La Vida Divina II

LA VIDA DIVINA SRI AUROBINDO Tomo II La Conciencia Infinita y la Ignorancia Capítulo I INDETERMINADOS, INDETERMINABLE

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LA VIDA DIVINA SRI AUROBINDO Tomo II La Conciencia Infinita y la Ignorancia

Capítulo I INDETERMINADOS, INDETERMINABLE

DETERMINACIONES

COSMICAS

y

LO

El No-Visto, con quien no puede haber relaciones pragmáticas, incapturable, incaracterístico, impensable, indesignable por nombre, cuya sustancia es la certeza del Único Yo, en quien la existencia-del-mundo se aquieta, -que es todo paz y bienaventuranza -ese es el Yo, eso es lo que debe conocerse. Mandukya Upanishad Uno lo ve como misterio o habla de eso u oye de eso como misterio, mas nadie lo conoce. Gita Cuando los hombres van en procura del Inmutable, del Indeterminable, del Inmanifiesto, del Omni-Penetrante, del Impensable, del Yo Sumo, del Inmóvil, del Permanente, igual en la mente a todo, inclinado al bien de todos los seres, es a Mí a quien vienen. Gita En lo alto, más allá de la Inteligencia está el Gran Yo, más allá del Gran Yo está el Inmanifiesto, más allá del Inmanifiesto está el Ser Consciente. Nada hay más allá del Ser, ese es el extremo último, esa es la meta suprema. Katha Upanishad Escasa es el alma grande para quien el Ser Divino es todo. Gita

Una Conciencia-Fuerza, por doquier inherente a la Existencia, actuando incluso cuando está oculta, es la creadora de los mundos, el oculto secreto de la Naturaleza. Mas en nuestro mundo material y en nuestro propio ser la conciencia tiene un doble aspecto; hay una fuerza del Conocimiento, hay una fuerza de la ignorancia. En la conciencia infinita de una auto-consciente Existencia infinita, el conocimiento debe estar por doquier implícito u operativo en el meollo mismo de su accionar; pero vemos aquí en el principio de las cosas, aparente como la base o la naturaleza de la creadora energía-delmundo, una Inconciencia, una total Nesciencia. Estas son las existencias con

que comienza el universo material: la conciencia y el conocimiento emergen al principio en oscuros movimientos infinitesimales, en pequeñas cantidades que se asocian; existe una tardía y difícil evolución, una organización lentamente creciente y un mejorado mecanismo de las actividades de la conciencia; cada vez se asientan más logros en la vacía pizarra de la Nesciencia. Pero aún éstos tienen la apariencia de adquisiciones y construcciones reunidas de una inquisidora ignorancia que procura conocer, entender, descubrir, mudarse lenta y pugnazmente en conocimiento. Así como la Vida establece y mantiene aquí sus operaciones con dificultad en un fundamento y un medio de Muerte general, primero en infinitesimales puntos de vida, en cantidades de forma-vital y energía-vital, en crecientes agregados que crean cada vez organismos más complejos, una intrincada maquinaria-vital, la Conciencia también establece y mantiene una creciente aunque precaria luz en la oscuridad de una Nesciencia original y una Ignorancia universal. Es más, el conocimiento ganado es de fenómenos, no de la realidad de las cosas o de los fundamentos de la existencia. Dondequiera que nuestra conciencia encuentra lo que parece ser un fundamento, ese fundamento lleva la apariencia de un estado blanco, -cuando no es un vacío-, un estado original que es incaracterístico y una multitud de consecuencias que no son inherentes al origen y que nada en él parece justificar o visiblemente necesitar; hay una masa de superestructura que no tiene una clara relación innata a la existencia fundamental. El primer aspecto de la existencia cósmica es un Infinito que es para nuestra percepción un indeterminado, si no un indeterminable. En este Infinito el universo mismo, ya sea en su aspecto de Energía o en su aspecto de estructura, aparece como determinación indeterminada, "un finito ilimitado", expresiones paradójicas pero necesarias que parecerían indicar que estamos frente a frente con un misterio suprarracional como base de las cosas; en ese universo surge -¿de dónde?- un vasto número y variedad de determinados generales y particulares que no parecen justificados por algo perceptible en la naturaleza de lo Infinito, sino impuestos -o puede ser, auto-impuestos- sobre él. Acordamos a la Energía lo que les invista el nombre de Naturaleza, pero la palabra no transmite un significado a menos que la naturaleza de las cosas sea lo que es en virtud de una Fuerza que las dispone de acuerdo con una Verdad inherente a ellas; más la naturaleza de esa Verdad, la razón por la que estos determinados son lo que son, no resulta visible en ninguna parte. Ha sido posible ciertamente para la ciencia humana detectar el proceso o múltiples procesos de las cosas materiales, pero este conocimiento no arroja luz alguna sobre la cuestión principal; empero, no conocemos el fundamento de los originales procesos cósmicos, pues, los resultados no se presentan como su consecuencia necesaria sino tan sólo como su consecuencia pragmática y real. Al final no sabemos cómo estos determinados entraron o salieron del Indeterminado o Indeterminable original en el que se asientan como sobre un blanco y chato trasfondo en el enigma de su ordenada ocurrencia. En el origen de las cosas nos enfrentamos con un Infinito que contiene una masa de inexplicados finitos, un Indivisible pleno de interminables divisiones, un Inmutable abundante en mutaciones y diferencias. El principio de todas las cosas es una paradoja cósmica, una paradoja sin clave alguna de su significado.

Es posible, ciertamente, cuestionar la necesidad de plantear un Infinito que contenga nuestro universo formado, aunque esta concepción es exigida imperativamente por nuestra mente como base necesaria de sus concepciones, pues resulta incapaz de fijar o asignar un límite en el Espacio, el Tiempo o la Existencia esencial más allá de los cuales, antes o después de ellos no hay nada, -aunque también la alternativa es un vacío o Nihil que sólo puede ser un abismo del Infinito dentro del cual nos rehusamos mirar; un místico cero infinito de No-Existencia reemplazaría a una x infinita como postulado necesario, base para nuestra visión de todo lo que para nosotros es la existencia. Mas aunque rehusemos reconocer algo como real, a excepción del limitado finito en expansión del universo material y sus abundantes determinaciones, el enigma sigue siendo el mismo. La existencia infinita, el noser infinito o la ilimitada finitud, todos son para nosotros indeterminados o indeterminables originales; no podemos asignarles caracteres ni características distintas, nada que predetermine sus determinaciones. El describir el carácter fundamental del universo como Espacio o Tiempo o Espacio-Tiempo no nos sirve de ayuda; pues aunque éstas no son abstracciones de nuestra inteligencia que imponemos mediante nuestro criterio mental en el cosmos, necesaria perspectiva mental de su descripción, éstos son también indeterminados y no llevan consigo clave alguna de las determinaciones que tienen lugar en ellos; aún no hay explicación, para el extraño proceso por el cual se determinan las cosas, ni para sus poderes, cualidades y propiedades, ni se ha revelado su verdadera naturaleza, origen y significado. En realidad, para nuestra Ciencia esta Existencia infinita o indeterminada se revela como Energía, conocida no por ella misma sino por sus obras, que despliega, en su movimiento, olas dinámicas y, en ellas, una multitud de infinitesimales; éstos, al agruparse para formar mayores infinitesimales, se convierten en base de todas las creaciones de la Energía, incluso las más alejadas de la base material, para el emerger de un mundo de materia organizada, para el emerger de la Vida, para el emerger de la Conciencia, para todas las aun inexplicables actividades de la Naturaleza evolutiva. En el proceso original surge una multitud de procesos que podemos observar, seguir, aprovechar en cantidad, utilizar; pero, fundamentalmente, ninguno de ellos resulta explicable. Ya sabemos que diferentes agrupaciones y un variado número de infinitesimales eléctricos pueden producir o sirven de ocasión constitutiva -mal llamada causa, pues aquí sólo parece existir una necesaria condición antecedente- para la aparición de mayores infinitesimales atómicos de naturalezas, calidades y poderes diferentes; pero no llegamos a descubrir cómo estas disposiciones diferentes pueden constituir estos diferentes átomos, cómo las diferencias en la ocasión constitutiva o causa necesitan las diferencias en el resultado constituido. Asimismo sabemos que ciertas combinaciones de ciertos invisibles infinitesimales atómicos producen u ocasionan nuevas y visibles determinaciones muy diferentes en naturaleza, calidad y poder de los infinitesimales componentes; pero no llegamos a descubrir, por ejemplo, cómo una fórmula fija para la combinación de oxígeno e hidrógeno determina la aparición de agua que es evidentemente algo más que una combinación de gases, una nueva creación, una nueva forma de sustancia, una manifestación material de muy nuevo carácter. Vemos que una semilla se desarrolla como árbol, seguimos la línea del proceso de producción y la

utilizamos; pero no descubrimos cómo un árbol puede crecer de una semilla, cómo la vida y forma del árbol llegan a estar implícitas en la sustancia o energía de la semilla, o si ese es más bien el hecho, cómo la semilla puede desarrollarse como árbol. Sabemos que los genes y cromosomas son la causa de las transmisiones hereditarias, no sólo de variaciones físicas sino también psicológicas; pero no descubrimos cómo las características psicológicas pueden ser contenidas y transmitidas en este inconsciente vehículo material. No vemos ni sabemos, mas se nos presenta como lógica estimación del proceso-de-la-Naturaleza, que un juego de electrones, de átomos y de sus moléculas resultantes, de células, glándulas, secreciones químicas y procesos fisiológicos arbitra, mediante su actividad sobre los nervios y cerebro de un Shakespeare o un Platón, la producción, o podría ser tal vez la ocasión dinámica para la producción de Hamlet, El Banquete (Simposio) o La República; pero no llegamos a descubrir ni apreciar cómo esos movimientos materiales pudieron componerse o necesitar la composición de estos puntos supremos del pensamiento y la literatura: la divergencia de los determinantes y la determinación se torna aquí tan amplia que ya no podemos seguir el proceso, y mucho menos entenderlo o utilizado. Estas fórmulas de la Ciencia pueden ser pragmáticamente correctas e infalibles, pueden gobernar el cómo práctico de los procesos de la Naturaleza, mas no descubren el cómo y porqué intrínsecos; mas bien tienen el aire de las Fórmulas de un Mago cósmico, precisas, irresistibles, automáticamente exitosas cada una en su campo, pero su fundamento es básicamente ininteligible. Hay más para desconcertamos; pues vemos la indeterminada Energía original proyectando de sí determinados generales, -podríamos igualmente en su relación con la variedad de sus productos llamarlos indeterminados genéricos-, con sus apropiados estados de sustancia y determinadas formas de esa sustancia: las últimas son numerosas, a veces innumerables variaciones en la sustancia-energía que es su base: pero ninguna de estas variaciones parece estar predeterminada por algo en la naturaleza del indeterminado general. Una Energía eléctrica produce formas positiva, negativa y neutra de sí, formas que son a la vez ondas y partículas; un estado gaseoso de la energía-sustancia produce una considerable cantidad de gases diferentes; un estado sólido de energía-sustancia del que resulta el principio terrestre se desarrolla en diferentes formas de tierra y roca de muchas clases y numerosos minerales y metales; un principio vital produce su reino vegetal con su innúmera variedad de muy diferentes plantas, árboles y flores; un principio de vida animal produce una enorme variedad de géneros, especies y variaciones individuales: de esa manera procede en la vida y mente humanas y sus tipos-mentales en pos del término aun no escrito o, tal vez, de la todavía oculta secuela de ese inconcluso capítulo evolutivo. En todo está la norma constante de una igualdad general en el determinado general y, sujeta a esta igualdad sustancial de la sustancia y naturaleza básicas, una profusa variación en los determinados genéricos e individuales; obtiene una ley idéntica de igualdad o similaridad en el género o especie con numerosas variaciones a menudo minuciosamente minúsculas en el individuo. Pero no descubrimos nada, en ningún determinado general o genérico, que necesite las variantes determinaciones que de él resultan. La ley parece ser una necesidad de inmutable igualdad en la base, de libres e incontables variaciones en la superficie, pero ¿quién o qué necesita o

determina? ¿Cuál es el fundamento lógico de la determinación, cuál es su verdad original o su significado? ¿Qué compele o impele este exuberante juego de variantes posibilidades que parecen no tener objetivo ni significado a menos que sea la belleza o deleite de la creación? Podría haber allí una Mente, un buscador y curioso Pensamiento inventivo, una oculta Voluntad determinante, pero no hay rastro de eso en la primera y fundamental aparición de la Naturaleza material. Una primera explicación posible señala una auto-organizada Ocasión dinámica en funcionamiento, una paradoja que necesita la aparición del orden inevitable por un lado, de capricho y fantasía incontables por el otro, del fenómeno cósmico que llamamos Naturaleza. Una fuerza inconsciente e inconsecuente, digamos, que actúa al azar y crea esto o aquello mediante una ocasión general sin ningún principio determinante; determinaciones que ingresan sólo como resultado de una persistente repetición del mismo ritmo de acción y que tienen éxito únicamente porque este ritmo repetitivo pudo lograr lo suyo manteniendo las cosas en el ser, -esta es la energía de la Naturaleza. Pero esto implica que, en algún lugar, en el origen de las cosas, existe una ilimitada posibilidad o una matriz de innumerables posibilidades que se manifiestan por la Energía original-, un incalculable Inconsciente al que tenemos cierto embarazo en llamar Existencia o No-Existencia, pues sin un origen y base tales, la aparición y la acción de la Energía es ininteligible. Empero, un aspecto opuesto de la naturaleza del fenómeno cósmico, como lo vemos, parece vedar la teoría de una acción al azar, generadora de un orden persistente. Hay demasiada férrea insistencia en el orden, en una ley que sirve de base a las posibilidades. Uno se justificaría más bien suponiendo que existe una imperativa Verdad inherente de las cosas, no vista por nosotros, pero una Verdad capaz de múltiple manifestación, proyectando una multitud de posibilidades y variantes de sí que la Energía Creadora, mediante su acción, torna en tantas realidades concretadas. Esto nos lleva a una segunda explicación -una necesidad mecánica en las cosas, sus obras reconocibles por nosotros como tantas leyes mecánicas de la Naturaleza-; la necesidad, diríamos, de una secreta Verdad inherente, como hemos visto, que gobierna automáticamente los procesos que observamos en acción en el universo. Pero una teoría de la Necesidad mecánica no dilucida por si misma el libre juego de las incontables e ilimitadas variaciones que son visibles en la evolución: detrás debe estar la Necesidad o en ella una ley de unidad asociada con una coexistencia pero dependiente ley de multiplicidad, ambas insistiendo en la manifestación; ¿pero la unidad de qué, la multiplicidad de qué? La Necesidad mecánica no puede brindar respuesta. El emerger de la conciencia desde el Inconsciente es un tropiezo en el camino de esta teoría; pues es un fenómeno que no puede tener lugar en una omni-penetrante verdad de la inconsciente Necesidad mecánica. Si existe una necesidad que compele el emerger, puede ser sólo esto, que ya existe una conciencia oculta en el Inconsciente, esperando la evolución y, cuando todo está listo, abandonando su prisión de la aparente Nesciencia. Podemos ciertamente librarnos de la dificultad del imperativo orden de las cosas suponiendo que eso no existe, que el determinismo en la Naturaleza está impuesto en ella por nuestro pensamiento que necesita ese orden imperativo a fin de capacitarlo para tratar su medio circundante, pero en realidad no hay tal cosa; hay sólo una Fuerza que experimenta en una acción al azar de

infinitesimales que construyen, en sus resultados generales, diferentes determinaciones, mediante una repetitiva persistencia operativa en la suma de su acción; así volvemos de la Necesidad a la Ocasión como la base de nuestra existencia. Pero entonces ¿qué es esta Mente, esta Conciencia que difiere tan radicalmente de la Energía que la produjo que, para su acción, ha de imponer su idea y necesidad de orden en el mundo que ella construyó y en el que está obligada a vivir? Estaría entonces la doble contradicción de la conciencia que emerge de una fundamental Inconciencia y de una Mente de orden y razón que se manifiesta como brillante consecuencia final de un mundo creado por la inconsciente ocasión. Estas cosas pueden ser posibles, pero requieren una mejor explicación que cualquiera que se haya dado, antes que podamos acordarles nuestra aceptación. Esto abre el camino para otras explicaciones que hace a la Conciencia creadora de este mundo de una aparente Inconciencia original. Una Mente, una Voluntad parece haber imaginado y organizado el universo, pero se ha velado detrás de su creación; su primera erección ha sido esta pantalla de Energía inconsciente y práctica base creadora sobre la que pudo trabajar como un artesano usa, para su producción de formas y modelos, un material mudo y obediente. Todas estas cosas que vemos a nuestro alrededor son entonces los pensamientos de una Divinidad extra-cósmica, un Ser con Mente y Voluntad omnipotentes y omniscientes, que es responsable de la ley matemática del universo físico, de su artificio de la belleza, de su extraño juego de igualdades y variaciones, de concordancias y discordancias, de opuestos que se combinan y entremezclan, del drama de la conciencia debatiéndose por existir y procurando afirmarse en un inconsciente orden universal. El hecho de que esta Divinidad sea invisible para nosotros, indescubrible por nuestra mente y sentidos, no ofrece dificultad, dado que no sería de esperar una auto-evidencia o signo directo de un Creador extracósmico en un cosmos que está vacío de su presencia: las señales patentes por doquier de medios para un fin, de una constante e inextinguible invención, de una fantasía aunque restringida por una ordenadora Razón, podrían considerarse prueba suficiente de este origen de las cosas. O si este Creador no es enteramente supracósmíco, sino sólo inmanente en sus obras, incluso entonces no sería menester otro signo de él, excepto ciertamente para alguna conciencia que evoluciona en este mundo inconsciente, mas únicamente cuando su evolución alcanzó un punto en el que tomó conciencia de su inmanente Presencia. La intervención de esta conciencia evolutiva no sería una dificultad, dado que no habría contradicción de la naturaleza básica de las cosas en su apariencia; una Mente omnipotente podría fácilmente infundir algo de sí en sus criaturas. Sólo queda una dificultad; es la arbitraria naturaleza de la creación, la incomprensibilidad de su propósito, la cruda ininteligibilidad de su ley de ignorancia, lucha y sufrimientos innecesarios, su terminación sin desenlace ni resultado. ¿Un juego? ¿Pero por qué este sello de tantos elementos y caracteres no-divinos en el juego de Uno cuya naturaleza deba suponerse divina? Ante la sugestión de que lo que vemos estructurado en el mundo son los pensamientos de Dios, la réplica podría consistir en que Dios bien podría tener mejores pensamientos y el mejor de todos hubiera sido restringir la creación de un universo infeliz e ininteligible. Todas las explicaciones teístas de la existencia, que parten de una Deidad extra-cósmica, tropiezan con esta dificultad y sólo pueden rehuirla; la dificultad

desaparecería únicamente si el creador, aunque trascendiendo la creación, pero inmanente en ella, fuera de algún modo tanto el jugador como el juego, un Infinito que proyecta posibilidades infinitas en la forma estable de un evolutivo orden cósmico. Según esa hipótesis, detrás de la acción de la Energía material debe existir una secreta Conciencia involutiva, cósmica, infinita, construyendo a través de la acción de esta Energía frontal su medio de manifestación evolutiva, una creación de sí en la ilimitada finitud del universo material. La aparente inconsciencia de la Energía material sería condición indispensable para la estructura de la material sustancia-del-mundo en la que esta Conciencia tiende a envolverse de modo que crezca por evolución de su opuesto aparente; pues sin un artificito tal, la involución completa sería imposible. Si tal creación existe por el Infinito de sí, debe ser la manifestación, en un disfraz material, de verdades y poderes de su propio ser: las formas o vehículos de estas verdades o poderes serían los básicos determinados generales o fundamentales que vemos en la Naturaleza; los determinados particulares, que de otro modo son incontables variaciones que han emergido de la vaga materia general en la que se originan, serían las formas o vehículos apropiados de las posibilidades que las verdades o poderes residentes en estos fundamentales llevan consigo. El principio de la libre variación de posibilidades naturales a una Conciencia infinita, sería la explicación del aspecto de la Ocasión inconsciente de la que estamos al tanto en las obras de la Naturaleza, -inconsciente sólo en apariencia y presentándose de ese modo debido a la incompleta involución en la Materia, por el velo con que la Conciencia secreta ha disfrazado su presencia. El principio de las verdades, poderes reales del Infinito, realizándose imperativamente, sería la explicación del aspecto opuesto de una Necesidad mecánica que vemos en la Naturaleza, mecánica en apariencia y presentándose de ese modo ante el mismo velo de la Inconciencia. Sería entonces perfectamente inteligible porqué el Inconsciente realiza sus obras con un principio constante de arquitectura matemática, de diseño, de disposición efectiva de números, de adaptación de los medios a los fines, de inextinguible artificiosidad e inventiva, uno podría decir, de un constante arte experimental y automatismo de propósitos. La aparición de la conciencia desde una aparente inconciencia tampoco resultaría ya inexplicable. Todos los inexplicados procesos de la Naturaleza hallarían su significado y lugar si se probase que esta hipótesis es defendible. La energía parece crear sustancia, pero, en realidad, así como la existencia es inherente a la Conciencia-Fuerza, de igual modo la sustancia sería inherente a la Energía, -la Energía, manifestación de la Fuerza; la sustancia, manifestación de la Existencia secreta-. Mas como es sustancia espiritual, no sería aprehendida por el sentido material hasta que la Energía diera las formas de la Materia asible por ese sentido. Uno empieza a entender también cómo la disposición de diseño, cantidad y número puede ser base de la manifestación de calidad y propiedad; pues diseño, cantidad y número son poderes de la existenciasustancia, calidad y propiedad son poderes de la conciencia y su fuerza que residen en la existencia; ellos pueden entonces hacerse manifiestos y operativos mediante un ritmo y proceso de la sustancia. El crecer el árbol de la semilla se explicaría, como todos los otros fenómenos similares, por la

presencia inmanente de lo que hemos llamado la Real-Idea; la auto-percepción del Infinito de la forma significativa, el cuerpo vivo de su poder existencial que ha de emerger de su propia auto-comprensión en la energía-sustancia, sería transportado internamente en la forma de la semilla, transportado en la conciencia oculta, envuelto en esa forma, y naturalmente evolucionaría de ella. No habría dificultad en entender, sobre este principio, cómo infinitesimales de un carácter material como el del genes y el cromosoma pueden llevar consigo elementos psicológicos para ser transmitidos a la forma física que ha de emerger de la simiente humana; estaría, en el fondo, sobre el mismo principio en la objetividad de la Materia como el que descubrimos en nuestra experiencia subjetiva, pues vemos que el subconsciente físico lleva consigo un contenido psicológico, impresiones de aconteceres pasados, hábitos, formaciones fijas vitales y mentales, formas fijas de carácter, y los remite mediante un proceso oculto, a la conciencia en vigilia, originando o influyendo de esa manera múltiples actividades. de nuestra naturaleza. Sobre la misma base no habría dificultad en entender porqué las funciones fisiológicas ayudan a determinar el accionar psicológico de la mente; pues el cuerpo no es mera Materia inconsciente; es una estructura de Energía secretamente consciente que ha tomado forma en él. El mismo, ocultamente consciente es, al mismo tiempo, vehículo de expresión de una abierta Conciencia que emergió y está semiconsciente en nuestra energía-sustancia física. Las funciones corporales son-necesaria maquinaria o instrumentación para los movimientos de este Habitante mental; es sólo poniendo en movimiento el instrumento corporal que el Ser Consciente que emerge y evoluciona en él puede transmitir sus formaciones mentales, su formaciones volitivas, volcándolas en una manifestación física de sí en la Materia. La capacidad, los procesos del instrumento deben, hasta cierto punto, remodelar las formaciones de la mente en su transición de la forma mental a la expresión física; sus obras son necesarias y deben ejercer su influencia antes que esa expresión se haga realidad. El instrumento corporal puede incluso dominar, en algunas direcciones, a su usuario; puede también, mediante fuerza del hábito sugerir o crear reacciones involuntarias de la conciencia que lo habita, antes que la Mente y Voluntad operantes puedan controlar o interferir. Todo esto es posible porque el cuerpo tiene una propia conciencia "subconsciente" que cuenta en nuestra total auto-expresión; empero, si miramos únicamente esta instrumentación externa, podemos concluir que ese cuerpo determina a la mente, pero esto es sólo una verdad menor y la Verdad mayor es que la mente determina al cuerpo. Según este criterio resulta concebible una Verdad más profunda todavía; una entidad animizando la sustancia que vela es el determinante original de mente y cuerpo. Por otro lado, en el orden opuesto del proceso -aquello por lo cual la mente puede transmitir sus ideas y órdenes al cuerpo, puede entrenado en orden a ser un instrumento para una nueva acción, puede incluso impresionado de tal modo con sus exigencias y órdenes habituales que el instinto físico automáticamente las lleva a cabo aunque la mente ya no las quiera conscientemente, incluso aquéllas más inusuales pero bien certificadas por las que, hasta un punto extraordinario y difícilmente limitable, la mente puede aprender a determinar las reacciones del cuerpo hasta superar su ley normal o condiciones de acción-, estos y otros incontables aspectos de la relación entre estos dos elementos de nuestro ser se tornan

fácilmente inteligibles: pues es la conciencia secreta en la materia viviente que recibe de su compañero mayor; es esto del cuerpo que en su modo involutivo y oculto percibe o siente lo que se le pide y obedece a la conciencia emergida o evolucionada que preside sobre el cuerpo. Finalmente, la concepción de la Mente y Voluntad divinas que crea el cosmos se torna justificable, mientras que, al mismo tiempo, los desconcertantes elementos en él que nuestra razonan te mentalidad rehúsa adscribir a un arbitrario fiat del Creador, hallan su explicación como fenómenos inevitables de una Conciencia que emerge con dificultad de su opuesto -mas con la misión de trascender estos fenómenos contrarios y manifestar, mediante una lenta y difícil evolución, su mayor realidad y verdadera naturaleza. Mas una aproximación del fin material de la Existencia no puede brindamos ninguna certeza de validez para esta hipótesis o para esa materia, para cualquier otra explicación de la Naturaleza y su procedimiento: el velo echado por la Inconsciencia original es demasiado espeso para que lo atraviese la Mente y detrás de este velo está oculto el origen secreto de lo que se manifiesta; moran allí las verdades y poderes que subyacen en los fenómenos y procesos que se presentan ante nosotros en el frente material de la Naturaleza. Para conocer con mayor certidumbre debemos seguir la curva de la conciencia evolutiva hasta que llegue a una altura y grandor de autoiluminación en donde se auto-descubra el secreto primero; pues presumiblemente debe evolucionar, eventualmente debe producir lo que, desde el principio, fue sostenida por la oculta Conciencia original en las cosas, de las cuales es una manifestación gradual. En la Vida resultaría claramente sin esperanzas ir en pos de la verdad; pues la Vida empieza con una formulación en la que la conciencia es aun submental y, por lo tanto, ante nosotros, como seres mentales aparece como inconsciente o, a lo más, subconsciente, y nuestra propia investigación en esta etapa de la vida, estudiándola desde fuera, no puede ser más fructífera en cuanto a la verdad secreta que nuestro examen de la Materia. Aun cuando la mente se desarrolla en la vida, su primer aspecto funcional es una mentalidad envuelta en la acción, en necesidades y preocupaciones vitales y físicas, en impulsos, deseos, sensaciones, emociones, incapaz de mantenerse detrás de estas cosas, observarlas y conocerlas. En la mente humana existe la primera esperanza de entendimiento, descubrimiento y libre comprensión; aquí pareceríamos llegar a la posibilidad de auto-conocimiento y conocimiento del mundo. Pero de hecho, al principio; nuestra mente sólo puede observar hechos y procesos y, para el resto, ha de efectuar deducciones e inferencias, construir hipótesis, razonar y especular. A fin de descubrir el secreto de la Conciencia habría de conocerse y determinar la realidad de su propio ser y proceso; pero así como en la vida animal la Conciencia que emerge está envuelta en la acción y movimiento vitales, de igual modo, en el ser humano, la conciencia-mental está envuelta en su propio giro de pensamiento, en una actividad a la que es llevada sin descanso y en la que sus razonamientos y especulaciones son determinados en su tendencia, propensión y condiciones por su propio temperamento, giro mental, formación pasada y línea de energía, inclinación, preferencia e innata selección natural no determinamos libremente nuestro pensamiento de acuerdo con la verdad de las cosas, aquél es determinado para nosotros por nuestra naturaleza. Podemos ciertamente quedarnos detrás con cierto desapego y observar las

obras de la Energía mental en nosotros; pero aun es sólo su proceso lo que vemos y no fuente alguna original de nuestras determinaciones mentales: podemos construir teorías e hipótesis del proceso de la Mente, pero allí hay un velo sobre el secreto interior de nosotros mismos, de nuestra conciencia y de nuestra naturaleza total. Es sólo cuando seguimos el proceso yóguico de aquietar la mente que se posibilita un más profundo resultado de nuestra auto-observación, Pues primero descubrimos que la mente es una sustancia sutil, un determinado general -o indeterminado genérico- que cuando lo acciona la energía mental proyecta en formas o particulares determinaciones de sí, pensamientos, conceptos, preceptos, sentimientos mentales, actividades de la voluntad y reacciones del sentimiento, pero que, cuando la energía está aquietada, pueden vivir ya sea en un inerte torpor o en silencio y paz inmóviles de la autoexistencia. Luego vemos que las determinaciones de nuestra mente no todas proceden de ella misma; pues desde fuera entran en ella ondas y corrientes de energía mental: éstas toman forma en ella o aparecen ya formadas procedentes de alguna Mente universal o de otras mentes, y las aceptamos como pensamientos propios. Podemos también percibir en nosotros mismos una mente oculta o subliminal de la que surgen pensamientos, percepciones, impulsos-de-la-voluntad y sentimientos mentales; asimismo, podemos percibir planos superiores de la conciencia desde los que una energía mental superior trabaja a través de nosotros o sobre nosotros. Finalmente, descubrimos que lo que observa todo esto es un ser mental que sostiene la sustancia mental y la energía mental; sin esta presencia, sin su sostenedor y fuente de sanciones, no podría existir ni actuar. Este ser mental o Purusha primero aparece como silencioso testigo y, si eso fuera todo, habríamos de aceptar las determinaciones de la mente como actividad fenoménica impuesta al ser por la Naturaleza, por Prakriti, o como una creación presentada a ella por Prakriti, un mundo del pensamiento que la Naturaleza construye y ofrece al observador Purusha. Pero después descubrimos que Purusha, el ser mental, puede abandonar su puesto de silencioso o complaciente Testigo; puede convertirse en el dador de la orden, en el conocedor. Un conocimiento suscita asimismo que esta mente-sustancia manifieste al ser mental, es su propia sustancia expresiva y la energía mental de su propia conciencia-Fuerza, de modo que es razonable concluir que todas las determinaciones de la mente surgen del ser de Purusha. Pero esta conclusión se complica por el hecho de que, desde otro punto de vista de nuestra mente personal, parece ser poco más que una formación de la Mente universal, una máquina de recepción, modificación, propagación de las cósmicas ondas-de-pensamiento, corrientesde-idea, sugestiones-de-la-voluntad, ondas del sentimiento, sugestiones-delsentido, sugestiones-de-la-Forma. Tiene sin duda su ya realizada expresión, predisposiciones, propensiones, temperamento y naturaleza personales lo que viene de lo universal puede sólo hallar un lugar allí SI es aceptado y asimilado en la auto-expresión del ser mental individual, de la personal Prakriti del Purusha. Empero, en vista de estas complejidades, la cuestión no varía en absoluto en el sentido de si toda esta evolución y acción es creación Fenoménica de alguna Energía universal que se presenta al ser mental, una actividad impuesta por la Mente-Energía en el indeterminado de Purusha, tal vez la indeterminable existencia, o si el todo es algo predeterminado por alguna

verdad dinámica del Yo por dentro y sólo manifestado en la superficie mental. Para conocer eso tendríamos que entrar en contacto o ingresar en un estado cósmico del ser y la conciencia, al que la totalidad de las cosas y su principio integral se manifestaría mejor que a nuestra limitada experiencia mental. La conciencia de la Sobremente es un estado o principio tal, más allá de la mente individual, más allá incluso de la mente universal en la Ignorancia; lleva consigo una primera cognición directa y dominante de la verdad cósmica: entonces podríamos aquí esperar entender algo de la original obra de las cosas, efectuar alguna introspección en los movimientos fundamentales de la Naturaleza cósmica. En verdad, algo queda en claro; resulta aquí auto-evidente que tanto el individuo como el cosmos provienen de una Realidad trascendente que toma forma en ellos: la mente y la vida del ser individual, su yo en la naturaleza debe, por lo tanto, ser auto-expresión parcial del Ser cósmico y, a través de ello y directamente, autoexpresión de la Realidad trascendente puede ser una expresión condicional y semi-velada, pero ese es su significado. Pero también vemos que lo que será la expresión es también determinado por el individuo: sólo lo que puede en su naturaleza recibir, asimilar y formular, su porción del ser cósmico o de la Realidad, puede hallar forma en su mente, vida y partes físicas algo que deriva de la Realidad, algo que está en el cosmos que él expresa, pero en los términos de su propia auto-expresión, en los términos de su propia naturaleza. Mas la cuestión original que nos plantean los fenómenos del universo no está resuelta por el conocimiento de la Sobremente -la cuestión, en este caso, si la construcción del pensamiento, la experiencia, el mundo de las percepciones de la Persona mental, el Purusha mental, es ciertamente una auto-expresión, una auto-determinación procedente de alguna verdad de su propio ser espiritual, una manifestación de las posibilidades dinámicas de esa verdad, o si no es más bien una creación o construcción que le presenta la Naturaleza, Prakriti, y sólo en el sentido de ser individualizada en su formación personal de esa Naturaleza como propia o dependiente de él; o, podría ser juego de una Imaginación cósmica, fantasía del Infinito impuesta en el indeterminable blanco de su propia existencia pura y eterna. Estos son los tres criterios de la creación que parecerían estar en lo cierto, y la mente es incapaz de decidir definidamente entre ellos; pues cada criterio se arma de su propia lógica mental y su apelación a la intuición y experiencia. La Sobremente parece añadir la perplejidad, pues el criterio sobremental de las cosas permite que cada posibilidad se formule en su propio derecho independiente y realice su propia existencia en la cognición; en la auto-presentación dinámica y en la experiencia sustanciadora. En la Sobremente, en todos los ámbitos superiores de la mente, descubrimos la recurrente dicotomía de un puro yo silencioso sin característica ni cualidades o relaciones, auto-existente, auto-equilibrado, auto-suficiente, y la poderosa dinámica de un conocimiento poder determinativo, de una conciencia y fuerza creadoras que se precipitan en las formas del universo. Esta oposición que empero es una colocación, como si estas dos fuesen correlativas o complementarias, aunque aparentes contradicciones de una con otra, se sublima en la coexistencia de un Brahman impersonal sin cualidades, una fundamental Realidad divina libre de todas las relaciones y determinados, y un Brahman con infinitas cualidades, una fundamental Realidad divina que es la

fuente, continente y dueña de todas las relaciones y determinaciones - Nirguna, Saguna. Si perseguimos al Nirguna en la máxima auto-experiencia posible, arribamos a un supremo Absoluto vacío de todas las relaciones y determinaciones, a la primera y última palabra inefable de la existencia. Si a través del Saguna entramos en algún último posible de experiencia, arribamos a un Absoluto divino, a una Deidad personal, suprema y omnipresente, tanto trascendente como universal, a un Dueño infinito de todas las relaciones y determinaciones que puede sostener en su ser un millón de universos y atravesar cada uno con un simple rayo de su auto-luz y un simple grado de su existencia inefable. La conciencia de la Sobremente mantiene igualmente estas dos verdades de lo Eterno que enfrentan a la mente como alternativas mutuamente excluyentes; admite a ambas como aspectos supremos de una sola Realidad: en algún lugar, entonces, detrás de ellas, debe existir una Trascendencia aun mayor que las origina o sostiene en su Eternidad suprema: ¿Pero qué puede ser de aquellos opuestos que son verdades iguales, a no ser que exista un indeterminable Misterio original del cual cualquier conocimiento, cualquier entendimiento por parte de la mente resulta imposible? Podemos saberlo ciertamente, hasta cierto punto, en algún género de experiencia o realización, por sus aspectos, poderes, serie constante de negativos y positivos fundamentales, a través de los cuales lo perseguimos, independientemente en cada uno o integralmente en ambos a la vez; pero en última instancia parece escapar incluso de la mentalidad suprema y permanecer incognoscible. Pero si en verdad el supremo Absoluto es un puro Indeterminable, entonces no es posible ninguna creación, ninguna manifestación, ningún universo. Empero, el universo existe. ¿Qué crea entonces esta contradicción, qué es capaz de efectuar lo imposible, de traer a la existencia este insoluble enigma de la autodivisión? Debe ser un Poder de algún género, y dado que el Absoluto es la realidad única, el único origen de todas las cosas, este Poder debe proceder de él, debe tener alguna relación con él, una conexión, una dependencia. Pues si es muy distinto de la Realidad suprema, una Imaginación cósmica que impone sus determinaciones en el vacío eterno del Indeterminable, entonces la existencia única de un Parabrahman absoluto ya no resulta inadmisible; existe entonces un dualismo en la fuente de las cosas -no sustancialmente diferente del dualismo del Sankhya del Alma y la Naturaleza. Si es un Poder, el único Poder ciertamente, del Absoluto, tenemos esta imposibilidad lógica de que la existencia del Ser Supremo y del Poder de su existencia resulta enteramente opuesta una a la otra, dos supremas contradicciones; pues el Brahmán está libre de toda posibilidad de relaciones y determinaciones, pero Maya es una Imaginación creadora que le impone las cosas, una originadora de relaciones y determinaciones de las que el Brahman debe ser necesariamente el sostén y testigo -para la razón lógica una fórmula inadmisible. Si se acepta eso, sólo puede ser como misterio suprarracional, algo ni real ni irreal, inexplicable en su naturaleza, anirvacaniya. Pero las dificultades son tan grandes que eso sólo puede aceptarse si se impone irresistiblemente como último inevitable, como fin y remate de las investigaciones metafísicas y la experiencia espiritual. Pues aunque todas las cosas sean creaciones ilusorias, deben tener, al menos, una existencia subjetiva y no pueden existir en lado alguno excepto en la conciencia de la Existencia Única: son entonces determinaciones subjetivas del

Indeterminable. Si por el contrario, las determinaciones de este Poder son creaciones reales, ¿de qué están determinadas, cuál es su sustancia? No es posible que estén hechas de una Nada, de una No-Existencia diferente del Absoluto; pues eso erigiría un nuevo dualismo, un gran Cero positivo contra la mayor x indeterminable que hemos supuesto que es la Realidad única. Por lo tanto, es evidente que la Realidad no puede ser un rígido Indeterminable. Cualquier cosa que se cree debe ser de ella y en ella, y lo que es sustancia de lo cabalmente Real debe en sí ser real: una vasta negación sin base de la realidad que pretende ser real no puede ser el resultado único de la Verdad eterna, de la Existencia Infinita. Resulta perfectamente comprensible que el Absoluto es y debe ser indeterminable en el sentido de que no puede ser limitado por ninguna determinación inherente a ese auto-conocimiento; el primero en su fundamento que sea incapaz de auto-determinación. La Existencia Suprema no puede ser incapaz de crear verdaderas autodeterminaciones de su ser, incapaz de sostener una real auto-creación o manifestación en su auto-existente infinito. La Sobremente, entonces, no nos da una solución final y positiva; en una cognición supramental más allá de ella hemos de buscar una respuesta. Una Verdad-conciencia Supramental es, a la vez, el auto-conocimiento del Infinito y Eterno, y un poder de auto-determinación inherente a ese auto-conocimiento; el primero es su fundamento y estado, el segundo es su poder de ser, la dinámica de su existencia. Todo cuanto una eternidad intemporal de auto-conocimiento ve en sí como verdad del ser, el poder consciente de su ser lo manifiesta en el Tiempo-eternidad. Por lo tanto, para la Supermente, el Supremo no es un rígido Indeterminable, un Absoluto Omni-negativo, un infinito del ser se completa en su propia pureza inmutable de la existencia, su poder único; una conciencia pura capaz únicamente de morar en la inmutable eternidad del ser, en el inmóvil deleite de su pura auto-existencia, no es la Realidad toda. El Infinito del Ser debe ser también un Infinito del Poder; conteniendo en sí un eterno reposo y quietud, debe asimismo ser capaz de una eterna acción y creación: mas esto debe también ser una acción en sí, una creación de su propio yo eterno e infinito, dado que nada más podría existir que lo que él creó; cualquier base de creación que parezca distinta de sí misma debe aun estar realmente en él y ser de él, no pudiendo ser algo extraño a su existencia. Un Poder infinito no puede ser únicamente una Fuerza que repose en una pura igualdad inactiva, una inmutable quietud; debe tener en ella interminables poderes de su ser y energía: una Conciencia infinita debe mantener dentro de sí verdades interminables de su propio auto-conocimiento. Estas en acción se presentarían ante nuestra cognición como aspectos de su ser, ante nuestro sentido espiritual como poderes y movimientos de su dinámica, ante nuestra aesthesis como instrumentos y formulaciones de su deleite de la existencia. La creación sería entonces una auto-manifestación: sería un ordenado despliegue de posibilidad infinitas del Infinito. Pero cada posibilidad implica una verdad del ser detrás de ella, una realidad en el Existente; pues sin esa sustentadora verdad no existiría ningún posible. En la manifestación, una realidad fundamental del Existente se presentaría ante nuestra cognición como fundamental aspecto espiritual del Absoluto Divino; de él emergerían todas sus posibles manifestaciones, sus dinamismos innatos: éstos nuevamente deben crear o más bien producir de una no-manifiesta latencia sus propias formas significativas, sus poderes

expresivos, sus procesos innatos; su propio ser desarrollaría su propio devenir, svarupa, svahhava. Este, entonces, sería el proceso completo, vemos sólo posibilidades que se determinan en realidades y, aunque inferimos o conjeturamos, no estamos seguros de una necesidad, de una verdad predeterminante, de un imperativo detrás de ellas que capacite las posibilidades, decida las realidades. Nuestra mente es una observadora de realidades, una inventora o descubridora de posibilidades, mas no una vidente de imperativos ocultos que necesiten movimientos y formas de creación: pues al frente de la existencia universal sólo hay fuerzas que determinan resultados mediante cierto equilibrio del encuentro de sus poderes; al Determinante original (o determinantes), si existe o existen, nos lo vela nuestra ignorancia. Mas para la Verdad-Conciencia supramental estos imperativos serían aparentes, serían la materia misma de su visión y experiencia; en el creador proceso supramental los imperativos, el nexo de posibilidades, las realidades resultantes, serían un simple todo, un indivisible movimiento; las posibilidades y realidades llevarían consigo la inevitabilidad de su imperativo originan te -todos sus resultados, toda su creación sería el cuerpo de la Verdad que manifiestan en significativas formas y poderes predeterminados de la Omni-Existencia. Nuestra cognición fundamental del Absoluto, nuestra sustancial experiencia espiritual de ella es la intuición o experiencia directa de una Existencia infinita y eterna, de una Conciencia infinita y eterna, de un Deleite de la Existencia infinito y eterno. En la cognición sobremental y mental es posible segregar e incluso separar esta unidad original en tres aspectos auto-existentes: pues podemos experimentar una pura y eterna Bienaventuranza incausal tan intensa que somos eso sólo; la existencia, la conciencia parecen deglutidos en ella, ya no ostensiblemente en cuanto a la presencia; es posible una experiencia similar de pura y absoluta conciencia y una similar identidad exclusiva, y también puede tener lugar una similar identificadora experiencia de existencia pura y absoluta. Mas para una cognición supramental estas tres son siempre Trinidad inseparable, aunque una quede al frente de las demás y manifieste sus propios determinados; pues cada una tiene sus aspectos primeros o sus autoformaciones inherentes, pero todas juntas son originales en cuanto al Absoluto triuno. El Amor, la Dicha y la Belleza son los determinados fundamentales del Deleite Divino de la Existencia, y de inmediato podemos ver que corresponden a la materia y naturaleza misma de ese Deleite: no son ajenas imposiciones al ser del Absoluto ni creaciones sostenidas por él pero fuera de él; son verdades de su ser, innatas a su conciencia, poderes de su fuerza de la existencia. Lo mismo ocurre con los determinados fundamentales de la Conciencia absoluta --conocimiento y voluntad; son verdades y poderes de la Conciencia-Fuerza original y son inherentes a su naturaleza misma. Esta autenticidad se torna aun más evidente cuando consideramos los fundamentales determinados espirituales de la Existencia absoluta; ellos son sus poderes triunos, primeros postulados, necesarios para toda su autocreación o manifestación -Yo, el Divino, el Ser Consciente; Atman, Ishwara, Purusha. Si seguimos más allá el proceso de auto-manifestación, veremos que cada uno de estos aspectos o poderes estriba en su primera acción sobre una tríada o trinidad; pues el Conocimiento inevitablemente se ubica en una trinidad de

Conocedor, Conocido y Conocimiento; el Amor se halla en una trinidad de Amante, Amado y Amor; la Voluntad se auto-realiza en una trinidad del Señor de la Voluntad, del objeto de la Voluntad y de la Fuerza ejecutiva; la Dicha tiene su contento original y completo en una trinidad de Disfrutador, Dísfrutado y Deleite que los une; el Yo como inevitablemente aparece y halla su manifestación en una trinidad del Yo como sujeto, del Yo como objeto y del auto-conocimiento manteniendo al Yo como sujeto objeto. Estos y otros poderes y aspectos primeros asumen su estado entre las fundamentales autodeterminaciones espirituales del Infinito; todos los demás son determinados de los fundamentales determinados espirituales, relaciones significativas, poderes significativos, formas significativas del ser, conciencia, fuerza, deleite, energías, condiciones, modalidades, lineamientos del proceso-de-la-verdad de la Conciencia Fuerza de lo Eterno, imperativos, posibilidades, realidades de su manifestación. Todo este despliegue de poderes y posibilidades y sus consecuencias inherentes lo mantiene junto la cognición supermental en una íntima unidad; los conserva fundados conscientemente en la Verdad original y mantenidos en la armonía de las verdades se manifiestan y están en su naturaleza. Aquí no hay imposición de imaginaciones, ni creación arbitraria, ni división, fragmentación, oposición o separación irreconciliables. Mas en la Mente de la Ignorancia aparecen estos fenómenos; pues allí una conciencia limitada ve y encara todo como si todos fuesen objetos separados de la cognición o existencias separadas, y busca de ese modo conocerlos, poseerlos y disfrutarlos, y los domina o sufre su dominio; mas, detrás de su ignorancia, lo que el alma busca es la Realidad, la Verdad, la Conciencia, el Poder y el Deleite por el cual existen; la mente ha de aprender a despertar a esta búsqueda verdadera y conocimiento verdadero, velados dentro de ella misma, a la Realidad de la que todas las cosas tienen su verdad, a la Conciencia de la cual todas las conciencias son entidades, al Poder del cual todos obtienen esa fuerza del ser que llevan adentro, al Deleite del cual todos los deleites son figuraciones parciales. Esta limitación de la conciencia y este despertar a la integridad de la conciencia son también un proceso de automanifestación, son una autodeterminación del Espíritu; aunque contrarias a la Verdad en sus apariencias, las cosas de la conciencia limitada tienen, en su sentido y realidad más profundos, un significado divino; ellas también producen una verdad o posibilidad del Infinito. De una naturaleza tal, en la medida en que puede expresarse en fórmulas mentales, sería la cognición supramental de las cosas que ve la Verdad, única por doquier y de esa manera dispondría su explicación de nuestra existencia, su informe sobre el secreto de la creación y el significado del universo. Al mismo tiempo, la indeterminabilidad es también un elemento necesario en nuestra concepción del Absoluto y en nuestra experiencia espiritual: este es el otro lado del criterio supramental con respecto al ser y las cosas. El Absoluto no es limitable ni definible por ninguna determinación ni por ninguna suma de determinaciones; por otra parte, no está ligado a una indeterminable vacancia de pura existencia. Por el contrario, es la fuente de todas las determinaciones: su indeterminabilidad es la condición natural y necesaria de su infinitud de ser y de su infinitud de poder del ser; puede ser infinitamente todas las cosas pues no es ninguna en particular y supera cualquier totalidad definible. Es esta

esencial indeterminabilidad del Absoluto la que se traduce en nuestra conciencia a través de los fundamentales positivos negativos de nuestra experiencia espiritual, el inmóvil Yo inmutable, el Nirguna Brahmán, el Eterno sin cualidades, la pura Existencia Única sin características, el Impersonal, el Silencio vacío de actividades, el No-ser, el Inefable e Incognoscible. Por otra parte es la esencia y fuente de todas las determinaciones, y esta esencialidad dinámica se nos manifiesta a través de los fundamentales positivos afirmativos en los que el Absoluto igualmente nos encuentra; pues es el Yo que deviene todas las cosas, el Saguna Brahmán, el Eterno con infinitas cualidades, el Uno que es los Muchos, la Persona infinita que es la fuente y fundamento de todas las personas y personalidades, el Señor de la Creación, la Palabra, el Amo de toda obra y acción; es el que, al ser conocido, se conoce todo: estas afirmaciones corresponden a aquellas negaciones. Pues no es posible, en una cognición supramental, partir los dos lados de la Existencia Única -incluso hablar de ellas como lados es excesivo, pues están una en la otra, su coexistencia o única-existencia es eterna y sus poderes, que se sostienen mutuamente, hallan la auto-manifestación en el Infinito. Mas la separada cognición de ellas no es enteramente una ilusión ni un completo error de la Ignorancia; esto también tiene su validez para la experiencia espiritual. Puestos estos aspectos primarios del Absoluto son fundamentales determinados o indeterminados espirituales respondiendo, en este fin o principio espirituales a los determinados generales o indeterminados genéricos del fin material o el principio inconsciente de la Manifestación descendente y ascendente. Los que nos parecen negativos llevan consigo la libertad del Infinito en cuanto a la limitación por parte de sus propias determinaciones; su realización separa el espíritu de dentro, nos libera y capacita para participar de esta supremacía: así, una vez que ingresamos o pasamos la experiencia del yo inmutable, ya no estamos ligados ni limitados en un estado interior de nuestro ser por las determinaciones y creaciones de la Naturaleza. En el otro, el lado dinámico, esta libertad original capacita a la Conciencia para crear un mundo de determinaciones sin estar ligada por él: la capacita también para retirar lo que ha creado y creado en una verdad-fórmula superior. Es sobre esta libertad que se base el poder del espíritu de la variación infinita de las verdad-posibilidades de la existencia y también su capacidad de crear, sin atarse a sus obras, ni a ninguna forma de Necesidad o sistema de orden: el ser individual, también mediante la experiencia de estos absolutos negativos, puede participar en esa dinámica libertad, puede pasar de un orden de auto-formulación a un orden superior. En la etapa en que, desde el estado mental ha de mudarse a su estado supramental, una experiencia más liberadoramente auxiliadora, si no indispensable, que puede presentarse, es el ingreso en un Nirvana total de la mentalidad y el ego mental, un pasaje al silencio del Espíritu. En cualquier caso, una realización del puro Yo debe siempre preceder a la transición hacia esa mediadora eminencia de la conciencia desde la cual se dispone una clara visión de las escalas ascendentes y descendentes de la existencia manifestada, y la posesión del libre poder de ascenso y descenso se convierte en una prerrogativa espiritual. Una independiente integridad de la identidad con cada uno de los aspectos y poderes primeros -que se estrecha, como en la mente, en una absorbente experiencia que parece ser final e integral, pues eso resultaría incompatible con

la realización de la unidad de todos los aspectos y poderes de la existencia- es una capacidad inherente a la conciencia en el Infinito; eso ciertamente es la base y justificación de la cognición sobremental y de su voluntad de llevar cada aspecto, cada poder, cada posibilidad, a su plenitud independiente. Mas la Supermente mantiene siempre, en todo estado o condición, la realización espiritual de la Unidad de todo; la Íntima presencia de esa unidad está allí incluso dentro de la más completa captación de cada cosa, cada estado se acuerda su total deleite de si, poder y valor: de esa manera no se pierden de vista los aspectos afirmativos aunque medie la plena aceptación de la verdad de los negativos. La Sobremente mantiene aun el sentido de esta subyacente Unidad; eso es para ella la base segura de la experiencia independiente. En la Mente, el conocimiento de la unidad en todos los aspectos se pierde en la superficie, la conciencia se hunde en absorbentes y exclusivas afirmaciones separadas; pero también allí, incluso en la ignorancia de la Mente, la realidad total aun permanece detrás de la exclusiva absorción y puede recuperarse en la forma de una profunda intuición mental o en la idea o sentimiento de una subyacente verdad de la unidad integral; en la mente espiritual esto puede evolucionar una experiencia siempre-presente. Todos los aspectos de la Realidad omnipresente tienen su verdad fundamental en la Existencia Suprema. Así el aspecto o poder de la Inconciencia, que parece ser un opuesto, una negación de la Realidad eterna, corresponde empero a una Verdad sostenida en sí por el autoconocimiento e Infinito omniconsciente. Es, cuando lo miramos de cerca, el poder del Infinito de sumir la conciencia en un trance de auto-involución, un auto-olvido del Espíritu velado en sus propios abismos, donde nada está manifiesto sino que todo existe inconcebiblemente y puede emerger de esa inefable latencia. En las cimas del Espíritu, este estado de trance-sueño cósmico o infinito se presenta ante nuestra cognición como una máxima Superconciencia luminosa: en el otro extremo del ser se ofrece a la cognición como la potestad del espíritu de presentarse a los opuestos de sus propias verdades del ser un abismo de noexistencia, una profunda Noche de la inconciencia, un insondable desmayo de la insensibilidad de la cual, empero, todas las formas del ser, la conciencia y el deleite de la existencia, pueden manifestarse -pero aparecen en términos limitados, en auto-formulaciones que emergen y crecen lentamente, incluso en términos contrarios a ellos mismos; es el juego de un secreto omni-ser, omnideleite, omni-conocimiento, pero observa las reglas de su propio auto-olvido, auto-oposición, auto-limitación, hasta que está listo para traspasarlo. Esta es la Inconciencia e Ignorancia que vemos trabajar en el universo material. No es una negación, es un solo término, una sola fórmula de la Existencia infinita y eterna. Es importante observar aquí el sentido que se adquiere en esa cognición total del ser cósmico mediante el fenómeno de la Ignorancia, su lugar asignado en la economía espiritual del universo. Si todo lo que experimentamos fuese una imposición, una creación irreal en el Absoluto, la existencia cósmica y la existencia individual serían en su naturaleza misma una Ignorancia; el único conocimiento real sería el indeterminable auto-conocimiento del Absoluto. Si todo fuese la erección de una creación temporal y fenoménica frente a la realidad del Eterno testigo intemporal y si la creación no fuese una

manifestación de la Realidad sino una arbitraria y auto-efectiva construcción cósmica, eso también sería una suerte de imposición. Nuestro conocimiento de la creación sería el conocimiento de una estructura temporaria de la conciencia y el ser evanescentes, un dudoso Devenir que traspone la visión de lo Eterno, no un conocimiento de la Realidad: eso también sería Ignorancia. Pero si todo es manifestación de la Realidad y real por la constituyente inmanencia; la esencia y presencia sustanciadora de la Realidad, entonces el conocimiento del ser individual y del ser-del-mundo sería en su origen y naturaleza espiritual un juego del auto-conocimiento subordinado, una cognición suprimida o restringida un conocimiento evolutivo parcial e imperfecto con el auto conocimiento y omni-conocimiento verdaderos y totales ocultos en y detrás de él. Sería un fenómeno temporario, no la causa y esencia de la existencia cósmica; su inevitable consumación sería un retorno del espíritu, no del cosmos a un supracósmico auto-conocimiento único sino, aun en el cosmos mismo, a un auto-conocimiento y omni-conocimiento integrales. Podría objetarse que la cognición supramental no es, después de todo, la verdad final de las cosas. Más allá del plano supramental de la conciencia que es un paso intermedio de la sobremente y la mente a la completa experiencia de Sachchidananda, están las máximas cimas del Espíritu manifestado: aquí con seguridad la existencia no se basaría en la determinación del Uno en la multiplicidad, única y simplemente manifestaría una pura identidad en la unidad. Mas la verdad-conciencia supramental no estaría ausente de estos planos, pues es un poder inherente a Sachchidananda: la diferencia sería que las determinaciones no serían demarcaciones, serían cada una un plástico, entrefundido e ilimitable finito. Pues allí todo está en cada uno y cada uno en todo, radical e integralmente -sería hasta el máximo un fundamental conocimiento de la identidad, una mutua inclusión e interpenetración de la conciencia: el conocimiento como lo contemplamos nosotros no existiría, pues no sería necesario, dado que todo resultaría acción directa de la conciencia en el ser mismo, idéntico, íntimo, intrínsecamente auto-consciente y omniconsciente. Pero aun las relaciones de la conciencia, las relaciones del mutuo deleite de la existencia, las relaciones de auto-poder del ser con auto-poder del ser no se excluirían; estos supremos planos espirituales no serían campo de vacía indeterminabilidad, vacancia de pura existencia. Podría decirse que, aun así, en Sachchidananda mismo, al menos, por encima de los mundos de la manifestación, no podría haber nada salvo el autoconocimiento de la pura existencia y conciencia y puro deleite de la existencia. O, ciertamente, este ser triuno bien podría ser sólo una trinidad de las originales auto-determinaciones espirituales del Infinito; éstas también, como todas las determinaciones, cesarían de existir en el inefable Absoluto. Pero nuestra posición es que éstas deben ser verdades inherentes del ser supremo; su máxima realidad debe ser pre-existente en el Absoluto aunque inefablemente difieran allí de lo que son en la suprema experiencia posible de la mente espiritual. El Absoluto no es un misterio de vacío infinito ni una suprema Suma de negaciones; nada puede manifestarse que no se justifique mediante algún auto-poder de la Realidad original y omnipresente.

Capitulo II BRAHMAN, PURUSHA, ISHWARA - MAYA, PRAKRITI, SHAKTI

Está indivisible en los seres y es como si estuviese dividido Gita Brahmán, la Verdad, el Conocimiento, el Infinito. Taittiriya Upanishad Conoce que Purusha y Prakriti son eternos, sin principio. Gita Uno debe conocer a Maya como Prakriti y al Amo de Maya como al gran Señor de todo. Swetaswatara Uranishad Es la fuerza de la Deidad en el mundo la que hace girar la rueda de Brahmán. Uno debe conocerlo, el supremo Señor de todos los señores, la suprema Deidad por encima de todas las deidades. También es suprema su Shakti y múltiple el trabajo natural de su conocimiento y su fuerza. Deidad única oculta en todos los seres, el Yo interior de todos los seres, el omni-penetrante, el absoluto sin cualidades, el supervisor de todas las acciones, el testigo, el conocedor. Swetaswatara Upanishad

Existe entonces una Realidad suprema, eterna, absoluta e infinita. Porque es absoluta e infinita, en su esencia es indeterminable. Es indefinible e inconcebible por la Mente finita y definidora; es inefable por una palabra creada-por-la-mente; no es descriptible ni por nuestras negaciones, neti neti, pues no podemos limitarla diciendo que no es esto, que no es aquello -ni por nuestras afirmaciones, pues no podemos determinarla diciendo es esto, es aquello, iti iti. Empero, aunque en ese sentido incognoscible para nosotros, no es incognoscible por completo y de toda forma; es auto-evidente para sí y, aunque inexpresable, empero es auto-evidente para un conocimiento por identidad del cual el ser espiritual en nosotros debe ser capaz; pues ese ser espiritual, en su esencia y en su realidad original e íntima, no difiere de esta Existencia Suprema. Mas aunque de esa manera indeterminable para la Mente, debido a su absoluto e infinitud, descubrimos que este Supremo y Eterno Infinito se determina a nuestra conciencia en el universo mediante verdades reales y fundamentales de su ser que están más allá del universo y en él, y son el fundamento mismo de su existencia. Estas verdades se presentan ante nuestra cognición conceptual como los aspectos fundamentales en los que vemos y experimentamos la omnipresente Realidad. En sí se captan directamente, no

mediante comprensión intelectual sino mediante intuición espiritual, experiencia espiritual en la sustancia misma de nuestra conciencia; mas también pueden captarse en una concepción mediante una idea grande y plástica, y expresarse en algún género de expresión plástica que no insista demasiado sobre la definición rigurosa ni limite la amplitud y sutileza de la idea. En orden a expresar esta experiencia y esta idea aunque sea aproximadamente ha de crearse un lenguaje, que sea, a la vez, intuitivamente metafísico y reveladoramente poético, que admita imágenes significativas y vívidas como vehículo de una cercana, sugestiva y vívida indicación -un lenguaje tal como el que hallamos sutil y prietamente definido en el Veda y los Upaníshads. En la lengua común del pensamiento metafísico hemos de contentamos con una distante indicación, una aproximación por abstracciones, que aun puede ser de alguna utilidad para nuestro intelecto, pues es esta clase de expresión que se amolda a nuestro método de comprensión lógica y racional; pero si esto ha de ser de real utilidad, el intelecto debe aceptar trasponer los lindes de una lógica finita y acostumbrarse a la lógica del Infinito. Con esta sola condición, mediante este modo de ver y pensar, cesa de ser paradójica o fútil para hablar de lo inefable: pero si insistimos en aplicar una lógica finita a lo Infinito, la Realidad omni-presente nos eludirá y, en su lugar, asiremos una sombra abstracta, una muerta forma petrificada en la expresión o una muy incisiva grafía que habla de la Realidad pero que no la expresa. Nuestro modo de conocer debe ser propio de lo que ha de ser conocido; de lo contrario, obtenemos sólo una distante especulación, una figura del conocimiento y no un conocimiento verdadero. El supremo aspecto-de-la-Verdad que así se manifiesta a nosotros es una auto-existencia eterna, infinita y absoluta, auto-conocimiento, auto-deleite del ser; esto halla todas las cosas y secretamente sostiene y penetra todas las cosas. Esta Auto-existencia se revela nuevamente en los tres términos de su naturaleza esencial -yo, ser consciente o espíritu, y Dios o el Ser Divino. Los términos hindúes son más satisfactorios-, Brahman la Realidad es Atman, Purusha, Ishwara: pues estos términos crecieron desde una raíz de la intuición y, mientras tengan una comprehensiva precisión, son capaces de una aplicación plástica que evita la vaguedad en el uso y la rígida acechanza de un concepto intelectual demasiado limitador . El Supremo Brahman es lo que en la metafísica occidental se llama Absoluto: pero el Brahman es al mismo tiempo la Realidad omnipresente en la que todo lo que es relativo existe como sus formas y sus movimientos; este es un Absoluto que toma todas las relatividades en su abrazo. Los Upaníshads afirman que todo esto es el Brahman; la Mente es el Brahman, la Vida es el Brahma, la Materia es el Brahmán, dirigiéndose a Vayu, el Señor del Aire, de la Vida, se dice: "Oh Vayu, tú eres el Manifiesto Brahmán": y, señalando al hombre, la bestia, el pájaro y el insecto, cada uno por separado se identifica con el Uno -"Oh Brahrnan, tu eres este anciano, este niño y esta niña, este pájaro, este insecto". El Brahman es la Conciencia que se conoce en todo lo que existe; el Brahman es la Fuerza que sostiene el poder de Dios, Titán y Demonio, la Fuerza que actúa en el hombre y el animal, y en las formas y energías de la Naturaleza; el Brahman es Ananda, la secreta Bienaventuranza de la existencia que es el éter de nuestro ser y sin el cual nadie podría respirar ni vivir. El Brahman es el Alma interior en todo; ha tomado una forma en correspondencia con cada forma creada que habita. El Señor de los Seres es el que está consciente en el ser consciente, pero

también es el Consciente en las cosas inconscientes, el Uno que es amo y que controla a los Muchos que son pasivos en las manos de la Fuerza Naturaleza. Es el Intemporal y el Tiempo; es el Espacio y todo lo que está en el Espacio; es la Causalidad y la causa y el efecto: es el pensador y su pensamiento, el guerrero y su coraje, el jugador y sus dados. Todas las realidades, todos los aspectos y todos los parecidos son el Brahmán: el Brahmán es el Absoluto, el Trascendente e incomunicable, la Existencia Supracósmica que sostiene al cosmos, el Yo Cósmico que sostiene a todos los seres, mas es también el yo de cada individuo: el alma o entidad psíquica es una porción eterna de Ishwara: es su suprema Naturaleza o Conciencia-Fuerza que ha llegado a ser el ser divino en un mundo de seres vivientes. El Brahman sólo existe, y debido a El todos existen, pues todos son el Brahman; esta Realidad es la realidad de todo lo que vemos en el Yo y en la Naturaleza. El Brahman, Ishwara, es todo esto por su Yoga-Maya, por el poder de su Conciencia-Fuerza puesta en automanifestación; es el Ishwara, el omnisciente y omnipotente Omni-rector, y es por su Shakti, por su Poder consciente, que se manifiesta en el Tiempo y gobierna el universo. Estas y similares afirmaciones tomadas en conjunto son omni-comprehensivas: para la mente es posible cortar y seleccionar, construir un cerrado sistema y descartar cuanto no encaje en él; mas es en la afirmación completa y multilateral que debemos ubicamos si hemos de adquirir un conocimiento integral. Una absoluta, eterna e infinita Auto-existencia, Auto-conocimiento, Auto-deleite del ser que secretamente sostiene y penetra el universo aunque asimismo esté más allá de él, es, entonces, la primera verdad de la experiencia espiritual. Mas esta verdad del ser tiene a la vez un aspecto impersonal y otro personal; es no sólo Existencia, es el único Ser absoluto, eterno e infinito. Así como hay tres aspectos fundamentales en los que encontramos esta Realidad -Yo, Ser Consciente o Espíritu y Dios, el Ser Divino, o para usar los términos hindúes, la absoluta y omnipresente Realidad, Brahman, que se manifiesta a nosotros como Atman, Purusha, Ishwara-, de igual manera su poder de la Conciencia se nos presenta bajo tres aspectos: es la auto-fuerza de esa conciencia conceptivamente creadora de las cosas, Maya; es Prakriti, Naturaleza o Fuerza hecha dinámicamente ejecutiva, estructurando todas las cosas bajo el ojo testigo del Ser Consciente, el Yo o Espíritu; es el Poder consciente del Ser Divino, Shakti, que es conceptivamente creador y dinámicamente ejecutivo de, todas las obras divinas. Estos tres aspectos y sus poderes basan y comprometen la totalidad de la existencia y toda la Naturaleza y, tomados en conjunto como una simple totalidad, reconcilian la aparente separación e incompatibilidad de la Trascendencia supracósmica, la universalidad cósmica y la separación de nuestra existencia individual; el Absoluto, la Naturaleza cósmica y nosotros mismos estamos ligados en la unidad por este aspecto triuno de la Realidad única. Pues tomada por sí la Existencia del Absoluto, el Supremo Brahman, sería una contradicción del universo relativo y nuestra existencia real sería incompatible con su única Realidad incomunicable. Pero el Brahman es, al mismo tiempo, omnipresente en todas las relatividades; es el Absoluto independiente de todos los relativos, el Absoluto basando todos los relativos, el Absoluto gobernando, penetrando y constituyendo todos los relativos; nada hay que no sea la Realidad omnipresente. Observando el triple aspecto y el triple poder llegamos a ver cómo esto es posible.

Si miramos este cuadro de la Auto-Existencia y sus obras como una unitaria totalidad ilimitada de la visión, se une e impone por su convincente totalidad: pero para el análisis del intelecto lógico ofrece abundancia de dificultades, como todos los intentos de erigir un sistema lógico de percepción de una Existencia ilimitable deben necesariamente crear: pues cualquier esfuerzo de esa índole debe tomar consistencia mediante un arbitrario seccionamiento de la compleja verdad de las cosas o mediante su comprehensividad tornarse lógicamente insostenible. Pues vemos que el Indeterminable se determina como infinito y finito, el Inmutable admite una constante mutabilidad y diferentes interminables, el Único deviene multitud innumerable, el Impersonal crea o sostiene la personalidad, es él mismo una Persona; el Yo tiene una naturaleza y con todo difiere de su naturaleza; el Ser se vuelca en el devenir y es siempre él mismo y distinto de sus devenires; el Universal se individualiza y el Individual se universaliza; el Brahman es, a la vez, vacío de cualidades y capaz de infinitas cualidades, el Señor y Hacedor de las obras, empero un nohacedor y silencioso testigo de las obras de la Naturaleza. Si miramos cuidadosamente estas obras de la Naturaleza, una vez que ponemos de lado el velo de la familiaridad y nuestro impensante aquiescencia en el proceso de las cosas como natural, pues todas ocurren siempre de esa manera, descubrimos que todo lo que ella hace, en su totalidad o en parte, es un milagro, un acto de magia incomprensible. El ser de la Auto-existencia y el mundo que ha aparecido en ella son, cada uno de ellos y ambos juntos, un misterio suprarracional. Nos parece que existe una razón en las cosas porque los procesos de la finitud física son consistentes para nuestro criterio y su ley determinable, mas esta razón en las cosas, cuando se la examina de cerca, parece trastabillar a cada momento contra lo irracional o infrarracional y lo suprarracional la consistencia, la determinabilidad del proceso parece disminuir más que aumentar a medida que pasamos de la materia a la vida y de la vida a la mentalidad; si lo finito consiente, hasta cierto punto, en mirar como si fuese racional, lo infinitesimal rehúsa ligarse por las mismas leyes y el infinito es incapturable, En cuanto a la acción del universo y su significado, nos elude por completo; el Yo, el Dios o el Espíritu existen, sus tratos con el mundo y nosotros son incomprensibles, no ofrecen clave que podamos seguir. Dios y la Naturaleza, e incluso nosotros mismos nos movemos de un modo misterioso que es sólo parcialmente y un tanto inteligible, pero como un todo escapa a nuestra comprensión. Todas las obras de Maya parecen la producción de un suprarracional Poder mágico que dispone las cosas de acuerdo con su sabiduría y fantasía, pero una sabiduría que no es nuestra y una fantasía que frustra nuestra imaginación. El Espíritu que manifiesta las cosas o se manifiesta en ellas tan oscuramente, mira a nuestra razón como un Mago o su poder o Maya a una magia creadora: pero la magia puede crear ilusiones o asombrosas realidades, y hallamos difícil decidir cuál de estos procesos suprarracionales nos enfrenta en este universo. Pero, de hecho, la causa de esta impresión debe necesariamente buscarse en algo ilusorio o Fantástico de lo Supremo o de la Autoexistencia universal, pero de nuestra propia -incapacidad de captar la clave suprema de su múltiple existencia o descubrir el plan y patrón secretos de su acción. El Auto-existente es el Infinito y su modo de ser y de acción debe ser la modalidad del Infinito,

pero nuestra conciencia es limitada; nuestra razón construye cosas finitas: es irracional suponer que una conciencia y razón finitas puedan ser medida del Infinito; esta pequeñez no puede juzgar a esa Inmensidad; esta pobreza ligada a un uso limitado de sus escasos medios no puede concebir la opulenta disposición de esas riquezas; un semi-conocimiento ignorante no puede seguir los movimientos de un Omni-Conocimiento. Nuestro razonamiento se basa en nuestra experiencia de las operaciones finitas de la Naturaleza Física, en una incompleta observación e incierta comprensión de algo que actúa dentro de los límites; ha organizado, sobre esa base, ciertas concepciones que busca generalizar y universalizar, y cualquier cosa que se aparte de estas concepciones o las contradiga, la considera como, irracional, falsa o inexplicable. Mas hay diferentes órdenes de la realidad y las concepciones, medidas y patrones convenientes para un orden no es preciso que resulten aplicables para otro. Nuestro ser físico está construido primero sobre un agregado de infinitesimales, electrones, átomos, moléculas y células, pero la ley de acción de estos infinitesimales no explica todas las obras físicas incluso el cuerpo humano; mucho menos pueden cubrir toda la ley y proceso de acción de las partes suprafísicas del hombre, sus movimientos vitales; mentales y anímicos. En el cuerpo, los finitos han sido formados con sus propios hábitos, propiedades y modos característicos de acción; el cuerpo mismo es un finito que no es mero agregado de estos más pequeños finitos que usa como partes, órganos e instrumentos constitutivos de sus operaciones; ha desarrollado un ser y tiene una ley general que sobrepasa su dependencia de estos elementos o componentes. La vida y la mente son finitos suprafísicos con un diferente y más sutil modo de operar propio y ninguna dependencia de las partes físicas para instrumentación puede anular su carácter intrínseco; hay algo más y distinto en nuestro ser vital y mental, y en nuestras fuerzas vitales y mentales del funcionamiento de un cuerpo físico. Pero cada finito es en su realidad, o tiene detrás de él, un Infinito que ha construido, sostiene y dirige al finito que ha hecho como su auto-figura; de modo que el ser, la Ley y proceso de lo finito no puede entenderse totalmente sin un conocimiento de lo que está oculto dentro o detrás de él: nuestro conocimiento finito, concepciones y normas, pueden ser válidos dentro de sus límites, pero son incompletos y relativos. Una ley fundada en una observación de lo que está dividido en el Espacio y el Tiempo no puede aplicarse con confianza al ser y acción del Indivisible; no sólo no puede aplicarse al Infinito inespacial e intemporal, sino que tampoco puede aplicarse a un Tiempo Infinito o a un Espacio Infinito. Una ley y proceso que ligan nuestro ser superficial no es menester que liguen lo que está oculto dentro de nosotros. Nuestro intelecto, fundándose en razón, encuentra difícil tratar lo que es infrarracional; la vida es infrarracional y descubrimos que nuestra razón intelectual, aplicándose a la vida, constantemente está forzando sobre ella un control, una medida y una artificial ley de Procusto que se impone matando o petrificando la vida o se restringe en formas y convenciones rígidas que baldan y aprisionan su capacidad, o termina en una chapucería, una revuelta de la vida, una decadencia o ruptura de los sistemas y superestructuras construidos sobre ella por nuestra inteligencia. Es menester un instinto, una intuición que el intelecto no tiene a su mando, y no siempre escucha cuando llega para ayudar a la labor mental. Pero aun más difícil debe ser para nuestra razón entender y tratar lo supra-racional, lo supra-racionaI es el reino del espíritu, y en el grandor, sutileza, profundidad y complejidad de su movimiento, la razón está

perdida; aquí la intuición y la experiencia interior son única guía, o, si hay alguna otra, es aquella de la que la intuición es sólo un agudo filo, un intenso rayo proyectado -la iluminación final debe llegar de la Verdad conciencia y supra-racional, de una visión y conocimiento supramental. El ser y la acción del Infinito no deben, por lo tanto, considerarse como si fuesen un mágico vacío de toda la razón; hay, por el contrario, una mayor razón en todas las operaciones del Infinito, pero no es una razón mental o intelectual, es una razón espiritual y supramental; en eso hay una lógica, pues hay relaciones y conexiones infaliblemente vistas y ejecutadas; lo que es magia para nuestra razón finita es lógica del Infinito. Es una razón mayor, una lógica mayor, pues es más vasta, sutil y compleja en sus operaciones: abarca todos los datos que nuestra observación fracasa en captar, deduce de ellos resultados que ni nuestra deducción ni inducción pueden anticipar, porque nuestras conclusiones e inferencias tienen frágil fundamento y son falibles y quebradizas. Si observamos un suceso, lo juzgamos y explicamos por el resultado y vislumbre de sus más externos componentes, circunstancias o causas; pero cada suceso es el resultado de un complejo nexo de fuerzas que no observamos ni podemos observar, porque todas las fuerzas son invisibles para nosotros -pero no son invisibles para la visión espiritual del Infinito: algunas de ellas son realidades que trabajan para producir u ocasionar una nueva realidad; algunas son posibilidades que están cerca de las realidades pre-existentes y, de algun modo, incluidas en su agregado; pero siempre pueden mediar nuevas posibilidades que, de pronto, se convierten en potencialidades dinámicas y se suman al nexo, y detrás de todo son imperativos o un imperativo que estas posibilidades se esfuerzan por concretar. Es más, del mismo nexo de fuerzas son posibles diferentes resultados; lo que provenga de ellos es determinado por una sanción que, sin duda, aguardaba presta todo el tiempo, pero parece ingresar rápidamente para intervenir y alterarlo todo, un decisivo imperativo divino. Todo esto nuestra razón no lo puede captar porque es el instrumento de una ignorancia con una visión limitadísima y una pequeña reserva de acumulado conocimiento, no siempre muy cierto ni confiable, y porque además no tiene medios de captación directa; pues ésta es la diferencia entre intuición e intelecto; esa intuición nace de un conocimiento directo mientras que el intelecto es una acción indirecta de un conocimiento que se construye con dificultad de lo desconocido, a partir de signos, indicaciones y datos reunidos. Mas lo que no es evidente para nuestra razón y sentidos, es auto-evidente para la Conciencia Infinita, y, si existe una Voluntad del Infinito debe ser una Voluntad que actúa en este pleno conocimiento y es el perfecto resultado espontáneo de una total auto-evidencia. No es una obstaculizada Fuerza evolutiva ligada por lo que ella ha evolucionado ni una Voluntad imaginativa que actúa en el vacío sobre un libre capricho; es la verdad del Infinito afirmándose en las determinaciones de lo finito. Es evidente que tal Conciencia y Voluntad no necesitan actuar en armonía con las conclusiones de nuestra limitada razón o de acuerdo con un procedimiento familiar a ella y aprobado por nuestras elaboradas nociones o en sujeción a una razón ética que trabaja para un bien limitado y fragmentario; podría admitir y admite las cosas destinadas por nuestra razón irracional e inética porque eso

fue necesario para el Bien final y total y para la estructuración de una finalidad cósmica. Lo que nos parece irracional o reprensible en relación con un juego parcial de hechos, motivos y necesidades, podría ser perfectamente racional y aprobable en relación con un mucho más vasto motivo y totalidad de datos y necesidades. La razón, con su visión parcial, alza elaboradas conclusiones que pugna por volcar en reglas generales de conocimiento y acción, y compele dentro de su regla, mediante algún artificio mental, lo que le conviene o se libra de lo que no le conviene: una Conciencia infinita no tendría tales reglas, tendría en su lugar grandes verdades intrínsecas que gobiernan automáticamente la conclusión y el resultado, pero los adaptan diferente y espontáneamente a una distinta totalidad de circunstancias, de modo que por esta flexibilidad y libre adaptación a la más estrecha facultad le parecería no tener normas de ninguna índole. Del mismo modo, no podemos juzgar el principio y operación dinámica del ser infinito según las normas de la existencia finita -lo que podría ser imposible para una, serían estados y motivos normales y auto-evidentemente naturales para la más libre Realidad mayor. Esto es lo que hace la diferencia entre nuestra fragmentaria conciencia mental que construye cifras íntegras de sus fracciones, y una conciencia, visión y conocimiento esenciales y totales. No le es posible, en la medida en que estamos compelidos a usar la razón como nuestro principal sostén, abdicar por completo en favor de una intuición no desarrollada o semíorganizada; pero nos resulta imperativo, en una consideración del Infinito y su ser y acción, para respaldar en nuestra razón una máxima plasticidad y abrirla a un conocimiento, estados y posibilidades mayores de lo que pugnamos por considerar. No aplicará nuestras limitadas y limitadoras conclusiones a Eso que es ilimitable. Si sólo nos concentramos en un aspecto y lo tratamos como el todo, ilustramos la historia del ciego y el elefante; cada uno de los inquisitivos ciegos tocó una parte distinta y sacó en conclusión que todo el animal era cierto objeto parecido a la parte que él había tocado. Una experiencia de un solo aspecto del Infinito es válida en sí misma; pero de ella no podemos generalizar que el Infinito es eso sólo, ni sería prudente considerar el resto del Infinito dentro de los términos de ese aspecto y excluir todos los puntos de vista de la experiencia espiritual. El Infinito es, a la vez, una esencialidad, una totalidad ilimitada y una multitud; todas éstas han de conocerse en orden a conocer verdaderamente al Infinito. Ver todas las partes solamente y no la totalidad o sólo como una suma de las partes, es conocimiento, pero también, al mismo tiempo, ignorancia; ver la totalidad sola e ignorar las partes es también conocimiento y, al mismo tiempo, ignorancia, pues una parte puede resultar mayor que el todo pues nos retrotrae directamente a la trascendencia, y negar la totalidad y las partes es un penúltimo conocimiento, mas aquí también hay ignorancia capital. Allí debe haber un conocimiento total y la razón debe llegar a ser lo bastante plástica para mirar por todos lados, todos los aspectos, y determinar, a través de ellos, su unidad. Así también, si vemos sólo el aspecto del yo, podemos concentramos en su estático silencio y perder la dinámica verdad del Infinito; si sólo vemos a Ishwara, podemos captar la dinámica verdad pero perder el estado eterno y el silencio infinito, tomar conciencia únicamente del ser dinámico, de la conciencia dinámica y del deleite dinámico del ser, pero perder la pura existencia, la pura conciencia y la pura bienaventuranza del ser. Si nos concentramos en Purusha-

Prakriti solamente, podemos ver únicamente la dicotomía del Alma y la Naturaleza, del Espíritu y la Materia, y perder la unidad. Al considerar la acción del Infinito hemos de evitar el error del discípulo que se juzgó el Brahman, rehusó obedecer la advertencia de quien guiaba el elefante de evitar el estrecho sendero, y el elefante lo levantó con la trompa y lo echó a un lado: "Sin duda, eres el Brahmán", dijo el maestro a su azorado discípulo, ¿pero por qué no obedeces al guía Brahmán y no te apartas del sendero del elefante Brahman? No debemos cometer el error de acentuar un lado de la Verdad, concluyendo y actuando con ello con exclusión de todos los otros lados y aspectos del Infinito. La realización, "Yo soy Eso", es verídica, pero no podemos con seguridad continuar según ella a menos que captemos también que todo es Eso; nuestra auto-existencia es un hecho, pero también debemos estar al tanto de la existencia de otros yoes, del mismo Yo en otros seres y de ese Eso que supera al auto-yo y al otro-yo. El Infinito es uno solo en una multiplicidad y su acción es sólo captable por la Razón suprema que considera todo y actúa como un único-conocimiento que se observa en la diferencia y respeta sus propias diferencias, de modo que cada cosa y cada ser tiene forma de ser esencial y su forma de naturaleza dinámica, svatupa, svad-harma, y todas son respetadas en el trabajo total. El conocimiento y la acción del Infinito es uno solo en una variabilidad irrestricta: sería, desde el punto de vista de la Verdad infinita igualmente un error insistir en una igualdad de acción en todas las circunstancias o en una diversidad de acción sin ninguna verdad unificadora y armonía detrás de la diversidad. En nuestro propio principio de conducta, si buscamos actuar en esta Verdad mayor, sería igualmente un error insistir sólo en nuestro yo o insistir sólo en otros yoes; es el Yo de todo en el que hemos de fundar una unidad de acción y una diversidad total, infinitamente plástica pero armoniosa, de la acción; pues esa es la naturaleza de la labor del Infinito. Si miramos, desde este punto de vista de una más plástica razón mayor, tomando nota de la lógica del Infinito, las dificultades que encuentra nuestra inteligencia cuando procura concebir la Realidad absoluta y omnipresente, veremos que toda la dificultad es verbal y conceptual, y no real. Nuestra inteligencia observa su concepto del Absoluto y ve que debe ser indeterminable y, al mismo tiempo, ve un mundo de determinaciones que emana del Absoluto y existe en él -pues no puede emanar de ningún otro lado y en ningún otro lado puede existir; además, se siente frustrado por la afirmación, asimismo difícilmente discutible en las premisas, de que todos estos determinados son nada más que este indeterminable Absoluto. Pero la contradicción desaparece cuando entendemos que la indeterminabilidad no es negativa en su sentido verdadero, no es una imposición de la incapacidad sobre el Infinito, sino positiva, una libertad en sí de la limitación por sus propias determinaciones y necesariamente una libertad de toda determinación externa por algo ajeno, dado que no hay posibilidad real de que un tal no-yo ingrese en la existencia. El Infinito es ilimitadamente libre, libre para determinarse infinitamente, libre de todo efecto restrictivo de sus propias creaciones. De hecho, el Infinito no crea, manifiesta lo que está en él, en su propia esencia de la realidad; él mismo es esa esencia de toda realidad y todas las realidades son poderes, de esa Realidad única. El Absoluto no crea ni es creado -en el sentido corriente de hacer o ser hecho; podemos hablar de creación sólo en el sentido del ser que deviene, en la forma y el movimiento, lo que ya es en sustancia y estado.

Empero tenemos que acentuar su indeterminabilidad en ese sentido especial y positivo, no como negación sino como condición indispensable de su libre autodeterminación infinita, porque sin eso la Realidad sería un eterno determinado fijo o un indeterminado fijo y ligado a una suma de posibilidades de determinación inherente a ella. Su libertad de toda limitación, de cualquier atadura a sus propias creaciones no puede volcarse en limitación, en incapacidad absoluta, en negación de toda libertad de autodeterminación; esto sería una contradicción, sería un intento de definir y limitar por negación lo infinito e ilimitable. Ninguna contradicción entra en el hecho central de los dos lados de la naturaleza del Absoluto, el esencial y el auto-creativo o dinámico; es sólo una pura esencia infinita que puede formularse de infinitos modos. Una afirmación complementa a la otra, no hay cancelación mutua, ni incompatibilidad; sólo existe la duál afirmación de un simple hecho inevitable, por parte de la razón humana en el lenguaje humano. La misma conciliación ocurre por doquier, cuando observamos directa y minuciosamente la verdad de la Realidad. En nuestra experiencia de ella tomamos conciencia de un Infinito esencialmente libre de toda limitación por cualidades, propiedades y características; por otro lado, hacemos lo propio con un Infinito abundante en innumerables cualidades, propiedades y características. Aquí nuevamente la afirmación de ilimitable libertad es positiva, no negativa; no niega lo que vemos, sino por el contrario provee la condición indispensable para ello, torna posible una autoexpresión libre e infinita en la cualidad y la característica. Una cualidad es el carácter de un poder del ser consciente; o podemos decir que la conciencia del ser que expresa lo que está en él hace que el poder se haga reconocible mediante un sello innato, al que llamamos cualidad o carácter. El valor como cualidad es un poder del ser, es cierro carácter de mi conciencia que expresa una fuerza formulada de mi ser, produciendo o creando un género definido de fuerza de mi naturaleza en acción. De igual modo, también el poder de una droga que cura es su propiedad, una fuerza especial del ser innato de la Fuerza o mineral que la produce, y esta especialidad es determinada por la Real-Idea oculta en la involucionada conciencia que mora en la planta o mineral: la idea hace aflorar lo que estaba en ella en la raíz de su manifestación y que ahora ha surgido con el poder de la Fuerza de su ser. Todas las cualidades, propiedades y características son, esos poderes del ser consciente proyectados de sí por el Absoluto; El tiene todo dentro de sí, tiene libre poder para crearlo todo; empero no podemos definir al Absoluto como cualidad de valor o poder de curación, no podemos siquiera decir que éstas sean rasgo característico del Absoluto, ni podemos efectuar una suma de cualidades y decir: “eso es el Absoluto". Tampoco podemos hablar del Absoluto como un puro vacío incapaz de manifestar estas cosas; por el contrario, toda la capacidad está allí, -los poderes de todas las cualidades y caracteres están allí inherentes en él. La mente se halla en una dificultad porque ha de decir: El Absoluto o Infinito no es ninguna de estas cosas, estas cosas no son el Absoluto Infinito, y al mismo tiempo ha de decir: El Absoluto es todas estas cosas, ellas no son nada más que Eso, pues Eso es la única existencia y la omni-existencia. Aquí resulta evidente que se trata de una indebida finitud de la concepción del pensamiento y de la expresión verbal que crea la dificultad, aunque en realidad no hay ninguna; pues sería evidentemente absurdo negar la capacidad del Absoluto

para crear valor o poder curativo como auto-expresiones de su manifestación. Cuando la lógica de lo finito nos falla, hemos de ver con visión directa e irrestricta lo que está detrás de la lógica del Infinito. Entonces podemos advertir que el Infinito es infinito en la cualidad, característica y poder, pero que ninguna suma de cualidades, características y poderes puede describir al Infinito. Vemos que el Absoluto, el Yo, el Divino, el Espíritu, el Ser, es Uno; que el Trascendental es uno, que el Cósmico es uno: pero también vemos que los seres son muchos y cada uno tiene un yo, un espíritu, una similar aunque diferente naturaleza. Y dado que el espíritu y la esencia de las cosas es una sola, estamos obligados a admitir que todos estos muchos debe ser ese Uno, y se colige que el Uno es o ha de llegar a ser los muchos; pero ¿cómo puede lo limitado o relativo ser el Absoluto y cómo puede el hombre, la bestia o el ave ser el Ser Divino? Pero al erigir esta aparente contradicción la mente crea un doble error. Al pensar en los términos de la finita unidad matemática, sola en la limitación, el uno es menos que dos y puede convertirse en dos sólo mediante división y fragmentación, o mediante suma y multiplicación; pero ésta es una Unidad infinita, es la Unidad esencial e infinita que puede contener al cien, al mil, al millón, al billón y al trillón. Las cifras astronómicas y más que astronómicas reunidas, y multiplicadas, no pueden sobrepasar o exceder a esa Unidad; pues, en el lenguaje del Upaníshad, no se mueve, empero siempre está distante y en la delantera cuando se intenta perseguirla y asirla. Puede decirse de ella que no sería la Unidad infinita si no fuese capaz de una multiplicidad infinita; pero eso no significa que el Uno sea plural, o pueda limitarse o describirse como la suma de los Muchos; por el contrario, puede ser los infinitos Muchos porque excede toda la limitación o descripción por multiplicidad y excede al mismo tiempo toda limitación por finita unidad conceptual. El pluralismo es un error porque, aunque exista la pluralidad espiritual, las muchas almas son existencias dependientes e interdependientes, su suma no es tampoco el Uno ni es la totalidad cósmica; dependen del Uno y existen por su Unidad: empero la pluralidad no es irreal, es el Alma Única que mora como lo individual en estas muchas almas que son eternas en el Uno y por el único Eternas. Esto es difícil para la razón mental que plantea una oposición entre el Infinito y lo finito, y asocia la finitud con la pluralidad y la infinitud con la unidad; pero en la lógica del Infinito no existe tal oposición y la eternidad de los Muchos en el UNO es una cosa perfectamente natural y posible. Vemos que existe un puro estado infinito y un silencio inmóvil del Espíritu; vemos también que existe un ilimitado movimiento del Espíritu, un poder, una dinámica y espiritual auto-extensión omni-continente del Infinito. Nuestras concepciones se introducen subrepticiamente en esta percepción, válida y precisa en sí misma, una oposición entre el silencio y el estado y la dinámica y el movimiento pero para la razón y la lógica del Infinito tal oposición no puede existir. Un Infinito solamente silencioso y estático, un Infinito sin poder, dinámica ni energía infinitos, resulta inadmisible excepto como percepción de un aspecto; un Absoluto impotente, Un Espíritu impotente, es inconcebible: una energía infinita debe ser la dinámica del Infinito, un omni-poder debe ser la potencia del Absoluto, una fuerza ilimitada debe ser la fuerza del Espíritu. El estado de silencio es la base del movimiento, una eterna inmovilidad es la

condición necesaria, el campo, incluso la esencia, de la movilidad infinita; un ser estable es la condición y fundamento de la vasta acción de la Fuerza del ser. Es cuando arribamos a algo de este silencio, de esta estabilidad e inmovilidad, que podemos basar en él una fuerza y energía que en nuestro inquieto estado superficial sería inconcebible. La oposición que efectuamos es mental y conceptual; en realidad, el silencio del Espíritu y la dinámica del Espíritu son verdades complementarias e inseparables. El inmutable Espíritu silencioso puede mantener silenciosa e inmóvil dentro de sí su infinita energía, pues no está atado por sus propias fuerzas, no es su sujeto ni instrumento, sino que las posee, las libera, es capaz de una acción eterna e infinita, no se fatiga ni necesita detenerse, y todo el tiempo su silenciosa inmovilidad inherente a su acción y movimiento en ningún instante se conmueve, trastorna ni altera por su acción y movimiento; el silencio testigo del Espíritu está en el meollo mismo de todos los reclamos y obras de la Naturaleza. Estas cosas pueden ser difíciles para que las entendamos nosotros porque nuestra superficial capacidad finita es limitada en cualquier dirección y nuestras concepciones se basan en nuestras limitaciones; pero sería fácil ver que estas relativas y finitas concepciones no se aplican al Absoluto e Infinito. Nuestra concepción del Infinito es amorfa, pero por doquier vemos la forma y las formas que los circundan, y puede y debe afirmarse del Ser Divino que es a la vez Forma y No-Forma. Pues aquí también la contradicción aparente no corresponde a una oposición real; la No-Forma no es negación del poder de formación, sino la condición para la libre formación del Infinito; pues de lo contrario sería una simple Forma o sólo una fijación o suma de formas posibles en un universo finito. El amorfismo es el carácter de la esencia espiritual, el espíritu-sustancia de la Realidad; todas las realidades finitas son poderes, formas y auto-modelaciones de esa sustancia: lo Divino es amorfo e innominal, mas, por esa misma razón, capaz de manifestar todos los nombres y formas posibles del ser. Las formas son manifestaciones, no invenciones arbitrarias de la nada; pues línea y color, masa y diseño, que son esencias de la forma, llevan siempre consigo un significado, son, podría decirse, valores y significados secretos de una invisible realidad que se torna visible; es por esa razón que figura, línea, matiz y masa, pueden corporizar lo que, de otro modo, no se vería; pueden transmitir lo que, de otro modo, estaría oculto al sentido. Puede decirse que la forma es el cuerpo innato, la inevitable auto-revelación de lo amorfo, y esto es verdad no sólo con respecto a las formas externas, sino también a las no Vistas Formaciones de la mente y la vida que podemos captar sólo mediante nuestro pensamiento y a aquellas formas sensibles de las que sólo puede tomar razón la sutil captación de la conciencia interior. El nombre, en su significado más hondo, no es la palabra por la que describimos al objeto, sino la totalidad de poder, cualidad y carácter de la realidad que una forma de las cosas corporiza y que procuramos resumir mediante un sonido indicativo, un nombre cognoscible, Nomen. Nomen en este sentido, podríamos decir, es Numen; los Nombres secretos de los Dioses son su poder, cualidad y carácter del ser captados por la conciencia y convertidos en concebibles. El Infinito es innominal, mas en esa innominalidad todos los nombres posibles, los Númenes de los dioses, los nombres y las formas de todas las realidades, ya se encaran y prefiguran, pues están allí, latentes e inherentes a la Omni-Existencia.

