La Vida Empieza Con A

LA VIDA EMPIEZA CON “A”1 Autor: Nelly Fernández Tiscornia Personajes Profesora Funes Milani Profesora 1 Profesora 2 Maur

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LA VIDA EMPIEZA CON “A”1 Autor: Nelly Fernández Tiscornia Personajes Profesora Funes Milani Profesora 1 Profesora 2 Mauricio Arriola Lucía Arriola Marcelo Beltrán Claudia Beltrán Decorados PARTE 1: Sala de Profesores PARTE 2: Dormitorio Mauricio y Lucia PARTE 3: Loft Marcelo y Claudia PARTE 1 Sala de profesores: Lugar típico con mesa, sillas, perchero, cafetera en un rincón. La profesora Funes corrige pruebas. Dos profesoras recogen sus cosas en actitud de volver a sus clases. Sonido: de fondo murmullo de recreo de colegio secundario). Profesora 1 (Dirigiéndose a Funes): Bueno, profesora, yo ya no la veo; así que le deseo mucha suerte y espero venga a visitamos. (Le da la mano). Adiós. Profesora 2 (También a Funes): Cualquier cosa le alcanzo a su casa los libros que me prestó la semana pasada y así de paso nos vemos. (Le da un beso). Adiós. Profesora Funes: ¡Gracias! Corrijo estas pruebas, paso las notas y me voy a casa. Es que con el frío y estos dolores... (Queda con la frase en el aire, como resignada). 1 Adaptación del guión para televisión. Sólo se eliminaron los cortes y se reubicaron algunas didascalias. Los diálogos y el resto de las acotaciones no fueron modificados.

Suena timbre finalización recreo. El murmullo de fondo va cesando. Salen las dos profesoras y casi chocan con Milani que entra seguro y se para en el medio de la sala. Al no encontrar a quien busca y sí reconocer a la profesora Funes, a quien él no quiere ni ver, da vuelta sobre sus pasos y comienza a retirarse prontamente. Prof. Funes (Que lo ha visto): ¿Vos no sos Milani? Milani se para en seco, se vuelve y comienza a acercarse resignado, con cara de malos recuerdos. En realidad, él no sabe del momento especial de la profesora, que ha dictado la última clase de su vida. Milani: Sí, la verdad..., hace años... Prof. Funes: ¿Estás de visita? Milani: No, vine a buscar los papeles porque voy a ver si termino quinto año en la nocturna. Me dijeron que la secretaria estaba acá. Prof. Funes: Estuvo acá... Pero se fue arriba. Milani: Bueno..., entonces..., gracias. (Comienza a irse). Prof. Funes: Milani... (Lo llama). Milani se detiene como soportando el Fastidio Milani: ¿Qué? Prof. Funes: ¿Tenés mucho apuro? Milani: Y, sí. Prof. Funes: Qué lástima Milani no entiende, es un muchacho abierto pero que frente a ella se mueve por muchas rabias. Milani: ¿Por qué? Prof. Funes: Porque tengo un rato libre... y me hubiera gustado hablar con vos. Milani no lo puede creer, nunca se hablaron y se detestaron toda la vida. Milani: ¿Conmigo? Prof. Funes: Sí... Con vos. Milani: (Decidido) Yo creo que usted no se acuerda de mí, Seguro se confunde. Prof. Funes: No, Milani... Matemática de tercer año en el... '88. La rendiste cuatro veces. Pero..., por último, después de un error de fechas (lo remarca)... la aprobaste. Sin mí... por supuesto. (Esto también lo remarca). Milani: Sí, soy yo... Se acuerda bien. Prof. Funes: Sentáte... ¿Querés un café? ¡Esta sala es tan helada...! Milani no entiende nada, pero por respeto o por no saber qué hacer, se acerca y se sienta. La profesora sirve dos pocillos de café. Milani ha quedado sentado frente a la pila de pruebas. Viejos recuerdos lo convocan y se queda mirándolas. La profesora lo ve y, mientras, le extiende el café. Prof. Funes: ¿Recuerdos, no?

Milani: (Distraído con las pruebas) Ah... Gracias. Perdone..., sí, recuerdos. La profesora se sienta frente a él. Serena. Milani la mira. Milani: Usted está igual. Prof. Funes: No sé por qué, pero me parece que esto no es un elogio. Milani: Quise decir que Eso... Que está igual. Eso… Que está igual Prof. Funes: Vos, no. Estás más alto, más... (observándolo) fuerte. Pero te hubiera reconocido en cualquier parte. Milani es un muchacho directo. Habla sin preguntar qué debe decir o no. Milani: Y... También... Me vio mucho. Prof. Funes: Sí. .. Te vi mucho. Milani: (Se afloja) ¿Siempre sigue mandando tantos pibes a exámenes? La profesora Funes se siente tocada pero sonríe serena. Prof. Funes: Siempre que me encuentro con un alumno... me hace la misma pregunta. Debe ser lo único que recuerdan de mí. .. Milani la interrumpe casi con un reproche. Milani: Es que... Se la llevaban casi todos. Uno ya sabía que... si le tocaba usted... era casi seguro. Ahora es la profesora quien reprocha al ex alumno. Prof. Funes: Así que yo... los mandaba. ¡Ustedes, no tenían nada que ver! Y claro, como ya sabían... no estudiaban. Milani se sobresalta un poco. Milani: ¡No! ¡Estudiábamos! Lo que pasa es que usted... Parecía que nunca alcanzaba. ¡Era así! La profesora va a hacer una pregunta que se nota es la primera vez que la formula. Prof. Funes: A ver, contáme un poco. ¿Cómo era yo? Milani, avergonzado, recuerda muchas cosas de la relación enferma que tuvieron los dos. Milani: No sé... Yo de lo único que me acuerdo es de que rendí cuatro veces matemática. Y si usted no se enferma... Prof. Funes: (Serena) Yo no me enfermé. Alguien... me informó mal la fecha de examen. Fue... (sonríe tristemente) digamos que fue un error de Secretaría. Milani sabe bien que fue una artimaña pero igual se defiende. Milani: No sé... A mí me dijeron que estaba enferma. Prof. Funes: Yo nunca me enfermé. Pero... muchos padres rogando y muchos alumnos sufriendo... (El recuerdo la endurece) terminaron por enfermarme. Milani: (Defendiéndose) Pero... Yo "sabía" (lo remarca) cuando rendí. Me saqué siete. Prof. Funes: Sí. .. También me lo dijeron. En la mesa de examen estuvo el Profesor Arriola. Se pasó la vida queriendo demostrar que era Caperucita y yo el Lobo.

