL

446

VAYÉLEJ

EL DULCE SABOR DE LA TORÁ

451

HAAZINU

LLENANDO NUESTRAS NUBES

454

ZOT HABERAJÁ

LA VIDA ES UN CICLO INFINITO

458

7

Introducción

8

INTRODUCCIÓN

INTRODUCCIÓN ESPECIAL PARA LA SEGUNDA EDICIÓN

Las Alturas de Mi Pueblo es el primer libro que escribí; es mi hijo primogénito literario. Aunque en estos días me encuentro afinando los últimos detalles para mi quinta obra, cuyo tema es el secreto de las reencarnaciones, me he detenido por un instante para publicar de nuevo este libro, ya que todos los dos mil quinientos ejemplares de que constó la primera edición se agotaron y muchas personas siguen pidiéndomelo. El presente volumen es una recopilación de conferencias que impartí en la comunidad Bet Abraham de Caracas, Venezuela, lugar en el que tuve el privilegio de ser el Rabino Principal desde los 23 hasta los 32 años de edad. Aun cuando hoy en día ejerzo como Rabino en la maravillosa comunidad Maguén David en México, nunca olvido la cuna en la cual crecí y me desarrollé hasta llegar a lo que soy. Siempre sentiremos, mi esposa y yo, gran agradecimiento por la familia Belilty, dirigentes del templo en Caracas, quienes nos recibieron con gran cariño y calidez. Que Dios los colme de bendiciones y alegría. De igual forma, imposible es para mí olvidar a todos y cada uno de los miembros del Cajal de Bet Abraham. Su insistencia para que yo diera más y más clases, sin permitirme repetir los temas, sino cada vez abordar nuevos conocimientos, ciertamente incrementó mi esfuerzo y trabajo, pero fue ello lo que rindió, y sigue rindiendo, inmejorables frutos. 9

INTRODUCCIÓN Por tanto, a ustedes, queridos amigos de la familia Belilty y al Cajal de Bet Abraham, en particular, y a toda la comunidad judía venezolana, en general, dedico esta segunda edición. Que sea la voluntad del Creador abrirles las puertas de su luz Divina y les dé la fuerza y la inteligencia para lograr que la comunidad no se desmembre en las actuales circunstancias, y con el favor de Dios podrán vivir con paz y tranquilidad en medio del pueblo venezolano, con respeto mutuo y prosperidad.

Como escribimos en la contraportada, la intención de esta obra es presentar a cada uno de nosotros, y especialmente al padre de familia, unas palabras de Torá para que las compartamos en la mesa de Shabat con todos nuestros seres amados. Aprovechando ese momento tan especial de la semana, en que por fin nos desconectamos de las urgencias del mundo y nos conectamos con nuestra maravillosa familia, podemos convertir nuestra mesa en un campo fértil, ya que, hablando con sinceridad, basta con que alguien “lance” al aire una palabra sobre futbol y toda la conversación girará en torno del balón. Así pasa también con alguna simple palabra sobre negocios, política, viajes, etcétera. Este libro ofrece “semillas de Torá” para plantarlas en ese campo, en especial en esas innumerables veces que queremos decir algo en la mesa, pero no tenemos algún tema en mente y, por tanto, nos sentimos obligados a hablar de lo que sea. De tal manera, el objetivo de esta obra es ofrecer temas de reflexión para provocar un ambiente de sana discusión, donde cada integrante de la mesa agregará, discutirá, afirmará, etc. Así lograremos sembrar Torá y cosechar sabiduría. 10

INTRODUCCIÓN Nuestros Sabios afirman que una persona debe insinuar su propio nombre en el título de la primera obra que escriba. Por tanto, ya que mi nombre es Amram, que en hebreo significa “pueblo alto y elevado” (Am Ram), y sumando el nombre con el que cariñosamente me llamaban mis padres, Ami, que significa “mi pueblo”, decidí titular este libro Las Alturas de Mi Pueblo. Y en verdad creo que las palabras de nuestras Sagradas Escrituras nos demuestran cuán especial y elevado es nuestro pueblo, debido a la Torá celestial que trajo Moshé Rabenu hasta nuestro plano terrenal. De aquí provino la idea para la foto de la portada de la presente obra: la obligación que tenemos cada uno de nosotros de traer la palabra Divina hasta nuestro “planeta mesa”.

La Torá compara al ser humano con el árbol pues, para que aquel alcance su plenitud, necesita poseer varios elementos, al igual que el árbol precisa de lluvia, buen clima y energía solar, además de un buen arado, siembra adecuada y limpieza de la yerba mala, y por supuesto, tierra fértil, llena de minerales y nutrientes. Finalmente, requiere manos que recojan los frutos y comerciantes que los distribuyan a los mercados. En consecuencia, como lo haría el árbol, yo quisiera agradecer a todos los “elementos” que me rodean. En primer lugar, gracias a ti, Dios, porque eres Tú el que me ilumina como el sol, y tus buenos rayos fueron los que me dieron la energía para escribir esta obra. Gracias por la lluvia pura, la abundancia espiritual con que me bañaste y el buen clima con que me rodeaste. 11

INTRODUCCIÓN Eso fue lo que me permitió crecer y florecer. Sin ti, yo sería un árbol seco. Todo es de Ti y para Ti. Sólo te pido, Dios, que sigas iluminando mi camino y me des más lluvia de conocimientos para seguir difundiendo tu Palabra. A ustedes, queridos padres, R. Javiv y mi señora madre, Rajel, por haber sido mis principales agricultores, quienes araron y prepararon el terreno creando un buen ambiente en el cual me sembraron, junto con mis hermanos, y pareciera vuestro hogar un jardín frutal. Gracias por sembrar en mí semillas de fe, amor y Torá con alegría. Siempre se preocuparon con quitar cualquier yerba mala, amistades inadecuadas e ideas equivocadas, para que yo creciera hecho y derecho. Que Dios les dé salud y larga vida, y los cubra de alegría y regocijo con todos sus hijos y nietos. Sara, mi querida esposa: tú eres mi tierra fértil, la cual me provee toda la fuerza, las vitaminas, el ánimo para crecer y dar mis frutos. Cuando alguien ve en el campo un árbol con frutos de bella apariencia y jugosos, se maravilla y lo alaba, pero no entiende que todo eso provino de la tierra. Igual me siento yo cuando alguien elogia mis obras o mis clases. No sabe que esta rica fruta fue dada gracias a ti. Y, como siempre digo, “Sin Sara, soy cero”. Que Dios te dé salud y vida larga, y que logremos criar a nuestros hijos para que sean también ellos un jardín frutal. Finalizo con un agradecimiento especial para todos los donantes, que son para mí como los horticultores que tomaron los frutos y los distribuyeron haciendo posible que éste y los anteriores libros lleguen de forma gratuita a muchísimos hogares judíos. Quiero que sepan que, gracias a ustedes, ya logré regalar miles de ejemplares de la primera obra, La alturas de mi Pueblo; de la segunda, Casados o cansados; de la tercera, Interpretación de los sueños; y de la cuarta, Arqueología y Toralogía, para conformar un total de treinta y seis 12

INTRODUCCIÓN mil libros distribuidos en Venezuela, México, Panamá, Colombia, España, Miami y Argentina. Que nuestro Creador les pague con salud y larga vida, y multiplique sus bienes dándoles parnasá tová y prosperidad. A todos los interesados en repartir estos libros entre sus comunidades o familiares, y de igual forma, aquellos de buen corazón que deseen, con su dinero del maaser (diezmo), ser parte de mis futuras obras, para lograr que también ellas sean distribuidas en la comunidad de habla hispana de manera gratuita, favor de ponerse en contacto conmigo a la dirección electrónica [email protected]. Así, de forma conjunta lograremos iluminar los árboles del bosque del Pueblo de Israel ayudando a muchos a hacer de sí mismos árboles frutales y que cada fruto contenga dentro una sana semilla para las siguientes generaciones. Me despido de ustedes con mucho cariño.

13

Aprobaciones Rabínicas

14

15

16

17

18

19

20

21

22

Libro Bereshit

23

LIBRO

BERESHIT

Parashat BERESHIT LLEGUEMOS A LA CIMA

S

abido es que en todo tema de la Torá están insinuadas muchas y diversas enseñanzas, las cuales nos ayudan a dirigir nuestra vida de una manera más serena y con mayor sentido. El único requisito es que abramos nuestros ojos para darnos cuenta de esta gran verdad. Así lo dijo el Rey David: Gal Enai Veabita Niflaot Mitorateja, “Abre mis ojos y veré las maravillas de Tus enseñanzas” (Tehilim, Salmos, 119:18). La creación del mundo se llevó a cabo por etapas, en seis días. ¿Cuál es el mensaje de esta escalonada creación del mundo? ¿Por qué fue el mundo creado con diez maamarot (órdenes)? ¿No habría sido suficiente sólo con una (orden)? ¿Por qué hay tantas etapas: la tierra, el mar, árboles, frutas, peces, aves, animales, el hombre y, por último, el Shabat? (No consideramos aquí todo aquello que fue creado además de lo que comprende el globo terráqueo, como la atmósfera, los planetas, el sol, la luna, las estrellas, las galaxias, etcétera.) El proceso de la creación puede describirse como un ascenso en los niveles de las creaciones. Es decir, primero se creó el reino mineral y después el reino vegetal, seguidos por el reino animal y, finalmente, el ser humano. Al principio Dios creó al reino mineral, el cual se caracteriza por no mostrar ninguna señal de vida; por ejemplo, la tierra, las montañas, el agua, los océanos y demás. Luego, la creación subió un nivel y aparecieron los árboles y las flores, que juntos conforman el reino vegetal. Éste fue el primero en tener vida en cierta forma, ya que 24

LIBRO

BERESHIT está conformado por un nefesh (la mínima expresión de un alma) que le permite crecer y desarrollarse constantemente. Una vez culminada esta etapa de la creación, ascendió otro nivel y aparecieron los animales, los cuales tienen un nefesh y un rúaj (la expresión media de un alma), que les permite moverse, comer o reproducirse sin ningún problema, a diferencia de los seres de los dos niveles anteriores, que no podían realizar estas funciones de manera directa e independiente. Después, la creación llegó al siguiente nivel y surgió el ser humano, que ahora tenía un nefesh, un rúaj y una neshamá (el alma en su máxima expresión), la cual, además de realizar todas las funciones antes mencionadas, le da la capacidad de hablar (Onkelus, el gran comentarista de la Torá, lo traduce del arameo: rúaj memalela, “la fuerza del habla”). Y como causa y consecuencia de esta capacidad está la de pensar, cuyo origen también es la neshamá. Y por último, en la cima de la pirámide, se encuentra el Shabat, cuyo concepto está basado principalmente en lo que llamamos nosotros neshamá yeterá (“alma agregada”), la cual nos acompaña durante todo ese día y se retira una vez que éste finaliza. ¿Cuál es el mensaje oculto en todo esto? Todo yehudí viene a este mundo a construir su mundo judío, religioso, su parte en la Torá. ¿Cómo se construye éste? De igual manera que Dios construyó su mundo, etapa por etapa, poco a poco. Así deberíamos hacer nosotros, ya que sería muy difícil autoconstruirnos en tan sólo un día o un instante. Como está escrito en el Talmud (Sucá 5:1): “Si abarcaste mucho, realmente no abarcaste nada. Pero si abarcaste poco, en verdad lo lograste”.

25

LIBRO

BERESHIT Pero esta idea también se insinúa en otra parte del Talmud (Taanit 9:2): “Las lluvias que bajan con mucha fuerza se interrumpen rápidamente. Sin embargo, aquellas lluvias que caen pausadamente y van en aumento, éstas son las que en verdad se mantienen por un largo rato sin cesar”. Moshé Rabenu equiparó la Torá a la lluvia: Yaarof kematar likjí, “Que sean mis palabras como la lluvia que no cesa”. Es decir, aquellas personas que se apresuran en llegar a la cima de la Torá rápidamente caerán. Sin embargo, quienes deciden conscientemente escalar nivel tras nivel dando pasos seguros lograrán conquistarla. De igual manera que Dios llevó a cabo la creación del mundo, así deberíamos nosotros dirigir la creación de nuestro mundo interno, nuestro mundo espiritual. Un bebé se alimenta sólo de leche; después come papillas, banana picada, sopa, etc., hasta que llega a ingerir carne. Pero darle carne desde el primer momento sería algo muy inadecuado y hasta peligroso. Así ocurre con nuestra sagrada Torá, que es nuestro alimento espiritual. Primero debemos estudiar sus bases; una vez que entendamos éstas por completo, podremos estudiar otros temas. Al final ya sólo nos faltará estudiar Cábala. Y a este final llegaremos después de analizar a detalle todo el Talmud y la Torá con sus comentaristas, al igual que el Shulján Aruj (el tratado de leyes). La Cábala fue comparada con el vino (Nijnas yain yotze sod, “Entra el vino y salen los secretos”), pues cuando se ingiere alcohol con el estómago vacío provoca embriaguez. Cuando una persona intenta 26

LIBRO

BERESHIT estudiar Cábala sin antes llenar su mente de Torá, enloquece con rapidez. Tal mensaje también está insinuado en el Arca Sagrada. En su interior se encontraban las Tablas que Moshé rompió; encima de éstas se hallaban las Segundas Tablas, completas, y sobre ellas un Séfer Torá; y hasta arriba, cubriendo todo, se encontraban los arcángeles (también llamados querubines). Esto tiene el fin de hacernos entender que, al principio, quien se sienta a estudiar comprende las cosas de manera fragmentada, incompleta; luego, poco a poco logra mayor comprensión hasta que entiende por completo una halajá (ley). Posteriormente entiende los Diez Mandamientos, hasta que logra comprender todo el Séfer Torá. Y al final, por encima de todos estos conocimientos, conoce el mundo de los arcángeles y de los ángeles (la Cábala). Esto también nos demuestra que la adquisición del conocimiento de Torá debe llevarse a cabo por etapas, igual que la alimentación de un bebé o su aprendizaje para andar: primero se mueve, después gatea, luego da unos pasitos y llega a correr. Sin embargo, es importante saber que este avance debe ser constante, pero sin prisas, a buen ritmo, conforme a la capacidad de cada uno, pero sin interrumpir el progreso, ya que cualquier tregua nos impedirá alcanzar esa cima tan preciada. La Torá así lo afirma en el último versículo de la Parashá de Yitró. Una vez que Dios entregó la Torá al Am Israel (“el Pueblo de Israel”) nos enseñó a avanzar en ella, no sin advertirnos lo siguiente: Velo Taalú bemaalot al mizbejí, “Y no subirán con escalones a mi altar”. Esto significa que debía ascenderse al altar del Templo por medio de una rampa. Pero, ¿por qué? Nuestros Sabios explican que en las escaleras es posible detenerse, pero que en la rampa, debido a su inclinación, es más probable caer hacia atrás. Así debe ser el acercamiento (KiRuB) a Dios, mediante los sacrificios (KoRBán) que se 27

LIBRO

BERESHIT ofrendan en Su altar; por ello ambas palabras se escriben en hebreo con las mismas letras. Al subir paso a paso, pero sin pausas, no se corre el riesgo de caer. De ahí que el acercamiento a Dios deba hacerse sin interrupciones, porque lo contrario causa alejamiento. Antes de concluir, cabe destacar que leemos esta Parashá todos los años, después de Yamim Noraim, “Los Días de Temor”, cuando Dios ha perdonado todos nuestros pecados y deseamos empezar un año nuevo, diferente del anterior, en el que verdaderamente sintamos ese ascenso espiritual. ¿Cómo logramos ese ascenso? Está escrito en los sidurim que en los Diez Días de teshuvá (arrepentimiento) y los lunes y jueves del resto del año debemos hacer tajanunim (confesiones). La primera parte de éstas tiene un orden alfabético ascendente (alef, bet, guimel, etc.); la segunda parte tiene orden descendente (tav, shin, resh, etc.); y en la última las letras se intercalan (alef-tav, bet-shin, guimel-resh, etcétera). ¿Qué quisieron transmitir nuestros Sabios con esto? Nada más y nada menos que el secreto de la teshuvá: debemos saber que hay mitzvot asé (preceptos de hacer) y mitzvot lo taasé (preceptos de no hacer); por consiguiente, tenemos que realizar tanto las mitzvot asé (en el orden alfabético de alef, bet, guimel, etc.) como las mitzvot lo taasé (tav, shin, resh, etc.). Pero esto no se logra si decimos que primero realizaremos todas las mitzvot asé y luego dejaremos de hacer las mitzvot lo taasé. Y tampoco se logra diciendo que cumpliremos con todas las mitzvot asé cuando dejemos de cometer pecados. Así nunca lograremos nada. La única forma verdadera de llegar a la cima es intercalando los preceptos (alef-tav, bet-shin, guimel-resh, etc.), como en la última forma de hacer los tajanunim. Que sea la voluntad de Dios que, una vez que empecemos a subir, no nos detengamos y con constancia logremos conquistar la cima de nuestra construcción personal. Amén. 28

LIBRO

BERESHIT

Parashat BERESHIT

LA ENVIDIA

E

sta es una de las peores cualidades que una persona puede tener. En el Pirké Avot está escrito que la envidia saca a la persona de este mundo; es decir, no la deja disfrutar de la vida como debería. Se cuenta de un rey que apreciaba tanto a uno de sus súbditos que en una ocasión lo invitó a entrar, junto con un acompañante, al depósito donde guardaba sus tesoros, para que tomase como regalo lo que deseara. Ya adentro, el rey dijo al invitado que daría a su acompañante el doble de lo que tomara. Por desgracia, el invitado poseía la mala cualidad de la envidia. Por ello, cada vez que encontraba algo especial preguntaba al rey si había algo en sus tesoros que duplicara el valor de tal o cual objeto, y el rey le respondía afirmativamente. Así hizo el invitado una y otra vez, y cuando revisó todo el depósito, dijo al rey: “¡Sácame un ojo!”. El rey, asombrado, le preguntó la razón de semejante solicitud. Y el invitado replicó: “¡Para que a mi acompañante le saques los dos!”. Desde que Dios creó al mundo, se preocupó porque no existiera la envidia en él. Así lo explica Rashí (Bereshit, Génesis, 2:7) en nombre del Midrash Rabá (12:7) que explica a Rabí Shimón Ben Jalafta: “¿Por qué Dios creó al hombre compuesto de materia y espíritu? En el primer día creó el cielo y la tierra. En el segundo, creó los siete firmamentos, con sus respectivos ángeles. En el tercero, creó las superficies terrestres. En el cuarto creó las constelaciones. En el quinto descendieron las aguas a la tierra. De esta manera vemos cómo se fueron alternando los días tanto para cosas terrenales como para cosas celestiales. Por tanto, para evitar que existiera la envidia dentro de la creación, creó al hombre combinando materia y espíritu, con un aspecto terrenal y otro celestial. Pero, desafortunadamente, las creaciones de Dios sí se envidiaron las unas a las otras”. 29

LIBRO

BERESHIT Desde el principio del mundo la envidia no ha dejado de dañar y destruir por doquier. Primero, los ángeles envidiaron al hombre. Dios creó a los ángeles en el segundo y quinto días, como está escrito en el versículo: “…y ave que vuele sobre la tierra y sobre la faz de la expansión de los cielos” (Bereshit 1:20). Esta última parte se refiere a la creación de los ángeles, lo que también se explica en el Zohar. Al día siguiente de crear a los ángeles, Dios les preguntó: “¿Crearemos al hombre?”. De inmediato los ángeles sintieron celos del hombre y no quisieron que fuera creado, como se explica en el Pirké De Rabí Eliézer (perek 13): “…y los ángeles dijeron: Ma Adam Vatedaehu… Adam le hebel Damá, “Eterno, ¿qué es el hombre, para que le conozcas bien? ¿Qué es el hombre, para que Tú le aprecies bien?” (Tehilim 144:3). Y por causa de esta envidia, los ángeles se dirigieron al Satán y le pidieron que infundiera maldad en el hombre y le causara pecar. Por desgracia, hasta la fecha sufrimos las consecuencias de esa envidia. El segundo ejemplo es Javá. Cuando pecó y comió del fruto prohibido, se dio cuenta al instante de su error. La pregunta es: ¿por qué dio de comer también a Adam? El Pirké De Rabí Eliézer (perek 13) y Rashí (Bereshit 3:6) explican que, luego de que Javá comprendió el pecado que había cometido, pensó que Dios le daría muerte y que, en consecuencia, crearía otra mujer para Adam. Entonces Javá sedujo a Adam para que comiera él también, a fin de no ser remplazada por otra mujer. Esto nos demuestra hasta dónde puede llegar la envidia; ¡incluso entre marido y mujer! El tercer ejemplo es la envidia entre Kain y Hebel, que acarreó el primer asesinato del mundo cuando Hebel presentó su ofrenda a Dios, después de que lo hiciera Kain y debido a que el Creador acep30

LIBRO

BERESHIT tó la del primero y no la del segundo. Otro de los motivos que tuvo Kain para envidiar a su hermano Hebel fue que, al nacer, él había tenido una gemela, mientras que Hebel había tenido dos. Y no sólo eso, sino que una de estas últimas era tan bella como su madre Javá. Por tanto, Kain decidió asesinarlo porque su ofrenda no había sido aceptada por Dios como la de su hermano y porque quería quedarse con las mujeres de su hermano, que eran más bellas que la suya. ¡Tampoco a los hermanos la envidia los deja vivir, hasta el punto de que son capaces de asesinar uno al otro! Ahora la pregunta que nos hacemos es: ¿cómo podremos controlar esa mala cualidad de desear para nosotros lo que tienen los demás, la cual además nos parece normal, a pesar de que la Torá ordena: “No codiciarás” y “No desearás”? ¿Cómo podemos sobreponernos a ella? La respuesta está en el siguiente ejemplo. Un hombre siente envidia de su vecino porque éste usa unos lentes con armazón de oro puro, y las que él usa son de un material sencillo. La diferencia que el primero ignora es que los lentes de su vecino tienen diez dioptrías de graduación y los de él tienen sólo tres. En otros términos, el vecino está más ciego que él. ¿Qué pasará si se pone los lentes del vecino? Tropezaría en cualquier momento al caminar y hasta podría caer, ya que esos lentes no son apropiados para sus ojos. De tal modo, ¿qué es lo único que él envidia? La armazón de los lentes y no piensa que, pese a ser de oro, en realidad no hace nada por mejorar la vista de su vecino. Lo mismo nos ocurre cuando observamos que nuestros vecinos tienen algo bueno. Debemos entender que, seguramente, con eso bueno viene algo que no lo es tanto. Todos recibimos regalos de Dios, algunos buenos y otros no tanto. Por ejemplo, ¿cuál es el caso de que alguien sea millonario, si está enfermo o tiene millones de problemas, uno por cada centavo que posee? 31

LIBRO

BERESHIT Con esta nueva visión aprenderemos a alegrarnos con lo que Dios nos da, sin sentir envidia de los demás por lo que tienen. Para terminar, les contaré una fábula. Una paloma volaba por el cielo cuando vio a una guacamaya que consideró bellísima, pues era grande, sus plumas eran de muchos y exóticos colores, y cantaba, hablaba y bailaba. La paloma sintió envidia, ya que ella no tenía más colores que el blanco y el negro, era pequeña y no hablaba ni cantaba. Pero entonces vio que un cazador atrapaba a la guacamaya y la encerraba en una jaula. La paloma reaccionó y se arrepintió de lo que había sentido: de haber sido tan bonita como la guacamaya, en ese momento estaría enjaulada, quizá por el resto de su vida. Y agradeció a Dios por haberla creado como era. De igual forma, nosotros debemos saber que no todo lo que brilla es oro y que no todo lo bueno realmente lo es. Dios ha dado a todo ser humano exactamente lo que es bueno para él, para que cumpla su misión en esta vida. Bendecimos a los novios en el día de su boda con las palabras: Sameaj Tesamaj Reim Ahubim Kesamejaja Yetzirjá BeGan Eden, “Con alegría se alegrarán, compañeros amados, como los alegró su Creador en Gan Eden [el paraíso]”. Es decir, pedimos que Dios haga felices a los novios tal como lo fueron Adam y Javá antes del pecado, ya que no tenían de quién sentir envidia. Para Adam, su mujer era la más bella y para Javá el mejor esposo del mundo era Adam; la mejor casa del mundo era la de ellos. Cuando no se siente envidia se llega verdaderamente a la felicidad. Que sea la voluntad de Dios que abramos los ojos, que veamos lo bueno que nos ha dado, que sepamos valorar lo que tenemos y que siempre nos alegremos con ello. Amén.

32

LIBRO

BERESHIT

Parashat NÓAJ

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BENDICE NUESTROS ACTOS

i reflexionamos sobre el tema del arca de Nóaj, en primer lugar nos preguntamos si fue un milagro o verdaderamente fue algo natural. Por ejemplo, respecto al tamaño del arca como tal, ¿era en realidad suficiente como para que cupieran todos los animales? ¿El mero hecho de meter a todos en ella, y que todos cupiesen, fue en sí algo sobrenatural? Si decimos que fue un milagro, entonces, ¿por qué Dios ordenó a Nóaj que construyera un barco de 150 metros, que para esos tiempos se equiparaba a construir el Titanic del siglo XX? Y si decimos que fue algo natural, analicemos. Dios ordenó a Nóaj llevar al arca siete parejas de animales puros y dos de los impuros. En un arca de 150 metros de largo por 25 metros de ancho no caben todos los animales juntos en el mismo piso. Entonces, ¿fue milagro o no? Y lo mismo pasa con los alimentos para esos animales. ¿Acaso Nóaj tenía espacio dentro del arca para almacenar suficiente alimento como para un año, y no sólo eso, sino que se conservara fresco durante todo ese tiempo? Y si fue un milagro, entonces, ¿para qué Dios le dijo que guardara víveres en el arca? ¿Dios no pudo hacerle el milagro completo, como ocurrió con el maná? Otra pregunta es: ¿Nóaj fue en busca de los animales y los metió en el arca o éstos llegaron por sí solos, milagrosamente? Por un lado tenemos un pasuk en la Torá que dice: Mi Kol Hajai… Shenayim Mikol Tavi El Hatebá, “De todo los animales… dos de cada especie traerás al arca”. Y por otro lado, está escrito que dos de cada especie vinieron al 33

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BERESHIT arca de Nóaj. Si iba a ocurrir un milagro, ¿por qué traer los animales al arca? ¿Podemos decir que Nóaj llegó hasta Australia y trajo al canguro, o hasta Alaska a traer al oso polar, y que viajó a África a traer todas las especies de monos? Lógicamente que no. La respuesta se halla en el Talmud (Berajot 35:2), en una discusión entre Rabí Shimón Bar Yojai y Rabí Yishmael acerca de si debemos esperar con los brazos cruzados a que Dios nos ayude o si tenemos que hacer un esfuerzo. Por ejemplo, Rabí Shimón Bar Yojai dijo sobre el tema de la Parnasá (manutención) que nuestro deber es sentarnos a estudiar Torá y no preocuparnos por el sustento. Sin embargo, Rabí Yishmael opinaba que deberíamos trabajar. Y esta diferencia se relaciona también con el caso de un enfermo en cuanto a si debe ir al médico o esperar a que Dios le dé salud; de igual manera con la guerra, si los soldados deben sentarse a estudiar Torá y leer Tehilim o salir a pelear. La conclusión de esto, según nuestros Sabios, es que deberían combinarse ambas cosas, realizando un esfuerzo y teniendo fe. Entonces veremos las bendiciones de Dios. Así ocurrió exactamente con Nóaj. Dios le ordenó hacer lo que estaba dentro de sus posibilidades (un arca de tales magnitudes) y del resto Él se encargaría directamente, para que cupiesen todos los animales en el arca. Igual ocurrió con los alimentos. Nóaj recogió lo que pudo y Dios se encargó del resto haciendo que con poca comida se saciaran los animales durante todo un año. Por eso también Nóaj metió al arca los que pudo y el resto vinieron hacia él de manera milagrosa. Por eso está escrito: Ten Berajá BeMaasé Yadenu, “Bendice nuestros actos”. Primero hay que realizar actos, para que éstos sean luego bendecidos. 34

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BERESHIT La conclusión lógica es que debemos aplicar la enseñanza del arca de Nóaj en nuestra vida cotidiana. Pero de ello se sigue que no podemos rendirnos ante este gran reto. En otras palabras, tenemos que empezar sirviendo a Dios y, cuando sintamos que nuestras fuerzas se agotan, no hay de qué preocuparnos, pues ahí estará la fuerza de Dios ayudándonos a seguir adelante. Eso ocurrió también durante la construcción del Santuario en el desierto. Los Bené Israel tenían que hacer todo lo que pudieran de acuerdo con sus posibilidades y Dios los ayudó en aquello que no pudieron hacer. Con la Menorá ocurrió un milagro, porque Moshé Rabenu no sabía cómo hacerla, hasta que se hizo por sí sola. En cuanto a las piedras preciosas que no pudieron encontrar para completar el pectoral del Cohén Gadol (Sumo Sacerdote), las nubes tuvieron que llevarlas. Y cuando estaban tratando de cargar el Arca y no lo lograban por lo pesada que era, de repente el Arca transportó a sus cargadores. Pero todo esto ocurrió una vez que hicieron el esfuerzo para realizar lo que querían, y no antes. Así ocurre con el que intenta cargar la Torá en sus hombros, que trata de construir su santuario, que trata de construir su propia arca para salvarse del gran diluvio que inunda al mundo. Primero deberá hacer un esfuerzo, empezar con algo, y verá cómo Dios lo ayuda. No pensemos nunca que un esfuerzo es muy pesado, que una meta es imposible. Tenemos prohibido rendirnos antes de empezar. Debemos tener en mente que el objetivo no es lograr todo, sino lograr. Este fue el ideal de Nóaj desde el principio, ya que, a partir del pecado de Adam, la tierra había sido maldecida por Dios: “…maldita sea la tierra por tu causa; con sufrimiento comerás de ella todos los días de tu vida” (Bereshit 3:17). Antes de Nóaj, era muy difícil cultivar y cosechar la tierra, porque surgían muchas espinas de ella y los seres humanos solamente se alimentaban con vegetales que crecían con gran dificultad. Sin embargo, Nóaj fabricó herramientas para 35

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BERESHIT trabajar la tierra, pese a que todos le preguntaron para qué trabajaba tanto si de todas maneras no iba a salir nada bueno de la tierra. Nóaj les respondió lo siguiente: “Haz un pequeño esfuerzo y Dios te entregará lo mejor de la tierra”. Es decir, “Siéntate con los brazos cruzados y comerás poco y con espinas”. Que sea la voluntad de Dios otorgarnos Sus mejores bendiciones y que nos haga triunfar en todo lo que emprendamos. Amén.

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Parashat NÓAJ TORÁ Y BUENOS MODALES

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n esta Parashá Nóaj recibió un título bastante peculiar: Tzadik Tamim, “Justo y Perfecto”. ¿Qué quiere decirnos la Torá con

esto?

Esta Parashá se divide en dos partes. La primera habla sobre la generación que murió en el diluvio, la cual se caracterizó por su falta de respeto entre todos, el robo, el adulterio y el asesinato. La segunda habla sobre la generación de la Torre de Babel, que se rebeló contra Dios y luchó contra Su grandeza. La vida de Nóaj abarcó ambas épocas; en la generación de la falta de respeto y de la injusticia, él se comportaba con justicia. Por eso se le calificó como una persona justa. Y cuando vivió en la generación rebelde contra Dios, se le llamó Tam, que significa “perfecto”, como dice el pasuk: Tamim Tihyé Im Hashem Elokeja, “Perfecto serás con el Eterno tu Dios”. Por tanto, la expresión “Justo y Perfecto” significa “bueno con Dios y bueno con las personas”. Hay quienes no roban, no matan, no pelean con nadie, no hacen daño a nadie, y creen que es suficiente. Hay también gente que en realidad teme a Dios y se comporta con los demás de manera despectiva. Por ejemplo, estudian Torá y pasan el tiempo peleando con las personas; o son Shomer Shabat y no hacen más que hablar mal de sus amigos. Lógicamente, ni los primeros ni los segundos se comportan de manera ejemplar. Cuando se combinan ambas par37

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BERESHIT tes positivas, es decir, cuando reunimos Torá y Derej Eretz (respeto) dentro de nosotros se conforma el comportamiento ejemplar. Así como Nóaj sirvió de ejemplo para su generación, también nosotros debemos ser ejemplo para nuestros amigos, familiares y todos los que se encuentren a nuestro alrededor. El día que proclamamos que éramos un pueblo, recibimos las dos Tablas con los Diez Mandamientos, cinco para con Dios y cinco para con nuestro prójimo. Pero cuando Moshé observó que Am Israel estaba pecando con el becerro de oro, no lanzó solamente la Tabla que contenía los mandamientos para con Dios, sino también la que señalaba los mandamientos para con el prójimo, porque él sabía que si no hay Torá, no hay verdadero respeto ni cariño para el prójimo. Por tanto, decidió arrojar ambas Tablas al suelo, ya que al faltar una de éstas la otra no tiene ningún sentido. Sólo la combinación de una con la otra puede llevar a la perfección. Lo mismo ocurrió con los veinticuatro mil alumnos de Rabí Akivá. Todos murieron porque no se mostraban el merecido respeto unos a otros. Y en ese caso la Torá no los protegió, pues si no hay Derej Eretz no hay Torá. Por tanto, todos debemos anhelar convertirnos en Tzadik Tamim, “Justos y Perfectos”. Nuestra meta fundamental debe ser estar bien con Dios y con las personas. En el Talmud (Jaguigá 12:1) se describe una discusión respecto a qué fue creado antes, el cielo o la tierra. Se concluyó que ambos fueron creados al mismo tiempo. ¿Cuál es la esencia de esa discusión en la Guemará? Nuestros Sabios explican que la expresión “los cielos” se refiere a las mitzvot entre el hombre y Dios, y “la tierra” se refiere a las mit38

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BERESHIT zvot entre las personas. ¿Cuáles son más importantes, las mitzvot con Dios o con el compañero? La respuesta es que ambas; no puede faltar ninguna de las partes. Nuestra obligación es ser temerosos de Dios y buenas personas a la vez. Una vez cierto rabino citó un Midrash que dice: “Hay una discusión sobre qué versículo de la Torá es más importante. Una opinión dice que es el de Veahabtá Lereajá Kamoja, ‘Y amarás a tu prójimo como a ti mismo’; otra afirma que es el versículo Veahabtá en Hashem Elokeja, ‘Y Amarás al Eterno tu Dios’; y hay una tercera opinión que señala el versículo Et hakebes haejad taasé baboker, veet hakebes hashení taasé ben haarbaim, ‘El primer cordero lo ofrendarás en la mañana y el segundo lo ofrendarás al atardecer’. Aparentemente nada tiene que ver la tercera opinión con las anteriores; y no sólo eso, sino que al final todos coincidieron en que el tercero era el corresto”. Explicó entonces este rabino lo siguiente: “Et Hakebes haejad taasé baboker, ‘El primer cordero lo otorgarás en la mañana’, indica que, cuando sales en la mañana al trabajo y tienes que relacionarte con otras personas, ahí es cuando aplicarás ‘Y amarás a tu prójimo como a ti mismo’. En las tardes, cuando vas a rezar minjá y arvit, cuando vas a estudiar a la sinagoga, aplicarás: ‘Y amarás al Eterno tu Dios’. Y este es el verdadero mensaje de la Torá: combina ambas partes y te sentirás dichoso”. El judío completo es el que sabe cuidar ambas clases de mandamientos, los cinco con Dios y los cinco con el prójimo, que juntos suman diez, que equivalen a la Yud, la primera letra del nombre de Dios. Luego de la Yud viene la letra Kei, que son los cinco mandamientos con Dios. Le sigue la letra Vav, que es el nexo. Y termina con otra letra Kei, que representa los otros cinco mandamientos para con el prójimo. Estas letras conforman el nombre de Dios y juntas consti39

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BERESHIT tuyen la fórmula para apegarnos a Él, es decir, cumpliendo los Diez Mandamientos. Y esto también se insinúa en nuestro propio cuerpo. Consideremos que contamos con dos manos y dos pies, cada uno de ellos compuesto por cinco dedos, para recordarnos siempre que cada vez que vayamos a realizar algún acto con nuestras manos o cuando recorramos algún camino con nuestros pies, debemos preguntarnos antes si no estamos violando la voluntad de Dios y la de nuestro prójimo. Que sea el deseo de Dios convertirnos en Tzadik Tamim y que obtengamos gracia ante Sus ojos y ante los ojos de las personas. Amén.

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Parashat LEJ LEJÁ RIQUEZA O JUSTICIA

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n las parashiot de cada semana leemos siempre sobre distintos personajes, lo que hicieron, lo que dijeron, lo que les ocurrió al principio y al final, etc. Toda esta información que la Torá nos transmite tiene un solo objetivo: darnos criterios de comparación para que revisemos nuestra conducta y para que sepamos a quién nos estamos pareciendo con nuestros actos; en resumen, de quién son las enseñanzas que estamos siguiendo.

En nuestra Parashá hay dos personajes principales: Abraham Abinu y Lot. Al analizar la vida de ambos nos daremos cuenta de las grandes diferencias que había entre ellos. Pero antes, resulta importante citar una anécdota de nuestros Sabios sobre Alexander Mokdon (Alejandro Magno). Cuentan que una vez viajó a una tierra lejana y visitó el palacio del rey. Cuando llegó al salón donde se encontraba el rey, éste se hallaba resolviendo un juicio: dos hombres discutían sobre un tesoro encontrado en un terreno que uno había vendido al otro. Pero, a diferencia de los demás juicios, en éste el vendedor decía que el tesoro pertenecía al comprador, ya que había pagado por la tierra con todo lo que había dentro de ella. Y el comprador decía que él solamente había comprado la tierra y nada más. Alexander no podía creer lo que sus oídos escuchaban. El rey meditó unos minutos y preguntó al vendedor si tenía un hijo soltero; éste respondió afirmativamente. Luego el rey preguntó al comprador si tenía una hija soltera, y dijo también que sí. Entonces el rey sentenció que ambos hijos se casaran y que ellos recibieran el tesoro. De esta forma todos quedaron felices. 41

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BERESHIT Luego de dar ese veredicto, observó el rey la expresión de extrañeza en el rostro de su huésped, Alexander, y le preguntó si había decidido mal. El gran conquistador contestó que sí. Entonces el rey le preguntó qué habría decidido él en su lugar. Alexander le dijo: “Yo hubiese mandado matar a ambos y me hubiera quedado con todo el dinero”. Al escuchar esto el rey, replicó: “¿Donde ustedes viven caen lluvias?”. Dijo Alexander que sí. Luego el rey volvió a preguntar: “¿Donde ustedes viven sale el sol?”. Volvió a decir Alexander que sí. Entonces el rey le dijo: “Quiero que sepas que si hay lluvias y si el sol sale cada mañana en tu tierra, es por el mérito de las bestias y de los animales que los acompañan, y no por tu propio mérito”. De esta anécdota deducimos que hay dos tipos de personas: las que desean el dinero y se controlan, y otras que también lo desean, pero no les importa cometer cualquier delito con tal de conseguirlo. Lo mismo ocurre en nuestra Parashá con sus dos personajes; Abraham se conformaba con lo que tenía y Lot deseaba tanto la riqueza que no disfrutaba de este mundo. Analicemos brevemente la vida de Abraham. Dios le dijo: “Vete de tu tierra. Dirígete a Kenaan y no te preocupes, que Yo te bendeciré con todo lo mejor”. Pero cuando llegó a Kenaan, una tierra rica en oro y plata, enfrentó sequía y hambre. De esta forma Dios puso a prueba a Abraham, ya que quería ver quién era él, si en verdad deseaba nada más que riquezas o simplemente no le importaba el bienestar material con tal de estar cerca de Dios. Y así fue: Abraham nunca se quejó de nada; no abrió la boca para expresar cosas malas, sino sólo para agradecer constantemente a Dios y para hacer tefilá (plegaria). El dinero para Abraham no era más que un medio para llegar a su objetivo. Su mayor ambición no era acumular bienes o riquezas, 42

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BERESHIT sino utilizar el dinero para santificar el nombre de Dios ante todos. Abraham era tan correcto en su comportamiento que, cuando sacaba su ganado a pastar, ponía bozales a los animales para evitar que comieran de campos ajenos. ¡Cuán difícil debe haber sido para un pastor como Abraham quitar los bozales a cada una de sus ovejas en los campos que no pertenecían a nadie, y cada vez que atravesaban por campos ajenos, colocarles de nuevo los bozales! Pero para Abraham esto no era difícil; lo importante para él era no robar a nadie lo suyo y alegrarse sólo con lo que le daba Dios. Tiempo después, en la guerra que se desató contra algunos reyes, Abraham salió triunfante y volvió a su tierra con un botín muy grande. A pesar de que todo ese botín ahora pertenecía legalmente a Abraham, él alzó sus manos al cielo y juró que no tomaría de esos tesoros conquistados ni siquiera un hilo, en especial para evitar que el rey de Sodoma dijera luego que todas las riquezas de Abraham provenían del botín de Sodoma, pues eso traería como consecuencia que el honor de Dios disminuyera ante las demás naciones. Para Abraham Abinu no era suficiente con actuar de manera correcta, sin tomar nada de nadie o algo que a él no le perteneciera, sino que además ponía dinero de su propio bolsillo para ayudar a los demás. Puso una casa de huéspedes en Beer-Sheva, en la que ofrecía comida, bebida y un lugar para dormir completamente gratis, con la única condición de los huéspedes agradecieran a Dios y creyeran en Él, y no en la idolatría. Él mismo recibía a los huéspedes en esa casa, como el día que llegaron tres ángeles disfrazados de árabes y, pese a estar convaleciente y débil por la circuncisión que él mismo se había realizado, Abraham degolló tres vacas, las preparó, las cocinó y se las sirvió con mucha alegría. E hizo todo esto por amor a Dios. Por otro lado, desde el principio de la Parashá nos damos cuenta de que lo único que deseaba Lot era la riqueza, en total oposición a 43

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BERESHIT Abraham. La Torá nos dice que “…se fue Abraham y con él su sobrino Lot. Abraham tenía 75 años”. ¿Qué tiene que ver el principio del pasuk con el final? Explica un comentarista llamado Baal Eshkol Anabim que Lot sabía que, debido a la avanzada edad de Abraham y por seguir envejeciendo, ya no tendría hijos y, en consecuencia, toda la herencia pasaría a sus manos, por ser él su sobrino. Así vemos cómo Lot desde el primer momento sólo piensa en dinero, herencia y poder. Cuando la suerte empezó a cambiar la vida de Lot, pues ya tenía ganado, esclavos, etc., nos relata la Torá una disputa entre los pastores de Abraham y los de Lot. Los de este último permitían que su ganado comiera en campos ajenos, con el permiso de Lot. Los pastores de Abraham se oponían, ya que eso era robo, en especial porque la misma Torá hace hincapié en que esa era la tierra de los kenaanitas y de los fariseos (Rashí explica que Abraham aún no adquiría esos terrenos). ¿Qué mejor prueba tenemos de que Lot pensaba que todo aquello que iba a pertenecer a Abraham en un futuro, primero, “ya era suyo”, como único heredero, y segundo, que desde ese momento podía empezar a utilizarlo? Entonces viene la separación entre Abraham y Lot, quien decide partir hacia Sodoma. ¿Por qué ese sitio específicamente? La respuesta es que consideró que en esa ciudad podía guardar bien todos sus bienes, ya que ni los pobres o los huéspedes podían entrar a ella. Era el lugar perfecto para guardar bien el dinero. Además, agrega el Séfer Haparashiot, Lot se casó a edad muy tardía debido a su temor de que la mujer que se convirtiera en su esposa malgastara su dinero. Por ello se unió a una mujer demasiado avara. Así verdaderamente se cumplió el refrán de que “se juntó el hambre con las ganas de comer”. Tal como para Abraham el dinero era un medio para acercarse a Dios, para Lot fue un motivo para alejarse de Él. De esa manera, ex44

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BERESHIT plica Rashí sobre el pasuk: Vayisá Lot Mikedem, “Y se marchó Lot de Kedem”; explican nuestros Sabios que Kedem hace alusión a uno de los nombres de Dios; por tanto, Lot renegó no sólo de Abraham sino también de Dios. Puede decirse que el pasuk de Mishlé (Osé Osher Velo Bemishpat, Bejatzi Yamav Yaazbenu Ubeajaritó Yihye Nabal, “El que hace riquezas sin justicia, a la mitad de sus días lo abandonarán y al final será un corrupto”) fue plenamente dedicado a Lot. Sin embargo, puede considerarse que es a Abraham a quien se refiere el pasuk que dice: Rodef Tzedaká Vajesed, Yimtzá Jayim Tzedaká VeKabod, “El que persigue hacer el bien y dar caridad encontrará vida, caridad y honor” (Mishlé 21). Veamos qué pasó con estos dos personajes. Lot perdió a su hija en Sodoma por haber dado comida a un pobre (Midrash). Perdió a su esposa cuando al huir de la ciudad volteó para ver cómo era destruida y se convirtió en una estatua de sal. Todas sus posesiones desaparecieron con Sodoma. Además, perdió a sus otras hijas, con sus respectivos esposos, ya que no salieron antes de la destrucción. Solamente escaparon con él dos de las cinco hijas que tuvo. Y para acabar de enlodar su nombre, tuvo relaciones prohibidas con ellas en una cueva, y cada una dio a luz a un niño que era fue su hijo y su nieto a la vez. Pero con Abraham sucedió todo lo contrario: su ganado creció en cantidad, tuvo muchos esclavos y esclavas, honores; cada día estaba más cerca de Dios; tuvo un hijo como Itzjak, un nieto como Yaakov, las doce tribus, Am Israel, santidad. Obtuvo todas las bendiciones de Dios. De todo esto debemos aprender una gran lección para nuestra propia vida. Todos queremos dinero, pero, ¿para qué? ¿Lo deseamos 45

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BERESHIT para acercarnos a Dios, realizar más actos de bondad, tener más tiempo libre a fin de ir a estudiar Torá? ¿O acaso lo queremos para abandonar a Dios, tener más negocios, abrir en Shabat y en Yom Tov, dejar de ir a Shajrit, hacer más dinero al abrir la tienda antes y dejando de ir a Minjá al cerrar más tarde? En dinero como éste no hay bendición, prosperidad ni alegría… Y lo peor de todo es que ese dinero no termina bien. En cambio, en el que se gana de forma permitida hay mucha bendición y abundancia. Este es el dinero que proporciona satisfacción y santifica el nombre de Dios en la Tierra. Que sea la voluntad de Dios ayudarnos a obtener nuestra manutención mediante una forma que santifique Su nombre, que seamos siempre correctos en nuestros quehaceres diarios, que hagamos el bien a las personas y que de esta forma sirvamos adecuadamente a Dios con más tefilá y más Torá, a fin de que Dios multiplique nuestra riqueza para que nos acerquemos más y más a Él. Amén.

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Parashat LEJ-LEJÁ

ANTISEMITISMO

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l antisemitismo no es un fenómeno contemporáneo. En nuestra Parashá vemos cómo ya había odio contra el Pueblo Judío incluso antes de que se formara como tal. A lo largo de las generaciones nos hemos preguntado cómo luchar contra el antisemitismo y cómo comportarnos en caso de ataques de xenofobia. Podemos rastrear ese odio contra el Pueblo Elegido desde los días de Abraham, y luego con su hijo Itzjak y con su nieto Yaakov. Analicemos cómo cada uno de ellos peleó contra este fenómeno y triunfó. Empecemos con Abraham. Incluso antes de que naciera, los brujos de Nimrod ya habían advertido a éste acerca de la llegada al mundo de un niño que pondría en peligro su reinado, por lo cual debía evitar que naciera. Y desde ese momento empezaron las persecuciones contra el Am Israel. Tiempo después también se ordenó la muerte de Abraham, pero gracias a un milagro de Dios se salvó. Apenas llegó a la Tierra Prometida, empezó la sequía y el hambre. Los líderes de las distintas naciones idólatras que habitaban Kenaan se quejaron y difundieron que esa maldición había sido provocada por la llegada del hebreo Abraham. Y eso provocó un gran odio de la gente contra el futuro Patriarca. ¿Qué hizo Abraham para disminuir ese odio de la gente hacia él? Abrió una casa de huéspedes donde ofrecía comida, bebida y lecho para dormir gratuitos, como ejemplo de Jesed (bondad). Además curaba a los enfermos sin cobrarles, como lo señala el Midrash. Y recibía invitados en su casa aunque, en apariencia, fueran árabes. 47

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BERESHIT No le importaba con quién hiciera el bien, sino hacerlo, incluso con sus enemigos, como lo señala el Midrash: Nimrod salió a cazar al desierto; en el camino se perdió y estuvo a punto de morir junto con todos sus esclavos. De repente, a lo lejos observaron que había una cabaña con un cartel que decía: Bet Abraham. Se avergonzó Nimrod de pedir un favor a Abraham, hasta que se dio cuenta de que si no lo hacía moriría. Abraham inmediatamente lo recibió con alegría y le dio de comer y beber. Igual ocurrió cuando Abraham volvió de la guerra contra los cuatro reyes con un gran botín. El rey de Sodoma le rogó que le permitiera quedarse por lo menos con los prisioneros de guerra, a lo que Abraham le dijo: “Quédate con los prisioneros y con todo el dinero. No me interesa nada de eso”. Todos estos actos, y otros más que están relatados en la Torá, causaron que el odio contra Abraham se convirtiera en amor. La Torá dice que los hijos de Jet lo llamaron “El Príncipe de Dios”. Aner, Eshkol y Mamré aceptaron circuncidarse. El Faraón de Egipto le hizo muchos obsequios. Abimelej le pidió ser su vecino. Así consiguió Abraham borrar el antisemitismo en su generación y transformarlo en amor y tolerancia, gracias a los actos de bondad que siempre realizó. Posteriormente también Itzjak desde su infancia tuvo enemigos. Explica la Toseftá (Sotá, perek 6), en nombre de Rabí Yishmael, el pasuk acerca de que Sará vio en el día de la circuncisión de Itzjak cómo Yishmael, su hermanastro, le lanzaba flechas con la intención de matarlo. Itzjak ostuvo también peleas con los esclavos de Abimelej y con los pastores de Guerar, y también lo envidiaron los pelishtim (filisteos) (Bereshit 26:14). 48

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BERESHIT ¿Cómo hizo Itzjak para controlar este fenómeno que lo amenazaba, si su forma de ser era distinta de la de Abraham? Debemos saber que Itzjak era una persona silenciosa y recatada, que no discutía con nadie. No se dio a conocer en público como su padre, que tenía casas de huéspedes. Simplemente se dedicaba a estar en su casa y con su familia. Los esclavos de Itzjak cavaron pozos, pero los pelishtim los cubrieron. Fue entonces Itzjak y volvió a abrirlos. Entonces los pelishtim le pidieron que abandonara su territorio y así lo hizo él, sin pelear con nadie. Dicha actitud nos recuerda cierta historia. Una vez preguntaron a cierto anciano cuando cumplió más de cien años: “¿Cómo logró llegar a esa edad?”. Respondió que nunca discutía con nadie. Quien había preguntado replicó que ésa no podía ser la única razón. A ello respondió el anciano: “Tienes razón. No puede ser”. ¿Qué ocurrió a Itzjak a consecuencia de este comportamiento? Los grandes del reino se sometieron a él: el mismísimo rey Abimelej y su general Pijol fueron a ver a Itzjak para firmar un tratado de paz (Bereshit 26:28). Esto ocurrió también con Yishmael; al final de la Parashá Jayé Sará se relata el entierro de Abraham Abinu y está escrito que lo hicieron Itzjak e Yishmael. Pregunta el Midrash Hagadá por qué se nombró primero a Itzjak y no a Yishmael, y responde que Yishmael se dio cuenta de que Itzjak era un hombre mucho más justo, pacífico y humilde que él, y por tanto lo honró y le mostró respeto. Es decir, en términos modernos, Itzjak logró controlar al antisemitismo con un “perfil bajo”, sin destacarse ni hacer alarde de su personalidad. 49

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BERESHIT Ahora analicemos el comportamiento de Yaakov, y veremos que su actitud ante esa amenaza fue diferente. Siempre Yaakov estuvo rodeado de enemigos, empezando por su propio hermano Esav, a quien no le bastó jurar que iba a matarlo sino que mandó a su hijo Elifaz a hacerlo. Después, a su suegro Labán no le bastó esclavizarlo durante 20 años, sino que una vez liberado lo persiguió para hacerle daño. Luego de esto sufrió la maldad de los habitantes de Shejem, que secuestraron a su hija Diná. Y hasta un ángel luchó contra él. ¿Qué hizo Yaakov para contrarrestar este mal? ¿Cómo se enfrentó a tal amenaza? Yaakov optó por demostrar su fuerza dando batalla y pelea a sus enemigos, para que vieran que no era débil ni que podían aprovecharse de su inocencia. Por ejemplo, desde que Yaakov llegó a casa de Labán demostró fuerza de carácter. Al ver que los pastores no trabajaban, les reclamó diciéndoles que eso era robo. Y seguramente los pastores empezaron a sentir rabia contra él, ya que cuando empezó a reprocharles movió la gran piedra del pozo, para demostrarles su gran fuerza y decirles sin palabras que no se metieran con él. Y cuando habló con Rajel y ésta le advirtió de la maldad de su padre, Yaakov le dijo que él no tenía miedo de Labán, sino que Labán era quien debía tener miedo de él. Cuando su hermano Esav quiso atacarlo con cuatrocientos soldados, él ya estaba preparado para la guerra y tenía prevista una estrategia de ataque al dividir a su gente en dos campamentos.

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BERESHIT Todo esto sin contar la verdadera guerra que sostuvo contra el ángel de Esav, de la que salió herido del nervio ciático. Cuando los hombres de Shejem secuestraron y violaron a su hija Diná, sus hijos Shimón y Levy fueron a pelear contra ellos y acabaron con todos en la ciudad. Yaakov los ayudó desde el portón de la ciudad, tal como la Parashá de Vayejí registra lo que dijo Yaakov: Aní Natati Lejá Shejem… Asher Lakajti Miyad Haemorí Bejarbi Ubekashti, “Yo te di Shejem… la que tomé de las manos de los emorim, con mi espada y con mi arco”. En el libro Otzar Hamidrashim (427) está escrito que todos los pueblos planearon unirse para acabar con Yaakov y sus hijos. Al escuchar esto, ellos fueron y aniquilaron a todos esos pueblos. Yaakov consiguió con esta actitud que Labán al final le pidiera perdón y declarara que todas las bendiciones de Dios le habían llegado gracias a Yaakov. Inclusive, antes de despedirse uno del otro, Labán le dijo: VeAtá Nijretá Brit Aní Veatá, “Y ahora cerraremos un pacto entre tú y yo” (Bereshit 31:44). También Esav le pidió perdón y lo abrazó, hasta el grado de pedirle que fuera su vecino en Seír. Consiguió también Yaakov que el ángel de Esav no se fuera sin que antes lo bendijera, y consiguió que todos los pueblos que se vivían alrededor de ellos sintieran miedo. Vayehí Jitat Elokim Al Haarim Asher Sevivotehem Velo Radfú Ajarei Bené Yaakov, “Y el temor de Dios cayó sobre las ciudades que estaban alrededor, y no persiguieron a los hijos de Yaakov” (Bereshit 35:5). En conclusión, la táctica de Yaakov fue mostrar poder, y de esa forma también demostraba valentía. 51

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BERESHIT De todo esto aprendemos un mensaje para toda la vida, para cada judío en particular y para la comunidad en general. Podemos reaccionar contra el antisemitismo de tres formas: la primera es hacer el bien públicamente; la segunda es conservar un “perfil bajo”; y la tercera es demostrar fuerza y enfrentar a los enemigos. Es importante saber decidir, en función del tiempo, del lugar donde nos encontremos y de las circunstancias que nos rodeen, cuál de estas actitudes nos conviene aplicar primero, bien sea actuando como Itzjak o mostrando fuerza como Yaakov, o simplemente haciendo obras de bien, agradeciendo y honrando a los que nos recibieron en su tierra, como Abraham. Y más aún cuando sabemos que otras personas nos ponen a prueba diariamente y sienten envidia de nosotros, y que no podemos destacarnos mucho pues, en el momento en que ellos crean que estamos apoderándonos de sus bienes, nos atacarán. Sin embargo, a veces resulta necesario también demostrarles nuestra fuerza, nuestra unión, en tiempos difíciles y de paz. Por supuesto, debemos saber que todo esto implica realizar grandes esfuerzos. Pero no podemos olvidar lo más importante: reconocer que la gracia que encontremos ante los ojos de los demás, a nivel personal o comunitario, está en las manos de Dios, Quien todo da. Así ocurrió, por ejemplo, a los Bené Israel cuando llegaron a Egipto. Yosef halló gracia ante los ojos del Faraón y de todos los egipcios. El Faraón fue hacia Yaakov, luego de ver que logró sacar abundancia del río Nilo, para pedirle una bendición. Además, los hijos de Yaakov fueron recibidos en Egipto con gran alegría por parte de sus habitantes, al ver que eran personas justas y temerosas de Dios. Pero cuando los judíos dejaron de circuncidarse y descendieron hasta los cuarenta y nueve niveles de impureza, y empezaron a adorar otros 52

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BERESHIT dioses, la situación cambió por completo. Vayakutzu Mipenei Bené Israel, “Y se obstinaron los hijos de Israel” (Shemot, Éxodo, 1:12). Los judíos se convirtieron en espinas ante los ojos de los egipcios y el odio en su contra creció. Pero cuando finalmente volvieron al camino de Dios, atestigua la Torá: VaYiten Hashem Et Jen Haam BeEnei Mitzrayim, “Y les otorgó Dios gracia ante los ojos de los egipcios”. Tanto Abraham como Itzjak y Yaakov hicieron su esfuerzo físico, pero todos sabían que sin la ayuda de Dios en cada una de sus acciones no hubiesen logrado hallar gracia ante los ojos de sus enemigos. Por tanto, optaron por apegarse completamente a Dios y así lograron vencer todos los obstáculos. Para nosotros, los hijos de Israel, no existen más fronteras que Dios. Si estamos en paz con Dios, estamos en paz con todos. Pero si no se guarda esa armonía con Dios, por más bondades que hagamos a los demás, por más estrategias que planeemos, o por más fuerza que empleemos, de nada nos servirá. Porque el destino de todo ser humano depende de Dios. Y también el hecho de que sus enemigos estén en paz con él depende del Supremo Hacedor y no de ningún otro. Que sea la voluntad de Dios otorgarnos toda su gracia ante los ojos de las demás naciones, que nos honren y que jamás vuelvan a hacernos daño. Amén.

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Parashat VAYERÁ TORÁ Y BONDAD

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na de las mitzvot más elevadas que hay es ayudar al prójimo, dándole lo que realmente necesita. Dai Mejsoró Asher Yejsar Lo, “Dale exactamente lo que le falta” (Devarim, Deuteronomio, 15:8). Muchos piensan que este pasuk se refiere exclusivamente al dinero, pero la Torá se refiere a cualquier necesidad. Si a alguien le falta alimento físico es porque le falta alimento espiritual. Si no encuentra sabor a su vida es porque le falta sabor en la Torá. Si le falta este mundo es porque le falta el Olam Habá (Mundo Venidero). Nuestra obligación es cubrir las necesidades del otro por completo y no sólo materialmente. Nóaj, por ejemplo, fue un hombre bueno que hizo mucha tzedaká y por eso se le llamó Tzadik (Justo). Hacía herramientas de trabajo para las personas y las repartía gratis, para que trabajaran la tierra con mayor facilidad (Midrash Tanjumá y Rashí a Bereshit 5:29). Además, Nóaj servía a su padre, a su abuelo y a todos sus antepasados con alegría y con mucha bondad (Eliyahu Rabá 16). Y sin embargo, pese a ser una persona bondadosa, nunca se preocupó por la gente de su generación dándoles shiurim o reprochándoles por las cosas malas que hacían. Solamente cuando acudían a preguntarle qué hacía él les respondía que se encontraba construyendo un arca, ya que Dios iba a castigarlos con un diluvio a causa de sus actos, y ellos se reían de él. Por otro lado, Abraham fue una persona que hizo muchos actos de bondad. Jesed LeAbraham: invitaba huéspedes y les daba de comer, 54

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BERESHIT beber y dormir sin cobrarles un solo centavo. También se destacaba por algo más: era una persona que tenía mucha seguridad y fe en Dios, y las transmitía a los otros. Enseñaba a sus invitados a agradecer a Dios y pedía por ellos para que Él los ayudara a corregir sus caminos y a evitar sus malos pensamientos. Y esto está insinuado en la Parashá de Nóaj: Et Haelokim Italej Nóaj, “Y Nóaj fue encaminado a Dios”. Explica el Midrash (Bereshit Rabá 30) y Rashí que Nóaj necesitaba ayuda para llegar a Dios, como una persona enferma se ayuda con un bastón. Sin embargo, Abraham no fue así. Él llegó ante Dios sin ayuda. Está escrito: Haelokim Asher Italajti Lefanav, “A Dios, ante el que fui sin ayuda”. La diferencia entre ambos radica en que Nóaj hacía bondades materiales, pero Abraham hacía bondades y daba también Torá, es decir, hacía bondades espirituales. Es muy fácil dar al necesitado dinero o comida. Lo difícil es darle un buen consejo o una halajá. ¿Cómo podemos realmente llenar el vacío espiritual del pobre? Ciertamente es importante satisfacer sus necesidades materiales, pero más importan las otras necesidades, las del espíritu, ya que la comida y el dinero sólo ayudan para vivir en este mundo. ¿Pero qué pasa con el mundo que verdaderamente importa? ¿Acaso no necesitamos “alimentar” nuestro aspecto espiritual también? Todo esto viene insinuado en nuestra Parashá. Lo primero que precisamos saber es que cuando la Torá se refiere a los tres invitados de Abraham no sólo nos enseña cómo tratarlos, sino que también nos transmite otros bellos mensajes, los cuales vamos a analizar ahora. Vayerá Elav Hashem… Vayerá Vayarutz Likratam, “Y se le presentó Dios… Y los vio y corrió a llamarlos”. Es decir, primero estaba Abraham hablando con Dios y, cuando llegaron los tres viajeros, él 55

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BERESHIT interrumpió su disfrute personal de hablar directamente con Dios y fue a conversar con aquellas personas. Así también nosotros a veces debemos cerrar nuestros libros de estudio de Torá para ir a ayudar a alguien que verdaderamente lo necesite, y jamás pensar que eso es malgastar el tiempo. Vayerá Shelosha Anashim Nitzabim Alav, “Y le mostró tres personas que se presentaron sobre él”. ¿Por qué la Torá aquí escribió “sobre él” y no “ante él”? ¿Y por qué escribió “le mostró tres personas”? Todo esto nos enseña la importancia que tiene ayudar a una persona que está equivocada en su camino, o que se encuentra en una encrucijada y no sabe hacia dónde dirigirse, a diferencia de los que sí sabemos a dónde ir. Así, pues, nuestra obligación está en ayudarlos, ya que el futuro de las personas alejadas de nuestra religión es nuestra responsabilidad. Vayarutz… Vayomer Al Na Taabor, “Y corrió… Les pidió que no se fueran”. Una vez que hemos entendido la importancia de dedicar tiempo a los demás, no podemos dejar pasar las mitzvot que aparecen ante nosotros; por el contrario, debemos aprovechar cualquier oportunidad de cumplirlas. Nunca debemos decir: “Mañana lo haré”; no vaya a ser entonces demasiado tarde. Y no digamos: “La semana que viene iré”, porque si no es hoy, ¿cuándo? Yukaj Na Meat Mayim, “Tomen, por favor, un poco de agua”. El agua siempre ha sido comparada a la Torá. Por ello, cuando satisfacemos las sed física de nuestro prójimo, debemos saciar la sed de su alma con Torá, pero, como dijo Abraham Abinu, sólo un poco, porque de lo contrario se irá y nunca más volverá. Quien intenta atravesar el desierto y se deshidrata porque no lleva suficiente agua, queda moribundo. Si le damos una botella de agua fría en esas condiciones, morirá al instante. Lo que debemos hacer 56

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BERESHIT es humedecer primero sus labios, después darle unas cuantas gotas de agua y, así, poco a poco, hasta que pueda beber toda la botella. Lo mismo debemos hacer con una persona cuya existencia no es más que un desierto espiritual, en el que ni siquiera ha probado la Torá. Taamú UrHu Ki Tov Hashem, “Prueben y verán qué bueno es Dios”. Al final pedirá más y más. Lushí Vaasí Ugot, “Amasa y prepara pan”. Abraham se preocupó porque la comida que preparaba fuera sabrosa y dulce al paladar. El pan simboliza los platillos dulces y sabrosos que siempre estamos dispuestos a comer. Igual ocurrió cuando Abraham sirvió las lenguas de toro. Explica el Midrash que las aderezó con mostaza, es decir, otra vez antepuso el buen gusto. Todo esto nos enseña que cuando vayamos a alimentar espiritualmente a otro hay que preparar explicaciones agradables a sus oídos, que alegren su espíritu. De esta forma, el otro disfrutará nuestras enseñanzas y pedirá otra “pieza de pan” de consejos y otro “postre” de historias. Solamente así lograremos saciar al otro para que no le falte Torá ni vida, tanto en este mundo como en el venidero. Que sea la voluntad de Dios hacernos entender y saber llegar a los corazones de todos nuestros hermanos judíos, para servirles un Shulján Aruj, una “mesa servida” llena de agua, platillos sabrosos, postres y todo lo mejor, a fin de que recorran el camino de la Torá. Amén.

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Parashat VAYERÁ UN BUEN AMIGO

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lgo que todos buscamos siempre en la vida, desde nuestra primera infancia hasta la vejez, es un buen amigo. Queremos que sea una persona agradable, que nos dé consejos y que disfrutemos de su compañía. Pero desafortunadamente no todos sabemos escoger a nuestros amigos. A veces nos dejamos llevar por la apariencia de la persona, porque es chistosa o fuerte, o porque es millonaria, y por eso llegamos a decir que es nuestro mejor amigo. Pero en realidad ni siquiera reflexionamos en los mensajes que esa persona nos transmite. Así no se hacen los amigos. El Pirké Avot ya lo dijo: Ukné Lejá Jaber, “Y cómprate un amigo”. ¿Acaso existe una “tienda de amigos”? Obviamente no. Esta expresión se refiere a que, de igual manera que compramos un automóvil o un traje o un apartamento no sin antes examinar su precio, la calidad de los materiales o su ubicación, con las personas lo primero que debemos hacer es estudiarlas bien para al final decidir si nos interesan sus características. Debemos averiguar quién es, qué hace, qué le gusta, cuáles son sus cualidades, etc., y sólo entonces podremos darle el título de “amigo”. En nuestra Parashá, Abraham Abinu nos enseña qué es ser un buen amigo. Como sabemos, Dios se reveló a Abraham en Eloné Mamré. En ese sitio dijo Dios a Abraham que se hiciera la circuncisión. ¿Por qué precisamente en Mamré y no en otro lugar? Una vez que escuchó Abraham la encomienda de Dios, fue a preguntar a sus tres amigos, Aner, Eshkol y Mamré, si debía hacérsela o no. La intención 58

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BERESHIT de Abraham al preguntar a sus amigos no era dudar del Creador del mundo sino, por el contrario, intentar descubrir quién lo era en verdad, pues él sabía que un buen amigo es aquel que nos ayuda a perfeccionarnos. Como lo decimos en hebreo, Lo Nikrá Shalem Ad Shemal, “No se le considera perfecto hasta que se circuncida”. Aner, quien como las letras de su nombre en hebreo lo indican (Inui Nefesh Rah, “Afligir al Cuerpo está Prohibido”), recomendó a Abraham que no se hiciera la circuncisión. Evidentemente, era un mal consejero. Eshkol, como su nombre en hebreo indica (Adam Shoté Koret Evarav, “Un Hombre Tonto se Corta su Cuerpo”, le aconsejó que no fuese un tonto. Sin embargo, Mamré le aconsejó que se hiciera la circuncisión, tal como su nombre señala: Mul Maer Rofeja El, “Circuncídate rápido, que Dios te Curará”. En ese instante entendió Abraham quién era su verdadero amigo. De aquí aprendemos por qué Dios se apareció a Abraham en Eloné Mamré, la zona donde vivía Mamré, ya que Abraham decidió vivir cerca de un buen amigo y alejado de los que no lo eran realmente. De igual manera, vemos cómo Abraham aleja incluso a su sobrino Lot, quien pastoreaba en campos ajenos, a fin de no permitir que se convirtiera en una mala influencia para su gente, es decir, sus esclavos y esclavas, e incluso para él mismo. Así hizo también con su propio hijo Yishmael al ver que era una mala compañía para su otro hijo Itzjak, ya que intentaba enseñarle a asesinar, a tener relaciones prohibidas y hasta a adorar otros dioses. Entonces Abraham optó por mandar lejos a Yishmael y a Hagar, su madre, con tal de que no maleducaran a Itzjak. Desde el princi59

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BERESHIT pio y hasta el final, esta Parashá nos enseña quién es un buen amigo y quién no. Por eso dijo el Rey David (Tehilim 119:63): Javer Aní Lejol Asher Yerauja, “Soy amigo de todo aquel que Te tema”. ¿Qué significa Javer Tov (“buen amigo”)? La palabra Javer (amigo) proviene de la palabra Jivur (unión), y la palabra Tov (buen) se refiere a la Torá, como está escrito: Ki Lekaj Tov Natati Lajem Toratí Al Taazobu, “Porque buenas son Mis enseñanzas, a mi Torá no abandonen”. Por tanto, un buen amigo es el que nos ayuda a apegarnos a las enseñanzas de la Torá y nos ayuda a llevarlas a cabo. Por otra parte, ¿no decimos aun hoy que quien nos incita a abandonar la Torá es un mal amigo? Por ejemplo, ¿podemos pensar que la persona que incita a otra a abandonar la casa de sus padres y a vivir en las calles es un buen amigo? ¡Seguro que no! El que provoca que otro consuma drogas o que robe para adquirirlas, ¿acaso es un buen amigo? Tonto es el que piensa que al dejar la casa de sus padres le irá mejor, que será más libre; o que si se droga será mejor persona; o que al robar dinero tendrá más poder adquisitivo. El final de todos los que piensan así es muy amargo. Igual ocurre con el “amigo” que trata de convencer a alguien de abandonar la casa de Dios, la casa de estudio o la sinagoga, y lo lleva a cometer pecados. Ni siquiera el que sólo pide que lo acompañen a realizar sus malas acciones puede considerarse como un buen amigo. Amigo es quien nos ayuda a llegar al Gan Eden, a acercarnos a Dios, a ser un judío como Abraham. De ahí que debamos estar pendien60

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BERESHIT tes siempre de las amistades de nuestros cónyuges y nuestros hijos. Es imprescindible saber qué están transmitiéndoles, quiénes son, adónde los llevan, y un largo etcétera. ¿Cuantas veces no hemos visto familias espléndidas, con hijos justos y buenos, y bastó con que apareciera un mal amigo para que destruyera y arruinara todo lo que los padres y maestros les habían inculcado desde pequeños? Pero si los padres observan que sus hijos se están haciendo amigos de personas no deseables o frecuentan un vecindario donde hay influencias negativas, Dios no lo quiera, entonces deben irse de ese lugar y procurar relacionarse con gente buena, además de tratar de conseguir buenos amigos para que sus hijos tengan contacto con ellos. Y quizá ocurra de nuevo el milagro de Resh Lakish. Resh Lakish fue uno de los sabios más importantes de la época de la Guemará. Cuando era pequeño, vivió entre ladrones y con el tiempo se convirtió en el jefe de las pandillas de su ciudad. Una vez se encontró con Rab Yojanán y, por muchas razones, se hizo su amigo. Poco a poco empezó Resh Lakish a transformarse en un estudioso de la Torá. Rab Yojanán triunfó con él, ya que desde el principio trató de aconsejarle bien y paso a paso lo convirtió en una persona con Torá y Derej Eretz, hasta que llegó a ser uno de los sabios más grandes que ha tenido Israel. Que sea la voluntad de Dios que tanto nosotros como nuestros hijos e hijas estemos siempre rodeados de Javerim Tovim, buenos amigos. Amén.

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Parashat JAYÉ SARÁ EL QUE RÍE AL ÚLTIMO, RÍE MEJOR

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uchas veces no realizamos cambios importantes en nuestra vida debido a preguntas tan simples como: “Si hago teshuvá, ¿qué dirán mis amistades?”. Permítaseme ejemplificar esto con un chiste que me contó el Rabino Amnón Itzjak: cierta vez, una pareja de jóvenes judíos yemenitas se casó y decidieron ir a vivir a una aldea lejana. Para realizar el viaje, compraron un burro pequeñito, montaron en él y partieron. En el camino atravesaron un pueblo. Al pasar, todos los habitantes dijeron: “¡Pobrecito burro, tan pequeño y tiene que cargar a dos personas! ¡De seguro le romperán el lomo!”. El muchacho pensó que tenían razón y decidió bajarse del burro. Siguieron su camino y llegaron a otra población, donde la gente, disgustada, le dijo: “Puesto que tú eres el hombre, eres el rey de la casa. Así que súbete al burro”. El muchacho consideró que tenían razón, por lo que pidió a su esposa que bajara del burro y continuara a pie. Prosiguieron su viaje y a poco se encontraron con un grupo de personas que estaban de paseo. Al ver que la mujer estaba muy cansada, gritaron al muchacho: “¡No es bueno lo que estás haciendo! Están recién casados y debes honrar a tu esposa”. El novio admitió que tenían razón y ambos decidieron ir a pie, junto al burro. Pero al poco rato encontraron a otras personas que les dijeron: “¡Qué tontos son ustedes! ¿Tienen un burro y no lo montan para viajar sobre él?”. La solución definitiva, pensaron los jóvenes, fue montar al burro sobre sus hombros. Al rato pasó otra persona que los miró y sólo dijo: “Tres burros”. 62

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BERESHIT Todos debemos comportamos conforme a lo que consideremos correcto y no como la gente lo exija. Especialmente si estamos tratando de seguir el camino de Dios, no tenemos de qué avergonzarnos por las burlas de los demás. Recordemos el refrán que dice: “El que ríe al último, ríe mejor”. Al final, nos daremos cuenta de que quien en verdad triunfa en la vida es el que toma la decisión correcta de ir por el camino de la Torá. Y no sólo eso, sino que los demás nos honrarán. Todas las parashiot están relacionadas con sus haftarot. La relación entre ambas radica en el mismo mensaje que acabamos de desarrollar. En nuestra Parashá leemos sobre dos hermanos, Yishmael e Itzjak. La principal característica de Yishmael era burlarse siempre de su hermano Itzjak. Así está escrito: Vatere Sará et Ben Hagar… metzajek, “Y vio Sará a Yishmael… burlándose” (Bereshit 21:9). En la Toseftá (Sotá, perek 6) leemos que, al nacer Itzjak, Yishmael se burlaba diciendo que él era el primogénito y que por ello le correspondían dos partes de la herencia. Así también está escrito en el tratado de Sanedrín (89b) respecto al versículo Vaijí Ajaré Hadebarim Haele, “Y fue después de estos hechos” (Bereshit 22:1): “Dijo Rabí Levy: Yishmael dijo a Itzjak que él era más importante porque su circuncisión fue a los trece años y, en cambio, la de Itzjak fue a los ocho días”. Todo el tiempo Yishmael se reía de Itzjak, para hacerlo sentir inferior. Pero Itzjak no se lo tomaba a pecho, ya que él sabía que algún día su hermano le pediría perdón. En efecto, cuando Yishmael fue a enterrar a su padre vio a su hermano Itzjak. Era un hombre ejemplar y justo, totalmente opuesto a él. Entonces descubrió quién era el vencedor. 63

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BERESHIT El Midrash Hagadá pregunta respecto al versículo que dice Vayikberú otó Itzjak VeYishmael, “Y lo enterraron [a Abraham] Itzjak e Yishmael” (Bereshit 25:9). ¿Por qué la Torá antepuso el nombre de Itzjak al de Yishmael en ese versículo? Porque éste se dio cuenta de que Itzjak era un hombre mucho más justo que él. Encontramos el mismo mensaje en nuestra haftará, que habla sobre los hijos del Rey David. Adoniahu pensó siempre que él reunía las características para ser rey y por ello despreciaba a sus hermanos. Por ejemplo, no invitó a Shelomó al banquete que organizó para celebrar su próxima ascensión al trono de David. Pero al final se reveló que ese muchacho llamado Shelomó sería el rey de Israel y no Adoniahu. Y entonces éste tuvo que rendir honores al Rey Shelomó y prosternarse ante él. Hoy podemos ver entre nuestros niños que el más inteligente, el que más estudia, es rechazado por sus amigos y que los vagos son considerados como lo máximo, especialmente si se pintan el cabello y usan aretes, aunque sean varones. Muchos jóvenes no soportan el rechazo y sufren ante tantas burlas. Pero hay otros que no prestan atención a las modas y siguen su rumbo sin ningún complejo. Al final todos los caminos convergen y ahí es donde se ven los resultados. ¿Quién triunfó realmente en la vida? El vago, con aretes y pelo pintado, se quedó en la adolescencia y nunca salió adelante, mientras que el inteligente, al que le gustaba estudiar, se hizo un gran hombre, ejemplar y justo. Y la historia siempre se repite: Yishmael agacha la cabeza pidiendo perdón a Itzjak y Adoniahu se prosterna ante Shelomó. Así también ocurrió a Yosef con sus hermanos y a David con los suyos. Si realmente estamos convencidos de la existencia de Dios y queremos volver a su Torá, esta es la línea de pensamiento que toda 64

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BERESHIT familia debe llevar: no podemos permitirnos dejar de hacer lo correcto por causa de aquellos que se burlen diciéndonos “Te lavaron el cerebro”. Y cuando nos lo digan, respondámosles que, en efecto, nos lavaron el cerebro, que estaba muy sucio y ahora quedó limpio y puro. Así ellos mismos bajarán la cabeza al ver que estamos alegres alrededor de la mesa de Shabat, que nos dirigimos unos a otros con respeto, que somos felices en nuestra vida, etc., y que en cambio ellos, a pesar de todo, no son nada. Hay padres que se burlan de sus hijos religiosos. Sin embargo, a la larga ven que los que no fueron religiosos salen mal encaminados, bien sea porque se casan con una goyá o porque fuman drogas, o porque son descarados. En cambio, los hijos religiosos son más respetuosos, correctos y justos. Es entonces que esos padres bajan la cabeza y se dan cuenta de sus errores. Observamos este fenómeno en nuestra relación con las demás naciones. Hemos sido el pueblo odiado, perseguido y humillado durante muchos siglos. Llegará el día, no muy lejano, en el que Dios se revele en el mundo y eleve a su pueblo elegido por encima de los demás pueblos. En ese día honrarán a Itzjak, a Shelomó, a David, a Yosef, a Am Israel. Es por eso que siempre fuimos comparados a príncipes, “hijos de reyes”. Analicemos la vida de un príncipe desde su infancia. En realidad, a ningún niño le gustaría ser un príncipe, ya que implica vivir aburrido, tener profesor particular en la mañana, en la tarde y en la noche, ir vestido elegantemente todo el día, comer con muy buenos modales, asistir a fiestas aburridas y casi sin amistades de su edad, no puede correr descalzo, jugar futbol, jugar en el parque con sus amigos, hacer travesuras, etc. Será sólo hasta que el príncipe se 65

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BERESHIT convierta en rey que todos le envidiarán, porque verán que es una persona culta, inteligente, millonaria y con mucha clase, lo que ninguno de ellos tiene y nunca conseguirá. Igual ocurre con nosotros; somos príncipes, hijos de reyes, y por ahora nadie nos envidia porque ven que en nuestra Torá todo está prohibido: no comerás, no harás, no irás a tal sitio, etc., y para ellos todo está permitido. Pero llegará el día en que todos nosotros seremos reyes y los demás nos envidiarán. Por eso escribió el Rey David (Tehilim 126:2): Az Yimalé Sjok Pinu, “Y será que se llenen de risas nuestras bocas”, como añoranza por la llegada de ese gran día. Que sea la voluntad de Dios que todos nuestros enemigos se prosternen ante nosotros, que pronto veamos nuestra redención y que se revele la gloria de los cielos en la tierra. Amén.

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BERESHIT

Parashat JAYÉ SARÁ

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VIDA LARGA

n esta Parashá vemos relatada la muerte de Sará y Abraham, y en nuestra haftará se relata la muerte del Rey David. Resulta interesante saber por qué la Torá escogió, entre muchos de los títulos que podían adjudicarse a estos personajes tan justos y temerosos de la palabra de Dios, uno solo y tan sencillo como Zaquén Va Bayamim, “Anciano, que Vino con sus Días” (Bereshit 18:11, 22:1; y Melajim 1:1). ¿Qué significa la expresión “Vino con sus Días”? Que aprovechó su vida al máximo. Así está escrito en nuestra Parashá: Ve Ele Yemé Shené Jayé Abraham asher Jai, “Y estos son los días de los años de la vida de Abraham, quien vivió”. La expresión “quien vivió” resalta que verdaderamente aprovechó su tiempo. Todos queremos vivir, mas no todos sabemos hacerlo. Hay quienes pasaron cien años en este mundo y en verdad no vivieron nada. Perdieron su tiempo solamente comiendo, durmiendo o trabajando. Pero hay quienes vivieron pocos años y, sin embargo, aprovecharon el tiempo como si hubiesen vivido muchos más. Por ejemplo, Shamuel, el profeta, de quien en el Tanaj se dice: “Y Shamuel envejeció”, lo que, empero, no es posible, ya que murió a los cincuenta y dos años, aunque era como un viejo en el sentido de que supo aprovechar esos años al máximo. Y lo mismo sucedió con David, quien según varios comentaristas tenía sesenta y cinco años cuando se le dijo Zaquén Va Bayamim, porque aprovechó al máximo su vida. El único motivo por el que las personas no saben vivir es que no saben para qué están en este mundo. Es por eso que se dejan llevar por la corriente y vuelan hacia donde el viento los lleve, sin rumbo definido. 67

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BERESHIT Entonces, ¿para qué vivimos? ¿Cómo podemos aprovechar el tiempo? Para responder estas dos cuestiones relataré un cuento. Había una vez dos amigos que se despidieron de sus familiares y abandonaron sus hogares para irse a una tierra muy lejana, en busca de diamantes y oro. Llegaron a ese sitio en barco y dijeron al capitán que volviera para recogerlos en ochenta días. Uno de ellos, apenas bajó a tierra, salió corriendo en busca de diamantes y oro, y a ello se dedicó día y noche, sin descanso. El otro pensó: “¿Dónde voy a dormir?”. Entonces buscó ramas y lianas hasta que, después de cincuenta días, consiguió terminar la construcción de su casa, aunque sabía que era temporal. Después vio que no tenía sobre qué dormir, por lo que buscó algunas ramas largas y se hizo un lecho. Luego pensó: “¿Y que voy a comer?”. Fue a cazar, lo que le costó bastante esfuerzo, pero finalmente logró atrapar algunas aves y llenar su estómago. Y así hizo día tras día, cubriendo sus necesidades, hasta que llegó el día número ochenta, regresó el barco por ellos y partieron. ¿Quién de los dos supo aprovechar en verdad su estadía en ese sitio? Lógicamente todos diremos que el que se dedicó plenamente a la búsqueda de diamantes y oro. ¿Podríamos decir que le molestó dormir en la arena, sin un techo? ¿Acaso estaba triste por no comer bien? Seguro que no, pues sabía que esa situación era pasajera y que cuando volviera a su ciudad iba a comprar la mejor casa, el colchón más cómodo del planeta y la comida más exquisita del mundo. El otro decidió alimentarse bien y dormir con comodidad. Pero cuando terminaron los ochenta días, no le quedó más que resignarse a volver a casa con las manos vacías y pensar que, por lo menos, había dejado un lugar listo para el próximo aventurero que fuera en busca de diamantes. 68

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BERESHIT Así ocurre también en la vida; hay personas que entienden que han venido a este mundo solamente a reunir mitzvot, Torá y buenas acciones, que comprenden que cada halajá es una joya en sí misma. De ese modo, pasan su tiempo recogiendo joyas, yendo a un shajrit más, pronunciando una berajá (bendición por las comidas) más, dando una Tzedaká más, y más y más, sin importarles que el lugar donde viven sea muy pequeño o que su sustento sea muy limitado. Lo principal es vivir bien allí. Pero hay aquellos que construyen, buscan, agotan su tiempo y, cuando llega la hora de partir, vuelven con las manos vacías, igual que como llegaron. ¡Qué lástima! Aunque vivieron bien y quizá tuvieron uno que otro momento de felicidad, en definitiva dejaron todo aquí para quienes los sucedan. El verdadero sentido de la vida en este mundo, material y perecedero, es vivir plenamente, en preparación para la vida eterna. Esta vida es muy corta y cambiante, como dijo el Rey David: Yamenu Ketzel Ober, “Nuestros días son como una sombra que pasa”. Cierta vez una persona me dijo: “Hoy cumplo cuarenta años y me parece que fue ayer que tenía veinte. Y si los próximos veinte años transcurren como los anteriores, entonces mañana tendré sesenta”. Hagamos cuentas. ¿Cuántas de las veinticuatro horas que tiene cada día dedicamos a intentar vivir bien aquí? ¿Y cuántas dedicamos a prepararnos para la vida espiritual? Si un hombre realiza tres rezos diarios, dice berajá por todo lo que come y estudia una hora diaria, en total consume tres horas y quince minutos al día, aproximadamente. Es decir, utiliza 13% del día en prepararse para la vida eterna y 87% para vivir en este mundo. ¿Es eso lógico? ¿Debería ser así? A fin de cuentas, de los ochenta años de vida que tuvo, diez años en verdad fueron los que vivió. Y si 69

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BERESHIT llega a los ciento veinte años, de casualidad llegó a Bar mitzvá. ¿No es triste? Para vivir a tiempo completo, las veinticuatro horas del día, Maimónides (en Hiljot Deot 3) y el Shulján Aruj (cap. 231) nos aconsejan que al realizar los quehaceres diarios nuestra principal y más sincera intención debe ser servir mejor a Dios. En otras palabras, quien hace deporte para estar más fuerte y sentirse más animado debe sentir que hace eso para servir mejor a Dios. Cuando vamos a dormir para descansar la mente y el cuerpo, debemos pensar que lo hacemos para servir a Dios el día siguiente; debemos pensar que salimos a la oficina a trabajar para garantizar la manutención de nuestra familia. En fin, en toda actividad, por más simple que sea, Dios debe estar presente. Será entonces cuando en verdad tengamos veinticuatro horas diarias de vida y podremos decir que vivimos de tiempo completo, que supimos aprovechar nuestros días. Por tanto, vivir esta vida es prepararnos para la otra. Ahora podemos entender la bendición de la Torá: Lemaan Yaarijun Yameja, “Para que se alarguen tus días”. Esta bendición se divide en dos partes. La primera conlleva el deseo de que los años que vivamos en este mundo se alarguen por haberlos aprovechado y no por haberlos malgastado. Con la segunda parte de la bendición deseamos que, al cumplir ese precepto, podamos construir una vida eterna. La expresión “entrados en años” en referencia a Abraham y Sará significa que aprovecharon cada hora de sus días porque sabían para qué habían nacido, estaban conscientes de que lo importante no era la cantidad de años que vivieran, sino la calidad de esos años de vida. Que sea la voluntad de Dios darnos una larga vida con calidad y cantidad, y que sepamos cómo aprovechar al máximo nuestro tiempo, para que de esta forma preparemos nuestra vida en el Mundo Venidero. Amén. 70

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BERESHIT

Parashat TOLEDOT

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CABALISTAS O MATERIALISTAS

n el mundo hay muchos “cabalistas”. Las personas que tienen problemas familiares, de dinero, etc., les piden bendiciones, consejos, amuletos y mucho más. Aquí no hablo de los verdaderos cabalistas, que son personas justas y buenas. Que Dios los bendiga y les otorgue largos años de vida con paz y armonía. Amén.