Queda en claro, por estas consideraciones, que la coexistencia de lo Infinito y lo finito que es la naturaleza misma del ser universal no es yuxtaposición o mutua inclusión de dos opuestos, sino tan natural e inevitable como la relación del principio de la Luz y el Fuego con los soles. Lo finito es un aspecto frontal y una autodeterminación de lo Infinito; ninguna finitud puede existir en sí y por sí; existe por el Infinito y por eso es de una sola esencia con el Infinito. Pues por el Infinito no significamos solamente una autoextensión ilimitable en el Espacio y el Tiempo, sino algo que es inespacial e intemporal, un Indefinible e Ilimitable auto-existente que puede expresarse tanto en lo infinitesimal como en lo vasto, en un segundo del tiempo, en un punto del espacio, en una pasajera circunstancia. Lo finito se contempla como división de lo indivisible, pero no existe tal cosa: pues la división es sólo aparente; hay una demarcación, pero no es posible una separación real. Cuando vemos con la visión y sentido interiores y no con la vista física un árbol u otro objeto, de lo que tomamos razones de una Infinita Realidad única que constituye el árbol u objeto penetrando cada átomo y molécula, estructurándolos de sí, construyendo la naturaleza toda, el proceso del devenir, la operación de la energía moradora; todos estos son ella misma, son este infinito, esta Realidad: lo vemos extendiéndose indivisiblemente y uniendo todos los objetos de modo que ninguno está realmente separado de ella o separado por entero de los otros objetos. Está, dice el Gita, "indiviso en los seres y es como si estuviese dividido." De esa manera cada objeto es ese Infinito y único en el ser esencial con todos los otros objetos que son también formas y nombres-poderes, númenes-del Infinito. Esta incoercible unidad en todas las divisiones y diversidades es la matemática del Infinito, indicada en un verso de los Upanishads: "Esto es el total y Eso es el total: resta el total del total, el total del resto." De igual modo puede decirse de la infinita auto-multiplicación de la Realidad que todas las cosas son esa auto-multiplicación; el Uno se convierte en los Muchos, pero todos estos Muchos son Eso que ya era y siempre es el mismo, y al devenir en los Muchos sigue siendo el Uno. No hay división del Uno por la apariencia de lo finito, pues es el Infinito único que se nos presenta como la finitud múltiple: la creación nada añade al Infinito; sigue siendo, tras la creación, lo que era antes. El Infinito no es una suma de cosas, es Eso que constituye todas las cosas y más. Si esta lógica del Infinito contradice las concepciones de nuestra razón finita, es porque la excede y no se basa en los datos del fenómeno limitado, sino que abarca la Realidad y ve la verdad de todos los fenómenos en la verdad de la Realidad; no los ve como seres, movimientos, nombres, formas y cosas separados; pues no pueden ser eso, dado que podrían sólo serIo si fuesen fenómenos en el Vacío, cosas sin base o esencia común, fundamentalmente inconexas, únicamente conectadas por la coexistencia y la relación pragmática, no realidades que existen por su radical de unidad y, en la medida en que puedan considerarse independientes, están aseguradas en su independencia de la figura y movimiento externos e internos sólo por su perpetua dependencia de su Infinito progenitor, su secreta identidad con el Idéntico único. El Idéntico es su raíz, su causa formal, el único poder de sus variables poderes, su sustancia constitutiva.

El Idéntico es para nuestras nociones el Inmutable; es siempre el mismo a través de la eternidad, pues si es o deviene sujeto a la mutación o si admite las diferencias, cesa de ser idéntico; pero lo que vemos por doquier es una unidad Fundamental infinitamente variable que parece el principio mismo de la Naturaleza. La Fuerza básica es una, pero manifiesta de sí innumerables Fuerzas; la sustancia básica es una, pero desarrolla múltiples sustancias diferentes y millones de objetos disímiles: la mente es una pero se diferencia en múltiples estados mentales, formaciones mentales, pensamientos y percepciones que difieren entre sí y que entran en armonía o conflicto; la vida es una, pero las formas de la vida son disímiles e innumerables; la humanidad es una en la naturaleza pero existen diferentes tipos raciales y todo hombre individual es en sí mismo y, en cierto sentido, diferente de los demás: la Naturaleza insiste en trazar líneas de diferencia en las hojas de un árbol; proyecta una diferenciación tal que ha llegado a descubrirse que las líneas del pulgar del hombre difieren de las líneas de otro, de modo que aquél puede identificarse mediante esa sola diferenciación, -empero, fundamentalmente, todos los hombres son semejantes y no hay diferencias esenciales. La unidad e igualdad están por doquier, la diferenciación está por doquier; la inmanente Realidad ha construido al universo sobre el principio de la evolución de una sola semilla dentro de un millón de modalidades diferentes. Pero esta es nuevamente la lógica del Infinito; porque la esencia de la Realidad es inmutablemente la misma, puede asumir seguramente estas innumerables diferencias de la forma, carácter y movimiento, pues aunque se multiplicasen en trillones, eso no afectaría la inmutabilidad subyacente del Idéntico eterno. Debido a que el Yo y el Espíritu en las cosas y los seres es uno solo por doquier, por lo tanto la Naturaleza puede afrontar esta exuberancia de la diferenciación infinita: si no existiese esta base segura que hace que nada cambie aunque cambie, todas sus obras y creaciones en juego se derrumbarían en la desintegración y el caos; no existiría nada que juntara sus separados movimientos y creaciones. La inmutabilidad del Idéntico no consiste en una monotonía de inmutable igualdad incapaz de variación; consiste en una inmutabilidad del ser que es capaz de la interminable formación del ser, pero que ninguna diferenciación pueden destruir, dañar ni minimizar. El Yo deviene insecto, ave, bestia y hombre, pero es siempre el mismo Yo a través de estas mutaciones porque es el Uno que se manifiesta infinitamente en la diversidad interminable. Nuestra razón superficial es proclive a concluir que la diversidad puede ser irreal, sólo una apariencia, pero si miramos un poco más en profundidad, veremos que una diversidad real produce la Unidad real, la muestra como si estuviese en su máxima capacidad, revela todo lo que puede ser y es en sí, libra de la blancura de su matiz las múltiples tonalidades cromáticas que allí se funden en conjunto; la Unidad se descubre infinitamente en lo que parece diversificar el despliegue de la unidad. Este es el milagro (Maya del universo) perfectamente lógico, natural y tema, por supuesto, de la auto-visión y auto-experiencia del Infinito. Pues la Maya del Brahman es a la vez la magia y la lógica de una Unidad infinitamente variable; si existiese tan sólo una rigurosa monotonía de unidad e igualdad limitadas, no habría lugar para la razón y la lógica, pues la lógica consiste en las correctas percepciones de las relaciones; la suprema labor de la razón es descubrir la sustancia única, la ley única, la adhesiva realidad

latente que conecta y unifica a los muchos, a los diferentes, a los discordantes y separados. Toda existencia universal se mueve entre estos dos términos, una diversificación del Uno, una unificación de los muchos y diversos, y eso debe ser porque el Uno y los Muchos son aspectos fundamentales del Infinito. Pues lo que el Auto-conocimiento y Omni-conocimiento divinos produce en su manifestación debe ser verdad de su ser y, en el juego de esa verdad, es su Lila. Esta es, entonces, la lógica del método del ser universal del Brahman y la labor básica de la razón, la infinita inteligencia de Maya. Así como con el ser del Brahman, de igual modo ocurre, con su conciencia, Maya: no está ligada a una restricción finita de sí o a un estado o ley de su acción; puede ser muchas cosas simultáneamente, tener muchos movimientos coordinados que para la razón finita pueden parecer contradictorios; es una pero innumerablemente múltiple, infinitamente plástica, inextinguiblemente adaptable. Maya es la conciencia y fuerza supremas y universales del Eterno e Infinito, y siendo por su naturaleza misma ilimitada e ilimitable, puede crear múltiples estados de la conciencia a la vez, múltiples disposiciones de su Fuerza, sin cesar de ser la misma conciencia por siempre. Es a la vez trascendental, universal e individual; es el supremo Ser supracósmico que toma razón de sí como Omni-ser, como Yo Cósmico, como Conciencia-fuerza de la Naturaleza cósmica, y al mismo tiempo se experimenta como el ser y la conciencia individuales en todas las existencias. La conciencia individual puede verse como limitada y separada, pero también puede apartar sus limitaciones y conocerse como universal y como trascendente en el universo; esto se debe a que existe en todos estos estados o posiciones, o subyaciéndolos, la misma conciencia triuna en un estado triple. Entonces no hay dificultad en el Uno que se ve o experimenta triplemente, ya sea desde arriba en la Existencia Trascendente o de entre el Yo Cósmico o desde abajo en el individual ser consciente. Todo cuanto es menester para esto, a fin de aceptado como natural y lógico, es admitir que pueden existir diferentes estados reales de la conciencia del Ser Único, y que no puede ser imposible para una Existencia que es libre e infinita y no puede atarse a una simple condición; un libre poder de autovariación debe ser natural para la conciencia que es infinita. Si se admite la posibilidad de un múltiple estado de la conciencia, no pueden limitarse los modos de su variación de estado, siempre que el Uno esté consciente de sí simultáneamente en todos ellos; pues el Uno e Infinito debe estar así universalmente consciente. La única dificultad, que una ulterior consideración puede resolver, es entender las conexiones entre un estado de conciencia limitada o elaborada como la nuestra, un estado de ignorancia, con el infinito auto-conocimiento y omniconocimiento, Una segunda posibilidad de la Conciencia Infinita que debe admitirse es su poder de auto-limitación o auto-formación secundaria con un movimiento subordinado dentro de la conciencia y conocimiento integrales e ilimitables, pues eso es una consecuencia necesaria del poder de auto-determinación del Infinito. Cada auto-determinación del auto-ser debe tener propia conciencia de su auto-verdad y auto-naturaleza; o, si preferimos plantearlo así, el Ser en esa determinación debe ser auto-consciente. La individualidad espiritual significa que cada yo o espíritu individual es un centro de auto-visión y omni-visión; la

circunstancia -la irrestricta circunferencia, como podemos decir-, de esta visión puede ser la misma para todo, pero el centro puede ser diferente, -no ubicado como punto espacial en un círculo espacial, sino centro psicológico relacionado con otros a través de una coexistencia de los Muchos, diversamente consciente, en el ser universal. Cada ser en un mundo verá el mismo mundo, pero desde su propio auto-ser de acuerdo con su propia modalidad de autonaturaleza: pues cada uno manifestará su propia verdad del Infinito, su propio modo de auto-determinación y encuentro de las determinaciones cósmicas; su visión por la ley de la unidad en la variedad será sin duda fundamentalmente la misma que la de los demás, pero desarrollará su propia diferenciación, --como vemos a todos los seres humanos conscientes en la única modalidad humana de las mismas cosas cósmicas, más siempre con una diferencia individual. Esta auto-limitación sería, no una especialización fundamental sino individual de una común universalidad o totalidad; el individuo espiritual sería un acto de su propio centro de la única Verdad y de acuerdo con su auto-naturaleza, pero sobre una base común y no con ceguera alguna en cuanto al otro-yo o la otranaturaleza. Sería la conciencia que limita su acción con pleno conocimiento, no un movimiento de la ignorancia. Pero aparte de esta individualizante autolimitación, debe haber también en la conciencia del Infinito un poder de limitación cósmica; debe poder limitar su acción como para basar un mundo o universo dados, y mantenerlos en su propio orden, armonía, auto-elaboración: pues la creación de un universo necesita una especial determinación de la Conciencia Infinita para presidir sobre ese mundo y una restricción de cuanto no sea menester para ese movimiento. Del mismo modo, la ejecución de una acción independiente de algún poder como la Mente, la Vida o la Materia debe tener cómo sostén un principio similar de auto-limitación. No puede decirse que ese movimiento deba ser imposible para el Infinito, porque es ilimitable; por el contrario, debe ser uno de sus múltiples poderes; pues sus poderes son también ilimitables: pero esto también, como otras auto-determinaciones, otras construcciones finitas, no serían separación o división real, pues toda la Conciencia Infinita estaría en torno y detrás de él, sosteniéndolo, y en el movimiento especial mismo estaría intrínsecamente no sólo consciente de sí, sino, en esencia, de todo lo que estaba detrás de él. Esto sería, inevitablemente, en la conciencia integral del Infinito: pero podemos suponer asimismo que una conciencia intrínseca, aunque no activa, de esta índole, que se demarca, aunque indivisible, podría ser también allí la total auto-conciencia del movimiento de lo Finito. Esta muy cósmica o individual auto-limitación consciente sería evidentemente posible para el Infinito y puede aceptarla una razón mayor como una de sus posibilidades espirituales; pero hasta ahora, sobre esta base, cualquier división o ignorante separación o atadura o cegadora limitación, tal como se presenta en nuestra conciencia, no sería para tomar en cuenta. Pero puede admitirse un tercer poder o posibilidad de la Infinita Conciencia, su poder de auto-absorción, de sumirse en sí misma, en un estado en el que la auto-conciencia existe pero no como conocimiento ni omni-conocimiento; el todo estaría entonces envuelto en la pura auto-conciencia, y el conocimiento y la conciencia interior se perdería en el puro ser. Este es, luminosamente, el estado que llamamos Superconciencia en un sentido absoluto, aunque la mayoría de lo que llamamos supraconsciente no es en realidad eso, sino sólo

un consciente superior, algo que es consciente para sí y sólo superconsciente para su propio nivel limitado de conciencia. Esta auto-absorción, este trance de la infinitud es nuevamente, no ya luminosa ni oscuramente, el estado que llamamos Inconsciente; pues el ser del Infinito está allí aunque por su apariencia de inconciencia nos parece más bien un no-ser infinito: en ese noser aparente están una conciencia y fuerza auto-olvidadas e intrínsecas, pues por la energía del Inconsciente se crea un mundo ordenado, se crea en un trance de autoabsorción, la fuerza actúa automáticamente y con una ceguera aparente, como en un trance, pero aún con la inevitabilidad y poder de la verdad del Infinito. Si tomamos un paso ulterior y admitimos que para el Infinito es posible una acción especial o restringida y parcial de la auto-absorción, una acción no siempre de su infinitud concentrada ilimitadamente en sí misma, sino confinada en un estado especial o en una auto-determinación individual o cósmica, tenemos entonces la explicación de la concentrada condición o estado por el que deviene consciente separadamente de un aspecto de su ser. Puede entonces existir un doble estado fundamental como el de Nirguna, que está, detrás de Saguna, absorbido en su propia pureza e inmovilidad, mientras el resto se mantiene detrás de un velo y no es admitido dentro de ese estado especial. Del mismo modo podemos tener en cuenta el estado de la conciencia al tanto de un campo del ser o de un movimiento de él, mientras que el conocimiento de todo el resto quedaría detrás y velado de él, separado por un despierto trance de concentración dinámica del especializado o limitado conocimiento ocupado solamente con su propio campo o movimiento. La totalidad de la conciencia infinita estaría allí, no abolida, recuperable, pero no evidentemente activa, activa sólo por implicación, por inherencia o por la instrumentalidad del conocimiento limitado, no en su propio poder y presencia manifiestos. Será evidente que todos estos tres poderes pueden aceptarse como posibles para la dinámica de la Conciencia Infinita y es considerando los múltiples modos en que pueden trabajar que podemos obtener una clave de las operaciones de Maya. Esto incidentalmente arroja luz sobre la oposición hecha por nuestras mentes entre la conciencia pura, la pura existencia, la pura bienaventuranza y la actividad abundante, la múltiple aplicación, las interminables vicisitudes del ser, la conciencia y el deleite del ser que toman lugar en el universo. En el estado de pura conciencia y puro ser estamos conscientes de eso sólo, simple, inmutable, auto-existente, sin forma ni objeto, y pensamos que eso sólo es verdadero y real. En el otro estado dinámico pensamos que su dinamismo es perfectamente cierto y natural e incluso capaz de juzgar que no es posible una experiencia tal como la de la pura conciencia. Empero resulta ahora evidente que para la Conciencia Infinita es posible tanto lo estático como lo dinámico; estos son dos de sus estados y ambos pueden simultáneamente presentarse en la conciencia universal, uno presenciando al otro, y sosteniéndolo, y no mirándolo y sosteniéndolo mecánicamente; o el silencio y el estado pueden estar allí penetrando la actividad o proyectándola hacia arriba como un inmóvil océano debajo que proyecta hacia arriba, en su superficie, una movilidad de las olas. Esta es también la razón de porqué nos es posible, en ciertas condiciones de nuestro ser, estar al tanto de diversos estados diferentes de la conciencia al mismo tiempo. Existe un estado del ser experimentado en el Yoga en el que devenimos una doble conciencia, una en la superficie, pequeña, activa,

ignorante, dominada por pensamientos y sentimientos, pesar y dicha y todo género de reacciones, la otra interior calma, vasta, igual, observando al ser superficial con un inmóvil desapego o indulgencia o, puede ser, actuando sobre su agitación para aquietarla, agrandarla, transformarla. De ese modo podemos también elevamos hacia una conciencia y observar las variadas partes de nuestro ser, interior y exterior, mental, vital y físico, y el subconsciente debajo de todo, y actuar sobre una y otra o sobre todo desde ese estado superior. Es posible también descender desde esa altura o desde cualquier altura en cualquiera de estos planos inferiores y tomar su limitada luz o su oscuridad como nuestro lugar de trabajo mientras el resto de lo que somos es descartado temporariamente o puesto detrás o mantenido como campo de referencia del que podemos obtener apoyo, sanción o luz e influencia, o como estado en el que podemos ascender o retroceder y desde el cual observamos los movimientos inferiores. O podemos sumirnos en trance, internamos en nosotros y estar allí conscientes mientras se excluyen todas las cosas del exterior; o podemos incluso trasponer esta conciencia interior y perdemos en alguna otra conciencia más profunda o en alguna superconciencia elevada. Existe también una penetrante conciencia igual en la que podemos entrar y vemos por completo con una sola mirada abarcante o una conciencia omnipresente, única e indivisible. Todo esto que parece extraño y anormal, o puede parecer fantástico para la razón superficial sólo familiarizada con nuestro estado normal de ignorancia limitada y sus movimientos divididos de nuestra realidad total, interior y superior, se torna Fácilmente inteligible y admisible a la luz de la mayor razón y lógica del Infinito mediante la admisión de los mayores poderes ilimitables del Yo, el Espíritu en nosotros que es de una sola esencia con el Infinito. Brahman la Realidad es el auto-existente Absoluto y Maya es la Conciencia y Fuerza de esta auto-existencia; pero con respecto al universo, Brahman aparece como el Yo de toda la existencia, Arman, el Yo cósmico, pero también como el Yo Supremo que trasciende su propia cosmicidad y al mismo tiempo individual-universal en cada ser; Maya puede entonces verse como el autopoder, Atma-Shakti, del Atman. Es cierto que cuando por primera vez tomamos conciencia de este Aspecto, es por lo general en un silencio del ser todo o al menos en un silencio interior que se retira o aparta de la acción superficial; este Yo entonces sentido como un estado en el silencio, un inmóvil ser inmutable, auto-existente, que penetra el universo todo; omnipresente en todo, pero no dinámico ni activo, aislado de la siempre móvil energía de Maya. Del mismo modo, podemos tomar conciencia de él como Purusha, separado de Prakriti, el Ser Consciente que respalda las actividades de la Naturaleza. Pero esta es una concentración exclusiva que se limita a un estado espiritual y aparta de él toda actividad en orden a realizar la libertad del Brahman, la auto-existente Realidad, de toda limitación, mediante su propia acción y manifestación: es una realización esencial, pero no la realización total. Pues podemos ver que el Poder-Consciente, Shakti, que actúa y crea, no es otro que Maya o el omniconocimiento del Brahman; es el Poder del Yo; Prakriti es la obra de Purusha, el Ser Consciente activo por su propia Naturaleza: entonces, la dualidad del Alma y la Energía-del-Mundo, del Yo silencioso y el creador Poder del Espíritu, no es en realidad algo dual y separado, es biuno. Así como no podemos separar a la Realidad Divina y su Conciencia-Fuerza, Chit-Shakti. Esta primera

realización del Yo como algo intensamente silencioso y puramente estático no es su verdad total, puede también existir una realización del Yo en su poder, el Yo como la condición de la actividad-del-mundo y de la existencia-del-mundo. Sin embargo, el Yo es un aspecto fundamental del Brahmán, pero con cierto acento sobre su impersonalidad; por lo tanto el Poder del Yo tiene la apariencia de una Fuerza que actúa automáticamente con el Yo sosteniéndolo, testigo, apoyo, originador y disfrutador de sus actividades pero no envuelto en ellas ni por un instante. Tan pronto tomamos conciencia del Yo, estamos conscientes de él como eterno, innato, íncorporizado, no envuelto en sus obras: puede ser sentido dentro de la forma del ser, pero también cama envolviéndola, como por encima de ella, inspeccionando su corporización desde arriba, adhyaksa; es omnipresente, el mismo en todo, infinito, puro e intangible por siempre. Este Yo puede experimentarse como el Yo del individuo, el Yo del pensador, hacedor, disfrutador, pero aún así siempre tiene esta característica mayor; su individualidad es, al mismo tiempo, una vasta universalidad o pasa muy prestamente a ella, y el paso siguiente para eso es una pura trascendencia o un completo e inefable paso al Absoluto. El yo es ese aspecto del Brahman en el que se siente íntimamente como simultáneamente individual, cósmico, trascendiendo el universo. La realización del Yo es el camino rápido y directo hacia la liberación, una universalidad estática, una trascendencia-de-laNaturaleza. Al mismo tiempo existe una realización del Yo en la que se siente no solo sosteniendo, penetrando y envolviendo todas las cosas, sino constituyendo todo, y se identifica en una libre identidad con todos sus devenires en la Naturaleza. Aún así, la libertad y la impersonalidad son siempre la característica del Yo. No hay aparente sujeción a las obras de su propio Poder en el universo, tal como la aparente sujeción de Purusha a Prakriti. Realizar el Yo es realizar la libertad eterna del Espíritu. El Ser Consciente, Purusha, es el Yo como originador, testigo, apoyo, señor y disfrutador de las formas y obras de la Naturaleza. Así como el aspecto del Yo se halla en su esencial carácter trascendental incluso cuando está involucionado e identificado con sus devenires universales individuales, de igual manera el aspecto del Purusha es característicamente universal-individual e íntimamente conectado con la Naturaleza aunque separado de ella. Pues este Espíritu consciente, mientras retiene su impersonalidad y eternidad, su universalidad, inviste al mismo tiempo un aspecto más personal: es el ser impersonal-personal en la Naturaleza, del que no está del todo separado, pues siempre está unido a ella: la Naturaleza actúa para Purusha y por su sanción, para su voluntad y placer; el Ser Consciente imparte su conciencia a la Energía que llamamos Naturaleza, recibe en esa conciencia sus obras como en un espejo, acepta las formas que ella, la ejecutiva Fuerza cósmica, crea en él, acuerda o retira su sanción de sus movimientos. La experiencia de Purusha Prakriti, el Espíritu o Ser Consciente en sus relaciones con la Naturaleza, es de inmensa importancia pragmática; pues en estas relaciones el juego total de la conciencia depende del ser corporizado. Si el Purusha en nosotros es pasivo y permite que la Naturaleza actúe, aceptando cuanto ella le impone, acordando una constante sanción automática, entonces el alma en la mente, vida, cuerpo, el ser mental, vital y físico en nosotros, deviene sujeto a nuestra naturaleza, regido por su formación, manejado por sus actividades; ese es el estado normal de nuestra ignorancia. Si Purusha en nosotros se torna consciente de sí

como Testigo y respalda a la Naturaleza, ese es el primer paso hacia la libertad del alma; pues se separa, y es posible entonces conocer a la Naturaleza y sus procesos, y con toda independencia, dado que ya no estamos envueltos en sus obras, para aceptar o no aceptar, para hacer la sanción ya no automática, sino libre y efectiva; podemos escoger lo que ella hará o no en nosotros, o podemos respaldar sus obras por completo y retiramos fácilmente dentro del silencio espiritual del Yo, o podemos rechazar sus actuales formaciones y remontarnos a un nivel espiritual de la existencia y desde allí recrear nuestra existencia. Purusha puede dejar de ser sujeto, anisa, y pasar a ser señor de su naturaleza, lsvara. En la filosofía de los, Sankhvas descubrimos -desarrollada más integralmente la idea metafísica de Purusha-Prakriti. Estos dos son entidades eternamente separadas, pero en relación una con otra. Prakriti es el poder-de-la-Naturaleza, un Poder ejecutivo, es Energía aparte de la Conciencia; pues la Conciencia pertenece a Purusha, Purusha sin Prakriti es inerte, mecánico, inconsciente. Prakriti desarrolla como su yo normal y su base de acción la Materia primera y en ella manifiesta la vida, el sentido, la mente y la inteligencia; pero la inteligencia también, dado que es parte de la Naturaleza y su producto en la Materia primera, es también inerte, mecánica, inconsciente, --concepción que arroja cierta luz sobre el orden y se relaciona perfectamente con las obras del Inconsciente en el universo material; es la luz del alma, el Espíritu, que se imparte a las obras mecánicas de la mente-sensoria e inteligencia, ellas se tornan conscientes por su conciencia, aunque se tornan activas sólo con el consentimiento del espíritu. Purusha se libera al retirarse de Prakriti; es amo de ella al rehusar envolverse en la Materia. La Naturaleza actúa mediante tres principios, modalidades o cualidades de su materia y su acción; que en nosotros pasa a ser el principio fundamental de la inercia, el principio cinético y el principio del equilibrio, la luz y la armonía: cuando éstos se hallan en movimiento desigual, tiene lugar su acción; cuando caen en equilibrio ella se aquieta. Purusha, el ser consciente, es plural, no uno y simple, mientras que la Naturaleza es una: parecería colegirse que cualquiera que sea el principio de unidad que descubramos en la existencia pertenece a la Naturaleza, pero cada alma es independiente y única, sola para sí y separada en su disfrute de la Naturaleza o su liberación de la Naturaleza. Todas estas posiciones del Sankhya descubrimos que son perfectamente válidas en la experiencia cuando llegamos a un contacto interior y directo con las realidades del alma individual y la Naturaleza universal; pero son verdades pragmáticas y no estamos obligados a su aceptación como la verdad total o fundamental del yo de la Naturaleza. Prakriti se presenta como una Energía inconsciente en el mundo material, pero, a medida que surge la escala de la conciencia, se revela cada vez más como fuerza consciente y percibimos que incluso su inconciencia ocultaba una conciencia secreta; de igual manera el ser consciente también es múltiple en sus almas individuales, pero en su yo podemos experimentarlo como uno en todos y uno en su propia existencia esencial. Es más, la experiencia del alma y la Naturaleza, como dual, es verdadera, pero la experiencia de su unidad también tiene su validez. Si la Naturaleza o la Energía es capaz de imponer sus Formas y obras en el Ser, puede ser solamente porque es la Naturaleza o Energía del Ser y, de ese modo, el Ser puede aceptarlas como propias; si el Ser puede devenir señor de la Naturaleza, debe

ser porque es su propia Naturaleza la que ha vigilado pacientemente su trabajo, pero puede controlar y dominar; incluso en su pasividad es necesario su consentimiento para la acción de Prakriti y esta relación demuestra suficientemente que ambos no son ajenos uno al otro. La dualidad es una posición admitida, un doble estado aceptado para las operaciones de la automanifestación del ser; pero no existe una separación eterna y fundamental ni un dualismo del Ser y su Conciencia-Fuerza, del Alma y la Naturaleza. Es la Realidad, el Yo, que toma la posición del Ser Consciente considerando, aceptando o rigiendo las obras de su propia Naturaleza. Se crea una aparente dualidad a fin de que haya una libre acción de la Naturaleza estructurándose con el apoyo del Espíritu y nuevamente una libre y dominante acción del Espíritu controlando y estructurando a la Naturaleza. Esta dualidad es también necesaria para que el Espíritu pueda, en cualquier momento, estar en libertad de retirarse de cualquier formación de su Naturaleza y disolver toda formación o aceptar o respaldar una nueva o superior formación. Estas son posibilidades muy evidentes del Espíritu en sus tratos con su propia Fuerza y pueden observarse y verificarse en nuestra propia experiencia; son resultados lógicos de los poderes de la Conciencia Infinita, poderes que hemos visto nacer de su infinitud. El aspecto de Purusha y el aspecto de Prakriti marchan siempre juntos y cualquiera que sea el estado que la Naturaleza o Fuerza-de-la-Conciencia en acción asuma, manifieste o desarrolle, hay un estado correspondiente del Espíritu. En su estado supremo, el Espíritu es su Naturaleza suprema, ParaPrakriti. En cada estado de las graduaciones de la Naturaleza, el Espíritu toma un equilibrio de su propio ser para esa graduación; en la Naturaleza-Mental se convierte en el ser mental en la Naturaleza-Vital se convierte en el ser vital, en la Naturaleza Material se convierte en el ser físico, en la supermente se convierte en el Ser del Conocimiento; en el estado espiritual supremo se convierte en el Ser de la Bienaventuranza y pura Existencia. En nosotros, en el corporizado individuo, está detrás de todo como la Entidad psíquica, el Yo interior que sostiene las otras formulaciones de nuestra conciencia y existencia espiritual. El Purusha, individual en nosotros, es cósmico en el cosmos, trascendente en la trascendencia: la identidad con el Yo es aparente, pero es el Yo en su puro estado impersonal-personal de un Espíritu en las cosas y los seres -impersonal porque es indiferenciado por la cualidad personal, personal porque preside sobre las individualizaciones del yo en cada individuo- que trata con las obras de su Conciencia-fuerza, su fuerza ejecutiva de autonaturaleza, en cualquier equilibrio que sea menester para su finalidad. Pero es evidente que cualquiera que sea la posición tomada o la relación formada en cualquier nexo individual de Purusha-Prakriti, el Ser es, en una fundamental relación cósmica, señor o regidor de su naturaleza: pues aunque permite a la Naturaleza tener su propia modalidad con él, su consentimiento es necesario para sostener sus obras. Esto aflora en su más plena revelación en el tercer aspecto de la Realidad, el Ser Divino que es amo y creador del universo. Aquí la Persona suprema, el Ser en su conciencia y fuerza trascendentales y cósmicas, se pone al frente omnipotente, omnisciente, controlador de todas las energías, Consciente en todo lo que es consciente o inconsciente, Habitante de todas las almas, mentes, corazones y cuerpos, Regidor y Super-Regidor de todas las obras, Disfrutador de todo deleite,

Creador que ha construido todas las cosas en su propio ser, la Omni-Persona de quien todos los seres son personalidades, el Poder de quien son todos los poderes, el Yo, el Espíritu en todo, por su ser el Padre de todo lo que es, en su Conciencia-Fuerza la Madre Divina, el Amigo de todas las criaturas; el Omnibienaventurado y Omni-bello, de quien la belleza y la dicha son la revelación, el Omni-Amado y Omni-Amante. En cierto sentido, visto y entendido de esta manera, este pasa a ser uno de los más comprehensivos aspectos de la Realidad, dado que aquí todos están unidos en una simple formulación; pues Ishwara es tanto supracósmico como intracósmico; El es lo que supera, habita y sostiene toda individualidad: El es el supremo y universal Brahman, el Absoluto, el Yo supremo, el Purusha Supremo. Pero, muy claramente, este no es el Dios personal de las religiones populares, un ser limitado por sus cualidades, individual y separado de todos los demás; pues todos esos dioses personales son sólo representaciones o nombres limitados y personalidades divinas del único Ishwara. Ni este es el Saguna Brahman activo dueño de cualidades, pues eso es sólo un lado del ser de Ishwara; el Nirguna inmóvil y sin cualidades es otro aspecto de su existencia. Ishwara es Brahman la Realidad, Yo, Espíritu, revelado como poseedor, disfrutador de su propia autoexistencia, creador del universo y uno con él, Pantheós, y con todo superior a él, el Eterno, el Infinito, el Inefable, la Divina Trascendencia. La aguda oposición efectuada entre personalidad e impersonalidad por nuestro modo de pensar mental es una creación de la mente basada en las apariencias del mundo material; pues aquí, en la existencia terrestre, el Inconsciente del que todo toma su origen aparece como algo enteramente personal. La Naturaleza, la Energía inconsciente, es enteramente impersonal en su esencia y tratos manifiestos; todas las Fuerzas llevan esta máscara de impersonalidad, todas las cualidades y poderes, el Amor, el Deleite y la Conciencia misma tienen este aspecto. La personalidad hace su aparición como creación de la conciencia en un mundo impersonal; es una limitación mediante una restringida formación de poderes, cualidades y fuerzas habituales de la acción-de-lanaturaleza, un aprisionamiento en un círculo limitado de la auto-experiencia que hemos de trascender, perder la personalidad es necesario si hemos de ganar universalidad, más necesario aún si hemos de elevamos a la Trascendencia. Pero lo que llamamos personalidad es sólo una formación de la conciencia superficial; detrás de ella está la Persona que asume varias personalidades, que puede tener al mismo tiempo muchas personalidades pero ella misma es una sola, real y eterna. Si miramos las cosas desde un punto de vista mayor, podríamos decir que lo que es impersonal es sólo un poder de la Persona: la existencia misma carece de significado sin un Existente, la conciencia carece de punto de apoyo si no hay nadie que sea consciente, el deleite es inútil y vano sin un disfrutador, el amor no puede tener fundamento ni realización si no hay amante, el omni-poder debe ser fútil si no hay un Todopoderoso. Pues lo que significamos como personal es el ser consciente; aunque éste emerja aquí como término o producto del Inconsciente, no es eso en realidad: pues es el Inconsciente mismo que es un término de la Conciencia secreta; lo que emerge es mayor que aquello en lo que emerge, como la Mente es mayor que la Materia, el Alma mayor que la Mente; el Espíritu, lo más secreto de todo, el supremo emerger, la última revelación, es la mayor de todas, y el Espíritu es Purusha, la Omni-Persona, el omnipresente Ser

Consciente. Es la ignorancia de la mente de esta Persona verdadera en nosotros, su confusión de persona con nuestra experiencia del ego y la personalidad limitada, el descarriado fenómeno del emerger de la conciencia y personalidad limitadas en una existencia inconsciente, que nos ha hecho crear una oposición entre estos dos aspectos de la Realidad, pero en realidad no hay oposición. Una auto-existencia eterna e infinita es la realidad suprema, pero el Ser eterno, supremo y trascendente Ser, Yo y Espíritu, una Persona infinita, digamos porque su ser es la esencia y fuente de toda personalidad, es la realidad y significado de la auto-existencia: de igual manera también el cósmico Yo, Espíritu, Ser, Persona, es la realidad y significado de la existencia cósmica; el mismo Yo, Espíritu, Ser o Persona que manifiesta su multiplicidad es la realidad y significado de la existencia individual. Si admitimos al Ser Divino, a la Persona y Omni-Persona supremas como Ishwara, surge una dificultad para comprender su regla o gobierno de la existencia-del-mundo, porque inmediatamente le transferimos nuestra concepción mental de un regidor humano; lo describimos como actuando mediante la mente y la voluntad mental de un modo omnipotente y arbitrario sobre un mundo sobre el que impone sus concepciones mentales como leyes, y concebimos su voluntad como un libre capricho de su personalidad. Pero para el Ser Divino no es menester actuar mediante una voluntad o idea arbitrarias como un omnipotente pero ignorante ser humano -si tal omnipotencia fuese posible- podría hacerlo: pues no está limitado por la mente; tiene una omni-conciencia en la que toma razón de la verdad de todas las cosas y de su omni-sapiencia que las estructuras de acuerdo con la verdad que está en ellas, su significado, su posibilidad o necesidad, el imperativo yo de su naturaleza. El Divino es libre y no está atado por leyes de ninguna factura, pero con todo actúa mediante leyes y procesos porque ellos son la expresión de la verdad de las cosas, no su sola y externa verdad mecánica, matemática u otra, sino la realidad espiritual de lo que somos, de lo que han de llegar a ser y llegaron a ser, de lo que tienen dentro de ellas por realizar. El mismo está presente en la obra pero también la supera y puede regirla; pues por un lado la Naturaleza trabaja de acuerdo con su limitado complejo de fórmulas, y está conformada y sostenida en su ejecución por la Presencia Divina, pero por el otro lado hay una supervisión; una labor superior y una determinación, incluso una intervención, libre pero no arbitraria, que a menudo se nos presenta como mágica y milagrosa porque procede y actúa sobre la Naturaleza de una Supernaturaleza divina: la Naturaleza es aquí una limitada expresión de esa Supernaturaleza y está abierta a la intervención o mutación mediante su luz, su fuerza y su influencia. La ley mecánica, matemática y automática de las cosas es un hecho, pero dentro de él existe una ley espiritual de la conciencia que trabaja y acuerda a los pasos mecánicos de las fuerzas de la Naturaleza un giro y valor internos, una significativa rectitud y una necesidad secretamente consciente, y sobre eso hay una libertad espiritual que conoce y actúa en la verdad suprema y universal del Espíritu. Nuestro criterio del gobierno divino del mundo o del secreto de su acción es incurablemente antropomórfico o incurablemente mecánico; el antropomorfismo y el mecanicismo tienen sus elementos de verdad, pero sólo son un lado, un aspecto y la verdad real es que el mundo está gobernado por el Uno en todo que es infinito en su conciencia y

es, de acuerdo con la ley y la lógica de una conciencia infinita que debemos entender el significado, construcción y movimiento del universo. Si consideramos este aspecto de la Realidad única y lo ponemos en estrecha conexión con los demás aspectos, podemos obtener una visión completa de la relación entre la Auto-Existencia eterna y la dinámica de la Conciencia-Fuerza por la que pone de manifiesto el universo. Si nos ubicamos en una silenciosa Auto-existencia inmóvil, estática, inactiva, parecerá que una Conciencia-Fuerza conceptiva, Maya, capaz de efectuar todas sus concepciones, una dinámica consorte del Yo del silencio, está haciéndolo todo; se coloca en el fijo e inmóvil estado eterno y proyecta la sustancia espiritual del ser en toda modalidad de formas y movimientos que su pasividad consiente o en los que asume su imparcial placer, su inmóvil deleite de la existencia creadora y móvil. Si esta es una existencia real o ilusoria, esa debe ser su sustancia y significado. La Conciencia está en juego con el Ser, la Fuerza de la Naturaleza hace lo que quiere con la Existencia y la hace materia de sus creaciones, pero secretamente debe estar allí, a cada paso, el consentimiento del Ser para que esto sea posible. Hay una verdad evidente en esta percepción de las cosas; es lo que vemos suceder por doquier en nosotros y a nuestro alrededor; es una verdad del universo y debe responder a un fundamental aspecto-de-la verdad del Absoluto. Mas cuando retrocedemos de las dinámicas experiencias externas de las cosas, no hacia un Silencio testigo, sino hacia una dinámica experiencia interior y participante del Espíritu, descubrimos que esta Conciencia-Fuerza, Maya, Shakti, es ella misma el poder del Ser, el AutoExistente, Ishwara. El Ser es señor de ella y de todas las cosas, lo vemos haciéndolo todo dentro de su soberanía como creador y regidor de su propia manifestación; o, si se queda atrás y concede libertad de acción a las fuerzas de la Naturaleza y sus criaturas, su soberanía es todavía innata en el permiso, a cada paso de su tácita sanción: "Que eso sea así", tathastu, está allí implícito; pues de lo contrario nada podría hacerse ni suceder. El Ser y su Conciencia-Fuerza, el Espíritu y la Naturaleza no pueden ser fundamentalmente duales: lo que la Naturaleza hace, en realidad es hecho por el Espíritu. Esto también es una verdad que se torna evidente cuando vamos detrás del velo y sentimos la presencia de una Realidad viviente que es todo y determina todo, que es el Omni-potente y el Omni-regidor; este también es un fundamental aspecto-de-la-verdad del Absoluto. Asimismo, si permanecemos absortos en el Silencio, la Conciencia creadora y sus obras desaparecen en el Silencio; la Naturaleza y la creación cesan de existir para nosotros o de ser reales. Por otra parte, si miramos exclusivamente al Ser en su aspecto de único-existente Persona y Regidor, el Poder o Shakti mediante el cual hace todas las cosas desaparece en su unicidad o se convierte en el atributo de Su personalidad cósmica; la monarquía absoluta del Ser único pasa a ser nuestra percepción del universo. Ambas experiencias crean muchas dificultades a la mente debido a su no-percepción de la realidad del Auto-Poder en la quietud o en la acción, o debido a una experiencia exclusivamente negativa del Yo, o debido al carácter demasiado antropomórfico nuestras concepciones adhieren al Ser Supremo como Regidor. Resulta evidente que miramos un Infinito del que el AutoPoder es capaz de múltiples movimientos, todos ellos válidos. Si miramos con mayor vastedad y

tomamos en cuenta de ambos la verdad impersonal y la verdad personal de las cosas como verdad única, si en esa luz de la personalidad en la impersonalidad, vemos el aspecto biuno del Yo y del Auto-Poder, entonces en el Aspecto Personal emerge una Persona dual, Ishwara-Shakti, el Yo Divino y Creador, y la Madre Divina y Creadora del universo; resulta aparente para nosotros el misterio de los principios cósmicos, masculino y femenino, cuyo juego e interacción son necesarios para toda la creación. En la verdad superconsciente de la Auto-Existencia éstos dos están fundidos e implícitos uno en el otro, únicos e indistinguibles, pero en la espiritual pragmática verdad del dinamismo del universo, emergen y devienen activos; la Divina MadreEnergía como creadora universal, Maya, Prakriti, Chit-Shakti, manifiesta el Yo e Ishwara cósmicos y su propio auto-poder como principio dual: es a través de ella que el Ser, el Yo, el Ishwara, actúa y nada hace excepto mediante ella; aunque su Voluntad está implícita en ella es ella la que estructura todo como Conciencia-Fuerza suprema que mantiene a todas las almas y seres dentro de ella y como Naturaleza ejecutiva; todo existe y actúa de acuerdo con la Naturaleza, todo es la Conciencia-Fuerza manifestando y jugando con el Ser en millones de formas y movimientos en los que proyecta su existencia. Si nos apartamos de sus obras, entonces todo puede caer en la quietud y podemos ingresar en el silencio, porque ella consiente en cesar en su actividad dinámica; pero es en su quietud y silencio que estamos quietos y cesamos. Si afirmáramos nuestra independencia de la Naturaleza, ella nos revela el supremo y omnipresente poder de Ishwara y nosotros mismos como seres de su ser, pero ese poder es ella misma y somos eso en su supernaturaleza. Si realizáramos una mayor formación o estado del ser, entonces es aún a través de ella, a través de la Divina Shaktí, la Conciencia-Fuerza del Espíritu que ha de cumplirse; nuestra entrega debe ser ante el Ser Divino a través de la Madre Divina; pues es hacia o dentro de la Naturaleza suprema que nuestra ascensión ha de tener lugar y sólo puede realizarse mediante la supramental Shakti que ocupa nuestra mentalidad y la transforma en su supramentalidad. Así vemos que no hay contradicción ni incompatibilidad entre estos tres aspectos de la Existencia, o entre ellos en su estado eterno y las tres modalidades de su dinámica que trabaja en el universo. Un Ser, una Realidad como Yo basa, sostiene, informa, como Purusha o Ser Consciente experimenta, como Ishwara quiere, gobierna y posee su mundo de la manifestación creado y mantenido en movimiento y acción mediante su propia Conciencia-Fuerza o Auto-Poder, Maya, Prakriti, Shakti. Para nuestra mente surge cierta dificultad en reconciliar estos aspectos o frentes del Único Yo y Espíritu, porque estamos obligados a usar concepciones abstractas y palabras e ideas definidoras para algo que no es abstracto, algo que es espiritualmente viviente e intensamente real. Nuestras abstracciones se fijan en conceptos diferenciantes con agudos lineamientos entre ellas: pero la Realidad no es de esa naturaleza; sus aspectos son muchos pero ínter graduados. Su verdad solo podría traducirse mediante ideas e imágenes metafísicas pero vívidas y concretas, imágenes que la Razón pura podría tomar como figuras y símbolos pero que son más que eso y significan más para la visión y sensación intuitivas, pues son realidades de una dinámica experiencia espiritual. La verdad impersonal de las cosas puede traducirse en fórmulas abstractas de la razón pura, pero allí está el otro lado de la verdad que

pertenece a la visión espiritual o mística, y sin esa visión interior de las realidades su formulación abstracta es insuficientemente viva e incompleta. El misterio de las cosas es la verdad cierta de las cosas; la presentación intelectual es sólo la verdad en la representación, en símbolos abstractos, como si se tratase de un arte cubista del pensamiento-palabra, o de una figura geométrica. En una investigación filosófica es menester reducirse principalmente a esta presentación espiritual, pero conviene recordar que ésta es sólo la abstracción de la Verdad y para captada o expresarla completamente es menester una experiencia concreta y un lenguaje más vivido y más plenamente estructurado. Aquí resulta oportuno ver cómo en este aspecto de la Realidad debemos considerar la relación que hemos descubierto entre el Uno y los Muchos; esto cuenta para la determinación de la verdadera conexión entre el individuo y el Ser Divino, entre el Alma e Ishwara. En la concepción teística normal, los Muchos son creados por Dios; hechos por él como un alfarero puede confeccionar una vasija, dependen de él como las criaturas de su creador. Pero en esta visión mayor de Ishwara, los muchos son ellos mismos el Divino en su más recóndita realidad, los yoes individuales de la Auto-Existencia suprema y universal, eternos como él es eterno, pero eternos en su ser: nuestra existencia material es ciertamente una creación de la Naturaleza, pero el alma es una porción inmortal de la Divinidad y detrás de ella está la Verdad fundamental de la existencia, los muchos existen por el Uno y hay, por lo tanto, una entera dependencia de Ishwara por parte del ser manifestado. Esta dependencia está oculta por la separativa ignorancia del ego que pugna por existir en sus fueros, aunque a cada paso es evidentemente dependiente del Poder cósmico que lo creó, se mueve por él, es parte de su ser y acción cósmicos; este esfuerzo del ego es claramente una acción equivocada, una errónea reflexión de la verdad de la auto-existencia que está dentro de nosotros. Es cierto que hay algo en nosotros, no en el ego sino en el yo y más recóndito ser, que sobrepasa la Naturaleza cósmica y pertenece a la Trascendencia. Pero esto también se halla independiente de la Naturaleza sólo por la dependencia -en una Realidad superior; es a través del auto-brindarse o entrega del alma y la naturaleza al Ser Divino que podemos alcanzar ese yo supremo y la suprema Realidad, pues es el Ser Divino que es ese supremo yo y esa suprema Realidad, y somos auto-existentes y eternos sólo en su eternidad y por su auto-existencia. Esta dependencia no es contradictoria en cuanto a la Identidad, sino que ella misma es la puerta de la realización de la Identidad, de modo que hallamos nuevamente aquí ese fenómeno de la dualidad expresando la unidad, procediendo de la unidad y abriéndose hacia la unidad, que es el secreto constante y la operación fundamental del universo. Es esta verdad de la conciencia del Infinito que crea la posibilidad de todas las relaciones entre los muchos y el Uno, entre los que la captación de la unidad por parte de la mente, la presencia de la unidad en el corazón, la existencia de la unidad en todos los -miembros es una cima suprema, y con todo no anula sino que confirma todas las otras relaciones personales y les acuerda plenitud, su completo deleite, su entera significación. Esto también es la magia pero asimismo la lógica del Infinito.

Aún queda un problema por resolver, y puede resolverse sobre la misma base: es el problema de la oposición entre el No-Manifiesto y la manifestación. Pues podría decirse que todo lo que se ha avanzado hasta ahora puede ser cierto de la manifestación, pero la manifestación es una realidad de un orden inferior, un movimiento parcial derivado de la Realidad No-Manifiesta y, cuando ingresamos en lo que es supremamente Real, estas verdades del universo dejan de tener validez alguna. El no-Manifiesto es lo intemporal, lo completamente eterno, una irreductible y absoluta auto-existencia a la que la manifestación y sus limitaciones no pueden dar la clave o sólo pueden darle una clave que por su insuficiencia es ilusoria y engañosa. Esto suscita el problema de la relación del Tiempo con el Espíritu intemporal: pues hemos supuesto, por el contrario, que lo que está en la inmanifestación en el Eterno Intemporal se manifiesta en el Tiempo Eternidad. Si eso es de ese modo, si lo temporal es una expresión de lo Eterno, entonces aunque las condiciones sean diferentes, aunque la expresión sea parcial, con todo, lo que es fundamental en la expresión Temporal debe ser, de algún modo, preexistente en la Trascendencia y retirado de la Realidad intemporal. Pues si no, estos fundamentales deben ingresar en ella directamente desde un Absoluto que difiere del Tiempo o de la Intemporalidad, y el Espíritu Intemporal debe ser una suprema negación espiritual, un indeterminable basando la libertad del Absoluto de la limitación por la que se formula en el Tiempo, debe ser el Tiempo negativo con respecto al positivo, en la misma relación que Nirguna con Saguna. Pero, de hecho, lo que significamos por Intemporal es un estado espiritual de la existencia no sujeta al movimiento temporal o a la sucesiva o relativa experiencia temporal de pasado, presente y futuro. El Espíritu intemporal no es necesariamente un vacío; debe mantener todo en sí mismo, pero en esencia, sin referencia a tiempo, forma, relación o circunstancia, tal vez en una unidad eterna. La eternidad es el término común entre el Tiempo y el Espíritu Intemporal. Lo que en lo Intemporal es inmanifestado, implícito, esencial, aparece en el Tiempo en movimiento, o al menos en diseño y relación, en resultado y circunstancia. Estos dos son la misma Eternidad o el mismo Eterno en un doble estado; son un doble estado del ser y la conciencia, uno eternidad de estado inmóvil, el otro, eternidad de movimiento en el estado. El estado original es el de la Realidad intemporal e inespacial; el Espacio y el Tiempo serían la misma Realidad auto-extendida para contener el despliegue de lo que está dentro de ella. La diferencia sería, como en todas las otras oposiciones, el Espíritu mirándose en la esencia y principio del ser y el mismo Espíritu en el dinamismo de su esencia y principio Espacio y Tiempo son nuestros nombres para esta auto-extensión de la Realidad única. Somos aptos para ver el Espacio como una extensión estática en la que están todas las cosas o se desplazan juntas en un orden fijo; vemos el Tiempo como una extensión móvil que es medida mediante el movimiento y el suceso: el Espacio sería entonces Brahman en el estado auto-extendido; el Tiempo sería Brahman en el auto-extendido movimiento. Pero esta sería solamente una visión primera e imprecisa: el Espacio puede ser en realidad un móvil constante, la constancia y la persistente relación temporal de las cosas en él, creando el sentido de la estabilidad del Espacio, la movilidad creando el sentido del movimientotemporal para el mantenimiento unido de formas y objetos; el Tiempo sería Brahman auto-extendido para el despliegue del movimiento del autopoder

portando formas y objetos; ambos serían entonces un aspecto dual del uno y la misma auto-extensión del cósmico Eterno. Un Espacio puramente físico podría considerarse en sí mismo propiedad de la Materia; pero la Materia es una creación de la Energía en movimiento. Por lo tanto, el Espacio en el mundo material podría ser una fundamental autoextensión de la Energía material o su autoformado campo-existencial, su representación de la Infinitud Inconsciente en la que actúa, una figura en la que acomoda las fórmulas y movimiento de su propia acción y auto-creación. El tiempo mismo sería el curso de ese movimiento o una impresión creada por él, una impresión de algo que se nos presenta como regularmente sucesivo en apariencia, una división o sostenimiento constante de la continuidad del movimiento y con todo, separando sus sucesiones, porque el movimiento mismo es regularmente sucesivo. O el Tiempo podría ser una dimensión del Espacio necesario para la acción completa de la Energía, pero no entendido por nosotros como tal porque es visto por nuestra subjetividad consciente como algo subjetivo, sentido por nuestra mente, no percibido por nuestros sentidos, y por lo tanto no reconocido como dimensión del espacio que tiene para nosotros la apariencia de una objetiva extensión sensorialmente creada o percibida. En cualquier caso, si el Espíritu es la realidad fundamental, el Tiempo y el Espacio deben ser condiciones conceptivas bajo las cuales el Espíritu ve su propio movimiento de energía o deben ser condiciones fundamentales del Espíritu mismo que asume apariencia o estado diferentes de acuerdo con el estado de la conciencia en el que se manifiestan. En otras palabras, hay un Tiempo y Espacio diferentes para cada estado de nuestra conciencia e incluso diferentes movimiento y esta extensión es espiritual y no material; es el Yo o todos serían versiones de una fundamental realidad espiritual del TiempoEspacio. De hecho, cuando vamos detrás del espacio físico, tomamos conciencia de una extensión sobre la que se basa todo este movimiento y esta extensión es espiritual y no material; es el Yo o Espíritu conteniendo toda la acción de su propia Energía. Este origen o realidad básica del Espacio empieza a tornarse aparente cuando nos retiramos de lo físico: pues entonces tomamos conciencia de una subjetiva extensión-espacial en la que la mente misma vive y se mueve, y que es distinta del Tiempo-Espacial físico, y con todo existe una interpretación; pues nuestra mente puede moverse en su propio espacio de modo tal que efectúe también un movimiento en el espacio Material o actúe sobre algo distante en el espacio Material. En una todavía más profunda condición de la conciencia tenemos conciencia de una puro Espacio espiritual; en esta conciencia, el Tiempo puede parecer no existir más, porque todo el movimiento cesa, o, si hay un movimiento o suceso, puede tener lugar con independencia de cualquier observable secuencia Temporal. Si vamos detrás del Tiempo mediante una similar moción interior, retirándonos de lo físico y viéndolo sin estar envueltos en él, descubrimos que la observación Temporal y el movimiento Temporal son relativos, pues el Tiempo mismo es real y eterno. La observación Temporal no sólo depende de las medidas usadas, sino también de la conciencia y posición del observador: es más, cada estado de la conciencia tiene diferente relación Temporal; el Tiempo en la conciencia Mental y en el Espacio Mental no tiene el mismo sentido y

medida de sus movimientos como en el Espacio físico; allí se mueve rápida o lentamente de acuerdo con el estado de la conciencia. Cada estado de la conciencia tiene su propio Tiempo y con todo puede haber relaciones de Tiempo entre ellos; y cuando vamos detrás de la superficie física, descubrimos algunos diferentes estados Temporales y movimientos Temporales coexistentes en la misma conciencia. Esto es evidente en el Tiempo onírico en el que puede ocurrir una larga secuencia de sucesos en un lapso que corresponde a un segundo o unos pocos segundos del Tiempo físico. Existe entonces cierta relación entre diferentes estados Temporales pero no una averiguable correspondencia de medida. Parecería como si el Tiempo no tuviese realidad objetiva, pero depende de cualquier condición pueda establecerse por la acción de la conciencia en su relación con el estado y el movimiento del ser: el Tiempo parecería ser puramente subjetivo. Pero, de hecho, el Espacio también parecería ser subjetivo por la relación mutua del Espacio Mental y el Espacio-Material; en otras palabras, ambos son la original extensión espiritual, pero eso es traducido por la mente en su pureza en un subjetivo campo-mental y por la mente-sensoria en un campo objetivo de percepción-sensoria. La subjetividad y la objetividad son sólo dos lados de la conciencia única, y el hecho cardinal consiste en que cualquier Tiempo o Espacio dados o cualquier Tiempo-Espacio como un todo es un estado del ser en el que hay un movimiento de la conciencia y la fuerza del ser, un movimiento que crea o manifiesta sucesos y aconteceres; es la relación de la conciencia que ve y la fuerza que formula los aconteceres, una relación inherente al estado, que determina el sentido del Tiempo y crea nuestra conciencia del movimiento-Temporal, de la relación-Temporal y de la medidaTemporal. En su verdad fundamental el estado original del Tiempo detrás de todas sus variaciones no es nada más que la eternidad de lo Eterno, así como la verdad fundamental del Espacio, el sentido original de su realidad, es la infinitud del Infinito. El Ser puede tener tres estados diferentes de su conciencia con respecto a su propia eternidad. El primero es en el que está el inmóvil estado del Yo en su existencia esencial, auto-absorbido o auto-consciente, pero en cualquier caso sin desarrollo de la conciencia en el movimiento o acontecer; esto es lo que distinguimos como su eternidad intemporal. El segundo estado es su conciencia-total de las relaciones sucesivas de todas las cosas pertenecientes a una manifestación destinada o realmente procedente, en la que lo que llamamos pasado, presente y futuro se halla junto como en un mapa o diseño establecido, o como un artista o pintor o arquitecto podría retener el detalle de su obra vista en total, proyectada o revista en su mente o dispuesta en un plan para la ejecución; este es el estado estable o la simultánea integridad del Tiempo. Esta visión del Tiempo de ningún modo es parte de nuestra conciencia normal de los sucesos como acontecen, aunque nuestro criterio del pasado, puesto que ya se conoce y puede considerarse como un todo, puede exponer algo de este carácter; pero sabemos que esta conciencia existe porque es posible en un estado excepcional en ella y ve las cosas desde el punto de vista de esta simultaneidad de la visión-Temporal. El tercer estado es el de un movimiento procesal de la Conciencia-Fuerza y su labor sucesiva de lo que ha sido visto por ella en la estática visión de lo Eterno; este es el movimiento Temporal. Pero es en una y misma Eternidad que este triple estado existe y el

movimiento toma lugar; en realidad no hay dos eternidades, una eternidad del estado, otra eternidad del movimiento, pero hay diferentes estados o posiciones formados por la Conciencia con respecto a la Eternidad única. Pues puede ver todo el desarrollo Temporal desde fuera o desde arriba del movimiento; puede tomar una posición estable dentro del movimiento y ver el antes y el después en una sucesión fijada, determinada o destinada; o en su lugar puede tomar una posición móvil en el movimiento, moverse con él de un momento a otro y ver todo lo que ha sucedido remontándose al pasado y todo lo que ha de suceder que llega a ella desde el futuro; o puede concentrarse en el movimiento que ocupa y no ver nada salvo lo que está en ese momento e inmediatamente alrededor o detrás de ella. Todas estas posiciones puede tomarlas el ser del Infinito en una visión o experiencia simultáneas. Puede ver el Tiempo desde arriba y dentro del Tiempo, Sobrepasándolo y no dentro de él; puede ver lo intemporal desarrollar el movimiento Temporal sin cesar de ser intemporal, puede abarcar el movimiento todo en una visión estática o dinámica y extinguir a la vez algo de sí en la visión-del-momento. Esta simultaneidad puede parecerle a la conciencia finita atada a la visión del momento una magia del Infinito, una magia de Maya; para su propia modalidad de percepción que necesita limitar, considerar sólo un estado por vez, en orden a armonizar, daría una sensación de irrealidad confusa e inconsistente. Pero para una conciencia infinita tal integral simultaneidad de visión y experiencia sería perfectamente lógica y coherente; todos podría ser elementos de la visión-total capaz de estar íntimamente relacionada en una disposición armónica, una multiplicidad de visión que procura la unidad de la cosa vista, una diversa presentación de los aspectos concomitantes de la Realidad Única. Si puede existir una multiplicidad simultánea de auto-presentación de la Realidad única, vemos que no es imposible la coexistencia de lo Eterno Intemporal y la Eternidad Temporal. Sería la misma Eternidad vista mediante una conciencia-dual Y no podría haber oposición entre ellos; sería una correlación de dos poderes de la autoconciencia del infinito y de la Realidad eterna, un poder de estado y no-manifestación, un poder de auto-efectuar la acción y movimiento y manifestación. Su simultaneidad por más contradictoria Y difícil de reconciliarla que pudiera parecer a nuestra finita visión superficial, sería intrínseca y normal para Maya o el eterno auto-conocimiento y omniconocimiento del Brahmán, el eterno e infinito conocimiento y omniconocimiento de lshwara, la conciencia-fuerza del auto-existente Sachchidananda.

Capítulo III YO ETERNO Y LO INDIVIDUAL El soy Yo. lsha Upanishad Es una eterna porción de Mí que se ha convertido en ser viviente en un mundo de seres vivientes ... El ojo del conocimiento ve al Señor que mora en el cuerpo, lo disfruta y trasciende.

Gita Dos bellos pájaros alados, amigos y camaradas, posados en un mismo árbol, uno come el fruto dulce, el otro lo contempla no come… Donde las aladas almas proclaman los descubrimientos del conocimiento sobre su porción de inmortalidad, allí el Señor de todos, el Guardián del Mundo tomó posesión de mí; él que es Sabio, yo que soy ignorante. Rig Veda

Existe entonces una verdad fundamental de la existencia, una Realidad omnipresente, omnipresente por encima de la manifestación cósmica y en ella; e inmanente en cada individuo. Existe también un poder dinámico de esta Omnipresencia, una acción creadora o automanifestante de su infinita Conciencia-Fuerza. Existe como una fase o movimiento de la automanifestación un descenso en la aparente inconciencia material, un despertar del individuo de la Inconciencia y una evolución de su ser en la conciencia y poder espiritual y supramental de la Realidad, en su propio Yo y Fuente universal y trascendental de la existencia. Es en este fundamento que hemos de basar nuestra concepción de una verdad en nuestro ser terrestre y la posibilidad de una Vida divina en la Naturaleza material. Allí nuestra necesidad principal consiste en descubrir el origen y naturaleza de la Ignorancia que vemos emerger de la inconciencia material o descubrirse dentro de un cuerpo material y la naturaleza del conocimiento que ha de reemplazarla, para comprender también el proceso del auto-desenvolvimiento de la Naturaleza y de la recuperación del alma. Pues de hecho, el Conocimiento está allí oculto por la Ignorancia misma; debe revelarse más bien que adquirirse; antes se revela que se aprende, mediante, un auto-desenvolvimiento hacia adentro y hacia arriba. Pero primero será conveniente encontrar y sacar del camino una dificultad que se suscita inevitablemente, la dificultad de admitir que, aunque dada la inmanencia de lo Divino en nosotros, aunque dada nuestra conciencia individual como vehículo de progresiva manifestación evolutiva, el individuo es, en cualquier sentido, eterno o que puede haber cualquier persistencia de la individualidad tras la liberación alcanzada por la unidad y el auto-conocimiento. Esta es una dificultad de la razón lógica y debe satisfacerse mediante una mayor y más católica razón esclarecedora, o si es una dificultad de la experiencia espiritual, sólo puede satisfacerse mediante una más amplia experiencia resolutiva. También puede satisfacerse mediante una batalla dialéctica, una logomaquia de la mente lógica; pero ese, en sí, es un método artificial, a menudo un fútil combate en las nubes, siempre inconcluyente. El razonamiento lógico es útil e indispensable en su propio campo en orden a dar a la mente cierta claridad, precisión y sutileza en el manejo de las ideas y los símbolos verbales, de modo que nuestra percepción de las verdades a las que llegamos por observación y experiencia, o que física, psicológica o espiritualmente hemos visto, puedan, lo menos posible, oscurecerse por las confusiones de nuestra inteligencia humana común, por su proclividad a tomar la apariencia por hecho, por su prisa en descarriarse con la verdad parcial, por

sus exageradas conclusiones, por sus parcialidades intelectuales y emocionales, por sus incompetentes chapucerías en esa vinculación de verdad con verdad por la que sólo podemos llegar a un conocimiento completo. Debemos tener una mente clara, pura, sutil y flexible a fin de que caigamos lo menos posible en ese hábito mental ordinario de nuestra clase que convierte a la verdad misma en proveedora de errores. Esa clarificación, el hábito del claro razonamiento lógico que culmina en el método de la dialéctica metafísica, ayuda a cumplir y su parte en la preparación del conocimiento es, por lo tanto, muy grande. Pero por sí no puede arribar al conocimiento del mundo ni al conocimiento de Dios; mucho menos reconciliar la realización inferior con la superior. Resulta mucho más eficientemente un guardián contra el error que un descubridor de la verdad, aunque por deducción del conocimiento ya adquirido puede tener lugar en nuevas verdades e indicadas para que las confirme la experiencia o las superiores y mayores facultades de ver la verdad. En el campo más sutil del conocimiento sintético o unificador, el hábito lógico de la mente puede incluso convertirse en un tropiezo por la facultad misma que le acuerda su uso particular; pues está de tal modo acostumbrada a hacer distinciones, morar en las distinciones y trabajar por distinciones que siempre está un poco perpleja cuando hay que trascender distinciones. Nuestro objeto, entonces, al considerar las dificultades de la mente normal cuando se enfrenta con la experiencia de la unidad cósmica y trascendental por parte del individuo, debe consistir únicamente en aclararnos más, primero, el origen de las dificultades y el escape de ellas y por ende, lo que es más importante, la real naturaleza de la unidad a la que arribamos, y de la culminación del individuo cuando deviene uno con todas las criaturas y mora en la Unidad de lo Eterno. La primera dificultad para la razón es que siempre ha de acostumbrarse a identificar al yo individual con el ego, y pensar de él como si sólo existiese por las limitaciones y exclusiones del ego. Si eso fuese así, entonces, mediante la trascendencia del ego, el individuo aboliría su propia existencia; nuestro fin sería desaparecer y disolvernos en alguna universalidad de la materia, la vida, la mente o espíritu o algún indeterminado del que han partido nuestras egoístas determinaciones de la individualidad. Pero ¿llamaremos ego a lo que es autoexperiencia fuertemente separativa? No es nada fundamentalmente real en sí sino sólo una constitución práctica de nuestra conciencia que se ingenia en centralizar las actividades de la Naturaleza en nosotros. Percibimos una formación de la experiencia mental, física y vital que se distingue del resto del ser, y que es lo que pensamos como nosotros mismos en la naturaleza esta individualización del ser en el devenir. Entonces procedemos a concebimos como algo que de esa manera se ha individualizado y sólo existe tanto como se individualiza,- un devenir temporario o, al menos; temporal, o nos concebimos como algo que sostiene o causa la individualización, un ser inmortal tal vez, pero limitado por su individualidad. Esta percepción y esta concepción constituyen nuestro ego-sentido. Normalmente, no vamos más allá en el conocimiento de nuestra existencia individual. Pero al fin tenemos que ver que nuestra individualización es sólo una formación superficial, una selección práctica y una limitada síntesis consciente de la utilidad temporaria de la vida en un cuerpo particular, o es una síntesis constantemente mutable y en desarrollo, proseguida a través de vidas

sucesivas en cuerpos sucesivos. Detrás de ella hay una conciencia, (Purusha) no está determinada ni limitada por su individualización ni por esta síntesis sino que, por el contrario, la determina, sostiene y sobrepasa. Lo que selecciona a fin de construir la síntesis, es su experiencia total en virtud del ser-del-mundo, pero también en virtud de una conciencia que usa el ser-del-mundo para experiencia de sus posibilidades de individualidad. Estos dos poderes, la Personal y su material-del-mundo, son necesarios para nuestra actual experiencia de la individualidad. Si Purusha con sus individualizantes síntesis de la conciencia fuese a desaparecer, para hundirse, para anularse de cualquier modo, nuestra elaborada individualidad cesaría porque la Realidad que la sostuvo ya no estaría presente; si, por otra parte, el ser-de-mundo fuese a disolverse, hundirse, desaparecer, entonces también cesaría nuestra individualización, pues el material de la experiencia por el que se realiza, faltaría. Entonces tenemos que reconocer estos dos términos de nuestra existencia, un ser-del-mundo y una conciencia indivídualizadora que es la causa de toda nuestra auto-experiencia y experiencia-del-mundo. Pero más adelante vemos que, al fin, este Purusha, esta causa y yo de nuestra universalidad, llega a abarcar al mundo todo y a todos los seres en una suerte de consciente extensión de sí y a percibirse como uno solo con el ser-delmundo. En su consciente extensión de sí supera la experiencia primaria y anula las barreras de su auto-limitación e individualización activas; mediante su percepción de su propia universalidad infinita va más allá de toda la conciencia de la individualidad separativa o del limitado ser-del-alma. Mediante ese hecho preciso el individuo cesa de ser el ego auto-limitador: en otras palabras, nuestra falsa conciencia de existir sólo por auto-limitación, por rigurosa distinción de nosotros mismos con respecto al resto del ser y el devenir, es trascendida; nuestra identificación de nosotros mismos con nuestra individualización personal y temporal en una mente y cuerpo particulares, se anula. ¿Pero se anula toda la verdad de la individualidad y la individualización? ¿Purusha deja de existir o se convierte en Purusha-del-mundo y vive íntimamente en innumerables cuerpos y mentes? No descubrimos que eso sea así. El aún se individualiza y es quien existe y abarca esta más vasta conciencia mientras se individualiza: mas la mente ya no piensa en una limitada individualización temporaria como todos nosotros sino sólo como una onda del devenir lanzada desde el mar de su ser o como forma o centro de la universalidad. El alma todavía hace del devenir del-mundo el material para su experiencia individual, pero en lugar de considerarlo como algo exterior y mayor que ella a lo que ha de volcarse, por lo que resulta afectada, con lo que ha de adaptarse, tiene conciencia de aquél subjetivamente como si estuviese dentro de ella; abarca su material-del-mundo y su experiencia individualizada de las actividades espaciales y temporales en una conciencia libre y ampliada. En esta nueva conciencia, el individuo espiritual percibe que su propio yo es uno solo en el ser con la Trascendencia, morando dentro de él y ya no toma a su elaborada individualidad como algo más que una formación para la experiencia-del-mundo. Nuestra unidad con el ser-del-mundo es la conciencia de un Yo que de una sola vez se "cosmiciza" en el mundo y los individuos a través del Purusha individual, y en ese ser-del-mundo y en este ser individual, y en todos los seres

individuales, tiene conciencia del mismo Yo que se manifiesta y experimenta sus diversas manifestaciones. Ese, entonces, es un Yo que debe ser uno en su ser, -de lo contrario no podría tener esta experiencia de unidad--, y con todo debe ser capaz en su unidad misma de diferenciación cósmica e individualidad múltiple. La unidad es su ser, -sí, pero la diferenciación cósmica y la individualidad múltiple son el poder de su ser que existe aunque exceda al poco separativo ego; lo universal existe y es abarcado por él pero no absorbe ni anula toda diferenciación individual, aunque, por su universalización la limitación que llamamos ego está desplegando constantemente y que es el deleite y la naturaleza de su conciencia por desplegar. Entonces, si arribamos a la unidad con eso, e incluso devenimos enteramente y en todo sentido ese ser, ¿por qué el poder de su ser ha de ser extirpado, y por qué hemos de desear o esforzamos por extirparlo? Entonces sólo disminuiríamos el campo de nuestra unidad con él mediante una exclusiva concentración, aceptando al ser divino pero no aceptando nuestra parte en el poder, la conciencia y el infinito deleite de lo Divino. De hecho, sería el individuo buscando la paz y el reposo de la unión en una inmóvil identidad, pero rechazando el deleite y la variada dicha de la unión en la naturaleza, acto y poder de la Existencia divina. Eso es posible, pero no hay necesidad de sostenerlo como objetivo último de nuestro ser o nuestra perfección última. O la única razón posible sería que en el poder, en el acto de la conciencia no hay unión real y que solamente en el estado de la conciencia hay perfecta unidad indiferenciada. Ahora bien, en lo que podemos llamar despierta unión del individuo con lo Divino, como opuesta al dormirse o concentrarse de la conciencia individual en una absorbida identidad, hay ciertamente y debe haber una diferenciación de la experiencia. Pues en esta activa unidad el Purusha individual amplía también su experiencia activa al igual que su conciencia estática dentro de una modalidad de unión con este Yo de su ser y del ser-delmundo, y con todo queda la individualización y, por lo tanto, la diferenciación, El Purusha está consciente de todos los otros individuos como yoes de él mismo; puede, mediante una unión dinámica, tener conciencia de su acción mental y práctica como si ocurriese en su conciencia universal así como tiene conciencia de su propia acción mental y práctica; puede ayudar a determinar su acción mediante una subjetiva unión con ellas: pero aún hay una diferencia práctica. La acción de lo divino en él es lo que atañe particular y directamente; la acción de lo Divino en sus otros yoes es lo que concierne universalmente, no directamente, pero a través de y mediante su unión con ellas y con lo Divino. El individuo, por lo tanto, existe aunque exceda al poco separativo ego; lo universal existe y es abarcado por él, pero no absorbe ni anula toda diferenciación individual, aunque, por su universalización la limitación que llamamos ego es vencida. Podemos desembarazarnos de esta diferenciación hundiéndonos en la absorción de una unidad exclusiva, ¿pero para qué fin? ¿Para una unión perfecta? Pero al aceptar la diferenciación no perdemos eso, así como no pierde el Divino Su unidad aceptándola. Tenemos la unión perfecta en Su ser y podemos absorbemos en él en cualquier momento, pero también tenemos esta otra unidad diferenciada y podemos emerger en ella, actuar libremente y ser absueltos de las exclusivas urgencias de nuestra mentalidad. Entonces ¿para

paz y reposo? Mas tenemos la paz y el reposo en virtud de nuestra unidad con El, así como el Divino posee por siempre Su eterna calma en medio de Su acción eterna. Entonces, ¿por la mera dicha de desembarazarse de toda diferenciación? Pero esa diferenciación tiene su finalidad divina: es un medio de unidad mayor, no como en la vida egoísta un medio de divisiones; pues por ella disfrutamos nuestra unidad con nuestros otros yoes y con Dios en todos, que excluimos mediante nuestro rechazo de su ser múltiple. En cualquier experiencia está el Divino en la posesión y disfrute individuales, en un caso del Divino en Su pura unidad o en el otro del Divino en eso y en la unidad del cosmos; no es el Absoluto divino recuperando, tras haberla perdido, Su unidad, ciertamente, podernos preferir la absorción en una pura unidad exclusiva o una partida en una trascendencia supracósmica, pero en la verdad espiritual de la Existencia Divina no existe razón compulsiva por la que no participamos en esta gran posesión y bienaventuranza de Su ser universal que es la realización de nuestra individualidad. Pero vemos más adelante que no es sola y últimamente el ser cósmico en el que entra nuestro ser individual sino algo en lo que ambos están unificados. Así como nuestra individualización en el mundo es un devenir de ese Yo, de igual manera el mundo también es un devenir de ese Yo. El ser-del-mundo incluye siempre al ser individual; por lo tanto, estos dos deveníres, el cósmico y el individual, se relacionan siempre uno con otro y son mutuamente dependientes - en su relación práctica. Pero descubrimos que el ser individual también llega al fin a incluir el mundo en su conciencia, y dado que esto no es por abolición del individuo espiritual, sino por su llegada a su plena, grande y perfecta autoconciencia, debemos suponer que el individuo siempre incluyó al cosmos; y es sólo la conciencia superficial que por ignorancia falló en poseer esa inclusión debido a su auto-limitación en el ego. Pero cuando hablamos de la mutua inclusión de lo cósmico y lo individual, el mundo en mí, yo en el mundo, todo en mí, yo en todo -pues esa es la liberada auto-experiencia-, evidentemente viajamos más allá del idioma de la razón normal. Eso es porque las palabras que tenemos que usar fueron acuñadas por la mente y sus valores los dio un intelecto ligado a las concepciones del Espacio y circunstancias físicas, usando para el lenguaje de una superior experiencia psicológica figuras extraídas de la vida física y de la experiencia de los sentidos. Pero el plano de la conciencia al que surge el ser humano liberado no depende del mundo físico, y el cosmos que nosotros incluimos de esa manera y en el que estamos incluidos no es el cosmos físico, sino el armónicamente manifiesto ser de Dios en ciertos grandes ritmos de Su fuerza-consciente y auto-deleite. Por lo tanto, esta mutua inclusión es espiritual y psicológica; es una traducción de las dos formas de los Muchos, total e individual, en una unificadora experiencia espiritual -una traducción de la unidad eterna del Uno y los Muchos; pues el Uno es la unidad eterna de los Muchos que se diferencian y no-diferencian en el cosmos. Esto significa que el cosmos y el individuo son manifestaciones de un Yo trascendente que es un ser indivisible aunque parece estar dividido o distribuido; pero no está realmente dividido ni distribuido sino indivisiblemente presente por doquier. Por lo tanto, todo está en cada uno y cada uno en todo y todo está en Dios y Dios en todo; y cuando el alma liberada ingresa en unión con este Trascendente, tiene esta experiencia de sí y el cosmos que se traduce psicológicamente en

una mutua y una persistente existencia de ambos en una unión divina que es, a la vez, unidad, fusión y abrazo. La experiencia normal de la razón, por lo tanto, no es aplicable a estas verdades superiores. En primer lugar, el ego es el individuo sólo en la ignorancia; hay un individuo verdadero que no es el ego y con todo tiene una eterna relación con todos los otros individuos que no es egoísta ni separativa, pero, cuyo carácter esencial es la reciprocidad práctica fundada en la unidad esencial. Esta reciprocidad fundada en la unidad es el secreto total de la existencia divina en su manifestación perfecta; debe ser la base de algo a Io que podemos dar el nombre de vida divina. Pero, en segundo lugar, vemos que la dificultad total y la confusión en la que cae la razón normal es que hablamos de una superior e ilimitable auto-experiencia fundada en infinitos divinos y con todo le aplicamos un lenguaje formado por esta experiencia inferior y limitada que se funda en apariencias finitas y definiciones separativas por las que tratamos de distinguir y clasificar los fenómenos del universo material. De esa manera, hemos de usar la palabra individuo y hablar del ego y del individuo verdadero, así como a veces hablamos del Hombre aparente y del Hombre real. Evidentemente, todas estas palabras, hombre, aparente, real, individual, verdadero, han de tomarse en un sentido muy relativo y con plena conciencia de su imperfección e incapacidad de expresar las cosas que significan. Mediante individual significamos normalmente algo que se separa de todo lo demás y queda aparte, aunque en realidad tal cosa no exista en la existencia, en ninguna parte; es una ficción de nuestras concepciones mentales, útiles y necesarias para expresar una verdad parcial y práctica. Pero la dificultad es que la mente es dominada por sus palabras y olvida que la verdad parcial y práctica deviene verdad cierta sólo por su relación con los demás que a la razón le parecen contradecirla, y eso, tomado en sí mismo, contiene un constante elemento de falsedad. Así cuando hablamos de un individuo significamos ordinariamente una individualización del ser mental, vital y físico, separado de todos los otros seres, incapaz de unidad con ellos por su misma individualidad. Si vamos más allá de estos tres términos de la mente, la vida y el cuerpo, y hablamos de un alma o yo individual, aun pensamos de un individualizado ser separado de todos los demás, incapaz de unidad y de inclusiva reciprocidad, capaz, a lo más, de un contacto espiritual y de una simpatía-anímica. Es por lo tanto necesario insistir que mediante el verdadero individuo no significamos nada de esa índole, sino un poder consciente del ser de lo Eterno, siempre existente por la unidad, siempre capaz de mutabilidad. Es ese ser que mediante el auto-conocimiento disfruta la liberación y la inmortalidad. Pero hemos de llevar aun más adelante el conflicto entre la razón normal y la superior. Cuando hablamos del individuo verdadero como poder consciente del ser de lo Eterno, estamos aun utilizando términos intelectuales -no podemos remediado, a no ser que nos sumamos en un lenguaje de símbolos puros y valores místicos del habla-, pero, lo que es peor, nosotros, en el intento de apartamos de la idea del ego, estamos usando un lenguaje demasiado abstracto. Digamos, entonces, un ser consciente que es para nuestras valuaciones de la existencia un ser de lo Eterno en su poder de individualizadora auto-experiencia; pues debe ser un ser concreto -no un poder

abstracto- que disfruta la inmortalidad y entonces llegamos a esto de que no sólo yo estoy en el mundo en mí, sino que Dios está en mí y yo en Dios; por lo cual no se significa que Dios dependa para su existencia del hombre, sino que El Se manifiesta en lo que El manifiesta dentro de Si mismo: el individuo existe en el Trascendente, pero todo el Trascendente está allí oculto en el individuo. Además yo soy uno con Dios en mi ser y con todo puedo tener relaciones con El en mi experiencia. Yo, el individuo liberado, puedo disfrutar la Divinidad en Su trascendencia, unificado con El y disfrutar al mismo tiempo la Dívinidad en otros individuos en Su ser cósmico. Evidentemente, hemos arribado a ciertas relaciones primarias del Absoluto y éstas sólo pueden ser inteligibles en la mente si vemos que el Trascendente, el individuo, el ser cósmico son los poderes eternos de la conciencia -fracasa- mas nuevamente, esta vez sin remedio, con un lenguaje totalmente abstracto- de una existencia absoluta, una unidad más que una unidad, que se expresa de ese modo a su propia conciencia en nosotros, pero de la que no podemos hablar adecuadamente en un lenguaje humano y no debemos esperar describirla mediante términos negativos o positivos a nuestra razón, sino que sólo podemos confiar en señalarla al sumo poder de nuestro lenguaje. Pero la mente normal, que no tiene experiencia de estas cosas que son tan poderosamente reales para la conciencia liberada, bien puede rebelarse contra lo que puede parecerle nada más que una masa de contradicciones intelectuales. Puede decir: Sé muy bien lo que es el Absoluto; es eso en lo cual no hay relaciones. EL Absoluto y el Relativo son opuestos irreconciliables; en ninguna parte del relativo hay algo absoluto, en el Absoluto no puede haber nada relativo. Todo lo que contradiga estos datos primeros de mi pensamiento es intelectualmente falso y prácticamente imposible. Estas otras afirmaciones también contradicen mi ley de contradicciones que consiste en que dos afirmaciones contrarias en conflicto no pueden ser verdad. Es Imposible-que haya unidad con Dios y con todo una relación con El como esta del disfrute de la Divinidad. En la unidad nadie disfruta excepto el Uno y nada es disfrutado excepto el Uno. Dios, el individuo y el cosmos deben ser tres realidades diferentes, de lo contrario no podrían existir relaciones entre ellas. O son eternamente diferentes o son diferentes en el tiempo actual, aunque pueden haber sido originalmente una sola existencia indiferenciada. La unidad fue y será tal vez, pero no es ahora y no puede serlo mientras duren el cosmos y el individuo. El ser cósmico puede sólo conocer y poseer la unidad trascendente cesando de ser cósmico; el individuo sólo puede conocer y poseer la unidad cósmica o la unidad trascendental cesando en toda individualidad e individualización. O si la unidad es el único hecho eterno, entonces el cosmos y el individuo son no-existentes; son ilusiones impuestas en sí por lo Eterno. Eso bien puede implicar una contradicción o una irreconciliable paradoja; pero quiero admitir una contradicción en lo Eterno que no estoy obligado a imaginar, más bien que una contradicción aquí en mis concepciones primarias, que estoy obligado a imaginar lógicamente y para fines prácticos. Sobre esta suposición puedo tomar al mundo como prácticamente real y pensar y actuar en él o rechazado como irrealidad o cesar de pensar y actuar; no estoy obligado a reconciliar contradicciones, no llamadas a ser conscientes de y conscientes en algo más allá de mí mismo y del mundo y con todo tratar, desde esa base, como lo hace Dios, con un mundo de contradicciones. El intento de ser como