Milani sabe que tiene razón pero no quiere entrar a revisar cosas que están muy en el fondo de él y que hacen que esa profesora, que tiene enfrente, haya sido siempre el enemigo. Milani: Yo de lo que me acuerdo, es de que sabía. Por lo menos, todo lo que me preguntaron, lo sabía. Prof. Funes: La pregunta sería entonces... ¿Por qué nunca sabías conmigo?.. ¿No creés? Milani se va ablandando. Esta conversación no la imaginó nunca. Milani: Usted ya sabe por qué. Prof. Funes: No. No lo sé. La profesora lo mira hondamente. Prof. Funes: Yo tampoco me lo imaginé. También para mí es la primera vez. En algo, estamos iguales. Milani se queda mirándola. Milani: Y... ¿Por qué? Prof. Funes: ¿Por qué... qué? Milani: ¿Por qué quiere hablar? Prof. Funes: No sé..., saber eso ya sería mucho pedir. Te vi y... me acordé de muchas cosas. Milani: (Asintiendo) Yo también cuando la vi. Prof. Funes: Sentiste que te corría un frío por la espalda. Yo lo noté cuando te llamé. Mi voz, no más... (Sonríe) "No me lo nombre al malo" ... como decían en una obra de teatro. Milani se da cuenta de que fue descubierto y ya está entregado. Milani: La verdad para qué le voy a mentir. La profesora lo ataja, comprensiva. Prof. Funes : Para nada ... Ya no hace falta. Ya se acabó la pelea. Milani: (reflexivo) Espero que ahora, cuando empiece de nuevo, me vaya mejor. Prof. Funes : ¿Y vos seguís creyendo que eso depende de los profesores y nada más? Milani: No sé ... Pero eso tiene mucho que ver. La profesora, en disimulado esfuerzo, se para y lo mira entre inquisidora y casi cómplice a través del tiempo transcurrido. Prof. Funes : ¿Sabés de qué me estoy acordando? De cuando me pusieron el sapo en el portafolio. Milani se inunda de vergüenza por el viejo recuerdo. Trata de mirarla de frente pero no puede y termina bajando la cabeza. Prof. Funes : ¡Yo hubiera jurado que habías sido vos! Milani: (Mintiendo) ¡No! ¡Yo no fui! ¿Vio? Siempre fue así conmigo. Siempre creyó que era yo.

Prof. Funes : Ya no puedo amonestarte. Podrías ser franco. Ahora ya no puedo hacerte nada. Según vos, yo siempre te hice algo. Milani se levanta para recuperar terreno e intentar enfrentaría. Milani: Todo el mundo lo decía. Usted la tenía conmigo. Prof. Funes : (Honda) No, Milani. Estás equivocado. Milani: Usted me pidió que fuera franco. Usted también podría reconocerlo. Prof. Funes : Reconozco que llegó un momento en que tu nombre me producía urticaria. Pero eso fue mucho después. Cuando pasamos a ser una especie. No sé. Éramos una síntesis del enfrentamiento eterno. Había una especie de circo alrededor de nosotros. La profesora se espasma, como si le recorriera el cuerpo algo muy frío. Prof. Funes : ¿Es frío... , no? Milani: ¿Qué? Prof. Funes : ¿Vos no sentís frío? Milani: No. La profesora se recoge en ella como abrigándose. Milani, algo sorprendido, no sabe qué actitud tomar. Milani: Usted está muy desabrigada. Digo... La profesora se recompone y vuelve al tema anterior. Quiere una confesión. Prof. Funes : ¿Así que no fuiste vos el que me puso el sapo? Milani: ¡No! La profesora se va sentando y Milani también, como si copiara el movimiento de ella. Prof. Funes : (Reprochando) Vos nunca estudiaste matemática. Milani: (Convencido) No, macana... , yo estudiaba. Prof. Funes : Quiero decir que ... vos nunca supiste matemática. Milani: (Casi irritado) No sé ... Yo estudiaba todo lo que tenía que estudiar. Pero nunca servía. Prof. Funes : (En tono doctoral) Nunca razonaste, Milani. Y entonces ... Nunca supiste matemática. Milani se para y camina recordando algo que no puede olvidar. Milani: Me parece que la estoy oyendo, "La matemática es poesía". (No puede creerlo) ¡Poesía! Esos pedazos de teoremas y los ejercicios de factoreo. La profesora, convencida y maravillada, pensando en su materia, se acerca a la ventana como si la luz le diera inspiración. Prof. Funes : Poesía, Milani... [Poesía pura! La maravilla de combinar las cosas y hacerlas servir para llegar a otras. La profesora se queda en ella, como si fuera una confesión. Prof. Funes : Por lo menos, es la única poesía que conocí en mi vida. Milani de pronto, sin darse cuenta, va notando que frente a sí hay una persona. Alguien que siente y está viva.

Milani: Debe ser triste. ¿No? Prof. Funes : ¿Qué? Milani: No, nada (cambia de tema) Yo me acuerdo de que siempre estaba con los libros y esa tiza y hablaba y llenaba el pizarrón ... , borraba y volvía a empezar. Y déle y déle. Prof. Funes : (Mirándolo honda) ¿Ésa era yo? Milani: Digo... Lo que yo me acuerdo. Prof. Funes : (Asintiendo) Sí... Lo que era yo ... para vos. Milani: Y, sí uno en seguida se daba cuenta de que para usted ... no había nada más que eso. La profesora escucha lo que supo toda su vida, pero en este momento tan especial necesita volver a oírlo y hablar de ella. Prof. Funes : Yo sabía que había algo más que eso. Sabía que ustedes estaban ahí. No sabés las veces que ... No sé. Me ponía a buscar la forma de (se corta). Algo que me sirviera ... (entregada). Ya no importa. Milani trata de acercarse afectivamente, de pronto queriendo saber más. Milani: Pero usted nunca dijo nada. Hablaba de matemática y nada más. Prof. Funes : (Tocada) ¿Nada más? La profesora se queda como si en ese nada más se le fuera la vida. Habla entrecortada. Prof. Funes : Yo creía ... ¿Sabés que quería, Milani? Que amaran la matemática como la amaba yo. A Milani la vergüenza de todo lo que le hizo a esta mujer lo puede y desde el fondo de él saca explicaciones que lo defiendan. Milani: Es que ... , para colmo, nosotros habíamos tenido en matemática a la señora Marini. Era distinta. Nos hablaba de los hijos, nos reíamos. Prof. Funes : La señora Marini dictaba matemática. Pero no sé si la amaba como yo. Milani: A nosotros, nos quería. Era muy buena con nosotros. Prof. Funes : Yo también (se corta, se hunde) Me pregunto si... (Se corta) No... , no me pregunto nada. Milani ya no puede contenerse. Y está decidido a acercarse a esa mujer. Milani: No sé, quiero decir que no creí que usted ... (se corta) Lo que pasa es que hoy ... hablando ... , será que yo soy más grande y ya no estoy sentado en el último banco. Prof. Funes : y yo ya no tengo la tiza en la mano. Milani de pronto buscando razones que lo justifiquen. Milani: A lo mejor ... Digo... Si alguna vez, nos hablara... así, como ahora. Se perdería una clase, pero uno podría ... Prof. Funes : (Lo corta) Sí, uno podría. Pero... "Recién supe lo que era el andén, cuando ya se había ido el tren".