Hablaré de los otros, los disfrazados, que practican Cábala y la difunden para enriquecerse aprovechando las situaciones difíciles que atraviesan los demás; que los confunden con mentiras y les hacen “milagros”. Con ellos la cuestión es: ¿lo hacen con las fuerzas de tumá (impureza) o con las fuerzas de kedushá (santidad)? Cuando Dios creó el mundo, creó junto a él dos fuerzas: una de santidad y otra de impureza. Ambas fuerzas pueden hacer cosas sobrenaturales. Dios las creó para mantener el equilibrio en la creación y garantizar el libre albedrío de las personas. Hay en el mundo personas (goyim [gentiles] y judíos) que hacen brujerías, hechizos e incluso milagros, pero utilizan fuerzas del lado impuro. Sin embargo, encontramos también rabinos que hacen milagros, pero mediante las fuerzas del lado positivo, las fuerzas del bien. Ni siquiera explicaré la aberración de solicitar la ayuda de algún brujo o bruja goyim. Sólo insistiré en que debemos ser muy selectivos respecto a quién pedimos consejo y saber diferenciar claramente entre los justos y los que se disfrazan de justos. 71

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BERESHIT El padre de Abraham Abinu fue Teraj, el más famoso idólatra de su generación, quien además era dueño de la más grande fábrica de ídolos en Ur Kasdim. Un día, pidió a su pequeño hijo Abraham que cuidara sus estatuas y que saliera a venderlas. Al ver Abraham que estas estatuas no representaban nada, empezó a despertar y a conocer al único y verdadero Dios. Entonces Dios se le reveló y le ordenó irse de su tierra natal hacia la Tierra Prometida; allí, Dios le reveló todos los secretos de las fuerzas de kedushá (santidad). Abraham Abinu, entonces, conocía ambas fuerzas. Por eso la Torá nos cuenta que, antes de morir, entregó regalos a sus hijos, los que tuvo con Keturá (Bereshit 25:6). Explican la Guemará (Sanedrín 91b) y Rashí que les regaló un nombre proveniente de las fuerzas de impureza, lo que les permitía realizar actos sobrenaturales, brujerías y hechizos. Vayishaljem Meal Itzjak Benó, “Y los mandó lejos de su hijo Itzjak”, pues quería que Itzjak se mantuviera en un ambiente de pureza, para servir a Dios. Por otro lado, está escrito: Vayitén Abraham et kol asher lo LeItzjak, “Y le dio Abraham a Itzjak todo lo que tenía”. Nuestros Sabios explican este versículo de la Torá de la siguiente manera. Abraham dio a Itzjak el conocimiento absoluto de todo lo que comprenden las fuerzas de santidad por medio de uno de los nombres de Dios, que es lo que nosotros conocemos como Shem Hameforash. Es sabido que Itzjak, cuando llegó a donde vivía Abimelej, dijo que Rivká era su hermana. Pero después se dice que Abimelej se enfureció con Itzjak porque vio, a través de la ventana, que dormía con Rivká. Ahí entendió que éste lo había engañado y que en realidad ella era su esposa y no su hermana. Pero, ¿acaso Itzjak hacía esas cosas sin recato, en un lugar iluminado y con acceso al público? Claro que no. Abimelej hizo lo mismo que 72

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BERESHIT Sará al ver que su hijo no venía. Entendió que había muerto porque vio a través de la ventana (Shoftim 5:28). Explican nuestros Sabios que la expresión “a través de la ventana” significa “ver mediante” las fuerzas del mal. Así fue como Abimelej descubrió que Rivká era la esposa de Itzjak, es decir, utilizando esas fuerzas negativas. Pero Dios permitió al Pueblo de Israel apegarse a Él por medio de las fuerzas de pureza y santidad. De la misma forma y a nuestro pesar, hay judíos que “fueron a pastorear en campos ajenos”, aprendieron a utilizar esas fuerzas negativas y se disfrazaron de rabinos; cualquiera que los ve dice que son “justos y perfectos”, que “sus bendiciones rompen portones”, “los ángeles y él son como familia”. Pero la verdad es que sus bendiciones son maldiciones, que sus amuletos son dañinos. No importa si imparten clases de Cábala; no dejan de ser unos farsantes y mentirosos. Pero no pensemos que son rabinos ladrones; sólo son judíos que roban, disfrazados de rabinos. La pregunta es: ¿cómo una persona común y corriente puede reconocer quién es puro y quién es impuro? ¿Quién es rabino y quién es ladrón? ¿A quién acudir y de quién escapar? ¿Qué amuleto sirve y cuál puede ser tirado a la basura? Antes que nada, debemos saber que la santidad es tan difícil de adquirir como una corona de oro y fácil de perder como una nota escrita en un papel. Para llegar a esos niveles de santidad hay que desconectarse de lo material, de lo físico. Nos informa el Zohar que en cierta ocasión Rabí Pinjás Ben Yair, el suegro de Rabí Shimón Bar Yojai, lo invitó a él y a sus alumnos a su casa y les dio por asiento un lugar bastante cómodo. Pero cuando Rabí Shimón Bar Yojai quiso impartir su acostumbrada clase de mística, 73

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BERESHIT no pudo concentrarse. Entonces, decidieron sentarse en el piso e, inmediatamente, empezó la clase de mística sin ningún inconveniente. Algo parecido ocurrió al profeta Elisha, quien se enfureció por un momento y, por ello, la inspiración divina se apartó de él. Esto nos enseña que, aun cuando lleguemos a esos niveles de santidad, hay que tener mucho cuidado, pues por un mínimo error podemos perder todo. Como ejemplo sencillo, basta con que nos desconcentremos un solo segundo durante el rezo para que tengamos que comenzar de nuevo. En nuestra Parashá vemos que en Rivká e Itzjak, aunque eran personas santas, que estaban apegados a la fuente de santidad, ya que eran parte de ella, había pequeños detalles que les causaban perder esta fuerza. Analicemos unos cuantos ejemplos de nuestra Parashá. Cuando Rivká estaba embarazada y pasaba frente a la puerta de algún lugar de idolatría, sentía patadas en su vientre. Era Esav, que quería salir. Y si pasaba ante la puerta de alguna yeshivá o de alguna sinagoga, ella también sentía patadas en el vientre. Era Yaakov, quien deseaba salir. Ante esto, Rivká preguntó a Shem (el hijo de Nóaj) qué estaba pasando dentro de su cuerpo. Entonces Shem tuvo Rúaj Hakodesh (inspiración divina) en ese momento y respondió que en su vientre había dos niños. Todos los comentaristas preguntan: ¿por qué Shem fue quien recibió esa inspiración divina y no Rivká, si la misma Torá afirma que Rivká la tenía, ya que ella supo que Esav quería matar a Yaakov? La respuesta es que ella, al tener un hijo malvado dentro de sí, perdió esa capacidad de comunicarse con Dios. 74

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BERESHIT De aquí aprendemos que, cuando estamos en compañía de un rashá (malvado), es imposible estar en contacto con Dios. Es decir, para obtener inspiración divina, Shejiná y la constante ayuda de Dios, debemos estar siempre en compañía de gente pura y santa. Y así también ocurrió con Itzjak: Dios no le informó que Esav quería matar a Yaakov; sin embargo, sí lo comunicó a Rivká, por medio de inspiración divina. ¿Por qué Itzjak no tuvo oportunidad de saberlo? La respuesta es que Itzjak veía a su hijo Esav como el primogénito amado, pues no sabía que todo el que mira a una persona malvada queda ciego a nivel espiritual, e incluso físicamente, como ocurrió a Itzjak en su vejez. Yaakov Abinu también dejó de tener inspiración divina durante veintidós años, debido a su tristeza por la desaparición de su hijo Yosef (que era un Tzadik). Pero cuando volvió a reunirse con él también regresó su alegría y, por ende, supo otra vez cómo conectarse con Dios. Entonces, ¿cómo podemos pensar que esos “cabalistas” disfrazados puedan estar en estrecha conexión con Dios si se hallan sumergidos en placeres mundanos, si se relacionan con mafiosos, mujeres inconvenientes, etcétera? Una vez Baba Meir, hijo de Baba Saleh y poseedor de gran pureza espiritual, fue al aeropuerto de Lod, en Israel, a recibir a su padre. Baba Meir iba vestido con su Yilaba (atuendo marroquí), que le cubría la cara. Aunque alrededor de él había muchos cuidándole, en ese aeropuerto había mucha gente y música impuras. Tres meses más tarde, comentaba Baba Meir que aún no había podido recuperar el nivel espiritual que tenía antes de visitar ese lugar. Es muy difícil conectarse a esa fuente de santidad proveniente de Dios. Si lo hemos logrado, más difícil aún es mantener el contacto. 75

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BERESHIT Sin embargo, apegarnos a las fuerzas impuras y mantenernos unidos a ellas es muy fácil. Por eso muchos escogen ese camino, sin saber a dónde llegarán. De tal forma se causan mal a sí mismos y a quienes los rodean. Por tanto, cuidémonos mucho y no seamos tan ingenuos. No recurramos a brujos o brujas goyim y tampoco pidamos consejo a “rabinos” disfrazados. Abramos bien los ojos y, en caso de que necesitemos algún consejo, consultemos a los grandes rabinos de esta generación. Sin embargo, tengamos paciencia con esas personas equivocadas, mantengamos la distancia con ellas y estemos alerta siempre de sus pasos. Solamente luego de asegurarnos, por diferentes medios, que determinado rabino es un justo, consultemos con él nuestras dudas o problemas, y pidámosle consejo y bendiciones. Así culmina la haftará: VeTorá Yebakshú Mipihu Ki Malhaj Hashem… Hu, “Y la Torá se la solicitarán a él, porque es un ángel de Dios” (Malaji 2:7), lo cual significa que cuando este rabino sea reconocido como un ángel de Dios podremos pedirle Torá y bendiciones. Que sea la voluntad de Dios salvarnos de caer en manos de gente mentirosa y dañina, y que esas personas, algún día cercano, también hagan teshuvá y que sus ojos no sean enceguecidos por el dinero. Amén.

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Parashat TOLEDOT ESAV, EL INGENUO

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stá escrito en nuestra Parashá que Rivká amaba a Yaakov y que Itzjak amaba a Esav (Bereshit 25:28). Pero no estamos hablando del amor natural que todos los padres sienten por sus hijos, pues se evidencia que Rivká amaba a los dos por igual y así también Itzjak. A lo que aquí se está refiriendo la Torá es que Rivká quería que Yaakov siguiera esa cadena de Abraham e Itzjak, pero Itzjak quería que el que continuara la cadena fuera Esav, como hijo primogénito que era. El argumento de Rivká era más lógico que el de Itzjak, ya que Yaakov era una persona estudiosa, justa, buena y correcta: Ish Tam yoshev ohalim, “Un hombre sencillo que se sentaba en las carpas a estudiar”; Titen emet le Yaakov, “Le dio la verdad (Torá) a Yaakov”. Por eso él era quien debía continuar esa cadena de oro y no Esav. Si pensamos que Itzjak era muy ingenuo, estamos muy equivocados. Itzjak sabía todo lo malo que Esav hacía. El día que murió Abraham, Esav asesinó a Nimrod, violó a una muchacha comprometida (Babá Batrá 16a) y, por si fuera poco, renegó de la resurrección de los muertos cuando dijo a Yaakov que no fuese tonto en pensar que una persona que ya se pudrió en la tumba puede resucitar (Pesiktá 12:4). Itzjak también sabía que las mujeres de Esav eran malas, e incluso sabía que continuaban haciendo idolatría. Entonces, ¿cómo es posible que Itzjak quisiera que su sucesor fuera Esav? Para entender esto, debemos recordar que Dios es Quien crea al hombre, pero no lo hace malvado o justo. Lo único que Dios pre77

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BERESHIT destina es si será rico o pobre, inteligente o tonto, alto o bajo, etc. Pero si será malvado o justo solamente depende de las propias decisiones del individuo. Como está escrito: Hakol Min Hashamayim Jutz Mi Yirat Shamayim, “Todo proviene de los cielos, menos el temor a los cielos”. El ser humano se asemeja a una tierra fértil. Si plantamos en ella frutas, saldrán frutas buenas. Si plantamos drogas, obtendremos drogas. Si plantamos plantas venenosas, saldrá el mejor de los venenos. Esto implica que Dios entregó al hombre un potencial, pero depende de cada uno desarrollar ese potencial de la mejor manera posible. Esav era muy fuerte y poderoso, pero por desgracia usó su fuerza para el mal. Y la esperanza de Itzjak Abinu era que algún día Esav despertara de esa pesadilla, se diera cuenta de sus errores y empezara a mejorar su conducta. Cuando mejorara su comportamiento, entonces sería inigualable. ¿Y quién nos asegura que, cuando Esav hiciera teshuvá, las mitzvot que realizara fueran especiales? Está escrito en el Talmud (Bereshit Rabá 6:5) que Rabán Shimón Ben Gamliel dijo: “Toda mi vida atendí y me preocupé por las necesidades de mi padre, pero no llegué ni siquiera a una centésima parte de lo que Esav honró a su padre Itzjak”. Así también están escritos en los Midrashim distintos ejemplos de cuán servicial era Esav. Por ejemplo, Esav tenía muchas ropas especiales, entre ellas las vestimentas hechas por Dios para Adam, que habían pasado por herencia hasta Nimrod. Cuando Esav lo mató, se las quitó y las guardó en casa de su padre. Preguntan nuestros Sabios por qué las colgó en casa de su padre y no en su propia casa. 78

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BERESHIT Responden que las dejaba allí para que, cada vez que entrara a servirle, lo hiciera con esa ropa elaborada por Dios. ¡Qué honor hacía a su padre! También Esav era atento en extremo con su padre, hasta el grado de jurar que no mataría a Yaakov (su máximo enemigo) a fin de que su padre, Itzjak, no sufriera. Pero una vez que éste muriera, iría a matarlo. Esav estaba dispuesto a estudiar Torá (aunque no creía en ella) con su padre e incluso participaba en el estudio preguntando, por ejemplo, si era necesario sacar maaser de la sal y otras cosas por el estilo, con tal de conseguir una sonrisa de alegría y orgullo de Itzjak. Cuando Esav se enteró de que su padre estaba molesto con él porque se había casado con una mujer de Kenaan (un pueblo despreciado por Dios), inmediatamente se casó con una de las hijas de Yishmael para calmar su furia. Como es sabido, la cabeza de Esav está enterrada en Mearat Hamajpelá. ¿Por qué Esav tuvo el mérito de que su cabeza fuera enterrada en ese lugar tan especial? El motivo es simple: siempre se inclinaba ante Itzjak. Esto demuestra que Esav verdaderamente tenía muchísimo potencial para convertirse en el mejor tzadik, ya que era extremista, fanático en la persecución de sus ideales. Si los ideales de Esav hubieran sido los de la Torá habría salido de él un Gran Tzadik. Por eso Itzjak siempre quiso que su sucesor fuera Esav. Tenía la esperanza de que al ayudarlo con mucho amor enderezara su camino y fuera el siguiente eslabón de la milenaria cadena iniciada por Abraham. 79

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BERESHIT Sólo dos personajes en todo el Tanaj son llamados Admonim, “rojizos”: Esav y el Rey David. Está escrito que el profeta Shamuel se asustó cuando vio a David, que tenía cabello rojizo, porque pensó que era igual que Esav, hasta que Dios le dijo que era un rojizo, pero con buenos ojos, con ideales puros y un potencial bien dirigido. Un breve análisis de la vida de ambos demuestra que tuvieron muchas cosas en común, aunque cada uno la dirigió de diferente manera. Esav fue un rey muy poderoso; también David fue rey, pero del Am Israel. Esav fue un asesino; David asesinó a los enemigos del Am Israel. Esav mató a Nimrod; David mató a Goliat. La diferencia es que Esav fue malo y David fue justo. Todo depende de la dirección que demos al potencial que Dios depositó en nosotros. Basta recordar el caso de Resh Lakish. Para desgracia de Itzjak, su hijo Esav nunca enderezó su camino. Por eso está escrito que Rivká “ama” a Yaakov, en presente. Sin embargo, está escrito que Itzjak “amó” a Esav, en pasado, porque al final de sus días se dio cuenta de que su hijo no tenía remedio, por lo que decidió dar las bendiciones a su hijo Yaakov. También hoy encontramos a muchos que son como Esav, que tienen mucha fuerza, mucha capacidad, con gran potencial de liderazgo e inteligencia, pero que desafortunadamente no saben aprovechar esas habilidades para el bien. Abramos los ojos y veamos cuánta fuerza hay en nuestro interior, la cual podemos usar para realizar el bien. En Israel hay antiguos actores, músicos, cantantes o comediantes que usaban sus dones para pecar y hacer pecar a los demás, y ahora, gracias a Dios, usan sus fuerzas y sus habilidades para dar charlas y conferencias a personas alejadas de la Torá. 80

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BERESHIT De aquí aprendemos lo siguiente: si decidimos plantar frutas en nuestra vida, obtendremos las mejores, ya que somos campo fértil y poseemos los árboles más frondosos y verdes. Para finalizar, está escrito en el Talmud (Jaguigá 4a): “¿Quién es tonto? Aquel a quien le dan un objeto valioso y lo pierde”. Esav fue un tonto, porque Dios le dio fuerza y habilidades especiales y no supo cuidarlas. Que sea la voluntad de Dios que ninguno de nosotros sea tonto y que seamos inteligentes para utilizar todo ese potencial, y que nos ayude a explotar nuestras fuerzas para nuestro bien y para el bien del Am Israel, a fin de llegar a ser verdaderos servidores de Dios Bendito. Amén.

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Parashat VAYETSÉ LAS CONSECUENCIAS DE NUESTROS ACTOS

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l Talmud (Shabat 31a) nos relata que una vez un gentil pidió al anciano Hilel que le enseñara toda la Torá mientras él se mantenía sobre un pie. Le respondió Hilel: “Todo aquello que es odiado por ti no lo hagas a los demás”. Es decir, el problema es que a veces no sabemos cuánto sufrimiento estamos causando a otro hasta que viene un tercero y nos hace lo mismo. Por ejemplo, un niño no sabe cuánto sufrimiento causa a sus padres al desobedecerlos, hasta que él se convierte en padre y experimenta la misma situación. Es sólo hasta entonces que entiende lo que hizo a sus padres. Y así ocurre con un alumno travieso; no sabe el daño que causa a sus maestros hasta que se ve en la necesidad de enseñar a alguien y trata de controlar a su alumno. En nuestra Parashá vemos tres ejemplos de no prever las consecuencias de nuestros actos. El primero es el de Yaakov, quien trabajó siete años para poder casarse con Rajel. Antes de que se casaran, dio a Rajel unas señales para identificarla y así evitar que Labán lo engañara. Antes de la boda, Labán dijo a su hija Rajel: “Vete de aquí, porque tu hermana Lea será la novia. Y después lo serás tú”. Rajel, sin otra opción, optó por revelar a Lea las señales que le había dado Yaakov, a fin de que ésta no fuera rechazada y avergonzada por él. Luego de 82

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BERESHIT casarse, Yaakov vio que lo habían engañado y que Lea había remplazado a Rajel. Entonces Yaakov preguntó a Lea por qué se había disfrazado e imitado la voz de Rajel, y le había mentido. Le respondió Lea: “Tú hiciste lo mismo con tu padre; te disfrazaste de Esav y tomaste lo que no te correspondía”. Yaakov replicó que él lo hizo con las buenas intenciones de recibir las bendiciones de su padre. Y Lea le respondió que también sus intenciones eran buenas, pues lo hizo para que de su vientre salieran algunas de las tribus de Israel (Bereshit Rabá 70). Al ver Yaakov que no podía refutar ninguno de sus argumentos, no pudo divorciarse de ella. Fue entonces que llegó a sentir en carne propia lo que había hecho a otros y entendió mejor las consecuencias de sus actos. El segundo ejemplo también involucra a Yaakov. Una vez que escuchó a Lea, fue a reclamar a Labán por sus acciones engañosas, ya que la ley señalaba que la mayor estaba destinada para Esav y la menor, Rajel, para él. Le respondió Labán: “Como tú fuiste quien cambió el orden al comprar la primogenitura, entonces yo pensé en darte a la mayor; por eso te di a Lea. Y también estoy pensando ahora en dar a Esav la menor, Rajel”. Aquí, otra vez, Yaakov comprendió las consecuencias de sus actos. El tercer ejemplo es sobre Labán. Este hombre era un gran mentiroso y un abusivo consumado. Engañó a Yaakov muchas veces, inclusive con su salario. Jamás Labán fue a dormir con la conciencia limpia. Y no sólo con Yaakov se comportó de esa manera, sino también con todos los que conocía. Hasta a los vecinos de su pueblo engañó en la boda de su hija. Les dijo: “Ustedes están invitados a la boda de mi hija, con la condición de que no digan a Yaakov que esta es Lea y no Rajel”. Los vecinos le aseguraron que no iban a decir nada a Yaakov, pero Labán no les creyó y, por tanto, les exigió un objeto de 83

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BERESHIT valor como garantía de su promesa. Todos los vecinos hicieron así para poder asistir a la boda y Labán, luego de recibir tantas prendas valiosas, fue a venderlas y con ese dinero pagó la boda de su hija. Una vez Yaakov contó las cabras y dijo a Labán que todos los animales que salieran con manchas iban a ser suyos y los que nacieran sin manchas iban a ser de Labán. Éste observó sus cabras, vio que la gran mayoría carecía de manchas y aceptó el trato. Pero Yaakov colocó varas con peladuras en los bebederos de las cabras y las ovejas; de repente, todas las crías que nacieron estaban manchadas. Era la primera vez que alguien engañaba a Labán y, por si fuera poco, también Rajel le robó todos los ídolos que adoraba. Y así fue que Yaakov se fue de casa de su suegro Labán sin siquiera informarle. Labán siempre estuvo acostumbrado a ser el ladrón, el mentiroso, el abusivo, pero cuando se invirtieron los papeles supo qué se sentía ser la víctima. Así ocurre a las personas que no saben medir las consecuencias de sus actos. El cuarto ejemplo ocurrió con Yosef. Cuando Yaakov reunió a todos sus hijos para bendecirlos, llamó a Yosef y le dijo que le daría el honor, la herencia y la bendición que correspondían al primogénito en vez de dárselos a Reubén. Yosef escuchó esto y se alegró. Después Yaakov pidió a Yosef que llevara a sus dos hijos, Efraim y Menashé. Yaakov honró más al menor, a Efraim, que al mayor, Menashé: colocó la mano derecha sobre el menor y la izquierda sobre el primogénito. Esto causó dolor a Yosef y dijo a su padre que no era lo correcto. Al escuchar estas palabras, Yaakov lo miró con extrañeza y le dijo: “¿Por qué cuando quité el honor a tu hermano mayor, Reubén, para dártelo a ti, te alegraste, y ahora que quité el honor a tu hijo primogénito te duele?”. 84

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BERESHIT La Torá nos enseña a sentir lo que el otro siente y a ponernos en el lugar de los demás. A veces ocurre que alguien cuenta un chiste sobre otro y nos reímos. Pero si fuéramos nosotros los protagonistas de ese chiste, de seguro que no nos causaría ninguna gracia. Cuando en las tiendas cobran el precio completo y anuncian que todo está a mitad de precio, ¿nos parece que eso es legal? Generalmente durante la lectura de la Torá las personas prestan atención y están calladas, pero cuando llega el momento de Hashkabá o Misheberaj (explicaciones sobre la Parashá) todos empiezan a hablar y no escuchan, ya que creen que sólo la Parashá es importante y que el resto no. Cuando a alguien del público le llega el turno de subir a leer la Torá, quiere que todos escuchen la Hashkabá por su padre o el Misheberaj por un familiar enfermo, para que todos respondan “Amén” en voz alta. Sólo entonces sentimos y entendemos cuán importante es escuchar todo. Que sea la voluntad de Dios que siempre estemos pendientes del otro y de lo que necesita; que seamos sensibles para percibir lo que al otro agobia y para acudir en su ayuda; que todo aquello que no nos es placentero nunca lo hagamos a los demás; y que incluso si no sabemos qué es incómodo para los demás, tampoco se los hagamos. Amén.

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Parashat VAYETSÉ AM ISRAEL JAI

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Qué tienen en común Esav y Labán? Ambos fueron enemigos de Yaakov; en lo único que difirieron fue que cada uno utilizó una estrategia distinta. El Jatam Sofer explica esto con un ejemplo. Una vez, el sol y el viento se pusieron a discutir quién era más fuerte; ganaría el que lograra quitar el abrigo a una persona que iba caminando por la calle. Empezó el viento a soplar, y cada vez lo hizo más fuerte tratando de arrancar el abrigo a la persona, pero ésta abrazaba con mayor fuerza su abrigo, por tanto frío que sentía. Al ver esto, el viento se rindió. Entonces, el sol lanzó sobre la persona cálidos rayos que lo hicieron sudar, por lo que tuvo que quitarse el abrigo, mientras esbozaba una sonrisa. Siempre el Pueblo de Israel ha tenido dos tipos de enemigos: los que siempre han tratado de exterminarnos físicamente y aquellos que han intentado hacerlo espiritualmente; unos nos dan un abrazo caluroso, un beso y una sonrisa, y los otros llegan con un arma en la mano. ¿Cuál es más peligroso? Dijo el Rey David (Tehilim 118:7): Hashem Li Beozerai Vaaaní Erhé Besoneai, “Que Dios me ayude, y yo veré por los que me odian”. Cuando el enemigo nos ataca con tanta fuerza, nuestra reacción es abrazar más fuerte nuestro “abrigo” de Judaísmo, pero cuando el enemigo nos sonríe, nos abraza, nos demuestra cariño, estamos dispuestos a quitarnos el “abrigo de pureza” sin ningún temor. 86

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BERESHIT Yaakov Abinu también es conocido como Israel. Es símbolo del Am Israel. Y lo mismo que le ocurrió a él nos ocurre a nosotros, día a día. Así como él tuvo que luchar contra dos enemigos, nosotros debemos luchar en dos frentes, uno violento y otro amistoso. Esav fue el frente violento; hasta juró que iba a matarlo. Nos relata el Midrash que Esav estaba esperando que su padre, Itzjak, muriera para ir en busca de su hermano y matarlo. Pero cuando escapó Yaakov, Esav dijo que lo buscaría para matarlo, pues su padre jamás se enteraría de que Yaakov habría muerto. Sigue el Midrash contando que Esav vio a Yaakov en el Bet Hamerjatz (baño público) y lo rodeó para matarlo, pero Dios hizo un milagro a Yaakov y logró escapar de manos de su malvado hermano. Después, Esav colocó vigilancia en todas las fronteras para atrapar a Yaakov, pero nadie sabía que Yaakov estaba estudiando en un Bet Midrash, lo cual haría durante catorce años. Al final, cuando decidió dirigirse a Jarán, fue atrapado por Elifaz, hijo mayor de Esav, pero de nuevo con la ayuda de Dios fue liberado rápidamente: Yaakov sobornó a Elifaz dándole todos sus bienes a cambio de su libertad. Durante mucho tiempo Esav buscó a Yaakov, siempre acompañado por cuatrocientos soldados. Un día, ambos se encontraron y se abrazaron y se besaron. Esav quiso aprovechar la oportunidad y trató de matar a su hermano mordiéndole el cuello, pero otra vez Yaakov se salvó mediante un milagro al endurecérsele el cuello como piedra. Entonces Esav se dio cuenta de que era imposible acabar con Yaakov. Labán, por otro lado, era un enemigo de otra categoría. Era blanco por fuera, pero negro por dentro. Su estrategia consistía en acabar con el espíritu y no con el cuerpo mediante la asimilación. Desde la época de Itzjak Abinu ese mal trata de acabar con la familia ju87

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BERESHIT día. Labán aplicaba la táctica de abrazar, besar y hacer invitaciones (como lo hizo con Eliézer, otorgándole a su hermana pequeña), y creyó que de esa manera Itzjak se asimilaría; por eso dijo a Rivká, antes de que saliera a encontrarse con Itzjak, que intentara atraparlo y que lo llevara con él, para así convertirlo en uno de ellos. Al transcurrir varios años, constató Labán que se había equivocado; su hermana era ya una mujer muy justa, pues había sido influenciada por su marido Itzjak. Labán se resignó diciendo que sus planes no se habían realizado porque Rivká se había ido a vivir con Itzjak, pero que si Itzjak hubiera ido a vivir con ellos la historia habría sido otra. Por eso, cuando Yaakov pidió la mano de Rajel, Labán le dijo que primero conviviera con ellos durante siete años y después se la entregaría, con la intención de que Yaakov se asimilara en un ambiente por completo diferente del suyo propio, y que no hiciera de su esposa una mujer justa, como lo había conseguido Itzjak con Rivká. Pero al ver que no lograba nada, le dio a cuatro esposas (sus dos hijas, con sus respectivas sirvientas) del mismo pueblo, para “encerrarlo” por sus cuatro costados y así fuese convertido. Pero tampoco esto resultó, pues sus cuatro esposas fueron mujeres justas y su descendencia se convirtió en las doce tribus de Israel. Yaakov jamás descendió espiritualmente, como está escrito: Im Labán Garti, “Con Labán conviví”. Explica Rashí que la palabra garti (“conviví”) nos indica que continuó cumpliendo las 613 mitzvot sin inconvenientes, ya que el valor numérico de garti en hebreo es de 613. Los judíos hemos enfrentado muchos momentos difíciles: persecuciones, las Cruzadas, las guerras mundiales, la Inquisición, los pogroms, el Holocausto… Pero a pesar de todo nos mantenemos con vida. Am Israel Jai. 88

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BERESHIT El otro tipo de enemigo es como el sol: se nos acerca cálidamente, nos abraza, hasta el punto de que nos quitamos nuestro “abrigo” de identidad y permitimos que ese calor nos invada y vaya cambiando nuestra vida sin darnos cuenta. Por eso este enemigo es más peligroso, ya que avanza sin enterarnos. Le llamamos “El Holocausto silencioso”. Muchos se preguntan: ¿qué es eso de la guerra de Gog Umagog? ¿Cuándo empezará? ¿Quién luchará contra quién? En un libro, un Séfer Haparashiot (Bereshit, pág. 517, en nombre del Midrash), encontré varios datos interesantes que nos ayudarán a responder estas cuestiones. Kain asesinó a Hebel para acabar con el bien, con aquel de quien Dios aceptó su ofrenda. Esav pensó que Kain era un tonto por haber matado a su hermano y haber dejado con vida a su padre, quien trajo al mundo a un Tzadik como Shet. Por eso Esav esperó a que su padre Itzjak muriera para acabar con Yaakov. Después vino el Faraón y dijo que Esav también era un tonto, ya que no calculó que, mientras su padre moría, su hermano Yaakov estaba trayendo hijos al mundo. Por eso él decidió acabar con el bien asesinando a todos los varones hebreos recién nacidos. Después vino Hamán y dijo que todos eran unos tontos, incluso el Faraón, ya que, al dejar a las mujeres vivas, con hombres de otra nación podían seguir trayendo judíos al mundo (pues la identidad judía es transmitida por la madre), por lo que decidió entonces acabar con todos, incluyendo a las mujeres y los niños, en un solo día. Finaliza el Midrash diciendo que en el futuro vendrá Gog y dirá que todos los enemigos de Israel han sido unos tontos, ya que ninguna estrategia sirve para acabar con el Am Israel. Todo el tiempo que el Supremo Creador los ame, y ellos lo amen a Él, nada ni nadie en el mundo podrá contra esa unión tan fuerte entre ellos. Entonces Gog 89

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BERESHIT dirá que él no es tan tonto como aquellos, que primero se encargará de alejarlos de Dios y, una vez que ese “cordón umbilical” esté cortado, el resto será mucho más fácil. En este momento nos encontramos en el apogeo de la guerra de Gog Umagog. La primera etapa, desunir a Am Israel y a Dios, lamentablemente ya está ocurriendo. Muchos de nuestros hermanos y hermanas se han separado del camino de la Torá y de las mitzvot, entre besos y abrazos calurosos de las naciones goyim. Debemos aprender de Yaakov Abinu cómo superó con valor, astucia y fe todas las pruebas, tanto las de su hermano Esav (el que lo odiaba, el malvado, el asesino) como las de su suegro Labán (que lo quería, le mostraba bondad y lo abrazaba). Yaakov Abinu convivió con Labán, pero supo cuidar su espiritualidad cumpliendo las 613 mitzvot. Así también nosotros debemos sentir orgullo por nuestra identidad y no caer en ninguna de las trampas que nos pone el ambiente que nos rodea. Que sea la voluntad de Dios que superemos las pruebas que nuestros enemigos físicos y espirituales nos presentan y que el Am Israel quede por siempre Jay Vekayam, “Vivo y Existente”: vivo físicamente y existente espiritualmente. Amén.

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Parashat VAYISHLAJ

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AGRADEZCAMOS

a Torá relata que Yaakov sospechó mucho de Esav antes de su encuentro. Como está escrito: Vayirá Yaakov Meod Vayetzer Lo, “Y temió mucho Yaakov y se angustió” (Bereshit 32:8).

El Midrash pregunta cómo es posible que Yaakov temiera a Esav, si tenía la promesa de Dios de que iba a protegerlo. Él temía, básicamente, que sus errores no le permitieran recibir la ayuda de Dios. Y esto lo explica con mayor amplitud Rashí en su comentario al versículo donde dice: Katonti Mikol Hajasadim Umikol Haemet, “Me he empequeñecido por todas las bondades y de toda la verdad” (Bereshit 32:11). Yaakov Abinu pensó que no era merecedor de tantas bondades de Dios, ya que todos sus méritos se habían acabado, y dijo que esa falta de valores iba a provocarle caer en manos de Esav. Pero surge la pregunta: ¿es que Yaakov Abinu no sabía que él era justo ni cuántos méritos tenía, tanto así que su nombre fue cambiado por Israel, el cual representa el nombre de cada Patriarca y Matriarca? La Yud representa a Itzjak y a Yaakov, la Shin es por Sará, la Resh es de Rivká y Rajel, la Alef proviene de Abraham y la L de Lea. Es decir, él reunía todas las cualidades de ellos y por eso fue llamado Bejir Avot, “el Elegido de los Patriarcas”. Entonces, ¿por qué Yaakov pensaba que no le correspondía nada, pese a ser el elegido entre todos los Patriarcas? Estamos acostumbrados a pensar que, si hacemos algo bueno, todos nos deben algo, sea agradecimiento u obediencia. Creemos que, si realizamos alguna mitzvá o si estudiamos Torá, nos corresponde ser millonarios, tener buena salud y recibir honores de todos, ya que somos “justos”. Ya nuestros Patriarcas nos enseñaron que esa no es la realidad. 91

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BERESHIT Abraham fue el primero en difundir el nombre de Dios en el mundo; destruyó estatuas, convirtió a la gente, hizo el bien, pero ni siquiera un hijo tenía. Después de cincuenta años de casado, Dios le informó que le daría un hijo. ¿Cómo reaccionó Abraham? Dice la Torá: Vaijashbá Lo Tzedaká, “Lo consideró como caridad”. Explica el Zohar que Abraham vio esta bendición como un acto de caridad y no como un pago pendiente, ya que la tzedaká es un dinero que se da a alguien gratuitamente y el salario es el pago que se da a alguien que ha trabajado para otro. Abraham no vio la bendición de recibir un hijo como el pago por todo lo que había hecho en nombre de Dios, sino como caridad de Él, porque sabía que todo lo que hacía no era nada en comparación con todo lo que Dios hacía por él: diariamente le daba vida, salud, riqueza, felicidad, etc. Y ahora Dios venía a regalarle algo tan preciado como un hijo, sólo por Su bondad. Abraham siempre dijo que Dios era muy grande porque lo había salvado milagrosamente, y que él era como la ceniza y el polvo, porque se salvó del horno en el que hubiera quedado reducido a ceniza, y porque se salvó de la guerra con los reyes, en la que hubiera quedado muerto y convertido en polvo. Si analizamos la actitud de Abraham, nunca dijo que Dios debía ayudarlo porque él era el único que santificaba su nombre en la Tierra o porque creía en Él, ni que por ello debería ser nombrado líder del monoteísmo y posteriormente Patriarca del Pueblo Elegido. Ningún pensamiento como éstos atravesó por la mente de Abraham Abinu. Yaakov Abinu, el elegido de los Patriarcas, también era así. Pensaba siempre que sus acciones no eran nada en comparación con la gran cantidad de bondades que tenía Dios con él. 92

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BERESHIT A Moshé Rabenu le ocurrió lo mismo. El gran Rabino de nuestro pueblo nos sacó de Egipto, nos trajo el maná de los cielos, nos dio la Torá de Dios, nos llevó hasta la frontera de Eretz Israel (la Tierra de Israel) y, justo en ese lugar, Dios le comunicó que no podría entrar a la Tierra Prometida. Ante tal situación, una persona común y corriente hubiese dicho: “¿Quién? ¿Yo? ¿Moshé Rabenu, el salvador, quien aguantó a todo el pueblo durante cuarenta años, ahora no puedo entrar a la Tierra Prometida? ¿Acaso todos los que van a entrar no son mis alumnos, o alumnos de mis alumnos? ¿Ni siquiera puedo ser enterrado en Eretz Israel?”. Pero Moshé Rabenu no reaccionó de esa forma; mejor, suplicó a Dios que le permitiera entrar a la Tierra de Israel, como dice en la Parashá: Vaetjanan, “Y rogó”. Explica Rashí que pidió un regalo gratuito: entrar a Israel. Hay regalos por compromiso y regalos gratuitos. Por ejemplo, en el primer caso, una persona asiste a una boda y entrega un regalo a la pareja. Después de un mes, esa persona realiza una fiesta familiar y la pareja que recibió un regalo el mes anterior ahora se lo retribuye “por compromiso”. Pero el regalo gratuito es todo lo contrario: cuando nunca hemos hecho un favor a alguien y ahora nos regala algo. Y eso fue lo que pidió Moshé a Dios, ya que para él todas sus acciones no representaban una obligación por parte de Dios de cumplir con todos sus deseos. Si alguien nos hace un favor, lo consideramos como algo insignificante, pero si nosotros hacemos un favor a alguien sentimos que está en deuda con nosotros. Un buen ejemplo es lo que ocurre entre marido y mujer. El marido sale desde temprano en la mañana a trabajar para traer el pan de 93

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BERESHIT cada día a la casa. Se la pasa todo el día discutiendo con clientes y empleados, arregla problemas con cheques devueltos, etc., y llega a la casa cansado, con un solo pensamiento en la cabeza: “Mi esposa hoy no hizo nada. Cocinar es fácil; cambiar los pañales a los niños es rapidísimo; el resto del día está sentada descansando. Sin embargo, yo no paro de trabajar”. Lo único que desea el marido al abrir la puerta de su casa es que su esposa lo reciba con alabanzas y valore todo su esfuerzo. Por otro lado, la mujer piensa lo mismo de ella: “Yo trabajo mucho en la casa, con los niños, las compras, la cocina, y mi marido no hace nada; pasa todo el día en la oficina con aire acondicionado, sentado en una silla de cuero. Yo espero que, apenas entre por esa puerta, lo primero que haga sea agradecerme y valorar todo mi esfuerzo diario”. Consideraciones como éstas son las que causan enfrentamientos. Pero, ¿qué pasaría si cada uno sintiera que lo que hace no es nada en comparación con el gran esfuerzo que el otro realiza? Entonces conformarían una familia ideal y ejemplar. Por eso está escrito en el Talmud (Berajot 10b) que cuando rezamos por el mérito de nuestros antepasados, Dios los ayude, las peticiones son respondidas por nuestros propios méritos. Pero si rezamos por nuestros propios méritos, sólo si nuestros antepasados tuvieron méritos las peticiones son escuchadas. Nosotros bendecimos Hagomel, “El que otorga”, cuando volvemos de un largo viaje o cuando alguien sale de prisión, si se recupera de una enfermedad, etc. En la bendición se dice: Lajayabim Tobot, “A los que deben favores”, es decir, que la persona como tal está en deuda con Dios por haberlo salvado, ya que a pesar de tener malas acciones en su cuenta Dios lo favoreció con bienes y con maravillas. 94

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BERESHIT Nosotros nos llamamos Yehudim (judíos) por Yehudá, el hijo de Yaakov y Lea. Cuando nació, su madre lo llamó así para agradecer a Dios. Hapaam Odé et Hashem, “Ahora agradeceré a Dios”. Explica Rashí (en nombre de Tanjumá 9) que por profecía se supo que Yaakov tendría doce hijos (al tener cuatro mujeres, a cada una le correspondería tener tres hijos). Cuando Lea tuvo un cuarto hijo, Yehudá, sintió que había recibido más de lo que merecía. Por extensión, todo yehudí debe sentir que lo que Dios le da es más de lo que merece. Esto causa a Dios una buena impresión de nosotros, por lo que nos bendice con mucho más de lo que tenemos. Pero si la persona sólo se queja ante Dios es como el pobre que nos exige que le demos dinero con gritos e insultos. Entonces no le damos ni siquiera lo que teníamos pensado. Pero si lo pide con tono amable, le daremos el doble de lo que habíamos pensado. Que sea la voluntad de Dios que siempre entendamos que todo lo que tenemos es más de lo que merecemos, y que le agradezcamos por cada bien que tenemos, para que seamos bendecidos cada día con más. Amén.

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BERESHIT

Parashat VAYISHLAJ

L

NO MALDECIRÁS

a mayoría de las personas piensan que “las palabras se las lleva el viento” y que todo lo que sale de nuestra boca no tiene ninguna trascendencia y no es tan peligroso. Sin embargo, en nuestra Parashá aprendemos que la boca puede convertirse en un arma asesina. En Bereshit (35:19) vemos que Rajel Imenu murió al nacer Binyamín, a los 27 años de edad. Pregunta el Midrash Bereshit Rabá (74:9) por qué murió Rajel tan joven. La respuesta es que Yaakov la maldijo al decir a Labán que quien robó sus ídolos moriría. Y en este caso Yaakov desconocía que Rajel fue la que sustrajo los ídolos de casa de su padre. Esto nos enseña que no importa si las maldiciones fueron dichas consciente o inconscientemente. Una maldición es una maldición. Cuando una persona maldice a otra conscientemente está transgrediendo una prohibición de la Torá. Está escrito en el Zohar que hay un ángel encargado de las maldiciones, que las reúne y va con Dios para pedirle que se cumplan, bien sea en el maldecido o en el que las pronunció. De todas maneras, estamos mal. Porque si se cumplen las maldiciones en quien fueron dirigidas, la culpa es nuestra; si no, la maldición puede regresar a nosotros, Dios no lo quiera. Recordemos que Dios dijo a Abraham que todo el que pronuncie una bendición será bendecido, y todo el que maldiga también será maldecido. Tal está escrito en el Talmud (Sanedrín 48b) sobre el Rey David, quien maldijo a Yoab porque mató a Abner Ben Ner, quien iba en son de paz. Dijo Rabí Yehudá, en nombre de Rab, que todas las mal96

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BERESHIT diciones pronunciadas contra Yoab se cumplieron en la descendencia de David. La maldición que lanzó David sobre Yoab era que en su casa habría personas impuras, leprosos, inválidos, y que serían asesinados con espada y les faltaría pan. De los descendientes de David, Rejobam estuvo impuro, Uziyahu tuvo lepra, el rey Asá fue inválido, Yeshayahu murió asesinado por una espada y Yejoniá murió de hambre. Concluye Rabí Yehudá en la Guemará con un refrán: “Es mejor ser el maldecido y no el que maldice”. La maldición de Yaakov Abinu no regresó a él porque fue inconsciente, pero recayó sobre Rajel, su esposa, quien por eso murió al dar a luz a Binyamín. En el pectoral del Cohén Gadol había doce piedras, cada una de las cuales representaba a una tribu. La piedra que correspondía a la tribu de Binyamín se llamaba Yash Pé, expresión que es similar a la frase Yesh Pé, “Hay Boca”, en referencia a que hay mucha fuerza en la boca y hay que cuidarla. En el libro Pelé Yoetz está escrito que la persona debe cuidarse de no ser maldecida por nadie, de no hacer cosas que provoquen a los demás a maldecirlo, incluso si es un goy (gentil). En el Talmud (Babá Kamá 93a) se declara en nombre de Rabí Itzjak que jamás debemos pensar que la maldición de una persona común es insignificante, pues Abimelej maldijo a Sará para que perdiera la vista al decirle: “Toma a tu marido, ciega”, pero no fue ella quien finalmente sufrió esa enfermedad, sino su hijo Itzjak. Una vez alguien me preguntó si podía maldecirse a un malvado, a un goy antisemita o a un presidente sin escrúpulos. Le respondí que, aun cuando pudiera encontrarse algún permiso halájico para esa maldición, es mejor no pronunciarla, porque la lengua, por desgracia, no sabe distinguir y puede llegar a maldecir a un amigo o algún familiar, Dios no lo permita. 97

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BERESHIT Debemos educar a nuestros hijos para que no digan maldiciones, ni siquiera como juego. Como dice el refrán: “El que cuida su boca y su lengua salva de sufrimientos a su alma” (Mishlé 21:23). Algunas personas se maldicen a sí mismas cuando están en aprietos diciendo: “¡Maldita sea mi estampa!”. Verdaderamente hay frases que debemos eliminar de nuestro vocabulario, ya que está escrito: Mavet Vejaim Beyad Halashón, “La muerte y la vida están en manos de la lengua” (Mishlé 28:21). Las palabras que pronunciamos no se las lleva el viento. En el Pirké Avot está escrito: Da Malemaala Mimja Ozen Shomaat, “Y sabrás que arriba hay un oído que te escucha”. Por eso, cuando nos pregunten cómo estamos no debemos responder: “Malísimo”, “De lo peor”, “Vamos de Guatemala a Guatepeor”, etc., porque Dios pregunta: “¿De qué te quejas? ¿Por qué te maldices? Voy a mostrarte lo que es malo de verdad”. Es como cuando un niño empieza a llorar por nada y el padre, para castigarle, le pega para que llore con motivo. En el tratado de Berajot (55b) se afirma que tenemos prohibido decir que estamos enfermos hasta que haya pasado un día de estarlo, para no abrir la puerta al mal sin pensarlo. Por el contrario, debemos abrir la boca para decir cosas buenas como “No pasa nada”, “Ya pasará”, “El país funciona de maravilla”, “Estamos ganando mucho dinero”, etcétera. Que sea la voluntad de Dios que nos salve de los que maldicen; que jamás maldigamos a otros, sino que, por el contrario, siempre los bendigamos y que, en caso de que alguien nos maldiga, que Dios cambie esa maldición en bendición; y que siempre abramos la boca para invocar el bien, para que Dios nos bendiga en todo. Amén. 98

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BERESHIT

Parashat VAYESHEB

EL OJO ÉTICO

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abía una vez un hombre que nunca había ido a la sinagoga. Un día su esposa le dijo que fuera a la más cercana, para que viera cómo era, qué se hacía en ella, etc. Este hombre decidió ir un sábado por la mañana y el rabino empezó hablando justamente de la Parashá Vayesheb, cuando Yosef fue vendido por sus hermanos. Este hombre era muy sensible y empezó a llorar a la mitad de la narración. Al llegar a su casa, la esposa le preguntó qué había pasado y él le respondió que se había enterado de que esa semana diez hermanos agarraron a su hermano menor y lo lanzaron a un pozo, y por si fuera poco luego lo vendieron como esclavo a unos desconocidos. Una tragedia. Agregó que jamás volvería a la sinagoga, porque allí uno se entera de lo malo del mundo. Al transcurrir un año, la esposa le dijo que fuera de nuevo a la sinagoga, pues quizá ya habían cambiado de rabino o ya habían cambiado el estilo de los discursos, o tal vez ahora habría buenas noticias. El marido aceptó. Pero por mala suerte coincidió con la misma Parashá del año anterior, que hablaba de la venta de Yosef. Al escuchar las mismas palabras, este hombre se levantó exaltado y dijo: “A mí me parece que Yosef se lo merece”. El rabino, extrañado, le preguntó: “¿Y por qué?”. Le respondió el hombre: “¡Porque el año pasado le hicieron lo mismo y él no aprendió la lección!”. ¿Quién realmente tuvo la culpa de lo ocurrido a Yosef, él o sus hermanos? En todas las parashiot anteriores hemos visto a un personaje bueno, correcto y justo, y también a un personaje malo, abusivo, descarriado. Por ejemplo, Adam y la serpiente, Hebel y Kain, Nóaj y su generación, Abraham y Nimrod, Itzjak e Yishmael, Yaakov y Esav, Yaakov y Labán. Pero en esta Parashá surge la duda: ¿quién es 99

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BERESHIT culpable, los hermanos, futuros fundadores de las tribus sagradas de Israel, o Yosef HaTzadik (“el Justo”)? Hagamos un recuento de la historia. Por un lado, Yosef dijo a Yaakov cosas muy graves de sus hermanos: los acusó de haber comido miembros desprendidos de animales vivos, de llamar esclavos a los hijos de las sirvientas y de haber sostenido relaciones ilícitas. Si todas estas acusaciones hubieran sido ciertas, Yosef habría merecido un gran aplauso por haber ido a decírselas a su padre. Pero en el Talmud Yerushalmí (de Jerusalem) está escrito que Dios castigó a Yosef con rigurosidad pagándole con la misma moneda. Como acusó a sus hermanos de comer animales vivos sin Shejitá, la Torá dijo: “Y degollaron halájicamente a un chivo”, para manchar la tunica de Yosef con la sangre del animal. Por acusar a sus hermanos de llamar “esclavos” a los hijos de las sirvientas, fue vendido como esclavo. Debido a que dijo de sus hermanos que sostenían relaciones ilícitas, Dios le mandó a la esposa de Potifar para que lo sedujera. Dios lo castigó por cada una de sus acusaciones porque no estaba de acuerdo con lo que él había dicho. En el Pirké de Rabenu Hakadosh dice que dos personas justas fueron castigadas por hablar mal de otros; una fue Yosef y la otra Yaakov. Yosef fue castigado con diez años de cárcel por haber hablado mal de sus diez hermanos y Yaakov fue castigado por haber escuchado la acusación de su hijo Yosef. Esto nos enseña que tanto el que habla como el que escucha lashón hará son castigados por Dios. Pero si todo lo que dijo Yosef a su padre Yaakov era verdad, entonces fue bueno que se lo dijera para que así los educara bien. Entonces, ¿por qué fueron castigados? Porque los dos se equivocaron, tanto Yosef al hablar mal de sus hermanos como Yaakov por creer todo lo que decía su hijo. 100

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BERESHIT Ahora bien, ¿todo lo que los hermanos de Yosef le hicieron fue correcto y justo? Estamos hablando de que los hermanos actuaron conforme a lo que nuestras leyes exigen y no deliberadamente. De acuerdo con la ley, el que se rebela contra el rey merece la pena de muerte; como todos sabemos, Yehudá era el rey de sus hermanos y Yosef, en su sueño, vio que incluso Yehudá se prosternaba ante él, lo que implicaba una rebelión contra el rey, y debido a ello debía morir. Por otro lado, conforme a la ley conocida como Rodef, “Perseguidor”, si alguien nos persigue para matarnos, tenemos permiso de matarlo. En este caso, los hermanos pensaron que Yosef buscaba presentarlos como malvados ante los ojos de Yaakov para provocarles así la muerte espiritual (recordemos que Abraham tuvo a Yishmael, un malvado, y a Itzjak, un justo; y que Itzjak tuvo a Esav, un malvado, y a Yaakov, un justo). Por eso, pensaron que Yosef merecía la muerte antes de ser ellos calificados por su padre Yaakov como “muertos espirituales” (malvados). El tercer aspecto que tomaron en cuenta para determinar que Yosef muriera lo explica el Or Hajayim. Hay una ley que habla del testigo falso, al que se castiga con la misma pena que él quiso provocar a otro por medio de su falso testimonio. Es decir, si dos personas atestiguan que Fulano asesinó a Mengano, y provocan así la pena de muerte para Fulano, y luego, de repente, estos dos testigos iniciales son desmentidos por otros, entonces a los primeros se les condena a muerte y Fulano queda absuelto. En el caso de Yosef, él acusó a sus hermanos de comer carne de animales vivos y, para esa época, antes de la entrega de la Torá, todo aquel que hiciera eso era condenado a morir. Una vez que estudiaron todos estos aspectos legales, los hermanos se reunieron y juntos llegaron a la conclusión de que Yosef merecía la muerte, o por lo menos el destierro. 101

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BERESHIT ¿Quién tuvo la razón? Nuestros Sabios nos enseñan que nadie ve sus propios defectos. Por ejemplo, si un Cohén enfermaba de lepra tenía que llamar a otro Cohén para que lo purificara, ya que él mismo no podía hacerlo. Muchas veces cada uno es juez de sí mismo y, cuando le conviene, determina que algo prohibido es permitido o que algo permitido es prohibido, de acuerdo con sus intereses personales. En la Torá hay una frase que se repite en esta Parashá y en la de los espías, lo cual implica una estrecha relación entre ambas: Veotsihu et Dibatam Raa, “Y dieron una mala opinión”, lo cual implica que tanto Yosef como los espías que fueron a investigar la Tierra Prometida actuaron mal. ¿Cómo es posible que estas personas tan justas, los príncipes de cada tribu, que fueron a investigar la Tierra Prometida, hayan mentido y hablado mal de la Tierra de Israel? Y no sólo eso, sino que provocaron que el Am Israel vagara por el desierto durante cuarenta años. El problema es que realmente no mintieron, sino que contaron lo que sus ojos vieron y lo que sus oídos escucharon, porque ellos ya conocían la orden que había dado Dios a Moshé de que, antes de entrar en la Tierra Prometida, debían nombrarse nuevos príncipes en cada tribu. Por tanto, al conocer esa orden y descubrir que sus intereses serían afectados, vieron y escucharon sólo lo que verdaderamente les interesó escuchar. Así también ocurrió con Yosef y sus hermanos. Había mucha envidia entre ellos, como está escrito: Vayikanú Bo Ejav, “Y lo envidiaron sus hermanos”, por lo cual Yosef veía lo que le interesaba ver y escuchaba lo que le interesaba escuchar, e interpretaba todo como una transgresión o una prohibición. 102

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BERESHIT Por ejemplo, él los acusó de comer carne de un animal que no había sido sacrificado conforme a nuestras leyes. Pero Yosef desconocía que ese animal estaba en el vientre de su madre cuando la misma fue sacrificada con Shejitá. Explica Rabí Jayim Yosef David Azulay que era un animal creado por sus hermanos usando sus habilidades místicas y, por tanto, no requería Shejitá. Cuando se odia a alguien o se le tiene envidia, por más que se intente no se logra juzgarlo para bien, sino que se le acusa y se le señala. También los hermanos de Yosef se equivocaron en sus argumentos. Primero, Yehudá todavía no era proclamado rey de Israel y, en consecuencia, nadie podía condenar a muerte a Yosef. Segundo, que Yosef los persiguiera para “matarlos espiritualmente” no daba a sus hermanos ningún permiso para matarlo físicamente. Tercero, no se le podía juzgar como un testigo falso, porque él no asistió a ningún tribunal (Bet Din). Entonces, ¿por qué pensaron así? Simplemente porque quisieron pensar así. Debemos recordar que muchas veces pensamos o actuamos en función de nuestros intereses personales y que por eso nos equivocamos. Cuando nos dicen algo negativo de alguien a quien apreciamos, de inmediato tratamos de justificarlo y defenderlo. Cuando nos cuentan algo positivo de alguien que no apreciamos tanto, automáticamente empezamos a opacar esa opinión destacando todas sus malas cualidades. ¿Y por qué hacemos eso? No es que estemos mintiendo, sino que en verdad sentimos que es lo correcto. Nuestro “ojo ético” lo juzga de esa forma. Que sea la voluntad de Dios que siempre juzguemos a los demás para bien y que no dejemos que nuestros intereses nos desvíen de la verdad, para que siempre seamos juzgados también así. Amén. 103

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BERESHIT

Parashat VAYESHEB EL CAMINO CORRECTO

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a Guemará die “Todo proviene de los cielos, menos el temor a los cielos” (Berajot 33b). Ya dijimos que Dios predestina cómo será cada quien, pero si será justo o malvado depende estrictamente de él mismo. Todo depende de nuestras decisiones, de nuestro libre albedrío. A lo largo de la vida, muchas veces enfrentamos encrucijadas y nos preguntamos: ¿hacia dónde ir, a la derecha o a la izquierda? Y en ese momento no sabemos realmente cuánto influirá esa decisión en nuestro futuro.

Por ejemplo, un muchacho que finaliza el bachillerato no sabe qué carrera escoger, si irá a la universidad o a una yeshivá, o si se incorporará al ejército o si se pondrá a trabajar. A corto plazo, el muchacho no verá la diferencia en la toma de decisiones, y si llega a percibirla, seguramente no se compara con la que enfrentará en el futuro, cuando vea los resultados de sus decisiones. Cuando un francotirador apunta a un blanco, si éste se halla cerca y él desvía la mira del rifle diez centímetros, la bala dará a diez centímetros del blanco; pero si el blanco se encuentra a gran distancia y él desvía su disparo los mismos diez centímetros, la bala se desviará mucho más que esa distancia. Es decir, a mayor distancia, la desviación del disparo será mayor. Apliquemos esto a Yaakov y Esav. Respecto al versículo: Vayigdelú Hanearim, “Y crecieron los jóvenes” (Bereshit 25:27), Rashí explica que 104

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BERESHIT no había gran diferencia entre ambos durante su niñez. La desviación ocurrió a temprana edad, pero esa diferencia se apreció realmente al pasar de los años, al punto que ya no tenían nada en común. Nuestra Parashá relata que Yaakov estudió Torá durante catorce años con su hijo Yosef, desde los tres hasta los diecisiete años, y le enseñó todo lo que había aprendido en la yeshivá de Shem y Eber. Al paso de los años, Yosef estaba en Egipto, como esclavo de Potifar. Luego, la esposa de Potifar intentó seducirlo muchas veces, pero no logró convencerlo, hasta que un día él no pudo soportar más la tentación. Pero en ese momento llegó a su mente la imagen de su padre. ¿Qué significa esto? Que Yosef recapacitó en ese momento y dijo: “Desde pequeño me educaron a seguir normas y a cuidar la Torá y las mitzvot. Me enseñaron que un judío debe casarse con una judía y que ir con una mujer casada es imperdonable, es muksé. Si yo sigo las enseñanzas de mi padre, seré un hombre recto y justo como él, pero si decido abandonar todo y unirme a esta mujer, seré un hombre completamente diferente de él”. Por esa razón decidió abstenerse y continuar esa cadena privilegiada iniciada por su abuelo Abraham. Un camino nos lleva a la pureza, a la santidad, a ser los judíos ejemplares que todos los sabios de Israel quisieron que fuéramos. Y otro camino nos lleva a la impureza, a los pecados y a ser judíos alejados de la Torá. Yosef logró ver a distancia y no se desvió de su “blanco”; por eso se le llamó sabio. Dice Onkelus (en el versículo Ben Zekunim, “El hijo de la vejez”, Bereshit 37:3) que era Bar Jakim, “Sabio”. Y así también lo llamó el Faraón en el versículo: Ein Jajam Venabón Kamoja, “No 105

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BERESHIT hay persona sabia ni entendida como tú” (Bereshit 41:39). El título de sabio le fue dado por ver las consecuencias futuras de sus actos, como dicen nuestros Jajamim (Sabios): “¿Quién es sabio? Quien ve lo que vendrá”. Para nuestro pesar, muchos jóvenes de hoy no ven “a larga distancia” y piensan: “¿Qué diferencia hay? Todo es lo mismo. Si cometo una transgresión más o si hago una mitzvá más, todo será igual”. No saben que el tiempo pasa rápido y que de repente se hallarán en el extremo de las transgresiones. Si Yosef hubiese decidido pecar, la historia del Am Israel hubiese sido otra: habría desaparecido ese aprecio que Dios sentía por él y, por ende, jamás hubiese llegado a ser rey de Egipto y no hubiese ayudado a sus hermanos como lo había soñado. Su hermano Reubén perdió todo por haber pecado al no permitir el acercamiento entre su padre y Bilhá, evitando así que Yaakov tuviese dos hijos más (Efraim y Menashé). Yosef corrigió ese pecado cuando él los trajo al mundo; por eso Yaakov le dijo: “Tus hijos son como mis hijos”, como explica el Malbim. El Midrash Bereshit Rabá (94) señala que Yaakov dijo a Reubén: “Tres coronas tenías en tu poder; la corona de primogénito, la de Cohén y la de rey. Pero las perdiste por ese error”. Así, repartió esas coronas entre sus otros hijos: la de rey fue para Yehudá, la de Cohén para Levy y la de primogénito para Yosef. Lo mismo iba a ocurrir a Yosef, pero él ganó su salvación en tan sólo un instante cuando se observó a sí mismo a largo plazo y cambió su decisión absteniéndose de ir con la mujer de Potifar. Hay otro ejemplo en la historia de Rabí Akivá, quien enfrentó el dilema de casarse con Rajel o no. Por un lado, él pensaba que sus 106

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BERESHIT posibilidades económicas no iban a permitirle dar a ella la vida a la que estaba acostumbrada, ya que su padre no les ayudaría en nada. Después, pensó que todas las personas de la ciudad lo odiarían por haber tenido el descaro de casarse con la única hija del hombre más rico del lugar, Kalba Sabúa, a quien llamaban “Perro Saciado”, porque incluso los perros que merodeaban por su casa quedaban llenos con tanta comida que les daban. Todos creían que la hija de Kalba Sabúa se casaría con al hombre más sabio de la ciudad. En esa época, Akivá ni siquiera sabía el alfabeto. Además, ella quería que Akivá hiciera teshuvá y él no escuchaba a nadie que le hablara de eso. Por otro lado, Akivá se dijo: “Tal vez valga la pena probar ese nuevo camino. Quién sabe si haga teshuvá. Si una gota de agua tiene la fuerza de hacer un hueco en una piedra con el tiempo, la Torá, que fue comparada al fuego, cuánto más podrá atravesar mi suave corazón”. Al final, Akivá se casó con Rajel y se convirtió en el rabino más importante de su generación. ¿Qué habría pasado si Rabí Akivá no hubiera hecho teshuvá? ¡Qué hombre tan sabio hubiéramos perdido! ¡Qué alumnos tan sabios hubiésemos dejado de tener en Am Israel! Entre ellos, Rabí Shimón Bar Yojai, Rabí Meir Baal Hanés y muchos más. Habríamos tenido sólo un buen pastor de ovejas, que a nadie interesa. Cuando alguien se pregunta si debe hacer teshuvá o no, no sabe las consecuencias de su decisión. Akivá tampoco pensó cuán importante era su decisión ni hasta dónde podía él llegar en el futuro, pese a que las letras que componen su nombre significan “Hay quienes adquieren su Mundo Venidero en tan sólo un instante (en una decisión)”. La siguiente historia ejemplifica muy bien la fuerza de una decisión. Vivía en Jerusalem (Jerusalem) un judío muy temeroso de Dios que 107

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BERESHIT tenía una pequeña tienda en el mercado. Su hijo estudiaba y también le ayudaba en la tienda. Cierto día, el Rabino Ezra Atia, Z”L, aconsejó en varias ocasiones al padre que mandara a su hijo a estudiar en la yeshivá de tiempo completo. El padre se rehusaba, ya que requería ayuda en la tienda y, decía, estaba obligado a enseñar un oficio a su hijo. En cierta ocasión, el rabino le dijo que lo tomara a él como trabajador, pero que mandara al muchacho a estudiar a la yeshivá. El padre se dio cuenta entonces de que no enviar a su hijo a estudiar sería un gran error. Ese muchacho es hoy el Rabino Ovadia Yosef, Shlita. Su padre nunca pensó cuán importante sería su decisión o que influiría en todo el Am Israel y en la Torá de nuestros días en la Tierra de Israel, ni que su hijo iba a ser un Talmid Jajam (sabio del Talmud) o que tendría miles de alumnos. En todo momento a lo largo de la vida encontramos una bifurcación de caminos y no sabemos a dónde ir. El mejor consejo es tratar de ver a largo plazo dónde estaremos al tomar cualquier decisión. Que sea la voluntad de Dios que siempre escojamos el camino correcto, el que nos conducirá a los tesoros de la vida, y que también nos ayude a dirigir a nuestros hijos por el camino de la verdad, por el camino correcto, para que en el futuro nos alegremos de haber decidido así. Amén.

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BERESHIT

Parashat MIKETZ LA MANUTENCIÓN ES DE LOS CIELOS

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na vez la reina de Inglaterra paseaba en su carruaje por las calles de Londres. De repente, a través de la ventanilla vio a un muchacho judío de apariencia muy seria para su edad, pues vestía medias blancas hasta las rodillas, pantalones bombachos, zapatos negros, saco largo y sombrero negro. Lo que más llamó la atención de la reina fueron sus peot (rizos a los lados del rostro) en forma de tirabuzón. De inmediato la reina mandó averiguar quién era el muchacho y le envió una invitación para que se presentara en el palacio al día siguiente, a la una de la tarde. Quería conocer a ese muchacho tan especial. Cuando él recibió la invitación se emocionó tanto que casi no pudo dormir esa noche. A la mañana siguiente se levantó muy temprano y, al verse en el espejo, se avergonzó de su apariencia y se dijo: “¿Con estas peot y vestimentas tan ridículas voy a visitar a la reina?”. Tomó las tijeras y se cortó las peot, se puso zapatos y medias comunes, se puso pantalones normales y un saco elegante; se quitó la kipá (la gorra redonda para cubrirse la cabeza) y se puso un sombrero del mismo color de los pantalones. Contento con su nueva apariencia, a la una de la tarde en punto se presentó en el palacio. Al entrar el nervioso muchacho a su entrevista con la reina, ella le preguntó: “¿Quién eres tú?”. El muchacho respondió que había recibido una invitación para entrevistarse con la reina. Al comprobar que era cierto, la reina le dijo que no quería entrevistarse con una persona común del pueblo, sino con ese muchacho cuya apariencia le inspiró respeto y curiosidad. 109

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BERESHIT Al parecer nosotros, los judíos de la diáspora, pensamos que al esconder nuestra identidad, religión y costumbres, para asemejamos a los goyim, éstos nos aceptarán y nos valorarán más, y que si llegamos a mostrarles nuestro Judaísmo nos despreciarán. Yosef HaTzadik nos muestra cómo comportarnos ante los goyim sin sentir vergüenza alguna. Desde pequeño fue odiado por sus hermanos, quienes lo secuestraron, lo lanzaron a un pozo y lo vendieron como esclavo; trabajó muy duro; la esposa de su patrón intentó seducirlo incesantemente; pasó diez años en prisión en Egipto, pero pasaron doce años y aún no recibía la libertad. De repente, se vio frente al Faraón y, en apariencia, la única forma de salir de ese problema era hallar gracia ante sus ojos. Sin embargo, la actitud de Yosef fue por completo diferente. Lo que nunca nadie se atrevió a decir al Faraón, Yosef lo dijo. El Faraón afirmaba que él era Dios y que se había autocreado. Yosef le dijo que estaba equivocado y que únicamente el verdadero Dios, el de Abraham, Itzjak y Yaakov, iba a ayudarle a interpretar sus sueños. Y lo repitió constantemente. Por si fuera poco, el faraón proclamaba que el Nilo lo escucharía siempre, porque era suyo; sin embargo, Yosef le decía: “Quieras o no quieras, el río se secará por completo”. ¿Cuál fue la consecuencia de esto? El Faraón, con la cabeza baja, dijo que en verdad Yosef era muy sabio, por lo que se quitó el anillo real y se lo dio para que gobernara sobre toda la tierra de Egipto. Así también actuó Yosef posteriormente con los ministros que trabajaron con él día a día en el palacio. No trataba de apegarse a ellos ni de hacer amistad, para no ser asimilado por sus ideas raras. Como se relata en nuestra Parashá, Yosef comía apartado de los ministros 110

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BERESHIT y de la aristocracia. Explica Onkelus que el motivo por el que Yosef comía aparte de los demás era porque comía carne de ternera, que era el dios de los egipcios. Podríamos pensar que no necesitaba comer carne, con tal de sentarse con los demás y no ser diferente de ellos. Sin embargo, Yosef HaTzadik decía que él no estaba dispuesto a cambiar sus ideales por nada ni por nadie. A consecuencia de esa actitud, Vaitav Hadabar Beenei Parhó Ubeenei Kol Abadav, “Y le pareció bien al Faraón y a todos sus esclavos” (Bereshit 41:37). Todos lo querían y lo honraban. Yosef se preocupó por hacer entender a todos los de su familia que no fueran tan amigables con los egipcios, ya que eran diferentes de como les había enseñado su bisabuelo Abraham Haibrí (“el Hebreo”), al otro lado del río. Por eso Yosef y su familia eran diferentes de los habitantes de Egipto. Debido a ello, Yaakov Abinu y toda su familia recibieron muchos honores al llegar a Egipto. Incluso el Faraón pidió a Yaakov que lo bendijera. Les otorgaron la tierra de Goshen, una de las zonas más fértiles de Egipto. Am Israel era entonces muy querido por todos, e incluso cuando murió Yaakov Abinu le rindieron honores como a los reyes. Pero todo cambió cuando los judíos decidieron salir de Goshen y comportarse como los egipcios. Dejaron de hacerse el Brit Milá (la circuncisión) y empezaron a hacer idolatría, y más, hasta que los egipcios se hartaron de los judíos. Vayakutzu Mipenei Bené Israel, “Y los judíos se hicieron como espinas” (Shemot 1:12). Muchos judíos piensan que al hacer negocios con goyim deben esconder su identidad, para que ellos los respeten más. En realidad es al contrario. Los goyim, cuando observan que tenemos temor de los 111

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BERESHIT cielos, nos admiran más, pues sienten que somos diferentes porque no hacemos negocios en restaurantes no kasher (permitido) y que nuestras horas de trabajo dependen de Minjá y Arvit, por ejemplo. El creyente en Dios, quien sabe que todo proviene de Él, nunca pensará siquiera en dejar de hacer la voluntad de Dios con tal de no perder un negocio. Hace años conocí a un muchacho que trabajaba en un lugar bastante común y ganaba poco. Un día decidió empezar a hacer teshuvá. Empezó a llegar tarde al trabajo porque tenía Shajrit, salía temprano para ir a Minjá, se demoraba al mediodía rezando Birkat Hamazón y los sábados no trabajaba, por lo que decidieron despedirlo. Al llegar a su casa, toda la familia empezó a reclamarle que lo habían despedido por la teshuvá, que esa no era la manera de llevar la religión, etc. Días después apareció en el diario un aviso en el que solicitaban gente para trabajar en una compañía internacional de telecomunicaciones. Por mala suerte para él, el día de la entrevista era Ómer y no podía afeitarse. Ahora toda la familia empezó a pedirle que se afeitara, pues de otra manera no iban a aceptarlo, y mucho más. El muchacho se presentó a la entrevista sin afeitarse y, gracias a Dios, lo aceptaron. Luego sucedió que iban a enviarlo a un lugar muy remoto del mundo, donde no había ni un solo judío a miles de kilómetros a la redonda. Entonces, solicitó un cambio de lugar y le dijeron que no había más que un pequeño pueblo que, seguramente, no iba a gustarle. El muchacho preguntó por el nombre de ese pueblo y le dijeron que se llamaba Monsey (en las afueras de Nueva York, donde hay muchas yeshivot y grandes rabinos). Al escuchar eso, él pidió inmediatamente su cambio, y se lo dieron. Hoy él vive felizmente en Monsey, está casado, tiene hijos, trabaja y estudia. Debemos aprender a no avergonzarnos de nadie; por el contrario, a enorgullecernos de lo que somos y saber que Dios es quien manda el pan a la casa, no las personas de carne y hueso. 112

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BERESHIT En lugar de esforzarnos tanto en parecernos a los demás para hacer negocios o hacerlos nuestros socios, debemos hacer lo imposible a fin de que Dios nos mande una buena parnasá (manutención). La siguiente historia nos da un buen ejemplo de esto: un hombre quería comprar una casa y se comunicó con el dueño. Éste le mandó un mensajero con los papeles de la casa, en los que se explicaban las condiciones, el precio total, etc. Cuando llegó el enviado, tocó el timbre y, apenas el hombre abrió la puerta empezó a suplicar que le vendiera la casa a menor precio. Sorprendido, el mensajero le dijo: “Señor, yo no soy el dueño. Nada más le traigo los papeles”. La mayoría de las veces no entendemos que quien está frente a nosotros es un enviado de Dios. Quien decide si ganaremos o perderemos, si nuestro capital aumentará o no, es solamente Dios. Por eso, no perdamos el tiempo buscando convencer a los mensajeros; no intentemos hallar gracia ante sus ojos. Mejor, busquemos convencer al jefe, a Dios. Los sueños del Faraón se centraban en el Nilo, lo cual nos indica que ahí justamente es donde radica la diferencia entre nosotros y los goyim. En Israel, las aguas que consumen sus habitantes provienen exclusivamente de las lluvias que bajan del monte Jermón; sin embargo, en Egipto las aguas que se consumen provienen del Nilo, un río que se alimenta de aguas subterráneas. Cuando un ser humano bebe agua levanta la cabeza, pero cuando un animal bebe, debe bajarla. Yosef dijo al Faraón que ellos bebían como animales, con la cabeza hacia abajo, y que él bebía con la cabeza hacia arriba, para demostrarle que el agua de lluvia, símbolo de la parnasá, proviene de Dios, el Único que mantiene y alimenta a la humanidad. En cambio, los egipcios pensaban que el agua provenía de la tierra y que todo dependía de los actos de las personas. Por eso Dios envió a Egipto la sequía sobre el Nilo, para demostrar que todo proviene de los cielos y no de la tierra. 113

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BERESHIT Así, pues, no debemos esconder nuestra religión, sino que debemos llevarla muy en alto. De esa forma el goy nos apreciará más aún e incluso dirá que le conviene hacer negocios con un judío temeroso de Dios, pues sabe que es recto y justo. Que sea la voluntad de Dios mandarnos buena parnasá, que utilicemos el dinero para cosas buenas, que tengamos en abundancia y que nunca dependamos de los regalos de las personas, sino directamente de Su mano generosa y bendita. Amén.

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BERESHIT

Parashat MIKETZ

E

LA SITUACIÓN MEJORARÁ

n esta Parashá se describe exactamente todo el proceso de la diáspora, desde su comienzo hasta su final. Aquí se evidencia cómo la vida de Yosef, desde su nacimiento hasta su muerte, se asemeja a la diáspora del Am Israel desde sus inicios hasta que finalice (que sea con prontitud. Amén). A continuación, presentamos una tabla comparativa.

Yosef

Am Israel

Yosef Am Israel Yosef nació fuera de Israel y posteriormente ascendió a la Tierra junto con su familia

Abraham, el primer judío, nació fuera de Israel y luego subió a ella junto con su familia

De todos sus hermanos, Yosef fue el más querido por su padre, Yaakov

También el Am Israel fue el más querido por Dios entre los demás pueblos

Por eso su padre le enseñó más Torá que a sus otros hermanos

El Am Israel recibió 613 mitzvot, a diferencia de los demás pueblos, que recibieron sólo siete mitzvot

Su padre le dio una vestimenta especial, que lo distinguía de todos sus hermanos

Dios nos vistió con gloria y honores, lo que demuestra que somos el Pueblo Elegido

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BERESHIT

Yosef

Am Israel

Fue odiado y envidiado por todos sus hermanos

Todas las naciones, al escuchar que somos el Pueblo Elegido, nos odiaron y nos envidiaron

Sus hermanos le demostraron que no lo querían y le hicieron daño, pero Yosef soñaba que algún día gobernaría sobre ellos y se prosternarían ante él

También el Am Israel, a pesar de tantas persecuciones, siempre ha soñado que algún día gobernará sobre todo el mundo y las demás naciones se prosternarán ante ellos

Sus hermanos nunca aceptaron sus sueños de grandeza, ya que había otros mayores y más poderosos que él

Todas las naciones consideran imposible que el Am Israel gobierne sobre ellas, ya que son más grandes y poderosas

El sueño de Yosef incomodó a sus hermanos, hasta el punto de que decidieron venderlo como esclavo para que ese sueño no se hiciera realidad, pues un esclavo jamás llegaría a ser su rey

También a los goyim les molesta el sueño de los judíos y por eso decidieron exterminarlos, para que jamás sean el Pueblo Elegido

Después trataron de matarlo con perros y flechas; lo lanzaron al pozo lleno de serpientes y escorpiones, y sin embargo Yosef quedó con vida

También los goyim nos mandaron animales en forma de personas para matarnos, pero el Am Israel sigue con vida. Am Israel Jai Vekayam

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BERESHIT

Yosef

Am Israel

Lo vendieron como esclavo para alejarlo de su padre

El Am Israel fue apartado de la Tierra Prometida para ser alejado de Dios, nuestro Padre

Yosef pasó de mano en mano, de los yishmaelim a los mercaderes, de éstos a los midianim, y luego a Potifar

El Am Israel también ha sufrido muchas diásporas (Babilonia, Persia, Grecia, Roma, etc.), hasta que ahora está esparcido por todo el mundo

Cuando estuvo fuera de su casa, a Yosef le fue muy bien en el trabajo, pero la mujer de Potifar intentó seducirlo todo el tiempo

También a los judíos les ha ido muy bien económicamente en la diáspora, pero enfrentan el problema de la asimilación, la que los seduce todo el tiempo

Yosef fue acusado falsamente por la mujer de Potifar, sin que nadie abogase por su rectitud, y fue enviado a prisión

El Am Israel es acusado constantemente por todo el mundo, en los periódicos, la radio y la TV, por supuestos asesinatos y robos

En la prisión se reveló la identidad de Yosef. Tras ser avergonzado y despreciado, se le consideró un sabio y un profeta, porque sabía interpretar sueños

También el Am Israel se ha caracterizado por conocer todo lo oculto, en especial hoy, cuando se descubren nuevos conocimientos y tecnologías que nosotros conocíamos desde hace más de dos mil años

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BERESHIT

Yosef

Am Israel

Yosef pasó en total doce años en prisión y ni siquiera la luz del sol pudo ver

También nosotros hemos sobrepasado todos los límites y todavía no vemos el fin de esta larga diáspora

Yosef fue castigado con dos años más de prisión por haber confiado en el copero, que dijo que iba a sacarlo de la cárcel, en lugar de rezar a Dios para que Él lo sacara

Israel se preocupa hoy por terminar con sus sufrimientos, tratando de hacer la paz con los árabes, confiando en los norteamericanos o manteniendo buenas relaciones con los europeos, en lugar de preocuparse por hacer la paz con Dios, confiar en Él y rezarle para que haga un milagro y nos ilumine en esta oscuridad. Sólo después, si quiere esforzarse por tener buenas relaciones con todas las naciones, podrá hacerlo

Después, lo único que Yosef hizo fue rezar a Dios con todas sus fuerzas de esta prisión

Israel debe rezarle a Dios para que lo salve de esta prisión de la diáspora, y que nos redima con el Mashíaj

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BERESHIT

Yosef

Am Israel

Un día se despertó Yosef avergonzado, acabado, triste, y de repente fue llevado ante el Faraón. Ese mismo día se convirtió en el Virrey de Egipto. En la mañana desayunó en la cárcel y al mediodía estaba comiendo en el palacio. La noche anterior había dormido en el suelo y esa noche durmió en una de las habitaciones más lujosas de todo Egipto

El Am Israel será redimido de la misma forma, sin aviso. De repente, el Rey nos llamará a todos y ese mismo día nos convertiremos en gobernantes del mundo, y nuestra historia habrá cambiado por completo y para siempre

Yosef recibió a toda su familia hambrienta, compuesta por setenta personas en total y los alimentó con pan y mucha abundancia

Es señal de ese gran momento en que el Mashíaj reunirá a todos nuestros hermanos dispersos en las setenta naciones y los bendecirá infinitamente

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BERESHIT Una parte de la historia de Am Israel ya se cumplió, otra está cumpliéndose y otra está por cumplirse. Lo único que nos queda es rezar ahora, en el presente, y suplicar porque llegue pronto la redención al Pueblo de Israel. Había una vez un rey que se enfureció con su hijo y lo expulsó del palacio, a un bosque. Al pasar los años, el rey se apiadó de su hijo y le mandó una paloma mensajera con una nota que decía: “Hijo mío, pídeme lo que quieras y te lo concederé”. El hijo escribió en el anverso de la nota: “Me falta una pasta de dientes y un cepillo”. Cuando el rey leyó la nota, se puso a llorar y dijo: “No puede ser que mi hijo sea tan tonto. Si me hubiera pedido volver a casa, habría recibido eso y mucho más”. Nosotros pedimos a Dios riquezas, salud, hijos o paz en el hogar. ¿Por qué no pedimos con todo nuestro corazón la Geulá (Redención)? Con ella conseguiremos todo eso y mucho, mucho más. Debemos aprender de esta Parashá cómo será la historia del Am Israel, con la conciencia de que un buen día se cambiarán los papeles para bien, como ocurrió a Yosef. Hay que esperar en cualquier momento, diariamente, la redención. Y como llegará de improviso, es mejor que estemos limpios de cuentas pendientes, para así tener el mérito de recibir al Mashíaj. Que sea la voluntad de Dios mandarnos la redención pronto en nuestros días, a fin de acabar con nuestros sufrimientos y nos ilumine en esta oscuridad. Amén.

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BERESHIT

Parashat VAYIGASH LAS PRUEBAS

T

odos los años, cada vez que llego a esta Parashá, me hago tres preguntas. Son cuestiones que cualquiera interesado en entender bien la Parashá se ha hecho. La primera pregunta es: ¿cómo Yosef pudo ser tan vengativo? De ésta se derivan otras, como: ¿dónde quedó la Torá que le enseñó su padre y la piedad hacia sus hermanos? ¿No fueron ellos, indirectamente, los causantes de su nueva posición social? Cierto, ellos también se comportaron de manera injusta, pero, ¿no está escrito en la Torá “No te vengarás”? Es seguro que eso les enseñó su padre, Yaakov. La segunda pregunta es: ¿por qué Yosef, después de tantos años en el poder, no tomó un caballo y fue a casa de su padre, para así alegrarlo? La pregunta derivada de ésta es: ¿podríamos decir que su venganza fue más importante que su padre? Y la tercera pregunta es: ¿Yosef realmente amaba a sus hermanos o no? Por un lado, se distanció de ellos y, por otro, lloraba como un niño al extrañarlos. Y aun cuando llegó Binyamín, en vez de abrazarlo y besarlo decide controlarse, e incluso lo conserva como esclavo. ¿Acaso Binyamín le hizo algo? Para contestar estas interrogantes, debemos primero recordar que uno de los atributos de Dios es la justicia, el cual consiste en retribuir a la persona de la misma manera en que se comporta. Por ejemplo, Itzjak encomendó a Yaakov que fuera a Jarán a buscar a una muchacha para casarse y volver, pero éste desobedeció y se 121

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BERESHIT quedó allá durante veintidós años. Esa desobediencia se retribuyó a Yaakov con su hijo Yosef, cuando se separó de él durante 22 años. También Yaakov engañó a su padre al ponerse encima pieles de chivos y hacerse pasar por Esav. Luego sus hijos le llevaron las ropas de Yosef manchadas con sangre de chivo. La historia se repite muchas veces en la Torá. La pregunta es: ¿por qué Dios hace las cosas así? El motivo es que Dios quiere que hagamos teshuvá (que nos arrepintamos) por todos nuestros errores. Pero a veces simplemente ocurre que no sabemos que está prohibido hacer algo, y por eso Él nos manda un recordatorio. Yosef, que ya sabía esta lección, estaba atento a cualquier señal que le mandara Dios, ya que él vivió en carne propia esa forma de actuar de Dios. Por ejemplo, cuando acusó ante Yaakov a sus hermanos de comer carne sin Shejitá, vio cómo ellos hacían Shejitá a un animal y manchaban con sangre su túnica para luego llevarla a su padre. Cuando los acusó de que se decían unos a otros “hijos de esclavas”, él mismo fue vendido como esclavo. Por acusarlos de pecar con mujeres prohibidas, la esposa de Potifar, una mujer prohibida, intentó seducirlo. Fue sentenciado a diez años de cárcel por hablar mal de sus diez hermanos. Recibió dos años más de encierro por haberle dicho dos palabras de más al copero para que lo sacara: “Acuérdate y recuérdame”. De esta forma, Yosef aprendió a captar los mensajes de Dios y empezó a hacer teshuvá por todos sus errores. Cuando vio a sus hermanos de nuevo, creyó que todavía pensaban que habían hecho bien al haberlo vendido. Por eso, con la ayuda de Dios, preparó una estrategia única para lograr que hicieran teshu122

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BERESHIT vá, pero una consciente y no obligada por la situación. No quería obligarlos a arrepentirse revelando su identidad, pues ellos jamás lo hubieran hecho. Por eso Yosef escondió ese amor tan grande por sus hermanos y puso en marcha la estrategia de las insinuaciones. Primero los acusó de espías y sus hermanos no entendían por qué el rey de Egipto lo hacía de esa forma tan extraña. Al recordar, se dieron cuenta de que una vez acusaron a su hermano Yosef de espía y que quisieron matarlo por eso, cuando en verdad iba solamente a repartirles comida. En ese momento empezaron a arrepentirse de lo que le habían hecho. Luego, los encerró tres días. En el calabozo se preguntaban por qué en un calabozo y por qué ese tiempo. Recordaron luego que hicieron tres cosas a Yosef: lo desnudaron, lo arrojaron al pozo y después lo vendieron. Ahora ellos estaban en un calabozo por haber metido a Yosef en un pozo. En ese momento, todos empezaron a confesar sus errores y admitieron que eran culpables de los sufrimientos de Yosef, ya que no quisieron escucharlo cuando suplicó que lo ayudaran. Aceptaron que debían haberlo escuchado y no lanzarlo al pozo, y que hubiera sido mejor dejarlo afuera para después venderlo. Reubén dijo que todos estaban equivocados, que el asunto se veía más serio de lo que era. “El que propuso lanzarlo al pozo fui yo y no ustedes; por eso, a mí corresponde recibir el castigo. Pero, ¿por qué también ustedes fueron castigados? Si es por vender a Yosef, entonces yo no debo ser castigado, puesto que yo no estaba presente en ese momento. Si todos estamos siendo castigados por igual, seguramente es por la sentencia de muerte que determinamos para Yosef”. 123

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BERESHIT Al oír esto, Yosef descubrió que el único que se acercaba al arrepentimiento verdadero era Reubén, mientras que los demás todavía no. Por eso continuó Yosef con su estrategia. Encarceló a Shimón como garantía de que los demás volverían. Todos se preguntaban por qué Shimón había sido retenido y el resto estaba libre. Entonces recordaron que el primero en proponer la muerte de Yosef había sido Shimón. Así empezaron a darse cuenta de que todo lo ocurrido coincidía con el pasado. El Kli Yakar explica que Yosef no llevó a cabo toda la estrategia y que Dios también intervino en ella. Cuando Yaakov mandó a sus hijos a liberar a Shimón, envió también un pequeño presente: “… un poco de bálsamo, miel e incienso”. ¡Lo mismo que llevaban los yishmaelim en su caravana cuando compraron a Yosef! Todas las piezas empezaban a encajar y a formar una imagen no muy agradable para los hermanos de Yosef, al entender que habían vivido en la equivocación. Además, el sufrimiento que habían causado a su padre durante veintidós años resultaba inútil. Ahora veían cómo Dios estaba mandándoles todas esas señales para que despertaran. Al final, los hermanos entendieron que habían hecho mal con su hermano Yosef al sentenciarlo a muerte y al venderlo, y que también se habían portado mal con su padre. Por eso se ofrecieron inmediatamente como esclavos del Rey: supieron que el siguiente paso era que serían vendidos como esclavos, tal como ellos hicieron con Yosef. Aquí terminaba la primera parte del plan. Reconocieron el pecado, pero les faltaba el arrepentimiento. Para esta segunda fase, Yosef ya tenía preparada la estrategia. 124

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BERESHIT El Rambam explica la segunda fase de la teshuvá, el arrepentimiento, de la siguiente forma: “Cuando la persona se encuentre en la misma situación en la que pecó, y se autocontrole y evite pecar, será entonces cuando verdaderamente demuestre arrepentimiento y, así, el proceso de teshuvá quedará completado”. Yosef preparó un gran banquete para todos sus hermanos, pero a Binyamín, que era el otro hijo de su madre, Rajel, y también muy querido por su padre, lo sentó a su lado, lo vistió con atuendos especiales y le sirvió más comida que a los demás. Todo eso serviría para ver si los hermanos mostraban alguna señal de envidia por el hijo de Rajel, el preferido de su padre, al hacer lo mismo que Yaakov había hecho con Yosef. Al final, Yosef escondió su preciada copa en el saco de Binyamín, lo acusó de ladrón e informó a los demás que se quedaría como esclavo, y que ellos quedaban libres para irse con su padre. Con ello quiso ver Yosef si verdaderamente habían hecho teshuvá o no, ya que cuando lo vendieron a él fueron con su padre a contarle mentiras. Al ver Yosef que Yehudá era el primero en defender a Binyamín, diciendo que él sería el esclavo y no el muchacho, y que después todos empezaron a suplicar que lo liberara, pues no querían cometer el mismo error, no pudo refrenar más el amor que sentía por sus hermanos y los abrazó. Ya se había dado cuenta de que en realidad se habían arrepentido de lo ocurrido. Por eso Yosef no quiso comunicarse con su padre, a fin de que la estrategia se desarrollara adecuadamente. En efecto, Yosef amaba a sus hermanos y lo único que quería era ayudarlos a pagar sus cuentas pendientes con Dios. 125

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BERESHIT Jamás buscó venganza, sino que se arrepintieran, para evitar que fueran juzgados por Dios. Aprendemos de todo esto que en la vida tenemos que buscar y entender todas las insinuaciones que Dios nos manda, bien para que corrijamos algún error que cometimos en el pasado y nos arrepintamos, o bien para advertirnos y no caer en el futuro. También aprendemos que, aun cuando ya hayamos reconocido nuestros errores y estemos arrepentidos de todo corazón, debemos superar las mismas pruebas para que nuestra teshuvá sea completa. Que sea la voluntad de Dios que sepamos interpretar correctamente las señales que nos manda todos los días, para hacer teshuvá por todos nuestros errores; y que cuando seamos puestos a prueba nunca tropecemos y que, si caemos, sepamos sobreponernos. Amén.