Dios mientras aun soy un individuo o de ser tres cosas al mismo tiempo me parece involucrar una confusión lógica y una imposibilidad práctica. Esa bien sería la actitud de la razón normal, y es clara, lúcida, positiva en sus distinciones; no implica una gimnasia extraordinaria de la razón que procura superarse y perderse en las sombras y semiluces o en cualquier género de misticismo, o al menos solo existe un original y comparativamente simple misticismo libre de todas las otras difíciles complicaciones. Por lo tanto, el razonamiento es lo más satisfactorio para la mente simplemente racional. Empero aquí hay, un triple error, el error de crear un abismo infranqueable entre el Absoluto y el relativo, el error de hacer demasiado simple y rígida y de extender demasiado lejos la ley de las contradicciones, y el error de concebir en términos de Tiempo la génesis de las cosas que tienen su origen y primer habitat en lo Eterno. Por Absoluto significamos algo mayor que nosotros mismos, mayor que el cosmos en que vivimos, la suprema realidad de ese Ser trascendente que llamamos Dios, algo sin lo cual todo lo que vemos o de lo que Somos conscientes como existente, no podría haber sido, no podría por un momento mantenerse en la existencia. El pensamiento hindú lo llama Brahman, el pensamiento europeo lo llama Absoluto porque es un auto-existente que está libre de la esclavitud de las relatividades. Pues todos los relativos pueden solo existir por algo que es la verdad de todos ellos y la fuente y continente de sus poderes y propiedades y aun los supera a todos; es algo de lo cual no sólo cada relatividad misma, sino también cualquier suma que podamos hacer de todas las relatividades que conocemos, puede ser solamente --en cuanto conocemos de ellas- una expresión parcial, inferior o práctica. Vemos por la razón que tal Absoluto debe existir; por la experiencia espiritual tomamos conciencia de SU existencia: pero aunque estamos más conscientes de él, no podemos describirlo porque nuestro lenguaje y pensamiento solo pueden tratar con lo relativo. El Absoluto es para nosotros el Inefable. Hasta ahora no es menester real dificultad o confusión. Pero prestamente proseguimos (guiados por el hábito mental de las oposiciones, de pensar por distinciones y pares de contrarios) hablando de ello como no solo no ligado por las limitaciones de lo relativo, sino como si estuviese ligado por su libertad de las limitaciones, inexorablemente vacío de todo poder para las relaciones y, en su naturaleza, inescapable de ellas, es algo hostil en su ser total a la relatividad y su eterno contrario. Por este paso falso de nuestra lógica entramos en un impasse. Nuestra propia existencia y la existencia del universo devienen no sólo un misterio, sino que son lógicamente inconcebibles. Pues por eso llegamos a un Absoluto que es incapaz de relatividad y exclusivo de todos los relativos y, con todo, la causa o al menos el sostén de la relatividad y el continente, verdad y sustancia de todos los relativos. Tenemos entonces sólo un modo lógico-ilógico de evadirnos del impasse; hemos de suponer la imposición del mundo como una auto-efectiva ilusión o una irreal realidad temporal, en la eternidad del amorfo Absoluto irrelacionado. Esta imposición la efectúa nuestra descarriada conciencia individual que ve falsamente a Brahman en la figura del cosmos --como un hombre confunde una cuerda con una serpiente; mas dado que nuestra conciencia individual es un relativo sostenido por el Brahmán y no sólo existente por él, no una realidad real, o

dado que en su realidades el Brahman, es el Brahmán después de todo que impone sobre sí, en nosotros, esta ilusión y confunde en alguna figura de su propia conciencia una cuerda existente con una serpiente no-existente, impone sobre su propia Realidad pura e indeterminable el parecido de un universo, o si no lo impone en su propia conciencia, es en una conciencia derivada de ella o dependiente de ella, una proyección de sí en Maya. Mediante esta explicación no se explica nada; la contradicción original sigue donde estaba, irreconciliada, y sólo hemos expresado nuevamente eso en otros términos. Parece como si, pretendiendo arribar a una explicación por medio del razonamiento intelectual, nos hemos nublado con la ilusión de nuestra incomprometida lógica: impusimos en el Absoluto la imposición que nuestro demasiado presuntuoso razonamiento ha practicado en nuestra propia inteligencia; transformamos nuestra dificultad mental en entender la manifestación-del-mundo en una imposibilidad original del Absoluto para manifestarse en un mundo. Pero el Absoluto, obviamente, no halla dificultad en la manifestación-del-mundo y tampoco en una trascendencia simultánea de la manifestación-del-mundo; la dificultad existe sólo para nuestras limitaciones mentales que nos impiden apoderarnos de la racionalidad supramental de la coexistencia del infinito o el finito o de captar el nexo de lo incondicionado con- lo condicionado. Para nuestra racionalidad intelectual estos son opuestos; para la razón absoluta son expresiones interrelacionadas y no esencialmente conflictivas de la única y misma realidad. La conciencia de la Existencia infinita es distinta de nuestra conciencia-mental y concienciasensoria, mayor y más capaz, pues los incluye como términos menores de sus obras, y la lógica de la Existencia infinita es distinta de nuestra lógica intelectual. Reconcilia en sus grandes hechos primeros del ser lo que para nuestro criterio mental, referido como lo está a palabras e ideas derivadas de hechos secundarios, constituye irreconciliables contrarios. Nuestro error es que, procurando definir lo indefinible, pensamos haber tenido éxito al describir mediante una omni-exclusiva negación este Absoluto que, con todo, estamos compelidos a concebir como supremo positivo y causa de todos los positivos. No es sorprendente que tantos agudos pensadores, con su ojo sobre los hechos del ser y no sobre distinciones verbales, se inclinaran a inferir que el Absoluto es una Ficción de la inteligencia, una idea nacida de palabras y dialécticas verbales, un cero, no-existente y para concluir que un eterno Devenir es la única verdad de nuestra existencia. Los antiguos sabios hablaron ciertamente del Brahman negativamente, dijeron de él, neti, neti, no es esto, no es aquello-, pero se encargaron también de hablar positivamente de él; de él también dijeron, es esto, es aquello, es todo: pues vieron que limitarlo mediante definiciones positivas y negativas era quedar fuera de su verdad. Brahman, dijeron, es la Materia, es la Vida, es la Mente, es la Supermente, es el Deleite cósmico, es Sachchidananda: empero no puede realmente ser definido por ninguna de estas cosas, ni siquiera mediante nuestra máxima concepción de Sachchidananda. En el mundo, como lo vemos, por más que se remonte nuestra conciencia mental, descubrimos que para todo positivo hay un negativo, pero el negativo no es un cero; está lleno de fuerza, abundante en poder exístencial, pleno de contenido actual o potencial. Ni la existencia del negativo hace de su correspondiente positivo un no-existente o una irrealidad; sólo hace del positivo una incompleta afirmación de la verdad de las cosas e incluso, podemos decir, de la propia verdad del positivo pues el positivo y el

negativo no sólo existen uno junto al otro, sino también en relación de uno por otro y de uno por otro se completan y ante la omni-visión, que una mente limitada no puede alcanzarse explicarían uno al otro. Cada cual por sí no es realmente conocido; sólo empezamos a conocerlo en su más profunda verdad cuando podemos leer en él las sugestiones de su opuesto aparente. Es a través de tan profunda intuición universal, y no mediante exclusivas oposiciones lógicas, que nuestra inteligencia ha de aproximarse al Absoluto. Los positivos del Absoluto con sus diversas afirmaciones de sí ante nuestra conciencia; sus negativos aportan el resto de su positivídad absoluta por la que se niega su limitación a estas primeras afirmaciones. Para empezar, contamos con sus grandes relaciones primarias tales como infinito y finito, condicionado e incondicionado, calificado e íncalificado; en cada par la negativa oculta el poder total del correspondiente positivo contenido en ella y emerge de él: no hay oposición real. Tenemos, en un menos sutil orden de las verdades, lo trascendente y lo cósmico, lo universal y Io individual; aquí hemos visto que cada miembro de estos pares está contenido en su opuesto aparente. Lo universal se particulariza en lo individual; lo individual contiene en sí todas las generalidades de lo universal. La conciencia universal se descubre totalmente por las variaciones de innumerables individuos, no mediante variaciones supramentes; la conciencia individual se realiza toda cuando se universaliza en la simpatía e identidad con lo cósmico, no limitándose en el ego. De igual modo también lo cósmico se contiene en todo en sí y en cada cosa en ella completa inmanencia de lo trascendente; se mantiene como el ser-del-mundo mediante la conciencia de su propia realidad trascendente, se descubre en cada ser individual mediante la realización de lo divino y trascendente en ese ser y en todas las existencias. Lo trascendente contiene, manifiesta, constituye el cosmos y al manifestado manifiesta o descubre, como podemos decir en un antiguo sentido poético de ese vocablo, sus propias variedades infinitas y armónicas. Pero incluso en los órdenes inferiores de lo relativo descubrimos este juego de negativo y positivo, y a través de la divina reconciliación de sus términos, no extirpándolos ni llevando su oposición al último extremo, arribamos al Absoluto. Pues allí, en el Absoluto, toda esta relatividad, toda esta variante auto-afirmación rítmica del Absoluto, halla, no su negación completa, sino la razón de su existencia y su justificación, no su convicción de mentira, sino la fuente y principio de su verdad. El cosmos y el individuo vuelven a algo en el Absoluto que es la verdad cierta de la individualidad, la verdad cierta del ser cósmico y no su negación y convicción de falsedad. El Absoluto no es un lógico escéptico que niega la verdad de todas sus afirmaciones y autoexpresiones, sino una existencia tan cabal e infinitamente positiva que no puede formularse ningún positivo finito que pueda extinguirlo o ligarlo a sus definiciones. Es evidente que si esa es la verdad del Absoluto, no podemos ligarla con nuestra ley de contradicciones. Esa ley nos es necesaria para que podamos plantear verdades parciales y prácticas; pensar claramente las cosas, decisiva y útilmente; clasificar, actuar, tratarlas efectivamente para finalidades particulares en nuestras divisiones del Espacio, distinciones de forma y propiedad, momentos del Tiempo. Eso representa una formal y fuertemente dinámica verdad de la existencia en sus obras prácticas que es fortísima en el

término más externo de las cosas (el material) pero se torna cada vez menos rigurosamente compulsiva en la medida en que ascendemos en la escala, subimos los más sutiles peldaños de la escalera del ser. Nos resulta especialmente necesario tratar los fenómenos y fuerzas materiales; hemos de suponerlos como si fuesen una sola cosa a un tiempo, como si tuviesen un solo poder a un tiempo y como si estuviesen limitados por sus ostensibles y prácticamente efectivas capacidades y propiedades; de lo contrario, no podemos tratados. Pero aun así, como el pensamiento humano empieza a captar, las distinciones hechas por el intelecto y las clasificaciones y experimentos prácticos de la Ciencia, aunque perfectamente válidos en su propio campo y para su propia finalidad, no representan la totalidad o la verdad real de las cosas, ya sea de las cosas en total o de la cosa en sí que hemos clasificado y separado artificialmente, aislado para un análisis aparte. Mediante esa aislación podemos encarar eso prácticamente, con mucha eficiencia, y al principio pensamos que la efectividad de nuestra acción prueba la entera y suficiente verdad de nuestro conocimiento aislador y analizador. Después descubrimos que trascendiendo eso, podemos arribar a una verdad mayor y una efectividad mayor. La aislación es ciertamente necesaria para el primer conocimiento. Un diamante es un diamante y una perla es una perla; cada cosa pertenece a su clase; existe por su distinción de todas las demás; cada cual se distingue por su forma y propiedades. Pero cada una tiene también propiedades y elementos que son comunes entre sí y otros que son comunes a las cosas materiales en general. Y en realidad cada uno no existe sólo por sus distinciones, sino más esencialmente por lo que es común a ambos; y volvemos a la base misma y verdad constante de todas las cosas materiales sólo cuando descubrimos que todas son la misma cosa, una sola energía, una sola sustancia, o un sólo movimiento universal que proyecta, produce, combina, realiza estas diferentes formas, estas diversas propiedades, estas fijas y armonizadas potencialidades de su propio ser. Si paramos en el conocimiento de las distinciones, sólo podemos tratar al diamante y la perla como son, fijar sus valores, usos, variedades, empleados y aprovechados de la mejor manera corriente; pero si accedemos al conocimiento y control de sus elementos y a las propiedades comunes de la clase a que pertenecen, podemos arribar al poder de hacer al diamante o la perla a nuestro gusto: avancemos más aún y dominemos lo que todas las cosas materiales son en su esencia y podemos incluso arribar al poder de transmutación que daría el máximo control posible de la Naturaleza material. De esa manera, el conocimiento más profundo no priva al otro y más superficial de efectividad ni lo responsabiliza de vanidad. Por nuestro último descubrimiento material no podemos concluir que no hay sustancia ni Materia originales, sólo energía que manifiesta la sustancia o se manifiesta como sustancia -que el diamante y la perla son no-existentes, irreales, sólo verdaderos para la ilusión de nuestros sentidos de percepción y acción, que la única sustancia, energía o movimiento es la única verdad eterna y que, por lo tanto, el mejor o único uso racional de nuestra ciencia sería disolver el diamante y la perla y todo lo demás que podemos disolver dentro de esta única realidad eterna y original, y llevar a un fin sus formas y propiedades por siempre. Hay una esencialidad de las cosas; la comunidad de las cosas, una individualidad de las cosas; la comunidad y la individualidad son poderes

verdaderos y eternos de la esencialidad: que las trasciende a ambas, pero las tres juntas, y no una sola por sí, son los términos eternos de la existencia. Esta verdad que podemos ver, aunque con dificultad y bajo considerables restricciones, incluso en el mundo material donde los más sutiles y superiores poderes del ser han de excluirse de nuestras operaciones intelectuales, se torna más clara y más potente cuando ascendemos en la escala. Vemos la verdad de nuestras clasificaciones y distinciones, pero también sus límites. Todas las cosas, aunque diferentes, son una sola. A los fines prácticos, la planta, el animal y el hombre son existencias diferentes; empero, cuando miramos más hondo vemos que la planta es sólo una animal con una insuficiente evolución de la auto-conciencia y la fuerza dinámica; el animal es un hombre en la hechura; el hombre mismo es ese animal y con algo más de la auto-conciencia y poder dinámico de la conciencia que lo hace hombre; empero él es algo más, que es contenido y reprimido en su ser como la potencialidad de lo divino es un dios en la hechura. En cada uno de éstos, planta, animal, hombre, dios, el Eterno está allí conteniéndose y reprimiéndose como si lo fuese en orden a efectuar cierta afirmación de su ser. Cada cual es todo lo Eterno oculto. El hombre mismo, que asume cuanto se le presenta y lo transmuta en el término de la humanidad, es el ser humano individual y, con todo, él es toda la humanidad, el hombre universal actuando en el individuo como personalidad humana. Él es todo y con todo es él mismo y único. Es lo que es, pero también es el pasado de todo lo que fue y la potencialidad de todo lo que no es. No podemos entenderlo si solo miramos su individualidad actual, pero tampoco podemos entenderlo si sólo miramos su comunidad, su término general de humanidad, o, por exclusión, nos retrotraemos de ambos a una esencialidad de su ser en la que parecen desaparecer su distintiva humanidad y su particularizadora individualidad. Cada cosa es el Absoluto, todos son ese Uno, pero en estos tres términos el Absoluto siempre efectúa su afirmación de su desarrollada auto-existencia. Debido a la unidad esencial no estamos obligados a decir que todas las variadas acciones y obras de Dios son vanas, inanes, irreales, fenoménicas ilusorias, y que el mejor y sólo racional o superracional uso que podemos dar a nuestro conocimiento es apartarnos de ellas, disolver nuestra existencia cósmica e individual en el ser esencial y desembarazarnos de todo devenir por siempre como futilidad. En nuestras relaciones prácticas con la vida hemos de arribar a la misma verdad. Para ciertos fines prácticos hemos de decir que una cosa es buena o mala, bella o fea, justa o injusta, y actuar según esa afirmación: pero si nos limitamos por eso, no llegamos al conocimiento real, la ley de las contradicciones aquí es solamente válida en la medida en que dos afirmaciones diferentes y opuestas no pueden ser ciertas con respecto a la misma cosa al mismo tiempo, en el mismo campo, en el mismo aspecto, desde el mismo punto de vista y para la misma finalidad práctica. Una gran guerra, la destrucción de una revolución, por ejemplo, puede presentársenos como un mal, un desorden virulento y catastrófico, y es así en ciertos aspectos, resultados, modos de considerarla, mas según otros enfoques puede ser un gran bien, dado que clarifica rápidamente el campo para un orden nuevo o más satisfactorio. Ningún hombre es simplemente bueno o simplemente malo; todo hombre es una mezcla de contrarios: incluso descubrimos estos contrarios a

menudo inseparablemente mezclados en un simple sentimiento, en una simple acción. Todo género de conflictivas cualidades, poderes, valores, se juntan y corren uno al encuentro del otro para estructurar nuestra acción, vida y naturaleza. Sólo podemos entender enteramente si llegamos a algún sentido del Absoluto y con todo observamos sus obras en todas las relatividades que se manifiestan -si observamos no sólo cada una por sí, sino cada una en relación con todas y con lo que las supera y reconcilia en su totalidad. De hecho, sólo podemos conocer llegando al divino criterio y propósito en las cosas y no mirando meramente los nuestros, aunque nuestro limitado criterio humano y propósito momentáneo tienen su validez en el cuadro del Todo. Pues detrás de todas las relatividades existe este Absoluto que les da su ser y su justificación. Ningún acto ni disposición particulares en el mundo es, por sí, absoluta justicia; pero detrás de todos los actos y disposiciones hay algo absoluto que llamamos justicia, que se expresa a través de sus relatividades y que captaríamos si nuestro criterio y conocimiento fuesen comprehensivos en lugar de ser, como lo son, parciales, superficiales, limitados a unos pocos hechos y apariencias ostensibles. De igual manera también hay un bien absoluto y una belleza absoluta: pero sólo podemos tener una vislumbre de ello si abarcamos todas las cosas imparcialmente y trasponemos sus apariencias hasta cierto sentido de lo que, entre aquéllos, todos y cada uno por sus términos complejos procuran afirmar y estructurar; no un indeterminado -pues el indeterminado, al ser únicamente materia original o tal vez conjunta condición de determinaciones, nada explicaría por sí, sino el Absoluto. Ciertamente podemos seguir el método opuesto de descartar todas las cosas y rehusar considerarlas como un todo y en relación con lo que las justifica, y de ese modo crear una concepción intelectual del mal absoluto, de la injusticia absoluta, de lo absolutamente horrible, doloroso, trivial, vulgar o vano de todas las cosas; pero eso es para perseguir hasta su extremo el método de la Ignorancia cuyo criterio se basa en la división. De ese modo no podemos encarar las obras divinas. Porque el Absoluto se expresa a través de las relatividades, cuyo secreto nos resulta difícil sondear, dado que para nuestro limitado criterio todo parece ser un juego sin objetivos de oposiciones y negativas, o una masa de contradicciones, no podemos concluir que nuestro primer criterio limitado sea correcto o que todo sea una vana ilusión de la mente, carente de realidad. Ni podemos resolverlo todo mediante una inconciliada contradicción original que ha de explicar todo el resto. La razón humana se equivoca al agregar un valor separado y definitivo a cada contradicción por sí o al desembarazarse de una negando a la otra por completo; pero está en lo cierto al rehusar aceptar como palabra final y última Ia unión de contradicciones que de ningún modo se reconciliaron al fundar su origen y significado en algo más allá de su oposición. No podemos, tampoco, efectuar una reconciliación o explicación de las contradicciones originales de la existencia refugiándonos en nuestro concepto del Tiempo. El Tiempo, como lo conocemos o concebimos, es sólo nuestro medio de captar las cosas en sucesión; es una condición y causa de condiciones; varía en diferentes planos de la existencia; varía incluso para los seres en uno y mismo plano: vale decir, no es un Absoluto, y no puede explicar las relaciones primarias del Absoluto. Ellas trabajan en detalle mediante el Tiempo y a nuestro ser mental y vital les parecen determinadas por él; pero ese

parecer no nos retrotrae a sus fuentes y principios. Hacemos la distinción de condicionado e incondicionado, e imaginamos que lo incondicionado devino condicionado, que lo Infinito devino finito en cierta fecha del Tiempo, y que pueden cesar de Ser finitos en alguna otra fecha del Tiempo, porque así se nos presenta en los detalles, particularidades o con respecto a éste o aquel sistema de cosas. Pero si observamos la existencia como un todo, vemos que infinito y finito coexisten y existen uno en el otro y por el otro. Aunque nuestro universo fuese a desaparecer y reaparecer rítmicamente en el Tiempo, según la antigua creencia, eso también sería sólo un largo detalle y no demostraría que, en un tiempo particular, toda condición cesa en todo el ámbito de la existencia infinita y todo el Ser deviene incondicionado, en otro tiempo asume nuevamente la realidad o la apariencia de las condiciones. La primera fuente y las primeras relaciones se hallan más allá de nuestras divisiones mentales del Tiempo, en la intemporalidad divina o en el Tiempo indivisible y eterno del cual nuestras divisiones y sucesiones son sólo figuras de una experiencia mental. Allí vemos que todo se encuentra y que todos los principios, todas las persistentes realidades de la existencia -pues lo finito como principio del ser es tan persistente como el infinito- están en relación primaria uno con otro en una libre (no exclusiva) unidad del Absoluto, y que el modo en que se nos presentan en un mundo material mental es sólo una estructuración de ellos en relatividades secundarias, terciarias o aun inferiores. El Absoluto no devino contrario de sí ni asumió en cierta fecha relatividades reales o irreales de las que era originalmente incapaz, ni el Uno se convirtió por milagro en los Muchos, ni lo incondicionado se desvió en lo condicionado, ni lo incalificado afloró en cualidades. Estas oposiciones son sólo las conveniencias de nuestra conciencia mental, de nuestras divisiones de lo indivisible. Las cosas que representan no son ficciones, son realidades, pero no se conocen correctamente si se ubican en irreconciliable oposición a la separación de una de la otra; pues en el omni-criterio del Absoluto no existe tal irreconciliable oposición o separación de ellas. Esta es no sólo la debilidad de nuestras divisiones científicas y distinciones metafísicas, sino de nuestras exclusivas realizaciones espirituales que únicamente son exclusivas porque para arribar a ellas hemos de partir de nuestra limitadora y divisora conciencia mental. Hemos de efectuar las distinciones metafísicas en orden a ayudar a nuestra inteligencia en pro- de una verdad que la supere, pues es sólo así que podemos escapar de las confusiones de nuestro imperceptor primer criterio mental de las cosas; pero si nos ligamos con ellas hasta el fin, hacemos cadenas de lo que sólo serían primeros auxilios. Hemos de usar también distintas realizaciones espirituales que, al principio puedan aparecer contrarias una con otra, pues como seres mentales nos es difícil o imposible captar de pronto, en gran medida y por completo, lo que está más allá de nuestra mentalidad; pero erramos si las intelectualizamos en verdades únicas --como cuando afirmamos que el Impersonal debe ser la única realización última y él resto creación de Maya o cuando declaramos que Saguna, Divino en sus cualidades, es eso, y descartamos la impersonalidad de nuestra experiencia espiritual hemos de ver que estas dos grandes realizaciones de los grandes buscadores espirituales son igualmente la misma Realidad experimentada en los dos lados, ambos necesarios para el conocimiento y experiencia plenos de uno y otro y de lo que ambos son. Así ocurre con el Uno y los Muchos, lo finito

y lo infinito, lo trascendente y lo cósmico, lo individual y lo universal; cada uno es lo otro al igual que él mismo y no puede enteramente conocerse sin el otro y sin superar su apariencia de oposiciones contrarias. Vemos entonces que hay tres términos de la única existencia, trascendente, universal e individual, y que cada uno de éstos siempre contiene secreta o abiertamente a los otros dos. Lo Trascendente se posee siempre y controla a los otros dos como base de sus propias posibilidades temporales; eso es lo Divino, la eterna omni-posesora conciencia-de-Dios, omnipotente, omnisciente, omnipresente, que informa, abarca, gobierna todas las existencias. El ser humano es aquí en la tierra el supremo poder del tercer término, el individuo, pues él sólo puede, en su punto crítico, determinar ese movimiento de automanifestación que se nos presenta como la involución y evolución de la conciencia divina entre los dos términos de la Ignorancia y el Conocimiento. El poder del individuo de poseer en su conciencia, mediante el auto-conocimiento, su unidad con lo Trascendente y lo universal, con el Ser Único y con todos los seres, y de vivir en ese conocimiento y transformar su vida mediante él, es lo que hace posible la labor de la divina auto-manifestación a través del individuo; y el arribo del individuo -no en uno sino en todo- a la vida divina es el único objeto concebible del movimiento. La existencia del individuo no es un error de algún yo del Absoluto que ese yo descubre después; pues resulta imposible que la auto-conciencia absoluta o algo que sea una con ella ignore su propia verdad y sus propias capacidades o se entregue por esa ignorancia a una falsa idea de sí o a una aventura imposible a la que ha de renunciar. La existencia individual no es una circunstancia subordinada en un juego divino o Lila, un juego que consiste en una continua revolución a través de interminables ciclos de placer y sufrimiento, sin ninguna esperanza superior en el Lila misma ni salida alguna de él salvo el escape ocasional de unos pocos, de vez en cuando, de su cautiverio en esta ignorancia. Podríamos ser compelidos a mantener ese cruel y desastroso criterio de las obras de Dios si el hombre no tuviese el poder de la auto-trascendencia o el poder de transformar mediante el auto-conocimiento las condiciones del juego cada vez más cerca de la Verdad del Deleite divino. En ese poder yace la justificación de la existencia individual; lo individual y lo universal que desenvuelven en sí mismos la luz divina, el poder, la dicha del trascendente Sachchidananda siempre manifiesto por encima de ellos, siempre secreto detrás de sus apariencias superficiales, esta es la secreta intención, el significado último del juego divino, del Lila. Pero es en ellos mismos, en su transformación y su persistencia y relaciones perfectas, no en su auto-aniquilación, que eso debe desenvolverse. De lo contrario no existiría la razón de su existencia; la posibilidad del desenvolvimiento de lo Divino en el individuo es el secreto del enigma, su presencia aquí y esta intención la llave del mundo del Conocimiento-Ignorancia.

Capítulo IV LO DIVINO Y LO NO DIVINO El Vidente, el Pensador, el Auto-existente, que deviene por doquier, ha ordenado a la perfección todas las cosas desde los años sempiternos. Isha Upanishad

Muchos, purificados por el conocimiento, han llegado a Mi estado del ser... Ellos, en su ley del ser, han alcanzado semejanza Conmigo. Gita Conoce Eso como Brahman y no esto que los hombres aquí aprecian. Kena Upanishad Un Yo interior que controla todos los seres ... Así como al Sol, el ojo del mundo, no lo afectan las fallas externas de la visión, de igual manera a este Yo interior de los seres no lo afecta el pesar del mundo. Katha Upanishad El Señor mora en el corazón de todos los seres. Gita

El universo es una manifestación de una Omni-Existencia infinita y eterna: el Ser Divino mora en todo lo que es; nosotros mismos somos eso en nuestro yo, en nuestro ser más hondo; nuestra alma, la secreta psíquica entidad inmanente, es una porción de la Conciencia y Esencia Divinas. Este es el criterio que hemos asumido de nuestra existencia; pero al mismo tiempo hablamos de una vida divina como culminación del proceso evolutivo, y el uso de la frase implica que nuestra vida presente es no-divina al igual que toda la vida que está debajo de nosotros. A primera vista esto parece una autocontradicción; en vez de hacer una distinción entre la vida divina a que aspiramos y una actual existencia no-divina, sería más lógico hablar de un ascenso de un nivel a otro superior de la manifestación divina. Puede admitirse que esencialmente, si observamos la realidad interior sola y descontamos las sugestiones de la figura externa, esa sería la naturaleza de la evolución, el cambio que hemos de experimentar en la Naturaleza; de ese modo tal vez se presentaría ante el ojo imparcial de la visión universal no alterada por nuestras dualidades de conocimiento e ignorancia, bien y mal, felicidad y sufrimiento, y que participa de la irrestricta conciencia y deleite de Sachchidananda. Empero, desde el punto de vista práctico y relativo, para diferenciarlo de una visión esencial, la distinción entre-lo divino y lo no-divino tiene valor insistente, significado muy importante. Este es entonces un aspecto del problema que es menester traer a la luz, adscribiéndole su verdadera importancia. La distinción entre la vida divina y la no-divina es, de hecho, idéntica a la distinción radical entre una vida del Conocimiento vivida en la auto-conciencia y en el poder de la Luz y una vida de la Ignorancia -de cualquier modo eso se presenta de ese modo en un mundo que lentamente y con dificultad evoluciona de una Inconciencia original. Toda la vida que aun tiene a esta Inconciencia como base lleva estampada la marca de una imperfección radical; pues aunque se satisfaga con su propio tipo, es una satisfacción con algo incompleto e inarmónico, un mosaico de discordias: por el contrario, incluso una vida puramente mental o vital podría ser perfecta dentro de sus límites si se basase en un auto-poder y auto-conocimiento restringidos pero armónicos. Es esta esclavitud a un sello perfecto de imperfección y desarmonía la marca de lo no-

divino; una vida divina por el contrario, aunque progrese de menor a mayor, sería, en cada etapa, armónica en su principio y detalle: sería suelo seguro en el que la libertad y la perfección podrían naturalmente florecer o crecer hacia su estatura suprema, refinarse y expandirse en su más sutil opulencia. Todas las imperfecciones, todas las perfecciones han de ser tenidas en cuenta en nuestra consideración de la diferencia entre una existencia no-divina y una existencia divina: pero ordinariamente, cuando efectuamos la distinción, lo hacemos como seres humanos que luchan bajo la presión de la vida y las dificultades de nuestra conducta en medio de sus inmediatos problemas y desconciertos; la mayoría piensa en la distinción que está obligada a hacer entre el bien y el mal y en lo que corre junto con su problema afín de la dualidad, la fusión en nosotros de felicidad y sufrimiento. Cuando buscamos la intelectualidad en pro de una presencia divina en las cosas, un origen divino del mundo, un gobierno divino de sus obras, la presencia del mal, la insistencia en el sufrimiento, la grande y enorme parte ofrecida al dolor, al pesar y la aflicción en la economía de la Naturaleza son los crueles fenómenos que frustran nuestra razón y vencen la fe instintiva de la humanidad en tal origen y gobierno, o en una omnivisión, en una omni-determinante y omni-presente Inmanencia Divina. Otras dificultades las podríamos resolver más fácil y felizmente, cambiando el rumbo hacia una mejor satisfacción con la presta conclusividad de nuestras soluciones. Pero esta norma de juicio no es suficientemente comprehensiva y no se apoya en un punto de vista demasiado humano; pues para una visión más amplia el mal y el sufrimiento se presentan sólo como un aspecto sobresaliente, no son el defecto total, ni siquiera la raíz del problema. La suma de las imperfecciones del mundo no está compuesta solamente con estas dos deficiencias; es más que la caída, si es que la hubo, de nuestro ser espiritual o material del bien y de la felicidad o el fracaso de nuestra naturaleza en vencer el mal y el sufrimiento. Además de la deficiencia de las satisfacciones éticas y hedonísticas exigidas por nuestro ser, la parvedad del Bien y el Deleite en nuestra existencia-del-mundo, está también la deficiencia de otros grados divinos: pues el Conocimiento, la Verdad, la Belleza, el Poder, la Unidad, son, ellos, también, la materia y elementos de una vida divina, y se nos dan en una medida escasa y renuente; empero, todos son, en su absoluto, poderes de la Naturaleza Divina. No es posible entonces limitar la descripción de nuestra imperfección y de la no-divina imperfección del mundo sólo al mal moral o al sufrimiento sensorial; en el enigma-del-mundo hay más que su doble problema -pues ambos son dos fuertes resultados de un principio común. Es el principio general de la imperfección general, veremos que consiste primero en una limitación en nosotros de los elementos divinos, que les roba su divinidad; luego en una variada distorsión multi-ramificada, una perversión, una vuelta contraria, una falsificadora partida de alguna Verdad ideal del ser. Para nuestras mentes que no poseen en Verdad pero pueden concebirla, esta partida se presenta como un estado del que hemos caído espiritualmente o como una posibilidad o promesa que no podemos cumplir, no podemos realizar sólo porque existe como ideal. Hubo una caída del espíritu interior de una conciencia y conocimiento, deleite, amor y belleza, poder y capacidad, armonía y bien, mayores, o hay un fracaso de nuestra pugnaz naturaleza, una impotencia en alcanzar lo que instintivamente vemos como divino y deseable. Si penetramos

la causa de la caída o fracaso, descubriremos que todo procede del único hecho primitivo que nuestro ser, conciencia, fuerza y experiencia de las cosas, representa -un principio el fenómeno efectivos de división o ruptura en la unidad de la Existencia Divina. Esta división deviene en su inevitable efecto práctico una limitación de la conciencia y conocimiento divinos, del deleite y belleza divinos, del poder y capacidad divinos, de la armonía y el bien divinos; hay una limitación de la integridad y la totalidad, una ceguera en nuestra visión de estas cosas, una renquera en seguirlas, una fragmentación en su experimentación, una disminución de poder e intensidad, un descenso de calidad -la marca de un descenso de las alturas espirituales o de una conciencia que emerge de la neutra monotonía insensible de la Inconciencia; las intensidades que resultan normales y naturales en los ámbitos superiores en nosotros se pierden o sintonizan de modo que armonicen con los negros y grises de nuestra existencia material. Asimismo, por un ulterior efecto secundario surge una perversión de estas cosas supremas; en nuestra limitada mentalidad intervienen la inconciencia y la conciencia equivocada, la ignorancia cubre toda nuestra naturaleza y -por la mala aplicación o dirección de una voluntad y conocimiento imperfectos, por las reacciones automáticas de nuestra disminuida conciencia-fuerza y la inepta pobreza de nuestra sustanciase forman las contradicciones de los elementos divinos, la incapacidad, la inercia, la falsedad, el error, el dolor y el pesar, las malas acciones, la discordia y el mal. Hay también, siempre, oculto en algún lugar de nuestros yoes, al amparo de nuestras reconditeces, aunque no se sienta abiertamente en la naturaleza consciente, aunque rechazado por las partes de nosotros que estas cosas torturan, un apego a esta experiencia de división, una adhesión a la modalidad dividida del ser que impide la extirpación de esta infelicidad o su rechazo y eliminación. Pues dado que el principio de la Conciencia-Fuerza y Ananda está en la raíz de toda manifestación, nada puede durar si no tiene una voluntad en nuestra naturaleza, una sanción de Purusha, un sostenido placer en alguna parte del ser (aunque sea un placer secreto o perverso) para mantener la continuidad. Cuando decimos que todo es una manifestación divina, incluso lo que llamamos no-divino, significamos que en su esencia todo es divino aunque la forma se frustre, o nos rechace. O para ponerlo en una fórmula más fácil para que nuestro sentido psicológico de las cosas dé su asentimiento en todas las cosas hay una presencia, una Realidad primera -el Yo, el Divino, Brahman-, que es por siempre pura, perfecta, bienaventurada, infinita: su infinitud no es afectada por las limitaciones de las cosas relativas, su pureza no está manchada por nuestro pecado y maldad; su bienaventuranza no la toca nuestro dolor y sufrimiento; su perfección no es perjudicada por nuestros defectos de conciencia, conocimiento, voluntad y unidad. En ciertas imágenes de los Upanishads, el Divino Purusha es descrito como el Fuego único que ingresó en todas las formas y se modela de acuerdo con la forma, como el Sol único que ilumina todo imparcialmente y no es afectado por los defectos de nuestra visión. Pero esta afirmación no es suficiente; deja el problema sin resolver, de porque lo que es en sí siempre puro, perfecto, bienaventurado, infinito, no sólo ha de tolerar sino dar muestras de mantener y animar en su manifestación la imperfección y la limitación, la impureza y el sufrimiento, y la falsedad y la

maldad: eso establece la dualidad que constituye el problema, pero no lo resuelve. Si simplemente dejamos estos dos hechos disonantes de la existencia frente a frente, tendemos a concluir que no hay reconciliación posible; lo más que podemos hacer es adherir a un hondo sentido de la dicha de la Presencia pura y esencial, y arreglárnosla lo mejor posible con la externalidad discordante, hasta que podamos poner en su sitio la ley de su contrario divino. O más bien hemos de ir en procura más de un escape que de una solución. Pues podemos decir que la Presencia interior sola es una Verdad y la externalidad discordante una falsedad o ilusión creada por un principio misterioso de la Ignorancia; nuestro problema consiste en hallar cierta vía de escape de la falsedad del mundo manifiesto dentro de la verdad de la Realidad oculta. O podemos sostener con el budista que no es menester explicación, dado que este es un hecho práctico de la imperfección e impermanencia de las cosas y no el Yo, el Divino o Brahman, pues eso también es una ilusión de nuestra conciencia: la única cosa que es necesaria para la liberación es desembarazarse de la persistente estructura de las ideas y de la persistente energía de la acción que mantiene una continuidad en el fluir de la impermanencia. En esta vía de escape alcanzamos la auto-extinción en el nirvana: el problema de las cosas se extingue mediante nuestra propia auto-extinción. Esta es una salida pero no parece la vía verdadera y única, y las otras soluciones tampoco son satisfactorias por completo. Es un hecho que excluyendo la discordante manifestación de nuestra conciencia interior como una externalidad superficial, insistiendo solamente en la Presencia pura y perfecta, podemos alcanzar individualmente un profundo y bienaventurado sentido de este rapto. Una exclusiva concentración interior en lo Real, lo Eterno, es posible, incluso una auto-inmersión por la que podemos perder y aventar las disonancias del universo. Pero en algún lugar profundo de nosotros existe la necesidad de una conciencia total, hay en la Naturaleza una secreta búsqueda universal del todo Divino, un impulso hacia una entera conciencia, deleite, y poder de la existencia; esta necesidad de un ser total, de un total conocimiento, esta integral voluntad no llega a satisfacerse en nosotros plenamente con estas soluciones. En la medida en que el mundo no se explique ante nosotros divinamente, lo Divino queda conocido imperfectamente; pues el mundo es también Eso y, en la medida en que no está presente ante nuestra conciencia y poseído por nuestros poderes de la conciencia en el sentido del ser divino, no estamos en posesión de la Divinidad toda. De otro modo es posible escapar del problema; pues, admitiendo siempre la Presencia esencial, podemos esforzamos por justificar la divinidad de la manifestación corrigiendo el criterio humano de la perfección o haciéndolo a un lado como una norma mental demasiado limitada. Podemos decir que no sólo el Espíritu en las cosas es absolutamente perfecto y divino en sí, en su expresión de lo que ha de expresar de las posibilidades de la existencia, en su asunción de su lugar apropiado en la manifestación completa. Cada cosa es, en sí, divina porque cada una es un hecho e idea del ser, conocimiento y voluntad divinos que se realiza infaliblemente de acuerdo con la ley de esa manifestación particular. Cada ser está poseído del conocimiento, de la fuerza, de la medida y género de deleite de la existencia propios precisamente de su

naturaleza; cada cual trabaja en las graduaciones de la experiencia determinada por una inherente voluntad secreta, una ley innata, un poder intrínseco del yo, un significado oculto. De esta manera eso es perfecto en la relación de sus fenómenos con la ley de su ser; pues todos están en armonía con eso, se adaptan a su propósito de acuerdo con la infalibilidad de la Voluntad y Conocimiento divinos que trabajan dentro de la criatura. Es perfecto y divino también en relación con el todo, en su apropiado lugar en el todo; es necesario para esa totalidad y en ella cumple una parte por la que la perfección real y progresiva de la armonía universal, la adaptación de todo en ella a su propósito y sentido totales es ayudada y completada. Si las cosas nos parecen no-divinas, si nos apresuramos a condenar este o aquel fenómeno como incoherente en cuanto a la naturaleza de un ser divino, es porque ignoramos el sentido y propósito de lo Divino en el mundo en su integridad. Porque sólo vemos partes y fragmentos, juzgamos cada uno por sí como si fuese el todo, juzgamos también los fenómenos externos sin conocer su sentido secreto; pero obrando de esa manera viciamos nuestra evaluación de las cosas, le ponemos el sello de un error inicial y fundamental. La perfección no puede residir en la cosa en su separación, pues esa separación es una ilusión; la perfección es la perfección de la total armonía divina. Todo esto puede ser verdad hasta cierto punto y hasta donde llegue; pero también es una solución incompleta por sí y no nos puede satisfacer del todo. Toma indebida cuenta de la conciencia humana y del criterio humano de los que hemos de partir; no nos concede la visión de la armonía que alega, y de esa manera no puede conciliarse con nuestra demanda ni convencemos, pues sólo contradice, mediante una fría concepción intelectual, nuestro agudo sentido humano de la realidad del mal y la imperfección; tampoco sirve de guía al elemento psíquico de nuestra naturaleza, a la aspiración del alma en pos de la luz y la verdad y en pos de una conquista espiritual, de una victoria sobre la imperfección y el mal. Por sí, este criterio de las cosas significa poco más que el fácil dogma que nos habla de que todo cuanto existe es correcto, porque todo es perfectamente decretado por la Sabiduría divina. No nos aporta nada más que un complaciente optimismo intelectual y filosófico ninguna luz se vuelca sobre los desconcertantes hechos del dolor, el sufrimiento y la discordia de los que nuestra humana conciencia da constante y turbador testimonio; a lo más es una sugestión de que en la razón divina de las cosas hay una clave de éstas a la que no tenemos acceso. Esto no es una respuesta suficiente a nuestro descontento y aspiración que, aunque ignorantes en sus reacciones, aunque mezclen sus motivos mentales, deben corresponder a una realidad divina más honda de nuestro ser. Un Todo Divino que es perfecto por la razón de la imperfección de sus partes, corre el riesgo de ser él mismo sólo perfecto en la imperfección, porque cumple enteramente alguna etapa de una finalidad incumplida; entonces es una Totalidad actual pero no última, A eso podríamos aplicarle el antiguo dicho griego: Théos ouk estin alla gignetai, empero Dios no es el ser sino el devenir. El verdadero Divino estaría entonces secreto dentro de nosotros y tal vez supremo por sobre nosotros; descubrir al Divino dentro y sobre nosotros sería la solución real, devenir perfecto como Aquél es perfecto, alcanzar la liberación a su semejanza o alcanzando la ley de su naturaleza, sadrsya, sadharmya.

Si la conciencia humana estuviese ligada al sentido de la imperfección y a la aceptación de ella como la ley de nuestra vida y carácter mismo de nuestra existencia -razonada aceptación que podría contestar, en nuestra naturaleza humana, a la ciega aceptación animal de la naturaleza animal-, entonces podremos decir que lo que somos marca el límite de la divina auto-expresión en nosotros; podríamos creer también que nuestras imperfecciones y sufrimientos trabajaron en favor de la armonía y perfección generales de las cosas, y consolarnos con este bálsamo filosófico ofrecido a nuestras heridas, satisfechos de desplazamos entre las trampas de la vida con tanta prudencia racional o tanta sagacidad y resignación filosóficas como lo permiten nuestra incompleta sabiduría mental y nuestras impacientes partes vitales. O refugiándonos en los más consoladores fervores religiosos, podríamos sometemos a todo como la voluntad de Dios con la esperanza o la fe de la recompensa en un Paraíso que está más allá donde ingresaremos en una existencia más feliz, revistiéndonos de una naturaleza más pura y perfecta. Pero existe un factor esencial en nuestra conciencia humana y sus obras que, no menos que la razón, la distingue enteramente del animal; no sólo hay en nosotros una parte mental que reconoce la imperfección, hay una parte psíquica que la rechaza. Nuestra anímica satisfacción con la imperfección como ley de la vida sobre la tierra, su aspiración en pos de la eliminación de todas las imperfecciones de nuestra naturaleza (no sólo en un cielo más allá donde sería automáticamente imposible ser imperfecto, sino aquí y ahora en una vida en la que la perfección ha de conquistarse mediante evolución y lucha), es tanto una ley de nuestro ser como aquélla contra la que se alzan; aquéllas son también divinas -divina insatisfacción, divina aspiración. En ellas está la luz inherente de un poder interior que las mantiene en nosotros de modo que lo Divino no sólo puede estar allí como una Realidad oculta en nuestra espiritual intimidad, sino desenvuelto en la evolución de la Naturaleza. Bajo esta luz podemos admitir que todo trabaja perfectamente en pos de una finalidad divina mediante una sabiduría divina y, por lo tanto, cada cosa se halla, en ese sentido, perfectamente adecuada a su lugar; pero decimos que esa no es la totalidad del propósito divino. Pues lo que es sólo justificable, halla su sentido y satisfacción perfectos mediante lo que puede ser y será. Hay, sin duda, en la razón divina una clave que justifica a las cosas como son, revelando su significado correcto y su secreto verdadero, distinto, más sutil, más profundo que su significación externa y apariencia fenoménica que es todo cuanto normalmente puede captar nuestra actual inteligencia: pero no podemos contentamos con esa creencia; buscar y descubrir la clave de las cosas es la ley de nuestro ser. El signo del descubrimiento no es un intelectual reconocimiento filosófico y una resignada o prudente aceptación de las cosas como son debido a que tienen algún sentido o propósito divinos que están más allá de nosotros; la señal real es una elevación en pos del conocimiento y el poder espirituales que transforman la ley y los fenómenos y las formas externas de nuestra vida con mayor aproximación a la verdadera imagen de ese sentido y propósito divinos. Es correcto y razonable soportar con ecuanimidad el sufrimiento y la sujeción al defecto como voluntad inmediata de Dios, una ley actual de imperfección que reposa en nuestros miembros, pero bajo la condición de que la reconozcamos también como la voluntad de Dios en nosotros para trascender el mal y el sufrimiento, para transformar la

imperfección en perfección, para ascender a una ley superior de la Naturaleza Divina. En nuestra conciencia humana está la imagen de una verdad ideal del ser, de una naturaleza divina, de una deidad incipiente: en relación con esa verdad superior nuestro estado actual de imperfección puede describirse relativamente como vida no-divina y las condiciones son la indicación que se nos da en el sentido de que están allí como primeros disfraces, no como encauzada expresión del ser divino y la naturaleza divina. Es Un Poder dentro de nosotros, la Divinidad oculta que encendió la llama de la aspiración, dibuja la imagen del ideal, mantiene vivo nuestro descontento y nos impulsa a liberamos del disfraz y revelar, o según la frase Védica, a formar y develar a la Deidad en el espíritu, la mente, la vida y el cuerpo manifiestos de esta criatura terrestre. Nuestra naturaleza actual sólo puede ser efímera, nuestro estado imperfecto, punto de partida y oportunidad para el logro de otro superior, mayor y más amplio que será divino y perfecto no sólo mediante el espíritu secreto que está dentro, sino también en su forma manifiesta y más externa de la existencia. Pero estas conclusiones son sólo razonamientos primeros o intuiciones primarias fundadas en nuestra auto-experiencia interior y en los hechos aparentes de la existencia universal. No pueden convalidarse por entero a menos que conozcamos la causa real de la ignorancia, de la imperfección y el sufrimiento, y su ubicación en el propósito cósmico o el orden cósmico. Hay tres proposiciones acerca de Dios y el mundo -si admitimos la Existencia Divina-, testificadas por la razón general y la conciencia de la humanidad; pero, una de las tres-, exigida por el carácter del mundo en que vivimos, no armoniza con las otras dos, y por esta inarmonía la mente humana es lanzada a los grandes desconciertos de la contradicción y conducida a la duda y la negación. Pues, primero, descubrimos, afirmada, una Divinidad omnipresente y una Realidad pura, perfecta y bienaventurada, sin la cual, aparte de la cual, nada podría existir, dado que todo existe solo por ella y en su ser. Todo pensamiento sobre el particular que no sea ateo o materialista, o primitivo o antropomórfico, ha de partir de esta admisión o arribar a este concepto fundamental. Es verdad que ciertas religiones parecen suponer una Deidad extracósmica que creó un mundo fuera y aparte de su propia existencia; pero cuando llegan a construir una teología o filosofía espiritual, éstas también admiten la omnipresencia o inmanencia -pues esta omnipresencia se impone, es una necesidad del pensamiento espiritual. Si tal Divinidad, Yo o Realidad existe, debe estar por doquier, una e indivisible, nada puede existir aparte de su existencia; nada puede nacer distinto de Eso; nada puede haber no sostenido por Eso, independiente de Eso, no llenado por el hálito y el poder de Su ser. Se ha sostenido ciertamente que la ignorancia, la imperfección, el sufrimiento de este mundo están apoyados por la Existencia no-Divina; pero entonces hemos de suponer dos Dioses, un Ormuz del bien y un Ahriman del mal, o tal vez, un perfecto Ser supracósmico e inmanente y un imperfecto Demiurgo cósmico o Naturaleza no-divina. Esta es una concepción posible pero improbable para nuestra inteligencia suprema -a lo más puede ser un aspecto subordinado, no la verdad original o la verdad total de las cosas; ni podemos suponer que el único Yo y Espíritu en todo y el único Poder creador de todo sean diferentes, contrarios en el carácter de su ser, separados en su voluntad y propósito.

Nuestra razón nos dice, nuestra conciencia intuitiva siente, y su testimonio es ratificado por la experiencia espiritual, que la única Existencia pura y absoluta existe en todas las cosas y seres, así como todas las cosas y los seres existen en Ella y por Ella, y nada puede existir ni suceder sin esta Presencia inmanente y omni-sostenedora. Una segunda afirmación que nuestra mente acepta naturalmente como consecuencia del primer postulado, es que, mediante la conciencia suprema y el poder supremo de esta Divinidad omnipresente en su perfecto conocimiento universal y sabiduría divina todas las cosas están ordenadas y gobernadas en sus relaciones fundamentales y sus procesos. Pero, por otra parte, el real proceso de las cosos, las reales relaciones que vemos son, tal como se presentan a nuestra conciencia humana, relaciones de imperfección, de limitación; parece inarmonía, incluso perversión, algo que es contrario a nuestra concepción de la Existencia Divina, negación muy aparente o al menos desfiguración o disfraz de la Presencia Divina. Surge entonces una tercera afirmación de la Realidad Divina y la realidad del mundo como diferentes en esencia y en orden, tan diferentes que hemos de apartamos de una para alcanzar la otra; si descubriéramos al Habitante Divino, rechazaríamos el mundo que habita, gobierna, creó o manifestó en su propia existencia. La primera de estas tres proposiciones es inevitable; la segunda debe mantenerse si el Omnipresente divino tiene algo que ver con el mundo que habita y con su manifestación, construcción, mantenimiento y gobierno; pero la tercera parece también auto-evidente y con todo es incompatible con sus precedentes, y esta disonancia nos enfrenta con un problema que parece incapaz de solución satisfactoria. No es difícil, mediante alguna construcción de la razón filosófica o del razonamiento teológico, circunvenir la dificultad. Es posible erigir una deidad ociosa, como los dioses de Epícuro, bienaventurada en sí misma, observadora pero indiferente para con el mundo regido mal regido por una ley mecánica de la Naturaleza. No es dable plantear un Yo Testigo, un Alma silenciosa en las cosas, un Purusha que permite que la Naturaleza haga lo que quiera y que se contente con reflejar todo su orden y todos sus desórdenes en su conciencia pasiva e inmaculada -o un supremo Yo absoluto, inactivo, libre de toda relación, despreocupado de las obras de la ilusión o Creación cósmicas que se ha originado misteriosa o paradójicamente en El o contra El para tentar y afligir a un mundo de criaturas temporales. Pero todas estas soluciones no hacen más que reflejar la aparente disonancia de nuestra doble experiencia; no intentan reconciliarla ni la resuelven ni explican, sino que sólo la reafirman mediante un abierto o cubierto dualismo y una esencial división de lo Indivisible. Prácticamente, se afirma una dual Deidad, Yo o Alma y Naturaleza: pero la Naturaleza, el Poder en las cosas, no puede ser nada más que un poder del Yo, del Alma, del Ser esencial de las cosas; sus obras no pueden ser completamente independientes del Alma o Yo, no pueden ser su resultado y obra contrarios, no afectados por su consentimiento o rechazo, ni una violencia de la Fuerza mecánica impuesta sobre una inercia de la Pasividad mecánica. Es posible plantear un observador Yo inactivo y una creadora Deidad activa; pero este artificio no puede servimos, pues al fin estos dos deben ser realmente uno solo en un aspecto dual -la Deidad el aspecto activo del Yo

observador, el Yo un testimonio de su propia Deidad en acción. Una discordia, un abismo entre el Yo del conocimiento y el mismo Yo de sus obras necesita una explicación, pero se presenta como inexplicado e inexplicable. O podemos plantear una doble conciencia del Brahman de la Realidad, una estática y otra dinámica, una esencial y espiritual en la que el Yo es perfecto y absoluto, la otra formativa, pragmática, en la que deviene no-yo y con la que su absoluto y perfección no tienen relación de participación; pues sólo es una formación temporal de la Realidad intemporal. Pero para nosotros que, aunque sólo semiexistentes, semi-conscientes, con todo habitamos el semisueño de la vida del Absoluto y estamos compelidos por la Naturaleza a tener en él una terrible e insistente relación y a tratarlo como real, esto importa la apariencia de una mistificación evidente; pues esta conciencia temporal y sus formaciones son también al fin un Poder del Yo único, dependen de él, pueden existir sólo por él; lo que existe por el poder de la Realidad no puede no relacionarse con Eso y Eso no relacionarse con el mundo de su propia factura de Poder. Si el mundo existe por el espíritu Supremo, de igual modo su ordenamiento y relaciones deben existir por el poder del Espíritu; su ley debe estar de acuerdo con alguna ley de la conciencia y existencia espirituales. El Yo, la Realidad, debe estar consciente de y en la conciencia-del-mundo que existe en su ser; un poder del Yo, de la realidad, debe estar constantemente determinando o, al menos, sancionando sus fenómenos y operaciones: pues no puede haber poder independiente, no puede haber Naturaleza que no derive de la Auto-Existencia original y eterna. De no ser así, debe aun estar originando o determinando el universo mediante el mero hecho de su consciente omnipresencia. Es, sin duda; una verdad de la experiencia espiritual que hay un estado de paz y silencio en el Infinito detrás de la actividad cósmica, una Conciencia que es Testigo inmóvil de la creación; pero esto no es el total de la experiencia espiritual, y no podemos esperar hallar en un solo lado del conocimiento una explicación fundamental y total del Universo. Una vez admitido el gobierno divino del universo, debemos concluir que el poder de gobernar es completo y absoluto; pues de lo contrario estamos obligados a suponer que un ser y conciencia infinitos y absolutos tienen conocimiento y voluntad limitados en su control de las cosas o impedidos en su poder de obrar. No es imposible conceder que la suprema e inmanente Divinidad pueda dejar cierta libertad de obrar a algo que llegó a ser en su perfección pero que es en sí imperfecto y causa de imperfección, a una Naturaleza ignorante o inconsciente, a la acción de la mente y voluntad humanas, incluso a un Poder o Fuerzas conscientes de la oscuridad y el mal que se ubican en el reino de la inconciencia básica. Pero ninguna de estas cosas es independiente de Su propia existencia, naturaleza y conciencia, y ninguna de ellas puede actuar salvo en Su presencia y mediante Su sanción o permiso. La libertad del Hombre es relativa y no es el único responsable de la imperfección de su naturaleza. La ignorancia e inconciencia de la Naturaleza surgieron, no independientemente, sino en el Ser único; la imperfección de sus obras no puede ser enteramente extraña a alguna voluntad de la Inmanencia. Puede admitirse que a las fuerzas puestas en movimiento se les permita estructurarse de acuerdo con la ley de su movimiento; pero lo que la divina Omnisciencia y Omnipotencia permite que surja y actúe en Su omnipresencia; en Su omni-existencia, debemos considerarlo originado y decretado, dado que

sin el fiát del Ser no podrían haber sido, ni podrían seguir existiendo. Si el Divino se preocupa del mundo que ha manifestado, no hay otro Señor que El y de esa necesidad de Su ser original y universal no puede existir eventualmente escape ni partida. Es en el fundamento de esta autoevidente consecuencia de nuestra primera premisa, sin evasión alguna de sus implicancias, que hemos de considerar el problema de la imperfección, del sufrimiento y del mal. Y primero debemos advertir que la existencia de la ignorancia, del error, de la limitación, del sufrimiento, de la división y la discordia en el mundo, no requiere por sí, como demasiado presurosa mente imaginamos, una negación o refutación del ser divino, de la conciencia, poder, conocimiento, voluntad, deleite en el universo. Pueden ser eso si los tomamos por separado, mas no es menester que -así lo hagamos si obtenemos una clara visión de su ubicación y significado en un panorama completo de las obras universales. Una parte separada del Todo puede ser imperfecta, fea, incomprensible; pero cuando la vemos en el todo, recobra su sitio en la armonía, tiene un significado y empleo. La Realidad Divina es infinita en su ser; en este ser infinito, descubrimos por doquier al ser limitado -ese es el hecho aparente del que parece partir nuestra existencia y al qué rinden constante testimonio nuestro estrecho ego y sus actividades egocéntricas. Pero, en realidad, cuando llegamos a un autoconocimiento integral, descubrimos que no estamos limitados, pues también somos infinitos. Nuestro ego es sólo una faz del ser universal y carece de existencia separada; nuestra aparente individualidad separativa es sólo un movimiento superficial y detrás de él nuestra individualidad real se extiende a la unidad con todas las cosas y hacia arriba, a la unidad con la trascendente Infinitud Divina. De esa manera nuestro ego, que parece una limitación de la existencia, es realmente un poder de la infinitud; la irrestricta multiplicidad de los seres en el mundo es un resultado y señal que evidencian, no una limitación o finitud, sino esa ilimitable Infinitud. La división aparente nunca puede erigirse en una separación real; sosteniéndola y superándola hay una indivisible unidad que la división misma no puede dividir. Este fundamental hecho -el-mundo del ego y la aparente división y sus obras separativas en la existencia del mundo no es la negación de la Naturaleza Divina de la unidad y del ser indivisible; Son los resultados superficiales de una infinita multiplicidad que es un poder de la Unidad infinita. Entonces no existe una real división o limitación del ser, ni una fundamental contradicción de la Realidad omnipresente; sino que parece existir una limitación real de la conciencia: hay una ignorancia del yo, un velo de la Divinidad interior, y toda la imperfección es Su consecuencia. Pues nos identificamos mental, vital y psíquicamente, con esta ego-conciencia superficial que es nuestra primera auto-experiencia insistente; esto nos impone, no una división fundamentalmente real sino práctica de todas las inconvenientes consecuencias de esa separación de la Realidad. Pero aquí nuevamente hemos de descubrir que desde el punto de vista de las obras de Dios, cualesquiera que sean nuestras reacciones o nuestra experiencia en la superficie, este hecho de la ignorancia es una operación del conocimiento y no una ignorancia verdadera. Su fenómeno de la ignorancia es un movimiento superficial; pues detrás hay una omni-conciencia indivisible: la ignorancia es un poder frontal de esa omni-conciencia que se limita en cierto campo, dentro de

ciertas fronteras para una particular operación del conocimiento, una particular modalidad de la obra consciente, y mantiene detrás todo el resto de su conocimiento, a la espera, como fuerza de retaguardia. Todo cuanto se halla oculto de esa manera es un oculto receptáculo de luz y poder de la Omníconciencia a fin de volcarlo para la evolución de nuestro ser en la Naturaleza; hay una obra secreta que llena todas las deficiencias de la Ignorancia frontal, actúa a través de sus aparentes traspiés, impide que lleven a un resultado final distinto del decretado por el Omni-Conocimiento, auxilia al alma en la Ignorancia a apartarse de su experiencia, inclusive de los sufrimientos y errores de la personalidad natural, lo cual es necesario para su evolución y para dejar atrás cuanto no resulte utilizable. Este poder frontal de la Ignorancia es un poder de concentración en una obra limitada, muy similar al poder de nuestra mentalidad humana por el que nos absorbemos en un particular objeto o trabajo y parecemos usar tal conocimiento o ideas como resultan necesarios para eso --el resto, que sea ajeno o interfiera, se deja atrás por el momento: en realidad todo el tiempo es una conciencia indivisible que somos la que llevó a cabo el trabajo por cumplir, la que vio la cosa como había que verla-, esa y no un fragmento de conciencia ni una exclusiva ignorancia nuestra es la silenciosa conocedora y trabajadora: lo mismo ocurre con este poder frontal de concentración de la Omni-Conciencia en nosotros. En nuestra evaluación de los movimientos de nuestra conciencia, esta capacidad de concentración es sostenida correctamente por los máximos poderes de la mentalidad humana. Pero igualmente el poder de proceder a lo que parece obra exclusiva del conocimiento limitado, lo que se nos presenta como ignorancia, debe considerarse uno de los máximos poderes de la Conciencia divina. Es sólo un supremo Conocimiento auto-poseedor el que puede de manera tan potente limitarse en el acto y, con todo, trabajar perfectamente en todas sus intenciones a través de esa aparente, ignorancia. En el universo vemos este supremo Conocimiento auto-poseedor trabajar a través de una multitud de ignorancias, cada una pugnando de acuerdo con su propia ceguera; mas a través de todas ellas construye y ejecuta sus armonías universales. Es más, el milagro de su omnisciencia se presenta más asombrosamente en lo que nos parece la acción de un Inconsciente, cuando a través de la nesciencia completa o parcial -más espesa que nuestra ignoranciadel electrón, del átomo, de la célula, de la planta, del insecto, de las ínfimas formas de la vida animal, dispone perfectamente su orden de las cosas y guía el impulso instintivo o el ímpetu inconsciente hacia un fin poseído por el OmniConocimiento pero mantenido detrás de un velo, no conocido por la forma instrumental de la existencia, y perfectamente operativo dentro del instinto o del ímpetu. Podemos decir entonces que esta acción de la ignorancia o la nesciencia no es ignorancia real, sino poder, signo, prueba de omnisciente auto-conocimiento y omni-conocimiento. Si necesitamos cualquier testimonio personal e interior de esta indivisible omni-conciencia detrás de la ignorancia, toda la Naturaleza es una prueba externa-, podemos obtenerlo con cualquier integridad en nuestro más hondo ser interior o en el mayor y superior estado espiritual cuando, tras retirar el velo de nuestra ignorancia superficial, entramos en contacto con la Idea y Voluntad divinas que están detrás. Entonces vemos con bastante claridad que lo hecho por nosotros en nuestra ignorancia ya había sido previsto y guiado, en cuanto a sus resultados por la Omnisciencia invisible;

descubrimos una obra mayor detrás de nuestra obra ignorante y empezamos a vislumbrar su propósito en nosotros: entonces solamente podemos ver y conocer qué adoramos en la fe, reconocer totalmente la Presencia pura y universal, encontrar al señor de todo ser y toda Naturaleza. De igual manera que con la causa, -la Ignorancia-, así ocurre con las consecuencias de la Ignorancia. Todo esto que nos parece incapacidad, debilidad, impotencia, limitación de poder, lucha obstaculizada y engrillado esfuerzo de nuestra voluntad, toma desde el punto de visto de lo Divino, en sus auto-obras, el aspecto de una justa limitación de un poder omnisciente mediante la libre voluntad de ese mismo Poder, de modo que la energía superficial guarde exacta correspondencia con la obra a realizar, con su intento, su asignado buen éxito o su destinado (porque es necesario) fracaso, con el equilibrio de la suma de fuerzas en las que es parte y con el resultado mayor, del cual sus propios resultados son una porción indivisible. Detrás de esta limitación del poder está el Omni-Poder y ese Omni-Poder trabaja en la Iimitacíón, pero es a través de la suma de muchas obras limitadas que la Omnipotencia indivisible ejecuta infaliblemente y soberanamente sus propósitos. Este poder de limitar su fuerza y trabajar a través de esa autolimitación, por lo que llamamos esfuerzo, lucha, dificultad, por lo que nos parece una serie de fracasos o semirenuentes éxitos, y a través de ellos de alcanzar su intención secreta, no es por lo tanto signo, prueba o realidad de debilidad sino signo, prueba, realidad -la máxima posible- de omnipotencia absoluta. En cuanto al sufrimiento, tan gran tropiezo para nuestra comprensión del universo, es evidentemente consecuencia de la limitación de la conciencia, de la restricción de la fuerza que nos impide dominar o asimilar el contacto de lo que es para nosotros otra-fuerza: el resultado de esta incapacidad y desarmonía es que el deleite del contacto no puede captarse y afecta nuestro sentido mediante una reacción de incomodidad o dolor, un defecto o exceso, una discordia que da por resultado una lesión interna o externa, nacida de la división entre nuestro poder del ser y el poder del ser que nos encuentra. Detrás, en nuestro yo y espíritu, está el Omni-Deleite del ser universal, que toma cuenta del contacto, deleite primero en soportar y luego en conquistar el sufrimiento y finalmente en transmutarlo a lo que llegará de aquí en adelante; pues dolor y sufrimiento son un término perverso y contrario del deleite de la existencia, y pueden volver a su opuesto, inclusive al original Omni-Deleite, Ananada. Este Omni-Deleite no está sólo presente en lo universal, sino que está aquí secreto en nosotros mismos, como lo descubrimos cuando nos remontamos de nuestra conciencia externa al Yo dentro de nosotros; el ser psíquico en nosotros toma nota incluso de sus experiencias más perversas o contrarias al igual que de sus más benignas experiencias, y crece mediante su rechazo o aceptación: extrae un significado y uso divinos de nuestros más apremiantes sufrimientos, dificultades e infortunios. Nada salvo este OmniDeleite podría atreverse o llegar a imponer tales experiencias sobre sí o sobre nosotros; nada más podría volcrlas para su propia utilidad y nuestro provecho espiritual. De igual manera también nada salvo una inalienable armonía del ser inherente a una inalienable unidad del ser aventaría tantas acérrimas discordias aparentes, forzándolas para esa finalidad de modo que, al fin

resultan incapaces de hacer algo más salvo servir y asegurar, e incluso mudarse en elementos que constituyen un creciente ritmo universal y una armonía última. Por doquier está la Realidad divina que podemos descubrir detrás de aquello a lo que estamos compelidos por la naturaleza de la conciencia superficial en la que moramos a llamar no-divino y en un sentido estamos en lo cierto al emplear ese vocablo; pues estas apariencias son un velo sobre la Perfección Divina, un velo necesario para la figura actual mas no para la verdadera y completa. Mas aunque consideremos así al universo, no podemos ni debemos descartar como entera y radicalmente falsos los valores que le da nuestra limitada conciencia humana. Pues pesar, dolor, sufrimiento, error, falsedad, ignorancia, maldad, incapacidad, omisión y mala acción, desviación y negación de la voluntad, egoísmo, limitación, división de los demás seres con los que deberíamos ser uno, todo eso prepara la figura efectiva de lo que llamamos mal, son hechos de la conciencia-del-mundo, no ficciones ni irrealidades, aunque son hechos cuyo sentido completo y verdadero valor no es el que les asignamos en nuestra ignorancia. Aun nuestro sentido de ellos es parte del sentido verdadero, nuestros valores de ellos son necesarios para sus valores completos. Un lado de la verdad de estas cosas lo descubrimos cuando ingresamos en una conciencia más profunda y mayor; pues entonces nos encontramos con que hay una utilidad cósmica e individual en la que se nos presenta como adversa y mala. Pues sin la experiencia del dolor no conseguiríamos el valor infinito del deleite divino; toda la ignorancia es penumbra que circunda una órbita del conocimiento, todo error señala la posibilidad y esfuerzo de descubrimiento de la verdad; toda debilidad y fracaso es primer sondeo de los abismos del poder y la potencialidad; toda división tiende a enriquecer mediante experiencia de variada dulzura unificadora la dicha de la unidad realizada. Toda esta imperfección es para nosotros un mal, mas todo mal genera el bien eterno; pues todo es imperfección que es la primera condición -en la ley de la vida que evoluciona de la Inconciencia- de una perfección mayor en la manifestación de la divinidad oculta. Pero al mismo tiempo nuestro sentimiento actual de este mal e imperfección, la revuelta de nuestra conciencia contra ellos es también evaluación necesaria; pues si primero hemos de afrontarlos y soportarlos, nuestro mandato último consiste en rechazar, vencer y transformar la vida y la naturaleza. Es por esa finalidad que no se admite que su insistencia se afloje; el alma debe aprender los resultados de la Ignorancia, debe empezar a sentir sus reacciones como una espuela de su esfuerzo de dominio y conquista, y finalmente de mayor esfuerzo de transformación y trascendencia. Es posible, cuando vivimos interiormente en las profundidades, arribar a un estado de vasta igualdad y paz internas no tocado por las reacciones de la naturaleza externa, y que es una grande pero incompleta liberación, pues la naturaleza externa también tiene derecho a liberarse. Pero aunque nuestra liberación personal sea completa, todavía está el sufrimiento de los demás, el parto del mundo, que lo grande del alma no puede considerar con indiferencia. Existe una unidad con todos los seres que algo dentro de nosotros siente y la liberación de los demás debe tener la intimidad de la propia liberación.

Esta es entonces aquí la ley de la manifestación, la razón de la imperfección. Cierto, es una ley de la manifestación solamente e incluso una ley especial de este movimiento en que vivimos, y podemos decir que no necesita haber sido si no existiese movimiento de manifestación o este movimiento no hubiese existido- más, habiéndose dado la manifestación y el movimiento, la ley es necesaria. Resulta demasiado simple decir que la ley y todas sus circunstancias son una irrealidad creada por la conciencia mental, no existente en Dios, y ser indiferente a estas dualidades o apartarse de la manifestación dentro del puro ser de Dios es la única sabiduría. Es cierto que son creaciones de la Conciencia mental, pero la Mente es sólo secundariamente responsable; en una realidad más honda son, como lo hemos visto ya, creaciones de la Conciencia Divina que proyecta la mente fuera de su Omni-conocimiento para así realizar estos valores opuestos o contrarios a su omni-poder, omniconocimiento, omni-deleite, omni-ser y unidad. Obviamente, esta acción y estos frutos de la Conciencia Divina podemos llamarlos irreales en el sentido de no ser la verdad eterna y fundamental del ser, o puede adscribírseles falsedad porque contradicen lo que es original y eventualmente la verdad del ser; pero todos por igual tienen su persistente realidad e importancia en nuestra actual fase de la manifestación, y no pueden ser mero error de la Conciencia Divina sin significado alguno en la sabiduría divina, sin propósito alguno de dicha, poder y conocimiento divinos que justifiquen su existencia. La justificación debe existir aunque para nosotros repose sobre un misterio que enfrentamos, mientras vivimos en la experiencia superficial, como un enigma insoluble. Pero si, aceptando este lado de la Naturaleza, decimos que todas las cosas están fijadas en su estatutaria y estacionaria ley del ser, y el hombre también debe estar fijado a sus imperfecciones, su ignorancia, pecado, debilidad, vileza y sufrimiento, nuestra vida pierde su verdadera significación. El intento perpetuo del hombre para surgir de la oscuridad e insuficiencia de su naturaleza carece entonces de salida en el mundo mismo, en la vida misma; su única salida, si es que hay alguna, debe consistir en una huida de la vida, del mundo, de su existencia humana y por lo tanto de su eternamente insatisfactoria ley del ser imperfecto, ya sea en pos de un cielo de los dioses o de Dios o en pos de la pura inefabilidad del Absoluto. De ser así, el hombre jamás puede liberar realmente de la ignorancia y falsedad la verdad y el conocimiento; del mal y la fealdad el bien Y la belleza; de la debilidad y la vileza el poder y la gloria; del pesar y el sufrimiento la dicha y el deleite; que están contenidos en el Espíritu detrás de ellos y cuyas contradicciones son las primeras condiciones adversas y contrarias del emerger. Todo cuanto puede hacer es erradicar de él las imperfecciones y sobrepasar también sus balanceadores opuestos, asimismo imperfectos, dejar con la ignorancia al conocimiento humano, con el mal al bien humano, con la debilidad a la fuerza y poder humanos, con la lucha y el sufrimiento al amor y dicha humanos; pues éstos, en nuestra actual naturaleza, están inseparablemente juntos, parecen dualidades conjuntas, polo negativo y polo positivo de la misma irrealidad, y dado que no pueden ser elevados ni transformados, ambos deben abandonarse: la humanidad no puede cumplirse en la divinidad; debe cesar, dejarse atrás y rechazarse: Si el resultado será un goce individual de la absoluta naturaleza divina o de la Presencia Divina o un Nirvana en el Absoluto exento de características, es un punto en el que difieren las religiones y

filosofías: pero en cualquier caso la existencia humana sobre la tierra debe tomarse como condenada a la imperfección eterna por la ley misma de su ser; es perpetua e inmodificablemente una no-divina manifestación en la Existencia Divina. El alma, al asumir la humanidad, tal vez por el hecho mismo del nacimiento, cayó de lo Divino, cometió un pecado o error original que el objetivo espiritual del hombre, tan pronto se ilumine, debe anular integralmente, eliminar indeclinablemente. En ese caso, la única explicación razonable de tan paradójica manifestación o creación es que se trata de un juego cósmico, de un Lila, de un juego, de una diversión del Ser Divino. Puede ser El quien pretende ser no-divino, que usa la apariencia como máscara o afeites de actor por el sólo placer de la ostentación o el drama. O El ha creado la ignorancia, el pecado y el sufrimiento no-divinos y creados tan sólo para la dicha de una creación múltiple. O tal vez, como lo suponen curiosamente algunas religiones, El ha hecho esto para que haya criaturas inferiores que lo alaben y glorifiquen por su bondad, sabiduría, bienaventuranza y omnipotencia eternas y procuren débilmente llegar una pulgada más cerca del bien a fin de participar de la bienaventuranza, so pena de castigo -que algunos suponen eterno- si, como lo debe soportar la mayoría por su misma imperfección, fracasan en su esfuerzo. Pero a la doctrina de un Lila tan crudamente declarada siempre es posible responder que un Dios, omni-bienaventurado, que se deleite en el sufrimiento de las criaturas o les imponga tal sufrimiento por las faltas de su propia creación imperfecta, no sería una Divinidad y contra El el ser y la inteligencia moral de la humanidad deberían alzarse o negar Su existencia. Pera si el alma humana es una porción de la Divinidad, si es un Espíritu divino en el hombre que inviste esta imperfección, y en la forma de la humanidad consiente en soportar este sufrimiento, o si el alma en la humanidad se interpreta como lanzada al Espíritu Divino y Su asociado en el juego de la imperfección aquí, en el deleite del ser perfecto en otra parte; el Lila puede aún seguir siendo una paradoja, pero ésta deja de ser cruel o sublevante, a lo más, puede considerarse como un extraño misterio, inexplicable para la razón. Para explicar eso debe haber dos elementos faltantes: un asentimiento consciente del alma a esta manifestación y una razón en la Omni-Sapiencia que torna significativo e inteligible el juego. La extrañeza del-juego disminuye, la paradoja pierde su filo de agudeza si descubrimos que, aunque existan grados fijos, cada uno con su propio orden natural, sólo son pasos firmes para un progresivo ascenso de las almas corporizadas en las formas de la materia, una progresiva manifestación divina que surge del estado inconsciente al superconsciente u omni-consciente con la conciencia humana como su punto decisivo de transición. La imperfección se convierte entonces en un término necesario de la manifestación: pues, dado que toda la naturaleza divina está oculta pero presente en el Inconsciente, debe gradualmente librarse de él; esta graduación necesita un desenvolvimiento parcial, y este carácter o inintegridad parciales del desenvolvimiento necesitan la imperfección. Una manifestación evolutiva exige una etapa media con graduaciones por encima y por debajo de ella, precisamente una etapa tal como la conciencia mental del hombre (parte conocimiento, parte ignorancia), un poder medio del ser que aún se asoma sobre el Inconsciente pero lentamente surge en pos de la Divina Naturaleza

omni-consciente, Un desenvolvimiento parcial que implique imperfección e ignorancia puede tomar como inevitable compañía, quizá como base para ciertos movimientos, una aparente perversión de la verdad original del ser. Pues para que duren la ignorancia o imperfección ha de existir un aparente contrario de todo lo que caracteriza a la naturaleza divina, su unidad, su omniconciencia, su omni-poder, su omni-armonía, su omni-bondad, su omni-deleite; debe aparecer limitación, discordia, inconciencia, desarmonía, incapacidad, insensibilidad, sufrimiento y mal. Pues, sin esa perversión, la imperfección no tendría sólido punto de apoyo, no se manifestaría tan libremente ni mantendría su naturaleza como frente a la presencia de la Divinidad subyacente. Un conocimiento parcial es conocimiento imperfecto y el conocimiento imperfecto es hasta ese punto, ignorancia, contrario de la naturaleza divina: pero en su visión de lo que está más allá de su conocimiento, este negativo contrarío se convierte en un positivo contrario; origina error, conocimiento equivocado, equivocado trato de las cosas; de la vida, de la acción; el conocimiento equivocado se convierte en equivocada voluntad en la naturaleza, al principio, tal vez, equivocado por error, pero después equivocado por elección, por apego, por deleite en la falsedad, el simple contrario se vuelve compleja perversión. Una vez admitidas la inconciencia y la ignorancia, forman un resultado natural en una secuencia lógica y no han de ser admitidos también como factores necesarios. La única cuestión consiste en la razón de porqué este género de manifestación progresiva fue necesaria; ese es el único punto que queda oscuro para la inteligencia. Una manifestación de esta índole, una auto-creación o Lila, no parecería justificable si fuese impuesta en la renuente criatura; pero resultará evidente que el consentimiento del espíritu corporizado ya debe estar allí, pues Prakriti no puede actuar sin el consentimiento de Purusha. Debe haber estado no sólo la voluntad del Divino Purusha para hacer posible la creación cósmica, sino también el consentimiento del Purusha individual para hacer posible la manifestación individual. Pero puede decirse que la razón para la Voluntad Divina y deleite en una progresiva manifestación difícil y atormentada, y la razón del consentimiento del alma, es todavía un misterio. Mas no es un misterio por completo si contemplamos nuestra propia naturaleza y podemos suponer algún movimiento afín del ser al principio como su origen cósmico. Por el contrario, un juego de auto-ocultamiento y auto-descubrimiento es una de las enérgicas dichas que el ser consciente puede brindarse, un juego de atractividad extrema. No hay mayor placer para el hombre mismo que una victoria que, en su principio mismo, es una conquista de las dificultades, una victoria en el poder, una victoria en la creación sobre las imposibilidades de la creación, un deleite en la conquista de un angustiado trabajo y una dura prueba de sufrimiento. Al final de la separación está la intensa dicha de la unión, la dicha de un encuentro con un yo del que estaba dividido. Hay una atracción en la ignorancia misma porque nos proporciona la dicha del descubrimiento, la sorpresa de una creación nueva e imprevista, una gran aventura del alma, hay una dicha del viaje, de la búsqueda y el hallazgo, una dicha de la batalla y la corona, el esfuerzo y la recompensa del esfuerzo. Si el deleite de la existencia es el secreto de la creación, este también es un deleite de la existencia; puede considerarse como la razón o, al menos una razón de este aparentemente paradójico y contrario Lila. Pero, aparte de esta elección del Purusha individual,

hay una verdad más honda inherente a la Existencia original que halla su expresión en la fusión en la Inconciencia; su resultado es una nueva afirmación de Sachchidananda en su aparente opuesto. Si se concede el derecho de la variada automanifestación del Infinito, esta también como posibilidad de su manifestación es inteligible y tiene su profundo significado.

Capitulo V LA ILUSION COSMICA: MENTE, SUEÑO Y ALUCINACION Tú que has llegado a este mundo efímero e infeliz, vuelve a Mí. Gita Este Yo, es un yo del Conocimiento, una luz interior en el corazón; él es el ser consciente común a todos los estados del ser y se desplaza en ambos mundos. El se convierte en un yo-onírico y traspone este mundo y sus formas mortales ... Hay dos planos en este ser consciente, éste y el otro mundo; un tercer estado es su lugar de unión, el estado onírico, y cuando se halla en este su lugar de unión, ve ambos planos de su existencia, este mundo y el otro. Cuando duerme, toma la sustancia de este mundo en el que todo existe y él mismo deshace y él mismo construye mediante su propia iluminación, su propia luz; cuando este ser consciente duerme, se torna luminoso con su auto-luz... No hay caminos ni carruajes, ni dichas ni placeres, ni estanques, ni fuentes ni ríos, pero los crea con su propia luz, porque él es el hacedor. Mediante el sueño se despoja de su cuerpo y sin dormir, ve a quienes duermen; preserva mediante su hálito vital el nido inferior e inmortal, parte de su nido; inmortal, va donde quiere, el dorado Purusha, el Cisne solitario. Dicen: solamente suyo es el país del despertar, pues las cosas que ve despierto son las mismas que ve dormido"; mas allí él es su propia auto-luz. Brihadaranyaka Upanishad Lo que se ve y lo que no se ve, lo que se experimenta y lo que no se experimenta, lo que es y lo que no es, viendo todo, es todo y lo ve (todo). Piasna Upanishad

Todo pensamiento humano, toda humana experiencia mental se mueve entre afirmación y negación constantes; para su mente no hay verdad ideal ni resultado experimental que no pueda afirmarse, nada que no pueda negarse. Ha negado la existencia del ser individual, ha negado la existencia del cosmos, ha negado la existencia de cualquier Realidad inmanente o subyacente, ha negado cualquier realidad que esté más allá del individuo y del cosmos, pero está también afirmando constantemente estas cosas -a veces una de ellas solamente o dos o todas juntas. Tiene que obrar así porque nuestra mente pensante es, en su naturaleza misma, una ignorante negociadora de posibilidades, que no es dueña de las verdades que se esconden detrás de ellas, sino que las sondea y prueba, una por vez o muchas juntas por sí, por azar, puede obtener alguna firme creencia o conocimiento de ellas, alguna

certeza; empero, al vivir en un mundo de relatividades y posibilidades, no puede arribar a ninguna certeza final, a ninguna convicción absoluta ni permanente. Incluso lo real, lo concreto puede presentarse a nuestra mentalidad como un "puede ser o no puede ser", syad va na syad va, o como un es bajo la sombra de "podría no haber sido", y con el aspecto de lo que no será de ahora en más. Nuestro ser vital es también afligido por la misma incertidumbre; no puede reposar en ningún objetivo vital del que pueda derivar una satisfacción segura o final, o al que pueda asignarle un valor duradero. Nuestra naturaleza parte de hechos y realidades que toma por reales; es impulsada a través de ellos hacia la persecución de posibilidades inciertas y tiende eventualmente a cuestionar cuanto tomó como real. Pues procede de una ignorancia fundamental y no se sustenta en una verdad cierta; todas las verdades sobre las que reposa por un tiempo, se descubren como parciales, incompletas o cuestionables. Al comienzo el hombre vive en su mente física que percibe lo real, lo físico, lo objetivo y lo acepta como un hecho y este hecho como verdad auto-evidente más allá de toda cuestión; cuanto no sea real, ni físico, ni objetivo, lo considera irreal o inconcreto, sólo aceptable como enteramente real cuando deviene, hecho real, cuando deviene hecho físico, cuando deviene hecho objetivo: también considera su propio ser como hecho objetivo, respaldado en su realidad por su existencia en un cuerpo visible y sensible; todos los otros seres y cosas subjetivas los acepta sobre la misma evidencia en la medida en que puedan convertirse en objetos de nuestra conciencia externa o aceptables para esa parte de la razón que construye sobre los datos suministrados por esa conciencia y confía en ellos como una base sólida del conocimiento. La Ciencia física es una vasta extensión de esta mentalidad: corrige los errores del sentido e impulsa más allá de las primeras limitaciones de la mente sensoria descubriendo medios de allegar hechos y objetos no captables por nuestros órganos corpóreos dentro del campo de la objetividad; pero tiene la misma norma de la realidad, la concretez objetiva y física; su prueba de lo real es Ia posibilidad de verificación mediante la razón positiva y la evidencia objetiva. Pero el hombre tiene también una mente vital, una mentalidad vital que es instrumento del deseo; no se satisface con lo real, es negociadora de posibilidades; se apasiona por la novedad y siempre busca extender los límites de la experiencia para la satisfacción del deseo, para el disfrute, para una ampliada auto-afirmación y agrandamiento de su campo de poder y provecho. Desea, disfruta, posee los realidades, pero también anda a la caza de posibilidades irrealizadas, anhela materializarlas, poseerlas y también disfrutarlas. No se satisface solamente con lo físico y lo objetivo, sino que también busca una satisfacción y placer subjetivos, imaginativos, puramente emocionales. Si no existiese este factor, la mente física del hombre viviría como el animal, aceptando su primera vida física real y sus límites como su posibilidad total, moviéndose en el orden fijo de la Naturaleza material y no esperando nada más de ella. Pero esta mente vital, esta inquieta voluntad vital, llega con sus demandas y altera esta inerte o rutinaria satisfacción que vive encadenada a la realidad; agranda siempre el deseo y las ansias, crea una insatisfacción, un desasosiego, una búsqueda de algo más de lo que la vida parece capaz de darle, produce una vasta ampliación del campo de la realidad

física mediante la actualización de nuestras irrealizadas posibilidades, pero también una constante demanda de más y, siempre más, una búsqueda de nuevos mundos por conquistar, un incesante desplazamiento en pos de la superación de los vínculos de la circunstancia y de una auto-superación. Para sumarse a esta causa de desasosiego e incertidumbre llega una mente pensante que inquiere en todo, cuestiona todo, erige afirmaciones y desmorona otras, alza sistemas de certidumbre pero finalmente no acepta ninguno de ellos como cierto, firma y cuestiona la evidencia de los sentidos, sigue las conclusiones de la razón pero las deshace nuevamente para arribar a conclusiones diferentes o muy opuestas, y continúa este proceso indefinidamente, no ad infinitum. Esta es la historia del pensamiento humano y del esfuerzo humano; una constante ruptura de vínculos sólo para desplazarse siempre dentro de los mismos espirales, ampliados tal vez, pero siguiendo las mismas o constantemente similares curvas direccionales. La mente humana, siempre a la búsqueda, siempre activa, nunca arriba a una realidad firmemente fija de los objetivos y objetos vitales ni a una sólida realidad de sus certidumbres y convicciones, a un fundamento establecido o una formación firme de su idea de la existencia. En cierto punto de este constante desasosiego y esfuerzo incluso, la mente física pierde su convicción de certeza objetiva y entra en el agnosticismo que cuestiona todas sus normas de vida y conocimiento, duda si todo esto es real o si todo, aunque real, no es fútil; la mente vital, frustrada por un profundo disgusto o insatisfecha con todas sus satisfacciones, acometida por un profundo disgusto y contrariedad, descubre que todo es vanidad y molestia espiritual, y está presta a rechazar la vida y la existencia como una irrealidad, todo por lo que fue en pos como una ilusión, como Maya; la mente pensante, desmoronando todas sus afirmaciones, descubre que todas son meras construcciones mentales y que en ellas no hay realidad y que la única realidad es algo más allá de esta existencia, algo que no ha sido hecho ni construido, algo Absoluto y Eterno, -todo lo que es relativo, todo lo que es temporal es un sueño, una alucinación mental o un vasto delirio, una inmensa ilusión cósmica, una engañosa figura de existencia aparente. El principio de la negación prevalece sobre el principio de la afirmación y se torna universal y absoluto. De allí surgen las grandes religiones y filosofías negadoras-del-mundo; de allí también una retracción del motivo vital de sí y una búsqueda en pos de una vida en otro sitio, impoluta y eterna, o de una voluntad para anular la vida misma en una inmóvil Realidad o una No-Existencia original. En la India, la filosofía de la negación-del-mundo brindó formulaciones de poder y valor supremos mediante dos de los máximos pensadores, Buda y Shankara. Existieron, intermedias o posteriores en el tiempo, otras filosofías de considerable importancia, algunas de ellas ampliamente aceptadas, formuladas con mucha agudeza de pensamiento por hombres de genio e intuición espiritual, que disputaron con mayor o menor fuerza y éxito las conclusiones de estos dos grandes sistemas metafísicos, pero ninguna se presentó con igual fuerza o personalidad o similar efecto masivo. El espíritu de estas dos destacadas filosofías espirituales -pues Shankara en el proceso histórico de la mente filosófica de la India asume, completa y reemplaza a Buda- pesó con un tremendo poder sobre su pensamiento, religión y mentalidad general: por doquier genera su poderosa sombra, por doquier se halla la impresión de las

tres grandes fórmulas, la cadena del Karma, el escape de la rueda del renacimiento, Maya. Por lo tanto, es necesario considerar la Idea o Verdad detrás de la negación de la existencia cósmica y encarar aunque brevemente, cuál es el valor de sus principales formulaciones o sugestiones, en qué realidad están, cuánto tienen de imperativo para la razón o la experiencia. Por ahora resultará bastante echar un vistazo a las ideas principales que se agrupan en torno de la concepción de la gran ilusión Cósmica, de Maya, y anteponerles las que son propias de nuestra línea de pensamiento y visión; pues ambas proceden de la concepción de la Realidad Única, pero una línea conduce al ilusionismo universal, la otra al Realismo universal, un universo irreal o realirreal que reposa sobre una Realidad trascendente o un universo real que reposa sobre una Realidad a la vez universal y trascendente o absoluta. En sí y por sí, la aversión del ser vital, la retracción de la mente vital para con la vida, no puede tomarse como válida o concluyente. Su más firme motivo es un sentido de desasosiego y una aceptación de las frustraciones sin mayor reclamo de conclusividad que el motivo opuesto del idealista, de la esperanza invariable y su fe y voluntad por realizar. No obstante, hay cierta validez en el sostén mental de este sentido de frustración, en la percepción a la que la mente pensante arriba de que hay una ilusión detrás de todo esfuerzo humano y terrestre, la ilusión de sus evangelios políticos y sociales, la ilusión de sus esfuerzos éticos hacia la perfección, la ilusión de la filantropía y servicio, la ilusión de las obras, la ilusión de fama, poder, éxito, la ilusión del logro total. El esfuerzo humano, social y político da vueltas siempre en círculo y no lleva a ninguna parte; la vida y naturaleza del hombre sigue siendo siempre la misma, siempre imperfecta y ni las leyes ni las instituciones ni la educación ni la Filosofía ni la moralidad ni las enseñanzas religiosas han tenido éxito en producir al hombre perfecto, mucho menos una humanidad perfecta, -endereza cuanto quieras la cola del perro, se ha dicho, ella siempre retorna a su curva natural y torcida. El altruismo, la filantropía y el servicio, el amor cristiano o la compasión budista no hicieron al mundo una pizca más feliz, sólo brindan infinitesimales porciones de alivio momentáneo aquí y allá, arrojan gotas en el fuego del sufrimiento del mundo. Todos los objetivos son, al final, transitorios y fútiles, todos los logros son insatisfactorios y evanescentes: todas las obras son tantos afanes, éxito y fracaso que no consuman nada definitivo: cualesquiera sean los cambios introducidos en la vida humana son sólo formales y estas formas se persiguen, unas a otras, en un círculo fútil; pues la esencia de la vida, su carácter general sigue siendo el mismo por siempre. Este criterio de las cosas puede ser exagerado, pero es una fuerza innegable, está apoyado por la experiencia de siglos de la humanidad y lleva consigo un significado que en un tiempo u otro cae sobre la mente con arrolladora apariencia de auto-evidencia. No es esa sólo, sino que si es verdad que las leyes y valores fundamentales de la existencia terrestre están fijados o que deben girar siempre en reiterados ciclos, -y esto durante mucho tiempo fue una noción de prevalencia-, entonces es difícil escapar al fin a este criterio de las cosas. Pues la imperfección, la ignorancia, la frustración y el sufrimiento son un factor dominante del orden-del-mundo existente; los elementos contrarios a ellos, conocimiento, felicidad, éxito, perfección, se descubren constantemente como engañosos o inconcluyentes: los dos opuestos están tan inseparablemente mezclados que, si este estado de las

cosas no es un movimiento en pos de un logro mayor, si este es el carácter permanente del orden-del-mundo, entonces es difícil evitar la conclusión de que aquí todo es la creación de una Energía inconsciente, que debería tenerse en cuenta en orden a la incapacidad de una conciencia aparente, para arribar a algo o intencionalmente un mundo de dura prueba y fracaso, sin salida aquí ni en ninguna parte, o una vasta ilusión cósmica, sin objetivos. Entre estas conclusiones como alternativa, la segunda, como por lo general se nos presenta, no ofrece sustentación para la razón filosófica, dado que no tenemos indicación satisfactoria de la conexión entre el aquí o en otra parte que se presentan uno frente al otro mas no se-explican en la inevitabilidad de sus relaciones, y no se arroja luz sobre la necesidad o significado fundamental de la dura prueba y fracaso. Resultaría únicamente inteligible, -excepto como voluntad misteriosa de un Creador arbitrario--, si los espíritus inmortales tuviesen la elección de procurar la aventura de la Ignorancia y la necesidad de conocer la naturaleza de un mundo de la Ignorancia a fin de que puedan rechazarlo. Pero ese motivo creador, necesariamente incidental y muy temporario o en su incidencia, con la tierra como su campo causal de incidencia, difícilmente podría, por sí, tenerse en cuenta en cuanto al inmenso y perdurable fenómeno de este complejo universo. Puede convertirse en parte operativa de una explicación satisfactoria si este mundo es el campo para la estructuración de un mayor motivo creador, si es una manifestación de la Verdad divina o de una posibilidad divina en las que, bajo ciertas condiciones, debe intervenir una iniciadora Ignorancia como factor necesario y si la disposición de este universo contiene en ella una compulsión de la Ignorancia para desplazarse en pos del Conocimiento, de la manifestación imperfecta para crecer hacia la perfección, de la frustración para servir como pasos hacia una victoria final, del sufrimiento para preparar un emerger del Deleite divino del Ser. En ese caso el sentido de contrariedad, frustración e ilusión y la vanidad de todas las cosas no serían válidos; pues los aspectos que parecen justificarlo serían sólo las circunstancias naturales de una difícil evolución; todo el énfasis de la lucha y el esfuerzo, del éxito y el fracaso, de la dicha y el sufrimiento, la mezcla de ignorancia y conocimiento, serían la experiencia necesaria para el alma, la mente, la vida y la parte física a fin de crecer hacia la plena luz de un perfeccionado ser espiritual. Se revelaría como el proceso de una manifestación evolutiva; ni sería menester introducir en el fiat de la Omnipotencia arbitraria o de una ilusión cósmica, una fantasía de la ininteligible Maya. Pero hay también una superior base mental y espiritual para la filosofía de la negación-del-mundo y aquí nos encontramos en terreno más firme: pues puede sostenerse que el mundo es en su naturaleza misma una ilusión y ningún razonamiento, a partir de las características y circunstancias de una ilusión, podría justificarlo o elevarlo a la Realidad, -existe sólo una Realidad, la trascendente, la supracósmica: ninguna realización divina, aunque nuestra vida creciese hacia la vida de los dioses, podría anular o cancelar la irrealidad original que es su carácter fundamental; pues esa realización sería sólo el lado brillante de una ilusión. O si no se tratase absolutamente de una ilusión, sería una realidad de orden inferior y debería llegar a un fin mediante el reconocimiento del alma en el sentido de que el Brahmán solamente es

verdadero, que no hay nada salvo el trascendente e inmutable Absoluto. Si esta es la única Verdad, entonces ya no hacemos pie; la Manifestación divina, la victoria del alma en la Materia, su dominio sobre la existencia, la vida divina en la Naturaleza, sería una falsedad o, al menos, algo no del todo real impuesto por un tiempo en la única Realidad verdadera. Pero aquí todo gira sobre la concepción mental y la experiencia de la Realidad del ser mental y en qué medida esa concepción es válida y esa experiencia es imperativa, -aunque sea una experiencia espiritual, en qué medida es absolutamente concluyente, únicamente imperativa. La ilusión cósmica a veces es considerada -aunque esta no es la posición aceptada- como algo que tiene carácter de irreal experiencia subjetiva; entonces es -o puede ser- figura de formas y movimientos que surge en algún sueño eterno de las cosas -o en una conciencia onírica y se impone temporariamente en una pura e incaracterística Existencia auto-consciente; es un sueño que tiene lugar en el Infinito. En las filosofías de los Mayavadines pues hay diversos sistemas similares en su base pero no del todo y en todo punto coincidentes unos con otros--, se da la analogía del sueño, pero sólo como analogía, no como el carácter intrínseco de la ilusión-del-mundo. Resulta difícil para la positiva mente física admitir la idea de que nosotros mismos, el mundo y la vida, lo único a lo que nuestra conciencia aporta testimonio positivo, seamos inexistentes, un engaño impuesto por esa conciencia: se exponen ciertas analogías en especial las de sueño y alucinación, a fin de demostrar que a las experiencias de la conciencia les es posible parecer reales e incluso probarse sin base alguna o sin base suficiente en la realidad; así como el sueño es real para el que sueña mientras duerme pero al despertar demuestra que es irreal, de igual modo nuestra experiencia del mundo nos parece positiva y real pero, al apartamos de la ilusión, descubrimos que carece de realidad. Mas podría también brindar a la analogía onírica su valor pleno y ver si nuestro sentido de la experiencia-del-mundo tiene, de algún modo, base similar. Pues la idea del mundo como sueño, ya se trate de sueño de la mente subjetiva o de sueño del alma o de sueño en lo Eterno, es a menudo tenida en cuenta, respaldando poderosamente la tendencia ilusionista del sentimiento y pensamiento humanos. Si eso carece de validez, debemos ver definitivamente eso y las razones de su inaplicabilidad y dejarlo bien de lado; si tiene alguna validez, debemos ver de qué se trata y cuál es su alcance. Si el mundo es una ilusión, mas no una ilusión onírica, también esa distinción ha de ubicarse sobre base segura. Al sueño se lo tiene por irreal, primero, porque cesa y no tiene validez ulterior al pasar de un estado de la conciencia a otro que es nuestro estado normal. Pero esto, por sí, no es razón suficiente: pues bien puede ser que haya diferentes estados de la conciencia, cada cual con sus propias realidades; si la conciencia de un estado de las cosas se desvanece y se pierde su contenido, o, aunque lo retenga la memoria, parece ilusoria tan pronto pasamos a otro estado, eso sería perfectamente normal, mas no probaría la realidad del estado en el que actualmente nos hallamos ni la irrealidad del otro que hemos dejado detrás de nosotros. Si las circunstancias terrenas empiezan a parecer irreales al alma que ingresa en un mundo diferente o en otro plano de la conciencia, eso no probaría su irrealidad; de modo parecido, el hecho de que la existencia-del-

mundo nos parezca irreal cuando ingresamos en el silencio espiritual o en algún Nirvana, no prueba por si que el cosmos sea una ilusión todo el tiempo. El mundo es real para la conciencia que mora en él, una existencia incondicionada es real para la conciencia absorbida en el Nirvana; esto es cuanto está establecido. Pero la segunda razón para no dar crédito a nuestra experiencia en el sueño es que el sueño es algo evanescente, sin antecedentes ni secuela; ordinariamente también carece de suficiente coherencia o -inteligible significado para nuestro ser en vigilia. Si nuestros sueños, como nuestra vida ambulante, tuviesen aspecto coherente, asumiendo cada noche y llevando a cabo una continuidad de pasada y conectada experiencia onírica así como cada día asume nuestra experiencia-del-mundo en vigilia, entonces los sueños tendrían para nuestra mente un carácter muy distinto. Por lo tanto, no hay analogía entre un sueño y la vida en vigilia; estas son experiencias muy diferentes en su carácter, validez y orden. Nuestra vida es acusada de evanescencia y a menudo es acusada también, en total, de falta de coherencia y significado interiores; pero su falta de significación completa puede deberse a nuestra falta limitación de comprensión: en realidad cuando entramos y empezamos a ver por dentro, asume conexa significación completa; al mismo tiempo, cualquiera que sea la falta de coherencia interior antes sentida, desaparece y vemos qué se debe a la incoherencia de nuestra visión y conocimiento interiores y no se trataba, para nada, de una característica de la vida. En la vida no hay incoherencia superficial, más bien aparece ante nuestras mentes como una cadena de secuencias firmes, y, si eso es una ilusión mental, como a veces se alega, si la secuencia es creada por nuestras mentes y en realidad no existe en la vida, eso no elimina la diferencia de los dos estados de la conciencia. Pues en el sueño, la coherencia dada por una observadora conciencia interior está ausente, y cualquiera sea el sentido de la secuencia que haya, parece deberse a una vaga y falsa imitación de las conexiones de la vida en vigilia, un mimetismo subconsciente, pero esta secuencia imitativa es indefinida e imperfecta, se frustra y quiebra siempre y a menudo está totalmente ausente. Vemos también que la conciencia onírica parece estar totalmente exenta de ese control que la conciencia en vigilia ejercita hasta cierto punto sobre las circunstancias vitales; tiene el automatismo-de-la-Naturaleza de una construcción subconsciente y nada de la voluntad consciente y la fuerza organizadora de la evolucionada mente del ser humano: La evanescencia de un sueño es radical y un sueño no tiene conexión con otro; pero la evanescencia de la vida en vigilia es de detalles, -no hay evidencia de evanescencia en la totalidad conexa de la experiencia-del-mundo. Nuestros cuerpos perecen pero las almas proceden de nacimiento en nacimiento a través de las edades: las estrellas y los planetas pueden desaparecer tras un lapso de siglos o de muchos ciclos-luz, pero el universo, la existencia cósmica bien puede ser una actividad permanente y ciertamente continua; no hay nada que pruebe que la Energía Infinita que lo crea tiene fin o principio de sí o de su acción. En tan gran medida existe tanta separación entre la vida onírica y la vida en vigilia como para aplicar la analogía. Mas puede cuestionarse si nuestros sueños son en verdad totalmente reales o sin significado, si no son una figura, una imagen o una trascripción o representación simbólica de cosas que son reales. Para eso hemos de examinar, aunque sea someramente, la naturaleza del sueño y los fenómenos

oníricos, su proceso de originación y su proveniencia. Lo que sucede en el sueño es que nuestra conciencia se retira del campo de sus experiencias en vigilia; se supone que descansa, está suspendida o vacante; pero ese es un criterio superficial del asunto. Las que están vacantes son las actividades de vigilia, lo que descansa es la mente superficial y la normal acción consciente de nuestra parte corporal; pero la conciencia interior no está suspendida, entra en nuevo accionar interior, del cual recordamos solamente una parte que sucede o se registra en algo nuestro que está próximo a la superficie. Se mantiene en sueños, cerca de la superficie, un oscuro elemento subconsciente que es receptáculo o pasaje de nuestras experiencias oníricas, que es también un elaborador-de-sueños; pero detrás de él está la hondura y masa de lo sublimal, la totalidad de nuestro interior y oculto ser y conciencia que es de muy distinto orden. Normalmente es una parte subconsciente en nosotros, intermedia entre la conciencia y la pura inconciencia, que proyecta a través de este estrato superficial sus formaciones a modo de sueños, construcciones marcadas por una aparente inconsecuencia e incoherencia. Muchas de éstas son fugitivas estructuras construidas sobre circunstancias de nuestra vida actual seleccionadas aparentemente al azar y rodeadas de una fantasía variable; otras retornan al pasado o más bien a circunstancias y personas seleccionadas del pasado, como punto de partida de similares edificios efímeros. Hay otros sueños del subconsciente que parecen ser pura fantasía sin ninguna iniciación ni base; pero el nuevo método de psicoanálisis, al procurar considerar, por primera vez, nuestros sueños con cierto género de comprensión científica, ha establecido en ellos un sistema de significados, una clave de las cosas nuestras que deben conocerse y manejarse mediante la conciencia en vigilia; esto, por sí, modifica el carácter y valor totales de nuestra experiencia onírica. Empieza a presentarse como si hubiese algo real detrás de eso y como si también ese algo fuese un elemento de alguna importancia práctica. Pero el subconsciente no es nuestro único elaborador-de-sueños. El subconsciente en nosotros se halla en el límite extremo de nuestra secreta existencia interior donde encuentra al Inconsciente, es un grado de nuestro ser en el que el Inconsciente pugna dentro de una semi-conciencia; la conciencia física superficial también, cuando cae del nivel de vigilia y se retrotrae hasta el Inconsciente, se recoge en esta subconciencia intermedia. 0, desde otro punto de vista, esta parte inferior nuestra puede describirse cómo la antecámara del Inconsciente a través de la cual sus formaciones ascienden a nuestro ser en vigilia o nuestro ser sublimal. Cuando dormimos y nuestra superficial parte física, que en su primer origen es aquí producto del Inconsciente, cae en la originadora inconciencia, ingresa en este elemento, antecámara o substratum subconsciente, y descubre allí las impresiones de sus hábitos pasados o persistentes de la mente y las experiencias, -pues todo ha dejado su huella en nuestra parte subconsciente y tiene allí poder de recurrencia. En su efecto sobre nuestro yo en vigilia, esta recurrencia a menudo toma la forma de una reafirmación de viejos hábitos, de impulsos dormidos o suprimidos, de rechazados elementos de la naturaleza, o se presenta como un resultado no tan discernible, como algún resultado peculiar, disfrazado o sutil, de estos impulsos y elementos suprimidos y rechazados pero no borrados. En la conciencia onírica, el fenómeno es una construcción aparentemente fantasiosa, un compuesto de figuras y movimientos armados sobre o en torno de las

inhumadas impresiones con un sentido que escapa a la inteligencia en vigilia porque carece de la clave del sistema de significados del subconsciente. Tras un tiempo, esta actividad subconsciente parece hundirse en una completa inconciencia y hablamos de este estado como de profundo sueño inonírico; de ahí emergemos nuevamente en la superficie onírica o retornamos a la superficie de vigilia. Pero de hecho, en lo que llamamos sueño inonírico, hemos ingresado en un estrato más profundo y más denso del subconsciente, un estado demasiado involucionado, demasiado inmerso y demasiado oscuro; opaco y pesado para traer a la superficie sus estructuras, y allí soñamos pero somos incapaces de captar o retener en el estrato registrador de la subconciencia estas más oscuras figuras oníricas. O, puede ser, que la parte de nuestra mente, aún activa en el sueño del cuerpo haya ingresado en dominios interiores de nuestro ser (el mental sublimal, el vital sublimal, el sutil-físico) y esté allí perdida a toda conexión activa con nuestras partes superficiales. Si estamos aún en las más próximas profundidades de estas regiones, el subconsciente superficial que es nuestra vigilia-en-el-sueño registra algo de lo que experimentamos en estas profundidades; pero lo registra en su propia transcripción, a menudo desfigurada por incoherencias características y siempre, incluso cuando resulta más coherente, deformada o plasmada en figuras tomadas del mundo de la experiencia en vigilia. Pero si hemos profundizado más, en lo interior, el registro falla o no puede recuperarse y tenemos la ilusión de inoniricidad; mas la actividad de la conciencia onírica interior continúa detrás del velo de la ahora muda e inactiva superficie subconsciente. Esta continuada actividad onírica se nos revela cuando devenimos más interiormente conscientes, pues entonces entramos en conexión con el estrato subconsciente más pesado y profundo, y podemos tomar conciencia --en el momento o mediante un volver atrás o una recuperación a través de la memoria- de lo que sucedió cuando nos hundimos en estas aletargadas profundidades. Es posible también tomar una conciencia más profunda dentro de nuestros yoes sublimales y entonces captamos las experiencias en otros planos de nuestro ser o incluso en mundos suprafísicos para los que el sueño nos da un derecho de entrar secretamente. Nos alcanza una transcripción de tales experiencias; pero el transcriptor no es aquí el subconsciente, es el sublimal, un elaborador-de-sueños mayor. Si el sublimal llega así frente a nuestra conciencia onírica, hay a veces una actividad de nuestra inteligencia sublimal, --el sueño se convierte en una serie de pensamientos, a menudo extraña o vivamente figurados, se resuelven problemas que nuestra conciencia en vigilia no podría resolver, las advertencias, las premoniciones, las indicaciones del futuro, los sueños verídicos reemplazan a la normal incoherencia subconsciente. Puede producirse también una estructura de imágenes simbólicas, algunas de carácter mental, algunas de naturaleza vital: las primeras son precisas en sus figuras, claras en su significado; las últimas, son con frecuencia complejas y frustrantes para nuestra conciencia en vigilia, pero, si podemos captar la clave, revelan su propio sentido y peculiar sistema de coherencia. Finalmente, pueden presentársenos los registros de sucesos vistos o experimentados por nosotros en otros planos de nuestro propio ser o del ser universal en el que ingresamos: estos tienen a veces, como los sueños simbólicos, fuerte implicancia sobre

nuestra vida interior y exterior y sobre la vida de los demás, revelan elementos del ser mental y vital nuestro y de los demás, o revelan en ellos influencias de las que nuestro yo en vigilia es totalmente ignorante; pero a veces no tienen tal implicancia y son puros registros de otros sistemas organizados de la conciencia, independientes de nuestra existencia física. Los sueños subconscientes constituyen la masa de nuestra más ordinaria experiencia onírica y son los que usualmente recordamos; pero a veces, el constructor subliminal es capaz de impresionar lo suficiente nuestra conciencia onírica como para estampar sus actividades en nuestra memoria en vigilia. Si desarrollamos nuestro ser interior, si vivimos más interiormente que la mayoría de los hombres, entonces el equilibrio se modifica y se abre ante nosotros una mayor conciencia onírica; nuestros sueños pueden tomar carácter subliminal y no ya subconsciente y pueden asumir realidad y significado. Es incluso posible llegar a ser totalmente consciente en el sueño y seguir integralmente desde el principio al fin o en grandes trechos las etapas de nuestra experiencia onírica; se descubre entonces que tenemos conciencia de nuestro paso de un estado a otro de la conciencia hasta un breve período de descanso exento de sueños, luminoso y pacífico, que es el restaurador verdadero de las energías de la conciencia en vigilia, y luego, retornando por el mismo camino a la conciencia en vigilia. Es normal, cuando así pasamos de un estado a otro, dejar que las experiencias previas escapen de nosotros; al regresar sólo se recuerdan las más vívidas o aquellas más próximas a la superficie en vigilia: pero esto puede remediarse, -es posible una mayor retención o puede desarrollarse el poder de retornar con la memoria de sueño en sueño, de estado en estado, hasta que todo se halla una vez ante nosotros. Es posible un conocimiento coherente de la vida onírica, aunque difícil de alcanzar o mantener. Nuestro yo subliminal no es, como nuestro superficial ser físico, un resultado de la energía del inconsciente; es lugar de reunión de la conciencia que emerge desde abajo por la evolución y de la conciencia que ha descendido de lo alto por la involución: Esta existencia interior es el origen oculto de casi todo en nuestro yo superficial que no es construcción de la primera energía-deI-mundo inconsciente o desarrollada función natural de nuestra conciencia superficial o reacción de ella a los impactos de la universal Naturaleza exterior, -e incluso en esta construcción, en estas funciones, en estas reacciones lo subliminal toma parte y ejerce en ellos considerable influencia. Aquí hay una conciencia que tiene un poder de contacto directo con lo universal a diferencia de la mayoría de los contactos indirectos que nuestro ser superficial mantiene con el universo a través de la mente sensoria y los sentidos. Hay aquí sentidos interiores vista, tacto, oído subliminales; pero estos sentidos sutiles son antes canales de la directa conciencia de las cosas del ser interior que sus informantes: lo subliminal no depende de sus sentidos para su conocimiento, ellos sólo dan una forma a su experiencia directa de los objetos; ellos, tanto como en la mente en vigilia, transmiten formas de los objetos para la documentación de la mente o como punto de partida o base para una experiencia constructiva indirecta. Lo subliminal tiene derecho a ingresar en los planos mental, vital y sutil-físico de la conciencia universal, no está confinado en el plano material y el mundo físico, posee medios de comunicación con los mundos del ser que el

descenso en la involución creó en su pasaje y con todos los planos o mundos correspondientes que pueden haber surgido y haber sido construidos para servir al propósito del reascenso desde la Inconciencia a la Superconciencia. Es dentro de este gran reino de la existencia interior que nuestra mente y ser vital se retiran al apartarse de las actividades superficiales ya sea por sueño, concentración interior o fusión interior de trance. Nuestro estado de vigilia no sabe de su conexión con el ser subliminal, aunque recibe de él -pero sin conocimiento alguno del lugar de origen- las inspiraciones, intuiciones, ideas, sugestiones volitivas, sugestiones sensorias, impulsos de acción que surgen desde abajo y detrás de nuestra limitada existencia superficial. El sueño como trance nos abre la puerta de lo subliminal; pues en el sueño, como en el trance, nos retiramos detrás del velo de la limitada personalidad en vigilia y es detrás de este velo que lo subliminal tiene su existencia. Pero recibimos los registros de nuestra experiencia onírica a través del sueño y en las figuras del sueño y no en ese estado que podría llamarse vigilia interior y que es la forma más accesible del estado de trance, ni a través de claridades supernormales de la visión y otros medios más luminosos y concretos de comunicación, desarrollados por la interior cognición subliminal que entra en habitual u ocasional conexión consciente con nuestro yo en vigilia. Lo subliminal, con lo subconsciente como anexo de sí, -pues lo subconsciente es también parte de la entidad detrás-del-velo-, es el vidente de las cosas interiores y de las experiencias suprafísicas; lo subconsciente superficial es sólo un transcriptor. Es por esta razón que el Upanishad describe al ser subliminal como Yo Onírico porque es normalmente en los sueños, visiones, absortos estados de la experiencia interior que entramos y somos partes de sus experiencias, -así como describe al superconsciente como Yo del Sueño porque normalmente todas las experiencias mentales o sensorias cesan cuando entramos en esta superconciencia. Pues en el trance más profundo en el cual el contacto del superconsciente asume nuestra mentalidad, normalmente no puede alcanzarnos ningún registro ni transcripción de su contenido; es sólo mediante un desarrollo especial o inusual, en un estado supernormal o a través de interrupción o escisión de nuestra normalidad confinada que podemos estar en lo consciente superficial de los contactos o mensajes de la Superconciencia. Pero, a pesar de estos nombres figurativos de estado onírico y estado de sueño, el campo de ambos estados de la conciencia fue claramente considerado como campo de la realidad no menos que el del estado de vigilia en el que nuestros movimientos de la conciencia perceptiva son registro o transcripción de las cosas físicas y de nuestros contactos con el universo físico. Sin duda, todos estos tres estados pueden ser clasificados como partes de una ilusión, nuestras experiencias de ellos pueden ordenarse juntas como construcciones de una conciencia ilusoria de nuestro estado de vigilia no menos ilusorio que nuestro estado onírico o de sueño, dado que la única verdad verdadera o realidad real es el incomunicable Yo o ExistenciaÚnica (Arman, Adwaita ) que es el cuarto estado del Yo descrito por el Vedanta. Pero es igualmente posible considerarlos y ordenarlos juntos como tres diferentes órdenes de la Realidad única o como tres estados de la conciencia en los que está corporizado nuestro contacto con los tres diferentes grados de la auto-experiencia y la experiencia-del-mundo.