La profesora sonríe suavemente contagiando a Milani. Éste se siente más aliviado. Milani: Qué bien que está eso, ¿no? Recién sabe que el andén .. · ¿Cómo es? Prof. Funes : Recién supe lo que era el andén, cuando ya había pasado el tren. O algo así. Milani: ¿Es un verso? Prof. Funes : No... No sé. Era algo que oía decir en mi casa. De pasada. Cuando alguien pasaba por la puerta de mi cuarto. Porque yo siempre estaba estudiando. Fui medalla de oro. Sí, era una excelente alumna ... , desgraciadamente. Milani con gesto de no entender. Milani: ¿Por qué... "desgraciadamente"? Prof. Funes : (Triste) Por... (Se corta) Por todo eso que estamos hablando. Estudié mucho. Amé mucho todo lo que aprendí. Y terminé por creer que ... La profesora se queda perdida en ella y Milani rompe el silencio suavemente. Milani: y bueno, qué se va a hacer. Uno hace las cosas como cree. La profesora lo mira suave, triste. Prof. Funes : ¿Me odiaste mucho, Milani? Milani se electriza por la pregunta. Se cruzan las miradas. La profesora lo doblega por ternura y tristeza, no por respeto. Milani: No... ¿Usted dice después cuando yo no podía aprobar? (Baja la mirada) Sí... La odié. Para qué le voy a mentir, si usted ... usted ya sabe. La profesora vuelve a sentir frío. Prof. Funes : Será por eso que siempre tengo frío. Dicen que es el contrario del amor. Milani se desespera por no herirla. Milani: No sé si era odio. A lo mejor... era rabia. Porque ya no sabía qué hacer. Una vez y otra y otra ... La profesora lo señala con el índice. Prof. Funes : y un día, hablaste con el preceptor y se confabularon. Me pasaron mal la fecha. Y vos aprobaste y yo (se corta). No sé cómo no me di cuenta en ese momento de que algo debía andar mal. No pensé. Me enfurecí. Me crucé con vos en el patio. Te reías. Milani trata de convencerla de que fue tan sólo una travesura. Milani: Yo no me reía de usted. ¡Se lo juro! Me reía de alegría. Qué sé yo. Era chico. Seguro que ... Prof. Funes : No importa. Yo sentí que toda la escuela se reía de mí. .. A lo mejor, si hubiéramos hablado ... Al decir esto tiene un espasmo y cruza sus brazos, acurrucándose como quien se protege de algo muy frío.

Milani: Yo... qué iba a hablar. Cualquier cosa que yo hubiera dicho, usted no lo iba a entender. Prof. Funes : No sé. Porque nunca nadie hizo la prueba. Puedo decir que me voy de la escuela sin que nadie me haya dicho nada. Nunca. Milani: Usted no daba lugar. Prof., Funes: Es cierto ... Yo no daba lugar. A Milani algo le ronda en la cabeza. Milani: ¿Por qué dijo que se va de la escuela? Prof., Funes: Te mentí. Acabo de dar mi última clase y éstas son las últimas pruebas que corrijo. Milani: ¿Y ahora? Prof. Funes : Ahora ... A descansar Milani: (La alienta) Qué suerte, ¿no? La profesora lo mira sonriendo con ternura. Mientras abre su cartera y saca una medalla. Prof. Funes : No sé por qué me quedé. A lo mejor, te estaba esperando. La matemática me enseñó que no existe la casualidad... Ésta es la medalla. Milani la toma, la mira y se la devuelve. Milani: Muy linda ... Prof. Funes: Una medalla y... nada más. Aquí no ha pasado nada. No habrás visto a nadie llorando. Simplemente, se acabó el lobo de tercer año. A Milani la tristeza lo puede. Algo bueno lo conmueve profundamente como muchacho bueno que es. Milani: Por eso. Es lo que yo digo. Uno... Qué sabe. Recién, ahora, hablando, uno se entera. Prof. Funes : ¿De qué? Milani: De... De lo que es ... De... Prof. Funes : Perdonáme, Milani. Te hice perder tiempo. Milani, con toda el alma quiere seguir hablando, como si con eso le evitara el dolor. Milani: Así que ... se retira. Prof. Funes : Sí... Por invalidez. Milani se sorprende, su cara es la imagen del dolor. Prof. Funes : Las piernas... El viejo mal del profesor de pizarrón. Tengo una artrosis de cadera. Muy prematura ... Porque no tengo edad para esos males. Pero ... Tanto pizarrón y escribir y borrar. Veinticinco años. Una vida. Milani no puede más. Necesita hacer algo por ella. Se confiesa. Milani: Yo le puse el sapo en el portafolio. Fui yo. Usted nunca se equivocó. A lo mejor, nunca se equivocó. Tiene los ojos llenos de lágrimas. La profesora se contagia de ese amor tardío de Milani. Con voz temblorosa y dulce le dice:

Prof. Funes : Yo siempre supe que eras un buen chico. (Sincera) Lo que pasa es que vos ... Te parecías a mis compañeros de secundario. Porque ellos vivían, se reían... (Se corta) Yo, estudiaba nada más. La profesora siente que no puede más y se pone de pie, trabajosamente. Milani extiende las manos, pero no se atreve y queda firme frente a ella, mirándola. Milani: Ya se va. Salimos juntos. La acompaño. Prof. Funes : ¿Te das cuenta de que es la primera vez que vamos caminando juntos? Milani quiere demostrarle cariño. Milani: Para mí, la verdad, es un honor... Usted sabe las veces que ... (se corta). Prof. Funes : Decílo, Milani... Por favor. Seguramente es la última vez. Milani: Digo... Cuando vivimos así, peleando, yo ... Una vez soñé que ... me quería. La profesora tiembla por dentro, y se rehace. Prof. Funes : Eso mismo soñé yo toda la vida. Pero despierta. La profesora se acomoda y comienza a tomar todas sus cosas. Milani se queda mirándola. Quiere acercársele, quiere darle algo, estar con ella. Milani: ¿Quiere mi campera, si tiene frío? Quedan mirándose frente a frente. Prof. Funes : No, no. Lo que podrías darme... es un brazo Milani suave y tierno, le da su brazo. Ella se cuelga de él y comienzan a salir juntos. PARTE 2 Dormitorio Mauricio y Lucía Arriola. Interior: Noche. Dormitorio amplio, de muebles modestos. Cama, dos mesas de luz, pequeña cómoda con espejo. Una puerta que da al baño. Cenicero lleno de colillas. Diario sobre la cama. Lucía toma su ropa para dormir. Mauricio está tirado sobre la cama, vestido, fumando, con la mirada perdida en cosas que solamente él ve. Lucía está desesperada por encontrar la forma de acercársele, de ayudarlo, de penetrar dentro de ese hombre al que un tremendo cansancio existencial lo ha transformado en un peleador que bajó la guardia. Lucía: Vinieron todos. Mauricio no responde. Lucía: Les serví café; los atendí lo mejor que pude. Ya no sabía qué hacer. Mauricio parece no oírla. Lucía: No querían irse sin verte (Busca más argumentos). Los podrías haber atendido: un minuto, nada más ... ¿Qué te costaba? Después de todo, son tus compañeros. Ahora sí, Mauricio reacciona febril.

Mauricio: Lucía, ¿vos no querés entender que ésta no es una despedida conmovedora de un docente que se jubila? ¡A mí me echaron!... ¡Me echaron! Lucía: ¡No te echaron! Vos renunciaste. Mauricio: ¡No te engañés más, Lucía, por favor! Me obligaron a renunciar (con rabia, con impotencia) Me humillaron ... ¡Me arrinconaron! No tenía otra salida que renunciar. Lucía: Pero no digas que te echaron. Mauricio: ¡Tenés razón! No me echaron. Me ascendieron, me condenaron a la secretaría. ¿Sabés lo que es eso para un tipo como yo? .. ¡La muerte civil! Lucía: Pero yo no estoy hablando del rector ni del dueño del colegio. Los que vinieron a saludarte fueron tus compañeros. Mauricio: Yo nunca tuve compañeros. Vos lo sabés mejor que nadie. (Dolorido) Yo sé que deben estar contentos: me sacaron de en medio. Para ellos, fui una urticaria. Lucía: No hables así, Mauricio. No digas. Mauricio: ¿Y qué querés que diga? ¿Qué creo que lo lamentan? ¡Por favor! Todos sabían lo que el rector se proponía. A nadie se le movió un pelo. ¡Compañeros! ¿Sabés a qué vinieron? Vinieron al velatorio del Loco Arriola, a eso vinieron. Lucía, ya cambiada, se recuesta a su lado. Está cansada. No sabe cómo hacer para rescatar a su marido de la amargura y el fracaso. Lucía: Yo no sé, Mauricio ... Te juro que no sé. Mauricio: Yo sí, sé. Lo único que te pido por favor es que no hablemos más del tema. Mauricio apaga un cigarrillo y prende el siguiente. Lucía: Yo no quiero hablar de eso. Ya ni sé lo que hago ni lo que digo (lo mira con gran ternura y dolor) Estoy todo el tiempo dando vueltas como idiota. No querés comer, estás ahí tirado, mudo, qué sé yo desde cuándo ... (Temerosa) Al final... yo sé qué va a pasar: ¡te vas a enfermar! Mauricio: No me voy a enfermar. No me puedo enfermar. Mañana mismo tengo que empezar a buscar trabajo. Lucía con un gesto le pide una pitada. Duda, pero por último se atreve a intentar convencerlo. Lucía: ¿Por qué no me hacés caso? Vámonos unos días a San Remigio. Tu hermana siempre te está pidiendo que vayas. Aunque sea unos días. Para salir un poco de todo esto. Mauricio: No. Lucía: ¿Por qué? Mauricio: Porque no. Lucía: Es un capricho.