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BERESHIT

Parashat VAYIGASH

N

BUENOS DECRETOS

uestros Sabios generalmente culpan a Yaakov, a Yosef y al resto de los hijos de Yaakov de haber provocado nuestra esclavitud en Egipto. El Talmud (Shabat 10a) dice que Yaakov amó más a Yosef que al resto de sus hijos, lo cual provocó envidia entre ellos y, por ende, el exilio a Egipto. También está escrito en el Midrash que, debido a que algunos de los hijos de Yaakov llamaban a sus hermanos “hijos de esclavas”, Dios optó por mandar a todo el Am Israel como esclavos a Egipto, para que así no hubiese diferencias entre ellos. Pero la pregunta que aquí nos hacemos es: ¿por qué se dice que ellos provocaron el exilio a Egipto, si sabemos que Dios ya había vaticinado a Abraham Abinu muchos años atrás que sus descendientes serían esclavos en esa tierra? Esta pregunta es también aplicable a todas las profecías que hay en la Torá, escritas muchos años antes de que ocurriesen esos acontecimientos, y con todo y eso tenemos la tendencia a culpar a esa generación por tal tragedia. En la Torá hay muchas insinuaciones sobre la destrucción de los dos Templos de Jerusalem. Por ejemplo, Shemen Zait Zaj Katit La Maor, “Aceite de olivos para la Menorá” (Shemot 27:20). La palabra Katit en hebreo tiene un valor numérico de 830, que equivale a los 410 años que duró el Primer Templo más los 420 años que duró el Segundo Templo. 127

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BERESHIT Entonces, si ya vimos una insinuación, dicha siglos atrás, ¿cómo podemos culpar a los de esa generación por la destrucción del Templo Sagrado? Para poder responder este tipo de preguntas, debemos entender cómo funcionan los juicios de los cielos. Y quizá el siguiente ejemplo nos ayude a entender mejor este conocimiento. Una vez, un padre prometió a su hijo que iba a regalarle un juguete; al día siguiente, el niño no se comportó adecuadamente y el padre no quiso cumplir lo prometido; pero, por otro lado, tenía que cumplirlo. Entonces fue a la tienda y compró el juguete más barato que había, a fin de cumplir su promesa. (Si hubiese comprado el juguete más caro, también habría cumplido su promesa.) Es decir, el padre cumplió su palabra en función del comportamiento de su hijo. Cuando Yosef encontró la copa en la bolsa de Binyamín tuvo que esclavizarlo, ya que él les había advertido que eso haría con el culpable; la palabra de un rey no puede ser cambiada. Entonces Yehudá propuso a Yosef que pusiera a Binyamín a hacer algo de poca importancia y que inmediatamente lo liberara, ya que él no había especificado tiempo. Yosef no tuvo salida. Así también ocurre con Dios. Él dijo a Abraham: “Extranjeros serán tus descendientes, los esclavizarán y los afligirán durante cuatrocientos años”. Dividamos este versículo en cuatro partes. ¿Qué significaba “extranjeros”? ¿Cuándo empezaron a contarse los cuatrocientos años? ¿Desde el momento que Dios lo comunicó a Abraham o desde el nacimiento de su primera descendencia, es decir, Itzjak? También pudieron empezar a contarse desde que Yaakov pisó Egipto por primera vez, o inclusive desde que empezó la esclavitud de verdad. El hecho es que siempre pueden fijarse los cuatro128

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BERESHIT cientos años. Dependía de nosotros cuándo echar a correr el cronómetro. Igual ocurrió con el grado de esclavitud y de aflicción que sufrieron. Dios no explicó nada de esto, ya que todo dependía de nuestro comportamiento. Al nacer Itzjak, Dios decidió hacer correr el reloj de los cuatrocientos años. Respecto a lo de extranjeros, Dios decidió hacérselos sentir muy levemente, ya que consideró el buen comportamiento de Abraham, Itzjak y Yaakov. Aunque vivían en Israel, la tierra, como tal, no les pertenecía por completo. Abraham dijo a Efrón: Guer Vetoshab Anoji Imajem, “Extranjero residente seré entre ustedes” (Bereshit 23:4). Itzjak dijo: Gur Baaretz Hazot, “Extranjero en esta tierra” (Bereshit 26:3). Respecto a la esclavitud, Yaakov fue esclavo de Labán para casarse con Rajel y Lea, y la aflicción fue sufrida por todos los Patriarcas al no tener hijos directamente, sino que tuvieron que rogar mucho a los cielos para ser padres. Todas nuestras matriarcas eran estériles de nacimiento. Además, Itzjak sufrió muchos años de ceguera y Yaakov sufrió con Esav, Labán, Diná (cuando fue violada por Shejem), Yosef y Binyamín. Pero cuando las tribus empezaron a comportarse mal las unas con las otras, haya sido por el cariño preferente que sentía Yaakov por Yosef, o porque empezaron a llamarse “hijos de esclavas” unos a otros, Dios agravó la interpretación del decreto. Extranjeros fueron, completamente; salieron de Israel para irse a vivir a Egipto. Antes de esto, por lo menos vivían en Israel. En cuanto a la esclavitud, Yosef fue el primero en ser vendido como esclavo y como prisionero; fue él quien más sintió la severidad del 129

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BERESHIT decreto. Sufrimiento y aflicción tuvo Yaakov cuando vendieron a Yosef, cuando detuvieron a Shimón en Egipto y, para terminar, también le quitaron a Binyamín. Cuando los hijos de las tribus de Israel empezaron a desviarse por completo, hasta el punto de dejar de hacer la circuncisión a sus hijos y creer en otros dioses, con lo que llegaron a cuarenta y nueve niveles de impureza, Dios decidió elevar al máximo la aflicción, la esclavitud y todo lo demás. Fueron extranjeros en tierra extraña, pero incluso indeseados. Está escrito que los egipcios los veían como espinas. La esclavitud se incrementó inescrupulosamente; la aflicción, por lógica, también fue en aumento: les pegaban, asesinaban a sus hijos recién nacidos, no les daban paja para fabricar los ladrillos, etcétera. Por tanto, no es justo culpar a Yaakov, a Yosef, a sus hermanos o al Pueblo de Israel por el exilio en Egipto, ya que eso había sido predestinado por Dios desde la época de Abraham Abinu (para expiar el pecado de Adam). Pero sí se les puede culpar por el aumento en la intensidad de los decretos predestinados. De aquí entendemos por qué nuestros Sabios culpan a la generación del Templo por su destrucción. A pesar de que la destrucción ya había sido prevista por Dios miles de años antes, la intensidad del hecho sí dependía de esa generación. Por eso está escrito en el Talmud que el Primer Templo fue destruido por el asesinato, el incesto y la idolatría, y que el Segundo Templo cayó por el odio gratuito entre los judíos de esa época. En resumen, cuando Dios decreta algo, por ejemplo, buena parnasá, o salud o paz, el día en que Él va a ejecutar ese decreto se fija en nosotros y analiza bajo qué criterios nos dará lo que merecemos. 130

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BERESHIT Digamos que decretó una buena parnasá y ese día decide darnos $1000; para los ricos, esa cantidad tal vez no sea una buena parnasá, y para un pobre quizá sea mucho. Todo es relativo. Digamos que a alguien se le decreta buena salud. ¿Significa que jamás será internado en una clínica o que tendrá un solo resfriado al año? Para determinar la intensidad del decreto, Dios espera hasta el último instante, usando su atributo de justicia o el de misericordia. Por eso debemos siempre comportarnos correctamente y servir a Dios día y noche, a fin de que nos decrete sólo buenos designios y que los lleve a cabo en su máxima expresión. Si llegare a decretarnos designios no tan buenos, que Dios nos permita no sentirlos. Amén.

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BERESHIT

Parashat VAYJÍ

LA ALEGRÍA

H

ay una sola cosa que todo el mundo busca diariamente. Jóvenes, adultos, ancianos, hombres y mujeres, todos buscan estar alegres. Sin embargo, algunos días no estamos alegres. ¿Por qué? Es muy sencillo: a veces, por detalles insignificantes de la vida, perdemos la alegría. Quizá perdimos un poco de dinero o nos duele algún miembro del cuerpo, y eso basta para que no estemos dispuestos a sonreír. En esta Parashá nos daremos cuenta de que la alegría es tan importante que no vale la pena perderla por tonterías o por pequeñas discusiones. Generalmente, cuando estamos contentos, sentimos cómo Dios está con nosotros y cómo nosotros estamos con Dios. La mejor prueba es Yaakov Abinu, quien estuvo triste durante los veintidós años que desapareció su hijo Yosef. Durante esos años el Rúaj Hakodesh (inspiración divina) se apartó de él. Sólo cuando supo que Yosef estaba vivo retornó la alegría a él y, por ende, la inspiración divina también volvió. Vatejí Rúaj Yaakov, “Y revivió el espíritu de Yaakov”, explica el Midrash Hagadol (47:27). Y así también se explica en Bereshit Rabá (96) el motivo principal de que la profecía en Yaakov fuera interrumpida por segunda vez, cuando antes de morir intentó revelar el futuro a sus hijos: vio proféticamente la asimilación de su descendencia, lo cual le causó una enorme tristeza que le impidió seguir profetizando. Cuando Yaakov estaba triste, de inmediato Dios se apartaba de él y no le mandaba más señales ni le revelaba lo oculto, y le retiraba el don de la profecía. 132

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BERESHIT Por eso nuestros profetas caminaban con música. Vehayá Kenaguen Hamenaguén Vatehí Alav Yad Hashem, “Y fue cuando los músicos tocaban y el profeta se inspiraba” (Melajim, Reyes, II, 3:15). Está escrito en el Talmud (Pesajim 113a) que el Rey David, antes de sentarse a escribir los salmos, se ponía a tocar su arpa, esperando que la inspiración divina llegase a él. Por ello está escrito en los Salmos: Mizmor LeDavid, “Canción para David”, LeDavid Mizmor, “Para David esta Canción”, o a veces Lamenatzeaj Binguinot, “Al que triunfa con melodías”. Todas estas expresiones iniciales de los salmos nos indican que eran momentos en que David tenía que despertar la alegría en él, mediante una canción o alguna melodía, para inspirarse lo suficiente y escribir los salmos. Sin embargo, cuando no requería de algún instrumento musical para despertar esa alegría interna, ya que estaba muy alegre, escribía sus salmos sin ninguna introducción: Tefilá LeDavid, “Oración de David”. Pero en aquellos días en que verdaderamente se encontraba muy triste utilizaba muchos instrumentos y canciones para inspirarse, y escribía otra introducción al salmo: Lamenatzeaj Mizmor LeDavid, “Al que triunfa, canción para David”. De aquí aprendemos que cuando estamos alegres Dios está con nosotros. Una vez preguntaron al Rabino Itzjak Luria (el Arizal) cómo hizo para llegar a descubrir secretos cabalísticos tan profundos. El motivo era la alegría que le daba estudiar Torá o el Zohar, y al hacer cada mitzvá en el día. En el Talmud (Shabat 30b) está escrito que Rabá contaba alguna anécdota graciosa a sus alumnos antes de empezar la clase de Torá. Rashí explica que lo hacía para abrir los corazones de sus alumnos a fin de que entendieran con facilidad la Torá. 133

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BERESHIT La condición para recibir cualquier mensaje de Dios, bien sea mediante profecía o una voz que baje de los cielos, o por medio de un sueño, es estar alegre. Además, en el Talmud (Shabat 30b) está escrito que cuando vamos a dormir con alegría en el corazón tendremos un buen sueño. Rashí explica qué quiere decir “tener un buen sueño”: no es cuando soñamos que somos millonarios o algo por el estilo, sino cuando recibimos mensajes de los cielos. Con base en todo esto, el único medio de estar apegados a Dios y de que Dios esté apegado a nosotros es la alegría, pero no la obtenida por el alcohol o las dogas, sino la espiritual, interna y profunda. En el momento que nos comunicamos con Dios, en la Tefilá, es necesario que estemos muy alegres. Como se dice en el Talmud (Berajot 31a), la persona no puede rezar si no está alegre. Esto se refleja en nuestra Parashá, cuando Yaakov desea bendecir a los hijos de Yosef. Kaj Na Elai Vabarejem, “Tráelos, por favor, hacia mí, y los bendeciré” (Bereshit 48:9). Al final no pudo bendecirlos, ya que Yosef se los sacó de sus rodillas y después los llevó de nuevo para que fueran bendecidos por Yaakov. ¿Por qué? ¿Qué pasó en ese momento que los apartó de Yaakov? De acuerdo con los midrashim, en ese momento ocurrió algo muy curioso. En Rashí y en el Midrash Piska Rabati dice: “Cuando Yaakov quiso bendecirlos, vio por inspiración divina que en el futuro saldrían de esos hijos de Yosef dos personas no muy gratas para Yaakov, como lo fueron Yerobam Ben Nebat y Yahu Ben Namshi. Por eso Yosef los apartó de Yaakov, quien se entristeció en ese momento”. Pero antes de llevar a sus hijos de vuelta para que fueran bendecidos, Yosef preguntó a Yaakov por qué se fijaba en los descendientes 134

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BERESHIT idólatras y le dijo que mejor se fijara en Yehoshúa Bin Nun, quien sería el líder del Am Israel después de la muerte de Moshé Rabenu. En ese momento, Yaakov se alegró de nuevo y pudo bendecir a los hijos de Yosef. Por eso nuestros Sabios, al determinar el orden del rezo, colocaron antes de la Amidá los salmos que alaban a Dios y alegran a la persona, e inclusive la canción que entonaron Bené Israel en la división de las aguas del Mar Rojo, porque no se puede llegar ante Dios con tristeza, sino con alegría, para asegurarse de que las plegarias serán recibidas. La alegría nos ayuda en el ámbito espiritual, pero también en el ámbito material. Hay personas que curan a otras con terapia de risas. Esto se evidencia en nuestra Parashá cuando Yosef es llamado por su padre, quien está a punto de morir y le hace prometerle que lo enterrará en la Tierra de Israel, junto a su esposa y sus antepasados. En ese momento, Yaakov se alegró y empezó a sentir mejoría y, de hecho, pudo vivir muchos años más. El Gaón de Vilna decía que, aunque la persona enfermara por una epidemia, la alegría la eliminaría. También el éxito económico depende de la alegría. Así está escrito en el Pirké Avot: “¿Quién es rico? El que se alegra [con su porción]”. ¿Qué tiene que ver la alegría con la riqueza? Lo entenderemos con una historia. Había una vez un hombre que estaba todo el día triste por ser pobre. Era empleado de una tienda, pero por trabajar con tristeza hizo que la calidad y la cantidad de su labor disminuyeran. Cuando su jefe vio esa actitud, decidió bajarle el sueldo. Al ver el hombre que le habían bajado el sueldo, se puso más triste aún. Por ello menos ganas de trabajar tuvo y su jefe más le bajó el sueldo, y así sucesivamente, hasta que un día llegó a la tienda un hombre 135

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BERESHIT rico que le regaló un lingote de oro y le dijo que no lo utilizara en ese momento, sino sólo en una situación de extrema necesidad. El hombre y su esposa se alegraron muchísimo y ambos empezaron a trabajar con alegría. En la tienda empezaron a subirle el sueldo, cada vez más, hasta que también se hizo millonario. Un día, mostró a toda su familia el lingote de oro y les dijo que por el mérito del mismo se había hecho millonario. Uno de los familiares tomó el lingote y se dio cuenta de que en verdad no era de oro, sino que era un pedazo de hierro cubierto de pintura dorada. Al voltearlo, leyó una inscripción que decía: “¿Quien es rico? Aquel que se alegra con lo que tiene” (Pirké Avot 4:1). Por eso, ahora que sabemos que nuestro éxito espiritual y económico, nuestra salud y nuestra vida toda dependen de la alegría, ¿permitiremos que por insignificancias o discusiones nuestra alegría se pierda? En especial en Shabat, el día que más estamos cerca de Dios, debemos sentarnos a la mesa, cantar y disfrutar cada momento, porque de ahí obtenemos la energía para trabajar el resto de la semana. Que sea la voluntad de Dios que estemos siempre alegres y que por ese mérito sus bendiciones lleguen a nosotros con abundancia. Amén.

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BERESHIT

Parashat VAYJÍ VIDA ETERNA

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uando era pequeño, escuché de un rabino que todo el Libro de Bereshit refleja la vida de la persona en este mundo.

La primera Parashá es Bereshit, “En el principio”. Cuando la persona nace está en el principio de su vida. La segunda Parashá es la de Nóaj. La traducción de la palabra Nóaj al castellano puede ser Noé, o “descanso”, porque los bebés pasan todo el día descansando. La tercera Parashá es Lej Lejá, “Te irás”. Es cuando el bebé empieza a dar sus primeros pasos. La cuarta Parashá es Vayerá, “Y vio”. Cuando el bebé ya camina, empieza a ver el mundo. La quinta Parashá es Jayé Sará, “La vida de Sará”. Llega la edad de buscar a una pareja y casarse. La sexta Parashá es Toledot, “Descendencia”. Después del matrimonio vienen los hijos. La séptima Parashá es Vayetzé, “Y salió”. El hombre sale a la calle a buscar el pan de cada día. La octava Parashá es Vayishlaj, “Y envió”. Los padres mandan a sus hijos a estudiar a la yeshivá y al colegio. 137

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BERESHIT La novena Parashá es Vayeshev, “Y se asentó”. Después llega la vejez, cuando la persona se encuentra reposando la mayor parte del tiempo. La décima Parashá es Miketz, “Al final”. Representa el momento en que finalizan los días de la vida de la persona. La decimoprimera Parashá es Vayigash, “Y se presentó”. Es cuando la persona se presenta ante Dios en el juicio de su vida. La decimosegunda Parashá es Vayjí, “Y vivió”. Al finalizar el juicio, la persona es invitada a vivir la vida eterna en el Gan Eden. En resumidas cuentas, nuestra vida está plasmada en el Libro de Bereshit. ¿Cómo llegamos a esa vida eterna de Vayjí? Dios nos dio algunas cualidades que nos ayudan a encontrar ese tesoro tan preciado como lo es el Gan Eden y también nos dio algunos defectos que debemos dominar para que no nos eviten llegar allá. Precisamente debido a esos defectos, esas malas cualidades, tendremos el mérito de llegar al Gan Eden, pues si no tuviéramos nada por qué esforzarnos, ¿qué méritos tendríamos para poder entrar al Gan Eden? Por ejemplo, en un partido de futbol dos equipos de once jugadores cada uno luchan por meter goles, lo que hace interesante el encuentro. Pero si hubiera sólo un equipo, no tendría ningún caso ver cómo meten goles. Así también ocurre con cada uno de nosotros. Somos los capitanes del equipo; contamos con varios jugadores más, que son nuestras buenas cualidades, las que nos ayudarán a vencer al “equipo rival” formado por las malas cualidades. A veces ese equipo no nos deja 138

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BERESHIT avanzar, y no sólo eso, sino que nos “mete goles” y gana el “partido”. En nuestra Parashá, la Torá nos revela cómo debemos manejar las malas cualidades. Yaakov Abinu, antes de morir, reprochó a sus hijos por su conducta, en especial a los tres mayores, Reubén, Shimón y Levy, y dijo a Shimón y a Levy que eran peligrosos. Shimón tenía la mala cualidad de incitar a las personas a hacer el mal; por ejemplo, convenció a Levy de ir a matar a los hombres de la ciudad de Shejem por haber violado a su hermana Diná. También fue el primero en tratar de convencer a sus hermanos de matar a Yosef. Levy se caracterizó por ser amante de la sangre. Siempre llevaba un cuchillo en la mano y fue el que realizó la matanza en Shejem sin ningún miramiento. Pero Yaakov, cuando les reprochó, también les insinuó que estarían repartidos en la Tierra de Israel. Dijo a Shimón que sería maestro y a Levy que sería sacerdote en el Templo. ¿Por qué Yaakov dijo eso a Shimón, quien desviaba a la gente del camino recto, y a Levy, al que le gustaba pelear? La Guemará explica que, cuando alguien tiene gusto por la sangre al haber nacido bajo la influencia del planeta Maadim (Marte) debe ser shojet, mohel o médico, y jamás opacar su cualidad, sino utilizarla para bien (Shabat 156a). Los descendientes de Shimón estuvieron esparcidos por todo Israel y fueron maestros; utilizaron para el bien esa cualidad de convencimiento. En lugar de desviar a los que iban por el camino recto, ahora encauzaban a los desviados hacia el buen camino. 139

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BERESHIT Yaakov dijo a Levy que sería sacerdote, ya que al gustarle tanto la sangre debería ofrecer diariamente sacrificios de animales a Dios. Así, esa cualidad negativa estaría encaminada a un buen propósito. Pero hay malas cualidades que no pueden ser bien encaminadas. Por ejemplo, Yaakov dijo a Reubén, quien era muy impulsivo, que debería cambiar su actitud por completo. Lo comparó con el agua, que va según la corriente, sin detenerse a pensar por un momento hacia dónde dirigirse. Sólo hasta después de actuar pensaba si había hecho bien o no. Esto nos enseña que debemos saber qué cualidades dirigir hacia el bien y cuáles desechar por completo. Así hizo Yosef, quien tenía la mala cualidad de chismosear acerca de lo que hacían los demás, como lo dice la Torá: Vayabó Yosef Et Dibatam Raa El Abihem, “Y Yosef habló mal de sus hermanos a su padre” (Bereshit 37:2). Pero supo anular por completo esa mala cualidad. Dicen nuestros Sabios que, durante esos diecisiete años que compartió con Yaakov en Egipto, Yosef tenía miedo de quedarse a solas con él mucho tiempo, pues quizá le preguntara qué había pasado aquel día en que desapareció de la casa paterna, aunque Yaakov tenía una idea. Esa mala cualidad de hablar mal de los demás no hace ningún bien y, por tanto, hay que anularla. Igualmente, debemos eliminar el orgullo y la ira. Lo único que hay que conservar es el orgullo de ser judío. En resumen, debemos analizar cada cualidad que tenemos y, si son buenas, hay que aprovecharlas al máximo. Pero si son malas, debemos primero ver si podemos utilizarlas para bien, y si no, anularlas. En caso de que no sean buenas ni malas, entonces hay que darles el uso correcto. Por ejemplo, la flojera nos sirve para no cometer pecados, pero debemos ser activos para servir a Dios. Debemos sentir 140

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BERESHIT tristeza por los pecados que cometimos, y alegría por las mitzvot que realicemos; sintamos envidia por los que estudian Torá y no por los que pecan; tengamos pasión por llegar al Mundo Venidero y no por el dinero; deseemos terminar de estudiar algún día el Talmud, el Jumash (Pentateuco) o la Mishná, pero no por recibir una porción mayor de carne o de pollo. Solamente con el uso adecuado de nuestras cualidades lograremos llegar a la vida eterna. Que sea la voluntad de Dios que derrotemos al equipo rival de las malas cualidades metiéndoles muchos goles y que recibamos aplausos, medallas, trofeos y honores, pero nada más y nada menos que del Rey de Reyes. Amén.

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Libro Shemot

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Parashat SHEMOT LA AUTOESTIMA

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na de las mejores cualidades que podemos tener es la humildad. Pero debemos saber que cierto tipo de humildad está prohibida y es peligrosa. En esta Parashá veremos cómo Dios reprocha a Moshé por poseerla. Cuando Dios se reveló a Moshé en la zarza, entablaron un diálogo que demoró siete días. Dios decía a Moshé que era el más preparado, el más apropiado, el escogido para ser el salvador del Am Israel. Moshé era muy humilde por naturaleza. Vehaish Moshé Anav Meod, “Y Moshé era muy humilde” (Bamidbar, Números, 12:3). Por eso argumentaba que él no era el apropiado para cumplir tal misión, ya que era un simple pastor de ovejas y, además, tartamudo, pero que Aharón sí podía realizar tal encargo. Al principio, esa actitud de humildad de Moshé agradó a Dios, pero cuando Moshé empezó a insistir, día tras día, en que él no era nadie, Dios se enfureció con él (Vayijar Af Hashem BeMoshé, “Y Dios se enfureció con Moshé”, Shemot 4:14), ya que hay un límite para todo y también para la humildad. Hay una humildad positiva y la que utiliza el Yetzer Hará (instinto del mal) para hacernos sentir que no somos nadie en el mundo, para bajarnos la autoestima y los ánimos. Por supuesto que tenemos prohibido poseer esa humildad. También en la haftará de este Shabat vemos cómo Dios escoge a Yirmiyahu como profeta. La reacción de Yirmiyahu fue: Ahha Hashem, 143

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SHEMOT “¿Es cierto, Dios?”. Estaba sorprendido, ya que ni siquiera una clase de Torá sabía transmitir. Hine Lo Yadati Daber, “Es que no sé hablar”. Mucho menos iba a transmitir una profecía. Además, dijo a Dios Naar Anojí, “Soy muy joven”, y por tanta humildad hasta pensaba que era mentalmente inmaduro para asumir ese cargo. Dios le dijo que no se menospreciara diciendo que era muy joven, ya que eso podría ser utilizado por el Yetzer Hará como instrumento para reducir su autoestima y para quitarle las ganas de hacer algo grande en la vida atacando su moral. Leí una vez en un libro llamado Lekaj Tov la siguiente explicación. Uno de los muchos motivos por los que el Arca Sagrada, que era de madera, estaba cubierta de oro por fuera y por dentro es porque la persona, en su esencia, debe ser humilde como la madera, pero por fuera debe verse como el oro, para que la gente la respete a ella y a la Torá que representa. También por dentro debe ser de oro, para que esté motivada todo el tiempo a seguir adelante en la vida sin bajar su autoestima (Lekaj Tov 190). Por eso, cuando Dios decidió enviar la Torá a la tierra, buscó primero un lugar apropiado para hacerlo. No quiso darla en la montaña más alta del mundo, porque representa el orgullo. Y tampoco quiso darla en un valle, pues quien piense que puede llegar a ser un sabio estando por debajo de las demás personas jamás lo logrará, ya que necesita un poco de respeto y estima por sí mismo. Por eso Dios escogió al Har Sinaí (el Monte Sinaí) como representación de la autoestima y de la humildad, que son dos conceptos diferentes y que no debemos confundir. Podemos ser humildes, pero nuestra autoestima debe ser muy alta. En hebreo, las palabras Anav y Avón (“humildad” y “pecado”) se escriben con las mismas letras para enseñarnos que a veces la humildad es un pecado cuando la llevamos al extremo. 144

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SHEMOT Toda persona debe elevar sus ánimos, cubrirse de oro internamente y decirse que sí puede hacer las cosas, que sí va a llegar a ser alguien importante en la vida. En el Talmud (Berajot 4a) está escrito que el Rey David sentaba a Mefidoshet (un gran rabino de su época) a su lado en las clases de Torá que aquél impartía. El motivo era para que lo corrigiera en caso de que se equivocara. Entonces, ¿por qué Mefidoshet no era el que impartía las clases? La respuesta es que David quería escalar niveles en su vida y si no intentaba dar clases jamás empezaría esa gran misión de enseñar. Aunque al principio se equivocaba, finalmente lograba dar clases únicas en su estilo, con bastante contenido y profundidad. Igualmente, todos nosotros debemos sentir que sí podemos. No debemos dar al Yetzer Hará la sensación de que no somos nada, y encima disfrazarlo con que somos humildes. Cuando una persona dice a otra: “Haz teshuvá, estudia Torá, imparte clases de Guemará, escribe un libro o abre una yeshivá” (cada uno según su nivel), su primera reacción es: “¿Quién, yo? ¡Hay mejores que yo!”. No olvidemos cómo reaccionó Dios con Moshé y con Yirmiyahu al menospreciarse ellos mismos. Al principio es correcto actuar de esa manera, pero después, cada vez que surja la pregunta de “¿Quién, yo?”, digamos: “¡Sí, yo! ¡Hay mejores que yo! Pero cuando yo trate, ¡no habrá mejores!”. Sólo cuidémonos de no llegar al extremo de autoengañarnos con estas reacciones todo el tiempo. Aprendamos del Rey David, quien al principio tuvo un supervisor en sus clases; empecemos a estudiar Guemará y no pensemos que “no tenemos cabeza” para estudios tan profundos, porque para estudiar las cosas que sí nos interesan somos los más destacados. 145

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SHEMOT Es importante no olvidarnos de ser humildes, pero olvidémonos de esa humildad que nos lleva a la falta de autoestima. Por eso está escrito en la halajá que la persona debe negarse a ser Shaliaj Tzibur (Jazán) las primeras dos veces seguidas que se lo ofrecen, pero que a la tercera debe aceptar. Todos somos capaces de hacer cosas inimaginables, como leer la Parashá, ser Shaliaj Tzibur, etc. Solamente necesitamos elevar nuestra moral y de esta forma saldremos adelante. Que sea la voluntad de Dios que nos ayude a crecer y a escalar niveles, y que no digamos al mundo que no podemos, sino que, por el contrario, digamos que sí podemos, porque solamente así sabremos explotar al máximo esas fuerzas ocultas, que ni nosotros mismos conocemos. Amén.

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SHEMOT

Parashat SHEMOT UNIÓN Y COMPAÑERISMO

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ntre todo aquello que nos perjudicó como pueblo estuvo el odio gratuito entre las personas, es decir, las peleas, las discusiones tontas entre amigos, familiares y comunidades. ¿Qué significa “odio gratuito”? No es lo que todos piensan comúnmente, que es odiar a alguien sin motivo, porque eso es un odio de locos. Nadie odia a otro porque sí. Estamos hablando del que tiene una causa, pero que es tan insignificante que no merece ser considerada. Si comparamos el odio con el fuego comprenderemos mejor el daño que nos causamos. Hay dos personas en un barco a mitad del océano y empiezan a pelear. La única arma que tienen es una antorcha, con la que cada uno empieza a quemar la cama, las ropas, los libros, etc., del otro. Al final, ¿hay un vencedor? Ambos se perjudicaron por igual. Eso lo vimos bien al final de Bereshit, cuando los hermanos de Yosef lo odiaron sin un motivo importante. ¿Cuáles fueron las consecuencias? Sufrimiento de su padre, quien estuvo de luto durante veintidós años; de Yehudá, el que dio la idea de vender a Yosef; de los hermanos, al ver el fruto amargo de sus acciones; de Yosef, solitario en Egipto, esclavo, prisionero, pero cuando el amor y la tolerancia volvieron, todo el panorama cambió; entonces, Yaakov y Yosef se abrazaron y se besaron. Yosef y sus hermanos también se abrazaron los unos con los otros. La alegría volvió a ellos. 147

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SHEMOT En nuestra Parashá vemos cómo Moshé Rabenu nace y cómo desde su niñez se preocupa por sus hermanos esclavizados. Él no se encerró en el palacio del Faraón, sino que se preocupó por el bienestar de su pueblo. Como nos dice el Midrash Shemot Rabá (5), Moshé pensó en una táctica y dijo al Faraón: “Para lograr una mejor producción, debes dar a los hebreos un día de descanso”. El Faraón le preguntó: “¿Qué día es mejor?”. Moshé le respondió: “El Sábado”. Así consiguió que el Am Israel cuidara el Shabat. Incansablemente buscaba tácticas de convencimiento para que el Faraón emitiera decretos que beneficiaran a Am Israel. Moshé se preocupaba tanto por su pueblo que cuando vio que un egipcio golpeaba a un hebreo, mató a aquél. También, si veía que dos hebreos se golpeaban, se preocupaba por reconciliarlos. Moshé amaba realmente al Am Israel y la justicia. En Goshen se encontraba el hermano de Moshé, Aharón, quien también tenía muy buenas cualidades. Amaba a las personas y le gustaba que hubiera paz entre ellas, como está escrito en el Pirké Avot (1:12): “Sé como los alumnos de Aharón; ama la paz y persíguela; ama a las personas”. Como es sabido, Aharón corría para hacer la paz entre las personas. Tanto es así, que el día de su muerte, nos relata el Midrash, ochenta mil jóvenes que se llamaban Aharón lloraron; eran los hijos de aquellos padres que querían separarse y Aharón hacía la paz entre ellos, y como recompensa por esa acción llamaban a sus hijos como él. Así ocurrió también con la hermana y la madre de Moshé, Miriam y Yojeved, quienes ayudaban a las mujeres embarazadas a parir. Incluso en los días en que el Faraón había decretado matar a los niños varones recién nacidos, ellas seguían arriesgándose para salvarlos. Esta familia siempre se preguntaba hasta cuándo Dios permitiría que siguieran sufriendo y cuándo serían liberados. 148

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SHEMOT Pero un día Moshé recibió la respuesta, cuando intentaba separar a dos judíos que peleaban, Datán y Abiram, quienes le dijeron: “¿Acaso tú eres nuestro cuidador? Ya dijimos al Faraón que ayer mataste al egipcio”. Entonces Moshé entendió que había tanto odio gratuito, tanta rivalidad y peleas entre ellos que inclusive acusaban a quien quería ayudarlos sabiendo que el Faraón podía matarlo, pero no les importó. Moshé comprendió así por qué Dios no los liberaba de la esclavitud. El odio no tiene ningún beneficio a nivel personal ni general. Por eso, uno de los primeros objetivos que se trazó Moshé, por orden de Dios, fue unir al pueblo, a los sabios, a todos, para que después pudieran ser redimidos. Y también por eso cayeron las plagas sobre Egipto antes de la salida del Am Israel, ya que Dios quería que todos los del pueblo se unieran unos a otros. Pero aquellos que vivían en Egipto se trasladaron de nuevo con sus familias a Goshen, donde no caían las plagas, lo cual causó mayor unión entre todos. Como sabemos, cuando hay momentos difíciles todos nos unimos más. En la plaga de la oscuridad murieron muchos hebreos. ¿Quiénes? ¿Por qué? En un versículo que describe la plaga de la oscuridad encontré una similitud con lo que estamos desarrollando aquí: Lo Raú Ish Et Ajib, “No veía uno a su hermano” (Shemot 10:23), lo cual significa que Dios dejó morir en Egipto a quienes no pudieron ver a sus hermanos por tanto odio que les tenían y salieron solamente aquellos que se unieron y que se amaron unos a otros, los que dominaron ese odio gratuito. A veces nos vemos involucrados en situaciones incómodas con un amigo, con un hermano o con una comunidad por lo que dijeron, hicieron o dejaron de hacer, las cuales nos llevan a sentirnos molestos 149

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SHEMOT con ellos, a discutir con ellos y. al final, sufrimos todos o pecamos. Y todo por una tontería. No podemos olvidar que a veces nosotros también cometemos errores, que no nos comportamos con rectitud o que decimos cosas que no debimos haber dicho; y de seguro no nos gusta que la reacción de la gente hacia nosotros, por ese error, sea tan drástica como la que nosotros tenemos. Preferiríamos que nos entendieran y que nos perdonaran. Entonces, ¿por qué nosotros no actuamos así con los demás? El odio acumulado se convierte en una bola de nieve, que crece mientras va cayendo por la colina. A lo largo de la historia del Pueblo Judío, al parecer el odio ha sido el causante de los desastres más grandes que hemos sufrido como pueblo; muchos sabios afirman que incluso el Templo Sagrado de Jerusalem fue destruido por odiarnos los unos a los otros. Pero, por otro lado, si nos fijamos en cuántas cosas buenas hemos recibido por amarnos unos a otros debemos reconocer que fueron dones muy importantes, entre ellos lo que nos identifica como judíos, la Torá. Como está escrito: Vayiján Israel, “Y acampó Israel”; explican los comentaristas, que acamparon como un solo hombre con un solo corazón, es decir, todos unidos. Así, pues, nos conviene más alejarnos del odio y apegarnos a la unión, para que solamente recibamos bendiciones. Que sea la voluntad de Dios ayudarnos a doblegar esas situaciones incómodas con nuestros hermanos, para que no odiemos a nadie y que nadie nos odie a nosotros, y que si nos equivocamos en algo nos perdonen como nosotros a ellos, a fin de tener el mérito de ver nuestro Tercer Beit Hamikdash reconstruido gracias a la tolerancia y al amor entre todos, pronto en nuestros días. Amén. 150

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Parashat VAERÁ EL REZO

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iariamente todo judío reza, aunque sea con brevedad, en la casa, camino al trabajo o en la sinagoga, para pedir salud, éxito económico, la redención, etc., y todos queremos que el rezo sea recibido por Dios. Pero, ¿qué debemos hacer para que esto suceda? ¿Cómo logramos que el rezo sea bien recibido por Dios? Yaakov Abinu nos reveló el secreto. Él asemejó el rezo con un arco y una flecha. Asher Lakajti Bejarbí Ube Kashtí, “Tomé a la ciudad de Shejem con mi arco y flecha” (Bereshit 48:22). Onkelus lo traduce al arameo: Betzalotí Ubautí, “Con mi rezo y con mis peticiones”. ¿Por qué Yaakov asemejó el rezo al arco y la flecha? Porque mientras más tensemos el arco, más lejos llegará la flecha. Así ocurre con el rezo; mientras más nos concentremos en el rezo, más lejos llegarán nuestras peticiones y Dios las escuchará. Cuando no tensamos la cuerda del arco, la flecha no llega a su objetivo. Si no rezamos como se debe, jamás llegaremos a ser escuchados por Dios. Cuando la persona se encuentra en una situación de peligro y reza, su tefilá se escucha en los cielos porque le nace de lo más profundo de su ser y de su alma. Este concepto se halla reflejado en la Torá, con Lot. Abraham Abinu rezó para que Dios no destruyera a Sodoma y Gomorra; al final su solicitud no fue escuchada, pues Dios ya había decretado que fueran destruidas Sodoma, Gomorra, Admá, Tzeboyim y Tzoar. Está escrito que Lot fue llevado por unos ángeles a Tzoar para continuar 151

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SHEMOT su camino por las montañas, pero temió por su vida, pues sabía que Tzoar también sería destruida. Entonces rezó a Dios y Él le informó por medio de los ángeles que no se preocupara más, ya que Tzoar no sería destruida. Dios respondió a Lot y no escuchó a Abraham, pues cuando las personas se encuentran en peligro, rezan con una concentración incomparable que sale de lo más profundo de su alma, y por eso Dios responde inmediatamente. No importa si son Tzadikim (justos) como Abraham, o no tan justos, como Lot. En esta Parashá vemos que la tefilá hecha por los Bené Israel en Egipto ocasionó que Dios adelantara su redención, y que en vez de sufrir cuatrocientos años de esclavitud sólo tuvieron 210. ¿Quiénes rezaban? ¿A quién respondió Dios su rezo? Nuestros Sabios nos relatan que los de la tribu de Levy no estaban esclavizados y rezaban por la salvación del Am Israel. Además, también rezaban los que estaban esclavizados por los egipcios, sufriendo en sus puestos de trabajo. A ellos escuchó Dios, ya que eran los afligidos y los que estaban sufriendo y, como sus tefilot (plegarias) fueron hechas desde el corazón, entonces les respondió de inmediato. Esto no quiere decir que Dios nos escucha sólo cuando estamos en apuros, sino que nos enseña que, lamentablemente, sólo en momentos de apuro es cuando rezamos con más fe. Si rezáramos todos los días en que nos encontramos bien igual que en los días que nos encontramos en apuros, nuestras peticiones siempre serían escuchadas por Dios. Por eso, en esta Parashá el Faraón pidió a Moshé, en la plaga del granizo, que parara de llover para poder liberar a Am Israel. Salió Moshé de la ciudad para rezar e inmediatamente dejó de caer el gra152

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SHEMOT nizo. ¿Por qué tuvo que salir Moshé de la ciudad a rezar? ¿Por qué no se quedó en la ciudad para hacerlo, como en las otras plagas? El motivo es que, en las otras plagas, él pedía para que fueran interrumpidas al día siguiente. Pero esta plaga era diferente, ya que tenía que detenerse inmediatamente y para eso tuvo que salir de la ciudad a concentrarse bien, e incluso, cuando vio desde afuera el desastre provocado por el granizo, le causó tanto dolor que rezó desde lo más profundo de su corazón, y Dios le respondió en el momento. Asimismo, cuando Moshé se encontraba en la cima de la montaña mientras el Am Israel luchaba contra Amalek, él levantaba los brazos y su pueblo ganaba, y cuando los bajaba, perdía. De aquí surgen dos preguntas: ¿por qué subió Moshé a la cima de la montaña? Y, ¿qué relación había en que Moshé alzara los brazos y la guerra? Primero, cuando veía desde la cima el sufrimiento de sus hermanos al luchar, rezaba con mucho fervor. Segundo, oraba con más fervor al sentir él mismo el cansancio y el dolor que sentían los soldados en la batalla. Por estas dos razones sus oraciones eran escuchadas. Por eso dice la halajá en el Shulján Aruj (Or Ajaim 579:1) que en los Yamim Noraim debemos elegir como Jazán a un hombre casado y con hijos, y que cuando haya un día de ayuno público para que caigan las lluvias debemos tener como Jazán a un hombre que no sea rico ni posea muchos bienes (Taanit 15a). La intención de todo esto es que el Jazán sienta en su propio cuerpo lo que es estar sin agua y sin comida, a fin de que aprecie la vida, los niños, etcétera. Por eso, cuando Moshé fue a Egipto a rescatar a todo el pueblo llevó a su esposa y a sus hijos, ante lo cual su hermano Aharón le dijo: 153

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SHEMOT “Tenemos que sacar a tanta gente y todavía no sabemos cómo hacerlo, ¿y encima traes a más personas? Así que devuélvelos” (Shemot 18:4; y Rashí, en nombre de Mejiltá). En verdad nos preguntamos: ¿para qué Moshé quiso poner a su familia en una situación tan indeseable? Porque quería que sus peticiones fueran escuchadas por Dios, quería que salieran de lo más profundo de su corazón al sentirlo en su misma carne. Aharón enseñó a Moshé a rezar desde lo más profundo de su corazón sin sufrir internamente. Ese es el nivel al que todos nosotros deberíamos llegar: rezar con total concentración por salud, incluso cuando estamos sanos; por tener éxito económico, incluso cuando nos vaya muy bien en los negocios. Y así con todas nuestras necesidades. ¿Por qué esperar hasta el último momento, cuando la soga está cerrándose alrededor de nuestro cuello, para rezar bien a Dios? El Midrash nos dice que fue decretado que todos los que salieron de Egipto murieran un 9 de Av, cuando volvieron los espías hablando mal de la Tierra Prometida. Pero ese decreto fue cumpliéndose por etapas; cada año morían quince mil hombres de los seiscientos mil que salieron de Egipto. Pero el último año, el cuadragésimo, los últimos quince mil se salvaron del decreto porque rezaron desde el principio del año para salvarse y Dios escuchó su solicitud. Los treinta y nueve años anteriores Dios no los escuchó porque no rezaban adecuadamente para salvarse. Cada uno pensaba que ese año tocaba a otros quince mil, no a ellos, y por eso no rezaban con la concentración adecuada. Sin embargo, cuando quedaron los últimos quince mil, todos sabían que el siguiente 9 de Av morirían y entonces empezaron a rezar todos juntos con el corazón, y por eso se salvaron. Dicen nuestros Sabios que si los seiscientos mil hombres, aún en vida, se hubieran reunido para rezar todo el tiempo con 154

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SHEMOT la concentración necesaria, todos se hubieran salvado. Por eso está escrito: Karob Hashem Lekol Koreab, Lekol Asher Yikrauhu BeEmet, “Dios está cerca de todos los que lo llaman, de todos los que lo llaman, de verdad” (Tehilim 145). En el momento en que rezamos debemos estirar bien la cuerda de nuestro arco, para que la flecha de nuestras peticiones llegue hasta los cielos y sea bien recibida. He pensado en una explicación nueva, relacionada con todo lo anterior, acerca del diálogo entre David y Yonatán, el hijo del Rey Shaúl. David preguntó a Yonatán si su padre Shaúl seguía pensando en matarlo o ya lo había perdonado. Yonatán respondió: “Lo averiguaré y contestaré de la siguiente forma: si lanzo tres flechas muy lejos, es porque todavía quiere matarte; pero si no, entonces las lanzaré cerca”. ¿Por qué le dijo que le lanzaría flechas? ¿Y por qué precisamente tres y no una? Creo que Yonatán quiso insinuar a David que rezara muy fuerte para que la flecha llegara lejos. Y fueron tres flechas para decirle que no bastaba con una tefilá diaria, sino que debería rezar Shajrit, Minjá y Arvit. Que sea la voluntad de Dios que escuche nuestras tefilot y, a pesar de que todavía no sepamos rezar desde lo más profundo de nuestro corazón, que de todas maneras se escuchen en los cielos para bien. Amén.

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SHEMOT

Parashat VAERÁ

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RECONOZCAMOS EL BIEN

n todas estas parashiot vemos las diferencias entre el pueblo egipcio y Am Israel. Los egipcios y el Faraón se caracterizaron por ser desagradecidos, ya que olvidaron los favores hechos por Yosef cuando interpretó los sueños del Faraón, lo que les proporcionó riqueza, salvación en los años de sequía, prosperidad y muchas cosas más. Como la Torá dice: Vayakom Melej Jadash Asher Lo Yadá Et Yosef, “Y se levantó un nuevo rey, quien no conoció a Yosef”, es decir, no quiso reconocer el bien hecho por Yosef ni agradecer a su pueblo. Cuando llegaron Yaakov y sus hijos a Egipto la sequía cesó y en vez de durar siete años duró sólo dos. Ellos trajeron la bendición a Egipto y por sus méritos la maldición que había caído sobre esa tierra fue eliminada. Pero en lugar de agradecerles por eso, los esclavizaron duramente. Por otro lado, Moshé y el Faraón también fueron muy diferentes. Moshé no quiso golpear al río Nilo para que se convirtiera en un río de sangre, sino que encargó a Aharón que lo hiciera porque él le estaba agradecido por haberlo salvado de la muerte, cuando estaba recién nacido, debido al decreto del Faraón. De igual manera, en la plaga de los piojos pidió a Aharón que golpeara la tierra para que salieran, porque el polvo de la tierra había ayudado a Moshé a enterrar al egipcio que había matado y, por tanto, no podía pegarle (Bereshit Rabá 9 y 10). La pregunta es: ¿acaso el agua y la tierra sienten cuando les pegan? Seguro que no. Pero Moshé hacía esto para acostumbrarse a ser siempre agradecido con todo, con los minerales, con los animales y con las personas. 156

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SHEMOT El Midrash Shemot Rabá (4:2) nos relata que Dios dijo a Moshé que fuera a Egipto a liberar a su pueblo de la esclavitud. Él respondió a Dios que no podía aceptar esa misión si su suegro no le daba permiso, ya que Yitró le había proporcionado casa, comida, vestimenta, etc., y pedirle permiso era una forma de mostrar agradecimiento por lo que le había dado. El Am Israel también posee la cualidad de Moshé y no fue malagradecido con los egipcios a pesar del daño que le causaron, a diferencia de los egipcios, que agradecieron los favores que les hicieron los judíos con torturas, esclavitud y sufrimientos. Sin embargo, en la Torá dice: Lo Tetaeb Mitzri Ki Guer Haita BeArtzó, “No despreciarás a un egipcio, porque fuiste residente en su tierra” (Devarim 23:8). Aun cuando nos hicieron sus esclavos, nos dieron sufrimientos e incluso asesinaron a muchos de nosotros, nunca debemos olvidar que, cuando estuvimos hambrientos y sin techo, ellos nos abrieron sus puertas y nos dieron tierras, comida y honores. Por otro lado, el Am Israel tuvo muchas oportunidades de vengarse de los egipcios. En la plaga de la sangre, todos los egipcios estaban sedientos y los judíos, en lugar de dejarlos morir, les dieron a beber agua cuantas veces quisieron. Después, durante la plaga de las bestias salvajes, los mismos hombres y mujeres que ahogaron a los hijos de las hebreas en el Nilo les pidieron que salvaran a sus hijos porque estaban en peligro de muerte, y las mujeres de Israel aceptaron hacerlo, a pesar del daño tan grande que ellas les inflingieron. También al desatarse la plaga del granizo, el ganado de los egipcios era exterminado y el de los hebreos quedaba intacto. Los egipcios vendieron temporalmente su ganado a los hebreos para evitar que 157

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SHEMOT fuera dañado y, así, parte del ganado de los egipcios se salvó, a pesar del daño que éstos les habían causado. ¡Qué diferencia tan grande hubo entre los hebreos y los egipcios! Luego, en la plaga de la oscuridad, que representó una ocasión única para que los hebreos pudieran tomar lo que quisieran de los egipcios, ya que solamente ellos tenían luz, no tomaron nada que no le perteneciera. En la Havdalá decimos: “Bendito Tú Dios… Quien diferencia entre Israel y los pueblos”, porque el Am Israel siempre se ha caracterizado por ser agradecido con quien sea y cuando sea, incluso con los que le hacen daño. Y desde luego, con aquellas personas que solamente le hicieron bien reconoció sus bondades y les agradeció. Nosotros debemos seguir ese camino y agradecer por siempre a nuestros padres, por todo el bien que nos han dado desde los primeros minutos de nuestras vidas; a nuestros familiares, que siempre están a nuestro lado en momentos de necesidad; a los amigos verdaderos que también nos ayudan, y al mundo entero. Pero si hacemos esto con las personas, cuánto más debemos hacerlo con Dios, Quien nos ayuda segundo tras segundo, Quien nos ha dotado de vida, salud, fuerza, inteligencia, esposa, esposo, suegros, hijos, y nos encamina siempre hacia la luz. ¡Cuánto le debemos! Para entender mejor esto, analicemos esta historia: un pobre viene a pedirnos una ayuda y, apenas se la damos, nos da una bofetada. Al día siguiente, viene otra vez y nos pide una ayuda, se la damos ya temerosos, y nos da una patada. Seguramente nunca más volveremos a darle algo. Así nosotros también pedimos a Dios salud y, después que nos la manda, comemos alimentos no kasher, lo que equivale a dar una 158

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SHEMOT bofetada a Dios. El día siguiente pedimos a Dios que nos ayude en los negocios; empieza a ayudarnos y no guardamos el Shabat; eso semeja una patada. Y al día siguiente volvemos a pedirle… ¿Dónde está el agradecimiento a Dios, al Rey de Reyes, por todas las bondades que nos hace y por todo lo bueno que nos da? Veamos otro ejemplo. Supongamos que invitamos a un amigo a casa y trae una caja de bombones. Si abrimos la caja para probarlos y nuestro amigo nos pide uno, ¿acaso no se lo vamos a dar? ¡Por supuesto que sí! Y si nos pide dos o tres, ¿vamos a negárselos? Claro que también se los daremos. Entonces, si Dios nos regala veinticuatro horas diarias de vida y nos pide que le regalemos dos o tres horas para rezar, estudiar, decir Salmos, cada uno a su nivel, ¿acaso vamos a negárselas? Una vez un hombre invitó a otro a cenar en su casa. El invitado le preguntó: “¿Dónde vives?”. El otro le dijo: “En la calle tal. Al final hay una casa con las puertas verdes. Basta que la empujes con el hombro y la puerta se abrirá”. El invitado preguntó: “¿Y no puedo abrir con las manos?”. Entonces, el otro le dijo: “¿Qué? ¿Acaso piensas ir con las manos vacías?”. De igual manera que agradecemos al mesero que nos atiende en el restaurante y nos trae la comida debemos agradecer a nuestra esposa, que también nos atiende y nos sirve la comida, ¿cierto? ¡Cuánto más a Dios, que nos atiende siempre y nos alimenta a todos! Que sea la voluntad de Dios que nunca seamos malagradecidos con las personas y mucho menos con Dios, sino que, por el contrario, siempre le agradezcamos por el bien que nos hace. Amén.

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Parashat BO ¿QUIÉN ES EL LÍDER?

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upongamos que en el aula de una escuela hay diversos tipos de alumnos. La mitad quiere estudiar y avanzar, y la otra está dispuesta a fastidiar y a no aprender. La maestra quiere saber si a este grupo le va a ir bien en el curso escolar o no. Todo dependerá de quiénes guían y quiénes son guiados. Si los niños traviesos son los líderes del aula y los que quieren estudiar los siguen, seguro ese grupo va a ser un total fracaso. Pero si los que quieren avanzar lideran al grupo y convencen a los flojos de que se esfuercen, que presten atención a la maestra, que estudien lo más que puedan y les explican que hay momentos para el estudio y momentos para los juegos, todos van a lograr el éxito. Este mensaje es de suma importancia para el Am Israel, porque también nosotros estamos divididos en dos grupos. Hay un grupo interesado en avanzar, cumplir la Torá, estudiarla, dejar que Dios nos la enseñe; y otro grupo que no está tan interesado en eso y piensa sólo en disfrutar la vida, que no tiene ganas de avanzar. El nivel espiritual de nuestro pueblo sería muy diferente si dejáramos que el primer grupo nos liderara. Nuestra Torá nos presenta ese mensaje de forma muy sutil, casi imperceptible. En primer lugar, importa saber que ambos grupos son imprescindibles. A veces la Torá usa términos como Am Israel o Bené Israel. Am Israel significa “Pueblo de Israel”, que está integrado por los más sencillos del pueblo, sean ingenieros, médicos, etc., pues su sencillez radica en que los lazos con nuestra fe no son muy fuertes. 160

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SHEMOT Pero cuando la Torá dice Bené Israel (“los hijos de Israel”) se refiere a los que creen en ella, a los temerosos de la palabra de Dios, a aquellos interesados en que el Maestro imparta su clase sin fastidiarlo. Sin el conocimiento de esta ligera diferencia entre Am y Bené no entendemos los versículos de la Torá. Ahora que ya la conocemos, analicemos unos cuantos versículos y veamos cómo todo coincide perfectamente. La Torá nos indica que los únicos que rezaban por la redención, por la liberación del yugo egipcio, eran los Bené Israel. Vayanjú Bené Israel Vayizakú Vataal Shavatam, “Y los hijos de Israel gimieron por el trabajo y la esclavitud” (Shemot 2:23). Y así también está escrito: Vayar Elokim et Bené Israel, “Y vio Dios a Bené Israel” (Shemot 2:25). Por eso Dios dijo a Moshé en la zarza que había escuchado los lamentos de Bené Israel y que, por el mérito de la tefilá hecha por los Bené Israel, fuera a liberar a todos, a los Bené y a los del Am Israel. Fue entonces cuando Moshé sintió miedo, porque no sabía cómo lograr que los dos grupos creyeran en sus palabras. Por eso Dios le dio las herramientas necesarias para convencerlos. “A los Bené Israel les dirás: Pakod Pakadti [‘Salvar los salvaré’]” (Shemot 3:16). La señal secreta que había entregado Yaakov Abinu a sus hijos, antes de morir, consistía en que el redentor de Israel dirá: Pakod Pakadti. Este secreto era conocido sólo por unos cuantos del Pueblo de Israel. Con ello Dios le dio una herramienta básica para convencer a los Bené Israel de que él era quien iba a liberarlos, y le dio otro argumento: “Cincuenta días después de la salida de Egipto recibirían la Torá”. Moshé aprendió a hablarles de acuerdo con su nivel, como verdaderos hijos de Abraham, Itzjak y Yaakov. 161

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SHEMOT Pero respecto al Am Israel, quienes aún no entendían la importancia de recibir la Torá y no les importaba mucho saber que eran descendientes de Abraham, Itzjak y Yaakov, Dios dijo a Moshé que los convenciera con milagros como lanzar su bastón para que se convirtiera en serpiente, transformar el agua de un recipiente en sangre, meter su mano en la axila y sacarla con lepra. De esta manera, Moshé pudo convencer al Am Israel. Vayaas Haotot Leenei Ha Am, “Hizo las señales ante los ojos del Am” (Shemot 4:30). Aquí surge una pregunta: ¿quiénes mandaban y quiénes obedecían? Veamos las diferencias cuando mandaban los del Am Israel y cuando lo hacían los Bené Israel. El primer ejemplo aparece cuando estaban desarrollándose las plagas. Los Bené Israel no tenían ninguna duda de que la redención estaba acercándose. Pero el Am Israel todavía dudaba si iba a salir de Egipto, ya que los magos del Faraón también sabían hacer hechizos, el Faraón no bajaba la cabeza, Moshé tartamudeaba mucho, etc. Cuando llegó el momento de la salida, los del Am Israel salieron con tanta prisa que no dejaron que su masa fermentara. Pero debemos hacer hincapié en que solamente a ellos les ocurrió, porque no creían ser redimidos algún día. En cambio, a los Bené Israel, que sí estaban seguros de que iban a ser liberados, no les ocurrió; por el contrario, fueron los que intentaron todo el tiempo convencerlos de que los siguieran. Es decir, cuando el liderazgo estuvo en manos de los Bené Israel (Moshé) las consecuencias fueron totalmente positivas, ya que recibimos la redención, milagros y muchas otras bendiciones. Por otro lado, cuando entraron al desierto fueron los del Am Israel quienes empezaron a quejarse de las condiciones de vida y la falta de agua, como está escrito: Vayalonu Ha Am Al Moshé Lemor Ma 162

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SHEMOT Nishté, “Y se quejaron los del Am a Moshé, diciéndole: ‘¿Qué beberemos?’” (Shemot 15:24). Después se quejaron por la comida, el cansancio que sentían, el calor del desierto y, desafortunadamente, tantos quejidos convencieron a los Bené Israel. Vayalonu Kol Adat Bené Israel al Moshé Ve Al Aharón Bamidbar, “Y se quejaron todos los Bené Israel a Moshé y a Aharón en el desierto” (Shemot 16:2). ¿Cuál fue la consecuencia de que el Am Israel llevara las riendas? Una guerra muy sangrienta contra Amalek, en la que murieron miles de judíos. Después de todo esto, los Bené Israel despertaron y entendieron que ellos eran quienes debían conducir al pueblo. Fue entonces que mandaron al Am a recibir la Torá, como está escrito: Vayijan Sham Israel Negued Hahar, “Y acampó allí Israel frente al monte” (Shemot 19:2). Esto se refiere a los Bené Israel, ya que los del Am Israel se quedaron rezagados y, justo antes de la entrega de la Torá, Moshé los llevó a las faldas del monte, después de haber dialogado con ellos. Como dice el versículo: “Entonces sacó Moshé del campamento al Am al encuentro de Dios, y se pararon al pie del monte” (Shemot 19:17), mientras que los Bené Israel ya estaban allí, desde mucho antes, esperando que el Am Israel llegara, para que el Maestro empezara a dar su clase. Y fue a consecuencia de este liderazgo asumido por los Bené Israel que recibimos lo más preciado que pueda existir: la Torá. La Torá nos relata que cuarenta días más tarde, Vayar Ha Am Ki Boshesh Moshé Laredet Min Hahar, “Vio el Am que Moshé tardaba en descender del monte” (Shemot 32:1), y fue cuando otra vez el Am Israel empezó a quejarse y exigió un becerro de oro. Y otra vez, por desgracia, los Bené Israel se dejaron llevar, como está escrito: Vayitnatzelú Bené Israel Et Ediam, “Y se despojaron los Bené Israel de sus adornos” (Shemot 33:6). 163

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SHEMOT ¿Cuáles fueron las consecuencias? Muchas, y muy nefastas para todos en general; entre otras, fueron rotas las primeras Tablas de la Ley. Así, pues, vemos con claridad que el destino de todos los judíos depende única y exclusivamente de sus líderes. Si éstos son Bené Israel, como Moshé, las consecuencias siempre serán positivas; pero cuando son del Am Israel sucede lo contrario. Cabe resaltar que, al igual que en el ejemplo del salón de clases, no somos dos grupos separados dentro del Am Israel, sino que algunos entre nosotros no dejan que el Maestro dé su clase y se la pasan jugando, pero que otros sí desean escucharlo para progresar constantemente. En toda familia hay quien está interesado en asuntos religiosos. Aunque haya cosas que no entendemos completamente, conviene escuchar sus ideas, sus consejos, porque él será quien nos lleve al buen camino, a una vida llena de bendiciones. Así, todos nosotros, Bené Israel, seremos los que guían y no los seguidores. De otra manera, nos sucederá lo mismo que a un amigo mío, religioso, que vivía en Ashdod, Israel. Le presentaron a una muchacha que no era observante y empezaron a salir. Una vez los vi caminando juntos por la calle y le dije: “Esa muchacha no es para ti”. Mi amigo respondió: “No te preocupes, que en una semana la verás con falda larga”. No transcurrió ni siquiera la semana cuando lo vi a él sin kipá… Que sea la voluntad de Dios que todo Am Israel escuche a los religiosos, pues son ellos los que nos llevarán a la redención (como ocurrió en Egipto), a la Torá, a la palabra de Dios y a todas sus bendiciones. Amén.

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Parashat BO

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LA FUERZA DE LA VERDAD

uchas veces me he preguntado qué pensaba el Faraón. Él no era ningún tonto. ¿Cómo fue posible que ignorara los milagros que hacía Moshé ante sus ojos? Además, cuando finalmente aceptó la existencia de Dios, volvió a negarse a liberar al Pueblo de Israel. ¿Acaso no le había quedado claro que Dios sí existe? El Faraón siempre tuvo la capacidad de tomar la decisión de liberar al Pueblo de Israel de la esclavitud, como lo explican nuestros comentaristas. Dios solamente influyó en sus decisiones a partir de la quinta plaga, pero su influencia no fue absoluta, pues al Faraón se le hacía más difícil tomar la decisión de dejar libre al Pueblo Judío. Siempre tuvo el libre albedrío de dejarlos ir (Ramban). Ahora bien, un rey tan sabio como él, ¿cómo es posible que no temiera de la palabra de Dios? Antes de responder, importa destacar que todos tenemos el defecto de ser los mejores para juzgar al prójimo, acusarlo y señalarlo, y lo peor del caso es que no nos damos cuenta de que a veces somos nosotros los que cometemos el mismo error que juzgamos. Esto fue exactamente lo que ocurrió al Rey David con Bat Sheva. En aquella época, cuando los soldados salían a la guerra, daban el divorcio a sus esposas para que, en caso de que no se hallara su cuerpo y no se supiera dónde estaban, pudieran casarse de nuevo. El Rey David aprovechó esto para unirse con Bat Sheva al morir su esposo, Uriá Hajiti, en batalla. Al enterarse de ello el profeta Natán, se presentó ante el Rey David y le preguntó: “¿Qué haría usted, señor rey, con un hombre que posee mucho ganado en su propiedad y, en vez 165

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SHEMOT de dar de comer a sus invitados de su propio ganado, va a robar el único buey a su vecino pobre, para alimentar a sus amistades?”. El Rey David respondió al instante: “Se merece la muerte”. Entonces el profeta le dijo: “Ese mismo eres tú. Tienes muchas mujeres y fuiste a tomar la única mujer de tu vecino Uriá”. Entonces David se dio cuenta de su gran error y de que, a pesar de que ella ya estaba divorciada legalmente, en realidad no era para él. Veamos ahora lo que pasó al Faraón por desconocer el poder de Dios. El Faraón era un hombre inmensamente rico; tenía mucho oro, plata, esclavos, ganado, tierras, etc. Disfrutó de la vida hasta que a su palacio llegaron dos ancianos, Moshé y Aharón, el día de su cumpleaños. Invitados de todas las naciones llevaban regalos al rey más poderoso de esos tiempos y, cuando el Faraón los vio, les preguntó: “¿A qué han venido?”. Moshé y Aharón le respondieron: “A liberar al Pueblo de Israel de la esclavitud, por orden de Dios”. En ese momento el Faraón se sintió bastante incómodo, ya que a nadie le gusta que su estilo de vida cambie. El Midrash nos dice que se enfureció y preguntó: “¿Quién es Dios, para que yo escuche su palabra y libere a Israel?”. El Faraón se caracterizaba por no escuchar las palabras de los ancianos; por eso trataba de evadir de una u otra forma todo lo que éstos le decían. Por ejemplo, Moshé y Aharón convirtieron el bastón en una serpiente y el agua en sangre, pero los magos del Faraón también sabían hacerlo y por eso no les creyó. También por ello, cuando en la plaga de los piojos sus mismos magos aceptaron que la mano de Dios estaba en ella, el Faraón los despreció y les dijo que eran unos tontos, que se habían dejado lavar el cerebro. Pero incluso él mismo aceptó la existencia de Dios en los momentos más críticos y aseguró que había recapacitado; sin embargo, cuando 166

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SHEMOT todo pasaba, volvía a renegar de lo que había visto y no aceptaba el yugo divino. Eso mismo ocurre con nosotros: vivimos muy tranquilos disfrutando la vida y, de repente, un religioso empieza a tratar de “vendernos” una fórmula para disfrutar más de la vida. Cuando queremos comprarla, nos dice que primero debemos abandonar algunos placeres ya arraigados en nosotros. En ese momento, cerramos nuestro entendimiento, nuestros ojos, oídos y corazón, y todo lo que escuchamos nos parece una tontería. ¿Por qué? Porque nos incomoda escuchar la verdad y nos duele aceptar nuestras propias equivocaciones. ¿No es cierto que cuando necesitamos la ayuda de Dios estamos dispuestos a acudir a Él, a abrir nuestros corazones, a recapacitar, a creer en Él fielmente, y que cuando pasa la tormenta y no lo necesitamos, volvemos a ser los que fuimos toda la vida? Por eso, debemos tratar de abrir nuestra mente, nuestros ojos y oídos para recibir los buenos consejos que nos dan nuestros Sabios. Debemos aprovechar los momentos de elevación espiritual, cuando creemos fielmente en Dios y estamos motivados para acercarnos a la verdad y dispuestos a alcanzarla. El Faraón decía que cuando todo se solucionara se portaría bien. Pero nosotros sabemos que cuando todo se soluciona, “nos enfriamos” y nos cuesta más hacer teshuvá. Solamente con nuestros actos podremos cambiar nuestra voluntad, que es como el hierro, que es moldeable cuando está caliente, pero cuando se enfría es lo más duro que hay. Que sea la voluntad de Dios que los ojos de todo el Am Israel se abran y que sus oídos escuchen, para que la verdad inunde sus corazones y deseen encontrar a Dios no sólo en los momentos de mayor inspiración, sino con sed espiritual constante e insaciable, por siempre y para siempre. Amén. 167

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Parashat BESHALAJ LA GRANDEZA DEL CANTO

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ste Shabat se conoce como Shabat Shirá (“de la Canción”), debido a que en esta Parashá se lee la canción que entonó el Am Israel en el momento de atravesar el Mar Rojo, Az Yashir Moshé “Entonces cantó Moshé y el Puebloi de Israel”. En todas las sinagogas del mundo se canta más de lo habitual y los judíos procuramos estar muy alegres en este Shabat. Por eso pensé en dedicar estas líneas para explicarles la grandeza escondida en esta canción. Hay dos objetivos en la canción. El primero es lograr gran elevación espiritual. El segundo es que, una vez alcanzado ese nivel de espiritualidad, cantemos y agradezcamos a Dios. Para alegrarse, elevarse y llegar a conectarse con Dios, todos los profetas tuvieron que ayudarse con instrumentos musicales. El mismo Rey David se levantaba a media noche con la música que producían sus campanillas al agitarlas el viento del norte. Se sentaba junto a su arpa y escribía los salmos, inspirado con la música y el canto. Si despertamos a nuestros niños con música sana, se levantarán con luz en el rostro, con alegría y entusiasmo para todo. Pero si los levantamos con gritos, se levantarán con cara de Tishá BeAv (desganados). Esta canción eleva nuestro ánimo. Como dice el autor del libro Tanya, el rezo se pronuncia con la boca, pero la canción sale del corazón. 168

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SHEMOT En Shabat, todos nosotros recibimos un paquete de bendiciones, que está compuesto por varios elementos. Es sabido que Dios bendijo a los peces y a las aves cuando los creó. Vayibarej Otam Elokim Lemor Pru Urbú Umeló Et Hamayim Bayamim Vehaof Yireb Baaretz, “Los bendijo Dios para que llegaran a multiplicarse y a llenar los mares, y las aves llenaran la tierra” (Bereshit 1:22). Cuando Dios creó al hombre y a su esposa, también los bendijo. Lo mismo hizo con el Shabat: Vayibarej Elokim et Yom Hashebii, “Y Dios bendijo al séptimo día” (Bereshit 2:3). Por eso nosotros, en la noche de Shabat, unimos todas estas bendiciones al comer pescado y aves, y al estar el hombre con su mujer. De igual manera que el profeta se eleva con canciones e instrumentos musicales y recibe mayor claridad en sus profecías, así también nosotros cantamos en la mesa de Shabat para recibir mayor cantidad y calidad de bendiciones ese día. Pero todo esto tiene mucha más profundidad. Como es sabido, la Shirát Hayam (“el Cántico del Mar”) fue entonada primero por Moshé, quien pertenecía a la tribu de Levy. Durante la época del Primer Templo, los levitas estaban encargados de las canciones; ellos ponían la alegría en el Templo mediante sus instrumentos y sus canciones. El Zohar (Shemot 19) explica que las actividades que se realizaban en el Bet Hamikdash en la Tierra se realizaban también en el Bet Hamikdash de los cielos. Cuando los levitas entonaban sus cantos, los ángeles también lo hacían y ambas voces llegaban a los oídos de Dios para su placer y satisfacción. En nuestros tiempos no tenemos Bet Hamikdash ni Cohanim (Sacerdotes) que sirvan a Dios, ni levitas que eleven sus cánticos; no 169

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SHEMOT tenemos sacrificios ni el agua que se vertía en el altar. Pero nuestros Sabios dicen que la casa de la persona es como un pequeño santuario, ya que su mesa es como el altar, los comensales son como los Cohanim y los levitas, el vino del kidush es como el agua que se vertía en el altar, las velas de Shabat son como la Menorá, el pan es como el Lejem Hapanim, la comida es como los sacrificios que se ofrecían y las palabras de Torá son como el Arca Sagrada. Pero, ¿dónde están las canciones de los levitas que se unían a las de los ángeles y alegraban tanto a Dios? Esas son las canciones que recitamos en la mesa de Shabat, y de ahí su importancia. Tienen la fuerza de elevarnos hasta Dios, para recibir la luz del Shabat y todas sus bendiciones. También son las que completan el santuario privado, ya que permiten que la voz de los ángeles se una a ellas. Además, tienen la grandeza de poder agradecer a Dios por el infinito mérito que nos ha dado de ser partícipes en el gozo que nos otorga cada Shabat. ¿No es entonces obvio que cada judío debe esforzarse por cantar por lo menos una canción en la mesa de Shabat, con toda su familia y lleno de alegría, para elevarse y recibir las bendiciones de Dios y completar su santuario? Que sea la voluntad de Dios que, por el mérito de las canciones y la alegría del Shabat, nos devuelva el Templo Sagrado con su Cohén Hagadol y sus levitas, pronto en nuestros días. Amén.

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Parashat BESHALAJ LA FE MUEVE MONTAÑAS

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odos conocemos este dicho tan popular. Pero, sinceramente, ¿vemos la gran fuerza que tiene la fe? En las siguientes líneas aprenderemos que todo, absolutamente todo, depende sólo de la fe. Si mandamos una carta y no le ponemos timbres, se nos devuelve. Quien reza a Dios sin la fe en que Él es el Único que puede ayudarlo, es como si mandara una carta sin timbres. Cuentan que una vez dos hombres hacían fila en la casa del gran Rebe de Lubavitch en espera de una bendición. Mientras aguardaban, uno preguntó al otro: “¿Para qué viniste?”. Éste contestó: “No tengo hijos y quiero que el rabino rece por mí a Dios”. El primero dijo que estaba allí por el mismo motivo. Entró este hombre y recibió una bendición. Luego entró el segundo y recibió la misma bendición. Nueve meses después, la esposa del primero tuvo un hijo, pero la del segundo no. Entonces fue este último a reclamar al rabino. “Si me dio la misma bendición, ¿por qué al otro sí le sirvió y a mí no?”, le gritó iracundo. El rabino le respondió con calma: “La diferencia está en que ese hombre salió de mi casa tan convencido de que Dios iba a hacerle el milagro que fue a la tienda y compró pañales, biberones, juguetes y más. Tú no hiciste lo mismo y dijiste que sólo cuando hubiera buenas noticias saldrías a comprar todo”. En la presente Parashá podemos percibir el nivel tan alto de fe que alcanzó el Pueblo de Israel en el Mar Rojo. Vayaaminu BaHashem Ube Moshé Abdó, “Y creyeron en Dios y en su siervo Moshé” (Shemot 14:31). No era fácil desplazarse por el desierto con niños y ancianos, caballos, burros, camellos, y sin suficiente agua o comida, y 171

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SHEMOT bajo ese abrasante calor, etc. Israel entró al desierto solamente con fe en Dios, lo que nos demuestra la grandeza de esas personas. Por eso dijo Dios: Zajarti laj Jesed… Lejtej Ajarai Bamidbar Beeretz lo Zerúa, “Me acordé de tu bondad... viniste detrás de Mí por el desierto, tierra estéril” (Yirmiyahu 2:2). Cuando Dios vio la fe tan grande que tenían en Él inmediatamente les dio el maná, las aguas del pozo de Miriam y la sombra de las nubes de Su Shejiná. Y así ocurrió cuando estuvieron frente al mar y Moshé les dijo que Dios haría con ellos un milagro al dividir el mar para que atravesaran por él. Esperaron y esperaron, y no pasaba nada, hasta que Moshé empezó a rezar con fuerza y Dios le ordenó que hablara con los Bené Israel para que emprendieran el camino entre las aguas, porque una vez dentro de ellas Dios les haría el milagro. El primero en entrar a las aguas fue Najshón Ben Aminadav, y después toda su tribu, la de Yehudá. Le siguió la de Binyamín y, cuando llegaron las aguas hasta su cuello, se abrió el mar. Por esto entendemos que Dios quiere de nosotros que demostremos confianza en Él, que tengamos fe en nuestras acciones y entonces Él nos hará milagros. Esto mismo ocurrió con Eliyahu Hanaví cuando hubo tres años de sequía en la Tierra de Israel. Fue a casa de una viuda, le pidió que le preparara comida y la pobre mujer le dijo: “Rabí, no puedo prepararle comida, ya que hay sequía y sólo me queda un poco de harina, una cucharadita de aceite y un vasito de agua. Con ello haré pan, lo hornearé para repartirlo entre mi hijo y yo, y esperaremos hasta morir”. Entonces, Eliyahu Hanaví le dijo que lo hiciera para él y que después de que él comiera haría el milagro de darle comida en abundancia. 172

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SHEMOT Cualquiera esperaría que él hiciera primero el milagro y después comiera, pero Eliyahu Hanaví quería que la viuda demostrara fe en el milagro que le haría Dios. Ocurrió que la viuda, al final, tuvo fe en el milagro que le haría Dios por medio de Eliyahu, y nunca le faltó de comer. Al final de esos tres años de sequía, cuando Eliyahu Hanaví construyó un altar en Carmel, pidió que todo el Am Israel se reuniera allá y les dijo: “¿Ustedes tienen fe en que Dios les hará un milagro hoy y que lloverá mucho?”. Todos respondieron que sí. Entonces Eliyahu Hanaví les pidió que, como prueba de fe, llevaran todas las aguas que quedaban en sus casas y las vertieran en el altar. Después de tres años sin lluvia, cada gota de agua valía tanto como un diamante. Sin embargo, el Am Israel trajo sus aguas y las vertió hasta que se hizo un canal alrededor del altar; ese día llovió tanto que volvieron a sus casas con mucha dificultad. Tengamos presente que salimos de Egipto por el mérito de la fe, que el mar se dividió por la fe. Así, antes de hacer cualquier petición, debemos concentrarnos y creer con fe completa que Dios nos está escuchando y que nos ayudará. De lo contrario, estaremos mandando una carta sin dirección. Incluso una pequeña duda estropea todo, pero si tenemos fe en que Dios nos ayudará todo saldrá bien. Cuentan que una vez, en una yeshivá un joven escuchó que aquel que creyera que Dios es el único que le mandará plata, el único que le ayudará, etc., entonces verdaderamente recibiría su ayuda. Este muchacho salió y se compró un billete de lotería, cuyo premio era de cinco millones. Al regresar a la yeshivá, prometió a todos que les compraría lo que quisieran, ya que estaba seguro de que Dios iba a ayudarlo. Todos los compañeros, contagiados por la convicción que 173

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SHEMOT el joven demostraba de que ganaría tal suma, comentaron al rabino de la yeshivá lo ocurrido. El rabino mandó llamar al joven y le dijo: “¿Qué opinas acerca de la lotería de esta noche?”. El muchacho le aseguró que ganaría, ya que él confiaba plenamente en que Dios se lo proveería. El rabino le dijo: “Acabo de tener una reunión con el contador de la yeshivá y me dijo que estamos pasando por una situación difícil, ya que tenemos muchas deudas. ¿Qué te parece si me das tu billete de lotería y yo te doy un millón ahora mismo?”. El muchacho pensó que más valía pájaro en mano que ciento volando y aceptó la propuesta del rabino. Cuando el rabino escuchó la respuesta afirmativa del joven entendió que no tenía fe, sino sólo muchos deseos de ganar. Cuando la persona se presenta ante Dios para rezar, debe llenarse de mucha fe interna y pensar que, si lo que está pidiendo es bueno para él, entonces que Él se lo mande, pero que en caso de que no sea lo mejor para él, que no se lo mande, por más que lo pida. También cuando tomamos una medicina debemos pensar que mediante ella Dios nos mandará la salud, y si abrimos un negocio debemos creer que Dios nos mandará éxito por medio de ella. Si realmente, ciegamente, creemos que Dios nos ayudará, jamás quedaremos decepcionados. Que sea la voluntad de Dios satisfacer nuestras solicitudes para bien, y que con la fuerza de nuestra fe nos mande al redentor de Israel. Amén.

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SHEMOT

Parashat YITRÓ

TORÁ AUTÉNTICA

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sta es una de las parashiot más importantes que hay, porque en ella se habla de la entrega de la Torá, uno de los acontecimientos más trascendentales para el Am Israel desde que se formó como pueblo. En ese hecho están basados los pilares de nuestra fe. Muchos tienen preguntas acerca de lo que representa la entrega de la Torá. En estas líneas intentaré abarcar todas esas interrogantes con sus respuestas respectivas, para así fortalecer nuestra fe y cerciorarnos una vez más de la veracidad de la Torá. Una de las interrogantes que más escucho es: “¿Quién dijo que la Torá es de los cielos, es decir, que fue escrita por una fuerza superior y no por un hombre, llamémoslo Moshé o con cualquier otro nombre?” Hoy es muy fácil entender que la Torá no fue escrita por un hombre gracias a sólo tres pruebas, aunque hay muchas más. En la Torá están escritas las señales de un pez kasher: todo aquel que tenga escamas y aletas. Si solamente tiene aletas no lo es, pero si tiene escamas es seguro que tiene aletas; por tanto, es kasher. Hasta la fecha, hay pescadores en todo el mundo que a diario capturan millones de peces, además de buzos que descienden a grandes profundidades con la ayuda de aparatos sofisticados que les ayudan a soportar la presión, así como submarinos que viajan por todos los océanos. Y ninguno ha encontrado un pez con escamas que no tenga aletas. ¿Cómo entonces alguien que vivió hace 3 350 años pudo saber que no existen peces que tengan escamas y no aletas? ¿Acaso buceó a grandes profundidades? Además, de no ser cierto este dato, se pondría en peligro la veracidad de la Torá. 175

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SHEMOT Moshé Rabenu lo dijo en nombre del que creó a todos los peces y, si no fuera cierto, entonces la Torá quedaría como una gran mentira, Dios nos guarde, ante todos. El Tanaj contiene muchas profecías que se realizaron, una por una, y no sólo en la Torá, sino también en los libros de los Profetas y en otros escritos. Puedo presentar muchas pruebas, pero les daré una de las más palpables para todos nosotros. En el Cantar de los Cantares, del Rey Salomón, hay un versículo que dice: Hiné Ze Omed Ajar Kotlenu, “He aquí que está de pie detrás de nuestro muro” (Shir Hashirim 2:9). Explican los comentaristas que Dios juró que el muro occidental (el Kotel Hamaaravi) jamás será destruido. Eso claramente fue una profecía. Si consideramos cuántas guerras ha atestiguado ese muro desde que el Rey Salomón lo construyó, nos asombraremos de la veracidad de esa profecía del Tanaj. Primero, el Templo fue destruido por orden de Titus. Setenta años más tarde, Adriano arrasó Jerusalem y construyó Kapitulina. Después vinieron las conquistas del imperio bizantino, de los persas, los musulmanes, las Cruzadas, los turcos, los ingleses y un largo etcétera. Guerras y revueltas en todos los sentidos ha habido y el muro occidental es indestructible, por juramento de Dios. ¿Por qué poner en peligro la veracidad del Tanaj con un dato como éste? Si ese muro llegase a caer, el Tanaj sería visto como una gran falacia, Dios no lo permita. Pero la magnificencia de todo esto radica en que, si Dios ordenó escribir eso, entonces Él se preocupará de que se lleve a cabo a la perfección. Además de todo lo anterior, hay también ciertos aspectos ocultos. Dios nos dio las herramientas necesarias para develarlos hasta hace apenas cincuenta años. Los códigos secretos de la Torá nos revelan una gran cantidad de acontecimientos que ya ocurrieron y otros que están por ocurrir. Lo más enigmático de todo es que algunos trataron de utilizar estos códigos en los libros de otras religiones y no obtuvieron resultados, lo cual demostró, nuevamente, la veracidad de la Torá. 176

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SHEMOT Todo esto es tan sólo una muestra de la gran cantidad de pruebas del origen divino de nuestras Sagradas Escrituras. Quien esté interesado en conocerlas todas deberá consultar con su rabino, para que le oriente de manera adecuada. Otra pregunta que escucho a menudo es: “¿Quién me asegura que la Torá que está en la sinagoga, guardada en el Hejal, es la misma que entregó Dios a Moshé en el Monte Sinaí?”. Y es cierto; ¿quién puede asegurarnos que, una vez transcurridos 3 350 años desde su entrega, no se ha aumentado o cambiado algo de ella? La respuesta es muy sencilla. Moshé escribió trece Sifré Torá (libros de Torá) y entregó uno a cada tribu, lo cual suma doce, y guardó el decimotercero en el Arca Sagrada. Luego, cada tribu reescribió otros más, para repartirlos entre sus integrantes. A lo largo de la historia judía, muchos escribas han escrito también sus propios Sifré Torá. Posteriormente, cada judío llevó a la diáspora su Séfer Torá (libro de Torá). Además, en cada diáspora siguieron rescribiéndose Sifré Torá hasta ahora, más de dos mil años después. Hace cincuenta y cinco años, cuando volvieron muchos judíos de distintos puntos del planeta a Eretz Israel, se sentaron todos los representantes espirituales de las comunidades que estaban esparcidas por el mundo y compararon sus costumbres y sus Sifré Torá. Para satisfacción de todos, no había ningún cambio en los diferentes Sifré Torá. Los Sifré Torá traídos de Rusia, Yemen, Marruecos y Polonia eran exactamente iguales. Por otra parte, decir que a alguien se le ocurrió cambiar una oración de la Torá sería totalmente ilógico, ya que esa persona tendría que haber ido primero a su sinagoga, después a todas las de su ciudad, a todas las de su país y, al final, a las de todos los países del planeta para cambiar una oración y así mantener la exactitud de todos los Sifré 177

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SHEMOT Torá. Nadie pudo hacer algo así por las grandes distancias que había entre todas las comunidades; y además, ¿quién iba a permitírselo? Debemos recordar que la Torá ha sido comparada con la clave secreta de una caja fuerte; en el momento en que falte un solo número, la caja no se abrirá. También la Torá, en el momento en que le falte una parte o que sea cambiada, ya no funcionará. El problema que atravesamos hoy es que hay un grupo de personas que piensa que en la Torá hay algunos conceptos inaplicables, inentendibles o un poco duros para nuestra generación, y por eso deciden omitir esas partes, no enseñarlas o sencillamente ignorarlas del todo. Por eso nuestros Sabios nos relataron que el Rey Salomón, al finalizar la construcción del Templo, fue informado de que el Arca Sagrada era mucho más grande que las puertas por las que debería entrar. Los obreros preguntaron al Rey Salomón qué debía hacerse; ¿convenía disminuir el tamaño del Arca o agrandar las puertas del Templo? La respuesta fue rotunda: aumentar el tamaño de las puertas para que pudiera pasar el Arca que contenía la Torá. Esto nos enseña que no podemos eliminar o cortar partes de la Torá a fin de entenderla, sino que debemos esforzarnos y, con la ayuda de Dios, la comprenderemos toda. Aquí radica la diferencia entre los reformistas y nosotros. Ellos opinan que hay que “disminuir el tamaño del Arca” para que pase por “las puertas” de su entendimiento. Nosotros pensamos que debemos aumentar nuestro entendimiento para estudiar y observar la Torá en su totalidad. Es nuestra obligación enseñar la Torá a nuestros hijos y nietos. Aun cuando las puertas del entendimiento sean cada vez más estrechas, 178

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SHEMOT debemos esforzarnos en conservar la Torá como está, porque si empezamos a recortarla, al final no quedará nada de ella. Ello equivale a querer “corregir” algunos detalles en un cuadro de Picasso que vale un millón de dólares. Si alguien lo hiciera, el cuadro no valdrá ni un centavo. No puedo concluir sin contar la anécdota de los “sabios” de Jelem. Estos hombres decidieron construir una nueva ciudad en un lugar apartado, pero enfrentaron el “pequeño” inconveniente de que una montaña se elevaba en el sitio. Los líderes de Jelem ordenaron a un grupo de sus hombres que empujaran la montaña para empezar las obras. Varios se quitaron la ropa que les estorbaba, la dejaron en el piso y empezaron a empujar. Sin que lo notaran, un ladrón agarró toda la ropa y escapó. Luego de una hora, el dirigente de la obra miró hacia atrás y gritó a los otros: “¡Alto, paren de empujar! ¡Nos alejamos tanto que ya no veo nuestra ropa!”. Nuestros Sabios nos contaron esta historia para enseñarnos que la montaña se asemeja a la Torá. Muchas veces pensamos que podemos apartarla de nosotros para vivir mejor, con más comodidades. La verdad es que la montaña no se mueve; si pensamos que se movió es porque alguien robó nuestra identidad, nuestras mitzvot, nuestro Judaísmo. Y si llegamos a pensar que la montaña puede moverse, que la Torá es más fácil y menos estricta que antes, no es así. La Torá fue, es y será igual siempre. Es mejor que aprendamos a vivir alrededor de la montaña. Que sea la voluntad de Dios que conservemos la Torá completamente y la transmitamos como es a nuestros hijos y nietos, tal como nos la transmitió Moshé Rabenu, hasta el final de las generaciones. Amén.

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SHEMOT

Parashat YITRÓ

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LA ARMONÍA EN EL HOGAR

n nuestra Parashá vemos cómo Yitró se incorporó al Pueblo de Israel y fue parte de él. Al paso del tiempo, Yitró observó que Moshé, su yerno, se encargaba de todos los juicios: entre socios comerciales, entre marido y mujer, y consultas privadas de las personas. Propuso entonces una solución para la gran carga que Moshé llevaba sobre los hombros: implantar jueces encargados de diez personas, de cincuenta, de cien y de mil, para que todo estuviera mejor organizado y no hubiera tantas aglomeraciones diarias en la carpa de Moshé. Nuestros comentaristas preguntaron: ¿acaso Moshé Rabenu no pudo proponer una idea tan sencilla como ésa? ¿Por qué nadie del Pueblo de Israel la propuso? ¿Por qué Dios no ordenó a Moshé juzgar de esa manera? La respuesta es de gran interés. Explican nuestros Jajamim que, en verdad, todos deseaban implantar ese sistema de justicia. Es decir, Moshé lo quería porque implicaría reducir el peso sobre sus hombros; y el pueblo también, para no esperar tanto tiempo por su turno. Los alumnos de Moshé quisieron ser los jueces del pueblo y así también lo quiso Dios. Sin embargo, nadie se atrevía a proponerlo por temor a ser malinterpretado por los demás. Dios no lo propuso para que Moshé no se sintiera despreciado. Moshé, para que no pensaran que lo hacía por pereza. Los alumnos de Moshé, para que no dijeran que buscaban el honor de ser jueces. El pueblo, para que Moshé no se sintiera despreciado. 180

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SHEMOT En pocas palabras, todos lo querían, pero nadie hablaba. Hasta que Yitró, una persona extranjera, sin intenciones ocultas, que veía que todos querían eso y que nadie hablaba, lo dijo. Entonces, él sirvió como mediador y benefició a Dios, a Moshé, a los jueces y al pueblo. Yitró siempre se destacó por ser conciliador entre las personas; cuando sus hijas le contaron que un hombre, Moshé, les había ayudado a dar de beber a su ganado y había hecho la paz entre todos, Yitró se emocionó y quiso conocerlo, y luego hasta le permitió casarse con una de sus hijas. Otra hija de Yitró se casó con un hijo de Aharón, quien dedicó su vida a la unión del pueblo. Aharón amaba y perseguía la paz, amaba a las personas y las acercaba a la Torá. Cuando dos peleaban, iba Aharón y decía a uno de ellos que el otro estaba muy triste por lo ocurrido, pero que le daba vergüenza pedir disculpas. Después iba con el otro y le decía lo mismo. Cuando ambos se encontraban, se abrazaban y se pedían perdón mutuamente. Así que no es extraño que de dos abuelos como Aharón y Yitró saliera Pinjás, un hombre que sirvió muchas veces de puente, de mediador, entre dos o más personas. Como lo relata el libro de Yehoshúa (22:13), una vez conquistada la Tierra Prometida, nueve tribus y media se quedaron en el territorio ubicado al otro lado del río Yardén y dos tribus y media no atravesaron el río. Estas últimas tribus decidieron levantar un altar en su territorio, pero cuando las demás se enteraron de sus planes, quisieron iniciar una guerra contra ellas pensando que en ese altar iban a cometer idolatría. Pero en el último momento, Pinjás averiguó y se dio cuenta de que ese altar había sido erigido para agradecer a Dios por la conquista de Eretz Israel. Así se evitó una gran guerra que hubiera tenido graves consecuencias. Diariamente tratamos con amigos, familiares, pareja, padres e hijos. Cuando surge algún desacuerdo entre ellos, debemos intentar 181

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SHEMOT ser como Yitró, Moshé, Aharón o Pinjás para lograr la reconciliación absoluta. Inclusive podemos servir como intermediarios para que un hombre y una mujer se conozcan y salgan, y finalmente se casen. Aharón siempre se preocupó por unir a las personas. Yitró se esmeró por unir al pueblo con sus líderes. Moshé se preocupó por conectar al pueblo y a sus líderes con Dios. Así también nosotros debemos servir como enlaces y mediadores entre todo el Pueblo de Israel, sus líderes y sus rabinos, para conformar así una nación fuerte, sin grietas. Cada uno de nosotros puede hacerlo de manera diferente: uno puede unir a una pareja en proceso de separación; otro puede arreglar un pleito económico entre dos socios; alguien servirá de nexo entre las personas y Dios dando clases de Torá; o unirá a un soltero con una soltera. Todo lo que sea unión es muy positivo. Debemos analizarnos a nosotros mismos y descubrir qué nos resulta más fácil y empezar a actuar. Somos como un rompecabezas: cuando sus piezas están separadas no se distingue nada, pero al unirlas se forma una imagen. En este caso, la del Am Israel unido. Que sea la voluntad de Dios que logremos esa unión tan necesaria entre todos los miembros del Am Israel, a fin de que reine la paz de Dios sobre todos. Amén.