Si esta es una verídica referencia de la experiencia onírica, los sueños ya no pueden clasificarse como mera figura irreal de cosas irreales temporariamente impuestas sobre nuestra semi-inconciencia como realidad; la analogía, por lo tanto, falla incluso como sostén ilustrativo de la teoría de la ilusión cósmica. Puede decirse, sin embargo, que nuestros sueños no son realidades sino transcripción de la realidad, un sistema de imágenes simbólicas, y nuestra experiencia en vigilia del universo es similarmente no una realidad sino sólo una transcripción de la realidad, una serie de la colección de imágenes simbólicas. Es muy cierto que primeramente vemos el universo físico sólo a través de un sistema de imágenes impresas o impuestas sobre nuestros sentidos y hasta ahora la afirmación se justifica; asimismo puede admitirse que en cierto sentido y desde un solo punto de vista nuestras experiencias y actividades pueden considerarse símbolos de una verdad que nuestras vidas procuran expresar pero, por ahora, sólo con éxito parcial y coherencia imperfecta. Si eso fuese todo, la vida podría describirse coma experiencia onírica del yo y las cosas en la conciencia del Infinito. Pero aunque nuestra evidencia primaria de los objetos del universo consiste en una estructura de imágenes sensorias, éstas se completan, se convalidan, se ponen en orden mediante una intuición automática de la conciencia que inmediatamente relaciona la imagen con las cosas imaginadas y obtiene la tangible experiencia del objeto, de modo que no están considerando o leyendo meramente una versión o una transcripción sensoria de la realidad sino mirando la realidad a través de la imagen sensoria. Esta adecuación se amplía también mediante la acción de una razón que sondea y entiende la ley de las cosas sentidas y puede observar escrupulosamente la transcripción sensoria y corregir sus errores. Por lo tanto, podemos concluir que experimentamos un universo real a través de nuestra transcripción sensoria en imágenes con la ayuda de la intuición y la razón, -una intuición que nos brinda el contacto de las cosas y una razón que investiga su verdad mediante su conocimiento conceptual. Pero debemos notar también que aunque nuestra visión en imágenes del universo, nuestra transcripción sensoria, sea un sistema de imágenes simbólicas y no reproducción o transcripción exactas, ni versión literal, aún un símbolo es connotación de algo que existe, es transcripción de la realidad. Aunque nuestras imágenes sean incorrectas, lo que se afanan por reflejar son realidades, no ilusiones; cuando vemos un árbol o una piedra o un animal, no se trata de una figura no-existente, de una alucinación que estamos viendo; no podemos estar seguros de que la imagen sea exacta, podemos admitir que ese otro-sentido bien podría verla de otro modo, pero aún hay algo que justifica la imagen, algo con lo que tiene más o menos correspondencia. Mas en la teoría de la ilusión la única realidad es una incaracterística e indeterminable Existencia pura, Brahman, y no hay posibilidad de que se la traduzca o se la traduzca mal en un sistema de figuras simbólicas, pues eso podría ser solamente si esta Existencia tuviera algún contenido determinado o algunas verdades inmanifiestas de su ser que pudiesen transcribirse en formas o nombres dados a ellas por nuestra conciencia: un puro Indeterminable no puede traducirse mediante transcripción, una multitud de diferencias representativas, una multitud de símbolos o imágenes; pues en él sólo hay una pura Identidad, no hay nada que transcribir, nada que simbolizar, nada que plasmar en imágenes. Por lo tanto la analogía onírica nos falla por completo y es mejor descartarla; puede siempre usarse como vívida metáfora de cierta

actitud que nuestra mente puede tomar para con sus experiencias, pero carece de valor para una investigación metafísica de la realidad y los significados fundamentales o el origen de la existencia. Si encaramos la analogía de la alucinación, la hallamos de más difícil ayuda para la verdadera comprensión de la teoría de la ilusión cósmica que la analogía onírica. Las alucinaciones son de dos clases: mentales o ideativas y visuales o en cierto sentido, sensorias. Cuando vemos una imagen de las cosas donde aquéllas no están, se trata de una errónea construcción de los sentidos, de una alucinación visual; cuando tomamos por hecho objetivo una cosa que es estructura subjetiva de la mente, un error mental de construcción, imaginación objetivizada o desubicada imagen mental, se trata de una alucinación mental. Un ejemplo de lo primero es el espejismo, un ejemplo de lo segundo es el caso clásico de la cuerda tomada por serpiente. Al pasar podemos notar que hay muchas cosas llamadas alucinaciones que en realidad no son sino imágenes simbólicas transmitidas desde lo subliminal o desde las experiencias en las que la conciencia o sentido subliminales llegan a la superficie y nos ponen en contacto con las realidades suprafísicas; de esa manera ha sido clasificada, aunque admitiéndola como alucinación, la conciencia cósmica que es nuestro ingreso, mediante la caída de nuestras limitaciones mentales, en el sentido de una realidad vasta. Pero, tomando sólo la alucinación común, mental o visual, observamos que a primera vista parece ser un ejemplo verdadero de lo que se llama imposición en la teoría filosófica; es la ubicación de una figura irreal de las cosas en una realidad, de un espejismo en el vacío aire del desierto, de la figura de una serpiente nopresente en una cuerda presente y real. El mundo, podemos sostener, es esa alucinación, imposición de una no-existente e irreal figura de las cosas sobre la vacía y siempre-presente realidad única del Brahman. Pero entonces notamos que en cada caso de alucinación, la falsa imagen no es la de algo que no existe en absoluto; es imagen de algo que existe y es real pero no presente en el sitio sobre el que ha sido impuesto por el error mental o el error sensorio. Un espejismo es la imagen de una ciudad, de un oasis, de aguas que fluyen o de otras cosas ausentes, y si estas cosas no existiesen, su falsa imagen, construida por la mente o reflejada en el aire del desierto, no estarían allí para engañar a la mente con un falso sentido de realidad. La serpiente existe y su existencia y forma son conocidas por la víctima de la alucinación momentánea: si eso no fuese así, no se hubiese creado la ilusión; pues el origen del error consiste en un parecido formal de la realidad vista con otra realidad anteriormente conocida en otra parte. Por lo tanto, la analogía no sirve de ayuda; sólo sería válida si nuestra imagen del universo fuese una falsedad reflejando un universo verdadero que no está aquí sino en otro sitio o si fuese una falsa manifestación en imágenes de la Realidad reemplazando en la mente o cubriendo con su distorsionado parecido una manifestación verdadera. Pero aquí el mundo es una forma no existente de las cosas, una ilusoria construcción impuesta en la desnuda Realidad, en la Existencia -única que está por siempre vacía de cosas y amorfa: sólo sería una verdadera analogía si nuestra visión construyese en el aire vacío del desierto una figura de cosas que no existen en ninguna parte, o si impusiese en un suelo desnudo la cuerda y la serpiente y otras figuras que tampoco existieran en ninguna parte.

Resulta claro que en esta analogía se juntan equivocadamente dos clases muy diferentes de ilusión, no ilustrativas de una con otra, como si fuese de naturaleza idéntica. Todas las alucinaciones mentales o sensorias son en realidad malas representaciones o malas ubicaciones o combinaciones imposibles, o falsos desarrollos -de las cosas que en sí son existentes o posibles, o de algún modo interiores o aliadas con el ámbito de lo real. Todos los errores e ilusiones mentales son resultado de una ignorancia que combina inadecuadamente sus datos y procede falsamente según un anterior o presente o posible contenido del conocimiento. Mas la ilusión cósmica no tiene base de realidad, es una ilusión original y omni-originadora; impone nombres, figuras y sucesos, que son puras invenciones en una Realidad en la que nunca hubo ni habrá sucesos, nombres ni figuras. La analogía de la alucinación mental sólo sería aplicable si admitimos un Brahman sin nombres, formas ni relaciones y un mundo de nombres, formas y relaciones como realidades iguales impuestos una sobre otra, la cuerda en el Iugar de la serpiente, o la serpiente en el lugar de la cuerda, -atribución, podría ser, de las actividades de Saguna para con la quietud de Nirguna. Pero si ambos son reales, ambos deben ser aspectos separados de la Realidad o aspectos coordinados, polos positivo y negativo de la Existencia única. Cualquier error o confusión de la Mente entre ellos no sería una creativa ilusión cósmica, sino sólo una equivocada percepción de las realidades, una equivocada relación creada por la Ignorancia. Si escudriñamos las otras ilustraciones o analogías que se nos ofrecen para una mejor comprensión del accionar de Maya, detectamos en todas ellas una inaplicabilidad que las priva de su fuerza y valor. El ejemplo familiar de la madreperla y la plata vuelve también, como la analogía de la cuerda y la serpiente, sobre un error debido a un parecido entre un presente real y otro ausente real; no puede tener aplicación para la imposición de una irrealidad múltiple y mutable sobre un Real inmutable, solo y único. En el ejemplo de la ilusión óptica que duplica o multiplica un simple objeto, como cuando vemos dos lunas en lugar de una sola, hay dos o más formas idénticas de un sólo objeto, uno solo real, uno solo --o el resto-- ilusión: esto no ilustra la yuxtaposición del mundo y Brahman; pues en el accionar de Maya hay un fenómeno mucho más complejo, --es en verdad una multiplicación ilusoria del Idéntico, impuesta sobre su única y siempre inalterable Identidad, el Uno que se presenta como muchos, pero sobre eso se impone una inmensa y organizada diversidad en la naturaleza, una diversidad de formas y movimientos que nada tienen que ver con el Real original. Los sueños, las visiones y la imaginación del artista o del poeta pueden presentar una organizada diversidad tal que no sea real; pero se trata de una imitación, de una mimesis de una real y ya existente y organizada diversidad, o parte de esa mimesis, y resulta observable, incluso en la más rica variación o libre invención, algún elemento mimético. Aquí no se trata de algo como el accionar atribuido a Maya en el que no hay mimesis sin una pura y radicalmente original creación de formas y movimientos irreales que no existen en ninguna parte y no pueden imitarse, reflejar, alterar ni desarrollar algo que pueda descubrirse en la Realidad. En las operaciones de la ilusión de la Mente no hay nada que arroje luz sobre este misterio; como una estupenda ilusión cósmica de esta clase debe serlo, resulta sui generis, sin paralelo. Lo que vemos en el universo consiste en que una diversidad de lo idéntico es por doquier la operación

fundamental de la Naturaleza cósmica; pero aquí se presenta, no como ilusión, sino como variada formación real de una original sustancia única. Lo que confrontamos por doquier es una Realidad de la Unidad manifestándose en una realidad de innumerables formas y poderes de su ser. Sin duda, en su proceso hay un misterio, incluso una magia, pero no hay nada que mostrar que sea magia de lo irreal y no obra de la Conciencia y Fuerza del ser del omnipotente Real, creación accionada por el auto-conocimiento eterno. Esto, a la vez, suscita la cuestión sobre la naturaleza de la Mente, la progenitora de estas ilusiones, y su relación con la Existencia original. ¿La mente es hija e instrumento de una ilusión original, o es prístina Fuerza o Conciencia inconvenientemente creadora? ¿O la ignorancia mental es una concepción errónea de las verdades de la Existencia, una desviación de una Verdad-Conciencia original que es la real constructora-del-mundo? De todos modos, nuestra propia mente no es un original y primario poder creador de la Conciencia; es, y toda mente del mismo carácter debe serlo, derivativa, demiurgo instrumental, creadora intermediaria. Es posible entonces que las analogías de los errores de la mente, que son el resultado de una Ignorancia intermedia, puedan no solo ilustrar la naturaleza y acción de una original ilusión creadora, de una omni-inventora y omni-constructora Maya. Nuestra mente está entre una superconciencia y una inconciencia y de ambas recibe estos poderes opuestos: está entre una oculta existencia subliminal y un Fenómeno cósmico externo; recibe inspiraciones, intuiciones, imaginaciones e impulsos para conocer y actuar, figuras de realidades o posibilidades subjetivas de la desconocida fuente interior; recibe las figuras de realidades concretas y sus sugestiones de ulterior posibilidad del observado fenómeno cósmico. Lo que recibe son verdades esenciales, posibles, reales; parte de las realidades concretas del universo físico y produce de ellas en su acción subjetiva las posibilidades irrealizadas que contienen o sugieren o a las que puede arribar partiendo de ellas como punto inicial: selecciona algunas de estas posibilidades para una acción subjetiva o juega con formas de ellas imaginadas o construidas interiormente; escoge otras para la objetivación e intenta realizarlas. Pero también recibe inspiraciones de arriba y de adentro, de fuentes invisibles y no sólo de los impactos del visible fenómeno cósmico; ve verdades distintas de las sugeridas por lo físico real que la rodea, y aquí también pone en juego la subjetividad con transmitidas o construidas formas de estas verdades o selecciona para Ia objetivación, intenta realizar. Nuestra mente es observadora y usuaria de realidades, adivinadora o receptora de verdades todavía no conocidas ni realizadas, negociadora de posibilidades que median entre la verdad y la realidad. Pero no tiene la omnisciencia de una Conciencia infinita; está limitada en el conocimiento y ha de suplementar su restringido conocimiento mediante la imaginación y el descubrimiento. Como la Conciencia infinita, no manifiesta lo conocido, ha de descubrir lo desconocido, capta las posibilidades del Infinito, no como resultados o variaciones, ficciones de su propia imaginación irrestricta. No tiene la omnipotencia de una infinita Energía consciente; sólo puede realizar y concretar lo que acepte de ella la Energía cósmica y lo que tiene la Fuerza de imponer o introducir en la suma de cosas porque la Divinidad secreta, superconsciente o subliminal, que la usa, procura que eso se exprese en la

Naturaleza. Su limitación del Conocimiento constituye por intotalidad, pero también por apertura hacia el error, una Ignorancia. En su trato con las realidades puede observar, usar y crear inconvenientemente; en sus tratos con las posibilidades puede componer, combinar, aplicar y ubicar inconvenientemente en sus tratos con las verdades reveladas a ella puede deformar, representar inconvenientemente y desarmonizar. Puede asimismo crear construcciones propias que no guarden correspondencia con las cosas de la existencia real, sin potencialidad de realización, sin apoyo de la verdad que está detrás de ellas; pero estas construcciones parten de una ilegítima extensión de realidad, tienden a posibilidades no permitidas, o vuelcan las verdades hacia una aplicación que no resulta aplicable. La mente crea, pero no es creadora original, ni omnisciente ni omnipotente, ni siquiera un siempre eficiente demiurgo. Maya, el Poder Ilusorio, por el contrario, debe ser creadora original, pues crea todas las cosas de la nada -a no ser que supongamos que crea de la sustancia de la Realidad, pero entonces las cosas que crea deben ser, de algún modo, reales; tiene perfecto conocimiento de lo que desea crear, un perfecto poder para crear cualquier cosa que escoja, omnisciente y omnipotente aunque sólo sobre sus ilusiones, armonizándolas y vinculándolas con mágica seguridad y soberana energía, absolutamente efectiva al imponer sus propias formaciones y ficciones; como verdades, posibilidades, realidades, sobre la inteligencia de la criatura. Nuestra mente trabaja mejor y con firme confianza cuando se le da una sustancia para trabajarla o, al menos, usarla, como base de su accionar, o cuando puede manejar una fuerza cósmica de la que adquirió conocimiento, es segura en sus pasos cuando ha de tratar realidades; esta regla de tratar realidades objetivizadas o descubiertas y proceder de ellas para la creación es la razón del enorme buen éxito de la Ciencia física. Pero aquí evidentemente no hay creación de ilusiones, no hay creación de no-existencia in vacuo, tornándolas realidades aparentes como lo que se atribuye a la ilusión cósmica. Pues la Mente sólo puede crear de la sustancia lo que es posible para la sustancia, sólo puede hacer con la fuerza de la Naturaleza lo que está de acuerdo con sus energías realizables; puede sólo inventar o descubrir lo que ya está contenido en la verdad y potencialidad de la Naturaleza. Por otra parte, recibe inspiraciones para la creación de su interior o de arriba: pero, éstas sólo pueden tomar forma si son verdades y potenciales; no por propio derecho de invención de la mente: pues si la mente erige lo que no es verdadero ni potencial, eso no puede crearse, no puede convertirse en real en la Naturaleza. Maya, por el contrario, si crea sobre la base de la Realidad, erige empero una superestructura que nada tiene que ver con la Realidad, no es verdadera, ni potencial en ellas; si crea de la sustancia de la Realidad, crea de ella cosas que no son posibles para ella ni están de acuerdo con ella, -pues crea formas y se supone que la Realidad es un Amorfo incapaz de forma, crea determinaciones y se supone que la Realidad es absolutamente indeterminable. Pero nuestra mente tiene la facultad imaginativa; puede crear y tornar por verdaderas y reales sus propias estructuras mentales: aquí, podría pensarse, es algo análoga a la acción de Maya. Nuestra imaginación mental es instrumento de la Ignorancia; es recurso, artificio o refugio de una limitada capacidad del conocimiento, de una limitada capacidad de acción efectiva. La

mente suplementa estas deficiencias mediante su poder imaginativo: lo usa para extraer de las cosas obvias y visibles las cosas que no son obvias ni visibles; emprende la creación de sus propias figuras de lo posible y lo imposible; erige reales ilusorios y dibuja figuras de una verdad conjeturada o construida de las cosas que no son verdaderas para la experiencia externa. Esa es al menos la apariencia de su accionar; pero, en realidad, es el modo o uno de los modos de la mente de reclamar de Ser sus infinitas posibilidades, incluso de descubrir y capturar las desconocidas posibilidades del Infinito. Pero, debido a que no puede hacer eso sin el conocimiento, efectúa construcciones mentales de la verdad, la posibilidad y una aún irrealizada realidad: como su poder de recibir inspiraciones de la Verdad es limitado, imagina, traza hipótesis, se pregunta si esto o quello pueden ser verdades; como su fuerza de reclamar potenciales reales es estrecha y restringida, erige posibilidades que espera concretar o desea que puedan concretarse; como su poder de realizar está comprimido y confinado por las oposiciones del mundo material, se figura subjetivas concreciones para satisfacer su voluntad de creación y deleite de auto-presentación, Pero ha de notarse que a través de la imaginación recibe una figura de la verdad, reclama posibilidades que después se realizan; a menudo, mediante su imaginación ejerce efectiva presión sobre las realidades del mundo. Las imaginaciones que persisten en la mente humana, como la idea de viajar por el aire, terminan con frecuencia en auto-cumplimiento; las individuales formaciones-del-pensamiento pueden concretarse si hay suficiente fuerza en la formación o en la mente que la forma. Las imaginaciones pueden crear su propia potencialidad, especialmente si se sostienen en la mente colectiva, y a la larga pueden concitar sobre sí mismas la sanción de la Voluntad cósmica. De hecho todas las imaginaciones representan posibilidades: algunas son capaces de concretarse de alguna forma un día, tal vez en alguna muy diferente forma de concreción; las más están condenadas a la esterilidad porque no entran en la figura o esquema de la actuación creación, no ingresan en la potencialidad permitida del individuo o no están de acuerdo con el principio colectivo o genérico o son ajenas a la naturaleza y destino de la existencia-del-mundo que las contiene. De esa manera, las imaginaciones de la mente no son pura y radicalmente ilusorias: proceden sobre la base de su experiencia de realidades y al menos parten de eso, son variaciones sobre la realidad, o figuran los "quizás" o "podría ser" del Infinito, lo que podría ser si se manifestasen otras verdades, si los potenciales existentes se dispusiesen de otro modo o si otras posibilidades diferente a las ya admitidas se convirtiesen en potenciales. Es más, a través de esta facultades, las formas y poderes de dominios distintos de los de la realidad física se comunican con nuestro ser mental. Aunque las imaginaciones sean extravagantes o tomen la forma de alucinaciones o ilusiones, proceden con actuales o posibles como base. La mente crea la figura de una sirena, pero la fantasía se compone de dos realidades juntas de modo que quede afuera la normal potencialidad terrena; ángeles, grifos y quimeras se construyen sobre el mismo principio: a veces la imaginación es una memoria de anteriores realidades como en la mítica figura del dragón, a veces es una figura o suceso que es real o podría ser real en otros planos o en otras condiciones de la existencia. Incluso las ilusiones del maníaco se fundan en una extravagante inadecuación de la realidad, como cuando el lunático combina en sí una

monarquía en Inglaterra y, en la imaginación, se sienta en el trono de los Plantagenets y los Tudors. Cuando inspeccionamos el origen del error mental, descubrimos normalmente que es una mala combinación, un desajuste, un uso equivocado, una comprensión o aplicación inconvenientes de elementos de la experiencia y el conocimiento. La imaginación misma es en su naturaleza un sustituto de una más cierta facultad de intuición de la posibilidad correspondiente a la conciencia: como la mente asciende hacia la verdadconciencia, este poder mental se convierte en una imaginación verdadera que allega el color y la luz de la verdad superior dentro de la limitada adecuación o inadecuación del conocimiento ya alcanzado y formulado y, finalmente, en la transformadora luz de arriba da lugar totalmente a superiores poderes-de-laverdad o se vuelca en la intuición e inspiración; la Mente en esa elevación deja de ser creadora de ilusiones o arquitecta del error. La Mente entonces no es soberana creadora de cosas no-existentes o erigidas en el vacío: es ignorancia que procura conocer; sus ilusiones mismas parten de una base de alguna índole y son resultados de un conocimiento limitado o de una semi-ignorancia. La Mente es un instrumento de la Ignorancia cósmica, pero no parece ser ni actuar como poder o instrumento de una ilusión cósmica. Es buscadora y descubridora o creadora o posible-creadora de verdades, posibilidades y realidades, y resultaría racional suponer que la Conciencia y Poder originales, de los que la mente debe ser una derivación, se tratan también de creadores de verdades, posibilidades y realidades, no limitados como la mente sino cósmicos en su alcance, no abiertos al error, porque están libres, de toda ignorancia, y son instrumento soberano o auto-poder de una Omnisciencia y Omnipotencia supremas, de una Sabiduría y Conocimiento eternos. Esta es entonces la dual posibilidad que se suscita ante nosotros. Hay, podemos suponer, una conciencia original y un poder creador de ilusiones e irrealidades con la mente como su instrumento o medio en la conciencia humana y animal, de modo que el diferenciado universo que vemos es irreal, una ficción de Maya, y sólo algún indeterminable e, indiferenciado Absoluto es real. O hay, podemos igualmente suponer, una original y suprema o cósmica Verdad-Conciencia creadora de un verdadero universo, pero con la mente actuando en ese universo como conciencia imperfecta, ignorante, parcialmente sabedora, parcialmente no sabedora -una conciencia que, por su ignorancia o limitación del conocimiento es capaz de error, de representación equivocada, de erróneo o mal dirigido desarrollo de lo conocido, de inciertas aspiraciones en pos de lo desconocido, de parciales creaciones y construcciones, una constante posición media entre la verdad y el error, entre el conocimiento y la nesciencia. Pero esta ignorancia marcha de hecho, aunque con tropiezos, sobre el conocimiento y en pos del conocimiento; es inherentemente capaz de superar la limitación, la mezcla, y mediante esa liberación puede entrar en la Verdad-Conciencia, en un poder del Conocimiento original. Nuestra investigación hasta ahora nos ha llevado más bien en la segunda dirección; señala la conclusión de que la naturaleza de nuestra conciencia no es de un carácter que justifique la hipótesis de una ilusión Cósmica como solución de su problema. Existe un problema, pero consiste en la mezcla del Conocimiento con la Ignorancia en nuestra cognición del yo y las cosas, y es el origen de esta imperfección que tenemos que descubrir. No es menester introducir un poder original de la ilusión siempre misteriosamente existente en la Realidad eterna o

interviniendo e imponiendo un mundo dé formas no-existentes en una Conciencia o Superconciencia que es, por siempre, pura, eterna y absoluta.

Capítulo VI LA REALIDAD Y LA ILUSION COSMICA Lo Eterno es verdad; el mundo es mentira. Vivekachudamani El Amo de Maya crea este mundo mediante su Maya y dentro de él está confinado otro; uno debería conocer su Maya como Naturaleza y al Amo de Maya como gran Señor de todo. Swetaswatara Upanishad Purusha es todo esto que existe, lo que ha sido y lo que será; es el amo de la Inmortalidad y es cuanto crece mediante alimento. Swetaswatara Upanishad El Ser Divino es todo. Gita

Pero hasta ahora hemos sólo aclarado una parte del primer plano del campo de la investigación; el fondo del problema sigue íntegro y sin resolver. Se trata del problema de la naturaleza de la original Conciencia o Poder que ha creado o construido conceptualmente o manifestado el universo, y su relación con nuestra cognición-del-mundo --en suma, si el universo es una ficción de la conciencia impuesta en nuestra mente por una fuerza suprema de la ilusión o una formación verdadera del ser experimentada por nosotros con un conocimiento todavía ignorante pero creciente. Y la cuestión verdadera es no sólo de la Mente ni de un sueño cósmico o alucinación cósmica nacidos de la Mente, sino de la naturaleza de la Realidad, la validez de la acción creadora que toma lugar, en ella o es impuesto en ella, la presencia o ausencia de un contenido, real en su conciencia o en la nuestra, y su consideración o la nuestra para con el universo. Por medio del ilusionismo puede responderse a nuestro planteamiento, con respecto a la verdad de la existencia, que todo esto podría ser válido dentro de los límites de la ilusión cósmica; es el sistema, la maquinaria pragmática por la que Maya trabaja y se mantiene en la Ignorancia: pero las verdades, posibilidades dentro de la ilusión, fuera de ese círculo mágico carecen de validez; y realidades del sistema cósmico son verdaderas y concretas sólo no son realidades permanentes y eternas; todas son figuras temporarias, las obras del Conocimiento y las de la Ignorancia por igual. Puede concederse que el conocimiento es útil instrumento de la ilusión de Maya, para escapar de ella, para destruirla en la Mente; el conocimiento espiritual es indispensable: pero la única verdad verdadera, la única realidad permanente más allá de toda dualidad de conocimiento e ignorancia es el eterno e irrelacionado Absoluto o Yo, la eterna y pura Existencia. Aquí todo vuelve sobre la concepción mental y la experiencia del ser mental en cuanto a la realidad;

pues de acuerdo con la experiencia o concepción mental de la realidad será su interpretación de los datos de otro modo idénticos, de los hechos del Cosmos, de la experiencia individual y de la realización de la suprema Trascendencia. Toda la cognición mental depende de estos tres elementos: el perceptor, la percepción y la cosa percibida. Todos o alguno de estos tres pueden ser afirmación o negación de la realidad; la cuestión entonces es cuál de éstos (si de alguno se trata) es real y hasta qué punto o de qué manera. Pero si los tres son rechazados como instrumentos de ilusión cósmica, surge la cuestión ulterior y consiguiente: ¿hay entonces una realidad exterior a ellos y, en caso afirmativo, cuál es la relación entre la Realidad y la ilusión? Es posible afirmar la realidad de lo percibido, del universo objetivo, y negar o disminuir la realidad del individuo perceptor y su conciencia perceptiva. Según la teoría de la realidad única de la Materia, la conciencia es sólo una operación de la energía-Material en la Materia, una secreción o vibración de las célulascerebrales, una recepción física de imágenes y una respuesta cerebral, una acción refleja o una reacción de la Materia ante los contactos de la Materia. Aunque se atenúe la rigidez de esta afirmación y se tenga en cuenta de otro modo la conciencia, empero no es más que un fenómeno derivado y temporario, no la Realidad duradera. El individuo perceptor es sólo un cuerpo y cerebro capaces de reacciones mecánicas que se generalizan bajo el nombre de conciencia: el individuo sólo tiene un valor relativo y una realidad temporaria, Pero si la Materia pasa a ser irreal y derivada y simplemente un fenómeno de la Energía, como ahora parece ser probable, entonces la Energía queda como Realidad única; el perceptor, la percepción y el objeto percibido son sólo fenómenos de la Energía. Mas una Energía sin Ser ni Existencia que la posean ni Conciencia que la suministre, una Energía que originalmente trabaje en el vacío -pues el campo material en que la vemos trabajar es una creación-, se parece muchísimo a una construcción mental, a una irrealidad: o podría ser una inexplicable interrupción temporaria del movimiento que, en cualquier momento, podría cesar de crear fenómenos; sólo el Vacío del Infinito sería duradero y real. La teoría Budista del perceptor, la percepción y lo percibido como construcción del Karma, el proceso de algún hecho cósmico de la Acción, dio lugar a tal conclusión; pues condujo lógicamente a la afirmación del No-Ser, Vacío o Nihil. Ciertamente es posible que lo que trabaja no sea Energía sino Conciencia; así como la Materia se reduce a Energía captable por nosotros no en sí sino en sus resultados y obras, de igual modo la Energía podría reducirse a la acción de una Conciencia captable por nosotros no en sí sino en sus resultados y obras. Mas si se supone que esta Conciencia trabaja de modo similar en el Vacío, estamos expuestos a la misma conclusión, que es creadora de fenoménicas ilusiones temporarias, siendo ella misma ilusoria; el Vacío, el Cero infinito, la No-Existencia original, es la única Realidad duradera. Pero estas conclusiones no son obligatorias; pues detrás de esta Conciencia captable en sus obras solamente puede haber una original Existencia invisible: entonces una Energía-Consciente de la Existencia podría ser realidad; su creación también, hecha de una sustancia infinitesimal, impalpable para los sentidos pero revelada a ellos en cierta etapa de la Energía como Materia, sería real, como el individuo que emerge como ser consciente de la Existencia original en un mundo de la Materia. Esta Realidad original podría ser una espiritual Existencia cósmica, un Pantheón, o podría tener algún otro estado;

pero en cualquier caso, habría no una ilusión universal o mero fenómeno, sino un universo verdadero. En la clásica teoría del ilusionismo se acepta como Realidad única la suprema Existencia espiritual; por su esencialidad es el Yo, empero los seres naturales de los que es el Yo son sólo apariencias temporarias; en su absoluto está el substratum de todas las cosas, pero el universo erigido sobre el substratum es una no-existencia, una semejanza, o, en cierto modo, irrealmente real; es una ilusión cósmica. Pues la Realidad es una sola sin segundo, es inmutable en la eternidad, es la Existencia única; no hay nada más, no hay verdaderos devenires de este Ser: y debe por siempre seguir siendo exenta de nombre, característica, formación, relación y suceso; si tiene una Conciencia, ésta sólo puede ser una conciencia pura de su propio ser absoluto. ¿Pero entonces cuál es la relación entre la Realidad y la ilusión? ¿Por qué milagro o misterio llega a existir la ilusión o cómo puede aparecer o morar en el Tiempo por siempre? Como sólo Brahman es real, solo una conciencia o poder de Brahman podría ser creadora real y de realidades. Pero dado que no puede haber otra realidad que Brahman puro y absoluto, no puede haber verdadero poder creador de Brahman. Una conciencia-de-Brahman consciente de las cosas reales, de las formas y sucesos, significaría una verdad del Devenir, una realidad espiritual y material del universo, que la experiencia de la Verdad suprema niega y anula y con la que su sola existencia es lógicamente incompatible. La creación de Maya es una presentación de seres, nombres, formas, sucesos, cosas, imposibles de aceptar como verdaderos, contradictorios de la indeterminable pureza de la Existencia Única. Maya entonces no es real, es no-existente. Maya misma es ilusión, madre de innumerables ilusiones. Pero aun esta ilusión y sus obras tienen cierta clase de existencia y, de esa manera, de algún modo deben ser reales: es más, el universo no existe en un Vacío sino que está porque es impuesto en Brahman, se basa de una forma sobre la Realidad única; nosotros mismos en la ilusión atribuimos sus formas, nombres, relaciones y sucesos al Brahman, tomamos conciencia de todas las cosas como el Brahman, vemos la Realidad a través de estas irrealidades. Hay entonces una Realidad en Maya: es al mismo tiempo real e irreal, una paradoja, un enigma suprarracionaI. ¿Pero cuál es este misterio, o es que resulta insoluble? ¿Cómo llega a intervenir en la existencia-de-Brahman esta ilusión? ¿Cuál es la naturaleza de esta irreal realidad de Maya? A primera vista uno está obligado a suponer que Brahman debe ser, de algún modo, el perceptor de Maya -pues Brahman es la Realidad única, y si él no es el perceptor, ¿quién percibe la ilusión? En la existencia no hay ningún otro perceptor; el individuo que en nosotros resulta aparente testigo, en sí mismo es fenoménico e irreal: una creación de Maya. Mas si Brahman es el perceptor, ¿cómo es posible que la ilusión pueda persistir por un momento, dado que la conciencia verdadera del Perceptor es la conciencia del yo, una conciencia únicamente de su pura yo-existencia? Si Brahman percibe al mundo y las cosas con una verdadera conciencia, entonces todos deben ser ella misma y reales, pero dado que no son la pura yo-existencia, sino, a lo más, formas de ella y son vistos a través de la

Ignorancia fenoménica, esta solución realista no es posible. Empero hemos de aceptar provisionalmente al menos, al universo como un hecho, una imposibilidad como una cosa que es, dado que Maya está allí y sus obras persisten y obedecen al espíritu con el sentido, aunque falso de su realidad. Es sobre ésta base que tenemos entonces que enfrentar y resolver el dilema. Si Maya es de algún modo real, se impone la conclusión de que Brahman la Realidad es, de ese modo, el perceptor de Maya. Maya puede ser su poder de percepción diferenciadora, pues el poder de la conciencia de Maya que lo distingue de la conciencia verdadera del único Yo espiritual es su percepción creadora de la diferencia. O Maya debe ser, al menos, si se considera esta creación de la diferencia sólo resultado y no esencia de la fuerza-de-Maya, algún poder de la conciencia de Brahmán -pues es solo una conciencia que puede ver o crear una ilusión y no puede haber otra conciencia original u originadora que la de Brahman. Pero dado que Brahman es también consciente-de-SÍ por siempre, debe haber un doble estado de la Concienciade-Brahman, único consciente de la sola Realidad, el otro consciente de las irrealidades a las que por su percepción creadora de ellas les confiere cierto género de existencia aparente. Estas irrealidades no pueden estar hechas de la sustancia de la Realidad, pues entonces ellas también deben ser reales. Según este criterio uno no puede aceptar la afirmación de los Upanishads de que el mundo está hecho de la Existencia suprema, que es un devenir, un resultado o producto del Ser eterno. Brahman no es la causa material del universo: nuestra naturaleza -como opuesta a nuestro yo- no está hecha de su sustancia espiritual; está construida de la irreal realidad de Maya. Pero, por el contrario, nuestro ser espiritual es de esa sustancia, es ciertamente Brahman; Brahman está por encima de Maya, pero es también el perceptor de sus creaciones tanto desde arriba como desde dentro de Maya. Esta conciencia dual se ofrece como la única explicación plausible del enigma de un eterno Perceptor real, un Percibido irreal y una Percepción que es creadora semirreal de irreales percibidos. Si esta conciencia dual no existe, si Maya es el único poder consciente del Brahman, entonces una de las dos cosas, debe ser cierta o la realidad de Maya como poder es eso que es acción subjetiva de la conciencia-de-Brahman que emerge de su silencio e inmovilidad superconscientes y que pasa a través de las experiencias que son reales porque son parte de la conciencia de Brahman pero irreales porque no son parte de Su ser, o Maya es el poder de la Imaginación cósmica de Brahman, inherente a su ser eterno que crea, de la nada, nombres, formas y sucesos que de ningún modo son reales. En ese caso Maya sería real, pero sus obras enteramente ficticias, puras imaginaciones: ¿pero podemos afirmar que la Imaginación es el único poder dinámico o creador del Eterno? La Imaginación es una necesidad para el ser parcial con conciencia ignorante; pues ha de complementar su ignorancia mediante imaginaciones y conjeturas: no puede haber lugar para tal movimiento en la conciencia única de la Realidad única que no tiene razón para construir irrealidades, pues es siempre pura y auto-completa. Es difícil ver que en su propio ser pudiese impeler o inducir tal Existencia Única completa en su esencia misma, bienaventurada en su eternidad, sin contener nada por manifestar, intemporalmente perfecta, para crear un Tiempo y Espacio irreales

y poblarlos por toda la eternidad de una interminable exposición cósmica de imágenes y sucesos falsos. Esta solución resulta lógicamente insostenible. La otra solución, la idea de una irreal realidad puramente subjetiva, parte de la distinción hecha por la mente en la Naturaleza física entre sus experiencias subjetivas y objetivas; pues está segura sólo de lo objetivo como entera y sólidamente real. Pero esa distinción difícilmente podría existir en la conciencia-de-Brahman dado que aquí no hay sujeto ni objeto ni Brahman mismo es -el único sujeto posible de su conciencia ni el único objeto posible; no podría haber nada externamente objetivo para Brahman, dado que no hay nada más que Brahman. Esta idea, entonces, de una acción subjetiva de la conciencia que crea un mundo de ficciones distinto o distorsionador del único objeto verdadero parece una imposición sobre Brahman por parte de nuestra mente; ella impone sobre la Realidad pura y perfecta una característica de su propia imperfección, no verdaderamente atribuible a la percepción de un Ser Supremo. Por otra parte, la distinción entre la conciencia y el ser de Brahman podría no ser válida, a no ser que el ser de Brahman y la conciencia de Brahman sean dos entidades distintas -la conciencia que impone sus experiencias sobre la existencia pura del ser pero incapaz de tocado, afectado o penetrado. Brahman, entonces, como única AutoExistencia suprema o Yo del individuo real-irreal en Maya, estaría al tanto, por su verdadera conciencia, de las ilusiones impuestas sobre él y las conocería como ilusiones; sólo alguna energía de la naturaleza-de-Maya o algo en ella sería engañado por sus propias invenciones-, sin ser realmente engañado, mas persistiría en comportarse y sentir como si lo fuese. Esta dualidad es lo que le sucede a nuestra conciencia en la Ignorancia cuando se separa de las obras de la Naturaleza y toma conciencia interior del Yo como verdad única y del resto como no-yo y no-real, mas superficialmente ha de actuar como si el resto también fuese real. Pero esta solución niega la única e indivisible existencia pura y conciencia pura del Brahman; crea un dualismo dentro de su incaracterística unidad que no es otro en su significado que el dualismo del doble Principio según el criterio Sankhya de las cosas, Purusha y Prakriti, Alma y Naturaleza. Entonces estas soluciones deben, descartarse como insostenibles, a no ser que modifiquemos nuestro primer criterio de la Realidad y concedamos a ésta un poder del múltiple estado de la conciencia o un poder del múltiple estado de la existencia. Pero la conciencia dual, si la admitimos, no puede explicarse como poder dual del Conocimiento-Ignorancia válido para la Existencia suprema como lo es para nosotros en el universo. Pues no podemos suponer que Brahman esté, de modo alguno, sujeto a Maya, dado que eso significaría un principio de la Ignorancia que nubla la auto-conciencia del Eterno; sería imponer las limitaciones de nuestra propia conciencia sobre la Realidad eterna. Una Ignorancia que ocurre e interviene en el curso de la manifestación como resultado de una acción subordinada de la Conciencia y como parte de un divino plan cósmico y su significado evolutivo, es una cosa y lógicamente concebible; una ignorancia sin sentido o la ilusión eterna en la conciencia original de la Realidad es otra cosa y no concebible con facilidad; se presenta como una violenta construcción mental que no tiene probabilidad de validez en la verdad del Absoluto. La conciencia dual de Brahman de ningún modo debe

ser ignorancia, sino una auto-conciencia coexistente con una voluntaria volición de erigir un universo de ilusiones que se sostienen en una percepción frontal consciente, a la vez, del yo y del mundo ilusorio, de modo que no hay ilusión, ni sensación de su realidad. La ilusión sólo tiene lugar en el mundo ilusorio mismo, y el Yo o Brahman en el mundo disfruta de una libre participación, o presencia, separado e intangible, el juego que extiende su mágico hechizo sólo sobre la mente-de-la Naturaleza creada para su acción por Maya. Pero esto parecería significar que el Eterno, no contento con su pura existencia absoluta, tiene necesidad de crear, de ocuparse a lo largo del Tiempo de un drama de nombres, formas y sucesos; necesita, siendo solo, verse como muchos, siendo paz, bienaventuranza y auto-conocimiento, observar una experiencia o representación de conocimiento e ignorancia mezclados, de deleite y sufrimiento, de existencia irreal y escape de la existencia irreal. Pues, para el ser individual, el escape lo construye Maya; el Eterno no necesita escapar y el juego continúa su ciclo por siempre. O si no media la necesidad, existe la voluntad de crear, o el impulso o acción automática de estos contrarios: pero, si consideramos la única realidad de la existencia pura atribuida a la Realidad, todos por igual, la necesidad, la voluntad, el impulso o el automatismo, son igualmente imposibles e incomprensibles. Esta resulta una explicación de una índole, pero es una explicación que deja al misterio aun más allá de la lógica o comprensión; pues la conciencia dinámica del Eterno es una contradicción directa de su naturaleza estática y real. Una Voluntad o Poder para crear y manifestar está indudablemente allí: pero, si es una voluntad por poder del Brahman, sólo puede ser para una creación de realidades de lo Real o una manifestación del proceso intemporal de su ser en el Tiempo-eternidad, pues parece increíble que el solo poder de la Realidad haya de manifestar algo contrario a sí mismo o crear cosas no existentes en un universo ilusorio. Hasta ahora no hay una contestación satisfactoria para el enigma: pero puede ser que erremos al atribuir cualquier género de realidad, aunque ilusorio en el fondo, a Maya o sus obras: la verdadera solución reside en enfrentar valientemente el misterio de su cabal irrealidad. Esta irrealidad absoluta parece ser considerada por ciertas formulaciones del ilusionismo o por ciertos argumentos expuestos en su favor. Entonces, este lado del problema ha de considerarse antes de que podamos examinar con confianza las soluciones que reposan en una realidad relativa o parcial del universo. Hay ciertamente una línea de razonamiento que se desembaraza del problema por exclusión; afirma que la cuestión de cómo se genera la ilusión, de cómo el universo puede estar allí en la pura existencia de Brahman, es ilegítima; el problema no existe, porque el universo es no-existente, Maya es irreal, Brahman es la única verdad, sola y auto-existente por siempre. Brahmán no es afectado por ninguna conciencia ilusoria, ningún universo llegó a existir dentro de su realidad intemporal. Mas esta evasión de la dificultad es un sofisma que nada significa, una acrobacia de lógica verbal, la razón lógica ocultando su cabeza en el juego de palabras e ideas, rehusando ver o resolver una dificultad real y desconcertante, o significa demasiado, dado que en efecto se desembaraza de toda relación de Maya con Brahman afirmándose como independiente norealidad absoluta junto con el universo creado por ella. Si no existe un universo real, existe una ilusión cósmica y debemos inquirir cómo llegó a ser o cómo puede existir, cuál es su relación o no-relación con la Realidad, qué significa

nuestra propia existencia en Maya, por nuestro sometimiento a sus ciclos, por nuestra liberación de ella. Pues según este criterio hemos de suponer que Brahman no es el perceptor de Maya o sus obras, que Maya misma no es un poder de la conciencia-de-Brahman. Brahman es superconsciente, inmerso en su propio ser puro o es consciente sólo de su propio absoluto: nada tiene que ver con Maya. Pero en este caso Maya no puede existir siquiera como ilusión o habría una Entidad dual o dos entidades, un Eterno y real superconsciente o consciente de sí y un Poder ilusorio que crea y es consciente de un falso universo. Caemos otra vez en el dilema, sin perspectiva de libramos de su acoso, a no ser que hallemos escape concluyendo que, dado que toda filosofía es parte de Maya, toda filosofía es también una ilusión, abundando los problemas mas sin conclusión posible. Pues con lo que estamos confrontados es con una pura Realidad estática e inmutable y un dinamismo ilusorio, ambos absolutamente contradictorios uno con otro, sin ninguna Verdad mayor, más allá de ellos, en la que pueda desentrañarse su secreto y sus contradicciones descubran un resultado conciliador. Si Brahman no es el perceptor, entonces el perceptor debe ser el individual; pero este perceptor es creado por la ilusión y es irreal; la conciencia perceptora misma es una ilusión y, por lo tanto, irreal. Pero esto priva a todo de significado, a nuestra existencia espiritual y nuestra salvación de Maya no menos que a nuestra existencia temporal y nuestra inmersión en Maya; todos son de igual irrealidad e inimportancia. Es posible asumir un criterio menos riguroso y sostener que Brahman como Brahman nada tiene que ver con Maya, es eternamente libre de toda ilusión o de cualquier trato con la ilusión, pero Brahman como perceptor individual o como el Yo de todo ser ha entrado aquí en el Maya y en el individuo puede retirarse de él, y este retiro es para el individuo un acto de importancia suprema. Pero aquí se impone un ser dual sobre Brahman y una realidad atribuida a algo que pertenece a la ilusión cósmica -al ser individual de Brahman en Maya, pues Brahman como el Yo de todo ni siquiera está ligado fenoménicamente y no necesita escapar de ella; es más, la salvación no puede ser de importancia si la esclavitud es irreal, y la esclavitud no puede ser real a menos que Maya y su mundo sean reales. La irrealidad absoluta de Maya desaparece y da lugar a una realidad muy comprehensiva aunque tal vez sólo práctica y temporal. Para evitar esta conclusión puede decirse que nuestra individualidad es irreal, es Brahman que se retira del reflejo de sí en la ficción de la individualidad y su extinción es nuestra liberación, nuestra salvación: pero Brahman, siempre libre, no puede sufrir la esclavitud ni beneficiarse con la salvación, y un reflejo, una ficción, una mera imagen en el engañoso espejo de Maya no puede sufrir una esclavitud real ni beneficiarse con una salvación real. Si se dice que es un reflejo o ficción consciente y que por lo tanto puede sufrir realmente y entrar en la bienaventuranza de la liberación, se suscita la cuestión de quién es la conciencia que sufre de ese modo en esta experiencia ficticia -pues no puede haber conciencia real excepto la de la Existencia- Única; de manera que una vez más existe una establecida conciencia dual para Brahman, una conciencia o superconciencia libre de la ilusión y una conciencia sujeta a la ilusión y nuevamente hemos sustanciado cierta realidad de nuestra existencia y experiencia en Maya. Pues si nuestro ser es el de Brahman, si nuestra

conciencia es algo de la conciencia de Brahman, con cualquier calificación, hasta ese punto real -si nuestro ser lo es ¿por qué no el ser del universo? Puede finalmente exponerse como solución que el individuo perceptor y el universo percibido son irreales, pero Maya, al imponerse en Brahman adquiere cierta realidad, y esa realidad se presta al individuo y a su experiencia en la ilusión cósmica que dura tanto como está sujeto a la ilusión. ¿Mas para quién es válida la experiencia, la realidad adquirida mientras dura, y para quién cesa por liberación, extinción o retiro? Pues un irreal ser ilusorio no puede investir la realidad y sufrir una esclavitud real ni escapar de ella mediante un acto real de evasión o auto-extinción; puede parecer que existe para algún yo o ser real, pero en ese caso este yo real debe, de algún modo o grado, haber devenido sujeto a Maya. Debe ser la conciencia de Brahman que se proyecta en un mundo de Maya y sale de Maya o debe ser el ser Brahman que proyecta algo de sí, su realidad, en Maya y nuevamente la retira de ella. ¿O qué es esta Maya que se impone en Brahman? ¿De dónde proviene si ya no está en Brahman, si no es una acción de la Conciencia eterna o la Superconciencia eterna? lo es solamente si un ser o una conciencia de la Realidad sufren las consecuencias de la ilusión que los ciclos de la ilusión pueden investir en cualquier realidad o tener alguna importancia excepto como danza de fantasmagóricas marionetas con las que el Eterno se divierte, una exhibición de títeres en el Tiempo. Somos retrotraídos al ser dual de Brahman, a la conciencia dual de Brahman envuelta en la ilusión y libre de la ilusión, y a una cierta verdad fenoménica del ser para Maya: no puede haber solución de nuestra existencia en el universo si esa existencia y el universo mismo carecen de realidad -aunque la realidad fuese solo parcial, restricta, derivada. ¿Pero cuál puede ser la realidad de una original ilusión universal; fundamentalmente sin base? La única respuesta posible es que se trata de un misterio suprarracional, inexplicable e inefable -anirvacaniya. Sin embargo, hay dos respuestas posibles a la dificultad, si nos libramos de la idea de una irrealidad absoluta y admitimos una calificación o compromiso. Puede crearse una base de la conciencia ilusión subjetiva que empero es parte del Ser, si aceptamos en el sentido de una ilusoria conciencia-del-mundo subjetiva la cantidad de creación de sueño y onírica que nos brindan los Upanishads. Pues está la afirmación de que Brahmán como Yo es cuádruple; el Yo es Brahman y todo es el Brahmán, pero todo lo que es, es el Yo visto por el Yo en los cuatro estados de su ser. En el auto-estado puro ni la conciencia ni la inconciencia, como la concebimos, puede afirmarse acerca de Brahmán, es un estado de la superconciencia absorto en su auto-existencia, en un autosilencio o auto-éxtasis, o es el estado de un libre Superconsciente que contiene y fundamenta todo pero envuelto en la nada. Pero también hay un estado luminoso del yo-del-sueño, una conciencia masiva que es el origen de la existencia cósmica; este estado de sueño profundo en el que, con todo, está la presencia de una Inteligencia omnipotente, es el estado seminal o condición causal de la que emerge el cosmos; -éste y el yo-onírico que es el continente de toda experiencia sutil, subjetiva o suprafísica, y el yo de la vigilia que es el sostén de toda experiencia física, pueden tomarse como el campo total de Maya. Así como un hombre en profundo sueño penetra en ensoñaciones en las que experimenta inestables estructuras auto-laboradas de nombre, forma,

relación y sucesos, y en el estado de vigilia se exterioriza en las estructuras más aparentemente estables pero, con todo, efímeras, de la conciencia física, de igual manera el Yo desarrolla de su estado de conciencia en masa su experiencia cósmica subjetiva y objetiva. Pero el estado de vigilia no es una vigilia verdadera de este sueño original y causal; es sólo un pleno emerger en un denso sentido externo y objetivo de la realidad positiva de los objetos de la conciencia como opuestos a la sutil y subjetiva conciencia-onírica de aquellos objetos: la vigilia verdadera es un retiro tanto de la conciencia objetiva como subjetiva y de la masiva Inteligencia causal en la superconciencia superior a toda conciencia; pues toda conciencia y toda inconciencia es Maya. Aquí, podemos decir, Maya es real porque es la experiencia de sí del Yo, algo del Yo entra en ella, es afectado por sus aconteceres porque los acepta, cree en ellos, ellos son para ella sus experiencias reales, creaciones de su ser consciente pero es irreal porque es un estado de sueño, un estado onírico, un estado de vigilia eventualmente efímero, no el estado verdadero de la Realidad superconsciente. Aquí no hay una real dicotomía del ser mismo, sino, una multiplicidad del estado del Ser único; no hay original conciencia dual que implique una Voluntad en lo Increado para crear cosas ilusorias de la noexistencia, sino un Ser Único en los estados de la superconciencia y conciencia, cada cual con su propia naturaleza de auto-experiencia. Mas los estados inferiores, aunque tienen realidad, empero se califican mediante una construcción y visión de auto-construcciones subjetivas que no son lo Real. El Yo Único se ve como muchos, pero esta existencia múltiple es subjetiva; tiene una multiplicidad de sus estados de conciencia, pero esta multiplicidad también es subjetiva; hay, una realidad de la experiencia subjetiva de un Ser real, pero no universo objetivo. Sin embargo puede notarse que en ninguna parte de los Upanishads se expresa que el estado triple sea condición de la ilusión o creación de irrealidad; se afirma constantemente que todo esto que existe -todo este universo que ahora suponemos construido por Maya- es el Brahmán, la Realidad. El Brahman deviene todos estos seres; todos los seres deben verse en el y en la Realidad, y la Realidad -debe verse en ellos, la Realidad debe verse como si realmente fuese todos estos seres; pues no sólo el Yo es Brahman, sino que todo es el Yo, todo esto que existe es el Brahmán, la Realidad. Esa enfática afirmación no da lugar a una Maya ilusoria; pero con todo, la insistente negación de que hay algo distinto o separado del yo experimentante, ciertas frases usadas y la descripción de dos de los estados de la conciencia como sueño y ensoñación pueden tomarse como si anulasen el énfasis sobre la Realidad universal; estos pasajes abren las puertas a la idea ilusionista y han creado el fundamento de un incomprometido sistema de esa naturaleza. Si tomamos este cuádruple estado como figura del Yo que de su estado superconsciente, donde no hay sujeto ni objeto, entra en un luminoso trance en el que la superconciencia deviene conciencia masiva de la que el estado subjetivo del ser y el objetivo llegan a emerger, entonces logramos, de acuerdo con nuestro criterio de las cosas, un proceso posible de creación ilusoria o un proceso de Autoconocimiento y Omni-conocimiento creadores.

De hecho, si podemos juzgar por la descripción de los tres estados inferiores del Yo como la Inteligencia omni-sapíente ((( prajñá: Yajnavalkya, en el Brihadadabyaka Upanishad afirma muy positivamente que hay dos planos o estados del ser que son dos mundos, y que en el estado onírico uno puede ver ambos mundos, pues el estado onírico es intermedio entre ellos, es un plano de unión. Esto aclara que habla de una condición subliminal de la conciencia que pueden llevar consigo comunicaciones entre los mundos: el físico y el suprafísico. La descripción del estado hipnótico inonírico se aplica al sueño profundo y al estado de trance en el que uno entra en una conciencia masiva que contiene en ella todos los poderes del ser pero comprimidos en sí y concentrados -solamente en sí y, cuando están activos, entonces lo están en una conciencia donde todo es el yo; este es, claramente, un estado que nos permite el ingreso en planos superiores del espíritu, ahora normalmente superconscientes para nuestro ser en vigilia))); el Vidente de la existencia sutil y el Vidente de la densa existencia material, este estado de sueño y este estado onírico parecen ser nombres figurados para el superconsciente y subliminal que están detrás y más allá de nuestro estado de vigilia; se los llama y figura así porque es a través de la ensoñación y sueño -o del trance que puede considerarse como una suerte de ensoñación o sueño-- que la superficial conciencia mental pasa de la percepción de las cosas objetivas al estado interior subliminal o al superior supramental o sobremental. En ese estado interior ve las realidades suprafísicas transcribiendo figuras de la ensoñación o visión o, en el estado superior, se pierde en una conciencia masiva de la que no puede recibir pensamiento ni imagen. Es a través de este estado subliminal y de este estado superconsciente que podemos pasar a la suprema superconciencia del más excelso estado del auto-ser. Si efectuamos la transición, no a través del trance onírico ni del trance de sueño, sino a través de una vigilia espiritual hacia estos estados superiores, tomamos conciencia en todos ellos de la única Realidad omnipresente; no es menester una percepción de la Ilusoria Maya, sólo hay una experiencia del pasaje de la Mente a lo que está más allá de ella de modo que nuestra estructura mental del universo cesa de ser válida y otra realidad suya es sustituida por el ignorante conocimiento mental. En esta transición es posible despertar a todos los estados del ser juntos en una experiencia armonizada y unificada, y ver la Realidad por doquier. Pero si nos sumimos mediante un trance de exclusiva concentración en un místico estado de sueños o pasamos abruptamente con la Mente en vigilia a un estado perteneciente al Superconsciente, entonces la mente puede ser capturada en el pasaje por un sentido de la irrealidad de la Fuerza cósmica y sus creaciones; pasa mediante una subjetiva abolición de ellas a la superconciencia suprema. Este sentido de la irrealidad y este sublimador pasaje son la justificación espiritual de la idea de un mundo creado por Maya; pero esta consecuencia no es concluyente, dado que a la experiencia espiritual le es posible una mayor y más completa conclusión que la reemplace. Todas estas y otras soluciones de la naturaleza de Maya no llegan a satisfacer porque carecen de conclusividad: no establecen la inevítabílidad de la hipótesis ilusionista que, para captarla, necesita ser inevitable; no unen el abismo entre la supuesta naturaleza verdadera de la Realidad eterna y el carácter paradójico y contrario de la ilusión cósmica. A lo más, se señala un proceso que afirma tomar concebible e inteligible la coexistencia de los dos opuestos; pero no tiene

tal fuerza de certidumbre o iluminadora convicción que remedie efectivamente la improbabilidad de que su aceptación resulte obligatoria en la inteligencia. La teoría de la ilusión cósmica se libra de una contradicción original, de un problema y misterio que de otro modo puede ser soluble, erigiendo otra contradicción, un nuevo problema y misterio que es irreconciliable en sus términos e insoluble. Pues comenzamos con las concepciones o la experiencia de una Realidad absoluta que, en su naturaleza, es eternamente única, supracósmica, estática, inmóvil, auto-consciente de su pura existencia, y un fenómeno del cosmos, dinamismo, moción, mutabilidad, modificaciones de la pura existencia original, diferenciación, multiplicidad infinita. Este fenómeno queda de lado al declararlo ilusión perpetua, Maya. Pero trae consigo, en efecto, un dual estado autocontradictorio de la conciencia del Uno para anular un dual estado auto-contradictorio del ser del Uno. Una verdad fenoménica de la multiplicidad del Uno se anula armando una falsedad conceptual en el Uno que, crea una multiplicidad irreal. El Uno por siempre autoconsciente de su pura existencia mantiene una perpetua imaginación o ilusoria construcción de sí como multiplicidad infinita de los seres ignorantes y sufrientes desconocedores de sí, que deben despertar uno tras otro a la conciencia de sí y cesar de ser individualmente. Ante la vista de esta solución desconcertante mediante un nuevo desconcierto, empezamos a sospechar que nuestra premisa original ha quedado en alguna parte incompleta --no como error, sino solo como afirmación primera y fundamento indispensable. Empezamos a considerar a la Realidad como unidad eterna, estado, esencial inmutable de la pura existencia que sostiene una dinámica eterna, una moción, una multiplicidad y diversidad infinitas de sí. El estado inmutable de la unidad produce de sí la dinámica, la moción, y la multiplicidad -la dinámica, la moción y la multiplicidad no abrogando sino poniendo de relieve la unidad eterna e infinita. Si la conciencia de Brahman puede ser dual en el estado o la acción, o incluso múltiple, no parece haber razón de por qué Brahman sea incapaz de un doble estado de una real autoexperiencia múltiple de su ser. La conciencia cósmica sería entonces, no ilusión creadora, sino experiencia de alguna verdad del Absoluto. Esta explicación, si funcionase, probaría ser más comprehensiva y espiritualmente fecunda, más armónica en su unión de los dos términos de nuestra autoexperiencia, y sería, al menos, tan lógicamente sostenible como la idea de una Realidad eterna sosteniendo perpetuamente una ilusión eterna real solo para una infinita multiplicidad de los seres ignorantes y sufrientes que, uno tras otro, escapan de la oscuridad y el dolor de Maya, cada cual mediante separada extinción de sí en Maya. Según una segunda respuesta posible del problema, sobre la base ilusionista, en la filosofía de Shankara que puede describirse como ilusionismo calificado, una respuesta que se presenta con fuerza y comprehensividad extraordinariamente impresionantes, damos el primer paso hacia la solución. Pues esta filosofía afirma para Maya una calificada realidad; la caracteriza ciertamente como misterio inefable e incontable, pero al mismo tiempo nos enfrenta con una solución racional, a primera vista totalmente satisfactoria, de la oposición que aflige nuestra mente; explica nuestra sensación de la persistente y apremiante realidad del universo y nuestra sensación de la

inconclusividad, insuficiencia, vanidad, evanescencia e irrealidad cierta de la vida y los fenómenos. Pues descubrimos una distinción hecha entre dos órdenes de la realidad, trascendental y pragmática, absoluta y fenoménica, eterna y temporal -la primera es la realidad del puro ser de Brahman, absoluta y supracósmica y eterna, la última es la realidad de Brahmán en Maya, cósmica, temporal y relativa, Aquí conseguimos para nosotros y el universo una realidad: pues el yo individual es realmente Brahman; es Brahmán que, dentro del campo de Maya, parece estar sujeto fenoménicamente a ella como individuo y, al fin, libera al individuo relativo y fenoménico en su ser eterno y verdadero. En el campo temporal de las relatividades es también válida nuestra experiencia de Brahman que ha devenido todos los seres, el Eterno que ha devenido universal e individual; en verdad se trata de un paso medio del movimiento en Maya en pos de la liberación de Maya. También el universo y sus experiencias son reales para la conciencia en el Tiempo y esa conciencia es real. Pero la cuestión de la naturaleza y extensión de esta realidad surge de inmediato; pues el universo y nosotros mismos podemos ser una realidad verdadera aunque de orden menor, o pueden ser parcialmente reales, parcialmente irreales, o pueden ser una realidad irreal. Si son realidad verdadera, no hay sitio para teoría alguna de Maya; no hay creación ilusoria. Si son parcialmente reales, parcialmente irreales, la falta debe radicar en algo equivocado en la auto-conciencia cósmica o en nuestra visión de nosotros mismos y el universo que produce un error del ser, un error del conocimiento y un error en la dinámica de la existencia. Pero ese error puede contar sólo para una ignorancia o un conocimiento e ignorancia mezclados, y lo que requiere entonces explicación no es una original ilusión Cósmica sino la intervención de la Ignorancia en la conciencia creadora o en la acción dinámica del Eterno e Infinito. Mas si el universo y nosotros mismos somos una realidad irreal, si para una conciencia trascendental todo esto no tiene verdad de existencia y su realidad aparente cesa una vez que salimos del campo propio de Maya, entonces lo que una mano concede lo quita la otra; pues lo concedido como verdad pasa a ser todo el tiempo una ilusión. Maya, el cosmos y nosotros somos, a la vez, reales e irreales -pero la realidad es una realidad irreal, real sólo para nuestra ignorancia, irreal para cualquier conocimiento verdadero. Resulta difícil ver por qué, una vez que se concede cualquier realidad a nosotros y al universo, no ha de ser una realidad verdadera dentro de sus límites. Puede admitirse que la manifestación debe ser en su superficie una realidad más restringida que el Manifestado; nuestro universo es, digamos, uno de los ritmos de Brahmán y no, excepto en su ser esencial, la realidad total: pero esa no es razón suficiente para descartado como irreal. Sin duda así lo percibe la mente apartándose de sí y de sus estructuras: pero esto es solo porque la mente es un instrumento de la Ignorancia y cuando se retira de sus contradicciones, de su ignorancia e imperfecto cuadro del universo, está impelida a considerarlos como nada más que sus propias ficciones y formaciones, como infundados e irreal es; el abismo entre su ignorancia y la Verdad y el Conocimiento supremos le impide descubrir las verdaderas conexiones de la Realidad trascendente y la Realidad cósmica. En un estado superior de la conciencia la diferencia desaparece, se establece la conexión; la sensación de irrealidad se repliega y una teoría de la ilusión se toma superflua e inaplicable. La verdad final no puede ser que la Conciencia Suprema no

tenga en consideración al universo o lo considere como ficción que su yo en el Tiempo sostiene como real. Lo cósmico sólo puede existir por dependencia de lo supracósmico, Brahman en el Tiempo debe tener algún significado para Brahman en la eternidad intemporal; de otro modo, no podría haber yo ni espíritu en las cosas y, por lo tanto, base para la existencia temporal. Pero el universo está condenado como irreal en última instancia porque es temporario y no eterno, una forma perecedera del ser Impuesta en lo Amorfo o Imperecedero. Esta relación puede ilustrarse mediante la analogía de la tierra y la olla confeccionada con tierra: la olla y otras formas así creadas perecen y retornan a la realidad, la tierra, son sólo formas evanescentes; cuando desaparecen queda la tierra amorfa y esencial, y nada más. Pero esta analogía puede expresarse más convincentemente de otro modo; pues la olla es real por derecho de su ser, hecho de la sustancia de la tierra que es real; no es una ilusión y, aunque se disuelva en la tierra original, su existencia pasada no puede juzgarse irreal ni como ilusión. No se trata de la relación de una realidad original y una irrealidad fenoménica, sino de una original -o, si nos remontamos de la tierra al substratum invisible y al éter constitutivo, una eterna y nomanifiesta-, realidad con una realidad resultante y dependiente, temporal y manifiesta. Es más, la forma de la olla es una posibilidad eterna de la sustancia de la tierra, o una sustancia etérea, y mientras exista la sustancia, la forma puede siempre manifestarse. Una forma puede desaparecer, mas sólo pasa de una manifestación a una no-manifestación; un mundo puede desaparecer, pero no es prueba de que la existencia-del-mundo sea un fenómeno evanescente: por el contrario, podemos suponer que el poder de manifestación es inherente a Brahman y continúa actuando persistentemente en la eternidad-del-Tiempo o en una eterna recurrencia. Lo cósmico es un orden diferente de lo Real de la Trascendencia supracósmica, pero no es menester tomarlo de ningún modo como no-existente o irreal en cuanto a esa Trascendencia. Pues la concepción puramente intelectual de que sólo lo Eterno es real, si la tomamos en un sentido de que la realidad depende de la duración perpetua o de que sólo lo intemporal es verdadero, es una distinción ideativa, una construcción mental; no obliga a una experiencia sustancial e integral. El Tiempo no se anula necesariamente de la existencia por la Eternidad intemporal; su relación es solo verbalmente una relación de contradicción; de hecho, es más probable que exista una relación de dependencia. De modo parecido, el razonamiento que anula la dinámica del Absoluto, la imposición del estigma de la realidad irreal sobre la verdad pragmática de las cosas porque es pragmático, es difícil de aceptar; pues la verdad pragmática no es, después de todo, algo muy distinto, muy separado e inconexo respecto de la verdad espiritual, es un resultado de la energía o un movimiento de la actividad dinámica del Espíritu. Sin duda debe efectuarse una distinción entre los dos, pero la idea de una total oposición puede sólo descansar sobre el postulado de que un estado silencioso y quieto es el verdadero y total ser del Eterno; pero en ese caso debemos concluir que no hay nada dinámico en el Absoluto y que todo dinamismo es una contradicción de la naturaleza suprema de lo Divino y Eterno. Pero si existe una realidad temporal o cósmica de cualquier índole, debe haber un poder, una dinámica fuerza inherente del Absoluto que lo puso en existencia, y no hay razón para suponer que el poder del Absoluto no puede hacer nada salvo crear ilusiones. Por el contrario, el

Poder que crea debe ser la fuerza de una Conciencia omnipotente omnisciente; las creaciones de lo absolutamente Real han de ser reales y no ilusiones, y dado que es la Existencia Única, deben ser autocreaciones, formas de una manifestación de lo Eterno, no Formas de la Nada erigidas del Vacío original ya sea un ser vacío o una conciencia vacía- por Maya. En la base del rechazo a reconocer al universo como real está el concepto o la experiencia de la Realidad como inmutable, incaracterística, no-activa y realizada a través de una conciencia que ha caído en un estado de silencio y está inmóvil. El universo es un resultado de la dinámica en movimiento, es la fuerza del ser que se proyecta en la acción, es la energía trabajando, ya se trate de energía conceptiva o mecánica, o de dinámica espiritual, mental, vital o material; de esa manera puede considerarse como una contradicción -o una derogación de sí- de la eterna Realidad estática e inmóvil, por lo tanto irreal. Mas como concepto esta posición del pensamiento no tiene inevitabilidad; no hay razón de que concibamos la Realidad como simultáneamente estática y dinámica. Es perfectamente racional suponer que el estado eterno del ser de la Realidad contiene en él una fuerza eterna del ser, y esta dinámica debe llevar necesariamente consigo un poder de acción y movimiento, una cinética: ambos estados del ser y del movimiento del ser pueden ser reales. Tampoco hay razón de por qué no han de ser simultáneos; por el contrario, se exige simultaneidad -puesto que toda energía, toda acción cinética ha de sostenerse en el estado o por el estado para ser efectiva y creadora; de lo contrario no habría solidez en nada de lo creado, sólo un giro constante sin formación alguna: el estado del ser, la forma del ser, son necesarios para la cinética del ser. Aunque la energía fuese la realidad primera, como parece serIo en el mundo material, aun ha de crear de sí el estado, las formas duraderas, la duración de los seres, a fin de tener un apoyo para su accionar; el estado puede ser temporario, puede ser sólo un balance o equilibrio de la sustancia creada y mantenida por una constante cinética, pero mientras dure es real y, después que cesa, aun la consideraremos como algo que fue real. El principio de un estado sostenedor de la acción es un principio permanente, y su accionar es constante en el Tiempo-eternidad. Cuando descubrimos la Realidad estable que subyace en todo movimiento de la energía y esta creación de las formas, ciertamente percibimos que el estado de las formas creadas es sólo temporario; hay una estabilidad del movimiento que mantiene la sustancia del ser en la forma estable en sí: pero esta estabilidad es creada, y el único estado permanente y auto-existentes el del Ser eterno cuya Energía erigió las formas. Pero no necesitamos por lo tanto concluir con que las Formas temporarias son reales; pues la energía del ser es real y las formas hechas por ellas son Formas del ser. En cualquier caso el estado del ser y la dinámica eterna del ser son reales, y simultáneas; el estado admite la acción de la dinámica y la acción no anula al estado. Por lo tanto debemos concluir con que el estado eterno y la dinámica eterna son ambos verdaderos de la Realidad que trasciende tanto al estado como a la dinámica; el Brahman inmóvil y el móvil son la misma Realidad. Mas en la experiencia descubrimos que para nosotros es, normalmente, una quietud que procura la realización estable de lo eterno y lo infinito: es en el silencio o quietud que sentimos más firmemente al Algo que está detrás del

mundo que se nos manifiesta por nuestra mente y sentidos. Nuestra cognitiva acción del pensamiento, nuestra acción de la vida y el ser parecen cubrir la verdad, la realidad; captan lo finito mas no lo infinito, tratan lo temporal y no lo Real eterno. Se piensa que esto es así porque toda acción, toda creación, todo principio determinante, limita; no abarca y se aferra a la Realidad, y sus construcciones desaparecen cuando entramos en la conciencia indivisible e indeterminable de lo Real: estas construcciones son irreales en la eternidad, aunque puedan parecer reales o serlo en el Tiempo. La acción conduce a la ignorancia, a lo creado y finito; la cinética y la creación son una contradicción de la Realidad inmutable, de la pura Existencia increada. Pero este razonamiento no es del todo válido porque contempla la percepción y la acción sólo como están en nuestra cognición mental del mundo y su movimiento, pero esa es la experiencia de nuestro ser superficial que contempla las cosas desde su mutable moción en el Tiempo. Una contemplación superficial, fragmentaria y limitada, no total, que no se hunde en el sentido interior de las cosas; de hecho descubrimos que la acción no necesita ligarse ni limitarse, si salimos de esta cognición-momentánea hacia un estado de lo eterno propio de la conciencia verdadera. La acción no se liga ni limita al hombre liberado; la acción no se liga ni limita a lo Eterno: pero podemos ir más adelante y decir que la acción no se liga ni limita para nada a nuestro verdadero ser. La acción no tiene tal efecto en la Persona espiritual o Purusha ni en la entidad física dentro de nosotros, solo liga o limita la elaborada personalidad superficial. Esta personalidad es una temporaria expresión de nuestro auto-ser, una forma mutable de él, facultada para vivir por él, dependiente de él para la Sustancia y duración -temporaria, pero no irreal. Nuestro pensamiento y acción son medios para esta expresión de nosotros mismos y, como la expresión es incompleta y evolutiva, como es un desarrollo de nuestro ser natural en el Tiempo, el pensamiento y la acción lo ayudan a desarrollar, cambiar, alterar y expandir sus límites, pero al mismo tiempo a mantener los límites; en ese sentido están limitando y restringiendo; son una modalidad incompleta de auto-revelación. Pero cuando volvemos a nosotros mismos, al yo y persona verdaderos, no hay ya restricción ni limitación por los lindes de la acción o percepción; ambos surgen como expresiones de la conciencia y expresiones de la fuerza del yo operativo para una libre autodeterminación de algo que es ilimitable. La limitación, que es una circunstancia necesaria de una auto-determinación evolutiva, podría ser abrogación del yo o derogación del yo, de la Realidad, y por lo tanto irreal, si fuese alterada la esencialidad o totalidad del ser; sería una esclavitud del espíritu y por lo tanto ilegítima si estuviese oscurecida por una imposición ajena procedente de una fuerza que es no-yo, la Conciencia que es el más recóndito testigo y creador de nuestra existencia-del-mundo, o si construyese algo contrario a la conciencia de sí o voluntad de devenir del Ser. Pero la esencia del ser sigue siendo la misma en toda acción y formación, y las limitaciones libremente aceptadas no parten de la totalidad del ser; son aceptadas y autoimpuestas, no impuestas desde afuera, son un medio de expresión de nuestra totalidad en el movimiento del Tiempo, un orden de las cosas impuesto por nuestro interior ser espiritual en nuestro exterior ser-natural, no una esclavitud infligida sobre el espíritu siempre libre. Por lo tanto, no hay razón para concluir, de las limitaciones de la percepción y la acción, que el movimiento es irreal y que la expresión, formación o auto-creación del Espíritu es irreal. Se trata de un orden temporal de la realidad, pero es todavía una realidad de lo Real, no algo más. Todo

cuanto está en la cinética, en el movimiento, en la acción y en la creación, es el Brahmán; el devenir es un movimiento del ser; el Tiempo es una manifestación de lo Eterno. Todo es un solo Ser, una sola Conciencia, incluso una sola multiplicidad infinita, y no hay necesidad de partirla en dos en oposición de Realidad trascendente y cósmica Maya irreal. Según la filosofía de Shankara uno siente la presencia de un conflicto, una oposición que este poderoso intelecto ha afirmado con plena fuerza y ha dispuesto magistralmente antes que resuelto con finalidad alguna -el conflicto de una intuición intensamente consciente de una Realidad trascendente absoluta y recóndita y una fuerte razón intelectual contemplando al mundo con una aguda y vigorosa inteligencia racional. El intelecto del pensador contempla el mundo fenoménico desde el punto de vista de la razón; la razón es aquí juez y autoridad y ninguna autoridad suprarracional puede prevalecer contra ella: mas detrás del mundo fenoménico está una Realidad trascendente que sólo la intuición puede ver; allí la razón -al menos una finita y divisora razón limitadano puede prevalecer contra la experiencia intuitiva, ni siquiera puede relacionar las dos, no puede por lo tanto resolver el misterio del universo. La razón ha de afirmar la realidad de la existencia fenoménica, afirmar sus verdades como válidas; pero son válidas solamente en esa existencia fenoménica. Esta existencia fenoménica es real porque es un fenómeno temporal de la Existencia eterna, de la Realidad: pero ella misma no es la Realidad y, cuando trasponemos el fenómeno hacia lo Real, aun existe pero ya no es válida para nuestra conciencia; por lo tanto es irreal. Shankara asume esta contradicción, esta oposición que es normal para nuestra conciencia mental cuando conoce ambos lados de la existencia y está entre ellos; la resuelve obligando a la razón a reconocer sus límites, en los que su indemne soberanía queda dentro de su propia jurisdicción cósmica, y a admitir (en la intuición anímica de la- Realidad trascendente) y a apoyar (mediante una dialéctica que termina disolviendo todo el cósmico fenoménico y racional-práctico de las cosas) su escape de las limitaciones construidas e impuestas en la mente por Maya. La explicación de la existencia cósmica por la que esto se produce parece ser -o así podemos traducirlo a nuestra comprensión, pues ha habido diferentes exposiciones de esta profunda y sutil filosofía que hay una Trascendencia que es por siempre auto-existente e inmutable y un mundo que es sólo Fenoménico y temporal. La Realidad eterna se manifiesta con respecto al mundo fenoménico como Yo e Ishwara, Ishwara, mediante su Maya, su poder de creación fenoménica, construye este mundo como fenómeno temporal, y este fenómeno de las cosas que no existen en lo totalmente Real es Impuesto por Maya, a través de nuestra conciencia conceptiva y perceptiva, en la Realidad superconscíente o puramente auto-consciente. Brahmán la Realidad aparece en la existencia fenoménica como el Yo del individuo viviente; pero cuando la individualidad del individuo se disuelve mediante el conocimiento intuitivo, el ser Fenoménico se libera dentro del auto-ser: ya no está sujeto a Maya y mediante su liberación de la apariencia de la individualidad se extingue en la Realidad; pero el mundo continúa existiendo sin principio ni fin como la creación Máyica de Ishwara. Esta es una disposición que pone en relación de unos con otros los datos de la intuición espiritual y los datos de la razón y el sentido, y -nos abre una salida de su contradicción, un escape espiritual y práctico: pero esta no es una solución,

no resuelve la contradicción. Maya es real e irreal; el mundo no es una mera ilusión, pues existe y es real en el Tiempo, pero eventual y trascendentalmente pasa a ser irreal. Esto crea una ambigüedad que se extiende más allá de ella y entra en contacto con todo lo que no es la pura auto-existencia. De esa manera Ishwara, aunque no engañado por Maya ni por el creador de Maya, parece ser un fenómeno de Brahman y no la Realidad última, es real sólo con respecto al mundo-temporal que crea; el yo individual tiene el mismo carácter ambiguo. Si Maya cesase por completo en sus operaciones, Ishwara, el mundo y el individuo no estarían más allí; pero Maya es eterna, Ishwara y el mundo son eternos en el Tiempo, el individuo dura en tanto no se anule mediante el conocimiento. Nuestro conocimiento sobre estas premisas ha de refugiarse en la concepción de un inefable misterio suprarracional que resulta insoluble para el intelecto. Pero, enfrentados con esta ambigüedad, con esta admisión de un misterio insoluble al comienzo de las cosas y al fin del proceso del pensamiento, empezamos a sospechar que falta un eslabón. Ishwara mismo no es un fenómeno de Maya, es real; entonces debe ser la manifestación de una verdad de la Trascendencia, o debe ser lo Trascendente tratando un cosmos manifestado en su propio ser. Si el mundo es por completo real, debe también ser la manifestación de una verdad de la Trascendencia; pues solamente aquélla puede tener alguna realidad. Si el individuo tiene el poder de autodescubrimiento e ingreso en la eternidad porque él también es una realidad de la Trascendencia; él ha de descubrirse individualmente, porque su individualidad también tiene alguna verdad de sí en la Trascendencia que está velada de ella y que ha de descubrir. Es una ignorancia de sí y del mundo que ha de vencerse y no una ilusión, una ficción de la individualidad y de la existencia-del-mundo. Resulta evidente que, así como la Trascendencia es suprarracional y sólo captable por una experiencia y realización intuitiva, de igual manera también el misterio del universo es suprarracional. Ha de ser así dado que es un fenómeno de la Realidad trascendente y, si fuese de otro modo, no sería insoluble por parte de la razón intelectual. Pero si es así, hemos de traspasar el intelecto a fin de tender un puente en el abismo y penetrar en su misterio; dejar sin resolver una contradicción no puede ser la solución final. Es la razón intelectual que cristaliza y perpetúa una aparente contradicción creando su opuesto o dividiendo conceptos del Brahman, del Yo, de Ishwara, de la conciencia suprema o superconciencia y la Máyica conciencia-del-mundo. Si existe Brahmán sólo, todos éstos deben ser Brahman, y en la conciencia-deBrahman la división de estos conceptos debe desaparecer en una conciliadora auto-visión; pero podemos arribar a su verdadera unidad sólo pasando más allá de la Razón intelectual y averiguando a través de la experiencia espiritual donde se encuentran y devienen uno sólo y cuál es la realidad espiritual de su aparente divergencia. De hecho, en la conciencia-de-Brahman no pueden existir las divergencias, mediante nuestro pasaje en ella deben converger en la unidad; las divisiones de la razón intelectual pueden corresponder a una realidad, pero entonces debe ser la realidad de una Unidad múltiple. El Buda aplicó su penetrante intelecto racional sostenido por una visión intuitiva al mundo como nuestra mente y sentido lo ven, y descubrió el principio de su construcción y el modo de librarse de todas las construcciones, pero rehusó ir más adelante. Shankara dio el paso más adelante y consideró a la Verdad

suprarracional, que Buda mantuvo detrás del velo como realizable mediante la cancelación de las construcciones de la conciencia pero más allá del alcance del descubrimiento racional. Shankara, estando entre el mundo y la Realidad eterna, vio que el misterio del mundo debe ser - en última instancia suprarracional, no concebible ni expresable mediante nuestra razón, anirvacaniya; pero mantuvo al mundo como lo ve la razón y sentido como válido y, por lo tanto, tuvo que plantear una realidad irreal, pues no dio un paso más allá. Pues para conocer la verdad real del mundo, su realidad, debe verse desde la conciencia suprarracional, desde el criterio de la Superconciencia que mantiene y sobrepasa y, sobrepasando, la conoce en su verdad, y no ya desde el criterio de la conciencia que es mantenido por ella y sobrepasado por ella y por lo tanto no la conoce o solo la conoce por su apariencia. Si no puede ser eso para esa autocreadora conciencia suprema, el mundo es un misterio incomprensible o resulta para ella una ilusión que, empero, no es una ilusión por completo, una realidad que con todo es irreal. El misterio del universo debe tener un sentido divino para lo Divino; debe tener un significado o una verdad del ser cósmico que es luminoso para la Realidad que lo sostiene con su superconsciente trascendente y, con todo, inmanente. Si la Realidad sola existe y todo es la Realidad, el mundo tampoco puede excluirse de la Realidad; el universo es real. Si no se nos revela en sus formas y poderes la Realidad que es, si parece solo un persistente y con todo mutable movimiento en el Espacio y el Tiempo, esto debe ser no porque sea irreal ni porque no sea Eso, sino porque es una progresiva auto-expresión, una manifestación, un evolutivo auto-desarrollo de Eso en el Tiempo que nuestra conciencia no puede ver en su significado total ni esencial. En este sentido podemos decir que es Eso y no es Eso -porque no descubre toda la Realidad a través de cualquier forma o suma de sus formas de autoexpresión; pero aun todas sus formas son formas de la sustancia y del ser de esa Realidad. Todos los finitos son, en su esencia espiritual, el Infinito y, si los miramos en profundidad, manifiestan a la intuición lo Idéntico e Infinito. Ciertamente se sostiene que el universo no puede ser una manifestación porque la Realidad no tiene necesidad de manifestación, dado que por siempre se manifiesta a sí mismo puede decirse de que la Realidad no tiene necesidad de autoilusión ni de ilusión de ningún género, ni necesidad de crear un universo Máyico. El Absoluto no puede tener necesidad de nada; pero aun puede ser -no coercitivo de su libertad, ni obligatorio en ella, sino una expresión de su auto-fuerza, el resultado de su Voluntad de devenir -un imperativo de una suprema Fuerza auto-eficiente, una necesidad de auto-creación nacida del poder del Absoluto para verse en el Tiempo. Este imperativo se nos presenta como una Voluntad de crear, una Voluntad de auto-expresión; pero puede representarse mejor como fuerza del ser del Absoluto que se despliega como poder de sí en acción. Si el Absoluto es auto-evidente para sí en la eterna Intemporalidad, puede también ser auto-manifiesto para si en el movimiento eterno del Tiempo. Aunque el universo es sólo una realidad fenoménica, con todo es una manifestación o fenómeno de Brahman; pues dado que todo es Brahman, el fenómeno y la manifestación deben ser la misma cosa; la imputación de una irrealidad es una concepción superflua, ociosa e innecesariamente embarazosa, dado que cualquier dirección que se requiera ya está allí en el

concepto del Tiempo y en lo Eterno intemporal y el concepto de la manifestación. Lo único que puede describirse como realidad irreal es nuestro sentido individual de la separación y la concepción de lo finito como objeto autoexistente en el Infinito. Esta concepción, este sentido, son pragmáticamente necesarios para las operaciones de la individualidad superficial y son efectivos y se justifican por sus efectos; por le tanto son reales para su razón finita y auto-experiencia finitas; pero una vez que nos retrotraemos de la conciencia finita hacia la conciencia de lo esencial e infinito, de lo aparente a la Persona verdadera, lo finito e individual aun existe pero como ser, poder y manifestación del Infinito; no tiene realidad independiente ni separada. La independencia individual, la separación total no son necesarias para la realidad individual, no la constituyen. Por otra parte, la desaparición de estas formas finitas de la manifestación resulta, evidentemente, un factor del problema pero por sí no sentencia su irrealidad; la desaparición sólo puede ser un retiro de la manifestación. La manifestación cósmica de lo Intemporal torna jugar en las sucesiones del Tiempo: sus formas deben ser, por lo tanto, temporarias en su apariencia sobre la superficie, pero son eternas en su poder esencial de manifestación; pues se mantienen siempre implícitas y potenciales en la esencia de las cosas y en la conciencia esencial de las que emergen: la conciencia intemporal puede siempre volcar su potencialidad permanente hacia términos de realidad temporal. El mundo sería irreal solamente si él y sus formas fuesen Imágenes sin sustancia del ser, ficciones de la conciencia presentados ante sí por la Realidad como puras ficciones y luego anuladas por siempre. Pero si la manifestación o el poder de la manifestaciónes eterno, si todo es el ser de Brahman, entonces esta irrealidad o ilusoriedad no puede ser el carácter fundamental de las cosas ni del cosmos en el que efectúen su aparición. Una teoría de Maya en el sentido de la ilusión o de la irrealidad de la existencia cósmica crea más dificultades de las que resuelve; en realidad no resuelve el problema de la existencia, sino que más bien lo traduce como insoluble por siempre. Pues, si Maya es irrealidad o realidad no-real, los últimos efectos de la teoría llevan consigo una devastadora simplicidad de anulación. Nosotros mismos y el universo nos desvanecemos en la nada o por un tiempo mantenemos sólo una verdad que es poco mejor que una ficción. Según la tesis de la pura irrealidad de Maya, toda la experiencia, todo el conocimiento al igual que toda la ignorancia, el conocimiento que nos libera no menos que la ignorancia que nos ata, la aceptación-del-mundo y el rechazo-del-mundo, son dos lados de una ilusión; pues no hay nada que aceptar ni rechazar, nadie para aceptarlo o rechazarlo. Todo el tiempo fue sólo la inmutable Realidad superconsciente de que existió; el cautiverio y la liberación fueron sólo apariencias, no una realidad. Todo apego a la existencia-del-mundo es ilusión, más el reclamo de liberación es también una circunstancia de la ilusión; es algo que fue creado en Maya que, por su liberación, se extingue en Maya. Pero esta nulificación no puede obligarse a parar en su devastador avance en la frontera fijada para ella por un ilusionismo espiritual. Pues si todas las otras experiencias de la conciencia individual en el universo son ilusiones, entonces ¿qué garantía existe de que sus experiencias espirituales no son ilusiones,

incluyendo también su absorbida auto-experiencia del Yo supremo que se nos concede como totalmente real? Pues si el cosmos no es verdadero, nuestra experiencia de la conciencia cósmica, del Yo universal, de Brahman como todos estos seres o como el va de todos estos seres, el UNO en todo, el todo en el Uno carece de -fundamento seguro, dado que reposa en uno sólo de sus términos sobre una ilusión, sobre una construcción de Maya. Ese término, ese término cósmico, ha de desmenuzarse, pues todos los seres que vimos como Brahman fueron ilusiones; entonces, ¿cuál es nuestra seguridad de nuestra experiencia del otro término, del puro Yo, de la Realidad silenciosa, estática o absoluta, dado que eso también llega a nosotros en una mente moldeada de ilusión y formada en un cuerpo creado por una ilusión? Una avasallante convicción auto-evidente, una experiencia de autenticidad absoluta en la realización o experiencia no es prueba incontestable de la realidad única o de la finalidad única: pues otras experiencias espirituales como las de la Divina Persona omnipresente, del Señor como Universal real, tienen el mismo carácter convincente, auténtico y final. Está abierta al intelecto que una vez arribó a la convicción de la irrealidad de todas las otras cosas, para dar un paso más adelante y negar la realidad del Yo y de toda existencia. Los Budistas dieron este último paso y rechazaron la realidad del Yo sobre la base de que fue, tanto como el resto, una construcción mental; ellos eliminaron del cuadro no sólo a Dios sino también al Yo eterno y al Brahmán impersonal. Una incomprometida teoría de la ilusión no resuelve el problema de nuestra existencia; sólo elimina el problema para el individuo mostrándole un camino de salida: en su forma y efecto extremos, nuestro ser y su acción devienen nulos y sin sanción, su experiencia, aspiración, esfuerzo, pierden su significado; todo, exceptuada la única e incomunicable Verdad irrelacionada y su alejamiento de ella, se iguala con la ilusión del ser, es parte de una ilusión universal y ellos mismos son ilusiones. Dios, nosotros y el universo devenimos mitos de Maya; pues Dios es reflejo de Brahman en Maya, nosotros somos sólo reflejo de Brahman en la individualidad ilusoria, el mundo es sólo imposición en la incomunicable auto-existencia de Brahman. Hay una nulificación menos drástica si se admite cierta realidad para el ser, aun dentro de la ilusión, una cierta validez para la experiencia y el conocimiento por los que crecemos espiritualmente: pero esto es sólo si lo temporal tiene válida realidad y la experiencia en él tiene validez real, y en ese caso lo que somos al frente no es una ilusión que toma lo irreal por real sino ignorancia que aprehende equivocadamente lo real. De otro modo, si los seres, de los que Brahman es el yo, son ilusorios, su yoísmo no es válido, es parte de una ilusión, la experiencia de sí es también una ilusión: la experiencia "Yo soy Eso" está viciada por una ignorante concepción, pues no hay Yo, sólo hay Eso; la experiencia "Yo soy El" es doblemente ignorante, pues da por sentado un Eterno consciente, un Señor del universo, un Ser Cósmico, pero eso no puede existir si no hay realidad en el universo. Una solución real de la existencia sólo puede ubicarse sobre una verdad que cuenta para nuestra existencia, y la existencia-del-mundo, que reconcilie su verdad, su correcta relación y la verdad de su relación implica alguna realidad del individuo y del cosmos, alguna verdadera relación de la Existencia Única y de todas las existencias, de la relativa experiencia del Absoluto.