Mauricio: No voy a ganar nada escondiendo la cabeza como el avestruz, ni llevando la rabia a tomar sol a San Remigio. Mañana mismo voy a ver a Rogelio. Lucía: ¿Qué Rogelio? Mauricio: El único Rogelio que conocemos. Lucía: ¿El dueño del kiosco? Mauricio continúa fumando, desafiante con lo que va a decir. Mauricio: Sí, el dueño del kiosco que está frente a la escuela. Lucía: ¿Y para qué? Mauricio: Andaba buscando a alguien para que le atendiera el kiosco a la mañana. Lucía está a su lado en la cama. Pero lo mira a través del espejo como si estuviera viendo una fotografía de ambos en la que la verdad se les viene encima. Lucía: y vos ... ¡Qué injusticia, Dios mío! Lucía sale de cuadro. Entra al baño a buscar un cepillo. Mauricio: Ninguna injusticia. ¿No hay ingenieros conduciendo taxis? ¿Y médicos vendiendo detergentes? ¿Qué problema hay en que un profesor de castellano atienda un kiosco? Lucía desde el baño. No se la ve. Lucía: (En off) Veinte años peleando, renegando, dejando el alma para terminar así. .. No sé cómo pudieron hacerte esto. Mauricio: No me hicieron nada. Aplicaron el Reglamento, nada más... Había empezado a perder la chaveta. Yo, que siempre creí que había que convencer con la palabra, ya estaba empezando a cerrar el puño. El otro día estuve a punto de ... Terminé haciendo polvo un vidrio de la puerta de la rectoría de un portazo. Mauricio está perdido en su amargura. Se toma la cabeza con las manos. Mauricio: No hay caso ... Tanta impotencia ... Tanta. Lucía sale del baño, con el cepillo en la mano. Lucía: Vámonos, Mauricio. Si no querés volver a San Remigio, no sé ... , a cualquier lado. ¿Qué nos ata? Con llenar una valija, ya está. Mauricio: Lucía, ¡me voy a quedar! Mauricio se para y actúa lo que va relatando con distintas inflexiones de voz. Mauricio: Me voy a quedar. Y voy a atender el kiosco de Rogelio. -Profesor Arriola, ¿qué hace aquí? -Trabajando, señora. -El rector nos dijo que había renunciado por razones de salud, ¿cómo está? –Pregúntele al rector, él le va a explicar. Lucía se cepilla frente al espejo. La vemos de espalda. Lucía: No pienses más, por favor. Se acabó. Olvidáte de la escuela y del rector y de todo ... (Lo mira) Si un profesor como vos les molesta ... , bueno, allá ellos. Por eso vos no vas a dejar de ser lo que soso Vos sabés bien lo que valés y todo lo que trataste de hacer.

Mauricio: Traté. Nada más. Hacer, no hice nada. Veinte años peleando y todo sigue igual. Lucía: Todos saben lo que soso Recién, la señora Funes me decía... Mauricio: ¿La doctora Funes? ¿Ella también vino? ¡Qué cínica, por favor! (Enfurecido) ¿Qué decía? Lucía tira el cepillo sobre la cómoda y hace gesto de: ¿Para qué hablé? Lucía: Nada ... No sé ni para qué la nombré ... Mauricio: ¿Qué decía? Lucía: Nada ... Que vos siempre habías sido el defensor de pobres y ausentes. Mauricio: Eso es una infamia. Lucía: Pero no lo dijo como una acusación. Mauricio: ¡Es una infamia porque no es cierto! Yo no defendí a nadie. La acusé a ella de inepta, insensible. En veinte años, se lo expliqué; se lo demostré. El último portazo fue mi respuesta a una de sus hazañas: la expulsión de un muchacho al que sepultó en amonestaciones. (Enojado) La señora Funes ... Para ella, un alumno es un depósito de teoremas. Lucia: ¡Basta. Mauricio, por favor! Mauricio está temblando. Para serenarse enciende otro cigarrillo. Mauricio: Tenés razón. Basta. No hay que acordarse más. Se acabó la pelea: ganaron los buenos. Lucía: Nadie ganó. Mauricio se muerde los labios. Lucía: Al final, los únicos que perdieron fueron los muchachos. Mauricio: Qué van a perder. Nunca pude hacer nada. Siempre me aplastaron. Vaya pasar a la historia del colegio como "el único voto en contra". Un voto, contra quince. Mirá vos. Lucía: Es que ... , cuando la gente no quiere ver las cosas, no las ve. Las tiene delante, pero ... ¡Siempre es así! La voz de Lucia es triste. Esto hace que Mauricio salga de sí mismo y empiece a notarla a ella. Mauricio: ¡Pobre Lucía! Vos sí que, de rebote, te las ligaste todas. Lucía percibe la acción de Mauricio y se prende a la ilusión de sacarlo. Se le acerca y lo abraza. Lucía: ¿Qué de rebote? (Bromea) Si me enamoré de un profesor y encima de un loco que quería cambiar el mundo ... Yo me la busqué. Mauricio: Fue el peor negocio de tu vida. Los tipos como yo tendrían que llevar un cartel grande, luminoso: "Peligro, fracaso". Lucía: Yo ni lo hubiera visto. Mauricio: Vos tendrías que haberte casado con "el Turco". Ahí lo tenés: gordo, feliz y dueño de medio San Remigio. Lucía lo suelta risueña.