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Parashat MISHPATIM

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DIOS NOS QUIERE

na de las preguntas que todo judío se hace es: “Si Dios nos quiere tanto, ¿por qué nos agobia con tantas mitzvot?”. De acuerdo con la lógica, cuando una persona quiere a otra le facilita las cosas y le deja hacer lo que quiere a la hora que quiere. ¿Por qué Dios nos prohibió tantas cosas? Nuestra Parashá nos remite al día de la entrega de la Torá, cuando aceptamos el yugo de Dios y dijimos: “Haremos y escucharemos”. El mismo día en que aceptamos a Dios recibimos más de 80 mitzvot. ¿Por qué? Estas preguntas son consecuencia de un error en nuestro pensamiento. Aclarémoslo mediante un ejemplo. La vida de un príncipe no es fácil. Debe vestir con elegancia, usar zapatos brillantes y estar bien peinado todo el día. Tiene que estudiar de forma exhaustiva; no bien sale un maestro, en seguida llega otro. Debe comer con modales impecables. Pero ningún príncipe se queja, pues su posición le obliga a comportarse de manera adecuada a su rango. Nosotros, el Am Israel, somos “Judíos, hijos de reyes” y al igual que los príncipes debemos vestir adecuadamente, con recato; debemos estudiar y rezar; debemos comer alimentos kasher. Y mientras más queramos comportarnos como príncipes, los requisitos son mayores. Esto se refleja en la semana: los lunes y jueves suben tres personas a leer la Torá; en Rosh Jodesh y en Jol Hamoed de Pascua suben cuatro a la Torá; en Yom Tov suben cinco personas; en Yom Kipur suben seis y en Shabat (que es más importante que Yom Kipur) 183

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SHEMOT suben siete personas a la Torá. A medida que la santidad del día aumenta, la cantidad de personas que suben a leer la Torá también. Esto también se refleja en el sitio donde radicamos. Si es la Tierra de Israel, las obligaciones son mayores porque debemos cumplir también con las mitzvot que dependen de la santidad de la tierra. Pero en la diáspora no, porque no hay tanta santidad. Jerusalem tiene una santidad especial, por lo que sólo ciertos sacrificios podían ser consumidos en ella pues, fuera de ésta, se consideran transgresión. E incluso dentro de Jerusalem, el Templo se encontraba en el lugar más santo y puro de la Tierra, y sus restricciones eran mayores, por lo que no todos tenían acceso a él. Entonces, a medida que la santidad va en aumento, mayores son las restricciones para acceder a ella. Igualmente, a medida que la santidad de una persona aumenta, sus restricciones se multiplican. Por ejemplo, un gentil sólo estaba obligado a cumplir los siete preceptos de Nóaj, pero el que residía entre los judíos en Israel tenía algunas leyes más por cumplir. Los esclavos judíos debían cumplir más mitzvot aún, mientras que las mujeres judías estaban obligadas a cumplir con todas, a excepción de las mitzvot asé, dependientes del tiempo. El varón judío está obligado a cumplir muchas leyes más; los levitas, unas cuantas más que el Am Israel; los Cohanim, más que los anteriores; y por último, el Cohén Gadol estaba obligado a cumplir casi todas las leyes de la Torá. A mayor santidad, mayores responsabilidades. Las obligaciones de cada persona están determinadas por la santidad en el tiempo, en el lugar y en el cargo. Por eso acostumbramos decir, después de la culminación de cualquier estudio de Torá: “Rabí Janania Ben Akashiá dijo: ‘Quiso Dios dar mérito a Israel y, por tanto, les aumentó Torá y mitzvot”. Es decir, 184

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SHEMOT Dios quiso darnos mérito al pulirnos y elevarnos en niveles de santidad y, por ello, nos dio la Torá y las mitzvot. Los gentiles piensan que mientras más cosas se permiten, se vive mejor. Por eso la Torá nos enseña que, en la época del Tanaj, había dos tipos de idolatría: la primera se llamaba Baal Peor y consistía en que la gente hacía sus necesidades corporales encima de una estatua. (Podríamos decir que el nombre de esta práctica era muy adecuado, porque hacer algo “peor” que eso era imposible.) La segunda idolatría se denominaba Markulis y consistía en lanzar piedras a una estatua. ¿Qué clase de creyente hace eso a su dios? Con esto ellos querían demostrar que todo estaba permitido, que en su religión no se prohibía nada y que su dios no era exigente, hasta el punto que podían hacerle las peores cosas y no se enfurecía. Pero en el Am Israel pensamos que, por el contrario, así como para que un niño se comporte con educación requiere de la estricta supervisión de sus padres desde la mañana hasta la noche, nosotros requerimos de la estricta disciplina de Dios para perfeccionarnos y cumplir nuestro objetivo en la vida. Esta es la gran diferencia entre Israel y las demás naciones. Por ello, cuando subimos a leer la Torá, bendecimos con alegría: Asher Bajar Banu Mikol Haamim Venatán Lanu Et Torató, “Nos escogiste entre las naciones y nos diste tu Torá”, para demostrar que estamos contentos con la Torá y sus mitzvot, porque entendemos que están para ayudarnos a elevarnos espiritualmente, a crecer en santidad, para ser “príncipes, hijos de Dios”. Que sea la voluntad de Dios que todo el Am Israel entendamos que Él nos quiere como un padre a su hijo, que todos sus preceptos son para nuestro bien y que los cumplamos con alegría. Amén. 185

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SHEMOT

Parashat MISHPATIM

¿

APROVECHANDO NUESTRAS FUERZAS

Cómo nos consideramos a nosotros mismos, como Tzadik (justo), Benoní (moderado) o Rashá (malvado)? La gran mayoría responderíamos que moderado. La verdad, todos nos consideramos “término medio”, nunca malvados. Pero también es verdad que nadie se considera un santo, un justo. ¿Cómo puede ser que todos seamos “término medio”? Si pregunto a un rabino, me dice que él así se considera; pregunto a un amigo, que es ateo, y me responde igual. La respuesta es que siempre nos comparamos con los que nos rodean. A uno decimos que es un renegado, porque come no kasher, inclusive cerdo, en Yom Kipur; a otro decimos que es muy fanático, porque estudia Torá todo el día. Entonces, resulta que no somos como éste ni como el otro. Es decir, todo dependerá de quién sea la base de comparación. Pero, ¿acaso la persona es medida en función de lo que hacen los demás? La respuesta es no. Cada uno de nosotros debe ser medido en función de sí mismo. La explicación de esto viene al final de esta Parashá, cuando Moshé llegó al nivel más alto de la humanidad: pudo hablar cara a cara con Dios. El Rambam explica en las Halajot (Leyes, Teshuvá 5:2) que cada uno de nosotros puede llegar a ser como Moshé, pero también afirma que no habrá otro como Moshé. Lo que el Rambam quiso decir 186

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SHEMOT es que, igual que Moshé logró utilizar sus fuerzas al máximo y logró llegar a la cima de la humanidad, cada uno de nosotros puede ser como Moshé al explotar su propio potencial y llegar a los niveles más elevados de conocimiento y de conducta. A pesar de que Moshé alcanzó un nivel mucho más elevado que Aharón, ambos fueron considerados iguales porque supieron utilizar al máximo las fuerzas que Dios les otorgó. Esa es la respuesta. Nadie debe ser medido en función de los demás, sino en función de sus fuerzas y hasta dónde alcanza a explotarlas. Es como si compitieran un campeón de automovilismo y uno de ciclismo. Ambos recorren la misma distancia, pero el piloto lo hace en una hora y nueve minutos, y el ciclista en una hora y diez minutos. Lógicamente, aunque aplaudiremos al piloto por llegar un minuto antes que su rival, sabemos que su potencial era mucho mayor gracias al motor que lo ayudó. Así ocurre también con las personas. Cada uno recibe de Dios un potencial y, ya sea como el del ciclista o como el del piloto, nuestro objetivo es desarrollar y aprovechar ese potencial hasta el máximo. No importa hasta dónde lleguemos, lo importante es saber que damos lo mejor de nosotros, que explotamos ese potencial que Dios nos dio hasta donde nos es posible. El Baal Shem Tov se elevaba tanto espiritualmente en todos los Yom Kipur a la hora de la Neilá (del cierre), que sentía que su propia tefilá arrastraba como un tren a las tefilot de los que rezaban con él. En una ocasión, durante el servicio, sintió cómo una tefilá era más aceptada que la suya. Miró a la izquierda y a la derecha, y no vio a ningún rabino, cabalista, Admur o Tzadik junto a él. Bajó de la tevá, se alejó de todos un momento y empezó a concentrarse para pedir a Dios que le mostrara quién era esa persona tan especial, hasta que 187

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SHEMOT Dios le dio una señal. Era un joven pastor, muy sencillo, quien nunca antes había tenido la oportunidad de rezar. No sabía leer ni escribir. Solamente repetía sin cesar el abecedario en una esquina de la sinagoga: alef, bet, guimel… shin, tav, y decía al Creador: “Por favor, Dios. Yo no sé leer ni escribir, no sé rezar. Sólo te pido que tomes las letras y las acomodes adecuadamente, y las consideres como mi rezo”. Esta pequeña tefilá fue más apreciada por Dios porque había sido hecha con todo su potencial, aun con más fuerza que las grandes tefilot hechas por el mismísimo Baal Shem Tov. Muchas veces nos resulta cómodo pensar que Dios nos dio la fuerza de un ciclista o que siempre hacemos más de lo que debemos, o que hacer más es imposible, pero la verdad es que nadie conoce sus fuerzas internas. Por ejemplo, una persona normal recorre a toda carrera doscientos metros en aproximadamente treinta segundos. Pero si por azares del destino un tigre corriera detrás de ella para atacarla, quizá recorra esa distancia en quince segundos. Esto evidencia que, cuando algún factor externo nos motiva a actuar de manera rápida, descubrimos nuestras verdaderas fuerzas. Recuerdo que hace años, mientras estudiaba en mi yeshivá, debido a obras de remodelación derribaron una pared y colocaron las piedras de desecho en un basurero especial. El rabino de la yeshivá pidió cuatro o cinco voluntarios de los alumnos para que lleváramos la basura a la calle, al lugar donde se colocaban los recipientes de basura. Cuando íbamos arrastrando el pesado recipiente donde iban las piedras, el compañero que me ayudaba resbaló y por poco el recipiente cae sobre su pierna, porque en ese momento todos los demás habían retirado sus manos. Mientras mi amigo se reponía 188

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SHEMOT de la caída, me quedé solo soportando la tremenda carga. ¡Jamás imaginé que tuviera yo tanta fuerza! Por desgracia, sufrí dolores de espalda durante dos meses. De igual manera que en el cuerpo hay fuerzas ocultas, también las hay en el alma. Tan sólo necesitamos sacarlas a la luz y aprovecharlas al máximo, y llegaremos a ser tan fuertes espiritualmente como, digamos, Moshé y Aharón. Basta con que queramos lograrlo y Dios nos proporcionará un brillante cerebro, una buena memoria, mayor sabiduría. Que sea la voluntad de Dios ayudarnos a aprovechar nuestras fuerzas, que cada uno lleguemos a conocer nuestro potencial y veamos cuánto de bueno Dios nos ha dado, y que los aumente para servirle adecuadamente todos los días de nuestra vida. Amén.

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Parashat TERUMÁ

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¿QUIÉNES QUEREMOS SER?

magino que, por lo menos una vez en la vida, todos nos hemos preguntado qué simboliza el Maguén David, el símbolo del Pueblo de Israel compuesto por dos triángulos entrecruzados y un círculo que los rodea. Debemos saber que no es un logotipo cualquiera, sino un profundo mensaje para todos nosotros. Está escrito en el Pirké Avot que el mundo se sostiene sobre tres pilares: la Torá, la tefilá y los actos de bondad, que no son otra cosa que las cualidades que reunieron nuestros Patriarcas. Yaakov representa a la Torá, ya que pasó toda su vida estudiándola, hasta el punto de ser llamado Yoshev Ohalim, “Se sentaba en las carpas”, es decir, en las carpas de estudio de la Torá. Itzjak representa la columna vertebral de la tefilá y de los sacrificios a Dios, ya que él estuvo expuesto a ello. Y Abraham hizo muchos actos de bondad; ayudaba a los pobres, invitaba a muchos huéspedes y curaba a los enfermos, por ejemplo. Así, pues, el mundo judío está compuesto por el estudio de la Torá, los rezos y la ayuda al prójimo. En esta Parashá leemos que Dios ordenó a Moshé construir el Tabernáculo o santuario, en el que se colocaron el altar de los inciensos, la mesa y la Menorá. Dentro, en el Kodesh Hakodashim (Sanctasanctórum), estaba el arca sagrada con los arcángeles. Los tres objetos dentro del santuario (la mesa, la Menorá y el altar del incienso) representan los tres pilares que ya nombramos. 190

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SHEMOT La mesa representa el concepto de hacer bien al prójimo, pues en ella los invitados comen, se da caridad a los pobres, etc. Esto es lo que nos transmitió Abraham Abinu. La Torá, cada vez que se refiere a la mesa, nos recuerda los actos de bondad; por ejemplo, en la mesa del santuario se ponía el pan una vez por semana y, milagrosamente, el pan duraba fresco y sin endurecerse durante todo ese tiempo, y cuando los Cohanim comían de él les bastaba para saciarse. Así ocurre con el que ayuda a su prójimo, pues Dios bendice su sustento. Se hacían doce panes, uno por cada tribu de Israel, para enseñarnos que debemos hacer el bien con todos, sin excepciones, sin mirar a quién. Ese pan se conoce como el pan de las caras. La Torá nos enseña así que, antes de dar de comer a un pobre, éste se fija en nuestro rostro. Si le sonreímos, nos alegramos con él, lo recibimos con los brazos abiertos, aunque le demos poco él lo considerará como un gran banquete; pero si le ponemos cara de enojo o de tristeza, por más manjares que le sirvamos no le serán suficientes y, por ende, nosotros no habremos actuado correctamente. El altar de los inciensos representa a Itzjak Abinu, que nos enseñó la importancia de las tefilot y de los sacrificios, y rezar a Dios diariamente. La descripción del altar que se presenta en nuestra Parashá nos enseña cómo debemos rezar a Dios. El incienso se ofrecía en las mañanas porque así lo ordena la halajá, es decir, la persona debe levantarse muy temprano por la mañana a rezar. Después se nos dice que el incienso no podía ser ofrecido con malos pensamientos y nosotros, en el momento de rezar, tampoco podemos pensar en cosas mundanas. Una de las especias que componían el incienso era la jelboná, que olía muy mal, para simbolizar a los malvados que no cumplen la Torá. Antiguamente muchos rabinos se esforzaban por llevar a algún malvado a la sinagoga para que rezara y Dios es191

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SHEMOT cuchara sus tefilot, por la alegría que Le causa ver a uno de sus hijos perdidos de vuelta en casa. La Menorá es la columna vertebral de la Torá y está representada por Yaakov Abinu. Aquí también nuestra Parashá nos indica, mediante la descripción de la Menorá, cómo debemos estudiar la Torá. Primero, la Menorá era encendida con aceite de olivo puro, para enseñarnos que sólo podemos “encender” nuestras vidas de Torá con pureza, santidad y limpieza. Ese aceite de olivo se producía con mucho esfuerzo, ya que se utilizaba una sola gota de cada aceituna; eso lo convertía en un aceite especial, tal como lo era la Menorá. También el estudio de Torá requiere mucho esfuerzo y paciencia, para extraer de él gota a gota hasta llenar una vasija y después otra, a fin de encender toda la Menorá. La vasija central de la Menorá se conoce como Ner Tamiz (“luz eterna”), es decir, nunca se apagaba, para enseñarnos que el estudio debe ser constante. Ahora la pregunta es: ¿cuál de estos pilares es el más importante? ¿Las buenas acciones, el estudio o el rezo? Ninguno de estos pilares es el adecuado si funciona solo; únicamente la combinación de todos producirá algo bueno y perfecto. Esto se evidencia en el Kodesh Hakodashim, donde estaba el Arca Sagrada con los arcángeles, en los cuales estaban insinuados los tres pilares. Sus alas estaban extendidas para simbolizar las tefilot; recordemos que Moshé Rabenu rezaba y alzaba sus manos hacia el cielo, y por eso los Cohanim bendicen al pueblo extendiendo sus manos. La cabeza de los arcángeles estaba dirigida hacia el arca, donde estaba guardada la Torá, para enseñarnos la importancia de dirigir nuestras vidas en función de la Torá. Y por ultimo, los ojos de un ángel estaban enfocados a los del otro, para sugerirnos que siempre debemos estar pendientes de los demás y ayudarles en todo lo que podamos. 192

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SHEMOT Así, pues, si nos convertimos en uno de estos pilares seremos Kodesh (Santos), pero si reunimos los tres pilares seremos Kodesh Hakodashim (Santos entre los santos). No podemos llamarnos estudiosos de la Torá si avergonzamos a nuestros amigos y no rezamos. Tampoco podemos decir que somos buenos con las personas si nos olvidamos de estudiar Torá y rezar. Menos todavía podemos despertarnos temprano a rezar si nos escapamos de la clase de Torá y nos alejamos de la caridad. La Torá proviene de Dios, la tefilá va hacia Dios y la ayuda a nosotros mismos va de unos a otros, y juntos todos constituyen los tres pilares de la identidad judía. Sólo así perfeccionaremos nuestra existencia. Ese es el mensaje oculto que hay en el Maguén David. Primero vemos un círculo, que representa la vida en sociedad, en la que todos estamos equidistantes al punto central: nadie es superior al otro. Ese punto central es la bondad; todos nos ayudamos por igual. Después encontramos un triángulo que apunta hacia arriba, como una flecha, el cual representa nuestras tefilot que van de abajo hacia arriba, de la tierra al cielo, hacia donde está Dios. Y, por último, hay un segundo triángulo que apunta hacia abajo: es la Torá que viene de Dios hacia nosotros. Todo conforma el Maguén David, la identidad del Pueblo de Israel. Que sea la voluntad de Dios hacernos grandes en Torá, que recemos con la concentración adecuada y que nos ayudemos los unos a los otros a fin de llegar a la perfección, al nivel del Kodesh Hakodashim. Amén.

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Parashat TERUMÁ LA EDUCACIÓN PURA

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n el tratado de Kelim hay una Mishná que dice: “Existen diez santidades. La Tierra de Israel es más santa que la del resto de las naciones. Jerusalem es la más santa de las ciudades de Israel. El Monte Moriá, donde estaba el Templo, es más santo que el resto de los montes que conformaban a Jerusalem. Y así sucesivamente, hasta llegar al Kodesh Hakodashim, en el Templo”. Dios escogió colocar la Torá en el lugar más santo del mundo y, por encima de ella, unos arcángeles. ¿Qué representan los arcángeles en el Kodesh Hakodashim? El mismo nombre lo revela. En hebreo, “arcángel” se dice kerub, palabra que proviene del arameo y que significa “niño”. Uno de esos arcángeles tenía cara de niño y el otro de niña, para enseñarnos que la educación de los niños es tan importante para Dios que la puso en el lugar más santo del mundo, encima de —es decir, con base en— lo más santo del mundo, la Torá. Una vez alguien me dijo: “Si en una ciudad vemos un cementerio judío, ello nos indica que ahí hubo una comunidad judía. Si vemos una sinagoga, es señal de que en esa ciudad hay una comunidad judía. Si vemos un colegio judío, en el futuro también habrá una comunidad judía en esa ciudad”. Los niños son el futuro del Am Israel y por eso Dios se negó a entregar la Torá al Pueblo de Israel hasta que no prometieran transmitirla a todas las generaciones subsecuentes. Cuando no hay futuro, el presente no tiene valor. Los querubines representan a los niños; por eso Dios puso a los querubines encima de la Torá; de ahí su importancia. Los querubines extendían sus alas el uno hacia el otro, para enseñarnos que la Torá tiene que ser transmitida con amor y hermandad entre todos. Pero, como señal de que eso no es suficien194

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SHEMOT te, sus cabezas apuntaban hacia abajo, hacia la Torá, para enseñarnos que sin Torá no hay respeto ni buenos modales, y si no hay respeto o buenos modales no hay Torá (Pirké Avot 3:21). Es importante que enviemos a nuestros hijos a una institución educativa donde les enseñen Torá y buenos modales. También lo es que el ambiente en torno suyo influya en su futuro, el de los padres y el de Am Israel. Por eso Dios nos sugiere que pongamos a nuestros hijos e hijas (nuestros querubines) en el lugar más santo del mundo, para que salgan preparados al mundo con Torá y buenos modales. El rabino Eliyahu Lupián explica el versículo: Tzadik Katamar Yifraj Kerez Balebanon Yisgué, Shetulim Bebeit Hashem Bejatsrot Elokenu Yafriju, “El justo florecerá como la palmera, se elevará como los cedros del Líbano, andará en la casa de Dios y en los patios de nuestro Dios florecerá” (Tehilim 92:13) de la siguiente manera: si queremos que nuestros hijos lleguen a ser tzadikim, justos, debemos primero procurar que sean como las palmeras, llenos de mitzvot y buenas cualidades. De la palmera se obtiene el Lulav y el Sekaj (el techo de la Sucá, la cabaña); el dátil, cuya bendición es boré peri haetz; la miel del dátil, cuya bendición es shehakol nihyá bidbaró; y las ramas de palma, por las que se bendice boré peri adamá. En su conjunto, la palmera representa a la persona con buenas cualidades, ya que da frutos y sombra, y su madera sirve para calentarnos cuando hace frío. En resumen, las palmeras son muy útiles. Nuestros hijos también deben ser comparados con los cedros, que son altos y fuertes, para que sean grandes en Torá y fuertes en el temor a Dios, pero a condición de que se hallen envueltos en un ambiente de santidad, como “los patios de Dios”, y así florecerán para convertirse en tzadikim. No es fácil educar a los niños porque el instinto del mal está luchando contra nosotros en esta gran misión. Quiere conquistar el corazón de los niños, para que le sea más fácil controlarlos. 195

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SHEMOT Hay un chiste sobre el Yetzer Hará. Dicen que lo vieron en Haifa, corriendo de un lado a otro. Le preguntaron qué hacía y respondió que ahí tenía mucho trabajo por hacer. Al día siguiente lo vieron en Bené Berak, sentado en una silla, aburriéndose; le preguntaron qué pasaba y respondió que no tenía nada que hacer, porque allí nadie lo escuchaba. Después lo vieron en Tel Aviv y tampoco estaba haciendo nada; cuando le preguntaron, respondió que no hallaba que hacer. ¿Cómo era eso posible? “Es que aquí yo sobro”, replicó. Por eso el Yetzer Hará molesta tanto a los padres, para que en el futuro sus hijos caigan en sus redes. El Rey David comparó a los hijos con las aceitunas: Baneja Keshetulé Zetim Sabib Leshuljaneja, “Que tus hijos sean como ramos de aceitunas que rodean tu mesa” (Tehilim 128:3). La aceituna es un fruto muy amargo y solamente después de un proceso muy difícil puede obtenerse el tan preciado aceite de olivo. Por eso el Rey David dijo que debemos someter a los hijos a un procedimiento parecido desde la niñez para que gocemos de su compañía cuando crezcan y estén alrededor de nuestra mesa, sin tener que suplicarles que nos acompañen en Shabat. Esa es la razón de que los arcángeles fueran de oro puro, para decirnos que nuestros hijos deben estar puros, en el Kodesh Hakodashim, en los patios de Dios, alrededor de nuestra mesa. Como dijo el Rey David, que sean como los racimos de aceitunas, a los que hay que sujetar a un poste, a fin de que crezcan rectos y fuertes. De otra manera, crecen torcidos y ya no es posible enderezarlos. El poste que los endereza simboliza a la Torá y los buenos modales, que los ayudan a crecer y a florecer correctamente y sin inconvenientes. Que sea la voluntad de Dios que eduquemos a nuestros hijos con santidad y en pureza, para que siempre nos den muchas satisfacciones y escuchemos de ellos únicamente buenas noticias. Amén. 196

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Parashat TEZAVÉ ORDEN EN NUESTRAS VIDAS

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Quién dijo que Dios creó el mundo? ¿Por qué consideramos incorrecta la idea de que el mundo fue creado a raíz de una explosión (le teoría del Big Bang)? ¿Realmente el abuelo de nuestro abuelo fue un orangután? Una de las respuestas más sencillas a estas preguntas, y la cual demuestra el origen divino de toda la Creación, es el orden que hay en ella. De una explosión no puede esperarse más que trozos de materia volando a gran velocidad o que se destruyen, pero jamás un orden tan perfecto como el que hay en todo el mundo. Igual que todo artículo es testimonio de que un artesano lo hizo, el mundo es muestra de que Dios lo creó. Tanta perfección en los diferentes sistemas del cuerpo humano atestigua que hubo alguien que los programó y los ordenó de esa forma. La Creación entera es como una orquesta en la cual ninguno de sus músicos desafina gracias a un director que los guía; así, el mundo funciona coordinadamente, sin desafinar, gracias a Dios. Por ejemplo, descubrimos que hay un orden en el mundo al ver la distancia entre la Tierra y el Sol. Si estuviéramos un poco más cerca del Sol nos calcinaríamos y si estuviéramos más alejados de él nos congelaríamos. La fuerza de gravedad está perfectamente equilibrada; si fuera menor, todos flotaríamos, y si fuera mayor no podríamos movernos. La cantidad de oxígeno en el ambiente es perfecta; si hubiera menos nos ahogaríamos y si fuera más, con sólo encender un fósforo todo se incendiaría. 197

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SHEMOT También hay orden en los seres vivos. Si la cáscara del huevo fuera más gruesa, el polluelo no podría salir a la luz, y si fuera más delgada se rompería antes de que naciera. Otro ejemplo de orden es la relación entre los animales predadores y sus presas; el guepardo puede correr a ochenta kilómetros por hora, pero sólo por cinco minutos a lo sumo, y después alcanza únicamente cincuenta y cinco kilómetros por hora. Sin embargo, el venado corre a sesenta y cinco kilómetros por hora y mantiene esa velocidad durante quince minutos. Debido a estas ventajas y desventajas hay un conveniente equilibrio en la población de éstas y muchas otras especies. En nuestro propio cuerpo, por ejemplo, hay un sistema nervioso que conecta a todos los órganos. El cerebro es una masa de carne grasosa que piensa y programa la vida del cuerpo. Los ojos son dos cámaras de video que nos permiten ver lo que ocurre a nuestro alrededor. Los dientes mismos están agrupados y cada uno de ellos tiene una función diferente. Y así, todas las partes del cuerpo forman juntas esta perfecta máquina llamada ser humano. Este orden indica que alguien lo hizo así, no que se ordenó de manera tan adecuada por accidente. De la misma forma que hallamos tal orden en el mundo, tenemos que lograr en nuestras vidas ese equilibrio que tanto necesitamos, pues sólo con él llegaremos a ser dueños de nuestro destino. Ya lo dijo el rey Salomón: “Hay tiempo para todo en la vida; basta saber cuál es el momento para todo”. Hay un tiempo para llorar (Tishá Beav) y para reír (Purim); para consolar, en una sivá (duelo); para bailar, en una boda; para callar, en la sinagoga; para hablar, afuera de la sinagoga; para amar, a todo el Am Israel; para odiar, a sus enemigos; para guerrear, contra el Yetzer Hará; para la paz, con el Yetzer Hatov. 198

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SHEMOT Pero si mezclamos los momentos, por ejemplo, nos alegramos en Tishá Beav en vez de llorar, jamás seremos dueños de nuestra vida; seremos como un barco a la deriva. Esta Parashá contiene la orden de Dios a Moshé de hacer el pectoral del Cohén Gadol, que estaba compuesto de piedras preciosas en las que estaba grabado el nombre de cada tribu y de los Patriarcas. Cuando el Am Israel tenía una pregunta, recurría al Cohén Gadol y éste respondía por medio del pectoral. Cada letra se iluminaba por orden de Dios y se iba formando la respuesta deseada. Este sistema se utilizaba en lugar de la profecía. Por ejemplo, para saber si Israel debía ir la guerra o no, en el pectoral se iluminaban las letras Nun y Jaf, que juntas en hebreo forman ken, “sí”. Si preguntaban por dónde tenían que atacar, se iluminaban en el pectoral las letras Mem, Dalet, Mem Sofit, Hei, Resh y Vav, que conformaban la palabra mehadarom, es decir, por el sur. El pectoral era llamado Urim Betumim. Urim proviene de la palabra or, “luz”. Betumim se deriva de la palabra tamim, “perfecto”. Es decir, el Cohén Gadol tenía que ordenar las letras de forma correcta, no sin antes rezar a Dios para que las letras se iluminaran y él supiera acomodarlas adecuadamente. En el Tanaj se relata la historia de Janá (madre del profeta Shemuel), quien vivió en la época previa a la construcción del Primer Templo. En Shiló estaba ubicado el Templo provisional y el Cohén Gadol era Eli. Una vez vio rezar a Janá con mucha concentración, para que Dios le mandara hijos. Eli HaCohén (el Sacerdote) preguntó al pectoral qué debía decir a esa mujer y se encendieron las letras Shin, Hei, Jaf y Resh. De inmediato pensó que estaba escrito en hebreo shikorá, es decir, “borracha”. Por tanto, preguntó a Janá por qué bebía tanto vino. Janá le respondió que no había ordenado bien las letras, por199

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SHEMOT que ahí estaba escrito en hebreo kesherá, “mujer buena”. Entonces Eli HaCohén se concentró en el pectoral y dijo a Janá que ese mismo año sería premiada con un hijo. Ella le preguntó cómo lo sabía y él dijo que la palabra kesherá podía ser leída como keSará, o sea, como Sará Imenu, que no tenía hijos y los ángeles le anunciaron un año antes que tendría uno. Y de acuerdo con los comentaristas, así fue: al año, Janá tuvo a Shemuel (Shemuel I, 1:14). Aprendemos de esto que primero debemos conseguir la luz, lo bueno, las cualidades adecuadas, y que después debemos saber ordenarlas correctamente, en el tiempo y la forma perfectos. Hay personas con muy buenas cualidades, pero que no saben ordenar su vida. Hay que despertarse temprano en las mañanas para rezar, dedicar un tiempo para estudiar y después ir a trabajar, comer, asistir a Minjá, de nuevo estudiar y después rezar Arvit, cenar con la familia y compartir un buen momento con ella, y por último dormir. Hay que establecer un horario de vida y no improvisar, ya que lo improvisado demuestra falta de control. Sin embargo, programar la vida da un gran orden en general. Por eso Maimónides dice que debemos dividir nuestro día en tres partes: un tercio para trabajar, otro para estudiar y el último para dormir y comer. En los momentos de estudio hay que subdividir ese tiempo también en tres partes: Torá, Talmud y Halajá (Talmud Torá 1:11). ¿Por qué Maimónides no nos aconsejó estudiar cuando queramos, comer cuando tengamos hambre y dormir cuando estemos cansados? Porque estaríamos desorganizados. Por eso consideramos que quien estudia en horas fijas del día, aunque sean una o dos, es mejor que quien estudia tres horas seguidas, pero sólo cuando puede, sin hacerlo con la seriedad necesaria. El 200

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SHEMOT que dice que estudiará cuando le sobre tiempo, al final no estudiará nada. En esto radica la importancia de estudiar Torá seriamente y con constancia. Que sea la voluntad de Dios que sepamos organizar nuestra vida y que descubramos cuándo y cuánto tiempo trabajar y estudiar Torá, para que así seamos dueños de nuestra vida con orden, tal como sabemos que lo hay en el mundo. Amén.

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Parashat KI TISÁ

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LA UNIÓN DEL CEREBRO CON EL CUERPO

n esta Parashá surgen varias preguntas que requieren respuestas especiales. La primera es: ¿cómo es posible que el Am Israel, después de la entrega de la Torá, cuando escuchó a Dios y vio Su Providencia Divina, fabricó y adoró al becerro de oro? Está escrito que Moshé pidió a Dios que lo dejara verlo. Dios le respondió que podría ver su espalda. Explica la Guemará que Dios quiso mostrarle sólo el nudo de la parte de atrás de los tefilín (filacterias). La segunda pregunta es: ¿acaso Dios tiene cabeza para colocarse los tefilín? Y de ésta se derivan otras cuestiones: ¿qué fue exactamente lo que mostró Dios a Moshé? ¿Qué quiso Moshé ver de Dios? Después del pecado que el Am Israel cometió con el becerro de oro, Dios dijo a Moshé: “Este es un pueblo con cerviz dura, terco”. Por tanto, la tercera pregunta es: ¿qué quiso decir Dios a Moshé con “un pueblo de cerviz dura”? Para responder estas interrogantes, necesitamos profundizar un poco en lo que dice la Torá. El pensamiento del hombre se divide en tres partes: sabiduría, entendimiento y conocimiento; en hebreo, Jojmá, Biná y Daat. ¿Qué es sabiduría? La capacidad de una persona para tener una idea; por ejemplo, el paisaje que desea plasmar en tela un pintor. Después, esa idea pasa al entendimiento; es decir, el pintor piensa en qué colores necesita, qué lienzo va a utilizar, cuántos pinceles, etc. Por esto el desarrollo de la sabiduría se conoce como entendimiento. Al final vienen los conocimientos, es decir, la puesta en práctica de todo lo pensado. 202

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SHEMOT En términos cabalísticos, la sabiduría se conoce como el padre, el entendimiento como la madre y los conocimientos como el hijo. Es decir, la sabiduría es como el padre porque aporta la semilla en la que se concentra toda la información genética del niño. El entendimiento es como la madre porque desarrolla toda esa información, la clasifica según sus funciones y forma el corazón, el cerebro, las manos y los pies del niño. A consecuencia de la aportación biológica de ambos, viene el bebé, la puesta en práctica de los conocimientos. En nuestra Parashá se explica esta cadena: Vaamale Oto Vejojmá Ubitbuna Uvdaat Lajashov Majashavot Laasot, “Y lo llenó de sabiduría, entendimiento y conocimiento para pensar, desarrollar y realizar”. Es decir, Dios otorgó a Betzalel sabiduría, entendimiento y conocimiento para que construyera el Mishkán (Tabernáculo) (Shemot 31:3 y 31:4). De estos versículos se entiende que Dios le proveyó las ideas para empezar la construcción del santuario (Jojmá); luego le dio la fuerza para desarrollar esas ideas, lo que equivale al uso del entendimiento (Biná); y por último le proveyó los conocimientos cuando emprendió la construcción como tal (Daat). Hay quienes poseen sabiduría y entendimiento, pero no tienen la capacidad de aplicar sus conocimientos. Katan en lo Daat, “Un niño no tiene conocimiento” (Guitín 23a), es decir, entiende muchas cosas, mas no sabe cómo ejecutarlas. Por ejemplo, un bebé de diez meses de nacido entiende que le conviene caminar en vez de gatear, pero no tiene la capacidad de llevar a cabo lo que su entendimiento le dice; entiende que tiene que vestirse, pero cuando quiere ponerse los zapatos se confunde, no sabe cuál es el izquierdo o no sabe abotonarse la ropa correctamente. Por otro lado, está escrito: Biná Yeterá Vaishá, “Un entendimiento adicional tiene la mujer” (Nidá 45a). Por ejemplo, cuando una 203

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SHEMOT mujer va de compras, se para frente a una vitrina y ve un vestido, empieza a imaginarse cómo le quedará, cómo se verá con él, qué dirán de ella y, al final, lo compra. Pero para poner en práctica sus conocimientos no es tan ágil (Kidushín 80b). El día que se pone el vestido lo siente un poco diferente y dice: “En la vitrina se veía un poco más bonito”. Los hombres judíos también sufrimos ese problema. Sabemos que la Torá es verdad, que Dios es verdad. Lo corroboramos con nuestros ojos, escuchamos clases de Torá diariamente, con nuestra boca pedimos a Dios; pero con todo eso, al momento de hacer una mitzvá o dejar de cometer una transgresión, los conocimientos en nuestro cerebro no nos ayudan a cumplir nuestra Torá. Los rabinos explican este fenómeno con un ejemplo de la vida diaria. Quien recibe un golpe muy fuerte en la nuca puede quedar parapléjico, es decir, puede ver, oír, escuchar y hasta hablar, pero sus manos o sus pies no se moverán porque se ha interrumpido el flujo de sustancias del cerebro y a lo largo de la columna vertebral que llevan información y conectan a los diferentes miembros del cuerpo. El cerebro sigue funcionando, piensa y reacciona a los estímulos externos, pero jamás podrá ya ordenar nada al resto del cuerpo. A nivel espiritual ocurre lo mismo; el Yetzer Hará “se sienta” en la nuca de la persona y desconecta el cuerpo del cerebro, el pensamiento de la acción y, a consecuencia de esto, se da el fenómeno de que entendemos las cosas, pero no las hacemos. Otro ejemplo es la persona que conduce su auto a alta velocidad; sabe que si se desinfla una llanta puede sufrir un gravísimo accidente, pero con todo continúa conduciendo muy rápido. Esta persona tiene sabiduría (Jojmá) y entendimiento (Biná), pero no 204

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SHEMOT desea aplicar sus conocimientos (Daat) y hacer lo que su sabiduría y entendimiento dictan para su bien. Así nos ocurre a diario: llevamos a cabo las cosas que sabemos que son verdad y de las cuales estamos seguros. Nosotros sabemos que Dios es verdad, que su Torá también lo es, creemos que existe el Mundo Venidero; pero el Yetzer Hará nos hace dejar esa información en la cabeza y no la pasamos al cuerpo, porque nos cierra el paso entre los conocimientos y las acciones. Desequilibra la armonía que debería haber entre lo que pensamos y lo que hacemos. El árbol del que comieron Adam y Javá se llamaba Etz Hadaat, “el Árbol del Conocimiento”; debido a que les faltaba conocimiento (Daat) comieron de él. Ellos estaban conscientes de que Dios les había prohibido comer de ese árbol, pero debido a que no tenían los conocimientos, las herramientas necesarisas para convertir sus pensamientos en acciones, cayeron en la tentación y comieron de él. El Faraón carecía de conocimientos (Daat) para equilibrar sus pensamientos y sus acciones. Por un lado, sabía que Dios existe al ver tantos milagros hechos por Moshé y Aharón, escuchaba los shiurim de ellos, aceptó su mal comportamiento, pero no le fue suficiente, ya que continuó con sus malas acciones. Faraón en hebreo se dice Parhó y, si lo leyéramos en hebreo de atrás hacia adelante leeríamos Haoref, que significa nuca. El Faraón efectivamente tenía obstruida la cerviz, el Yetzer Hará estaba “sentado” sobre ella. Es decir, no le permitía coordinar sus acciones con sus pensamientos. Es por eso que la cabeza de Esav está enterrada junto a nuestros Patriarcas y Matriarcas en Hebrón. Estaba llena de conocimientos de Torá, los que adquirió de su padre Itzjak, pero por desgracia sus acciones no eran ejemplares. Por ello su cuerpo fue enterrado separado de su cabeza. En la Amidá, el rezo diario, pedimos a Dios que nos conceda sabiduría, entendimiento y conocimiento. La ben205

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SHEMOT dición que se dice en este mismo párrafo es: “Bendito Tú, Dios… Que das el conocimiento”. En esta oración se hace hincapié en el conocimiento, más que en la sabiduría o en el entendimiento. Sin el conocimiento para llevar todos nuestros pensamientos a la práctica no habría obras realizadas por artistas, arquitectos e ingenieros. Los integrantes del Am Israel supieron la verdad, escucharon a Dios con sus oídos, vieron con sus ojos, dijeron con su boca: Naasé Venishmá, “Haremos y escucharemos”. Todo eso lo tenían en su mente, pero el Yetzer Hará se sentó sobre sus nucas y los convirtió en personas testarudas, duras de cerviz, y cortaron el contacto entre la mente y el cuerpo. Por eso Moshé pidió a Dios que lo dejara verlo. Quería ver cómo llegar a él venciendo al Yetzer Hará. Dios le mostró el nudo del tefilín de la cabeza, que encaja perfectamente en el lugar de la nuca donde se sienta el Yetzer Hará para obstruir la comunicación del cuerpo con el cerebro. El nudo tiene la forma de la letra hebrea Dalet, cuyo valor numérico es cuatro e inicia la palabra Daat, conocimiento, y cuatro son los caminos para llegar a la cabeza: los ojos, los oídos, el cerebro y la boca del ser humano. En resumen, nuestros Sabios nos explican que la función del Yetzer Hará es interrumpir el flujo de información entre el cerebro y el cuerpo, y la función del ser humano es restaurar ese flujo. Hubo una vez un hombre que tenía una casa muy bonita. En cierta ocasión, este hombre tuvo que viajar durante seis meses, por lo cual llamó a su esclavo y le dijo: “Todos los días limpia la casa, riega las plantas, arregla el césped y paga las cuentas”. Pero como su sirviente no era muy listo, escribió esas instrucciones en un papel y le dijo que lo leyera todos los días apenas se levantara. Al transcurrir los seis meses volvió el amo a su casa y vio que todo estaba sucio y en desorden. Llamó al sirviente y le gritó: “¡Te ordené leer todos los días tus obligaciones!”. El esclavo le respondió: “Yo leí todos los días la 206

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SHEMOT nota que usted me dejó”. El amo se enfureció más y le dijo: “La nota era para que hicieras lo que en ella dice y no para que solamente la leyeras” (extraído del libro Shaarei Harmón). No debemos leer la Torá porque sí, sino estudiarla y aprender de ella a fin de aplicarla en nuestras vidas. Que sea la voluntad de Dios entender que nuestra primordial obligación es vencer al Yetzer Hará coordinando nuestros pensamientos y acciones, para que así estemos completos con sabiduría, entendimiento y conocimiento. Amén.

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Parashat KI TISÁ GARANTES DE LOS DEMÁS

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n nuestra Parashá, Moshé reprocha al Am Israel por el pecado del becerro de oro. Poco antes la Torá nos informa que todos los participantes en esa idolatría murieron. Los que ofrecieron sacrificios e inciensos al becerro murieron bajo la espada de los levitas; los que besaron al becerro, por una epidemia; y los que se alegraron y bailaron con el becerro, al beber las aguas en las cuales se trituró el ídolo (Yoná 66a). Entonces, ¿por qué Moshé reprochó al Am Israel, si los que cometieron el pecado ya habían muerto? Al principio de nuestra Parashá se responde esta pregunta. Cuando Dios ordenó que todos dieran medio shekel para la construcción del Tabernáculo, para realizar las compras de los sacrificios, ¿por qué Dios no pidió un shekel completo, en vez de medio? Explican nuestros Sabios que la intención de pedir esa cantidad era enseñarnos el compañerismo. Ninguno de nosotros es autosuficiente, sino que somos un pueblo unido y sin grietas. Kol Israel Arebim Ze Lazé, “Todos en el Am Israel somos responsables los unos por los otros” (Rashí, Rosh Hashaná 29:1). El compañerismo puede ser algo positivo y negativo a la vez. Cuando alguien dice kidush y respondemos “Amén” se considera que todos cumplimos con la mitzvá de kidush y lo que uno hace al otro le sirve. Pero cuando uno comete una transgresión y el que lo ve no le reclama, se considera que este último también comete la misma transgresión. El silencio es señal de aceptación. Aquí puede aplicarse el dicho aquel de “El que calla, otorga”. 208

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SHEMOT La Torá nos dice: Ojiaj Tojiaj Et Amiteja Veló Tisá Alav Jet, “Reclama y reprocha a tu pueblo, para que no cargues con su pecado” (Vayikrá, Levítico, 19:18). Cuando escuchamos esta ley nos preguntamos: ¿debemos cargar con los pecados que los millones de judíos en el mundo cometen a diario? ¿Estamos obligados a comunicarnos con todos ellos para reprocharles sus malas acciones, y así no carguemos con sus pecados? ¡Es imposible! Pero, ¿qué pasa con los que están cerca de nosotros en este momento, como nuestros hermanos, hijos, amigos, socios y vecinos? ¿Acaso no nos importan ellos? En la tzedaká hay un orden estricto en cuanto a quién dar primero y a quién después; primero a los pobres de nuestra propia familia, después a los de nuestra ciudad, a los de Jerusalem, a los de Israel y a los del mundo. También en primer lugar deberíamos preocuparnos por los pecados que están cometiendo nuestros hermanos del Am Israel. Y antes que nadie, deberíamos preocuparnos por la espiritualidad de nuestros familiares, para que aumente; después por la de los vecinos, amigos, etc. Y dentro de ellos, hay que intentarlo primero con quienes sabemos que van a escucharnos, después con los que son más escépticos a nuestras palabras. Así lograremos salvar a muchos hermanos judíos. El Am Israel jamás se ha caracterizado por ser proselitista. No somos como misioneros deambulando por las casas del mundo tratando de convencer a los demás. Por el contrario, a los que desean convertirse les hacemos la vida imposible, en el buen sentido de la palabra, porque intentamos convencerlos de no ser judíos. Ya tenemos mucho trabajo dentro de la casa para buscar más afuera. En otras palabras, primero debemos acercar a los judíos del mundo, al Am Israel, y después a los demás. 209

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SHEMOT Generalmente quienes se encargan de acercar a sus hermanos judíos se quejan diciendo: “Todos parecen sordos; lo que les entra por un oído les sale por el otro; se me quedan mirando como si estuviera loco, como si me hubieran lavado el cerebro”. Pero, en verdad, las personas que piensan así están equivocadas, porque no saben que la mente del ser humano es como una muralla; no puede ser derribada de un solo golpe. Por tanto, a ellos no se les puede convencer de que hay una única verdad de una sola vez. Hay que dar un pequeño golpe a esa muralla para hacer en ella una pequeña grieta. Después hay que dar otro golpe por arriba, dos por abajo, cinco por la derecha, siete por la izquierda, hasta que en el último golpe caiga toda la muralla. El cerebro humano necesita tiempo para procesar cualquier información; no podemos pretender que con decir las cosas una sola vez podamos convencer a alguien de que cumpla con todas las mitzvot de la noche a la mañana. Hay que dar un shiur, después otro; luego dar un shiur en cassetes, leer libros, hablar con amigos, y así sucesiva y constantemente hasta que se agriete la muralla construida por el Yetzer Hará. Entonces el individuo se va dando cuenta de que necesita cambiar y, así, la entrada al cerebro estará completamente libre. El Yetzer Hará construye varios tipos de murallas; algunas son de cartón y otras de madera, concreto y acero inoxidable. Primero debemos derribar las más frágiles y luego las más duras. Un guerrero elabora primero una estrategia para conquistar las aldeas y otra para los pueblos y las ciudades; por último, planea con todo cuidado la conquista de las capitales. Nosotros también deberíamos elaborar una estrategia para derribar las murallas del Yetzer Hará. 210

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SHEMOT En nuestros días muchos siguen adorando al becerro de oro. Si antes hubo asesinatos, hoy tenemos abortos. Si hubo relaciones prohibidas, ahora enfrentamos la asimilación. Si hubo idolatría, en la actualidad muchos judíos exploran otras religiones antes de conocer la suya propia. En la época del becerro de oro, los judíos entregaron plata y oro para construirse un dios. Hoy los judíos entregan a Dios para conseguir plata y oro. Tenemos prohibido quedarnos callados como lo hicieron nuestros antepasados en el desierto; debemos levantar nuestra voz como entonces lo hicieron los levitas y gritarles que están haciendo mal, que están transgrediendo las leyes. Los levitas fueron los que, posteriormente, tuvieron el mérito de convertirse en una tribu muy santa y cantar en el Templo de Jerusalem. Pese a que no pudieron evitar que los demás pecaran, el hecho de reprocharles demostraba su rechazo. En nuestro caso, si reprochamos a los que están cerca de nosotros y además los convencemos, cuánto más Dios va a alegrarse con todos. Que sea la voluntad de Dios que podamos ayudar a todos abriendo sus ojos a la verdad tan grande que heredamos; que entiendan que solamente queremos el bien de ellos y que encuentren la felicidad que nosotros encontramos en nuestra Ley; que prueben el dulce sabor de una vida llevada por los caminos de la Torá, los caminos del palacio del Rey, que nos llevarán a todos a vivir por toda la eternidad. Amén.

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SHEMOT

Parashat VAYAKHÉL EL GRAN SANTUARIO

A

l final del libro de Shemot, el tema principal es la construcción del Tabernáculo. Mucha gente que hoy lee estas parashiot se pregunta: ¿cuál es la enseñanza que nos dejan el santuario, la Menorá, el altar, los Cohanim y los levitas para la vida cotidiana actual? ¿Acaso la Torá no es una guía para todas las generaciones y para todos los lugares? Cuando el Segundo Templo fue destruido, salimos a la diáspora y en todo lugar a donde llegamos erigimos un pequeño santuario, las comunidades judías en todos los confines del mundo. Ese es el mensaje de estas parashiot. ¿Cómo debemos construir nuestro santuario comunitario? Exactamente como nos enseña nuestra Parashá que Betzalel y Aholiab Ben Ajisamaj construyeron uno, con Menorá, altar, mesa, Arón Hakodesh (el Arca de la Alianza o del Pacto) y arcángeles. La unión de las dos comunidades, la sefardí y la ashkenazí, es como la de Betzalel y Aholiab. Cada Shojet, restaurante kasher, panadería o salón de fiestas es como un nuevo altar. Con cada institución de ayuda, Keren Ezrá, Tzedaká Baseter, se construye la mesa con el pan que había en el Templo. Con cada Talmid Jajam, Abrej, Rabino, Ben Torá o moré (maestro) se construye el Arón Hakodesh. Los colegios, Talmud Torá y jardines de niños son los arcángeles. Cada mikvé para mujeres, para utensilios o para hombres es como el Kior (el lavamanos de cobre donde se purifica212

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SHEMOT ban las manos y los pies de los Cohanim) del Templo. Cada persona que reza en la sinagoga es como el levita que cantaba en el Templo. Y cada Jazán es como el Cohén que supervisa a los levitas. Cada casa donde se encienden las velas de Shabat es como la Menorá del Tabernáculo. Por eso, en toda comunidad judía deben estar presentes todos estos importantes elementos. El santuario no estaría completo si llegase a faltar uno de ellos, en especial el Arón Hakodesh, ya que en él estaban depositadas las Tablas de la Ley y la Torá. Sin él nada tendría sentido. No podemos olvidar que tuvimos dos Templos. En el primero ocurrieron muchísimos milagros a diario, ante los ojos de todo el mundo. La Shejiná (la Presencia Divina) se palpaba. Pero en el Segundo Templo no reposó la Shejiná ni hubo milagros porque faltaba el Arón Hakodesh. Hoy algunas comunidades son como el Primer Templo porque están compuestas por todas las piezas y no les falta nada. Pero desafortunadamente también hay comunidades que se asemejan el Segundo Templo. Tienen mesa para los pobres, altares, etc., pero no tienen Torá, no tienen rabinos. Hay que informar a esas comunidades que les falta lo más sagrado, el Kodesh Hakodashim con el Arón Hakodesh en su interior. Por ello no podemos permitir que en nuestra comunidad falte alguno de los componentes del santuario. Sin embargo, todos esos utensilios no servirán para nada si no hay unión, hermandad y paz entre todos. Como dijo el Rey Salomón en Shir Hashirim acerca del Templo: Vetojó Ratzuf Ahabá, “Por dentro estaba cubierto de amor”. Si una comunidad tiene todos los utensilios del santuario, pero unos pelean con otros, entonces no es más que un santuario destruido, porque cada utensilio trabajará por separado. Y eso no es una comunidad. 213

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SHEMOT Por eso escogió Dios a Shelomó y no a su padre, David, para que construyera el Templo, ya que las manos de David estaban llenas de sangre, aun cuando había sido derramada por defender a su pueblo. Prefirió Dios a Shelomó (cuyo nombre proviene de la palabra Shalom, “paz”) para que construyera Su Templo porque el objetivo principal era hacer reposar la paz entre todos los integrantes del Am Israel y entre éste y Dios. Para oficiar en el Tabernáculo, el santuario que recorrió el desierto durante cuarenta años, el Cohén Gadol escogido por Dios fue Aharón, quien amaba la paz y la perseguía. En nuestra Parashá está escrito: Vahayá Hamishkán Ejad, “Y el santuario fue uno” (Shemot 36:13), lo cual significa que tiene que ser uno, es decir, debía simbolizar la unión. La palabra “uno” en hebreo es Ejad y el valor numérico de sus letras es trece, que por coincidencia es el mismo de la palabra Ajavá, amor. Por tanto, la unión y el amor son de primordial importancia para el Am Israel. Al igual que en el lavado ritual de las manos una lava a la otra, así nosotros debemos ayudarnos el uno al otro. Cuentan nuestros Sabios que en la Jerusalem anterior al Primer Templo vivían dos hermanos huérfanos, uno soltero y el otro casado, que se repartieron equitativamente la tierra heredada de sus padres. Una noche, el hermano casado pensó que su hermano soltero prontamente se casaría, por lo que necesitaría mayor cantidad de trigo para vender y así reunir suficiente dinero para la boda. Esperó hasta la media noche para llevar unas gavillas de trigo de su granero al de su hermano, sin que aquel lo supiera, y regresó a su casa a dormir. Al mismo tiempo, el hermano soltero pensó que sus gastos eran mucho menores que los de su hermano casado, por lo que decidió también llevar de sus gavillas al granero de aquél; una vez hecho 214

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SHEMOT esto, se fue a dormir. Al día siguiente, cuando se levantaron ambos a trabajar su tierra y entraron a sus respectivos graneros, notaron que había exactamente la misma cantidad de trigo que el día anterior, es decir, no había disminuido en absoluto. Ambos creyeron que había sido un milagro de Dios al ver su buena acción, por lo que ambos decidieron que esa noche llevarían más gavillas al granero del otro. Y sucedió que en la oscuridad iban los dos cargando el trigo en sus espaldas y se encontraron a mitad de camino, en la cima de la colina que separaba sus tierras. En ese momento, ambos descubrieron lo que había pasado, se pusieron a llorar de alegría y se abrazaron. Nuestros Sabios afirman que en ese instante, ante esa muestra de amor desinteresado, Dios dijo: “En este sitio construiré Mi Casa”. Es voluntad de Dios que cada santuario, cada comunidad que haya en la diáspora, esté completo y sea construido con mucha unión y amor. Que sea el deseo de Dios que construyamos un santuario completo en todos los lugares del mundo donde haya una comunidad judía con mucha unión, hasta que llegue, prontamente, el día en que nos reunamos todos en Jerusalem para construir el Tercer Templo. Amén.

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SHEMOT

Parashat VAYAKHÉL CAMBIEMOS LO NEGATIVO EN POSITIVO

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sta Parashá viene exactamente después de la del pecado del becerro de oro, cuando el Am Israel cometió uno de los peores errores de su historia, y en ella se insinúa la forma de limpiar nuestras transgresiones y corregir el pasado. De acuerdo con Rabí Najmán (Sanedrín 70b), el árbol con el que pecaron Adam y Javá era una higuera. Por eso después del pecado, del que Adam y Javá se arrepintieron, confeccionaron sus vestimentas con las hojas del árbol del higo porque dijeron: “Con lo que pecamos, arreglaremos”. También así lo explica Rashí (Bereshit 3:7). En el proceso de hacer teshuvá es importante saber que, de la misma forma en que pecamos, debemos hacer alguna mitzvá. Yaakov dijo a Shimón y Levy, quienes habían matado a todos los hombres de la ciudad de Shejem por el secuestro y la violación de su hermana Diná, que utilizaran sus tendencias violentas para el bien. Shimón fue quien convenció a Levy de ir a matar a los de Shejem, pero ahora debía usar su boca para transmitir la Torá a los niños del Am Israel de manera convincente, como un maestro. Levy era amante de la sangre, por lo que Yaakov le dijo que debería usar esa pasión en el Templo como Cohén, para ofrecer los sacrificios a Dios. 216

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SHEMOT El Am Israel, durante sus años en Egipto, sirvió a las ovejas como si fueran dioses, pero antes de partir tuvieron que sacrificarlas como ofrenda a Dios a fin de enmendar el pecado cometido en la antigüedad. Cuando el Am Israel se propuso construir el becerro de oro, Jur, el hijo de Miriam, y Kalev Ben Yefuné, se opusieron rotundamente, lo que provocó que el populacho matara al primero. Luego, el arquitecto del santuario fue Betzalel, nieto de Jur, para enmendar su asesinato. Cuando sacrificaron animales para el becerro, posteriormente lo hicieron para el santuario. En la construcción del becerro, los hombres empezaron a tener relaciones prohibidas con otras mujeres, pero cuando se construyó el santuario volvieron todos a sus respectivas carpas, es decir, con sus propias mujeres, y esa misma noche todas quedaron embarazadas. Los hijos fueron todos los tzadikim que entraron a Eretz Israel después de los cuarenta años en el desierto (Moed Katán 9a). Aharón se demoró en la construcción del becerro esperando que bajara Moshé del Sinaí, quien luego dirigió la construcción del santuario. Así, en nuestra Parashá se registra cómo todos se esforzaron por corregir sus errores de la misma forma en que los cometieron. Por eso cada uno de nosotros tiene que encontrar sus aspectos negativos y utilizarlos para bien, a fin de enmendar sus errores pasados. Si utilizábamos nuestra casa para hacer cosas malas, si los que iban a ella pecaban, ahora debemos utilizarla para dar charlas de Torá, acercar a los que están lejos de Dios, invitar gente para Shabat, etc. 217

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SHEMOT Si desviamos a la gente para cometer pecados, debemos encaminarlos ahora para hacer mitzvot. Si en Shabat invitábamos a nuestros amigos a ir a la playa, a restaurantes o discotecas, ahora debemos invitarlos a nuestra casa a pasar un Shabat juntos, ir a la sinagoga o escuchar shiurim. Si antes malgastamos el dinero para hacer pecados, debemos utilizarlo ahora para comprar tefilín de primera, buenas mezuzot, libros de Torá, etc. Si derrochábamos el dinero para comer terefá (no permitido) en los restaurantes más caros de la ciudad, ahora debemos gastar ese dinero en las comidas de Shabat y Pesaj (Pascuas). Así debemos hacer con todas lo que tengamos de negativo. Como ya explicamos antes, famosos ex actores de la televisión israelí ahora son rabinos que actúan en películas de Torá y dan charlas a millones de personas para acercarlos a la teshuvá. Igual ocurre con cantantes y periodistas que ahora usan sus dones para cuestiones de Torá. Que sea la voluntad de Dios que abandonemos al becerro de oro y construyamos nuestro santuario y que ahora usemos los mismos utensilios y formas con que pecamos en el pasado para hacer teshuvá y servir a Dios. Amén.

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SHEMOT

Parashat PIKUDÉ

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RECONOZCAMOS LOS ERRORES

n esta Parashá, Moshé entrega una lista muy detallada de los gastos realizados en la construcción del santuario. ¿Acaso alguien se lo exigió? El Midrash (Tanjumá 3) respondió a esto relatando que un día iba Moshé caminando por el campamento y escuchó al pasar: “¡Qué gordo se ha puesto Moshé desde la construcción del santuario!”. Y otro agregó: “¿Qué esperabas, que una persona encargada de tanto oro, plata y cobre, no iba a tomar nada para su bolsillo?”. Entonces Moshé juró que rendiría cuentas a cada uno del Am Israel sobre los gastos del santuario, para que nadie sospechara ni hablara mal de él. La pregunta es: ¿a Moshé le interesaba el dinero? ¿Por qué dijeron algo tan ilógico sobre Moshé? Él nunca demostró interés en eso y lo demostró en Egipto, cuando ordenó a los judíos que tomaran todo el oro, la plata y el cobre que pudieran de los egipcios antes de salir, como pago de sus 210 años de esclavitud. Mientras todos recogían riquezas, Moshé se encargó de buscar el ataúd de Yosef para llevarlo con él a la Tierra Prometida. Si hubiese deseado riquezas, hubiera ordenado al pueblo que le diera lo recogido en Egipto, ya que todos dependían únicamente de él. Sin embargo, no fue así. La misma pregunta puede hacerse respecto a Kóraj. ¿Cómo fue capaz de acusar a Moshé de colocar a sus familiares, y no los elegidos por Dios, en cargos importantes? ¿Acaso Kóraj no vio cómo Dios hablaba diariamente con Moshé en el Ohel Moed? Si Moshé hubie219

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SHEMOT ra mentido en algún momento, ¿la Shejiná (Presencia Divina) habría bajado a hablar con él en persona? Quizá la más grave de todas las acusaciones fue la que hicieron los 250 seguidores de Kóraj a Moshé: afirmaron que era un seductor (Sanedrín 110b), aunque en realidad cada uno advirtió a su esposa que no se acercara siquiera a Moshé. ¿Era lógico acusar a Moshé Rabenu de seductor, cuando nunca se encerraba a solas siquiera a su propia esposa, Tziporá, por temor a que Dios lo llamara para transmitirle una profecía y no estuviese listo? Además, si hubiera sido verdad, ¿Dios seguiría hablando con Moshé ante los ojos de todo el pueblo? Moshé fue acusado de mentiroso, ladrón y adúltero. ¿Cuál era el interés de esas personas, especialmente sabiendo que no era verdad por tantas pruebas simples que demostraban lo contrario? La respuesta es muy sencilla y la entenderemos con un ejemplo. Si el marido llega a casa cansado del trabajo y su esposa le dice que quiere salir a pasear con los niños, él sabe que si se niega habrá una disputa y entonces empieza a buscar mil excusas para no salir: “¿Adónde? No, ese sitio está cerrado. ¿A esta hora vamos a ir? La semana pasada estuvimos ahí”, etcétera. (Explicaciones aparte, esto me recuerda a los científicos ateos, que buscan todos los días pruebas para demostrar que el mundo se creó solo. Un sencillo reloj fue creado por un relojero; ¿cómo un mundo tan perfecto y ordenado pudo ser creado solo? Simplemente, como ellos quieren vivir sin la presencia de Dios, sin su yugo, entonces buscan e inventan excusas ilógicas para justificarse a ellos mismos. El científico más grande en conceptos de evolución, Aldos Ajsali, explica en su último libro, escrito al final de sus días, titulado La con220

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SHEMOT fesión de un renegado: “Mis amigos y yo quisimos que el mundo no tuviera significado y para eso buscamos datos convincentes que nos permitieran vivir con libertinaje. Si el mundo tuviera un significado, ello nos obligaría lógicamente a subyugarnos a su creador, cosa que nos molestaba”.) Ahora entendemos muy bien lo que pasó con Moshé. Pidió un donativo para la construcción del Mishkán, pero aunque la mayoría donó ese dinero con amor, hubo algunos muy avaros que no quisieron donar nada. Y debido a que el pueblo empezó a mirarlos con desprecio, ellos intentaron acusar a Moshé de ladrón, en vez de aceptar que eran muy avaros. Todos los días vemos gente que pide dinero para alguna institución y los que no quieren, no pueden o no tienen dinero en el momento empiezan a buscarle algún defecto, para así justificar su avaricia. Kóraj era un hombre muy acaudalado; buscaba el honor, pero no tenía ningún talento especial. Un buen día dieron a su primo menor, Elizafán, un buen cargo. Cuando preguntaban a Kóraj por qué no había sido él nombrado en lugar de Elizafán, él no respondía con la verdad (que él no era apropiado para el cargo y que Elizafán era mejor que él en todo), sino que decía: “Todos los que tienen cargos son nombrados por Moshé. Él me odia. Dios le ordenó nombrarme a mí y él mintió al elegir a Elizafán”. Así nos pasa a nosotros. Nos resulta difícil acusarnos ante los demás y aceptar nuestros errores, por lo que culpamos a los demás y hablamos mal de ellos. Eso hicieron los seguidores de Kóraj. Sabido es que las esposas de Am Israel eran mujeres justas y que por sus méritos salimos de Egipto. Ellas no participaron en el pecado del becerro de oro ni en ninguno 221

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SHEMOT de los que el pueblo cometió en el desierto. Incluso cuando Kóraj se rebeló contra Moshé, la esposa de On Ben Pelet lo convenció de abandonar a esa gente mala. Cuando On Ben Pelet los abandonó, ellos temieron que se produjera una reacción en cadena y que todas las mujeres convencieran a sus maridos de apoyar a Moshé. Así, todos dijeron a sus esposas que si se oponían a sus planes de revolución seguramente era porque estaban enamoradas de Moshé y por eso las matarían a ellas y a él. Esto nos muestra nuevamente cómo un hombre es capaz de inventar cualquier cosa para ensuciar el nombre de su compañero y no reconocer la verdad. Sé de muchos jóvenes que van a escuchar las charlas de grandes rabinos que ayudan a las personas a acercarse al camino de la Torá y su familia empieza a decirles: “Ten cuidado, ese es un fanático; separa familias; va a lavarte el cerebro”, etc., porque no quieren que sus hijos cambien. Tenemos que ser sinceros con nosotros mismos. Desafortunadamente, muchos prefieren hablar mal de la Torá y de sus sabios; incluso hablan mal de Dios con tal de no hacer mitzvot ni aceptar la verdad. En un seminario de Pesaj conocí a un muchacho muy inteligente que no cumplía nada de mitzvot. Nos sentamos a conversar y le hice una pregunta muy sencilla: “¿Tú crees en Dios?”. Me respondió que sí. “¿Crees que Él fue quien entregó la Torá?” “Sí”, me contestó. Entonces le pregunté: “¿Por qué pecas y no haces mitzvot?”. Durante los siguientes tres días me dio sólo excusas; no eran respuestas, porque yo las refutaba todas, una por una. Por fin, al tercer día me dijo muy entusiasmado: “¿Sabes por qué peco? Porque me gusta. La paso bien así; me es cómodo”. En ese momento le estreché la mano y lo felicité por la respuesta honesta que me había dado; le dije que 222

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SHEMOT todas las excusas anteriores no eran motivos para justificar sus pecados, porque el verdadero era: “Me es cómodo”. Por supuesto, después nos sentamos a hablar sobre todo lo demás. Pero yo ya había logrado lo principal: que aceptara la verdad. Cuando acusaron a Moshé pasó lo mismo; no querían aceptar la verdad y por eso lo llamaron ladrón y mujeriego, todo con tal de justificar sus acciones. La Torá no nos escondió nada; por el contrario, nos reveló todo para que veamos hasta dónde una persona es capaz de rebajarse hablando mal de los demás para demostrar que ella es justa y buena. Que sea la voluntad de Dios que caminemos siempre con la verdad delante de nosotros y que, si nos equivocamos, lo aceptemos sin culpar a los demás, a fin de que algún día todos reconozcan la gran verdad de que Dios es Uno, que su nombre es Uno y que su Torá es verdad. Amén.

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Libro Vayikrá

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VAYIKRÁ

Parashat VAYIKRÁ LA BUENA VOLUNTAD

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uestra Parashá trata de la ofrenda de los sacrificios traídos por todo el Am Israel. La regla general era que cada persona trajera un sacrificio dependiendo de su posición económica. El rico traía un toro, el de medianos recursos traía una oveja o un chivo, el pobre traía dos palomas y el muy pobre traía un poco de harina con aceite. Sobre esto está dicho: “Unos dan mucho, otros dan poco, pero lo principal es que cuando lo den su corazón esté mirando a los cielos”. Es decir, Dios no quiere de nosotros cantidad, sino que demos en función de lo que hemos recibido de Él y que en el momento de dar lo hagamos con buena voluntad. En las parashiot anteriores se habla de las donaciones que se hacían en el Templo. La Torá menciona las donaciones de oro, plata y cobre. Explican nuestros Sabios que cuando la Torá menciona las donaciones la intención no era designar el tipo de metal, sino hacer hincapié en la calidad de la donación. La palabra en hebreo para oro es Zahav, cuyas letras inician la siguiente frase: Ze Hanoten Vehava, “Éste es el que da con buena voluntad”. “Plata” en hebreo se dice Kesef y con sus letras se inicia la frase: Kesheroe Sakana Poteaj, “Cuando acecha el peligro, abre su bolsillo”, que se refiere a los que dan dinero para instituciones benéficas sólo cuando están atravesando momentos difíciles en la familia. “Cobre” en hebreo es Nejoshet y sus letras comienzan la frase: Nidvat Jole Sheamar Titremo, “El donativo de un enfermo que dijo: donen por mí”, es decir, ya que él no donó, solicita a otros que lo hagan en su nombre. 225

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VAYIKRÁ Entonces, hay quienes donan de buena voluntad; no importa cuánto, pero lo hacen con alegría. La Torá comparó a este tipo de personas con el oro. Los que donan por temor a un peligro son como la plata. Y los que donan una vez que ya están en el peligro son considerados como el cobre. Por eso Dios dio a Betzalel una sabiduría superior, para que pudiera discernir cuáles donativos fueron dados con buena voluntad y cuáles fueron dados por obligación. Lo que fue donado con muy buena voluntad se destinó al Kodesh Hakodashim; lo que fue dado con voluntad sirvió para el Kodesh, la parte exterior del Kodesh Hakodashim; y lo que se dio sin buena voluntad tuvo como destino el patio del Templo. Nuestros Sabios se preguntan: ¿cómo fue posible que hubiera tanto oro como para construir el Arca con sus arcángeles y los demás utensilios que se utilizarían? Responden que, cuando se da de buen corazón, ese dinero recibe bendición y alcanza para todo. Por eso, cuando Dios pedía, el requisito principal era que fuera una Nedibat Leb, “Una donación desde el corazón”, es decir, lo único que interesa a Dios es que la donación provenga del corazón. No le importa la cantidad, sino la calidad. Muchos maridos se quejan a menudo de que sus esposas abren el armario y dicen que no tienen qué ponerse. Debemos saber que la mayoría de las veces las mujeres no son el problema, sino los maridos, ya que les dan el dinero de muy mala gana, sin voluntad, y por eso no hay ninguna bendición en esa ropa. Así también ocurre cuando damos caridad a un pobre; si lo hacemos de mala gana no veremos bendición en nuestros bienes. Pero si lo hacemos con amor y compasión Dios nos bendecirá en todo. Así dijo el Rey Shelomó 226

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VAYIKRÁ (Mishlé 15:17): “Es mejor dar a un pobre una cena de verduras con mucho amor que un toro entero sin ganas”. Así también debemos hacer con las donaciones para las sinagogas, yeshivot, Kolel; lo que demos tiene que ser con amor. Dijo el Ben Ish Jay: “Hay una diferencia entre promesa y donación. La promesa es dicha por alguien que quiere donar dinero a una institución y algún día lo hará. Sin embargo, la donación es cuando alguien va a la institución con el dinero en la mano y lo da. Al que dona dinero se le llama Tzadik (justo), pero el que hace una promesa no siempre es bueno, porque en el momento en que promete lo hace con mucha emoción y a medida que pasa el tiempo ésta va desapareciendo. Por ejemplo, alguien promete donar una cantidad a la sinagoga en Yom Kipur a la hora de Nehilá, momento en que más puro y santo es. Pasa un mes y, cuando le llaman por teléfono para recordarle su promesa, él dice que le llamaron en el momento menos apropiado. Finalmente da el dinero, pero la voluntad con que lo hace no es la misma con que lo prometió”. Cuentan que una vez un hombre muy avaro quiso donar dinero a un rabino que tenía una yeshivá. El rabino, que ya conocía al hombre, le dijo que se quedara con su dinero. Después fueron todos los alumnos del rabino y le preguntaron por qué había rechazado ese donativo y el rabino les respondió: “Si hubieran visto con cuánta alegría tomó su dinero, no estarían preguntado”. Por tanto, todo depende de la voluntad. Y no es solamente entre los hombres, sino que también es de Dios para el hombre. Dios es Quien alimenta y sostiene al mundo, y hay personas que reciben con muy buena voluntad el dinero que Dios les envía, ya que rezan, estudian Torá, cumplen con Sus mitzvot. Por eso, todo ese dinero, por haberles sido dado con amor y con buena voluntad, es bende227

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VAYIKRÁ cido. Como dijeron nuestros Sabios: Ojel Kimhá Umitbarej Betoj Meab, “Come muy poco y se sacia su estómago” (Torat Cohanin 26:6). Nuestros ojos lo ven día a día. Sin embargo, hay personas que reciben mucho dinero de Dios, pero no obtienen bendición de él. Es decir, tienen dinero, pero no saben en qué lo gastan; a veces ni siquiera llegan a fin de mes. Por eso dijo el Rey Shelomó: Tzadik Ojel Lesoba Nafshó Ubeten Reshaim Tejsar, “El justo come para saciar su alma, y al estómago de los malvados faltará” (Mishlé 13:25). La voluntad lo hace todo. Por eso, cuando vayamos a dar, hagámoslo en función de lo que Dios nos da. Si de todas maneras tenemos que dar, entonces por lo menos que sea con alegría, para que seamos bendecidos. Que sea la voluntad de Dios darnos con buena voluntad y, si es poco, que veamos bendición en ese dinero para que lo utilicemos como si fuera mucho. Amén.

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VAYIKRÁ

Parashat VAYIKRÁ EL BUEN DINERO

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n la Torá hay un versículo que dice: Lo Yikaj Shojad, “Él no aceptará sobornos” (Devarim 10:17), en referencia a que Dios no tomará ningún soborno. La pregunta es: ¿podemos sobornar a Dios? El Jatam Sofer responde que algunas personas piensan que pueden robar, engañar y mentir en sus negocios, siempre y cuando donen dinero a la sinagoga. Creen que pueden comprar o sobornar a Dios de esa manera. Dicen a Dios: “Robamos, pero te dimos dinero en la sinagoga, así que estamos a la par”. En nuestra Parashá aprendemos cómo Dios realmente odia el robo. De los sacrificios está dicho: Adam Ki Yakrib Mikem, “El hombre debe sacrificar de lo suyo” (Vayikrá 1:2), es decir, la ofrenda tiene que ser algo propio, no robado, Dios nos libre. Así ocurre también en los sacrificios de las aves. Antes de ofrendarlas a Dios debía quitárseles ciertas partes, como el buche y el estómago. Dios ordenó en la Torá (Vayikrá 1:16) quitarles esas partes porque están llenas de robo, debido a que las aves vuelan por todas partes y se alimentan de lo robado. Pero las vacas sí podían ser completamente ofrendadas a Dios sin ningún problema, pues lo único que comen es lo que sus dueños les dan, es decir, no roban para alimentarse. El tema del robo se halla registrado al final de nuestra Parashá. Está escrito: “Cuando una persona robare (Begazel O Ashak Et Amitó, ‘Si robare o expoliare a su prójimo’, Vayikrá 5:21), deberá regresar lo robado (Veheshib Et Haguezelá Asher Gazal, ‘Y devolverá lo robado’, Vayikrá 5:23)”. 229

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VAYIKRÁ Tanto al principio como a la mitad y al final de nuestra Parashá se menciona la prohibición de robar para hacer hincapié en que Dios odia el robo de cualquier clase, bien sea en los sacrificios o en lo mundano. La Parashá de Vayikrá fue leída el día en que se inauguró el Templo. Es sabido que el 11 de Tishré, del primer año de haber salido de Egipto, Moshé pidió una donación para el santuario. Ese mismo día se sentó Moshé a juzgar al pueblo. ¿Qué tipo de juicios hubo en ese día? Los comentaristas dicen que el Am Israel no quiso donar dinero sucio, mal ganado. Por eso consultaron a Moshé, para que dictaminara en cada caso y así poder donar dinero limpio para el santuario, la Casa de Dios. El pecado del robo es tan grave que dice la Tosefta (Shebuot 83:5), en nombre de Rabí Janiná Ben Jajinay, respecto al versículo de nuestra Parashá: Vekijesh Baamitó, “Y negó a su prójimo” (Vayikrá 5:21). Esto significa que la persona no niega el dinero recibido de su compañero hasta que niega, primeramente, a Dios. Es decir, el que roba es considerado un renegado de Dios. Quizá se pregunten si esto no es un poco exagerado. Podría ser que el ladrón robe por mero deseo del dinero, mas no porque haya dejado de creer en Dios. La respuesta es muy sencilla. Cuando la persona roba o miente en los negocios está pensando en que ganará más dinero de lo que le predestinó Dios, y eso es un grave error, porque quien cree en Dios, con fe completa, sabe que el dinero que le pertenece llegará por buenos caminos y jamás por sendas prohibidas. De ahí que, si alguien roba y miente en los negocios tendrá que gastar ese dinero “extra” en el repuesto de la lavadora, en reparaciones para el auto, etcétera. Por eso, la primera pregunta que hacen a la persona al devolver el alma a su Creador es: “¿Negociaste con fe?”. Es decir, preguntan si 230

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VAYIKRÁ la persona hizo negocios con fe en Dios, no si los hizo con rectitud, con justicia o con inocencia, pues con los tratos mercantiles se mide la fe de las personas. En el Talmud (Shemot Rabá 22:4) está dicho que los rezos de la persona que tenga las manos llenas de robo no serán escuchados. Es obvio que si alguien roba a los demás, resulta totalmente ilógico que rece: Poteaj Et Yadeja Umasbía Lekol Jai Ratzón, “Abre tus manos y sacia a los vivos por Tu voluntad”, o Barej Alenu Et Hashaná Hazot, “Bendícenos en este año”. Por desgracia hay muchas personas que desconocen la gravedad del robo y algunos piensan que robar a un gentil está permitido. Ello es un gran error. Está escrito en el Talmud (Yerushalmí, Babá Kamá) que está prohibido porque causa el desprecio al Judaísmo y constituye una profanación del nombre de Dios, lo cual conlleva uno de los castigos más graves. Por eso todos debemos cuidarnos mucho en nuestros negocios con goyim. Cuentan que una vez el Jafetz Jaim quería mandar una caja con ejemplares de su libro Mishná Berurá a una ciudad muy cercana. Fue a la estación de trenes a esperar que pasara algún judío que estuviera dispuesto a hacerle el favor. En la estación, un judío que viajaba a otro sitio lo reconoció y le preguntó por qué no viajaba él mismo a esa ciudad; el Jafetz Jaim le respondió que no tenía dinero para hacerlo. Entonces el judío fue a ver al jefe de estación y le pidió el favor de que permitiera viajar al Jafetz Jaim gratuitamente. El funcionario aceptó. El judío regresó muy contento con el Jafetz Jaim a darle la buena noticia, pero cuando el Jafetz Jaim escuchó todo, fue a ver al jefe de estación y le dijo que lo sentía mucho, pero él no podía viajar gratis en el tren porque no le pertenecía y, por tanto, estaría robando si aceptase su oferta. El tren pertenecía a una compañía que lo había contratado a él como encargado de la estación, 231

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VAYIKRÁ pero no para estar regalando pasajes a las personas. Por todo ello, se abstuvo de viajar. Debemos ser muy creyentes en Dios y saber que Él nos mandará lo que nos corresponde sin necesidad de robar o mentir en los negocios. Si por error algo que no nos pertenece llega a nuestras manos, tenemos que devolverlo inmediatamente a su dueño. Que sea la voluntad de Dios salvarnos de cualquier robo o de recibir dinero impuro, y que siempre hagamos negocios con fe completa y con mucha suerte. Amén.

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VAYIKRÁ

Parashat TZAV

U

SERÁ POR NUESTRO BIEN

na vez, durante un seminario, a modo de ejercicio intelectual pregunté a los asistentes: “¿Qué harían si un buen día Dios les dijera que se va de vacaciones por dos meses y que ustedes fueron los elegidos para arreglar el mundo?”. Uno respondió que haría que las guerras finalizaran. Otro dijo que curaría a los enfermos. Un tercero, que haría ricos a los pobres. Y así sucesivamente, cada uno de ellos hizo diferentes propuestas para arreglar al mundo. Cuando terminaron de hablar, les dije que yo les había puesto una trampa porque ellos mismos, en otras palabras, dijeron que el mundo, tal como está ahora, no marcha bien. Es decir, puesto que Dios no está haciendo su trabajo eficientemente, ellos podrían hacerlo mejor. La verdadera respuesta a la pregunta debió ser: “Yo dejaría al mundo tal como está, pues si así lo predestinó Dios seguramente es para bien”. En el Talmud (Taanit 24b) se desarrolla este mismo concepto. Una vez Rabí Yosi visitó a Rabí Itzjak Ben Eliashib y le comentó que, como sus suegros eran muy ricos, lo molestaban mucho. Entonces Rabí Itzjak rezó porque esa familia se hiciera pobre. Después de un tiempo, Rabí Yosi visitó de nuevo a Rabí Itzjak y le dijo que desde que sus suegros habían empobrecido, lo molestaban aún más. Entonces Rabí Itzjak volvió a rezar porque los suegros de su amigo se hicieran ricos otra vez. Continúa la Guemará relatando que un hombre acudió con Rabí Itzjak y le dijo que su esposa era demasiado fea. El Rab rezó por233

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VAYIKRÁ que se hiciera bonita. Al poco tiempo volvió el hombre a la casa de Rabí Itzjak para decirle que desde que había rezado por su esposa sus problemas habían aumentado. Entonces Rabí Itzjak rezó porque todo volviera a ser como antes. Después llegaron dos jóvenes que le pidieron que rezara para que se hicieran más sabios e inteligentes. Les respondió Rabí Itzjak que él ya no iba a rezar para cambiar la naturaleza de las cosas, que ya estaba preestablecida por Dios. Aprendemos de esta Guemará que, al principio, pensamos que unos pequeños cambios en nuestra vida no nos harán daño; es más, que nos ayudarían. Pero cuando las cosas empeoran por esos cambios nos damos cuenta de que Dios hace todo porque realmente así debe ser. Nadie en este mundo puede entender los motivos de Dios para hacer las cosas. Ni siquiera Moshé Rabenu, el hombre que más cerca estuvo de Dios y quien le pidió: Odieni Na Et Darajeja, “Enséñame tus caminos” (Shemot 36:13). (Explica la Guemará que la verdadera pregunta fue: “¿Por qué al justo le va mal y al malvado le va bien?”.) Le respondió Dios: Veraita Et Ajorai Upanai Lo Yerahú, “Y verás Mi espalda, y no Mi cara” (Shemot 23:23). Explican los comentaristas que “Mi espalda” se refiere a lo que viene después y “Mi cara” se refiere a lo que viene antes. Es decir, Dios respondió a Moshé que entenderemos lo que está pasando mucho tiempo después, pero nunca lo entenderemos antes o mientras ocurre. Muchas veces nos pasa algo no muy agradable, pero tiempo después debemos admitir que, gracias a Dios, fue mejor de esa manera y no de otra. En nuestra Parashá se describe el sacrificio de agradecimiento que se ofrecía a Dios. Dicen nuestros Sabios que en el futuro, con la llegada del Mashíaj, se anularán todos los sacrificios menos el de agradecimiento, porque en esos días todo será tan claro que vere234

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VAYIKRÁ mos cuánto bien nos dio Dios al hacernos pasar por momentos de pérdidas económicas o familiares, o por sufrimientos corporales. Entonces le agradeceremos por todo. Debemos saber que arriba se encuentra un Padre que nos ama. Somos como el hijo con fiebre cuyo progenitor le da una medicina amarga para curarlo. Muchas veces no entendemos que las experiencias amargas nos curan y pensamos que se debe a que nuestro padre nos odia, que por eso no tiene piedad con nosotros, que no le es suficiente ver que sufrimos con los dolores de cabeza y con la fiebre, y que además nos da una medicina amarga. Por eso nosotros en Pesaj decimos una bendición por la lechuga amarga, lo cual significa que también por las cosas amargas hay que bendecir a Dios. Tal como dice el Talmud (Mishná Berajot 9:5), debemos bendecir por las cosas malas al igual que por las buenas, ya que en verdad no hay nada malo; sólo hay cosas buenas que aparentan ser no tan buenas. En el Tratado de Berajot (60b) se dice que una vez Rabí Akivá viajó a otra ciudad. Cuando estaba a punto de entrar a ella, cerraron las puertas. Dado que ya no podría hospedarse en una posada, comer bien y dormir cómodamente, debió dormir bajo un árbol, sin más compañía que su burro y su gallina. Mientras le llegaba el sueño, encendió una vela para estudiar. De repente apareció un león y devoró a su burro. Después, llegó un zorro y mató a su gallina. Para colmo, el viento sopló y apagó su vela. Ante todo eso, Rabí Akivá se preguntó por qué Dios le había quitado a su burro, a su gallina y a su única luz para estudiar. Un rato después, aparecieron unos ladrones que pasaron a su lado y no notaron su presencia. Entonces Rabí Akivá agradeció a Dios, porque si hubiera tenido al burro, a la gallina y la vela encendida, los ladrones lo hubieran asaltado y quizá le hubieran dado muerte. Luego se enteró de que esos ladrones 235

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VAYIKRÁ entraron a la ciudad y robaron, mataron a mucha gente y causaron muchos destrozos. Así, Rabí Akivá volvió a agradecer a Dios por no haber entrado a la ciudad. Se dice que, mientras dormimos, nuestras almas suben a los cielos a rendir cuentas ante Dios. De acuerdo con nuestros actos, Dios nos ofrece varias alternativas; nuestra alma escoge la mejor y eso es lo que nos ocurre el día siguiente. Es decir, todo lo que nos ocurre lo escogemos nosotros mismos, porque nuestra alma entendió que era lo mejor que podía ocurrirnos. Por ejemplo, ¿a quién no le ha pasado que sale de prisa muy temprano por la mañana a trabajar y en el trayecto se desinfla una llanta del auto? ¡Qué molesto! Pero, ¿cómo sabemos que en el siguiente semáforo no iba a ocurrir algo muy poco agradable para esa persona o para su familia? Posiblemente, y de acuerdo con el concepto anterior, su alma, durante la noche, pidió a Dios que se apiadara de él y que en ese semáforo se desinflara la llanta a fin de evitar que ocurriera esa tragedia predestinada. Entonces Dios, en su inmensa piedad, lo complació y le hizo el favor. De esto deducimos que no es correcto enfurecernos por las cosas que hace Dios o quejarnos contra Él, y mucho menos cuestionar por qué nos ocurren a nosotros, que somos buenos en todo y con todos, y no a los malvados. Dios siempre está haciéndonos favores y, sin embargo, nos atrevemos a quejarnos de ellos cuando deberíamos agradecerle por todo. De aquí que nuestros Sabios afirmen que en el futuro el sacrificio de agradecimiento no se anulará. Hoy, que no tenemos que ofrecer sacrificios, debemos rezar Mizmor Letodá, “Cántico de agradecimiento”, Modim Anajnu Laj, “Te agradecemos”, y otros más, para dar gracias a Dios por todo, por lo bueno y por “lo malo”, que en realidad es bueno. 236

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VAYIKRÁ Todo judío debe saber que nos llamamos Yehudim porque provenimos de Yehudá. ¿Por qué específicamente de Yehudá y no de Shimón? Pudimos haber sido llamados Shimonim. Pero somos Yehudim porque la palabra Yehudá proviene a su vez de Hodayá, “agradecimiento”. Es decir, todo judío debe agradecer constantemente a Dios tanto en las buenas como en las no tan buenas. Dios ciertamente nos ama y hace todo como el padre que cura a su hijo. Que sea la voluntad de Dios que siempre demos gracias por todo, lo bueno y lo que no nos parece tan bueno. Gracias a Ti, Padre, que tanto nos quieres y nos amas. Amén.

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VAYIKRÁ

Parashat TZAV LA RUTINA

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sta Parashá contiene un gran mensaje para todos nosotros, muy útil en todo momento y situación en la vida.

El primer día de servicio en el santuario, Aharón HaCohén llevó una ofrenda de bienvenida, que era de harina. A partir de él, el primer día de servicio en el Templo cada Cohén traía esa misma ofrenda. Pero en el Talmud (Menajot 51a) se dice que el Cohén Gadol debía llevar todos los días la misma ofrenda. ¿Por qué los demás Cohanim la llevaban una vez en su vida, cuando servían por primera en el Templo, y el Cohén Gadol debía hacerlo todos los días? Explica el libro Taam Badaat que el motivo era acostumbrar al Cohén Gadol a los servicios y que no empezara a despreciarlos. Por eso diariamente llevaba la ofrenda del primer día, para que sintiera que era apenas el primero, que mantuviera la misma emoción y entusiasmo de la primera vez. Por lo general, cuando empezamos algo nuevo lo hacemos con mucha emoción y entusiasmo; pero cuando la rutina nos ataca, dejamos de hacerlo bien. Esto no solamente ocurría al Cohén Gadol sino también al rey. La Torá nos dice: Vehayá Keshibtó Al Kisé Maljutó, “Y estará como cuando se sentó en su trono real” (Devarim 17:18). Explican nuestros Sabios que el rey debe sentir todo el tiempo la misma emoción que sintió el primer día que ocupó el trono. Es común que quienes desempeñan 238

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VAYIKRÁ cargos públicos al principio hagan muchas promesas, pero cuando se sienten seguros en sus puestos olvidan todas. Aparentemente, las sillas en que se sientan causan amnesia. Por eso la Torá ordena al rey que siempre se comporte como el primer día que se sentó en el trono, y al Cohén Gadol ordenó servir como el primer día en que fue nombrado. Ahora entendemos por qué Dios dijo a los Bené Israel, antes de la entrega de la Torá: Atem Tihyú Li Mamlejet Cohanim, “Ustedes serán una dinastía de sacerdotes” (Shemot 19:6). Primero deberían ser como una dinastía de reyes y luego deberían ser sus sacerdotes. Debemos cumplir siempre las mitzvot con el entusiasmo y la emoción que sentimos el primer día que las realizamos y no caer en la rutina. Tres veces al día pronunciamos la misma Amidá. Ciertamente, es difícil concentrarse en cada palabra, una y otra vez. Lo mismo pasa con cada mitzvá. Pero nuestra labor es luchar contra esa rutina. ¿Qué pasaría si Dios nos dijera que ya se fastidió de darnos todo el tiempo lo que necesitamos, como el oxígeno que respiramos, salud, hijos, dinero, etc.? ¿Qué sería de nosotros? Debemos ser los mismos, siempre, como al principio. Cuentan que un rabino fue al sastre y le dijo que le confeccionara un traje. El sastre le tomó medidas y le preguntó cuánto tiempo había sido rabino hasta ese momento, para que el traje le durara. El rabino le preguntó, sorprendido: “¿Qué tienen que ver el tiempo que llevo como rabino y el traje?”. El sastre respondió: “Ustedes los rabinos, al principio, caminan encorvados, con humildad. Por eso les hago los trajes más cortos de adelante, para que se vean derechos. Al transcurrir unos años, se enderezan y tengo que hacerles trajes normales. Cuan239

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VAYIKRÁ do pasan otros años más, se les infla el pecho demasiado y tengo que hacerles los trajes más largos por delante, para que se vean derechos. Así que, por favor, dígame: ¿cuántos años lleva usted como rabino?”. Está escrito al final de nuestra Parashá: Vayaas Aharón Ubanav Et Kol Hadebarim Asher Tzivá Hashem Beyad Moshé, “Hicieron Aharón y sus hijos todas las cosas que ordenó Dios por medio de Moshé” (Vayikrá 8:36). Explica Rashí que este versículo quiere enseñarnos que no se desviaron ni a la izquierda ni a la derecha, que no cambiaron nada. Preguntan los comentaristas: “¿Acaso Aharón y sus hijos iban a cambiar las ordenanzas de Dios?”. Responden que, lógicamente, no iban a cambiar nada; lo impresionante es que mantuvieron la misma emoción, alegría y humildad con que empezaron el primer día. Por decirlo así, no cambiaron sus trajes. Esta enseñanza se aplica a muchas cosas en la vida. Por ejemplo, cuando bendecimos a los bebés en el acto de la circuncisión les decimos: “De igual manera que entró al Brit (pacto), que así entre a la Jupá (boda), a las mitzvot y las buenas acciones”. ¿Qué implica esta bendición? Una de las explicaciones que nuestros Sabios dan es que, si entró al Brit con alegría y emoción, como Dios manda, deseamos que así entre al resto de las mitzvot de la Torá. En el Bar Mitzvá, el joven judío se coloca los tefilín por primera vez con mucha emoción. La intención es que el resto de su vida se los coloque con la misma emoción que el primer día. Por otro lado, la rutina a menudo arruina los matrimonios. Al principio la pareja se ama, pero después la convivencia y la familiaridad empiezan a enfriar la relación. Dice la Guemará (Sotá 2a) que conseguir una pareja es igual de difícil que separar las aguas del Mar Rojo. El problema no es dividir las 240

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VAYIKRÁ aguas; con un dedo pueden separarse. La dificultad es que vuelven a unirse rápidamente. En la vida matrimonial lo difícil en realidad es mantener ese mismo nivel de amor del principio. Dicen por ahí que si un hombre abre la puerta de un auto a una mujer es porque uno de los dos es nuevo. Suena chistoso, pero es cierto. Debemos trabajar mucho en nosotros mismos para no caer en la rutina. Dice el versículo: Bekol Yom Yihyú Beeneja Kejadashim, “Cada día debemos ver las cosas como nuevas” (Midrash Tamjumá 1). Especialmente, debemos rezar cada vez como si fuera la primera y la última que lo hacemos en la vida. Mucho menos debemos despreciar la santidad de la sinagoga, ya que el hecho de que estemos en ella todos los días no implica que no la tenga. El Rey David dijo: Ajat Shaalti Meet Hashem… Shibti Bebeit Hashem Kol Yemé Jayai... Ulebaker BeHejaló, “Una sola cosa pedí a Dios… residir en la casa de Dios todos los días de mi vida... y visitar su morada” (Tehilim 27:4). Preguntan los comentaristas: ¿cómo puede ser que “resida” y “visite” a la vez? La respuesta es que quería permanecer siempre cerca de Dios, pero comportándose con el respeto de un huésped. Un huésped que se sienta a la mesa del anfitrión come todo lo que le dan y todo le gusta, pero se comporta educadamente, porque no sabe si éste lo invitará de nuevo. Cuando lo invita muchas veces, llega el momento en que adquiere más confianza y corre el riesgo de abusar de las atenciones que el anfitrión le prodiga. Por eso, en Israel decimos a los invitados: “Siéntete como en tu casa, pero no olvides que estás de visita”. Que Dios nos ayude a sobreponernos a la rutina y que hagamos todo con la misma emoción de la primera vez. Amén. 241

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VAYIKRÁ

Parashat SHEMINÍ EL FIN NO JUSTIFICA LOS MEDIOS

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n esta Parashá se relata la muerte de los dos hijos de Aharón, Nadab y Abihú, cuando entraron al Kodesh Hakodashim a ofrecer incienso. Después de investigar en varias fuentes, me hice una pregunta: ¿ellos eran hombres justos o malvados?