La teoría de la ilusión corta el nudo del problema del mundo, no lo desenreda; es un escape, no una solución: un vuelo del espíritu no es suficiente victoria para el ser corporizado en este mundo del devenir; efectúa una separación de la Naturaleza, no una liberación y realización de nuestra naturaleza. Esta salida eventual satisface sólo a un elemento, sublima sólo un impulso de nuestro ser; libra el resto al descubierto para que parezca en el crepúsculo de la realidad irreal de Maya. Al igual que en la Ciencia, de igual modo en el pensamiento metafísico, esa solución general y última es probable que sea lo mejor que incluya y explique todo de modo que cada verdad de la experiencia toma su lugar en el todo; ese conocimiento es probable que sea el conocimiento supremo que ilumina, integraliza y armoniza la significación de todo conocimiento y explica, descubre la básica y (uno podría casi decir) justificadora razón de nuestra ilusión e ignorancia mientras las remedia; esta es la suprema experiencia que se junta con toda experiencia en la verdad de una suprema y omni-reconciliante unidad. El ilusionismo unifica por eliminación; priva a todo conocimiento y experiencia, excepto a la única combinación suprema, de realidad y significación. Mas esta discusión pertenece al dominio de la razón pura y la prueba final de las verdades de este orden no es la razón sino la iluminación espiritual verificada por el hecho permanente del espíritu una simple y decisiva experiencia espiritual puede deshacer todo un edificio de razonamientos y conclusiones erigido por la inteligencia lógica. Aquí la teoría del ilusionismo ocupa terreno muy sólido; pues, aunque en sí no es más que, una formulación mental, la experiencia que formula dentro de la filosofía, acompaña una más poderosa y aparentemente final realización espiritual. Llega sobre nosotros como una gran fuerza de despertar a la realidad cuando el pensamiento se aquieta, cuando la mente se aparta de sus construcciones, cuando ingresamos en una pura yoidad exenta de todo sentido de individualidad, vacía de todo contenido cósmico: si entonces la mente espiritualizada contempla al individuo y al cosmos, ellos bien pueden parecer-una ilusión, un esquema de nombres, figuras y movimientos falsamente impuestos sobre la realidad única del AutoExistente. O incluso el sentido del yo se torna inadecuado; el conocimiento y la ignorancia desaparecen en la pura cociencia y la conciencia se sume en un trance de pura existencia superconsciente. O la existencia termina por llegar a ser un nombre demasiado limitador sólo e inmanente por siempre; sólo existe un Eterno intemporal, un Infinito inespacial, la totalidad del Absoluto, una Paz sin nombre, un avasallador y simple Éxtasis sin objetivos. Ciertamente no puede haber dudas sobre la validez --completa dentro de SÍ- de esta experiencia; no, puede haber negación de la avasalladora convicción decisiva ekatmya-pratyaya-sarom- con la que esta realización capta la conciencia del buscador espiritual. Mas toda experiencia espiritual es experiencia del Infinito y toma una multitud de direcciones; algunas de ellas -y no ésta sola- están tan próximas a lo Divino y lo Absoluto, tan penetradas de la realidad de Su presencia o de la inefable paz y poder de la liberación de todo que es menos que Eso, que llevan consigo este avasallador sentido de finalidad completa y decisiva, Hay cientos de caminos para aproximarse a la Realidad Suprema y, así como es la naturaleza del camino emprendido, de igual manera será la naturaleza de la experiencia última por la que uno penetra en Eso que es inefable, Eso de lo que no puede darse informe alguno a la mente ni

manifestarse mediante ninguna expresión. Todas estas definitivas culminaciones deben considerarse como penúltimas del Ultimo; son pasos mediante los cuales el alma cruza los límites de la Mente dentro de lo Absoluto. ¿Es esta realización de ingresar en una pura e inmóvil y pura auto-existencia o este Nirvana del individuo y el universo uno entre estos penúltimos, o es la realización final y absoluta que está al fin de cada viaje y trasciende y elimina toda experiencia inferior? Proclama estar detrás, sustituir y eliminar todo conocimiento; si eso es así realmente, entonces su finalidad debe aceptarse como concluyente. Mas, contra esta pretensión, se ha sostenido que es posible viajar más allá mediante una negación mayor o una afirmación mayor, extinguir el yo en el No-Ser o trasponer la doble experiencia de la conciencia cósmica y Nirvana de la conciencia-del mundo en la Existencia Única hacia una mayor Unión y Unidad Divinas que mantiene ambas realizaciones en su vasta Realidad integral. Se dice que más allá de la dualidad y la no-dualidad está Eso en lo que ambos se unen y hallan su verdad en la Verdad que está más allá de ellos, Una consumadora experiencia que procede mediante la superación y eliminación de todas las otras experiencias posibles pero inferiores, resulta admisible como paso en pos del Absoluto. Una experiencia suprema que afirma e incluye la verdad de toda experiencia espiritual, que da a cada cual su propio absoluto, que integra todo conocimiento y experiencia en una realidad suprema, podría ser el único paso más adelante que resulte a la vez una máxima Verdad ilumínadora y transformadora de todas las cosas y una suprema Trascendencia infinita. El Brahmán, la Realidad suprema, es Eso que al ser conocido se conoce todo; mas según la solución ilusionista es Eso que, al ser conocido, todo deviene irreal y misterio incomprensible: según esta otra experiencia al ser conocida la Realidad, todo asume su verdadero significado, su verdad en cuanto a lo Eterno y Absoluto. Todas las verdades, incluso aquellas que parecen en conflicto, tienen su validez, pero requieren una reconciliación en una Verdad suprema que las lleve consigo; todas las filosofías tienen su valor, -si es que no tienen nada más, y ven al Yo y al universo desde un punto de vista de la experiencia del espíritu de la Manifestación multilateral y, al obrar de ese modo, esparcen luz sobre algo que ha de conocerse en el Infinito. Todas las experiencias espirituales son verdaderas, pero apuntan hacia alguna suprema y amplísima realidad que admite su verdad y la supera. Este es, podemos decir, un signo de la relatividad de toda verdad y toda experiencia, dado que ambas varían con la observación e introspección de la mente y el ser conocedores y experimentadores; se dice que cada hombre tiene su propia filosofía, su propio modo de ver y experimentar la existencia, aunque tan sólo unos pocos pueden formularlo. Pero desde otro punto de vista, esta variedad testifica más bien hasta el infinito los aspectos del Infinito; cada cual capta su propia vislumbre parcial o total de uno o más aspectos o contactos o entra en él en su experiencia mental o espiritual. Para la mente, en cierta etapa, todos estos puntos de vista empiezan a perder definición en una gran catolicidad o compleja incertidumbre tolerante, o todo el resto puede caer fuera de ella o ceder lugar a una verdad última o una simple experiencia absorbente. Entonces es probable sentir la irrealidad de todo lo que aquélla ha visto, pensado ytomado como parte de sí o de su universo. Este "todo" llega a ser para ella una irrealidad universal o una multilateral realidad fragmental sin principio de

unificación; en la medida en que se interna en la negativa pureza de una experiencia absoluta, todo cae fuera de ella y sólo queda un Absoluto silenciosos e inmóvil. Pero a la conciencia podría reclamársele que fuese más adelante y viese nuevamente todo lo que dejó, a la luz de una nueva visión espiritual: puede recuperar la verdad de todas las cosas en la verdad del Absoluto; puede reconciliar la negación del Nirvana y la afirmación de la conciencia cósmica en una simple consideración de Eso, del cual ambas son las auto-expresiones. En el pasaje de la cognición mental a la sobremental esta unidad multilateral es la experiencia rectora; la manifestación toda asume la apariencia de una armonía singular y poderosa que alcanza su máxima integridad cuando el alma se halla en el linde entre la sobremente y la supermente y contempla la existencia con una visión total. Esta es, al menos, una posibilidad de que tengamos que explorar y perseguir este criterio de las cosas hasta su última consecuencia. Una consideración de la posibilidad de una gran ilusión cósmica como explicación del enigma del ser ha de emprenderse porque este criterio y experiencia de las cosas se presenta poderosamente al final de la espiral mental donde alcanza su punto de ruptura o su punto de cesación; pero tan pronto se tiene la certeza que ese no es el final obligatorio de una escrupulosa búsqueda de la verdad última, podemos dejar eso de lado o referírlo tan sólo cuando sea necesario en conexión con alguna línea de un curso más práctico del pensamiento y el razonamiento. Nuestro enfoque puede ahora concentrarse en el problema dejado por la exclusión de la solución ilusionista, el problema del Conocimiento y la Ignorancia. Todo gira en torno de la cuestión: ¿Qué es la Realidad? Nuestra conciencia cognitiva es limitada, ignorante y finita; nuestras concepciones de la realidad dependen de nuestro modo de tomar contacto con la existencia en esta limitada conciencia, y pueden ser muy diferentes del modo en que lo ve una Conciencia original última. Es menester distinguir entre la Realidad esencial, la realidad fenoménica dependiendo de ella y surgiendo de ella, y la restringida y, a menudo, descarriada experiencia o noción de ambas que es creada por nuestra experiencia-sensoria y nuestra razón. Para nuestro sentido la tierra es chata y, a los más inmediatos fines prácticos, dentro de un límite, hemos de seguir a la realidad sensoria y tratar la chatura como si fuese un hecho; pero según la verdadera realidad fenoménica la chatura de la tierra es irreal, y la Ciencia, al ir en pos de la verdad de la realidad fenoménica de las cosas, la ha de presentar como aproximadamente redonda. En una multitud de detalles la Ciencia contradice la evidencia de los sentidos en cuanto a la verdad real de los fenómenos; empero, hemos de aceptar el cuadro suministrado por nuestros sentidos porque las relaciones prácticas con las cosas que ellos nos imponen tienen validez como efecto de la realidad y no pueden descartarse. Nuestra razón, al estribar en los sentidos y trascenderlos, construye sus propios cánones o nociones de lo real e irreal, pero estos cánones varían de acuerdo al punto que tome el observador que razona. El físico que examina fenómenos erige fórmulas y normas basadas en la realidad objetiva y fenoménica y en sus procesos: para este criterio la mente puede parecer como subjetivo resultado de la Materia, y el yo y el espíritu como irreales; de cualquier modo, aquél actúa como si sólo existiese la materia y la energía y la mente fuese únicamente

observadora de una realidad independiente que no resulta afectada por ningún proceso mental (((Esta posición fue conmovida por la teoría de la Relatividad, pero debe sostenerse como base pragmática para la experimentación y afirmación del hecho científico))) ni ninguna presencia o intervención de una Inteligencia cósmica. El psicólogo, que escudriña independientemente la conciencia e inconciencia mentales, descubre otro dominio de las realidades de carácter subjetivo con su propia ley y proceso; para él, la Mente puede incluso presentarse como la clave de lo real, la Materia es sólo campo de la mente, y el espíritu, aparte de la mente, es algo irreal. Pero existe una prueba ulterior que pone de relieve la verdad del yo y del espíritu y establece un orden mayor de lo real en el que hay un reverso de nuestro criterio tanto de las subjetivas realidades mentales como de las objetivas realidades físicas, de modo que se vean como cosas fenoménicas, secundarias, dependientes de la verdad del yo y de las realidades del espíritu. En esta más honda indagación de las cosas, la mente y la materia empiezan a tener la apariencia de un orden inferior de lo real y fácilmente pueden presentarse como irreales. Mas es la razón acostumbrada a tratar lo finito la que efectúa estas exclusiones; corta el todo en segmentos y puede seleccionar un segmento del todo como si fuese la realidad íntegra. Esto es necesario para su accionar dado que su misión consiste en tratar lo finito como finito, y a los fines prácticos y relaciones de la razón con lo finito, hemos de aceptar el cuadro que nos brinda, pues es válido como efecto en la realidad, de modo que no puede descartarse. Cuando llegamos a la experiencia de lo espiritual que es el todo o contiene el todo en sí, nuestra mente también porta su segmentadora razón y las definiciones necesarias para una cognición, finita; corta una línea seccíonal entre lo infinito y lo finito, el espíritu y sus fenómenos o manifestaciones, e inviste a aquellos como reales y a éstos como irreales. Pero una conciencia original y última que abarque todos los términos de la existencia en un simple criterio integral vería al todo en su esencial realidad espiritual y al fenómeno como un fenómeno o manifestación de esa realidad. Si esta mayor conciencia espiritual viese en las cosas sólo irrealidad y entera desconexión con la verdad del espíritu, no tendría, -si fuese una Verdad-conciencia- razón alguna para mantenerlas en existencia continua o recurrente a través de todo el Tiempo: si las mantiene de ese modo es porque se basan en las realidades del espíritu. Pero, necesariamente, cuando se la ve así, integralmente, la realidad fenoménica tomaría una apariencia distinta de cuando la considera la razón y el sentido del ser finito; tendría una realidad distinta y más honda, un significado distinto y mayor, un proceso distinto, más sutil y completo de sus movimientos de la existencia. Los cánones de la realidad y todas las formas del pensamiento creadas por la razón y el sentido finitos se presentarían ante la conciencia mayor como construcciones parciales con un elemento de verdad en ellas y un elemento de error; estas construcciones podrían, por lo tanto, describirse como simultáneamente reales e irreales, pero el mundo fenoménico no sería irreal ni irreal-real por ese hecho: investiría otra realidad de carácter espiritual; lo finito se revelaría como poder, movimiento y proceso del Infinito. Una conciencia original y última sería una conciencia del Infinito y necesariamente unitaria en su criterio de diversidad, integral, omni-aceptante, omni-abarcante, omni-discriminante porque es omnídeterminante, una

indivisible visión-total. Vería la esencia de las cosas y consideraría todas las formas y movimientos como fenómeno y consecuencia de la Realidad esencial, movimientos y formaciones de su poder del ser. La razón sostiene que la verdad debe estar exenta de cualquier conflicto de contradicciones: de ser así dado que el universo fenoménico es o parece ser lo contrario del Brahman esencial, debe ser irreal; dado que el ser individual es lo contrario tanto de la trascendencia como de la universalidad, debe ser irreal. Pero lo que se presenta como contradicción para una razón basada en lo finito no puede serIo para una visión o una razón más vasta, basada en el infinito. Lo que nuestra mente ve como contrarios pueden ser para la conciencia infinita no contrarios sino complementarios: la esencia y el fenómeno de la esencia son complementarios uno con el otro, no contradictorios, -el fenómeno manifiesta a la esencia; lo finito es una circunstancia y no una contradicción de lo infinito; el individuo es una auto-expresión de lo universal y lo trascendente-, no es una contradicción o algo muy distinto que eso, es lo universal concentrado y selectivo, es uno con la Trascendencia en su esencia del ser y su esencia de la naturaleza. Según el criterio de esta comprehensiva visión unitaria no hay nada contradictorio en la amorfa Esencia del ser que lleva una multitud de formas, o en un estado del Infinito que sostiene una cinética del Infinito, o en una Unidad infinita que se expresa en una multiplicidad de seres, aspectos, poderes y movimientos del Uno. Una creación-del-mundo sobre esta base es perfectamente natural y normal y movimiento inevitable que en sí mismo no suscita problema, dado que es exactamente lo que uno debe esperar de la acción del Infinito. Todo el problema y la dificultad intelectuales son suscitados por la razón finita que corta, separa y opone el poder del Infinito a su ser, su cinética a su estado, su multiplicidad natural a su unidad esencial, segmentándose, oponiendo el Espíritu a la Materia. Para entender verdaderamente el proceso-del-mundo del Infinito y el proceso-del-Tiempo de lo Eterno, la conciencia debe trasponer esta razón finita y el sentido finito en pos de una más vasta razón y de un sentido espiritual en contacto con la conciencia del Infinito, responsivos a la lógica del Infinito que es la lógica del ser mismo y surge inevitablemente de su auto-accionar de sus propias realidades, una lógica cuyas secuencias no son los pasos del pensamiento sino los de la existencia. Pero lo que se ha descrito de esa manera, puede decirse, es sólo una conciencia cósmica y está el Absoluto: el Absoluto no puede limitarse; dado que el universo y el individuo limitan y dividen al Absoluto, deben ser irreales. Resulta auto-evidente que el Absoluto no puede ser limitado; no puede serlo ni por lo amorfo ni por la forma, ni por la unidad ni por la multiplicidad, ni por el estado inmóvil ni por la movilidad dinámica. Si pone de manifiesto la forma, la forma no puede limitarlo; si pone de manifiesto la multiplicidad, la multiplicidad no puede dividirlo, si pone de manifiesto el movimiento y el devenir, el movimiento no puede perturbarlo ni el devenir cambiado: no puede ser limitado como no puede extinguirse por autocreación. Incluso las cosas materiales tienen esta superioridad sobre su manifestación; la tierra no es limitada por las vasijas confeccionadas con ella, ni el aire por los vientos que se desplazan en él, ni el mar por las cosas que se elevan en su superficie. Esta impresión de la limitación pertenece solamente a la mente y al sentido que ven lo finito como si fuese una entidad independiente que se separa del Infinito o algo sacado de él

por limitación: esta impresión es ilusoria, pero ni lo infinito ni lo finito son una ilusión; pues no existen por las impresiones del sentido ni la mente; para existir dependen del Absoluto. El Absoluto es indefinible por la razón, inefable para la palabra; hay que aproximársele a través de la experiencia. Es posible aproximársele a través de una negación absoluta de la existencia, como si fuese una suprema afirmación absoluta de todos los fundamentos de nuestra propia existencia, a través de un absoluto de Luz y Conocimiento, a través de un absoluto de Amor y Belleza, a través de un absoluto de Fuerza, a través de un absoluto de paz y silencio, Es posible aproximársele a través de un inexpresable absoluto del ser o de la conciencia, o del poder del ser, o del deleite del ser, o a través de una suprema experiencia en la que estas cosas, devienen inexpresablemente una sola; pues podemos ingresar en tan inefable estado y, sumidos en él como si fuese dentro de un luminoso abismo de la existencia, podemos alcanzar una superconciencia que puede describirse como la puerta del Absoluto. Se supone que es sólo mediante una negación del individuo y del cosmos que podemos entrar en el Absoluto, Pero de hecho el individuo sólo necesita negar su pequeña ego-existencia separada: puede aproximarse al Absoluto a través de una sublimación de su individualidad espiritual asumiendo en sí al cosmos y trascendiéndolo; o puede negarse por entero, pero aún así es todavía el individuo que, auto-trascendiéndose, entra en el Absoluto. Puede también entrar mediante una sublimación de su ser en una existencia o superexistencia supremas, mediante una sublimación de su conciencia en una conciencia o superconciencia supremas, mediante una sublimación de su deleite y todo deleite del ser, en un superdeleite o éxtasis supremo. Puede efectuar la aproximación a través de una ascensión en la que entra en la conciencia cósmica, la asume dentro de sí, elevándolos a un estado del ser en el que la unidad y la multiplicidad están en perfecta armonía y unísono, en un estado supremo de manifestación donde todos están en cada uno y cada uno en todos, y todos en el uno sin ninguna individuación determinante -pues la identidad y reciprocidad dinámicas se han completado; en la senda de la afirmación este estado de la manifestación es el más próximo al Absoluto. Esta paradoja de un Absoluto que puede realizarse a través de una absoluta negación y de una absoluta afirmación, en muchos aspectos, puede sólo ser tomado en cuenta por la razón si se trata de una Existencia suprema que hasta ahora se halla por encima de nuestras nociones y experiencias de la existencia, pudiendo corresponder también a nuestra negación de ella, a nuestras nociones y experiencias de la no-existencia, pero asimismo, dado que todo lo que existe es Eso. cualquiera que sea el grado de manifestación, se trata de lo supremo de todas las cosas y es posible aproximársele a través de afirmaciones al igual que de negaciones supremas. El Absoluto es la x inefable que es remate, subyacencia, inmanencia y esencialidad de todo lo que podemos llamar existencia o no-existencia. Nuestra primera premisa consiste en que el Absoluto es la realidad suprema, pero el resultado es si todo lo que experimentamos es real o irreal. A veces se efectúa una distinción entre el ser y la existencia y se supone que el ser es real pero la existencia o lo que manifiesta es irreal. Mas esto puede mantenerse sólo si hay una rigurosa distinción, un corte y separación entre el Eterno

increado y las existencias creadas; entonces el Ser increado puede tomarse como único real. Esta conclusión no se desprende si lo que existe es forma del Ser y sustancia del Ser: sería irreal sólo si fuese forma del No-Ser, asat , creada del Vacío, sunya. Los estados de la existencia por los que nos aproximamos y entramos en el Absoluto deben tener su verdad, pues lo incierto e irreal no puede introducirse en lo Real: pero también lo que sale del Absoluto, lo que el Eterno sostiene y conforma y manifiesta en sí, debe tener realidad. Existe lo inmanifiesto y existe la manifestación, pero una manifestación de lo Real debe ser real; existe lo Intemporal y existe el proceso de las cosas en el Tiempo, pero nada puede aparecer en el Tiempo a menos que tenga una base en la Realidad intemporal. Si mi yo y espíritu son reales, mis pensamientos, sentimientos, poderes de toda índole, que son sus expresiones, no pueden ser irreales; mi cuerpo, que es la forma que inviste y al mismo tiempo habita, no puede ser nada o mera sombra insustancial. La única explicación conciliadora es que la eternidad intemporal y la eternidad temporal son dos aspectos de lo Eterno y Absoluto y ambos son reales, pero en diferente orden de realidad: lo que es inmanifiesto en lo Intemporal se manifiesta en el Tiempo; cada cosa que existe es real dentro de su propio grado de manifestación y es vista de esa manera por la conciencia del Infinito. Toda manifestación depende del ser, pero también de la conciencia, y su poder o grado; pues así como es el estado de la conciencia, lo mismo será el estado del ser. Incluso el Inconsciente es un estado y poder de la conciencia involucionada en la que el ser se hunde en un orden y estado opuestos de nomanifestación parecidos a la no existencia, de modo que de ella pueda manifestarse todo en el universo material; de igual manera también el superconsciente es la conciencia asumida en un absoluto del ser. Pues hay un estado superconsciente en el que la conciencia parece estar luminosamente envuelta en el ser y es como si no tuviese conciencia de sí: toda conciencia del ser, todo conocimiento, auto-visión, fuerza del ser, parece emerger de ese involutivo estado o aparecer en él: este emerger según nuestro criterio, puede parecer un emerger en una realidad inferior, pero de hecho la superconciencia y la conciencia son y contemplan al mismo Real. También hay un estado de lo Supremo en el que no puede hacerse distinción entre el ser y la conciencia, pues son, por demás, uno solo como para diferenciarlos de esa manera pero este estado supremo del ser es asimismo un estado supremo del poder del ser y por lo tanto del poder de la conciencia pues la fuerza del ser y la fuerza de su conciencia son una sola allí y no pueden separarse: esta unificación del Ser eterno con la Conciencia-Fuerza eterna es el estado del supremo Ishwara, y su fuerza del ser es la dinámica del Absoluto. Este estado no es una negación del cosmos; lleva en sí la esencia y el poder de toda la existencia cósmica. Empero, la irrealidad es un hecho de la existencia cósmica, y si todo es el Brahman, la Realidad, debemos tener en cuenta este elemento de irrealidad en lo Real. Si lo irreal no es un hecho del ser, debe ser un acto o una formación de la conciencia, ¿y entonces no hay un estado o grado de la conciencia donde sus actos y formaciones son total o parcialmente irreales? Si esta irrealidad no puede atribuirse a una original ilusión cósmica, a Maya, hay todavía en el universo mismo un poder de ilusión de la Ignorancia. Está en el poder de la Mente concebir cosas que no son reales, está en su poder incluso crear cosas

que no son reales o no del todo reales; su criterio de sí y del universo es una construcción que no es totalmente real ni totalmente irreal, ¿Dónde empieza este elemento de irrealidad y dónde concluye, cuál es su causa, y que sigue a la eliminación y consecuencia? Aunque toda la existencia cósmica no sea irreal en sí, esa descripción no puede aplicarse al mundo de la Ignorancia en que vivimos, este mundo de mutación, nacimiento, muerte, frustración y sufrimiento constantes, ¿y la eliminación de la Ignorancia no anula para nosotros la realidad del mundo que crea, o no es una partida de ella la única y natural salida? Esto sería válido si nuestra ignorancia fuese pura ignorancia sin elemento alguno de verdad o conocimiento en ella. Pero de hecho nuestra conciencia es una mezcla de lo verdadero y lo falso; sus actos y creaciones no son pura invención ni estructura sin fundamento. La estructura que construye, su forma de las cosas o la forma del universo, no es una mezcla de la realidad y lo real, y dado que toda conciencia es fuerza y por lo tanto potencialidad creadora, nuestra ignorancia tiene el resultado de una creación equivocada o de una mal concebida y mal dirigida energía del ser. Toda la existencia-delmundo es una manifestación, mas nuestra ignorancia es agente de una manifestación parcial, limitada e ignorante, --en parte una expresión pero en parte también un disfraz del ser, conciencia y deleite originales de la existencia. Si este estado de las cosas es permanente e inalterable, si nuestro mundo debe siempre moverse en este círculo, si alguna Ignorancia es la causa de todas las cosas y de toda acción aquí y no una condición y circunstancia, entonces ciertamente el cese de la ignorancia individual podría llegar solamente mediante un escape del ser-del-mundo por parte del individuo, o un cese de la ignorancia cósmica sería la destrucción del ser-del-mundo. Mas si este mundo tiene en su raíz un principio evolutivo, si nuestra ignorancia es un semi-conocimiento que evoluciona hacia el conocimiento, aquí se hace posible otra referencia, otra salida y resultado espiritual de nuestra existencia en la Naturaleza material, y una manifestación mayor. Ha de efectuarse una ulterior distinción en nuestras concepciones de la irrealidad, para así evitar una posible confusión al tratar este problema de la Ignorancia. Nuestra mente, o parte de ella, tiene una norma pragmática de la realidad; insiste en una norma de hecho, de concreción. Todo cuanto es un hecho de la existencia resulta real para ella, pero para ella este carácter fáctico o realidad de lo concreto está limitada a los fenómenos de esta existencia terrestre en el universo material. Pero la existencia terrestre o material es sólo una manifestación parcial, es un sistema de concretadas posibilidades del Ser que no excluye todas las otras posibilidades aún no concretadas o no concretadas aquí. En una manifestación en el Tiempo pueden emerger nuevas realidades, verdades del ser aún no realizadas pueden ejecutar sus posibilidades y tornarse reales en la existencia física y terrestre; otras verdades del ser puede que sean suprafísicas y pertenezcan a otro dominio de manifestación, no realizado aquí pero, con todo, real. Aún lo que no es real en ninguna parte del universo alguno, puede ser una verdad del ser, un potencial del ser, y no puede, porque aun no está expresada en forma de existencia, ser evaluada como irreal. Pero nuestra mente o esta parte de ella aún insiste en su hábito o concepción pragmáticos de lo real que sólo admite lo fáctico y concreto como verdadero y tiende a considerar todo lo demás como irreal. Existe entonces para esta mente una irrealidad que es de naturaleza

puramente pragmática: consiste en la formación de cosas que no son necesariamente irreales en sí mismas pero no se realizan y tal vez no pueden realizarse por parte de nosotros o en las actuales circunstancias o en nuestro mundo real del ser; esta no es una verdadera irrealidad no es algo irreal sino irrealizado, no irreal del ser sino sólo irreal en cuanto al hecho presente o conocido. Hay una irrealidad que es conceptual y perceptiva y es causada por una concepción y percepción erróneas de lo real: esto tampoco es ni necesita ser una irrealidad del ser, es sólo una construcción falsa de la conciencia debida a la limitación de la Ignorancia. Estos y otros movimientos secundarios de nuestra ignorancia no son el meollo del problema, pues eso gira aquí sobre una más general aflicción de nuestra conciencia y la conciencia-del-mundo; es el problema de la Ignorancia cósmica. Pues todo nuestro criterio y experiencia de la existencia se afana bajo una limitación de la conciencia que no es sólo nuestra sino que parece estar en la base de la creación material. En lugar de la Conciencia original y última que ve la realidad como un todo, vemos aquí, en actividad, una conciencia limitada y una creación parcial e inconclusa o una cinética que se mueve en un círculo perpetuo de ininteligible mutación. Nuestra conciencia ve una parte y partes solamente de la Manifestación, -si de manifestación se trata-, y las encara como si fuesen entidades separadas; todas nuestras ilusiones y errores surgen de una separativa conciencia limitada que crea irrealidades o concibe erróneamente lo Real. Pero el problema se torna más enigmático aún cuando percibimos que nuestro mundo material parece surgir directamente, no de un Ser y Conciencia originales, sino de un estado de la inconciencia y aparente No-Existencia, nuestra ignorancia misma es algo que apareció como con dificultad y lucha, de la Inconciencia, Este es entonces el misterio, ¿cómo una conciencia y fuerza ilimitables del ser integral entraron en esta limitación y separatividad? ¿Cómo pudo esto ser posible, si ha de admitirse su posibilidad, cuál es su justificación en lo Real y, cuál su significado? No es el misterio de una ilusión original sino el origen de la Ignorancia y la Inconciencia y de las relaciones del Conocimiento y la Ignorancia con la Conciencia o Superconciencia originales.

Capítulo VII EL CONOCIMIENTO Y LA IGNORANCIA Que el Conocedor distinga el Conocimiento y la Ignorancia. Rig Veda Allí hay dos ocultos en la intimidad del Infinito: el Conocimiento y la Ignorancia; mas la Ignorancia es perecedera, el Conocimiento es inmortal; distinto de ellos es Quien rige tanto sobre el Conocimiento como sobre la Ignorancia. SwetasWatara Upanishad Hay dos que no nacieron: el conocedor y el desconocedor, el Señor y el carente de dominio: hay (otro) que no nació y en él se conectan el objeto del disfrute y el disfrutado. SwetasWatara Upanishad

Ambos se unieron: los poderes de la Verdad, los poderes de Maya, conformaron al Hijo, lo dieron a luz y nutrieron su desarrollo. Rig Veda

Según nuestro enfoque crítico de los siete principios de la existencia llegó a determinarse que son uno solo en su realidad esencial y fundamental: pues si la materia del universo más material no es sino un estado del ser espiritual convertido en objeto de los sentidos, considerado por la propia conciencia espiritual como material de sus formas, la fuerza-vital que se constituye en la forma de la Materia, y la conciencia mental que se proyecta como Vida, y la Supermente que desarrolla a la Mente como uno de sus poderes, no deben ser sino el Espíritu mismo modificado en la sustancia aparente y en el dinamismo de la acción, no modificándose, en la esencia real. Todos son poderes del Poder único del ser y no difieren de esa Omni-Existencia, Omni-Conciencia, Omni-Voluntad y Omni-Deleite que es la verdad verdadera detrás de toda apariencia. Y no son sólo uno en su realidad sino también inseparables en la séptuple variedad de su acción. Son los siete colores de la luz de la conciencia divina, los siete rayos del Infinito y por ellos el Espíritu cubrió el lienzo de su auto-existencia conceptualmente extendida, entretejió la trama objetiva del Espada y la urdimbre subjetiva del Tiempo, la miríada de maravillas de su autocreación grande, simple y simétrica en sus leyes primeras y vastas estructuras, infinitamente curiosa e intrincada en su variedad de formas y acciones y en las complejidades de relación y efecto mutuo de todos sobre cada uno y de cada uno sobre todos. Estos son los siete Mundos de los antiguos Sabios; por ellos han sido creadas y a la luz de su significado fueron estructuradas y han de interpretarse las armonías desarrolladas y en proceso de desarrollo del mundo que conocemos y de los mundos detrás de los cuales sólo tenemos un conocimiento indirecto. La luz, el Sonido es uno; su acción es séptuple. Pero aquí hay un mundo basado en la Inconciencia original; aquí la conciencia se formuló en la figura de una ignorancia que se afana en procura del conocimiento. Hemos visto que no hay razón esencial en la naturaleza del Ser mismo ni en el carácter original y relaciones fundamentales de sus siete principios para esta intrusión de la Ignorancia, de la discordia en la armonía, de la oscuridad en la luz, de la división y limitación en la auto-consciente infinitud de la creación divina. Pues podemos concebir, y dado que nosotros podemos, la Divinidad puede concebir más todavía -y puesto que existe la concepción, debe en alguna parte existir la ejecución, la creación real o intentada-, una armonía universal en la que no entren estos elementos contrarios. Los videntes Védicos eran conscientes de esa divina auto-manifestación y la contemplaban como el mundo mayor más allá de este mundo inferior, un plano más libre y amplio de la conciencia y el ser, la verdad-creación del Creador que describieron como la sede o nuestra casa de la Verdad, como la vasta Verdad, o la Verdad, el Recto, el Vasto, o como una Verdad oculta por una Verdad donde el Sol del Conocimiento termina su jornada y desenrolla sus cabellos, donde los mil rayos de la conciencia se aunan de modo que existe Eso, la forma suprema del Ser Divino. Pero este mundo en el que vivimos les pareció

mixta trama en la que la verdad está desfigurada por abundante falsedad, anrtasya bhureh; aquí la única luz ha de nacer por su vasta fuerza de una inicial oscuridad o mar de la Inconciencia; la inmortalidad y la deidad han de surgir de una existencia que está bajo el yugo de la muerte, la ignorancia, la debilidad, el sufrimiento y la limitación. Esta auto-construcción aquéllos la figuraron como la creación por parte del hombre, en él mismo, de ese otro mundo o elevada y ordenada armonía del ser infinito que ya existe perfecto y eterno en el Infinito Divino. Lo inferior es para nosotros la condición primera de lo superior; la oscuridad es el cuerpo denso de la luz, el Inconsciente guarda en sí todo el Superconsciente oculto, los poderes de la división y la falsedad se mantienen en nosotros y también por nosotros y para que se obtenga de ellos la riqueza y sustancia de la unidad y la verdad en su cueva de la subconciencia. Este fue, según su criterio, expresado en el lenguaje altamente figurado y enigmático de los místicos primitivos, el sentido y justificación de la existencia real del hombre y su esfuerzo consciente o inconsciente en pos de Dios, su concepto tan paradójico a primera vista en un mundo que parece muy opuesto, su aspiración tan imposible a un criterio superficial de una criatura tan efímera, débil, ignorante y limitada, en procura de una plenitud de inmortalidad, conocimiento, poder, bienaventuranza, de una existencia divina e imperecedera. Pues, de hecho, mientras la clave misma de la creación ideal es una autoconciencia y auto-posesión plenarias en el Alma infinita y una perfecta unidad, la clave de la creación de la que tenemos actual experiencia es el opuesto mismo; es una inconciencia original que se desarrolla en la vida dentro de una autoconciencia limitada y dividida, una inerte sujeción original al manejo de una ciega Fuerza autoexistente que se desarrolla en la vida dentro de una lucha del ser auto-consciente por poseerse y poseer todas las cosas, y por establecer en el reino de esta ciega fuerza mecánica el reino de una Voluntad y Conocimiento iluminados, y debido a que la ciega fuerza mecánica -ahora sabemos que no es tal cosa- nos enfrenta por doquier, inicial, omnipresente, ley fundamental, gran energía retal, y porque la única voluntad iluminada que conocemos, la nuestra, aparece como un fenómeno subsiguiente, un resultado, una energía parcial, subordinada, circunscripta y esporádica, la lucha nos parece, a lo más, una aventura muy precaria y dudosa. El Inconsciente es para nuestras percepciones el principio y el fin; el alma auto-consciente díficilmente parece más que un accidente temporario, una frágil flor sobre este grande, oscuro y monstruoso árbol-de-Bo del universo. O si suponemos al alma como eterna, al menos aparece como un forastero, un huésped extraño y no muy bien tratado en el reino de esta vasta Inconciencia. Si no se trata de un accidente en la Oscuridad Inconsciente, es tal vez un error, un traspié de la Luz superconsciente. Si este criterio de las cosas tuviese completa validez, entonces sólo el idealista absoluto, enviado tal vez de alguna existencia superior, incapaz de olvidar su misión, acicateado por un indomable entusiasmo por un astro divino o sostenido en una calma e infinita fortaleza por la luz, la fuerza y la voz de la Deidad invisible, podría persistir bajo tales circunstancias en alzar ante sí, mucho más ante un mundo incrédulo o dubitativo, la esperanza de un éxito pleno para el esfuerzo humano. En realidad, para la mayoría, los hombres lo

rechazan desde el principio o se apartan de ello eventualmente, tras algún prístino entusiasmo, como si fuese una imposibilidad comprobada. El materialista coherente busca un poder parcial y de corta duración, un conocimiento, una felicidad tanto como el que el dominante orden inconsciente de la Naturaleza permitirá a la pugnaz auto-conciencia del hombre si acepta sus limitaciones, si obedece sus leyes y hace tan buen uso de ellas mediante su iluminada voluntad como lo tolere su inexorable mecanismo. El religionista busca su reino de iluminada voluntad, amor o ser divino, su reino de Dios, en ese otro mundo en el que ellos son puros y eternos. El místico filosófico rechaza todo como ilusión mental y aspira a la auto-extinción en algún Nirvana o una inmersión en el Absoluto incaracterístico; si el alma o la mente del individuo manejado-por-la-ilusión soñó con la realización divina en este mundo efímero de la Ignorancia, al fin debe reconocer su error y renunciar a su vano esfuerzo. Empero, dado que están estos dos lados de la existencia, la ignorancia de la Naturaleza y la luz del Espíritu, y dado que detrás de ellos está la Realidad Única, la reconciliación o, de algún modo, el llenar ese vacío se anticipan, según las místicas parábolas del Veda, como posibles. Es un agudo sentido de esta posibilidad el que ha tomado diferentes formas, persistiendo a través de los siglos, -la perfectibilidad del hombre, la perfectibilidad de la sociedad, la visión de Alwar del descenso de Vishnú y de los Dioses sobre la tierra, el reino de los santos, sadhunam rajyam, la ciudad de Dios, el milenio, el cielo y la tierra nuevos del Apocalipsis. Mas estas intuiciones han carecido de base de conocimiento cierto y la mente humana siguió oscilando entre una brillante esperanza futura y una gris certidumbre actual. Pero la gris certidumbre no es tan cierta como parece y una vida divina que evoluciona o se prepara en la Naturaleza terrena no necesita ser una quimera. Todas las aceptaciones de nuestra derrota y nuestra limitación parten del reconocimiento implícito o explícito, primero, de un dualismo esencial y, luego, de una irreconciliable oposición entre los principios duales, entre Dios y el Mundo, entre el Único ilimitado y los Muchos limitados, entre el Conocimiento y la Ignorancia. Hemos arribado por nuestro razonamiento a la conclusión de que esto no es menester que sea nada más que un error de la mente-sensoria y del intelecto lógico fundado sobre una experiencia parcial. Hemos visto que puede haber y hay una perfecta base racional para la esperanza de nuestra victoria; pues el término inferior del ser en el que ahora vivimos contiene en sí el principio e intención de lo que lo trasciende y es, mediante su propia autotrascendencia y transformación en eso que puede descubrir y desarrolla de forma completa su propia esencia real. Mas hay un punto en el razonamiento que hasta ahora lo hemos dejado algo oscuro, y es precisamente el asunto de la coexistencia del Conocimiento y la Ignorancia. Decididamente, partimos aquí de las condiciones que son lo opuesto de la divina Verdad ideal y todas las circunstancias de esa oposición se fundan sobre la ignorancia que el ser tiene de sí y del Yo de todo, resultado de una original Ignorancia cósmica cuyo producto es la auto-limitación y el fundar la vida sobre la división en el ser, la división en la conciencia, la división en la voluntad y la fuerza, la división en la luz, la división y limitación en el conocimiento, poder, amor, como consecuencia, con los opuestos fenómenos positivos de egoísmo, oscurecimiento, incapacidad, mal empleo del conocimiento y la voluntad, desarmonía, debilidad y sufrimiento. Hemos

descubierto que esta Ignorancia, aunque compartida por la Materia y la Vida, tiene sus raíces en la naturaleza de la Mente cuyo oficio consiste en limitar, particularizar y, por ende, dividir. Pero la Mente también es un principio universal, es Uno, es Brahmán, y por lo tanto tiene tendencia a unificar y universalizar el conocimiento al igual que a aquello que separa y particulariza. La particularizadora facultad de la Mente sólo deviene Ignorancia cuando se separa de los principios superiores de los que es un poder y actúa únicamente con su tendencia característica, pero también con una tendencia a excluir al resto del conocimiento, a particularizar primera principalísimamente y siempre, y a dejar a la unidad como un vago concepto al que hay que aproximarse sólo después, cuando se complete la particularización, y a través de la suma de particularidades. Esta exclusividad es el alma misma de la Ignorancia. Debemos aprehender entonces este extraño poder de la Conciencia que es la raíz de nuestros males, examinar el principio de su accionar y detectar no sólo su naturaleza y origen esenciales, sino también su poder y proceso de accionar y su última finalidad y medio de eliminación. ¿Cómo es que existe la Ignorancia? ¿Cómo pudo cualquier principio o poder de la infinita autoconciencia colocar el auto-conocimiento detrás de ella y excluirlo todo, salvo su limitada acción característica? Algunos pensadores (((Buda rehusó considerar el problema metafísico; el proceso por el que se construye nuestra individualidad irreal y se mantiene un mundo de sufrimiento en existencia y el método de escapar de eso es todo lo que importa. Karma es un hecho; la construcción de objetos, de una individualidad no verdaderamente existente es la causa de la existencia: librarse del Karma, de la individualidad y del sufrimiento debe ser nuestro objetivo; mediante esa eliminación ingresaremos en lo que esté libre de estas cosas, permanente, real; sólo interesa el camino de la liberación))) declararon que el problema es insoluble, es un misterio original y resulta intrínsecamente incapaz de explicación; sólo pueden declararse el hecho y el proceso: o la cuestión de la naturaleza de la suprema Existencia original o la NoExistencia es descartada como irrespondible y como si no requiriese contestación. Uno puede decir que Maya con su principio fundamental de ignorancia o ilusión simplemente existe, y este poder de Brahman tiene la doble fuerza del Conocimiento y la Ignorancia inherentemente potenciales en él; todo cuanto debemos hacer es reconocer el hecho y descubrir un medio de escape de la Ignorancia -a través del Conocimiento, pero hacia lo que está más allá del Conocimiento y la Ignorancia- mediante el renunciamiento a la vida, mediante el reconocimiento de la universal impermanencia de las cosas y la vanidad de la existencia cósmica. Pero nuestra mente no puede quedar satisfecha -la mente del Budismo no quedó satisfecha- con esta evasión en la raíz misma del tema total. En primer lugar, estas filosofías, al poner de lado, de esa manera, la cuestión radical, en realidad efectúan aseveraciones de largo alcance que dan por sentado, no sólo cierto accionar y síntomas, sino también cierta naturaleza fundamental de la Ignorancia de donde procede su prescripción de remedios; y resulta obvio que sin tan radical diagnóstico ninguna prescripción de remedios puede ser sino un empírico tratamiento. Pero si hemos de eludir la cuestión radical, no tenemos medios para juzgar si las aseveraciones adelantadas son correctas o si los remedios prescriptos son los correctos, o si no hay otros que, sin ser tan

violentos, destructivamente radicales o de la naturaleza de la mutilación quirúrgica o la extinción del paciente puedan procurar una curación más integral y natural. En segundo lugar, la tarea del hombre que piensa consiste siempre en conocer. Tal vez no puede por medios mentales conocer la esencialidad de la Ignorancia o de algo del universo para definirlo, pues la mente sólo puede ver las cosas en ese sentido mediante sus signos, caracteres, formas, propiedades, funciones, relaciones con las otras cosas, no en su auto-yo y esencia ocultos. Pero podemos ir cada vez más adelante, clarificar cada vez más prolijamente nuestra observación del carácter y operación fenoménicos de la Ignorancia hasta que consigamos la correcta palabra reveladora, el correcto sentido indicador de la cosa y de esa manera lleguemos a conocerla, no mediante el intelecto sino mediante la visión y experiencia de la verdad, mediante la realización de la verdad en nuestro propio ser. El proceso total del supremo conocimiento intelectual del hombre es a través de esta manipulación y discriminación mental hasta el punto en que se rasga el velo y puede ver; al fin, el conocimiento espiritual llega en nuestro auxilio deviniendo lo que vemos, entrando en la Luz en la que no hay ignorancia. Es verdad que el primer origen de la Ignorancia está más allá de nosotros como seres mentales porque nuestra inteligencia vive y se mueve dentro de la Ignorancia misma y no accede al punto ni asciende al plan en el que esa separación tuvo lugar, de lo cual la mente individual es el resultado. Pero esto es verdad con respecto al primer origen y verdad fundamental de todas las cosas, y sobre este principio deberíamos descansar satisfechos con un agnosticismo general. El hombre ha de trabajar en la Ignorancia, ha de aprender bajo sus condiciones, ha de conocerla hasta su punto más remoto de modo que pueda llegar a sus lindes en los que se encuentra con la Verdad, tocando su tapa final de oscurecimiento luminoso y desarrollando las facultades que lo capacitan para sobrepasar esa barrera poderosa pero realmente insustancial. Tenemos entonces que examinar, más cerca de lo que lo hicimos ya, el carácter y operación de este principio o de este poder de la Ignorancia y arribar a una más clara concepción de su naturaleza y origen. Y primero debemos fijar firmemente en nuestras mentes lo que significamos con la palabra misma. La distinción entre el Conocimiento y la Ignorancia empieza con los himnos del Rig Veda. Aquí el Conocimiento parece significar una conciencia de la Verdad, de lo Correcto, satyam rtam, y de todo lo que es del orden de la Verdad y lo Correcto; la ignorancia es una inconciencia, acitti, de la Verdad y lo Correcto, una oposición a sus obras y una creación de obras falsas o adversas. La ignorancia es la ausencia del ojo divino de la percepción que nos da la visión de la Verdad supramental; es el principio no-perceptor de nuestra conciencia como si fuese opuesto a la consciente visión y conocimiento perceptores-de-laverdad. En su operación real este no-percibir no es una total inconciencia, el mar inconsciente del que surgió este mundo, sino un conocimiento limitado o falso, un conocimiento basado en la división del ser indiviso, fundado en lo fragmentario, lo pequeño, opuesto a la integridad opulenta, vasta y luminosa de las cosas; es una cognición que por la oportunidad de sus limitaciones se torna falsedad y es sostenida en ese aspecto por los Hijos de la Oscuridad y la

División, los enemigos de esfuerzo divino en el hombre, los asaltantes, ladrones y encubridores de su luz del conocimiento. Por lo tanto fue considerada como no-divina Maya, la que crea falsas normas y apariencias mentales, -y de ahí la posterior significación de esta palabra que parece haber significado originalmente un poder formativo del conocimiento, la verdadera magia del Mago supremo, el divino Mago, pero también fue usada para el contrario poder formativo del conocimiento inferior, del engaño, de la ilusión y la falsa magia de Rakshasá. La divina Maya es el conocimiento de la Verdad de las cosas, su esencia, ley y operación, que los dioses poseen y sobre las que fundan su acción y creación eternas y la construcción de sus poderes en el ser humano. Esta idea de los místicos Védicos en un pensamiento y lenguaje más metafísico puede traducirse en el concepto de que la Ignorancia es, en su origen, un mental conocimiento divisor que no capta la unidad, la esencia y la auto-ley de la existencia, y enfoca y trata la multípliciversalidad, sino que más bien trabaja sobre particularidades divididas, fenómenos separados y relaciones parciales, como si fuesen la verdad, que hubiésemos de captar o como si realmente pudiesen entenderse sin volver por detrás de la división a la unidad, por detrás de la dispersión a la universalidad. El Conocimiento es lo que tiende hacia la unificación y, alcanzando la facultad supramental, capta la unidad, la esencia y la auto-ley de la existencia, y enfoca y trata la multiplicidad de las cosas de esa luz y plenitud, de algún modo como el Divino Mismo lo hace desde su suprema altura de donde abarca al mundo. Debe notarse, sin embargo, que la Ignorancia en este concepto de ella es aún un género de conocimiento, pero, debido a que es limitado, está abierto, en cualquier punto, a la intrusión de la falsedad y el error; se inclina a una equivocada concepción de las cosas que está en oposición con el Conocimiento verdadero. En el pensamiento Vedántico del Upanishad descubrimos los originales términos Védicos reemplazados por la familiar antinomia de Vidya y Avidya, y con el cambio de términos se produjo cierta evolución en el significado: pues dado que la naturaleza del Conocimiento consiste en descubrir la Verdad y la Verdad fundamental es el Uno, --el Veda habla reiteradamente de él como "Esa Verdad" y Ese Uno"--, Vidya, el Conocimiento en su supremo sentido espiritual, pasó a significar pura y agudamente el conocimiento del Uno, Avidya, la Ignorancia, pura y agudamente el conocimiento de los Muchos divididos, divorciados, como lo están en nuestro mundo, de la unificadora conciencia de la Realidad Única. Las complejas asociaciones, el rico contenido, la luminosa penumbra de ideas variadas y de corolario y figuras significativas que pertenecieron a la concepción de las palabras Védícas, se perdieron en gran medida en un lenguaje más preciso y metafísico, menos psicológico y flexible. Empero la posterior idea exagerada de la separación absoluta de la verdad verdadera del Yo y Espíritu, de una ilusión original, de una conciencia que puede equipararse al sueño o la alucinación, no entró al principio en la concepción Védica de la Ignorancia. Si en los Upaníshads se declara que el hombre que vive y se mueve en la Ignorancia, vaga entre tropiezos como un ciego guiado por otro ciego y retorna siempre a la red de la Muerte echada siempre para él, también se afirma en otra parte de los Upanishads que quien marcha tras el Conocimiento solamente, entra en una más ciega oscuridad que quien va en pos de la Ignorancia y que el hombre que conoce a Brahman como la Ignorancia y el Conocimiento, como el Uno y los Muchos, como el Devenir y

el No Devenir, mediante la Ignorancia y la experiencia de la Multiplicidad traspone la muerte y mediante el Conocimiento toma posesión de la Inmortalidad. Pues el Auto-existente realmente ha devenido estas múltiples existencias; el Upanishad puede decir al ser divino, con total solemnidad y sin ningún pensamiento engañoso: "Tú eres este anciano que camina con su cayado, allí niño y niña, este pájaro de alas azules, de ojos rojos", no le dice "Tú pareces ser estas cosas" a la auto-engañosa mente de la Ignorancia. El estado del devenir es inferior al estado del Ser, pero con todo es el Ser que deviene todo lo que es en el universo. Pero el desarrollo de la distinción separativa no podría detenerse aquí; ha de seguir a su lógico extremo. Dado que el conocimiento del Uno es el Conocimiento, y el conocimiento de los Muchos es la Ignorancia, de acuerdo a un criterio rigurosamente analítico y dialéctico, nada puede haber salvo pura oposición entre las cosas señaladas por los dos términos; no hay entre ellos unidad esencial ni reconciliación posible. Por lo tanto, Vidya es el Conocimiento solo, Avidya es la pura Ignorancia; y si la pura Ignorancia toma forma positiva, es porque no es meramente un no-conocimiento de la Verdad, sino una creación de ilusiones y engaños, de irrealidades aparentemente reales, de falsedades temporariamente válidas. Obviamente entonces, la materia objetiva de Avidya no puede tener existencia verdadera ni permanente; los Muchos son una ilusión, el mundo no tiene ser real. Indudablemente tiene una suerte de existencia mientras dura, como la tienen un sueño, la alucinación prolongada de una mente delirante o enajenada, pero no más. El Uno no devino ni puede devenir jamás Muchos; el Yo no devino ni puede devenir todas estas existencias; Brahman no manifestó ni puede manifestar un mundo real en sí: es sólo la Mente o algún principio del que la Mente es un resultado que proyecta nombres y formas sobre la incaracterística unidad que es sólo real y, siendo esencialmente incaracterística, no puede manifestar característica ni variación reales; o, si manifiesta estas cosas, entonces esa es una realidad temporal y temporaria que se desvanece y queda convicta de irrealidad por parte de la iluminación del conocimiento verdadero. Nuestro criterio de la Realidad última y de la naturaleza verdadera de Maya nos ha obligado a partir de estos últimos y finos excesos del intelecto dialéctico y a retomar a la original concepción Vedántíca. Acordando cabal tributo a la magnífica impavidez de estas conclusiones extremas, a la incomprometida fuerza y agudeza lógicas de estas especulaciones, inexpugnables en la medida que estas premisas se conceden, admitiendo la verdad de dos de los principales planteos, la única Realidad del Brahman y el hecho de que nuestras concepciones normales sobre nosotros mismos y la existencia-del-mundo estén selladas por la ignorancia, sean imperfectas, nos lleven por sendas equivocadas, estamos obligados a separarnos de la adhesión tan poderosamente mantenida por esta concepción de Maya sobre la inteligencia. Pero la obsesión de este criterio de-antigua-data de las cosas no puede eliminarse por completo en la medida en que no sondeamos la naturaleza verdadera de la Ignorancia y la naturaleza verdadera y total del conocimiento. Pues si ambas son independientes, iguales y originales poderes de la Conciencia, entonces nos persigue la posibilidad de una ilusión cósmica. Si la Ignorancia es el carácter mismo de la existencia cósmica entonces nuestra

experiencia del universo, si no el Universo mismo, se torna ilusoria. O si la Ignorancia es el meollo mismo de nuestro ser natural, pero, con todo, un original y eterno poder de la Conciencia, entonces, aunque pueda haber una verdad cósmica, ha de ser imposible para un ser en el universo, mientras esté en él, conocer su verdad: sólo puede arribar al conocimiento real pasando más allá de la mente y el pensamiento, más allá de esta formación-del-mundo, y contemplando todas las cosas desde arriba en alguna conciencia supracósmica o supercósmica como quienes han devenido de una sola naturaleza con el Eterno y moran en El, no nacidos en la creación y no afligidos por la destrucción cataclismo de los mundos que están debajo de ellos. Pero la solución de este problema no puede perseguirse satisfactoriamente ni alcanzarse sobre la base de un examen de las palabras e ideas o de una discusión dialéctica; debe ser el resultado de una observación y penetración totales de los hechos relevantes de la conciencia -tanto los de la superficie como los de debajo o encima de nuestro nivel superficial o detrás de nuestra superficie frontal- y un exitoso sondeo de su significado. Pues el intelecto dialéctico no es suficiente para juzgar las verdades esenciales o espirituales; es más, muy a menudo, por su propensión a tratar palabras e ideas abstractas como si fuesen realidades obligatorias, las usa como cadenas y no mira con libertad, más allá de ellas, los hechos esenciales y totales de nuestra existencia. La afirmación intelectual es razón de nuestra inteligencia y justificación mediante el razonamiento de una visión de las cosas que preexiste en nuestro giro de la mente o temperamento o en alguna tendencia de nuestra naturaleza y predetermina secretamente el razonamiento mismo que reclama conducir a ella. Ese razonamiento puede ser concluyente solamente si la percepción de las cosas sobre las que reposa es verdadera y se trata de una visión total. Lo que hemos de ver aquí verdadera e integralmente es la naturaleza y validez de nuestra conciencia, el origen y alcance de nuestra mentalidad; pues solo entonces podemos conocer la verdad de nuestro ser y naturaleza y del ser-mundano y la naturaleza-mundana. Nuestro principio en esa indagación debe consistir en ver y conocer; el intelecto dialéctico ha de usarse solo en la medida en que ayude a clarificar nuestros aprestos y justifique nuestra expresión de la visión y el conocimiento, pero no puede permitírsele que gobierne nuestras concepciones y excluya la verdad que no caiga dentro de la rígida estructura de su lógica. La ilusión, el conocimiento y la ignorancia son términos o resultados de nuestra conciencia, y es sólo mirando en profundidad dentro de nuestra conciencia que podemos descubrir y determinar el carácter y relaciones del Conocimiento y la Ignorancia o la ilusión si existe, y la Realidad. El ser es sin duda el objeto fundamental de la indagación, las cosas en sí mismas y las cosas en su naturaleza, pero es sólo a través de la conciencia que podemos aproximamos al Ser. O si se mantiene que sólo podemos alcanzar al Ser, entrar en lo Real, porque es superconsciente, a través de la extinción trascendencia de la conciencia o a través de su auto-trascendencia y auto-transformación, es con todo a través de la conciencia que debemos arribar al conocimiento de esta necesidad y al proceso o poder de ejecución de esta extinción o esta auto-trascendencia, esta transformación: entonces, a través de la conciencia, conocer la Verdad Superconsciente se convierte en la necesidad suprema y descubrir el poder y

proceso de la conciencia por el que puede ingresar en la superconciencia, el descubrimiento supremo. Pero en nosotros la conciencia parece ser idéntica a la Mente; en cualquier caso la Mente es un factor tan dominante de nuestro ser que examinar sus movimientos fundamentales es su necesidad primera. De hecho, sin embargo, la mente no es todo en nosotros: hay también en nosotros una vida y un cuerpo, una subconciencia y una conciencia; hay una entidad espiritual cuyo origen y verdad secreta nos lleva a una oculta conciencia y superconciencia interiores. Si la mente lo fuese todo o si la naturaleza de la Conciencia original de las cosas fuese de la naturaleza de la Mente, la ilusión o la Ignorancia podrían concebiblemente considerarse como fuente de nuestra existencia natural: pues la limitación del conocimiento y el oscurecimiento del conocimiento por la naturaleza-Mental crean error e ilusión, ilusiones creadas por la acción-Mental entre los primeros hechos de nuestra conciencia. Por lo tanto podría concebiblemente sostenerse que la Mente es la matriz de una Ignorancia que nos hace crear o representar para nosotros un mundo falso, un mundo que no es nada más que una construcción subjetiva de la conciencia. O la Mente podría ser la matriz en la que alguna original ilusión o Ignorancia, Maya o Avidya, echa la semilla de un falso universo impermanente; la Mente sería la madre, -una madre estéril dado que el hijo sería irreal-, y Maya o Avidya parecerían una suerte de abuela del universo; pues la Mente misma sería producción o reproducción de Maya. Pero es difícil discernir la fisiognomía de este oscuro y enigmático ancestro; pues entonces hemos de imponer una imaginación cósmica o una conciencia-ilusoria sobre la Realidad eterna; Brahmán la Realidad debe ser o tiene o apoya una Mente constructora o alguna conciencia constructiva mayor que la Mente pero de naturaleza análoga, debe ser por su actividad o su sanción el creador e incluso tal vez, de alguna forma, por participación, una víctima, como la Mente, de su propia ilusión y error. Eso no sería menos desconcertante si la mente fuese simplemente medio o espejo donde cae el reflejo de una ilusión original o de una imagen o sombra falsa de la Realidad. Pues el origen de este medio reflector sería inexplicable y también resultaría inexplicable el origen de la falsa imagen proyectada sobre él. Un Brahman indeterminable sólo podría reflejarse como algo indeterminable, no como universo múltiple. O si se trata de la inigualdad del medio reflector, de su naturaleza como si fuese agua agitada e inquieta que crea rotas imágenes de la Realidad, con todo serían rotos y distorsionados reflejos de la Verdad apareciendo allí, no un pulular de falsos nombres e imágenes de cosas que carecen de fuente o base de existencia en la Realidad. Debe haber alguna verdad múltiple de la Realidad única que se refleja, aunque falsa o imperfectamente, en las múltiples imágenes del universo de la mente. Bien podría ser que el mundo fuese una realidad y sólo su construcción mental, o esbozo erróneo o imperfecto. Pero esto implicaría que hay un Conocimiento, distinto de nuestro pensamiento y percepción mentales que son sólo tentativa de conocimiento, cognición verdadera que tiene conciencia de la Realidad y también tiene conciencia en ella de la verdad de un universo real. Pues si descubrimos que existen solos la Realidad suprema y una Mente ignorante, ya no habría elección, teniendo que admitir la Ignorancia como poder

original del Brahman aceptando a Avidya o Maya como fuente de todas las cosas. Maya sería un poder eterno del Brahman auto-consciente para engañarse o más bien engañar algo que parece ser él mismo, algo creado por Maya; la Mente sería la conciencia ignorante de un alma que existe sólo como parte de Maya. Maya seria el poder de Brahman, de introducirse nombre y forma, la Mente sería su poder de recibidos y tomados por realidades. O Maya sería el poder de Brahmán para crear ilusiones conociéndolas como ilusiones, y la Mente su poder de recibir las ilusiones olvidando que son ilusiones. Pero si Brahmán es esencialmente y siempre uno solo en la auto-conciencia, esta treta no sería posible. Si Brahmán puede dividirse de esa manera, simultáneamente conociendo y no conociendo o una parte conociendo y la otra no conociendo, o si pudiese poner algo de sí en Maya, entonces Brahmán debe ser capaz de una doble --o múltiple- acción de la conciencia, una, conciencia de la Realidad, la otra, conciencia de la ilusión, o una, conciencia ignorante y la otra, superconciencia. Esta dualidad o multiplicidad parece a primera vista lógicamente imposible, empero debe estar allí en esta hipótesis el hecho crucial de la existencia, un misterio espiritual, una paradoja suprarracional, Pero una vez que admitimos el origen de las cosas como misterio suprarracíonal, podemos igual o preferentemente aceptar este otro hecho crucial del Uno que deviene o es siempre muchos y los Muchos que son o devienen el Uno; esto también es a primera vista dialécticamente imposible, una paradoja suprarracional; con todo se nos presenta como hecho eterno y ley de la existencia. Pero si se acepta esto, ya no hay necesidad de la intervención de una engañosa Maya. O, igualmente, podemos aceptar, como lo hemos hecho, la concepción de un Infinito y Eterno que es capaz, por el poder infinito de su conciencia, de manifestar la insondable e ilimitable Verdad de su ser en muchos aspectos y procesos, en innumerables formas y movimientos expresivos, como poderes de una involucionada conciencia y un autolimitado conocimiento llevado adelante porque es necesario para cierto movimiento en el Tiempo, un movimiento de involución y evolución de la Realidad. Si es suprarracional en su base, esta concepción total no es del todo una paradoja; solo exige un cambio, una ampliación de nuestras concepciones del Infinito. Pero el mundo real no puede conocerse y ninguna de estas posibilidades puede comprobarse si consideramos a la Mente sola o sólo el poder de la Mente para la ignorancia. La Mente tiene poder sólo para la verdad; abre la cámara-del-pensamiento tanto a Vidya como a Avidya, y si su punto inicial es la Ignorancia, si su pasaje se produce a través de tortuosos caminos de error, con todo su meta es siempre el Conocimiento: hay en ella un impulso de búsquedade-la-verdad, un poder-aunque secundario y limitado-de hallar-la-verdad y la creación-de-la-verdad. Aunque sean sólo imágenes o representaciones o expresiones abstractas de la verdad lo que pueda mostrarnos, con todo éstas son, dentro de su modo particular, reflexiones-de-la-verdad o formaciones-dela-verdad, y la realidad de las que son formas están presentes en su más concreta verdad en alguna profundidad más honda o en algún nivel superior del poder de nuestra conciencia. La materia y la vida pueden ser forma de realidades de las que la Mente toca sólo una figura incompleta; el Espíritu puede tener realidades secretas y celestiales de las que la Mente es solo parcial y rudimentaria receptora, transcriptora y transmisora. Entonces sólo mediante un examen de otros poderes supramentales e inframentales al igual

que de poderes mentales; superiores y más profundos, de la conciencia, podemos arribar a la realidad total. Y al fin de todo depende de la verdad de la Conciencia Suprema --o la superconciencia que pertenece a la suprema Realidad y de la relación con ella de la Mente, Supermente, Inframente e lnconciencia. En verdad todo cambia cuando penetramos las honduras inferiores y superiores de la conciencia y las unimos en la única Realidad omnipresente. Si tomamos los hechos de nuestro ser y del ser-del-mundo, descubrimos que la existencia es siempre una, -una unidad gobierna incluso su máxima multiplicidad, pero la multiplicidad resulta también, ante las cosas, innegable. Hemos descubierto que la unidad nos persigue por doquier: incluso, cuando vamos debajo de la superficie, descubrimos que no hay un compulsivo dualismo; las contradicciones y oposiciones que crea el intelecto sólo existen como aspectos de la Verdad original; la unidad y la multiplicidad son polos de la misma Realidad; las dualidades que perturban nuestra conciencia son contrastadas verdades de la única y misma Verdad del ser. Toda multiplicidad se resuelve en una multiplicidad del Ser único, la única Conciencia del Ser, el único Deleite del Ser. De esa manera, en la dualidad de placer y dolor, hemos visto que el dolor es un efecto contrario del único deleite de la existencia resultando de la debilidad del receptor, su incapacidad de asimilar la fuerza que lo encuentra, su incapacidad de sobrellevar el contacto del deleite que, de otro modo, sentiría en él; es una perversa reacción de la Conciencia para con Ananada, no un fundamental opuesto de Ananda: esto está demostrado por el hecho significativo de que el dolor puede pasar a ser placer y el placer, dolor, y ambos resolverse en el original Ananada. De modo similar, toda forma de debilidad es, en realidad, un trabajo particular de la única Voluntad-Fuerza divina o de la única Energía Cósmica; la debilidad en esa fuerza significa su poder de respaldar, medir y relacionar de modo particular su acción de Fuerza; la incapacidad o debilidad es la retención por parte del yo de su integridaddinámica o una reacción insuficiente de la Fuerza, no su opuesto fundamental. Si esto es así, entonces también puede ser, y sería en la naturaleza de las cosas, que lo que llamamos Ignorancia no es en realidad nada más que un poder del único Conocimiento Voluntad divino o Maya; es la capacidad de la Conciencia Única de regular de modo parecido, de respaldar, de medir, de relacionar con su manera peculiar la acción de su Conocimiento. El Conocimiento y la Ignorancia serán entonces, no dos principios irreconciliables, uno creador de la existencia-del-mundo, el otro intolerante y destructivo de ella, sino dos poderes coexistentes, ambos presentes en el universo mismo, operando de modo distinto en el conducto de sus procesos, pero uno solo en su esencia y capaz de ingresar, por transmutación natural, uno dentro del otro. Pero en su relación fundamental, la Ignorancia no sería un igual coexistente, dependería del Conocimiento, sería una limitación o acción contraria del Conocimiento. Para conocer, hemos de disolver siempre las rígidas construcciones del ignorante y porfiado intelecto y mirar libre y flexiblemente los hechos de la existencia. Su hecho fundamental es la conciencia que es poder, y realmente vemos que este poder tiene tres vías de operación. Primero, descubrimos que hay una conciencia detrás de todo, abarcando todo, dentro de todo, que es

eterna, universal y absolutamente consciente de sí en la unidad o multiplicidad o en ambas simultáneamente o más allá de ambas en su puro absoluto. Esta es la plenitud del supremo auto-conocimiento divino; es también la plenitud del divino omni-conocimiento. Luego, en el otro polo de las cosas, vemos esta conciencia que mora sobre oposiciones aparentes en sí y la más extrema antinomia de todas alcanza su cúspide en lo que nos parece una completa nesciencia de sí, una efectiva, dinámica y creadora Inconciencia, aunque sabemos que esto es meramente una apariencia superficial y que el Conocimiento divino trabaja con soberana seguridad y firmeza y como término medio vemos a la Conciencia trabajando con una parcial, limitada autoconciencia que es igualmente superficial, pues detrás de ella y actuando a través de ella parece haber un compromiso entre los dos opuestos, entre la Conciencia suprema y la Nesciencia, pero puede más bien probar, con un mayor criterio de nuestros datos, ser un incompleto emerger del Conocimiento hacia la superficie. Este compromiso o imperfecto emerger lo llamamos Ignorancia desde nuestro punto de vista porque la ignorancia es nuestra modalidad característica de la auto-retención del alma del completo autoconocimiento. El origen de estos tres equilibrios del poder de la conciencia y su exacta relación es lo que hemos de descubrir, dentro de lo posible. Si descubriéramos que la Ignorancia y el Conocimiento fuesen dos poderes independientes de la Conciencia, entonces habríamos de perseguir su diferencia hasta el punto supremo de la Conciencia donde cesan sólo en un Absoluto del que partieran juntos. ((( En los Upanishads, se habla de Vidya y Avidya como de eternos en el Hrulunan supremo; pero esto puede aceptarse en el sentido de la conciencia de la multiplicidad y la conciencia de la Unidad que por coexistencia en la suprema auto-conciencia llegaron a ser la base de la Manifestación; ellos serían entonces los dos lados de un auto-conocimiento eterno))) Entonces podría concluirse que el único conocimiento real de la verdad del Absoluto superconsciente y que la verdad de la conciencia, la verdad del cosmos, la verdad de nosotros mismos en el cosmos es, a lo más, una parcial figura cargada siempre con la presencia concomitante, con la penumbra circundante, con la sombra perseguidora de la Ignorancia. Podría ser entonces que en la raíz de la existencia cósmica hubiese un Conocimiento absoluto estableciendo la verdad, la armonía, el orden y una Inconciencia absoluta basando un juego de fantasía desarmonía y desorden, sosteniendo inexorablemente su extremo de falsedad, de error y sufrimiento, un doble principio maniqueo de luz y oscuridad conflictivas y entremezcladas, de bien y mal. La idea de ciertos pensadores de que hay un bien absoluto pero también un mal absoluto, siendo ambos una aproximación al Absoluto, podría asumir consistencia. Pero si descubrimos que el Conocimiento y la Ignorancia son luz y oscuridad de la misma conciencia, que el principio de la Ignorancia es una limitación del Conocimiento, que es la limitación que abre la puerta a una subordinada posibilidad de ilusión y error parciales, que esta posibilidad toma pleno cuerpo tras una premeditada inmersión del Conocimiento en la Inconciencia material pero que el Conocimiento también emerge junto con una Conciencia que hace lo propio de la Inconciencia, entonces podemos estar seguros de que esta plenitud de la Ignorancia está por propia evolución, mudando hacia un limitado Conocimiento y podemos sentir la certeza de que la limitación misma se eliminará y resultará aparente la plena verdad de las

cosas, la cósmica Verdad libre de la Ignorancia cósmica. De hecho, lo que sucede es que la Ignorancia busca y se prepara para transformarse, por progresiva iluminación de su oscuridad, en el Conocimiento que está ya encerrado en ella; la verdad cósmica manifestada en su esencia y figura reales se revelaría por esa transformación como esencia y figura de la suprema Realidad omnipresente. Es de esta interpretación de la existencia de donde partimos, pero para verificarla debemos observar la estructura de nuestra conciencia superficial y su relación con lo que está dentro, encima y debajo de ella: pues de ese modo podemos distinguir la naturaleza y alcance de la Ignorancia. En ese proceso aparecerá la naturaleza y alcance de aquello de lo cual la Ignorancia es una limitación y deformación: el Conocimiento, -en su totalidad el auto-conocimiento-del-mundo inmanentes del ser espiritual.

Capítulo VIII LA MEMORIA, LA AUTO-CONCIENCIA Y LA IGNORANCIA Algunos hablan de la auto-naturaleza de las cosas, otros dicen que es el Tiempo. Swetaswatara Upanishad Las dos son formas de Brahman: el Tiempo y lo Intemporal. Maitri Upanishad Nació la Noche y de ésta el fluido océano del ser y en el océano nació el Tiempo al que está sujeta toda criatura visible. Rig Veda La memoria es la más grande: sin ella, los hombres no podrían pensar ni conocer nada ... Hasta donde llega el desplazamiento de la Memoria, él alcanza a voluntad. Chhandogya Upanishad Este es el que ve, toca, oye, huele, gusta, piensa, entiende, actúa en nosotros; un ser consciente, un yo del conocimiento. Prasna Upanishad

En cualquier reconocimiento del carácter dual de nuestra conciencia, primero hemos de observar la Ignorancia, -pues la Ignorancia que procura pasarse al Conocimiento es nuestro estado normal. Para empezar, es menester considerar algunos de los movimientos esenciales de esta conciencia parcial del yo y las cosas que trabajan en nosotros como mediadora entre el autoconocimiento y omniconocimiento completos y la Inconciencia -completa, y, de ese punto de partida, descubrir su relación con una Conciencia mayor debajo de nuestra superficie. Hay una línea de pensamiento en la que mucho se acentúa la acción de la memoria: se ha dicho que la Memoria es el hombre, -es la memoria la que constituye nuestra personalidad y mantiene unido el

fundamento de nuestro ser psicológico; pues junta nuestras experiencias y las relaciona con nuestra existencia en la sucesión del Tiempo y acepta el proceso como clave de la Verdad esencial, aunque no considere la existencia toda como proceso o causa y efecto en el desarrollo de algún género de autoreguladora Energía, como Karma. Pero el proceso es meramente una utilidad; es una adopción habitual de ciertas relaciones efectivas que en la infinita posibilidad de las cosas podría haberse dispuesto de otro modo para la producción de efectos que podrían igualmente haber sido muy distintos. La verdad real de las cosas radica no en su proceso, sino detrás de él, en lo que determine, efectúa o gobierne el proceso; no en la concreción tanto como en la Voluntad o Poder que lo efectúa, y no tanto en la Voluntad y Poder como en la Conciencia de la cual la Voluntad es la forma dinámica y en el Ser del cual el Poder es el valor dinámico. Pero la memoria es sólo un proceso de la conciencia, una utilidad; no puede ser la sustancia del ser o el todo de nuestra personalidad; es simplemente una de las obras de la conciencia como la radiación es una de las obras de la Luz. Es el Yo que es el hombre: o, si consideramos sólo nuestra normal existencia superficial, la Mente es el hombre, -pues el hombre es el ser mental. La Memoria es sólo uno de los muchos poderes y procesos de la Mente, que ahora es la acción principal de la Conciencia-Fuerza en nuestras relaciones con el yo, el mundo y la Naturaleza. No obstante, resulta bueno empezar con este fenómeno de la memoria cuando consideramos la naturaleza de la Ignorancia en la que moramos; pues puede dar la clave de ciertos aspectos importantes de nuestra existencia consciente. Vemos que la mente efectúa dos aplicaciones de su facultad o proceso de la memoria, la memoria del yo, la memoria de la experiencia. Primero, radicalmente, aplica la memoria al hecho de nuestro ser-consciente y lo relaciona con el Tiempo. Dice : "Yo soy ahora, yo fui en el pasado, yo seré por lo tanto, en el futuro, es el mismo Yo en todas las tres siempre inestables divisiones del Tiempo". De esa manera procura traducir para sí en los términos del Tiempo un relato de lo que siente que es el hecho, pero no puede saber ni probar que es cierto, la eternidad del ser consciente. Por la memoria la Mente puede sólo conocerse en el pasado, por directa auto-conciencia solamente en el momento del presente, y es sólo por extensión e inferencia de esta autoconciencia y memoria que nos dice que por algún tiempo la conciencia ha sido continuamente existente que la mente puede concebir en el futuro. La extensión del pasado y el futuro no la puede fijar; sólo puede retrotraer el pasado al límite de su memoria e inferir de la evidencia de los demás y de los hechos de la vida que observa en su derredor que el ser consciente ya fue a veces lo que ya no recuerda más. Sabe que existió un infantil estado irracional de la mente del cual la memoria perdió su vinculación; si existió antes del nacimiento físico, la mente mortal, debido a la ausencia de memoria, no lo puede determinar. Del futuro no conoce nada; de su existencia en el próximo momento sólo puede tener una certidumbre moral de que algún suceso de ese momento puede probar ser un error pues lo que vio no es más que una dominante probabilidad; mucho menos puede conocer si la disolución física es o no el fin del ser consciente. Empero tiene este sentido de una persistente continuidad que fácilmente se extiende a convicción de eternidad.

Esta convicción puede ser reflejo -de la mente de un pasado interminable que ha olvidado pero del cual algo retiene en él la amorfa impresión o puede ser la sombra de un auto-conocimiento que llega a la mente desde un plano superior o más profundo de nuestro ser donde realmente somos conscientes de nuestra auto-existencia eterna. O, concebiblemente, podría ser una alucinación; así como no podemos sentir ni comprender en nuestra previsora conciencia el hecho de la muerte y sólo podemos vivir en la sensación de una continuada existencia, siendo el cese una concepción intelectual que podemos sostener con certeza, incluso imaginar con vividez, mas nunca comprender en realidad porque vivimos sólo en el presente, con todo, la muerte, el cese o interrupción al menos de nuestra real modalidad del ser es un hecho, y el sentido o previsión de una existencia continuada en el futuro, en el cuerpo físico, se produce más allá de lo que podemos fijar como alucinación, -de igual modo podría concebiblemente ocurrir con esta idea o impresión mentales de la eternidad consciente. O podría ser una falsa transferencia a nosotros mismos de la percepción de una eternidad real consciente o inconsciente distinta de nosotros mismos, la eternidad del universo o de algo que trasciende al universo. La mente, al captar este hecho de la eternidad, puede falsamente transferirla a nuestro propio ser consciente que puede ser nada más que un fenómeno efímero de ese único verdadero y eterno. Estas cuestiones nuestra mente superficial, por sí, no tiene medios de resolverlas; sólo puede especular sobre ellas interminablemente y arribar a opiniones más o menos bien razonadas. La creencia en nuestra inmortalidad es sólo fe, la creencia en nuestra mortalidad es sólo fe. Es imposible para el materialista probar que nuestra conciencia termina con la muerte del cuerpo; pues ciertamente puede demostrar que no hay prueba convincente de que sobreviva algo de nosotros, pero igualmente no hay ni puede haber en la naturaleza de las cosas prueba de que nuestro yo consciente no sobreviva a la disolución física. La sobrevivencia del cuerpo por la personalidad humana puede después probarse incluso a satisfacción del escéptico; pero aún entonces lo que se establecerá será sólo una mayor continuidad y no la continuidad del ser consciente. De hecho, si contemplamos el concepto mental de esta eternidad, vemos que llega solamente a una continua sucesión de momentos del ser en un Tiempo eterno. Por lo tanto, es el tiempo que es eterno y no el ser consciente continuamente momentáneo. Pero, por otra parte, no hay nada en la evidencia mental que demuestre que el Tiempo eterno realmente exista o que el Tiempo mismo sea algo más que el modo con que el ser consciente contempla alguna interrumpida continuidad o, puede ser, la eternidad de la existencia como un fluir indivisible que conceptualmente mide mediante las sucesiones y simultaneidades de las experiencias a través de las cuales sólo se le representa esa existencia. Si hay una Existencia eterna que sea un ser consciente, debe estar más allá del Tiempo que contiene, intemporal como decimos; debe ser el Eterno del Vedanta quien, podemos entonces conjeturar, usa el Tiempo solamente como perspectiva conceptual para el criterio de Su auto-manifestación. Pero el autoconocimiento intemporal de este Eterno está más allá de la mente; es un conocimiento supramental superconsciente para nosotros y que solo ha de adquirirse aquietando o trascendiendo la actividad

temporal de nuestra mente consciente, mediante un ingreso en el Silencio o un pasaje a través del Silencio hacia la conciencia de la eternidad. De todo esto emerge el único y gran hecho de que la naturaleza misma de nuestra mente es la Ignorancia; no una absoluta nesciencia, sino un limitado y condicionado conocimiento del ser, limitado por una comprensión de su presente, una memoria de su pasado, una inferencia de su futuro, condicionado por lo tanto por un criterio temporal y sucesivo de sí y de sus experiencias. Si la existencia real es una eternidad temporal, entonces la mente no tiene el conocimiento del ser real; pues incluso su propio pasado lo pierde en la vaguedad del olvido excepto en lo que respecta a una pequeña parte que la memoria retiene; no es dueño de su futuro retenido en el gran vacío de la ignorancia; sólo tiene conocimiento de su presente que cambia a cada momento en una inútil sucesión de nombres, formas y sucesos, la marcha o fluir de una cósmica cinética que es demasiado vasta para su control o comprensión. Por otra parte, si la existencia real es una eternidad que trasciende al tiempo, la mente es, con todo, más ignorante de ello; pues solo conoce lo poco de ello que puede captar de un momento a otro mediante la fragmentaria experiencia de su auto-manifestación en el Tiempo y el Espacio. Si entonces, la mente es todo o si la mente aparece en nosotros es el Índice de la naturaleza de nuestro ser, jamás podemos ser nada más que Ignorancia efímera, desplazándose en el Tiempo y captando conocimiento de un modo escasísimo y fragmentario. Mas si hay un poder de auto-conocimiento más allá de la mente que es intemporal en esencia y podemos contemplar el Tiempo, tal vez con una simultánea y omni-relacionante visión de pasado, presente y futuro, pero en cualquier caso como circunstancia de su propio ser intemporal, entonces tenemos dos poderes de la conciencia; el Conocimiento y la Ignorancia, el Vidya y el Avidya Vedánticos. Estos dos, entonces, deben ser diferentes e inconexos poderes, nacidos separadamente, al igual que diversos en su acción, separadamente auto-existentes en un dualismo eterno, o, si existe una conexión entre ellos, debe consistir en que la conciencia como Conocimiento conoce su yo intemporal y ve al Tiempo dentro de sí, mientras la conciencia como Ignorancia es una acción parcial y superficial del mismo Conocimiento que más bien se ve en el Tiempo, velándose en -su propia concepción del ser temporal como polos positivo y negativo de una existencia consciente que es incapaz de conocerse del todo, pero o solo se conoce y no conoce sus obras o sólo conoce sus obras y no se conoce, -una equivalencia absurdamente simétrica en mutuo rechazo. Desde el punto de vista más amplio, el antiguo Vedántíco, debemos concebirnos como un ser dual, pero con una sola existencia consciente con una doble fase de la conciencia: una de ellas es consciente o parcialmente consciente en nuestra mente, la obra superconsciente para la mente; una, un conocimiento situado en el Tiempo, trabaja bajo sus condiciones y con ese fin pone su auto-conocimiento detrás de ella, la otra, intemporal, estructura con dominio y conocimiento sus propias condiciones auto-determinadas del Tiempo; una se conoce solo por su crecimiento en la experiencia-Temporal, la otra conoce su yo intemporal y se manifiesta conscientemente en la experiencia Temporal.