Lucía: y con eso ... (ríe más) ¡Pobre Turco! ¡Dios me libre! Mauricio prefiere seguir con el juego que lo evade de sí mismo. Mauricio: ¿Pero El Turco estaba ahí, eh? A un paso ... Si ese verano yo no vuelvo al pueblo... , no sé. Lucía, casi como ofendida. Lucía: ¡Mentira! Yo estaba con él porque era muy amigo de mi hermano y habíamos ido todos juntos al baile. Pero yo no lo podía ni ver. Mauricio con nostalgia de aquellos tiempos en que todo comenzaba. Mauricio: ¡La kermese de Navidad! La rotonda, la murguita en el medio tocando el tachín. Lucía: ¡Qué noche de calor! (Riendo) Me acuerdo, El Turco tenía un traje a cuadros grueso y transpiraba. Mauricio se para tipo "Chaplin" y no aguanta la risa mientras dice: Mauricio: Te acordás, cómo se acomodaba para bailar. Lucía también ríe y recuerda. Lucía: Era tan ridículo el pobre, hasta para bailar. .. Lucía lo mira llena de amor. Lucía: Para colmo llegaste vos, con tu traje azul, recién recibidito. Lucía se frena porque se da cuenta de que volvió al tema. A Mauricio el recuerdo lo ensombrece. Mauricio: Recién recibido... Ese mismo año empecé a ejercer. Seis horas semanales. Creí que me volvía loco cuando me nombraron. Lucia perdida en la nostalgia. Lucía: A veces, leo las cartas que me escribías. Me contabas todo; todo el tiempo hablando de los alumnos; cómo eran, qué decían, las cosas que ... Lucía se va callando y ahora es Mauricio quien cambia de tema. Mauricio: Era un buen tipo el Turco. Lucía: Por favor. Lo único que le importaba era comprar a diez y vender a veinte. Mauricio: ¡Hacía bien! Era bolichero de alma ... Pero otros que creíamos en los peces de colores, mirá. Aquí me tenés: 46 años, y una llaga en el estómago pensando en qué voy a hacer mañana para ganarme la vida. Lucía: La llaga en el estómago no la tenés por pensar qué vas a hacer mañana. A mí no me engañás. Vos estás pensando en lo que te pasó y toda la vida vas a estar pensando en lo mismo. Mauricio se queda tocado por estas palabras. Intenta negarlo. Mauricio: ¡"Toda la vida"! Toda la vida, ya pasó, Lucía. Por lo menos, yo creía que ... (se corta) ¿Se lo dijiste a tu hermano? Lucía: ¿Qué importa mi hermano! Mauricio: ¿Se lo dijiste? Lucía: Nada. Y aunque le hubiera dicho, es cosa de él. Que diga lo que quiera. Mauricio se siente lastimado e imagina qué le estaría diciendo su cuñado.

Mauricio: "¿Por qué no te la tomás un poco en solfa, me querés decir?". "¿Qué ganás ... ?". "¡El día menos pensado te van a pasar por arriba!". Lucía: Claro. ¡El mejor! Para él, vivir es pasarla bien. Ése sí que nunca va a mover un dedo por nadie. Mauricio: Lo envidio. Lucía: ¡No! ¡Qué lo vas a envidiar! ¡El mejor! Vos sos otra cosa. Mauricio: ¡Otra cosa! Lucía trata de levantarle el ánimo a su esposo. Lucía: ¡Claro que sí! ¡Si lo sabré yo! Siempre viste lo que los demás ni ven, ni se dan cuenta... Un recuerdo la ilumina. Lucía: ¿Te acordás del día de la mariposa? Mauricio comienza a recordar un día que tal vez le demuestre cuál es la raíz de su vida, todo lo que no fue o no pudo ser. Mauricio: ¿La mariposa de Carlitos Milano? Lucía: ¿Todavía te acordás del nombre, después de tanto tiempo? Mauricio camina por el dormitorio. Eso lo ayuda en el recuerdo que lo emociona cada vez más. Mauricio: ¿Cómo no me voy a acordar? Si lo estoy viendo ... Pobrecito... El padre vivía borracho y más de una vez llegaba a clase con la cara marcada. Se sentaba en el último banco y se quedaba ahí, hundido, sin pedir ni dar nada. Para todos, era un caso perdido. No estudiaba, no oía. Estaba ahí, como tantos otros. Yo vivía mirándolo. Quería encontrar la forma ... Ese día, yo estaba dictando. De repente, entró la mariposa... Fue un milagro... No sé ... Carlitos se transformó. Le brillaban los ojos; la seguía tembloroso; las manos se le crispaban ... Sonreía sin darse cuenta. Yo dejé de dictar... Mauricio se sienta junto a Lucía. Mauricio: Ahí me di cuenta de que era lo que yo quería ... entendí qué debía ser un maestro... Yo quería ser esa mariposa para Carlitos Milani. ¡Tenía que conmoverlo, que despertarlo! No se puede aprender lo que no se siente. ¡Ahí estaba el secreto! Eso era todo. ¿Te acordás cómo volví? Bueno, te lo conté mil veces. Lucía lo ayuda en el recuerdo. Ella también está emocionada. Lucía: Esa noche no dormiste, porque al otro día había reunión de profesores. Mauricio: Era tan importante lo que tenía para decirles ... Ya en esta parte del recuerdo, Mauricio se va apagando. Lo gana la frustración y la humillación que sintió aquella vez. Mauricio: Me sentía ... , no sé ... Dios, hablé y hablé ... De repente, no sé cómo, me di cuenta de que me estaban mirando ... como a un loco. Me callé. "Muy bien, profesor Arriola... , pero ¿qué hacemos con el teorema de Pitágoras?

¿Se lo escribimos en las alas?". Esto dijo la señora Funes ... y todos se rieron ... ¡Cómo se rieron! En ese momento debí renunciar. Lucía está llorando en silencio. No puede más e intenta una confesión. Lucía: Ayer ... cuando vos fuiste al Ministerio ... yo ... yo fui al colegio. Mauricio la mira sin entender. Se enoja. Mauricio: ¿A dónde? Lucía: Al colegio. Mauricio: ¿A qué fuiste? Lucía está llorando. Siente impotencia. Lucía: No No entré. Fue a la salida Quería ver a los muchachos... No sé. Quería preguntarles ... si ellos sabían cómo los quisiste ... , todo lo que habías peleado por ellos. Mauricio esconde sus lágrimas e impotencia. Le recrimina. Mauricio: Vos creíste que los ibas a encontrar llorando ... , con grandes carteles "Viva Arriola", "Arriola sí, otro no". Ambos se ríen, pasan al llanto. Lucía: ¡No! ¡Sí... sí! En el fondo pensaba que... algo tenía que pasar... Que no podía ser que nadie ... , que todo siguiera igual sin un grito, una protesta ... , algo (llora). Mauricio: Yo no fui un héroe ni un mártir. Lucía: ¿No? ¿No fuiste nada vos? No estuviste, nadie te vio ni te oyó ... Nadie supo que . Mauricio camina por la habitación. Mauricio: ¿Qué le puede importar a nadie un tipo como yo que quiso y no pudo? Que esté o no, da lo mismo ... , nadie pierde nada. Lucía: No... , eso no lo digas ... Yo no lo puedo creer. Mauricio, parado, mirando al techo. Mauricio: ¿Qué perdieron? ¿Qué? Nervioso, comienza a darle cuerda al reloj, como si al otro día tuviera que levantarse para dar clase. Mientras habla, juega con el reloj en sus manos. Mauricio: Cuando hubo que echar a alguien que yo defendí porque siempre supe que la indisciplina es una forma de desesperación, ¿qué pasó? Yo voté en contra, pero lo echaron. Cuando les expliqué mil veces que estaban acorralando a un alumno entre un padre y un profesor que lo considera un depósito de fechas y estadísticas ... ¿qué resultó? Nada ... Ahí están ... , con la libreta en una mano y el libro en la otra. Cuando quise que entendieran a tantos pobrecitos empujados por el miedo y el dolor que tiran una tiza ... Sin darse cuenta, se está llevando la mano a la cara. Recuerda. Mauricio: Como aquella tiza con la que Marcelo Beltrán me marcó la frente ... Ahí tenés ... Marcelo era un gran muchacho; pero lo habían desquiciado sus