Por un lado, está escrito que ellos caminaban detrás de Moshé y Aharón diciendo: “¿Cuándo morirán estos dos ancianos para que nosotros seamos los siguientes líderes del pueblo?” (Midrash Torat Cohanim). Aparentemente esta es una acusación muy grave: dos jóvenes desean descaradamente la muerte de su padre y de su tío. Además, en otro Midrash (Esther Rabá 5:1) está escrito que ellos tomaron vino antes de entrar al Kodesh Hakodashim, es decir, estaban ebrios en un lugar santo. Con todo esto, la imagen que tenemos de Nadab y Abihú no es muy positiva. Por otro lado, sabemos que Moshé dijo a Aharón, su hermano, una vez que ellos murieron: “Eran mejores que tú y que yo”. Pero estas palabras no eran fingidas, no tenían sólo la intención de consolar a un padre dolido (pues está prohibido exagerar, aunque sea un poco, acerca de las cualidades de un difunto), sino que fueron palabras sinceras de Moshé porque él sabía que lo eran. Además, su muerte fue muy espiritual, pues un fuego divino consumió sus almas. Sólo los justos mueren así. Entonces, ¿eran santos o malvados? 242

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VAYIKRÁ Esto puede entenderse mejor al leer la explicación del libro Ituré Torá del Rab Meir Shapira. Respecto a lo que Nadab y Abihú dijeron: “¿Cuándo morirán estos dos ancianos…?”, pensar que su intención era tomar el mando del Am Israel representa un error. Debemos leer frase por frase. Primero está escrito que Nadab y Abihú caminaban detrás de Aharón y Moshé. Por tanto, querían aprender de ellos todo lo necesario, como Torá, moral y ética, consejos, etc. Entonces, ¿por qué preguntaban cuándo morirían? Es claro que su intención no era desearles la muerte, sino que estaban tomando conciencia de que en el futuro, cuando murieran Aharón y Moshé, ellos serían los líderes del Am Israel. Por eso la Torá dice que entraron al Kodesh Hakodashim: deseaban entrenarse, saber cómo actuar cuando Moshé y Aharón no estuviesen más con ellos. Cuando el Midrash dice que tomaron vino no fue para informarnos que estaban borrachos, sino para hacer una analogía: igual que el vino mientras más añejo es mejor, así también Nadab y Abihú pensaron que mientras más años aprendieran de Moshé y Aharón mejores líderes serían ellos para el Am Israel. Con todo, si sus intenciones eran tan puras, ¿en qué se equivocaron? ¿Por qué fueron castigados con tal severidad? Hay un refrán que dice: “No hagas cosas buenas que parezcan malas”. Es decir, a veces tenemos muy buenas intenciones al hacer algo, pero un detalle sale mal y provocamos un daño. Nadab y Abihú eran muy impulsivos, lo que les hizo no pensar bien las cosas. Tenían un objetivo definido, pero no sabían cómo llegar a él. Entonces tomaron la decisión de alcanzar esa meta sin importar cómo y cuando, encontraron un problema a mitad de camino y no supieron cómo resolverlo. Ellos querían llegar a ser los mejores líderes del Am Israel, pero no pensaron en cómo lograrlo. Tal como está escrito en el Midrash To243

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VAYIKRÁ rat Cohanim, Nadab y Abihú pecaron por no seguir los consejos de Moshé y Aharón. Si en verdad querían hacer bien las cosas, pudieron pedir consejo a Moshé y Aharón, que eran mayores que ellos y tenían más experiencia. Para alcanzar una meta en la vida, debemos preocuparnos por buscar el camino correcto hacia ella sin atropellar a los demás. El fin no siempre justifica los medios. Nos dice la Torá: Tzedek tzedek Tirdof, “Justicia, justicia perseguirás” (Devarim 16:20). Es decir, la justicia se halla solamente con justicia. En el Libro de los Profetas se narra la vida de Elkaná y sus dos esposas, Janá y Pniná. Ésta tenía hijos, pero Janá no. Día tras día, Pniná iba con Janá para decirle frases que la hacían sufrir y llorar: “Yo tengo varios hijos y tú no”, “¡Qué agradable es sentir un niño en el vientre!”, “Abrazar a los hijos es lo más reconfortante que hay”, “Mira lo que compré para mis hijos”, etc. A pesar de que hacía llorar a Janá, sus intenciones eran buenas, pues sabía que las tefilot, los rezos, que se hacen con lágrimas son respondidas de inmediato por Dios. Sin embargo, Pniná fue castigada por Dios debido a todo lo que hizo a Janá, lo cual nos enseña la importancia de buscar el camino correcto para los objetivos puros. La Torá no nos permite hacer sufrir ni hacer llorar a los demás, bajo ninguna circunstancia. Cuando una persona es impulsiva y sólo busca lograr sus objetivos sin importarle cómo llegar a ellos, al final se da cuenta de todos los pecados en que incurrió. Por eso, al crear Dios al ser humano puso su cerebro encima de todos los demás órganos. Está comprobado que en el feto primero se desarrolla el cerebro y luego el resto del cuerpo, lo que nos enseña que debemos pensar antes de llevar a cabo cualquier empresa. Sof Maasé Bemajshabá Tejilá, “Todo acto realizado implica una previa planificación”. 244

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VAYIKRÁ A veces veo personas que acaban de hacer teshuvá y buscan que todos también lo hagan. La impulsividad se les sube a la cabeza y, en vez de acercar, alejan a la gente de la Torá. Pretenden que los demás cambien en un día, cuando a ellos les tomó años lograrlo. Cualquiera que habla con frecuencia ante un público sabe que debe pensar con mucho cuidado lo que va a decir y cómo tiene que hacerlo. Aun cuando sean palabras de Torá, de Dios, es necesario preparar una estrategia y no improvisar. Una vez un rabino me dijo que cuando él prepara una charla no piensa en lo que va a decir, sino en lo que no va a decir. Así debería ser en todos los ámbitos de nuestra vida: antes de hablar, debemos pensar qué y cómo lo diremos. El Rambán dice en su carta: “Piensa en tus palabras antes de sacarlas por tu boca”. Al igual que las palabras deben ser pensadas, las acciones deben ser planificadas. Entre otras cosas, nuestra Parashá trata de los alimentos que son kasher y de los que tenemos prohibido ingerir. Antes de consumir cualquier alimento debemos pensar si es kasher o no. Si no lo es, ¿por qué transgredir un precepto de Dios, Quien siempre ha sido tan bueno con nosotros? Si lo es, ¿qué bendición corresponde a este alimento, antes y después de haber sido ingerido? Para triunfar en la vida, debemos pensar previamente qué hacer y qué decir. Si tan sólo pensáramos bien las cosas antes de hacerlas nos arrepentiríamos menos en el futuro. Que sea la voluntad de Dios que siempre podamos planear nuestros pasos antes de darlos y que lleguemos a nuestros buenos objetivos con justicia. Amén. 245

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VAYIKRÁ

Parashat SHEMINÍ EL NÚMERO OCHO

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ebido a que el mundo fue creado en seis días, el número seis representa todo lo material, que consta de seis caras. Por eso, el mundo existirá seis mil años, conforme a esa característica de todos los materiales. El número siete representa lo espiritual, como el séptimo día de la Creación, el Shabat. Por eso hay siete cielos, siete semanas de Ómer, siete días de Sucot y siete de Pesaj. Según Rabí Yosi, la Torá fue entregada un día 7 de Siván, que cayó en Shabat, porque en esa fecha subimos del seis al siete, es decir, de lo material a lo espiritual, con Moshé, la séptima generación desde Abraham. También en el Judaísmo hay un nivel más alto que el espiritual: la santidad de la persona, representada por el número ocho. En la Parashá que sigue a ésta se habla de la mitzvá de Brit Milá, la circuncisión. El Midrash (Yalkut Yirmiyá 321) pregunta si es más importante el Shabat que la circuncisión. La respuesta se halla en el siguiente ejemplo: un rey tenía dos mujeres y sus esclavos no sabían a cuál de ellas quería más. Un día, el rey estaba hablando con una de sus esposas y apareció la segunda, por lo que él dijo a la primera que se fuera, porque quería estar con la otra. Entonces todos entendieron que el rey quería más a la segunda. Así ocurre con el Shabat: cuando una circuncisión debe realizarse en ese día, se aparta al Shabat y se procede con la Milá. ¿Por qué la circuncisión tiene más importancia? Porque está escrito que en el octavo día se circuncida246

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VAYIKRÁ rá el prepucio, y como el número ocho es de mayor santidad, puede apartar a algo como el número siete, el Shabat. La circuncisión se realiza al octavo día desde el nacimiento del niño. La octava prueba para Abraham Abinu, de las diez que enfrentó, fue la circuncisión. En términos cabalísticos, el cuerpo físico se representa con nueve Sefirot; el Keter (corona) es la décima Sefirá, que está encima del cuerpo, y la octava Sefirá es la correspondiente a la Milá. Por todo esto la circuncisión supera espiritualmente al Shabat, que es el numero siete. También los sacrificios están relacionados con el número ocho, como está escrito: Umiyom Hashemini Vaalha Yeratzé Lekorbán Lifné Hashem, “Y del octavo día en adelante será aceptado como sacrificio ante Dios”. Es decir, sólo a partir del octavo día será aceptado el animal como sacrificio ante Dios; por ello también se ofrendaban los sacrificios en Shabat. Está escrito que el lugar donde se construyó el Templo es el mismo en el que Abraham Abinu derramó la sangre de su circuncisión; a eso se debe que, cuando hacían un sacrificio en el altar, dejaban derramar un poco de sangre en ese lugar para que se unieran la sangre del sacrificio y la de Abraham, y así se unieran las dos cosas más santas del mundo: la circuncisión y los sacrificios. Por cierto, la palabra “sangre” en hebreo es Dam, cuyo valor numérico es 44, es decir, 4 + 4 = 8. Además, el lugar donde se ofrecían los sacrificios era la Casa de Dios, uno de los lugares más santos del mundo. Es decir, también está relacionado con el número ocho. Nuestra Parashá empieza diciendo: Vayihí Bayom Hasheminí, “Y fue en el octavo día”. ¿Por qué en el octavo día se construyó el Templo? La Torá nos explica que desde el 23 de Adar Moshé armaba 247

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VAYIKRÁ el santuario, ofrecía los sacrificios respectivos y lo desarmaba, día tras día, hasta que a partir del octavo se armó, Aharón ofreció los sacrificios, los levitas realizaron sus otros servicios y nunca más se desarmó. En ese mismo día, el octavo, fallecieron Nadab y Abihú, dos varones muy justos. Ellos representaban la octava generación desde Abraham Abinu. Otra vez se unieron los números ocho. ¿Por qué Moshé armaba el santuario siete veces y lo desarmaba? Explican algunos rabinos que esto nos revela el futuro. Es decir, siete son las veces que fue destruido el santuario contando al que se construyó en el desierto: el de Nob, Guideón, Galgal, Shiló, el Primer Templo y el Segundo. Y nosotros tenemos la esperanza de que, con la ayuda de Dios, construyamos el octavo, el que nuestra Parashá califica de eterno. Los años en que ocurrieron los acontecimientos históricos más importantes terminan en ocho. No sé si esto simbolice algo, pues todo encaja; pero de seguro nada es casual. Veamos. A partir de la creación del mundo: Abraham Abinu nació en el año 1948. Sará Imenu nació en el año 1958. Itzjak Abinu nació en el año 2048. Itzjak se casó con Rivká en el año 2088. Yaakov Abinu nació en el año 2108. Bajó a Egipto para encontrarse con Yosef en el año 2238. Los Bené Israel salen de Egipto en el año 2448. Moshé Rabenu nació en el año 2368. Falleció en el año 2488. Recibimos la Torá en el año 2448. Entramos a la Tierra de Israel en el año 2488. El Primer Templo se construyó en el año 2928. Fue destruido en el año 3338. 248

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VAYIKRÁ El Segundo Templo se construyó en el año 3408. Fue destruido en el año 3828. La Torá oral fue compilada en las Mishnayot en el año 3948. El Talmud Jerosolimitano (Yerushalmí) se redactó en el año 4128. El Talmud Babilónico (Bablí) fue terminado en el año 4258. Esto no significa que debemos ir al calendario para ver cuándo cae el próximo día ocho y decir: “A las ocho de la mañana viene el Mashíaj y a las ocho de la noche estará construido el próximo Templo, que será el octavo santuario”. El santuario fue construido por Betzalel, de la tribu de Yehudá, y por Aholiab Ben Ajisamaj, de la tribu de Dan. El Primer Templo fue construido por el Rey Shelomó, quien pertenecía a la tribu de Yehudá, junto a Jiram, rey de Tzur, quien pertenecía a la tribu de Dan. Nuestros Sabios dijeron que, cuando venga el Mashíaj, su padre será de la tribu de Yehudá y su madre de la tribu de Dan. Dan se caracterizaba por reunir a las demás tribus y el Mashíaj reunirá a los judíos esparcidos por el mundo. ¿Por qué todo esto es así? De acuerdo con lo explicado, Yehudá era el judío número siete en el mundo, Dan era el número ocho. Es decir, Abraham, Itzjak, Yaakov, Reubén, Levy, Shimón, Yehudá y Dan. Esta es la ventaja del Pueblo Judío: tenemos la santidad representada por el número siete y tenemos la cima de la santidad representada por el ocho, y gracias a ellos recibimos sólo lo bueno. Es evidente que debemos aprovechar esto. No podemos quedarnos con el seis, sino santificarnos con todo, en especial con el ocho. No basta con hacer la circuncisión, sino cuidarla; es decir, cuidarla de la asimilación, de las relaciones prohibidas, mediante la pureza familiar. También debemos apegarnos a los sacrificios con nuestros rezos, que suben desde la tierra hasta los siete cielos, que equivale 249

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VAYIKRÁ a ocho. Igualmente debemos apegarnos al Templo cuidando los pequeños templos que tenemos a nuestro alcance y los cuales conforman las partes del octavo Templo dividido, que son las sinagogas, nuestras escuelas, nuestros kolelim y yeshivot, que en el futuro se unirán e integrarán el octavo y eterno Templo. Que sea la voluntad de Dios que por fin aprovechemos todas estas ventajas y tengamos el mérito de la circuncisión que se hace en el octavo día, a fin de que llegue el Mashíaj (descendiente del octavo judío, Dan) y construya el octavo santuario, donde sacrificaremos allí los animales con ocho días de nacidos, derramaremos su sangre en el lugar de la octava prueba de Abraham Abinu y que, con la ayuda de Nadab y Abihú, que son la octava generación, podamos cantar: Lamenatzeaj Al HaShemini, “Cántico al Octavo” (Tehilim 12:1).

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Parashat TAZRÍA NUESTRA DESCENDENCIA

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uestra Parashá trata de la mujer que da a luz. Nuestros Sabios explican que, cuando la pareja se une íntimamente, va un ángel hasta Dios y le pregunta si la mujer quedará embarazada o no. Si Dios responde que sí, el ángel inquiere qué tipo de neshamá (alma) va a recibir esa criatura. (Hemos de saber que en los cielos hay un depósito de almas de distintos niveles: de los mundos Haaziá, Yetzirá, Briá y Hatzilut.) Todo padre quiere para sus hijos el alma más pura y elevada que haya. ¿Cómo hacer para que esa futura criatura tenga un alma especial? Muchos piensan que depende de la educación recibida, pero en realidad mucho antes de que se unan los padres ya se está decidiendo el futuro espiritual de esa criatura. Antes de empezar, pido a los padres que no se molesten, ya que estas palabras fueron tomadas del Zohar y del Talmud. No intentan crear categorías entre los judíos, sino que nos informan cómo tener hijos con almas especiales. Muchos conocemos niños que tienen tendencia a la religión. Por ejemplo, les gusta rezar, decir kidush, estudiar Torá, etc. Y otros, por el contrario, se alejan de estas cosas de manera inexplicable. ¿Cuál es el verdadero motivo? Todo empieza en la época en que la mujer queda impura por su menstruación. Si los padres cuidan no tener relaciones matrimonia251

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VAYIKRÁ les en esos días, entonces el alma de la futura criatura será conducida por un camino de pureza, es decir, empezará su vida con el pie derecho. Pero si no se cuidan, Dios nos guarde, esa criatura empezará su camino con impurezas espirituales. La segunda etapa es el momento en que ambos se unen. Los pensamientos de los padres influyen en el tipo de alma del feto. Dice el Zohar que, si sus intenciones son buenas, es decir, si están pensando en cumplir la mitzvá de multiplicarse, en ese momento Dios ordena al Ángel Gabriel que traiga un alma especial para que sea infundida en ese niño; pero si no son buenas, si sólo buscan satisfacer sus deseos personales, el alma será distinta. La tercera etapa consiste en los meses de embarazo. Todo lo que la mujer escuche influye en el futuro del niño. Incluso los científicos de nuestros días están de acuerdo en esto. Por eso muchas mujeres judías escuchan música jasídica y clases de Torá durante el embarazo, para introducir en su hijo cosas puras. Dijo Rabí Yojanán a Rabí Yehoshúa: “Dichosa la que te parió” (Pirké Avot 2:8). Explican nuestros Sabios que Rabí Yehoshúa llegó a niveles espirituales y de sabiduría muy altos gracias a que su madre, cuando estaba embarazada de él, iba al Bet Midrash y a las sinagogas para que su hijo se alimentara de cosas espirituales. Después se paraba en las puertas de estos sitios y pedía a los rabinos que bendijeran a ese bebé para que fuera un Talmid Jajam muy grande. También influye todo lo que la madre ingiera. Cuando ella consume comida buena lo alimenta, mientras que las bebidas alcohólicas, los cigarrillos o las drogas (Dios nos libre) hacen mucho daño al feto. Si la madre come carne terefá (no kasher) daña el alma de su hijo y si come kasher lo ayuda muchísimo. Por eso nuestra Parashá está unida a la que trata de las comidas permitidas y las prohibidas. 252

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VAYIKRÁ En el Talmud (Yomá 84b) se narra una historia que explica bien nuestro tema. A dos mujeres embarazadas se les antojó comer en Yom Kipur y mandaron a preguntar a Rabí Yehudá si podían hacerlo o no. Rabí Yehudá pidió que explicaran a estas señoras la importancia de no comer en Kipur. Finalmente, una comió y la otra se abstuvo. La diferencia se conoció después; la mujer que no comió en Yom Kipur tuvo el mérito de tener un hijo como Rabí Yojanán. La cuarta etapa es después del parto. En nuestra Parashá está escrito que hay que circuncidar al niño el octavo día. ¡Qué importante es y cuánto influye la circuncisión en el niño! En algunos lugares se acostumbra que la noche previa a la circuncisión asistan varios hombres a la casa del niño para estudiar un poco de Zohar, a fin de protegerlo y prepararlo para la circuncisión. Para ésta es importante escoger a un Mohel adecuado y a un Sandak temeroso de Dios, ya que sus personalidades influyen en el niño. Por eso está escrito en la halajá (Shulján Aruj 264:1) que la costumbre es buscar un Mohel temeroso de la palabra de Dios y un Sandak que sea también temeroso de Dios y justo, para que sus buenas cualidades influyan en la personalidad del niño. Por supuesto, la circuncisión como tal tiene que hacerse bien. Hoy muchos padres quieren una circuncisión sin sangre e incluso algunos rabinos lo permiten olvidando las palabras del Zohar: “Los ángeles guardan las gotas de sangre derramadas por el niño en el día de su circuncisión, por si en el futuro atraviesa alguna enfermedad difícil (Dios nos libre). Si ello ocurre, van a Dios y le dicen: ‘¿Vas a mandar este sufrimiento a este niño que derramó su sangre por orden tuya con tan sólo ocho días de nacido?’. En ese momento, Dios se apiada de él y hace que la enfermedad vaya desapareciendo”. Por eso decimos en la circuncisión: Bedamaij Jayí, “Con tus sangres viví”. 253

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VAYIKRÁ El broche de oro se cierra en el momento en que se asigna al recién nacido un nombre del Tanaj, un nombre judío, pues el nombre de la persona influye mucho sobre sus cualidades. Así, a partir de los ocho días de nacido el bebé ya tiene definida su alma, pura o semipura, aunque todo depende de si nos mantenemos dándole una educación apropiada de Torá. Es importante destacar que quienes nacieron de padres que no supieron cuidar todas estas etapas atentamente no son malvados, sino como diamantes por pulir, y algunos requieren de mayor esfuerzo para pulirlos. No nos queda más que pedir a Dios que podamos hacer la vida más fácil a nuestros hijos y que su ascenso espiritual sea mucho más sencillo cumpliendo estos pasos a cabalidad, a fin de que sean justos, como ejemplo de las luminarias de Israel. Amén.

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Parashat METZORÁ LA INFLUENCIA DEL AMBIENTE

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omo bien sabemos, existen lugares en el planeta Tierra que representan un gran riesgo para la vida del ser humano, bien sea por condiciones ambientales o geográficas desfavorables, y que también hay lugares muy placenteros y cómodos para el desarrollo de la vida del hombre. En sentido espiritual también hay lugares del planeta Tierra que representan un peligro vivo, un riesgo de perder nuestros principios, valores e identidad judíos debido a la influencia de ese medio. Y hay lugares en que ocurre todo lo contrario, donde podemos fortalecer nuestros lazos de identidad con nuestro pasado, presente y futuro; donde se siente una elevación espiritual con significado que influyen positivamente en nosotros y nos ayudan a merecer la vida eterna, después de 120 años. Nuestra Parashá trata básicamente del enfermo de lepra, padecimiento que se dio solamente en la época en que más de noventa por ciento del Am Israel se comportaba con justicia y rectitud. Si alguien ponía en peligro la integridad del pueblo murmurando, hablando mal del prójimo, causando divisiones dentro del Am Israel, separando matrimonios o provocando enemistades, Dios le mandaba la lepra para que todo el que estuviera a su alrededor supiera lo que estaba haciendo y se alejara de él. Además de ese castigo, la Torá ordenaba que el enfermo fuera apartado del Am Israel durante una semana. Badad Yeshev Mijutz Lamajané, “Solo se quedará fuera del campamento” (Vayikrá 13:46). ¿Por 255

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VAYIKRÁ qué la Torá fue tan estricta con estas personas? Porque la Torá nos enseña que debemos apiadarnos de todos e intentar que siempre haya unión entre las personas; pero cuando una persona se desvía y ensucia la integridad del pueblo hay que alejarla lo antes posible, al igual que quitamos una manzana podrida de la canasta para que no pudra a las demás. Algo parecido ocurre con las leyes de la Torá respecto a las guerras. El Cohén Gadol exhortaba a los soldados y les decía: “Aquel que tenga miedo de morir, que regrese a su casa”. ¿Por qué? “No sea que haga temblar también los corazones de sus compañeros” (Devarim 20:8). Así, pues, es de extrema importancia que nos rodeemos de un ambiente puro y sano, de soldados que nos motiven a luchar contra el Yetzer Hará. Por eso la Mishná (Pirké Avot 1:7) nos dice: “Aléjate de un mal vecino y no hagas amistad con el malvado” y “debemos comprar un amigo” (Pirké Avot 1:6). Preguntan nuestros Sabios: “¿Acaso existe una tienda de amigos?”. La respuesta es que, de igual manera que compramos un apartamento, no entramos a preguntar su valor y lo pagamos sino que hacemos averiguaciones, comparamos, pensamos y al final lo adquirimos si nos conviene, así debería hacer con un amigo personal o con los de nuestros hijos. Pero si hacemos amistad con personas que nos desvían y nos transmiten malos mensajes, las consecuencias a largo plazo serán lamentables. Debemos apartarnos inmediatamente de ellas de forma educada, para cubrir nuestras espaldas y no dejar que ese ambiente nos influencie mal. A propósito, ¿cuán fuerte es la influencia que tiene el ambiente en los animales, en las personas e inclusive en los hombres más justos de la sociedad? Los animales, de manera inexplicable, reciben influencias del hombre. Los científicos descubrieron hace poco el motivo principal del 256

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VAYIKRÁ por qué ciertas especies animales, en las ultimas décadas, han disminuido su cantidad de individuos: el mismo homosexualismo que enfrenta la sociedad influyó tanto en los animales que empezaron a unirse a los de sus mismo sexo. La Torá nos describe este mismo fenómeno en la época previa al diluvio, donde la corrupción moral era exagerada. Ki Hishjit Kol Basar Et Darkó Al Haaretz, “Cuando toda carne corrompió sus maneras en la tierra” (Bereshit 6:12). Explica Rashí: “¿Por qué dijo ‘toda carne’? Para enseñarnos que no sólo el ser humano se había corrompido, sino que también los animales habían perdido sus principios instintivos de unirse macho con hembra”. He ahí por qué un mal ambiente, lleno de impurezas, es tan perjudicial y peligroso para todos nosotros. El aire impuro se respira y se asienta en el cerebro causándonos pensar de otra manera y, por ende, disminuye nuestro nivel espiritual. El Rey David dijo, en el primer salmo de Tehilim: “Dichoso aquel que no fue por caminos…, quien en caminos de los pecados no anduvo, que no se sentó a la mesa de cínicos”. David Hamelej (el Rey) no dijo que no fue con malvados, sino que no adoptó sus caminos y que en sus casas no se sentó, porque esos sitios estaban impurificados; el que pasó por ahí es como si hubiera permanecido en ellos. Por eso es mejor rezar en la sinagoga solo que en la casa a solas y es mejor rezar en un lugar de estudio que en una sinagoga. ¿Por qué? Porque hay más ambiente puro, más limpio, y el cerebro piensa de otra forma. Incluso las personas más justas pueden llegar a caer si se rodean de un ambiente corrupto. Podemos comprobar esto con los judíos que salieron de Egipto. A pesar de que vieron muchísimos milagros se dejaron influenciar mal por los egipcios que salieron con ellos para 257

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VAYIKRÁ convertirse al Judaísmo y en el desierto, bajo aquellas condiciones, fueron los que iniciaron la revuelta que condujo al becerro de oro. En la Guemará (Shabat 147b) se ensalza a Rabí Eleazar Ben Araj. Rabí Yojanán, su maestro, dijo en el Pirké Avot (2:8) que si pusieran a todos los sabios de esa generación en el plato de una balanza y a Rabí Eleazar en el otro, la balanza se inclinaría por él, por tanta sabiduría que mostraba. Un día, a su esposa se le antojó viajar por el mundo y conocerlo. Abandonaron el ambiente de Eretz Israel y visitaron otros lugares donde no se respiraba Torá en absoluto. Luego de varios años volvieron a Israel. Todos sus amigos y alumnos fueron a recibirlo con alegría, pero cuando se sentaron a hablar con él se dieron cuenta de que se le había olvidado todo; inclusive cometía los mismos errores que un niño. Fue una gran decepción. El ambiente afuera de Israel lo influenció mal. Yosef, quien fue una persona muy fiel a sus creencias y a sus principios, el mejor alumno de Yaakov Abinu, también iba a caer después de tanto luchar contra la tentación de la esposa de Potifar, como está escrito en la Guemará (Sotá 36b). Pero sólo un milagro lo salvó de ese abismo; la imagen de su padre se le presentó y no cayó. Si desde los animales hasta los hombres justos son influenciados por el ambiente, ¿qué dirán nuestros hijos pequeños, nuestros adolescentes, que se desenvuelven en un ambiente no judío, o los jóvenes universitarios que tienen tantas tentaciones a su alrededor, o nuestros amigos que ya cayeron en manos del instinto del mal haciéndoles pensar que eso es disfrutar la vida? ¿Cómo no van a pecar, cómo no van a asimilarse? Solamente aquellos que tengan valores muy altos y suficiente fuerza van a salvarse. Leemos en Shir Hashirim: Baraj Dodi Vedamá Lejá Letzvi… Al Haré Besamim, “Escápate, mi querido, como el venado… hacia una montaña olorosa”. ¿A qué se refiere el Rey Salomón en este versículo? 258

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VAYIKRÁ Cuando el puma busca al venado para atraparlo se guía por el olfato, pero éste huye a lugares donde hay muchas flores para confundir su olor natural. Ese versículo es una analogía de la vida: la persona debe dirigirse a lugares donde hay buenos olores espirituales, a lugares donde se vive el ambiente de Torá, para que se impregne tanto de santidad que ni el mismo instinto del mal pueda seguirlo. Que sea la voluntad de Dios que nos salvemos nosotros y nuestros hijos de malos amigos, vecinos y malas compañías, y de una sociedad corrupta, y que siempre estemos rodeados de gente buena y de ambientes puros, para quedar impregnados de santidad. Amén.

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Parashat AJARÉ MOT LOS SABIOS

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uchos se preguntan por qué los rabinos agregaron tantas mitzvot, como si no fueran suficientes las 613 de la Torá. ¿Por qué nos hacen la vida más difícil? Si Dios no lo escribió en la Torá, es porque no quería que fuera prohibido. Entonces ¿por qué ellos lo prohibieron? La respuesta está en nuestra Parashá: Ushmartem Et Mishmartí, “Y cuidarán mis leyes” (Vayikrá 18:4). El Talmud (Moed Katán 5a) explica que los jueces de cada generación deben preocuparse de que haya una muralla, un cerco que cuide a las mitzvot de la Torá. Por ejemplo, los sabios prohibieron tocar siquiera un bolígrafo en Shabat para evitar que escribamos, lo cual está prohibido. Es decir, Dios prohibió escribir y los sabios prohibieron siquiera tocar el bolígrafo. Eso es exactamente lo que significa poner un cerco a las mitzvot. La pregunta ahora es: ¿a qué mitzvá pondremos cerco y a cuál no? ¿Sólo cerco o dos o tres? La respuesta se halla en el siguiente ejemplo. Cierto hombre tiene un campo con árboles frutales cuyos frutos son muy dulces. Aunque tiene un esclavo que cuida el campo, la gente al pasar toma algunas frutas. Si desaparecen cuatro frutas al año, podemos decir que no es un problema grave. Pero si todas y cada una de las personas que pasan junto a ese campo toman una fruta, ¿qué debe hacerse? Poner carteles que anuncien “Propiedad privada”. Pero si la gente no lee eso y sigue tomando frutas, ¿qué haremos? Poner un pequeño cerco. Pero si la gente salta ese cerco y sigue tomando frutas, ¿qué solución ponemos? Levantar un cerco más alto. Y así sucesivamente. 260

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VAYIKRÁ Con nuestro árbol de vida, la Torá, pasa lo mismo. Nuestro Amo dijo a sus esclavos, en este caso los sabios, que cuidaran los frutos de Su árbol, las mitzvot. Pero ellos vieron que la gente no respetaba esos frutos y que se los comía, y entonces tuvieron que poner un nuevo cerco, y así, con los frutos más jugosos, tuvieron que aumentar la altura del cerco hasta que debieron construir una muralla. Por ejemplo, nuestros Sabios no pusieron un cerco a la prohibición de “No matarás”, pues sabían que eso no es tan común entre las personas. Pero sobre a la prohibición de profanar el Shabat, al ver cuán común era entre las personas, tuvieron que construir cercos mayores para que no cayéramos en lo prohibido, como tocar dinero, ya que de tenerlo podemos salir a comprar cualquier cosa, inclusive cambiar dólares, y con eso estaríamos profanando el Shabat y la Torá. Una de las transgresiones a las que los sabios pusieron más vallas fue la de tener relaciones prohibidas. Nos prohibieron ver películas, escuchar cantos con mujeres, mujeres hablando con hombres, etc., para evitarnos caer en la tentación. Dios no puso los cercos, pero si colocó sobre el árbol y sus frutos un anuncio de “No tocar”, y dio a los sabios la libertad de escoger el tipo de cerco, pues tienen que adaptarse a las necesidades de cada generación y sus fallas. Cuentan que en Israel, durante el mandato británico, un hombre contrabandeó mercancía y los oficiales británicos lo capturaron. Lo llevaron al tribunal y el juez, después de revisar las acusaciones, lo sentenció a diez años de cárcel. Cuando escuchó la sentencia, el hombre ejerció sus derechos y solicitó que le leyeran la ley británica donde decía que su castigo era de diez años. Entonces el juez leyó: “Toda persona que contrabandee mercancía por mar o por aire será castigada con diez años de prisión”. El hombre dijo 261

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VAYIKRÁ al juez: “Su Señoría, la ley solamente especifica el contrabando realizado por mar y aire, pero yo lo hice por tierra, así que no me corresponde ese castigo”. ¿Qué pasó en ese juicio? La ley británica estaba enfocada a las condiciones de los súbditos británicos, no a los de sus colonias. Es decir, la Gran Bretaña es una isla y, por tanto, el único contrabando que podía hacerse eran por mar o aire, no por tierra. En consecuencia, sus leyes se aplicaban sólo a ellos y no pensaron en sus colonias, que no necesariamente serían islas también. Dios no quería que pasara lo mismo con las leyes de la Torá y por eso ordenó a los sabios estar pendientes de esos cambios generacionales e ir adaptando las leyes a la realidad actual. Dios no pudo escribir en la Torá “No comerás en tal restaurante” porque no existía en la época de Moshé Rabenu. Tampoco pudo escribir que está prohibido subir a un ascensor en Shabat, por la misma razón. Ni tampoco pudo escribir específicamente acerca de la inseminación artificial, sino que en cada tema escribió de forma generalizada y, a partir de esa generalización, los sabios pueden utilizar las herramientas de estudio para inferir qué está permitido o no. Los sabios hacen las leyes para que la gente se adapte a la Torá y no la Torá a la gente; no recortan trozos de la Torá, como lo hacen los reformistas, para que la gente esté contenta con ellos, sino que se adaptan a las leyes preestablecidas para hacer nuevas. Nuestros Sabios no son personas aburridas que no tienen nada que hacer, ni piensan en cómo fastidiar al pueblo; por el contrario, ellos son como un padre y una madre que ven a sus hijos jugando con fósforos, tijeras, cuchillos afilados o electricidad, y nos ordenan alejarnos inmediatamente de aquello que puede dañar nuestra salud física y espiritual. Pero nosotros no entendemos lo que nos advierten, 262

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VAYIKRÁ igual que los niños que piensan que sus padres están molestándolos al no dejarlos tocar el enchufe, porque piensan que los enchufes de electricidad producen, a lo sumo, una cosquilla agradable. Solamente cuando crecemos decimos: “¡Cuánta razón tenían nuestros Sabios!”. Por eso les llamamos Jajamim (sabios). “¿Quién es jajam [sabio]? El que aprende de los demás y el que ve las consecuencias de sus acciones”. Los Jajamim conocen las características de su generación y se preocupan porque en ella no se cometan transgresiones. Es decir, al aprender de los demás y aprender las consecuencias de sus actos, pueden ellos evaluar y establecer qué es correcto y qué no. Por ejemplo, ellos vieron que muchas personas que leían los viernes en la noche a la luz de la vela después de unos minutos tomaban la vela para leer mejor, lo que está completamente prohibido. Por eso ellos prohibieron leer a la luz de la vela. Construyeron una muralla alrededor, ya que muchos tomaban la vela en sus manos. Incluso en el Talmud (Shabat 12b) se relata una historia acerca de Rabí Ismael ben Elisha, quien dijo que él sí podía leer con la vela, ya que era un gran sabio y conocía las leyes, por lo cual iba a cuidarse mucho de no caer. Pero a medida que iba leyendo más, se le cansó la mirada y sin querer tomó la vela. En ese momento dijo: “¡Qué grandes son las palabras de los sabios!”. En el mundo de la medicina ocurre lo mismo. Los médicos recetan medicinas y tratamientos función de sus diagnósticos, su experiencia con otros pacientes, etc. Ellos observan muchas veces que en algunos tratamientos el consumo de algunos alimentos produce malestar y hasta puede agravar la situación del paciente. De ahí que ahora, por ejemplo, informen a la población lo malo que es comer grasas o fumar, y lo bueno que es comer verduras, consumir vita263

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VAYIKRÁ mina C, etc. Nunca vemos que alguien grite a un doctor que es un fanático o que le pregunte por qué prohíbe más cosas de las que ya había prohibido con anterioridad. Al contrario, escuchamos lo que dice, lo aceptamos y además le pagamos por sus servicios. Nuestros Sabios son como los médicos. Ellos prohibieron algunas cosas, pues observaron que las personas tienen tendencias a hacer o consumir lo que les hace daño. Nos dicen que no tomemos ni siquiera una bebida embotellada en un restaurante, porque muchos empezaron así y terminaron con una chuleta de carne terefá. Los sabios también nos recetan vitamina F: Fe en Dios. ¿Por qué no escuchamos a los Jajamim como a los doctores, aun cuando son más importantes que ellos? El doctor sólo cura nuestro cuerpo, que es temporal, y el sabio cura nuestra alma, que es eterna. Debemos saber que los sabios vinieron a ayudarnos, que ellos sólo pusieron murallas para impulsarnos a cuidar la existencia del pueblo. Ninguno de los que saltaron esas murallas, que dijeron que ellos no escuchaban a los sabios sino solamente a Dios, cumple ni siquiera lo que dijo Dios en la Torá. No saben diferenciar entre lo que dice la Torá y lo que dijeron los sabios. Observemos nuestro árbol y verifiquemos si está resguardado; ¿qué no sabemos que todo aquel que quita las murallas pone en peligro la existencia de los frutos? Cada halajá (ley) es una alhaja, una joya. Las joyas no se dejan a la vista, sino que se guardan en una caja fuerte. Mientras más valiosas son más cuidado necesitan. Nuestra Torá, nuestro Judaísmo, nuestras mitzvot, nuestra vida espiritual son lo más importante del mundo. Por eso, si cuidamos un diamante, ¡cuanto más a nuestra Torá! Nunca olvidemos quiénes fueron esos sabios, hombres justos, que nos prohibieron ciertas cosas, entre ellos Rabí Shimón Bar Yojai, 264

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VAYIKRÁ Rabí Akivá, Rabí Meir Baal Hanés, Rabí Yehudá Hanasí, etc. Basta con que leamos sus libros, el Zohar, las Mishnayot, para conocer la gran diferencia espiritual entre ellos y nosotros. Lo que más contradictorio me resulta de todo esto es que en la Hilulá todos están dispuestos a pagar miles de dólares por las pinturas de sus rostros, aunque yo dudo mucho que lo sean. ¿Acaso los fotografiaron en esa época? Y esas mismas personas dicen que los sabios son unos exagerados. Entonces, yo les pregunto: ¿esos Jajamim fueron santos o personas que no sabían de qué hablaban? Debemos honrar a los sabios y escuchar sus palabras, porque sólo quieren nuestro beneficio. Que sea la voluntad de Dios ayudarnos a cuidar todas sus mitzvot y las de nuestros Sabios, que en esencia son las mismas, ya que Dios escribió en la Torá la obligación de obedecerlos, Vehasita Kejol Asher Yarhuja (Devarim 17:10), y que por el mérito de todos los tanaítas, los sabios, los justos, seamos protegidos contra todo mal, tanto nosotros como nuestros hijos. Amén.

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Parashat AJARÉ MOT–KEDOSHIM EL RIESGO DE PECAR

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n la Parashá de Ajaré Mot se habla de todas las transgresiones que se cometen en las relaciones ilícitas. Después, en la Parashá de Kedoshim, se habla de la importancia de mantener la santidad. En el tratado Berajot del Talmud Jerosolimitano (Yerushalmí) y en el Zohar (Bereshit 81) se dice: “Dijo Rabí Abba en nombre de Rabí Yudán Ben Pazi: ‘¿Por qué están juntas las parashiot de relaciones ilícitas y la de la importancia de la santidad? Para enseñarnos que aquel que se aleje de esas relaciones prohibidas adquiere mayor santidad’”. El Yetzer Hará de esos asuntos es muy fuerte. Najmánides (Vayikrá 18:17) explica por qué se conoce al pecado de relaciones prohibidas como zimá, término que proviene de la palabra hebrea mezimá (“atenta”); es decir, el Yetzer Hará atenta contra nosotros para que caigamos. El que logra librarse de él es llamado Kadosh (santo). En la Guemará está escrito que Rabí Yehudá Hanasí también fue conocido como Rabenu Hakadosh, porque nunca cayó en ese tipo de pecado. Este Yetzer Hará busca que pequemos, cada uno en su nivel. Algunos pecan con solteras, otros con goyot (Dios nos libre) y hay los que caen con mujeres casadas (Dios nos salve). Es nuestra obligación hacerles saber que, aun cuando una pareja se haya divorciado civilmente, según las leyes de la Torá no lo están hasta que la mujer tenga un Guet (documento de divorcio) emitido por una autoridad rabínica competente. Muchos piensan que, como ya están separados, todo está permitido, pero no es así. El matrimonio termina con un Guet y quien no lo haya obtenido todavía no está divorciado. 266

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VAYIKRÁ Esta tendencia a tener relaciones prohibidas es tan grande que nuestros Sabios dijeron: “No hay garantías que aseguren que la persona no caerá en una relación prohibida” (Ketubot 13b). Todos podemos caer; por eso debemos cuidarnos mucho. Si incluso algunos de nuestros Sabios cayeron en esas redes, ¿qué sucederá con nosotros, que somos más débiles que ellos? ¡Tenemos entonces que cuidarnos con mayor preocupación! La Guemará (Kidushín 81a) nos relata sobre Rab Amram Jasida, un hombre muy apegado a Dios, recatado, justo y sabio, que tenía muchos alumnos. Cierto día, una mujer de la calle llegó a vivir en su mismo vecindario y el Yetzer Hará empezó a tentarlo todos los días diciéndole: “Es algo muy grave irse con esa mujer. Pero hazlo y después arrepiéntete. Nadie se enterará. Dios te entenderá”. Una noche el rabino se levantó de su cama, fue a la casa de la mujer y cuando empezó a subir las escaleras se arrepintió; bajó un escalón y lo subió, bajó y subió. Al ver que el Yetzer Hará era muy fuerte, Rab Amram empezó a gritar: “¡Fuego, fuego!”. Salieron la gente y todos sus alumnos, quienes lo vieron y le dijeron: “¡Rabino! ¡Qué vergüenza!”. Él respondió que prefería avergonzarse en este mundo y no en el venidero, pues de no haber gritado seguramente habría pecado. Como sabemos, el mismo Yosef, aunque era muy justo, fue tentado día a día por la mujer de Potifar, hasta que un día decidió irse con ella y solamente gracias a la misericordia de los cielos se salvó; ni siquiera regresó por sus ropas, porque sabía que de hacerlo caería. El siguiente ejemplo tiene un final diferente. Rabí Meir Baal Hanés tenía una esposa llamada Bruria, una mujer muy sabia y justa, además de muy santa y estricta con los temas de recato personal, que inclusive estudiaba mucha Torá, al grado que reprendía a los sabios cuando se equivocaban. Una vez Rabí Yosi le preguntó: “¿Qué camino me resultaría más corto para llegar a la ciudad de 267

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VAYIKRÁ Lud?”. Ella respondió: “Tienes prohibido hablar demasiado con una mujer; debiste haberme preguntado solamente: ‘¿Dónde está Lud?’” (Irubín 53b). Un día Rabí Meir volvió a su casa y Bruria le preguntó qué habían aprendido; él le dijo que habían aprendido que el Yetzer Hará puede seducir a todos, inclusive a las mujeres. Ella replicó que eso era imposible y que el Yetzer Hará jamás podría contra ella en esos temas. Rabí Meir, solamente para demostrarle que los sabios tienen razón, decidió mandar a un alumno para que la cortejara. El alumno iba todos los días a contar una historia nueva a Bruria para entablar conversación con ella hasta que cayera. Luego de muchos años, un día el alumno de Rabí Meir propuso a Bruria encontrarse con él a solas y ella aceptó. El alumno informó a Rabí Meir que ya había cumplido con lo que le había encomendado. Pero en lugar del alumno, Rabí Meir fue al sitio donde habían convenido encontrase. Cabe recordar que él sólo quería demostrarle que no tenía razón y que el Yetzer Hará puede seducir a cualquiera. En el momento que Bruria vio a su marido sintió tanta vergüenza que se suicidó (Abodá Zará 18b). Nadie está vacunado contra las seducciones. Entonces, ¿qué podemos hacer? La respuesta más sencilla es no ponernos a prueba. Por ejemplo, un conductor maneja su auto a gran velocidad por una calle; de pronto, un niño cruza sin fijarse y es atropellado por el auto. Cuando va a juicio, dice a modo de defensa: “¿Cómo podía detener el auto en una distancia tan corta? ¡Es prácticamente imposible!”. El juez lo ve con lástima y le dice: “El problema no es la distancia, sino la velocidad a la que iba conduciendo el carro”. Así ocurre con las relaciones ilícitas: es muy difícil salir de esa tentación una vez dentro de ella; solamente un milagro puede salvarnos de caer. 268

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VAYIKRÁ De hecho, Dios nos lo ordenó en la Torá: Lo Taturu Ajaré Enejem, “No te dejarás llevar por tus ojos” (Bamidbar 15:39). Todo empieza con la mirada; lo que se observa se traslada al cerebro y él empieza a imaginar, hasta que finalmente ocurre lo indeseado. Dijo Rabí Ají Ben Yoshia: “Todo el que ve a las mujeres finalmente cae en el pecado” (Kalá Rabatí 2). Maimónides dice: “El que observa a las mujeres piensa que no hay ningún problema en eso, ya que se dice a sí mismo que no está tocándolas ni está acercándose a ellas. Pero lo que no sabe es que la mirada en sí es un gran pecado, porque a la larga nos lleva a pecar físicamente. Como está escrito: ‘No te dejarás llevar por tus ojos’” (Leyes de Teshuvá 84:4). Ahora podemos entender por qué los religiosos son tan cuidadosos con ciertas leyes y por qué los escépticos llaman fanatismo a esa preocupación. Desde muy jóvenes, los religiosos son separados en los colegios, los niños por un lado y las niñas por el otro, precisamente para evitar que caigan en situaciones de prueba. En el momento en que llegan a la edad de contraer matrimonio (que generalmente es muy temprana, pues si pasa el tiempo, mayor será la tentación), las salidas de la futura pareja sirven primero para conocerse y después, si todo sale bien, se casan. Mientras se conocen, solamente hablan de ellos mismos. Así aprenden más uno del otro de manera intensiva, concisa. En total contraste, cuando los no religiosos salen al cine, aunque pasan juntos tres horas o más, incluyendo media hora para ir y media hora para volver, y dos horas y media de película, en realidad 269

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VAYIKRÁ no hablaron, no se conocieron. La siguiente vez salen en grupo y menos hablan, menos preguntan cosas importantes de sí mismos. Después se casan y vienen las sorpresas. Él es el primero en decir: “¡Nunca me imaginé eso de ti!”. Entre los religiosos no pasa así. Se casan con una joven que conocieron cinco meses atrás y duran toda la vida juntos. Pero las parejas no religiosas, después de haber sido novios cinco años, se divorcian al año siguiente de haberse casado. Cuando en las bodas las parejas son separadas todos los hombres preguntan: “¿Por qué está prohibido sentarme con mi esposa? ¿No puedo bailar con ella?”. El problema no es la esposa propia, sino las otras esposas que están alrededor. Puesto que Dios quiere que los matrimonios se mantengan unidos, exige que las mujeres bailen juntas en otro lado. (A buen entendedor, pocas palabras.) Por eso la Torá prohibió a la mujer vestirse y comportarse sin recato, ya que eso puede causar peleas y separaciones en el hogar. Basta con que el marido compare a su mujer con las demás para que empiecen las discusiones. Lo que la Torá quiere es que no nos pongamos pruebas, ya que podemos perder el control. “Ojos que no ven, corazón que no siente.” Si reflexionamos un poco, veremos que todo lo que exige nuestra religión es evitar caer en pruebas lo más posible, y todo por medio de leyes que nos hacen cuidar nuestros ojos. En nuestros días, el Yetzer Hará es muy fuerte. El mundo está hundido en gran libertinaje; la publicidad en las calles, la prensa, la televisión, la moda, todo está orientado a la seducción. 270

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VAYIKRÁ Pero no por eso debemos rendirnos; por el contrario, Lefun Zará Agrá, “Mientras más difícil sea, más recompensa habrá” (Pirké Avot 5:23). Si en verdad queremos un poco de santidad, debemos evitar que nuestros ojos vean cosas que nos ponen en situaciones de riesgo. Literalmente, mientras menos veamos, menos puertas dejamos abiertas al Yetzer Hará. El profeta Yeshayá dice: Otzim Enav Marot Berrá, Melej Beyofió Tejazena Enav, “Quien cierra sus ojos al mal, al rey embellecido sus ojos verán”. Esto se refiere a que quien cuide sus ojos ahora, en el futuro podrá ver en el Gan Eden el brillo de la Shejiná (Providencia Divina). ¡Pero también en este mundo hay recompensa! Muchos rabinos justos, cabalistas, cuidan sus ojos, miran solamente al piso, y Dios los premia dándoles una visión espiritual que ninguna persona normal puede tener. Rabí Meir Abujatzera, hijo de Baba Saleh, fue uno de los afortunados en recibir ese don. Una vez recibió la visita de unos padres cuyo hijo había sido secuestrado. Lloraron y suplicaron al rabino que les dijera dónde estaba el niño. En ese momento Rabí Meir Abujatzera tomó un lápiz y un papel, y empezó a dibujar una calle de Londres, con todos sus detalles. Pese a que nunca había estado allí, dijo a los padres que en cierto edificio, en el tercer piso, en el apartamento tal, en el cuarto de la izquierda, estaba el niño. Otros rabinos de nuestra época también poseen esa capacidad. ¿Cómo la adquirieron? Hasta cierto punto, la respuesta es increíble: no ven otras cosas, pues creen fervientemente en que “Aquel que cierra sus ojos al mal, al rey embellecido sus ojos verán”. 271

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VAYIKRÁ Antes de terminar, quiero contarles lo que escuché en un programa de radio en Israel. Una persona llamó y empezó a contar cómo hizo teshuvá: “Vivo en Ramat Gan [una ciudad que está al lado de Tel Aviv]. Una vez me paré frente a la ventana de mi casa para fumar un cigarrillo. Eran como las once de la noche. Fijé la vista en una parada de autobuses; las personas estaban esperando los últimos autobuses del día. De pronto llegó un joven religioso mirando al piso, ya que en la parada había una publicidad obscena. Me dije que si ese religioso hubiera estado solo, de seguro hasta se habría metido en la foto. Pasaron unos minutos. Se detuvo un autobús y todos subieron a él, menos el joven religioso, que estaba esperando otro autobús. Pasaron otros minutos. Todo alrededor esta a oscuras. Todos dormían. No había nadie más que yo, a ochenta metros de distancia, asomándome por la ventana, esperando que aquel joven levantara la mirada y viera esa publicidad. Pero, simplemente, no la miró. Me dije a mí mismo: ‘Si la Torá tiene la fuerza suficiente como para que un hombre sea capaz de doblegarse a sí mismo y controlar sus deseos, entonces yo también quiero gobernar sobre mí mismo y no ser un esclavo de mis pasiones’”. Que sea la voluntad de Dios, a pesar de que día a día cuidarse de las transgresiones se hace más difícil, ayudarnos con su Torá a cuidar nuestros ojos para que nuestro corazón esté más limpio y corramos menos riesgo de pecar. Amén.

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Parashat KEDOSHIM LAS FUTURAS GENERACIONES

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stá escrito en la Parashá: Mipenei Sebá Takum, “Ante un anciano, ponte de pie” (Vayikrá 19:32). El Zohar contiene tres análisis de este versículo. En el primero se explica que cuando veamos a un anciano debemos honrarlo; el segundo, que cuando veamos a un sabio en Torá debemos honrarlo; y el tercero se refiere a que debemos levantarnos a servir a Dios antes de la vejez, es decir, hacer teshuvá en la juventud, tal como dijo el Rey Salomón: Zejor Et Boreja Vimei Bejorteja, “Recuerda a tu Creador en los días de tu juventud” (Kohelet 12:1). Aquí nos concentraremos en el tercero. ¿Por qué es mejor hacer teshuvá cuando se es todavía joven? El Talmud (Yomá 86b) y Maimónides explican: “¿Cuál es la teshuvá verdadera? La del que hizo teshuvá y se le presentó la misma oportunidad de pecar, y no lo hizo. Entonces se hizo un Baal Teshuvá de verdad”. Por eso, ciertamente es bueno hacer Teshuvá en la vejez, pero no tanto como en la juventud, ya que es entonces que pueden presentarse numerosas oportunidades de pecar por segunda vez y no hacerlo. Relata la Guemará que Elisha Ben Abuyá estaba a punto de morir; Rabí Meir se le acercó y dijo que hiciera teshuvá. Elisha le preguntó: “¿Acaso puedo hacer teshuvá ahora?”. Rabí Meir le dijo que hasta el último instante, siempre, puede hacerse teshuvá. Tasheb Enosh Ad Daká, “Volver se puede hasta el último instante” (Tehilim 90:3). Al que hace teshuvá en la vejez, Dios le acepta en su palacio. Pero cuando se hace en la juventud, cuando aún el hombre puede continuar pecando y no lo hace, el mérito es mayor. 273

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VAYIKRÁ Como dice la Guemará (Avodá Zará 19a) respecto al versículo Ashrei Ish Yerá Et Hashem, “Dichoso el hombre que teme a Dios”: “¿Qué significa ‘hombre’? Dice Rabí Amram en nombre de Rab: Dichoso el que hace teshuvá cuando es un hombre y no cuando es un anciano”. Muchos jóvenes me dicen: “¡Rabino, déjenos disfrutar de la vida! ¡Después haremos teshuvá!”. ¿No es una lástima desperdiciar los mejores años de la vida? Desafortunadamente, piensan que eso es vivir y por eso les aconsejo lo que dice el Pirké Avot: “No digas que cuando tengas tiempo estudiarás, ya que no sabes si lo tendrás”. ¿Quién les asegura que en el futuro tendrán oportunidad de hacer teshuvá? ¿Quién sabe si habrá futuro? “No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”. Está escrito en el Pirké Avot (4:20): Halomed Yeled Lemá Hu Domé Lekoteb Al Niar Jadash. Halomed Zaquen Lemá Hu Domé Lekoteb Al Niar Majuk, “El que aprende de niño se parece al que escribe en una hoja nueva; el que aprende de viejo se parece al que escribe en un papel gastado”. El cerebro es como una hoja de papel; cuando escribes tonterías y tratas de borrarlas para escribir cosas sabias resulta muy difícil, porque siempre queda la señal de lo escrito antes. Si la persona se acostumbra a pensar de manaras equivocadas, a ver cosas malas, a escuchar cosas prohibidas, a cometer pecados, a comer terefá, el día que quiere hacer teshuvá le es muy difícil. Por eso, mientras menos impurezas tengamos y escribamos sobre la hoja de papel, más fácil será escribir en ella palabras de Torá. También fue dicho en Pirké Avot (5:23): Lefum Zará Agrá, “Mientras más difícil sea, mayor será la recompensa”. Dios sabe lo difícil que es abandonar, en la juventud, “la buena vida”, como muchos la llaman; pero la recompensa depende del esfuerzo realizado. No es igual el joven que se obliga a levantarse temprano para ir a la sinagoga a rezar por las mañanas Shajrit que el anciano que está despierto desde las cinco de la mañana en su casa porque a su edad ya duerme poco. 274

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VAYIKRÁ No digo estas cosas para ofender a los mayores, ni mucho menos, sino para mostrar al joven cuán importante es que despierten ahora y no después, cuando sea mayor. Por eso dice el Talmud (Berajot 34b): “En el sitio donde se paran los que volvieron en teshuvá, los justos no pueden pararse”. Maimónides explica que, como el que hizo teshuvá probó el sabor del pecado y ahora se aleja de él controlando sus deseos, resulta que sus esfuerzos de autocontrol son mayores que los de los más justos del mundo que nunca probaron lo malo (Leyes de Teshuvá 7:4). Ya nuestros Sabios nos dieron el ejemplo del rey que encomendó a sus mejores guardianes cuidar un vino especial y entregó una botella a cada uno. Al transcurrir el tiempo, el rey les pidió las botellas y vio que el primero se la tomó completa, el segundo probó sólo un poco y el tercero la mantuvo cerrada todo el tiempo. ¿Quién se merece un premio? Seguro que el primero no; el tercero cumplió con la orden del rey, pero el segundo es el más alabado, ya que probó el vino especial y a pesar de eso pudo contenerse de seguir tomando el vino. Por eso Dios otorga gran valor al joven que retorna a los caminos de Dios mediante la teshuvá, porque probó el sabor del pecado y no continuó pecando; sin embargo, el mérito del que nunca lo probó es distinto. Otro de los motivos de que sea mejor hacer teshuvá lo antes posible es que mientras más años pasen se siguen cometiendo más pecados, y el día en que hagamos teshuvá más pecados realizados nos recordarán las personas, lo cual no es muy agradable. Además, cuando los pecados se han vuelto rutinarios es mucho más difícil abandonarlos. Durante la época del Templo, en la fiesta más alegre, Sucot, los rabinos más justos bailaban cantando: “Dichosa nuestra juventud que 275

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VAYIKRÁ no avergonzó nuestra vejez”. Es decir, que la niñez y la adolescencia no constituyan una vergüenza para la propia vejez es una de las mayores satisfacciones que puede recibir alguien en la vida. ¿Cuantas personas conocemos que en el pasado cometieron errores graves y hasta hoy son recordados por eso? Así, pues, mis queridos jóvenes, aprovechen ahora su juventud, sus fuerzas, para servir a Dios. No olviden que en cualquier momento llegará el Mashíaj y mejor será que nos encuentre a todos arrepentidos del pasado, con más temor de los cielos y con más Torá. Cuando venga, no habrá posibilidades de arrepentirse. La grandeza del arrepentimiento radica en sobreponerse a los deseos prohibidos en momentos de oscuridad y duda, para decir a Dios: “Yo creo en Ti ciegamente, aunque no te vea”. Por eso, una vez que venga el Mashíaj y todo sea revelado, no tendrá ningún sentido decir a Dios que creemos en Él, ya que su verdad y existencia serán algo claro y obvio. Que sea la voluntad de Dios ayudar a todos nuestros jóvenes a despertar, a que abran sus ojos para que enderecen sus caminos. Amén.

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Parashat EMOR TERCERA DIMENSIÓN

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n Nuestra Parashá está escrito: Lo Tejalelú Et Shem Kodshí… Venitkadashti Betoj Bené Israel, “No profanarán Mi Nombre santo… y me santifiqué entre los hijos de Israel” (Vayikrá 22:32). Por lo general la palabra Tejalelú se traduce como “profanarán”, pero ésa no es la traducción exacta, ya que Jalal significa “perder la santidad” que hay en algo. Por ejemplo, cuando un Cohén se casa con una divorciada sus hijos son Jalal, ya que había en ellos cierta santidad y la perdieron. L persona que se va de este mundo también es llamada Jalal, porque su cuerpo ha perdido su alma pura. También el término Mejalel Shabat se aplica a los que despojan al Shabat de su santidad mediante sus actos. Lahashem Haaretz Umlohá, “A Dios pertenece la Tierra y sus componentes”. Es decir, Dios está en todas partes. Por eso, cuando una persona peca, en su casa, en la oficina, etc., causa que la Providencia Divina se aleje de ese sitio, el cual queda Jalal, vacío de santidad. Por eso está escrito: Lo Tejalelú, “No vacíen la santidad”. Por el contrario, Dios nos obligó a aumentar la santidad y la espiritualidad en la casa, la oficina, en la tienda. Eso es lo que significa Venitkadashti Betoj Bené Israel, “Y me santifiqué entre los hijos de Israel”. Aparentemente, todo suena bien; pero, ¿cómo podemos demostrar que hay santidad o un vacío de santidad? ¿Acaso se siente o se ve? Si en una habitación pusiéramos a unos rabinos a estudiar Torá durante veinticuatro horas al día y en otra, contigua a la primera, metiéramos a varias personas a cometer pecados y, después de un año, 277

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VAYIKRÁ vaciáramos las habitaciones por completo, ¿acaso los nuevos inquilinos notarían alguna diferencia? ¿Verán a Dios en una de las habitaciones y en la otra no? ¿Quién sabría cuál tiene santidad y cuál no? Antes de responder estas cuestiones, importa saber que hay cosas en el mundo que existen y han existido desde la creación, pero todos las desconocíamos hasta que algunos científicos inventaron aparatos que captan esas cosas. Por ejemplo, quien hubiera dicho hace doscientos años que había ondas en el aire habría sido considerado loco. Si alguien hubiera dicho entonces que en la piel se encuentran los genes y que de ellos se puede “copiar” a una persona, por medio del proceso conocido hoy como clonación, seguramente hubiera sido encerrado en un hospital siquiátrico. Ahora bien, el hecho de que nadie lo hubiera creído, o que no lo supiera, o que no pudiera demostrarlo no implica que no fuera así. Es decir, todo ya estaba ahí, pero no teníamos aún los medios para demostrarlo. Sólo hasta que recientemente se inventaron diferentes aparatos, como la radio para captar las ondas en el aire, o los microscopios para ver los glóbulos en la sangre, etc., fue que lo creímos. Y sin embargo, hoy todavía existen cosas que los científicos no han podido demostrar, es decir, existen en teoría, pero la gente duda de ellas. El día que lo demuestren todos les creerán. Con todo, algunos científicos y sabios creen en algo antes de que se demuestre, lo cual también puede provocar equivocaciones, pues la gente piensa que si tal científico lo dijo seguramente es cierto, dado que se destaca por ser una persona muy sabia y seria. Así ocurre con la espiritualidad. Cuando la Torá dice algo, las personas no lo creen, dudan de ella; y cuando nuestros Sabios dicen algo, también dudan de ellos porque no conocen la grandeza de la sabiduría de sabios como Rabí Shimón Bar Yojai, Abayé, Rabí Yehoshúa y muchos otros. 278

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VAYIKRÁ Por ejemplo, desde hace 450 años está escrito que Rabí Itzjak Luria caminaba por Safed o por el norte de Israel e iba diciendo: “Aquí está enterrado el Taná tal… y aquí el Amorá tal” para revelar dónde estaban enterrados muchísimos rabinos de la época del Talmud. ¿Es posible algo así? Los que conocemos la grandeza de ese rabino, pese a no haberse inventado un aparato que demuestre la veracidad de lo que dijo, creemos ciegamente en sus palabras. Cuánto más si Dios nos dice algo en su santa Torá debemos cumplirlo, ya que nosotros sí sabemos que la Torá es de origen divino y por eso creemos que existen cosas que no vemos, no escuchamos, no olemos o no palpamos. Queramos o no, hay cosas que no sentimos, vemos u olemos, y que están en este mundo, pero en otra dimensión. Todos buscan los cielos, el paraíso. No saben que está junto a ellos, pero no saben cómo verlo u oírlo. Pero Dios, la Torá y nuestros Sabios, que son los científicos del alma, así lo dijeron y sólo por eso les creemos. Por ejemplo, la Torá nos dice dónde estaba ubicado el Gan Eden. Conforme a los mapas, la descripción de la Torá coincide aproximadamente con lo que hoy es Irak. El paraíso, desde la época de Adam y Javá, no se ha mudado, ha permanecido siempre ahí, aunque en otra dimensión. El libro Beayin Yehudí explica que Dios no expulsó a Adam del paraíso sino que se lo escondió. Es decir, Adam y Javá estaban en medio del paraíso cuando de repente Dios los hizo atravesar a una tercera dimensión (dicho en términos modernos) y en lugar de ríos y vegetación se encontraron en un desierto desolado y sin árboles. Nos relata el libro de Melajim (Reyes) que cuando el profeta Elisha y su alumno iban caminando, de repente vieron a lo lejos al ejérci279

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VAYIKRÁ to del rey Sanjerib que se dirigía a atacar a Israel. En ese momento, el alumno se asustó, pero Elisha estaba muy tranquilo. El alumno le preguntó si no tenía miedo. El profeta le dijo que no y pasó sus dedos sobre los ojos de su alumno, lo cual permitió a éste ver otro ejército, mayor que el de Sanjerib, integrado por miles de ángeles que lucharían a favor de Israel. Así fue como todos los soldados de Sanjerib murieron súbita y sorpresivamente, sin ninguna explicación. La Torá también nos relata acerca de Hagar, la concubina de Abraham, quien estaba a punto de morir de sed en el desierto cuando Dios “abrió sus ojos” y vio un manantial frente a ella. No está escrito que Dios creó un manantial para ella, sino que abrió los ojos de Hagar para que viera el agua. Es decir, ya estaba ahí, pero no podía verse. Así es también con el sentido del oído. Está escrito en la Guemará que todos los días sale una voz del Monte Sinaí y dice: “¡Qué lástima que mis hijos no cuidan ni estudian la Torá!”. En la época de los Tanaítas se escuchaba esa voz, pero ahora no la escuchamos porque no tenemos el mérito para ello. El Meam Loez explica el versículo: Hashamayim Mesaperim Kebod El, “Los cielos relatan el honor de Dios” (Tehilim, Perek 19). Toda la creación canta a Dios diariamente, cuando sale el sol. Si tuviéramos la capacidad de escuchar esa canción, no tendríamos la fuerza siquiera para levantarnos, por tanta emoción. Debido a ello nos esforzamos en rezar muy temprano en las mañanas, para que nuestros rezos suban a los cielos con el canto de la creación y sean escuchados. A pesar de que nuestros oídos también estén limitados, nuestros científicos espirituales nos revelaron la verdad. Lo mismo ocurre con nuestro sentido del olfato. Una vez, Eliyahu Hanaví iba caminando con un rabino y pasaron junto a un animal muerto; el rabino se cubrió la nariz por el mal olor y Eliyahu Hanaví 280

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VAYIKRÁ no. Continuaron caminando y un hombre se cruzó por su trayecto. Eliyahu Hanaví se cubrió la nariz y el rabino no. Éste preguntó a Eliyahu Hanaví qué pasaba y aquél le respondió: “Ese hombre huele muy mal, ya que está lleno de pecados”. También está escrito que el Mashíaj podrá reconocer a los hombres justos por medio del olor. No importa si no se han bañado, él los reconocerá y si son malvados también los reconocerá, por más que se echen litros de perfume encima. Hay todavía ese olor en nuestros días, pero no lo olemos porque vivimos en un mundo de tres dimensiones. Mas hubo quienes sí pudieron captar ese olor a paraíso. En el libro Sipure Jasidim (302) leí la historia de un rabino llamado Shamuel, hijo del Tzemaj Tzedek, que era una persona muy justa y recatada, un verdadero Tzadik. Una vez viajó a la ciudad de Belz y en Shabat fue a la sinagoga del rabino principal de la ciudad, Rabí Sar Shalom, y en Seudá Shelishit se colocó en una esquina de la sala. Rabí Sar Shalom era ciego y sus alumnos siempre lo guiaban hasta su silla. Cuando llegó a la puerta de la sala, se detuvo y dijo: “Aquí hay un olor especial”. Empezó a caminar entre los alumnos hasta que llegó a donde estaba el Tzadik, el rabino Shamuel. Y le dijo: “Podrás esconderte de todos, pero no de mí, ya que tu olor te delata”. Luego le pidió que lo honrara sentándose a su lado. En resumen, debemos saber que la santidad y la impureza existen y nos envuelven; si lo vemos o no, esa realidad no cambia. También el mundo espiritual está frente a nuestros ojos, aun cuando no lo veamos, no lo olamos ni lo palpemos. Cuando rezamos en la sinagoga sabemos que Dios está frente a nosotros, como está escrito: Da Lifné Mi Atá Omed, Lifné Melej Maljé Hamalajim Hakadosh Barujú, “Debes saber ante quién estás parado: ante el Rey de Reyes, el Santo, Bendito Sea”. 281

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VAYIKRÁ El hecho de que no tengamos un telescopio, una antena o cualquier otro aparato que nos lo demuestre, no implica que sea solamente una teoría; de serlo, no iríamos a la sinagoga a rezar los días entre semana, los Shabatot, Pesaj (Pascua) o Yom Kipur. Por eso debemos llenar nuestras casas con mucha santidad y pureza, para que no sea un lugar Jilul Hashem, “Vacío de Dios”, sin su presencia. Una casa donde se reza, se bendicen los alimentos antes y después de comerlos, y se estudia Torá es un hogar lleno de santidad. Quizá no la sintamos, y digo quizá, porque algo especial siempre se percibe. Como dice la Guemará, Ihu Lo Haza, Mazla Haza, “Él no ve, su Neshamá sí ve” (Meguilá 3a). Es decir, quizá nuestro cuerpo físico no lo sienta, pero el alma sí. A veces sentimos una gran alegría interna y no sabemos por qué; es consecuencia de lo que nos rodea en ese momento. Que sea la voluntad de Dios que nuestras casa y todos los lugares donde nos encontramos generalmente estén siempre llenos de santidad y pureza, y que si inadvertidamente vaciamos esos sitios de santidad (Dios no lo permita) volvamos a llenarlos con más santidad y pureza que antes. Amén.

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Parashat BEHAR UNAS PALABRAS DULCES

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odos necesitamos oír palabras amables, de aliento. Todos crecemos, nos desarrollamos y triunfamos gracias a esas palabras dulces.

Cuando las personas son humilladas tienden a deprimirse, a desmoralizarse. Por eso en nuestra Parashá se nos ordena: Lo Tonú Ish Et Amitó, “No hablar mal a nadie”. En el tratado de Babá Metziá hallamos un ejemplo muy común. A quien hizo teshuvá no se le puede recordar su pasado pecaminoso, ni a un converso se le puede recordar que sus padres no fueron judíos. Si una persona comía terefá, no se le puede decir: “Esa boca que comía cosas prohibidas no puede estudiar Torá”. Si alguien atraviesa por muchos sufrimientos no se le puede decir: “Tus malas acciones pasadas provocaron tus penas”. El motivo principal de la prohibición de hablar así es que esas palabras humillan al otro, le quitan el entusiasmo de avanzar en la vida. Lo que siempre deberíamos hacer es elevar la autoestima de las personas y animarlas. Hace años en Estados Unidos realizaron un estudio respecto a cuán positivo es motivar a los alumnos y cuán negativo es humillarlos. En cierto colegio, al principio del año escolar los maestros se fijaron en las notas del curso anterior para saber quiénes eran excelentes estudiantes y quiénes no. Pero a un maestro le cambiaron las notas a fin de que los buenos alumnos parecieran ser los débiles y éstos como aquellos. Los resultados de la investigación fueron impresio283

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VAYIKRÁ nantes: todas las notas cambiadas a principios de año fueron exactamente las mismas al finalizar el curso, ya que el maestro motivó desde el comienzo a los que él creía buenos estudiantes y humilló a los que consideraba débiles. En el aspecto educativo es muy importante animar y motivar. Y algunas veces es también importante reprender. La Guemará nos da un gran consejo: Leolam Tehé Smol Dojá Veyamin Mekarebet, “Siempre la mano izquierda debe apartar y la derecha acercar” (Sanedrín 107b). En ocasiones resulta necesario reprender, enfrentar los problemas, decir lo que no está bien, pero debe hacerse de manera sutil, como si golpeáramos con la mano izquierda, que no tiene fuerza. Y al mismo tiempo debemos acercar al otro, motivarlo, abrazarlo, darle aliento de manera más activa, es decir, como la mano derecha, que es más fuerte. Nunca resultó nada bueno de “la mano derecha que aparta”. Esto se evidencia en las dos religiones monoteístas más comunes del mundo: el cristianismo y el islamismo, que tanto daño han causado y están causando al Pueblo de Israel. El Islam empezó con Yishmael, hijo de Abraham, quien fue un niño muy problemático y pecador hasta que al final Abraham y Sará actuaron con él de manera drástica y lo expulsaron junto con su madre. Ese niño creció y se crió en el desierto. Era un Pere Adam, “hombre salvaje”, y se hizo enemigo de Am Israel. En el tratado de Sanedrín (107b), se relata el nacimiento del cristianismo. Jesús era alumno de Rabí Yehoshúa Ben Perajiá; una vez se reunieron él y su alumno en una posada. Al salir de la posada, el rabino dijo a Jesús: “¡Qué agradable recibimiento nos hizo la dueña de la posada!”. Jesús pensó que su rabino se refería a la belleza de la dueña de esa posada y dijo al rabino: “Sí, pero sus ojos no eran muy 284

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VAYIKRÁ bonitos”. El rabino se enfadó con él y lo alejó. Aunque muchas veces fue el alumno a pedir disculpas a su rabino para que lo recibiera nuevamente en su yeshivá, el rabino no quiso aceptarlo y lo alejó con mano dura en lugar de perdonarlo. Baste con este ejemplo para demostrar que nada bueno se obtiene cuando los padres o los maestros son rigurosos, ya que destruyen la moral del hijo o el alumno en vez de motivarlo a seguir adelante. Así también pasa entre marido y mujer. No sabemos cuán importante es expresar palabras de aliento y de agradecimiento a nuestro cónyuge. A veces la mujer llega del trabajo cansada y tiene aún que preparar la comida para su marido, debe atender a los niños que están llorando y se esfuerza por preparar algo sabroso y agradable, algo que a él le guste. A pesar de la presión, ella logra tener la comida a tiempo. Entonces el marido llega del trabajo hambriento, se sienta a la mesa para comer y no dice una palabra. No dice a su esposa siquiera: “¡Qué rico!”, “¡Gracias!”, “¡Casi como mi madre estás cocinando!”. Nada. Esa actitud destruye a la mujer, ya que con una sola palabra era suficiente para darle nuevas fuerzas. También el marido, quien trabaja duramente para llevar dinero a la casa, necesita de apoyo y comprensión. ¿Por qué los esposos prefieren ayudar a sus madres más que a sus esposas? Porque cuando las madres piden a sus hijos que les arreglen algo en la casa se la pasan bendiciéndolos, alabándolos, engrandeciéndolos, mientras que las esposas sólo se quejan, no les sirve nada de lo que hace su marido y les dicen: “¿Por qué eres así…?”. No hay nadie en el mundo, sea niño o adulto, que no busque constantemente apoyo moral y elogios. Maimónides dice que la mayoría de las personas se esfuerzan espiritual y físicamente para obtener de los demás aceptación, apoyo, comprensión, motivación; es decir, para recibir honores y ser alguien ante los otros. 285

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VAYIKRÁ He aquí varios ejemplos: 1. Muchas veces las personas gastan muchísimo dinero para estar bien vestidos, para que los demás les digan, sólo con base en la apariencia, qué tan buenos son o qué bien se ven. En ocasiones la moda da pena, pero las personas compran esas ropas y las visten solamente porque están de moda, para que les digan: “¡Qué moderno eres!”. 2. Los niños se esfuerzan en obtener buenas notas en el colegio para recibir felicitaciones y un cálido abrazo de su maestro o de sus padres. A modo de prueba, digan a un niño del vecindario o de la sinagoga: “¡Qué zapatos tan bonitos tienes!”, “¡Qué alto eres!”, “¡Qué bonita ropa usas!”. Verán que luego de unas cuantas veces, cada vez que ese niño los vea en la calle o entre a la sinagoga los buscará hasta encontrarlos, para seguir escuchando palabras que elevan su autoestima. Y no sólo eso, sino que cada vez que ese niño se ponga los zapatos pensará en ustedes y en qué le dirán. Cabe resaltar que esto ocurre con todos los niños, incluso con los de 80 años de edad para arriba. 3. ¿Por qué las personas gastan todo su capital para realizar un bonito Bar Mitzvá o una gran boda? Hay fiestas bonitas y hay exageraciones. ¿Para qué “tirar la casa por la ventana”? sólo hay una respuesta: es un medio de recibir elogios de la sociedad. Hagamos una prueba con nosotros mismos. Imaginemos que vamos a vivir a una ciudad donde todos son ciegos, o a una isla desierta. ¿Nos preocuparíamos por vestir bien, o quizá con ropa a la moda? Seguramente no. ¿Por qué? ¡Porque nadie estaría viéndonos! Todo está basado en “el qué dirán” y no en qué es lo bueno. A las personas les gusta que les aplaudan y todo el tiempo están haciendo cosas para lograrlo. 286

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VAYIKRÁ En el matrimonio debe haber ese ambiente de apoyo y motivación mutuos; si no es así, muchas veces los cónyuges buscan llenar ese vacío fuera de la casa (Dios nos guarde). El marido necesita que la mujer lo quiera y lo apoye, y también la mujer necesita lo mismo de su marido. Pero si el marido piensa que con haberle dicho antes de la boda que la amaba es suficiente y que no tiene que repetirlo siempre, y que cuando haya cambios él le avisará, mandará su matrimonio a la basura. En estos días estamos conmemorando la muerte de los veinticuatro mil alumnos de Rabí Akivá, quienes fueron las reencarnaciones de los veinticuatro mil jóvenes que pecaron con las mujeres de Moab. Aunque ellos vivían dentro del campamento de Israel, por pertenecer a la tribu de Shimón, una sin honores especiales, nunca recibieron aceptación, respaldo ni motivación de las demás tribus. Por lo menos no como la de Yehudá o la de Levy o la de Yisajar, que sí recibieron mucho honor. De repente, cuando salieron al campo de Moab, las moabitas empezaron a alabarlos, a motivarlos. Ellos se sintieron bien y quisieron quedarse con ellas, hasta el grado de cometer idolatría con tal de recibir cariño. Pero esto también se debió a que los moabitas hacían idolatría de una forma poco común; aplaudían a aquel que inventaba una nueva forma de servir a sus dioses, y eso los motivaba a seguir inventando cada vez más formas y estilos nuevos. En nuestra época, por desgracia, muchos jóvenes se alejan del Judaísmo porque fueron rechazados por un grupo de “amistades” judías o porque las muchachas no se fijaron en ellos o porque provienen de una familia pobre o porque no tienen una carrera. Así, cuando conocen a una goyá que los alaba y les da cariño, quedan automáticamente prendados de ella, y les cuesta abandonarla porque es la que les da la fuerza y el ánimo que tanto buscaban… y que no hallaron entre nosotros. 287

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VAYIKRÁ El deseo de recibir cariño y aplausos puede causar la muerte espiritual del judío y hacerle perder su identidad judía. A los jóvenes les agrada correr en el auto para que los demás les digan: “¡Qué grande eres! ¡Tú no viajas rápido; vuelas!”. Se alegran mucho y se emocionan, hasta que un día el único aliento que recibirán será: “Pronto llegará el día en que volverás a caminar con tus piernas”. Ejemplifico esto así porque es la realidad; desafortunadamente no es ninguna fantasía. Todo lo anterior evidencia la inmensa importancia de apoyar a nuestros hijos y darles cariño, para que el día de mañana sean personas exitosas. Si llega y dice: “¡Papá, obtuve 20 en los exámenes! ¡Diez en matemáticas y diez en biología!”, tenemos prohibido hacerlos sentir mal, así que, haciendo a un lado nuestros conflictos y pesares, debemos animarlos y motivarlos diciéndoles que con su sabiduría e inteligencia podrán llegar a obtener 20 en matemáticas y 20 en biología. Por eso, cuando nuestros hijos o nuestro cónyuge reciben el suficiente calor humano en su casa no necesitan buscarlo afuera. De aquí también resulta obvio que debemos alejarnos de esos peligrosos aplausos y motivaciones, por ejemplo, los goyim que alaban a nuestros jóvenes o las amistades que los incitan a conducir sus autos a altas velocidades, etcétera. Que sea la voluntad de Dios que sepamos dar el suficiente cariño y apoyo a nuestros cónyuges, hijos, alumnos, familiares y amigos, con palabras dulces que alimenten su espíritu, para evitar por siempre separaciones o descontentos dentro de Am Israel. Amén.

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Parashat BEHAR

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LA SANTIDAD DE LAS SINAGOGAS

n el primer versículo de nuestra Parashá se dice que Dios habló con Moshé en el Monte Sinaí y el último versículo habla de la Mitzvá de respetar y honrar el Templo. ¿Cuál es la relación entre ambos versículos? Sabido es que cuando el Am Israel estaba frente a Dios en el Monte Sinaí se sintió lleno de temor y respeto ante tanta santidad. El Midrash (Shemot 29:9) dice que ningún pájaro cantó y ningún perro ladró; hubo un silencio absoluto. Tan especial fue ese momento en que Moshé recibió la Torá que Dios le dijo: Mi Yitén Vehayá Lebabam Ze Leyirá Otí… Kol Hayamim, “Ojalá que sus corazones permanezcan así, temerosos de Mí… toda la vida” (Devarim 5:26). Dios pidió que ese mismo nivel de temor y respeto alcanzado por el Am Israel permaneciera inalterable por siempre. Por eso al final de nuestra Parashá se habla de la importancia de respetar la Casa de Dios, el Templo, o lo que conocemos como los pequeños santuarios, que son las sinagogas. Nosotros debemos sentir el mismo temor y respeto que el Am Israel sintió en el Monte Sinaí en todas las sinagogas y, al igual que allí guardaron silencio absoluto por respeto a Dios, nosotros debemos hacerlo en todo lugar de santidad. En todas las sinagogas reposa la Providencia Divina, ahí nos escucha y nos ve. Por eso todos los que piden algo especial se acercan al Hejal y rezan. Nosotros no sentimos que hablamos con las paredes porque estamos seguros de que alguien nos escucha; si nadie nos escuchara, no iríamos a rezar todos los días. Por eso es importante saber que en la sinagoga también alguien escucha si hablamos mal de otra persona o si hacemos negocios den289

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VAYIKRÁ tro de ella o si no nos callamos en los momentos del rezo, etcétera. ¿Por qué no logramos aprovechar el mérito tan especial que nos dio Dios de contar con su presencia en todos los rezos del año? ¿Por qué cuando los goyim rezan en sus templos están plenamente concentrados y guardan silencio absoluto? La respuesta es que donde hay santidad está el Yetzer Hará para molestarnos. Mientras mayor sea la santidad de un lugar más dura será la guerra contra el Yetzer Hará. Es él quien nos hace hablar en los momentos de mayor santidad del rezo, en el Kadish, en la Jazará, en la lectura de la Torá. Pero a los goyim, como no tienen santidad alguna, el Yetzer Hará no los hace hablar, no los molesta. Basta recordar lo que el Zohar dice acerca de las personas que hablan en la sinagoga: “…son los que obstaculizan la llegada del Mashíaj”. Dios nos pone a prueba en la sinagoga para saber si podremos entrar al Templo de Yerushalayim. Esto puede ejemplificarse con el caso de un comisionista que fue a un establecimiento de venta de autos y pidió uno al propietario para vendérselo a alguien más, a fin de ganar él una pequeña comisión. Cuando lo vendió, escapó con el dinero y el dueño del establecimiento se enfureció mucho por haber confiado en él. Pasó el tiempo y el comisionista fue a ver de nuevo al dueño del negocio, quien seguía muy molesto, y le pidió que confiara en él otra vez y que le diera un carro para venderlo. Pero de nuevo lo vendió y escapó con el dinero. El dueño del establecimiento se enfureció todavía más y deseó no verlo más. Después de varios años, el comisionista estaba muy arrepentido por lo que había hecho y no sabía cómo recobrar la confianza del dueño del establecimiento, hasta que un anciano le dijo que fuera a pedirle una llanta y que, cuando la vendiera, inmediatamente entregara el dinero; después, que le pidiera dos llantas e hiciera lo mismo, y así sucesivamente, para que poco a poco fuera 290

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VAYIKRÁ recuperando la confianza del dueño hasta que accediera a darle otro coche para venderlo. Así nos ocurrió a nosotros: pedimos a Dios un Templo; Él confió en nosotros y nos lo dio. Al principio nos sentimos muy emocionados y honrados, pero después empezamos a menospreciar al dueño y fue entonces que él nos los quitó y destruyó su Casa. Setenta años lloramos y suplicamos por un Templo, y Él nos lo concedió. Durante un tiempo lo honramos, pero nuevamente caímos y lo menospreciamos. Volvió a quitárnoslo y llevamos casi dos mil años llorando por tenerlo de nuevo. Pero Él no confía en nosotros porque no tiene ninguna garantía de que vamos a honrar a su casa y a Él. Por eso nos dio los pequeños templos, las sinagogas, que es donde evalúa diariamente si sabemos honrar el lugar o no. Pero si conversamos con el que se halla a nuestro lado, o si salimos del templo durante la lectura de la Torá, o si ni siquiera vamos a rezar, ¿con qué cara le pedimos un Templo? En cambio, si nos comportamos en las sinagogas con respeto y temor, y rezamos con entusiasmo y en silencio, podremos entonces pedir a Dios un nuevo Templo, que tendrá más santidad. Si en un lugar donde no hay Altar, Arca Sagrada o Cohén Gadol, como la sinagoga, nos comportamos adecuadamente, con mayor razón vamos a honrar el Templo, que contendrá tantos objetos sagrados. Tenemos el gran honor de contar con un lugar en el cual podemos comunicarnos directamente con Dios, agradecerle por todo los milagros que hace con nosotros y contarle nuestros problemas. Pero si a la sinagoga vamos a charlar, ¿adónde iremos a rezar? No es correcto ir a rezar a Dios sólo en los momentos difíciles o en el aniversario luctuoso de algún ser querido. Hay que ir siempre, todos los días, para agradecerle por lo bueno y pedirle que lo malo 291

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VAYIKRÁ nunca llegue. Una tefilá hecha a tiempo es como una vacuna. Una tefilá tardía es como la medicina que cura la enfermedad. ¿Qué es mejor, prevenir o lamentar? Ya ustedes saben la respuesta. Todas las sinagogas son santas, pero tenemos que buscar un lugar para rezar, donde sepamos que respetaremos la santidad del lugar y de Dios. Si rezamos en una sinagoga donde se habla cuando no se debe, o no se reza sino que se trasmiten cuentos, o donde se hacen negocios, etc., debemos tratar por todos los medios de explicar a la gente cuán malo es eso. Y en caso de que no nos escuchen, entonces debemos buscar otra sinagoga donde se rece mejor y donde se respete más a Dios. Eliyahu Hanaví fue una vez con un rabino a una sinagoga donde la gente hablaba y reía mucho. Cuando Eliyahu vio esto, dijo que ese lugar estaba lleno de santidad. El rabino no entendió por qué lo había dicho, pero guardó silencio. Después fueron a otra sinagoga en la cual todos rezaban con mucha concentración y temor de Dios, en silencio absoluto. Dijo Eliyahu Hanaví que ese sitio no tenía nada de santidad. El rabino esta vez no calló y dijo a Eliyahu que él entendía al revés las cosas. Entonces Eliyahu Hanaví le explicó que, en un lugar donde hay tanta gente hablando, la tefilá sube hasta el techo y rebota, es decir, la santidad del lugar se queda ahí. Pero en un lugar donde todos rezan con tanta devoción, la santidad traspasa el techo, pasa por los siete cielos y llega al Trono celestial causando así que las tefilot sean bien recibidas por Dios. Que sea la voluntad de Dios que todos los judíos respetemos las sinagogas para que Dios compruebe cuánto respetamos Su casa, y así Él nos devuelva, prontamente en nuestros días, el Templo con el Mashíaj. Amén.