Advertimos ahora lo que el Upanishad quiso decir al hablar de Brahmán como si fuese el Conocimiento y la Ignorancia, y del simultáneo conocimiento de Brahman en ambos como el camino hacia la inmortalidad. El conocimiento es el poder inherente a la conciencia del yo intemporal, ínespacial e incondicionado que se muestra en su esencia como unidad del ser; es esta conciencia que sólo es real y completo conocimiento porque es trascendencia eterna que es no solo auto-consciente sino que se mantiene en sí, se manifiesta, se origina, se determina y conoce las sucesiones temporalmente eternas del universo. La ignorancia es la conciencia del ser en las sucesiones del Tiempo, dividida en su conocimiento por morar en el momento, dividida en su concepción del auto-ser por morar en las divisiones del Espacio o en las relaciones de la circunstancia, auto-aprisionada en la múltiple labor de la unidad. Se llama Ignorancia porque ha puesto detrás de ella el conocimiento de la unidad y por ese mismo hecho es incapaz de conocerse o conocer al mundo verdadera y completamente, de conocer lo trascendente o la realidad universal. Viviendo con la Ignorancia, de un momento a otro, de un campo al otro, de una relación a la otra, el alma consciente tropieza en el error del conocimiento fragmentario (((avidyayam antara vartamanah... janghanyamanah pariyanti mudhah andhenaiva niyamanah yathandhah. Viviendo y moviéndose dentro de la Ignorancia, ellos dan vueltas, tropiezan y se golpean; son hombres engañados, como el ciego al que guía otro ciego. - Mundaka Upanishad, 1, 2, 8.))). No es nesciencia, como debe ser todo conocimiento que ignore la esencia y vea sólo partes fugitivas del fenómeno. Por otra parte, estar encerrado en una íncaracterística conciencia de unidad, ignorante del Brahmán manifiesto, se describe también como ciega oscuridad. En verdad, no es precisamente oscuridad, pues una es deslumbrante por Luz concentrada, la otra, engañosas proporciones de las cosas vistas bajo una luz dispersa, brumosa e interrumpida, mitad nublada, mitad visible. La conciencia divina no está cerrada en ninguna, sino que sostiene al Uno inmutable y a los Muchos mutables en un auto-conocimiento omni-relacionante y omni-unificador. La memoria, en la divisora conciencia, es una muleta en la que la mente se apoya, mientras tropieza desamparadamente, sin posibilidad de detención o pausa; en la rauda velocidad del Tiempo. La memoria es pobre substituto de una conciencia del yo, integral, permanente y directa y de una percepción de las cosas, directa e integral o global. La mente sólo puede tener conciencia directa de sí en el momento de su ser actual; sólo puede tener semi-directa percepción de las cosas como se le ofrecen en el momento actual del tiempo y el inmediato campo del espacio y se capta mediante los sentidos. Compensa su deficiencia mediante la memoria, la imaginación, el pensamiento, los símbolos-ideales de diversas clases. Sus sentidos son recursos por los que se fija en las apariencias de las cosa en el actual momento y en el espacio inmediato; la memoria, la imaginación y el pensamiento, son recursos por los que se representa, aún menos directamente, las apariencias de las cosas más allá del momento actual y del espacio inmediato. Lo único que no es un recurso es su directa auto-conciencia en el momento presente. Por lo tanto, a través de eso puede más fácilmente fijarse en el hecho del ser eterno, en la realidad; se intenta todo el resto cuando considera las cosas estrictamente, para observar no como mero fenómeno, sino como, posiblemente, error, ignorancia, e ilusión, porque ya no se le presenta directamente real. De esa manera lo considera el

ilusionista; lo único que éste sostiene que es real es ese yo eterno que reside detrás de la actual auto-conciencia directa de la mente. O, como el Budista, uno llega a considerar incluso a ese yo eterno como ilusión, representación, imagen subjetiva, mera imaginación o falsa sensación y falsa idea del ser. La mente, para su propio criterio, se convierte en un mago fantástico, sus obras y ella a la vez en extrañamente existentes y no-existentes, en una realidad persistente y, con todo, un fugaz error que toma o no en cuenta, pero en cualquier caso está determinada a eliminar y sufrir ella y sus obras de modo que pueda descansar, cesar en el intemporal reposo del Eterno, fuera de la vana representación de las apariencias. Pero, en verdad, nuestras agudas distinciones hechas entre lo exterior y lo interior, la auto-conciencia pasada y presente, son tretas de la inestable acción limitada de la mente. Detrás de ésta y usándola como su propia actividad superficial hay una conciencia estable en la que no hay obligatoria división conceptual entre ella en el presente y ella en el pasado y futuro; y con todo se conoce en el Tiempo, en el presente, pasado y futuro, pero a la vez, con un criterio indiviso que abarca todas las experiencias móviles del yoTemporal y las mantiene en el fundamento del inmóvil yo intemporal. Podemos tomar de esta conciencia cuando nos apartamos de la mente y sus actividades o cuando éstas quedan en silencio. Pero primero vemos su estado, inmóvil, y si sólo consideramos la inmovilidad del yo, podemos decir de él que no sólo es intemporal, inactivo, sin movimiento de idea, pensamiento, imaginación, memoria y voluntad, auto-suficiente, auto-absorbido y por lo tanto exento de toda acción del universo. Eso entonces deviene sólo real para nosotros y el resto, vana simbolización en formas no-existentes --o formas que no corresponden a nada verdaderamente existente- y por lo tanto un Sueño. Pero esta auto-absorción es sólo un hecho y un estado resultante de nuestra conciencia, tanto como lo fue la auto-dispersión de pensamiento, memoria y voluntad. El yo real es el eterno que es obviamente capaz de movilidad en el Tiempo e inmovilidad basando al Tiempo, -simultáneamente, de lo contrario ambos no existirían; ni siquiera podría existir uno y el otro crear apariencias. Esta es el Alma suprema, el Yo y Ser del Gita que sostiene al ser inmóvil y al móvil como yo y señor de toda la existencia. Hasta aquí llegamos considerando a la mente y la memoria principalmente con respecto al fenómeno primario de la auto-conciencia mental en el Tiempo. Pero si las consideramos con respecto a la autoexperiencia al igual que como conciencia y otra-experiencia lo mismo como auto-experiencia, descubriremos que arribamos al mismo resultado con un contenido más rico y más clara luz sobre la naturaleza de la Ignorancia. Por ahora expresemos así lo que vimos, un eterno ser consciente que sostiene la acción móvil de la mente en una inmóvil auto-conciencia estable, libre de la acción del Tiempo y que, mientras con un conocimiento superior a la mente abarca todo el movimiento del Tiempo; mora, por la acción de la mente, en ese movimiento. Como superficial entidad mental que se mueve de un momento al otro, sin observar su yo esencial sino su relación con sus experiencias del movimiento-Temporal, en ese movimiento manteniendo el futuro para sí en lo que se presenta como vacío de la Ignorancia y no-existencia aunque se trata de una irrealizada plenitud, captando el conocimiento y la experiencia del ser en el presente,

descartándolo en el pasado que nuevamente se presenta como el vacío de la Ignorancia y no-existencia parcialmente iluminada, parcialmente reservada y almacenada por la memoria, inviste el aspecto de una cosa fugaz e incierta lanzándose sin estabilidad sobre cosas fugaces e inciertas. Pero en realidad descubriremos que siempre es el mismo Eterno que es por siempre estable y auto-poseído en Su conocimiento supramental y lo que toma es por siempre estable y eterno; pues es él mismo quien experimenta en la sucesión del Tiempo. El Tiempo es el gran banco de la existencia consciente convertido en valores de experiencia y acción: el mental ser superficial retira el pasado (y también el futuro) y lo acuña continuamente en el presenté; registra y guarda las ganancias en lo que llamamos el pasado, sin saber cuán siempre-presente está el pasado en nosotros; usa lo que necesita como moneda de conocimiento y ser realizado, y lo paga como moneda de acción mental, vital y física en el comercio del presente que crea para su criterio la nueva riqueza del futuro. La Ignorancia es una utilización del auto-conocimiento del Ser de modo tal que lo torne valioso para la experiencia-Temporal y -válido para la actividad Temporal; lo que no sabemos es lo que aun no hemos asumido, acuñado y usado en nuestra experiencia mental o hemos cesado de acuñar o usar. Detrás, todo se conoce y todo está listo para usarse de acuerdo con la voluntad del Yo en sus tratos con el Tiempo, el Espacio y la Causalidad. Uno casi podría decir que nuestro ser superficial es solo el más profundo Yo eterno en nosotros proyectándose como el aventurero del Tiempo, un jugador y especulador de posibilidades infinitas, limitándose a la sucesión de momentos de modo que pueda tener toda la sorpresa y deleite de la aventura, reservándose su autoconocimiento y completo auto-ser para ganar otra vez lo que parecía perdido, reconquistándose por completo a través de la variación de dicha y dolor de una pasión, búsqueda y esfuerzo seculares.

Capítulo IX LA MEMORIA, EL EGO Y LA AUTO-EXPERIENCIA Aquí, este Dios, la Mente, en su sueño experimenta una y otra vez lo que ya experimentó, lo que fue visto y lo que no fue visto, lo que fue oído y lo que no fue oído; lo que fue experimentado y lo que no fue experimentado, lo que es y lo que no es, todo cuanto ve, es todo y ve (todo). Prasna Upanishad Morar en nuestro ser verdadero es liberación; el sentido del ego es una caída de la verdad de nuestro ser. Mahopanishad Uno en muchos nacimientos, un simple océano dueño de todas las corrientes del movimiento, ve nuestros corazones. Rig Veda

La auto-conciencia directa del ser mental, aquella por la que toma razón de su innominal y amorfa existencia detrás del fluir de una auto-experiencia diferenciada, de su eterna sustancia-anímica detrás de las formaciones mentales de esa sustancia, de su yo detrás del ego, va por detrás de la mentalidad hacia la intemporalidad de un presente eterno; es lo que en ella es siempre lo mismo y no afectado por la distinción mental de pasado, presente y futuro. Tampoco está afectada por las distinciones de espacio o de circunstancia; pues si el ser mental ordinariamente dice de sí: "Yo estoy en el cuerpo, yo estoy aquí, yo estoy allí, yo estaré en otra parte", con todo cuando aprende a fijarse en esta directa auto-conciencia, muy pronto percibe que este es el lenguaje de su mutable auto-experiencia que sólo expresa las relaciones de su conciencia superficial al medio y lo exterior. Distinguiendo éstos, apartándose de éstos, percibe que el yo del que es directamente consciente no cambia de ningún modo por estas mutaciones externas, sino que es siempre el mismo, no afectado por las mutaciones del cuerpo, de la mentalidad o del campo en el que éstos se mueven o actúan. Es en su esencia incaracterístico, irrelacionado, sin ninguna otra característica que la de la pura existencia consciente auto-suficiente y eternamente satisfecha con el puro ser, autobienaventurado. De esa manera tomamos razón del Yo estable, del eterno "Sol" o más bien del inmutable "Es" sin ninguna categoría de personalidad o Tiempo. Pero esta conciencia del Yo, como es intemporal, de igual modo es también capaz de considerar libremente al Tiempo como una cosa reflejada en ella y como la causa o campo subjetivo de una experiencia mutable. Es entonces el eterno "Yo soy" la inmutable conciencia en cuya superficie ocurren cambios de la experiencia consciente en el proceso del Tiempo. La conciencia superficial está sumando constantemente a su experiencia o restando de su experiencia, y se modifica tanto con cada suma como con cada resta; aunque ese yo más profundo que sostiene y contiene esta mutación queda inmodificado, el yo externo o superficial está desarrollando constantemente su experiencia de modo que nunca pueda decir de sí absolutamente: "Yo soy el mismo que era hace un momento", Quienes viven en este superficial yo-Temporal y carecen del hábito de recogerse en lo inmutable o de la capacidad de morar en él, son también incapaces de pensar en sí aparte de esta mental experiencia siempre auto-mordicante. Eso es para ellos su yo y es fácil para ellos, si consideran sus eventos con desapego, convenir con la conclusión de los Nihilistas budistas de que este yo es, de hecho, nada salvo una corriente de idea, experiencia y acción mental, la persistente llama que con todo jamás es la misma llama, concluyendo con que el yo real como tal no existe sino sólo un fluir de la experiencia y detrás de ella, Nihii: hay experiencia del conocimiento sin Conocedor, experiencia ser del ser sin un Existente, son simplemente una cantidad de elementos, partes de un fluir sin un todo real, que combinan la ilusión de Conocedor y Conocimiento y Conocido, la ilusión de un Existente, y una existencia y la experiencia de la existencia. O pueden concluir con que el Tiempo es sólo la existencia real y ellos sus criaturas. Esta conclusión de un existente ilusorio en un mundo real o irreal es tan inevitable para este género de retiro como lo es la conclusión opuesta de la Existencia real pero de un mundo ilusorio para el pensador que, morando en el yo inmóvil, observa todo lo

demás como mutable no-yo; llega eventualmente a considerar lo último como resultado de una engañosa treta de la conciencia. Pero observemos un poco esta conciencia superficial sin teorizar, estudiando tan solo sus hechos. Primero la vemos como un fenómeno puramente subjetivo. Hay un constante y rápido cambio de puntoTemporal que es imposible detenerse por un momento. Hay una constante mutación, incluso cuando no hay cambio de circunstancia espacial, un cambio en el cuerpo o forma que la conciencia habita directamente y el cuerpo o forma circundantes de las cosas en los que habita menos directamente. Resulta igualmente afectada por ambos, aunque más vívidamente, porque lo es en forma directa, por la habitación menor que por la mayor, por su propio cuerpo que por el cuerpo del mundo, pues sólo es directamente consciente de los cambios de su propio cuerpo y lo es sólo indirectamente de los del cuerpo a través de los sentidos y los efectos del macrocosmos sobre el microcosmos. Esta mutación del cuerpo y su derredor es no tan insistentemente obvia o no tan obviamente rápida como la veloz mutación del Tiempo; con todo resulta igualmente real de un momento a otro e igualmente imposible de detener. Pero vemos que el ser mental sólo considera toda esta mutación en cuanto produce efectos sobre su conciencia mental, genera impresiones y cambios en su experiencia y cuerpo mentales, porque sólo-a través de la mente puede tomar razón de su mutable habitación física y su mutable experiencia-del-mundo. Por lo tanto, al igual que una variación o mutación del punto-Temporal y del campo-Espacial, hay un constante cambio modificador de la suma de circunstancias experimentadas en el Tiempo y el Espacio y como resultado una constante modificación de la personalidad mental que es la forma de nuestro yo superficial o aparente. Todo este cambio de circunstancia es resumido en lenguaje filosófico como causalidad; pues en esta corriente del movimiento cósmico el estado antecedente parece ser la causa de un estado subsiguiente, o este estado subsiguiente parece ser el resultado de una acción anterior de personas, objetos o fuerzas: pero de hecho lo que llamamos causa bien puede ser sólo circunstancia. De esa manera la mente tiene por encima de su directa autoconciencia una más o menos indirecta auto-experiencia mutable que divide en dos partes: su experiencia subjetiva de los siempre-modificados estados mentales de su personalidad y su experiencia objetiva del medio siempremutable que parece parcial o totalmente causar y es, con todo, al mismo tiempo, afectado, por las obras de esa personalidad. Pero en el fondo toda esta experiencia es subjetiva; pues inclusive lo objetivo y externo es sólo conocido por la mente bajo la forma de impresiones subjetivas. Aquí la parte desempeñada por la Memoria crece grandemente en importancia; pues mientras todo lo que puede hacer por la mente con respecto a su directa auto-conciencia es recordarle que existió y fue la misma tanto en el pasado como en presente, deviene en nuestra auto-experiencia diferenciada o superficial un importante poder que vincula las experiencias pasadas y presentes, la personalidad pasada y presente, impidiendo el caos y la disociación, y asegurando la continuidad de la corriente en la mente superficial. Con todo no debemos exagerar la función de la memoria ni adscribirle esa parte de las operaciones de la conciencia que realmente pertenece a la actividad de otros aspectos-potenciales del ser mental. No es la memoria sola

la que constituye el ego-sentido; la memoria es sólo mediadora entre la mentesensoria y la inteligencia coordinadora: ofrece a la inteligencia los datos pasados de la experiencia que la mente mantiene dentro, en alguna parte, pero no puede llevar consigo en su carrera de un momento a otro sobre la superficie. Un pequeño análisis tornará esto patente. En todas las funciones de la mentalidad tenemos cuatro elementos: el objeto de la conciencia mental, el acto de la conciencia mental, la ocasión y el sujeto. En la auto-experiencia del interior ser auto-observador, el objeto es siempre algún estado, movimiento u ola del ser consciente, ira, pesar u otra emoción, hambre u otro anhelo vital, impulso o interior reacción vital o alguna forma de sensación, percepción o actividad del pensamiento. El acto es un género de observación mental y evaluación conceptual de este movimiento u ola o sensación mental de ella en la que la observación y evaluación pueden estar envueltas e incluso perderse de modo que en este acto la persona mental puede separar al acto y al objeto mediante una distintiva percepción o confundirlos juntos indistintamente. Vale decir, puede convertirse en movimiento de conciencia airada, que no respalda esa actividad, no se refleja ni observa, no controla el sentimiento o la acción anexa, o puede observar aquello en lo que se convierte y reflejarse en ello, con esta visión o percepción en su mente: "Estoy enojado". En el primer caso el sujeto o persona mental, el acto de la auto-experiencia consciente y el sustancial enojarse de la mente que es el objeto de la auto-experiencia, están todos arrollados en una sola ola de la fuerza-consciente en movimiento; pero en el último caso hay cierto análisis rápido de sus componentes y el acto de auto-experiencia se separa parcialmente del objeto. De esa manera, mediante este acto de parcial separación podemos no solo experimentarnos dinámicamente en el devenir, en el proceso del movimiento de la fuerza consciente, sino también estar detrás, percibimos y observamos y, si la separación es suficiente, controlar nuestro sentimiento y acción, controlar hasta cierto punto nuestro devenir. Sin embargo, hay un defecto en este acto de auto-observación; pues hay ciertamente una separación entre el acto y el objeto, pero no entre la persona mental y el acto mental: la persona mental y la acción mental están envueltos o arrollados uno con otro; la persona mental no está suficientemente desapegada o separada del devenir emocional. Estoy al tanto de un enojarse de mi materia consciente del ser y de una percepción-del-pensamiento de este devenir: pero toda percepción-del-pensamiento es también un devenir y no yo mismo, y esto no lo comprendo aun del todo; estoy identificado con mis actividades mentales o envuelto en ellas, no libre ni separado. No tomo razón directa de mí mismo aparte de mis devenires y mi percepción de ellos, aparte de las formas de la conciencia activa que asumo en las olas del mar de la fuerza consciente que es la materia de mi naturaleza mental y vital. Es cuando separo por completo la persona mental de su acto de auto-experiencia que tomo plena razón de lo primero, del más puro ego y, al fin, del yo testigo o de la mental Persona pensante, el algo que se enoja y lo observa pero no está determinado ni limitado en su ser por la ira o la percepción. Es, por el contrario, un factor constante al tanto de una ilimitada sucesión de movimientos conscientes y experiencias conscientes de movimientos y al tanto de su ser en esa sucesión;

pero puede estar al tanto de ello también detrás de esa sucesión, sosteniéndolo, conteniéndolo, siempre el mismo hecho del ser y la fuerza del ser más allá de las formas y disposiciones mutables de su fuerza consciente. De esa manera él es el Yo que es inmutablemente y al mismo tiempo el Yo que deviene eternamente en la sucesión del Tiempo. Resulta evidente que en realidad no hay dos yoes, sino un sólo ser consciente que se lanza a las olas de la fuerza consciente para así experimentarse en una sucesión de mutables movimientos de sí, por los que no se modifica, incrementa ni disminuye realmente -así como la original textura de la Materia y Energía en el mundo materia no aumenta ni disminuye por las combinaciones constantemente mutables de los elementos, aunque parezca cambiar a la conciencia experimentadora mientras sólo viva en el conocimiento del fenómeno y no vuelva al conocimiento del ser, sustancia o Fuerza originales. Cuando retorna a ese conocimiento más hondo; no condena al fenómeno observado como irreal, sino que percibe un ser inmutable, una energía o sustancia real no Fenoménica, no sujeta en sí a los sentidos; ve al mismo tiempo un devenir o fenómeno real de ese ser, energía o sustancia. A este devenir lo llamamos fenómeno porque, realmente, como las cosas que están con nosotros ahora, se manifiesta a la conciencia bajo las condiciones de la percepción-sensoria y la relación-sensoria y no directamente a la conciencia misma en su conocimiento puro incondicionalmente abarcante y totalmente comprehendente. Tal como con el Yo -es inmutable en cuanto autoconciencia directa; se manifiesta mutablemente en diversos devenires al sentido-mental y a la experiencia mental- por lo tanto, así están las cosas dentro de nosotros, no directamente en cuanto al puro conocimiento incondicionado de la conciencia, sino bajo las condiciones de nuestra mentalidad. Es esta sucesión de experiencias y este hecho de una acción indirecta o secundaría de la conciencia experimentadora bajo las condiciones de nuestra mentalidad lo que procura el artificio de la Memoria. Pues una condición primaria de nuestra mentalidad es la división por los momentos del Tiempo; hay incapacidad para obtener su experiencia o mantener juntas sus experiencias excepto bajo las condiciones de esta auto-división por los momentos del Tiempo. En la inmediata experiencia mental de una sola ola del devenir, en un movimiento consciente del ser, no hay acción ni necesidad de memoria; me enojo -es un acto de la sensación, no de la memoria; observo que estoy enojado--, es un acto de la percepción, no de la memoria. La memoria llega tan sólo cuando empiezo a relacionar mi experiencia con las sucesiones del Tiempo, cuando dividido mi devenir en el pasado, presente y futuro, cuando digo "Estuve enojado hace un momento", "Me enojé y todavía estoy enojado", o "Una vez me enojé y volverá a ocurrir si la ocasión se repite". La memoria ciertamente puede llegar inmediata y directamente al devenir, si la ocasión del movimiento de la conciencia es total o parcialmente una cosa del pasado -por ejemplo, si hay recurrencia de emoción, tal como pesar o ira, causada por la memoria de una equivocación o sufrimiento pasados y no por cualquier ocasión inmediata en el presente o causada por una ocasión inmediata que revive la memoria de una ocasión pasada. Debido a que no podemos mantener nuestro pasado en la superficie de la conciencia --aunque está siempre detrás, dentro, subliminalmente presente y a menudo incluso inactivo--, por lo tanto hemos de

recuperarlo como algo que está perdido o ya no existe, y esto lo hacemos mediante esa acción repetitiva y vinculadora de la mente-del-pensamiento que llamamos memoria-, tal como concitamos a las cosas que no se hallan dentro del campo de nuestra experiencia-mental limitada y superficial mediante la acción de la mente-del-pensamiento que llamamos imaginación, ese poder mayor y sumo concitador de todas las posibilidades realizables o irrealizables dentro del campo de nuestra ignorancia. La memoria no es la esencia de una persistente o continua experiencia dentro de la sucesión del Tiempo y no sería necesario si nuestra conciencia fuese un movimiento indiviso, si no tuviese que correr de un momento al otro con pérdida de una directa captación en el último y de una entera ignorancia y noposesión del siguiente. Toda experiencia o sustancia del devenir en el Tiempo es una corriente que fluye o un mar no dividido en sí mismo, sino sólo dividido en la observadora conciencia por el movimiento limitado de la Ignorancia que ha de saltar de un momento al otro como un alguacil lanzado sobre la superficie de la corriente: de igual manera toda la sustancia del ser en el Espacio es un río que fluye, no dividido en sí, pero tan sólo dividido en la observadora conciencia porque nuestra facultad-sensoria está limitada en su captación, puede únicamente ver una parte y por lo tanto está obligada a observar formas de la sustancia como si fuesen en sí mismas cosas separadas, independientes de la sustancia única. Hay ciertamente una disposición de las cosas en el Espacio y el Tiempo, mas no una brecha o división excepto para nuestra ignorancia, y para entrelazar las brechas y conectar las divisiones creadas por la ignorancia de la Mente es que reclamamos el auxilio de diversos artificios de la conciencia-mental, de la cual la memoria es sólo un implemento. Existe entonces en mí esta fluyente corriente del mar-del-mundo, y puede producirse la ira, el pesar o cualquier otro movimiento interior como una ola de larga continuidad de la corriente continua. Esta continuidad no está constituida por la fuerza de la memoria, aunque la memoria pueda ayudar para prolongar o repetir la ola cuando por sí haya muerto en la corriente; la ola simplemente se produce y continúa como movimiento de la fuerza-consciente de mi ser llevado hacia adelante por su propio impulso original de alteración. La memoria llega para prolongar la alteración mediante una recurrencia de la mente pensante en cuanto a la ocasión de la ira o de la mente sensible hacia el primer impulso de ira por el que se justifica en una repetición de la alteración; de lo contrario, la perturbación se gastaría y sólo recurriría cuando se repitiese la ocasión misma, La natural recurrencia de la ola, la misma o similar ocasión que causa la misma alteración, no es nada más que su aislada ocurrencia un resultado de la memoria, aunque la memoria pueda ayudar a fortificarla y hacer que la mente esté más sujeta a ella. Existe más bien la misma relación de ocasión, resultado y movimiento repetidos en la más fluida energía y variable sustancia de la mente como lo que vemos presentado mecánicamente por la repetición de la misma causa y efecto en las menos variables operaciones de la energía y sustancia del mundo material. Podemos decir, si nos gusta, que hay una memoria subconsciente en toda energía de la Naturaleza que repite invariablemente la misma relación de energía y resultado; pero entonces ampliamos limitablemente la connotación del mundo. En realidad, sólo

podemos establecer una ley de repetición en la acción de las olas de la Fuerzaconsciente por la que regula estos movimientos de su propia sustancia. La memoria, propiamente hablando, es meramente el artificio por el cual la Mente testigo se ayuda para vincular estos movimientos y su ocurrencia y recurrencias en las sucesiones del Tiempo para la experiencia-Temporal, para un uso creciente mediante una voluntad cada vez más coordinadora y para una evaluación en constante desarrollo mediante una razón cada vez más coordinadora. Es un factor grande e indispensable pero no el único en el proceso por el que la Inconciencia de la que partimos desarrolla la plena autoconciencia, y por el que la Ignorancia del ser mental desarrolla el conocimiento consciente de sí en sus devenires. Este desarrollo continúa hasta que la coordinadora mente del conocimiento y la coordinadora mente de la voluntad son plenamente capaces de poseer y usar toda el material de la autoexperiencia. Tal al menos es el proceso evolutivo como lo vemos gobernando el desarrollo de la Mente a partir de la energía auto-absorbida y aparentemente inmental en el mundo material. El ego-sentido es otro artificio de la Ignorancia mental por el que el ser mental toma conciencia de sí -no sólo de los objetos ocasiones y actos de su actividad, sino también de lo que los experimenta. Al principio podría parecer como si el ego-sentido estuviese realmente constituido por la memoria, como si fuese la memoria que nos dijo: "Es el mismo Yo que estaba enojado hace un tiempo atrás y lo estoy otra vez o todavía estoy enojado ahora." Pero, en realidad, todo lo que la memoria puede decimos mediante su poder es que es el mismo campo limitado de la actividad consciente en el que ha ocurrido el mismo fenómeno. Lo que sucede es que hay una repetición del fenómeno mental, de esa ola del devenir de la sustancia mental de la que el sentido mental es inmediatamente consciente; la memoria llega para ligar estas repeticiones y capacita al sentido-mental para que capte que es la misma sustancia-mental que está experimentándola. El ego-sentido no es un resultado de la memoria ni es construido por la memoria, sino que existe ya y siempre como punto de referencia o como algo en lo que el sentido-mental se concentra para así tener un centro coordinador en vez de un desperdigarse incoherentemente por todo el campo de la experiencia; la ego-memoria refuerza esta concentración y ayuda a mantenerla, pero no la constituye. Posiblemente, en el animal inferior el sentido del ego, el sentido de la individualidad, si se lo analizara, no iría más allá de una percepción sensitiva imprecisa o menos precisa de la continuidad, identidad y separación de los demás en los momentos del Tiempo. Pero en el hombre hay además una mente coordinadora del conocimiento que, basándose en la unida acción del sentido-mental y de la memoria, arriba a la definida idea -mientras retiene también la primera percepción constante e intuitiva- de un ego que siente, experimenta, piensa, y que está al mismo tanto recordando como no recordando. Esta consciente sustancia-mental, dice, es siempre la de la misma y única persona consciente que siente, cesa de sentir, recuerda, olvida, es superficialmente consciente, se sume de la conciencia superficial en el sueño; es el mismo antes de la organización de la memoria y después de ella, tanto en el que está en la infancia como en la chochera, en sueño como en vigilia, en aparente conciencia y en inconciencia aparente; él y nadie más que él realiza el acto que olvida al igual que el acto que recuerda; él es persistentemente el mismo detrás de todas las mutaciones de su devenir o su

personalidad. Esta acción del conocimiento en el hombre, esta coordinadora inteligencia, esta formulación de la auto-conciencia y de la autoexperiencia es mayor que el ego de la memoria y el ego sensorio del animal y por lo tanto, podemos suponerlo, más próxima al auto-conocimiento real. Incluso podemos llegar a comprender, si estudiamos tanto la acción velada como la acción descubierta de la Naturaleza que todo ego-sentido, toda ego-memoria tiene a su espalda, que es de hecho artificio pragmático de un secreto poder coordinador, o mente, del conocimiento, presente en la universal fuerzaconsciente, del cual la razón en el hombre es la forma cabal a la que arriba nuestra evolución -una forma aun limitada e imperfecta en sus modalidades de acción y principio constitutivo. Hay un conocimiento subconsciente incluso en el Inconsciente, una intrínseca Razón mayor de las que impone coordinación, vale decir, una cierta racionalidad, sobre los más indómitos movimientos del devenir universal. Lo importancia de la Memoria se torna aparente en el bien observado fenómeno de la doble personalidad o disociación de la personalidad en el que el mismo hombre tiene dos estados sucesivos o alternados de su mente y en cada uno recuerda y coordina perfectamente sólo lo que fue o hizo en ese estado de la mente y no lo que fue o hizo en el otro. Esto puede asociarse con una organizada idea de la personalidad diferente, pues piensa en un estado que es una persona y en el otro, que es totalmente otra con nombre, vida y sentimientos diferentes. Aquí parecería que la memoria es la sustancia total de la personalidad. Pero, por otra parte, vemos que la disociación de la memoria ocurre también sin disociación de la personalidad, como cuando un hombre en estado de hipnosis asume un campo de recuerdos y experiencias extraños para su mente en vigilia pero no por ello se cree otra persona, o como cuando uno olvidó sucesos pasados de su vida y tal vez hasta su nombre, sin que ello cambie su ego-sentido o personalidad. Y también, es posible un estado de la conciencia en el que, aunque no haya una brecha en la memoria, con todo mediante un rápido desarrollo de todo el ser se siente cambiado en cada circunstancia mental y el hombre se cree dentro de una nueva personalidad, de modo que, si no fuese por la mente coordinadora, no aceptaría su pasado como perteneciente a la persona que es ahora, aunque recuerde perfectamente bien que eso fue lo ocurrido en la misma forma del cuerpo y en el mismo campo de la sustancia-mental. El sentido-mental es la base, la memoria, el hilo en la mente auto-experimentante ata las experiencias: pero es la facultad coordinadora de la mente la que, relacionando el material que la memoria suministra y todos sus vínculos de pasado, presente y futuro, los relaciona también con un "Yo" que es el mismo en todos los momentos del Tiempo y a despecho de todas las mutaciones de la experiencia y la personalidad. El ego-sentido es sólo un artificio preparatorio y una base primera para el desarrollo del auto-conocimiento real del ser mental. Desarrollándose de la inconciencia a la auto-conciencia, de la nesciencia del yo y las cosas al conocimiento del yo y las cosas, la Mente en las Formas arriba tan lejos que toma razón de todo su devenir superficialmente consciente como relacionado con un "Yo" que siempre existe. Ese "Yo" parcialmente lo identifica con el devenir consciente, parcialmente lo juzga como algo distinto del devenir y

superior a él, incluso quizás eterno e inmutable. Como último recurso, mediante la ayuda de su razón que distingue a fin de coordinar, puede fijar su autoexperiencia en el devenir solamente, en el yo constantemente mutable y rechazar la idea de algo distinto de ella como una ficción de la mente; entonces no hay ser, sólo devenir. O puede fijar su auto-experiencia en una conciencia directa de su propio ser eterno y rechazar el devenir, incluso estando obligada a tomar razón de él, como una ficción de la mente y los sentidos o la vanidad de una inferior existencia temporaria. Pero es evidente que un auto-conocimiento basado en el separativo egosentido es imperfecto y que ningún conocimiento fundado en él sólo o primariamente o en una reacción contra él, puede estar seguro o asegurado de la integridad. Primero, es un conocimiento de nuestra superficial actividad mental y sus experiencias y, con respecto a todo el gran resto de nuestro devenir que está detrás, es Ignorancia. Segundo, es un conocimiento sólo del ser y el devenir como limitado al yo individual y sus experiencias; todo el resto del mundo es para él no-yo, algo, vale decir, lo que no advierte como parte de su propio ser sino como alguna existencia externa presentada a su conciencia separada. Esto sucede porque no tiene consciente conocimiento directo de su mayor existencia y naturaleza tal como el individuo lo tiene de su ser y devenir. Aquí también hay un Iimitado conocimiento afirmándose en medio de una vasta Ignorancia. Tercero, la verdadera relación entre el ser y el devenir no se ha estructurado sobre la base del perfecto auto-conocimiento sino más bien por la Ignorancia, por un conocimiento parcial. Como consecuencia, la mente en su ímpetu en pos de un conocimiento último intenta, a través de la voluntad y razón coordinadoras y disociadoras conducir a una aguda conclusión que separa una parte de la existencia. Todo lo establecido es que el ser mental puede, por un lado, absorberse en la directa auto-conciencia a la aparente exclusión de todo devenir y por el otro, absorberse en el devenir a la aparente exclusión de toda estable auto-conciencia. Ambos lados de la mente, separados como antagonistas, condenan lo que rechazan como irreal o como único juego de la mente consciente; para uno u otro, o el Divino, el Yo, o el mundo es solo relativamente real en tanto la mente persiste en crearlos, el mundo un sueño efectivo del Yo, o Dios, y el Yo una construcción mental o efectiva alucinación. La verdadera relación no ha sido captada, porque estos dos lados de la existencia deben siempre aparecer como discordantes e irreconciliados a nuestra inteligencia en la medida en que hay sólo un conocimiento parcial. Un conocimiento integral es el objetivo de la evolución consciente; un nítido corte de la conciencia escindiendo un lado y dejando el otro no puede ser la verdad total del yo y las cosas. Pues si algún Yo inmóvil fuese todo, no habría posibilidad de existencia-del-mundo; si la Naturaleza móvil fuese todo, podría haber un ciclo de devenir universal, pero no un fundamento espiritual para la evolución del Consciente a partir del Inconsciente y para la persistente aspiración de nuestra parcial Conciencia o Ignorancia para trascenderse o arribar a la total Verdad consciente de su ser y al integral conocimiento consciente de todo Ser. Nuestra existencia superficial es sólo una superficie y allí está el reino pleno de la Ignorancia; para conocer debemos internamos en nosotros mismos y ver con un conocimiento interior. Todo cuanto es formulado en la superficie es una

representación pequeña y disminuida de nuestra mayor existencia secreta. El yo inmóvil en nosotros se descubre tan solo cuando se aquietan las actividades mentales y vitales externas; pues dado que se aposenta en nuestra profundidad interior y sólo se representa en la superficie mediante el sentido intuitivo de la auto-existencia y se representa erróneamente mediante el egosentido mental, vital y físico, su verdad ha de experimentarse en el silencio mental. Pero también las partes-dinámicas de nuestro ser superficial son, de modo parecido, disminuidas figuras de cosas mayores que están en las honduras de nuestra naturaleza secreta. La memoria superficial misma es una acción fragmentaria e inefectiva extrayendo detalles de una subliminal memoria interior que recibe y registra toda nuestra experiencia-del-mundo, recibe y registra incluso lo que la mente no ha observado, entendido ni notado. Nuestra imaginación superficial es una selección de un poder de la conciencia, más vasto, más creador, efectivo, subliminal y constructor-de-imágenes. Una mente con percepciones inconmensurablemente más amplias y sutiles, una energíavital con mayor dinamismo, una sustancia sutil física con una mayor y más fina receptividad están elaborando de sí mismas nuestra evolución superficial. Detrás de estas actividades ocultas hay una entidad psíquica que es el verdadero apoyo de nuestra individualización; el ego es solo un falso sustituto externo: pues es esta alma secreta la que apoya y sostiene juntas nuestra auto-experiencia y la experiencia-del-mundo; el externo ego mental, vital y físico es una construcción superficial de la Naturaleza. Es solo entonces cuando hemos visto nuestro yo y nuestra naturaleza como un todo, en las honduras al igual que en la superficie, que podemos adquirir una verdadera base de conocimiento.

Capitulo X CONOCIMIENTO POR IDENTIDAD Y CONOCIMIENTO SEPARATIVO Ellos van al Yo en el Yo por el Yo. Gita Donde hay dualidad, allí uno ve al otro, uno oye al otro, toca al otro, piensa en el otro, conoce al otro. Pero cuando uno ve al todo como el Yo, ¿de qué modo lo conocerá? Es mediante el Yo que uno conoce todo esto que existe... A quien todo lo ve por doquier menos en el Yo, todo lo traiciona; pues todo esto que existe es el Brahman, todos los seres y todo esto que existe son este Yo. Brihadaranyaka Upanishad El Auto-Existente traspasó las puertas de los sentidos, por lo tanto uno ve las cosas exteriormente y no ve su propio ser interior. Es raro que un sabio que anhela la inmortalidad, con su vista vuelta hacia el interior, vea al Yo cara a cara. Katha Upanishad No hay aniquilación de la visión de quien ve, de la palabra de quien habla... del oír de quien escucha... del conocimiento de quien conoce, pues son

indestructibles; no hay, sin embargo, un segundo, nada más separado de él que ve, habla, oye, conoce. Brihadaranyaka Upanishad

Nuestra cognición superficial, nuestro modo mental, limitado y restringido, de contemplar nuestro yo, nuestros movimientos interiores y el mundo externo y sus objetos y sucesos, está constituido de tal manera que deriva en diferentes grados de un cuádruple orden del conocimiento. El modo original y fundamental de conocer, innato en el yo oculto de las cosas, es un conocimiento por identidad; el segundo, derivado, es un conocimiento por contacto directo asociado en sus raíces con un conocimiento secreto por identidad o partiendo de ella, pero en realidad separado de su fuente y por lo tanto poderoso pero incompleto en su cognición; el tercero es un conocimiento por separación del objeto de observación, pero con todo con contacto directo como su sostén o una identidad parcial; el cuarto es un conocimiento completamente separativo que descansa sobre una maquinaria de contacto, un conocimiento por adquisición que es aun, sin ser consciente de ello, una versión o aporte del contenido de una preexistente conciencia interior y conocimiento. Un conocimiento por identidad, un conocimiento por directo contacto íntimo, un conocimiento por directo, contacto separativo, un conocimiento totalmente separativo por contacto indirecto son los cuatro métodos cognitivos de la Naturaleza. El primer modo de conocer en su forma más pura es ilustrado en la mente superficial sólo mediante nuestra conciencia directa de nuestra existencia esencial: es un conocimiento exento de cualquier otro contenido que el hecho puro del yo y del ser; de nada más en el mundo tiene nuestra mente superficial el mismo género de conciencia. Pero en el conocimiento de la estructura y movimientos de nuestra conciencia subjetiva no entra ningún elemento de conciencia por identidad; pues podemos proyectamos con cierta identificación en estos movimientos. Ya se ha notado cómo esto puede suceder en el caso de una explosión de ira que se apodera de nosotros de modo tal que por el momento toda nuestra conciencia parece ser una ola de ira: las otras pasiones, el amor, el pesar y la dicha, tienen el mismo poder de capturarnos y ocuparnos; el pensamiento también absorbe y ocupa, perdemos de vista al pensador y devenimos el pensamiento y el pensar. Pero muy frecuentemente hay un movimiento doble; una parte de nosotros mismos deviene pensamiento o pasión, la otra lo acompaña con cierta adhesión o lo sigue de cerca y lo conoce por íntimo contacto directo que se aproxima a la identificación o entero autoolvido en el movimiento. Esta identificación es posible, y también esta separación simultánea e identificación parcial, porque estas cosas son devenires de nuestro ser, determinaciones de nuestra materia y energía mentales, de nuestra materia y energía vitales; pero dado que son sólo una pequeña parte de nosotros, no estamos obligados a ser identificados y ocupados -podemos separarnos, separar el ser de su devenir temporario, observarlo, controlarlo, sancionar o impedir su manifestación: podemos, de este modo, mediante una separación

interior, mediante una separación mental o espiritual, parcial o incluso, fundamentalmente liberarnos del control de la naturaleza mental o de la naturaleza vital sobre el ser y asumir la posición del testigo, conocedor y rector. De esa manera tenemos un doble conocimiento del movimiento subjetivo: hay un conocimiento íntimo, por identidad, de su materia y su fuerza de acción, más íntimo del que podríamos tener por cualquier conocimiento enteramente separativo y objetivo tal como el que obtenemos de las cosas fuera de nosotros, cosas que son para nosotros, por completo, el no-yo; hay al mismo tiempo un conocimiento por separada observación, separada pero con un poder de contacto directo, que nos libera de la densificación por la energíaNatural y nos capacita para relacionar el movimiento con el resto de nuestra existencia y la existencia del mundo. Si estamos sin esta separación, perdemos nuestro yo del ser y del conocimiento dominante en el yo natural del devenir, del movimiento y la acción y, aunque conozcamos íntimamente el movimiento, no lo conocemos dominante y plenamente. Este no seria el caso si llevásemos en nuestra identificación con el movimiento nuestra identidad con el resto de nuestra existencia subjetiva -si, vale decir, pudiéramos sumirnos totalmente en la ola del devenir y al mismo tiempo estar en la absorción misma del estado o acto del testigo mental, del observador, del controlador; pero esto no lo podemos hacer con facilidad, porque vivimos en una conciencia dividida en la que la parte vital de nosotros, -nuestra naturaleza vital de la fuerza, deseo, pasión y acción- tiende a controlar o engullir a la mente, y ésta ha de evitar esta sujeción y controlar lo vital, pero puede solamente tener buen éxito en el esfuerzo manteniéndose separada; pues si se identifica, está perdida y desplazada en el movimiento vital. No obstante, es posible una clase de equilibrada identidad doble, aunque no es fácil mantener el equilibrio; hay un yo del pensamiento que observa y permite la pasión por causa de la experiencia o está obligado por alguna presión-vital a permitirlo-, y hay un yo de la vida que se permite ser llevado con el movimiento de la Naturaleza. Aquí, entonces, en nuestra experiencia subjetiva, tenemos un campo de acción de la conciencia en el que pueden hallarse juntos tres movimiento de la cognición, cierto género de conocimiento por identidad, un conocimiento por contacto directo y, dependiendo de ambos, un conocimiento separativo. En el pensamiento, la separación entre pensador y pensar es más difícil. El pensador está inmerso y perdido en el pensamiento o es llevado en la corriente del pensamiento, se identifica con ella; por lo común no pertenece ni se halla en el acto mismo de pensar el que pueda observar o rever sus pensamientos ha de hacer eso retrospectivamente y con la ayuda de la memoria o mediante una pausa crítica de juicio correctivo antes de proceder más adelante: pero aun puede alcanzarse parcialmente una simultaneidad de pensar y de dirección consciente de la acción mental cuando el pensamiento no se ensimisma enteramente, cuando el pensador adquiere la facultad de ubicarse detrás del yo mental y permanecer allí aparte de la energía mental. En lugar de estar absorto en el pensamiento a lo más con una vaga sensación del proceso de pensar, podemos ver el proceso mediante una visión mental, observar nuestros pensamientos en su origen y movimiento y, en parte, mediante una silenciosa introspección, en parte mediante un proceso de pensamiento sobre pensamiento, juzgarlos y evaluarlos. Pero cualquiera que sea la clase de identificación, ha de notarse que el conocimiento de nuestros movimientos

internos es de naturaleza doble, separación y contacto directo: pues hasta cuando nos separamos, este estrecho contacto se mantiene, nuestro conocimiento se basa siempre en un contacto directo, en una cognición mediante conciencia directa que lleva consigo cierto elemento de identidad. La más separativa actitud es ordinariamente el método de nuestra razón para observar y conocer nuestros movimientos interiores; el más íntimo es el método de nuestra parte dinámica de la mente que se asocia con nuestras sensaciones, sentimientos y deseos: pero en esta asociación también puede intervenir la mente pensante y ejercer una disociada observación separativa y controlar la auto-asociadora parte dinámica y el movimiento vital o físico. Todos los movimientos observables de nuestro ser físico son conocidos y controlados por nosotros de estos dos modos: el separativo y el íntimo; sentimos el cuerpo y lo que hace íntimamente como parte de nosotros, pero la mente está separada de él y puede ejercer un separado control sobre sus movimientos. Esto brinda a nuestro conocimiento normal de nuestro ser y naturaleza subjetivos, aunque incompleto y grandemente superficial, una cierta intimidad, inmediatez y sentido directo. Eso está ausente en nuestro conocimiento del mundo fuera de nosotros y sus movimientos y objetos: pues dado que la cosa vista o experimentada es un no-yo, no experimentado como parte de nosotros, allí no es posible ningún contacto enteramente directo de la conciencia con el objeto: ha de usarse una instrumentación del sentido que nos ofrece, no un inmediato conocimiento íntimo de él sino una figura de él como primer dato para el conocimiento. En la cognición de las cosas externas, nuestro conocimiento tiene una base enteramente separativa; su total maquinaria y proceso son de la naturaleza de una percepción indirecta. No nos identificamos con los objetos externos, ni con otros hombres aunque sean seres de nuestra propia naturaleza; no podemos entrar en su existencia como si fuese la nuestra, no podemos conocerlos ni conocer sus movimientos con el sentido directo, la inmediatez, la intimidad con que nos conocemos -aunque incompletamente- y conocemos nuestros movimientos. Pero no sólo falta identificación, el contacto directo también está ausente; no hay contacto directo entre nuestra conciencia y su auto-ser. El único contacto aparentemente directo con ellos o la evidencia directa que tenemos de ellos es a través de los sentidos; la vista, el oído, el tacto parecen iniciar cierta clase de intimidad directa con el objeto del conocimiento: pero esto no es tan real, no se trata de un sentido directo real, de una intimidad real, porque lo que obtenemos mediante nuestro sentido no es el contacto interior o íntimo de la cosa misma, sino una imagen de ella o una vibración o mensaje nervioso en nosotros mismos a través de lo cual tenemos que aprender a conocerla. Estos medios son tan poco efectivos, tan exiguos en su pobreza que, si fuesen la maquinaria toda, podríamos conocer poco a poco o sólo alcanzar un gran borrón de confusión. Pero allí interviene una intuición de la mente-sensoria que capta la sugestión de la imagen o vibración y la equilibra con el objeto, una intuición vital que capta la energía o figura del poder del objeto a través de otra clase de vibración creada por el contacto sensorio, y una intuición de la mente perceptiva que a la vez forma una idea correcta del objeto de toda esta evidencia. Cuanto sea deficiente en la interpretación de la imagen así construida se cubre mediante la intervención de la razón o de la total comprensión de la inteligencia. Si la primera intuición compuesta fuese el

resultado de un contacto directo o si resumiese la acción de una total mentalidad intuitiva dueña de sus percepciones, no habría necesidad de la intervención de la razón excepto como una descubridora u organizadora del conocimiento no transmitido por el sentido y sus sugestiones: es, por el contrario, una intuición que trabaja sobre la imagen, un documento sensorio, una evidencia indirecta, que no trabaja sobre un contacto directo de la conciencia con el objeto. Pero dado que la imagen o vibración es una documentación defectuosa o sumaria y la intuición misma se limita y comunica a través de un oscuro medio, que actúa bajo una luz cegada, la precisión de nuestra intuitiva construcción interpretativa del objeto está abierta a la cuestión o, al menos, posiblemente sea incompleta. El hombre debió desarrollar su razón a fin de suplir las deficiencias de su instrumentación sensoria, la falibilidad de sus físicas percepciones de la mente y la escasez de su interpretación de sus datos. Nuestro conocimiento-del-mundo es, por lo tanto, una difícil estructura hecha con la imperfecta documentación de la imagen sensoria, una interpretación intuitiva de ella mediante la mente perceptiva, la mente-vital y la mentesensoria, y un supletorio llenado, corrección, suma de conocimiento suplementario y coordinación, por parte de la razón. Aun así el conocimiento del mundo en que vivimos es estrecho e imperfecto, nuestras interpretaciones de sus significados son dudosas: imaginación, especulación, reflexión, sopesamiento y razonamiento imparciales, inferencia, medida, comprobación, ulterior corrección y ampliación de la evidencia sensoria mediante la Ciencia todo este aparato ha de demandarse para completar lo incompleto. Después de todo eso el resultado sigue siendo semi-cierta, semi-dudosa acumulación de indirecto conocimiento adquirido, una masa de significativas imágenes y representaciones ideativas, de abstractos opuestos del pensamiento, de hipótesis, de teorías, de generalizaciones, pero también con todo eso, una masa de dudas y una discusión e indagación de nunca acabar. El poder llegó con el conocimiento, pero nuestra imperfección del conocimiento nos deja sin idea alguna sobre el uso verdadero del poder, incluso del objetivo hacia el cual debería volcarse y tornarse efectiva la utilización del conocimiento y del poder. Esto se empeora por la imperfección de nuestro auto-conocimiento que, tal como es, magro y lastimosamente insuficiente, es sólo de nuestra superficie, de nuestro aparente yo fenoménico y de la naturaleza, y no de nuestro verdadero yo y el verdadero significado de nuestra existencia. El autoconocimiento y el auto-dominio buscan al usuario, a la sabiduría y a la voluntad correcta en su uso del poder del-mundo y del conocimiento-del-mundo. Es evidente que nuestro estado en la superficie es ciertamente un estado del conocimiento, pero un conocimiento limitado, envuelto e invadido por la ignorancia y, en un alto grado, por razón de su limitación, él mismo una suerte de ignorancia, a lo más de un conocimiento-ignorancia mixto. No podría ser de otro modo que nuestra conciencia del mundo nace de una observación superficial y separativa con sólo un medio indirecto de cognición a su disposición; nuestro conocimiento sobre nosotros, aunque más directo, se ridiculiza por su restricción a la superficie de nuestro ser, por una ignorancia de nuestro verdadero yo, las fuentes verdaderas de nuestra naturaleza, las verdaderas fuerzas-motoras de nuestra acción. Resulta muy evidente que nos

conocemos sólo con un conocimiento superficial -las fuentes de nuestra conciencia y pensamiento son un misterio; la verdadera naturaleza de nuestra mente, emociones y sensaciones es un misterio; nuestra causa de ser y nuestro fin de ser, el significado de nuestra vida y sus actividades son un misterio: esto no ocurriría si tuviéramos un auto-conocimiento real y un conocimiento-del-mundo real. Si buscamos la razón de esta limitación e imperfección, descubriremos primero que eso es porque nos concentramos en nuestra superficie; las honduras del ser, los secretos de nuestra naturaleza total están cerrados para nosotros detrás de un muro creado por nuestra conciencia exteriorizadora o creado por ella de modo que pueda proseguir su actividad de egocéntrica individualización de la mente, la vida y el cuerpo no invadidos por la más profunda y amplia verdad de nuestra existencia mayor: a través de este muro podemos mirar dentro de nuestro yo y realidad interiores sólo por grietas y hendiduras y vemos poco salvo una misteriosa penumbra. Al mismo tiempo, nuestra conciencia ha de defender su egocéntrica individualización, no sólo contra su propio yo más profundo de la unidad y la infinitud sino también contra la infinitud cósmica; construye un muro de división aquí también y cierra cuanto no se centre en torno de su ego, lo excluye como el no-yo. Pero dado que ha de vivir con este no-yo -pues pertenece a él, depende de él, habita dentro de él-, debe mantener algunos medios de comunicación; ha de efectuar también excursiones fuera de su muro del ego y del muro de la auto-restricción dentro del cuerpo a fin de proveer a aquellas necesidades que el no-yo puede suministrarle: debe aprender a conocer de algún modo todo lo que la rodea para poder dominarlo y convertirlo, en la medida de lo posible, en siervo de la vida y el ego humanos, individuales y colectivos. El cuerpo provee a nuestra conciencia las puertas de los sentidos a través de los cuales puede establecer la comunicación necesaria y los medios de observación y acción sobre el mundo, sobre el no-yo fuera de ella; la mente usa estos medios e inventa otros que los complementan y tiene éxito al establecer alguna construcción, algún sistema de conocimiento que sirva a su inmediata finalidad o su voluntad general de dominar parcialmente y usar esta enorme y extraña existencia circundante o negociar con ella cuando no puede dominarla. Mas el conocimiento que gana es objetivo; que se halla debajo de la superficie, pragmático, limitado e inseguro. Su defensa contra la invasión de la energía cósmica es igualmente insegura y parcial: a despecho de su aviso de no entrar sin permiso, es sutil e invisiblemente invadida por el mundo, envuelta por el no-yo y moldeada por él; su pensamiento, su voluntad, su energía emocional y vital son penetrados por olas y corrientes de pensamiento, voluntad, pasión, impactos vitales, fuerzas de toda índole provenientes de otros y de la Naturaleza universal. Su muro defensivo se convierte en muro de oscurecimiento que le impide ver toda esta interacción; conoce sólo lo que llega a través de las puertas del sentido o a través de las percepciones mentales de las que no puede estar segura o a través de lo que puede inferir o construir de sus datos sensorios reunidos; todo el resto es un vacío de nesciencia. Entonces, este doble muro de auto-prisión, de auto-fortificación dentro de los lindes de un ego superficial es la causa de nuestro conocimiento limitado o de nuestra ignorancia, y si esta auto-prisión fuese el carácter total de nuestra

existencia, la ignorancia resultaría irremediable. Pero, de hecho este exterior ego-constructor es solo un artificio provisional de la Conciencia-Fuerza en las cosas de modo que el individuo secreto, el espíritu interior, pueda establecer una formación representativa e instrumental de sí en la naturaleza física, una individualización provisional en la naturaleza de la Ignorancia, que es todo lo que, al principio, puede hacerse en un mundo que emerge de una Inconciencia universal. Nuestra auto-ignorancia y nuestra ignorancia-del-mundo sólo pueden crecer hacia un autoconocimiento integral y un conocimiento-del-mundo integral en proporción a como nuestro limitado ego y su semi-ciega conciencia se abren a una mayor existencia interior, a la conciencia y a un auto-ser verdadero, y tomar razón también del no-yo fuera de ella asimismo como yo por un lado una Naturaleza constitutiva de nuestra propia naturaleza, por el otro, una Existencia que es una ilimitada continuación de nuestro propio autoser. Nuestro ser ha de romper los muros de la ego-conciencia que él ha creado, ha de extenderse más allá de su cuerpo y habitar el cuerpo del universo. En lugar de su conocimiento por contacto indirecto, o sumado a él, debe arribar a un conocimiento por contacto directo y proceder a un conocimiento por identidad. Su limitada finitud ha de convertirse en ilimitada finitud e infinito. Pero el primero de estos dos movimientos, el despertar a nuestras realidades interiores, se impone como primera necesidad porque es mediante este autodescubrimiento interior que el segundo -el autodescubrimiento cósmico- puede llegar a ser enteramente posible: hemos de internamos en nuestro ser interior y aprender a vivir en él y de él; la mente, vida y cuerpo externos deben convertirse para nosotros sólo en una antecámara. Todo lo que somos en el exterior está ciertamente condicionado por lo que se halla dentro, oculto, en nuestras honduras y repliegues interiores; de ahí es de donde llegan las iniciativas secretas, las formaciones auto-efectivas; nuestras inspiraciones, nuestras intuiciones, nuestros motivos-vitales, nuestras preferencias mentales, nuestras selecciones volitivas, son manejadas desde allí --en la medida en que no sean conformadas o influidas por la insistencia, igualmente oculta, de una agitación de oleadas cósmicas: pero el uso que hacemos de estos poderes emergentes y de estas influencias está condicionado, grandemente determinado y, sobre todo, muy limitado por nuestra naturaleza más externa. Entonces, lo que hemos que descubrir es el conocimiento de este iniciador yo interior asociado a la precisa percepción del instrumental yo exterior y el rol que ambos desempeñan en nuestra construcción. En la superficie conocemos sólo del yo tanto como se formula allí y de esto incluso únicamente una porción; pues vemos nuestro total ser superficial en una vaguedad general punteada y seccionada por puntos o figuras precisas: incluso lo que descubrimos mediante una introspección mental es sólo una suma de secciones; la entera figura y sentido de nuestra formación personal no la advertimos. Pero hay también una acción distorsionadora que oscurece y desfigura también este auto-conocimiento limitado; nuestro criterio-del-yo está viciado por el constante impacto e intrusión de nuestro exterior yo-vital, nuestro ser vital, que siempre busca hacer de la mente pensante su herramienta y sierva: pues nuestro ser vital no se preocupa del auto-conocimiento sino de la auto-afirmación, deseo, ego. Por lo tanto, está actuando constantemente sobre la mente para construir para él una estructura mental del yo aparente que sirva

a estos fines; nuestra mente es persuadida para que presente ante nosotros y los demás una representativa figura parcialmente ficticia de nosotros mismos, que sostenga nuestra auto-afirmación, justifique nuestros deseos y acciones, nutra nuestro ego. Esta intervención vital no está siempre, por cierto, en la dirección de la auto-justificación y afirmación; a veces se vuelve hacia la autodepreciación y una mórbida y exagerada auto-critica: pero esto también es una ego-estructura, un egoísmo inverso o negativo, un equilibrio o actitud del ego vital. Pues en este ego vital hay frecuentemente una mezcla de charlatán y embaucador, de tartufo y de actor; constantemente asume un rol y lo representa ante sí y ante los demás como su público, De esa manera se suma un organizado auto-engaño a una organización de auto-ignorancia; solo internándose y viendo estas cosas en su fuente podemos salir de esta oscuridad y confusión. Pues dentro de nosotros hay un ser mental mayor, un ser vital mayor e interior, incluso un ser sutil-físico mayor e interior diferente de nuestra concienciacorporal superficial, y entrando en éste o deviniendo eso, identificándonos con eso, podemos observar los orígenes de nuestros pensamientos y sentimientos, las fuentes y motivos de nuestras acciones, las energías operativas que construyen nuestra personalidad superficial. Pues descubrimos y podemos conocer el ser interior que secretamente piensa y percibe en nosotros, el sutilfísico ser que secretamente recibe y responde a los contactos de las cosas a través de nuestro cuerpo y sus órganos. Nuestro pensamiento, sentimiento y emoción superficiales constituyen una complejidad y confusión de impulsos desde adentro e impactos desde afuera de nosotros; nuestra razón, nuestra organizadora inteligencia puede imponer en eso sólo un orden imperfecto: pero aquí encontramos las fuentes separadas de nuestras energías vitales y físicas y podemos ver claramente las operaciones puras, los poderes distintos, los elementos componentes de cada uno y su interacción en una clara luz de autovisión. Descubrimos que las contradicciones y las luchas de nuestra conciencia superficial se deben grandemente a las tendencias contrarias o mutuamente discordantes de nuestras partes mental, vital y física opuestas e irreconciliables una con otra y éstas, a su vez, a la discordia de muchas posibilidades interiores diferentes de nuestra naturaleza superficial. Pero mientras en la superficie su acción se mezcla, se confunde y conflictúa, aquí en nuestras profundidades pueden verse y trabajarse en su naturaleza y acción independientes y separadas y no resulta difícil su armonización mediante el ser mental en nosotros, líder de la vida y el cuerpo, mejor, mediante la entidad mental psíquica -siempre que tengamos en el esfuerzo la correcta voluntad psíquica y mental: pues si ingresamos en el ser subliminal con la motivación del ego-vital, pueden producirse serios peligros o un desastre o al menos una exageración del ego, de la auto-afirmación y el deseo, una ampliada y más potente ignorancia en lugar de un ampliado y más potente conocimiento. Es más, descubrimos en este ser interior o subliminal los medios para discernir directamente entre lo que surge de adentro y lo que nos llega de afuera, de los demás o de la Naturaleza universal, y resulta posible ejercer un control, una elección, un poder de voluntaria recepción, rechazo y selección, un claro poder de auto-construcción y armonización que no poseemos o podemos operar muy imperfectamente en nuestra compuesta personalidad superficial pero que es la prerrogativa de nuestra Persona interior. Pues mediante esta entrada en las

profundidades del ser interior, ya no velado del todo, ya no obligado a ejercer fragmentaria influencia sobre su instrumental conciencia exterior, es capaz de formularse más luminosamente en nuestra vida, en el universo físico. En su esencia, el conocimiento del ser interior tiene los mismos elementos que el conocimiento superficial de la mente externa, pero entre ellos está la diferencia existente entre una media ceguera y una mayor claridad de la conciencia y la visión debida a una más directa y potente instrumentación y una mejor disposición de los elementos del conocimiento. El conocimiento por identidad, en la superficie un vago sentido inherente a nuestra auto-existencia y una parcial identificación con nuestros movimientos interiores, puede aquí profundizarse y agrandarse desde esa indistinta percepción esencial y limitada sensación hasta una clara y directa conciencia intrínseca de toda la entidad interior: podemos entrar en posesión de todo nuestro ser mental consciente y ser vital, y arribar a una estrecha intimidad de un contacto directo, penetrante y envolvente, con los movimientos totales de nuestra energía mental y vital; nos encontramos clara y estrechamente y somos -pero más libre y comprensiblemente- todos nuestros devenires, la auto-expresión total del Purusha en los actuales niveles de nuestra naturaleza. Pero también hay o puede haber junto con esta intimidad de conocimiento una separada observación de las acciones de la naturaleza mediante Purusha y una gran posibilidad, a través de este doble estado del conocimiento, de un control y comprensión completos. Todos los movimientos del ser superficial pueden verse con completo desapego, pero también con una directa visión en la conciencia por la que pueden eliminarse los auto-engaños y equivocaciones del yo de la conciencia externa; hay una visión mental más aguda, un más claro y más preciso sentimiento mental de nuestro devenir subjetivo, una visión que a la vez conoce, manda y controla la naturaleza toda. Si nuestras partes psíquica y mental son fuertes, la vital llega bajo dominio y dirección hasta un punto difícilmente posible de la mentalidad superficial; incluso el cuerpo y las energías físicas pueden ser asumidos por la mente y voluntad interiores y volcados en una más plástica instrumentación del alma, del ser psíquico. Por otra parte, si las partes mental y psíquica son débiles y la vital es fuerte e indócil, el poder se incrementa mediante la entrada en la vital interior, pero la discriminación y la visión desapegada son deficientes; el conocimiento, aunque crezca en fuerza y alcance, sigue turbio y descarriado; el auto-control inteligente puede dar lugar a un vasto ímpetu indisciplinado o a una acción rígidamente disciplinada pero egoísta y mal guiada. Pues lo subliminal es aun un movimiento del Conocimiento-Ignorancia; tiene en él un conocimiento mayor, pero también la posibilidad de una ignorancia mayor porque es más auto-afirmativa. Esto se debe a que, aunque un incrementado autoconocimiento resulta aquí normal, no es a la vez un conocimiento integral: un tomar razón por contacto directo, que es el poder principal de lo subliminal, no es suficiente para eso; pues puede ser un contacto con los devenires y poderes mayores del Conocimiento, pero también con los devenires y poderes mayores de la Ignorancia. Pero el ser subliminal tiene también un mayor contacto directo con el mundo; no está confinado, como la Mente superficial, a la interpretación de imágenessensorias y vibraciones-sensorias suplementadas por la intuición y la razón

mentales y vitales. Hay ciertamente un sentido interior en la naturaleza subliminal, un sentido sutil de la vista, oído, tacto, olfato y gusto; pero éstos no están confinados a la creación de imágenes de cosas pertenecientes al medio físico -pueden presentar a la conciencia imágenes y vibraciones visuales, audibles, táctiles y otras, de las cosas más allá del ámbito restringido de los sentidos físicos o pertenecientes a otros planos -o esferas de la existencia. Este sentido interior puede crear o presentar imágenes, escenas, sonidos que son más bien simbólicos que reales o que representan posibilidades en formación, sugestiones, pensamientos, ideas, intenciones de otros seres, formas imaginarias también de poderes o potencialidades de la Naturaleza universal; no hay nada que no puede forjar en imágenes, visualizar o convertir en formaciones sensorias. Es lo subliminal de la realidad y no la mente externa la que posee los poderes de telepatía, clarividencia, segunda visión y otras facultades supernormales cuya ocurrencia en la conciencia superficial se debe a las aberturas o hendeduras del muro erigido por el ciego esfuerzo de la personalidad externa de la individualización e interpuesto entre ella y el dominio interior de nuestro ser. Habría que notar, sin embargo, que debido a esta complejidad, la acción del sentido subliminal puede ser confuso o desviado, especialmente si es interpretada por la mente externa para la cual el secreto de sus operaciones es desconocido y extraños sus principios de construcción de signos y de lenguajes-figurados simbólicos; es menester un mayor poder interior de intuición, tacto y discriminación para juzgar e interpretar correctamente sus imágenes y experiencias. Empero está el hecho que ellos suman en gran medida a nuestro posible ámbito del conocimiento y amplían los estrechos límites en los que nuestra externa conciencia física restringida por los sentidos está circunscripta y aprisionada. Pero más importante es el poder de lo subliminal para entrar en un contacto directo de la conciencia con otra conciencia o con objetos, para actuar sin otra instrumentación, mediante un esencial sentido inherente a su propia sustancia, mediante una directa visión mental, mediante un directo sentimiento de las cosas, incluso mediante una estrecha envoltura e íntima penetración y un retorno con cuyo contenido se envuelve o penetra, mediante una intimación o impacto directo sobre la sustancia de la mente misma, no a través de signos o figuras externos -una reveladora intimación o un impacto auto-comunicador de pensamientos, sentimientos, fuerzas. Es por estos medios que el ser interior alcanza un espontáneo conocimiento inmediato, íntimo y preciso de las personas, de los objetos, de las ocultas y para nosotros intangibles energías de la Naturaleza-del-mundo que nos rodean e impactan nuestra personalidad, nuestro físico, nuestra fuerza-mental y nuestra fuerza-vital. En nuestra mentalidad superficial a veces tomamos razón de una conciencia que puede sentir o conocer los pensamientos y reacciones interiores de los demás, o estar al tanto de objetos o sucesos sin ninguna intervención-sensoria observable ni ejercitar, de otro modo, poderes supernormales para nuestra capacidad ordinaria: pero estas capacidades son ocasionales, rudimentarias y vagas. Su posesión es propia de nuestro oculto yo subliminal y, cuando emergen, es mediante un acceso a la superficie de sus poderes y operaciones. Estas operaciones emergentes del ser subliminal o algunas de ellas son ahora estudiadas fragmentariamente bajo el nombre de fenómenos psíquicos aunque ordinariamente nada tienen que ver con la psique, el alma, nuestra más

recóndita entidad, sino sólo con la mente interior, las partes vitales interiores, las sutiles físicas de nuestro ser subliminal; pero los resultados no pueden ser concluyentes ni suficientemente amplios porque se buscan mediante métodos de indagación, experimentación y normas de comprobación apropiadas para la mente superficial y su sistema de conocimiento por contacto indirecto. Bajo estas condiciones pueden sólo ser investigadas en la medida en que sean capaces de manifestarse en esa mente para la que son excepcionales, anormales o supernormales, y por lo tanto comparativamente raros, difíciles, incompletos en su ocurrencia. Sólo si podemos abrir el muro entre la mente externa y la conciencia interior para la que tales fenómenos son normales, o si podemos entrar libremente o morar allí, este reino del conocimiento puede verdaderamente explicarse y anexarse a nuestra conciencia total e incluirse en el campo operativo de nuestra despierta fuerza natural. En nuestra mente superficial no tenemos medio directo de conocer siquiera otros hombres que son de nuestra misma índole y tienen similar mentalidad y están construidos física y vitalmente según el mismo modelo. Podemos adquirir un conocimiento general de la mente y cuerpo humanos y aplicado a éstos con la ayuda de los múltiples signos externos, constantes y habituales de los interiores movimientos humanos con los que estamos familiarizados; estos juicios sumarios pueden ulteriormente ser reunidos poco a poco por nuestra experiencia de carácter y hábitos personales, por aplicación instintiva del autoconocimiento para la comprensión y juicio de los demás, por inferencia de la palabra y la conducta, por comprensión de observación y comprensión de simpatía. Pero los resultados son siempre incompletos y muy frecuentemente engañosos: nuestras inferencias son construcciones erróneas, nuestra interpretación de los signos externos un acertijo, nuestra aplicación del conocimiento general o de nuestro auto-conocimiento, frustrados por factores elusivos de diferencia personal, nuestro discernimiento mismo, incierto y no confiable. Por lo tanto, los seres humanos viven como extraños unos con otros, a lo más, atados por una muy particular simpatía o experiencia mutua; no conocemos bastante, no conocemos tan bien como a nosotros -y eso es poconi siquiera a nuestros más íntimos. Pero en la conciencia subliminal interior es posible estar directamente al tanto de los pensamientos y sentimientos de nuestro alrededor, sentir su impacto, ver sus movimientos; leer la mente y el corazón se torna menos difícil, es una aventura menos incierta. Hay un constante intercambio mental, vital y sutil-físico que sigue entre todos los que se encuentran y viven juntos, de los cuales ni siquiera están al tanto excepto en la medida en que sus impactos e interpenetraciones los afectan como resultados sensibles de la palabra, la acción y el contacto externo: para la mayoría este intercambio tiene lugar sutil e invisiblemente; pues actúa indirectamente, entrando en contacto con las partes subliminales y, a través de ellas, con la naturaleza externa. Mas cuando evolucionamos conscientemente en estas partes subliminales, eso procura también conciencia de toda esta interacción e intercambio y entremezcla subjetivos, con el resultado de que no necesitamos más ser sujetos involuntarios de su impacto y consecuencia, pero podemos aceptar o rechazar, defendernos o aislarnos. Al mismo tiempo, nuestra acción sobre los demás ya no necesita ser ignorante o involuntaria y a menudo inintencionadamente dañina; puede ser una ayuda consciente, un luminoso intercambio y un fructífero ensamble, una aproximación hacia un

entendimiento o unión interiores, no como ahora que es una asociación separativa con sólo una limitada intimidad o unidad, restringida por mucha incomprensión y frecuentemente agobiada o puesta en peligro por una masa de mala interpretación, de mutua mala interpretación y error. Igualmente importante resultaría el cambio de nuestros tratos con las Fuerzas impersonales del mundo que nos rodea. Estas las conocemos sólo por sus resultados, por lo poco que podemos captar de su acción y consecuencia visibles. Entre ellas principalmente tenemos algún conocimiento de las físicas fuerzas-del-mundo, pero constantemente vivimos en medio de un remolino de fuerzas mentales y vitales invisibles, de las que nada sabemos, ignorando hasta su existencia. A todo este movimiento y acción invisibles la conciencia subliminal interior puede abrir nuestra percepción, pues tiene un conocimiento de aquello por contacto directo, por visión interior, por sensitividad psíquica; pero por ahora sólo puede iluminar nuestra obtusa superficialidad y exterioridad mediante inexplicadas advertencias, premoniciones, atracciones y repulsiones, ideas, sugestiones, oscuras intuiciones, lo poco que puede pasar imperfectamente a la superficie. El ser interior no sólo toma contacto directa y concretamente con el motivo y movimiento inmediatos de estas fuerzas universales, y siente los resultados de su actual acción, sino que, hasta cierto punto, puede predecir o prever su acción ulterior; hay un poder mayor en nuestras partes subliminales para vencer la barrera del tiempo, para tener el sentido o sentir la vibración de eventos venideros, de aconteceres distantes, incluso para mirar en el futuro. Es verdad que este conocimiento propio del ser subliminal no es completo; pues es una mezcla de conocimiento e ignorancia y es capaz tanto de percepción errónea como verdadera, dado que trabaja no sólo mediante el conocimiento por identidad, sino también mediante un conocimiento a través de contacto directo y esto es también conocimiento separativo, aunque más íntimo aun en la separación que algo regido por nuestra naturaleza superficial. Pero la mixta capacidad de la interior naturaleza mental y vital para una ignorancia mayor al igual que para un conocimiento mayor puede curarse profundizando más detrás de ella en la entidad psíquica que sostiene nuestra vida y cuerpo individuales. Hay ciertamente una personalidad anímica, representante de esta entidad, ya construida dentro de nosotros, que proyecta el fino elemento psíquico en nuestro ser natural: pero este factor más fino en nuestro carácter normal no es dominante y tiene sólo limitada acción. Nuestra alma no es patente guía y ama de nuestro pensamiento y acciones; ha de contar con los instrumentos mentales, vitales y físicos para la auto-expresión y resulta constantemente avasallada por nuestra mente y fuerza-vital: pero si una vez consigue permanecer en comunión constante con su mayor realidad oculta -y esto sólo puede suceder cuando profundizamos nuestras partes subliminales-, ya no depende, puede convertirse en poderosa y soberana, armada con una intrínseca percepción espiritual de la verdad de las cosas y con un espontáneo discernimiento que separa esa verdad de la falsedad de la Ignorancia y la Inconciencia, distingue lo divino de lo no-divino en la manifestación y así puede ser la luminosa guía de nuestras otras partes de la naturaleza. En verdad, cuando esto sucede puede tratarse del punto de retorno hacia una transformación integral y un conocimiento integral.

Estas son las funciones dinámicas y valores pragmáticos de la cognición subliminal; pero lo que nos concierne en nuestra actual indagación es aprender de su modo de acción el carácter exacto de su más profunda y mayor cognición y cómo se relaciona con el conocimiento verdadero. Su carácter principal es un conocimiento por contacto directo de la conciencia con su objeto o de la conciencia con otra conciencia; pero al fin descubrimos que este poder es un resultado de un conocimiento secreto por identidad, una traducción de ella en separativa conciencia de las cosas. Pues así como en el contacto indirecto propio de nuestra conciencia normal y de nuestra cognición superficial es el encuentro o fricción del ser viviente con la existencia exterior lo que enciende la chispa del conocimiento consciente, de igual modo aquí es algún contacto el que pone en movimiento un secreto conocimiento preexistente y lo trae a la superficie. Pues la conciencia es una en el sujeto y el objeto, y en el contacto de existencia con existencia esta identidad trae a la luz o despierta en el yo el dormido conocimiento de este otro yo fuera de él. Mas mientras este conocimiento preexistente sube en la mente superficial como conocimiento adquirido, en lo subliminal surge como cosa vista, captada desde adentro, recordada como si lo fuese, o, cuando resulta plenamente intuitivo, autoevidente para la conciencia interior; o es recibido del elemento con que se toma contacto pero con una inmediata respuesta como algo íntimamente reconocible. En la conciencia superficial, el conocimiento se representa como una verdad vista desde afuera, proyectada sobre nosotros desde el objeto, o como una respuesta a su contacto en el sentido, una reproducción perceptiva de su realidad objetiva. Nuestra mente superficial está obligada a darse cuenta de su conocimiento, porque el muro entre ella y el mundo exterior está atravesado por las puertas del sentido y éste, a través de aquéllas, puede asir la superficie de los objetos externos aunque no lo que está dentro de ellos, pero allí no existe esa apertura pre-lista entre ella y el objeto: dado que es incapaz de ver lo que está dentro de su yo más profundo o de observar el proceso del conocimiento que llega de adentro, no tiene disyuntiva y ha de aceptar lo que ve, el objeto externo, como causa de su conocimiento. De esa manera, todo nuestro conocimiento mental de las cosas se nos representa como verdad objetiva, impuesta en nosotros desde afuera; nuestro conocimiento es un reflejo y construcción responsiva que reproduce en nosotros una figura o cuadro o esquema mental de algo que no es nuestro propio ser. De hecho, es una oculta respuesta más profunda al contacto, una respuesta que llega desde dentro y proyecta desde allí, hacia arriba, un conocimiento interior del objeto, siendo el objeto parte de nuestro yo mayor; pero debido al doble velo, el velo entre nuestro yo interior y nuestra superficie ignorante y el velo entre ese yo superficial y el objeto con que se toma contacto, es sólo figura o representación imperfectas del conocimiento interior formado en la superficie. Esta afiliación, este oculto método de nuestro conocimiento, oscuro y noevidente para nuestra actual mentalidad, se torna claro y evidente cuando el subliminal ser interior rompe sus fronteras de la individualidad y, llevando consigo nuestra mente superficial, entra en la conciencia cósmica. Lo subliminal es separado de lo cósmico a través de una limitación por las más sutiles envolturas de nuestro ser, sus envolturas mental, vital y sutil-física, así como la naturaleza superficial está separada de la Naturaleza universal por la

densa envoltura física, el cuerpo; pero el muro circunscriptor es más transparente, es menos que un muro vallado. Lo subliminal tiene además una formación de la conciencia que se proyecta más allá de todas estas envolturas y forma una parte circunconsciente y circundante de si, a través de la cual recibe los contactos del mundo y puede estar al tanto de ellos y tratarlos antes que entren. Lo subliminal puede ampliar indefinidamente esta envoltura circunconsciente y agrandar cada vez más su auto-proyección en la circundante existencia cósmica. Llega un punto en el que pueda traspasar la separación por completo, unirse, identificarse con el yo cósmico, sentirse universal, uno con toda la existencia. En esta libertad de entrada en el yo cósmico y en la naturaleza cósmica hay una gran liberación del ser individual; inviste una conciencia cósmica, deviene el individuo universal. Su primer resultado, cuando está completo, es la realización del espíritu cósmico, el yo único que habita el universo, y esta unión puede producir incluso una desaparición del sentido del individuo, una fusión del ego en el ser-del-mundo. Otro resultado común es una entera apertura a la Energía universal de modo que ésta se siente como actuando a través de la mente, la vida y el cuerpo, y la acción individual cesa. Pero más generalmente hay resultados comunes de menor amplitud; hay una directa conciencia del ser y la naturaleza individuales, hay una mayor apertura de la mente a la Mente cósmica y sus energías, a la Vida cósmica y sus energías, a la Materia cósmica y sus energías. Un cierto sentido de unidad del individuo con lo cósmico, una percepción del mundo mantenida dentro de la conciencia propia al igual que de la íntima inclusión propia en la conciencia del mundo puede ser frecuente o constante en esta apertura; un mayor sentimiento de unidad con los otros seres en su consecuencia natural. Es entonces cuando la existencia del Ser cósmico se torna certidumbre y realidad, y ya no es más una percepción ídeatíva. Pero la conciencia cósmica de las cosas se funda en el conocimiento por identidad; pues el Espíritu universal se conoce como el Yo de todo, conoce todo como él mismo y en él mismo, conoce toda la naturaleza como parte de su naturaleza. Es uno con todo lo que contiene y conoce por esa identidad y por una proximidad continente; pues hay, al mismo tiempo, una identidad y una trascendencia, y, mientras desde el punto de vista de la identificación hay unidad y completo conocimiento, de igual manera desde el punto de vista de la trascendencia hay inclusión y penetración, cognición envolvente de cada cosa y de todas las cosas, sentido y visión penetrantes de cada cosa y de todas las cosas. Pues el Espíritu cósmico habita a todos y cada uno, pero es más que todos; hay, por lo tanto, en su auto-criterio y criterio-del-mundo un poder separativo que impide que la conciencia cósmica del ser quede prisionera en los objetos y seres en que mora: mora dentro de ellos como un poder y espíritu omni-penetrante; cualquiera que sea la individualización que tenga lugar es propia de la persona u objeto, pero-no está ligada al Ser cósmico. Deviene cada cosa sin cesar desde su mayor existencia omni-continente. Es aquí, entonces, una gran identidad universal que contiene a las identidades más pequeñas; pues cualquiera que sea la cognición separativa que exista o entre en la conciencia cósmica debe estar en esta doble identidad sin contradecirla. Si es menester algún retroceso y un conocimiento por separación más contacto, es empero una separación en la identidad, un contacto en la identidad; pues el objeto contenido es parte del yo de lo que lo contiene. Es

sólo cuando interviene una más drástica separatividad, que la identidad se vela y proyecta un conocimiento inferior, directo o indirecto, que desconoce su fuente; empero es siempre el mar de la identidad el que proyecta a la superficie las olas o la espuma de un conocimiento directo o indirecto. Esto por el lado de la conciencia; por el lado de la acción, de las energías cósmicas, se ve que se mueven en masas, olas y corrientes que constantemente constituyen y reconstituyen seres y objetos, movimientos y sucesos, entrando en ellos, traspasándolos, formándolos en ellos, proyectándolos fuera de ellos en otros seres y objetos. Cada individuo natural es un receptáculo de estas fuerzas cósmicas y una dinamo para su propagación; pasa de una a otra una constante corriente de energías mentales y vitales, y éstas también se desplazan en las olas y corrientes cósmicas no menos que las fuerzas de la Naturaleza física. Toda esta acción está velada de nuestros superficiales y directos sentidos y conocimiento mentales, pero el yo interior la siente y conoce, aunque sólo mediante contacto directo; cuando el ser entra en la conciencia cósmica, está al tanto más amplia, inclusiva e íntimamente de este juego de las fuerzas cósmicas. Pero aunque el conocimiento es entonces más completo, la dinamización de este conocimiento puede solo ser parcial; pues mientras es posible una fundamental o estática unificación con el yo cósmico, la activa unificación dinámica con la Naturaleza cósmica debe ser incompleta. En el nivel de la mente y la vida, incluso con la pérdida del sentido de una auto-existencia separada, las energías deben ser en su naturaleza misma una selección a través de la individualización; la acción es la de la Energía cósmica, pero su formación individual en la dínamo viviente sigue siendo el método de su trabajo. Pues el uso de la dínamo de la individualidad consiste en seleccionar, concentrar y formular energías escogidas y proyectadas en corrientes formadas y canalizadas: el fluir de una energía total significaría que esta dínamo no tuviese uso ulterior, pudiese anularse o ponerse fuera de acción; en lugar de una actividad de la mente, vida y cuerpo individuales habría sólo un centro o canal pero impersonal a través del cual las fuerzas universales fluirían inimpedidas e inselectivas. Esto puede ocurrir, pero implicaría una espiritualización superior que superase con creces el nivel mental normal. En la captación estática del conocimiento cósmico por identidad, lo subliminal universalizado puede sentirse uno con el yo cósmico y el yo secreto de todos los demás: pero la dinamización de ese conocimiento no iría más allá de una translación de este sentido de identidad hacia un poder e intimidad mayores del contacto directo de la conciencia con todos, un mayor, más íntimo, más poderoso y eficiente impacto de la fuerza de la conciencia sobre las cosas y las personas, una capacidad también de efectiva inclusión y penetración, de dinamizada visión y sensación íntimas y otros poderes de cognición y acción propios de esta naturaleza mayor. Por lo tanto, en lo subliminal, incluso ampliado en la conciencia cósmica, obtenemos un conocimiento mayor pero no el conocimiento completo y original. Para avanzar más adelante y ver lo que el conocimiento por identidad es en su pureza y de qué modo y hasta dónde origina, admite o usa los otros poderes del conocimiento, hemos de trascender la mente y vida interiores y lo sutil-físico hasta los otros dos extremos de lo subliminal, interrogando al subconsciente y tomando contacto con el superconsciente o entrando en él. Pero en el

subconsciente todo es ciego, oscuro universalismo tal como se aprecia en la conciencia masiva, oscuro individualismo anormal para nosotros o mal formado e instintivo: aquí, en el subconsciente, un oscuro conocimiento por identidad, tal como lo hallamos ya en la Inconciencia, es la base, pero no se revela junto con su secreto. Los superiores ámbitos superconscientes se basan sobre la conciencia espiritual libre y luminosa, y es allí donde podemos rastrear el poder original del conocimiento y percibir el origen y diferencia de los dos órdenes distintos: conocimiento por identidad y conocimiento separativo. En la suprema Existencia intemporal, por lo que conocemos por reflejo en la experiencia espiritual, la existencia y la conciencia son una sola. Estamos acostumbrados a identificar la conciencia con ciertas operaciones de la mentalidad y el sentido y, donde éstos están ausentes o quietos, podemos hablar de ese estado del ser como inconsciente. Pero la conciencia puede existir donde hay dos patentes operaciones, sin signos que lo revelen, incluso donde está retirada de los objetos y absorta en la pura existencia o envuelta en la apariencia de la no-existencia. Es intrínseca en el ser, auto-existente, no abolida por la quietud, por la inacción, por velo o cobertura, por inerte absorción ni involución; está allí en el ser, incluso cuando su estado parece ser sueño inonírico o ciego trance o anulación de conciencia o ausencia. En el supremo estado intemporal donde la conciencia es una con el ser e inmóvil, no es una realidad separada sino simple y puramente la auto-conciencia inherente a la existencia. No es menester el conocimiento ni hay allí operación alguna del conocimiento. El ser es auto-evidente para sí mismo: no necesita mirarse a fin de conocerse o aprender lo que es. Pero si esto es evidentemente cierto sobre la Existencia pura, es también cierto sobre la Omni-Existencia prístina; pues así como una Auto-Existencia espiritual es intrínsecamente consciente de su yo, de igual manera es intrínsecamente consciente de todo lo que está en su ser; esto no es mediante un acto del conocimiento formulado en su auto-respecto, una auto-observación, sino por la misma conciencia inherente; es intrínsecamente omni-consciente de todo lo que es por el hecho mismo de que todo es ella misma. De esa manera, consciente de su autoexistencia intemporal, el Espíritu, el Ser es consciente del mismo modo -intrínsecamente, absolutamente, totalmente, sin necesidad alguna de una mirada o acto del conocimiento, porque es todo--- de la Existencia-Temporal y de todo lo que está en el Tiempo. Esta es la conciencia esencial por identidad; si se aplica a la existencia cósmica, significaría una esencial y auto-evidente conciencia automática del universo mediante el Espíritu porque es todo y todo es su ser. Pero hay otro estado de la conciencia espiritual que nos parece ser evolución de este estado y poder de la pura auto-conciencia, tal vez incluso una primera partida, pero es de hecho normal e íntimo para ella; pues la conciencia por identidad es siempre la materia misma de todo el auto-conocimiento del Espíritu, pero admite dentro de sí, sin mutación ni modificación su propia naturaleza eterna, una conciencia subordinada y simultánea por inclusión y por inmanencia. El Ser, el Auto-existente ve todas las existencias en su existencia única; las contiene todas y las conoce como ser de su ser, conciencia de su conciencia, poder de su poder, bienaventuranza de su bienaventuranza; es al mismo tiempo, necesariamente, el Yo en ellas y conoce todo en ellas mediante su yoidad penetrantemente inmanente: pero toda esta conciencia existe

intrínsecamente, auto-evidentemente, automáticamente, sin necesidad de acto alguno, de consideración u operación del conocimiento; pues el conocimiento aquí no es un acto, sino un puro estado, perpetuo e inherente. En la base de todo este conocimiento espiritual está esta conciencia de identidad y por identidad, que conoce o simplemente está al tanto de todo como de sí mismo. Trasladado a nuestra modalidad de conciencia esto se convierte en el triple conocimiento formulado así en el Upanishad: "Quien ve todas las existencias en el Yo", "Quien ve el Yo en todas las existencias", "Aquél en el cual el Yo deviene todas las existencias" -inclusión, inmanencia e identidad: pero en la conciencia fundamental esta visión es un auto-sentido espiritual, una visión que es auto-luz del ser, no consideración separativa o enfoque del yo que convierte a ese yo en objeto. Mas en esta auto-experiencia fundamental puede manifestarse una consideración de la conciencia que, aunque inherentemente posible e inevitablemente auto-contenido poder del espíritu, no es un primer elemento activo de la auto-luminosidad y auto-evidencia absorbidas e intrínsecas de la conciencia suprema. Esta consideración pertenece o lleva a otro estado de la suprema conciencia espiritual, un estado en el cual el conocimiento empieza como lo conocemos; hay un estado de la conciencia y en él, muy junto a él, hay un acto de conocer: el Espíritu se observa, deviene conocedor y conocido, de un modo sujeto y objeto -o más bien sujeto-objeto en uno- de su propio auto-conocimiento. Pero esta consideración, este conocimiento es aun intrínseco, aun auto-evidente, un acto de identidad; no hay comienzo de lo que experimentamos como conocimiento separativo. Pero cuando el sujeto se retira un poco de sí como objeto, entonces toman su primer origen ciertos poderes terciarios del conocimiento espiritual, del conocimiento por identidad. Hay una íntima visión espiritual, una penetrante entrada y penetración espiritual, una sensación espiritual en la que uno ve todo como uno mismo, siente todo como uno mismo, toma contacto con todo como uno mismo. Hay un poder de percepción espiritual del objeto y de todo lo que contiene o es percibido en una envolvente y penetrante identidad: la identidad misma que constituye la percepción. Hay una concepción espiritual que es la sustancia original del pensamiento, no el pensamiento que descubre lo desconocido, sino eso que descubre lo intrínsicamente conocido de uno mismo y lo ubica en el auto-espacio, en un extendido ser de la auto-conciencia, como un objeto del auto-conocimiento conceptual. Hay una emoción espiritual, un sentido espiritual, hay un entremezclarse de unidad con unidad, de ser con ser, de conciencia con conciencia, de deleite del ser con deleite del ser. Hay una dicha de íntima separación en la identidad, de relaciones de amor con amor en una suprema unidad, un deleite de los múltiples poderes, verdades y seres de la unidad eterna de las formas de lo Amorfo; todo el juego del devenir en el ser funda su auto-expresión sobre estos poderes de la conciencia del Espíritu. Pero en su origen espiritual todos estos poderes son esenciales, no instrumentales, no organizados, ideados ni creados; son la luminosa sustancia auto-consciente del Idéntico espiritual activado sobre sí y en sí, espíritu hecho visión, espíritu que vibra como sentimiento, espíritu auto-luminoso como percepción y concepción. Todo es de hecho el conocimiento por identidad, auto-potente, auto-desplazándose en su multitudinaria yoidad de concienciaúnica. La auto-experiencia infinita del Espíritu se desplaza entre la pura

identidad y una identidad múltiple, entre un deleite de la unidad íntimamente diferenciada y un absorto auto-rapto. Cuando el sentido de diferenciación sobrepasa el sentido de identidad surge un conocimiento separativo; el yo aún conoce su identidad con el objeto pero promueve hasta su extremo el juego de la separación íntima. Al principio no hay un sentido de yo y no-yo, sino sólo de yo y otro-yo. Aún está allí cierto conocimiento de identidad y por identidad, pero tiende a ser primero sobreestructurado, luego sumergido, más tarde reemplazado por el conocimiento a través del intercambio y contacto que representa como conciencia secundaria, como si fuese resultado y no ya causa de mutuo contacto, contacto aún penetrante y envolvente, interpenetrante intimidad de los yoes separados. Finalmente, la identidad desaparece detrás del velo y está el juego del ser con los otros seres, de la conciencia con otra conciencia: hay aún allí una identidad subyacente, pero no se experimenta; su sitio es ocupado por un directo contacto captador y penetrante, un intercambiarse y entremezclarse de igual índole. Es mediante esta interacción que sigue siendo posible un conocimiento más o menos íntimo, una conciencia mutua o una conciencia del objeto. No existe la sensación del yo encontrando al yo, sino que hay una reciprocidad; ya no hay una separación completa, una distintividad e ignorancia completas. Esta es una conciencia disminuida, pero retiene algún poder del conocimiento original cercenado por la división, por la pérdida de su integridad primera y esencial, operando por división, efectuando una aproximación más no una unidad. Allí está el poder de inclusión del objeto en la conciencia, de una conciencia y conocimiento envolventes; pero es la inclusión de una existencia ahora exteriorizada la que ha de hacer un elemento de nuestro yo, mediante un conocimiento alcanzado o recuperado, mediante una inmanencia de la conciencia en el objeto, una concentración, una toma de posesión de él como parte de la existencia. El poder de penetración está allí, pero no tiene natural penetratividad y no conduce a la identidad; reúne lo que puede, toma lo así adquirido y lleva el contenido del objeto del conocimiento al sujeto. Puede aún haber un contacto directo y penetrante de conciencia con conciencia creando un conocimiento vívido e íntimo, pero está confinado a los puntos o alcance del contacto. Hay aún un sentido directo, una visión-de-laconciencia, un sentimiento-de-la-conciencia que puede ver y sentir lo que está dentro del objeto al igual que lo que está afuera y en la superficie. Hay aún una mutua penetración e intercambio entre ser y ser, entre conciencia y conciencia, olas de pensamiento, de sentimiento, de energía de toda índole que pueden ser un movimiento de simpatía y unión o de oposición y lucha. Puede haber un intento de unificación por posesión de otros o a través de la propia aceptación de la posesión por otra conciencia u otro ser; o puede haber fuerte tendencia a la unión mediante unión recíproca, penetración y posesión mutua. De toda esta acción e interacción el conocedor por contacto directo está al tanto y es sobre esta base que dispone sus relaciones con el mundo que le rodea. Este es el origen del conocimiento por contacto directo de la conciencia con su objeto, que es normal para nuestro ser interior pero extraño o solo imperfectamente conocido para nuestra naturaleza superficial. La primera ignorancia separativa es evidentemente un juego del conocimiento pero de un limitado conocimiento separativo, un juego del ser dividido que

trabaja sobre una realidad de la subyacente unidad y arribando solamente a un imperfecto resultado de la oculta unidad. La completa conciencia intrínseca de la identidad y el acto de conocimiento por identidad pertenecen al hemisferio superior de la existencia: este conocimiento por contacto directo es el carácter principal de los supremos planos mentales suprafísicos de la conciencia, aquellos a los cuales nuestro ser superficial está cerrado por un muro de ignorancia; en una forma disminuida y más separativa es una propiedad de los inferiores planos suprafísicos de la mente; es o puede ser un elemento en todo lo que es suprafísico. Es la instrumentación principal de nuestro yo subliminal, su medio central de la conciencia; pues el yo subliminal o yo interior es una proyección desde estos planos superiores para encontrar la subconciencia y hereda el carácter de la conciencia de sus planos de origen con los que está íntimamente asociada y en contacto por afinidad. En nuestro ser exterior somos hijos de la Inconciencia; nuestro ser interior nos convierte en herederos de las superiores alturas de la mente, la vida y el espíritu: cuanto más nos abrimos hacia adentro, vamos al interior, vivimos hacia el interior, recibimos del interior, más nos apartamos de la sujeción a nuestro origen inconsciente y nos desplazamos hacia todo lo que ahora es superconsciente para nuestra ignorancia. La ignorancia se completa con la entera separación de un ser de otro: el contacto directo de conciencia con conciencia está entonces enteramente vedado o pesadamente sobrecargado, aunque continúe dentro de nuestras partes subliminales, así como lo está también, aunque totalmente oculto y no directamente operativo, la subyacente identidad secreta y la unidad. Existe en la superficie una separación completa, una división en yo y no-yo; existe la necesidad de tratar el no-yo, pero no medios directos de conocerlo o dominarlo. La Naturaleza crea entonces medios indirectos, un contacto mediante órganos físicos sensorios, una penetración de impactos externos a través de las corrientes nerviosas, una reacción de la mente y sus coordinaciones que actúan como ayuda y suplemento de la actividad de los órganos físicos, -todos ellos métodos de un conocimiento indirecto; pues la conciencia está forzada a confiar en estos instrumentos y no puede actuar directamente sobre el objeto. A estos medios se añade la razón, la inteligencia y la intuición que captan las comunicaciones así indirectamente traidas a ellos, ponen todo en orden y utilizan sus datos para obtener tanto conocimiento y dominio y posesión del noyo o tanta unidad parcial con él como lo permite la división original al ser separado. Estos medios son obviamente insuficientes y a menudo ineficientes, y la base indirecta de las operaciones mentales aflige al conocimiento con una incertidumbre fundamental; pero esta insuficiencia inicial es inherente a la naturaleza misma de nuestra existencia material y de toda la existencia aún no liberada que emerge de la Inconciencia. La lnconciencia es una reproducción inversa de la superconciencia suprema: tiene el mismo absoluto del ser y automática acción, pero en un vasto trance involutivo; es el ser perdido en sí mismo, sumido en su propio abismo de infinitud. En lugar de una luminosa absorción en la auto-existencia hay una tenebrosa involución en ella, la oscuridad velada dentro de la oscuridad del Rig-Veda, tama asit tamasa gudham, que hace que parezca No-Existencia; en lugar de una luminosa auto-conciencia inherente hay una conciencia sumida en

un abismo de auto-olvido, inherente al ser pero no despierta en el ser. Empero, esta conciencia involutiva es aún oculto conocimiento por identidad; lleva consigo la conciencia de todas las verdades de la existencia escondidas en su oscura infinitud y, cuando actúa y crea, -pero actúa primero como Energía y no como Conciencia-, todo se dispone con precisión y perfección de conocimiento intrínseco. En todas las cosas materiales reside una muda e involutiva RealIdea, una intuición sustancial y auto-efectiva, una ciega perfección exacta, una inteligencia automática que estructura sus concepciones inexpresadas e impensadas, una ciegamente vidente seguridad de visión, una muda seguridad infalible del suprimido sentimiento revestido de insensibilidad, que efectúan todo ha de efectuarse. Todo este estado y acción del Inconsciente corresponde muy evidente al mismo estado y acción de la pura Super-conciencia, pero trasladado en términos de auto-oscuridad en lugar de original auto-luz, intrínsecos en la forma material, estos poderes no están poseídos por la forma, pero trabajan en su muda subconciencia. Podemos, en este conocimiento entender más claramente las etapas del emerger de la conciencia desde la involución hacia la apariencia evolucionada, de lo cual ya hemos intentado alguna concepción general. La existencia material sólo tiene una individualidad física, no mental, pero hay en ella una Presencia subliminal, el único Consciente en las cosas inconscientes, que determina la operación de sus energías inmanentes. Si, como se ha afirmado, un objeto material recibe y retiene la impresión de los contactos de las cosas circundantes y las energías emanan de él, de igual modo ese conocimiento oculto puede tomar razón de su pasado, puede hacernos conscientes de estas emanantes influencias, la intrínseca Conciencia penetrando la forma pero no iluminándola debe ser la causa de esta receptividad y estas capacidades. Lo que vemos desde afuera es que los objetos materiales como plantas y minerales tienen sus poderes, propiedades e influencias inherentes, pero como no hay facultad ni medio de comunicación, es sólo mediante el ser traído en contacto con la persona u objeto o mediante una utilización consciente por los seres vivientes que sus influencias pueden pasar a ser activas. Tal utilización es el lado práctico de más de una ciencia humana. Pero estos poderes e influencias son atributos del Ser, no mera sustancia indeterminada, son fuerzas del Espíritu que emergen por la Energía de su autoabsorbida Inconciencia. Esta primera burda acción mecánica de una inherente y absorbida energía consciente se abre en las formas primarias de la vida en submentales vibraciones-vitales que implican una sensación involutiva; hay una búsqueda de crecimiento, luz, aire y espacio-vital, una ciega sensación, que es aún interna y reducida dentro del ser inmóvil, incapaz de formular sus instintos, de comunicarse y de exteriorizarse. Una inmovilidad no organizada para establecer relaciones vivientes, resiste y absorbe los contactos, los inflige involuntariamente pero no puede imponerlos voluntariamente; la inconciencia es aún dominante, aún estructura todo mediante el secreto e involucionado conocimiento por identidad, todavía no ha desarrollado los superficiales medios contactuales del conocimiento consciente. Este ulterior desarrollo empieza con la vida cabalmente consciente: es bajo la compulsión de esta lucha que el viviente ser separado pugna, aunque ciegamente al comienzo y dentro de estrechos límites, por entrar en relaciones conscientes con el resto del ser-del mundo que está fuera de él. Es mediante el creciente monto de contactos que

puede recibir y responder y mediante el creciente monto de contactos que puede ponerse fuera de sí o imponerse en el orden para satisfacer sus necesidades e impulsiones que el ser de la materia viviente desarrolla en su conciencia, crece de la inconciencia o subconciencia en un limitado conocimiento separativo. Vemos entonces todos los poderes inherentes a la original y autoexistente Conciencia espiritual presentada y manifestada en esta creciente conciencia separativa; son actividades suprimidas pero innatas con el secreto e involucionado conocimiento por identidad y ahora emergen por grados en forma extrañamente disminuida y de tentativa. Primero, emerge un crudo o velado sentido que se desarrolla en precisas sensaciones auxiliadas por un instinto vital u oculta intuición; entonces una percepción de la mente-vital se manifiesta y a sus espaldas una oscura visión-de-la-conciencia y sensación de las cosas; la emoción vibra y busca un intercambio con los otros; por último surge a la concepción superficial, al pensamiento, a la razón comprehensora del objeto, combinando sus datos del conocimiento. Pero todos son incompletos, mutilados por la separativa ignorancia y la primera inconciencia oscurecedora; todos dependen de los medios exteriores, no facultados para actuar por sus propios fueros: la conciencia no puede actuar directamente sobre la conciencia; hay una constructiva envoltura y penetración de las cosas por la conciencia mental, pero no una real posesión; no hay conocimiento por identidad sólo cuando lo subliminal es capaz de forzar sobre la mente y sentido frontales, alguna de sus secretas actividades puras e intrasladadas a las ordinarias formas de la inteligencia mental, una rudimentaria acción de los métodos más profundos se eleva a la superficie; pero esas clases de emerger son una excepción, atraviesan la normalidad de nuestro conocimiento adquirido o aprendido con un sabor de lo anormal y lo supernormal. Es sólo mediante una apertura a nuestro ser interior o una entrada en él que puede sumarse una íntima conciencia directa a la externa conciencia indirecta. Es sólo mediante nuestro despertar a nuestra alma más recóndita o al yo superconsciente que puede haber un inicio del conocimiento espiritual con la identidad como su base, su poder constitutivo y su sustancia intrínseca.