padres ... Dos irresponsables que lo convirtieron en espectador de una separación escandalosa. Nadie ... lo entendió. Lucía se extraña al verlo con el reloj. Lucía: ¿Qué hacés con el reloj? Mauricio toma conciencia del reloj. Con un gesto cansado, se sienta en el silloncito. Mauricio: Nada ... Lo que hice todas las noches. Mientras te contaba cómo había perdido, le daba cuerda al reloj para la batalla del día siguiente. Mauricio se para y la mira decidido. Mauricio: Hacé las valijas. Mañana nos vamos a San Remigio. Lucía se entusiasma. Lucía: ¡Por fin! ¡Gracias a Dios! Vas a ver, Mauricio, qué bien vas a estar allá. Aunque estemos unos días. Mauricio la corta seguro de lo que dice.. Mauricio: No volvemos más, Lucía. Levantemos las cuatro cosas que tenemos y... se acabó. Lucía salta de la cama y lo abraza feliz. Lucía: ¡Mejor! ¡Mucho mejor! Yo sé lo que te digo. Estoy tan segura de que ... Mirá, un día, sin darte cuenta, te vas a encontrar enseñando. Mauricio la suelta y se separa. Siente lo que dice sinceramente. Mauricio: No... Nunca más ... Me pudieron, Lucía. Vos tenés razón. No me echaron. Yo renuncié. Y no fue por humillación, ni por nada... Fue porque... me saqué. De a pedazos... De a mordiscos ... ¡Chau, Arriola! Se lo comieron. Mauricio se rehace. Recupera fuerzas. Mauricio: Pero no importa ... Allá está "El Turco". Lucía lo mira sin entender. Lucía: ¿Qué tiene que ver el Turco? Mauricio: Tiene varios boliches. Quién te dice. A lo mejor necesita una persona de confianza para que le atienda el mostrador... Total..., sumar, sé. Lucía se prende feliz en la ilusión. Ríe feliz Lucía: ¡No te va a servir!... Acordate de lo que todos dicen allá: El Turco no se hizo rico porque sepa sumar. .. , se hizo rico porque suma con trampas. Plano de Mauricio con una definición tajante sobre su futuro. Mauricio: Y... aprenderé. PARTE 3 Departamento de Marcelo y Claudia. Departamento tipo loft. Onda joven. Todo está a la vista y a mano. Son las dos de la mañana. Marcelo y Claudia recién llegan. Están vestidos muy formalmente. Vienen del festejo de graduación de Marcelo como arquitecto. Tiene la corbata atada sobre la cabeza, una botella de

charnpagne bajo un brazo, está tratando de embocar la llave en la cerradura y no puede. Mientras, canta feliz. Marcelo: ¡Sí, sí, señores, soy arquitecto ... , sí, sí, señores .. .! Claudia cariñosamente le quita la llave. Marcelo se corre y se apoya en la pared. Claudia: Dejáme a mí. Claudia abre y entran al departamento. El saco que Marcelo traía en traía en la mano queda en el suelo, sobre la cama dejan un ramo de flores, un estuche con una medalla y el diploma. Marcelo sigue cantando. Marcelo: ¡Sí, sí señores, soy arquitecto... ! Está muy excitado, imita voces empinando la botella. Marcelo: Buenos días, Arquitecto Beltrán... Por aquí, Arquitecto ... Vamos todavía, Arquitecto. Claudia está tensa, algo la molesta Claudia: ¡Marce! Ese champagne está caliente. ¡No tomés! Marcelo se tira en la cama. Claudia se queda mirándolo. Marcelo: Pero qué hermosa está, señora del Arquitecto. (Se ríe) Claudia se mira frente a un gran espejo con cara de espanto. Está hermosa, pero se nota que no es la ropa que usa habitualmente. Claudia: En mi vida me sentí más ridícula. Este disfraz de Fair Lady. Decíme quién dispuso que para un acto de graduación hay que disfrazarse de dama antigua. Tendría que haber ido como voy a todos lados: jeans y zapatillas. Marcelo la mira embelesado Marcelo: ¿Sabés a quién me haces acordar? Claudia lo corta, sabe adónde apunta. Claudia: A la esposa buena y elegante de un flamante arquitecto. Marcelo: ¡No! Estás idéntica a… Claudia no lo deja terminar. Le tira un almohadón a la cara. Claudia: Miráte vos ... Con ese traje parecés ... Bueno, ¡parecés lo que sos! Marcelo se quita el almohadón de la cara. Claudia: ¿Te das cuenta, no? Cambiaste de equipo. Desde hoy, se acabó la bohemia. Ahora pertenecés ... Marcelo la corta. Se tapa la cara con el almohadón. Marcelo: Apagá todo; desenchufá todo; vamos a dormir treinta horas. Claudia: Vos. Para mí sigue la farra. Mañana tengo clase y tengo que ir a la oficina. No dan días por marido recibido. Claudia nerviosa se pone a acomodar la cama. Claudia: ¡Mirá lo que es esta cama! ¡Mirá las flores! Las aplastaste todas. Claudia toma las flores con cuidado. Claudia: Qué bien estuvo tu viejo, ¿no? Mirá que acordarse de mí y traerme flores. Marcelo no contesta. Claudia lo mira

Claudia: ¿Sabías que me las trajo tu viejo, no? Marcelo: Ya me lo dijiste. Claudia: No vas a decir que no estuvo bien. Marcelo: Muy bien. Claudia está buscando un florero. Lo encuentra y quita las flores viejas de él. . Claudia: Mirálo cómo se vino desde Bahía Blanca ... Yo no creí ... que ... Marcelo contesta frío. Busca cambiar de tema. Marcelo: Yo sí. Cómo no iba a venir. Cuando se trata de festejos y condecoraciones ... firme ahí (cambia) Me lo vi venir al Gordo, ¿eh? Tenía todo listo para la manteada. Si no rajamos a tiempo, ya me veo: desnudo, atado a un semáforo. Claudia: No cantes victoria. En cualquier momento se aparece. Marcelo: (Riendo) ¡No! Pobre Gordo. Estaba muerto. Donde se sentó, chau. Ahí quedó, planchado. Claudia termina de acomodar las flores y deja el florero sobre el tocador. Todo lo hace como desganada y triste. Claudia: Ya se terminó. Marcelo se tapa la cara con el brazo como queriendo dormir. Claudia se tira a su lado, cariñosa. Claudia: No te duermas, no seas malo. Contáme ... ¿Qué se siente? Marcelo sigue con la cara tapada. Marcelo: Te falta poco. Ya te vas a enterar. Claudia: Al paso que voy, es posible que no me entere nunca. Marcelo se descubre y la mira de frente. Marcelo: Si aflojás, te mato. Claudia: Ése es mi problema. Marcelo: De los dos ... ¿Desde cuándo es tu problema? Claudia: Desde ahora. Vos estás en otra. Desde mañana, se acabó la pizza fría a las tres de la mañana, los mates lavados del Gordo; vos en el Tablero y yo sentada en el suelo; los puchos por todos lados; los litros de café ... y la guitarra para cambiar las ondas. Claudia sonríe triste. Marcelo no contesta. Él la mira. Claudia: No te engañes, Marcelo. Muchas cosas que hacíamos juntos ... se terminaron. El lunes empezás en el estudio. Ya no son changas para sobrevivir. Ahora, trabajarás de día y de noche, dormirás, o no sé. Lo que hace la gente normal. ¿Vos sabés lo que hace la gente normal? Marcelo: No sé, y espero no enterarme nunca. Claudia: Vos vas a decir que soy loca. Marcelo con los ojos cerrados como entredormido y sonriendo. Marcelo: Noticia vieja. Pero te queda muy bien.