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VAYIKRÁ

Parashat BEJUKOTAI LO INCOMPRENSIBLE

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sta Parashá empieza diciendo: Im Bejukotai Teleju, “Si anduviéreis según mis leyes”. ¿Qué significado tiene la palabra Jok, “ley”? Cada vez que la Torá habla de Jok se refiere a una mitzvá de la cual no entendemos el motivo. Muchas personas quieren conocer primero los motivos de las mitzvot para entonces empezar a cumplirlas. Pero por eso muchos, cuando encuentran mitzvot que no entienden, no las cumplen. Eso no es una excusa válida. A veces vamos con el médico y éste nos dice que debemos tomar urgentemente algunas medicinas para sanar. También nos prohíbe algunas comidas y nos indica cuántas veces al día tenemos que tomar los medicamentos. ¿Acaso llegamos a nuestro hogar diciendo: “No estoy dispuesto a escuchar al médico hasta que entienda lo que tengo? ¿Por qué me enfermé? ¿Qué me lo provocó? Por eso iré a estudiar medicina, para entender por qué el médico me recetó todo eso y cómo va a ayudarme. Una vez que lo sepa, empezaré a tomar las pastillas”. Antes de que aprendamos todo eso habrá que llamar a la Jebrá Kadishá, par ver qué nos recetan. Claro, conviene que investiguemos, pero mientras tanto debemos tomar las medicinas que recetó el médico. Esta es la misma respuesta que debemos dar a quienes dicen que cumplirán las mitzvot cuando las entiendan. Primero deben empezar a cumplirlas y después, a medida que aprenden más, irán entendiendo cada una de las diferentes mitzvot de la Torá. Si intentamos antes estudiar todo para luego empezar a cumplir, jamás cumpliremos una sola, porque la Torá es muy extensa. 293

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VAYIKRÁ Esta es la explicación del primer versículo de la Parashá: empieza cumpliendo y al mismo tiempo empieza a estudiar. Aplicamos insinuadamente este consejo todas las mañanas, cuando antes de ponernos el tefilín de la cabeza nos ponemos el del brazo, para que sepamos que primero hay que hacer las mitzvot y después estudiar y entender el porqué de cada una. Debemos entender que Jok no significa una mitzvot que Dios impuso al mundo sin ningún beneficio, sino que son mitzvot tan profundas que un hombre normal no está capacitado para entenderlas. Es como cuando un niño pequeño intenta meter un alambre de hierro en la toma de electricidad y el padre le dice: “¡No metas eso allí!”. Él le pregunta: “¿Por qué no? Explícame”. Si el padre le explica qué es energía, qué es electricidad, qué es electrocutarse, el niño no entenderá porque no conoce esos términos y pensará que su padre le prohíbe hacer algunas cosas sólo porque sí. Pero mientras crece va entendiendo que su padre tenía razón al prohibirle ciertas cosas, como tocar los cables de energía. Todo lo que Dios nos ordena o nos aconseja tiene un motivo y una razón. Dentro de estas mitzvot hay algunas entendibles y otras no. Por ejemplo, honrar a los padres, no robar, no matar, etc., son mitzvot comprensibles. Pero hay mitzvot más profundas, cuyos motivos son conocidos sólo por quienes profundizan en su estudio; por ejemplo, no comer carne con leche, no vestir con lana y lino juntos, no comer animales y pescados impuros, etc. Estas y muchas otras mitzvot son inentendibles para las personas comunes, pero en el Zohar o en la Cábala se explican con gran profundidad sus motivos. Inclusive hay mitzvot más profundas todavía, y ni siquiera el Rey Salomón, el hombre más sabio que ha habido en la historia, en294

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VAYIKRÁ tendía el porqué de ellas. Amarti Ejakemena Vehi Rejoká Mimeni, “Dije que la estudiaría, pero me di cuenta de que estaba muy lejos de entenderla” (Kohelet 7:23). Lo que el Rey Salomón quiso decir fue que él no estaba preparado como para entender esa mitzvá, pero ello no significa que no tuviera un motivo. Sólo dijo que era como un niño que no entiende la orden de su padre. A quienes me dicen que no cumplirán mitzvot hasta que no las entiendan les pregunto: “¿Por qué hacen la circuncisión a sus hijos, y justo a los ocho días de nacidos? ¿Entienden el motivo de la circuncisión? ¿Por qué debe hacerse a los ocho días y, además, por qué exigen que la haga un Mohel y no un doctor, con anestesia?”. También les pregunto: “¿Acaso entienden el motivo de los Tefilín? ¿Qué son esas dos cajas negras? ¿Qué contienen y por qué? ¿Cómo están hechos?”. Y a pesar de que no entienden nada, siguen haciéndolo de acuerdo con lo establecido por Dios en la Torá. Como estos dos ejemplos hay muchos más, pero con ellos demuestro que su argumento de “No cumplo hasta que no entienda” es una excusa para justificar su incumplimiento. Por eso, estimados hermanos judíos, cumplamos con todos los preceptos de Dios, independientemente de que los entendamos o no. No importa si no los entendemos ahora; quizás nunca lo logremos. Pero lo fundamental es cumplir, porque Dios es nuestro Padre que nos ama, porque nos creó y sólo busca nuestro bien. La palabra Jok proviene de dos palabras hebreas: rajok, “lejos”, y Jakor, “investiga”. Es decir, todos los Jok están muy lejos de nuestro entendimiento, pero si investigamos entenderemos su razón de ser. Cuando sólo cumplimos las mitzvot entendibles no podemos decir que estamos sirviendo a Dios. Si preguntamos a alguien por qué no robas o por qué honra a sus padres, quizá nos diga que 295

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VAYIKRÁ no es bueno robar o que no es correcto deshonrar a los que nos trajeron al mundo, o que eso no está bien, o que debemos hacer las cosas porque nuestro único Padre, Dios, nos lo pidió y nos lo ordenó. Sin embargo, al cumplir incluso las mitzvot que no entendemos estamos demostrando que lo hacemos porque lo dijo Dios. Que sea la voluntad de Dios socorrernos para que cumplamos todos sus preceptos, sus leyes y sus decretos, los entendamos o no, incondicionalmente. Amén.

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BAMIDBAR

Parashat BAMIDBAR ALREDEDOR DE LA TORÁ

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uando Dios bajó a entregar la Torá, lo hizo rodeado de un ejército de ángeles bien organizados y ordenados. Bené Israel vio la forma en que los ejércitos de Dios estaban organizados y pidieron a Moshé que también a ellos los organizara de forma ordenada y unida. Dios dio instrucciones a Moshé para hacerlo. Colocó a tres tribus de cada lado del santuario, de tal forma que quedara rodeado por los cuatro costados, así como lo estuvo Dios al entregar la Torá. Moshé pensó por un momento que las tribus empezarían a pelear por el sitio en que iban a ubicarse. Tal vez todas querrían estar en el norte o en el este, o de otra forma. Pero Dios lo tranquilizó diciéndole que las tribus se colocarían alrededor del santuario, de la misma manera en que los hijos de Yaakov cargaron su ataúd. Es decir, Zebulún, Yisajar y Yehudá por un lado y Binyamín, Efraim y Menashé por otro; Dan, Asher y Naftalí por el tercer lado, y Reubén, Shimón y Gad por el cuarto. Así fue como se ubicaron en el desierto. La pregunta que surge ahora es: ¿qué determinó que, por ejemplo, Reubén y Gad estuvieran juntos, o Yehudá con Yisajar? De acuerdo con la Guemará (Nedarim 38a), Dios no reposa su Shejiná (Providencia Divina) sino en los que reúnen las siguientes cuatro cualidades: rico, sabio, fuerte y humilde. Yehudá, Yisajar y Zebulún estaban reunidos en el mismo lado porque los tres eran sabios. Yehudá era sabio para liderar a un pueblo, Zebulún en los negocios e Yisajar en la Torá. 298

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BAMIDBAR Del otro lado del santuario estaban los fuertes: Binyamín, Efraim y Menashé, como dijo el Rey David: Lebené Efraim, Menashé Ubinyamín Orerá Gueburateja, “A los descendientes de Efraim, Menashé y Binyamín les despertó Tu fuerza” (Tehilim 80:3). Además, la tribu de Menashé se destacó por ser siempre la pionera del desierto. Dan, Asher y Naftalí eran los ricos y estaban ubicados en otro lado del santuario. La Torá dijo de Asher: Shemená Lajmó, “Se engordó su pan”, para simbolizar la riqueza. También es sabido que todos los reyes de Israel se casaban con las hijas de Asher porque eran muy bellas. Vehu Yitén Maadanei Melej, “Y él daba los placeres de los reyes” (Bereshit 49:20), lo cual demostraba las riquezas que poseía la tribu de Asher. Naftalí también era una tribu acaudalada. El tratado de Meguilá (6a) explica que las demás tribus envidiaban a Naftalí por la ubicación geográfica que obtuvo. Naftali Al Meromé Sadé, “Naftalí estaba en las alturas de los campos”, es decir, obtuvo campos muy grandes para cosechar y viñedos. También los de Dan eran gente de dinero, ya que poseían muchísimo oro, tanto así que en los días de Yerobham Ben Nabat no tuvieron dificultad de hacer un becerro de oro. Reubén, Shimón y Gad, que se caracterizaban por ser personas humildes, estaban establecidas juntas. Cuando a Reubén le quitaron el sacerdocio y se lo dieron a Levy, no dijo nada. Cuando le quitaron el reino y se lo dieron a Yehudá, no dijo una sola palabra. Cuando le quitaron la primogenitura y se la dieron a Yosef, no objetó. Era muy humilde y aceptó todo diciendo: “Si Dios me lo quitó es porque no soy el más adecuado, o porque hay mejores que yo”. La de Shimón era la tribu más pobre. Se dedicaban a enseñar a los niños y ni siquiera un pedazo de tierra en Israel recibieron, por lo que tuvieron que unirse a Yehudá. Gad siempre fue comparado al talón, como lo dice el pasuk: Gad… yagud hakev, “talón” (Bereshit 49:19), porque es el símbolo de la humildad, ya que está ubicado en la zona más baja del cuerpo. 299

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BAMIDBAR De esta manera terminó de completarse el círculo de tribus que rodeaban al santuario. La Torá nos insinuó que debemos reunir esas cuatro cualidades para garantizar que la Shejiná repose entre nosotros. Las tribus lo lograron al dividirse en cuatro grupos de tres, y reunieron todas juntas esas características especiales que provocaron que la Shejiná reposara sobre ellas. Las preguntas que surgen son: ¿acaso hay que ser millonario para que Dios esté junto a nosotros? ¿Acaso hay que ser fuerte asistiendo al gimnasio? ¿Hay que ser sabios? Y si no lo somos, ¿qué pasa? Por eso, Maimónides explica (en Yesodé HaTorá 7:1), según una Mishná en Pirké Avot, que no es así como deben entenderse las cosas, sino: “¿Quién es rico? Quien se alegra con lo suyo. ¿Quién es fuerte? No quien conquista aldeas, ciudades y países, sino quien domina sus deseos. ¿Quién es sabio? Quien aprende de los demás, quien piensa que todavía le falta mucho por saber. ¿Quién es humilde y por eso es respetado? Quien da honores y no los busca”. Por eso, el que se alegra con lo que tiene, domina sus deseos, estudia siempre y honra a los demás tiene garantizado que la Sejiná, la Providencia Divina, reposará siempre en él. ¿Cómo pueden alcanzarse esas cualidades? La respuesta está dentro de nosotros. Al igual que todo fue creado con cuatro elementos básicos, el hombre está compuesto de esos cuatro elementos: aire, agua, tierra y fuego. Cada uno de ellos simboliza una de las características mencionadas. El fuerte es como el fuego. Quien controla sus deseos es el fuerte y los deseos son como el fuego, tal como lo decimos en Yom Kipur: 300

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BAMIDBAR Hashem Tislaj Lanu Ki Hu Miesh Veanu Mi Basar Vadam, “Dios, perdónanos, porque el Yetzer Hará es de fuego y nosotros somos de carne y hueso”. Entonces, ¿cómo vamos a controlar a ese fuego que nos consume y nos devora vivos? La respuesta es: convirtiéndonos en fuego estudiando Torá, pues la Torá es comparada con el fuego: Mimino Esh Datlam (Devarim 33:2), y así podremos conquistar al Yetzer Hará. La Guemará de Kidushín (33b) dice: Barati Yetzer Hará, Barati Lo Torá Tablín, “Creé al Yetzer Hará, pero la Torá es su antídoto”. Solamente con el fuego de la Torá controlaremos el fuego de nuestros deseos y seremos fuertes. Ahora bien, ¿cómo podemos ser humildes? Utilizando el elemento tierra que todos poseemos. Sobre la tierra todos pisan, hasta el día que ella pise sobre todos. La Guemará dice que no debemos ser techos, a los cuales nadie puede llegar, sino suelo, porque el día que caiga la casa el techo se quebrará, pero el suelo quedará. Cuando la persona se acostumbra a ser techo, la caída duele más. Dios dijo a los orgullosos que no podían convivir bajo el mismo techo. Una vez un rabino muy importante llegó a una ciudad y fueron a recibirlo dos personas: el rabino de la ciudad, quien era demasiado orgulloso, y un hombre sencillo, que ni siquiera guardaba el Shabat o comía kasher. Ambos empezaron a suplicar al rabino recién llegado que se hospedara en su casa. El hombre sencillo se organizó de tal forma que no hubiera problemas con la comida, mientras la casa del rabino era totalmente kasher. Sin embargo, el huésped decidió ir a la casa del hombre sencillo, con tal de no hospedarse en la casa del rabino orgulloso. Le preguntaron por qué había tomado esa decisión, y él dijo: Hasshojen Itam Betoj Tumotam, “Dios reposa incluso con el impuro [Vayikrá 16:16], pero al orgulloso no puede ni verlo. Si hay un orgulloso, Dios no está ahí. Por tanto, prefiero estar con Dios”. 301

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BAMIDBAR Moshé fue el mayor ejemplo de humildad y por eso la Shejiná siempre estaba con él. Si también tenemos esta cualidad, estaremos garantizando que la Shejiná repose entre nosotros. La sabiduría se compara con el agua. Cuando aprendemos de los demás, estamos llenándonos como un pozo de agua que se llena con la lluvia, con un manantial interno o un canal que corre cerca. Las nubes se llenan de agua evaporada del mar o de otras fuentes. Así es nuestra sabiduría. Si estamos dispuestos a aprender de los mayores, de los pequeños, de los pobres o, como dijo el Rey David: Mikel Melamedai Hiscalti, “De mis alumnos aprendí más”, entonces verdaderamente seremos sabios (Tehilim 119:99). Hubo rabinos para quienes cualquier detalle cotidiano representaba una lección de ética, una moraleja para la vida. Una vez, en la época en que estaban colocando postes de luz en las aceras de las calles de Bené Berak, el Jazón Ish iba caminando con sus alumnos. Cuando llegaron justo bajo un foco de luz, el rabino les dijo: “Cuando estaba lejos del foco, mi sombra era muy grande; a medida que fui acercándome, ésta iba haciéndose más pequeña, hasta que llegué al foco, y ahora ni siquiera tengo sombra”. Así nos ocurre cuando estamos lejos de Dios. Creemos que somos muy grandes y, a medida que nos acercamos a Él, vamos empequeñeciendo; pero cuando realmente estamos bajo su luz, vemos que no somos nada y que no sabemos nada. El agua es el elemento que nos enseña cómo aprender de todos; es decir, debemos llenar nuestro pozo de sabiduría con el agua de la Torá: Kol Tzamé Yeleju La Mayim, “Todos los sedientos vayan al agua”, en referencia al agua de la Torá (Yishayah 55). El aire es el símbolo de la riqueza. El aire está compuesto de diferentes tipos de gases; uno de ellos es el oxígeno, que representa 20% del 302

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BAMIDBAR total. ¿Qué pasaría si hubiera 60% en vez de 20%? Si encendiéramos un fósforo, todo explotaría y, en caso contrario, si hubiese sólo 5%, nos asfixiaríamos. Entonces, al igual que en el aire está todo medido perfectamente, el dinero de la persona también lo está. Si poseemos más de lo que nos corresponde, hacemos muchas tonterías. Si fuera menos, nos ahogaríamos en deudas. Lo que poseemos es exactamente lo que Dios consideró que necesitamos. Así como dice la Mishná en Pirké Avot: “¿Quién es el rico? Quien se alegra con lo suyo”. Los cuatro elementos de la creación equivalen a las cuatro características que nos garantizan la presencia de Dios entre nosotros. Que sea la voluntad de Dios que logremos en nuestra vida privada estar rodeados de estas cualidades y seamos dignos de recibir la Providencia Divina entre nosotros. Amén.

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Parashat BAMIDBAR EL TRAMPOLÍN DEL TIEMPO

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n esta Parashá Dios ordena a Moshé que cense otra vez al Pueblo de Israel. ¿Acaso Dios no podía haberle dicho cuántos eran sin necesidad de contarlos? ¿Para qué contar, no una, ni dos, sino cuatro veces a cada tribu y después a todos juntos?

Rashí nos responde que Dios los quería tanto que por eso los contaba muchas veces. Es decir, contar algo muchas veces demuestra cuánto lo queremos. Cuando alguien cuenta su dinero, tiende a seguir contándolo a pesar de que ya sabe cuánto tiene. En la Torá podemos encontrar varios conteos; cada uno de ellos nos demuestra cariño. Por ejemplo, la mujer que está en su periodo de menstruación debe contar siete días para volver a adquirir la pureza, a fin de unirse con su esposo. Por eso la Torá dice: Vesafra Lah, “Y contará para ella” (Vayikrá 15:28). Especifica “para ella” porque son momentos en los que la mujer quiere estar con su marido o quiere volver a adquirir su condición de pureza. También la Torá nos habla del conteo de los cincuenta años del jubileo; en el quincuagésimo año se liberaba a todos los esclavos y las propiedades volvían a sus dueños iniciales (según la Torá, la propiedad no puede ser adquirida para siempre, sino sólo hasta el año del Yobel, el ciclo de cincuenta años). Por eso todos esperaban ese año con ansias. Había una mitzvá de contar los años, Vesafarta Lejá Sheba Shanim Sheba Peamim, “Y contarás siete años, siete veces”. El Bet Din obligaba a contar estos años (Vayikrá 25:8). 304

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BAMIDBAR Otro de los conteos que representan una mitzvá y a su vez cariño es el de los días de la semana en hebreo, no en español, porque en este último idioma el nombre de cada día de la semana tiene correspondencia con el de un cuerpo celeste: lunes, la luna; martes, Marte; miércoles, Mercurio; jueves, Júpiter; viernes, Venus. En hebreo son Rishón, Shení, Shlishí, Rebií, Jamishí, Shishí, es decir, primero, segundo, tercero, cuarto, etc., contados a partir de Shabat (primero de Shabat, segundo de Shabat, etc.). Esto significa que toda la semana estamos esperando la llegada del Shabat, para disfrutar de su alegría y del descanso espiritual que no tenemos durante la semana. También los meses del calendario hebreo se denominan como primero, segundo, etc. Los nombres comunes (Tishré, Jeshván, Kislev, etc.) les fueron dados por los Jajamim en Babilonia, pero según la Torá todos están relacionados con la primera Pascua, que es la de Pesaj, la de la libertad. Contamos cada mes con nostalgia del primero, el de Nisán, porque al igual que fuimos liberados de Egipto en Nisán seremos redimidos por el Mashíaj en ese mes. Por eso, el calendario de la Torá empieza el 1 de Nisán y termina el 29 de Adar. En resumen, el conteo siempre representa cariño, deseo, nostalgia, entre dos o más elementos. Por eso, en las sinagogas se necesitan diez personas para rezar (minián). El motivo de que se llame minián, “cantidad” y no tzibur, “público”, es que contamos a las personas por el deseo de rezar a Dios; queremos ser por lo menos diez personas y para eso contamos. Es importante destacar que en la Parashá Ki Tisá dice que no es bueno contar a las personas con números, porque eso acarrea Ain Hará (mal de ojo). Para contar a las personas en la sinagoga se dice un versículo que contiene diez palabras y de esta forma se sabe si hay o no minián: Hoshía Et Ameja Ubarej Et Najalateja Urhem Venasem Ad Haolam. 305

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BAMIDBAR La Parashá de Bamidbar se lee siempre antes de Shabuot y, como es sabido, entre Pesaj y Shabuot está la mitzvá de la cuenta del Ómer. La razón es que, cuando Bené Israel salieron de Egipto, Moshé les dijo: “En cincuenta días vamos a recibir la Torá, veremos la Shejiná, escucharemos la voz de Dios”. Y el pueblo, ansioso, empezó a contar. Por eso hasta hoy contamos siete semanas. En hebreo, la palabra “semanas” se dice Shabuot; de ahí que la Pascua se llame Shabuot, porque contamos siete semanas desde Pesaj y el quincuagésimo día empieza la Pascua. Esto es una muestra de cariño a Dios. ¡Cuánto esperamos la llegada del día en que nos entregó Su Torá! Igualmente, Él nos demuestra su cariño al censarnos en esta Parashá. Un novio y una novia cuentan los días para su boda; un niño cuenta los días para terminar el año escolar; un preso cuenta sus días para quedar en libertad; un aficionado al futbol cuenta los días para el mundial. En fin, cada uno contamos lo que esperamos, lo que añoramos. Si es así, ¿por qué nosotros no contamos cuántos días faltan para Shabuot, sino cuántos días pasan desde que termina Pesaj? Por ejemplo, decimos: “Hoy es 21 del Ómer”, que son tres semanas, en vez de decir: “Faltan 29 días para Shabuot”, que son cuatro semanas y un día. Así es como cuenta un novio, un niño, un prisionero, un aficionado al futbol, y también así se contaba el jubileo, los días de impureza menstrual, etc. La pregunta sigue en pie: ¿por qué el del Ómer es diferente de los demás conteos? La respuesta es que, como este conteo representa también una preparación para recibir la Torá, siempre surge la duda de si avanzamos más que ayer o no y, por tanto, si estamos preparados para ese gran acontecimiento. Contamos los días de la semana en orden ascen306

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BAMIDBAR dente: primero, segundo, tercero, etc., para recordar que cada día que transcurre debemos aumentar más nuestra espiritualidad para llegar a ese gran día de Shabat, cuando más nos elevamos espiritualmente. Por eso, también el conteo del Ómer tiene un orden ascendente, es decir, cuánto días han transcurrido y no cuántos faltan. La edad también se cuenta así, es decir, cuánto hace que nacimos, para que nos preguntemos si hemos avanzado en la vida o no, puesto que la vida es una preparación para el Gran Shabat (el Mundo Venidero), para la entrega de la Torá, para escuchar la voz de Dios y ver su Shejiná. En consecuencia, cada vez que cumplimos años deberíamos preguntarnos cuánto hemos progresado en este ultimo año, a qué nivel hemos llegado, etcétera. Que sea la voluntad de Dios darnos salud para poder contar 120 años de vida, que veamos año tras año cuánto hemos crecido en Torá, que cada semana veamos cuánto mejoramos nuestra conducta, que sintamos mejor cada Shabat, con más santidad que el anterior, que en cada día del conteo del Ómer nos elevemos más a fin de estar preparados para ese gran día de la entrega de la Torá, y que tengamos el merito de recibir la gran bendición de Dios en el Mundo Venidero. Amén.

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Parashat NASÓ LA PAZ, UN RECIPIENTE DE BENDICIONES

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n nuestra Parashá hay un versículo pequeño que, sin embargo, contiene un gran mensaje: Yebarejejá Hashem Veyishmereja, “Que Dios te bendiga y te proteja” (Bamidbar 6:24). Es decir, que Él te bendiga y te cuide lo que te dio son dos cosas diferentes. Una persona puede ganar mucho dinero y al día siguiente perderlo todo; fue bendecido, pero no se cuidó su bendición.

¿Cuál es el secreto del cuidado de la bendición? ¿Cómo podemos guardar las bendiciones que recibimos? La Guemará de Ukzin (3:2) dice que Dios no encontró un mejor recipiente para contener las bendiciones que la paz. Es decir, la paz es como un recipiente podemos llenar con agua, vino, pan, etc. Sin un recipiente todo se derrama y se pierde; las bendiciones necesitan un recipiente que las reciba, y ése es la paz. De nada sirve a un hombre ser muy rico, tener un cargo importante en una compañía, una mansión, chofer, etc., si todos los días discute con su esposa, si su hijo le causa problemas, su socio lo demanda en los tribunales, no descansa y no tiene paz. Es seguro que no disfruta de lo que tiene y se amarga, se entristece. Si no hay paz no hay nada. 308

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BAMIDBAR Dios dijo que las bendiciones son algo grande, pero primero se necesita de un recipiente, la paz. Estas bendiciones eran dadas por medio de los Cohaním. El primero fue Aharón HaCohén, quien Rodef Shalom Veoheb Shalom, “amaba la paz y la perseguía”, era quien se encargaba de que siempre hubiera paz dentro del campamento. Si prestamos atención, descubriremos que hay dos tipos de bendiciones. La primera es la que dio Yaakov a sus nietos Efraim y Menashé: Yesimej Elokim Keefraim Vekemenashé, “Que seas bendecido como Efraim y Menashé” (Bereshit 28:20). La segunda es la bendición de los Cohanim que leemos en nuestra Parashá. ¿Qué tienen en común estas bendiciones? La respuesta es que ambas tienen el mismo recipiente, la paz. Desde la creación del mundo lo único que se había visto eran peleas entre hermanos, lo que generalmente se daba cuando el menor era mejor que el mayor. Kain vio que su hermano Hebel era mejor que él y sintió envidia de él. Yishmael también se dio cuenta de que Itzjak era más especial que él ante los ojos de Abraham y por eso intentó matarlo con sus flechas. Esav era el mayor, pero Itzjak bendijo a Yaakov, por lo que Esav juró matar a su hermano menor. También eso pasó entre Yosef y sus hermanos; él era muy especial, a quien más quería Yaakov, y sus hermanos se encelaron de él hasta el punto de intentar matarlo y luego venderlo. El hermano mayor siente mucha envidia del menor hasta el punto de querer eliminarlo. Kain fue el único que asesinó. Los demás se quedaron en el intento. Solamente por la envidia no hubo paz en esas familias. Cuando Yaakov bendijo a sus dos nietos, los hijos de Yosef, y puso al mayor en el lado izquierdo y al menor en el derecho, dijo a Efraim, 309

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BAMIDBAR el menor, que sería más exitoso que el mayor, Menashé, pero éste ni siquiera se molestó ni lo envidió, sino que mejor se alegró por su hermano. Al ver Yaakov esta actitud, dijo que así serán bendecidos a partir de ese día todos los hijos de Israel. Esto significa que, cuando tenemos motivos de discusión, pero nos controlamos, llegaremos a ser bendecidos como lo fue Menashé. Así también ocurrió con Moshé y Aharón. Moshé, quien era el hermano menor, fue escogido por Dios para ser el líder del pueblo, pero éste se negó diciendo que su hermano Aharón era más apropiado, ya que él era el líder espiritual del Pueblo de Israel en Egipto. Cuando Aharón se enteró de que su hermano menor, Moshé, sería el próximo líder del pueblo, se alegró tanto por él que Dios lo escogió para que bendijera a todo el pueblo. Por eso está escrito: Vesamú Et Semi Al Bené Israel Van Abarejem, “Y pondrán Mi nombre sobre el Pueblo de Israel y Yo los bendeciré”. Primero hay que poner el nombre de Dios, Shalom, “Paz”, sobre el pueblo, para luego ser bendecidos, garantizando así que la paz sea la que cuide las bendiciones. Una vez terminadas las bendiciones de los Cohanim, nosotros rezamos Sim Shalom, “Pon la paz”, para explicar a la congregación que si quieren que la bendición repose en ellos deben mantener y conservar el recipiente de la paz. Recibimos las bendiciones de Dios, pero si seguimos con envidias, peleas, discusiones, competencia, esas bendiciones no tendrán dónde reposar y se perderán. Por eso debemos poner la paz, para que esas bendiciones den frutos que, además, nos sean cuidados. Esta bendición de los Cohanim está en singular, para enseñarnos que si estamos unidos y formamos un solo pueblo, sin divisiones, entonces seremos merecedores y dignos de recibir esas bendiciones. Algo más que necesitaba el recipiente de la paz para ser entregada por Dios era la Torá. 310

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BAMIDBAR Antes de la entrega de la Torá, el Am Israel llegó a un nivel muy alto de unión, como está escrito: Vayijen Sham Israel Negued Hahar, “Y acampó allí Israel frente al Monte Sinaí” (Shemot 19:2). Está escrito en singular (“acampó”) y no en plural (“se establecieron”) para enseñarnos que eran como dice la Mejiltá: Ish Ejad Beleb Ejad, “Como un solo hombre con un solo corazón”. Fue por eso que cuando Moshé bajó después de cuarenta días y se dio cuenta de que había gran descontento entre el pueblo, unos rezando a Dios y otros al becerro, y que los levitas estaban peleando contra las demás tribus que estaban cometiendo idolatría, decidió romper las tablas, ya que no había un recipiente, un sitio donde ésta pudiera estar. Una vez que Moshé logró devolver la paz al Am Israel subió al Monte Sinaí en busca de las Segundas Tablas. En el libro Mijtab MiEliyahu (Tomo IV, pág. 124) se explica una de las razones por las cuales murieron los alumnos de Rabí Akivá: no se honraban los unos a los otros. Pero la pregunta es: si eran tan estudiosos, ¿por qué la Torá no los salvó de la muerte? La respuesta es que si no hay Shalom, “Paz”, no hay espacio para la Torá. Por eso la Torá de estos alumnos, aparentemente, se derramó, se perdió y no los salvó de la muerte. Esta Parashá siempre se lee después de Shabuot, la fiesta de la Torá, donde recibimos tanta santidad, espiritualidad. Y la única forma de guardar estas joyas es mediante el mensaje de nuestra Parashá: la importancia de la paz como un recipiente de bendiciones. No podemos romper este recipiente, porque si lo permitimos, nuestra Torá se pierde. La mayoría de los mandamientos están enfocados a la paz: no atestiguar falsamente, honrar a los padres, no asesinar, no robar, no codiciar lo que tienen otros. Todos son una invocación a la paz. 311

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BAMIDBAR El versículo de la entrega de la Torá dice: Hashem Oz Le Amó Yitén, Hashem Yebarej Et Amó Bashalom, “Dios dio la Torá, Dios bendijo a su pueblo con la paz” (Tehilim 29:11). Por las mañanas, en el rezo, decimos: Talmidé Jajamim Marbim Shalom Baolam, “Los estudiosos de la Torá aumentan la paz en el mundo” (Berajot 64a). Es decir, la función de los que estudian Torá es, primero, buscar la paz y posteriormente estudiarla. Por último, hay un tercer elemento que se dio gracias a la paz: el santuario, el Templo. El santuario fue construido por Betzalel, de la tribu de Yehudá, y Aholiab, de la tribu de Dan. La tribu de Yehudá era la más importante de todas, pues dio origen a la monarquía de Israel, pero la tribu de Dan era la menos importante de Am Israel: Veshebet Majané Dan Lajroná Yisáhu, “Y la tribu del campamento de Dan fue la última en avanzar” (Bamidbar 2:31). El santuario fue construido por dos personas, una de la tribu más importante y otra de la menos importante, como símbolo de unión entre todos. Por la misma razón para construir el santuario se pidió medio shekel a cada uno del Am Israel y no uno completo por persona, ya que, con la ayuda del otro, se forma un shekel completo. Solos no somos nada; unidos somos uno. El constructor del Primer Templo fue el Rey Salomón, una persona de paz, y no su padre David, quien era una persona de guerra, aunque haya sido una guerra santa. Cuando se interrumpió la paz en el Pueblo de Israel y empezaron a odiarse unos a otros sin motivo, fue destruido el Templo. Hasta que no recobremos esa unión y esa paz entre nosotros, no podremos ver el Tercer Templo construido. La paz es la única condición que debemos cumplir para ver la bendición de Dios, la bendición de los Cohanim, recibir la Torá, la construcción del Templo, etc. Si no 312

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BAMIDBAR hay paz, no hay nada. Por eso, mis queridos hermanos, cuidemos siempre la paz, entre cónyuges y entre padres e hijos, para que las bendiciones de Dios puedan reposar en casa y no se derramen. Si nos encontramos algún día en una situación conflictiva debemos primero pensar si vale la pena discutir por algo que nos causará dejar de recibir bendiciones. Recordemos que para cualquier pelea se necesitan dos personas. No seamos la segunda. Que sea la voluntad de Dios bendecirnos con paz y que entendamos que, antes de ocuparnos de hacer la paz con los árabes, debemos hacer la paz entre nosotros mismos. Pues sólo si tenemos paz interna veremos muchas bendiciones, Torá, la llegada del Mashíaj, un Templo y paz con Dios, lo que representa la mejor bendición que podamos recibir. Amén.

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BAMIDBAR

Parashat NASÓ APEGADOS CON ALEGRÍA

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n esta Parashá encontramos un versículo que dice: Vayihí Bayom Kalot Moshé Lehakim Et Hamishkán, “Y fue el día en que terminó Moshé de establecer el santuario” (Bamidbar 7:1). En nuestra literatura la expresión Vayihí, “Y fue”, implica pesar. El Midrash Rabati (5:9), con base en esta premisa, pregunta: ¿por qué había sufrimiento el día en que se terminó el santuario? Responde que había sufrimiento por parte de Dios, ya que mientras el pueblo estaba ocupado con la construcción del santuario no tuvo tiempo para cometer pecados, pero ahora, que ya había culminado el trabajo, volvería a su rutina de pecado. El Midrash relata que un rey tenía una esposa muy mala que lo molestaba constantemente. Un día le dio dinero para que se encargara de arreglar todo el palacio a su gusto; durante dos meses no la escuchó y algunas veces llegó a pensar que su esposa no se encontraba en el palacio. Cuando su esposa terminó con todos los arreglos, el palacio quedó muy bonito, pero el rey se angustió porque sabía que ella empezaría a molestarlo de nuevo. Así, dijo Dios: “Todo el tiempo que trabajaron, no pecaron. Pero ahora que terminaron, ¿quién sabe qué harán?”. Efectivamente, después de un mes, el pueblo empezó a quejarse de que no había carne, no querían el maná, querían volver a Egipto. ¿Qué había pasado? Volvieron a la rutina. Cuando ocupamos nuestra mente con cosas de santidad, no tenemos tiempo para pensar en cometer pecados, pero cuando no lo está, 314

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BAMIDBAR empieza a aburrirse y es entonces cuando surge el peligro. Habatalá Mebiá Lidé Shiamum, VehaShiamum Lidé Jet, “El ocio te lleva al aburrimiento y el aburrimiento te lleva al pecado” (Ketubot 5:5). Esto fue lo que sucedió con Nóaj. Durante 120 años estuvo cumpliendo las órdenes de Dios construyendo el arca, organizando a los animales y almacenando sus alimentos respectivos. ¿Por qué Nóaj no se hizo ayudar por esclavos y sirvientes, de manera que en un año estuviera listo para empezar la travesía? La respuesta es que Nóaj sabía que las tentaciones que había en su generación eran muy grandes y por eso decidió estar ocupado durante mucho tiempo, para no ser tentado en ningún momento. Por eso tardó 120 años en construir el arca. Pero una vez culminada la travesía, cuando bajó del arca y observó que todo estaba desolado, se sumergió en el ocio, se estableció en una carpa, empezó a descuidarse; Vayijal Nóaj, “Se profanó Nóaj”. Bebió vino, se emborrachó y cometió ese acto tan denigrante con sus hijos. Nuestro cerebro es como la masa de Pesaj. La diferencia entre el Jametz (fermentada) y la Matzá (pan ácimo) es que el primero es una masa que no se amasó durante un tiempo y por eso se fermentó. Pero la Matzá es una masa que se amasó constantemente, de tal forma que no se permitió su fermentación. Hay personas cuyo cerebro está constantemente ocupado con mitzvot y por eso nunca “se fermentan”. Pero hay otras cuyo cerebro no se ocupa de asuntos de santidad provocando que éste “se fermente” y caiga en el pecado. Este mismo concepto se encuentra en nuestra Parashá cuando se habla del Nazir, “el nazareno”. En el Talmud (Nedarim 9b) se explica por qué alguien se convierte en nazareno. Dijo Rabí Shimón HaTzadik: “Una vez vi a un nazir y le pregunté: ‘¿Por qué prometió abstenerse del vino y sus derivados, no cortarse el cabello, no cortarse la barba, si verdaderamente se ve usted muy bien?’. El hombre 315

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BAMIDBAR me respondió que precisamente decidió esto porque su belleza lo incitaba a hacer pecados”. Esta acción de ser Nazir es muy loable, pero una vez que termina el plazo de su promesa empieza el peligro, ya que no está ocupado con la santidad y hay que estar alerta para no pecar. En nuestra Haftará se habla de Shimshom (Sansón), el fuerte. Todo el tiempo que se mantuvo como Nazir los filisteos no pudieron vencerlo, pero cuando terminó su periodo de nazareno lo capturaron y le cortaron los cabellos. Esto nos enseña que todo el tiempo que estemos envueltos en asuntos de santidad, de mitzvot, el Yetzer Hará no puede atacarnos, pero en el momento en que nos descuidamos y volvemos a la vida cotidiana, a la rutina, nos captura y nos vence. Sobre el Yetzer Hará está escrito: Lefetaj Jatat Robetz, “En la puerta te espera el pecado” (Bereshit 4:7). ¿De qué puerta habla el versículo? Nuestros Sabios explican que se refiere a la puerta del Bet Midrash (casa de estudio), la sinagoga. Cuando estamos pensando en la Torá o rezando, nuestro cerebro está ocupado con santidad; por decirlo así, “la masa no fermenta” y el Yetzer Hará no puede atraernos. Pero cuando cerramos la Guemará o el Sidur, el Yetzer Hará está esperándonos en la puerta para capturarnos en sus redes. Por eso la Torá dice: Bedibarta Bam, “Y hablarás de ella, de la Torá”, para enseñarnos que si estamos ocupados con la Torá, la escrita o la oral, estaremos resguardándonos de caer en manos del instinto del mal. Eso nos indica la palabra hebrea Bam, “de ella”, pues la letra Bet es la primera de la Torá escrita: Bereshit, “Génesis” (en la Torá escrita) y la letra Mem es la inicial de la primera Mishná (en la Torá oral): Miematai, “¿Desde cuándo?”, en Berajot. Además, la Torá nos aconseja hablar de Torá Beshibtejá Bebeteja, “En tu estadía en casa”. No se refiere sólo a la casa de estudio o a la sinagoga, sino también al hogar. Ubelejtejá Baderej, “Cuando estás 316

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BAMIDBAR en camino”. Debemos hablar también de Torá en los caminos para que el cerebro esté siempre trabajando, pues precisamente en el camino, en la calle, es donde se encuentra con más frecuencia el peligro. Este es el motivo de que leamos la Parashá de Nasó después de Shabuot. Estuvimos preparándonos durante 49 días para recibir la Torá; en la noche de Shabuot nos quedamos despiertos estudiando hasta el amanecer, recibimos esa influencia positiva de la Pascua y, ahora que ya terminó Shabuot, con tanto que obtuvimos volvemos a la rutina de todos los días. Y es ahora cuando empieza el peligro. Sin embargo, si mantenemos ocupado nuestro cerebro con Torá, estudiándola y analizándola, estaremos a salvo de cualquier ataque contra lo espiritual y la Pascua de Shabuot no habrá terminado, sino que apenas estará comenzando. Esto es lo que aconsejaba mi Rosh Yeshivá, el rabino Inglander, cuando terminaba Yom Kipur: “Tengan cuidado en los días posteriores a Yom Kipur, porque después de un mes de Selijot, Rosh Hashaná, diez días de arrepentimiento, Kipur, Nehilá, Shofarot, el peligro aparece cuando volvemos a la realidad, a la rutina”. ¡Qué ciertas son estas palabras! La mejor prueba es Arvit, después de Kipur: las personas empiezan a irse sin siquiera rezar, porque volvieron en cuestión de segundos a la rutina diaria. Si todos utilizáramos ese despertar de Yom Kipur y continuáramos haciendo trabajar el cerebro con las mitzvot, seríamos personas completamente diferentes. Por eso la halajá exige que, una vez terminado Kipur, empezar con la construcción de la Sucá, para que siempre esté ocupado con mitzvot y el instinto del mal no tenga oportunidad de actuar. Y es cierto, todo el día podemos estar pensando en mitzvot, desde que nos levantamos hasta que vamos a dormir: cuando despertamos, hacemos Netilat Yadaim (lavado ritual de las manos) conforme a la ley; cuando entramos al baño, también hay leyes para 317

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BAMIDBAR ello; cuando nos vestimos, también hay leyes sobre cómo hacerlo (por ejemplo, primero se coloca el zapato derecho y después el izquierdo, se amarra el izquierdo y después el derecho, etc.). Cuando terminamos, inmediatamente vamos a la sinagoga a rezar, nos ponemos talit y tefilín, Jazará, etc. Después vamos a desayunar y tenemos que decir las bendiciones respectivas, previas y posteriores, a cada comida. Vamos a trabajar y aplicamos las leyes de no robar, no mentir, pagar a tiempo, etc. ¡Son un sinfín de leyes! Incluso en la sinagoga para Minjá, Shiur y Arvit. De vuelta a casa, llegamos exhaustos y nos vamos a dormir, no sin antes decir el Kriat Shemá, y hasta durmiendo debemos corregir nuestra postura (primero sobre el costado derecho y luego sobre el izquierdo). ¿Por qué la Torá es tan estricta y tan constante? Porque si no lo fuera, tendríamos muchas “lagunas espirituales” a lo largo del día, que son oportunidades obvias de ataque del Yetzer Hará. Seríamos como la masa que se deja sin amasar y empieza a fermentarse. Antes de finalizar, deseo decir algo que me duele mucho. Cada día veo más gente que, cuando muere alguno de sus seres queridos, como el padre, la madre o un hermano, van a la sinagoga los siete días de duelo, el mes completo y, algunos, todo el año a los rezos y a las clases de Torá. Todo eso es excelente para el fallecido. Pero una vez que termina el año no se les ve más, sino hasta el año siguiente, en el aniversario luctuoso del familiar (Mishmará o Yortzait), y así año tras año. Ellos creen que el fallecido necesita todas esas cosas. Pero yo digo que no únicamente los fallecidos; los vivos las necesitamos más que ellos. Nosotros somos quienes debemos aplicar lo que aprendemos y cumplir las mitzvot, por nuestro propio bien y progreso espiritual. Sin embargo, muchos de los que empezaron a ir por motivos de duelo han seguido asistiendo, porque comprobaron cuán bueno es 318

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BAMIDBAR ir a rezar por las mañanas o por las tardes, y lo constructivo que es estudiar un poco al terminar el rezo. Lograron valorar cuán agradable es servir a Dios con alegría y no con sufrimiento. Se mantuvieron en el camino, después del primer año, por muchos más. No nos podemos imaginar, cuánto bien le están también haciendo al difunto, a Dios, porque la idea es aprovechar el impulso de un momento emotivo, de la santidad de una pascua, y continuar avanzando en el servicio a Dios, bien sea en la casa, en el campo, en el camino, en la oficina, en vacaciones, etc. El lema es el siguiente: “Un cerebro que trabaja no fermenta”. Igual ocurre cuando nos sucede un milagro, un hecho en el que claramente estuvo presente la mano de Dios. Entonces empieza el acercamiento y la emoción. El problema es que, en muchos, esos sentimientos no son duraderos y al poco tiempo vuelve su mente al ocio. Que sea la voluntad de Dios ayudarnos a estar siempre apegados a Él con alegría y que la luz que absorbamos en nuestro servicio a Dios nos sirva para iluminar nuestro camino a lo largo de nuestra vida. Amén.

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Parashat BAALOTEJÁ EN LA UNIÓN ESTÁ LA FUERZA

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no de los versículos más importantes de la Torá es: Veahabta Lereajá Kamoja, “Y amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Vayikrá 19:18). La pregunta que surge es: ¿a qué se refiere al decir “como a ti mismo”? Hay partes del cuerpo que están clasificadas y calificadas como impuras. Por ejemplo, las axilas, los pies, etc. Si alguien llega a tocar alguna queda impuro y, por ende, debe hacer Netilat Yadaim, “lavado ritual de las manos”. Pero también hay lugares que son puros, santos, como el hígado, que es donde reposa el nefesh (el alma en su mínima expresión); como el corazón, que es donde reposa el rúaj (el alma en su expresión media); y como el cerebro, que es donde reposa la neshamá (el alma en su máxima expresión). Cuando alguien se quiere, no se fija en los niveles de santidad de cada parte de su cuerpo, sino que ama a su cuerpo en general. En el Am Israel hay partes más puras que otras; es decir, hay religiosos, tradicionalistas, no religiosos, etc. Entonces, el amor que debemos sentir hacia todo el Am Israel tiene que ser como el amor a nuestro propio cuerpo, sin fijarnos en qué órgano es más santo y puro que los otros. Este es el verdadero significado de: “…como a ti mismo”. Tan importante mensaje se halla en nuestra Parashá, cuando nos relata que Aharón HaCohén encendía las velas de la Menorá de oro, que simboliza la unión de todos los niveles existentes en el Pueblo de Israel. 320

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BAMIDBAR a) La Menorá estaba hecha de una sola pieza de oro, trabajada. b) Tenía siete brazos, que salían de la columna principal. c) Las mechas de las velas estaban dirigidas las unas a las otras. d) La Menorá estaba adornada con botones, flores, copas y bazijim (recipientes donde se colocaba el aceite y las mechas). ¿Qué nos enseñan todos estos detalles? Primero, que en el Am Israel hay personas que son como botones, es decir, hay que unirlos, coserlos a la prenda de vestir, porque si no, se pierden y no hacen nada. Hay que invitarlos a pasar un Shabat en nuestra casa para que cumplan algo. Hay que invitarlos a un restaurante kasher para que no coman terefá, etc. segundo, que otros se hallan en un nivel más alto y son como flores; son los judíos que solamente cumplen las mitzvot bonitas como las flores, como encender la Janukiyá, mandar regalos en Purim, sentarse en la Sucá o encender las velas de Shabat, pero no las mitzvot que requieren de mayor cuidado. Tercero, que hay otro grupo, en un nivel más alto aún, que se parece a las copas, símbolos de santidad, como la copa de Kidush. Son personas que cumplen todo lo concerniente a la santidad. Y cuarto, que sobre todos ellos están los Bazijim (vasijas), que son los que contienen la luz, como la luz de la Torá; son los sabios, los estudiosos de la Torá que iluminan al pueblo. La Torá dijo que la Menorá tenía que hacerse de una sola pieza de oro. Esto significa que, a pesar de que cada uno de nosotros seamos diferentes a nivel espiritual, somos uno, una sola pieza; somos de oro. Si llegase a faltar un solo botón, una sola flor o una sola copa, la Menorá quedaría sin usarse, sería inútil. Porque todos somos hijos de Abraham, Itzjak y Yaakov. Hay partes más alejadas de la base que otras; unas están más cerca de la base y otras son la base. Por eso la Menorá tenía una columna principal y brazos que salían de ella; mientras más abajo se halla321

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BAMIDBAR ban, más se alejaban de la columna principal. Pero al final todos veían hacia el centro y su raíz era esa columna central. En esta Parashá, Aharón era el encargado del encendido de la Menorá, porque él quería a los demás por naturaleza. Incluso a los más simples él los abrazaba y les demostraba cariño. Era el embajador del pueblo en el santuario. Por ese motivo Aharón, quien expresaba amor y unión entre todos los niveles, debía encender la Menorá. Después de que Moshé dijera a Aharón que encendiera la Menorá, por orden de Dios, la Torá corrobora: Vayaas Ken Aharón, “Y así lo hizo Aharón” (Bamidbar 8:3). Todos los comentaristas preguntan: ¿acaso Aharón iba a violar la orden divina? La respuesta es que el mismo mensaje que la Menorá transmitía de unión y amor entre todos “Así lo hizo Aharón”, es decir, él se preocupó de que el mensaje de la Menorá llegara a todo el Pueblo de Israel y que entendiera que la unión es lo más importante. La Parashá de Nasó está junto a nuestra Parashá para enseñarnos que tanto allá como aquí el mensaje es el mismo: la unión. Al final de la Parashá de Nasó se habla de los kerubim (querubines) que se encontraban en la parte superior del Arca Sagrada. Por medio de ellos Dios se comunicaba con el pueblo, ya que en ellos está simbolizada la unión. a) Los kerubim, que estaban encima del Arca Sagrada, tenían las alas extendidas una sobre la otra, como en un abrazo. b) Debajo de ellos estaban las Tablas de la Ley rotas, las Segundas Tablas, un Séfer Torá. c) Los kerubim también fueron elaborados de una sola pieza de oro. d) La voz de Dios pasaba por ellos. 322

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BAMIDBAR Todo esto nos enseña también que en el Pueblo de Israel hay diferentes niveles; por decirlo de alguna manera, hay “tablas rotas”, que son aquellos que casi no tienen contacto con la religión, y el poco contacto que tienen es incompleto, fracturado. Luego están los que se parecen a las Segundas Tablas, que hacen cosas y además completas; por supuesto, no hacen todo, sino una parte. Después están los que se asemejan a un Séfer Torá, que cumplen todas las mitzvot, sin fracturas, completas. Toda esta gama de judíos tienen que estar abrazándose como los dos kerubim, unidos, ya que fuimos hechos de una misma pieza. Es por eso que ambas parashiot están unidas, para enseñarnos que las únicas formas para que Dios esté en contacto con todos nosotros y que nos ilumine son el entendimiento y la puesta en práctica del amor al prójimo, ya que somos una misma pieza, somos uno. En nuestro cuerpo podemos ver la importancia de la unión mediante el ejemplo de nuestra piel. La piel recubre todo el cuerpo humano, es una misma capa que cubre los órganos; si una parte de ella llega a romperse o a cortarse, entran microbios y bacterias dañinas al cuerpo. Así somos en el Am Israel; si la unión entre nosotros se rompe o se fractura entrarían otros elementos externos que causarían más daño aún. Que sea la voluntad de Dios elevar a los botones, a las flores, a las copas y a las tablas rotas por medio del amor, unión, abrazos y cariño sincero, y convertirlos en luz, que es la luz de la Torá, hasta que lleguemos todos a ser como el Séfer Torá. Amén.

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Parashat BAALOTEJÁ LOS RABINOS

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uchos se preguntan por qué los rabinos son tan distintos unos de otros o por qué hay rabinos que no piensan igual o que pertenecen a diferentes corrientes. Unos son más ligeros, otros son muy permisivos; los hay estrictos y ultra ortodoxos; hay rabinos chistosos o serios; otros asustan, otros atraen. ¿Por qué tantos matices? La respuesta es muy sencilla. Todos somos diferentes y por eso necesitamos rabinos diferentes. Para quienes les gusta escuchar bendiciones y cosas dulces hay rabinos. A algunas personas les gusta escuchar la verdad cruda; hay rabinos que se las dirán. Para los que les gusta ser extremistas, fanáticos, también hay rabinos así. ¡Qué bueno que no todos los rabinos son iguales! De serlo, la religión parecería un restaurante con un solo plato. Al escoger el restaurante, pensamos en el cocinero que tiene, qué tipo de comida se prepara, que mientras mejor sea más gente habrá, etc. Cada uno debemos escoger a nuestro rabino en función de lo que nos guste escuchar, para que nos ayude a avanzar en la vida hacia Dios. Dios ordenó a Moshé: Asé Lejá Shetei Jatzotzerot Kesef, “Haz para ti dos trompetas de plata” (Bamidbar 10:2) para congregar al pueblo a estudiar, a los príncipes de cada tribu a conversar. Los comentaristas preguntan: ¿por qué la orden dada por Dios fue “Haz para ti dos trompetas”? ¿Acaso eran de Moshé? Efectivamente, así fue. Él hizo esas trompetas para él y, de hecho, cuando murió Moshé, Yehoshúa, su sucesor, las enterró y mandó hacer otras dos, nuevas, para él. Con este acto, la Torá nos enseña que cada rabino tiene su modo de congregar a la gente. No es que uno sea mejor que otro, sino que, por el 324

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BAMIDBAR contrario, todos son buenos, cada uno según el tipo de público que quiere reunir o con el que se identifica. Hay un estilo adecuado para cada uno y, si no nos gusta, “hay otras trompetas sonando”. Al igual que en nuestra ciudad, me imagino que ocurre en todo el mundo. Existen muchos rabinos con estilos diferentes y todos juntos forman un equipo. Hagamos una analogía con un equipo de futbol: hay un arquero, defensas, mediocampistas y delanteros. Cada uno tiene su función, que es pasar la pelota de uno al otro hasta que alguno anota un gol. No quiero decir que las personas son como “balones espirituales”. Cada rabino, según su especialidad, ayuda a que la persona progrese más y más. Hay rabinos que se encargan de ayudar a los jóvenes a no casarse con alguien de otra religión; los salvan de la asimilación, pero no saben cantar bonito en la sinagoga. Hay rabinos que son especialistas en estudios de Guemará, etc. La idea es llegar a “meter gol” y que la persona salga formada en el aspecto espiritual, con una imagen y figura ejemplares. La diferencia que hay entre los rabinos y los jugadores de futbol es que en éste el gol es acreditado al que pateó. Sin embargo, cuando una persona hace teshuvá y se eleva espiritualmente, a lo largo de todo el proceso cada rabino que la ayudó, que la aconsejó, que le enseñó, colaboró en el gol. Sin uno de ellos no se hubiera completado el proceso. El que se encargó de enseñarle Guemará no hubiera sido capaz de salvarlo de la asimilación, el que lo salvó de ésta no hubiera podido enseñarle las leyes a detalle. Y así sucesivamente, cada uno colaboró en su especialidad, pero todos tienen mérito. El gol es del grupo y todos son igualmente importantes. 325

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BAMIDBAR Este concepto también se halla en nuestra Parashá. Cuando un grupo de stenta y dos personas recibieron el don la profecía, dos de ellos empezaron a dar clases de Torá dentro del campamento. Un joven avisó a Moshé que dos hombres en el campamento habían tenido el descaro de dar clases de Torá y profetizar. Moshé le respondió: “Ojalá que todos en el campamento se pusieran a dar clases, shiurim, de Torá a los demás, que todos se hicieran rabinos. ¿Acaso crees que yo quiero ser el único rabino del Pueblo de Israel? Por el contrario, tengo un solo estilo, pero si vienen otros cocineros con nuevos platos, bienvenidos sean al restaurante de la Torá”. Cada judío tiene que buscar al rabino que sea adecuado para él. Asé Lejá Rab, “Haz para ti un rabino” (Pirké Avot 1:6). ¿Por qué “para ti”? Cada rabino tiene que ser como un traje, que debe ser apropiado al cuerpo, según la complexión. Un traje pequeño no es cómodo, y uno grande tampoco. Debemos buscar un traje a la medida. Es decir, si hay un rabino que nos enseña a decir Tehilim y nos cuenta historias, y sentimos que ya superamos esa etapa porque tenemos mucha más capacidad para avanzar, entonces tenemos que buscar otro experto para la próxima etapa. Si un rabino sabe Cábala, Guemará con Rishonim, etc., y no estamos entendiendo nada de eso, entonces debemos buscar otro que nos guíe, otro que nos enseñe y que esté a nuestro nivel. Todo padre sabe que cada vez que compra ropa para sus hijos, debe ser un poco más grande porque seguirán creciendo; o cuando nos compramos ropa nosotros, nos fijamos si tiene dobladillo o no. Así hay que hacer las cosas en la vida: siempre debemos prever las oportunidades para seguir creciendo, es decir, buscar un rabino con el que siempre podamos ir elevándonos y no estancarnos. Un deportista que desarrolla sus músculos para levantar pesas no necesita un entrenador de maratón. Un entrenador de tenis no es 326

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BAMIDBAR como el de futbol. Cada uno es bueno para cierto tipo de jugador o deportista. Todos nosotros somos “deportistas de la Torá”; deseamos desarrollar el “músculo” del alma, para fortalecernos espiritualmente. Por eso debemos buscar a un entrenador que nos ayude a lograr nuestra meta, que nos fortalezca, no uno que nos debilite o que nos rompa los huesos al cargar tanto peso. Sin un entrenador, léase un rabino, es muy difícil no pecar, como está escrito en el Talmud (Berajot 8a) sobre el Rey Shelomó. Mientras vivió su rabino, Shemí Ben Guerá, no se casó con la princesa de Egipto, pero cuando murió, empezó a decaer y contrajo nupcias (bajo el proceso de conversión de la Torá) con mujeres de pueblos extraños, aunque finalmente se descubrió que fue por interés y no por propia voluntad. Inclusive los grandes líderes de la Torá, sin la orientación de sus rabinos, pecaron. Por ejemplo, Najmánides dice que Abraham Abinu pecó al ir a Egipto en busca de comida, ya que debió quedarse en la Tierra de Israel en esperando de que Dios le mandase la salvación. Sará Imenu también pecó por haber expulsado a Hagar de la casa de Abraham. La pregunta es: ¿por qué llegaron a pecar, si lo que buscaban era alcanzar sus elevadas metas? Porque no tenían a quién pedir consejo; no tenían un rabino que los guiara. Por eso, hasta los líderes pueden equivocarse si no tienen un apoyo, un consejero que los ayude. En otros versículos de la Torá leemos cómo algunos grandes líderes se equivocaron. Específicamente en nuestra Parashá, vemos que Miriam, cuando vio algo ilógico en la conducta de su hermano Moshé (se separó de su esposa y no se unió más a ella), fue con Aharón y 327

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BAMIDBAR habló mal de aquél. Aharón escuchó las palabras de Miriam y no la amonestó por ellas. De acuerdo con las leyes de Lashón Hará, tanto el que habla como el que escucha está pecando. ¿Cómo es posible que dos de los líderes del Am Israel pudieran pensar que podían hablar mal de su hermano Moshé, el principal líder? En el Pirké Avot (1:16) está escrito: “Haz para ti un rabino y aléjate de las dudas”. Cuando la persona tiene una duda, le es muy difícil decidir. Es mejor que busque un rabino que le aconseje y que aclare sus dudas. Miriam y Aharón no tenían un rabino, no había nadie superior a ellos en jerarquía o conocimientos que Moshé, a quien en este caso no podían preguntarle nada, porque él era de quien habían hablado mal. Por tanto, al no buscar consejo, cayeron y cometieron un error muy grave. Si ellos se equivocaron, ¡cuanto más una persona común, sencilla, que no tiene alguien que lo aconseje conforme a la visión de la Torá! Y que además debe cuidarse de no pecar, de no equivocarse en momentos de duda, de las que puede salir con la ayuda de un rabino, un “entrenador” que lo guíe para tomar decisiones correctas, que lo ayude a hacer lo mejor. Como leemos en la Torá, todo el tiempo que Moshé estuvo con el pueblo lo ayudó a crecer y a alcanzar nuevos horizontes espirituales. Pero apenas los abandonó cuarenta días, cometieron el pecado del becerro de oro. Sin un rabino, un capitán que dirija el barco de nuestro Judaísmo, estamos perdidos en alta mar. ¿No es evidente, entonces, que debemos escoger, de todos los rabinos a nuestro alrededor, a quien sea el mejor para nosotros, que nos ayude a aprender de Dios en esta vida profundizando en la Torá, que nos ayude a desarrollar nuestro “músculo” del alma, y que nos convierta en buenos “deportistas de la Torá”? 328

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BAMIDBAR Que sea la voluntad de Dios que encontremos al rabino más adecuado a nuestras necesidades y que honremos por igual a todos los demás, porque tal vez mañana, cuando seamos más grandes en Torá, necesitemos de ellos, sin olvidarnos de aquellos que nos iniciaron en el camino de la verdad y que de esa forma podamos crecer cada vez más en los diferentes niveles de la Torá. Amén.

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Parashat SHLAJ LEJÁ EL HONOR DE DIOS

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n esta Parashá vemos que los príncipes de cada tribu fueron a espiar la Tierra Prometida antes de hacer su entrada oficial en ella. De los doce que fueron, diez hablaron mal de Israel y provocaron una queja masiva contra Moshé y el decreto divino de permanecer cuarenta años en el desierto. Los espías eran personas importantes, los representantes de cada tribu. ¿Cómo pudieron comportarse de esa forma? La clave para entender esto se encuentra en el Talmud (Menajot 109b). Dijo Rabí Yehoshúa Ben Perajiá: “Al principio, cuando querían designarme rabino principal, dije que a quien lo repitiera lo pondría frente a un león. Ahora que ya lo soy, al que me pida renunciar le lanzaré agua caliente”. Rabí Yehoshúa era muy sincero. Sabía que una persona que está en las alturas del honor y de la grandeza, aun cuando al principio no quería estar ahí, ahora que ya probó el sabor del honor no está dispuesto a perderlo bajo ningún concepto y hará hasta lo imposible por mantenerlo. En el Tanaj hay varios ejemplos que nos demuestran todo lo que estamos dispuestos a hacer con tal de no perder el honor, la posición.

1. El rey Shaúl al principio era tan humilde que cuando lo nombraron como el primer rey de Israel no podía creer que él fuera el apropiado. Una vez que fue coronado, empezó a escuchar que el pueblo cantaba a David: Hiká Shaúl Bealafav BeDavid Berribotav, “Mató Shaúl a miles, pero David a decenas de miles” (Shemuel 18:7). 330

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BAMIDBAR Cuando el pueblo empezó a honrar más a David, Shaúl decidió levantarse contra David y matarlo. Shaúl dedicó casi toda su vida a perseguir a David para matarlo, y todo, por mantener su honor. 2. Yerobam Ben Nabat vivió en la época del Rey Shelomó y al final de los días del rey empezó a quejarse y a gritar en público: “¿Por qué Shelomó puso alcabalas e impuestos para subir a Jerusalem?”. Yerobam argumentaba que todos deberían ir a la casa de Dios gratuita y libremente. Cuando falleció el Rey Shelomó, todo Israel votó por él como próximo rey y el pueblo se dividió en dos bandos. Rejabam, hijo de Shelomó, fue rey de Jerusalem y Yerobam fue rey de Israel. Cuando llegó la fiesta de Sucot, en la que todo el pueblo se preparaba para subir al Templo de Jerusalem, dijeron a Yerobam que no lo honrarían como rey, ya que el rey de ese sector era Rejabam. Cuando escuchó esto, Yerobam prohibió la entrada a Jerusalem y en vez de poner alcabalas e impuestos, impuso alcabalas que prohibían el paso absolutamente. Construyó dos sitios de rezo, uno en el norte y otro en el sur, con dos becerros de oro. En vez de que el pueblo fuera al Templo, hizo que acudiera a casas de idolatría, con tal de no perder su honor, su posición de rey. Es increíble hasta dónde puede llevarnos la sed de poder y honor. 3. Los Jashmonaim, que eran Cohanim, después del milagro de Januká y de vencer a los griegos, tomaron el control de la situación provisionalmente, hasta que ésta se normalizara. Al pasar el tiempo, cuando ya habían probado el sabor del poder y del honor, decidieron quedarse oficialmente con el gobierno del Am Israel, aunque sabían que los únicos que podían ser reyes eran los de la tribu de Yehudá, pero a ellos no les importó. ¿Por qué? Por el honor, el honor y más honor. Y eso fue lo que pasó a los espías de nuestra Parashá. Eran los líderes de sus tribus, sabían lo importantes que eran dentro del pueblo, pero cuando se enteraron de que al entrar a la Tierra Prometida ya 331

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BAMIDBAR no ejercerían más sus cargos debido a que los líderes en el desierto no seguirían siéndolo allá. Entonces prefirieron hablar mal de la Tierra de Israel con tal de mantener sus puestos, su poder. Esto aún se observa en muchos países. Sus presidentes están dispuestos a vender la patria, a regalar sus territorios con tal de mantenerse en la silla del gobierno. Mas los líderes del Am Israel eran tan humildes, tan rectos, que supieron no enloquecer con el honor. Por ejemplo, en la Parashá anterior vimos cómo Miriam y Aharón hablaron mal de Moshé Rabenu. Pese a ello, su reacción fue rezar por su hermana Miriam para que se curara. Cuando Dios informó a Moshé que el próximo líder del Am Israel seria Yehoshúa Bin Nun, colocó su mano encima de su cabeza, lo bendijo y le deseó todo lo bueno. Le transmitió sus fuerzas y se alegró con su alegría. El Rey David reinó sobre todo Israel, triunfó en muchas guerras, mató a Goliat. Pero un día su hijo Abshalom se rebeló contra él, quiso incluso matarlo y David escapó. En el camino, Shimií lo insultó y le lanzó piedras. Pasaron unos días. Abshalom murió y David tomó de vuelta el trono. Shimií fue avergonzado hacia David, para pedirle perdón. Todos los consejeros de David le dijeron que lo matara, pero David no sólo lo perdonó, sino que juró no matarlo. El honor es muy peligroso. Muchos están dispuestos a cometer grandes pecados con tal de recibirlo. Muchos no hacen teshuvá porque piensan que no van a honrarlos más. ¿A cuántos hombres hemos conocido que son aceptados en la sociedad laica y, de repente, deciden hacer teshuvá? ¿Qué es lo primero que piensan? “¡Cuántos de mis amigos van a despreciarme, no van a aceptarme más!” Muchas mujeres no se cubren la cabeza y algunos hombres no se ponen kipá porque piensan en el deshonor que van a mostrarles sus 332

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BAMIDBAR amigos, las burlas, los desprecios de las amigas, de los vecinos y familiares, y hay algunos que hasta piensan en la vergüenza delante de los goyim. Esas personas no se dan cuenta de que hay dos tipos de honor en la vida. Uno es el que las personas dan a otros cuando les dicen lo grandes que son, y el otro es el honor que hace Dios directamente a alguien, al que es honrado en las alturas y en el futuro recibirá honores de ángeles. ¿Cuál honor es mejor o preferible? ¿Nos preocupa más saber qué dirán los amigos o qué dirá Dios? ¿Qué aplausos son mejores, los de los goyim, los de los vecinos o los de los ángeles? Nosotros debemos perseguir el honor, pero no el material sino el espiritual. De igual manera que una persona lucha por mantener su honor personal, así debemos nosotros luchar por mantener nuestro honor espiritual. No podemos permitir al Yetzer Hará quitarnos nuestro honor. Por eso está escrito en Pirké Avot: “Todo el que persigue el honor (material), el honor (espiritual) se escapa de él”. Porque está dispuesto a pecar con tal de recibir aquí honores. “Pero todo aquel que se escapa del honor (material), el honor (espiritual) lo persigue.” Todo el que ignora las burlas de los demás, que no le importa el “qué dirán de mí” y lo único que le interesa es recibir honor del cielo, entonces el honor de Dios verdaderamente lo perseguirá y será honrado en este mundo y en el venidero. Ocurrió que el hijo de Rabí Yeoshúa Ben Levy murió y después revivió (esa condición es hoy conocida como “muerte clínica”). Cuando mejoró, su padre le preguntó qué había visto. Él le respondió: “Vi un mundo al revés. Los que son honrados aquí son despreciados allá y los despreciados aquí (los religiosos) son muy honrados allá. Es por 333

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BAMIDBAR eso que era un mundo al revés”. Le dijo su padre: “No viste un mundo al revés. Viste el mundo de la verdad. El nuestro es el mundo al revés, ya que la gente persigue el honor falso y desprecia el honor verdadero” (Pesajim 50a). Que sea la voluntad de Dios que siempre persigamos Su honor para que recibamos el honor de este mundo y en especial el del Mundo Eterno. Amén.

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Parashat SHLAJ LEJÁ BENDECIDOS POR DIOS

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n nuestra Parashá se habla de los espías que trajeron consigo frutos de la Tierra de Israel. Esos frutos eran tan grandes que para levantar un racimo de uvas necesitaban dos personas. Explican los Midrashim que así ocurría con los demás frutos (granadas, higos, dátiles, etc.) con que fue bendecida la Tierra de Israel y que trajeron con ellos. Si todo esto era así, ¿por qué hoy no lo es? La respuesta está en el Zohar (Parashat Vayerá 97b). Dice que la calidad de los frutos depende de las bendiciones y de cuánto rece la persona por ellos. También el Zohar dice que en la creación todo estaba listo menos algo: faltaban las frutas en el paraíso, en Gan Eden, hasta que llegó Adam y rezó por ellas. Está dicho en Shir Hashirim (Cantar de los Cantares): Hanitzanim Nirhú Baaretz, Et Hazamir Iguía Becol Hator Nishmá Beartzenu, “Una vez que Adam rezó por los frutos, con una buena voz, fue que salieron y se empezaron a ver”. Pero cuando Adam y Javá cometieron el pecado, Dios maldijo a la tierra. No pudieron obtenerse frutos de ella hasta que Nóaj, que era un hombre justo y perfecto, logró que las frutas salieran de la tierra con mejor calidad mediante el rezo. Las personas empezaron a plantar una semilla y los frutos les duraban muchos años, por la abundancia tan grande que hubo. Pero Nóaj, al final, lo estropeó todo al embriagarse con vino y terminó siendo no tan justo ni tan perfecto, por lo 335

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BAMIDBAR que volvió a caer la maldición sobre la tierra. Cuando llegó Abraham Abinu y estableció las bendiciones de los alimentos, atendía gratuitamente a toda persona que venía a comer y le enseñaba a agradecer a Dios por la comida que le daba, empezaron de nuevo las bendiciones en las frutas y llegó a haber muchísima abundancia. Por eso los espías encontraron esas frutas tan grandes en Israel, ya que había mucha bendición. Ésta duró hasta la época de la Guemará, cuando los sabios atestiguaron sobre los frutos y con base en ellos pudo saberse cómo eran. Por ejemplo, nosotros encontramos leyes referentes a la medida de volumen Cazait, “aceituna”, que es de aproximadamente 28 gramos. Un huevo pesaba 56 gramos; de cada árbol se obtenían frutos suficientes para cargar dos mulas, es decir, 32 seá (250 kilogramos, aproximadamente). Suena exagerado, pero es el testimonio de los más grandes Tzadikim, justos, de todos los tiempos, como Rabí Shimón Bar Yojai, Rabí Meir Baal Hanés, Rabí Akivá, etc. Además, está escrito en el tratado de Taanit (23a) que en los días de Rabí Shimón Ben Shetaj (durante el Segundo Templo) había tanta abundancia en Eretz Israel que cada grano de trigo y de cebada que crecía en ella eran del tamaño de una aceituna. Nuestros sabios registraron esto para enseñarnos cuánta abundancia se puede obtener si rezamos a Dios por ella. Pero, si no, entonces nuestros pecados causarán que esa abundancia se vaya (Yirmiyahu 5:25). En el Talmud (Sotá 48a) dice que Rabí Yehoshúa atestiguó que cuando se destruyó el Templo se eliminó el sabor de las frutas. Y agrega la toseftá (Maaser Shení, Perek 5) que cuando dejaron de cuidar la pureza fue eliminado el olor de las frutas, y que cuando dejaron de cumplir con el diezmo sobre sus ganancias se eliminó el contenido (las vitaminas, el tamaño) a los granos y a las frutas. En el tratado de Berajot se explica que hubo otro factor que dañó más a las cosechas: las bendiciones no pronunciadas. 336

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BAMIDBAR Todo el que come sin decir la bendición correspondiente a ese alimento es como si estuviera robando a Dios y al Am Israel. A Dios se entiende, ya que Él es el dueño del mundo y si comemos algo que no nos pertenece y sin pedir permiso a su dueño, estaríamos robándolo. Pero al Am Israel, ¿por qué? La respuesta es que, si no bendecimos las frutas, estamos quitando a los demás el disfrute del tamaño, el sabor y sus vitaminas. Pero cuando bendecimos nos estamos asemejando a Adam cuando rezó a Dios por el florecimiento de las frutas o como a Abraham Abinu que, gracias a que enseñó a todos a agradecer a Dios por sus alimentos, éstos fueron bendecidos. Por medio de nuestras bendiciones estamos mejorando y aumentando el tamaño, la calidad y el sabor de todos los vegetales, hortalizas y frutas del mundo. ¿Cuánto tiempo nos toma decir una bendición? Máximo 10 segundos. ¿Y qué hicimos? Agradecimos a Dios por lo bueno que nos dio, por la fuerza que nos dio para comer, para probar, disfrutar y desechar. Cuando vamos a un restaurante, cada vez que el mesero trae algo, sea el menú, las ensaladas, bebidas, comida, postre, la cuenta, le agradecemos y al final incluso le dejamos una propina. ¿Acaso Dios no se merece por lo menos un “gracias”, una pequeña bendición, por lo menos, después de que comimos, bebimos y nos saciamos? ¿Es tan difícil? En el Judaísmo, hay mitzvot más fáciles de cumplir que otras. Para las más difíciles, podemos encontrar excusas para no cumplirlas. Por ejemplo, “No pude ese día”, “Me fue muy difícil”, etc. Pero para las fáciles, ¿qué vamos a decir? Esto se parece al rey que envía a sus dos esclavos a una misión. Uno debe traerle un kilo de arena y el otro un kilo de oro, a más tardar en una hora. Cuando termina el plazo llegan los dos con las manos 337

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BAMIDBAR vacías, ¿Con quién se molestará más el rey? Lógicamente que con el que no trajo el kilo de arena, ya que está consciente de que el oro es un metal muy difícil de encontrar, y mucho más en una hora, pero un kilo de arena se encuentra en cualquier lugar. Pronunciar las bendiciones sobre los alimentos es algo muy fácil de cumplir. Debemos esforzarnos en no llevar ningún alimento a la boca sin antes bendecir por ella, tanto al principio como al final. Así lograremos que esa misma comida que entra a nuestro cuerpo esté bendecida, que nos alimente y nos cure internamente. ¡Qué bueno es agradecer a Dios por toda la comida que nos da! Así podemos también garantizar que Dios obtenga más disfrute en darnos y, por ende, nos bendiga a su vez. Cuando decimos a alguien “Que te aproveche” y él nos contesta: “Que te aproveche a ti también” equivale a decirle Shalom Alejem y que él nos responda Alejem Shalom. Dios nos bendice a cuando nosotros lo bendecimos a Él. ¿Qué más necesita el hombre? Que sea la voluntad de Dios que bendigamos y que seamos bendecidos por Él mediante nuestra boca. Amén.

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Parashat KÓRAJ EL DISFRAZ

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odo el mundo tiene un Yetzer Hará (instinto del mal) que lo desvía y lo hace pecar. ¿Cómo el Yetzer Hará convence a los religiosos, si ya saben lo que está prohibido?

En esta Parashá vemos que 250 hombres justos se unieron a Kóraj, quien era uno de los encargados de llevar el Arca Sagrada, para rebelarse contra Moshé y Aharón. Miriam Hanebiá se equivocó y habló mal de su hermano Moshé. Hace dos parashiot vimos cómo diez de los doce príncipes de cada tribu hablaron mal de la Tierra de Israel. ¿Cómo el Yetzer Hará los convenció para cometer esos pecados? En el rezo de Arvit decimos: Vehaser Hastán Milefanenu Umeajorenu, “Aparta el mal que nos ataca por delante y el que nos ataca por la espalda”. ¿Qué tipo de Yetzer Hará es el que ataca por delante y cuál es el ataca por la espalda? Explican nuestros Sabios que hay un Yetzer Hará que a veces nos ataca por delante y no nos deja cumplir nuestras mitzvot, y hay otro que nos empuja a realizarlas. Es decir, a veces nos empuja a cometer graves pecados, pero trata de convencernos de que son mitzvot al disfrazarlos como algo positivo y productivo. Miriam cayó ante este último cuando escuchó que Moshé se había separado de su esposa, Tziporá. Intentó unirlos de nuevo, en paz, y por eso empezó a hablar con Aharón cosas malas de Moshé, sin pensar que eso constituía un pecado. 339

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BAMIDBAR También los espías sucumbieron. Generalmente se les acusa de ser los causantes de las tragedias de los 9 de Av y de los cuarenta años en el desierto, pero aquí presentaremos la otra cara de la moneda. Ellos pensaron que era mitzvá decir lo que habían visto en Israel. Es decir, antes de que los príncipes de las tribus salieran para espiar la Tierra de Israel, todos habían escuchado una profecía de Eldad y Medad, quienes habían dicho que Moshé moriría sin entrar a la Tierra Prometida. De tal modo, pensaron que si hablaban mal de la Tierra de Israel Dios iba a castigarlos en el desierto durante cuarenta años y que ese tiempo sería mejor aprovechado para seguir estudiando Torá por boca de Moshé y seguir elevándose espiritualmente, lo cual era muy atractivo y positivo. Finalmente, decidieron hablar mal de Israel sin pensar que eso era un gran pecado. Exactamente igual es el Yetzer Hará que convence a veces a los mismos religiosos para cometer graves errores, porque no los ataca de frente sino que disfraza todo como si fuera mitzvá. Esto ocurrió exactamente a Kóraj en nuestra Parashá; él vio que la causa del pecado del becerro de oro fue que el pueblo se había acostumbrado a su líder, pues cuando Moshé subió al Sinaí por cuarenta días el pueblo no tuvo dirección y, por tanto, pecó. Kóraj empezó a preguntarse qué sería del pueblo cuando se cumpliera la profecía de Eldad y Medad, y no hubiera un líder que tomara las riendas. De seguro que todos pecarían. Por eso él pidió que Moshé y Aharón renunciaran a sus cargos, ya que el beneficio que iba a obtenerse al final sería mayor, pues cada uno del pueblo se convertiría en un hombre justo y se dejaría conducir directamente por Dios. Ki Kol Haedá Kulam Kedoshim Ubetojam Hashem Umadua Titnaseú Al Kehal Hashem, “Porque todos en la congregación son santos y Dios está dentro de ellos. ¿Por qué ustedes [Moshé y Aharón] se alzan?” (Bamidbar 16:3). 340

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BAMIDBAR Así, pensando que lo que estaba haciendo era una mitzvá, provocó la revolución más grande que hubo contra Moshé. También eso ocurrió a los 250 hombres justos que pidieron la renuncia de Aharón. Cada uno de ellos quería ser el siguiente Cohén Gadol y no pensaron que estaba mal querer serlo, sino que Dios iba a alegrarse al ver que querían estar muy cerca de Él espiritualmente. Pero tampoco pensaron que si pedían eso estarían culpando indirectamente a Moshé de mentiroso, ya que estarían diciendo, en otras palabras, que Moshé era quien decidía y no Dios, porque según ellos sólo sus familiares cercanos ocupaban los cargos más importantes y no los que quería Dios. Esto evidencia que los justos pecan sólo porque el Yetzer Hará los engaña, haciéndolos pensar que es una mitzvá lo que están haciendo. A veces veo personas que hablan en la sinagoga, bien sea durante la lectura de la Torá o en la Jazará o en el Kadish. Cierto, hablan palabras de Torá y eso es una mitzvá, pero continúan haciéndolo sin pensar que están hablando durante el rezo y que están influyendo en los demás para que también lo hagan, y de esa manera molestan a los que realmente fueron a rezar. También ocurre que, cuando un rabino está hablado en público, uno de los asistentes se pone a leer Tehilim y piensa que está cumpliendo dos mitzvot simultáneamente. No se da cuenta de que ese es el mayor desprecio que puede hacerse a alguien que está hablando, y más si es un Talmid Jajam. A estas personas se les dedicó un versículo del Tanaj: Mesir Oznó Mishmoa Torá Gam Tefilató Toebá, “El que aparta sus oídos de escuchar Torá, su rezo es abominado” (Mishlé 28:9). Asimismo ocurre a veces que alguien lleva un alimento a su boca sin antes pronunciar la bendición respectiva. Quien lo observe piensa: 341

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BAMIDBAR “Tengo la oportunidad de cumplir la mitzvá de reprochar los errores del prójimo” (Ojiaj Tojiaj Et Amiteja, Vayikrá 19:17). En consecuencia, le dice delante de los demás que antes de comer hay que bendecir las comidas. ¡Bien! Sin embargo, olvidó que es un gran pecado avergonzar al prójimo en público. En el Tanaj encontramos un ejemplo, muy conocido, que demuestra nuevamente la estrategia usada por el Yetzer Hará la mayoría de las veces. Elkaná tenía dos esposas, Pniná y Janá. Pniná era una mujer muy fértil; ya tenía catorce hijos. Pero Janá no tenía uno solo. Aunque Pniná era una mujer muy buena y santa, empezó un día a molestar a Janá diciéndole: “¿Por qué no traes hijos al mundo?”. Janá se puso a llorar. Todos los días a partir de ése, Pniná molestaba a Janá y la hacía sufrir. La pregunta que nos hacemos es: si Pniná era tan buena, ¿cómo es posible que causara tanto daño y sufrimiento a Janá? La respuesta es que el Yetzer Hará atacó a Pniná con el mismo disfraz de mitzvá. Pniná sabía que los rezos que se hacen con lágrimas inmediatamente son recibidos en los cielos y por eso provocaba que Janá llorara, para que Dios la escuchara y le ayudara a concebir hijos. Sin embargo, nunca se dio cuenta de que causar sufrimiento a los demás es reprobable. De ahí que nosotros debamos siempre investigar y verificar bien si las mitzvot que hacemos realmente lo son, porque un pecado disfrazado de mitzvá es peor que un pecado evidente. De un pecado de cuya gravedad estemos conscientes podemos arrepentirnos inmediatamente y hacer teshuvá, pero del pecado que está disfrazado de mitzvá jamás nos enteraremos, porque pensamos que hicimos algo bueno. Que sea la voluntad de Dios socorrernos para vencer los ataques del Yetzer Hará y que sepamos diferenciar entre los pecados disfrazados y los que no lo están. Amén. 342

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Parashat KÓRAJ LAS GUÍAS DEL AM ISRAEL

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as mujeres tienen inmensa importancia en el Am Israel. Todo hogar judío depende de ellas; sobre sus hombros descansa el futuro de sus familias. Dijo el Rey Shelomó: Jojmat Nashim Bantá Beitá Veivelet Beyadá Teharsenu, “La sabiduría de las mujeres construye el hogar, pero la ingenua con sus manos lo destruirá” (Mishlé 14:1). En nuestra Parashá, uno de sus protagonistas se rebeló contra Moshé Rabenu e indirectamente contra Dios, y el otro se salvó del trágico final de aquellos que se rebelaron contra Moshé y Dios, gracias a su mujer. El Midrash nos relata que, el día de la inauguración del santuario, Kóraj volvió a su casa y su esposa no lo reconoció: Moshé había ordenado a todos los levitas que se afeitaran todo el cuerpo porque era el primer día de servicio a Dios y había que purificarse por completo. En ese momento su mujer empezó a convencerlo de que se rebelara contra Moshé. Luego él logró que 250 hombres se le unieran en la rebelión. Uno de los tres líderes de ese grupo era On Ben Pelet, quien también se dejó influenciar por su esposa. Pero la esposa de On Ben Pelet y la de Kóraj eran muy distintas; la primera influía en él para bien, para que se alejara de las discusiones y, sobre todo, que no se rebelara contra Moshé. Le decía: “¿Qué importa que Moshé o Kóraj sean el líder? ¿En qué te afecta, si lo principal es servir a Dios?”. On Ben Pelet escuchó estas palabras y dijo: “¿Qué puedo hacer? Pronto vendrán a buscarme para ir a la rebelión”. La esposa le dijo que no 343

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BAMIDBAR se preocupara y le hizo beber vino hasta que lo emborrachó y lo llevó a dormir. Cuando los rebeldes vinieron a buscarlo, ella empezó a peinarse en la entrada de su carpa. Puesto que ese acto constituía una falta grave de recato para una mujer, esos hombres, que respetaban el recato, decidieron mejor alejarse. Así consiguió ella así que dejaran a su esposo. Al final, Kóraj y todos sus seguidores y sus mujeres murieron. On Ben Pelet y su familia se salvaron. Sobre estas dos mujeres dijo el Rey Shelomó el versículo: Jojmat Nashim Bantá Beitá Veivelet Beyadá Teharsenu, “La sabiduría de las mujeres [la esposa de On Ben Pelet] construye el hogar, pero el pecado en sus manos [la esposa de Kóraj] lo destruirá”. En el Midrash Hagadá se relata que en el momento en que empezó la tierra a abrirse para tragar a Kóraj y a sus seguidores, el suelo debajo de la cama de On empezó a temblar, hasta que su esposa rezó a Dios para que lo perdonara, pues había hecho teshuvá, se había arrepentido de lo ocurrido, y además había jurado que nunca más se rebelaría contra Moshé. Entonces la tierra dejó de temblar. Ante eso, ella pidió a su esposo que fuera con Moshé para pedirle perdón y On se negó; dijo que no saldría de su carpa jamás, por la vergüenza que sentía. Por tanto, su esposa fue a rogar a Moshé que lo perdonara. Moshé preguntó quién era esa mujer y, cuando le dijeron que era la esposa de On ben Pelet, se levantó y fue a la carpa a decir a On que saliera de ella, ya que había sido perdonado por Dios. On salió y Moshé lo abrazó. ¡Qué gran suerte tuvo On Ben Pelet de contar con una mujer tan sabia! Supo salvar a su marido del pecado y además rezó por él para salvarlo de la perdición. Incluso logró llevar a Moshé, el máximo líder de Am Israel, hasta la puerta de su casa para que honrara a su marido. 344

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BAMIDBAR Por otro lado, la esposa de Kóraj aconsejó mal a su marido y le provocó caer, junto con ella, hasta las profundidades de la tierra. La fuerza de las mujeres es tan grande que cuando Dios iba a entregar la Torá al Am Israel envió a Moshé Rabenu a preguntar al pueblo si quería recibirla, pero le ordenó que empezara por las mujeres. Explica el Midrash Rabá (28:2) que el motivo de esto fue que Adam pecó porque no exigió también a Javá que no comiera del árbol del conocimiento. Por eso, en esta segunda oportunidad, Dios optó por preguntar a las mujeres primero. Si ellas no hubiesen querido aceptar la Torá, Dios no la habría ofrecido a los hombres. En un matrimonio en que la mujer quiere Torá y el marido no, hay muchas posibilidades de que ella convenza al marido. Pero si el marido quiere Torá y la mujer no, es muy difícil que el hombre soporte solo la responsabilidad de las mitzvot. La mujer tiene un poder de convencimiento tan fuerte que dicen en Israel: “Si tu esposa te dice ‘Lánzate por el balcón’, reza a Dios para que por lo menos sea de un primer piso”. La Torá dijo: Lo Tob Heyot HaAdam Lebadó Eesé Lo Ezer Kenegdó, “No es bueno que el hombre esté solo. Le haré una ayuda en su contra” (Bereshit 2:18). ¿Qué significa “ayuda en su contra”? Aparentemente es una contradicción. Sobre esto, la Guemará respondió: “Si el hombre tuvo suerte, la mujer es su ayuda para acercarse a Dios, para ser un hombre ejemplar, ser temeroso de Dios, ser correcto en la vida. Pero si no, la mujer puede estar en su contra y no dejarlo servir a Dios”. Por eso, si nuestra mujer nos fastidia diciéndonos: “Vete a rezar, corre a estudiar Torá”, etc., ¡alegrémonos! Hemos recibido un regalo muy especial de los cielos. 345

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BAMIDBAR También la Guemará nos habla de dos mujeres: la esposa de Rabí Akivá, Rajel, y la esposa de Rabí Eliezer Ben Araj. Rajel se casó con un pastor de ovejas, ignorante de la Torá, analfabeta, que odiaba a los rabinos y que incluso decía, antes de hacer teshuvá, que si veía a un rabino era capaz de morderlo con todas sus fuerzas. Pero hizo de él un gran sabio que tuvo veinticuatro mil alumnos y fue uno de los rabinos más grandes en la Torá oral: Rabí Akivá. Nos relata la Guemará que cuando él volvió a su ciudad con todos sus alumnos, salieron todos los habitantes de la ciudad a recibirlos. Rajel también salió a recibir a su esposo y se prosternó a sus pies. Cuando los alumnos la vieron, quisieron apartarla de Rabí Akivá, pero él con un ademán los detuvo, la ayudó a levantarse y les dijo: “Lo que yo soy y lo que ustedes son se lo debemos a ella”. Rabí Eliezer Ben Araj fue comparado en el Pirké Avot con un manantial incesante de sabiduría. Rabí Yojanán Ben Zakay dijo que si en un plato de la balanza pusieran a todos los rabinos de Israel y en el otro sólo a Rabí Eliezer Ben Araj, pesaría más él, por la grandeza que tenía. Desafortunadamente, explica el Yalkut Kohelet, una vez su esposa le exigió que la llevara a un lugar lejano, donde había ríos y manantiales. Para convencerlo, ella le decía: “En caso de que los rabinos te necesiten, irán a buscarte”. Antes las negativas de Rabí Eliezer, ella se marchó y él no tuvo otra opción que seguirla. Pasaron muchos años; su esposa no lo dejaba volver y ningún rabino fue a visitarlo. Entonces él decidió ir a visitarlos. Cuando llegó a la ciudad, todos se dieron cuenta de que ya ni siquiera sabía leer bien. Toda su sabiduría se había ido. Verdaderamente, Dios otorgó un poder de convencimiento muy grande a la mujer. Pero ella tiene que escoger hacia dónde dirigirlo para guiar a su esposo y elevar la espiritualidad de su casa y de sus hijos, no al contrario (Dios nos libre). 346

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BAMIDBAR Dios pregunta a las almas, después de haber estado en este mundo 120 años, si estudiaron Torá y cumplieron sus mitzvot. Si así fue, entonces les da su Olam Habá respectivo. Pero a las mujeres les pregunta: “¿Mandaste a tu esposo y a tus hijos a estudiar Torá a la sinagoga?”. Si lo hizo, entonces todo el éxito que tuvo su esposo y sus hijos en el cumplimiento de las mitzvot y el estudio de la Torá le es acreditado para su Olam Habá. Que sea la voluntad de Dios que las mujeres entiendan esto y aprovechen su fuerza de convencimiento para mejorar la calidad espiritual del Am Israel, y que sigan siendo no sólo la imagen de Am Israel sino también su grandeza espiritual, pues todas las generaciones futuras dependen de ellas, y por sus méritos veremos la luz, con hijos Tzadikim, justos y correctos. Amén.

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Parashat JUKAT APRENDIENDO DE NUESTROS PADRES

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urante los cuarenta años que el Am Israel deambuló por el desierto se alimentó con maná y bebió agua del pozo de Miriam, el cual los siguió a lo largo de la travesía. En esta Parashá se describe lo que ocurrió con este último. En primer lugar, Miriam falleció y el pozo dejó de dar sus aguas. Luego, Moshé pidió a Dios que las aguas volvieran y Él le dijo que hablara a la roca, pero en vez de ello le pegó. Al final, una vez que volvieron las aguas, el Am Israel cantó. Cada uno de estos acontecimientos conlleva una pregunta. 1. ¿Por qué dejó de salir agua del pozo cuando Miriam falleció, si el agua es una necesidad humana y más aún en el desierto? 2. ¿Por qué Moshé, cuando fue a sacar agua de la roca, se enfadó con los Bené Israel y los llamó morim (“maestros”)?