Capítulo XI LOS LINDES DE LA IGNORANCIA

Uno que piensa que existe este mundo y ningún otro. Katha Upanishad Extendido en el Infinito ... sin pies ni cabeza, ocultando sus dos extremos. Rig Veda Quien tiene el conocimiento de "Yo soy Brahman" se convierte en todo esto que es; pero quienquiera adore otra divinidad que no sea el Yo Único y piense: "El es uno y yo soy otro", no conoce. Brihadaranyaka Upanishad

Este Yo es cuádruple -el Yo de la Vigilia que tiene la inteligencia externa y disfruta las cosas externas, es su primera parte; el Yo Onírico que tiene la inteligencia interna y disfruta las cosas sutiles, es su segunda parte; el Yo del Sueño, unificado, inteligencia masiva, bienaventurado, y que disfruta la bienaventuranza, es la tercera parte ... el amo de todo, el omnisciente, el Control interior. Lo que es invisible, indefinible, auto-evidente en su única yoidad, es la cuarta parte: este es el Yo, esto es lo que ha de conocerse. Mandllkya Upanishad Un ser consciente, no mayor que un pulgar humano, está en el centro de nuestro yo; es amo del pasado y del presente... él es hoy y es mañana. Katha Upanishad

Es posible ahora rever en sus más importantes lineamientos esta Ignorancia, o este conocimiento separativo que pugna por un conocimiento idéntico, que constituye nuestra mentalidad humana y en una oscura forma, toda la conciencia que ha evolucionado debajo de nuestro nivel: Vemos que en nosotros consiste en una sucesión de olas del ser y la fuerza, que oprimen desde afuera y surgen desde adentro, que se convierten en materia de la conciencia y se formulan en una cognición mental y una sensación mentalizada del yo y las cosas en el Tiempo y el Espacio. El Tiempo se nos presenta como un fluir de movimiento dinámico, el Espacio como un campo objetivo de contenido para la experiencia de esta imperfecta y evolucionante conciencia. Mediante la conciencia inmediata, el ser mental móvil en el Tiempo vive perpetuamente en el presente; por la memoria conserva cierta parte de su experiencia del yo y las cosas para que no fluyan fuera de él enteramente hacia el pasado; mediante el pensamiento, la voluntad y la acción, mediante la energía mental, la energía vital y la energía corporal, utiliza eso para lo que deviene en el presente y ha de devenir después; la fuerza del ser que ha hecho de él lo que es, trabaja para prolongar, desarrollar y ampliar su devenir en el futuro. Todo este material inseguramente mantenido de autoexpresión y experiencia de las cosas, este parcial conocimiento acumulado en la sucesión del tiempo, es coordinado para él por la percepción, la memoria, la inteligencia y la voluntad para ser utilizado para un siempre-nuevo o siempre-repetido devenir o para la acción vital, mental y física que lo ayude a crecer hacia lo que ha de ser y expresar lo que ya es. La actual totalidad de toda esta experiencia de la conciencia y rendimiento de la energía está coordinado para la relación con este ser, agrupado consistentemente alrededor de un ego-sentido que formula el hábito de respuesta de la auto-experiencia a los contactos de la Naturaleza en un limitado campo persistente del ser consciente. Es este egosentido el que da una primera base de coherencia a lo que de otro modo sería una sarta o masa de impresiones flotantes: todo lo que así se siente se refiere a un correspondiente centro artificial de la conciencia mental en la comprensión, la ego idea. Este ego-sentido en la materia vital y esta ego-idea en la mente mantienen un constituido símbolo del yo, el ego separativo, que cumple con su deber para con el escondido yo real, el espíritu o ser verdadero. La superficial individualidad mental es, en consecuencia, siempre egocéntrica;

incluso su altruismo es una ampliación de su ego: el ego es la chaveta inventada para mantener en movimiento nuestra rueda de la naturaleza: La necesidad de centralización en torno del ego continúa hasta que no es ya menester tal aparato o artificio pues ha emergido el verdadero yo, al ser espiritual, que a la vez es rueda y movimiento y que puede mantener todo junto, el centro y la circunferencia. Pero en el instante en que nos estudiamos, descubrimos que la autoexperiencia que de esa manera coordinamos y conscientemente utilizamos para la vida, es una pequeña parte de nuestra conciencia índívidual en vigilia. Sólo nos sujetamos a un muy limitado número de sensaciones y percepciones mentales del yo y las cosas que emergen a nuestra conciencia superficial en nuestro presente continuo: de estos, a su vez, la memoria sólo reserva una escasa porción del olvidado abismo del pasado; de las reservas de la memoria nuestra inteligencia utiliza sólo una pequeña porción para el conocimiento coordinado, la voluntad utiliza un porcentaje más reducido para la acción. Una estrecha selección, un gran rechazo o reserva, un sistema avaro pródigo de gasto del material y no empleo de los recursos y una insuficiente y desordenada cantidad de útil balance de gastos y utilidades parece ser el método de la Naturaleza en nuestro devenir consciente, incluso en el campo del universo material. Pero esto es sólo una apariencia, pues resultaría absolutamente incierto decir que todo lo que no se reserva y utiliza de esa manera es destruido, se anula y desaparece ineficientemente y en vano. Una gran parte fue tranquilizantemente usada por la Naturaleza misma para formamos y pone en movimiento esa masa suficientemente grande de nuestro crecimiento, devenir y acción, de los cuales nuestra memoria consciente, voluntad e inteligencia no son responsables. Una parte mayor aún es usada por ella como reserva que retira y utiliza, mientras que nosotros olvidamos por completo el origen y proveniencia de este material que nos descubrimos empleándolo con una engañosa sensación de creación; pues imaginamos crear este nuevo material de nuestro trabajo, cuando sólo estamos combinando resultados que olvidamos pero que la Naturaleza en nosotros recuerda. Si admitimos el renacimiento como parte de su sistema, advertiremos que toda la experiencia tiene su uso; pues en esta prolongada construcción toda la experiencia cuenta y nada se rechaza salvo lo que perdió utilidad y puede ser una carga para el futuro. Resulta falaz un juicio de lo que ahora se presenta en nuestra superficie consciente: pues cuando estudiamos y entendemos, percibimos que en nosotros sólo es consciente un poco de su acción y crecimiento; su masa es llevada subconscientemente como en el resto de su vida material. No somos únicamente lo que sabemos de nosotros mismos sino muchísimo más que ignoramos; nuestra personalidad momentánea es una burbuja en el océano de nuestra existencia. Una observación superficial de nuestra conciencia en vigilia nos demuestra que una gran parte de nuestro ser y devenir individuales es ignorante por completo; para nosotros es el Inconsciente, tal como ocurre en la vida de la planta, el metal, la tierra y los elementos. Pero si llevamos nuestro conocimiento más adelante, proyectando el experimento y observación psicológica más allá de sus lindes normales, descubrimos cuán vasta es la esfera de este supuesto Inconsciente o de este subconsciente en nuestra existencia total, --el

subconsciente, que nos parece y lo llamamos de esa manera porque es una conciencia oculta--, y qué pequeña y fragmentaria porción de nuestro ser está cubierta por nuestra auto-conciencia en vigilia. Llegamos al conocimiento de que nuestra mente y ego en vigilia son sólo una superimposición sobre un yo sumergido, subliminal, -pues ese yo se nos presenta de esa manera-, o, más precisamente, un ser interior, con una mucho más vasta capacidad de experiencia; nuestra mente y ego son como la cúspide y domo de un templo que sobresalen de entre las olas mientras el gran cuerpo del edificio está sumergido debajo del nivel de las aguas. Este yo y conciencia ocultos son nuestro ser real o total, del cual lo más externo es parte y fenómeno, formación selectiva de uso superficial. Sólo percibimos una pequeña cantidad de los contactos de las cosas que hacen impacto contra nosotros; el ser interior percibe todo lo que entra o toma contacto con nosotros o el medio. Percibimos sólo una parte de las obras de nuestra vida y del ser; el ser interior percibe tanto que podríamos casi suponer que nada se le escapa. Solo recordamos una pequeña selección de nuestras percepciones, y de éstas incluso mantenemos gran parte en reserva donde podemos echar mano siempre que tengamos necesidad; el ser interior retiene todo lo recibido y lo mantiene siempre listo y a mano. Podemos conformar en coordinado entendimiento y conocimiento, solo tanto de nuestras percepciones y recuerdos como nuestra entrenada inteligencia y capacidad mental pueden captar en su sentido y apreciar en sus relaciones: la inteligencia del ser interior no necesita entrenamiento, pero preserva la forma y relaciones precisas de todas sus percepciones y recuerdos y, -aunque esta es una proposición que puede considerarse dudosa o difícil de conceder en su plenitud-, y puede captar inmediatamente, cuando ya no lo posee, su significado. Y sus percepciones no están confinadas, como lo están ordinariamente las de la mente en vigilia, a la escasa cosecha de los sentidos físicos, sino que se extiende mucho más allá y usan como lo aporta el testimonio de fenómenos telepáticos de diversa índole, un sentido sutil cuyos límites son demasiado amplios como para fijarlos con facilidad. Las relaciones entre la voluntad o impulso superficiales y el estímulo subliminal, equivocadamente descritas como inconscientes o subconscientes, no han sido estudiadas apropiadamente salvo con respecto a las inusuales e inorganizadas manifestaciones y a ciertos fenómenos mórbidamente anormales de la mente humana enferma; pero si avanzamos mucho más en nuestra observación, descubriremos que la cognición y la voluntad o fuerza impulsiva del ser interior realmente están detrás de todo el devenir consciente; el último representa sólo la parte de su esfuerzo y logro secretos que surge exitosamente a la superficie de nuestra vida. Conocer nuestro ser interior es el primer paso hacia un real autoconocimiento. Si emprendemos este auto-descubrimiento y ampliamos nuestro conocimiento del yo subliminal, concibiéndolo de tal modo que incluyamos en él nuestros extremos subconscientes inferiores y superconscientes superiores, descubriremos que es esto realmente lo que provee todo el material de nuestro ser aparente y que nuestras percepciones, nuestros recuerdos, nuestras realizaciones de la voluntad y la inteligencia son sólo una selección de sus percepciones, recuerdos, actividades y relaciones de la voluntad y la

inteligencia; nuestro yo es sólo una formulación menor o superficial de su autoconciencia y auto-experiencia. Es el apremiante mar del que surgen las olas de nuestro devenir consciente. ¿Pero cuáles son sus límites? ¿Hasta dónde se extiende? ¿Cuál es su naturaleza fundamental? Por lo común hablamos de una existencia subconsciente e incluimos en este término todo lo que no está sobre la superficie en vigilia. Pero toda o la mayor parte del yo interior o subliminal difícilmente puede caracterizarse mediante ese epíteto; pues cuando decimos subconsciente, pensamos de inmediato en una oscura inconciencia o semiconciencia o sumergida conciencia debajo o en un sentido inferior o a menos que nuestra organizada conciencia en vigilia o, al menos, menos dueña de sí. Pero descubrimos, cuando nos internamos, que en algún lugar de nuestra parte subliminal -aunque no coextensiva con ella dado que también tiene oscuras e ignorantes regiones-, hay una conciencia mucho más vasta, más luminosa, más dueña de sí y de las cosas que aquella que despierta sobre la superficie y es la perceptora de nuestras horas cotidianas; ese es nuestro ser interior, y esto es lo que debemos considerar como nuestro yo subliminal y poner aparte al subconsciente como un inferior, íntimo sector oculto de nuestra naturaleza. Del mismo modo hay una parte superconsciente de nuestra existencia total en la que está lo que descubrimos como nuestro yo supremo, y esto también lo podemos poner aparte como superior sector oculto de nuestra naturaleza. ¿Pero entonces qué es el subconsciente y dónde empieza y cómo se relaciona con nuestro ser superficial o el subliminal de los que parecería más apropiadamente ser un sector? Somos conscientes de nuestro cuerpo y sabemos que tenemos una existencia física, incluso nos identificamos en gran medida con ella, pero con todo la mayor parte de sus operaciones es realmente subconsciente para nuestro ser mental, no sólo la mente no toma parte en ellas sino que, como lo suponemos, nuestro ser más físico no tiene conciencia de sus propias operaciones ocultas o, por sí, de su propia existencia, conoce o siente de sí sólo en la medida en que está iluminado por el sentido mental y resulta observable por la inteligencia. Tenemos conciencia de una vitalidad que trabaja en esta forma y estructura corporales como en la planta o el animal inferior, una existencia vital que es también para la mayor parte subconsciente para nosotros, pues sólo observamos algunos de sus movimientos y reacciones. Somos parcialmente conscientes de sus operaciones, pero de ningún modo de todas o de la mayoría de ellas, y más bien de las que son anormales antes que de las normales, sus necesidades se imponen con más fuerza sobre nosotros que sus satisfacciones, sus enfermedades y desórdenes más que su salud y ritmo regular, su muerte nos resulta más perentoria que vívida su vida: conocemos tanto de ella como podemos conscientemente observar y usar o tanto como pugna en nosotros mediante dolor y placer y otras sensaciones o como causa de reacción y trastorno nervioso o físico, pero nada más. De modo acorde, suponemos que esta parte vital-física de nosotros tampoco es consciente de sus propias operaciones y tiene solo una conciencia suprimida o no-conciencia como la planta o una no-desarrollada conciencia como el animal incipiente; se torna consciente solo en la medida en que es iluminada por la mente y observable por la inteligencia. Esto es una exageración y una confusión debidas a nuestra identificación de la conciencia con la mentalidad y la conciencia mental. La mente se identifica

hasta cierto punto con los movimientos propios de la vida y cuerpo físicos y los anexa a su mentalidad, de modo que toda la conciencia nos parece mental. Pero si apartamos, si separamos la mente como testigo de estas partes de nosotros, podemos descubrir que la vida y el cuerpo, -incluso las partes más físicas de la vida tienen su propia conciencia, una conciencia propia de un más oscuro ser vital y corporal, una conciencia elemental tal como la que pueden tener las primitivas formas animales, pero en nosotros asumida en parte por la mente y mentalizada hasta ese punto. Empero no tiene, en su movimiento independiente, la conciencia mental de que disfrutamos; si en ella hay mente, es mente envuelta e implícita en el cuerpo y la vida física: no hay autoconciencia organizada, sino sólo un sentido de acción y reacción, de movimiento, impulso y deseo, necesidad, actividades necesarias impuestas por la Naturaleza, el hambre, el instinto, el dolor, la insensibilidad y el placer. Aunque inferior, tiene esta conciencia oscura, limitada y automática; pero dado que es menos dueña de sí, exenta de lo que para nosotros es el sello de la mentalidad, la podemos llamar justamente la parte submental pero no la parte subconsciente de nuestro ser. Pues cuando quedamos detrás de ella, cuando podemos separar nuestra mente de sus sensaciones, percibimos que esta es una nerviosa, sensoria y automáticamente dinámica modalidad de la conciencia una graduación de la conciencia diferente de la mente: tiene sus propias reacciones separadas ante los contactos y es sensible a ellos en su propio poder de sensación; para eso no depende de la percepción y respuesta mentales. El subconsciente verdadero difiere de este substratum vital o físico; es el Inconsciente que vibra en los lindes de la conciencia, enviando sus movimientos para que sean cambiados en materia consciente, devorando en sus profundidades impresiones de la experiencia pasada como semillas del hábito inconsciente y devolviéndolas constantemente pero a menudo caóticamente a la conciencia superficial, haciendo surgir mucha materia fútil o peligrosa, cuyo origen nos resulta oscuro, en sueños, en repeticiones mecánicas de toda clase, en irrastreables impulsos y motivaciones en perturbaciones y rebeliones mentales, vitales, físicas, en mudas necesidades automáticas de nuestras más oscuras partes de la naturaleza. Pero el yo subliminal no tiene este carácter subconsciente; está en plena posesión de una mente, una fuerza vital, un claro sentido sutil-físico de las cosas. Tiene las mismas capacidades de nuestro ser en vigilia, un sentido y percepción sutiles, una extendida memoria comprensiva y una intensiva inteligencia selectiva, una voluntad, una auto-conciencia; mas aunque de igual género, son más amplias, más evolucionadas, más soberanas. Y tiene otras capacidades que exceden a las de nuestra mente normal debido a un poder de conciencia directa del ser, ya sea actuando en sí o vuelto sobre su objeto, que arriba más rápidamente al conocimiento, más rápidamente a la efectividad de la voluntad, más profundamente a la comprensión y satisfacción del impulso. Nuestra mente superficial es difícilmente una mentalidad verdadera, de tal modo está envuelta, atada, impedida, y condicionada por el cuerpo y la vida corporal y las limitaciones del sistema nervioso y los órganos físicos. Pero el yo subliminal tiene una verdadera mentalidad superior a estas limitaciones; excede a la mente física y a los órganos físicos aunque es consciente de ellos y sus obras y es, ciertamente, en gran medida su causa o creadora. Es sólo subconsciente en el sentido de no traer todo o lo más de sí a la superficie;

trabaja siempre detrás del velo: es antes un intraconsciente o circunconsciente secreto que subconsciente; pues envuelve tanto como sostiene a la naturaleza externa. Esta descripción es, sin duda, la más cierta de las partes más profundas de lo subliminal; en otros estratos suyos, más próximos a nuestra superficie hay una acción más ignorante y aquellos que, penetrando en el interior, se detienen en las zonas de menor coherencia o en la tierra de nadie entre lo subliminal y lo superficial, pueden caer en gran engaño y confusión: mas eso también, aunque ignorante, no es de la naturaleza del subconsciente; la confusión de estas zonas intermedias no guarda afinidad con la Inconciencia. Podríamos decir entonces que hay tres elementos en la totalidad de nuestro ser: está el submental y el subconsciente que se nos presenta como si fuese inconsciente, comprendiendo la base material y una buena parte de nuestra vida y cuerpo; está el subliminal, que comprende al ser interior, tomado en su integridad de la mente interior, la vida interior, lo físico interior con el alma o entidad psíquica sosteniéndolos; está esta conciencia en vigilia que lo subliminal y lo subconsciente proyectan a la superficie, una ola de su ímpetu secreto. Pero ni siquiera esto es una adecuada relación de lo que somos; pues no sólo hay algo hondo dentro y detrás de nuestra auto-conciencia normal, sino también algo elevado, por encima de ella: eso también es nosotros, diferente de nuestra superficial personalidad mental, mas no fuera de nuestro yo verdadero; eso también es un sector de nuestro espíritu. Pues lo subliminal propio no es más que el ser interior en el nivel del Conocimiento-Ignorancia luminoso, potente y extendido ciertamente más allá de la pobre concepción de nuestra mente en vigilia, pero con todo no es el sentido supremo o total de nuestro ser, no es su misterio último. Tomamos conciencia, en cierta experiencia, de una extensión del ser superconsciente a todos estos tres, consciente también de algo, de una muy excelsa Realidad suprema que sostiene y trasciende a todos ellos, que la humanidad menciona vagamente como Espíritu, Dios o Sobrealma: de estas extensiones superconscientes tenemos visitas y en nuestro Ser supremo tendemos hacia ellas y hacia ese Espíritu supremo. Hay entonces en nuestra extensión total de la existencia una superconciencia como asimismo una subconciencia e inconciencia, sobrepasando y tal vez envolviendo nuestros yoes subliminales y en vigilia, desconocidos para nosotros, aparentemente inalcanzables e incomunicables. Pero con la extensión de nuestro conocimiento descubrimos qué es este espíritu o sobrealma: en última instancia es nuestro más excelso, más hondo y más vasto Yo, es patente en sus cimas o por reflejo en nosotros como Sachchidananda que crea a nosotros y al mundo mediante el poder de Su divino Conocimiento-Voluntad, espiritual supramental, verdad-consciente, infinito. Ese es el Ser real, el Señor y Creador, quien, como Yo Cósmico velado en la Mente, la Vida y la Materia, descendió en lo que llamamos el Inconsciente y constituye y dirige su existencia subliminal mediante la misma voluntad y conocimiento, ha proyectado de lo subliminal nuestra existencia superficial y mora secretamente en ella supervisando con la misma luz y dominio supremos sus vacilantes y anhelosos movimientos. Si lo subliminal y subconsciente puede compararse con un mar que proyecta las olas de nuestra superficial existencia mental, la superconciencia puede compararse con el éter que constituye, contiene, recubre, habita y determina los movimientos del mar y sus

olas. Es en este éter superior que estamos inherente e intrínsecamente conscientes de nuestro yo y espíritu, no como aquí abajo por reflejo en la mente silenciosa o por adquisición del conocimiento de un Ser oculto en nosotros; es a través de él, a través de ese éter de la superconciencia, que podemos pasar al estado supremo, al conocimiento, a la experiencia. De esta existencia superconsciente a través de la cual podemos arribar al estado supremo de nuestro Yo real, de nuestro Yo supremo, nosotros somos aún más ignorantes que del resto de nuestro ser; empero, es hacia su conocimiento que nuestro ser que emerge de la involución en la Inconsciencia pugna por evolucionar. Esta limitación a nuestra existencia superficial; esta inconciencia de nuestro yo supremo o de nuestro yo más recóndito, es nuestra primera y capital ignorancia. Existimos superficialmente mediante un devenir en el Tiempo; pero aquí nuevamente, de ese devenir en el Tiempo la mente superficial, que llamamos nosotros, es ignorante de todo el largo pasado y el largo futuro, sólo consciente de la pequeña vida que recuerda y no todo siquiera; pues mucho lo pierde la observación y otro tanto la memoria. Fácilmente creemos, -por la simple, compulsiva pero insuficiente razón de que no recordamos, no percibimos, no estamos informados de nada más, que llegamos a la existencia primero mediante nuestro nacimiento físico en esta vida y dejaremos de existir mediante la muerte de este cuerpo y el cese de esta breve actividad física. Pues mientras esto es cierto con respecto a nuestra mentalidad y vitalidad físicas, a nuestra envoltura corpórea, pues se constituyeron en nuestro nacimiento y se disuelven por la muerte, no es cierto en relación con nuestro real devenir en el Tiempo. Pues nuestro yo real en el cosmos es el Superconsciente que se convierte en el yo subliminal y lanza a este aparente yo superficial a representar la breve y limitada parte que tiene asignada entre el nacimiento y la muerte como una actual auto-formación viva y consciente del ser en la materia de un mundo de la Naturaleza inconsciente. El ser verdadero que somos no muere más por cese de la vida que el actor cuando termina una representación o el poeta cuando prodiga algo de sí en uno de sus poemas; nuestra personalidad mortal es sólo ese rol esa auto-expresión creadora. Si aceptamos o no la teoría de los muchos nacimientos de la misma alma o ser psíquico en varios cuerpos humanos en esta tierra, es cierto que nuestro devenir en el Tiempo se remonta muy atrás en el pasado y continúa lejos en el futuro. Pues ni lo superconsciente ni lo subliminal puede limitarse por unos pocos momentos del Tiempo: uno es eterno y el Tiempo es sólo una de sus modalidades; el otro, para lo subliminal, es un campo infinito de variada experiencia y la existencia misma del ser presupone todo su pasado e igualmente todo el futuro. Empero de este pasado que sólo explica nuestro ser actual, nuestra mente conoce, si es que puede llamarse conocimiento, solo esta real existencia física y sus recuerdos; del futuro que solo explica la tendencia constante de nuestro devenir, nada sabe. Tan fijos estamos en la experiencia de nuestra ignorancia que incluso insistimos en que uno puede conocerse sólo mediante sus vestigios y el otro no puede conocerse porque el futuro no existe todavía y el pasado no existe más; empero ambos están en nosotros, aquí, el pasado involucionado y activo, el futuro listo para evolucionar en la continuidad del espíritu secreto. Esta es otra limítadora y frustrante ignorancia.

Pero ni siquiera aquí termina la auto-ignorancia del hombre; pues no sólo él es ignorante de su Yo superconsciente, de su yo subliminal, de su yo subconsciente, es ignorante de este mundo en el que actualmente vive, que constantemente actúa en y a través de él y en el cual y por el cual él ha de actuar. Y el sello de esta ignorancia es esto que él lo considera como algo muy separado de él, como no-yo porque es diferente de su individual formaciónnatural y su ego. De igual manera también cuando confronta su Yo superconsciente, piensa de él primero como algo muy distinto de él, un Dios externo, incluso extracósmico; cuando confronta y toma conciencia de Su yo subliminal, al principio le parece una persona mayor u otra conciencia distinta de la suya propia que puede sostenerle y guiarle. Del mundo sólo contempla una pequeña burbuja espumosa, su vida y cuerpo, como él mismo. Pero cuando nos internamos en nuestra conciencia subliminal, la descubrimos extendiéndose hasta resultar proporcionada con su mundo; cuando entramos en nuestro Yo superconsciente, descubrimos que el mundo es sólo su manifestación y que todo en él es el Uno, todo en él es nuestro yo. Vemos que hay una Materia indivisible de la cual nuestro cuerpo es un nexo, una Vida indivisible de la cual nuestra vida es un remolino, una Mente indivisible de la cual nuestra mente es una estación de recepción, registro, formación o traducción y transmisión, un Espíritu indivisible del cual nuestra alma y ser individual son una porción o manifestación. Es el ego-sentido que se aferra a la división y en la que la ignorancia que somos superficialmente descubre su poder para mantener como propia prisión los sólidos aunque siempre permeables muros. El ego es el más formidable de los nudos que nos mantiene atados a la Ignorancia. Así como somos ignorantes de nuestra existencia en el Tiempo salvo la breve hora que recordamos; de igual manera somos ignorantes de nosotros mismos en el Espacio salvo el pequeño ámbito del que mental y sensorialmente somos conscientes, el cuerpo simple que se desplaza allí y la mente y la vida que están identificados con él, y consideramos al medio como un no-yo al que tenemos que tratar y usar; es esta identificación y esta concepción la que forma la vida del ego. El espacio de acuerdo con un criterio es sólo la coexistencia de las cosas o las almas; el Sankhya afirma la pluralidad de las almas y su existencia independiente, y su coexistencia es entonces sólo posible por la unidad de la fuerza-de-la-Naturaleza, su campo de experiencia, Prakriti: pero, incluso concediendo esto, la coexistencia está allí y al final es coexistencia en el Ser único. El espacio es la auto-conceptíva extensión de ese Ser único; es la única Existencia espiritual desplegando el campo del movimiento de su FuerzaConsciente en su propio yo como Espacio. Debido a que esa FuerzaConsciente se concentra en múltiples cuerpos, vidas, mentes y el alma los preside, por lo tanto nuestra mentalidad se concentra en este y considera esto como ella misma y todo el resto como no-yo, así como considera su vida única en la que se concentra por una ignorancia similar como su término total de la existencia segregado del pasado y del futuro. Empero no podemos realmente conocer nuestra mentalidad sin conocer la Mente única, nuestra propia vitalidad sin conocer la Vida única, nuestro propio cuerpo sin conocer la Materia única; pues no sólo su naturaleza está determinada por la naturaleza de eso, sino también por eso sus actividades son a cada instante determinadas e influidas.

Pero, con todo este mar del ser fluyendo en nosotros, no participamos en su conciencia sino que conocemos de él sólo en la medida en que podemos ser traídos a la superficie de nuestras mentes y coordinados allí. El mundo vive en nosotros, piensa en nosotros, se forma en nosotros; pero imaginamos que somos nosotros que vivimos, pensamos, devenimos separadamente por nosotros y para nosotros. Así como somos ignorantes de nuestra intemporalidad, de nuestro yo superconsciente, de nuestro yo subliminal y subconsciente, de igual manera somos ignorantes de nuestro yo universal. Este sólo hace que nuestro yo en la ignorancia esté pleno de impulso y pugne irresistible y eternamente, por la ley misma de su ser, hacia la realización de la auto-posesión y el auto-conocimiento. Una Ignorancia multilateral pugnando por devenir Omni-abarcante Conocimiento es la definición de la conciencia del ser humano mental, -o, considerándola desde otro lado-, podemos decir igualmente que es una limitada conciencia separativa de las cosas pugnando por convertirse en una conciencia integral y un Conocimiento integral.

Capítulo XII EL ORIGEN DE LA IGNORANCIA Mediante el poder de la Conciencia Brahman se expande; nace de esa Materia, y de la Materia, la Vida, y la Mente, y los mundos. Mundaka Upanishad El deseó: "Ojalá fuese Muchos". Se concentró en Tapas, por Tapas creó al mundo; creando, entró en él; entrando, devino el existente y la existencia-delmás-allá, devino el expresado y el inexpresado, devino el conocimiento y la ignorancia, devino la verdad y la falsedad: devino la verdad, e incluso cuanto aquí existe. Le llaman: "Esa Verdad". Taittiriya Upanishad El poder de la Conciencia es Brahman. Taittiriya Upanishad Resulta necesario y posible, tras tantas precisiones, considerar de cerca el problema de la Ignorancia desde el punto de vista de su origen pragmático, el proceso de la conciencia que lo trajo a la existencia. Es sobre la base de una integral Unidad como verdad de la existencia que hemos de considerar el problema y ver en qué medida son aplicables sobre esta base las diferentes soluciones posibles. ¿Cómo pudo esta múltiple ignorancia o este conocimiento estrictamente autolimitador y separativo surgir y entrar en acción o mantenerse en acción en un Ser absoluto que debe ser conciencia absoluta y, por lo tanto, no puede someterse a la ignorancia? ¿Cómo una división aparente se hace funcionar efectivamente y se mantiene su continuidad en el Indivisible? El Ser, integralmente uno, no puede ignorarse; y dado que todas las cosas son él mismo, modificaciones conscientes, determinaciones de su ser, no puede ignorar las cosas, su verdadera naturaleza, su verdadera acción. Mas aunque digamos que somos Eso, que el Jivatman o yo individual no es otro que el Paramatman, no otro que el Absoluto, con todo somos ignorantes de nosotros y de las cosas, de lo cual surge esta contradicción de que lo que en su meollo mismo debe ser incapaz de ignorancia, empero es capaz de ella, y se ha

sumido en ella por alguna voluntad de su ser o alguna necesidad o posibilidad de su naturaleza. No allanamos la dificultad si alegamos que la Mente, que es sede de la ignorancia, es una cosa de Maya, no-existente, no-Brahmán, y que Brahman, el Absoluto, la Existencia única, no puede, de manera alguna, entrar en contacto con la ignorancia de la mente que es parte del ser ilusorio, Asat, la no existencia. Este es un escape que no queda abierto para nosotros si admitimos una Unidad integral: pues entonces resulta evidente que, al efectuar tan radical distinción y al mismo tiempo anularla señalándola como ilusorio, usamos la magia o Maya del pensamiento y la palabra a fin de ocultamos ante el hecho de que dividimos y negamos la unidad del Brahmán, pues erigimos dos poderes opuestos, Brahmán incapaz de ilusión y la auto-ilusoria Maya, hacinándolos en una unidad imposible. Si Brahman es la existencia única, Maya no puede ser nada salvo un poder de Brahmán, una fuerza de su conciencia o un resultado de su ser; y si el Jivatman, uno con Brahmán, está sujeto a su Maya, el Brahman en él está sujeto a Maya. Pero esto no es posible intrínseca ni fundamentalmente: la sujeción sólo puede ser una sumisión de algo en la Naturaleza a una acción de la Naturaleza que es parte del movimiento consciente y libre del Espíritu en las cosas, un juego de su propia Omnisciencia auto-manifestante. La ignorancia debe ser parte del movimiento del uno, desarrollo de su conciencia adoptado a sabiendas, a la que no está forzosamente sujeta, usándola para su finalidad cósmica. No nos es dado libramos de la dificultad toda diciendo que el Jivatman y el Supremo no son Uno, sino eternamente diferentes, el uno sujeto a la ignorancia, el otro absoluto en el ser y la conciencia y por lo tanto en el conocimiento; pues esto contradice la suprema experiencia y la experiencia total que es la de la unidad en el ser, cualquiera que sea la diferencia existente en la acción de la Naturaleza. Resulta más fácil aceptar el hecho de la unidad en la diferencia que es tan evidente y penetrante en toda la construcción del universo y satisfacemos con la afirmación de que somos uno, aunque diferentes, uno en el ser esencial y, por lo tanto, en la naturaleza esencial, diferentes en la forma-anímica y, por lo tanto, en la naturaleza activa. Pero de ahí sólo afirmamos el hecho, dejando en pie la dificultad con el hecho sin resolver, de cómo lo que pertenece en la esencia de su ser a la unidad del Absoluto y debería por lo tanto ser uno con él y con todo en la conciencia, llega a estar dividido en su forma dinámica del yo, y su actividad, y sujeto a la Ignorancia. También ha de notarse que la afirmación no sería totalmente cierta, dado que para el Jivatman es posible entrar en la unidad con la naturaleza activa del Uno y no sólo en una esencial unidad estática podemos eludir la dificultad diciendo que más allá o por encima de la existencia y sus problemas está el Incognoscible, que está más allá o por encima de nuestra experiencia, y que la acción de Maya ya empezó en el Incognoscible antes que el mundo comenzase y por lo tanto resulta incognoscible e inexplicable en su causa y su origen. Esto sería una suerte de Agnosticismo idealista en contraposición al Agnosticismo materialista. Pero todo Agnosticismo está sujeto a esta objeción que no puede ser otra cosa que nuestro rechazo a conocer, un demasiado presto abarcar una aparente y actual restricción o constricción de la conciencia, un sentido de impotencia que puede permitirse a las limitaciones inmediatas de la mente pero no al Jivatman que es uno con el Supremo. El Supremo debe seguramente conocerse junto con la causa de la ignorancia, y por lo tanto el

Jivatman no tiene razón para desesperar de cualquier conocimiento o negar su capacidad de conocer al íntegro Supremo y la causa original de su propia ignorancia actual. El Incognoscible, si lo es, puede ser un estado supremo de Sachchidananda más allá de nuestras más excelsas concepciones de la existencia, la conciencia y la bienaventuranza; eso es lo que evidentemente significó el Asar; el No-Existente del Taittiriya Upanishad, que estaba solo en el inicio y de quien nació el existente, y posiblemente sea el sentido más recóndito del Nirvana del Buda: pues la disolución de nuestro actual estado mediante el Nirvana puede ser alcanzar algún estado supremo más allá de toda noción o experiencia del yo incluso, una inefable liberación de nuestro sentido de la existencia. O puede ser la bienaventuranza absoluta e incondicionada del Upanishad que está más allá de la expresión y más allá del entendimiento, porque sobrepasa todo lo que podemos concebir o describir como conciencia y existencia. Este es el sentido con que lo hemos aceptado; pues la aceptación nos compromete sólo a un rechazo a poner límite a la ascensión del Infinito. O, si no es esto, si es, algo muy diferente de la existencia, incluso de una existencia Incondicionada, debe ser el absoluto No-Ser del pensador nihilista. Pero de la Nada absoluta, nada deriva, ni siquiera nada meramente significó el Asat, el No-Existente del Taittiriya Upanishad, luta no es eso, entonces sólo puede ser una absoluta Potencialidad eternamente irrealizada, un enigmático cero del Infinito del que, en cualquier tiempo, pueden emerger las potencialidades relativas, pero sólo algunas logran en realidad emerger en la apariencia Fenoménica. De esta No-existencia puede surgir algo, y no hay posibilidad de decir qué o por qué; a todos los fines prácticos es una simiente del caos absoluto de la que por algún feliz -o más bien infeliz- accidente emergió allí el orden de un universo. O podemos decir que no hay orden real del universo; lo que tomamos por tal es un persistente hábito de los sentidos y la vida, y una Ficción de la mente, resultando inútil buscar una razón última de las cosas. De un caos absoluto puede nacer toda paradoja y absurdo, y el mundo es esa paradoja, una miseriosa suma de contrarios y enigmas, o, puede ser, en efecto, como algunos lo sintieron o pensaron, un inmenso error, un delirio monstruoso e infinito. De tal universo puede ser la fuente no una Conciencia y Conocimiento absolutos sino una Inconciencia e Ignorancia absolutas. Algo debe ser cierto en tal cosmos: algo debe haber nacido de la nada; la mente pensante puede ser solamente una enfermedad de una Fuerza impensante o una Materia inconsciente; el orden dominante, que suponemos sea la existencia de acuerdo con la verdad de las cosas, puede ser en realidad la ley mecánica de una auto-ignorancia eterna y no la auto-evolución de una suprema y autorectora Voluntad consciente; la existencia perpetua puede ser el fenómeno constante de un Nihil eterno. Todas las opiniones acerca de los orígenes de las cosas se tornan una fuerza igual dado que todas son igualmente válidas o sin valor; pues todo se torna igualmente posible donde no hay un seguro punto de partida ni una meta precisa de las revoluciones del devenir. Todas estas opiniones fueron sostenidas por la mente humana y en todas hubo provecho, aunque las consideremos errores; pues los errores son lícitos para la mente pues abren las puertas a la verdad, negativamente mediante la destrucción de errores contrarios, positivamente mediante la

preparación de un elemento en una nueva hipótesis constructiva. Mas llevado tan lejos, este criterio de las cosas conduce a la negación de todo el objetivo de la filosofía, que busca el conocimiento y no el caos, y que no puede cumplirse si la última palabra del conocimiento es el Incognoscible, sino sólo si es algo, para usar las palabras del Upanishad, que al ser conocido, llega a conocerse todo. El Incognoscible -no absolutamente incognoscible sino más allá del conocimiento mental -sólo puede ser un grado superior en la intensidad del ser de ese Algo, un grado más allá de la más sublime cima alcanzable por los seres mentales, y, si fuese conocido como él debe conocerse, ese descubrimiento no destruiría enteramente lo que nuestro supremo conocimiento hace posible sino que más bien lo llevaría hacia una realización superior y una mayor verdad de la ya obtenida mediante la auto-visión y la auto-experiencia. Es entonces este algo, un Absoluto que puede conocerse de tal modo que todas las verdades están en él y por él hallando allí su reconciliación, el que debemos descubrir como nuestro punto de partida y mantener como base constante de nuestro pensamiento y búsqueda y, mediante eso, hallar una solución del problema; pues es Eso sólo lo que puede llevar consigo una llave de las paradojas del universo. Este Algo, como lo reitera el Vedanta y lo hemos repetido nosotros desde el principio, es, en su naturaleza manifiesta, Sachchidananda, una trinidad de la existencia, de la conciencia y la bienaventuranza absolutas. Es desde esta prístina verdad de donde debemos partir en una aproximación al problema, y es entonces evidente que la solución debe hallarse en una acción de la conciencia manifestándose como conocimiento y, con todo, limitando ese conocimiento de modo tal que crea el fenómeno de la Ignorancia -y dado que la Ignorancia es un fenómeno de la acción dinámica de la Fuerza de la Conciencia, no un hecho esencial sino una creación, una consecuencia de esa acción, es este aspecto de la Fuerza de la Conciencia el que resultará fructífero considerar. La conciencia absoluta es, en su naturaleza, poder absoluto; la naturaleza de Chit es Shakti: ha creado el universo la Fuerza o Shaktí, concentrada y potencializada para la cognición o para la acción en un realizador poder efectivo y creador, el poder del ser consciente que mora en ella o hace aflorar, por el calor de su incubación (((Tapas significa literalmente calor, después cualquier género de poder, ascesis, austeridad de la fuerza consciente, que actúa sobre sí o su objeto. El mundo fue creado por Tapas en la forma, dice la antigua imagen, de un huevo; que al romperse por Tapas por el calor de Incubación de la fuerza consciente, emergió Purusha, Alma en la Naturaleza, como un pájaro del huevo. Puede observarse que la traducción común de la palabra tapasya en los libros ingleses, "penitencia", resulta engañosa - la idea de penitencia raramente compartió la austeridad practicada por los ascetas de la India. Tampoco fue la mortificación corporal la esencia de la más estricta y auto-aflictiva austeridad; el objetivo consistía más bien en sobrepasar el aferrarse de la naturaleza humana a la conciencia, o en una potencialización supernormal de la conciencia y la voluntad para lograr algún objeto espiritual o de otra índole))) la simiente y desarrollo de cuanto está dentro de él o, para usar el lenguaje apropiado a nuestras mentes, de todas sus verdades y potencialidades. Si examinamos nuestra propia conciencia, veremos que este poder de su energía aplicándose a su objeto es realmente la más positiva fuerza dinámica que tiene; por ella llega a todo su conocimiento,

su acción y su creación. Mas para nosotros hay dos objetos sobre los que el dinamismo interior puede actuar, nosotros, el mundo interior, y los demás, ya sean criaturas o cosas, el mundo externo que nos rodea. Para Sachchidananda esta distinción con sus consecuencias efectivas y operativas no se aplica de igual modo que para nosotros, porque todo es él y dentro de él y no hay tal división como la que efectuamos mediante las limitaciones de nuestra mente. En segundo lugar, en nosotros sólo una parte de la fuerza de nuestro ser se identifica con nuestra acción voluntaria, con nuestra voluntad comprometida en una actividad mental u otra, el resto es para nuestra superficial conciencia mental, involuntario en su acción o subconsciente o superconsciente, y de esta división también emerge una gran cantidad de importantes consecuencias prácticas: mas en Sachchidananda esta división y sus consecuencias tampoco se aplican, dado que todo es su yo único e indivisible y toda acción y resultado son movimientos de su voluntad única e indivisible, de su conciencia-Fuerza en operación dinámica. Tapas es la naturaleza de la acción de su conciencia como de la nuestra, pero es el Tapas integral de una conciencia integral en una Existencia indivisible. Pero aquí puede suscitarse una cuestión, dado que hay una pasividad en la Existencia y en la Naturaleza al igual que una actividad, un estado inmóvil al igual que una cinética, que es -el lugar y rol de esta Fuerza, este poder y su concentración con respecto a un estado donde no hay juego de energía, donde todo es inmóvil. En nosotros mismos habitualmente asociados nuestro Tapas, nuestra fuerza consciente, con la conciencia activa, con la energía en juego y el interno o externo acto y movimiento. Lo que es pasivo en nosotros no produce acción o produce solamente una acción involuntaria o mecánica y no lo asociamos con nuestra voluntad o fuerza consciente; empero, dado que también allí existe la posibilidad de acción o el emerger de una actividad automática, debe haber en ella al menos una fuerza consciente pasivamente responsiva o automática; o hay en ella un Tapas secretamente positivo o un Tapas negativo e inverso. También puede ser que haya allí una mayor fuerza consciente, poder o voluntad de nuestro ser desconocidos para nosotros, detrás de esta acción involuntaria -si no se trata de voluntad, al menos de una fuerza de alguna índole que inicia la acción o responde a los contactos, sugestiones y estimulaciones de la Energía universal. En la Naturaleza también sabemos que las cosas estables, inertes o pasivas se mantienen en su energía mediante un movimiento secreto e incesante, mediante una energía en acción que sostiene la inmovilidad aparente. Aquí también, entonces, todo se debe a la presencia de Shakti, a la acción de su poder de concentración, a su Tapas. Mas más allá de esto, más allá de este aspecto relativo del estado o cinética, descubrimos que tenemos el poder de arribar a lo que nos parece una absoluta pasividad o inmovilidad en la que la conciencia trabaja como energía que proyecta de sí conocimiento y actividad y de la que, por lo tanto, Tapas es el carácter, y una conciencia pasiva en la que la conciencia no actúa como energía, sino que sólo existe como estado y de la que, por lo tanto, la ausencia de Tapas o la fuerza en acción es el carácter. ¿Es real la aparente ausencia de Tapas en este estado, o existe tan efectiva distinción en Sachchidananda? Se afirma que existe: el estado dual de Brahmán, quiero-y creador, es ciertamente una de las más importantes y fructíferas distinciones de la filosofía de la India; además, es un hecho de la experiencia espiritual.

Observemos aquí, primero, que mediante esta pasividad en nosotros arribamos del conocimiento particular e interrumpido a uno mayor, a un conocimiento único y unificante; segundo, que si, en el estado de pasividad, nos abrimos enteramente a lo que está más allá, podemos tomar conciencia de un Poder que actúa sobre nosotros al que no sentimos como propio en el limitado sentido egoísta, sino como universal o trascendental, y que este Poder trabaja a través de nosotros para un mayor juego del conocimiento, un mayor juego de energía, acción y resultado, que también sentimos como si no fuese propio sino del Divino, de Sachchidananda, siendo nosotros únicamente su campo o canal. El resultado se produce en ambos casos porque nuestra conciencia individual se abstiene de una limitada acción ignorante y se abre al estado supremo o a la acción suprema. En lo último, la apertura más dinámica, hay poder y juego de conocimiento y acción, y eso es Tapas; pero en lo primero, en la conciencia estática, hay evidentemente un poder para el conocimiento y una concentración del conocimiento o al menos una concentración de la conciencia en la inmovilidad y una auto-realización, y eso también es Tapas. Por lo tanto parecería que Tapas, la concentración del poder de la conciencia, es el carácter tanto de la conciencia activa como pasiva de Brahmán, y que nuestra propia pasividad también tiene cierto carácter de invisible Tapas sostenedor o instrumentalizador. Es una concentración de energía de la conciencia que sostiene, mientras dura, toda creación, toda acción y cinética; pero es también una concentración del poder de la conciencia que sostiene interiormente o conforma todo estado, incluso la pasividad más inmóvil, incluso una quietud infinita o un silencio eterno. Empero puede decirse que éstas son, al fin, dos cosas diferentes, y esto queda demostrado por su diferencia de resultados opuestos; pues recurrir a la pasividad de Brahman conduce al cese de esta existencia y recurrir al Brahman activo conduce a su continuidad. Pero aquí también observemos que esta distinción surge por un movimiento del alma individual de un equilibrio a otro, del equilibrio de la conciencia-de-Brahmán en el mundo, donde es un fulcro para la acción universal, hasta o hacia el equilibrio de la conciencia-deBrahmán más allá del mundo, donde es un poder para el retiro de la energía de la acción universal. Es más, si la dispensación de la fuerza del ser en la accióndel-mundo se cumple mediante la energía de Tapas, es igualmente mediante la energía de Tapas que se cumple el retiro de esa fuerza del ser. La conciencia pasiva de Brahmán y su conciencia activa no son dos cosas diferentes, conflictivas e incompatibles; son la misma conciencia, la misma energía, en un extremo en estado de auto-reservación, en el otro puesta en movimiento de auto-entrega y auto-despliegue, como la quietud de un depósito y el curso de los canales que fluyen a él. De hecho, detrás de toda actividad hay y debe haber un poder pasivo del ser del cual surge, por el cual sostenida, que incluso, al fin lo vemos, la gobierna desde atrás sin ser totalmente identificado por ella en el sentido, al menos, de volcarse totalmente en la acción, sin resultado discernible. Tal auto-exhaustiva identificación es imposible; pues ninguna acción, por más vasta que sea, extingue el poder original del cual procede, sin dejar tras de sí nada en reserva. Cuando retornamos a nuestro ser consciente, cuando quedamos detrás de nuestra acción y apreciamos cómo se cumple, descubrimos que es todo nuestro ser el que respalda cualquier acto particular o

suma de actividades, pasivo en el resto de su integridad, activo en su limitada dispensación de energía; pero esa pasividad no es una inercia incapaz, es un equilibrio de la auto-reservada energía. Una verdad similar puede aplicarse aun más completamente al ser consciente del Infinito, cuyo poder, en el silencio del estado como en la creación, debe también ser infinito. Resulta indiferente por el momento indagar si la pasividad de la que todo emerge es absoluta o sólo relativa para la acción observable de la que se restringe. Basta notar que, aunque efectuamos la distinción para comodidad de nuestras mentes, no hay un Brahman pasivo y un Brahman activo, sino un sólo Brahmán, una Existencia que reserva Sus Tapas en lo que llamamos pasividad y Se brinda en lo que llamamos Su actividad. A los fines de la acción, estos son dos polos del ser único o poder doble necesario para la creación; la acción prosigue en su circuito desde la reservación y retorna a ella, presumiblemente, las energías que fueran derivadas, para lanzarse nuevamente en un nuevo circuito. La pasividad de Brahman es Tapas o concentración de Su ser que mora en Sí en una concentración auto-absorbida de Su energía inmóvil; la actividad es Tapas de Su ser liberando lo que retuvo de esa incubación en la movilidad y viajando en un millón de olas de acción, morando con todo en cada una como El viaja y liberando en ella las verdades y potencialidades del ser. Hay también una concentración de fuerza, pero una múltiple concentración, que nos parece una difusión. Pero en realidad no es difusión sino despliegue; Brahman no proyecta de Sí Su energía para que se pierda en algún irreal vacío exterior, sino que la mantiene trabajando dentro de Su ser, conservándola irrestricta e indisminuida en todo su continuo proceso de conversión y transmutación. La pasividad es una gran conservación de Shaktí, de Tapas sosteniendo una múltiple iniciación del movimiento y la transmutación en formas y sucesos; la actividad es una conservación de Shakti, de Tapas en el movimiento y la transmutación. Así como en nosotros, de igual modo en Brahman, ambos son relativos uno con otro, ambos simultáneamente coexisten, son un polo y otro en la acción de la Existencia única. Entonces la Realidad no es una eterna pasividad del Ser inmóvil ni una eterna actividad del Ser en movimiento, si es Eso una alternación en el tiempo entre estas dos cosas. Ni de hecho es la única verdad absoluta de la Realidad de Brahman; su oposición es sólo verdad de Eso en relación con las actividades de Su conciencia. Cuando percibimos Su despliegue de la energía consciente de Su ser en la acción universal, hablamos de Eso como del móvil Brahman activo; cuando percibimos Su simultánea reservación de la energía consciente de Su ser replegada ante la acción, hablamos de Eso como del inmóvil Brahmán pasivo -Saguna y Nirguna, Kshara y Akshara: de otro modo, los términos carecerían de significado; pues hay una sola realidad y no dos realidades independientes, una inmóvil, la otra móvil. Según el criterio ordinario de la evolución del alma en la acción, pravrtti, y su involución en la pasividad, nivrtti, se supone que en la acción el alma individual se torna ignorante, nesciente de su ser pasivo que se supone su verdadero ser, y en la pasividad deviene finalmente nesciente de su ser activo que se supone falso ser o sólo ser aparente. Pero esto se debe a que estos dos movimientos tienen lugar alternativamente para nosotros, como en nuestro sueño y vigilia; en la vigilia entramos en la nesciencia de nuestro estado de sueño, del sueño en la

nesciencia de nuestro ser en vigilia. Pero esto sucede porque sólo parte de nuestro ser cumple este movimiento alternativo y pensamos en nosotros falsamente como sólo esa existencia parcial; pero podemos descubrir mediante una más profunda experiencia psicológica que el ser mayor en nosotros es perfectamente consciente de todo lo que sucede incluso en lo que es para nuestro ser parcial y superficial un estado de inconciencia; no está limitado por el sueño ni por la vigilia. Así ocurre en nuestras relaciones con Brahman quien es nuestro ser real e integral. En la ignorancia nos identificamos con sólo una conciencia parcial, mental o espiritual mental en su naturaleza, que deviene nesciente de su yo del estado por movimiento; en esta parte de nosotros, cuando perdemos el movimiento, perdemos al mismo tiempo nuestra fijación en nuestro yo de la acción mediante el ingreso en la pasividad. Mediante una pasividad total la mente queda dormida o entra en trance o se libera en un silencio espiritual; pero aunque se trata de una liberación de la ignorancia del ser parcial en el fluir de su acción, se gana invistiendo una luminosa nesciencia de la Realidad dinámica o una luminosa separación de ella: el ser espiritualmental queda auto-absorbido en un silencioso estado esencial de la existencia y deviene incapaz de conciencia actividad o incompatible con toda actividad; esta liberación del silencio es un estado a través del cual el alma pasa en su viaje hacia el Absoluto. Pero hay una mayor realización de nuestro ser verdadero e integral en la que los lados dinámico y estático del yo se liberan y realizan en Eso que los sostiene y no está limitado por la acción ni por el silencio. Pues Brahman no pasa alternadamente de la pasividad a la actividad y de nuevo a la pasividad por cese de Su fuerza dinámica del ser. Si eso fuera realmente verdad sobre la Realidad integral, entonces, mientras el universo continuara, no habría Brahman pasivo en la existencia, todo sería acción, y, si nuestro universo se disolviera, no habría Brahman activo, todo sería cese e inmóvil quietud. Pero esto no es así, porque podemos tener conciencia de una pasividad eterna y de una auto-concentrada calma que penetra y sostiene toda la actividad cósmica y todo su múltiple movimiento concentrado –y esto no sería si, en la medida en que continuase cualquier actividad, la concentrada pasividad no existiese sosteniéndola y dentro de ella. El Brahman integral posee la pasividad y la actividad simultáneamente y no pasa alternadamente de una a la otra como de un sueño a un estado de vigilia: es sólo una actividad parcial en nosotros la que parece hacer esto, y al identificarnos con esa actividad parcial tenemos la apariencia de esta alternación de una nesciencia a otra nesciencia; pero nuestro ser verdadero e integral no está sujeto a estos opuestos y no necesita tener conciencia de su yo dinámico en orden a poseer su yo del silencio. Cuando liberamos el conocimiento y la liberación integral del alma y la libre naturaleza, de las incapacidades del ser restringido parcial e ignorante, también podemos poseer la pasividad y la actividad con una posesión simultánea, superamos ambos polos de la universalidad, sin estar limitados por estos poderes del Yo en su relación o no-relación con la Naturaleza. El Supremo, se afirmó en el Gita, supera tanto al yo inmóvil como al ser móvil; incluso puestos juntos no representan todo lo que es. Pues obviamente no queremos decir, cuando hablamos de su posesión de aquellas

simultáneamente, que es la suma de una pasividad y una actividad, un entero hecho de dos fracciones, pasivo con tres cuartos de sí, activo con un cuarto de su existencia. En ese caso, Brahman sería una suma de nesciencias, los pasivos tres cuartos no sólo indiferentes sino también por completo ignorantes de toda actividad que realiza, el activo un cuarto absolutamente inconsciente de la pasividad e incapaz de poseerla salvo mediante el cese de la acción. Incluso, la suma de Brahman importaría algo muy diferente a estas dos fracciones, algo alto, elevado, ignorante e irresponsable de todo lo que una mística Maya obstinadamente realiza al punto y rigurosamente se abstiene de realizar en las dos fracciones de su existencia: Pero resulta claro que Brahman, el Ser Supremo, debe tener conciencia de la pasividad y la actividad, y considerarlas no como su ser absoluto, sino como su opuesto, satisfaciendo mutuamente los términos de sus universalidades. No puede ser cierto que Brahmán, por una eterna pasividad, sea desconocedor, enteramente separado de sus propias actividades: libre, las contiene en sí, las sostiene con su eterno poder de calma, las inicia desde su eterno equilibrio de energía. Debe igualmente ser incierto que Brahmán en su actividad no es consciente o está separado de su pasividad; omnipresente, está allí sosteniendo la acción, la posee siempre en la raíz del movimiento y es eternamente calmo, sosegado, libre y bienaventurado en todo el espiral de sus energías. Ni en el silencio ni en la acción puede estar Inconsciente de su ser absoluto, pero conoce que todo lo que expresa a través de ellos toma su valor y poder del poder de esa existencia absoluta. Si eso nuestra experiencia lo figura de otro modo, es porque nos identificamos con un solo aspecto y por esa exclusividad fracasamos en abrimos a la Realidad integral. Necesariamente sigue un importante primer resultado, al que ya se llegó desde otros puntos de vista, en el sentido de que la Ignorancia no puede tener origen de su existencia o punto de partida de sus actividades divisoras en el Brahman absoluto ni en el Sachchidananda integral; pertenece únicamente a una acción parcial del ser con el que nos identificamos, así como en el cuerpo nos identificamos con esa conciencia parcial y superficial que alterna entre sueño y vigilia: es ciertamente esta identificación que hace a un lado todo el resto de la Realidad detrás de nosotros la causa constitutiva de la Ignorancia. Y si la Ignorancia no es un elemento o poder propio de la naturaleza absoluta del Brahman o de Su integridad, no puede haber Ignorancia original y prístina. Maya, si fuese un poder original de la conciencia del Eterno, no puede ser una ignorancia o de modo alguno afín a la naturaleza de la ignorancia, sino que debe ser un poder trascendente y universal del auto-conocimiento y el omniconocimiento; la ignorancia sólo puede intervenir como movimiento menor y subsiguiente, parcial y relativo. ¿Es entonces algo inherente a la multiplicidad de las almas? ¿Llega a ser inmediatamente que Brahman se ve en la multiplicidad, y esa multiplicidad consiste en una suma de almas, cada una en su naturaleza fraccional y dividida de todas las demás en la conciencia, incapaz de tomar conciencia de ellas excepto como cosas externas a ella, vinculadas a lo más por comunicación de cuerpo a cuerpo o de mente a mente, pero incapaces de unidad? Pero hemos visto que esto es sólo lo que parecemos ser en nuestro más superficial estrato de la conciencia, de la mente externa y lo físico; cuando retornamos a una acción más sutil, más honda y mayor de

nuestra conciencia, descubrimos los muros divisorios que se afinan y al fin no queda muro divisorio, no hay Ignorancia. El cuerpo es el signo externo y la base inferior de la aparente división que la Naturaleza, al sumergirse en la ignorancia y autonesciencia, toma en punto de partida para la recuperación de la unidad mediante el alma individual, unidad incluso en medio de las formas más exageradas de su conciencia múltiple. Los cuerpos no pueden comunicarse unos con otros salvo por medios externos y a través de un abismo de exterioridad; no pueden penetrarse salvo mediante la división del cuerpo penetrado o aprovechando alguna fisura de él, alguna división pre-existente; no pueden unirse salvo mediante una ruptura y devoramiento, una ingurgitación y absorción y, de esa manera, una asimilación, o a lo más, una fusión en la que ambas formas desaparecen. La mente también, cuando se identifica con el cuerpo, está obstaculizada por sus limitaciones; pero en sí es más sutil y dos mentes pueden penetrarse recíprocamente sin lesión ni división, pueden intercambiar su sustancia sin lesión mutua, de un modo puede pasar a ser una parte de la otra: empero la mente también tiene su propia forma que es separativa de ella de las otras mentes y apta para tomar su posición en esta separación. Cuando volvemos a la conciencia-anímica, los obstáculos hacia la unidad disminuyen y al final cesan de existir por completo. El alma puede, en su conciencia, identificarse con otras almas, puede obtenerlas y entrar en ellas y estar contenida por ellas; puede realizar su unidad con ellas; y esto puede tener lugar, no en un sueño incaracterístico e indistinguible, no en un Nirvana en el que todas las distinciones e individualidades del alma y la mente y el cuerpo están perdidas, sino en una vigilia perfecta que observa y toma nota de todas las distinciones pero las trasciende. Por lo tanto, la ignorancia y auto-limitadora división no son inherentes a Insuperables en la multiplicidad de las almas, no son la naturaleza misma de la multiplicidad de Brahman. Brahman, así como trasciende la pasividad y la actividad, de igual modo también trasciende la unidad y la multiplicidad. Es uno en sí mismo, pero no con una unidad auto-limitadora y exclusiva del poder de multiplicidad, tal como es la separada unidad del cuerpo y la mente; no es el entero matemático, uno, que es incapaz de contener el centenar y es, por lo tanto, menos que el centenar. Contiene el centenar, es uno en todo el centenar. Uno en él mismo, es uno en los muchos y los muchos son uno en él. En otras palabras, Brahmán en su unidad del espíritu es consciente de su multiplicidad de las almas y en la conciencia de sus múltiples almas es consciente de la unidad, de todas las almas. En cada alma, el Espíritu inmanente, el Señor en cada corazón, es consciente de su unidad. El jivatman iluminado por él, consciente de su unidad con el Uno, es también consciente de su unidad con los muchos. Nuestra conciencia superficial, identificada con el cuerpo y con la vida dividida y con la mente divisora, es ignorante; y con todo, eso también puede ser iluminado y hacerse consciente. La multiplicidad, entonces, no es la causa necesaria de la ignorancia. La ignorancia, tal como lo afirmamos ya, llega en una etapa posterior, como un movimiento posterior, cuando la mente se separa de su base espiritual y supramental, y culmina en esta vida terrena cuando la conciencia individual en

los muchos se identifica mediante la mente divisora con la forma, que es la única base segura de división. Pero ¿qué es la forma? Es, al menos como la vemos aquí, formación de energía concentrada, nexo de la fuerza de la conciencia en su movimiento, nexo mantenido en el ser mediante un constante remolino de acción; pero cualquiera que sea la verdad o realidad trascendentes que derive o exprese, no es en parte alguna de sí, en la manifestación, durable o eterna. No es eterna en su integridad, no lo es en sus átomos constitutivos; pues ellos pueden desintegrarse disolviendo el nudo de la energía en constante acción concentrada que es la única cosa que mantiene su aparente estabilidad. Es una concentración de Tapas en el movimiento de la fuerza en la forma que mantiene en el ser lo que establece la base física de la división. Mas todas las cosas en la actividad son, lo hemos visto, concentración de Tapas en el movimiento de fuerza sobre el objeto. El origen de la Ignorancia debe entonces buscarse en alguna auto-absorbida concentración de Tapas, de la FuerzaConsciente, en acción sobre un movimiento separado de la Fuerza; para nosotros esto toma la apariencia de la mente identificándose con el movimiento separado e identificándose también en el movimiento separadamente con cada una de las formas resultantes de ella. De esta manera construye un muro separatorio que encierra a la conciencia en cada forma de la conciencia de su propio yo total, de otra conciencia corporizada y del ser universal. Es aquí donde debemos buscar el secreto de la aparente ignorancia del ser mental corporizado al igual que la gran inconciencia aparente de la Naturaleza física. Hemos de preguntamos cuál es la naturaleza de esta absorbente, separadora y auto-olvidada concentración que es el oscuro milagro del universo.

Capítulo XIII LA EXCLUSIVA CONCENTRACION DE LA CONCIENCIA-FUERZA y LA IGNORANCIA Del encendido fuego de la Energía de la Conciencia nació la Verdad y la Ley de la Verdad; de eso nació la Noche, y de la Noche el fluyente océano del ser. Rig Veda

Dado que Brahman es la esencialidad de su ser universal, unidad y multiplicidad conscientes una de la otra y una en la otra, y dado que en su realidad es algo más allá del Uno y de los Muchos, conteniendo a ambos, consciente de ambos, la Ignorancia sólo puede aflorar como fenómeno subordinado mediante alguna concentración de la conciencia absorbida en un conocimiento parcial o acción parcial del ser, excluyendo el resto de su conciencia. Puede haber una concentración del Uno en sí con exclusión de los Muchos y de los Muchos en su propia acción con exclusión de la omniconciencia del Uno, o del ser individual en sí con exclusión del Uno y del resto de los Muchos que son entonces unidades separadas no incluidas en su conciencia directa. O puede haber o puede intervenir en cierto punto alguna regla general de concentración exclusiva, operativa en todas estas tres direcciones, una concentración de la separativa conciencia activa en un

movimiento separativo; pero esto tiene lugar no en el verdadero yo, sino en la fuerza del ser activo, en Prakriti. Esta hipótesis la adoptamos con preferencia sobre las demás, porque ninguna de las otras tomadas por sí se ajustará o encuadrará con todos los hechos de la existencia. El Brahman integral no puede ser en su integridad la fuente de la ignorancia, porque su integridad es, en su naturaleza misma, omni-conciencia. El Uno no puede, en su integral ser consciente, excluir a los Muchos de sí, porque "los Muchos entonces no existirían; a lo más, puede estar detrás, en algún sitio de su conciencia desde el juego cósmico, de modo de permitir un movimiento similar en el ser individual. Los Muchos en la integridad o en cada yo de los Muchos no pueden realmente ser ignorantes del Uno o de los otros, porque por los Muchos significamos el mismo Yo divino en todos, individualizado ciertamente, pero con todo uno en el ser consciente con todos en una simple universalidad y uno también con el Ser original y trascendente. La Ignorancia, por lo tanto, no es el carácter natural de la conciencia del alma, incluso del alma individual; es el producto de alguna particularizadora acción en la Fuerza-Consciente ejecutiva cuando es absorbida en sus obras y olvidada del yo y de la total realidad de la naturaleza. Esta acción no puede ser la del ser total o de la fuerza total del ser -pues el carácter de esa integridad es la conciencia total y no la conciencia parcial-, debe ser un movimiento superficial o parcial absorbido en una acción superficial o parcial de la conciencia y la energía, concentrada en su formación, que olvida todo lo demás no incluido en la formación y que no sea allí abiertamente operativo. La Ignorancia es el intencionado olvido de la Naturaleza del Yo y del Todo, dejándolos de lado, poniéndolos detrás de sí a fin de hacer por sí sola lo que ha de hacer en algún juego exterior de la existencia. En lo infinito del ser y su infinita conciencia, la concentración de la conciencia, Tapas, está siempre presente como poder inherente de la Conciencia-Fuerza: es un auto-contenido y auto-reunido morar de la Conciencia eterna en sí o sobre sí o sobre su objeto; pero el objeto es siempre, de alguna manera, el mismo, su propio ser o manifestación y movimiento de su ser. La concentración puede ser esencial; puede ser incluso una única inmanencia o entera absorción en la esencia de su propio ser, una luminosa o auto-olvidada auto-inmersión, O puede ser una simple consideración sobre un solo campo de su ser o movimiento, una concentración fija en un sólo centro o una absorción en una sola forma objetiva de su auto-existencia. Lo primero, lo esencial, es en un extremo el Silencio superconsciente y en el otro extremo la Inconciencia; lo segundo, lo integral, es la conciencia total de Sachchidananda, la concentración supramental; lo tercero, lo múltiple, es el método de la totalizadora o global conciencia sobremental; lo cuarto, lo separativo, es la naturaleza característica de la Ignorancia. La suprema integridad del Absoluto mantiene juntos todos estos estados o poderes de su conciencia como un simple ser indivisible contemplándose todo en la manifestación con una autovisión simultánea. La concentración en este sentido de morar auto-contenido en sí o sobre sí como objeto puede decirse entonces que pertenece a la naturaleza misma del ser consciente. Pues, aunque hay una infinita extensión de la conciencia y una

difusión de la conciencia, es una auto-mantenida y auto-contenida extensión o una auto-mantenida y auto-contenida difusión. Aunque pueda parecer una dispersión de sus energías, esa es en realidad una forma de distribución, y es sólo posible en un campo superficial porque es sostenida por una subyacente concentración auto-mantenida. Una exclusiva concentración sobre o en un simple sujeto u objeto o dominio del ser o del movimiento no es una negación o partida de la conciencia del Espíritu, es una forma de auto-reunión del poder de Tapas. Pero cuando la concentración es exclusiva, procura un respaldo tras ella del resto del auto-conocimiento. Puede estar consciente del resto todo el tiempo, pero con todo actúa como si no fuese consciente de ello; eso no sería un estado o acto de la Ignorancia: pero si la conciencia erige mediante concentración un muro de exclusión limitándose a un simple campo, dominio o habitación en el movimiento de modo que es consciente sólo de eso o consciente de todo el resto como fuera de sí, entonces tenemos un principio de conocimiento autolimitador que puede dar por resultado un conocimiento separativo y culminar en una positiva y efectiva ignorancia. Podemos tener una vislumbre de lo que esto significa, a cuánto se eleva en orden a la acción, cuando consideramos la naturaleza de la concentración exclusiva en el hombre mental, en nuestra propia conciencia. Primero, debemos notar que lo que significamos ordinariamente por el hombre no es su yo interior, sino sólo una suma de aparente movimiento continuo de la conciencia y energía en el pasado, presente y futuro a lo cual acordamos este nombre. Es esto que, en apariencia, hace todos los trabajos del hombre, piensa todos sus pensamientos, siente todas sus emociones. Esta energía es un movimiento de la Conciencia-Fuerza concentrada en una corriente temporal de obras internas y externas. Pero sabemos que detrás de esta corriente de energía hay todo un mar de la conciencia que está al tanto de la corriente, pero del cual la corriente no lo está; pues esta suma de energía superficial es una selección, un producto de todo el resto que es invisible. Ese mar es el yo subliminal, el ser superconsciente, el subconsciente, el intraconsciente y el circunconsciente, y manteniéndolos a todos juntos, el alma, la entidad psíquica. La corriente es el hombre natural, superficial. En este hombre superficial, Tapas, la fuerza dinámica de la conciencia del ser, está concentrado en la superficie en una cierta masa de obras superficiales; todo el resto de sí lo ha puesto detrás y puede estar vagamente consciente de ello allí en el noformulado detrás de su existencia consciente, pero no es consciente de ello en este superficial movimiento absorbido en el frente. No es precisamente, de ningún modo de ese detrás o en las profundidades, ignorante de sí en ningún sentido de la palabra, pero a los fines de su movimiento superficial y dentro de ese movimiento sólo se olvida de su yo real, de su YO mayor, por absorción, por exclusiva concentración sobre lo que está realizando superficialmente. Empero es el mar escondido (y no la corriente superficial) el que está realizando toda la acción: ese mar es la fuente de este movimiento, no la ola consciente que proyecta hacia arriba, cualquiera que sea la conciencia de la ola, absorta en su movimiento, viviendo en eso, viendo nada más que eso, el que puede pensar en eso. Y ese mar, ese yo real, el integral ser consciente, la integral fuerza del yo, no es ignorante; ni siquiera la ola es esencialmente ignorante -pues contiene dentro de si toda la conciencia que olvidó y, a no ser por eso, no actuaría ni duraría-, pero es auto-olvidadiza, absorbida en su propio

movimiento, demasiado absorta como para notar algo más que el movimiento mientras eso continúa preocupándola. Un limitado auto-olvido práctico, no una esencial, y obligatoria auto-ignorancia, es la naturaleza de esta exclusiva concentración que es con todo la raíz de lo que trabaja como la Ignorancia. De esa manera también vemos que el hombre, aunque corriente realmente indivisible de Tapas, de la energía consciente en el Tiempo, capaz de actuar en el presente sólo mediante la suma de su Fuerza pasada de trabajo, creando ya su futuro mediante su acción pasada y su acción presente, empero vive absorto en el momento presente, vive de momento a momento, y es, por lo tanto, en esta superficial acción de la conciencia, ignorante de su pasado, salvo en cuanto a esa pequeña parte de él que, en cualquier momento, puede recordarse mediante la memoria. Sin embargo, no vive en el pasado; lo que recuerda no es el pasado mismo, sino sólo el fantasma de él, una sombra conceptual de una realidad que para él ahora está muerta, no-existente, ya no en el ser. Pero todo esto es una acción de la ignorancia superficial, La verdadera conciencia interior no tiene conciencia de su pasado; lo mantiene allí, no necesariamente en la memoria sino en el ser, aun activo, vivo, listo con sus frutos, y de vez en cuando lo proyecta en la memoria o más concretamente en el resultado de la acción pasada o de las causas pasadas al superficial ser consciente -esa es ciertamente la explicación lógica de lo que se llama Karma. Está o puede estar consciente también del futuro, pues en algún lugar del ser interior hay un campo de cognición abierto al conocimiento futuro, un perspectiva al igual que retrospectivo sentido-Temporal, visión-Temporal, percepción-Temporal; algo vive en él indivisiblemente en los tres tiempos y contiene todas sus divisiones aparentes, mantiene listo el futuro para manifestarse dentro de él. Aquí, entonces, en este hábito de vivir en el presente, tenemos una segunda absorción, una segunda concentración exclusiva que complica y limita más aun al ser, pero simplifica el aparente curso de la acción relacionándola con el infinito curso total del Tiempo, pero con una definida sucesión de momentos. Por lo tanto, en su conciencia superficial el hombre es para sí, dinámicamente, prácticamente, el hombre del momento, no el hombre del pasado que fue una vez pero que ya no está más en la existencia, ni el hombre del futuro que aun no está en el ser; es por la memoria que se vincula con uno, por anticipación con el otro: un continuo ego-sentido corre a través de los tres tiempos, pero esto es una centralizadora construcción mental, no una existencia esencial y extendida que contenga lo que fue, es y será. Detrás de él hay una intuición del yo, pero esa es una identidad subyacente, no afectada por los cambios de su personalidad; en su formación superficial del ser no es eso sino lo que es en el momento. Empero, todo el tiempo esta existencia en el momento no es la verdad real o total de su ser, sino sólo una verdad práctica o pragmática para los fines del movimiento superficial de su vida y dentro de sus límites. Es una verdad, no una irrealidad, pero una verdad solamente en su parte positiva; en sus partes negativas es ignorancia, y esta ignorancia negativa limita y a menudo distorsiona incluso la verdad práctica, de modo que la vida consciente del hombre procede de acuerdo con una ignorancia, un conocimiento parcial, semi-cierto y semi-falso, no de acuerdo con la verdad real de él mismo de la que está olvidado. Con todo, debido a que su yo real es el verdadero

determinante y gobierna todo secretamente desde atrás, es después de todo un conocimiento detrás del cual determina el curso formado de su existencia; la ignorancia superficial erige un necesario contorno limitador y provee los factores por los que el color y giro externos para su actual vida humana y su momento actual son dados a la conciencia y su acción. Del mismo modo y por la misma razón el hombre se identifica solamente con el nombre y forma que usa en su actual existencia; ignora su pasado antes de nacer al igual que su futuro tras la muerte. Empero todo cuanto olvida está contenido, presente y efectivo, en la Omni-redentora conciencia integral dentro de él. Hay un uso pragmático menor de la concentración exclusiva sobre la superficie que puede también darnos una indicación a pesar de su carácter temporario. El hombre superficial que vive de momento a momento desempeña diversas partes en su vida actual y, mientras está ocupado con cada parte, es capaz de una concentración exclusiva, de una absorción en ella, por lo cual olvida el resto de sí mismo, lo pone detrás de sí por el momento, es hasta ese punto olvidadizo-de-sÍ. El hombre es por el momento el actor, el poeta, el soldado o cualquier otra cosa que pueda haber constituido y formado dentro por alguna peculiar y característica acción de su fuerza del ser, su Tapas, su pasada energía consciente y por la acción que desarrolla de ella. No sólo es apto para librarse a esta exclusiva concentración en una parte de sí pero su buen éxito en la acción depende en muy gran medida de la integridad con que pueda hacer a un lado el resto de sí y vivir sólo en su trabajo inmediato. Empero todo el tiempo podemos ver que es el hombre todo el que está realmente efectuando la acción y no meramente esta particular parte de él; lo que realiza, el modo en que lo realiza, los elementos que trae, el sello que imprime a su trabajo depende de su carácter todo, de su mente, información, genio, de todo lo que su pasado hizo para él -y no su pasado en esta vida solamente, sino en las otras vidas, y nuevamente no sólo su pasado, sino el pasado, el presente y el predestinado futuro de él y del mundo que le rodea son los determinantes de su trabajo. El actual actor, poeta o soldado en sí es sólo una determinación separativa de su Tapas; es su fuerza del ser organizada para un género particular de acción de su energía, un movimiento separativo de Tapas que es capaz, y esta capacidad no es debilidad, deficiencia, sino gran poder de la conciencia-de absorberse en esa obra particular del auto-olvido temporario del resto de sí, aunque ese resto esté presente todo el tiempo detrás de la conciencia y en el trabajo mismo, y esté activo o tenga su influencia en el modelación del trabajo. Este auto-olvido activo del hombre en su trabajo y el papel que desempeña, difiere del otro, del auto-olvido más hondo, en el que el muro separatorio es menos fenoménicamente completo y de ningún modo duradero; la mente puede disolver su concentración y apartarse de su trabajo en cualquier momento en pos de la conciencia del yo mayor del cual ésta era una acción parcial. El hombre superficial o aparente no puede retroceder a voluntad hacia el hombre real dentro de él; sólo puede hacerlo, hasta cierto punto, anormal o supernormalmente en excepcionales condiciones de su mentalidad o, más permanente y completamente, como el fruto de un largo y arduo auto-entrenamiento, auto-ahondamiento, auto-elevación, auto-expansión. Empero puede retroceder; por lo tanto, la diferencia es sólo fenoménica, noesencial; es, en esencia, en ambos casos, el mismo movimiento de concentración exclusiva, de absorción en un particular aspecto de sí, acción,

movimiento de fuerza, aunque con diferentes circunstancias y otra manera de trabajar. Este poder de exclusiva concentración no está confinado a la absorción en un particular carácter o tipo de trabajo del yo mayor de uno, sino que se extiende a un completo auto-olvido en la particular acción en la que se da el caso que por el momento se ocupa. El actor, en momento de gran intensidad olvida que es actor y se convierte en el personaje que interpreta en el teatro; no es que en realidad se piense Rama o Ravana, sino que se identifica entonces con la forma del personaje y la acción que el nombre representa y, de modo tan completo, que olvida al hombre real que lo representa. De igual manera el poeta se olvida de sí, del hombre, del trabajador, en su obra y por el momento es sólo la inspirada energía impersonal que se estructura en la formación de la palabra y el ritmo; se olvida de todo lo demás. El soldado se olvida de sí en la acción y se convierte en carga, furia y muerte. Del mismo modo el hombre vencido por la ira, se olvida de sí como comúnmente se dice, o como se ha expresado con mayor precisión, se enfurece: y estos términos expresan una verdad real que no es la verdad total del ser humano sino un hecho práctico de su energía consciente en acción. El se olvida de sí, olvida todo el resto de sí con sus otros impulsos y poderes de auto-restricción y auto-dirección, de modo que actúa simplemente como la energía de la pasión que le preocupa, deviene esa energía. Esto en la medida en que el auto-olvido puede encuadrar en la normal psicología humana activa; pues aquél debe retomar pronto a la más amplia conciencia auto-sapiente de la cual este autoolvido es sólo un movimiento temporario. Pero en la conciencia universal mayor debe haber un poder de llevar este movimiento a su punto absoluto, al máximo extremo posible de cualquier movimiento relativo por alcanzar, y este punto es alcanzado, no en la inconciencia humana que no es permanente y siempre se remonta al despierto ser consciente que el hombre es normal y característicamente, sino en la inconciencia de la Naturaleza material. Esta inconcíencia no es más real que la ignorancia de la concentración exclusiva en nuestro ser temporario que limita la humana conciencia en vigilia; pues tal como en nosotros, de igual modo en el átomo, el metal, la planta, en toda forma de la Naturaleza material, en una voluntad secreta, una inteligencia secreta que trabaja, distinta de la muda forma auto-olvidadiza, el Consciente, consciente incluso en las cosas inconscientes del Upanishad sin cuya presencia e informante fuerza-consciente o Tapas no se podría realizar ninguna obra de la Naturaleza. La que es inconsciente es Prakriti, la formal y motora acción de la energía absorta en el trabajo, identificada con él, hasta un punto tal que está atada a una suerte de trance o desvanecimiento de la concentración, incapaz de retroceder, mientras está prisionera en esa forma, a su yo real, al integral ser consciente y a la integral fuerza del ser consciente que ha puesto detrás de ella, de los cuales, en su trance estático de mero trabajo y energía llegó a olvidarse. Prakriti, la Fuerza ejecutiva, no toma conciencia de Purusha, del Ser Consciente; lo mantiene oculto dentro de ella y nuevamente toma conciencia sólo con el emerger de la conciencia de este desvanecimiento de la Inconciencia. Purusha ciertamente consiente en asumir la forma aparente de sí que Prakriti construye para él; parece convertirse en el Inconsciente, en el ser físico, en el ser vital, en

el ser mental: pero en todos estos sigue en realidad siendo él mismo; la luz del secreto Ser consciente sostiene e informa la acción del inconsciente o de la emergentemente consciente energía de la Naturaleza. La inconciencia es superficial como la ignorancia de la mente humana en vigilia o la inconciencia o subconciencia de su mente dormida, y dentro de eso está el Omni-consciente; es enteramente fenoménico, pero es el fenómeno completo. Es tan completo que es solo por un impulso de la conciencia evolutiva que emerge en otras formas menos aprisionadas por este método inconsciente de trabajo que puede regresar a si, recobrar en el animal una conciencia parcial, luego en el hombre, en su cima, alguna posibilidad de aproximarse a una primera y más completa iniciación, aunque aun superficial, de un trabajo verdaderamente consciente. Empero, como en el caso del hombre superficial y real donde hay también una incapacidad similar aunque menor, la diferencia es solo fenoménica. Esencialmente, en el orden universal de las cosas, la inconciencia de la Naturaleza material es la misma concentración exclusiva, la misma absorción en el trabajo y la energía que en la auto-limitación de la humana mente en vigilia, o la concentración de la mente auto-olvidada en su trabajo; es sólo esa auto-limitación llevada a su punto más distante de autoolvido que se convierte, no en una acción temporaria, sino en la ley de su acción. La nesciencia en la Naturaleza es la completa auto-ignorancia; este conocimiento parcial e ignorancia general del hombre es una parcial autoignorancia que marca en su orden evolutivo un retorno al auto-conocimiento: pero ambos son y toda ignorancia es, al ser examinados, una superficialmente exclusiva y auto-olvidada concentración de Tapas, de la energía consciente del ser en una particular línea o sección de su movimiento del cual es sólo consciente o del cual sólo parece serlo en la superficie. La ignorancia es efectiva dentro de los límites de ese movimiento y válida para su finalidad, pero fenoménica, parcial, superficial, no esencialmente real, ni integral. Hemos de usar necesariamente la palabra "real" en un sentido muy limitado y no en su sentido absoluto; pues la ignorancia es bastante real, pero no es la verdad total de nuestro ser y considerándola por sí incluso su verdad está mal representada ante nuestra conciencia exterior. En esa verdad verdadera de sí hay una Conciencia y Conocimiento involutivos que evolucionan hacia ella, pero es dinámicamente efectiva como Inconciencia e Ignorancia. Al ser esto naturaleza radical de la Ignorancia, una verdad práctica de una energía consciente fenoménica pero no realmente divisora, de una energía consciente limitadora y separativa absorbida en sus obras hasta el aparente olvido de su yo integral y real, podemos contestar las cuestiones que se suscitan sobre el por qué, el dónde y el cómo de este movimiento. La razón de la Ignorancia, su necesidad, se aclara bastante una vez que se aprecia que sin ella el objeto de la manifestación de nuestro mundo sería imposible, no podría realizarse para nada, o no se realizaría completamente, o no se cumpliría del modo que habría de hacerse y se hace. Cada lado de la múltiple Ignorancia tiene su justificación, que es sólo una parte de la única necesidad general. El hombre, viviendo en su ser intemporal, no podría haberse lanzado a la corriente del Tiempo con ese movimiento de sujeción al fluir suyo, de momento a momento, que es la naturaleza de su vida presente. Viviendo en su yo superconsciente o subliminal no podría haber estructurado del nexo de su

mentalidad individual las relaciones que ha de enredar y desenredar con el mundo a su alrededor, o ha de hacerlo de un modo radicalmente diferente. Viviendo en el yo universal y no en la egoísta conciencia separativa, no podría evolucionar esa acción separada, esa personalidad, esa perspectiva de sí como el único o el inicial centro y punto de referencia que es la contribución del ego-sentido a las obras-mundanas, El ha de investir la ignorancia temporal, psicológica, egoísta, a fin de protegerse contra la luz de la infinitud y grandeza de lo universal, para así desarrollar detrás de esta defensa su individualidad temporal en el cosmos. Ha de vivir como si lo fuese en esta única vida e investir la ignorancia de su pasado infinito y de su futuro: pues de lo contrario, si el pasado fuese actual para él, no podría estructurar sus actuales relaciones selectas con su medio del modo que se lo propone; su conocimiento sería demasiado grande para él, necesariamente alteraría todo el espíritu, equilibrio y forma de su acción. Ha de vivir en la mente absorbida por esta vida corporal y no en la supermente; pues de lo contrario todos estos muros protectores de la ignorancia creados por el poder limitador, divisor y diferenciador de la mente no se construirían y serían demasiado delgados y transparentes para sus fines. Esa finalidad para la cual es menester toda esta exclusiva concentración que llamamos Ignorancia, consiste en seguir el ciclo de auto-olvido y autodescubrimiento para cuyo deleite el espíritu secreto asume la Ignorancia en la Naturaleza. No es que toda la manifestación cósmica de otro modo se torne imposible; pues sería una manifestación muy distinta de aquella en la que vivimos; se restringiría a los mundos superiores de la Existencia divina o a un típico cosmos no-evolutivo donde cada ser viviría en la luz total de su propia ley natural, y esta manifestación inversa, este ciclo evolutivo, sería imposible. Lo que aquí es la meta sería allí la condición eterna; lo que aquí es una etapa sería allí el tipo perpetuo de existencia. Es para hallarse en los aparentes opuestos de su ser y su naturaleza que Sachchidananda desciende en la Nesciencia material e inviste su ignorancia fenoménica como máscara superficial en la que se oculta de su propia energía consciente, dejándola autoolvidada y absorbida en sus obras y formas. Es en esas formas que el alma que despierta lentamente ha de aceptar la acción fenoménica de una ignorancia que es realmente conocimiento que despierta progresivamente de la original nesciencia. Y es en las nuevas condiciones creadas por estos trabajos que ha de redescubrirse y transformar, mediante esa luz, la vida que de esa manera se afana por cumplir el propósito de su descenso en la Inconciencia. El objeto de este ciclo cósmico no es volver lo más pronto posible a los cielos donde son eternas la luz perfecta y la dicha, ni a la bienaventuranza supracósmica, ni repetir meramente una desatinada ronda por el insatisfactorio surco de la ignorancia que marcha en pos del conocimiento y nunca lo halla perfectamente -en ese caso la ignorancia sería un despropósito inexplicable del Omni-consciente o una dolorosa y desatinada Necesidad igualmente inexplicable-, pero realizar el Ananda del Yo en otras condiciones que las supracósmicas, en el ser cósmico, y hallar su cielo de dicha y luz incluso en las oposiciones ofrecidas por los términos de una corporizada existencia material, mediante lucha en pos de la dicha del auto-descubrimiento, parecería ser el objeto verdadero del nacimiento del alma en el cuerpo humano y de los afanes de la raza humana en la serie de sus ciclos. La Ignorancia es un término necesario, aunque muy subordinado, que el Conocimiento universal se ha

impuesto para tornar posible el movimiento -no de un despropósito o caída, sino un intencionado descenso, no una maldición, sino una oportunidad divina. Descubrir y corporizar el Omni-Deleite en un intenso resumen de su multiplicidad, alcanzar una posibilidad de la Existencia infinita que no podría alcanzarse en otras condiciones, crear de la Materia un templo de la Divinidad parecería ser la tarea impuesta al espíritu nacido en el universo material. La ignorancia, vemos, no está en el alma secreta, sino en la aparente Prakriti: ni pertenece a la totalidad de Prakriti -no puede pues Prakriti es la acción del Omni-consciente-, sino que surge en cierta evolución de su original integridad de luz y poder. ¿Dónde tiene lugar esa evolución, en qué principio del ser halla su oportunidad y punto de partida? No, ciertamente, en el ser infinito, en la conciencia infinita, en el deleite infinito que son los planos supremos de la existencia y de los cuales todo deriva o desciende en esta más oscura y ambigua manifestación. No puede tener lugar allí. Ni en la supermente; pues en la supermente la luz y el poder infinitos están siempre presentes incluso en las obras más finitas, y la conciencia de la unidad abarca la conciencia de la diversidad. Es en el plano de la mente que este receso de la real autoconciencia se torna posible. Pues la mente tiene ese poder del ser consciente que diferencia y sigue el curso de diferenciación con el sentido de diversidad prominente y característica y el sentido de unidad detrás de ella solamente, no característica, no la materia misma de sus obras. Si por alguna casualidad este sustentador sentido de la unidad no pudiera correrse hacia atrás --es poseído por la mente no según su propio derecho separado, sino porque tiene la supermente detrás de ella, porque refleja la luz de la supermente de la cual es un poder derivado y secundario--, si pudiera caer un velo entre la mente y la supermente, despejando la luz de la Verdad o dejándola pasar solo en sus rayos difusos, esparcidos, reflejados pero con distorsión y división, entonces intervendría el fenómeno de la Ignorancia. Tal velo existe, dice el Upanishad, constituido por la acción de la Mente misma: en la Sobremente es un disco dorado que oculta la faz de la Verdad supramental pero refleja su imagen; en la Mente se convierte en una cobertura más opaca y nebulosa-luminosa. Esa acción es la absorbida prospección de la Mente en la diversidad que es su movimiento característico y fuera de la suprema unidad que esa diversidad expresa, hasta que olvida por completo para recordarse y sostenerse por la unidad. Aun entonces la unidad la sostiene y hace posibles sus actividades, pero la absorbida Energía no tiene conciencia de su propio origen ni de su yo real y mayor. Dado que la Mente olvida aquello de lo cual deriva, debido a la absorción en los trabajos de la Energía Formativa, en tal medida se identifica con esa Energía hasta perder dominio de sí, hasta olvidarse por completo en un trance del trabajo que aun sostiene en su acción sonambúlica, pero del cual ya no tiene conciencia. Esta es la última etapa del descenso de la conciencia, un sueño abismal, un trance insondable de la conciencia que es la base profunda de la acción de la Naturaleza material. Debe recordarse, sin embargo, que cuando hablamos de un movimiento parcial de la Conciencia-Fuerza absorta en sus formas y acciones, en un campo limitado de sus obras, esto no implica ninguna división real de su integridad. El poder detrás del resto de sí tiene sólo el efecto de ocultar todo el resto de la frontal e inmediatamente activa energía en el limitado campo del movimiento,

mas no de excluirla del campo; de hecho la Fuerza integral está allí aunque velada por la Inconciencia, y en ella está esa Fuerza integral sostenida por el auto-ser integral que, a través de su energía frontal, efectúa todo el trabajo y habita todas las formas creadas por el movimiento. Ha de notarse también que, a fin de eliminar el velo de la Ignorancia, la Fuerza consciente del ser en nosotros utiliza una acción inversa de su poder de concentración exclusiva; aquieta el movimiento frontal de Prakriti en la conciencia individual y se concentra exclusivamente en el oculto ser interior -en el Yo o en el ser verdadero interior, psíquico o mental o vital, Purusha-, para descubrirlo. Pero cuando ha obrado de esa manera, no necesita quedarse en esta exclusividad opuesta; puede resumir su conciencia integral o una conciencia global que incluye tanto al ser de Purusha como la acción de Prakriti, el alma y sus instrumentos, el Yo y los dinamismos del Auto-Poder, atmasakti: puede entonces abarcar su manifestación con una conciencia mayor, libre de la anterior limitación, libre de los resultados del olvido del Espíritu inmanente de la Naturaleza. O puede aquietar toda la obra que ha manifestado, concentrarse en un nivel superior del Yo y la Naturaleza, elevar al ser hasta ella y hacer bajar los poderes del nivel superior para transformar la anterior manifestación: todo lo que se transforma de ese modo está aun incluido, pero como parte del dinamismo superior y sus valores superiores, en una nueva y mayor autocreación. Esto es lo que puede suceder cuando la Conciencia-Fuerza en nuestro ser decide elevar su evolución del nivel mental al supramental. En cada caso es Tapas que es efectivo, pero actúa de manera diferente de acuerdo con lo que hay que hacer, de acuerdo con el proceso predeterminado: el dinamismo el auto-despliegue del Infinito. Empero, aunque éste sea el mecanismo de la Ignorancia, puede preguntarse si no sigue siendo un misterio cómo el Omni-consciente podría, aunque en sólo una acción parcial de su energía consciente, arribar siquiera a esta ignorancia e inconciencia superficiales. Aunque eso fuese así, convendría fijar la acción exacta de este misterio, su naturaleza, sus límites, de modo que no nos sobrecojamos ante él ni nos apartemos de la real finalidad que cumple y la oportunidad que brinda. Pero el misterio es una ficción del intelecto divisor que, debido a que halla o crea una oposición lógica entre dos conceptos, piensa que hay una oposición real en los dos hechos observados y por lo tanto una imposibilidad de coexistencia y unidad entre ellos. Esta Ignorancia es, como lo hemos visto, realmente un poder del Conocimiento para limitarse, para concentrarse en el trabajo a mano, una exclusiva concentración en la práctica que no impide la plena existencia y trabajo de todo el ser consciente detrás, pero un trabajo en las condiciones escogidas y auto-impuestas a la naturaleza. Toda auto-limitación consciente es un poder para una finalidad especial, no una debilidad; toda concentración es una fuerza del ser consciente, no una debilidad; toda concentración es una fuerza del ser consciente, no una incapacidad. Es cierto que mientras la Supermente es capaz de una autoconcentración integral, comprehensiva, múltiple e infinita, ésta es divisora y limitada; es cierto que también crea perversos y parciales y, en esa medida, falsos o sólo semi-verdaderos valores de las cosas: pero hemos visto el objeto de la limitación y de esta parcialidad del conocimiento; y al ser admitido el objeto, ha de admitirse el poder para cumplirlo también en la fuerza absoluta del Ser absoluto. Este poder de auto-limitación para un trabajo particular, en

lugar de ser incompatible con la absoluta fuerza-consciente de ese Ser, es precisamente uno de los poderes que tendríamos que esperar que existan entre las múltiples energías del Infinito. El Absoluto no está realmente limitado al expresar en sí un cosmos de relaciones; es el juego natural de su ser absoluto, de su conciencia, fuerza y auto-deleite. El Infinito no está limitado por la construcción en sí de una serie infinita de interrelacionados fenómenos finitos; más bien ese es su auto-deleite. El Infinito no está limitado por su capacidad de multiplicidad que disfruta variadamente su propio ser más bien esa es parte de la descripción verdadera de una unidad infinita como opuesta a una unidad rigurosa, finita y conceptual. De igual modo también, la Ignorancia, considerada como poder de una concentración múltiplemente auto-absorbida y auto-limitadora del ser consciente, es una capacidad natural de variación en su conocimiento autoconsciente, uno de los posibles equilibrios de relación del Absoluto en su manifestación, del Infinito en su serie de obras infinitas, del Uno en su autodisfrute en los Muchos. El poder de auto-absorción para tomar conciencia del mundo que aun continúa, al mismo tiempo, en el ser, es un extremo de esta capacidad de la conciencia; el poder de absorción en las obras cósmicas para llegar a ignorar al yo que todo el tiempo lleva adelante estas obras, es el extremo opuesto. Mas ninguno limita realmente la integral existencia autoconsciente de Sachchidananda que es superior a estas aparentes oposiciones; incluso en su oposición ayudan a expresar y manifestar lo Inefable.