Claudia se sienta al borde de la cama, tarda en hablar. No sabe explicar lo que siente. Habla sin mirarlo. Claudia: Hoy... entre la alegría y el "qué bien" ... y "por fin se te hizo" y... Yo estaba ahí, en medio de todo eso y todo lo que sentía es que ... te habías ido. Marcelo sabe a qué se refiere. Él también lo siente, pero no quiere seguir. Marcelo: ¿Adónde? Miráme. Claudia lo mira. Lo toma de la mano. Claudia: Hay un montón de cosas que hacíamos juntos y que, no sé ... , se acabaron. Hasta el departamento me parece una pocilga. Hasta ahora, era exactamente igual a nosotros: el desorden, la pila de platos, los libros tirados. Todo estaba bien porque así vivíamos los dos. Corriendo, sin pensar en otra cosa que estudiar y sobrevivir. Claudia pasea su mirada por las cosas. Claudia: Ahora. Nada que ver. Marcelo: Sos tan ... (riendo) psicóloga. ¡Qué profesión, mi Dios! Siempre buscando el pelo en la leche. Claudia: Como dice la canción: La realidad no es triste; lo que pasa, es que no tiene remedio. Ahora es Marcelo quien se sienta al borde de la cama, aliado de Claudia. Marcelo: Aclaráme una cosa porque yo debo estar confundido. ¿Qué pasó hoy? Claudia: Vos sabés que es cierto y tampoco estás muy feliz. Marcelo con cara de pedir por favor. Marcelo: Estoy muerto. Ya son las tres de la mañana. Claudia: En la ceremonia, tampoco estabas bien. Marcelo con gesto de fastidio. Marcelo: Sabés de sobra que me revientan las ceremonias. Uno se siente tan idiota parado ahí, como una estaca, oyendo tanto verso... ¿Querés que te diga? No oí una palabra. Claudia: y tampoco viste nada. Ni la saludaste a tu mamá que estaba al lado tuyo. Marcelo está tenso. Se para, da unos pasos y comienza a sacarse la camisa. Marcelo: Ni la vi. Qué se yo. Había tanta gente. Claudia: Oíste por lo menos que el domingo nos espera en la quinta. Organizó una reunión. Marcelo tira la camisa a cualquier lado. Estira los brazos de cansancio. Marcelo: También el viejo organizó otra en Bahía. Quería que nos fuéramos los dos, este fin de semana. Claudia: ¿Y qué hacemos? Marcelo la mira cortante. Marcelo: Nada. No vamos. Claudia: Te encargás vos de decírselo a tu madre. Marcelo: Ya lo sabe.

Claudia: ¿Qué? Marcelo con tono muy natural. No da mayor importancia. Marcelo: Que no voy a ir. Claudia: ¿Cuándo se lo dijiste? Marcelo: No hace falta que se lo diga. Claudia: Vos no podés hacer eso. Marcelo la mira cortante. Marcelo: Puedo. Y no hablemos más del tema. Vos ya sabés como soy y éste no es tu problema. Ahora es Claudia quien habla directa y enérgicamente. Claudia: ¿Querés que te diga la verdad? ¡A veces pienso que vos todavía no elaboraste la separación de tus padres! ¡Y me parece tan absurdo, algo tan infantil! Marcelo se tensa por el diálogo. Marcelo: En lo posible, no me usés como paciente. Claudia: Es que no entiendo y me preocupa ... Son dos tipos fenómenos. Te adoran, no sé ... Marcelo ya está nervioso. Marcelo: Está bien, dejálo así. ¿No hay pucho s? Fijáte en mi saco. Claudia se levanta. Busca el saco. Lo ve en el suelo. Lo levanta y lo alisa mientras busca los cigarrillos. Claudia: ¿Tendrás que ir con traje? Marcelo: ¿Adónde? Claudia: Al estudio. Marcelo: ¿Estás loca? Claudia: ¿Son muy bienudos los tipos, eh? Marcelo: Que sean lo que quieran. Yo no me voy a disfrazar de pingüino para trabajar. Claudia: ¿No se te ocurrió preguntar? Marcelo cambia de tema. Mientras Claudia cuelga el saco. Marcelo: ¿Encontraste? Claudia: No. Yo debo tener rubios en la cartera. Claudia deja el saco colgado. Claudia busca y encuentra un paquete con un solo cigarrillo. Lo enciende y se lo da. Claudia: Es el último. Lo fumamos a medias. Marcelo se ha sentado en la cama contra el respaldo. Da una pitada al cigarrillo y se lo ofrece a Claudia. Marcelo: ¿Qué fue eso que dijiste? Claudia: ¿Qué? Porque parece que hoy estoy enchufada para no acertar una ... Marcelo: ¡Esa historieta!. .. ¡De que me fui, que cambié de equipo!. .. Claudia: Yo lo siento así. ..

Claudia le devuelve el cigarrillo. Marcelo: Pero no me gustó nada, eh. Claudia: A mí tampoco; pero no es cuestión de que te guste. Es así. Marcelo hace un anillo con el humo del cigarrillo y lo observa elevarse. Marcelo: Qué razón tiene el Gordo. Claudia: ¿Por qué? Marcelo la mira directamente. Marcelo: Te lo dice siempre: "Claudia, no pinchés el globo". Claudia: No me gustan los globos. Son aire y nada más. Marcelo: A mí tampoco me gustan. Claudia se sienta a su lado y sonríe queriendo suavizar la situación. Claudia: No, pero ... Tenés una cierta tendencia. (Ríe) No me hagas caso. Lo que pasa es que estoy mal; tantas noches sin dormir, las emociones, los festejos ... Claudia suave y tierna, le pasa la punta del dedo por la cara. Claudia: ...y la envidia que te tengo ... Lo besa tiernamente. Claudia: ...Te queda muy bien el traje. Tenés tu pinta, ¿eh? Marcelo: Estás equivocada. No cambió nada. Qué sé yo. Algunas cosas serán distintas; pero de afuera nada más. Claudia: Lo que pasa es que tengo miedo. Marcelo: No seas pava. Claudia: Me asusta un poco que entremos a funcionar de a uno. Marcelo la aprieta fuerte contra él. Marcelo: No. A nosotros no nos va a pasar. No hay peligro. Claudia: Vos sabés que sí, Que suele pasar. No es tan simple. Marcelo: No me hagas pensar ahora. Nunca me gustó mucho y encima, medio borracho. Claudia se separa y lo mira bien de frente. Claudia: No estás borracho. No tomaste nada. Estás jugando a eso. Parece que lo querés usar como pretexto. Marcelo la señala con los dos dedos índices. Marcelo: ¿No ves? Ya pinchaste otro globo. Claudia: ¿Y... por qué? Marcelo: No sé. Claudia: Te estás cubriendo Marcelo no contesta. Claudia es directa. Claudia: Vos sabés que estuviste muy mal con tu madre y peor con tu padre. Marcelo se abre de brazos con cara de inocente. Marcelo: Entonces estuve fenómeno. No hice diferencias.