3. ¿Por qué en la Torá no se escribió toda la canción entonada por los Bené Israel sino solamente dos versículos de ella? (Si era muy larga, como dicen nuestros comentaristas, de igual forma debió haber sido escrita.) Todas estas preguntas tienen una sola respuesta, pero antes de entender esto debemos hacer una pequeña introducción. Siempre los jóvenes se sienten más capacitados y con más conocimientos que los adultos, y ni hablar de los ancianos, a quienes consideran primitivos, obsoletos e ignorantes de las cosas de la vida. 348

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BAMIDBAR Este enfoque juvenil tiene algo de verdad, pero también conlleva un grave error. Debemos saber que hay dos tipos de sabidurías en el mundo. Una es la de la Torá y la otra es la de la ciencia y la tecnología. En cuanto a la sabiduría de la Torá, la desgracia es que, a medida que nos alejamos más de los días en que fue entregada, cada generación pierde más Torá y más santidad. Tanto es así que ni siquiera podemos imaginar cómo era un rabino de hace mil años. Peor, muchos preguntan quién era el Arizal, quien vivió apenas hace 450 años, o quiénes fueron Maimónides, Rabí Akivá, los Tanaítas y los profetas; algunos no saben quién fue el Rey David, a quien generalmente imaginan como un joven con sandalias de cuero amarradas hasta las rodillas que vestía una minifalda y agitaba una honda en la mano. Todos ellos fueron hombres de elevada espiritualidad; sus conocimientos en Torá y en misticismo eran muy avanzados y profundos. Pero basta leer tan sólo un párrafo escritos por ellos para corroborar cuánta sabiduría poseían. La persona común y corriente lee un capítulo de sus libros y no entiende nada. Entender un tema de la Guemará le cuesta muchísimo, algo que para ellos era muy sencillo. Y no hablemos de los libros de Cábala, que son más profundos aún. Sin embargo, en cuestiones mundanas como ciencia, medicina o Hi-Tech avanzamos de forma impresionante. Cuando aún no terminamos de entender cómo funciona un aparato ya salió otro más sofisticado que el primero. Los médicos de antes son como zapateros al lado de los actuales, que disponen de tantos avances en cirugía, técnicas, medicinas, etc. Tal es la razón de que a los jóvenes les parezca estar más adelantados que sus padres y abuelos, quienes ni siquiera saben encender una computadora. 349

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BAMIDBAR Debido a ese mismo enfoque de la vida, los Bené Israel se equivocaron. Ya habían pasado cuarenta años en el desierto y casi todos los que salieron de Egipto ya habían muerto; sólo quedaban unos cuantos ancianos. Y Miriam era una anciana muy buena y justa, por cuyo mérito bebieron agua los judíos en el desierto. En nuestra Parashá se relata su fallecimiento: Vatamot Sham Miriam Vatikaber Sham, “Y murió Miriam y en ese mismo sitio fue enterrada” (Bamidbar 20:1). Esto implica que luego de morir y ser enterrada, nadie lloró, nadie sufrió, nadie le dijo unas palabras de despedida. ¿Por qué? Porque los jóvenes pensaron: “Murió otra anciana más. ¿Qué sabía ella de la vida?”. Por esa razón Dios inmediatamente interrumpió el suministro de agua, para que los jóvenes supieran que ninguno de ellos tenía el suficiente mérito como para que Dios se las proporcionara, y para que entendieran que esa anciana valía mucho más que todos ellos juntos. Pero los jóvenes no quisieron entenderlo así y fueron con Moshé a quejarse por la falta de agua. Entonces Dios dijo a Moshé que hablara a la roca. Sin embargo, éste se enfureció con ellos por no haber honrado a los ancianos y los llamó morim. En este punto es necesario hacer una aclaración: en hebreo morim significa “maestros”, pero Moshé no utilizó esta palabra para reconocer alguna superioridad intelectual de quienes le reclamaban. Debemos leer entre líneas para entender que, en este caso, era una ironía, porque el pueblo ignorante pretendía ser maestro de Moshé. Aún más, en otros idiomas este término hebreo puede ser traducido como “ingenuos”, lo cual es una velada referencia a la “sabiduría” extranjera, mundana, material. En otras palabras, les dijo: “Quizá ustedes tengan muchos conocimientos, pero en Torá son unos tontos, porque desprecian a los ancianos. Piensan que ellos no valen y, en verdad, es lo contrario, pues la sabiduría espiritual es muy superior a la material”. 350

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BAMIDBAR De aquí podemos deducir un impresionante mensaje para las generaciones actuales: sin los valores judíos de nuestros antepasados, sin las enseñanzas llenas de moral y ética de nuestros padres, ¿de qué nos sirve tanta tecnología? Pero los jóvenes que reclamaban a Moshé no entendieron el mensaje y por eso él se enfureció y golpeó la roca. Cuando empezó a salir agua de ella, los jóvenes empezaron a cantar, pero Dios no recibió su canción. ¿Por qué? Recordemos que la canción entonada por los padres de esos jóvenes, al salir de Egipto, cuando se dividió el Mar Rojo, dice: Az Yashir Moshé UBené Israel, “Entonces cantaron Moshé y los hijos de Israel” (Shemot 15:1). Es decir, primero cantó Moshé (el anciano) y después lo acompañaron los demás. Pero respecto a la canción que entonaron los jóvenes está escrito: Az Yashir Bené Israel, “Entonces cantó Israel” (Bamidbar 21:17). En este caso no honraron al anciano, a Moshé, ya que pensaron que no lo necesitaban para cantar a Dios. Sin embargo, Dios no aceptó su cántico y, por tanto, no fue registrado en la Torá completo; al citar sólo dos versículos se nos enseña que cantaron muy bonito, pero con desprecio por los padres y los ancianos. ¿Es esa una canción agradable para Dios? Valorar y apreciar a nuestros padres, abuelos y ancianos es reconocer que ellos poseen cualidades que nosotros no tenemos. Aprender de ellos es, por tanto, aceptar que son sabios y nosotros no. Este es el concepto básico de honrar al padre y a la madre que nos exige la Torá. Honrarlos significa adquirir de ellos sus caminos, su forma de pensar, su calidad de vida, no únicamente porque nos trajeron al mundo. Inclinarnos ante ellos, pedirles consejo y guía, incluso bendiciones, nos permite crecer en la vida. 351

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BAMIDBAR De ahí proviene la costumbre diaria de que los padres cubran a sus hijos con sus talitot (el atuendo de cuatro esquinas) en el momento en que los Cohanim bendicen al pueblo en las sinagogas; así como todos los Shabatot, antes o después del kidush, los hijos e hijas van a besar la mano a sus padres y reciben sus bendiciones: Yesimej Elokim KeEfraim UkeMenashé, para los varones; y Yesimej Elokim KeSará Rivká Rajel VeLeá, para las mujeres (Bereshit 28:20). Por lo menos una vez al mes, cada padre de familia debe subir a leer la Torá. La costumbre es que los hijos se pongan de pie mientras el padre está leyendo la Torá y, al concluir, vayan a besar su mano y a recibir su bendición. Una vez al año, en Pesaj, los hijos se sientan con los padres para hacerles las preguntas relativas a la Pascua y ellos les dan las respuestas. Todos los días, cada semana, cada mes, cada año, los hijos deben honrar a sus padres y demostrarles cuán importantes, santos y especiales son para ellos. Antes de terminar quiero contarles una historia. Una vez cierto rabino viajó en avión a Israel con su hijo, ya adulto. En el mismo vuelo iba un filósofo, también acompañado de su hijo. Al aterrizar la aeronave, el filósofo se acercó al rabino y le dijo: “¿Podría hacerle una pregunta? Es algo que está molestándome mucho”. Intrigado, el rabino respondió que lo haría con gusto. Entonces el filósofo habló: “Durante todo el vuelo estuve preguntando a mi hijo si ya había comido, si ya había bebido algo, si tenía frío, si necesitaba una almohada. Pero en su caso fue al revés; su hijo era quien preguntaba a usted todo eso. ¿Por qué?”. El rabino sonrió ampliamente y respondió: “Ustedes, los gentiles y no religiosos, opinan que los seres humanos provenimos del mono 352

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BAMIDBAR y que la evolución nos mejora. De acuerdo con ello, a medida que las generaciones se suceden, son mejores. Es decir, su hijo es mejor que usted porque es más evolucionado. Usted es más mono, con el sentido de primitivo, que él, porque usted está más cercano de él. Sin embargo, para nosotros ocurre al contrario: mientras más cerca a la entrega de la Torá estamos, somos más especiales. Mientras más nos alejamos de esa fecha, más ignorantes nos volvemos. Por eso yo soy más importante que mi hijo, porque él está más lejos de la entrega de la Torá, y me honra porque yo estoy más cerca de ella”. Honremos a nuestros padres y honremos a los que merecen ser honrados. Que sea la voluntad de Dios dar el honor merecido a nuestros padres y a nuestros ancianos para que Él les dé vida larga, a fin de que nosotros podamos aprovechar ese tiempo para aprender muchas cosas de ellos y recibamos sus consejos y cualidades. Amén.

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Parashat BALAK NUESTROS OJOS Y BOCA

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ay dos armas muy fuertes y peligrosas: la maldición que sale por la boca y el mal de ojo. No son fábulas ni cuentos de niños. Pero el verdadero problema no es si existen, sino cómo salvarnos de ellas. En esta Parashá se habla de Bilam, el malvado, quien utilizó estas dos armas letales, la boca y los ojos, contra los Bené Israel. Bilam era experto en maldecir a otros y por eso cuando Balak, rey de Moab, tuvo miedo de los Bené Israel lo contrató para que los maldijera. Nuestros comentaristas preguntan: ¿por qué Balak no pidió mejor a Bilam que lo bendijera, en vez de maldecir al Pueblo de Israel? Responden que Bilam no sabía bendecir, que su fuerza radicaba en la maldición. De ahí que Balak le dijera: Ki Yadati Et Asher Tebarej Meboraj VeAsher Taor Yoar, “Porque supe que lo que bendigas, ya está bendecido y lo que maldigas será maldito”. Es decir, sus bendiciones no servían de nada, porque a quienes iban dirigidas ya estaban bendecidos. Sin embargo, sus maldiciones sí funcionaban. Fue entonces que Dios cambió las palabras de Bilam para que, en lugar de maldecirlos, bendijera a los Bené Israel. Incluso intentó maldecirlos una segunda y hasta una tercera vez, y no pudo. Abría la boca para maldecirlos, pero sólo salieron grandes bendiciones, como lo atestiguó Balak. ¿Por qué Bilam no pudo maldecirlos? ¿Qué hicieron los Bené Israel para que la maldición se transformara en bendición? Aquí revelaremos el secreto, para salvarnos de esas bocas que maldicen. 354

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BAMIDBAR Balak insistió a Bilam para que subiera a la cima de la montaña y observara una parte de los Bené Israel, de tal forma que también cayera el mal de ojo sobre ellos. Después, lo llevó al monte de Semón para que, desde allí, observara a todo el pueblo y echara sobre ellos su mal de ojo. Pero cuando Bilam se dio cuenta de que estaba bendiciéndolos, se esforzó más aún, porque él sabía que el mal de ojo entra con palabras de alabanza y las bendiciones. Sin embargo, ningún mal de ojo los afectó. Inclusive Bilam atestiguó sobre sí mismo: Neum Bilam Setum HaAyin, “A Bilam se le cegó un ojo”; es decir, había quedado ciego de un ojo. Pero nuestros comentaristas explican que lo que realmente se cegó fue su mal de ojo. Otra vez preguntamos: ¿qué hicimos para que no nos cayera el mal de ojo? ¿Cómo fue que Bilam no pudo maldecirnos? ¿Cuál es el secreto para salvarse del mal de ojo? La Guemará nos dice: una vez Rabí fue al cementerio con sus alumnos y les dijo que noventa y nueve por ciento de los que estaban ahí enterrados habían muerto por mal de ojo, y que el uno por ciento había muerto naturalmente. La respuesta está al final de la Parashá, donde está escrito que Bilam no pudo causar daño a los hijos de Israel porque ellos no veían lo que pasaba en las casas de los demás. Es decir, se cuidaban de ver cosas indebidas, tanto así que las puertas de sus tiendas no estaban colocadas una frente a la otra, sino que cada una estaba dirigida hacia otro lado, para que no se viera nada de lo que el otro hacía ni de lo que había dentro. He ahí el gran secreto. Si cuidamos nuestros ojos no vemos lo que el otro tiene, lo que pasa en su casa, etc. Nuestros ojos estarán protegidos y ningún mal de ojo podrá dañarnos. Por eso Bilam dijo: Ma Tobu Ohaleja Yaakov, “Qué placenteras son tus carpas, Yaakov” (Bamidbar 24:5). 355

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BAMIDBAR Con base en este concepto podemos entender por qué Yosef, por ejemplo, no fue rey de Egipto inmediatamente después de haber tenido dos veces el mismo sueño, a pesar de la idea de que un sueño que se repite dos veces muy pronto se cumplirá. Los hermanos de Yosef le hicieron mal de ojo cuando les dijo acerca de su sueño y, en su caso, el mal sí recayó sobre él, porque siempre estaba al pendiente de sus hermanos para ver qué error cometían e ir a acusarlos con su padre Yaakov. Yosef no cuidaba su mirada y, por tanto, dejó entrar al mal de ojo en su vida. Pero ya en Egipto, había aprendido la lección y cuidó sus ojos muy bien. Ni a la esposa de Potifar miró. Todos los días ella trataba de seducirlo, mas Yosef miraba siempre al suelo. Después, cuando salía en su carruaje de virrey de Egipto, las muchachas le lanzaban joyas y él no levantaba la mirada. Ese fue el motivo por el que en Egipto ningún mal de ojo ni envidias lo afectaron. Para salvarnos de esas cosas malas, lo mejor es no envidiar ni fijarnos en lo que tienen los demás. Si cuidamos la santidad de nuestros ojos nos salvaremos de todo lo malo y seremos inmunes, física y espiritualmente, a los daños que los demás puedan causarnos. Lo mismo ocurre con nuestra boca. En el rezo decimos: Elokay Néstor Leshoní Meraá Usefatai Medaber Mirmá Velamekalelai Nafshí Tidom, “Dios, retén a mi lengua del mal y a mis labios de hablar mentiras, y a los que me maldigan, cállalos”. Primero pedimos a Dios que nos ayude a cuidar nuestra boca y después que la maldición del otro no nos dañe. Es simple lógica: el que cuida su boca y su lengua se salva de la boca dañina de los demás. Tal es la razón de que la boca de Bilam no causara ningún perjuicio al Am Israel: en las parashiot anteriores, el Am Israel había sufrido mucho por el pecado de hablar mal de los demás, y ahora ya había aprendido la lección. Nada de lo que dijo Bilam les afectó en abso356

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BAMIDBAR luto, ya que “se habían vacunado” contra las maldiciones al dejar de hablar mal de los demás. En la Torá encontramos a dos personajes que maldijeron sin intención, Yaakov y Yehudá. Yaakov dijo a Labán que si alguien de su familia había robado sus estatuas de idolatría moriría, pero lo que menos imaginó es que había sido Rajel. Yehudá dijo que aquel que tuviera la copa del Faraón moriría, pero jamás pensó que la tenía Binyamín. Sin embargo, Binyamín no sufrió daño alguno y Rajel murió. ¿Por qué? ¿Cuál era la diferencia entre ambos? Rajel, unos versículos antes, había dicho cosas muy desagradables acerca de su padre, Labán, que no deben decirse de él. Así abrió su boca al mal y por ello no pudo evitar que incluso una maldición dicha sin intención la matara. Pero Binyamín era una persona tan callada que nuestros Sabios dicen de él que sabía que Yosef estaba vivo, pero Itzjak le prohibió decírselo a su padre, lo cual hizo durante veintidós años. La piedra que representaba a la tribu de Binyamín en el pectoral del Cohén Gadol se llamaba YashFé, que significa Yesh Pe, “Hay boca”. Es decir, los de esa tribu eran tan cuidadosos con su propia boca que ninguna otra podía dañarlos. Con todo, no son los ojos ni la boca de los demás los que nos dañan, sino nosotros mismos. En vez de comprar amuletos, como Jamza, peces, ojos de color celeste, etc., debemos empezar por corregirnos a nosotros. Otros podrán abrirnos sus ojos como búhos o sus bocas como cobras, pero si los nuestros están cerrados, en orden, no tenemos de qué temer. Tal vez por ello siempre nuestra boca y nuestros ojos están mojados, porque el agua es señal de pureza. De ahí que hagamos el Netilat Yadaim, en la Mikveé, etc. Los ojos siempre tienen lágrimas para 357

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BAMIDBAR recordarnos que debemos mantenerlos limpios de cosas prohibidas y la boca siempre tiene saliva por la misma razón. Si logramos cuidarnos evitaremos que alguna impureza nos dañe. Que sea la voluntad de Dios que nos salve del mal de ojo y de hablar mal de los demás, así como de todo lo negativo, a fin de mandarnos siempre lo mejor. Amén.

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Parashat BALAK AGRADECIENDO

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ay tres tipos de agradecimiento a Dios: uno, por lo bueno que nos han tocado en la vida; dos, por lo malo que nos ha ocurrido; y tres, por lo bueno que está pasando, aunque ni siquiera nos hayamos enterado. Aquí nos enfocaremos en el tercero. El Ry David dijo: Halelu Et Hashem Kol Goyim Shabejúhu Kol Haumim Ki Gabar Alenu Jasdó, “Alaben a Dios todos los gentiles, admírenlo todas las naciones, porque mucha es su bondad con nosotros” (Tehilim 117:1, 117:2). La pregunta es: si Dios hizo bondades con nosotros, ¿por qué David Hamelej se refirió a los gentiles? ¿Ellos tienen que agradecer a Dios por las bondades que hace con nosotros? Somos nosotros quienes debemos agradecer, no ellos. La respuesta es que hay milagros que Dios nos hace y nosotros no nos enteramos, pero los gentiles sí. Mientras ellos se preparan para atacarnos, Dios arruina sus planes sin que nosotros lo sepamos. Muchos atentados han sido frustrados milagrosamente, por mano de Dios, pero no lo hemos visto. De los que sí nos hemos enterado dudamos cómo fallaron inexplicablemente y nos preguntamos si fue un milagro. Por eso el Rey David dijo a los gentiles: “Alaben a Dios, porque ustedes saben mejor que nosotros cuántas bondades hace Él con su pueblo elegido diariamente”. En nuestra Parashá tenemos un ejemplo palpable de cómo Dios cambió la maldición, la brujería y el mal de ojo de Bilam en bendiciones sin que el Am Israel se enterara. Cerró la boca y un ojo de Bilam mientras que en el campamento de Israel no se supo nada 359

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BAMIDBAR del intento de perjudicarlos, ni tampoco que hubo un protector; sólo hasta que fueron a los mercados de Moab se enteraron de lo ocurrido. Cosas parecidas pasan todos los días, pero nosotros no vemos cuántas bondades hace Dios con nosotros. Ya se había decretado que Sodoma y Gomorra serían destruidas, pero Abraham Abinu rezó y finalmente Dios accedió a anular el decreto si encontraba a diez hombres justos dentro de esas ciudades. ¿Acaso los habitantes esas ciudades supieron que se habían salvado gracias a los diez hombres justos que estaban estudiando Torá? ¡Seguro que no! Y no sólo eso, sino que además jamás agradecieron a Dios por haberlos salvado, ya que nunca supieron siquiera que hubo un decreto malo y que fue anulado. Nosotros nos salvamos todos los días debido al estudio de la Torá en nuestra ciudad, por las bondades que hacemos, y no imaginamos cuánto nos queda por agradecer a Dios. El Zohar relata que una vez iban dos rabinos caminando y a lo lejos vieron a un pobre que se dirigía a ellos para pedirles una limosna. Los rabinos metieron la mano en su bolsillo para buscar unas monedas y dárselas. De repente, el pobre se desvió y fue a pedir una limosna a otro hombre que caminaba por ahí. Cuando los rabinos vieron eso, uno preguntó al otro: “¿Por qué el pobre fue pedir caridad a ese hombre?”. El otro respondió: “Seguramente Dios hizo eso para ayudar a ese hombre a salvarse de algo malo que estaba por ocurrirle, ya que antes de mandar un mal decreto Dios da a la persona una oportunidad de hacer una mitzvá, para que el decreto no caiga sobre él”. Los rabinos, convencidos de esto, decidieron seguir a ese hombre, para saber de qué se había salvado. Después de caminar detrás de él por un rato, el hombre decidió acostarse bajo la sombra de un árbol y a poco se quedó dormido. En ese mo360

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BAMIDBAR mento y sin que lo notara, salió una serpiente que se dirigió a él para morderlo. De repente, cerca del hombre apareció un pequeño ratón; la serpiente se lanzó sobre él, lo mordió y lo devoró. Luego, la serpiente se retiró, el hombre despertó, se levantó y emprendió de nuevo su camino. Cuando los rabinos vieron eso, dijeron: “Ese hombre jamás se enterará de la bondad tan grande que acaba de hacerle Dios”. A lo largo del día, muchas personas intentan atacarnos o hacernos sufrir, y Dios los desvía. ¿Cuántas veces habrá ocurrido que vamos caminando por la calle, un ladrón empieza a seguirnos sin que nos demos cuenta y, de pronto, decide asaltar a otro porque le parece que tiene mucho más dinero que nosotros? Si alguien nos pregunta cómo estamos, diríamos que bien, tranquilos. Pero jamás imaginaremos el favor tan grande que nos hizo Dios. Eso decimos en el rezo: Veilu Finu Malé Shirá Kayam Uleshonenu Riná Kahamón Galav… Ein Anu Maspikim Lehodot Lejá Hashem Al Ajat Melef Alfé… Nisim Beniflaot SheAsita Imanu, “Si nuestras bocas se llenaran de canciones como el mar, y nuestras lenguas de cánticos como el romper de las olas… No nos sería suficiente el agradecimiento hacia Ti, Dios, por uno de los miles de milagros y maravillas que hiciste con nosotros”. Es por eso que diariamente decimos: “Bendito Tú, Dios, que revives a los muertos”. Esta bendición está redactada en presente, no en futuro. ¿Por qué? ¿Acaso la resurrección de los muertos no ocurrirá en el futuro? Sucede que diariamente Dios nos salva de la muerte… y nos da vida. No hace falta que alguien nos mate; es suficiente con que Dios nos salve de la muerte para decir que nos revive. Es nuestra obligación agradecer a Dios por todo, sea bueno o algo que consideremos malo, y también por lo que desconocemos. 361

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BAMIDBAR Después de la Guerra del Golfo, los rabinos de Israel organizaron una fiesta de agradecimiento a Dios por los milagros recibidos, entre ellos, que treinta y nueve misiles cayeron y prácticamente no causaron daños. En esa fiesta, Najmán Shai, portavoz del Ejército Israelí, dirigió las siguientes palabras al público: Ustedes agradecen a Dios por los milagros que vimos. Pero no conocen todos los que ocurrieron en esas horas de angustia y preocupación. No estoy autorizado para informarles de todos, porque están relacionados con la seguridad nacional, pero sí puedo revelarles uno. Sadam declaró que tenía la capacidad de hacer explotar media ciudad de Tel Aviv y nadie entendió por qué dijo eso. Pero durante su ataque, un misil Scud cayó en la planta de gases que abastece a todo el centro del país, que está ubicada cerca de Tel Aviv. Si ese misil hubiese explotado, en verdad medio Tel Aviv habría desaparecido. Pero Dios nos hizo un milagro: el misil cayó entre las tuberías de gas, pero no explotó. El que entiende de estas cuestiones, sabe que no hace falta que haya fuego para provocar una explosión de gas, pues basta una sola chispa para desatarla. Al caer ese misil, produjo muchas chispas entre las tuberías. Pero sucedió que treinta días antes de que cayera, hubo un desperfecto en las tuberías de gas, por lo que fueron cerradas justo en el área en que cayó el misil, de tal manera que no había gas en ese momento y no ocurrió el gran desastre planeado por Sadam. ¿Quién iba a saber de eso? Hay milagros de los que nos enteramos y otros de los que no, sino hasta después de 120 años de vida. Por eso, Dios, te agradecemos por lo bueno, por lo no tan bueno y por todo lo bueno que todavía no recibimos de Ti. Muchas gracias a Ti, Dios. Y que sea Tu voluntad, Dios, que siempre te agradezcamos por todo, en todo momento de nuestra vida. Amén. 362

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Parashat PINJÁS EL MÉRITO DE NUESTROS PADRES (ZEJUT AVOT)

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a expresión “el mérito de nuestros padres” significa que, si algunos de nuestros antepasados fueron personas justas, sus méritos nos benefician espiritualmente a lo largo de nuestra vida. Es como si nos hiciéramos inmunes a las enfermedades. La pregunta que muchos seguramente nos hacemos es: ¿es eso justo? ¿Es verdad? ¿Sólo porque el padre o el abuelo de una persona fue un hombre justo dan crédito a ella? En apariencia, debería ser al contrario: mientras más justos hayan sido nuestros antepasados, más obligación tenemos sus descendientes de mantenernos a su nivel. Para entender esta situación, primero debemos saber que hay dos tipos de hijos: el biológico y el espiritual. Todo judío tiene un padre biológico y uno espiritual, que es su maestro, su rabino, su guía. Por ejemplo, si uno de nosotros aprendió de Abraham Abinu la importancia de hospedar a la gente en su casa o la de divulgar el Judaísmo en el mundo, etc., es considerado hijo de Abraham Abinu. Si poseemos la valentía y el vigor de estar dispuestos a sacrificarnos para santificar el nombre de Dios en el mundo somos considerados hijos de Itzjak Abinu. Si somos sinceros, si vamos tras la verdad, somos hijos de Yaakov Abinu. Si somos muy humildes, somos hijos de Moshé Rabenu. Y si perseguimos y amamos la paz, se nos considera 363

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BAMIDBAR hijos de Aharón HaCohén, sin importar que nuestro apellido sea Cohen o no. Obviamente, no estamos refiriéndonos entonces a los méritos de los padres e hijos biológicos, sino espirituales. En el libro Mijtab MiEliyahu, de Rabí Dessler (Tomo I, pág. 8), se explica que la persona creyente en Dios que de pronto es afectada en lo económico y sus bienes empiezan a disminuir, pero no se queja de la situación y sigue creyendo ciegamente en Dios, es considerada hija espiritual de Abraham Abinu. Él abandonó todo para ir a la Tierra Prometida por orden divina, pero allá encontró hambre y desolación, por lo cual empezó a rezar a Dios y, en sólo un día, su situación cambió al punto de convertirse en una persona bastante adinerada. Por mera analogía, si quien sufre una importante pérdida económica reza a Dios para que lo salve por el mérito de Abraham Abinu, seguramente su plegaria llegará hasta el Trono celestial. Con base en este concepto podemos entender otro muy importante de la Torá. Cuando la Torá nos dice: “Fulano hijo de mengano, hijo de fulano”, tiene la intención de unir a la primera persona mencionada con su padre y/o con su abuelo. Por ejemplo, en nuestra Parashá se menciona a Pinjás, hijo de Eleazar, hijo de Aharón HaCohén. Si ya sabemos que Eleazar fue hijo de Aharón, ¿por qué cada vez que se nombra a Pinjás vuelve a decirse “hijo de Eleazar, hijo de Aharón HaCohén”? El Midrash responde que, como es sabido, Eleazar se casó con una hija de Yitró y, por tanto, Pinjás era nieto de Aharón y de Yitró. Cuando Pinjás mató a Zimrí por realizar una acción abominable con una midianita, todos empezaron a decir que lo había hecho por ser nieto de Yitró, un gran idólatra antes de unirse al Pueblo de Israel, mas no dijeron que era nieto de Aharón HaCohén, quien fue un hombre muy justo. La Torá refuta esa opinión al señalar que Pinjás sí era nieto de Aharón. Es decir, la discusión está en quién era el padre espiritual de Pinjás. 364

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BAMIDBAR Más adelante en nuestra Parashá se narra que las hijas de Tzelofjad se presentaron llorando ante Moshé porque querían una porción de la Tierra de Israel, pero todos les negaban el derecho a ello. La Torá dice de ellas: “Majla y Noa […] hijas de Tzelofjad, hijo de Jefer, hijo de Guilad, hijo de Majir, hijo de Menashé, hijo de Yosef”, con lo que demuestra que sus siete generaciones provienen de Yosef. ¿Qué tienen en común ellas dos con Yosef? Él fue su padre espiritual, pues aprendieron de él a amar la Tierra de Israel. Yosef se enorgullecía diciendo que era de la tierra de los hebreos. Por eso las hijas de Tzelofjad tenían el mérito suficiente para pedir una porción en la Tierra Prometida. Por consiguiente, el mérito de los padres no implica sólo ser hijo de fulano o mengano, sino comportarnos como uno de ellos. Yaakov Abinu era hijo biológico y espiritual de Itzjak Abinu, a diferencia de Esav, para quien Itzjak Abinu solamente era su padre biológico. De aquí que la Torá escribiera al nacer Yishmael: Beshem Benó Asher Yaldá Hagar, Yishmael, “Y el nombre de su hijo, que parió Hagar, Yishmael”. Pero cuando nació Itzjak, la Torá dijo: Beshem Benó Hanolad Lo, Itzjak, “Y el nombre de su hijo, que le nació a él, Itzjak”. Con esto, la Torá quiere enseñarnos que Abraham era, además del padre biológico de Itzjak, también su padre espiritual, y por eso éste tenía el mérito de sus antepasados. Sin embargo, Yishmael era solamente el hijo biológico, ya que él no consideraba a Abraham como su padre espiritual y, por tanto, no tenía ningún mérito de su padre. También este concepto se repite con Moshé. Cuando vio que las hijas de Tzelofjad recibían su parte en la herencia de la Tierra Prometida, les pidió que rezaran a Dios para que el siguiente líder del pueblo fuera su hijo y que él los guiara a la Tierra Santa (Midrash Rabá 21:14). Entonces Dios le respondió que su hijo sería el siguien365

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BAMIDBAR te líder del Am Israel, pero no el biológico, sino el verdadero, el espiritual, Yehoshúa Bin Nun. También puede ocurrir que un hombre tenga hijos y alumnos, y que los alumnos tengan Zejut Avot (“el mérito de los padres”) y los hijos no, como Yehoshúa Bin Nun y los hijos de Moshé. El mérito que se obtiene de los padres es espiritual y no biológico. El mejor Zejut Avot es el que proviene de un padre biológico y espiritual a la vez, como con Itzjak, Yaakov, Yosef, los hermanos de Yosef, por ejemplo. Por lo anterior, ¿no todo padre debería preocuparse de que su hijo biológico fuera también su hijo espiritual? ¿Y no todos los hijos deberíamos procurar que nuestro padre sea nuestro rabino y guía espiritual aprendiendo de él Torá y buenas cualidades humanas? Este sería el verdadero Zejut Avot. Que sea la voluntad de Dios que tengamos hijos sabios y estudiosos de la Torá que continúen nuestros caminos y sean nuestros hijos y nuestros alumnos a la vez, y que por el mérito de nuestros antepasados recibamos todas las bendiciones, nosotros y nuestros descendientes, por siempre. Amén.

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Parashat PINJÁS EL SECRETO DEL ÉXITO DE UN LÍDER

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n esta Parashá se describen los preparativos para el cambio de liderazgo del Pueblo de Israel. Moshé Rabenu supo que no le sería posible entrar a Israel y pidió a Dios que escogiera al siguiente líder, y Él eligió a Yehoshúa Bin Nun.

Moshé Rabenu era un líder celestial de gran potencial. Por eso dice Maimónides de él: Lo Kam Beisrael KeMoshé Od, “No se levantará en Israel otro como Moshé”. Cuando Yehoshúa tomó las riendas del pueblo, los sabios de esa generación dijeron: Penei Moshé Kepenei Hajamá Vepenei Yehoshúa Kepenei Halebaná, “La cara de Moshé es como la del sol y la cara de Yehoshúa es como la de la luna”. Es decir, la diferencia que había entre Moshé y Yehoshúa era como la del sol y la luna. Sin embargo, Yehoshúa Bin Nun, quien era apenas un rabino encargado de cincuenta personas, tuvo más éxito que Moshé luego de que asumiera la responsabilidad del pueblo. Durante la travesía del desierto, Moshé tuvo muchas dificultades para dirigir al Am Israel, ya que éste se rebeló muchas veces, cayó en el pecado del becerro de oro (algo mal visto en un líder responsable), después con los espías, Kóraj también se rebeló en su contra, etc. Todos estos hechos dejaron manchas en el buen liderazgo de Moshé. Pero Yehoshúa, a pesar de su inferioridad, obtuvo mayores triunfos que Moshé: conquistó la Tierra de Israel, la repartió equitativamente entre las tribus y casi no enfrentó problemas internos durante su mandato. ¿Cuál fue la clave del éxito de Yehoshúa? 367

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BAMIDBAR Antes de revelarla, debemos saber que ésta sirve también para toda comunidad, sinagoga o rabino. La diferencia entre Moshé y Yehoshúa no fue el tipo de líder que fue cada uno, sino el tipo de gente que tocó a cada uno liderar. En la época de Moshé, cada miembro del pueblo se sentía líder. Kóraj pensó que él podía ser un mejor líder que Moshé. Datán y Abiram también lo pensaron. Cada uno de los 250 seguidores de Kóraj pensaron que podían ser Cohén Gadol. Una parte del pueblo quería volver a Egipto y los demás querían entrar a la Tierra de Israel. Cuando en un pueblo cada uno quiere ir por su lado, aun para un líder como Moshé Rabenu resulta muy difícil obtener el éxito. Cuando en un barco hay muchos capitanes, se hunde. Sin embargo, Yehoshúa tuvo un pueblo más fácil de conducir. Eran los hijos de los que salieron de Egipto; aprendieron la lección, cambiaron de ideas y dejaron que Yehoshúa fuera el único líder del pueblo, para que “el barco no se hundiera”. Así, Yehoshúa, a pesar de ser como la luna y no como el sol, pudo dirigir al pueblo de mejor manera. Ahora entendemos mejor lo que Moshé Rabenu pidió a Dios: que el siguiente líder del pueblo estuviera capacitado para reunir todas las ideas de los miembros del pueblo en él, para que todos se sientan contentos. Entonces, Dios respondió a Moshé que el líder sería Yehoshúa, quien tenía una sola idea de trabajo, lo cual haría mucho más fácil que el pueblo se acostumbrara a él. Bien dicen por ahí: “Cuando hay dos judíos hay tres ideas” (Midrash Tanjumá). Cuando un líder tiene muchas ideas, a sus seguidores les cuesta más someterse al proceso de adaptación. Ese es el secreto del éxito de cualquier líder. El pueblo y la congregación tienen que estar dispuestos a dejarse llevar por su representante. 368

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BAMIDBAR Cierta vez me pidieron dar unas clases en un Kolel de Israel. A las dos semanas se me acercaron varios alumnos. Uno me dijo que la clase era muy avanzada y que íbamos muy rápido; otro dijo que la clase era muy lenta; otro, que el estudio era demasiado profundo; y otro, que era muy fácil. Después de escuchar todas sus opiniones, les dije: “Es mucho más fácil que ustedes se adapten a mi estilo que yo me adapte a las solicitudes de cada uno. De otra manera, él éxito será mucho menor. Es más fácil que todos se adapten a uno que uno se adapte a todos. Nadie puede bailar al son de cada flauta”. Así también ocurre con un Jazán que se encuentra en una sinagoga donde el público es mitad sefardí y mitad ashkenazí, o marroquíes y sirios, o israelíes y yemenitas. Cada uno quiere que el Jazán cante conforme a la costumbre de cada uno, que lea la Parashá según su lugar de origen, que lea lo que aparece en el Sidur que heredó de sus padres. Resumiendo, esa sinagoga es un completo desorden. Pero si tuvieran un rabino con su estilo propio y todos se acostumbraran a él, entonces sería mucho más fácil todo. Que sea la voluntad de Dios ayudarnos a entender que los rabinos son los que nos guían, que son los capitanes del barco, y que sólo ellos lo llevarán a puerto seguro, siempre con la ayuda de Dios. Amén.

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Parashat MATOT EL BUEN NOMBRE

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n el Pirké Avot está escrito que existen tres coronas: la de la Torá, la de los Reyes y la del Cohén. Pero hay otra corona que está por encima de todas las anteriores: la del buen nombre. Pero, ¿realmente importa que los demás hablen bien de nosotros y que nuestros actos sean bien interpretados?

Moshé Rabenu dijo a los de la tribu de Gad y Reubén, quienes querían vivir fuera de Israel, al borde del río Jordán: Vehiyitem Nekiyim MeHashem UmiIsrael, “Y permaneceréis limpios ante Dios y ante Israel” (Bamidbar 31:22). Es decir, les dijo que su solicitud de ubicarse fuera de Israel no debía ser malinterpretada como un desprecio a la Tierra Prometida o como temor a la guerra. En otras palabras, él resaltó que, además de importarnos la opinión de Dios respecto a nosotros, debemos preocuparnos por la opinión de los demás hacia nosotros. No podemos pensar que es suficiente con que Dios sepa que nuestras intenciones son buenas, que no pecamos, sino que debemos procurar también que nuestras intenciones sean claras para los demás. Ese mensaje, dirigido por Moshé a las tribus de Gad y Reubén, vale también para todas las generaciones. Pero ellos no supieron aplicarlo. Durante siete años pelearon por conquistar la Tierra de Israel y estuvieron repartiéndola durante otros siete años. Es decir, transcurrieron catorce años de compañerismo y unión entre las tribus. Una vez 370

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BAMIDBAR culminado ese proceso, las tribus de Gad y Reubén volvieron a sus respectivos territorios. Pero antes de irse, levantaron una estatua en agradecimiento a Dios por todos los milagros realizados en las guerras… sin informar a las demás tribus el motivo. Por tanto, cuando éstas se enteraron de lo que Gad y Reubén habían hecho, pensaron que estaban cometiendo idolatría y quisieron matarlos. Fue gracias al mérito de Pinjás, quien sirvió de mediador, que se evitó una pérdida muy grande dentro del Am Israel. Todo esto ocurrió porque Gad y Reubén no explicaron nada; decían que no les importaba lo que dijeran los demás, que lo principal era que Dios supiera que con la estatua estaban agradeciendo sus milagros. De esta anécdota debemos aprender que estar limpios ante Dios y ante las personas es igual de importante, tal como lo dijo Moshé en nuestra Parashá. Fue muy propio de Moshé dar ese consejo, ya que él siempre se preocupó por su imagen ante Dios y ante los demás. En la Torá hay varios ejemplos de su comportamiento: 1. Mientras se construía el santuario en el desierto, Moshé escuchó que dos personas estaban comentando entre sí: “¡Qué gordo está Moshé!”, “¿Qué se puede esperar de él? ¡Se hizo rico con los donativos para la construcción del santuario!”. En ese momento, Moshé decidió escribir una relación muy detallada, en la que explicaba cuánto había recibido, cómo lo gastó, etc. Moshé no se conformaba con que Dios supiera que no había sustraído nada, sino que le importaba que la gente también lo supiera. 2. Cuando Miriam habló mal de Moshé, contrajo lepra y él rezó por ella para que sanara. Su rezo constaba de las siguientes palabras: El 371

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BAMIDBAR Na Refá Na La, “Dios, por favor, Cúrala, por favor”; fue muy corto, ya que temía que, si rezaba mucho tiempo, con gran concentración y devoción, para que se recuperara su hermana, la gente iba a decir: “Cuando su hermana enferma, reza mucho; pero cuando nosotros enfermamos, reza poco”. Es por eso que se cuidó de lo que dirían los demás y rezó con brevedad. 3. Cuando daba ciertos veredictos en los diferentes juicios, se cuidaba también de lo que los demás dirían y por ello recurría a la ayuda divina para dar el veredicto. Cuando las hijas de Tzelofjad acudieron con Moshé para pedirle que les diera la parte que les correspondía en la Tierra de Israel, le dijeron antes que su padre estuvo entre los que no se rebelaron con Kóraj, sino que lo había apoyado a él. En ese momento Moshé tuvo miedo de dar el veredicto de, que en verdad, les correspondía recibir una porción de la Tierra de Israel, porque la gente podría interpretarlo como a favor de Tzelofjad, para agradecer su fidelidad. Por tanto, optó porque Dios fuera el que diera el veredicto a oídos de todo el pueblo, y no que él lo pronunciara, a pesar de que ya conocía la ley. Cuando unos acusaron ante Moshé a un hombre que había maldecido a Dios, y le dijeron quién era, Moshé replicó: “No sé cuál es su castigo. Que Dios lo determine”. Ese hombre era el hijo del egipcio que Moshé había matado. La noche anterior a su muerte a manos de Moshé, ese mismo egipcio había estado con Shulamit Bat Dibrí y la había embarazado, y al día siguiente había ido a matar a su esposo, Datán, para quedarse con ella. El producto de esa unión fue el hombre que maldijo a Dios. Por eso Moshé se abstuvo de determinar su castigo y pidió a Dios que fuera Él quien lo sentenciara, para que no dijeran que Moshé odiaba a toda esa familia. 4. Moshé siempre se preocupó por su buen nombre. Cuando Dios le dijo que organizara la guerra contra Midián y que una vez termi372

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BAMIDBAR nada ésta se llevaría su alma, él diligentemente organizó al Pueblo de Israel para que saliera a pelear, ya que temía que dijeran de él: “Ahora que sabe que Dios se lo llevará, entonces va a demorarse en empezar la guerra, de tal forma que vivirá más tiempo”. Generalmente no damos el beneficio de la duda a los demás, y a veces contravenimos la prohibición de hablar mal de ellos. La solución es que nosotros mismos debemos preocuparnos de estar limpios ante todos. Una vez me ocurrió que antes de empezar un shiur fui a la cocina a beber agua, dije la bendición correspondiente y, al salir, llevé conmigo otro vaso. A mitad del shiur, tuve sed y bebí. De repente oí que una persona dijo a otra: “Mira, al rabino se le olvidó decir la bendición, la berajá”. Desde ese día, siempre informo a la gente que ya dije berajá en la cocina. Este es un pequeño ejemplo mío; ahora, cada uno debe buscar sus ejemplos personales. Debemos cuidarnos siempre porque los demás pueden aprender incorrectamente de nosotros ciertos comportamientos, al pensar que nosotros dijimos o hicimos algo, o que nuestra intención era distinta de la verdadera. En la época del Templo, una familia de Cohanim, los Beit Garmú, se encargaba de preparar el pan que se ofrecía en él, el pan de las caras. Pero en su mesa nunca comieron buen pan, sino de inferior calidad, para que los demás no pensaran que se estaban aprovechando de la masa para el pan del Templo. Otra familia, los Beit Abtinas, preparaban los inciensos para el Templo. Nunca los usaron en ellos; las mujeres de la familia no se perfumaron con los inciensos ni siquiera el día de la boda, para que nadie dijera que estaban aprovechando su encargo. 373

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BAMIDBAR Maimónides establece que la persona que entraba al cuarto donde estaba el dinero del Templo tenía que hacerlo con ropas especiales, sin bolsillos, para que no se dijera que había tomado algo. Además, tenía que estar hablando todo el tiempo, para que nadie dijera que se había metido una moneda de oro en la boca (Leyes de Shekalim 2:10). Así se preocupaban nuestros Sabios por mantener el buen nombre. También eso nos dice la halajá: “Una persona que fue avergonzada en público, puede no reaccionar. Pero si la avergonzaron con mentiras que ensucian su nombre, tiene la obligación de limpiar su reputación, ya que la corona del buen nombre está por encima de todo lo demás”. Cierta vez el Rabino Moshé Feinstein fue invitado a desayunar a la casa de uno de los hombres más importantes de la ciudad. Asistían muchas otras personas importantes. En algún momento todos observaron que el rabino tomó un recipiente de leche distribuida por una importante compañía; lo puso a un lado y se sirvió de otro envase de leche, distribuida por otra empresa. Todos empezaron a mirarse unos a otros preguntándose por qué el rabino no había bebido del primer envase. Al terminar la reunión, los asistentes se dijeron que tal vez Rabí Feinstein había descubierto algo no tan kasher en aquella leche y, por tanto, no quiso beber de ella. Empezó a correr el rumor de que el Rabino Moshé Fainstein no tomaba de esa leche. Cuando la gente se enteró de esto, en todos los supermercados la leche de esa marca se echó a perder, pues nadie la compró. Los dueños de la compañía preguntaron qué había sucedido con esa leche y les respondieron que Rabí Feinstein había dicho que era terefá, no kasher. Así, fueron indignados a ver al rabino y le preguntaron por qué había dicho tal cosa. El Rabino les pidió que lo acompañaran a su cocina, abrió su refrigerador y les mostró que en su casa sí se bebía esa leche. Ante la confusión, le preguntaron qué había pasado. El gigante de su generación, luego de reflexionar y hacer algunas 374

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BAMIDBAR investigaciones, descubrió que todo se remontaba a aquel desayuno en el que no bebió de esa leche sino de otra. Al poco tiempo, informó lo siguiente: “Ese día, cuando me disponía a tomar de es leche, levanté el recipiente y vi que estaba vació. Por tanto, lo regresé a su sitio y me serví de la otra leche, que aun no se había acabado”. La mayoría de las personas no sabemos pensar bien, correctamente, sino que siempre pensamos lo peor. Por eso debemos cuidarnos mucho y esforzarnos para que nuestros actos transparentes sigan viéndose así, no sólo ante Dios sino también ante los demás. Que sea la voluntad de Dios que siempre hallemos gracia ante Sus ojos, que estemos limpios ante las personas y que nuestros actos continúen siendo transparentes como lo han sido hasta hoy. Amén.

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Parashat MATOT LA ESTRATEGIA DE ATAQUE

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uestra Parashá trata de la época anterior a la entrada del Am Israel a la Tierra Prometida. Las tribus de Gad y Reubén fueron a decir a Moshé que por tener tanto ganado les convenía vivir en la zona del Río Jordán, pero no dentro de la Tierra de Israel, sino a orillas del río. Cuando Moshé escuchó esto se molestó tanto con ellos que los comparó con los espías. ¿Por qué? Para entender esto, debemos analizar previamente un aspecto muy importante en el tema de estrategias de seguridad nacional. Por ejemplo, el Estado de Israel tiene una estrategia consistente en pagar a los países productores de armas, mediante un agente del Mosad, por las diferentes mercancías que ellos exportan a los países árabes, para evitar que las utilicen en contra nuestra. Esa táctica se resume en cinco palabras: “Más vale prevenir que lamentar”. Así desarrolla su estrategia de ataque el Yetzer Hará. Nos ataca antes de que compremos un arma que pueda aniquilarlo y justamente cuando estamos a punto de emprender algo grande. Por ejemplo, Adam y Javá y pecaron unos instantes antes de la entrada de Shabat. Explican nuestros Sabios que, si Adam y Javá hubieran llegado al Shabat habrían recibido una neshamá yeterá (alma adicional) tan poderosa que después jamás hubieran sido tentados por el pecado. El Yetzer Hará sabía esto y, por tanto, decidió atacarlos con toda su fuerza antes de que llegara el Shabat. Desafortunadamente lo logró y Adam y Javá no entraron al Shabat sin pecado. Si el 376

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BAMIDBAR Yetzer Hará hubiera esperado a que pasara un Shabat, jamás hubiera logrado convencerlos de que comieran y por eso luchó para que no adquirieran esa arma tan poderosa contra él. También así ocurrió cuando el Am Israel escuchó los Diez Mandamientos de Dios en el Monte Sinaí. Moshé subió al monte por cuarenta días para traer las Tablas de la Ley, pero, mientras, el Yetzer Hará atacó al pueblo y lo incitó a pecar con el becerro de oro haciéndole pensar que Moshé Rabenu había muerto, para que cuando Moshé regresara y los viese en pecado rompiera las tablas. Sabía que si el Am Israel llegaba a estudiar de las primeras tablas directamente jamás los convencería de pecar, porque la fuerza que hubieran obtenido de esas Santas Escrituras era muy especial. La primera vez que el Am Israel estaba a punto de entrar a la Tierra Prometida, el Yetzer Hará lo incitó a mandar espías a Israel para que verificaran las condiciones físicas del lugar e incitó a éstos a hablar mal de la tierra, a fin de que el pueblo fuera castigado, posteriormente, por cuarenta años y para que así, Moshé, Aharón y Miriam no entraran a la Tierra Prometida. El Yetzer Hará sabía que si Moshé entraba junto a Aharón y a Miriam a la Tierra de Israel iban a construir inmediatamente el Templo, lo que representaría demasiada santidad reunida en un mismo lugar y obstaculizaría así su trabajo. Por tanto, atacó anticipadamente para desarmar a los Bené Israel, que son su blanco principal por la eternidad. El Yetzer Hará siempre trabaja con toda su fuerza antes de los momentos cumbres, más santos en la vida de la persona. Por eso en nuestra Parashá, después de la travesía del desierto y a punto de ingresar a Israel, cuando Gad y Reubén fueron a hablar con Moshé acerca de que su lugar debería estar afuera del territorio, bajo el argumento de que era por el bien de su ganado y el del Am Israel, ya que así obtendrían más tierras cada uno, Moshé se alteró muchí377

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BAMIDBAR simo, pues sabía que era el Yetzer Hará. En ese momento, a pesar de tener 120 años y ser un anciano, Moshé gritó como un león, se opuso rotundamente a esa solicitud y les advirtió que no fuera a pasarles lo mismo que a los espías. Por fortuna, Moshé logró convencerlos de que entraran todos a la Tierra de Israel para conquistarla y habitarla. Seguramente la mayoría de nosotros, si no todos, hemos estado cerca de hacer algo importante en la vida y el Yetzer Hará interfiere para arruinar nuestros planes. No le conviene que nos armemos en su contra y por eso ataca cuando queremos ir a un shiur o a la sinagoga a rezar; no nos deja tranquilos y nos pone obstáculos en el camino. Un rabino me dijo en alguna ocasión que en Shabat no debemos pelear con la mujer, sino continuar las peleas del viernes al mediodía. El Yetzer Hará sabe cuán importante es el Shabat para nuestra vida y por eso nos ataca siempre los viernes, con la intención de que pelemos o estemos tristes en Shabat. Debemos abrir los ojos y no dejarlo actuar, porque si él triunfa estaremos perdidos. Eso pasó a los alumnos de Rabí Akivá; eran veinticuatro mil alumnos del nivel de Rabí Shimón Bar Yojai, Rabí Meir Baal Hanés, etc., quienes posteriormente fueron sus alumnos. El Yetzer Hará sabía que si todos ellos crecían en Torá serían grandes rabinos que opacarían sus intenciones de tentar a los demás a pecar. Por eso provocó que pelearan entre ellos y que no se honraran unos a otros, a fin de que Dios los castigara y los matara con una epidemia, tal como ocurrió. Así perdimos a toda una generación de varones muy sabios cuyos conocimientos hasta el día de hoy nos habrían beneficiado. El Yetzer Hará es también muy sabio, aunque sea para la maldad. Por eso, cada vez que queramos crecer un nivel más o vayamos a 378

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BAMIDBAR emprender algo nuevo, es necesario abrir nuestros ojos y estar alertas, para que nuestro trabajo sea mucho más fácil. Una vez preguntaron al Yetzer Hará cuál era su arma secreta. Respondió: “Un ventilador y una cobija… Por la mañana, cuando la persona va a levantarse, llego antes para arruinarle espiritualmente el día. Si hace frío, le pongo la cobija y, si hace calor, le pongo el ventilador, con tal de que siga durmiendo. Si logro que en la mañana se levante con el pie izquierdo, le arruino todo el día y me facilita más el trabajo durante el resto del día. Pero si la persona se levanta con la fuerza de un león, va a rezar, se pone talit y tefilín, y estudia Torá después del rezo, entonces el trabajo de ese día me será muy difícil”. Que sea la voluntad de Dio que hagamos mucho más difícil el trabajo del Yetzer Hará, que no dejemos que arruine nuestros días, el bien espiritual que tanto queremos alcanzar, y que nos esforcemos por avanzar adquiriendo las armas que lo aniquilan, para ser libres y no sus prisioneros. Amén.

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Parashat MASÉ AYUDANDO A LOS DEMÁS

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sta es la última Parashá del libro de Bamidbar y contiene un especial mensaje en común con todas las parashiot que nos ayudará a todos. Está escrito: Ein Tzadik… Asher Lo Yejetá, “No hay una persona justa… que no haya pecado”. El pecado de una persona justa es mucho más grave que el de una persona simple, porque quienes la observan dicen: “Si ése peca, entonces, ¿qué esperan de mí?”. A lo largo de todas las parashiot del libro de Bamidbar vimos cómo el Yetzer Hará se esforzó para vencer a los grandes, a los líderes, a los personajes ejemplares, de manera contundente, ya que, una vez hecho esto, el trabajo con el resto del pueblo fue mucho más fácil: lo venció sin mayores problemas. Por ejemplo, en la Parashá de Bamidbar, los hijos de Aharón, Nadab y Abihú, se atrevieron a entrar al Kodesh Hakodashim (Sanctasanctórum), algo que estaba totalmente prohibido para ellos y por eso fallecieron (Bamidbar 3:4). En Behaalotejá, Miriam fue castigada con la lepra por haber hablado mal de su hermano Moshé; incluso Aharón incurrió en un grave error al no haber reprochado a Miriam por sus palabras. En esa misma Parashá, según el Midrash Tanjumá, los setenta sabios de la corte empezaron a desear la carne de res con desesperación y junto con ellos arrastraron al resto del pueblo a quejarse y rebelarse contra Moshé (Bamidbar 11:4). 380

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BAMIDBAR En la Parashá Shlaj Lejá, diez de los doce príncipes de las tribus, personas muy importantes, fueron nombrados espías y hablaron mal de la Tierra de Israel, con lo cual provocaron que el pueblo despreciara a la tierra santa y exigiera volver a Egipto (Bamidbar 11:1). En la Parashá de Kóraj, uno de los Levitas más importantes del santuario, pues era de los que cargaban el Arca Sagrada, éste se rebeló contra Moshé y arrastró consigo a 250 líderes para iniciar una revolución contra Moshé, Aharón y Dios. En la Parashá Jukat, Moshé no santificó el nombre de Dios ante lo ojos de Israel al no hablar a la roca, como Él le había ordenado, y la golpeó delante de todo el pueblo (Bamidbar 20:11). En las Parashiot de Balak y Pinjás, Zimrí Ben Salúh, príncipe de la tribu de Shimón, tomó como mujer a Kosbí Bat Tzur, princesa de Midián, ante los ojos de todo Israel, con lo cual incitó a veinticuatro mil jóvenes, la mayoría de su propia tribu, a ir en busca de mujeres de Midián para unirse a ellas y, por desgracia, también cometer idolatría con ello (Bamidbar 25:6-14). En la Parashá de Matot, los rabinos más importantes de esa época, pues estaban encargados de miles de personas, regresaron de la guerra contra Midián y Moab con las moabitas que hicieron pecar a los jóvenes como prisioneras, pero las dejaron dentro del campamento de Israel en lugar de haberlas matado en su ciudad, por lo que Moshé les reprochó por estar tentando de nuevo al pueblo (Bamidbar 31:14). Así, el Yetzer Hará trabajó duramente para vencer a los grandes, para convencerlos de pecar y para que los demás cayeran por sí solos. Fue como un pastor que se encarga de dirigir a las primeras ovejas hacia una dirección a fin de que todas las demás continúen en esa dirección. Por eso dijeron nuestros Sabios: “Todo el que es mayor que su 381

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BAMIDBAR compañero, mayor será su instinto del mal”, lo cual evidencia una de las debilidades del Yetzer Hará: prefiere trabajar con uno y no con cien a la vez. En nuestra haftará, el profeta Yirmiyahu resumió las razones de la destrucción del Templo de Jerusalem: “Los sacerdotes no preguntaron: ‘¿Dónde está el Eterno?’. Los que sostienen la Torá no me reconocieron y los pastores [los líderes] cometieron transgresiones contra Mí, los profetas profetizaron falsamente y anduvieron detrás de cosas que no dan provecho”. Así Yirmiyahu hizo hincapié en que los grandes pecan y el resto del pueblo cae. Cuando el Rey David tomó para sí a Bat Sheva, la esposa de Uriá, aunque estaba divorciada de éste, el profeta Natán dijo a David después de que él llorara y se arrepintiera de sus actos: Hashem Heebir Jatatjá, “Dios perdonó tu pecado” (Shemuel 2:12, 2:13). Pero el profeta Natán también dijo a David que tenía algo más por resolver, ya que ese pecado causó que se profanara el nombre de Dios en público y provocó que los malvados aprendieran de él y dijeran que, si el justo Rey David había cometido semejante pecado, con más razón ellos podían cometerlo. ¡Cuánto debemos cuidarnos de no causar que los demás pequen! Todos somos ejemplos de todos y todos aprenden de nosotros cuando pecamos. Queramos o no, somos ejemplos de otros. El Yetzer Hará lo sabe y por ello se esfuerza en vencernos y en que demos malos ejemplos a los demás. Por ejemplo, al Yetzer Hará le cuesta convencer a todo el Kahal de una sinagoga a hablar; entonces convence al rabino o al Jazán para que hablen en medio del rezo, para que así todos los demás también lo hagan. Le es imposible convencer a cincuenta hombres de mirar algo prohibido; pero en un instante convence a una mujer para que camine 382

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BAMIDBAR por la calle vestida sin recato. Entonces caen cincuenta y hasta quinientos hombres (y por televisión, ¡millones!). ¿La conclusión? Debemos cuidarnos siempre de no ser la primera oveja del rebaño, la que guía a las demás al abismo. No podemos ser la locomotora que guía al resto de los vagones hacia un trágico accidente. No importa que seamos líderes pequeños o grandes, bajo ninguna circunstancia debemos hacer pecar a los demás dando el mal ejemplo mediante nuestras acciones. Antes de terminar, quiero contarles la historia de Sol HaTzadikah, una judía que vivió en Marruecos. Al gobernante de ese país se le antojó casarse con esta judía y ella se negó de manera rotunda a ir con él. Al escuchar esto, el gobernante le decretó la muerte y que su cuerpo fuera arrastrado por las calles de la ciudad donde vivía, para que todos escarmentaran. Preguntaron a Sol cuál era su último deseo. Pidió una cajita de alfileres. Se los dieron y ella los usó para coser su vestido a la piel de su cuerpo, para que no la vieran sin recato cuando el caballo la arrastrara por la ciudad y no hacer pecar a los demás. Que sea la voluntad de Dios ayudarnos a encaminar a los demás en la verdad y a acercarse a Dios, y que seamos líderes positivos de todos, a fin de que sus méritos nos sean también acreditados a nosotros. Amén.

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Parashat DEVARIM NUESTRA VERDADERA ARMA

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n esta Parashá, Moshé Rabenu nos relata las guerras del Am Israel con las naciones vecinas antes de entrar a la Tierra Prometida y las que enfrentaron dentro de Israel para conquistarla. Pero antes de todo eso, Moshé nos dio un mensaje que aparentemente no tiene conexión con lo demás: el secreto de nuestro éxito en todas las guerras. El Tzahal (el Ejército Israelí) debería conocerlo, para que venza constantemente. Moshé recuerda al pueblo que, en el segundo año desde la salida de Egipto, un pequeño grupo de judíos se separó para luchar contra varios enemigos sin contar con la presencia de Moshé y el Arca de la Torá, y sin la ayuda de Dios, pensando que con sus “poderosas” armas podían vencer, y murieron en su intento. Después de treinta y ocho años de esa rebelión y justo antes de conquistar Eretz Israel, Moshé hace ese recordatorio para enseñar al pueblo cuál es la mejor forma de guerrear, la estrategia que debería usar el Pueblo Elegido para luchar contra sus enemigos. A diferencia de los goyim, el Am Israel posee un arma secreta: Dios. Cuando salimos a la guerra sin nuestra arma, sin Dios, las probabilidades de ganar son mínimas. Así terminó Moshé la Parashá, en el último versículo, Lo Tiraú Ki Hashem Elokejem Hu Haniljam Lajem, “No teman porque el Eterno, su Dios, será quien pelee por ustedes” (Devarim 3:22). Es decir, si Dios sale con el Am Israel a pelear, no tenemos por qué temer. 385

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DEVARIM Cuando los Bené Israel pelearon contra Amalek, Moshé estaba en la cima de una montaña. Cuando levantaba las manos hacia el cielo, el Am Israel ganaba la contienda, y cuando las bajaba, perdía. La Guemará explica que no fueron las manos de Moshé las que lograron el triunfo, sino que fueron los mismos judíos que estaban luchando: levantaban la mirada hacia Dios pidiendo que extendiera su mano y los ayudara en la batalla. A todas las guerras del Am Israel los guerreros no salieron sin el Arca Sagrada en sus manos, para mostrar a los demás pueblos que sin la ayuda de la Torá y de Dios no se puede ganar ninguna guerra. Cuando David salió a pelear contra Goliat, quien era un gigante con una armadura nueva y una espada más grande que el mismo David, él se colocó frente a Goliat con una honda y cinco piedras. El gigante, al ver a David, le preguntó: “¿Acaso creíste que yo era un perro, que viniste a luchar con piedras?”. Le respondió David: “Tú vienes a mí con una espada, una lanza y una jabalina, pero yo vengo a ti en Nombre del Eterno de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel” (Shemuel I 17:45). Debido a ello, David escribió en sus salmos: Ele Barejeb Vele Basusim Vanajnu Beshem Hashem Elokenu Nazkir, “Unos con carrozas, otros con caballos, pero nosotros el nombre del Eterno nuestro Dios recordaremos” (Tehilim 20:7). Este fue el mensaje que transmitió Moshé Rabenu al Pueblo de Israel, desde el primer día que los lideró hasta el último. Cuando Moshé fue a Egipto a rescatar al Pueblo de Israel de la esclavitud, le preguntaron: “¿Nosotros, unos esclavos, podemos luchar contra el imperio egipcio?”. Moshé les respondió: “Nosotros no podemos, pero Dios sí puede”. Así ocurrió a la orilla del Mar Rojo, cuando el Am Israel estaba confundido y rodeado por el mar, el desierto y el ejército egipcio que los perseguía. Todos fueron a preguntar a Moshé qué harían y él les respondió: Hashem Yilajem Lajem Vaatem Tajarishu, “Dios luchará por ustedes, y ustedes vencerán” (Shemot 14:14). 386

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DEVARIM Desafortunadamente, a lo largo de su historia el Am Israel no ha entendido ese mensaje. La sensación de poder y fuerza nos hace pensar que fuimos nosotros solos quienes logramos vencer. Bar-Kojbá fue uno de los mejores ejemplos. Al principio venció a sus enemigos, pero al final, cuando tuvo tanto poder en sus manos dijo que no necesitaba más a Dios y que su ayuda no le era útil. Está de más decirlo, pero en la siguiente guerra murió. También así ocurrió a Sansón. Al principio, por ser un nazareno y un hombre muy santo, logró vencer a sus enemigos, pero cuando empezó a casarse con mujeres de otras naciones Dios lo abandonó por rebelarse en su contra, y precisamente a causa de Dalila cayó. Esto nos enseña que, por haber abandonado a Dios, Dios lo abandonó a él. Todas las guerras dependen de Dios. Como lo dijo el salmista: Im Hashem Lo Yishmor Ir Shav Shakad Shomer, “Si Dios no guarda la ciudad, en vano vela la guardia” (Tehilim 127:1). Uno de los cabalistas de Israel dijo que debemos abrir los ojos, darnos cuenta plenamente de cuánto nos ayudó Dios en nuestras guerras contra el enemigo para volver a encontrarnos en Israel, y estar concientes de eso. Durante la Guerra de los Seis Días estuvimos totalmente rodeados por seis países árabes como una oveja frente a setenta lobos. Todo el Am Israel elevó su voz y sus ojos al cielo en solicitud de ayuda. Incluso Moshé Dayán, el Ministro de Defensa de Israel en esa época, pidió al Jazón Ish que solicitara a todos los religiosos que pidieran a Dios que nos ayudara. Gracias al Supremo Hacedor, quien estuvo con nosotros todo el tiempo y seguirá estando, ganamos esa guerra. Hay cientos de testimonios que revelan los milagros tan grandes que ocurrieron en ese conflicto. 387

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DEVARIM Uno de los milagros más conocidos es el de los siete tanques israelíes que avanzaron hasta muy adentro del territorio de Líbano; cuando llegaron a la cima de una colina se vieron rodeados por diez tanques enemigos, cuyos cañones ya estaban apuntándoles. En ese momento, todos los soldados israelíes empezaron a rezar el Shemá Israel, pues entendieron que para ellos había acabado la travesía. Para su total sorpresa, vieron que todos los soldados libaneses rodeaban sus vehículos. Pero estaban desarmados, con las manos arriba y el rostro pálido, y temblando de miedo. Los soldados israelíes salieron de sus tanques sin entender lo que estaba pasando y tomaron a los otros como prisioneros de guerra. En las investigaciones posteriores, los libaneses revelaron que cuando sus soldados quisieron entrar a los tanques israelíes para apresar a sus ocupantes, vieron dentro a personas que tenían barba larga y blanca… Pero el problema empezó después de esa guerra, cuando el gobierno publicó que el Ejercito Israelí merecía todos los honores; nunca agradecieron a Dios por sus acciones milagrosas. Pensaron que tenían los mejores pilotos de guerra del mundo, los mejores soldados, los mejores misiles. ¿Quién necesitaba a Dios? Y a partir de esa guerra empezaron a surgir problemas. En la Guerra de Yom Kipur fuimos atacados por sorpresa y nos causaron muchísimas bajas; en la Guerra del Líbano, el Primer Ministro Ariel Sharón dijo que la estrategia de Israel era entrar al territorio enemigo, “hacer limpieza” y salir, pero se quedaron diez años y miles de soldados israelíes murieron. En la Intifada, los árabes nos atacaron con piedras, palos y botellas con gasolina (las “bombas molotov”), y no tuvimos forma de defendernos. En la Guerra del Golfo, nos quedamos con los brazos cruzados, con los soldados y los aviones listos, y recibimos treinta y nueve Scuds que fueron treinta y nueve latigazos, y no pudimos reaccionar. 388

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DEVARIM Hoy una nueva Intifada está acabando con la población israelí, pese a que tenemos las mejores armas. Pero ya no contamos con Dios y Él ya no nos ayuda. Esto debería enseñarnos que, si pensamos que los judíos luchan solamente con armas, entonces esas armas no nos ayudarán. Pero si recordamos que Dios es Quien lucha por nosotros, ganaremos incluso sin nuestras armas y el triunfo estará asegurado. El milagro de Januká, el milagro de Purim, el milagro de Egipto, el milagro de Jizkiyahu contra el ejército de Sanjerib, fueron ocasiones en las que casi no hubo armas, sino sólo una, el arma secreta del Am Israel: la fe en Dios. Hashem Ish Miljamá, “Dios es un luchador” por el Am Israel. Basta con que le pidamos de todo corazón y le demostremos que no podemos hacer nada sin su ayuda para ver el triunfo. Que sea la voluntad de Dios proteger a todos los soldados del Ejército Israelí contra todo daño, para que siempre venzan a nuestros enemigos con el Arca Sagrada que llevan con ellos a la guerra: la fe en Dios, con la Torá en una mano y un arma en la otra, para que siempre nos den buenas noticias, triunfos y paz. Amén.

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Parashat VAETJANÁN AMARÁS AL ETERNO

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s en esta Parashá que aparece uno de los versículos más famosos de la Torá: Shemá Israel Hashem Elokenu Hashem Ejad, Veahabtá Et Hashem Elokeja…, “Escucha, Oh Israel: el Eterno es nuestro Dios, el Eterno es Uno. Y Amarás al Eterno tu Dios…”.

Estas palabras nos acompañan toda la vida, desde el Brit Milá hasta que nos vamos de este mundo. El primero que lo pronuncia es el padre del recién nacido, en voz alta, antes de proceder con la circuncisión. Lo primero que se enseña tanto a los niños como a las niñas cuando crecen es este versículo. Durante todos los días de nuestra vida lo decimos varias veces, una en la mañana y otra en la noche, así como antes de ir a dormir. En los tefilín de la cabeza y del brazo que los varones judíos nos ponemos todos los días también está escrito todo el Shemá. Cuando nos casamos para construir nuestro hogar, lo primero que hacemos es poner en todos los marcos de las puertas de la casa una mezuzá, en la que también está escrito el Shemá. En los últimos instantes de nuestra vida (que pase de 120 años para todos), para entregar nuestra alma al Creador pronunciamos nuevamente: Shemá Israel, Hashem Elokenu, Hashem Ejad. ¿Qué tiene de especial este versículo? Vayamos por partes. Es sabido que hay varios tipos de amor: al hombre, a sí mismo, a la esposa, a los hijos, a los padres, a los amios, al país de nacimiento, a la patria, al dinero, y un largo etcétera. 390

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DEVARIM A lo largo de la vida, todos enfrentamos la cuestión de cuál amor es más importante. Pero no todos sabemos que la respuesta depende de nuestras propias decisiones. A veces nos encontramos en situaciones en las que debemos elegir entre, por ejemplo, la vida o el dinero. El Pueblo Judío tiene, además de los anteriores, el amor a Dios. Veahabtá Et Hashem Elokeja, “Y Amarás al Eterno tu Dios…”. Como se dice en el Pelé Yoetz, este tipo de amor es el más elevado que pueda existir en el mundo. A lo largo de las generaciones, el Am Israel ha sido puesto a prueba para ver si su amor a Dios verdaderamente está en la cúspide de su vida o no. ¿Cuántas veces en el pasado los goyim nos pusieron frente a sus ídolos para que nos prosternáramos ante ellos? Incluso nos han enfrentado al antiguo dilema de: “¿Qué es más importante, tu vida o tu Dios?”. Todos sabemos cuántos judíos valientes pasaron esa prueba y ante los malvados santificaron el nombre de Dios en la Tierra, demostrándoles así que el amor a Dios está por encima de todo. En el Talmud (Guitín 53b) se relata la historia de Janá y sus siete hijos pequeños. Un rey despreciable se los arrebató y dijo al primero que renegara de Dios, a lo que respondió que la Torá nos ordenó en el Primer Mandamiento creer en Dios y, por tanto, hizo caso omiso de la orden del rey, por lo cual éste lo mató. El gobernante dijo al segundo que debería creer en dos dioses, porque si no, lo mataría; éste respondió con el Segundo Mandamiento: “No tendrás otros dioses”; entonces el rey lo mató. Al tercero dijo que continuara creyendo en Dios, pero que sacrificara un animal a su ídolo; el niño respondió que aquel que ofrezca 391

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DEVARIM sacrificios a otros dioses será excomulgado, por lo cual no obedeció y también el rey lo mató. Dijo al cuarto que siguiera creyendo en Dios, pero que se prosternara ante su estatua, y el pequeño respondió que está prohibido prosternarse ante otro dios, y el rey lo mató. Al quinto niño le dijo que, por lo menos, aceptara que Dios tiene la misma fuerza que sus dioses, a lo que él respondió: “Shemá Israel, Hashem Elokenu, Hashem Ejad, Escucha, Oh Israel. El Eterno es nuestro Dios, el Eterno es Uno”, para expresar que sólo hay Uno poderoso; por ello lo mató. Al sexto dijo que al menos creyera que sus dioses eran un puente para unirlo con Dios, pero le respondió que no hay otro que no sea Dios, y el rey lo mató. Al séptimo le dijo que aceptara que Dios es el Verdadero, pero que había abandonado al Am Israel y ahora el pueblo elegido eran los goyim; el niño, que era el menor, también se negó a aceptarlo, ya que está escrito que Dios diariamente renueva su pacto. El rey entonces pidió a este niño que, por favor, no lo avergonzara delante de sus ministros, ya que había matado a sus seis hermanos y no había conseguido que alguno aceptara sus imposiciones; para ello le dijo que dejaría caer su anillo real al piso para que pareciera que se prosternaba ante la estatua, pero el pequeño también se negó a ello. Entonces Janá, antes de que mataran a su séptimo hijo, le pidió que, al llegar frente a Dios, le dijera: “Abraham Abinu demostró su amor a Dios por medio de una prueba muy difícil, como lo fue sacrificar a su único hijo, pero éste finalmente no fue sacrificado”. Sin embargo, ella y sus hijos fueron puestos a prueba y murieron, demostrando así que el amor de todos ellos hacia Dios era mucho mayor. Desde entonces hasta hoy nos hemos preguntado si el amor que sentimos hacia Dios está por encima de todo o no. El Ben Ish Jai nos legó la siguiente historia: hubo una vez un judío muy pobre que vivía solamente de la caridad. Cierto día un cura 392

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DEVARIM dijo a este pobre que si se convertía al cristianismo le daría el suficiente dinero para que pudiera vivir con comodidad, sin ningún apuro. El judío le preguntó en qué consistía ser cristiano. El cura le explicó que lo único que tenía que hacer era no comer carne en Semana Santa. El judío le preguntó: “Entonces, ¿cómo me hago cristiano?”. El cura le dijo que rociaría encima de su cabeza un poco de agua bendita, diría unas palabras y así se haría cristiano. El judío aceptó. El cura derramó su agua bendita y le dijo: “No eres judío, eres cristiano… No eres judío, eres cristiano…”. Un año después, en Semana Santa, el cura visitó sorpresivamente al judío que tanta plata había recibido de la Iglesia, para comprobar si estaba cumpliendo con el trato. Cuando entró a la casa, vio que el judío estaba comiendo muy gustosamente un gran trozo de carne. En ese momento el cura empezó a gritarle y a insultarlo, pero el judío no entendía por qué. Cuando pudo hablar, explicó al cura que lo que estaba en el plato frente a él no era carne. El cura le preguntó: “¿Cómo que no es carne, si la estoy viendo?”. El judío respondió: “Hice una conversión, como la que usted hizo conmigo. Antes de sentarme a comer, eche agua bendita sobre la carne y le dije: ‘Tú no eres carne de res, eres pescado… No eres carne de res, eres pescado…”. En nuestros días, gracias a Dios, no enfrentamos la amenaza de que nos obliguen a renegar de nuestra religión para continuar viviendo. Pero sí se nos presentan otras situaciones en las que el amor a Dios queda en tela de juicio, por ejemplo, con el dinero. Muy a menudo nos preguntamos qué preferimos, si rezar en las mañanas Shajrit o abrir más temprano la tienda, si rezar Minjá o cerrar más tarde, si cerrar el negocio en Shabat o trabajar un día más a la semana, si cuidarnos de robar, mentir, no pagar a tiempo o ganar dinero a como dé lugar, si comprar tefilín, mezuzot, libros de Torá o guardar el dinero en el banco. 393

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DEVARIM También con las pasiones y los deseos estamos a prueba. Por ejemplo, si nos gusta la comida china, pero no es kasher, ¿a quién queremos más, a los chinos o a Dios? Si nos gusta ir a la playa los sábados, pero Dios lo prohibió, ¿qué es más importante, mi disfrute o la voluntad de Dios? Si a una mujer le gusta vestirse a la moda, sin recato, pero Dios le ordenó ser recatada, ¿qué es más importante, su comodidad o la orden de Dios? Las relaciones prohibidas son otra amenaza que pone a prueba nuestro amor por Dios. Cuando un judío tiene la tentación de unirse a su esposa en periodos de impureza o mantener relaciones extramatrimoniales, debe preguntarse si ama a Dios, que constituye el amor eterno, o a la otra persona, que es sólo un amor temporal. Y no hablemos de los que se casan con una goyá, o de las judías que se unen a un goyim, que desprecian a Dios o a nuestra cadena milenaria, por los que nuestros antepasados dieron sus vidas. En Shir Hashirim (el Cantar de los Cantares), el Rey Salomón asemejó el amor del Pueblo Judío por Dios con el de un novio por su prometida, y como el de la mujer que hace lo que sea por el bienestar de su marido, para enseñarnos que también nosotros debemos hacer lo que sea por Dios. Cuando la esposa dice a su marido que está un poquito gordo y que haga dieta, si el marido la ama seguramente lo hará. Si el marido insinúa a su esposa que está un poquito pasada de peso con amor, la mujer estará dispuesta a adelgazar por él. Cuando la mujer despierta a su marido a las cuatro de la mañana porque necesita hablar con él de algo muy importante, si el marido la ama la perdonará y la escuchará. También nosotros, si Dios nos pide que no comamos ciertos productos, verdaderamente demostraremos que lo amamos al no in394

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DEVARIM gerirlos. Si en verdad amamos a Dios, despertar temprano en las mañanas para ir a rezar es mucho más fácil. Que sea la voluntad de Dios que coloquemos el amor que le tenemos siempre por encima de todas las cosas, para que pronto se revele a nuestros ojos y los de los demás pueblos el amor que siente Él por su Pueblo Escogido y bendito. Amén.

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Parashat VAETJANÁN REZANDO JUNTOS

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oshé pide a Dios que lo deje entrar a Israel, pero su solicitud no fue aceptada. Nuestros Sabios dicen que si en ese momento todo el Am Israel hubiera pedido a Dios que Moshé entrara a Israel, él los hubiera escuchado. Moshé Rabenu lo sabía, pero no quiso pedir explícitamente al pueblo que rezara por él, para que sus rezos no fueran por compromiso sino de todo corazón. Es por eso que Moshé les insinuó varias veces que rezaran por él, con la esperanza de que entendieran, pero no fue así. La primera vez que Moshé lo insinuó al pueblo fue cuando les dijo: “Dios me ordenó que nombre a Yehoshúa como líder”. Pensó que de esta manera el pueblo reclamaría a Dios y le pediría anular el decreto. Pero el pueblo dijo: “¡Qué lástima! ¡La cara de Moshé es como el sol y la de Yehoshúa es como la Luna!”. Es decir, “Moshé es mejor que Yehoshúa en algunos aspectos. Pero no importa. ¿Qué podemos hacer?”. Y debido a ello no rezaron por Moshé. Después Moshé pensó: “Quizá ellos entendieron que Yehoshúa sería el próximo líder, pero que yo voy a entrar a Israel con ellos”. Por eso se los insinúa por segunda vez: Ki Anojí Met Baartez Hazot Eineni Ober Et Hayardén, “Moriré en esta tierra; no pasaré el río Jordán” (Devarim 4:22), con la esperanza de que rezaran por él para que se anulara el decreto divino. Pero los Bené Israel dijeron: Baruj Dayán aemmett, “Bendito el Juez de la Verdad”, para consolarlo. Al final de nuestra Parashá, Moshé vuelve a insinuarles por tercera y última vez: Ki Yebiajá Hashem, “Cuando Dios te traiga…” (Devarim 396

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DEVARIM 7:1), y les habla de todas las batallas que tendrán que afrontar cuando Dios los lleve a la Tierra de Israel, con la intención de que sintieran miedo y que eso los hiciera pedir a Dios que anulara el decreto a fin de que Moshé solicitara milagros para ellos en esas guerras. Pero el pueblo reaccionó de otra forma y decidió que los milagros los haría Dios por medio de Yehoshúa. El Midrash asemeja todo esto a una reina de la que el rey quería divorciarse para tomar a otra mujer. Fue la reina a decir a sus hijos que su padre, el rey, había decidido divorciarse de ella, esperando que ellos fueran llorando a hablar con el rey y que le pidieran que recapacitara. Pero los hijos sólo le dijeron: “¿Qué podemos hacer?”. Al día siguiente la reina otra vez fue con sus hijos y les dijo que tal vez no habían entendido que el rey no sólo se divorciaba de ella, sino que también la expulsaba del palacio, esperando que eso los motivara. Pero sus hijos le dijeron que no se preocupara, que de vez en cuando le escribirían cartas. La tercera vez, la reina les dijo: “¿Quién se ocupará de ustedes? La próxima esposa de su padre, el rey, será muy cruel con ustedes”. De tal manera, pensó, irían corriendo a ver al rey para pedirle que no se divorciara de la reina. Pero los hijos le dijeron que no se preocupara, que ellos sabían cuidarse, con la ayuda de Dios. ¡Eso mismo pasó a Moshé Rabenu: insinuó, insinuó y nadie entendió! La pregunta que todos nos hacemos en este punto es: ¿acaso los Bené Israel eran ingenuos? Seguramente amaban a Moshé; también lo necesitaban en las guerras para que solicitara milagros. Entonces, ¿por qué no rezaron a su favor? Explican los comentaristas que el Am Israel se equivocó en una sola cosa: no conocía la fuerza de la tefilá colectiva. Después de cuarenta 397

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DEVARIM años, se habían acostumbrado a que por cualquier problema recurrían a Moshé para que les ayudara y resolviera sus inconvenientes. No sabían que sólo el rezo soluciona los problemas, porque la tefilá hecha en grupo es muy poderosa. En consecuencia, pensaron que si Moshé no había logrado cambiar el decreto con sus tefilot, ¿qué podían hacer ellos? No sabían calcular la fuerza de los rezos, que son capaces de anular cualquier decreto negativo. En el Midrash Rabá está escrito que los rezos de un grupo, una congregación, no son ignorados. Una congregación tiene más fuerza que un solo hombre. El problema estuvo en que Moshé dijo: Vaetjanán, “y supliqué”. Únicamente él pidió por sí mismo, nadie más. Si en vez de estar escrito en singular hubiera estado escrito en plural, Vaitjanenu, “y suplicaron”, el rezo habría sido aceptado. Cada vez que alguien está enfermo (Dios nos guarde) o cuando la comunidad enfrenta problemas críticos, organizamos un rezo colectivo para que la situación mejore y que Dios nos mande salud completa. El rezo en una congregación, en una sinagoga, es recibido porque, además de hacerse en público, se hace en un lugar sagrado. Rezar solo no es lo mismo que hacerlo acompañado; no es lo mismo rezar en la casa que en la sinagoga. Lo mejor que podemos hacer es rezar en la sinagoga, con un grupo de diez hombres (minián), como mínimo. Debemos hacer lo posible por rezar siempre en las mañanas, tardes y noches en la sinagoga. Najmánides escribe en una de sus cartas que el esfuerzo que se realiza para concentrarse en la tefilá, en el significado de las palabras, en los nombres de Dios, es muy grande. En muchos libros se explica cómo podemos rezar adecuadamente y muchos son los consejos. Hay uno mediante el cual, aun cuando no nos concentremos de manera adecuada en las palabras o en su significado, podemos lograr que nuestras peticiones sean escuchadas en los cielos: rezar siempre acompañado de un minián, es decir, diez hombres. La cor398

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DEVARIM te de los cielos no es tan meticulosa con las peticiones cuando son hechas en grupo. Que sea la voluntad de Dios fortalecernos y esforzarnos por rezar siempre en una congregación, en especial por los que así lo necesitan, y que por su bondad sean escuchadas nuestras tefilot para que mande mejoría pronta a los enfermos, buena manutención para todos nosotros y muchos años de vida al Am Israel. Amén.

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Parashat EKEV LA UNIÓN DE LOS MUNDOS

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Cuál es el objetivo del Am Israel en el mundo? ¿Acaso vinimos al mundo a comer, trabajar y morir? Seguramente que no. Si vinimos al mundo es porque tenemos una misión y un objetivo por cumplir. Pero, ¿cuál es? Para descubrirlo, tenemos que hacer una pequeña introducción. Todas las creaciones humanas de Dios se dividen en tres grupos: los Patriarcas (Abraham, Itzjak y Yaakov), los judíos y los goyim. Explica Rabí Joel Cohen que el objetivo del goy es administrar el mundo, es decir, cuidarlo y desarrollarlo, y procurar que esté acomodado, ordenado, funcionando y avanzado tecnológicamente. Los Patriarcas estaban en el otro extremo, completamente desconectados del mundo físico y en estrecha unión con el espiritual. Por ejemplo, cuando los Patriarcas cumplían sus mitzvot lo hacían con kavanot (intenciones, pensamientos místicos) necesarias para llegar a los más altos niveles espirituales mediante su pensamiento. Ellos se comunicaban directamente con Dios, pues estaban más elevados espiritualmente que las demás personas. El Am Israel es el balance entre estos dos niveles y su objetivo es unirlos, es decir, conectar el mundo espiritual con el físico. Esto fue exactamente lo que hicimos en el Monte Sinaí, cuando Dios bajó de las alturas y Moshé, como representante del Am Israel, subió a la cima de la montaña. 400

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DEVARIM Es por eso que en nuestra Parashá está escrito que Dios nos entregó el maná, lo que no lograron conseguir los Patriarcas. Hamajilejá Man Bamidbar Asher Lo Yadeún Aboteja, “El que te alimenta con maná, que tus padres no conocieron” (Devarim 8:15). ¿Por qué nosotros tuvimos ese mérito y no ellos? Porque nosotros hicimos que Dios, la santidad, la Torá, los ángeles, descendieran de los cielos al mundo para unir lo espiritual con lo material. Así ocurre con todas las mitzvot; buscamos objetos materiales y los convertimos en espirituales, en mitzvá. Por ejemplo, hacemos un Séfer Torá, un tefilín, con pieles de vacas y les ponemos letras de santidad. Si tomamos un simple pergamino, ¿acaso tiene santidad? Seguro que no. Si escribimos algunas letras de la Torá en un papel común, ¿lo consideraremos como un Séfer Torá? Seguro que no, porque solamente la unión de la piel de vaca con las letras de Dios hace que se forme un Séfer Torá, tefilín o mezuzá. Por otro lado, ¿qué es un sacrificio? Es la ofrenda ritual de un animal. Es decir, convertimos a un animal en algo con santidad. Tomamos seres y objetos de los cuatro reinos del mundo y hacemos que sean usados como mitzvá. Por ejemplo, con el reino vegetal hacemos que se digan bendiciones antes y después de su consumo. No ingerimos nada que no sea santificado por medio de una bendición previa. Tal como lo dice nuestra Parashá: Veajalta Vesabata Uberajta, “Y comiste, te saciaste y bendijiste” (Devarim 8:10). Cuando unimos a Dios con la comida, que es algo material, logramos nuestro objetivo. Desde el principio de la creación así ha ocurrido. En el primer día, Dios creó la base de los cielos y de la tierra. En el segundo creó Dios en las alturas a los siete cielos, los ángeles, etc. En el tercero creó Dios en la tierra a la vegetación, los árboles, etc. Así, en el cuarto día creó, en las alturas, al sol, la luna, las estrellas, etc. En el quinto día creó, en la tierra, a los animales, a los peces, a las aves. 401

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DEVARIM Cuando llegó el sexto día, Dios se dijo a sí Mismo que había trabajado de manera equitativa. Es decir, había intercalado perfectamente las creaciones en las alturas con las de la tierra. Para no causar un desbalance en la creación, el sexto día pensó en crear algo que fuera capaz de unir esos dos mundos. Por eso, dijo Dios: “Haremos un hombre”, en plural, ya que Dios estaba diciendo a los dos mundos que harían un hombre con un cuerpo, algo físico, y con un alma, algo espiritual, que los uniría. Es por eso que Adam recibió ese nombre, que proviene de adamá (“tierra”) y de Adame Leelion (“me comparo a los celestiales”). A lo largo de la existencia del mundo también ha sido así. El Am Israel siempre está uniendo lo material con lo espiritual, como lo explicamos con el ejemplo de los alimentos, que bendecimos antes y después de ingerirlos. También encontramos esta unión de los dos mundos en las relaciones maritales; a pesar de ser esto algo físico, nosotros lo convertimos en mitzvá, un acto espiritual. En nuestros negocios incluimos lo espiritual para dirigirlos con moralidad y rectitud. Y así sucesivamente, todos los casos cotidianos los impregnamos de santidad. Al final de los días también así será. ¿Qué es la redención? Básicamente, es la unión de lo espiritual con lo material. Este es el secreto del Tercer Templo. Todos se preguntan: ¿bajará de los cielos o lo construiremos nosotros mismos en la tierra? La respuesta es que ambas opciones son verdaderas, ya que así como Jerusalem existe en la Tierra también hay en las alturas una Jerusalem espiritual. Entonces, al igual que habrá un Templo en la Tierra hay un Templo espiritual en los cielos. Como dijo el Rey David: Jerusalem Habenuyá Keir Shejuberá La Yajdav, “Jerusalem construida, como la ciudad unida, juntamente”. (Tehilim 122:3). Es decir, nuestra Jerusalem está construida debajo de la Jerusalem de los cielos, y está unida a ella. En el futuro próximo nosotros vamos a construir el Tercer Tem402

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DEVARIM plo y ocurrirá algo que no ocurrió con el primero ni con el segundo: se unirán las dos Jerusalem, la espiritual con la física, para cumplir así el objetivo de la redención, la unión de los mundos. El Mashíaj está compuesto de un alma especial y un cuerpo. Esto significa que es una persona viviente como cualquier otra, pero con un alma especial que no se encuentra en él sino en el mundo espiritual. En todas las generaciones nace alguien con el potencial de ser el ungido de Dios. Solamente depende de nosotros que esa alma baje a ese cuerpo y se unan así ambos mundos. Por eso está escrito: Bayom Hahu Yihyé Hashem Ejad Ushemó Ejad, “Y en ese día Dios será uno y su nombre uno”, lo cual significa que todo será visto como uno, ya que no habrá divisiones entre lo material y lo espiritual. Que sea la voluntad de Dios que podamos lograr ese objetivo, que ambos mundos se unan, y que sea pronto en nuestros días. Amén.

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Parashat EKEV

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HONRADOS POR DIOS

obre esta Parashá, Rashí empieza explicando la importancia de las mitzvot sencillas y cómo su cumplimiento debe ser igual de estricto que las más difíciles e importantes. Aparentemente, esta clasificación de las mitzvot no se entiende, ya que nadie sabe cuál es más sencilla y cuál es más importante. Por eso en el Pirké Avot está escrito que debemos cumplir todas las mitzvot, tanto las sencillas como las importantes, ya que no sabemos qué recompensa hay atrás de ellas. ¿Cuál es la prueba de que las mitzvot no pueden jerarquizarse? En toda la Torá no hay nada escrito acerca de las recompensas de cada mitzvá, excepto de dos: la de alejar a la madre para tomar a sus polluelos y la de honrar a los padres. Ambas tienen la misma recompensa: vida larga. Alejar a la madre de los polluelos para tomar a éstos es una mitzvá muy fácil de cumplir; sin embargo, honrar a los padres es muy difícil, porque ello encierra mucho contenido y detalles. La primera se cumple en un instante y la segunda durante toda la vida. Una es entendible y la otra no. Entonces, ¿cómo es posible que tengan el mismo pago? Precisamente por eso Dios quiso enseñarnos que no podemos clasificar a las mitzvot según los datos que tenemos y que necesitamos otros para saber cuál es una mitzvá sencilla y cuál es importante, y que, puesto que carecemos de esa información, debemos considerarlas todas de gran importancia. 404

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DEVARIM Con base en esto, preguntamos a Rashí: ¿cómo es posible que él catalogue a las mitzvot como “las difíciles y las sencillas”? La respuesta es que Rashí quiso decirnos que, dentro de las mitzvot, hay detalles mínimos que debemos cumplir sin omitirlos. Es decir, las mitzvot no son más o menos importantes; eso nadie lo sabe. Pero el consejo de Rashí es que sepamos respetar y valorar los detalles pequeños para cumplir a plenitud las mitzvot. Por ejemplo, en la mitzvá de tefilín hay muchos detalles, leyes que detallan con exactitud todos los requisitos necesarios para ponérselos. Por ejemplo, sobre todas estas leyes, aunque nos parezcan innecesarias o sin importancia, nuestros Sabios nos advierten que nuestra observancia debe ser más respetuosa y sin despreciarlas. Tal sucede con los tzitzit; no basta con que tengamos una tela con cuatro esquinas, sino que debemos saber cómo hacer los nudos, qué material emplear, etc. En la mitzvá de tefilá (rezar) vemos que no se trata sólo ir a la sinagoga para hacerlo, sino que hay leyes sobre el cómo, el porqué, el cuándo, el qué, etc. Todos esos detalles son importantísimos, constituyen la esencia de rezar. Podemos concluir que Rashí vino a enseñarnos que cada gran mitzvá está acompañada de muchas mitzvot pequeñas. Hay quienes cumplen las mitzvot de forma general: comen kasher, escuchan el shofar, rezan; pero hay quienes cumplen las mitzvot con todos los detalles que las rodean. Por ejemplo, dos hombres asisten como invitados a una circuncisión. Una vez que el rabino impuso el nombre al niño, van a la comida. Uno de ellos se lava las manos, dice berajá, come su pan, dice unas palabras de Torá en la mesa, separa el pescado de la carne, hace Mayim Ajaronim, dice Birkat Hamazón y se va. El otro llega, come galletas y buñuelos, cuenta unos chistes, habla de la política del país y se va. Al salir, un tercero los encuentra y les pregunta 405

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DEVARIM cómo les fue, y ambos responden que muy bien, pues cumplieron una gran mitzvá como es la de asistir a una milá. ¿Ambos merecen la misma recompensa por esa comida de mitzvá (Seudá Mitzvá)? Los dos mismos hombres van a rezar por la mañana. Uno reza con cuidado pronunciando todo perfectamente, sin hablar, sin interrumpir. El otro reza sin concentración en lo que está diciendo, se salta párrafos y palabras del rezo, habla con el de junto, etc. Al terminar, ambos dirán que rezaron, pero la diferencia es que uno lo hizo cuidando todos los detalles que rodean esa mitzvá y el otro los ignoró. Por eso en nuestra Parashá está escrito: Vehayá Ekev Tishmeún, Vaasitem, Ushamartem, “Y, por consiguiente, si escucharen estos preceptos, los cumplirán y los guardarán” (Devarim 7:12), en plural. Después continúa: …Venatán Lejá, Veahabejá Uberajejá, “Y te dará, te amará y te bendecirá…” (Devarim 7:13), en singular. ¿A qué se debe ese cambio en la redacción? Explican nuestros Sabios que en el momento de hacer mitzvot todas las personas están juntas, bajo la misma obligación, pero en el momento del pago, de la recompensa por ellas, cada judío la recibe por separado. Es por eso que el precepto está escrito en plural y la recompensa en singular. A cada uno llega su pago en función del empeño invertido, de lo que se esforzó en cumplir una mitzvá. Mientras más procuremos cumplir las mitzvot con todos sus detalles, lo mejor posible, estaremos valorándolas y, por ende, causaremos que aumentes en cantidad y fuerza los aplausos que merecemos. Por ejemplo, dos obreros de la construcción intentan pasar de la azotea de un edifico, a veinte pisos de alto, a la del que está enfrente, a cinco metros de distancia. La diferencia es que uno lo hará sobre una tabla de cincuenta centímetros de ancho y el otro sobre un cable de un centímetro de ancho. ¿Quién merece más aplausos? Uno cruzó casi corriendo desde un extremo al otro, sin concentrar406

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DEVARIM se. Pero el otro sudó, se concentró, se esforzó por no caer, corrió un gran peligro, y también lo logró. Seguramente el segundo es quien merece más aplausos, ya que su esfuerzo fue mayor que el del primero. Así también ocurre con todas las mitzvot. Algunos cumplen las mitzvot muy a la ligera, sin esmerarse, lo que es positivo, ya que por lo menos las hacen. Pero los aplausos los merecen quienes se concentran en cada mitzvá, que se esmeran en hacerlas bien, de principio a fin, en todos sus detalles. Es una lástima que no pensemos que, si ya estamos realizando la mitzvá, hagámosla con ganas. De todas formas vamos a hacerla. Entonces, adornémosla con todos esos detalles que exige la ley, para que nos llevemos los aplausos de Dios, además de la recompensa propia de la mitzvá. Yo he encontrado que asemejar las mitzvot a pinturas me permite realizarlas con mayor facilidad. A medida que les añado más detalles, más valiosa será. Si alguien me pide “dibujar una casa”, no es lo mismo dibujar un cuadrado con un triángulo encima que una con chimenea y rodeada por pastos verdes, con un cielo celeste encima de ella, un sol, un árbol con un pajarito, un gato en la entrada de la casa. ¡Por supuesto que hay diferencia! Que sea la voluntad de Dios socorrernos para que nos esforcemos por cumplir las mitzvot perfecta y completamente, para que Él nos aplauda, nos alabe y nos recompense con todo lo bueno. Amén.