Capítulo XIV EL ORIGEN Y REMEDIO DE LA FALSEDAD, EL ERROR, LA EQUIVOCACION y EL MAL El Señor no acepta el pecado ni la virtud de nadie; porque el conocimiento está velado por la Ignorancia, los hombres mortales son engañados. Gita Ellos viven de acuerdo con una idea del yo distinta de la realidad; engañados, apegados, expresando una falsedad, - como si por un encantamiento vieran lo falso como verdadero. Maitri Upanishad Ellos viven y se mueven en la Ignorancia y dan vueltas y más vueltas, golpeados y tambaleantes, como ciegos guiados por un ciego. Mundaka Upanishad Aquél cuya inteligencia alcanzó la Unidad, se despoja del pecado y la virtud. Gita Quien ha hallado la bienaventuranza del Eterno ya no se aflige con el pensamiento: "¿Por qué no habré hecho el bien? ¿Por qué habré hecho el mal?" Quien conoce al yo, arranca de sí estas cosas. Taittiriya Upanishad Estos son los que tienen conciencia de la gran falsedad del mundo; crecen en la casa de la Verdad, son los fornidos e invencibles hijos de la Infinitud.

Rig Veda El primero y el supremo son la verdad; en el medio está la falsedad, pero de ambos lados la lleva la verdad y saca su ser de la verdad (((La verdad de la realidad física y la verdad de la realidad espiritual y superconsciente. Dentro de las intermedias realidades subjetiva y mental que están entre ellas, puede entrar la falsedad, pero toma verdad de arriba o verdad de abajo como sustancia con la que se construye y ambas presionan sobre ella para convertir sus erróneas construcciones en verdad vital y verdad espiritual.))). Brihadaranyaka Upanishad

Si la ignorancia es, en su naturaleza, un auto-limitador conocimiento que se olvida de la integral auto-conciencia y se confina a una exclusiva concentración en un simple campo o sobre una encubrida superficie del movimiento cósmico, según este criterio, ¿qué hemos de hacer con el problema que más agudamente preocupa a la mente humana cuando se vuelve hacia el misterio de su propia existencia y de la existencia cósmica, hacia el problema del mal? Un conocimiento limitado, sostenido por una secreta Omni-Sapiencia como instrumento para la estructuración dentro de las limitaciones necesarias de un restringido orden-mundial puede admitirse como proceso inteligible de la Conciencia y Energía universales; pero la necesidad de la falsedad y el error, la necesidad del error y el mal, o su utilidad en las obras de la omnipresente Realidad Divina, resulta menos fácilmente admisible. Y con todo, si esa Realidad es lo que hemos supuesto que es, ha de haber alguna necesidad para la aparición de estos fenómenos contrarios, alguna significación, alguna función que han de cumplir en la economía universal. Pues en el completo e inalienable auto-conocimiento del Brahman que es necesariamente Omniconocimiento, dado que todo esto que es el Brahman, tales fenómenos no pueden producirse como al azar, como accidente, como olvido o confusión involuntarios de la Conciencia-Fuerza del Omni-Sapiente en el cosmos ni como un feo contratiempo para el cual el Espíritu inmanente no estaba preparado y del cual es prisionero, que anda errante por un laberinto del que le resulta muy difícil escapar. Ni puede tratarse de un inexplicable misterio del ser original y eterno, del cual el divino Omni-Magistral es incapaz de hallar explicación para sí ni para nosotros. Debe haber detrás de eso una significación de la OmniSapiencia misma, un poder de la Omni-Conciencia que permite y usa para alguna función indispensable en las actuales obras de nuestra auto-experiencia y experiencia-del-mundo. Este aspecto de la existencia es menester examinarlo ahora más directamente, determinándolo en sus orígenes y límites de su realidad y de su lugar en la Naturaleza. Este problema puede ser asumido desde tres puntos de vista su relación con el Absoluto, la Realidad suprema, su origen y lugar en las obras cósmicas, su acción y punto de sostén en el ser individual. Es evidente que estos fenómenos contrarios no tiene raíz directa en la suprema Realidad misma, nada hay allí que tenga este carácter; son creaciones de la Ignorancia y la Inconciencia, no aspectos fundamentales ni primarios del Ser, no innatos de la Trascendencia o el poder infinito del Espíritu Cósmico. A veces se razona que así como la

Verdad y el Bien tiene sus absolutos, de igual modo la Falsedad y el Mal debe también tener sus absolutos, o, si no fuese así, entonces ambos deben pertenecer a la relatividad solamente; el Conocimiento y la Ignorancia, la Verdad y la Falsedad, el Bien y el Mal existen sólo en relación uno con otro y más allá de las dualidades aquí carecen de existencia. Pero ésta no es la verdad fundamental de la relación de estos opuestos; pues, en primer lugar, la Falsedad y el Mal son, a diferencia de la Verdad y el Bien, muy claramente, resultados de la Ignorancia y no pueden existir donde no haya Ignorancia: no pueden tener auto-existencia en el Ser Divino, no pueden ser elementos innatos de la Naturaleza Suprema. Entonces, si el limitado Conocimiento que es la naturaleza de la Ignorancia renuncia a sus limitaciones, si la Ignorancia desaparece en el Conocimiento, el mal y la falsedad ya no pueden durar más: pues ambos son frutos de la inconciencia y la conciencia equivocada y, si la verdadera o total conciencia está allí reemplazando a la Ignorancia, ya no tienen base alguna para su existencia. Por lo tanto no puede haber un absoluto de la falsedad, ni un absoluto del mal; estas cosas son un derivado del movimiento-del-mundo: las sombrías flores de la falsedad, el sufrimiento y el mal tienen su raíz en el negro suelo del Inconsciente. Por otra parte, no existe ese obstáculo intrínseco para el Absoluto de la Verdad y el Bien: la relatividad de la verdad y el error, del bien y el mal es un hecho de nuestra experiencia, pero de modo parecido es un derivado, no es un permanente factor innato de la existencia; pues es sólo cierto para las evaluaciones hechas por la conciencia humana, cierto sólo para nuestro conocimiento parcial y nuestra ignorancia parcial. La verdad es relativa para nosotros porque nuestro conocimiento está rodeado por la ignorancia. Nuestra visión exacta se detiene ante las apariencias externas que no son la verdad completa de las cosas y, si profundizamos más, las iluminaciones a que arribamos son barruntos o inferencias o intimaciones, no una visión de realidades indudables: nuestras conclusiones son parciales, especulativas o elaboradas, nuestra afirmación de ellas, que es la expresión de nuestro contacto indirecto con la realidad, tiene la naturaleza de representaciones o figuras, de imágenes-mundanas de las percepciones del pensamiento que son, ellas mismas, imágenes, no corporizaciones de la Verdad misma, ni directamente reales ni auténticas. Estas figuras o representaciones son imperfectas y opacas, y llevan consigo su sombra de nesciencia o error; pues parecen negar o excluir otras verdades e incluso la verdad que expresan no adquiere su pleno valor; no es Verdad corporizada, pura y desnuda, sino una figura recubierta -a menudo sólo resulta visible la cobertura. Pero esta característica no es aplicable a la verdad percibida por una acción directa de la conciencia o a la verdad del conocimiento por identidad; nuestra visión puede ser limitada pero, hasta donde se extiende, es auténtica, y la autenticidad es un primer paso hacia el absoluto: el error puede apegarse a una visión directa o idéntica de las cosas por acrecimiento mental, por una extensión equivocada o ilegítima o por la mala interpretación mental, pero no entra en la sustancia. Esta auténtica o idéntica visión o experiencia de las cosas es la verdadera naturaleza del conocimiento y es auto-existente dentro del ser, aunque interpretada en nuestras mentes por una secundaria formación que es inauténtica y derivada. La ignorancia en su origen no tiene esta auto-existencia ni esta autenticidad; existe por limitación, ausencia o

vacancia de conocimiento, error por una desviación de la verdad, falsedad por una distorsión de la verdad o su contradicción y negación. Pero no puede decirse lo mismo del conocimiento que en su naturaleza misma sólo existe por limitación, ausencia o vacatura de la ignorancia: ciertamente puede emerger en la mente humana parcialmente por un proceso de tal limitación o vacatura, por la ignorancia que se vuelca hacia el conocimiento; pero de hecho, surge por un nacimiento independiente de nuestras profundidades donde tiene existencia innata. Del bien y el mal pueden decirse que uno existe por verdadera conciencia, el otro sobrevive sólo por equivocada conciencia: si hay una verdadera conciencia neta, sólo puede existir el bien; ya no está mezclada con el mal o forma en su presencia. Los valores humanos del bien y el mal, como los de la verdad y el error, son en verdad inciertos y relativos: lo que se sostiene en un lugar o tiempo como verdad, en otro lugar y tiempo se sostiene como error; lo que se considera bien, en otro lugar y en otros tiempos se considera mal. También descubrimos lo que llamamos malos resultados en el bien, y buenos resultados en el mal. Mas este producto del bien produciendo mal se debe a la confusión y mezcla del conocimiento y la ignorancia, a la penetración de la verdadera conciencia por parte de la conciencia errónea, de modo que hay una ignorante o equivocada aplicación de nuestro bien, o se debe a la intervención de fuerzas aflictivas. En el caso opuesto del mal produciendo bien, el resultado más feliz y contradictorio se debe a la intervención de alguna conciencia y fuerza verdaderas que actúan detrás y a despecho de la errónea conciencia y la errónea voluntad o se debe a la intervencion de fuerzas rectificadoras. Esta relatividad, esta mezcla es una circunstancia de la mentalidad humana y de las obras de la Fuerza Cósmica en la vida humana; no se trata de la verdad fundamental de bien y mal. Podría objetarse que el mal físico, tal como el dolor y la mayor parte del sufrimiento corporal, depende del conocimiento y la ignorancia, de la conciencia correcta y errónea, inherencia a la Naturaleza física: pero, fundamentalmente, todo dolor y sufrimiento son resultado de una insuficiente conciencia-fuerza en el ser superficial que lo hace incapaz de tratar directamente con el yo y la Naturaleza o incapaz de asimilar y armonizarse con los contactos de la Energía universal; no existirían si en nosotros hubiese una presencia integral de la luminosa Conciencia y la Fuerza divina de un Ser integral. Por lo tanto, la relación de la verdad con la falsedad, del bien con el mal, no es una mutua dependencia, sino que está en la naturaleza de una contradicción como de la luz y la sombra; la sombra depende de la luz para su existencia, pero la luz no depende, para su existencia, de la sombra. La relación entre el Absoluto y estos contrarios de algunos de sus aspectos fundamentales no es que sean aspectos opuestos fundamentales del Absoluto; la falsedad y el mal carecen de fundamentalidad, de poder de infinitud o ser eterno, de auto-existencia incluso por latencia en el Auto-Existente, de autenticidad de inherencia original. Es sin duda un hecho que manifiesta a la vez verdad o bien, la concepción de la falsedad y el mal se torna una posibilidad; pues siempre que hay afirmación su negación se torna concebible. Así como la manifestación de la existencia, la conciencia y el deleite hizo concebible la manifestación de la no-existencia, la inconciencia y la insensibilidad y, por inconcebible, en un sentido inevitable,

pues todas las posibilidades pugnan hacia la concreción hasta que la alcanzan, de igual manera ocurre con estos contrarios de los aspectos de la Existencia Divina. Puede decirse sobre esto que estos opuestos, dado que deben ser percibibles inmediatamente por la manifestadora Conciencia en el umbral mismo de la manifestación, pueden asumir el rango de absolutos implícitos y son inseparables de toda existencia cósmica. Pero primero debe notarse que ellos resultan posibles sólo en la manifestación cósmica; no pueden preexistir en el ser intemporal, pues son incompatibles con la unidad y bienaventuranza que son su sustancia. En el cosmos tampoco puede llegar a ser salvo por limitación de la verdad y el bien dentro de formas parciales y relativas y por interrupción de la unidad de la existencia y la conciencia dentro de la conciencia separativa y el ser separativo. Pues donde hay unidad y reciprocidad completa de la conciencia-fuerza incluso en la multiplicidad y diversidad, allí la verdad del auto-conocimiento y mutuo conocimiento es automática y el error de la autoignorancia y mutua ignorancia es imposible. De igual modo también donde el error existe como un todo sobre una base de auto-consciente unidad, la falsedad no puede entrar y el mal es segregado por la exclusión de la conciencia errónea y la errónea voluntad y su dinamización de la falsedad y el error. Tan pronto entra la separación, estas cosas también pueden entrar: pero incluso esta simultaneidad no es inevitable, Si hay suficiente reciprocidad, incluso en la ausencia de un sentido activo de la unidad, y si los seres separados no transgreden o se desvían de sus normas de conocimiento limitado, la armonía y la verdad pueden aun ser soberanas y el mal no tiene puerta de acceso. No existe, por lo tanto, una auténtica cosmicidad inevitable de la falsedad y el mal así como no existe absoluto; son circunstancias o resultados que surgen sólo en cierta etapa cuando la separatividad culmina en la oposición y la ignorancia en una primitiva inconciencia del conocimiento y una resultante conciencia errónea y conocimiento erróneo con su contenido de errónea voluntad, erróneo sentimiento, errónea acción y errónea reacción. La cuestión es en qué coyuntura de la manifestación cósmica entran los opuestos; pues eso puede ser en alguna etapa de la creciente involución de la conciencia en la mente y vida separativas o tras el sumirse en la inconciencia. Esto se resuelve en la cuestión de si la falsedad, el error, la equivocación y el mal existen originalmente en los planos mental y vital y son innatos de la mente y la vida o son sólo propios de la manifestación material pues los inflige en la mente y la vida la oscuridad que surge de la Inconciencia. Puede también cuestionarse si, en caso de existir en la mente y vida suprafísicas, serían allí originales e inevitables; pues más bien pueden haber entrado como consecuencia o extensión suprafísica de la manifestación material. O, si eso resulta insostenible, puede ser que surgieran como capacitante afirmación suprafísica en la Mente y Vida universales, necesidad precedente para su aparición en esa manifestación a la que pertenecen más naturalmente como producto inevitable de la Inconciencia creadora. Durante largo tiempo la mente humana sostuvo como conocimiento tradicional que cuando trascendemos el plano material, se descubre que también estas cosas existen en los mundos de más allá de nosotros. En estos planos de la experiencia suprafísica hay poderes y formas de la mente y vida vitales que parecen fundamento prefísico de las discordantes, defectuosas o perversas

formas y poderes de la mente-vital y la fuerza-vital que hallamos en la existencia terrestre. Hay fuerzas, y la experiencia subliminal parece demostrar que hay seres suprafísicos corporizando aquellas fuerzas, que están apegados en su naturaleza-radical a la ignorancia, a la oscuridad de la conciencia, al mal uso de la fuerza, a la perversidad del deleite, a todas las causas y consecuencias de las cosas que llamamos mal. Estos poderes, seres, o fuerzas están en actividad como para imponer sus adversas construcciones sobre las criaturas terrestres; ávidas de mantener su reino en la manifestación, se oponen al incremento de la luz, la verdad y el bien y aun más; son antagonistas del progreso del alma para una conciencia divina y una existencia divina. Esta es la característica existencial que vemos figurada en la tradición del conflicto entre los Poderes de la Luz y la Oscuridad, del Bien y el Mal, de la Armonía cósmica y de la Anarquía cósmica, una tradición universal en el antiguo mito y en la religión y común a todos los sistemas del conocimiento oculto. La teoría de este conocimiento tradicional es perfectamente racional y verificable por la experiencia interior, y se impone si admitimos el ser suprafísico y no nos constreñimos a la aceptación del ser material como realidad única. Así como hay un Yo y Espíritu cósmicos que penetran y sostienen el universo y sus seres, de igual manera también hay una Fuerza cósmica que mueve todas las cosas, y de esta original Fuerza cósmica dependen muchas Fuerzas cósmicas actuantes, que son sus poderes o surgen como formas de su acción universal. Cualquier cosa que se formule en el universo tiene una Fuerza o Fuerzas que la sostienen, buscan realizarla o fomentarla, descubren su fundamento en su funcionamiento, su positividad en su acontecer; crecimiento y dominio, su auto-realización o su prolongación del ser en su victoria o sobrevivencia. Así como hay Poderes del Conocimiento o Fuerzas de la Luz, de igual manera hay Poderes de la Ignorancia y de las tenebrosas Fuerzas de la Oscuridad que trabajan para prolongar el reino de la Ignorancia y la Inconciencia. Así como hay Fuerzas de la Verdad, de igual manera hay fuerzas que viven por la Falsedad y la sostienen y trabajan en pos de su victoria; así como hay poderes cuya vida está íntimamente ligada a la existencia, la idea y el impulso del Bien de igual manera hay Fuerzas cuya vida está ligada a la existencia, la idea y el impulso del Mal. En esta verdad de lo cósmico Invisible que estaba simbolizada en la antigua creencia de una lucha entre los poderes de la Luz y la Oscuridad, del Bien y el Mal por la posesión del mundo y el gobierno de la vida humana; -este fue el significado de la compulsa entre los Dioses Védicos y sus oponentes, hijos de la Oscuridad y la División, figurados en una tradición posterior como Titán, Gigante y Demonio, Asura, Rakhasa, Pisacha; la misma tradición se halla en el Doble Principio Zoroastriano y la posterior oposición semítica de Dios y sus Ángeles por un lado y de Satán y sus huestes por el otro-, Personalidades y Poderes invisibles que atraen al hombre hacia la Luz, la Verdad y el Bien divinos o hacia la sujeción al principio no-divino de la Oscuridad, la Falsedad y el Mal. El pensamiento moderno no admite otras fuerzas invisibles que aquellas reveladas o elaboradas por la Ciencia; no cree que la Naturaleza sea capaz de crear otros seres que aquellos que nos rodean en el mundo físico: hombres, bestias, pájaros, reptiles, peces, insectos, gérmenes y animalillos. Pero si hay cósmicas e invisibles fuerzas físicas en su naturaleza que actúan sobre el

cuerpo de objetos inanimados, no hay razón válida de por qué no ha de haber cósmicas e invisibles fuerzas mentales y vitales en su naturaleza que actúen sobre su mente y su fuerza vital. Y si la Mente y la Vida, fuerzas impersonales, forman seres conscientes o usan personas para corporizarlas en formas físicas y en un mundo físico y pueden actuar sobre la Materia y a través de la Materia, no resulta imposible que en sus propios planos hayan de formar seres conscientes cuya sustancia más sutil sea invisible para nosotros o que hayan de ser capaces de actuar desde aquellos planos sobre seres de la Naturaleza física. Cualquiera que sea la realidad o mítica irrealidad que podamos adscribir a las tradicionales figuras de la creencia o experiencia pasadas humanas, serían entonces representaciones de cosas que son verdaderas en principio. En ese caso, la fuente primera del bien y el mal no estaría en la vida terrestre ni en la evolución de la Inconciencia, sino en la Vida misma su fuente sería suprafísica y se reflejaría aquí desde una mayor Naturaleza suprafísica. Es cierto que cuando nos sumimos muy profundamente en nosotros mismos lejos de la apariencia superficial, descubrimos que la mente, el corazón y el ser sensitivo del hombre se mueven mediante fuerzas que no están bajo su control y que pasan a ser instrumento en manos de Energías de carácter cósmico sin conocer el origen de sus acciones. Es retrotrayéndose de la superficie física dentro de su ser interior y conciencia subliminal que toma conciencia directamente de ellas y es capaz de conocer directamente y tratar su acción sobre él. Va tomando conciencia de intervenciones que procuran guiarlo en una dirección u otra, de sugestiones e impulsos que se disfrazaron de movimientos originales de su propia mente y contra los cuales tuvo que luchar. Puede advertir que no es una criatura consciente inexplicablemente producida, en un mundo inconsciente, desde una simiente de la Materia inconsciente y desplazándose en una oscura auto-ignorancia, sino un alma corporizada a través de cuya acción la Naturaleza cósmica procura realizarse, la razón viviente de un vasto debate entre una oscuridad de la Ignorancia de la cual emerge aquí, y una luz del Conocimiento que crece hacia arriba en pos de una terminación imprevista. Las Fuerzas que procuran moverlo, y entre ellas las Fuerzas del bien y el mal, se presentan como poderes de la Naturaleza universal; pero parecen pertenecer no sólo al universo físico, sino también a los planos de la Vida y la Mente más allá de él. Lo primero que podemos notar de importancia sobre el problema que nos preocupa es que estas Fuerzas en su acción parecen a menudo sobrepasar las medidas de la relatividad humana; son en mayor acción superhumanas, divinas, titánicas o demoníacas, pero pueden crear sus formaciones en él en grande o en pequeño, en su grandeza o en su pequeñez, pueden capturarlo y conducirlo por momentos o por períodos, pueden influir sus impulsos o sus actos o poseer su naturaleza toda. Si esa posesión tiene lugar, puede verse impulsado a un exceso de normal humanidad de bien o mal; el mal en especial toma formas chocantes para el principio de humana mesura, que trascienden los límites de la personalidad humana, y se aproximan a lo gigantesco, a lo excesivo, a lo inconmensurable. Puede entonces cuestionarse si no es un error negar carácter absoluto al mal; pues así como hay un impulso, una aspiración, un anhelo en el hombre hacia una verdad, bien y belleza absolutos, de igual modo estos movimientos -al igual que las trascendentes intensidades

alcanzables por el dolor y el sufrimiento- parecen indicar el intento de autorealización de un mal absoluto. Pero lo inconmensurable no es un signo de lo absoluto: pues lo absoluto no es en sí algo de magnitud; está más allá de la medida, no en el solo sentido de la vastedad, sino en la libertad de su ser esencial; puede manifestarse en lo infinitesimal al igual que en el infinito. Es cierto que cuando pasamos de lo mental a lo espiritual -y este es un pasaje hacia lo absoluto-, una sutil amplitud y una creciente intensidad de luz, de poder, de paz y de éxtasis marcan nuestra salida de nuestras limitaciones: pero esto es al principio sólo un signo de libertad, de altura, de universalidad, no de un absoluto interior de la auto-existencia que es la esencia de la materia. A este absoluto el dolor y el mal no lo pueden alcanzar, están ligados a la limitación y son derivados. Si el dolor se torna inconmensurable, se termina o concluye aquello en lo que se manifiesta, o cae en la insensibilidad o, en raras circunstancias, puede convertirse en éxtasis de Ananda. Si el mal deviniese único e inconmensurable, destruiría el mundo o destruiría lo que lo lleva y sostiene; atraería tanto las cosas como a sí mismo, por desintegración, a la no existencia. Sin duda los Poderes que sostienen la oscuridad y el mal tienden, por la magnitud de su auto-agrandamiento, a alcanzar una apariencia de infinitud, pero la inmensidad es todo lo que pueden alcanzar y no la infinitud; o, a lo más, son capaces de representar su elemento como una suerte de abismal infinito conmensurado con el Inconsciente, pero es un falso infinito. La autoexistencia, en esencia o por una eterna ingerencia al Auto-Existente, es la condición de lo absoluto: el error, la falsedad y el mal son poderes cósmicos, pero relativos en su naturaleza, no absolutos, dado que dependen para la existencia de la perversión o contradicción de sus opuestos y no son, como la verdad y el bien, absolutos auto-existentes, aspectos inherentes del Autoexistente supremo. Un segundo punto en cuestión emerge de la evidencia dada por la existencia suprafísica y prefísica de estos oscuros opuestos: pues eso sugiere que pueden, después de todo, ser originales principios cósmicos. Pero es de notar que su apariencia no se extiende más arriba que los inferiores planos-vitales suprafísicos; son "poderes del Príncipe del Aire", el aire es en el antiguo simbolismo el principio de la vida y por lo tanto de los mundos-medios en los que el principio vital es predominante y esencial. Los opuestos adversos no son, entonces, poderes prístinos del cosmos, sino creaciones de la Vida o de la Mente en la vida. Sus aspectos e influencias suprafísicas en la naturaleza terrena pueden explicarse por la coexistencia de los mundos de una descendente involución con mundos paralelos de una evolución ascendente, no precisamente creada por la existencia-terrestre, sino creada como un anexo para el orden-mundial descendente y un preparado sostén de las evolutivas formaciones terrestres; aquí puede aparecer el mal, no como inherente a toda la vida, sino como posibilidad y preformación que hace inevitable su formación en el emerger evolutivo de la conciencia desde el Inconsciente. Sin embargo esto puede ser, es como un producto de la Inconciencia que podemos observar y entender mejor el origen de la falsedad, del error, de la equivocación y del mal, pues es en el retorno de la inconciencia hacia la Conciencia que pueden verse tornando su formación y es allí que parecen ser normales e incluso inevitables.

El primer emerger del Inconsciente es la Materia, y en la Materia, y en la Materia parecería que la falsedad y el mal no pueden existir, porque ambos son creados por una conciencia superficial dividida e ignorante, y por sus reacciones. No existe tal activa organización superficial de la conciencia, ni tales reacciones en las fuerzas u objetos materiales: cualquiera que sea la secreta conciencia inmanente que pueda haber en ellos parece ser una sola, indiferenciada, muda; inertemente inherente e intrínseca a la Energía que constituye el objeto, efectiviza y mantiene la forma mediante la silente Idea oculta en ella, pero, de modo contrario, es auto-rapto bajo la forma de la energía que ha creado, íncomunicante e inexpresiva. Aunque se diferencia de acuerdo con la forma de la Materia en una correspondiente forma del auto-ser rupam rupam pratitupo babhuva, no hay organización psicológica ni sistema de acciones o reacciones conscientes. Es sólo mediante el contacto con los seres conscientes que los objetos materiales ejercen poderes o influencias que pueden llamarse buenas o malas: pero ese bien o mal está determinado por el sentido de ayuda o perjuicio por parte del ser con que se toma contacto, de beneficio o daño por parte de ellas; estos valores no pertenecen al objeto material sino a alguna Fuerza que lo usa o son creados por la conciencia que entra en contacto con él. El fuego calienta al hombre o lo incendia, pero todo depende de su uso involuntario o a sabiendas; una hierba medicinal cura o un veneno mata, mas el valor del bien y el mal se pone en acción a través de quien lo emplea: ha de notarse también que un veneno tanto puede curar como matar, una medicina mata o daña al igual que cura o beneficia. El mundo de la pura Materia es neutro, irresponsable; estos valores en los que persiste el ser humano no existen en la Naturaleza material: así como una Naturaleza superior trasciende la dualidad de bien y mal, de igual modo esta Naturaleza inferior cae debajo de ella. La cuestión puede empezar a asumir un aspecto diferente si vamos detrás del conocimiento físico y aceptamos las conclusiones de una indagación oculta, -pues aquí se nos dijo que hay influencias conscientes que se apegan a los objetos y estos pueden ser buenos o malos; pero también puede sostenerse que esto no afecta la neutralidad sino sólo en la medida en que es utilizada para el bien o para el mal: la dualidad del bien y el mal no es innata del principio material, está ausente del mundo de la Materia. La dualidad empieza con la vida consciente y emerge plenamente con el desarrollo mental en la vida; la mente vital, la mente del deseo y la sensación, es la creadora del sentido del mal y del hecho del mal. Es más, en la vida animal, el hecho del mal está allí, el mal del sufrimiento y el sentido del sufrimiento, el mal de la violencia y la crueldad, la lucha y la decepción, pero el sentido del mal moral está ausente; en la vida animal no hay dualidad de pecado o virtud, toda acción es neutra y permisible para la preservación de la vida y su mantenimiento y para la satisfacción de los instintos-vitales. Los valores sensorios del bien y el mal son inherentes a la forma del dolor y el placer, a la satisfacción vital y a la frustración vital, pero la idea mental, la respuesta moral de la mente a estos valores son una creación del ser humano. No se colige, como podría apresuradamente inferirse, que sean irrealidades, sólo construcciones mentales, y que el único modo verdadero de recibir las actividades de la Naturaleza sea una neutra indiferencia o una equitativa aceptación o, intelectualmente, una admisión de todo lo que pueda ella hacer como ley divina o natural en la que todo resulta imparcialmente admisible. Ese

es ciertamente un sólo lado de la verdad: hay una verdad infrarracional de la Vida y la Materia que es imparcial y neutra, y admite todas las cosas como hechos de la Naturaleza y útiles para la creación, preservación o destrucción de la vida, tres movimientos necesarios de la Energía universal que son conexamente indispensables y, cada cual en su sitio, de igual valor. Hay también una verdad de la desapegada razón que puede considerar todo lo así admitido por la Naturaleza como útil para sus procesos en la vida y la materia, y observar todo cuanto existe con inconmovida y neutra imparcialidad y aceptación; esta es una razón filosófica y científica que testimonia y procura entender pero considera fútiles las actividades de la Energía cósmica. Hay también una verdad suprarracional que se formula en la experiencia espiritual que puede observar el juego de la posibilidad universal, aceptar todo imparcialmente como características y consecuencias verdaderas y naturales de un mundo de ignorancia e inconciencia, o admitir todo con calma y compasión como parte de la obra divina, pero, mientras espera el despertar de una conciencia y conocimiento superiores como único escape de lo que se le presente como mal, está lista con la ayuda e intervención donde verdaderamente eso resulta útil y posible. Pero, no obstante, está también esta otra verdad media de la conciencia que nos despierta a los valores del bien y el mal, y a la apreciación de su necesidad e importancia; este despertar, cualquiera que sea la sanción o la validez de sus juicios particulares, es uno de los pasos indispensables en el proceso de la Naturaleza evolutiva. ¿Pero de dónde procede, entonces, este despertar? ¿Qué es lo que en el ser humano origina y da su poder y lugar al sentido del bien y el mal? Si consideramos solamente el proceso, podemos apreciar que es la mente vital quien efectúa la distinción. Su primera evaluación es sensoria e individual, todo cuanto es agradable, útil, beneficioso para el ego-vital es bueno, todo cuanto es desagradable, maligno, injurioso o destructivo es malo. Su evaluación siguiente es utilitaria y social: todo lo que se considera útil para la vida asociada, todo lo que reclama del individuo a fin de quedar en asociación y regular la asociación para el mejor mantenimiento, satisfacción, evolución, buen orden de la vida asociada y sus unidades, es bueno; todo cuanto tiene en la visión de la sociedad un efecto o tendencia contrarios es malo. Pero la mente pensante llega entonces con sus propias evaluaciones y pugna por descubrir una base intelectual, una idea de la ley o principio, racional o cósmico, una ley del Karma tal vez o un sistema ético fundado en la razón o en una base estética, emocional o hedonista. La religión trae consigo sus sanciones; hay una palabra o ley de Dios que prescribe la rectitud aunque la Naturaleza permita o estimule lo contrario --o tal vez la Verdad y la Rectitud son ellas mismas Dios y no hay otra Divinidad. Pero, detrás de toda esta convalidación práctica o racional del humano instinto ético, hay un sentimiento que es algo más profundo: todas estas normas son demasiado estrictas y rigurosas o complejas y confusas, inciertas, sujetas a la alteración por cambio o evolución mental o vital; empero se juzga que hay una más profunda verdad inmanente y algo dentro de nosotros que puede tener la intuición de esa verdad --en otras palabras, que la sanción real es interior, espiritual y psíquica. La relación tradicional de este testimonio interior es la conciencia, un poder de percepción en nosotros semi-mental, semi-intuitivo; pero esto es algo superficial, elaborado, inconfiable: hay ciertamente dentro de nosotros, aunque menos

fácilmente activo, más enmascarado por los elementos superficiales, un más profundo sentido espiritual, el discernimiento del alma, una innata luz dentro de nuestra naturaleza. ¿Cuál es entonces este testimonio espiritual o psíquico o cuál es para él el valor del sentido del bien y el mal? Puede sostenerse que el único uso del sentido del pecado y el mal es que el ser corporizado puede tomar conciencia de la naturaleza de este mundo de la inconciencia y la ignorancia, despertar al conocimiento de su mal y sufrimiento y a la naturaleza relativa de su bien y felicidad y apartarse de ello hacia lo que es absoluto. O su uso espiritual puede consistir en purificar la naturaleza mediante la persecución del bien y la negación del mal hasta que esté listo para percibir el bien supremo y apartarse del mundo en pos de Dios, o, como en la ética insistencia Budista, puede servir para preparar la disolución del ignorante ego-complejo y el escape de la personalidad y el sufrimiento. Pero también puede ser que este despertar sea una necesidad espiritual de la evolución misma, un paso hacia el crecimiento del ser desde la Ignorancia hasta la verdad de la unidad divina y la evolución de una conciencia divina y un ser divino. Pues mucho más que la mente o la vida que pueden volverse hacia el bien o el mal, está la personalidad anímica, el ser psíquico, que insiste en la distinción, aunque en un mayor sentido que el de mera diferencia moral. Es el alma en nosotros que se vuelve siempre hacia la Verdad, el Bien y la Belleza, porque es por estas cosas que crece de estatura: el resto, sus opuestos, son parte necesaria de la experiencia pero han de cubrirse con el crecimiento espiritual del ser. La fundamental entidad psíquica en nosotros tiene el deleite de la vida y toda la experiencia como parte de la progresiva manifestación del espíritu, mas el principio mismo de su deleite vital es reunir de todos los contactos y sucesos su divino sentido y esencia secretos, un uso y propósitos divinos de modo que, por experiencia, nuestra mente y vida crezcan de la Inconciencia hacia una conciencia y conocimiento integradores. Está allí para eso y persigue de una vida a otra su siempre creciente tendencia e insistencia hacia arriba; el crecimiento del alma es un crecimiento desde la oscuridad hacia la luz, desde la falsedad hacia la verdad, desde el sufrimiento hacia su Ananda supremo y universal. La percepción anímica del bien y el mal puede no coincidir con las normales artificiales de la mente, pero tiene un sentido más profundo, una segura discriminación de lo que apunta a la Luz superior y lo que apunta fuera de ella. Es verdad que así como la luz inferior está debajo del bien y el mal, de igual manera la luz espiritual superior está más allá del bien y el mal; mas esto no es en el sentido de admitir todas las cosas con una neutralidad imparcial o de obedecer igualmente los impulsos del bien y el mal, sino en el sentido de que interviene una ley superior del ser en la que ya no hay lugar ni utilidad para estos valores. Hay una auto-ley de la Verdad suprema que está por encima de todas las normas; hay un Bien supremo y universal, inherente, intrínseco, auto-existente, auto-consciente, auto-movido y determinado, infinitamente plástico con la pura plasticidad de la luminosa conciencia del supremo Infinito. Entonces, si el mal y la falsedad son productos naturales de la Inconciencia, resultados automáticos de la evolución vital y mental de ella en el proceso de la Ignorancia, hemos de ver cómo surgen, de qué dependen para su existencia y cuál es el remedio o escape. En el emerger superficial de la conciencia mental

y vital de la Inconciencia ha de hallarse el proceso por el cual estos fenómenos llegan a ser. Aquí también hay dos factores determinantes -y estos son la causa eficiente del emerger simultáneo de la falsedad y el mal. Primero, hay una conciencia subyacente y aun oculta y un poder del conocimiento inherente, y hay también un superyacente estrato de lo que podría llamarse indeterminada o mal-formada materia de la conciencia vital y física; a través de este oscuro y difícil medio la mentalidad que emerge tiene que forzar su camino e imponerse en él mediante un conocimiento elaborado y no ya inherente, pues esta materia está aun llena de nesciencia, pesadamente agobiada y envuelta con la inconciencia de la Materia. Luego, el emerger tiene lugar en una separada forma de la vida que ha de afirmarse contra un principio de inanimada inercia material y un constante tironeo de esa inercia material hacia la desintegración y recaída en la inanimada Inconciencia original. Esta separada forma-vital tiene también que afirmarse, sostenerse solo mediante un limitado principio de asociación, contra un mundo externo que es, si no hostil a su existencia, con todo lleno de peligros y sobre los que ha de imponerse, conquistar espaciovital, arribar a la expresión y propagación, si desea sobrevivir. El resultado de un emerger de la conciencia en estas condiciones es el crecimiento de un autoafirmante individuo, vital y físico, una construcción de la Naturaleza de la vida y la materia con un oculto individuo verdadero, psíquico o espiritual, detrás de ella, para el que la Naturaleza crea este medio eterno de expresión. En la medida en que crece la mentalidad, este individuo vital y material toma la forma más desarrollada de un constantemente auto-afirmante ego mental, vital y físico. Nuestra conciencia superficial y tipo de existencia, nuestro ser natural, ha desarrollado su carácter actual bajo la compulsión de estos dos hechos iniciales y básicos del emerger evolutivo. En su primera apariencia la conciencia tiene similitud de milagro, poder ajeno a la Materia que se manifiesta incontablemente en un mundo de Naturaleza inconsciente, y crece lentamente y con dificultad. El conocimiento es adquirido, creado de la nada, aprendido, incrementado, acumulado por una efímera criatura ignorante en la que, al nacer, está enteramente ausente o presente solamente, no como conocimiento, sino en la forma de heredada capacidad, propia de la etapa de desarrollo de esta ignorancia que aprende lentamente. Podría conjeturarse que la conciencia es sólo la Inconciencia original que registra mecánicamente los hechos de la existencia en las células cerebrales con un reflejo o respuesta en las células que automáticamente leen el registro y dictan su respuesta; el registro, reflejo y respuesta juntos constituyen lo que se presenta como conciencia. Pero esto evidentemente no es la verdad toda, pues podría tenerse en cuenta para la observación y la acción mecánica -aunque no resulta claro cómo un registro y respuesta inconscientes pueden tornarse observación consciente, sentido consciente de las cosas y sentido del YO-, mas no hace lo propio con la ideación, imaginación, especulación, el libre juego del intelecto con su material observado. La evolución de la conciencia y el conocimiento no pueden tenerse en cuenta a menos que haya ya una conciencia oculta en las cosas con sus inherentes e innatos poderes que emergen poco a poco. Además, los hechos de la vida animal y las operaciones mentales que emergen en la vida nos imponen la conclusión de que hay, en esta conciencia oculta, un Conocimiento o poder subyacente del conocimiento que llega a la superficie por la necesidad de los contactos-vitales con el medio.

El animal individual al estar en su primera auto-afirmación consciente ha de confiar en dos fuentes de conocimiento. Así como es nesciente y desamparado, una muy pequeña porción de uniformada conciencia superficial en un mundo desconocido para él, la secreta Fuerza-Consciente envía para él, a esta superficie, el mínimo de intuición necesaria para mantener su existencia y soportar las operaciones indispensables para la vida y la sobrevivencia. Esta intuición no es poseída por el animal, sino que lo posee y mueve; es algo que manifiesta de sí en el meollo de la sustancia vital y física de la conciencia bajo la presión de una necesidad y para la ocasión necesaria: pero al mismo tiempo un resultado superficial de esta intuición acumula y toma la forma de un instinto automático que trabaja en cualquier ocasión en que a ella se recurra; este instinto pertenece a la raza y es acordado al nacer a sus miembros individuales. La intuición cuando ocurre o recurre, es infalible; el instinto es automáticamente correcto como regla general, pero puede equivocarse, pues falla o yerra cuando la mente superficial o una mal desarrollada inteligencia interfiere o si el instinto continúa actuando mecánicamente cuando, debido a modificadas circunstancias, la necesidad o circunstancias apremiantes ya no existen. La segunda fuente del conocimiento es el contacto superficial con el mundo fuera del natural ser individual; este es el contacto que es la primera causa de una sensación y percepción-sensoria conscientes y, por ende, de inteligencia. Si no hubiese una conciencia subyacente, el contacto no crearía percepción ni reacción alguna; eso se debe a que el contacto estimula en un sentimiento y una respuesta superficial, lo subliminal del ser ya vitalizado por el principio-vital subconsciente y sus necesidades y búsquedas primeras, empezando a desarrollarse y formarse una conciencia superficial. Intrínsicamente, el emerger de una conciencia superficial por fuerza de los contactos vitales se debe al hecho de que tanto el sujeto como el objeto de la conciencia fuerza del contacto ya existe en una latencia subliminal: cuando el principio-vital está listo, suficientemente sensitivo en el sujeto, la receptora del contacto, esta conciencia subliminal, emerge en una respuesta al estímulo que empieza a constituir una mente vital, la mente del animal, y entonces, en el curso de la evolución, una inteligencia pensante. La conciencia secreta se traduce en la sensación y percepción superficiales, la fuerza secreta hace lo propio en el impulso superficial. Si esta subyacente conciencia subliminal pasase a la superficie se produciría un encuentro directo entre la conciencia del sujeto y el contenido del objeto y el resultado sería un conocimiento directo; pero esto no es posible, primero, debido al veto u obstrucción de la Inconciencia y, segundo, debido a que la intención evolutiva consiste en desarrollarse lentamente a través de una imperfecta pero creciente conciencia superficial. Por lo tanto, la secreta conciencia-fuerza ha de limitarse a traducirse imperfectamente en una vibración y operación superficiales, vitales y mentales y está forzada por la ausencia, receso o insuficiencia de la conciencia directa para desarrollar órganos e instintos para un conocimiento indirecto. Esta creación de un conocimiento e inteligencia externos tiene lugar en una ya preparada estructura consciente indeterminada que es la más primitiva formación sobre la superficie. Al principio, esta estructura es sólo una formación mínima de la conciencia con una vaga percepción sensoria y un impulso-de-respuesta; pero, en la medida

en que aparecen más organizadas formas de vida, esto crece en una mentevital y una inteligencia vital grandemente mecánicas y automáticas al principio y contraídas sólo a necesidades prácticas, deseos e impulsos. Toda esta actividad es, en su inicio, intuitiva e instintiva; la conciencia subyacente se traduce en el substratum superficial en movimientos automáticos de la materia consciente de la vida y el cuerpo: los movimientos corporales, cuando aparecen, están envueltos en estos automatismos, se producen como notación mental subordinada dentro de la predominante notación-sensoria vital. Pero lentamente la mente inicia su tarea de liberarse; aun trabaja para el instintovital, la necesidad-vital y el deseo-vital, pero emergen sus propias características propias: observación, invención, recursos, intención, ejecución de propósitos, mientras la sensación y el impulso les añaden emoción y aportan un más sutil y fino impulso y valor afectivos a la cruda reacción vital. La mente está todavía muy envuelta en la vida y sus supremas operaciones puramente mentales no quedan en evidencia; acepta un vasto fondo de instinto y vital intuición como sostén, y la inteligencia desarrollada, aunque creciendo siempre tal como surge la escala-vital animal, resulta una añadida superestructura. Cuando la inteligencia humana se suma a la base animal, esta base aun sigue presente y activa, pero cambiada en gran medida, sutilizada y elevada por la voluntad e intención conscientes; la vida automática del instinto y la intuición vital disminuyen y no pueden mantener su original proporción predominante para la auto-consciente inteligencia mental. La intuición se torna menos puramente intuitiva: aunque todavía hay una fuerte intuición vital, su carácter vital está oculto por la mentalización, y la intuición mental es con mayor frecuencia una mezcla, no el artículo puro, pues se le añade una aleación para tornada fluida y útil. En el animal la conciencia superficial también puede obstruir o alterar la intuición pero, debido a que su capacidad es menor, interfiere menos con la automática mecánica o instintiva acción de la Naturaleza: en el hombre mental, cuando la intuición surge a la superficie, es atrapada de inmediato antes que llegue y se traduce en términos de inteligencia-mental con una glosa o interpretación mental que se añaden ocultando el origen del conocimiento. El instinto es también privado de su carácter intuitivo al ser asumido y mentalizado, y mediante ese cambio se torna menos seguro, aunque más secundado, cuando no reemplazado, por el plástico poder de adaptación de las cosas y auto-adaptación propia de la inteligencia. El emerger de la mente en la vida trae un inmenso incremento del alcance y capacidad de la evolutiva conciencia-fuerza; pero también trae un inmenso incremento en el alcance y capacidad del error. Pues la mente evolutiva remolca constantemente al error como si fuese su sombra, una sombra que se desarrolla con el creciente cuerpo de la conciencia y el conocimiento. Si en la evolución la mente superficial estuviese siempre abierta a la acción de la intuición, no sería posible la intervención del error. Pues la intuición es un hilo de luz lanzado por la supermente secreta, y la consecuencia sería una verdad-conciencia que emerge, aunque limitada, pero segura en su acción. El instinto, si ha de formarse, seria plástico para la intuición y se adaptaría libremente al cambio evolutivo y al cambio de la circunstancia interior o

ambiental. La inteligencia, si ha de formarse, se supeditaría a la intuición y sería su expresión mental precisa; su brillantez tal vez se modularía para adaptarse a una acción disminuida que sirve como función y movimiento menores -no como ahora, que son mayores-, pero eso no sería excéntrico por desviación, por sus partes de oscuridad no se sumiría en lo falso o falible. Pero esto no podría ser, porque el aferrarse de la Inconciencia a la Materia, a la sustancia superficial, en la que la mente y la vida han de expresarse, torna a la conciencia superficial oscura e irresponsiva a la luz interior; está impelida aun más a abrigar este defecto, a sustituir cada vez más sus incompletas pero mejor captadas claridades por las incontables intimaciones interiores, porque un rápido desarrollo de la verdad-conciencia no es la intención de la Naturaleza. Pues el método escogido por ella es una evolución lenta y difícil de la Inconciencia que se desarrolla en la Ignorancia, y de la Ignorancia que se forma en un conocimiento mixto, modificado y parcial antes que pueda estar lista para la transformación en una verdad-conciencia y verdad-conocimiento superiores. Nuestra imperfecta inteligencia mental es una etapa necesaria de transición antes que puede ser posible esta transformación superior. En la práctica hay dos polos del ser consciente entre los cuales trabaja el proceso evolutivo, uno una nesciencia superficial que tiene que cambiar gradualmente en conocimiento, el otro una secreta Conciencia-Fuerza en la que está todo poder del conocimiento y que ha de manifestarse lentamente en la nesciencia. La nesciencia superficial plena de incomprehensión e inaprehensión puede cambiar en conocimiento porque la conciencia está allí envuelta en ella; si fuese intrínsecamente una entera ausencia de conciencia, el cambio sería imposible: pero aun funciona como inconciencia que procura ser consciente; al principio es una nesciencia compelida por la necesidad e impacto externo del sentimiento y respuesta, y luego una ignorancia que se afana por conocer. El medio usado es un contacto con el mundo y sus fuerzas y objetos que, como el restregar de la yesca, crea una chispa de conciencia; la respuesta desde el interior es esa chispa que brota, hacia la manifestación. Pero la nesciencia superficial, al recibir la respuesta desde una fuente subyacente del conocimiento, se somete y cambia en algo oscuro e incompleto; hay una imperfecta captación o falsa impresión de la intuición que responde al contacto: empero, mediante este proceso empieza una iniciación de respuesta responsíva, una primera acumulación de inveterado o habitual conocimiento instintivo, y sobre eso sigue primero una primitiva y luego desarrollada capacidad de conciencia receptiva, entendimiento, respuesta de acción, iniciación provisional de acción -una conciencia evolutiva que es semiconocimiento, semi-ignorancia. Todo lo desconocido se encuentra sobre la base de lo que es conocido; pero como este conocimiento es imperfecto, como recibe imperfectamente y responde imperfectamente a los contactos de las cosas, puede haber una falsa impresión de los nuevos contactos al igual que una falsa impresión o deformación de la respuesta intuitiva, una doble fuente de error. En estas condiciones resulta evidente que el Error es compañía necesaria, casi condición e instrumentación necesarias, paso o etapa indispensables en la lenta evolución en pos del conocimiento en una conciencia que empieza desde la nesciencia y trabaja en la materia de una nesciencia general. La conciencia

evolutiva ha de adquirir conocimiento por medios indirectos que ni siquiera dan certeza fragmentaria; pues al principio sólo hay una figura o signo, una imagen o vibración de carácter físico, creada por contacto con el objeto y una resultante sensación vital que ha de ser interpretada por la mente y el sentido, y devuelta en una correspondiente idea o figura mentales. Las cosas así experimentadas y mentalmente conocidas han de relacionarse juntas; las cosas desconocidas han de ser observadas, descubiertas, adaptadas a la ya adquirida suma de experiencia y conocimiento. A cada paso se presentan diferentes posibilidades de hecho, significación, juicio, interpretación, relación; algunas han de comprobarse y rechazarse, otras aceptarse y confirmarse: excluir el error es imposible sin limitar las posibilidades de adquisición de conocimiento. La observación es el primer instrumento de la mente, pero la observación misma es un complejo proceso abierto a cada paso a los errores de la ignorante conciencia observadora; la mala impresión del hecho por los sentidos y la mente-sensoria, la omisión, la selección y acoplamiento equivocados, los añadidos inconscientes efectuados por una impresión personal o una reacción personal, crean un cuadro compuesto falso o imperfecto; a estos errores se suman los errores de inferencia, juicio e interpretación de los hechos por la inteligencia: cuando ni siquiera los datos son seguros o perfectos, las conclusiones elaboradas sobre ellos deben también ser inseguras e imperfectas. La conciencia en su adquisición de conocimiento parte de lo conocido a lo desconocido; construye una estructura de experiencia adquirida, de recuerdos, impresiones y juicios, un compuesto plan mental de las cosas que pertenece a la naturaleza de una mutación y de una siempre modificable fijación. En la recepción del nuevo conocimiento, lo que llega para ser recibido es juzgado a la luz del conocimiento pasado y adaptado a la estructura; si no puede adaptarse apropiadamente, es acoplado de cualquier modo o rechazado: pero el conocimiento existente y sus estructuras o normas pueden no aplicarse al nuevo objeto o nuevo campo del conocimiento, la adaptación puede ser una mala adaptación o el rechazo puede ser una respuesta errónea. A la mala impresión o equivocada interpretación de los hechos, se añade mala aplicación del conocimiento, mala combinación, mala construcción, mala representación, una complicada maquinaria del error mental. En toda esta iluminada oscuridad de nuestras partes mentales trabaja una intuición secreta, un impulso-de laverdad que corrige o apremia a la inteligencia para que corrija lo que es erróneo, para que se afane en pos de un cuadro verdadero de las cosas y un verdadero conocimiento interpretativo. Pero la intuición misma está limitada en la mente humana por la mala impresión mental de sus intimaciones y es incapaz de actuar por sus propios fueros; pues si se tratase de intuición física, vital o mental, ha de presentarse a fin de ser recibida, no desnuda y pura, sino ataviada con una cobertura mental o enteramente envuelta en una amplia vestidura mental; disfrazada de ese modo, su naturaleza verdadera no puede reconocerse ni entenderse su relación con la mente y su oficio, y su modo de trabajar es ignorado por la apresurada y semiconsciente inteligencia humana. Hay intuiciones de realidad, de posibilidad, de la determinante verdad detrás de las cosas, pero la mente las confunde a todas una con otra. El carácter del conocimiento humano es una gran confusión de material semi-captado con el que se ensaya una construcción experimental, una representación o estructura

mental de la figura del yo y las cosas, rígidas y caóticas, semi-formadas y dispuestas medio al desaire, semi-verdaderas y semierróneas pero siempre imperfectas. El error en sí, sin embargo, no importaría para la falsedad; sería solo una imperfección de la verdad, una prueba, un ensayo de posibilidades: pues cuando no sabemos, han de admitirse posibilidades no probadas e inciertas y, aunque como resultado se construya una imperfecta o inapropiada estructura del pensamiento, con todo puede justificarse abriéndose al nuevo pensamiento en inesperadas direcciones y su disolución y reconstrucción o el descubrimiento de alguna verdad que ocultó podría aumentar nuestra cognición o nuestra experiencia. A pesar de la mezcla creada, el crecimiento de la conciencia, la inteligencia y la razón podrían arribar, a través de esta verdad mixta, a un más clara y verdadera figura del auto-conocimiento y el conocimiento-del-mundo. La obstrucción de la inconciencia original y envolvente disminuiría, y una creciente conciencia mental alcanzaría claridad y totalidad que capacitaría a los ocultos poderes del conocimiento directo y el proceso intuitivo para emerger, utilizaría los preparados e iluminados instrumentos y haría de la inteligencia-mental su verdadero agente y constructor-de-la-verdad en la superficie evolutiva. Pero aquí interviene la segunda condición o factor de la evolución; pues esta búsqueda del conocimiento no es un impersonal proceso mental impedido sólo por las limitaciones generales de la inteligencia-mental: el ego está allí, el ego físico, el ego vital inclinado, no al auto-conocimiento y al descubrimiento de la verdad de las cosas y la verdad de la vida, sino a la auto-afirmación vital; un ego mental está allí también inclinado a su propia auto-afirmación personal y utilizado y dirigido en gran medida por el impulso vital en pro de su deseo-vital y propósito-vital. Pues en la medida en que la mente se desarrolla, también desarrolla una individualidad mental con un impulso personal de la tendenciamental, un temperamento mental, una formación mental propia. Esta superficial individualidad mental es egocéntrica: mira el mundo, las cosas y los sucesos desde su propio punto de vista y los ve no como ellos son sino como la afectan: al observar las cosas les da el giro apropiado a su tendencia y temperamento, elige o rechaza, ordena la verdad de acuerdo con su preferencia y conveniencia mentales: la observación, el juicio, la razón, todos están determinados o afectados por esta personalidad mental y asimilados a las necesidades de la individualidad y el ego. Aunque el alma tiende principalmente a una pura impersonalidad de la verdad y la razón, le resulta imposible una pura impersonalidad; hasta el más entrenado, estricto y vigilante intelecto falla al observar las vueltas y giros que da a la verdad en la recepción del hecho e idea y en la construcción de su conocimiento mental. Aquí tenemos una casi inextinguible fuente de distorsión de la verdad, una causa de falsificación, una voluntad inconsciente o semi-consciente para el error, una aceptación de ideas o hechos no por una más clara percepción de lo verdadero y lo falso, sino por preferencia, por adaptabilidad personal, por elección temperamental, por prejuicio. He aquí un magnífico semillero para el crecimiento de la falsedad o una puerta o muchas puertas a través de las cuales aquélla puede entrar a hurtadillas o mediante una usurpadora pero

aceptable violencia. La verdad también puede entrar y sentar sus reales, no por sus propios fueros, sino por complacencia mental. Según los términos de la psicología Sankhya podemos distinguir tres tipos de individualidad mental -la que es gobernada por el principio de la oscuridad y la inercia, la primogénita de la Inconciencia, la tamásica; la que es gobernada por una fuerza de la pasión y la actividad, cinética, rajásica; la que se echa en el molde del principio sáttwico de -la luz, la armonía y el equilibrio. La inteligencia tamásica tiene su sede en la mente física: es inerte para con las ideas -excepto para con aquéllas que recibe inertemente, ciegamente, pasivamente desde una reconocida fuente o autoridad--, oscura en su recepción, con reluctancia a agrandarse, recalcitrante al nuevo estímulo, conservadora e inmóvil; se apega a su recibida estructura del conocimiento y su poder único es reiterativa practicidad, pero es un poder limitado por lo acostumbrado, lo obvio, lo establecido y familiar y ya seguro; descarta todo lo que es nuevo y pueda perturbarla. La inteligencia rajásica tiene su sede principal en la mente vital y es de dos clases: una clase está a la defensiva ante la violencia y pasión, afirmativa de su individualidad mental y de cuanto está de acuerdo con ella, preferida por su volución, adaptada en su observación, pero agresiva para con todo cuanto es contrario a su egoestructura mental o inaceptable para su intelectualidad personal; la otra clase es entusiasta en cuanto a las cosas nuevas, apasionada, insistente, impetuosa, a menudo móvil más allá de la medida, inconstante y siempre inquieta, gobernada en su idea no por la verdad y la luz sino por el entusiasmo de la batalla intelectual, el movimiento y la aventura. La inteligencia sáttwica, está ávida de conocimiento, tan abierto a él como puede estarlo, cuidadosa en su consideración, verificación y equilibrio, en el ajuste y adaptación de su criterio de cuanto se confirme como verdad, recibiendo todo cuanto pueda asimilar, experta en la elaboración de la verdad dentro de una armoniosa estructura intelectual: pero, debido a que su luz es limitada, como debe estarlo toda luz mental, es incapaz de ampliarse de modo tal que pueda recibir por igual toda la verdad y todo el conocimiento; tiene un ego mental, incluso uno iluminado, y está determinada por él en su observación, juicio, razonamiento, elección mental y preferencia. En la mayoría de los hombres hay predominancia de una de estas cualidades pero también una mezcla; la misma mente puede ser abierta, plástica y armónica en una dirección, cinética y vital, apresurada y prejuiciosa y desequilibrada en otro, e incluso en otra, oscura e irreceptiva. Esta limitación por parte de la personalidad, esta defensa de la personalidad y rechazo a recibir lo que resulta inasimilable, es necesario para el ser individual pues en su evolución, en la etapa alcanzada, tiene cierta auto-expresión, cierto tipo de experiencia y uso de la experiencia que debe gobernar la naturaleza, al menos para la mente y la vida; esa es, por el momento, su ley del ser, su dharma, Esta limitación de la conciencia-mental debe ser la regla de nuestra naturaleza en la medida en que el individuo no ha alcanzado universalidad, y aun no se prepara para la trascendencia mental. Pero es evidente que esta condición es inevitablemente fuente de error y en cualquier momento puede ser la causa de una falsificación del conocimiento, una predisposición a dar por aceptado, el conocimiento erróneo como si fuese verdadero.

Esto en el campo de la cognición, pero la misma ley se aplica a la voluntad y la acción. De la ignorancia se crea una conciencia errónea que da una errónea reacción dinámica al contacto de personas, cosas, sucesos; la conciencia superficial desarrolla el hábito de ignorar, interpretar equivocadamente o rechazar las sugestiones para la acción o contra la acción que llega de la secreta conciencia recóndita, de la entidad psíquica; en cambio responde a las no iluminadas sugestiones mentales y vitales, o actúa de acuerdo con las demandas e impulsos del ego vital. Aquí la segunda de las condiciones primarias de la evolución, la ley de un separado ser-vital afirmándose en un mundo que para él es uno no-yo, descuella y asume inmensa importancia. Es aquí donde la superficial personalidad vital o yo vital afirma su dominio, y este dominio del ignorante ser vital es una principal fuente activa de discordia y desarmonía, causa de vitales perturbaciones internas y externas, cauce principal de las malas acciones y el mal. El elemento natural vital en nosotros, en la medida en que está incontrolado o no preparado o retiene su primitivo carácter, no se preocupa de la verdad, ni de la conciencia correcta, ni de la acción correcta; se preocupa de la auto-afirmación, del crecimiento-vital, de la posesión, de la satisfacción del impulso, de todas las satisfacciones del deseo. Esta principal necesidad y demanda del yo-vital parece omni-importante para él; la llevaría a cabo sin consideración alguna con respecto a la verdad, la rectitud, el bien o cualquier otra consideración: pero debido a que la mente está allí y tiene estas concepciones, debido a que el alma está allí y tiene estas percepciones anímicas, procura dominar a la mente y lograr que dicte una sanción y ordene la ejecución de su propia voluntad de autoafirmación, un veredicto de verdad, rectitud y bien para sus propias afirmaciones, impulsos y deseos vitales; está preocupada con la autojustificación a fin de tener lugar para la auto-afirmación plena. Mas si puede obtener el sentimiento de la mente, está muy presta a ignorar todas las normas erigiendo una sola, la satisfacción, el crecimiento, la fuerza, la grandeza de su ego vital. El individuo-vital necesita lugar, expansión, posesión de su mundo, dominio y control de las cosas y los seres; necesita espacio-vital, espacio al sol, autoafirmación, sobrevivencia. Necesita estas cosas para sí y para aquellos a los que se asocia, para su propio ego y para el ego colectivo; los necesita para sus ideas, credos, ideales, intereses, imaginaciones: pues ha de afirmar estas formas de su "Yoidad" y "Miídad" imponiéndolas en el mundo que lo rodea o, si no es lo suficientemente fuerte para ello, al menos ha de defenderlas y mantenerlas contra los demás con el máximo de su poder e ingenio. Puede tratar de hacer eso mediante métodos que piensa escoge para pensar o representa como correctos; puede tratar de hacer eso mediante el desnudo uso de la violencia, el ardid, la falsedad, la agresión destructiva, el aplastamiento de otras formaciones-vitales: el principio es el mismo cualquiera que sea el medio o la actitud moral. Es no sólo en el reino de los intereses, sino en el reino de las ideas y en el reino de la religión que el ser vital del hombre introdujo este espíritu y esta actitud de autoafirmación, lucha, uso de violencia, opresión y supresión, intolerancia y agresión; impuso el principio del egoísmo-vital en el dominio de la verdad intelectual y en el dominio del espíritu. Dentro de su auto-afirmación la autoafirmante vida trae consigo el odio y disgusto hacia todo lo que obstruye el camino de su expansión o lastima su ego; desarrolla, como medio o pasión o reacción de la naturaleza vital, la crueldad, la traición y todo género de maldad: su satisfacción del deseo y el impulso no repara en lo correcto ni en lo

incorrecto sino solamente en la satisfacción del deseo y del impulso. Pues esta satisfacción está presta para afrontar el riesgo de la destrucción y la realidad del sufrimiento; pues la Naturaleza no pugna solamente por llegar a la autopreservación sino también a la afirmación-vital y a la satisfacción-vital, a la formulación de la fuerza vital y del ser-vital. De esto no se sigue que se trate de todo lo que la personalidad vital es en su composición innata o que el mal esté en su naturaleza. Primariamente no se preocupa de la verdad ni del bien, pero puede apasionarse por la verdad y el bien, así como más espontáneamente se apasiona por la dicha y la belleza. En todo lo que está desarrollado por la fuerza-vital hay desarrollado al mismo tiempo un secreto deleite en alguna parte del ser, un deleite en el bien, y un deleite en el mal, un deleite en la verdad y un deleite en la falsedad, un deleite en la vida y una atracción hacia la muerte, un deleite en el placer y un deleite en el dolor, en nuestro propio sufrimiento y el sufrimiento de los demás, pero también en nuestra propia dicha y bien, y la dicha, la felicidad y bien de los demás. Pues la fuerza de afirmación-vital afirma tanto al bien como al mal: tiene sus impulsos de ayuda y asociación, de generosidad, afecto, lealtad, desprendimiento; asume tanto el altruismo como el egoísmo, tanto se sacrifica como destruye a los demás; y en todos sus actos está la misma pasión por la afirmación-vital, la misma fuerza de acción y realización. Este carácter del ser vital y su tendencia a existir donde los que denominados bien y mal son items mas no el cauce principal, es evidente en la vida subhumana; en el ser humano, dado que se ha desarrollado un discernimiento mental, moral y psíquico, está sujeto a control o camuflaje, pero no cambia de carácter. El ser vital, su fuerza-vital y su impulso en pos de la auto-afirmación son, ante la ausencia de una abierta acción del poder-anímico y del poder espiritual, Atmashakti, medio principal de concreción de la Naturaleza, y sin su apoyo ni la mente ni el cuerpo pueden utilizar sus posibilidades o realizar su objetivo aquí en la existencia. Es sólo si el ser vital interior o verdadero reemplaza a la personalidad-vital externa que el impulso del ego vital puede vencer por completo y la fuerza-vital convertirse en sierva del alma y poderosa instrumentación para la acción de nuestro verdadero ser espiritual. Este es entonces el origen y naturaleza del error, la falsedad, la equivocación y el mal en la conciencia y voluntad del individuo; una limitada conciencia que surge de la nesciencia es la fuente del error, un personal apego a la limitación y al error nacido de ella es la fuente de la falsedad, una conciencia equivocada gobernada por el ego-vital es la fuente del mal. Pero es evidente que su existencia relativa es sólo un fenómeno proyectado por la fuerza cósmica en su impulso hacia una auto-expresión evolutiva, y es allí que hemos de buscar la significación del fenómeno. Pues el emerger del ego-vital es, como hemos visto, una maquinaria de la Naturaleza cósmica para la afirmación del individuo, para su auto-liberación de la indeterminada sustancia masiva del subconsciente, para la aparición de un ser consciente sobre terreno preparado por la Inconciencia; el principio de la afirmación-vital del ego es la consecuencia necesaria. El ego individual es una ficción pragmática y efectiva, una versión del yo secreto dentro de los términos de la conciencia superficial, o un subjetivo sustituto del verdadero yo en nuestra experiencia superficial: está separado por la ignorancia del otro-yo y de la Divinidad interior, pero aun es

empujado secretamente hacia una unificación evolutiva en la diversidad; detrás de sí, aunque finito, tiene el impulso del infinito. Pero esto en los términos de una conciencia ignorante se traduce dentro de la voluntad para expandir, para ser una finitud ilimitada, para tomar dentro de sí cuanto puede, para entrar en todo y poseerlo, incluso para ser poseído si mediante eso puede sentirse satisfecho y creciendo en o a través de los demás, o llevar consigo, por sujeción, el ser y poder de los demás u obtener de ese modo ayuda o impulso para su afirmación-vital, su deleite-vital, su enriquecimiento de la existencia mental vital o física. Pero debido a que efectúa estas cosas como ego separado, para su beneficio separado y no por consciente intercambio y reciprocidad, no por unidad, surgen la discordia-vital, el conflicto y la desarmonía, y a los productos de esta discordia-vital y desarmonía los llamamos error y mal. La Naturaleza los acepta porque son circunstancias necesarias de la evolución, necesarias para el crecimiento del ser dividido; son productos de la ignorancia, sostenidos por una conciencia ignorancia que se funda en la división, por una voluntad ignorante que trabaja a través de la división, por un ignorante deleite de la existencia que toma la dicha de la división. La intención evolutiva actúa a través del mal como a través del bien; ha de utilizarlo todo porque constreñirse a un bien limitado aprisionaría y restringiría la pretendida evolución; usa cualquier material a su alcance y con él hace lo que puede; esa es la razón de por qué vemos al mal aflorar de lo que llamamos bien y al bien hacer lo propio de lo que llamamos mal; y si encima vemos que lo considerado mal llega a ser aceptado como bien, que lo considerado bien se acepta como mal; ello ocurre porque nuestros criterios sobre ambos son evolutivos, limitados y mutables. La Naturaleza evolutiva, la terrestre fuerza cósmica parece entonces, al principio no tener preferencia por ninguno de estos opuestos, utilizándolos por igual para sus fines. Empero es la misma Naturaleza, la misma fuerza que agobió al hombre con el sentido del bien y el mal e insiste en su importancia: evidentemente, por lo tanto, debe estar allí de modo que el hombre pueda dejar ciertas cosas detrás de él, desplazarse hacia los demás, hasta que, del bien y el mal pueda emerger en un Bien que es eterno e infinito. ¿Pero cómo ha de realizarse esta evolutiva intención de la Naturaleza, por qué poder, medio, impulso, por qué principio, proceso de selección y armonización? El método adoptado por la mente humana a través de las edades ha sido siempre un principio de selección y rechazo, y esto tomó las formas de una sanción religiosa, de una norma social o moral de la vida o de un ideal ético. Pero este es un método empírico que no entra en contacto con la raíz del problema porque no lleva a ver la causa y origen de la enfermedad que pretende curar; trata los síntomas, pero lo hace mecánicamente, sin saber qué función cumplen en el objetivo de la Naturaleza y qué es lo que en la mente y la vida los sostiene y mantiene en la existencia. Es más, el bien y el mal humanos son relativos y las normas erigidas por la ética son tan inciertas como relativas: lo que es prohibido por una religión u otra, lo que es considerado como bueno o malo por la opinión social, lo que se considera útil para la sociedad o dañino para ella, lo que alguna temporaria ley humana admite o desaprueba, lo que es o se considera útil o perjudicial para uno o los demás, lo que está de acuerdo con éste o aquel ideal, lo que es estimulado o desalentado por un instinto que

llamamos conciencia -una amalgama de todos estos puntos de vista es la heterogénea idea determinante, constituye la sustancia compleja, de la moralidad; en todos ellos está la mezcla constante de verdad y semiverdad y error que persigue todas las actividades de nuestro mental y limitador Conocimiento-Ignorancia. Un control mental sobre nuestros deseos e instintos vitales y físicos, sobre nuestra acción personal y social sobre nuestros tratos con los demás, es indispensable para nosotros como seres humanos, y la moralidad crea una norma por la que podemos guiamos y establecer un control habitual; pero el control es siempre imperfecto y se trata de un expediente y no de una solución: el hombre sigue siendo lo que es y siempre fue, mezcla de bien y mal, de pecado y virtud, de ego mental con imperfecto dominio de su naturaleza mental, vital y física. El esfuerzo para seleccionar, para retener de nuestra conciencia y acción todo lo que nos parece bueno y rechazar todo lo que nos parece malo y de esa forma reformar nuestro ser, para reconstituimos y modelamos según la imagen de un ideal, es un motivo ético más profundo, porque se aproxima más a la verdadera salida; estriba en la sana idea que nuestra vida es un devenir y que hay algo a lo que hemos de devenir y ser. Pero los ideales elaborados por la mente humana son selectivos y relativos; modelar nuestra naturaleza rigurosamente de acuerdo con ellos es limitamos y realizar una construcción con eventual crecimiento en un ser mayor. El reclamo verdadero, por encima de nosotros, es el del Infinito y Supremo; la auto-afirmación y auto-abnegación que nos impone la Naturaleza son movimientos hacia lo que hemos de descubrir, y es el camino equivocado -porque es ignorante- del ego y en lugar del conflicto entre el sí y el no de la Naturaleza. Si no lo descubrimos, el impulso de la vida será demasiado fuerte para nuestro estrecho ideal de perfección, su instrumentación se romperá y la voluntad no llegará a consumarse y perpetuarse, o a lo más, todo lo que conseguiremos será medio resultado, o el abandonar la vida se presentará como único remedio, único escape del, de otro modo, invencible abrazo de la ignorancia. Este ciertamente es el escape que usualmente señala la religión; una moralidad divinamente prescripta, una búsqueda de la piedad, de la rectitud y la virtud como está estatuido en un código religioso de la conducta, en una ley de Dios determinada por alguna inspiración humana, se presenta como parte de los medios, la dirección, por los que podemos recorrer el sendero hacia la salida. Pero esta salida deja el problema donde estaba; es sólo una vía de escape, para el ser personal, de la irresuelta confusión de la existencia cósmica. En el antiguo pensamiento espiritual de la India había una más clara percepción de la dificultad; la práctica de la verdad, de la virtud, de la voluntad y obras correctas, se consideraba necesaria para la aproximación a la realización espiritual, pero en la realización misma el ser surge a una conciencia mayor del Infinito y Eterno y se despoja del agobio del pecado y la virtud, pues eso pertenece a la relatividad y a la Ignorancia. Detrás de esta mayor y más verdadera percepción está la intuición de que un bien relativo es una preparación impuesta por la Naturaleza-del-Mundo sobre nosotros de modo que podamos trascenderla en pos del Bien verdadero que es absoluto. Estos problemas son de la mente y la vida ignorante, no nos acompañan más allá de la mente; así como hay un cese de la dualidad de la verdad y el error en una Verdad-Conciencia infinita, de

igual modo hay una liberación de la dualidad del bien y el mal en un Bien infinito, hay una trascendencia. No puede haber escape artificial de este problema que siempre perturbó a la humanidad y del cual no descubrió un resultado satisfactorio. El árbol del conocimiento del bien y del mal con sus frutos dulces y amargos está secretamente enraizado en la naturaleza misma de la Inconciencia de la que nuestro ser ha emergido y sobre la que aun está como suelo inferior y base de nuestra existencia física; ha crecido visiblemente sobre la superficie en las múltiples ramificaciones de la Ignorancia que todavía es la principal condición de nuestra conciencia en su difícil evolución hacia una suprema conciencia y una integral conciencia. Mientras esté este suelo con las desarraigadas raíces y este aire y clima nutricios de la Ignorancia, el árbol crecerá y florecerá y exhibirá sus brotes duales y su fruto de naturaleza mixta. Se seguiría que no puede haber solución final hasta que hayamos volcado nuestra inconciencia en la conciencia mayor, hayamos hecho de la verdad del yo y el espíritu nuestra base-vital y hayamos transformado nuestra ignorancia en conocimiento superior. Todos los otros medios serán sólo sustitutos y ciegas salidas; la única solución verdadera es una completa y radical transformación de nuestra naturaleza. Es porque la Inconciencia impone su original oscuridad en nuestra conciencia del yo y las cosas, y porque la Ignorancia la basa en una conciencia imperfecta y dividida y porque vivimos en esa oscuridad y división que el conocimiento erróneo y la voluntad errónea son posibles: sin conocimiento erróneo no podría haber error ni falsedad, sin error o falsedad en nuestras partes dinámicas no podría haber voluntad errónea en nuestros miembros; sin voluntad errónea no podría haber mala acción ni maldad: mientras duren estas causas, los efectos también persistirán en nuestra acción y en nuestra naturaleza. Un control mental puede ser solamente control, no cura; una enseñanza mental, una norma, una regla sólo puede imponer un surco en el que nuestra acción gira mecánicamente o con dificultad o que impone una formación frenada y limitada en el curso de nuestra naturaleza. Un cambio total de la conciencia, un cambio radical de la naturaleza es el único medio y la única salida. Pero dado que la raíz de la dificultad es una escíndida, limitada y separativa existencia, este cambio debe consistir en una integración, una curación de la conciencia dividida de nuestro ser, y dado que la división es compleja y multilateral, no puede producirse cambio alguno en un lado del ser como sustituto suficiente para la transformación integral. Nuestra primera división es la creada por nuestro ego y principalmente, más forzosamente, más vívidamente por nuestro ego-vital, que nos divide de los demás seres como noyo y nos ata a nuestra egocentricidad y a la ley de una auto-afirmación egoísta. Es en los errores de esta auto-afirmación que surgen primero el error y el mal: la conciencia errónea engendra errónea voluntad en los miembros, en la mente pensante, en el corazón, en la mente-vital y en el ser sensorio, en la conciencia-corporal misma; el error engendra acción errónea de todos estos instrumentos, un múltiple error y multi-ramificada tortuosidad de pensamiento, voluntad, sensación y sentimiento. No podemos tratar correctamente a los otros mientras sigan siendo otros para nosotros, seres que son extraños a nosotros mismos y de cuya conciencia, necesidad-anímica, necesidad-mental,

necesidad afectiva, necesidad-vital, necesidad-corporal conocemos poco o nada. La porción mínima de imperfecta simpatía, conocimiento y buena voluntad que la ley, necesidad y hábito de asociación engendran, es demasiado pobre para lo que requiere una verdadera acción. Una mente más grande, un corazón más grande, una- fuerza-vital más amplia y generosa pueden hacer algo para ayudamos o ayudar a los demás y evitar las peores ofensas, pero esto también es insuficiente y no impedirá una mole de trastornos, perjuicios y colisiones de nuestro bien preferido con el bien de los demás. Por la naturaleza misma de nuestro ego e ignorancia nos afirmamos egoístamente cuando más nos enorgullecemos con el desinterés e ignorantemente cuando nos enorgullecemos con la comprensión y el conocimiento. El altruismo tomado como norma de vida no nos libera; es un potente instrumento de auto-agrandamiento y corrección del ego más estrecho, pero no lo cancela ni transforma en el verdadero yo uno con todos; el ego del altruista es tan poderoso y absorbente como el ego del egoísta y es a menudo más poderoso e insistente porque es un ego presuntuoso y exagerado. Ayuda menos todavía si obramos mal con nuestra alma, con nuestra mente, vida y cuerpo con la idea de subordinar nuestro yo al yo de los demás. Afirmar nuestro ser correctamente de modo que pueda convertirse en uno con todos es el principio verdadero, no mutilarlo ni inmolarlo. La auto-inmolación puede ser necesaria a veces, excepcionalmente, por una causa, en respuesta a alguna exigencia afectiva o por algún derecho o propósito elevado pero no puede hacerse regla o naturaleza de la vida: tan exagerada, sólo alimentaría o exageraría el ego de los demás o magnificaría algún ego colectivo, y no nos conduciría, como tampoco a la humanidad, hacia el descubrimiento y afirmación de nuestro ser verdadero o su ser verdadero. El sacrificio y la autoentrega son ciertamente un verdadero principio y una necesidad espiritual, pues no podemos afirmar nuestro ser correctamente sin sacrificio o sin autoentrega a algo mayor que nuestro ego; por eso también debe hacerse con una correcta conciencia y voluntad fundadas en un conocimiento verdadero. Desarrollar la parte sáttwica de nuestra naturaleza, una naturaleza de luz, entendimiento, equilibrio, armonía, simpatía, buena voluntad, amabilidad, compañerismo, auto-control, acción correctamente ordenada y armonizada, es lo mejor que podemos hacer en los límites de la formación mental, pero es una etapa y no una meta de nuestro crecimiento del ser. Son soluciones al paso, paliativos, medios necesarios para un trato parcial de la dificultad radical, normas y artificios provisionales que nos dan ayuda y guía temporarias porque la solución verdadera y total está más allá de nuestra actual capacidad y sólo puede llegar cuando hayamos evolucionado suficientemente para verlo y convertirlo en nuestro principal esfuerzo. La verdadera solución puede intervenir solamente cuando por nuestro crecimiento espiritual -podemos convertimos en un solo yo con todos los seres, conocerlos como parte de nuestro yo, tratarlos como si fuesen nuestros otros yoes; pues entonces la división se cura, la ley de separada auto-afirmación que conduce por sí a la afirmación contra o a expensas de los otros se agranda y libera añadiendo a ella la ley de nuestra auto-afirmación para con los demás y nuestro auto-descubrimiento en su auto-descubrimiento y auto-realización. Se ha convertido en norma de ética religiosa actuar con un espíritu de compasión universal, amar al prójimo como a uno mismo, obrar para con los otros como se

quisiera que obraran los otros con uno, sentir la dicha y el pesar de los demás como si fuese propio; pero ningún hombre que viva en su ego es capaz verdadera y perfectamente de hacer estas cosas, solo puede aceptarlas como exigencia de su mente, aspiración de su corazón, esfuerzo de su voluntad para vivir por una norma elevada y modificar mediante un sincero esfuerzo su cruda naturaleza egoísta. Es cuando los demás llegan a conocerse y sentirse íntimamente como uno mismo que este ideal puede convertirse -en una norma natural y espontánea de nuestra vida y realizarse en la práctica al igual que en el principio. Pero aún la unidad con los demás no es suficiente de por sí, si es una unidad con su ignorancia; pues entonces la ley de la ignorancia seguirá en funcionamiento, y el error en la acción y la acción errónea sobrevivirán aunque disminuyan en grado y se suavicen en su incidencia y carácter. Nuestra unidad con los demás debe ser fundamental, no una unidad con sus mentes, corazones, yoes vitales, egos, -aunque esto llegue a incluirse en nuestra conciencia universalizada-, sino una unidad en el alma y el espíritu, y que sólo puede llegar mediante nuestra liberación en la conciencia anímica y el autoconocimiento. Liberarnos del ego y realizar nuestros yoes verdaderos es la primera necesidad; todo lo demás puede alcanzarse como luminoso resultado, como consecuencia necesaria. Esa es una razón de porqué debe aceptarse un reclamo espiritual como imperativo tomando precedencia sobre todos los otros reclamos, intelectuales, éticos, sociales, que pertenecen al dominio y solo pueden modificar y paliar; nada puede ser sustituto suficiente del cambio espiritual que pueda realizar el verdadero e integral bien porque a través del espíritu podemos llegar a la raíz de la acción y la existencia. En el conocimiento espiritual del yo están los tres pasos de su auto-realización que son, al mismo tiempo, tres partes del conocimiento único. El primero es el descubrimiento del alma, no del alma externa del pensamiento, la emoción y el deseo, sino la secreta entidad psíquica, el divino elemento dentro de nosotros. Cuando resulta dominante sobre nuestra naturaleza, cuando somos conscientemente el alma y cuando la mente, la vida y el cuerpo toman su verdadero lugar como sus instrumentos, tomamos conciencia de una guía interior que conoce la verdad, el bien, el verdadero deleite y belleza de la existencia, controla el corazón y el intelecto mediante su ley luminosa y conduce nuestra vida y ser hacia la integridad espiritual. Incluso dentro de las oscuras obras de la Ignorancia tenemos un testigo que discierne, una luz viva que ilumina, una voluntad que rechaza descarriarse y separa la verdad de la mente de su error, la íntima respuesta del corazón de sus vibraciones ante un erróneo llamado y una errónea exigencia, el verdadero ardor y plenitud de desplazamiento de la vida desde la pasión vital y las turbias falsedades de nuestra naturaleza vital y sus oscuras autobúsquedas. Este es el primer paso de la auto-realización, para entronizar al alma, al divino individuo psíquico en el lugar del ego. El paso siguiente es tomar conciencia del yo eterno innato en nosotros y uno con el yo de todas las cosas. Esta auto-realización libera y universaliza; aunque nuestra acción aún proceda en la dinámica de la ignorancia, ya no traba ni lleva por mal camino, porque nuestro ser interior se aposenta bajo la luz del autoconocimiento. El tercer paso es conocer el Ser Divino que es a la vez nuestro supremo Yo trascendente, el Ser Cósmico, fundamento de nuestra universalidad, y la Divinidad interior de la cual nuestro ser psíquico, el verdadero individuo evolutivo en nuestra naturaleza, es una

porción, una chispa, una llama que crece dentro del fuego eterno del cual se encendió y del cual es testigo siempre vivo dentro de nosotros e instrumento consciente de su luz, poder, dicha y belleza. Conscientes del Divino como Maestro de nuestro ser y acción, podemos aprender a convertimos en canales de su Shakti, la Divina Pujanza, y actuar de acuerdo con sus dictados o su regla de luz y poder dentro de nosotros. Nuestra acción entonces no será dominada por nuestro impulso vital ni gobernada por una norma mental, pues actúa de acuerdo con la verdad permanente aunque plástica de las cosas, -no la que la mente construye, sino la superior, más profunda y más sutil verdad de cada movimiento y circunstancia como la conoce el conocimiento supremo y la exige la suprema voluntad del universo. La liberación de la voluntad sigue a la liberación en el conocimiento y es su consecuencia dinámica; es el conocimiento que purifica, es la verdad que libera: el mal es el fruto de una ignorancia espiritual y desaparecerá sólo mediante el crecimiento de una conciencia espiritual y la luz del conocimiento espiritual. La división de nuestro ser del ser de los demás puede sólo remediarse eliminando el divorcio de nuestra naturaleza de la realidad-anímica interior, mediante la abolición del velo entre nuestro devenir y nuestro auto-ser, mediante la unión de lo remoto de nuestra individualidad en la Naturaleza del Ser Divino que es la Realidad omnipresente en la Naturaleza y por encima de ella. Pero la última división por eliminar es la escisión entre esta Naturaleza y la Super-Naturaleza que es el Auto-Poder de la Existencia Divina. Aun antes de que se elimine el Conocimiento-Ignorancia dinámico, mientras todavía quede como inadecuada instrumentación del espíritu, la suprema Shakti o Supernaturaleza puede trabajar a través de nosotros y podemos tener conciencia de sus obras; pero ello ocurre entonces mediante una modificación de su luz y poder de modo que puede recibirse y asimilarse por parte de la naturaleza inferior de la mente, la vida y el cuerpo. Pero esto no es bastante; es menester una entera remodelación de lo que somos dentro de una modalidad y poder de la divina Supernaturaleza. La integración de nuestro ser no puede completarse a menos que exista esta transformación de la acción dinámica; debe haber una elevación y cambio de la modalidad total de la Naturaleza misma y no sólo alguna iluminación y transmutación de las modalidades interiores del ser. Una eterna Verdad-Conciencia debe poseernos y sublimar todas nuestras naturales modalidades dentro de nuestras modalidades del ser, conocimiento y acción; entonces puede pasar a ser la ley integral de la naturaleza una espontánea verdad-conciencia, verdad-voluntad, verdadsentimiento, verdad-movimiento y verdad-acción.

FIN DEL TOMO SEGUNDO

INDICE I.

Indeterminados, Determinaciones Cósmicas y lo Indeterminable

II. Brahman, Purusha, Ishwara - Maya, Prakriti, Shakti III. Lo Eterno y lo Individual IV. Lo Divino y lo No-Divino V. La ilusión Cósmica: Mente, Sueño y Alucinación VI. La Realidad y la ilusión Cósmica VII. El Conocimiento y la Ignorancia VIII. La Memoria, la Auto-Conciencia y la Ignorancia IX. La Memoria, el Ego y la Auto-Experiencia X. Conocimiento por Identidad y Conocimiento Separativo XI. Los Lindes de la Ignorancia XII. El Origen de la Ignorancia XIII. La Exclusiva Concentración de la Conciencia-Fuerza y la Ignorancia XIV. El Origen y Remedio de la Falsedad, el Error, la Equivocación y el Mal