Claudia: Los desairaste. Parecía que te molestaban. Te juro que yo no entendía nada. Marcelo: Se pusieron muy pesados ... Gesto de cansancio con las manos. Marcelo: ... Como si tuviera cinco años. Claudia: Son momentos muy especiales. Todo el mundo se desborda. Marcelo la mira de frente. Marcelo: Me revientan las sensiblerías. Claudia con aire de "saber todo". Marcelo va levantando presión. Claudia: Sin embargo, no te molestó la sensiblería del Gordo ni de mi familia. Marcelo: Está bien. Tenés una obsesión con ese asunto. Después de todo son mis padres. Es cosa mía. Claudia llegó al punto que quería. Lo persigue con las palabras. Claudia: Y mía. Todo lo que te pasa a vos, me pasa a mí. Marcelo quiere ser terminante. Marcelo: No todo. Claudia: De eso, me estoy empezando a enterar. Marcelo está nervioso. Ya no se contiene. Marcelo: Claudia, por favor. .. , terminála. Yo no me meto en tu relación con tus viejos. Claudia: Pero supongo que te preocuparía si algo anduviera mal, ¿no? Marcelo se tira en la cama. Al hacerlo se clava algo en la espalda. Gesto de dolor. Marcelo: ¿Qué tengo clavado en la espalda? Claudia mete la mano debajo del cuerpo de Marcelo y saca el estuche con la medalla Claudia: Es hermosa. Marcelo: Sí. Cae un silencio tenso entre los dos. Marcelo se ensimisma. Claudia está expectante. Marcelo: Hay cosas que vos no sabés. Claudia cierra el estuche y lo deja sobre la mesa de luz. Marcelo se ha incorporado. Está sentado sobre la cama tomándose las piernas con los brazos, como si estuviera a la defensiva. Comienza su confesión. Marcelo: Cosas viejas. Nunca quiero ni acordarme que pasaron. Se ve que hoy me agarraron con la guardia baja. Claudia, comprensiva, dispuesta a escuchar. Claudia: Desde hoy, estoy esperando a que te decidieras. Marcelo mira perdido al frente, como buscando el recuerdo. Marcelo: Cuando mis viejos empezaron a hacerse pedazos, yo tenía siete años y no fue como todos creen: una separación "adulta", como dicen. Eran muy jóvenes, se querían mal, no se querían, qué sé yo.

Marcelo se va aflojando, vuelve a recostarse sobre el respaldo de la cama. Marcelo: ...Lo único que sé es que yo me dormía tapándome los oídos para no oírlos. Tenía pesadillas; me despertaba llorando... Mojaba la cama. Tres años estuvieron así. .. Vos no sabés lo que es. De repente, el mundo se te viene encima. Te quedás ahí, sin querer estar; sin poder hacer nada. Al final, el viejo se fue. Y entonces empezó el partido: Yo fui la pelota. Juicios, insultos, demandas y yo era el botín. Yo creo que ni me veían. Yo era ... , no sé. Los dos tiraban ... Se avergüenza. Hace una pausa y la mira de frente a C1audia. Marcelo: Me volví un mal bicho ... Los explotaba. Los volví locos ... Ellos tampoco se quieren acordar. Claudia le pasa la mano por la cabeza, tierna, como si estuviera acariciando al niño del recuerdo. Claudia: Pobrecito. Marcelo: Tenés razón. ¡Pobre pibe! Me acuerdo de cómo era, de las cosas que hacía y... Me mandaban a un colegio pago. Mi viejo era amigo del dueño. ¡Siempre arregló todo con guita! Eso también. La cuestión era ... quién era más bueno conmigo. (Sonríe triste) Estaban enfermos, rabiosos. Yo ahí. .. Tomá ... y tomá ... y la sopa, y los libros y la moto, y la guita ... ¿Qué querés? Te damos todo. ¡Todo! Claudia ansiosa, se recuesta a su lado y pasa su brazo por sobre el hombro de él. Claudia: ¿Y nunca lo hablaste con ellos? ¿Les explicaste ... ? Marcelo la corta. Ya sabe adónde va. Marcelo: ¡No! ¡Para qué! Vos los oís hablar. .. Ellos se engañaron bien. Yo no los culpo. La vivieron a su manera. Ya pasó. El dolor lo puede. Hoy... no sé por qué ... Porque te juro que nunca pienso en eso. Ni vos lo sabías. Lo borré. Claudia lo besa y lo mira a los ojos. Claudia: No. Nada se borra. Marcelo: Debe ser así no más. No quería verlos. No quería que estuvieran ahí. No sé. No sé. Claudia: Yo me di cuenta. cuando te entregaron la medalla. Fue un segundo. pero te quedaste como si no estuvieras ahí... El profesor se quedó esperando que lo saludaras. y vos ... Marcelo: No... no estaba ahí. ¡Qué cosa es la mente de uno! ¿no? Todo pasó como un relámpago. Marcelo mira al vacío. Habla lento tratando de recordar y de poner en palabras uno de los momentos más trascendentales de su vida. Emocionado. Marcelo: ...Yo estaba en primer año. Me rateaba. No estudiaba; hacía lío... El viejo hablaba con su amigo. Qué asco. ¿no? Tenía un profesor de castellano. No lo podía ver. Me reventaba porque siempre me estaba mirando. Un día. él

estaba escribiendo en el pizarrón. Yo afiné la puntería y le tiré una tiza. Justo se dio vuelta y se la di en la cara... Sus ojos se humedecen. Su voz transmite emoción. gratitud y amor. Marcelo: ... Él empezó a caminar ... se me acercó ... me levantó la cabeza con la mano y... Marcelo ya no contiene las lágrimas. Su voz se entrecorta por el llanto. Marcelo: Me dijo todo lo que yo era ... Todo lo que yo tenía adentro... Sabía todo. ¿te das cuenta? ... Y me lo decía así... llorando, temblaba ... Y era por mi bien... Lo único que le importaba era yo. Yo lo odié. Lo último que me podía pasar es que alguien me desnudase ... Yo me cubrí como hacía siempre y hablé con el viejo... le dije que era mentira que había tirado la tiza. que ese tipo... Bueno. ahora no me acuerdo el nombre ... , que ese tipo me odiaba. Al día siguiente, mi viejo fue a la escuela. El rector no sabía nada. El profesor no le había dicho ni una palabra. Nada. Lo llamaron y cuando estuvo frente a mí. .. , todo lo que hizo fue mirárme. Yo también ... Lo miraba como riéndome de él. Él no contestó nada. No me acusó. ¡Me volvió a mirar con esos ojos tan tristes! Claudia lo contiene, abrazándolo. Marcelo se va calmando. Se lo nota más desahogado. Marcelo: No quise volver más a esa escuela. No lo vi nunca más. Pero cambié. Cambié. No sé. Empecé a quererme yo también... Marcelo toma el estuche con la medalla y lo va abriendo. Marcelo: Hoy, cuando me la dieron ... Lo vi ahí, delante de mí. Te juro que lo vi. Y si me quedé como muerto fue porque ... Esta medalla es de él. .. Marcelo se queda apretando la medalla en su mano con gesto de esforzarse por recordar. Marcelo: Pucha ... No me puedo acordar el nombre ... Claudia se abraza fuertemente a él. También llora. Siente que están más juntos que nunca. Claudia: Gracias, mi amor. Ahora todo eso es de los dos. ¿Te das cuenta? Te quiero más porque sé más. Hay un silencio. Se sienten aliviados. C1audia se levanta y observa a su alrededor. Marcelo se recuesta en la cama, pensando. Claudia: Mañana voy a convertir esta pocilga en la casa digna de un arquitecto ... Vas a ver. Marcelo se ha quedado perdido en él. No escucha, relajado, sin tensiones. Marcelo: ¡Qué bronca, che! No me puedo acordar del nombre ... Profesor Arregui... ¿Cómo era? .. A. .. Arrieta. Empezaba con "A".

FIN