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Parashat REE SEAMOS PUROS

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ebemos saber que en la Torá todos los temas están relacionados. Cada Parashá está relacionada con la que la precede. La Torá es como una cadena, en la que cada eslabón está soldado con el anterior, por lo que en toda ley de la Torá hay un nexo con la próxima. Como dijo el Rey David: Semujim Laad Leolam, “Unidas por siempre, eternamente” (Tehilim 111:8). En nuestra Parashá se explican las leyes de la tzedaká, una mitzvá muy especial y muy preciada. Antes de ésta, están escritas las leyes concernientes a la pureza e impureza de los animales, y se especifica cuáles pueden consumirse y cuáles no. Pero la relación entre ambas leyes es sorprendente. ¿Cuál es la diferencia entre los animales puros y los impuros? Los segundos generalmente viven a expensas de los demás, pues los matan para subsistir; es decir, viven sólo porque quitan la vida a otros y por eso que la Torá los prohibió. Además, cuando esos animales están devorando a su presa, pelean con sus semejantes porque piensan que quieren robarles su porción de comida. Son muy crueles. En cambio, los animales puros, kasher, no poseen ninguna de esas características. Estos son dos conceptos muy importantes para nosotros, y debemos aplicarlos antes de dar tzedaká. Son también el motivo por el cual estas dos leyes, tzedaká y animales kasher, están unidas en la cronología de la Torá. Primero, porque nosotros no podemos vivir 408

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DEVARIM a costa de los demás en nuestros negocios. Es decir, no podemos robar ni destruir el negocio de otros para enriquecernos nosotros. No podemos mentir a las personas para llevar unos cuantos billetes a nuestros bolsillos. Segundo, porque cada uno tenemos una manutención predestinada, por lo que no necesitamos vivir a costa de otros. En lugar de hundir al prójimo, deberíamos ayudarlo para que también prospere. La ley de la naturaleza, que dice que sólo el más fuerte sobrevive, en este caso no funciona. En la tzedaká, la Torá impuso que el más fuerte (el hombre rico) debe ayudar al más débil (al pobre). No podemos ser impuros como los animales salvajes. Otro aspecto que diferencia a estos animales es la forma en que comen. Los impuros, los salvajes, comen peleando con los otros. Sin embargo, los puros comen el pasto de los campos en silencio, sin pelear. Los seres humanos tienen un cerebro privilegiado para entender que nadie debe tocar lo que pertenece al otro, que nadie puede sustraer ningún bien de los demás, si Dios consideró que no lo merece. En vez de cuidar nuestros bolsillos, debemos dar al otro para que también disfrute de la vida, sea mediante una caridad o un empleo, para que crezca junto con nosotros. No es lógico que peleemos por comida; no podemos ser salvajes. La mejor forma de actuar es invitando huéspedes a casa para que coman de nuestra mesa. Mucho menos podemos ser crueles. Si vemos que un pobre está hambriento, no podemos cerrar los ojos y dejarlo con hambre. Por el contrario, debemos ser piadosos con él, entender su sufrimiento para brindarle nuestra ayuda y satisfacer sus necesidades. De aquí provienen las dos señales de kashrut en los animales: pezuña partida y rumiante. Mafris parsá significa “pezuña partida”, pero tiene otro significado, que es lifros prusá, “rebanar una porción”. Maalé guerá, “rumiante”, se entiende también como “ofrecer mo409

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DEVARIM nedas” (guerá es el nombre de una moneda; 20 guerim equivalen a un shekel). Con base en esto, concluimos que la Torá insinuó que el hombre kasher es el que ofrece alimento y manutención al pobre. La unión que encontramos entre estas dos leyes en la Torá nos da a entender también la forma en que la tzedaká debe ser dada a un pobre. La primera señal de pureza de un animal se encuentra en la boca, “rumiante”, y la segunda señal se halla en las manos, “pezuña partida”. Cuando alguien posee ambas cualidades de pureza se considera kasher. En la tzedaká, la boca y las manos deben estar unidas, como lo explica el Ben Ish Jai. ¿Qué diferencia al donativo y a la promesa? Donativo es algo que se da al instante, sin demora, pero la promesa toma su tiempo en hacerse efectiva. Digamos que un hombre que se encontraba en la sinagoga un sábado, o en Yom Kipur, prometió donar cierta cantidad de dinero, pero pasan tres semanas el tesorero se ve obligado a recordarle que tiene una deuda pendiente. Sin embargo, donativo es el dinero que alguien entrega por propia mano a la sinagoga. A veces, la boca y las manos no están en sintonía; prometemos cierta suma a una institución y cuando llega el momento de cumplir nos cuesta mucho esfuerzo. La boca se distanció de las manos. Por eso dice el Ben Ish Jai que no es bueno prometer, sino donar inmediatamente, para que así la boca y la mano actúen simultáneamente. En el momento de dar dinero a un pobre hay que hacerlo sonriendo. Si le damos dinero, pero con cara de agonía y sufrimiento, perdemos el mérito de la mitzvá. Por el contrario, si lo abrazamos, le sonreímos y lo besamos, pero no le damos dinero, morirá de hambre. Debemos darle con nuestra boca una sonrisa y, con nuestras manos, dinero. 410

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DEVARIM En el libro Ituré Torá se habla de dos judíos pobres que llegaron a una gran ciudad. El tesorero de la comunidad judía de esa localidad se encargó de hospedarlos con dos familias para pasar el Shabat. El anfitrión de la primera casa no comía mucho y lo único que hacia era ofrecer mucha comida a su huésped, pero éste, ante la vergüenza que sentía al ver que el anfitrión no comía, tampoco lo hacía. Sin embargo, el otro anfitrión comía demasiado, tanto que ni siquiera ofrecía comida a su huésped, y éste, por vergüenza de servirse solo, no comía. Así ocurrió el viernes en la noche y el sábado al mediodía, pero cuando llegó el momento de Seudá Shlishit (“merienda”) en la sinagoga del rabino Meir, principal de esa ciudad, comieron hasta saciarse. El rabino se fijó en la forma de comer de estos dos hombres y entendió lo que había ocurrido. Se levantó y dio un shiur acerca de los animales puros y sus señales, e insinuó que igual que un animal precisa ser rumiante y de pezuña partida para convertirse en kasher, se necesita la boca para comer y las manos para servir a los huéspedes para ser un anfitrión kasher. Agregó que si se come solamente y no usamos nuestras manos para servir, o si servimos todo el tiempo, pero no comemos, no hicimos bien; que hay que tener las dos señales de kashrut, comer y servir al pobre, para que éste se sienta a gusto y cumplamos la mitzvá de una manera kasher. Que sea la voluntad de Dios ayudarnos siempre a cumplir con la mitzvá de tzedaká para ayudar al prójimo, y que así se cumpla lo que está escrito en la Torá: “Si dais vida al otro, entonces Yo os daré vida a vosotros también. Si mantenéis a vuestro amigo con un sueldo, entonces Yo os mandaré vuestro sueldo también. Si se lo dais con abundancia, con alegría, de buena manera, así Yo os lo daré a vosotros”. Amén.

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Parashat REE ¿POR QUÉ LA TORÁ PIENSA DIFERENTE DE NOSOTROS?

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ierto dicho popular afirma: si quieres saber la opinión de la Torá, pregúntale a la gente qué opina; entonces sabrás que lo que opina la Torá es exactamente lo contrario. El motivo de esta aparente contradicción no es que la Torá esté equivocada, sino que nosotros a veces vemos las cosas al revés. Los médicos explican que la imagen que capta el ojo humano está invertida y que después de llegar al nervio óptico pasa al cerebro, donde la imagen se endereza. Así también ocurre con la visión instintiva del hombre; primero se piensa todo al revés y solamente con la sabiduría divina es posible “enderezar” esos pensamientos. En nuestra Parashá encontramos muchos y muy diversos temas, pero casi todos son un ejemplo de lo anterior. Siempre nos daremos cuenta de que el pensamiento divino está en lo correcto, una vez realizado un análisis profundo y objetivo. El primer ejemplo está en la Torá, en nuestra Parashá específicamente, cuando Dios nos dice: “He aquí que pongo ante vosotros, hoy, a la bendición y a la maldición”. En la Parashá de Nitzabim continúa esto, diciendo: “Observa que he puesto ante ti la vida y lo bueno, la muerte y lo malo, la bendición y la maldición… y escogerás la vida” (Devarim 30:16). Ante esta orden nos preguntamos: ¿por qué Dios nos está ordenando algo tan obvio como lo es escoger la vida? Por supuesto, lo haremos sin que Él nos lo ordene. 412

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DEVARIM Para entender esa orden, primeramente, hay que comprender el significado real de lo que es vida, qué es lo bueno y qué es lo malo. Hay quienes creen que ir los sábados a la playa es algo muy bueno, que ir a fiestas es buena vida, que estar libre de preceptos divinos es una bendición, que el Shabat es una cárcel, que las mitzvot son un fastidio y que estudiar Torá es aburrido porque se pierde el tiempo en tonterías (Dios nos libre). Por otro lado, algunas personas piensan de otra forma, según los patrones de la Torá, de Dios, que ser un judío temeroso de Dios es bueno, que cuidar las mitzvot es una bendición y que estudiar Torá es vida. Por eso escribió la Torá: “…escogerás la vida”, en referencia a lo que Dios considera vida y no lo que otros consideran así, pues lo que otros piensan generalmente está distorsionado y lo que Dios piensa es la verdad. Basta un somero análisis para darnos cuenta de esto. ¿Qué es vivir? ¿Es acaso cumplir con la Torá y sus preceptos, o ir por la vida emborrachándose, consumiendo drogas, pasarse todo el tiempo con las amistades en viajes peligrosos…? No puede ser la segunda opción, ya que provoca la muerte espiritual y a veces llega también a provocar la muerte física, Dios nos libre. ¿A eso llaman vida? Por el contrario, solamente la Torá nos enseña a vivir adecuadamente. El mejor ejemplo son las leyes que expone Maimónides sobre cómo debemos comer, que debemos comer, cuándo debemos comer, cómo debemos bañarnos, cómo hacer deporte. ¡Ésa es calidad de vida! Además, el que cumple con todas esas leyes tiene asegurado que jamás enfermará. Y si adoptamos las máximas que nos transmitieron nuestros Sabios acerca de cómo debemos abandonar el odio, la envidia, el orgullo, y alegrarnos con lo que tenemos, viviremos mucho mejor, aquí y en el mundo eterno. ¡Ésa sí es vida! 413

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DEVARIM El segundo ejemplo también está en nuestra Parashá, específicamente cuando se habla del esclavo hebreo. Desde un punto de vista superficial, muchos se preguntan: “¿Acaso un judío puede ser esclavo? No puede ser, es desconcertante”. Pero la Torá nos enseña que quien roba debe ser vendido como esclavo. Otra vez desde un punto de vista superficial, esto parece lógico, pero al final veremos que la Torá tiene razón. ¿Por qué? En nuestros días, ¿qué castigo merece un ladrón? La cárcel, durante diez, cinco, veinte años, todo depende de lo que haya robado. Digamos que un joven arranca a una mujer su cartera, llena de dinero, y una cadena de oro. Escapa, pero al final es atrapado por la policía. Lo condenan a tres años de cárcel. En ese lugar, ¿de quién se rodea? Seguramente no de gente sana, sino con ladrones, violadores, asesinos. A lo largo de su estadía en la cárcel, este joven es entrenado por esos delincuentes para robar bancos, para escapar de los policías, sobre qué decir al juez… En resumidas cuentas, después de tres años en la cárcel sale graduado de ladrón profesional en la mejor universidad en la materia de toda la ciudad. Desde el día que sale, empieza a “trabajar”. Ni hablar del dinero o de la cadena de oro que robó a aquella mujer; jamás aparecerán. Si la mujer tiene suerte, ese joven que fue encarcelado durante tres años por culpa de ella, no se vengará. Por otro lado, la línea de pensamiento de la Torá es diferente. Cuando el ladrón es atrapado, que robó seguramente porque no tenía qué comer, si no tiene cómo pagar lo robado es enviado directamente a trabajar en la casa de su víctima. Con su trabajo pagará el importe total de lo robado. En ese hogar recibe un trato cálido, a tal grado que la Guemará dice que el quien adquiere un esclavo es como si hubiera adquirido un patrón. El patrón está obligado a darle honores y comida, y si en la casa hay sólo una cama, es el esclavo quien la usa y no el amo. En ese hogar es donde el esclavo aprende a comportarse correctamente, sin dañar a los demás. Después de unos años de trabajo, que jamás exceden de seis, 414

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DEVARIM el patrón está obligado a darle algunos de sus bienes, un poco de ganado, cosechas de uvas y de granos, para que emprenda su vida de nuevo con bienestar y nunca vuelva a robar. Entonces, ¿quién tiene razón, la Torá o la justicia moderna; nuestra forma de pensar o la de Dios? El tercer ejemplo se halla también en nuestra Parashá. La Torá habla de las bondades del hombre para el hombre, de la caridad. Pero, ¿qué piensan las personas al respecto? Muchas piensan que si dan el diezmo van a empobrecerse. Si finalmente lo dan, creen que el pobre debe agradecerles toda la vida. Pero, ¿qué piensa la Torá de esto? Que si al final dimos, ganamos; que cuando damos dinero a un pobre, debemos agradecerle por recibirlo de nosotros. ¿Por qué la Torá piensa así? Porque el dinero que posee la persona no le llegó por sus propios méritos, sino que Dios se lo dio. Como dice el versículo de Proverbios: “El rico y el pobre se encontraron; Dios es quien los hizo así”. Los comentaristas explicaron que todo el mundo piensa que los ricos lo son porque son personas sabias, saben cómo hacer negocios, etc. Y que los pobres lo son porque son menos capaces por no haber estudiado. Pero muchas veces encontramos que el pobre es más sabio que el rico, quien a veces no sabe siquiera diferenciar entre la izquierda y la derecha. Es entonces cuando entendemos que todo depende de Dios, Él es Quien lo hizo. La riqueza no viene por la sabiduría ni la pobreza por la ignorancia; estas son designios divinos. Es por esto que Dios nos ordenó dar diez por ciento de nuestro capital a los pobres. Si lo damos, entonces Él nos bendecirá, como dice nuestra Parashá (Devarim 15:10). ¿Por qué? ¿Sólo por eso Dios nos bendecirá? ¡Claro que sí, porque observa que estamos ayudando a los demás, y por eso multiplicará nuestras ganancias! 415

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DEVARIM Entonces, ¿por qué no podemos ver que no estamos perdiendo, sino que estamos ganando? ¿Quién tiene que agradecer a quién? ¿Qué dimos al pobre? Dinero o comida. Pero, ¿qué recibimos de Dios a cambio de eso? Bendiciones, protección contra la muerte, que equivalen a vida, incluso en el Mundo Venidero. Si dimos cien pesos recibiremos cosas que ni siquiera con un millón podríamos comprar. ¿Quién recibió más de quién? ¿Quién debe agradecer a quién? Naomí preguntó a su nuera Ruth: “¿Quién es ese buen hombre que te permitió agarrar espigas de su campo?”. Ruth le respondió: “El hombre a quien le hice el favor de recolectar de su cosecha y no de otra se llama Boaz”. Esa respuesta no fue descaro, sino la realidad, porque el rico siempre recibe más de lo que da. Entonces, ¿quién tiene razón, la Torá o nosotros? Desde un punto de vista superficial, siempre las palabras de Dios son ilógicas. Pero podemos equiparar esto con los hijos, que piensan que sus padres siempre se equivocan y solamente cuando crecen se dan cuenta de cuánta razón tenían sus padres. Que sea la voluntad de Dios abrir nuestro entendimiento para captar sus enseñanzas sabias y verdaderas, y su visión correcta de las cosas, para que así podamos siempre escoger el camino de la vida y del bien. Amén.

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Parashat SHOFTIM LA CIUDAD PERFECTA

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n esta Parashá aparece la obligación de nombrar jueces y policías en todas nuestras ciudades y portones. Muy conocida es la explicación del Alshij Hakadosh de que esta frase viene también a enseñarnos la importancia de colocar policías y jueces en nuestra pequeña ciudad, llamada “el cuerpo”, que está compuesta de varios portones, como el ojo, los oídos, etcétera.

Antes que todo, debemos poner en esta ciudad un juez, que llamamos cerebro, y muchos vigilantes en todos nuestros portones, como los parpados de los ojos, el lóbulo de la oreja, los labios y los dientes de la boca, etc. Estos “policías” deben ser fieles a las sentencias del juez; en el momento que él decida prohibir la entrada a la ciudad hay que cerrar los portones. Si decide que algo no puede escucharse hay que cerrar inmediatamente el oído. Si decide que algo no puede verse, inmediatamente hay que bajar las persianas (los parpados). Así también respecto a cerrar los portones de la boca. Debido a que la boca está compuesta de dos caminos, uno para entrar y otro para salir, Dios tuvo que colocar dos vigilantes, uno que cuide los alimentos que entran a ella (los dientes) y otro que cuide las palabras que salen de ella (los labios). El juez es el más importante de todo este sistema de vigilancia, ya que sin él los policías no saben qué hacer. En nuestra Parashá están escritas varias leyes relacionadas con los jueces. Aquí las compararemos con las leyes de nuestro cerebro, nuestro juez. 1. El juez tiene prohibido aceptar sobornos. 417

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DEVARIM 2. En caso de que el juez no supiera cómo sentenciar, debía ir a Jerusalem (donde estaban los grandes sabios de la Torá) para asesorarse. 3. Aunque no entendiera los motivos de la sentencia dada por los sabios de Jerusalem, así debía sentenciar él. Nuestro juez, el cerebro, primero debe conocer todas las leyes de la Torá, porque si no, ¿cómo va a juzgar? ¿Dónde aprenderá lo que es bueno o malo, lo permitido y lo prohibido? Igualmente, tiene que saber cuidarse muy bien, porque el Yetzer Hará (instinto de mal) sabe cómo sobornar: paga en efectivo; si lo escuchamos nos garantiza el disfrute inmediato; provoca que el cerebro no funcione bien y que las decisiones no se apeguen a la ley. Si, por ejemplo, alguien nos cuenta cosas malas de los demás, el cerebro sabe que está prohibido escuchar esas palabras, pero el Yetzer Hará lo soborna diciéndole que está obligado a conocer esta información, que todo el mundo ya lo sabe y sólo faltamos nosotros, etc. De tal forma, el cerebro permite a los oídos escuchar y es entonces cuando se comete el pecado. Eso también ocurre con la boca; el Yetzer Hará convence al cerebro de que cierta comida es deliciosa, aun cuando no es kasher. Y así sucede también con los ojos y con el resto de los órganos de los sentidos y los miembros del cuerpo. Por eso la Torá le dijo al juez, al cerebro, que no se deje sobornar bajo ningún concepto. Pero hay cosas que nuestro cerebro desconoce y el Yetzer Hará nos hace preguntas que no sabemos responder: “¿Esto es permitido o está prohibido? ¿Es kasher o no? ¿Esto se considera hablar mal del prójimo o no?”. Debido a ello, la Torá nos dice que cuando no sepamos qué hacer preguntemos a los sabios, para que ellos nos guíen y nos ayuden a pensar correctamente; y en caso de que no los encontremos, debemos consultar los libros para saber qué decidir. 418

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DEVARIM Si estos sabios llegasen a determinar algo que nosotros no comprendemos, es nuestro deber obedecerlos, ya que su sabiduría y visión son mayores que las nuestras. Una vez que cumplamos su decisión podremos profundizar y entender que lo que nos encomendaron es sólo para nuestro bien. Cuando el cerebro hay asimilado estos tres conceptos perfectamente, entonces podrá ser un buen juez en nuestra ciudad, nuestro cuerpo. Pero, ¿por qué hemos de anular mis ideas por las decisiones de los sabios, si tal vez nosotros estamos en lo correcto y ellos no? Para responder esto debemos conocer un concepto llamado “vértigo espiritual”. Los pilotos de aviones sufren a veces de vértigo y, en medio del vuelo, pierden tanto el rumbo que ni siquiera saben dónde es arriba y dónde es abajo. Son capaces de estrellarse contra el suelo pensando que están subiendo más y más alto, Dios nos libre. El piloto que recibe un ataque de vértigo debe inmediatamente comunicarse con la torre de control más cercana para que le ayuden a dirigir el avión. El piloto tiene que estar dispuesto a seguir las instrucciones, aunque le digan que baje y a él le parezca que está ascendiendo. Debe escuchar a los expertos porque él es quien está enfermo y no ellos. Así, muchas personas sufren de “vértigo espiritual” y piensan que están haciendo lo correcto, que así es como uno debe comportarse, que así es como debe cumplirse la voluntad de Dios. Pero ellos se equivocan y, como los pilotos, se estrellan. Por ejemplo, un joven sale con una goyá y ésta le dice que se convertirá, cumplirá y hará todo lo que se le exija. Él piensa que está dando un gran paso, y no sólo eso, sino que es una mitzvá grande lo que está haciendo; cree estar alumbrando a los goyim, que los está 419

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DEVARIM convirtiendo al Judaísmo. Pero él no siente que está estrellándose poco a poco, está arruinando su propia vida y la de su descendencia. Ciertamente, hay mujeres que verdaderamente se convirtieron y cumplieron toda la Torá a cabalidad, pero esto ocurre con una de mil, y este joven ingenuo cree que su novia es esa mujer tan especial. ¿Qué debe hacer este joven, cuyo cerebro está dormido, sobornado, en huelga? Debe subir a Jerusalem, debe preguntar a los verdaderos rabinos el consejo de la Torá, y no pagar a algún seudorrabino para que convierta a su novia, pues lo que quiere éste es dinero y nada más. Debe escuchar a “la torre de control” para que logre aterrizar sano y salvo. Cuando alguien sufre un grave accidente y su cerebro queda lesionado, puede experimentar el “estado vegetal”, Dios no lo quiera. Cuando alguien tiene problemas espirituales en su cerebro, entonces está en “estado vegetal” espiritualmente. Sus “policías” no saben qué hacer, los enemigos entran con facilidad y lo conquistan. Es entonces cuando se necesita guerrear muy duro para sacarlos. Así, pues, debemos ser inteligentes y cuidar nuestro cerebro. Y la mejor manera de hacerlo es llenarlo de información, de conocimientos de las leyes de la Torá. Luego, debemos nombrar a unos buenos policías que vigilen bien los portones de nuestra ciudad. Hay que estar alertas para que ningún extraño entre. Cuando no sepamos qué hacer, debemos consultar con los representantes de la Torá. Si nos dicen algo que consideremos ilógico, debemos saber que nosotros somos los equivocados y no ellos; nosotros sufrimos vértigo y ellos son la torre de control. Que sea la voluntad de Dios socorrernos para conservar una ciudad limpia y adecuada, con un juez sabio y buenos policías. Amén.

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EL NÚMERO TRES

n nuestra Parashá se habla de las ciudades de refugio que estaban ubicadas en Eretz Israel. La Torá, en lugar de decir que construyéramos tres ciudades de refugio, dijo que dividiéramos el territorio en tres partes y que en cada una de ellas colocáramos una. Mucho en la Torá y en nuestra vida está separado en tres partes. El Am Israel está dividido en tres grupos: Cohanim, Levitas e Israel. El Tanaj está dividido en tres: Torá, Nebiim (Profetas) y Ketubim (Escritos). El mundo está dividido en tres partes: ciudades, desiertos y mares. ¿A qué se debe esto? El Ben Ish Jai explica que esto nos enseña que debemos dividir nuestro día en tres partes iguales; es decir, ocho horas para dormir, ocho para trabajar y hacer diligencias, y ocho de santidad, bien sea rezando, estudiando Torá o haciendo mitzvot. También, que en la Torá hay tres versículos que empiezan con la palabra Az, cuyo significado es “entonces” y su valor numérico es igual a ocho. Cada uno de estos versículos insinúa lo que debe hacerse con cada grupo de ocho horas: uno habla de dormir, otro de trabajar y el otro de Torá. Az Tishán, “Entonces dormirás”; Az Tzaliaj, “Entonces triunfarás” (trabajo), Az Taskil, “Entonces estudiarás” (Torá). De igual manera, en la concepción de un niño hay tres socios: el padre, la madre y Dios. Dios se encarga de insuflar el alma, el padre se encarga de trasmitir la composición los huesos, y la madre, la carne. Cada uno de estos socios se relaciona con un grupo diferente de ocho horas. Dios se identifica con las ocho horas de estudio, el padre con las ocho horas de trabajo y la madre, el ama de casa, se identifica con las ocho horas que se invierten en el hogar. 421

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DEVARIM La verdad es que ninguno de nosotros está acostumbrado a vivir de manera tan ordenada. Comemos cuando nos da hambre, dormimos cuando estamos cansados sin importarnos las horas de sueño, estudiamos cuando tenemos oportunidad, y nadie mide el tiempo que dedica a cada cosa. Es una lástima que seamos así, pues si fuéramos ordenados aprovecharíamos mejor el tiempo y la vida, triunfaríamos más. Es por eso que está escrito: Vehajut Hameshulash Lo Bimhera Yinatek, “Y la cuerda de tres cabos no con prontitud se romperá”. Además, descendemos de nuestros tres Patriarcas: Abraham, Itzjak y Yaakov, quienes nos aportan también fuerzas para cada uno de esos grupos de ocho horas. Abraham fue reconocido como el gran anfitrión, quien daba de comer, beber y dormir a sus invitados; él nos ayuda a que durmamos y nos alimentemos adecuadamente a fin de que estemos siempre listos para servir a Dios, tal como él lo hacía con sus huéspedes, que salían de su casa creyendo y agradeciendo a Dios. Itzjak fue catalogado como el agricultor: Vayizrá Itzjak, “Y sembró Itzjak”. En ese año, en el que fue bendecido por Dios, obtuvo cien chivos (Bereshit 26:12). Rashí explica que el campo produjo cien veces más de lo que podía producir; es decir, obtuvo ganancias de cien veces más de lo esperado. Itzjak nos ayuda siempre para que tengamos una buena manutención, que sea abundante y duradera. Yaakov Abinu fue calificado como Yoshev Ohalim, “Se sentaba en las carpas de Torá”; estaba siempre estudiando, conectado con Dios. También fue calificado como Titen Emet Le Yaakov, “Dale la verdad a Yaakov”, la verdad de la Torá. En la casa de Labán, Yaakov dijo: Im Labán Garti, “Con Labán conviví”, refiriéndose a que cumplió las 613 mitzvot de la Torá (ya que el valor numérico 422

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DEVARIM de Garti es 613) en ese periodo. Yaakov es quien nos ayuda en las horas de estudio de Torá, para que sea una Torá verdadera, perfecta y completa. Recibiremos toda esta ayuda únicamente si nos esforzamos en dividir nuestro día adecuadamente, en tres partes iguales, para que cada uno de nuestros Patriarcas asuma su lugar en los diferentes grupos de ocho horas que tenemos a lo largo del día. Ahora podemos entender mejor el Pirké Avot, que dice: “El mundo se sostiene sobre tres pilares, la Torá, el trabajo y los actos de bondad”. Es decir, cada día de la vida debe apoyarse en cada uno de estos pilares: un tercio sobre la Torá, otro tercio sobre el trabajo y el último sobre la comida, la bebida y el sueño, que son los actos de bondad que hacemos para con nosotros mismos. Muchas veces no nos damos cuenta, pero esto lo decimos todos los días en el rezo. Más específicamente, en el Shemá. Primero está escrito: Veahabta Et Hashem Elokeja…, “Y amarás al Eterno tu Dios…”; Bejol Lebabeja, “Con todo tu corazón”, es decir, salud corporal, que sólo se obtiene comiendo, bebiendo, durmiendo y haciendo deportes. Bejol Nafshejá, “Con toda tu alma”; espiritualidad, Torá y Tefilá. Ubejol Meodeja, “Y con todos tus bienes”; dinero, negocios, etcétera. Si ponemos atención, notaremos que en dos de los tres grupos de ocho horas del día hacemos generalmente mucho hincapié en comer, dormir y beber, y en las horas de los negocios, pero restamos importancia al tercer grupo (el estudio de la Torá), pese a que estamos conscientes de que debemos desarrollarlo mejor. Cierto, en este aspecto es difícil ver resultados hoy mismo; no todos podemos sentarnos ocho horas a estudiar, pero sí podemos, 423

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DEVARIM poco a poco, organizar nuestro día para que, en esas ocho horas, tengamos tiempo para leer libros de Torá y escuchar casetes de shiur en el auto o oficina, en la casa o caminando. Así es muy fácil alcanzar el mérito de recibir las bendiciones de Abraham Abinu, Itzjak y Yaakov en la casa, en el negocio y en la Torá. Que sea la voluntad de Dios que por el merito de la Torá, que está dividida en tres partes, Torá, Nebiim y Ketubim, que fue escrita por el tercer hijo de Amram (Miriam, Aharón, Moshé), quienes pertenecían a la tercera tribu de Israel (Reubén, Shimón, Levy), en el tercer mes del año (Nisán, Iyar, Siván) para el pueblo elegido, que está dividido en tres grupos (Cohanim, Levitas, Israel), seamos bendecidos por nuestros tres Patriarcas (Abraham, Itzjak y Yaakov) con sus tres bendiciones (Bakol, Mikol, Kol), para alegrar a nuestros tres socios (Dios, el padre y la madre) y que por ese mérito podamos construir nuestro Tercer Templo, con prontitud en nuestros días. Amén.

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DEVARIM

Parashat KI TETZÉ NOSOTROS LOS PIADOSOS

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l Am Israel se ha destacado, a lo largo de la historia, por ser un pueblo piadoso. Por medio de esta cualidad hemos sido reconocidos muchas veces y nos hemos asemejado a Dios, Quien también es piadoso y bondadoso. En nuestra Parashá vemos la importancia de ser piadoso con todos, desde el más pequeño hasta el más grande, desde cualquier animal hasta con nuestros amigos. Encontramos el primer ejemplo en Devarim 22:4, específicamente en la mitzvá de ayudar al prójimo a colocar la carga encima de su burro, pues también está la mitzvá de ayudar al prójimo a desmontar la carga de su burro. Hay una diferencia entre estas dos mitzvot: por colocar bultos sobre el burro puede pedirse una remuneración a cambio, pero por descargarlo no, pues puede perderse tiempo en discutir de dinero cuando hay que correr para ayudar al burro a quitarse tanto peso de encima. De aquí aprendemos la importancia de tener piedad con los animales. El segundo ejemplo lo vemos es la prohibición de la Torá de arar el campo con un burro y un buey a la vez. Uno de los motivos es que, por ser más fuerte, el buey avanza más y el burro se cansa más rápido y deja todo el trabajo al buey. El otro motivo es que el buey, al ser rumiante, da la impresión de que está comiendo todo el tiempo, lo cual provoca que el burro se sienta mal porque no le dan de comer. Aquí también aprendemos que debemos ser piadosos con los animales. 425

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DEVARIM El tercer ejemplo es cuando la Torá dice, en nuestra Parashá: Lo Tajsom Shor Bedishó, “No colocarás un bozal en la boca del toro mientras trilla”. Está prohibido cubrir la boca a los animales que están trabajando, ya que al ver tanta comida necesitan comer. También está prohibido que el dueño coma sin antes dar de comer a sus animales, ya sean peces, pájaros, perros, etc. Es obligatorio apiadarse de los animales. Si la Torá nos enseña a apiadarnos de los animales, ¿cómo debemos ser con las personas, con los pobres que necesitan de tanta ayuda? Nuestra Parashá dice que debemos apiadarnos del que perdió algo. Si vemos que nuestro compañero perdió un toro o un burro, ropa u objetos, y nosotros los encontramos, no podemos ser crueles, sino que debemos devolvérselos. En caso de que no conozcamos al propietario de los objetos, debemos guardarlos en nuestra casa hasta que aquel aparezca. Mientras tanto, debemos informar a los demás y preguntar a la gente que tenemos esos objetos y que estamos buscando al dueño para regresárselos. También la Torá nos obliga a ayudar al que está cargando su burro; si vemos que no puede solo, debemos correr y ayudarlo, es decir, apiadarnos de su condición física. El cuarto ejemplo es la prohibición de la Torá de cobrar intereses por préstamos. No podemos ser crueles con los demás, ya que con el cobro de intereses estamos impidiéndole indirectamente que supere sus problemas económicos. La Torá también contempla otro caso de piedad con los demás en la mitzvá de dejar de recolectar parte de la cosecha, a fin de que quien lo necesite no tenga que pasar por la vergüenza de ir directamente a pedirla, sino que la recoja en cualquier momento, sin que nadie lo vea. 426

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DEVARIM Dios quiere que, al igual que Él es bondadoso y piadoso, nosotros también lo seamos. Sin embargo, y en aparente contradicción, también en esta Parashá vemos que Dios prohíbe la entrada de un moabita o de un amonita a la congregación de Israel. Aunque sean judíos conversos descendientes de aquellos, no podemos aceptarlos entre nosotros porque son crueles por naturaleza. Cuando el Pueblo de Israel salió de Egipto pasó cerca de sus campamentos y quiso comprarles agua y pan, pero ellos se negaron. Los Bené Israel no los necesitaban, ya que tenían maná y el pozo de Miriam, pero el solo hecho de no querer ayudar ni apiadarse de alguien necesitado ya demuestra su esencia cruel. Es por eso que Dios prohibió la entrada de este tipo de personas a Su congregación. Día tras día pedimos a Dios que se apiade de nosotros, pero, ¿acaso nosotros somos piadosos con los demás? Si somos crueles, ¿cómo vamos a pretender que Dios sea piadoso con nosotros? Esto me recuerda una fábula sobre un pelícano que una vez estaba muy hambriento y, cuando metió la cabeza dentro del agua para buscar comida, atrapó a un pez. El pez dijo al pelicano: “¡Apiádate de mí! ¡No me comas!”. Por el miedo que tenía el pez, de su boca salió un pececillo que él acababa de devorar. Entonces el pelícano le dijo: “Tú no te avergüenzas de pedirme piedad, pero tú no eres piadoso ni siquiera con tus hermanos”. Así es nuestra relación con Dios; le pedimos que se apiade de nosotros y, mientras tanto, Él está viendo que nosotros no nos apiadamos de los animales, de los pobres y de los amigos. Debemos saber que hay un nivel superior de piedad, que es apiadarse del bienestar espiritual del prójimo. Esto no solamente se refiere a pérdidas materiales o físicas, sino a pérdidas y cargas espirituales. Si la Torá nos obliga a devolver objetos perdidos, tanto más impor427

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DEVARIM tante será devolver almas judías. Muchos judíos en el mundo han perdido su identidad y su Séfer Torá, el mapa para volver a casa, por lo que todos tenemos la obligación de devolver a estos judíos su identidad perdida y apiadarnos de ellos, incluso si ellos mismos no conocen la gravedad de su situación. Tenemos la obligación de ayudar a quienes cuesta llevar la carga de la Torá sobre sus espaldas. Por ejemplo, hay personas que quieren tener una cocina kasher, pero les cuesta hacerlo. Nuestra obligación es ir a su casa y ayudarlos a hacerlo, lo que equivale a cargar también nosotros su peso. También hay personas a las que les cuesta cuidar Shabat porque no conocen las leyes. Debemos apiadarnos de esas personas e invitarlos a pasar Shabat en nuestra casa para que vean lo que es. Entonces podremos sentarnos con ellos y explicarles las leyes, una por una. Así debe ser con cada judío. Debemos apiadarnos de él, darle ayuda espiritual y material, tanto para este mundo como para el venidero. En el Talmud (Babá Metziá 85a) dice que a Rebi le acaecieron sufrimientos durante una larga época por no haber sido piadoso, pero que en cuanto empezó a apiadarse, los pesares desaparecieron. La Guemará explica que una vez un becerrito se escondió detrás de la silla donde estaba sentado Rebi, tratando de evitar ser degollado por el Shojet; Rebi se levantó de su silla y dijo al animal: “¿Por qué te escondes, si para esto fuiste creado?”. En ese momento empezaron a llegar los sufrimientos al cuerpo de Rebi, pues aunque tenemos permitido degollar a un animal para consumir su carne, el hecho de no sentir lástima por él ya implica ser amonestado. Un día, tiempo después, la esclava de Rebi vio a unos ratones en la casa y los atrapó con la intención de matarlos luego. En ese momento, Rebi dijo a la esclava que no los matara y que los liberara en el campo. Cuando en los cielos vieron que Rebi se apiadaba de unos ratones, inmediatamente se apiadaron de él y sanó por completo. 428

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DEVARIM En el libro Pelé Yoetz (68b) se dice que no podemos matar ni siquiera a una serpiente, siempre y cuando tengamos la opción de atraparla y liberarla en las montañas. Diariamente nos encontramos con animalitos, hormigas, insectos y no nos duele matarlos. ¿Dónde está la piedad para ellos? Aunque no lo creamos, ellos también tienen dolientes. Y no hablemos de cazar animales por pasatiempo, que es la peor crueldad que pueda permitirse el ser humano. Matar animales puros para consumir sus carnes no está prohibido, ya que tiene un sentido lógico. Pero matar por pasatiempo, por placer, es muy malvado y cruel. Que sea la voluntad de Dios esforzarnos en ser piadosos con los animales, porque eso causará que seamos piadosos con nuestro prójimo y así Dios, el Piadoso, se apiadará de los piadosos, es decir, de nosotros. Amén.

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Parashat KI TETZÉ A TIEMPO

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n nuestra Parashá hay un versículo muy pequeño, pero muy grande por su contenido, por su mensaje. En él se encuentra el secreto de cómo recibir de Dios lo que nos pertenece a tiempo, sin inconvenientes y con alegría.

La Guemará nos explica que hay cuatro causas para que los bienes de las personas disminuyan (Sucá 39b). Una de ellas es no pagar a tiempo a los empleados. En la Torá está escrito: Beyomó Titén Sjaró, “En su día, pagarás su sueldo”. De aquí aprendemos la obligación de pagar a tiempo a nuestros empleados. Así, también dice nuestra Parashá: Ki Tadur Lo Teajer Leshalmó, “Cuando prometas, no demorarás en pagar”. Si pagamos a tiempo, Dios no se demorará en pagarnos a tiempo. En cada Rosh Hashaná, Dios establece cuánto y cuándo vamos a recibir lo que nos corresponde. Pero si nosotros no le ayudamos a pagar a tiempo nuestras obligaciones, entonces Dios tampoco lo hará con nosotros. Si pagamos a tiempo, automáticamente estaremos causando que Dios también nos pague a tiempo. El Shulján Aruj (339:1) establece como una mitzvá pagar el sueldo de los empleados en su día. El Bayit Hayehudí, en nombre de otros legisladores, establece que si un pobre viene a pedir caridad el día en que debemos pagar los sueldos de los empleados, tenemos prohibido dar de ese dinero al pobre, sino primero pagar los salarios y después, si sobra, dar al pobre. 430

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DEVARIM Dice la halajá que incluso tenemos que disminuir los gastos que hacemos para Shabat con tal de pagar a tiempo a los empleados. También tenemos prohibido comprar mercancía nueva cuando todavía debemos dinero a los proveedores. El dinero que pensábamos invertir en esa compra debe servir para cancelar nuestras deudas pendientes. Se acuerdo con Maimónides, la obligación de pagar a tiempo incluye a los goyim. A continuación daré varios ejemplos cotidianos. Cuando se alquila una casa, oficina o tienda, y los inquilinos establecieron una fecha para pagar el alquiler a su dueño, deben cancelar el pago en ese día. Cuando recibimos cualquier tipo de servicio, no podemos decir a quien lo hizo que le pagaremos otro día a menos que así se haya establecido antes. Se otra manera, si esperamos hasta que él termine de hacer su trabajo para decir que le pagaremos después, estaremos violando esta ley porque el empleado ya cuenta con ese dinero. Si no le pagamos en el momento, no tiene otra opción que esperar; pero debemos pensar que quizá por vergüenza no nos exigió el pago, o porque nos teme, etc. De cualquier forma, si no fue pactado que pagaríamos después, estamos violando la prohibición de no pagar a tiempo. También esta ley se aplica a los empleados de fábricas o de tiendas, y abarca a todo empleado, sea fijo o temporal; por ejemplo, la mujer que limpia la casa. Si fuimos nosotros quienes establecimos cierta fecha para pagar su sueldo, debemos hacerlo sin ninguna excusa. Siempre debemos actuar así para que Dios también nos pague con lo mejor y a tiempo. 431

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DEVARIM En el Tanaj se nos informa que el Rey David fue ungido como rey a escondidas y sólo el profeta Shamuel, quien fue el que lo ungió, además de la propia familia de David, lo sabían. David tenía veintiocho años, pero sólo hasta los treinta y siete empezó a gobernar. ¿Por qué se demoró Dios en llevar a acabo su designio? El Tanaj nos relata que una vez Ishai, el padre de David, lo envió al frente de batalla con el dinero para el general encargado de los gastos de la guerra. Cuando David llegó allá vio a lo lejos a Goliat, que estaba gritando y maldiciendo. En ese momento David dio el dinero a un hombre para que se lo cuidara y se preparó para combatir. Luego de que triunfó y mató a Goliat, fue invitado a un banquete de agradecimiento a Dios por el milagro. Únicamente después de todo eso David se acordó de que todavía no entregaba el dinero a quien correspondía; fue aprisa por él y lo entregó por fin al general. Pero debido a que por culpa de David se retrasó el pago a esos soldados, Dios se demoró en hacer realidad su designio. David y su hijo Shelomó fueron muy diferentes. El libro de Reyes I (9:11) nos cuenta que el Rey Shelomó, apenas culminada la construcción del Templo y del palacio del rey, fue con el Rey Dor-Jiram a pagarle por los servicios que le había hecho. De aquí aprendemos lo meticuloso que era Shelomó con el pago a tiempo. Conforme a algunos Midrashim, cuando David preguntó a Dios cuándo iba a morir, Él le respondió que eso no era revelado a nadie. David le pidió entonces que, por lo menos, le revelara en qué día de la semana moriría; Dios accedió y le respondió que moriría en Shabat. Cuando David escuchó eso, pidió a Dios que por lo menos fuera un día más tarde, con tal de disfrutar del Shabat. Entonces Dios le respondió que no podría complacerlo, ya que había establecido que el reinado de Shelomó, su hijo, empezaría un Shabat. A alguien como Shelomó, que tanto se preocuparía por pagar a tiempo, no 432

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DEVARIM podía atrasar su reinado, ni siquiera por un día. De este relato deducimos que Dios no se demora, ni siquiera un segundo, en pagar a quien se comporta de la misma forma que el Rey Shelomó. Ahora entendemos la petición de que llegue pronto el Mashíaj. Lo llaman Mashíaj Ben David, “El ungido, hijo de David”, debido a que el hijo de David, Shelomó, siempre pagaba a tiempo y, por tanto. Dios siempre le pagaba con bendiciones y abundancia en su momento. Que sea la voluntad de Dios ayudarnos a pagar a todos a tiempo para que todo lo bueno que Él tiene destinado para nosotros nos llegue a su tiempo, incluyendo al Mashíaj. Amén.

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Parashat KI TAVÓ

LA FELICIDAD

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esde el día en que nacemos hasta el último momento que vivimos, y después en el Mundo Venidero, lo único que buscamos es estar alegres. Todos trabajamos para vivir con alegría, ganar dinero para comprar cosas que nos den alegría, salir de vacaciones, etc.; nos casamos para estar felices y traemos niños al mundo para alegrarnos con ellos. Todo lo que hacemos gira en torno de la alegría. Y la principal preocupación del ser humano es cómo alegrarse, no sólo a nivel material sino también espiritual. Estudiamos Torá porque ésta nos alegra: Pikudé Hashem Yesharim Mesamejé Lev, “Las leyes de Dios son correctas y alegran los corazones”. Cumplimos mitzvot para llegar al Mundo Venidero, donde viviremos eternamente con total alegría. Como dijo el Rey David: Samajti Beomrim Li Beit Hashem Nelej, “Me alegro cuando me dicen que vamos a la casa de Dios”. “La casa de Dios” tiene dos significados: uno es “el Templo” y el otro, “el Mundo Venidero”. Por tanto, nos alegramos porque nos digan que recibiremos el Mundo Venidero, porque allá todo es alegría. La pregunta es: ¿verdaderamente encontramos alegría en todas esas cosas? Todos hemos visto a gente rica a la que no le falta nada; tienen una casa bonita, carros, sirvientes, dinero en abundancia. Pero lo que jamás hemos visto en ellos es una sonrisa, un gesto de alegría. Se supone que nos casamos para ser felices, pero hay muchísimas parejas tristes, amargadas. ¿Cuántos tienen niños para, supuestamente, alegrarse con ellos, pero están consumiéndose por tantos problemas y sufrimientos que les causan? En el ámbito espiritual, conocemos a muchos que han hecho teshuvá, pero siempre andan con cara de Tishá Beav; hay cada vez más hogares religiosos sin alegría, Abrejim tristes, rabinos amargados. Es una lamentable realidad. 434

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DEVARIM ¿Qué genera alegría en las personas? ¿Cómo se adquiere? A lo largo de todas las generaciones, los seres humanos no han encontrado ese gran secreto, la puerta de la alegría. Sin embargo, la respuesta a estas preguntas está aquí, en nuestra Parashá: Vesamajta Bekol Hatov Asher Natán Lejá Hashem, “Y te alegrarás con todo lo bueno que te dio Dios” (Devarim 26:11). Es decir, la alegría no está relacionada con nada. Por lo menos, no con el dinero, la familia o las vacaciones; ni siquiera con cosas espirituales. La alegría es una bendición por sí sola. La Torá, en esta Parashá, nos bendice para que seamos felices con todo lo bueno. Todo lo que Dios nos da es bueno y por eso debemos alegrarnos con él. “Bueno” es un concepto que contempla tanto lo material como lo espiritual. Cuando Dios creó al mundo material, cada día decía: Vayar Hashem Ki Tov, “Y vio Hashem que era bueno”. También a la Torá fue calificada de buena: Ki Lekaj Tov Natati Lajem, “Porque una ley buena les di a ustedes”. Tal es la razón de que en nuestra Parashá diga: Vesamajtá bemol Hatov, “Y que Dios te alegre con lo bueno (Tov material y Tov espiritual). Todos nosotros buscamos ciegamente el dinero, pues pensamos que la felicidad depende de él. Pedimos a Dios que nos mande dinero, pero no le pedimos alegrarnos con él, porque creemos que al tener dinero automáticamente tendremos alegrías. Nos casamos pensando que toda la vida nuestra novia se llamará alegría. Debemos aprender que cuando pidamos a Dios lo que sea, debemos pedirle también que nos alegre con eso, en especial con el estudio de la Torá. Por eso decimos en la tefilá: Kadeshenu Bemitzvoteja, Sim Jelkenu Betorataj, Sabeenu Mitubaj, Sameaj Nafshenu Bishuataj, “Santifícanos con tus preceptos, pon nuestra parte en la Torá, sácianos con lo bueno, alegra nuestras almas con tu redención”. Es decir, 435

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DEVARIM pedimos a Dios que nos ayude a cumplir con todos los preceptos, a estudiar Torá, a saciarnos con lo bueno que Él nos da y que en todo esté el preciado ingrediente de la alegría. Cuando pedimos tener el mérito de vivir en Israel, lo hacemos agregando: “Con alegría”: Taalenu Besimjá Leartzenu, “Haznos ascender, con alegría, a nuestra tierra”. Para que los novios sean felices los bendecimos así: Sameaj Tesamaj Rehim Ahubim, “Alegrar, alegrarás a esta pareja”. No sirve de nada casarnos si no seremos felices; de nada nos sirve el dinero si no estamos felices; ¿para qué estudiar Torá si no somos felices? Por eso debemos pedir siempre que en cada cosa buena que recibamos venga anexado un bono extra llamado alegría. Muchas personas se preguntarán: ¿para qué pedir alegría junto con dinero? ¿No está sobreentendido que el dinero que necesito es para ser feliz? Los novios se preguntarán: ¿para qué pedir por la alegría, si cuando pedimos ser una pareja ideal, sin ningún tipo de roces, está sobreentendido que queremos ser felices? Toda tefilá tiene que ser pronunciada clara y detalladamente. ¿Qué necesitamos? No podemos rezar a Dios: “Dios, mándame lo que me hace falta, eso que tú ya sabes”. Si pedimos una mesa, pero no mencionamos las sillas, en los cielos anotan que solicitamos una mesa sin sillas. En el Midrash Esther Rabá se relata que, durante la ocupación romana, un rabino iba andando por el camino y que, cuando se cansó, pidió a Dios que le mandara un burro. En ese momento lo alcanzó un tribuno romano, quien llevaba sobre sus hombros un burrito recién nacido, pero que no podía andar bien. Al ver al rabino, le ordenó en nombre del Imperio que colocase encima de su espalda al animal y que lo llevara hasta la ciudad. Sin opción alguna, el rabino cargó al burrito el resto del camino, mientras pensaba: “Esto me pasó por pedir un burro. Mejor hubiera pedido un burro para montarme encima de él”. 436

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DEVARIM Por eso Yaakov Abinu rezaba a Dios para que le diera pan que comer, ropa que vestir. También nosotros debemos rezar a Dios que nos mande dinero, pero con alegría incluida. ¿De qué nos sirve tener millones en el banco si no tenemos ni siquiera un momento de alegría en el corazón? El Rey Shelomó escribió dos versículos que resaltan la importancia de la alegría: Tov Arujá Yerek Beahaba Sham, MeShor Abús Besiná Bo, “Es mejor una comida de vegetales con alegría que un filete de carne con odio” (Mishlé, Proverbios 15:17). Y: Tov Pat Jarabá Beshalvá MiBayit Malé Zibjé Rib, “Más vale un bocado de pan seco con tranquilidad que una casa llena de festines con peleas” (Mishlé 17:1). Cada vez que recemos, hay que hacer más hincapié en el aspecto de la alegría que en lo bueno que estamos pidiendo en sí. Aprendamos que lo bueno no está estrictamente relacionado con la alegría; la alegría es un regalo de Dios y viene aparte. En la Torá, cada vez que dice Vehayá, “Y fue”, está refiriéndose a la alegría. ¿Cómo lo sabemos? Porque las letras que en hebreo componen la palabra Vehayá también conforman el nombre de Dios. Esto nos da a entender que la felicidad, la alegría, depende únicamente de Dios y no del dinero, lo físico o lo material. Por todo lo anterior podemos concluir que Dios cumplirá pronto nuestras peticiones si le pedimos que, antes de todo lo demás, nos mande alegría. Así, nos ayudará a hacer teshuvá alegremente, a estudiar Torá con alegría y a cumplir los preceptos con alegría. Que sea la voluntad de Dios que nos mande de todo lo bueno, y que venga acompañado también de ese tesoro que tanto buscamos, la alegría. Amén.

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Parashat KI TAVÓ CADA PRINCIPIO

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a mitzvá de Bikurim consistía en llevar las primicias de las cosechas al Templo. ¿Cuál es el mensaje de esta Parashá? ¿Acaso se aplica también en nuestros días, que no tenemos campos y no tenemos Templo? En primer lugar, recordemos que la Torá fue ordenada de tal forma que siempre tiene un mensaje para cada generación, para cada persona. Basta saber adecuar la orden divina a nuestra situación particular, en cada época y en cada generación. La palabra “primicias” viene de la palabra en hebreo para “primero”, es decir, todo lo nuevo. Nuestros comentaristas afirman que, puesto que del principio depende el futuro, es bueno que todo se inicie de una forma santa. Así, hay una interesante razón para que la Parashá de Ki Tavó generalmente se lea antes de la Festividad de Rosh Hashaná. El primer mes del año, Tishré, está repleto de mitzvot: Rosh Hashaná, Shofar, Los Diez Días de arrepentimiento, Shabat Shubá, Yom Kipur, Sucot, Las Cuatro Especies, Hoshana Rabá, Sheminí Atzeret y Simjá Torá. ¿Por qué Dios no repartió equitativamente estas Festividades en los meses del año? La respuesta es que el mes de Tishré es el primero, el que da inicio al año y, por tanto, tiene que estar lleno de santidad. Esto está relacionado con el Cohén Gadol. En la época del Primer Templo, el Cohén Gadol estaba regido por leyes especiales debi438

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DEVARIM do a que era considerado nuestro embajador en el Templo. Una de ellas es que no podía impurificarse mediante el contacto con un muerto, aunque fueran su hermano, su padre, su madre o sus hijos, Dios nos guarde. El Cohén Gadol no podía quedar impuro bajo ningún concepto. Sin embargo, el Cohén normal sí podía impurificarse con los muertos, pero solamente con sus siete parientes cercanos: padre, madre, esposa, hijo, hija, hermana y hermano, excepto durante su primer día de servicio en el Templo, cuando debía acatar las mismas leyes que un Cohén Gadol. Por tanto, si alguno de sus familiares cercanos moría en ese mismo día, él no podía asistir al sepelio, a fin de que no empezara su servicio a Dios en el Templo con impurificación, sino con santidad y pureza. En la época de Januká los griegos conquistaron el Segundo Templo y no nos permitieron ofrendar sacrificios animales a Dios ni encender nuestra sagrada Menorá. Cuando los Jashmonaim expulsaron a los griegos y entraron al Templo, se sintieron desolados porque no pudieron encender la Menorá. No había más que un jarrito del aceite puro que se utilizaba para ello, el cual serviría para encender la Menorá por únicamente un día. Pero Dios hizo el milagro de que ese aceite durara ocho días, justo el tiempo que tomaba a los Cohanim purificarse y elaborar más aceite. ¿Por qué era necesaria la fabricación de aceite puro, si la ley también permite usar aceites impuros con tal de no interrumpir el encendido de la Menorá? Explican los comentaristas que, aun cuando ello estaba permitido, los Cohanim no querían reanudar el servicio a Dios con aceites impuros, sino que la pureza continuara por siempre. Por eso Dios les hizo el milagro de que el aceite durara ocho días. 439

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DEVARIM Por eso también celebramos a lo grande una circuncisión, un Bar Mitzvá o una boda, porque son el principio de una etapa. La circuncisión es el principio de la vida. El Bar Mitzvá o Bat Mitzvá es el principio de las obligaciones personales, el día en que nuestros niños y niñas se convierten en adultos. La boda es el principio de la vida conyugal, la cual tiene que estar llena de alegría y santidad. Este es el motivo por el cual en todas esas fiestas decimos unas palabras de Torá y damos nuestras más sinceras bendiciones, para que los acompañen toda la vida. Cuando nace el primer hijo se realiza el Pidión Habén, es decir, se redime de manos del Cohén, porque él es el primero de todos los demás hijos e hijas que vendrán. De ahí la importancia de esforzarnos por educar bien al mayor, porque de él aprenderán los siguientes pues lo verán como un ejemplo. Este es el secreto de las primicias, incluso en nuestros días. Quien invierte en su negocio y quiere que Dios siempre le otorgue bendiciones y lo acompañe en todas sus decisiones, debe llevar sus primicias a la sinagoga, además de donar y dar el diezmo, para que el principio del año quede santificado con bendiciones y todo ese tiempo también sea pleno de santidad. Todos nuestros enemigos nos prohibieron usar los tefilín, celebrar el Rosh Jodesh o el Shabat, y realizar la circuncisión, porque conocían el mensaje secreto que hay en ellos. Si destruían el principio, destruían todo. Los tefilín son el principio del día de cada judío; el Shabat es el principio de la semana y no el fin, como piensan algunos; Rosh Jodesh es el principio del mes; la circuncisión es el principio de la vida. Deseaban destruir estos principios judíos para que el pueblo quedase también destruido. Si se destruyen las bases de un edificio, no hay posibilidades de que se sostenga. 440

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DEVARIM Tal es la importancia de que santifiquemos todos los principios. Con el rezo de la mañana santificamos cada día de la vida; con el Shabat santificamos toda la semana al iniciarla con pureza, con cánticos, con alegría; con el Rosh Jodesh santificamos cada mes para que empiece y termine con bendiciones; y con Rosh Hashaná santificamos todo el año. Que sea la voluntad de Dios ayudarnos a cumplir todas las mitzvot del mes de Tishré para que el año empiece con santidad, arrepentimiento y buenos designios. Amén.

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Parashat NITZABIM

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ESTABLES

nos días antes de la muerte de Moshé, dijo al pueblo: Atem Nitzabim Hayom Kuljem Lifné Hashem, “Todos vosotros estáis hoy presentes ante el Eterno, vuestro Dios”. A lo que Moshé se refería con estas palabras era que, aun cuando el Am Israel había sido inestable, pues a veces eran justos y a veces no, Dios siempre los consideró como un pueblo bueno y ejemplar. A veces servían a Dios con entrega, pero llegaron a hundirse en cuarenta y nueve niveles de impureza. Vieron los milagros de Dios, entre ellos la partición del Mar Rojo, y después de tres días exclamaron que querían volver a Egipto. Recibieron la Torá, escucharon a Dios y después de cuarenta días hicieron el becerro de oro. Dieron oro para el becerro y para el santuario. Cuando los espías hablaron mal de Israel se negaron a entrar a ella, pero al día siguiente un grupo se levantó muy temprano en la mañana y emprendió la travesía hacia la Tierra Prometida. Y así sucesivamente, en muchos aspectos, el Am Israel fue un pueblo inestable, por lo que el Rey Shelomó lo calificó de muy negativo. Hafajfaj Derej Ish Zar, “Los hombres extraños son inestables”. Después de cuarenta años de cambios, el Am Israel aprendió y entendió lo malo que es ser inestable. Aprendió a ser constante, a ir por una sola línea, a no dedicar un día a Dios y el otro al Satán. Es por eso que Moshé les dijo que estaban presentes ante Dios, en referencia a que habían llegado al nivel ideal de estabilidad, de constancia en la vida. Entre lo más difícil para el hombre está conservar su ritmo, ser constante, debido a que está siempre sujeto a cambios: de temperatura, de ánimo, etc. Con eso en mente, el Pirké Avot nos aconsejó ser constantes en el estudio de la Torá, pues el secreto del triunfo está en la constancia. 442

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DEVARIM La Torá nos cuenta que cuando Rivká Imenu estaba embarazada y pasaba cerca de un lugar de idolatría, Esav pateaba su vientre como si quisiera salir, pero cuando caminaba cerca de la yeshivá de Shem y Eber (es decir, cerca de Abraham y de Itzjak), Yaakov era el que pateaba. Ella creía llevar en su regazo a un solo hijo y que estaba confundido, que no sabía qué buscaba de la vida, pues a veces pateaba aquí, a veces allá. Al consultar a Shem, hijo de Nóaj, para que le dijera qué estaba pasando, él le dijo por inspiración divina que tendría dos hijos. Rivká replicó que prefería un hijo estable aquí y el otro estable allá a uno solo que estuviera completamente inseguro de lo que sería de su vida. Esto fue lo que Eliyahu Hanaví dijo a los judíos de su época que servían a Dios y hacían idolatría al mismo tiempo: “¿Hasta cuándo seguirán jugando las dos caras de la moneda? Si nuestro Dios es el verdadero, sírvanlo a Él. Si el ídolo es el verdadero, entonces vayan con él”. Para nuestra desgracia, estas palabras de Eliyahu Hanaví pueden aplicarse a muchos judíos de hoy que apuestan a las dos caras de la moneda. Cuidan Shabat, pero están llenos de pecados; comen kasher, pero hablan mal de los demás; van a rezar, pero no paran de hablar en la sinagoga; se ponen tefilín, pero van los sábados a la playa. Al final, no disfrutan de un lado ni del otro. La constancia determina la sabiduría de quien sabe lo que quiere de la vida. Un hombre inestable demuestra inmadurez, confusión y falta de visión para discernir entre lo bueno y lo menos bueno. Por ejemplo, la Torá dijo acerca de Datán y Abiram que salieron estables. Es decir, su argumento era que ser el líder de Israel no correspondía a Moshé, sino a ellos. Siempre expusieron este argumento, desde el primer día que Moshé asumió el liderazgo hasta que murieron. Datán fue el judío al que golpeó el egipcio que posteriormente murió a manos de Moshé. Al día siguiente, Datán y Abiram reclamaron 443

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DEVARIM a Moshé diciéndole que él no era nadie para juzgar la vida de los demás y fueron inmediatamente a acusarlo ante el Faraón, lo cual causó que Moshé huyera de Egipto. Cuando el Am Israel salió de Egipto, Moshé les informó que recibirían maná. También les dijo que ese maná no podía ser guardado hasta el día siguiente, sino que debía comerse después de haber descendido. Pero Datán y Abiram intentaron demostrar a Moshé que estaba equivocado al dejar el maná hasta el día siguiente. Para su sorpresa, vieron que se les había secado y que estaba lleno de gusanos. Así también ocurrió cuando Moshé informó a todos que el viernes debían tomar doble porción, debido a que en Shabat el maná no descendería de los cielos. Datán y Abiram, el sábado por la mañana, fueron muy temprano al altar y colocaron encima unas cuantas porciones de maná con la intención de desmentir a Moshé ante los ojos del Am Israel, pero bajaron unos pájaros y se comieron todo el maná. Después del pecado de los espías, el Am Israel empezó a pedir a Moshé que lo devolviera a Egipto. El Midrash incluso nos relata que el pueblo trató de nombrar a Datán como líder en lugar de Moshé y a Abiram en lugar de Aharón. Afortunadamente, no tuvieron éxito. Cuando Kóraj se rebeló contra Moshé, inmediatamente se unieron a su rebelión Datán y Abiram. Como está escrito: Yatzeu Nitzabim, “Y se pararon delante de Moshé firmes” (Bamidbar 16:27), en alusión a que toda su vida mantuvieron con firmeza su ideología. Desafortunadamente, esa estabilidad era negativa. Y sin embargo, pesar de su mal comportamiento desde el principio hasta el final, el castigo que recibieron no fue tan grave como el de Kóraj, ya que éste era inestable: por un lado, cargaba el Arca de la Torá y, por otro, contradecía lo que está escrito en ella. El castigo de los espías también fue muy duro, ya que demostraron inestabilidad en sus acciones. Por un lado, eran hombres muy jus444

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DEVARIM tos, líderes de tribus que cargaban el Arca Sagrada, pero por otro no supieron cómo controlar sus instintos y cayeron en el pecado de hablar mal de Israel, se rebelaron y renegaron de Dios. Resulta así evidente que no es bueno ser estable para lo negativo, sino para lo positivo, como Moshé y como la tribu de Levy, que nunca se rebeló contra él, no hizo idolatría en Egipto, no participó en el pecado del becerro de oro, no se unieron a la rebelión de los espías ni fueron inestables en el servicio a Dios. Por eso tuvieron el mérito de ser los únicos servidores de Dios en el Templo. A Dios le gusta le estabilidad y la constancia, como lo dice el Pasuk: Hine Hazme Nitzav Alav, “Y vemos cómo Dios se paró firme encima de Yaakov”, ya que él era constante de forma positiva en sus ideas. Es cierto que, para servir a Dios a plenitud, tenemos que ascender. Pero ese ascenso debe ser constante, con estabilidad. Para que los polluelos nazcan sanos, la gallina debe empollar los huevos diariamente; si lo hace un día sí y otro no, de los huevos no saldrá nada. Si queremos cumplir la Torá y sus preceptos a cabalidad, debemos ser constantes en nuestras ideas. No basta con creer en Dios y en su Torá, sino que hay que estar seguros de ello. Sólo una vez que seamos firmes y nuestro pensamiento sea estable, podremos empezar a ser firmes también con nuestros actos, día tras día. Únicamente así tendremos el mérito de ser calificados como lo hizo Moshé con el Am Israel: Atem Nitzavim Lifné Hashem… “Vosotros estáis presentes [firmes] hoy ante el Eterno…”. Que sea la voluntad de Dios permitirnos adquirir firmeza de carácter y constancia en nuestras decisiones para juzgar con justicia y poder disfrutar así de Su Providencia. Amén.

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Parashat NITZABIM LA TORÁ ES UNIVERSAL

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n la presente Parashá encontramos una frase dicha por Moshé que aparentemente no se entiende: Lo Bashamyim Hi Vegam Lo Mieber Layam, “La Torá no está en los cielos, ni está más allá del mar” (Devarim 30:11). ¿Qué quiso decir Moshé con esto? ¿Acaso no sabemos que la Torá no está en los cielos y que tampoco está detrás del mar? La mejor prueba de que sí lo sabemos es que la vemos aquí entre nosotros, en las sinagogas.

Para responder esto, debemos primero entender las maniobras del Yetzer Hará para hacernos caer. Siempre trata de hacernos sentir mal para que creamos ser malvados, pecadores, impuros. Pero si vamos a hacer una mitzvá o estudiar Torá, de inmediato nos dice: “¿Tú vas a estudiar Torá? No es posible. Eres un impuro”, “¿Tú vas a cuidar Shabat? No es posible. Todavía comes terefá”, “¿Quieres ponerte tefilín? No puedes hacerlo si no cuidas las leyes de pureza familiar…”. La mejor señal de que nos rendimos es que pensamos que para cumplir mitzvot primero debemos dejar de cometer errores y después sentarnos a estudiar Torá. Esto se parece a la pregunta de qué fue primero, si la gallina o el huevo. Es decir, ¿qué es primero, la pureza o la Torá? ¿Qué es mejor, estudiar Torá y cumplir mitzvot a pesar de que seamos grandes pecadores y estemos impuros, o empezar por abandonar los pecados, purificarnos y después estudiar Torá? Sobre esto responde Moshé Rabenu: “Mi querido hermano, la Torá no está en los cielos. No hay que esperar a sentir temor de los cielos 446

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DEVARIM para acercarse a ella, ni llegar al nivel de los ángeles celestiales para estudiarla, ni convertirnos en seres espirituales para captar su luz. La Torá está muy cerca de nosotros, tan cerca que no está más allá del mar. El mar es la represa más grande de purificación, pero no necesitas purificarte en el mar para ser apto a fin de estudiar Torá”. Con estas palabras, Moshé Rabenu nos dice que no es necesario sumergirse en las aguas puras para purificarse y sentarse a estudiar Torá. Aunque estemos impuros debemos continuar nuestro estudio de Torá, como está escrito: Hashojén Itam Betumatam, “El que reposa con ellos, en sus impurezas” (Vayikrá 16:16). La Guemará pregunta: ¿por qué las palabras de Torá se asemejaron al fuego? Así como el fuego no puede ser impuro, la Torá no puede ser impura, jamás se impurifica. No sólo podemos estudiar Torá estando impuros y en pecado, sino que estamos obligados a estudiarla para que nos ayude a purificar nuestra vida. El simple acercamiento a la sabiduría divina es suficiente para purificarnos: Mikvé Hashem, Amar Rabí Akivá, “Dijo Rabí Akivá: Dios es nuestra Mikvé [represa de pureza]”. Lo que aquí nos enseña Rabí Akivá es que Dios nos purifica. Por tanto, si esperamos hasta purificarnos para acercarnos a Dios, o si esperamos a ser tzadikim para sentarnos a estudiar Torá, jamás lo haremos. Esas son trampas del Yetzer Hará, sus malos consejos, pero nosotros debemos saber que nuestra sagrada Torá no está más allá del mar ni en los cielos, sino muy cerca de nosotros. La Torá fue dada para todos, e incluso un pecador o un impuro tienen derecho a estudiarla y así elevarse espiritualmente. Muchos piensan que ponerse la kipá es el último paso, ya que no sería bien visto que se pusieran kipá si aún van a la playa los sábados, o si comen pizza y terefá en la calle. Muchas mujeres piensan que no pueden cubrirse el cabello si todavía no usan falda larga o si no cumplen las leyes de pureza familiar. 447

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DEVARIM Pero yo les digo que pensar así es un terrible error. Al contrario, la kipá está hecha precisamente para ayudarnos a cumplir con nuestros preceptos. Si nos ponemos kipá seguramente nos avergonzaremos de entrar a un restaurante no kasher y con ello nos salvaremos de cometer una transgresión. La Guemará nos relata el caso de un hombre que estaba a punto de ir con una mujer de la calle, pero cuando vio sus tzitzit se arrepintió y se fue. Ese es el secreto de todo. Al igual que la kipá nos ayuda a no pecar, la Torá representa nuestra tabla de salvación. No importa si somos unos pecadores o si estamos impuros, podemos tomar a la Torá en nuestras manos, podemos sentarnos a estudiarla y podemos cumplirla, porque automáticamente nos purificará y nos santificará. Esta Parashá siempre se lee el Shabat anterior a Rosh Hashaná, antes de empezar un nuevo año, para que cada uno sepamos que podemos empezar un nuevo año con Torá, con mitzvot, con santidad y pureza. La Torá no fue dada sólo para los tzadikim (justos), sino para todos, como lo dijo Moshé al principio de la Parashá: Atem Nitzabim Hayom Kuljem, “Todos vosotros estáis presentes hoy ante el Eterno”. Todos, desde el menor hasta el mayor, tanto a nivel material como espiritual. Con todos Dios hace su pacto. Por tanto, no permitamos que el Yetzer Hará nos derrote. No lo escuchemos. Si nos dice que todos pueden hacer teshuvá menos nosotros, no le escuchemos. Si nos dice que Dios perdonará a todos menos a nosotros, no le escuchemos. La Torá dice que hubo muchos malvados que cometieron pecados muy graves, pero en el momento que quisieron arrepentirse por lo 448

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DEVARIM que habían hecho Dios inmediatamente les abrió las puertas y los recibió. Como dice nuestra Parashá, los que vuelven al camino de la verdad pueden llegar hasta el Trono celestial. Todo depende de nosotros. Por ejemplo, en Melajim (2:21) está escrito que el rey Menashé era tan malo y tan pecador que resultaba igual de abominable para Dios y para los goyim. Reconstruyó las estatuas que su padre, el justo Rey Jizkiyahu, había destruido. Colocó altares de idolatría dentro del Templo y hasta sacrificó a su hijo en un ritual de idolatría. En Dibré Hayamim (Crónicas) está escrito que Dios mandó al rey de Azur a atacar Jerusalem, tomó como prisionero a Menashé y lo llevó cautivo a Babilonia. En ese momento, Menashé empezó a rectificar, se dio cuenta de todos sus pecados e hizo teshuvá. Rezó a Dios, Él lo escuchó y lo llevó de vuelta a Jerusalem. Apenas Menashé llegó, hizo retirar toda la idolatría que él mismo había puesto y se ocupó por devolver a la ciudad su apariencia original. La Guemará (Sanedrín 102b) dice que Menashé recibió el Olam Habá, es decir, entró al Mundo Venidero, y en el Meam Loez se encuentra la tefilá tan grande que hizo Menashé a Dios, la cual acostumbramos decir en los días de Rosh Hashaná y Yom Kipur. De acuerdo con todo esto, si nosotros no cometimos pecados como los de Menashé, no causamos que otros pecaran, no hicimos idolatría, no profanamos el Templo, entonces, ¿por qué vamos a permitir al Yetzer Hará que nos convenza de que no valemos nada, que somos impuros, que no podemos estudiar Torá y que nuestros pecados nunca serán perdonados? Deberíamos responderle que la Torá no está en los cielos ni está más allá de los mares, sino que está muy cerca de nosotros. Maimónides explica en las leyes de teshuvá (7:6) que debemos fijarnos en el rey Yejoniah, que pecó tanto que incluso fue maldecido 449

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DEVARIM por Dios: Haish Hazé Ariri Gueber Lo Yitzlaj Beyamav, “Este hombre es maldito, nunca triunfará en su vida”. Cuando fue expulsado del trono, lloró hasta que hizo teshuvá. Después de esto, Dios lo llamó Abdí, “Mi servidor”, título que solamente Moshé Rabenu mereció. Maimónides continúa diciendo que quien hace teshuvá no debe sentirse inferior si en el pasado pecó. Al contrario, debe sentirse mejor, pues luego de haber probado el sabor del pecado, el reto de dejar de probarlo es mayor y, por tanto, el mérito también es mucho mayor. La Torá es universal, es para todos, desde el pecador más grande hasta el más justo del Am Israel. Que sea la voluntad de Dios aferrarnos a la Torá y a sus mitzvot con toda la fuerza de nuestro corazón, para entrar al nuevo año elevándonos junto a ella, y que nos ayude a salir de las más negras profundidades para subir hasta los más brillantes cielos, donde se encuentra el Trono celestial. Amén.

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Parashat VAYÉLEJ EL DULCE SABOR DE LA TORÁ

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oshé Rabenu nos dijo: Kitbú Lajem Et Hashirá Hazot Velimdú Et Bené Israel Simá Befihem, “Escriban este cántico para enseñarlo a los hijos de Israel poniéndolo en su boca” (Devarim 31:19). La Guemará (Irubim 54b) nos enseña que debemos preparar las palabras de Torá que vamos a transmitir a otros, a nuestros hijos o amigos, conforme a su nivel. Así como un bebé necesita que le preparemos papillas para alimentarlo y el adulto puede preparar solo su comida, así también tenemos que considerar los diferentes niveles de las personas que van a escuchar palabras de Torá, y hay que hacerlo de manera clara. Si el público tiene más conocimientos, entonces debemos profundizar un poco más, aunque sin sacrificar amenidad. Lo que la Torá en este versículo nos ordenó es poner las palabras en sus bocas, ofrecer las palabras de Torá de forma preparada y rica. Las personas poco a poco las interiorizarán hasta que sean parte de ellos. Cuando un niño se niega a comer, debemos intentar llevar a su boca aunque sea una o dos cucharadas de comida para que perciba el sabor, y una vez que descubra el buen sabor él solo pedirá más. Con los adultos pasa igual; algunos no quieren escuchar palabras de Torá, por lo que debemos preparar siempre una o dos “cucharadas” de Torá, para que prueben su buen sabor, y luego ellos mismos pedirán más. Así lo dijo el Rey David: Taamú Urhú Ki Tov Hashem, “Prueben, y verán qué tan bueno es Dios” (Tehilim 34:9). Cuando “probamos” a Dios, sentimos lo bueno que es, lo agradable que es. Por eso hay que tener mucho cuidado que nuestras palabras no tengan sabor a comida salada, picante, sosa o muy caliente, porque corremos el riesgo de quitar el apetito a esas personas, tal vez para siempre (Dios no lo quiera). 451

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DEVARIM Debemos esforzarnos por pensar qué decir, cómo decirlo, cuándo hablar, con qué tono y, en especial, qué no decir. Una vez que nos hayamos preparado bien, podremos ofrecer una mesa llena de platos suculentos. Todos se sentarán a comer y después pedirán una ración más, hasta una halajá de postre, y cuando salgan van a pedirnos que los invitemos de nuevo a probar esa comida espiritual que tanto les gustó. Es por esto que Rabí Yosef Karo llamó a su libro Shulján Aruj (“Mesa Servida”), ya que recopiló todas las leyes de la Guemará, de Maimónides, del Tur, del Rosh, y las escribió de manera muy ordenada, en un lenguaje muy claro, con letras grandes. En verdad es una mesa servida con dulces conocimientos. Con este libro podemos ofrecer nuestras charlas a mujeres, a hombres, a jóvenes, a niños, a padres, a amigos, etc., es decir, les prepararemos una mesa servida. Es por eso que Moshé dice: Veata Kitbú Lajem Et Hashirá Hazot…, “Y ahora escriban esta canción…”. ¿Por qué Moshé llamó a la Torá “canción”? Porque al igual que las canciones son agradables al oído y nos gusta tanto escucharlas una y otra vez que nos sabemos de memoria las letras, así también deben ser las palabras de Torá. Si tiene un ritmo entonado o la voz es dulce, entonces nos gusta la canción, pero si el cantante desafina y la guitarra no está en concordancia con la flauta, entonces nadie aprecia esa canción. Por eso, Moshé nos ordenó a hacer de la Torá una canción, con alegría, con ritmo, con una dulce voz. Entonces todos querrán escucharla una y otra vez, hasta que se aprendan las palabras de memoria. No olvidemos que algunos de nuestros amigos perdieron el sentido del gusto. Una de las armas del Yetzer Hará es quitar el sabor de la boca de las personas o quitarles las ganas de escuchar. Una vez conocí a alguien que masticaba un chicle para adelgazar, porque quita la capacidad de saborear y, por ende, las ganas de comer. Cuando escuché esto, dije que ese mismo chicle es el que debe usar el Yetzer Hará. 452

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DEVARIM El Yetzer Hará es como la serpiente que hizo pecar a Adam y a Javá. Dios la maldijo con que comería polvo el resto de su vida. Pero, ¿acaso en realidad la serpiente come polvo? Seguro que no. Los científicos explican que la serpiente no tiene papilas gustativas, no tienen la capacidad de saborear; por eso atrapa a su presa y se la traga de un solo bocado para triturarla en su estómago. Es como si comiera polvo, que no tiene nada de sabor. Sabido es que la Torá relacionó a la serpiente con el Yetzer Hará, la serpiente espiritual que también aplica esa táctica con nosotros: nos provoca a no probar las palabras de Torá y a sentir el sabor del polvo en todo shiur, a fin de quitarnos el apetito espiritual. Cuando estamos transmitiendo un shiur, debemos entender que el que nos escucha tal vez recibió uno de esos chicles para adelgazar antes de sentarse a comer a nuestra mesa servida. Es por eso que debemos preparar shiurim tan buenos que ni siquiera el chicle pueda hacer efecto. Una vez alguien me dijo que el chicle en verdad le ayudaba, pero cuando veía el pastel de manzana que hacía su mamá no podía controlarse y lo probaba. Así también nosotros, en el aspecto espiritual, debemos preparar galletas, pasteles y otras delicias para que inclusive la serpiente del Yetzer Hará sea capaz de saborearlas. Tal es la intención de que todas las mañanas al despertar recemos a Dios, pronunciemos las bendiciones de la Torá y le pidamos: Vehaareb Na Hashem Elokenu Et Dibré Torateja Befinu Ubefifiot Amejá Bet Israel, “Por favor, endulza, Dios, con tus palabras de Torá nuestras bocas y las bocas de todo los hijos de Israel”. Que sea la voluntad de Dios que podamos sentir el buen sabor de la Torá y que podamos ayudar al Am Israel a que también ellos lo hagan. Amén.

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Parashat HAAZINU LLENANDO NUESTRAS NUBES

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a palabra Haazinu significa “Escuchen”. Es una pequeña palabra que todo el que quiere transmitir unas palabras de Torá a otros necesita. Esto fue lo que Moshé Rabenu pidió: “Escuchen todo lo que hablé con ustedes en los últimos cuarenta años”.

Todos los padres queremos que nuestro hijo nos escuche. ¿Cuántas veces nos ha enfurecido que nuestros hijos nos desobedezcan? Ellos no entienden que lo que les estamos diciendo es por su bien. Piensan que son tonterías. Y nosotros sólo queremos que nos escuchen. Eso también busca el orador, que su público lo escuche, que entienda su mensaje y que no se burlen de sus palabras. Moshé nos da el secreto del éxito de todo orador, ya sean los padres o los maestros, a fin de hacer que sus palabras sean escuchadas: Yaarof Rematar Likjí Tizal Ketal Imratí, “Que mis enseñanzas caigan como la lluvia, y que mis palabras fluyan como el rocío” (Devarim 32:2). En este versículo Moshé introdujo tres conceptos muy importantes para transmitir palabras de Torá. Moshé comparó sus palabras con la lluvia. Es decir, el que habla es como una nube y sus palabras deben ser como la lluvia. Todo el que quiera transmitir palabras de Torá deberá primero estudiarla en las sinagogas, en los Bet Midrash, escuchar cassetes, leer libros, “llenarse de agua” como las nubes, para que después sus palabras sen lluvia que moje a los demás. 454

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DEVARIM Cuentan que una vez hubo un rabino que se sabía solamente una charla y la repetía en todo lugar a donde llegaba, sin descanso. Esa charla trataba de la Parashá de Kóraj, quien fue tragado por la tierra. Cuando llegaba la época de la lectura de esa Parashá, este rabino se ponía muy contento e iba de sinagoga en sinagoga a transmitir sus palabras de Torá. En cierta ocasión le pidieron que dijera unas palabras, pero era la época en que la Parashá de esa semana no tenía ninguna relación con la de Kóraj. El pobre rabino se puso nervioso, ya que no sabia cómo relacionar su única charla con lo que trataba esa Parashá. Al no hallar ninguna solución, metió la mano al bolsillo de su pantalón e hizo aparentar que algo se le había caído al piso. Se agachó y el encargado de la sinagoga se le acercó para preguntarle qué estaba buscando. El rabino le explicó que se le había caído una moneda, por lo que el mismo encargado también empezó a buscarla. Pero por más que buscaban, no la encontraban. Otros se acercaron a ayudar, con el mismo resultado. Al final, toda la congregación buscaba la famosa moneda. Luego de un buen rato, y sin que apareciera la moneda, el rabino pidió a los asistentes que se sentaran y les dijo: “Aparentemente, la tierra se tragó mi moneda… Tal como lo hizo con Kóraj….”. Y así inició su conocido discurso. Tenemos que estudiar para enseñar. Es imposible transmitir palabras de Torá, es decir, “regarlas” a otro si nuestra “nube” no tiene agua. Ese es un gran problema en muchos de nuestros hogares, porque los padres no tienen respuestas y explicaciones satisfactorias para sus hijos. El segundo concepto que nos enseñó Moshé con este versículo es saber “verter nuestras aguas” de conocimientos a los “árboles y a las flores”, es decir, a los otros, en la cantidad necesaria para cada uno. 455

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DEVARIM Si a un cedro le damos muy poca agua se secará; si a una flor o al césped ponemos mucha agua se ahogarán. Cuando Moshé dijo: Haazinu HaShamaim, “Escuchen al cielo”, se refería a los temerosos de Dios, a los Sabios. Con la expresión Tishmá Haaretz, “Escucha a la tierra”, se refería a los hombres sencillos como la tierra. En el caso de Yaarof Rematar Likjí, “Que mis enseñanzas caigan como las lluvias”, ¿sobre quién cae la lluvia fuerte? Sobre los sabios. Y en Tizal Ketal Imratí, “Que mis palabras fluyan como el rocío”, ¿para quién fluyen las palabras como el suave rocío? Para los hombres sencillos como la tierra. Es decir, nuestras charlas deben ser trasmitidas conforme al nivel de las personas; en otras palabras, midiendo la cantidad de agua con que vamos a regar las plantas, porque corremos el riesgo de “ahogar” a algún amigo y alejarlo del camino de la Torá, por haberle enseñado demasiadas estrictas y exigentes leyes; o podemos aburrirlo con cuentitos y leyendas en lugar de darle leyes y temas profundos. Cierta vez un joven afirmó que el versículo de la Torá que prohíbe arar con un buey y un burro a la vez se aplica también a nuestros hijos. Cuando uno de nuestros hijos, es muy astuto y capaz debemos imponerle un gran yugo intelectual, un campo entero de sabiduría para que lo trabaje solo. Sin embargo, si tenemos un niño que es más débil en capacidad y astucia que el primero, no podemos pretender que “are” el mismo campo de sabiduría que su hermano, por lo que a él le impondremos un peso menor. Todo orador, antes de verter de sus aguas puras, tiene que evaluar al público, descubrir si son cedros o flores, si son fuertes o débiles, para decidir si verterá lluvia o rocío. El tercer mensaje que nos dio Moshé Rabenu al comparar las palabras de Torá con la lluvia es que no debemos creer que nuestras pa456

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DEVARIM labras serán entendidas por las personas igual que semillas que caen en tierra fértil tan pronto como empecemos a hablar. Cosechar los frutos de nuestro esfuerzo toma un tiempo. Así como en un campo la lluvia provoca en las semillas cambios paulatinos, ocultos a nuestra vista por estar bajo tierra, y sólo mucho después disfrutamos deliciosas frutas, en las personas poco a poco van desarrollándose sus “semillas espirituales” hasta que dan frutos. Nuestros hijos, nuestro público y nuestros amigos son como campos que regamos con las aguas de la Torá, la cual llega hasta lo más profundo de su ser y paulatinamente genera cambios en sus ideas y actuaciones, hasta que vemos cómo se desarrolló. En la naturaleza algunas plantas crecen rápido y otras crecen con lentitud; también entre las personas hay quienes crecen más rápido que otros. La Torá dijo del hombre: Ki Adam Etz Hasadé, “La persona es como el árbol del campo”. Hay árboles de crecimiento rápido y hay otros que no lo son, pero todos tienen en común que crecen con la lluvia. Y las personas crecen con palabras de Torá cuando éstas son bien dadas, en su cantidad respectiva y en el momento adecuado. Llenémonos de las aguas de la Torá para que a la vez podamos verterlas de manera correcta, de acuerdo con la capacidad de quienes nos escuchen. Y tengamos paciencia; poco a poco irán creciendo y darán frutos. Pero por ello mismo debemos continuar con el riego de esas aguas y, con la ayuda de Dios, nos enorgulleceremos de nuestros hijos, nos alegraremos por nuestros alumnos y veremos buenos frutos de quienes nos rodean. Que sea la voluntad de Dios que con la ayuda de estos mensajes de Moshé Rabenu podamos cumplir el objetivo de Haazinu, “Escuchen”. Amén. 457

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Parashat ZOT HABERAJÁ LA VIDA ES UN CICLO INFINITO

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sta última Parashá se lee en Simjat Torá. En ese día, inmediatamente después de terminar de leer todo el libro, se empieza con la lectura de la Parashá de Bereshit. Esto nos enseña que la Torá no tiene fin y que todo fin es, en realidad, el principio de algo bueno. Esto es lo que ocurre también con el Shabat. Por un lado, es el séptimo día, el último, el fin de semana, pero por otro lado es el primero, el comienzo de semana, el que nos da la fuerza espiritual para trabajar la semana siguiente. Cuando decimos que nuestra vida (que dure hasta los 120 años) se acaba es verdaderamente cuando principia una nueva etapa, en un ámbito mucho mejor, un plano espiritual con mayor contenido. Nada es finito, sino infinito; toda la vida es un ciclo, es un círculo. Por eso el mundo es elíptico, no tiene ni principio ni fin. En la Cábala, Dios es llamado Ein Sof, “Infinito”. No comienza, ni termina. Su Torá, también, es infinita. Por eso, justo después de haberla terminado, empezamos a leerla de nuevo, desde su comienzo. Es como una cadena con cincuenta y cuatro eslabones, porque tiene cincuenta y cuatro parashiot. Está sobreentendido que cada principio no puede ser como el anterior, sino más elevado, con más sentido y contenido. Cada semana que se lee una Parashá debemos elevarnos un poco más, es decir, estudiar la Torá con mayor profundidad, de tal manera que al final 458

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DEVARIM del año hayamos adquirido un tesoro de conocimientos y un tesoro de buenas cualidades. Y esto implica innovar cada semana con aspectos más espirituales y hermosos. Con la ayuda incondicional de Dios logré culminar éste, mi primer libro, el que considero como un hijo. Me siento como una mujer que tenía una criatura, un bebé dentro de su ser, y ha salido a la luz, con un Mazal Tov. Este libro no es el fin, sino la continuación de un trabajo y el principio de otros, que únicamente con la ayuda de Dios Bendito lograré seguir publicando. Tengo el deseo y la voluntad de preparar un libro sobre Festividades, otro con preguntas y respuestas sobre temas difíciles del Judaísmo, como: ¿quién dijo que Dios existe? ¿Cuáles son las pruebas que demuestran que Él fue Quien creó al mundo? ¿Por qué los sabios agregaron tantas mitzvot? ¿Dónde estaba Dios en la Shoá, el Holocausto?, etc., así como un libro sobre Shalom Bayit, “Armonía en el hogar”, y otros más. Pero siempre con la ayuda de Dios. Que sea la voluntad de Dios darme las fuerzas, la salud, la tranquilidad, la inspiración y la alegría que necesito para cumplir con este deseo, y que todos esos libros ayuden al Am Israel a dar por lo menos un pequeño paso hacia adelante y ni uno solo hacia atrás. Amén.

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